Strategikon - Mauricio, Emperador de Oriente

April 8, 2017 | Author: cardumensolar | Category: N/A
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Strategikon

MAURICIO emperador romano de Oriente STRATEGIKON

(SOBRE EL GENERAL)

Traducción, introducción y notas de Emilio Magaña Orúe, Julio Rodríguez González y José Ignacio de la Torre Rodríguez

MINISTERIO DE DEFENSA

Índice Índice Introducción histórico-literaria Flavio Mauricio, militar y emperador La política de Mauricio en Europa Reformas administrativas en Occidente La política oriental de Mauricio La política religiosa de Mauricio El final del imperio de Mauricio la obra y su autor La transmisión del texto Fuentes La obra. Contenido La obra en su contexto histórico. el ejército del Imperio Romano y del Imperio Romano de Oriente entre los siglos III y VI El ejército de Diocleciano y Constantino I El ejército de Justiniano I y Mauricio Bibliografía Fuentes históricas mencionadas en este

libro Monografías, artículos y contribuciones a obras colectivas Nota sobre la presente traducción Abreviaturas Strategikon (Sobre el general) de Mauricio, emperador de Oriente Preámbulo Libro I INTRODUCCIÓN Libro I, capítulo 1. De qué modo es conveniente que los soldados se adiestren en su instrucción Libro I, capítulo 2. De qué modo es conveniente armar a los jinetes y de qué equipo básico deben ser provistos Libro I, capítulo 3. Sobre los varios títulos de los oficiales y los soldados Libro I, capítulo 4. De qué modo es conveniente dividir al ejército y a sus oficiales

Libro I, capítulo 5. Cómo los comandantes de los tagmas deben elegir a sus oficiales subordinados y jefes para el combate y organizar los tagmas en contubernios Libro I, capítulo 6. Los reglamentos sobre los delitos militares que se deben dar a la tropa Libro I, capítulo 7. Los reglamentos sobre los delitos militares que se deben dar a los comandantes de los tagma Libro I, capítulo 8. Sobre los castigos militares Libro I, capítulo 9. Qué organización debe tener el ejército en su propio territorio cuando no hay actividad hostil Libro II SOBRE LA FORMACIÓN DE LA CABALLERÍA Libro II, capítulo 1. Sobre la utilidad y necesidad de formar al ejército en dos líneas Libro II, capítulo 2. De la organización de los tagmas en la línea de batalla

Libro II, capítulo 3. Tropas de asalto y de defensa Libro II, capítulo 4. Sobre los flanqueadores y flanqueadores de ataque Libro II, capítulo 5. Emboscadas en la retaguardia o en los flancos de la línea enemiga Libro II, capítulo 6. La profundidad de la formación Libro II, capítulo 7. Sobre los contubernios Libro II, capítulo 8. Sobre el armamento Libro II, capítulo 9. Sobre el cuerpo médico Libro II, capítulo 10. Sobre los banderines de las lanzas Libro II, capítulo 11. Sobre los espías o los exploradores Libro II, capítulo 12. Sobre los mensores y las partidas aposentadoras Libro II, capítulo 13. Distancias entre los meros y las líneas de combate Libro II, capítulo 14. Sobre el tamaño y diferencia entre los estandartes

Libro II, capítulo 15. Sobre la custodia de los estandartes Libro II, capítulo 16. Sobre el lugar de los oficiales Libro II, capítulo 17. Sobre los que tocan los cuernos Libro II, capítulo 18. Sobre los gritos de batalla que se dan en medio del conflicto Libro II, capítulo 19. Sobre los heraldos Libro II, capítulo 20. Sobre la conveniencia del uso de dos estandartes Libro III SOBRE LA FORMACIÓN DE LOS TAGMAS Libro III, capítulo 1. Los símbolos usados para ilustrar las formaciones de los tagmas Libro III, capítulo 2. La formación de los tagmas pretendiendo una fuerza de trescientos diez hombres Libro III, capítulo 3. Esquema del mismo tagma con sus flancos en orden cerrado Libro III, capítulo 4. Esquema del mismo

tagma con ambos flancos y la retaguardia en orden cerrado Libro III, capítulo 5. Métodos de entrenamiento del tagma Libro III, capítulo 6. La formación de los meros. Explicación de los símbolos que ilustran la formación de los meros y su personal Libro III, capítulo 7. Explicación de los símbolos que ilustran la formación de la primera y de la segunda línea Libro III, capítulo 8. Formación de la línea al completo cuando la impedimenta está presente Libro III, capítulo 9. Un meros individualizado Libro III, capítulo 10. Formación de un ejército de fuerza moderada Libro III, capítulo 11. Sobre las órdenes generales Libro III, capítulo 12. Sobre las órdenes a las tropas de primera línea

Libro III, capítulo 13. Sobre las los flanqueadores Libro III, capítulo 14. Sobre las los flanqueadores de ataque Libro III, capítulo 15. Órdenes a de la segunda línea Libro III, capítulo 16. Órdenes a asignadas a las emboscadas

órdenes a órdenes a las tropas las tropas

Libro IV SOBRE LAS EMBOSCADAS Libro IV, capítulo 1. Sobre las emboscadas y estratagemas contra tropas enemigas superiores Libro IV, capítulo 2. Sobre las emboscadas de los escitas Libro IV, capítulo 3. Sobre las emboscadas realizadas por ambas partes Libro IV, capítulo 4. Sobre el momento más oportuno para las emboscadas Libro IV, capítulo 5. Sobre la conveniencia del uso de formaciones irregulares para

emboscadas o ataques por sorpresa Libro V SOBRE LA IMPEDIMENTA Libro V, capítulo 1. Sobre las precauciones a tener en cuenta al llevar la impedimenta al campo de batalla Libro V, capítulo 2. Sobre los caballos de reserva Libro V, capítulo 3. Sobre la impedimenta no necesaria Libro V, capítulo 4. Sobre los campamentos intermedios Libro V, capítulo 5. Sobre la protección de la impedimenta durante la marcha Libro VI SOBRE LA DIVISIÓN DEL EJÉRCITO Y SOBRE LA INSTRUCCIÓN MILITAR Libro VI, preámbulo Libro VI, capítulo 1. Sobre la instrucción a la escítica, simulación

Libro VI, capítulo 2. Sobre la instrucción a la alana, simulación Libro VI, capítulo 3. Sobre la instrucción a la africana, simulación Libro VI, capítulo 4. Sobre la instrucción a la itálica, la más habitual Libro VI, capítulo 5. De qué modo se han de ejercitar los flanqueadores y flanqueadores de ataque Libro VII PARTE A. SOBRE LOS PUNTOS A CONSIDERAR POR EL GENERAL ANTES DEL DÍA DE LA BATALLA Libro VII, parte A, preámbulo Libro VII, parte A, capítulo 1. Sobre la bendición de las banderas Libro VII, parte A, capítulo 2. Sobre la organización de los contubernios Libro VII, parte A, capítulo 3. Sobre la reunión de información sobre el enemigo Libro VII, parte A, capítulo 4. Sobre el uso

de la arenga para animar a las tropas Libro VII, parte A, capítulo 5. Sobre los prisioneros enemigos tomados por las patrullas Libro VII, parte A, capítulo 6. Sobre el castigo a los delincuentes Libro VII, parte A, capítulo 7. Sobre la manutención de los soldados, sus caballos y sus campamentos Libro VII, parte A, capítulo 8. Sobre las consultas con los merarcas acerca del campo de batalla Libro VII, parte A, capítulo 9. Sobre la forma de abrevar los caballos Libro VII, parte A, capítulo 10. Sobre las raciones transportadas en las alforjas Libro VII, parte A, capítulo 11. Sobre cómo hacer la guerra contra gentes desconocidas Libro VII, parte A, capítulo 12. Sobre los ataques sorpresa del enemigo durante la marcha Libro VII, parte A, capítulo 13. Sobre los

campamentos y el cuidado de los caballos en su interior Libro VII, parte A, capítulo 14. Sobre cómo no hay que saquear los cuerpos de los enemigos durante la batalla Libro VII, parte A, capítulo 15. Sobre los pueblos semejantes al enemigo PARTE B. SOBRE LOS PUNTOS A SER OBSERVADOS EL DÍA DE LA BATALLA Libro VII, parte B, capítulo 1. Sobre cómo no agobiar al estrategos durante el día de batalla Libro VII, parte B, capítulo 2. Sobre los arqueros enemigos Libro VII, parte B, capítulo 3. Sobre cómo no entablar combate con el enemigo o mostrar nuestra propia fuerza antes de conocer sus intenciones Libro VII, parte B, capítulo 4. Sobre cómo ocultar la segunda línea cuando es incapaz de seguir detrás de la primera, para que las dos parezcan como una sola

Libro VII, parte B, capítulo 5. Sobre la táctica y el método de enfrentarse a un ataque sorpresa del enemigo Libro VII, parte B, capítulo 6. Sobre los heridos Libro VII, parte B, capítulo 7. Sobre la fuerza aparente del enemigo Libro VII, parte B, capítulo 8. Sobre la prevención de reconocimientos hostiles de nuestra línea Libro VII, parte B, capítulo 9. Sobre cómo proteger el campamento Libro VII, parte B, capítulo 10. Sobre cómo reunir forraje Libro VII, parte B, capítulo 11. Sobre un desenlace adverso Libro VII, parte B, capítulo 12. Sobre un desenlace favorable en la batalla Libro VII, parte B, capítulo 13. Sobre el reconocimiento Libro VII, parte B, capítulo 14. Sobre cómo no exponer nuestra segunda línea

demasiado pronto Libro VII, parte B, capítulo 15. Sobre el mantenimiento brillante de la superficie de las armas para ser vistos de lejos antes de la batalla Libro VII, parte B, capítulo 16. Sobre la recapitulación de las obligaciones de cada merarca Libro VII, parte B, capítulo 17. Sobre la recapitulación del tipo de obligaciones que tienen asignadas los comandantes de cada tagma, los moirarcas y los merarcas, para que cada uno sepa su obligación Libro VIII Libro VIII, capítulo 1. Sobre las instrucciones generales para el comandante Libro VIII, capítulo 2. Lemas Libro IX Libro IX, capítulo 1. Sobre los ataques sorpresa

Libro IX, capítulo 2. Sobre los ataques nocturnos Libro IX, capítulo 3. Sobre las incursiones en territorio hostil: avance seguro por él y su saqueo sin sufrir pérdidas Libro IX, capítulo 4. Sobre el paso por desfiladeros y territorio escabroso Libro IX, capítulo 5. Cómo hay que espiar al enemigo y cómo hay que capturar a los exploradores o enemigos intentando infiltrarse en nuestro ejército Libro X Libro X, capítulo 1. Cómo se debe organizar un asedio a las fortalezas del enemigo si la oportunidad lo permite Libro X, capítulo 2. Cómo se debe hacer un encuentro con incursiones hostiles dentro de nuestro propio territorio Libro X, capítulo 3. Cómo se debe soportar un asedio que se supone largo Libro X, capítulo 4. Cómo se debe construir

una fortaleza fronteriza con cautela y sin entablar combate abierto Libro XI SOBRE LAS COSTUMBRES Y TÁCTICAS DE LOS DIVERSOS PUEBLOS Libro XI, introducción Libro XI, capítulo 1. Cómo hay que tratar con los persas Libro XI, capítulo 2. Cómo hay que tratar con los escitas, es decir, ávaros, turcos y otros cuyo tipo de vida se asemeja al de los pueblos hunos Libro XI, capítulo 3. Cómo hay que tratar con los pueblos de cabello claro, como los francos, lombardos y otros como ellos Libro XI, capítulo 4. Cómo hay que tratar con los eslavos, los antes y otros pueblos similares Libro XII PARTE A. SOBRE EL ORDEN DE BATALLA

MIXTO Libro XII, parte A, capítulo 1. Cómo hay que hacer una formación de un orden de batalla mixto. Lista de símbolos para las unidades en una fuerza mixta Libro XII, parte A, capítulo 2. El orden de batalla llamado mixto. Libro XII, parte A, capítulo 3. La primera formación de batalla para la caballería Libro XII, parte A, capítulo 4. Otra formación Libro XII, parte A, capítulo 5. El orden de batalla llamado lateral Libro XII, parte A, capítulo 6. Formación en columna Libro XII, parte A, capítulo 7. La formación llamada convexa PARTE B. SOBRE LAS FORMACIONES DE INFANTERÍA Libro XII, parte B, preámbulo Libro XII, parte B, capítulo 1. Qué vestimenta debe llevar la infantería

Libro XII, parte B, capítulo 2. Cómo debe ser el entrenamiento del infante con armamento pesado Libro XII, parte B, capítulo 3. Cómo debe ser el entrenamiento del infante con armamento ligero y de los arqueros Libro XII, parte B, capítulo 4. Sobre el armamento. Qué armas debe llevar la infantería pesada Libro XII, parte B, capítulo 5. Qué armas debe llevar la infantería ligera Libro XII, parte B, capítulo 6. Qué equipo esencial hay que tener siempre presente y a mano Libro XII, parte B, capítulo 7. Los soldados de cada aritmos que deben ser asignados a tareas especializadas Libro XII, parte B, capítulo 8. Cómo se deben organizar las tropas de infantería y sus oficiales Libro XII, parte B, capítulo 9. Cómo debe ser la asignación de personal y organización

de los tagmas de infantería Libro XII, parte B, capítulo 10. Órdenes que deben ser impartidas sobre los castigos Libro XII, parte B, capítulo 11. Como debe ser la formación de los tagmas de infantería pesada Libro XII, parte B, capítulo 12. Cómo debe ser la formación de la infantería ligera junto a infantería y caballería pesada Libro XII, parte B, capítulo 13. Cómo debe ser la formación de la caballería junto a infantería pesada Libro XII, parte B, capítulo 14. En qué movimientos se debe ejercitar la infantería Libro XII, parte B, capítulo 15. Un segundo ejercicio Libro XII, parte B, capítulo 16. Cómo comenzar los movimientos anteriormente mencionados Libro XII, parte B, capítulo 17. Cómo debe ser la formación de la línea de batalla y el entrenamiento en resistir al enemigo

Libro XII, parte B, capítulo 18. Cómo hay que acomodar los carros y la impedimenta Libro XII, parte B, capítulo 19. Cómo debe ser el método de marcha con el enemigo en las cercanías Libro XII, parte B, capítulo 20. Cómo hay que atravesar zonas boscosas, zonas escabrosas y pasos estrechos por parte de la infantería Libro XII, parte B, capítulo 21. Cómo debe ser el transporte por ríos y el cruce de los mismos frente al enemigo Libro XII, parte B, capítulo 22. Cómo construir campamentos fortificados Libro XII, parte B, capítulo 23. Cuestiones a ser consideradas por el estrategos de infantería en día de batalla Libro XII, parte B, capítulo 24. Sinopsis de la instrucción anteriormente señalada que debe ser conocida por los tribunos o comandantes de los tagmas de infantería

PARTE C. DIAGRAMA DE UN CAMPAMENTO FORTIFICADO PARTE D. LA CAZA. CÓMO SE DEBEN CAZAR ANIMALES SALVAJES SIN HERIDAS GRAVES O GRAVES ACCIDENTES Glosario Índice temático Índice onomástico Índice de toponimos Índice de materias y nombres comunes Índice de obras, autores y versiones del texto del strategikon

Introducción históricoliteraria FLAVIO MAURICIO, MILITAR Y EMPERADOR1 Flavius Mauricius, el futuro emperador Mauricio (582-602), nació en el año 539, bajo el imperio de Justiniano I (Flavius Petrus Sabbatius Iustinianus, 527-565), en Arabissus (actualmente ruinas en la zona de Tanir, en la provincia de Kahramanmaraş, en la zona centro-oriental de Turquía), en la entonces provincia bizantina de Armenia III2. Su padre, miembro de una vieja familia romana, posiblemente de origen armenio, se llamaba Paulus y a nuestro hombre se le conocen al menos un hermano (Petrus) y dos hermanas (Theoctista y Gordia). El 7 de

diciembre de 574, Tiberius Constantinus (el futuro emperador Tiberio II [578-582]) se convirtió en césar, el sucesor designado del emperador Justino II (565-578), de quien era uno de sus principales colaboradores, y fue hacia ese año cuando Mauricius, partidario secreto del heredero, tuvo posiblemente su primer cargo militar (al menos de importancia), ya que anteriormente solo sabemos de su carrera que era notarius3. Fue nombrado patricio (patricius)4 y comes excubitorum5, grado este que conservaría cuando, seguramente por influencia de Tiberius, el emperador Justino lo nombró magister utriusque militiae per Orientem (comandante del ejército de maniobra de la diócesis6 de Oriente) en 577. Desde este puesto dirigió con éxito la guerra contra los persas declarada ese mismo año y que tuvo como hitos la victoriosa batalla de Callinicum (la actual Ar Raqqah, en la provincia del

mismo nombre, Siria), en 580, y la definitiva gran victoria de 581 en las cercanías de la ciudad de Constantina (la actual Viransehir, en la provincia de Urfa, Turquía), en la provincia bizantina de Mesopotamia, sobre las tropas del emperador7 persa Ormuz (Hormisdas) IV (579-590), mandadas en la ocasión por sus generales Tamchosroes (muerto en el combate) y Adarmaanes (que consiguió huir). Subió al trono el 13 de agosto de 582, sucediendo al emperador Tiberio II, que le había nombrado césar (adoptando nuestro hombre entonces el nombre de Flavius Mauricius Tiberius) el anterior día 5, y a las pocas semanas (ya en otoño) se casó con la hija de su difunto protector, Constantina. Al año siguiente, como era muy frecuente desde los tiempos del emperador Augusto (Caius Iulius Caesar Octavianus, luego Imperator Caesar Augustus, 27 a.C. - 14 d.C.), el nuevo emperador asumió el

consulado, pero no el 1 de enero, como era lo habitual, sino el 25 de diciembre8 y lo ejerció en solitario, sine collega. Tanto este acontecimiento como su boda fueron celebrados con fiestas organizadas para el pueblo de Constantinopla. A partir de ese momento, Mauricio sería un emperador cumplidor de sus deberes, moderado en su vida privada, preocupado por el ejército (a cuyas unidades pasó revista muy a menudo) y ahorrador hasta convertirse en tacaño, lo que le ocasionaría graves problemas, como veremos en las siguientes líneas9. La política de Mauricio en Europa No tardaron en empezar los problemas para el nuevo emperador ya que en los Balcanes, los ávaros y los eslavos hicieron frecuentes y, a veces, importantes incursiones en las posesiones romano-

bizantinas en la región. Empezaron los ávaros que, el mismo año de la ascensión al trono de Mauricio (poco antes de la misma), tomaron la ciudad de Sirmium (hoy SremskaMitrovica, en el distrito de Srem, Serbia), capital de la provincia de Pannonia10, y que al año siguiente solicitaron que les fuese aumentado el subsidio que recibían del Imperio Romano de Oriente. Como sus demandas no fueron tenidas en cuenta, el verano de ese mismo año abandonaron sus bases en la cuenca media del Hister (el actual Danubio, llamado Danuvius en su curso superior) y realizaron una profunda incursión por la península balcánica, tanto que las columnas ávaras llegaron hasta Anchialus (hoy Pomorie, en la provincia de Burgas, Bulgaria), en la provincia de Haemimontus, a orillas del Pontus Euxinus (el mar Negro), donde se encontraron con los guerreros eslavos, que realizaban su propia incursión.

Ya que el Imperio estaba enredado entonces en una campaña contra los persas, Mauricio decidió conjurar el peligro usando la vía diplomática y en la primavera de 584 la situación se había restablecido y los eslavos y los ávaros habían vuelto a sus bases, aunque reteniendo estos Sirmium y firmando con el Imperio un tratado que estipulaba un subsidio anual para las arcas ávaras de 100.000 solidi11. En el verano de ese mismo año fueron los eslavos, mandados por un tal Ardagastos, los que atacaron desde sus bases al norte del Hister, llegando a alcanzar la misma Constantinopla (la actual Estambul, en la provincia del mismo nombre, Turquía), la capital imperial, cuyas poderosas fortificaciones disuadieron a los atacantes, derrotados al poco tiempo por el ejército bizantino mandado por el ¿dux, comes rei militaris? Comentiolus a orillas del río Ergina (el actual Ana, en las provincias de Kiklareli y Tekirdağ, en la parte europea de

Turquía). En el otoño de 586 los ávaros volvieron a la carga, esta vez recorriendo la orilla sur del Hister y capturando diversas ciudades, entre las que se encontraban Aquis, Rateria y Bononia, las tres en la provincia de Dacia Ripensis, y Dorostolon, Marcianopolis y Tropaion, todas ellas en la provincia de Moesia II12. Los incursores pasaron entonces más al este, a la provincia de Scythia, en la gran curva del Danubio que da acceso a su delta y bañada por el Pontus Euxinus, donde fueron derrotados en primera instancia en Libida (la actual Slava Rusă, en el distrito rumano de Tulcea), donde fue capturado un jefe ávaro, de nombre Bokolobras. Entretanto, el magister utriusque militiae per Thracias13 Comentiolus dividió a sus fuerzas en tres cuerpos de ejército, tomando él el mando de uno de ellos y poniendo a los magistri

militum Martinus y Castus al frente de los otros dos. Martinus derrotó al grueso del ejército ávaro, mandado por el jefe Baian, junto a Tomis (la actual Constanza, en el distrito rumano homónimo), la capital provincial de Scythia, retirándose los bárbaros hacia Zaldapa (hoy Abrit, en la provincia de Varna, Bulgaria), donde fueron a su vez derrotados por Castus. Los ávaros se retiraron al otro lado del Hister, donde Castus y sus hombres los persiguieron, siendo entonces estos emboscados y derrotados. Los ávaros volvieron entonces a retomar la iniciativa y a repasar el gran río fronterizo, volviendo inmediatamente a sus incursiones. En la primavera siguiente un ejército a las órdenes de Comentiolus fue contra ellos quiénes, para huir de la presión a la que los sometían las tropas imperiales, marcharon hacia el sur, hacia la provincia de Thracia, donde atacaron Beroea (la actual Stara

Zagora, en la provincia de Haskovo, Bulgaria), Diocletianopolis (la actual Hissar [Hisarya], a 45 km al norte de Plovdiv y 15 km al oeste de Banya, en la provincia de Plovdiv, Bulgaria) y la capital provincial, Philippopolis (hoy Plovdiv, en la provincia del mismo nombre, Bulgaria) y desde allí más al sureste, atacando y poniendo bajo asedio a comienzos del verano la ciudad de Hadrianopolis (hoy Edirne, en la provincia del mismo nombre, Turquía), capital de la provincia de Haemimontus, que fue salvada por la llegada de otro ejército imperial, al mando del general (no sabemos su rango concreto) Drocton (un lombardo al servicio del Imperio de Oriente), que hizo levantar el asedio a los ávaros y los venció al día siguiente. Mientras tanto, y por su parte, los eslavos llegaron a atacar Thessalonica (hoy Salónica, en la prefectura de Salónica, Grecia), capital de la provincia de Macedonia I, en dos ocasiones (584 y 586),

consiguiendo alcanzar en sus incursiones hasta la península griega del Peloponeso (en la provincia de Achaea). En la primavera de 588 los ávaros volvieron a preparar la invasión, al serles negado un aumento en el subsidio que habían vuelto a recibir del Imperio. Para conjurar el peligro, Mauricio ordenó a Priscus, su nuevo magister utriusque militiae per Thracias, que desencadenara una campaña preventiva contra ellos, que resultó victoriosa. Dos años después, el mismo Mauricio inspeccionó los daños causados por los ávaros en Anchialus y otras ciudades de la zona. Contra los ávaros lanzó el magister Priscus una nueva campaña en el verano de 593. Cuando los ávaros parecían estar ya controlados, en el otoño de dicho año fueron de nuevo los eslavos quienes hicieron incursiones de saqueo en los Balcanes. Los años siguientes fueron tiempos de continuas incursiones de los ávaros (al parecer nada

controlados), seguidas de contraofensivas bizantinas. En 596 el propio hermano de M a u r i c i o , Petrus, nombrado magister utriusque militiae per Thracias, venció de nuevo a los eslavos en la provincia de Scythia, aunque la mayor parte de los combates durante estas operaciones se redujeron a escaramuzas y emboscadas. Por su parte, las hostilidades entre ávaros y romanos parecieron terminar en el verano de 598, cuando se firmó un tratado entre ambos enemigos. Sin embargo dicho tratado fue pronto papel mojado, la guerra continuó y en 599, aunque en principio Priscus, ahora magister militum praesentalis, frustró un intento de los ávaros de conquistar Tomis, se produjo poco después una dura derrota imperial durante la campaña que dirigía contra ellos Comentiolus (de nuevo magister utriusque militiae per Thracias, sustituido en el cargo durante un tiempo en 599 por el cuñado del emperador, Philippicus), que dejó

en poder de los ávaros doce mil prisioneros romano-bizantinos por los que pidieron rescate. Como Mauricio no pudo pagarlo, fueron todos ejecutados14. Al año siguiente los atrevidos ávaros llegaron a atacar otra vez la propia Constantinopla, que se salvó de nuevo gracias a sus formidables murallas. Se firmó un nuevo tratado con los ávaros, estableciendo el Hister como frontera y renovando el subsidio imperial de los 100.000 solidi. En 602, Petrus fue de nuevo contra los eslavos, cruzó el Hister y, tras vencer a los bárbaros, recibió allí la orden quedarse e invernar en tierras enemigas, algo que tendría muy graves consecuencias para el emperador, como se verá más adelante15. Mauricio (o más bien sus generales) tuvo (o tuvieron) ocasión de poner en práctica con esos pueblos las teorías militares que plasmaría en su Strategikon, lanzando en su

contra varias campañas que, si bien alcanzaron la mayor parte de sus objetivos, dejaron casi a cero los recursos económicos del Imperio. Siempre fue precisamente el dinero, o mejor, la falta de él, el gran problema de Mauricio, que se había encontrado ya las arcas imperiales medio vacías debido a la gran liberalidad de su antecesor en el cargo. Reformas administrativas en Occidente En la zona occidental del Imperio el emperador reorganizó la administración territorial. Al transformar el cargo de magister militum per Italiam en el de exarca (exarchus en latín, ἔξαρχος en griego), creó así en Italia el exarcado16 de Ravenna, ciudad en la que fue situada su capital (hoy Rávena, en la provincia del mismo nombre, Italia), en la provincia de Flaminia, la que había sido última capital del Imperio

Romano de Occidente antes de su fin en septiembre de 476. Lo mismo hizo en África con el magister militum per Africam y así quedó constituido el exarcado de Africa, cuya capital permaneció en Carthago (hoy ruinas a poco más de 12 km al noreste de Túnez, en la provincia de Túnez, Tunicia), en la provi nci a Zeugitana. Tanto la conquista africana como la mayor parte de la itálica habían sido obra del famoso general Flavius Belisarius durante el mandato del emperador Justiniano I (527-565)17. Los dominios más occidentales del Imperio Romano de Oriente los constituían la provincia bizantina de Hispania o Spania18, integrada aproximadamente por el actual Algarve portugués y el sur y sureste de la actual España (hasta algo más al norte de Dianium, la actual Denia, en la provincia de Alicante, dentro de la Comunidad Valenciana), incluyendo gran parte del valle

del río Guadalquivir, además de las islas Baleares (arrebatadas a los vándalos en 534) y algunas de las tierras norteafricanas alrededor de las ciudades de Tingis (Tánger, provincia de Tánger, Marruecos) y Septem (la actual Ciudad Autónoma de Ceuta) que, como en los viejos tiempos tardoimperiales dependían de las autoridades residentes en la península ibérica19. Estos territorios norteafricanos habían sido ocupados por los romanos de oriente hacia 534, pero no tomándoselos a los vándalos (a cuyo reino habían pertenecido), sino a los visigodos que los habían ocupado (al menos Septem) el año anterior. La mencionada provincia de Hispania o Spania había sido creada para administrar la tierras hispánicas bajo control bizantino desde 552 (fecha de la llegada de tropas romano-orientales a las tierras propiamente peninsulares ibéricas, concretamente al litoral de la actual provincia de Málaga) en adelante y allí

ejercía su autoridad un magister militum Spaniae, cuya primera mención data del año 589. Pues bien, en aquellos territorios las cosas no iban demasiado bien, ya que, ya antes de la subida al trono de Mauricio, el rey visigodo Leovigildo (573-586) había comenzado una guerra en pos de sacar a los bizantinos de la península ibérica. En campañas sucesivas y anuales (que nos relata Juan de Biclaro en su Chronica) el rey visigodo consiguió reducir el dominio bizantino a una estrecha franja costera. Un hito en tales conquistas fue la toma de la capital provincial, Corduba20 (Córdoba, en la provincia del mismo nombre, en la Comunidad Autónoma de Andalucía) en 572, que obligó a que la cabeza de la administración romano-oriental en la península ibérica tuviera que ser trasladada a Carthago Spartaria (la antigua Carthago Nova, hoy Cartagena, en la provincia y Comunidad Autónoma de Murcia). La misma

Carthago Spartaria fue objeto de un ataque visigodo en 589, rechazado por las fuerzas imperiales al mando del magister militum Spaniae Comentiolus21. Los dominios bizantinos en Hispania (Spania) perduraron, cada vez más reducidos en extensión, hasta 625, cuando el rey Suintila (621-631) expulsó definitivamente a las tropas bizantinas, quizá (no se está seguro de ello) con la toma de la capital, Carthago Spartaria. Septem y las islas Baleares sí que permanecieron, sin embargo, todavía y durante decenios en manos de los bizantinos. Las reformas administrativas que Mauricio puso en marcha abrieron el camino al sistema de themas (del griego singular ϑἑμα), propio de tiempos posteriores en el Imperio Bizantino. La política oriental de Mauricio

Sin embargo, el principal enemigo del Imperio Romano de Oriente en aquellos años era su vecino oriental, el Imperio Persa. Por eso Mauricio se interesó mucho por los asuntos persas y ya en el verano de 583 emprendió una guerra contra ellos que dio comienzo con una campaña en la región de Arzanene (en el este de la actual Turquía). La guerra se alargaría con diversas alternativas hasta 591. En 584 Mauricio nombró al entonces comes excubitorum Philippicus, su cuñado (casado con su hermana Gordia), magister utriusque militum per Orientem, poniéndolo así a cargo de las operaciones, lanzando el nuevo comandante en jefe para la zona dos expediciones en territorio persa, una ese mismo año y otra en 585. En años sucesivos continuó con las incursiones de saqueo en las regiones fronterizas persas, llegando a vencer al enemigo en batalla campal, en 586 en Solachon (la actual Salāh, al este del río

Zergan, en la provincia de Al Hasakah, Siria). En 588, Mauricio sustituyó en el cargo de magister utriusque militiae per Orientem a Philippicus por Priscus, hombre al parecer poco apreciado por las tropas por su carácter altanero, lo que llevó al ejército oriental, concentrado en ese momento en Monokarton (hoy Kiziltepe, en la provincia de Mardin, Turquía), a amotinarse (seguro que en esto tuvo también mucho que ver la reducción en un cuarto de los emolumentos de la tropa [cfr. infra ]), debiendo el emperador reponer en el cargo a Philippicus, algo que los soldados aceptaron con renuencia, pues entretanto habían proclamado como su comandante a Germanus, el jefe de las tropas (dux) de la provincia de Phoenicia Libanensis (actualmente, el este de Líbano y sur de Siria). Sin embargo, cuando Philippicus fracasó en la toma de la ciudad de Martyropolis (actualmente las ruinas de Mejafarkin, en las cercanías de Mermer [la

de más al noreste], en la provincia turca de Diyarbakir), Mauricio lo sustituyó definitivamente en el cargo por Comentiolus, que venció a los persas en Sisarbanon (Şirvan, al nor-noreste de Siirt, provincia de Siirt, Turquía) y tomó la disputada fortaleza de Akbas (la actual Başka Kale, en las cercanías de Ambar [la de más al noreste], en la provincia de Diyarbakir, Turquía). En 591 la guerra contra los persas terminó por un hecho sucedido el año anterior, cuando al emperador se le presentó una inmejorable ocasión de intervenir en los asuntos internos persas, utilizándolos en su favor. En 590, el emperador Ormuz (Hormisdas) IV fue destronado y asesinado en el curso de un golpe de Estado promovido por el general Bahram Chobin, que se apoderó del trono, en el que se sentó con el nombre de Bahram VI. El hijo y heredero del difunto, Cosroes (luego Cosroes II [590628]), se refugió en los dominios del

emperador de Oriente. Mauricio entonces lo acogió, lo casó con una bizantina, María (¿una hija del propio Mauricio?)22 y le proporcionó ayuda diplomática (los oficios del obispo Domitianus23) y militar (mandada por Comentiolus) para que, al año siguiente, Cosroes pudiera conseguir el trono persa. Naturalmente, la ayuda no era gratis y el nuevo Gran Rey persa, previamente a recibir la ayuda, hubo de firmar un tratado de paz con su benefactor, que se mantuvo vigente mientras vivió Mauricio, y además tuvo que ceder al Imperio de Oriente la Armenia persa y el norte de la Mesopotamia oriental. La política religiosa de Mauricio En los asuntos religiosos, Mauricio fue un ferviente católico, que se opuso, violentamente cuando lo consideró

necesario, a los herejes monofisitas24, muchos de los cuales se refugiaron en Persia. Sin embargo, sus relaciones con los papas que coincidieron con su Imperio (Pelagio II [579-590] y san Gregorio I [590604]25) no fueron buenas ya que, entre otras cosas, permitió al patriarca de Constantinopla Juan IV (582-595) autotitularse «patriarca ecuménico», algo que no se aceptó en Roma. Además, el papa Gregorio negoció una tregua con los lombardos en 593, que no contaba con la autorización de Mauricio. Del sentimiento religioso de Mauricio ha llegado hasta nuestros tiempos la fiesta de la Asunción de la Virgen María, que aún hoy en día se celebra el 15 de agosto, fecha fijada por nuestro hombre. El final del imperio de Mauricio Mauricio quiso asegurar su sucesión dentro

de su familia (aunque, como veremos, fracasó en ese empeño) y en 597, cuando se encontraba gravemente enfermo y creyó morir, otorgó testamento, según el cual su hijo mayor Theodosius se convertiría en el nuevo emperador, en Constantinopla, mientras que el segundo, Tiberius, recibía el gobierno de Italia y las islas de Occidente bajo dominio bizantino (Sicilia, Córcega, Cerdeña y las Baleares), con sede en la antigua capital imperial, Roma. Como se recuperó de la enfermedad, no se hicieron efectivas estas disposiciones. A pesar de sus conocimientos militares en general y sobre los soldados en particular, su mandato no estuvo libre de motines de las tropas. Uno de ellos tuvo su centro en 588 en las unidades orientales, causado porque la habitual escasez de fondos en las arcas imperiales motivó que al ejército le fueran rebajadas en un cuarto las raciones, lo que unido a un cambio en el mando que no gustó

a los soldados (asunto ya comentado en líneas anteriores), provocó el motín de las mencionadas tropas. Mauricio tuvo que revocar la medida. Otro ocurrió en 594 cuando el emperador intentó reducir el dinero entregado a los soldados para vestuario y equipo. De nuevo el emperador tuvo que desistir y además ofrecer un aumento en los pagos a los veteranos y a los huérfanos de guerra. El último y más grave tumulto militar fue el que llevó al trono a su sucesor, un oficial del ejército de Thracia llamado Flavius Phocas (Focas, 602-610), ya que en noviembre de 602, como se ha visto en líneas anteriores, se ordenó a ese ejército, al finalizar una campaña militar contra los eslavos, invernar al norte del Hister, en tierra de bárbaros, después de ocho meses de duras operaciones, impidiendo a los hombres volver con sus familias durante los meses fríos y exponiéndolos a las penalidades ocasionadas

por el clima, la escasez de suministros y los probables ataques del enemigo. El jefe del ejército, el magister utriusque militiae per Thracias y hermano del emperador, Petrus, que había regresado a Constantinopla reclamado por Mauricio, volvió a su puesto para intentar aplacar el motín, pero al no conseguirlo, huyó junto a su hermano. Por su parte, los amotinados, dirigidos por Phocas, emprendieron la ruta hacia la capital imperial, donde un viejo y desconfiado Mauricio empezó a sospechar de una conspiración de sus allegados, su joven (17 años) hijo Theodosius y Germanus, el suegro de este. La razón es que, al parecer, los amotinados exigían la sustitución de Mauricio por su hijo o, en su defecto, por Germanus. Theodosius fue detenido por orden de su padre y azotado en público, mientras que Germanus pudo refugiarse en sagrado, en la basílica de Santa Sofía. Esto no bastó para detener lo que ya se había

convertido en una revolución y mientras los soldados rebeldes avanzaban hacia la capital, en la misma se produjeron revueltas, dirigidas por las dos facciones del hipódromo, los verdes y los azules26. Mauricio no actuó como su antecesor Justiniano I y su consorte Teodora en 532 durante la revuelta de la Niké, haciendo frente a la situación, y, junto a su esposa y sus ocho hijos (incluido, el suponemos dolido y dolorido, Theodosius), cruzó la Propontis (el actual mar de Mármara, entre las partes europea y asiática de Turquía), refugiándose e n Nicomedia (hoy İzmit, en la provincia de Kokaeli, Turquía), en la provincia de Bithynia. Theodosius abandonó a su familia y se refugió en la corte persa del antiguo refugiado Cosroes II, mientras que Germanus tuvo que hacerse monje, dejando el campo libre al auténtico dominador de la situa ción, Phocas, que, tras vencer la oposición de Comentiolus, jefe de la

guarnición de la capital, el 23 de noviembre se convirtió en emperador, coronando él mismo dos días después como emperatriz a su esposa Leontia. El 27 del mismo mes, Mauricio, descubierto en su refugio por una fuerza enviada por el nuevo emperador, fue ejecutado momentos después de que lo fueran sus cuatro hijos menores (Tiberius, Petrus, Paulus y Iustinus). Sus cadáveres fueron arrojados al mar excepto sus cabezas, llevadas a Constantinopla. Comentiolus fue ejecutado también el mismo día. La viuda de Ma uri ci o, Constantina, y las tres hijas (Anastasia, Theoctista y Cleopatra) que quedaban tuvieron que tomar el velo en un monasterio para escapar a la muerte. Otros allegados y partidarios del difunto emperador, como su hermano Petrus, también fueron ajusticiados por orden de Focas.

LA OBRA Y SU AUTOR El tratado sobre técnicas militares trasmitido por la tradición bajo el título Strategikon (Sobre el general) ha generado a los estudiosos diversos problemas que comienzan ya en el momento de plantearse la autoría y datación del mismo. El carácter diacrónico de la obra, un tratado bizantino de técnicas militares que bebe de un gran número de fuentes más antiguas, ha ocasionado divergencias a la hora de fecharla, y por lo tanto de atribuirla a un determinado autor. Escrita en un griego deliberadamente sencillo, se ha establecido, con buen criterio, un término ante quem para su datación27: el año 573, época en que los persas comienzan a ser de nuevo una amenaza para el Imperio RomanoBizantino. La insistencia a lo largo de todo el tratado en hablar sobre los persas confirma que la obra fue compuesta en una fecha

posterior a la indicada. Otros pueblos citados en el tratado serán los lombardos (longobardos), que entran en escena, en Italia y procedentes de tierras danubianas, en el año 568, los ávaros que plantean dificultades al Imperio en los años setenta del siglo VI, los eslavos en la misma época, y los antes, a los que ya no se cita más a partir de 601. Asimismo la obra no pudo haber sido compuesta en una época posterior a la victoria definitiva sobre los persas, en 628. Este dato viene confirmado por la ausencia de referencias a los árabes, por lo que la obra es anterior a los años treinta del siglo VII, fecha de las invasiones musulmanas. El tratado no cita nombres contemporáneos, lo que es un obstáculo para zanjar su datación, aunque sí menciona tres acontecimientos recientes: en X 1 hay una referencia al sitio de Akbas (cfr. supra ) en 583; en IX 3 encontramos la alusión al

envenenamiento del cereal de los caballos por los persas, probablemente referido al intento de los enemigos de Cosroes II (a quien los soldados de Mauricio estaban a punto de reponer en su trono) en 591 de envenenar el alimento de las tropas y caballos romano-bizantinos que le estaban ayudando, y en IX 2 hay una referencia al ataque de los ávaros sobre una ciudad l l a ma da Heraklea, con toda probabilidad Heraclea Lyncestis (actualmente ruinas en las cercanías meridionales de Bitola, en el condado del mismo nombre, en el suroeste de la Antigua República Yugoslava de Macedonia), hecho que tuvo lugar en 592. La obra comienza con una invocación a la Santísima Trinidad. El emperador Mauricio promulgó un decreto según el cual todos los documentos imperiales debían comenzar con la fórmula «En el nombre de Nuestro Señor, Dios y Redentor Jesucristo». Durante el mandato de Focas (602-610) sería la fórmula

trinitaria la utilizada, encontrada por primera vez en 60528. Es por eso por lo que J. Wiita sostiene que la obra se escribió entre los años finales del imperio de Mauricio (aproximadamente desde 592) o durante el reinado de Focas (antes de 610). Más problemático es el autor del tratado. Filólogos como Scheffer29, Aussaresses30 o Dennis31 lo atribuyen al emperador Mauricio basándose tanto en los argumentos de datación ofrecidos anteriormente así como en el título ofrecido por una rama de la tradición formada por los códices VNP. Sin embargo, el mejor texto, el códice Laurentianus (f. 3r), atribuye el Strategikon a un tal Urbikíos (Urbicius): Οὐρβικίου τακτικά στρατηγικῆς. A este Urbicio, identificado con el escritor de época de Anastasio I (491-518) y del que conservamos un epigrama en la Anthologia Graeca32, lo atribuye R. Vâri33 lo mismo que Dain en un primer momento.

Posteriormente rectificará adhiriéndose a la opinión de Aussaresses34. Sin embargo es más probable la interpretación de Dennis35 para quien se pudo leer οὐρβικίου en lugar de αυρικίου al dejar un espacio en blanco para la inicial M del nombre. Este dato viene confirmado por el título del códice Ambrosianus: Μαυρικίου τακτικά τοῦ ἐπὶ τοῦ βασιλέως μαυρικίου γεγονότος: «Taktiká de Mauricio que vivió durante el reinado del emperador Mauricio», de donde se debe leer: Μαυρικίου τακτικά τοῦ ἔπειτα βασιλέως γεγονότος: «Taktiká de Mauricio que luego llegó a ser emperador». J. Wiita36 propuso, sin argumentos sólidos, la posibilidad de que el autor sea Philippikos (Philippicus)37, el general y cuñado de Mauricio (casado con su hermana Gordia) que había servido junto a él en la campaña contra los persas (577-581) y que después

de subir al trono en 582 fue comes excubitorum y al año siguiente magister utriusque militiae per Orientem. Mandó tropas en la frontera persa y en Tracia, aquí como magister utriusque militiae per Thracias. Durante el imperio de Focas (602610) salvó su vida porque se hizo monje (a pesar de que su esposa Gordia vivía aún), situación de la que lo sacó el nuevo emperador Heraclio (Heraclius, 610-641), que lo reintegró al servicio y lo nombró de nuevo magister utriusque militiae per Orientem, puesto desde el cual combatió contra los persas durante los últimos años de su vida. Aunque no fue muy afortunado en el campo de batalla, mantuvo buenas relaciones con sus oficiales y sus tropas. Era conocido por su interés en la historia y en las peculiaridades de otros pueblos. Tuvo un especial interés en el cartaginés Aníbal, de quien aparecen varias anécdotas en este tratado. Durante su periodo de monje,

hallándose en su monasterio 38 tuvo la posibilidad de reflexionar, investigar y escribir. Murió en torno a 615. Quizá en este sentido vaya la opinión de D. Nicolle 39, según la cual es posible que este manual fuese escrito a principios del imperio de Heraclio, como libro práctico para oficiales antes de la gran guerra que este emperador libró contra los persas sasánidas. En cualquier caso, fuera quien fuese el autor, no hay duda de que es un manual militar oficial, impulsado y aprobado por el poder imperial. Respecto al estilo del tratado40, el propio autor hace en su prólogo toda una declaración de intenciones. Su obra, de carácter didáctico, está dirigida a hombres de armas y por lo tanto debe estar carente de artificios retóricos, ofreciendo una morfología y sintaxis sencillas41. Su lengua debe ser clara y llana, en oposición a un

lenguaje más elaborado y menos comprensible, con el fin de que su obra sea chresimón, «provechosa» (cfr. la introducción del texto), tópico que también encontramos en la literatura hagiográfica42. Queda unido así Mauricio a una lista de autores bizantinos de obras didácticas, tales como León VI el Sabio (886-912)43 o su hijo Constantino VII Porfirogénito (912-959) 44 que hacen ostentación en sus prólogos de una prosa clara y simple. Así pues, el estilo de Mauricio es propio de una koiné literaria que muestra múltiples cambios semánticos y gran variedad de neologismos, especialmente latinismos que proceden tanto de la vida cotidiana (παγανός I 6, οὐλτίμους I 8, βοσκάς I 9, πουβλικίζεται VI 4) como del léxico militar (σαγίττα I 1, ἄρμα Ι 2, δούξ I 3, καβαλλάριοι I 4, τριβοῦνον I 6, κάστρου I 6, ῥεπαρατίονα I 6, δηφενσόρας II 3, φόσσαν IV 3, κιστέρνας X 3).

LA TRANSMISIÓN DEL TEXTO La transmisión del texto de Mauricio la hemos recibido a través de los siguientes códices: Codex Mediceus-Laurentianus 55, 4 (= M) copiado a mediados del siglo X como parte de una obra enciclopédica bajo el reinado de Constantino VII Porfirogénito 45. En este mismo manuscrito la obra de Mauricio comparte lugar con otros autores de re militari como Eliano, Asclepiodoto, Eneas, Arriano, Onasandro o diversas obras de León VI. Codex Vaticanus griego 1164 (= V): Irigoin46 lo data en 1020 en Constantinopla. Destaca por presentar gran cantidad de lagunas. Codex Neapolitanus griego 284 (111C 26) (= N): Fechado a mediados del siglo XI47. Contiene los Taktiká de Eliano, el Stategikos

de Onesandro y el Strategikon de Mauricio. Codex Parisinus griego 2442 (= P) al igual que V fue copiado en un scriptorium de Constantinopla48 y también contiene obras militares tanto clásicas como bizantinas. Codex Ambrosianus griego 139 (B119 sup.) (= A) de mediados del siglo X. Contiene otros escritos militares como la obra de León VI. El texto correspondiente al Strategikon es una paráfrasis del mismo al griego de la época49 y tiene por fuente tanto la primera (= M) como la segunda familia (= VNP). Junto a estos códices conservamos la obra de León VI Problemata50 (= Lp), obra militar organizada en forma de preguntas y respuestas donde se ofrecen citas textuales de la obra de Mauricio. Las Tacticae Constitutiones (= Lt) del mismo autor, organizadas en veintidós libros, ofrecen paráfrasis del Strategikon, los Taktiká de Eliano y el Strategikos de Onesandro.

Dain establece tres familias en la transmisión del texto del Strategikon procedentes de copias realizadas en la primera mitad del siglo VII y transliteradas en torno al IX de uncial a minúscula, de donde se copiarán los manuscritos conservados. La primera familia estaría representada por M que, según Dain51, es la auténtica transliteración de mayúscula a minúscula. La segunda, que Dain denomina «recensión interpolada», estaría compuesta por P y V (y N que sería codex descriptus de V) que procederían de un arquetipo común datado en el siglo X y denominado por Dain como «Mazoneus». Presenta más del doble de errores y omisiones que M, así como gran cantidad de interpolaciones, glosas y añadidos. Existiría una tercera familia, origen de una tercera transliteración que habría servido de fuente de las citadas paráfrasis de León VI.

FUENTES Un manual militar no se puede escribir ex novo. Esto significaría despreciar años (a veces siglos) de experiencia previa, en la que además se habría formado a su vez la persona que lo ha escrito. Lo que suele hacer un autor en un texto de este tipo es recoger dicha experiencia, sistematizarla, agregar la suya propia (si ha sido militar) y/o la de otros militares conocidos de él y las propias ideas originales del autor y adaptarlo todo al tiempo y al espacio en que vaya a ser utilizado. Así, Mauricio (o quien fuera realmente el autor) se inspira en cientos de años de experiencia militar romana previa, sistematizada a su vez en otros manuales militares anteriores (algunos de los cuales no han llegado hasta nosotros o, probablemente, ni siquiera tenemos noticia de ellos) quitando lo que ya está anticuado

para su época y añadiendo las nuevas formas de organización y táctica que estaban probando su eficacia en la época del autor, algunas de ellas inspiradas incluso en prácticas y equipos utilizados por los enemigos del Imperio Romano de Oriente, sobre todo por los persas. Es indudable que el autor del Strategikon, ya fuera el mismo emperador Mauricio o cualquiera de los otros posibles autores, como no podía ser menos en aquella época en un militar de alta graduación, conocía toda la producción literaria de temática militar que un estado tan belicoso como el romano, del que el bizantino (Imperio Romano de Oriente, era su nombre oficial) era su continuación natural y lo normal es que la tuviera muy en cuenta52. De todas maneras, como dice G. Ravegnani (2007, p. 49), el Strategikon «no supone simplemente una reproducción acrítica de obras precedentes sino más bien un tratado primordialmente funcional para la

formación de los oficiales». A pesar de lo que vamos a comentar a continuación, hay que decir que el Strategikon es una obra bastante original, en el sentido que desde que escribe el último tratadista militar que conocemos antes de Mauricio, Vegecio (muy arcaizante, por otra parte), a fines del siglo IV o comienzos del V, la manera de hacer la guerra ha cambiado mucho. Como muestra, lo siguiente: en Strategikon IX 4 (por ejemplo) se dice textualmente «… si el ejército consiste solo en caballería…», cuando ni siquiera en los tiempos de las invasiones bárbaras que acabaron con el Imperio Romano de Occidente, cuando la caballería empezaba a tener ya más peso en las formaciones militares, era concebible un ejército compuesto únicamente por jinetes. Aunque está claro que el autor del Strategikon se inspiró en algunas fuentes, ni mucho tomó informaciones, más o menos extensas, de

manera literal. Mauricio dice al final del capítulo 4 del libro XI que lo que ha escrito lo ha hecho «teniendo en cuenta nuestra propia experiencia y a las autoridades del pasado». Quiénes son estas «autoridades» no lo sabemos, pues esas posibles fuentes, como se dijo antes, en su mayoría no han llegado hasta nosotros más que como menciones bibliográficas (algunas ni eso) y no podemos valorar qué parte de influencia tuvieron en la obra que aquí analizamos. De los autores militares que sí han llegado hasta nosotros, uno de ellos, Vegecio, en su Epitoma Rei Militaris (Resumen de los asuntos militares) (I 8, 11; I 27, 1), al contrario que Mauricio, sí que nos hace saber en qué autores anteriores ha basado su obra. Bien estará que los reseñemos aquí pues, casi con toda seguridad, esos mismos escritores habrían sido leídos por el autor del Strategikon e influido en su obra aunque no

necesariamente en términos literales de tomar partes de las mismas. Dice pues Vegecio que ha leído previamente las obras de Catón el Censor, Cornelio Celso, Frontino, Paterno y las constituciones imperiales promulgadas sobre asuntos militares por los emperadores Augusto, Trajano y Adriano53. En una ocasión (XII B 22), Mauricio hace referencia a «los antiguos»54 y ciertamente que son antiguas (aunque no podamos precisar más) algunas de las fuentes que utiliza para componer su obra, pues en uno de sus pasajes (VIII 2, 88) hace mención de una serie de gentes contra las que lucharon los romanos, la mayoría de las cuales ya no existían como pueblos a fines del siglo VI y comienzos del VII: los hispanos, galos y lígures hacía siglos que se habían romanizado, pasando todos desde 212 d.C. (en virtud de la Constitutio Antoniniana promulgada por el emperador Caracalla

[Septimius Bassianus, luego Marcus Aurelius Antoninus, 211-217]) a ser ciudadanos del Imperio; tampoco había britanos como tales, pues el sur de su isla, conquistado por Roma desde la invasión de 43 d.C., se había integrado en el Imperio y sus habitantes acabaron siendo también desde 212 ciudadanos romanos, además de que en el tiempo en el que se escribe este manual, la parte romana de Britannia había sido invadida por las tribus germánicas de anglos, jutos y sajones; tampoco existían los partos, sustituidos desde 226 d.C. por los persas sasánidas, desde ese año precisamente los mayores adversarios orientales (y quizá los mayores enemigos en general) del Imperio Romano y luego de su continuador, el Imperio Romano de Oriente. Los que sí existían aún, aunque divididos (como siempre) en multitud de tribus, eran los germanos, algunas de cuyas etnias habían creado florecientes reinos en regiones del

antiguo Imperio Romano de Occidente, como los visigodos en la península ibérica, los ostrogodos en la Itálica o los francos en la Galia, mientras otros se estaban abriendo camino en esas tierras occidentales, caso de los lombardos. La obra anterior que más relación tiene con la de Mauricio es el Epitoma Rei Militaris (Resumen de los Asuntos Militares) de Vegecio, autor de fines del siglo IV y comienzos del V d.C., algo que es totalmente natural, pues es el que más próximo está en el tiempo al final del siglo VI, cuando se escribe el Strategikon. Tanto en esta obra como en la de Vegecio hay bastantes títulos de capítulos que sugieren que la información de nos van a trasmitir es similar e incluso que Vegecio podría ser la fuente de Mauricio. Una vez leídos, en muchos de ellos no ocurre tal cosa y aunque hablen del mismo tema, cada autor lo enfoca de manera completamente diferente. En los que sí son

similares en contenidos, nunca Mauricio reproduce una expresión literal de Vegecio, únicamente se inspira en ella y la explica con sus propias palabras. En las siguientes líneas analizaremos estas semejanzas y destacaremos alguna diferencia. Empezando por el entrenamiento, es muy importante el que se ha de dar a los reclutas para que sepan montar a caballo, como lo recoge Mauricio (I 1) (si bien es verdad que este refiere ese entrenamiento como específico para arqueros a caballo). A esto también hace referencia Vegecio (I 18), pero para todos los reclutas, independientemente de que vayan a servir en caballería o en infantería. Siguiendo con la instrucción, Mauricio recoge en ese mismo capítulo el entrenamiento como arqueros que deben tener todos los soldados, tanto los de infantería como, sobre todo, los de caballería. Vegecio (I 15) también habla de dicha instrucción. En Strategikon XII B, 3, se

habla de entrenamiento de los infantes: como arqueros, en el salto, en la carrera, en el lanzamiento de pequeñas jabalinas, en el uso de la honda, aspectos de la instrucción que Vegecio desglosa más extensamente (I 9-17). El entrenamiento es tan fundamental en un ejército que Mauricio (VIII 2, 9) dice textualmente que: «La naturaleza produce tan solo unos pocos hombres bravos. Sin embargo el cuidado y el entrenamiento hacen eficientes soldados», idea que ya vemos en Vegecio (III 26, 12), donde se afirma que: «La naturaleza engendra pocos hombres fuertes, pero el trabajo con un adiestramiento oportuno hace fuertes a muchos». Mauricio considera (VIII 2, 3) que nunca hay que llevar a los soldados a la batalla sin estar debidamente preparados, algo con lo que Vegecio (III 26, 3) está totalmente de acuerdo y lo dice con palabras similares. Igualmente, Mauricio habla (XII B 2 y 3) de cómo debe ser el entrenamiento

del infante, tanto con armamento pesado como ligero, y de los arqueros, de lo que encontramos también rastros en Vegecio (I 9-20 y 26-28), pero no demasidos ni literales. El entrenamiento o, por lo menos «el entretenimiento» (no se debe dejar caer a los soldados en la molicie y la relajación) es fundamental: Mauricio (VIII 2, 15) cree que «los soldados deben siempre estar haciendo algo, incluso si no hay enemigo molestándonos. La desidia habitual significa problemas para un ejército», algo que Vegecio (III 26, 13) ya sabía, pues dice que «el ejército con el esfuerzo prospera, con la desidia se malogra». Los responsables del entrenamiento serían los oficiales instructores de los que habla Mauricio (XII B 7), que son los que Vegecio (I 13, 1 y II 23, 3) denomina campidoctores («maestros de armas» o «instructores de campo», según las diversas traducciones). Cuando Mauricio habla (I 3) de las tropas

de asalto y su manera de avanzar y combatir nos recuerda al legionario pesado del que habla Vegecio (II 17, 5). En lo que se refiere a armamento, Mauricio (XII B 5) menciona en una ocasión las ballistae (ballestas) como de dotación en su ejército, algo que también hace Vegecio, pero en más oportunidades (II 15, 7; III 14, 13; IV 21, 1; IV 22, 1 y 6) y distinguiendo entre dos tipos: la manuballista y la arcuballista (para más información sobre este tipo de armas, cfr. la primera nota que acompaña a Strategikon XII B 5). Asimismo en Mauricio se menciona varias veces (XII B 2, 4, 5, 6, 12, 16, 18, 20) el matiobárbulo o dardo emplomado, pero no se le dedica un capítulo completo como hace Vegecio (I 17). Si hablamos de los oficiales, en Mauricio (II 16) se habla de la colocación de los oficiales en la batalla; en Vegecio (III 18) también, pero la colocación no es la misma. En la obra de Mauricio (II 17) se habla de

la transmisión de órdenes en el campo de batalla mediante el sonido de instrumentos, algo de lo que también habla Vegecio (II 22) aunque no en el mismo sentido. En lo referente a los acuartelamientos, Mauricio (V 4) habla de los campamentos intermedios; Vegecio (I 20-25 y III 8) habla de cómo instalar un campamento pero tampoco en el mismo sentido. Mauricio (libro VII, parte A) dedica los quince capítulos de esa parte a hablar de los puntos a considerar por el general el día antes de la batalla mientras que Vegecio (III 11) solo dedica un capítulo a «Qué precauciones deben tomarse el día antes de la batalla campal». En cuestión de espías, Mauricio (IX 5) habla de las formas de detectar a un espía en el campamento propio. También Vegecio trata el tema (III 26, 27) dándonos una información coincidente a la que describe Mauricio y con palabras, si no iguales, sí muy

similares. Para Mauricio es importante no llevar al enemigo a la desesperación, de tal manera que morir en combate sea para él la mejor de sus opciones y por ello habla (VIII 1, 25; VIII 2, 92) de que a los enemigos de ciudades o campamentos tomados o cercados en el campo de batalla hay que dejarles una puerta o vía abierta para que escapen, y no provocar esa desesperación de la que hablábamos antes, pero no dice qué actitud hay que tomar con dicho enemigo una vez haya escapado. Por el contrario, Vegecio (III 21), dice lo mismo del enemigo derrotado en general, pero para que luego pueda ser aniquilado mientras trata de huir. Tanto Mauricio como Vegecio están de acuerdo en que hay que escatimar la vida de los soldados propios, por lo que el primero dice (VIII 2, 4 y 28) que es bueno hacer daño al enemigo con cosas que no sean una batalla campal, como provocándoles el

hambre al cortar sus suministros; el segundo (III 26, 32) cree lo mismo del método del hambre y dice también (III 26, 31) que los buenos comandantes no se empeñan en batalla campal salvo cuando las condiciones son muy buenas o por la máxima necesidad. Sobre qué hacer con los enemigos que se pasan a nuestro campo, Mauricio (VIII 2, 6) es de la opinión de que un desertor del enemigo es más útil así, como desertor, que muerto; Vegecio (III 26, 7) dice algo parecido: «Hay que depositar mucha confianza en atraer y acoger a los enemigos, si vienen de buena fe, pues provocan más quebrantos en el adversario los desertores que las bajas». Entra las características que debe tener un buen general, Mauricio y Vegecio coinciden en muchas de ellas. Así, Mauricio (VIII 2, 7) afirma que «el que cuidadosamente no compara sus propias fuerzas con las del enemigo está abocado a un final

desastroso», una idea que Vegecio (III 26, 9) nos transmite con las siguientes palabras: «es difícil vencer a quien hace una correcta estimación de las fuerzas del enemigo y las suyas propias». En otra ocasión, Mauricio (VIII 2, 11) dice que «tras obtener una victoria, el estrategos que persigue al enemigo con un ejército disperso y desorganizado se la regala al enemigo», algo en lo que está completamente de acuerdo con Vegecio, que afirma (III 26, 16) que «quien emprende una persecución con sus soldados desperdigados y sin orden desea entregar al enemigo la victoria que ha obtenido». Más adelante, Mauricio (VIII 2, 13) nos informa de que: «un buen estrategos es aquel que usa sus propias habilidades para adaptarse a las oportunidades que tiene y a las cualidades del enemigo», algo que Vegecio (III 26, 6) ya había adelantado al escribir que: «aprovechar las ocasiones suele ser de más

ayuda en la guerra que el valor». Un buen comandante no puede desatender una función tan importante como es la de mantener a sus hombres debidamente avituallados y así Mauricio (VIII 2, 19) dice textualmente que «el comandante que falla en proveer a su ejército con la comida necesaria y otros suministros está haciendo preparativos para su propia derrota, incluso si el enemigo no está presente», una idea que se hace eco de lo que ya decía Vegecio (III 26, 17) tiempo atrás: «quien no se aprovisona de grano y de todo lo necesario cae derrotado sin la necesidad de armas». Un buen comandante tiene que conocer las unidades bajo su mando y saber si su caballería es mejor que su infantería o viceversa, para poder sacar el mejor partido de las tropas que tiene disponibles y tanto Mauricio como Vegecio tocan el tema. El primero (VIII 2, 20), en lo que se refiera a la caballería dice que «el comandante que

confía en su propia caballería, especialmente en los lanceros, debe buscar llanuras anchas favorables para este tipo de tropas y allí forzar la batalla»; Vegecio (III 26, 25) expresa su opinión de manera similar: «quien confía en su caballería debe buscar terrenos más apropiados para la caballería y acomodar las maniobras a los soldados de este cuerpo»; si hablamos de la infantería, Mauricio dice (VIII 2, 21) que «si él [el strategos] confía más en su infantería, debe tener cuidado en elegir terrenos accidentados, espesos y escabrosos y organizar allí la lucha», algo que Vegecio (III 26, 26) formula de la siguiente manera: «quien confía en su infantería debe buscar terrenos más apropiados para la infantería y acomodar las maniobras a los soldados de este cuerpo». Asimismo la información es vital para el comandante de un ejército, no solo el saber qué hace el enemigo sino también saber qué sabe el enemigo de uno

mismo y por ello Mauricio escribe (VIII 2, 22): «si nos enteramos que nuestros planes han sido revelados al enemigo, entonces debemos cambiar todas nuestras contraseñas y otras señales, así como nuestra formación de batalla», palabras que corroboran las que escribió Vegecio (III 26, 28) muchos años antes: «cuando sepas que tu plan ha sido revelado al enemigo conviene que cambies de táctica». Aunque es de buen general saber pedir y aceptar consejos, la responsabilidad de dirigir un ejército es, en última instancia, de su comandante y solo suya, algo que queda reflejado en las palabras tanto de Mauricio como de Vegecio, cuando el primero escribe (VIII 2, 23): «Para aquello que deba hacerse, busca el consejo de muchos; para aquello que deberás realmente hacer, toma el consejo de solo unos pocos de confianza; entonces, ya completamente solo, decide el mejor y más útil plan de todos y síguelo»,

ideas que ya estaban en las palabras de Vegecio (III 26, 29) cuando escribe: «Consulta con muchos lo que se debe hacer, pero lo que realmente vas a hacer consúltalo con muy pocos y de tu entera confianza, o mejor aún, solo contigo mismo». Un buen general tiene que saber mantener la disciplina entre sus tropas y no permitir relajaciones inoportunas, por eso Mauricio (VIII 2, 27) dice que: «En tiempos de paz, el miedo y los castigos a los delitos mantienen a las tropas en tensión, pero en campaña activa, siempre dan mejores resultados grandes esperanzas y recompensas», algo con lo que Vegecio habría estado completamente de acuerdo, pues había escrito (III 26, 30): «El temor y el castigo enmiendan a los soldados en el campamento, en la campaña la esperanza de recompensas los hace mejores». El buen general debe ser un tipo oportunista (sin la carga peyorativa que tiene este término)

pues, como escribe Mauricio (VIII 2, 31), se dice que «…en la guerra la oportunidad es fugaz y no puede ser dejada de lado» y como previamente había escrito Vegecio (III 26, 6): «Aprovechar las ocasiones suele ser de más ayuda en la guerra que el valor». Un buen general ha de ser imprevisible para el enemigo pues, en opinión de Mauricio (VIII 2, 10): «Las cosas que son inesperadas o repentinas asustan al enemigo, pues parecen más fáciles las cosas a las que está acostumbrado» y de Vegecio (III 26, 15): «Las acciones por sorpresa siembran el miedo en los enemigos, las que se usan una y otra vez no tienen ningún valor». Por último, como no podía ser menos, un buen general debe ser competente a la hora de elegir el mejor terreno de combate (siempre que se pueda, naturalmente), aquel en el que sus tropas puedan desenvolverse mejor, sobre todo si el ejército propio no es muy numeroso y Mauricio escribe (VIII 2, 37):

«Para fuerzas pequeñas, debemos seleccionar un lugar con un estrechamiento enfrente, cuya anchura corresponda al tamaño de nuestro ejército. La superioridad del enemigo quedará sin efecto en tal lugar ya que no hay espacio para él. Tras el estudio del lugar donde está el enemigo, el estrategos se puede formar una justa estimación de la fuerza del mismo, pues deberá saber por experiencia cuánto espacio se requiere para un número dado de tropas»; Vegecio, tiempo atrás, ya había comentado algo parecido (III 26, 24): «Quien es consciente de disponer de menos soldados y más débiles [...] debe proveerse por un flanco de la protección de un monte, una ciudad, el mar, un río o cualquier otro apoyo». Cambiando de tema, si hablamos de asedios Mauricio comenta (X 1 y 3) diversos aspectos sobre ellos, y de ello encontramos ecos de Vegecio (IV 1-30), pero no

demasidos ni literales, como ya sucede en otras ocasiones. Para establecer campamentos fortificados, Mauricio (XII B 22) habla de cómo construirlos, en un capítulo en el que, él mismo lo dice, es deudor de los antiguos, en el caso de Vegecio en I 21-25 y III 8, aunque nunca con palabras literales. Por último, a la hora de invocar la protección divina, Mauricio (II 18) nos informa que uno de los gritos que deben lanzar las unidades militares es el de «nobiscum Deus» («Dios con nosotros»), especificando que debe darse mientras se marcha por el interior del campamento. Por su parte, Vegecio (III 5, 4), habla de dicha frase que, según, podría utilizarse tanto como contraseña como en el combate donde, habida cuenta de la confusión y el griterío que suele haber en una situación así, se utilizaría como grito de guerra. Dejando ya a Vegecio, otro autor

interesante para nuestro asunto es Onasandro, un escritor del siglo I d.C. que redacta su obra en griego, su lengua materna. Del único libro suyo que se ha conservado, su Strategikos (Στρατηγικός, El General), encontramos ecos en Mauricio, aunque no tan abundantes como en el caso de Vegecio. Tampoco, al igual que pasa con el mencionado Vegecio, se usan frases literales de Onasandro. Esas referencias están en el libro VIII del Strategikon, tanto en el capítulo 1 titulado «Sobre las instrucciones generales para el comandante», un conjunto de cuarenta y cuatro consejos para ser un buen comandante, que incluyen una serie de características que debe tener un buen general, como en el capítulo 2, «Lemas», ciento una máximas y consejos para el buen comandante de tropas. Muchas de las ideas formuladas en ambos capítulos las vemos reflejadas ya en diversos capítulos del libro

de Onasandro: I (titulado «La elección de un general»), II («Las características de un buen general»), III («El Consejo Asesor del general»), IV («La necesidad de una causa razonable para la guerra»), V («Propiciación del poder divino por el general antes de empeñar al ejército en batalla55»), XXXII («El general no debe ser irreflexivo en absoluto»), XXXVI 2 («Ánimos en la derrota») y XLII 2 («El general debe constituir un buen ejemplo para sus soldados»). Aparte de estos dos autores, cuya influencia es más evidente, el texto del Strategikon está salpicado de referencias a otros escritores, a los que mencionaremos a continuación. De Frontino y sus Stratagemata (Las Estratagemas), el autor del Strategikon (VIII 1, 25; VIII 2, 92) indica que a los enemigos acorralados (en campo abierto, en ciudades o campamentos) hay que dejarles una vía de

escape, y no provocar su desesperación, lo cual podría provocar en ellos la desesperación y que lucharan hasta la muerte. Como hemos visto líneas arriba, esto es recogido por Vegecio (III 21) pero Frontino (IV 7, 16) se lo atribuye a Escipión el Africano, en un corto axioma que dice: «Escipión el Africano solía decir que al enemigo no solo habría que proporcionarle un camino para la huida sino que hasta debía estar pavimentado». Hay también en el Strategikon recuerdos de la obra de Julio César, como en II 18, donde Mauricio habla de que «cuando el ejército toma contacto con el enemigo, no es una mala idea para los hombres gritar y vitorear, especialmente para las filas de retaguardia, para inquietar al enemigo y estimular a nuestras propias tropas», algo parecido a lo que decía César (De Bello Ciuile III 92) al afirmar que «… con razón quedó establecido desde los tiempos

antiguos que se tocaran instrumentos por todas partes y que todos los soldados levantaran un gran clamor, con lo cual creían incitar a los suyos y aterrorizar a los enemigos». Otro de estos recuerdos son «las afiladas estacas clavadas en el fondo [de unos fosos abiertos al efecto]» (Strategikon IV 3), que no son más que los «lirios» (lilia) que César utilizara contra las tropas del caudillo galo Vercingetórix en su asedio de Alesia (el actual monte Auxois, junto a AliseSainte-Reine, en el departamento de Côted’Or, en Francia) en 52 a.C. durante su guerra en las Galias (De Bello Gallico VII 73). Hay también partes del texto que nos remiten a historiadores romano-orientales del siglo VI, como Procopio de Cesárea56 (del que sabemos que estaba vivo en 560) o Agatías (muerto quizá hacia 582, el mismo año de la ascensión al trono de Mauricio) que escribieron sobre asuntos que habían

sucedido poco antes, por lo que no podemos saber si Mauricio tomó informaciones de ellos o tuvo sus propias fuentes, que podrían incluir hasta su propia experiencia personal. Algo que seguro que no tomó Mauricio de Procopio o Agatías fue el nombre de cierto pueblo bárbaro que menciona (IV 3), los (hunos) neftalitas, pues los dos últimos los llaman (hunos) eftalitas (Procopio De Bello Persico I 3 y 4; Agatías Historiae IV 27, 4). Además, en otro pasaje, Procopio (op. cit. I 3) los denomina hunos blancos. Alguna concomitancia con la obra de Arriano (político, militar y escritor del siglo II d.C.), también tenemos en la obra de Mauricio, como es el caso de los juegos de caballería que se practicaban a finales del invierno y que no son más que la llamada hippicá gymnasía (ἱππικά γυμνασία) de la que nos habla Arriano en su Tactica (32, 3; 34, 1 y 44, 3). Además, en XII B 9, Mauricio escribe que: «Por buenas razones, nuestros

predecesores fijaron la profundidad de la columna para el combate en dieciséis [hombres]»; esos predecesores de los que habla son precisamente Arriano (Tactica 5, 4-5). Cuando Mauricio cuenta (VIII 2, 87) alguna anécdota sobre Aníbal, esta ya la recogen de Polibio (Historiae III 78, 1-2) y Tito Livio (Ab Vrbe Condita XXII 1, 3). Asimismo, la manera habitual de un ejército, que está en campaña o que se pone en tránsito hacia una, de iniciar la marcha diariamente, abandonando el campamento donde había pasado la noche, de la que nos informa Mauricio (XII B 22), es la misma que se hacía en tiempos altoimperiales, como nos relata el historiador judío Flavio Josefo en su obra Bellum Iudaicum (III 89-91). El asunto de las ballistae, que ya hemos visto unas líneas más arriba, al comparar el manual de Mauricio con el de Vegecio, es tratado también por el anónimo autor de De

Rebus Bellicis (16, 5), aunque este solo habla de las manuballistae (para más información sobre este tipo de armas, cfr. la primera nota que acompaña a Strategikon XII B 5). Como no podía ser menos en un hombre culto como el que escribió el Strategikon (ya fuera Mauricio u otro), el autor de este manual militar conoce a los clásicos y en ocasiones lo demuestra, como cuando cita a Homero (sin nombrarlo, lo llama «el poeta») (VIII 2, 82), tomando palabras de la Ilíada, XI 802-803; XVI 44-45). También los escritos del político y orador ateniense del siglo IV a.C., Isócrates, son utilizados por Mauricio cuando escribe (VIII 2, 31), dirigiéndose a un hipotético oficial: «Tómate tu tiempo en planear, pero cuando hayas tomado tu decisión sé rápido en llevarla a cabo», algo bastante parecido a lo que el mencionado Isócrates dice en Ad Demonicum 34: «Sé lento en el reflexionar pero cumple con

rapidez tus decisiones». Continuando con la demostración de que el autor conoce a los clásicos, en Strategikon VIII 2, 79 se dice: «hay un refrán antiguo que dice que es mejor tener un ejército de ciervos comandados por un león que un ejército de leones comandados por un ciervo», algo muy parecido a lo que el griego Plutarco atribuye (Apotegmatha Chabriae 3) a Cabrias, un general ateniense del siglo IV a.C.: «Solía decir que era más temible un ejército de ciervos conducido por un león que uno de leones conducido por un ciervo». Esta cita, un poco más adelante, es atribuida por Mauricio (VIII 2, 93) al propio Aníbal. Nos encontramos en este caso ante una falsa atribución de esta sentencia a Aníbal, algo común en la literatura antigua. Frases anónimas transmitidas bien por tradición oral o bien mediante colecciones de sentencias (gnomologios) se atribuyen a uno o varios personajes bien por necesidades de la obra,

bien porque se adaptan a la imagen que se quiere dar de ese personaje o simplemente por una mera atribución arbitraria. E l Corpus Iuris Civilis, la recopilación de legislación ordenada por Justiniano I, también está representada en el Strategikon al menos en un caso, donde se dice (I 6, 10) «Si alguien causa daños a un ciudadano [en el curso de las operaciones militares] y se niega a compensarle, pagará el doble de lo dañado», algo que se recoge, dentro de la recopilación legal mencionada, concretamente en el Codex Iustiniani XI 48, 23. También encontramos en el Strategikon diversas referencias a acontecimientos históricos, algunos anteriores a la fecha de redacción de la obra de Mauricio y otros casi contemporáneos a ella. Dichos acontecimientos históricos se pueden rastrear en diversas fuentes, de las cuales nuestro autor tendría necesariamente

noticia. Cronológicamente la primera de ellas es la que se refiere a, como dice textualmente Mauricio (IX 2), «el general Lusio en tiempos de Trajano». Este personaje es el príncipe mauritano Lusius Quietus, que sirvió al Estado romano en tiempos del emperador Trajano ( Marcus Vlpius Traianus , 98-117) como cónsul, jefe militar y gobernador provincial. Sobre él se habla en diversas fuentes antiguas, como Dión Casio (68, 22, 2; 68, 30, 1-2; 68, 32, 3; 69, 2, 5) o la Historia Augusta (Vida de Adriano 5, 8 y 7, 2) (para más información, cfr. la primera nota a pie de página de IX 2); siguiendo la cronología, la segunda referencia un acontecimiento histórico que se menciona en el Strategikon (IV 3) es la del emperador Decio (Caius Messius Quintus Decius, 249-251) que se enfrentó a los godos en 251 en la provincia de Moesia Inferior y perdió la vida en combate, según nos cuenta Zósimo (I 23, 2-3) (para más

información, cfr. la tercera y cuarta notas de Strategikon IV 3); en Strategikon IV 3 se habla de la derrota que infligieron los hunos neftalitas a los persas del rey Peroz (Peroz I, 457-487) en el año 487 y que conocemos a través de los relatos de Procopio de Cesárea (De Bello Persico I 4) y Agatías (Historiae IV 27, 3-4) (para más información, cfr. la primera y segunda notas de Strategikon IV 3); en 543, en Armenia, los romanos orientales sufrieron una dura derrota ante los persas, como nos cuenta de nuevo Procopio (De Bello Persico II 25), revés al que Mauricio hace referencia en VII B 2 (para más información, cfr. la nota a pie de página de ese capítulo); otro hecho de armas al que se alude en el Strategikon (X 1) es probablemente el fallido asedio que los bizantinos llevaron a cabo en 583 sobre una fortaleza en la región de Arzanene, relato que ha llegado hasta nosotros a través de las palabras del historiador Teofilacto

Simocatta (Historiae I 12, 1-7), contemporáneo de los hechos (para más información, cfr. la primera nota a pie de página de Strategikon X 1); otro acontecimiento militar concreto que aparece en el Strategikon (IX 3), sucedido este en 591, fue un intento de envenenamiento de los abastecimientos bizantinos, tanto de personal militar humano como animal, por los persas, que se oponían al rey Cosroes II, en cuyo favor luchaban entonces las tropas imperiales y que nos es conocido con más detalle a través de la obra de Juan de Nikiu (Chronica 96, 17-19), un historiador de fines del siglo VI (para más información sobre este asunto, cfr. la nota a pie de página de Strategikon IX 3); por último, tenemos el asunto del ataque a la ciudad macedonia de Heraklea por parte de los ávaros, a lo que Mauricio hace referencia en IX 2 y que tuvo lugar en 592, según, de nuevo, Teofilacto Simocatta (para más información, cfr. la

tercera nota a pie de página de Strategikon IX 2). Hasta aquí las fuentes en las que Mauricio se inspiró o pudo inspirarse y de las que debió de obtener material para componer su Strategikon. Pero a su vez este manual militar influyó en obras posteriores57, de las cuales queremos dejar aquí constancia. Cronológicamente, la primera fuente que puede tener alguna influencia del Strategikon es el Acta Martyris Anastasii Persae (Acta del Martirio de Anastasio el Persa), en la que un autor anónimo, probablemente también del siglo VII, cuenta de manera hagiográfica el martirio en 628 de Anastasio, un joven soldado del rey de reyes persa Cosroes II (asesinado él también ese mismo año) reconvertido en monje tras haberse hecho cristiano. En esta obra (Acta Martyris Anastasii Persae 13 y 23), recordando informaciones que nos presenta Mauricio (I 1 y VI 1) sobre la instrucción de

la caballería y la importancia del mes de marzo en ese entrenamiento, se indica que «durante el mes de marzo, ha sido tradicional para los soldados equipar sus caballos, llevarlos a un terreno llano, y ejercitarlos como si se entrenasen para la guerra». León VI el Sabio, emperador bizantino entre 886 y 912, escribió (o le escribieron y él solo firmó luego) dos obras de carácter militar: Problemata y Tacticae Constitutiones donde vemos alguna indudable influencia de Mauricio, como cuando este escribe (VII B 12): «Sé victorioso pero no apures tu victoria demasiado», lema que también es mencionado por León en Tacticae Constitutiones 14, 25 y en el mismo tratado (20, 128), León reproduce la sentencia del general ateniense Cabrias sobre los ejércitos de ciervos o leones mandados por un ciervo o un león, que ya hemos comentado unas líneas más arriba y que Mauricio escribe en

VIII 2, 79 y 99. Otro tratadista militar que se inspira en Mauricio y su Strategikon es Kekaumenos, un militar bizantino de alta graduación, de origen greco-armenio, que estuvo en activo en la segunda mitad del siglo XI y que hacia 1075-1078, basándolo en su propia experiencia y en los acontecimientos que él había vivido en su carrera militar, compuso su propio manual militar, que tituló, como el de Mauricio, Strategikon. No es este Strategikon una mera copia del otro o una puesta al día, sino que tiene su originalidad en tanto en cuanto las condiciones militares y sociales de la segunda mitad del siglo XI no eran, ni mucho menos, las mismas de los años finales del siglo VI, cuando escribe Mauricio. Aun así, plantea ideas ya formuladas en el libro de Mauricio como en el caso de que este dice en el preámbulo de su manual: «… urgimos al estrategos a que su tarea más importante sea el amar a Dios

y a la Justicia», y en la obra de Kekaumenos (82) encontramos: «Da la orden a tus generales de comportarse con moderación y piedad y no actuar veleidosamente y expresar su rabia en cualquier persona, y que salvaguarden a los jueces de modo que juzguen con el miedo de Dios y con la Justicia»; otra de esas ideas es la expresada por Mauricio (I 9) como: «Los campos cultivados deben preservarse, las tropas no deben marchar a través de ellos y no deben causar daño a los ciudadanos» y que Kekaumenos (82) transforma en: «No explotes tu ciudad, las tierras exteriores que están bajo tu poder, ni al ejercito, sino que sé un padre para todos ellos y todos te servirán fielmente». En Mauricio VIII 1, 3, se recuerda al general que debe preocuparse de que sus hombres estén bien abastecidos, reciban su paga y se sientan seguros bajo su mando, algo que Kekaumenos (80) también advierte al general, recordándole además

que la fidelidad de sus hombres depende de ello. Finalmente, el último de los tratadistas militares que vamos a mencionar es Miguel Attaliates, otro personaje del siglo XI que en su Historia (16, 17) se hace eco también del ya célebre (para los lectores de este trabajo) dicho sobre los ciervos y los leones. LA OBRA. CONTENIDO La obra, en su elaboración inicial, estuvo compuesta por once libros, tal como se deduce de XI 4. Comenzaba por un índice y una introducción y el libro XII sería una adición posterior del propio autor (debido a que hace referencias a pasajes de otros libros en primera persona del plural). Consta este libro XII de cuatro partes: la primera se centra en describir el orden de batalla mixto, de caballería e infantería; la segunda parte del libro es un pequeño tratado sobre la infantería; la tercera, tan solo presente en el

códice Ambrosianus, es un esquema de un campamento fortificado; la cuarta es un breve tratado sobre la caza como ejercicio militar, presente en M y A pero no en VNP. Tal como se ha adelantado, el desarrollo de la obra está precedido por un índice general. A su vez, cada libro va introducido por un índice particular donde se desglosan los capítulos por su título. Los capítulos son de extensión variable, desde los que cuentan con solo unas pocas líneas hasta los integrados por numerosos y amplios párrafos. De los libros, más de la mitad (las excepciones son el VII, el VIII, el X y el XII) llevan un título que informa aproximadamente de su contenido. Varios de los libros incluyen esquemas hechos con símbolos (cada uno de los cuales hace referencia a un tipo de soldado) en los que se muestra la disposición de las tropas en los diferentes órdenes de batalla. Antes de empezar el contenido, el autor

comienza con una invocación a los poderes divinos (la Santísima Trinidad y la Virgen María) y un pequeño prólogo a modo de justificación de la obra que sigue, en el que nos indica que el estado del ejército ha sido desatendido durante mucho tiempo y que este manual militar, dirigido a militares de alto rango, pretende aportar sobre todo utilidad práctica, empezando desde el principio y sin presuponer como sabido previamente ningún concepto militar. Es, pues, una obra para generales novatos58. Eso sí, para el autor, el amor a Dios y la justicia son condiciones indispensables para un buen hacer militar. El libro I, con nueve capítulos, a modo de introducción, hace unas consideraciones generales sobre instrucción, armamento y equipo, grados de oficialidad y tropa, organización del ejército y las unidades y reglamentos militares y castigos para quienes los infrinjan.

El libro II tiene veinte capítulos y lleva el título genérico de «Sobre la formación de la caballería». En él se siguen explicando conceptos que hacen referencia a tipos específicos de tropas, armamento, cuerpo médico, organización de la tropa en la línea de batalla, emboscadas, banderines en las lanzas, gritos de batalla y estandartes y su utilización durante el combate. El libro III, que tiene dieciséis capítulos, se titula «Sobre la formación de los tagmas», pero no solo hace referencia a este tipo de unidad (formación en orden cerrado, métodos de entrenamiento), sino que también habla de otra (el meros), además de las órdenes que hay que dar a cada tipo de tropa, incluyendo también esquemas que representan diferentes maneras de formar al ejército para la batalla. El libro IV es un libro corto, de apenas cinco capítulos, titulado «Sobre las emboscadas» y en él se analizan los

diferentes tipos de emboscadas, cómo hacerlas, cuando es el momento más oportuno y qué tipos de tropas pueden emplearse en su realización. El libro V también es corto, compuesto de cinco capítulos y lleva por título «Sobre la impedimenta». En esta parte se aportan ideas sobre la manera de llevar y proteger todo el material necesario para el buen funcionamiento del ejército, tanto en forma de suministros para la tropa (unos necesarios y otros prescindibles) como en forma de caballos de repuesto. El libro VI, también de cinco capítulos, se titula «Sobre la división del ejército y sobre la instrucción militar», pero, a continuación, del tema anunciado en la primera parte del título no dice nada y, tras un preámbulo antes del capítulo 1, en el que se destaca la importancia para los soldados de la instrucción constante, se centra en explicar los diferentes tipos de instrucción que en

aquella época se enseñaba a los soldados romano-bizantinos, tomados en su mayoría de pueblos enemigos del Imperio: a la escítica, a la alana, a la africana y a la itálica. El libro VII es un libro largo, sin un título genérico que sí lleva cada una de las dos partes en las que está dividido: la A, «Sobre el general. Los puntos a considerar por el general antes del día de la batalla», y la B, «Sobre los puntos a ser observados el día de la batalla». En la parte A, también con una introducción antes del capítulo 1 (con quince capítulos en total), se explican numerosos y dispares detalles que un general al mando de un ejército debe tener en cuenta antes de presentar batalla y que van desde la bendición de las banderas a la manera de tratar a los soldados propios que sean de la misma raza que el enemigo, pasando por las arengas, los prisioneros tomados al enemigo, la forma de abrevar los caballos o

las raciones que se transportan en las alforjas. La parte B tiene diecisiete capítulos también sobre detalles muy variables, desde cómo no agobiar al general el día de la batalla a las obligaciones de cada tipo de oficiales, pasando por informaciones sobre el enemigo, sobre el reconocimiento (propio y enemigo), el bruñido de las armas propias o qué hacer tanto como si se consigue la victoria como si la misma favorece al enemigo. El libro VIII no tiene título y es muy corto en capítulos, apenas dos, pero ambos largos de contenido. En el primero se habla de las instrucciones generales del comandante del ejército, agrupadas en cuarenta y cuatro puntos, mientras que el segundo, titulado «Lemas», desglosa en ciento un cortos puntos las cosas concretas que un buen general no puede nunca olvidar si quiere tener éxito en su trabajo. El libro IX, también sin título genérico,

cuenta con cinco capítulos y trata de temas variados, como lo son los ataques por sorpresa y/o nocturnos, sobre cómo hacer incursiones en territorio hostil, sobre cómo atravesar desfiladeros y otros terrenos dificultosos o sobre cómo hay que espiar al enemigo mientras se evita que él haga lo mismo con el ejército propio. El libro X, sin título y con cuatro capítulos, nos ofrece información sobre los asedios (tanto de las fortalezas enemigas como de las propias), sobre cómo se deben frenar las incursiones enemigas en terreno propio y sobre cuál es la mejor manera de construir una fortaleza fronteriza. El libro XI, también con una introducción y cuatro capítulos, lleva por título «Sobre las costumbres y tácticas de los diversos pueblos» y en él se indica claramente de lo que trata, tanto de pueblos de la frontera este del Imperio Romano de Oriente, como l o s persas o los turcos, como los de la

frontera oeste, así los que se asemejan a los hunos (ávaros o escitas) como los eslavos o los antes «y otros pueblos similares», o los que el autor llama «pueblos de cabello claro» (francos, lombardos «y otros como ellos»). El libro XII y último tampoco tiene título genérico pero está dividido en cuatro partes (las dos primeras mucho más extensas) que sí lo tienen: la parte A se titula «Sobre el orden de batalla mixto» y tiene siete capítulos; la parte B, con una introducción y veinticuatro capítulos, lleva por título: «Sobre las formaciones de infantería»; la parte C se titula «Diagrama de un campamento fortificado» y es solo eso lo que incluye, mientras que la parte D (también sin capítulos) lleva por título «Sobre la caza. Cómo se deben cazar animales salvajes sin heridas graves o graves accidentes». La parte A (que incluye diagramas) ilustra a los oficiales a quienes va dirigido este manual

militar sobre diversas formaciones que puede adoptar un ejército para hacer frente al enemigo, mientras que la parte B (que también incluye un diagrama) incide en numerosos detalles sobre la infantería propia: vestimenta, entrenamiento tanto del infante pesado como del ligero, armamento, equipo, formaciones, castramentación, formaciones sin y con la caballería, cómo marchar (sobre diversos tipos de terreno), formar para la batalla, transportar la impedimenta... El autor del Strategikon (tanto si es el emperador Mauricio como si es cualquier otro) nos indica que este tratado militar es fruto, por una parte, de las enseñanzas de autores antiguos y por otra de su experiencia militar personal (que él mismo califica en el Preámbulo de «limitada»). De esos autores antiguos (las obras de la mayoría de los cuales no han llegado hasta nosotros) ha tomado el autor una serie de referencias (no

muchas y no siempre muy claras) a hechos militares más antiguos (aparte de los acontecimientos que le son contemporáneos y que ya han quedado reflejados en el capítulo III de esta introducción históricoliteraria). Estos hechos son: la derrota del emperador Decio en Abrittus (junto a la actual Hisarlak, en las cercanías de Razgrad, en la provincia de Ruse, Bulgaria) en el verano de 251 ante los godos (IV 3); la emboscada que sufrió el ejército de Oriente en Anglon (lugar cerca del actual Dvin, al sur de Yerevan [Ereván], en la provincia del mismo nombre, en Armenia) en 543 por parte de los persas (VII B 2); las operaciones del príncipe mauritano al servicio de Roma Lusius Quietus en Oriente durante la guerra del emperador Trajano contra los partos en 114-117 (IX 2). Además menciona a generales antiguos, como Aníbal el Cartaginés (Aníbal Barca) (VIII 2, 87 y 89) o Escipión el Africano (Publius Cornelius

Scipio Africanus) (VIII 2, 93). Son también de destacar las digresiones que hace Mauricio, casi con carácter etnográfico, al hablar de los diferentes pueblos enemigos a los que el Imperio tiene que hacer frente: persas, escitas, antes, ávaros, eslavos, germanos de diversas tribus… La valoración militar que podemos hacer de esta obra, destinada sobre todo a ejércitos principalmente de caballería, es que, en principio, es un manual militar complejo ya que las maniobras que propone para las diferentes situaciones en el campo de batalla y antes y después del combate son, en general, complicadas y llevarlas a cabo correctamente dependía de disponer de unos soldados muy bien entrenados. Adiestrar a un soldado según los parámetros que indica el manual era una labor larga, laboriosa y cara, lo que nos lleva a otra característica militar del Strategikon: habida cuenta de que

en una batalla mueren soldados propios y entrenarlos adecuadamente es tan costoso, hay que arriesgarlos en batalla únicamente cuando ello sea imprescindible o las condiciones inmediatas a la batalla hagan prever un combate victorioso. Esto, a su vez, nos lleva a otra característica militar fácilmente relacionable con uno de los tópicos que se tienen sobre los bizantinos: su facilidad para la negociación y el disimulo. Al autor del Strategikon le gusta aparentar: que el ejército propio es mayor, que sus hombres tienen mejores armas que el enemigo, que dispone de más alimentos que él, que su caballería es mejor que la del adversario… En este sentido es típicamente bizantino, valorando en mayor medida el engaño que la fuerza y la acción directa: hay que procurar engañar al enemigo para que este no fuerce el combate y nuestro bando pueda conseguir sus objetivos sin arriesgar la preciada tropa.

En tiempos de Mauricio, la principal arma de combate es la caballería y así lo refleja en el manual. Pasaron ya los tiempos de las gloriosas legiones (unidades de infantería pesada) que hicieron grande al Imperio Romano. Los soldados de a pie quedan ahora como segundones en el campo de batalla, no diremos que como simples auxiliares de los soldados de a caballo pero casi. Se llega a hablar (Strategikon IX 4) de ejércitos solo de caballería. Que el Strategikon es un manual militar para llevar a la práctica lo vemos en numerosas de sus indicaciones. Además, insistiendo en lo de práctico, dedica varios capítulos a analizar la forma en cómo hay que tratar con cada uno de los pueblos que durante los años previos a la confección del libro se habían enfrentado al Imperio Romano de Oriente y que, previsiblemente, volverían a hacerlo, por lo que convenía conocerlos.

Asimismo, el Strategikon dedica muchas líneas a dar cuenta de las características de un buen general (strategos): tiene que ser un hombre de honor, temeroso de Dios, reflexivo, valiente cuando haga falta, astuto cuando la ocasión lo requiera, debe comprender la mentalidad de sus hombres y asegurar su bienestar, ha de saber coordinar a sus tropas, saber cuándo, al impartir castigos a sus soldados, debe ser inflexible o compasivo, intuir cuándo es el momento de sembrar la duda entre el enemigo… Tales son las exigencias que el alto oficial que consiguiera cumplir todas estas premisas sería un comandante excepcional no solo en el ejército del Imperio Romano de Oriente sino en cualquier otro ejército de cualquier otra época. LA OBRA EN SU CONTEXTO HISTÓRICO. EL EJÉRCITO DEL IMPERIO ROMANO Y DEL IMPERIO ROMANO DE ORIENTE

ENTRE LOS SIGLOS III Y VI El ejército de Diocleciano y Constantino I El ejército del Imperio Romano de Oriente de la época de Mauricio es el directo heredero del que, reformado por los emperadores Diocleciano (Caius Aurelius Valerius Diocletianus, 284-305) y Constantino I (Caius Flavius Valerius Constantinus, 306-337)59, sería nuevamente puesto a punto por la reforma de Justiniano I (527-565). Las reformas emprendidas por los dos primeros emperadores mencionados consistieron, a grandes rasgos, por una parte en aumentar el número de hombres en filas (probablemente hasta unos quinientos mil), que serían divididos en dos tipos de tropas: las fronterizas (limitanei), encargadas de vigilar los límites (la frontera, el limes) del Imperio y de hacer lo que pudieran ante una

invasión, y las de maniobra (comitatenses60, d e comitatus [séquito, comitiva]) que, estacionadas en retaguardia, acudirían al punto atacado a contener la invasión. En lo que se refiere a la estructura de mando, se separaron los poderes civil y militar, quedando los gobernadores provinciales sin las competencias castrenses que habían tenido hasta el momento y encomendando estas a los duces (cada dux mandaba un ejército fronterizo provincial), a los comites (cada comes hacía lo propio con el ejército comitatensis de una dioecesis o grupo de provincias) y, por encima de ellos, otros oficiales que hoy podríamos calificar como generales de ejército: los magistri militum, que podían ser jefes de la infantería (magistri peditum [literalmente, «maestres de los infantes»]), de la caballería (magistri equitum [«maestres de los jinetes»]) o de ambos cuerpos a la vez (magistri utriusque militiae [«maestres de ambas milicias»]).

Las unidades redujeron su tamaño (por ejemplo, las legiones pasaron de una plantilla teórica de cinco mil quinientos soldados por unidad, a un número que oscilaba entre los mil y los mil doscientos) y aunque la infantería siguió siendo el núcleo fundamental del ejército romano, la caballería, que en épocas altoimperiales era casi un mero auxiliar de las tropas de a pie, cobró mucha más importancia61. Como el reclutamiento, voluntario en tiempos imperiales (solo en ocasiones excepcionalmente peligrosas se podía recurrir a la conscripción), se hacía cada vez más difícil por las condiciones socioeconómicas del Bajo Imperio Romano, a pesar de la orden de Diocleciano de hacer hereditarios los oficios (entre los que se incluía el militar), Constantino I potenció la inclusión de bárbaros mercenarios entre las unidades romanas, haciendo a gran escala lo que antecesores suyos solo habían llevado a

cabo en mucha menor medida. Esto de que los bárbaros militaran en el ejército romano se incrementó desmesuradamente cuando, a raíz de la escasez de tropa provocada por la fallida campaña persa del emperador Juliano (Flavius Claudius Iulianus, 360363)62 y por el desastre del emperador Valente (Flavius Valens, 364-378) ante los visigodos63, llevó al sucesor de Valente, Teodosio I ( Flavius Theodosius, 379-395) a abrir el ejército romano más aún a los bárbaros, pero no encuadrándolos en unidades romanas con mandos romanos, sino firmando con pueblos enteros un tratado (foedus) por el cual esos bárbaros (los primeros precisamente los visigodos) pasaban a servir en el ejército romano como foederati (federados), con su estructura militar propia y bajo sus propios mandos, a cambio de que el Imperio Romano les proporcionase abastecimientos o tierras para

conseguirlos ellos mismos. Por último, una mención a la armada imperial romana. En los ejércitos romanos tradicionales, y salvo en las guerras contra potencias eminentemente navales como Cartago y en las grandes campañas contra los piratas (como la que desarrolló Pompeyo [Cneus Pompeius Magnus] en 67 a.C.), las escuadras navales habían tenido un papel secundario, limitándose a la vigilancia de los mares, al transporte de tropas y abastecimientos de un lado para otro de los mares imperiales y a ocasionales controles de los rebrotes piráticos. El sistema naval implantado por Augusto a comienzos del Imperio estaba empezando a descomponerse y a modificarse sustancialmente, pero al comienzo de los tiempos bajoimperiales aún había dos grandes flotas (classes) con base, una en Misenum (el actual Miseno di Bacoli, en la provincia italiana de Nápoles), y otra en

Rávena, hasta que en 330 Constantino I ordenó el traslado de ambas a Constantinopla. Otras flotas regionales, de menor entidad, completaban el dispositivo naval, vigilando zonas como las aguas británicas (la classis Britannica), las del mar Negro (la classis Moesica el oeste y la classis Pontica el este), las del Mediterráneo oriental (la classis Syriaca, al norte, y la classis Alexandrina, al sur) o las varias flotillas fluviales que vigilaban las aguas de los ríos Rin (que componían en su conjunto l a classis Germanica) y Danubio (la classis Histrica). Se hallaban mandadas por prefectos (praefecti) y los barcos que las integraban variaban en tamaño y formas según las misiones para las que hubieran sido diseñados. El ejército de Justiniano I y Mauricio El emperador Justiniano I, al concebir la

idea de restablecer el Imperio Romano en todo su esplendor, recuperando las tierras perdidas en Occidente primero con la división del Imperio en enero de 395 y luego con la conquista de las mismas por diversos pueblos bárbaros a lo largo del siglo V, se dio cuenta de que el ejército iba a ser indispensable para llevarla a cabo. La buena situación económica que Justiniano heredó de sus antecesores al llegar al trono en 527 permitió formar un ejército de unos ciento cincuenta mil hombres64 en total (bastantes menos de los que tendría la parte oriental del mundo romano en tiempos del Imperio único). Cuando un ejército se ponía en campaña el número de sus miembros era mucho más reducido: se suele poner como ejemplo el ejército del magister utriusque militiae per Orientem65 Flavius Belisarius que, enviado en 533 a apoderarse del reino norteafricano de los vándalos, estaba

formado por dieciséis mil hombres, de los que diez mil eran infantes, cinco mil jinetes, ambas categorías entre tropas regulares y federados, además de otros mil soldados de diversa procedencia66. Dos años después el mismo Belisarius emprendió la conquista de Sicilia, paso previo al desembarco en la península itálica, con apenas siete mil, cuatro mil entre regulares y federados y tres mil isaurios67. En lo que se refiere a las condiciones del servicio, los soldados eran profesionales y el emperador se preocupó, en lo posible, de procurar que estuvieran bien equipados y entrenados. Por motivos fundamentalmente económicos (era más barata de mantener), en el ejército de Justiniano la parte más numerosa la formaba la infantería ligera, pero el principal cuerpo era la caballería (tanto ligera como pesada), cuyo personal fue aumentado con respecto al siglo precedente. La mayoría de

esos soldados estaban encuadrados en los ejércitos de maniobra (los antiguos comitatenses), tanto centrales (los ejércitos praesentalis, por estar «en presencia» del emperador), como regionales. Dentro de las unidades que los formaban eran especialmente apreciados los arqueros a caballo (equites sagittarii). Los bucelarios constituían la elite de los ejércitos y los diversos cuerpos de bucelarios constituían en aquella época la guardia personal de un general en campaña68. Los federados (foederati), como hemos comprobado al ver la composición de las tropas de Belisarius en sus expediciones a África y a Sicilia, siguieron existiendo, pero reorganizados y reestructurados. Ahora pasaron a ser unidades regulares en su mayoría de caballería, mandadas por oficiales romanos, compuestas de extranjeros que se alistaban a título individual. Se siguieron reclutando ocasionalmente tribus extranjeras en masa,

soldados que en el ejército romano-bizantino eran conocidos, al igual que en los viejos tiempos de la Roma republicana, con el nombre de socii o aliados. También tenían esta categoría (aunque se denominaban oficialmente symmachoi) pueblos fronterizos que no militaban directamente en el ejército bizantino, pero sí que recibían subsidios por parte del emperador para que mantuvieran la vigilancia en la frontera que controlaban, caso de los árabes (o sarracenos) que vigilaban parte de las posibles zonas de fricción con los persas sasánidas. Asimismo siguieron existiendo soldados de frontera (limitanei), organizados como una milicia compuesta de unidades de infantería y caballería de soldados-campesinos que cuando ejercían su vigilancia a orillas de una gran río fronterizo (el Danubio, sobre todo), recibían la denominación de ripenses o riparienses (del lat. ripa: orilla). Si era necesario los limitanei/ripenses eran

asignados temporalmente a los ejércitos de maniobra, al estilo de los antiguos pseudocomitatenses (cfr. nota 60). Igualmente se sabe de la existencia de milicias urbanas en las ciudades, usadas la mayor parte de las veces como fuerzas de policía. La seguridad del emperador estaba confiada a soldados en su mayor parte de a caballo, los excubitores, y a oficiales escogidos, que formaban el cuerpo de los protectores domestici. Por último estarían las naves de la armada imperial y sus tripulantes, herederos directos (naves y hombres), tanto en misiones como en navíos, organización y bases navales principales de las escuadras tardorromanas del siglo IV. Sobre el armamento y equipo de los ejércitos romano-orientales, al no ser estas líneas más que una introducción para la traducción del Strategikon, no entraremos en el tema, pero a este respecto el lector puede

consultar las obras de R. D’Amato (2005), S. McDowall (1994 y 1995), D. Nicolle (1992) e I. Syvänne (cfr. todos ellos en la bibliografía). En lo que se refiere a la proporción entre infantes y jinetes en los ejércitos en campaña, tomando como ejemplo el anteriormente mencionado ejército de Belisarius, unos seis mil de los soldados eran de caballería (mil de ellos bucelarios del propio Belisarius) y el resto de infantería, de todos los cuales al menos la mitad eran mercenarios bárbaros. El sueldo de los soldados era percibido parte en metálico y parte en especie y un cuerpo de contables e interventores militares eran los encargados de distribuirlo en las unidades, que contaban además con cuerpos médicos y de sacerdotes castrenses. El alto mando estaba, naturalmente, encabezado por el emperador. Bajo él y nombrados por él estaban los magistri

utriusque militiae, uno por cada diócesis o conjunto de provincias (magistri utriusque militiae per Illyricum, per Orientem y per Thracias) y dos más, llamados magistri utriusque militiae praesentalis, se encargaban de asegurar la defensa de Constantinopla. A veces había tres magistri u. m. praesentalis y a veces los mandos de las diócesis también estaban desdoblados (por ejemplo, hubo a la vez dos magistri u. m. per Orientem)69. Para asumir la responsabilidad de nuevos frentes, en época justinianea se crearon nuevos mandos militares, como los de magister militum per Armeniam (o m. m. Armeniae) , magister militum per Africam (o m. m. Africae) y magister militum per Spaniam (o m. m. Spaniae). Bajo todos esos altos mandos se situaban los duques (duces) que mandaban las tropas en cada provincia concreta y, ya en época mauriciana (aunque innovación de Justiniano I), se generalizaron los

estrategos, que dirigían a los ejércitos en campaña70. Los federados estaban mandados por el comes foederatum. La forma de acceder al ejército romano oriental de esta época, al ser un ejército profesional era, en la mayoría de los casos, el voluntariado, siendo el reclutamiento obligatorio ocasionalmente empleado para completar las filas. Los responsables de las oficinas de reclutamiento de Justiniano no preguntaban el origen de los reclutas y eran admitidos hombres de toda procedencia, siempre que se avinieran a jurar sobre los Evangelios obediencia y fidelidad al emperador, a las leyes romanas y a los oficiales designados para mandarlos. Las milicias fronterizas solían ser reclutadas entre habitantes de su región. Ya en tiempos de Mauricio, la organización militar del Imperio Romano de Oriente era básicamente la de la época de Justiniano I, con algunas novedades como la creación de

los optimates, la integración progresiva de l o s bucelarios en el ejército regular y la escasa relevancia a la que se redujo el papel de las milicias fronterizas. Otra importante novedad era que se había impuesto en los dominios imperiales el reclutamiento obligatorio, al haber caído muchísimo el interés por alistarse en el ejército, por lo que los voluntarios empezaron a escasear, con la consecuencia de que tuvo que implantarse la conscripción. No obstante, algunos grupos sociales quedaron excluidos en principio de ella, como los libertos, los siervos y los funcionarios (ya fueran del Estado o miembros de la administración local). Los esclavos sí formaban parte del ejército, aunque, naturalmente, no en misiones de combate, solo como trabajadores al servicio de los soldados. Otros que también podían formar parte del ejército como combatientes eran los prisioneros tomados en las campañas militares. Estos vándalos, godos,

persas, ávaros, etc., tenían la disyuntiva de pasar a ser esclavos tras su captura o alistarse en las filas de sus captores. Muchos eligieron esta última opción. La responsabilidad del proceso del reclutamiento quedó en manos de los jefes militares provinciales (los duces) y estatales (los magistri militum). Igualmente bajo el imperio de Mauricio, las denominaciones de los tipos de unidades no eran fijas y podían aplicarse tanto a unidades montadas como de a pie. Tampoco el número de soldados por unidad era fijo (como podemos ver a lo largo del desarrollo del Strategikon). El tagma o bandera era el principal tipo de unidad, sobre todo en la caballería. Contaba con entre trescientos y cuatrocientos hombres y estaba mandada por un tribuno o conde; el aritmos solía ser la unidad básica de infantería y tenía aproximadamente el mismo número de hombres que un tagma o bandera; tres

tagmas o banderas formaban un moira o chiliarquía, cuyo contingente debía estar entre los dos mil y los tres mil soldados, a las órdenes de un moirarca, chiliarca o duque; tres moiras o chiliarquías forman un meros, que no debía superar los seis mil o siete mil soldados, mandado por un merarca o estratelates. Como vemos, sumando números de soldados las cifras no concuerdan, pero en el Strategikon (I 4) lo dice bien claro. El ejército en campaña era mandado por un estrategos, secundado por un hypostrategos. El resto de la cadena de mando, por debajo del tribuno o conde se componía del hecatontarca (que mandaba cien hombres), el decarca (diez) y el pentarca (cinco). 1 Para biografiar al emperador Mauricio hay numerosas fuentes, entre las que podemos mencionar l a s Historiae Ecclesiasticae de Evagrio, de Juan de Éfeso y de Nicéforo Calisto; las Historiae, de Teofilacto Simocatta y de Agatías; las Chronicae, de

Juan de Nikiu y de Miguel el Sirio; el Epistolarum Registrum, del papa Gregorio I; los Fragmenta conservados de Menandro el Protector; el Compendium Historiarum, de Jorge Cedreno; la Historia Langobardorum, de Pablo el Diácono; la Chronographia, de Gregorio Bar Hebreo; la Vita Eutychii, de Eustratio o el Epitome Historiarum, de Zonaras y, además, el Chronicon Paschale o el Chronicon Anonymi ad annum Domini 1234 pertinens. Todo lo que se cuenta en estas obras podemos verlo, sistematizado y estructurado, en MARTINDALE (1992) pp. 855-860. 2 Esta provincia era la antigua tardoimperial romana de Armenia II que, con capital en Melitene (la actual Eski Malatya, provincia de Malatya, Turquía), era a su vez una subdivisión de la altoimperial de Cappadocia. 3 Un notarius era una especie de contable y, si estaba destinado en una unidad militar, junto con el librarius llevaba las cuentas de la misma. No sabemos si Mauricio trabajaba hasta entonces en una oficina civil o militar. 4 Es decir, ennoblecido. El título de patricius iba generalmente unido a la concesión de un alto cargo. 5 Los excubitores, cuyo comandante era el comes excubitorum, constituían un cuerpo especial de guardaespaldas del emperador, creado en 468 por el

emperador romano de Oriente León I (Flavius Valerius Leo, 457-474) y que en el siglo VI encuadraba a trescientos soldados reclutados entre los duros habitantes de la montañosa provincia de Isauria (en el sur de la actual Turquía, en torno a la parte occidental de la provincia de Mersin, la oriental de la de Antalya y la meridional de la de Karaman). Al menos en su origen, vestían al viejo estilo romano. A comienzos del siglo VII ya había dejado de ser una unidad con valor militar y se había convertido en un contingente destinado a desfiles y paradas militares. Sobre ellos, cfr. NICOLLE (1992) p. 9 y D’AMATO (2005) p. 45. 6 Las diócesis eran agrupaciones de provincias limítrofes gobernadas por un vicario (vicarius), un funcionario civil nombrado por el emperador. La institución de dichas demarcaciones territoriales databa del imperio de Diocleciano (Caius Valerius Aurelius Diocletianus, 284-305). 7 Rey de Reyes, era su título oficial. 8 Hacía ya bastantes años que no se nombraban cónsules anuales de manera regular. Cuando Mauricio asumió su consulado no había habido cónsules desde que en 579 Tiberio II ocupó el cargo. Como la costumbre romana para fechar los documentos era según los años consulares, cuando había algún año en que no se nombraban cónsules se utilizaba la fórmula

annus I (o II, o III, o lo que correspondiera) post consulatum y el nombre del último cónsul o cónsules (si en el año de referencia se habían nombrado dos, como era lo tradicional). 9 Sobre la personalidad de Mauricio, cfr. la Historia Eclesiástica (V, 19) de Evagrio. Cierto es que la descripción que hace de Mauricio parece más un panegírico que algo realista, pero hay que tener en cuenta que el autor escribe su obra bajo su imperio y a él se la dedica en 593. 10 En el reparto de las tierras romanas en enero de 395 entre los Imperios de Oriente y Occidente, la provincia de Pannonia II, donde estaba Sirmium, quedó en la parte occidental. Su incorporación, aunque solo en parte, a Oriente se produjo en el curso de las conquistas de Justiniano I (527-565) que, ya que no tenía más Pannoniae en su poder, rebautizó el territorio como provincia de Pannonia, a secas. 11 Solidus: moneda de oro de 4,55 g y una ley del 0,900 introducida por el emperador Constantino I (Caius Flavius Valerius Constantinus, 306-337) en 309 y utilizada hasta el fin del imperio de Constantino VII (912-959). 12 Aquis (la antigua Ad Aquas, hoy probablemente las ruinas junto a Miloševo, en las cercanías nornoroccidentales de Negotin, y al sur de Prahovo, en el

distrito de Bor, Serbia), Rateria (la antigua Ratiaria, hoy Arčar, en la provincia de Montana, Bulgaria), Bononia (hoy Vidin, también en la provincia de Montana, Bulgaria), Dorostolon (la antigua Durostorum, hoy Silistra, en la provincia de Ruse, Bulgaria), Marcianopolis (hoy Šumen, igualmente en la provincia de Ruse, Bulgaria) y Tropaion (la antigua Tropaeum Traiani , hoy Adamclisi, en el distrito de Constanza, Rumanía). 13 Desde la toma de Sirmium por los ávaros en 582, en las fuentes no se vuelve a mencionar al ejército de maniobra (exercitus comitatensis) del Illyricum por lo que probablemente habría sido disuelto y sus soldados incorporados al ejército de maniobra de Thracia (ELTON [2007a] p. 277). 14 No podemos asegurar que fuese bajo el mando de Comentiolus o de Philippicus cuando se cometió tal crimen de guerra (perdónesenos el anacronismo, al aplicar un concepto del siglo XX a un hecho del siglo VI) pues no sabemos el tiempo que esos prisioneros llevaban en manos de los ávaros. Sobre todo esto, cfr. MARTINDALE (1992) pp. 324-325 y 1025. Philippicus estaba casado con Gordia, hermana de Mauricio. 15 Algo que está completamente de acuerdo con lo que Mauricio formula en su Strategikon (XI 4), donde,

aunque aplicado en ese caso a los escitas, dice: «… es preferible lanzar los ataques contra ellos en el invierno, cuando no pueden esconderse fácilmente en los árboles desnudos, cuando las huellas de los fugitivos pueden ser localizadas en la nieve, cuando su grupo familiar esté pasando necesidad y cuando es fácil cruzar sobre los ríos helados». 16 El exarca unía en su persona los poderes civiles y militares de la región que gobernaba, lo que suponía una vuelta atrás en el sistema tardoimperial romano de separar dichos poderes, poniéndolos en manos de funcionarios diferentes. 17 El exarcado de Ravenna se menciona por primera vez en las fuentes en el año 584 y el de Africa en 591 (ELTON [2007a] p. 277). 18 Sobre este tema, cfr. dos obras recientes: VALLEJO GIRVÉS (2012) y GÓMEZ ARAGONÉS (2013). Con pocos años más: VIZCAÍNO SÁNCHEZ (2009). 19 Con la creación del sistema administrativo de diócesis en tiempos del ya mencionado emperador Diocleciano, la provincia de la Mauretania Tingitana, a la que pertenecían las dos ciudades mencionadas, pasó a depender de la dioecesis Hispaniarum o diócesis de las Hispanias, gobernada en sus aspectos civiles por un vicarius (vicario) residente en Emerita

Augusta (la actual Mérida, provincia de Badajoz, Comunidad Autónoma de Extremadura, España). No obstante, los dominios bizantinos en esa antigua provincia apenas iban más allá de las tierras que rodeaban a dichas localidades. 20 D. Gómez Aragonés (2013, pp. 55-56) es de la opinión, sin embargo, de que es poco probable que esa ciudad hubiese estado nunca en manos bizantinas. Esto implicaría que Corduba no fuera nunca la capital de los dominios del Imperio de Oriente en la península ibérica. 21 Desconocemos si se trata del mismo Comentiolus que fue general y mano derecha del emperador y a quien se ha mencionado ya varias veces. La única referencia al Comentiolus destinado en Hispania es una inscripción (Corpus Inscriptionum Latinarum II 3.420; L’Année Épigraphique 1998, 624; Hispania Epigraphica 7, 1997, 444 a-b) depositada en el Museo Arqueológico Municipal de Cartagena que, traducida al español, dice: «El patricio Comenciolo, enviado por el emperador Mauricio contra los enemigos bárbaros [...] general del ejército de Hispania [...]». Sobre la duda de su atribución a ese personaje o a otros, cfr. VALLEJO GIRVÉS (2012) pp. 294 y ss. 22 No obstante, sería una esposa más del harén de Cosroes, pues los persas practicaban la poligamia.

23 Domitianus era primo de Mauricio y obispo de Melitene (la actual Eski Malatya, en la provincia turca de Malatya), a pesar de lo cual vivía en Constantinopla, como asesor del emperador. Sobre este personaje, cfr. KAEGI, W.E. y KAZHDAN, A. (1991): «Domitianos», en The Oxford Dictionary of Byzantium (Alexander P. Kazhdan, Ed.), Óxford-Nueva York. 24 El monofisismo es una doctrina religiosa del cristianismo surgida a en la primera mitad del siglo V. Los monofisitas eran de la opinión de que Jesucristo tenía dos naturalezas, la divina y la humana, «separadas» pero «confundidas», de tal manera que la naturaleza humana quedaba diluida en la mucho más poderosa naturaleza divina, lo que en la práctica conducía a que Cristo tuviera una sola naturaleza, la divina. La Iglesia oficial sostenía (como sostienen hoy en día las Iglesias Católica y Ortodoxa Griega) que las dos naturalezas existen en Jesucristo y que lo hacen «sin separación» y «sin confusión». Las creencias monofisitas se mantienen actualmente en las Iglesias Ortodoxas Siria, Siria de Oriente (de la India), Copta (de Egipto), Etíope y Eritrea y la Iglesia Apostólica Armenia. 25 Eso a pesar de que hacia 580, en su etapa (hasta 585) como apocrisiario (embajador) papal en

Constantinopla, había conocido al futuro emperador Mauricio y hecho amistad con su familia. 26 El hipódromo (para los romanos, el circo) de Constantinopla era un hervidero de pasiones políticas, religiosas y sociales. De las antiguas cuatro facciones tradicionales, identificadas por colores (los rojos, los blancos, los azules y los verdes) solo quedaban los azules y los verdes, que habían absorbido a las otras dos. Los aficionados a estos equipos deportivos no se contentaban solo con animarlos a muerte en el hipódromo, sino que eran fácil presa para demagogos que quisieran dirigir en su provecho las ansias de buscar bronca de las facciones. Además, en esta época cada una de ellas se adhería a una versión del cristianismo: católicos (ortodoxos) los azules, y monofisitas los verdes. Generalmente se contrapesaban una a otra pero cuando se unían podían desencadenar verdaderas revueltas, como la de la Niké en 532 contra Justiniano I o esta contra Mauricio. 27 DAIN (1967) pp. 317-392, especialmente 344-346; WIITA (1978) pp. 15-49. 28 WIITA (1978) p. 21. 29 SCHEFFERUS, J.: Arriani Tactica et Maurici Artis militaris libri duodecimo, Upsala, 1664. 30 AUSSARESSES (1906) pp. 23-40.

31 DENNIS (1981a) pp. 13-18; DENNIS (1984) p. XV. 32 Anth. Graec. IX 210. 33 VÂRI (1894). 34 DAIN (1967) p. 345. 35 DENNIS (1981a) pp. 16-17. 36 WIITA (1978) pp. 30-49. 37 Sobre este personaje, cfr. MARTINDALE (1992) pp. 1022-1026. 38 El de la Theotokos (una advocación de la Virgen María), que él mismo había fundado años antes en Chrysopolis (Üskudar [Escútari], hoy barrio del casco urbano asiático de Estambul, en la provincia de Estambul, Turquía). 39 NICOLLE (1995b) p. 27. 40 BROWNING (1989) pp. 103-133. 41 ALEXIOU (2002) p. 77. 42 BROWNING (1989) pp. 103-104. 43 LEÓN VI, Tacticae Constitutiones , Migne PG 107, 1093A. 44 CONSTANTINO PORFIROGÉNITO, De Administrando Imperio I 1; De Caerimoniis V 2, 4; Alexiou ha comparado la obra de Mauricio con Constantino VII Porfirogénito cuyas dos obras, De Administrando Imperio y De Caerimoniis, contienen evidencias de ese cambio lingüístico con una alta proporción de latinismos para términos técnicos de la

vestimenta del ceremonial que sugieren conexiones estrechas entre Oriente y Occidente; sobre este particular, cfr. ALEXIOU (2002) p. 77 y 467, n. 17. 45 DAIN (1946) pp. 183-185; IRIGOIN (1958) pp. 208-227; IRIGOIN (1959) 177-180. 46 IRIGOIN (1959) pp. 189-190. 47 DAIN (1946) pp. 232-234; DAIN (1967) p. 386. 48 DAIN (1946) pp. 227-232; IRIGOIN (1959) pp. 189-190; DAIN (1967) p. 387. 49 DAIN (1967) p. 385. 50 DAIN (1967) pp. 354-357. 51 DAIN (1946) pp. 187-198; DENNIS (1981a) pp. 3133. 52 Sobre tratadistas militares anteriores a Mauricio, cfr. DAIN (1967) pp. 317-344. 53 Sobre todos estos personajes de la historia romana, D. Paniagua Aguilar, en su edición del citado autor (Flavio Vegecio Renato: Compendio de táctica militar, Edic. Cátedra. Madrid, 2006, pp. 148-150, ns. 41-48), da abundante información, que nosotros podremos completar algo más. El primero de ellos, Catón el Viejo (el Censor), se llamaba en realidad Marcus Porcius Cato (234-149 a.C.) y fue un político romano, cónsul en 195 a.C., quizá el más tradicionalista de todos los políticos que dio su patria, autor de la famosa frase «delenda esse Carthago»

(«Cartago debe ser destruida») (PLUTARCO: Vida de Marco Catón 17) que señalaba que hasta que la ciudad cartaginesa no fuese destruida, Roma no podría bajar la guardia (él no lo llegaría a ver, pues la ruina de Cartago tuvo finalmente lugar en 146 a.C.). De su producción literaria, en lo que a asuntos militares se refiere, se sabe que hacia 180 a. C. escribió un manual enciclopédico de título Libri ad filium (hoy perdido), destinado a la educación de su hijo (Marcus Porcius Cato Licinianus) como buen ciudadano y que, tocando diversos campos del saber, también tenía una parte dedicada a asuntos militares; Cornelio Celso (Aulus Cornelius Celsus) vivió entre c. 25 a.C. y 50 d.C. y fue un erudito romano que escribió, quizás en tiempos del emperador Tiberio (Ti. Claudius Nero, 14-37), una especie de enciclopedia titulada Artes, de la que solo han sobrevivido los ocho libros dedicados al arte de sanar y titulados en su conjunto De Medicina. Entre las partes perdidas de la obra se halla una dedicada a los asuntos militares; Frontino (Sextus Iulius Frontinus) vivió entre los años 30 y 104 y, aparte de su producción literaria, fue un importante político y militar romano (fue gobernador de Britannia en 75-78, pocos años después procónsul de Asia y llegó a ser cónsul tres veces: en 73 o 74, en 98 y en 100). Escribió algunas obras literarias, alguna sobre

asuntos de administración y algunas de temática militar, como un tratado teórico sobre el arte militar (perdido y del que solo tenemos referencias en otras obras) y sus Stratagemata (Estratagemas) colección de ejemplos de tácticas y estratagemas utilizadas por militares de los mundos griego y romano, que afortunadamente se ha conservado; Paterno es ¿Publius? Tarrutenius Paternus , un alto funcionario de la administración romana del siglo II d.C. que fue secretario ab epistulis latinis (secretario de la cancillería latina) del emperador Marco Aurelio (Marcus Aelius Aurelius Verus, 161-180), miembro de s u comitatus («Estado Mayor»), desempeñando desde él diversas misiones durante las guerras danubianas del emperador en la década de 170, y en 179 nombrado Praefectus Praetorio (comandante de la Guardia Pretoriana). Hacia 182, ya con Cómodo (Lucius Aelius Aurelius Commodus, 180-192) en el trono, mientras seguía en su cargo, fue acusado de participar en una conspiración y hecho ejecutar por el emperador. En lo que se refiere a su producción literaria, esta fue de tipo jurídico, sistematizando en cuatro libros (hoy perdidos) la doctrina jurídica del sistema militar romano. Lo poco de su obra que ha llegado hasta nosotros se encuentra en las Digesta, una parte del Corpus Iuris Civilis de Justiniano I

(Flavius Petrus Sabbatius Iustinianus, 527-565); de los emperadores Augusto (Caius Iulius Caesar Octavianus, luego Imperator Caesar Augustus, 27 a.C. - 14 d.C.), Trajano ( Marcus Vlpius Traianus , 98-117) y Adriano (Publius Aelius Hadrianus, 117-138) no diremos aquí nada que no se pueda encontrar en cualquier enciclopedia. Sí mencionaremos la emisión por su parte de muchas constitutiones (constituciones) militares: decretos y disposiciones promulgados por ellos y que afectaban a asuntos del ejército, muchas de las cuales han llegado hasta nosotros incluidas en el ya mencionado Corpus justinianeo. 54 Aunque en este caso, viendo el tema que trata en ese párrafo (cómo se construye y organiza un campamento militar), podemos saber que está haciendo referencia a autores como Polibio (Historiae), el Pseudo-Higinio (De Munitionibus Castrorum) o Vegecio (Epitoma Rei Militaris). 55 Siempre teniendo en cuenta, naturalmente, que el poder divino al que se refiere Onasandro es el de los dioses grecolatinos, mientras que el poder divino al que Mauricio pide ayuda es el del Dios de los cristianos. 56 Algunas de las influencias procopianas en la obra de Mauricio las estudia Lillington-Martin (2010).

57 Sobre tratadistas militares bizantinos posteriores a Mauricio, cfr. DAIN (1967), pp. 346-390. 58 Es bien sabido que hasta épocas no muy lejanas, un hombre podía obtener un importante mando militar no mediante la demostración de su pericia militar, sino a través de su estatus social, las relaciones familiares o el favor real o imperial, lo que implicaba que muchos generales obtuviesen importantes responsabilidades militares siendo cuando menos inexpertos y en muchas ocasiones incompetentes (los imperios Romano y Bizantino, en el caso que nos ocupa, están llenos de ejemplos). 59 Sobre estas reformas, en las que no vamos a incidir demasiado aquí por no ser el tema de este estudio, hay abundantísima bibliografía, entre la que podemos citar: NISCHER, E.C. (1923): «The Army Reforms of Diocletian and Constantine and their Modifications up to the Time of the Notitia Dignitatum», Journal of Roman Studies 13; PARKER, H.M.D. (1933): «The Legions of Diocletian and Constantine», Journal of Roman Studies 23; VAN BERCHEM, D. (1952): L’armée de Dioclétien et la réforme constantinienne, París; HOFFMANN, D. (1970): Das spätrömische Bewergunsheer und die Notitia Dignitatum, Düsseldorf; SIMKINS, M. (1979): The Roman Army from Hadrian to Constantine,

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61 Esta importancia ya la habían prefigurado las reformas del emperador Galieno (Publius Licinius Egnatius Gallienus, 253-268), que aumentó grandemente la recluta de unidades de caballería entre los pueblos del Imperio con especiales habilidades para esta especialidad militar (equites Mauri o Mauretanici, equites Dalmatae y equites Osrhoenae) y constituyó unidades de caballería pesada (los clibanarii o cataphractarii) al estilo persa. 62 Que empezó muy prometedora pero que terminó con una retirada en toda regla que causó numerosas bajas, incluida la del emperador, muerto en una escaramuza el 26 de junio de 363 junto a una localidad llamada Phrygia (actualmente de ubicación desconocida, pero en las cercanías surorientales de Sāmarrā’, provincia de Salahuddīn [Saladino], Irak). 63 El emperador Valente y gran parte del ejército de maniobra de la parte oriental del Imperio (la parte occidental estaba entonces al mando de Graciano [Flavius Gratianus, 375-383], sobrino de Valente), fueron aniquilados por los visigodos junto a la ciudad d e Hadrianopolis (la actual Edirne, en la provincia turca del mismo nombre), en la provincia de Haemimontus, el 9 de agosto de 378. 64 Agatías (V 13, 7) nos dice que el contingente

militar del Imperio había llegado a ese número desde los seiscientos cuarenta y cinco mil hombres que había tenido en tiempos del Imperio unificado. Otras estimaciones (SYVÄNNE [2013] p. 11) sitúan el contingente total del ejército justinianeo en un total de entre trescientos mil y trescientos cincuenta mil soldados y el mismo Procopio de Cesárea (De Bello Gothico VI 28, 10) lo asciende (exageradamente, en nuestra opinión) a medio millón de soldados en los tiempos de la guerra contra los ostrogodos en Italia (535-554). Cfr. también McGEER y KAZHDAN (1991) p. 184. 65 A pesar de ser designado jefe de esta expedición a tierras occidentales, mantuvo el título. 66 Procopio De Bello Vandalico III 11, 2 y 10-11. 67 Procopio De Bello Gothico V 5, 2. Los isaurios pertenecían a una etnia montañosa del sur de la actual Turquía cuyos miembros tenían fama de ser buenos militares. En época altoimperial vivían en la escabrosa parte occidental de la provincia de Cilicia, región que a comienzos del siglo IV d.C. fue convertida en la provincia de Isauria. Con hombres de esta procedencia llegó el emperador Probo (Marcus Aurelius Probus, 276-282) a crear durante su Imperio tres legiones: la I Isauria Sagittaria, la II Isauria y la III Isauria (sobre la trayectoria de estas unidades

puede consultarse RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, J.: Historia de las legiones romanas, Madrid, 2001 [2ª edición de 2003], cada una en su entrada correspondiente). Con León I el Isaurio (Favius Valerius Leo, 457-474) uno de los suyos llegó a ocupar el trono del Imperio Romano de Oriente, sucediéndole en el mismo su yerno, también isaurio, Zenón (Tarasicodissa, 474-491) y con León III, también llamado el Isaurio (717-741) los miembros de esta etnia llegaron a proporcionar al ya Imperio Bizantino una dinastía, la Isáurica, que mantendría el trono hasta el año 802. 68 El mencionado Belisarius llegó a tener siete mil de ellos a sus órdenes (Procopio De Bello Gothico VII 1, 18-20). 69 RAVEGNANI (2007) p. 71. 70 RAVEGNANI (2007) pp. 72-75; SYVÄNNE (2013) p. 13

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Nota sobre la presente traducción La edición griega sobre la que se ha basado nuestra traducción es la de G.T. D e n n i s , Das Strategikon des Maurikios, Viena, 1981. La presente edición viene acompañada de un glosario de términos técnicos y militares. Para una rápida consulta, en la propia traducción se ha resaltado en negrita aquellas entradas

contenidas en el glosario.

Abreviaturas c.: alrededor de. cap.: capítulo. cfr.: confrontar. col., cols.: columna, columnas. ed., eds.: editor, editores. edic.: edición. Fig.: figura (ilustración) Gl.: Glosario. Int.: Introducción. lat.: en latín. n., ns.: nota, notas. ND Or.: Notitia Dignitatum, pars Orientis. p., pp.: página, páginas. PIR2: DESSAU, H., GROAG, E., STEIN, A., PETERSEN, L. y ROHDEN, P. von: Prosopographia Imperii Romani, BerlínÁmsterdam, 1933. (2.ª edición). RE: Real-Encyclopädie der Classischen

Altertumswissenschaft. Stuttgart, 1895 en adelante. Tx.: Texto. vol., vols.: volumen, volúmenes.

Strategikon (Sobre el general) de Mauricio, emperador de Oriente PREÁMBULO LIBRO I INTRODUCCIÓN Capítulo 1. De qué modo es conveniente que los soldados se adiestren en su instrucción Capítulo 2. De qué modo es conveniente armar a los jinetes y de qué equipo básico deben ser provistos Capítulo 3. Sobre los varios títulos de los oficiales1 y los soldados

Capítulo 4. De qué modo es conveniente dividir al ejército y a sus oficiales Capítulo 5. Cómo los comandantes de los tagmas deben elegir a sus oficiales subordinados y líderes para el combate y organizar los tagmas en contubernios Capítulo 6. Los reglamentos sobre los delitos militares que se deben dar a la tropa Capítulo 7. Los reglamentos sobre los delitos militares que se deben dar a los comandantes de los tagmas Capítulo 8. Sobre los castigos militares Capítulo 9. Qué organización debe tener el ejército en su propio territorio cuando no hay actividad hostil LIBRO II SOBRE LA FORMACIÓN DE LA CABALLERÍA

Capítulo 1. Sobre la utilidad y necesidad de formar al ejército en dos líneas Capítulo 2. De la organización de los tagmas en la línea de batalla Capítulo 3. Tropas de asalto y de defensa Capítulo 4. Sobre los flanqueadores y flanqueadores de ataque Capítulo 5. Emboscadas en la retaguardia o en los flancos de la línea enemiga Capítulo 6. Sobre la profundidad de la formación Capítulo 7. Sobre los contubernios Capítulo 8. Sobre el armamento Capítulo 9. Sobre el cuerpo médico Capítulo 10. Sobre los banderines de las lanzas Capítulo 11. exploradores

Sobre

los

espías

o

los

Capítulo 12. Sobre los mensores y las partidas aposentadoras Capítulo 13. Sobre las distancias entre los meros y las líneas de combate Capítulo 14. Sobre el tamaño y diferencia entre los estandartes Capítulo 15. Sobre la custodia de los estandartes Capítulo 16. Sobre el lugar de los oficiales Capítulo 17. Sobre los que tocan los cuernos Capítulo 18. Sobre los gritos de batalla que se dan en medio del conflicto Capítulo 19. Sobre los heraldos Capítulo 20. Sobre la conveniencia del uso de dos estandartes LIBRO III SOBRE LA FORMACIÓN DE LOS TAGMAS Capítulo 1. Los símbolos usados para ilustrar

las formaciones de los tagmas Capítulo 2. La formación de los tagmas pretendiendo una fuerza de trescientos diez hombres Capítulo 3. Esquema del mismo tagma con sus flancos en orden cerrado Capítulo 4. Esquema del mismo tagma con ambos flancos y la retaguardia en orden cerrado Capítulo 5. Métodos de entrenamiento del tagma Capítulo 6. La formación de los meros. Explicación de los símbolos que ilustran la formación de los meros y su personal Capítulo 7. Explicación de los símbolos que ilustran la formación de la primera y de la segunda línea Capítulo 8. Formación de la línea al completo cuando la impedimenta está presente

Capítulo 9. Un meros individualizado Capítulo 10. Formación de un ejército de fuerza moderada Capítulo 11. Órdenes generales Capítulo 12. Órdenes a las tropas de primera línea Capítulo 13. Órdenes a los flanqueadores Capítulo 14. Órdenes a los flanqueadores de ataque Capítulo 15. Órdenes a las tropas de la segunda línea Capítulo 16. Órdenes a las tropas asignadas a las emboscadas LIBRO IV SOBRE LAS EMBOSCADAS Capítulo 1. Sobre las emboscadas y estratagemas contra tropas enemigas

superiores Capítulo 2. Sobre las emboscadas de los escitas Capítulo 3. Sobre las emboscadas realizadas por ambas partes Capítulo 4. Sobre el momento más oportuno para las emboscadas Capítulo 5. Sobre la conveniencia del uso de formaciones irregulares para emboscadas o ataques por sorpresa LIBRO V SOBRE LA IMPEDIMENTA Capítulo 1. Sobre las precauciones a tener en cuenta al llevar la impedimenta al campo de batalla Capítulo 2. Sobre los caballos de reserva Capítulo 3. Sobre la impedimenta no necesaria

Capítulo 4. Sobre los campamentos intermedios Capítulo 5. Sobre la protección de la impedimenta durante la marcha LIBRO VI SOBRE LA DIVISIÓN DEL EJÉRCITO Y SOBRE LA INSTRUCCIÓN MILITAR Preámbulo Capítulo 1. Sobre la instrucción a la escítica, simulación Capítulo 2. Sobre la instrucción a la alana, simulación Capítulo 3. Sobre la instrucción a la africana, simulación Capítulo 4. Sobre la instrucción a la itálica, la más habitual Capítulo 5. De qué modo se han de ejercitar los flanqueadores y flanqueadores de

ataque LIBRO VII PARTE A. SOBRE EL GENERAL. LOS PUNTOS A CONSIDERAR POR EL GENERAL ANTES DEL DÍA DE LA BATALLA Preámbulo Capítulo 1. Sobre la bendición de las banderas Capítulo 2. Sobre la organización de los contubernios Capítulo 3. Sobre la reunión de información sobre el enemigo Capítulo 4. Sobre el uso de la arenga para animar a las tropas Capítulo 5. Sobre los prisioneros enemigos tomados por las patrullas Capítulo 6. Sobre el castigo a los

delincuentes Capítulo 7. Sobre la manutención de los soldados, sus caballos y sus campamentos Capítulo 8. Sobre las consultas con los merarcas acerca del campo de batalla Capítulo 9. Sobre la forma de abrevar los caballos Capítulo 10. Sobre las raciones transportadas en las alforjas Capítulo 11. Sobre cómo hacer la guerra contra gentes desconocidas Capítulo 12. Sobre los ataques sorpresa del enemigo durante la marcha Capítulo 13. Sobre los campamentos y el cuidado de los caballos en su interior Capítulo 14. Sobre cómo no hay que saquear los cuerpos de los enemigos durante la batalla Capítulo 15. Sobre los pueblos semejantes al

enemigo PARTE B. SOBRE LOS PUNTOS A SER OBSERVADOS EL DÍA DE LA BATALLA Capítulo 1. Sobre cómo no agobiar al estrategos durante el día de la batalla Capítulo 2. Sobre los arqueros enemigos Capítulo 3. Sobre cómo no hay que entablar combate con el enemigo o mostrar nuestra propia fuerza antes de conocer sus intenciones Capítulo 4. Sobre la ocultación de la segunda línea cuando es incapaz de seguir detrás de la primera, para que las dos parezcan como una sola Capítulo 5. Sobre la táctica y el método de enfrentarse a un ataque sorpresa del enemigo Capítulo 6. Sobre los heridos

Capítulo 7. Sobre la fuerza aparente del enemigo Capítulo 8. Sobre la prevención de reconocimientos hostiles de nuestra línea Capítulo 9. Sobre cómo proteger el campamento Capítulo 10. Sobre cómo reunir forraje Capítulo 11. Sobre un desenlace adverso Capítulo 12. Sobre un desenlace favorable en la batalla Capítulo 13. Sobre el reconocimiento Capítulo 14. Sobre cómo no exponer nuestra segunda línea demasiado pronto Capítulo 15. Sobre el mantenimiento brillante de la superficie de las armas para ser vistos de lejos antes de la batalla Capítulo 16. Sobre la recapitulación de las obligaciones de cada merarca Capítulo 17. Sobre la recapitulación del tipo

de obligaciones que tienen asignadas los comandantes de cada tagma, los moirarcas y los merarcas, para que cada uno sepa su obligación LIBRO VIII Capítulo 1. Sobre las instrucciones generales para el comandante Capítulo 2. Lemas LIBRO IX SOBRE LOS ATAQUES SORPRESA Capítulo 1. Sobre los ataques sorpresa Capítulo 2. Sobre los ataques nocturnos Capítulo 3. Sobre las incursiones en territorio hostil: avance seguro por él y su saqueo sin sufrir pérdidas Capítulo 4. Sobre el paso por desfiladeros y territorio escabroso

Capítulo 5. Cómo hay que espiar al enemigo y cómo hay que capturar a los exploradores o enemigos intentando infiltrarse en nuestro ejército LIBRO X Capítulo 1. Cómo se debe organizar un asedio a las fortalezas del enemigo si la oportunidad lo permite Capítulo 2. Como se debe hacer un encuentro con incursiones hostiles dentro de nuestro propio territorio Capítulo 3. Cómo se debe soportar un asedio que se supone largo Capítulo 4. Cómo se debe construir una fortaleza fronteriza con cautela y sin entablar combate abierto LIBRO XI

SOBRE LAS COSTUMBRES Y TÁCTICAS DE LOS DIVERSOS PUEBLOS Introducción Capítulo 1. Cómo hay que tratar con los persas Capítulo 2. Cómo hay que tratar con los escitas, es decir, ávaros, turcos y otros cuyo tipo de vida se asemeja al de los pueblos hunos Capítulo 3. Cómo hay que tratar con los pueblos de cabello claro, como los francos, lombardos y otros como ellos Capítulo 4. Cómo hay que tratar con los eslavos, los antes y otros pueblos similares LIBRO XII PARTE A. SOBRE EL ORDEN DE BATALLA MIXTO

Capítulo 1. Cómo hay que hacer una formación de un orden de batalla mixto. Lista de símbolos para las unidades en una fuerza mixta Capítulo 2. El orden de batalla llamado mixto Capítulo 3. La primera formación de batalla para la caballería Capítulo 4. Otra formación Capítulo 5. El orden de batalla llamado lateral Capítulo 6. Formación en columna Capítulo 7. La formación llamada convexa PARTE B. SOBRE LAS FORMACIONES DE INFANTERÍA Preámbulo Capítulo 1. Qué vestimenta debe llevar la infantería Capítulo 2. Cómo debe ser el entrenamiento

del infante con armamento pesado Capítulo 3. Cómo debe ser el entrenamiento del infante con armamento ligero y de los arqueros Capítulo 4. Sobre el armamento. Qué armas debe llevar la infantería pesada Capítulo 5. Qué armas debe llevar la infantería ligera Capítulo 6. Qué equipo esencial hay que tener siempre presente y a mano Capítulo 7. Los soldados de cada aritmos que deben ser asignados a tareas especializadas Capítulo 8. Cómo se deben organizar las tropas de infantería y sus oficiales Capítulo 9. Cómo debe ser la asignación de personal y organización de los tagmas de infantería Capítulo 10.

Órdenes

que

deben

ser

impartidas sobre los castigos Capítulo 11. Cómo debe ser la formación de los tagmas de infantería pesada Capítulo 12. Cómo debe ser la formación de la infantería ligera junto a infantería y caballería pesada Capítulo 13. Cómo debe ser la formación de la caballería junto a infantería pesada Capítulo 14. En qué movimientos se debe ejercitar la infantería Capítulo 15. Un segundo ejercicio Capítulo 16. Cómo comenzar los movimientos anteriormente mencionados Capítulo 17. Cómo debe ser la formación de la línea de batalla y el entrenamiento en resistir al enemigo Capítulo 18. Cómo hay que acomodar los carros y la impedimenta Capítulo 19. Cómo debe ser el método de

marcha con el enemigo en las cercanías Capítulo 20. Cómo hay que atravesar zonas boscosas, zonas escabrosas y pasos angostos por parte de la infantería Capítulo 21. Cómo debe ser el transporte por ríos y el cruce de ríos frente al enemigo Capítulo 22. Cómo construir campamentos fortificados Capítulo 23. Cuestiones a ser consideradas por el estrategos de infantería en día de batalla Capítulo 24. Sinopsis de la instrucción anteriormente señalada que debe ser conocida por los tribunos o comandantes de los tagmas de infantería PARTE C. DIAGRAMA DE UN CAMPAMENTO FORTIFICADO

PARTE D. SOBRE LA CAZA. CÓMO SE DEBEN CAZAR ANIMALES SALVAJES SIN HERIDAS GRAVES O GRAVES ACCIDENTES 1 Traducimos como oficiales lo que en el texto griego se llama arcontes (ἀρχόντοι), el equivalente de un prefecto (praefectus) romano.

Preámbulo Las palabras y los hechos guíe la Santísima Trinidad, nuestro Dios y Salvador, constante esperanza y seguridad de la Divina Asistencia que dirige empresas importantes y beneficiosas a una conclusión favorable1. Si aquello que hemos escrito fuera deficiente, pues somos hombres limitados y nos ha motivado la única devoción al Estado, la Sagrada Trinidad lo solucionará volviéndolo a nuestro favor proporcionando guía a quienes lo lean. Pueda esto suceder por la intercesión de Nuestra Señora, la Inmaculada, siempre Virgen Madre de Dios, María, y por Todos los Santos, para la bendición de Nuestro Señor por los siglos de los siglos. Amen. El estado de las fuerzas armadas ha sido desatendido durante largo tiempo y [su

mantenimiento] ha caído tan completamente en el olvido, por así decirlo, que aquellos que asumen el mando de las tropas no entienden nada sobre los más obvios asuntos y sufren todo tipo de dificultades. A veces los soldados son culpados de la falta de entrenamiento, a veces el estrategos de inexperiencia. Hemos resuelto, por consiguiente, hacer un escrito sobre este asunto, tan bueno como podamos, sucinto y simple, basándonos en parte en autores antiguos y en parte en nuestra limitada experiencia en el servicio activo, atendiendo más a la utilidad práctica que al léxico. Haciendo esto, no tenemos pretensiones de abrir nuevos campos o mejorar a los antiguos. Aquellos dirigían escritos a hombres con conocimientos y experiencia, llenos de tópicos no fácilmente entendibles por legos, dando por sobreentendido lo básico, asuntos introductorios que son particularmente necesarios en nuestros días.

A nuestro juicio, es esencial no dar por sobreentendidas incluso las cosas más obvias, que son fundamentales si uno quiere mandar tropas con éxito. Hemos, entonces, diseñado más bien un modesto manual o introducción para aquellos dedicados al generalato, que debería facilitar el progreso a aquellos que desean avanzar en un mejor y más detallado conocimiento de aquellas tácticas y teorías. Por esta razón, como ya remarcamos, no hemos puesto atención a la precisión o a la sonoridad de las palabras. Esto que estamos haciendo no es algo sagrado. Nuestra preocupación, más bien, ha estado en la utilidad y brevedad de la expresión. De ahí que hayan sido empleados un buen número de términos latinos y otras expresiones militares de uso ordinario para una comprensión más sencilla en los asuntos tratados. Si, entonces, se encuentra algo provechoso en este texto, gracias sean dadas al Todopoderoso, quien nos ha

favorecido con algún entendimiento en estas materias. Y si cada estrategos por su propia experiencia y diligencia llegara a saber aún más sobre estos asuntos, gracias sean dadas nuevamente al Señor, quien nos da todas las cosas buenas, y así quizá con nuestro empeño seamos juzgados con misericordia. Primeramente, urgimos al estrategos a que su tarea más importante sea el amar a Dios y a la justicia2; conseguido esto, debe esforzarse en ganar el favor de Dios, sin el cual es imposible llevar a cabo ningún plan, por bien urdido que parezca, ni se puede vencer a cualquier enemigo, aunque parezca débil. Todas estas cosas están regidas por la Providencia de Dios, una Providencia que se extiende tanto a los pájaros como a los peces. Como un timonel, incluso el mejor, encuentra que su habilidad no sirve de nada cuando el viento no sopla favorablemente, pero cuando lo tiene de su lado y pone su habilidad en ello

no tiene dificultad en doblar la velocidad de la nave, así también el buen estrategos, armado con el favor de Dios y sin pausa para la inercia, empleando sus conocimientos tácticos y estratégicos, dirige con seguridad el ejército que le ha sido confiado y es capaz de contrarrestar las varias maquinaciones del enemigo3. Esto es lo que hace que las cosas cambien a favor de la ventaja de uno y lo que lleva a los planes propios a una conclusión favorable. Para aquellos con los que trata, el estrategos debe aparecer tranquilo y despreocupado; su comida y ropas deben parecer sencillas y simples, su entorno no debe parecer elaborado y ostentoso; debe aparentar ser incansable y atento a la hora de atender a sus deberes, no negligente o despreocupado; con diligencia y persistencia podrá enderezar las más difíciles situaciones. Si uno no muestra preocupación por un problema, el problema no mostrará preocupación hacia él.

Él debería a menudo deliberar acerca de sus más serios problemas y poner en práctica lo que ha decidido con el mínimo retraso y riesgo como sea posible. La oportunidad es el médico de los problemas. Para sus subordinados, él debe parecer equilibrado. No debe ser de fácil trato con aquellos que han cometido actos de cobardía o actos negligentes en la esperanza de ser considerado como buen líder, pues un buen líder no alienta la cobardía y la vagancia. Por otro lado, no debe castigar precipitadamente y sin una completa investigación solo para mostrar que puede actuar con firmeza. Lo primero conduce al desprecio y a la desobediencia; lo otro sirve para merecer el odio con todas sus consecuencias. Ambos son extremos. El mejor camino es la unión de miedo y justicia, esto es, imponer un justo castigo a los delincuentes tras las pruebas de culpabilidad. Esto, para los hombres razonables, no es un castigo sino

corrección y ayuda en el mantenimiento del orden y la disciplina. 1 El emperador Mauricio había emitido un decreto según el cual todos los documentos imperiales deberían ir encabezados con la fórmula: «en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, nuestro Dios y Salvador». Más adelante, la fórmula de la Trinidad pasó a ser de uso habitual. La primera mención que tenemos del empleo de esa última fórmula es del año 605. Cfr. WIITA (1977) p. 21; DENNIS (1984) p. 8, n. 1. 2 Quinientos años después las enseñanzas del Strategikon, Kekaumenos, noble greco-armenio que vivió en la segunda mitad del siglo XI, escribió otro tratado militar también llamado Strategikon en el cual plantea como básicas doctrinas emanadas del texto de Mauricio o incluso casi copiadas, como es el caso del capítulo 82: «Da la orden a tus generales de comportarse con moderación y piedad y no actuar veleidosamente y expresar su rabia en cualquier persona, y que salvaguarden a los jueces de modo que juzguen con el miedo de Dios y con la Justicia». 3 En el Codex Iustiniani I 46, 4pr. se habla de la importancia que tiene el general al mando (lo que sería un estrategos para Mauricio) en zonas

fronterizas en relación a mantener la capacidad de sus fuerzas, su número y calidad (entrenamiento) y las plazas a él encargadas.

Libro I Capítulo 1. De qué modo es conveniente que los soldados se adiestren en su instrucción Capítulo 2. De qué modo es conveniente armar a los jinetes y de qué equipo básico deben ser provistos Capítulo 3. Sobre los varios títulos de los oficiales y los soldados Capítulo 4. De qué modo es conveniente dividir al ejército y a sus oficiales Capítulo 5. Cómo los comandantes de los tagmas deben elegir a sus oficiales subordinados y líderes para el combate y organizar los tagmas en contubernios Capítulo 6. Los reglamentos sobre los delitos militares que se deben dar a la tropa Capítulo 7. Los reglamentos sobre los delitos

militares que se deben dar comandantes de los tagmas

a

los

Capítulo 8. Sobre los castigos militares Capítulo 9. Qué organización debe tener el ejército en su propio territorio cuando no hay actividad hostil INTRODUCCIÓN Libro I, capítulo 1. De qué modo es conveniente que los soldados se adiestren en su instrucción El infante debe ser entrenado en disparar las flechas rápidamente a pie, tanto a la manera romana como la persa1. La celeridad proporciona a la flecha rapidez y fuerza. Esto ha de ser practicado también, por su utilidad, por los jinetes. Del mismo modo dispararla a destiempo es inútil, aunque parezca que se ha lanzado bien. Por

ello debe aprenderse, por parte de la infantería, a disparar con rapidez a corta distancia a una lanza o algún otro tipo de blanco. También los jinetes a galope deben practicar el disparar con rapidez, hacia el frente, hacia atrás, a la derecha y a la izquierda. También que puedan descabalgar2 y rápidamente montar a la carrera, para disparar una y otra flecha y luego recolocar el arco tenso en su funda3 si esta es suficientemente grande, o en una media vaina apropiada para este uso. Y con la mano coger la lanza que portan en la espalda, para que tengan el arco templado en la vaina y puedan intercambiarlo por la lanza. Y rápidamente, también a la inversa, recolocar la lanza en la espalda y retomar el arco. Es verdaderamente útil mandar hacer estos ejercicios a los soldados, también en marcha por su propio territorio, cabalgando en sus

propios caballos. Esos ejercicios, del mismo modo, no interfieren con la marcha y fatigan menos a los caballos. Libro I, capítulo 2. De qué modo es conveniente armar a los jinetes y de qué equipo básico deben ser provistos Con el entrenamiento del soldado progresando convenientemente, es necesario que los oficiales armen a sus propios soldados y les provean de lo necesario para la campaña mientras permanecen en los campamentos de invierno. Cada soldado debe tener las armas que le corresponden según su rango y recibir la paga según sus prerrogativas. Esto vale, sobre todo, para el comandante de un meros, de un moira o de un tagma, y para los hecatontarcas, decarcas, pentarcas y tetrarcas, para los bucelarios y tropas federadas. Todos ellos deben tener cotas

de malla con capucha, largas hasta los tobillos y realizadas con correas y anillos y con su forro. Yelmos con pequeñas plumas en el vértice superior. Asimismo deben tener arcos adecuados a la fuerza de cada uno y no más potentes, incluso es mejor un poco más débiles. Carcajs suficientemente grandes para poder encajar cuando sea necesario los arcos tensados en ellos, con cuerdas de arco disponibles en las bolsas de la silla de montar; aljabas con cubierta con capacidad para treinta o cuarenta flechas. En su tahalí, pequeñas limas y punzones, lanzas de caballería del tipo ávaro con estandartes y con correas de cuero en el medio del mango, espadas, collares redondos también del tipo ávaro, con pelo de lino en el interior y más raramente en el exterior4. Los novatos extranjeros que no tienen destreza con el arco, deben tener lanzas con escudos. No es mala idea que los bucelarios usen guanteletes de hierro,

pequeñas borlas en los cuartos traseros y delanteros de los caballos y pequeños mantos sobre las cotas de malla en los hombros. Asimismo cuanto más cuidado esté el armamento y el equipo del soldado, tanto más orgulloso estará de sí y más formidable parecerá al enemigo. También es preciso que todos los jóvenes romanos, excepto los extranjeros, hasta los cuarenta años estén obligados a saber disparar según lo prescrito o al menos en parte, pero, en todo caso, a llevar arco y carcaj. Deben tener dos lanzas para que si una no se tiene a mano, a ser posible se tenga la otra. Asimismo los soldados sin experiencia deben usar arcos más ligeros. Si desconocen este arte, deben llegar a conocerlo y dominarlo con el tiempo, lo cual es necesario. Es necesario que los caballos, máxime los de los oficiales y los de aquellos con funciones especializadas, tengan testera de

hierro para la cabeza y protectores de hierro para el pecho y cuello con fieltro5, todo ello al estilo ávaro6 sobre todo aquellos que deben combatir y estar en primera línea7. Las sillas de montar deben tener mantas amplias y espesas; las bridas deben ser de buena calidad. En las sillas ha de haber dos estribos8 de hierro, un macuto de piel, un lazo y una alforja en la silla, del tamaño en el que puedan colocar raciones para tres o cuatro días para uso de los soldados. Cuatro borlas en los cuartos traseros y una borla en la parte de la cabeza y así mismo una bajo el mentón del caballo9. En preciso que las vestimentas10 de los jinetes sean anchas y largas al estilo de los ávaros, esto es, túnicas de lino de piel de cabra o lana cruda. Así cuando se sienten en los caballos que parezca que cubren sus rodillas y que sean vistos así de forma

elegante. Asimismo, también deben estar provistos de una capa amplia, esto es, un manto de fieltro con capucha y con mangas, todo ello suficientemente largo para que cubra la lóriga y el arco. Entonces, en el caso de que caiga una lluvia fuerte o haya humedad en el ambiente por el rocío, protege la lóriga y el arco. De esta forma quedan protegidas las armas y no se impide el uso del arco o de la lanza. También son necesarios los mantos o capas durante las patrullas de exploración. Así, de este modo, los enemigos no distinguen el brillo de las armaduras, evidentemente por estar cubiertas, y además protegen de las armas arrojadizas de aquellos. Igualmente cada contubernio debe tener una tienda así como hoces y hachas para hacer frente a cualquier necesidad. Que las tiendas sean de estilo ávaro, pues combinan utilidad y buena apariencia11.

Asimismo, que se obligue a los soldados, especialmente aquellos que reciben las raciones para los familiares, a proveerse de sirvientes, sean esclavos12 u hombres libres, de acuerdo a las leyes vigentes13. Y que el soldado sea diligente en el momento de gastarse la paga. También ha de cuidarse de inscribir [en el registro militar] a los sirvientes a su servicio y sus armas, y debe hacerse una pesquisa para saber bajo qué tipo de título reciben su paga, no sea que tras despreocuparse y quedarse sin sirvientes se vean obligados en el momento del combate a separarse de sus compañeros de filas para vigilar la impedimenta, y evitar que sean pocos los que luchan en las primeras filas. Pero si, como pudiera suceder fácilmente, alguno de los hombres no tiene capacidad para permitirse sirvientes, entonces será necesario requerir a tres o cuatro soldados de menor rango que

colaboren en la manutención de un sirviente. Un arreglo similar debe ser seguido con los animales de carga, los cuales son necesarios para transportar las lórigas y las tiendas de los soldados. Es necesario, también, que la parte superior de las banderas de los meros sean del mismo color, y los banderines de cada moira deben tener también su propio color para que cada tagma pueda reconocer rápidamente su bandera. Es necesario también que cualquier enseña peculiar se añada a la parte superior de las banderas, para que sea reconocida por los soldados, y entre ellos se reconozcan y distingan cada meros, moira y tagma. Los estandartes de los merarcas deben ser particularmente llamativos y visibles, para que sean reconocidos por sus tropas a gran distancia. El estrategos debe tener cuidado de que los carros de la impedimenta transporten armas de reserva, especialmente arcos y

flechas, para reemplazar esas mismas armas, que se pierden fácilmente. Es conveniente también que los oficiales de los tagmas, durante el invierno, no teman comprar en la región las cosas necesarias si carecen de ellas y que los merarcas investiguen cuántos caballos hay y qué clase y tipo de equipamiento llevan los soldados bajo su mando, para que el estrategos se preocupe en este tiempo de comprar todo aquello que los soldados puedan necesitar. Es conveniente que además de la casaca de cuero para las lórigas, los soldados tengan otra más ligera, que en tiempos de conflicto o durante las escaramuzas debe ser transportada tras la silla, en la parte posterior de los lomos de los caballos. Entonces, en el caso de que suceda un contratiempo, si los hombres con los caballos de reserva desaparecen por un día, las lórigas no quedarán sin protección y se estropearán. Y los soldados no estarán

siempre cargados con el peso de la lóriga. Libro I, capítulo 3. Sobre los varios títulos de los oficiales y los soldados Ahora que hemos descrito el entrenamiento del soldado individual y su armamento, pensamos que debemos explicar también el significado de los nombres de los oficiales, las unidades y los otros soldados que participan en todos los ejercicios tácticos. Nuestra intención haciendo esto es dar a nuestros lectores un más atinado conocimiento para que, a la primera mención de dichos nombres, no puedan decir que desconocen aquello de lo que se habla. En primer lugar, la cabeza y el comandante de todo el ejército es llamado estrategos, el hombre en segundo lugar tras él es el hypostrategos. El merarca es el encargado de mandar un meros; el

moirarca es el que manda un moira y es llamado duque14. Un meros o división es una agrupación compuesta por tres moiras. Un moira está compuesto por tagmas, aritmos o banderas15. Un conde16 o tribuno es el que manda el tagma, aritmos o bandera. Ilarca es el término para el primero de los hecatontarcas, que es el segundo en el mando de un conde o un tribuno. Un hecatontarca manda cien hombres, al igual que un decarca manda diez y el pentarca cinco. El tetrarca, también conocido como el guardia17, es el jefe de la retaguardia y el último en la fila. El portaestandarte18 lleva la insignia de la bandera. El siguiente en el mando tras él es el ordenanza. El moirarca de los optimates es denominado como taxiarca. El soldado auxiliar o portador de escudo de uno de los optimates es llamado hombre de armas.

Tropas de asalto19 es el término usado para aquellos que salen de la línea principal de batalla y avanzan hacia el enemigo en retirada. Tropas de defensa20 son aquellos que les siguen, no cargando o rompiendo las filas, sino marchando en buen orden como apoyo a las tropas de asalto si ellas se retirasen21. Enfermeros22 es el nombre de aquellos que siguen tras líneas para rescatar y cuidar a los queden heridos durante la batalla. avanzadillas23 son aquellas tropas que

las que Las

van delante de la columna principal para reconocer y buscar buenos caminos y lugares para establecer el campamento. Mensores24 son aquellos que miden y preparan los campamentos. Los espías son llamados exploradores25. Flanqueadores son aquellos asignados a proteger los flancos de la primera línea. Flanqueadores de

ataque son aquellos designados para envolver a las alas enemigas. La impedimenta consiste en los suministros de los soldados, incluyendo a los sirvientes, la manada de animales26 y otras bestias. Libro I, capítulo 4. De qué modo es conveniente dividir al ejército y a sus oficiales Después de que los soldados hayan sido armados según el reglamento y hechos los preparativos para conseguir los suministros necesarios para el ejército y se haya dado nombre a cada una de las clases de oficiales y tropa, el ejército debe quedar dividido en varias unidades y mandos y se debe poner al frente oficiales competentes. Los tagmas deben estar formados por una fuerza variable de trescientos a cuatrocientos hombres como máximo y debe situarse al mando condes, también llamados tribunos, prudentes y

competentes. Los tagmas deben estar organizados en moiras o chiliarquías consistentes en dos mil o tres mil hombres, dependiendo del tamaño del ejército y puestos bajo el mando de moirarcas competentes, también llamados duques o chiliarcas, prudentes y disciplinados. Estos moiras, entonces, son agrupados en tres meros iguales bajo el mando de los merarcas, también llamados estratelates, prudentes, prácticos, con experiencia y, si fuese posible, capaces de leer y escribir. Esto es especialmente importante para el comandante del meros central, llamado hypostrategos, que puede, si fuera necesario, asumir todas las tareas de un estrategos. El ejército, por consiguiente, está organizado como sigue. Primeramente, la caballería queda dividida en varios tagmas, los tagmas en moiras o chiliarquías, los moiras en tres meros iguales, esto es,

centro, derecha e izquierda, que comprende la línea de batalla bajo el mando del estrategos. El tagma no debe exceder los cuatrocientos soldados, excepto en las banderas de optimates. No deberá el moira tener más de tres mil, ni el meros más de seis mil o siete mil. En caso de que el ejército sea más grande que esto, es mejor situar las tropas adicionales fuera de la formación del meros como reserva en la segunda línea, para guardar los flancos y proteger la retaguardia del meros, y para emboscar y envolver al enemigo. El meros o el moira no deben ser demasiado grandes, no sea que al ser más grandes y extensos causen desorden y confusión dentro de sí mismos. No todos los tagmas deberán tener la misma fuerza, para que no le resulte fácil al enemigo calcular el tamaño del ejército a partir del número de estandartes. Así, la declaración que hemos hecho anteriormente

deberá ser observada, esto es, el tagma no deberá contener más de cuatrocientos hombres ni menos de doscientos 27. Libro I, capítulo 5. Cómo los comandantes de los tagmas deben elegir a sus oficiales subordinados y jefes para el combate y organizar los tagmas en contubernios Tras la organización del ejército, cada comandante debe organizar y dividir su propio tagma en contubernios. Primeramente, de entre todo el tagma debe seleccionar hombres de su confianza, juiciosos y valerosos, como hecatontarcas, teniendo particular cuidado en la elección de los ilarcas, que son los segundos en el mando de los tagmas. A continuación debe escoger a los decarcas, quienes deben ser valerosos, buenos en la lucha cuerpo a cuerpo y, en lo posible, buenos tiradores con

el arco. Les siguen los pentarcas y los tetrarcas, cuya cualificación debe ser similar. Finalmente, debería haber dos hombres adicionales por contubernio para actuar como guardas de la columna, sumando cinco especialmente cualificados en cada columna. El resto, tanto veteranos28 como reclutas, deben ser divididos en contubernios. Tras haber realizado la distribución de soldados con cuidado, el comandante debe asignar a las tropas, una vez valoradas según las cualidades de cada uno, los mejores hombres primero y tras ellos los otros en orden correlativo. Dos hombres alertas e inteligentes deben ser escogidos como heraldos y también otros dos como portaestandartes. Esta pequeña selección y designación debe ser hecha en los contubernios, esto es, en las columnas. Si no hay siervos, los soldados en peor condición militar deben ser destinados a cuidar del conjunto de animales de la

unidad, un hombre para cada tres o cuatro animales. Otro hombre, uno competente, será escogido de las tropas regulares y recibirá un estandarte, y toda la impedimenta y animales deben seguirle. Finalmente, el comandante debe determinar cuáles y cuántas columnas deben formar en la derecha del estandarte y cuáles y cuántas a la izquierda. Libro I, capítulo 6. Los reglamentos sobre los delitos militares que se deben dar a la tropa Cuando las tropas han sido organizadas y los contubernios formados, el tagma debe configurarse por decarquías. Está bien que los hombres estén familiarizados con los reglamentos sobre los delitos militares establecidos en las leyes. Por otro lado, se debe dar una copia por escrito a los oficiales con mando para que puedan explicarlos a los

hombres cuando tengan tiempo: 1. Si un soldado desobedece a su propio tetrarca o pentarca deberá ser castigado. Y lo mismo si un pentarca o tetrarca desobedece a su decarca, o el decarca a su hecatontarca. 2. Si un miembro del tagma se atreve a desobedecer a su oficial al mando, al conde o tribuno del tagma, deberá sufrir la pena capital. 3. Si un soldado es injustamente tratado por alguien, deberá apelar al oficial al mando de su tagma, pero si es injustamente tratado por su oficial irá al oficial inmediatamente superior. 4. Si alguien decide por su cuenta prolongar su permiso, deberá ser expulsado del ejército y como civil entregado a las autoridades civiles. 5. Si cualquier soldado desafía, sin importar el motivo, a su oficial comandante o conspira

o apoya a una sedición o motín contra él, deberá sufrir el castigo capital, en particular los cabecillas de la conspiración o motín. 6. Si alguien que ha sido encargado de la defensa de una ciudad o fortaleza la traicionara o desertara de su puesto en contra de las órdenes de su oficial al mando, deberá sufrir el castigo extremo. 7. Si alguien es encontrado culpable de querer desertar ante el enemigo, deberá sufrir el castigo máximo, no solo él sino también cualquier otro que lo supiese, porque no informó de ello a su oficial comandante. 8. Si alguien, tras haber escuchado las órdenes de su decarca, no las lleva a cabo, deberá ser castigado. Pero si lo hace por ignorancia de las órdenes, el decarca deberá ser castigado por no haberle informado de antemano. 9. Si alguien encuentra un animal extraviado o cualquier otro objeto, pequeño

o grande, y no informa o no lo entrega a su oficial al mando, deberá ser castigado, no solo él sino cualquiera que sepa de ello, como ladrones ambos. 10. Si alguien causa daños a un ciudadano 29 y se niega a compensarle, pagará el doble de lo dañado. 11. Si alguien que reciba una asignación para sus armas, las descuida, si su decarca no le fuerza a adquirirlas o no informa de ello a su oficial comandante, entonces tanto el soldado como el decarca serán castigados. Libro I, capítulo 7. Los reglamentos sobre los delitos militares que se deben dar a los comandantes de los tagma 12. Si alguien desobedece a su propio oficial al mando debe ser castigado de acuerdo con las leyes. 13. Si alguien daña a un soldado debe

compensarle pagándole el doble del valor del daño realizado y pagará una cantidad igual si causa daños a un ciudadano. Si, en tiempo de invierno, en el campamento o durante la marcha, ya sea un oficial o un soldado, causa daños a un ciudadano sin hacer la pertinente restitución, le pagará el doble del valor de lo dañado. 14. Si en tiempo de guerra alguien se ufanase de dejar a un soldado ir de permiso, pagará una multa de treinta nomismas30. Durante el invierno los permisos se pueden conceder por dos o tres meses. Y en tiempo de paz, el soldado debe tener prohibido ir de permiso fuera de los límites de la provincia. 15. Si alguno es encargado de la defensa de una ciudad o de una fortaleza y la entrega o evacua pudiendo defenderla, a menos que lo haga obligado por un peligro para la vida, deberá sufrir la pena capital. Después de que estos reglamentos sobre los delitos hayan sido leídos, los tagmas

deben formar en orden de batalla y los castigos por los delitos durante el combate ser conocidos por las tropas reunidas. Libro I, capítulo 8. Sobre los castigos militares Tras la organización de los tagmas, la siguiente lista de castigos debe ser leída tanto en latín como en griego. 16. Si durante la formación de las líneas de batalla y el combate un soldado abandona su puesto o su estandarte y huye, o si él retrocede hasta el lugar de partida, o si saquea a los muertos, o sale corriendo para perseguir al enemigo, o ataca la impedimenta o el campamento del enemigo, ordenamos que sea ejecutado y que todo el botín que haya tomado sea confiscado y dado al fondo común de su tagma, puesto que ha roto filas y ha traicionado a sus camaradas.

17. Si en el momento de una acción general o batalla la tropa que se ha formado para el combate da la vuelta –ojalá esto nunca pase–, sin una buena, aceptable y manifiesta razón, ordenamos que los soldados del tagma que primeramente hayan huido y se hayan retirado de la línea de batalla o de sus propios meros sean diezmados31 abatiéndolos a flechazos y por los otros tagmas, puesto que al romper su formación son culpables de la ruptura de meros completo. Pero si sucede que algunos de ellos resultaran heridos en la batalla, deben ser eximidos de tal castigo. 18. Si un estandarte es capturado por el enemigo –ojalá no pase nunca– sin una buena y manifiesta excusa, ordenamos que aquellos encargados de la custodia del estandarte sean castigados y reducidos al rango más bajo en su unidad o en el batallón en el que ellos están inscritos. Si sucede que alguno es herido durante la batalla, debe ser

eximido de tal castigo. 19. Si un meros o la formación al completo es puesta en fuga –ojalá no pase nunca– en las cercanías de un campamento, y si los hombres no se retiran hacia sus defensas o no buscan refugio dentro del mismo, sino descuidadamente corren en otra dirección, ordenamos que esos temerarios sean castigados por desamparar a sus camaradas. 20. Si un soldado tira sus armas durante la batalla, ordenamos que sea castigado por desarmarse y armar al enemigo. Libro I, capítulo 9. Qué organización debe tener el ejército en su propio territorio cuando no hay actividad hostil Un gran ejército no debe reunirse en un lugar donde no hay actividad hostil, pues con tiempo libre los soldados pueden entrar en sedición y preparar planes impropios.

Cuando se espera la batalla, el ejército debe marchar en formación, avanzando, ya sea en moiras o en meros. La marcha en formación es más segura para los soldados tanto en nuestro propio territorio como en el hostil. Es muy importante que cada moira cargue con su propia impedimenta y avance tras sus propios estandartes, como se describe en otra parte, y no equivocarse con los estandartes de otras unidades. Mientras el enemigo está a distancia, la marcha debe ser en moiras o en meros. El ejército al completo no debe ser estacionado junto en un mismo lugar porque los hombres pueden rápidamente encontrarse hambrientos, el tamaño del ejército puede ser fácilmente estimado por el enemigo y el forraje puede ser difícil de encontrar. En cuanto se van acercando al enemigo, más o menos a seis, siete o incluso a diez días de distancia, las tropas deben comenzar a reunirse e instalar campamentos al mismo tiempo, tal como se

explica en el capítulo de los campamentos. Si la marcha se realiza por regiones o lugares desconocidos, deben ser enviados mensores a un día de distancia por delante con la misión de calcular las dimensiones de todo el lugar en el que se instalará el campamento y para asignar una cierta sección de terreno igual a cada meros. Las avanzadillas deben también cabalgar un día por delante para encontrar agua y forraje. Cuando las tropas en campaña encuentran territorio accidentado, húmedo, bosque denso u otras dificultades del terreno, algunos soldados deben ser enviados por delante para limpiarlo y nivelarlo tanto como sea posible, para no agotar a los caballos. Los hombres enviados para esto no deben pertenecer a los exploradores o a otra unidad especial. Cuando el ejército se encuentra en marcha, el estrategos al mando debe estar al frente, precediéndole como guardia de honor

tropas especialmente escogidas. Con ellos deben marchar sus caballos de recambio y los estandartes de los bucelarios. Justo tras él deben marchar los espatarios y los bucelarios, y finalmente su impedimenta. El oficial comandante de cada meros o moira debe colocar su propia columna de manera similar, formando parte de un conjunto mayor o marchando solo. Cuando se cruza un río o se encuentran otras dificultades en territorio desconocido, deben ser enviadas avanzadillas por delante y, tras una primera inspección del área, deben informar al estrategos de la naturaleza del terreno, mientras oficiales competentes deben dar las disposiciones precisas para cubrir el paso. Si los lugares son de dificultad poco usual, entonces el estrategos al mando debe abandonar la columna y permanecer en su lugar hasta que todo el mundo haya cruzado la dificultad a salvo. Pero el estrategos debe hacer esto

solamente si el enemigo no se encuentra por los alrededores, pues en dicho caso no debe permanecer quieto, sino que los oficiales al frente de cada meros deben ejecutar tal misión hasta que todos los soldados a sus órdenes hayan pasado a salvo. De otro modo cada uno intentará avanzar enseguida, lo que es causa de fricciones y de agravios. Los campos cultivados deben preservarse, las tropas no deben marchar a través de ellos y no deben causar daño a los ciudadanos32. Pero si es absolutamente necesario pasar a través de los campos cultivados, se ordenará por el oficial al mando de cada moira o meros esperar hasta que los tagmas a sus órdenes hayan cruzado. Tal oficial debe mantener los campos en buenas condiciones para la siguiente unidad y posteriormente abandonar el área. Por turno, cada oficial al mando tras él debe realizar la misma acción, y de esta forma el buen orden del

estrategos y la integridad del agricultor quedarán asegurados. Cuando el estado del terreno se espera dificultoso, si sorprendemos o encontramos animales salvajes durante el camino, está prohibido perseguirlos, pues esto causa ruido y confusión y cansa a los caballos sin necesidad. En tiempos de paz, sin embargo, la caza es necesaria para los soldados. Si el ejército es pequeño, no se debe planear llevarlo a través de áreas habitadas, ya sea en terreno amigo u hostil, pues su tamaño puede ser visto por espías y la información pasada al enemigo, sino que se debe avanzar por otras rutas. FIN DEL LIBRO PRIMERO 1 Según parece, la forma que tenían los romanos de sujetar la flecha y la cuerda del arco antes de lanzar, adoptada según el modelo de los nómadas de la estepa, era la de hacerlo con dos dedos, el índice y el pulgar. Los persas no lo hacían así y para tal

maniobra empleaban los dedos corazón, anular y meñique. Sobre esto, cfr. BIVAR (1972) p. 285. Los enfrentamientos militares de los romanos de Oriente con pueblos que hacían uso abundante del arco y la flecha, como persas, ávaros y hunos, obligó a los soldados de Constantinopla a adoptar dichas armas y a entrenar a sus hombres en las tácticas adecuadas para sacarles en mayor provecho posible. De que los romano-bizantinos consiguieron grandes avances en el arte del tiro con arco militar (tanto a pie como a caballo) lo prueban los textos de Procopio de Cesárea (De Bello Persico I 18, 31-35 y De Bello Gothico V 27, 26-29 y VIII 32, 6-10) que hablan de los estragos que hacían los arqueros imperiales ante persas u ostrogodos. Sobre esto, cfr. McGEER, E. (1991): «Archery», en The Oxford Dictionary of Byzantium (Alexander P. Kazhdan, Ed.), Óxford-Nueva York. 2 Este tipo de entrenamiento es mencionado por Flavio Vegecio (autor de entre los siglos IV y V d.C.) en su Epitoma Rei Militaris (Resumen de los asuntos militares) I 18. En otra fuente (Vida de San Anastasio el Persa [Acta Martyris Anastasii Persae, edic. de H. Usener, Programa Universitatis Bonnae 1894, 23]) se recoge que en el mes de marzo los soldados eran instados a equipar sus caballos y entrenarlos para el combate.

3 El término griego usado es θηκίος (theca). 4 Podemos ver cómo sería gran parte de esta panoplia ávara en una de las piezas de oro del Tesoro de Nagyszentmiklós (en el Kunsthistorisches Museum de Viena, Austria) y datado entre los siglos VI y VIII. En dicha pieza (de forma circular) vemos a un jinete (probablemente un príncipe victorioso) equipado con cota de malla y con una lanza en su mano derecha, mientras sujeta por la cabeza, con la izquierda, un prisionero a pie, vestido asimismo con cota de malla. 5 El fieltro servía para proteger al animal del roce con los elementos metálicos de las protecciones. 6 Cfr. nota 8. 7 Aquí se refiere a los decarcas, pentarcas, tetrarcas y a las dos líneas de guardias. 8 La caballería de los ejércitos de la Antigüedad no utilizaba el estribo y este hacía poco tiempo que se había puesto en uso en el ejército del Imperio Romano de Oriente. Como los bizantinos no tenían un término especial para denominarlo, Mauricio emplea la palabra σκάλα (peldaño o escalera). Esta es la primera vez que se hace referencia a los «estribos», en la literatura occidental. A este respecto, P. Rance (2007, pp. 357-358) opina que esta innovación, posiblemente de origen ávaro, fue realmente importante para los arqueros a caballo, ya que

mejoraba su estabilidad, y permitía un entrenamiento más rápido de los jinetes. Cfr. también CUTTLER y McGEER (1991). 9 El caballo que monta el jinete descrito en la nota 8 comparte algunos de los elementos mencionados. Sin embargo, no lleva estribos, detalle por el cual quizá se podría afinar más la datación que los especialistas han hecho de la pieza (cfr. de nuevo la nota 8), que estaría así más cerca del siglo VI (cuando aún el estribo era casi una rareza) que del siglo VIII (cuando tal elemento estaba mucho más generalizado). 10 Sobre los usos militares de esta época en cuestión de vestimenta, cfr. D’AMATO (2005). 11 Estas tiendas ávaras no diferirían en nada o casi nada de las de las tribus de las estepas. Se trata de tiendas de fieltro de forma redonda que les permite ser más resistentes frente a los vientos y tempestades de nieve. Su utilización pronto se difundió por el ejército, siendo aún utilizadas en el siglo XI, a tenor de las ilustraciones del ejemplar que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid de la Crónica (Sinopsis Historion) de Juan Skylitzes. 12 La posesión de algún esclavo por parte de un soldado no excesivamente animoso podía ser un arma de doble filo para el militar, pues en caso de deserción por su parte el Codex Iustiniani (VII 13, 4)

garantizaba la libertad al siervo que denunciara la acción de su amo. 13 En el largo título 17 (De Castrensi Peculio) de Digesta XLIX el legislador no se refiere en ningún momento a esa obligación aunque sí que menciona (XLIX 17, 6, 17, 15.3 y 17, 18.3) la posesión de esclavos por parte de los soldados. 14 El texto griego presenta el término latino dux. 15 Estos tres tipos de unidades se diferenciarían en que el aritmos era una unidad de tipo irregular, lo que en los ejércitos del Imperio Romano unitario (antes de la división entre Oriente y Occidente) habría sido un numerus. Un tagma o una bandera serían unidades regulares, pero en opinión de H. Elton (2007a, p. 278) todos estos términos serían genéricos para referirse a un regimiento o unidad. 16 En el texto griego comes. 17 En el texto griego οὑραγὸς. 18 En lat. bandophorus (o bandifer) y en griego βανδοφόρος. El portaestandarte era elegido entre los más valientes soldados de la unidad (Procopio De Bello Vandalico IV 10, 4). 19 En el texto griego cursores. 20 En el texto griego defensores. 21 El tipo táctico que aquí se presenta, recuerda al del legionario pesado de Vegecio (Epitoma Rei

Militaris II 17, 5), que no debe emprender, a las primeras de cambio, nec fugere, nec sequi («ni la huida ni la persecución»). 22 Del lat. deputati, y en el texto δηποτάτοι. 23 En el texto griego anticensores. 24 En el texto griego mensores. 25 En griego κατάσκοποι. A continuación, los manuscritos VNPA ofrecen la lectura: καντάτωρ λέγεται ό ἐπιδημηγοροῦν τῷ στρατῷ πρὸ τῆς μάχης («arengador es quien preside la asamblea de soldados antes de la batalla») que G.T. Dennis considera una interpolación. 26 Se refiere a los animales que seguían al ejército, incluyendo los caballos de reserva, los de carga y el ganado destinado a la alimentación de los soldados. 27 Antes el autor decía trescientos y ahora dice doscientos. 28 Aquí la palabra veteranos hace referencia a soldados experimentados y no a soldados licenciados (emeriti, en los viejos tiempos romanos). Tal licencia se recibía, si se cumplía la legislación vigente (Codex Iustiniani V 65, 1 y VII 64, 9) y como sucedía desde la época del Alto Imperio Romano, tras veinte años de servicio. 29 El texto griego habla de «contribuyente» (συντελεστήν). Sin embargo creemos más adecuado

«ciudadano», en tanto en cuanto es un hombre libre, un ciudadano del imperio que paga sus impuestos. Con todo resulta curiosa esta mención del ciudadano cuando en el Corpus Iuris Civilis, concretamente en el Codex Iustiniani XI 48, 23, no se menciona al ciudadano, sino al hombre libre y al colono. 30 El nomisma (griego νόμισμα) era la denominación bizantina del solidus, una moneda de oro de 4,55 g y una ley del 0,900 introducida por el emperador Constantino I (Caius Flavius Valerius Constantinus, 306-337) en 309 y utilizada hasta el fin del reinado de Constantino VII (913-959). En el siglo VI esta moneda mantenía su peso de 4,55 g (1/72 de la libra romana) y dos subdivisiones de menor entidad y también de oro, el tremissis con 2,27 g y el semissis con 1,50 g equivaliendo respectivamente a la mitad y a un tercio del nomisma. El pago, pues, de esta multa debía suponer una carga realmente pesada para el infractor. 31 El texto griego habla de ἀποδεκατοῦσθαι, que al pie de la letra es «diezmar», aunque por el contexto se deduce que en esta época el término ha perdido su acepción clásica y ya no significa «ejecutar a un soldado de cada diez». 32 Kekaumenos, Strategikon 82: «No explotes tu ciudad, las tierras exteriores que están bajo tu poder, ni al ejercito, sino que sé un padre para todos ellos y

todos te servirán fielmente».

Libro II SOBRE LA FORMACIÓN DE LA CABALLERÍA Capítulo 1. Sobre la utilidad y necesidad de formar al ejército en dos líneas Capítulo 2. De la organización de los tagmas en la línea de batalla Capítulo 3. Tropas de asalto y de defensa Capítulo 4. Sobre los flanqueadores y flanqueadores de ataque Capítulo 5. Emboscadas en la retaguardia o en los flancos de la línea enemiga Capítulo 6. Sobre la profundidad de la formación Capítulo 7. Sobre los contubernios Capítulo 8. Sobre el armamento Capítulo 9. Sobre el cuerpo médico Capítulo 10. Sobre los banderines de las

lanzas Capítulo 11. Sobre los espías o los exploradores Capítulo 12. Sobre los mensores y las partidas aposentadoras Capítulo 13. Sobre las distancias entre los meros y las líneas de combate Capítulo 14. Sobre el tamaño y diferencia entre los estandartes Capítulo 15. Sobre la custodia de los estandartes Capítulo 16. Sobre el lugar de los oficiales Capítulo 17. Sobre los que tocan los cuernos Capítulo 18. Sobre los gritos de batalla que se dan en medio del conflicto Capítulo 19. Sobre los heraldos Capítulo 20. Sobre la conveniencia del uso de dos estandartes

SOBRE LA FORMACIÓN DE LA CABALLERÍA Libro II, capítulo 1. Sobre la utilidad y necesidad de formar al ejército en dos líneas Formar al ejército al completo simplemente en una línea de cara al enemigo para una batalla general de caballería y no mantener nada en la reserva para cualquier eventualidad en caso de revés es signo de un hombre sin experiencia y absolutamente imprudente. Pues no es, como los profanos pudieran imaginar, por el número de soldados, por una audacia incuestionable o por un asalto frontal, como se deciden las batallas, sino con la ayuda de Dios, por la estrategia y por la experiencia. La estrategia ayuda a usar los momentos y lugares, sorpresas y artimañas varias para aventajar en astucia al enemigo con la idea de

alcanzar los objetivos incluso sin llegar a la lucha. La estrategia es esencial para la supervivencia y es la verdadera característica de un estrategos inteligente y valiente. La experiencia capacita al ejército para mantener la disciplina y la coordinación tan bien como su propia supervivencia personal, mientras diversifica sus formaciones de batalla así como los ataques, y no solo para desbaratar las tretas del enemigo sino para volverlas contra él mismo. Con esto siempre presente, los antiguos escritores militares organizaron sus ejércitos en drungos1, divisiones y moiras de diversa fuerza en función de la situación, así como los ávaros y los turcos se alinean hoy manteniéndose en esa formación, y por ello pueden ser rápidamente llamados para apoyar a cualquier unidad que pueda necesitarlo en la batalla, pues ellos no se alinean solamente en una línea de batalla,

como hacen los romanos y los persas, arriesgando así el destino de decenas de miles de jinetes de una tirada, sino que forman dos líneas, algunas veces incluso tres, distribuyendo las unidades en profundidad, especialmente cuando sus tropas son numerosas, y emprenden fácilmente cualquier tipo de acción. Formar al ejército al completo en una única línea de batalla, especialmente si está compuesto por lanceros es, en nuestra opinión, exponerse a algún peligro. Si se trata de un ejército numeroso, se verá obligado a extenderse sobre una gran distancia, parte se localizará en terreno poco favorable y la amplitud de la línea será causa de desorden y de difícil manejo, no habrá coordinación entre las unidades y, como resultado, puede quebrarse antes incluso de tomar contacto con el enemigo. Luego, si pudiera ser flanqueada o atacada inesperadamente por el enemigo y si no tiene apoyo desde su

retaguardia o su flanco, sin ninguna protección o fuerzas de reserva, será obligada a retirarse en una huida precipitada. Aún más, en el combate moderno nadie puede supervisar realmente la batalla al completo desde que la línea se despliega, y algunos pueden desertar de sus banderas sin ser detectados y dar a los demás una excusa para retirarse. Si ellos se retiran, no hay forma de hacerlos volver al combate controlando la huida, nadie podrá hacerles regresar, como dijimos, cuando el ejército se retira. Algunas tropas que forman en una única línea pueden parecer los vencedores de la batalla y derrotar al enemigo, pero en la confusión su formación ciertamente se romperá y la persecución se realizará en desorden. Si el enemigo en retirada se volviese contra los perseguidores, como los escitas frecuentemente hacen, o si alguna otra fuerza pudiera aparecer

sorpresivamente en emboscada, entonces los perseguidores serán obligados ciertamente a retirarse ya que, como se ha dicho, no hay nadie para prevenir este ataque inesperado. Parece que formar todas las tropas en una única línea tiene una única ventaja en apariencia, y solo una, que es que a distancia tal tipo de línea puede parecer imponente y de grandes dimensiones y puede rápidamente ser empleada en movimientos envolventes, pero esto puede también ser cumplimentado fácilmente de otras formas, tal como será explicado posteriormente. Creemos que, tan lejos como llega el raciocinio humano, hay muchas razones urgentes que nos llevan a considerar que debe haber dos líneas, una de ellas como apoyo, de acuerdo con el diagrama que daremos a continuación. Primeramente las tropas situadas en la primera línea lucharán con mayor ardor sabiendo que su retaguardia está protegida

por la segunda línea y sus flancos por los protectores de flanco. Segundo, un soldado de la primera línea no huirá tan fácilmente cuando sepa que otros muchos soldados están apostados a su retaguardia, esto es, en la segunda línea, y ninguno huirá de su puesto. En el combate esto es extremadamente importante. Suponiendo que la primera línea se retira o es detenida, entonces la segunda está allí como apoyo y como lugar de refugio. Esto hace posible concentrar las tropas y enviarlas de nuevo contra sus atacantes. También, cuando estamos persiguiendo al enemigo, podemos realizar nuestro ataque sin peligro, pues si el enemigo regresa contra nosotros o si hay un ataque repentino desde otro lado, entonces la segunda línea puede mantenerse, entablar batalla y proteger a la primera. Como añadido, si la primera línea es derrotada y por ello no puede volver a la acción contra el enemigo, la segunda, aún

en buen orden, podrá fácilmente incorporarse a la batalla contra el enemigo, aun cuando, como se mencionó, el enemigo haya derrotado a la primera línea. La formación enemiga quedará necesariamente rota y desorganizada por la lucha cuando encuentre una fuerza aún en buen orden, esto es, la segunda línea. Y el motivo más importante es que no solo es la doble línea de batalla, como se ha mencionado, la más apropiada contra una fuerza enemiga de igual número, sino también contra fuerzas superiores, lo cual está claro desde la razón y por el estudio del diagrama que veremos posteriormente. Quizá algunos puedan objetar que si la primera línea entra en confusión y se retira, la segunda será fácilmente empujada hacia atrás por la primera. Nuestra respuesta es que si la victoria parece precaria con dos líneas, tal como se ha explicado, ¿qué esperanza puede haber cuando hay una

única línea y esta se quiebra? Si de nuevo alguien objeta que la formación del ejército queda debilitada por dividirla en dos líneas de batalla, podríamos admitirla como válida si la fuerza estuviera realmente dividida y la mitad se mantuviese fuera de la acción. Pero lo cierto es que en verdad no dividimos la tropa, sino que únicamente hemos cambiado su formación. Lo que sucede es que el ejército al completo que previamente estaba desplegado en una larga y fina línea, ahora forma en dos. No hemos retirado nada de la acción, sino que solamente hemos modificado su disposición y, según los métodos descritos, aumentamos su fuerza. Libro II, capítulo 2. De la organización de los tagmas en la línea de batalla Por las razones arriba mencionadas, cada ejército de caballería, ya sea grande o de potencia media, debe ser dividido en moiras

y en meros, o en los denominados drungos de diverso tamaño. Obviamente el estrategos debe usar todas las fuerzas de su inteligencia para evitar tan bien como pueda emplear abiertamente en la batalla un ejército sin subdividir, especialmente si combate contra naciones que marchan a la guerra en una manera organizada. Si tenemos un ejército compuesto por infantería, se formará como se explica en el libro dedicado a ello. Si la fuerza al completo está montada y es para luchar contra otras tropas montadas, se divide la caballería en tres líneas. Forma la primera línea, llamada prómajos2 en tres divisiones iguales y cada división o meros compuesta por tres moiras. El hypostrategos debe mantener su puesto en el meros central, los otros dos merarcas en las divisiones de cada lado, cada uno en el centro entre los moirarcas a su mando.

Libro II, capítulo 3. Tropas de asalto y de defensa La proporción de tropas de asalto y de defensa en estas divisiones debe ser tal, que un tercio de cada meros consista en tropas de asalto, preferiblemente arqueros, estacionados en los flancos, y los restantes dos tercios, en el centro de cada meros, deben consistir en tropas de defensa. Libro II, capítulo 4. Sobre los flanqueadores y flanqueadores de ataque Al lado del meros de la izquierda de esta primera línea, donde los movimientos hostiles tanto de flanqueo como envolventes suceden con más probabilidad, estaciona dos o tres banderas como flanqueadores con su frente alineado como el del meros. Al lado del meros de la derecha estaciona una o dos banderas de arqueros, conocidos

como flanqueadores de ataque. Forma la segunda línea, denominada de apoyo, que debe de consistir en, más o menos, un tercio del total del ejército, formado en cuatro meros como indica el diagrama posterior, localizados a tiro de flecha3 de uno a otro flanco. Coloca estos meros en doble frente a fin de prevenir ataques desde la retaguardia. De los dos meros de los extremos de esta línea, una bandera debe ser destacada a un tiro de flecha en la parte trasera para conformar la tercera línea, la retaguardia. Para que haya tres espacios justos en el centro de los meros de la segunda línea formada y para hacer que la segunda línea parezca ser un cuerpo unificado de tropas y no se desorganice cuando se desplace, una o más banderas deben ubicarse en esos intervalos, a lo largo de toda la distancia del espacio vacío. Deben ser de dos o más jinetes de profundidad o, mejor aún, de cuatro o más, dependiendo del tamaño del

ejército para que cuando sea el momento de facilitar refugio para las tropas en retirada de la primera línea, esas tres banderas4 situadas en los espacios vacíos se retiren hacia la retaguardia, dejando los espacios vacíos libres para las tropas que se retiran. De esta manera hacen de los espacios vacíos un refugio para las tropas en retirada, como hemos mostrado, y, al mismo tiempo, pueden hacer regresar a los hombres que intentaban desertar más allá de la retaguardia. Además, cuando forman en la tercera línea con la retaguardia, las banderas pueden ayudar a expulsar a cualquier fuerza enemiga que aparezca por la retaguardia para acosar a la segunda línea y para mantener ese sector intacto. Ahora, si el ejército es de un potencial medio, esto es, compuesto de cinco mil a diez mil o doce mil soldados, la segunda línea debe consistir en dos meros en vez de cuatro, dejando un espacio libre para recibir a las tropas en

retirada. Si el ejército consiste en menos de cinco mil soldados, la segunda línea debe consistir en solo un meros. Libro II, capítulo 5. Emboscadas en la retaguardia o en los flancos de la línea enemiga Añadido a lo mencionado anteriormente, tres o cuatro banderas, llamadas tropas de emboscada, deben ser destacadas a ambos lados de la línea de batalla, en la forma explicada en otra parte. Están para prevenir que el enemigo intente emboscarnos por nuestra izquierda, y ellas pueden por sí mismas lanzar ataques contra la derecha enemiga si el terreno es favorable. Debe hacerse notar que los ataques bien sincronizados contra los flancos del enemigo y la retaguardia son más efectivos y decisivos que los ataques frontales. Si las fuerzas del enemigo son menores que las

nuestras, tales ataques les cogen por sorpresa y les infligen gran daño, pues las tropas enemigas encontrarán dificultades en alcanzar la seguridad. Si la fuerza enemiga es igual que la nuestra, o incluso superior, se encontrará en un serio problema, creyendo que las tropas de ataque son numerosas. Consecuentemente, un pequeño ejército no debe hacer frente a un enemigo organizado y más numeroso en batalla abierta excepto en caso de necesidad. Si surge esa necesidad, no agrupes todas las tropas en el frente, e incluso si el enemigo es superior en número dirige tus operaciones contra su retaguardia o sus flancos. Pues es peligroso e incierto bajo todas condiciones y contra cualquier pueblo establecer un combate puramente frontal, incluso si el enemigo estaciona una pequeña tropa en el frente. En resumen, todos los tagmas de caballería se dividen en una primera y una segunda línea, de la forma descrita,

especialmente si el ejército es grande. Se dividen como tropas de defensa, tropas de asalto, flanqueadores, flanqueadores de ataque, tropas de emboscada, tropas de apoyo y tropas de retaguardia. Libro II, capítulo 6. La profundidad de la formación Respecto a la profundidad de la línea de cada tagma, es suficiente, según el esquema tradicional tal como escribieron los antiguos, con colocar las columnas en profundidad de a cuatro soldados. Mayor profundidad se considera como sin uso y sin utilidad. De hecho no habrá presión desde la retaguardia hacia la vanguardia como sucede en una formación de infantería, que pueda forzar a los hombres de la vanguardia a avanzar contra su voluntad, pues los caballos no pueden usar su propia cabeza

para empujar a los hombres que marchan ante ellos, como al contrario sucede con la infantería. Los jefes de las columnas, de aquellas situadas en vanguardia, no reciben apoyo de filas más densas, ya sean lanceros o arqueros. Los lanceros de las filas de más allá de la cuarta fila no pueden alcanzar la primera línea, los arqueros se ven obligados a tirar más alto porque hay hombres delante de ellos y el resultado es que sus flechas no son efectivas en batalla contra el enemigo. Si alguien duda de esto quedará convencido por la experiencia. Por tanto, como está establecido, una profundidad de a cuatro soldados es suficiente. Así, sin embargo, es verdad que el número de soldados de alta calidad, aquellos capaces de actuar como jefes de columna en combate cuerpo a cuerpo en cada tagma, es limitado. Es necesario por ello regular la profundidad de la formación según el tipo de unidad. Así, los federados, alineados en el

centro de la primera línea, se sitúan con una profundidad de siete hombres, seguidos de un ordenanza, si disponen de él y su decarquía se organizará de acuerdo a tal formación. Las compañías de las vexilaciones5, situadas a la izquierda de los federados, tendrán su propia decarquía de unos siete hombres; los ilíricos6, a la derecha de los federados, tendrán una decarquía de unos ocho hombres. Los otros tagmas, compuestos de tropas no escogidas, organizarán su decarquía variablemente de ocho a diez hombres. Si sucede que cualquiera de estos tagmas de tropas no escogidas es colocado en primera línea, que ponga ocho o diez hombres por columna, ya que estos tagmas son más débiles. Los tagmas de los optimates, sin embargo, porque son tropas escogidas y generalmente están situados en segunda línea, tendrán cinco soldados seguidos por

dos ordenanzas de modo que cada decarquía tendrá siete hombres. La profundidad que hemos descrito permanecerá igual en el caso de que estos tagmas fuesen transferidos a primera línea. Contingentes extranjeros, si se organizan por sí mismos, se desplegarán según sus propias costumbres. Es ventajoso emplear estos contingentes como tropas de asalto o de emboscada. La profundidad, así vista, no debe superar los ocho soldados o como máximo los diez soldados de profundidad7, no importa cuán débil sea el tagma, pero nunca menos de cinco soldados en profundidad, incluso para las mejores unidades, pues la profundidad realizada de la manera referida y en las proporciones apropiadas es la adecuada. La longitud de la primera línea de batalla, esto es, el número de soldados de esa línea, no debe ser muy reducida. La práctica poco juiciosa realizada hasta el presente ha sido

formar a todos los tagmas igualmente con diez soldados de profundidad, con el resultado de que, cuando están alineados para inspección, los espías pueden fácil y rápidamente estimar la fuerza de todo el ejército al contar a los jefes de cada columna, asumiendo que esta es la profundidad reglamentaria y que la misma proporción se mantiene. La segunda línea se compone de los hombres restantes. Es evidente, como se explicó anteriormente, que los ordenanzas se sitúan con los tagmas de los optimates, y con los federados aquellos asistentes que realizan el mismo servicio. Libro II, capítulo 7. Sobre los contubernios Los contubernios deben formarse con hombres ya de edad y jóvenes en la proporción adecuada. De otra forma, los de

edad, si forman por sí mismos, pueden ser débiles, y los jóvenes, hombres inexpertos, pueden caer en la desorganización. Libro II, capítulo 8. Sobre el armamento El armamento debe diversificarse como sigue. En la primera línea, el jefe de la columna y su subordinado, esto es, el segundo en la columna, y el último de la columna deben llevar todos lanzas. El resto, situados en el medio, que sepan cómo disparar con arco, debiendo ser arqueros y no llevar escudo. Pues es imposible usar el arco con efectividad a caballo mientras también se lleva en el brazo izquierdo un escudo. Libro II, capítulo 9. Sobre el cuerpo médico Añadido a lo dicho anteriormente, ocho o

diez de los soldados menos válidos de cada tagma deben ser asignados como cuerpo médico a cada bandera, especialmente en la primera línea de batalla. Deben estar alerta, ser rápidos, ir ligeramente vestidos y sin armas. Su misión es seguir a unos cien pies8 a la retaguardia de su propio tagma, para recoger y ayudar a cualquiera seriamente herido en la batalla, o a aquel que se haya caído del caballo o no pueda combatir, para que los heridos no sean pisados por la segunda línea o mueran por abandono de sus heridas. Por cada rescatado, el sanitario9 deberá recibir del tesoro un nomisma más en su paga. Entonces, cuando la segunda línea pasa y expulsa al enemigo, deben recoger los despojos de los enemigos muertos dejados en el campo de batalla tras la primera carga, y llevárselos a los decarcas o a los jefes de columna de su propio tagma, recibiendo una

parte de los despojos por parte de los decarcas como recompensa por su trabajo. Pues creemos que dejarles hacer esto es un equitativo y adecuado beneficio para los jefes de columna cuando han vencido en el combate, ya que más que ningún otro, ellos han hecho todo lo posible en la lucha durante la primera carga, y también ellos no tienen la oportunidad de desmontar y romper las filas para saquear por sí mismos. Para hacerlo más fácil para el cuerpo médico y los heridos o caídos, montarán todos ellos en caballos de rescate. Estos caballos deben situar ambos estribos en el lado izquierdo de la silla, uno al frente, como se acostumbra, y el otro tras el primero. Cuando dos quieren montar en el caballo, el sanitario y el soldado que es sacado del campo de batalla, el primero monta con el estribo normal al frente y el soldado con el otro estribo. Es esencial que lleven cantimploras con agua para el soldado que

pudiera estar desmayado por sus heridas. Libro II, capítulo 10. Sobre los banderines de las lanzas No recomendamos llevar banderín en las lanzas durante la batalla, pues son inútiles en el combate. Por el contrario, sí son útiles para presentar una refinada presencia durante las revistas, asedios o paradas. Pues si se tira o se clava la lanza, los banderines reducen la precisión y el alcance, y cuando los arqueros disparan, interfieren con las flechas de los arqueros situados detrás. Más aún, durante las cargas o en las retiradas, cuando se da media vuelta, pueden ser un estorbo innecesario, y por esta razón no deben ser usados en el combate. Es posible, sin embargo, mantener ambas situaciones, la exquisita apariencia de la línea de batalla a distancia así como su utilidad. Los banderines deben ondear hasta que el

enemigo se encuentre a una milla10, entonces deben ser enrollados y guardados en sus fundas. Libro II, capítulo 11. Sobre los espías o los exploradores Además, los espías o los exploradores deben ser asignados a cada tagma de los optimates y federados, y a cada meros de las tropas ordinarias, dos para cada tagma, en total ocho o doce a cada meros. Deben ser sobrios, alertas, sanos y de buena apariencia. Estacionados a intervalos, dependiendo de la naturaleza del terreno, antes de la batalla y hasta el inicio del combate definitivo, deben mantener tanto al enemigo como a sus propias unidades bajo observación para prevenir cualquier emboscada o cualquier otra treta hostil. Libro II, capítulo 12. Sobre los

mensores y las partidas aposentadoras Además, debe haber un cierto número de mensores que deben marchar con las avanzadillas y establecer el lugar del campamento. El mismo número de partidas aposentadoras o preparatorias deben ser destacadas con ellos en avanzadilla, para reconocer los caminos y guiar al ejército hacia el campamento. Libro II, capítulo 13. Distancias entre los meros y las líneas de combate Cuando la línea de batalla está formada como se describe anteriormente y se ilustra en el diagrama, es necesario para los meros de la primera línea moverse bastante cerca unos de otros, para que la distancia o intervalo entre un meros y otro no sea grande, pero sí suficiente como para no apelotonarse entre ellos mientras marchan y hacerlos parecer suficientemente separados. Los flanqueadores deben marchar juntos

hasta estar cerca del enemigo, entonces deben moverse al lado como a un tiro de flecha de distancia desde el meros de la izquierda, no más, especialmente si la línea enemiga es tan larga como la nuestra. Los flanqueadores de ataque deben situarse en una posición similar a la derecha, tanto como la situación lo requiera. Los meros de la segunda línea deben estar como a un tiro de flecha unos de otros. Hasta que el enemigo se encuentre cercano, la segunda línea debe seguir a la primera a la distancia de una milla o más, dependiendo del terreno, para que, tanto como sea posible, sigan sin ser vistos manteniendo al enemigo a distancia y cambiando sus tácticas según sus observaciones. Pero cuando el enemigo se acerca y ve la segunda línea, no tiene tiempo para cambiar sus planes; entonces la segunda línea debe moverse a cuatro tiros de flecha de la primera línea y regular su movimiento de acuerdo a ella. Mientras dure

la batalla no debe estar demasiado lejos tras la primera línea como para no poder dar apoyo y tampoco debe estar demasiado cerca para evitar mezclarse con ella durante la batalla, especialmente cuando se levanta mucho polvo. Si está demasiado cerca, la segunda línea puede atacar antes de que la formación enemiga se rompa en persecución de la primera línea, la cual estará desarbolada e incapaz de cooperar con la segunda. Los tagmas estacionados en ambos lados en la retaguardia de los flancos de la segunda línea deben estar a un tiro de flecha para proteger su retaguardia y poder avanzar a la misma distancia. Libro II, capítulo 14. Sobre el tamaño y diferencia entre los estandartes En cada meros, las banderas o estandartes de los tagmas deben ser medianamente pequeños y fáciles de

transportar. No podemos protegerlos si son largos y voluminosos. El único rasgo distintivo debe estar en sus corbatas11. Pero las banderas de los moirarcas deben ser mayores y de diseño diferente. De igual manera, aquellos estandartes de los merarcas deben diferenciarse de los de los moirarcas bajo sus órdenes. La bandera del hypostrategos debe ser diferente de las de los merarcas. Finalmente, la del estrategos debe ser claramente distinguible, más visible que todas las otras, y familiar para todos, para que, en el caso de un revés de las tropas, viéndola, puedan fácilmente, como se ha dicho, concentrarse de nuevo y reagruparse. Libro II, capítulo 15. Sobre la custodia de los estandartes Cuando todos los estandartes han sido situados a lo largo de la línea, tal cual

muestra el diagrama, quince o incluso veinte de los mejores hombres de cada unidad deben ser destacados para proteger y defender cada estandarte. Libro II, capítulo 16. Sobre el lugar de los oficiales Los oficiales superiores deben estacionarse en lugares a salvo, para que ellos no avancen y caigan en la batalla, lo cual podría desmoralizar a los soldados. Pues si uno de los oficiales subordinados cayese, nadie se enterará salvo los hombres de su propio tagma. Pero si uno de los oficiales más prominentes cae, su muerte, al ser conocida por toda o la mayor parte de la tropa, tornará temeroso a todo el ejército. Por consiguiente, cuando el ejército está a uno o dos tiros de flecha de la línea de batalla del enemigo, el hypostrategos y los merarcas deben situarse en la misma línea que los

estandartes y desde allí supervisar y regular la formación. Cuando la carga está a punto de comenzar, sus mejores escoltas, que están localizados a ambos lados de ellos, deben situarse en su frente como pantalla, y son los únicos que entablan combate cerrado. El estrategos, en el momento de la carga, está para dirigir la formación, supervisar y adaptarse a los movimientos del enemigo. En el justo momento debe unirse a su propio tagma, el cual está formado, no para la batalla, sino como una especie de señal para marcar los límites y guiar a la primera y segunda línea, eso es, en el medio de la segunda línea. Libro II, capítulo 17. Sobre los que tocan los cuernos12 No consideramos deseable que muchos cuernos suenen o se soplen durante la batalla, ya que esto causa ruido y confusión,

y los comandantes no podrán entender las órdenes. Si el terreno es llano, entonces un cuerno basta en el meros central de cada línea de batalla. Si el terreno es escabroso, o si un viento fuerte o el ruido del agua dificulta escuchar claramente las órdenes, entonces estará bien tocar un cuerno en cada uno de los otros meros, por lo que se tocarán tres a lo largo de la línea de batalla. Cuanto más silencio hay, más tranquilos están los novatos, se excita menos a los caballos, más temible parece la línea de batalla para el enemigo y son más fácilmente reconocibles las órdenes. Por estos motivos, cualquier sonido está fuera de lugar tras haberse puesto en movimiento la línea. Libro II, capítulo 18. Sobre los gritos de batalla que se dan en medio del conflicto

El grito de batalla, «nobiscum»13, era costumbre gritarlo cuando comenzaba la carga lo que es, en nuestra opinión, extremadamente peligroso y dañino. Gritarlo en ese momento puede causar que las filas se rompan. Por causa del grito, los soldados más tímidos en la aproximación al combate pueden dudar en el momento del choque, mientras que los más atrevidos, despertando su ardor militar, pueden con precipitación empujar demasiado en el avance y romper la formación. El mismo problema ocurre con los caballos, pues son muy diferentes en su temperamento. El resultado es que la línea de batalla estará desnivelada y sin cohesión. De hecho, la formación puede ser rota incluso antes de la carga, lo cual es muy peligroso. En lugar del grito, deben ser rezadas oraciones en el campamento en el mismo día de la batalla antes de que nadie salga por la puerta. Todos, encabezados por los

sacerdotes [castrenses], el estrategos y los otros oficiales, deben recitar el «Kyrie Eleison»14 al unísono. Entonces, en la esperanza del éxito, cada meros debe gritar el «nobiscum Deus»15 tres veces mientras se marcha por el campamento. Tan pronto como el ejército deja el campamento para formar para la batalla, debe prevalecer un absoluto silencio y ninguna palabra innecesaria debe ser dicha. Pues esto mantiene al ejército en mejor orden y las órdenes de los oficiales serán más rápidamente comprendidas. Todo el espíritu de la carga está guiado por las circunstancias, el necesario cierre de filas, la presencia del enemigo y no es necesario ningún otro indicio. Pero cuando el ejército toma contacto con el enemigo, no es una mala idea para los hombres gritar y vitorear, especialmente para las filas de retaguardia, para inquietar al enemigo y estimular a

nuestras propias tropas16. Libro II, capítulo 19. Sobre los heraldos La función de los heraldos, nos parece a nosotros, es muy útil, por cuanto que antes de la batalla ellos hablan a las tropas para darles coraje y recordarles sus victorias previas. Cuando su discurso termina, cada tagma debe formar y prepararse. Libro II, capítulo 20. Sobre la conveniencia del uso de dos estandartes Puesto que sabemos que generalmente el enemigo basa su estimación de la fuerza de un ejército en el número de estandartes, pensamos que sería necesario que cada tagma tenga dos estandartes iguales. Uno el estandarte normal, el que corresponde al conde o tribuno de cada tagma. El otro es el del hecatontarca, también llamado

ilarca. Ambos deben ser llevados por el tagma y recibir igual honor hasta el día de la batalla. En el día de la batalla solo debe ondear el estandarte normal, pues enarbolar un gran número de estandartes causa confusión y los hombres pueden no reconocer el suyo propio. De esta forma es posible que el ejército parezca más fuerte por el número de estandartes, y el día de la batalla solo usan el normal, fácilmente reconocible. A los tagmas que han sido gravemente reducidos en fuerza no se les debe permitir ondear sus estandartes en batalla abierta, sino que deben agruparse bajo otro estandarte. La razón es que siendo tan pocos no podrán protegerse por sí mismos, y habiendo muchos estandartes ondeando podría crear confusión en el meros. Como se ha dicho, sin embargo, hay que preparar las cosas para que cada bandera no tenga menos de doscientos hombres y no más de cuatrocientos17.

FIN DEL LIBRO SEGUNDO 1 Δρούγγοι en el original griego. Entre los autores latinos, el drungos es mencionado en la Historia Augusta (Vida de Probo 19, 2 [atención: en el original latino, porque en la traducción al español (cfr. Bibliografía) se habla simplemente de «cuerpos de tropas»]) y por Vegecio (III 16, 3 y 19, 2). A su mando estaba el drungarius. 2 Término antiguo ya recogido en las fuentes desde época de Homero (Ilíada III, línea 31), que se refería a los «mejores combatientes». La palabra se siguió usando por los autores clásicos, aunque ya en su acepción militar: la primera línea de batalla, la más fuerte, según León VI en sus Tacticae Constitutiones (XII 43). 3 La distancia denominada de manera indefinida «un tiro de flecha» equivalía, por lo general, a unos trescientos metros. W. McLeod (1965, pp. 1-14) y E. Schilbach (1970, p. 42), afinan un poco más y según ellos serían 328,84 metros. Sin embargo, A. Bivar (1972, p. 283) cree que en el tratado militar de Mauricio, la distancia que marca un tiro de flecha sería sensiblemente menor, unos 133 metros. H. Elton (2007b, p. 543) sitúa el alcance militar efectivo de un

tiro de flecha en unos 100 m. 4 Aquí hay una imprecisión del autor, ya que nos habla de tres banderas cuando, unas líneas antes, solo habla, sin concretar, de una o más. 5 Una vexilación (del lat. vexillatio) es en origen un destacamento (legionario, auxiliar o irregular) de infantería, caballería o mixto, más o menos grande (según la misión a cumplir), desgajado temporalmente de una unidad, para una misión concreta. En tiempos tardoimperiales pasó a designar una unidad de caballería de unos quinientos hombres perteneciente a los ejércitos de maniobra (comitatenses, los que estaban a retaguardia de las fronteras, listos para acudir a los puntos donde la defensa de las mismas hubiese sido superada) o a los palatinos (palatini, los que acompañaban al emperador). En tiempos bizantinos no habría cambiado mucho su significado. 6 Los ilíricos (illyrici) eran los «descendientes» de las unidades de equites illyriciani que abundaban en época tardoimperial, como, por ejemplo, los equites scutarii Illyriciani (ND Or. XXXII 19 [Ed. de O. Seeck]), los equites Dalmatae Illyriciani (ND Or. XXXII 21 [Id.]), los equites scutarii Illyriciani (ND Or. XXXIII 16 [Id.]), los equites promoti Illyriciani (ND Or. XXXIII 17 [Id.]), y muchas otras unidades más

«apellidadas» Illyriciani. 7 Es el modelo de la falange griega clásica. 8 No sabemos si utiliza para su medición el pie romano o el bizantino. El primero equivale a 29,56 cm, mientras que la medida más habitual del segundo era de 31,23 cm. Sobre esto, cfr. Schilbach (1970), pp. 13-16. 9 Estos enfermeros o sanitarios son llamados en el texto δηποτάτοι. Sobre estos soldados, cfr. McGEER, E. (1991): «Medical Services, Military», en The Oxford Dictionary of Byzantium (Alexander P. Kazhdan, Ed.), Óxford-Nueva York. 10 La milla romana equivale a 1478,5 m, medición que aún podría permanecer en el siglo VI. Cfr. de nuevo Schilbach (1970) pp. 32-36. 11 Corbatas: trozo de tela alargado que se añade al asta de una bandera justo por encima de la misma, recordando condecoraciones, hechos de armas, etc. 12 Traducimos por cuernos el término βουκίνων. En latín el que toca el cuerno sería el bucinator (cfr. corneta). 13 Expresión latina que significa «Con nosotros». Hay que recordar que en la obra de Mauricio las órdenes en latín están escritas en alfabeto griego. Sobre este tema, se puede consultar: KAZHDAN, A. y McGEER, E. (1991): «Commands, Military», en Oxford

Dictionary of Byzantium (Alexander P. Kazhdan, Ed.), Universidad de Óxford, Óxford-Nueva York. 14 «Señor, ten piedad». 15 Vegecio, en su Epitoma Rei Militaris III 5, 4, nos dice que la frase Nobiscum Deus («Dios con nosotros») puede ser utilizada como contraseña o durante el combate (es de suponer que en este caso como grito de guerra). 16 Ya César (Caius Iulius Caesar) (BC III 92), más de seiscientos años antes, decía algo parecido: «y no en vano se dispuso en la Antigüedad que por doquier sonara la señal de ataque y todos los soldados lanzaran grandes gritos; y pensaron que con estos procedimientos no solo se atemorizaba a los enemigos, sino que también se incitaba a los suyos.» 17 En el libro I, cap. 4, el mismo Mauricio nos dice que un tagma debe tener un efectivo que puede oscilar entre trescientos y cuatrocientos hombres.

Libro III SOBRE LA FORMACIÓN DE LOS TAGMAS Capítulo 1. Los símbolos usados para ilustrar las formaciones de los tagmas Capítulo 2. La formación de los tagmas pretendiendo una fuerza de trescientos diez hombres Capítulo 3. Esquema del mismo tagma con sus flancos en orden cerrado Capítulo 4. Esquema del mismo tagma con ambos flancos y la retaguardia en orden cerrado Capítulo 5. Métodos de entrenamiento del tagma Capítulo 6. La formación de los meros.

Explicación de los símbolos que ilustran la formación de los meros y su personal Capítulo 7. Explicación de los símbolos que ilustran la formación de la primera y de la segunda línea Capítulo 8. Formación de la línea al completo cuando la impedimenta está presente Capítulo 9. Un meros individualizado Capítulo 10. Formación de un ejército de fuerza moderada Capítulo 11. Órdenes generales Capítulo 12. Órdenes a las tropas de primera línea Capítulo 13. Órdenes a los flanqueadores Capítulo 14. Órdenes a los flanqueadores de ataque Capítulo 15. Órdenes a las tropas de la segunda línea

Capítulo 16. Órdenes a las tropas asignadas a las emboscadas SOBRE LA FORMACIÓN DE LOS TAGMAS12 Libro III, capítulo 1. Los símbolos usados para ilustrar las formaciones de los tagmas Bandera1 Prefecto del tagma Trompetas Portacapa2 Hecatontarca o ilarca Decarca con lanza y escudo Pentarca con lanza y escudo El tercero en la fila con arco sin escudo El cuarto de la fila con arco sin escudo situado en retaguardia El quinto de la fila con arco sin escudo

Jinete o soldado con cualquier tipo de arma que puedan manejar Libro III, capítulo 2. La formación de los tagmas pretendiendo una fuerza de trescientos diez hombres Esta es la formación del tagma cuando se alinea para la batalla y comienza su avance. Debe definitivamente marchar en orden abierto para que los jinetes no se apelotonen y se fatiguen antes de la lucha. Deben separarse a suficiente distancia para que cada uno pueda girar su caballo de forma fácil cuando así lo desee. La orden es: Largiter ambula3. Entonces, cabalgando al trote,

los

soldados

avanzan

contra el enemigo, como se ilustra en el diagrama4.

Libro III, capítulo 3. Esquema del mismo tagma con sus flancos en orden cerrado Cuando el enemigo se encuentra a una milla de distancia, la decisión a tomar es proteger el flanco y la orden es: Ad latus stringe5. Las líneas de caballería se moverán en orden más cerrado entre ellas continuando su avance hacia el enemigo tal cual se muestra en el diagrama.

Libro III, capítulo 4. Esquema del mismo tagma con ambos flancos y la retaguardia en orden cerrado Cuando estemos a tres o cuatro tiros de flecha de la línea enemiga, la decisión a tomar es proteger los flancos y la retaguardia dependiendo de las circunstancias. La orden es: Iunge6. Entonces gradualmente se irán contrayendo mientras continúa el avance. Los arqueros dispararán y el tagma conjuntamente en orden cerrado comenzará la carga, como muestra el diagrama.

Libro III, capítulo 5. Métodos de entrenamiento del tagma

Cuando la bandera se ha alineado en el orden establecido, el heraldo debe gritar la siguiente orden: Silentium. Nemo demittat, nemo antecedat bandum, sic uenias uero aequalis facies, bandum capta, ipso seque cum bando miles. Talis est comodum militis barbati. Si uero bandum demittes eo modo non uero uices. Serua miles ordinem positum. Ipsum serue et tu bandifer, siue pugnas siue seques inimicum siue aequalis facies, non forte minare ut ne sparges tu suum ordinem7. Cada tagma debe ser entrenado como sigue. Dar la señal, avanzar y parar, bien en formación o a la carrera. Si el comandante quiere que las tropas avancen, grita: Moue8, que se dice «kíneson»9 en griego. La señal también puede ser dada por clarines o moviendo el estandarte. Así el tagma avanza. Si quiere detenerles, grita la orden: sta10 o da la señal golpeando un escudo o

moviendo la mano, o con los cuernos. Y así el tagma se detiene. En caso de que primeramente quiera que marchen en orden abierto, la orden es: equaliter ambula11. Para cerrar filas con la mayor precisión desde los flancos y la retaguardia, como ilustran los anteriores diagramas, la orden es: ad latus stringe, los decarcas: ad decarchas, los pentarcas: ad pentarchas12. Entonces todas las tropas, lado a lado, se cierran conjuntamente, no en un único flanco, sino desde ambos lados, comprimiéndose hacia el centro, esto es, hacia el portaestandarte. Esta maniobra debe ser practicada también por los meros, ya que de esta forma las filas pueden cerrarse rápidamente y en buen orden. Así como los decarcas se alinean, así los tetrarcas o los últimos de fila deben alinearse ellos mismos. Pues si cierran los soldados filas con exactitud, efectivamente

mantienen las tropas delante de ellos y les disuaden de abandonar sus puestos en combate y huir a la retaguardia. A la orden de: iunge13, los soldados se cierran desde la retaguardia para la carga. Con las tropas avanzando en formación cerrada, particularmente tras haberse cerrado en apretada formación desde el flanco, los arqueros disparan, y la orden a ser dada es: percute14. Los decarcas y pentarcas entonces se reclinan hacia delante, cubriendo sus cabezas y parte del cuello de sus caballos con sus escudos, manteniendo sus lanzas tan alto como sus hombros a la manera de las razas rubias15, y protegidos por sus escudos, avanzan en buen orden, no demasiado rápido, sino al trote, para evitar que el ímpetu de la carga rompa sus filas antes de llegar a chocar con el enemigo, lo cual es un riesgo real. Todos los arqueros de la retaguardia deben

disparar. Al perseguir a caballo al enemigo, deben a veces cargar en orden abierto, algunas veces juntos en orden cerrado. Si se hace en orden abierto, la orden es: cursu mina16. Y deben cabalgar a esa velocidad más o menos una milla. Si se hace en orden cerrado, la orden es: cum ordine seque17. Y ellos persiguen al enemigo conjuntamente en filas cerradas. Para retroceder un poco y entonces dar media vuelta: cuando el comandante quiere retroceder en orden abierto grita: cede18. Y al galope las tropas se retiran a uno o dos tiros de flecha hacia los hombres situados en orden cerrado. El comandante grita otra vez: torna mina19. Entonces giran, afrontando al enemigo. Debe la tropa practicar esta maniobra frecuentemente, no solamente en cargas hacia delante, sino también a la derecha y a la izquierda, y lo mismo como si estuviesen dirigidos hacia la segunda línea.

A veces los intervalos de esa segunda línea o los espacios entre las líneas deben reagruparse y todos juntos en formación irregular cargar contra el enemigo. Mientras practican, las lanzas deben ser mantenidas en alto y no bajarlas al lado, para no impedir el libre movimiento de los caballos. Para cambiar el frente a la izquierda o a la derecha de manera ordenada, los flanqueadores y los flanqueadores de ataque han de hacer la maniobra necesaria. La primera orden es: depone sinistra20. Si es a la derecha: depone dextra21. Y ellos cambian el frente. Si solamente implica a una bandera, entonces esa bandera cambia el frente. Pero si hay varias, entonces la primera cambia por sí misma, y las otras conforme a los movimientos de la primera. Para cambiar la formación cuando los soldados mantienen su posición y cuando

cambia el frente de la línea de batalla: si una pequeña fuerza enemiga de repente ataca por la retaguardia, la orden a dar es: transforma22. Manteniendo su lugar, cada soldado gira y solamente los oficiales y los portaestandartes se desplazan a la nueva línea del frente desde la nueva retaguardia. Si un gran fuerza enemiga aparece tras ellos, la orden es: transmuta23, y la unidad marcha junta siguiendo el estandarte. Durante el entrenamiento y la formación, el tagma no debe estar limitado a las formaciones en línea mostradas en los diagramas, las cuales competen solo a la carga principal, sino que también las formaciones irregulares deben ser practicadas, marchando hacia delante y en varios tipos de movimientos circulares, primeramente retirada y dar media vuelta, posteriormente ataques sorpresa contra el enemigo, y finalmente dar rápido apoyo a

las unidades con problemas. Si los tagmas adquieren alguna capacidad en estas maniobras, estarán preparados para operar en formación cerrada o abierta y para formar en cualquier eventualidad. Cuando tales entrenamientos han sido propiamente realizados, los soldados comienzan a familiarizarse con ellos o con la mayor parte, y esas nueve maniobras preparan a los tagmas para cualquier emergencia, ya sea estar preparados para luchar en orden abierto, en orden cerrado, como flanqueadores o como flanqueadores de ataque, pues se habrán acostumbrado a todas las formaciones. Es también esencial, por supuesto, que las banderas comiencen a ser usadas para alinearse y cooperar unas con otras, así como al completo en línea de batalla, pero de tal forma que no descubran todas nuestras formaciones al enemigo. Antes del combate, el ejército no debe formar al completo en línea de batalla, esto

es, cuando se están entrenando no deben alinearse en primera y segunda línea, con flanqueadores, flanqueadores de ataque, tropas escondidas en formación irregular o en emboscadas. Esas disposiciones son más materia de estrategia que de táctica, y no deben ser preparadas con anticipación durante el entrenamiento, sino que deben ser decididas al punto de encontrarse con una necesidad específica. En el momento en que una única bandera está siendo entrenada, un moira, un meros o la línea entera del frente debe ser alineado en tres partes. Si es una única bandera la que se está entrenando por sí misma, la mayor parte de los hombres deben estar formados en orden abierto. En la misma línea con ellos, unos diez jinetes deben ser colocados en una única columna en cada flanco en orden cerrado. Unos pocos soldados, digamos diez, deben poner su posición en el lado contrario para

representar al enemigo para que nuestros hombres puedan tener la impresión de dirigir su carga contra ellos. Cuando el avance comienza, las tropas en orden abierto, separadas de su apoyo en orden cerrado, se mueven rápidamente como si estuviesen en combate. Tras cabalgar firmemente hacia delante durante una milla o dos, regresan hasta media distancia, hacen tres o cuatro rápidas cargas a la derecha y a la izquierda, y entonces vuelven a empezar otra vez. Tras todo esto, galopan a su posición original en el área entre los dos grupos en orden cerrado y todos juntos cabalgan en orden cerrado como para afrontar al enemigo que perseguían. El mismo tipo de entrenamiento debe ser también practicado por los moiras. Algunas de sus banderas deben formar en orden abierto, otras en orden cerrado. Deben entonces cambiar los papeles, aquellas en orden abierto cambian a cerrado, y

viceversa, con el resultado que todas ellas estarán preparadas para lo que corresponda. Los mismos principios se aplican en el entrenamiento de los meros, tanto en la primera como en la segunda línea de batalla. Cuando varias banderas de tropas en orden abierto practican movimientos envolventes de carga y se dividen en dos grupos cabalgando unos contra otros, con una parte cargando hacia fuera y otra hacia dentro, se debe tener mucho cuidado para evitar colisiones entre los jinetes. Los flanqueadores y los flanqueadores de ataque, junto con esos grupos irregulares escondidos tras los drungos, deben practicar individualizadamente. Cuando las líneas enemigas se extienden más allá de la nuestra por ambos lados, deben los flanqueadores y flanqueadores de ataque mantener nuestra línea y protegerla contra los movimientos envolventes del enemigo. Estos

flanqueadores y flanqueadores de ataque deben ser entrenados en los movimientos de rodear y envolver a unas líneas enemigas más cortas o de igual tamaño que las nuestras. Unos pocos jinetes, digamos una o dos banderas, deben alinearse frente a ellos en una única línea para que parezca la línea enemiga, para que los flanqueadores de ataque conforme a la longitud de la línea enemiga puedan, primeramente, sobrepasarla y posteriormente los drungos o grupos irregulares reunidos entre ellos puedan rápida y velozmente cargar contra la línea enemiga y caer sobre la retaguardia enemiga. Esas maniobras son simples, repercuten sobre la retaguardia enemiga y pueden ser practicadas por un único tagma o por varios combinados sin deshacer nuestro orden de batalla frente al enemigo. Las otras maniobras descritas a continuación no son

esenciales. Estos ejercicios deben ser dados por escrito a los merarcas y moirarcas. Deben ser practicados no solo en terreno llano, sino también en terreno montañoso y encharcado. Incluso con tiempo caluroso es una buena idea entrenarlos y practicarlos. Nadie sabe qué sucederá. Libro III, capítulo 6. La formación de los meros. Explicación de los símbolos que ilustran la formación de los meros y su personal MEROS DE LOS FEDERADOS. FORMACIÓN Moira en formación abierta

Moira en formación cerrada

Moira en formación abierta

Libro III, capítulo 7. Explicación de los símbolos que ilustran la formación de la primera y de la segunda línea24

El hypostrategos El cuerpo médico77 Flanqueadores Flanqueadores de ataque Optimates armados Caballos de reserva, si hay Impedimenta, si hay Bandera de la guardia de la impedimenta, si hay Taxiarca de los optimates El estrategos

Libro III, capítulo 8. Formación de la línea al completo cuando la impedimenta está presente

Si ocurre que el ejército es de una fuerza de más de quince mil hombres, está permitido, y de hecho es aconsejable, organizar la segunda línea en cuatro meros con tres espacios entre ellos, como muestra el diagrama, para que cada meros de la primera línea pueda tener su propio espacio. Si el ejército es de fuerza moderada, digamos de cinco mil o seis mil a quince mil hombres, entonces la segunda línea debe estar compuesta por dos meros y un espacio abierto de acuerdo al siguiente diagrama que muestra a un único meros. Si el ejército es aún más pequeño, cinco mil hombres o menos, entonces hay que estacionar un meros como segunda línea. Los espacios abiertos en la segunda línea entre los meros deben ser proporcionados al número de unidades formadas en la primera línea, para que cada espacio sea de un cuarto de ancho del meros de la primera línea. Esto es, si el meros de la primera

línea tiene seiscientos jinetes, el espacio abierto en la segunda línea debe ser de unos ciento cincuenta. Como se mencionó anteriormente, la profundidad del tagma estacionado en ese espacio abierto debe ser normalmente de cuatro hombres en fondo, para que, si fuese necesario, pueda estar preparado para una acción ofensiva. Pero si el ejército es de fuerza moderada, no basta para luchar pero sí para permanecer y mantener la segunda línea intacta. Libro III, capítulo 9. Un meros individualizado Ejemplo de un meros individualizado formado como previamente se ha descrito. Si este meros debe retirarse dándose la vuelta en dirección a la segunda línea y recibe refugio en medio de esta, el portaestandarte del tagma o su 25 comandante grita: «suscipe» .

Libro III, capítulo 10. Formación de un ejército de fuerza moderada

SEGUNDA LÍNEA Este esquema, con la segunda línea consistente en un meros y no más, es apropiado cuando el ejército es de fuerza moderada, esto es, de dos mil a cinco mil o seis mil hombres o menos. En caso de emergencia, la primera línea debe situarse al final o en los flancos de la segunda línea, no a su altura. Si el ejército al completo

consiste en cinco mil a diez mil o doce mil hombres, la segunda línea debe dividirse en dos meros con un espacio abierto entre ellos, como previamente se explicó en el diagrama de un único meros, y si la primera línea es superada puede encontrar refugio allí. Si tratamos con un ejército de quince mil o veinte mil hombres o más, la segunda línea debe consistir en cuatro meros con tres espacios abiertos, tal como es explicado en el capítulo que trata de ello. Esta disposición de la línea es esencial cuando el ejército es excepcionalmente numeroso. Disposición de los flanqueadores y flanqueadores de ataque cuando la línea de batalla del enemigo es más larga o más corta que la nuestra. Si la línea de batalla enemiga es considerablemente larga en ambos lados, nuestro centro, no los flancos, debe avanzar para combatir por delante de las otras unidades.

MOVIMIENTO DE ENVOLVIMIENTO DEL ENEMIGO CUANDO SU LÍNEA ES MÁS CORTA POR AMBOS EXTREMOS Y CUANDO LAS DOS LÍNEAS DE BATALLA SE APROXIMAN UNA HACIA LA OTRA. Las tropas preparadas para lanzar un movimiento envolvente o de flanqueo deben avanzar un poco más despacio para facilitar

a los flancos que rodeen la línea enemiga antes de hacer contacto. Si, por otro lado, nuestra línea está siendo envuelta porque es más corta, entonces las tropas de nuestra segunda línea que están tras ella deben atacar la retaguardia de las fuerzas que nos envuelven.

CÓMO SE DEBE REALIZAR EL MOVIMIENTO DE ENVOLVIMIENTO CUANDO LAS LÍNEAS SON DE IGUAL FUERZA. Libro III, capítulo 11. Sobre las órdenes generales

Cuando las fuerzas romanas han sido organizadas y entrenadas, primeramente por tagmas y posteriormente por meros, los oficiales de cada meros deben ser llamados conjuntamente y recibir las siguientes instrucciones básicas por escrito. Así como los conejos y otros pequeños animales cuando se los persigue y caza no huyen en fuga precipitada, sino que miran atrás para ver con cuánto ímpetu sus atacantes los persiguen y regulan su carrera de acuerdo a tal, cuánto más deben los hombres, que poseen inteligencia y luchan por una causa tal, ser cuidadosos en preparar sus propósitos de ataque y repliegues en la batalla y no deben hacer como el agua que

fluye ora hacia delante ora hacia atrás, de modo que con cada pequeño avance realizado por el enemigo o por ellos mismos pierdan el control y corran riesgos innecesarios, sino que deben permanecer en su puesto y afanarse en cada posible manera de derrotar al enemigo. Empujar al enemigo hacia atrás a una corta distancia y dejarlo marchar no es una victoria decisiva. Tampoco es una derrota retirarse un poco y entonces detenerse nuevamente. Solo el final de la batalla queda claro a ambos bandos y para eso se debe luchar, para que se muestre con claridad. Cuando los oficiales comprendan los principios de las formaciones y prácticas mencionadas anteriormente, que contribuyen a la ejecución de esas maniobras y después del entrenamiento de las unidades individuales, la línea de batalla al completo debe ser formada una vez o, aún mejor, dos veces según los principios ilustrados por las maniobras.

Libro III, capítulo 12. Sobre las órdenes a las tropas de primera línea Las órdenes deben darse a los oficiales de la primera línea o línea de combate para conformar sus movimientos en función de los que realice el meros central, donde generalmente se sitúa el hypostrategos. Deben mantenerse a la altura de este meros y realizar su carga al mismo tiempo. Si el enemigo huye a causa de la carga, entonces las tropas de asalto deben perseguirlo rápidamente continuando su persecución directamente hasta el campamento enemigo. Las tropas de defensa deben seguirlas sin detenerse pero manteniendo su formación. Entonces, en caso de que el enemigo gire y las tropas de asalto no puedan mantener la lucha en formación cerrada, pueden obtener refugio entre las tropas de defensa y reagruparse.

Si sucede que durante la batalla cualquier meros, o todos, deben retirarse, deben hacerlo tras la segunda línea a un tiro de flecha o dos y lo usual y apropiado es ordenar, anunciándolo en alta voz, girar de nuevo contra el enemigo. Deben así ser capaces de forzar la retirada enemiga. Si no es así deben retirarse un poco y contraatacar. Y si, tras uno o dos intentos, aún no han tenido éxito en derrotar al enemigo, entonces la segunda línea debe avanzar, la primera refugiándose tras la segunda y cubriendo los espacios vacíos en ella, y en el área entre la segunda y la tercera línea debe rehacerse la primera y atacar al enemigo en formación irregular conjuntamente con la segunda línea. Si el enemigo se retira se le debe perseguir sin misericordia. Libro III, capítulo 13. Sobre las órdenes a los flanqueadores

Debe ordenarse a los flanqueadores que si el flanco del enemigo se extiende más allá del nuestro, deben hacer todo el esfuerzo, inclinándose su propio flanco, que es el lado del escudo26, para extender nuestro flanco y hacerlo igual, para prevenir el cerco del meros al completo. Pero si el flanco enemigo es más corto, deben activar el avance en formación de media luna y envolverlo antes de que el meros lance su ataque, que es justo antes de que se dé la señal de carga. Si las líneas son de igual dimensión, los flanqueadores deben permanecer en su posición en orden cerrado y unirse a la carga del resto del meros. Libro III, capítulo 14. Sobre las órdenes a los flanqueadores de ataque Se debe dar órdenes a los flanqueadores de ataque para que, hasta que el enemigo se sitúe a dos o tres tiros de flecha de

nuestra línea de batalla, estén, como se explicó, manteniéndose ocultos tras el ala derecha. Un tagma con sus decarcas y pentarcas se debe situar en primera fila, con una profundidad de unos cinco hombres, lo suficiente si las tropas son buenas. El otro tagma debe estar situado de modo irregular tras el primero. Los estandartes, esto es, sus partes culminantes, no deben ser llevados desplegados, sino bajados, para no ser vistos y reconocidos por el enemigo hasta el momento adecuado. Si el flanco enemigo se extiende más allá del nuestro, deben primeramente inclinarse al flanco, esto es, del lado de la lanza27. Mientras el meros de la derecha afloja su paso un poco pueden extender su formación a medio tiro de flecha hasta que ellos sobrepasen el ala opuesta. Mientras giran contra ellos y les envuelven, la orden de: Exi28 será dada, y el drungos encubierto cargará de repente

desde atrás con gran fuerza y velocidad. Si el enemigo huye, no deben perseguirlo, sino que deben unirse a los otros tagmas e inmediatamente atacar a la retaguardia del resto de las unidades enemigas. Pero si la línea enemiga es más corta, deben inmediatamente avanzar desde el meros y, en formación de media luna, envolverla. Si las líneas son de la misma longitud, deben extender su formación un poco para flanquear al ala opuesta y, entonces, como se dijo, cargar. Ahora si, mientras los flanqueadores de ataque están desplegándose y los del enemigo lo hacen de la misma manera, entonces deben inmediatamente lanzar la carga contra ellos mientras aún se están moviendo. Pues, envolviéndolo por el flanco, el enemigo habrá de exponer su derecha y su formación perderá cohesión. No solo deben los flanqueadores de ataque regular estos movimientos envolventes para que no se

hagan ni demasiado lentamente ni adelantándose, sino que el comandante de todo el meros debe calcular su asalto para coincidir con el ataque de los flanqueadores de ataque en cuanto ellos comiencen a causar confusión entre el enemigo. Su propósito debe ser envolver al bloque enemigo que tiene enfrente si es que puede. Por otro lado, deben extender su línea tanto cuanto lo esté haciendo el enemigo. Si la línea de batalla enemiga es más larga, entonces deben animar a los flanqueadores de ataque para ir hacia su función. Debe hacerse notar que los flanqueadores de ataque, como se dijo, pueden consumar ataques sorpresa con impunidad incluso en terreno abierto. Libro III, capítulo 15. Órdenes a las tropas de la segunda línea Debe ordenarse a la segunda línea seguir y

configurar sus movimientos de conformidad con la unidad del centro en la cual se sitúa normalmente el estrategos. En el momento en que la primera línea hace contacto con el enemigo, la segunda línea debe estar a unos tres o cuatro tiros de flecha tras ella, para que si el enemigo se retira, lo siga en apoyo de la primera línea en formación cerrada, manteniendo su formación, y sin detenerse. Si nuestra primera línea es vencida, a las unidades en retirada debe permitírseles pasar a través de los tagmas de la tercera línea y encontrar así refugio. La segunda línea debe continuar su avance en buen orden sin disgregarse, con las tropas de la primera línea, y no debe romper la formación hasta el resultado final de la batalla y su vuelta al campamento. Debe siempre mantener su formación y no deshacerla en la persecución del enemigo. Ahora, si la batalla se mantiene en duda en lo que se refiere a la primera línea, y si

primeramente un bando gana ventaja y posteriormente el otro, entonces la segunda línea debe esperar y observar como evoluciona la situación, lanzando dos o tres apasionados gritos de apoyo para dar coraje a nuestras tropas y descorazonar al enemigo. Debe ser muy cuidadosa para no entrar en acción de forma prematura o situarse demasiado cerca de la primera línea para que no se cree confusión alguna y una derrota inesperada. Si en su caso sucede que la segunda línea se rompe, debe retirarse a tanta distancia cuanto se encuentre la retaguardia o la tercera línea y reorganizarse. Si oyen que el enemigo está atacando con emboscadas la retaguardia, si se trata solo de una pequeña avanzadilla y las tropas de la tercera línea son capaces de ocuparse de ella, en ese caso deben ser enviadas tras ellos. Pero si no hay suficientes tropas en la defensa, los hombres de la segunda línea deben girar tal

como están, con el oficial comandante con el estandarte avanzando en retaguardia, y, con la línea mirando a ambos lados, se podrá fácilmente atajar el ataque enemigo. Si el enemigo se retira, una o dos banderas de la retaguardia deben atacarlo. Si se espera que el enemigo sea numeroso, el comandante da la orden de: «transmuta»29. En cada tagma los decarcas marchan a la retaguardia, de modo que se transforme en el nuevo frente. Que esto quede en un reglamento permanente para todas las tropas y que nadie de la segunda línea ose cargar incluso si la primera línea fuese vencida. Libro III, capítulo 16. Órdenes a las tropas asignadas a las emboscadas Debe ordenarse a las tropas enviadas para emboscar o para atacar la primera línea enemiga que, antes de nada, han de enviar

patrullas por delante para que así el destacamento no encuentre una fuerza enemiga de forma inesperada o una emboscada desde el flanco o desde la retaguardia de la primera línea enemiga. El enemigo frecuentemente sitúa sus fuerzas en dos líneas de batalla y si no se han planeado con mucho cuidado nuestras incursiones contra su primera línea, nuestras propias tropas pueden acabar siendo emboscadas por el enemigo. Por consiguiente, si el enemigo se sitúa en dos líneas, no se debe lanzar una incursión contra la retaguardia de su primera línea, sino contra un flanco o ala, incluso si, como se ha citado, tiene lugar el ataque desde uno o los dos lados. Este tipo de ataques debe ser coordinado para que no se avance demasiado respecto a nuestra línea de batalla ni demasiado tarde, sino que cuando las dos líneas se encuentran apartadas a dos o tres tiros de flecha entonces los

destacamentos enviados a la emboscada deben atacar al enemigo. Pero si los hombres han sido debidamente entrenados, como se explicó anteriormente, no es necesario gastar más tiempo en esas instrucciones, pues serán capaces de tratar con cada situación como corresponda. FIN DEL LIBRO TERCERO 1 Entendido como estandarte. 2 Entendido como ayudante. 3 «¡En orden abierto. Marchen!». 4 En el manuscrito Laurenciano solo se desarrolla el cuerpo central. 5 «¡Cerrad los flancos!». 6 «¡Cerrad filas!». 7 «Silencio. Que nadie retroceda. Que nadie avance por delante del estandarte. Avanzad al mismo ritmo de la línea del frente. Mantened vuestros ojos en el estandarte. Síguele con tu propia compañía, soldado. Así es como el soldado valiente ha de actuar. Si abandonáis al estandarte no venceréis. Soldado, mantén tu posición asignada. Portaestandarte,

mantén tu posición en la lucha y, persiguiendo al enemigo o incluso en la línea del frente, no carguéis de forma impetuosa provocando que vuestras filas se quiebren». En el texto original, todo este párrafo está en latín, pero escrito en alfabeto griego, con las peculiaridades de la grafía de este idioma con respecto al latín, como la de poner silention en lugar del correcto latín silentium, antekedat en lugar de antecedat... 8 «¡Marchen!». 9 κίνεσον. 10 «¡Alto!». 11 «¡En línea, marchen!». 12 «¡Por el flanco, cierren!»... «¡A los decarcas!»... «¡A los pentarcas!». 13 «¡Cerrad filas!». 14 «¡Carguen!». 15 Bárbaros del norte, germanos de la zona occidental. 16 «¡Carguen al galope!». 17 «¡Seguid en orden!». 18 «¡Retroceded!». 19 «¡Girad y cargad!». 20 «¡A la izquierda, cambiad el frente!». 21 «¡A la derecha, cambiad el frente!». 22 «¡Cambio!».

23 «¡Cambiad de lugar!». 24 Deputador. 25 «¡Incorporación!». 26 El lado izquierdo. 27 El lado derecho. 28 «¡Avanzad!». 29 «¡Cambiad de posición!».

Libro IV Capítulo 1. Sobre las emboscadas y estratagemas contra tropas enemigas superiores Capítulo 2. Sobre las emboscadas de los escitas Capítulo 3. Sobre las emboscadas realizadas por ambas partes Capítulo 4. Sobre el momento más oportuno para las emboscadas Capítulo 5. Sobre la conveniencia del uso de formaciones irregulares para emboscadas o ataques por sorpresa SOBRE LAS EMBOSCADAS Libro IV, capítulo 1. Sobre las

emboscadas y estratagemas contra tropas enemigas superiores Las emboscadas bien planeadas son del mayor valor en la guerra. De varias formas, las emboscadas, en un corto periodo de tiempo, han destruido grandes fuerzas antes de que el enemigo haya tenido la oportunidad de situar su línea completa de batalla en acción. Algunos comandantes obtienen ventaja de terrenos favorables, tales como bosques densos, valles, colinas abruptas, barrancos y montañas que se extienden más allá de la línea de batalla enemiga. Los comandantes han usado estos accidentes geográficos para ocultar tropas y para mantenerlas sin ser detectadas a distancia y no ser atacadas. Entonces, de repente, cargando contra la retaguardia enemiga antes de que la batalla principal dé comienzo, estos ataques les conducen al desorden y a la derrota. Otros comandantes,

cuando el terreno no permite esta ventaja, no pueden montar la emboscada cerca de la línea enemiga, sino al flanco, entre las líneas enemigas y las de su propio ejército o incluso en la retaguardia de su propio flanco. En ocasiones pueden estacionar la fuerza mayor en la emboscada y mantener una pequeña tropa frente al enemigo. Esto es particularmente usado contra los pueblos de pelo rubio1 y otros pueblos indisciplinados. Libro IV, capítulo 2. Sobre las emboscadas de los escitas En lugar de situar a un gran número de tropas, algunos comandantes colocan en línea de batalla a la parte más pequeña del ejército. Cuando la carga se realiza y las líneas chocan, aquellos soldados rápidamente huyen, el enemigo comienza a perseguirlos y comienza a desorganizarse. Nuestras tropas cabalgan, sobrepasando el

lugar donde se ha montado la emboscada, y entonces las unidades ocultas cargan y atacan al enemigo por su retaguardia. Aquellos que escapaban se vuelven y las fuerzas enemigas son atrapadas en el medio. Los pueblos escitas hacen esto siempre. Libro IV, capítulo 3. Sobre las emboscadas realizadas por ambas partes Algunos comandantes han excavado una trinchera de ocho o diez pies de profundidad y cincuenta o sesenta de ancho, a lo largo de una buena distancia. La cubren con ramas, paja y tierra y así parece tal como la tierra de su alrededor y no hay forma que se pueda ver la diferencia. La tierra excavada no hay que dejarla allí para que no se pueda apreciar nada extraño. En varios puntos en el medio de la trinchera esos comandantes

dejan algunos pasos de tierra firme, bien señalizados y conocidos por su propio ejército en el momento preciso. Cerca de la zanja, a ambos lados, sitúan tropas en emboscada, ocultas donde no puedan ser vistas, y sitúan el resto del ejército en línea delante de la trinchera. Cuando se entabla la batalla, los hombres situados delante de la trinchera simulan ser vencidos y se retiran a salvo por las secciones sólidas por ellos conocidas. El enemigo comienza una irrefrenable e impetuosa persecución y cae en la trinchera. Entonces, los soldados emboscados cargan de repente y los hombres que han simulado retirarse se vuelven. La mayor parte del enemigo quedará en peligro, algunos habrán caído en la zanja mientras otros escaparán en desorden por causa del inesperado desastre. Esta es la estratagema con la que los neftalitas2 vencieron a Peroz, rey de los

persas3. Este tipo de emboscadas, sin embargo, requiere mucha disponibilidad de tiempo y muchos trabajadores, y puede ser fácilmente descubierta por los enemigos a través de desertores o exploradores. Otros, aplicando el mismo tipo de estratagema en terrenos pantanosos, localizan dos o tres pasos sólidos e informan de ellos a su ejército cuando se sitúa en formación. Las tropas se alinean delante de tales pasos y, cuando la acción comienza, simulan huir, haciéndolo sobre los pasos y conducen al enemigo directamente al pantano. Entonces las tropas emboscadas situadas en los flancos, de repente cargan contra ellos y los hombres que fingían retirarse contraatacan y destruyen al enemigo. Las tribus escíticas de los godos usaron esto contra el emperador romano Decio cuando cruzaron el Danubio e invadieron Tracia y entablaron guerra contra

él en Mesia4. En aquel tiempo Decio tuvo éxito empleando la misma estrategia, simulando retirarse, en un intenso combate que entabló para destruir muchos de ellos5. Este mismo tipo de trampa puede ser realizado al enemigo incluso sin una trinchera o pantano. En el momento adecuado, sin que el enemigo se entere, deben diseminarse o colocarse en posición abrojos de hierro unidos entre sí para que puedan ser fácilmente recobrados tras ser utilizados. Deben extenderse a todo lo largo de la línea de batalla y en una profundidad de cien pies. Deben dejarse cuatro o cinco pasajes en el medio, de unos trescientos o cuatrocientos pies de ancho, conocidos por nuestro ejército y claramente marcados por tres grandes palos, lanzas terminadas en extrañas formas, pilas de tierra o piedra u otras marcas obvias. Estas marcas deben ser situadas no solo a la entrada de los pasajes

o en el frente cubiertas por los abrojos, sino también en el fondo de los pasajes para que, una vez comenzada la acción, cuando las unidades finjan retirarse y hayan pasado a través de esas vías, los marcadores puedan ser retirados o derribados por los jinetes asignados a tal propósito. Los soldados emboscados en ambos flancos pueden entonces cargar mientras que el enemigo está tropezando con los abrojos y encuentra dificultades tanto para avanzar como para retroceder. El mismo tipo de acción se puede realizar sin usar los abrojos. Aquí y allá deben abrirse fosas redondas, del tipo llamado «rompe caballos». Deben tener un pie de diámetro y dos o tres de profundidad, con afiladas estacas fijadas en el fondo6. Las fosas deben ser cavadas en filas alternativas, no en línea recta, más o menos a cada tres pies en todas las direcciones, y deben de cubrir un área de ciento cincuenta

pies, tan largo como la línea de batalla. En el momento de la batalla, ahora, la primera línea debe situarse a una milla por delante de estos obstáculos, y la segunda como a dos o tres tiros de flecha tras los obstáculos, no tan espaciados como la línea de batalla sino en línea con los espacios libres entre las diversas unidades. En caso de emergencia, entonces, cuando las tropas de primera línea se retiran, pueden hacerlo a salvo entre esos espacios y, si fuese necesario, la segunda línea puede avanzar a través de esos mismos espacios para atacar al enemigo. Si toda la línea de batalla se sitúa tras los obstáculos, sin unidades en su parte delantera, la línea debe situarse a dos o tres tiros de flecha tras ella. Cuando el enemigo avanza, topa con los obstáculos en el mismo momento en que sus caballos, al caer en los hoyos, son aniquilados. Cuando nuestra línea está formada tras los obstáculos, los espacios libres entre dichos obstáculos no

deben ser muy anchos para que un gran número de enemigos no pueda entablar combate con peligro. Cualquiera de estos artificios o estratagemas deben ser preparados secretamente por un pequeño grupo de hombres de confianza. El trabajo debe realizarse el mismo día de la batalla o el día antes por la tarde, en ese punto en el que se espera el combate, y allí ellos deben esperar al enemigo. En el momento justo, el grupo de confianza debe informar a los soldados, especialmente a los portaestandartes, para que puedan saber qué hacer. Durante la retirada, esta no deben hacerla en formación regular, pero las banderas deben seguir en formación no rígida una tras la otra según la localización de los espacios abiertos. A todos los soldados se les debe ordenar seguir a sus propios estandartes, especialmente durante la retirada, para evitar, ¡ojalá que no suceda!, moverse entre

las trampas y caer dentro. De entre todas las estratagemas descritas arriba, es, en nuestra opinión, aquella de los abrojos la que puede emplearse con mayor facilidad y secreto en todo tipo de terreno. El estrategos debe también, por supuesto, formar la línea de batalla de acuerdo con el terreno. Si se decide dar un asalto contra la línea enemiga, como se describe en el libro anterior, deben destacarse una o dos banderas, o incluso más, dependiendo del tamaño del ejército, con buenos soldados bajo el mando de oficiales valientes e inteligentes. Según el terreno, un grupo debe acometer operaciones contra la línea enemiga en su flanco derecho, y el otro grupo puede hacer lo mismo en el izquierdo. Si el enemigo lanza un ataque, esas unidades deben repelerlo y no darle tiempo a alcanzar y acosar nuestra línea de batalla. Si el enemigo no ataca, entonces ellos mismos deben atacar en ese sector o atacar

por sorpresa la impedimenta enemiga si es que pueden arriesgarse por estar esta a mano, o la retaguardia o los flancos de la línea enemiga. En caso de que el enemigo forme en dos líneas o pueda haber unidades preparadas para emboscadas tras su propia línea, para buscar y dañar a los nuestros, nuestros hombres que han sido destacados para tareas de emboscada deben hacer un reconocimiento cuidadoso del terreno y, por tanto, estar preparados para cualquier movimiento del enemigo. Libro IV, capítulo 4. Sobre el momento más oportuno para las emboscadas El momento para una emboscada debe ser cuidadosamente elegido. No deben realizar su ataque demasiado lejos desde la línea principal pues, siendo menos numerosos, pueden ser aplastados por el enemigo. Tampoco pueden demorarse demasiado,

pues si aparecen tras haber comenzado la batalla principal resultan inútiles. Las unidades destacadas para las emboscadas y el cuerpo principal del ejército deben moverse al mismo tiempo, tanto si hay una emboscada o como si hay dos. Incluso es mejor que se mueva el cuerpo principal del ejército un poco antes de las unidades de emboscada para que la línea principal de la batalla, avanzando en abierto, distraiga la atención del enemigo, mientras que los otros proceden bajo cubierto. Deben coordinar sus movimientos gracias a los exploradores, señales y por valoraciones. Si sucede que una toma la delantera por un atajo, debe aminorar y esperar a la otra para que, si es posible, ambas, las unidades de emboscada y la línea principal de batalla, hagan contacto con el enemigo al mismo tiempo. Preferiblemente, las unidades de emboscada deben atacar justo un poco antes. El propósito de esto es que cuando el enemigo

comience a desbandarse por culpa de la emboscada, entonces la línea principal de batalla avance y ataque. Por la misma razón, si el terreno lo permite, las emboscadas deben realizarse desde ambos lados, especialmente si el ejército es grande. Una parte del ejército debe ser usada para repeler ataques del enemigo, mientras que la otra lo ataca. Entonces, si una de ellas permanece intacta, aun cuando sus asaltos pudieran ser ineficaces, o si entretanto la línea principal de batalla es rechazada, ella no deberá, por estos motivos, ceder ante el enemigo, retroceder a la segunda línea y mezclarse con los fugitivos, sino que debe permanecer fuera e intentar atacar la retaguardia enemiga y de esta forma recoger a sus propios hombres en fuga. Libro IV, capítulo 5. Sobre la conveniencia del uso de formaciones irregulares para emboscadas o ataques

por sorpresa Las señalamos para garantizar que los destacamentos designados para las emboscadas, para ataques en la retaguardia o en los flancos de la línea de combate enemiga, para proteger la retaguardia, los flancos o la impedimenta, para rápido apoyo a una unidad que está siendo duramente presionada o para pequeños reconocimientos son mucho más efectivos si adoptan una formación irregular que una apropiada en una larga línea de batalla, completamente colocada en decarquías y pentarquías. La línea, en verdad, resulta ser más impresionante, es más fuerte, y en combate puede cargar con mayor seguridad, pero realmente no es muy flexible y es lenta y torpe haciendo maniobras de emergencia. La formación irregular tiene las características opuestas. Puede ser fácilmente ocultada para una emboscada, no requiere demasiado

espacio y puede maniobrar rápidamente en caso de emergencia. Por estas razones, debe dedicarse algún tiempo a su práctica y sus elementos básicos deben convertirse en obvios gracias a la práctica. Debe adaptarse al tamaño de la fuerza disponible y a la configuración del terreno. Si una unidad grande o de buen tamaño del ejército principal está para ser puesta en emboscada con la idea de atacar en un lugar, debe estar formada en decarquías o pentarquías. Pero si unas pocas unidades son destacadas o el ataque se realiza desde diferentes puntos, entonces la formación irregular es la más indicada. En otras palabras, la diferencia entre las dos formaciones es esta: la primera es para grandes operaciones en las que hay poco riesgo, la otra es para apoyo rápido, persecuciones, incursiones y causar confusión. Esta última formación, considerada como apropiada para la caballería, debe aprenderse por un constante

entrenamiento en la manera descrita para las banderas individuales. Si las habilidades son adquiridas apropiadamente, no habrá necesidad de instrucciones u otras órdenes. La formación por sí misma y el entrenamiento enseñan a cada hombre lo que ha de hacer. Algunos, demasiado precavidos y dubitativos para cambiar, quizá puedan argüir que esta formación es demasiado complicada y variable y es, consecuentemente, demasiado problemática. Estos deben caer en la cuenta de que los atletas, los aurigas y otros a los que compete la mera diversión, hacen esto solo por el éxito material y la recompensa, incluso una muy mediocre, y el único precio por fallar es su propio bochorno, pero ellos se someten a muchas penalidades y entrenamiento. Ellos restringen rígidamente su dieta y nunca paran de entrenar con el objeto de aprender varias formas de herir a

sus adversarios, formas de mantenerse libres de ser heridos, y cómo romper los cercos en los que pudieran ser atrapados7. ¿Cuánto más, entonces, debemos practicar esas formaciones y entrenamientos sin descanso, con flexibilidad y con inteligencia? En este caso, fallar significa la muerte inmediata o la huida, que es peor que la muerte. Por el contrario el éxito significa gratificación, ganancias materiales, fama, recuerdo eterno. No debemos confiarnos a una única formación, pues un error accidental puede significar las vidas de demasiados hombres. La responsabilidad última puede que nunca sea conocida, pero por el error de uno pueden sufrir todos. Desde luego, no es necesario escribir mucho sobre esto, incluso señalar los motivos puede hacer el libro demasiado largo. Es más trabajoso leer sobre estos entrenamientos que realizarlos. FIN DEL LIBRO CUARTO

1 cfr. nota 68. 2 Aquí vemos que Mauricio llama (hunos) neftalitas a este pueblo bárbaro. Otros autores, tal como hacen Procopio de Cesárea (De Bello Persico I 3 y 4) y Agatías (Historiae IV 27, 4), los llaman eftalitas. Este pueblo a veces también es nombrado como hunos blancos. Procopio, op. cit. I 3. 3 Procopio, De Bello Persico I 4-5; Agatías, Historiae IV 27, 3-4. El rey es Peroz I (457-484). Dicha victoria fue en el año 483 y los (n)eftalitas obligaron a los persas a pagarles tributo, tomandose así la revancha de aplastantes derrotas que habían sufrido ante los persas anteriormente, como las que les habían causado los reyes Bahram V (420-438) o su hijo y sucesor Yazdegerd II (438-457). 4 Verano de 251 d.C. En la batalla de Abrittus (junto a la actual Hisarlak, en las cercanías de Razgrad, en la provincia de Ruse, Bulgaria), en la provincia romana de Mesia Inferior (Moesia Inferior), en la actual región de Dobrudja (entre Bulgaria y Rumanía), el emperador Decio (Caius Messius Quintus Decius, 249251) fue vencido y muerto por los godos del caudillo Kniva (Zósimo I 23, 2-3). Sobre esta batalla, cfr. también RODRÍGUEZ GONZÁLEZ (2005) p. 11. 5 Como explica bien Mauricio, el emperador Decio

conocía la táctica, con la que había ya vencido en alguna ocasión. Sin embargo un exceso de confianza dio como consecuencia la muerte del emperador en la batalla citada anteriormente. 6 Estos son los famosos «lirios» (lilia) que ya empleara Julio César en su asedio de Alesia (el actual monte Auxois, junto a Alise-Sainte-Reine, en el departamento de Côte-d’Or, en Francia) en 52 a.C. durante su guerra en las Galias (BG VII 73). 7 Aquí parece claro que se está describiendo a los gladiadores, aun cuando sus actividades estaban prohibidas desde la época de Justiniano I (527-565). ¿Nos encontramos, por tanto, ante un nuevo caso de la máxima jurídica «se acata pero no se cumple» o solo ante un arcaísmo histórico?

Libro V Capítulo 1. Sobre las precauciones a tener en cuenta al llevar la impedimenta al campo de batalla Capítulo 2. Sobre los caballos de reserva Capítulo 3. Sobre la impedimenta no necesaria Capítulo 4. Sobre los campamentos intermedios Capítulo 5. Sobre la protección de la impedimenta durante la marcha SOBRE LA IMPEDIMENTA Libro V, capítulo 1. Sobre las precauciones a tener en cuenta al llevar la impedimenta al campo de

batalla La impedimenta debe ser estimada como esencial y no debe ser nunca descuidada. No se debe dejar de cualquier modo atrás sin protección o, por otro lado, ser llevada descuidadamente al campo de batalla. Incluidos en la impedimenta están los sirvientes necesarios para los soldados, sus hijos y otros miembros de las familias de los soldados. Si su seguridad no está garantizada, los soldados comienzan a ser descuidados, dubitativos y desanimados en la batalla. Un hombre inteligente hace un esfuerzo para sacar beneficio a expensas del enemigo sin ningún tipo de daño para sí. Antes que nada, aconsejamos que no se envíe al área donde se espera la batalla principal un gran número de sirvientes, ya sea esto en nuestro propio territorio o fuera, en uno extranjero, sino un número moderado compuesto por hombres

vigorosos. Debe haber suficientes sirvientes por escuadrón para que cuiden de los caballos, así como para evitar la mucha confusión, el gasto inoportuno, y las distracciones entre ellos. En el momento de la batalla, estos sirvientes deben ser dejados atrás, en el campamento, tanto si la batalla es dirimida en territorio nuestro como si lo es en el del enemigo, y algunas unidades de infantería que estén presentes deben sumarse a las tropas asignadas a la impedimenta. Esto debe hacerse con cuidado, como se explica en la sección sobre los campamentos. Libro V, capítulo 2. Sobre los caballos de reserva Los caballos de reserva se deben dejar también con la impedimenta. No podemos dudar de la razón de por qué los soldados dejan a sus sirvientes al cuidado de sus

caballos de reserva el día de la batalla. Tanto en caso de victoria o derrota, hay demasiada tensión, desorden y confusión como para que alguien pudiera reconocer en tal multitud su caballo de reserva y esperar montarlo. Esta fue una de las buenas razones por las que tenemos que proporcionar caballos para ayudar en tales circunstancias al cuerpo médico. En pequeñas escaramuzas o partidas exploratorias, los soldados deben tener caballos de reserva, que deben estar saludablemente mantenidos y en buenas condiciones hasta el día de la batalla. Pero cuando la batalla comienza, está en nuestra consideración juzgar que no es necesario tener los caballos de reserva cerca de la línea de batalla. En lugar de eso, deben ser dejados en el campamento ya que pueden fácilmente comenzar a desconcertarse cuando están solamente vigilados por jóvenes sirvientes.

Libro V, capítulo 3. Sobre la impedimenta no necesaria Si la infantería está presente y la batalla parece inminente y sin retraso, ya sea en nuestro territorio, en territorio amigo o justo en la frontera, entonces en un lugar fortificado a unas treinta o cincuenta millas, donde el forraje y el agua sean suficientes, se debe dejar la mayor parte de la impedimenta innecesaria y los caballos de reserva, herramientas y el resto del equipo innecesario el día de la batalla, guardada por una o dos banderas, y se les debe ordenar acumular forraje para cuatro o cinco días y proteger los caballos dentro del cercado hasta que la batalla haya terminado. Se debe elegir a unos pocos hombres buenos a los que todo el mundo conozca, y estacionarlos a intervalos entre este lugar y el frente. Deben informar a los que están al

mando de la impedimenta. Dependiendo de cómo avance la batalla, deben avisar a las tropas que han quedado con la impedimenta de permanecer en el mismo lugar donde fueron dejados, moverse a otro lugar adecuado o reunirse con ejército principal. Libro V, capítulo 4. Sobre los campamentos intermedios Las tropas en movimiento desde ese campamento base preparadas para el combate deben llevar consigo sus caballos de repuesto, pequeñas tiendas o un par de mantos pesados, uno para cubrirse si es necesario y el otro para hacer una tienda o refugio. También veinte o treinta libras de galletas, harina o algunas otras provisiones de ese tipo, especialmente si van a luchar contra los escitas. Podrían también instalar un campamento adecuado cerca del enemigo. Las fortificaciones deben ser

erigidas alrededor de ese campamento, incluso si el ejército va a permanecer allí durante un único día. Cada bandera debe almacenar allí el forraje o el heno para el día, para que en caso de que el ejército sufra un revés en la batalla y tenga que batirse en una rápida retirada, tenga la opción de permanecer en ese campamento. Si por allí hay uno o dos campamentos, habrá provisiones para un día para los caballos y no estarán forzados a buscar forraje o hierba en medio de tanta confusión y correr el riesgo de ser heridos si se buscan provisiones con el enemigo alrededor, o se evita recorrer lugares que amenaza el enemigo en busca de recursos, o verse forzados a marchar sin las provisiones. Incluso en el caso de que el ejército deba ponerse en marcha sin usar esos suministros, algunos hombres deberán ser asignados para quemar el forraje y posteriormente reintegrarse al cuerpo

principal. Libro V, capítulo 5. Sobre la protección de la impedimenta durante la marcha Durante la marcha, cuando el enemigo está en las cercanías, la impedimenta debe estar siempre en el medio, así no puede estar sujeta al acoso del enemigo por falta de protección. Las tropas durante la marcha no deben mezclarse o confundirse con la impedimenta, sino que deben mantenerse aparte. La impedimenta debe marchar por sí misma tras su propio meros, y los soldados deben viajar ligeros por su cuenta. FIN DEL LIBRO QUINTO

Libro VI Preámbulo Capítulo 1. Sobre la instrucción a la escítica, simulación Capítulo 2. Sobre la instrucción a la alana, simulación Capítulo 3. Sobre la instrucción a la africana, simulación Capítulo 4. Sobre la instrucción a la itálica, la más habitual Capítulo 5. De qué modo se han de ejercitar los flanqueadores y flanqueadores de ataque SOBRE LA DIVISIÓN DEL EJÉRCITO Y SOBRE LA INSTRUCCIÓN MILITAR

Libro VI, preámbulo El ejercicio constante es de la mayor importancia para el soldado. Es fácil, sin embargo, para el enemigo saber qué está pasando por medio de espías y desertores, y como resultado de ello toda la práctica queda sin eficacia. Realmente, los ejercicios descritos anteriormente son suficientes, ya que su simplicidad les hace adaptables a cualquier formación sin revelar nuestro completo plan de batalla. Todavía, si hay oportunidad para un ejercicio más sofisticado, cada meros individualmente debe practicar varias formaciones y ejercicios, en primer lugar los mencionados a continuación de uso corriente y posteriormente los adicionales, los que no son realmente esenciales. Cada formación o ejercicio debe ser identificado de una forma especial, para que los soldados que se están entrenando en estas maniobras puedan

reconocer las diferencias y no queden desconcertados por ellas, e incluso para que ellos no puedan saber qué plan intenta seguir el estrategos cuando llega el momento de la batalla. En estos momentos, hay tres formaciones simuladas: la escítica, la alana, la africana, y una para uso habitual, la itálica. Libro VI, capítulo 1. Sobre la instrucción a la escítica, simulación La formación escítica es aquella en la que los tagmas están todos formados de la misma manera, como en tiempos anteriores, no con algunos de ellos preparados como tropas de asalto y otros como tropas de defensa. Deben ser situados en una única línea, dividida en dos moiras en lugar de los usuales tres. Los dos flancos de los meros se mueven como si comenzasen una maniobra envolvente, avanzando el uno

hacia el otro, y rodeando un espacio abierto. Se continúa avanzando en círculo, el ala derecha en el exterior, el ala izquierda hacia el interior, y ellos cabalgan el uno hacia la línea del otro. Esto suele ser parte de los juegos de la caballería en tiempo de invierno, durante el mes de marzo1. Libro VI, capítulo 2. Sobre la instrucción a la alana, simulación En el sistema alano, las tropas, algunas destinadas al asalto y otras como tropas de defensa, se sitúan en una única línea de batalla. Esta se divide en dos moiras, localizados a una distancia entre doscientos y cuatrocientos pies uno del otro. Las tropas de asalto avanzan al galope como si de una persecución se tratase, y entonces regresan, filtrándose entre los intervalos o espacios libres de la línea principal. Entonces, junto con las tropas de defensa,

vuelven y cargan contra el enemigo. En otra maniobra las tropas de asalto dan la vuelta en esos intervalos y cargan contra ambos flancos de la unidad enemiga y los hombres mantienen sus posiciones relativas originales. Libro VI, capítulo 3. Sobre la instrucción a la africana, simulación En el sistema africano, las tropas se sitúan en una única línea de batalla, que ha sido la práctica usual hasta el momento. El moira del medio está compuesto por tropas de defensa y ambas alas por tropas de asalto. Cogiendo velocidad, como en las persecuciones, el centro del moira se mantiene rezagado, en formación cerrada, mientras que las tropas de asalto de ambos flancos comienzan a adelantarse. Entonces, llegado el momento de retornar, un moira permanece en posición o afloja la

marcha en el lado expuesto, mientras que el otro regresa con rapidez hacia las tropas de defensa. El ala que se ha parado comienza entonces a moverse hacia las tropas de defensa, la otra ala se mueve rápidamente para encontrarse con la otra ala, yendo a un lado en dirección del ala que avanza, y en este sentido, las dos alas se encuentran cara a cara, pero sin chocar. Hay otra formación similar a esta en la que las tropas son alineadas en el lado contrario, esto es, el moira central está compuesto por tropas de asalto, y las alas, por tropas de defensa, pero siguen los mismos movimientos. Siendo correctos, esta formación debe ser llamada sistema ilírico. Libro VI, capítulo 4. Sobre la instrucción a la itálica, la más habitual El ejercicio itálico es tanto una formación como un ejercicio que, en nuestra opinión,

es adecuado para ser usado contra cualquier pueblo. Consiste en dos líneas, una línea frontal y una de apoyo, con tropas de asalto y tropas de defensa, con flanqueadores, flanqueadores de ataque y destacamentos para las emboscadas, todas las cuales han sido explicadas anteriormente e ilustradas con diagramas. En general, debemos practicar estos varios sistemas de ejercicios, para que los otros no puedan saber cuál consideramos más importante. Cuando la línea frontal ha sido entrenada, la segunda línea puede no estar en el campo con la primera, sino tan solo la primera línea, y eso sin sus flanqueadores, flanqueadores de ataque y destacamentos de emboscada, lo cual nos parece más sencillo e importante. Por lo demás, en lugar de una segunda línea, unos pocos jinetes pueden permanecer allí para representarla, así las tropas de la primera

línea pueden acostumbrarse a la distancia a cubrir para buscar su salvación. Asimismo, la segunda línea puede ser entrenada por sí misma con pocas tropas estacionadas en el lugar de la primera línea, para que la segunda se habitúe a dar refugio a la primera cuando sea necesario. Libro VI, capítulo 5. De qué modo se han de ejercitar los flanqueadores y flanqueadores de ataque Los flanqueadores y los flanqueadores de ataque pueden ser entrenados separadamente en sus propias formaciones antes de la guerra, así pueden comenzar a acostumbrarse a los movimientos envolventes sin revelarlos. Primeramente, los flanqueadores de ataque pueden ser estacionados a cubierto tras el flanco derecho o pueden ser situados incluso con la línea principal. De una u otra manera,

cuando es el momento de realizar su movimiento envolvente, ellos se inclinan hacia la derecha y cabalgan tan lejos como sea necesario. Manteniendo la formación, pueden retornar a su posición original como para envolver la línea enemiga al mismo tiempo. Igualmente los flanqueadores, apostados junto al meros de la izquierda, se inclinan a la izquierda, cabalgan tan lejos como sea necesario y rápidamente retornan a su posición original como para hacer nuestra línea de extensión igual a la del enemigo. FIN DEL LIBRO SEXTO 1 Sobre esta actividad en este mes precisamente, como ya se ha comentado en una nota anterior, la vida de san Anastasio el Persa (Acta Martyris Anastasii Persae, edic. de H. Usener, Programa Universitatis Bonnae [1894], 13) nos indica que «durante el mes de marzo, ha sido tradicional para los soldados equipar sus caballos, llevarlos a un terreno llano, y ejercitarlos como si se entrenasen para la

guerra». Asimismo, aún en el siglo VI, se practicaban los juegos ecuestres (Ἱππικὰ γυμνάσια) de los que nos informa Arriano en el siglo II (Tactica 32, 3; 34, 1 y 44, 3).

Libro VII PARTE A. SOBRE EL GENERAL. LOS PUNTOS A CONSIDERAR POR EL GENERAL ANTES DEL DÍA DE LA BATALLA Preámbulo Capítulo 1. Sobre la bendición de las banderas Capítulo 2. Sobre la organización de los contubernios Capítulo 3. Sobre la reunión de información sobre el enemigo Capítulo 4. Sobre el uso de la arenga para animar a las tropas Capítulo 5. Sobre los prisioneros enemigos tomados por las patrullas Capítulo 6. Sobre el castigo a los

delincuentes Capítulo 7. Sobre la manutención de los soldados, sus caballos y sus campamentos Capítulo 8. Sobre las consultas con los merarcas acerca del campo de batalla Capítulo 9. Sobre la forma de abrevar los caballos Capítulo 10. Sobre las raciones transportadas en las alforjas Capítulo 11. Sobre cómo hacer la guerra contra gentes desconocidas Capítulo 12. Sobre los ataques sorpresa del enemigo durante la marcha Capítulo 13. Sobre los campamentos y el cuidado de los caballos en su interior Capítulo 14. Sobre cómo no hay que saquear los cuerpos de los enemigos durante la batalla Capítulo 15. Sobre los pueblos semejantes al

enemigo PARTE B. SOBRE LOS PUNTOS A SER OBSERVADOS EL DÍA DE LA BATALLA Capítulo 1. Sobre cómo no agobiar al estrategos durante el día de la batalla Capítulo 2. Sobre los arqueros enemigos Capítulo 3. Sobre cómo no hay que entablar combate con el enemigo o mostrar nuestra propia fuerza antes de conocer sus intenciones Capítulo 4. Sobre la ocultación de la segunda línea cuando es incapaz de seguir detrás de la primera, para que las dos parezcan como una sola Capítulo 5. Sobre la táctica y el método de enfrentarse a un ataque sorpresa del enemigo Capítulo 6. Sobre los heridos

Capítulo 7. Sobre la fuerza aparente del enemigo Capítulo 8. Sobre la prevención de reconocimientos hostiles de nuestra línea Capítulo 9. Sobre cómo proteger el campamento Capítulo 10. Sobre cómo reunir forraje Capítulo 11. Sobre un desenlace adverso Capítulo 12. Sobre un desenlace favorable en la batalla Capítulo 13. Sobre el reconocimiento Capítulo 14. Sobre cómo no exponer nuestra segunda línea demasiado pronto Capítulo 15. Sobre el mantenimiento brillante de la superficie de las armas para ser vistos de lejos antes de la batalla Capítulo 16. Sobre la recapitulación de las obligaciones de cada merarca Capítulo 17. Sobre la recapitulación del tipo

de obligaciones que tienen asignadas los comandantes de cada tagma, los moirarcas y los merarcas, para que cada uno sepa su obligación PARTE A. SOBRE LOS PUNTOS A CONSIDERAR POR EL GENERAL ANTES DEL DÍA DE LA BATALLA Libro VII, parte A, preámbulo Del mismo modo que un barco no puede cruzar el mar sin piloto, no puede uno derrotar a un enemigo sin tácticas y estrategia. Con ambas y con la ayuda de Dios es posible doblegar no solo a una fuerza enemiga de igual número sino además a una muy superior. Por ello no es verdad, como algunos hombres sin experiencia creen, que las guerras sean decididas por el coraje y por el número de tropas, sino, contando con el favor de Dios,

con las tácticas y el generalato, y nuestro interés debe estar con esas mejor que gastando nuestro tiempo en movilizar un gran número de hombres. Lo anteriormente dicho provee seguridad y ventaja a los hombres que saben cómo usarlas bien, considerando que la otra opción trae problemas y la ruina financiera. El comandante debe tomar ventaja de los momentos y de los lugares favorables para luchar contra el enemigo. Primeramente, debe protegerse contra ataques hostiles que puedan dañar a nuestros hombres y después puede intentar lanzar uno contra el enemigo. Sobre todo debe estar al acecho de las emboscadas enemigas, enviando patrullas frecuentes y de largo alcance en las cuatro direcciones en el área que rodea al campo de batalla. Debe evitar persecuciones desordenadas y sin coordinación. No debemos permitir que el estrategos en persona tome parte en las incursiones o en

otros ataques imprudentes. Estos deben ser encargados a otros oficiales competentes. Pues si uno de los oficiales subordinados comete un craso error o falla, la situación puede ser rápidamente reconducida. Pero si el comandante en jefe del ejército falla, su fallo puede abrir camino a un completo desorden. El estrategos deseable es aquel que antes de entrar en combate estudia cuidadosamente al enemigo, y puede protegerse contra sus puntos fuertes y tomar ventaja en sus debilidades. Por ejemplo, si el enemigo es superior en cuanto a caballería, puede destruir su forraje. Si el enemigo es superior en número de tropas, corta sus suministros. Si el ejército enemigo está compuesto de diversos pueblos, corromperlos con regalos, favores, promesas. Si hay disensión entre ellos, tratar con sus jefes. Si esa gente confía en la lanza de caballería, condúcelos a un terreno

dificultoso. Si esa gente confía en el arco, alinea el ejército en terreno abierto y los fuerza a luchar en combate cerrado cuerpo a cuerpo. Contra los escitas o los hunos lanza tu asalto en febrero o marzo cuando sus caballos están en miserable condición tras sufrir los rigores del invierno y procede del mismo modo como se ha sugerido con los arqueros. Si los enemigos marchan o acampan sin tomar las precauciones debidas, lanza ataques inesperados tanto de día como de noche. Si son imprudentes y faltos de disciplina en el combate y no avezados en dificultades, hazles creer que vas a atacar, pero retrasa y prolonga innecesariamente las cosas hasta que su ardor se enfríe y, cuando comiencen a dudar, entonces lanza tu ataque sobre ellos. Si el oponente es superior en infantería, atráelo a campo abierto, no demasiado cerrado, y desde una distancia de seguridad golpéalo con las jabalinas.

La guerra es como la caza. Los animales salvajes son cazados con la exploración, con las redes, consiste en la espera, acechar, rodear y por otras estratagemas parecidas más que por pura fuerza. En la guerra debemos proceder de la misma forma, ya sean los enemigos muchos o pocos. Intentar simplemente dominar al enemigo en campo abierto, cuerpo a cuerpo y cara a cara, aun cuando tú parecieras vencer, es una empresa muy arriesgada y puede resultar un serio perjuicio. Aparte de una extrema emergencia, es de insensatos intentar ganar una victoria que es costosísima y que solo conlleva gloria vacía. Libro VII, parte A, capítulo 1. Sobre la bendición de las banderas Uno o dos días antes de que comiencen las hostilidades, los merarcas deben preocuparse de que las banderas sean

bendecidas y entonces presentarlas a los portaestandartes de los tagmas. Libro VII, parte A, capítulo 2. Sobre la organización de los contubernios El oficial al mando de cada tagma debe organizarlo en contubernios y mantenerlos en plena forma. Libro VII, parte A, capítulo 3. Sobre la reunión de información sobre el enemigo La recogida de información sobre el enemigo debe ser hecha por continuos envíos de hábiles exploradores con vista aguda, en apropiados intervalos, por espías y patrullas, para obtener información acerca de los movimientos del enemigo, su fuerza y organización y de esta manera estar en posición de prevenir el ser sorprendido por

él. Libro VII, parte A, capítulo 4. Sobre el uso de la arenga para animar a las tropas En su momento adecuado, las tropas deben ser reunidas por meros o moiras, no todos juntos en el mismo lugar. Para darles valor deben ser arengados, recordando sus victorias precedentes, prometiendo recompensas del emperador y recompensas por su servicio leal al Estado. Las órdenes escritas deben ser comunicadas por los propios oficiales de cada tagma. Libro VII, parte A, capítulo 5. Sobre los prisioneros enemigos tomados por las patrullas Si algunos enemigos son capturados por una patrulla o desertan hacia nosotros,

entonces, si están correctamente armados y en buena condición física, no pueden ser mostrados al ejército, sino enviados secretamente a otro lugar. Pero si aparecen en una miserable condición, hay que asegurarse de mostrar a los desertores al ejército, hacer que los prisioneros anden en torno al ejército desnudos y desfilando, y que supliquen por sus vidas para que nuestros hombres puedan pensar que todos los soldados enemigos son así de miserables. Libro VII, parte A, capítulo 6. Sobre el castigo a los delincuentes En la cercanía del enemigo y con una batalla inminente, a los oficiales al mando de los tagmas se les debe ordenar protegerse contra los soldados castigados por haber cometido delitos en aquellos pocos días y no tratar severamente a todos los

soldados. En lugar de eso, deben ser cuidadosos en el trato con aquellos que son sospechosos de albergar algún motivo de queja. Pero si ellos prueban ser incorregibles, entonces utiliza algún pretexto plausible para enviarles lejos, a alguna otra parte, hasta después de la batalla para que no puedan ir hacia el enemigo y suministrarle alguna información que no deba saber. Los hombres de la misma raza que el enemigo deben ser enviados lejos antes y no deben ser lanzados a la lucha contra su propia gente. Libro VII, parte A, capítulo 7. Sobre la manutención de los soldados, sus caballos y sus campamentos Cuando la batalla es inminente, debe tenerse en cuenta la necesidad de provisiones ante la posibilidad de derrota y tomar precauciones para protegerse contra

sus efectos adversos. En particular, debe almacenarse comida para unos pocos días tanto para hombres1 como para caballos. Los campamentos fortificados deben ser construidos en lugares adecuados, de acuerdo con el plan que se explicará posteriormente, en los que el agua esté almacenada a salvo para emergencias. Libro VII, parte A, capítulo 8. Sobre las consultas con los merarcas acerca del campo de batalla El estrategos debe reunir a los merarcas y hacer planes para la batalla2, prestando atención a la localización donde va a tener lugar la misma. Libro VII, parte A, capítulo 9. Sobre la forma de abrevar los caballos

Debe ordenarse tempranamente a los oficiales que, al primer toque de trompeta la noche antes del día de la batalla, se aseguren de llevar los caballos al agua. Si descuidan esto, sus hombres pueden quedarse atrás cuando llegue el momento de formar para el combate. Libro VII, parte A, capítulo 10. Sobre las raciones transportadas en las alforjas Deben darse órdenes a cada soldado para que, cuando vaya a su lugar asignado en la formación, transporte en sus alforjas una o dos libras de pan, cebada, harina hervida o carne, y en una pequeña bolsa una botella pequeña de agua, no de vino. Estas cosas pueden necesitarse tanto en circunstancias victoriosas como en otras que puedan suceder. A menudo esto es necesario cuando un enemigo derrotado huye a una posición

fortificada y se debe pasar la noche allí, o situarse en espera de ellos, o continuar la batalla hasta la tarde. Las raciones deben ser preparadas para que no se interrumpan las operaciones a causa de su falta. Libro VII, parte A, capítulo 11. Sobre cómo hacer la guerra contra gentes desconocidas Si nos encontramos en guerra contra un pueblo poderoso y cuyas formas de actuar nos son desconocidas, y el ejército, desconociendo lo que le espera, comienza a ponerse nervioso, entonces debemos ser muy cuidadosos de evitar entablar batalla abierta con él. Antes de cualquier combate, la primera y más segura cosa que hay que hacer es elegir a algunos soldados experimentados y hábiles, hacerlo en secreto y lanzar ataques contra algunos destacamentos del enemigo. Si tienen éxito

en matar o capturar vivos a algunos enemigos, entonces la mayor parte de nuestros soldados tomarán esto como una evidencia de nuestra propia superioridad y superarán su nerviosismo, afianzarán su moral y gradualmente estarán preparados para la lucha. Libro VII, parte A, capítulo 12. Sobre los ataques sorpresa del enemigo durante la marcha Si el enemigo lanza un ataque sorpresa y las condiciones no son favorables para la batalla porque el terreno es accidentado y densamente cubierto, o porque no tenemos ninguna ventaja, entonces no debemos plantear luchar allí. En lugar de eso, debemos trabajar para mantener nuestras fuerzas reunidas, ocupando una posición favorable para el campamento y retrasando el combate hasta que llegue el lugar y el

momento que sea más favorable y no ser forzados a luchar cuando no queremos. Hecho esto, no significa que estemos huyendo del enemigo, sino que solo estamos evitando una posición débil. Libro VII, parte A, capítulo 13. Sobre los campamentos y el cuidado de los caballos en su interior Cuando el enemigo se aproxima a nuestro campamento, y especialmente si parece que la lucha va a tener lugar a la manera escítica, nuestras opciones son como siguen. Si el ejército permanece dentro de las fortificaciones y allí espera al enemigo, debe tenerse preparado suficiente heno o hierba para los caballos para uno o dos días. Pero si el ejército está en marcha con la idea de trasladarse a otro campamento y allí alinearse para la batalla, entonces se ha de llevar consigo suministro de heno o hierba

para un día y depositarlo en la nueva fortificación. Esto es porque no resulta fácil que el enemigo permita a los siervos ir a forrajear en ese día o llevar a pastar los caballos. Pero si el enemigo estuviera muy cerca, sería una buena idea, como se ha mencionado, que cada hombre recoja el forraje necesario durante la marcha. Porque generalmente, tras haber instalado el campamento, los siervos no podrán salir y recoger el forraje, especialmente si la caballería enemiga nos excede en número. Libro VII, parte A, capítulo 14. Sobre cómo no hay que saquear los cuerpos de los enemigos durante la batalla Saquear a los muertos o atacar la impedimenta o el campamento del enemigo antes del final definitivo de la batalla hay que desecharlo, es muy peligroso y puede ser desastroso. Los soldados deben ser

correctamente avisados con antelación, como viene claro en el código militar, que deben estar absolutamente alejados de ese tipo de actos. Bastante a menudo este tipo de cosas ha causado a las tropas que ya han ganado una batalla el ser derrotadas e incluso aniquiladas, pues tras dispersarse por la zona de la batalla, han sido aniquiladas por el enemigo. Libro VII, parte A, capítulo 15. Sobre los pueblos semejantes al enemigo Mucho antes de la batalla, las tropas de la misma raza que la del enemigo deben ser separadas del ejército y enviadas a cualquier lugar para evitar que deserten al bando enemigo en el momento crítico. PARTE B. SOBRE LOS PUNTOS A SER OBSERVADOS EL DÍA DE LA BATALLA Libro VII, parte B, capítulo 1. Sobre

cómo no agobiar al estrategos durante el día de batalla En el día de la batalla, el estrategos no debe encargarse de demasiadas tareas, para que no esté sometido a demasiada tensión y pase por alto algunos asuntos realmente importantes a causa de la fatiga. No debería ser visto preocupado sino que debería cabalgar con desenvoltura a lo largo de las líneas y animar a todas las tropas. Él no debe inmiscuirse en la batalla, no es la tarea de un estrategos, sino la de un soldado. Tras realizar todos los preparativos necesarios, deberá situarse en un lugar adecuado desde el que pueda observar qué tropas están ejerciendo presión sobre el enemigo y cuáles podrían estar flojeando. Cuando sea necesario, debe estar preparado para enviar ayuda a una unidad con problemas haciendo uso de sus reservas, que son los flanqueadores y las tropas de

retaguardia. Libro VII, parte B, capítulo 2. Sobre los arqueros enemigos En combate contra arqueros, hay que evitar en la medida de lo posible colocar a nuestras tropas en las faldas bajas de las montañas y en terreno escabroso. Nuestras tropas deberán formar en lo alto de las colinas o, si no, bajar de las montañas por todos los lados y situarse en terreno nivelado y abierto, para evitar que nuestros destacamentos sean desbaratados por una emboscada enemiga lanzada desde las alturas3. Libro VII, parte B, capítulo 3. Sobre cómo no entablar combate con el enemigo o mostrar nuestra propia fuerza antes de conocer sus intenciones

No deberá establecerse contacto con el cuerpo principal del enemigo o no le será permitido observar nuestra propia formación con claridad antes de hacer un reconocimiento de sus líneas y haber detectado si planea alguna emboscada. Libro VII, parte B, capítulo 4. Sobre cómo ocultar la segunda línea cuando es incapaz de seguir detrás de la primera, para que las dos parezcan como una sola Si el lugar de la batalla es terreno abierto sin obstáculos en el que la segunda línea no pueda ocultarse fácilmente, entonces, para impedir al enemigo observar atentamente cuando el ejército avanza para el combate, la segunda línea debe avanzar a corta distancia de la primera para que las dos den al enemigo la impresión de ser una única línea de batalla. Más o menos a una milla

de distancia del enemigo, nuestra segunda línea deberá ralentizar su paso, ir deteniéndose gradualmente tras la primera línea a la distancia adecuada y asumir su habitual formación. Esto hace difícil al enemigo, o incluso a nuestros propios aliados, tener una idea clara de cómo estamos disponiendo nuestras tropas. Libro VII, parte B, capítulo 5. Sobre la táctica y el método de enfrentarse a un ataque sorpresa del enemigo Si se informa que un contingente enemigo ha eludido a nuestros flanqueadores y a nuestras tropas de emboscada y está atacando nuestra línea principal, entonces alguna de las banderas estacionadas en los flancos de nuestra segunda línea debe ir en su apoyo. Si el enemigo ataca desde un lado, el apoyo puede llegar desde ese flanco; si ataca desde ambos lados, entonces

desde ambos flancos. Igualmente, si el ataque es dirigido contra la retaguardia de la segunda línea y las tropas de la retaguardia no son lo suficientemente fuertes como para hacerle frente, las unidades del mismo flanco deben enviar ayuda. De esta forma, el resto de las tropas pueden concentrarse en sus obligaciones de apoyar a la primera línea. Libro VII, parte B, capítulo 6. Sobre los heridos Tras la batalla, el estrategos debe dar rápida atención a los heridos y enterrar a los caídos en combate porque esto es un deber religioso y una gran ayuda moral para los vivos. Libro VII, parte B, capítulo 7. Sobre la fuerza aparente del enemigo Si el ejército enemigo es grande y aparece

como formidable por razón del gran número de hombres y caballos, no deberemos situar a nuestro ejército en terreno alto mientras el enemigo aún se mantiene a distancia pues, temerosos a la vista de tan grande ejército, nuestros hombres comenzarán rápidamente a perder coraje. En lugar de eso, nuestros hombres deben formar en terreno bajo donde no vean al enemigo ni sean vistos por él. Cuando el enemigo se aproxime más o menos a una milla o media milla, entonces el ejército deberá avanzar a terreno alto para que la batalla comience antes de que las tropas pierdan la confianza. Pero si no se encuentra un lugar de tales características y el enemigo puede ser fácilmente visto desde larga distancia, entonces haz correr el rumor a lo largo de la línea de batalla de que la fuerza enemiga consiste sobre todo en caballos y carros de suministros, no en hombres.

Libro VII, parte B, capítulo 8. Sobre la prevención de reconocimientos hostiles de nuestra línea Una o dos banderas deberán mantenerse siempre a una o dos millas por delante del cuerpo principal antes del combate mientras las tropas están formando sus líneas, para prevenir que el enemigo observe nuestra formación y modifique la suya en consecuencia. Libro VII, parte B, capítulo 9. Sobre cómo proteger el campamento Si el ejército no tiene mucha infantería, los sirvientes de los soldados deberán ser dejados atrás, estacionados a lo largo de la fortificación, cada uno asignado a guardar puestos a lo largo del interior del foso y provistos con un arma que sepan manejar, arco, jabalina u honda. Una bandera debe

permanecer con ellos para patrullar y proteger las puertas del campamento y un oficial competente deberá colocarse al mando de todo el acuartelamiento. La impedimenta nunca deberá ser llevada a la línea del frente. Durante una batalla es una presa demasiado fácil para el enemigo. Ahora, si sucede que el enemigo realiza un ataque sorpresa a nuestras tropas en marcha y no hay tiempo para establecer un campamento y, como se ha explicado, asegurar nuestra impedimenta, entonces esta deberá estacionarse con las unidades del flanco derecho de la segunda línea y deberán destinarse a protegerla una o dos banderas de cualquier tropa que esté disponible. Libro VII, parte B, capítulo 10. Sobre cómo reunir forraje Si no ha sido posible reunir una provisión

de forraje de antemano como recomendamos, entonces, el día de la batalla, cuando la infantería pesada esté formando, los sirvientes deberán ir a recogerlo en el área de la retaguardia de la línea de batalla o del campamento, acompañados por unas pocas patrullas sacadas de las tropas dejadas atrás para proteger el campamento. Mientras la batalla esté en desarrollo, ellos podrán recoger bastante forraje. Los sirvientes podrán ser también instruidos para observar una señal dada desde una cierta altura y claramente visible para informarles de que el enemigo se está aproximando. Esta puede ser una señal de humo o el sonido de una trompeta, esto es, la señal de llamada. Cuando esto sucede, los forrajeadores deben retornar tan rápido como puedan y refugiarse en el campamento y así no quedarán incomunicados en el exterior. Todo esto es esencial porque el resultado

de la acción es incierto. En caso de derrota, si los soldados tienen provisiones para ellos y sus caballos, pueden elegir mantener sus posiciones, para renovar la lucha, o retirarse inmediatamente en buen orden, tanto cuanto sus caballos se mantengan en buena condición, antes de que los hombres pierdan su ánimo o los caballos su fuerza. Pero si las provisiones no son mantenidas en condiciones, entonces tras una derrota nadie se preocupa de salir a recoger forraje, con el resultado de que los caballos al perder su fuerza generan desánimo entre los hombres. El hambre y el miedo aplastan cualquier habilidad para planear la mejora de la situación. Es absolutamente esencial prever y mantener a mano comida para los caballos para uno o dos días, o más si se puede, incluso si allí hubiese buen pasto cerca del campamento.

Libro VII, parte B, capítulo 11. Sobre un desenlace adverso Si el primer día de batalla termina con una derrota, es absolutamente indeseable e inútil a nuestro parecer intentar tomar a aquellas mismas tropas que han sido vencidas en el campo de batalla y reenviarlas de nuevo al combate enseguida o en los siguientes días. Advertimos muy en serio a cualquier estrategos contra cualquier pensamiento de hacer esto. Es una cosa extremadamente difícil para cualquiera el conseguirlo. Nadie se recupera rápidamente de una derrota, salvo los escitas, y es particularmente extraño a los romanos. Por tanto, si el estrategos se da cuenta del error que cometió y espera remediarlo por medio de una segunda batalla, los soldados como conjunto no llegan a entender los motivos de una deliberada nueva marcha hacia el combate.

Ellos están más probablemente pensando que la derrota sucedió por deseo divino y perderán su ánimo completamente. Por tanto, entonces, a menos que sea absolutamente necesario, durante unos pocos días tras una derrota, no deberá realizarse ningún intento para alinearse de nuevo para la batalla y reanudar la ofensiva. Es mejor confiar en estratagemas, engaños, movimientos por sorpresa cuidadosamente calculados, y el denominado «combate y huye», hasta que las tropas acaben de olvidar su falta de valor y su moral comience a crecer de nuevo. Si el ejército se encuentra en buen ánimo y, por buenas razones que son difíciles de enumerar aquí, el estrategos piensa que podría lanzar otro ataque, él colocará la destrozada primera línea como segunda, y hará que la segunda sea la primera, manteniendo los tagmas seleccionados de la anterior primera línea, siempre que la

segunda sea más pequeña y pudiera ser más débil. Cuando una batalla termina en derrota, no debe existir indecisión o retardo, a no ser, por supuesto, que haya una razón para esperar la llegada de aliados o de alguna otra forma de ayuda, o a no ser, como pudiera suceder, que el enemigo haya realizado ofertas de negociación. Esto no debe ser hecho público sin una buena razón, sino que esta información debe ser distribuida discretamente. Si los términos de la paz son misericordiosos y lo que se ha propuesto se puede realizar de forma inmediata, no debe desecharse un acuerdo, sino que debe ser confirmado con rehenes o por juramento. Pero si los términos son duros y lo que se ha propuesto en una reunión es conseguir ganar tiempo y relajar la vigilancia de nuestras tropas, los términos de paz deben ser difundidos por rumores que circulen, haciéndoles incluso menos

favorables, ya que cuando los hombres comprendan cómo de duros son los términos de paz comenzarán a enfadarse y se sentirán obligados a resistir al enemigo con más fuerza y ser más obedientes a sus propios oficiales. Cuanto más retraso hay, mayor desmoralización de los vencidos y el vencedor se confía más. Por consiguiente, antes de que los hombres comiencen a desmoralizarse por completo, el estrategos deberá reunir a los comandantes de los tagmas, así como a los decarcas y pentarcas, arengar a las tropas y señalar que no es momento para desanimarse sino más bien para la cólera contra el enemigo y para que el coraje de todos disimule el fallo de unos pocos. Si hay momento para esperar que la derrota pueda ser enmendada en campo abierto, se deben usar las formaciones descritas. Pero si tal no es el caso, es muy importante mostrar un frente audaz ante los peligros. Si la tropa victoriosa

del enemigo consiste sobre todo en infantería, entonces deberemos alejarnos sin retraso a caballo y en buen orden y establecer un campamento a salvo en algún otro lugar. Si la tropa vencedora es de caballería, persa o escítica por ejemplo, es mejor abandonar las propiedades y caballos superfluos y más lentos y quedarse a pie. Excepto una pequeña fuerza montada, todas las otras fuerzas deberán permanecer a pie en dos falanges o formaciones, o en una única formación rectangular. En el medio deben estar los caballos y los suministros, con los soldados en el exterior, como se describió, y los arqueros a pie al frente de ellos. De esta forma el ejército puede moverse o retirarse a salvo. Libro VII, parte B, capítulo 12. Sobre un desenlace favorable en la batalla Por el contrario, si el resultado de la batalla

es favorable, uno no debe quedarse satisfecho meramente con hacer retroceder al enemigo. Esto es un error cometido por jefes faltos de experiencia que no saben cómo sacar ventaja de una oportunidad y que gustan de escuchar el dicho: «Sé victorioso pero no apures tu victoria demasiado»4. Por no aprovechar la oportunidad, esas gentes solo causarán más problemas y pondrán los últimos resultados en entredicho. No hay que descansar hasta que el enemigo sea completamente destruido. Si el enemigo busca refugio tras fortificaciones, hostígalo e impídele conseguir más suministros para los hombres y caballos hasta que sea aniquilado o firme un tratado ventajoso para nosotros. Uno no debe relajarse tras perseguirlo a una corta distancia ni tras la batalla y en los peligros de la guerra no debe uno arriesgar el éxito de toda la campaña por falta de persistencia. En la guerra, como en la caza, un medio fallo

es también un fallo completo. Especialmente tras una victoria, debe ponerse especial cuidado en el mantenimiento de un buen orden entre los soldados. Así, aunque mucho se ha escrito acerca de este tipo de orden, por sí mismo no es bastante para garantizar la seguridad de uno mismo y el castigo del enemigo, sino que, con la ayuda de Dios, el factor primordial es la dirección de la guerra por parte del estrategos. Debe sacar completa ventaja de los tiempos y de los lugares. Si, por ejemplo, decide enzarzarse en una batalla campal, debe inspeccionar cada lugar adecuado para encontrar uno que sea abierto y nivelado para sus lanceros. No solo debe enviar patrullas para observar los sectores a derecha, a izquierda y a retaguardia a una distancia de dos o tres millas desde el principio hasta el final de la batalla, sino también todo el territorio enfrente, para el caso de que haya fosos u

otras trampas. Libro VII, parte B, capítulo 13. Sobre el reconocimiento En el día de la batalla, tal como se ha dicho, las patrullas, que deben doblarse, deben explorar temprano por la mañana a dos o tres millas en cada dirección desde el lugar donde se espera que ocurra la lucha. Deben tener órdenes no solo de observar los movimientos del enemigo e informar de ellos, sino también de detener a cualquiera de nuestros hombres que quiera desertar al enemigo. Por ahí afuera pueden fácilmente interceptar a desertores de nuestro ejército, e incluso en el caso de que soldados enemigos con su equipo completo deserten hacia nuestro lado, las patrullas pueden facilitarles salvoconductos y protegerlos de ser asaltados por cualquier forajido que pueda haber en los alrededores.

Las patrullas que cubren el área frente a nuestro cuerpo principal deben realizar su cometido a un tiro de flecha de la línea enemiga opuesta a la nuestra y ver si el enemigo está cavando en secreto algunas zanjas o planeando alguna otra trampa, y por tanto mantener alejados a nuestros propios hombres de inesperados desastres. En terreno poco favorable o en momentos críticos, no debe enviarse una única patrulla, sino que una segunda debe cubrir el mismo terreno, para que, en caso de que una sea capturada, la otra, que la sigue, sepa de ello. Si nuestras líneas están preparadas y el terreno es el adecuado, no debemos esperar al enemigo, para no darle tiempo para adaptar su formación a la nuestra, sino que la cosa más segura es lanzar nuestro ataque de forma inmediata. Libro VII, parte B, capítulo 14. Sobre

cómo no exponer nuestra segunda línea demasiado pronto En caso de que la carga principal deba ser retrasada por una buena razón, la segunda línea en particular debe ser mantenida oculta, en los bosques, si hay alguno en las cercanías, o en un terreno bajo en la retaguardia, para evitar que, vista demasiado pronto por el enemigo, este se encargue de ella y la neutralice por medio de emboscadas y otras estratagemas. Libro VII, parte B, capítulo 15. Sobre el mantenimiento brillante de la superficie de las armas para ser vistos de lejos antes de la batalla Sabemos que los romanos e incluso todos los otros pueblos, cuando observan las líneas de batalla de otros a cierta distancia, generalmente piensan que es más probable

ganar la batalla a una línea de aspecto descuidado que a una de destellante armadura. Este punto de vista es erróneo pues, tras el juicio de Dios, la batalla será decidida por el liderazgo del estrategos o la moral de las tropas. Siendo esto así, las autoridades5 dicen que si hay bosques o escondites en las cercanías, el ejército debe ocultarse en ellos y no ser visible para el enemigo con antelación, por lo que no le será posible organizar contramedidas. Debe realizarse esto hasta que esté a una o dos millas de distancia. Si el terreno es abierto y el aire es limpio, entonces los hombres deben ser entrenados para no llevar sus cascos puestos sino para llevarlos de la mano hasta que estén cerca del enemigo. Si sus escudos son pequeños deben llevarse en el pecho para cubrir sus cotas de malla y sus mantos deben cubrir las piezas de los hombros de la cota de malla hasta el momento adecuado. Las puntas de sus

lanzas deben estar también ocultas, para que nuestro ejército no brille a distancia, como se ha dicho. Finalmente, presentando tal apariencia, algo de lo que nuestros enemigos también hacen uso, ellos quedarán impresionados y así, antes de la batalla, perderán la confianza. Libro VII, parte B, capítulo 16. Sobre la recapitulación de las obligaciones de cada merarca Un tercio de cada meros debe consistir en tropas de asalto y deben ser situadas en los flancos de cada uno de ellos; los otros dos tercios, en el centro, deben ser tropas de defensa. Los banderines no deben ser fijados a las lanzas en el momento de la carga, sino que deben ser quitados y colocados en sus fundas. Los banderines deben ser llevados en las lanzas hasta que el enemigo esté a una milla de distancia y

entonces deben ser plegados. Los estandartes de los tagmas deben ser del tipo pequeño, los de los moirarcas deben ser mayores y de diferente formato y en la misma manera que los de los merarcas, deben sobresalir los de los otros oficiales. El «nobiscum» no debe gritarse durante la carga, solo mientras se mueven a la línea de batalla. Cuando la carga comienza, las tropas, particularmente aquellas que están en retaguardia, deben alentar y gritar, sin que sea necesario ningún otro ruido. No deben tocarse muchos cuernos en el momento de la batalla, con los de los merarcas es suficiente. El merarca debe situarse en el medio del meros central, entre las tropas de defensa. Los moirarcas deben estar en el medio de los meros o en ambos lados, entre las banderas de tropas de asalto. Es responsabilidad del oficial al mando de cada moira o tagma ver qué hombres bajo su

mando están preparados para observar todas las reglas aquí catalogadas. Cuando las líneas están siendo formadas, los heraldos deben inspeccionar el área donde se dé la batalla, esto es, el terreno entre nuestras líneas y el enemigo. Los heraldos deben estar atentos a los fosos, zonas pantanosas o cualquier otro tipo de trampas que puedan ser colocadas. Si se encuentra algo de esto, nuestras líneas deberán permanecer en el sitio, permitiendo al enemigo avanzar a través de esos lugares, y entonces cargar sobre buen terreno. No solo el estandarte del merarca debe tener diferente apariencia de los otros bajo su mando, para que sea fácil de reconocer por todos sus portaestandartes subordinados, sino que cuando el ejército hace un alto, debe ser llevado de forma distintiva, por ejemplo sujetándolo y haciéndolo balancearse arriba o abajo, inclinado a la derecha o a la izquierda, o erecto a la

cabeza de la enseña, o balanceándolo derecho y ondeándolo frecuentemente. En este sentido, incluso en la confusión de la batalla, debe ser fácilmente reconocido entre todos los otros estandartes. Los estandartes de todos los merarcas no deben ser llevados de la misma forma, sino que cada uno debe ser diferente, y estos movimientos deben ser practicados durante el entrenamiento, para que todos los hombres puedan comenzar a familiarizarse con ellos. No solo esto ayuda a las varias banderas bajo el mando del merarca a localizar a sus propios meros rápidamente, sino que también lo hace fácil para los rezagados, reconociendo el estandarte de cada meros al cual pertenecen e incluso encontrando su propio tagma. Los hombres de la misma raza que el enemigo deben ser separados antes del día de la batalla y enviados a cualquier lugar con algún pretexto plausible. Como se ha dicho,

el merarca debe tener por escrito el programa para el entrenamiento de todos los tagmas de los meros. Libro VII, parte B, capítulo 17. Sobre la recapitulación del tipo de obligaciones que tienen asignadas los comandantes de cada tagma, los moirarcas y los merarcas, para que cada uno sepa su obligación Tanto si la bandera o el tagma está en servicio con el resto del ejército o está acampando en otro lugar en solitario, debe cantarse el «Trisagion» 6 y observar las otras prácticas acostumbradas pronto por la mañana antes de cualquier otra obligación y otra vez por la tarde tras la cena y la retreta. Los contubernios y la profundidad de las columnas, dependiendo de la calidad de las unidades, deben estar formados según el diagrama dado al principio y deben incluir

tanto a veteranos como a novatos. Los dos primeros y los dos últimos de cada columna deben estar armados con lanza, el tercero y el cuarto con arco y los restantes con lo que mejor puedan ellos manejar. Los banderines no deben llevarse en las lanzas durante el combate porque son una molestia para las tropas que los llevan y para los que los siguen7. De entre los soldados menos cualificados, seis u ocho deben destinarse como guardia para cuidar a los heridos durante el combate. Dos hombres eficientes, alertas y enérgicos deben ser seleccionados como espías o exploradores y otros dos como heraldos. Dos hombres competentes deben ser seleccionados como mensores con la obligación de inspeccionar el lugar del futuro campamento. Dos soldados deben también ser elegidos para formar parte de las partidas

exploratorias para hacer el reconocimiento de las rutas. Las dos columnas más cercanas al estandarte deben ser designadas para protegerlo durante el combate. Se debe escoger un arengador8 competente. Un soldado con experiencia y bien disciplinado debe ser puesto a cargo de proteger la impedimenta. En los tagmas de gran tamaño, deben desplegarse dos estandartes antes de la batalla, uno perteneciente al comandante del tagma, y el otro al hecatontarca principal, también llamado ilarca. Los reclutas o las columnas deben ser divididos a partes iguales entre ellos. En el día de la batalla, sin embargo, los dos estandartes no deben ondear, sino tan solo el del oficial al mando. En el día de la batalla, cada soldado debe cargar en sus alforjas una botella de agua y

una medida o dos de galleta o comida. Antes del final de la batalla, mientras esta se mantiene, a ningún soldado se le debe permitir saquear al enemigo, y esta orden debe ser frecuentemente repetida. El tagma debe estar formado de acuerdo a los símbolos y diagramas dados anteriormente. Durante la marcha, los soldados no deben mezclarse con la impedimenta, especialmente si se espera el contacto con el enemigo. Cada bandera debe marchar adelante por sí misma, y los carros de la impedimenta detrás o en otra posición que la situación dicte. El entrenamiento debe ser realizado de acuerdo a los movimientos explicados anteriormente y si un oficial no conoce los detalles de los nueve ejercicios descritos deben serle dados por escrito. Es esencial que los caballos comiencen a acostumbrarse no solo a rápidas maniobras

en terreno abierto y nivelado, sino también en terreno montañoso, espeso y escabroso, y en rápidas subidas y bajadas de cuestas. Si ellos se habitúan a estos diferentes tipos de terreno, entonces ninguno de los hombres o caballos se verán sorprendidos o preocupados por cualquier tipo de terreno. Incluso con tiempo caluroso no debe dárseles demasiada agua a los caballos y por esta razón no es aconsejable acampar cerca de ríos9. Para las maniobras, entonces, los caballos deben ser llevados a terreno escabroso y entrenados allí, o las banderas deben ser colocadas en formación regular en terreno escabroso y cada hombre debe galopar sobre el terreno tal y como lo encuentre ante él y regresar por la misma vía. Los hombres que reserven sus caballos y descuiden el entrenamiento de este tipo realmente están preparando su propia derrota. También es una buena idea para las tropas comenzar a hacer este entrenamiento

con tiempo caluroso, porque nadie sabe qué situación puede surgir. FIN DEL LIBRO SÉPTIMO 1 En el Codex Iustiniani XII 37, 1, se estipula que los soldados deben ir provistos de carne de cordero y cerdo, además de las acostumbradas galletas, pan, vino y vinagre. 2 Existe un curioso artículo sobre este asunto de la comunicación de órdenes entre la oficialidad del ejército y sus posibles variables ante la falta de la misma o la mala transmisión (por traición) de las órdenes: LAMPORT, SHOSTAK y PEASE (1982). 3 En Anglon (lugar cerca de Dvin, al sur de Yerevan [Ereván], en la provincia del mismo nombre, en Armenia), en la siempre disputada Armenia, los bizantinos se enfrentaron en 543 contra una fuerza persa a la que aparentemente derrotaron en el campo de batalla. Sin embargo se trataba de una trampa y durante la persecución de los huidos, los bizantinos cayeron en una emboscada de arqueros que diezmó sus fuerzas quedando una victoria convertida en una masacre, muriendo también en ella su jefe, el magister utriusque militiae o comes rei

militaris (no sabemos su cargo con seguridad) Narsés (Procopio, De Bello Persico II 25) (no es el famoso Narsés, general también de Justiniano I). 4 Este proverbio es mencionado por León VI (Tacticae Constitutiones [Edic. de París, 1863] 14, 25) y por Miguel Attaliates (Michaelis Attaliatae Historia [en Corpus Scriptorum Byzantinorum, ed. I. Bekker, Bonn, 1853] 26, 17). 5 Se refiere a los autores precedentes, más antiguos. 6 El Trisagion (Τρισάγιον), del griego «tres veces sagrado» es probablemente una versión ampliada de Isaías 6, 3 y de Apocalipsis 4, 8. Es uno de los himnos más antiguos de la cristiandad. Su origen se data probablemente de entre los siglos IV y V, y aunque una leyenda dice que fue revelado a los habitantes de Constantinopla para implorar la misericordia divina durante los catastróficos terremotos que asolaron la ciudad en el año 447, bajo el imperio de Teodosio II (Flavius Theodosius, 408-450), en la obra de san Juan Crisóstomo († 14 de septiembre de 404) ya aparece este himno litúrgico. De modo que su origen debemos justificarlo más por una reafirmación de la Iglesia oficial frente a las herejías que comienzan a surgir, como por ejemplo el arrianismo, que al hecho dramático de los terremotos. Su uso se hizo oficial en el Concilio de Calcedonia (451). Existen diversas

versiones del Trisagion. La más conocida es aquella ya mencionada de la Divina Liturgia de san Juan Crisóstomo en su parte catecumenal, pero esta es cantada tan solo por el sacerdote, mientras que la referida en esta obra es cantada por los soldados. En todas ellas la parte fundamental es la siguiente: ῞Αγιος ὁ Θεός ῞ΑγιοςnἸσχυρός ῞Αγιος ᾿Αθάνατος Ἐλεέισονὑμάς

Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, apiádate de nosotros.

Sobre este himno religioso, cfr. también TAFT, R.F. (1991): «Trisagion», en The Oxford Dictionary of Byzantium (Alexander P. Kazhdan, Ed.), Óxford-Nueva York. 7 El porqué de esta tajante afirmación, en el libro II, capítulo 10. 8 El texto griego presenta el latinismo καντάτορα/cantator. 9 A nosotros nos parece razonable no dar demasiada agua a los caballos, pero lo que nos parece absurdo es acampar lejos del agua, a no ser que Mauricio

piense que los caballos intentarán llegar al agua sea como sea, quieran o no sus dueños, pudiendo provocar desorden.

Libro VIII Capítulo 1. Sobre las instrucciones generales para el comandante. Capítulo 2. Lemas Libro VIII, capítulo 1. Sobre las instrucciones generales para el comandante 1. Llevando a cabo operaciones muy críticas, el estrategos no debe mantenerse aparte como si esta misión no fuese con él, sino que deberá realizar tal trabajo afanándose con sus tropas tanto como sea posible. Tal comportamiento llevará al soldado a ser más obediente a su oficial y a hacer mejor su trabajo al tenerle respeto. 2. Cuando ciertos delitos sean habituales entre los soldados, se debe ser moderado.

No juzgues y castigues a todos de forma indiscriminada, para que un castigo generalizado no ocasione una conspiración mayor y una pérdida de la disciplina. Es más sabio castigar tan solo a unos pocos de los cabecillas. 3. La forma de vida del estrategos debe ser sin adornos y simple como la de sus soldados; debe desplegar un afecto fraternal hacia ellos, debe dar órdenes de manera suave y debe estar siempre seguro de dar consejo y de discutir asuntos esenciales con ellos en persona. Su interés debe estar en su protección, su comida y su paga regular1. Sin estas cosas es imposible mantener la disciplina en un ejército. Al castigar con justicia a los infractores debe parecer implacable. Al primer signo de un problema disciplinario, debe tomar medidas hasta el final y no retrasar el asunto hasta que sea más serio. El estrategos tiene éxito cuando se presenta ante sus hombres como

inconmovible y justo. Debe también vigilar que los civiles estén privados de armas. 4. Debe ser moderado y vigilante en su forma de vida. Es una buena idea deliberar acerca de los problemas difíciles por la noche. Durante la noche es más fácil hacer planes, porque el espíritu de uno está libre de molestias externas. 5. Es esencial ser precavido y tomarse su tiempo para hacer planes y, tras haber tomado una decisión, llevarla a cabo sin ninguna duda o temor. El temor después de todo no es precaución, sino una invención de la maldad. 6. Una mente saludable no se exalta indebidamente por el éxito o se deprime en exceso cuando las cosas no están saliendo bien. 7. Es más seguro y más ventajoso superar al enemigo por la planificación y la estrategia que por la fuerza bruta. En el primer caso los resultados son conseguidos

sin pérdidas, mientras que en el segundo se ha de pagar algún precio. 8. Es muy importante divulgar rumores entre el enemigo de que estás preparando algo, y en el momento adecuado, hacer otra cosa. Tus planes sobre grandes operaciones no deben ser conocidos por muchos, sino por muy pocos y muy cercanos a ti. 9. Uno no debe usar siempre los mismos métodos operativos contra el enemigo, aunque estos parezcan funcionar. A menudo, el enemigo comenzará a habituarse a nuestras costumbres y nos infligirá un desastre. 10. Los rumores alarmantes de trampas o traición, ya sea de parte del enemigo o de la nuestra, no deben ser desdeñados ni sobredimensionados sino que deben ser tomadas las medidas adecuadas para hacerles frente y darlos por concluidos antes de que comiencen a ser una realidad. 11. El enemigo debe ser engañado por

falsas noticias sobre nuestros planes, llevadas a él por desertores nuestros. 12. El coraje en nuestras tropas debe ser despertado por la confección de un informe de una victoria sobre el enemigo ganada por nuestros hombres en algún otro lugar. 13. Las noticias sobre derrotas sufridas por los nuestros deben ser mantenidas en secreto y los informes deben hacer constar justo lo contrario de la verdad. 14. A las tropas vencidas no se las debe dejar caer en la desesperación, sino que deben recobrar la esperanza de varias y buenas maneras. 15. Durante el combate uno ha de pasar por alto los delitos cometidos por los soldados, pero después debe eliminarse a los hombres culpables de sedición. 16. Nuestros propios muertos deben ser sepultados en secreto por la noche, mientras que aquellos del enemigo deben ser dejados a la intemperie, con el objetivo de

desanimar al enemigo. 17. Cuando llega una embajada enemiga, pregunta acerca de los jefes de la misma, y trátalos muy amistosamente, para que su propia gente sospeche de ellos. 18. Los actos de cobardía por parte de nuestros soldados deben ser mantenidos en secreto y no hacer pública la condena, ya que eso podría crear un problema peor. 19. Para cruzar un río no dificultoso, simplemente cava una trinchera profunda en la ribera, llénala con madera y manda a la mayor parte de las tropas cruzar el río, entonces los restantes hombres podrán quemar la madera y mientras está quemándose, los soldados podrán cruzarlo sin problemas. 20. Una forma de despertar discordia y sospechas entre el enemigo es refrenarse en quemar o saquear las propiedades de ciertos hombres prominentes de su lado y solamente ellas.

21. Una forma de tomar una ciudad asediada es por el envío de cartas atadas a flechas prometiendo libertad e inmunidad; esto puede también hacerse mediante prisioneros liberados. 22. Deben ser observadas grandes precauciones en la persecución del enemigo a través de un terreno adecuado para emboscadas. También es una buena estrategia detenerse en el momento adecuado, para poder volver más tarde y atacar con mayor efectividad. 23. No hay que dejarse engañar por los actos de humanidad del enemigo o por sus pretensiones de retirarse. 24. Los oficiales cobardes, que son reconocidos por sus dudas y palidez, deben ser asignados a las fuerzas auxiliares durante el combate. 25. Cuando una ciudad populosa es tomada, es importante dejar las puertas abiertas para que los habitantes puedan

escapar y no ser llevados a la absoluta desesperación. Lo mismo se aplica cuando es tomado un campamento fortificado del enemigo2. 26. Incluso en territorio amigo se deben instalar campamentos fortificados; un estrategos nunca ha de decir: «No me lo esperaba». 27. Para una retirada a salvo haz un fuego en un sitio y tranquilamente márchate a otro lugar; el enemigo se dirigirá hacia el fuego. 28. Deben ser enviadas cartas a los desertores que se han pasado al enemigo para que estas caigan en manos enemigas. Esas cartas tienen que recordar a los desertores que deben organizar de antemano el momento adecuado para su traición; de esta forma el enemigo comenzará a sospechar de ellos y tendrán que huir. 29. Cuando lleguen operaciones peligrosas o por sorpresa, los cobardes deben ser

separados mediante el procedimiento de hacer que los hombres que estén enfermos o cuyos caballos estén débiles sean retirados del frente. Los cobardes, entonces, reclamarán estar enfermos, y por tanto podrán ser separados de los otros. Ellos pueden ser asignados a guardar fortalezas o alguna otra tarea que entrañe poco peligro. 30. Debemos hacer campaña contra el enemigo cuando el grano esté maduro, para que nuestras tropas no carezcan de provisiones y además la expedición causará al enemigo más daño. 31. No debemos dar armas a aquellos que prometan luchar a nuestro lado cuando sus intenciones reales no estén muy claras. 32. Tras una victoria, no debemos actuar sin cuidado, sino mantener nuestra guardia lo más alta posible contra ataques sorpresa por parte de los vencidos. 33. Los embajadores del enemigo no deben ser tratados con desprecio, incluso

cuando nosotros seamos mucho más fuertes. 34. Un ejército, no importa como sea de fuerte, asediando una ciudad, no debe dejar nunca su campamento sin guardia. No debe pensar que las fortificaciones son suficientes para garantizar su seguridad, sino que debe mantenerla con patrullas. 35. A los sospechosos de que vayan a desertar se les debe decir lo contrario de lo que nos proponemos hacer, para que ellos puedan usarlo para engañar al enemigo, y la traición debe ser prevenida durante los periodos de tregua o de paz temporal. 36. De ninguna manera debemos creer los informes que llegan de los desertores o disidentes, sino que sus informaciones deben ser comprobadas con las declaraciones realizadas por los prisioneros tomados en incursiones y de esta forma la verdad quedará contrastada. 37. De ninguna forma debe ser roto un juramento hecho al enemigo.

38. Después de Dios, debemos poner nuestras esperanzas de salvación en nuestras armas, no solamente en nuestras fortificaciones y empalizadas. 39. Se ha de ordenar a los soldados que estén preparados para marchar en día sagrado3, bajo la lluvia, de día o de noche. Por esta razón no debe decirse el momento o el día de antemano, por lo que ellos deben estar siempre preparados. 40. No deben correrse riesgos sin necesidad o sin esperanza real de ganar. Hacer esto es lo mismo que pescar con oro como cebo. 41. Los habitantes del área que buscan refugio no deben ser recibidos indiscriminadamente. A menudo, ellos han sido enviados por el enemigo engañosamente para conspirar contra su anfitrión. 42. Debemos también guardarnos contra los desertores que se aproximan a una

ciudad asediada, pues, a menudo, son enviados por el enemigo para provocar incendios y mientras los defensores están ocupados apagándolos, el enemigo ataca. 43. Las tropas vencidas en campo abierto no deben ser dejadas de lado o, aunque parezca una buena idea, permitirles refugiarse en un campamento fortificado o en algún otro lugar fuerte, ya que mientras su fiereza esté aún fresca, pueden atacar de nuevo. No mostrándose indulgentes con ellos, los soldados podrán reanudar la lucha con mayor convicción. 44. Si el estrategos considera que está preparado para entablar batalla con el enemigo, debe intentar llevar la lucha a territorio enemigo en lugar de combatir en el suyo. Los hombres que llevan la guerra a territorio enemigo son más agresivos. Ellos además sentirán que la guerra en la que están envueltos está siendo efectuada no solo por la patria sino también por su propia

seguridad personal. Esto no es necesariamente cierto si la guerra se desarrolla en su propio territorio, en el cual la existencia de fortalezas elimina el riesgo para los hombres, ya que en caso de retirada pueden fácilmente refugiarse en ellas. Libro VIII, capítulo 2. Lemas 1. Antes de ir en busca del peligro, el estrategos debe rendir culto a Dios. Cuando va a entrar en el peligro, acrecienta su valor porque él puede rezar a Dios con la confianza de un amigo. 2. El hombre que gasta más noches sin dormir con su ejército y que trabaja duro en entrenar a sus tropas, corre los riesgos más bajos en la lucha contra el enemigo. 3. Nunca conduzcas a los soldados al combate antes de haber tenido suficientes pruebas de su valor. 4. Es bueno provocar daño al enemigo con

el engaño, con las incursiones o con el hambre, y nunca ser seducido por una batalla campal, que es más una demostración de suerte que de bravura. 5. Solo son exitosos aquellos planes de batalla que el enemigo no sospecha antes de ponerse en acción. 6. El engaño es a menudo una ayuda en la guerra. Un soldado enemigo que deserta hacia nosotros, sin estratagemas, es de la mayor utilidad, porque el enemigo es dañado por los desertores más que si el mismo soldado hubiese muerto en acción. 7. El que cuidadosamente no compara sus propias fuerzas con las del enemigo está abocado a un final desastroso. 8. El coraje y la disciplina podrán lograr más que un gran número de soldados. Así, a menudo, la configuración del terreno ha conseguido que una débil fuerza propia se incremente al máximo. 9. La naturaleza produce tan solo unos

pocos hombres bravos. Sin embargo, el cuidado y el entrenamiento hacen eficientes soldados. Los soldados que son mantenidos trabajando aumentan en valor, mientras que demasiado descanso les hace débiles y perezosos. Por ello se ha de tener el cuidado de mantenerlos ocupados. 10. Las cosas que son inesperadas o repentinas asustan al enemigo, pues parecen más fáciles las cosas a las que está acostumbrado. 11. Tras obtener una victoria, el estrategos que persigue al enemigo con un ejército disperso y desorganizado se la regala al enemigo. 12. La causa de la guerra debe ser justa. 13. Un buen estrategos es aquel que usa sus propias habilidades para adaptarse a las oportunidades que tiene y a las cualidades del enemigo. 14. No es útil reunir al ejército entero en asamblea o enviar a buscar a los hombres

cuando están fuera de servicio. Estas causas solo producen discordia en el ejército. 15. Los soldados deben siempre estar haciendo algo, incluso si no hay enemigo molestándonos. La desidia habitual significa problemas para un ejército. 16. Un comandante prudente no conducirá a una fuerza aliada a su propio territorio si esta es mayor que su propio ejército. De otra manera podrá amotinarse, expulsar a los nuestros y tomar el control. 17. Cuando sea posible, una fuerza aliada debe estar compuesta de varios pueblos para reducir el peligro de la unión de los hombres para algún propósito maligno. 18. Deberemos colocar a nuestras fuerzas de la misma manera que hace el enemigo, infantería contra infantería, y lo mismo con las tropas ligeras, caballería, infantería pesada y así sucesivamente. 19. El comandante que falla en proveer a su ejército con la comida necesaria y otros

suministros está haciendo preparativos para su propia derrota, incluso si el enemigo no está presente. 20. El comandante que confía en su propia caballería, especialmente en los lanceros, debe buscar llanuras anchas favorables para este tipo de tropas y allí forzar la batalla. 21. Si él confía más en su infantería, debe tener cuidado en elegir terrenos accidentados, espesos y escabrosos y organizar allí la lucha. 22. Si nos enteramos de que nuestros planes han sido revelados al enemigo, entonces debemos cambiar todas nuestras contraseñas y otras señales, así como nuestra formación de batalla. 23. Para aquello que deba hacerse, busca el consejo de muchos; para aquello que deberás realmente hacer, toma el consejo de solo unos pocos de confianza; entonces, ya completamente solo, decide el mejor y más útil plan de todos y síguelo.

24. El ejército debe reunirse cerca de su impedimenta o esta debe ser llevada hacia él. 25. No confíes solo en los exploradores para reconocer los caminos, sino que deja al estrategos que cuidadosamente los observe con sus propios ojos. 26. Deben ser escogidos como exploradores aquellos que sean constantes, con vista aguda, de confianza, serios y con más afecto a su reputación que al dinero; estos hombres realizan informes exactos. Pero aquellos que son insensatos, cobardes y excitados por la perspectiva de la ganancia material, probablemente no dirán la verdad y fácilmente pueden poner en peligro tanto al estrategos como a su ejército. 27. En tiempos de paz, el miedo y los castigos a los delitos mantienen a las tropas en tensión, pero en campaña activa, siempre dan mejores resultados grandes esperanzas y recompensas.

28. El estrategos alcanza su plenitud cuando intenta destruir a las fuerzas enemigas más por el hambre que por la fuerza de las armas. 29. Si un espía enemigo es capturado mientras observa a nuestras tropas, entonces puede resultar conveniente liberarlo desarmado si todas nuestras unidades son fuertes y están en buena forma. El enemigo se quedará absolutamente asombrado por sus informes. Por otro lado, si nuestras fuerzas son débiles, el espía deberá ser tratado rudamente, forzado a divulgar los secretos del enemigo y, finalmente, pasado por las armas o enviado lejos a cualquier parte con escolta. 30. Si los soldados muestran signos de cobardía, deben usarse diversas tretas para restaurar su valor. 31. Tómate tu tiempo en planear, pero cuando hayas tomado tu decisión sé rápido

en llevarla a cabo4. En la guerra la oportunidad es fugaz y no puede ser dejada de lado. 32. Deja al ejército que vea que tú no estás excesivamente exaltado tras una victoria y que no te deprimes profundamente por una derrota. 33. No es un estrategos temible aquel que pronuncia palabras terribles sino aquel que realiza hechos atemorizantes para el enemigo. 34. Decide por la noche lo que hay que hacer y lo planeado llévalo a cabo durante el día. Uno no puede planear y actuar al mismo tiempo. 35. El estrategos que es exageradamente severo con sus subordinados y aquel que es demasiado indulgente son ambos inadecuados para el mando. El miedo lleva a un gran odio, y si se es demasiado blando resulta que se es despreciado. Es mejor tomar el punto intermedio.

36. Tras acordar un tratado o una tregua con el enemigo, el comandante debe estar seguro de que su campamento está guardado con fuertes y seguras defensas. Si el enemigo elige romper el acuerdo, solo ganará la reputación de desleal y la desaprobación de Dios, mientras que nosotros permaneceremos seguros y se dará veracidad a nuestra palabra. Un estrategos no habrá de decir: «No me lo esperaba»5. 37. Para fuerzas pequeñas, debemos seleccionar un lugar con un estrechamiento enfrente, cuya anchura corresponda al tamaño de nuestro ejército. La superioridad del enemigo quedará sin efecto en tal lugar ya que no hay espacio para él. Tras el estudio del lugar donde está el enemigo, el estrategos se puede formar una justa estimación de la fuerza del mismo, pues deberá saber por experiencia cuánto espacio se requiere para un número dado de tropas. 38. Si queremos evitar que el enemigo

conozca la potencia de nuestras fuerzas, debemos ordenar a nuestras tropas marchar a pie en formación cerrada. Esto puede ser engañoso y evita que el enemigo se pueda formar una idea estimada de nuestras fuerzas. 39. Es buena idea maniobrar de tal modo que el sol, el viento y el polvo estén tras nuestros hombres y frente al enemigo. Al oscurecerse su visión y hacerse su respiración dificultosa, obtendremos rápidamente la victoria. 40. Deberemos alinear nuestras tropas para la batalla antes que el enemigo. Esto nos sitúa en posición de hacer lo que queramos y apenas da al enemigo tiempo de armarse. 41. Si estamos preparados para cargar los primeros, podemos atacar al enemigo con seguridad, con nuestros hombres llenos de confianza, e inspirando miedo al enemigo, que estará preocupado.

42. Cuando la línea de batalla ha sido situada, la primera orden a los soldados es mantener la formación y los intervalos entre las líneas. 43. Está bien preocuparse mucho por los heridos. Si los descuidamos, descubriremos que el resto de las tropas no luchará bien deliberadamente y nuestra negligencia nos causará perder a algunos que podrían haber sido salvados. 44. Se les debe prohibir el saqueo a los soldados que han puesto en fuga al enemigo. De otra manera, mientras están dispersos, el ejército enemigo podrá formarse nuevamente y atacarlos. 45. El estrategos falla si la mayor parte del ejército es destruido en una única batalla. 46. Un ejército que lanza con fuerza su grito de guerra puede causar terror en el enemigo. 47. Un estrategos que no da nada por

sentado es seguro en la guerra. 48. Si el enemigo tiene una fuerte tropa de arqueros, espera al tiempo húmedo, que afecta a los arcos, para lanzar tu ataque contra ellos. 49. Nuestro estrategos deberá adaptar sus estratagemas a la disposición del jefe enemigo. Si fuera atrevido, debe ser inducido a realizar acciones prematuras e imprudentes; si, por el contrario, fuera indeciso, puede ser fulminado por ataques sorpresa continuos. 50. El estrategos deberá ser imparcial al tratar con sus propios hombres y con las fuerzas aliadas. Deberá ser un juez justo para ambos. Cuando dé regalos a los aliados, deberá hacer un consecuente aumento en las gratificaciones para sus propios soldados. 51. En tiempo de guerra deberá trabajar más que sus propios soldados en lo suyo y preocuparse menos de su parte en las

ganancias. Esto realza su reputación y obtiene para sí la buena fe de todos. 52. Consciente de las incertidumbres de la guerra, el estrategos debe estar dispuesto, incluso tras la victoria, a escuchar propuestas del enemigo en vistas a una paz en términos ventajosos. 53. El estrategos deberá prestar mayor atención a las armas que al resto del equipo, consciente de que este puede ser obtenido incluso en territorio enemigo, pero que sin armas no vencerá al enemigo. 54. El mejor estrategos no es el hombre de una noble familia, sino el hombre que puede estar orgulloso de sus propias acciones. 55. El estrategos debe administrar correctamente no solo asuntos de carácter inmediato, sino también tener en mente asuntos para el futuro. 56. El mejor estrategos es aquel que no establece voluntariamente una peligrosa y

altamente incierta batalla y se refrena de emular a aquellos que realizan operaciones irreflexivas y son admirados por sus brillantes éxitos, sino aquel que hace que el enemigo se mueva y él permanece seguro y siempre en circunstancias de su propia elección. 57. Un estrategos avaricioso es la ruina para su propia gente y un objeto de menosprecio para el enemigo. 58. Un estrategos que ame el lujo generalmente destruye al ejército entero. 59. El mejor comandante es aquel que inspira valor en el momento justo y detiene los malos pensamientos de los soldados miedosos. 60. Un estrategos que desee la paz debe estar preparado para la guerra, ya que los bárbaros se vuelven muy nerviosos cuando hacen frente a un adversario completamente preparado para la lucha6. 61. Si alguien comete un error en los

asuntos ordinarios generalmente puede remediarlo en un corto intervalo, pero los errores cometidos en la guerra causan perdurables daños. 62. A aquellos que han cometido muchas negligencias no les deben ser encomendadas ni siquiera las responsabilidades ordinarias. 63. El estrategos inteligente toma en cuenta no solo probables daños, sino también aquellos que pueden ser completamente inesperados. 64. La paz es un momento de entrenamiento para la guerra y la batalla, una exhibición de bravura. 65. El estrategos no debe irse a la cama antes de reflexionar sobre qué cosas importantes ha dejado de hacer y qué tiene que hacer al día siguiente. 66. Está bien que el estrategos domine sus pasiones en cualquier momento, pero especialmente durante la guerra. 67. El estrategos no debe mostrarse

apresurado en depositar confianza en gente que promete hacer algo; si lo hace, casi todo el mundo pensará que es un insensato. 68. Las largas y cuidadosas deliberaciones prometen una gran salvaguarda en la guerra, puesto que los generales apresurados e impetuosos ordinariamente cometen serios disparates. 69. El estrategos deberá ser un ejemplo ante sus subordinados de cómo deben hacerse las cosas, ejercitándose a sí mismo en los más altos ideales, haciendo lo que está correcto y refrenándose de hacer aquellas cosas que sus soldados también deben refrenarse. 70. El estrategos deberá estar seguro de la buena disposición de sus tropas por medio de un juramento. 71. Si el estrategos conoce las inclinaciones y tendencias de cada oficial y de cada soldado, sabrá mejor qué tareas deberán ser asignadas a cada uno.

72. El estrategos que quiera mantener sus planes a cubierto del enemigo, nunca debe presumir de la calidad y la cantidad de sus propias tropas. 73. Cuando ambos bandos están igualmente bien armados, el mejor táctico vencerá. 74. El estrategos que posea alguna habilidad retórica podrá, con frecuencia, inflamar a los corazones débiles a la batalla y devolver fácilmente el coraje a un ejército derrotado. 75. El estrategos debe conocer bien el territorio, si es saludable y seguro, o si es insalubre e inhóspito para sus tropas, y si las necesidades como el agua, la madera y el forraje están cerca. Porque si están a una cierta distancia, entonces su obtención será difícil y peligrosa, especialmente en presencia del enemigo. Es también bueno ocupar todas las colinas en el área antes de que el enemigo tenga oportunidad de

hacerlo. 76. Con frecuencia, los movimientos que induzcan a error al enemigo pueden ser muy ventajosos. Por ejemplo, si hace que parezca que va a establecer el campamento, el enemigo puede ser inducido para hacer lo mismo, entonces mientras que el enemigo está disperso haciendo los preparativos necesarios, puede el estrategos colocar sus tropas y atacar, o puede retirar a su ejército si el terreno no es favorable. 77. En sus movimientos, el estrategos debe actuar como un buen luchador, debe fintar en una dirección para intentar engañar a su adversario y entonces hacer buen uso de las oportunidades que encuentre, y en este sentido podrá doblegar al enemigo. 78. Durante las batallas y en cada acción contra el enemigo, el estrategos docto, incluso el de más coraje, tendrá siempre presente la posibilidad de fallar y ser derrotado y hará planes para ello por si se

diera el caso. 79. El estado de ánimo del estrategos se comunica inmediatamente a sus tropas y hay un refrán antiguo que dice que es mejor tener un ejército de ciervos comandados por un león que un ejército de leones comandados por un ciervo7. 80. Las fuerzas aliadas no deben ser mezcladas con nuestras propias fuerzas. Ellas deben acampar y marchar separadamente. Es importante que les ocultemos nuestras formaciones y métodos de lucha, para evitar que, conociéndolas, informen de ellas al enemigo en un determinado momento. 81. En tiempo de guerra la mejor forma de saber qué es lo más ventajoso es esta: lo que es bueno para ti es malo para el enemigo y lo que le beneficia al enemigo es exactamente lo contrario para tus tropas. Está en nuestro interés no hacer nada o rehuir cualquier cosa que el enemigo pudiera

hacer o evitar. Solo hay una cosa que debemos hacer: cualquier cosa que pensemos ha de ser en nuestro propio beneficio. Si imitas al enemigo y haces lo que él está haciendo en su propio beneficio, lo que harás es perjudicarte. Al contrario, si haces alguna cosa en tu beneficio y el enemigo intenta imitarte, se dañará a sí mismo. 82. Las tropas deben ser situadas en varias líneas, y deben realizarse un cierto número de asaltos contra el enemigo, recordando las palabras del poeta: «Vosotros, que no estáis cansados, podríais fácilmente rechazar hacia la ciudad a hombres fatigados por la batalla»8. 83. Por múltiples razones, y no casuales, es peligroso extender la línea de batalla indefinidamente. 84. Es necesario un ejército de igual fuerza que la del enemigo si nuestra meta es meramente vencer, pero ha de ser mayor si

intentamos ocupar el territorio conquistado. 85. El estrategos debe tener más caballería que infantería. La última es adecuada para el combate cerrado, mientras que la primera podrá fácilmente perseguir o retirarse y, cuando desmonta, los hombres están todos preparados para luchar a pie. 86. Un estrategos sabio no entablará batalla campal contra el enemigo hasta que no se presente una excepcional oportunidad o ventaja. 87. Cambia tu apariencia a menudo para que parezcas diferente mientras formas la línea de batalla, antes de la carga, en el encuentro con el enemigo, cuando estés comiendo y cuando estés durmiendo. Haciendo esto no serás capturado fácilmente por el enemigo o por algún traidor. Aníbal el Cartaginés usaba pelucas y una variedad de estilos de barbas y así los bárbaros pensaban que él era un ser sobrenatural 9. 88. Deberemos escoger el terreno no solo

porque sea el más adecuado para a nuestras armas, sino también teniendo en cuenta a los diversos pueblos con los que nos enfrentaremos. Los partos y los galos maniobran bien en terrenos llanos. Los hispanos y los lígures luchan mejor en las montañas y en las colinas, y los britanos en los bosques, mientras que los germanos son mejores en los pantanos de sus tierras10. 89. Cualquier terreno que el estrategos escoja debe hacer que sus tropas se familiaricen con él. Así podrán evitar puntos complicados y, gracias a su conocimiento del área, lucharán contra el enemigo con confianza. 90. Cuando el estrategos dirige a sus hombres a la batalla, debe presentar una apariencia alegre, evitando un aspecto triste. Los soldados a menudo estiman sus posibilidades por la apariencia del estrategos. 91. Tras la victoria, el estrategos no debe

permitir que los hombres rompan filas rápidamente, ya que sucede bastante a menudo que el enemigo, sabiendo que nuestros hombres han abandonado su guardia en su regocijo y han roto filas, ha recuperado su coraje, regresa a la lucha y convierte nuestra victoria en una derrota. 92. Cuando el enemigo es cercado, es bueno dejar un agujero en nuestras líneas para darle la oportunidad de escapar, en caso de que juzgue que huir es mejor que permanecer y probar suerte en la batalla11. 93. Un ejército es juzgado por el espíritu de su estrategos. Aníbal el Cartaginés lo comprendió bien, ya que cuando supo que Escipión12 estaba dirigiendo a los romanos, habló muy bien de la disposición de su ejército ante quienes le criticaban por comenzar tan lentamente a marchar y a luchar contra aquellos a los que a menudo había vencido. Él se defendió a sí mismo

diciendo: «Preferiría tratar con una tropa de leones comandados por un ciervo que con una manada de ciervos bajo el liderazgo de un león»13. 94. El Estado beneficia más a un estrategos afortunado que a uno bravo. El primero consigue sus resultados con un pequeño esfuerzo, mientras que el otro lo hace con cierto riesgo. 95. Es mejor evitar a un oponente marrullero que a uno que nunca afloja. El último no tiene secretos sobre lo que está haciendo, sin embargo es difícil saber qué está haciendo el primero. 96. El estrategos deberá ser severo y perseverante en investigar los cargos contra sus hombres, pero compasivo en castigarlos. Esto le hará ganar la confianza de sus hombres. 97. El estrategos debe ser tranquilo en las emergencias, prudente en los consejos, cortés con sus colaboradores. Tendrá éxito

en la batalla si carga contra el enemigo no como una bestia salvaje, sino de forma calculada. 98. El estrategos no debe ser ignorante de ninguna de las situaciones que fácilmente pueden ocurrir en la guerra. ¿Quién puede intentar lograr lo que no comprende? ¿Quién podría facilitar asistencia en situaciones cuyo peligro no se le alcanza? 99. El estrategos debe hacer planes para vencer al enemigo no solo por las armas, sino también a través de su comida y bebida, haciendo el agua inadecuada para beber y envenenando el grano. Debe también saber cómo protegernos a nosotros mismos contra tales medidas y cómo podemos evitar caer víctimas de ellas. 100. El estrategos deberá siempre tener un cuerpo de tropas escogidas cerca de él, que puedan ser enviadas para apoyar a las secciones del ejército que estén duramente presionadas. No debe avanzar demasiado

precipitadamente contra el enemigo, porque si sucede un contratiempo, el ejército entero puede ser destruido. 101. Cuando el estrategos da un discurso público, puede incluso decir algo en alabanza del enemigo. Esto convencerá a nuestros hombres de que nunca les privarás de las alabanzas que podríamos recibir de otros y que los haremos partícipes de nuestros honores. FIN DEL LIBRO OCTAVO 1 Kekaumenos (Strategikon 80) también advierte al general del mismo hecho recordándole la fidelidad que los soldados muestran al comandante que se preocupa de ellos. 2 En español hay un refrán que ilustra perfectamente esta situación: «A enemigo que huye, puente de plata», cuya formulación Melchor de Santa Cruz de Dueñas (Floresta española de apotegmas y sentencias, Toledo, 1584) atribuye a D. Gonzalo Fernández de Córdoba (1453-1515), llamado el Gran Capitán, durante sus campañas en el reino de Nápoles

en 1503-1504. La frase exacta de Santa Cruz es (segunda parte, cap. 3): «al enemigo que huye hacedle la puente de plata». Esta frase o variantes de la misma ha sido formulada por escritores tan prestigiosos y conocidos como Miguel de Cervantes quien la reproduce (en El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha, segunda parte, cap. 78) tal cual la expone Santa Cruz o Félix Lope de Vega y Carpio, que en su obra de teatro (o atribuida a él, que hay dudas) La estrella de Sevilla (acto I, escena IV) hace decir a uno de sus personajes: «que al enemigo se ha de hacer puente de plata». 3 Es decir, en domingo o en cualquier otra festividad religiosa. 4 Una muestra clara del profundo conocimiento que nuestro autor tiene de la cultura grecorromana la vemos en esta sentencia, derivada de una reflexión de Isócrates (Ad Demonicum 34 [en el libro Discursos, edic. de Madrid, 1979]), político y orador ateniense que vivió en el siglo IV a.C., y que dice: «sé lento en el reflexionar pero cumple con rapidez tus decisiones». 5 Se insiste en ello, cfr. VIII 1, 26. 6 Ya lo decían los romanos: Si vis pacem, para bellum («Si quieres la paz, prepara la guerra»). Vegecio (Epitoma Rei Militaris III, prólogo, 8) recoge la frase

un tanto modificada y dice: Igitur qui desiderat pacem, preparet bellum («Así que quien desee la paz, que prepare la guerra»). 7 Esto es asimismo citado por León VI (Tacticae Constitutiones 20, 128) y casi tal cual lo encontramos en las palabras que Plutarco (Apotegmatha Chabriae 3 [dentro del libro Máximas de reyes y generales, en Moralia, edic. de Madrid, 1987]) pone en boca del general ateniense del siglo IV a.C. Cabrias diciendo textualmente: «Solía decir [Cabrias] que era más temible un ejército de ciervos conducido por un león que uno de leones conducido por un ciervo». 8 Cfr. Homero, Iliada XI 802-803; XVI 44-45. 9 Cfr. Polibio, Historiae III 78, 1-2. Tito Livio, Ab Vrbe Condita XXII 1, 3. 10 La mención de todos estos pueblos no tiene sentido a fines del siglo VI o comienzos del VII, cuando se escribe este manual: por ejemplo, los partos no existían desde que en 226 d.C. fueron sustituidos por los persas sasánidas, los mayores enemigos de los bizantinos en la época de redacción del presente manual militar. Los galos fueron conquistados por Julio César a mediados del siglo I a.C.; los últimos hispanos fueron sometidos a fines del siglo I a.C.; los lígures cayeron bajo el poder de Roma a mediados del siglo II a.C.; las diversas tribus de

britanos y germanos combatieron durante siglos contra los romanos, sin llegar nunca a ser sometidas del todo. El nombrar a todos estos pueblos nos indica que el autor se había documentado en obras mucho más antiguas. 11 Cfr. nota 101. 12 Publius Cornelius Scipio, llamado Africanus, cónsul en 205 a.C. y 194 a.C., fue quien dio fin a la segunda guerra púnica tras su victoria en Zama (hoy Al Jamah [Jama], provincia de Túnez, Tunicia) sobre Aníbal el 19 de octubre de 202 a.C. 13 León VI (Tacticae Constitutiones 20, 128). La misma expresión es usada por el táctico Nicéforo Uranos (FOUCAULT [1973] p. 311). No se conoce de dónde saca Mauricio esta cita, pero si es cierto que la dijo Aníbal, entonces el caudillo cartaginés era buen conocedor de lo que decían generales anteriores a él, pues esto se lo atribuye Plutarco (cfr. nota 106) al general ateniense del siglo IV a.C. Cabrias. Como es evidente que, por razones de las épocas en las que vivieron, Aníbal (247-183 a.C.) no pudo leer a Plutarco (c. 46 o 50 - c. 120 d.C.), también parece innegable que ambos, Aníbal y Plutarco, sacaron esta frase de una fuente desconocida y hoy perdida.

Libro IX Capítulo 1. Sobre los ataques sorpresa Capítulo 2. Sobre los ataques nocturnos Capítulo 3. Sobre las incursiones en territorio hostil: avance seguro por él y su saqueo sin sufrir pérdidas Capítulo 4. Sobre el paso por desfiladeros y territorio escabroso Capítulo 5. Cómo hay que espiar al enemigo y cómo hay que capturar a los exploradores o enemigos intentando infiltrarse en nuestro ejército Libro IX, capítulo 1. Sobre los ataques sorpresa Es, por supuesto, una antigua máxima la que nos enseña a intentar atacar al enemigo

sin sufrir nosotros mismos ningún daño, y los estrategos inteligentes tendrán esto presente y siempre le darán la máxima prioridad. Este objetivo se alcanzará si los asaltos sobre el enemigo son planeados cuidadosamente y llevados a cabo con presteza. Estos asaltos demostrarán ser muy efectivos no solo contra las fuerzas numéricamente equivalentes, sino también contra aquellas ampliamente superiores. Por esta razón es deseable estar vigilante para buscar las mejores oportunidades y pretextos para chocar contra el enemigo antes de que pueda prepararse, especialmente si hay razones para considerar que sus fuerzas son superiores a las nuestras. En este tipo de casos es mejor, como se ha dicho, intentar emplear diferentes tipos de sorpresas y trucos tanto como sea posible, mejor que enfrentarse en una batalla campal que envuelve peligros que pudieran revelarse fatales.

Algunos comandantes reciben emisarios del enemigo y contestan en términos gentiles y aduladores, enviándoles de regreso con honores, y entonces inmediatamente siguen sus pasos y los atacan inesperadamente. Otros envían embajadas con propuestas favorables y entonces, de forma repentina, se lanzan al ataque. Otros marchan tras el enemigo en sus campamentos después de recoger información sobre cómo organizaban su campamento, y entonces en una noche de luna llena, dos o tres horas antes del amanecer, realizan su ataque. Los arqueros son esenciales para una operación de este tipo. Tras comprobar que el enemigo avanza en desorden y permitiendo a sus tropas rezagarse, algunos comandantes lo atacan por el medio de su columna de marcha y le infligen serios daños. Otros, encubiertos en emboscada, de repente deciden atacar al enemigo. Algunos pretenden sustraerse de la escena de la acción y una vez provistos de la

información necesaria acerca de todo lo sucedido, cargan contra el enemigo. Otros conducen una manada de animales delante de ellos y por tanto los enemigos deben desviarse para rodearla y entonces, cuando ven al enemigo en desorden y moverse hacia todos los lados, pueden caer sobre él. Algunos ataques pueden ser realizados en campo abierto, por ejemplo, si en el área entre nosotros y el enemigo hay un río que sea difícil de cruzar, especialmente para la caballería. Se puede construir allí un puente, con tantas vigas transversales de madera como sean necesarias, pontones y con dos torres erigidas en cada extremo, ambas de madera, de albañilería seca o de tierra. Cuando sea necesario, entonces, este puente puede ser usado para cruzar de forma segura o para retirarse, y queda a la decisión del estrategos decidir cuánto tiempo debe permanecer en pie, si para atacar de forma segura o para retirarse y

destruir el puente. Sin embargo, en operaciones de este tipo y en incursiones dentro del territorio enemigo, no debemos quemar o destruir los suministros en aquellas regiones a través de las cuales deseamos regresar para no lamentarlo. Pensamos que es esencial mantener dichos puentes también en caso de batalla en campo abierto, cuando los campamentos están en las cercanías de un río. Si cruzar un río se presenta difícil en algún punto a lo largo del espacio ribereño, especialmente en el área donde el enemigo está estacionado, en el día de la batalla puede todavía ser eliminado el puente sin obstáculos y sin aglomeraciones. En caso de un revés, los puentes pueden permanecer a salvo bajo la protección del campamento, y las tropas no serán forzadas contra sus deseos a cruzar el puente bajo ataque del enemigo. Por estas razones el campamento debe estar situado en el lado enemigo del río.

Libro IX, capítulo 2. Sobre los ataques nocturnos La dirección de ataques nocturnos varía según los comandantes. Algunos instalaron su campamento a un día de marcha del enemigo y enviaron una legación o dos para ofrecer propuestas de paz. Después de ofrecer al enemigo esperanzas de llegar a un acuerdo y conseguir que se descuide, entonces estos estrategos hicieron marchar a su ejército por la noche y atacaron inesperadamente antes del alba. Esto fue hecho por el general Lusio en tiempos de Trajano1. Otros se situaron en formación de combate durante varios días cerca de su campamento como para una batalla campal. Ellos quisieron hacer creer que estaban asustados por el enemigo y que por ello no podrían aventurarse más allá del área de su propio campamento. Entonces, mientras el

enemigo se estaba relajando, ellos atacaron de noche. Esto es lo que el jan2 de los ávaros hizo a la caballería romana en Heraclea, ya que no permaneció a salvo dentro de las fortificaciones con la infantería, sino que estaba fuera sin protección3. Otros hicieron uso de un presunto desertor para informar al enemigo de que la moral era baja. Simularon una retirada rápida, pero marcharon solo a una corta distancia y allí establecieron su campamento. Entonces, de repente, por la noche, atacaron al enemigo. Los ataques nocturnos son los más adecuados para los arqueros o lanzadores de jabalina, tanto montados como a pie. Son efectivos contra pueblos que luchan tanto a pie como a caballo, siempre que no se hayan montado las tiendas de campaña por todo el lugar, dispersas y sin vigilancia. También son efectivos contra enemigos no expertos en el uso del arco u otra arma arrojadiza, sino que

prefieren combatir cuerpo a cuerpo. Estas operaciones deben ser llevadas a cabo de noche con la luna llena o cuando hay suficiente luz a lo largo de la línea completa de marcha para mantener a los hombres en contacto en la oscuridad y que no se pierdan. También vale la luz de las estrellas. El ejército deberá siempre moverse en alerta y preparado para la acción, transportando únicamente aquello que sea necesario. Los soldados deberán regular su marcha de acuerdo a la distancia entre los dos campamentos para llegar dos horas antes del amanecer a algún lugar a una o dos millas del campamento enemigo, pues facilitándose la marcha antes del combate ellos no estarán exhaustos. Allí el ejército deberá permanecer escondido y atacar al enemigo justo antes del amanecer. Las expediciones de este tipo deben ser guiadas por hombres que conozcan la región a conciencia para no extraviar al ejército. Se

deberá observar un absoluto silencio sin ningún toque de clarín u otros sonoros ruidos de cualquier tipo. Pero si es necesario para el ejército parar o avanzar, la señal puede ser dada por un silbido, un simple golpeteo en un escudo o por una orden. Para evitar cualquier ruidosa confusión o alargamiento de la formación en demasía, lo que da como consecuencia rezagados, una poco organizada línea y órdenes dadas a gritos, todas las cuales podrían claramente revelar la aproximación del ejército al enemigo, el ejército debe moverse, no de frente como para una batalla, sino en columna, esto es, en línea recta, las unidades marchando en fila una tras otra, observando, por supuesto, la profundidad de la formación. Cuando el ejército se acerca al enemigo, entonces deberá permanecer a cubierto, reorganizando su línea y, dependiendo del terreno, lanzar los ataques por dos o tres lados. Esto no debe hacerse desde los cuatro

lados, porque el enemigo podría encontrarse completamente rodeado y podría cerrar líneas y luchar, sino que debe dejarse un lado abierto para aquellos que quieran escapar puedan hacerlo. Al mismo tiempo, si el ejército de ataque es grande, se deben tocar una o dos trompetas y si es más pequeño deben tocarse más trompetas para hacer creer al enemigo que es mayor. Algunas unidades del ejército deberán mantenerse siempre en la reserva, sin tomar parte en la acción en ese momento, pero permaneciendo preparadas hasta ser necesarias para dar cobertura a nuestros hombres en caso de retirada. Los ataques de este tipo, especialmente si es contra la caballería, deben realizarse con mucho cuidado y con una buena preparación, tanto como si fuese para una batalla en campo abierto, para que si esto no se pudiera realizar de acuerdo al plan, porque el enemigo ha sido avisado y se ha alineado en

formación para enfrentarse con nosotros, nuestro ejército no se encuentre asimismo sin preparación y sea derrotado completamente en la batalla subsiguiente. Si el ejército enemigo consiste en infantería y nuestro ejército está compuesto de caballería, entonces es obvio que nosotros causaremos serios perjuicios al enemigo, o podríamos retirarnos sin daños ya que la infantería no podrá perseguirnos. Si el ataque es realizado por la noche contra un campamento fortificado, o a la luz del día, o contra tropas en marcha, o contra su impedimenta, algunas unidades deben destinarse a conseguir suministros. Por otro lado, si todos o la mayor parte de los soldados comienzan a ser empleados en esto, el enemigo podrá atacar y arriesgaríamos al ejército entero. Libro IX, capítulo 3. Sobre las incursiones en territorio hostil: avance

seguro por él y su saqueo sin sufrir pérdidas Uno puede intentar con seguridad una incursión en territorio hostil bajo dos condiciones: si el asalto se realiza tras vencer al enemigo en batalla o si sabemos que no está preparado o está incapacitado para la acción. En estos casos el enemigo debería ser atacado sin aviso. También aunque las fuerzas enemigas sean más numerosas pero indisciplinadas, y si son indisciplinadas y desorganizadas, como los eslavos, los antes y otros pueblos del mismo tipo; o cuando nuestros hombres puedan tomar y mantener una posición, como una ribera o un paso de montaña, desde el que puedan herir al enemigo sin ser alcanzados por él. Sobre todo, el estrategos debe estar preocupado por los abastecimientos para el ejército cuando entra en territorio enemigo.

Debe velar para que sean transportados en los carros de los suministros comunes por los propios soldados o de alguna otra forma. Eso es porque si el enemigo destruyese las provisiones locales, el ejército podría de repente encontrarse en un momento crítico en medio de tierra hostil. Las marchas no deben ser hechas por la noche en territorio hostil, a no ser, por supuesto, que se hagan para mantenerse en secreto. Por ejemplo, puede ser absolutamente necesario evitar la detección por el enemigo para apoderarse de un terreno escabroso rápidamente o cruzarlo sin ser localizado por el enemigo. Pero antes de ponerse en camino en cualquier tipo de marcha, se debe tener gran cuidado en hacer un reconocimiento de las rutas. Se deben hacer esfuerzos serios para capturar vivos a habitantes del país con el objetivo de obtener información de ellos sobre la fuerza y los planes del enemigo. El

interrogatorio de los prisioneros debe ser hecho por el estrategos en persona y no por ningún otro. Muy a menudo informaciones muy importantes y completamente inesperadas han sido reveladas por ese interrogatorio. No debe, sin embargo, fiarse mucho el estrategos de las manifestaciones de los desertores o de los traidores, ciertamente no tanto como de las de los hombres capturados en ataques sorpresa, porque es frecuente que los desertores y prisioneros den información falsa deliberadamente. No hay que poner atención a las declaraciones hechas por una persona sino que se debe dar crédito a la coincidencia de varias fuentes, especialmente, como ya se dijo, en el caso de los prisioneros tomados en ataques sorpresa o desertores. Los desertores del enemigo que dicen tener alguna información secreta deben ser confinados o retenidos en algún otro lugar y avisados que si sus

declaraciones son ciertas serán recompensados, pero que si mienten serán ejecutados. Si el ejército enemigo está concentrado en algún lugar fuera de sus fortificaciones, ninguno de nuestros soldados debe ser autorizado a salir a saquear y pillar, ya que ellos deben primero avanzar contra el enemigo. Si el resultado de la batalla es favorable, los soldados no deberán aplazar la oportunidad del saqueo pero, mientras el enemigo está todavía muy asustado y confuso, nuestros soldados deberán estar atentos hasta que sus fuerzas estén completamente vencidas y dispersas o hasta que se haya firmado una paz favorable con unas inequívocas garantías. Si el enemigo está ciertamente concentrado pero evita entrar en acción, entonces nuestras tropas deben intentar marchar en formación y arrasar el campo enemigo. Pero si planeamos volver por la misma ruta y no

estamos bien provistos de comida y forraje, entonces deberíamos reponer los abastecimientos locales y destruirlos solo en el viaje de vuelta. La vanguardia debería poner algunas señales en la ruta y otros lugares donde pueda haber despistes. Si es en un área arbolada, pueden estar colocadas en los árboles; si es zona desértica, un túmulo de piedras o montículos de tierra servirán. Esas serán reconocibles por las tropas que marchan por detrás y el ejército no se perderá. Las tropas enviadas al pillaje no deberían estar todas envueltas en el saqueo, sino divididas en dos fuerzas, la primera para efectuar el pillaje y la otra, el grupo más numeroso, para seguirla y protegerla. Esto deberá ser observado tanto si la expedición se dirige contra una región, como contra un campamento enemigo fortificado, contra un rebaño de ganado, contra carros de suministros o contra cualquier otra cosa. El

mismo procedimiento debe seguirse si el ejército al completo marcha junto en una expedición de pillaje. Todos los hombres no deberán dedicarse al pillaje, pero si se presenta la oportunidad para recoger suministros, algunos deberán ir en su busca mientras los otros siguen en formación regular, para evitar que al estar todos ocupados con el saqueo o la recogida de provisiones, estas sean tomadas por un ataque sorpresa o por una emboscada antes de que las tropas vuelvan a la formación. Salvo en el caso de una emergencia, pensamos que es más ventajoso no coger a unos pocos de hombres de diferentes unidades y destacarlos para una expedición, en una misión exploratoria o en alguna otra obligación militar. Es mejor destacar un tagma al completo, o una bandera o una de sus subdivisiones, bajo el mando de un ilarca o un decarca. Puede ser necesario formar una unidad especial en ciertas

circunstancias; por ejemplo, si la mayor parte de los soldados están poco dispuestos por cualquier motivo para hacer el trabajo o si los caballos están en una pobre condición. En ambas circunstancias, entonces, el grupo debe estar compuesto por hombres cuya moral sea alta y cuyos caballos estén en buenas condiciones para la empresa acometida. En general, sin embargo, es peligroso tomar a unos pocos hombres ocasionalmente de cada tagma para algunas tareas. Los hombres destacados no pueden ser adelantados demasiado para evitar que pierdan el apoyo de sus compañeros y que no sepan los unos de los otros. Además, las unidades dejadas atrás quedan despojadas de sus mejores soldados. Cuando el estrategos tiene planes para tomar una fortaleza o alguna cota o algún otro lugar, no debería dejar a sus hombres conocerlo hasta que se encuentren en el sitio y él les ordene comenzar la tarea. Si es

realmente necesario para el ejército acampar o pasar cerca de una posición fortificada del enemigo, uno de los oficiales con tropas ligeras a su mando debe estacionarse cerca de los caminos de entrada a la fortificación para prevenir cualquier salida repentina del enemigo. Las mismas precauciones deben tomarse al pasar por desfiladeros. Un vivac o campamento no debe ser situado en las inmediaciones de una fortificación enemiga o en un área arbolada. Pero si es absolutamente necesario acampar allí, la guardia debe poner cuidadosa atención por si hay ataques nocturnos del enemigo. Es mejor buscar un lugar abierto, sin obstáculos, en alto, con terreno defensivo, para el campamento. Entrando en territorio hostil, la impedimenta debe seguir por detrás, pero si el enemigo está cerca debe tomar posición en medio del ejército. Los carros y los

prisioneros, si hay alguno, deben mantenerse separados de las tropas regulares, tanto en la marcha como en el campamento, para no estar en el camino de los soldados si tienen que luchar por un repentino ataque enemigo. En territorio enemigo, los exploradores o avanzadillas no deben ser enviados por delante sin las debidas precauciones y los apoyos suficientes. Solo se puede confiar bastante en los prisioneros y desertores para la información sobre la naturaleza del terreno. Montando el campamento, el ejército debe marchar dentro del recinto en formación adecuada y en buen orden. Pero, si el enemigo se aproxima, y hay infantería en el ejército, primero hay que estacionar los carros, a continuación preparar la trinchera en el área prescrita y luego colocar las tropas ligeras preparadas para la acción a corta distancia. La impedimenta podrá entonces entrar en buen orden y acampar.

Los puestos exteriores pueden, entonces, desmontarse, y los soldados mismos entrar en formación y establecerse en el campamento. Pero si el enemigo no está en la vecindad, es suficiente seguir este procedimiento con un único drungos o un meros, y el resto marchar y acampar. Si el enemigo está en las cercanías y en formación cerrada, o si nuestro campamento está cerca de un área arbolada o terreno escabroso, no hay que dejar a los caballos pastar libremente, sino mantenerlos dentro del campamento y tener la precaución de enviar exploradores fuera dejando los caballos dentro. Hay que tener cuidado en recoger provisiones de lo que se encuentra en las localidades de las cercanías y hacer acopio de forraje, pero estar seguros de que son acompañados por tropas ligeras de cada meros, procediendo en formación en caso de un ataque repentino del enemigo. Si el ejército pasa algún tiempo en el lugar, y si

hay oportunidad y sitio para forrajear, asumiendo que las tropas enemigas están a gran distancia, entonces se puede permitir pastar a los caballos. Pero deben enviarse sistemáticamente patrullas dobles o triples en todas las direcciones a una considerable distancia y dispuestas a intervalos regulares. Algunos soldados que por su cuenta se dediquen al pillaje deben ser detenidos y entregados a sus propios comandantes para su castigo, para evitar que el resto se tome la libertad de entregarse al saqueo, dejen al estrategos sin tropas y el ejército quede en peligro. Si se encuentra vino o grano de la zona no debe ser bebido o comido antes de habérselo dado a probar a los prisioneros. No debe beberse el agua de los pozos porque a menudo podría haber sido envenenada. Hay que recordar que en las guerras contra los persas incluso la cebada estaba regada con algo de veneno y no

pocos caballos perecieron, porque como no había pasto, los soldados se vieron obligados a dar cebada local a sus caballos4. Deben darse instrucciones a los hombres de que en el curso de un problema inesperado mientras se marcha, ellos no corran en todas las direcciones y se atemoricen, sino que hay que dirigir cada formación hacia el lugar en donde ha sucedido el incidente. Siguiendo este procedimiento, estarán preparados para enfrentarse el enemigo, poder concentrar mejor sus fuerzas y evitar confusiones. En caso de ataque no solo puede ser efectivo mantener siempre patrullas al frente, sino también una guardia de retaguardia de fuerza media, bien armada pero sin mucho equipo, mandada por un oficial competente que debe ser estacionada a unas quince o veinte millas en la retaguardia. Se podrían establecer buenas patrullas en caso de haber rezagados del ejército que se hayan

quedado atrás por causa de enfermedad o por alguna otra razón, o en caso de repentinos ataques enemigos. Estos ataques suceden sobre todo cuando las tropas están marchando sin cuidado y cuando aquellos destacados no pueden regresar fácilmente a apoyar a las tropas tras ellos. Esto ha sucedido incluso en nuestro propio territorio con el objetivo de encontrar a los soldados dispersos sin permiso de sus comandantes y que actúan desordenadamente, y para identificar a los hombres desatentos de sus obligaciones militares. Libro IX, capítulo 4. Sobre el paso por desfiladeros y territorio escabroso Salvo en el caso de una emergencia seria, no recomendamos que la caballería, mientras estemos en territorio hostil, marche a lo largo de terrenos estrechos y escabrosos, un hecho bastante difícil para la

infantería; esto podría ser particularmente imprudente durante el verano. Incluso tales desfiladeros son complicados para los soldados de a pie, pero, si hay tan solo una milla o algo más, la caballería puede desmontar y atravesarlos a salvo. Definimos como dificultosos y estrechos esos desfiladeros en los cuales hay solo un camino de paso. Cuando existan otras rutas o puedan ser improvisadas, el desfiladero debe ser superado sin impedimento. Ahora, si nuestro ejército tiene que pasar a través de desfiladeros estrechos, y esperamos retornar por la misma ruta, y si está arbolado y, tal como hemos descrito, no es muy largo, entonces cuando lo atravesamos por primera vez los árboles deben ser cortados y el campo, nivelado y limpiado en la manera habitual. Si el camino es estrecho y empinado, y por tanto no puede ser nivelado, entonces un destacamento de suficiente fuerza, sea a

caballo o a pie, debe ser enviado adelante para apoderarse de él y tomar posiciones en los puntos dominantes hasta nuestro retorno. En las más críticas localizaciones puede ser necesario hacer ambas cosas, cortar los árboles o limpiar el terreno y dejar una adecuada fuerza. Las tropas que pasan por el desfiladero, acompañadas por los carros de suministro o del saqueo, deben dividirse en dos grupos o formaciones marchando a pie en columna por el flanco, especialmente cuando están transportando los carros del saqueo. Ellas deben hacer esto si hay infantería, que puede usualmente pasar a través de zonas densas o áreas estrechas con facilidad. Si el ejército consiste solo en caballería, las tropas deberán desmontar y situar los suministros y los bagajes en el centro. En ambas situaciones o lugares, debe añadirse a la doble columna asignada a guardar los suministros y el botín una potente fuerza de buenas tropas ligeras

seleccionadas del cuerpo principal, estacionadas a los cuatro lados de la doble columna tanto como el terreno lo permita. Su tarea es marchar a lo largo de ambos lados y prevenir cualquier ataque que intente acosar a la columna. Esto debe permitir al cuerpo principal proteger los suministros y el producto del saqueo sin ser desbaratado o desordenado, y sus hombres lanzados a luchar contra los atacantes. ¿Cómo pueden las tropas en la doble columna hacer todo, proteger en formación el botín y enfrentarse con ataques sorpresa del enemigo? Para ello, entonces, las tropas de las que se pueda prescindir deben ser asignadas a marchar fuera de la doble columna en los cuatro lados, especialmente en la retaguardia. De esta manera es relativamente fácil pasar a través de los sitios más difíciles bajo cualquier condición. Si no hay infantería en el ejército y la caballería, por consiguiente, debe desmontar

y proceder a pie, sus caballos no deben ser dejados con ellos sino colocados en el centro de la formación, para evitar que si los hombres que marchan en vanguardia comienzan a alarmarse o a perturbarse, incluso sin motivo, y sus caballos están con ellos, puedan fácilmente montar, romper filas y causar serios quebrantos. Si la columna incluye prisioneros o el producto del saqueo, y si el enemigo aparece a un lado de la línea de marcha o a ambos, allí donde tenga lugar, los prisioneros, siempre atados, deben ser alineados fuera de la columna y usados como escudo, para que el enemigo no dispare por consideración a ellos, o si lo hace matarán a los prisioneros en vez de a nuestros soldados. Si durante la marcha el ejército se dirige hacia una situación crítica inesperada, se queda atascado en un paso estrecho y no puede retirarse sin peligro real, entonces es mejor llegar a un acuerdo con el enemigo, renunciando a una parte o a

todo el botín. Así el ejército puede quedar a salvo en lugar de correr riesgos innecesarios. Pero si los enemigos no quieren llegar a un acuerdo, entonces los prisioneros deben ser ejecutados ante sus ojos. El ejército puede entonces, tras escapar del desfiladero, permanecer en ese país y arrasarlo sin piedad o mantener la formación lo mejor que se pueda y concentrarse en escapar. La mayor preocupación del estrategos que sea cogido en un desfiladero, especialmente en uno largo, no debe ser intentar forzar el paso a través de él, particularmente en verano cuando el denso follaje hace posible al enemigo causar mayores problemas, antes de que las fuerzas enemigas hayan sido expulsadas o sus propias tropas hayan tomado las alturas dominantes del paso. Libro IX, capítulo 5. Cómo hay que espiar al enemigo y cómo hay que

capturar a los exploradores o enemigos intentando infiltrarse en nuestro ejército La configuración de las formaciones de caballería y de infantería y la disposición de otras unidades crea grandes diferencias en su fuerza. Esto puede llevar a un grave error a aquel que lo observe con simpleza y sin experiencia. Tomando una formación de caballería de seiscientos hombres de frente y quinientos de profundidad, que viene a ser trescientos mil hombres5, cada caballo en formación ocupa un espacio de tres pies de ancho, la línea entera viene siendo entonces de mil ochocientos pies y cada espacio es de ocho pies de largo, por tanto la línea entera será de cuatro mil pies de profundidad. El rectángulo de esta manera formado por ambos lados tiene mil ochocientos pies de ancho por cuatro mil pies de largo, todo lo dicho sumado son once mil seiscientos pies,

haciendo el perímetro del rectángulo de dos millas y un cuarto, y contiene trescientos mil soldados. Pero ahora bien, si los alineamos en una única línea, atribuyendo un espacio de tres pies de ancho a cada caballo, esto viene a ser novecientos mil pies, lo cual equivale a ciento ochenta millas6. Si marchan en grupos dispersos, debemos admitir que ocuparán un mayor espacio y para el observador aparecerán más numerosos que si marchasen en formación regular. Y si marchan por terreno inclinado o montañoso más aún. Por tanto, si un comandante quiere hacer que su ejército aparezca más formidable, puede formarlo en una línea muy delgada, extendiéndola a larga distancia, o dejar huecos en la línea. Un observador no podrá estimar su fuerza de combate u otras contingencias. Y en esta secuencia, hay otros puntos a ser considerados. Si el ejército está bien equipado y los hombres y

caballos presentan una buena apariencia, en vez de mantenerlos juntos, forma columnas delgadas, de diferente profundidad no muy separadas entre ellas. Si simplemente aparece larga, hay que repartir las tropas a lo largo del área y acamparlas en diferentes lugares. Entonces, por consiguiente, al haber grandes diferencias tanto en formaciones como en organización, la exploración no debe ser encargada a hombres sin experiencia o no fiables en sus informes. Mucha gente es incapaz de establecer una buena estimación en sus informes si un ejército supera los veinte mil o treinta mil soldados especialmente si son escitas, que son mayoritariamente jinetes. Igualmente, uno no debe estar preocupado e imaginar un gran ejército cuando observa una larga y delgada línea de batalla. A menos que su profundidad sea proporcional, su actual fuerza no será grande. La profundidad debe ser estudiada y si la impedimenta marcha

tras la fuerza principal o esta consiste solamente en soldados, se debe obtener información más exacta sobre la fuerza numérica de un ejército a través de los desertores, de los prisioneros, de la observación de su paso por desfiladeros estrechos y de la observación de los campamentos cuando todas las fuerzas enemigas acampan conjuntamente. Cuando un campamento no está fortificado, los puestos exteriores de vigilancia deben estar situados según la naturaleza del terreno. Si los accesos son estrechos, unos pocos son suficientes. En terrenos sin obstrucciones y en campo abierto, debería haber más en diferentes lugares, en contacto unos con otros y más avanzados. La vigilancia es particularmente necesaria durante la noche cuando el enemigo puede fácil y libremente moverse para observar los puestos exteriores y si son débiles pueden sorprenderlos y atacarlos. Por este motivo

los puestos exteriores deben estar a cierta distancia unos de otros y cambiar de localización frecuentemente. Es obligación de los exploradores observar de cerca las posiciones y movimientos del enemigo con inteligencia y astucia. Los hombres elegidos para esto deben estar ligeramente armados y montados en caballos rápidos. Los espías deben ser muy atrevidos y moverse libremente entre el enemigo, por lo que se debe valorar que sean de su misma raza. Los hombres encargados de las patrullas deben ser de confianza, muy viriles y superiores a los otros soldados en su apariencia física, moral y equipamiento, de modo que proyecten una noble imagen en la confrontación con el enemigo y si son capturados, dar una buena impresión sobre ellos mismos. El oficial a cargo de la patrulla debe ser seleccionado por su astucia, inteligencia y experiencia, y para ello no vale cualquiera. Para este tipo

de comisión se requiere inteligencia, astucia más que bravura. Mientras que el enemigo todavía se encuentra a gran distancia, solo deben enviarse exploradores cuando el estrategos desea recibir información sobre los movimientos del enemigo, la naturaleza de los caminos o los lugares fortificados. Cuando se planifica una incursión con el propósito de coger prisioneros, los exploradores deben unirse a las patrullas, pero deberán ir delante de ellas para observar desde posiciones encubiertas y las patrullas deben seguir a lo largo de las rutas que ellos indican. En circunstancias inciertas no se debe enviar una sola patrulla en una sola dirección sino varias y comunicadas unas con otras de acuerdo a la naturaleza del terreno. Deben ir bastante lejos y para que si el enemigo permanece a una buena distancia de nuestros hombres y maniobra para eludir una de las patrullas, topen con las otras y no

se escabullan. La patrulla más avanzada debe estar formada por pocos hombres. En la siguiente deberá haber más, y en la tercera todavía más. Las patrullas deben ser inspeccionadas para ver cómo lo están haciendo. Se debe enviar oficiales de mucha confianza para hacer inspecciones sorpresa para observar cómo están haciendo las cosas. Cualquiera que sea encontrado en situación negligente debe ser castigado por poner en serio peligro a todo el ejército. Un explorador experto, incluso antes de que el enemigo aparezca a la vista, deberá poder estimar la fuerza de su ejército por ciertos signos, tales como la extensión del terreno pisado por sus caballos y el tamaño de su campamento. Debe ser capaz de estimar el tiempo de paso a través del área observando los excrementos de los hombres y de los caballos, así como por sus huellas. Si el campamento está fortificado por un foso o una muralla de piedra regular y las

tropas montadas han recibido autorización para instalarse dentro de las fortificaciones, entonces las patrullas no deben ser enviadas demasiado lejos para evitar el innecesario desgaste de los caballos. Pero si la caballería está vivaqueando en el exterior, las patrullas deben ser cuidadosamente organizadas. Los soldados enviados en misión de patrulla deben ser instruidos para tomar prisioneros. Deben estar entrenados para esto igual que como para la caza, acechando sin ser vistos ni detectados. Unos pocos deben dejarse ver y entonces regresar mientras los otros rodean la zona sin ser vistos y ocultos tanto como permita el terreno. Individualmente deben mostrarse en múltiples lugares mientras el cuerpo central se dirige hacia otro lugar donde ellos puedan ocultarse para toda la noche. El mejor momento para esto es cuando se ha informado de que el enemigo está bastante lejos y no podría sospechar tal actividad.

La misión de las patrullas debe mantenerse en secreto no solo para el enemigo sino también para nuestros hombres, para que si algunos soldados quieren desertar caigan inesperada y directamente en sus manos. Los oficiales al mando de los tagmas deberán ser conscientes de que nos interesa capturar espías o exploradores. Cada oficial deberá anunciar a sus hombres que al día siguiente en torno a la segunda o tercera hora7 sonará una trompeta. Todo el mundo, soldado o sirviente, deberá encontrarse inmediatamente en su tienda. Cualquiera que sea encontrado fuera de su tienda será castigado. Después de que cada uno haya entrado, entonces los oficiales podrán salir, observar, y arrestar a cualquiera encontrado parado en el exterior de las tiendas. Los miembros del contubernio deberán detener a cualquier extraño que entre en su tienda y entregarlo a su propio comandante. Así se verificará una de estas dos cosas: el arresto

de un extraño que se encuentra fuera porque no sabe a donde ir, o si es lo bastante atrevido para entrar en la tienda de uno de los contubernios, será reconocido como un extraño y entregado al comandante del contubernio. Cualquiera cogido de esta manera debe ser detenido, tanto si parece ser romano o como si parece extranjero, y debe ser interrogado para sacarle su verdadera identidad. Esto se puede hacer fácilmente en un campamento regular en el que el ejército, caballería o infantería, está concentrado, o puede ser hecho separadamente en el campamento de un meros o tagma. Los espías pueden ser detectados también por otros medios y una variedad de señales que se deben practicar y se pueden dar diferentes órdenes o señales. Estos procedimientos no solamente sacan a la luz a los espías enemigos, sino que también acostumbran a nuestros propios soldados a obedecer a sus oficiales y seguir

sus órdenes cuidadosamente, particularmente si se aplica un castigo razonable a todos aquellos que muestran descuido en estos asuntos. No es una mala idea cursar a los soldados otras órdenes de esta naturaleza, especialmente cuando las tropas están ociosas, para probarlas y acostumbrarlas a seguir órdenes. FIN DEL LIBRO NOVENO 1 Lusius Quietus fue un príncipe mauritano que, a la cabeza de los afamados jinetes de su tierra (los equites Mauri o Mauretanici) sirvió en el ejército romano durante los imperios de Domiciano (Titus Flavius Domitianus) (81-96) y, sobre todo, de Trajano (Marcus Vlpius Traianus ) (98-117), con este en sus dos guerras dácicas (101-102 y 105-106) y en su guerra pártica (114-117). Quizá en 115 fue cónsul y en 116 o 117 fue incluso gobernador de Iudaea. Siendo uno de los generales del «núcleo duro» de Trajano, a la muerte de este y la ascensión al trono de Adriano (Publius Aelius Hadrianus) (117-138), al

parecer con ellos se opuso a los planes del nuevo emperador de abandonar las últimas conquistas orientales, por lo que fue destituido de sus cargos y en los primeros meses de 118 ejecutado, tras un proceso sumario, junto con otros tres antiguos generales de Trajano ( Caius Avidius Nigrinus, Aulus Cornelius Palma y Lucius Publilius Celsus) por orden del Prefecto del Pretorio Publius Acilius Attianus, bajo la acusación de haber participado en la que se ha dado en llamar «conspiración de los consulares». Lusius Quietus es mencionado por Dión Casio en varios pasajes (68, 22, 2; 68, 30, 1-2; 68, 32, 3; 69, 2, 5), así como por la Historia Augusta (Vida de Adriano 5, 8 y 7, 2). El incidente del que aquí se informa aparentemente debió de tener lugar cerca de Nisibis (hoy Nusaybin, provincia de Mardin, Turquía) o Edessa (hoy Sanliurfa, provincia de Urfa, Turquía) en 116 d.C. Sobre este personaje, cfr. GROAG (1927) cols. 18741890 y PIR2 letra L, p. 113, n.º 439. 2 Jan (khan): título que ciertos pueblos de las estepas euro-asiáticas daban a sus caudillos. 3 Esto sucedió en el año 592 (Teofilacto Simocatta, Historiae 6, 5; además, cfr. también MIHĂESCU [1967] pp. 401-417). La Heraclea a la que se refiere aquí es seguramente Heraclea Lyncestis (actualmente ruinas en las cercanías meridionales de Bitola, en el

condado del mismo nombre, en el sur de la Antigua República Yugoslava de Macedonia), entonces en la provincia bizantina de Macedonia II. 4 En 591 las tropas del emperador Mauricio combatían por devolver el trono persa a su legítimo dueño, Cosroes II (590-628), después de que una revolución hubiese dado muerte a su padre Ormuz (Hormisdas) IV (579-590) y le hubiese forzado a él a refugiarse en Constantinopla. Durante la guerra, las tropas del Imperio de Oriente, mandadas por el magister vtriusque militiae Narsés (no el famoso Narsés de época de Justiniano I), sufrieron por parte de los enemigos de Cosroes un intento de envenenamiento de sus abastecimientos, tanto los de los soldados como los de los caballos, intento desbaratado por la vigilancia de los hombres de Narsés, según nos cuenta Juan de Nikiu, Chronica 96, 17-19. 5 No sabemos de dónde ha podido salir esta exageración ya que un ejército de 300.000 hombres y, además, todos jinetes (es decir, al menos con 300.000 caballos que cuidar, alimentar…) es absolutamente impensable para esta época aunque solo sea por problemas de logística. Agatías (V 13, 7), cifraba el efectivo total del ejército del Imperio Romano de Oriente unos decenios antes, en tiempos de Justiniano I (527-565) en 150.000 hombres entre

infantes y jinetes. 6 Todo esto equivaldría a un ejército que marcha extendido en algo más de 266 kilómetros. 7 Las horas diurnas se cuentan desde la salida del sol hasta el ocaso por lo que tienen duración variable según la estación; por lo tanto, la segunda o tercera hora en verano, época preferida para las campañas militares, sería aproximadamente entre las 05h42’ y las 06h58’, la segunda, y las 06h58’ y las 08h13’, la tercera (HACQUARD, DAUTRY y MAISANI [2003] p. 44).

Libro X Capítulo 1. Cómo se debe organizar un asedio a las fortalezas del enemigo si la oportunidad lo permite Capítulo 2. Como se debe hacer un encuentro con incursiones hostiles dentro de nuestro propio territorio Capítulo 3. Cómo se debe soportar un asedio que se supone largo Capítulo 4. Cómo se debe construir una fortaleza fronteriza con cautela y sin entablar combate abierto Libro X, capítulo 1. Cómo se debe organizar un asedio a las fortalezas del enemigo si la oportunidad lo permite Nuestro

campamento

debe

estar

verdaderamente fortificado. Un gran número de nuestros más aguerridos exploradores debe ser estacionado alrededor del mismo, cubriendo sobre todo los lugares más insólitos, con el fin de evitar el asedio o que fuerzas exteriores a las murallas lancen repentinos ataques contra nosotros, ya sea día o de noche, exponiendo al ejército al peligro. Esto es lo que sucedió en Arzanene cuando algunos de nuestros estrategos fueron capturados cuando asediaban una fortaleza1. La primera cosa que los sitiadores deben hacer, si es posible, es privar a los que están dentro de las murallas de sus necesidades, tanto de comida como de agua. Si los asediados poseen esos suministros en abundancia, entonces es necesario recurrir a las máquinas de asedio y a la lucha. Hay que intentar tener soldados con una buena presencia física y cuyos caballos estén bien equipados para que se acerquen a las

fortificaciones enemigas a salvo tanto como puedan hacerlo y dejar que los asediados los observen bien. Hay que mantener las tropas menos lustrosas alejadas con los suministros, a tal distancia que la gente de dentro de las murallas no pueda hacer ningún juicio sobre los hombres o los animales, sino que pensarán que son todos los hombres de la misma cualidad que aquellos que habían visto acercarse anteriormente. Es también una buena idea mantener a los asediados en la creencia de que tenemos un gran número de hombres armados; para conseguir esto hay que hacer que los hombres que no tienen cota de malla lleven las capuchas de malla de aquellos que las tienen y de esta forma desde la distancia se verá sin embargo que todos ellos llevan malla. Deberíamos establecer nuestro campamento suficientemente lejos para mantenerlos en la creencia de que todos los objetos que ven en él son realmente

soldados. Al principio, no hay que ofrecer términos de paz que sean severos y duros para los asediados. Si los términos son demasiado severos, los defensores podrían pensar que el riesgo de lucha es el menor de los dos males y pueden comenzar a desesperarse y motivarse más. Por ello hay que intentar ofrecer términos más suaves y más aceptables, como para que entreguen caballos, armas u otras posesiones. Así una oferta moderada con esta esperanza de salvarse puede llevarles a cambiar de opinión, y pueden comenzar a dudar en resistir y hacer frente al peligro. En caso de un prolongado asedio, hay que asegurarse de que todos tus suministros sean conseguidos a tiempo. Estima el número de hombres requeridos para cada tarea y tipo de trabajo y asegúrate de asignar cada hombre a su cometido. El ejército entero no debe ser enviado cada

día a asaltar las murallas para no dejarlo exhausto en seguida. Más bien, el ejército deberá ser dividido en varias secciones y un cierto número de tropas asignadas al trabajo varias horas cada día. Algunas deberán ser encargadas de trabajar por la noche, otras durante el día. Pero no solo los asediados deben ser acosados por constantes ataques durante el día, sino que también deben ser mantenidos en vela toda la noche por tropas asignadas para este propósito. Para que los soldados de nuestro ejército no sean incordiados y perturbados por los gritos de los hombres o el sonido de las armas, el campamento debe ser ubicado a una milla o dos de las fortificaciones enemigas, más allá del alcance del ruido y la confusión del asedio. Los asaltos no deben hacerse imprudentemente y sin propósito, para evitar que algunas pérdidas resten coraje a nuestras tropas y den valor a los sitiados. Si el fuerte sitiado es pequeño y un asalto

directo parece ser arriesgado y costoso y los asediados están bien abastecidos, entonces habrá que acosarlos constantemente, día y noche, para que queden exhaustos con el asedio. Si hay edificaciones hechas con material inflamable dentro de las murallas, se lanzarán flechas de fuego desde varias direcciones, especialmente si sopla un fuerte viento. También las catapultas deben usarse para lanzar las denominadas bombas incendiarias2. Mientras el enemigo es mantenido ocupado intentando extinguir los fuegos, se instalan escaleras, si el terreno lo permite, y se sube por ellas. En casi todos los asedios se usan las catapultas, especialmente si es difícil forzar la entrada excavando3 o apilando tierra para colocar un ariete en posición. Libro X, capítulo 2. Cómo se debe hacer un encuentro con incursiones hostiles

dentro de nuestro propio territorio Si una fuerza enemiga, superior en número o incluso igual a la nuestra, invade nuestro territorio, especialmente al inicio de la invasión debemos estar seguros de no entablar con ella una batalla campal. En lugar de eso, debemos cuidadosamente montar emboscadas por el día y por la noche, bloquear la ruta que está tomando el enemigo, ocupar de antemano los puntos fuertes y destruir los suministros a lo largo de su línea de marcha. Si se va a producir un ataque, es más efectivo hacerlo cuando el enemigo está retornando y abandonando nuestro territorio, cuando está obstaculizado en el saqueo, fatigado y en las cercanías de su propio territorio. Si se quiere entablar combate con él, ese es el momento de atacar. Cualquiera que opere en su propio territorio está menos inclinado a atacar, tiene muchas maneras de salvarse y no le

interesa correr riesgos innecesarios. Por otro lado, cualquiera que marche por territorio enemigo, prefiere arriesgarse a luchar, pues considera peligrosa cualquier retirada. Lo más importante es mantener al ejército sin daño e intacto. Teniendo presente esto, el enemigo no encontrará fácil asediar las fortificaciones o dispersar sus fuerzas para arrasar el territorio, ya que estará bajo observación y temerá que nuestro ejército esté preparado. Incluso aunque el estrategos no quiera entablar una batalla campal, deberá hacer los preparativos y simular prepararla y dar la impresión a todas sus tropas de que es cierto que atacará al enemigo. Esto causará problemas al enemigo cuando llegue a su conocimiento. Si la naturaleza del terreno y la situación del territorio del enemigo son favorables, haz planes para enviar allí una fuerza por otra ruta, para distraer al enemigo. Por

supuesto, como ha quedado dicho, es necesario estudiar la situación y la distancia, por si el enemigo tiene noticias de la incursión y se mueve contra nuestra fuerza, así los nuestros pueden dejar el territorio a salvo por otra ruta y evitar estar allí a la vista del enemigo mientras avanza. Todos los suministros esenciales deben ser almacenados en fortalezas muy seguras y debe capturarse todo el ganado del país. Si el enemigo decide poner asedio a uno de nuestros lugares fortificados, hay que destruir las provisiones de las inmediaciones y tender emboscadas a los hombres enviados a recoger suministros y poner en apuros al enemigo. Los fuertes que no están en un paraje naturalmente protegido deben ser más seguros. Parte del ejército, dependiendo de los progresos de la lucha, debe ser asignado a su defensa. Deben hacerse los preparativos necesarios para transferir a los

habitantes de lugares poco defendibles a otros mejor fortificados. Libro X, capítulo 3. Cómo se debe soportar un asedio que se supone largo Hay que conocer cuánto tiempo suele emplear el enemigo en un asedio para así calcular las provisiones que necesitarás. Si estás bien abastecido con las provisiones necesarias, antes de que el enemigo se aproxime, evacua de la fortificación a todos aquellos que no sean necesarios, como las mujeres, los ancianos, los enfermos y los niños, quedando por tanto las provisiones que puedas haber almacenado para los posibles guerreros. Hay que preparar el dispositivo para defenderse contra la artillería4 que lanza piedras. Como protección contra ella, se pueden colgar de las murallas, a lo largo de las almenas, pesadas alfombras, fardos, rollos de cuerda

o troncos sueltos. Se pueden recrecer las murallas con ladrillos. Contra los arietes son efectivos almohadas o sacos llenos con cáscara de grano y arena. Para prevenir el movimiento de arietes que acaban en pico, se usan ganchos de hierro, pez, fuego o pesadas piedras afiladas sujetas por cuerdas o cadenas que pueden ser lanzadas con rapidez desde máquinas y luego izadas otra vez por otro contrapeso. Si ellos mueven torres de asedio, lanza proyectiles incendiarios o piedras contra ellas. Si esto no las detiene, hay que construir torres dentro de las murallas para hacerles frente. Es necesario que las torres de la muralla que estén más expuestas al ataque estén sin tejados, para que los soldados estacionados allí puedan luchar sin ningún obstáculo, y por tanto la artillería pueda ser fácilmente instalada en ellas y manejada desde allí. Se deben abrir puertas pequeñas y estrechas en esas torres, hacia

el lado derecho de las máquinas de asedio del enemigo para que nuestra infantería pueda salir por esas puertas laterales y atacar a salvo cubierta por sus escudos y apoyada por las tropas desde lo alto de la muralla. Así podrán forzar al enemigo a retrasar su equipo. Esas puertas pequeñas deberán tener portillas para que puedan permanecer seguras cuando sea necesario y no permanecer abiertas. La guarnición debe ser distribuida a lo largo de la muralla, seleccionando de las tropas una fuerza adecuada y manteniéndola en reserva para apoyar a un sector amenazado cuando sea necesario. Entonces, en una emergencia, las tropas que defienden la muralla no tendrán que lanzarse de un lado a otro, dejando ciertos espacios anchos abiertos, cosa muy peligrosa de hacer. Si la población civil permanece en la ciudad también debe unirse a los hombres distribuidos a lo largo de la muralla para

ayudar a los soldados. Esto no solo la mantiene demasiado ocupada para planear una insurrección, sino que creen que se les ha confiado la defensa de la ciudad y de nuevo por ello se avergüenzan de una sublevación. Los portillos de la ciudad deben ser encargados a hombres de confianza. A ningún soldado o civil se le debe permitir, especialmente al principio del asedio, salir de las murallas para luchar incluso cuando la guarnición sea muy numerosa y valerosa. El contacto directo con el enemigo puede permitirse para destruir algún ingenio de asedio que esté causando importantes daños. Pero en general, la defensa debe ser llevada desde lo alto de la muralla y no poniendo a los hombres en riesgo de sus vidas en el exterior en una lucha cuerpo a cuerpo. Si ese tipo de cosas sucede y los mejores soldados son muertos o heridos, el resto de las tropas comenzará a perder el

coraje, siendo fácilmente vencidos por el enemigo. Es obvio que mientras haya bastantes hombres la muralla estará segura, pero si un punto se rinde todo el resto estará en peligro. Si la fortificación tiene una muralla externa, es buena idea situar centinelas allí, especialmente por la noche, cuando algunos podrían pensar en desertar al enemigo o podrían poner en práctica planes secretos de sabotaje contra la defensa de las murallas. Los proyectiles deben lanzarse desde la muralla solo cuando sean efectivos. Si el suministro de agua de beber depende de las cisternas o de los pozos, su uso debe ser restringido en cierta medida. Nadie tiene la autoridad para consumir tanta como quiera. Los centinelas deben ser cuidadosamente instruidos, especialmente por la noche. La distribución de las provisiones debe estar estrictamente regulada y deben ser mantenidas a salvo

bajo guardia, para que no puedan ser fácilmente robadas por cualquiera que pase por allí. Libro X, capítulo 4. Cómo se debe construir una fortaleza fronteriza con cautela y sin entablar combate abierto Se debe realizar un reconocimiento a fondo para localizar un sitio fuerte de por sí, susceptible de ser fortificado con madera seca en diez o doce días y ser defendido por una pequeña guarnición para el caso de un ataque enemigo. El reconocimiento podría también averiguar si hay piedra, madera o ladrillos fácilmente accesibles en las inmediaciones y si hay agua por allí o si hay que buscar caminos para encontrarla. Se debe organizar una fuerza suficiente de artesanos para preparar portillos y máquinas para las murallas y debe ser escogida una bien armada fuerza de infantería al mando

de oficiales inteligentes y valerosos y dotada con provisiones para tres o cuatro meses. Si es verano, las cosechas de las inmediaciones deben ser quemadas, pero si esto es difícil de hacer, hay que destruirlas de alguna otra forma y expandir el rumor de que se va a atacar al enemigo en otro lugar. Hay que enviar una fuerza, sin correr riesgos, hacia allí, para que el enemigo pueda ser desviado en esa dirección. Entonces, un día antes, hay que intentar infundir valor a las tropas que forman allí la guarnición e incitarlas a cumplir su misión dándoles algunas recompensas y prometiéndoles otras. Mientras el enemigo está ocupado en ese otro lugar, mueve, en un movimiento rápido, el ejército al completo a su posición original, establece puestos exteriores seguros, dispón un campamento para la infantería alrededor de la fortificación y cava un foso profundo si el terreno lo permite. Si hay piedra o ladrillos en el área, construye una muralla seca

fortalecida firmemente con troncos a lo largo de su trayecto. Si la madera es el único material existente para la construcción, úsala, pero construye el área fortificada más pequeña. Tras cercar el área de esta forma, si el enemigo se mueve para atacar el lugar y el estrategos sabe que no puede hacerle frente en una batalla campal, el estrategos debe retirarse antes de su aproximación y preparar un campamento en las cercanías. De esta forma no estará tan cerca del enemigo que se vea forzado a entablar batalla ni demasiado lejos de los hombres de la fortificación para prevenir que el enemigo pueda poner demasiada presión sobre ellos. Deben prepararse señales, algunas por el día y otras por la noche, a través de las cuales la guarnición pueda comunicar su situación a las fuerzas exteriores, para que puedan venir en su asistencia cuando sea necesario. Si las circunstancias son favorables y la infantería

puede repeler al enemigo combatiendo, no debe retrasarlo, para no poner en peligro a la guarnición. Tan pronto como la situación sea más segura, las fortificaciones deben ser construidas de manera sólida y regular, reforzadas con argamasa y todos los otros detalles necesarios. Contra un enemigo con fuerte dependencia de la caballería, una expedición de este tipo se puede emprender mejor en julio, agosto y septiembre, cuando la hierba está seca y quema fácilmente y la caballería enemiga encuentra dificultades para permanecer en un lugar durante mucho tiempo. Si el lugar no tiene suministro de agua, ni corrientes ni pozos, entonces es necesario conseguir grandes tinajas de barro o barriles de buena calidad. Deben ser llenados con agua y alguna grava limpia del cauce, para que aguante hasta el invierno y hasta que las cisternas habituales para contener el agua de lluvia estén construidas. Para

prevenir que el agua almacenada en los barriles comience a estancarse y a pudrirse, los barriles deben ser perforados con pequeños agujeros y hay que situar receptáculos debajo para que el agua pueda fluir hacia ellos gota a gota, y luego vaciados de nuevo dentro de las tinajas o barriles. Por medio de este constante movimiento, el agua se airea y no se convierte en inmunda. A esto ayuda echar un poco de vinagre dentro del agua que haya comenzado a ponerse mala y gracias a esto rápidamente disminuye su deterioro y comienza a despejarse el mal olor. Se pueden preparar gruesos tablones de buena calidad puestos en una trinchera y sujetos juntos como si fuera una caja. Las junturas deben ser selladas con pez y estopa o mimbre, y de esta forma se ha preparado una cisterna regular de tamaño moderado. Se deben construir una o más que midan diez por veinte pies de base y ocho o diez pies de

alto. Eso permitirá construir cisternas sólidas. De hecho, es bien sabido que el agua se mantiene mejor en grandes contenedores. Se deben poner puntales de madera en medio de las cisternas y las tablas deben ser gruesas para que no cedan a causa de la presión del agua y esta no se desparrame. FIN DEL LIBRO DÉCIMO 1 Esto probablemente hace referencia al asedio bizantino del año 583 a la fortaleza de Akbas (la actual Başka Kale, en las cercanías de Ambar [la de más al noreste], en la provincia de Diyarbakir, Turquía). Persas y bizantinos operaban entonces en Arzanene (la región al suroeste del lago Van, entre este, sito entre las provincias de Van y Biltis, y Silvan, provincia de Diyarbakir, Turquía) , una región de Armenia fronteriza con Persia. Cuando los persas trataban de recuperar la localidad de Aphumon (hoy Zerzel Kale, a orillas del río Garzan, al noreste de Silvan, provincia de Diyarbakir, Turquía) , los bizantinos, probablemente en una maniobra de

distracción, pusieron asedio a Akbas, en la orilla derecha del río Nymphius (el río Batman, afluente por la izquierda del Tigris, en la provincia de Diyarbakir, Turquía), al nornoreste de Martyropolis (las actuales ruinas de Mejafarkin, en las cercanías de Mermer [la de más al noreste], provincia de Diyarbakir, Turquía), pero esa maniobra les salió mal, pues fueron derrotados, y varios de sus generales, capturados. Sobre este suceso, cfr. Teofilacto Simocatta, Historiae I 12, 1-7. La fortaleza fue definitivamente tomada para el Imperio Romano de Oriente por las tropas del magister utriusque militiae Comentiolus en 590. 2 Es posible que aquí se haga referencia a una variante del famoso «fuego griego» (que los bizantinos nunca llamaron así, pues ellos se consideraban romanos), ya que no puede ser esa arma en sí, pues su primera utilización está fechada en 673 d.C. durante el primer asedio de Constantinopla por los árabes y F. Quesada Sanz (Ultima Ratio Regis. Control y prohibición de las armas desde la Antigüedad a la Edad Moderna, Edic. Polifemo, Madrid, 2009, p. 320) nos da el nombre incluso de su posible inventor, el sirio Calínico de Heliópolis. 3 Esto de excavar puede hacer referencia tanto a la realización de un túnel para colarse en el lugar

asediado, como a la construcción de una mina en la que, una vez terminada, sería incendiado su entibamiento de madera que, al ceder, provocara el derrumbamiento de las estructuras exteriores que pudiese haber sobre ella, por ejemplo, un lienzo de la muralla. 4 Sobre la artillería y las máquinas de asedio en tiempos del Imperio Romano-Bizantino, cfr. McGEER (1991a).

Libro XI Introducción Capítulo 1. Cómo hay que tratar con los persas Capítulo 2. Cómo hay que tratar con los escitas, es decir, ávaros, turcos y otros cuyo tipo de vida se asemeja al de los pueblos hunos Capítulo 3. Cómo hay que tratar con los pueblos de cabello claro, como los francos, lombardos y otros como ellos Capítulo 4. Cómo hay que tratar con los eslavos, los antes y otros pueblos similares SOBRE LAS COSTUMBRES Y TÁCTICAS DE LOS DIVERSOS PUEBLOS

Libro XI, introducción Habiendo abordado los principios organizativos y de mando de la caballería, sin la cual, como nosotros creemos, es imposible enfrentarse al enemigo con algún grado de seguridad, debemos ahora tratar de las tácticas y las costumbres de cada raza que puede causar problemas a nuestro Estado. El propósito de este capítulo es facilitar a aquellos que intentan hacer la guerra contra estos pueblos el prepararse a sí mismos en condiciones. No en todas las naciones se lucha en una única formación o de la misma manera y uno no puede tratar con ellas de la misma forma. Algunos, cuya audacia no tiene límite, son dirigidos por un espíritu impulsivo, mientras que otros tienen buen juicio y orden en el ataque a sus enemigos.

Libro XI, capítulo 1. Cómo hay que tratar con los persas La nación persa es malvada, aviesa y servil, pero al mismo tiempo patriótica y obediente. Los persas obedecen a sus gobernantes por el miedo y el resultado es que son resueltos en resistir el trabajo duro y el arte de la guerra en nombre de su patria. La mayor parte ellos prefiere lograr sus resultados por la planificación y el liderazgo y destacan por una aproximación ordenada mejor que por una brava e impulsiva. Desde siempre se han criado en un clima cálido, por lo que fácilmente soportan las dificultades del calor, la sed y la falta de comida. Son formidables cuando entablan un asedio, pero lo son todavía más cuando son asediados. Son extremadamente hábiles encubriendo sus defectos y hacen frente bravamente a las circunstancias adversas, incluso

volviéndolas en su propia ventaja. Son intratables en las negociaciones, de modo que no iniciarán ninguna propuesta, incluso cuando la consideren como vitalmente importante para ellos, sino que esperarán hasta que la propuesta sea hecha por sus oponentes. Llevan armadura y cota de malla, y están armados con arcos y espadas1. Son más expertos en rapidez, aunque no poderosos arqueros, que todas las otras naciones. Yendo a la guerra, acampan dentro de fortificaciones. Cuando el tiempo de la batalla se aproxima, se rodean con un foso y una empalizada afilada. No dejan la impedimenta dentro sino que hacen un foso para refugio en caso de derrota en la batalla. No permiten a sus caballos pastar, sino que recogen el forraje a mano. Van a la batalla en tres cuerpos idénticos, centro, derecha e izquierda, con el centro aumentado en cuatrocientos o quinientos

soldados escogidos adicionales. La profundidad de la formación no es uniforme, pero intentan situar caballería en cada compañía de la primera y segunda línea o falanges y mantener el centro de la formación parejo y denso2. Los caballos de repuesto y la impedimenta quedan estacionados a corta distancia tras la línea principal. Durante la lucha contra lanceros, ellos se apresuran a formar su línea de batalla en el terreno más complicado y usan sus arqueros, por lo que las cargas de los lanceros contra ellos serán dispersadas y rotas por causa del terreno accidentado. Antes del día de la batalla, su táctica favorita es acampar en un terreno escabroso y posponer la lucha, especialmente cuando saben que sus oponentes están bien preparados y listos para el combate. Cuando van a la batalla, especialmente en verano, hacen su ataque durante la hora más calurosa del día, esperan a que el calor del

sol y el retardo en el comienzo de la acción desalienten el coraje y espíritu de sus adversarios y entonces entablan batalla con calma y determinación, marchando paso a paso en pareja y densa formación. Sufren realmente por el agua fría, la lluvia y el viento del sur, elementos que aflojan la potencia de sus arcos. También les incomoda una muy cuidadosa formación de infantería, un campo liso sin obstáculos para la carga de los lanceros y un combate cuerpo a cuerpo, porque las andanadas de flechas no son efectivas a corta distancia y porque ellos mismos no hacen uso de lanzas y escudos. Cargar contra ellos es efectivo porque son propensos a huir con rapidez y no saben cómo dar media vuelta de repente contra sus atacantes, como hacen las naciones escíticas. Son vulnerables a ataques y movimientos envolventes desde una posición lateral, contra los flancos y retaguardia de su formación, porque ellos no

sitúan suficientes guardias de flanco en su línea de batalla para resistir un gran ataque lateral. A menudo, también son efectivos ataques inesperados por la noche contra su campamento porque montan sus tiendas de forma indiscriminada y sin orden dentro de sus fortificaciones. Para luchar contra ellos, nuestras fuerzas deben situarse como se describe en el libro de las formaciones3. Hay que seleccionar un abierto, uniforme y nivelado terreno y, si se puede, hacerlo sin que haya pantanos, fosos o rastrojos que pudieran romper la formación. Cuando el ejército está preparado y alineado para la batalla, no hay que retrasar el ataque si realmente se ha decidido combatir en batalla campal en ese día. Cuando se está a tiro de flecha, hay que lanzar el ataque o la carga en orden compacto, denso y regular, y hay que hacerlo rápidamente porque cualquier retraso con el enemigo significa que su

mantenida tasa de disparos les capacitará para descargar más armas arrojadizas contra nuestros soldados y caballos. Si es necesario librar la batalla en terreno muy áspero, es mejor no tener la línea entera de batalla a caballo en lugares similares, sino que sitúa parte de la formación como infantería mientras que los otros permanecen montados. Cuando los lanceros atacan a los arqueros, como hemos dicho, a menos que mantengan un frente conjunto sin fisuras, soportarán serios daños de las flechas y fracasarán al situarse en formaciones cerradas. Por todo esto, se necesita un terreno más uniforme para este tipo de combate. Si el ejército no está realmente preparado para el combate, no debe entablar batalla campal, sino que debe ser empleado a salvo en escaramuzas e incursiones contra el enemigo, que pueden ser hechas en terreno favorable, para no mostrar ni al enemigo ni a nuestras propias

tropas el motivo de no haber aceptado una batalla campal, ya que, por un lado, podrían envalentonarse y por otro hacerse cobardes. Al girar o revolverse durante las retiradas, el ataque no debería dirigirse contra el frente enemigo, sino que se le debe envolver por sus flancos y cogerlo por su retaguardia. Para los persas, la constancia en las persecuciones supone un esfuerzo para no romper su formación; por esto podría fácilmente exponer su retaguardia a fuerzas que les rodean. De igual manera, si una fuerza en retirada, delante de ellos, quiere realizar maniobras envolventes y atacar la línea frontal de los perseguidores, sufrirá daños en el ataque a sus bien organizadas filas. Los persas no atacan de modo desordenado como hacen los escitas en la persecución, sino que lo hacen con cuidado y en buen orden. Por este motivo, como ha quedado dicho, las fuerzas en retirada no atacarán su frente, sino que deberán estar

seguras de ir contra su retaguardia, por sus flancos. Libro XI, capítulo 2. Cómo hay que tratar con los escitas, es decir, ávaros, turcos y otros cuyo tipo de vida se asemeja al de los pueblos hunos Las naciones escíticas forman, en modo general, una sola en el modo de vida y en su organización, pero tienen muchos jefes y son de carácter despreocupado4. De estos pueblos solo los turcos y los ávaros se preocupan por la organización militar, y esto los hace más fuertes que a las otras naciones escíticas cuando entablan una batalla campal. La nación de los turcos es muy numerosa e independiente5. No son expertos en la mayor parte de los empeños humanos y no se entrenan para nada más que para conducirse bravamente contra sus enemigos. Los ávaros, por su parte, son

unos sinvergüenzas, taimados y muy experimentados en asuntos militares. Estas naciones tienen una forma de gobierno monárquica y sus gobernantes las someten a crueles castigos por sus errores. Son gobernadas no por el amor, sino por el miedo, por lo que soportan firmemente fatigas y dificultades. Resisten el calor y el frío y muchas privaciones ya que son pueblos nómadas. Son muy supersticiosos, traicioneros, inmundos, desconfiados y poseídos por un insaciable deseo de riqueza. Desprecian sus juramentos, no observan acuerdos y no quedan satisfechos por regalos. Incluso antes de aceptar el regalo, hacen planes para traicionar y romper los acuerdos. Son listos para estimar las adecuadas oportunidades para hacer esto, la traición, y darse cuenta de las ventajas de ello. Prefieren prevalecer sobre sus enemigos no tanto por la fuerza como por el engaño, ataques sorpresa y el corte de

suministros. Se arman con cota de malla, espadas, arcos y lanzas. En combate, la mayor parte de ellos atacan doblemente armados, blanden lanzas sobre sus hombros, sujetan arcos en sus manos y hacen uso de ambos según la necesidad requiera. No solo ellos llevan armas sobre sí mismos, sino que también los caballos de sus jinetes ilustres llevan cubierto el frontal con hierro o fieltro. Dan especial importancia al entrenamiento de los jinetes con el arco. Un inmenso rebaño de caballos y yeguas les sigue, tanto para proveer alimento como para dar la impresión de un gran ejército. No acampan protegidos por trincheras, como hacen los persas y los romanos, sino que hasta el día de la batalla se dispersan según tribus y clanes, poniendo continuamente a pastar a sus caballos tanto en verano como en invierno. Entonces cogen los caballos que creen necesarios, trabándolos por las patas

cerca de sus tiendas, y guardándolos hasta que sea el momento de formar las líneas de batalla, lo cual comienzan a hacer bajo la cobertura de la noche. Estacionan a sus centinelas a cierta distancia, manteniéndolos en contacto unos con otros, por lo que no es fácil cogerlos en un ataque sorpresa. En combate ellos, como hacen los romanos y los persas, no forman sus líneas de batalla en tres partes, sino en múltiples unidades de tamaño irregular, todas unidas muy cerca las unas a las otras para dar la apariencia de una larga línea de batalla. Separada de la formación principal, mantienen una fuerza adicional con la que pueden tender emboscadas contra un adversario descuidado o mantenerla en reserva para ayudar a una sección duramente presionada. Mantienen sus caballos de repuesto cerca, detrás de la línea principal, y su impedimenta a la derecha o a la izquierda de la línea, a una milla o dos, con una guardia

de moderado tamaño. Frecuentemente atan los caballos de repuesto juntos en la retaguardia de la línea de batalla como forma de protección. Ellos hacen que la profundidad de su línea de batalla sea imprecisa dependiendo de las circunstancias, estando inclinados a hacerla más profunda que la nuestra, y así hacen su frente conjunto y denso. Prefieren batallas planteadas a larga distancia, emboscadas, rodear a sus adversarios, simular retiradas y repentinamente atacar, y formaciones en cuña, esto es, en grupos dispersos. Cuando hacen que sus enemigos acepten el combate, ellos ponen todo en segundo lugar, y no están contentos, como los persas, los romanos y otros pueblos, con perseguirlos a una razonable distancia y saquear sus bienes, sino que no cejan hasta que no han conseguido la completa destrucción de sus enemigos empleando cualquier medio para

este fin. Si algunos enemigos de los que persiguen se refugian en una fortaleza, hacen continuos y concienzudos esfuerzos para cortar sus suministros de hombres y caballos. Entonces, agotan a sus enemigos por ese punto y los llevan a aceptar términos favorables de rendición para ellos. Sus primeras demandas son bastante moderadas, y cuando el enemigo las ha aceptado, ellos imponen términos más estrictos. Su punto débil es la falta de pasto a causa del gran número de caballos que llevan consigo. También a lo largo de la batalla, cuando se oponen a una fuerza de infantería en formación cerrada, permanecen sobre sus caballos y no desmontan, porque ellos no son capaces de luchar a pie durante mucho tiempo. Han sido criados a lomos de caballos y, debido a su falta de ejercicio, simplemente no pueden andar a pie. Debe elegirse terreno nivelado, sin obstrucciones,

y una fuerza de caballería debe avanzar contra ellos en un bloque denso, sin fisuras, para entablar con ellos una batalla cuerpo a cuerpo. Los ataques nocturnos también son efectivos, con parte de nuestro ejército manteniendo su formación mientras las otras partes están al acecho. Les hacen daño especialmente las defecciones y deserciones. Son muy inconstantes, avariciosos y, compuestos por tantas tribus como están, no tienen el sentido de reino o de unidad de uno con otro. Si unos pocos comienzan a desertar y son bien recibidos por sus enemigos, muchos otros los seguirán. Cuando avanzan hacia la batalla, la primera cosa que hay que hacer es mantener a tus exploradores en alerta, estacionados a intervalos regulares. Luego hay que hacer planes y actualizar los preparativos en caso de que la batalla pudiera no ir bien, buscar una buena posición defensiva para uso en caso de emergencia, recoger cuantas

provisiones estén disponibles, suficientes para unos pocos días tanto para los caballos como para los hombres y especialmente aprovisionarse de mucha agua. Entonces hay que hacer los preparativos para la impedimenta como se explica en el libro concerniente a ello6. Si está presente una fuerza de infantería, debe estar estacionada en la línea del frente de la batalla en la manera acostumbrada de la nación a la que pertenezca. La fuerza debe disponerse de acuerdo con el método mostrado en el diagrama de la línea de batalla convexa, esto es, con la caballería situada tras la infantería. Si solamente la caballería está preparada para el combate, sitúala de acuerdo a la manera mostrada en el libro de las formaciones7. Hay que colocar una numerosa y capacitada fuerza en los flancos. En la retaguardia, las tropas de defensa son suficientes. En una persecución, las

tropas de asalto no deben avanzar más de tres o cuatro disparos de flecha desde la formación de tropas de defensa, que no deberán ser llevadas lejos en la carga. Cuando sea posible hay que buscar un área limpia y sin obstrucciones para formar la línea de batalla, donde ni bosques ni pantanos o agujeros puedan servir como pantalla para las emboscadas enemigas. Hay que situar exploradores a alguna distancia en los cuatro lados de la formación. Si es posible, es de gran ayuda tener un río no vadeable, pantanos o un lago tras la línea de batalla y así la retaguardia está defendida con seguridad. Si la batalla se vuelve a nuestro favor, no hay que tener prisa en perseguir al enemigo ni hay que comportarse descuidadamente. Esta nación no renuncia a la lucha, como hacen otras, cuando es derrotada en el primer combate, sino que hasta que su fuerza se rinde, intenta todas las posibilidades para acometer a sus

enemigos. Si la formación es mixta, estando la mayor parte compuesta por infantería, es necesario hacer provisión de forraje para la caballería. Cuando el enemigo se aproxima, de ningún modo se deberá permitir a la caballería buscar zonas para forrajear. Libro XI, capítulo 3. Cómo hay que tratar con los pueblos de cabello claro, como los francos, lombardos y otros como ellos Las razas de pelo claro dan un gran valor a la libertad. Sus hombres son atrevidos y sin desaliento en la batalla. Temerarios e impetuosos como son, consideran cualquier titubeo e incluso una corta retirada como una desgracia y tranquilamente desprecian la muerte. Cuando luchan violentamente en un combate cuerpo a cuerpo, tanto a caballo como a pie, si son duramente presionados por acciones de caballería, desmontan a una

señal acordada y se alinean a pie. Aunque solo sean pocos contra muchos jinetes, no se encogen durante la batalla. Se arman con escudos, lanzas y cortas espadas que cuelgan de sus hombros. Prefieren la lucha a pie y rápidas cargas. Sea a caballo o a pie, se sitúan para la batalla, no en un tamaño fijado o formación, o en regimientos o divisiones, sino de acuerdo con las tribus, su parentesco unos con otros e intereses comunes. A menudo, como resultado, cuando las cosas no van bien y sus amigos han sido muertos, ellos arriesgarán sus vidas en la lucha para vengarlos. En combate hacen el frente de su línea de batalla conjunto y denso. Incluso durante las cargas, a caballo o a pie, son impetuosos e indisciplinados, como si fuesen el único pueblo que no es cobarde. Son desobedientes a sus líderes. No están interesados en nada que sea muy complicado y prestan poca atención a la

seguridad externa y a su propia seguridad. Desprecian el buen orden, especialmente a caballo. Son fácilmente corruptibles por el dinero, codiciosos como son. Les debilita el sufrimiento y las fatigas. Aunque poseen espíritus atrevidos y osados, sus cuerpos están poco entrenados y son blandos y no son capaces de soportar penas fácilmente. Además, les afecta el calor, el frío, la lluvia, la falta de provisiones, especialmente de vino, y el aplazamiento de la batalla. Cuando es momento de una batalla de caballería, se ven dificultados por terrenos escabrosos y boscosos. Son fácilmente emboscables por los flancos y por la retaguardia de su línea de batalla, porque no se preocupan nada en enviar exploradores u otras medidas de seguridad. Sus filas son fácilmente rotas por un ataque simulado y una repentina vuelta contra ellos. Los ataques nocturnos con arqueros a menudo les infligen daños, ya que son muy

desorganizados en la ubicación del campamento. Por consiguiente, guerreando contra ellos uno debe evitar sobre todo entablar batalla campal, especialmente en las primeras etapas de la guerra. En lugar de eso, hay que hacer uso de emboscadas bien planeadas, ataques engañosos y estratagemas, retrasar las cosas y estropear sus oportunidades e intentar hacer acuerdos con ellos para ayudar a reducir su atrevimiento y su celo con la escasez de provisiones o la falta de comodidades por el calor o el frío. Esto puede hacerse cuando nuestro ejército tiene campo abierto en terreno áspero y dificultoso. En este tipo de terreno, este enemigo no puede atacar con éxito porque usa lanzas, pero si se presenta una oportunidad favorable para una batalla regular, hay que alinear al ejército como se ha fijado antes en el libro de las formaciones8.

Libro XI, capítulo 4. Cómo hay que tratar con los eslavos, los antes y otros pueblos similares Las naciones de los eslavos y los antes viven de la misma forma y tienen las mismas costumbres9. Ambas son independientes, rechazan absolutamente el ser esclavizadas o gobernadas, menos aun en su propia tierra. Son populosas y fuertes, soportando fácilmente el calor, el frío, la lluvia, la desnudez y la escasez de provisiones. Estos pueblos son amables y hospitalarios con los viajeros en su territorio y los llevan a salvo de un lado a otro a donde quiera que ellos deseen. Si el extranjero sufriera algún perjuicio por causa de la negligencia del anfitrión, el primero que lo acoja podrá hacer la guerra contra ese primer anfitrión, estimando como un deber religioso vengar al extranjero. No mantienen a los que están en

cautividad entre ellos en perpetua esclavitud como hacen otras naciones, sino que establecen un periodo definido de tiempo para los esclavos y entonces se les da a elegir, si ellos lo desean, volver a sus casas con una pequeña recompensa o permanecer allí como hombres libres y amigos. Poseen en abundancia todo tipo de ganado y productos, que ellos almacenan apilados, especialmente mijo común y mijo itálico10. Sus mujeres son más afectivas que otras en el mundo. Cuando, por ejemplo, sus maridos mueren, muchas lo ven como su propia muerte y libremente se asfixian a sí mismas, no queriendo continuar sus vidas como viudas. Viven en las cercanías de impenetrables bosques, ríos, lagos y pantanos y las salidas de sus asentamientos se ramifican en múltiples direcciones por los peligros que pudieran encontrarse. Entierran sus más importantes posesiones en lugares secretos,

no manteniendo nada innecesario a la vista. Viven como bandidos y les encanta lanzar ataques contra sus enemigos en arboledas densas, pantanos y zonas abruptas. Hacen efectivo uso de emboscadas, ataques repentinos e incursiones, combinando muchos métodos diferentes tanto por la noche como por el día. Su experiencia en el cruce de ríos sobrepasa a la de todos los otros pueblos y son extremadamente buenos nadando. A menudo cuando están en su propio territorio y son cogidos por sorpresa en un apuro, se sumergen hasta el fondo en una extensión de agua. Allí cogen largas cañas huecas que han preparado para esta eventualidad y las meten en sus bocas, sobresaliendo de la superficie del agua. Descansando sobre sus espaldas en el fondo, respiran por ellas y se mantienen allí durante muchas horas sin que nadie sospeche dónde se encuentran. Una persona sin experiencia que observe las cañas mencionadas

anteriormente puede pensar que crecen allí en el agua. Pero una persona que ha tenido alguna experiencia con este truco, reconociendo las cañas por el punto en que son cortadas o por su posición, las empujan hacia abajo dentro de sus bocas y los obligan a salir, para que los hombres vuelvan a la superficie, habida cuenta que no pueden permanecer bajo el agua mucho tiempo sin ellas. Se arman con jabalinas cortas, dos para cada hombre. Algunos también tienen bonitos pero poco manejables escudos. Además, usan arcos de madera, con flechas cortas embadurnadas con drogas venenosas que son muy efectivas. Si el hombre herido no ha tomado un antídoto de antemano para anular el veneno o hace uso de otros remedios que los médicos con experiencia puedan saber, él sajará inmediatamente alrededor de la herida para extraer el veneno y evitar la propagación al resto del

cuerpo. A causa de su falta de gobierno y su mala opinión los unos de los otros, no están familiarizados con un orden de batalla, ni están preparados para luchar en una batalla manteniendo un orden cerrado, ni para presentarse ellos mismos en terreno abierto y nivelado. Si mantienen suficiente valor cuando llega el momento de atacar, gritan todos juntos y se mueven hacia delante en una corta distancia. Si sus oponentes comienzan a flaquear por el ruido, ellos atacan violentamente; si no, se dan la vuelta, no mostrándose ansiosos en experimentar la fuerza del enemigo en filas cerradas. Entonces corren a los bosques, donde tienen una gran ventaja a causa de su experiencia en luchar en estrechos lugares. A menudo, también, cuando están transportando el botín, lo abandonan fingiendo pánico y corren a los bosques. Cuando sus asaltantes se dispersan para el

saqueo, ellos tranquilamente regresan y les causan daños. Están preparados para hacer este tipo de trampas a sus adversarios y de una gran variedad de formas. Son completamente desleales y no tienen respeto por los tratados que firman más por miedo que por los sobornos. Cuando una diferencia de opinión existe entre ellos, ya sea que no lleguen a un acuerdo total o cuando algunos llegan a un acuerdo, los otros van rápidamente en contra de lo que se decidió. Son siempre susceptibles unos con otros, y nadie gusta de ceder ante otro. En combate se encuentran en dificultades por los lanzamientos de flechas, por rápidos ataques lanzados desde diferentes direcciones, por la lucha cuerpo a cuerpo contra infantería, especialmente infantería ligera, y por tener que luchar en terreno abierto y sin obstrucciones. Por consiguiente, es necesario incluir tanto caballería como infantería, especialmente tropas ligeras o

lanzadores de jabalinas y sobre todo una gran cantidad de armas arrojadizas, no solo flechas, sino también de otro tipo. Deberá llevar materiales para la construcción de puentes, del tipo llamado flotante11, si es posible, para cruzar sin esfuerzo los numerosos y no vadeables ríos de su territorio. Hay que construirlos a la manera de los escitas, con algunos hombres construyendo el armazón y otros colocando las planchas. También hay que tener cuero de buey o piel de cabra para hacer balsas, para usarlas en ayuda de los soldados que crucen nadando el río para los ataques sorpresa contra el enemigo en el verano. También es preferible lanzar los ataques contra ellos en el invierno, cuando no pueden esconderse fácilmente en los árboles desnudos, cuando las huellas de los fugitivos pueden ser localizadas en la nieve, cuando su grupo familiar esté pasando necesidad y cuando es fácil cruzar sobre los ríos helados.

Gran parte de los animales y del equipo superfluo debe ser dejado atrás en un lugar muy seguro con una guardia adecuada y un oficial al cargo. Los dromones deben ser anclados en lugares estratégicos. Se debe estacionar un moira de caballería bajo el mando de destacados oficiales en el área como protección para que el ejército en marcha no sea molestado por causa de emboscadas hostiles y también esparcir rumores de que se planea un ataque contra el enemigo en algún otro lugar. A causa de este tipo de rumor y la ansiedad de sus jefes, cada uno de ellos estará preocupado por sus propios problemas y no tendrán la oportunidad de reunirse y causar problemas a nuestro ejército. No hay que estacionar esas tropas cerca del Danubio, ya que el enemigo podría informarse de su escaso número y considerarlas como poco importantes. Las tropas no deben estar muy alejadas, para que no se retrasen, por si

fuese necesario unirse al ejército de invasión. Ellas deben permanecer aproximadamente a un día de marcha del Danubio. El ejército debe cruzar hacia territorio enemigo rápidamente y realizar la invasión por terreno limpio y nivelado. Inmediatamente, un oficial competente debe cabalgar con algunos hombres escogidos para tomar prisioneros de los cuales será posible obtener información sobre el enemigo. Tanto cuanto sea posible, evita marchar por terreno accidentado o arbolado durante el verano hasta que se haya hecho un reconocimiento a conciencia y, en caso de que el enemigo esté presente, hasta que él haya sido alejado por nuestra infantería o caballería. Si hemos de marchar a través de un paso angosto y si esperamos retornar por la misma ruta, se han de tomar medidas, como se explica en el libro que trata de este asunto12, para limpiar y ensanchar el camino o dejar un contingente relativamente

fuerte atrás para impedir que el enemigo se esconda y lance ataques sorpresa que puedan agobiar a nuestro ejército en su retorno cuando es muy probable que vuelva entorpecido por el resultado del saqueo. Tanto cuanto sea posible, evita acampar en áreas densamente arboladas o situar tus tiendas cerca de esos lugares. Porque los bosques pueden fácilmente servir de base para lanzar ataques o asustar a los caballos. La infantería debe acampar en orden dentro de las fortificaciones. La caballería debe acampar en el exterior, con centinelas situados en un ancho círculo alrededor de los caballos pastando, a menos que sea posible traer forraje para ellos, por lo que podrían permanecer dentro tanto de día como de noche. Si llega la oportunidad para el combate, no hay que hacer la línea de batalla contra ellos demasiado profunda. No hay que concentrarse solo en ataques frontales, sino

también en los otros sectores. Si el enemigo ocupa una posición fuerte y tiene su retaguardia bien cubierta, y no da oportunidad de rodearle o de atacar sus flancos o su retaguardia, en este caso, es necesario situar algunas tropas ocultas, teniendo otras simulando una retirada ante su frente, para que sean atraídos con el engaño de la esperanza de persecución. Así puede que abandonen su buena posición defensiva y entonces nuestros hombres podrán revolverse contra ellos o aquellos que están ocultos pueden salir y atacarlos. Al haber muchos reyes entre ellos, siempre dispares unos de otros, no es difícil ganarse a alguno de ellos por la persuasión o por los regalos, especialmente a aquellos de áreas cercanas a la frontera, y entonces atacar a los otros, ya que su común hostilidad no les hará unirse o juntarse bajo un único gobernante. Los denominados refugiados, aquellos a los que se les ordena señalar los

caminos y conseguir determinada información, deben ser observados muy de cerca13. Incluso algunos romanos han cedido a lo largo del tiempo, olvidando a su propia gente y prefiriendo ganar la amistad del enemigo. Aquellos que permanecen leales deben ser recompensados y los malhechores castigados. Las provisiones encontradas en la campiña circundante no deben ser simplemente derrochadas, sino que hay que usar a los animales y barcos para transportarlas a nuestro propio territorio. Los ríos allí desembocan en el Danubio, lo cual permite un fácil transporte por barco. La infantería es necesaria no solo en pasos estrechos y lugares fortificados, sino también en terreno escabroso y a lo largo de los ríos. Incluso frente al enemigo es, entonces, posible tender un puente sobre los ríos. Cuando una pequeña fuerza de infantería, tanto pesada como ligera, ha sido

secretamente llevada al otro lado por la noche o por el día e inmediatamente situada en formación, manteniendo su espalda hacia el río, ella proporciona bastante seguridad para construir un puente sobre el río. En cruces de ríos estrechos o en desfiladeros es necesario para la guardia de retaguardia estar continuamente preparada para la acción, disponiéndose de acuerdo al terreno. Porque se puede esperar que los ataques sucedan cuando la fuerza esté dividida y las tropas que están avanzando no puedan ayudar a las que están en retaguardia. Se deben realizar ataques sorpresa contra el enemigo de acuerdo con el procedimiento habitual. Un destacamento se aproxima a su frente y le provoca, mientras otro destacamento, de infantería o caballería, es situado secretamente en la retaguardia de la ruta por la cual se espera que escapen. El enemigo entonces, que evita la acción o que escapa de la primera fuerza atacante,

correrá inesperada y directamente hacia el otro destacamento. En verano no se deben disminuir los ataques contra ellos. Durante esa época del año se pueden encontrar las áreas más abiertas y descubiertas y así establecerse en su territorio. Esto ayudará a los romanos que están cautivos entre ellos a ganar su libertad, tras escapar. El denso follaje del verano da a los prisioneros la oportunidad de escapar sin miedo14. El procedimiento de la marcha, la invasión y el saqueo del territorio y otros asuntos más o menos relatados, son tratados en el libro sobre la invasión de territorio hostil15. Aquí el asunto será resumido lo mejor posible. Los asentamientos de los eslavos y los antes se hacen en fila, a lo largo de los ríos, muy cerca unos de otros. De hecho, no hay prácticamente espacio entre ellos y los asentamientos son rodeados por bosques, pantanos y cañaverales. Como resultado, lo

que generalmente sucede a las invasiones lanzadas contra ellos es que el ejército al completo se para en su primer asentamiento y es mantenido ocupado allí, mientras que el resto de los habitantes de los asentamientos vecinos, sabiendo de la invasión, escapan fácilmente con sus pertenencias a los bosques cercanos. Sus guerreros jóvenes regresan entonces preparados para la acción, calibrando sus oportunidades y atacando a nuestros soldados desde cubierto. Esto evita que ejército invasor pueda infligir cualquier daño al enemigo. Por estas razones se deben realizar ataques sorpresa contra ellos, particularmente en lugares inesperados. Las banderas o los tagmas deben estar preparados con antelación para que sepan cuál irá el primero, cuál el segundo, cuál el tercero y han de marchar en ese orden a través de áreas muy angostas, por tanto, no deben ser mixtos16 para que no pierdan el tiempo

reorganizándose. Cuando se ha realizado un paso sin ser detectados, si hay dos lugares adecuados en los que pueda ser atacado el enemigo, el ejército deberá dividirse en dos, con el hypostrategos al mando de una parte, preparado para la batalla y sin impedimenta y avanzar una distancia de quince o veinte millas a través de terreno sin asentamientos en sus flancos con la intención de lanzar un ataque desde áreas más montañosas. Entonces, aproximándose a los asentamientos más alejados, él puede comenzar el pillaje, continuando hasta que encuentre a las unidades al mando del estrategos. El estrategos, a la cabeza de la otra parte del ejército, debe invadir o saquear desde la otra punta de los asentamientos. Ambas partes del ejército deben avanzar, destruyendo y saqueando los asentamientos entre ellos hasta que se encuentren en un punto determinado. Llegando allí, deben levantar el campamento

conjuntamente hacia el atardecer. De esta forma, el ataque es llevado de forma victoriosa. El enemigo huirá de uno y caerá inesperada y directamente en manos del otro y no podrá reagruparse. Si hay solamente una ruta adecuada por la que es posible invadir los asentamientos, el ejército deberá ser dividido. El hypostrategos debe tomar la mitad o incluso más del ejército, un contingente fuerte y preparado para la batalla, sin impedimenta. Su propia bandera, con él mismo en su correcto lugar, debe avanzar a la cabeza de la fuerza completa y deben acompañarle todos los comandantes de los tagmas. Cuando su fuerza se aproxime al primer asentamiento, debe separar una o dos banderas y así, mientras unos se dedican al pillaje, otros pueden mantener la guardia sobre ellos. No es deseable destacar demasiadas banderas para atacar el primer asentamiento, incluso si es uno de los

grandes, porque cuando el ejército llega no hay tiempo para que los habitantes organicen la resistencia17. El hypostrategos mismo debe continuar su avance rápidamente, ejecutando el mismo procedimiento con el resto de las poblaciones a lo largo del camino mientras tenga suficientes tagmas bajo su mando. El hypostrategos debe apartarse completamente de estas acciones. Debe mantener con él tres o cuatro banderas, más de mil hombres capaces, hasta que la invasión haya sido completada para que pueda ocuparse de reconocer con seguridad al resto de las tropas. Mientras el hypostrategos está realizando estas tareas, el estrategos debe seguir adelante, llevando las tropas de saqueo con él y manteniendo el movimiento de avance hacia el hypostrategos. Por su parte, el hypostrategos debe retroceder y reunir a las tropas de pillaje a lo largo de su línea de

marcha. En el lugar donde ambos se encuentren deben instalar el campamento juntos ese mismo día. En esas incursiones sorpresa realizadas por las dos unidades no se debe avanzar más de quince o veinte millas para que ambas pueden llegar hasta allí, hacer su saqueo e instalar el campamento el mismo día. En aquellas expediciones en las que el enemigo pueda ofrecer resistencia no es necesario capturarlo con vida, sino que hay que matar a todos los que se encuentren y avanzar. Cuando se está marchando no hay que retrasarse, sino que hay que sacar ventaja de la oportunidad. Ahora que hemos reflexionado sobre estos temas para mejorar nuestra habilidad, teniendo en cuenta nuestra propia experiencia y a las autoridades del pasado, hemos escrito estas reflexiones para el beneficio de quien quiera leerlas. Todos los otros casos que uno puede fácilmente

encontrarse y sobre los que no hemos escrito en el presente libro deben ser examinados a la luz de lo que hemos escrito, de la enseñanza de la experiencia y de la verdadera naturaleza de las cosas y, siempre que sea posible, aplicarlas a los problemas cuando estos surjan. ¿Pero cómo puede ser posible para nosotros o para cualquier otro escribir advertencias sobre todo lo que pudiera suceder en el futuro?, ¿cómo escribir acerca de lo que intentará hacer el enemigo a continuación o en todo momento?, ¿quién puede decir qué traerá el futuro? Los enemigos no hacen todas las campañas según la misma escuela de pensamiento. El generalato es un arte muy diversificado, se emplean muchos métodos diferentes de combate. Esto significa que uno debe dedicar algún tiempo a implorar a Dios para que pueda gracias a Él comprender al enemigo. La naturaleza humana es muy hábil y más allá de toda comprensión; puede concebir

múltiples planes y actuar de forma maligna. FIN DEL LIBRO UNDÉCIMO 1 En Taq-e Bostan, junto a Kermānshāh/Bajtaran, en la actual provincia iraní de Kermānshāhā, se conserva un relieve del rey Cosroes II donde se ve al monarca montado sobre un caballo con armadura únicamente en su parte frontal, Cosroes II sujeta una lanza larga típica de caballería y vemos sobre la grupa del caballo un carcaj con un arco dentro. En otra escena del mismo conjunto vemos al monarca en escenas de caza con arcos compuestos del tipo sasánida. 2 El ejército persa tenía por costumbre situarse en la línea de batalla dividiéndose en cinco partes, la línea principal, la retaguardia o línea de refuerzo, los Inmortales (la Guardia Imperial persa, llamada así al estilo de la antigua guardia de los emperadores de la dinastía Aqueménida [550-331 a.C.]), caballería como tropas de reserva y dos alas de caballería. Otra táctica constantemente utilizada es formar a la caballería en el frente mientras se avanza para después retirarse hacia las alas mientras avanza la infantería. Sobre el particular, cfr. CORNUELLE (1996) p. 2 y, en general, WILCOX (1986), NICOLLE (1996) y

FARROKH (2005). 3 Libro XII, parte B. 4 El término de escitas es el empleado por lo general por los escritores bizantinos para designar de manera conjunta a las tribus nómadas habitantes de las tierras septentrionales del mar Negro y de las planicies esteparias de Asia central. Sobre los escitas, cfr., entre otros, CERNENKO y GORELIK (1983) y LEBEDYNSKY (2001). Sobre los ávaros, cfr., entre otros, ZÁSTÉROVÁ (1971) y VV. AA. (1988). 5 Esos deben de ser los turcos del oeste, en el área oriental del mar Negro y norte de Persia (WIITA [1977], p. 122). 6 Libro V. 7 Libro XII, parte B. 8 Libro XII, parte B. 9 Los eslavos habitaban entonces en los territorios al norte de la frontera del bajo Danubio del Imperio Romano de Oriente, en lo que hoy es Rumanía. Los antes vivían al noreste de los anteriores. Estas informaciones que nos proporciona el Strategikon están confirmadas por otras fuentes. Sobre este tema, cfr. WIITA (1977) p. 259 y ZÁSTÉROVÁ (1971). 10 En el original en griego, la primera palabra que hace referencia al asunto, κένχρος, parece claro que significa mijo (panicum miliaceum). Sin embargo,

algunos investigadores traducen la segunda palabra ἔλυμος como cebada o trigo negro. J. Wiita (1977, pp. 279-81) cree que su significado real hace referencia a un grano menos robusto llamado mijo itálico (staria italica). 11 Los puentes flotantes son aquellos que no están sujetos con pilares al lecho del río, sino que se construyen en forma de pasarela más o menos ancha sobre elementos flotantes, como pontones o barcas, estos sí anclados en el fondo de la corriente fluvial. 12 Libro XI, cap. 4. 13 A. Madgearu (1997, p. 119-121) hace un interesante estudio sobre estos romanos del otro lado del Danubio calificados como «refugiados». Según este autor no parece haber una respuesta clara a la discusión sobre si existen o no poblaciones romanas al otro lado del Danubio en esta época al no existir pruebas concluyentes pues aunque arqueológicamente se documenta presencia de poblaciones romanizadas en la zona de Valaquia (el sur de la actual Rumanía) en el siglo VI, no resulta posible determinar si son autóctonos romanizados o, por el contrario, auténticos romanos (bizantinos) que se asientan en el territorio, quizá refugiados o antiguos prisioneros de guerra tal como parece atestiguar el Strategikon un poco más adelante.

14 Cfr. la nota anterior. 15 Libro IX, cap. 3. 16 Infantería y caballería. 17 F. Curta (1998, pp. 19-28) entiende que el ataque bizantino sobre estas poblaciones con tan escasas fuerzas (400-800 hombres) superaría largamente sin embargo al número de habitantes del poblado capaces de empuñar un arma, por tanto y según este autor, los hábitats de estos pueblos no serían demasiado grandes aunque sí dispersos. Tal interpretación parece ser corroborada por la arqueología, que señala para estos siglos al norte del Danubio en las actuales Rumanía, Moldavia y sureste de Ucrania poblados con un pequeño número de habitaciones por fase de ocupación albergando entre diez a quince personas como máximo cada una.

Libro XII PARTE A. SOBRE EL ORDEN DE BATALLA MIXTO Capítulo 1. Cómo hay que hacer una formación de un orden de batalla mixto. Lista de símbolos para las unidades en una fuerza mixta Capítulo 2. El orden de batalla llamado mixto Capítulo 3. La primera formación de batalla para la caballería Capítulo 4. Otra formación Capítulo 5. El orden de batalla llamado lateral Capítulo 6. Formación en columna Capítulo 7. La formación llamada convexa

PARTE B. SOBRE LAS FORMACIONES DE INFANTERÍA Preámbulo Capítulo 1. Qué vestimenta debe llevar la infantería Capítulo 2. Cómo debe ser el entrenamiento del infante con armamento pesado Capítulo 3. Cómo debe ser el entrenamiento del infante con armamento ligero y de los arqueros Capítulo 4. Sobre el armamento. Qué armas debe llevar la infantería pesada Capítulo 5. Qué armas debe llevar la infantería ligera Capítulo 6. Qué equipo esencial hay que tener siempre presente y a mano Capítulo 7. Los soldados de cada aritmos que

deben

ser

asignados

a

tareas

especializadas Capítulo 8. Cómo se deben organizar las tropas de infantería y sus oficiales Capítulo 9. Cómo debe ser la asignación de personal y organización de los tagmas de infantería Capítulo 10.

Órdenes

que

deben

ser

impartidas sobre los castigos Capítulo 11. Cómo debe ser la formación de los tagmas de infantería pesada Capítulo 12. Cómo debe ser la formación de la infantería ligera junto a infantería y caballería pesada Capítulo 13. Cómo debe ser la formación de la caballería junto a infantería pesada Capítulo 14. En qué movimientos se debe ejercitar la infantería Capítulo 15. Un segundo ejercicio Capítulo 16. Cómo comenzar los

movimientos anteriormente mencionados Capítulo 17. Cómo debe ser la formación de la línea de batalla y el entrenamiento en resistir al enemigo Capítulo 18. Cómo hay que acomodar los carros y la impedimenta Capítulo 19. Cómo debe ser el método de marcha con el enemigo en las cercanías Capítulo 20. Cómo hay que atravesar zonas boscosas, zonas escabrosas y pasos angostos por parte de la infantería Capítulo 21. Cómo debe ser el transporte por ríos y el cruce de ríos frente al enemigo Capítulo 22. Cómo construir campamentos fortificados Capítulo 23. Cuestiones a ser consideradas por el estrategos de infantería en día de batalla Capítulo 24. Sinopsis de

la

instrucción

anteriormente señalada que debe ser conocida por los tribunos o comandantes de los tagmas de infantería PARTE C. DIAGRAMA DE UN CAMPAMENTO FORTIFICADO PARTE D. SOBRE LA CAZA. CÓMO SE DEBEN CAZAR ANIMALES SALVAJES SIN HERIDAS GRAVES O GRAVES ACCIDENTES PARTE A. SOBRE EL ORDEN DE BATALLA MIXTO Libro XII, parte A, capítulo 1. Cómo hay que hacer una formación de un orden de batalla mixto. Lista de símbolos para las unidades en una fuerza mixta

Libro XII, parte A, capítulo 2. El orden de batalla llamado mixto. Esta formación es la adecuada para combatir contra caballería cuando ambos contingentes de caballería son de la misma fuerza o incluso menor que las fuerzas de infantería. Libro XII, parte A, capítulo 3. La primera formación de batalla para la caballería

Esta formación es la adecuada para combatir contra caballería cuando la nuestra supera a la infantería pero tiene la misma fuerza que la del enemigo. En este caso forma dos líneas de caballería y una de infantería. Estate seguro de que las líneas estén a un tiro de flecha de distancia la una de la otra. La caballería debe formar sus líneas de la misma forma que las tropas de asalto y las tropas de defensa.

SEGUNDA LÍNEA DE BATALLA DE INFANTERÍA

Libro XII, parte A, capítulo 4. Otra formación

Esta formación es la adecuada para combatir contra infantería cuando la nuestra es superior a nuestra caballería. Libro XII, parte A, capítulo 5. El orden de batalla llamado lateral

Es adecuado en lugares descubiertos y sin obstáculos. Libro XII, parte A, capítulo 6. Formación en columna

Libro XII, parte A, capítulo 7. La formación llamada convexa ¿Cómo deben ser alineadas las formaciones mixtas o convexas? ¿Para qué son útiles? La profundidad en las falanges y el orden de batalla debe estar de acuerdo con el tamaño y la naturaleza de la tropa. Si disponemos de más caballería que infantería, las columnas de caballería pueden disponerse de ocho o incluso diez jinetes de profundidad, sin embargo la columna de infantería debe ser menos profunda, de cuatro o cinco hombres. Si disponemos de más infantería que caballería, hay que formarlas exactamente en orden inverso. Una proporción semejante para tal tipo de formación es un tercio de caballería y dos tercios de infantería. Incluso si la caballería es solamente un cuarto, el ejército no estará descompensado. Si se guerrea contra una nación extranjera poderosa y nuestro

ejército está en buena forma, es deseable, creo, que en el primer combate, en ese momento en que se tantea al enemigo, hay que formar la infantería en columnas de ocho infantes pesados y dos ligeros, y la caballería en columnas de a ocho o a diez de profundidad y esta formación podrá resistir cualquier intento de carga o de romper nuestras líneas por parte del enemigo. Pero cuando nuestras tropas se activan para tomar la ofensiva contra el enemigo, entonces la profundidad de cuatro infantes pesados y uno ligero es suficiente, pues con la caballería tras ellos, la formación no se quebrará fácilmente. Los flanqueadores deben ser unos mil o mil doscientos en ambos lados y la retaguardia en formación de cuadro debe estar compuesta de unos quinientos, tanto pesados como ligeros. En tales formaciones también la llamada formación en cuña de infantería puede ser de utilidad a la retaguardia. Se deben dar

instrucciones a la caballería para que si la infantería hace retroceder a sus adversarios y les hace huir, a una señal, las columnas de infantería que estaban por delante de la caballería se dispongan en formación cerrada con su grupo de oficiales o primi1 dejando un espacio en su línea. Entonces la caballería avanza a través del espacio dejado por la infantería simultáneamente y en buen orden para no arrollar a la infantería. Tan pronto como pasen a través de las columnas de la falange, la mitad delantera de cada columna de caballería debe avanzar a trote más rápido pero uniforme, lo mejor que puedan, y cabalgar hacia el enemigo en retirada durante tres o, como mucho, cinco tiros de flecha, pero no más allá debido a las emboscadas enemigas. La segunda mitad de cada columna de caballería debe seguir tras la otra mitad en orden, formando un orden cerrado, para que en caso de que los jinetes que han cabalgado por delante deban

retroceder les acoja este segundo grupo, aún en formación. Las falanges de infantería deben también avanzar en formación. No es una mala idea añadir un tagma de caballería a los flanqueadores de infantería en ambos lados, para que pueda ayudar en caso de necesidad. Pues, si toda la caballería avanza en persecución del enemigo, este tagma también puede galopar y acercarse a los flancos de la caballería, pero a su retaguardia, configurándose como flanqueadores. La infantería, como se dijo, ya cubre la retaguardia. En caso de que ningún jinete de los que han avanzado por delante, o de los del segundo grupo, pueda contener un contraataque enemigo y los jinetes deban retirarse hacia la retaguardia de la infantería, entonces esos flanqueadores avanzan y se sitúan al lado de la línea de infantería, pero no a lo largo del frente para evitar el desorden y la confusión. Entonces la

infantería se despliega saliendo de la formación en la que estaba y la tropa otra vez cierra los huecos de la línea y se prepara para resistir al enemigo. Si el enemigo avanza a un tiro de flecha e intenta cargar y romper nuestras falanges, lo que es un movimiento muy peligroso para ellos, la infantería deberá cerrar filas de la forma habitual. El primer, segundo y tercer hombres de cada columna forman un fulcon2, juntando los escudos unos con otros, fijando sus lanzas firmemente en el suelo y sujetándolas inclinadamente hacia fuera de los escudos, para que cualquiera que pretenda acercarse demasiado pueda rápidamente encontrarse con ellas. También deben apoyar sus hombros entre ellos y bascular su peso hacia los escudos para resistir la presión del enemigo. El tercero de ellos, el que está junto a los otros en posición más erguida, y el cuarto sujetan sus lanzas como si se tratase de jabalinas, para

que cuando el enemigo se acerque puedan usarlas como fuerza de empuje o para lanzarlas y entonces desenvainar sus espadas. La infantería ligera y la caballería deben usar el arco. Si el enemigo intenta avanzar hacia la caballería por la retaguardia, algo que generalmente se intenta hacer, la infantería se divide en una doble falange. En cada falange, la segunda columna avanza hacia la retaguardia, pasando entre las unidades de caballería que se mantienen ahí, en el medio. La infantería ligera también se divide en dos, una mitad avanza hacia las falanges del frente, mientras que la otra mitad marcha con las falanges de la retaguardia. Los cuadros3 también dan apoyo a la retaguardia. Para evitar que la formación sea observada muy de cerca por el enemigo antes de la batalla, se puede situar una pantalla de caballería de escasísima profundidad por delante de las falanges hasta que el

enemigo esté cerca. Cuando estén a cuatro o cinco tiros de flecha de nuestra línea de batalla, esta pantalla de caballería deja las filas de infantería para reunirse al resto de la caballería en su lugar de la línea y este grupo queda formado como la línea del frente de la caballería como muestra el diagrama adjunto. El resultado es que la línea está protegida con seguridad, y que el enemigo se aproximará de forma muy atrevida pensado que se trata de una lucha contra la caballería, y así podrá ser fácilmente derrotado por la infantería en una rápida carga de la forma que ya hemos explicado. Este tipo de formación requiere un constante entrenamiento para que tanto los hombres como las monturas se habitúen y conozcan hasta qué distancia la caballería puede avanzar velozmente en persecución aunque sin confusión, pero no dejando la formación de infantería en excesivo desorden o reducida en número. Esta

formación es básica cuando la infantería acompaña a una tropa de caballería, con o sin carromatos, o únicamente caballería. Si la caballería se encuentra en una situación crítica por causa de la dificultad del terreno o un revés en la batalla y se pone muy nerviosa, algunos jinetes pueden coger los escudos de la infantería pesada, si han perdido los suyos, y alinearse en formación como infantería, mientras que otros jinetes permanecen montados de la manera explicada anteriormente, y de esta forma el peligro puede ser evitado. LISTADO DE SÍMBOLOS USADOS POR LAS TROPAS ALINEADAS EN UNA FORMACIÓN MIXTA O CONVEXA T Infante de la línea delantera, líder de la fila, decarca O Infante pesado con escudo, armado, a pie I Infante ligero, lanzador de jabalina, arquero

K Jinete DIAGRAMA DE UNA FORMACIÓN MIXTA. FORMACIÓN CONVEXA QUE CONTIENE TANTO CABALLERÍA COMO INFANTERÍA, LO CUAL ES ESENCIAL EN SITUACIONES CRÍTICAS

PARTE B. SOBRE LAS FORMACIONES DE INFANTERÍA

Libro XII, parte B, preámbulo A continuación tenemos que discutir acerca de las tácticas de infantería, una materia que ha sido largamente dejada e incluso olvidada a lo largo de los tiempos, un tema al cual atribuimos la mayor de las atenciones. Nos interesamos en lo referente a su entrenamiento e incluso a su armamento y uniforme, y todo esto estimando la formación tradicional y organización de tales tropas. Hemos recogido información sobre estas materias y ahora se la transmitimos por escrito a los oficiales a los que les concierne, de modo que puedan conocerlas y practicarlas. Para hacerlas más inteligibles a los oficiales, ahora hemos organizado las materias en forma de índice, preocupándonos en todo momento no del estilo sino de la práctica y la brevedad. Hemos compilado una lista de

títulos de capítulos y hemos establecido el siguiente diseño de nuestro tratado. Libro XII, parte B, capítulo 1. Qué vestimenta4 debe llevar la infantería Deben vestir tanto las túnicas de tipo gótico5 o las cortas con aberturas en los lados que llegan hasta las rodillas. Deben usar zapatos de tipo gótico con suelas gruesas, que sean amplios para los dedos de los pies, de costuras planas y sujetos con no más de dos hebillas; las suelas deben estar reforzadas con algunos clavos pequeños para aumentar su durabilidad. Las botas o las grebas no son necesarias, pues no son adecuadas para las marchas ya que, si se usan, aminoran la marcha. Sus mantos deben ser simples, no como las capas búlgaras. Deben llevar el pelo corto y es mejor si se prohíbe llevarlo largo.

Libro XII, parte B, capítulo 2. Cómo debe ser el entrenamiento del infante con armamento pesado Deben ser entrenados en el combate individual unos contra otros, armados con escudo y bastón y además deben ser entrenados en el lanzamiento a larga distancia tanto de la jabalina corta como de los matiobárbulos. Libro XII, parte B, capítulo 3. Cómo debe ser el entrenamiento del infante con armamento ligero y de los arqueros Deben ser entrenados en rápidos disparos con el arco usando como objetivo una lanza situada a gran distancia. Deben disparar tanto a la manera romana como a la persa6. Deben ser entrenados en disparos rápidos mientras llevan el escudo, también en el lanzamiento de pequeñas jabalinas a larga distancia, en el uso de la honda, en el

salto y en la carrera. Libro XII, parte B, capítulo 4. Sobre el armamento. Qué armas debe llevar la infantería pesada Los hombres de cada aritmos o tagma deben tener escudos del mismo color, espadas hérulas7, lanzas, yelmos con pequeñas plumas y borlas en su parte superior y en las paragnátides8 –por lo menos los primeros de cada fila– hondas y matiobárbulos. Los hombres escogidos de cada columna deben tener cotas de malla, todos ellos si puede ser, pero si solo hay para dos, para los primeros de cada columna. Deben tener también grebas de hierro o madera por lo menos el primero y el último de cada columna. Libro XII, parte B, capítulo 5. Qué armas debe llevar la infantería ligera

Los infantes deben llevar arcos en sus hombros con largas aljabas con treinta o cuarenta flechas. Deben llevar escudos pequeños, así como ballestas de madera9 con

pequeñas flechas en pequeños carcajs10. Las flechas pueden ser disparadas a gran distancia con los arcos y causar daños al enemigo. A aquellos que pudieran no tener arcos o no ser arqueros experimentados, se les ha de proveer de pequeñas jabalinas o lanzas eslavas11. También podrían llevar matiobárbulos en fundas de cuero y hondas. Libro XII, parte B, capítulo 6. Qué equipo esencial hay que tener siempre presente y a mano Debemos tener carromatos ligeros, uno por cada decarquía o escuadra, no más, para que no haya hombres demasiado ocupados con ellos y desatiendan otras materias. Cada

carromato debe transportar un molino de mano, un hacha, hachuelas, una azuela, una sierra, dos azadones, un martillo, dos palas, un cesto, algunas telas gruesas, una hoz, matiobárbulos, abrojos atados conjuntamente con cuerdas ligeras unidas a unas pinzas de hierro para que puedan ser fácilmente recogidos del suelo. Debe haber otros carromatos que transporten ballistas giratorias en ambos extremos12, así como servidores de la artillería, carpinteros, herreros, todos bajo el mando de un único oficial. Se deben proporcionar caballos de carga, si es posible, a cada escuadra o por lo menos a cada dos. Si surge la necesidad de tener que abandonar los carros por parte de la infantería ligera para apoderarse de algún lugar o posición, esos animales deben ser usados para el transporte de raciones para ocho o diez días, y pueden acompañar a las tropas hasta que los carros más lentos lleguen. También son necesarios otros carros

para transportar las armas tanto ofensivas como defensivas de cada aritmos. Otros diez o doce carros deben llevar la harina o las galletas, flechas y los arcos de repuesto. Libro XII, parte B, capítulo 7. Los soldados de cada aritmos que deben ser asignados a tareas especializadas Los heraldos deben estar alerta, ser inteligentes, con vigor y con voces agradables, capaces de hablar latín, persa y, si es posible, también griego. Debe haber oficiales instructores13, portaestandartes o draconarios, trompetas, herreros para las armaduras, constructores de armas, fabricantes de arcos, de flechas y del resto de cosas según los reglamentos. Algunos hombres deben ser destinados a recoger los artículos que se pierden y devolverlos a sus dueños. Así como en el caso de la impedimenta de la caballería, ciertos

hombres deben destinarse a la protección de la impedimenta, a quienes los encargados de la misma deben obedecer y en cada meros debe haber una persona al cargo de la impedimenta propia. Así como sucede en el caso de los caballos, una marca especial debe identificar a los bueyes que pertenecen a cada aritmos para que los hombres puedan reconocerlos fácilmente. Es muy importante, si es posible, que cada meros tenga dos porta águilas14. Libro XII, parte B, capítulo 8. Cómo se deben organizar las tropas de infantería y sus oficiales En el pasado, cuando las legiones estaban compuestas por un gran número de hombres, los mandos formaban la compañía de infantería pesada en dieciséis columnas, doscientos cincuenta y seis hombres. Cada columna, entonces, estaba compuesta por

dieciséis hombres, y toda la línea de batalla comprendía sesenta y cuatro compañías o mil veinticuatro columnas compuestas de dieciséis mil trescientos ochenta y cuatro hombres15. Además hay que añadir ocho mil infantes ligeros, tales como arqueros, lanzadores de jabalina y honderos, y diez mil jinetes. Dividían los mandos tanto las compañías de infantería pesada como las de infantería ligera en cuatro contingentes iguales –derecha, izquierda, centro-izquierda y centro-derecha– y la caballería en dos alas. Pero desde que nuestras actuales unidades no tienen el mismo número de tropas, no es fácil definir un número concreto para cada compañía. Todo el efectivo que sobrepase en exceso los doscientos cincuenta y seis hombres no tiene una función clara que realizar y puede conducir a desorientar la formación. Parece mejor hacer que la fuerza numérica de la unidad sea flexible. Dependiendo de la cantidad de soldados

disponibles, hay que hacer una gran unidad o dos más pequeñas. Cada tagma debe tener su propio estandarte y su propio comandante. Normalmente será un tribuno, respetado, inteligente y bueno en la lucha cuerpo a cuerpo, que puede ser incluso un teniente o un oficial instructor16. En cada evaluación hay que asegurase que las columnas de cada tagma tengan siempre dieciséis hombres de profundidad, organizados de acuerdo a sus obligaciones. La línea de batalla debe mantener la misma proporción de fuerza que la del resto del ejército. Hay que dividir esta línea, todos los tagmas y columnas presentes, en cuatro contingentes de igual fuerza, la derecha bajo el mando del merarca o estratelates de la derecha, la izquierda bajo el mando del merarca o estratelates de la izquierda, el centro izquierda bajo el mando del merarca o estratelates del centro izquierda y el centro derecha bajo el mando del merarca

o estratelates del centro derecha. Unos pocos soldados con sus oficiales, tanto de infantería pesada como ligera, apartados de la línea de batalla, deben ser mantenidos en reserva para dar rápida asistencia en caso de emergencia o incluso en los flancos de la línea por detrás de la caballería, en los carros o en otros lugares. De ahí que si el ejército consiste en menos de veinticuatro mil infantes, hay que dividirlo en tres contingentes, no en cuatro. En el meros central sitúa el estandarte del estrategos, para que los otros contingentes puedan usarlo como guía. Libro XII, parte B, capítulo 9. Cómo debe ser la asignación de personal y organización de los tagmas de infantería En primer lugar, aquellos que saben disparar con el arco o son capaces de

aprender y los que son jóvenes y fuertes, deben ser los escogidos para la infantería ligera. Si hay más de veinticuatro mil hombres en el ejército, han de ser escogidos la mitad17; si son menos, un tercio de cada compañía. Deben organizarse en decarquías con decarcas competentes al mando, y un oficial conocido como el jefe arquero18. La otra mitad de cada compañía debe dividirse en columnas de dieciocho hombres, tanto de veteranos como de reclutas. Los dos soldados de peor capacidad militar deben asignarse a los carromatos o a cualquier otro lugar donde pudieran ser necesarios. Los dieciséis restantes deben ser situados en la línea de batalla bajo el mando de oficiales respetados e inteligentes. De los dieciséis, los ocho más competentes se estacionan en el frente y en la retaguardia de la columna, esto es, en las posiciones uno, dos, tres, cuatro y dieciséis, quince,

catorce y trece. En este sentido, incluso si la profundidad se reduce a cuatro, el frente y la retaguardia serán aún fuertes. Los hombres que quedan, los más débiles, deben colocarse en el centro de la fila. De esos dieciséis, cada uno de ellos debe ser catalogado como primi o secundi. Dos de ellos deben llevar un doble listado, esto es, los primeros deben ser llamados líder de la fila y primus, los otros decarca y secundus. Por ello el resto será designado como primi o secundi. Para hacer más fácil el mandarlos y hacerlos operar de forma más armoniosa como unidad, es necesario dividirlos en dos escuadras. El primus va con el líder de la fila, el secundus con el decarca. De esta forma, aun si tienen que ser divididos temporalmente, esos dieciséis están unidos y sujetos a las decisiones y voluntad del líder de la fila. Como resultado, pueden mantenerse fácilmente el buen orden y la disciplina. Todas las tropas, tanto las

pesadas como las ligeras, deben ser divididas y alineadas en cuatro contingentes iguales. Es práctico, si es posible, alinear a los dieciséis hombres de cada columna de infantería pesada no solo de acuerdo a sus cualificaciones, sino también de acuerdo a su estatura, para que, situados los más altos en el frente, eso haga que toda la línea parezca mucho más ordenada e impresionante. Pero si no pueden ser organizados de acuerdo a su estatura y fortaleza, tal como hemos dicho, entonces los mejores soldados de cada fila deberán ser situados en el frente y en la retaguardia, con los soldados más débiles en el centro, de la manera ya descrita. Por buenas razones, nuestros predecesores fijaron la profundidad de la columna para el combate en dieciséis19, pues facilita un adecuado número de tropas, que no debe ser excesivo y cuando sea necesario puede ser dividida rápidamente y de forma ordenada y reducida a un único

hombre. Libro XII, parte B, capítulo 10. Órdenes que deben ser impartidas sobre los castigos Después de que el ejército haya sido organizado como se describe anteriormente, debe ser conjuntado en su totalidad en un día concreto. Si los soldados y oficiales ya conocen los reglamentos establecidos por ley, simplemente deben recordarlos. Diferente sería el que debieran leerse los reglamentos a las tropas, tagma por tagma por sus propios comandantes, como se explicó en los capítulos que tratan de la caballería20. Libro XII, parte B, capítulo 11. Como debe ser la formación de los tagmas de infantería pesada Después de que los reglamentos hayan

sido hechos públicos, la organización de cada tagma debe ser completada por sus oficiales. En primer lugar las columnas de cada tagma son asignadas a sus posiciones, algunas alineadas a la izquierda, otras a la derecha del estandarte o del comandante. El comandante entonces avanza junto con el portaestandarte, el heraldo, el oficial de entrenamiento y el trompetero. Los líderes de cada fila avanzan en sus posiciones asignadas, primeramente aquellos del lado izquierdo, posteriormente los de la derecha. Al llegar al sitio de la línea de batalla, el comandante se detiene con el portaestandarte justo tras él y tras ellos el ordenanza y el trompetero. Las columnas quedan alineadas a ambos lados de ellos en sus posiciones asignadas, al principio a cierta distancia, para que no choquen unos con otros, manteniendo la profundidad de dieciséis, con la infantería ligera en la retaguardia. Mantienen las puntas de sus

lanzas en alto para evitar estorbarse con ellas. El oficial de entrenamiento y el heraldo marchan al frente de la línea, uno para el reconocimiento y con misión de guía, el otro para transmitir las órdenes del comandante. Si un tagma está siendo entrenado, su oficial al mando debe tomar su posición en el frente con el heraldo y el oficial de entrenamiento. Si un meros está siendo entrenado, nadie debe estar en el frente salvo el comandante del meros, montado, con dos heraldos, dos oficiales de entrenamiento, un estrator, un espatario21 y dos porta águilas22. Permanecen en su posición hasta que la línea de batalla llegue hasta el lugar de lucha. Entonces todos vuelven a los lugares donde sus estandartes están desplegados. El comandante no debe entrar en combate personalmente, tampoco los porta águilas, que están desarmados. Ningún trompetero o corneta, no importa cuántos sean, debe

tocar en cada meros excepto el del merarca, pues la confusión resultante puede evitar que las órdenes sean oídas. Libro XII, parte B, capítulo 12. Cómo debe ser la formación de la infantería ligera junto a infantería y caballería pesada La infantería ligera puede adoptar múltiples formas. A veces, los arqueros se sitúan en la retaguardia de cada columna en proporción al número de hombres, esto es, cuatro por cada dieciséis infantes pesados, para que si tal cantidad de infantería pesada se reduce hasta cuatro por columna, haya un arquero tras ellos. A veces, los arqueros son situados dentro de las columnas, alternando un infante pesado con un arquero. A veces son colocados en el medio de la columna y en los flancos de la línea, esto es, en el interior de

la caballería. Frecuentemente, si hay un gran número de ellos, son situados a corta distancia fuera de la caballería, junto con parte de la infantería pesada como protección lateral de la caballería estacionada allí. Las tropas con las jabalinas cortas o matiobárbulos deben estar tanto dentro de las filas de infantería pesada como a los flancos de la línea, no en el medio. Pero los honderos deben estar por encima de todo en los flancos de la línea. En este momento, formamos a los arqueros y al resto de la infantería ligera con armas arrojadizas tras las columnas durante del entrenamiento. Libro XII, parte B, capítulo 13. Cómo debe ser la formación de la caballería junto a infantería pesada La caballería debe formar en los flancos de la línea de infantería situando los mejores

tagmas con sus propios oficiales afuera. Si la fuerza de caballería es grande, esto es, más de doce mil hombres, debe tener una profundidad de diez; si la fuerza es menor, unos cinco. Un destacamento extra debe ser situado para apoyo en la retaguardia, lejos de los carromatos, para que si el enemigo se aproxima por esa dirección, pueda rechazarlo o, si la retaguardia no necesita tal ayuda, pueda apoyar a los flancos de la línea. La formación de este destacamento debe ser muy abierta, para no atropellar a la infantería cuando sea necesario hacer un giro. A la caballería se le debe ordenar no cabalgar tras el enemigo o avanzar demasiado lejos de la línea de infantería, incluso si el enemigo se da a la fuga. Podría correr hacia una emboscada y, por estar sola, pocos en número y lejos de cualquier apoyo, pudiera ser fuertemente golpeada. Si debiera retirarse por causa del enemigo,

tendrá refugio en la retaguardia de la línea de batalla, pero no más allá de los carromatos. Si, con todo, no puede aguantar, deberán los jinetes desmontar y defenderse a pie. Si el ejército quiere alinearse para la batalla, pero no para combatir ese día, y el enemigo carga contra nuestra caballería y no puede resistir, los jinetes no deben esperar la carga en su posición en los flancos de la línea, sino que deben moverse tras la infantería, es decir, entre la línea de combate y los carromatos. Para facilitar tal movimiento, la distancia entre la línea y los carromatos debe ser más grande de lo habitual, para que la caballería no sea detenida por cualquier maniobra que pueda hacer y no pueda ser alcanzada por las flechas enemigas. Libro XII, parte B, capítulo 14. En qué movimientos se debe ejercitar la

infantería El heraldo ordena: silentium, mandata captate, non uos turbatis, ordinem seruate, bando sequite, nemo demittat bandum, et inimicos seque23. Las tropas avanzan a ritmo uniforme y en silencio, sin que nadie susurre. Deben acostumbrarse a esos movimientos, ya sean órdenes orales, un movimiento de cabeza o alguna otra señal. Marchan o se detienen, reducen o dividen la profundidad de la columna, marchan uniformemente en orden cerrado durante una buena distancia sobre varios tipos de terreno, cerrando o estrechando su formación tanto en profundidad como en anchura, marchando en formación de fulcon, entablando una batalla simulada, a veces usando armas de madera y a veces espadas desenvainadas. Libro XII, parte B, capítulo 15. Un

segundo ejercicio Pueden dividirse en una doble falange y entonces reunirse en formación normal, frente a la derecha y a la izquierda, marchando hacia los flancos y retornando a su posición original, cambiando su frente a derecha e izquierda, ensanchando y acortando su formación, haciendo más profunda o doblando la profundidad de las columnas, cambiando su frente a la retaguardia y posteriormente girando otra vez. Libro XII, parte B, capítulo 16. Cómo comenzar los movimientos anteriormente mencionados Esas maniobras comienzan como sigue. Las tropas marchan o se detienen a una orden oral, a un gesto u otra señal. Cuando el oficial al mando quiere que se pongan en marcha, el oficial de entrenamiento hace

la señal con la trompeta, el cuerno o la voz y ellos marchan. Para detenerse, la señal se da con la trompeta, la voz o un golpe de la mano, y las tropas se detienen. Es esencial que las tropas se acostumbren a estas órdenes de voz o de señales, para que no se confundan por causa del choque de las armas, del polvo o de la niebla. Las columnas, que generalmente tienen dieciséis hombres de profundidad, pueden ser reducidas o divididas, por ejemplo, cuando el comandante quiere extender la anchura de la línea de batalla, ya sea para hacerla más impresionante o para que tenga las mismas dimensiones que la del enemigo. El oficial al mando da la orden: ad octo24, o exi25. Entonces se separan uno a uno fuera de la línea, la profundidad de las columnas ya queda reducida, la anchura de la línea de batalla se extiende y la profundidad queda establecida en ocho hombres. Si el oficial al

mando

quiere

hacerla de a cuatro, nuevamente ordena: exi26. Como se dijo anteriormente, todos ellos basculan hacia un lado, tanto a derecha como a izquierda. Hay que asegurase que todos se mueven conjuntamente a un lado. Deben marchar uniformemente en orden cerrado. Por ello, cuando algunos hombres en la línea avanzan por delante y toda la línea pierde uniformidad, la orden a dar es: dirige frontem27. Y el frente queda alineado. Los soldados se aprietan o cierran filas cuando la línea se encuentra a dos o tres tiros de flecha de la línea enemiga y se preparan para cargar. La orden es: iunge28. Uniéndose, se cierran hacia el centro, tanto de ambos lados como del frente y la retaguardia, para que los escudos de los hombres de primera línea se toquen entre ellos y aquellos alineados tras ellos estén casi pegados unos a otros.

Esta maniobra puede ser ejecutada mientras que el ejército está en marcha o cuando está en parada. Los que cierran las filas deben ordenar a aquellos de la retaguardia cerrarse enérgicamente hacia los del frente y mantener la línea recta, si fuese necesario, para prevenir que algunos huyan a causa del miedo. El ejército debe formar en fulcon cuando las dos líneas, la nuestra y la del enemigo, se aproximan, los arqueros están a punto de disparar y los hombres de primera línea no llevan cotas de malla o grebas. La orden es: ad fulcum29. Los hombres de las primeras filas se unen hasta que sus escudos se tocan, cubriendo completamente los espacios intermedios, incluso sus ángulos. Los hombres tras ellos colocan sus escudos sobre la cabeza, uniendo los escudos con aquellos de los hombres delante de ellos, cubriendo sus pechos y caras, y con esta formación atacan.

Cuando las filas se han cerrado adecuadamente, la línea se encuentra a un tiro de flecha del enemigo y la lucha está a punto de comenzar, la orden a dar es: parati30. Justo después otro oficial grita: adiuta31.

Al

unísono

todo

el

mundo 32 responde en voz alta y clara: Deus . Las tropas ligeras comienzan a disparar con sus arcos. La infantería pesada, que se ha situado en primera línea, avanza más cerca del enemigo. Si los hombres llevan matiobárbulos o armas arrojadizas, las disparan, dejando sus lanzas en el suelo. Si no llevan tales armas, avanzan aún más cerca, arrojan tanto sus lanzas como las jabalinas, desenvainan sus espadas y luchan, permaneciendo en su posición y no persiguiendo al enemigo si este se retira. Los hombres de la retaguardia mantienen sus cabezas cubiertas con sus escudos y con sus lanzas apoyan a aquellos de primera

línea. Obviamente, es esencial para los soldados de la primera línea mantenerse protegidos hasta chocar con el enemigo, para que no sean alcanzados por las flechas enemigas, especialmente si no llevan cotas de malla o grebas. Se dividen en doble falange cuando la línea avanza y fuerzas hostiles aparecen tanto por el frente como por la retaguardia. Asumiendo que las columnas tienen dieciséis hombres de profundidad, si el enemigo que se aproxima por delante está muy cerca y está a punto de comenzar la batalla, da la orden: medii partitis ad diphalangiam33. Los primeros ocho hombres se detienen. Los ocho siguientes dan la vuelta, formando así una doble falange. Si las columnas tienen ocho o cuatro hombres de profundidad, entonces la orden es: primi state, secundi ad diphalangiam exite34. Los secundi, bajo el mando del

decarca, retroceden a trescientos pasos, a suficiente distancia como para que las flechas enemigas no alcancen a la retaguardia de cada falange, sino que caigan en el espacio intermedio entre ellas. [Si se ordena] Reverte35, los soldados dan la vuelta, si la necesidad acucia, y vuelven a su formación original. Si, como pudiera ocurrir, una gran fuerza hostil se aproxima por la retaguardia de nuestra línea y los carros no nos siguen36, entonces los secundi se detienen y los primi salen y avanzan. La formación de doble falange se produce cuando la impedimenta no nos sigue o es atacada por el enemigo. El giro a la derecha o a la izquierda se realiza cuando el comandante mueve la línea por el flanco de cualquiera de los lados, como pudiera ser fácilmente, para extender la línea y flanquear al enemigo, para evitar ser flanqueado por él, para alcanzar terreno

más favorable o para pasar un desfiladero. Si el oficial al mando quiere marchar a la derecha, ordena: ad contum clina37. Cada soldado en su sitio gira. Moue38, y se mueven al lugar designado. Redi39 y retoman su posición original. Si quiere que marchen hacia la izquierda, ordena: ad scutum clina, move40, y el resto es como ya se ha descrito anteriormente. La línea de doble frente se forma en el caso que el enemigo nos rodee sorpresivamente, tanto por el frente como por la retaguardia, tras haber tenido tiempo de dividir la línea de batalla formando la doble falange. Da la orden: undique servate41. La mitad de las tropas se detiene rápidamente para contener el ataque enemigo desde el frente. La otra mitad gira hacia la retaguardia. Las filas del medio permanecen en su posición con sus cabezas

cubiertas por sus escudos. Cambia el frente a la izquierda o a la derecha cuando el comandante quiera llevar nuestra línea de batalla a la derecha o a la izquierda en función de cualquier emergencia que pudiera acontecer. La orden para esto es: depone aut dextram aut sinistram42. Cambiando cada tagma, uno a uno, toda la línea entera se colocará rápidamente en el frente designado. La línea se puede conformar más abierta o más cerrada. Cuando los soldados están en orden cerrado y el comandante quiere, como pudiera pasar a veces, dividir o adelgazar las columnas y extender la anchura de la línea de batalla o disminuir su fuerza, da la orden: largia ad ambas partes43. Y ellos se estiran. Esta maniobra puede ser ejecutada mientras la línea avanza o se ha detenido, con ambos flancos avanzando por los lados, y puede ser realizada por un meros individualizado o por

toda la línea. La profundidad de las columnas puede ser aumentada o doblada, cuando las tropas tienen cuatro soldados de profundidad y el comandante quiere doblarla para corresponder a la profundidad de la línea enemiga y hacer la propia más fuerte en preparación de la carga. La orden para esto es: intra44, y las filas pasan a ocho soldados de profundidad. Si quiere hacer que tengan dieciséis de profundidad, da la misma orden: intra. Uno a uno retoman su propia posición, y las columnas se doblan, retomando su formación original como una única unidad de dieciséis hombres. En caso de que el comandante quiera hacer las columnas de treinta y dos soldados de profundidad, aunque no es conveniente, ordena: acies in acies45, se duplican de la manera descrita anteriormente y la línea de batalla se hace más profunda mientras que su anchura se

reduce. La línea debe girar cuando la línea avanza y el enemigo en vez de acercarse por el frente lo hace por la retaguardia. Si el comandante quiere modificar el frente, los líderes de la columna se sitúan en retaguardia manteniendo la profundidad de dieciséis soldados y ordena: muta locum46. La línea no cambia hasta que los líderes de la fila avanzan entre las líneas hasta la retaguardia; el resto de los hombres los siguen y forman un nuevo frente cara al enemigo. Lo mejor es hacer esto antes de cerrar filas. Pero si ya las han cerrado y no hay tiempo para abrirlas de nuevo, la orden a dar es: transforma47. Permaneciendo en su posición, cada hombre gira hacia la retaguardia y de los dieciséis hombres, el que cierra la fila está ahora por delante del líder de la fila.

Libro XII, parte B, capítulo 17. Cómo debe ser la formación de la línea de batalla y el entrenamiento en resistir al enemigo Tras entrenar a cada tagma de forma completamente satisfactoria de la manera descrita anteriormente, todo el ejército debe ser unificado y formado con el equipo completo como si fuese a combatir. Debe haber tanto infantería pesada como ligera, caballería, carromatos y el resto de la impedimenta y, en el lado opuesto, hay que alinear una simple línea opuesta a nuestra tropa, compuesta tanto por infantería como por caballería, disparando flechas sin puntas. Esta simple línea debe moverse en formación contra nuestra línea de batalla, a veces levantando polvo, gritando y en desorden, a veces por detrás o atacando nuestros flancos o retaguardia, para que nuestros soldados, a pie o a caballo, se

acostumbren a todo tipo de condiciones y no se vean alterados por ellas y los merarcas ganen destreza en encuentros directos. La caballería debe recibir entrenamiento similar, algunas veces situada en el flanco, a veces moviéndose a la retaguardia de la infantería y volviéndose desde la retaguardia. Los meros se colocan en línea de batalla con intervalos de cien o doscientos pies entre ellos, para que no se apelotonen unos con otros mientras marchan, sino que puedan también actuar al unísono durante la batalla y darse apoyo mutuo. Deben ser instruidos para usar el meros central como guía, pues es allí donde se encuentra el estandarte del estrategos. Es por esta razón que los tácticos del pasado denominaron al centro de la línea de batalla la boca o el ombligo, pues el resto de la formación sigue su liderazgo. Ya que es más rápido y seguro cerrar o

estrechar las filas que abrirlas o estirarlas, la formación inicial de las columnas no necesita ser de dieciséis soldados de profundidad, sino solo de cuatro, para que nuestra línea de batalla parezca más impresionante para el enemigo y relaje a nuestros soldados mientras avanzan, especialmente si se hace a alguna distancia. Si la necesidad obliga a hacer la línea de a ocho o de a dieciséis de profundidad, este tipo de cierre puede ser realizado rápidamente durante la marcha. Por otro lado, si la formación es ya estrecha y cerrada y la necesidad obliga a extender su anchura, se necesitan muchas horas para ello. No es inteligente, además, extender la línea cuando el enemigo está cerca. Los portaestandartes, montados, deben permanecer con sus comandantes hasta que la línea de batalla se haya formado y entonces ocupan su lugar en la formación a pie. Aunque sean más profundas las columnas del enemigo, la profundidad de

nuestras propias columnas no debe exceder de dieciséis soldados, ni ser menor de cuatro. Más de dieciséis no es práctico y menos de cuatro es débil. Las filas centrales deben tener una profundidad de ocho infantes pesados. Debe observarse un absoluto silencio en el ejército. Los que cierran las filas en cada columna deben ser instruidos para que si escuchan algo más que un susurro de uno de sus hombres, los pinchen con el extremo de sus lanzas. En combate también deben empujar a los hombres por delante de ellos, para que ninguno pueda dudar y huir. Los infantes no deben hacer marchas largas con armamento completo. En caso de que sus adversarios retrasen las cosas y la línea de batalla deba esperar, no se les debe obligar a esperar demasiadas horas, para que justo en el momento en que la batalla esté a punto de comenzar, no estén ya agotados por causa del peso del armamento, sino que deben,

por el contrario, sentarse y descansar. Solo cuando el enemigo se aproxime, el ejército debe ser reordenado y así estarán frescos y en buenas condiciones. Nadie debe marchar por delante de la línea de batalla salvo los merarcas, montados, cada uno acompañado por dos heraldos, dos oficiales de entrenamiento, un estrator y un espatario, uno por cada comandante y los porta águilas. Deben permanecer en su puesto hasta que el enemigo se aproxime y entonces cada uno debe ocupar su posición en su propio meros. Hay que saber que es muy bueno y práctico que la infantería o sus unidades individuales se acostumbren rápido a las señales u órdenes usadas en sus entrenamientos, pues hacen a los soldados más obedientes y preparados para la acción. No es necesario que en la batalla toda la línea maniobre a una señal. No siempre el terreno o la situación lo permite,

especialmente si la línea está compuesta por demasiados hombres y se extiende a mucha distancia. Las señales que deben darse en ciertas situaciones no deben ser entendidas por todas las tropas, del mismo modo que los movimientos del enemigo no son uniformes. Supón, por ejemplo, que una unidad de la línea es poco profunda y el enemigo la está haciendo retroceder. Otras unidades, cuyas filas sean más profundas, podrán ayudarla. Si una unidad está siendo rodeada por el enemigo, las otras pueden formar en un doble frente y ayudarla. Por estos motivos, cada unidad debe adaptar los movimientos descritos anteriormente a las formaciones del ejército que le está atacando y no deben [los soldados] esperar otra señal. De hecho, es necesario para todos parar o avanzar uniformemente obedeciendo a una única señal hasta el momento de contacto con el enemigo. Por todo ello, nuestros predecesores dividieron

grandes ejércitos en varias unidades y tagmas. Libro XII, parte B, capítulo 18. Cómo hay que acomodar los carros y la impedimenta Si se decide que la impedimenta avance siguiendo al ejército, debe situarse a un tiro de flecha tras la infantería con cada sección acompañando a su propio meros en buen orden. Los carromatos deben ocupar la misma extensión de terreno que la línea de batalla, para que no sobresalgan y queden desprotegidos. Cada carromato debe tener su parte trasera cubierta por telas pesadas, para que los conductores puedan erguirse de espaldas y protegerse sobre una plataforma y los bueyes queden protegidos de la lluvia de flechas. Los carros portadores de ballistas deben distribuirse a lo largo de todo el frente, con la mayor parte, incluidos

los más potentes, situados en los flancos. Los conductores deben ser capaces de usar jabalinas, hondas, matiobárbulos o flechas. El resto de la impedimenta debe permanecer en los carromatos. El área entre la línea de tropas y los carros debe ser mantenida limpia, para que la infantería pesada pueda dividirse en doble falange y, en caso de ataque a los carros, tanto la caballería como las tropas ligeras puedan avanzar sin que los carros presenten un obstáculo o causen confusión. Si una fuerza poderosa y hostil acosa a los carromatos por detrás y los conductores no pueden mantenerla alejada y tampoco están las tropas en la doble falange, entonces siembra unos pocos abrojos. En tal caso hay que ser cuidadoso de que el ejército no retorne por la misma ruta, sino por otra, para que no sean heridos los nuestros por ellos.

Libro XII, parte B, capítulo 19. Cómo debe ser el método de marcha con el enemigo en las cercanías Deben enviarse patrullas de caballería tanto por delante como por la retaguardia, y a nadie de la infantería debe permitírsele ir más allá de la línea de patrullas. Los campamentos deben estar relativamente cerca unos de otros, para que la infantería no se agote por marchas a larga distancia. Los carromatos deben estar preparados de acuerdo a las necesidades de cada meros del ejército, tanto si se marcha en columna o en línea, dependiendo de la naturaleza del terreno. Primero deben estar los carromatos del meros de la derecha, posteriormente los de la izquierda, los del centro-izquierda y finalmente los del centro-derecha. No debe haber confusión o mezclas entre las diferentes secciones. Si el enemigo está en las cercanías, los soldados no deben dejar

sus armas en los carromatos, sino que deben llevarlas consigo durante la marcha, para que puedan estar preparados en todo momento para el combate. En momentos de presión, deben marchar en orden de formación de batalla, tagma a tagma, sin mezclar o dispersar unidades para que, si fuese necesario formar la línea de batalla, se encuentren así en buena disposición para formarla. Si la fuerza de caballería enemiga es grande y se aproxima a nuestro ejército no debemos mover los campamentos o emprender una marcha hasta después de que la batalla termine. En lugar de eso, dos o tres días antes hay que ocupar el lugar donde probablemente se vaya a librar la batalla y allí acampar con las debidas precauciones. Libro XII, parte B, capítulo 20. Cómo hay que atravesar zonas boscosas, zonas escabrosas y pasos estrechos por

parte de la infantería Para una expedición exitosa contra un enemigo en áreas boscosas, terreno complicado o pasos estrechos, especialmente contra los eslavos y los antes, las tropas deben ser equipadas ligeramente y sin incluir muchos jinetes. Se debe marchar sin carromatos y la impedimenta no debe ser demasiada ni se debe llevar armamento pesado como cascos y cotas de malla. Las tropas con armamento pesado deben llevar escudos de tamaño moderado, lanzas cortas, no las del tipo que usa la caballería; los hombres con armamento ligero deben llevar escudos más pequeños, arcos y flechas más ligeras, lanzas cortas, jabalinas cortas del tipo moro48 y algunos matiobárbulos. Deben llevar todas las hachas disponibles y transportarlas en los animales de carga para ser usadas cuando sea necesario. La fuerza

de infantería pesada no debe ser colocada en línea continua o frente como en terreno plano o abierto, sino dependiendo del tamaño de la tropa, en dos o cuatro unidades, de dos o cuatro filas de profundidad. Deben avanzar de flanco, como muestra el diagrama siguiente, adaptado a las necesidades de la situación y sus unidades deben marchar y separarse hasta situarse a un tiro de piedra. Si la caballería o la impedimenta está presente, esta debe situarse en la retaguardia, seguida por la caballería y tras ellas debe haber unos pocos infantes pesados y ligeros como guardia de retaguardia para proteger a esta de posibles ataques sorpresa. Parte de la infantería ligera, acompañada de una pequeña unidad de caballería, debe avanzar hasta una milla por delante del cuerpo principal del ejército. Otros deben marchar por ambos flancos para patrullar y descubrir cualquier emboscada enemiga. Deben investigar cuidadosamente

entre los árboles que parecen estar derechos, pero que pudieran estar algo aserrados, por tanto podrían ser rápidamente abatidos y bloquear esos pasos estrechos en los que un ataque sorpresa podría causar serios problemas. La infantería ligera, acompañada por parte de la caballería, debe estar alerta contra tales estratagemas y, al mismo tiempo, debe limpiar el terreno de cualquier presencia enemiga oculta. Así el cuerpo principal del ejército puede atravesar dicha área. Donde el terreno es abierto, la caballería debe cabalgar por delante como patrulla, pero donde exista terreno denso y escabroso, avanzará la infantería ligera. La infantería ligera no debe formar en orden cerrado como la infantería pesada, sino en grupos irregulares, esto es, tres o cuatro soldados armados con jabalinas y escudos para que se puedan proteger si fuese necesario mientras arrojan la jabalina. Debe

ir también un arquero que les provea de cobertura. Esos pequeños grupos, como se cita anteriormente, no deben avanzar en formación sólida, ni deben andar dispersos, sino que deben estar uno tras otro para protegerse mutuamente la retaguardia. Si algo le sucede al grupo que va al frente, si, por ejemplo, encuentran resistencia por parte del enemigo o se encuentra atascado en terreno montañoso, los grupos tras ellos pueden avanzar por la parte superior de la montaña sin ser observados y caer sobre el enemigo sin ser vistos. Este debe ser siempre el objetivo de la infantería ligera, avanzar por el terreno más alto para caer a espaldas del enemigo. La infantería ligera debe ser instruida en no avanzar demasiado lejos del cuerpo principal del ejército, tanto como para no oír sus trompetas o cuernos, como para que no se encuentre sin apoyo y sea sobrepasada en número. Si los cuatro meros del cuerpo principal del ejército, que

avanzan de flanco, encuentran un punto tan estrecho que los cuatro no pueden pasar a la vez, entonces dos meros deben retroceder y formar una doble columna. Si el lugar es demasiado estrecho para dos meros, entonces avanza con un único meros, alineándolo en una única columna de flanco y el resto por detrás y siempre, como se ha dicho, manteniendo a las tropas ligeras por delante. Tras pasar el lugar estrecho, retoman su formación original en cuatro unidades o meros marchando de flanco. Si una poderosa fuerza enemiga aparece frente a ellos o por el flanco, deben formar el frente de batalla en esa sección amenazada. Si, por ejemplo, el enemigo aparece a la izquierda de la columna, el meros de ese flanco se detiene en formación y los otros tres avanzan para ocupar sus propias posiciones. Si por el contrario, el enemigo aparece por la derecha, se realiza la maniobra correspondiente y el frente forma

en esa dirección. Si aparecen por el frente, contra uno o ambos meros centrales, los otras dos basculan hacia la derecha pasando de columna a línea y formando para la batalla con su flanco como frente. Si el terreno permite a nuestras tropas marchar en orden cerrado contra el enemigo, entonces la infantería ligera y la caballería deben rodear al enemigo. Pero si la formación en orden cerrado no es practicable, entonces hay que alinear la infantería pesada con mayor profundidad y con espacios más amplios entre los hombres, para que puedan moverse más fácilmente en áreas boscosas y, si fuese necesario, volver al orden cerrado. Si, incluso, esto no es factible, el cuerpo principal debe detenerse mientras que la infantería ligera, apoyada constantemente por parte de la infantería pesada y la caballería, debe ser enviada contra el enemigo. Deben darse órdenes al ejército para que

en el momento de la marcha, si se da la voz de alarma de que el enemigo está en las proximidades, el ejército al completo no se ponga nervioso y avance hacia tal lugar, sino que la infantería pesada debe mantener su formación, mientras que la ligera de cada meros debe correr hacia el hombre que dio la voz de alarma. Las tropas del frente no deben apresurarse a moverse a los flancos o aquellas de los flancos hacia el frente sin que les sea ordenado por su oficial comandante, sino que cada meros debe apoyar a sus propias tropas en el momento de la alarma, según demande cada situación para que, en el momento en que las tropas estén seriamente presionadas, retrocedan rápidamente hacia el cuerpo principal de la infantería pesada, y no puedan ser aplastadas por el enemigo. En consecuencia, la infantería puede emprender la marcha en seguridad y en buen orden, como hemos señalado, en áreas densamente boscosas y

en terreno escabroso, ya sea formando en cuatro o en dos meros, dependiendo del terreno, y más en terreno abierto usando una formación con el frente en el flanco y manteniendo sus columnas medianamente anchas y profundas. Se debe tener siempre presente en la mente que en terrenos densamente boscosos los lanzadores de jabalina son más necesarios que los arqueros o los honderos. Por ello, la mayor parte de la infantería ligera debe ser entrenada en el uso jabalinas y lanzas cortas. Los arqueros, preferiblemente, son útiles en constante conexión con la línea de batalla principal y en terreno escabroso, pronunciado, estrecho o abierto. Los lanzadores de jabalinas, por su parte, deben ser estacionados lejos de la línea principal y son particularmente necesarios en áreas densamente arboladas. Es importante la seguridad de nuestros lugares atrincherados y campamentos. Si es

posible, deben instalarse las tiendas en terreno abierto, pero, si no puede ser, la seguridad no se debe ser descuidada, sino que los campamentos deben estar adecuadamente protegidos y fortificados y hay que evitar aquellos lugares rodeados por áreas más altas. No hay que ordenar descanso al cuerpo principal hasta que todo el mundo haya instalado su tienda, el campamento esté adecuadamente fortificado, y las patrullas, enviadas. Todo el mundo debe recordar que el toque de cuerno es la señal de parar y el toque de trompeta es la señal de marchar. Hemos añadido algunos esquemas para mayor aclaración de las formaciones descritas en este capítulo.

La formación en línea usando cuatro falanges. Esta formación es básica cuando la fuerza de infantería es muy grande y el terreno es favorable, también en caso de que se quiera atravesar un área rápidamente y también es la más adecuada para cambiar el frente hacia el flanco. Libro XII, parte B, capítulo 21. Cómo debe ser el transporte por ríos y el cruce de los mismos frente al enemigo

Todo debe preparase de antemano, los barcos de guerra, los otros barcos y los aparejos, barcos de suministro, barcos más pequeños y material para hacer puentes, incluyendo las riostras y pontones. La flota debe organizarse como un ejército que marcha en tierra. Será mandada por moirarcas, merarcas y los respetivos oficiales de los tagmas que conforman la armada. Cada nave de guerra debe llevar un estandarte regular en su mástil principal para señalar qué oficial manda la nave. A continuación, un almirante o estrategos debe llevar el mando de toda la flota. Si hay un gran número de naves de guerra, divídelas en tres divisiones, cada una con un oficial al mando, y cada una con un trompetero y heraldos. En la proa de todos ellos, o por lo menos en la mayor parte de los buques de guerra, monta una pequeña ballista, cubierta con una tela pesada, para que sus disparos puedan

repeler cualquier ataque del enemigo mientras aún se encuentre a buena distancia. Se deben asignar buenos y competentes arqueros a los barcos y a posiciones fortificadas construidas para ellos. En el momento de zarpar, todos los nuevos lugares de atraque deben estar predeterminados; los navíos de guerra navegan en orden de acuerdo a sus divisiones y manteniendo su formación preestablecida y, como se mencionó, cuando se sitúan en su lugar asignado y cuando ya todos están en su posición y a salvo, podrán navegar en formación hasta el siguiente lugar de atraque. Debido a que no siempre es cierto que puedan cargarse las redes y los demás aparejos pesados en las naves de guerra, los buques de transporte que llevan todo esto deben organizarse bajo el mando de sus propios oficiales como en el caso de la impedimenta en tierra. No hay que atracar las naves de transporte demasiado lejos del

punto de origen, para que las más pesadas puedan llegar a tiempo, atraquen y zarpen al mismo tiempo que las naves de guerra. Los barcos más pesados deben navegar detrás de los de guerra, y detrás de ellos debe haber otro conjunto de naves para protegerlos. Si fuese necesario atracar las naves para acampar en tierra cuando el enemigo se encuentra en las cercanías, hay que hacer unas sólidas trincheras para prevenir cualquier ataque sorpresa que el enemigo fácilmente pudiera intentar de noche. Si la batalla naval es inminente y el enemigo se alinea para el combate, entonces hay que situar los barcos de guerra en una única línea y hacerlos navegar uniformemente a suficiente distancia como para evitar entrecruzarse entre ellos, colisionando o chocando sus remos. Esta línea debe ser suficientemente larga como para ocupar la anchura navegable del río. Como se ha dicho, los barcos deben formar

en un amplio frente, y los restantes deben ser situados en segunda o tercera línea a un tiro de flecha de la retaguardia. En caso de que haya que desembarcar en la orilla opuesta en el que se encuentre el enemigo, hay que tender un puente, es decir, construirlo. Se debe comenzar en nuestra orilla recogiendo los materiales necesarios, incluyendo grandes esquifes, y, posteriormente, clavar los pilotes para construir el puente, presuponiendo por supuesto, que todo, tanto pilotes como pontones, está disponible. En el momento de inicio del puente y con las obras a un tiro de flecha de distancia de la orilla opuesta, hay que utilizar las ballistas de las naves de guerra o de los barcos que las lleven para limpiar dicha orilla. De esta forma, se puede construir el puente completamente a salvo, sección por sección, hasta llegar al otro lado. Tras asegurarlo a ambas orillas, entonces, especialmente en el lado donde se

encuentra el enemigo, para posterior defensa del puente, hay que construir torres de madera, ladrillo o piedra seca. Antes de ello hay que cavar fuertes trincheras para ser ocupadas por la infantería con ballistas, para que la construcción de las torres pueda ser completada sin obstáculos. Gracias a todo esto, el ejército podrá entonces cruzar el río, incluyendo tanto la caballería como la impedimenta. Libro XII, parte B, capítulo 22. Cómo construir campamentos fortificados Las carretas deben quedar estacionadas alrededor del lugar del campamento, y en caso de emergencias deben ser clavadas en tierra y si el terreno lo permite cavar una fosa con cinco o seis pies de ancho y siete u ocho de profundidad, con la tierra formando terraplén del lado de dentro. Exteriormente los agujeros con los abrojos deben estar

diseminados y debe haber pequeños hoyos excavados con estacas afiladas clavadas en el fondo. La situación de todos estos elementos debe ser conocida por las tropas, para que puedan evitar caer en ellas y herirse. A lo largo del perímetro del campamento debe haber cuatro grandes puertas reconocibles y otras más pequeñas49. El oficial al mando de la unidad acampada en las cercanías de cada puerta debe ser el responsable de protegerla. Justo al lado de la línea de carretas deben estar las pequeñas tiendas pertenecientes a las tropas ligeras, y junto a ellas un gran y amplio espacio de trescientos o cuatrocientos pies y a partir de ese punto debe instalarse el resto de las tiendas. Cuando el enemigo comienza a disparar, de esta forma, no alcanzará a los hombres del centro, pues las flechas caerán en el espacio vacío50. Dos calles anchas deben correr a lo

largo del campamento en forma de cruz, cruzándose en el medio51. Estas calles deben tener como cuarenta o cincuenta pies de ancho y a ambos lados debe haber tiendas alineadas en filas con un pequeño espacio entre ellas. Cada merarca debe acampar en medio de sus tropas. La tienda del estrategos debe estar en uno de los lados, no en el cruce central, así no se interferirá con el flujo del tráfico y para que él mismo no sea molestado por las tropas que circulan por la intersección52. Si la situación es tal que la caballería tiene que estar dentro del campamento, debe situarse en el medio y no cerca del extremo. Los tribunos más competentes con los tagmas bajo su mando deben situarse en las puertas del campamento, para que desde el toque de retreta53 nadie en el campamento pueda entrar o salir sin el permiso del estrategos. Se ha de tener

especial atención a las patrullas nocturnas de la caballería, si permanecen dentro del campamento. El comandante al mando de cada meros debe tener a uno de sus heraldos permanentemente en la tienda del estrategos, y cada tribuno debe tener un heraldo en la tienda del merarca. Para que sea más rápida la transmisión de órdenes para todos. El estrategos debe tener a su servicio trompeteros y cornetas. Las trompetas deben sonar tres veces al atardecer como señal del cese de la actividad; los hombres deben entonces cenar y cantar el Trisagion54. Parte de los propios guardias del estrategos deben ser destinados para la inspección y para ordenar silencio a lo largo del campamento, para que nadie diga el nombre de su camarada a gritos. Hay muchas ventajas en mantener el silencio, por ejemplo, a menudo permite detectar a

los espías enemigos acechando en el campamento. Por otro lado, el ruido puede traer muchos problemas. El baile y las palmas deben estar prohibidos, especialmente tras la retreta de la tarde, no solo por ser desordenados y problemáticos, sino por ser un desperdicio de energía para los soldados. Cuando el ejército está en marcha, las órdenes deben darse la tarde anterior. De esta forma, al amanecer del día siguiente el cuerno debe sonar tres veces y la marcha comienza55. Las unidades se mueven en orden, en primer lugar la infantería pesada y, posteriormente, los carromatos de la impedimenta. El uso de los abrojos es esencial. Si el terreno es rocoso y es imposible cavar o es demasiado tarde para montar el campamento, hay que diseminar los abrojos apropiadamente del mismo modo que se cavarían las trincheras.

Los antiguos56 han descrito varias formas para los campamentos o lugares atrincherados, pero este autor recomienda el de cuatro lados, como forma básica y adecuada para el buen orden. Los campamentos situados en un frente amplio o en terreno elevado hacen que el ejército parezca más impresionante que aquellos situados en terreno llano o en pendiente. Si, por consiguiente, se quiere impresionar a los exploradores enemigos, se deben seleccionar localizaciones con un frente amplio, especialmente si en ellas se encuentran los suministros y provisiones que necesitamos. Deben escogerse lugares saludables y limpios para los campamentos y no debemos permanecer demasiado tiempo en un mismo lugar, a no ser que el aire y la disponibilidad de suministros sean muy ventajosos. De lo contrario, las enfermedades podrían

extenderse entre las tropas57. Es muy importante que las necesidades fisiológicas no se realicen en el interior del campamento, sino en el exterior, a causa de los olores desagradables, especialmente si hay razones para que el ejército permanezca en un mismo lugar. En momentos críticos hay que escoger un lugar con un pequeño arroyo que fluya por el medio del campamento para conveniencia de las tropas. Pero si aquel es largo y rápido, es mejor dejarlo en un flanco como ayuda en la protección del campamento. Cuando la caballería acampa en el interior, debe ponerse especial atención en las rondas nocturnas. Si un río de buenas dimensiones fluye por el campamento, los caballos no deben abrevar en él a su entrada por el campamento, para que no levanten el cieno del fondo ensuciando el agua y haciéndola no adecuada para el consumo de los

soldados, sino que los caballos deben abrevar corriente abajo. Si esta es pequeña, los caballos deben abrevar en cubos, para que no remuevan el fondo. El campamento tampoco debe colocarse cerca de colinas que sean accesibles para el enemigo para que, desde ellas, no lance flechas al interior del campamento. Antes de estar cerca del enemigo, se debe intentar no acampar cerca del agua. Esto es particularmente aplicable a la caballería. Caballos y jinetes pueden tener la costumbre de beber mucho y cuando no está disponible, como en estas ocasiones, no pueden soportarlo y flaquean. Antes de estar cerca del enemigo, la infantería no debe acampar conjuntamente con la caballería dentro de los lugares atrincherados, sino que la caballería deberá permanecer fuera, aunque cerca del campamento, para que no estén apretados y no den la impresión a los espías enemigos

de ser el ejército pequeño en número. Debe determinarse unos pocos días antes, sin embargo, cuánto espacio se necesitará y cómo debe ser dividido y, si la situación así lo requiere, cuántos caben dentro. Cuando el enemigo se halla cerca, la caballería se unirá a la infantería y acampará conjuntamente en secciones prefijadas. En el momento del combate se debe tener cuidado en situar el campamento en una posición fuerte y prever suministros para varios días, no únicamente provisiones para los hombres sino, si es posible, también para los animales, pues el resultado de la batalla es incierto. Pese a todo, hay que poner especial atención a la forma de defender el suministro de agua contra el enemigo en caso que el campamento necesite apoyo. Si el lugar de la batalla es un lugar abierto y ancho, se debe intentar siempre tener un río, un lago o algún otro obstáculo natural para proteger tu retaguardia. Hay que

construir un campamento fuerte y situar los carromatos siguiendo a las tropas en orden. Si el terreno es escabroso y accidentado, hay que dejar los carros de la impedimenta y el resto del bagaje en el campamento con unos pocos de sus conductores como guardia y formar la línea de batalla cerca del campamento en un lugar adecuado. Si el terreno es escabroso, especialmente cuando el enemigo es de caballería, el terreno complicado es, por sí mismo, una buena protección para nuestro cuerpo central del ejército. Si los carromatos acompañan a las tropas por este tipo de terreno, no solamente serán innecesarias, sino que serán un estorbo. Se debe tener mucho cuidado con los bueyes que tiran de los carros, para que mientras avanzan con el ejército y los carros tienen que parar, no se asusten por el ruido que hace el enemigo, por las flechas que dispara o por el pánico y creen así confusión

en toda la línea. Los bueyes deben estar trabados o atados para que, como se mencionó, si algunos de ellos son alcanzados por las flechas, no puedan causar confusión entre la infantería. Por todo lo dicho no deben estacionarse demasiado cerca de ella. Cuando surja la necesidad de ayudar a una posición atacada u ocupar una posición rápidamente y los carromatos no puedan llegar a tiempo y para que no ralenticen la marcha, deben ser dejados en un lugar fortificado y la infantería debe continuar con sus provisiones. Deben hacerse planes para transportar las provisiones en paquetes sobre camellos58 o sobre caballos utilizados para este uso. También se debe llevar una provisión de abrojos. Cuando llegue el momento de instalar el campamento, la infantería cava la trinchera de la forma habitual, dispersa los abrojos e interiormente construye la muralla o empalizada de madera. Esto provee de tanta

protección como harían los carros de la impedimenta y así, no llevando los carromatos, evitamos marchar más despacio o crear cualquier otro problema que a menudo pueda suceder. Si hay una gran fuerza de caballería en el ejército y solo una pequeña de infantería y se decide que la impedimenta permanezca en el campamento, no hay que mantener a toda la infantería dentro del mismo. Parte debe quedarse con ella de guardia, mientras que el resto debe ser puesta en formación fuera de las puertas del campamento y de las trincheras. Así, en caso de que la caballería deba retirarse sin tener infantería con ella, esa infantería puede cubrirla y darle la oportunidad de girar contra el enemigo o, por lo menos, de entrar en el campamento en buen orden sin estar peligrosamente amontonada en las puertas. Libro XII, parte B, capítulo 23.

Cuestiones a ser consideradas por el estrategos de infantería en día de batalla Si la caballería enemiga es muy numerosa, sobrepasándonos en número y nuestras tropas no están acompañadas de impedimenta, no hay que formar para batalla en terreno abierto y llano, sino en terreno escabroso y dificultoso, esto es, en lugares pantanosos, pedregosos, accidentados o boscosos. Hay que tener la precaución de enviar patrullas para mantener nuestra retaguardia y flancos protegidos contra el ataque. Hay que situar algo de la infantería pesada restante en los flancos y en el centro de los carromatos de impedimenta para que, en el caso de ser necesario, pueda ayudar a destruir los planes enemigos de causar problemas en torno a los carromatos, a la línea de batalla o a nuestra caballería.

No hay que empeñar la caballería en muchas batallas de infantería, salvo unas pocas en los flancos de la línea de batalla, hasta tres mil o cuatro mil jinetes, pero no es aconsejable tener más, deben ser buenos soldados y llevar cotas de malla. Si se presenta la oportunidad, su misión es atacar a las unidades enemigas en retirada. No es aconsejable un número mayor que este. Si el ejército enemigo consiste en caballería y está poco dispuesto a encarar combate contra la infantería y si nuestra fuerza de caballería es fuerte, considerando que nuestra infantería es débil, entonces alinea tres meros de caballería en el frente y sitúa la línea de infantería detrás, en buen orden, a una o dos millas tras aquellos. Ordena a la caballería no separarse de la infantería a demasiada distancia. Si son forzados a retirarse por el enemigo, deben hacerlo por los flancos y situarse en la retaguardia de la línea de batalla y no en el

frente, para que no cause su ruptura. En el día de la batalla, no hay que adelantar la línea de infantería a gran distancia, a no más de dos millas del campamento, para que no pueda agotarse por causa del peso de la armadura. Si el enemigo retrasa la batalla, hay que hacer sentar y descansar a los hombres hasta que él esté cerca. Si el tiempo es caluroso, hay que dejar que se quiten los cascos y se refresquen. En tales ocasiones no deben llevar vino con ellos, para que no les caliente ni les embote sus mentes. El agua, sin embargo, debe ser transportada en los carromatos y se ha de dar a cada uno aquella que necesite para permanecer en la formación. Libro XII, parte B, capítulo 24. Sinopsis de la instrucción anteriormente señalada que debe ser conocida por los tribunos o comandantes de los tagmas

de infantería El heraldo grita las siguientes órdenes: «Atención. Atentos a las órdenes. Que nadie abandone su posición. Todos mirando al estandarte. Que nadie rompa filas. Perseguid al enemigo en formación y en orden»59. Las tropas marchan en calma, tranquilamente, a paso sostenido, manteniendo en alto las puntas de las lanzas. Deben comenzar a maniobrar tan solo a la señal, ya sea por voz o por gesto, tanto para marchar o parar como para dispersarse o dividir sus filas. En este caso la orden es: exi a stemma60. Marchan en calma y en orden cerrado durante cierta distancia. Si el frente del tagma es poco uniforme, la orden es: dirige frontem61. Para reducir o disminuir la profundidad o el ancho de la formación, la orden es: iunge fulco62. Para marchar, la orden es: ami fulco63.

Se debe simular el combate individual, algunas veces con bastones, algunas veces con espadas desenvainadas. Un hombre grita: adiuta64, y todos responden al unísono Deus65. SEGUNDO ENTRENAMIENTO Para formar la doble falange se da la orden: primi state, secundi exite66. Para moverse a derecha o a izquierda, si el comandante quiere que se muevan a la derecha ordena: «¡Girad a la derecha!»67. Si hacia la izquierda: «¡Girad a la izquierda. Moverse!»68 y se mueve. [Ordena] «Redi»69 y retoman su posición original. Para formar la línea defensiva de doble frente, la orden es: «¡Frente a todas las direcciones. Volved!»70. Entonces ellos retoman su posición original. Para cambiar el frente a la derecha o a la izquierda, si es para la

derecha: «¡Cambiad a la derecha!»71, si es para la izquierda: «¡Cambiad a la izquierda!»72. Para extender o alargar, si el comandante quiere extender la línea a la derecha ordena: largia ad dextram73. Si es hacia

ambos lados: largia ad ambas 74 partes . Para aumentar o doblar la profundidad de las columnas, si la profundidad es de ocho o cuatro hombres ordena: intra75. Para hacer frente a un ataque por la retaguardia la orden es: transforma76. Los reglamentos escritos que recuerdan estas maniobras deben ser dados a los tribunos, y los merarcas deben también conocer el propósito de los movimientos. PARTE C. DIAGRAMA DE UN CAMPAMENTO FORTIFICADO Hay que anotar que la línea exterior de la

impedimenta indica una trinchera. Los abrojos son indicados por la letra lambda y las señales del medio son para las tiendas. Las calles principales, conformadas en cruz, deben tener cincuenta pies de ancho y el espacio alrededor de las carretas, doscientos. Debe haber una zanja en el lado exterior para los abrojos, para que los animales u hombres en el campamento no puedan tropezarse, descuidadamente, en ellos.

PARTE D. LA CAZA. CÓMO SE DEBEN CAZAR ANIMALES SALVAJES SIN HERIDAS GRAVES O GRAVES

ACCIDENTES Dedicar algún tiempo a la caza de es gran importancia para los soldados pues no solo les hace estar más alerta y ayuda a ejercitar los caballos, sino que también les da una buena experiencia en tácticas militares. Es muy importante para los soldados convertirse en expertos en la caza por medio de la constante práctica, durante los momentos más adecuados y convenientes del año, cuando la inexperiencia puede fácilmente aprender y aquellos que cometen errores, como se pudiera esperar, pueden ser corregidos sin causar daño alguno. Desde que la Divina Providencia ha creado tantos animales salvajes, ágiles de mente y ligeros de patas, que corren bajo sus propios líderes, son realmente adecuados esos ataques sobre los animales77 si pudieran ser realizados con algún grado de táctica y estrategia.

Las formaciones no deben ser muy profundas para que no ocupen tan poco espacio que sean inútiles en el momento de rodear a la caza. Tampoco deben ser demasiado extensas, con los soldados a gran distancia para que la caza no se escurra a través de los huecos de la formación y se escape. En terreno abierto y llano la línea puede extenderse hasta siete u ocho millas, pero no más; en terreno medianamente nivelado pero denso la distancia deberá ser menor. Es importante marcar un límite para el número de jinetes que pueden adaptarse a cada milla en formación suficientemente holgada para que no choquen entre ellos y se mezclen mientras cabalgan. Se permite así entre ochocientos a mil hombres por cada milla. El día anterior a la caza unos pocos exploradores deben ir en su busca y deben estudiar el terreno con cuidado. Los

comandantes de cada unidad deben entonces dar órdenes a sus tropas. Una vez que la línea se ha formado, todo el mundo tiene que moverse tranquilamente y en orden. Nadie ha de abandonar la formación ni su lugar asignado, incluso si se encuentra terreno complicado. Nadie debe espolear a su caballo o disparar cuando se supone que no lo tiene que hacer. Si, sin embargo, la caza se ahuyenta, el arquero más próximo ha de disparar contra ella, sin abandonar su lugar en la fila. Uno de los heraldos tiene entonces que llevar la pieza muerta78 al comandante del tagma y nadie más deberá osar tocarla. Si, por algún descuidado, la caza huye, ese hombre responsable de dejarla escapar habrá de ser castigado. Nadie debe cabalgar al frente de la línea salvo el merarca con sus propios heraldos y los comandantes de los tagmas con los suyos. Los merarcas distribuirán a sus heraldos a lo largo del frente de cada

meros para transmitir las órdenes del estrategos y los informes de los exploradores al momento de llegar con las noticias. Los comandantes de los tagmas deben mantener la alineación de sus propias unidades. En el día de la caza, entonces, antes de la segunda hora79, el ejército se desplaza para cazar. Los hombres deben estar equipados con armas ligeras tales como arcos, y, para aquellos que no tengan experiencia con ellos, lanzas. Algunos exploradores irán por delante para observar la caza mientras otros guían al ejército. Cuando la caza está cerca, a tres o cuatro millas de distancia, hay que formar la línea en una localización adecuada y protegida. No hay que acercarse mucho más por miedo a que el viento y el movimiento del ejército haga que los animales, cuyos sentidos están alerta, puedan oler a los soldados y huir. El ejército deberá alinearse en formación de falange en tres secciones, centro, derecha e

izquierda, con flanqueadores situados un poco atrás, pero cerca de los flancos de la línea. La profundidad de las columnas, como hemos dicho, dependerá de la fuerza del ejército, la naturaleza del terreno, y la distancia a ser cubierta. Las columnas pueden tener cuatro, dos o incluso un jinete de profundidad. Los exploradores llegan y conducen los flancos de la línea, cuya obligación es rodear la caza para cercarla completamente. La línea comienza a desplazarse en la habitual formación de falange, pero en cuanto la caza esté cerca y a la vista, los flancos comienzan a moverse hacia delante y la línea empieza a asumir la forma de una luna creciente, los cuernos80 gradualmente se acercan uno a otro hasta que se unen y la caza queda dentro de la línea que la rodea completamente. Si sopla un viento fuerte, el cuerno del lado que tiene el viento en la cara debe cabalgar a una buena distancia de la caza o su olor

puede hacer que los animales sean conscientes de su cercanía y, antes de que puedan ser rodeados, huirán. Si la caza comienza a alarmarse antes de que los cuernos hayan tenido tiempo de conectar e hiciera un arranque brusco para evitar ser capturada y escapar a través del hueco entre los cuernos, entonces los flanqueadores a ambos lados deberán moverse más rápidamente en columna hasta tomar contacto. Esto es, avanzar hasta la punta de los cuernos y rellenar el hueco entre ellos, para que la caza sea atrapada en la línea de caballos. Tras cortar la ruta de huida de la caza, los cuernos de la línea tomarán contacto y los jinetes pasarán los unos junto a los otros, con el flanco de la derecha avanzando hacia el interior, mientras que el izquierdo lo hace hacia el exterior. Con ambos flancos continuando su movimiento en espiral, la caza será gradualmente forzada a dirigirse hacia el centro, y ese

lugar, ahora rodeado por la línea de jinetes, se contraerá hasta que cuatro o más círculos completos hayan realizado la circunferencia completa y esta sea de una o dos millas. La caza podrá ser rápidamente localizada y el espacio será lo suficientemente grande como para que los arqueros no se hieran los unos a los otros. Cuando el círculo se ha cerrado de la forma descrita, algunos soldados de infantería, si están presentes, llevando escudos, deben entrar dentro del círculo y situarse con los mismos unidos y clavados al suelo dando la espalda a los jinetes. Así se puede prevenir que los animales más pequeños, fácilmente rodeables, puedan gracias a tener ventaja por su pequeñez, huir a través de las patas de los caballos. Si no hay infantería presente, destaca algunos jinetes de la parte exterior del círculo de la formación y que realicen lo anteriormente descrito. Después de esto, el estrategos encargará

a oficiales y soldados idóneos disparar a la caza desde los caballos. Nadie de los de fuera, salvo aquellos designados por el estrategos, deberá entrar en contacto con la caza. Si la hora es tardía, el espacio interior del círculo podrá ser reducido aún más, haciendo que los soldados de a pie unan sus escudos hasta una cierta altura, de tal modo que la caza pueda ser incluso capturada a mano. Cuando todo ha sido realizado como se describe, si la captura es de consideración, debe distribuirse equitativamente entre los tagmas, para que la moral de todo el ejército pueda crecer debido a que disfrutan en común de los frutos de su labor. Si la captura no es importante, hay que distribuirla por partes. Parte de la recompensa ha de ir a los exploradores o espías, si su labor ha sido realizada concienzudamente. Esta formación puede ser usada por un

ejército en movimiento desde su campamento exclusivamente para este propósito y posteriormente retornar, o puede ser usada mientras se marcha. Es adecuada, no solo cuando los animales han sido suficientemente bien observados con anterioridad, sino también, como es más normal, cuando han sido sorprendidos inesperadamente por el ejército en orden de marcha. Se asemeja a la formación de batalla que suelen usar los escitas, pero un poco más lenta y más alargada. De hecho, las tropas que intentan utilizar esta formación por primera vez no deben aplicarla inmediatamente para la caza. Debido a su probable inexperiencia, los errores resultantes, esfuerzos y fatigas tenderán a desacreditar esta formación como eficaz. En lugar de eso, hay que designar en primer lugar a unos pocos jinetes para representar a la caza, para que el cuerpo principal pueda practicarla y juzgar sus distancias y aprender

fácilmente los movimientos envolventes. Hay otro método de conducir la caza que creemos que es más rápido y fácil, y que podría ser hecho incluso por un pequeño contingente de jinetes, especialmente si los animales han sido localizados anteriormente. El día antes de la caza el ejército se divide en cinco contingentes81, un tercio, un cuarto y un doceavo de la fuerza. El tercio es el contingente del centro, los dos cuartos los contingentes de los flancos, y los dos doceavos los flanqueadores82. Cuando el ejército se aproxima al punto elegido, como ya se ha descrito, los exploradores, actuando como guías y haciendo lo mejor en el momento adecuado, trabajarán para traer la caza a la zona frente al contingente del centro y no a los lados. La división del centro, primeramente se sitúa con formación en falange, esto es, a lo largo del frente. Tras él viene la izquierda con sus

flanqueadores a su flanco izquierdo, un poco retrasados. A continuación está el contingente de la derecha asimismo con sus flanqueadores a la derecha y un poco retrasados. Los exploradores van por delante, tomando posición en los extremos de las divisiones de las fuerzas situadas en los lados, donde se encuentran los flanqueadores. La división del centro detiene su línea mientras que las otras pasan por sus flancos hacia la caza de forma uniforme. Tan pronto como las otras divisiones se hayan puesto en marcha, el centro avanza sin romperse. El resultado es que la formación al completo comienza a moverse como una de las formaciones regulares de batalla, el centro con sus flancos avanzados. Continuarán la marcha al punto donde los cuernos de la media luna mantienen a la caza, que está en su interior. Con la caza ahora apenas rodeada, los flanqueadores se mueven desde ambos

lados en columna, aumentando su trote y haciendo contacto lado con lado, al cerrar el lado restante de la formación al completo parece un ladrillo rectangular. Con la caza completamente rodeada, los jinetes de los cuatro lados se aproximan hacia el centro. Los jinetes de los lados avanzan hacia los flanqueadores con los del centro siguiéndolos, de tal forma que los flanqueadores ciñan sus propias líneas y los hombres de los flancos maniobren, para que en sus secciones no haya huecos a través de los que la caza pudiera escapar. Cuando las líneas han sido correctamente cerradas, se elegirá un lugar adecuado donde la caza rodeada de esta manera pueda ser abatida. Manteniendo un orden adecuado y cerrado, los dos lados se detienen entonces. Los otros lados se cierran o aumentan su profundidad avanzando uno hacia el otro hasta que están a tres o cuatro tiros de flecha uno del otro. Los otros lados

adaptan sus movimientos, como hemos subrayado diversas veces, y cierran con ellos hacia los flancos. Como el lugar en donde está la caza comienza a constreñirse, entonces deberán proceder como se menciona anteriormente para abatirla. Esta formación puede ser rápidamente organizada en el momento de levantar el campamento. El contingente del centro marcha al frente, como se ha dicho, y los otros dos le siguen por detrás hasta acercarse a la caza. Cuando el ejército encuentra un lugar seguro a tres o cuatro millas de la caza, la maniobra anteriormente descrita puede comenzar. Hay otro método que puede ser realizado por incluso un número menor de jinetes, uno que suelen usar los escitas. Los jinetes son divididos en escuadras de cinco o diez hombres cada una, sobre todo compuestas por arqueros. Cuando la caza comienza, los hombres en sus propias áreas avanzan

acercándose a ella, de la mejor forma que puedan, comenzando a disparar. Sin embargo, aunque este método comporta mayor movimiento y entrenamiento para el individuo, toda cabalgada conlleva peligro para los novatos, puede cansar a los caballos y conducir a errores. FIN DEL LIBRO DUODÉCIMO 1 Estos primi serían los antiguos primi ordines, oficiales al mando de las diversas unidades de una legión de época imperial. 2 Fulcon (φοῦλκον), palabra relacionada con el término alemán volk, es un tipo de formación muy cerrada similar a la antigua testudo romana (cfr. fulcon). Cfr. MIHĂESCU (1969) pp. 261-272. 3 Se refiere a la formación en cuadros. 4 Sobre los usos militares de esta época en cuestión de vestimenta, cfr. de nuevo D’AMATO (2005). 5 Son las zostaria o túnicas de lana ceñidas por un cinturón, que aparecen representadas por primera vez en relieves escultóricos en Constantinopla, y que se caracterizan por los bordados con formas romboidales

que decoran los bordes de las mismas (D’AMATO [2005] p. 10). 6 Sobre estas maneras de disparar con arco cfr. libro I, cap. 1. 7 Muy similar a la spatha bajoimperial, junto con esta se las considera las antecedentes de la típica espada medieval. Con todo, en el caso de la espada hérula (σπαθίον) resulta complicado precisar el tamaño y características. En la excavación del lugar fortificado de Bluèvina en la región de Brno (República Checa) han aparecido los restos de una espada de doble filo en una tumba de un probable magnate hérulo de finales del siglo V. La reconstrucción de dicha espada parece indicar que la lámina tendría entre unos 70 a 80 cm de largo por unos 5 o 6 cm de ancho. 8 Paragnátides: láminas de metal, de forma variada según el modelo, que colgaban lateralmente del casco y protegían las mejillas del soldado, atándose bajo su barbilla con una correa de cuero. También son llamadas carrilleras (bucculae). 9 Ya Flavio Vegecio ( Epitoma Rei Militaris II 15, 7; III 14, 13; IV 21, 1; IV 22, 1 y 6) y el anónimo De Rebus Bellicis (16, 5) mencionan las ballestas como parte del armamento militar, aunque el primero hace referencia a dos tipos, la manuballista y la arcuballista (esta solo en Vegecio), cuyos detalles nos son

desconocidos en profundidad, pero que D. Paniagua Aguilar, en su edición del citado autor (Flavio Vegecio Renato: Compendio de táctica militar, Edic. Cátedra. Madrid, 2006, p. 217, ns. 214 y 215), describe de la siguiente manera: (para la manuballista o ballesta manual): «era un artefacto de disparo con la forma de una ballesta corriente, que reposaba sobre el suelo apoyada sobre dos puntales, lista para ser accionada por un solo hombre»; (para la arcuballista o ballesta de arco): «parece que (…) era el tipo de ballesta corriente, montada en horizontal sobre un arco que se acciona con un gatillo o un sistema alternativo que libera la cuerda en tensión imprimiendo impulso al proyectil». Según diversos autores (por ejemplo, citando fuentes, D.B. CAMPBELL [1986]: «Auxiliary Artillery Revisited», Bonner Jahrbücher 186, p. 130), la manuballista era llamada en ocasiones cheiroballistra, no siendo estas dos, por tanto, armas diferentes. 10 Las flechas podían ser disparadas con la ayuda de un aparato llamado solenarion, descrito por primera vez en la Ambrosiana Paraphrasis (escrita hacia 950) como una caña o tubo abierto por el centro utilizado como ayuda para disparar pequeñas flechas o dardos desde un arco normal. Aunque desconocemos exactamente cómo era, se

han realizado dos reconstrucciones diferentes: • El solenarion sería un tubo con ranuras en su parte superior e inferior desde su parte final hasta su parte delantera con unos escasos centímetros de profundidad. • La guía es un canal horadado con el eje de la flecha más ancho pero más estrecho en la punta metálica del dardo. Estos dardos lanzados desde el solenarion no serían mortales, pero sí muy efectivos ante formaciones enemigas que se aproximan, pues debido a las heridas infligidas podrían provocar la ruptura de la formación enemiga facilitando el contraataque. Sobre todo esto, cfr. HALDON (1970) pp. 155-57 y DENNIS (1981) pp. 1-5. Una de las reconstrucciones en DAWSON, T.: Byzantine Infantryman Eastern Roman Empire c. 900-1204, Osprey Publishing. Óxford, 2007, pp. 25 y 26. 11 Se trata de una lanza fuerte y pesada capaz de penetrar armaduras, que dispone de una correa en el medio del asta y un banderín o pendón (que se podría quitar en caso necesario) en su parte superior. 12 No sabemos si a los extremos que se refiere son los de la columna de marcha o del propio carromato

de transporte. 13 Estos oficiales llevaban el nombre de campidoctores como vemos en Vegecio, Epitoma Rei Militaris I 13, 1 (quod armaturam uocam et a campidoctoribus traditur) y II 23, 3 (qui sub campidoctore sunt). En algunas traducciones al español se los denomina «maestros de armas» y en otras, «instructores de campo». 14 Según G.T. Dennis (1984, p. 140, n. 4), Mauricio se refiere a los portadores de águilas mediante el término ὀρνιθόβορας, equivalente al viejo aquilifer romano, el soldado que llevaba el águila estandarte de la legión. Plutarco lo denomina ἀετοφόρος. La lectura ὀρνίβορας de VNP no tiene mayor sentido. El Codex Ambrosianus denomina a este soldado ὀρδινατούρους. Su misión era probablemente la de ayudante de campo u ordenanza, e iba desarmado, como se indica en el libro XII, parte B, cap. 11. 15 Aquí el autor se muestra confuso en sus informaciones sobre el tipo de organización militar de épocas precedentes ya que no está describiendo a la legión romana sino a la falange macedónica, tal y como la presentaba el tratadista Asclepiodoto el Táctico, en su obra Tactica (una edición de la misma en la traducción colectiva al inglés de The Illinois Greek Club, en Aeneas Tacticus, Asclepiodotus,

Onasander. Loeb Classical Library. Universidad de Harvard. Cambridge [Massachussets], 1928). 16 Mauricio ofrece los latinismos uicarius aut campidoctor. 17 Escogidos: hace referencia a los soldados de mejor calidad. 18 Mauricio utiliza el latinismo antesagittator. 19 Arriano, Tactica 5, 4-5. 20 Libro II y libro XII, parte A, cap. 3 y parte B, caps. 12 y 13. 21 Estrator (en lat. strator), espatario (en lat. spatharius): dos tipos de ordenanzas. Spatharius significa literalmente «el portador de spatha». 22 Cfr. nota 154. 23 «Silencio. Observad las órdenes. No os preocupéis. Mantened la posición. Seguid al estandarte. No abandonéis al estandarte en persecución del enemigo». 24 «¡De a ocho!». 25 «¡Adelante!». 26 «¡Adelante!». 27 «¡Alinead el frente!». 28 «¡Cerrad filas!». 29 «¡Formad fulcon!». 30 «¡Preparados!». 31 «¡Ayúdanos!». A juzgar por el siguiente grito, se

refiere a conseguir la ayuda divina. 32 «¡Oh, Dios!». 33 «¡Dividíos a la mitad. Formad doble falange!». 34 «¡Primi, alto, secundi, salid. Formad doble falange!». 35 «¡Volved!» 36 O no hay. 37 «¡Del lado de la lanza!». 38 «¡Adelante!». 39 «¡Volved!». 40 «¡Al lado del escudo. Marchen!». 41 «¡Frente a todas las direcciones!». 42 «¡Cambiad a la derecha, o la izquierda!». 43 «¡Avanzad a ambos lados!». 44 «¡Entrad!». 45 «¡Columna en columna!». 46 «¡Cambiad posición!». 47 «¡Cambiad!». 48 En tiempos anteriores eran las típicas lanzas usadas por la caballería ligera mauritana (equites Mauri o Mauretanici). 49 Portillos. 50 Este es el intervallum de los antiguos campamentos de época republicana y altoimperial. 51 Está hablando de las viae praetoria et principalis. 52 Aquí encontramos una evidente diferencia con la

organización del campamento de las épocas republicana e imperial, pues en ellas la tienda del general se situaba en el cruce entre las vías praetoria y principalis. 53 Se refiere al toque de última hora de la tarde de cesar la actividad e irse a descansar. 54 Sobre el Trisagion, cfr. nota 96. 55 Tal y como se hacía ya en época por lo menos altoimperial, como nos cuenta Flavio Josefo en su Bellum Iudaicum III 89-91. 56 Entre ellos Polibio (Historiae), el Pseudo-Higinio (De Munitionibus Castrorum) o Vegecio (Epitoma Rei Militaris). 57 Sobre el cuidado que hay que tener con las aguas para evitar enfermedades, cfr. Codex Iustiniani XII 35, 12. 58 Aunque la traducción es correcta, más bien hace referencia a dromedarios, animales bien conocidos en los ejércitos romanos de Oriente. 59 El manuscrito Laurenciano da estas órdenes en griego, mientras que los códices restantes las dan en latín. 60 «¡Abandonad la columna!». 61 «¡Enderezad el frente!». 62 «¡Cerrad filas!». Cfr. la nota siguiente. 63 «¡Formad fulcon!». Según P. Rance (2004, p. 270,

n. 12 y p. 272, n. 17) el texto original no diría ami fulco, sino ad fulco. Para corroborar su interpretación, señala que habría una incorrecta puntuación, no existiría la orden iunge fulco (cfr. la nota anterior), sino que por un lado debemos leer iunge, es decir, «¡cerrad filas!», mientras que fulco debemos entenderlo con la siguiente palabra con el significado de «avanzar en fulcon». De tal modo el significado al completo de la frase sería la siguiente: «Cerrarse o cerrar filas, él ordena: Iunge. Para avanzar en fulcon, ordena: ad fulco». 64 «¡Ayúdanos!». 65 «¡Oh, Dios!». 66 «¡Primi, parad, secundi, salid!». 67 En este fragmento, el Laurenciano las órdenes las da en griego, el resto de códices las dan en latín. 68 Idem. 69 «¡Volved!» 70 Cfr. nota 207. 71 Idem. 72 Idem. 73 «¡Extendeos a la derecha!». 74 «¡Extendeos a ambos lados!». 75 «¡Entrad!». 76 «¡Cambiad!». 77 Se refiere a la caza.

78 Eso si le acierta, naturalmente. 79 Cfr. nota 119. 80 Se refiere, por tanto, a las puntas de la formación en luna creciente. 81 A continuación los nombra y salen solo tres. 82 En esta nueva enumeración ya salen cinco.

Glosario Abrojo: bola de hierro de tamaño variable con cuatro puntas, una de las cuales queda siempre hacia arriba y que se usa para dificultar el paso de infantes y caballos hiriéndoles las piernas o las patas. Aljaba: cfr. carcaj. Antes: tribu eslava (uno de los tres mayores grupos étnicos de los eslavos) con cierta mezcla de gentes iranias que habitaba entre los siglos IV y VII los territorios situados entre los ríos Vístula, Dniéper y Dniéster (Jordanes, Getica V 34-35) llegando en algunos momentos a ocupar los montes Cárpatos y las tierras del bajo Danubio fronterizas con el Imperio Romano de Oriente (Procopio de Cesárea, Anecdota XVIII 20), justo al norte del delta de dicho río.

A finales del siglo VI se encontraban en el cenit de su poder al formar una gran alianza de tribus dirigida tanto por príncipes como por una oligarquía tribal capaz de vencer al ejército bizantino y ocupar los Balcanes. Fue durante este periodo de luchas contra los bizantinos cuando se desintegraron como alianza tribal, desapareciendo de las crónicas bizantinas, como la de Teofilacto Simocatta, a inicios del siglo VII. Aritmos (ἀριθμός): unidad irregular (en lat. numerus), de contingente similar a un tagma. Ávaros: tradicionalmente identificados como los huan-huan/yuan-yuan o heftolet (cfr. hunos eftalitas), ellos mismos se denominaban como Yu-Küe-Lu o Yue-chi y eran uno de los muchos pueblos pertenecientes a la federación de los hunos. Su avance hacia occidente desde las estepas asiáticas les puso en contacto con los pueblos cuyas tierras cruzaban, con los

cuales se fueron mezclando. Empezaron a ser nombrados en las crónicas bizantinas a finales del imperio de Justiniano I (527-565) cuando comenzaron a asentarse en las riberas del río Danubio, en la zona de Pannonia (más o menos la zona de la orilla derecha del Danubio y el interior, en las actuales Hungría, Croacia y Eslovenia) creando allí un janato (palabra derivada de jan, título de sus jefes). Desde allí realizarán múltiples acometidas no solo hacia el este, contra territorio bizantino, permitiendo su asentamiento poco después en los Balcanes, sino también hacia el oeste, contra territorio franco, en tiempos del rey franco Sigeberto I (561-575), como refiere Gregorio de Tours (Historia Francorum IV 291) y contra el suroeste, hasta el territorio lombardo del norte de Italia. Su fuerza llegó a ser tal que llegaron a cercar la propia capital imperial de Constantinopla en el verano de 626, en coalición con los persas, aunque con

resultado infructuoso (Teófanes el Confesor, Chronographia 625/626). Este desastre les condujo a una serie de disputas internas que acabaron por dar al traste con su poder a comienzos del siglo IX, siendo asimilados por otro pueblo más fuerte, los búlgaros, que fueron quienes les dieron la puntilla por el este, mientras que los francos de Carlomagno (rey, 768-800; emperador, 800814) hacían lo propio desde occidente. Sobre l o s ávaros y sus aspectos militares, cfr. NICOLLE (1995a). Ballista: arma de torsión lanzadora de proyectiles similar a un gran arco manejada por dos o más soldados. En tiempos del Imperio Romano, llamémoslo «clasico», las ballistae eran piezas artilleras que lanzaban piedras, mientras que los diversos modelos de catapultae arrojaban flechas de mayor o menor tamaño. Sin embargo, en la época de referencia, ya se había producido la transposición de términos, terminología que

ha pervivido hasta nuestros días. Bandera: unidad militar que en el ejército español equivale a un batallón. En el ejército tardorromano tendría un contingente de poco más de unos trescientos hombres y equivaldría a un tagma. El término bandera (lat.: bandum) proviene de las lenguas germánicas (bandwa o bandwo), siendo término común militar en Procopio (De Bello Vandalico IV 2, 1) y equiparado por Pablo el Diácono (Historia Langobardorum I 20) y Teofilacto Simocatta (Historiae III 4, 4) al término vexillum, en lo que se refiere a estandarte militar. Banderín (φλάμουλον; lat.: vexillum parvum): banderola que se fija en la punta de las lanzas en las unidades de lanceros y que suele lucir los colores de la unidad. Bucelarios (lat.: bucellarii; griego: βουκελλαρίοι): los bucelarios (del lat. buccellatum, galleta, bizcocho2) eran

soldados originalmente reclutados por individuos privados. Reclutados entre romanos y bárbaros, formaron parte del ejército regular y eventualmente asentados en la zona que se convertiría en el thema3 d e Boukelarion (formado con partes de las antiguas provincias tardoimperiales de Bithynia, Galatia I y Phrygia Salutaris [= Phrygia II], que se corresponden aproximadamente en todo o en parte de las actuales provincias turcas de Afyonkarahisar, Ankara, Bolu, Çankiri, Çorum, Eskişehir, Kirikkale, Kirşehir y Konya) en Asia Menor (Constantino Porfirogénito, De Thematibus, Ed. A. Pertusa, Studi e Testi 160. Ciudad del Vaticano, 1952, 133-136; JONES [1964] vol. I, pp. 665-668) y con capitalidad en Ancyra (la actual Ankara, en la provincia turca del mismo nombre). Constituían un cuerpo selecto a caballo, de escolta del general o el emperador, con funciones similares a las de los pretorianos, o desde 312 d.C., a las de

l o s Scholae Palatinae, la nueva Guardia Imperial que sustituyó a la disuelta (ese año) Guardia Pretoriana. Aunque inferiores en rango a los federados y a los optimates, su equipamiento era mejor que el grueso del ejército bizantino (NICOLLE [1995b] p. 24-25). Búlgaros: pueblo nómada que llegó a la cuenca baja del río Danubio y se instaló en las tierras de su orilla derecha durante el imperio de Heraclio (610-641), asimilando a otros pueblos menores y/o en decadencia allí asentados. Sin embargo, la primera vez que aparecen mencionados en las fuentes escritas de la época es a fines del siglo V, y los historiadores del momento seguirán mencionándolos durante varias décadas, para eclipsarse en dichos escritos durante otros varios decenios hasta reaparecer a finales del siglo VI en relación con la llegada también a la zona de los ávaros. Gran parte de estos acabarían por ser asimilados por los

propi os búlgaros (cfr. ávaros en este glosario). Carcaj (θηκάριον): caja o funda usada por los arqueros donde se llevan agrupadas las flechas (unas cuarenta, en los carcajs bizantinos) antes de ser disparadas y que puede ser transportada sujeta con correas a la espalda o a la cadera del arquero o colgada de la silla de montar. Chiliarquía (χιλιαρχία): cfr. moira. Chiliarca (χιλιάρχα) : cfr. moirarca. La palabra chiliarca la usa ya Arriano en el siglo II (Tactica 10, 3; La expedición contra los alanos 2, 5, 6, 22). Conde (lat.: comes): grado militar equivalente en esta época a un tribuno, cuyas funciones explica el mismo Mauricio en el libro I, capítulo 3. Contubernio: originariamente, en el ejército romano republicano y altoimperial, pelotón de ocho hombres, que compartían una tienda en los campamentos de marcha o

un alojamiento en los acuartelamientos permanentes. En tiempos bajoimperiales y según Flavio Vegecio (Epitoma Rei Militaris II 8, 9), su efectivo había ascendido a diez hombres. Corneta (lat.: bucinator [de bucina, nombre del instrumento]). Los cornetas, que hacían sonar el instrumento del mismo nombre (lat.: bucinae), junto a los trompetas ( l a t . : tubicines) que tocaban los instrumentos del mismo nombre (lat.: tubae) y los que soplaban los cuernos (lat.: cornicines; nombre del instrumento: cornu), eran los encargados, con los sonidos que producían, de hacer llegar las órdenes a los soldados. Las cornetas tenían forma de cuerno de toro, las trompetas eran rectas y alargadas y los cuernos, tenían el aspecto de una trompa de caza. Decarca: (δεκάρχης): oficial subalterno cuyas funciones explica el mismo Mauricio en el libro I, cap. 3.

Decarquía: (δεκαρχία): sección de diez soldados que manda un decarca. Draconario (lat.: draconarius): literalmente, el portador del draco (dragón). E l draco era un emblema desarrollado por los pueblos de las estepas tales como los sármatas, los alanos y otros como los partos y los persas sasánidas. Todos ellos con un gran uso de la caballería en sus ejércitos. Este emblema, con un probable significado religioso, fue adoptado por el ejército romano a lo largo del siglo II d.C. desde las guerras dacias (101-102 y 105-106) de Trajano, época en la que jinetes sármatas son alistados en la caballería romana. En el siglo siguiente fue incorporado también por las unidades de infantería. Consiste en un emblema con forma de cabeza de animal (dragón [de ahí el nombre], lobo, serpiente...) alargada, con las fauces abiertas, fabricada en bronce con una manga de tela añadida por detrás y que

se hinchaba con el viento. Al entrar el aire por la boca del draco se producía un sonido sibilante. Así los describe Amiano Marcelino (Res Gestae XVI 10, 7), refiriéndose a los dracones de las unidades que entraron con el emperador Constancio II (Flavius Iulius Constantius, 337-361) en Roma en 357: «... dragones tejidos de color púrpura, atados a la parte superior de las lanzas con oro y piedras preciosas, unos dragones que abrían una boca enorme al viento de manera que emitían un sonido que daba a entender que estaban furiosos mientras sus colas se agitaban llevadas por el viento.» Arriano (Tactica 35) ya describe el draco como «realizado por piezas de material teñido cosidas juntas». Para ver gráficamente cómo era este estandarte, cfr. las reconstrucciones artísticas de obras como las de WILCOX (1986) lámina C; McDOWALL (1995) lámina A; WINDROW (1995) p. 43; STEPHENSON y DIXON (2002) lámina 15.

Durante el Bajo Imperio aparece el cargo de magister draconum como oficial al mando de los draconarios (lat.: draconarii), un cargo justo inferior al de tribuno. Este magister draconum sería el equivalente del optio signiferorum en el ejército altoimperial. Sin embargo, no podemos precisar si el magister conducía a los draconarios a la batalla o si simplemente era el oficial al mando de dicha schola (batallón). Pese a la importancia que tuvieron los draconarios en el ejército imperial romano, no parece corresponderse con la que tuvieron en los siglos V y VI, cuando aún seguía existiendo l a schola draconariorum pero como una oficina no militar compuesta de diez hombres dependiente del Prefecto del Pretorio (Praefectus Praetorio), cargo que, tras la desaparición de la Guardia Pretoriana en 312 a.C., se conservó con competencias puramente civiles. A partir del siglo VII desaparece el cargo del draconario del

ejército bizantino. De los draconarios y los dracones hablan Vegecio (Epitoma Rei Militaris I 20, 6 y 23, 2; II 7, 5 y 13, 1), Amiano Marcelino ( Res Gestae XV 5, 16; y el ya mencionado párrafo de XVI 10, 7) y Zósimo (Historia Nova III 19, 1). Dromón: tipo de nave bizantina cuyo antecedente fue el birreme (lat.: biremis) romano. El dromón era un barco de madera de dos órdenes de remos, del que podía haber tres variantes: grande, mediano y pequeño. El mediano, el más habitual, tenía unas medidas que oscilaban entre los 30 y 50 m de eslora y los 5 y 7 de manga. Tenían en principio un solo mástil (posteriormente dos), que montaba una vela latina (triangular). Igualmente tenía unos treinta remos por banda y cada uno de ellos era manejado por tres hombres, por lo general esclavos. Un centenar de hombres más formaba la tripulación. Contaba asimismo

con espolón. Llevaban ballistas a bordo y los modelos más grandes montaban además sobre sus cubiertas torres, catapultas y otros ingenios bélicos. Además, estos eran algunos de los barcos que arrojaban el famoso «fuego griego», arma similar (salvando las distancias) a un lanzallamas actual que proyectaba sobre el enemigo un fuego compuesto no se sabe muy bien de qué (los bizantinos guardaron tan bien el secreto que hoy en día no se sabe con seguridad), pero que seguramente incluiría agua, nafta o petróleo, azufre, resina y algunos otros compuestos químicos. Dicho fuego ardía incluso en el agua, y su uso proporcionaba gran superioridad militar a la marina del Imperio de Oriente. Drungos (δρούγγος; lat.: drungus): formación irregular de caballería organizada para efectuar emboscadas y veloces ataques sorpresa. El término drungos parece ser de origen céltico. En Vegecio (Epitoma Rei

Militaris III 16) se identifica el drungos con un escuadrón de enemigos de caballería sin especificar tamaño o disposición táctica concreta. Duque (lat.: dux): en la época tardoimperial es el oficial al mando de las tropas de una provincia fronteriza (los soldados eran calificados de limitanei). En tiempos de Mauricio equivale a un moirarca. Enfermeros: según el término que utiliza Mauricio (δηποτάτοι; lat.: deputatores), estos enfermeros se pueden asimilar a los cirujanos y a veces hemos utilizado en la traducción esta otra acepción. Escitas: pueblo nómada que habitó en las estepas asiáticas en las regiones de Bactria o Bactriana (en el actual Afganistán) y Sogdiana (en el actual Turkmenistán) (Estrabón, Geographia XI 8, 1 y 2) bien conocido gracias a historiadores como Heródoto en el libro IV de sus Historias. A lo

largo del primer siglo d.C., se diluyó y fragmentó en un buen número de pueblos que se extendieron a lo largo de las estepas euroasiáticas hasta los límites del Imperio Romano. Su mención en una obra de los siglos VI-VII es un arcaísmo y parece referirse a pueblos que recuerdan el modo de vida de los escitas tal cual lo describen escritores anteriores como los mencionados Estrabón y Heródoto, y así también creemos que se debe entender la referencia siguiente a los escitas godos. Sin embargo, cuando se hace referencia a los godos en alguno de sus enfrentamientos con los romanos se está refiriendo claramente a los godos tradicionales, de indudable origen germánico y no escita. Los godos propiamente dichos, desde el siglo III y tras un recorrido de siglos desde sus tierras originarias en la actual península escandinava, se dividieron en dos grupos: los llamados tervingios (los futuros visigodos), que se asentaban en un principio

en las tierras al oeste del río Dniéster, y los greutungos (posteriormente evolucionados en los ostrogodos), al este de dicho río. Cuando se compone el presente manual militar, los únicos godos que existen políticamente son los visigodos, entonces ya soberanos del reino de Toledo, en la península ibérica, mientras que los ostrogodos, que con su gran rey Teodorico I (474-529) habían constituido un poderoso reino en Italia, Sicilia y varios otros territorios entre el curso alto del Danubio y las fronteras itálicas, habían sido destruidos como entidad política por las campañas (535-554) ordenadas contra ellos por el emperador Justiniano I. No obstante, a finales del siglo VI, quedan muchas personas de etnia ostrogoda y, sobre todos, muchos guerreros de esa procedencia, ya que dichos ostrogodos no fueron aniquilados como pueblo. Además estos ostrogodos son los más próximos geográficamente al Imperio

de Oriente y los casi veinte años de guerra contra ellos hacen que militarmente sean mucho mejor conocidos en Constantinopla que sus primos ibéricos. Escitas godos: cfr. escitas. Eslavos: nombre con el que es conocido un pueblo indoeuropeo, fragmentado en diversas tribus (una de ellas los antes [cfr.]), que se cree originariamente situado en el noreste de los Balcanes y Ucrania. Pese a ser el nombre genérico con el que conocemos actualmente a diversos pueblos del este europeo, como entidad aparecen referidos por Jordanes (Getica XXIII 119) como una gran confederación de tribus consanguíneas como los vénetos, los antes y los esclavenos. A finales del siglo VI, la desprotección de la frontera danubiana y el esfuerzo bélico bizantino contra los persas les permitirá entrar en el occidente de los Balcanes asentándose en dicho territorio, aprovechando también el vacío dejado por

las tribus germánicas que habitaban esas zonas y que se habían desplazado al antiguo Imperio Romano de Occidente. Espatario: Mauricio se sirve del latinismo σπαθαρίος (lat.: spatharius). Literalmente es el que lleva la espada y aquí se utiliza como ordenanza (ayudante). Con el tiempo se convirtió en un grado nobiliario-funcionarial dentro de la corte bizantina, distinguiéndose e nt re protospatharios (el grado superior), spatharios, basilikos spatharios y spatharokandidatos. El cargo de spatharius, con similares características a las bizantinas, lo encontramos en el reino visigodo de la península ibérica y así Don Pelayo, posteriormente primer rey de Asturias (718737), según el Cronicón Rotense 8, fue espatario de los reyes Witiza y Rodrigo: (…) Pelagius quidam, spatarius Uitizani et Rudeciri rege, (…). Estandarte (βάνδον): emblema que

identifica a una unidad militar y que puede ser desde una estatuilla de madera o metal (eventualmente metal precioso) de una persona, animal o cosa (por ejemplo, las antiguas águilas [lat.: aquilae] de las legiones romanas) a un trozo de tela colgando de un listón de madera, con una señal identificativa y unos colores determinados. El estandarte más utilizado en el ejército que conoció Mauricio era el dragón (lat.: draco) (cfr. draconarius). Estrategos (στρατεγός): general. Grado militar cuyas funciones explica el mismo Mauricio en el libro I, cap. 3. Estratelates (στρατηλάτες): otro nombre del merarca. Estrator: Mauricio se sirve del latinismo στράτορος (lat.: strator), que es un tipo de ordenanza. Sabino Perea Yébenes (1998, p. 13) explica un poco más su función en tiempos altoimperiales: «soldado o suboficial asignado a un mando militar o bien

integrado en el officium como soldado especialista, entre los llamados principales». En época de Justiniano I (527-565), según Perea (1998, pp. 89-98), su misión quedó circunscrita al asesoramiento al mando en la compra de caballos. Falange (φάλαγξ): la falange mencionada por Mauricio no tiene nada que ver con aquella macedónica o con la hoplítica. Mauricio llama falange a cada una de las líneas de combate que forman un ejército alineado para el combate. Federados (lat.: foederati): las tropas federadas comenzaron como tribus aliadas sirviendo según un tratado (foedus), pero en el siglo VI comenzaron a ser simplemente bárbaros enrolados en el ejército regular, una especie de legión extranjera, con base en Tracia (aproximadamente la actual Bulgaria) (cfr. JONES [1964] vol. I, pp. 663666). Mandados por oficiales bizantinos (romanos), estaban considerados la elite de

las tropas de primera línea (NICOLLE [1995b] p. 24). Francos: pueblo germánico que, tras el hundimiento del Imperio Romano de Occidente, se asentó en el norte de la Galia como federado del Imperio (aún existente, pero moribundo). Todavía en los siglos VIVII se distinguían dos familias dentro de los francos, los ripuarios y los salios, y serán los salios quienes por estar más romanizados desarrollarán un poderoso reino en tiempos de Meroveo (448-457) y, sobre todo, su nieto Clodoveo I (481-511). El primero de los reyes mencionados da nombre a la dinastía reinante, la Merovingia. En esas fechas los francos vencieron casi sucesivamente tanto a los alamanes (en 497, en Tolbiacum4) como a los visigodos (en 507, en Voglada5) lo que les permitió controlar un territorio sensiblemente mayor de la actual Francia (aunque no incluía toda la actual Francia),

siendo por tanto un gran poder a tener en cuenta en el siglo VI. En los siglos VI y VII los bizantinos se apoyarán en ellos para detener el avance lombardo por la península itálica (cfr. lombardos). Flanqueadores (πλαγιοφύλακες): los que protegen los flancos de un ejército. El mismo Mauricio explica sus funciones en el libro I, cap. 3. Flanqueadores de ataque (ὑπερκερασταί): el mismo Mauricio explica sus funciones en el libro II, cap. 4. Fulcon (φοῦλκον): tipo de formación militar que se documenta por primera vez en el Strategikon y, a tenor de lo que el propio Mauricio describe (libro XII, parte I, cap. 7), se trata de una formación compacta de infantería cuyo antecedente más inmediato sería la testudo (tortuga) romana. Etimológicamente, en opinión de P. Rance (2004, p. 266), el término fulcum tiene

reminiscencia germánica y, por tanto, no se trataría de «algo nuevo» sino de la actualización de algo que existiría en reglamentos militares anteriores. Sobre este tipo de formación, cfr. McDOWALL (1994) pp. 32 y 45. Godos: cfr. escitas. Hecatontarca (ἑκατοντάρκης): grado militar cuyas funciones explica el mismo Mauricio en el libro I, cap. 3. Equivaldría al antiguo centurión (lat.: centurio). Heraldo: Mauricio se sirve del latinismo καντάτωρ (lat.: cantator). Es el encargado de transmitir las órdenes de un oficial superior y arengar a la tropa antes de entrar en combate. Mauricio los llama también alguna vez arengadores utilizando mismo el latinismo de καντάτωρ/cantator. Además tenían la misión de explorar el terreno donde se iba a librar la batalla. Hérulos: como en otros muchos casos, Jordanes y Procopio de Cesárea son las

principales fuentes disponibles sobre este pueblo. Originario del norte de Europa, aparecen por primera vez mencionados por los romanos en la segunda mitad del siglo III d.C. momento en que llegaron a atacar junto con los godos ciudades tan importantes como Atenas, en la entonces provincia griega de Achaea. Ya en el siglo V, tras librarse del yugo huno (cfr. hunos), los hérulos formaron un reino al norte del río Danubio en la actual región de Moravia (en la actual República Checa) que apoyó al ejército del caudillo Odoacro sirviendo como mercenarios en la deposición de Rómulo Augústulo (Romulus Augustus), último emperador romano de Occidente (475-476). A finales del mismo siglo, diversas derrotas frente a otro pueblo bárbaro, los lombardos (Pablo el Diácono Historia Langobardorum I 20) les obligaron a emigrar de sus tierras marchando un buen número a la península escandinava y/o a la

de Jutlandia mientras otro grupo marchó hacia Dacia (la actual Rumanía) siendo finalmente asimilados por lombardos y ávaros, mientras que un tercero se asentó dentro del Imperio Bizantino alrededor de Singidunum (hoy Belgrado, en el distrito del mismo nombre, en Serbia) sirviendo en el ejército imperial de Justiniano I (527-565), que mandaba entonces Belisario, como tropa profesional tras su cristianización. Asimismo fueron parte importante de las tropas del general Narsés, con las que en 554 finalizó la conquista de la Italia ostrogoda rechazando la invasión de francos y alamanes. También este último grupo acabó siendo asimilado. Hunos: aunque en el siglo VI ya nada queda del pueblo que aterrorizó a las dos partes del Imperio Romano a mediados del siglo V cuando, encabezados por Atila, llegaron a penetrar en Italia, sin embargo la arrolladora fuerza de sus ejércitos y su modelo de civilización tan diferente de la

conocida por el Imperio hasta entonces hizo que fuesen el punto de comparación para otros pueblos con sus mismas características culturales (cfr. hunos eftaltitas y ávaros). Sobre los hunos y sus aspectos militares, cfr. NICOLLE (1995a). Hunos Eftalitas: aunque son conocidos por este nombre (Procopio, De Bello Persico I 3-5) o por el de hunos blancos, no existe evidencia clara de su conexión con el pueblo que a mediados del siglo V y al mando de Atila atacó ambos imperios romanos (cfr. hunos). Mencionados por vez primera por los chinos como pueblo asentado en los límites occidentales de su Imperio, a lo largo del siglo V se desplazaron hacia la región de Sogdiana (en el actual Turkmenistán) y el norte de Persia entrando en una serie de guerras contra el Imperio Persa que acabará venciéndolos definitivamente en tiempos de Cosroes I (531-579). Tras la desaparición de

su poder, un grupo se integrará en el ejército persa (Sebeos, Historia I 6), otro se desplazará hacia occidente mezclándose con los ávaros en la zona de la cuenca baja del río Danubio mientras que otro grupo se moverá hacia el río Ganges, en la India, donde poco después también acabarán siendo derrotados por una coalición hindú. Hypostrategos (ὑποστρατεγός): segundo en el mando de un estrategos, siendo el comandante de la caballería. En otros tiempos del Imperio, correspondería al magister equitum (no se debe confundir con el cargo del mismo nombre, segundo en el mando de un dictador, en tiempos republicanos). El mismo Mauricio explica sus funciones en el libro I, cap. 3 y 4. Ilarca (ἰλάρχης): grado militar cuyas funciones explica el mismo Mauricio en el libro I, cap. 3 y 5. Libra: medida de peso que si era como la romana tendría 327,45 g.

Lombardos: pueblo germano poco populoso del que ya hace referencia Tácito (Germania XL, donde los menciona por la otra variante de su nombre: longobardos). Las migraciones del siglo V les condujeron a asentarse en el territorio de la actual Austria, moviéndose poco después en dirección a Pannonia (el este de Austria y gran parte de Hungría, además de territorios actualmente croatas y eslovenos) donde se encontraron con los hérulos a los cuales vencerían en sucesivas batallas (Paulo Diacono, Historia Langobardorum I 20). Tras asegurar dicho territorio recibieron por parte del emperador de Oriente Justiniano I (527565) el título de federados del Imperio (Pablo el Diácono, Historia Langobardorum II 1). Su estancia en Pannonia no fue muy larga (Pablo el Diácono, Historia Langobardorum II 7) pues con la llegada al trono de su rey Alboino (c. 563-572) cruzaron los Alpes (en

568) fundando un reino con las tierras ocupadas en el norte de Italia, la llanura Padana y Toscana donde su encuentro con el Imperio Bizantino, apoyado por los francos, los detuvo, aunque lograron fundar, en el centro y sur de Italia, los ducados de Spoleto y Benevento, que acabaron por quedar aislados del resto del territorio lombardo. Matiobárbulo (lat.: mattiobarbulum o plumbata): se trataba de un venablo muy corto, algo más largo que un dardo grande, emplumado en su parte trasera, lastrado con una bola de plomo en el centro y que se lanzaba a mano. Según Vegecio (Epitoma Rei Militaris I 17, 3; II 15, 4), cada soldado solía llevar en la parte interior de su escudo cinco de estas armas. Una reconstrucción artística de cómo se llevaban en el escudo la podemos ver en McDOWALL (1994) lámina A, y de cómo se usaba en WINDROW (1995) p. 43. Mensores: cargo militar cuyas funciones

explica el mismo Mauricio en el libro I, cap. 3. Merarca (μεράρχης): oficial que manda un meros. Meros (μέρος): división, unidad compuesta por tres moiras, aproximadamente seis mil o siete mil hombres. Milla: medida de longitud que si era como la romana tendría 1478,5 m. Moira (μοῖρα): unidad de mil soldados, aunque podría estar compuesta por más hombres si las necesidades del servicio lo requerían. Equivale a una chiliarquía. Moirarca (μοιράρχης): oficial que manda u n moira. Equivale a un duque o a un chiliarca. Neftalitas: cfr. hunos eftalitas. Oficial de entrenamiento: Mauricio se sirve del latinismo καμπιδούκτωρ (lat.: campidoctor). Es el encargado de la preparación de los soldados.

Optimates (lat.: optimates): unidad de tropas escogidas, formada generalmente por n o b l e s godos armados a la manera germánica y que constituía las tropas de elite de la reserva más cerca de Constantinopla, la capital imperial (NICOLLE [1995b] p. 24). La creación de este tipo de tropas fue iniciativa del emperador Mauricio, en principio para sustituir militarmente a algunas unidades de la guardia imperial que, como los excubitores, habían perdido capacidad militar y se habían convertido en una unidad para desfiles y paradas militares. Los miembros de los optimates probablemente descendían de los gothograeci (godos griegos) cuyos propios antepasados fueron godos derrotados, capturados y asentados a fines del siglo IV en el oeste de la actual Turquía. Su nombre proviene del lat. optimus (el mejor). Su acantonamiento en tierras de la provincia de Bithynia en los siglos VI y VII dio origen más

adelante al nombre del thema6 de Optimaton en el noroeste de Asia Menor (ocupando los territorios septentrionales de la antigua provincia bajoimperial de Bithynia, correspondientes, en todo o en parte, con las actuales provincias turcas de Bolu, Estambul, Kokaeli, Sakarya y Zoguldak) (Constantino Porfiriogénito, De Thematibus, Ed. A. Pe rtusa , Studi e Testi 160. Ciudad del Vaticano, 1952, 130-133). La capital del thema estaba en Nicomedia (la actual İzmit, provincia de Kokaeli, Turquía). Sobre este asunto, cfr. NICOLLE (1992) pp. 8 y 10. Ordenanza (ὁ τὴν κάππαν βαστάζων: literalmente, «el que lleva el capote»): grado militar cuyas funciones explica el mismo Mauricio en el libro I, cap. 3. Aunque se puede traducir como portador del capote, nos parece más adecuado el término ordenanza. Pentarca (πεντάρχης): oficial subalterno

cuyas funciones explica el mismo Mauricio en el libro I, cap. 3. Persas: tradicionales enemigos orientales primeramente (los persas aqueménidas) de griegos y macedonios hasta la época de Alejandro III Magno (336-323 a.C.) y de romanos y bizantinos (los persas sasánidas) desde 226 d.C. A comienzos del siglo VI inician la considerada su Segunda Edad de Oro, expandiendo su Imperio a costa de sus inmediatos vecinos, como los bizantinos por el oeste, a los que consiguen arrebatarles importantes ciudades en Anatolia e infligirles severas derrotas en Nisibis (hoy Nusaybin, provincia de Mardin, Turquía), en 530, y Callinicum (hoy Ar Raqqah, provincia de Ar Raqqah, Siria), en 531. Cosroes I (531-579), el gran monarca de este periodo y que gobernó durante 38 años, sometió a los bizantinos a continuas incursiones en su territorio y al pago de una fuerte suma en oro por mantener la paz. Sin

embargo, en tiempos del emperador Justino II (565-578) los bizantinos, al negarse a pagar el tributo, rompieron las hostilidades, iniciándose así la denominada guerra Persa descrita con detalle por escritores como Teofilacto Simocatta, Menandro el Protector o Juan de Éfeso en la cual parece que Mauricio se destacó como un bravo militar y que después como emperador podrá terminar favorablemente para las armas bizantinas al producirse una guerra civil dentro del Imperio Persa por la sucesión al trono tras ser depuesto Ormuz (Hormisdas) IV (579-590). El apoyo militar de Mauricio al hijo y sucesor de Ormuz (Hormisdas) IV, Cosroes II (590-628) frente al usurpador Bahram VI (590-591) facilitará la paz, que nuevamente se romperá al ser depuesto, asesinado y sucedido Mauricio por Focas en 602. Pie: unidad de longitud de la que no sabemos si el autor utiliza el pie romano o

el bizantino. El primero equivale a 29,56 cm, mientras que la medida más habitual del segundo era de 31,23 cm. Sobre esto, cfr. SCHILBACH (1970) pp. 13-16. Porta águilas (ὀρνιθοβόρος; lat.: urnaphorus): sería el soldado encargado de llevar un estandarte con la figura de un águila (lo que antiguamente llevaba el aquilifer) aunque G. T. Dennis (1984, p. 172) opina que es un ayuda de campo u ordenanza. Si realmente fuera un «portador de águila» estaríamos ante la supervivencia de este antiguo estandarte de las legiones romanas en el ejército bizantino, aunque probablemente no sea más que otra pervivencia, en tiempos de Mauricio, de una palabra anterior. Portaestandarte (βανδοφόρος): soldado que lleva el estandarte y que equivaldría al a n t i g u o signifer del ejército romano «clásico». Sus funciones las explica el mismo Mauricio en el libro I, cap. 3.

Prómajos (πρόμαχος): primera línea de las tropas en formación de batalla. Schola: unidad militar equivalente aproximadamente a un batallón (en la actualidad y en el ejército español, unos cuatrocientos soldados). Tagma (τάγμα): unidad regular de soldados compuesta por un efectivo teórico de poco más de trescientos hombres. Equivaldría a una bandera. El miembro de u n tagma se denomina ταγματικός: tagmatikós. Taxiarca (ταξιάρχης): nombre que recibe u n moirarca que manda mil o dos mil soldados de los optimates. Sus funciones las explica el mismo Mauricio en el libro I, cap. 3. La palabra taxiarca la usa ya Arriano (Tactica 10, 2 y 9) en el siglo II. Tetrarca (τετράρχης): oficial subalterno cuyas funciones explica el mismo Mauricio en el libro I, cap. 3.

Tribuno (lat.: tribunus): en el ejército tardorromano, es el comandante de una bandera, tagma o aritmos y sería un equivalente al conde. Sus funciones las explica el mismo Mauricio en el libro I, cap. 3. Trompeta: cfr. corneta. Tropas de asalto: Mauricio utiliza el latinismo κούρσωρ (lat.: cursor), tropas en orden abierto o extendido. Tropas de defensa: defensores. Mauricio utiliza el latinismo δηφένσωρ (lat.: defensor), tropas en orden cerrado. Turcos: pueblo nómada originario del Asia Central. Es en el siglo VI cuando se comienzan a tener las primeras referencias en Occidente sobre este pueblo. Debido a su asentamiento en las fronteras del Imperio Persa, sus disputas con este fueron continuas buscando en más de una ocasión el apoyo bizantino contra los persas. Sobre l o s turcos y sus aspectos militares en sus

primeros tiempos, cfr. NICOLLE (1995a). Vexiliario (lat.: vexilliarius): es el portador de un vexillum o estandarte de caballería. Yelmo (lat.: cassis): el yelmo o casco es un elemento básico del armamento defensivo del soldado romano bajoimperial y bizantino. Fabricados en hierro (cada vez menos en bronce), los había de muchos tipos, con formas mayoritariamente semiesféricas y minoritariamente cónicas. Todos solían llevar un refuerzo longitudinal desde la frente a la nuca (alguno culminado en forma de cresta metálica) y casi todos incluían carrilleras y cubrenuca. Según los tipos, podían llevar también cubrenariz y una protección para la garganta. A gusto de su poseedor (o, a veces, según ordenanza) podían ser, o no, adornados con plumas. 1 Gregorio de Tours ( Historia Francorum IV 29) les denomina hunos, en recuerdo de su origen, aunque en esa época ya nada tienen que ver con aquel pueblo

(cfr. hunos). Su líder, continúa el cronista, uocabatur enim Gaganus. Omnes enim regis gentes illius hoc appellantur nomine («le llamaban Gagán [chagán, khan, jan]. Este es, en efecto, el nombre que designa a todos los reyes de esta nación»). 2 Alimento muy consumido por los soldados romanos (Codex Theodosianus VII 4, 6). 3 Desde mediados del siglo VII, denominación (en griego, θέμα) de una provincia bizantina. 4 Hoy Zülpich, distrito de Euskirchen, región administrativa de Colonia, estado federado de Renania del Norte-Westfalia, Alemania. 5 Hoy Vouillé, departamento de Vienne, Francia. 6 Desde mediados del siglo VII, denominación (en griego: θέμα) de una provincia bizantina.

Índice temático Índice onomástico Acilius Attianus (Publius) (militar romano): p. 211 (n. 113). Adarmaanes (general persa): p. 20. Adriano (emperador romano): pp. 35, 36 (n. 53), 44, 210 (n. 113), 211 (n. 113). Aelius Aurelius Commodus (Marcus) (cfr. Cómodo). Aelius Aurelius Verus (Marcus) (cfr. Marco Aurelio). Aelius Hadrianus (Publius) (cfr. Adriano). Alboino (rey lombardo): p. 308. Anastasia (hija del emperador Mauricio): p. 29. Anastasio (soldado persa mártir): pp. 45, 89

(n. 6), 162 (n. 90). Anastasio I (emperador romano de Oriente): p. 31. Aníbal (político y militar cartaginés): pp. 32, 43, 44, 49, 202, 203, 203 (ns. 111 y 112). Aqueménida (dinastía persa): pp. 240 (n. 125), 309. Ardagastos (jefe eslavo): p. 21. Atila (caudillo de los hunos): p. 307. Aurelius Antoninus (Marcus) (cfr. Caracalla). Aurelius Probus (Marcus) (cfr. Probo). Aurelius Valerius Diocletianus (Caius) (cfr. Diocleciano). Avidius Nigrinus (Caius) (político y militar romano): p. 211 (n. 113). Augusto (emperador romano): pp. 20, 35, 36 (n. 53), 53. Bahram Chobin (usurpador persa): pp. 27, 309.

Bahram V (rey de Persia): p. 144 (n. 85). Bahram VI (cfr. Bahram Chobin). Baian (jefe ávaro): p. 22. Belisario (general romano-bizantino): pp. 24, 54, 54 (n. 68), 55, 307. Belisarius (Flavius) (cfr. Belisario). Bokolobras (jefe ávaro): p. 22. Cabrias (general ateniense): pp. 43, 45, 201 (n. 106), 203 (n. 112). Calínico de Heliópolis (inventor medieval): p. 229 (n. 121). Caracalla (emperador romano): p. 36. Carlomagno (emperador de los francos): p. 300. Castus (general romano-bizantino): p. 22 César (político y militar romano): pp. 42, 145 (n. 88), 202 (n. 109). Chabrias (cfr. Cabrias). Claudius Nero (Tiberius) (cfr. Tiberio).

Cleopatra (hija del emperador Mauricio): p. 29. Comentiolus (general romano-bizantino): pp. 22, 22 (n. 14), 25, 25 (n. 21), 26, 27, 29, 227 (n. 120). Cómodo (emperador romano): p. 36 (n. 53). Constantina (emperatriz romana de Oriente, hija del emperador Tiberio II y esposa del emperador Mauricio): pp. 20, 29. Constancio II (emperador romano): p. 302. Constantino I (emperador romano): pp. 9, 21 (n. 11), 51, 52, 53, 98 (n. 34). Constantino VII (emperador romano de Oriente): pp. 21 (n. 11), 32, 32 (n. 44), 33, 98 (n. 34), 301. Constantino Porfirogénito (cfr. Constantino VII). Cornelius Palma (Aulus) (político y militar romano): p. 211 (n. 113).

Cornelius Scipio (Publius) (cfr. Escipión el Africano). Cosroes I (emperador persa): pp. 307, 309. Cosroes II (emperador persa): pp. 27, 27 (n. 22), 29, 30, 45, 216 (n. 116), 240 (n. 124), 309. Decio (emperador romano): pp. 44, 49, 145, 145 (ns. 86 y 87). Deus: pp. 41, 116, 116 (n. 51), 274, 290. Diocleciano (emperador romano): pp. 9, 20 (n. 6), 25 (n. 19), 51, 52. Dios: pp. 30, 41, 42 (n. 55), 46, 47, 50, 81, 82 (n. 2), 105, 116 (n. 51), 169, 180, 181, 183 (n. 96), 194, 195, 198, 252, 274 (n. 172), 290 (n. 205). Domiciano (emperador romano): p. 210 (n. 113). Domitianus (obispo y consejero imperial romano-bizantino): pp. 27, 27 (n. 23).

Drocton (general romano-bizantino): p. 23. Escipión el Africano (político y militar romano): pp. 42, 49, 203, 203 (n. 111). Fernández de Córdoba (Gonzalo) (militar español): p. 193 (n. 101). Flavius Domitianus (Titus) (cfr. Domiciano). Flavius Claudius Iulianus (cfr. Juliano). Flavius Iulius Constantius (cfr. Constancio II). Flavius Mauricius (cfr. Mauricio). Flavius Mauricius Tiberius (cfr. Mauricio). Flavius Petrus Sabbatius Iustinianus (cfr. Justiniano I). Flavius Phocas (cfr. Focas). Flavius Theodosius (cfr. Teodosio I). Flavius Theodosius (cfr. Teodosio II). Flavius Valens (cfr. Valente). Flavius Valerius Constantinus (Caius) (cfr. Constantino I).

Flavius Valerius Leo (cfr. León I). Focas (emperador romano de Oriente): pp. 28, 29, 30, 31, 309. Galieno (emperador romano): p. 52 (n. 61). Germanus (consuegro del emperador Mauricio): p. 29. Germanus (general romano-bizantino): p. 26. Gordia (hermana del emperador Mauricio): pp. 19, 23 (n. 14), 26, 31. Graciano (emperador romano en Occidente): p. 52 (n. 63). Gran Capitán (cfr. Fernández de Córdoba [Gonzalo]). Gran Rey (título oficial del emperador persa): p. 27. Gratianus (Flavius) (cfr. Graciano). Gregorio I (san) (papa): pp. 19 (n. 1), 27. Heraclio (emperador romano de Oriente):

pp. 31, 32, 301. Heraclius (cfr. Heraclio). Hormisdas IV (cfr. Ormuz IV). Inmaculada (la Virgen María): p. 81. Isaías (profeta): p. 183 (n. 96). Isáurica (dinastía del Imperio Romano de Oriente): p. 54 (n. 67). Isócrates (político y orador): pp. 43, 197 (n. 103). Imperator Caesar Augustus (cfr. Augusto). Iulius Caesar (Caius) (cfr. César). Iulius

Caesar

Octavianus

(Caius)

(cfr.

Augusto). Iustinus (hijo del emperador Mauricio): p. 29. Jesucristo: pp. 27 (n. 24), 30, 81 (n. 2). Juan IV (patriarca de Constantinopla): p. 28. Juan Crisóstomo (santo): p. 183 (n. 96). Juliano (emperador romano): p. 52.

Julio César (cfr. César). Justiniano I (emperador romano de Oriente): pp. 9, 19, 21 (n. 10), 24, 29, 29 (n. 26), 36 (n. 53), 44, 51, 53, 54, 56, 148 (n. 89), 175 (n. 93), 216 (n. 116), 218 (n. 117), 299, 304, 305, 307, 308. Justino II (emperador romano de Oriente): pp. 19, 309. Kniva (caudillo godo): p. 145 (n. 86). León I (emperador romano de Oriente): pp. 20 (n. 5), 54 (n. 67). León III (emperador romano de Oriente): p. 54 (n. 67). León VI (emperador romano de Oriente y tratadista militar): pp. 32, 32 (n. 43), 33, 34, 45, 107 (n. 38), 179 (n. 94), 201 (n. 106), 203 (n. 112). Leontia (emperatriz romana de Oriente): p. 29.

Leovigildo (rey visigodo): p. 25. Licinius Egnatius Gallienus (Publius) (cfr. Galieno). Lusius Quietus (príncipe y militar mauritano al servicio de Roma): pp. 44, 49, 210 (n. 113), 211 (n. 113). María (madre de Jesucristo): pp. 28, 32 (n. 38), 47, 81. María (esposa de Cosroes II e ¿hija del emperador Mauricio?): p. 27. Marco Aurelio (emperador romano): p. 36, n. 53. Martinus (general romano-bizantino): p. 22. Mauricio (emperador romano de Oriente): pp. 9, 19, 19 (ns. 1 y 3), 20, 20 (n. 8), 21, 21 (n. 7), 23, 23 (n. 14), 24, 24 (n. 15), 25, 26, 26 (n. 21), 27, 27 (n. 23), 28, 28 (n. 25), 29, 29 (n. 26), 30, 31, 32, 32 (n. 44), 33, 34, 34 (n. 52), 35, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 42

(ns. 55 y 56), 43, 44, 45, 45 (n. 57), 46, 49, 50, 51, 53, 56, 57, 81 (n. 2), 82 (ns. 3 y 4), 91 (n. 12), 108 (n. 39), 116 (n. 49), 117 (n. 53), 144 (n. 84), 145 (n. 87), 184 (n. 99), 203 (n. 112), 216 (n. 116), 268 (n. 154), 269 (ns. 156 y 158), 301, 302, 303, 304, 305, 306, 307, 308, 309, 310. Messius Quintus Decius (Caius) (cfr. Decio). Narsés (general romano-bizantino, de Justiniano I): p. 175 (n. 95). Narsés (general romano-bizantino, de Justiniano I): pp. 175 (n. 95), 216 (n. 116), 307. Narsés (general romano-bizantino, de Mauricio): p. 216 (n. 116). Nuestra Señora: p. 81. Nuestro Señor (referido a Jesucristo): pp. 30, 81, 81 (n. 2). Odoacro (rey de los hérulos): p. 306.

Ormuz IV (emperador persa): pp. 20, 27, 216 (n. 116), 309. Paulus (hijo del emperador Mauricio): p. 29. Paulus (padre del emperador Mauricio): p. 19. Pelagio II (papa): p. 27. Pelayo (Don) (rey de Asturias): p. 304. Peroz (cfr. Peroz I). Peroz I (rey de Persia): pp. 44, 144, 144 (n. 85). Petrus (hermano del emperador Mauricio): pp. 19, 23, 24, 28, 29. Petrus (hijo del emperador Mauricio): p. 29. Philippicus

(general

romano-bizantino

y

cuñado del emperador Mauricio): pp. 23, 23 (n. 14), 26, 31. Pompeius Magnus (Cneus) (cfr. Pompeyo). Pompeyo (general romano): p. 53.

Porcius Cato Licinianus (Marcus) (político romano, hijo de Catón el Censor): p. 35 (n. 53). Porfirogénito (cfr. Constantino VII). Priscus (general romano-bizantino): pp. 23, 26. Probo (emperador romano): pp. 54 (n. 67), 105 (n. 57). Providencia: pp. 82, 292. Publilius Celsus (Lucius) (político y militar romano): p. 211 (n. 113). Redentor (referido a Jesucristo): p. 30. Rodrigo (rey de los visigodos): p. 305. Rómulo Augústulo (emperador romano de Occidente): p. 306. Romulus Augustus (cfr. Rómulo Augústulo). Salvador: pp. 81, 81 (n. 2). Santísima Trinidad, Sagrada Trinidad: pp. 30, 47, 81, 81 (n. 2).

Señor (referido a Jesucristo): pp. 30, 81, 81 (n. 2), 82, 116 (n. 50). Septimius Bassianus (cfr. Caracalla). Suintila (rey de los visigodos): p. 26. Tamchosroes (general persa): p. 20. Tarasicodissa (cfr. Zenón). Teodora (emperatriz romana de Oriente): p. 29. Teodorico I (rey ostrogodo): p. 304. Teodosio I (emperador romano): p. 52. Teodosio II (emperador romano de Oriente): p. 183 (n. 96). Theoctista (hermana del emperador Mauricio): p. 19. Theoctista (hija del emperador Mauricio): p. 29. Theodosius (hijo del emperador Mauricio): pp. 28, 29. Tiberio (emperador romano): p. 35 (n. 53).

Tiberio II (emperador romano de Oriente): pp. 19, 20, 20 (n. 8). Tiberius (hijo del emperador Mauricio): pp. 28, 29. Tiberius Constantinus (cfr. Tiberio II). Todopoderoso (Dios): p. 82. Todos los Santos: p. 81. Trajano (emperador romano): pp. 35, 36 (n. 53), 44, 49, 210, 210 (n. 113), 211 (n. 113), 302. Valente (emperador romano): pp. 52, 52 (n. 63). Vercingetórix (caudillo galo): p. 42. Virgen Madre de Dios: pp. 28, 32 (n. 38), 47, 81. Vlpius Traianus (Marcus) (cfr. Trajano). Witiza (rey de los visigodos): p. 305. Yazdegerd II (rey de Persia): p. 144 (n. 85). Zenón (emperador romano de Oriente): p. 54 (n. 67).

Índice de toponimos Abrit (lugar actual): p. 22. Abrittus (lugar antiguo): pp. 49, 145 (n. 86). Achaea (provincia antigua): pp. 23, 306. Ad Aquas (lugar antiguo): p. 22 (n. 12). Adamclisi (lugar actual): p. 22 (n. 12). Afganistán (país actual): p. 303. África (continente antiguo y actual): pp. 24, 54. Africa (demarcación antigua): pp. 24, 24 (n. 17), 56. Afyonkarahisar (demarcación administrativa actual): p. 301. Akbas (lugar antiguo): pp. 27, 30, 227 (n. 120). Al Hasakah (demarcación administrativa actual): p. 26.

Al Jamah (lugar actual): p. 111. Alemania (país actual): p. 305 (n. 4). Algarve (región actual): p. 24. Alesia (lugar antiguo): pp. 42, 145 (n. 88). Alicante (ciudad y demarcación administrativa actuales): p. 25. Alise-Sainte-Reine (lugar actual): pp. 42, 145 (n. 88). Alpes (cordillera antigua y actual): p. 308. Ambar (lugar actual): pp. 27, 227 (n. 120). Ana (río actual): p. 22. Anatolia (región actual): p. 309. Anchialus (lugar antiguo): pp. 21, 23. Ancyra (lugar antiguo): p. 301. Andalucía (demarcación administrativa actual): p. 25. Anglon (lugar antiguo): pp. 49, 175 (n. 93). Ankara (ciudad y demarcación administrativa actual): p. 301.

Antalya (demarcación administrativa actual): p. 20 (n. 5). Antigua República Yugoslava de Macedonia (país actual): pp. 30, 211 (n. 115). Aphumon (lugar antiguo): p. 227 (n. 120). Aquis (lugar antiguo): pp. 22, 22 (n. 12). Arabissus (lugar antiguo): p. 19. Ar Raqqah (lugar y demarcación administrativa actuales): pp. 20, 309. Arčar (lugar actual): p. 22 (n. 12). Armenia (región antigua y país actual): pp. 27, 44, 49, 56, 175 (n. 93), 229 (n. 120). Armenia II (provincia antigua): p. 19 (n. 2). Armenia III (provincia antigua): p. 19. Arzanene (región antigua): pp. 26, 44, 227, 227 (n. 120). Asia (provincia antigua): p. 35 (n. 53). Asia Central (región actual): pp. 242 (n.

127), 310. Asia Menor (región antigua y actual): pp. 301, 309. Atenas (lugar antiguo y actual): p. 306. Austria (país actual): pp. 90 (n. 8), 307. Auxois (monte) (lugar actual): pp. 42, 145 (n. 88). Bactriana (región antigua): p. 303. Balcanes (región antigua y actual): pp. 21, 23, 299, 300, 304. Baleares (islas y demarcación administrativa actuales): pp. 25, 26, 28. Banya (lugar actual): p. 22. Başka Kale (lugar actual): pp. 27, 227 (n. 120). Batman (río actual): p. 227 (n. 120). Badajoz (lugar y demarcación administrativa actuales): p. 25 (n. 19). Belgrado (lugar actual): p. 307.

Benevento (ducado antiguo): p. 308. Beroea (lugar antiguo): p. 22. Biltis (demarcación administrativa actual): p. 227 (n. 120). Bithynia (provincia antigua): pp. 29, 201, 309. Bitola (lugar y demarcación administrativa actuales): pp. 30, 211 (n. 115). Bluèvina (lugar actual): p. 266 (n. 147). Bolu (demarcación administrativa actual): pp. 301, 309. Bononia (lugar antiguo): pp. 22, 22 (n. 12). Boukelarion

(demarcación

administrativa

antigua): p. 301. Britannia (provincia antigua): pp. 35 (n. 53), 36. Brno (lugar actual): p. 266 (n. 147). Bulgaria (país actual): pp. 21, 22, 22 (n. 12), 46, 145 (n. 86), 305.

Burgas (demarcación administrativa actual): p. 21. Callinicum (lugar antiguo): pp. 20, 309. Çankiri (demarcación administrativa actual): p. 301. Cappadocia (provincia antigua): p. 19 (n. 2). Cartagena (lugar actual): pp. 25, 25 (n. 21). Cartago (lugar antiguo): pp. 35 (n. 53), 53. Carthago (lugar antiguo): pp. 24, 35 (n. 53) Carthago Nova (lugar antiguo): p. 25. Carthago Spartaria (lugar antiguo): pp. 25, 26. Cerdeña (isla actual): p. 28. Ceuta (lugar actual): p. 25. Chrysopolis (lugar antiguo): p. 32 (n. 38). Cilicia (provincia antigua): p. 54 (n. 67). Colonia (lugar y demarcación administrativa actuales): p. 305 (n. 4).

Comunidad Valenciana (demarcación administrativa actual): p. 25. Constanza (lugar demarcación administrativa actual): pp. 22, 22 (n. 12). Constantina (lugar antiguo): p. 20. Constantinopla (lugar antiguo): pp. 20, 21, 23, 27 (n. 23), 28, 28 (n. 25), 29, 29 (n. 26), 33, 53, 56, 89 (n. 5), 183 (n. 96), 216 (n. 116), 229 (n. 121), 265 (n. 145), 300, 304, 308. Córcega (isla actual): p. 28. Córdoba (ciudad y demarcación administrativa actual): pp. 25, 193 (n. 101). Corduba (lugar antiguo): pp. 25, 25 (n. 20). Çorum (demarcación administrativa actual): p. 301. Côte-d’Or (demarcación administrativa actual): pp. 42, 145 (n. 88). Croacia (país actual): p. 299.

Dacia (provincia antigua): p. 306. Dacia Ripensis (provincia antigua): p. 22. Danubio (río actual): pp. 21, 22, 53, 55, 145, 246 (n. 132), 248, 249 (n. 136), 250, 251 (n. 140), 299, 301, 304, 306, 307. Danuvius (río antiguo): p. 21. Denia (lugar actual): p. 25. Dianium (lugar antiguo): p. 25. Diocletianopolis (lugar antiguo): p. 22. Diyarbakir (demarcación administrativa actual): pp. 26, 27, 227 (n. 120). Dniéster (río actual): pp. 299, 304. Dobrudja (región actual): p. 145 (n. 86). Dorostolon (lugar antiguo): pp. 22, 22 (n. 12). Durostorum (lugar antiguo): p. 22 (n. 12). Dvin (lugar actual): pp. 49, 175 (n. 93). Edessa (lugar antiguo): p. 211 (n. 113).

Edirne (lugar y demarcación administrativa actuales): pp. 23, 52 (n. 63). Emerita Augusta (lugar antiguo): p. 25 (n. 19). Ereván (lugar actual): pp. 49, 175 (n. 95). Ergina (río antiguo): p. 22. Escandinava (península) (territorio actual): pp. 304, 306. Escútari (lugar actual): p. 32 (n. 38). Eski Malatya (lugar actual): pp. 19 (n. 2), 27 (n. 23). Eskişehir (demarcación administrativa actual): p. 301. Eslovenia (país actual): p. 299. España (país actual): pp. 24, 25 (n. 19). Estambul (ciudad y demarcación administrativa actuales): pp. 21, 32 (n. 38), 309. Europa (continente antiguo y actual): pp. 9,

21, 306. Euskirchen (demarcación administrativa actual): p. 305 (n. 4). Extremadura (demarcación administrativa actual): p. 25 (n. 19). Flaminia (provincia antigua): p. 24. Francia (país actual): pp. 42, 145 (n. 88), 305 (n. 5), 306. Galatia I (provincia antigua): p. 301. Ganges (río antiguo y actual): p. 307. Garzan (río actual): p. 227 (n. 120). Hadrianopolis (lugar antiguo): pp. 23, 52 (n. 63). Haemimontus (provincia antigua): pp. 21, 23, 52 (n. 63). Haskovo (demarcación administrativa actual): p. 22. Heraclea (lugar antiguo): pp. 211, 211 (n. 115).

Heraclea Lyncestis (lugar antiguo): pp. 30, 211 (n. 115). Heraklea (lugar antiguo): pp. 30, 45. Hisarya (lugar actual): p. 22. Hispania (provincia antigua): p. 24, 25, 25 (n. 21), 26, 26 (n. 21). Hispaniarum (dioecesis)

(demarcación

administrativa antigua): p. 25 (n. 19). Hispanias (diócesis de las) (demarcación administrativa antigua): p. 25 (n. 19). Hister (río antiguo): pp. 21, 22, 24, 28. Hissar (lugar actual): p. 22. Hisarlak (lugar actual): pp. 50, 145 (n. 86). Hungría (país actual): pp. 299, 307. Ibérica (península) (territorio antiguo y actual): pp. 25, 25 (n. 20), 36, 304. Imperio Bizantino (territorio antiguo): pp. 26, 54 (n. 67), 230 (n. 123), 307, 308. Imperio Persa (territorio antiguo): pp. 26,

307, 309, 310. Imperio Romano (territorio antiguo): pp. 9, 26, 36, 50, 51, 52, 53, 93 (n. 19), 96 (n. 32), 230 (n. 123), 300, 303, 307. Imperio Romano de Occidente (territorio antiguo): pp. 24, 34, 36, 304, 305. Imperio Romano de Oriente (territorio antiguo): pp. 9, 21, 24, 26, 34, 36, 49, 50, 51, 54 (n. 67), 56, 91 (n. 12), 218 (n. 117), 227 (n. 120), 246 (n. 132), 299. India (país actual): pp. 27 (n. 24), 307. Isauria (provincia antigua): pp. 20 (n. 5), 54 (n. 67). Italia (territorio antiguo y país actual): pp. 24, 28, 30, 53 54 (n. 64), 300, 304, 307, 308. Iudaea (provincia antigua): p. 210 (n. 113). İzmit (lugar actual): pp. 29, 309. Jama (lugar actual): p. 111.

Jutlandia (península actual): p. 306. Kahramanmaraş (demarcación administrativa actual): p. 19. Karaman (demarcación administrativa actual): p. 20 (n. 5). Kermānshāh/Bajtaran (lugar actual): p. 240 (n. 124). Kermānshāhā (demarcación administrativa actual): p. 240 (n. 124). Kiklareli (demarcación administrativa actual): p. 22. Kirikkale (demarcación administrativa actual): p. 301. Kirşehir (demarcación administrativa actual): p. 301. Kiziltepe (lugar actual): p. 26. Kokaeli (demarcación administrativa actual): pp. 29, 309. Konya (demarcación administrativa actual):

p. 301. Líbano (país actual): p. 27. Libida (lugar antiguo): p. 22. Macedonia I (provincia antigua): p. 23. Macedonia II (provincia antigua): p. 211 (n. 115). Málaga (demarcación administrativa actual): p. 25. Malatya (demarcación administrativa actual): pp. 19 (n. 2), 27 (n. 23). Marcianopolis (lugar antiguo): pp. 22, 22 (n. 12). Mardin (demarcación administrativa actual): pp. 26, 211 (n. 113), 309. Mármara (mar actual): p. 29. Martyropolis (lugar antiguo): pp. 26, 227 (n. 120). Mauretania Tingitana (provincia antigua): p.

25 (n. 19). Mejafarkin (lugar actual): pp. 26, 227 (n. 120). Melitene (lugar antiguo): pp. 19 (n. 2), 27 (n. 23). Mérida (lugar actual): p. 25 (n. 19). Mermer (lugar actual): pp. 26, 227 (n. 120). Mersin (demarcación administrativa actual): p. 20 (n. 5). Mesia (provincia antigua): p. 145. Mesia Inferior (provincia antigua): p. 145 (n. 86). Mesopotamia (provincia antigua): p. 20. Mesopotamia (región antigua): p. 27. Miloševo (lugar actual): p. 22 (n. 12). Miseno de Bacoli (lugar actual): p. 53. Misenum (lugar antiguo): p. 53. Moesia Inferior (provincia antigua): pp. 44. 145 (n. 86).

Moesia II (provincia antigua): p. 22. Moldavia (país actual): p. 251 (n. 140). Monokarton (lugar antiguo): p. 26. Montana (demarcación administrativa actual): p. 22 (n. 12). Moravia (región actual): p. 306. Murcia (demarcación administrativa actual): p. 25. Nápoles (demarcación administrativa actual): pp. 53, 193 (n. 101). Negotin (lugar actual): p. 22 (n. 12). Negro (mar actual): pp. 21, 53, 242 (ns. 127 y 128). Nicomedia (lugar antiguo): pp. 29, 309. Nisibis (lugar antiguo): p. 211 (n. 113), p. 309. Nusaybin (lugar actual): p. 211 (n. 113), 309. Nymphius (río antiguo): p. 227 (n. 120).

Occidente (ámbito territorial antiguo): pp. 9, 24, 28, 32 (n. 44), 53, 93 (n. 19), 310. Optimaton (demarcación administrativa antigua): p. 309. Oriente (ámbito territorial antiguo): pp. 20, 21 (n. 10), 25, 27, 32 (n. 44), 49. Padana (llanura) (región actual): p. 308. Pannonia (provincia antigua): pp. 21, 21 (n. 10), 299, 307, 308. Pannonia II (provincia antigua): p. 21 (n. 10). Peloponeso (región antigua y actual): p. 23. Península Balcánica (cfr. Balcanes). Persia (país antiguo): pp. 27, 227 (n. 120), 242 (n. 128), 307. Philippopolis (lugar antiguo): p. 22. Phoenicia Libanensis (provincia antigua): p. 26.

Phrygia (lugar antiguo): p. 52 (n. 62). Phrygia Salutaris (provincia antigua): p. 301. Phrygia II (provincia antigua): p. 301. Plovdiv (lugar y demarcación administrativa actuales): p. 22. Pomorie (lugar actual): p. 21. Pontus Euxinus (mar antiguo): pp. 21, 22. Prahovo (lugar actual): p. 22 (n. 12). Propontis (mar antiguo): p. 29. Rateria (lugar antiguo): pp. 22, 22 (n. 12). Ratiaria (lugar antiguo): p. 22 (n. 21). Rávena (lugar y demarcación administrativa actuales): pp. 24, 53. Ravenna (lugar antiguo): p. 24, 24 (n. 17). Razgrad (lugar actual): pp. 49, 145 (n. 86). Renania del Norte-Wesfalia (demarcación administrativa actual): p. 305 (n. 4). República Checa (país actual): pp. 266 (n.

147), 306. Roma (lugar antiguo y actual): pp. 28, 35 (n. 53), 36, 49, 55, 202 (n. 109), 302. Rumanía (país actual): pp. 22 (n. 12), 145 (n. 86), 246 (n. 132), 250 (n. 136), 251 (n. 140), 306. Ruse (demarcación administrativa actual): p. 22 (n. 12), 49, 145 (n. 86). Sakarya (demarcación administrativa actual): p. 309. Salāh (lugar actual): p. 26. Salahuddīn (Saladino) (demarcación actual): p. 52 (n. 62). Sāmarrā’ (lugar actual): p. 52 (n. 62). Salónica (lugar y demarcación administrativa actuales): p. 23. Sanliurfa (lugar actual): p. 211 (n. 113). Santa Sofía (iglesia): p. 29. Scythia (provincia antigua): pp. 22, 23.

Septem (lugar antiguo): pp. 25, 26. Serbia (país actual): pp. 21, 22 (n. 12), 307. Siirt (lugar y demarcación administrativa actuales): p. 27. Silistra (lugar actual): p. 22 (n. 12). Singidunum (lugar antiguo): p. 307. Sirmium (lugar antiguo): pp. 21, 21 (n. 10), 22 (n. 13). Sicilia (isla antigua y actual): pp. 28, 54, 304. Silvan (lugar actual): p. 227 (n. 120). Şirvan (lugar actual): p. 27. Siria (país actual): pp. 20, 26, 309. Sisarbanon (lugar antiguo): p. 27. Slava Rusă (lugar actual): p. 22. Sogdiana (región antigua): pp. 303, 307. Solachon (lugar antiguo): p. 26. Spania (cfr. Hispania).

Spoleto (ducado antiguo): p. 308. Sremska-Mitrovica (lugar actual): p. 21. Stara Zagora (lugar actual): p. 22. Tánger (lugar y demarcación administrativa actuales): p. 25. Tanir (lugar actual): p. 19. Taq-e Bostan (lugar actual): p. 240 (n. 124). Tekirdağ (demarcación administrativa actual): p. 22. Theotokos (monasterio antiguo): p. 32 (n. 38). Thessalonica (lugar antiguo): p. 23. Thracia (provincia y diócesis antiguas): pp. 22, 22 (n. 13), 28. Tigris (río antiguo y actual): p. 227 (n. 120). Tingis (lugar antiguo): p. 25. Tolbiacum (lugar antiguo): p. 305. Toledo (reino medieval): p. 304.

Tomis (lugar antiguo): pp. 22, 23. Toscana (región actual): p. 308. Tracia (provincia antigua): pp. 31, 145, 305. Tropaeum Traiani (lugar antiguo): p. 22 (n. 12). Tropaion (lugar antiguo): pp. 22, 22 (n. 12). Tulcea (lugar y demarcación administrativa actual): p. 22. Túnez (lugar y demarcación administrativa actuales): pp. 24, 203 (n. 111). Tunicia (país actual): pp. 24, 203 (n. 111). Turkmenistán (país actual): pp. 303, 307. Turquía (país actual): pp. 19, 19 (n. 2), 20, 20 (n. 5), 21, 22, 23, 26, 27, 29, 32 (n. 38), 54 (n. 67), 211 (n. 113), 227 (n. 120), 309. Ucrania (país actual): pp. 251 (n. 140), 304. Urfa (demarcación administrativa actual): pp. 20, 211 (n. 113). Üskudar (lugar actual): p. 32 (n. 38).

Valaquia (región actual): p. 249 (n. 136). Van (lago actual): p. 227 (n. 120). Van (demarcación administrativa actual): p. 227 (n. 120). Varna (lugar y demarcación administrativa actuales): p. 22. Vidin (lugar actual): p. 22 (n. 12). Viena (ciudad actual): p. 90 (n. 8). Vienne (demarcación administrativa actual): p. 305. Viransehir (lugar actual): p. 20. Voglada (lugar antiguo): p. 305. Vouillé (lugar actual): p. 305 (n. 5). Yerevan (lugar actual): pp. 49, 175 (n. 95). Zaldapa (lugar antiguo): p. 22. Zama (lugar antiguo): p. 203 (n. 111). Zergan (río actual): p. 26. Zerzel Kale (lugar actual): p. 227 (n. 119). Zeugitana (provincia antigua): p. 24.

Zoguldak (demarcación administrativa actual): p. 309. Zülpich (lugar actual): p. 305 (n. 4). Índice de materias y nombres comunes Abrojo(s): pp. 145, 146, 267, 279, 285, 286, 288, 291, 299. acies in acies (orden): p. 276. acuartelamiento: pp. 38, 177, 301. ad contum clina (orden): p. 275. ad decarchas (orden): p. 126. ad fulco, ad fulcum (orden): pp. 274, 290 (n. 203). ad latus stringe (orden): pp. 124, 126. ad octo (orden): p. 274. ad pentarchas (orden): p. 126. ad scutum clina, move (orden): p. 276. adiuta (orden): pp. 274, 290.

africano(s), a la africana: pp. 48, 75, 159, 161, 162. agosto: pp. 20, 28, 52 (n. 63), 232. águila(s): pp. 268, 268 (n. 154), 272, 278, 305, 310. agua(s): pp. 53, 99, 112, 115, 154, 172, 173, 184, 184 (n. 99), 200, 203, 215, 227, 231, 232, 233, 241, 244, 247, 286 (n. 197), 287, 289, 303. alano(s), a la alana: pp. 12, 48, 75, 159, 161, 162, 301, 302. alamanes: pp. 305, 307. alarma: p. 282. alforja(s): pp. 12, 48, 76, 91, 167, 172, 184. aljaba(s): pp. 90, 266, 299. aliado, aliada, aliados: pp. 55, 176, 178, 196, 199, 201, 305. Alto Imperio Romano: p. 96 (n. 32). alto mando: p. 55.

amanecer: pp. 209, 211, 286. ami fulco (orden): pp. 290, 290 (n. 203). amotinado(s): pp. 26, 29, 196. anfitrión: pp. 194, 246. antes (pueblo): pp. 14, 30, 49, 77, 213, 237, 246, 246 (n. 132), 250, 280, 299, 304. antesagittator: p. 270 (n. 158). antídoto: p. 247. apocrisiario: p. 28 (n. 25). aquilae: p. 305. aquilifer: p. 310. árabes: pp. 30, 55, 229 (n. 121). arboledas: p. 247. arco(s): pp. 89 (n. 5), 90, 91, 92, 93, 96, 111, 112, 123, 170, 177, 183, 199, 211, 240, 240 (n. 124), 241, 242, 243, 247, 262, 265, 265 (n. 146), 266, 266 (ns. 149 y 150), 267, 268, 269, 274, 280, 292, 300. arcuballista: pp. 38, 266 (n. 149).

arenga(s), arengar: pp. 12, 48, 75, 167, 171, 179, 306. arengador(es): pp. 94 (n. 29), 184, 306. ariete(s): pp. 229, 230. aritmos: pp. 15, 57, 78, 93, 93 (n. 19), 255, 265, 267, 268, 299, 310. armada imperial: pp. 53, 55. armadura(s): pp. 92, 181, 240, 240 (n. 124), 267 (n. 151), 268, 289. armamento, arma(s): pp. 10, 13, 15, 32, 37, 38, 39, 43, 44, 47, 48, 49, 50, 55, 74, 76, 78, 89 (n. 5), 90, 91, 92, 92 (n. 16), 93, 94, 97, 99, 103, 111, 112, 113 (n. 47), 123, 168, 177, 181, 191, 194, 197, 199, 202, 203, 211, 228, 229 (n. 121), 241, 243, 248, 251 (n. 140), 255, 264, 265, 266, 266 (n. 149), 267, 268, 268 (n. 153), 272, 273, 275, 278, 280, 292, 300, 303, 308, 309, 311. arquero(s): pp. 13, 15, 37, 54, 76, 78, 89 (n.

5), 91 (n. 12), 108, 110, 111, 113, 125, 126, 167, 170, 175, 175 (n. 93), 179, 199, 209, 211, 240, 241, 245, 255, 263, 265, 267, 268, 269, 271, 272, 274, 281, 282, 284, 292, 293, 295, 301. arqueros a caballo: pp. 37, 54, 91 (n. 12). arrianismo: p. 183 (n. 96). artesano(s): p. 232. artillería: pp. 230, 230 (n. 123), 231, 267. asaltante(s): p. 247. asalto(s): pp. 10, 38, 73, 94, 103, 105, 108, 109, 111, 135, 137, 146, 147, 161, 162, 163, 170, 181, 182, 201, 209, 212, 228, 244, 258, 310. asedio(s): pp. 14, 22, 23, 41, 42, 44, 48, 77, 113, 145 (n. 88), 225, 227, 227 (n. 120), 228, 229, 229 (n. 121), 230, 230 (n. 123), 231, 239. ataque(s): pp. 10, 11, 12, 13, 24 (n. 15), 25,

28, 30, 45, 48, 73, 74, 75, 76, 77, 94, 103, 105, 106, 107, 108, 109, 114, 116 (n. 52), 121, 127, 128, 129, 130, 133, 135, 136, 137, 138, 141, 143, 146, 147, 148, 159, 163, 167, 168, 169, 170, 173, 176, 177, 178, 180, 194, 199, 207, 209, 210, 211, 212, 213, 214, 215, 216, 217, 227, 228, 229, 231, 232, 239, 240, 241, 242, 243, 244, 245, 247, 248, 249, 250, 251, 251 (n. 140), 276, 279, 280, 281, 284, 288, 291, 292, 303, 306. ataques nocturnos: pp. 14, 48, 77, 207, 210, 211, 215, 244, 245. ataque(s) sorpresa: pp. 11, 13, 48, 76, 127, 141, 167, 168, 173, 176, 177, 194, 199, 207, 209, 213, 214, 217, 242, 243, 248, 249, 250, 251, 280, 281, 284, 303. atletas: p. 148. aurigas: p. 148. avanzadilla(s): pp. 94, 99, 100, 113, 138,

215. ávaro(s): pp. 14, 21, 22, 22 (n. 13), 23, 23 (n. 14), 30, 45, 49, 56, 77, 89 (n. 5), 90, 91, 91 (n. 12), 92, 105, 211, 237, 242, 242 (n. 127), 299, 300, 301, 306, 307. ayudante de campo: p. 268 (n. 154). azadones: p. 267. azuela: p. 267. azules (facción del hipódromo de Constantinopla): pp. 29, 29 (n. 26). Bajo Imperio Romano: pp. 52, 302. ballesta(s): pp. 38, 268 (n. 149). ballista, ballistae, ballistas: pp. 38, 43, 267, 279, 283, 283, 300, 303. balsas: p. 248. bandera(s): pp. 12, 48, 75, 92, 114, 114 (n. 47), 123, 130, 167, 170. bandera(s) (unidad[es] militar[es]): pp. 57, 93, 93 (n. 19), 94, 95, 106, 108, 108 (n. 40),

109, 112, 117, 125, 127, 128, 129, 138, 146, 148, 154, 176, 177, 182, 183, 184, 214, 251, 252, 257, 300, 310. banderín, banderines: pp. 10, 47, 74, 92, 105, 112, 113, 181, 182, 183, 267 (n. 151), 300. bandidos: p. 247. barco(s), barcas: pp. 53, 170, 248 (n. 134), 250, 283, 303. bárbaro(s), bárbaras: pp. 22, 24, 26 (n. 21), 28, 34, 43, 52, 53, 55, 126 (n. 68), 144 (n. 84), 199, 202, 300, 305, 306. barriles: p. 233. basilikos spatharios: p. 304. bastón, bastones: pp. 265, 290. batalla(s): pp. 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 20, 26, 31, 37, 38, 39, 40, 41, 46, 47, 48, 49, 50, 73, 74, 75, 76, 77, 78, 94, 94 (n. 29), 95, 98, 99, 103, 105, 106, 107, 107 (n. 38), 109,

110, 111, 112, 113, 114, 115, 116, 117, 124, 127, 128, 129, 133, 134, 135, 136, 137, 138, 143, 144, 145, 145 (ns. 86 y 87), 147, 147, 151, 153, 154, 155, 161, 162, 167, 168, 169, 171, 172, 173, 174, 175, 175 (n. 93), 176, 177, 178, 179, 180, 181, 182, 184, 195, 196, 198, 199, 200, 201, 202, 103, 209, 210, 211, 212, 213, 219, 229, 232, 240, 240 (n. 125), 241, 242, 243, 244, 245, 246, 247, 249, 251, 255, 256, 257, 258, 259, 260, 261, 263, 268, 269, 270, 271, 272, 273, 274, 275, 276, 277, 278, 279, 280, 281, 282, 284, 287, 288, 289, 294, 295, 302, 306, 308, 310. batallón: pp. 99, 300, 302, 310. bebida: p. 203. bendición: pp. 12, 48, 75, 81, 167, 170. Biblioteca Nacional de Madrid: p. 92 (n. 15). bizantina(s), bizantino(s): pp. 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 25 (ns. 19 y 30), 26, 27, 28, 30,

32, 33, 34, 44, 45, 45 (n. 57), 47 (n. 58), 48, 50, 54 (n. 67), 55, 89 (n. 5), 91 (n. 12), 98 (n. 34), 110 (n. 41), 113 (n. 44), 175 (n. 93), 202 (n. 109), 211 (n. 115), 227 (n. 120), 229 (n. 121), 230 (p. 123), 242 (n. 127), 250 (n. 136), 251 (n. 140), 299, 300, 301, 303, 304, 305, 306, 307, 308, 309, 309 (n. 6), 310, 311. blancos (facción del hipódromo de Constantinopla): p. 29 (n. 26). bombas incendiarias: pp. 228-229. bosque(s): pp. 99, 143, 181, 202, 244, 247, 249, 250, 251. bravura: pp. 195. 200, 220. britanos: pp. 36, 202, 202 (n. 109). bucelarios: pp. 54, 55, 56, 90, 100, 300. bucina(e): p. 301. bucinator(es): p. 115 (n. 48), 301. buey(es): pp. 248, 268, 279, 288.

búlgaros, búlgaras: pp. 265, 300, 301. caballería: pp. 10, 14, 15, 34, 37, 39, 43, 45, 46, 47, 49, 50, 52, 52 (n. 61), 54, 55, 57, 73, 77, 78, 90, 91 (n. 12), 95, 103, 105, 107, 109, 110 (n. 41), 124, 148, 162, 170, 174, 179, 196, 202, 210, 211, 212, 216, 217, 218, 220, 221, 232, 239, 240, 240 (ns. 124 y 125), 244, 245, 248, 249, 251 (n. 139), 255, 256, 257, 258, 259, 260, 261, 262, 263, 264, 268, 269, 270, 271, 272, 277, 279, 280, 280 (n. 188), 281, 282, 283, 284, 285, 287, 288, 289, 302, 303, 307, 310. caballería ligera: pp. 54, 280 (n. 188). caballería pesada: pp. 15, 54, 78, 255, 271. caballo(s): pp. 12, 30, 37, 45, 48, 50, 54, 55, 75, 76, 89 (ns. 5 y 6), 90, 91, 91 (ns. 12 y 13), 93, 93 (n. 30), 100, 110, 112, 115, 116, 124, 126, 127, 130, 131, 145, 146, 151, 153, 154, 155, 162 (n. 90), 167, 170, 172, 174,

176, 177, 178, 179, 180, 184 (n. 99), 194, 211, 214, 215, 216, 216 (n. 116), 217, 218, 218 (n. 117), 219, 220, 227, 228, 240, 240 (n. 124), 241, 243, 244, 245, 249, 267, 268, 277, 287, 288, 291, 292, 293, 294, 295, 299, 301, 305. caballo(s) de reserva (o de repuesto): pp. 12, 75, 93, 93 (n. 30), 151, 153, 154, 243. cabra: pp. 91, 248. caídos: pp. 112, 176. calor: pp. 239, 240, 242, 245, 246. camarada(s): pp. 98, 99, 286. camellos: p. 288. campamento(s): pp. 12, 13, 15, 16, 36 (n. 54), 38, 40, 41, 42, 43, 46, 48, 75, 76, 78, 90, 94, 97, 98, 99, 113, 116, 135, 137, 151, 153, 154, 155, 167, 168, 172, 173, 174, 177, 178, 179, 183, 193, 194, 195, 198, 201, 209, 210, 211, 212, 214, 215, 219, 220, 221, 227, 228, 232, 241, 245, 251, 252, 256, 279, 280, 282, 285, 285 (ns. 190 y 192), 286, 287,

288, 289, 291, 294, 295, 301. campaña(s): pp. 21, 23, 24, 25, 26, 28, 31, 40, 43, 52, 53, 54, 55, 56, 57, 90, 99, 180, 193 (n. 101), 194, 197, 211, 221 (n. 119), 252, 304. campidoctor(es): pp. 38, 268 (n. 153), 269 (n. 156), 308. campo de batalla: pp. 11, 12, 31, 38, 50, 75, 76, 112, 151, 153, 167, 169, 172, 175 (n. 93), 178. cañaverales: p. 250. capa(s): pp. 91, 92, 265. capucha: p. 90, 91, 228. capucha(s) de malla: pp. 90, 228. carcaj(s): pp. 90, 91, 140 (n. 124), 266, 299, 301. carga(s): pp. 22, 40, 92, 94 (n. 30), 98 (n. 34), 112, 113, 115, 116, 125, 126, 127, 127 (n. 72), 128, 135, 136, 137, 144, 181, 182, 202, 203, 240, 241, 244, 245, 261, 263, 267,

272, 276, 280. carne: pp. 172, 172 (n. 91). carretas, carros, carromato(s): pp. 15, 78, 94, 177, 184, 213, 214, 215, 217, 256, 263, 267, 267 (n. 152), 269, 272, 275, 277, 279, 280, 285, 286, 287, 288, 289, 291. carrilleras: pp. 266 (n. 148), 311. casaca: p. 93. casco(s): pp. 181, 266 (n. 148), 280, 289, 311. castigo(s): pp. 10, 12, 15, 40, 47, 50, 73, 76, 78, 83, 87, 97, 98, 99, 167, 171, 180, 191, 197, 215, 221, 242, 255, 270. castigo capital: p. 97. castramentación: p. 49. cataphractarii: p. 52 (n. 61). catapultas, catapultae: pp. 228, 229, 300, 303. católico(s): pp. 27, 29 (n. 26).

caza: pp. 16, 49, 78, 100, 135, 170, 180, 220, 240 (n. 124), 256, 291, 292, 292 (n. 217), 293, 294, 295, 302. cebada: pp. 172, 216, 246 (n. 133). cede (orden): p. 127. centurio, centurión: p. 306. césar (título del heredero del Imperio Romano): pp. 19, 20. cesto: p. 267. chagán (título de jefe): p. 300 (n. 1). cheiroballistra: p. 266 (n. 149). chiliarca(s): pp. 57, 95, 301, 308. chiliarquía(s): pp. 57, 95, 301, 308. circo: p. 29 (n. 26). cisterna(s): pp. 231, 233. ciudad(es): pp. 20, 21, 22, 23, 24, 25, 29 (ns. 19 y 20), 26, 30, 35 (n. 53), 38, 40, 42, 45, 46, 52 (n. 63), 55, 97, 98, 100 (n. 36), 183 (n. 96), 193, 194, 195, 201, 231, 306,

309. ciudadano(s): pp. 35 (n. 53), 36, 44, 46, 97, 97 (n. 33), 100. civil(es): pp. 19 (n. 3), 20 (n. 6), 24 (n. 16), 25 (n. 19), 51, 97, 191, 231, 303, 309. clarín, clarines: pp. 126, 212. classis, classes: p. 53. classis Alexandrina: p. 53. classis Britannica: p. 53. classis Germanica: p. 53. classis Histrica: p. 53. classis Moesica: p. 53. classis Pontica: p. 53. classis Syriaca: p. 53. clibanarii: p. 52 (n. 61). cobarde(s), cobardía: pp. 83, 192, 193, 194, 197, 241, 245. codex descriptus: p. 33. código militar: p. 174.

colinas: pp. 143, 175, 200, 202, 287. columna(s): pp. 14, 21, 43, 77, 94, 96, 100, 110, 111, 112, 128, 183, 184, 209, 212, 217, 219, 255, 260, 261, 262, 266, 267 (n. 152), 268, 269, 270, 271, 272, 273, 274, 275, 276, 276 (n. 185), 277, 278, 279, 281, 282, 289 (n. 200), 290, 293, 295. comandante(s): pp. 10, 13, 16, 20, 20 (n. 5), 26, 36 (n. 53), 39, 40, 41, 48, 50, 73, 76, 78, 87, 90, 93, 95, 96, 97, 100, 115, 125, 127, 131, 137, 138, 143, 144, 168, 169, 179, 183, 184, 189, 191, 191 (n. 100), 195, 196, 198, 199, 209, 210, 215, 216, 219, 221, 251, 256, 269, 270, 271, 273, 275, 276, 278, 282, 285, 289, 290, 292, 307, 310. combate(s): pp. 10, 13, 14, 20, 24, 38, 40, 41, 43, 44, 47, 50, 56, 73, 74, 76, 77, 87, 89 (n. 6), 92, 95, 98, 105, 106, 107, 109, 110, 112, 113, 115, 116, 116 (n. 51), 126, 128,

135.145, 146, 147, 154, 167, 170, 172, 173, 175, 176, 177, 178, 183, 184, 192, 193, 195, 202, 210, 211, 219, 225, 229, 232, 240, 241, 242, 243, 244, 245, 249, 249, 252, 261, 265, 270, 271, 272, 278, 280, 284, 287, 289, 290, 305, 306. combate cuerpo a cuerpo: pp. 110, 170, 241, 245. comes, comites: pp. 20, 20 (n. 5), 22, 26, 31, 52, 56, 93 (n. 20), 175 (n. 93), 301. comes excubitorum: pp. 20, 20 (n. 5), 26, 31. comes foederatum: p. 56. comes rei militaris: pp. 22, 175 (n. 93). comida: pp. 39, 82, 172, 178, 184, 191, 196, 203, 214, 227, 239. comitatensis, comitatenses: pp. 22 (n. 13), 51, 52, 54, 110 (n. 41). comitatus: pp. 36 (n. 53), 51, 51 (n. 60).

compañía(s): pp. 110, 125 (n. 60), 240, 268, 269. Concilio de Calcedonia (asamblea religiosa): p. 183 (n. 96). conde: pp. 57, 93, 95, 96, 116, 301, 310. condecoraciones: p. 114 (n. 47). conductores: pp. 279, 287. conscripción: pp. 52, 56. consejo asesor: p. 41. conspiración: pp. 29, 36 (n. 53), 97, 191, 211 (n. 113). contable(s): pp. 19 (n. 3), 55. contenedores: p. 233. Constitutio Antoniniana: p. 36. constitutiones: p. 36 (n. 53). constructores de armas: p. 268. cónsul(es), consulado, consulares: pp. 20, 20 (n. 8), 35 (n. 53), 44, 203 (n. 111), 210 (n. 113).

consul sine collega: p. 20. contraseña(s): pp. 40, 41, 116 (n. 51), 196. contraofensivas: p. 23. contubernio(s): pp. 10, 12, 73, 74, 75, 87, 92, 95, 96, 103, 111, 167, 170, 183, 221, 301. corbatas: pp. 114, 114 (n. 47). corneta(s) (músico[s]): pp. 115 (n. 48), 271, 286, 301, 302, 310. cornicines: p. 302. cornu: p. 302. cosechas: p. 232. cota(s) de malla: pp. 90, 90 (n. 8), 181, 228, 240, 242, 266, 274, 275, 280, 289. crimen: p. 23 (n. 14). cristiandad: p. 184 (n. 96). cubrenariz: p. 311. cubrenuca: p. 311. cuerda(s): pp. 89 (n. 5), 90, 230, 266 (n.

149), 267. cuerno(s) (instrumento[s] sonoro[s]): pp. 10, 74, 103, 115, 115 (n. 48), 126, 182, 273, 281, 282, 286, 293, 295, 302. cuero: pp. 90, 23, 248, 266 (n. 148), 267. cuerpo médico: pp. 10, 47, 74, 103, 112, 130, 154. cuerpo principal del ejército: pp. 147, 280, 281. cum ordine seque (orden): p. 126. cursu mina (orden): p. 126. dardo(s): pp. 266 (ns. 149 y 150), 308. dardo emplomado: p. 38. decarca(s): pp. 57, 90, 91 (n. 11), 93, 96, 97, 112, 123, 126, 126 (n. 65), 136, 138, 179, 214, 269, 270, 275, 302. decarquía(s): pp. 96, 110, 111, 147, 148, 267, 269, 302. defecciones: p. 244.

defecto(s): pp. 29, 239. delincuentes: pp. 12, 76, 83, 167, 171. delitos: pp. 10, 40, 73, 87, 96, 97, 98, 171, 191, 192, 197. demagogos: p. 29 (n. 26). depone aut dextram aut sinistram (orden): p. 276. depone dextra (orden): p. 127. depone sinistra (orden): p. 127. derrota(s): pp. 23, 39, 42, 44, 49, 135, 137, 143, 144 (n. 85), 154, 172, 178, 179, 184, 192, 196, 197, 202, 240, 306, 309. desastre(s): pp. 144, 180, 192, 300. desertar, desertor(es), deserción, deserciones: pp. 39, 92 (n. 16), 97, 106, 109, 144, 161, 171, 174, 180, 192, 193, 194, 195, 210, 213, 215, 219, 220, 231, 244. desfiladero(s): pp. 14, 48, 77, 207, 214-215, 216, 217, 218, 219, 250, 275.

desfiles: pp. 20 (n. 5), 171, 308. desnudez: p. 246. destacamento(s): pp. 110 (n. 41), 138, 147, 163, 173, 175, 215, 250, 272. Deus (grito militar): pp. 274, 290. diciembre: pp. 19, 20. diezmar, diezmados: p. 98, 98 (n. 35), 175 (n. 93). dinero: pp. 24, 28, 197, 245. diócesis: pp. 20, 20 (n. 6), 25 (n. 19), 55, 56. dioecesis: pp. 25 (n. 19), 52. dirige frontem (orden): pp. 274, 290. discurso(s): pp. 117, 204. Divina Asistencia: p. 81. Divina Liturgia: p. 183 (n. 96). Divina Providencia: p. 292. draco, dracones: pp. 302, 303, 305. draconarius, draconarii: pp. 302, 305. draconario(s): pp. 268, 302, 303.

dragón, dragones (estandarte[s]): pp. 302, 305. drogas: p. 247. dromedarios: p. 288 (n. 198). dromón, dromones: pp. 248, 303. drungarius: p. 105 (n. 37). drungos: pp. 105, 105 (n. 37), 107, 128, 129, 133, 134, 136, 215, 303. duque(s): pp. 56, 57, 93, 95, 303, 308. dux, duces: pp. 22, 26, 52, 56, 93 (n. 18), 303. eftalitas: pp. 43, 144 (ns. 84 y 85), 307, 308. ejército(s): pp. 9, 10, 11, 12, 14, 20, 21, 22, 22 (n. 13), 23, 26, 26 (n. 21), 28, 34, 35, 36, 36 (n. 53), 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, 45, 46, 47, 48, 49, 50, 51, 51 (n. 60), 52, 52 (n. 63), 53, 53 (n. 54), 54, 55, 56, 57, 73, 74, 75, 77, 82, 87, 91 (n. 12), 92 (n. 15), 93, 93 (n. 19), 94, 94 (n. 30), 95, 97, 99, 100, 100 (n. 36),

103, 105, 106, 107, 108, 109, 110 (n. 41), 111, 113, 115, 116, 117, 121, 128, 131, 132, 133, 143, 144, 145, 146, 147, 148, 154, 155, 161, 169, 170, 171, 172 (n. 92), 173, 174, 176, 177, 178, 179, 180, 181, 182, 183, 191, 194, 195, 196, 197, 198, 199, 200, 201 (n. 106), 202, 203, 204, 207, 210, 210 (n. 113), 211, 213, 214, 215, 216, 217, 218, 218 (ns. 117 y 118), 219, 220, 221, 227, 228, 229, 230, 232, 240 (n. 125), 241, 243, 244, 246, 248, 249, 250, 251, 261, 269, 270, 272, 274, 277, 278, 279, 280, 281, 282, 283, 284, 286, 287, 288, 288 (n. 198), 289, 292, 293, 294, 295, 299, 300, 301, 302, 303, 305, 306, 307, 310. embajada(s), embajador(es): pp. 28, 192, 194, 209. emboscada(s), emboscar: pp. 10, 11, 22, 23, 47, 49, 74, 75, 95, 103, 106, 109, 111, 113,

121, 128, 138, 141, 143, 144, 145, 146, 147, 148, 163, 169, 175, 175 (n. 93), 176, 181, 193, 209, 214, 229, 230, 243, 244, 245, 247, 248, 261, 272, 280, 303. emeriti: p. 96 (n. 32). emisarios: p. 209. empalizada(s): pp. 194, 240, 288. emperador(es): pp. 9, 19, 19 (n. 1), 20, 20 (ns. 5 y 6), 21, 21 (n. 11), 23, 24, 25 (ns. 19 y 21), 26, 26 (n. 21), 27, 27 (n. 23), 28, 28, (n. 25), 29, 30, 31, 32, 34, 35, 35 (n. 53), 36, 36 (n. 53), 44, 45, 49, 51, 51 (n. 60), 52, 52 (ns. 61, 62 y 63), 53, 54, 54 (n. 67), 55, 56, 71, 81 (n. 2), 98 (n. 34), 110 (n. 41), 145, 145 (ns. 86 y 87), 171, 210 (n. 113), 216 (n. 116), 240 (n. 125), 300, 301, 302, 304, 306, 308, 309. enemigo(s), enemiga(s): pp. 10, 11, 12, 13, 14, 15, 23, 24, 26, 26 (n. 21), 28, 30, 34, 36,

37, 38, 39, 40, 41, 42, 48, 49, 50, 74, 75, 76, 77, 78, 82, 91, 92, 94, 95, 97, 98, 99, 100, 103, 105, 106, 107, 109, 110, 112, 113, 114, 115, 116, 116 (n. 52), 117, 124, 125, 125 (n. 60), 126, 127, 128, 129, 133, 134, 135, 136, 137, 138, 141, 143, 144, 145, 146, 147, 153, 154, 155, 161, 162, 163, 167, 168, 169, 170, 171, 172, 173, 174, 176, 177, 179, 180, 181, 182, 183, 184, 192, 193, 193 (n. 101), 194, 195, 196, 197, 198, 199, 200, 201, 202, 202 (n. 109), 203, 204, 207, 209, 210, 211, 212, 213, 214, 215, 216, 216 (n. 116), 217, 218, 219, 220, 221, 225, 227, 228, 229, 230, 231, 232, 239, 241, 242, 243, 244, 245, 246, 247, 248, 249, 250, 251, 252, 256, 258, 261, 262, 263, 267, 267 (n. 150), 272, 273, 273 (n. 163), 274, 275, 276, 277, 278, 279, 280, 281, 281-282, 282, 283, 284, 285, 286, 287, 288, 289, 303, 309.

enero: pp. 20, 21 (n. 10), 53. enfermeros: pp. 194, 112 (n. 45), 305. engaño(s), engañosamente: pp. 50, 178, 194, 195, 198, 242, 249. entrenamiento(s): pp. 11, 15, 37, 45, 47, 49, 74, 78, 81, 82 (n. 4), 89 (n. 6), 90, 91 (n. 12), 93, 121, 125, 127, 128, 135, 148, 182, 184, 185, 196, 200, 243, 255, 256, 263, 264, 265, 271, 272, 273, 277, 278, 290, 295, 308. epigrama: p. 31. equaliter ambula (orden): p. 126. equipo (militar): pp. 10, 15, 28, 34, 47, 49, 55, 73, 78, 87, 90, 91, 154, 180, 199, 216, 231, 248, 255, 267, 277. equites Dalmatae (tipo de unidad militar): p. 52 (n. 61). equites Dalmatae Illyriciani (unidad militar): p. 110 (n. 42). equites Illyrici

o

Illyriciani

(unidades

militares): p. 110 (n. 42). equites Mauri o Mauretanici (tipo de unidad militar): pp. 52 (n. 61), p. 210 (n. 113), 280 (n. 188). equites Osrhoenae (tipo de unidad militar): p. 52 (n. 61). equites promoti Illyriciani (unidad militar): p. 110 (n. 42). equites sagitarii (unidad militar): p. 54. equites scutarii Illyriciani (unidad militar): p. 110 (n. 42). escaramuza(s): pp. 23, 52 (n. 62), 93, 154, 241. escita(s), escítica(s), a la escítica: pp. 11, 12, 14, 24 (n. 15), 48, 49, 75, 77, 106, 141, 143, 144, 145, 154, 159, 161, 170, 173, 178, 189, 219, 237, 241, 242, 248, 294, 295, 303, 304, 306. esclavo(s): pp. 56, 92, 92 (ns. 16 y 17), 246,

303. escuadra(s): pp. 53, 55, 267, 270, 295. escudo(s): pp. 90, 94, 111, 112, 123, 126, 136, 181, 212, 217, 231, 241, 245, 247, 262, 263, 265, 266, 274, 275, 276, 276 (n. 180), 280, 281, 293, 294, 308. eslavo(s): pp. 14, 21, 23, 24, 28, 30, 49, 77, 213, 237, 246, 246 (n. 132), 250, 280, 299, 304. espada(s): pp. 91, 240, 242, 245, 262, 265, 265 (n. 147), 266 (n. 147), 273, 275, 290, 305. espada(s) hérula(s): pp. 265, 265 (n. 147). espatario(s): pp. 100, 271, 271 (n. 161), 278, 304, 305. espía(s), espiar: pp. 10, 14, 38, 48, 74, 77, 94, 100, 103, 111, 113, 116, 161, 171, 183, 197, 207, 218, 219, 220, 221, 286, 287, 294. Estado: pp. 27, 34, 44, 56, 81, 171, 203,

239. estado mayor: p. 36 (n. 53). estandarte(s): pp. 10, 47, 74, 90, 92, 95, 96, 98, 99, 100, 103, 114, 115, 117, 123 (n. 54), 125 (n. 60), 127, 127, 136, 138, 146, 182, 184, 268 (n. 154), 269, 271, 273 (n. 163), 277, 283, 289, 300, 302, 305, 310. estratagema(s): pp. 11, 35 (n. 53), 75, 141, 143, 144, 146, 170, 178, 181, 195, 199, 246, 281. estrategia: pp. 105, 128, 145, 169, 192, 193, 292. estrategos: pp. 13, 16, 39, 41, 46, 56, 57, 76, 78, 81, 82, 82 (n. 4), 94, 95, 100, 105, 107, 114, 115, 116, 130, 137, 146, 161, 167, 169, 170, 172, 174, 175, 176, 178, 179, 180, 181, 191, 193, 195, 196, 197, 198, 199, 200, 201, 202, 203, 204, 209, 210, 213, 214, 215, 218, 220, 227, 229, 232, 252, 252, 256, 257,

269, 277, 283, 285, 286, 288, 292, 293, 294, 305, 307. estratelates: pp. 57, 95, 269, 305. estrator: pp. 271, 271 (n. 171), 278, 305. estrellas: p. 211. estribo(s): pp. 91, 91 (ns. 12 y 13), 112. Evangelios: p. 56. exarca: pp. 24, 24 (16). exarcado: pp. 24, 24 (17). exarchus: p. 24. excubitores: pp. 20 (n. 5), 55, 308. exi (orden): pp. 138, 274. exi a stemma (orden): p. 289. expedición, expediciones: pp. 26, 54, 54 (n. 65), 194, 211, 214, 232, 252, 280. explorador(es): pp. 10, 14, 74, 77, 94, 100, 103, 113, 144, 147, 171, 183, 197, 207, 215, 218, 219, 220, 227, 244, 245, 286, 292, 293, 294, 295.

extranjero(s), extranjera(s): pp. 55, 90, 91, 111, 154, 221, 246, 261, 305. fabricantes de arcos y de flechas: p. 268. falange(s): pp. 111 (n. 49), 179, 240, 258, 261, 262, 263, 264, 268 (n. 155), 273, 275 (ns. 173 y 174), 276, 279, 283, 290, 293, 294, 305. familia(s), familiar(es): pp. 19, 28, 28, (n. 25), 29, 33, 34, 47 (n. 58), 92, 114, 153, 199, 305. febrero: p. 170. federado(s)/as: p. 53, 54, 56, 90, 110, 111, 113, 129, 301, 305, 308. fieltro: pp. 91, 91 (n. 9), 92 (n. 15), 243. flanqueadores: pp. 10, 11, 12, 73, 74, 75, 94, 103, 108, 109, 114, 121, 127, 128, 129, 130, 133, 134, 136, 159, 163, 175, 176, 261, 262, 293, 294, 295, 306. flanqueadores de ataque: pp. 10, 11, 12, 73,

74, 75, 94, 103, 108, 109, 114, 121, 127, 128, 129, 130, 133, 136, 137, 159, 163, 306. flecha(s): pp. 89, 89 (n. 5), 90, 93, 108, 108 (n. 39), 110, 113, 114, 115, 125, 127, 135, 136, 137, 138, 146, 180, 193, 228, 241, 244, 247, 248, 258, 261, 262, 263, 266, 266 (n. 150), 267, 268, 272, 274, 275, 277, 279, 280, 284, 285, 287, 288, 295, 300, 301. flota(s): pp. 53, 283. foederati: pp. 53, 54, 305. foedus: pp. 52, 305. formación, formaciones: pp. 10, 11, 14, 15, 34, 40, 47, 49, 73, 74, 75, 77, 78, 95, 98, 99, 103, 105, 106, 107, 110, 114, 115, 116, 121, 123, 124, 125, 126, 127, 128, 129, 130, 132, 135, 136, 137, 141, 144, 146, 147, 148, 161, 162, 163, 172, 175, 176, 177, 179, 180, 184, 196, 198, 201, 210, 212, 214, 215, 216, 216, 218, 219, 239, 240, 241, 243, 244, 245, 246,

250, 255, 256, 257, 258, 259, 260, 261, 262, 262 (ns. 142 y 143), 263, 264, 267 (n. 150), 269, 271, 272, 273, 275, 276, 277, 278, 280, 281, 282, 283, 284, 288, 289, 290, 292, 293, 294, 295, 303, 306, 310. formación o formaciones cerrada(s): pp. 126, 127, 129, 135, 137, 162, 198, 215, 242, 243, 261, 262 (n. 142). formación o formaciones convexa(s): pp. 14, 77, 255, 261, 263, 264. formación de media luna (o luna creciente): pp. 136, 137, 293 (n. 220). formación en columna: pp. 14, 77, 255, 260, 283. formación de o en falange: pp. 293, 294. formaciones en cuña: pp. 243, 261. formación o formaciones irregular(es): pp. 11, 75, 127, 128, 136, 141, 157, 148, 303. formación o formaciones mixta(s): pp. 244-

245, 261, 263, 264. formación o formaciones de o en cuadro(s): p. 261, 262 (n. 143). forraje: pp. 13, 76, 99, 154, 155, 168, 170, 174, 177, 178, 200, 214, 215, 240, 245, 249. forrajear, forrajeadores: pp. 177, 215, 245. fortaleza(s): pp. 14, 27, 44, 48, 77, 97, 98, 194, 195, 214, 225, 227, 227 (p. 120), 230, 232, 243, 270. fortificación, fortificaciones: pp. 22, 154, 173, 174, 177, 180, 194, 211, 213, 214, 215, 220, 227, 228, 229, 230, 231, 232, 240, 241, 249. foso(s): pp. 42, 177, 180, 182, 220, 232, 240, 241. franco(s): pp. 14, 36, 49, 77, 237, 245, 300, 305, 307, 308. frío(s): pp. 28, 242, 245, 246. frontal (parte del equipo militar): p. 243. frontera(s): pp. 24, 31, 49, 51, 55, 110 (n.

41), 154, 246 (n. 132), 249, 304, 310. fuga, fugitivos: pp. 24 (n. 15), 99, 135, 147, 198, 248, 272. fulcon: pp. 262, 262 (n. 142), 273, 274, 274 (n. 169), 290 (n. 203), 306. gagan (título de jefe): p. 300 (n. 1). galleta(s): pp. 154, 172 (n. 91), 184, 267, 300. galo(s): pp. 36, 42, 202, 202 (n. 109). general(es), generalato: pp. 9, 12, 20, 23, 24, 25 (n. 21), 26 (n. 21), 27, 30, 31, 38, 39, 40, 41, 42, 43, 44, 45, 46, 47, 47 (n. 58), 48, 49, 52, 54, 71, 75, 82, 82 (ns. 3 y 4), 167, 169, 175 (n. 93), 191 (n. 100), 200, 201 (n. 106), 203 (n. 112), 210, 210 (n. 113), 211 (n. 113), 227 (n. 120), 252, 285 (n. 192), 301, 305, 307. germanos: pp. 36, 49, 126 (n. 68), 202, 202 (n. 109). godo(s): pp. 25, 36, 44, 49, 52, 52 (n. 63), 53, 54

(n. 64), 56, 89 (n. 5), 145, 145 (n. 86), 304, 305, 306, 308. gótico: p. 265. gothograeci: p. 308. grano (cereal): pp. 39, 194, 203, 215, 230, 246 (n. 133). gratificación, gratificaciones: pp. 148, 199. grebas: pp. 265, 266, 274, 275. greutungos: p. 304. grito(s) de batalla (o de guerra): pp. 10, 41, 47, 74, 103, 116, 116 (n. 51), 137, 198. guanteletes: p. 90. guardaflancos: pp. 133, 134, 264. Guardia Imperial (unidad militar): pp. 301, 308. Guardia Imperial persa (unidad militar): p. 240 (n. 125). Guardia Pretoriana (unidad militar): pp. 36 (n. 53), 301, 302. guerra(s): pp. 12, 20, 23, 23 (n. 14), 25, 26,

27, 28, 32, 33, 36 (n. 53), 39, 40, 41, 42, 45, 49, 53, 54 (n. 64), 76, 98, 108, 116 (n. 51), 143, 145, 145 (n. 88), 162 (n. 90), 163, 167, 169, 170, 173, 180, 195, 196, 197, 198, 199, 199 (n. 105), 200, 201, 203, 203 (n. 111), 210 (n. 113), 216, 216 (n. 116), 239, 240, 245, 246, 250 (n. 136), 283, 284, 302, 304, 307, 309. Guerra Pártica (de Trajano): p. 210 (n. 113). Guerra Persa (de Justino II): p. 309. Guerra Púnica (Segunda): p. 203 (n. 111). Guerras Dácicas (de Trajano): pp. 210 (n. 113), 302. hacha(s): pp. 92, 267, 280. hachuelas: p. 267. hambre: pp. 39, 178, 195, 197. harina: pp. 154, 172, 267. hecatontarca(s): pp. 57, 90, 93, 95-96, 96, 117, 123, 184, 306. heno: pp. 155, 173, 174.

heraldo(s): pp. 10, 74, 96, 103, 117, 125, 182, 183, 267, 271, 273, 278, 283, 285, 286, 289, 292, 306. herejes, herejías: pp. 27, 183 (n. 96). herido(s): pp. 13, 76, 94, 98, 99, 112, 148, 155, 168, 176, 183, 198, 231, 247, 279. herreros: pp. 267, 268. hérulo(s), hérula(s): pp. 265, 265 (n. 147), 266 (n. 147), 306, 307. hierba: pp. 155, 173, 174, 232. hierro: pp. 90, 91, 145, 230, 243, 266, 267, 299, 311. hipódromo: pp. 29, 29 (n. 26). hispanos: pp. 36, 202, 202 (n. 109). honda(s), hondero: pp. 37, 177, 265, 266, 267, 268, 272, 279, 282. hora(s): pp. 30, 40, 41, 82, 209, 211, 221, 221 (n. 119), 228, 240, 247, 278, 285 (n. 193), 292, 294. hoz, hoces: pp. 92, 267.

huérfanos de guerra: p. 28. huno(s): pp. 14, 43, 44, 49, 77, 89 (n. 9), 144 (n. 84), 170, 237, 242, 299, 300 (n. 1), 306, 307, 308. hunos blancos: pp. 43, 144 (n. 84), 307. hypostrategos: pp. 57, 93, 95, 108, 114, 115, 130, 135, 251, 252, 257, 307. Iglesia (institución): pp. 27 (n. 24), 183 (n. 96). Iglesia Apostólica Armenia: p. 27 (n. 24). Iglesia Católica: p. 27 (n. 24). Iglesia Copta: p. 27 (n. 24). Iglesia de Egipto: p. 27 (n. 24). Iglesia de la India: p. 27 (n. 24). Iglesia Eritrea: p. 27 (n. 24). Iglesia Etíope: p. 27 (n. 24). Iglesia Ortodoxa Griega: p. 27 (n. 24). Iglesia Ortodoxa Siria: p. 27 (n. 24). Iglesia Siria de Oriente: p. 27 (n. 24).

ilarca(s): pp. 93, 96, 117, 123, 184, 214, 309. Illyriciani (tipo de unidad militar): p. 110 (n. 42). impedimenta: pp. 11, 12, 15, 47, 49, 74, 75, 78, 92, 93, 94, 96, 98, 99, 100, 121, 130, 131, 146, 147, 151, 153, 154, 155, 174, 177, 184, 197, 212, 215, 219, 240, 243, 244, 251, 256, 268, 275, 277, 279, 280, 284, 286, 287, 288, 289, 291. incursión, incursiones: pp. 14, 21, 22, 23, 26, 48, 77, 138, 148, 169, 194, 197, 207, 210, 121, 220, 225, 229, 230, 241, 247, 252, 309. indisciplinados/as: pp. 142, 213. infante(s), infantería: pp. 14, 15, 16, 37, 39, 40, 46, 49, 50, 52, 54, 55, 57, 78, 89, 107, 110, 110 (n. 41), 153, 154, 170, 177, 179, 196, 202, 211, 212, 215, 216, 217, 218, 218 (n. 117), 221, 231, 232, 240 (n. 125), 241,

243, 244, 245, 248, 249, 250, 251 (n. 139), 255, 256, 257, 258, 259, 260, 261, 262, 263, 264, 265, 266, 268, 269, 270, 271, 272, 273, 274, 277, 278, 279, 280, 281, 282, 283, 284, 286, 287, 288, 289, 293, 299, 302, 306. infantería pesada, infantes pesados: pp. 15, 49, 50, 78, 177, 196, 250, 255, 256, 261, 263, 265, 268, 269, 270, 271, 272, 274, 277, 278, 279, 280, 281, 282, 286, 289. infantería ligera, infantes ligeros: pp. 15, 49, 54, 78, 248, 250, 255, 261, 262, 263, 265, 266, 267, 268, 269, 271, 272, 277, 280, 281, 282. información, informaciones: pp. 12, 35, 35 (n. 53), 37, 38, 40, 42, 43, 44, 45, 48, 75, 100, 167, 171, 179, 194, 209, 213, 215, 219, 220, 246 (n. 132), 249, 264, 268 (n. 155). Inmortales (unidad militar): p. 240 (n. 125). instrucción: pp. 9, 12, 16, 37, 45, 47, 48, 73,

75, 78, 87, 89, 138, 159, 161, 161, 162, 163, 256, 289. instrucción a la escítica: pp. 12, 75, 159, 161. instrucción a la alana: pp. 12, 75, 159, 162. instrucción a la africana: pp. 12, 75, 159, 162. instrucción a la itálica: pp. 12, 75, 159, 163. instrucciones (órdenes): pp. 13, 41, 48, 76, 135, 148, 189, 191, 216, 261. instructor(es): pp. 37, 38, 268, 268 (n. 153). instructores de campo: p. 38, 268 (n. 153). interrogar, interrogatorio: pp. 213, 221. intervallum: p. 285 (n. 190). interventores militares: p. 55. intra (orden): pp. 276, 291. invierno: pp. 24 (n. 15), 43, 90, 93, 97, 98, 162, 170, 233, 243, 248. iranias (personas): p. 299.

itálico, itálicas, a la itálica: pp. 12, 24, 48, 75, 159, 161, 163, 246, 246 (n. 133). iunge (orden): pp. 125, 126, 274, 290 (n. 203). iunge fulco (orden): pp. 290, 290 (n. 203). julio (mes): p. 232. jabalina(s): pp. 37, 170, 177, 211, 247, 248, 262, 263, 265, 267, 272, 275, 279, 280, 281, 282. jan (título de jefe): pp. 211, 211 (n. 114), 299, 300 (n. 1). jefe(s): pp. 10, 22, 26, 28, 29, 44, 53, 54 (n. 65), 56, 94, 95, 110, 111, 112, 169, 170, 175 (n. 93), 179, 192, 199, 242, 248, 269, 299. jefe arquero: p. 269. jinete(s): pp. 10, 35, 52, 54, 55, 73, 87, 89, 90, 90 (n. 8), 91, 91 (ns. 12 y 13), 106, 108, 123, 124, 128, 128, 131, 145, 163, 210 (n. 113), 218 (n. 117), 219, 243, 245, 257, 261,

262, 263, 268, 272, 280, 287, 289, 282, 293, 295, 302. junio: p. 52 (n. 62). juramento(s): pp. 179, 184, 200, 242. Justicia, justicia: pp. 46, 47, 82, 82 (n. 3), 83, 191. khan (título de jefe): pp. 211 (n. 114), 300 (n. 1). kíneson (orden): p. 126. Kunsthistorische Museum de Viena: p. 90 (n. 8). Kyrie Eleison (oración): p. 116. ladrón, ladrones: p. 97. lago(s): p. 227 (n. 120), 244, 247, 287. lanceros: pp. 39, 106, 110, 180, 196, 240, 241, 300. lanza(s): pp. 10, 47, 74, 89, 90, 90 (n. 8), 91, 92, 103, 111, 112, 113, 123, 126, 127, 136, 145, 170, 181, 182, 183, 240 (n. 124),

241, 242, 246, 262, 265, 267, 267 (n. 151), 271, 275, 278, 280, 280 (n. 188), 282, 289, 292, 300, 302. lanzas eslavas: p. 267. lanzador(es) de jabalina: pp. 211, 248, 264, 268, 282. largia ad ambas partes (orden): pp. 276, 290. largia ad dextram (orden): p. 290. latinismo(s): pp. 32, 32 (n. 44), 184 (n. 98), 269 (ns. 156 y 158), 304, 305, 306, 308, 310. legación: p. 210. legionario: pp. 38, 94 (n. 25), 110 (n. 41). legión, legiones: pp. 50, 52, 54 (n. 67), 261 (n. 141), 268, 268 (ns. 154 y 155), 305, 310. legión I Isauria Sagittaria: p. 54 (n. 67). legión II Isauria: p. 54 (n. 67). legión III Isauria: p. 54 (n. 67).

lemas: pp. 13, 41, 48, 76, 189, 195. ley (calidad de la moneda): pp. 21 (n. 11), 98 (n. 34). ley(es): pp. 56, 92, 96, 97, 270. libertad: pp. 92 (n. 16), 193, 215, 245, 250. libra(s): pp. 98 (n. 34), 154, 172, 307. librarius (cargo militar): p. 19 (n. 2). lígures: pp. 36, 202, 202 (n. 109). lilia: pp. 42, 145 (n. 88). limitanei: pp. 51, 51 (n. 60), 55, 303. línea de batalla: pp. 12, 15, 47, 73, 78, 95, 98, 103, 106, 107, 107 (n. 38), 109, 111, 112, 113, 115, 116, 127, 128, 133, 134, 135, 136, 137, 138, 143, 145, 146, 147, 154, 162, 176, 177, 182, 198, 201, 202, 219, 240, 240 (n. 125), 241, 243, 244, 245, 249, 256, 259, 263, 268, 269, 270, 271, 272, 273, 274, 276, 277, 278, 279, 280, 282, 287, 289. línea de combate: pp. 135, 147, 272.

lirios (arma): pp. 42, 145 (n. 88). literatura hagiográfica: p. 32. llanura(s): pp. 39, 196, 308. lluvia: pp. 91, 192, 233, 241, 245, 246, 279. lombardo(s): pp. 14, 23, 28, 30, 36, 49, 77, 237, 245, 300, 306, 307, 308. longobardos: pp. 30, 307. lóriga(s): pp. 991, 92, 93. madera: pp. 193, 200, 210, 229 (n. 122), 232, 233, 247, 266, 273, 284, 288, 303, 305. maestros de armas: pp. 38, 268 (n. 153). magister draconum: p. 302, magister equitum, magistri equitum: pp. 52, 307. magister militum, magistri militum: pp. 22, 24, 25, 52, 56. magister militum per Africam (o Africae): pp. 24, 56. magister

militum

per

Armeniam

(o

Armeniae): p. 56. magister militum per Italiam (o Italiae): p. 24. magister militum per Spaniam (o Spaniae): pp. 25, 56. magister militum praesentalis: p. 23. magister peditum, magistri peditum: p. 52. magister

utriusque

militiae,

magistri

utriusque militiae: pp. 20, 22, 23, 26, 28, 31, 52, 54, 55, 55-56, 175 (n. 95), 216 (n. 116), 227 (n. 120). magister utriusque militiae per Illyricum: p. 55. magister utriusque militiae per Orientem: pp. 20, 26, 31, 54, 55, 56. magister utriusque militiae praesentalis: pp. 23, 55-56, 56. magister utriusque militiae per Thracias: pp. 22, 23, 28, 31, 55.

manuballista(e): pp. 38, 43, 266 (n. 149). manto(s): pp. 90, 91, 92, 154, 181, 265. manutención: pp. 12, 92, 167, 172. manutención de los soldados: pp. 12, 167, 172. manutención de los caballos: pp. 12, 167, 172. manutención de los campamentos: pp. 12, 167, 172. máquinas de asedio: pp. 227, 230, 230 (n. 123), 231, 232. marcha(s), marchar: pp. 12, 15, 41, 46, 49, 75, 76, 78, 90. 94, 97, 99, 100, 110, 113, 114, 116, 124, 127, 135, 138, 151, 155, 162, 167, 170, 173, 174, 177, 178, 184, 194, 198, 201, 203, 209, 210, 211, 212, 213, 214, 215, 216, 217, 218, 218 (n. 118), 219, 229, 240, 248, 249, 250, 251, 252, 256, 262, 265, 267 (n. 152), 271, 273, 274, 275, 277, 278, 279,

280, 281, 282, 283, 286, 288, 289, 290, 294, 295, 301. marzo: pp. 45, 89 (n. 6), 162, 162 (n. 90), 170. matiobárbulo(s): pp. 38, 265, 266, 267, 272, 275, 279, 280, 308. mattiobarbulum: p. 308. medii partitis... (orden): p. 275. mensores: pp. 10, 74, 94, 94 (n. 28), 99, 103, 113, 183, 308. merarca(s): pp. 12, 13, 57, 76, 92, 93, 94, 95, 108, 114, 115, 129, 167, 168, 170, 172, 181, 182, 183, 257, 269, 271, 277, 278, 283, 285, 286, 291, 292, 305, 308. mercenarios: pp. 52, 54, 306. meros: pp. 10, 11, 47, 57, 74, 90, 92, 93, 95, 98, 99, 100, 103, 107, 108, 109, 113, 114, 115, 116, 117, 121, 126, 128, 129, 130, 131, 133, 134, 135, 136, 137, 155, 161, 163, 171,

181, 182, 215, 221, 258, 268, 269, 271, 276, 277, 278, 279, 281, 282, 285, 289, 292, 308. miedo, miedosos: pp. 40, 46, 82 (n. 3), 83, 178, 197, 198, 199, 239, 242, 248, 250, 274, 293. mijo: pp. 246, 246 (n. 133). mijo itálico: pp. 246, 246 (n. 133). milicias fronterizas: p. 56. milicias urbanas: p. 55. milla(s): pp. 113, 113 (n. 46), 114, 124, 126, 128, 146, 154, 176, 177, 180, 181, 182, 211, 216, 218, 228, 243, 251, 252, 280, 289, 292, 293, 295, 308. moira(s): pp. 57, 90, 92, 93, 95, 99, 100, 105, 107, 108, 128, 129, 161, 162, 171, 182, 248, 301, 308. moirarca(s): pp. 13, 57, 76, 93, 94, 95, 108, 114, 129, 168, 182, 183, 257, 284, 301, 303, 308, 310.

molino: p. 267. monasterio: pp. 29, 32. monofisismo, monofisitas: pp. 27, 27 (n. 24), 29 (n. 26). montaña(s): pp. 143, 175, 202, 213, 281. monturas: p. 263. motín, motines: pp. 29, 29, 97. move (orden): p. 276. muerte, muerta, muerto(s): pp. 20, 29, 29 (n. 26), 39, 42, 52 (n. 62), 98, 112, 115, 145 (ns. 86 y 87), 149, 174, 192, 195, 210 (n. 113), 216 (n. 116), 231, 245, 246, 292. mujeres: pp. 230, 246. multa: pp. 98, 98 (n. 34). muralla(s): 23, 210, 227, 228, 229 (n. 122), 230, 231, 323, 288. muta locum (orden): p. 277. nave(s): pp. 55, 82, 283, 284, 303. neftalitas: pp. 43, 44, 144, 144 (n. 85).

negligencia(s), negligente(s): pp. 83, 198, 200, 220, 246. negociación, negociaciones: pp. 50, 179, 240. neologismos: p. 32 Niké (revuelta): pp. 29, 29 (n. 26). nobiscum (grito de batalla): pp. 116, 182. nobiscum Deus (grito de batalla): pp. 43, 116, 116 (n. 51). noche(s): pp. 43, 170, 172, 173, 191, 192, 194, 195, 197, 209, 210, 211, 212, 213, 219, 220, 227, 228, 229, 231, 232, 241, 243, 247, 249, 250, 284. nomisma, nomismas: pp. 98, 98 (n. 34), 112. notarius (cargo civil y militar): pp. 19, 19 (n. 3). noviembre: pp. 28, 29. octubre: p. 203 (n. 111). oficial(es), oficialidad: pp. 10, 15, 20 (n. 7),

27 (n. 24), 28, 31, 32, 34, 37, 38, 43, 47, 48, 49, 50, 52, 55, 56, 73, 73 (n. 1), 74, 78, 89, 90, 91, 93, 94, 95, 96, 97, 100, 103, 115, 116, 127, 135, 138, 146, 169, 170, 171, 172, 172 (n. 92), 177, 179, 182, 183 (n. 96), 184, 191, 193, 200, 214, 216, 219, 220, 221, 232, 248, 249, 255, 261, 261 (n. 141), 264, 267, 268, 268 (n. 153), 269, 270, 271, 272, 273, 274, 275, 278, 282, 283, 284, 285, 294, 302, 303, 305, 306, 308, 309, 310. oficial(es) de entrenamiento (u oficiales instructores): pp. 37, 268, 269, 271, 273, 278, 308. oficinas de reclutamiento: p. 56. operación, operaciones: pp. 23, 26, 28, 44, 50, 109, 146, 148, 173, 191, 192, 194, 199, 209, 210, 211. optimates: pp. 56, 94, 95, 111, 113, 130, 301, 308, 310.

optio signiferorum: p. 302. orden, órdenes: pp. 11, 15, 22, 24, 28, 29, 38, 46, 47, 52, 54 (n. 68), 57, 74, 78, 82 (n. 3), 97, 100, 114, 115, 116, 116 (n. 49), 121, 124, 125, 126, 126 (n. 70), 127, 135, 136, 137, 138, 148, 171, 172, 172 (n. 92), 180, 180, 184, 191, 198, 211 (n. 113), 212, 221, 255, 257, 270, 271, 273, 273 (n. 163), 274, 275, 276, 277, 278, 282, 286, 289, 289 (n. 199), 290, 290 (ns. 203 y 207), 291, 292, 302, 306. orden: pp. 11, 14, 39, 46, 47, 49, 74, 77, 83, 94, 96, 98, 100, 107, 116, 121, 124, 124 (n. 56), 125, 126, 127, 128, 129, 136, 137, 178, 179, 180, 215, 239, 241, 242, 245, 247, 249, 251, 255, 257, 260, 261, 270, 273, 274, 276, 279, 280, 281, 282, 284, 286, 287, 288, 289, 292, 294, 295, 310. orden abierto: pp. 124, 124 (n. 56), 126,

127, 128, 310. orden cerrado: pp. 11, 47, 74, 98, 121, 124, 125, 126, 127, 128, 136, 247, 261, 273, 274, 276, 281, 282, 289-290, 310. orden de batalla: pp. 14, 46, 47, 129, 247, 260, 261, 280. orden de batalla mixto: pp. 14, 49, 77, 255, 257. orden de batalla lateral: pp. 14, 77, 255, 260. ordenanza(s): pp. 94, 110, 111, 268 (n. 154), 271, 271 (n. 161), 304, 305, 309, 310, 311. ortodoxos (grupo religioso): p. 29 (n. 26). ostrogodos, ostrogoda: pp. 36, 54 (n. 64), 89 (n. 5), 304. otoño: pp. 20, 22, 23. paga: pp. 46, 51 (n. 60), 90, 92, 112, 191. pala(s): p. 267.

palatinae, palatini, palatinos: pp. 51 (n. 60), 110 (n. 41), 301. palatium: p. 51 (n. 60). pan: pp. 172, 172 (n. 91). pánico: pp. 247, 288. panicum miliaceum: p. 246 (n. 133). pantano(s): pp. 145, 202, 241, 244, 247. papa(s) (título eclesiástico): pp. 19 (n. 1), 27, 28. paradas militares: pp. 20 (n. 5), 113. paragnátides: pp. 266, 266 (n. 148). parati (orden): p. 274. partidas aposentadoras: pp. 10, 74, 103, 113. partidas exploradoras: pp. 154, 183. partos (pueblo): pp. 36, 49, 202, 202 (n. 109), 302. patria: pp. 35 (n. 53), 195, 239. patriarca: p. 28.

patriarca ecuménico: p. 28. patricio: pp. 20, 20 (n. 4), 25 (n. 21). patricius: p. 20. patrulla(s): pp. 12, 76, 92, 138, 167, 169, 171, 177, 180, 180, 194, 215, 216, 219, 220, 279, 281, 282, 285, 288. paz: pp. 27, 40, 98, 100, 179, 194, 197, 199, 199 (n. 105), 200, 210, 213, 228, 309. pena capital: pp. 996, 98. pentarca(s): pp. 57, 90, 91 (n. 11), 93, 97, 123, 126, 126 (n. 65), 136, 169, 309. percute (orden): p. 126. permiso(s): pp. 97, 98, 216, 285. persa(s), sasánida(s): pp. 14, 20, 21, 26, 27, 27 (n. 22), 29, 30, 31, 32, 34, 36, 44, 45, 49, 52, 52 (n. 61), 55, 56, 77, 89, 89 (n. 5), 106, 144, 144 (n. 85), 175 (n. 93), 179, 202 (109), 216, 217 (p. 116), 227 (n. 120), 237, 239, 240 (n. 125), 241, 242, 243, 265, 267,

300, 302, 304, 307, 309, 310. pie(s) (unidad de medida): pp. 112, 112 (n. 44), 144, 145, 162, 218, 233, 277, 285, 291, 310. piel(es): pp. 91, 248. pillaje: pp. 213, 215, 251, 252. piloto: p. 169. pinzas: p. 267. plan(es): pp. 40, 82, 99, 114, 161, 172, 191, 192, 195, 196, 200, 201, 203, 210 (n. 113), 212, 213, 214, 230, 231, 242, 244, 252, 288, 289. plan de batalla: p. 161, 172, 195. plumbata: p. 308. pontón, pontones: pp. 210, 248 (n. 134), 283, 284. porta águilas: pp. 268, 271, 278, 310. portacapa: p. 123. portaestandarte(s): pp. 94, 94 (n. 22), 96,

125 (n. 60), 126, 127, 131, 146, 170, 182, 268, 271, 278, 310. portillos/as: pp. 231, 232, 285 (n. 189). post consulatum: p. 20 (n. 8). pozo(s): pp. 216, 231, 233. praefectus, praefecti: pp. 53, 73 (n. 1). Praefectus Praetorio: pp. 36 (n. 53), 302. praesentalis: pp. 23, 54, 56. praetoria (vía): p. 285 (ns. 191 y 192). prefecto(s): pp. 53, 73 (n. 1), 123, 211 (n. 113), 302. Prefecto del Pretorio: pp. 211 (n. 113), 302. principalis (vía): p. 285 (ns. 191 y 192). primavera: pp. 21, 22, 23. primera línea: pp. 11, 13, 74, 76, 91, 94, 106, 107, 107 (n. 38), 108, 109, 110, 111, 112, 113, 114, 115, 121, 128, 130, 131, 133, 135, 136, 137, 138, 146, 163, 167, 175, 176, 178, 240.

primus, primi: pp. 261, 261 (n. 141), 270, 275, 275 (n. 174), 290 (n. 206). primi ordines: p. 261 (n. 141). primi state, secundi ad difalangiam exite (orden): p. 275. primi state, secundi exite (orden): p. 290. prisionero(s): pp. 12, 23, 23 (n. 14), 48, 56, 76, 90 (n. 8), 167, 171, 193, 194, 123, 215, 217, 218, 219, 220, 249, 250, 250 (n. 136). propuesta(s): pp. 199, 209, 210, 240. protectores domestici: p. 55. protospatharios: p. 304. provincia(s): pp. 19, 19 (n. 2), 20, 20 (ns. 5 y 6), 21, 21 (n. 10), 22, 22 (n. 12), 23, 24, 25, 25 (n. 19), 26, 27, 27 (n. 23), 29, 32 (n. 38), 44, 49, 52, 52 (ns. 62 y 63), 53, 54 (n. 67), 55, 56, 98, 145 (n. 86), 175 (n. 93), 203 (n. 111), 211 (ns. 113 y 115), 227 (n. 120), 240 (n. 124), 301, 301 (n. 3), 303, 306, 309,

309 (n. 6). pseudocomitatenses: pp. 51 (n. 60), 55. provisión, provisiones: pp. 154, 155, 172, 177, 178, 194, 213, 214, 215, 230, 231, 232, 244, 245, 246, 250, 286, 287, 288. pueblos de pelo (o cabello) claro (o rubio): pp. 14, 49, 77, 143, 237, 245. puente(s): pp. 193 (n. 101), 210, 248, 248 (n. 134), 250, 283, 284. puerta(s): pp. 38, 116, 177, 193, 231, 285, 288. puestos [...] de vigilancia: pp. 215, 219, 232. puntal(es): pp. 233, 266 (n. 149). raciones: pp. 12, 28, 48, 79, 91, 92, 167, 172, 173, 267. rango: pp. 23, 47, 90, 92, 99, 301. recluta(s), reclutamiento: pp. 37, 52, 52 (n. 61), 56, 96, 184, 269. reconocimiento(s): pp. 13, 48, 76, 146, 147,

168, 175, 177, 180, 183, 213, 232, 249, 271. red(es): pp. 170, 284. redi (orden): pp. 275, 290. refugiado(s): pp. 29, 249, 249 (n. 136), 250 (n. 136). reglamento(s): pp. 10, 47, 73, 87, 94, 96, 97, 98, 138, 268, 270, 271, 291, 306. remos: pp. 284, 303. retaguardia: pp. 10, 11, 42, 51, 74, 94, 95, 103, 106, 108, 109, 110, 110 (n. 41), 112, 114, 116, 121, 123, 125, 126, 127, 129, 131, 134, 136, 137, 138, 143, 144, 146, 147, 175, 176, 177, 180, 181, 182, 216, 217, 240 (n. 125), 241, 242, 243, 244, 245, 249, 250, 259, 261, 262, 264, 270, 271, 272, 273, 274, 275, 276, 277, 279, 280, 281, 284, 287, 288, 289, 291. retirada(s): pp. 52 (n. 62), 94, 106, 108, 109, 113, 127, 135, 137, 146, 155, 193, 195,

211, 212, 229, 241, 241-242, 242, 243, 245, 249, 261, 289. retreta: pp. 183, 285, 286. rey(es): pp. 25, 26, 44, 45, 144, 144 (n. 85), 240 (n. 124), 249, 300, 300 (n. 1), 304, 305, 308. rey de reyes: p. 45. riesgo(s): pp. 83, 126, 135, 148, 155, 194, 195, 203, 218, 228, 229, 231, 232. río(s): pp. 15, 22, 24 (n. 15), 25, 26, 41, 53, 55, 78, 100, 184, 193, 210, 227 (n. 120), 244, 247, 248, 248 (n. 134), 250, 256, 283, 284, 287, 299, 301, 304, 306, 307. riparienses: p. 55. ripenses: p. 55. riostras: p. 283. rojos (facción del hipódromo de Constantinopla): p. 29 (n. 26). romano(s), romana(s): pp. 19, 19 (n. 2), 20

(ns. 5 y 8), 21, 21 (n. 10), 23, 24 (n. 16), 25, 29 (n. 26), 30, 34, 35 (n. 53), 36, 36 (n. 53), 42, 44, 48, 52, 53, 54, 55, 56, 73 (n. 1), 89, 89 (n. 5), 91, 96 (n. 32), 98 (n. 34), 106, 112 (n. 44), 113 (n. 46), 135, 145, 145 (n. 86), 178, 181, 199 (n. 105), 202 (n. 109), 203, 210 (n. 113), 211, 221, 229 (n. 121), 243, 249, 249 (n. 136), 250, 250 (n. 136), 262 (n. 142), 265, 268 (ns. 154 y 155), 288 (n. 198), 300, 300 (n. 2), 301, 302, 303, 304, 305, 306, 307, 308, 309, 310, 311. rumor(es): pp. 177, 179, 192, 232, 248. ruta(s): pp. 29, 100, 183, 213, 214, 216, 217, 220, 229, 230, 249, 250, 251, 279, 293. sacerdote(s): pp. 55, 116, 183 (n. 96). salvoconducto(s): p. 180. saquear, saqueo: pp. 13, 14, 23, 26, 76, 77, 98, 112, 167, 174, 184, 193, 198, 207, 212, 213, 214, 215, 217, 229, 243, 247, 249, 250,

251, 252. sármatas: p. 302. sarracenos: p. 55. sasánida(s) (cfr. persa[s] sasánida[s]). scholae: p. 301. schola draconarioum: p. 302. Scholae Palatinae: p. 301. scriptorium: p. 33. secretario ab epistulis latinis: p. 36 (n. 53). secundus, secundi: pp. 270, 275, 275 (n. 174), 290, 290 (n. 206). sedición: pp. 97, 192. Segunda Edad de Oro (de los persas): p. 309. segunda línea: pp. 11, 13, 74, 76, 95, 106, 107, 108, 109, 111, 112, 114, 115, 121, 127, 128, 130, 131, 132, 133, 134, 135, 136, 137, 138, 146, 147, 163, 167, 168, 175, 176, 177, 181, 240, 259.

semissis: p. 98 (n. 34). señal(es): pp. 40, 115, 116 (n. 52), 125, 126, 136, 147, 177, 196, 212, 214, 221, 232, 245, 249, 261, 273, 278, 282, 286, 289, 291, 305. septiembre: pp. 24, 183 (n. 96), 232. sierra: p. 267. siervo(s): pp. 56, 92 (n. 16), 96, 174. signifer: p. 310. silentium, mandata captate... (orden): p. 273. silentium. Nemo demittat... (orden): p. 125. símbolos: pp. 11, 14, 47, 74, 77, 121, 123, 129, 130, 184, 255, 257, 263. sirviente(s): pp. 92, 94, 153, 154, 177, 221. soldado(s): pp. 9, 10, 12, 15, 20 (n. 5), 22 (n. 13), 26, 27, 28, 29, 30, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 45, 47, 48, 50, 52, 53 (n. 64), 54, 54 (n. 64), 55, 56, 57, 73, 76, 78, 81, 87, 89, 89

(ns. 5 y 6), 90, 91, 92, 92 (ns. 16 y 17), 93, 94, 94 (ns. 22, 29 y 30), 95, 96, 96 (n. 32), 97, 98, 98 (n. 35), 99, 100, 105, 106, 109, 110, 111, 112, 112 (n. 45), 115, 116, 116 (n. 52), 123, 124, 125 (n. 60), 126, 127, 128, 144, 145, 146, 153, 154, 155, 161, 162 (n. 90), 167, 171, 172, 172 (n. 91), 173, 174, 175, 177, 178, 179, 180, 183, 183 (n. 96), 184, 191, 191 (n. 100), 192, 193, 194, 195, 196, 197, 198, 199, 200, 202, 211, 212, 213, 214, 215, 216, 216 (n. 116), 217, 218, 219, 220, 221, 227, 228, 231, 240, 241, 248, 251, 255, 266 (n. 148), 267, 268 (n. 154), 269, 269 (n. 157), 270, 274, 275, 276, 277, 278, 279, 281, 286, 287, 289, 291, 292, 293, 294, 300, 300 (n. 2), 302, 303, 305, 308, 310, 311. soldados-campesinos: p. 55. soldados de frontera: p. 55.

solenarion: p. 266 (n. 150). solidus, solidi: pp. 21, 21 (n. 11), 24, 98 (n. 34). spatha: pp. 265 (n. 147), 271 (n. 161). spatharius, spatharios: pp. 271 (n. 161), 304. spatharo-kandidatos: p. 304. sta (orden): p. 126. staria italica: p. 246 (n. 133). strator: pp. 271 (n. 161), 305. suministro(s): pp. 28, 39, 48, 94, 155, 170, 174, 177, 179, 180, 196, 210, 211, 212, 214, 217, 227, 228, 229, 230, 231, 233, 242, 243, 283, 286, 287. suscipe (orden): p. 131. symmachoi: p. 55. tablas: p. 233. táctica(s), táctico(s): pp. 13, 14, 34, 35 (n. 53), 40, 48, 76, 77, 82, 89 (n. 5), 93, 94 (n.

25), 114, 128, 145 (n. 87), 168, 169, 175, 200, 203 (n. 112), 239, 240, 240 (n. 125), 264, 277, 291, 292, 303. tagma(s): pp. 10, 11, 13, 15, 16, 47, 57, 73, 74, 78, 87, 90, 92, 93, 93 (n. 19), 95, 96, 97, 98, 100, 103, 107, 109, 110, 111, 112, 113, 114, 115, 117, 117 (n. 53), 121, 123, 124, 125, 126, 127, 128, 129, 130, 131, 135, 136, 137, 138, 161, 168, 170, 171, 178, 179, 182, 183, 184, 214, 220, 221, 251, 252, 255, 256, 262, 265, 269, 270, 271, 272, 276, 277, 279, 280, 283, 285, 289, 290, 292, 294, 299, 300, 310. taxiarca: pp. 94, 130, 310. teniente: p. 269. teoría: pp. 24, 82. tercera línea: pp. 108, 109, 136, 137, 138, 284. terraplén: p. 285.

territorio(s): pp. 10, 14, 21 (n. 10), 25, 26, 48, 73, 77, 87, 90, 99, 100, 153, 154, 180, 193, 195, 196, 199, 200, 202, 207, 210, 212, 213, 215, 216, 225, 229, 230, 246, 246 (n. 132), 247, 248, 250, 250 (n. 136), 299, 300, 304, 306, 307, 308, 309. territorio escabroso: pp. 14, 77, 207, 216. territorio hostil: pp. 14, 48, 207, 212, 213, 215, 216, 250. tervingios: p. 304. Tesoro de Nagyszentmiklós: p. 90 (n. 8). testudo: pp. 262 (n. 142), 306. tetrarca(s): pp. 90, 91 (n. 11), 94, 96, 126, 310. thema(s): pp. 26, 301, 309. tienda(s): pp. 92, 92 (n. 15), 154, 211, 221, 241, 243, 249, 282, 285, 285 (n. 192), 286, 291, 301. timonel: p. 82.

tinajas: p. 233. tiro(s) de flecha: pp. 108, 108 (n. 39), 114, 115, 125, 127, 135, 136, 137, 138, 146, 180, 241, 244, 248, 258, 261, 262, 263, 274, 279, 284, 295. torna mina (orden): p. 127. torre(s): pp. 210, 230, 231, 284, 303. torres de asedio: p. 230. tortuga (cfr. testudo). traición: pp. 172 (n. 92), 192, 193, 194, 242. traidor(es): pp. 202, 213. trampa(s): pp. 145, 146, 175 (n. 93), 180, 182, 192, 247. transmuta (orden): pp. 127, 138. transforma (orden): pp. 127, 277, 291. transporte: pp. 15, 53, 78, 172, 250, 256, 267, 267 (n. 152), 283, 284. tratado(s) (acuerdo[s] internacional[es]): pp. 21, 23, 27, 52, 180, 198, 248, 305.

tratado (obra literaria): pp. 30, 31, 32, 34, 35 (n. 53), 45, 46, 59, 82 (n. 3), 108 (n. 39), 264. tremissis: p. 98 (n. 34). tribuno(s): pp. 16, 57, 78, 93, 95, 96, 117, 256, 269, 285, 289, 291, 301, 302, 310. trigo negro: p. 246 (n. 133). trinchera(s): pp. 144, 145, 180, 193, 215, 233, 243, 284, 286, 288, 291. Trisagion (himno religioso): pp. 183, 183 (n. 96), 286, 286 (n. 194). trompeta(s) (músico[s]): pp. 123, 268, 301, 310. trompeta(s) (instrumento musical): p. 172, 177, 212, 221, 273, 281, 282, 286, 302. tropa(s): pp. 10, 11, 12, 14, 20, 22, 25, 26, 28, 30, 31, 38, 39, 40, 41, 42, 45, 46, 47, 48, 50, 51, 51 (n. 60), 52, 53, 54, 56, 63, 74, 75, 78, 81, 82, 87, 90, 92, 94, 95, 96, 98, 99,

100, 103, 105 (n. 37), 106, 107, 108, 109, 110, 111, 113, 114, 115, 116, 117, 121, 125, 126, 127, 128, 134, 135, 136, 137, 138, 141, 143, 144, 145, 146, 153, 154, 155, 161, 162, 163, 167, 169, 170, 171, 174, 175, 176, 177, 178, 179, 181, 182, 183, 185, 191, 192, 193, 194, 195, 196, 197, 198, 199, 200, 201, 202, 203, 204, 209, 210, 212, 213, 214, 215, 216, 216 (n. 116), 217, 218, 219, 220, 221, 227 (n. 120), 228, 229, 231, 232, 240 (n. 125), 241, 244, 248, 249, 250, 252, 255, 258, 261, 262, 263, 264, 267, 268, 269, 270, 272, 273, 274, 276, 277, 278, 279, 280, 281, 282, 285, 286, 287, 288, 289, 292, 294, 305, 306, 307, 308, 310. tropas de apoyo: p. 109. tropas de asalto: pp. 10, 38, 73, 94, 103, 108, 109, 111, 135, 161, 162, 163, 181, 182, 244, 258, 310.

tropas de defensa: pp. 10, 73, 94, 103, 108, 109, 135, 161, 162, 163, 181, 182, 244, 310. tropas de emboscada: pp. 11, 74, 109, 111, 176. tropas de frontera: pp. 51, 51 (n. 60). tropas de maniobra: pp. 51, 51 (p. 60). tropas de retaguardia: pp. 109, 175, 176. tropas regulares: pp. 54, 96, 215. tubae: p. 302. tubicines: p. 301. túnicas: pp. 91, 265, 265 (n. 145). turca(s), turcos: pp. 14, 26, 27 (n. 23), 49, 52 (n. 63), 77, 105, 237, 242, 242 (n. 128), 301, 309, 310. undique servate (orden): p. 276. unidad(es) (militar[es]): pp. 14, 19 (n. 3), 20 (n. 5), 21, 28, 39, 41, 47, 50, 51 (n. 60), 52, 52 (n. 61), 54, 54 (n. 67), 55, 57, 77, 93, 93 (n. 19), 94 (n. 22), 95, 96, 99, 100, 105, 106, 110, 110 (ns. 41 y 42), 111, 112, 113,

115, 127, 131, 134, 135, 136, 137, 143, 144, 145, 146, 147, 148, 153, 161, 162, 175, 176, 177, 179, 183, 197, 212, 214, 218, 243, 244, 251, 252, 255, 257, 261 (n. 141), 262, 269, 270, 276, 278, 279, 280, 281, 285, 286, 289, 292, 299, 300, 302, 305, 308, 310. valor: pp. 20 (n. 5), 39, 40, 97, 143, 171, 178, 195, 196, 197, 199, 228, 232, 245, 247. vándalos: pp. 25, 54, 56. vanguardia: pp. 110, 214, 217. venablo: p. 308. veneno, envenenar, venenosa (y variantes): pp. 30, 45, 203, 216, 216 (n. 116), 247. verano: pp. 21, 23, 26, 49, 145 (n. 86), 216, 218, 221 (n. 119), 232, 240, 243, 248, 249, 250, 300. verdes (facción del hipódromo de Constantinopla): pp. 29, 29 (n. 26). vestimenta(s): pp. 15, 32 (n. 44), 49, 78, 91,

91 (n. 14), 255, 265, 265 (n. 144). vestuario (ropa): p. 28. veteranos: pp. 28, 96, 96 (n. 32), 183, 269. vexilación, vexilaciones: pp. 110, 110 (n. 41), vexiliario: p. 310. vexillatio: p. 110 (n. 41). vexilliarius: p. 310. vexillum: p. 300, 310. vexillum parvum: p. 300. viae praetoria et principalis: p. 285 (ns. 141 y 142). vicario: pp. 20 (n. 6), 25 (n. 19). vicarius: pp. 20 (n. 6), 25 (n. 19). victoria(s): pp. 20, 30, 39, 45, 48, 107, 117, 135, 144 (n. 85), 154, 170, 171, 175 (n. 93), 179, 180, 192, 194, 196, 197, 198, 199, 202, 203 (n. 111). vigilancia: pp. 53, 55, 179, 211, 216 (n.

116), 219. vinagre: pp. 172 (n. 91), 233. vino: pp. 172 (n. 91), 173, 215, 245, 289. visigodo(s): pp. 25, 36, 52, 52 (n. 63), 53, 304, 305. viuda(s): pp. 29, 246. vivac: p. 215. voluntario(s), voluntariado: pp. 52, 56. yeguas: p. 243. yelmo(s): pp. 90, 265, 311. zanja(s) (cfr. trinchera[s]). zapatos: p. 265. Índice de obras, autores y versiones del texto del strategikon A (cfr. Codex Ambrosianus). Ab Vrbe Condita (obra literaria de Tito Livio): pp. 43, 202 (n. 108). Acta del Martirio de Anastasio el Persa (cfr.

Acta Martyris Anastasii Persae). Acta Martyris Anastasii Persae (obra literaria anónima): pp. 45, 89 (n. 6), 162 (n. 90). Ad Demonicum (obra literaria de Isócrates): pp. 43, 197 (n. 103). Aeneas Tacticus (cfr.

Eneas

[tratadista

militar]). Agatías (historiador): pp. 19 (n. 1), 42, 43, 44, 53 (n. 44), 144 (ns. 84 y 85), 218 (n. 117). Ambrosiana Paraphrasis (fuente histórica): pp. 266 (n. 150). Ambrosianus (cfr. Codex Ambrosianus). Amiano Marcelino (historiador): pp. 302, 303. Anecdota (obra literaria de Procopio de Cesárea): p. 299. Anthologia Graeca (obra literaria): p. 31.

Apocalipsis (obra literaria de san Juan Evangelista): p. 183 (n. 96). Apotegmatha Chabriae (obra literaria de Plutarco): pp. 43, 201 (n. 106). Arriano (tratadista militar): pp. 33, 43, 162 (n. 90), 270 (n. 159), 301, 302, 310. Artes (obra de Cornelio Celso): p. 35 (n. 53). Asclepiodotus (cfr Asclepiodoto el Táctico [tratadista militar]). Asclepiodoto el Táctico (tratadista militar): pp. 33, 268 (n. 155). Bellum Iudaicum (obra literaria de Flavio Josefo): pp. 43, 286 (n. 195). Catón el Censor (político y escritor): pp. 35, 35 (n. 53). Catón el Viejo (cfr. Catón el Censor). Cervantes Saavedra (Miguel de) (escritor español de los siglos XVI y XVII): p. 193 (n. 101).

Chronica (obra literaria de Juan de Biclaro): p. 25. Chronica (obra literaria de Juan de Nikiu): pp. 19 (n. 1), 45, 216 (n. 116). Chronica (obra literaria de Miguel el Sirio): p. 19 (n. 1). Chronicon Anonymi ad annum Domini 1234 pertinens (fuente histórica): p. 19 (n. 1). Chronicon Paschale (fuente histórica): p. 19 (n. 1). Chronographia (obra literaria de Gregorio bar Hebreo): p. 19 (n. 1). Chronographia (obra literaria de Teófanes el Confesor): p. 300. Codex Ambrosianus (códice): pp. 33, 268 (n. 154). Codex Iustiniani (obra jurídica de Justiniano I): pp. 44, 82 (n. 4), 92 (n. 16), 96 (n. 32),

97 (n. 33), 172 (n. 91), 286 (n. 197). Codex Mediceus-Laurentianus (códice): p. 33. Codex Neapolitanus (códice): p. 33. Codex Parisinus (códice): p. 33. Codex

Theodosianus

(obra

jurídica

de

Teodosio II): p. 300 (n. 2). Codex Vaticanus (códice): p. 33. Compendium Historiarum (obra literaria de Jorge Cedreno): p. 19 (n. 1). Constantino VII (emperador romano de Oriente y autor literario): pp. 21 (n. 11), 32, 32 (n. 44), 33, 98 (n. 34), 301. Cornelio Celso (escritor romano): pp. 35, 35 (n. 53). Cornelius Celsus (Aulus) (cfr. Cornelio Celso). Corpus

Iuris

Civilis

(obra

jurídica

de

Justiniano I): pp. 36 (n. 53), 44, 97 (n. 33).

Crónica (obra literaria de Juan Skylitzes): p. 92 (n. 15). Cronicón Rotense (fuente histórica): p. 304. De Bello Civile (obra literaria de César): p. 42. De Bello Gallico (obra literaria de César): p. 42. De Bello Gothico (obra literaria de Procopio de Cesárea): pp. 53 (n. 64), 54 (ns. 67 y 68), 89 (n. 5). De Bello Persico (obra literaria de Procopio de Cesárea): pp. 43, 44, 89 (n. 5), 144 (ns. 84 y 84), 175 (n. 93), 307. De Bello Vandalico (obra literaria de Procopio de Cesárea): pp. 54 (n. 66), 94 (n. 22), 300. De Medicina (obra de Cornelio Celso): p. 35 (n. 53).

De

Munitionibus

Castrorum

(obra

del

Pseudo-Higinio): pp. 36 (n. 54), 286 (n. 196). De Rebus Bellicis (obra literaria anónima): pp. 43, 266 (n. 149). De Thematibus (obra

literaria

de

Constantino VII Porfirogénito): pp. 301, 309. Digesta (obra jurídica de Justiniano I): pp. 36 (n. 53), 92 (n. 17). Dión Casio (historiador): pp. 44, 211 (n. 113). Discursos (obra literaria de Isócrates): p. 197 (n. 103). El General (cfr. Strategikos, de Onasandro). El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha (obra literaria de Miguel de Cervantes Saavedra): p. 193 (n. 101). Eliano (tratadista militar): p. 33.

Eneas (tratadista militar): p. 33, 268 (n. 155). Epistolarum Registrum (fuente histórica del papa Gregorio I): p. 19 (n. 1). Epitoma Rei Militaris (obra literaria de Vegecio): pp. 35, 36 (n. 54), 37, 89 (n. 6), 94 (n. 25), 116 (n. 51), 199 (n. 105), 266 (n. 149), 268 (n. 153), 286 (n. 196), 301, 303, 308. Epitome Historiarum (obra literaria de Zonaras): p. 19 (n. 1). Eustratio (historiador): p. 19 (n. 1). Evagrio (historiador): pp. 19 (n. 1), 21 (n. 9). Flavio Josefo (historiador): pp. 43, 286 (n. 195). Floresta española de apotegmas y sentencias (obra literaria de Melchor de Santa Cruz de Dueñas): p. 193 (n. 101). Fragmenta (lo que se conserva de la obra de

Menandro el Protector): p. 19 (n. 1). Frontino (político, militar y escritor romano): pp. 35, 35 (n. 53), 42. Germania (obra literaria de Tácito): p. 307. Getica (obra literaria de Jordanes): pp. 299, 304. Gregorio I (san) (papa y autor de una fuente histórica): pp. 19 (n. 1), 27, 28. Gregorio bar Hebreo (historiador): p. 19 (n. 1). Gregorio de Tours (historiador): pp. 300, 300 (n. 1). Heródoto (historiador): pp. 303, 304. Historia (obra literaria de Miguel Attaliates): pp. 46, 179 (n. 94). Historia (obra literaria de Sebeos): p. 307. Historia

(obra

literaria

de

Teofilacto

Simocatta): pp. 19 (n. 1), 44, 211 (n. 115), 227 (n. 120), 300.

Historia Augusta (obra literaria de varios autores): pp. 44, 105 (n. 37), 211 (n. 113). Historia Ecclesiastica (obra literaria de Evagrio): pp. 19 (n. 1), 21 (n. 9). Historia Ecclesiastica (obra literaria de Juan de Éfeso): p. 19 (n. 1). Historia Ecclesiastica (obra

literaria

de

Nicéforo Calisto): p. 19 (n. 1). Historia Francorum (obra literaria

de

Gregorio de Tours): pp. 300, 300 (n. 1). Historia Langobardorum (obra literaria de Paulo Diácono): pp. 19 (n. 1), 300, 306, 308. Historia Nova (obra literaria de Zósimo): p. 303. Historiae (obra literaria de Agatías): pp. 19 (n. 1), 43, 44, 144 (ns. 84 y 85). Historiae (obra literaria de Polibio): pp. 36 (n. 54), 43, 202 (n. 108), 286 (n. 196).

Historias (obra literaria de Heródoto): p. 303. Homero (poeta): pp. 43, 107 (n. 38), 201 (n. 107). Ilíada (obra literaria de Homero): p. 43, 107 (n. 38), 201 (n. 107). Isócrates (autor griego): pp. 43, 197 (n. 103). Iulius Frontinus (Sextus) (cfr. Frontino). Jordanes (historiador): pp. 299, 304, 306. Jorge Cedreno (historiador): p. 19 (n. 1). Juan de Biclaro (historiador): p. 25. Juan de Éfeso (historiador): pp. 19 (n. 1), 309. Juan de Nikiu (historiador): pp. 19 (n. 1), 45, 216 (n. 116). Juan Skylitzes (historiador): p. 92 (n. 15). Kekaumenos (tratadista militar): pp. 45, 46, 82 (n. 3), 100 (n. 36), 191 (n. 100).

La estrella de Sevilla (obra de, o atribuida a, Félix Lope de Vega y Carpio): p. 193 (n. 101). La expedición contra los alanos (obra literaria de Arriano): p. 301. Las Estratagemas (cfr. Stratagemata). León VI (emperador romano de Oriente y tratadista militar): pp. 32, 32 (n. 43), 33, 34, 45, 107 (n. 38), 179 (n. 94), 201 (n. 106), 203 (n. 112). Libri ad Filium (obra literaria de Catón el Censor): p. 35 (n. 53). Lope de Vega y Carpio (Félix) (escritor español de los siglos XVI y XVII): p. 193 (n. 101). Lp (cfr. Problemata). Lt (cfr. Tacticae Constitutiones). M (cfr. Codex Mediceus-Laurentianus]). Mauricio (emperador romano de Oriente y

tratadista militar): pp. 9, 19, 19 (ns. 1 y 3), 20, 20 (n. 8), 21, 21 (n. 7), 23, 23 (n. 14), 24, 24 (n. 15), 25, 26, 26 (n. 21), 27, 27 (n. 23), 28, 28 (n. 25), 29, 29 (n. 26), 30, 31, 32, 32 (n. 44), 33, 34, 34 (n. 52), 35, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 42 (ns. 55 y 56), 43, 44, 45, 45 (n. 57), 46, 49, 50, 51, 53, 56, 57, 81 (n. 2), 82 (ns. 3 y 4), 91 (n. 12), 108 (n. 39), 116 (n. 49), 117 (n. 53), 144 (n. 84), 145 (n. 87), 184 (n. 99), 203 (n. 112), 216 (n. 116), 268 (n. 154), 269 (ns. 156 y 158), 301, 302, 303, 304, 305, 306, 307, 308, 309, 310. Μαυρικίου (cfr. Mauricio). Máximas de reyes y generales (obra literaria de Plutarco): p. 201 (n. 106). Mazoneus (arquetipo del Strategikon): pp. 33-34. Menandro el Protector (historiador): pp. 19 (n. 1), 309.

Miguel el Sirio (historiador): p. 19 (n. 1). Miguel Attaliates (historiador): pp. 46, 179 (n. 94). Moralia (obra literaria de Plutarco): p. 201 (n. 106). Nicéforo Calisto (historiador): p. 19 (n. 1). Nicéforo Uranos (escritor militar): p. 203 (n. 112). ND Or. (Notitia Dignitaum, pars Orientis) (fuente histórica): pp. 69, 110 (n. 42). Onasander (cfr. Onasandro [tratadista militar]). Onasandro (tratadista militar): pp. 33, 41, 42 (n. 55). Οὐρβικίου (cfr. Urbicio, Urbicius, Urbikíos). P (cfr. Codex Parisinus). Paterno (prefecto del pretorio y jurista romano): pp. 35, 35 (n. 53). Paulo Diácono (historiador): p. 308.

Philippicus (cfr. Philippikos). Philippikos (posible tratadista militar): p. 31. Plutarco (historiador): pp. 35 (n. 53), 43, 201 (n. 106), 203 (n. 112), 268 (n. 154). Polibio (historiador): pp. 36 (n. 54), 43, 202 (n. 108), 286 (n. 196). Porcius Cato (Marcus) (cfr. Catón el Censor). Problemata (obra literaria de León VI): pp. 33, 45. Procopio de Cesárea (historiador): pp. 42, 43, 44, 53 (n. 64), 54 (ns. 66, 67 y 68), 89 (n. 5), 94 (n. 22), 144 (ns. 84 y 85), 175 (n. 93), 299, 300, 306, 307. Pseudo-Higinio (tratadista militar): pp. 36 (n. 54), 286 (n. 196). Resumen de los Asuntos Militares (cfr. Epitoma Rei Militaris [obra literaria de Vegecio]). Santa Cruz de Dueñas (Melchor de) (escritor

español del siglo XVI): p. 193 (n. 101). Sebeos (historiador): p. 307. Sinopsis Historion (obra literaria de Juan Skylitzes): p. 92 (n. 15). Stratagemata (obra literaria de Frontino): pp. 35 (n. 53), 42. Strategikon (manual militar del emperador Mauricio): pp. 5, 9, 16, 24, 24 (n. 15), 30, 31, 33, 34, 35, 37, 38, 41, 42, 43, 44, 45, 46, 49, 50, 55, 57, 67, 71, 82 (n. 3), 246 (n. 132), 250 (n. 136), 306. Strategicon (obra literaria de Kekaumenos): pp. 100 (n. 36), 191 (n. 100). Strategicos (obra literaria de Onasandro): pp. 33, 41. Στρατηγικός (obra literaria de Onasandro): p. 41. Tácito (historiador): p. 307.

Tακτικά (cfr. Taktiká). Tactica (obra literaria de Arriano): pp. 31 (n. 29), 43, 152 (n. 90), 270 (n. 159), 301, 302, 310. Tactica (obra literaria de Asclepiodoto el Táctico): p. 268 (n. 155). Tacticae Constituciones (obra literaria de León VI): pp. 32 (n. 43), 35, 45, 107 (n. 38), 179 (n. 94), 201 (n. 106), 203 (n. 112). Taktiká (obra literaria de Eliano): p. 33. Taktiká (otro nombre del Strategikon de Mauricio): p. 31. Tarrutenius Paternus

(¿Publio?)

(cfr.

Paterno). Teodosio II (emperador y autor de obra legislativa): p. 183 (n. 96). Teófanes el Confesor (historiador): p. 300. Teofilacto Simocatta (historiador): pp. 19 (n.

1), 44, 45, 211 (n. 115), 227 (n. 120), 299, 300, 309. Tito Livio (historiador): pp. 43, 202 (n. 108). Urbicio (posible autor): p. 31. Urbicius (posible autor): p. 31. Urbikíos (posible autor): p. 31. Vegecio (tratadista militar): pp. 34, 35, 35 (n. 53), 36 (n. 54), 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, 89 (n. 6), 94 (n. 25), 105 (n. 37), 116 (n. 51), 199 (n. 105), 266 (n. 149), 268 (n. 153), 286 (n. 196), 301, 303, 308. Vida de Adriano (parte de la Historia Augusta): pp. 44, 211 (n. 113). Vida de Marco Catón (obra literaria de Plutarco): p. 35 (n. 53). Vida de Probo (parte de la Historia Augusta): p. 105 (n. 37). Vita Eutychii (obra literaria de Eustratio): p. 19 (n. 1).

VNP (familia de códices [cfr. Codex Vaticanus, Codex Neapolitanus y Codex Parisinus]): pp. 31, 33, 94 (n. 29), 268 (n. 154). Zonaras (historiador): p. 19 (n. 1). Zósimo (historiador): pp. 44, 145 (n. 86), 303.

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