Stanislav Grof - La Psicología Del Futuro

May 4, 2017 | Author: probono2 | Category: N/A
Share Embed Donate


Short Description

Download Stanislav Grof - La Psicología Del Futuro...

Description

Dirigida por Fernando Rodriguez Bornaetxea

Stanislav Grot LA P S IC O L O G ÍA DEL FUTURO Lecciones de la investigación moderna de la consciencia

/f La Liebre de Marzo

Título original Psychology of the Future

Primera edición M a y o 2002

Primera reimpresión D iciem bre 2005 © Stanislav Grof 2000

(0 2002 para la edición en castellano La Liebre de Marzo, S.L.

Traducción Sonia Telle

Diseño gráfico Xavier Vidal

Dibujo de portada

El resurgir del fénix Stanislav Grof (dibujo realizado tras la ingestión de una dosis ele vad a d e LSD)

M aquetación Zero pre impresión

Impresión y encuad ernación Torres Associats, S. L.

Depósito Legal B-21.675.2002

ISBN 84-87403-51-4 La Liebre de Marzo, S.L.

Apartado de Correos 2215 E-08080 Barcelona [email protected] www.liebremarzo.com

A Christina Con mucho am or y un profundo reconocimiento p or su contribución a las ideas expresadas en este libro.

Contenido Prefacio .............................................................................................................

11

Capítulo uno El potencial sanador y heurístico de los estados no ordinarios de consciencia ..................................................................................................

21

Capítulo dos La cartografía de la psique humana: el nivel biográfico, perinatal y transpersonal ..............................................................................................

45

Capítulo tres La arquitectura de los trastornos emocionales y psicosomáticos . . . .

111

Capítulo cuatro Emergencia espiritual: comprensión y tratamiento de la crisis de transformación............................................................................................

i s) 1

Capitulo cinco Nuevas perspectivas en psicoterapia y autoconocimiento..................

2.W

Contenido

C ap itu lo seis

Espiritualidad y religión.................................................................................

271

C apitulo siete

La experiencia de la muerte: perspectiva psicológica, filosófica y es­ piritual ...............................................................................................................

287

C apitulo o ch o

El juego cósmico: exploración de las cimas más elevadas de la cons­ ciencia hum ana.................................................................................................

347

C ap itu lo nueve

Evolución de la consciencia y supervivencia humana: Perspectivatranspersonal de la crisis global ..............................................

375

C ap ítu lo diez

Psique y cosmos: Estados holotrópicos, psicología arquetípica y astrología de trá n sito s..........................................................................................

425

Bibliografía ...............................................................................................................

469

Sobre el a u t o r .............................................................................................................

483

ín d ice

487

Prefacio Hace más de cuarenta años, una poderosa experiencia, que tan sólo duró unas horas, cambió el rumbo de mi vida personal y profesional. Siendo aún un joven psiquiatra recién licenciado, me presté voluntario para un experimento con LSD, una substancia con impresionantes propiedades psicoactivas descu­ bierta por el químico suizo Albert Hofmann en los laboratorios farmacéuticos Sandoz en Basilea. Durante esta sesión, y especialmente durante su fase culminante, tuve una experiencia de consciencia cósmica, tan abrumadora como indescriptible, que despertó en mí un interés por los estados no ordinarios de consciencia. Un inte­ rés que duraría toda la vida. Desde aquel momento, la gran mayoría de mi tra­ bajo clínico y mi investigación científica se han basado en la exploración del po­ tencial terapéutico, transformador y evolutivo de estos estados de consciencia. Las cuatro décadas que he consagrado a la investigación de la consciencia han resultado ser una extraordinaria aventura hacia nuevos descubrimientos. A lo largo de estos cuarenta años he dedicado aproximadamente la mitad de mi tiempo a la terapia con substancias psiquedélicas. Al principio en t.'hecoslovaquia, en el Instituto de Investigación Psiquiátrica de Praga, y luego en Kstados Unidos, más concretamente en el (.entro de Investigación Psiquiátrica

11

de Marvland en Baltimore, donde participé en el último programa americano de investigación sobre psiquedélicos. En 1975 comencé a trabajar con la respi­ ración holotrópica. Se trata una poderosa técnica terapéutica y de exploración personal que desarrollé junto con mi mujer Christina. Por otro lado, ambos he­ mos asistido a gran número de personas durante sus crisis psicoespirituales, o lo que Christina y yo hemos denominado “emergencias espirituales”. El denominador común a estas situaciones es que todas ellas conllevan esta­ dos no ordinarios de consciencia o al menos una subcategoría que yo denomino como estado holotrópico. Estos estados son inducidos durante las sesiones de terapia psiquedélica a través de substancias que alteran la consciencia com o pueden ser la LSD, la psilocibina, la mescalina, la triptamina o los derivados de la anfetamina. En la respiración holotrópica, se produce un cambio en la cons­ ciencia debido a la combinación de una respiración más rápida, música evocativa y movimientos corporales que ayudan a liberar energía. Durante las emer­ gencias espirituales, en cambio, los estados holotrópicos ocurren de forma espontánea, en medio de la vida cotidiana, y sin que a menudo se conozcan sus causas. Además, también he participado de forma activa en diversas disciplinas que, de una manera u otra, están relacionadas con los estados no ordinarios de cons­ ciencia. He participado en las ceremonias sagradas de culturas de distintas par­ tes del mundo. He estado en contacto con indios norteamericanos, mejicanos, y con chamanes de América del Sur. He estado en contacto y he intercam biado pareceres con numerosos antropólogos. También me he acercado a disciplinas de distinta índole. Entre ellas puedo nombrar el budismo Zen, el Vipassana, el Vajrayana, el Siddha Yoga, el Tantra, así com o la orden Cristiana de los Benedictinos. Otra área de gran interés para mí ha sido la tanatología, disciplina aún bas­ tante joven que estudia las experiencias en torno a la muerte, y sus aspectos psi­ cológicos y espirituales. A finales de los años 60 y principios de los 70, participé en un amplio estudio sobre los efectos de la terapia psiquedélica en individuos terminales de cáncer. También quisiera mencionar el privilegio de haber conoci­ do a figuras de gran renombre en el campo de la parapsicología. Esto me ha per­

1?

mitido trabajar con pioneros en investigación de la consciencia, y colaborar con terapeutas que han desarrollado y practicado poderosas modalidades de terapia vivencial que inducen estados no ordinarios de consciencia. Mi encuentro inicial con los estados no ordinarios de consciencia supuso un verdadero y complejo desafío, tanto intelectual como emocionalmente. Durante mis primeros años de investigación clínica con psiquedélicos, era bombardeado diariamente con experiencias y observaciones para las cuales mi formación mé­ dica y psiquiátrica no me habían preparado. Es más, estaba teniendo experien­ cias y viendo cosas que, en el contexto de la visión científica del mundo en el cual me había formado, no podían suceder o se consideraban imposibles. Sin embargo, estos hechos imposibles estaban sucediendo continuamente. Tras sobreponerme a la sorpresa conceptual inicial y a mis dudas sobre mi propia salud mental, caí en la cuenta de que el problema no estribaba en mi ca­ pacidad de observación o en mi juicio crítico, sino en las limitaciones que pre­ sentan las teorías en psicología y en psiquiatría, y en la estrechez del paradigma materialista de la ciencia occidental. Naturalmente, para mí no fue nada fácil llegar a esta conclusión, ya que había estado luchando previamente con el res­ peto y la admiración que un estudiante en medicina o un novel psiquiatra brin­ dan a las autoridades científicas, al cuerpo académico y a sus impresionantes tí­ tulos y credenciales. Con el paso de los años, mi sospecha inicial hacia lo inadecuadas que podían ser las teorías académicas referentes a la consciencia y a la psique humana se fue transformando progresivamente en una convicción alimentada y corroborada por miles de observaciones clínicas así como por mi propia experiencia personal. En este punto de mi vida, no tengo la menor duda de que los datos provenientes de la investigación realizada en torno a los estados no ordinarios de consciencia representan un desafío conceptualmente crítico para el paradigma científico que sigue prevaleciendo en psicología, psiquiatría y en muchas otras disciplinas. Con este libro, intento señalar de forma sistemática y comprensiva las áreas que requieren una revisión radical, sugiriendo la dirección y naturaleza de esos cambios tan necesarios. Eos desafíos conceptuales presentados por la investiga­ ción de la consciencia son fundamentales y no pueden resolverse con un simple

i :í

parcheo conceptual o hipótesis a medida. En mi opinión, la naturaleza y el al­ cance de la crisis conceptual a la que están haciendo frente la psicología y la psi­ quiatría es, en cierta forma, comparable a la situación introducida a principios del siglo pasado en el campo de la física con los resultados del experimento de Michelson Morley. El primer capítulo de este libro presenta una discusión general acerca de los es­ tados no ordinarios de consciencia, y el papel que han desempeñado culturalmen­ te en los rituales y en la vida espiritual de la humanidad. También introduce los desafíos que estos estados representan para la visión del mundo monista de la ciencia occidental. Este capítulo concluye con unas líneas generales sobre las áreas que necesitan cambios conceptuales de forma más pertinente a la vez que propone un breve perfil sobre la naturaleza de las alternativas propuestas. Estas alternati­ vas se irán explorando extensamente en las siguientes secciones del libro. El capítulo siguiente se centra en la primera de esas áreas: la naturaleza y el origen de la consciencia, y las dimensiones de la psique humana. Las observa­ ciones de la investigación de la consciencia, disipan el mito actual de la ciencia materialista según la cual la consciencia es un epifenómeno de la materia, es de­ cir, un producto de procesos neurofisiológicos que se producen en el cerebro. Estas observaciones señalan que la consciencia es un atributo primario de la existencia capaz de numerosas actividades que el cerebro difícilmente podría llevar a cabo. De acuerdo con los nuevos descubrimientos, la consciencia huma­ na es parte de, y participa en, un amplio campo universal de consciencia cósmi­ ca que impregna toda existencia. La psiquiatría y psicología académicas tradicionales usan un modelo de la psique que se limita a la biología, a la biografía postnatal y a la visión freudiana del inconsciente individual. Para poder responder a todos los fenómenos que ocurren durante los estados holotrópicos, tendría que ampliarse de forma drás­ tica nuestro entendimiento de las dimensiones de la psique humana. La nueva cartografía de la psique esbozada en este libro incluye dos niveles adicionales: el nivel perinatal (relacionado con el trauma del nacimiento) y el nivel tran sperso­ nal (que engloba las memorias ancestrales, raciales, colectivas y filogenéticas, además de las experiencias kármicas y las dinámicas arquetípicas).

14

A medida que el libro avanza, este entendimiento de la psique se va aplican­ do a distintos trastornos emocionales y psicosomáticos que no poseen una base orgánica (“psicopatología psicogénica”). Para explicar tales condiciones, la psi­ quiatría tradicional usa un modelo que se limita exclusivamente a los traumas biográficos postnatales de la temprana infancia, la niñez, y a aquellos que ocu­ rren más tarde en la vida. La nueva comprensión sugiere, en cambio, que las ra­ íces de tales trastornos son mucho más profundas e incluyen además elementos importantes correspondientes al nivel perinatal y transpersonal de la psique. Una de las consecuencias más importantes de esta nueva comprensión de las dimensiones de la psique humana desemboca en el entendimiento de que gran número de los estados que la psiquiatría moderna considera como patológicos y trata con antidepresivos son en realidad “emergencias espirituales”, es decir, crisis psicoespirituales que tienen un poder transformador y sanador. Uno de los capítulos de este libro trata exclusivamente la naturaleza de estas condicio­ nes, lo que las desencadena, la forma en que se manifiestan y las nuevas estrate­ gias terapéuticas existentes. El capítulo siguiente explora las implicaciones prácticas de las nuevas observa­ ciones relativas a la psique humana. Discute los principios de la psicoterapia que usa estados holotrópicos y da cuenta del poder sanador de los mecanismos dispo­ nibles durante el proceso de exploración personal, cuando la experiencia alcanza el nivel perinatal y transpersonal. Una sección especial de este capítulo se centra en la teoría y la práctica de la respiración holotrópica mostrando cómo se mani­ fiestan y se utilizan los nuevos principios en esta modalidad de terapia vivencial. Las observaciones de los estados holotrópicos desafían seriamente los prin­ cipios fundamentales del pensamiento materialista, la primacía otorgada a la materia y la ausencia de dimensión espiritual en el telar que constituye la exis­ tencia. Estas observaciones traen consigo la evidencia empírica y vivencial di­ recta de que la espiritualidad constituye un atributo crítico y legítimo de la psi­ que humana y del plan universal de las cosas. Tema que recibe especial atención en este libro. Argumenta, también que la espiritualidad y la ciencia no están, ni pueden estar, en conflicto la una con la otra, aunque ambas representen dos planteamientos distintos de la existencia.

1

!)

Otro capítulo especial del libro presta atención a la muerte desde un aspecto psicológico, filosófico y espiritual. Para ello se centra en las experiencias en tor­ no a la muerte y en el significado que tiene para la psicología la posibilidad de que la consciencia sobreviva tras la muerte, el karma y la reencarnación, los an­ tiguos libros de los muertos, y la preparación para la muerte. Las observaciones en las que se basa este capítulo proceden principalmente del extenso estudio re­ alizado en pacientes terminales de cáncer con terapia psiquedélica. En este capí­ tulo describo y discuto con cierto detalle algunas de estas observaciones. Los descubrimientos metafísicos más relevantes obtenidos en torno a la in­ vestigación de los estados no ordinarios de consciencia están resumidos en el capítulo sobre el “juego cósmico”. Tratan fundamentalmente de cuestiones re­ lacionadas con la naturaleza de la realidad, el principio creativo cósmico y nues­ tra relación con él, las dinámicas de la creación, el tabú que nos impide conocer nuestra verdadera identidad, y el problema del bien y el mal. De este modo, re­ sulta fascinante observar como las respuestas a preguntas fundamentales sobre la existencia humana, que emergen con espontaneidad durante los estados holotrópicos, son sorprendentemente similares a aquellas que aparecen no sólo en la “filosofía perenne” descrita por Aldous Huxley, sino también en los descu­ brimientos revolucionarios del nuevo paradigma científico. La última parte del libro se centra en las implicaciones de los nuevos descu­ brimientos relativos a la comprensión de la crisis global actual así com o en los distintos modos en que la investigación de la consciencia y la psicología trans­ personal pueden contribuir a mitigarla. Explora también las raíces psicoespirituales de la agresión y de la insaciable avaricia, dos fuerzas que han dominado la historia de nuestra humanidad y que, debido al rápido progreso tecnológico, han pasado a ser auténticas amenazas para la supervivencia de la vida en nues­ tro planeta. El trabajo que se lleva a cabo con estados de consciencia holotrópicos, no sólo provee un nuevo entendimiento de estos peligrosos elementos de la psique humana, sino que también proporciona eficientes modos de confrontar­ los y transformarlos. En la edición castellana he decidido incluir un nuevo capítulo en el que pre­ sentó algunas consideraciones basadas en mi trabajo con mi amigo y colega, el

16

filósofo y psicólogo Richard Tamas. Juntos hemos explorado, durante muchos años, los correlatos astrológicos de las experiencias místicas, las crisis psicoespiriuales, los episodios psicóticos, los estados psiquedélicos y las sesiones de respiración holotrópica. Nuestro estudio sistemático de las correlaciones entre la naturaleza y el contenido de los estados holotrópicos y los tránsitos planeta­ rios me ha convencido de que una combinación de la profunda terapia vivencial con la psicología arquetípica y la astrología de tránsitos es la estrategia más prometedora para la psiquiatría del nuevo milenio. Cuarenta años de sistemática e intensa investigación sobre los estados no or­ dinarios de consciencia me han llevado a la conclusión de que, quizás, sólo una radical transformación interior de la humanidad y un mayor nivel de conscien­ cia puedan garantizarnos una verdadera esperanza ante el futuro. Espero since­ ramente que aquellos que estén a punto de embarcarse en este viaje interior, o ya lo hayan emprendido, encuentren este libro de alguna utilidad y que la infor­ mación en él presentada se convierta en una grata compañera en esta emocio­ nante aventura. Estoy profundamente agradecido a Jane Bunker, editora de State University de New York Press, puesto que sin ella no hubiera escrito este libro. Fue ella quien me sugirió que mis lectores apreciarían tener, en un volumen, el resultado de mi trabajo junto con los mayores descubrimientos que en él emergieron a lo largo de mi investigación de los estados no ordinarios de consciencia. De esta manera, y prestando atención a sus sugerencias, he escrito este libro con la in­ tención de que proporcione una información fácil de entender relacionada con las áreas más importantes de mi investigación. Los lectores que estén especialmente interesados en uno o varios de los te­ mas tratados en los distintos capítulos pueden usarlos a modo de introducción general de mis otros libros que, por su parte, ofrecen un análisis mas profundo sobre temas concretos. A continuación propongo una lista de referencias e in­ formación adicional de los temas tratados individualmente en los distintos capí­ tulos. C ap ítu lo 1. Se puede encontrar más información acerca del potencial heu­ rístico y terapéutico de las substancias psicodélicas en mi libro, l.SD Psycbo-

1/

íbcrapy. Un amplio manual dedicado de forma específica a este tema y, también en el apéndice de The Adventure o f Self-Discovery, que se centra más concreta­ mente en el uso de substancias psiquedélicas en el contexto de los rituales y de la terapia. Por otro lado, el papel desempeñado por los estados no ordinarios de consciencia en los ritos de paso, en el chamanismo y en los antiguos misterios relativos a la muerte y el renacimiento es discutido en The Stormy Search fo r íhc Self, que escribí junto con mi mujer Christina. (Hay trad. Castellana: La tormentosa búsqueda del ser, La Liebre de Marzo, 1995). Capítulo 2. La nueva cartografía de la psique humana se explora particu­ larmente en detalle en Realms o f tbe Human Unconscious y en The Adventure o f Self-l)iscovery. Kstos libros describen las dinámicas de los sistemas CO EX, las matrices perinatales, así como diversas formas de experiencias transpersona­ les con numerosos ejemplos ilustrativos. Tbe H olotropic Mind, escrito en cola­ boración con I lal Zina Bennett, constituye una introducción elemental al am­ plio mapa de la psique. Este libro es adecuado para aquellas personas que se inician en el campo transpersonal. Capitulo í, Las implicaciones de mi investigación, en el diagnóstico y trata­ miento ile los trastornos emocionales y psicosomáticos en psiquiatría y psicolo­ gía, aparecen en mi libro lieyond tbe Brain. Este libro contiene además, un aná­ lisis acerca de diversos desarrollos revolucionarios de la ciencia moderna que son compatible con estos nuevos descubrimientos. ( 'iipitulo 4. Aquellas personas especialmente interesadas en el concepto de emergencia espiritual, sus implicaciones en la investigación de la consciencia y en la comprensión y tratamiento de las psicosis, encontrarán más información en dos libros que escribí con mi mujer, Christina, The Stormy Search fo r tbe S elf y Spiritual l'.mergency. El primero incluye detallados análisis acerca de posibles alternativas de aproximación a las psicosis, mientras que el segundo es un com­ pendio de artículos de diversos autores que plantean este mismo tema. ( apitulo 5. El potencial terapéutico de los estados no ordinarios de cons­ ciencia es el tema de muchos de mis libros. En este sentido, puede ser de interés la segunda mitad de mi libro The Adventure o f Self-D iscovery que describe la práctica de la respiración holotrópica, así como los mecanismos terapéuticos

18

Prefacio

que operan en los estados no ordinarios de consciencia. Por esta razón, también son relevantes los pasajes de B eyond the Brain que discuten los pros y los con­ tras de las distintas escuelas de psicoterapia y comparan las distintos métodos de terapia. LSD Psychotherapy es un manual que trata de forma específica so­ bre el uso de los psiquedélicos en terapia mientras que The Stormy Search for the S elf explora estrategias terapéuticas alternativas para los estados psicóticos. C apítulo 6. La relación existente entre espiritualidad y religión es tratada en detalle en El ju ego cósm ico. También puede encontrarse información rele­ vante a este tema en The Stormy Search fo r the Self. C apítulo 7. Los aspectos psicológicos, filosóficos y espirituales de la muerte son tratados en The Human Encounter with D eath, escrito en colaboración con Joan Halifax. Es la descripción de un proyecto de investigación de terapia psiquedélica realizado con más de doscientos pacientes de cáncer, que condujimos en el Centro de Investigación Psiquiátrica de Maryland en Baltimore. También he escrito dos libros con ilustraciones muy representativas. Ambos exploran las ramificaciones culturales de este trabajo: B o o k s o f the D ead y Beyond D eath, este último en colaboración con mi mujer Christina. C apítulo 8. Por otro lado, las cuestiones relativas a mi investigación de los aspectos espirituales, metafísicos y filosóficos se pueden encontrar en mi libro The C osm ic Gam e. Explora la comprensión de la naturaleza humana y de'la rea­ lidad basándose en experiencias y visiones profundas de los estados holotrópicos de consciencia. En este sentido, señala la sorprendente similitud que tienen con la visión de Aldous Huxley en su filosofía perenne y con los avances revolu­ cionarios de la ciencia moderna y el nuevo paradigma que de ella emerge. C apítulo 9. Los epílogos de B eyond the Brain y de The Cosmic G am e ofre­ cen una mayor información relativa a las implicaciones del trabajo con estados holotrópicos desde una perspectiva más global. Aunque, también he editado el libro Hum an Survival and Consciousness Evolution, un compendio de artículos escrito por notables autores, sobre esta importante cuestión. Todos estos libros a los que me he referido disponen de una extensa biblio­ grafía que, a su vez, remitirá, a aquellos interesados, a otros autores.

I!)

CAPÍTULO UNO

El potencial sanador y heurístico de los estados no ordinarios de consciencia El presente libro resume mis experiencias y observaciones a lo largo de más de cuarenta años dedicados a la investigación de los estados no ordinarios de consciencia. Mi primer interés es centrarme en el aspecto heurístico de dichos estados y en cómo pueden facilitar nuestro entendimiento acerca de la naturale­ za de la consciencia y de la psique. Mi formación original como psiquiatra clíni­ co me ha llevado a prestar especial atención al potencial transformador y sana­ dor de estas experiencias, y a cómo contribuyen a nuestra evolución. Por esta razón, el término estados no ordin arios de consciencia es demasiado amplio y general dado que incluye una vasta gama de condiciones que ofrecen poco o ningún interés desde la perspectiva heurística y terapéutica que nos interesa. La consciencia puede verse profundamente alterada debido a una variedad de procesos patológicos. Entre ellos podemos citar: traumas cerebrales, intoxi­ caciones producidas por productos químicos venenosos, infecciones y procesos circulatorios y degenerativos del cerebro. Tales condiciones tienen la capacidad de causar profundos cambios mentales y pueden incluirse en la categoría de “es­ tados no ordinarios de consciencia”. Sin embargo, tales daños causan “delirios triviales” o “psicosis orgánicas”, estados que son clínicamente muy importan­

tes, pero irrelevantes en relación al tema de nuestra discusión. Por lo general, las personas que padecen dichos estados se encuentran desorientadas. N o saben dónde están, quiénes son, ni en qué fecha viven. Por otro lado, sus funciones in­ telectuales se ven considerablemente mermadas y suelen presentar una amnesia relativa a sus experiencias. En este libro, me centraré en un importante subgrupo de estados no ordina­ rios de consciencia que difiere en gran parte del resto y que, sin em bargo, repre­ senta una fuente valiosísima de nueva información acerca de la salud y la enfer­ medad de la psique humana. Además, dichos estados poseen un n o tab le potencial terapéutico y transformador. El paso de los años y las observaciones clínicas diarias han logrado convencerme de la extraordinaria naturaleza de es­ tas experiencias y del alcance de sus implicaciones en la teoría y la práctica de la psiquiatría. Me resulta difícil creer que la psiquiatría contem poránea no re co ­ nozca sus características, tan específicas, ni tenga un nom bre especial para ellos. Sinceramente, pienso que merecen una distinción propia así com o ser situa­ dos en una categoría especial. He optado por denominarlos “e s ta d o s h o lo t r ó p i­ cos" (Grof 1992). Esta palabra compuesta significa literalmente “orientado h a­ cia la totalidad” o, tam bién, “que se mueve en dirección a la to ta lid a d ” (de la palabra griega b o l o s - todo, y trepcin - moverse hacia o en dirección a algo). El significado com pleto de este térm ino y la justificación de su utilización se irán aclarando a lo largo de este libro. El térm ino sugiere que en nuestro estado de consciencia cotidiano tan sólo nos identificam os con una pequeña fracción de quienes realm ente som os. Lo que sucede durante los estados h o lo tró p ico s es que podemos llegar a trascender los estrechos límites del cuerpo y del ego, y rei­ vindicar nuestra identidad plena.

Estados holotrópicos de consciencia En los estados holotrópicos, la consciencia experim enta una m o d ificació n cualitativa profunda y fundamental. Sin em bargo, a diferencia de las co n d icio ­ nes que tienen una causa orgánica, no se ve gravem ente dañada. En este senti-

22

do, por un lado, permanecemos plenamente orientados en el tiempo y el espa­ cio, es decir, no perdemos completamente nuestra percepción de la realidad dia­ ria mientras que, por otro lado, nuestro campo perceptivo se ve desbordado por el contenido procedente de otras dimensiones de la existencia. Algo que puede ser muy intenso e incluso abrumador. En tales casos, estamos experimentando de forma simultánea dos realidades muy distintas. Nos encontramos “a caba­ llo” entre dos mundos diferentes. Los estados holotrópicos se caracterizan por los profundos cambios de percep­ ción sensorial. Al cerrar los ojos, nuestro campo visual puede verse invadido por imágenes procedentes de nuestra historia personal así como del inconsciente colec­ tivo. Podemos tener visiones y experiencias que nos comunican aspectos diversos del reino animal o vegetal, escenas de la naturaleza en general o del cosmos. Estas experiencias pueden trasladarnos al ámbito de los arquetipos o a regiones mitoló­ gicas. Al abrir los ojos, la percepción del entorno que nos rodea suele verse altera­ da por claras proyecciones de este material inconsciente. Todo esto también puede ir acompañado de una amplia variedad de vivencias que incluyen también a los de­ más sentidos: sonidos, sensaciones físicas, olores y sabores diversos. Las emociones asociadas con los estados holotrópicos cubren un amplio es­ pectro que se extiende mucho más allá de los límites de nuestra vivencia cotidia­ na, tanto por su naturaleza como por su intensidad. Estas emociones abarcan desde sentimientos de éxtasis, bienaventuranza celestial y “paz que sobrepasa toda comprensión”, a episodios de terror abismal, cólera asesina, profunda des­ esperación, culpabilidad devoradora y otras'formas de sufrimiento emocional inimaginable. La intensidad de estas formas extremas de estados emocionales puede equipararse a las descripciones de los reinos paradisíacos e infernales que aparecen en las escrituras de las grandes religiones mundiales. Un aspecto particularmente interesante de los estados holotrópicos es el efecto que tienen en los procesos del pensamiento. P’n ellos, el intelecto no se ve mermado, sin embargo funciona de una forma muy distinta a como lo hace ha­ bitualmente. Aunque a veces no confiemos en nuestro propio juicio en los asun­ tos prácticos ordinarios, en estos estados holotrópicos podemos sentirnos des­ bordados por la cantidad de información verdadera relativa a nuestra historia

personal, las dinámicas inconscientes, las dificultades emocionales y los proble­ mas interpersonales. Del mismo modo, podemos tener revelaciones extraordi­ narias respecto a diversos aspectos de la naturaleza y del cosmos. La cualidad de estas revelaciones trasciende notablemente nuestra formación intelectual y educativa. Las comprensiones más interesantes a las que se puede tener acceso en estos estados holotrópicos son aquellas que giran alrededor de cuestiones fi­ losóficas, metafísicas y espirituales. Es posible vivir secuencias de muerte y renacimiento psicoespirituales, así como un vasto espectro de fenómenos transpersonales, como por ejemplo sentimientos de unidad con otras personas, la naturaleza, el universo y Dios. También puede que nos adentremos en lo que parecen ser recuerdos de encarnaciones pasadas y en­ cuentros con figuras arquetípicas. Podemos comunicarnos con entidades incorpó­ reas o visitar paisajes mitológicos. Las experiencias holotrópicas de esta categoría son la principal fuente de los sistemas de las cosmologías, mitologías, filosofías* así como de las religiones, que describen la naturaleza espiritual del cosmos y de la existencia. Estas constituyen la llave de acceso a la comprensión de la vida ritual y espiritual de la humanidad. Nos ayudan a comprender desde las ceremonias sagra­ das de las tribus aborígenes y el chamanismo hasta las religiones del mundo.

Estados holotrópicos de consciencia e historia de la humanidad Al examinar el papel que los estados holotrópicos han desempeñado en la historia de la humanidad, el descubrimiento más sorprendente es la im presio­ nante diferencia entre la actitud propia de las culturas industriales occidentales respecto a dichos estados y la de las culturas preindustriales. En claro contraste con la moderna humanidad, todas las culturas indígenas sienten gran respeto por los estados holotrópicos y dedican considerables esfuerzos y tiempo en crear modos seguros y eficientes de inducirlos. Estos estados han sido utilizados, por razones diversas, como principal vehículo en sus rituales, su vida espiritual y en otros contextos.

24

En el marco de las ceremonias sagradas, los estados no ordinarios de cons­ ciencia han desempeñado la función de mediador en el contacto vivencial direc­ to de los nativos con las dimensiones arquetípicas de la realidad, es decir con las deidades, el mundo mitológico y las fuerzas numinosas de la naturaleza. Estos estados también han jugado un papel de crucial importancia en el diagnóstico y la sanación de trastornos diversos. Aunque las culturas aborígenes posean a me­ nudo una impresionante sabiduría en torno a los remedios naturales, se centran principalmente en la sanación metafísica. Ésta conlleva típicamente la induc­ ción de estados holotrópicos de consciencia: para el cliente, el curandero o para ambos al mismo tiempo. Es incluso bastante frecuente que un amplio grupo, o la totalidad de una tribu, entren un estado de trance conjuntamente. Esto es lo que sigue sucediendo actualmente entre los bosquimanos !Kung en el desierto africano de Kalahari. Los estados holotrópicos han sido utilizados con la intención de desarrollar la intuición y la percepción extrasensorial, pero también por distintos motivos prácticos, como buscar a personas desaparecidas, objetos perdidos u obtener información relativa a personas en localidades remotas. Aparte de estas razo­ nes, también suponen una fuente de inspiración, proveen ideas para los rituales, las pinturas, las esculturas y las canciones. El impacto que estos estados han ejercido en las sociedades preindustriales y en la espiritualidad de la humanidad ha sido enorme. La importancia de los estados holotrópicos para las culturas antiguas y abo­ rígenes se refleja en la cantidad de tiempo y energía que dedican al desarrollo de las “tecnologías de lo sagrado” que no son sino procedimientos capaces de alte­ rar la mente e inducir estados holotrópicos con fines espirituales y rituales. Entre estos métodos podemos citar la combinación de diferentes modos de per­ cusión, música, cantos, danzas rítmicas, alteraciones en la respiración, y el cul­ tivo de formas de consciencia específicas. Otros métodos importantes que indu­ cen estados holotrópicos son el aislamiento social y sensorial prolongados. Entre ellos cabe citar el retiro en una cueva, en el desierto, en un lugar ártico o una alta montaña. Otras formas fisiológicas extremas que se utilizan para lo­ grar tales fines son el ayuno y la privación del sueño, la deshidratacion e incluso

grandes sangrías, el uso de poderosos laxantes y purgantes, o incluso el infligir un intenso dolor. Otra tecnología particularmente eficaz para inducir estados holotrópicos ha sido el uso de plantas y substancias psiquedélicas en marcos rituales. Las legen­ darias pociones divinas conocidas como H aom a en el antiguo Zend Avesta per­ sa y como som a en la India eran utilizadas por las tribus indoiraníes hace ya va­ rios miles de años y constituyeron probablemente uno de los fundamentos esenciales de la religión y de la filosofía védicas. A lo largo de la historia, los pueblos de Oriente, África y la zona del Caribe han ingerido y fumado prepara­ ciones de cáñamo que reciben distintos nombres (hachís, m arihuana, k if, ch a ­ ras, hhang, ganja), ya sea de forma lúdica y por placer, o en el contexto de cere­ monias religiosas. Han constituido un importante sacramento para grupos tan dispares como los brahmanes, determinadas órdenes de sufíes, antiguos escitas y los rastafaris Jamaicanos. Kl uso ceremonial de una gran diversidad de substancias psiquedélicas tam­ bién es característico de una amplia tradición centroamericana. Numerosas cul­ turas indias precolombinas, entre ellas los mayas, los aztecas, y los toltecas, co­ nocían y utilizaban la poderosa eficacia de ciertas plantas para modificar su consciencia. Hntre estas conocidas plantas podemos citar el cactus mejicano co­ nocido como peyote (I.ophophora williamsii), el hongo sagrado teo n a n a ca tl (Psilocybe mexicana), y el ololiuqui, semillas de las campanillas de distintas va­ riedades (Ipomoea violácea y Turbina corymbosa). Dichas plantas han sido uti­ lizadas como sacramentos hasta el día de hoy por los huicholes, los mazatecos, los chichimecas, los cora y otras tribus indias mejicanas, además de por la Iglesia Nativo Americana. La famosa planta de Sudamérica conocida como ayahuasca o yajé es la de­ cocción de una liana de la selva (Banisteriopsis caapi) combinada con aditivos de otras plantas. La zona amazónica y las islas del Caribe también son cono­ cidas por sus variedades de rapés psiquedélicos. Las tribus aborígenes de Áfri­ ca ingieren e inhalan unas preparaciones hechas a partir de corteza de iboga (Tabernanthe iboga). Las usan en pequeñas cantidades a modo de estimulante y, en mayores dosis, durante los rituales de iniciación de hombres y mujeres.

26

CUADRO i . l . Técnicas antiguas y aborígenes que inducen estados holotrópicos

T rabajo directo o indirecto con la respiración (pranayama, bastrika yóguico, la “respira­ ción de fuego” budista, la respiración sufí, el ketjak de Bali, el Inuit o música gutural de los esquimales, etc.) T ecn ologías son oras (la percusión, los cascabeles, el uso de palos, campanas, gongs, la música, los mantras, el didjeridu...) D anzas y otras m odalidades de m ovim iento (los giros de los derviches, las danzas de los lamas, la danza trance de los bosquimanos de Kalahari, el hatha yoga, el tai chi, el qigong etc.) El aislam iento social y la privación sensorial (retiro en el desierto, en cuevas, en la cima de montañas, en lugares nevados, la búsqueda visionaria, etc.) La sobrecarga sensorial (la combinación de estímulos acústicos y visuales durante los ri­ tuales aborígenes, el dolor físico extremo, etc.) L o s m ed ios fisio ló g ico s (el ayuno, la privación del sueño, el uso de purgas y laxantes, sangrías (mayas), procedimientos extremadamente dolorosos (la danza del sol, las subincisiones y las limaduras de dientes de los indios lakotas sioux.) L a m ed ita c ió n , la oración y otras p rácticas espirituales (distintas prácticas de yoga, el tantra, las prácticas zen de las escuelas Soto y Rinzai, el Dzogchen tibetano, La ora­ ción cristiana de Jesús, los ejercicios de Ignacio de Loyola, etc.) L o s m ateriales provenientes d e plantas y anim ales psiquedélicos (el hachís, el peyote, el hongo sagrado teonanacatl, la ayahuasca, la iboga, la conocida como Hawaian woodrose, la ruda siria, las secreciones de la piel del sapo Bufo alvarius y el pez del pacífi­ co llamado Kyphosus fuscus.)

Los componentes psiquedélicos de origen animal incluyen por su parte secre­ ciones de la piel de determinados sapos (Bufo alvarius) y la carne de un pez del Pacífico llamado Kyphosus fuscus. Esta lista representa únicamente una pequeña fracción de las substancias psiquedélicas que se ha utilizado a lo lar­ go de varios siglos en rituales y en la vida espiritual de numerosas culturas del mundo. La práctica de inducción de estados holotrópicos se remonta a los orígenes de la humanidad. Constituye la característica más sobresaliente del chamanis­ mo, que es el sistema espiritual y el arte de sanación más antiguo de la humani­ dad. La carrera de gran número de chamanes comienza con una crisis psicoespiritual espontánea ( “enfermedad cham ánica” ). Esta consiste en un estado

27

Pintura d e una sesión d e resp iración b o lo tr ó p ic a q u e refleja la e x p e r ie n c ia d e la tran sform ación d el ch am án en un leó n d e m o n ta ñ a (Tai In g rid H a z a rd ) visionario profundo durante el cual el futuro cham án suele tener la experiencia de viajar al mundo de los m uertos donde es atacad o por esp íritus m alig nos y expuesto a diferentes pruebas, es m atado y desm em brado. E sto suele ir a co m ­ pañado con una experiencia de renacimiento y ascenso al reino celestial. Sin em bargo, el cham anism o se encuentra íntim am ente co n e cta d o co n los estados holotrópicos porque los chamanes expertos son capaces de entrar en un

28

estado de trance de forma controlada y por voluntad propia. Utilizan estos esta­ dos para diagnosticar enfermedades, sanar, acceder a la percepción extrasenso­ rial, explorar dimensiones alternativas de la realidad así como para otros fines. A menudo inducen estados holotrópicos en otros miembros de su tribu ofre-

P in tu ra d e u n a s e s ió n d e r e s p ir a c ió n b o l o t r ó p ic a en la q u e el a rtista se id en tifica c o n u n a jo v e n a d o le s c e n t e d e u n a trib u d e S u d a m é ric a q u e p a rtic ip a en un rito d e p u b e r t a d . U na p a r t e im p o r ta n t e d e l ritu a l fu e la id e n tific a c ió n v iv en cial con un ja g u a r (K a tb le e n Silver)

Pintura d e una se sió n d e r e s p ir a c ió n h o lo t r ó p i c a q u e r e p r e s e n ta la id e n t if ic a ­ ción co n una virgen d e la z o n a m e jic a n a d e l Y u catán u s a d a c o m o s a c r if ic i o en un ritual c e le b r a n d o a la d io s a d e l m aíz. Un p e r io d o d e a h o g o , p á n ic o y e x c i t a ­ ción se x u a l fu e se g u id o d e un b e llo a r c o iris q u e a p o r t a b a lu z y p a z (K a t h le e n Sil ver).

ciendo el apoyo necesario y guiando a aquellas personas que atraviesan los com ­ plejos territorios del más allá. El chamanismo es antiquísimo, probablemente tenga entre treinta o cuaren­ ta mil años. Se pueden seguir los primeros vestigios de sus raíces en una época

30

tan lejana com o el paleolítico. Las paredes de las famosas cuevas del sur de Francia y del norte de España, com o por ejem plo las de Lascaux, Font de Gaume, les Trois Frères, Altamira, y otras, están decoradas con bonitas imáge­ nes de animales. Muchas de ellas representan especies que rondaban por los pai­ sajes de la Edad de Piedra com o bisontes, caballos salvajes, ciervos, cabras montesas, m am uts, lobos y renos. Sin em bargo, otras corresponden a criaturas m íticas, com o por ejemplo “La Bestia Hechicera” de Lascaux, y tienen un signi­ ficado claram ente mágico y ritual. Estas cuevas tienen dibujos y grabados de extrañas figuras que com binan rasgos animales y humanos, y que, indudable­ mente, representan a antiguos chamanes. La imagen más conocida entre estas es la de “El Brujo” de la cueva Les Trois Frères, una com posición misteriosa que com bina varios símbolos masculinos. Tiene los cuernos de un ciervo, los ojos de una lechuza, la cola de un caballo salvaje o de un lobo, una barba humana y las garras de un león. Otro grabado fam oso de otro cham án, en este mismo grupo de cuevas, es el de “ El Señor de las Bestias” que preside “ las Buenas Tierras de Caza” repletas de hermosos ani­ males. Tam bién, en Lascaux, es muy conocida una escena de caza en una pared. R epresenta a un bisonte herido y a la figura de un chamán recostado con un pene erecto. La gruta conocida com o La Gabillou, hospeda un grabado que los arqueólogos llam an “ El B a ila rín ” y muestra una figura cham ánica en movi­ miento dinámico. En el suelo de arcilla de una de estas cuevas, Tuc D ’Audoubert, los arqueólo­ gos encontraron unas huellas dispuestas en círculo alrededor de dos efigies de bisontes hechas tam bién de arcilla. Esto nos sugiere que los habitantes celebra­ ban danzas similares a las que siguen llevándose a cabo en numerosas culturas aborígenes para inducir estados de trance. El origen del chamanismo puede in­ cluso observarse en un culto más antiguo, del neandertal, con el descubrimiento de un santuario animal que corresponde al periodo interglaciar en unas cuevas de Suiza y del sur de Alemania. El cham anism o no sólo es antiguo sino que además es universal. Puede en­ contrarse en el norte y el sur de Am érica, en Europa, África, Asia, Australia, M icronesia y Polinesia. El hecho de que culturas tan dispares a lo largo de la his­

31

toria hayan encontrado técnicas chamánicas tan útiles sugiere que los estados holotrópicos implican lo que los antropólogos denominan “mente primaria”, un aspecto primordial de la psique humana que trasciende los conceptos de raza, sexo, cultura y tiempo histórico. Lo cierto es que, hasta el día de hoy, las técnicas y los procedimientos chamánicos han sobrevivido en culturas que han escapado a la influencia desgarradora de la civilización industrial occidental. Otro ejemplo de transformación psicoespiritual que es rechazado cultural­ mente, y conlleva estados holotrópicos, está constituido por los rituales que los antropólogos denominan ritos d e p aso. Este término fue descrito y definido por el antropólogo Holandés Arnold van Gennep, autor del primer tratado científi­ co sobre el tema (van Gennep 1960). Ceremonias de este estilo han existido en todas las culturas indígenas conocidas y siguen celebrándose en numerosas so­ ciedades preindustriales. Su mayor propósito es el de redefinir, transform ar y consagrar individuos, grupos e incluso culturas enteras. Los ritos de paso se celebran en épocas de cambios críticos tanto en la vida de un individuo como de una cultura. Estos, por lo general, coinciden con im­ portantes transiciones fisiológicas o sociales, entre ellas pueden citarse momen­ tos importantes como por ejemplo el nacimiento, la circuncisión, la pubertad, el matrimonio, la menopausia y la muerte. Existen rituales sim ilares asociados con la iniciación y mediante los cuales se alcanza el estatus de guerrero. Los ri­ tuales tienen mucho que ver con la aceptación dentro de sociedades secretas, festividades relacionadas con la renovación, ceremonias de sanación, y el des­ plazamiento geográfico de grupos humanos. Los ritos de paso conllevan procedimientos que alteran poderosam ente la mente e inducen experiencias que desorganizan psicológicamente, lo cual des­ emboca en un nivel de integración más elevado. Según este episodio de muerte y renacimiento psicoespiritual, uno muere al antiguo rol para volver a nacer en el nuevo. Por ejemplo, durante los ritos de pubertad la persona iniciada entra en el proceso siendo un chico o una chica y emerge como persona adulta con todos los derechos y deberes que su nueva condición implica. En todas estas situacio­ nes, el individuo o grupo social deja atrás un modo de ser para adentrarse en una vida con nuevas circunstancias.

32

La persona que regresa de la iniciación no es la misma que entró al iniciarse el proceso. El hecho de ser sometida a una profunda transformación psicoespiritual hace que la persona tenga una conexión personal con las dimensiones numinosas de la existencia y una visión mucho más amplia del mundo. Con ello también adquiere una nueva imagen de sí misma, así como un sistema de valo­ res diferente. Estos cambios son el resultado de una crisis inducida deliberada­ mente que alcanza la esencia del iniciado o iniciada y que, en determinadas oca­ siones, puede llegar a ser terrorífica y caótica. Estos ritos de paso constituyen otro ejemplo de que los periodos de desintegración y trastorno temporales lle­ van a una mayor cordura y bienestar. Los dos ejemplos de “desintegración positiva” que he descrito hasta ahora, la experiencia de los ritos de paso y las crisis chamánicas, poseen muchos rasgos en común, sin embargo se diferencian el uno del otro de un modo importante. La crisis chamánica invade la psique del futuro chamán de forma inesperada y sin aviso. Tiene por lo tanto una naturaleza espontánea y autónoma, mientras que los ritos de paso son el producto de la cultura y siguen un patrón predecible en el tiempo. Las experiencias de los iniciados son el resultado de “tecnologías de lo sagrado” específicas que han sido desarrolladas y perfeccionadas a lo lar­ go de generaciones. En las culturas que veneran a los chamanes y celebran ritos de paso, las cri­ sis chamánicas se consideran una forma de iniciación muy superior al rito de paso. Es más, se consideran como la intervención de un poder superior y como una indicación de elección divina y vocación especial. Desde otra perspectiva, los ritos de paso representan un paso más allá en la apreciación cultural del va­ lor positivo de los estados holotrópicos. Las culturas chamánicas aceptan y tie­ nen en gran estima el poder sanador de los estados holotrópicos que suceden de forma espontánea durante las crisis de iniciación y las experiencias de trance, inducidas o no por chamanes expertos. Los ritos de paso introducen a gran es­ cala los estados holotrópicos en la cultura. Ésta los institucionaliza haciendo que formen parte de la vida espiritual y ritual. Los estados holotrópicos de consciencia juegan además un papel crítico en los m isterios d e m u erte y ren acim ien to. Eran procedimientos secretos y sagra-

dos muy difundidos en el mundo antiguo. Estos m isterios se basaban en h isto ­ rias de la mitología acerca de deidades que sim bolizaban la m uerte y la tran sfi­ guración. En el Sumer antiguo fueron Inanna y Tam m uz, en Egipto Isis y O siris, en Grecia las divinidades de Atis, Adonis, D ionisio y Perséfone. Su co n tra p a rti­ da M esoam ericana fue el Q uetzalcoatl azteca, o la Serpiente Em plum ada, y los Héroes Gemelos mayas del P o p o l Vuh. Estos m isterios eran esp ecialm ente p o ­ pulares en el área mediterránea y en el Próxim o O riente tal y com o nos lo ejentplifican los templos de iniciación sumerios y egipcios, los m isterios de M itra , los ritos griegos en honor a Cibeles, las bacanales, y los m isterios de Eleusis. Un impresionante testimonio del poder y del im pacto de estas experiencias es el que los misterios que se realizaban en el santuario de Eleusis, cercano a Atenas, se celebraron con regularidad cada cinco años, y sin interrup ción, al m enos du­ rante un periodo de casi dos mil años. Incluso en aquel entonces no d eja ro n de llamar la atención del mundo antiguo. Las cerem onias en Eleusis se vieron repen­ tinamente interrumpidas cuando el emperador cristiano Teodosio prohibió parti­ cipar en los misterios, así com o en todos los demás cultos paganos. Poco tiem po después, en el 375 d. C, la invasión de los godos destruyó el santuario. En el telestrión, el vestíbulo gigantesco de iniciación en Eleusis, m ás de tres mil neófitos experim entaban al mismo tiem po poderosas experien cias de tra n s­ formación psicoespiritual. La im portancia cultural de esos m isterios en el m u n­ do antiguo y la falta de recon o cim ien to de su papel en la h isto ria de la c iv ili­ zación europea se hacen evidentes si co n sid eram o s que un g ran n ú m ero de sus iniciados eran im portantes personalid ad es de la an tig ü ed ad . E sta lista de neófitos incluía a filósofos tan ilustres com o Platón, A ristóteles y E p icteto, el di­ rigente m ilitar A lcibíades, los d ram atu rg os E u ríp id es, S ó fo cle s y el p o eta Píndaro. O tro fam oso iniciad o, M a rco A u relio, estaba fa scin a d o p o r la esp e­ ranza escatológica concedida durante estos ritos. El filósofo y hom bre de estado rom ano M arco Tulio Cicerón tam bién tom ó parte en estos m isterios y escrib ió un inform e exaltand o los efectos y el im pacto que e jerciero n en la civ iliz a ció n antigua (Cicerón 1977). O tro ejem plo del gran respeto e influencia que las antiguas religiones m isté­ ricas ejercieron en el mundo antiguo es el m itraism o. Em pezó a expan dirse a lo

34

largo del Imperio Romano en el siglo I a. C. y alcanzó su momento más álgido en el siglo III, para sucumbir al cristianismo a finales del siglo IV. Los santuarios subterráneos de Mitra (m ithraea), podían encontrarse desde las orillas del Mar Negro hasta las montañas de Escocia y el borde del desierto del Sahara. Los mis­ terios de Mitra representaban la religión hermana del cristianismo pero tam­ bién su mayor competidora (Ulansey 1989). Las características de los procedimientos para alterar la mente que eran es­ pecíficos a estos ritos secretos siguen siendo, en gran parte, desconocidas. Aunque es muy probable que la poción sagrada kykeon , que desempeñaba un papel fundamental en los misterios de Eleusis fuera un brebaje que contenía ergotamina, una alcaloide similar al LSD. También es muy posible que ciertas substancias psiquedélicas fueran comúnmente utilizadas durante las bacanales y otros tipos de ritos. Por aquel entonces, los antiguos griegos no sabían aún como destilar alcohol y sin embargo, de acuerdo con los informes, los vinos uti­ lizados en los rituales tenían que diluirse de tres a veinte veces y tan sólo tres co­ pas bastaban para transportar a algunos iniciados “al borde de la locura” (Wasson, Hofmann, y Ruck 1978). Además de estas antiguas tecnologías sagradas aborígenes, gran parte de las religiones más importantes desarrollaron sofisticados procedim ientos psicoespirituales con el fin de inducir experiencias holotrópicas. Entre ellos se encuen­ tran, por ejemplo, distintas técnicas de yoga, meditaciones utilizadas en vipassana, el budismo zen y tibetano, así como ejercicios espirituales de la tradición taoísta y ciertos rituales tántricos complejos. Entre éstos, también podemos aña­ dir algunos procedimientos elaborados y empleados por los sufíes y los místicos del Islam. Estos, a menudo usaban en sus ceremonias sagradas intensas respira­ ciones, cantos devocionales o giros que inducen estados de trance. De la tradición judeocristiana, podemos mencionar los ejercicios de respira­ ción de los esenios y su bautismo, en el cual se medio ahoga a la persona bauti­ zada, la oración cristiana de Jesús (hesicasmo), los ejercicios de san Ignacio de Loyola, y distintas prácticas cabalistas y hasídicas. Tales procedimientos dise­ ñados para inducir y alcanzar experiencias espirituales son propios de las ramas místicas de las grandes religiones y de sus órdenes monásticas.

Los estados holotrópicos en la historia de la psiquiatría La aceptación de los estados holotrópicos de consciencia en la era preindus­ trial contrasta claramente con la actitud ambigua y confusa de la civilización in­ dustrial respecto a éstos mismos. Los estados holotrópicos jugaron un papel de crucial importancia a principios de la historia de la psicología profunda y de la psicoterapia. Los manuales de psiquiatría atribuyen su inicio a las sesiones de hipnosis que se llevaron a cabo con los paciente histéricos. Estas sesiones fueron dirigidas por Jean Martin Charcot en la Salpétrière, en París. También fue signi­ ficativo el trabajo de investigación de Ambroise Liébault e H ipólito Bernheim en Nancy. Por su parte, Sigmund Freud visitó ambos lugares en la época de sus estudios en Francia. Allí aprendió la técnica de inducción de hipnosis para usar­ la en sus investigaciones iniciales y acceder al inconsciente de sus pacientes. M ás tarde, cambió radicalmente su estrategia para sustituirla con el método de aso­ ciaciones libres. Además, las ideas más tempranas de Freud estuvieron inspiradas por su tra­ bajo con una paciente que trató junto con su amigo Joseph Breuer. Esta joven, a quién Freud llama en sus escritos la señorita Anna O ., sufría de graves síntom as histéricos. Kn el transcurso de sus sesiones, experimentaba de forma espontánea estados holotrópicos de consciencia durante los cuales regresaba a su niñez y re­ vivía episodios traumáticos presentes en su trastorno neurótico. C onsid eraba estas experiencias de gran ayuda y se refería a ellas com o “ limpieza de chim e­ nea”. En E studios s o b r e la H isteria, los dos terapeutas recomendaban regresio­ nes hipnóticas y abreacciones emocionales de los traumas com o tratam iento de las psiconeurosis (Freud y Breuer, 1936). En su trabajo posterior, Ereud pasó de la experiencia directa del estado holotrópico a la libre asociación en estado ordinario de consciencia. También trasla­ dó su énfasis desde la vivencia consciente y la abreacción em ocional ante el m a­ terial inconsciente al análisis de la transferencia, y de los traumas generales a las fantasías edípicas. A consecuencia de estos desarrollos, durante los cincuenta años siguientes, la psicoterapia tom ó una dirección equivocada (R oss 1 9 8 9 ). Aunque la terapia verbal pueda ser de gran utilidad para el aprendizaje inter-

36

personal y para la com unicación que se encuentra tergiversada en las relaciones humanas (ej: en terapia de parejas y de fam ilias), no es efectiva en la resolución de bloqueos em ocionales y bioenergéticos, ni en el caso de los m acrotraum as que constituyen el trasfondo de num erosos trastornos em ocionales y psicosomáticos. A consecuencia de este desarrollo, durante la primera mitad del siglo X X la psicoterapia se asociaba con hablar. Es decir, con entrevistas cara a cara, asocia­ ciones libres con el paciente tum bado en el diván, y en el descondicionam iento de la conducta. Por otro lado, los estados holotrópicos que habían sido conside­ rados hasta entonces com o una eficaz herram ienta de tra b a jo em pezaron a ser considerados com o patologías más que com o medio de sanación. Esta situación empezó a cam biar en los años 5 0 con la llegada de la terapia psiquedélica y las radicales innovaciones que se dieron en psicología. Un grupo de psicólogos am ericanos dirigidos por Abraham M aslow , que no estaban satis­ fechos con el conductism o ni con el análisis freudiano, lanzaron un m ovim iento revolucionario, la p s ic o lo g ía h u m a n ista . En muy poco tiem po, este m ovim iento alcanzó gran popularidad, ofreciend o un co n tex to favorable para la llegada de un am plio espectro de terapias basadas en principios totalm ente innovadores. M ie n tra s que las p sico tera p ia s tra d icio n a le s u tilizab an esencialm ente m e­ dios verbales y el análisis intelectual, estas nuevas terapias llam adas vivenciales, ce n tra ro n su énfasis en la exp erien cia d irecta y en la exp resión de las e m o cio ­ nes. M u chas de ellas in corp o raro n adem ás distintas form as de tra b a jo corp oral co m o parte integrante del p ro ceso terap éu tico . El enfoq u e terap éu tico m ás c o ­ nocid o es la terapia G estalt de Fritz Perls (Perls 1 9 7 6 ). A pesar de la im p ortan ­ cia que estas terap ias co n ced en a la vivencia e m o cio n a l, la m ay o ría de ellas si­ guen basánd ose, en gran m edida, en la com u n icació n verbal y requieren que los clientes perm anezcan en un estado ord in ario de con scien cia. Las in n o v acio n es m ás rad icales en el te rre n o te ra p é u tico han sido aq u ellas que p od ían c a m b ia r en p ro fu n d id ad la c o n s c ie n c ia de los clie n te s. E n tre ellas p o d em os n o m b ra r la terap ia p siq u ed élica , alg u n o s e n fo q u es n e o re ich ia n o s, la terapia p rim al, el ren acim ien to y algunas o tra s. M i m ujer C h ristin a y yo hem os d esa rro lla d o la resp iració n h o lo tró p ic a , un m étod o que puede indu cir p rofun -

M

dos estados holotrópicos con medios muy sencillos, fundamentalmente median­ te la combinación de una respiración consciente, música evocadora y un traba­ jo corporal centrado (Grof 1988). Exploraremos la teoría y la práctica de esta poderosa modalidad de exploración personal y psicoterapia más adelante en el libro. Ea investigación psicoquímica moderna ha enriquecido la gama de métodos que inducen estados holotrópicos de consciencia añadiendo substancias psicodélicas en su form a química pura, bien sea extraídas de plantas o sintetizadas en el laboratorio. Entre éstas se encuentran el tetra-hydro-canabinol (THC) que constituye el principio activo del hachís o la marihuana, la mescalina del peyo­ te, la psilocibina y psilocina de los hongos mágicos de Méjico, y varias triptaminas derivadas de los psiquedélicos inhalados que se usan en las áreas del Caribe y de Sudamérica. I.a LSD, o la dietilamida del ácido lisérgico, es una sustancia scmisintética ya que el ácido lisérgico es un producto natural de la ergotamina y el grupo dietilamida se incorpora en el laboratorio. Los psiquedélicos sintéticos más famosos son las anfetaminas MDA, el MDMA (Éxtasis o Adán), el STP, y el 2-CB. También existen técnicas de laboratorio muy eficaces para modificar la cons­ ciencia. Una de ellas es la del aislamiento sensorial que conlleva una reducción muy significativa de los estímulos sensoriales (Lilly 1977). En su forma extrema priva al individuo de sensaciones sensoriales externas sumergiendo a éste en un tanque insonorizado lleno de agua a temperatura corporal y en la oscuridad. Otro método de laboratorio bien conocido que modifica la consciencia es el biofeedhack, en el que se guía a la persona a estados holotrópicos mediante se­ ñales electrónicas caracterizadas por la preponderancia de ciertas frecuencias de las ondas cerebrales (Creen y Creen 1978). También podríamos mencionar aquí otras técnicas relativas al sueño. Una es la privación del sueño, consistente en impedir que una persona duerma y tenga sueños, y otra es la del sueño lúcido (Laberge 1985). También conviene señalar que, a veces, los estados holotrópicos pueden pro­ ducirse espontáneamente. Éstos pueden tener una duración determinada, no presentar causa aparente, e incluso oponerse a la voluntad de aquellas personas

38

involucradas. Puesto que la psiquiatría moderna no diferencia los estados místi­ cos o espirituales de las enfermedades mentales, las personas que tienen estas vi­ vencias a menudo son consideradas como psicóticas, son hospitalizadas y so­ metidas de forma rutinaria a un tratamiento psicoquímico. Mi mujer Christina y yo hemos denominado a estos estados crisis psicoespirituales o emergencias espirituales. Creemos que dichos estados, si son debidamente apoyados y trata­ dos, desembocan en una sanación emocional y psicosomática. Cuando esto su­ cede, pueden transformar de forma positiva la personalidad y la evolución de la consciencia (Grof y Grof 1989, 1990). Trataré este importante tema en otro ca­ pítulo. Aunque me haya interesado profundamente por las diferentes categorías de estados holotrópicos, la mayor parte de mi trabajo de investigación se ha centra­ do en el área de la terapia psiquedélica, los estados holotrópicos y las emergencias espirituales. Este libro se basa particularmente en las observaciones obtenidas en estas tres áreas donde tengo mayor experiencia personal. Sin embargo, las conclu­ siones generales serán extraídas de mi investigación aplicada a todas las situacio­ nes que, de un modo u otro, incluyen estados holotrópicos.

Psiquiatría Occidental: sus malentendidos y la necesidad urgente de una revisión La aparición de la terapia psiquedélica y de las influyentes técnicas vivenciales han vuelto a introducir los estados holotrópicos en el sector terapéutico de la psiquiatría moderna. Aunque, desde un principio, el sector académico más tradicional ha mostrado una fuerte resistencia respecto a estos enfoques al no aceptarlos ni como modalidad de tratamiento ni como fuente de debates con­ ceptuales. Las evidencias publicadas en numerosos libros y revistas profesionales no fueron lo suficientemente convincentes para representar un desafío a la actitud dominante respecto a los estados holotrópicos durante la primera mitad del si­ glo veinte. Los problemas resultantes de la falta de supervisión de las experien­

cias vividas por la joven generación de los años sesenta, y los malentendidos di­ vulgados por los periodistas sensacionalistas arrojaron una confusión aún ma­ yor, impidiendo una evaluación realista del potencial de los psiquedélicos y de los riesgos asociados a su uso. A pesar de la abrumadora evidencia de lo contrario, los psiquiatras más con­ servadores siguen considerando los estados holotrópicos de consciencia como patológicos, no tienen en cuenta los resultados obtenidos en su investigación, y tampoco hacen ninguna distinción entre estados místicos y psicosis. Por otro lado, siguen usando distintos fármacos para suprimir de forma indiscriminada todo estado de consciencia no ordinario espontáneo. Es impresionante observar en qué medida la ciencia tradicional ha distorsionado y mal interpretado las evidencias relativas a estos estados no ordinarios de consciencia. Lo cierto es que estas evidencias han sido ignoradas independientemente de si eran fruto de estudios históricos, religiones comparadas, estudios de antropología, o investi­ gaciones realizadas acerca de la consciencia tal como la parapsicología, las tera­ pias psiquedélicas, la psicoterapia vivencia!, la hipnosis, la tanatología, o las técnicas de laboratorio orientadas a modificar la mente. La rigidez con la que los científicos más conservadores han tratado la infor­ mación recogida por todas estas disciplinas es comparable a la reacción que uno podría anticipar de los fundamentalistas religiosos. Lo sorprendente es que esto se dé en el mundo científico, puesto que es contrario al espíritu abierto propio de la ciencia. Las más de cuatro décadas que he dedicado a la investigación de la consciencia y de los estados holotrópicos me han convencido lo suficiente para sostener que un examen serio de los datos procedentes de dicho estudio podría tener considerables consecuencias no sólo para la teoría y práctica de la psiquiatría sino también para la visión que tiene la ciencia occidental del mun­ do. La ciencia moderna sólo puede preservar su filosofía materialista, monista, excluyendo y censurando de forma sistemática toda la información resultante de la investigación de los estados holotrópicos. Según hemos podido observar, la utilización del potencial sanador de los es­ tados holotrópicos constituye el desarrollo más reciente de la psicoterapia occi­ dental, si omitimos el breve periodo, en el cambio de siglo, que hemos discutido

40

anteriormente. Paradójicamente, en un contexto histórico más amplio, éstos constituyen además la forma de sanación más antigua de la humanidad. Las te­ rapias que usan los estados holotrópicos suponen un redescubrimiento y una interpretación moderna de los elementos y principios documentados por los an­ tropólogos dedicados al estudio de formas antiguas de sanación espiritual y, de forma particular, los distintos procedimientos chamánicos aborígenes.

Implicaciones que tiene de la investigación moderna de la consciencia en psiquiatría Tal y como he señalado previamente, la psicología y la psiquiatría occiden­ tales no creen que los estados holotrópicos tengan un potencial terapéutico o heurístico (a excepción de los sueños recurrentes o las pesadillas), sino que los ven más bien como un fenómeno patológico. Michael Harner, un antropólogo con buenos credenciales académicos, que además experimentó una iniciación chamánica mientras trabajaba en el Amazonas, sugiere que la psiquiatría occi­ dental se encuentra sesgada de dos modos significativos. Por una parte es etnocéntrica, lo que significa que considera su comprensión de la psique y de la rea­ lidad com o la única correcta y superior a todas las demás. Por otro lado es cog n icén trica (aunque un término quizás más apropiado pudiera ser pragm acén trica), lo que significa que sólo toma en consideración las experiencias y ob­ servaciones en torno a los estados ordinarios de consciencia (Harner 1980). El desinterés y la falta de consideración de la psiquiatría respecto a los esta­ dos holotrópicos han desembocado en un enfoque cultural carente de sensibili­ dad, y en una tendencia a considerar como patológicas todas aquellas activida­ des que no pueden comprenderse dentro del estrecho contexto del paradigma materialista monista. Esto incluye la vida espiritual y los rituales de las culturas antiguas y preindustriales así como la historia espiritual de la humanidad en su conjunto. Por otra parte, esta actitud enmascara el crítico desafío conceptual que el estudio de los estados holotrópicos aporta a la teoría y práctica de la psi­ quiatría.

El estudio sistemático de las experiencias y observaciones asociadas con los estados holotrópicos nos lleva inevitablemente a una revisión radical de nues­ tras ideas básicas acerca de la consciencia y de la psique humana, lo cual condu­ ce a su vez a un enfoque completamente nuevo de la psiquiatría, la psicología y la psicoterapia. Los cambios necesarios en nuestra forma de pensar recaerían en las siguientes categorías: L a naturaleza d e la psiqu e hu m an a y las dim ensiones d e la con scien cia En el campo de la psiquiatría y de la psicología, la academia tradicional se basa en un modelo que se limita a la biología, la biografía postnatal y al incons­ ciente individual freudiano. Para responder ante los fenómenos característicos de los estados holotrópicos, es preciso revisar de manera drástica nuestra com­ prensión de las dimensiones de la psique humana. La nueva cartografía de la mente se expande al añadir dos niveles adicionales además del nivel biográfico postnatal: el nivel perinatal (relativo al trauma del nacimiento) y el nivel trans­ personal (que comprende recuerdos ancestrales, raciales, colectivos y filogenéticos, experiencias kármicas y dinámicas arquetípicas). La naturaleza y arquitectu ra d e los trastorn os em ocion ales y p sicosom ático s Para explicar los trastornos que no tienen una base orgánica (“psicopatología psicogénica”), la psiquiatría tradicional usa un modelo que se limita a los traumas biográficos postnatales acaecidos durante la infancia, la niñez y, más tarde, a lo largo de la vida. La nueva comprensión sugiere que las raíces de tales trastornos tienen un origen mucho más profundo, por lo que tiene en cuenta contribuciones significativas del nivel perinatal (trauma del nacimiento) y trans­ personal (tal y como se ha especificado previamente). M ecanism os terapéu ticos eficaces La psicoterapia tradicional solamente conoce los mecanismos terapéuticos que operan en el nivel relativo al material biográfico. Es decir, vivencias que se

42

recuerdan o se han olvidado, represiones, reconstrucciones del pasado, desde sueños a síntomas neuróticos, vivencia de recuerdos traumáticos, y el análisis de la transferencia. La investigación holotrópica revela muchos otros mecanis­ mos de gran importancia que sanan y transforman la personalidad, y se hacen accesibles cuando nuestra consciencia alcanza el nivel perinatal y transpersonal.

La estrategia de la psicoterapia y la exploración personal El objetivo de las psicoterapias tradicionales es el de alcanzar una compren­ sión intelectual de cómo funciona la psique, por qué se desarrollan los sínto­ mas, y qué significan. Tal comprensión se convierte entonces en una base que permite desarrollar una técnica que los terapeutas pueden usar para tratar a sus pacientes. Sin embargo, dicha estrategia plantea un grave problema debido a la inexistencia de un acuerdo entre psicólogos y psiquiatras en las cuestiones teóri­ cas más fundamentales, así como la aparición de un impresionante número de escuelas de psicoterapia competidoras entre ellas. El trabajo realizado con los estados holotrópicos nos muestra una alternativa radical y sorprendente — la movilización de una inteligencia interna profunda del cliente que guía el proce­ so de sanación y transformación.

El papel de la espiritualidad en la vida humana La ciencia materialista occidental no deja lugar alguno a ninguna forma de espiritualidad y, es más, la considera incompatible con la visión científica del mundo. La investigación moderna de la consciencia muestra que la espirituali­ dad es una dimensión natural y legítima de la psique humana y del esquema uni­ versal de las cosas. Sin embargo, en este contexto, es conveniente subrayar que tal enunciado se refiere a la espiritualidad genuina y no a las ideologías de las religiones organizadas.

La naturaleza de la realidad: consciencia, cosmos y psique Las revisiones necesarias tratadas hasta ahora se referían a la teoría y la práctica de Ja psiquiatría, la psicología y la psicoterapia. Aunque el trabajo con estados holotrópicos trae consigo desafíos de una naturaleza mucho más funda­

mental, muchas de las experiencias y observaciones que ocurren durante este trabajo son extraordinarias y no pueden ser comprendidas en el contexto de un enfoque materialista y monista de la realidad. Su impacto conceptual es tal que socava los supuestos metafísicos más básicos de la ciencia occidental, particu­ larmente aquellos que se refieren a la naturaleza de la consciencia y la relación de esta última con la materia.

44

CAPÍTULO DOS

La cartografía de la psique humana: el nivel biográfico, perinatal y transpersonal Las experiencias de los estados holotrópicos y las observaciones relativas a éstos, no pueden explicarse en el marco conceptual de la psiquiatría académica que se limita a la biografía postnatal y al inconsciente individual del modelo freudiano. Para dar cuenta de la fenomenología y de los sucesos asociados con dichos estados, necesitamos un modelo que abarque una visión mucho más am­ plia de la psique humana y una comprensión de la consciencia radicalmente di­ ferente. A principios de mi investigación psiquedélica, esbocé una cartografía más amplia de la psique que parecía hacer frente a este reto. Tal y como mencioné anteriormente, este mapa contiene, además del nivel biográfico habitual, dos territorios transbiográficos: el nivel perinatal, relativo al trauma del nacimiento biológico, y el nivel transpersonal que tiene en consi­ deración los fenómenos por los que uno se identifica con otras personas, anima­ les, plantas y demás aspectos de la naturaleza. Este último nivel también consti­ tuye la fuente de recuerdos kármicos, ancestrales, raciales y filogenéticos, aunque, en él, también podemos acceder a territorios mitológicos y tener visio­ nes de seres arquetípicos. Entre las experiencias más extremas de este nivel transpersonal podemos mencionar una identificación con la mente universal y

con el vacío supracósmico y mctacósm ico. Las vivencias propias del nivel peri­ natal y transpersonal han sido descritas a lo largo de la historia en la literatura religiosa, mística y ocultista de los distintos países del mundo.

La biografía postnatal y el inconsciente individual FJ territorio biográfico de la psique se compone de recuerdos de la infancia, nuestra niñez así como de nuestra vida en general. Esta parte de la psique no re­ quiere mucho debate puesto que es bien conocida por la psiquiatría, la psicolo­ gía y la psicoterapia tradicionales. Es más, la visión de la psique utilizada en los círculos académicos se limita exclusivamente a este territorio y al inconsciente individual. El inconsciente, tal y como lo describió Freud, está estrechamente re­ lacionado con este territorio, puesto que consiste fundamentalmente en el m ate­ rial postnatal que ha sido olvidado o reprimido de forma activa. Aunque según la nueva cartografía, la descripción del nivel biográfico de la psique no es idénti­ ca a la concepción tradicional. El trabajo con estados holotrópicos ha revelado determinados aspectos de las dinámicas del área biográfica que perm anecen ocultos a los investigadores que tan sólo se basan en la psicoterapia verbal. En primer lugar, y a diferencia de la terapia verbal, en estados h olotróp i­ cos uno no sólo recuerda emocionalmente los acontecimientos más significati­ vos o reconstruye éstos basándose en sueños, un desliz verbal, o distorsiones de transferencia, sino que revive las emociones originales, las sensaciones físicas, e incluso las percepciones sensoriales correspondientes a la edad de la regresión. Esto significa que, al revivir un episodio traum ático de la infancia o la niñez, uno tiene la imagen corporal, la percepción ingenua del mundo, las sensaciones y las emociones de la edad en que la vivencia tuvo lugar. La autenticidad de esta regresión es evidente dado que las arrugas de la cara llegan a desaparecer tem­ poralmente y las personas adquieren momentáneamente una expresión, unos gestos y un comportamiento infantil. La segunda diferencia que los estados holotrópicos presentan al trabajar con el material biográfico, si lo comparamos con las psicoterapias verbales, es que, a

46

parte de confrontar los traumas psicológicos habituales y conocidos en los manuales de psicología, revivimos e integramos a menudo los traumas que eran básicamente de naturaleza física. Muchas personas que experimentan la terapia holotrópica o psiquedélica reviven episodios de sus vidas, tales como operaciones, accidentes y enfermedades infantiles. También son relevantes los traumas asocia­ dos con la asfixia producida por la tosferina, la difteria, o el tragar objetos. Este material surge de forma bastante espontánea y sin programación algu­ na. A medida que estos traumas físicos van emergiendo, nos damos cuenta del fuerte impacto psicotraumático que éstos ejercieron en la psicogénesis de nues­ tros problemas emocionales y psicosomáticos. De este modo, es muy común descubrir un historial de trauma físico en clientes que sufren de asma, migrañas, dolores psicosomáticos, fobias, tendencias sadomasoquistas o suicidas y depre­ siones. Revivir e integrar recuerdos traumáticos de esta índole puede tener con­ siderables consecuencias terapéuticas. Este hecho contrasta claramente con el enfoque tradicional en psiquiatría y psicología que no reconoce el impacto psi­ cotraumático de los traumas físicos. Otra comprensión profunda relativa al nivel biográfico de la psique, nacida de mi investigación, fue el descubrimiento de que los recuerdos emocionalmen­ te relevantes no se encuentran almacenados en el inconsciente, como si se trata­ ra de un mosaico de huellas aisladas, sino que aparecen como constelaciones di­ námicas y complejas. He etiquetado este conjunto de recuerdos con el nombre de sistem as C O E X , siglas para “sistemas de experiencias condensadas” (Systems of Condensed Experience). Este concepto tiene tal importancia, desde el punto de vista teórico y práctico, que merece un tratamiento especial.

Sistemas de Experiencias Condensadas (Sistemas COEX) Un sistema C O EX consiste en un conjunto de recuerdos de gran carga emo­ cional procedentes de diversos periodos de la vida y con una cualidad emocio­ nal o física similar. Cada C O EX posee un tema básico que traspasa todos sus

4/

estratos y representa el denom inador com ún de todos ellos. L os e stra to s indivi­ duales contienen por lo tan to variacion es de este tem a b ásico que se rep ite en distintas épocas de la vida del individuo. El inconsciente de cad a persona puede contener varias constelaciones C O E X . El núm ero y la n aturaleza de estos siste­ mas C O E X varía mucho de una persona a o tra. Los estratos de un sistema p articu lar p od rían , p or ejem plo, co n te n e r to d o s los recuerdos de humillación, degradación o vergüenza que han ido d añ an d o la propia estima de la persona. De form a similar, en o tro sistem a C O E X el d en o ­ minador común podría ser la ansiedad vivida en situaciones ate rra d o ra s o clau strofóbicas así com o sentimientos asfixiantes evocados p or circu n stan cias en las que la persona experim entó opresión o confinam iento. O tro s m otivos com u n es son el rechazo y la privación emocional por el que la habilidad de co n fiar en las mujeres, los hom bres, o las personas en general, se ve d añ ad a. Las situ acion es generadoras de profundos sentimientos de culpabilidad, fracaso , acon tecim ien ­ tos que han desem bocado en la creencia de que el sexo es algo p eligroso y re ­ pugnante, así com o encuentros de violencia indiscrim inada pueden su m arse a esta lista de ejemplos característicos. Entre los sistem as C O E X son p a rticu la r­ mente importantes aquellos que contienen recuerdos de encu en tros que pusie­ ron en peligro la vida del individuo, su salud, o su integridad física. iod o lo que acabam os de exam in ar podría fácilm ente d ar la im presión de que los sistemas C O E X siempre contienen recuerdos dolorosos y trau m ático s. Sin em bargo, es la intensidad de la exp eriencia, y su relevancia e m o cio n al, lo que determina si ese recuerdo pasa a form ar parte de un C O E X , y no lo d es­ agradable que puede ser en sí. A parte de estas constelaciones negativas, existen además aquellas compuestas por recuerdos muy placenteros o incluso por m o­ mentos y situaciones extáticas. El concepto de dinámicas C O E X fue fruto de la psicoterapia con clientes que padecían formas graves de psicopatología. C asos en los que el trab ajo con los aspectos traumáticos de sus vidas desempeñaba un papel muy im portante. Esto explica por qué las constelaciones en torno a experiencias dolorosas recibieron mayor atención. El espectro de sistemas C O E X negativos tam bién ofrece una mayor riqueza y variedad que en el caso de los que son positivos. Da la sensa-

4 8

ción de que las miserias de nuestras vidas pueden presentarse bajo infinidad de formas, mientras que la felicidad depende más bien de la satisfacción de ciertas condiciones básicas. No obstante, en una discusión general sobre este tema es preciso poner de relieve que las dinámicas de los sistemas CO EX no se limitan a las constelaciones de recuerdos traumáticos. Al comienzo de mi investigación psiquedélica, y al descubrir la existencia de estos sistemas C O E X , los describí como principios que gobiernan las dinámicas del nivel biográfico en el inconsciente. Por aquel entonces mi comprensión de la psicología se basaba en la estrecha concepción del modelo biográfico de la psique que me recibí de mis profesores, y particularmente de mi analista freudiano. Por otra parte, al iniciar mi trabajo de terapia psiquedélica comprobé que el material biográfico solía dominar la experiencia de las sesiones. Posteriormente, y a medi­ da que fui adquiriendo un mayor conocimiento de los estados holotrópicos, com­ prendí con claridad que el origen de los sistemas C O EX podía alcanzar niveles mucho más profundos que el puramente biográfico. De acuerdo con mi com prensión actual, cada una de las constelaciones C O E X parece estar superpuesta y arraigada a un aspecto determinado del trau­ ma del nacim iento. La experiencia del nacimiento biológico es tan compleja y rica en em ociones y sensaciones físicas que contiene de forma típica los temas elementales de todos los sistemas C O E X concebibles. Sin embargo, un sistema C O E X típico va más allá, puesto que sus raíces más profundas están compues­ tas de una gran variedad de material transpersonal, como pueden serlo las ex­ periencias de vidas pasadas, arquetipos jungianos, identificaciones conscientes con animales y diversas formas de vida. Actualmente considero los sistemas C O E X como principios generales orga­ nizadores de la psique humana. El concepto de sistemas C O E X se asemeja en cierta medida a la idea de “complejos psicológicos” de C. G. Jung (Jung 1960b) y a la noción de “sistemas de dinámicas transfenoménicas” (tsysts) de Hanskarl Leuner (Leuner 1962), aunque los sistemas C O EX tienen numerosas caracterís­ ticas que los diferencian de estos dos conceptos. Los C O E X juegan un papel muy importante en nuestra vida psicológica. Pueden influir en la manera en que nos percibimos a nosotros mismos, pero también en como percibimos a las de-

más personas, al mundo, y al modo en que sentim os y respond em os. C o n s­ tituyen las fuerzas dinámicas que se esconden detrás de nuestros síntom as em o­ cionales y psicosomáticos, las dificultades en nuestras relaciones con los demás y nuestros comportamientos irracionales.

/)o> e x p e r ie n c ia s b io g r á fic a s d e s e s io n e s d e r e s p ir a c ió n b o l o t r ó p i c a . A . Un re cu erd o in fan til d e una e x p e r ie n c ia a t e r r a d o r a y d o lo r o s a en la c o n s u lta d e l d en tista. B. R ec u er d o d e c a stig o s e s tr ic to s in fr in g id o s p o r u n a m a d r e a e d a d tem p ran a.

Kxiste una dinámica de interacción entre los sistemas C O E X y el m undo e x ­ terior. Los acontecim ientos externos de nuestra vida pueden a ctiv a r de fo rm a específica los sistemas C O E X e, inversamente, los sistem as C O E X activos pue­ den hacer que nos percibam os y com portem os de form a que podam os recrear sus temas centrales en nuestra vida presente. Este m ecanism o puede observarse claram ente en el trab ajo vivencial. En estados holotróp icos, el con ten id o de la experiencia, la percepción del entorno, y el com p ortam iento del clien te suelen

50

verse determinados por el sistema C O E X dominante en una sesión dada y, de forma más específica, por la capa de dicho C O E X que está emergiendo momen­ táneamente en la consciencia. Todas las características de los sistemas C O E X pueden demostrarse mejor con la ayuda de un ejemplo práctico. He elegido para ello a Pedro, un profesor de treinta y siete años que fue hospitalizado en diferentes ocasiones y tratado sin éxito en nuestro departam ento de Praga, antes de que empezara a tratarse con terapia psiquedélica.

Al empezar con nuestras sesiones vivenciales, Pedro apenas podía funcionar en su vida diaria. Padecía la obsesión casi constante de encontrar a un hom­ bre con ciertas características físicas y, preferiblemente, vestido de negro. Quería ofrecer su amistad a ese hombre y comunicarle su deseo urgente de ser encerrado en un sótano oscuro a la vez que ser expuesto a diabólicas tor­ turas mentales y físicas. No era capaz de centrarse en otra cosa y vagaba sin rumbo por las calles de la ciudad, los baños públicos, los parques, los bares y las estaciones de trenes, con el fin de encontrar al hombre adecuado. En distintas ocasiones, fue capaz de persuadir a varios hombres que res­ pondían a su criterio para que le prometieran o le hicieran lo que él quisiera. Debido a su gran habilidad para encontrar personas con tendencias sádicas, estuvo a punto de ser asesinado en dos ocasiones. En otras ocasiones le hi­ rieron y le robaron todo su dinero. Sin embargo, las veces que logró lo que tanto deseaba, se dio cuenta que sentía mucho miedo y no le gustaban nada las tortu ras. Además de su problem a, Pedro padecía depresiones suicidas, impotencia y frecuentes ataques de epilepsia. Al reconstruir su historia, caí en la cuenta de que sus mayores problemas empezaron cuando fue involuntariamente empleado en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Los nazis utilizaban a personas de territorios ocu­ pados que traían a Alemania para hacerlas trabajar en lugares amenazados por ataques aéreos com o eran las fundiciones o fábricas de municiones. Se re­ ferían a esta forma de trabajo esclavo como totcileinsetzitni’. En esta época de su vida dos oficiales de la Gestapo le forzaron repetidamente, a punta de pisto-

la, a que participara en diversas prácticas homosexuales. Al terminarse la gue­ rra, Pedro se dio cuenta que estas experiencias crearon en él una fuerte prefe­ rencia por el rol pasivo de la penetración homosexual. Esto fue cambiando gradualmente hacia un fetichismo por la vestimenta negra masculina, para ter­ minar en el comportamiento obsesivo compulsivo arriba mencionado. Quince sesiones psiquedélicas consecutivas revelaron que bajo sus pro­ blemas yacía un sistema COEX muy interesante e importante. En los estra­ tos más superficiales estaban las experiencias traumáticas recientes de Pedro con sus parejas sádicas. En varias ocasiones, los cómplices que reclutó le ata­ ron con cuerdas, le encerraron en un sótano sin comida o agua y le tortura­ ron flagelándole y estrangulándole según sus deseos. Uno de los hombres le golpeó la cabeza, le amordazó con una cuerda y le abandonó en un bosque tras robarle su dinero. La aventura más dramática de Pedro fue la de un hombre que aseguraba tener una cabaña en el bosque, tal y como Pedro quería. Le prometió llevarle allí. De viaje en el tren que iba a llevarles a pasar el fin de semana en la caba­ ña, Pedro empezó a sospechar del abultado bolso que llevaba su compañero. Cuando éste se ausentó un momento del compartimiento, Pedro se subió al asiento y miró lo que contenía el bolso para descubrir un autentico arsenal de armas mortíferas que incluía una pistola, un enorme cuchillo de carnice­ ro, una hacha recientemente afilada y el instrumental quirúrgico utilizado para las amputaciones. Poseído por el pánico, saltó del tren en marcha y se lesionó gravemente. Los elementos de los episodios hasta ahora descritos son los que formaban las estratos superficiales del sistema C O E X más im­ portante de Pedro. Una capa más profunda de este mismo sistema C O EX contenía los recuer­ dos de Pedro durante el Tercer Reich. En las sesiones durante las cuales apare­ ció esta parte de la constelación del CO EX, Pedro revivió con detalle sus expe­ riencias con los oficiales homosexuales de la Gestapo con toda la complejidad emocional que estas conllevaban. Revivió además varios recuerdos traumáti­ cos de la Segunda Guerra Mundial y el ambiente de opresión característico de ese periodo. Tuvo visiones de exuberantes desfiles militares nazis, banderas

52

con la cruz gamada, emblemas con el águila gigante, visiones de los campos de concentración y muchas otras escenas relativas a este momento. Después llegaron los estratos relativos a la infancia de Pedro. Entre éstos, hay que mencionar de forma particular las regresiones a los castigos infligi­ dos por sus padres. Su padre, alcohólico, solía ser violento con él. Le pegaba de forma sádica con un cinturón de cuero. El método de castigo preferido por su madre era encerrarle en el sótano sin comida ni agua durante largo tiempo. Pedro también recordó que a lo largo de su infancia, su madre siem­ pre se vistió de negro. No la recuerda de otra manera. En ese momento, Pedro se dio cuenta de que una de las raíces de su obsesión parecía deberse al anhelo de sufrir los elementos de castigo que sus padres le infligían. Aunque esto no constituye la totalidad de la historia. Según continuába­ mos con las sesiones, el proceso de Pedro fue profundizando hasta llegar al trauma de su propio nacimiento. Revivió la brutalidad biológica que esto conlleva. El nacimiento contenía todos los elementos que él esperaba experi­ mentar al ser tratado sádicamente: un espacio oscuro y cerrado, confina­ miento y restricción de los movimientos del cuerpo, una exposición extrema al dolor físico y emocional. Revivir el trauma del nacimiento resolvió final­ mente la complejidad de sus síntomas en tal medida, que pudo empezar a llevar una vida normal. En estados holotrópicos, cuando un sistema COEX emerge en la conscien­ cia, éste asume una función predominante que determina la naturaleza y el con­ tenido de la experiencia. Así, nuestra percepción de nosotros mismos y del en­ torno físico y humano que nos rodea se distorsiona y transforma según el motivo básico del COEX emergente, y con las características específicas de sus estratos individuales. Este mecanismo puede ilustrarse con la descripción de las dinámicas del proceso holotrópico de Pedro. Cuando Pedro estaba trabajando en los estratos más superficiales del siste­ ma COEX antes descrito, me veía transformado en sus parejas sádicas pasa­ das o en las figuras que simbolizaban de alguna forma agresividad. Asi, me

vio como un carnicero, un asesino, un verdugo medieval, un inquisidor y un cowboy con lazo. Vio mi pluma com o si fuera una antigua espada oriental y pensó que yo le atacaría con ella. Cuando vio un abre cartas con m ango en forma de cuerno de ciervo, me percibió inm ediatam ente co m o un violento guarda forestal. En otras ocasiones pidió ser torturado porque quería “ sufrir para el d o cto r" aguantando la orina. D urante este period o, la h ab itación donde sucedía el tratamiento y la vista de la ventana se transform aron iluso­ riamente en los distintos lugares donde sucedieron las aventuras de Pedro junto con sus parejas sádicas. Cuando el estrato relativo a la Segunda Guerra Mundial pasó a ser el cen­ tro principal de su experiencia, Pedro vio com o me transform aba en H itler y en otros dirigentes nazis. Así pasé a ser el com andante de un cam po de co n ­ centración, un oficial de la Gestapo. En vez de oír los ruidos ordinarios fue­ ra de la sala de tratamiento, oía el sonido de las botas de los soldados desfi­ lando, la música de los desfiles nazis de la puerta de B randenburg, y los himnos de la Alemania nazi. La sala de tratam iento se transform aba sucesi­ vamente en una sala del Reichstag con emblemas de águilas y cruces gam adas, en un campo de concentración, en una cárcel con pesadas barras de m e­ tal en la ventana, e incluso en el corredor de la muerte. Cuando empezaron a emerger las experiencias centrales relativas a su infancia, Pedro pasó a ver­ me como la figura paterna o materna castigadora. En este momento m ostra­ ba la tendencia de manifestar hacia mí varios patrones de com portam iento anacrónicos y característicos de su relación con sus padres. Una vez más, la sala de tratamiento se convertía en las diferentes habitaciones que con sti­ tuían escenarios de su infancia, especialmente el sótano oscuro en el que ha­ bía sido encerrado repetidas veces por su madre. El mecanismo que acabo de describir también tiene su complemento dinámi­ co. Se trata de la tendencia mediante la cual un estímulo exterior activa el c o ­ rrespondiente sistema C O EX de las personas en estados holotrópicos, a la vez que facilita la emergencia del contenido de dichos sistemas en la consciencia. Esto sucede cuando influencias específicas externas, como por ejemplo elemen­

54

tos del entorno físico externo, el entorno interpersonal, o la situación terapéuti­ ca presentan una similitud con las escenas traumáticas originales o contienen componentes idénticos. Esta parece ser una de las claves que permiten compren­ der la extraordinaria importancia de la preparación y disposición del entorno de la experiencia holotrópica. La activación de un sistema COEX por un factor externo introducido accidentalmente en la situación terapéutica puede ilustrar­ se con un fragmento de una de las sesiones de LSD de Pedro. Una de las vivencias más importantes que Pedro descubrió en su terapia con LSD fue el recuerdo de ser encerrado por su madre en un sótano oscuro y sin comida, mientras que los demás miembros de su familia estaban comiendo. El estímulo externo que ocasionó que Pedro reviviera este episodio de su in­ fancia fue la llegada totalmente inesperada de un perro furioso que entró la­ drando en la sala de tratamiento. El análisis de este suceso mostró una rela­ ción de lo más interesante entre un estímulo externo y la activación del recuerdo de una vivencia. Pedro recordó que en el sótano donde su madre solía castigarle, también había una ventana que daba al patio de un vecino. Este vecino tenía un pastor alemán encadenado a su perrera que no cesaba de ladrar cada vez que Pedro se encontraba encerrado en el sótano. Cuando la gente se encuentra en estados holotrópicos, a menudo manifiesta reacciones aparentemente exageradas e inapropiadas hacia los estímulos exter­ nos. Estas reacciones desproporcionadas son específicas y selectivas, y pueden comprenderse fácilmente si las consideramos como dinámicas que gobiernan los sistemas C O EX. Esto explica por qué los pacientes son particularmente sen­ sibles a lo que consideran un tratamiento “profesional desinteresado y frío” por parte del terapeuta, es decir, cuando éstos se encuentran bajo la influencia de re­ cuerdos de constelaciones que están directamente relacionadas con la privación emocional, el rechazo, o la negligencia de los padres u otras figuras relevantes durante su infancia. Cuando los pacientes están trabajando cuestiones relativas a la rivalidad con sus hermanos, éstos tienden a monopolizar al terapeuta y quieren ser su único

paciente o, al menos, su paciente preferido. Por eso, suele ser difícil para ellos aceptar que renga otros pacientes. Incluso llegan a enfadarse cuando el terapeu­ ta muestra interés hacia otra persona. Los pacientes a quienes no les im porta, o incluso desean que se les deje solos, tam poco soportan que el terapeuta salga de la habitación cuando están conectando con recuerdos de abandono y sentim ien­ tos de soledad de su infancia. Estos son ejemplos de situaciones que m uestran com o una hipersensibiIidad hacia los factores extern os refleja la existen cia de sistemas COKX subyacentes.

El "radar interior" que opera en los estados holotrópicos Antes de proseguir con nuestra discusión acerca de la nueva y m ás am plia cartografía de la psique humana, me parece apropiado m encionar la relevancia de un aspecto extraordinario e im portante de los estados h olotróp icos en la co n ­ figuración de los territorios vivenciales de la psique. Esta ca ra cte rís tic a de los estados holotrópicos también ha dem ostrado ser una ayuda de gran v alo r en el cam po de la psicoterapia. Los estados holotrópicos tienden a presen tar una es­ pecie de “ radar interior” , que trae au to m áticam en te a la co n scien cia aquellos contenidos del inconsciente con m ayor carga em ocional, m ayor relevancia psicodinámica en ese momento, y también más fácilmente procesables p or la co n s­ ciencia. Esto representa una gran ventaja en com p aración con la psicoterap ia verbal en la que los clientes aportan una gran cantidad de inform ación de distintas p ro ­ cedencias y el terapeuta tiene que discernir entre lo que es im p ortan te y lo que no, o dónde se encuentra atascado el cliente y dónde no lo está. P or esta m ism a razón, existen num erosas escuelas de p sico terap ia que difieren co n sid e ra b le ­ mente en sus opiniones acerca de cuales son los m ecanism os b ásicos de la psi­ que humana, las causas y significados de los síntom as, y la natu raleza de la efi­ cacia de los m ecanism os terap éuticos. Por o tra p arte, puesto que no existe un acuerdo general acerca de estas cuestiones teóricas fund am en tales, m u ch as de las interpretaciones hechas durante la psicoterapia verbal no dejan de ser cues-

56

tionables y arbitrarias. Dichas interpretaciones siempre reflejaran las tendencias personales del terapeuta, así como las opiniones específicas de su escuela. Los estados holotrópicos ahorran al terapeuta este problema de decisión y eliminan una gran parte de la subjetividad e idiosincrasia profesional de los en­ foques verbales. Una vez que el cliente entra un estado holotrópico, el material que va a ser procesado viene dado casi automáticamente. En tanto que el cliente mantiene la experiencia interiorizada, lo que mejor podemos hacer como tera­ peutas es aceptar y apoyar lo que está sucediendo, independientemente de si concuerda o no con nuestros conceptos teóricos o nuestras expectativas. La función de este “radar interior” de los estados holotrópicos hizo obvio que los recuerdos de los traumas físicos conllevan una carga emocional y física muy fuertes a la vez que juegan un papel importante en la génesis de los trastor­ nos emocionales y psicosomáticos. Esta selección automática del material emo­ cional más relevante se da en el nivel perinatal y transpersonal de la psique, aún no reconocidos por la psiquiatría y la psicología académicas.

El nivel perinatal del inconsciente Cuando nuestro proceso de autoexploración vivencial es profundo, trascien­ de el nivel de los recuerdos de la infancia y de la niñez, y se remonta al nacimien­ to, empezamos entonces a encontrarnos con emociones y sensaciones físicas de una intensidad que sobrepasa a menudo aquello que antes pudimos considerar humano. En este punto es cuando las experiencias se convierten en una mezcla de temas relativos al nacimiento y a la muerte. Este nivel conlleva experiencias de intenso confinam iento. Un confinam iento amenazador para nuestra vida, y una consiguiente y desesperada lucha por liberarnos y sobrevivir. Debido a la cercana conexión entre este territorio del inconsciente y el naci­ miento biológico, he optado por llamarlo el nivel perinatal. Se trata de una pa­ labra com puesta, griega y latina, en la que el prefijo (>eri- significa “cercano” o “en torno a ”, y la raíz natalis- expresa “ lo perteneciente al nacimiento”. Esta pa

Id en tificación con un fe to qu e an ticipa un im p ortan te a co n tecim ien to ex p lo si vo. D icha ex p ectación se relacion a no so lo con el próximo n acim ien to b io ló g i c o , stno tam bién con la liheracióm d e p o d er creativ o y el p o ten cia l p ara c r e c e i

58

labra se usa comúnmente en medicina para describir los distintos procesos bio­ lógicos que ocurren poco tiempo antes, durante, e inmediatamente después del nacimiento. Así, los tocólogos hablan por ejemplo de hemorragias, infecciones o de daños cerebrales perinatales. Aunque, puesto que la medicina tradicional niega que el bebé pueda experimentar conscientemente el nacimiento y defiende que esta vivencia no es registrada en la memoria, uno nunca oye hablar de ex­ periencias perinatales. El uso del término périnatal en conexión con la conscien­ cia es el reflejo de mis descubrimientos y es completamente nuevo (Grof 1975). La fuerte representación del nacimiento y la muerte en nuestra psique in­ consciente, así como la cercana asociación entre ambos es muy susceptible de sorprender a los psicólogos y psiquiatras más convencionales puesto que desa­ fía sus creencias más profundas. De acuerdo con la concepción médica tradicio­ nal, sólo un nacimiento extremadamente complicado, que causara daños cere­ brales irreversibles, podría tener consecuencias psicopatológicas, e incluso entonces, éstas sería principalmente de naturaleza neurológica como por ejem­ plo un retraso mental o una hiperactividad. La psiquiatría académica acostum­ bra a negar la posibilidad de que el nacimiento biológico, independientemente de que se produzca o no cierto daño cerebral, tenga también un fuerte impacto psicotraumático en el niño. La corteza cerebral del recién nacido no ha alcanza­ do una total modulación. Sus neuronas no se encuentran completamente recubiertas por la sustancia protectora llamada mielina. Esta suele ser la explica­ ción que ofrecen al hecho de que la experiencia del nacimiento sea irrelevante y no quede grabada en la memoria. La creencia de los psiquiatras más convencionales, según la cual el niño no es consciente durante esta prueba tan dolorosa y estresante, y de que el nacimiento no deja marca alguna en su cerebro, contradice seriamente no sólo las observa­ ciones clínicas, sino también el sentido común lógico más elemental. Es, obvia­ mente, muy difícil de reconciliar con el hecho de que las teorías más aceptadas en psicología y en psiquiatría conceden gran importancia a la temprana relación que se establece entre el bebé y la madre, y especialmente a los vínculos durante el pe­ riodo de lactancia. En este sentido, la imagen de un recién nacido como organis­ mo que no es consciente, y no responde, también se encuentra en claro conflicto

con

1 :1

creciente literatura que describe lo sensible que es el feto d u ran te el p eriod o

prenatal (Verny and Kelly 198 I, Tom atis 1991, W hitw cll 19 9 9 ). N egar el posible recuerdo del n acim ien to b asán d ose en que la c o rte z a c e r e ­ bral del recién nacido no está del tod o form ad a es b astan te a b su rd o si co n sid e ­ ram os que la cap acid ad de la m em oria existe en m u ch as fo rm as de vida in ferio ­ res que no poseen ningún tipo de co rteza cereb ra l. A d em ás, es bien sa b id o que incluso existen ciertas fo rm as p rim itivas de m em o ria p ro to p lá s m ic a h a sta en organism os unicelulares. Una co n trad icció n lógica tan ap la sta n te en un c o n te x ­ to tan riguroso co m o el del pensam iento científico es p o r una p arte so rp re n d e n ­ te m ientras que por o tra m uestra claram en te la rep resión e m o cio n a l a la que se encuentra sujeto el recuerdo del nacim ien to. La cantidad de estrés físico y em ocion al vividos d u ran te el n a cim ie n to s o b re ­ pasa con creces el trau m a p ostn atal infantil tra ta d o en p sico d in á m ica , a e x c e p ­ ción quizás de los casos de abusos físicos e x tre m o s. M u ch a s m o d a lid a d e s de te ­ rap ia vivencial o frecen p ru eb as co n v in ce n te s de que el n a c im ie n to b io ló g ic o constituye el trau m a m ás p rofu n d o de n u estra existe n cia y tiene u na im p o rta n ­ cia psicoespiritual p rim ord ial. El n acim ien to p e rm a n e ce g ra b a d o en d e ta lle en nuestra m em oria llegando incluso h asta el nivel celu lar p o r lo que ejerce un e fe c­ to decisivo en nuestro d esarrollo p sico lóg ico. R evivir los diversos asp ecto s del n a cim ien to b io ló g ico p u ed e ser u n a e x p e ­ riencia muy real y co n vin cen te. En ciertas o casio n e s p o d e m o s v iv irlo de n u e v o con una precisión fo to g rá fic a . E sto puede o cu rrirle a p e rso n a s q ue n o p o se e n ningún co n o cim ien to intelectu al a ce rca de su n a cim ie n to , en la m e d id a en q ue carecen de la in fo rm ació n o b sté trica m ás elem en ta l. T o d o s e sto s d e ta lle s p u e ­ den co n firm arse si existen buenas a cta s o testig o s p resen ciales del n a c im ie n to . Por ejem plo, p odem os averigu ar m ediante una exp erien cia d ire cta que n a cim o s mal co lo cad o s, o con fórcep s, o con el co rd ó n um bilical e n re d a d o a lre d e d o r del cuello. P odem os sentir la an sied ad , la furia b io ló g ica , el d o lo r físico , el a h o g a m iento que vivim os duran te el n acim ien to e incluso re c o n o ce r que tip o de a n e s­ tesia utilizaron duran te éste. E sto a m en u d o va a c o m p a ñ a d o de d istin ta s p o s tu ra s y m o v im ie n to s del cu e rp o , los b razo s y las p iern as, ro ta c io n e s , flexio n es y g iro s de la c a b e z a q ue

60

recrean con exactitud los mecanism os de un parto determinado. Al revivir el nacim iento pueden aparecer inesperadamente moretones, hinchazones u otros cam bios vasculares en la piel o en el lugar donde se colocaron los fórceps, si este fuera el caso, o donde el cordón umbilical oprimió la garganta. Estas observa­ ciones sugieren que la información del trauma del nacimiento se remonta tan le­ jos com o al nivel celular. O tro facto r im portante es que la íntima conexión entre el nacimiento y la muerte adquiere un sentido innegable en nuestra psique inconsciente. Esto re­ fleja que el nacim iento es potencial o realmente una amenaza para la vida. La brutalidad del parto acaba con la existencia intrauterina del feto. El o ella “muere” com o organismo acuático para nacer en una forma de vida fisiológica y anatóm icam ente diferente que respira aire. El paso por el canal de nacimiento es, por sí mismo, una vivencia compleja y una posible amenaza para la vida. Las distintas com plicaciones del parto, como por ejemplo una gran diferen­ cia entre el tam año del bebé y la apertura de la pelvis, la posición transversal del feto, el parto agripino, o la placenta previa, pueden potenciar los desafíos emo­ cionales y físicos asociados con este proceso. El bebé y la madre pueden de he­ cho perder sus vidas durante el parto, y los bebés pueden nacer morados por la asfixia, incluso muertos o con la urgente necesidad de ser reanimados. Revivir e integrar conscientem ente el trauma del nacimiento desempeña un papel muy im portante en el proceso de autoexploración y la psicoterapia vivencial. Las experiencias que se originan en el nivel perinatal del subconsciente apa­ recen en cuatro patrones vivenciales distintivos: cada uno de ellos se caracteriza a su vez por em ociones particulares, sensaciones físicas y visiones simbólicas. Estos patrones se encuentran estrecham ente relacionados con las experiencias que el feto tiene antes del nacim iento y durante las tres consecutivas fases del parto biológico. En cada una de estas fases, el bebé experimenta un conjunto de em ociones y sensaciones físicas específicas y típicas. Estas vivencias dejan hue­ llas inconscientes muy profundas que luego tienen una influencia muy grande en la futura vida del individuo. Me refiero aquí a las cuatro constelaciones dinamicas del inconsciente profundo que yo denomino M atrices Verinatales Basteas o M PBs.

F.l espectro vivencial del ámbito perinatal inconsciente no se limita exclusi­ vamente a elementos derivados de los procesos biológicos del nacimiento. En el sentido junginno, el nivel perinatal también representa una puerta a los arqueti­ pos del inconsciente colectivo. Kn este nivel podemos identificarnos con expe­ riencias de personas de otros tiempos y culturas, diversos animales o figuras mi­ tológicas, al mismo tiempo que nos identificamos con el bebé y el sufrimiento de este al pasar por el canal del nacimiento. Ks como si al conectar con la expe­ riencia del feto que lucha por nacer, uno alcanzase una conexión íntima, casi mística, con la consciencia de otros seres vivos que se hallan en una situación difícil parecida. Las conexiones entre las experiencias de las distintas fases del nacimiento bioló­ gico y las imágenes simbólicas asociadas con éstas son específicas y consistentes, aunque la razón por la que se presenten juntas no sea comprensible desde un punto de vista convencional y lógico. Esto, no significa por ello que estas asociaciones aparezcan de forma arbitraria y al azar. Poseen su orden profundo y propio que podría denominarse “lógica vivencial”. Lo que significa que la conexión entre las experiencias características de cada fase del nacimiento y los temas simbólicos con­ comitantes, no se basa en una similitud externa formal, sino en que comparten los mismos sentimientos emocionales y las mismas sensaciones físicas. Las matrices perinatales son ricas y complejas, y poseen dimensiones bioló­ gicas y psicológicas, pero también arquetípicas y espirituales. La confrontación vivencial con el nacimiento y la muerte parece desembocar de forma automáti­ ca en una apertura espiritual y en un descubrimiento de las dimensiones místi­ cas de la psique y de la existencia. No existe diferencia si estos encuentros se producen de forma simbólica, como en una sesión psiquedélica o en el transcur­ so de una crisis psicoespiritual espontánea (“emergencias espirituales” ) o si ocu­ rre en las situaciones naturales de la vida, por ejemplo, al dar a luz, o en una ex­ periencia cercana a la muerte (Ring 1982). El simbolismo específico de estas experiencias proviene del inconsciente colectivo y no de la memoria individual. Por otra parte, puede proceder de cualquier contexto geográfico e histórico, así como de cualquier tradición espiritual del mundo, es decir, con total indepen­ dencia de nuestro pasado y el contexto cultural o religioso.

62

Las matrices individuales presentan unas conexiones fijas con determinadas categorías de experiencias postnatales organizadas en los sistemas C O E X . También existen asociaciones con los arquetipos de la Gran Diosa Madre, el in­ fierno y el paraíso, pero también con el colectivo racial, recuerdos kármicos y con experiencias filogenéticas. También debería mencionar los importantes la­ zos que existen entre las matrices perinatales básicas, desde el punto de vista teórico y práctico. Esto incluye aspectos específicos de las actividades fisiológi­ cas de las zonas erógenas, según Freud, y categorías relativas a los trastornos emocionales y psicosomáticos. Todas estas interrelaciones aparecen descritas en el paradigma sinóptico del esquema 2.1. Reforzadas por experiencias emocionalmente importantes de la primera in­ fancia y de la niñez, y más tarde organizadas en los sistemas C O E X , las matri­ ces perinatales pueden conform ar la percepción que tenemos del mundo, influir profundamente en nuestro comportamiento diario y contribuir a desarrollar di­ versos trastornos emocionales y psicosomáticos. A una escala colectiva, pode-

c u a d r o 2.1. Matrices perinatales básicas BPMI Síndromes psicopatológicos relacionados Psicosis esquizofrénicas (sintomatología paranoide, sensaciones de unión mística, encuen­ tro con fuerzas metafísicas malignas); hipocondriasis (basada en sensaciones extrañas y singulares); alucinosis histérica y confundir los ensueños con la realidad

Actividades correspondientes en las zonas eró­ genas freudianas Satisfacción libidinal en todas las zonas eróge­ nas; sensaciones libidibales al mecerse y ba­ ñarse; aproximación parcial a esta condición tras Ja satisfacción oral, anal, uretral o genital y después de dar a luz

Recuerdos asociados a la vida postnatal Situaciones de la vida posterior en la que se sa­ tisfacen necesidades importantes, como mo­ mentos felices de la infancia (buen trato ma­ ternal, compañeros de juegos, periodos de armonía familiar, etc.), amores satisfactorios,

enamoramiento; viajes o vacaciones en luga­ res naturales de gran belleza; exposición a creaciones artísticas de gran valor estético; nadar en el océano y lagos cristalinos, etc.

Fenomenología en sesiones de LSD Vida intrauterina sin trastornos: recuerdos rea­ listas de experiencias del “útero bueno”; tipo de éxtasis “oceánico”; la naturaleza en su máxima expresión (“Madre Naturaleza”); experiencias de unidad cósmica; visiones del Cielo y del Paraíso; trastornos de la vida in­ trauterina: recuerdos realistas de experiencias del “útero malo” (crisis fetales, enfermedades y altibajos emocionales de la madre, situación en la que hay gemelos, intento de aborto), amenaza universal: ideación paranoide; sen­ saciones físicas desagradables (“resaca,” es­ calofríos y espasmos, sabores desagradables, asco, sensación de haber sido envenenado); encuentro con entidades demoniacas y otras fuerzas metafísicas malignas

BPM II los tratos físicos, etc.); traumas psicológicos graves (carencia emocional, rechazo, situacio­ nes amenazadores, atmósfera fam iliar opresi­ va, ridículo y humillación, etc.)

Síndrom es p sicop atolog ico s rehnintuidos Psicosis esquizofrénicas (elementos de torturas in­ fernales, experiencias de un mundo sin sentido, de “cartón"); depresiones “endógenas" graves muy incapacitantes; inferioridad irracional y sentimientos de culpa; hipocondriasis (basada en sensaciones físicas dolorosas); alcoholismo y adicción a las drogas, psoriasis; úlcera péptica

F en om en o lo g ía en sesion es d e LSD Sumidero cósmico; enorme sufrimiento psicológi­ co y psíquico; situación insoportable y sin esca­ pe que parece no tener fin; distintas imágenes del infierno; sensación de estar atrapado (sin sa­ lida); culpa agonizante y sentimientos de infe­ rioridad; visión apocalíptica del mundo (horro­ res de guerra y campos de concentración, terrores de la inquisición; epidemias peligrosas; enfermedades, decrepitud y muerte, etc.); falta de sentido y absurdidad de la existencia huma­ na “mundo de cartón” o atmósfera de artificialidad y aparatos: colores negros ominosos y sín­ tomas físicos desagradables (sensación de opresión y com presión, trastornos cardiacos, fiebres y escalofríos, sudores, respiración difi­ cultosa)

A ctividades co rresp o n d ien tes en las z on as eróg e tus fren dianas Frustración oral (sed, hambre, estímulos dolo­ roso); retención de heces y/u orina; frustra­ ción sexual; experiencias de frío, dolor y otras sensaciones desagradables R ecuerdos a so ciad os a la vida p ostn atal Situaciones que ponen en peligro la supervivencia y la integridad corporal (experiencias de gue­ rra, accidentes, heridas, operaciones, enferme­ dades dolorosas, estar apunto de ahogarse, episodios de sofocación, encarcelamiento, la­ vado de cerebro e interrogatorios ilegales, ma-

BPM III Síndrom es p sicop atológ ico s relacio n a d o s Psicosis esquizofrénicas (elementos sadomasoquistas y escatológicos, automutilación, comporta­ miento sexual anormal); depresión agitada, des­ viaciones sexuales (sadomasoquismo, beber orina y comer heces); neurosis obsesiva-compulsiva; asma psicogénica, tics y tartamudeo; histe­ ria de conversión y ansiedad; frigidez e impoten­ cia; neurastenia; neurosis traumática; neurosis orgánica; migrañas; enuresis y encopresis A ctividades co rresp o n d ien tes en las z o n a s eró genas freudianas M asticar y tragar com ida; agresividad oral y destrucción de un objeto; proceso de defecar y orinar; agresividad anal y uretral; orgasmo sexual; agresividad fálica; parto, erotismo estatoacústico (piruetas, gim nasia, saltos de trampolín, paracaidismo) R ecu erdos aso cia d o s a la vida p ostn a ta l Combates, luchas y actividades peligrosas (ataques activos en batallas y revoluciones, experiencias en el servicio militar, arriesgados vuelos de avio­ neta, cruceros por océanos tormentosos, con­ ducción temeraria, boxeo); recuerdos con gran

carga sexual (carnavales, parques de atraccio­ nes y clubes nocturnos, fiestas salvajes, orgías sexuales, etc.); observación infantil de activida­ des sexuales adultas; experiencias de seducción y violaciones; en la mujeres, dar a luz F en o m en o lo g ía en sesio n es d e LS D Intensificación del sufrim iento hasta llegar a di­ mensiones cósmicas; frontera entre el dolor y el placer; éxtasis de tipo “volcánico”; colores bri­ llantes; explosiones y fuegos artificiales; orgías sadom asoquistas; asesinatos y sacrificios cruentos, participación activa en feroces bata­ llas; atmósfera de aventuras salvajes y explora­ ciones peligrosas; intensas sensaciones sexuales orgiásticas y escenas de harenes y carnavales; experiencias de muerte y renacim iento, actos religiosos con sacrificios sangrientos (aztecas, el sufrimiento y muerte de C risto en la cruz, Dionisos, etc.); manifestaciones físicas fuertes (presiones y dolores, sofocación, tensión mus­ cular y descarga mediante tem blores y agita­ ción, nauseas y vómitos, fiebres y escalofríos, sudores, molestias cardiacas, problem as de control de esfínteres, zumbido de oídos)

64

BPMIV Síndromes psicopatológicos relacionados Psicosis esquizofrénicas (experiencias de muerte y renacimiento, ilusiones mesiánicas, elemen­ tos de destrucción y recreación del mundo, salvación y redención, identificación con Cristo); sintomatología maniática; exhibicio­ nismo Actividades correspondientes en las zonas erógenas freudianas Saciar la sed y el hambre; placer de succionar; sensaciones libidinales tras la defecación, ori­ nar, orgasmo sexual o dar a luz Recuerdos asociados a la vida postnatal Escape fortuito de situaciones de peligro (final de una guerra o revolución, sobrevivir a un acci­ dente o una operación); superar graves obstá­ culos mediante esfuerzos activos; episodios de tensión y fuertes luchas que finalizan con gran éxito; escenas naturales (inicio de la primave­

ra, fin de una tormenta en el océano, salida del sol, arco iris, etc.) Fenomenología en sesiones de LSD Gran descompresión; expansión del espacio; tipo de éxtasis “iluminativo”, visión de sa­ las gigantescas; luz radiante y colores be­ llos (azul celestial, oro, arco iris, plumas de pavo real); sensaciones de renacimiento y redención; disfrutar y apreciar formas de vida sencillas; incremento sensorial; sen­ timientos fraternales; tendencias huma­ nitarias y caritativas; ocasional actividad maniática y sentimientos de grandeza, tran­ sición hacia elementos del BPM 1; las sensa­ ciones placenteras pueden verse interrum­ pidas por crisis umbilical: fuertes dolores en el ombligo, falta de aire, miedo a la muerte y a la castración, cambios en el cuerpo, sin pre­ siones externas

BPM III Pases del parto

mos encontrar ecos de las matrices perinatalcs en las religiones, el arte, la m ito­ logía, las filosofías y en varias formas de psicología y psicopatologías sociales y políticas. Antes de explorar las implicaciones de las dinámicas perinatales, des­ cribiré la fenomenología de cada una de las matrices individualmente.

La Primera Matriz Perinatal Básica: MPB I (Unión Primaria con la Madre) Esta matriz se encuentra relacionada con la existencia intrauterina previa al comienzo del parto. Podemos referirnos al mundo vivencial de este period o como “el universo am niótico” . El feto no posee la consciencia de los lím ites y tampoco diferencia lo interior de lo exterior. Esto se ve reflejado en la naturale­ za de las experiencias del estado prenatal que revivimos. Durante una vida em ­ brionaria, sin complicaciones, generalmente vivimos extensas regiones carentes de límites o fronteras. Podemos identificarnos con las galaxias, espacios interes­ telares, o con el cosmos en sí. Una experiencia típica es la de estar flotando en el m ar e identificarse con animales acuáticos, com o por ejem plo medusas, delfines o b allen as, aunque también podemos convertirnos en el mar. Esto parece re fleja r que el feto es, esencialmente, una criatura acuática. Las experiencias intrau terinas positivas también pueden ir asociadas con la visión arquetípica de la M adre N aturaleza y con sus características de seguridad, belleza y nutrición incondicional. Podemos ver vergeles frutales, campos de maíz m aduro, las terrazas cu ltivad as de los Andes, o islas vírgenes de la Polinesia. Las imágenes m itológicas del inconscien­ te colectivo que aparecen con frecuencia en este con texto m uestran territorios celestiales y paradisíacos tal y com o aparecen descritos en las m itologías de di­ ferentes culturas. Cuando revivimos en cam bio episodios intrauterinos negativos, recuerdos de un “vientre m alo”, entonces conectam os con sensaciones de oscu rid ad , de amenaza om inosa, y a menudo sentim os que estam os siendo envenenados. Puede que veamos imágenes que describen aguas estancad as, contam in ad as y vertederos tóxicos. Esto refleja que muchos trastornos perinatales son causados por los cambios tóxicos que se producen en la madre em barazada. Las secuen-

66

Pintura que representa una experiencia de “mal útero ” en una sesión psiquedélica. La tox icid ad d el útero m aterno se muestra com o una ordalía dolorosa y aterradora en un laboratorio d iabólico lleno de dem onios insidiosos. Dicha ex­ periencia se ve acom pañada p or la identificación con un pez en aguas contami­ nadas y con un embrióm de p o llo en un estado de desarrollo avanzado cuando el interior del huevo se ve contam inado p or productos m etabólicos secundarios (R obin M aynard-Dobbs).

Pintura qu e representa un “m al útero ” en una sesión psiqu edélica. La hostili­ d ad del útero se experim enta en form a de ataques de anim ales fieros.

68

Pinturas de una sesión ca de dosis altas gobernada por una MPB I que describe recuer­ dos de una existencia intrauterina sin trastornos: A. El universo niótico. Identificación vivencial con la existencia dichosa del feto en un buen útero acompañada de sensaciones de unidad cósmica. La galaxia en forma de pecho re­ fleja el hecho de que dicha expe­ riencia está también conectada con un recuerdo de unión simbió­ tica dichosa con la madre durante la crianza (“Vía Láctea"). B. El útero oceánico. Identifica­ ción vivencial con el feto asociada con una sensación de convertirse en el océano y distintas formas de vida acuática (peces, ballenas, delfines, medusas, algas etc.)

6 9

cías Jo esta índole pueden asociarse con visiones de figuras dem oníacas terrorí­ ficas, procedentes de los ám bitos arquctíp icos del inconsciente co le ctiv o . Aquellos de nosotros que revivimos episodios de la existencia prenatal de una naturaleza más violenta, com o un ab orto espontáneo o un intento de a b o rto , experimentamos formas de amenaza universal o visiones ap o calíp ticas del fin del mundo. Ksto refleja una vez más las íntimas interconexiones entre los aco n ­ tecimientos de nuestra historia biológica y los arquetipos junguianos. El relato expuesto a continuación procede de una sesión psiqued élica, con una dosis alta, y ejem plifica cóm o una experien cia de M P B I puede a veces abrirnos al nivel transpersonal.

Lo único que experim entaba era una inm ensa sen sación de m alestar, algo parecido a cuando se tiene la gripe. N o podía creer que una alta dosis de LSD, que en mis sesiones anteriores había producido drásticos cam bios psi­ cológicos, pudiera tener un efecto tan m ínim o. D ecid í cerrar los o jo s y o b ­ servar lo que estaba ocurriendo en detalle. A partir de ahí, la experiencia pa­ reció intensificarse. Lo que con los ojos abiertos parecía ser la experiencia de una enfermedad viral de un adulto estaba ahora conv irtiénd ose en un feto sufriendo extraños ataques tóxicos durante su existencia intrauterina. Veía mi tamaño bastante reducido mientras que mi cabeza era consid era­ blemente más grande que el resto de mi cuerpo y de mis extrem id ad es. M e encontraba en suspensión en un medio líquido. Sentí cóm o un cuerpo quím i­ co dañino me era transm itido a través del área um bilical. Sin saber qué re­ ceptores estaba utilizando, podía percibir cóm o estas influencias me prod u ­ cían una sensación de náusea y eran hostiles para mi o rg a n ism o . A la vez que esto sucedía, era consciente que dichos ataques tó xico s tenían una rela­ ción directa con la condición y actividad del organism o m atern o . A veces, podía discernir influencias que tenían que ver con la ingestión de a lcoh ol, ta ­ baco y alimentos inadecuados. Por otra parte, una clase distinta de m alestar parecía deberse a cam bios quím icos que acom pañaban las em ociones de mi madre: ansiedad, nerviosismo, rabia, y sentim ientos de confusión respecto al embarazo.

70

Después, las sensaciones de náusea e indigestión se disiparon y empecé a sentir una creciente sensación de éxtasis. Mi campo visual fue expandiéndo­ se y haciéndose más claro. Fue como si espesas y sucias capas de telas de ara­ ña se hubiesen disuelto mágicamente para ser substituidas por la proyección de una película a cargo de un técnico cósmico invisible. La escena se fue abriendo ante mí. Sentí una increíble cantidad de luz y energía cubriendo todo mi ser y mandando delicadas vibraciones por todo él. Por una parte, seguía siendo un feto, experimentando la perfección abso­ luta, la felicidad de un vientre materno positivo. Era un recién nacido en fu­ sión con el pecho generoso que nutre incondicionalmente. Mientras que por otra, me estaba convirtiendo en el universo. Estaba presenciando y siendo a la vez el espectáculo del macrocosmos con sus incontables pulsaciones y vi­ brantes galaxias. Estas radiantes e increíbles visiones cósmicas se entremez­ claban con experiencias de un microcosmos igualmente milagroso. En éste se producía la danza de los átomos y de las moléculas de los orígenes de la vida, así como el mundo bioquímico de las células. Por primera vez experi­ mentaba el universo tal y como es verdaderamente: un misterio inefable, una representación divina de Consciencia Absoluta. Durante algún tiempo, estuve oscilando entre un estado de angustia, era un feto enfermizo, y un estado de beatitud y serena existencia intrauterina. En determinados momentos, las influencias perniciosas tomaban la forma de demonios o criaturas malévolas procedentes del mundo de los escritos es­ pirituales o de los cuentos de hadas. Durante los episodios placenteros de mi existencia fetal experimenté los sentimientos de identidad básica y unidad con el universo, el Tao, lo que se encuentra más allá de lo interior, el “Tat tvam asi” (tú eres Eso) de los Upanishads. Perdí mi sentido de individuali­ dad. Mi ego se disolvió y me convertí en la totalidad de la existencia. Algunas veces esta experiencia era intangible y sin contenido, otras iba acompañada de numerosas y bellas visiones: imágenes arquetípicas del para­ íso, del cuerno de la abundancia definitivo, la edad de oro u la naturaleza virginal. Me transformé en un delfín jugueteando en el océano, en pez na­ dando en aguas cristalinas, en mariposa revoloteando entre prados monta-

ñosos, v cu mi;! gaviota planeando sobro ol mar. Era el océano, los animales, las plantas, las nubes. A voces ora todas estas cosas a la vez. Ksa misma tardo, y por la noche, no sucedió nada de particular. Pasé la mayor parte del tiempo sintiéndome uno con la naturaleza y el universo, ba­ ñado en una luz dorada que fue perdiendo, poco a poco, su intensidad.

La Segunda Matriz Perinatal Básica: MPB II (sumidero cósm ico , infierno , ausencia de salida) Cuando revivimos el comienzo del nacimiento biológico, solemos tener la sensación de que estamos siendo engullidos por un tornado gigante o una espe­ cie de bestia mítica. También puede que experimentemos que el mundo entero o el cosmos están siendo tragados. Esto suele asociarse con imágenes de mons­ truos arquetípicos devoradores como leviatanes, dragones o serpientes, tarántu­ las o pulpos gigantes. La sensación de esta abrumadora amenaza para la vida puede conducir a una intensa ansiedad y a una desconfianza general en el límite de la paranoia. Otra experiencia es la de descender a las profundidades del mundo subterrá­ neo, el reino de la muerte o del infierno. Como elocuentemente describió Joseph Campbell, este es el tema universal en la mitologías del viaje del héroe (Campbell 1968). En la primera fase plenamente desarrollada del nacimiento biológico, las contracciones uterinas presionan periódicamente al feto, y el cuello del útero aún no está abierto. Cada una de las contracciones causa una compresión de las arterias uterinas por lo que el feto se ve amenazado por la falta de oxígeno. Revivir esta fase del nacimiento supone una de las experiencias más desagrada­ bles que podamos tener durante la autoexploración en estados holotrópicos. En ese momento nos sentimos atrapados en una monstruosa pesadilla claustrofóbica, sufrimos un agónico dolor físico y emocional, y tenemos una sensación de extrema desesperación. Los sentimientos de soledad, culpa y de lo absurdo de la vida, así como la desesperación existencial pueden alcanzar proporciones meta­ físicas. Podemos llegar a identificarnos con los prisioneros de las mazmorras, con víctimas de la inquisición, con reclusos de los campos de concentración o

72

Tres dibujos de una persona sentenciada a , esperando la ejecución en el corredor de la muerte. Nos muestran la conexión entre una situación de­ sesperada ‘sin salida ’ y el simbolismo la de la MfíP II. En el primero de ellos está atrapado un reloj secunda tras unas rejas y en una tela de , y en el tercero es atacado por una araña despiadada.

pacientes de los manicomios. Nuestro sufrimiento puede tomar la forma del do­ lor experimentado por los animales atrapados en trampas o alcanzar dimensio­ nes arquctípicas. Puede que experimentemos la intolerable tortura de los pecadores en el in­ fierno, la agonía de Cristo en la cruz, o la de Sísifo intentando hacer rodar mon­ taña arriba su roca en el abismo más profundo del Hades. Otras imágenes que han aparecido durante las sesiones dominadas por esta matriz incluyen los sím­ bolos arquetípicos griegos del sufrimiento interminable, Tántalo y Prometeo, y otras figuras que representan la condenación eterna. Cuando estamos bajo la influencia de esta matriz somos completamente in­ capaces de ver algo positivo en nuestra vida y en la existencia humana en gene­ ral. Nuestra conexión con la dimensión divina parece haberse perdido o altera­ do en gran medida. Bajo el prisma de esta matriz, la vida se asemeja a un mero teatro del absurdo, a una farsa representada por personajes de cartón y robots sin alma. Cuando uno se encuentra en este estado mental la filosofía existencialista parece ser la única que tiene sentido. Por eso es interesante considerar como el trabajo de Jean Paul Sartre fue influenciado por una sesión de mescalina que no acabo de integrar y en la que predominó esta segunda matriz perina­ tal (Riedlinger 1982). Por otra parte, la preocupación de Samuel Beckett por el nacimiento, la muerte y su búsqueda de la Madre también revelan fuertes in­ fluencias perinatales. En este sentido, no puede ser sino natural que una persona que esté atrave­ sando este aspecto de la psique sienta resistencias. Adentrarse aún más en estas experiencias, se asemeja a abrazar la condenación eterna. Aunque la forma más rápida de terminar con estos estados insoportables es rendirse por com pleto a ellos y aceptarlos. Esta desgarradora experiencia de oscuridad y desesperación abismal es conocida en diversos textos espirituales como la “Noche Oscura del Alma”. Constituye una fase importante de apertura espiritual que puede ser in­ mensamente liberadora y tener efectos purgativos. Las características más comunes de la segunda matriz perinatal básica (MPB 11) aparecen bien descritas en el ejemplo expuesto a continuación. El ambiente parecía amenazador, con algún peligro escondido. D aba la

74

Pintura de una sesión de respiración holotrópica en la que la artista experimen­ ta compasión por el sufrimiento de la humanidad y por sí misma. Representa a la Muerte sosteniendo una form a humana. El texto que la acom paña dice: “Fusión de los límites del cuerpo físico y de la mente que libera el espíritu y le permite regresar de nuevo al esplendor de la luz divina ” (Kathleen Silver).

sensación de que la habitación entera empezaba a dar vueltas y sentí que era llevado al centro de un terrible remolino. Me puse a pensar en la te­ rrorífica descripción que Edgar Alan Poe hizo en A descent into the M aelstrom. Los objetos parecían estar volando a mi alrededor y otra ima­ gen de la literatura emergió en mi mente: el ciclón que se lleva a Dorothy

Pintura de una sesión de respiración holotrópica en la que la artista vuelve a ex ­ perimentar la falta de am or y sostén en su niñez com binada con elem entos de la MPB II. La muestra siendo aplastada por lo que debería ser el principio nutriti­ vo quintaesencial —la Tierra. La sesión desem bocó en sentimientos de inmensa com pasión por ella y p or los dem ás , am bas víctimas y perp etrad ores . El á rb o l del caqui simboliza la nueva vida , el am or y la esperanza (Kathleen Silver). en El M ago de Oz, apartándola de la monotonía cotidiana de su vida de Kansas para llevársela hacia un extraño viaje lleno de aventuras. Mi e x ­ periencia también guardaba cierta similitud con el cuento de A licia en el

País de las M aravillas , cuando el conejo entra en la madriguera. Me pre­

76

guntaba qué mundo encontraría al otro lado del espejo. El universo ente­ ro estaba cerrándose sobre mí, y yo no podía hacer nada para detener este sumidero apocalíptico. Según me hundía cada vez más adentro de este laberinto de mi propio in­ consciente, sentí com o la ansiedad fue convirtiéndose en pánico. Todo se volvió oscuro, opresivo y terrorífico. Era como si el peso del mundo entero estuviera aplicando sobre mí una increíble presión hidráulica que amenaza­ ba con hacer estallar mi cráneo y convertir a mi cuerpo en una diminuta bola co m p acta. Una rápida y escurridiza cascada de recuerdos de mi pasado se precipitaron por mi mente para mostrarme la futilidad y el sinsentido de mi vida y la existencia en general. Nacemos desnudos, asustados y en agonía, y seguiremos viviendo en el mundo de la misma manera. ¡Los existencialistas tenían razón! N ada es perm anente. La vida no es otra cosa que esperar a G odot ¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!

El malestar que sentía fue convirtiéndose en dolor y éste en una creciente agonía. La tortura se intensificó hasta el punto en que todas las células de mi cuerpo parecían estar sometidas al taladro de un diabólico dentista. De re­ pente, visiones de paisajes infernales y diablos torturando a sus víctimas me hicieron darm e cuenta de que estaba en el infierno. Pensé en La Divina

Comedia de D ante, “ ¡Aquellos que entráis, abandonad toda esperanza!” N o parecía existir salida alguna. Estaba condenado para siempre, sin la me­ nor esperanza de redención.

La Tercera Matriz Per¿natal Básica: MPB III (la lucha entre la muerte y el renacimiento) M uchos de los aspectos que tiñen esta rica experiencia pueden comprender­ se mediante una asociación con la segunda fase del parto biológico: la propul­ sión a través del canal del nacimiento después de haberse abierto el cuello del útero y de que la cabeza haya empezado a descender hacia la pelvis. En esta fase, las contracciones del útero continúan, pero el cuello del útero está dilatado per­ m itiendo así el descenso gradual del feto. Esto conlleva unos mecanismos de

presión que apl.ist.in ni feto; dolor además de un alto grado de anoxia y asfixia. Otro tactor concomitante a esta situación, muy desagradable y amenazadora, es l.i intonsa sensación Je ansiedad. A parte de la interrupción de la circulación de la sangre causada por las con­ tracciones uterinas y la consecuente compresión de las arterias, el suministro de sangre que recibe el feto también puede verse alterado debido a otras complica­ ciones. Hl cordón umbilical puede verse aplastado entre la cabeza y la apertura pélvica o retorcerse alrededor del cuello. Durante el parto, la placenta puede soltarse o bien obstruir la salida (placenta praevia). En determinados casos, el feto puede inhalar distintos fragmentos del material biológico que se encuentra al final de este proceso, lo cual intensifica aún más la sensación de asfixia. Los problemas en esta fase pueden ser tan extremos, que a veces son necesarias dis­ tintas intervenciones médicas, el uso de fórceps o cesáreas. La tercera matriz perinatal básica (MPB III) constituye un patrón vivencia! extremadamente rico y complejo. A parte de revivir los distintos aspectos de la lucha en el cuello del útero, incluye una amplia variedad de imágenes prove­ nientes de la historia, la naturaleza, y el reino de los arquetipos. Destacan parti­ cularmente aquellas relativas a luchas titánicas, secuencias sadomasoquistas y agresivas, experiencias sexuales perversas, episodios demoníacos, complicacio­ nes escatológicas, y encuentros con el fuego. La mayoría de estos aspectos de la MPB 111 suelen estar relacionados de forma muy significativa con las caracterís­ ticas anatómicas, fisiológicas y bioquímicas propias de esta fase del nacimiento.

El aspecto titánico de esta tercera matriz es bastante comprensible dada la enor­ midad de las fuerzas que operan al final del parto. Cuando nos encontramos en esta fase, experimentamos corrientes eléctricas muy intensas que recorren nuestro cuerpo y se amontonan para luego terminar en descargas explosivas. En este pun­ to, puede que nos identifiquemos con elementos rugientes de la naturaleza tal como volcanes, tormentas eléctricas, terremotos, maremotos o tornados. La experiencia también puede describir el mundo de la tecnología y la pre­ sencia de enormes cantidades de energía, como por ejemplos tanques, cohetes, naves espaciales, rayos láser, centrales eléctricas o incluso reactores nucleares o bombas atómicas. Las experiencias titánicas de esta tercera matriz pueden al-

78

canzar la dimensión arquetípica y narrar batallas de proporciones gigantescas tal como la batalla cósmica entre las fuerzas del bien y el mal, ángeles y demo­ nios, dioses y titanes.

Los aspectos agresivos y sadomasoquistas de esta matriz reflejan la furia biológica del organismo dado que su supervivencia está amenazada por la asfi­ xia, pero también por los ataques internos y destructivos de las contracciones uterinas. Al enfrentarnos con estos aspectos de la tercera matriz (MPB 111), po­ demos experimentar crueldades de asombrosas proporciones que pueden mani­ festarse en violentas escenas de crimen o suicidios, mutilaciones hacia los demás y automutilaciones, masacres de distinta índole, guerras y revoluciones san­ grientas. Estas escenas a menudo toman la forma de torturas, ejecuciones, ri­ tuales en sacrificios varios, combates sangrientos entre hombres, y prácticas sa­ domasoquistas. La lógica vivencial del aspecto sexual del proceso de muerte-renacimiento no es inmediatamente obvia. Parece como si el organismo humano pasara por un mecanismo fisiológico que va acumulando y transformando el sufrimiento inhumano, y particularmente la asfixia, en una especie de excitación sexual que, a veces, incluso alcanza el éxtasis. Esto viene ilustrado en las escenas de los már­ tires y flagelados descritas en la literatura religiosa. Otros ejemplos son aquellos que emergen del material procedente de los campos de concentración, de prisio­ neros de guerra y de los archivos de Amnistía Internacional. Bien es sabido que los hombres que mórían por asfixia en la horca a menudo tenían erecciones e incluso eyaculaban. Las experiencias sexuales que se dan en el contexto de esta tercera matriz se caracterizan por su intenso deseo, su mecanicidad, y por su naturaleza porno­ gráfica y perversa. Muestran escenas de barrios bajos donde ocurren prácticas eróticas extravagantes y sadomasoquistas. También son muy comunes los epi­ sodios que reflejan incesto, abuso sexual y violación. De una forma menos fre­ cuente, las imágenes pueden mostrar escenas extremadamente sangrientas y repulsivas de crimen sexual, desmembramiento, canibalismo y nccroíilia pro­ ductos de un impulso erótico. El hecho de que en este nivel de la psique la excitación sexual este ligada a

elementos altamente problem áticos — amenaza vital, peligro ex trem o , ansie* dad, agresión, impulsos autodestructivos, dolor físico y diversas form as de m a­ terial biológico— forma una liase natural para el desarrollo de las disfunciones, desviaciones y perversiones sexuales más importantes, Hsto conlleva im portan­ tes implicaciones teóricas y prácticas que trataremos más adelante en este libro. Hl a sp ecto d em o n ia co de la tercera matriz (M PB III) puede dar lugar a pro­ blemas específicos, tanto para la persona que los vive com o para el terapeuta y el facilitador, dado que la extraña y misteriosa naturaleza de sus m anifestacio­ nes hace que las personas a menudo no quieran enfrentarse a ellas. Los ejem ­ plos más comunes en este contexto son escenas arquetípicas de misas de brujas (la noche de Walpurgis), orgías satánicas, rituales de misas negras y tentaciones demoniacas. Hl denominador común que une esta fase del nacim iento con los rituales de magia negra es la mezcla y peculiar vivencia de la muerte, el dolor, energías sexuales perversas, miedo, agresión, escatología y los impulsos espiri­ tuales distorsionados que comparten. Según los testimonios de gran número de clientes expuestos a diversas formas de terapias regresivas, esta observación po­ dría tener cierta conexión con la creciente epidemia de experiencias de cultos satánicos. El aspecto escatológico del proceso de muerte y renacimiento posee su pro­ pia base biológica ya que, en la fase final del nacimiento, el feto se encuentra en contacto con varias formas de material biológico — sangre, secreciones vagina­ les, orina, e incluso heces. Aunque, la naturaleza de las experiencias de esta ma­ triz puede exceder considerablemente la vivencia del recién nacido durante el parto. Has experiencias relativas a este aspecto de la tercera matriz pueden pre­ sentar escenas en las que uno se arrastra por desechos o aguas residuales, se re­ vuelca en montones de excrementos, bebe orina o sangre, o participa en repulsi­ vas imágenes de putrefacción. Se trata, en resumidas cuentas, de un encuentro íntimo y desconcertante con los peores aspectos biológicos de la existencia. 1.a experiencia de la tercera matriz es menos violenta y abrumadora cuando se acerca a su fin. Prevalece un ambiente de extrema pasión y una energía de embriagante intensidad. Las imágenes relatan conquistas fantásticas de nuevos territorios, cazas de animales salvajes, deportes de lo más peligroso, aventuras

80

en parques de atracciones. Tales experiencias están claramente relacionadas con actividades que conllevan una “subida de adrenalina” como por ejemplo carre­ ras de coches, puenting, o acrobacias y malabarismos peligrosos. En esta fase, también podemos encontrarnos con figuras arquetípicas de dei­ dades, semidioses y héroes legendarios que simbolizan la muerte y el renacimien­ to. Podemos tener visiones del tormento y la humillación de Cristo, del vía crucis, o incluso llegar a identificarnos con su sufrimiento. Independientemente de que conozcamos o no intelectualmente las diversas mitologías existentes, podemos ex­ perimentar temas como el de la resurrección del dios egipcio Osiris, la muerte y el renacimiento de las deidades griegas Dionisos, Atis y Adonis. La experiencia pue­ de relatar la abducción de Perséfone por Plutón, el descenso de la diosa sumeria Inanna, o las pruebas de los Héroes Gemelos mayas del Popol Vuh. Momentos antes de la experiencia de renacimiento espiritual, es común en­ contrarse con el elemento del fuego. El tema del fuego puede vivirse tanto en su forma ordinaria, como en la forma arquetípica del purgatorio (pyrocatbarsis) . Así, podemos tener la sensación de que nuestro cuerpo está en llamas, tener vi­ siones de ciudades o bosques incendiados, e identificarnos con víctimas de la in­ molación. En la versión arquetípica, el fuego parece destruir drásticamente todo aquello que hay de corrupto en nosotros y prepararnos después para un renaci­ miento espiritual. Un símbolo clásico de la transición de la tercera matriz (MPB III) a la cuarta (MPB IV) es el ave Fénix que muere en el fuego y se eleva resuci­ tando entre las cenizas. Esta experiencia de fuego catártica constituye un aspecto enigmático de la tercera matriz, puesto que su conexión con el nacimiento biológico no es direc­ ta u obvia, si la comparamos con los demás elementos simbólicos. La contra­ partida biológica de esta experiencia puede ser una explosiva liberación de anti­ guas energías atrapadas, procedentes de la última fase del parto, o un estimulo excesivo del feto mediante el “encendido” indiscriminado de las neuronas peri­ féricas. Es muy interesante observar como este encuentro con el fuego también suele vivirlo de forma paralela la madre que, con frecuencia, suele sentir que su vagina está en llamas en esta fase del parro. Existen importantes características que distinguen la tercera matriz de la va

Una pintura que representa el renacim iento p sicoespiritu al en una sesión h o lo trópica que se experim enta en form a de nacim iento a partir d el fu eg o en el cen ­ tro de la tierra y em ergiendo a través de un volcán (Tai Ingrid H azard).

descrita constelación “ sin-salida” . La situación se hace aquí com plicada y re­ presenta un reto pero no es desesperada. N osotros tam poco nos sentimos des­ amparados, sino que nos encontramos totalmente involucrados en esta feroz lu­ cha. Sentimos que el sufrimiento tiene una dirección bien definida, un objetivo y un significado. Kn términos religiosos, esta situación se acerca más al con cep ­ to del purgatorio que al del infierno. Por otra parte, tampoco desempeñamos exclusivamente el papel de víctimas

82

desesperadas sino que se pueden dar tres roles diferentes. Además de ser meros observadores de lo que está sucediendo, podemos identificarnos con el agresor y con la víctima. Esto puede llegar a ser tan convincente que, a veces, resulta di­ fícil distinguir y separar los roles que estamos viviendo. Por otra parte, la situa­ ción sin salida implica un sufrimiento absoluto, mientras que la lucha entre la muerte y el renacimiento representa un línea muy fina entre la agonía, el éxta­ sis, y la fusión de ambos. En este sentido, parece bastante apropiado considerar este tipo de experiencias como de éxtasis volcánico o Dionistacas, en contraste con las de éxtasis oceánico o Apolíneas propias de la unión cósmica caracterís­ ticas de la primera matriz perinatal (MPB I). El testimonio expuesto a continuación corresponde a una sesión psiquedélica con dosis alta. Ilustra gran parte de los temas típicos asociados con la tercera matriz previamente descrita. Aunque nunca vi claramente el canal del nacimiento, sentí como la presión me aplastaba la cabeza y el resto del cuerpo. Supe, por medio de cada una de mis células, que estaba en pleno proceso de mi nacimiento. La tensión esta­ ba alcanzando dimensiones que nunca pensé posibles desde un punto de vis­ ta humano. La implacable presión que sentía sobre mi cabeza, sienes y occi­ pucio era tal que parecía estar siendo atornillado. Las tensiones de mi cuerpo tenían una cualidad brutal y mecánica. Parecía estar pasando por una tritu­ radora de carne monstruosa o por una apisonadora cilindrica gigante. Me vino en mente la imagen de Charles Chaplin siendo víctima del mundo de la tecnología en la película Tiempos Modernos. Una increíble cantidad de energía parecía estar recorriendo todo mi cuer­ po, condensándose y soltando descargas eléctricas. También experimenté una impresionante mezcla de sentimientos. Asfixia, miedo, desesperación. Sin embargo, sentía rabia y una sorprendente excitación sexual. Otro aspec­ to destacado de mi experiencia fue una sensación de extrema y total contu­ sión. A la vez que me experimentaba a mi mismo como un bebé en medio de esta tormentosa lucha por sobrevivir, y me daba cuenta de que estaba a pun­ to de producirse mi nacimiento, también tenía la vivencia de ser mi madre

dándome a lu/. Sabia inrclcclimImcnte que, siendo hombre, nunca podría dar a luz, sin embargo noté corno transgredía la barrera de lo imposible. No existía la menor duda de que estaba conectado con algo primordial — un antiguo arquetipo femenino, el de la madre trayendo al mundo un bebé. La imagen de mi cuerpo incluía un gran vientre y genitales femeninos con todos los matices de las sensaciones biológicas. Me sentía frustrado por no poder rendirme a este proceso elemental. Por no poder parir y ser parido. Por no salir y no dejar salir al bebé. De repente sentí nacer en mi psique una enorme cantidad de agresividad asesina. Fue como si un cirujano de dimen­ siones cósmicas hubiera perforado un absceso diabólico. Un monstruo enlo­ quecido se estaba apoderando de mí. El Dr. Jekyll estaba convirtiéndose en Mr. Hyde. Luego se sucedieron numerosas imágenes del asesino y la víctima como la misma persona y, al igual que antes, tampoco podía diferenciar en­ tre el bebé y la madre. Era un tirano despiadado, un dictador infligiendo castigos inimagina­ bles. Era también el revolucionario dirigiendo a la enfurecida multitud de­ seosa de terminar con él. Me convertí en la muchedumbre que mata a sangre fría y en los policías que matan a los criminales en nombre de la ley. Hubo un punto en que experimenté los horrores de los campos de concentración nazis. Al abrir los ojos, me vi a mi mismo como un oficial de la Gestapo. Tuve una sensación muy profunda de que él, el nazi, y yo el judío, éramos la misma persona. Pude vivir las figuras de Hitler y Stalín, a la vez que me sen­ tía totalmente responsable de las atrocidades de la historia de la humanidad. Vi claramente que los problemas de la humanidad no dependen de dictado­ res crueles sino del asesino que todos escondemos en nuestra propia psique y con el que podemos contactar si nos atrevemos a mirar interiormente. Entonces, la naturaleza de mi experiencia cambió para alcanzar propor­ ciones mitológicas. En vez del aspecto diabólico de la historia humana em­ pecé a experimentar un ambiente de brujería y la presencia de elementos de­ moníacos. Mis dientes se convirtieron en colmillos muy largos llenos de un extraño veneno. De repente sentí que volaba con inmensas alas de murciéla­ go en medio de la noche, como si fuera un vampiro. Vinieron después esce-

84

ñas salvajes y embriagadoras de aquelarres. En este extraño y sensual ritual, los impulsos normalmente prohibidos y reprimidos parecen alcanzar la su­ perficie, se experimentan y se expresan. Era consciente de ser participe de al­ guna misteriosa ceremonia de sacrificio que celebraba a un Oscuro Dios. Más adelante, este tinte demoníaco fue desapareciendo gradualmente, aunque yo seguí impregnado de erotismo y participando en infinitas orgías fantásticas y fantasías sexuales, en las que yo representaba todos los papeles. Durante todas estas vivencias, seguía siendo de forma simultánea el niño lu­ chando y la madre dando a luz. Se hizo muy claro que sexo y nacimiento es­ tán íntimamente conectados, y que las fuerzas satánicas tenían mucho que ver con la propulsión del feto por el canal del nacimiento. Me peleé y com­ batí en papeles muy diversos y en contra de muchos enemigos. A veces me preguntaba si mis penas terminarían. Luego, se sumó a mi experiencia un nuevo elemento. Todo mi cuerpo se cubrió de una suciedad biológica viscosa y resbaladiza. No podría decir si se trataba del líquido amniótico, de orina, mucosidad, sangre, o secreciones vaginales. También parecía tener todo esto en la boca y en los pulmones. Me estrangulaba, tosía y hacía todo tipo de muecas tratando de escupirlo y sa­ carlo de dentro de mí y de mi piel. Aunque, a la vez, estaba recibiendo el mensaje de que no era necesario que luchase. El proceso poseía su propio ritmo, y yo sólo tenía que rendirme a él. Me acordé de numerosas situacio­ nes en mi vida en las que sentí esta misma necesidad de luchar a la vez que sabía lo inútil del combate. Era un poco como si hubiera sido programado desde mi nacimiento para ver la vida de forma mucho más compleja y peli­ grosa de lo que es en realidad. Tuve la sensación de que esta experiencia po­ dría abrirme los ojos y ayudarme a tener una vida mucho más sencilla y es­ peranzados que antes.

,a Cuarta Matriz Perinatal Básica: MPB IV á experiencia de muerte y renacimiento) Esta matriz está relacionada con la tercera fase clínica del parro, la expulón final del canal del nacimiento y la ruptura del cordón umbilical. Al revivir

ostil matriz, completamos ol difícil procoso anterior de propulsión a través del

canal del nacimiento. Logramos una liberación explosiva, y emergemos en la luz. Ksto, a veces, puede ir acompañado de recuerdos concretos y reales de esta tase de nuestro nacimiento. Así podemos revivir la experiencia de la anestesia, la presión de los fórceps, y las sensaciones asociadas con distintas intervencio­ nes obstétricas que se produjeron durante el nacimiento y después de éste. Revivir nuestro nacimiento biológico no consiste únicamente en tener la ex­ periencia de lo que fue originalmente, sino que se produce además una muerte y un renacimiento psicoespiritual. Para comprender esto, uno debe considerar que este proceso incluye una serie de elementos adicionales importantes. Durante el proceso del nacimiento, el feto esté completamente confinado y no tiene modo alguno de expresar estas emociones tan extremas, ni de reaccionar a las intensas sensaciones físicas que conlleva. Esto hace que el recuerdo de esta vivencia no sea asimilado o digerido psicológicamente. Por ello, posteriormente en la vida, nuestra definición de quienes somos y nuestras actitudes hacia el mundo se ven altamente contaminadas por el recuer­ do constante de la vulnerabilidad, la impotencia y el desamparo que experimen­ tamos durante el nacimiento. En este sentido, podríamos decir que nacimos anatómicamente pero no emocionalmente. La “muerte” y la agonía durante la lucha del renacimiento reflejan el verdadero dolor y la amenaza vital del naci­ miento biológico. Sin embargo, la muerte del ego que precede el renacimiento es en realidad la muerte de nuestro antiguo concepto de quiénes somos y de cómo es el mundo. Conceptos que fueron forjados por la impronta traumática del nacimiento y siguen prevaleciendo debido al recuerdo vivo que permanece en nuestro inconsciente. Según vamos despojándonos de estas viejas programaciones, dejándolas emerger en nuestra consciencia, éstas van perdiendo su carga emocional para, en este sentido, ir muriendo. Aunque nuestra identificación con ellas es tal que cuando llega el momento de la muerte del ego, se desvanece el sentido de nues­ tra existencia en el mundo. A veces incluso parece que llega el fin del mundo. Este proceso es en realidad sanador y altamente transformador, a pesar de lo te­ rrible que pueda parecer. Por muy paradójico que esto sea, y aunque estemos

86

t in tu r a d e un a s esió n d e r e s p ira ció n h o lo tr ó p ic a , en la q u e se ex p erim en tó la m u erte d e l eg o en fo r m a d e a ta q u e d e una m an ad a d e lo b o s qu e devoran al vie­ jo y o. S ecu en cias sim ilares con an im ales qu e a d o p ta n el p a p el iniciático son fr e ­ cu en tes en las crisis tran sform ativ as d e fu tu ros cham an es. L os anim ales iniciátic o s s o n e s p e c ífic o s d e c a d a cu ltu ra; p o r e je m p lo en el ca so d e las tribus de S ib eria y d e lo s in d io s a m e r ic a n o s d e l n o r o e s te se trata d el o s o , para los esqu i­ m a les d e l l o b o o d e l o s o p o la r , p a r a los n ativos d el cen tro y d el sur de A m erica d e l jaguar, y p a r a los a b o ríg en es au stralian os una serpien te gigante.

Experiencia de trascendencia de la muerte en una sesión de ayahuasca. Visión de una calavera y una caja torácica que explota en la luz del Espíritu y rom pe la esclavitud de la mente y de la form a humana. Dicha experiencia aporta una sen­ sación de gran libertad y alegría (Kathleen Silver). tan sólo a un pequeño paso de una tremenda liberación, seguimos sintiendo una intensa sensación de ansiedad y de que alguna catástrofe de enormes proporcio­ nes nos está amenazando. En realidad, lo que está muriendo en este proceso es el falso ego que hemos confundido con nuestro verdadero yo hasta este momento de nuestra vida. Al tiempo que vamos perdiendo todos los puntos de referencia que conocem os, no

B8

tenemos idea de lo que está al otro lado, o de si tan siquiera existe algo. Este te­ mor tiende a crear una gran resistencia a continuar y completar la experiencia. Como resultado de ello, muchas personas pueden permanecer estancadas psico­ lógicamente en este lugar problemático si no reciben la ayuda adecuada. Cuando superamos este temor metafísico, característico de este importante umbral, y decidimos dejar fluir las cosas, experimentamos entonces una aniqui­ lación total en todos los niveles imaginables: destrucción física, desastre emo­ cional, derrota intelectual y filosófica, fracaso moral absoluto, e incluso una condena espiritual. Durante esta experiencia, todos los puntos de referencia, es decir, todo aquello de gran importancia en nuestra vida, parece ser destruido de forma despiadada. Aunque inmediatamente después de esta experiencia de ani-

[Jn a p in tu ra q u e rep resen ta la ex p erien cia c o m b in a d a d e d ar a luz y d e natct en una sesió n d e resp ira ció n b olotró)p ica. L as ex p erien cias d e esta clase p u ed en >er m u y cu rativ as y tr a n s fo r m a d o r e s y d e s e m b o c a r en una sen sación d e dar a h i: a un n u ev o s í m ism o (¡can P erkin s: "C orning O ut o f D arkn ess , ” 54 x 74 , IVW).

quitación total nos vemos abrumados por visiones de luz. dorada sobrenatural de exquisita belleza y de una naturaleza que parece divina y numinosa. Segundos después de haber sobrevivido a lo que parece una experiencia de destrucción total, de final apocalíptico, nos sentimos bendecidos por el espectro de un arco iris magnífico y fantástico, visiones de pavos reales, escenas celestia­ les y visiones de seres arquetípicos, todo ello bañado por una luz, divina. A me­ nudo esto coincide con poderosos encuentros con el arquetipo de la Gran Diosa Madre, tanto en su forma universal como en su forma cultural específica. Después de esta muerte y renacimiento psicoespiritual nos sentimos redimidos y bendecidos. Vivimos un arrebato extático con la impresión de reclamar y recu­ perar nuestra naturaleza divina y nuestra condición cósmica. Todo ello suele ir acompañado de un arrebato de emociones positivas, tanto hacia nosotros mis­ mos como hacia los demás, la naturaleza y la existencia en general. Ahora bien, es importante mencionar que tales experiencias sanadoras y transformadoras ocurren cuando el proceso del nacimiento no fue excesivamen­ te debilitador o sometido a una fuerte dosis de anestesia. En estos casos, no sue­ le darse esta sensación en la que emergemos triunfantes a la luz y a una resolu­ ción radical. Tenemos en cambio un periodo postnatal en el que parecemos estar recuperándonos de una enfermedad o saliendo de una gran resaca. Tal y como lo podremos observar más adelante, la anestesia administrada durante el nacimiento puede tener además consecuencias psicológicas profundas y adver­ sas para la vida posterior. Este testimonio de una dosis alta de LSD refleja una secuencia de muerte y renacimiento típica de la cuarta matriz básica. Aunque lo peor todavía faltaba por llegar, de repente parecía haber perdido todas mis conexiones con la realidad. Daba la sensación de que me hubieran sacado una enorme alfombra imaginaria por debajo de mis pies. Absolutamente todo estaba colapsado, y sentí como todo mi mundo se hacía añicos. Tenía la impresión de que mi existencia era un balón metafísico y monstruoso que estaba siendo perforado. Una burbuja gigantesca de autoengaño y sin sentido acababa de estallar y exponer abiertamente la mentira

90

de mi vida. Todo aquello en lo que yo había creído, todo aquello que había hecho o logrado, todo aquello que parecía dar sentido a mi vida, apareció de repente como falso y sin la menor posibilidad de remendar la intolerable re­ alidad de mi existencia. Fue como si cada uno de estos añicos fuera una plu­ ma, una semilla de mostaza que hubiera sido soplada con fuerza, y transpor­ tada hasta el terrorífico abismo de la última verdad: el caos más absurdo del vacío existencial. Embargado por un horror indescriptible, vi elevarse ante mí la figura amenazadora de un dios gigantesco. Reconocí, de forma totalmente instinti­ va, que se trataba del dios hindú Shiva en su aspecto destructivo. Sentí el tre­ mendo impacto de su pie aplastándome, haciéndome pedazos y tratándome como si fuera un trozo de excremento arrastrado a lo que parecía ser el fon­ do del cosmos. Al momento siguiente me encontré frente a la figura mons­ truosa de la oscura diosa hindú Kali. Mi rostro era empujado por una fuerza irresistible hacia su enorme vagina, llena de lo que parecía ser sangre mens­ trual o material biológico repulsivo posterior al parto. Sentí que tan sólo pedían de mí una total entrega a las fuerzas de la exis­ tencia, así como al principio femenino representado en este caso por la dio­ sa. No tenía más opción que besar y lamer su vulva con sumisión y humil­ dad. En aquel momento, experimenté el final de la supremacía masculina hasta un extremo hasta hora desconocido para mi. Conecté con el recuerdo de mi nacimiento biológico. Mi cabeza emergiendo del canal de nacimiento y mi boca en contacto con la vagina sangrienta de mi madre. Me inundaba una luz divina de claridad sobrenatural e indescriptible be­ lleza. La luz dorada de sus rayos explotaban para transformarse después en fantásticas plumas de pavo real. De esa luz también emergió la figura de la Gran Diosa Madre representando el amor y la protección eterna. Extendió sus brazos hacia mí y me rodeó con su esencia. Me fundí en ese campo de energía increíble, sanado, nutrido y sintiéndome limpio. Estaba fluyendo por todo mi ser lo que parecía ser un néctar divino, ambrosía, el arquetipo de la esencia de la miel y la leche. Luego, la figura de la diosa fue desapareciendo a la vez que iba siendo

absorbida por una luz aun más brillante. Kra una luz abstracta, y sin embar go, con características personales definidas, una inteligencia infinita y ra­ diante. Comprendí con lucidez que estaba experimentando una fusión con el yo universal, o Brahmán, tal y como lo había leído en los libros de filosofía india. Esta experiencia se fue desvaneciendo tras unos diez minutos de reloj, aunque transcendió todo concepto temporal y pareció durar una eternidad. K1 fluir de esa energía sanadora y la visión de la luz dorada con los dibujos de plumas de pavos reales siguieron toda la noche. La sensación de bienestar resultante me acompañó durante varios días. El recuerdo de esta experiencia ha estado muy vivo en mí durante años, y ha supuesto un cambio profundo en mi filosofía de la vida.

El territorio transpersonal de la psique El segundo territorio de gran importancia, que falta por incluir en la cartografía de la psique humana que tiene la psiquiatría tradicional, cuando se trabaja con esta­ dos holotrópicos se conoce hoy en día con el nombre de transpersonal. Literalmente esta palabra significa “ir más allá de lo personal” o “trascender lo personal” . Las experiencias que se originan en este nivel suponen una trascendencia de nuestros lí­ mites habituales (nuestro cuerpo y ego) pero también de nuestras limitaciones tridi­ mensionales del espacio y el tiempo lineal que restringe nuestra percepción del mun­ do en estados ordinarios de consciencia. Las experiencias transpersonales se definen mejor si las comparamos con el modo en que nos experimentamos nosotros mis­ mos en nuestra vida diaria o, de forma más específica, la manera en que vivimos nuestra experiencia de nosotros mismos y nuestro entorno, según lo que los cáno­ nes de nuestra cultura y la psiquiatría contemporánea consideran “normal” . En los estados ordinarios de consciencia, nos experim entam os a nosotros mismos según la concepción newtoniana de objetos que existen en los límites de nuestra piel. El escritor y filósofo americano Alan Watts se refirió a esta expe­ riencia con la imagen de “ego encapsulado en la piel” . Nuestra percepción del entorno está limitada por las barreras fisiológicas de nuestros órganos sensoria-

92

Pintura qu e nos muestra una visión encontrada durante una sesión psiquedélica. Representa un arquetipo fem enino positivo , la Gran Madre Diosa. Sus bra­ zos y piernas están rodeados de serpientes y energía vibrante , y bendice al mun­ d o con belleza , gracia y verdad (Kathleen Silver). les y por las características físicas del entorno en sí. Lo que hace que no poda­ mos ver un objeto que se encuentre detrás de otro que es opaco, ni barcos que están más allá del horizonte, o la otra cara de la luna. Si estamos en Praga no podemos oír las conversaciones de nuestros amigos en San Francisco. Tampoco podemos sentir lo suave que es la lana al menos que nuestra piel esté en contac­ to directo con ella.

Por otra parte, en estados ordinarios de consciencia sólo podemos experi­ mentar con nuestros sentidos aquellos acontecimientos que están ocurriendo en el momento presente. Podemos acordarnos del pasado y anticipar sucesos del futuro o tener fantasías sobre el. Kn estados de consciencia transpersonales nin­ guna de estas limitaciones es absoluta, puesto que pueden trascenderse. No hay limites al alance de nuestros sentidos y podemos experim entar con todas las cualidades sensoriales los episodios que se produjeron en el pasado y que, even­ tualmente, sucederán en un tiempo futuro. HI espectro de las experiencias transpersonales es increíblem ente rico e incluye fenómenos característicos de niveles de consciencia diferentes. El dia­ grama 2.2 representa el intento de clasificar las diversas clases de experien­ cias que, en mi opinión, pertenecen a este ám bito tran sp erson al. P er­ sonalmente he tenido casi todas estas experiencias descritas en este cu ad ro sinóptico durante mis propias sesiones psiquedélicas y de respiración holotrópica, pero también las he ido observando a lo largo de mi trabajo con los demás. En lo referente al con texto de este libro, no daré definiciones, des­ cripciones o ilustraciones de casos clínicos de todos estos tipos de experien­ cias. Por ello, a aquellas personas interesadas, les remito a mis publicaciones previas (Grof 1975, 1985, 1988). Según muestra el diagrama, las experiencias transpersonales pueden dividir­ se en tres amplias categorías. La primera de estas incluye la trascendencia de las barreras del tiempo y del espacio. Una experiencia que se extiende más allá de las limitaciones espaciales del “ego encapsulado en la piel” lleva a experiencias de unirse con otra persona en un estado llamado “ unidad dual” que permite la identificación con otra persona, con la consciencia de un grupo entero de perso­ nas, como por ejemplo todas las madres del mundo, toda la población de la India o todos los prisioneros de los campos de concentración. N uestra co n s­ ciencia puede incluso expandirse hasta tal extremo que puede abarcar la totali­ dad de la humanidad. Tales experiencias han sido descritas repetidas veces en la literatura espiritual de las diversas culturas del mundo. De modo similar, también podemos trascen der los límites de lo que es puramente una experiencia humana e identificarnos con la con scien cia de

94

C U A DR O 2 . 2. Experiencias transpersonales

Extensión vivencial dentro del marco espacio-tiempo y la realidad objetiva T rascendencia d e los lím ites espaciales

Vivencia de la unidad dual Identificación con otras personas Identificación con el grupo o con la consciencia de grupo Identificación con animales Identificación con plantas y procesos botánicos Vivencia de procesos y materia inorgánica Unidad con la vida y con toda la creación Consciencia planetaria Consciencia de seres y mundos extraterrestres Identificación con todo el universo físico Fenómenos psíquicos que trascienden el espacio T rascen den cia d e los lím ites tem p orales

Vivencias embrionarias y fetales Vivencias ancestrales Vivencias raciales y colectivas Vivencias de encarnaciones pasadas Vivencias filogenéticas Vivencias de evolución planetaria Vivencias cosmogenéticas Fenómenos psíquicos que transcienden el tiempo E x p lo ra c ió n Vivencial d el m icrom u n d o

Consciencia de los órganos y los tejidos Consciencia celular Vivencia del ADN Vivencia del mundo de los átomos y las partículas subatómicas Extensión vivencial más allá del marco espacio-tiempo y de la realidad objetiva Vivencias espiritistas y de médium Fenómenos energéticos del cuerpo sutil Vivencias con espíritus de animales (animales de poder) Encuentros con guías espirituales y seres suprahumanos Visitas a universos paralelos y encuentros con sus habitantes Vivencias de secuencias mitológicas y cuentos de hadas Vivencias específicas de dioses beatíficos y coléricos Vivencias arquetípicas universales Comprensión intuitiva de símbolos universales Inspiración creativa y el Impulso de Prometeo Vivencias del demiurgo y comprensión profunda de la creación cósmica Consciencia cósmica El vacío supracósmico y metacósmico

i i ' AD K O

2 .2 .

I x p c rie n d a s tra n sp crso n a lcs

(con tinuación)___________________________

Vivencias transpcrsonalcs Je naturaleza psicoiJc

Sincronicidades (relación entre las vivencias intrapsíquicas y la realidad objetiva) Acontecimientos psicoides espontáneos 1 lazarías tísicas fuera de lo normal Fenómenos espiritistas y de médium Fenómenos espontáneos recurrentes de psicokíncsis (Poltergeist) Vivencias de abducciones extraterrestres y ovnis

Psicokinesis intencional Ceremonias mágicas Sanación y maldición Siddhis yoguícos Psicokinesis en laboratorio

varios animales, plantas, o incluso experim entar un tipo de consciencia re­ lacionado con objetos inorgánicos o procesos. En su límite extrem o p ode­ mos experim entar la consciencia de la biosfera, del planeta en tero , o del universo en su totalidad. Por increíble y absurdo que pueda parecerle a un occidental acostumbrado y comprometido con el materialismo monista, estas experiencias sugieren que todo aquello que podemos experimentar com o objeto en nuestro estado de consciencia ordinario, tiene una representación subjetiva correspondiente en los estados holotrópicos. Es como si todo aquello existente en el universo tuviera un aspecto objetivo y subjetivo, del mismo modo que describen las grandes filo­ sofías espirituales orientales. Por ejemplo, los hindúes perciben todo lo existen­ te como una manifestación de Brahma mientras que los taoístas conciben el uni­ verso en términos de transformaciones del Tao. Otras vivencias transpersonales de esta primera categoría se caracterizan fundamentalmente por la trascendencia de las barreras temporales más que es­ paciales. En este sentido, trascendemos el tiempo lineal. Ya hemos hablado de la posibilidad de revivir importantes recuerdos de nuestra infancia, así com o el trauma del nacimiento. Esta regresión histórica puede extenderse aún más y a c­ ceder a verdaderos recuerdos de nuestra vida fetal y embrionaria relativos a las diversas fases de nuestra vida intrauterina. En el nivel correspondiente a la me-

96

moría celular, tampoco es inusual experimentar una total identificación con el esperma y el óvulo en el instante de la concepción. El proceso de volver sobre la creación de manera vivencial no se detiene aquí. En estados holotrópicos podemos vivir episodios correspondientes a la vida de nuestros antepasados humanos y animales. También hay episodios pro­ cedentes del inconsciente colectivo y racial de acuerdo con la descripción de C. G. Jung. Es frecuente el asociar como propias y personales las vivencias que ocurren en otras culturas o en otros periodos históricos. Las personas hablan de la sensación de déjà vu o déjà vecú. Hablan de revivir acontecimientos de vidas pasadas, de encarnaciones pasadas. Las experiencias en estados holotrópicos nos pueden llevar también a mun­ dos microscópicos, a estructuras y procesos que no son normalmente accesibles a nuestros sentidos. Este es el lugar de las secuencias similares a la película fan­ tástica de Isaac Asimov El viaje fantástico que muestra el mundo de nuestros órganos internos, nuestros tejidos y células. En este sentido podemos llegar a identificarnos plenamente con ellos. Son particularmente fascinantes las expe­ riencias de ADN asociadas con el conocimiento profundo de los mayores miste­ rios de la vida, la reproducción o la herencia genética. A veces, este tipo de ex­ periencias transpersonales pueden llevarnos al mundo inorgánico de las moléculas, los átomos y las partículas subatómicas. El contenido de las experiencias transpersonales descritas hasta ahora con­ siste en fenómenos diversos existentes en el marco espacial y temporal. Conlleva elementos de nuestra realidad cotidiana: otras personas, animales, plantas, ma­ teriales y acontecimientos del pasado. No hay nada de particularmente extraño o inusual en lo que se refiere a estos fenómenos en sí puesto que pertenecen a la realidad que nosotros conocemos. Aceptamos su existencia e incluso la damos por hecho. Lo que sí nos sorprende respecto a estas dos categorías de experien­ cias transpersonales no es su contenido, sino el hecho de que podamos ser testi­ gos o identificarnos plenamente con algo que normalmente no esta al alcance de nuestros sentidos. Sabemos que en el mundo existen ballenas embarazadas, pero no somos ca­ paces de tener Ja experiencia verdadera de ser una de ellas. El hecho de que en

interior I e interior II (página siguiente)> dos pinturas qu e reflejan experien cias del interior del cuerpo en una sesión psiquedélica. La capacidad para experim en ­ tar el propio esqueleto y los órganos internos en los estados h olotróp icos de con s­ ciencia arrojan una luz interesante sobre el ‘arte de rayos X' de los cham anes es­ quim ales de Siberia y de los aborígenes australianos (Robin M aynard-D obbs).

98

su día se produjera la Revolución Francesa es totalmente válido para nosotros, pero no somos capaces de tener la experiencia de estar allí tumbados y heridos en las barricadas de las calles de París. Sabemos que ocurren muchas cosas en el mundo y en lugares donde nosotros no estamos presentes aunque, por lo gene­ ral, se considera que es imposible experimentar algo que está sucediendo en lu­

99

gares remotos (sin la mediación de un satélite o una televisión). También puede sorprendernos el hecho de identificarnos con la consciencia de los animales, las plantas o la naturaleza inorgánica. l a segunda categoría de fenómenos transpersonales es aún más extraña. En estados holotrópicos, nuestra consciencia puede extenderse a ámbitos y dimen­ siones que la cultura industrial occidental no considera como “reales”. Aquí es donde cuadran gran número de visiones o identificaciones con seres arquetípicos, deidades y demonios de diferentes culturas, visiones de paisajes fantásticos y mitológicos. Kn este contexto, podemos alcanzar una comprensión intuitiva de símbolos universales tales como la cruz, el ankb , la cruz gamada, el pentácu­ lo, la estrella de seis puntas, el signo del yin y el yang. También podemos tener encuentros y comuniones con entidades decarnadas o suprahumanas, guías es­ pirituales, seres extraterrestres o habitantes de mundos paralelos al nuestro. De forma más extrema nuestra consciencia puede trascender todas los lími­ tes e identificarse con la Consciencia Cósmica o la Mente Universal conocida bajo nombres tan distintos como: Brahma, el Buda, el Cristo Cósmico, Keter, Alá y el Tao, entre muchos otros. La más importante de todas las experiencias suele ser la identificación con el vacío Supracósmico o Metacósmico, el misterio de vacuidad primordial consciente de sí misma y cuna definitiva de toda exis­ tencia. No tiene contenido concreto y sin embargo contiene todo en su forma potencial y germinal. La tercera categoría de experiencias transpersonales comprende el fenóme­ no que yo llamo psicoide. Uso el término acuñado por el fundador del vitalismo Hans Driesch y luego adoptado por C. G. Jung. Este grupo incluye situaciones en las que experiencias intrapsíquicas son asociadas con los acontecimientos correspondientes del mundo exterior, o lo que convendría quizás llamar la reali­ dad consensuada, y que están relacionados con ella de forma significativa. Las experiencias psicoides incluyen sincronicidades, sanación espiritual, ceremonias mágicas que abarcan la psicokínesis y otros fenómenos que se refieren a la men­ te sobre la materia y que se conocen por ejemplo en la literatura yóguica como

Siddhis (Grof 1988). Las experiencias transpersonales poseen características muy particulares que

100

rompen con todas las creencias metafísicas básicas según el punto de vista ma­ terialista y el paradigma cartesiano y newtoniano. Los investigadores que han estudiado o han experimentado personalmente estos fenómenos tan fascinan­ tes, se han dado cuenta de la ingenuidad de la ciencia conservadora en su inten­ to por desmentir este tipo de experiencias que considera como juegos de la fan­ tasía humana, o como alucinaciones que son producto de mentes enfermizas. Cualquier estudio fidedigno relativo al ámbito transpersonal ha de confirmar que el material que aquí se presenta constituye un desafío crítico no sólo para la psiquiatría sino también para la psicología, y aún más, para toda la filosofía de la ciencia occidental. Bien es cierto que las experiencias transpersonales ocurren durante el proceso de una profunda exploración personal, y no es posible interpretarlas simplemente como un fenómeno intrapsíquico en su sentido más convencional. Es más, apare­ cen en la misma línea vivencial que las experiencias biográficas y perinatales, y por lo tanto provienen de la psique individual. Por otro lado, parecen conectar di­ rectamente con las fuentes de información que se encuentran claramente más allá de lo que el individuo puede alcanzar sin la mediación de los sentidos. En alguna parte del nivel perinatal de la psique, parece encenderse un inte­ rruptor: lo que hasta ahora habían sido intentos de probar lo intrapsíquico se convierte aquí en una experiencia extrasensorial de los diversos aspectos del universo en toda su amplitud. Determinadas personas que experimentan esta peculiar transición de lo interior hacia lo exterior, lo comparan a veces con el arte gráfico del pintor holandés Maurits Escher, otros hablan de una experien­ cia “multidimensional”. Estas observaciones indican que podemos obtener información acerca del universo de dos formas diferentes. La primera, convencional, se basa en la per­ cepción sensorial, en el análisis y la síntesis de los datos por medio de nuestro cerebro, es decir intelectualmente. La alternativa radical, que se hace posible en estados holotrópicos, es el aprendizaje basado en la identificación vivencial di­ recta con los diferentes aspectos del mundo. En el contexto del viejo paradigma del pensamiento, mencionar sistemas esotéricos antiguos según los cuales el microm undo es reflejo del macromundo, o la parte puede ademas contener el

to jo , ora considerado como totalmente fuera de lugar y sin sentido puesto que violaba los principios elementales de la lógica aristotélica. Esto cam bió radical­ mente tras el descubrimiento del láser y la holografía óptica, que abrieron nue­ vas formas de entender la relación existente entre la parte y el todo. Por primera vez, el pensamiento holográfico o holonómico ha provisto un marco conceptual que permite una aproximación científica hacia este mecanismo extraordinario (Rohm 1980, Pribram 1981,Laszlo 1993). Los testimonios de las personas que han experimentado episodios de la con­ cepción o la existencia embrionaria, o han tenido la consciencia de elem entos del tejido celular y de los órganos, muestran un conocimiento médico, anatóm i­ co, fisiológico y bioquímico detallado de los procesos y diversos aspectos que describen. Similarmente, los recuerdos colectivos, ancestrales y raciales, y las experiencias de encarnaciones pasadas proveen muy a menudo detalles específi­ cos acerca de la arquitectura, la indumentaria, las armas, las formas de arte, las estructuras sociales, religiosas y los rituales correspondientes a las culturas y los periodos históricos, llegando incluso a relatar acontecimientos históricos. Las personas que tienen experiencias filogenéticas o se identifican con una forma de vida existente, no sólo las encuentran sorprendentemente auténticas y convincentes sino que, durante ese proceso, obtienen además unos conocim ien­ tos muy profundos referentes a la psicología animal, costumbres específicas, o a ciclos reproductivos poco habituales. Así, en algunos casos se han experim enta­ do ciclos que iban acompañados por un movimiento muscular arcaico inexis­ tente en el ser humano, o incluso comportamientos com plejos y puestas en esce­ na de danzas de cortejo específicas a una especie determinada. El desafío filosófico asociado con las observaciones descritas, por form ida­ bles que éstas sean, se ve increm entado por el hecho de que las exp eriencias transpersonales que reflejan con precisión el mundo material del espacio-tiem ­ po a menudo aparecen en la misma línea e íntimamente entrelazadas con aque­ llas que contienen elementos que el mundo industrial occidental no considera como reales. A estas pertenecen, por ejemplo, aquellas experiencias que inclu­ yen deidades y demonios de distintas culturas, reinos mitológicos, com o son los conceptos de cielos y paraísos, o secuencias legendarias o de cuentos de hadas.

102

Por ejemplo, podemos tener la experiencia de Shiva en el cielo, de Tlaloc, dios azteca de la lluvia, del mundo de los muertos según los sumerios, o de algu­ nos de los infiernos budistas. También es posible comunicarse con Jesús, tener encuentros desconcertantes con la diosa hindú Kali, o identificarse con la danza de Shiva. Incluso tales episodios pueden procurar información precisa y verda­ dera acerca de la simbología religiosa que antes era totalmente desconocida para la persona. Las observaciones de esta índole confirman la idea de C.G. Jung según la cual, e independientemente del inconsciente individual freudiano, podemos acceder al inconsciente colectivo que contiene la herencia cultural de toda la humanidad (Jung 1959). Mi clasificación de las experiencias transpersonales no se basa en ningún tipo de jerarquía, sino únicamente en los fenómenos. En este sentido no especí­ fica los niveles de consciencia en los que ocurren. Con lo cual, resulta bastante interesante comparar este esquema con la descripción de Ken Wilber sobre los distintos niveles de la evolución espiritual que, según él, siguen a la total inte­ gración del cuerpo y de la mente (según su propia terminología corresponde a lo que él denomina los niveles postcentaúricos de la evolución de la consciencia) (Wilber 1980). No es difícil extraer paralelismos entre su esquema de desarrollo y mi cartografía de las experiencias transpersonales. Al construir su mapa del desarrollo psicoespiritual, Wilber usa princi­ palmente material de antiguas escrituras espirituales, y de forma especial del hinduismo vedanta y del budismo theravada. Los datos que yo utilizo están ex­ traídos de mis observaciones clínicas llevadas a cabo con poblaciones contem­ poráneas de Europa, América del Sur y del Norte, Australia y, en menor medi­ da, con una pequeña porción de grupos japoneses e indios de la parte más oriental. Sin embargo, mi trabajo ofrece la evidencia empírica de la existencia de la mayoría de las experiencias que él describe en su esquema. Del mismo modo, muestra como las descripciones de las fuentes espirituales antiguas si­ guen teniendo bastante relevancia para la humanidad actual. Aunque podremos observar que los sistemas no son totalmente idénticos y la incorporación de mi material supondría ciertos ajustes y modificaciones. El esquema del reino espiritual postcentáúrico de Wilber incluye el nivel su-

ril interior y superior, el nivel causal inferior y superior, y lo Definitivo o Absoluto. Según él, el nivel J e consciencia sutil inferior o psíqu ico-astral está caracterizado por un grado de diferenciación de la consciencia mental y corpo­ ral que va más allá de lo que se logra en el nivel del centauro. Con lo que la consciencia es capaz de trascender las capacidades habituales del cuerpo y de la mente, operando de un modo que parece imposible o fantástico a la mente ordi­ naria Según las propias palabras de Wilber, “el nivel astral incluye principalmente, experiencias fuera del cuerpo, el conocimiento de información oculta, las auras, magia verdadera, “viajes astrales”, etc.” La descripción de Wilber del nivel psí­ quico incluye distintos fenómenos “psi”: ESP (percepción extrasensorial), pre­ monición, clarividencia, psicokinesia, y demás fenómenos. Se refiere además a la conexión existente con los Yoga Sufras de Patanjali, que incluyen en el nivel psíquico todos los poderes paranormales, y los fenómenos de mente sobre la materia, también llamados siddhis. En el ámbito de lo sutil superior, la consciencia se diferencia completamente ella misma de la mente ordinaria para pasar a ser lo que podría denominarse como el “suprayo” o la “supramente”. Wilber sitúa en esta región las grandes intuiciones e inspiraciones religiosas, las visiones de luz divina, iluminaciones audibles, presencias superiores: guías espirituales, seres angelicales, ishtadevas, Dhyani-budas, y arquetipos de dioses, a quienes considera como formas arquetípicas superiores de nuestra propio ser. Lo mismo que el nivel sutil, el nivel causal puede subdividirse en inferior y superior. Wilber sugiere que el reino causal inferior se manifiesta en un estado de consciencia conocido como savikalpa sam adhi, corresponde con la experien­ cia del dios último, la tierra, la esencia y fuente de todos los arquetipos y mani­ festaciones menores de dioses que se dan en el nivel sutil inferior y superior. El reino causal superior comprende así “una total trascendencia y liberación en una consciencia sin forma y un resplandor ilimitado.” En este contexto, Wilber habla del nirvikalpa samadhi del hinduismo, del nirodh del budismo Hinayana, y del octavo de los diez dibujos de la doma del buey en el budismo Zen. En el último nivel de Wilber, el nivel de lo A bsolu to, la consciencia se des-

104

pierta en su Condición Original y en su esencia (tathagata), que es de forma si­ multánea, todo aquello que es burdo, sutil, o causal. La distinción entre el testi­ go y lo visto desaparece, por lo que el Proceso del Mundo emerge en su totali­ dad, de instante en instante, como el propio Ser de cada uno, fuera del que, y antes del cual, nada existe. Tal y como mencioné anteriormente, mis propias experiencias y observacio­ nes aportan una evidencia que apoya los estados vivenciales incluidos en el es­ quema ontológico y cosmológico de Wilber. Los temas con los que he trabajado a lo largo de los años son el testimonio de experiencias directas de la mayoría de los fenómenos que él incluye en su mapa de la psique. En este sentido, debo añadir que mis propias sesiones no ofrecen ninguna excepción, ya que me he encontrado con la mayoría de estas experiencias y las he descrito en muchos de mis escritos. Considero esta convergencia de gran importancia, puesto que el material fruto de mi trabajo permite observaciones directas en sujetos reales. En una clasificación jerárquica basada en mis propios datos, en el nivel sutil

inferior o psíquico-astral incluiría experiencias que contienen elementos del mundo material, pero que sin embargo proporcionan información acerca de ellos de una manera radicalmente distinta a nuestra percepción cotidiana. Aquí se incluyen sobre todo experiencias que son estudiadas tradicionalmente por parapsicólogos y, en algunos casos, también por tanatólogos. Entre estas expe­ riencias estarían los viajes astrales, las experiencias fuera del cuerpo, los fenó­ menos ESP, las premoniciones y la clarividencia. También añadiría a esta lista, experiencias y fenómenos en estrecha cone­ xión con el mundo material, pero que muestran aspectos o dimensiones de la realidad que no son accesibles en estados ordinarios de consciencia, como aque­ llas que conllevan una aprensión vivencial directa de la energía sutil del cuerpo y de sus conductos (nadis o meridianos) y sus campos (auras). Los conceptos de encrucijadas y puentes entre la realidad visible e invisible que se encuentran en la literatura tántrica tienen gran relevancia en este contexto (Mookerjee y Khanna 1977). En el nivel sutil inferior también incluiría algunas experiencias transperso­ nales importantes ya incluidas en mi cartografía, pero no mencionadas por

1U!)

Wilber. Me refiero en este punto a la identificación vivcncial con aspectos diver­ sos del tiempo y del espacio, con otras personas, animales, plantas y materiales inorgánicos, con procesos, así como con experiencias ancestrales, raciales, co­ lectivas, filogcnéticas y kármicas. Experiencias que, sorprendentemente, no re­ ciben atención alguna en la obra de Wilber. En mis publicaciones anteriores ya be mencionado como este tipo de experiencias facilitan el acceso a una informa­ ción nueva y precisa acerca de los fenómenos que se producen y que reciben la mediación de los canales extrasensoriales. Éstas proporcionan un papel impor­ tante en el proceso de apertura espiritual (Grof 1975, 1980, 1985, 1988, 1998). Siguiendo a Patanjali, me gustaría además incluir en mi clasificación los siddhis yóguicos, así como todo el grupo de fenómenos que yo llamo “psicoides.” Las experiencias transpersonales de mi cartografía que podrían correspon­ der al nivel sutil superior incluyen las visiones de luz divina, encuentros con ar­ quetipos de dioses beatíficos y coléricos, la comunicación con guías espirituales y entidades supranaturales, contactos con animales de poder cham ánicos, aprensión directa de símbolos universales, y episodios de inspiración creativa y religiosa (la epifanía de Prometeo). La visión de seres arquetípicos, o una identi­ ficación vivencial con éstos, puede presentarse en su forma universal (e j.: la Gran Diosa Madre) o en la forma de su manifestación cultural especifica (ej: la Virgen M aría, Isis, Cybele, Parvati, etc.) A lo largo de los años he tenido el privilegio de observar las sesiones de per­ sonas cuyas experiencias holotrópicas o psiquedélicas mostraban muchas de las características del esquema que presenta Wilber. Entre éstas podría citar las que corresponden al nivel causal inferior y superior, además de las que posiblemente pertenezcan al reino de lo absoluto. Del mismo modo, he tenido personalmente experiencias que se pueden incluir en dichas categorías. En mi clasificación, des­ cribo estos episodios bajo el título de experiencias del Demiurgo, de consciencia cósmica, consciencia de los absoluto, o del vacío supracósmico o metacósmico. A la luz de tales observaciones, no me cabe la menor duda de que los fenó­ menos que Wilber incluye en su esquema holoárquico, son reales desde el punto de vista vivencial y ontológico. De igual modo, tampoco son productos de la es­ peculación metafísica o de los procesos patológicos del cerebro. Soy muy cons-

106

cíente de que las experiencias que se tienen en estos niveles no implican necesa­ riamente un movimiento permanente hacia niveles superiores de evolución de la consciencia. Aunque el problema que plantean los factores que determinan cuándo las experiencias transitorias de los estados superiores de consciencia conducen a cambios duraderos de las estructuras evolutivas de la consciencia si­ gue siendo de gran importancia. Ken y yo hemos abordado este asunto en dis­ tintas ocasiones a lo largo de nuestras pasadas discusiones, y espero que siga­ mos profundizando en ello en el futuro. Por todo esto, conviene tener en cuenta lo importante y bien fundamentado que está el concepto general de la Gran Cadena del Ser, según el cual, la reali­ dad incluye una jerarquía (o holoarquía) de dimensiones, de ordinario ocultas a nuestra percepción. Por eso, y como ha sucedido en tantas ocasiones, sería erró­ neo considerar esta comprensión de la existencia como una superstición primi­ tiva, o un delirio psicótico. Cualquier persona que quisiera demostrarlo se vería forzada a ofrecer explicaciones convincentes de por qué las experiencias que apoyan sistemáticamente este elaborado punto de vista de la realidad han ocu­ rrido con tanta frecuencia en el pasado de culturas, razas, y periodos históricos tan dispares. Tal y com o he tratado de mostrar en diversas ocasiones, cualquiera que, en este sentido, intente defender la postura monística y materialista de la ciencia occidental se verá forzado a responder ante el hecho de que estas experiencias siguen sucediendo y produciéndose en personas de nuestra época que pueden considerarse mentalmente sanas, es decir, en personas altamente inteligentes y sofisticadas (G rof 1988). Éstas, no sólo suceden bajo la influencia de psiquedélicos, sino tam bién ante circunstancias tan diversas como puedan ser las sesio­ nes de psicoterapia vivencial, en las prácticas meditativas de aquellas personas que llegan una práctica espiritual sistem ática, en experiencias cercanas a la muerte, y durante el transcurso de episodios espontáneos de crisis espirituales. Resumir brevemente las conclusiones sacadas de mis observaciones diarias a lo largo de los cuarenta años que he dedicado a la investigación de estados hoJotrópicos, y lograr que dichas conclusiones sean creíbles no es una tarea fácil. Sin em bargo, yo mismo he tenido muchas experiencias personales asi como la

10/

oportunidad de observer y escuchar con gran atención los relatos de numerosas personas en estos estarlos, lardé años en sobreponerme a la sorpresa que me cansí) este gran impacto cognitivo. Por razones de espacio, no me ha sido posi­ ble presentar aquí casos detallados de historias que ayudarían mucho a ilustrar la naturaleza de las experiencias transpcrsonales y los profundos conocim ientos que proporcionan. Aunque dudo mucho que esto sea suficiente para contrarres­ tar los programas de la ciencia occidental tan profundam ente arraigados en nuestra cultura. Los desafíos conceptuales que hay en juego son tan form ida­ bles que nada que provenga de una profunda experiencia personal bastará para lograr tal cometido. La existencia y la naturaleza de las experiencias transpersonales viola algu­ nos de los supuestos más básicos de la ciencia convencional. Éstos implican no­ ciones aparentemente tan absurdas como la relatividad y la naturaleza arb itra­ ria de todas los límites físicos, las conexiones del universo que no son locales, la com unicación a través de medios y canales desconocidos, la m em oria con ausencia de substrato material, la carencia de linealidad del tiem po, o la con s­ ciencia asociada con todos los organism os vivientes o incluso inorgánicos. Numerosas experiencias transpersonales implican a sucesos pertenecientes al microcosmos y al macrocosmos, a ámbitos que no son alcanzables por los senti­ dos humanos ordinarios, a momentos históricos que preceden el origen del sis­ tema solar, la formación del planeta tierra, la aparición de organism os vivien­ tes, el desarrollo del sistema nervioso, o la aparición del homo sapiens. La investigación de los estados holotrópicos revela una paradoja, muy inte­ resante, relativa a la naturaleza de los seres humanos: muestra claram ente que, de un modo misterioso e inexplicable, cada uno de nosotros contiene la infor­ mación acerca de todo el universo y toda existencia. A su vez, en potencia, po­ demos acceder vivencialmente a todas sus partes siendo, en cierto sentido, la to ­ talidad de su red cósmica y también la parte más infinitesimal de ésta. Es decir, una parte separada y una entidad biológica insignificante. La nueva cartografía refleja este hecho y presenta a la psique humana individual de un m odo esen­ cialmente proporcional a la totalidad del cosmos y a toda existencia. Por absur­ do que esto parezca, tanto a un científico form ado trad icionalm ente com o a

108

nuestros propios sentidos, estos conceptos son relativamente compatibles con los nuevos y revolucionarios descubrimientos llevados a cabo en diversas disci­ plinas científicas también conocidas como el nuevo paradigma. Creo firmemente que esta cartografía ampliada es de importancia crítica, siempre que nos acerquemos seriamente a fenómenos como el chamanismo, los ritos de paso, el misticismo, la religión, la mitología, la parapsicología, las expe­ riencias cercanas a la muerte y los estados psiquedélicos. Este nuevo modelo de la psique humana no es simplemente de interés científico. Tal y como iremos viendo en los siguientes capítulos, supone unas consecuencias revolucionarias para la comprensión de los trastornos emocionales y psicosomáticos, incluyen­ do las numerosas condiciones que se diagnostican actualmente como psicóticas, y ofrece nuevas posibilidades terapéuticas revolucionarias.

UK)

CAPÍTULO TRES

La arquitectura de los trastornos e m o cio n ale s y p sico so m ático s Antes de e xp lo rar am pliam ente las implicaciones de las investigaciones de los estados holotrópicos en la comprensión de los trastornos emocionales y psi­ co so m ático s, vam os a con sid erar prim ero cuales son los m arcos conceptuales tenidos en cuenta por los círculos académ icos vigentes y que se utilizan clínica­ mente. El intento de explicar la naturaleza y el origen de estos trastornos abarca un am plio espectro de categorías. Algunos teóricos y médicos tienden a consi­ d erar tales trasto rn o s co m o de origen biológico, otros en cam bio abogan por las explicaciones psicológicas. Lo cierto es que en la práctica clínica actual, los psiquiatras a m enudo optan por un enfoque ecléctico. Conceden importancia en m ayor o m enor grado a los elementos de una u otra categoría. Los psiquiatras con una orientación más orgánica creen que, puesto que la psique es un producto de procesos materiales del cerebro, las respuestas defini­ tivas en psiquiatría procederán de la neurofisiología, la bioquímica, la genética, y la biología m olecular. Según ellos, estas disciplinas nos darán explicaciones ad ecu ad as, así co m o soluciones prácticas para la gran m ayoría de los proble­ mas dentro de sus respectivos cam pos de estudio. Esta orientación se asocia ge neralm ente con una rígida adherencia a los modelos médicos. Esto significa un

intento por desarrollar un diagnóstico de clasificación fija para todos los tras­ tornos emocionales, incluyendo aquellos para los que no se ha descubierto tan siquiera una base orgánica. Cierta orientación psiquiátrica alternativa centra su atención en factores de naturaleza psicológica, como por ejemplo el papel de las influencias traumáti­ cas durante la niñez, la infancia, y otras etapas de la vida, el potencial patológi­ co de los conflictos, o el impacto del entorno social. Ksta manera de pensar no sólo se aplica a casos com o las neurosis y los trastornos psicosom áticos, sino también a estados psicóticos para los que la medicina no posee una explicación biológica. Una consecuencia lógica de este enfoque consiste en plantearse seriamente si sigue siendo apropiado utilizar el modelo médico, incluyendo el diagnóstico rí­ gido del etiquetado, a los trastornos que no han mostrado poseer una naturale­ za biológica y difieren claramente de los que son orgánicos. Desde esta perspec­ tiva, los trastornos psicogénicos reflejan la complejidad de los factores a los que hemos sido expuestos en el transcurso de nuestro desarrollo y nuestra vida (y, según la perspectiva de los psicólogos transpersonales, a lo largo de toda la his­ toria psicoespiritual). Debido a que estas influencias difieren mucho de una per­ sona a otra, no tiene mucho sentido esforzarse en ajustar los distintos trastor­ nos a una perspectiva tan poco flexible como la del diagnóstico médico. Aunque muchos profesionales abogan por la vertiente más ecléctica que re­ conoce la com plejidad del juego que se establece entre naturaleza, biología y psicología, el enfoque predominante en los círculos académicos y la rutina de la práctica psiquiátrica es el biológico. A resultas de la complejidad de su desarro­ llo histórico, la psiquiatría se ha convertido en una “subespecialidad” de la me­ dicina y esto la lleva a considerar los trastornos desde una perspectiva biológi­ ca. La psiquiatría más convencional, la manera de abordar a las personas con trastornos emocionales o de conducta, la estrategia de la investigación, la mis­ ma educación y las form aciones, así com o las medidas forenses, son sectores dominados por el modelo médico. Esta situación es consecuencia de otras dos igualmente importantes. La medi­ cina ha logrado establecer con éxito la etiología y ha descubierto modos terapéu-

11?

ticos eficaces para tratar un grupo relativamente pequeño de anomalías mentales de origen orgánico. También ha demostrado su habilidad para controlar sistemá­ ticamente muchos de los trastornos cuya etiología orgánica no ha podido ser com­ probada. Los logros iniciales, al desentrañar las causas biológicas de los trastor­ nos mentales fueron sorprendentes, pero limitados a una diminuta fracción de los problemas a los que tiene que hacer frente la psiquiatría. El enfoque médico de la psiquiatría no ha podido encontrar una etiología orgánica específica para los pro­ blemas, decepcionando así a los pacientes que padecen neurosis, trastornos psicosomáticos y maniaco depresivos, y psicosis funcionales. La orientación psicológica en psiquiatría fue inspirada por la investigación del pionero Sigmund Freud y sus seguidores. Algunos de ellos, como por ejem­ plo Cari Gustav Jung, O tto Rank, Wilhelm Reich, y Alfred Adler, dejaron la asociación psicoanalítica o fueron expulsados de ella y crearon sus propias es­ cuelas. Otros permanecieron dentro de ella, pero desarrollaron sus propias va­ riaciones teóricas y prácticas de psicoanálisis. Este esfuerzo colectivo dio lugar, a lo largo del siglo X X , a numerosas escuelas de la llamada “psicología profun­ d a.” Todas ellas difieren en cuanto a su comprensión de lo que es la psique, la naturaleza de los trastornos emocionales, así como en su enfoque terapéutico. La mayoría de estos individuos han ejercido una influencia mínima en la ma­ nera de pensar de la psiquiatría y las referencias que se hacen a su trabajo apa­ recen en los libros de texto como mera referencia histórica o incluso como nota al pie de página. Sólo el trabajo más temprano de Freud y de sus seguidores, así como los desarrollos modernos del psicoanálisis conocidos como “la psicología del ego” ejercieron un impacto significativo en el campo de la psiquiatría. Freud y sus colegas formularon una clasificación dinámica de los trastornos emocionales y psicosomáticos que explica y ordena estas condiciones según la fijación de una fase específica del desarrollo libidinoso y la evolución del ego. Una de las mayores contribuciones de Freud fue descubrir que los intereses libi­ dinosos del bebé cambian de forma gradual de la zona oral (momento del ama­ mantamiento) a la zona anal y uretral (cuando el niño aprende a ir al baño) para terminar en la zona fálica (centrada en el pene o el clítoris en la época del com­ plejo de F^dipo o Electra). Un trauma o una excesiva indulgencia durante estos

periodos críticos pueden causar una fijación específica en una de estas zonas. I.o cual, predispone al individuo a una regresión psicológica a esta zona cuan­ do, en el futuro, se encuentra en situaciones muy complejas. Kl concepto de psicopatología basado en la teoría de la libido de Freud fue re­ sumido por el psicoanalista alemán Karl Abraham (1927). Kn su famoso esque­ ma, Abraham define las formas más importantes de psicopatología de acuerdo con las fijaciones de la libido. Según él, la fijación de la fase oral pasiva (antes de que salgan los dientes) predispone a las personas a la esquizofrenia, mientras que la fijación oral-sádica (después de la aparición de los dientes) puede llevar a tras­ tornos maniaco depresivos y a conductas suicidas. La fijación oral juega un papel critico en el desarrollo del alcoholismo y de la adicción a las drogas. L.a fijación primaria de la neurosis obsesiva-compulsiva se encuentra en la fase anal. La fijación anal también desempeña un papel importante en la génesis de las llamadas neurosis pregenitales, tales como la tartamudez, los tics y el asma. La fijación uretral está asociada con la vergüenza, el miedo a equivocarse y la tendencia a compensar todo esto con una ambición y un perfeccionismo ex­ cesivos. La ansiedad histérica (fobias diversas) y la histeria de conversión (pará­ lisis, anestesia, ceguera, pérdida de la voz, y ataques histéricos) son el resultado de la fijación en la fase fálica. Hl esquema de Karl Abraham tiene en consideración no sólo los puntos de fijación libidinosa, sino también las distintas fases de la evolución del ego, des­ de el autoerotismo y el narcisismo primario hasta el establecimiento de un obje­ to amoroso. F.stc aspecto de la psicopatología fue elaborado en detalle durante el posterior desarrollo del psicoanálisis. La moderna psicología del ego inspira­ da en el trabajo sin precedentes de Anna Freud y Heinz Hartmann, repasó y redefinió los conceptos clásicos psicoanalíticos añadiendo nuevas e importantes dimensiones (Blank y Blank 1974, 1979). Combinando la observación directa de bebés y niños con el profundo conoci­ miento de la teoría psicoanalítica, René Spitz y Margaret Mahler establecieron lo que serían las bases para un conocimiento más profundo del desarrollo del ego y de la identidad personal. Su trabajo prestó especial atención a la importancia de la evolución de las relaciones objétales y a las dificultades asociadas con ellas en el

114

desarrollo de la psicopatología. La descripción y definición de las tres fases de la evolución del ego — la autista, la simbiótica y las fase de separación e individua­ ción— presentan importantes consecuencias teóricas y clínicas. M argaret Mahler, Otto Kernberg, Heinz Kohut, y otros ampliaron el esque­ ma de Karl Abraham agregando algunos trastornos que, según ellos, tenían su origen en las tempranas complicaciones que pueden darse en las relaciones ob­ jétales: psicosis autistas y simbióticas infantiles, la personalidad narcisista, o los trastornos de personalidad límites. Este nuevo entendimiento de las dinámicas del ego y sus vicisitudes dieron paso a técnicas de psicoterapia que lograron lle­ gar a pacientes de estas categorías en los que los métodos clásicos de psicoanáli­ sis no obtenían resultados. No cabe duda de que estos psicólogos mejoraron, redefinieron y ampliaron la comprensión psicoanalítica de la psicopatología. Sin embargo, comparten, junto con el psicoanálisis clásico, el punto de vista limitado que concibe la psi­ que desde el inconsciente individual y la perspectiva biográfica postnatal. Las observaciones de los estudios de los estados holotrópicos muestran que los tras­ tornos psicosomáticos y emocionales, incluidos numerosos estados actualmente diagnosticados como psicóticos, no pueden comprenderse si se tienen en cuenta únicamente los problemas del desarrollo postnatal, como pueden ser aquellos relacionados con la evolución de la libido o las relaciones objétales. Según los nuevos descubrimientos, los trastornos emocionales y psicosomáti­ cos presentan una estructura de distintos niveles, o multidimensional, con impor­ tantes raíces adicionales en el nivel perinatal y transpersonal. Estos elementos su­ ponen una visión radicalmente nueva y más completa de lo que es la psicopatología y de las nuevas perspectivas terapéuticas. Reconocer el nivel peri­ natal y transpersonal del origen de los trastornos emocionales no implica que es­ temos negando lo significativos que son los factores biográficos descritos por el psicoanálisis de la psicología del ego. Es más, los acontecimientos de la niñez y de la infancia siguen desempeñando un papel crucial en el desarrollo de la persona. Sin em bargo, en lugar de ser las causas principales de estos trastornos, los recuerdos de los acontecimientos traumáticos de la biografía postnatal funcio­ nan com o importantes condicionantes para la emergencia de elementos de nive-

II! )

los mas profundos de la psique. Por otra parte, lo que da a los síntomas neuróti­ cos, psicoticos v psicosomáticos su contenido y extraordinario poder dinámico son las constelaciones C.'OHX. listas (X )E X no se limitan a las capas biográfi­ cas, sino que se adentran en el territorio transpersonal y perinatal. Las influen­ cias patogénicas, según Freud y la psicología del ego, modifican el contenido de los temas más profundos del inconsciente. La relación entre los síntomas y los sistemas COEX, que incluyen elementos del nivel biográfico, perinatal y transpersonal puede ilustrarse con un ejemplo típico. HI caso de Norbert, un psicólogo de cincuenta y un años, y sacerdote, que participó en uno de nuestros talleres de cinco días en el Instituto de Esalen. Durante la introducción del grupo que precedía la primera sesión de respira­ ción holotrópica, N orbert se quejó de un fuerte dolor crónico en el hom bro y en la zona pectoral que según él, había padecido a lo largo de toda su vida. A pesar de los numerosos exámenes médicos, radiografías y distintos inten­ tos terapéuticos, no se logró detectar ninguna base orgánica a su problem a. Varias inyecciones de Procaina lograban aliviarle durante el tiem po que du­ raba el efecto de la medicina. Norbert trató de salir de la sala nada más com enzar la sesión de respira­ ción holotrópica, según él no soportaba la música que parecía estar “ m atán­ dole” . Después de grandes esfuerzos, le convencim os para que se quedara y averiguara los m otivos de su proceso y de esa incom odid ad. T erm in ó por aceptar, y durante casi tres horas sintió unos dolores en el pecho y los hom ­ bros que por momentos eran casi insoportables. Luchó de form a v iolen ta, como si se viera amenazado, tosió, se atragantó em itiendo diferentes gritos. Tras este torm entoso episodio, se calm ó y se quedó tra n q u ilo y en paz. Se sorprendió mucho al darse cuenta de que esta experiencia le había liberad o de la tensión muscular y al com probar que ya no sentía ningún dolor. N orbert com entó retrospectivam ente que la naturaleza de su d olor pre­ sentaba tres capas diferenciadas, todas ellas relacionadas con su d olor en la zona de los hombros y su sensación de ahogo. En uno de los niveles más su­ perficiales revivió una situación angustiosa de su infancia en la que casi per-

116

dió la vida. Cuando tenía siete años, él y un amiguito suyo cavaron un túnel mientras estaban en la playa. Cuando lo terminaron, Norbert se metió a ga­ tas para explorarlo, pero el túnel se derrumbó con los saltos de los niños, en­ terrando vivo a Norbert que estuvo a punto de morir asfixiado. Cuando la experiencia de su sesión de respiración se hizo más honda, re­ vivió un episodio violento y terrorífico de su nacimiento biológico. El parto fue complejo, porque sus hombro se quedó atrapado durante largo tiempo detrás del hueso de la pelvis de su madre. Este episodio y el anterior tienen en común la sensación de asfixia y el dolor en el hombro. En la última parte de la sesión, la experiencia cambió de forma dramáti­ ca. Norbert empezó viendo uniformes militares y caballos. Se dio cuenta de que estaba en una batalla. Incluso fue capaz de identificarla como la batalla de Cromwell, en Inglaterra. De repente, sintió un dolor agudo y vió como una lanza le había perforado un hombro. Se cayó del caballo y sintió como los demás caballos le pisoteaban el cuerpo y el pecho. La conciencia de Norbert se separó de su cuerpo moribundo, se elevó por encima del campo de batalla observando la escena desde esa perspectiva. Tras la muerte del soldado, a quien reconoció como él mismo en una previa encarnación, su consciencia regresó al momento presente y reconectó con su cuerpo que por primera vez no sentía el más mínimo dolor después de años de agonía. El alivio del dolor tras estas experiencias se hizo permanente. Han pasado ya más de veinte años desde esta memorable sesión y los síntomas todavía no se han repetido. El recuerdo traumático de determinados aspectos del nacimiento parece ser la causa de varios tipos de síntomas psicogénicos. La grabación inconsciente de las experiencias asociadas al nacimiento biológico representa una reserva uni­ versal de complejas emociones y sensaciones físicas que forman una potencial fuente de psicopatologías. El desarrollo de los trastornos emocionales o psicosomáticos dependerá de la influencia de los acontecimientos traumáticos poste­ riores al parto o, por el contrario, del efecto atenuante de circunstancias biográ­ ficas favorables.

Tal v como hemos visto en el caso de Norlu-rt, los orígenes de un problema pueden incluir el nivel perinatal y adentrarse profundamente en el reino trans­ personal de la psique. Allí pueden manifestarse como experiencias de vidas pa­ sadas, figuras arquetípicas o motivos relacionados temáticamente con los sínto­ mas. También es frecuente descubrir que los síntomas están relacionados en un nivel más profundo con elementos del reino animal o vegetal. Los síntomas de los trastornos emocionales y psicosomáticos son, por lo tanto, el resultado de una compleja interacción de factores biográficos, perinatales y transpersonales. Ks interesante especular sobre qué factores podrían ser responsables de la aparición de las constelaciones COEX y la relación de las capas biográficas, las matrices perinatales y los componentes transpersonales. El parecido de ciertos traumas postnatales con otros, y su similitud con determinados aspectos de las dinámicas perinatales, pueden atribuirse al azar. La vida de ciertas personas puede traer de forma inesperada situaciones de victimización parecidas a la se­ gunda matriz MPB II, o traumas violentos, o sexuales, con elementos de la ter­ cera matriz MPB III, episodios de ahogo, asfixia y dolor, es decir, elementos pa­ recidos al agotamiento perinatal. Cuando se ha establecido un sistema C O E X , tiende a repetirse. Puede conducir inconscientemente a que la persona recree si­ tuaciones similares y añada así nuevas capas a la constelación de la memoria, tal y como pudimos verlo en el caso de Norbert. Muchas personas profundamente dedicadas a la autoexploración han co­ mentado en diversas ocasiones haber tenido comprensiones profundas acerca de la relación existente entre el trauma del nacimiento y experiencias de vidas pasadas. Al revivir el nacimiento, a menudo topamos con episodios kármicos que comparten una cualidad emocional o sensaciones físicas parecidas. Esta co­ nexión sugiere la posibilidad de que nuestra experiencia del nacimiento esté de­ terminada por nuestro karma. Esto sería aplicable no sólo a la naturaleza gene­ ral de nuestro nacimiento sino también a detalles concretos. Por ejemplo, el haber sido ahorcado o estrangulado en una vida pasada puede traducirse en una asfixia durante el nacimiento, cuando el cordón umbilical se en­ cuentra enrollado alrededor del cuello. En los dramas kármicos el dolor inflingido por objetos punzantes puede asociarse a las contracciones uterinas. La experiencia

118

de encontrarse en una mazmorra medieval, o en una sala de tortura de la inquisi­ ción, o en un campo de concentración puede unirse a la sensación sin salida carac­ terística de la segunda matriz MPB II, y así sucesivamente. Los patrones kármicos pueden enmascarar y formar sucesos traumáticos en la biografía postnatal. Tras esta introducción general, mostraré ahora cómo la comprensión psico­ lógica de los tipos de psicopatologías más importantes pueden verse desde otro prisma, si tenemos en cuenta las observaciones en torno a los estados holotrópicos de consciencia. El siguiente análisis se centrará fundamentalmente en el papel de los factores psicológicos en la formación de síntomas. Esto no incluye los trastornos que poseen una base de naturaleza claramente orgánica y pertenecen al ámbito de la medicina.

Ansiedad y fobias La mayoría de los psiquiatras coinciden en que la ansiedad representa uno de los problemas psiquiátricos más comunes, tanto si es una ansiedad que flota libremente en forma de fobias hacia determinadas personas, animales o situa­ ciones, como si es un factor que subyace a otros síntomas. Puesto que la ansie­ dad es una repuesta que se produce ante situaciones que ponen en peligro la vida o la integridad física, no es de sorprender que una de las fuentes básicas de la ansiedad clínica se remonte al trauma del nacimiento. El mismo Freud consideró brevemente la idea del nacimiento como expe­ riencia negativa y prototipo de todas las ansiedades posteriores. No elaboró ninguna idea concreta al respecto y sin embargo expulsó a su colega y seguidor Otto Rank del movimiento psicoanalista cuando éste publicó, más tarde, el li­ bro, El trauma del nacimiento (1 929), en el que presenta el nacimiento como punto central de una nueva psicología. El trabajo con estados holotrópicos muestra que el nivel perinatal del in­ consciente juega un papel crítico en la génesis de las fobias. La relación con el trauma del nacimiento se hace más evidente en la claustrofobia , el miedo a lu-

garcs pequeños o cerrados. Esta fobia se manifiesta en situaciones de confina­ miento, como pueden ser los ascensores, el metro y los cuartos pequeños y sin ventanas. l as personas claustrofóhicas se encuentran bajo la influencia de un sistema C O EX que va asociado al principio de la segunda m atriz perinatal (MPB II), cuando las contracciones uterinas empiezan a oprimir el feto. Los factores biográficos que contribuyen a este trastorno suelen ser recuer­ dos de situaciones de confinamiento desagradables, producidas durante la vida postnatal. Desde la perspectiva transpersonal, los elementos más significativos para esta fobia son los recuerdos kármicos de encarcelamiento, estancamiento y asfixia. Aunque la tendencia general de los pacientes claustrofóbicos consiste en evitar situaciones que intensifiquen los síntomas, el cam bio terapéutico requiere una experiencia completa del malestar asociado con estos recuerdos latentes. La a g o ra fo b ia , miedo a los espacios abiertos o al paso de un espacio cerrado a otro muy abierto, parece contraria a la clau strofobia. Sin em bargo, los pa­ cientes que sufren esta fobia también padecen de claustrofobia, aunque la tran­ sición de un espacio reducido a otro más abierto presenta una mayor carga para ellos que la de permanecer en lugar cerrado. En el nivel perinatal, la agorafobia tiene que ver con la fase final de la tercera matriz perinatal básica (M PB III), es decir, cuando la liberación tras numerosas horas de confinam iento va acom pa­ ñada de cierto miedo a perder nuestros propios límites. Tememos deshacernos en pedazos y dejar de existir. La experiencia de la muerte del ego y el ren a ci­ miento psicoespiritual tiende a aliviar notablemente esta condición. Los pacientes que sufren de ta n a to fo b ia , o miedo patológico a la muerte, vi­ ven episodios de ansiedad vital que interpretan com o el principio de un ataque fatal al corazón, una trom bosis o una asfixia. Esta fobia tiene sus raíces en la molestia física extrem a y en la sensación de peligro que supone el traum a del nacimiento. Los sistemas C O E X característicos de esta fase guardan una rela­ ción directa con situaciones que ponen en peligro la vida, com o son las inter­ venciones quirúrgicas, determinadas enfermedades o lesiones, especialm ente si interfieren con la respiración. Para acabar con la tanatofobia es preciso revivir conscientemente las distintas capas de los sistemas C O E X subyacentes y enfren­ tarse con la muerte desde la vivencia directa.

120

La nosofobia, o miedo patológico a tener o contraer una enfermedad, está estrechamente relacionada con la tanatofobia y la hipocondría caracterizada por la convicción errónea de padecer una enfermedad grave. Los pacientes que sufren este trastorno suelen presentar una variedad de extrañas sensaciones físi­ cas que no pueden explicar e interpretan como patologías somáticas. Entre los síntomas más habituales podemos citar dolores, molestias y calambres en dis­ tintas partes del cuerpo, náuseas, sensaciones energéticas inhabituales, entre otros fenómenos extraños. También pueden presentar signos de disfunción en distintos órganos, dificultades respiratorias, dispepsia, náuseas y vómitos, estre­ ñimiento y diarrea, temblores musculares, malestar general, debilitamiento y cansancio. Por lo general, los exámenes médicos no logran detectar ningún trastorno orgánico que explique estas quejas subjetivas. La razón para ello es que las sen­ saciones y las molestias no guardan relación con ningún proceso fisiológico, sino con recuerdos de traumas físicos pasados. Los pacientes con este tipo de problemas a menudo exigen muchas pruebas de laboratorio y exámenes clíni­ cos y pueden convertirse en pacientes muy difíciles para los médicos y los hospi­ tales. Muchos de ellos terminan bajo la supervisión de psiquiatras con los que no reciben la aceptación y la compasión que se merecen. Las quejas físicas que no pueden justificarse según los criterios médicos a menudo son interpretadas como fruto de la imaginación de los pacientes. Aunque eso no es correcto, por­ que las quejas de estos pacientes son reales. Los problemas no reflejan ninguna condición médica, pero se deben a recuerdos de situaciones fisiológicas muy complejas del pasado. Su origen puede proceder de enfermedades, operaciones, lesiones pasadas y, especialmente, del trauma del nacimiento. Podemos distinguir tres variedades de nosofobia: la cancerofobia o miedo patológico a desarrollar un cáncer, la basilofobia o miedo a los microorganis­ mos y a las infecciones, y la misofobia o miedo a la suciedad y la contamina­ ción. Todos estos problemas tienen profundas raíces perinatales aunque su for­ mas concretas vienen determinadas por factores biográficos. En el caso de la

cancerofobia, el elemento importante consiste en el parecido entre el cáncer y el embarazo. Los manuales psicoanalíticos a menudo mencionan que el crecimien-

to de tumores malignos responde a una identificación inconsciente con el de­ sarrollo embrionario. Esta similitud supera este paralelismo simplista y obvio que puede ser corroborado con datos anatómicos, fisiológicos y bioquímicos. Las células cancerígenas se parecen, en muchos de sus aspectos, a las células in­ diferenciadas de las fases tempranas del desarrollo embrionario. En el caso de la bacilofobia y la misofobia, el miedo patológico se centra principalmente en torno al material biológico, los olores corporales y la falta de higiene. Los determinantes biográficos de estos trastornos suelen conllevar re­ cuerdos relacionados con el aprendizaje para ir al baño, aunque sus raíces son aún más profundas y se remontan al aspecto escatológico del proceso perinatal. Para comprender estas fobias es preciso tener en cuenta la conexión existente entre la muerte, la agresión, la excitación sexual y las distintas formas de mate­ rial biológico pertenecientes a la tercera matriz (MPB III). Los pacientes que padecen estos trastornos no sólo temen ser contaminados ellos mismos biológicamente, sino que tienen miedo de contagiar a los demás. Su temor hacia los componentes biológicos está en estrecha relación con una agresividad orientada, interna y externamente, lo cual guarda relación con las fases finales del nacimiento. En un nivel más superficial, el miedo a la infección y al crecimiento bacterio­ lógico también guarda una relación inconsciente con el esperma y la concep­ ción, y por lo tanto, una vez más, también con el embarazo y el parto. Los siste­ mas COEX que están más relacionados con estos trastornos presentan importantes recuerdos de la fase sadico-anal del desarrollo libidinal y proble­ mas en torno al aprendizaje para ir al baño y la higiene. Además, es frecuente el material biográfico que contiene recuerdos que consideran el sexo y el embara­ zo como algo sucio y peligroso. Lo mismo que en el caso de los trastornos emo­ cionales, estas fobias presentan con frecuencia componentes transpersonales. Profundos enredos y una identificación con los contaminantes biológicos son, en muchas ocasiones, las bases de la baja autoestima que conlleva una autodegradación y un sentido de repulsión hacia uno mismo, de ahí la expresión coloquial “una autoestima de mierda”. Esto suele asociarse con comportamien­ tos que tratan de mejorar el exterior de uno, como en el caso de las neurosis

122

compulsivas. Por ejemplo rituales que, en un nivel más profundo, suponen un esfuerzo para evitar o neutralizar la contaminación biológica. El ritual más ob­ vio consiste en lavarse las manos u otras partes del cuerpo de forma compulsi­

va. Este comportamiento es a veces tan excesivo que puede llegar lesionar e in­ cluso producir sangre en la piel. Una mujer con recuerdos perinatales puede padecer una fobia al embarazo y al parto. Cuando recuerdan la agonía del parto, ciertas mujeres tienen dificulta­ des en aceptar su feminidad y su fecundidad, porque la maternidad implica para ellas dolor y sufrimiento. La idea de quedarse embarazadas y tener que enfren­ tarse a la prueba del parto puede, bajo tales circunstancias, asociarse a un terror paralizador. La fobia a la maternidad, una condición emocional tormentosa que por lo general comienza poco después del nacimiento del bebé, no es puramente una fobia sino que conlleva elementos compulsivos. Es una combinación de impul­ sos violentos hacia el bebé y el miedo a herirle. Esto va además asociado a una protección excesiva y una preocupación irracional de que algo malo le va a su­ ceder al bebé. Independientemente de los elementos biográficos subyacentes, el origen más remoto puede seguirse, en el análisis final, al regresar al momento del nacimiento del bebé. Esto refleja que los aspectos pasivos y activos del parto se encuentran en íntima relación con el inconsciente. Los estados de unión simbiótica entre la madre y el niño representan estados de unidad vivencial. Las mujeres que reviven su propio nacimiento suelen tener la experiencia simultanea o alterna de estar dando a luz. De un modo similar, la experiencia y el recuerdo de ser un feto en el vientre materno suele ir unido a la experiencia de embarazo o de amamantamiento. Los profundos orígenes de esta fobia tienen una relación directa con la primera fase del parto (MPB II) cuando la madre y el niño están en una fase de antagonismo biológico, ya que ambos están infligiendo dolor e intercambiando enormes cantidades de energía des­ tructiva. En esta situación la experiencia tiende a activar en la madre el recuerdo de su propio nacimiento, la descarga del potencial asociado con ello y la dirección de ésta hacia el niño. El hecho de que el parto facilite el acceso vivencial a las di­

mímicas perinatales supone una importante oportunidad terapéutica, Este es un buen momento para que las mujeres que hayan dado a luz recientem ente pue­ dan realizar un trabajo psicológico profundo y poco usual. l a parte negativa, la activación del inconsciente perinatal de la madre puede además desembocar en depresiones posparto, neurosis, o incluso psicosis que la psicopatología posparto suele atribuir a cam bios horm onales. Esto no tiene m u­ cho sentido, si consideramos que la respuesta de las mujeres abarca desde el é x ­ tasis hasta la psicosis y los cam bios horm onales tienden a darse de la misma m a­ nera. Mi experiencia me permite observar que los recuerdos perinatales juegan un papel decisivo en las fobias al em barazo y a la m aternid ad , así co m o en la psicopatología posparto. El trabajo vivencia! dirigido al traum a del nacim iento y al periodo postnatal parece ser un posible m étodo para estos trastornos. L a fo b ia a viajar en tren o en m e tro se basa, entre otras cosas, en d eterm ina­ das sem ejanzas con la experiencia del nacim iento y el hecho de v ia ja r en estos medios de transporte. Los denominadores com unes más relevantes, en estas dos situaciones, son la sensación de estar atrap ad o y la e x p e rien cia de fu erzas y energías en movimiento, así com o la falta de control sobre ellas. O tro s elem en­ tos adicionales pueden ser el pasar por túneles y por d eb ajo de la tierra y tener que enfrentarnos a la oscuridad. En los viejos tiem pos de las m áq u in as de v a ­ por, los elementos del fuego, la presión y el pitido de las sirenas p ro p orcion ab an una sensación de emergencia que de alguna m anera podían exp licar estos fa c to ­ res. Debido a su intensidad, y también porque actúan com o conectores entre las distintas capas postnatales de los sistem as C O E X su b y acen tes, es p reciso que los recuerdos perinatales estén muy cerca de la consciencia para que estas situ a­ ciones despierten la fobia. Una fobia que está estrecham ente relacionad a con esta últim a es la f o b i a a v ia ja r en a v ió n . Se parece a la an terior porque la sen sación de esta r a tra p a d o también supone una gran m olestia. Una vez m ás, son decisivos el m iedo a esta poderosa energía junto con la falta de poder sobre ella. La falta de co n tro l pare­ ce ser un elemento muy im portante de las fobias que tienen una relación directa con el movimiento. Podemos ilustrar esto con la fobia a viajar en coch e, puesto que es un medio en el que podemos desempeñar fácilm ente el papel del cond u c-

124

tor y del pasajero. Esta fobia se manifiesta generalmente cuando conducimos pasivamente y no cuando estamos en el asiento del conductor en donde si tene­ mos la libertad de cambiar o detener la moción. También es interesante mencionar que por lo general existe una conexión entre los mareos que se dan al viajar por mar, tierra o aire, y las dinámicas perinatales. Estos suelen desaparecer cuando la persona ha completado el proceso de muerte y renacimiento. Para ello es preciso rendirse al ritmo de los aconteci­ mientos, en vez de querer controlarlos. Las dificultades tienden a presentarse cuando la persona necesita estar al control de los distintos procesos de una si­ tuación que ya sigue su curso natural. La necesidad excesiva de controlar es ca­ racterística de los individuos que fueron sometidos a una fuerte influencia de la tercera matriz MPB III y a sus CO EX correspondientes, mientras que la capaci­ dad para entregarse al curso natural de los acontecimientos muestra una fuerte conexión con los aspectos positivos de la primera y la cuarta matriz (MPB III y MPB IV). La a c r o fo b ia , o miedo a las alturas no es una fobia en sentido estricto. Suele ir acompañada del impulso a saltar o tirar a alguien desde un lugar elevado, como pueda ser un acantilado, una ventana, una torre o un puente. La sensación de caída y el temor simultáneo a la destrucción constituye una manifestación tí­ pica de las últimas fases de la tercera matriz perinatal MPB III. El origen de esta asociación no es muy clara, aunque es posible que conlleve un componente filogenético. Determinados animales paren de pie y mujeres de ciertas culturas dan a luz colgándose de los árboles o en cuclillas. Otra posibilidad es que este vínculo refleje nuestro primer encuentro con el fenómeno de la gravedad, incluida la po­ sibilidad de que nos dejen caer y que quizás recordamos estos hechos. De todas formas, es muy común que la gente que en estados holotrópicos está bajo la influencia de esta matriz tenga experiencias en las que se precipitan o realizan saltos acrobáticos, en los que caen desde muy alto. También es típico un interés compulsivo hacia deportes o actividades que conllevan caídas (puenting, salto en paracaídas, vuelo acrobático) o reflejen la necesidad de exteriori­ zar sentimientos que implican verse inmerso en situaciones peligrosas, pero que permiten cierto grado de control (saltar de un puente atado de una cuerda, pa-

1?!>

c > o

Serie de pinturas de la fo rm a ció n en respiración h o lo tr ó p ic a d e Ja n ir a Moss, una joven que sufre fo b ia a las alturas. Ilustran la con ex ión p sico d in ám ica que existe entre este tipo de fo b ia y la experien cia d e la últim a fa s e del nacimiento. A rrib a: E xperiencia de una sesión d o m in a d a p o r MPB II, en la que Jarin a se muestra com o una m om ia apretadam en te envuelta, en fo r m a d e víctim a deses­ perada de una M adre D evoradora en form a d e gigan tesca tarántula. P ág. 1 2 7 : Esta pintura muestra a Jarina en una fase posterior de su proceso, cuando escapa a lo que antes parecía una situación totalm ente d esesperada. Ahora se va ap rox i­ m ando a la luz divina (MPB lll-lV ), pero la luz es profu n da y está debajo de ella en un abism o y ba de enfrentarse a una caída para alcanzarla. P á g. 1 2 8 : En este punto, Jarina se encuentra con un recuerdo traum ático d e su infancia. N ació en Praga , Checoslovaquia, durante la Segunda Guerra M undial. Praga fue liberada por el Ejercito Rojo, e inm ediatam ente después de la guerra, los soldados soviéti­ cos vivieron provisionalm ente en m uchas casas particulares, incluyendo el hogar de la familia de Jarina. J.a pintura muestra a los soldados jugando con Jarina, lan­ zándola de form a insensible p o r los aires a gran altura. Esta experiencia resultó form ar parte de un CO EX subyacente, su fo b ia a las alturas. P á g . 1 2 9 : La im a­ gen del ángel representa la prom esa de trascendencia. Sin em bargo, alcanzada exige soltar y la m uerte del ego se asocia con m u cho m ied o y Janira sigue cogi­ da. Pág. 130: Las últimas im ágenes muestran lo qu e su cede cu an d o finalm ente se suelta. Ea vieja estructura de la person alidad se ha pa rtid o y desintegrado. A partir de ella surge un nuevo yo (o sí m ism o) qu e p o see una conexión espiritual. El título que Janira escogió para este dibu jo es: LIBERACIÓN .

126

VJ!

126

racaidismo o salto en el agua). Los sistemas CO EX responsables de la manifes­ tación de esta fase particular del trauma del nacimiento incluyen recuerdos de la niñez en los que nos tiraban por los aires al jugar con nosotros, así como ac­ cidentes de caídas Debido a la naturaleza enigmática de la relación entre la fobia a las alturas, la experiencia de caída, y las fases finales del nacimiento, ilustraré excepcional­ mente esta particular fobia con un ejemplo específico. En él conoceremos a Ralph, un muchacho alemán emigrante en Canadá, que atendió un taller nues­ tro de respiración holotrópica en Columbia. Otros casos referentes a diversos tipos de fobias aparecen en otras de mis publicaciones. En su sesión holotrópica, Ralph experimentó un poderoso sistema COEX que sintió como la causa de su fobia a las alturas. La capa más superficial de este C O E X contenía un recuerdo de la situación anterior a la guerra alemana. Era éste un momento de creciente tensión militar que también coincidía con una ajetreada preparación de los juegos olímpicos que iban a tener lugar en Berlín. La intención de Hitler era demostrar la superioridad de la raza aria. Puesto que la victoria de los juegos era para Hitler de vital importancia política, numerosos atletas fueron mandados a campos especiales donde se les entrenaba con mucho rigor. Esta opción era una alternativa al alistamien­ to en la Wehrmacht, el infame ejercito alemán. Ralph, un pacifista que odia­ ba lo militar, fue seleccionado para uno de esos campos, lo cual agradeció, dado que le evitaba ser reclutado. La formación consistía en distintas disciplinas deportivas y era muy com­ petitiva. Todos los ejercicios recibían una nota y aquellos menos hábiles eran mandados al ejercito. Ralph no sacaba muy buenas notas y sólo le quedaba una oportunidad para determinar su suerte. Los intereses y su motivación por lograr la meta eran incuestionables, pero el reto era verdaderamente im­ presionante. Tenía que lanzarse de cabeza en una piscina desde una torre de sesenta pies de altura. Nunca lo había hecho. La capa biográfica de su C O EX consistió en revivir la enorme ambiva­ lencia y el miedo asociados con el salto en el agua y con la sensación produ-

131

ckl.i por la propia caula. Una capa más profunda de este mismo

(,()KX fue

que Ralph revivió las ultimas fases de su nacimiento con todas las emocio­ nes v sensaciones tísicas que esto conlleva. Id proceso prosiguió con lo que él considero una experiencia de vida pasada. Se convirtió en un adolescente rodeado de amigos en una cultura indíge­ na y en plena celebración de un rito de paso. Uno tras otro, tenían que tre­ par a la cima de una torre hecha con pértigas de madera y unidas con lianas vegetales y flexibles. Una vez arriba, ataban a sus tobillos el extremo de una larga liana, mientras que el otro extremo iba amarrado a la cima de la torre. K1 rito consistía en saltar desde la torre con la liana más larga, sin matarse. Ksto marcaba el estatus y era motivo de gran orgullo. Cuando experimentó las sensaciones asociadas con el salto del rito de paso, pudo averiguar que eran muy parecidas a las que sintió cuando saltó en la piscina del campo olímpico y durante las últimas fases de su nacimien­ to. Estas tres situaciones eran claramente una parte integral del mismo COEX. La zoofobia, el temor a los animales, puede darse tanto hacia animales gran­ des y feroces como hacia criaturas diminutas e inofensivas. N o guarda relación alguna con el peligro en sí que el animal pueda representar para el ser humano. En el análisis clásico, el animal temido era considerado como la representación simbólica del padre castratador o la mala madre, y siempre implicaba una con­ notación sexual. El trabajo con los estados holotrópicos muestra que esta inter­ pretación de las zoofobias es inadecuada y que estos trastornos tienen impor­ tantes raíces perinatales. Cuando la fobia se da en relación a un gran animal, el elemento más impor­ tante parece ser el temor a ser engullido y asimilado (lobo) o al embarazo y al amamantamiento (vaca). Hemos mencionado previamente que el simbolismo arquetípico del inicio de la segunda matriz MPB II coincide con la experiencia de ser tragado y asimilado. Este miedo perinatal puede ser proyectado hacia grandes animales, especialmente depredadores. Por otra parte, determinados animales presentan de por sí una asociación

132

simbólica con el nacimiento. Así, las imágenes de tarántulas gigantes aparecen con frecuencia en las fases iniciales de la segunda matriz MPB II y representan la parte femenina que devora. Quizás se deba a que las arañas capturan a los in­ sectos voladores en sus redes, los inmovilizan, los envuelven y los matan. No es muy difícil observar una similitud entre esta secuencia de acontecimientos y las experiencias de los bebés durante el parto biológico. Esta conexión parece fun­ damental en el desarrollo de la

aracnofobia.

O tra m anifestación de zoofobia, con un importante componente perinatal, es

la fobia a las serpientes.

Las imágenes de serpientes que, en un nivel más su­

perficial, tienen una connotación fálica, constituyen símbolos que representan la agonía del nacimiento y lo femenino que devora y destruye. Las víboras vene­ nosas tienden a representar la am enaza inminente de la muerte, mientras que las boas sim bolizan el estrangulam iento y la constricción durante el parto. El hecho de que las boas engullan a sus presas y parezcan estar em barazadas re­ fuerza aún más esta connotación perinatal. Pero este sim bolism o serpentino se extiende al nivel transpersonal, donde puede tener significados culturales muy distintos (la serpiente del jardín del Edén, la kundalini, la serpiente M uchalinda p rotectora de Buda, Vishnu A nanta, la serpiente emplumada Q uetzalcóatl, la serpiente arco iris de los abo­ rígenes australianos, y muchas otras.) Las

fobias a los insectos pequeños

pueden remontarse a las dinámicas de las

m atrices perinatales. Las abejas parecen estar relacionadas con la reproducción y el em b arazo debido a la transferencia del polen y la fertilización de las plan­ tas, y a su capacidad de provocar hinchazón con sus picaduras. Las moscas, por su aso ciació n con los excrem en to s y por ser fuente de infección, se asocian a m enudo con el aspecto escatológico del nacimiento. Ya he mencionado previa­ m ente que esto guarda una estrecha relación con las fobias a la suciedad, los m icroorganism os y el lavado de manos compulsivo. La

coronofobia ,

o miedo p atológico a las torm entas, responde a una dina-

mica psicológica de transición entre la tercera y la cuarta matriz perinatal MPB III y M PB IV. El relám pago representa una conexión energética entre el cielo y la tierra, y la electricidad es una expresión física de la energía divina. Por ello,

La suposición de trend de que las imágenes de serpientes siempre simb pene constituyen una simplificación extrema. Las serpientes tienen también una gran conexión con el proceso perinatal, tal com o indican estas do una sesión terapéutica con J.SD. La primera muestra contracciones uterinas que se experimentan com o un ataque de una serpiente del tipo b oa constrictor. Las

134

serpientes pitón engullen su presa sin desmembrarla, lo que hace que parezcan estar preñadas. También enroscan sus cuerpos alrededor de sus víctimas y las aplastan. F.n la otra imagen vemos el interior del útero experimentado como la fosa de una peligrosa serpiente. Las víboras simbolizan la inminencia de la muerte y, debido a que mudan su piel, también del renacimiento.

135

una tormenta divinen simboliza d contacto con la luz divina que ocurre en el momento álgido dd proceso de muerte y renacimiento. Durante mi trab ajo en Praga, pude observar como algunos pacientes revivieron conscientem ente du­ rante sus sesiones psiquedclicas los electrochoques que se les administró previa­ mente en su vida. Estas experiencias aparecían en el momento en que su proce­ so de transformación psicoespiritual alcanzaba la muerte del ego. La persona mas famosa que padeció coronofobia fue Ludwig van Beethoven que logró en­ frentarse a su fobia cuando integró magistralmente la representación musical de una tormenta en su Sinfonía Pastoral. La p ir o fo b ia , el miedo patológico al fuego, también tiene profundas raíces psicológicas en el paso de la tercera matriz hacia la cuarta, M PB III y M PB IV. Al presentar la fenomenología de las matrices perinatales, vimos com o las per­ sonas que se acercan a la muerte del ego suelen tener visiones de fuego. Es fre­ cuente que experimenten que su cuerpo se está quemando y que están pasando por unas llamas purificadoras. Los temas del fuego y el purgatorio constituyen un factor importante de la fase final de la tran sform ación psicoesp iritu al. Cuando este aspecto de la dinámica inconsciente llega al umbral de la conscien­ cia, entonces el vínculo entre la experiencia del fuego y la cercana m uerte del ego da paso a la pirofobia. No obstante, el resultado puede ser totalm ente contrario cuando las perso­ nas son capaces de intuir el desenlace final positivo de este proceso, es decir, el renacimiento espiritual. En estos casos presienten que si son capaces de sentir la fuerza destructora del fuego va a sucederles algo fantástico. Esta sensación pue­ de, en ocasiones, ser tan fuerte que determinadas personas sienten la urgencia de encender un fuego. El resultado final suele ser bastante decepcionante y el convencimiento de que el fuego es una fuerza liberadora convierte a menudo a estas personas en pirómanas. La h id r o fo b ia , o miedo patológico al agua, posee al igual que las demás fobias un fuerte componente perinatal. Esto refleja que el agua desempeña un pa­ pel importante en el nacim iento de los niños. Si el em barazo y el parto p ro si­ guen normalmente, la conexión con el agua será muy positiva. En este caso, el agua representa el sentido placentero de la existencia am niótica o del periodo

136

postnatal; cuando el baño indica que el peligro ya pasó. Por otra parte, el agua puede suponer una carga negativa en el caso de crisis prenatales, inhalación del fluido amniótico durante el parto o de accidentes acaecidos durante algún baño de bebé. Los sistemas CO EX latentes en la hidrofobia tienen por lo general ele­ mentos biográficos (experiencias traumáticas con el agua durante la infancia) y transpersonales (naufragios, inundaciones o ahogos en encarnaciones pasadas).

La histeria de conversión Esta neurosis era mucho más común en tiempos de Freud que hoy en día y desempeñó un papel muy importante en la historia y el desarrollo del psicoaná­ lisis. Numerosos de pacientes de Freud y de sus seguidores pertenecían a esta categoría. La histeria de conversión presenta una sintomatología muy variada y está relacionada, de acuerdo con el esquema psicoanalítico y psicogénico, con el grupo de las fobias, o la ansiedad histérica. Esto significa que la mayor fijación de este trastorno corresponde a la fase fálica del desarrollo libidinoso y que el trauma subyacente ocurrió cuando el niño, o la niña, estaba bajo la fuerte influencia del complejo de Edipo o Electra. De entre los distintos mecanismos de defensa implicados en la psicogénesis de la histeria de conversión, el más característico es el de conversión que da el nom­ bre a esta forma de histeria. Este término se refiere a la transformación simbóli­ ca de los conflictos inconscientes y los impulsos instintivos en síntomas físicos. Ejemplos de dolencia histérica en las funciones motoras serían parálisis de b ra z o s y p iern a s, p érd id a d e la p a la b ra (a fo n ía ) y v ó m ito s. La conversión cen­ trada en los órganos sensoriales puede provocar una ceguera tem poral, sordera, o an estesia psicog én ica. La histeria de conversión puede producir también una combinación de síntomas que simulan un embarazo de forma convincente. Este fa ls o e m b a ra z o o p seu d ok y esis conlleva aminorrea y un claro aumento del vo­ lumen de la cavidad abdominal, originado en parte por la retención de gases en el intestino. Estigmas religiosos, simulando las heridas de Cristo, también se han interpretado como histerias de conversión.

Kl/

Freud sugirió 1)110,

011

las historias do convorsión, los pensamientos sexuales

reprimidos v los impulsos so manifiestan a través de cambios en las funciones fí­ sicas y el órgano afectado so “scxuali/.a” porque se convierte en un sustituto simbólico do los genitales. Por ejemplo, la hinchazón de varios órganos puede simbolizar la erección, o sensaciones anormales en estos órganos puede imitar sensaciones genitales. Kn determinados casos, la em ergencia del recuerdo de una situación traumática en la memoria puede sustituirse por sensaciones físi­ cas que la persona vivió en aquel momento. 1.a manifestación histérica más compleja y distintiva es una forma específica de ataque psicosomático, conocido con el nombre de a ta q u e m a y o r d e histeria. Es una condición en la que se dan sucesivamente llantos y risas, m ovimientos teatrales eróticos, curvatura de la espalda (a re d e cercle). Según Freud, los ata­ ques histéricos son expresiones, pantomimas de recuerdos y sucesos de la infan­ cia olvidados así como de fantasías originadas en torno a estos sucesos. Representan temas sexuales disfrazados y relacionados con los com plejos de Edipo y Electra o variantes de éstos. Freud señaló que el com portam iento du­ rante los ataques de histeria muestra claramente su naturaleza sexual. Comparó la pérdida de conocimiento que se produce en el momento álgido del ataque con la pérdida momentánea de conocimiento durante el orgasmo. Las observaciones de los estados holotrópicos de consciencia muestran que la histeria de conversión presenta raíces perinatales y transpersonales, además de los determinantes biográficos. Por lo general, el material latente en la con ­ versión, y de forma particular los ataques histéricos, consiste en poderosos blo­ queos bioenergéticos relacionados con las dinámicas de la tercera matriz perinatal básica MPB III. El comportamiento de aquellos que experimentan la fase final de esta matriz perinatal, especialmente el giro de la cabeza y la extrema curvatura del cuerpo hacia atrás, a menudo se asemejan a los ataques histéricos. I.a naturaleza y el momento del material biográfico contenido en la psicogé­ nesis de la histeria de conversión coinciden con la teoría de Freud. El trabajo vivencial revela de forma típica traumas sexuales del periodo correspondiente a la niñez, es decir, cuando el paciente alcanzó la fase fálica del desarrollo y estaba bajo la influencia del complejo de Edipo o Electra. Los movimientos del ataque

138

histérico pueden representar, además de los elementos perinatales ya menciona­ dos, alusiones simbólicas a aspectos específicos del trauma infantil subyacente. El contenido sexual de los recuerdos traumáticos asociados a la histeria de conversión explica porque forman parte de un sistema COEX que incluye tam­ bién la faceta sexual de la tercera matriz MPB III. Si no tenemos en cuenta que el recuerdo del nacimiento tiene un fuerte componente sexual, es muy fácil que pasemos por alto la contribución perinatal en la génesis de la histeria de conver­ sión y atribuir este trastorno exclusivamente a las influencias postnatales. En este sentido, resulta muy interesante cómo el propio Freud observó y admitió que los principales temas de los ataques histéricos a menudo no tenían tanto que ver con la seducción sexual o el coito como con el embarazo y el parto. La implicación de la tercera matriz MPB III en la génesis de la histeria de conversión explica muchos de los aspectos comunes a este trastorno. Éstos han sido citados en numerosas ocasiones, aunque la literatura psicoanalítica nunca ha dado una explicación adecuada. Uno de los determinantes principales es que el análisis de los síntomas histéricos no sólo revela su conexión con los impulsos libidinosos y el orgasmo, sino también con la “erección” generalizada de todo el cuerpo (orgasmo del nacimiento) e, implícitamente, del parto y del embarazo. Esto también es cierto respecto a los extraños vínculos que existen entre la his­ teria de conversión y la sexualidad, la agresión y la muerte. La base de la dinámica psicológica de la histeria de conversión es bastante parecida a la depresión agitada. Esto se hace evidente cuando contemplamos la expresión plena de este trastorno. En general la depresión agitada constituye un trastorno más grave que la histeria de conversión. Manifiesta de una forma más pura el contenido y las dinámicas de la tercera matriz MPB III. La observación de la expresión de la cara y el comportamiento del paciente con depresión agita­ da no deja duda alguna de que estamos ante una situación grave. El alto índice de suicidios, e incluso de suicidios con homicidio corroboran esta idea. Una ataque histérico mayor muestra un parecido superficial con la depre­ sión agitada. Sin embargo, la situación general es bastante menos grave y carece de esa profunda desesperación. Muestra un estilo con características teatrales bien definidas y tonos sexuales inconfundibles. En general, un ataque histérico

tiene muchas características propias tic la tercera m atriz M PB III: una excesiva tensión, agitación psicom otnra, mezcla tic depresión y agresión, gritos fuertes, com plicaciones en la respiración y el im presionante arqueo del cuerpo. Sin em ­ bargo, el modelo vivencial aparece aquí de una forma más tenue que en el caso de la depresión agitada y se ve sustancialm ente m odificado y coloread o por los acontecimientos traum áticos posteriores. La conexión dinámica entre la histeria de conversión, la depresión agitada y la MPB III se hace obvia en el transcurso del profundo tra b a jo en terapia viven­ cial. Al principio, los estados holotrópicos tienden a recrear y am pliar los sín to ­ mas histéricos y el paciente descubre su origen en traum as sexuales de su in fan ­ cia. Por lo general, las siguientes sesiones se parecen más a la depresión agitada y muestran, en gran cantidad de casos, los elem entos propios de la tercera m a ­ triz M PB III. Revivir el nacim iento y la posterior con exió n con la cu arta m atriz M PB IV traen consigo un efecto calm ante, o incluso la d esaparición de los sín­ tomas. Los orígenes más profundos de las histerias de conversión pueden a lca n ­ zar el nivel transpersonal y tom ar la form a de recuerdos k árm icos y m otivos arquetípicos. La parálisis histérica en los brazos y las piernas, la im posibilidad de m a n te­ nerse en pie (ab asia), la pérdida de la palabra (a fo n ía ) y otros síntom as de c o n ­ versión tam bién tienen fuertes com ponentes perinatales. E stas co n d icio n es no son causadas por la falta de impulsos m otores, sino por el co n flicto d inám ico de los impulsos m otores antagónicos que se anulan m utuam ente. El origen de esta situación está en lo d oloroso y estresante de la exp erien cia del n a cim ien to . El organism o del bebé responde con una generación ca ó tica excesiva de im pulsos de neuronas para las cuales no hay una descarga adecuada. O tto R ank, sugirió una interpretación sim ilar de los síntom as de la histeria de conversión en su libro pionero, E l tr a u m a d e l n a c im ie n to (1 9 2 9 ) . M ie n tra s Freud consideraba las conversiones com o expresiones del c o n flicto p sicoló g ico en forma de lenguaje corporal, R ank creyó que su base real era psicológica y re­ presentaban un reflejo de la situación original que existió en el m om ento del n a ­ cim iento. El problem a para Freud consistía en saber cóm o un p roblem a fu nd a­ mentalmente psicológico podía traducirse en un síntom a físico. R an k tuvo que

140

enfrentarse al problema opuesto — explicar cómo un fenómeno puramente so­ mático podía adquirir, mediante una elaboración secundaria, un contenido psi­ cológico y un sentido simbólico. Algunas manifestaciones graves de histeria muy próximas a la psicosis, como son el estu p or p sicog én ico, el ensueño diurno in con trolad o, y confundir la fantasía con la realidad (pseudología fan tástica), parecen estar dinámicamen­ te relacionadas con la primera matriz MPB I. Reflejan una profunda necesidad de alcanzar de nuevo la condición de felicidad emocional característica de la existencia intrauterina, sin complicaciones, y de unión simbiótica con la madre. El componente de satisfacción emocional y física de estos estados pueden fácil­ mente ser detectados como sustituto del buen útero o pecho. El contenido de las ensoñaciones diurnas y de las fantasías se refiere a temas y elementos relaciona­ dos con la niñez, la adolescencia y la vida adulta del individuo.

La neurosis obsesivo compulsiva Los pacientes que sufren de trastornos obsesivos compulsivos se ven ator­ mentados por pensamientos irracionales y ajenos a ellos, de los que no logran deshacerse, por lo que se ven obligados, repetidas veces, a realizar unos rituales sin sentido. Si se niegan a llevar a cabo estos impulsos, se sienten abrumados por una ansiedad desmedida. Según la literatura psicoanalítica los conflictos re­ lacionados con la homosexualidad, la agresión, y el material biológico constitu­ yen las bases psicodinámicas de este trastorno, junto con una inhibición genital y un fuerte énfasis de los instintos de las fases pregenitales, particularmente aquellos de naturaleza anal. Los aspectos de la neurosis obsesiva compulsiva muestran un fuerte componente perinatal, especialmente el aspecto escatológico de la tercera matriz MPB III. O tra característica de esta neurosis es la fuerte ambivalencia y el conflicto respecto a la religión y a Dios. Muchos pacientes que sufren esta neurosis viven en constante conflicto entre Dios y la fe religiosa, a la vez que experimentan fuertes pensamientos, sentimientos e impulsos blasfemos. Por ejemplo, asocian

141

I.i imagen Ji' Dios con l.i masturbación o la defecación, o sienten la irresistible tentación de reírse a carcajadas, decir obscenidades cuando se encuentran en la iglesia o en contextos como un funeral, listo alterna después con la tendencia desesperada a arrepentirse, expiar, y castigarse para enmendar sus transgresio­ nes y sus pecados. Tal y como pudimos ver anteriormente cuando tratamos la fenomenología de las matrices perinatales, esta asociación de impulsos agresivos y sexuales, combinada con los elementos numinosos divinos, es también propia de la terce­ ra y cuarta matriz MPB III y IV. De forma similar, suele darse un fuerte conflicto entre la lucha contra esa fuerza abrumadora y el deseo de rendirse a ella, tal y como suele ocurrir en las últimas fases del proceso de muerte y renacimiento. Kn estados holotrópicos, esta fuerza implacable puede vivirse de forma arquetípica. Podemos interpretarlo como un castigo estricto y cruel de dios comparable a Yahvé en el Antiguo Testamento, o incluso como una deidad precolombina que exige un sacrificio sangriento. La relación biológica de este dios castigador es el confinamiento, el sufrimiento y la amenaza que experimentamos durante el na­ cimiento. Esta prueba biológica impide cualquier expresión exterior de las ener­ gías sexuales instintivas así como su naturaleza agresiva. La fuerza restrictiva del canal del nacimiento representa la base biológica de la parte del superego que Freud denominó “salvaje”. Es un elemento primitivo y bárbaro de la psique que puede conducir al individuo a la automutilación o al suicidio sangriento. Ereud vio la naturaleza de esta parte del superego como ins­ tintiva y derivada del ello. Más adelante en nuestra vida, esta influencia restric­ tiva y coercitiva toma formas mucho más sutiles de prohibiciones a través de la autoridad paterna, las instituciones penales y los mandamientos religiosos. Sin embargo, otro aspecto del superego, el “ego ideal” de Freud, refleja nuestra ten­ dencia a identificarnos y a emular a las personas a quienes admiramos. Una importante fuente perinatal de la neurosis obsesiva compulsiva es el en­ cuentro desagradable y amenazador con distintas formas de material biológico característico de las últimas fases del parto. Los sistemas C O EX asociados psicogenéticamente con este trastorno conllevan experiencias traumáticas relacio-

142

nadas con la zona anal y el material biológico. Esto incluye el aprendizaje para ir al baño, enemas dolorosos, violación anal, y enfermedades gastrointestinales. O tra categoría importante relacionada con el material biográfico incluye re­ cuerdos diversos que representan una amenaza en la organización genital. Es por lo tanto bastante común que elementos transpersonales con temas similares jueguen un papel importante en la génesis de esta compleja condición.

La depresión, la manía y la conducta suicida En psicoanálisis, se considera a la depresión y a la manía como trastornos relacionados con problemas graves de la fase oral activa (sádica o caníbal), re­ sultantes de una interferencia durante la lactancia, un rechazo o carencia emo­ cional, y dificultades en la temprana relación entre el bebé y la madre. Las ten­ dencias suicidas son entonces interpretadas como actos de hostilidad en contra del objeto de la “mala madre” y, fundamentalmente, de su pecho. En vista de la investigación de los estados holotrópicos, esta idea debe ser revisada y amplia­ da ya que su forma actual no convence ni explica las observaciones clínicas re­ ferentes a las depresiones. ¿Por qué, por ejemplo, existen dos formas de depresión radicalmente dife­ rentes? ¿Por qué las personas que sufren de depresión están bioenergeticamente bloqueadas, como lo ejemplifican la incidencia de jaquecas, presión en el pecho, dolores psicosomáticos o la retención de líquidos? ¿Por qué se inhiben fisiológi­ camente y muestran una pérdida del apetito, una disfunción gastrointestinal, estreñimiento y aminorrea? ¿Por qué las personas que están deprimidas, inclui­ das aquellas que padecen una depresión inhibida, muestran altos niveles de es­ trés bioquímico? ¿Por qué se sienten desesperados y comentan a menudo que se sienten “estancados” ? Las escuelas de psicoterapia, conceptualmente limitadas, al basarse en la biografía postnatal y el modelo freudiano del inconsciente individual, no tienen respuestas a tales preguntas. Aún menos convincentes son las teorías que tratan de explicar las depresiones como un desajuste químico del organismo. Es muy

poco probable que ran solo un cam bio quím ico pueda ser responsable de la complejidad que presenta una depresión clínica, incluido su vínculo con la m a­ ma v el suicidio, lista situación cambia radicalmente si consideram os que estos trastornos poseen im portantes elem entos perinatales y tran sp erso nales. Empezamos entonces a ver los problem as relacionados con la depresión b a jo una luz totalmente diferente e incluso muchas de las m anifestaciones de la de­ presión adquieren otra lógica. Las depresion es inhibidas tienen por lo general su origen en la segunda matriz perinatal \1PB II. La fenom enología de las sesiones dom inadas por la segunda matriz, así como los periodos que siguen de inmediato, muestran todas las carac­ terísticas de la depresión profunda. La persona que se encuentra bajo la influencia de la MPB II, experimenta un dolor emocional y mental agonizante — desespera­ ción, sentimientos de culpabilidad abrumadores, inoportunidad. Siente una pro­ funda ansiedad, falta de iniciativa e interés hacia todo, y tam poco es capaz de dis­ frutar de la vida. En este estado, la vida parece absurda y sin sentido. En estos estados el mundo y uno mismo se ven desde un prism a totalm ente negativo, doloroso y trágico, donde no queda espacio para lo positivo. Esta si­ tuación puede alcanzar una proporción de insoportable desesperación en la que no parece existir salida alguna. A veces, incluso se pierde la facultad de discer­ nir colores. Cuando esto sucede, el mundo entero se ve com o si fuera una p elí­ cula en blanco y negro. A pesar del tremendo dolor que supone este estado no suele ir asociado con llanto, lagrimas u otra m anifestación extern a d ram ática, sino que se caracteriza por una inhibición m otora general. Ya mencioné anteriorm ente que la depresión inhibida va asociada con b lo ­ queos bioenergéticos en distintas partes del cuerpo y una acentuada inhibición de las funciones fisiológicas más importantes. Esta form a de depresión tam bién se caracteriza por sensaciones de opresión, constricción y confinam iento, sensa­ ción de asfixia, tensiones y presiones en distintas partes del cuerpo, así com o ja ­ quecas. También es muy común la retención de agua y orin a, el estreñ im iento, el cansancio del corazón, la pérdida de interés hacia la com id a y el se x o , y la tendencia a interpretar los distintos síntom as físicos con cierta perspectiva hi­ pocondríaca.

144

Todos estos síntomas son consistentes si entendemos este tipo de depresión como manifestación de la segunda matriz perinatal MPB II. Los descubrimientos bioquímicos corroboran este hecho. Las personas que sufren de depresión inhi­ bida muestran de forma típica elevados grados de estrés según lo indica el au­ mento de catecolaminas y hormonas esteroides en la orina y la sangre. Esta si­ tuación bioquímica adquiere sentido si consideramos que la segunda matriz corresponde a una situación interior altamente estresante y sin posibilidad de sa­ lida o manifestación externa (“estar sentado por fuera y corriendo por dentro”). La teoría del psicoanálisis vincula la depresión a problemas de carencia emo­ cional al principio de la fase oral. Aunque esta conexión es obviamente correc­ ta, no es responsable de aspectos importantes de la depresión como la sensación de estar estancado, la sensación de desesperación y no tener salida, el bloqueo bioenergético, así como las manifestaciones físicas, incluidos los datos bioquí­ micos. El modelo actual presenta la explicación freudiana como esencialmente correcta pero parcial. Mientras que los sistemas COEX asociados con la depre­ sión inhibida incluyen elementos biográficos, que el psicoanálisis tiene en consi­ deración, un enfoque más extenso y más completo debe incluir además las diná­ micas de la segunda matriz MPB II. La deprivación temprana y la frustración oral tienen mucho que ver con la MPB II, y la incorporación de estas situaciones en el mismo sistema COEX re­ fleja su profunda lógica vivencial. La segunda matriz supone la interrupción de la conexión simbiótica entre el feto y el organismo materno, producida por las contracciones uterinas y la consiguiente compresión de las arterias. La pérdida de este contacto biológico y emocional esencial con la madre corta el suministro de oxígeno, alimento y calor al feto. Otra de las consecuencias de las contrac­ ciones uterinas es la acumulación temporal de productos tóxicos en el cuerpo del feto y su exposición a una situación potencialmente peligrosa c incómoda. Esto explica que los componentes típicos de los sistemas COEX, dinámica­ mente relacionados con la depresión inhibida (y la MPB 11), impliquen la sepa­ ración y ausencia de la madre durante la niñez y la infancia, así como los consi­ guientes sentimientos de soledad, frío, hambre y miedo. En cierto sentido representan la “nota más alta” de la carencia más aguda y perturbadora causa-

14!»

Pintura d e una sesión de respiración h o lo tró p ic a en la que el artista con ecta con la fu en te d e su s o le d a d y d ep resió n y con el d o lo r e m o c io n a l d e la hu m an idad. La escen a represen ta el red esp erta r d el fu eg o d e la creatividad, la v italidad y la v id a , con la M uerte a b rien d o el u m b ral d e la liberación d el d o lo r y d e la sa n a ción. La serpien te en ro sca d a en los pies d e la m uerte representa la kundalini, la energía fem en in a positiva (K atbleen Silver).

da por las contracciones uterinas del parto. Las capas más superficiales de los sistemas C O E X más relevantes reflejan situaciones familiares que son opresivas y penosas para el niño, que no tiene posibilidad de rebelarse o escapar. Asimismo, son comunes los recuerdos en los que se desempeña el papel de oveja

146

negra, o situaciones en las que los jefes abusan de uno o se vive opresión políti­ ca y social. Todas ellas refuerzan y perpetúan el papel de víctima en un contexto sin salida característico de la segunda matriz M PBII. Una categoría importante de sistemas CO EX dentro de las dinámicas de la depresión incluye recuerdos de acontecimientos en los que el individuo desem­ peñó el papel de víctima y su supervivencia e integridad física fueron amenaza­ das. Esta reciente observación procede de la investigación de estados holotrópicos y permite enfocar la depresión desde una nueva perspectiva. Los psicoanalistas, así como los psiquiatras académicos con una orientación psicodinámica, centran su atención en la importancia que tienen los factores psicoló­ gicos en el origen patológico de la depresión, sin tener en consideración los trau­ mas psicológicos resultantes de los daños o heridas físicas. Los efectos traumáticos de enfermedades graves, lesiones, operaciones o ac­ cidentes han sido pasados por alto y menospreciados por los psiquiatras más convencionales, lo cual no deja de ser sorprendente dada la habitual importan­ cia concedida a los factores biológicos. Para los teóricos y los médicos que ven la depresión como resultado de una fijación durante el periodo oral del desarro­ llo libidinal, descubrir que los traumas físicos juegan un papel fundamental en el desarrollo de este trastorno representa un serio desafío conceptual. No obs­ tante, sí parece algo lógico en el contexto de este modelo que atribuye una im­ portancia patogénica a los sistemas C O EX , los cuales incluyen la combinación del trauma emocional y físico del nacimiento. En contraste con la depresión inhibida, la fenomenología de la depresión agi­ tada se asocia con las dinámicas de la tercera matriz, MPB III. Sus elementos bási­ cos pueden verse en las sesiones vivenciales gobernadas por esta matriz y durante los intervalos posteriores a éstas. Las energías contenidas durante el nacimiento no están del todo bloqueadas, como ocurre en el caso de la depresión inhibida re­ lacionada con la segunda matriz MPB II. Aquí las energías previamente atascadas encuentran una salida y una descarga a través de tendencias destructivas y autodestructivas. Es importante señalar que la depresión agitada refleja una tensión entre la energía bloqueada y la descarga. Una descarga completa de estas energías supondría el final de esta condición y una consiguiente sanación.

14/

Rasgos característicos Je este tipo J e Jepresión son una presión alta, ansie­ dad, alteración psicomotora, e insomnio, l as personas que sufren de depresión agitada son muy activas. Tienden a tirarse al suelo, patalear y golpearse la cab e­ za contra las paredes. Su dolor emocional a menudo encuentra salida en inten­ sos llantos y gritos o arañándose la cara, tirándose del pelo o rasgándose la ropa. Los síntomas físicos asociados con esta condición son tensiones muscula­ res, temblores, dolorosas contracciones musculares y espasmos intestinales y uterinos. También son frecuentes las jaquecas, las nauseas y ciertos problemas respiratorios. Los sistemas C O E X que prevalecen en esta matriz conllevan agresión, vio­ lencia, distintas manifestaciones crueles, abuso sexual, violaciones, intervencio­ nes médicas dolorosas y enfermedades relacionadas con la asfixia y problemas respiratorios. A diferencia de los sistemas C O E X de la segunda matriz, las per­ sonas no son víctimas pasivas sino que tratan de luchar, de defenderse, bien des­ haciéndose de los obstáculos, bien huyendo. Los recuerdos de encuentros vio­ lentos con parientes o hermanos, peleas con amigos, escenas de abusos sexuales o violación, o episodios que transcurren en los campos de batalla militares sue­ len ser típicos. Según la propia opinión de numerosos analistas, la interpretación psicoanalítica de la manía es aún menos satisfactoria y convincente que la de la d epre­ sión (Fenichel 1 9 4 5 ) . Sin embargo, la mayoría de los au tores p arece estar de acuerdo en que la manía representa el modo de no enfrentarse a la depresión la­ tente por lo que conlleva de por sí: la negación de una realidad interior d o lo ro ­ sa a expensas de un escape hacia el mundo exterior. En este sentido representa una victoria del ego y del ello sobre el superego, un descenso drástico de las in­ hibiciones, un aumento de la autoestima, y una abundancia de los impulsos sen­ suales y agresivos. A pesar de todo esto, la manía no suele dar la impresión de total libertad. Las teorías psicológicas de los trastornos maniaco-depresivos subrayan la inten­ sa ambivalencia de estos pacientes, así co m o los sentimientos de a m o r y odio que interfieren con su habilidad a la hora de relacionarse co n los d em ás. Su hambre por los objetos suele interpretarse com o una fuerte manifestación de fi-

148

jación oral, y la periodicidad de la m anía y de la depresión se consid eran una in­ dicación de su relación con el ciclo de saciedad y ham bre. M u ch o s de los rasgos de los ep isod ios m an iaco s son fáciles de com p ren d er cu and o se ven en relación co n la d inám icas de las m atrices p erin atales. La m a ­ nía está genética y psicológicam ente vinculada a la tran sició n de la M P B III y la M P B IV. Ind ica que la persona está parcialm en te en co n ta c to con la cu arta m a ­ triz p e rin a ta l b á sic a , au n qu e sigue e sta n d o b a jo la in flu e n cia de la te rc e ra . D ebido a que la persona m aniaca regresa hasta el n acim ien to b io ló g ico , los im ­ pulsos son, por n atu raleza, progresivos y no regresivos. M á s que una represen­ tació n de la fase o ra l, los im pulsos apu ntan al estad o que la persona está an h e­ lando alcan zar pero que aún no ha lograd o co n scien tem en te. La re la ja ció n y la s a tisfa c c ió n o ra l co n stitu y e n ra sg o s que sigu en el n a c im ie n to b io ló g ic o . T ran q u ilid ad , d orm ir y co m er son los tres deseos b á sico s de la m an ía. E sto c o ­ rresponde a su vez con las necesidades natu rales que un org anism o experim enta en las fases finales del n acim iento . D urante determ inad as sesiones de p sicoterap ia vivencial, uno puede, en o c a ­ sio n es, o b se rv a r de fo rm a e sp o rá d ic a e p iso d io s m a n ia c o s in s t a tu n a s c e n d i co m o fen óm en o resu ltan te de un n acim ien to in co m p le to . E sto s suelen suceder cu and o las personas involucradas en el p ro ceso de tra n sfo rm a ció n han a lca n z a ­ do la fase final de la exp erien cia de m uerte y ren acim ien to y han podid o ex p e ri­ m entar las sensaciones corresp o n d ien tes a la lib eración después de la agonía del n a cim ie n to . A u nq u e suelen ser in c a p a c e s de e n fre n ta rs e al m a te ria l que aún q ueda p o r reso lv er y que m an tien e una re la c ió n d ire cta co n la te rc e ra m a triz . C o m o resu ltad o de e llo , los sen tim ie n to s p o sitiv o s que em ergen en esta s itu a ­ ció n suelen acen tu arse de fo rm a c a ric a tu re s c a . La n atu ra lez a y la fuerza de las em ociones y el co m p o rta m ien to m an iaco m uestra claram en te que no se trata de exp resiones de alegría y libertad sino de reaccio n es al m iedo y a la agresión. Las personas cuyas sesiones de L SD term in an en un estad o de re n a cim ien to in co m p le to m u estran c a ra c te rís tic a s de m a n ía . Su ritm o es h ip e ra c tiv o , tra ta n de relacion arse con to d o el m undo y h ab lan sin cesar de sus log ros, su bienestar, sus s e n tim ie n to s y del a c o n te c im ie n to m a ra v illo s o que les a c a b a de suced er. T ienden a alab ar las m aravillas del tra ta m ie n to con LSD y visualizan planes me-

149

M.uucos v extravagantes en los que todas las personas puedan tener su misma experiencia, l a ausencia de límites del superego desemboca en tendencias pro­ miscuas, seducción y un habla obscena. Kl ansia de estímulo y contacto social va asociado con un gran entusiasmo, amor propio, autoestima y cierta indul­ gencia en distintas áreas de la vida. l a necesidad de diversión y la búsqueda de acción características de los pa­ cientes maniacos sirven a un doble propósito. Por una parte, proveen una salida a los impulsos y las tensiones que son parte del material activo de la tercera ma­ triz MPB III, mientras que por otra, el involucrarse en situaciones exteriores turbulentas que se ajustan a la intensidad y la naturaleza del torbellino interior contribuye a aminorar la insoportable “disonancia emocional y cognitiva” que amenaza a las personas maniacas —el saber que sus experiencias interiores no corresponden con las circunstancias exteriores. Esta discrepancia entre lo inte­ rior y lo exterior implica, naturalmente, un elemento de locura. Otto Fenichel (1945) señaló que numerosos aspectos importantes de la ma­ nía presentan cierto vínculo con la psicología de los carnavales al ofrecer la oportunidad de dar rienda suelta a los impulsos prohibidos en otro contexto. Esto confirma a su vez la profunda conexión de la manía con el cambio dinámi­ co que se produce entre la tercera y la cuarta matriz MPB III y MPB IV. En la fase final del proceso de muerte y renacimiento, numerosas personas experi­ mentan de forma espontánea visiones de escenas carnavalescas con mucho co­ lorido. Lo mismo que en los carnavales paganos de Mardi Gras, estas experien­ cias pueden incluir imágenes de calaveras, esqueletos y otros símbolos asociados con la muerte o típicos de celebraciones exuberantes. En estados holotrópicos, esto sucede durante la culminación de la tercera matriz MPB III, cuando senti­ mos que podemos vencer, confrontar y sobrevivir a la muerte. Cuando los individuos en este estado logran entender que pueden mirar ha­ cia dentro, enfrentarse a la dificultad de las emociones aún sin resolver y com­ pletar el proceso de nacimiento, entonces los elementos maniacos desaparecen de su comportamiento. La experiencia de la cuarta matriz MPB IV en su forma pura se caracteriza por una radiante alegría, una creciente fuerza vital, una ma­ yor relajación, tranquilidad y serenidad. En este estado la gente suele sentir paz

150

interior y una total satisfacción. Su alegría y euforia dejan de ser grotescas cari­ caturas y su comportamiento deja de tener esa exagerada cualidad característi­ ca de dichos estados. Los sistemas C O E X relacionados psicogeneticamente con la manía incluyen recuerdos de situaciones en las que la autenticidad de la satisfacción fue vivida bajo circunstancias de inseguridad e incertidumbre. Similarmente, las expectati­ vas o las exigencias de una comportamiento extremadamente entusiasta, en si­ tuaciones que no lo justifican, parecen responder al patrón maniaco. Además, en el historial de los pacientes maniacos a menudo encontramos influencias con­ trarias a la autoestima, actitudes alternas de idealización seguidas de críticas ex­ cesivas y despreciativas hacia la figura de los padres, inflación psicológica y una acumulación de expectativas poco realistas respecto de los demás. También he podido observar en varios de mis pacientes europeos que la experiencia de total restricción seguida de una completa libertad que caracteriza la costumbre de poner pañales a los bebés guarda una relación psicogenetica con la manía. Todas estas observaciones procedentes del trabajo vivencial parecen sugerir que el nacim iento biológico, con su paso súbito de la agonía a la sensación de alivio, representa una base natural que explicaría el patrón alternativo del tras­ torno maniaco depresivo. Esto, no excluye en ningún momento la participación de factores bioquímicos en el marco clínico. Por ejemplo, es totalmente posible que se den sistemas C O E X positivos y negativos con sus elementos bioquímicos propios, y que estos sean activados por ciertos cambios bioquímicos del propio organism o. No obstante, aunque la investigación pueda demostrar que la de­ presión y la manía tienen consistentes elementos bioquímicos, éstos, no podrían explicar la complejidad de la naturaleza y las características psicológicas especí­ ficas de tales trastornos emocionales. Resultaría difícil imaginar una situación con una mayor carga química que una sesión clínica de LSD. Sin em bargo, nuestro conocim iento exacto de la composición química y su dosis no bastan para explicar el contenido psicológi­ co de la experiencia. Dependiendo de las circunstancias, el sujeto puede tener una experiencia extática, depresiva, maniaca o paranoica. De forma similar, la m anifestación natural de estados depresivos o maniacos no puede explicarse

1b1

simplemente con una ecuación química. Seguimos preguntándonos si los facto­ res biológicos causan este trastorno o si sólo son elementos sintom áticos. Por ejemplo, es fácil imaginar que los cambios químicos y fisiológicos de los trastor­ nos maniaco depresivos son en realidad una repetición de las condiciones del organismo del niño que está naciendo. l a nueva forma de entender la depresión, que incluye las dinám icas de las matrices perinatales básicas, ofrece comprensiones profundas y fascinantes res­ pecto a la psicología del su icid io, un fenómeno que en el pasado representaba un serio desafío teórico para las interpretaciones con una orientación psicoanalítica. Cualquier teoría que trata de explicar la fenomenología en torno al suicidio se ve confrontada a dos preguntas. La primera es por qué un determinado individuo desea suicidarse, acto que, obviamente, viola el instinto de conservación, esa po­ derosa fuerza que lleva a la evolución de la vida en la naturaleza. La segunda pre­ gunta, igualmente misteriosa concierne la elección de cóm o llevar a cabo el suici­ dio, con qué medios. Parece existir una estrecha relación entre el estado anímico de la persona deprimida y el tipo de suicidio que planea o considera. El impulso suicida no constituye simplemente un impulso que termina con la vida de uno sino que incluye también el modo cóm o se lleva a cabo. Puede pare­ cer natural que una persona que tome una sobredosis de tranquilizantes o barbitúricos no saltaría desde un precipicio o se tiraría bajo un tren. Sin em bargo, la elección también funciona en sentido contrario: una persona que elige un sui­ cidio sangriento no usaría barbitúricos, aunque estos estuvieran fácilm ente a su alcance. El material procedente de la investigación psiquedélica y otras form as de trabajo vivencial con estados holotrópicos han esclarecido los profundos m o­ tivos que llevan al suicidio y la intrigante pregunta respecto al m étodo elegido. Los pensamientos y las tendencias suicidas pueden observarse o c a sio n a l­ mente en cualquiera de las fases del trabajo con estados holotrópicos. De cu al­ quier manera, éstos pueden manifestarse con particular frecuencia y urgencia cuando las personas están haciendo frente al material inconsciente negativo re­ lativo a las matrices perinatales. Las observaciones de las sesiones psiquedélicas y holotrópicas, así com o de los episodios de em ergencias espirituales, revelan que las tendencias suicidas caen dentro de dos categorías distintas, que guardan

152

relació n con el proceso perinatal. H em os visto que la experiencia de la depre­ sión inhibida tiene una relación dinám ica con la segunda matriz M PB II y que la d ep resión a g ita d a , en c a m b io , deriva de la tercera M PB III. V arias form as de fa n ta sía s, tend encias y accion es suicidas pueden com prenderse com o intentos in co n scien tes cu yo fin es escap ar a estos estados psicológicam ente insoporta­ bles. Para ello se pueden usar dos cam inos diferentes. Cada uno de ellos refleja un aspecto específico de la tem prana historia biológica del individuo. La prim era form a de suicidio es e l su ic id io n o v io len to . Se basa en el recuer­ do inconsciente de la experiencia intrauterina previa a la situación sin salida ca­ ra cte rística de la segunda m atriz M P B II. Los individuos que sufren de depre­ sió n in h ib id a tra ta n de escap ar a la in so p o rtab le experien cia de la segunda m atriz p e rin atal b ásica eligiend o un estad o que les hace regresar al estado de unidad indiferenciada típica de la primera matriz M PB I. El nivel de inconscien­ cia in v o lu crad o en este proceso no suele ser accesible, a no ser que la persona tenga la op ortu nid ad de llevar a ca b o una profunda exploración vivencial per­ so n al. Al no d isponer de la com prensión necesaria, la persona tiende a buscar situ a cio n e s y m ed ios que guard an p arecid o con los elem entos de la situación previa al nacim iento. La intención inconsciente básica que yace bajo estas tendencias y com porta­ m ien tos suicidas responde a un intento de reducir y term inar con la intensidad del estím u lo tan d o lo ro so a sociad o con la segunda m atriz M PB II. El objetivo final es alcan zar el estado indiferenciado de “consciencia oceán ica” típico de la existen cia em brio n aria. Form as más leves de estas ideas suicidas se manifiestan en el deseo de no existir, ab an d o n arse a un sueño muy profundo, olvidarse de to d o y no tener que despertarse nunca más. Planes e intentos concretos de suici­ dio en el co n te x to de esta categoría conllevan el uso de altas dosis de barbitúrico s, ahogarse, y la inhalación de gas o m onóxid o de carbono. En invierno, el im pulso inconsciente de regresar al vientre m aterno puede to ­ m ar la form a de cam in ar por la natu raleza, tum barse en el suelo y cubrirse con una cap a de nieve. La fan tasía que se escond e detrás de tal situación es que la in có m o d a sen sación del hielo p ro n to d esaparecerá para transform arse en una sen sació n de b ien estar y calor, co m o cu an d o estam os en el vientre m aterno.

Suicidarse cortándose las venas en una bañera llena de agua tem plad a tam bién pertenece a esta categoría. Esta form a de suicidio estaba de m oda en la antigua roma. Así murieron hom bres ilustres com o Petronio y Séneca. Esta form a de sui­ cidio puede parecer, a primera vista, distinta de las dem ás de esta categ o ría, dado que conlleva sangre. Sin em bargo, el foco de atención se pone en la d isolución de los límites y en fluir con el medio acuático más que en la violación del cuerpo. La segunda categoría de suicidio es e l s u ic id io v io l e n t o . Sigue in co n scien te ­ mente el patrón ya vivido durante el n acim iento b io ló g ico . E stá en estrech a re­ lación con la form a de depresión agitada y la tercera m atriz M P B III. P ara una persona que se encuentra b a jo la influencia de esta m atriz, el regreso al e sta d o oceánico del vientre m aterno no es una op ció n ya que ten d ría que p a sa r a n te ­ riorm ente por el infierno que supone la segunda m atriz. P sico ló g ica m en te, esto sería aún peor que la tercera M P B III, puesto que supond ría sen sacion es de a b ­ soluta desesperación. Sin em bargo, la salida psicológica posible estrib a en el recu erd o de que una vez esta situ ación term in ó con una d escarg a e x p lo siv a y una lib e r a c ió n que coincide con el m om ento del nacim iento b iológico. Para entender esta fo rm a de suicidio es im portante tener en cuenta que durante el n acim ien to b io ló g ic o , n a ­ cim os an ató m icam en te pero no llegam os a in teg ra r e m o c io n a lm e n te y fís ic a ­ mente este acontecim iento tan abrum ador. El individuo que co n sid era un su ici­ dio violento está inconscientem ente record and o su n a cim ien to b io ló g ic o c o m o form ula para lid iar con “ un segundo n a c im ie n to ” , es d ecir la e m e rg e n c ia de em ociones y sensaciones físicas que no fueron asim iladas a p artir de un p ro ceso consciente. Lo mismo que en el caso del suicidio no violento, las personas que siguen este proceso no suelen tener acceso al nivel perinatal inconsciente. Les falta p or c o n ­ siguiente saber que podrían com pletar este proceso in tern am en te, revivien d o el recuerdo de su nacim iento y conectando vivencialm ente con la situ ación p o stn a ­ tal. Al desconocer esta op ción , exteriorizan el p ro ceso y tien d en a in v o lu cra rse en situaciones del m undo exterior que presentan los m ism os elem en tos y tien en com ponentes vivenciales sim ilares. La estrategia básica del su icid io v io le n to si­ gue el m odelo vivido durante el nacim iento — una in ten sificació n de la ten sió n y

154

el sufrimiento emocional hasta llegar al punto crítico de tener que alcanzar una resolución explosiva en medio de distintas formas de material biológico. Esta descripción se aplica igualmente al nacimiento biológico y al suicidio violento. Ambos conllevan un final abrupto de excesivas emociones y tensiones físicas, una descarga instantánea de energías altamente autodestructivas, daño del tejido corporal y la presencia de material biológico, como heces, sangre y entrañas. La superposición de fotografías de bebés recién nacidos y de víctimas de suicidios violentos muestran claramente el profundo paralelismo entre estas dos situaciones. Es fácil que el inconsciente confunda una situación con otra. La conexión entre el trauma del nacimiento y la forma de suicidio elegida ha sido confirmada por las investigaciones clínicas realizadas al respecto (Jacobson et a l 1987). Las fantasías y los actos suicidas que pertenecen a esta categoría incluyen ti­ rarse bajo las ruedas de un tren, en las turbinas de una planta eléctrica, o acci­ dentes de coche. Otros ejemplos representativos serían cortarse la garganta, sal­ tarse los sesos, apuñalarse o saltar por la ventana, una torre o un precipicio. Ahorcarse parece pertenecer a la fase de la tercera matriz MPB III, caracterizada por el estrangulamiento, la asfixia y una fuerte excitación sexual. La categoría del suicidio violento también incluye muertes típicas dependiendo de la cultura, por ejemplo hacerse el harakiri, los kamikaze o las matanzas indiscriminadas. Estas últimas se consideran a veces formas de suicidio exóticas, ya que tan sólo se dan en culturas orientales. En las pasadas décadas han aumentado en Estados Unidos y en otros países occidentales los casos de matanzas en serie en las que el agresor también termina con su vida. Un aspecto perturbador de tales episodios ha sido su creciente incidencia entre adolescentes e incluso niños en los colegios. El com portam iento tipo kamikaze se ha observado en repetidas ocasiones como forma de sabotaje en los países árabes de oriente medio. El trabajo con estados holotrópicos también ha proporcionado fascinantes clarificaciones respecto a la forma de suicidio elegida. Antes no se comprendía. Un suicidio no violento refleja una tendencia general a querer reducir la intensi­ dad del dolor emocional así como el estímulo físico. Los medios elegidos para este tipo de suicidio parecen estar determinados por los elementos biográficos y

Ib!)

transpersona les. IJn suicidio violento presenta m ecanism os de una naturaleza totalmente diferente, lina vez más, he observado en repetidas ocasiones a p er­ sonas que contemplaban una determinada clase de suicidio y que ya estaban sin embargo viviendo a diario las sensaciones físicas y las emociones que con lleva­ ría tal suicidio si lo llevaran a cabo. Kl trabajo vivencial acostum bra a intensifi­ car estas emociones y sensaciones, llevándolas a un plano m u ch o más c e r c a n o con el fin de ponerlas de relieve. Aún así, las personas cuyas fantasías y tendencias au to d estru ctivas se c e n ­ tran principalmente en trenes y turbinas h id ro eléctric as, ya sufren y sienten con intensidad opresión y desgarro. Las personas co n tend en cia a c o r t a r s e o apuñalarse a menudo se quejan del dolor insoportable que padecen ju s tam en ­ te en aquellas partes del cuerpo que pretenden herir, o sienten el d o lo r ahí d u ­ rante las sesiones de psicoterapia vivencial. Lo mismo sucede co n la tendencia a ah orcarse que co rresp on d e a las sensaciones de a h o g o que ya se d ie r o n , y que son fácilmente reconocibles p or ser elem entos de la te rc e r a m a triz M P B III. Si la intensificación de los síntomas o curriera en un c o n t e x t o te ra p é u tico , y con la asistencia ad ecu ad a, entonces las sen sacion es tan m o le s ta s p o d r í a n quizás desaparecer obteniéndose así resultados t e ra p é u tico s. L as te n d e n c ia s autodestructivas mencionadas pueden con sid erarse esfuerzos de sa n a c ió n in­ conscientes y mal dirigidos. El mecanismo del suicidio violento requiere un recuerdo relativamente claro de la repentina transición de la lucha que se da en el ca n a l del n a c im ie n to al mundo exterior con la explosiva liberación que eso conlleva. Si esta tran sición fue oscurecida por una gran cantidad de anestesia, la persona queda p r o g r a m a ­ da, a nivel celular, para escap ar de las situaciones in c ó m o d a s o de estrés m e ­ diante drogas. Esto crearía una predisposición al alcoholismo y al abuso de d r o ­ gas en personas dominadas por la tercera matriz. Bajo circunstancias e x tre m a s, esto podría llevar a una situación suicida en la que intervienen las drogas. El es­ tudio de casos individuales de co m p o rtam ien to suicida debe ser c o m p l e m e n ta ­ do con una observación detallada de có m o sucedió el nacimiento biográfico, ya que los acontecimientos postnatales pueden determinar y co lo re a r de form a sig­ nificativa el patrón del suicidio.

156

Cuando los individuos suicidas experimentan sesiones de terapia holotrópica o psiquedélica, y completan en ellas el proceso de muerte y renacimiento, pa­ san a ver el suicidio com o un grave error, debido a una falta de comprensión. Lo más normal es que las personas no sepan que uno puede experimentar con seguridad la liberación de la insoportable tensión física y emocional a través de una muerte y un renacimiento simbólicos, o volviendo a comunicarse con el es­ tado de la existencia prenatal. Como resultado él o ella pueden verse conduci­ dos por la intensidad de la incomodidad y el sufrimiento, y buscar una situación en el mundo material que tenga elementos muy similares. El desenlace último es a menudo trágico e irreversible. La discusión del suicidio no sería completa si no mencionáramos la rela­ ción existente entre el com portam iento autodestructivo y la trascendencia. Tal y com o vimos anteriorm ente, las experiencias de la primera y la cuarta matriz M PB I y M PB IV, no representan únicamente regresiones a estados bio­ lógicos sim bióticos, sino que presentan además dimensiones espirituales muy claras. En el caso de la primera matriz se viven experiencias de éxtasis oceáni­ co y unión cósm ica. La cuarta matriz en cam bio, tiene que ver con el renaci­ m iento espiritual y la Epifanía divina. Desde esta perspectiva, las tendencias suicidas de am bos tipos aparecen com o un anhelo distorsionado de trascen­ dencia. Representan una confusión entre el suicidio y el egocidio. El mejor re­ medio para las tendencias autodestructivas y la urgencia suicida, por lo tanto, es una experiencia de muerte y renacimiento del ego, y la consiguiente sensa­ ción de unidad cósmica. No sólo los impulsos agresivos y autodestructivos quedan consumidos en este proceso de muerte y renacimiento psicoespiritual, sino que la persona co­ necta vivencialmente con el contexto transpersonal en el que el suicidio ya deja de ser una solución. Esta futilidad del suicidio va asociada con la comprensión de que las transform aciones de la consciencia y los ciclos de muerte y renaci­ miento proseguirán tras nuestro fallecimiento biológico. De un modo mas espe­ cífico, esto ocurre cuando reconocemos la imposibilidad de escapar a nuestros patrones kármicos.

Alcoholism o y drogadicción Las observaciones de los estados holotrópicos suelen coincidir con la teoría psicoanalítica que atribuye una estrecha relación entre el a lc o h o lis m o y la a d ic ­ c ió n a las d r o g a s , y los trastornos m aniaco depresivos y suicidas. N o obstante, difieren considerablem ente sobre la naturaleza de los m ecanism os psicológicos im plicados y el nivel de la psique sobre el que operan. Lo mismo que las perso­ nas suicidas, los ad ictos experim entan m ucho dolor em ocion al, com o depre­ sión, tensión general, ansiedad, culpabilidad y baja autoestim a, por lo que nece­ sitan un m odo de escap ar de estas in sop ortables sen saciones. Ya vimos anteriorm ente que la psicología de la depresión y del suicidio no pueden a tri­ buirse únicamente a una fijación oral, tal y com o pretende el psicoanálisis freudiano. Lo mismo puede decirse del alcoholism o y de la drogadicción. La característica más básica de los alcohólicos y ad ictos, así com o su m oti­ vación más profunda hacia las substancias tó xicas no se debe a la necesidad de regresar al seno m aterno, sino al impulso imperante de volver a experim entar la sensación de unidad maravillosa que sintieron durante su tranquila vida intrau­ terina. Tal y com o vim os, las experiencias regresivas de estos dos estados sim ­ b iótico s poseen dim ensiones num inosas intrínsecas. La gran fuerza que se es­ conde tras el alcoholism o y la adicción es un imperioso anhelo de trascendencia mal en cam inad o. Lo m ism o que con el suicid io, estos tra sto rn o s im plican un trágico error en la interpretación de sus dinám icas inconscientes. A lo largo de nuestra investigación psiquedélica y h olotróp ica, los adictos y alcohólicos que tuvieron la oportunidad de alcanzar experiencias positivas de la prim era y cuarta m atriz, nos com entaron, en repetidas ocasiones, que estos es­ tados eran exactam en te aquello que anhelaban, y no los estados que a lcan za­ ban m ediante la in to x ica ció n alcoh ólica o n a rcó tica . Sin em barg o, no habían sido capaces de reconocer lo que buscaban antes de tener experiencias prenata­ les y perinatales. Un consu m o excesivo de alcohol o narcó tico s parece tener el m ism o efecto sedante que el com portam iento suicida. Es más, en repetidas ocasiones se ha di­ cho que el alcoholism o y la drogadicción son form as lentas de suicidio. El prin-

158

cipal m ecanism o que opera en estos pacientes es el mismo que en los casos de suicidios no violentos. Refleja la necesidad inconsciente de deshacer el proceso del nacimiento y regresar al vientre materno, es decir, al estado que existía antes del inicio del parto. Por lo general, el alcohol y las drogas tienden a inhibir di­ versas em ociones y sensaciones dolorosas. Producen un estado de consciencia difusa y cierta indiferencia respecto a los problemas y preocupaciones presentes o pasadas de uno. Esto también guarda cierta relación con la consciencia fetal y la experiencia de unidad cósmica. Aunque, tal parecido no significa que sean idénticos por lo que existen dife­ rencias fundamentales entre las intoxicaciones alcohólicas y narcóticas y los es­ tados de trascendencia. El alcohol y las drogas aletargan los sentidos, ofuscan la consciencia, interfieren con las funciones intelectuales y producen amnesia emo­ cional. Los estados trascendentales se caracterizan, por el contrario, por un re­ alce de la percepción sensorial, una serenidad, claridad de pensamiento, una abundancia de com presiones filosóficas y espirituales, así com o una riqueza em ocional desacostumbrada. A pesar de las características que puedan tener en com ún, la in toxicación con el alcohol y las drogas duras no son más que una patética caricatu ra de los estados m ísticos. Bien es cierto, que esos parecidos bastan para seducir a los adictos y llevarles hacia un abuso autodestructivo. La tendencia a querer escapar de las dolorosas emociones asociadas con la segunda matriz y los C O E X , así com o el intento de recrear la situación del úte­ ro m aterno parecen constituir el principal mecanismo del alcoholism o y de la drogadicción. Sin embargo, también he trabajado con alcohólicos y drogadictos cuyos síntom as indicaban que estaban bajo la influencia de la tercera matriz M P B III y seguían buscando una solución farm acológica a sus problemas. Aunque estos ejemplos respondían a un mecanismo alternativo y requerían una explicación un tanto diferente. Todas estas personas tenían en común el hecho de haber nacido bajo fuertes dosis de anestesia y, muchos de ellos, tuvieron ex­ periencias significativas que vinculaban este hecho con su adicción. Esta explicación tiene mucho sentido. El nacimiento es el primer gran reto al que nos enfrentam os, además de ser una de las situaciones más dolorosas y es­ tresantes. Una posible excepción a esta regla podrían constituirlo las situacio-

1b9

nos Jo crisis muy graves Juríintc la vichi embrionaria. La extraordinaria influen­ cia Jo los acontecimientos que suceden al principio de la vida y su posterior in­ fluencia en el comportamiento Je las personas ha sido documentada repetidas veces mediante experimentos llevados a cabo por científicos dedicados al estu­ dio del comportamiento instintivo animal, la llamada “im pronta” (Lorenz 1965, Ti liberten 1965). I.a naturaleza de nuestro nacimiento, y la manera en que fue asistido, ejer­ cen un poderoso impacto en nuestras futuras vidas. Si nuestro nacimiento fue de una duración media y salimos al mundo tras grandes esfuerzos, pero con éxi­ to, entonces el nacimiento nos deja una sensación de optimismo y confianza en nosotros mismos con respecto a los desafíos venideros. Por el contrario, si el parto fue agotador y debilitador, creará en nosotros cierta impresión pesimista y fatalista. Nos marca con la impresión de que el mundo es complicado y con la sensación de que somos poco eficientes y estamos desesperados. Si el dolor y las molestias asociadas con nuestro nacimiento son mitigados por la anestesia, esto dejará una impronta muy grande en nuestra psique. La impronta será que la manera de vencer las dificultades de la vida se basará en una actitud escapista a través de las drogas. Es muy posible que el actual abuso de drogas no sea una mera coincidencia, si observamos que implica a personas que nacieron justamente cuando los obstetras empezaron a administrar aneste­ sia de forma rutinaria a las madres durante los partos. A partir de la fundación de la Asociación de la Psicología Prenatal y Perinatal, una disciplina que aplica los descubrimientos de las terapias vivenciales y la investigación fetal a las prác­ ticas de nacimiento, los obstetras se están dando cuenta de que el nacimiento no sólo es algo mecánico del cuerpo.

Trastornos y desviaciones sexuales De acuerdo con el psicoanálisis tradicional, la interpretación de los proble­ mas relacionados con la sexualidad se entienden según unos cuantos conceptos formulados por Freud. El primero de ellos se corresponde a la noción de sexu a-

160

lid a d in fan til. Uno de los pilares básicos de la teoría psicoanalítica reside en que la sexualidad no comienza durante la pubertad sino durante la temprana infan­ cia. A medida que la libido se desarrolla durante las distintas fases del desarro­ llo — oral, anal, uretral y fálica— la frustración o la excesiva indulgencia en al­ guna de estas fases puede llevar a las llamadas fijaciones. La sexualidad adulta se centra más en lo genital, mientras que los componentes previos tienen un pa­ pel más secundario; generalm ente son parte de los juegos preliminares. Un es­ trés psicológico determ inado puede, más adelante en la vida, remitirnos a esas tem pran as fases del d esarrollo libidinal en las que nacieron las fijaciones. En función de lo fuertes que sean los mecanismos de defensa que se oponen a estos impulsos, se pueden originar perversiones o psiconeurosis (Freud 1953). Es im portante m encionar cóm o el psicoanálisis interpreta los problemas se­ xuales de acuerdo con lo que denomina el c o m p le jo d e castración . Freud pensa­ ba que am bos sexos valoran excesivamente al pene, lo cual constituía una de las cuestiones más im portantes para la psicología. Según él, los niños temen terri­ blem ente perder este órgano tan apreciado mientras que las niñas creen que tu­ vieron un pene pero lo perdieron. Esto las hace más susceptibles al masoquismo y al sentim iento de culpabilidad. La critica reaccionó rápidamente oponiéndose a este punto de vista que distorsiona y m alinterpreta la sexualidad femenina, puesto que presenta a las mujeres com o hombres catastrados. O tro concepto im portante en la com prensión que Freud tiene de la sexuali­ dad es el de la v ag in a d e n ta d a . Según este concepto, los niños ven los genitales fem eninos com o una órgano peligroso provisto de dientes que puede m atar e incluso castrar. Por otro lado, tanto los com plejos de Edipo y Electra, así como el co m p le jo de ca stra ció n , y la fantasía de unos enorm es genitales femeninos, juegan un papel crucial en la interpretación psicoanalítica de las desviaciones sexuales y de las neurosis psíquicas. Según Freud existen dos razones que explicarían por qué la vista de los geni­ tales fem eninos puede provocar gran ansiedad en los chicos. En un primer lu­ gar, el descubrim iento de que determ inados seres humanos no tienen pene lleva a pensar a aquellos que sí lo tienen, que podrían convertirse en uno de los otros. Lo cual explicaría el tem or de ser castrado. En segundo lugar, la percepción de

Itíl

los genitales femeninos co m o instrumento de ca s tra ció n , c a p a / de m order, se dehe a una asociación con las ansiedades correspondientes a la antigua fase oral (Fenichel 1945). Pero ninguna de estas dos razones resulta convincente y menos aún atractiva. Las observaciones de los estados holotrópicos amplían rad icalm en te la in­ terpretación freudiana de la sexualidad al añ ad ir el nivel perinatal al in c o n s­ ciente individual. Estas observaciones sugieren que no ex p e rim e n ta m o s nues­ tras primeras sensaciones sexuales con el p ech o m a t e r n o , sino desde el momento en que estamos en el canal del parto. Tal y c o m o lo he expuesto an te­ riormente, la asfixia y la agonía características de la tercera matriz perinatal b á­ sica MPB III parece generar una excitación sexual de una intensidad e x t r e m a . Esto significa que nuestro primer encuentro con las sensaciones sexuales ocu rre ya desde circunstancias bien precarias. El nacimiento es una situación en la que nuestra vida se ve am en azad a y sen­ timos asfixia y otras formas de incom odidad e x tre m a , ta n to física c o m o e m o ­ cionalmente. Es un m om ento en el que infligimos d olo r a o tro o rg a n ism o a la vez que éste nos lo inflige a n o so tro s. A d em ás, tam b ién e sta m o s en c o n t a c t o con varias formas de material biológico: sangre, secreciones vaginales, fluido amniótico, e incluso a veces con heces y orina. La respuesta típica a este p roceso es una mezcla de ansiedad vital y de rabia. E stas a so cia c io n e s p ro b l e m á t ic a s forman una base natural para el entendimiento de las disfunciones sexuales b á ­ sicas, las desviaciones, y las perversiones. Reconocer esta profunda influencia de las dinámicas perinatales en la s e x u a ­ lidad también aclara algunos de los problemas teórico s a s o c ia d o s c o n el c o n ­ cepto freudiano del complejo de castración. Algunas de las características a s o ­ ciadas a este com plejo no tienen sentido si seguim os refirién d o n o s al pene. Según Freud, la intensidad del miedo a la ca s tra c ió n es tal que se eq u ip a ra al miedo a la muerte. A su vez, vio la castración c o m o un equivalente psicológico a la pérdida de una relación significativa, que incluso podría verse activad a p or tal pérdida. Entre las asociaciones libres que em ergen a m e n u d o r e s p e c to al complejo de castración se encuentran las situaciones que conllevan asfixia y la falta de aire o respiración. También quiero re c a lc a r que, de a c u e r d o c o n este

162

co n cep to , el co m p lejo de ca stra ció n se encuentra tanto en hom bres com o en m ujeres. N inguna de las conexiones previamente mencionadas puede asegurar que el com plejo de castración refleje únicamente una preocupación por la pérdida del pene. Las observaciones de los estados holotrópicos muestran que las experien­ cias que Freud consideraba com o el origen del com plejo de castración, represen­ tan en realidad la capa superficial de un sistema C O E X que se encuentra super­ puesto a la m em oria trau m ática del corte del cordón um bilical. Todas las inconsistencias anteriores desaparecen si consideramos que muchas de las carac­ terísticas del com plejo de castración de Freud se refieren, en realidad, a la separa­ ción de la madre cuando se corta el cordón umbilical y no a la pérdida del pene. A diferencia de las graciosas amenazas verbales que los adultos hacen cuan­ do se refieren a co rtar el pene de los niños, las fantasías espontáneas de castra­ ció n , o incluso las intervenciones quirúrgicas del pene, com o pueden ser la cir­ cuncisión o la fim osis, el corte del cordón umbilical se asocia con una situación potencialm ente am enazadora para la vida. La separación de esta conexión vital con el organism o m aterno es com parable a la pérdida de una relación im por­ tan te. La a so ciació n del corte del cordón um bilical con la asfixia tam bién ad­ quiere sentido, dado que el cordón supone la fuente de oxígeno para el feto, y es adem ás una experiencia que es com partida por ambos sexos. De form a similar, la imagen de la “vagina dentada” que Freud vio com o una fantasía infantil prim itiva, aparece ahora bajo una nueva luz, si aceptamos que el recién nacido es un ser consciente o, al m enos, que el trauma del nacimiento queda grabado en su m em oria. En lugar de creer que es fruto de una estúpida y absurda creació n de la m ente inm adura del niño, la imagen de la vagina como órgano peligroso refleja con certeza los peligros asociados con los genitales fe­ m eninos durante la situación bien definida que supone el parto. Lejos de consti­ tuir una fantasía sin ninguna base real, representa la generalización de una ex­ periencia en un con tex to de amenaza para la vida. La vinculación entre la sexualidad y el potencial de la amenaza durante el na­ cim iento crea una disposición general hacia irregularidades sexuales de distintas clases. Así, se desarrollan determ inados trastornos cuando estos elementos peri-

163

natales van acompañados de traumas postnatalcs durante la infancia y la niñez. Como os el caso con los trastornos emocionales y psicosomáticos en general, las experiencias traumáticas que los psicoanalistas ven como las causas principales de estos problemas, refuerzan en realidad ciertos aspectos del trauma del naci­ miento, facilitando así su emergencia en la consciencia. Lo mismo que otros tras­ tornos, los problemas sexuales también suelen tener profundas raíces en el ámbi­ to transpersonal que los une a su vez a elementos kármicos, arquetípicos y filogenéticos. Tras esta introducción general, repasaré ahora brevemente los pro­ fundos descubrimientos que los estados holotrópicos han aportado acerca de distintas formas de comportamiento y experiencias sexuales humanas. Los distintos grupos y subgrupos de la h o m o sex u a lid a d tienen sus caracte­ rísticas y determinantes particulares. En los estadios más tempranos del des­ arrollo, el embrión humano es anatómicamente y fisiológicamente bisexual. La experimentación erótica durante el periodo de la adolescencia es muy común, tanto para chicos como para chicas que más adelante, en su vida adulta, man­ tienen relaciones heterosexuales. En los contextos en los que la heterosexualidad no es posible, como es el caso en las cárceles, el servicio militar, o prolonga­ dos periodos en el mar, no es inusual que las personas heterosexuales tengan experiencias homosexuales. Algunas tribus indígenas de América reconocen y sienten gran respeto no por dos o cuatro, sino por seis sexos (Tafoya 1994). La preferencia sexual y el comportamiento puede ser influenciado por una predisposición genética y por hormonas, además de por factores culturales, so­ ciales y psicológicos. La investigación de los estados holotrópicos permite ahon­ dar en las dinámicas del inconsciente ofreciéndonos conocimientos psicológicos profundos a los que no podríamos acceder de otra manera. Este trabajo desvela la existencia de aspectos del comportamiento sexual de los niveles perinatal y transpersonal. Esto aporta cierta claridad sobre nuestra comprensión de lo que son las preferencias sexuales, de acuerdo con los datos que hemos ido acumu­ lando en diversas disciplinas. El análisis siguiente debería concebirse desde esta perspectiva interdisciplinaria. Mi experiencia clínica con la homosexualidad fue en un principio bastante parcial dado que se limitaba a un gran número de personas en busca de trata-

164

miento al considerar que su homosexualidad constituía un conflicto. Mis pa­ cientes homosexuales presentaban por lo general problemas de depresión, ten­ dencias suicidas, o manifestaciones psicosomáticas. Estas consideraciones son importantes a la hora de sacar conclusiones generales de mis observaciones. Además, también he tenido la oportunidad de dirigir sesiones holotrópicas y psiquedélicas con cierto número de homosexuales y lesbianas, tanto en sesiones individuales com o en nuestra formación de respiración holotrópica. En estos casos, su primera motivación no era la de acudir a terapia sino la de recibir una form ación profesional o de crecimiento personal. Para muchos de ellos, la ho­ mosexualidad era claramente una preferencia y disfrutaban su forma de vivir. Es más, el problema estribaba en la falta de tolerancia social y no en el conflicto o lucha psicológica interior. La mayoría de los pacientes homosexuales con los que he trabajado eran ca­ paces de mantener buenas relaciones sociales con mujeres, aunque no fueran capaces de relacionarse con ellas sexualmente. Por lo general, regresaban a sus actividades homosexuales tras consecutivas experiencias frustrantes con muje­ res. Durante el tratamiento, era posible remontarse hasta los conceptos freudianos del miedo a la castración y a la vagina dentada. Pero, tal y como he mencio­ nado, tales conceptos tuvieron que ser totalm ente reinterpretados con significados del nivel perinatal y transpersonal. Algunos de estos pacientes averiguaron que su predisposición hacia el papel pasivo hom osexual estaba inconscientemente ligado a la identificación con la madre dando a luz. Esto implica una combinación específica de sensaciones per­ tenecientes a la tercera matriz perinatal MPB III: la sensación de tener un objeto biológico en el interior del cuerpo constituye una mezcla de placer y dolor, y una com binación de excitación sexual con presión anal. Se dieron cuenta de que esta era realmente la experiencia anhelada en el acto homosexual. El hecho de que la penetración anal tiende a presentar un fuerte componente sadomasoquista sugiere la conexión entre esta forma de homosexualidad masculina y las di­ námicas de la MPB III. En un nivel más superficial, parecían existir factores biológicos que podrían haber contribuido a la elección sexual de mis pacientes. Por ejemplo parecía

Jarse- con hasta uto frecuencia una falta de la presencia paterna y el consiguiente anlu-lo por el afecto de una figura masculina. Kn el caso de hombres adultos, esta fuerte necesidad de intimidad, amor y afecto con una figura masculina tan solo puede obtenerse a través de las relaciones homosexuales. Otro factor co­ mún era la fijación materna en relación con los problemas de los límites perso­ nales y el incesto. Tal y como he mencionado previamente, los hombres homosexuales que han participado en nuestros programas de formación en respiración holotrópica y LSI) para profesionales, no presentaban ningún conflicto interior respecto a su orientación sexual. En sus sesiones, se remontaron a fuentes transpersonales para localizar su orientación sexual. Para algunos de ellos, se trataba de una particular figura arquetípica, como una forma cultural específica de puer aeternus. Otros, en cambio se remontaron a una experiencia correspondiente a una vida pasada en la que eran una persona del sexo opuesto o vivían en una cultu­ ra que aceptaba o incluso alababa la homosexualidad, por ejemplo la antigua Orecia. Unos pocos, simplemente comprendieron y aceptaron su orientación como un experimento de consciencia cósmica, una variación en el diseño uni­ versal, reflejo de la curiosidad del principio creativo. Mis comentarios respecto al lesbianistno presentan las mismas reservas que los de la homosexualidad masculina debido a que los casos de mi estudio eran limitados. Uno de los factores relevantes en mis pacientes lesbianas era la insa­ tisfecha necesidad de un contacto intimo con el cuerpo femenino reflejado por un periodo de carencia emocional durante la infancia. Si las necesidades anaclíticas no son satisfechas durante la infancia tienden a persistir a lo largo de toda la vida. l,a única forma de solucionar este anhelo, insatisfecho en la edad adul­ ta, está en un contexto no sexual de terapia regresiva. Por otro lado, la alterna­ tiva —dar una expresión a este anhelo en la vida cotidiana— desemboca natu­ ralmente en una situación sexual lesbiana. Otro componente importante de la orientación lesbiana parece estribar en la tendencia a regresar psicológicamente al recuerdo de la salida en el que se da un contacto muy cercano con los genitales femeninos. Esto, sería por lo tanto com­ parable a la dinámica psicológica del hombre heterosexual con preferencia por

166

las prácticas sexuales orales y genitales. Un elemento perinatal adicional rela­ cionado con el recuerdo del nacimiento es el temor a ser dominada y violada, lo cual tendría más probabilidades de ocurrir si la pareja es un hombre. Una expe­ riencia paterna negativa durante la infancia también puede hacer que la mujer evite el contacto con los hombres. Por lo general, la homosexualidad femenina parece estar menos relacionada con matrices perinatales negativas o con asuntos de vida y muerte como puede ser en el caso de los hombres. Las tendencias lesbianas reflejan un componente perinatal positivo de atracción hacia el organismo materno (MPB 1 y IV), mien­ tras que la homosexualidad masculina está asociada con la memoria de la vagi­ na dentada y la consiguiente amenaza para la vida. Por otra parte, el contacto erótico entre m ujeres tam bién parece más natural, porque el contacto intimo con el cuerpo fem enino es algo que am bos sexos experimentan desde la más temprana edad. La mayor tolerancia social hacia el lesbianismo muestra cierta consistencia a este respecto. Lo mismo que en muchos casos de homosexuales, ciertas lesbianas muestran una preferencia inequívoca hacia las personas de su mismo sexo y no presentan ningún conflicto psicológico por ello. Los factores determinantes parecen ser en este caso de naturaleza más bien biológica o trans­ personal. L a d isfu n ción eréctil (im p o ten c ia )> la incapacidad de mantener una erección, y para la mujer, la in c a p a cid a d d e alca n z a r el o rg a sm o (frigidez) presentan diná­ micas psicológicas similares. El enfoque más convencional a estos problemas ve la impotencia com o una expresión de debilidad sexual, una falta de poder o va­ lor. La incapacidad orgásmica o frigidez, como su viejo nombre indica, se refie­ re por lo general a la frialdad sexual y a la falta de respuesta erótica. Aunque, de acuerdo con mi experiencia, la realidad demuestra lo contrario: en ambas condiciones, el problema se debe a un exceso de energía sexual perinatal. Los individuos que sufren de estos trastornos se encuentran bajo fuertes in­ fluencias del aspecto sexual de la M PB III. Esto hace que sea imposible experi­ m entar la excitación sexual sin que se vean activados simultáneamente lo de­ más elem entos de esta m atriz. La intensidad de la energía, los impulsos agresivos, la ansiedad vital y el miedo a la pérdida de control asociados con la

1tí/

MPB III inhibe también el acto sexual. Kn ambos casos, los problem as sexuales están conectados con sistemas C O E X que, además de este com ponente perinatal, tienen capas biográficas y raíces transpersonales com o recuerdos individua­ les y kármicos de abuso sexual, violación, asociaciones entre sexo, dolor o peli­ gro, entre otros temas. El apoyo empírico de la participación de las dinámicas perinatales en los c a ­ sos de “impotencia” y “frigidez” viene de la psicoterapia vivencial. Cuando cre­ amos una situación no sexual en la que los elem entos de la tercera m atriz pue­ den brotar en la consciencia y permitir una descarga de la energía asociada con ellos, entonces la im potencia puede verse substituida tem poralm ente por una condición llamada satiriá sis que consistente en un excesivo ap etito e im pulso sexual. Esto se debe a la conexión entre el pene y la energía sexual generada por el trauma del nacim iento. La energía durante el acto sexual corresp ond e a la energía perinatal y no a la libido habitual. Debido a la excesiva cantidad de energía disponible en el nivel perinatal, ta ­ les situaciones pueden generar insaciable apetito y actividad sexual. Los h om ­ bres que antes no eran capaces de m antener una erección pueden entonces lle­ var a cabo varios coitos en una misma noche. Esta liberación no es plenam ente satisfactoria y tan pronto com o alcanzan el orgasm o y eyaculan, la energía se­ xual empieza a acumularse de nuevo. Por lo general suele ser necesario un tra ­ bajo vivencial no sexual. Esto permite llevar la energía a un nivel en el que la persona se siente cómoda para desenvolverse sexualm ente. De forma similar, las mujeres que anteriorm ente no eran capaces de relajarse y acceder al orgasmo pueden lograrlo cuando descargan la excesiva energía aso­ ciada con la tercera matriz perinatal M PB III. Cuando esto sucede, los prim eros orgasmos tienden a ser abrumadores e ir acom pañados de intensos gritos invo­ luntarios y violentas sacudidas durante unos minutos. Puede que pierdan breve­ mente el control y arañen a su pareja. Bajo estas circunstancias es frecuente que las mujeres experim enten orgasm os m últiples. Esta lib eración inicial tam bién puede aum entar en tal grado el apetito sexual que éste incluso parece in sa cia ­ ble. Se aprecia una transform ación desde un estado de “ frigidez” a una co n d i­ ción conocida com o n in fo m a n ía . Una vez más, com o en el caso de los hom bres

168

impotentes, es necesario un trabajo interior adicional, no sexual, para poder lle­ var la energía a un nivel que permita a las personas expresarse cómodamente en situaciones sexuales. La comprensión de las dimensiones perinatales ofrece una nueva luz sobre el s a d o m a s o q u is m o , una condición que representó un auténtico desafío para las especulaciones teóricas de Freud. Luchó con ello hasta el final de sus días, sin encontrar una solución que fuera realmente satisfactoria. La búsqueda activa de dolor a cargo de estos individuos sadomasoquistas contradice uno de los pi­ lares del m odelo freudiano, “el principio de placer” . Según este concepto, la fuerza motivadora más profunda de la psique iría en busca del placer y evitaría la incom odidad. Freud también estaba desconcertado por la extraña fusión de dos instintos básicos, la sexualidad y la agresividad, características esenciales de sadomasoquismo. Fue la existen cia del sadom asoquism o y otras condiciones que iban “ más allá del principio del placer” lo que forzó a Freud a abandonar sus tempranas teorías y a crear un sistema completamente nuevo de psicoanálisis que incluía el con trov ertid o T anatos, o instinto de muerte (Freud 1 9 5 5 , 19 6 4 ). Aunque él nunca estableció ninguna vinculación entre la muerte y el nacimiento, estas es­ peculaciones reflejaban claram ente su intuitiva comprensión de los límites del sadom asoquism o respecto a la vida y la muerte. Estas también daban a enten­ der la creencia de Freud según la cual una teoría, para ser viable, tenía que in­ corporar el tema de la muerte. Esta visión se adelantó mucho a sus seguidores, quienes, en determinadas ocasiones, formularon teorías biográficas sobre el sa­ dom asoquism o, bastante triviales. La teoría de Kucera (1 9 5 9 ) asoció el sado­ masoquismo a la experiencia que tienen los bebés cuando les salen los primeros dientes y cuando muerden activamente y les resulta doloroso. Las teorías de este tipo son poco convincentes a la hora de explicar la profundidad de los impulsos sadomasoquistas. El sadom asoquism o y el síndrome de esclavitud pueden comprenderse con naturalidad desde las conexiones existentes en el contexto de la MPB 111 y los com ponentes de excitación sexual, confinam iento físico, dolor y asfixia. Esto explica la fusión de la sexualidad y de la agresividad, además de los vínculos en-

m

rre sexualidad y el dolor infligido o experim entado que caracteriza estas dos condiciones. Los individuos que necesitan com binar su sexualidad con elem en­ tos de restricción, dominio y sumisión, proporcionando o recibiendo dolor, estrangulamientos o asfixia, simplemente repiten una com binación de sen sacio­ nes y emociones que fueron experim entadas durante el nacim iento. El fo co de atención de tales actividades es perinatal, no sexual. Las experiencias sadom asoquistas, y las visiones, son frecuentes durante las sesiones dom inadas por la tercera matriz perinatal básica M PB III. La necesidad de recrear una situación sad om asoquista y e x te rio riz a r este com plejo vivencial inconsciente, no sólo es un com p ortam ien to sin to m á tico , también constituye una intento truncado de la psique de expurgar e integrar la impronta taumática original. La razón por la que este esfuerzo no es fructífero, al no resultar sanador, se debe a que no se adentra lo suficiente en el inconscien­ te y carece de introspección así com o de un profundo conocim iento sobre la n a­ turaleza del proceso. El com plejo vivencial se m anifiesta sin ser reconocido y sin consciencia de sus fuentes inconscientes. Lo mismo sucede con la c o p r o filia , c o p r o fa g ia y la u r o la n g ia que son a b e­ rraciones sexuales caracterizad as por una fuerte necesidad de inclu ir heces y orina en las situaciones sexuales. Los individuos buscan en este caso un co n ta c­ to íntimo con el material biológico que habitualm ente se consid era repulsivo. Dichas personas se excitan con ello y tienden a incorporarlo en su vida sexual. En casos extrem os, quieren que se les orine o defeque encim a, teniendo a veces que comerse los excrem entos o beberse la orina para llegar a una sa tisfa cció n sexual. La com binación de excitación sexual y elementos escatológicos es una expe­ riencia bastante frecuente en la última fase del proceso de muerte y renacim ien­ to. Esto parece reflejar el hecho de que al no usarse los enem as durante los par­ tos gran número de bebés experim entan un co n tacto íntim o con la sangre, las mucosidades, el fluido am niótico, las heces y la orina. La base natu ral de esta extraña y extrem a desviación se debe al co n ta cto oral con la heces y la orin a cuando, tras largas horas de agonía y amenaza vital, la cabeza del bebé se libera del canal donde se encontraba atrapado. El co n tacto íntim o con este m aterial

170

biológico se convierte entonces en el símbolo de una liberación orgásmica, ade­ más de constituir un requisito necesario para que esta se produzca. De acuerdo con la literatura psicoanalítica, originalmente al bebé, debido a su naturaleza fundamentalmente animal, le atraen varias formas de material biológico. Su aversión sólo aparece después, como resultado de la influencia pa­ terna y la represión social. Las observaciones de la investigación psiquedélica sugieren que esto no sucede necesariamente de esta manera. La actitud hacia el material biológico depende mucho de cómo se produjo este encuentro en el mo­ mento del parto. Así, dependiendo de las circunstancias específicas, la actitud puede ser o muy positiva o muy negativa. En algunos partos, el niño se encuentra únicamente con secreciones vagina­ les, orina y heces como parte del entorno físico y de la liberación emocional. En otros, el bebé inhala estos elementos, lo cual obstruye las vías respiratorias cau­ sando una terrorífica asfixia. En estas situaciones extremas se salva la vida del recién nacido insertándole tubos de drenaje que le limpian la tráquea y los bron­ quios. Estas dos experiencias suponen dos modos radicalmente distintos de con­ tactar con el material biológico del nacimiento. Uno es positivo, mientras que el otro es terrorífico y traumático. Por otra parte, las situaciones en que se fuerza la respiración de antemano, porque la inhalación del material biológico repre­ senta un peligro para el bebé, pueden generar un miedo extremo y constituir así la base de un futuro trastorno obsesivo-compulsivo, tal y como hemos visto. Una fuente de información muy rica y fascinante acerca de las desviaciones se­ xuales es el libro de Janus, Bess y Saltus titulado Un perfil sexual de hom bres con p o d e r (A sex u al p ro file o f m en in p o w e r , 1977). El estudio de estos autores se basa en más de setecientas horas de entrevistas realizadas a las prostitutas de alta clase de la Costa Este de los Estados Unidos. A diferencia de otros investigadores, les interesaban más las preferencias y costumbres de los clientes que la personali­ dad de estas mujeres. Entre los clientes figuraban importantes figuras de la escena política, así como relevantes hombres de negocios, abogados y jueces. Las entrevistas revelaron que una minoría de los clientes buscaba simple­ mente una interacción que se limitara al coito. La mayoría de ellos mostraban especial interés en las perversiones eróticas. Eran frecuentes las peticiones sado-

1/1

masoqmstas Je flagelación con látigo y otras formas de tortura. Algunos de es­ tos clientes estaban dispuestos a pagar altísimos precios por la representación de complejas escenas sadomasoquistas. Uno de los clientes, pidió una represen­ tación real de una escena en la que un piloto americano era abatido y capturado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Las prostitutas tuvieron que disfrazarse como rudas mujeres de la Gestapo y llevar botas altas y cascos mili­ tares. Su misión era la de someter al cliente a distintas clases de torturas. Entre las prácticas más solicitadas y más caras estaban ”la lluvia dorada” y la “lluvia marrón” consistentes respectivamente en ser orinado o defecado enci­ ma en un contexto sexual. Según los testimonios de estas mujeres, es frecuente que estos hombres extremadamente ambiciosos e influyentes regresen a estados infantiles después de haber alcanzado el orgasmo con estas experiencias sado­ masoquistas y escatológicas. Quieren ser abrazados, tratados como bebés y chu­ par sus pezones. Este comportamiento se opone totalmente a la imagen que es­ tos hombres tratan de proyectar en su vida cotidiana. Las interpretaciones de estos descubrimientos son estrictamente biográficas y freudianas por su naturaleza. Los autores vinculan las torturas a los castigos pa­ ternos, la lluvia de excrementos a los problemas relacionados con el aprendizaje para ir al baño, y la necesidad de chupar el pecho a necesidades frustradas duran­ te el amamantamiento, así como a una fijación con la madre. Sin embargo una inspección más detallada revela que los clientes representaban, sin saberlo, temas típicos perinatales y no acontecimientos postnatales de la niñez. La combinación de confinamiento físico, el dolor y la tortura, la excitación sexual, el componente escatológico y la regresión posterior al comportamiento oral son indicaciones in­ confundibles de la activación de la tercera y cuarta matriz (MPB III y IV). A continuación mencionaré otro ejemplo de la conexión entre prácticas se­ xuales similares y el proceso perinatal. Un amigo mío, un terapeuta australiano trataba a una prostituta de una gran ciudad, por lo que estaba muy bien infor­ mado respecto a la situación sexual de los bajos fondos. Me informó de cual era la petición más frecuente de los clientes a las prostitutas. A menudo el cliente pedía ser encerrado en una habitación con tres adolescentes, todas ellas disfra­ zadas de monjas. Él las perseguía y las ataca sexualmente mientras que ellas fin­

172

gían resistirse, estar asustadas, y trataban de escaparse. Todo esto ocurría a la vez que sonaba música sacra como la misa de Santa Cecilia de Gounod, o el Réquiem de Mozart. Esta combinación de sexo, agresividad y elementos espiri­ tuales es típica de la transición entre la MPB III y IV. Las conclusiones de Janus, Bess y Saltus merecen especial atención, ya que hicieron un llamamiento al público americano a que no contara con que sus po­ líticos fueran ejemplos de comportamiento sexual. A la luz de su investigación, habría sido muy poco realista anticipar tal realidad. De acuerdo con sus averi­ guaciones un impulso sexual excesivo y una inclinación sexual desviada está ín­ timamente relacionada con el alto grado de ambición hoy en día necesario para convertirse en una persona influyente en la sociedad. Por eso los escándalos de los círculos políticos y sociales no deberían sorprendernos — como el asunto Profumo que estremeció al Parlamento británico, las escapadas de Ted Kennedy, que tiraron por la borda su oportunidad de ser presidente, y las extravagancias sexuales de Bill Clinton, que causaron el colapso del gobierno de los Estados Unidos durante varios meses. Las raíces perinatales del comportamiento humano ofrecen una solución in­ esperada a la antigua idea de Freud y Adler, acerca de los impulsos sexuales como elemento de poder dominante en la psique humana. Según Freud, la fuer­ za principal que dirige nuestros pensamientos, emociones y nuestro comporta­ miento es la búsqueda de satisfacción sexual. También queremos poder, porque nos hace más deseables y eso incrementa nuestras oportunidades sexuales. Según Adler, el elemento motivador y determinante en la psique responde a un sentimiento de inferioridad y a un fuerte impulso que lo compensa. Él denomi­ nó esta lucha por el poder “la protesta masculina.” Lo que más deseamos es po­ der, y usamos el sexo para obtenerlo y mejorar nuestra posición en el mundo. Janus, Bess y Saltus sugieren que un fuerte impulso sexual y una intensa am­ bición no son incompatibles, es más forman las dos caras de una misma mone­ da. Esta sugerencia se encuentra en perfecto acuerdo con el modelo perinatal; en el contexto de la MPB III, las dos fuerzas se hallan entremezcladas. Tal y com o hemos visto, el estrangulamiento y el dolor experimentados durante el paso por el canal del nacimiento generan un impulso sexual de una intensidad

extrem a que busca liberación. Por otra parte, la c o n fro n ta ció n con las fuerzas elementales J e las contracciones uterinas y la resistencia del canal de n acim ien ­ to hace que el feto se sienta inútil y desesperado. A dem ás, la gran incom odid ad y la amenaza vital del nacim iento activan el instinto de supervivencia así co m o esfuerzos desesperados por d esafiar tal situ ació n y salir de e lla . L os a c o n te c i­ m ientos de la vida postnatal constituyen entonces sistem as C O E X que pueden reforzar uno u otro elem ento de esta diada com plem entaria. Algunas formas extrem as de patología sexual y crim inal, com o puedan ser las violaciones, los asesinatos sádicos, y la necrofilia, m uestran claram ente sus raíces perinatales. Las personas que experim entan los elem entos sexuales de la M P B III, com entan a menudo que esta fase del nacim iento posee num erosas características en común con las violaciones. Esta com p aración tiene m ucho sentido si co n sid e­ ramos algunos de los rasgos vivenciales de una violación. Para la víctim a significa un grave peligro, una ansiedad vital, d olor extrem o , una d om in ación física , una lucha por liberarse del agresor, estrangulam iento, y una excita ció n sexual ajen a e impuesta. La experiencia del violador, por el c o n tra rio , im plica la co n tra p a rtid a activa de todos estos elem entos; poner en peligro, am enazar, herir, d om inar, es­ trangular, y dejarse llevar por la ex cita ció n sexu al. La exp erien cia de la v íctim a tiene muchos elementos en com ún con lo que viven los bebés en el can al del n a ci­ miento, m ientras que el violador exterioriza las fuerzas interiores de las c o n tra c ­ ciones uterinas, a la vez que se venga de la m adre, la víctim a. Si los recuerdos de la M P B III están lo su ficientem ente ce rca de la c o n s c ie n ­ cia, pueden crear una presión psicológica muy fuerte sob re el individ uo que re ­ presenta a diario sus elem entos. Por ejem plo, el hecho de p a rticip a r en a ctiv id a ­ des sexu ales v io len ta s, o in clu so co m p ro m e te rse

in c o n s c ie n te m e n te

en

co n tex to s sexuales peligros. Es cierto que este m ecan ism o n o se a p lica a to d a s las víctim as de los crím enes sexuales, pero en d eterm inad os ca so s sí d esem peña un papel im portante. Este com p ortam ien to claram en te d estru ctivo resp ond e sin em bargo a un im pulso inconsciente de san ació n . En un c o n te x to de te ra p ia vivencial, la propia psique de la persona g eneraría ex p e rien cia s sim ila re s, a c o m ­ pañadas de intuiciones sobre las claves de las fuentes in co n scien tes y fa c ilita ría por tanto una sanación y una tran sform ación p sicológ ica y esp iritu al.

174

Debido al parecido existente entre la experiencia de una violación y el naci­ m iento, las víctimas sufren un trauma psicológico que no solamente refleja el doloroso impacto de la reciente situación, sino que además se produce una caí­ da de las defensas protectoras del recuerdo del nacimiento biológico. Es muy probable que los problem as em ocionales que las violaciones acarrean a largo plazo se deban a una emergencia de las emociones y manifestaciones psicosomáticas perinatales de la consciencia. En estos casos, la solución terapéutica re­ querirá trabajar sobre el trauma del nacimiento. La influencia de la tercera matriz perinatal es aún más obvia en el caso de los asesinatos sádicos, que en cierta medida guardan gran relación con las violacio­ nes. Estos actos contienen, además de la com binada descarga de los impulsos sexuales y agresivos, elementos como la muerte, mutilaciones, desmembramien­ tos, así com o indulgencia escatológica intestinal y sangrienta. Esto tiene una re­ lación directa con el hecho de revivir las últimas fases del nacimiento. Las dinámicas del crimen sádico se acercan mucho al suicidio sangriento. La única diferencia estriba en que, en el primer caso la persona tiene el papel de agresor m ientras que en el suicidio también se convierte en la víctima. Ambos papeles representan aspectos distintos de la misma personalidad: el agresor re­ fleja las fuerzas de la opresión y destrucción interiorizadas del nacimiento, mientras que la víctima reflejaría el recuerdo de las emociones y las sensaciones experimentadas por el bebé durante el nacimiento. Una com binación sim ilar de elementos, si bien con distintas proporciones, constituye el trasfondo de los casos clínicos de necrofilia. La necrofilia puede darse en formas y grados muy diversos. Puede manifestarse de forma casi insig­ nificante hasta alcanzar proporciones criminales. Sus variantes más superficia­ les pueden m ostrarse a través de una excitación sexual producida por la visión de cadáveres o una atracción por los cementerios, las tumbas o los objetos rela­ cionados con ellos. Formas mucho más serias de necrofilia incluyen una apeten­ cia extrem a por tocar, oler y probar los cadáveres y complacerse con la putre­ facción . FJ grado posterior sería una manipulación de los cuerpos en la funeraria o el cementerio, acompañada de una excitación sexual que culminaría con una penetración de los cadáveres.

1/b

Pintura de una sesión de respiración holotrópica en la que la artista tuvo la ex p e­ riencia de un enano atrapado en su estómago. Tenía la sensación de que dicha fi­ gura estaba implicada en la psicodinámica de su nausea y de su bulimia. L a larga lengua verde del hom brecillo parecía tener una importancia especial; se trataba de una representación gráfica adecuadísima de enferm edad y repulsión.

Los casos extrem os de esta perversión sexual co m b in a n el ab u so de los c a ­ dáveres con m utilaciones, desm em bram ientos de los cu erp os e inclu so c a n ib a ­ lismo. El análisis de la necrofilia revela esta misma y extrañ a am algam a de c o m ­ ponentes — sexu alidad , agresión, m uerte y e sca to lo g ía — típ ico s de la te rce ra matriz perinatal. Las raíces más profundas de este grave tra sto rn o parecen estar

176

relacionadas con una regresión filogenética al reino animal y con una identifica­ ción con la consciencia de las especies carnívoras carroñeras.

Manifestaciones psicosomáticas de los trastornos emocionales M uchos de los trastornos emocionales, como las neurosis, las depresiones y las psicosis funcionales, presentan manifestaciones físicas concretas. Las más comunes suelen ser los dolores de cabeza, palpitaciones del corazón, sudor ex­ cesivo, tics y temblores, dolores psicosomáticos, así como distintas enfermeda­ des de la piel. También son frecuentes los trastornos gastrointestinales, como las nauseas, la pérdida de apetito, el estreñimiento y la diarrea. Acompañando a los problemas emocionales suelen encontrarse las diversas disfunciones sexua­ les, por ejemplo la am inorrea, las irregularidades y los dolores del ciclo mens­ trual y las dolorosas contracciones vaginales durante el coito También mencio­ nam os anteriorm ente la disfunción eréctil y la incapacidad de alcanzar el orgasm o. Tales condiciones pueden acom pañar otros problemas neuróticos o darse com o síntomas primarios independientes. En neurosis com o la histeria de conversión, la sintomatología física es muy evidente y puede incluso ser la característica más relevante del trastorno. Esto es igualmente cierto para una categoría de trastornos que los psicoanalistas con­ vencionales denominan n e u r o s is p r e g e n it a le s . Entre los síntomas podemos in­ cluir varios tics nerviosos, tartamudez y asma de origen psicológico. Tales con­ diciones representan híbridos entre la neurosis obsesivo compulsiva y la histeria de conversión. En estos casos, la estructura de la personalidad latente es la ob­ sesivo com pulsiva, pero el mecanismo de defensa y la formación de los sínto­ mas es de conversión, com o en el caso de la histeria. También existe un grupo de trastornos médicos, cuyos factores psicológicos son tan significativos que in­ cluso la medicina tradicional se refiere a ellos bajo la categoría de e n fe r m e d a d e s p s i c o s o m á t ic a s .

Esta categoría incluye j a q u e c a s , h ip e r t e n s ió n fu n c io n a !, c o litis , a s m a p s ic o -

\n

jfénica, soriasis, y varias clases de eczem as, y también en determinados casos ciertos tipos do artritis. I.a mayoría de los médicos y psiquiatras aceptan la na­ turaleza psicogénica de estos trastornos, sin ofrecer una explicación de los me­ canismos psicogénieos que les acompañan. Gran parte del trabajo clínico, la es­ peculación teórica, y la investigación realizados hasta hoy se han basado en las ideas del psicoanalista Franz Alexander, considerado como el fundador de la medicina psicosomática. En 1935, Alexander propuso un modelo teórico que explica el mecanismo de los trastornos psicosomáticos. La clave de su contribu­ ción consistió en reconocer que los síntomas psicosomáticos son el fruto de los concomitantes fisiológicos de los traumas y de los conflictos psicológicos. Según él, la excitación emocional que se produce durante los ataques de ansiedad, pena o rabia, desencadena reacciones fisiológicas intensas que conducen al des­ arrollo de síntomas y enfermedades psicosomáticas (Alexander 1950). Alexander hizo una distinción entre las reacciones de conversión y los tras­ tornos psicosomáticos. En las primeras, los síntomas tienen un significado sim­ bólico y sirven como defensa contra la ansiedad. Esto supone una importante característica de las neurosis. En los trastornos psicosomáticos, podemos en cambio remontarnos hasta la fuente del estado emocional latente del trauma psicológico, los conflictos neuróticos, y las relaciones patológicas interpersona­ les; los síntomas, por sí mismos, no tienen una función práctica. Es más, repre­ sentan un fallo de los mecanismos de defensa psicológicos que protegen a la per­ sona de una excesiva excitación emocional. Alexander señaló que esta somatización de las emociones se produce en aquellas personas que presentan una predisposición para ello, y no en las que están sanas. Aún así, ni él ni sus se­ guidores han sido capaces de definir la naturaleza de esta condición. Más de seis décadas después, la situación en el campo de la medicina psico­ somática sigue dejando mucho que desear. Se caracteriza principalmente por una falta de acuerdo acerca de los mecanismos que constituyen la psicogénesis de los síntomas somáticos y por la inexistencia de un marco conceptual del todo satisfactorio (Kaplan y Kaplan 1967). La ausencia de respuestas claras hace que numerosos autores se unan a la idea de la multicausalidad. Según este punto de vista, los factores psicológicos juegan un papel decisivo en los trastornos psico-

178

som áticos, aunque también debemos tener en cuenta muchos otros factores com o son la constitución, la herencia, la patología, la nutrición, el entorno, y los determinantes sociales y culturales. Esto, claro está, no puede definirse ade­ cuadamente, lo cual deja la cuestión de la etiología de los trastornos psicosomáticos sin definir. Tal y como pudimos observar previamente, la terapia psiquedélica y el tra­ bajo de respiración holotrópica han confirmado, con claras evidencias, que los traumas psicológicos postnatales no bastan para explicar el desarrollo de los trastornos emocionales. Esto tiene aún más peso respecto a los síntomas y los trastornos psicosomáticos. El conflicto psicológico, la pérdida de una relación em ocionalm ente significativa, una dependencia excesiva, el niño que ve a sus padres haciendo el amor, y otros factores similares, que los psicoanalistas consi­ deran com o factores causales, no pueden explicar la naturaleza y la intensidad de las complicaciones fisiológicas de los trastornos psicosomáticos. A la luz del trabajo vivencial, cualquiera de las teorías de orientación psicoanalítica que trate de explicar las enfermedades psicosomáticas basándose exclu­ sivamente en los traumas psicológicos postnatales es superficial y poco convin­ cente. Del mismo modo, parece muy poco probable que estos trastornos puedan tratarse meramente mediante terapia verbal. La investigación holotrópica ha dado lugar a importantes descubrimientos en torno a la teoría y a la terapia de los trastornos psicosomáticos. Uno de los descubrimientos más significativos es la enorme cantidad de energía emocional y física que se esconde bajo los sínto­ mas psicosomáticos. A pesar de las justificadas dudas ante la idea de que tan sólo los traumas psi­ cológicos biográficos pueden causar profundos problemas funcionales, o inclu­ so serios daños anatómicos en los órganos, ello constituye una posibilidad razo­ nable si consideramos las energías elementales y destructivas que se manifiestan en los estados holotrópicos. En un sentido general, esta observación confirmo los conceptos del genial y polémico pionero del psicoanálisis Wilhelm Reich. A raíz de sus observaciones de las sesiones terapéuticas, Reich concluyo que el principal factor subyacente en los trastornos emocionales y psicosomáticos era

1/9

la mezcla y aglomeración de importantes cantidades de energía vital en los m ús­ culos y las visceras, que forman lo que él denom inó la

coraza del carácter (Reich

194s>, | % l). Pero aquí terminan las similitudes entre la psicología rcichiana y las o b se r­ vaciones de la investigación liolotrópica. Según Reich, esta energía atrapada es, por naturaleza, sexual y la razón de este bloqueo es fundam entalm ente el c o n ­ flicto entre las necesidades biológicas y la influencia represiva de la socied ad, que impide lograr una com pleta liberación orgásm ica y una vida sexual sa tis­ factoria. 1.a energía sexual que permanece com o residuo, y no es expresada, se aglomera para encontrar formas de expresión desviadas que se m anifiestan m e­ diante perversiones y síntomas neuróticos o psicosom áticos. El tra b a jo con es­ tados holotrópicos ofrece una explicación radicalmente distinta. M uestra que la energía agarrotada en nuestro organism o no se encuentra realm ente acum ula­ da, tampoco es una parte de nuestra libido que ha quedado sin expresar, sino una carga emocional y física confinada en sistemas C O E X . Parte de esta energía pertenece a las capas biográficas de estos sistemas que contienen recuerdos de los traumas psicológicos y físicos de nuestra infancia. Una considerable proporción de esta carga energética es perinatal en su origen y refleja el hecho de que el recuerdo del nacimiento no ha sido procesado de fo r­ ma adecuada y sigue existiendo en el inconsciente como una gestalt em ocional y físicamente incompleta. Durante el parto, se generan cantidades extraord in a­ rias de energía, debido al estimulo excesivo de las neuronas. Esta energía no en­ cuentra salida a causa del confinamiento que existe en el canal del nacim iento. La razón por la que Reich malinterpretó esta energía, al considerarla libido atrapada, se debe probablemente a la fuerte excitación sexual asociada con la tercera matriz (MPB 111). En determinados casos, los traumas prenatales pueden contribuir de forma muy significativa a la carga negativa de estos sistemas C O E X y participan en la génesis de síntomas psicosomáticos. El historial prenatal de ciertas personas puede ser muy complejo cuando se incluyen los factores emocionales y el estrés físico agudo de la madre embarazada. Entre ellos estarían por ejemplo los ries­ gos o intentos de aborto, un útero tóxico, o una incompatibilidad sanguínea. La

180

fuente de energía más profunda de los trastornos psicosomáticos procede del ámbito transpersonal, particularmente de los elementos kármicos y arquetípicos (ver la historia de Norbert págs. 116-117). Otro punto de especial interés e importancia es la observación, en el trabajo vivencial profundo, de que las fuerzas motrices primarias que subyacen a las manifestaciones psicosomáticas no se deben a traumas psicológicos. Los facto­ res que juegan un papel decisivo en su génesis son en realidad traumas físicos que no han sido asimilados o integrados. Entre ellos se encontrarían recuerdos de enfermedades infantiles molestas, intervenciones quirúrgicas, heridas y acci­ dentes graves. En un nivel más profundo, los síntomas están relacionados con el trauma del nacimiento, pero también con traumas físicos asociados con recuer­ dos de vidas pasadas. Así, el material de fondo a ciertos dolores psicosomáticos puede incluir recuerdos de accidentes, operaciones, enfermedades de la infancia o de épocas más tardías de la vida, el dolor vivido durante el nacimiento, y el sufrimiento físico relacionado con heridas o muertes en encarnaciones pasadas. Este punto de vista presenta un claro contraste en relación a la mayoría de las escuelas psicodinámicas que tienden a atribuir la génesis de los síntomas psi­ cosomáticos a conflictos y traumas psicológicos. De acuerdo con estas escuelas, los síntomas se originan de tal modo que el material psicológico se expresa a través de un lenguaje corporal simbólico o somatización. Por ejemplo, el apego y el abandono emocional son considerados factores psicológicos que se esconde tras el estreñimiento y la diarrea. Un agudo dolor muscular en el cuello es una expresión simbólica de que los clientes “llevan demasiada responsabilidad so­ bre sus hom bros.” De un modo similar, los trastornos estomacales se desarrollan en personas que no son capaces de “tragar” o “digerir” algo. La parálisis histérica refleja una defensa contra un acto sexual infantil censurado. Los problemas respirato­ rios pueden ser causados por la madre que “ahoga” a su h ijo,” el asma es un “llanto por la madre” y una sensación de opresión en el pecho es el producto de “una inmensa pena.“ Así mismo, la tartamudez sería el resultado de una agre­ sión verbal reprimida y la necesidad apremiante de exteriorizar obscenidades, y los problemas en la piel servirían de protección contra las tentaciones sexuales.

181

lln sistema psicológico que, a diferencia de la mayoría, reconoce la enverga­ dura del impacto de los traumas físicos en la psique, es la Cienciología de Ron Hubbard (I lubbard 1950). los cicnciólogos descubrieron la importancia psico­ lógica de los abusos físicos mediante lo que denominan audicion es, un proceso de exploración y terapia que utiliza galvanómetros que miden la resistencia de la piel e indican la carga emocional del material que se discute durante las sesio­ nes. I.a respuesta obtenida se convierte entonces en la directriz del auditor, per­ mitiéndole así dirigir la exploración de la entrevista. Lo que constituye una he­ rramienta valisosísima que permite detectar el material que es emocionalmente relevante. Dicha guía, viene dada automáticamente en estados holotrópicos, por lo que anteriormente hemos denominado “el radar interior”. Kl sistema teórico de la Cienciología reconoce los traumas físicos de la vida postnatal a la vez que concede importancia a los traumas somáticos del nacimien­ to y de vidas anteriores. Hubbard se refirió a las huellas de los traumatismos físi­ cos con el término engramas que consideraba fuentes primarias de los problemas emocionales. En su terminología, los traumas psicológicos se conocen como s e ­ cundarios. Estos traumas secundarios, adquieren su poder emocional de su aso­ ciación con los engramas. En cierta medida, los aspectos más sólidos y prácticos del marco conceptual que ofrece Hubbard muestran una gran afinidad con el ma­ terial que discutimos en este libro (Gormsen y Lumbye 1979). Desgraciadamente, el abuso de la Cienciología en su busca constante de poder y dinero, junto con las atrevidas especulaciones de Hubbard respecto a las influencias extraterrestres, han restado crédito a sus interesantes contribuciones teóricas. El trabajo con estados holotrópicos provee grandes oportunidades para pe­ netrar y comprender las dinámicas de los trastornos psicosomáticos. De hecho, es bastante común ver ataques pasajeros de asma, jaquecas, eczemas e incluso incipientes erupciones de soriasis en la piel, que emergen y se manifiestan en las sesiones psiquedélicas o durante la terapia holotrópica. Generalmente, se acom­ pañan de comprensiones profundas relativas a las raíces de estos trastornos. Según los informes de los terapeutas que trabajan con técnicas vivenciales, en su aspecto positivo, se suele presentar una mejoría notable y duradera en varios trastornos psicosomáticos. Los informes suelen mencionar de forma particular

182

el trauma del nacimiento y las experiencias transpersonales entre los mecanis­ mos terapéuticos más eficaces. Por simples razones de espacio, este libro no me permite describir con ma­ yor detalle los nuevos descubrimientos relativos a las dinámicas de los trastor­ nos psicosomáticos ni presentar casos ilustrativos. Por lo que remito a aquellas personas interesadas en estas cuestiones a mis publicaciones anteriores (Grof 1980, 1985).

Psicosis infantiles autistas y simbióticas, personalidad narcisista y estados borderline Los pioneros de la psicología del ego, Margaret Mahler, Otto Kernberg, Heinz Kohut, entre otros, aportaron nuevos diagnósticos a la clasificación psicoanálitica clásica. Según ellos, las nuevas categorías diagnósticas se originan en los trastornos correspondientes a la fase de la relación objetal. A través del proceso de separación como individuo, durante el estadio autista y simbiótico de la fase narcisista, mo­ mento en que se llega a una relación continua con los objetos, se produce un des­ arrollo psicológico saludable. Una grave interferencia durante este proceso, así como una carencia de las necesidades básicas durante estas fases más tempranas, puede originar trastornos muy graves. Dependiendo del grado y del momento en que estas adversidades se produzcan, pueden originar psicosis infantiles autistas y sim bióticas, personalidades narcisistas, o trastornos extremos de personalidad. Los textos de la psicología del ego suelen ofrecer un análisis particularmente detallado y refinado de las dificultades propias de estos trastornos en lo referente a la relación objetal. Sin embargo, estos psicoanalistas, al igual que los más clásicos, no reconocen que los acontecimientos biográficos postnatales no sean los únicos responsables de la sintomatología de los trastornos emocionales. Las observacio­ nes de los estados holotrópicos de consciencia sugieren que los traumas que se pro­ ducen durante la primera niñez ejercen un profundo impacto en la vida psicológica del individuo, no sólo porque ocurren cuando el organismo aún no ha llegado a la madurez, Jo cual afecta la formación y las bases de su personalidad, sino también

IU3

porque interfieren con el proceso de recuperación del propio trauma del nacimien­ to. I stos traumas dejan abierto el acceso al nivel perinatal Los términos que la psicología del ego usa para describir las dinámicas pos­ tnatales de estos trastornos omiten las dimensiones prenatal y perinatal. La gra­ tificación simbiótica a la que estos psicólogos atribuyen gran im portancia, no sólo se refiere a la calidad del amamantamiento y la satisfacción anaclítica du­ rante la niñez, sino también a la calidad del estado previo al nacimiento. Lo mis­ mo ocurre con los efectos negativos producidos por una carencia sim biótica. A modo de ilustración presentaré ahora la descripción que hace M argaret M ahler de la fase simbiótica: “durante la fase simbiótica el bebé se com porta y funciona como si él y su madre formaran un sistema om nipotente (unidad dual) dentro de un límite común, es decir, com o si fuesen una m em brana sim b ió tic a .” (Mahler 1961). De un modo similar, la regresión al autism o y a un estado au­ sente de objeto posee las características propias de un regreso al vientre m ater­ no y no solamente a un estado postnatal. Otros aspectos importantes de los trastornos causados por los problemas que se producen durante el desarrollo de la relación objetal apuntan claramente a las dinámicas perinatales. Esta separación del mundo com o bueno o m alo, caracte­ rística también de los pacientes con personalidades límites, no refleja únicamente la idea de la inconsistencia materna (madre “buena” o ’’m ala” ) defendida por la psicología del ego, sino que, en un sentido mucho más profundo, su origen consti­ tuye la ambigüedad del papel que la madre juega en la vida del niño, incluso cuan­ do las circunstancias son de lo más óptimas. Desde una perspectiva prenatal y postnatal, representa el principio según el cual se da y mantiene la vida, a la vez que se convierte en un elemento amenazador durante el parto.

Dinámicas de los estados psicóticos en adultos A pesar de la enorme cantidad de energía, dinero y tiempo que se ha inverti­ do en la investigación científica, la naturaleza de los procesos psicóticos sigue siendo un verdadero misterio. Extensos estudios sistemáticos han descubierto y

184

explorado importantes variables relacionadas con factores genéticos, determi­ nantes sociales, cambios hormonales y bioquímicos, determinantes biológicos, psicológicos y sociales, influencias medioambientales, entre otros muchos fac­ tores. Aunque ninguno de ellos ha mostrado ser una prueba suficientemente consistente para explicar a la etiología de las psicosis funcionales. Sin embargo, aunque la investigación biológica y bioquímica pudieran de­ tectar procesos que mostraran una correlación consistente con la manifestación de los estados psicóticos, esto de por sí, no ayudaría a comprender la naturaleza y el contenido de las experiencias psicóticas. Ya he mencionado este problema en un capítulo anterior, al comentar la investigación de las sustancias psiquedélicas en el laboratorio. En el caso de estados inducidos por psiquedélicos quími­ camente puros, conocemos con exactitud la dosis y el desencadenante bioquí­ mico. Pero, aún así desconocemos por completo la naturaleza y el contenido de las experiencias, así como su variabilidad individual e interpersonal. En reali­ dad sólo explica la emergencia del profundo material inconsciente a la cons­ ciencia. Una misma dosis suministrada a distintas personas, bajo las mismas circuns­ tancias, puede inducir un amplio espectro de experiencias que van desde una autoexploración analítica y retrospectiva, pasando por estados paranoicos y maniacos, hasta llegar a estados de revelación mística. Esto muestra que las pro­ babilidades de encontrar una solución biológica al complejo problema de las psicosis son bastante remotas. Teniendo en cuenta estos hechos, resulta difícil aceptar las especulaciones de esta índole como serias propuestas científicas. El potencial para crear estas experiencias es claramente una propiedad inherente a la psique humana. La fenomenología de las psicosis funcionales combina de dis­ tintas formas fenómenos del nivel perinatal y transpersonal, con elementos bio­ gráficos postnatales esporádicos. Las experiencias características de la primera matriz perinatal MPB I están representadas en la sintomatología de los estados psicóticos, tanto en sus aspec­ tos positivos como negativos. Numerosos pacientes experimentan episodios de unión simbiótica con la Gran Diosa Madre. Tienen la sensación de ser alimen­ tados por su vientre o por su seno. Esto, a menudo se vive como una union con

la madre naturaleza, con la totalidad del universo y con Dios. Si estas experien­ cias reciben el apoyo necesario, pueden proveer otras que corrigen esta carencia de satisfacción simbiótica en la vida más temprana del paciente. A la inversa, parece haber una profunda conexión entre los problemas de la vida embrionaria y los estados psicóticos que presentan distorsiones paranoicas de la realidad. Puesto que numerosos problemas prenatales se deben a los cam­ bios químicos que se producen en el organismo de la madre, que los trasmite a su vez al bebé, estos episodios paranoicos a menudo giran en torno a factores tóxicos o a algún tipo de influencia dañina e invisible. Muchos pacientes psicó­ ticos creen que su comida ha sido envenenada, que les están filtrando algún tipo de gas venenoso en casa, o que un enemigo diabólico les está exponiendo a ra­ diaciones peligrosas. Estas influencias hostiles coinciden con visiones de entida­ des demoníacas y figuras arquetípicas malignas. Otra fuente de estados paranoicos coincide también con el principio de la segunda matriz perinatal. Esto no es sorprendente, si tenemos en cuenta que el principio del parto constituye un trastorno irreversible de la existencia prenatal. Dado lo desagradables y abrumadoras que estas situaciones pueden ser para el feto, no resulta muy difícil imaginar que la emergencia en la consciencia de re­ cuerdos del parto o de serios problemas intrauterinos pueda desencadenar sen­ timientos de extrema ansiedad. Por razones obvias, la fuente de tal peligro no puede identificarse y sigue siendo desconocida. La persona trata entonces de proyectar estos sentimientos a situaciones amenazadoras del mundo exterior: organizaciones secretas, nazis, comunistas, masónicas, el ku klux klan, u otro grupo peligroso, incluso, a veces, extraterrestres. El contenido específico de es­ tas experiencias suele asustar y pueden provenir de las áreas correspondientes del inconsciente colectivo. La segunda matriz perinatal básica MPB II, cuando está totalmente activa­ da, presenta en su sintomatología psicótica los temas de profunda desespera­ ción y melancolía, la sensación de una condena eterna, ejemplos de torturas in­ humanas y pruebas diabólicas.

Muchos de los pacientes psicóticos

experimentan una sensación de sufrimiento interminable en el infierno y tortu­ ras que parecen proceder de algún plan especialmente concebido. Los estudios

186

psicoanalíticos muestran que la máquina que ejerce influencias, que describen muchos pacientes psicóticos, y que es causante de una agonía insoportable re­ presenta en realidad el cuerpo de la “mala madre”. Aún así, dichos estudios fa­ llan a la hora de reconocer que ese cuerpo de la madre, que tortura y es peligro­ so, corresponde al de la madre que está dando a luz y no a la madre que luego alimenta y nutre (Tausk 1933). Otros temas psicóticos relacionados con la se­ gunda matriz perinatal MPB II son las experiencias en las que aparecen figuras absurdas y extrañas, de mundos sin sentido, autómatas y un ambiente de circo grotesco. Por su parte, la MPB III añade al cuadro clínico de los estados psicóticos otras tantas facetas, también propias de esta compleja matriz. El aspecto titáni­ co se manifiesta bajo la forma de tensiones insoportables, poderosas corrientes y descargas energéticas. Las imágenes y los temas correspondientes están rela­ cionados con escenas violentas de guerras, revoluciones, y masacres sangrien­ tas. Estas escenas alcanzan a veces proporciones arquetípicas y relatan motivos de dimensiones cósmicas, como por ejemplo batallas entre las fuerzas del bien y el mal, ángeles luchando con demonios, titanes que desafían a los dioses, o superhéroes que luchan con monstruos mitológicos. Los elementos agresivos y sadomasoquistas de la MPB III hacen que las vi­ siones de los pacientes psicóticos giren en torno a crueldades de todo tipo, vio­ lencia ocasional, automutilaciones, crímenes sangrientos y suicidios. Muestran visiones y fantasías sexuales aberrantes, así como experiencias de ataques se­ xuales. También son características de esta tercera matriz las visiones de dolorosas intervenciones en la zona de los genitales, y el particular interés por las heces y demás sustancias biológicas; del mismo modo que la magia atribuida a las funciones excretorias nos permiten percibir la intervención de la faceta escatológica de la MPB III. Lo mismo ocurre con la coprofilia y la coprofagia, la re­ tención de orina y heces o, inversamente, la falta de control sobre el esfínter. Experiencias de elementos satánicos, como puedan ser rituales de misas negras, combinan, de una manera particular, los elementos de muerte, sexo, agresión v escatología con esta tercera matriz. Estos elementos son comunes a las expe­ riencias de los pacientes psicóticos.

187

I a transición de la tercera matriz (MPB III) a la cuarta (MPB IV) contri­ buye al espectro de experiencias psicóticas de muerte y renacimiento pisicoespiritual, visiones de destrucción y recreación del mundo, así como a las es­ cenas del juicio final. Puede ir acompañada de una identificación con Cristo o figuras arquetípicas que representan a la muerte y a la resurrección. Esto hace que las personas conecten con sentimientos mesiánicos y padezcan una inflación del ego. A si mismo, las personas suelen experimentar fantasías y pueden experimentar también la maternidad y la paternidad del niño divino. Otras experiencias características serían la Epifanía divina, visiones de la Gran Diosa Madre o una identificación con ella, encuentros con seres angélicales o deidades luminosas. Los sentimientos de salvación o redención tam­ bién pertenecen a estas manifestaciones características de la cuarta matriz perinatal básica, MPB IV. En un principio, cuando sugerí que una gran parte de la sintomatología podía ser concebida en términos de dinámicas perinatales (Grof 1975), no pude encontrar ningún estudio médico que apoyara o incluso considerara esta hipótesis. Es sorprendente observar en qué medida los científicos han omitido la posible relación entre las psicosis y el trauma del nacimiento. Hoy en día, casi un cuarto de siglo después, existen claras evidencias médicas de que el trauma del nacimiento juega un papel importante en la génesis de las psicosis. De hecho, las infecciones virales durante el embarazo materno y las com­ plicaciones obstétricas durante el nacimiento, incluidos los partos muy lar­ gos y la falta de oxígeno, son unos de los pocos factores que pueden contri­ buir a la esquizofrenia (Warner 1995, Wright et al. 1997, Verdoux y Murray 1998, Kane 1999, Dalman et al. 1999). Debido a la gran influencia ejercida por la psiquiatría de orientación biológica, las interpretaciones de estos da­ tos tienden a considerar que el nacimiento pudo haber causado daños cere­ brales indetectables por los métodos de diagnóstico actuales. Los teóricos y médicos convencionales niegan que el nacimiento pueda constituir semejante trauma psicológico. Aunque las experiencias perinatales, descritas anteriormente, a menudo re-

1 88

presentan una combinación de recuerdos biológicos del parto e imágenes arquetípicas con temas correspondientes, la fenomenología de los estados psicóticos también puede contener varias experiencias transpersonales en su forma pura, sin la mezcla de los elementos biológicos perinatales. La más común de esas experiencias la constituyen los recuerdos de vidas pasadas, contactos con inteligencias extraterrestres, y encuentros con deidades y demonios. También es posible que las personas diagnosticadas como psicóticas tengan experiencias profundamente espirituales. Pueden por ejemplo identificarse con Dios, el Absoluto, o con el vacío cósmico. Muchas de las experiencias descritas coinciden con las relatadas por místi­ cos, santos, profetas y maestros espirituales de todas las épocas. Según lo que hemos visto anteriormente, es absurdo atribuir todas estas experiencias a algún proceso patológico del cerebro o a alguna otra parte del cuerpo, sin embargo, esto es habitual en psiquiatría. Lo que plantea la pregunta de la relación entre la psicosis y la experiencia mística. He utilizado hasta el momento los términos psicosis y psicótico de acuerdo con la terminología psiquiátrica, aunque las ob­ servaciones y las experiencias de los estados holotrópicos sugieren la inminente necesidad de volver a definir el concepto de psicosis. Cuando observamos estas experiencias en el contexto de una cartografía de la psique que no se limita exclusivamente al nivel biográfico postnatal, es decir, una que incluya el ámbito perinatal y transpersonal, resulta muy claro que la di­ ferencia entre el misticismo y los trastornos mentales tiene menos relación con la naturaleza y el contenido de las experiencias que con la actitud que se tiene al respecto, el “estilo de la experiencia” del individuo, el modo de interpretarla, y la habilidad para integrar estas experiencias. Joseph Campbell a menudo usaba en sus charlas una cita que expresa esta relación: “el psicótico se ahoga en las mismas aguas en que el místico nada con deleite.” Compartiría de buen gusto esta cita tan apropiada, si no fuese porque mis propias observaciones se basan sobre todo en que las experiencias del místico suelen ser difíciles y no precisa­ mente un deleite. Aún así, el místico es capaz de ver estos retos en un contexto más amplio; el del camino espiritual con un objetivo mucho más profundo y de­ seable.

189

Kste enfoque de las psicosis tiene unas implicaciones muy profundas, no sólo para la teoría y la práctica terapéutica, sino también para el desenlace de estos estados, l as observaciones resultantes de la terapia vivencial confirman con cre­ ces las ideas alternativas y revolucionarias con las que los pioneros C. G. Jung (196()c), Roberto Assagioli (1977), y Abraham Maslow (1964) entendían las psicosis. Trataremos de forma mucho más extensa este tema en el capítulo si­ guiente.

190

CAPÍTULO CUATRO

Emergencia espiritual: comprensión y tratamiento de las crisis de transformación Una de las consecuencias más importantes de la investigación de los estados holotrópicos reside en habernos dado cuenta de que gran parte de las condiciones hoy en día diagnosticadas como psicóticas, y tratadas de forma indiscriminada con fármacos supresores, son en realidad, fases difíciles de los procesos radicales de transformación personal y apertura espiritual. En cambio, si estas crisis psicoespirituales se comprenden y apoyan de forma adecuada, pueden dar lugar a una sanación psicosomática que, a su vez, irá acompañada de considerables cambios psicológicos y una evolución de la consciencia (Grof y Grof 1989, 1990). Podemos encontrar episodios de esta índole en las biografías de chamanes, yoguis, místicos y santos. Por otra parte, la literatura mística del mundo entero describe estas crisis como signos indicadores del camino espiritual, confirman­ do además su potencial sanador y transformador. Debido a su reducido marco conceptual, los psiquiatras más convencionales no son capaces de diferenciar las crisis psicoespirituales, o simples estados místicos, de las enfermedades men­ tales graves. Christina y yo acuñamos el término de “emergencia espiritual" tanto para referirnos a estos estados de crisis psicoespirituales como a su potencial sana-

191

dor. Es un juego de pal abras que subiere el concepto de

crisis

a la ve/ que alu

de a la oport uni dad de "em erger"* de elevar la consciencia a un m ayor nivel de f u n c i on a mi e n t o ps i c o l óg i c o y espiritual. Para ello, y d en tro de este c o n te x to ,

nos referimos a menudo al ideogram a chino de crisis que ilustra la idea básica de emergencia espiritual. Éste se com pone de dos im ágenes, una representa el peligro, y la otra la oportunidad. Hntre los beneficios que pueden resultar de estas crisis psicoespirituales, p o­ demos citar una mayor salud psicosom ática, una m ayor alegría de vivir, una es­ trategia de vida más satisfactoria y una visión del m undo más am plia que c o m ­ prende tam bién la dim ensión esp iritu al de la e x iste n c ia . P or lo g e n era l, la finalización e integración positiva de tales episodios conlleva a su vez una signi­ ficativa reducción de la agresividad y una m ayor co n scie n cia ra c ia l, p o lític a , más tolerancia religiosa, con scien cia e co ló g ica , y p rofu n d os c a m b io s en la je ­ rarquía de los valores y de las prioridades. En este sentido, no resulta exag erad o afirm ar que una integración óptim a de las crisis psicoespirituales puede tra s la ­ dar el individuo a un mayor nivel de evolución de la consciencia. Por otra parte, durante los últim os años ha au m en tad o el in terés p o r las cuestiones espirituales. Esto ha originado una extensa exp erim en tación con las llamadas ’’tecnologías de lo sag rad o” de origen antigu o, ab orig en y m o d ern o . Este interés se ha m anifestado incluso en las técnicas que alteran la con scien cia y facilitan la apertura espiritual. Entre ellas se encu entran , por e je m p lo , d iver­ sos m étodos ch am án icos, p rácticas de m ed itación o rie n ta les, su b sta n cia s psiquedélicas, poderosas psicoterapias vivenciales, así co m o m étod os d e sa rro lla ­ dos en laboratorios por la psiquiatría vivencial. Según las encuestas llevad as a cabo entre el público, el núm ero de am ericanos que ha tenid o una e xp erien cia espiritual ha aum entado considerablem ente durante la segunda m itad de este si­ glo. Esto también parece haberse visto acom pañad o por un aum en to de las c ri­ sis psicoespirituales. Cada vez más personas parecen darse cu enta de que una verd ad era e sp iri­ tualidad, basada en experiencias personales profundas, constitu ye una parte de vital im portancia en la dimensión de la vida. En vista de la g alop ante crisis g lo ­ bal derivada de la orien tación m aterialista de la civ ilizació n te c n o ló g ic a o c c i-

192

dental, no queda duda de que estamos pagando un alto precio por haber rene­ gado de, y rechazado, la espiritualidad. Con ello, hemos apartado de nuestras vidas una fuerza que nos nutre, nos fortalece, y da sentido a nuestra existencia. Este hecho presenta dos consecuencias básicas. Por una parte, el peaje que pagamos en relación a la pérdida de la espiritualidad se traduce individualmen­ te en un empobrecimiento, una alienación y un descontento por la forma de vida, así como por un aumento de los trastornos emocionales y psicosomáticos. Por otra parte, la ausencia de valores espirituales lleva colectivamente a formas de vida que ponen en peligro la supervivencia de la vida en nuestro planeta. Entre ellas, el saqueo de recursos no renovables, la contaminación del medio ambiente, la alteración del equilibrio ecológico, y el uso de la violencia como principal medio para resolver problemas. Por ello, es preciso que tratemos de encontrar modos que nos traigan de nue­ vo a nuestra vida individual y colectiva la espiritualidad. Esto incluiría no sólo el reconocimiento teórico de la espiritualidad como un aspecto vital de la exis­ tencia, sino también el apoyo de actividades sociales que mediarían el acceso a las dimensiones espirituales de la realidad. Una gran parte de este esfuerzo con­ llevaría el desarrollo de un sistema de apoyo adecuado para las personas en cri­ sis de apertura espiritual, que permitiría, además, utilizar el potencial positivo de las emergencias espirituales. En 19 8 0 , Christina fundó una red de emergencia espiritual llamada SEN (Spiritual Emergence Network). Es una organización que conecta individuos que sufren crisis psicoespirituales con profesionales competentes y deseosos de proveer una asistencia basada en la nueva comprensión de estos estados. Hoy en día existen en el mundo varias filiales del SEN.

Desencadenantes de las emergencias espirituales En numerosos casos, es posible identificar la situación que produjo la crisis psicoespiritual. Puede ser un factor fundamentalmente físico, como una enfer­ medad, un accidente, o una operación. En otras ocasiones, puede producirse

debido a un intenso esfuerzo físico o a una carencia de sueño excesiva. En el caso de mujeres, un parto o un aborto, natural o provocado, pueden ser otros de los desencadenantes. También se ha dado el caso en que el principio de la cri­ sis psicoespiritual coincide con una experiencia sexual excepcionalmente pode­ rosa. En otros casos, la crisis comienza poco después de una experiencia emocio­ nal traumática. Esto puede incluir la pérdida de una persona im portante, la muerte súbita de un niño o de una familiar, un divorcio, el final de una historia de amor. De un modo muy similar, pueden aparecer desencandenantes a raíz de una serie de desengaños, la pérdida de un puesto de trabajo o de una pro­ piedad. Para las personas con mayor predisposición, el punto culminante pue­ de ser una experiencia con substancias psiquedélicas o una sesión de psicotera­ pia vivencial. Uno de los catalizadores más importantes de las emergencias espirituales pa­ rece ser el profundo compromiso con diversas formas de meditación y prácticas espirituales. Esto no debería sorprendernos, puesto que dichos métodos fueron creados con la especial intención de facilitar las experiencias espirituales. En re­ petidas ocasiones se han dirigido a nosotros personas con episodios espontáne­ os de estados holotrópicos provocados por la práctica de la meditación budista Zen o la meditación Vipassana, el yoga Kundalini, ejercicios sufíes, la contem ­ plación monástica o la oración cristiana. El amplio espectro de factores que desencadenan las emergencias espiritua­ les sugiere claramente que la predisposición del individuo para una transforma­ ción personal juega un papel mucho más importante que los estímulos externos en sí. Si buscamos un denominador común a las situaciones previamente descri­ tas, encontramos que todas ellas conllevan un cambio radical en el equilibrio de los procesos conscientes e inconscientes. En estos casos, la emergencia del mate­ rial inconsciente a la consciencia viene dada por un aumento de la carga energé­ tica de las dinámicas inconscientes y un debilitamiento de las defensas psicoló­ gicas. Es bien sabido que las defensas psicológicas pueden debilitarse debido a una variedad de daños biológicos, tales como traumas físicos, grandes esfuerzos,

194

una carencia prolongada de sueño, o intoxicaciones. Los traumas psicológicos pueden además movilizar el inconsciente, particularmente cuando incluyen ele­ mentos que son reminiscencias de traumas anteriores, que forman parte de sis­ temas CO EX significativos. El fuerte potencial del parto como desencadenante de las crisis psicoespirituales parece reflejar el hecho de que el nacimiento da lu­ gar a un debilitamiento biológico junto con una reactivación específica de los recuerdos perinatales. Los fracasos y desengaños en la vida personal y profesional de un individuo pueden contrarrestar las motivaciones externas y las ambiciones de la persona. Esto hace que sea más difícil usar las actividades externas como un escape de los problemas emocionales, lo cual lleva a una huida psicológica de las cuestio­ nes que implican una atención interior. Como resultado de ello, el contenido in­ consciente puede emerger a la consciencia e interferir en la vida diaria del indi­ viduo, o incluso llegar a dominarla.

Diagnóstico de las emergencias espirituales La necesidad de reconocer la existencia de las emergencias espirituales no significa un rechazo indiscriminado de las teorías y prácticas de la psiquiatría tradicional. De hecho, no todos los estados que son diagnosticados como psicóticos constituyen crisis de transformación psicoespirituales ni son potencial­ mente sanadores. Los episodios de estados no ordinarios de consciencia cubren un amplio espectro de experiencias que van desde las puramente espirituales a las condiciones que son claramente biológicas por naturaleza y requieren un tratamiento médico. Bien es cierto que, aunque los psiquiatras más convencio­ nales tienden a considerar como patológicos los estados místicos, también exis­ te el error contrario de vanagloriar los estados psicóticos, o lo que es aún más grave, pasar por alto un problema médico serio. Muchos profesionales de la salud que se encuentran con el concepto de emergencia espiritual quieren saber cuál es el criterio exacto que permite un “diagnóstico diferencial” entre las emergencias espirituales y las psicosis.

195

Desafortunadamente, es prácticamente imposible establecer tal diferenciación debido al modelo que se usa en medicina somática. A diferencia de las enferm e­ dades tratadas por la medicina som ática, los estados psicóticos que no son cla ­ ramente orgánicos por naturaleza, las “ psicosis funcionales” , no tienen defini­ ción medica. De ahí que sea altamente cuestionable el que reciban el apelativo de enfermedades. l as psicosis funcionales no son enfermedades en el mismo sentido que por ejemplo la diabetes, la fiebre tifoidea, o la anemia. No ofrecen ninguna prueba clínica específica o de laboratorio que apoye el diagnóstico o justifique la creen­ cia de que posean un origen biológico. El diagnóstico de dichos estados se basa tan sólo en la observación de experiencias y com portam ientos inusuales para los que la psiquiatría contemporánea carece de explicación convincente. El atri­ buto poco significativo de “endógeno,” que suele em plearse para estas co n d i­ ciones, equivale a admitir la ignorancia relativa a estas cuestiones. N o existe a c­ tualmente razón alguna para referirnos a estas cond iciones con el nom bre de “enfermedades m entales,” o asum ir que las experien cias que las acom p añan sean producto de un proceso patológico del cerebro que aún ha de ser d escu­ bierto por investigaciones futuras. Si nos detenemos a pensar un poco, nos damos cuenta de que es muy poco probable que un proceso patológico que ataña al cerebro pueda generar el in ­ creíble espectro de experiencias actualm ente d iagnosticadas com o p sicóticas. ;C ó m o puede ser que procesos anorm ales en el cerebro generen exp erien cias como puedan ser las secuencias específicas de muerte y renacim iento psicoespiritual, identificaciones convincentes con C risto en la cruz o la figura danzante de Shiva, o más aún, un episodio que relate la muerte en las barricadas parisi­ nas durante la Revolución Francesa, o com plejas escenas de abducción por alie­ nígenas? Incluso cuando experiencias similares a éstas se m anifiestan b ajo circunstan­ cias en las que los cambios biológicos sí pueden ser definidos de form a precisa, como sería el caso en la administración de dosis específicas de L SD -25 puro, la naturaleza y el origen de su contenido sigue siendo un profundo m isterio. El es­ pectro de posibles reacciones que ofrece la LSD es muy am plio e incluye episo­

196

dios místicos, sentimientos de unidad cósmica o con Dios, recuerdos de vidas pasadas, visiones apocalípticas o respuestas exclusivamente psicosomáticas, en­ tre muchas otras. De una forma similar, una misma dosis administrada a distin­ tas personas, o a un mismo individuo en distintas ocasiones, puede inducir ex­ periencias muy variadas. Es obvio que los cambios químicos que se producen en el organismo catali­ zan la experiencia aunque no son capaces, por sí mismos, de crear estas visiones así como las profundas comprensiones filosóficas o espirituales. Sino que éstos facilitan el acceso a una nueva y verdadera información acerca de los diversos aspectos del universo. La administración de LSD, o de substancias similares, puede explicar la emergencia del profundo material inconsciente en la conscien­ cia, pero no puede explicar ni su naturaleza ni su contenido. La comprensión de la fenomenología de los estados psiquedélicos requiere un enfoque mucho más sofisticado que la simple referencia a procesos biológicos o bioquímicos del cuerpo. Un enfoque razonable debería incluir a la psicología transpersonal, la m itología, la filosofía, así como a las religiones comparadas. Esto también se aplica directamente a las crisis psicoespirituales. Las experiencias que se manifiestan durante las crisis de emergencias espiri­ tuales no son, de ningún modo, productos artificiales de procesos fisiopatológicos aberrantes que suceden en el cerebro, sino que pertenecen a la psique. Naturalmente, para poder verlo de tal manera, es preciso trascender la estrecha visión que la psiquiatría más convencional tiene de la psique, y usar un amplio y extendido m arco conceptual. Un ejemplo de ello lo constituyen los diversos mapas presentados en los capítulos anteriores. Entre ellos cabe nombrar el es­ pectro psicológico de Ken W ilber (W ilber 19 7 7 ), la psicosíntesis de Roberto Assagioli (Assagioli 1 9 7 6 ), y el concepto de la psique como an im a m u n ái de C .G Jung, o el alma del mundo, que incluye al inconsciente colectivo arquetípico y colectivo (Jung 1958). Una comprensión tan amplia de la psique también es característica de las grandes filosofías orientales y de las tradiciones místicas del mundo. Puesto que las psicosis funcionales no están definidas médicamente sino psi­ cológicam ente, es imposible proveer un riguroso diagnóstico diferencial entre

197

las emergencias espirituales y las psicosis de la forma en que acostum bra a h a­ cerse en la practica medica respecto a las distintas form as de encefalitis, tu m o­ res cerebrales, o demencias. Al considerar este hecho, es imposible llegar a c o n ­ clusiones que nos lleven a un d iagnóstico. ¿C óm o podem os acerca rn o s a este problema y que podemos ofrecer en lugar de un d iagnóstico diferencial a m b i­ guo entre las emergencias espirituales y las enfermedades mentales? lina alternativa viable sería definir el criterio que perm itiría determ inar que clase individuo que esté pasando por un estado de consciencia h o lo tró p ica in­ tensa sería un buen candidato para una estrategia terapéutica que pudiera ap o ­ yar el proceso. A la inversa, podríam os tratar de determ inar b a jo qué circu n s­ tancias no sería apropiad o utilizar un enfoq u e a ltern a tiv o y cu á n d o sería preferible la práctica rutinaria de supresión de síntom as m ediante la ad m in is­ tración de fármacos. Un requisito necesario para tal evaluación consiste en un buen exam en m é­ dico que elimine las condiciones que son de naturaleza orgánica y requieran tra ­ tamiento biológico. Una vez que este requisito se haya cum plido, la siguiente di­ rectriz a seguir es la fenom enología de los estados no ordinarios de consciencia en cuestión. Las emergencias espirituales im plican la co m bin ació n de las ex p e ­ riencias biográficas, perinatales y tran sp ersonales d escritas previam ente en la discusión de la carto g rafía de la psique con sid erad a con m ay o r am p litu d . Experiencias de esta índole pueden inducirse en un grupo de personas “ n o rm a ­ les” seleccionadas al azar, no mediante la adm inistración de substancias psiquedélicas, sino con medios sencillos com o la m editación, la percusión ch am án ica, una respiración acelerada, música evocativa, tra b a jo corp oral y una gran varie­ dad de técnicas que en ningún m om ento suponen la ingestión de drogas. Aquellos de nosotros que trab ajam os con la respiración h o lo tró p ica p o d e­ mos observar diariam ente este tipo de experiencias en nuestros talleres y sem i­ narios. Por eso tenemos la oportunidad de apreciar el potencial tran sfo rm ad o r y sanador de estos estados. Ante este hecho, resulta difícil atribu ir exp erien cias similares a alguna patología exótica y desconocida cuando éstas suceden de fo r­ ma espontánea en la vida diaria. Es por lo tanto fundam ental acercarn o s a estas experiencias de la misma m anera en que nos ap ro xim am o s a ellas d u ran te las

19H

sesiones holotrópicas. Es decir, animando a las personas a que se entreguen al proceso y apoyando la emergencia y la expresión plena del material inconscien­ te que se pone a nuestro alcance. O tro pronóstico significativo es la actitud de la persona respecto al proceso y a su estilo vivencial. Es realmente alentador cuando las personas que tienen experiencias holotrópicas reconocen que se trata de un proceso interior y están interesadas y abiertas al trabajo vivencial. Por otra parte, las estrategias trans­ personales no son particularmente apropiadas para aquellas personas que care­ cen de esta comprensión elemental y usan de forma predominante los mecanis­ mos de proyección, o sufren manía persecutoria. La capacidad para crear una buena relación de trabajo con un alto grado de confianza es otro requisito pre­ vio absolutam ente esencial en todo trab ajo psicoterapéutico con personas en crisis. Del m ism o m odo, es prim ordial prestar atención a la manera en que los clientes hablan de sus experiencias. El estilo de la comunicación a menudo ayu­ da a distinguir a los clientes prometedores de aquellos que no parecen apropia­ dos o son cuestionables. Así, será un buen indicador el que la persona describa sus experien cias de form a coherente y concisa, por extraordinario y extraño que sea su contenido. En este sentido, sería algo semejante a escuchar el relato de una persona que acaba de tener una sesión psiquedélica y describa inteligen­ temente a otra, que no esté informada al respecto, experiencias que pueden pa­ recer extrañas y extravagantes.

Variedad de las emergencias espirituales O tra cuestión estrecham ente relacionada con el problema del diagnóstico diferencial de las crisis psicoespirituales es su clasificación. ¿Es posible distin­ guirlas y definirlas de acuerdo con ciertos tipos o categorías del modo en que aparecen en el M anual E stadístico y D iagnóstico de los Trastornos Mentales (D SM IV) que usan los psiquiatras tradicionales? Antes de plantear esta pre­ gunta, conviene señalar que los intentos de clasificación de los trastornos psi-

199

quiarricos no li.ui sillo fructíferos, .1 excepción ele aquellos cuya naturaleza es claramente orgánica. Existe un desacuerdo general, tanto entre los psiquiatras individuales como entre las sociedades psiquiátricas de diversos países, cuando se trata de definir estos trastornos. Aunque el DSM ha sido revisado y actualizado en distintas ocasiones, los médicos afirman tener dificultades para que los síntomas de sus clientes coincidan con los de las categorías diagnósticas oficiales. Las emergen­ cias espirituales no constituyen ninguna excepción. Es más, encasillar una per­ sona que se encuentra en una crisis psicoespiritual en un casillero que lleva una etiqueta es bastante problemático debido a que la fenomenología de estas crisis es muy diversa e inhabitual, y puede darse en todos los niveles de la psique. Los síntomas de las crisis psicoespirituales representan una manifestación y exteriorización de las profundas dinámicas de la psique humana. La psique hu­ mana individual es un sistema multidimensional de varios niveles, sin divisiones ni límites internos. Durante las crisis, los elementos procedentes de la biografía postnatal y del inconsciente individual freudiano se producen al mismo tiempo que las dinámicas del nivel perinatal y transpersonal. De ahí que no podamos esperar encontrarnos con una demarcación clara y definida de cuáles podrían ser los distintos tipos de emergencias espirituales. Sin embargo, nuestro trabajo con personas en crisis, los intercam bios con colegas que realizan un trabajo similar, y el estudio de las publicaciones han lo­ grado convencernos de que es posible y beneficioso esbozar lo que pueden ser las formas de crisis psicoespirituales más importantes. Es decir, aquellas que tie­ nen las características sobresalientes suficientes como para diferenciarse de las demás. Naturalmente, sus límites distan de ser claros y veremos com o en la práctica muchos de éstos se superponen. De acuerdo con nuestras observaciones, presentaré en primer lugar una lista de las crisis psicoespirituales más importante, para luego com entarlas breve­ mente. 1. Crisis chamánicas 2. Despertar de la kundalini

200

3. Episodios de consciencia unitiva (“experiencias cum bre” ) 4 . R enovación psicológica mediante un retorno al centro 5. C risis de apertura psíquica 6. Experiencias de vidas pasadas 7. C om u nicación con guías espirituales y “canalización” 8. Experiencias cercanas a la muerte (N D E= N ear Death Experiences) 9. E ncuentros con O V N Is y experiencias de abducción por alienígenas 10. E stados de posesión 11. D rogad icción y alcoholism o

C risis C ham ánicas Tal y co m o lo m encionam os anteriorm ente, en distintas culturas la trayecto­ ria de n u m erosos ch am a n es, b ru jas y cu ran d ero s, com ienza con un im presio­ nante e involu n tario estado visionario que los antropólogos denominan “ la en­ ferm ed ad c h a m á n ic a .” D u ran te estos ep iso d ios, los futuros cham anes suelen d istanciarse psicológicam ente y físicam ente de su entorno habitual y tienen po­ d ero sas e x p e rie n cia s h o lo tró p ic a s . Por lo g en eral, se ad en tran en un viaje al m undo de los espíritus, al reino de los m uertos, donde son atacados por dem o­ nios y som etid os a tortu ras y a pruebas terribles. E sta d o lo ro sa in iciació n culm ina con experiencias de muerte y desm em bra­ m ien to segu id as p o r un re n a cim ie n to y ascen sión a los reinos celestiales. Las p e rso n a s, a veces se tra n sfo rm a n en un p á ja ro , com o por ejem plo un águila o un có n d o r que vuela hacia el reino del sol cósm ico. El cham án novicio también puede tener la exp erien cia de ser llevado por p ájaros hacia una región solar. En d eterm inad as cu ltu ras el m otivo del vuelo m ágico es reem plazado por un ascen­ so al reino celestial. En estos casos se llega allí subiendo a un árbol, a través del arco iris, un gran b astón , o una escalera hecha de flechas. En el tran scu rso de estos ard uos viajes visionarios, el novicio desarrolla un p rofu n d o c o n ta cto con las fuerzas de la naturaleza y con los anim ales. Entra en c o n ta c to con ellos ta n to en su form a natu ral co m o en sus versiones arquetípi-

Pinturas que representan ex p erien cias ch am án icas en sesion es d e resp ira ció n holotróp ica. En primer lugar: N acida d el O so en la L una T u rqu esa; segunda imagen: G uiada p o r cuervos h acia el U m bral M ás A llá d el E sp a cio y d el Tiem po; tercera imagen: Iniciación en la Tribu del O so; cuarta imagen: cham an Inuit se Convierte en Poca y Viaja al M undo Subm arino (Tai Ingrid H azard).

cas, por ejemplo con “espíritus de animales” o “animales de poder.” Estos via­ jes visionarios, una vez que se han superado positivamente, pueden ser profun­ damente sanadores. En estas crisis, los jóvenes chamanes a menudo se liberan de enfermedades psicosomáticas, emocionales, e incluso físicas. Esa constituye la razón de que se les suela llamar “sanadores heridos.” Durante esta experiencia el iniciado suele acceder a un conocim iento pro­ fundo de las causas energéticas y metafísicas de las enfermedades. Lo que le per­ mite luego curarse a sí mismo y a los demás. Una vez superada la crisis de ini-

202

203

204

ciación, la persona se convierte en chamán y regresa como un miembro de la comunidad que funciona normalmente y es muy respetado por los demás. En estos casos, el hombre, o la mujer, asume y desempeña el papel de sacerdote o sacerdotisa, visionario-a o curandero-a. Las personas de América, Europa, Asia y Australia que asisten a nuestra for­ mación o a talleres de respiración holotrópica tienen, a veces, durante sus sesio­ nes, experiencias muy similares a estas crisis. Este tipo de experiencias incluyen elementos de tortura emocional y física, muerte y renacimiento, pero también episodios de conexión con animales, plantas, así como con las fuerzas de la na­ turaleza. Las personas que tienen estas crisis muestran también la tendencia a

205

R e p r e s e n ta c ió n artística d e las cu a tro m atrices p erin a ta les q u e su g iere q u e los c u a tr o p a tr o n e s su b y a ce n tes con stitu y en m a n ifesta cio n es d e una secu en cia arq u e t íp ic a q u e n o s o lo g o b ie r n a el n a cim ien to h u m a n o , sin o ta m b ién v a ried ad d e o tr o s p ro c e so s.

206

20H

L as E x p erien cias d e la ku n d alin i están en tre las manifestaciones comunes de los es ta d o s h o lo t r ó p ic o s d e co n scien cia. En la p rim era im ag en : experiencia del sis­ tem a d e c h a k ras y otra s p a rtes d el cu erp o en e rg ético en una sesión de respira­ ción h o lo tr ó p ic a .

La siguiente es una pintura que representa la apertura del chakra del corazón en una sesión psiquedélica.

211

recrear, de forma espontánea, rituales conducidos por chamanes de distintas culturas. Incluso se lia dado el caso de profesionales de la salud que han tenido estas vivencias y han utilizado posteriormente la sabiduría adquirida en su tra­ bajo, creando así modernas versiones de chamanismo. l a actitud de las culturas aborígenes hacia las crisis chamánicas se ha atri­ buido muchas veces al hecho de que éstas no poseen un conocimiento psiquiá­ trico elemental. Según esta creencia, esta carencia llevaría los nativos a interpre­ tar como fuerza sobrenatural toda experiencia o comportamiento inexplicable. Sin embargo, esto no es cierto, ya que las culturas que reconocen y respetan a los chamanes saben distinguir sin problemas a aquellas personas que están en­ fermas o locas. Para ser reconocido como chamán, el individuo debe haber completado el ca­ mino de la transformación y haber integrado los complejos desafíos que presen­ tan los estados de consciencia holotrópica. Esto significa que dicho hombre o mu­ jer debe funcionar tan bien como los demás miembros de la tribu. Por otra parte, la manera en que estas culturas entienden y tratan las crisis chamánicas constituye un modelo muy valioso de cómo tratar las crisis psicoespirituales en general.

Despertar de la Kundalini La manifestación de esta forma de crisis psicoespiritual se asemeja a las des­ cripciones del despertar de la K u n dalin i, o “Poder de la Serpiente” , que se en­ cuentran en la antigua literatura india. Según los yoguis, la kundalini es la ener­ gía cósmica generadora. Femenina por naturaleza, es responsable de toda la creación del cosmos. En su forma latente reside en la base de la columna verte­ bral, en el cuerpo sutil o energético. Es el campo que difunde, impregna y rodea todo el cuerpo físico. Esta energía latente puede verse activada por determ ina­ dos ejercicios, la meditación, la intervención de un hábil m aestro espiritual (gurú), o también por razones desconocidas. La kundalini, o sh akti, una vez activada, se eleva a través de los n ad is, cana­ les o conductos en el cuerpo sutil. Al ascender, libera viejas improntas traum áti­ cas y abre los centros de energía psíquica llamados cb a k ra s. Este proceso, alta­ mente valorado y reconocido como beneficioso en la tradición yóguica, ofrece

?12

ciertos peligros y requiere la dirección de un gurú experto, con una kundalini ya despierta y estabilizada. Los signos más drásticos de despertar de la kundalini son las manifestaciones físicas y psicológicas de las llamadas kriyas. Las kriyas son intensas sensaciones de energía y calor que van subiendo por la columna vertebral. Estas pueden asociarse también con violentos temblores, espasmos y contorsiones. También pueden producirse fuertes oleadas de emo­ ciones inexplicables, como ansiedad, rabia, tristeza o alegría y éxtasis. Estas pueden aparecer de forma súbita, dominando la psique. Todos estos síntomas pueden presentarse acompañados de visiones de luz brillante, seres arquetípicos y una variedad de sonidos interiores. Muchas personas que sufren este proceso también experimentan recuerdos de vidas pasadas. Otra característica es un comportamiento incontrolado e involuntario: hablar en otros idiomas, cantar canciones desconocidas o invocaciones sagradas (mantras), o reproducir una variedad de sonidos y movimientos animales. C. G. Jung y sus colaboradores dedicaron una serie de seminarios especiales a estos fenómenos (Jung 1996). La perspectiva de Jung respecto a la kundalini mos­ tró ser probablemente el error más grande de toda su carrera. Concluyó que el despertar de la kundalini era un fenómeno exclusivo del mundo oriental, con lo cual, predijo que necesitaríamos esperar al menos mil años para que esta energía empezara a ponerse en marcha en occidente como resultado de la psicología pro­ funda. Durante las últimas décadas, se han observado inconfundibles signos de despertar de la kundalini en miles de occidentales. La observación de este fenóme­ no se debe en gran parte al trabajo de Lee Sannella, psiquiatra y oftalmólogo californiano que estudió cerca de mil casos y resumió sus descubrimientos en un libro titulado T he K undalini E x p erien ce: Psicosis o r Transcendence (La Experiencia Kundalini: Psicosis o Trascendencia) (Sannella 1987).

Episodios de consciencia unitiva ( “experiencias cumbre”) El psicólogo americano Abraham Maslow estudió a cientos de personas que tuvieron experiencias místicas de unidad, y les dio el nombre de experien cias cu m bre (Maslow 1964). Maslow criticó con agudeza la tendencia de la psiquia­ tría occidental de confundir estos estados místicos con enfermedades mentales.

Según el, estos estados Je be rían considerarse fenómenos sobrenaturales y no anormales. De hecho, si no se interfiere con ellos, y se les deja seguir su propio curso, estos estados conducen, por lo general, a un mejor funcionamiento en el mundo y a una autoreali/.ación del individuo mucho más satisfactoria. Fs decir, uno adquiere la capacidad de expresar su potencial creativo de forma más com­ pleta, así como de vivir con una mayor satisfacción. Kl psiquiatra c investigador de la consciencia Walter Pahnke, desarrolló una lista de las características fundamentales de una experiencia cumbre típica. Para ello, se basó en el trabajo de Abraham Maslow y W. T. Stace. Para describir este estado mental se sirvió del criterio siguiente (Panhke y Richards 1966): • Unidad (interior y exterior). • Fuertes emociones positivas. • Trascendencia del tiempo y del espacio. • Sensación de lo sagrado (numinosidad). • Naturaleza paradójica. • Objetividad y realidad de las comprensiones profundas. • Carácter inefable de la experiencia. • Efectos posteriores positivos. Tal y como nos lo indica esta lista, una experiencia cumbre nos produce la sensación de haber superado la habitual fragmentación entre la mente y el cuer­ po. £ o n ello, sentimos que hemos alcanzado un estado de unidad y plenitud. Trascendemos la normal distinción entre sujeto y objeto y experimentamos una unión extática con la humanidad, la naturaleza, el cosmos y Dios. Esto va aso­ ciado con una intensa sensación de felicidad, beatitud, serenidad y paz interior. Hn una experiencia mística de este tipo, abandonamos la realidad ordinaria del espacio tridimensional y el tiempo lineal, para entrar en un reino metafísico que trasciende todas estas categorías. En este estado, lo infinito y lo eterno se con ­ vierten en realidades vivenciales. I.a cualidad numinosa de este estado no tiene relación alguna con las creencias religiosas pasadas, sino que refleja una percep­ ción directa de la naturaleza divina de la realidad.

214

Las descripciones de las experiencias cumbre están, por lo general, llenas de parad ojas. Las experiencias muchas veces pueden describirse com o “vacías de contenid o,” pero, sin embargo, también lo contienen todo. No tienen un conteni­ do determ inado, pero lo contienen todo en su forma potencial. Podemos tener la sensación de ser simultáneamente todo y nada. Al perder nuestra identidad perso­ nal y la lim itación del ego, sentimos que nos hemos expandido de tal forma que abarcam os el universo. De forma muy similar, podemos percibir las formas como vacías, o lo vacío com o cargado de formas. Incluso podemos alcanzar un estado en el que percibimos que el mundo existe a la vez que no existe. La experiencia cum bre transm ite lo que parece ser la sabiduría última, el co ­ n o cim ien to relacio n ad o con niveles cósm icos que los Upanishads describen co m o “co n o cer E sto ; el co n o cim ien to que proporciona el conocim iento de to d o .” Lo que aprendem os durante esta experiencia es inefable, no puede des­ crib irse con p alabras. La naturaleza y estructura de nuestro lenguaje parecen ser inadecuadas para esto. Sin em bargo, la experiencia puede cam biar profun­ dam ente nuestro sistema de valores y nuestra estrategia existencial. D eb id o a la n atu raleza benéfica y al potencial positivo de la experiencia cum bre, ésta pertenece a la categoría de emergencia espiritual menos problemá­ tica. E stas exp erien cias, debido a su naturaleza, son transitorias y limitadas, y no existe razón alguna para que tengan consecuencias adversas. Aunque, debi­ do a la ignorancia de nuestra cultura y a la interpretación errónea de las cues­ tiones espirituales por parte del cuerpo psiquiátrico, gran número de personas en estos estados acaban siendo hospitalizadas, se les receta tranquilizantes y son etiquetadas con una patología.

Renovación psicológica a través del retorno al centro O tro tip o im p ortan te de crisis tran sp ersonal fue descrita por el psiquiatra califo rn ian o y analista jungiano Jo h n W eir Perry, que la denominó “ proceso de re n o v a c ió n ” (Perry 1 9 7 4 , 1 9 7 6 ). D ebido a su profundidad e intensidad, este tipo de crisis psicoespiritual es la que más probabilidades tiene de ser diagnosti­ cada com o una enferm edad mental grave. Las experiencias de las personas que se ven inm ersas en este proceso de renovación son tan extrañas y extravagantes,

que parece obvio que un proceso patológico serio este afectando su funciona­ miento cerebral. l.os individuos expuestos a este tipo de crisis sienten que su psique se ha con­ vertido en un campo de batalla colosal, donde com bates de proporciones có s­ micas están siendo dirigidos por las fuerzas del bien y el mal. Se preocupan por los temas de la muerte, rituales asesinos, sacrificios, m artirios, así com o por lo que sucede tras la muerte. Les fascinan los problemas de los opuestos, especial­ mente los asuntos relacionados con las diferencias entre los sexos. Sienten que son el centro de acontecimientos fantásticos de importancia cósm ica y que son claves para el futuro del mundo. Su estado visionario tiende a llevarlos cada vez más lejos de la realidad. Conectan con su propia historia y con la historia de la humanidad, hasta llegar a la creación del mundo, e incluso a la idea original del paraíso terrenal. A lo largo de este proceso van buscando la perfección y tratan de corregir los errores del pasado. Tras un periodo de ajetreo y confusión, las experiencias se hacen cada vez más placenteras para dirigirse hacia una resolu­ ción. Este proceso culmina a veces en la experiencia de h ie r o s g a m o s , o “ las nupcias sagradas” en la que el individuo es elevado a un estado de divinidad en el que tiene una experiencia de unión con una pareja de igual distinción. Esto indica que los aspectos masculinos y femeninos de la personalidad están alcan­ zando un nuevo equilibrio. La unión sagrada puede vivirse bien con una figura arquetípica imaginaria, bien mediante una proyección en una persona de la vida propia, que es idealizada y que aparece entonces com o una pareja kárm ica o un alma gemela. En este momento, también se pueden tener experiencias que implican lo que la psicología jungiana interpreta com o sím bolos que representan el ” Y o ” o el “Sí mismo.” Es decir, el centro transpersonal que refleja nuestra naturaleza más profunda y verdadera. Esto guarda relación, sin ser realm ente idéntico, con el concepto hindú de Atman-Brahman, o lo Divino dentro de uno. En estados vi­ sionarios, este concepto puede aparecer en la forma de una fuente de luz de una belleza sobrenatural, piedras preciosas, perlas, joyas radiantes o cualquier re­ presentación simbólica similar. Podemos encontrar ilustraciones de estos esta­ dos en los libros de John Perry (Perry 1953, 1974, 1976) y en nuestro libro so ­

216

bre em ergencias espirituales La tormentosa búsqueda del ser (The Stormy

Search for the Self, G rof and G rof 1 9 9 0 . Trad. Castellana: La tormentosa bús­ queda del ser, La Liebre de M arzo, 19 9 5 .) donde se dan ejemplos de experien­ cias dolorosas o que constituyen un reto, así como de descubrimiento de nues­ tra propia divinidad. En esta fase del proceso, estas gloriosas experiencias son interpretadas como una apoteosis personal, un ritual de celebración por el que uno eleva su expe­ riencia de sí mismo a un estatus humano superior o más allá de lo humano. Uno se transform a por ejemplo en un gran dirigente, en el salvador del mundo, o in­ cluso en el Señor del Universo. Esto se asocia a menudo con un profundo senti­ do de renacim iento espiritual que substituye la anterior preocupación por la m uerte. Cuando se com pleta e integra la experiencia, uno suele imaginarse un futuro ideal, un mundo gobernado por el amor y la justicia, y donde todos los males han sido superados. Una vez que la intensidad del proceso disminuye, el individuo se da cuenta de que todo este drama fue un proceso de transform a­ ción psicológica limitado a su mundo interior y que no necesariamente implica­ ba la realidad externa. Según Jo h n Perry, el proceso de renovación mueve al individuo hacia lo que Ju ng llam ó “ la individuación” que es una m anifestación y expresión absoluta del potencial más profundo de uno mismo. Un aspecto de la investigación de Perry merece especial atención, puesto que ofrece la evidencia más convincente en contra de la com prensión biológica simplista de las psicosis. Perry fue capaz de m o strar que las experiencias que acom pañaban el proceso de renovación concuerdan con los temas principales de los dramas reales representados el pri­ mer día del año en muchas culturas antiguas. En estas culturas, estos dramas tenían la función de celebrar el advenimiento del año nuevo. Éstos solían interpretarse durante lo que Perry ha llamado “ la era arcaica del m ito encarnad o.” Periodo histórico en que las culturas conside­ raban a sus dirigentes dioses encarnados. Este fue, por ejemplo, el caso de los faraones egipcios, los incas peruanos, los reyes hebreos y los emperadores chi­ nos y japoneses (Perry 1 9 6 6 ). El potencial positivo de este proceso de renova­ ción y su profunda conexión con el sim bolism o arquetípico, así com o con de­

terminados periodos de la historia de la humanidad, constituye un argum ento convincente en contra de la teoría que considera estas experien cias com o un producto caótico y patológico de cerebros enfermizos.

Crisis de apertura psíquica Una característica común a todas las categorías de em ergencias espirituales es el aumento de las habilidades intuitivas y la aparición de fenóm enos psíqui­ cos o paranormales de todo tipo. Aunque, en determinados casos, la llegada de información de fuentes no ordinarias es tal — premoniciones, clarividencia, tele­ patía— que se vuelve abrumadora, y llega a dominar la situación, pudiendo in­ cluso convertirse en un problema de mayor im portancia. Entre las manifestaciones más espectaculares de apertura psíquica se encuen­ tran las experiencias en que uno se sale fuera del cuerpo. En m edio de la vida cotidiana, y sin causa aparente, la consciencia de uno parece desprenderse del cuerpo y ser testigo de lo que está sucediendo en los alrededores de éste, o inclu­ so en lugares remotos. La inform ación obtenida durante estos episodios de per­ cepción extrasensorial a menudo se corresponde con la realidad. Las experien­ cias fuera del cuerpo suceden con asom brosa frecuencia en situaciones cercanas a la muerte, donde la precisión de esta “ visión re m o ta ” ha sido co m p ro b ad a gracias a estudios sistemáticos (Ring 1 9 8 2 , 1 9 8 5 , Ring y V alarino 1 9 9 8 ). Las personas que viven intensas aperturas psíquicas pueden llegar a estar tan conectadas con los procesos interiores de otras que sus habilidades telepáticas son impresionantes. Puede que cuenten de form a indiscrim inada in form ació n verdadera acerca de asuntos que las personas están tra ta n d o de ocu ltar. E sto puede asustar, irritar y alienar a otras personas de tal m an era, que a veces se convierte en un factor que contribuye a la hospitalización innecesaria. De fo r­ ma similar, una premonición acertada de situaciones futuras, o una percepción clarividente, pueden trastornar seriam ente a la personas en crisis y a las de su alrededor, ya que minan su noción de la realidad, especialm ente cuando se dan de forma reiterada. En las experiencias de médium, uno tiene la sensación de perder su propia identidad y tom ar la de otra persona. Esto puede im plicar asum ir el cu erp o, la

imagen, la postura, los gestos y la expresión facial de la otra persona e incluso su proceso mental. Los chamanes, los videntes y los sanadores espirituales ex­ pertos son capaces de usar este tipo de experiencias de forma controlada y con buenos fines. A diferencia de la persona que se encuentra en una crisis de emer­ gencia espiritual, son capaces de tomar la identidad de otras, cuando ellos lo de­ sean, y regresar a su identidad cuando terminan con una sesión. Durante las cri­ sis de apertura psíquica, la pérdida incontrolada y súbita de la propia identidad puede aterrorizar. Las personas en crisis espirituales viven a menudo coincidencias que unen el mundo de las realidades interiores, com o los sueños o estados visionarios, con acontecim ientos que suceden en la vida diaria. Estos fenómenos fueron en un primer lugar reconocidos y descritos por Jung, quien les dio el nombre de sin cron ías. Las estudió en un ensayo concreto (Jung 1960a). El estudio de los sucesos sincrónicos ayudó a que Jung se diera cuenta de que los arqueti­ pos no son principios que se limitan únicamente al reino intrapsíquico. Se le hizo evidente que estos tienen una cualidad que él denominó “psicoide,” que im plica que no sólo gobiernan la psique sino también sucesos de la realidad consensuada del mundo. He explorado este fascinante tema en otros de mis libros (G rof 1 9 8 8 , 1992). Las sincronías de Jung representan auténticos fenómenos que no pueden ig­ norarse ni considerarse como coincidencias puramente accidentales. Del mismo modo, tam poco deberían ser rechazadas de forma indiscriminada como distor­ siones patológicas de la realidad. Es decir, como una percepción de relaciones significativas cuando en realidad no se dan. Esto constituye una práctica muy com ún en la psiquiatría tradicional, donde cualquier alusión a coincidencias significativas se diagnostica autom áticam ente com o una “ ilusión de referen­ c ia ” . En el caso de sincronías verdaderas, todo testigo, de mente abierta, que tenga acceso a toda la inform ación relevante al caso, puede reconocer que di­ chas coincidencias superan toda probabilidad estadística razonable. Las emer­ gencias espirituales suelen acompañarse de extraordinarios ejemplos de sincro­ nías, siendo especialmente comunes en las crisis de apertura psíquica.

l

hlS /// g en cris, que poseen, por su potencial heurístico y te­ rapéutico, im portantes implicaciones para la psicología y la p s icoterapia. Se pueden experimentar de forma extremadamente real y auténtica; a menudo per­ miten acceder a información precisa acerca de diferentes períodos de la historia y de las culturas, e incluso de acontecimientos históricos precisos. La naturaleza y calidad de esta información a menudo está por encima de la formación de los individuos que la comunican, e incluye detalles en los que queda patente que no se ha recibido por vías ordinarias. En algunos ca sos, la precisión de estos re­ cuerdos puede verificarse objetivamente con minucioso detalle. El material kármico también suele estar re la cion a d o con la patogénesis de diversos problemas emocionales, psicosomáticos e interpersonales, c o m o vimos anteriormente en el caso de Norbert ( 1 1 6 - 1 1 7 ) . Por el contrario, el revivir e x p e ­ riencias pasadas tiene un gran potencial te rapéutico. En m u chos ca s o s , puede resolver síntomas difíciles a los que no a fectaría significativam ente el tr a b a jo terapéutico basado en sus raíces biográficas y perinatales. Un aspecto de los re­ cuerdos de otras vidas es particularmente extraordinario y sorprendente: a m e­ nudo están asociados con coincidencias significativas que re lacionan varios as­ pectos de la vida cotidiana. Los criterios para la verificación del contenido de experiencias de otras vidas son los mismos que para determinar qué ocurrió el mes pasado o hace diez años. Tenemos que recuperar recuerdos específicos con tanto detalle co m o sea posible y conseguir evidencias, al menos de algunos de ellos. Por supuesto, los recuerdos de otras vidas son más difíciles de verificar que los recuerdos de acontecimientos de esta vida. N o siempre contienen inform a ció n específica que nos llevaría a unos procedimientos de verificación. Las evidencias son también más difíciles de descubrir, ya que los hechos que intentamos com prob ar son m ucho más antiguos y están relacionados con otros países y otras culturas. D eb em os consid erar que

310

incluso los recuerdos que tenemos de esta vida no siempre se pueden corroboras; sólo se da con algunos de dios. Además la mayoría de los recuerdos de otras vidas no permiten d mismo grado de verificación que los recuerdos espontáneos de Stevenson, que solían ser mis recientes y ricos en detalles. Pocas veces, las circunstancias permiten la verificación con sumo detalle. He observado y publicado dos casos en los que los aspectos más inusuales de estas experiencias podían ratificarse al investigarlos históricamente. El primero fue el de Renata, una paciente neurótica, que en cuatro sesiones consecutivas de LSD revivió episodios de la vida de un aristócrata checo de comienzos del siglo dieci­ siete. Junto con otros veintiséis nobles, fue ejecutado públicamente en la Plaza de la Ciudad Antigua de Praga después de que los Asburgos derrotaran al rey checo en la batalla de la Montaña Blanca. A través de una búsqueda genealógi­ ca, que efectuamos por nuestra cuenta y sin el conocimiento de Renata, su p.i dre pudo encontrar el vínculo que ligaba su genealogía familiar con la de uno de esos desafortunados nobles (Grof, 1975). En el segundo caso Kart, un participante en nuestro taller de un mes de dura­ ción en el Instituto de Esalcn, revivió en vanas sesiones consecutivas de trabajo con respiración holotrópica una serie de recuerdos del tiempo de Walter Raleigh, cuando Gran Bretaña estaba en guerra con España. En sus experiencias, era un sacerdote que, junto con alrededor de cuatrocientos soldados españoles, habían sido sitiados por ejército británico en el fuerte Dunanoic, en la costa oeste de Irlanda. Tras largas negociaciones, los bntánicos prometieron concederles la libertad a cambio de su rendición. Los españoles aceptaron la oferta y abrieron los puentes. Los británicos no mantuvieron su palabra y les asesinaron brutalmente a todos. Sus cadáveres fueron arrojados desde las murallas a la playa que había de­ bajo y se les negó el derecho a ser enterrados. (Grof, 1988). Al ser un buen artista, Karl retrató las experiencias más importantes de su autoexploración en una serie de dibujos y bocetos espontáneos. Entre ellos esta­ ba la imagen de su propia mano con un sello en forma de anillo que llevaba las iniciales del nombre del sacerdote. A través de un minucioso trabajo de detecti­ ve, Karl pudo identificar el lugar y el tiempo de la batalla y encontrar descrip­ ciones detalladas de este episodio en archivos históricos. Los hechos reales coin-

311

i iilüin muv

cerca con el entumido de sus experiencias. Un documento deta-

||.iJo contenía el nombre del sacerdote y Karl quedó atónito al descubrir que las iniciales de su nombre eran idénticas a las de la imagen que había dibujado se­ manas antes. /V.¡eticas tibetanas relacionadas con la reencarnación. I.a literatura espiri­ tual tibetana contiene algunas historias interesantes que sugieren que los maes­ tros espiritualmente muy evolucionados pueden alcanzar conocimientos muy elevados relacionados con el proceso de la reencarnación y desarrollar la capa­ cidad de ejercer cierto grado de control sobre él. G im o por ejemplo, poder de­ terminar el momento y lugar de su próxima reencarnación y mantener la cons­ ciencia a través de los estados intermedios entre la muerte y la siguiente encarnación (bardos). Por otro lado, ciertos monjes tibetanos expertos pueden localizar e identifi­ car al niño que es la reencarnación de un Dailai Lama o un tulku mediante va­ rias señales recibidas en sueños, en meditación, y a través de otros canales. Al niño se le somete entonces a una prueba que consiste en identificar correctamente, entre varios grupos de objetos similares, aquellos que pertenecieron al fallecido. Al menos teóricamente, algunos aspectos de esta práctica podrían ser sujetos a una verificación rigurosa siguiendo estándares occidentales. Otras afir­ maciones inusuales de la tradición budista vajrayana, como la existencia de ejer­ cicios que pueden aumentar la temperatura del cuerpo en muchos grados (tum mo), ya han sido confirmadas por especialistas occidentales (Benson et al., 1982). Esta investigación se realizó con el consentimiento y apoyo de Su Santidad el Dalai Lama. Otros observadores han confirmado repetidamente estas características ex­ traordinarias de las experiencias de otras vidas. Sin embargo, estos hechos sor­ prendentes no constituyen necesariamente la “prueba” definitiva de que sobre­ vivimos a la muerte y nos reencarnamos como la misma unidad separada de consciencia, la misma alma. Esta sería solo una de las posibles interpretaciones de las evidencias existentes. Es básicamente la misma situación que encontra­ mos en la ciencia, donde tenemos ciertos hechos observables y buscamos una teoría que los explique y encuadre en un marco conceptual coherente.

312

Una d e las reglas básicas de la moderna filosofía de la denda es que una teo­ ría nunca debería confundirse con la realidad que describe. La historia de la ciencia demuestra claramente que siempre hay más de una manera de interpre­ tar los datos disponibles. En el estudio del fenómeno de vidas pasadas, como en cualquier otra área de investigación, tenemos que separar los hechos observa­ dos de las teorías que intentan explicarlos. Por ejemplo, los objetos que caen se­ rían los hechos observables, mientras que las teorías que intentan aclarar por qué esto ocurre han cambiado varias veces en el curso de la historia e induda­ blemente cambiarán de nuevo. La existencia de experiencias de otras vidas, con todas sus sorprendentes ca­ racterísticas, es un hecho incuestionable que puede verificar cualquier investiga­ dor serio con una mentalidad lo bastante abierta y que este interesado en com probar las evidencias. También está claro que no ha> una explicación plausible para estos fenómenos dentro del marco conceptual de la corriente general de la psicología y de la psiquiatría. Por otro lado, la interpretación de los datos exis­ tentes es una cuestión mucho más completa y difícil. La comprensión popular de la reencarnación como un ciclo repetitivo de vida, muerte y renacimiento del mismo individuo es una conclusión razonable a partir de las evidencias disponi­ bles. Es sin duda muy superior a la actitud que la mayoría de los psicólogos tra­ dicionales y los psiquiatras adoptan al respecto: o bien no conocen, o bien igno­ ran los datos disponibles y se adhieren rígidamente a las formas de pensamiento establecidas. Aunque las observaciones que apoyan la reencarnación son impresionantes, no es difícil imaginar algunas interpretaciones alternativas de los mismos datos. Naturalmente, ninguna de ellas es congruente con el paradigma materialista monista de la ciencia occidental. En la literatura espiritual pueden encontrarse al menos dos explicaciones alternativas. En la tradición hindú, la creencia en la reencarnación de los individuos se ve como una comprensión popular y sencilla de la reencarnación. En última instancia sólo hay un ser que existe realmente y es Brahmán, el principio creativo mismo. Todos los individuos, en todas las dimensiones de la existencia, son sólo pro­ ductos de infinitas metamorfosis de esta inmensa entidad. Como todas las divi-

313

mohos

v separaciones del universo son ilusorias y arbitrarias, solo es Brahma

quien se encarna realmente, lodos los protagonistas del juego divino de la exis­ tencia son diferentes aspectos tie este Uno. C/liando lleguemos a esta última comprensión, podremos ver que las experiencias de nuestras encarnaciones pa­ sadas representan tan solo otro nivel de ilusión o tn a y a. C/onsiderar estas vidas como “nuestras vidas" requiere percibir a los jugadores kármicos com o indivi­ duos separados y refleja nuestro desconocimiento de la unidad fundamental de todas las cosas. Sri Ramada Maharshi expresó la relación paradójica que existe entre el prin­ cipio creativo y los elementos del mundo material de manera muy sucinta: El mundo es ilusión sólo Brahmán es real; Brahmán es el mundo

En L ifecy cles: R ein carn ation a n d th e W eb o f L ife , 1 9 8 8 , Christopher Bache habla de otro interesante concepto de reencarnación que se encuentra también en los libros de Jane Roberts (19 7 3 ) y en los trabajos de otros autores. Aquí el acento no está en la unidad de consciencia individual y separada, ni tampoco en Dios, sino en el Alma Superior; una entidad que se encuentra entre ambas. Si el término alma se refiere a la consciencia que reúne e integra las experiencias de una encarnación individual, el Alma Superior o Alma es el nombre que se da a una consciencia mayor que reúne e integra las experiencias de muchas encarna­ ciones. Según este punto de vista, es el Alma Superior la que se encarna, no la unidad individual de consciencia. Bache indica que si somos extensiones de nuestras anteriores vidas, está cla­ ro que no somos la suma de todas las experiencias que han contenido. El p ro ­ pósito que el Alma Superior tiene para encarnarse es poder reunir unas e x p e ­ riencias concretas. Involucrarse completamente en una vida individual requiere cortar la conexión con el Alma Superior y asumir una simple identidad perso­ nal. En el momento de la muerte, el individuo separado se funde con el Alma Superior, dejando solo un mosaico de experiencias'difíciles y no asim iladas.

314

Estas se asignan entonces a la vida de otros seres encamados* en un proceso que podría compararse con servir una mano de cartas durante un juego de naipes. En este modelo, no hay verdadera continuidad entre las vidas de los indivi­ duos que se encaman en diferentes tiempos. Al experimentar partes no asimila­ das de otras vidas, no estamos trabajando con nuestro karma personal, sino que estamos limpiando todo el campo del Alma Superior: La imagen que Bach utili­ za para ilustrar la relación entre el alma individual y el Alma Superior es la de la concha de un nautilo. Cada cámara representaría una unidad separada y refle­ jaría cierto período de la vida del molusco, pero también estaría integrada en una totalidad mayor. Hemos expuesto hasta ahora tres maneras diferentes de interpretar las ob­ servaciones relativas al fenómeno de las vidas anrenorrs. Las unidades que se encarnan se han descrito respectivamente como la unidad individual de cons­ ciencia, el Alma superior y la Consciencia Absoluta. Sin embargo, no hemos agotado todas las posibilidades alternativas de explicación que podrían ser váli­ das para los hechos observados. Debido a la naruraleza arbitraria de todas las fronteras del universo, podríamos también definir el principio de encarnación como una unidad mayor que el Alma Superior; por ejemplo, el campo de cons­ ciencia de toda la especie humana o de todas las formas de vida. También podríamos ir un paso más allá en nuestro análisis y explorar los factores que determinan la elección específica de las experiencias kármicas que se asignan a la unidad de consciencia encamada. Por ejemplo, algunas de las personas con las que he trabajado tenían la convicción de que un factor impor­ tante en el proceso de selección podría ser la relación entre los parrones kármicos y el tiempo y lugar de una encamación particular con su correlación astro­ lógica correspondiente. Esta noción coincide en general con las observaciones de las sesiones psiquedélicas, el trabajo de respiración holotrópica y episodios espontáneos de crisis psicoespirítuales. Demuestran que en rodas estas situacio­ nes el contenido y la duración de los estados holotrópicos está estrechamente relacionado con los tránsitos planetarios. Se puede encontrar al respecto un ex­ tenso estudio, meticulosamente documentado, de Richard Tamas (Tamas, en preparación).

315

Afhjrtaotics de fallecidos y conu4tiiniciottes cott ellos. Hemos hablado ¡interiormente J e encuentros y com unicacio nes con perso­ nas fallecidas que se producían en dos situaciones particularmente frecuentes, l a primera ocurría en un espacio de varias horas a partir de la muerte, cuando es muv común que los amigos y parientes vean apariciones del fallecido. La se­ gunda se refería al momento en que un moribundo, o alguien en estado cercano a la muerte, veía un “comité de bienvenida1’. Pero la aparición de personas que han muerto no se limita a estas dos situaciones. Puede ocurrir en cualquier m o­ mento, tanto espontáneamente como en sesiones psiquedclicas, en el curso de psicoterapias vivcncialcs o durante la meditación. Obviamente, hemos estudia­ do estos datos con especial cuidado y sentido crítico. Kl simple hecho de una experiencia aislada de este tipo no supone mucho y puede descartarse fácilmente como una fantasía o una alucinación. Si algunos factores significativos adicionales estuvieran presentes, dichas experiencias se considerarían como material válido de investigación. Por ejemplo, en muchos casos publicados se trata de apariciones de personas desconocidas para quien las presencia, y que fueron identificadas más tarde mediante fotografías y des­ cripciones verbales. No es raro que un grupo entero de personas presencie estas apariciones o lo hagan muchas sucesivamente en diferentes momentos, como en el caso de las casas “encantadas” y los castillos. Kn algunos casos, las apariciones pueden tener marcas corporales distintivas de las circunstancias que rodearon su muerte, marcas de las que la persona que las presencia no tiene ningún conocimiento. De particular interés son los casos en los que las apariciones del fallecido comunican alguna información nueva y precisa que puede verificarse o está ligada a una sincronía extraordinaria. Yo mismo he observado en la terapia con LSD y en el trabajo de respiración holotropica algunos casos asombrosos. He aquí tres ejemplos que ilustran dichas observaciones. Kl primero de estos ejemplos es un hecho que ocurrió durante una terapia de LSD con un joven paciente gravemente deprimido que había intentando suici­ darse varias veces.

316

En una de sus sesiones de LSD» Richard turo ana experiencia inusual relaciona­ da con un plano astral extraño y extraordinario. Tenía una luminosidad inquie­ tante y estaba lleno de seres incorpóreos que intentaban comunicarse con él de forma urgente y apremiante. El no podía verfes ni oírles; sin embargo, senda su presencia, casi tangible, y recibía sus mensajes telepáticos. Escribí uno de estos mensajes, que era muy concreto y podía verificarse más tarde. Se le pidió a Richard que contactara con una pareja en la ciudad moravíana de Kromeriz y les hiciera saber que su hijo Ladislav se encontraba bien y estaba en buenas manos. El mensaje incluía d nombre de la pareja y su nu­ mero de teléfono; todos estos datos eran totalmente desconocidos por mí y por el páctente. La experiencia fue muy chocante; parecía haber un enclave extraño en la experiencia de Richard que no guardaba relación alguna con sus problemas ni con el resto de su tratamiento. Tras la sesión, decidí hacer algo que me habría convertido en el blanco de las bromas de mis colegas, de haberlo sabido. Me dingi al telefono, marque el número de Kromeriz, y pregunté si podía hablar con ladislav. Para mi sor­ presa, la mujer que estaba al otro lado de la línea comenzó a llorar. Cuando se calmó, me dijo con voz entrecortada: * Nuestro hijo ya no está con nos­ otros; falleció, le perdimos hace tres semanas. ” El segundo ejemplo ilustrativo está relacionado con un buen amigo y malo­ grado colega, Walter N. Pahnke, que era miembro de nuestro equipo de investi­ gación psiquedélica en el Centro Psiquiátrico de Investigación de Maryland, en Baltimore. Estaba profundamente interesado por la parapsicología, especial­ mente por la consciencia después de la muerte, y trabajó con muchos médiums y psíquicos famosos, incluida nuestra amiga común Eileen Garret, presidenta de la Asociación de Parapsicología Americana. Además, fue el propulsor del programa de LSD para pacientes terminales de cáncer en el Centro Psiquiátrico de Investigación Maryland en Cantosville. En el verano de 1971, Walter fue con su esposa Eva y sus hijos de vacaciones a una cabaña en Maine, frente al océano. Un día salió solo a bucear y no regre-

317

so. So inicio una extensa y bien organizada búsqueda que no dio ni con el cuer­ po, m con ningún accesorio de su equipo. Bajo estas circunstancias, a Eva le resulto muy difícil aceptar y asimilar su muerte. Su última imagen de él era el momento en que salía de la cabaña, lleno de energía y en perfecto estado de salud. I.c costaba creer que ya no era parte de su vida, pasar la página y empe­ zar de nuevo sin haber podido sentir que cerraba un capítulo anterior. Al ser psicóloga, estaba cualificada también para llevar sesiones terapéu­ ticas con LSI), mediante un programa especial de nuestro instituto dirigido a profesionales de la salud mental. Eva decidió tener una experiencia psiquedélica, con la esperanza de recibir alguna revelación al respecto, y me pidió que fuera su acompañante. En la segunda mitad de la sesión, tuvo una visión muy poderosa de Walter y mantuvo con él una larga y significativa conver­ sación. Él le dio instrucciones concretas respecto a cada uno de sus tres hijos y la animó para que empezara una nueva vida sola, libre y sin sentirse obli­ gada en absoluto a guardar su memoria. Fue una experiencia muy profunda y liberadora. En el momento en que Eva se estaba preguntando si toda la visión no era producto de su imaginación, Walter apareció una vez más brevemente y pi­ dió a Eva que devolviera un libro prestado a un amigo suyo. A continuación le explicó el nombre del amigo, la habitación en que se encontraba el libro, su título, el estante, y el orden del libro en el estante. Con estas instruccio­ nes, Eva pudo encontrar y devolver un libro de cuya existencia no tenía co­ nocimiento alguno. Kurt, uno de los psicólogos que participaron en nuestro programa de entre­ namiento profesional en psicología transpersonal y trabajo de respiración holotrópica había sido testigo de gran variedad de experiencias transpersonales de sus colegas y había experimentado algunas él mismo. A pesar de ello, continuó siendo muy escéptico en lo que respecta a la autenticidad de estos fenómenos. Entonces, en una de sus sesiones holotrópicas, experimentó la siguiente sincro­ nía inusual que le hizo considerar que había sido demasiado conservador en su visión de la consciencia humana.

318

Hacia el final de la sesión, Kurt tuvo un vivido encuentro con su abuela, quien había muerto hada muchos años. Habían estado muy unidos durante su infancia y se sintió profundamente conmovido por la posibilidad de que pudiera estar realmente ante ella de nuevo. A pesar de su profunda implicación emocional en la experiencia, continuó manteniendo una actitud de es­ cepticismo profesional acerca del encuentro. Por supuesto, tenia en mente muchas interacciones reales con su abuela mientras ésta vivía, y sospechaba que su mente podía fácilmente recrear un encuentro imaginario a partir de esos viejos recuerdos. Sin embargo, este encuentro con su abuela fue tan emotivo y convincente que no podía descartarlo como una fantasía ilusoria. Decidió buscar prue­ bas de que era real y no un producto de su imaginación. Pulió a su abuela al­ gún tipo de confirmación de que aquello estaba sucediendo realmente y reci­ bió el siguiente mensa te: "Ve a cata de tía Anna y busca las rosas cortadas**. Aún escéptico, decidió visitar a su tía Anna al fin de semana siguiente y ver qué pasaba. Cuando llegó, Kurt encontró a su tía en el isrdin, rodeada de rosas corta­ das. Se quedó perpleto. El día de su visita resultó ser el día del año que su tía había elegido para podar todos sus rosales. Como los dos ejemplos anteriores, estas observaciones no constituyen una prueba definitiva de la existencia objetiva de planos astrales y seres incorpóre­ os. Sin embargo, las sorprendentes sincronías que suelen acompañarlas nos dan a entender, de alguna manera, por qué son tan poderosas y convincentes para otras personas y de dónde viene la creencia en ellas. El rechazo actual hacia es­ tos fenómenos, por considerarlos fruto de la superstición y de mentes fantasio­ sas, sencillamente no es adecuado y este fascinante campo merece seria atención por parte de los investigadores de la consciencia. De especial interés es la evidencia casi experimental que proviene del contro­ vertido terreno de las sesiones de espiritismo o de trance. Aunque algunos mé­ diums profesionales han resultado ser un fraude, como la famosa Eusapia Palladino, otros como el Se. Piper, la Sra. Leonard y la Sra. Verall, resistieron

319

tovl;i i'lrtsc itc tesis v pruchiis, y son considcnulus en ;ilt¡i esfimn por investigarlo res muv senos v minneiosos. ((irosso, 1994). l o s mejores han podido reprodu­ cir en sus sesiones, con exactitu d, la voz del fallecido, su forma de hablar, sus i^cstos, peculiaridades y otros rasgos característicos, sin que conocieran previa­ mente a la persona. F.n ocasiones, la información recibida era desconocida para to dos los pre­ sentes, e incluso por cualquier persona viva. Ha habido casos también de intru­ siones repentinas, de “ visitas inesperadas” de otras entidades cuyas identidades se pudieron confirm ar más tarde. Kn otros casos, se re cibieron im portantes mensajes en “sesiones por poderes,” en las que un grupo a distancia, y sin ape­ nas datos, pedía información en lugar de un familiar o un amigo del fallecido. Hn los casos de “correspondencia cruzada,” se com unicaban fragmentos y par­ tes de un mensaje comprensible a través de varios médiums. Una interesante innovación en este cam po es el pro ced im iento descrito en R eu n io n s: V ision ary E n c o u n te r s w ith D e p a r t e d L o v e d O n e s de R a y m o n d Moody. Inspirado en un com plejo sistema griego que ofrecía la posibilidad de ver a familiares y amigos fallecidos en una tetera de cobre llena de agua, M o o d y efectuó un estudio sistemático de las bolas de cristal y otros métodos similares. Entonces creó un procedimiento y un entorno especial que, según su exp e rien ­ cia, facilitarían enormemente un encuentro vivencial con los seres queridos que habían muerto. Moody describe casos en los que las apariciones llegaban a salir del espejo y se movían libremente por la habitación co m o imágenes holográficas tridimensionales (Moody, 1 9 93 ). Algunos informes espiritistas pueden con fu n d ir a la mente del occid en ta l medio considerablemente, por no hablar de la de un científico de fo rm ación tra ­ dicional. Por ejemplo, la expresión m áxim a del fe n óm en o espiritista, la “ mediumnidad física”, incluye entre otras la telekinesis y las m aterializaciones. A éstas pertenecen, por ejemplo, la levitación de o b je to s y personas, pro y ección de objetos por el aire, manifestación de formas ectoplásticas, y aparición de es­ critos y objetos sin explicación alguna. En el movimiento espiritista brasileño, el médium realiza o p era cio n e s psí­ quicas utilizando sus manos o cu chillos, supuestamente b a jo la o r ie n ta c ió n y

320

supervisión de espíritus de personas fallecidas. Estas intervenciones no requie­ ren anestesia y las heridas se cierran sin hacer suturas. Los cirujanos psíquicos filipinos, que también pertenecen a la iglesia espiritista, son famosos por obte­ ner logros igualmente extraordinarios. Investigadores occidentales de la talla de Walter Pahnke, Stanley Krippner y Andrija Puharich han estudiado y filmado estos hechos repetidas veces. Un avance fascinante en el intento de comunicar con los espíritus de perso­ nas fallecidas es una teoría denominada trjn si'om u n n jitón instrumental (ins­ trumental transcomunication, ITC) que utiliza para este fin moderna tecnología electrónica. Esta iniciativa comenzó en 1959, cuando el cineasta escandinavo Friedrich Juergensen captó en una cinta sonora voces humanas, supuestamente de personas muertas, mientras grababa en un bosque los sonidos de pilaros sal­ vajes. Inspirado por las observaciones de Juergensen, el psicólogo Konstantin Raudive llevó a cabo un estudio sistemático de este fenómeno y grabó alrededor de 100.000 voces paranormales, multilingues, que al parecer comunicaban mensajes del m is allá (Raudive, 1971). M is recientemente, una red mundial de investigadores que incluía a Krnest Senkowski, George Meek, Mark Macy, Scort Rogo, Raymond Bayless y otros, ha realizado un trabajo de grupo para establecer comunicación interdimensional utilizando tecnología moderna. Aseguran haber recibido muchos mensajes paranormales y también imágenes de diferentes personas fallecidas a través de instrumentos electrónicos como grabadoras, teléfonos, máquinas de FAX, orde­ nadores y pantallas de televisión. Entre los espíritus comunicadores del más allá se encuentran, según parece, algunos de los investigadores anteriores en este campo, como Juergensen y Raudive (Senkowski, 1994). Una entidad incorpó­ rea, que se denomina a sí misma el Técnico, ofrece técnicas de orientación con­ cretas para la construcción de aparatos electrónicos que permitan una recep­ ción óptima de los mensajes del más allá. A pesar de lo fantásticos e increíbles que puedan parecer todos los informes acerca de la comunicación con el mundo de los espíritus, resulta curioso que in­ vestigadores competentes y respetables, entre ellos algunos que contaban con el Premio Nobel e impecables credenciales científicas, se interesaran en un campo

321

que no ofrece ningún fenómeno real que observar y estudiar. Cjo rram e n te , no ha\ otra área en la que se descarten e incluso se ridiculicen tan fácilm ente las opiniones v puntos ele vista de científicos destacados com o es el caso del espiri­ tismo.

Terapia psiquedélica con enfermos terminales Durante las tres últimas décadas, hemos visto un rápido avance en los des­ cubrimientos acerca de la muerte y de los m oribund os. Los ta n a t ó lo g o s han efectuado estudios sistemáticos de experiencias cercanas a la muerte y han pues­ to esta información al alcance de los círculos profesionales y el público en gene­ ral. Los investigadores de la consciencia y los terapeutas vivenciales han dem os­ trado que los recuerdos de experiencias que ponen en peligro la vida, especialmente el del trauma del nacimiento, juegan un papel crucial en la psico­ génesis de los trastornos em ocionales y psicosom á ticos. T a m b ié n han d escu ­ bierto que la confrontación psicológica con la muerte, dentro de un m arco tera­ péutico, puede ser profundamente sanadora y transform adora. También ha cambiado mucho la atención que reciben los pacientes term ina­ les. El trabajo pionero de Elisabeth Kübler-Ross llamó la atención de la p ro fe ­ sión médica acerca de las necesidades emocionales de los pacientes terminales y la necesidad de ofrecerles el apoyo adecuado (Kübler-Ross, 1 9 6 9 ) . Se creó una red cada vez más amplia de hospicios, a raíz del intento de hum anizar la a te n ­ ción terminal que inició en 1 9 6 7 el tr a b a jo de Cicely Saunders en el St. Christopher de Londres (Saunders, 1 9 6 7 ) y ha m ejorad o considerablem ente la situación de muchos pacientes gravemente enfermos. Ello ha ayudado a crear un ambiente más relajado e informal que subraya la im portancia del ca lo r hu­ mano, la compasión y el apoyo emocional. A finales de los años 6 0 y a comienzos de los 7 0 , tuve el privilegio de partici­ par durante varios años en el programa de investigación de terapia psiquedélica para enfermos terminales de cáncer, que era sin duda el intento más revolu cio­ nario e interesante de aliviar el sufrimiento de los pacientes con enfermedades

322

incurables y transformar la experiencia de su muerte. Fue uno de los hechos más conmovedores de mi vida el ver cómo la actitud hada la muerte de muchos pe­ dentes terminales de cáncer se transformaba a raíz de las expendidas altamen­ te espirituales de las sesiones psiquedéltcas. Desdichadamente, las dificultades legales y administrativas relacionadas con el uso sin supervisión de la LSD hicieron imposible aplicar este extraordinario procedimiento, a mayor escala, a pacientes de los hospitales y hospicios. Esperemos que en el momento que remita la actual histeria respecto a las sus­ tancias psiquedélicas y las políticas admimstranvas se flexibilicen, los pacientes terminales de todo el mundo puedan beneficiarse de los descubrimientos del es­ tudio de Maryland y enfrentarse a la muerte con menos dolor, con mayor ecua­ nimidad y dignidad. La idea de que los ptiquedélicot pudieran ser de utilidad en la terapia con pacientes terminales de cáncer surgió independientemente en la mente de varios investigadores. La primera sugerencia partió de la pediatra ruso-americana Valentina Pavlovna Wasson. Tras años de intensos estudios etnomicológicos junto con su marido, Gordon Wasson, encontraron informes acerca de unos hongos alucinógenos empleados por las culturas precolombinas e hicieron va­ rios viajes a México para tratar de encontrarlos. Tras varios intentos, pudieron conocer a Mana Sabina, una curandera mazateca que conocía el secreto de los hongos mágicos. En Junio de 1955, los Wasson fueron los primeros occidentales admitidos en una velada, el ritual má­ gico de los hongos. En una entrevista que concedió varios años después, Valentina Pavlovna describió su magnífica experiencia y sugirió que, a medida que la droga se fuera conociendo mejoi; se encontrarían aplicaciones médicas en el tratamiento de enfermedades mentales, el alcoholismo, la adicción a los narcóticos y enfermedades terminales dolorosas (Wasson, 1957). La segunda persona que sugirió que los psiquedélicos podrían resultar útiles para los moribundos no fue un médico, sino el filósofo y escritor Aldous Huxley. Estaba profundamente interesado tanto por las experiencias místicas inducidas por psiquedélicos como por los problemas relacionados con la muer­ te y los moribundos. En 1955, cuando su primera mujei; María, estaba murien-

323

Jo di- i.ina'i, (Itili/o

1111.1

ta im ¡i hipnótica para contactar con los recuerdos de

\.ii i.is experiencias extáticas espontaneas i|iic había tenido a lo largo de su vida. I I proposito explícito de este experimento era facilitar su transición al llevarla a un estado expandido de conciencia. I sla experiencia inspiró la descripción de una situación parecida en su novela IsLuid (Isla), donde la medicina m o k s b a y un preparado compuesto por hongos psiquedelicos, se utilizaba para a y u d a r a Lakshmi, uno de los protagonistas, a enfrentarse a la muerte (Huxley, 1963). En una carta a Humphrey Osmond, psiquiatra y pionero en la investigación psiquedelica que le dio a conocer el uso del LSI) y la mescalina, Huxley escri­ bía: “ Mi propia experiencia con Maria me convenció de que los vivos pueden ser Je gran ayuda al moribundo, elevar el hecho fisiológico de la existencia hu­ mana al nivel de la consciencia, e incluso de la espiritualidad”. En otra carta a Humphrey Osmond, en 1958, Huxley sugería varios usos para la LSD, entre ellos: “otro proyecto: el suministro de LSD en casos terminales de cáncer, con la esperanza de convertir a la muerte en un proceso más espiritual, no tan estricta­ mente fisiológico”. En 1963, cuando el mismo Huxley estaba muriendo de cáncer, demostró la seriedad de su propuesta. Horas antes de su muerte, pidió a su segunda mujer, Laura, que le suministrara 100 microgramos de LSD para facilitar su proceso de muerte. Laura Huxley lo describe en su libro T his T im eless M o m en t, (Huxley 1968). La sugerencia de Huxley no llamó la atención de los investigadores mé­ dicos durante varios años, a pesar de que la ilustró magníficamente con su pro­ pio ejemplo. La siguiente contribución en este terreno llegó de un lugar insospe­ chado, sin relación alguna con el pensamiento o los textos de Huxley. A comienzos de los años 60, Eric Kast, de la Escuela Médica de Chicago, es­ tudió los efectos de diversas drogas que aliviaban el dolor en busca de un buen analgésico. A lo largo de su estudio, llegó a considerar la LSD como posible can­ didato. En un escrito publicado en 1963, Kast y Collins describieron los resulta­ dos de un proyecto de investigación en el que los efectos de la LSD se compara­ ban con dos potentes narcóticos legales, los opiáceos Dilaudid y Demerol. El análisis estadístico de los resultados mostró que el efecto analgésico de la LSD era superior al de ambos opiáceos (Kast 1963, Kast y Collins 1964).

324

Kast y Collins comprobaron que, después de la experiencia con LSD, algu­ nos de los pacientes mostraban no sólo un alivio del dolor, sino también una ac­ titud de despreocupación asombrosa respecto a la gravedad de su estado. Frecuentemente hablaban de su muerte inminente con una actitud emocional que podría considerarse como atípica en nuestra cultura; aunque era evidente que esta nueva perspectiva resultaba beneficiosa en su situación. En un estudio posterior los mismos autores confirmaron sus hallazgos ini­ ciales respecto a los efectos analgésicos de la LSD. El alivio del dolor duraba una media de doce horas, pero en algunos pacientes se prolongaba durante un período de varias semanas. Muchos de los pacientes también mostraban cam­ bios en sus perspectivas filosóficas y espirituales en relación a la muerte, “sonsa dones oceánicas de felicidad" y una moral más elevada (kast y Lollms, 1966). En los estudios anteriores, se suministraba LSD a los pacientes sin propor­ cionales ninguna información acerca de sus efectos y sin que recibieran apoyo psicológico durante las sesiones. Kast interpretó el cambio de actitud hacia la muerte en términos psicoanalítKos como una “ regresión al estado infantil de omnipotencia" y “ negación psicológica de la gravedad de su situación,“ no como un verdadero cambio en su visión filosófica y espiritual. A pesar de que un terapeuta experto en el uso de la LSD vena algunas deficiencias en las inter­ pretaciones y los estudios de Kast, el valor histórico de su esfuerzo pionero es incuestionable. No sólo descubrió las propiedades analgésicas de la LSI), sino que también trajo a la luz las primeras evidencias expenmentales de las ideas de Valentina Pavlovna y de Aldous Huxley. Los prometedores resultados de los estudios de Kast y Collins inspiraron a Sidney Cohén, un destacado psiquiatra de los Angeles, amigo de Aldous Huxley y uno de los pioneros en la investigación psiquedélica, a iniciar un programa de terapia psiquedélica para pacientes terminales de cáncer. Cohén confirmó los descubrimientos de Kast respecto al efecto del LSD como analgésico y subrayó la importancia de desarrollar técnicas que transformaran la experiencia de la muerte (Cohén, 1965). Su colaborado^ Gary Fishei; continuó con sus estudios y resaltó la importancia de las experiencias transcendentales en el tratamiento de los moribundos, tanto si se daban espontáneamente, eran el resultado de di-

325

versas prácticas espirituales o eran p ro vocad as por su sta n cia s psiqu cd élica s (I isher, 1^70). I 11 el In s titu to P s iq u iá tr ic o de Investigación de Praga, C h e c o s l o v a q u ia , se llevaron a cabo otras observaciones que se integraron más tarde en la teoría y la practica de la terapia psiquedélica para enfermos terminales. Allí dirigí un p ro ­ yecto de investigación e x a m in a n d o el potencial te rap é u tico y heu rístico de la l SI) y de otros psiqucdélicos. Kn el tran scu rso de esta investig ación, o b serve, repetidas veces, que el estado clínico de los pacientes m e jo r a b a c o n s i d e r a b l e ­ mente después de que vivieran poderosas experiencias de muerte y re n a cim ie n ­ to psicoespirituales. Además de la mejora de algunos síntomas em ocionales y psicosom áticos, los pacientes afirmaban a menudo que estas experiencias habían c a m b ia d o p ro fu n ­ damente su imagen de la muerte y su actitud hacia ella. C o m o solían ser indivi­ duos jóvenes y sanos, me intrigaba saber si iban a producirse los m ism os c a m ­ bios en pacientes con enfermedades terminales, para los que la idea de la muerte figuraba ya en su futuro inmediato. Dirigí sesiones de L S D con varios pacientes de esta categoría y me sorprendieron m u ch o los resultados. E s ta b a a p u n to de iniciar un estudio más exhaustivo, cuando recibí la oferta de una beca para p a ­ sar un año en Estados Unidos. Cu and o llegué a B altim o re, fue una gran sorp resa p ara m í que la p rim e ra reunión del equipo de investigación de Spring Grove tratara de terapia c o n L S D a enfermos de cáncer. La idea de iniciar un proyecto especial de investigación de este tipo surgió, por desgracia, de un m iem bro del personal. A G lo ria , una m u ­ jer de mediana edad muy popular entre sus co le g a s, se le h ab ía d ia g n o s tic a d o un cáncer de pecho. El cá n ce r había h echo m etástasis y el p r o n ó s ti c o era b a s ­ tante malo. Se deprimió mucho y tenía miedo a la muerte. El equipo de Spring G rove había efectuado un am plio estudio c o n a l c o h ó l i ­ cos crónicos que incluía sesiones terapéuticas co n L SD . Los síntom as de los p a ­ cientes que accedieron a la te rapia psiquedélica eran de d ep resión y an sied ad , según d iag no sticó el In v e n ta rio de p e rs o n a lid a d m u ltifá s ic a de M i n e s o t a (M M P I). Sidney Wolf, uno de los terapeutas de L S D , sugirió al personal que p o ­ dría ser interesante averiguar c ó m o responderían la depresión y la ansiedad de

326

Gloria a la terapia con LSD, a pesar de ser una reacción evidente a una situa­ ción vital desesperada. El resultado del experimento de Sidney Wolf fue tan prometedor que el equipo de investigación consideró desde entonces la idea de ini­ ciar un estudio especial con un grupo seleccionado de pacientes de cáncer. El siguiente paso importante de este intento se produto en 1967, cuando Walter Pahnke se unió al equipo de Sphng Grove. Walter fue el responsable de que el interés inicial del personal en un estudio piloto se convirtiera en un am­ plio proyecto de investigación. Estaba graduado y doctorado en la Escuela de medicina de Harvard, con un doctorado adicional en religiones comparadas y especializado en el estudio de la divinidad. Difícilmente podría imaginarse una preparación raefor para llevar a cabo la terapia ptiquedélica con pacientes de cáncer que esta combinación de medicina, psicología y religión. Con una energía encomia ble, entusiasmo y devoción, Walter asumió el car­ go de jefe de investigación del proyecto de terapia con LSD aplicada a pacientes de cáncer. Pudo obtener fondos de la Fundación Mary Rcynold Babcoclt (Cigarrillos Winston/Salem). Más tarde, inicio un proyecto similar en el que se utilizaba otro psiquedélico de efecto mcnoc, la diproptltnptamina (DPT), en lu­ gar de la LSD. Desgraciadamente, antes de finalizar el proyecto, Walter desapa­ reció mientras buceaba en el océano Atlántico cerca de su cabaña en Mame. Como ya dije en este mismo capítulo, nunca se encontró su cuerpo, ni accesorio alguno de su equipo; su muerte sigue siendo un misterio. Tras la muerte de Walter, asumí el liderazgo de la investigación psiquedélica en Spring Grove, considerando el estudio del cáncer como investigación priori­ taria. El proyecto incluía también otra sustancia psiquedélica, la MDA. Pudimos terminar los trabajos y presenté los resultados en el encuentro de la Fundación de Tanatología en Nueva York y después en un libro que escribí en colaboración con Joan Halifax, titulado The Human Encounter with Death. (Grof y Halifax, 1977). El estudio de Sphng Grove con terapia psiquedélica aplicada a pacientes de cáncer fue un trabajo en cooperación con el Centro de Investigación Psiquiátrica de Baltimore y la unidad oncológica del Hospital Sinaí de Baltimore. Walter Pahnke y yo pasábamos un día a la semana en el Sinaí, partí-

327

upando ni conferencias p¿tr:i ol personal. lo s oncólogos del Sinaí recomenda­ ban par.) miostro programa a los pacientes que ya no respondían a la asistencia medica v que padecían dolores intensos, depresión y miedo a la muerte. 1 monees Walter y yo nos sentábamos con ellos y les explicábamos el programa. Si les interesaba, firmaban su consentimiento y se les incluía en él. I a sesión de terapia psiquedélica constaba de tres fases. I,a primera era el periodo J e preparación, que duraba aproximadamente doce horas. Kn estas se­ siones iniciales, explorábamos la historia pasada de los pacientes, así como su situación presente, y creábamos un ambiente favorable de trabajo con ellos y su familia. Queríamos saber lo que les habían dicho sobre su enfermedad, cómo reaccionaron a la situación y qué efecto había tenido sobre sus vidas. Durante la preparación era importante establecer un juicio sobre las relaciones familia­ res del paciente, así como sobre la cantidad y la naturaleza de “asuntos pen­ dientes” entre ellos. Las últimas dos horas del período de preparación se dedi­ caban a una discusión sobre la sesión psiquedélica (los efectos de la droga, las experiencias que podían surgir, el trabajo corporal que podría ser necesario, y las formas de comunicar la experiencia). La segunda fase del tratamiento era la sesión psiqu edélica en sí. La dosis tí­ pica de LSD variaba de 300 a 500 microgramos, para la DPT, una sustancia se­ mejante al LSD de menor efecto, entre 90 y 150 miligramos, y para la MDA, entre 100 y 150 miligramos. Las sesiones de LSD solían durar un día entero, las sesiones de DPT y MDA, duraban más de medio día. Las realizaban dos tera­ peutas, siempre un dúo hombre-mujer; uno dirigía la sesión y otro acompañaba al paciente. La posición reclinada, la utilización de antifaces para los ojos, auri­ culares y música, durante la mayor parte de la sesión, ayudaban a la interioriza­ ción del proceso. De acuerdo con nuestra experiencia, dicha interiorización au­ mentaba los beneficios y disminuía los riesgos del uso de los psiquedélicos. A medida que iba desapareciendo el efecto de la sustancia psiquedélica, ani­ mábamos al paciente a abrir los ojos, sentarse y compartir brevemente su expe­ riencia. Ese era el momento en que aplicábamos trabajo corporal para resolver problemas inconclusos, si lo considerábamos necesario. Cuando remitían las in­ tensas experiencias internas, invitábamos a participar en la sesión a los conoci-

328

dos o familiares que elegía el paciente. Esta “ reunión familiar* se prolongaba hasta el final de la sesión y era una parte muy importante de la misma. El hecho de que el paciente se encontrara aún en un estado holocrópico de consciencia fa­ cilitaba una comunicación más honesta y abierta, lo que permitía superar la confusión y las barreras que existen a menudo en las interacciones entre el pa­ ciente terminal, la familia y el personal médico. La reunión ofrecía la posibilidad de discutir, por primera vez en muchas ca­ sos, los sentimientos del paciente y de sus familiares acerca de la enfermedad, la inminencia de la muerte, y los que había entre ellos. A continuación encargába­ mos una comida china a un restaurante cercano que ofreciera toda clase de sa­ bores, colores y texturas. Esto, el cálido entorno humano y la música, ayudaba al paciente a volver a tener nuevas sensaciones positivas hacia algunos aspectos de la vida cotidiana. Tras la cena, el paciente pasaba el resto de la noche con los familiares o amigos que prefería. Nuestro lugar de tratamiento poseía habita­ ciones individuales con baño y una pequeña cocina, que cubrían todas las posi­ bles necesidades del paciente. Durante el día y la semana siguientes organizábamos unas entrevistas poste­ riores a la sesión, con el objetivo de ayudar al paciente a integrar sus experiencias

y aportar nuevas perspectivas a su vida cotidiana. El protocolo de nuestro proyec­ to de investigación nos permitía repetir la sesión, si nos parecía oportuno o nece­ sario. Dada la naturaleza de la enfermedad, la duración del estudio se veía limita­ da y, a diferencia de nuestros otros proyectos, no había restricciones externas, impuestas por nuestro protocolo de investigación, en el número de sesiones. Los resultados se evaluaban mediante tests psicológicos y una herramienta especialmente diseñada para este fin por Walter Pahnke y Bill Richards, llama­ da Escala de Evaluación de la Condición Emocional (ECRS: Emotional Condition Rating Scale). Esta escala permitía obtener valores desde menos seis hasta seis que reflejaban el nivel de depresión, aislamiento psicológico, ansie­ dad, dificultad para desenvolverse, sufrimiento, miedo y preocupación y por la muerte. La evaluación se efectuaba un día antes y tres después de la sesión psiquedélica, y era realizada por los profesionales que les atendían, las enfermeras, miembros de su familia y terapeutas de LSD.

329

Kn el estudio con I SI), cerca del 30 por ciento de los pacientes mostraban una sorprendente mejoría, el 40 por ciento, moderada mejoría y el restante 30 por ciento permanecía sin cambios. Kn los pocos casos en que el nivel descendía después de la sesión, la diferencia era mínima y sin relevancia estadística (kurland ct al. 1968; Richards et al. 1972). Kn el estudio de DPT, se encontra­ ron resultados significativos y pautas importantes respecto a ciertas escalas in­ dividuales pero, en general, no aportó evidencias de que la DPT pudiera reem­ plazar al LSD en la terapia psiquedélica de pacientes con cáncer (R ichard, 19“\5). Esto coincidía con las impresiones y observaciones clínicas de los tera­ peutas, quienes preferían casi por unanimidad trabajar con LSD. Se observaron importantes cambios terapéuticos en diferentes áreas. Menos sorprendentes resultaron los efectos positivos de la terapia psiquedélica en sín­ tomas emocionales como la depresión, tendencia al suicidio, tensión, ansiedad, insomnio y aislamiento emocional, al ser ya bien conocidos por otros estudios clínicos. El estudio de Spring Grove también confirm ó los informes anteriores de Kast y Collins respecto al potencial de la LSD para aliviar el dolor físico, in­ cluso en casos en que los narcóticos ya no eran de utilidad. Su efecto analgésico era muy potente y duraba varias semanas o incluso meses. Sin embargo, dicho efecto no estaba relacionado con la dosis y no era lo bastante predecible para considerarlo un simple fármaco analgésico. Esta observación es chocante y su explicación requiere comprender un com ­ plejo mecanismo, y no únicamente el efecto farm acológico de la droga. N os aproximaremos a él haciendo referencia a la “teoría de barrera de control del dolor” de Ronald Melzack (Melzack, 1950; Melzack y Wall, 1965). De acuerdo con esta teoría, el dolor es un fenómeno complejo que incluye, junto con el men­ saje sensorial del tejido dañado y la reacción motora que lo acom paña, la pro­ pia memoria de dolores anteriores, una evaluación em ocional de las sensacio­ nes, el significado del sufrimiento y la programación cultural. Estos factores son muy diferentes, obviamente, dependiendo de las circuns­ tancias: si el dolor se experimenta en el contexto de una enfermedad progresiva, un parto difícil, la tortura en un campo de concentración, o en la danza del sol Lakota Sioux. Al administrarse LSD, la influencia sobre el dolor refleja la inter­

330

acción entre tu efecto en lot proceso« neurofisiológicot y pskoespirituales del cerebro y lot también complejos mecanismos dd dolo«. £1 resultado final impli­ ca muchos niveles y muchas dimensiones y no es» por lo tamo» fácil de predecir. £1 efecto más importante y sorprendente de la LSD en pacientes terminales de cáncer fue un profundo cambio en su concepción de la muerte y una dismi­ nución del miedo a ella. Las experiencias profundas de muerte y renacimiento psicoespirimales» de unidad cósmica, recuerdos de vidas pasadas u otras formas transpersonales de consciencia parecen reducir la sensación de terror a la muer­ te física. £1 hecho de que estas experiencias puedan tener un efecto tan convin­ cente en personas a las que quedan un sólo meses, semanas o días de vida, me­ rece seria atención. Ocurren en un contexto psicoespiritual, mitológico y filosófico, y no pueden descartarse como autoengaóos ilusorios momentáneos, producto de un funcionamiento cerebral insuficiente. Las experiencias ptiquedébeas que akanian el nivel perinatal y transpersonal umbién suelen afecur profundamente al sistema de valores y la actitud hacia la vida del paciente. La aceptación patológica de la impermanencia y la muerte vie­ ne de la comprensión de la inutilidad y el absurdo de las ambiciones grandiosas y el apego al dinero, a la posición social, la fama, el poder y la búsqueda de otros valores temporales. Esto facilita enfrentamos al fin de las propias metas materia­ les y la inevitable pérdida de todas las posesiones mundanas. Otro cambio impor­ tante se da en la orientación temporal; d pasado y el futuro se vuelven menos im­ portantes que el momento presente y d “ ir viviendo día a día". Aumenta el entusiasmo, y se da una tendencia a apreciar y disfrutar cada momento de la vida; a encontrar placer en las cosas sencillas como la naturale­ za, la comida, el sexo, la música y la compañía humana. Se da también una ma­ yor espiritualidad de naturaleza mística, universal y ecuménica, que no va liga­ da a ninguna afiliación religiosa concreta. También hemos visto casos en que las creencias religiosas tradicionales del moribundo se iluminaban con nuevas dimensiones y significados. Los efectos positivos de la terapia psiquedélica se ampliaban también a los familiares y amigos íntimos del paciente. La intensidad de la aflicción y el duelo tiene que ver con la naturaleza y el nivel de los conflictos en sus relaciones con

331

ol moribundo. 1 a aceptación de la muerte de un miembro de la familia puede ser mucho mas difícil si los parientes tienen sentimientos negativos o confusos acerca de lo apropiado de su comportamiento hacia el moribundo y acerca de la manera en que se ha resuelto la situación. Si no se da la oportunidad de expresar el amor y la compasión cpie se siente hacia el, de mostrar la gratitud por el pasado, y de encontrar una manera de des­ pedirse, los que le sobreviven pueden quedarse con la sensación de que algo está incompleto y con sentimientos de insatisfacción y culpa. Si el terapeuta puede in­ troducirse como agente catalizador y ayudar a abrir canales eficaces de intercam­ bio emocional y comunicación, la muerte puede convertirse en un hecho de signi­ ficado profundamente psicoespiritual para todos los que participan en él. Ilustraré las posibilidades de la terapia psiquedélica con pacientes de cáncer mediante el caso de Joan, un ama de casa, madre de cuatro niños y antigua bai­ larina, que en el momento del tratamiento tenía cuarenta años. Dos de sus hi­ jos, su hija de diecisiete años y su hijo de ocho, eran de su anterior matrimonio. Joan tenía también un hijo adoptivo y otro del primer matrimonio de su mari­ do, los dos de nueve años. Su cáncer, un carcinoma muy maligno, le fue diag­ nosticado en agosto de 1971, tras un largo período de leves molestias gastroin­ testinales transitorias. Joan decidió que no quería pasarse el resto de su vida esperando a la muerte. Quería participar activamente en el proceso terapéutico, sin importarle la poca esperanza que hubiera. Después de que los médicos le explicaran que ya no po­ dían hacer nada más por ella, Joan pasó algún tiempo buscando la ayuda de sa­ nadores y otras técnicas no ortodoxas. Por entonces, oyó hablar del programa del Spring Grove para personas que padecían cáncer y concertó una cita con nosotros para ver el lugar, conocer a las personas que participaban en el proyec­ to y conseguir más información acerca del programa de tratamiento. Joan llegó a la primera entrevista acompañada de su marido, Dick. Éste era educador, es­ taba influenciado por toda la publicidad negativa acerca de la LSD, y le preocu­ paban los posibles efectos adversos de la substancia. Tuvimos que pasar algún tiempo explicándole que con un uso moderado de LSD, el promedio de benefi­ cios y riesgos es totalmente diferente al de la auto-experimentación sin supervi-

332

sión. Una vez aclarada esta cuestión, Joan y Dick participaron con entusiasmo en el programa de LSD. La preparación de la primera sesión de Joan consistió en varias entrevistas con ella a solas y otra con ella y Dick. Joan estaba muy deprimida y ansiosa. Su entusiasmo decaía en vertical, y ya no le interesaban los temas y actividades que antes de su enfermedad solían entusiasmarle. En el transcurso de su enferme­ dad, se había vuelto tensa e irritable. Durante nuestras charlas preliminares« to­ davía podía tolerar el sufrimiento físico. Sentía molestias gastrointestinales poco precisas, pero el dolor todavía no hacía su vida insoportable. Joan pensaba que su problema en aquel momento no era el presente, sino la preocupación y la ansiedad que sentía acerca de cómo sena el futuro. Era plena­ mente consciente de la situación que afrontaba, de sus diagnósticos y pronósti­ cos, y podía hablar abiertamente acerca de su enfermedad. Quena sobre todo poder cerrar de forma sincera y honesta su relación con Dick y los niños. Joan quería dejar todo resuelto con ellos, mediante sentimientos positivos, sin culpa, rabia, amargura o dolor patológico, de manera que pudieran continuar sus vi das sin tener que soportar la carga psicológica de su muerte.

Primera sesión con LSD Comencé la sesión con considerable aprensión y me ayudó mucho coger de la mano a Stan y a Jewell. Unos veinte minutos después de que me adminis­ traran 300 gramos de LSD, empecé a sentir que flotaba y vibraba. Mientras escuchaba el segundo concierto de piano de Brahms, me vi de pie en el hall de un aeropuerto futurista, supersónico, esperando mi vuelo. El hall estaba atestado de pasajeros que vestían ropas muy modernas; toda esta singular multitud parecía invadida por una sensación de excitación y expectación. De pronto oí una voz por el sistema de altavoces del aeropuerto: MEI acontecimiento que vais a experimentar sois Vosotros mismos. Como podéis comprobar algunos de vosotros ya habéis empezado. ” Cuando miré a los otros viajeros, vi cambios extraños en sus caras; sus cuerpos se sacudían y adoptaban posturas inusuales a medida que comenzaban su viaje a los mun­ dos internos. En ese momento, percibí un sonido parecido a un susurro, re-

333

confortante y ti;iiu|uiliz;U|()r, como una señal de radio, que me guiaba a tra­ vés de la experiencia y nu< calmaba. Parecía como si mi cerebro se estuviera quemando muy despacio, revelando su contenido en una imagen tras otra. Apareció la imagen de mi padre con gran claridad; analizamos y revisa­ mos nuestra relación con la precisión de una intervención quirúrgica. Notaba la necesidad de mi padre de que yo fuera alguien diferente, que no podía ser. Comprendí que tenía que ser yo misma, aunque eso le defraudara. Fui consciente de todas las necesidades de otras personas: mi marido, mis hi­ jos, mis amigos. Veía que las necesidades de otros me hacían más difícil acep­ tar la realidad de mi muerte inminente y rendirme al proceso. Entonces el viaje interior se hizo más profundo y me encontré con varios monstruos terroríficos que me recordaban imágenes de arte asiático (demo­ nios viciosos, criaturas surrealistas, flacas y demacradas, todos de un extra­ ño color verdoso). Era como si todo un ejército de demonios del L ib r o Tibetano de los M uertos evocara y representara una danza salvaje en mi ca­ beza. Cuando iba hacia ellos, y me mezclaba con ellos, el miedo desaparecía y la pintura se convertía en otra cosa, bastante agradable. En un momento dado, cuando estaba mirando a unas criaturas fangosas y malvadas, me di cuenta de que eran producto de mi propia mente, prolongaciones de mí mis­ ma. Musité: “Ah, esto también soy yo. De acuerdo.” El encuentro con los demonios iba acompañado de una sensación de difi­ cultad para poder respirar y de ansiedad, pero duró relativam ente poco, (mando terminó, sentí que inmensos torrentes de energía recorrían mi cuer­ po. Era tanta energía que no creí que un solo individuo pudiera contenerla y manejarla. Vi claramente que tenía tanta energía, que en mi vida cotidiana me veía obligada a negarla, desaprovecharla y proyectarla sobre otras perso­ nas. Tuve flashes de mí misma en diversos períodos de mi vida, ejerciendo diferentes papeles — hija, amante, esposa, madre y artista— y me di cuenta de que no podían funcionar porque eran contenedores inadecuados para toda esa energía que yo tenía. El aspecto más importante de estas experiencias era su significado para la comprensión de la muerte. Vi el despliegue maravilloso del diseño cósmi-

334

co, con todas sus infinitas sutilezas y ramificaciones. Cada individuo repre­ sentaba un hilo en el hermoso tejido de la vida y jugaba un papel concreto. Todos estos papeles eran necesarios por igual para el núcleo central de ener­ gía del Universo; ninguno de ellos era más importante que los demás. Vi que, tras la muerte, la energía de vida sufría una transformación y los papeles se repartían nuevamente. Vi que mi papel en esta vida era ser una enferma de cáncer y aceptarlo de buen grado. Visualicé y comprendí intuitivamente la dinámica de la reencarnación. Estaba representada simbólicamente en forma de muchos caminos que iban en todas direcciones; parecían túneles en un hormiguero gigantesco. Entendí que había habido muchas vidas antes de esta y que habría muchas más. El propósito consiste en experimentar lo que el guión cósmico nos asigna. 1.a muerte es tan sólo un episodio, un tránsito dentro de este magnífico drama perenne. A lo largo de mi sesión, tuve visiones de pinturas, esculturas, artesanía y arquitectura de diferentes países y culturas: el antiguo Egipto, (¿recia, Roma, Persia, y las culturas precolombinas de América Central, del Sur y del Norte. Todo esto iba acompañado de muchas percepciones del sentido de la exis­ tencia humana. A través de la riqueza de mi experiencia, descubrí que las di­ mensiones de mi ser eran mucho mayores de lo que nunca imaginé. Me vi a mí misma participando en todo lo que ocurría en el mundo —hostilidades que se creaban entre los países, guerras cruentas, odio y dis­ putas raciales, esquemas políticos corruptos o una tecnología contaminan­ te— y proyectando en otras personas lo que negaba en mí. Estuve en con­ tacto con lo que sentí que era el “ puro ser" y me di cuenta de que no podía ser comprendido ni necesitaba justificación. Tuve consciencia de que mi única obligación era mantener el flujo de energía, y no sólo “sentarme en­ cima de ella” , como solía hacer. El flujo de la vida estaba simbolizado por muchas imágenes bellas de agua en movimiento, peces y plantas acuáticas; por escenas deliciosas de danza, algunas majestuosas y etéreas, otras arrai­ gadas en la tierra. Como resultado de todas estas experiencias y percepciones, desarrollé

335

una actitud afirmativa hacia la totalidad tic* la existencia y la capacidad de acep tar (.pie torio lo que ocurría en la vida estaba bien. Hice muchos comen­

tarios entusiastas acerca del increíble ingenio cósmico y el humor que había en la estructura de la existencia. A medida que permitía que la energía de la vida fluyera a través de mí, y me abría a ella, todo mi cuerpo vibraba de ex­ citación y alegría. Después de disfrutar de este nuevo estado durante algún tiempo, me enrollé y me acurruqué en una cómoda posición fetal. Hacia las cinco horas de sesión, decidí quitarme el antifaz de los ojos, sentarme y contactar con mi entorno. Me senté en el sofá en un estado de paz y relajación absolutas, escuchando música de meditación Zen y mirando un sencillo ramo de rosas que había en un jarro de cristal sobre la mesa. A veces cerraba los ojos y volvía a mi mundo interno. Como vi más tarde en el vídeo que se tomó de la sesión, mi cara estaba radiante y tenía la expresión de calma sagrada que tienen las esculturas budistas. Durante un tiempo, sólo sentí un calor agradable, un brillo dorado que me alimentaba, como una llu­ via trascendental de oro líquido. En un momento dado, vi un tazón con uvas en la habitación y decidí probar algunas. Sabían a ambrosía y el tallo pare­ cía tan hermoso, que decidí llevármelo a casa como recuerdo. Por la tarde, Dick se unió a nosotros en la sesión. Nada más llegar, caí­ mos el uno en los brazos del otro y permanecimos mucho tiempo así, en un abrazo íntimo. Dick comentó que sentía una enorme cantidad de energía que irradiaba de mí; era consciente de un campo de energía casi tangible que ro­ deaba mi cuerpo. Se nos concedieron entonces dos horas para estar a solas, que disfruté muchísimo. Esto hizo posible compartir mi experiencia con él. Uno de mis mejores recuerdos de la sesión fue la ducha que tomamos juntos. Me sentía más sintonizada de lo normal con el cuerpo de Dick, y también con el mío, y experimenté una sensación de exquisita sensualidad que no se parecía a nada que hubiera conocido hasta entonces. Más tarde, todos compartimos una comida china. Aunque la habían traí­ do de algún restaurante cercano y era de calidad media, a mí me pareció la mejor comida que había probado nunca. No recuerdo haber disfrutado tan­ to de una comida, o de mí misma, en mi vida. El único factor que inhibía de

336

alguna manera mi placer culinario era d pensamiento de que debía tener cui­ dado con la comida por mi gastrectomía. Durante el resto de la noche, Dick y yo estuvimos a solas, tumbados en el sofá y escuchando música en estéreo. Dick estaba muy impresionado por mi apertura y todas mis percepciones. Estaba convencido de que yo había acce­ dido a fuentes de auténtica sabiduría cósmica que seguían cerradas para él. Admiraba la profundidad de lo que contaba, la confianxa espontánea y la autoridad con que hablaba de mi experiencia. Yo estaba eufórica, de un humor radiante, y me senda completamente li­ bre de la ansiedad. Mi capacidad de disfrutar la música, los sabores, colores y de la ducha se había incrementado considerablemente, l a conclusión de Dick fue que era un placer absoluto estar a mi lado. Era una experiencia can contagiosa que el mismo Dick sintió y expresó el deseo de tener una sesión psiquedélica. Consideró la posibilidad de participar en el programa de for­ mación de LSD para profesionales que se impartía en el Centro Psiquiátrico de Investigación de Maryland. Estuve levantada hasta tarde, hablando con Dick, y me desperté varias veces durante la noche. Tuve un sueño en el que trabajaba en una biblioteca y oía a otros decir: “Todo esto del Zen no tiene sentido." Yo sonreía para mí, sabiendo que era demasiado sencillo para que pudiera tener sentido para ellos. A la mañana siguiente me sentía fresca, relajada y en sintonía con el mun­ do. Dick puso en el equipo de música el concierto de Brandenburgo de Bach, y parecía absolutamente perfecto para la ocasión. El mundo exterior parecía claro, sereno y hermoso. Camino a casa, contemplé cosas que nunca había visto. Los árboles, la hierba, los colores, el cielo; todo eran maravillas dignas de ver. A lo largo de cerca de dos meses después de su primera sesión de LSD, Joan se sintió relajada, eufórica y optimista. La experiencia psiquedélica también pa­ recía haberle abierto nuevas dimensiones de sentimientos místicos y cósmicos. Los elementos religiosos que había experimentado en la sesión trascendían las

337

limitaciones de la religión católica tradicional en que había sido educada. Ahora se aproximaba a otros enfoques más universales, como los reflejados en el hinduismo y el budismo. Durante las semanas que siguieron a la sesión, Joan sintió un flujo tal de energía que impresionó a los médicos. Su vitalidad les parecía chocante en su grave estado clínico y expresaron claramente su sorpresa ante el hecho de que todavía pudiera moverse y conducir. También dijeron que dudaban que pudiera pasar el siguiente verano en California, como la familia había planeado. Joan se sentía con confianza y creía que ello sería posible. El tiempo le dio la razón; las vacaciones en California resultaron muy significativas y gratificantes para toda la familia. Este desarrollo positivo se vio drásticamente interrumpido a mediados de enero, cuando Joan visitó a su médico porque sufría continuos vómitos y arca­ das. Se descubrió una nueva masa en la zona del bazo, que él identificó como un crecimiento del tumor que había hecho metástasis. Joan se sintió muy decep­ cionada cuando, a pesar de este diagnóstico, no se le ofrecieron soluciones. Se dio cuenta de que los médicos se habían dado por vencidos. En aquel momento, Joan y Dick tuvieron la clara sensación de que debería tener otra sesión psiquedélica, y nuestro personal estuvo de acuerdo. Joan se sentía muy optimista con la posibilidad de que la sesión ejerciera algún efecto en su estado emocional y la ayudara a profundizar en sus percepciones filosóficas y espirituales. También jugaba con la posibilidad de que influyera en el componente psicosomático que ella suponía en la etiología del cáncer. La segunda sesión de LSD tuvo lugar en febrero de 1972. Ya que la dosis de 300 microgramos había surgido un poderoso efecto la primera vez, decidimos emplear la misma cantidad en esta sesión. Este es el relato de Joan de su expe­ riencia, resumiendo los momentos más importantes de ella.

Segunda sesión con LSD Esta sesión fue muy lúgubre para mí. Fue un contraste con la primera en prácticamente todo: blanco y negro en vez de colores, personal y no cósmi­ ca, triste, en vez de alegre. Sólo al principio volví a estar en un lugar o espa-

331

ció universal donde sabía que el universo encero estaba en cada uno de nos­ otros, que hay un sentido para la vida y para la muerte. Después la experien­ cia se limitó y se hizo mucho más personal. La muerte era el tema principal de la sesión. Presencié varias escenas fúnebres tradicionales, a veces en un cemente­ rio, a veces dentro de una iglesia con un coro de muchas personas. Lloré a menudo, durante varias horas. También hice muchas preguntas que me respondía yo misma; todas incluían cuestiones inexplicables que entonces me parecían divertidas. Al principio, recuerdo que pensé: "Toda esa fea l­ dad en realidad es muy herm osa ". A lo largo del día, me vinieron a la men­ te otras polaridades: bueno y malo, triunfo y fracaso, sabiduría e ignoran­ cia, vida y muerte. Reviví mi niAez, pero no en forma de escenas concretas, sino como una sensación general de mucha tristeza. Tenía que ver con sensaciones muy teñí pranas de frustración y privación, de hambre y carencia. Cruzó por mi men­ te la idea de que podría haber una relación entre estas experiencias y mi úl­ cera péptica, que terminó convirtiéndose en un cáncer. Recordé una vez que estuve mojándome bajo la lluvia durante lo que me pareció una eternidad. Una vez que fui con mis hermanos a un espectáculo o al circo y no me dciaron entrar; lo triste que me sentía mientras nos alelábamos, sin saber dónde íbamos. La alusión indirecta a mi situación actual era obvia; no se me per­ mitía seguir participando en el espectáculo de la vida y tenía que enfrentar­ me a la incertidumbre de la muerte. Por un espacio prolongado de tiempo, me vi preparando a mi actual fa­ milia para mi muerte. Había una escena en que, después de prepararme, al fin se lo deda. En las escenas siguientes, podía decir adiós a mis hijos, a mi marido, mi padre, a otros familiares, conocidos y amigos. Lo hice de manera muy personal, adecuándome a la personalidad y a la sensibilidad particular de cada uno. Hubo lágrimas, pero después, había calor y alegría. Al final, todos se reu­ nieron en torno a mí para cuidarme. Recuerdo su embriagante calidez y que había cosas dulces de comen Después, pasé algún tiempo despidiéndome de

339

ellos v de mi marido, mientras me daba cuenta de (|ue tenían cerca otras per sonas amables que cuidarían también de e l l o s . I.es dije adiós y sentí que algo de mí viviría siempre dentro de ellos. Hubo una escena feliz y cálida hacia el final de la sesión en la que yo no participaba, pero que podía observar desde fuera y disfrutar de todos mo­ dos. Había adultos y niños jugando en la nieve. Los adultos cuidaban de los niños y se divertían con ellos, había risas, juegos y buen humor en general. Recuerdo que vi una fila de botas, sabía que los niños las llevaban puestas, que sus pies estaban calientes.

La noche después de la sesión me sentí más o menos bien; me alegré de ver a Dick, pero necesitaba retirarme de vez en cuando. Sentí que me había visto a mi misma y a mi situación de manera realista, que podría asumirla mejor ahora, pero aún me sentía muy triste. Deseé que la sesión hubiese du­ rado varias horas más, porque quizá entonces habría pasado de la tristeza a la alegría. La segunda sesión resultó ser muy beneficiosa para Joan . Pudo reconci­ liarse con su situación y decidió pasar los días que le quedaban centrada en su búsqueda espiritual. Tras unas vacaciones con su familia en la Costa Oeste, decidió decir adiós a su marido y sus hijos. Pensó que así podría aho­ rrarles el doloroso proceso de ver su progresivo deterioro físico y podrían re­ cordarla llena de vida y energía. En California, Joan estuvo en estrecho con­ tacto con su padre, que estaba interesado en el crecim iento espiritual y la introdujo a un grupo vedanta. A finales de verano, Joan quiso tener otra experiencia con LSD. Nos es­ cribió preguntando si sería posible concertar una tercera sesión en California. Le recomendamos que contactara con Sydney Cohén, un psiquia­ tra de Los Angeles con mucha experiencia en terapia psiquedélica con pa­ cientes de cáncer y con licencia para utilizar LSD. Este es el relato de su ter­ cera sesión de LSD bajo la supervisión de Sydney Cohén. Esta vez, la dosis fue de 400 microgramos.

340

Tercera sesión con LSD

M i prim en reacción después de que la droga hiciera efecto fue el frío; hacia frío y más frío. Parecía que no había mantas suficientes que pudieran mitigar aquel frío que me penetraba hasta los huesos» desmañado» de un color de hielo verdoso. M ás tarde» me costó creer que me pusieran cantas mantas y que» en ese momento» nada aliviara el frío que sentía. Pedí té caliente, que sorbí con una pajita. Mientras sostenía la taza de té, tuve una experiencia muy intensa. La taza se convirtió en el universo, de una forma muy vivida y real. El co­ lor verdoso y marrón del té se fusionó en el vórtice de un remolino. No ha­ bía m ás preguntas; la vida, la muerte, su significado; todo estaba allí. Yo siempre había estado allí, todos lo estábamos. El intenso deseo que todos te­ nemos de comprender y completar el universo esta en todas las cosas. En la lágrima que resbalaba por mi me|illa, en la taza, el té, jen todo! Mi senti­ miento fue:

Qué armonía existe detrás del aparente caos!"

N o quería perder esto de vista, quería que todos pudieran compartir esta experiencia; entonces ya no habría más confusión ni más discordias. Pude sentir que el doctor Cohén lo sabia, igual que yo. Entonces apareció mi pa­ dre e intenté explicarle como pude lo que acababa de vivir, intentando expli­ car lo inexplicable: que no hay nada que temer, ninguna razón para tener miedo. Siempre hemos estado en ese lugar hacia el que nos dirigimos. Basta con ser; eso ya es suficiente. No hay necesidad de preocuparse, nada que pre­ guntar ni responder, ni que razonar. Sólo ser. Le di|e lo importante que era que todos siguiéramos haciendo que las cosas funcionaran en nuestra vida cotidiana, en el mundo. Tomé mi caldo caliente y mi té, ávida de calor y alimento. Tras una pau­ sa, volví a sumergirme en mi interior. Esta vez presencié escenas de desola­ ción y tristeza del comienzo de mi vida que ya me eran familiares por mi se­ sión anterior. Las imágenes tomaron la forma de criaturas esqueléticas flotando en el vado, buscando alimento sin poder encontrarlo. Vacío, y no plenitud. Pájaros escuálidos pidiendo comida en un nido vado. La sensación de estar con mis hermanos y sentirnos solos, mirando, sin tener dónde ir. En algún momento, entré en mi tristeza. En la tristeza como tema predo-

341

minante desde mi primer;) infancia y a lo largo de toda mi vida. Me di cuen­ ta de como había intentado ocultarla más y más, para dar a los demás lo que parecían desear: “¡Sonríe... que parezca que estás viva... deja de soñar! Más adelante, tuve la sensación de que algunos han elegido experimentar la tristeza inherente al universo. Si soy uno de ellos, está bien. Pensé en tridos los niños que buscan madres que no están ahí para ellos. Pensé en los Pasos de la Crucifixión y sentí el sufrimiento de Cristo, o la tristeza que debió sen­ tir. Comprendí que el karma de otros es sentir la alegría, la fuerza, la belleza, o lo que sea. ¿Por qué no aceptar también de buen grado la tristeza? En otro momento, estaba sobre muchos cojines y con muchos edredones encima, cálida, segura. No quería renacer como una persona, sino quizá como un arco iris, anaranjado, rojizo, amarillento, suave, bello. En algún instante de la tarde, fui consciente del protagonismo de mi estómago. Tantas imágenes de personas reconfortadas con alimentos, mi anhelo anterior de té caliente, caldo; siempre algo que llevarme al estómago. Vi que ahora era consciente de eso en mi vida, cada día, siempre buscando una compensación y una cuchara, una pajita, un cigarrillo. ¡Nunca era suficiente! Vi que volvía a ser de nuevo una niña, dependiente, pero esta vez con una madre que cuidaba de mí, que quería hacerlo y disfrutaba cuidándome. Encontré alivio y placer al recibir lo que nunca tuve de niña. Hubo momen­ tos para disfrutar el olor y la sensación de la fruta — un hermoso mango, pe­ ras, melocotones, uvas— . Mientras las miraba, vi el movimiento de sus célu­ las. Más tarde, disfruté de un ramo de rosas, aterciopelado, fragante y maravilloso. Hacia el final del día, me di cuenta, de repente, de que había encontrado la manera de hacer legítima la tristeza de toda mi vida: convertirme en una enferma terminal. Lo irónico de esta situación era que me sentía feliz y ali­ viada con este descubrimiento. Quería llegar a la raíz de mi tristeza. Vi que, desde el comienzo, mi madre no tenía mucho que darme; que, de hecho, ella esperaba que fuera yo quien le diera algo. En realidad, yo tenía más para darle que ella a mí. Lo viví como una carga tremenda. Hablé mucho con mi padre acerca de la tristeza, lo que tenía de malo y

342

por que otros la rechazan. Le expliqué cuánta energía había gastado tratan­ do de parecer feliz, contenta o sonreír. Le hablé de la belleza de la tristeza; triste dulzura, dulce tristeza. Permitirse a uno mismo y a los demás estar tris­ tes cuando lo estamos. Quizá la tristeza no sea tan popular como la alegría, la espontaneidad y la diversión. Gasté demasiada energía simulándolas. Ahora sólo quiero set; no ser esto o lo otro; simplemente, ser A veces siento tristeza, otras veces paz, otras rabia o irritación, otras cali­ dez y alegría. Ya no me entristece pensar que voy a morir. Me siento más amorosa que nunca. Todas las presiones de tener que ser "otra cosa” se han ido desvaneciendo. Me siento liberada de la vergüenza y el disimulo. Una sensación más espiritual llena mi vida cotidiana. Un miembro de nuestro equipo, que visitó a Joan en California poco antes de su muerte, nos describió detalladamente su vida cotidiana en sus últimos días. Seguía interesada en la búsqueda espiritual y meditaba vanas horas al día. A pesar de que su estado físico se deterioraba rápidamente, parecía estar emo­ cionalmente equilibrada y de buen humor. Su determinación de no perder ni una sola oportunidad de disfrutar de la vida y del mundo mientras pudiera era admirable. Insistió en que se le sirvieran las mismas comidas que a los demás, aunque ya tenía el paso al estómago completamente obstruido y no podía tragar nada. Masticaba la comida despacio, la saboreaba y después la escupía en un cubo. La última tarde de su vida, estaba totalmente absorta contemplando una puesta de sol. "Qué atardecer tan hermoso,” fueron sus últimas palabras, antes de reti­ rarse a su habitación. Aquella noche murió plácidamente mientras dormía. Después de la muerte de Joan, sus amigos y familiares de la Costa Oeste re­ cibieron invitaciones para una reunión en su memoria que había escrito ella per­ sonalmente mientras aún vivía. Cuando todos se hubieron reunido en el lugar acordado, les sorprendió que la voz de Joan les recibiera con una grabación. Era mucho más que una despedida original y conmovedora. Según los asisten­ tes, el tono y el contenido de su discurso tuvo un efecto poderoso y reconfortan­ te sobre los que habían acudido con una sensación de tragedia y de profundo

343

dolor. Joan consiguió transmitirles un poco de esa paz y reconciliación que ella misma había logrado durante las sesiones. Como hemos visto, la terapia psiquedélica tiene un potencial extraord inario para aliviar la agonía emocional y física, tanto del moribundo com o de los que le sobreviven a la crisis humana tal vez más dolorosa. Los obstáculos políticos y administrativos-actuales que impiden que miles de pacientes term inales puedan beneficiarse de este valioso medio son innecesarios y no tienen consistencia a l­ guna. Todas las objeciones al empleo de psiquedélicos con otros grupos, com o puedan ser pacientes con desórdenes em ocionales y psicosom áticos, profesiona­ les de la salud mental, artistas y el clero, son absurdas en el caso de una situ a­ ción con un límite de tiempo y en la que los problem as inherentes son tan serios que incluso el tabú en contra del uso de los narcóticos no puede aplicarse.

Implicaciones personales y sociales en la investigación de la muerte La investigación de los aspectos psicológicos, filosóficos y espirituales de la muerte expuestos en este capítulo tiene considerables im plicaciones teóricas y prácticas. Las experiencias y observaciones que he estud iad o no con stitu y en una “pru eba” inequívoca de la supervivencia de la co n scien cia después de la muerte, ni de la existencia de planos astrales habitados por seres incorpóreos, ni de la reencarnación de una unidad de consciencia y la continu ación de su e xis­ tencia física en otra vida. Es posible im aginar otras interpretaciones de los m is­ mos datos, com o las extraordinarias habilidades paranorm ales de la m ente hu­ mana conocida com o s u p e r p s iq u e o el con cep to hindú del universo de lila , el juego divino de la consciencia o principio creativo cósm ico. Sin embargo, algo parece evidente: ninguna de las interpretaciones basadas en un cuidadosos análisis de estos datos es com patible con la visión m onista m ateria­ lista de la ciencia occidental. Un exam en sistem ático y una evaluación libre de prejuicios de este material nos llevaría a una nueva com prensión de la naturaleza

344

de la consciencia, su papel en el esquema universal de las cosas y su relación con la materia y el cerebro, ju n to con su relevancia teórica, las cuestiones expuestas en este capítulo son también muy significativas en un nivel práctico. Investigué anteriormente b importancia de b muerte en el ámbito de la psi­ quiatría, la psicología y la psicoterapia. Com o vimos, nuestros anteriores en­ cuentros con la muerte, en forma de amenazas vitales durante nuestra historia postnatal, el trauma del nacimiento y b existencia embrionaria, están profun­ dam ente im plantados en nuestro inconsciente. Además, el tema de la muerte también juega un papel fundamental en el campo transpersonal de la psique hu­ m ana, en relación con un poderoso material arquen pico y kármico. Kn todas estas variantes, el tema de b muerte contribuye significativamente al desarrollo de desórdenes emocionales y p«Kotoma ticos. Por el contrario, afrontar este material y pactar con d miedo a la muerte lle­ va a la sanación, a una transform ación personal positiva y a una evolución consciente. C om o decíamos con relación a los antiguos misterios de muerte y renacimiento, este “morir antes de m orir“ influye en gran medida la calidad de la vida y el planteamiento básico de la propia existencia. Disminuye los impul­ sos irracionales e incrementa nuestra capacidad de vivir en el presente y disfru­ tar de las actividades sencillas de cada día. O tra consecuencia importante de liberarse del propio miedo a la muerte es una radical apertura a una espiritualidad de tipo universal y sin denominacio­ nes. Esto suele tener lugar durante un contacto real con la muerte en una expe­ riencia cercana a ella, o de manera puramente psicológica, como en meditación, terapia vivencial o una crisis psicoespirirual espontánea (emergencia espiritual). Com o conclusión, me gustaría mencionar brevemente algunas de las amplias implicaciones de este material. Creer o no en la supervivencia de la consciencia después de la muerte, la reencarnación y el karma, tiene una gran influencia en nuestro comportamiento. Ya Platón defendía la idea de que la creencia en la in­ mortalidad tiene profundas implicaciones morales; en sus Leyes, Sócrates decía que el desinterés por las consecuencias de nuestros propios actos después de la muerte sería “hacer un favor a los malvados”. Autores modernos como Alan Harrington (Harrington, 1969) y Ernest Becker (Becker, 1973) han dejado claro

345

que la negación masiva de la muerte conduce a patologías sociales que tienen peli­ grosas consecuencias para la hum anidad. La investigación m oderna de la c o n s ­ ciencia apoya sin duda este punto de vista (Cirof, 1 985). En un m om ento en que la avaricia desm edida, las agresiones y la e x isten cia de arm as nucleares am enazan la supervivencia de la hum anidad y la posibilid ad de que la vida en este planeta continú e, d eberíam os con sid erar seriam ente c u a l­ quier cam po que nos ofrezca un p oco de esperanza. Si esto no fuera m o tiv o su­ ficiente para estar ab ierto a las ob serv acio n es que sugieren la su p erv iv encia de la consciencia después de la m uerte, debería ser un incentivo al m enos p ara revi­ sar los datos existentes con una m entalidad m ás flex ib le y co n verd ad ero esp íri­ tu científico. Se puede decir lo m ism o de las p o d ero sas té c n ic a s e x p e rim e n ta le s de e sto s días, que perm iten hacer frente al m iedo a la m uerte y pueden p ro v o ca r p ro fu n ­ dos cam bios personales positivos así co m o una ap ertu ra esp iritu al. U na rad ical transform ación interior y el hecho de elevarnos a un nuevo nivel de co n scie n cia puede ser la ún ica esp eran za que n os q u ed a en la a c tu a l c ris is g lo b a l. Volverem os a este im portante p roblem a en un ca p ítu lo posterior.

346

CAPÍTULO OCHO

El juego cósmico: exploroción de les cimss más elevados de la consciencia humana L o s c a p ítu lo s a n te r io r e s se c e n tr a b a n s o b re to d o en la» im p licacio n es de la in v e stig a ció n d e los e s ta d o s h o lo tr ó p ic o s de co n scie n cia en la p siq u iatría, la psi c o lo g ía y la p s ic o te ra p ia . Sin e m b a rg o , este lib ro tam b ién p retend e a p o rta r inte­ re s a n te s p e rc e p c io n e s filo só fica s, m e ta física s v e sp iritu ales. Al m argen de la m o ­ tiv a c ió n inicial del in d iv id u o y de su e n to rn o , el a u to c o n o c im ie n to discip linad o y s is te m á tic o q u e e n g lo b a los e s ta d o s h o lo tró p ic o s d e n tro de un c o n te x to a p ro ­ p ia d o , t a r d e o t e m p r a n o se c o n v e r tir á en u na b ú sq u ed a filo só fica y esp iritu al. E n n u m e ro s a s o c a s io n e s he v is to a p e rs o n a s , c u y o p rim er interés en las sesiones p s iq u e d é lic a s o en el t r a b a jo d e re s p ira c ió n h o lo tr ó p ic a e ra te ra p é u tic o , p ro fe ­ s io n a l o a r t í s t i c o , e m p e z a r d e re p e n te a fo r m u la r s e las p re g u n ta s m ás fu n d a ­ m e n ta le s a c e r c a d e la e x is te n c ia c u a n d o su p ro c e s o in te rio r a lc a n z a b a el nivel tra n s p e r s o n a l. ¿ C ó m o se c r e ó n u e s tr o u n iv e rs o ? E l m u n d o en q u e v iv im o s ¿es un sim p le p r o d u c t o d e p r o c e s o s m e c á n ic o s d e m a te r ia in a n im a d a , in erte y re a c tiv a ? ¿Se p u e d e e x p li c a r la re a lid a d m a te r ia l ú n ic a m e n te en té rm in o s de los b loq ues que la c o n s titu y e n y las leyes o b je tiv a s q u e rigen la in te ra cc ió n e n tre ellos? ¿C u ál es el o r ig e n d el o r d e n , la f o r m a y el s e n tid o del u n iv e rso ? ¿E s p osib le la c r e a c ió n

347

de un universo com o el nuestro y su evolución sin la participación de una inteli­ gencia cósmica superior? Si existe un principio creador supremo, ¿cuál es nu es­ tra relación con él? ¿Calino podemos resolver dilemas com o las limitaciones espaciales y te m p o ­ rales, trente a las ideas de eternidad y de infinito? ¿Cuál es la relación entre vida v materia, entre consciencia y cerebro? ¿ C o m o podemos e xp licar la existen cia del mal y su ab ru madora presencia en el esquema universal? ¿Se limita nuestra existencia a una sola vida, que va desde la concepción hasta la muerte, o la c o n s ­ ciencia sobrevive a la muerte y experimenta largas series de encarnacion es c o n ­ secutivas? Y, ¿cuáles son las im plicacio n es p rác ticas de las respuestas a estas preguntas en nuestra vida cotidiana?

A finales de 1960, decidí analizar las grabaciones de mi investigación psiquedélica, concentrándome únicamente en las experiencias metafísicas y las per­ cepciones de mis pacientes. Resumí mis descubrim ientos en un artícu lo titu la­ do: “LSD y el Juego Cósm ico: perfiles de la ontología y la cosm ología Dsiquedélica” (Groff, 1972). Para mi sorpresa, me encontré con que todos ellos :oincidían en las percepciones referentes a cuestiones metafísicas básicas. La vi­ sión de la realidad originada a partir del estudio de los estados h o lo tró p ico s efleja al universo no como una supermáquina newtoniana, sino com o una reaidad virtual infinitamente más com pleja, creada e impregnada de una inteligen:ia cósmica superior, la Consciencia Absoluta o M ente Universal. Las revelaciones metafísicas de la investigación psiquedélica y las respuestas i las preguntas ontológicas y cosmológicas básicas que ofrecían, estaban en claa oposición a la visión de la filosofía de la ciencia m aterialista. Sin em bargo, nostraban paralelismos con las grandes tradiciones místicas del mundo, lo que Udous Huxley denominaba filo s o fía p eren n e. También eran sorprendentemene compatibles con los avances revolucionarios de la ciencia moderna, el llám a­ lo nuevo p arad ig m a o p ara d ig m a em erg en te. Durante los años siguientes, a medida que iba adquiriendo experiencia en el rabajo de respiración holotrópica y con los episodios en estados holotrópicos emergencias espirituales) que ocurrían espontáneam ente, com prendí que las >ercepciones metafísicas descritas en mi artículo no se lim itaban a los estados

348

psiquedélicos, sino que se daban en general en los estados holotrópicos. En este capítulo, resumiré brevemente las ideas básicas de la fascinante visión de la rea­ lidad que surge de forma espontánea en personas que han trabajado sistemáti­ camente en estados holotrópicos de consciencia. Se puede encontrar un estudio más amplio acerca de este tema en mi libro mEi Juego C ósm ico: exploraciones de las fronteras d e la consciencia humana " (The Cosnuc Gom e: exploratnms o f the frontiers o f human consctousnessi Grof, 1998).

La naturaleza animada y al espacio arquttipico Como vimos anteriormente, en estados holotrópicot podemos tener expe­ riencias auténticas y convincentes de identificación consciente con animales, plantas, e incluso con materiales inorgánicos. A través de dichas experiencias, nuestra visión del mundo suele expandirse y empezamos a entender las creen cias de las culturas animistas que ven al universo entero dotado de un espíritu. Desde su punto de vista, no sólo todos los animales, sino también los arboles, los ríos, montañas, el sol, la luna y las estrellas aparecen como seres conscien­ tes. Obviamente, nosotros no adoptaríamos del todo la visión del mundo de ninguna de estas culturas para olvidar e ignorar los descubrimientos de la cien­ cia materialista. Sin embargo, tenemos que añadir a nuestra visión un hecho empírico importante: todo lo que percibimos como un ob|eto en el estado hilotrópico, tiene su contrapartida vivencial subjetiva en el estado holotrópico. Los estados holotrópicos de consciencia también aportan profundas percep­ ciones a la visión de las culturas que creen que el cosmos está poblado por seres mitológicos y que está gobernado por deidades benéficas y coléricas. En dichos estados, podemos tener acceso directo vivencial al mundo de los dioses, los de­ monios, héroes legendarios, entidades sobrehumanas y guías espirituales. Podemos visitar el ámbito de realidades mitológicas, paisajes fantásticos y espa­ cios del más allá. Las imágenes de estas experiencias pueden extraerse del in­ consciente colectivo y recrear figuras mitológicas y temas de cualquier cultura de toda la historia de la humanidad.

349

Si nos sentimos avergonzados por este descubrimiento, podemos utilizar ter­ minología moderna; decir nutninoso en lugar de sagrado y figuras arquettpicas en vez. de dioses y demonios. I’ero no podemos descartar estas experiencias por considerarlas meras alucinaciones o fantasías. I.as experiencias personales en este terreno nos ayudan a comprender que las imágenes del cosmos que utiliza­ ban las sociedades preindustriales no se basaban en la superstición, en un “pen­ samiento mágico” primitivo o visiones psicóticas, sino en experiencias auténti­ cas de otras realidades alternativas. La investigación de estados holotrópicos ha proporcionado numerosas evidencias de que hay dimensiones transfenoménicas de la existencia que son ontológicamente reales y que a menudo pueden verifi­ carse de forma tangible. Para diferenciar estos fenómenos de las alucinaciones o de las imaginacio­ nes, sin base objetiva alguna, algunos psicólogos jungianos se refieren a ellas como “realidades imagínales”. En los estados holotrópicos descubrimos que nuestra psique tiene acceso a completos panteones de figuras mitológicas, así como a los ámbitos que habi­ tan. Una prueba particularmente convincente de la autenticidad de estas expe­ riencias es que, como otros fenómenos transpersonales, pueden proporcionar­ nos información nueva y precisa acerca de esas figuras y los espacios que ocupan. La naturaleza de esa información, su amplitud y calidad, suele sobre­ pasar nuestro conocimiento intelectual previo de esas mitologías. Observa­ ciones de este tipo llevaron a C.G. Jung a la conclusión de que, junto con el in­ consciente individual que describió Sigmund Freud, poseemos también un inconsciente colectivo que nos conecta con la herencia cultural de toda la hu­ manidad. De acuerdo con Jung, se trataría de manifestaciones de patrones pri­ mordiales universales que representan los constituyentes básicos del inconscien­ te colectivo (Jung, 1959). Existen dos categorías de figuras arquetípicas. La primera incluye entidades que encarnan varias funciones y roles universales concretos. Las más famosas son la Diosa Madre, la Terrible Diosa Madre, el Sabio Anciano, el Joven Eterno (Fuer Eternus y Puella Eterna), los Enamorados, la Parca y el Embaucador. Jung también descubrió que todo hombre lleva en su inconsciente una representa-

350

ció n general del principio fem enino que llam ó A n im a. Su contrapartida, la re­ presentación general del principio m asculino en el inconsciente de la mujer, es el

A nim as. La representación inconsciente del aspecto oscuro, destructivo, de la personalidad humana es lo que la psicología jungiana denominó la S om bra. Las figuras arquetípicas de la segunda categoría representan diferentes dei­ dades y dem onios relacionad os con culturas concretas, enclaves geográficos y períodos históricos. Por ejem plo, en lugar de una imagen universal de la Diosa M a d re , podem os en co n tra r una de sus versiones culturales, com o la Virgen M a ría , las diosas hindúes Lakshm i y Parvati, la Isis egipcia, la Hera griega, en­ tre o tras m uchas. Igualm ente, ejem plos concretos de la Terrible Diosa Madre serían la K ali hindú, la C o atlicu e de cabeza em plum ada precolom bina, o la Sekhm et de cab eza de león egipcia. D ebem os subrayar que estas imágenes no tienen por qué lim itarse a nuestra propia herencia cultural y racial. Pueden ex­ traerse de la m itología de cu alquier grupo hum ano, incluso de algunos de los que nunca hemos oído hablar. Los encuentros con estas figuras arquetípicas son muy sorprendentes y sue­ len darnos inform ación nueva y detallada, independientemente del conocim ien­ to intelectual que tuviera acerca de ellas previamente el individuo, así como de su origen ra cia l, cu ltu ral y ed u cacional. D ependiendo de la naturaleza de las deid ades, las exp erien cias van acom pañad as de intensas em ociones, desde el arreb ato ex tático al terror paralizante. Los que experimentan estos encuentros suelen tener por dichas figuras arquetípicas una gran reverencia y respeto, como seres que pertenecen a un orden superior, dotados de extraordinarios poderes y que pueden dar form a a los acontecim ientos en nuestro mundo material. Estos sujetos com parten por tanto la actitud de muchas culturas preindustriales que creían en la existencia de dioses y demonios. Sin em b arg o, norm alm en te no confunden las figuras arquetípicas con el p rincip io suprem o del universo, ni aseguran haber alcanzado la comprensión últim a de la e xisten cia. Suelen consid erarlas com o un poder superior que les trasciende. Esta percepción evoca la idea de Joseph Cambell de que las deidades deberían ser “ transp arentes al que trascien d e” . Deberían ser com o un puente hacia la fuerza divina, pero no confundirse con ella. Cuando nos encontramos

on un c am ino do a u t o c o n o c im ic n t o sis tem ático o de práctica esp iritu al, es im ­ portante evitar el riesgo de quedarse estancado en una deidad particular y verla com o la fuerza cósmica ultima, en vez de c ó m o una ventana al A bsoluto. Con tu nd ir una imagen arquetípica c o n cr eta con la fuente de la c r e a c i ó n , o com o su única representación verdadera, lleva a la idolatría, un e rro r dualista y peligroso muy extendido en la historia de las religiones y de las culturas. Puede reunir a pers onas que c o m p a rte n las m ism as c re e n cia s , pero c o l o c a r á a d ic h o grupo en c o n t ra de o t r o que elija una re p r e s e n t a c ió n d if e re n t e de lo d iv in o . Huronees intentarán convertir a los otros o elim in arlos. Por el c o n t r a r i o , la reli­ gión genuina es universal, lo incluye to d o y lo a b a r c a to d o . T ie n e que t r a s c e n ­ der imágenes culturales esp ecíficas y cen trarse en el origen últim o de t o d a s las formas. Por lo tanto, la cuestión más im p o rtan te del m u n d o de la religión es la naturaleza del principio supremo del universo.

Experiencia del Principio Supremo del Universo Aquellos que llevan a cabo un autoconocim iento sistem ático m ediante esta­ dos holotrópicos describen continuam ente este proceso com o una búsqueda fi­ losófica y espiritual. Esto me llevó a exam inar las grabaciones de sesiones psiquedélicas y holotrópicas, así com o informes de personas que estaban pasando por una emergencia espiritual, en busca de experiencias en las que esta búsque­ da alcanzara su meta; su destino final. D escubrí que las personas que alca n z a ­ ban una experiencia del A bsoluto, que satisfacía plenam ente su anhelo esp iri­ tual, no solían ver ninguna imagen figurativa concreta. Cuando sienten que han llegado a la meta de su búsqueda mística y filosófica, sus descripciones del prin­ cipio divino son muy abstractas y sorprendentemente sim ilares. Los que informan de una revelación definitiva, norm alm ente están bastante de acuerdo a la hora de describir las características vivenciales de dicho estado. Cuentan que la experiencia de lo Supremo implica la trascendencia de todas las lim itaciones de la mente analítica, de todas las categ orías racion ales así com o de todas las restricciones de la lógica ordinaria. Esta experiencia no se ve cons-

352

treñida por las limitaciones usuales del espacio tridimensional y lineal, tal y como los conocemos en nuestra vida cotidiana. También contenía todas las po­ laridades concebibles en una amalgama inseparable y, por tanto, trascendía las dualidades del tiempo. Una y otra vez, comparaban el Absoluto con una fuente de luz radiante, de inimaginable intensidad, aunque insistían en que era diferente de cualquier cla­ se de luz que conozcamos en el mundo material. Describir el Absoluto como luz, puede ser apropiado en cierto sentido, pero sería también empobrecer algu­ nas de sus características esenciales, especialmente el hecho de que es un campo de consciencia inmenso e inconmensurable, dotado de infinita inteligencia y po­ deres creativos. Otro atributo que mencionan es su exquisito sentido del humor (“humor cósmico”). El principio cósmico supremo puede experimentarse de dos maneras distin­ tas. A veces, todas las barreras personales se disuelven y nos fundimos comple­ tamente con la fuente divina, haciéndonos uno e indistinguibles con ella. Otras veces, mantenemos la sensación de ser identidades separadas, asumiendo el pa­ pel de un observador atónito que está presenciando, como desde el exterior, el mysterium tremendum de la existencia. O, como algunos místicos, podemos sentir el éxtasis del amante extasiado en su encuentro con el Amado. La litera­ tura espiritual de todas las épocas está llena de descripciones de ambos tipos de vivencias de lo divino. El encuentro con la Consciencia Absoluta, o la identificación con ella, no es la única manera de experimentar el principio supremo del cosmos o la realidad última. Existe otra clase de experiencia que parece satisfacer a aquellos que bus­ can respuestas y es particularmente sorprendente, ya que no posee un contenido específico. Es la identificación con el Vacío Cósmico y la Nada, descrita en la li­ teratura mística como la Vacuidad. Es importante subrayar que no toda expe­ riencia de vacío que encontramos en estados holotrópicos puede denominarse la Vacuidad. La gente utiliza frecuentemente este término para referirse a una sensación desagradable de falta de sentimiento, iniciativa o de sentido. Para me­ recer el nombre de Vacuidad, este estado debe cumplir unos criterios muy con­ cretos.

C

liando nos encontram os con la Vacuidad, sentim os que se trata del vacío

primordial, de relevancia y proporciones cósm icas. Nos convertim os en pura consciencia que conoce su nada absoluta; sin em bargo, al mismo tiem po, tene­ mos la extraña y paradójica sensación de toda su plenitud. Este vacío cósm ico es también algo com pleto y lleno, ya que nada parece faltar en él. Aunque no represente nada de forma concreta y m anifiesta, parece contener toda la e x is­ tencia en potencia. La Vacuidad trasciende las categorías habituales de tiem po y espacio. No se puede cambiar, y se extiende más allá de todas las d icotom ías y las polaridades, com o luz y oscuridad, bueno y m alo, estabilidad y m ovim iento, microcosmos y m acrocosm os, agonía y éxtasis, singularidad y pluralidad, fo r­ ma y fondo, e incluso existencia y no existencia. Algunos lo llam an el Vacío Sup racósm ico o M e ta có sm ico , señ alan d o que este vacío, esta nada prim ordial, parece ser el principio, la razón fundam ental del mundo fenoménico que conocem os y, al mismo tiem po, se encuentra subor­ dinado a él. Este vacío m etafísico, impregnado del potencial de todo lo que exis­ te, parece ser la cuna de todos los seres, el origen últim o de la existencia. La cre ­ ación de todos los mundos fenom énicos sería en ton ces la re a liz a ció n y concretización de su potencial inherente previo. Es im posible expresar en p ala­ bras lo convincente y lógico de estas respuestas paradójicas a las preguntas más básicas y profundas acerca de la existencia. Para com prender plenam ente estas explicaciones es necesaria la experiencia personal directa.

El más allá interior En la práctica espiritual sistemática basada en estados holotrópicos de co n s­ ciencia, podemos trascender una y otra vez las lim itaciones ord inarias del ego físico. En este proceso, descubrimos que cualquier lim itación en el universo m a­ terial y en otras realidades es, a fin de cuentas, arbitraria y negociable. Al sob re­ pasar las barreras de la mente racional y la cam isa de fuerza del sentido com ún y la lógica cotidiana, podemos atravesar m uchas dualidades, expandir la co n s­ ciencia a limites inim aginables y llegar a experim entar la unidad y la identidad

354

con el origen trascendental de todos los seres, conocida en la literatura espiri­ tual con muchos nombres diferentes. Cuando logramos una vivencia de identificación con el Absoluto, nos da­ mos cuenta de que nuestro propio ser está ligado a toda la red cósmica, a todo lo que existe. El reconocimiento de nuestra propia naturaleza divina, de nues­ tra identidad de origen cósmico, es el descubrimiento más importante que po­ demos hacer durante el proceso de autoconocimiento. Esta es la esencia de la famosa afirmación de las antiguas escrituras hindúes, los Upanishadas: Tat tvam asi. La traducción literal de esta frase es “Tú eres Eso”, que significa “tú eres de naturaleza divina”, o “tú eres la mente de Dios”. Revela que nuestra identificación cotidiana con el “ego encapsulado en la piel”, la consciencia in­ dividual encarnada, o “nombre y forma” (nam arupa) es una ilusión y que nuestra verdadera naturaleza es la de la energía creativa cósmica (AtmanBrahman). Esta revelación que relaciona la identidad individual con lo divino es el últi­ mo secreto que reside en el núcleo de todas las grandes tradiciones espirituales, aunque pueda expresarse de diferentes maneras. Ya he mencionado que en el hinduismo Atman y Brahmán, la consciencia individual y la consciencia univer­ sal, son una. Los practicantes de Siddha Yoga reciben este principio de sus ense­ ñanzas en muchas variantes diferentes: “Dios habita en tu interior, como tú mis­ mo”. En las escrituras budistas, podemos leer: “Mira en tu interior, tú eres el Buda”. En la tradición del confucianismo se dice que “el cielo, la tierra y el ser humano son un solo cuerpo”. El mismo mensaje puede encontrarse en las palabras de Jesucristo: “Padre, tú y yo somos uno”. Y San Gregorio Palamas, uno de los más grandes teólogos de la Iglesia Cristiana Ortodoxa, declaró: “Porque el Reino de los Cielos, es decir, el Rey de los Cielos, está dentro de nosotros”. Igualmente, el gran sabio y cabalista judío Abraham ben Shemu'el Abulafia, pensaba que “El y nosotros somos uno”. De acuerdo con Mahoma, “aquel que se conoce a sí mismo conoce al Señor”. Mansur al-Hallaj, el místico y poeta sufí conocido como “el mártir del amor místico,” lo describió de esta manera: “Vi a mi Señor con el Ojo del Corazón. Pregunté: VQuién eres?’ El respondió: ‘Tú’”. Al-Hallaj fue encarcelado y condenado a mucr-

.'Íb5

Palabras acerca de lo inefable Kl principio suprem o puede experim entarse d irectam en te en estad o s h olotrópicos de consciencia, pero no puede dársele ninguna descripción ni e x p lic a ­ ción apropiada. Kl lenguaje que em pleam os para com unicarnos acerca de asun­ tos cotidianos no resulta adecuado. Los que han vivido esta experiencia parecen estar de acuerdo en que es inefable. Las palabras y la estructura de nuestro len­ guaje dejan mucho que desear a la hora de describir su natu raleza y d im en sio­ nes, especialmente a aquellos que no la han cono cid o. Cualquier intento de describir las experiencias trascendentales forzosam ente depende de palabras del lenguaje cotid ian o. Por esta razón, resulta inaprop iad o e inadecuado cuando querem os tran sm itir las exp erien cias y percep cio n es que se encuentran en diversos estados holotróp icos de con scien cia. E sto es p a rticu ­ larm ente cierto cu ando se cen tra n en los p ro b lem a s ú ltim os de la e x is te n c ia , com o el Vacío, la Consciencia A bsoluta y la C reación. Los que están fam iliarizad os con las filo so fía s esp iritu ales o rie n ta les re cu ­ rren a menudo a palabras de diferentes idiom as asiáticos al d escribirlas. U tilizan términos sánscritos, tibetanos, hindúes o japoneses. E stos lenguajes se d esa rro ­ llaron en culturas con conocim ientos especializados respecto a los estados h o lo ­ trópicos y las realidades espirituales. A diferencia de los lenguajes occid en tales, contienen infinidad de térm inos específicos que describen las sutilezas de las e x ­ periencias m ísticas y de otras relacionad as con ellas. Pero sólo aq u ellos que las han vivido llegan a com prender realm ente esas palabras. La poesía, a pesar de ser una herram ienta im p erfecta , p arece ser un m edio más adecuado para exp resar la esencia de e xp erien cia s esp iritu ales y p ara c o ­ municar estas realidades trascendentales. Por esta razón, m uchos de los grandes visionarios y m aestros religiosos recurren a la poesía a la hora de co m p a rtir sus percepciones m etafísicas. M u ch a s p ersonas que han e x p e rim e n ta d o e sta d o s

356

trascendentes, citan pasajes de diferentes poemas visionarios que se correspon­ den con ellos.

El proceso de la Creación A quellos que experim entan el principio creativo cósm ico en estados holotrópicos de consciencia, a menudo intentan comprender el impulso que condu­ ce a la creación de mundos vivenciales. Sus percepciones acerca de la “ motiva­ c ió n ” de lo divino para generar realidades fenoménicas contienen interesantes contradicciones. Una categoría importante de estas percepciones subraya la fan­ tástica riqueza interior y el inconcebible potencial creativo de la Consciencia A bsoluta. Es tan abundante y desbordante de posibilidades que, simplemente, necesita expresarlo mediante el acto creativo. O tro grupo de revelaciones sugiere que, en el proceso de la creación, la Consciencia Absoluta también busca algo de lo que carece en su prístino estado original. Desde una perspectiva ordinaria, estas dos categorías de percepciones pueden parecer contrad ictorias. En estados holotrópicos, dicho conflicto des­ aparece y los aparentes opuestos pueden coexistir y complementarse. La necesidad de crear suele describirse com o la fuerza elemental que refleja la inim aginable riqueza interior y la abundancia de lo divino. El Principio C reativo C ósm ico es tan inmenso y está tan repleto de infinitas posibilidades que no puede contenerse y tiene que expresar todo su potencial. Otras descrip­ ciones enfatizan el inmenso deseo de la M ente Universal de conocerse a sí mis­ ma. Sólo puede hacerlo exteriorizando y manifestando todas sus posibilidades latentes en form a de un acto creativo concreto. Necesita la polarización entre sujeto y objeto, el experimentador y lo experimentado, el observador y el objeto de observación. Una idea similar puede encontrarse en las escrituras cabalistas m edievales; según ellas, el m otivo de la creación es que “ Dios quiere ver a D io s”. O tras dimensiones importantes del proceso creativo, que suelen subrayarse, son el sentido del juego, el deleite, y el humor cósm ico del Creador, hstos ele-

m o n t o s se lian d e s c r i t o m e j o r e n lo s a n t i g u o s t e x t o s h i n d ú e s verso

v la

C re a ció n

existen cia c o m o

//A/,

es un ju e g o c ó s m ic o

o

que hablan del uni­

Ju ego D iv in o . D e a c u e rd o c o n esta v isió n ,

tre m e n d a m e n te c o m p le jo e in trin c a d o

que

la la

m e n t e d e D i o s , b r a h m á n , c r e a p a r t i r d e sí m i s m o y d e n t r o d e sí.

I.a Creación también puede considerarse como un experimento colosal que expresa la inmensa curiosidad de la Consciencia Absoluta, una pasión análoga a la fascinación del científico que dedica su vida a la exploración y a la investi­ gación. Algunos de los que han percibido los “motivos” de la Creación hablan también de su aspecto estético. Desde esta perspectiva, el universo en que vivi­ mos y todas las realidades vivenciales de otras dimensiones parecen ser obras de arte; la necesidad de crearlas podría compararse a la inspiración y la pasión cre­ ativa del artista supremo. Como dije anteriormente, a veces las percepciones relativas a las fuerzas im­ pulsoras de la Creación no reflejan la abundancia desbordante, la riqueza, la autosuficiencia y la maestría del principio creativo cósmico, sino cierta sensa­ ción de carencia, de necesidad o deseo. Por ejemplo, es posible que, a pesar de la inmensidad y perfección de su estado, la Consciencia Absoluta se dé cuenta de que está sola. Esta soledad se expresaría mediante un anhelo infinito de com­ pañía, comunicación y necesidad de compartir; una especie de Nostalgia Divina. Entonces la razón más poderosa para la Creación sería la necesidad del principio creativo de dar y recibir Amor. Otra dimensión crítica del proceso creativo, dentro de esta categoría, parece ser el ansia de experiencias propias del mundo material. Según dichas percep­ ciones, el Espíritu tiene un profundo deseo de experimentar todo lo que es opuesto y contrario a su naturaleza, de explorar todas las cualidades que en su estado prístino no tiene y convertirse en todo lo que no es. Al ser eterno, infinito, ilimitado y etéreo, ansia lo efímero, lo transitorio, lo limitado en el tiempo y el espacio, lo sólido, tangible y corpóreo. Otra “razón” importante para la creación, mencionada en ocasiones, es el factor de la mono­ tonía. Al margen de lo inmensa y gloriosa que pueda parecer la experiencia de lo divino desde el punto de vista humano, para la divinidad sería siempre igual y, en ese sentido, resultaría monótona. Entonces, la Creación podría considerar-

358

se un titánico esfuerzo que expresa el anhelo trascendental de cam bio, acción,

movimiento, dram a y sorpresa. Los que han tenido la suerte de experim entar percepciones tan profundas acerca del lab o rato rio cósm ico de la Creación parecen coincidir en que todo lo que pueda decirse de este nivel de la realidad no puede hacer justicia a lo que han presenciado. Ese impulso m onum ental, de inimaginable proporciones, res­ ponsable de la creación de mundos fenom énicos, parece contener todos los ele­ m entos anteriores y m uchos m ás, no im porta lo contrad ictorios o paradójicos que puedan resultar a nuestro sentido com ún habitual. Está claro que, a pesar de todos nuestros esfuerzos por com prender y describir la Creación, la natura­ leza del principio creativo y del proceso de la C reación sigue siendo un incon­ m ensurable m isterio. Ju n to con las revelaciones referentes a los motivos o razones de la Creación (el p or qué de la C rea ció n ), las exp erien cias en estados holotrópicos suelen ap o rtar algunas otras acerca de las dinám icas y mecanismos concretos del pro­ ceso creativo (el cóm o de la creación). Están relacionadas con la “tecnología de la co n scien cia” que genera experiencias de diferentes características sensoriales y que, al orqu estarlas de form a sistem ática y coherente, crea realidades virtua­ les. Aunque las descripciones de dichas revelaciones varían en cuanto a detalles, el lenguaje y las m etáforas que se utilizan para ilustrarlas, suelen hablar de dos p ro ceso s in terrelacio n a d o s y que se com plem entan m utuam ente al crear los mundos fenom énicos. El prim ero es la actividad que divide la unidad indiferenciada original de la C onsciencia A bsoluta en infinitos números de unidades de consciencia deriva­ das. La M ente Universal entra en un juego creativo que supone complicadas se­ cu encias de d ivisiones, fragm entaciones y diferenciaciones. El resultado final son los m undos vivenciales, con infinidad de entidades separadas dotadas de co n scie n cia que tienen una au tocon cien cia selectiva. Todos parecen estar de acu erd o en que esto ocurre m ediante múltiples divisiones y subdivisiones del cam po original íntegro de la consciencia cósm ica. Por lo tanto, la divinidad no crea nada fuera de sí m ism a, sino que produce transform aciones en su propio interior.

M segundo elemento del proceso de la (Tención es una forma de partición, disociación u olvido a través del cual las entidades conscientes van perdiendo contacto progresivamente con la fuente original y con su naturaleza prístina. También desarrollan un sentido de identidad individual y de separación entre

Pintura que refleja una exp erien cia de una sesión d e resp iración h o lo t r ó p ic a , que incluye la ruptura d el estad o de en cap su lam ien to y a isla m ien to y tra scen ­ diendo los velos que nos separan de nuestra naturaleza divina y qu e nos con ecta con el cosm os.

360

ellas. En las últimas fases del proceso, existen barreras intangibles pero relativa­ mente impermeables entre estas unidades separadas, así como entre cada una de ellas y la Consciencia Absoluta original. La relación entre la Consciencia Absoluta y sus partes es única y compleja; no puede comprenderse en términos de pensamiento convencional ni con la lógica ordinaria. Nuestro sentido común nos dice que una parte no puede ser simultáne­ amente el todo y que el todo, siendo una suma de sus partes, tiene que ser mayor que cualquiera de ellas. En la estructura universal, las unidades de consciencia se­ paradas, a pesar de su individualidad y de sus diferencias concretas, en otro nivel permanecen esencialmente idénticas a su origen y a cada una de ellas. Son de na­ turaleza paradójica, siendo totalidad y parte al mismo tiempo. La invención de la holografía óptica ha proporcionado un modelo útil para una aproximación cien­ tífica a estos aspectos, de otra forma incomprensibles, de la creación. Las revelaciones de la investigación de estados holotrópicos refleja la exis­ tencia com o un sorprendente juego del principio creativo cósmico que trascien­ de al tiempo, al espacio, la causalidad lineal y a toda clase de polaridades. Desde esta perspectiva, los mundos fenoménicos, entre ellos el mundo material, pare­ cen ser “realidades virtuales” originadas por la consciencia; por una orquesta­ ción infinitamente compleja de experiencias. Existen muchos niveles de realidad d iferentes, desde la Consciencia Absoluta indiferenciada, pasando por ricos panteones de seres arquetípicos, hasta incontables unidades individuales que configuran el mundo de la materia, teniendo todo ello lugar dentro de la misma Consciencia indiferenciada.

Los caminos de reunión El proceso de sucesivas divisiones, junto con la creciente separación y aliena­ ción, representa tan solo la mitad del ciclo cósmico. Las percepciones en estados holotrópicos revelan otra parte de este proceso que consiste en movimientos de la consciencia en la dirección opuesta; desde los mundos de pluralidad y separación hasta la creciente disolución de barreras y fusión en unidades mayores.

Estas percepciones son paralelas a las descripciones y discusiones de los dos movimientos cósmicos descritos en diferentes sistemas filosóficos y espirituales. Por ejemplo Plotino, el fundador del neoplatonismo, hablaba de ellos com o eflux y reflux (Plotino, 1991). En Oriente, conceptos similares han encontrado su expresión más elaborada en los escritos del místico y filósofo Shri Aurobindo, con su definición de in volu ción y ev o lu ció n de la consciencia (Aurobindo, 1965). En los escritos de Ken Wilber pueden encontrarse argumen­ tos modernos acerca de las dinámicas de d escen so y ascen so del proceso cósmi­ co (Wilber, 1980, 1995). De acuerdo con las percepciones en estados holotrópicos, el proceso univer­ sal ofrece no sólo infinitas posibilidades de separación individual, sino también una proporción igualmente rica e ingeniosa de oportunidades para la disolu­ ción de las barreras y la fusión que permiten el retorno al origen. Las experien­ cias unitivas hacen posible que las monadas individuales de consciencia superen su alienación y se liberen de su ilusión de separación. La trascendencia de lo que parecían ser barreras insalvables y la resultante fusión progresiva crea unidades vivenciales mayores. En sus últimas expresiones este proceso disuelve todas las limitaciones y supone la reunión con la Consciencia Absoluta. Las secuencias de fusiones, que se producen de muchas maneras y en muchos niveles diferen­ tes, completan el patrón cíclico total de la danza cósmica. El desencadenante más frecuente de experiencias unitivas espontáneas es la contemplación de las maravillas de la naturaleza, como el Gran Cañón, las islas tropicales, o los atardeceres en el Océano Pacífico. Creaciones artísticas exqui­ sitas de extraordinaria belleza pueden tener un efecto similar, ya sean piezas musicales maestras, grandes pinturas y esculturas, o una arquitectura monu­ mental. También proporcionan experiencias unitivas la actividad deportiva, la unión sexual, y el parto y la lactancia en la mujer. Su aparición puede facilitarse mediante diversas “técnicas sagradas” antiguas, aborígenes y modernas, que ya discutimos en el capítulo de introducción de este libro. Aunque las experiencias unitivas se producen más frecuentemente en situa­ ciones emocionalmente positivas, también pueden darse en circunstancias muy desfavorables, amenazadoras y críticas para el individuo. En ese caso, la cons-

362

ciencia de ego se ve sacudida y arrasada, no disuelta y transcendida; en situacio­ nes de estrés intenso o crónico, en períodos de intenso dolor emocional y físico, o aquellos en que la integridad física se ve seriamente amenazada. Muchos des­ cubren los planos místicos durante experiencias cercanas a la muerte, en el mo­ m ento de un accidente, de heridas, enfermedades graves o en el caso de inter­ venciones quirúrgicas. Los psiquiatras tradicionales, que no distinguen entre misticismo y psicosis, con sid eran las experiencias unitivas com o m anifestaciones de enfermedades mentales. El mérito de demostrar que esto supone un grave error es de Abraham M aslow , el fundador de la psicología humanista y transpersonal. Un estudio de cientos de individuos ha demostrado que estas “experiencias cumbre” son fenó­ m enos más allá de lo norm al, no anorm ales. B ajo circunstancias favorables, pueden m ejo rar la salud em ocional y física y ayudarnos a llegar a lo que M aslow llam ó “autorealización” o “autoactualización” (Maslow, 1964).

El tabú acerca de saber quiénes somos Si es cierto que nuestra naturaleza más profunda es divina y que somos idén­ ticos al principio creativo del universo, ¿cómo es posible que creamos tan firme­ m ente que som os cuerpos físicos que viven en un mundo material? ¿Cuál es la naturaleza de esta ignorancia fundamental acerca de nuestra verdadera identi­ dad, ese velo m isterioso que nos hace olvidarlo todo, que Alan Watts llamaba “el tabú acerca de saber quiénes som os” ? ¿Cómo es posible que una entidad es­ piritual infinita y eterna cree dentro de sí misma un facsímil virtual de una reali­ dad tangible poblado de seres que sienten y se experimentan a sí mismos como separados de su origen y separados unos de otros? ¿Cómo podemos engañar a los actores dei drama mundial, haciéndoles creer en la existencia objetiva de su realidad ilusoria? La m ejor explicación que he oído de las personas con las que he trabajado es que el principio creativo cósm ico queda arrapado en su propia perfección. La intención creativa que hay detrás del juego divino es la de crear realidades vi-

vencía los que o frezcan

Ims

m e jo re s o p o rt u n id a d e s para los aventu reros de la

consciencia, entro ollas la ilusión del mundo material. Para cum plir este requisi­ to, dichas realid ades dehen ser c o n v in c e n t e s y c r e íb le s al m áxim o d etalle. Podemos poner c o m o eje m plo una obra de arte, una o b ra de teatro o una pelí­ cula. A veces puede ser representada y puesta en escena c o n tal perfección que nos haga olvidar que los hechos que p re s e n c ia m o s son ilu sorios, y reaccio n ar ante ellos c o m o si hieran reales. T am b ié n un buen acto r o actriz puede en o c a ­ siones olvidar su verdadera identidad y fundirse tem poralm ente con el persona­ je que interpreta.

El mundo en que vivimos tiene m uchas ca ra cte rística s que el P rin cip io Supremo en su forma pura no conoce, com o son la pluralidad, la polarid ad, la densidad y lo físico, el cam bio y la impermanencia. El proyecto de crear un fa c­ símil de una realidad material dotada de estas cualidades se lleva ca b o con una perfección artística y cien tífica tal, que las unidades sep arad as de la M en te Universal la encuentran convincente y la confunden con la realidad. En la m á x i­ ma expresión de su arte, representada por el ateísm o, la divinidad consigue de hecho argumentos no sólo en contra de su participación en la C reación, sino en contra de su propia existencia. Una de las estratagem as significativas que ayudan a crear la ilusión de una realidad material ordinaria es la existencia de lo trivial y de la fealdad. Si todos fuéramos radiantes seres etéreos, extrayendo nuestra energía directam ente del sol y viviendo en un m undo donde tod os los p aisajes fu eran co m o los Himalayas, el Gran Cañón, y las islas sin explotar del Pacífico, sería dem asiado evidente que somos parte de una realidad divina. Igualm ente, si todos los edifi­ cios de nuestro mundo fueran com o la A lham b ra, el T aj M a h a l, X a n a d u o la Catedral de Chartres; si estuviéramos rodeados de esculturas de M iguel Angel, escucháram os sólo m úsica de Beethoven o de B a ch , la n atu raleza d ivina de nuestro mundo sería fácilm ente discernible. El hecho de que tengam os cuerpos físicos que em iten secreciones, e x c re c io ­ nes, malos olores, poseen im perfecciones, patologías, así com o un sistem a g as­ trointestinal con sus repulsivos contenidos, puede ensom brecer y h acernos du­ dar de nuestra divinidad. Varias funciones fisiológicas co m o vom itar, eructar,

364

expulsar gases, defecar y orinar, junto con la descomposición final del cuerpo humano, complican aún más el cuadro. De igual manera, la existencia de esce­ narios naturales sin ningún atractivo, vertederos, áreas industriales contamina­ das, retretes malolientes con grafitis obscenos, guetos urbanos y millones de chabolas hace más difícil que nos demos cuenta de que nuestra vida es un juego divino. La existencia del mal y el hecho de que la misma vida sea competitiva, lo convierten en algo casi imposible para una persona normal. Para las personas educadas en Occidente, la visión que ha creado la ciencia materialista es un se­ rio obstáculo adicional. Existe otra importante razón de por qué es tan difícil liberarnos de la ilusión de que somos individuos separados viviendo en un mundo material. Los cami­ nos de regreso a la fuente divina están repletos de penalidades, riesgos y desafí­ os. El juego divino no es un sistema completamente cerrado. Ofrece a sus prota­ gonistas la posibilidad de descubrir la verdadera naturaleza de la Creación, incluso de su propio estado cósmico. Pero los caminos que llevan del autoengaño a la iluminación, y de regreso al origen, presentan serios problemas; la ma­ yoría de las posibles lagunas en la Creación están cuidadosamente disfrazadas. Dichos riesgos y vicisitudes del camino espiritual representan una parte impor­ tante del “tabú acerca de saber quiénes somos”. Todas las situaciones que proporcionan oportunidades para una apertura espiritual suelen ir ligadas a diversas fuerzas en contra de poder hacerlo. Algunos de los obstáculos que hacen extremadamente difícil y peligroso el ca­ mino de la liberación y la iluminación se encuentran en el interior de nuestra propia psique. Entre ellos están las aterradoras experiencias que pueden disua­ dir a los buscadores menos valerosos y determinados, como los encuentros con las oscuras fuerzas arquetípicas, el miedo a la muerte y el fantasma de la locura. Incluso más problemáticas son diferentes interferencias e intervenciones que provienen del mundo exterior. En la Edad Media, muchos de los que tenían ex­ periencias místicas espontáneas se arriesgaban a ser sometidos a tortura y a ver­ se juzgados y ejecutados por la Santa Inquisición. En nuestros tiempos, las eti­ quetas psiquiátricas y las medidas terapéuticas drásticas sustituyen a las acusaciones de brujería, las torturas y los autos de fe. La ciencia materialista del

siglo X\ ha rulic'tili/.iulo y convertido en patología todo esfuerzo espiritual, no importa la base y elaboración que tenga. l a autoridad de que disfruta la ciencia materialista en la sociedad moderna hace difícil considerar el misticismo como algo serio y seguir el camino del des­ cubrimiento espiritual. Además, los dogmas y las actividades de las principales religiones tienden a ocultar el hecho de que la verdadera espiritualidad puede encontrarse sobre todo en el interior de nuestra psique. En su aspecto más nega­ tivo, la religión organizada puede resultar un grave impedimento para la bús­ queda espiritual verdadera, en lugar de ser una institución que nos ayude a co­ nectar con lo divino. Al denigrar a sus miembros, les hace difícil creer que lo divino ya esté en su interior. También puede inspirar la falsa creencia de que la asistencia regular a sus servicios formales, la oración y las contribuciones a la iglesia son suficientes como actividades espirituales. Las técnicas sagradas desarrolladas por varias culturas aborígenes se han descartado en Occidente por ser consideradas productos del pensamiento mági­ co y supersticiones primitivas de los salvajes. El potencial espiritual de la sexua­ lidad, que encuentra su máxima expresión en el Tantra, se ve ensombrecido por el poderoso aspecto animal instintivo de la misma. El descubrimiento de psiquedélicos que pueden abrir las puertas de dimensiones superiores fue seguido al poco tiempo por un uso popular irresponsable, las amenazas de caer en la lo­ cura, el supuesto daño a los cromosomas y las sanciones legales.

El problema del Bien y el Mal Uno de los retos mayores del viaje espiritual es llegar a aceptar la existencia del mal. La comprensión final y la aceptación filosófica del mal siempre impli­ can el reconocimiento de que tiene un papel importante, incluso necesario, en el proceso cósmico. Por ejemplo, las profundas percepciones acerca de las realida­ des últimas a que se puede acceder en estados holotrópicos revelan que la crea­ ción tiene que ser simétrica, ya que es creatio ex ttihilo. Todo lo que existe debe estar equilibrado por su opuesto. Desde esta perspectiva, la existencia de polari-

366

dadcs de todo tipo es un requisito absolutamente indispensable para la creación de mundos fenoménicos. También mencioné anteriormente que uno de los “motivos” de la creación parece ser la “necesidad” del principio creativo de conocerse a sí mismo, de ma­ nera que “Dios pueda ver a Dios” o que “el Rostro pueda contemplar al Rostro”. En la medida en que lo divino crea con el fin de explorar su propio po­ tencial interno, no expresar su potencial pleno supondría un autoconocimiento incompleto. Y si la Consciencia Absoluta es también el Artista último, el Experimentador y el Explorador, el hecho de dejar fuera algunas opciones signi­ ficativas comprometería la riqueza de su creación. Los artistas no limitan sus te­ mas únicamente a los que resultan hermosos, éticos y optimistas. Reflejan cual­ quier aspecto de la vida que pueda sugerir imágenes interesantes o historias fascinantes. La existencia del lado oscuro de la Creación realza también sus aspectos lu­ minosos al contrastar con ellos, y proporciona una extraordinaria riqueza y profundidad al drama universal. FJ conflicto entre el bien y el mal, en todos los terrenos y niveles de la existencia, es una fuente inagotable de inspiración para historias fascinantes. Un discípulo preguntó una vez a Shri Ramakrishna, el gran visionario, santo y maestro espiritual hindú: “Swamiji, ¿por qué existe el mal en el mundo?” Tras un instante de reflexión, Ramakrishna repuso: “Para hacerlo todo más difícil”. Esta respuesta puede parecer cínica, teniendo en cuen­ ta todo el sufrimiento que existe en el mundo, si pensamos en concreto en los millones de niños que mueren de hambre o de diferentes enfermedades, la locu­ ra de las guerras a lo largo de la historia, incontables víctimas torturadas y sa­ crificadas, y la desolación que dejan tras de sí los desastres naturales. Sin embargo, si hacemos el experimento de borrar mentalmente del esquema universal todo lo que consideramos malo o negativo, como las enfermedades y la violencia, empezaremos a ver las cosas de diferente manera. Nos daremos cuenta enseguida de que un acto tan ético de limpieza también eliminaría mu­ chos aspectos de la existencia que valoramos y apreciamos enormemente (la historia de la medicina, a todos aquellos que dedicaron sus vidas a aliviar el do­ lor de otros, el heroísmo de los que lucharon por la libertad, y las victorias so­

ltó/

hrc las tuerzas malignas, así com o todas las obras de arte inspiradas en el co n ­ flicto entre el bien y el mal. lina purga tan radical de la sombra universal priva­ ría a la Creación de su inmensa profundidad y riqueza, y tendría com o resulta­ do un mundo sin color y de escaso interés. Esta manera de considerar los asuntos éticos puede resultar m olesta, a pesar del hecho de estar basada en experiencias personales muy convincentes en esta­ dos holotrópicos. Kl problema es obvio cuando empezamos a pensar en las co n ­ secuencias prácticas que esta perspectiva supondría para nuestra vida y nuestra conducta cotidianas. A primera vista, considerar el mundo m aterial com o una "realidad virtual” y comparar la existencia humana con una película parece trivializar la vida y convertir en luz lo más profundo de la miseria humana. Puede parecer que una perspectiva semejante niegue la seriedad del sufrimiento huma­ no y fomente una actitud de cínica indiferencia, en la que nada im porta real­ mente. De igual manera, aceptar el mal como parte integrante de la C reación y ver su relatividad podría considerarse una justificación para aban d on ar toda restricción ética y para la persecución desmedida de nuestras metas más egoís­ tas. También podría parecer un sabotaje a cualquier esfuerzo de com batir acti­ vamente el mal en el mundo. Antes de plantearnos seriamente las implicaciones éticas que las profundas percepciones trascendentales puedan tener sobre nuestro com portam iento, de­ bemos tener en cuenta algunos factores adicionales. La exploración vivencial que permite acceder a ellas suele revelar importantes fuentes biográficas, perinatales y transpersonales de violencia y am bición en nuestro inconsciente. El trabajo psicológico con este material nos lleva a una disminución de la agresivi­ dad y a que crezca nuestra tolerancia. También encontramos un amplio espec­ tro de experiencias transpersonales en las que nos identificamos con diferentes aspectos de la Creación, que se traducen en un profundo respeto a la vida y em­ patia con todos los seres vivos. El mismo proceso a través del que descubrimos el vacío de las formas y la relatividad de los valores éticos reduce por tanto sig­ nificativamente la tendencia al comportamiento antisocial e inmoral y nos ense­ ña en cambio amor y compasión. Desarrollamos así un nuevo sistema de valores que no está basado en las

368

norm as, preceptos, reglas y el tem or al castigo, convencionales, sino en nuestro co n o cim ien to y nuestra com prensión del orden universal. Entendemos que so­ mos parte integrante de la Creación y que al dañar a otros nos haríamos daño a nosotros mismos. Además, el autoconocim iento profundo conduce al descubri­ m iento vivencial de la reencarnación y la ley del karma. Ello nos hace conscien­ tes de la seriedad de las posibles repercusiones de nuestros com portam ientos negativos, incluso de los que no se condenan socialmente. La exp erien cia p ráctica tam bién m uestra que la consciencia del vacío que existe detrás de todas las form as no es incom patible con una apreciación genuina de toda la C reación y con el am or por ella. Las experiencias trascendentales que llevan a profundas percepciones metafísicas acerca de la naturaleza de la re­ alidad generan respeto por todos los seres vivos y un com prom iso responsable con el p ro ceso de la vida. N uestra com pasión no necesita ob jetos tangibles. Puede dirigirse sencillam ente a los seres vivos que son unidades de consciencia.

Jugar el Juego Cósmico Para m uchas religiones, la receta para afrontar las penalidades de la vida es restar im p o rtan cia al plano m aterial y concentrarse en cam bio en los planos trascendentales. Los sistemas religiosos de esta orientación describen el mundo m aterial com o un terreno inferior, imperfecto, impuro que nos lleva a la miseria y al dolor. R ecom ien d an prestar más atención a otras realidades que a ésta. Desde su punto de vista, la realidad física parece un valle de lágrimas, y la exis­ tencia terrenal una carrera por un lodazal de muerte y renacimiento. Estos credos y sus representantes ofrecen a sus abnegados seguidores la pro­ mesa de un lugar más deseable o un estado de consciencia más satisfactorio en el M ás Allá. En creencias populares más primitivas, estas serían algunas de las m oradas de los bendecidos; los cielos y paraísos. Después de la muerte, están al alcance de aquellos que han cumplido los requisitos necesarios que definen sus teologías respectivas. En el caso de sistemas de este tipo más sofisticado y refi­ nado, los cielos y paraísos son sólo escalones en el viaje espiritual y su destino

hnal es la disolución de los límites personales y la unión ton lo divino, alcanzar el estado de una monada prístina incontaminada por la biología, o extinguir el fuego de la vida y la desaparición en la nada. Sin embargo, otras orientaciones espirituales abrazan la naturaleza y el mun­ do material por contener y encarnar lo divino. Observemos este dilema utilizan­ do las percepciones de los estados holotrópicos. ¿Qué podemos ganar apartán­ donos de la vida y escapando del plano material a realidades trascendentales? Y, al contrario, ¿qué valor tiene abrazar únicamente el mundo de nuestra reali­ dad cotidiana? Muchos sistemas espirituales aseguran que la meta deJ viaje es­ piritual es la experiencia de unidad con lo divino. Sin embargo, aquellos que han llegado a experimentar, en sus exploraciones internas, una identificación con la Consciencia Absoluta, se han dado cuenta de que definir la meta final del viaje espiritual como la experiencia de unidad con el principio supremo de exis­ tencia supone un serio problema. Son conscientes de que la Consciencia Absoluta/Vacío representa no sólo el final del viaje espiritual, sino también la fuente y el principio de la Creación. Lo divino es el principio que permite reunir lo que está separado, pero también el responsable de la división y la separación de la unidad original. Si este principio estuviera completo y pleno en su forma prístina, no habría razón alguna para crear, y los otros planos vivenciales no existirían. Como sí existen, la tendencia de la Consciencia Absoluta a crear, expresa claramente una “necesidad” funda­ mental. Los mundos plurales representan así un importante complemento del estado indiferenciado de lo divino. En la terminología de la Cábala, “el pueblo necesita a Dios, y Dios necesita al pueblo.” El esquema general del drama cósmico supone una interrelación dinámica de dos fuerzas fundamentales, una de las cuales es centrífuga (hilotrópica u orientada hacia la materia) y otra centrípeta (holotrópica o que busca la totali­ dad) con relación al principio creativo. La Consciencia Cósmica indiferenciada manifiesta una tendencia elemental a crear mundos plurales que contienen infi­ nidad de seres separados. Hemos expuesto anteriormente algunas de las posi­ bles razones para esta propensión a generar realidades virtuales. Y, al contrario, las unidades individuales de consciencia experimentan su separación y aliena-

370

ción como algo doloroso, y manifiestan una fuerte necesidad de volver a) origen y reunirse con él. La identificación con el ego encarnado conlleva, entre otros, el problema del sufrimiento emocional y físico, limitaciones espaciales y tempora­ les, impermanencia y muerte. Si es cierto que nuestra psique está gobernada por dos poderosas fuerzas cós­ micas, la hilotrópica y la holotrópica, que están en conflicto permanente entre sí, ¿existe alguna visión de la existencia que pueda resolver esta situación? Ya que ni la existencia separada ni la unidad indiferenciada son plenamente satis­ factorias por sí mismas, ¿cuál sería la alternativa? Claramente, la solución no está en rechazar la existencia encarnada por considerarla inferior y sin valor, e intentar escapar de ella. Hemos visto que los mundos vivenciales, incluido el mundo de la materia, representan no sólo un complemento importante y valio­ so, además de también absolutamente necesario, al estado indiferenciado del principio creativo. Al mismo tiempo, nuestros esfuerzos para encontrar pleni­ tud y tranquilidad interior fracasarán inevitablemente si sólo atañen a objetos y metas en el plano material. Cualquier solución satisfactoria deberá por tanto incluir ambas dimensiones, la terrenal y la trascendental, el mundo de las for­ mas y el que no las tiene. El universo material tal y como lo conocemos ofrece innumerables posibili­ dades de extraordinarias aventuras de la consciencia. Como seres encarnados, podemos presenciar el espectáculo de los cielos con sus billones de galaxias y las maravillas naturales de la Tierra. Sólo en el plano material y en nuestra forma física podemos enamorarnos, disfrutar del éxtasis sexual, tener niños, escuchar música de Beethoven o admirar las pinturas de Rembrandt. Las oportunidades de exploración del micromundo y del macromundo son virtualmente ilimita­ das. Además de las experiencias del presente, existe también la posibilidad de investigar el pasado, desde las civilizaciones antiguas y el mundo antediluviano a los primeros microsegundos del Big Bang. Para participar en el mundo fenoménicos y poder experimentar su amplia gama de aventuras es necesario cierto grado de identificación con el ego encar­ nado y aceptar el mundo de la materia. Sin embargo, cuando nos identificamos en un grado excesivo con él, y con la creencia en el mundo material, se convier-

ir en nuestra muca realidad inamovible; así es imposible disfrutar plenamente de nuestra participación en la creación, l os fantasmas de la insignificancia per­ sonal, la impermanencia y la muerte, pueden ensombrecer com pletam ente el Lulo positivo ile la villa y arrebatarnos todo entusiasmo. Incluso debemos aña­ dir la frustración resultante de los inútiles intentos de dar forma a nuestro po­ tencial divino en medio de las restricciones impuestas por las lim itaciones de nuestro cuerpo y del mundo material. Para resolver este dilema, debemos volvernos hacia el interior, a una búsque­ da interna sistemática. A medida que vayamos descubriendo y explorando dife­ rentes dimensiones ocultas de nosotros mismos y de la realidad, nuestra identi­ ficación con el ego físico irá debilitándose y haciéndose menos com pulsiva. Continuaremos identificándonos con el “ego encapsulado en la piel” por moti­ vos pragmáticos, pero esta orientación se volverá más lúdica y creativa. Si tene­ mos suficiente conocimiento vivencial de las dimensiones transpersonales de la existencia, incluida nuestra propia identidad real y nuestro lugar en el Cosmos, la vida cotidiana será algo mucho más sencillo y gratificante. A medida que nuestra búsqueda interior continúe, descubriremos, tarde o temprano, el vacío esencial que existe detrás de todas las formas. C o m o sugie­ ren las enseñanzas budistas, el conocimiento de la naturaleza virtual del mundo fenoménico y su vacío puede ayudarnos a liberarnos del sufrimiento. Esto in­ cluye el reconocimiento de que la creencia en toda forma de separación, inclui­ da la nuestra, es después de todo una ilusión. En los textos budistas, la c o n s ­ ciencia del vacío esencial de todas las formas y la consiguiente comprensión de que no hay seres separados se llama a n a t t a (a n a t m a n ), literalmente, “ n o -s e r” . I.a consciencia de nuestra naturaleza divina y del vacío esencial de todas las cosas que descubrimos en nuestras experiencias transpersonales, constituye la base de un contexto metafísico que puede ayudarnos considerablem ente a en­ frentarnos a la complejidad de nuestra vida cotidiana. Podemos abrazar plena­ mente la experiencia del mundo material y disfrutar de todo lo que nos ofrece, la belleza de la naturaleza, las relaciones humanas, hacer el amor, la familia, las obras de arte, los deportes, las delicias culinarias e infinidad de cosas más. N o obstante, no importa lo que hagamos, la vida nos presentará obstáculos, desafí-

372

os, experiencias dolorosas y pérdidas. Cuando las cosas se pongan muy duras y difíciles, siempre podremos acudir a la perspectiva cósmica más amplia que he­ mos descubierto en nuestra búsqueda interior. La con exió n con realidades superiores y el conocim iento liberador de an atta y el vacío que hay detrás de todas las form as nos ayudarán a tolerar lo que de otra m anera podría ser insoportable. Con la ayuda de esta consciencia trascen­ dental podrem os experim entar plenamente todo el espectro de la vida, o “toda la ca tá stro fe ,” com o decía Z orba el Griego. La habilidad de reconciliar con éxi­ to e integrar los aspectos m ateriales y espirituales de la existencia, o las dimen­ siones h ilo tróp icas y holotrópicas de la vida, es una de las m áxim as aspiracio­ nes de las tradiciones místicas. A una persona cuya existen cia se lim ite al nivel de consciencia ordinario y que no haya tenido acceso vivencial a las dimensiones trascendentales y numinosas de la realidad, le será muy difícil superar el arraigado miedo a la muerte y en contrar un sentido más profundo en la vida. Bajo estas circunstancias, buena parte del com portam iento habitual está motivado por las necesidades del falso ego, y los aspectos significativos de la vida serán reactivos y carentes de autenti­ cid ad . Por esta razó n , es esencial com plem entar nuestras actividades de cada día con algún tipo de p ráctica espiritual que nos ayude a acceder a los planos superiores. En las sociedades preindustriales, esta oportunidad se ofrecía en for­ ma de rituales, ritos de transición, cerem onias de sanación, antiguos misterios, escuelas m ísticas y las prácticas de meditación de las grandes religiones. En décadas recientes, Occidente ha sido testigo del resurgimiento de las anti­ guas prácticas espirituales y de las “ técnicas sagradas” aborígenes. Además, la m oderna psicología y la psicoterapia vivencial han desarrollados nuevos enfo­ ques eficaces que pueden facilitar la apertura espiritual. Estas herramientas es­ tán disponibles para todos aquellos interesados en la transformación psicoespiritual y la evolución con scien te. C .G . Ju n g , el pionero de la psicología transpersonal, describió en sus textos un planteamiento de vida que incluía am­ bas dim ensiones de nosotros mismos y de la existencia. Sugirió que, hagamos lo que hagam os en nuestra vida, ello debería com plementarse con el auroconocim iento sistem ático, con una búsqueda interior que llegara a los huecos mas re-

3/3

conditos de nuestra psique. Así sería posible conectar con un aspecto más eleva­ do de n oso tros m ism os que Ju n g llam aba el sí m ism o, y recibir su orien tación en el cam ino a la “ individuación” . Si seguimos el consejo de Ju ng , basarem os im portantes decisiones de nuestra vida en una síntesis creativa que integre nuestro con o cim ien to pragm ático del m undo m aterial con la sabid u ría que e x tra erem o s del incon scien te co le ctiv o . Ksta idea del gran psiquiatra suizo coincide con las percepciones y ob serv acio­ nes en estad o s h o lo tró p ic o s que relatan las personas con las que he ten id o el privilegio de trab ajar durante las últimas cu atro décadas. M i creencia personal es que este plan team ien to de vida no sólo en riqu ece­ ría la calid ad de nu estras vidas, sino que su p ráctica a gran escala podría au ­ m en tar s ig n ifica tiv a m e n te n u estras p o sib ilid a d es de su p erar la crisis g lo b a l actu al que am en aza la c o n tin u a c ió n de la vida so b re el p la n e ta . E ste es un tema de tanta im p ortan cia que lo tra ta ré m ás exten sam en te en el siguiente c a ­ pítulo de este libro.

374

CAPÍTULO NUEVE

Evolución de la consciencia y supervivencia humana: perspectiva transpersonal de la crisis global La investigación de los estados holotrópicos de consciencia tiene importan­ tes consecuencias, no sólo para cada uno de nosotros individualmente sino tam­ bién para el futuro de la humanidad y la vida sobre nuestro planeta. En este ca­ pítu lo, exp loraré el modo en que las experiencias y observaciones de la investigación de la consciencia pueden ayudarnos a comprender la naturaleza y las raíces de la crisis global a la que nos estamos enfrentando. Explicaré tam­ bién cóm o las nuevas estrategias emergentes de este trabajo pueden paliar esta crítica situación. También prestaré especial atención a las raíces psicoespirituales de dos de las fuerzas fundamentales que han influido en la historia de la hu­ manidad desde tiempos inmemoriales: la inclinación a la violencia y la codicia insaciable. De igual modo, observarem os el papel desempeñado por la visión m onista de la ciencia occidental en el progreso tecnológico y en la perdida de los valores espirituales.

Violencia y codicia en la historia humana I I número y grado Je atrocidades que se lian cometido a lo largo de los años en los distintos países del mundo, muchas de ellas en nombre de Dios, son en su mavoría indescriptibles e inimaginables. Millones de soldados y civiles han muerto en las guerras y las revoluciones de la historia. Kn la antigua Roma, in­ contables cristianos fueron sacrificados en los estadios sólo con el fin de pro­ porcionar un espectáculo muy solicitado por las masas. Miles de víctimas ino­ centes fueron torturadas, asesinadas y quemadas vivas durante los autos de fe de la inquisición medieval. Del mismo modo, los soldados de las tribus derrotadas por los aztecas eran sacrificados en los altares. La crueldad azteca también es comparable a las sangrientas empresas llevadas a cabo por los conquistadores españoles. Lo mismo ocurrió con las hordas mongolas de Genghis Khan, que arrasó Asia matando, saqueando y quemando pueblos enteros. Durante su incomparable campaña militar, Alejandro el Grande conquistó todos los países de la zona comprendida entre Macedonia y la India. Por su parte, los ambiciosos inten­ tos de expansión militar y religiosa desde el periodo romano antiguo hasta el Islam, así como las cruzadas cristianas, centraron sus esfuerzos en el uso de la espada y de las armas de fuego. El colonialismo europeo, entre ellos el britá­ nico y las guerras napoleónicas, constituye otro de los ejemplos de violencia e insaciable codicia. Este ritmo ha seguido sin pausa a lo largo de todo el siglo X X . Se estima que durante la Primera Guerra Mundial murieron unos diez millones de soldados y unos veinte millones de civiles. Otras tantas personas murieron a causa del ham­ bre y de las epidemias galopantes. Durante la Segunda Guerra Mundial, murie­ ron casi el doble de personas. Este mismo siglo ha presenciado la expansión ale­ mana nazi y los horrores del holocausto, la dominación de Europa del Este a cargo de Stalin, así como su Archipiélago Gulag, y el terror civil de la China co­ munista. Esto, sin contar las víctimas de las dictaduras de América del Sur, las atrocidades y los genocidios chinos cometidos en Tibet, o las crueldades del apartheid en Africa del Sur. La guerra en Corea y Vietnam. Las guerras de

376

O rien te M ed io y las m atanzas en Y ugoslavia y Ruanda constituyen algunos ejem plos de estos derrames sangrientos sin sentido de los que hemos sido testi­ gos durante los últim os cien años. La codicia humana también ha encontrado form as nuevas y m enos violentas de expresión de acuerdo con la filosofía y la e strateg ia de la econom ía cap italista centrad a principalm ente en el producto nacion al b ru to , “el crecim iento ilim itado” , el saqueo de los recursos naturales no renovables, y el consum o desmesurado. Por otro lado, una gran parte de esta política económ ica despilfarradora, que tiene desastrosas consecuencias ecoló­ gicas, ha estado orientada hacia la producción de armas de un poder cada vez más destructivo.

Am enazas para la vida en nuestro planeta En tiem pos pasados, la violencia y la codicia causaron trágicas consecuencias tanto para los individuos implicados en los encuentros mortíferos como para sus fam iliares directos. Sin em bargo, esto no supuso una amenaza para la evolución de la especie humana en su conjunto y, desde luego, tampoco representó un peli­ gro para el ecosistem a o la biosfera del planeta. Incluso tras las guerras más vio­ lentas, la naturaleza era capaz de reciclarse y recuperarse en las décadas siguien­ tes. Esta situación ha cam biad o radicalm ente en el curso del siglo veinte. El progreso tecnológico vertiginoso, el crecimiento exponencial de la producción in­ dustrial, la masiva explosión dem ográfica y, particularmente, el descubrimiento de la energía atóm ica han alterado de por vida nuestra situación. En el curso de este siglo, hemos presenciado más adelantos científicos y tec­ n ológ icos en una sola década, o incluso en un solo año, que los que pudieron exp erim entarse antes a lo largo de todo un siglo. No obstante, estos sorpren­ dentes acontecim ientos intelectuales han conducido a la humanidad de hoy en día al borde de una catástrofe global, puesto que no se han visto acompañados de un crecim iento em ocional y moral com parables. Poseemos el dudoso privile­ gio de ser la única especie de la historia en poder aniquilarse y destruir en este proceso toda vida circundante.

'MI

l a historia intelectual ele la humanidad está llena de increíbles triunfos, liem os sido capaces de descifrar los secretos de la energía nuclear, mandar na­ ves espaciales a la luna y a los demás planetas del sistema solar, transmitir soni­ dos c imágenes en color alrededor del mundo y a través del espacio cósm ico, descifrar el código del Al)N , y empezar a experimentar con la clonación y la in­ geniería genética. Pero, estas sorprendentes tecnologías se están utilizando a ex­ pensas de emociones primitivas e impulsos instintivos que no distan mucho de aquellos que motivaron a las personas de la edad de piedra. Hemos invertido inimaginables cantidades de dinero en Ja carrera arm amentística, y con tan sólo una ínfima fracción del arsenal atóm ico existente podemos destruir toda vida existente bajo la faz de la tierra. M illones de per­ sonas han muerto debido a las dos guerras mundiales y a incontables actos violentos causados por razones ideológicas, políticas, religiosas, raciales y económicas. Otras tantas miles han sido torturadas cruelmente por la policía secreta de distintos sistemas totalitarios. La insaciable codicia está llevando la gente a perseguir desenfrenadamente mayores beneficios y propiedades fuera de los límites razonables. Esta estrategia está conduciendo a la humanidad a situaciones de amenaza aún más predecibles que el cercano desastre nuclear que nos acecha. Entre ellas podemos citar la contaminación industrial del suelo, el agua y el aire, la amenaza de los residuos nucleares y sus posibles accidentes, la destruc­ ción de la capa de ozono, el efecto invernadero, la posible pérdida de oxigeno en el planeta debido a la deforestación y al envenenamiento del plancton en el océano, todo ello, sin contar los peligros de los aditivos tóxicos de nuestros ali­ mentos y bebidas. También podemos añadir un número de descubrimientos que no tienen una naturaleza tan apocalíptica, pero que son tan perturbadores, como la creciente extinción de determinadas especies, el enorme porcentaje de población hambrienta y sin hogar, el deterioro del núcleo familiar y la crisis de la paternidad, la desaparición de los valores espirituales, la falta de esperanza o de perspectivas positivas, la pérdida de una conexión significativa con la natu­ raleza y la alienación general. Como resultado de todos estos factores, la huma­ nidad vive ahora en un estado de ansiedad crónica y al borde de una catástrofe

378

nuclear y ecológica, a la vez que posee una tecnología tan fabulosa que se apro­ xima a un mundo de ciencia-ficción. La ciencia moderna ha desarrollado medios tan eficaces que podrían resol­ ver los problemas más acuciantes de nuestro tiempo: combatir la mayoría de las enfermedades, el hambre, la pobreza, eliminar una gran cantidad de residuos industriales y remplazar los carburantes fósiles, tan destructivos, por fuentes de energía limpia. Los problemas a los que nos enfrentamos no son de naturaleza económica o tecnológica; sino que su fuente más profunda se encuentra en el in­ terior de la personalidad humana. La razón de que hayamos perdido inimagina­ bles fuentes de recursos se debe a lo absurdo de la carrera armamentística y de las luchas de poder. Estos ideales impiden una distribución más equitativa de los bienes entre individuos y naciones, la reorientación de los asuntos puramen­ te económicos y políticos, así como las prioridades ecológicas tan críticas para la supervivencia de la vida en nuestro planeta.

Raíces psicoespirituales de la crisis global Las negociaciones diplomáticas, las medidas legales y administrativas, las sanciones sociales y económicas, las intervenciones militares, y otros esfuerzos similares han logrado escasos resultados. De hecho, en numerosas ocasiones han contribuido a crear aún más problemas. La razón de dicho fracaso es clara. Las estrategias utilizadas para paliar la crisis global proceden de la misma ideo­ logía que la creó. El análisis más definitivo muestra que la crisis global es bási­ camente una crisis psicoespiritual. Refleja el nivel de evolución de la conscien­ cia de la especie humana. Resulta por lo tanto difícil imaginar una resolución sin una radical transformación interior de la humanidad. Una transformación a gran escala que eleve el nivel de madurez emocional y la consciencia espiritual. El objetivo de sumergir a la humanidad en un sistema de valores y propósi­ tos totalmente diferentes puede parecer poco realista y utópico para ofrecer es­ peranzas concretas. Si consideramos el gran papel de la violencia y la codicia en la historia humana, parece bastante poco probable que la humanidad moderna

%(' transforme ni una especie de iiulivicluos capaces de convivir en paz, con sus ,guales, iiulepeiulieninnente ele su raza, su color, y sus convicciones políticas y

religiosas, listamos enfrentándonos a la necesidad imperante de inculcar a la humanidad profundos valores éticos, una nueva sensibilidad respeto a las nece­ sidades ajenas, tolerancia y simplicidad, así como una aguda consciencia de las necesidades ecológicas. A pesar de la gravedad y del estado crítico de la situación, quizás no sea tan desesperada como parezca. Después de más de cuarenta años estudiando los es­ tados holotrópicos de consciencia, he llegado a la conclusión de que los concep­ tos teóricos y los enfoques prácticos desarrollados por la psicología transperso­ nal, una disciplina que está tratando de integrar la espiritualidad con el paradigma emergente de la ciencia occidental, podrían contribuir a aliviar la crisis global. Kstas observaciones sugieren que una radical transformación psicoespiritual de la humanidad no sólo es posible sino que ya se está producien­ do. La cuestión que se plantea es si puede ser lo suficientemente rápida y amplia para invertir la presente tendencia autodestructiva de la actual humanidad.

Los tres venenos del budismo tibetano Kxaminemos ahora las comprensiones teóricas de largo alcance obtenidas a partir de la investigación de los estados holotrópicos y sus implicaciones prácti­ cas en nuestra vida diaria. ¿Podemos servirnos del nuevo conocimiento para que nuestra vida sea más satisfactoria y gratificante? ¿Cómo influye la intros­ pección sistemática en estados holotrópicos en nuestro bienestar físico y emo­ cional, y cómo aporta cambios positivos en la transformación de nuestra perso­ nalidad, en nuestro sistema de valores y en la visión que tenemos del mundo? Y, de una forma más específica, ¿cómo puede esta estrategia aliviar la crisis global y contribuir a la vida en nuestro planeta? Los maestros espirituales de todos los tiempos parecen estar de acuerdo en que la persecución de metas materiales, en sí y por sí misma, no puede aportar­ nos satisfacción, alegría, ni paz interior. La crisis global que aumenta a pasos

380

agigantados, el deterioro m oral, y el creciente descontento que acompañan el aum ento de riquezas materiales en las sociedades industriales son testimonio de esta antigua verdad. En los textos místicos parece haber un acuerdo general en que el remedio al malestar existencial que acosa a la humanidad radica en una vuelta hacia el interior, en buscar las respuestas en nuestra propia psique, y en atravesar una profunda transformación psicoespiritual. N o es difícil entender que un importante requisito para llevar una existencia plena sea tener una inteligencia general; la capacidad de aprender y recordar, de pensar y razonar, así com o de responder adecuadamente a nuestro entorno ma­ terial. La investigación más reciente ha centrado su énfasis en la importancia de la “ inteligencia em o cio n a l” , o la capacidad de responder adecuadamente a nuestro entorno humano y manejar apropiadamente nuestras relaciones perso­ nales (G olem an 1 9 9 6 ). Las observaciones procedentes del estudio de los esta­ dos holotrópicos confirman el principio esencial de la filosofía perenne según el cual la calidad de nuestra vida depende en última instancia de lo que se llama “inteligencia espiritual” . La inteligencia espiritual es la capacidad de vivir nuestra vida de forma que refleje una profunda comprensión filosófica y metafísica de la realidad y de nos­ otros mismos. Por supuesto, esto suscita interrogantes sobre la naturaleza de la transform ación psicoespiritual que es necesaria para lograr esta forma de inteli­ gencia, la dirección de los cambios que tenemos que hacer y los medios que pue­ den facilitar dicha evolución. Una respuesta clara y concreta a esta cuestión pue­ de encontrarse en las diferentes escuelas del budismo mahayana. Aquí podemos utilizar com o base de nuestra exposición la famosa pintura tibetana (th a n g k a ) que describe el ciclo de la vida, de la muerte y de la reencar­ nación. Representa la Rueda de la Vida sostenida entre las garras del terrible Señor de la M uerte. La rueda está dividida en seis segmentos que representan las diferentes lo k a s , o esferas en las que se puede nacer. La esfera celestial de los dioses (devas) se muestra com o algo que se encuentra amenazado desde el seg­ mento adyacente por los celosos dioses guerreros o a s u r a s . La región de los es­ píritus ham brientos está habitada por p r e t a s , criaturas lamentables que repre­ sentan una codicia insaciable. Tienen estómagos gigantes, un enorme apetito y

381

bocas com o dim inutos agujeros. Las restantes secciones de la rueda describen el m undo de los seres h u m an os, la región de los an im ales salv ajes y el in fiern o . D entro de la rueda existen dos círcu lo s c o n c é n tric o s , hl e x te r io r m u e stra las vías ascendentes y descendentes que recorren las alm as, hl círcu lo interior c o n ­ tiene tres animales: un cerdo, una serpiente y un gallo. l os animales del cen tro de la rueda representan los “ tres ven en o s” o fuerzas que, según las enseñanzas budistas, perpetúan los ciclos del n acim ien to y de la muerte, y son la causa de todo el sufrim iento en nuestras vidas. El cerd o sim b o ­ liza la ignorancia acerca de la naturaleza de la realidad y de nuestra p ropia n a ­ turaleza; la serpiente representa el odio y la agresividad, y el gallo sim boliza el deseo y la lujuria que conducen al apego. La cualidad de nuestra vida y nuestra capacidad para enfrentarnos a los retos de la existencia dependen fu n d am en tal­ mente del grado en el que seam os cap aces de elim inar o tran sfo rm ar estas fuer­ zas que gobiernan el mundo de los seres vivos. C ontem plem os ah o ra desde esta perspectiva el proceso de introspección sistem ática m ediante estados h olotróp icos de consciencia.

Conocimiento práctico y sabiduría trascendente La ventaja más obvia que podem os obtener de un trab ajo vivencial es tener acceso a un conocim iento extraord in ario sobre nosotros m ism os, los dem ás, la naturaleza y el cosm os. Cuando nos encontram os en estados h o lo tró p icos, p o ­ demos alcan zar una profunda com p ren sión de la d in ám ica in con scien te de nuestra psique. Podemos así descubrir el m odo en que la v alo ración que tene­ mos de nosotros mismos y del mundo se halla influenciada por los recuerdos ol­ vidados o reprimidos de la tem prana niñez, la infancia, el nacim iento y la e xis­ tencia prenatal. Adem ás, en las exp eriencias tran sp erson ales p od em os identificarnos con otras personas, diversos anim ales, plantas y elem entos del mundo inorgánico. Experiencias de este tipo suponen una fuente muy rica de comprensiones profundas y singulares acerca del mundo en que vivimos. A lo largo de los últimos años, numerosos autores han señalado en qué me-

382

dida el dom inio del paradigm a cartesian o-new toniano y el m aterialism o mo­ nista de la cien cia occid ental han supuesto un facto r determ inante en el des­ arro llo de la crisis g lobal. Esta form a de pensar conlleva una notable dicoto­ m ía entre la m ente y la naturaleza. Presenta al universo com o una gigantesca m áquina com pletam ente determ inista, gobernada por las leyes mecánicas. La im agen del cosm os entendida com o un sistem a m ecánico ha llevado a la cre­ encia errón ea de que puede com prenderse tras la disección y el estudio de to ­ das sus partes. E sto ha obstaculizad o en gran medida la posibilidad de ver la com plejid ad de las interacciones y la perspectiva holística en la consideración de los problem as. Además, al contem plar la materia com o el principio más importante del cos­ m os, la ciencia occidental reduce la vida, la consciencia y la inteligencia a sim­ ples productos accidentales. En este con texto, el ser humano no es más que un anim al altam ente desarrollado. Esto lleva a aceptar que los principios de anta­ g on ism o, com petencia y supervivencia del más fuerte, expuestos por Darwin, son los que rigen la sociedad humana. Por otra parte, la descripción de la natu­ raleza com o algo inconsciente provee la justificación necesaria para que los hu­ m anos la exp loten siguiendo el program a form ulado tan elocuentem ente por Francis Bacon (Bacon 1 8 7 0 ). El psicoanálisis ha retratad o muy pobrem ente a los seres humanos, al pre­ sentarlos com o criaturas cuyas fuerzas m otrices responden directamente a ins­ tintos anim ales. Según Freud, si no tem iéram os las repercusiones sociales y no estuviéram os controlad os por el superego (prohibiciones paternas interioriza­ d as), m ataríam os y ro baríam o s despiadadam ente, com eteríam os actos inces­ tuosos y participaríam os en actividades sexuales promiscuas (Freud 1961). Esta imagen de la naturaleza humana relegó los conceptos de complementariedad, sinergia, respeto mutuo y cooperación pacífica al ámbito de las estrategias tem­ porales oportunistas y a las fantasías ingenuas y utópicas. De este modo, resulta fácil com prender cóm o estos conceptos y los sistemas de valores con ellos aso­ ciados, han contribuido a crear la crisis a la que nos enfrentamos. Las com prensiones profundas obtenidas a partir de los estados holotrópicos nos han aportad o el apoyo necesario para concebir el cosmos, la naturaleza y

m

los seres humanos desde una perspectiva radicalm ente distinta, En este sentido, han supuesto la confirm ación vivcncial de los con cep tos form ulados por los p io­ neros respecto a la teoría de sistemas, que m uestra que nuestro planeta y la to ­ talidad del cosm os form an una red unida e intercon ectad a en la que cad a uno de nosotros constituye una parte integral (Bateson 1 9 7 9 , C apra 1 9 9 6 ). En esta­ dos h olotrop icos, podem os obtener una gran can tid ad de co n o cim ie n to s que pueden servirnos en nuestra vida cotidiana. Sin em bargo, la ignorancia sim boli­ zada en los thangkas tibetanos por el cerdo no es la ausencia o falta de c o n o c i­ miento en sentido ordinario. No sólo significa tener una inform ación inadecua­ da sobre diversos aspectos del mundo m aterial, sino la ign oran cia en un nivel mucho más profundo y fundamental. La form a de ign oran cia de la que se habla aquí (avidya) co n siste en un error y en una confusión esenciales acerca de la naturaleza de la realidad y de nuestra propia naturaleza. El único rem edio p ara esta clase de ign o ran cia es la sabiduría trascendente (prajña paramita ). Desde este punto de vista es muy importante que el trabajo de introspección que se realiza m ediante los estados h olotrop icos ofrezca algo más que un simple au m en to de n u estros c o n o c i­ mientos sobre el universo. Es también una form a única de obtener co m p ren ­ siones profundas sobre temas de relevancia trascendente, co m o ya hemos vis­ to a lo largo de este libro. Ante esta evidencia, queda claro que la consciencia no es un producto de los procesos fisiológicos del cerebro sino un atributo prim ario de la existencia. La naturaleza profunda de la humanidad no es animal sino divina. El universo está empapado de inteligencia creativa y la consciencia se encuentra entremezclada en su tejido. Nuestra identificación, junto con la separación cuerpo-m ente, es una ilusión y nuestra verdadera identidad es la totalidad de la existencia. Esta concepción proporciona la base natural para reverenciar la vida, para la coope­ ración y la sinergia, así como para considerar los asuntos de la humanidad y del planeta como algo completo, a la vez que nos proporciona una profunda cons­ ciencia ecológica.

384

Anatomía de la capacidad destructora de la humanidad Considerem os ahora, desde esta misma perspectiva, el segundo “ veneno” de la in clinación hum ana hacia la agresividad. Los estudios modernos realizados en torno al com portam iento agresivo se iniciaron a mediados del siglo diecinue­ ve con C h arles D arw in y sus descu brim ientos sobre la evolución (Darwin 1 9 5 2 ). Los intentos de explicar el com portam iento agresivo desde la perspecti­ va de n u estro origen anim al generó concep tos teóricos com o la imagen del “ m ono d esnu d o” de Desm ond M orris (M orris 1 9 6 7 ), la idea del “ imperativo te r r ito r ia l” de R o b ert Ardrey (Ardrey 1 9 6 1 ), el “cerebro triu n o ” de Paul M a cL e a n s (M a cL e a n 1 9 7 3 ), así com o las explicacion es socio-biológicas de D aw kins que interpreta la agresión en términos de estrategias genéticas de “ los genes egoístas” (D aw kins 1 9 7 6 ). M odelos de com portam iento más refinados y d esarro llad o s por p ioneros en etio lo g ía com o Konrad Lorenz, N ikolaas Tinbergen, entre otros, com plem entaron este énfasis mecánico acerca de los ins­ tintos, estudiando los com ponentes ritualísticos y motivacionales (Lorenz 1963, Tinbergen 1 9 6 5 ). El con ju n to de teorías que sugieren que la tendencia humana hacia la violen­ cia sim plemente refleja nuestro origen animal, no son ni convincentes ni correc­ tas. A excepción, quizás del com portam iento, algunas veces violento, de ciertos grupos de chim pancés contra otros de su misma especie (Wrangham y Peterson 1 9 9 6 ). Los anim ales m uestran su agresividad cuando están ham brientos, a la hora de defender su territorio y cuando compiten por sexo. La naturaleza de la violencia hum ana — “ La agresividad m aligna” de Erich Fromm— no tiene pa­ ralelos en el reino anim al (From m 1 9 7 3 ). El habernos dado cuenta de que la agresividad humana no puede explicarse de forma adecuada como resultado de la evolución filogenética lleva a la formulación de teorías psicodinámicas y psicosociales que consideran la agresividad humana com o un fenómeno aprendi­ do. F’sta con cep ción em pezó a finales de los años treinta con el trabajo de Dollard y M iller (O ollar et al. 1939).

Orígenes biogróficos de la violencia la mavoría de las teorías de la psicología y de la psiquiatría consideran la agresividad exclusivamente humana como una reacción frente a las frustracio­ nes, los abusos y la falta de amor durante la primera infancia y la niñez. Sin em­ bargo, las explicaciones de este tipo no explican en absoluto las formas extre­ mas de violencia individual, como puedan ser los asesinatos en serie cometidos por el estrangulador de Boston y Geoffrey Dahmer, o las matanzas indiscrimi­ nadas. Las teorías psicodinámicas y psicológicas actuales son aún menos convin­ centes cuando se trata de actos bestiales cometidos por grupos enteros como los crímenes de Sharon Tate, o atrocidades que se producen durante los motines en las cárceles, y dejan de tener sentido alguno cuando nos referimos a fenómenos sociales de masas tales como el comunismo, guerras sangrientas, revoluciones, genocidios y campos de concentración. A lo largo de las últimas décadas, la investigación psiquedélica y las psicote­ rapias vivenciales han arrojado mucha luz sobre el problema de la agresividad humana. Dicho trabajo ha desvelado que las raíces de este peligroso aspecto de la naturaleza humana son más impresionantes de lo que la psicología había ima­ ginado. Aunque este trabajo también ha descubierto que existen formas efica­ ces de neutralizar e incluso transformar estos violentos elementos de la persona­ lidad humana. Además, las observaciones indican que la agresividad maligna no refleja la verdadera naturaleza humana. Esta se encuentra conectada con un ámbito de dinámicas inconscientes que nos separan de nuestra profunda identi­ dad. Cuando alcanzamos el nivel transpersonal que subyace a esta pantalla, nos damos cuenta de que nuestra verdadera naturaleza es divina más que bestial.

Raíces perinatales de la violencia No cabe duda de que la “agresividad maligna” está relacionada con traumas y frustraciones de la infancia y de la niñez. Sin embargo, la investigación mo-

386

cierna de la consciencia ha m ostrado otras raíces significativas de la violencia en profundos recovecos de la psique que están más allá de la biografía postnatal y van ligados al traum a del nacimiento biológico. La emergencia vital, el dolor y la asfixia que se experim entan durante las muchas horas del parto generan una enorm e ansiedad y un sentimiento de agresividad que permanecen almacenados en el organism o. C om o vimos anteriormente, en psicoterapia vivencial, volver a vivir el nacimiento supone no sólo una respuesta concreta a las emociones y sen­ saciones originales, sino que suele asociarse a una gama de experiencias del in­ consciente colectivo que reflejan escenas de inimaginable violencia. Entre ellas se encuentran, a m enudo, secuencias que describen guerras, revoluciones, con­ flictos raciales, cam pos de concentración, totalitarismo y genocidios. La emergencia espontánea de esta imaginería al revivir el nacimiento, se aso­ cia a convincentes percepciones respecto al origen perinatal de formas tan ex­ trem as de violencia hum ana. O bviamente, las guerras y revoluciones son fenó­ m enos extrem ad am en te com plejos que alcanzan dimensiones históricas, eco n óm icas, políticas y religiosas entre otras. N o es mi intención ofrecer una exp licación red u ccion ista que sustituya a todas las otras, sino añadir nuevas percepciones respecto a las dimensiones psicológicas y espirituales de estas for­ mas de psicopatología social que han sido pasadas por alto o han recibido sólo un trato superficial por parte de teorías anteriores. Las imágenes de violentos acontecimientos sociopolíticos que se dan al revi­ vir el nacim iento biológico suelen tener una relación muy concreta con las eta­ pas consecutivas del proceso del nacimiento y las dinámicas de las matrices perinatales básicas (M PB). M ientras que al revivir episodios de vida intrauterina sin alteraciones (M PB I), solemos experimentar imágenes de sociedades con una estru ctu ra social ideal, com o culturas que vivían en completa armonía con la naturaleza, o sociedades utópicas futuras en las que los grandes conflictos se re­ suelven pacíficam ente. Los recuerdos intrauterinos desagradables, como los de un útero tóxico , un aborto inminente o intento de aborto, van acompañados de imágenes de grupos humanos que viven en zonas industriales en las que la natu­ raleza ha sido con tam in ad a o destruida, o en sociedades con un orden social pérfido e impregnado de paranoia.

388

(P ágs. 3 8 8 y 3 8 9 ) L a lib e r a c ió n d e l in icio d e l p a r to en los esta d o s h o lo tr ó p ic o s se e x p e r im e n ta n o r m a lm e n te c o m o la su cció n m ed ia n te un terrib le rem o lin o o a re n a s m o v e d iz a s. In ic io d e l p r o c e s o d e m u e rte -ren a cim ien to en una sesió n d e LSD con d osis alta q u e se e x p e rim en ta c o m o el d es cen so h a cia una v orágin e. U na e x p e r ie n c ia s e m e ja n te en u n a se sió n p s iq u e d é lic a d e d o sis alta d e H arriet F ran cis, u n a p in t o r a p r o fe s io n a l. Un m a n d a la co n stru id o d e ca la v era s y cajas to r á c ic a s , a l ig u al q u e e l b o t e co n un e s q u ele to d el d ib u jo , p resag ia un p ro fu n d o en c u e n tro c o n la m u erte.

Las experiencias regresivas relacionadas con la primera fase del nacimiento (M P B II), cuando el útero se contrae periódicamente pero la cerviz no está abier­ ta, muestran un cuadro com pletamente diferente. Reflejan sociedades opresivas y de un totalitarism o abusivo con horizontes limitados, que convertían en victi­ mas a sus m iem bros y “asfixiaban ” su libertad personal (como la Rusia zarista o com unista, el Tercer Reich de Hitler, las dictaduras sudamericanas y el apar-

389

thoid africano), o imágenes concretas de prisioneros de campos de concentra­ ción v del archipiélago (¡ulag de Stalin. Al experimentar dichas escenas de un infierno en vida, nos identificamos únicamente con las víctimas, sentimos pro­ funda simpatía por los oprimidos y “el sometido”. 1 as experiencias que se dan al revivir la segunda fase del parto (MPB III), cuando la cerviz está dilatada y continuas contracciones impulsan al feto a tra­ vés del estrecho canal del útero, representan un amplio espectro de escenas vio­ lentas (guerras y revoluciones sangrientas, matanzas humanas y animales, abu­ sos sexuales y asesinatos). Estas escenas contienen a menudo elementos demoníacos, así como repulsivos motivos escatológicos. Con frecuencia, pue­ den añadirse al MPB visiones de ciudades en llamas, lanzamiento de cohetes y explosiones de bombas nucleares. Aquí no nos limitamos al papel de víctimas, sino que podemos participar en los tres roles (el de víctima, agresor y observa­ dor emocionalmente involucrado). Los acontecimientos que caracterizan la tercera etapa clínica del parto (MPB IV), el momento real del nacimiento y la separación de la madre, se asocian con imágenes de victorias en guerras y revoluciones, liberación de prisioneros y el éxito de esfuerzos colectivos, como movimientos nacionalistas o patrióticos. En este punto, también podemos experimentar visiones de celebraciones triunfan­ tes y desfiles o una excitante reconstrucción de postguerra. En 1975 describí estas observaciones en Realm s o f t h e H um an Unconscious (Grof, 1975), donde relacionaba las agitaciones sociopolíticas con las etapas del nacimiento biológico. Poco después de su publicación, recibí una carta de Lloyd de Mause, un psicoanalista y periodista de Nueva York. De Mause es uno de los fundadores de la psicohistoria, una disciplina que aplica los descubri­ mientos de la psicología profunda a la historia y a la ciencia política. Los psicohistoriadores estudian temas como la relación entre la infancia de los líderes po­ líticos, su sistema de valores y sus procesos a la hora de tomar decisiones, o la influencia del tipo de crianza que recibían los niños en el seno de las revolucio­ nes de un período histórico particular. Lloyd de Mause se mostró muy interesa­ do por mis descubrimientos respecto al trauma del nacimiento y sus posibles implicaciones sociopolíticas, porque apoyaban sus propias investigaciones.

390

D u rante algún tiem po, de M ause estudió los aspectos psicológicos de los pe­ ríod os que precedían a las guerras y revoluciones. Le interesaba averiguar cóm o los líderes m ilitares podían m ovilizar m asas de ciudadanos pacíficos y conver­ tirles, p rácticam en te de la noche a la m añan a, en m áquinas de matar. Su en fo­ que al resp ecto era muy original y crea tiv o . Adem ás del análisis de las fuentes h istóricas con v en cio n ales, e x tra jo datos de gran im portancia psicológica a par­ tir de c a ric a tu r a s , ch istes, sueños, im ágenes personales, lapsus de lengua, c o ­ m en tarios, e incluso d ibujitos y garabatos al margen de los borradores de docu­ m e n to s p o lític o s . C u a n d o c o n ta c tó co n m ig o , hab ía analizad o de este m odo d iecisiete situ acion es an teriores al estallid o de guerras y levantam ientos políti­ cos en un intervalo de m uchos siglos, desde la antigüedad a los tiempos más re­ cientes (de M au se, 1 9 7 5 ). Le sorp ren d ió la ab u nd ancia de expresiones, m etáforas e imágenes relacio­ nad as co n el n acim ien to b io ló g ico que en con tró en todo este m aterial. Líderes m ilitares y p olíticos de todas las épocas describían una situación crítica o decla­ rab an guerras utilizand o térm inos que se aplican tam bién al referirnos a la an­ gustia perinatal. A cusaban al enem igo de asfixiar y estrangular a su pueblo, qui­ tarles h asta el aire que respiraban u oprim irles y no dejarles suficiente espacio para vivir ( “ L eb en srau m ” de H itler). Igualm ente eran frecuentes las alusiones a cuevas oscuras, túneles y confusos laberin tos, peligrosos abism os a los que alguien parecía em pujarles, y la am ena­ za de verse engullidos por traicioneras arenas movedizas o un terrible remolino. De m anera sim ilar, la solución que ofrecían a la crisis venía en forma de imáge­ nes perinatales. El líder prom etía rescatar a su nación de un laberinto am enaza­ dor, co n d u cirlo hasta la luz que había al otro lado del túnel, y crear una situa­ ción en la que el peligroso agresor y op resor sería derrotado, con lo que todos podrían respirar otra vez con libertad. Los ejem plos históricos de Lloyd de M ause incluían personajes famosos como A lejan d ro el G ran d e, N ap oleón , Samuel Adam s, el kaiser Guillerm o II, Hitler, K hrushchev y Kennedy. Al hablar de la guerra de la Independencia en N orteam érica, Samuel Adams se refería a ella com o “el niño de la Independencia que ah ora Jucha por n a c e r” . En 1914, el káiser G uillerm o alirm ó que “ habían

Tres viñetas en las que crisis políticas y económicas se muestran en form a de sepultamientoSy en los dos primeros por un remolino gigantesco , en el tercero por arenas movedizas .

392

agarrado a la monarquía por el cuello y la habían obligado a elegir entre dejarse estrangular o hacer un último esfuerzo para defenderse del ataque”. Durante la crisis de los misiles en Cuba, Khrushchev escribió a Kennedy ro­ gándole que las dos naciones no “llegaran a un enfrentamiento, batiéndose a muerte como topos ciegos atrapados en un túnel”. Incluso más explícito fue el mensaje codificado que utilizó el embajador japonés cuando telefoneó a Tokio para anunciar que las negociaciones con Roosevelt habían fracasado y que de­ bían seguir adelante con el bombardeo de Perl Harbor. Anunció que “el naci­ miento del niño era inminente” y preguntó cómo estaban las cosas en Japón: “¿Parece que el niño va a nacer ya?” La respuesta fue: “Sí, el nacimiento del niño parece inminente”. Es interesante que la Inteligencia Americana que esta­ ba a la escucha reconociera el significado del código “guerra-en-nacimiento”. Especialmente escalofriante fue la utilización del lenguaje perinatal con rela­ ción a la explosión de la bomba atómica en Hiroshima. Se puso al avión el nom­ bre de la madre del piloto, Enola Gay; la misma bomba atómica llevaba pinta­ do un apodo, “el Niño Pequeño,” y el mensaje acordado que se envió a Washington como señal de que la detonación había tenido éxito era “el bebé ha nacido”. No estaría muy desencaminado adivinar también la imagen de un re­ cién nacido detrás de la bomba de Nagasaki, “Hombre Gordo”. Desde que em­ pezó nuestra correspondencia, Lloyd de Mause pulió muchos otros ejemplos históricos y afinó su tesis de que los recuerdos del trauma de nacimiento juegan un papel importante como impulso motivador para la actividad social violenta. Los temas relacionados con la guerra nuclear son de tal relevancia que me gustaría ampliarlos con el material de un artículo fascinante de Carol Cohn, ti­ tulado “'Sexo y muerte en el mundo racional de los Intelectuales de D efensa” (Cohn, 1987). Los Intelectuales de Defensa (DI) son civiles que operan dentro y fuera del gobierno, trabajando a veces como oficiales administrativos o consul­ tores, otras en universidades o en gabinetes de ideas. Son quienes crean la teoría que informa y legitima la práctica estratégica nuclear de Estados Unidos (cómo llevar la carrera armamenrística, cómo disuadir del uso de armas nucleares, cómo afrontar una guerra nuclear si fallan las fuerzas disuasorias y cómo expli­ car por qué no es seguro vivir sin armas nucleares).

Una viñeta política que muestra la conexión entre la guerra nuclear y la dinámi­ ca perinatal: Sadam Hussein embarazado de armas atómicas.

394

C arol Cohn asistió a un sem inario de verano de dos semanas acerca de a r­ mas nucleares, doctrinas de estrategia nuclear y control de armamento. Le fas­ cinó tan to lo que allí descubrió que pasó el año siguiente inmersa en el mundo casi enteram ente masculino de los Intelectuales de Defensa (a excepción de las secretarias). Recopiló algunos hechos extrem adam ente interesantes que confir­ m aban la dimensión perinatal de la guerra nuclear. En sus propias palabras, este m aterial con firm a la im portancia del tema del “ nacim iento m asculino” y la “creación m asculina” com o im portantes fuerzas psicológicas que se esconden detrás de la psicología de la guerra nuclear. Utiliza los siguientes ejemplos histó­ ricos para ilustrar su punto de vista. En 1 9 4 2 , Ernest L aw rence envió un telegram a a un grupo de físicos de C h icago que trabajaban en la bomba atóm ica, que decía: “ Enhorabuena a los nuevos padres. Estoy deseando con ocer al recién n acid o” . En Los Álamos, se llam aba a la bomba atóm ica “el bebé de Oppenheimer” . Richard Feynman es­ cribió en su artículo “ Los Álamos desde abajo” , que cuando se encontraba tem­ poralm ente de permiso tras la muerte de su esposa, recibió un telegrama que de­ cía: “ Se espera al bebé tal y tal d ía.” En los laboratorios Lawrence, Livermore, se referían a la bomba de hidróge­ no com o “ el bebé de Teller,” aunque los que pretendían desprestigiar la contri­ bución de Edward Teller aseguraban que él no era el padre de la bomba, sino la madre. Afirmaban que Stanislav Ulam era el verdadero padre, quién había teni­ do todas las ideas im portantes y “ la había concebido.” Teller, después de todo, sólo “ la llevaba” . Términos referentes a la maternidad también se utilizaron en la provisión de “ nutrición” (el mantenimiento de los misiles). El general G rove envió un victorioso cable codificado al Secretario de G uerra, Henry Stimson, a la conferencia de Potsdam; en él informaba del éxito de la prim era prueba atóm ica: “ El doctor está de lo más entusiasmado y tam ­ bién seguro de que el pequeño es tan ronco com o su hermano mayor. La luz de sus ojos puede verse desde aquí a Highhold y podría haber oído sus gritos desde aquí hasta alcanzar mi granja” . Stimson, a su vez, informó a Churchill con una nota: “ Los bebés han nacido bien” . William L. Laurence presenció la prueba de la primera bomba atómica y escri-

m

hio: “l.i gran explosión llego cien segundos después de un enorme destello; el pri niel grito de un mundo recién nacido". Id eufórico telegrama de Ldward leller a Los Alamos anunciando el éxito ele la prueba de la bomba de hidrogeno

Miket

en el atolon bniwctok, en las islas Marsball, decía: “lia sido un niño . Va mencio­ né anteriormente el simbolismo de “ hnola (»ay", “el Niño Pequeño

y Kl bebé

ha nacido” de la bomba de Hiroshima y del “ Hombre (»ordo" de la bomba de Nagasaki. De acuerdo con Carol Cohn, “los científicos varones dieron a luz una progenie con el poder último de dominar la Naturaleza, que es femenina”. Carol Cohn menciona también en su artículo la abundancia de símbolos abiertamente sexuales en el lenguaje de los Intelectuales de Defensa. La natura­ leza de este material, que relaciona el sexo con agresión, dominación y escatología, guarda un profundo parecido con las imágenes que se dan en el contexto de las experiencias relativas al nacimiento (MPB III). Cohn utilizaba los siguientes ejemplos. La dependencia americana de las armas nucleares se explicaba como irresistible, porque “te llevas más por el mismo precio”. La explicación de un profesor de por qué los misiles M X debían colocarse en los silos de los misiles Minutcmean más recientes, en vez de retirar los que ya eran viejos y menos pre­ cisos era: “No vas a poner el misil más hermoso que tienes en un miserable agu­ jero”. Ln un momento dado, se producía la seria preocupación de que “tene­ mos que endurecer nuestros misiles, porque los rusos son un poco más duros que nosotros”. Un consejero militar del Consejo de Seguridad N acional hizo una referencia a “liberar de un 70 a un 80 por ciento de nuestro megatonaje en una explosión orgásmica”. Las charlas estaban repletas de términos como propulsor eréctil vertical, pro­ pulsión a dos tiempos, caídas suaves, penetración profunda y las ventajas compa­ rativas de ataques prolongados en vez de espasmódicos. Otro ejemplo era la cos­ tumbre popular y extendida que practicaban los visitantes de los submarinos nucleares de dar palmaditas a los misiles, que Carol Cohn veía como una expre­ sión de supremacía fálica y también de tendencias homoeróticas. A la vista de todo este material, resultan obviamente apropiadas las críticas feministas a las po­ líticas nucleares, sus referencias a la “envidia del misil” y al “culto fálico”. Se pueden encontrar más evidencias del ámbito perinatal del inconsciente en

396

Viñeta ¡xAíticd que m uestra la c o n e x ió n en tre las a r m a s n u c le a r e s m o /jcrinatal del em b a ra z o y d el n acim ien to.

la p s i c o l o g í a d e la g u e r r a e n u n e x c e l e n t e * l i b r o ele S a m

ve l s i m b o l i s ­

K e e n , T h e b u c e s o f 't b e

l.n e m y ; ( K e e n , I 9 S S ) . K e e n r e c o p i l o u n a c o l e c c i ó n e x c e p c i o n a l d e c a r t e l e s , d i b a j o s de g u e r r a y c a r i c a t u r a s d e g u e r r a , d i s t o r s i o n a d o s y c a r d a d o s d e p r e j u i ­ c i o s , de- m u c h o s p a í s e s y p e r i o d o s h i s t ó r i c o s . D e m o s t r ó q u e la m a n e r a e n q u e s e

d escrib e y se re fle ja al e n e m i g o d u r a n t e u n a g u e r r a o u n a r e v o l u c i ó n e s u n e s t e rco h ])o que m u e stra s o lo m í n i m a s v a r i a c i o n e s y t i e n e m u y p o c o q u e v e r c o n l a s it i i s i i u s re a le s del |)ais y de I.i c u l t u r a a q u e s e r e í i e r e u .

:
View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF