Soler, El Fin y Las Finalidades Del Análisis b (1)
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Descripción: Libro acerca del fin del análisis y las finalidades del mismo...
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Elfin y lasfinalidades del análisis -------------------~ Segunda edición
GLetf4c cy1va textos fundamentales del psicoanálisis
Colette Soler
El fin y las finalidades del análisis
Soler, Colette El fin y las finalidades del análisis - 2• ed.- Buenos Aires, Letra Viva, 2014. 92 pp. ; 20 x 13 cm. ISBN 978-950-649-439-1 l. Psicoanálisis. I. Pablo Peusner CDD 150. 195
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S• lL I::H
h11 ·n dc ·n r? Se u·ata entonces de una satisfacción
11/c ·uulijimbLe - ustedes percibirán el equívoco de l'Sle término, como si lo que no pudiera ser cualificado se convirtiera en algo defectuoso- . La diferencia con los textos anteriores es patente. En El atolondradicho hablaba de "duelo" para esta fase final, mientras que en el Prefacio introdujo el término "satisfacción". Son muy diferentes. En el duelo se trata de un afecto de pérdida, uno se separa de las adherencias que mantenía con lo que se pierde. Contrariamente, la satisfacción nos captura, nos sostiene a pesar de las insatisfacciones ligadas a los dos escollos que subrayé. Este cambio de acento no es un detalle menor, evidentemente es la consecuencia de lo que Lacan introdujo como novedoso luego de El atolondradicho y a partir del seminario Aún, concerniente al inconsciente que no tiene solo efectos de castración sino que es saber gozado, puesto que el significante y la palabra misma se gozan. El inconsciente fuera de sentido no está fuera del goce, sus Unos son gozados, y la palabra de verdad está saturada degocentido Uoui-sens], goce del sentido. Entonces, en la fase final donde el analizante se balancea entre verdad y real, son esas dos satisfacciones las que se conjugan en una satisfacción específica, propia de cada uno. Hay cohe34
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v LAS riNALIDAOES o~:t ANALJSIS
rencia entre las dos nuevas formulaciones: el inconsciente como goce del significante y los afectos de fin. El fin es un cambio de goce.
¿URGENCIA DE SATISFACCióN?
Cambiar de goce no es renunciar al goce. Asumir la pérdida del duelo y cambiar de goce son dos cosas diferentes. Sería necesario dejar de decir que el fin es una elisión, una negativización del goce. El analizado no es el héroe de la renuncia al goce, a pesar del nuevo deseo del analista. No es del todó la idea de Lacan del '76: un goce cesa ciertamente, pero en provecho de otro. Lacan nos acostumbró a pensar el deseo en oposición al goce, y a funcionar con un esquema mental un poco elemental que puede formularse así: a menos goce, más deseo. Pero lo que texto dice con todas las letras es lo siguiente: un goce, el que marca el fin, pone fin a otro, el que sostenía el proceso. Y esto nos obliga, o debería obligarnos, a pensar el deseo del analista no solo en térmjnos de negativización de goce. Por otra parte, La can pudo decir a propósito del analista -y mucho antes del año 1976- que habría que preguntarle, cito de memoria, qué del goce lo determina. 35
II.
Los afectos de separación Viernes 30 de septiembre de 2011, por la tarde
En nuestra reunión precedente no hablé de la transferencia." Sin embargo, si bien el fin del análisis no supone el fin de la transferencia, sí en cambio se trata del fin de la función del analista en la transferencia, puesto que el analizante se separa de él. En su pragmatismo, Freud tenía razón en poner el acento allí. Si hablamos de "afectos de separación", rápidamente el discurso común invita a pensar en los dolores de las separaciones en el sentido más corriente del término. A saber: el fin de los amores o de las amistades (ya sea por desacuerdo o por pérdida del otro). Se piensa en el final de un lazo social cualquiera y así nos encontramos del lado de los afectos de sufrimiento, de afectos -digamos- ne39
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,.,,.".,ah: mico es amplio. Sin embargo hay
afectivos que acompañan el fin de ··ll'rt n :-> l;~zos sociales. A modo de ejemplo tenemos ,.¡ l:1zo L'ntre el niño y sus padres, donde los afectos de liberación pueden prevalecer por sobre los afectos ligados a la pérdida: en tal caso la función positiva de la separación es relativamente independiente de los a fectos eventualmente dolorosos que la señalan. Ningún lazo entre los seres humanos es indisoluble, ya se trate del lazo de pareja, de los lazos generacionales o de los lazos de trabajo, aunque no obstante se aspira a que lo sean. Tal vez no sea siempre así para los lazos profesionales, pero para el amor seguro que sí. Por el tiempo que dura el amor, este querría no finalizar. El amor aspira a lo necesario , es algo conocido ... Pero además, tenemos un tipo de lazo que queda por fuera de la serie de los lazos, y es el que nos interesa: me refiero al lazo analítico, el que tiene algo que ver con el amor. Ser analista es ofrecerse a ser amado, decía Lacan. Se percibe que este lazo queda por fuera de la serie, al menos porque pensamos que debería cesar. No debería durar demasiado. Incluso aparece la queja cuando no se puede salir de él. Yo había destacado en la Cita de los Foros de 2004, aquí en Buenos Aires, una afirmación man"'' n ·
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tenida a lo largo de toda la enseñanza de Lacan, independientemente de los cambios: la de un análisis que producía lo que llamé una "identidad de separación". La expresión no es de Lacan sino mía, pero subsume todo lo que él pudo decir acerca de los efectos del punto de cierre del análisis. No obstante, el término "separación" abre una pregunta: ¿separación de qué? ¿De qué se separa uno cuando se separa de un ser querido o de una pareja en un discurso cualquiera? O más específicamente: ¿de qué se separa uno cuando se separa de su analista? Lacan intr:odujo en el ps icoanálisis el término "separación" dándole un s entido positivo, muy poco clásico. Ni el tema en cuestión, ni el término, estaban ausentes antes de él. El propio Freud valorizó la función de la r enuncia al objeto primordial (la madre), de una separación de ciertas adherencias de goce en la infancia ... En síntesis: de una pérdida original, estructurante, que es necesaria para permitirle a la libido, al deseo, dirigirse hacia objetos distintos de los primitivos de la infancia. La idea es que uno se vuelve adulto a través de la renuncia a los objetos primordiales. En el lenguaje corriente se habla de "cortar el cordón umbilical". Todo eso va en el sentido de pensar a la separación respecto de un objeto in41
vestido por la libido, por el deseo, conforme a la idea común. Entonces, al leer por primera vez el seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, referencia obligada sobre este tema, nos llevamos una sorpresa. Lo que es nombrado por Lacan "separación" es otra cosa. Quisiera mostrarles cuánto difiere del sentido común del término -lo que resulta evidente- y a la vez, también difiere de lo que es una separación de fin de análisis. UNA SEPARACIÓN ALIENANTE
En esta primera construcción no se trata en modo alguno de una separación de pareja, sino de una separación de la cadena significante; o mejor dicho: de eso a lo que la cadena me condena y se denomina "alienación". Esta alienación se juega a nivel de la estructura mínima del lenguaje, bajo la forma de una vacilación cuasi diabólica podríamos decir- entre los dos términos de la estructura: 8 1 y 8 2 • Concierne a lo que soy como sujeto, es decir como ser situado en una cadena sigM nificante. Confrontado al discurso del Otro tengo la posibilidad de elegir: puedo asumir un significante, identificarme con un 8 1 que resulta de un 42
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"tú eres" venido del Otro. En tal caso ese significante usurpa mi lugar - Lacan incluso dice que me injuria, fijándome en un significante-. Pero en vez de ese ser petrificado, puedo elegir el sentido, o sea lo que ese significante quiere decir, el sentido que le otorga un S2 cualquiera. En esta opción, lo que soy se desliza en la cadena de los significantes. En ambos casos, en la petrificación y en la fluidez, cualquiera sea la elección habrá pérdida: o pérdida de sentido o pérdida del ser. El análisis del menor sueño ilustra a la perfección esta vacilación, tanto como el estatuto del analizan te en el análisis. El sueño funciona como una unidad significante enigmática que los representa y los fija. Su análisis lo conecta con otros significantes que dan sentido, sin que encuentre su punto final. Con esta cadena asociativa, lo que el analizante "es como sujeto del inconsciente" -la expresión es de Lacan- es inatrapable; el sujeto es un "ente cuyo ser está siempre allende" 1 • Paso de largo las referencias lógicas a las operaciones de reunión y de intersección, y la modificación que Lacan les introduce. Esta alienación - pueden observarlo- no es ninguna alienación a un amo cualquiera, sino que más bien le arroja un irónico "¡hasta la visl. Lacan, Jacques. El Seminario, Libro 20,Aún. Paidós, Bue-
nos Aires, 1989, p. 172.
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el saber. No voy a examinarlos todos. Los cambios sobre el amor son sin duda los que más interesan y también los más comentados - yo misma abordé la cuestión en mi libro Los afectos lacanianos-. Me detengo en el más importante: la angustia. El análisis no anuncia su final. No hay más allá de la angustia, el analizado posiblemente quede sujeto a la angustia. Es que la angustia viene de lo real aunque se despliegue en lo imaginario del cuerpo. Es su diferencia con el síntoma, que viene del verbo y se despliega en lo real del cuerpo gozante. Vean el nudo de la lección del 17 de diciembre de ~974 del seminario RSI, donde Lacan ubica las tres nociones freudianas de inhibición, síntoma y angustia sobre el nudo borro meo.
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Para que la angustia cesara sería necesario que cesaran lo que Lacan llama, justamente, los "advenimientos de lo real", de los que la angustia es el afecto-tipo. Traté de most rar que luego del seminario La angustia, Lacan produjo una concepción extendida de ese afecto. El seminario situaba a la angustia por completo en relación al Otro y al objeto que se aloja en aquel. Ciertamente, el objeto es un efecto real del lenguaje: agujerea a la vez a lo simbólico, a lo imaginario y a lo real, algo que el nudo borromeo permite visualizar. Pero no hablamos aquí de lo real que Lacan desarrol1ó después del seminarioAún: hablar del afecto de los "advenimientos de lo real" -como lo hace en La tercera- ya no es lo mismo. Se trata de un real que conserva la definición general del fuera de sentido aunque más indeterminado, no unificado, un real que según indica el texto incluye los efectos técnicos y discursivos de la ciencia. El discurso capitalista que justamente es uno de esos efectos, es un generador de angustia. En el mismo párrafo donde produce esta fórmula, Lacan también evoca los efectos sociales del discurso capitalista - eugenesia, eutanasia, cte.- y también a los biólogos y su angustia por lograr dominar a las bacterias. Ese real es generador de angustia no
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:--olo porque multiplica las catástrofes, sino porque priva a los sujetos de los recursos simbólico-imaginarios (lo que Pierre Bourdieu denominaba "el capital simbólico'') que les pennitü·ían :=;oportar a lo real. En el fondo, hay que extender la cuestión de las barreras ante lo real insoportable, angustiante. En el discurso común que no apu nta al saber sino al buen orden de las cosas humanas, se instalan también barreras que aseguran la defensa ante lo real. Los recursos simbólicos de los que hablé forman parte de ellas. Están constituidos por el conjunto de los semblantes, los significanles mayores de los valores y los ideales, pero también por la sublin1ación, y dan acceso a satisfacciones pu lsionales específicas. En el psicoanálisis, que es una práctica que sí apunta al saber, a la revelación, lo que opera como barrera o como defensa es el "yo no quiero saber nada de eso"; y el psicoanálisis se dirige justamente allí. Como ya he dicho: no hay más allá, pero el análisis tiene efectos sobre la angustia, y a menudo vemos que pone fin a las pesadillas nocturnas de algún sujeto. Digamos que la angustia ligada al objeto y a lo imposible de soportar del síntoma, que con frecuencia motiva el análisis, es movilizada en el curso de la elaboración analizante,
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y es capital que el analista la soporte, porque si no lo hace obstaculiza el proceso y queda en falta respecto del acto; esa angustia se reduce al final del análisis. ¿Cuáles son las expresiones que en el texto de La can indican esta reducción? En principio "destitución subjetiva del fin". Una vez validada por el analizan te la equivalencia entre lo que él es como sujeto del inconsciente y el objeto a que falta, la angustia ele reducirse al objeto cae. Se lo puede constatar. El guerrero aplicado que permanece impávido en la guerra porque ya no interroga al deseo del Otro es un ejemplo de ello, según afirma Lacan 1• La otra fórmula que implica que la angustia ha sido tratada es la "identificación al síntoma", es decir a lo real de su goce. En este sentido podemos afirmar que el analizado, si bien permanece sujeto a la angustia de los accidentes de la vida, ya no es un angustiado. Resumo entonces: el analizado producido por la separación analítica posiblemente permanezca s ujeto a la angustia, pero ya no será un angustiado del Otro. No estará más allá de la angustia, pero no ya no será un angustiado. l.
IV. Paulhan , J ean . El guerrero aplicado. Ed. Tres Haches,
Buenos Aires, l. Lacan hace referencia a esta obra en su "Discurso en la Escuela Freudiana de París" (1967), en Otros escritos, Op. Cit. pp. 279 y ss. (NdT)].
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Creo que sobre este punto convicnt· lwn·r 11 11:1 diferencia entre la neurosis y la psicosis. Si hay una estructura que indica claramente qut• lo q1u· angustia no es solamente el deseo del Otro con su causa oscura, es la psicosis - más precisamente la esquizofrenia, puesto qu e para el esquizofrénico el significante, o lo simbólico mismo, es real y está fuera de cadena, y por eso fuera de sentido- . Así como cuando la melancolía alcanza el deliri o de indignidad nos muestra con evidencia que la culpabilidad no proviene del Pa dre sino que, por lo contrario, se desencadena en la medida de su carenci a, la esquizofrenia nos muestra que la angustia a la que el esquizofrénico está sujeto tampoco proviene del Padre. Esa angustia proviene de lo real, bajo la forma en que lo real se le impone al sujeto esquizofrénico. Tenemos aquí un campo para explorar.
Ul'\ 1\~IOH EXTE:\DJDO Vuelvo al tema del amor. ¿Cuáles son las respectivas incidencias de lo imaginario y de lo simbólico en los dramas del amor? En primer lugar, el ideal con las imágenes qu e preside. En el amor, el ideal induce entre los partenaires una exigen-
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cia de ser parecidos, de homogeneidad de los yo ideales regida por el ideal del yo, y que vale también para ambos partenaires de los dos sexos. El ideal desea la similitud, aspira a lo uniano, a la reducción de lo otro al uno. Recuerdo una anécdota de los tiempos de la Escuela Freudiana de París: alguien habló del caso de un hombre de letras que había descubierto que su mujer lo engai1aba. Él estaba ciertamente afectado, pero lo que lo hnbía conmocionado y le resu ltaba insoportable, era saber que el amante de su muj er esc ribía con fa ltas de ortografía. El grupo se había reído mucho. Pero Lacan, muy seriamente dijo que no había de qué reírse porque se trataba de un hecho de estructura. En efecto, se podía captar allí la exigencia de similitud que funcionaba en la relación con su mujer. En cuanto al fantasma, este hacía recaer sobre el partenaire una exigencia de s umisión, de "conces iones" - para tomar un término de Lacan-, puesto que en el fondo le demandaba que fuera conforme a la verdad del fantasma del amante. En la pareja sexual esta exigencia recae específicamente sobre las mujeres, puesto que son ellas las invitadas a prestarse a la perversión del hombre, eso justamente las empuja -como dijo Lacan en Televisión- a darse "aires
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de sexo" y "es el fracaso: reglado como un pentagrama"
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