Sociologia 50 IMPRESION

February 23, 2018 | Author: William Sanchez | Category: Sociology, Colombia, Nation, Science, Knowledge
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50 años del Departamento de Sociología: dos miradas 1959-2009

Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá Facultad de Ciencias Humanas Departamento de Sociología

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50 años del Departamento de Sociología: dos miradas 1959-2009 Gabriel Restrepo Luz Gabriela Arango Gaviria Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá Facultad de Ciencias Humanas Departamento de Sociología Texto de circulación restringida y distribución gratuita, editado exclusivamente con finalidad académica, para uso en aulas de la Universidad Nacional de Colombia. Prohibida su venta.

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Presentación

En el 2009, el Departamento de Sociología en la Universidad Nacional llega a los cincuenta años. Fue el primer programa creado en nuestro país y ha permanecido para formar profesionales de una disciplina que en 1959, al momento de inaugurarla, se concebía como esencial para el desarrollo y la modernización del país, como una necesaria reflexión crítica de nuestra propia sociedad. Con altibajos, pero de manera ininterrumpida, el recorrido ha reafirmado ese propósito inicial. Rememorarlo, conmemorarlo y establecer su significación actual es la tarea que nos corresponde en estos momentos. Esa significación se destaca en el contexto nacional y latinoamericano, muchos de los balances externos así lo indican, y por ello el Departamento de Sociología se ha propuesto una serie de actividades, eventos y publicaciones que conmemoran dicha efemérides, e invita a profesores (as), estudiantes y egresados (as) a participar y reconocernos en este cometido. Esta publicación hace parte de ello. Cincuenta años sí cuentan. Conmemorar cincuenta años en la vida de una persona indicaría entrar en la eta-

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pa de madurez. En una institución, quizás un indicador de inicio de su consolidación. La propuesta visionaria de Orlando Fals Borda y de un grupo de académicos e intelectuales para iniciar el programa de Sociología en la Universidad Nacional sobrevivió a enormes dificultades, incomprensiones y vicisitudes, pero también, principalmente, por la convicción de quienes consideraban necesaria y saludable la apropiación nacional y el desarrollo de las Ciencias Sociales en Colombia. Ha sido una dura batalla de presencia continua formando sociólogos y sociólogas durante cinco décadas, de trabajo en investigación y extensión universitaria durante ese lapso. Alrededor de 1.200 egresados (as), irrigados por toda nuestra nación, conforman esa legión del saber sociológico; treinta y un números de la Revista Colombiana de Sociología, que señalan una importante producción académica, y alrededor de 300 títulos de libros publicados institucionalmente o por profesores. Es importante que esta trayectoria cincuentenaria se conozca y se reconozca. Una historia que es muy similar a la de las carreras de sociología en Latinoamérica, con sus naturales diferencias. Estas inician por la misma época, años más o años menos, y por ello nos encontramos celebrando cincuenta años, algunos antes, otros ahora y otros un poco después. Pero fue también tarea de pioneros que abrieron el camino de las ciencias sociales, recogiendo los movimientos intelectuales europeos. Ya desde el siglo xix se señalaba, por parte de pensadores colombianos de la época, la importancia del estudio de la sociología.

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La presente selección de textos quiere ser un pequeño testimonio, diciéndolo en el sentido cuantitativo, de esa historia, que no está completamente escrita o documentada, del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia. No es la arrogancia del reclamo del mérito lo que nos mueve a publicar estos fragmentos de historia, bien escritos por profesores de nuestro departamento. Es la necesidad de constituir ese legado además en la palabra escrita, en el testimonio documentado. Ya habrá quienes lo valoren de distinta manera. Pero también está la labor extramuros, quizás la más importante. Al fin y al cabo formamos profesionales para servirle a nuestro país. Por ello no pretendemos una historia de la sociología en Colombia, que no debe confundirse con nuestro aporte, aun cuando haya tenido algo que ver en ella. Desde luego, están también los 14 programas de Sociología que actualmente existen en Colombia, con sus diversas aportaciones; unos recientes, otros con mucha trayectoria y perseverancia. Consideramos útil esta edición, especialmente, para las nuevas generaciones, aun cuando se trata de trabajos ya publicados de manera separada. Una historia tiene necesariamente distintas miradas y versiones. Por ello, no hemos querido publicar una historia «oficial», sino un material de trabajo que nos ayude a mirarnos a nosotros mismos, quizás con dos propósitos: reconocernos, volviendo atrás, pero sin quedarnos mirando para no convertirnos en estatuas de sal, y, al mismo tiempo, para saber cuánto nos falta, y así saber que vale la pena seguir adelante. Es también una pequeña manera de agradecer

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colectivamente a todos aquellos que contribuyeron de diverso modo en estos cincuenta años a la tarea de formar sociólogos, investigar y hacer extensión. A directivos, docentes, administrativos y personal de apoyo, a todos ellos decirles que valió la pena y sigue valiendo. El escrito de Gabriel Restrepo, profesor jubilado del Departamento de Sociología, hizo parte de la publicación conmemorativa de los 40 años de nuestra Facultad de Ciencias Humanas, titulada Cuatro décadas de compromiso académico en la construcción de nación. En él, Gabriel, que comienza con una reflexión muy personal sobre la tarea impuesta, va más allá del relato descriptivo, y en una especie de interpretación densa y sin agotar los temas se hace varias preguntas alrededor de la circunnavegación sociológica. Se pregunta por la vocación de la sociología: ¿nación, Estado o Estado nacional?, para indicar que todavía se encuentra atrapada en ese dilema. Los otros intentos de respuesta son sobre géneros y sociología del género; sobre teoría y práctica; sobre relaciones de colegialidad y actitudes corporativas. Anota, a manera de hipótesis de trabajo, que el Departamento logra su estabilidad, quizás su velocidad de crucero, hacia 1984. Las tesis de Gabriel Restrepo, con su buena escritura, siempre generarán polémica. El trabajo de Luz Gabriela Arango, profesora del Departamento de Sociología formada en Francia, es un relato a modo de estado de arte, basado en trabajos de diferente orientación y a manera de síntesis, con el fin de crear un marco referencial para una investigación que ella adelantó y que le permitió contextualizar la caracte-

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rización de estudiantes de Sociología objeto de su investigación. Este trabajo apareció en la publicación Jóvenes en la universidad. Género, clase e identidad profesional. Finalmente, esta publicación es una invitación, y, a manera de abrebocas, no solo a escribir historia, sino a hacerla con el compromiso de una disciplina necesaria para contribuir a construir nación y a tener una sociedad mejor, pluralista, tolerante, y en donde todos y todas quepamos.

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VÍCTOR REYES MORRIS Director del Departamento de Sociología

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Sociología en el umbral de sus años cincuenta1

Gabriel Restrepo

Padre, ¿qué nos dejaste como legado? Solo un ladrillo en el muro. pink floyd, The Wall

Las preguntas

La primera pregunta formulada por quien aborda a sus sesenta y tres años una vez más el recorrido de una institución como el Departamento de Sociología, en el marco de la Facultad de Ciencias Humanas y de la Universidad Nacional, durante ya medio siglo, es por qué se justifica una nueva escritura que interpele el pasado de estas instituciones. Se supondría que un profesor pensionado está distante de esa interpretación del pretérito que surge como urgencia del presente y previsión. Y el propio escritor se interroga si cabe hallar una iluminación que no redunde en lo que ya ha escri1

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Una versión de este texto apareció bajo el título «La sociología ante sus años cincuenta», como parte del libro Cuatro décadas de compromiso académico en la construcción de la nación, editado por los profesores Mauricio Archila, François Correa, Ovidio Delgado y Jaime Eduardo Jaramillo (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, 2006). La versión ha sido actualizada para esta publicación.

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to, publicado o no2, o en las revisiones que muchísimos otros han elaborado con relación al medio siglo de existencia de la profesión, desde hace 40 años inscrita en la Facultad de Ciencias Humanas. Repetir es morir, así que lo mejor es atreverse a ofrecer horizontes distintos, apoyándose en lo escrito a pulso, pero sin caer en la recitación de lo ya dicho. El escritor se inquieta así ante las páginas vacías, dispuestas en el reverso como círculo, redundancia o sobreinterpretación, o en el anverso como variación, espiral y oferta de perspectivas nuevas que animen el ensayo. Una tentación de empirismo, propia de archivista, lo impulsaría a repasar los 150 legajos a-z que ha acumulado en su trayectoria y conservado en 24 mudanzas. O a revisar las 50.000 páginas de sus diarios (o nocturnos), escritos desde 1963 de modo continuo. Este primer impulso surge porque muchas veces se ha dicho que la historia del Departamento no está completa, pese a tantos escritos. Ilusión, porque jamás podrá repararse tanta pérdida que yace en el pasado como esa «red de agujeros» que instituye nuestra memoria como fragmento3. Complejo, nos

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Principalmente los textos que se han recogido en Gabriel Restrepo, Peregrinación en pos de omega: sociología y sociedad en Colombia. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia / El Malpensante, 2002. Pero aún hay muchos otros, algunos publicados, otros no. «Los últimos días de Tenochtitlan», en Miguel León-Portilla (ed.), Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la Conquista. México: unam, 1992.

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dice Morin, es lo que está tejido junto4, pero, como suele suceder en los lúcidos pensadores del norte, cualquiera que sea su signo, olvida que el término se aplica también a lo que está juntamente desgarrado5. Y esa es nuestra condición ontológica como latinoamericanos, en una medida mayor de cuanto pudiera decirse de cualquier población de las distintas latitudes del mundo. Y ello porque nuestra constante desde lo fundacional ha sido el desplazamiento y el descentramiento, dolor que quizás por ello mismo nos ha formado para habitar un mundo que deviene él mismo un lugar común sin plaza, cuya circunferencia está en todas partes y su centro en ninguna. Pero hay vacíos de vacíos, porque algunos obran en su ausencia como fantasmas, al modo de esas nebulosas invisibles que absorben cualquier luz y cuya presencia se deduce por el cambio de las órbitas predecibles de constelaciones vecinas. El autor piensa en especial en el llamado que experimentó muchas veces a escribir lo que quizás nunca podrá ser descifrado del todo: ese lapso6 de sociología, de la Facultad de Ciencias Humanas y de la Universidad Nacional entre 1970 y 1982, sin cronología y sin secuencia, hermético, sin lógica aparente, casi secreto 7. Pero el autor debe vencer esta tentación. Todo ser cuando adviene al mundo, nos dice Heidegger, se en-

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Edgar Morin, Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Bogotá: Ministerio de Educación Nacional, 2000, 29. Platón, «El Político», en Obras Completas. Madrid: Aguilar, 1969. En su acepción etimológica y psicoanalítica como lapsus, caída. Secernere: apartado, separado, segregado.

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cuentra ante un mundo ya interpretado de la familia al globo por esa casa del ser que es el lenguaje8. Pero ese advenir no solo ocurre cuando el ser es arrojado al mundo: cada quien halla en el ingreso a una institución o a una condición social en distintas etapas del trance de la vida una red donde se espesan creencias, sean veraces, verosímiles o fabulosas; mitos; dogmas casi religiosos porque predican pequeños o medianos caminos de salvación; leyendas; habladurías; prejuicios; imaginarios, y muchos, muchos fantasmas. Por lo mismo, quien perdura en una institución afronta la obligación de orientarse mediante una interpretación crítica de las interpretaciones. Y no solo sucede lo que dice Pedro Henríquez Ureña:

[...] que cada generación debe escribir de nuevo la historia de la literatura, de su pasado literario. Esto no quiere decir naturalmente que cada generación debe comenzar de nuevo, sino que cada generación debe renovar y enriquecer su pasado literario9,

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sino que cada individuo en el paso de los años está obligado a revisar las representaciones de su pasado y de las instituciones donde actúa. Y ello es más obligado para quien, por distintas razones de la vida, sale y vuelve a in8

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Martin Heidegger, El ser y el tiempo. Primera reimpresión en Bogotá. Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 1993. Martin Heidegger, De camino al habla. Barcelona: Editorial Odós, 1987. Citado por Rafael Gutiérrez Girardot, Temas y problemas de una historia social de la literatura hispanoamericana. Bogotá: Cave Canem, 1989, 97.

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10 Me refiero al paso por Planeación Nacional (1982-1986) y por Consejería de Paz (1990-1992). Un resumen de ese ir y salir, en Gabriel Restrepo, «Lo mejor y lo peor de los dos mundos», en La política social en los 90. Análisis desde la Universidad. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia / Indepaz, 1994, 78-83. 11 El asunto concierne a mirar la Universidad desde posiciones de poder académico o administrativo, o contemplarla en el despojo de poder, no porque no lo haya en el sentido de un saber, sino porque ese saber no se considera digno de cierto canon dominante durante un tiempo. He sintetizado estas experiencias en Gabriel Restrepo, «Por qué soy tan sabio», Lustros. Medellín: Universidad de Antioquia, Departamento de Sociología / Concejo Municipal, diciembre 15 de 1993, 91-101; «Bájate de esa nube», Fin de Siglo, n.º 6. Cali, junio de 1994, 6267; «Sobre nieblas y tinieblas», Plural, año 1, n.º 4, diciembre de 1993 - enero de 1994, 59-70. 12 Es el riesgo del nomadismo transdisciplinario (interés por el psicoanálisis, la filosofía, la literatura): de las gravitaciones profesionales se desconfía de la excentricidad. O es el riesgo de experiencias de innovación psicopedagógicas, como el que asumí con el proyecto ParticiParte, un modelo de academia ligada a las localidades de Bogotá. De ello he escrito mucho, pero lo esencial aquí es apuntar a la idea del «creador tramático», expuesta en Peregrinación en pos de omega. 13 Mi vocación, definida en 1963, fue la de escritor. El diario que llevo desde entonces apunta a una serie de novelas. La sociología fue considerada en ese proyecto como ineludible

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gresar a la institución10. O para quien, por cualquier circunstancia, la juzgue desde arriba y desde abajo11. O para quien la contemple desde otras orillas disciplinares12. O para quien divida de algún modo su vocación como escritor (su ruf ), de su Beruf, el llamado de la profesión sociológica que acogió como oficio no adventicio13. En todos estos casos es compleja la relación entre insider, el de

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adentro, y outsider, el de afuera 14, lo mismo que el de arriba y el de abajo, o el de este lado o del otro: toda la crisis de representación que introduce un pensamiento nómada, liminar y complejo, deriva de la caída de coordenadas absolutas: no hay ya imán, sino imanes en un mundo plagado de millones de apetencias (Begierde) y por ello con la dificultad mayúscula de advenir a mínimos reconocimientos (Annerkennnung) cuando lo distante es próximo y lo lejano más vecino que lo cercano15. Pero hay que recordar, con Michel Serres, que la complejidad del pensamiento europeo radicó en nutrirse de la multitud de diferencias de un continente que las prodigó. Y que la excelencia de los intelectuales franceses obedece a una larga tradición de descentramiento, desclasamiento, nomadismo físico e intelectual y destierro como vía regia para fungir como centros excéntricos16.

para esclarecer enigmas personales, familiares, sociales y mundiales necesarios para ese proyecto literario. 14 Es la tesis de Robert Merton en su ensayo «Las perspectivas de “los de adentro” y “los de afuera”», en La sociología de la ciencia. Investigaciones teóricas y empíricas, tomo I. Madrid: Alianza, 1973. 15 Estas notas sirvieron como preparación personal a la conmemoración de los 200 años de la publicación de la Fenomenología del Espíritu de Hegel (1807-2007), de donde son tomados los conceptos de apetencia (Begierde) y de reconocimiento (Annerkennung) en el pasaje de la autoconciencia. También son una declaración pública de la deuda con mi gran maestro, Darío Mesa. 16 Michel Serres, Éloge de la Philosophie en Langue Française. Paris: Fayard, 1995.

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17 Gift designa en alemán ‘veneno’ y en inglés ‘regalo’, y la razón estriba en una raíz común indoeuropea, tematizada por Jacques Derrida en varias obras. 18 Se entrecomilla el término porque corresponde a la traducción de Das es, el término que Freud usó para «el Ello», como lo inconsciente. 19 En uno de sus ensayos testamentarios, Freud dudó de la posibilidad de una cura definitiva de ciertos nudos irresolubles de infancia. Véase Sigmund Freud, «Die endliche und die unendliche Analyse» (1937), en Studienausgabe. Psychologische Schriften. Ergänzungsband. Schriften zur Behandlungstechnik, 351-325. 20 Edgar Allan Poe, El hombre de la multitud. Señal que Cabalgamos, n.º 58. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, 2005. La expresión de Poe es «Er lässt sich nicht lessen» («Ello no se deja leer»), que, aplicándola a un libro cuyo título no es adventicio, Hortus Animae (El huerto del alma) se refiere al hombre de la multitud, como personaje, pero también como metáfora del inconsciente. Basado quizás en ese relato, Mallarmé escribió que «cada hombre posee un secreto. Muchos mueren sin encontrarlo».

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Edad, prudencia y otras preferencias ameritan escoger otro camino al de concentrarse en «la década perdida» de los setenta. Trazos más generales se imponen. Además, muchísimo de nuestras sombras ha de quedar como don o como veneno17 para que otros lidien con «ello»18, así como nosotros debimos constituirnos a forja, martillo y yunque en la trabajosa elucidación de nuestros propios fantasmas. Porque pese a la ilusión de cura absoluta que predica todo saber o terapia en el cuidado de sí mismo19, envejecer es arrastrar espectros, y algunos de ellos nos vuelven seniles en la medida en que nunca se dejarán leer20. Por fuerza, de cualquier modo dejamos

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como herencia en muchas dimensiones «solo un ladrillo en la pared», o mejor, «una red de agujeros». Pero para que el ladrillo no sea tan escaso o la red de agujeros tan opresiva, ofrezco legar a su debido tiempo los 150 archivos en los cuales guardo todo lo relativo a mi paso por la Universidad Nacional, antes de la mudanza definitiva. Tampoco satisface la ilusión racionalista de colmar los vacíos mediante el trazo de grandes tendencias, sencillamente porque nuestra memoria nunca perderá el carácter de fragmentos. La solución arquitectónica o sistemática elude tantas fallas que ocurren entre el modelo y el edificio concluido21. No obstante, este proceder posee no solo cierta belleza, una condensada por Poe en su relato The Spectacles, sino una urgencia, porque en la pasada efeméride de los cuarenta años de la Facultad de Ciencias Humanas y en la de los cincuenta años del inicio de la sociología, ambas al borde del bis-centenario de la Independencia, se ha de cumplir esa petición de Heidegger cuando se refería a la necesidad de hacer del pensamiento de la fiesta una fiesta del pensamiento22, que, a mi modo de ver y a propósito del bis-centenario de la Independencia 23, se condensa en la necesidad de una historia 21 Rogelio Salmona, «Hacer arquitectura es un acto político», Udiversidad, nº 12. Bogotá: Universidad Distrital Francisco José de Caldas, 2006, 8-9. Quien usó, por primera vez quizás, la metáfora de la arquitectura para el concepto de sistema fue Kant. 22 Martin Heidegger, Gelassenheit. Berlin: Ed. Neske Verlag Pfullingen, 1959. 23 Bis-centenario por ser centenario del centenario también, en el caso de México celebrado con una revolución, en Colombia

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retro-prospectiva, bifronte, a lo Jano, una meditación de bisagra, umbral, en el limen de lo repensado y lo que es preciso pensar de nuevo para preparar un advenimiento. Y porque estas conmemoraciones y estos tiempos, se intuye, son propios de precipitaciones, así como otros, los pasados, han sido quizás tiempos más bien de lentas órbitas e inadvertidas espirales hacia el torbellino que viene con la intensidad de la destrucción y de la creación 24. Allí es cuando se impone la visión de larga duración, como la trazada por Poe en el cuento mencionado y la que es propia del estadio de plenitud del senex, siempre que su memoria sea del tipo de rememoración crítica y no de un mero acordarse, o lo que es peor, de ese recuerdo deformado por la idea de un pasado reputado como mejor. Cuatro oficios me impulsaron por esta vía de una reconstrucción de la memoria, por supuesto con carácter de hipótesis para el trabajo de muchos, si se hallan fecundas. El primero, traducción del libro de William Lee Magnusson, La Reforma Patiño UN 1964-1966. Una experiencia de construcción institucional25, que me indujo a escribir un extenso prólogo en el cual quería condensar el significado de la gran transformación que emprendió José Félix

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con la constituyente celebrada tras la caída de Rafael Reyes. 24 Al final sintetizaremos esta referencia a los ritmos sociales con referencia a los conceptos de «des-fusión» y «re-fusión» de Jeffrey Alexander, «Pragmática cultural: un nuevo modelo de performance social», Revista Colombiana de Sociología, n.º 24. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2005, 9-67. 25 Prólogo al libro de William Lee Magnusson, La Reforma Patiño un 1964-1966. Una experiencia de construcción institucional. Bogotá: Unibiblos, 2006.

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Patiño entre 1964 y 1966, de la que data la creación de las facultades actuales, entre ellas las de Ciencias Humanas y Ciencias. Y ello, a la luz de muchos escritos publicados y no publicados en torno al tema de la Universidad. A cuatro años de salir como pensionado, allí se plasmó mi legado como académico que fui durante 34 años, como quintaesencia de muchos textos publicados e inéditos. El segundo: una experiencia de intercambio literario y cultural en seis ciudades de América Latina —en el proyecto Entresures, del cual fui cofundador—, en la cual oficié como sociólogo, etnógrafo y mediador entre escritores anfitriones, huéspedes y prototipos de letras y artes, del cual se publicó un libro de relatos con un prólogo de mi autoría con carácter sociológico sobre América Latina 26 , me ofreció un cierto panorama de la sociología y de las ciencias sociales en la región y con ello pude ponderar ciertos rasgos distintivos de nuestra tradición en ciencias sociales y en sociología. Aunque no tenemos la grandeza de México o Brasil, medida por ejemplo en número de doctorados, poseemos una cierta continuidad nada despreciable y apropiada para iniciar un salto orgánico: en Chile y en Argentina la dictadura prohibió la sociología, aunque se preservó en centros internacionales como CEPAL y FLACSO o en centros de investigación no gubernamentales muy dinámicos; en Cuba y en Ni26 Restrepo, Gabriel. 2007. «Anfitriones, huéspedes y prototipos en América Latina». Ensayo en el libro de: Diego, Jeannine y otros. 2007. No es una antología. Paisaje real de una ficción vivida. México y Lima. Instituto 17 de Estudios Críticos y Editorial Estruendomudo. Páginas 105 – 134.

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caragua desapareció con el sandinismo y el marxismo; en Colombia, pese a los dramas de los años setenta, una continuidad fue posible por el movimiento de profesores y por la preservación de ciertas libertades, aunque muy aislada de corrientes internacionales. El tercero: la realización del IX Congreso de Sociología del cual fue impulsor y coordinador, sirvió para bosquejar el estado de la sociología en sus creencias, teorías, métodos y campos de trabajo, mucho más diversificados. Desde 1975 trabajé en la realización de seis de los ocho congresos y en la reconstitución y fortalecimiento de la Asociación Colombiana de Sociología, que había realizado su último evento en 1991, el mismo año de expedición de la carta constitucional vigente. Al asumir en marzo de 2006 la coordinación ejecutiva por delegación de la Red Colombiana de Facultades de Sociología y del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional, y al aceptarse el tema Sociedad y sociología, balances nacionales y globales, revisé el pasado desde muchos planos. El cuarto: durante el 2007 llevé a cabo una investigación el torno al tema de los usos prácticos de la sociología, con miras a examinar la relación entre la sociología académica, numéricamente pequeña, y la sociología profesional, por lo menos doce veces más numerosa. Como resumen de dicha investigación se publicó un ensayo en el cual se señala la importancia de reconocer de mejor modo las contribuciones de la sociología profesional al

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cambio social del país, lo mismo que al avance de las ciencias sociales y de la sociología en particular27. La Sociología es una profesión joven. No alcanzando todavía el medio siglo, la galería de sociólogos y sociólogas importantes fallecidos un año antes de la realización del IX Congreso, diciembre de 2006, era muy pequeña, aunque sea significativa en tres casos: Camilo Torres Restrepo, Luis Antonio Restrepo y Alfredo Correa D’Andreis. A ellos se añadió en vísperas del Congreso María Cristina Salazar y, como a veces ocurre, la muerte revela muchas verdades de vida, como se colegirá del conjunto de la reinterpretación del pasado. Luego, el año pasado, falleció el fundador, Orlando Fals Borda, con cuya muerte parece cerrarse el ciclo de la primera generación. Con estos antecedentes, mi perspectiva heurística de larga duración para reconstruir la historia de la sociología se remite a tres problemas fundamentales, abordados cada uno a partir de una hipótesis de trabajo, pero entreveradas: relación de la sociología con la nación y/o con el Estado; relación de la sociología con el género y con los géneros de la sociología, y relación de la sociología con la teoría y con la práctica; relaciones colegiales de la sociología académica con las ciencias sociales y humanas, con los profesionales no académicos y con la comunidad sociológica nacional, latinoamericana y mundial.

27 Restrepo, Gabriel. 2007. «Los usos prácticos de la sociología». En: Nómadas, Bogotá, número 27, Monográfico sobre «Universidad y producción de conocimiento: tensiones y debates», segundo semestre de 2007, pp. 142-157.

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Estado nacional?

La hipótesis de trabajo consiste en indicar que la sociología, como quizás las ciencias sociales y buena parte del pensamiento colombiano está todavía atrapada en el dilema de nación o Estado como relación binaria, disyuntiva y agónica propia del pensamiento decimonónico, caracterizado, según Daniel Bell, por una «simplicidad compleja» y no, como es propio de la segunda mitad del siglo XX, por una «complejidad organizada»28. La primera simplifica mediante antagonismos: individuo o sociedad; infraestructura o superestructura; naturaleza o cultura; positivismo o idealismo; campo o ciudad; civilización o barbarie. La segunda supera los dilemas, validando cada polo en matrices inclusivas con causalidades múltiples. La distinción de Bell corresponde a la trazada por Morin en torno a un pensamiento disyuntivo («el paradigma de la simplicidad») y un pensamiento conjuntivo y complejo29. La distinción y distribución del saber académico procedió de aquella mentalidad de dilemas o de aquel paradigma de la simplicidad: ciencias contra ciencias sociales; antropología versus sociología; geografía o historia; psicología conductual o hermenéutica; positivismo o idealismo: fue la búsqueda de identidad antes que de

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La vocación de la sociología: ¿nación, Estado,

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28 Daniel Bell, The Coming of Post-Industrial Society. A Venture in Social Forecasting. London: Penguin Books, 1976 (1973). Hay traducción española. 29 Edgar Morin, Introducción al pensamiento complejo. Barcelona: Gedisa, 1994, 30.

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la de conjunción. Una herencia que, bastante revisada en el mundo30, todavía lastra, y más entre nosotros. Pero a ello nos referiremos adelante, porque ahora nos interesa constatar la «simplicidad compleja» aplicada al campo político, porque en él se juegan las preferencias y referencias del pensamiento sociológico y de las ciencias sociales. En Colombia, el pensamiento binario se tipificó de forma arquetípica en la sucesión del radicalismo (18631886) y del periodo iniciado con la alianza entre religión y técnica sellada en la Constitución de 1886 y en el Concordato de 1888, acuñada por la Regeneración, una que pese a sus importantes variantes se prolongó durante un siglo (1886-1986) y aún deja huella en el presente. Pese a que esta afirmación luzca extraña debido a tantos matices en el ejercicio del poder centenario (regímenes regeneracionistas; regímenes republicanos; regímenes conservadores; regímenes liberales; régimen conservador; régimen militar; régimen del Frente Nacional) o a reformas constitucionales (1910; 1936; plebiscito de 1957; Constitución de 1968), no cesó en lo fundamental y en lo jurídico sino hasta el Acto Legislativo de 1986 que instituyó la elección popular de alcaldes, una conmemoración muy singular de la constitución centenaria, porque acabó con su fundamento centralista. Este desmonte concluyó al expedirse la Constitución de 1991, cuando se 30 Immanuel Wallerstein (coord.), Abrir las ciencias sociales. México: Siglo xxi Editores, 1998 (1996). Edgar Morin, Manifiesto de la transdisciplinaridad. Convento da Arrábida (Portugal), noviembre 6 de 1994. Lo mismo se corrobora en los estilos de Bourdieu, Habermas, Jeffrey Alexander y muchos otros.

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quebró la arquitectura vertical de un Estado basado en el poder presidencial y en el monopolio de las creencias teo-políticas emanadas del Concordato. ¿Se podría indicar que la Constitución de 1991 representa una síntesis propia del «pensamiento complejo», entre los dilemas de nación propios del radicalismo (una nación casi sin Estado), y de las distintas regeneraciones (un Estado casi sin nación)? ¿Se podría decir que allí se forja un Estado nacional agraciado por el acuerdo entre las formas políticas y los modos de existencia del pueblo como nación pluriétnica y pluricultural? En el plano ideal se diría que es apenas una aproximación, porque en la práctica o en las realizaciones materiales las formas y fondos del Estado propio de la Regeneración se perpetúan con nuevos medios. Poder y mercado no se han congraciado con el Estado Social de Derecho o con el principio de paz basada en la justicia social. Como en la mayoría de la región de América Latina, caracterizada por tener la mayor inequidad del mundo, Colombia, que en desigualdad aventaja a los demás, afronta la urgencia de reconstituir las relaciones entre Estado, nación y pueblo con un nuevo pacto en vísperas del bicentenario de la Independencia. En esa trayectoria se puede centrar la tradición sociológica y quizás la de todas las ciencias sociales. La mayoría de las ciencias sociales remonta en su inspiración y espíritu (no en su carácter académico, por supuesto) a los antecedentes del radicalismo (1840-1863), a su desarrollo (1863-1885), y heredan incluso las consecuencias de su derrota ante la Regeneración (1886) como una especie

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de espectro de espectros. Geografía, historia, psicología, demografía, antropología, sociología e historia de la cultura proceden como grandes trazos no disciplinarios de la Comisión Corográfica (1850-1857) o de las obras de su primer secretario, Manuel Ancízar, inspirador entre muchos otros de la fundación de la Universidad Nacional (1867) como medio de integración de una nación que no sin costo se pensó como ente que podía convivir con la reducción del Estado a un casi nada. No se puede olvidar, en esta perspectiva, que el modelo canónico del radicalismo fuera la adaptación a Colombia del primer tomo de La democracia en América, de Tocqueville, por parte de Florentino González, en su libro Elementos de administración pública editado por primera vez en 1840, en el cual el pensador combatió el modelo de dirigismo estatal borbónico, proseguido hasta la ruptura del medio siglo (que diera lugar a la primera aproximación histórica en sentido moderno por parte de Luis Eduardo Nieto Arteta), provocada en buena medida por su influencia y refrendada por el nuevo reconocimiento de la nación emanado de la Comisión Corográfica y luego por la experiencia de El Mosaico. En el plano de la educación y de la cultura, gracias al radicalismo se vertebró un sistema competitivo de universidades públicas en el marco de una malla de ciudades grandes e intermedias, única quizás en América Latina y resistente a la reducción a cualquier poder central. Y pese a lo inacabado de la reforma de la educación de 1870, la misma que provocó la guerra de las escuelas, ella fue el punto de partida de lo que sería más

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31 Según propuesta de quien esto escribe hecha hacia 1980 y desde entonces acogida. Por ejemplo el ix Congreso Nacional de Sociología culminó con una alborada entre el 9 y el 10 de diciembre; además, entre las mismas fechas, diciembre 6 y diciembre 10, se realizará el Encuentro Internacional de Facultades, Departamentos e Institutos de Sociología Latinoamericanos y Caribeños en el marco del medio siglo de la sociología colombiana, que coincide de modo aproximado con los cincuenta años de la sociología académica de la región. Véase Salvador Camacho Roldán, Estudios. Bogotá: Minerva (Selección Samper Ortega de Literatura Colombiana), 1937. Allí se incluyen dos textos: «El estudio de la sociología. Discurso leído en la sesión solemne de la Universidad Nacional para la distribución de premios a los alumnos, el 10 de diciembre de 1882» y «Manuela. Novela de costumbres colombianas, por Eugenio Díaz». La controversia entre Camacho Roldán, Rafael Núñez y Armero Tanco está recogida en Camacho Roldán, Salvador. Cien años de sociología en Colombia. Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de Sociología, 1982.

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tarde el modelo seminal de la Escuela Normal Superior, matriz para el surgimiento de las ciencias sociales. Cuando hacia 1980 la sociología eligió como figura pionera y tutelar a Don Salvador Camacho Roldán por su lección inaugural de sociología pronunciada el 10 de diciembre de 1882, día que se ha convertido en fiesta de la sociología31, se cometió un error, aunque fue un error muy afortunado. Error, porque aquella no fue la primera clase de sociología. Rafael Núñez había dictado una previa, tampoco primera porque hubo otras en Popayán. Pero la opción se justificaba, porque en las conferencias de Núñez y de Camacho Roldán, y en los comentarios del conservador Tanco Armero lo que se jugaba en el plano

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de las ideas sería lo que se consagraría en los campos de batalla y en la contienda política: el triunfo de la Regeneración y, con ella, la primacía del Estado y el monopolio de las creencias sobre la nación. La elección de la figura tutelar se erigía como una nostalgia, la de una derrota, pero también como utopía o camino: lo que he denominado peregrinación en pos de omega —parafraseando y variando el libro de Manuel Ancízar, Peregrinación de Alpha—, la reconciliación de la vocación por pueblo y nación con un Estado hospitalario y justo. La preferencia por Camacho Roldán se ratificó por una coincidencia afortunada: el día 10 de diciembre es también fecha memorable porque en tal día de 1948 se promulgó la Carta Universal de Derechos Humanos por el sistema de Naciones Unidas. Si en la coincidencia hay mucho azar, también hay fondo. Puesto que la conferencia de Salvador Camacho Roldán postula la convicción de las ventajas de la pluri-etnicidad y de la libertad de creencias, algo del todo opuesto a esa noción de la Regeneración en torno a lo que fuera el lema de un escudo de España: «Una sola raza, una sola religión, una sola lengua y un solo destino»; Salvador Camacho abogaba por la educación, la cultura y la ciencia como derecho y deber de los pueblos; en otro texto donde examina Manuela, se muestra como el primero que vindica el problema de género y defiende la causa de la mujer maltratada. Y ante todo, proclama los principios de los derechos humanos y de la justicia social. Se ha escrito mucho en torno a la Escuela Normal Superior como semillero de las ciencias sociales y de la

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sociología en Colombia, como para repetir lo ya dicho. Baste indicar aquí que empero no se ha establecido, como se debiera, la filiación de esa matriz con el radicalismo del siglo antepasado. En cuanto a la relación de la sociología en la Universidad Nacional con el dilema nación y Estado, se puede decir que, en general, en todos sus momentos y ahora con más fuerza, la sociología ha sido imbuida por esa vocación radical por el binomio pueblo y nación, antes que por la primacía del Estado como se conoció desde la imposición de la Regeneración. Empero, se pueden distinguir algunas etapas. En la etapa fundacional (1959-1966), la sociología fue objeto de vilipendio por albergar a profesores de distintas creencias. Fals era presbiteriano; María Cristina y Camilo Torres, católicos; otros, masones; Guhl, agnóstico; Umaña Luna, socialista, Darío Mesa, librepensador; otros extranjeros, de origen protestante. Pese a que se intentara conjurar la molestia de una Iglesia que perdía el monopolio de la interpretación social con la bendición del Edificio de Sociología (donación de la Ford) por parte del arzobispo, el anatema pesaba, lo mismo que la sospecha de sedición marxista por aquello de que quien no comulgara de lleno con el Frente Nacional y con la Iglesia se tornaba subversivo. La operación que intentaron muchos sociólogos y pensadores, Fals Borda, Gerardo Molina, Monseñor Guzmán, para hallar una solución negociada con las autodefensas campesinas de Marquetalia antes de la famosa operación que decidió el nacimiento de las Farc, no se frustró por oposición del Ejército, como este

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autor pensó alguna vez, sino por los obstáculos que puso la Iglesia al viaje de Monseñor Guzmán y Camilo Torres, según confesión personal de Orlando Fals Borda. Si algo falló en esta primera etapa de la sociología en relación al pensamiento del problema Estado-nación, fue por una quizás ineludible ingenuidad: aunque se recelara un tanto de la vocación de cambio del primer Frente Nacional, la sociología se comprometió a fondo en tareas de rehabilitación de zonas de violencia; creación de la acción comunal; estudio y promoción de la reforma agraria; estudio de problemas de pobreza urbana; de educación; de situación de las empresas y condiciones de los trabajadores: todos temas referidos a problemas cruciales del pueblo y de la nación, en los que se esperaba respuesta del Estado. Que los cambios sociales fueran obstruidos o aplazados, como ocurrió con la Reforma Agraria en el gobierno del presidente Valencia (1962 -1964), fue decisivo para que Camilo Torres Restrepo abrazara la causa armada o para que Orlando Fals Borda y muchos de sus colegas y discípulos emprendieran un camino de resistencia civil pacífica tomando como sujeto de cambio al pueblo, algo que conduciría a la Investigación Acción Participativa, formulada por primera vez en el Congreso de Cartagena de 1977 y celebrada como teoría global veinte años después en la misma ciudad, con asistencia de Agnes Heller, Wallerstein y figuras de los cinco continentes. En una segunda etapa (1966-1970), la sociología acogió el discurso del desarrollo, la dependencia y la planeación, albergando a sociólogos latinoamericanos como Jorge Graciarena, Germán Rama y muchos otros, quienes

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desde la Maestría de Estudios Graduados indujeron una perspectiva macrosociológica, ausente antes, en la cual era posible situar las relaciones entre mundo, Estado y nación con menos ingenuidad, empero con las debilidades propias de aquella herencia de la Cepal, sin fundamento sólido a la larga, pese a ser una primera expresión latinoamericana de pensamiento apropiado. Pero en buena medida, el fracaso de una maestría como aquella, que hubiera podido elevar de modo progresivo sus niveles teóricos, obedeció a la resistencia estudiantil que estimaba en ella compromisos con el discurso de la planeación propio del Estado. De nuevo el dilema Estado-Nación se resolvió en sociología a favor de la segunda, por lo menos en tono retórico. La tercera etapa (1971-1997) puede a su vez dividirse en dos momentos: uno primero, de 1971 a 1984, puede caracterizarse como una situación de invernadero en medio de la radicalización del país y de las tormentas de la Universidad, cuya subsistencia debe mucho al trabajo de defensa de la universidad pública a través del movimiento de los claustros, liderado en parte por profesores de sociología y de otras ciencias sociales. El sello de esta etapa fue la lucha contra el neo-colonialismo cultural, como se lo llamó, y que corresponde, desde nuestras orillas criollas y barrocas, a lo que con Said surgió como los estudios postcoloniales32, aunque con distinta resolución: en este caso, el lema seguido fue el sapere aude, atreverse a pensar por sí mismo. El liderazgo indiscutible de Darío Mesa fue distintivo, no solo por proponer una sociología cien-

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32 Edward Said, Orientalismo. Madrid: Libertarias, 1990.

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tífica, nacional y política, encaminada, como decía con resabio marxista y postura weberiana, a «formar cuadros para el Estado nacional», sino por su asiduidad en alcanzar fundamento filosófico y teórico al pensamiento de la sociología y de las ciencias sociales, no solo a través de la enseñanza de los clásicos, sino con intensos seminarios de profesores en torno a Clausewitz, Hegel, Maquiavelo, Hobbes, Moro, Rousseau y muchos otros pensadores. Desde este flanco, el pensamiento en torno a las relaciones entre Estado y nación se tornó más rico, crítico y complejo, de todas maneras inscrito en la perspectiva de «los de afuera», no la de «los de adentro», para expresarlo en los términos de Merton. Al mismo tiempo, se incubaron investigaciones matrices en torno a la violencia, la industria y el trabajo, la sociología urbana, la sociología rural, la sociología política, la sociología de la ciencia y de la cultura, que cristalizarían luego en la generación de la maestría hacia 1989 y abrirían paso a propuestas novedosas de políticas y prácticas públicas. Fuera de la universidad se encontraba como especie de academia peripatética la Investigación Acción Participativa. Desencuentros y malentendidos entre estas tradiciones que obraron como paralelas no se resolvieron sino hacia 2002 con el regreso de Orlando Fals Borda a la Universidad, aunque un franco reconocimiento recíproco ocurrió en el marco del IX Congreso Nacional de Sociología, cuando se le otorgó el doctorado honoris causa junto a Alain Touraine, y por supuesto desde su fallecimiento en 2008, a partir del cual se han realizado distintas publicaciones, homenajes, examen de su obra e

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incluso la asignación de su nombre al anterior edificio de Sociología, construido gracias al liderazgo de Orlando Fals Borda en los sesentas. El siguiente momento de este periodo, 1984 a 1997, está marcado por la apertura democrática iniciada por el gobierno de Belisario Betancur (1982-1986) y sellada con el Acto Legislativo número 1 de 1986 de Elección Popular de Alcaldes; la convergencia de distintos movimientos sociales culminada con la Constitución de 1991; la secuela de la Ley General de Educación número 115 de 1994; los planes decenales de educación y de cultura, y el movimiento por el desarrollo de la ciencia, a través de distintas misiones. Sin duda, en todas estas actividades de transformación constitucional y de prácticas del Estado en materia social estuvo presente el Departamento de Sociología, lo mismo que otros saberes como la antropología, la geografía, la historia, por sus líneas de investigación, lo mismo que por la presencia de Orlando Fals Borda en la Constituyente, y luego por el ejercicio del Ministerio de Educación por parte del único sociólogo que ha ocupado un puesto en el gabinete, Jaime Niño. Lo mismo ocurrió en la ciudad de Bogotá con la alcaldía de Antanas Mockus. Pero aquí hay que indicar que a diferencia de Brasil, donde un sociólogo ejerció la presidencia, o de Bolivia, con su actual vicepresidente sociólogo, la mayoría de profesionales han ocupado altos puestos de responsabilidad técnica, pero no política, a excepción de los citados y de algunos casos más, entre ellos el de Vicky Colbert como viceministra de Educación, Carlos Castillo y Armando Borrero, consejeros social y de seguridad del presidente

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Ernesto Samper (1994 -1998), y en el gobierno presente, el de Eduardo Pizarro en la presidencia de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación. Ello confirma nuestra interpretación, en el sentido de una sociología comprometida más con la nación que con el Estado. Pero, empero, no se ha advertido muy bien desde la academia que en la trama compleja de cambios y de propuestas sociales han actuado egresados que trabajaron en puestos de responsabilidad técnica en Planeación, Incora, el Ministerio de Educación, el Sena, el Dane, los programas de Pobreza Absoluta, los organismos de Naciones Unidas, la ecología, el reordenamiento territorial, políticas indígenas o afro-descendientes, la entonces Colcultura, Colciencias, Planeación Regional y Municipal, y muchas otras entidades y otros temas prácticos, generando muchísimas propuestas de alcance no solo nacional, sino global, como la Escuela Nueva, los planes masivos de vacunación, el Sena, la participación comunitaria, las cuentas sociales, pioneras en Colombia. Y aunque poco a poco el Departamento de Sociología abre mayores posibilidades al trabajo práctico, por ejemplo, mediante pasantías e investigaciones, todavía falta mucha realimentación entre el trabajo académico y el ejercicio profesional. La realización del IX Congreso posibilitará un espacio para el reconocimiento entre la academia y la práctica profesional. La cuarta etapa (1998 al presente) está marcada por una doble insatisfacción: la desesperanza de cambio real por parte del Estado en la resolución de los problemas sociales, debido a las insuficiencias en las políticas económicas y sociales, y a sus encuadramientos neo-regenera-

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cionistas o neo-autoritarios, revestidos de una suerte de actualización de paradigmas tayloristas de la administración superados en el mundo por otros enfoques administrativos sistémicos y con altos grados de participación, pero también respecto a una corroboración absoluta de la nulidad de las violencias que desde distintos signos de izquierda o derecha intentan cambiar hacia extremos. Una insatisfacción que se modera con la esperanza abierta por opciones distintas a través de nuevos gobiernos locales o regionales, o de nuevas formas de resistencia y de creación de tramas sociales que otorguen poder real a los movimientos sociales, o con la insistencia o debate en torno a nuevas políticas públicas. En la Universidad Nacional, la enorme estabilidad lograda poco a poco desde 1984, y con mayor razón desde las rectorías de Antanas Mockus, Guillermo Páramo, Víctor Manuel Moncayo y Ramón Fayad, ha permitido consolidar pregrado y maestría; incorporar teorías contemporáneas; avanzar en líneas inter- o transdisciplinarias; extender y profundizar nuevas líneas de investigación; prolongar su radio de acción mediante la preparación de excelentes maestros que ejercen en universidades distintas a la Nacional; asegurar el relevo generacional; incorporar profesores internacionales; contar con mayor número de profesores graduados en maestría o doctorado; multiplicar las investigaciones y las publicaciones. No obstante, falta aún, como en las demás ciencias sociales, preparar el salto más importante, la creación de un doctorado, prevista en el horizonte próximo.

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Liminar como es entre las ciencias sociales, la expansión notable de la sociología con 13 carreras en el país, con multiplicación de investigaciones y políticas públicas, y con estudios transversales, está a punto de hallar forma orgánica que potencie esa fuerza que en buena medida emana del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional. Sociología del género y los géneros de la sociología. La divisoria entre teoría y práctica

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Entre los muchos libros que iniciaron líneas de investigación en la primera etapa del Departamento de Sociología33, dos casi simultáneos sobresalieron por la fecundidad en continuadores. El primero, La violencia en Colombia, publicado en 1962 por Orlando Fals Borda, Monseñor Guzmán y Eduardo Umaña Luna. El segundo, un año después, La familia en Colombia, de la antropóloga Virginia Gutiérrez de Pineda, entonces adscrita a la Facultad de Sociología, matriz de cuatro disciplinas: Antropología, Sociología, Trabajo Social y Geografía. El primer libro fundó la línea de investigaciones sobre la violencia, la más prolífica quizás de la sociología y de las ciencias sociales, aunque con algunas discontinuidades entre 1962 y 1982, pero desde entonces cada vez más diferenciada en temas, enfoques y con mayor integración inter- y transdisciplinaria (historia de la violencia, dis33 Allí se abrieron las líneas de sociología y educación; sociología y empresa y trabajo; sociología y participación comunitaria; demografía y geografía física y humana; sociología e historia; sociología política; sociología rural; sociología urbana. Detalles de esta producción se encuentran en la bibliografía anexa del libro Peregrinación en pos de omega.

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tintos tipos de violencia, estudios cuantitativos, cualitativos, relaciones de la violencia con la familia, la economía, las instituciones, la cultura, los mercados mundiales a través del narcotráfico y el tráfico de armas). Aunque la mayor fuente académica de dicha investigación en la Universidad Nacional haya sido el Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI), fundado en 1985, y luego del Centro de Estudios Sociales, allí ha sido conspicuo el trabajo de sociólogos como William Ramírez y Fernando Cubides, entre otros. La hoja de vida de Fernando Cubides puede revelar en su trayectoria ese paso de la hibernación teórica de los setenta (por ejemplo, la asimilación y aplicación del pensamiento de Clausewitz a los fenómenos de la guerra) a una perspectiva teórica y práctica en investigaciones sobre el Caguán, La Macarena, y luego a la estadística y análisis de los factores de violencia. Sirva este ejemplo para sugerir, hacia el futuro, publicaciones que a través de trayectorias de vida contribuyan al relevo generacional, a la continuidad de los temas y a la exposición de modelos académicos a las nuevas generaciones. El segundo libro derivaría en los finales de los años ochenta en las líneas de género, concentradas en el Grupo de Mujer y Sociedad, constituido en 1985 (y de grupos etáreos, de alguna manera relacionados con el género), y luego en la Escuela de Género, por tres mediaciones: primera, una antropóloga afín a Sociología, Ligia Echeverri Ángel, la más constante discípula de Virginia Gutiérrez

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de Pineda34; segunda, una psicóloga social, luego orientada hacia el psicoanálisis, interesada a principios de los ochenta en la crítica a las imágenes de la publicidad, Florence Thomas; y en tercer lugar, por vía de figuras vinculadas a la antropología, a la sociología, al psicoanálisis y ante todo al trabajo social. En el pasado, algunas sociólogas se habían ocupado del asunto, unas fuera del medio académico, como Magdalena León de Leal, otras vinculadas de modo temporal como María Cristina Salazar y Cecilia Muñoz. En la actualidad, el trabajo ejemplar de Luz Gabriela Arango entre la Escuela de Estudios de Género y el Departamento de Sociología crea vínculos de sinergia. Pero aquí nuestra hipótesis de trabajo comienza a perfilarse: desde que se crearan aquellas dos líneas de investigación, corrieron por mucho tiempo como paralelas sin tocarse ni mancharse, de modo exacto hasta la publicación en 1987 del libro que fue producto de la comisión creada en el gobierno, en la presidencia de Virgilio Barco, para analizar las causas de la violencia, y en la cual la mayor

34 Un ensayo reciente de Ligia es «La familia en Colombia. Transformación prospectiva», en Cuadernos del ces, 2004, y correspondiente al ciclo de conferencias dictadas en 2003 como parte del ciclo «Maestros y maestras piensan a Colombia». En la nota al pie n.º 3 (p. 9), la autora indica que se apoya en los trabajos de Norma Pubiano (socióloga), Lucero Zamudio (socióloga), Lucy Wutemberg, Patricia Vila, María Cristina Palacio, Hernán Henao (antropólogo), Elssy Bonilla (socióloga), Patricia Tovar, Álvaro Román (antropólogo), Magdalena León (socióloga), María Imelda Ramírez (trabajadora social), Ximena Pachón (antropóloga) y Blanca Isabel Jiménez.

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participación fue de profesores de la Facultad de Ciencias Humanas y del IEPRI de la Universidad Nacional35. Para que se comprenda el significado de la hipótesis, es necesario indicar que los temas de violencia fueron considerados hasta entonces como asunto macrosociológico, y tratados por lo general por profesionales de la sociología (la politología vendría después) y no por cualquier profesional, sino con un sesgo de género: por hombres. Pese a que sea redundante indicarlo, es necesario decirlo por vía negativa: no por profesiones distintas a la sociología y en particular no por el trabajo social; y no por mujeres, sino por hombres. En sentido contrario, los temas de la familia y del género fueron (¿y son?) tratados en lo principal por mujeres y con más frecuencia por mujeres que provienen del trabajo social (o de la antropología o la psicología) y no de la sociología, aunque las excepciones sean bien notables. ¿Qué se quiere sugerir con ello? Que en la repartición de temas y de disciplinas hubo un sesgo de género. Y un sesgo que obedece al síntoma que denunció Umberto Eco hace mucho tiempo en uno de los más lúcidos ensayos, «El género menor»36, expresión que muy bien se aplica al caso, porque se puede emplear de modo justo un retruécano: los géneros de la sociología y la sociología de los géneros, entendiendo el concepto de género en su doble sentido, como una división por la constitución cultural

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35 Jaime Arocha et al., Colombia, violencia y democracia. Bogotá: Universidad Nacional, 1987. 36 Umberto Eco, Diario mínimo. Barcelona: Ediciones Península, 1973, 39-45. El artículo data de 1958.

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de la sexualidad o como una división según clases de temas o de profesiones. Umberto Eco indicaba que en la vida social hay inmensos temas que conciernen de modo directo y cotidiano a las personas, pero no adquieren estima académica. Él mencionaba entonces tópicos como el deporte y la moda, pero hubiera podido referirse al género de los géneros: las diferencias culturales entre hombres y mujeres, asunto que, concerniendo a todos, debió esperar mucho tiempo para adquirir categoría académica37. En otros términos, era como si el tema en apariencia «microsociológico» de la familia o del género fuera un «género menor», y el tema «macrosociológico» de la violencia fuera un «género mayor». De nuevo, si se quiere, allí había una fisura entre lo que se considera en términos de «simplicidad compleja» como Estado (en apariencia, el lugar de la violencia) y la nación (la familia como constituyente básico de la nación). Como si se pensara en forma escindida entre la patria (el lugar de los padres38) y la «matria» (el lugar de las madres, el reducto de las 37 Aquí debo señalar que el tema del género ha sido para mí un tema de análisis recurrente, tanto en mis diarios, como en mis publicaciones académicas, y por muchas razones que no vienen al caso, pero que algún día saldrán a la luz en forma de novela. En lo académico, el tema remonta por lo menos a Rocío Londoño y Gabriel Restrepo, Diez historias de vida. «Las Marías». Bogotá: Fundación Social / Tercer Mundo, 1995. 38 Como he examinado, el Manual de Urbanidad de Manuel Antonio Carreño partía de la saturación del nombre del padre: deberes ante Dios Padre, ante la patria y ante el padre (Gabriel Restrepo, Arqueología de la Urbanidad de Carreño. Los oficios de un baqueano y rastreador de la cultura. Bogotá: Universidad Autónoma, 2006).

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La sociología es una de las ciencias sociales que proyecta una imagen más masculina. Entre las anécdotas del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional, se encuentra un episodio revelador, ocurrido hace un par de años. Con el fin de promocionar la maestría de sociología se diseñó un afiche con los retratos de una docena de varones ilustres, entre los cuales se encontraban reconocidos fundadores de la disciplina como Max Weber y Emile Durkheim, al lado de quienes impulsaron el desarrollo de la sociología en Colombia y en particular, en la Universidad Nacional. [...] La idea del afiche y las reacciones, o más bien, la ausencia de reacciones ante el mismo, revelaban el carácter de evidencia compartida que tenía el origen exclusivamente masculino de la disciplina para las y los profesores del departamento. Que la sociología y sus grandes teorías fueran obra de varones no ameritaba ni siquiera ser enunciado, mucho menos considerado problemático.39

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familias). Como si el Estado y la patria fueran del dominio de lo público, y las familias y las mujeres del dominio privado. Como si el Estado se encargara de los asuntos públicos y la Iglesia de los asuntos de la familia. Nuevo modo de ver el sello a distancia de la Regeneración. El tema del género no es irrelevante en la historia de la constitución de nuestras disciplinas. La galería de fundadores en la representación o imaginarios medios es por lo común masculina. Luz Gabriela Arango ha examinado con lucidez esta representación:

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39 Agradezco a Luz Gabriela el envío de este ensayo que ella me ofreció en el contexto de la muerte de María Cristina Salazar y que resultó iluminador de modo sorprendente: «A la sombra de los padres fundadores de la sociología», escrito en el marco del Coloquio «El género. ¿Una categoría útil en las ciencias sociales?», celebrado en el año 2006.

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Luz Gabriela Arango revela que este sesgo no ocurre solo en Colombia. En su ensayo muestra de qué modo la figura de Marianne Weber, importante por sí misma, así como la de treinta mujeres con pensamiento sociológico relevante en el siglo XIX, fue obliterada, en su sentido literal, es decir, borrada de la memoria o del canon de la sociología por la visión androcéntrica de la disciplina. Para sorpresa de este ensayista, ello ocurrió en Colombia con la figura de María Cristina Salazar, y de un modo que hilvana nuestra primera hipótesis (el dilema Estadonación) con la segunda (el género de la sociología y la sociología del género, lo mismo que la divisoria entre teoría y práctica). Más que una constancia de gratitud a quien fuera su profesora, el autor de estas líneas no vaciló en proponer la dedicación del IX Congreso Nacional de Sociología, realizado en el 2006, a María Cristina Salazar por muchas densidades simbólicas. María Cristina Salazar (1931-2006) fue bisnieta de Salvador Camacho Roldán (1827-1900). Pero esta filiación es más que carnal: hay entre bisabuelo y bisnieta una genealogía moral por la continuidad ejemplar de unos valores que son los propios del pensador del radicalismo. Por ejemplo, cuando Salvador Camacho Roldán en el análisis de la novela Manuela concluye:

La Revolución de la Independencia sacudió de nosotros el yugo de un gobierno extraño y la odiosa explotación de una metrópoli distante; levantó al negro, al indio, al mestizo y al criollo a la condición de ciudadanos; pero todavía no ha dado el primer paso en las instituciones ni en las costumbres para sacar de la humillación a la hija del pueblo. La seducción de esta por el propietario territorial, por el gamonal, por el militar transeúnte, por el tinterillo, no apareja aún consecuencia alguna para el seductor en las leyes

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La bisnieta dialogará con el bisabuelo en palabra y en acción. Sabedora de su deuda con Salvador Camacho Roldán, María Cristina dedicó uno de sus libros sobre infancia y mujer «a mi bisabuelo, Salvador Camacho Roldán, uno de los primeros críticos y sociólogos de nuestro país». Sometida ella misma a la injusticia porque abusaron de su buena fe como fiadora de la casa desde donde el grupo insurgente M-19 construyó el túnel para el robo de armas de la sede del ejército en el Cantón Norte, por lo cual pagó 14 meses gratuitos de prisión, María Cristina se dedicó a la causa de los más débiles: no solo inició los estudios de género, sino también fue pionera entre todos los/as investigadores/as en Colombia en abogar y estudiar las condiciones del/a menor, en el trabajo, en la guerra, en la miseria. María Cristina, en nuestros términos, fue obliterada en parte porque su tema central fue «el género menor» dentro del «género menor»: el niño o la niña en relación con la mujer o a la madre. Otra correspondencia con su bisabuelo fue su preocupación constante por los derechos humanos en general y por los derechos de los más débiles, niños y niñas, en particular. María Cristina Salazar fue cofundadora de la Unión Cooperativa Nacional (Uconal); miembro del Consejo Directivo del Comité Permanente de Defensa de

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civiles ni en las penales. La maternidad […] es para ella la deshonra, el martirio; la muerte: para los hijos naturales no hay más patrimonio que la ignorancia, la miseria, tal vez el crimen […]. En la Manuela se ha levantado la primera voz. ¡Pueda ella ser oída!40

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40 Camacho Roldán, Estudios, 130-131.

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los Derechos Humanos en Colombia; fundadora y miembro activo de la Sección de Colombia de Amnistía Internacional; vicecoordinadora del International Working Group on Child Labour; consultora de Unicef; miembro del Comité Ejecutivo de la Coalición Internacional contra el uso de los niños como soldados. Pero la sorpresa es mayor cuando se sabe que María Cristina Salazar fue ¡¡¡ fundadora de la sociología en Colombia!!! No, por cierto, en el Departamento de Sociología de la Universidad Nacional, a donde llegó en 1963 invitada por Orlando Fals (con quien compartiría vida desde 1968) para fundar allí en el plano universitario el trabajo social, pero sí en 1959 en otras dos universidades donde surgió simultáneamente con la Universidad Nacional la carrera de sociología: la Universidad Pontificia Bolivariana y la Universidad Javeriana. ¿Cómo se explica que su figura haya sido borrada de la memoria o del canon de la sociología? Cinco hipótesis convergen. Primera: a ella se la reconoce como iniciadora del trabajo social, pero no de la sociología: estigma que, como ya se ha sugerido, obedece a una distribución de prestigios diferentes, porque, según el prejuicio latente, la sociología se ocupa de la dignidad de la teoría o del Estado; el trabajo social, del trabajo «sucio» y «práctico» de la acción social, algo que ocurre en las ciencias de la salud entre médicos y paramédicas (enfermeras, terapistas, nutricionistas). Añadamos que pese a que en la sociología, como quizás en otras ciencias sociales, la brecha entre ejercicio académico y ejercicio profesional haya disminuido bastante, todavía es aguda. Segunda: como mujer,

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41 Aquí es obligadísima una repetición, con una variación. La repetición consiste en indicar que en mi experiencia la contradicción entre la versión de la izquierda de los sesenta (Orlando Fals y María Cristina, agentes del imperialismo) y la versión del Estado en los setenta (Fals Borda y María Cristina, agentes del comunismo) estremeció mi conciencia ética de un modo muy profundo. La variación consiste en indicar a partir de este ejemplo que el problema del reconocimiento (Annerkennung) o de lo que hoy se llama el problema de la comprensión en general (de la multiculturalidad, del yo, de los infinitos otros) es más complejo de lo que suponemos y no solo es un problema teórico, sino un tema de las relaciones de vecindad, de amistad, de amor, de competencia y de cooperación en los ambientes microsociológicos y macrosociológicos.

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María Cristina Salazar se dedicó al género menor dentro del género menor, la situación del menor en la familia y en la sociedad. Tercera: obra en forma subliminal el castigo del Estado y se aplica una ecuación perversa: si estuvo en la cárcel, de algún modo delinquió. Cuarta: según la economía perezosa del prejuicio, la terrible tacañería de la razón ética (no revisar de modo crítico las representaciones anteriores) sigue ciega un sofisma: María Cristina Salazar, como Orlando Fals Borda, fueron «agentes del imperialismo», actuaron como enlaces ingenuos o conscientes del maligno plan Camelot a través de la Fundación Ford y de la Fundación Rockefeller41. Quinta, y no menos fundamental: María Cristina provenía de estratos altos, de educación y de ejercicio docente en universidades privadas y católicas (la Javeriana, donde cursó Filosofía y donde enseñó Sociología; la Bolivariana, donde fue profesora de Trabajo Social), y como «agravante», había cursado su doctorado de Sociología en una universidad

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católica privada de Estados Unidos (la Universidad Católica de Washington). Aquí es preciso no decirse mentiras: la discriminación social no solo procede de arriba hacia «abajo», lo cual es más bien obvio, sino también de «abajo» hacia «arriba»: en este caso, de estudiantes de orígenes pobres o de clase media de una universidad pública que prejuzgaban mal a una descendiente de «la burguesía» y proveniente de universidades que, en la visión paranoica, perseguían la aniquilación de la Universidad Nacional. El problema del re-conocimiento recíproco (Annerkennung, de nuevo, en los términos de Hegel) es un problema crítico de nuestra sociedad y del mundo. Nuestros prejuicios no son demolidos por el juicio enfocado en la crítica de la propia conciencia. Sigue siendo esquiva la propuesta de Schiller de transformar el resentimiento en reconocimiento, o en otra versión, la de mediar por la estética una correspondencia para que el sentimiento sea razonable y la razón sensible42. Y en otro plano, la preocupación por los grandes temas del poder nos ha enceguecido quizás para no ver el «drama» o «la performance» social 43 como un libreto de melodrama en donde se juegan pasiones como la envidia, la ira, el resentimiento, el odio, la venganza. Propuse esta línea de investigación desde el ensayo «Alquimia del semen», aplicado al tema del blanqueamiento (y por tanto del «negreamiento») simbólico 42 Friedrich Schiller, Cartas sobre la educación estética del hombre. Madrid: Austral, 1952. 43 De nuevo, la validez del texto citado de Jeffrey Alexander, «Pragmática cultural: un nuevo modelo de performance social».

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en los imaginarios coloniales, y lo he proseguido en las indagaciones sobre las redecillas de la mirada cruel instaurada en la Urbanidad de Manuel Antonio Carreño44. En cualquier caso, la dedicación del IX Congreso Nacional de Sociología a María Cristina Salazar, enlazando su deuda de sangre y su herencia simbólica respecto a Salvador Camacho Roldán, sirvió para ponderar estos problemas y para examinar, en dos figuras, la continuidad entre el pensamiento social y el pensamiento disciplinar de la sociología, unidos en su vocación por la nación y en la demanda de un Estado que la albergue en la justicia social. De muchas maneras, los muertos enseñan muchísimo a los vivos. Para concluir el argumento, repitamos que hasta 1987, con la publicación mencionada de Arocha y otros, comenzaron a entreverarse las líneas antes paralelas: los estudios sobre la violencia y los estudios sobre familia y género. A partir de allí se comenzaría a comprender que las violencias se entretejen de lo micro a lo macro y de lo macro a lo micro. La presencia de un antropólogo como Jaime Arocha en esa función de bisagra fue decisiva. La antropología, por su visión de lo multicultural, ha sido más propensa a la comprensión del tema de género, comenzando porque uno de sus abecedarios es el tema de las estructuras de parentesco. Y por el sello de Virginia Gutiérrez de Pineda, este tema fue crucial en la genera-

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44 Gabriel Restrepo, «Alquimia del semen. Nuevas vueltas sobre la Esfinge del Ladino», en Mario Figueroa y Pio Eduardo Sanmiguel (eds.), ¿Mestizo yo? Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2000.

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ción de nuevos antropólogos. Por esa bisagra, los trabajos de Miriam Jimeno al examinar las relaciones entre violencias organizadas y violencias familiares han sido decisivos. Al abrir esa perspectiva, también se ofreció la puerta de entrada al examen del papel de la cultura en la etiología de las violencias, tema que ha sido más o menos desarrollado desde múltiples perspectivas disciplinarias en los noventa y en lo que va corrido de esta década, aún más con la participación de la perspectiva psicoanalítica del diván, como ha ocurrido con el grupo de psicoanálisis, para examinar los problemas del «lazo social». Por estas puertas se abrieron los estudios culturales hasta confluir en la creación de la maestría con distintas especialidades, entre ellas la cultura, maestría que por haberse consolidado en cerca de veinte años es el terreno desde donde apunta la viabilidad de un doctorado. Relaciones colegiales y corporativas

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El tercer tema es el relativo a las relaciones de los/as sociólogos/as académicos con las ciencias sociales y otros saberes; con los/as profesionales de la sociología no académicos/as; con la «comunidad» sociológica nacional, y con «la comunidad» sociológica internacional. Aquí la hipótesis apunta a un problema grave de la sociedad colombiana, del que no escapa ninguna actividad y que quizás no ha recibido debida atención. Según un estudio, el grado de confianza interpersonal en la sociedad colombiana es del 10%, el más bajo exceptuando a Brasil entre 66 países donde se aplicó la World Value

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Survey en 199745. Lo anterior quiere decir que solo uno/a de cada diez colombianos/as creen en los otros/as. Reducido al humor cruel y simple de la televisión o de la radio, quiere decir que hay un «bobo» por cada nueve «vivos». El estudio demuestra además que, pese a todas las apariencias de una sociedad que quiere cambios, Colombia es un país en extremo conservador en materia de valores. Y por otros aspectos, ciertas aporías en apariencia inexplicables nos pintan como el Jekill y el Hyde de la novela de Stevenson, publicada en el mismo año de la Constitución de 1886: tragedia en la plaza y felicidad en la vida privada: uno de los países más violentos del mundo es según una encuesta publicada en El Tiempo, el segundo país con mayor felicidad y, según otra medición, el número 34 entre más de cien países. ¿Qué quiere decir lo anterior? En un país pobre y con acentuada desigualdad de ingresos, la pobreza se agrava por una definición de la situación que corresponde al grado cero de la democracia, el juego del suma cero hobbesiano de la supuesta condición natural del ser humano: iguales en promedio porque distintas fuerzas se combinan con distintas astucias, y siendo los recursos escasos y no incrementales, hay que quitar al otro u otra para obtener algo a cambio: dinero, poder, influencia o prestigio. La solución de Hobbes para este dilema fue la invención del Estado Leviatán, algo que corresponde en cierta forma (con adaptaciones a un capitalismo neo-

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45 María Mercedes Cuéllar, Colombia: un proyecto inconcluso. Valores, instituciones y capital social. 2 tomos. Bogotá: Externado de Colombia, 2000.

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conservador y neo-corporativista: es decir, a la conciliación del mundo liberal y técnico de Núñez con el neotomismo de Caro) a la tradición de la Regeneración y a sus remozamientos en la neo-regeneración actual, solapada en la Constitución de 1991. La solución de la modernidad a este dilema fue en cambio la creación de confianza, el trust. No por azar, en medio de la oleada del neoliberalismo, dos libros se refieren a este tema: uno de Niklas Luhmann 46 y otro más reciente de Fukuyama (en su caso, el giro fue forzado porque el evangelio del fin de la historia fue desmentido por el apocalipsis que luego anunciaría Huntington en su libro El choque de las civilizaciones47). Pero uno y otro son derivaciones del genial teórico y premio Nobel John F. Nash, el mismo que sirvió de base a la película Una mente brillante: no existe una tal «mano invisible» que regule como Deus ex machina la competencia, como lo suponía Adam Smith. La correspondencia entre oferta y demanda no obedece al ajuste automático de los egoísmos expuestos en el juego del mercado librado a su propio azar. La competencia se templa por la cooperación: si combinamos nuestras fuerzas podemos lograr recursos incrementales, a diferencia del esquema hobbesiano donde solo hay competencia y recursos imposibles de aumentar. Pero esta intervención de la cooperación, tan distinta a la solución de obediencia ciega que preside a cualquier Estado Leviatán, no obedece solo a una lógica de oferta y 46 Niklas Luhmann, Confianza. Barcelona: Anthropos, 1996. 47 Samuel Huntington, El choque de las civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial. Barcelona: Paidós, 1997.

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La cooperación es difícil de mantener cuando el juego no se repite (o cuando hay un juego final), cuando falta información sobre las trayectorias de otros jugadores y cuando aumenta el número de jugadores. Crear instituciones que alteren la relación de costo y beneficio en intercambios impersonales es un proceso complejo porque no solo requiere de la creación de instituciones económicas, sino que ellas sean guiadas por instituciones políticas apropiadas.48

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demanda: la cooperación se crea ante todo como la confianza (el trust) y la solidaridad necesaria para definir las reglas de juego de la redistribución. Esta perspectiva fue la desarrollada por Douglass C. North, como se refleja en el discurso pronunciado al recibir el premio Nobel de Economía el 9 de diciembre de 1993:

Por mi parte, he desarrollado este tema tanto en lo teórico como en la historia de Colombia. En un libro que será publicado por la Facultad de Ciencias Humanas señalé el sorprendente papel de Newton en la creación de la

48 Douglass C. North, «Economic Performance through Time» [documento en línea]. Consultado en mayo de 2009 en http:// nobelprize.org/nobel_prizes/economics/laureates/1993/northlecture.html. «No hay nada automático en las condiciones en la evolución de las condiciones que permitan transacciones de bajo costo en los mercados impersonales que son esenciales en las economías productivas. La teoría de los juegos caracteriza el asunto. Los individuos juzgan que es beneficioso cooperar en intercambio con otros cuando el juego se repite, cuando poseen información suficiente sobre el comportamiento de los otros jugadores y cuando hay un número pequeño de jugadores [...]» (la traducción y el énfasis son míos).

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confianza económica 49. Contra lo que se cree, Newton no fue solo el científico de laboratorio y clase que imaginamos en Oxford, sino además parlamentario, negociante, antipapista militante, arriano y alquimista en secreto, y lo más importante: inspector y director de la Casa de la Moneda en el momento del surgimiento del Banco de Inglaterra: sus funciones allí no fueron solamente técnicas, sino detectivescas y judiciales, porque debía encauzar y llevar a los estrados y a la horca a los monederos falsos. La trascendencia de Newton fue traducir el modelo de gravitación universal en torno al sol a la metáfora de la gravitación de la moneda en torno al soberano. Que sus equivalencias nos parezcan hoy limitadas (teoría de relatividad) o espurias (democracia), no invalida una conclusión: cualquier salto en la creación y distribución de riqueza supone modelos culturales e institucionales nuevos. Un mundo en el cual el 1% de sus seis mil millones de habitantes se apropia el 57% de la riqueza global requiere de la invención de nuevos valores de cooperación y solidaridad para superar la era de los imperios. Y hacia allí se dirige el pensamiento contemporáneo en una especie de neo-convergencia en términos de la complejidad y de la ética de justicia. La conclusión teórica se trasfiere a la historia de las mentalidades en Colombia. El Manual de Urbanidad que compuso Manuel Antonio Carreño en la Caracas de 1852, poblada con apenas 50.000 habitantes, muestra nuestros síntomas de ausencia de confianza y da razón de nuestra 49 Fiesta, caridad y ahorro. La idea de Pentecostés en vísperas del bis-centenario de la Independencia.

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personalidad cultural desdoblada en Jekill y Hyde. Sin plaza y sin cama, agorafóbica y asexuada, una urbanidad de sala y comedor sustituyó la ética por la etiqueta y la moral por moralina. Carecemos de una ética pública para confrontar nuestras múltiples diferencias. La cultura ciudadana se diseñó para este vacío, pero peca porque solo atiende a uno de los polos, el de la igualdad abstracta ante la ley («todos ponen»), suprimiendo lo que una cultura democrática, no solamente ciudadana, supone: iguales y diferentes, como no se cansa de repetir Alain Touraine, una cultura democrática es necesaria para crear una solidaridad o confianza para la con-ciudadanía. Hacia allá apuntan muchas de las investigaciones de muchos/as profesores/as de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional. Pero el problema de la confianza toca también a nuestras instituciones en la Universidad Nacional y por supuesto a la Facultad de Ciencias Humanas. Como se ha indicado, nuestras disciplinas surgieron de la matriz de una «simplicidad compleja» o, sin más, de un paradigma de la simplicidad, basado en la obsesión por las identidades excluyentes. Sin duda, sería necio negar que en muchos aspectos se ha avanzado en cooperación, pero esta ocurre de modo típico por fuera de la estructura académica, en otros espacios como el Instituto de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, el Centro de Estudios Sociales, la Escuela de Género, la Maestría de Estudios Culturales, el Instituto de Estudios de Comunicación y otros semejantes. Que haya docentes e investigadores que transiten de uno a otro espacio no niega el

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problema de fondo, que, a mi ver, se expresa en dos síntomas complementarios: la resistencia a la introducción de los estudios básicos comunes y la lentitud en la dirección hacia la creación de doctorados. He expuesto con detalle estos argumentos en el prólogo al libro de La Reforma Patiño. Lo crucial es que ambos espacios, estudios básicos y doctorados, demandan un salto en confianza y en cooperación, porque suponen, en el caso de los estudios básicos, aunar el principio de la competencia (las identidades profesionales) con la cooperación (cursos cuyo fondo sea la sociedad en su conjunto), y con ello el principio de libertad de enseñanza (la programación diseñada por maestros y maestras) con la libertad de aprendizaje (la posibilidad de los/as estudiantes de elegir algunas opciones de modo progresivo en los dos primeros años según sus preferencias). En el caso de los doctorados, por fuerza se requiere un pensamiento convergente y no disyuntivo para sostener líneas de investigación complementarias. Para volver a nuestro tema, la relación de la sociología con otras disciplinas fue hospitalaria en los comienzos (1959-1968), hostil luego (1968-1986), más abierta pero aún vacilante desde 1986 a la fecha. Rivalidades internas, como en todos los departamentos, han lastrado a la institución académica: fundadores (tanto profesores como estudiantes entre 1959 y 1966) y refundadores (1968 en adelante) no han saldado las paces por la persistencia de imaginarios hostiles. Celos entre colegas se añaden a fisuras en los relevos generacionales. En cuanto a las relaciones de la academia con el ejercicio profesional, falta reconocimiento mutuo. Todo esto se muestra muy bien

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en la historia de la Asociación Colombiana de Sociología: exitosa entre 1962 y 1967 (dos congresos nacionales y uno latinoamericano), cesó entre 1967 y 1977. Recompuesta entonces, organizó seis congresos, publicó numerosos libros y se vinculó a la Asociación Internacional de Sociología. En este periodo de expansión, no obstante, solo un profesor del Departamento de Sociología, el suscrito, se vinculó de modo activo a la Asociación. Desintegrada tras el último congreso, el IX, celebrado el mismo año de la Constitución de 1991, se rehizo entre 1994 y 1997, cuando realizó una actividad importante, la publicación del libro La sociología en Colombia. Estado académico50. Aunque la Asociación dejó de existir desde entonces hasta ahora, la recomposición actual siguió la senda trazada en el libro. La creación de una Red Colombiana de Facultades de Sociología, Recfades, en principio con las seis universidades de Bogotá donde existen carreras de Sociología (Nacional, Santo Tomás, Javeriana, Externado, Cooperativa y Rosario), ahora con las siete restantes del país (Nariño, Cesar, Atlántico, Antioquia, Caldas, Valle, Pacífico) permitió rehacer la Asociación Colombiana de Sociología con una activa presencia de los Departamentos de Sociología, muchos de ellos alimentados con sociólogos de la segunda y tercera generación de egresados de la Universidad Nacional. El modelo de cooperación creado al instituir un grado de confianza recíproca entre universidades enemigas por larga tradición potenció la energía para garantizar el

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50 William Ramírez y Gabriel Restrepo (eds.), La sociología en Colombia. Estado académico. Bogotá: Errediciones, 1997.

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éxito del IX Congreso Nacional de Sociología que, con el tema: «Sociedad y sociología: balances y perspectivas nacionales y globales » se realizó del 6 a 10 de Diciembre de 2006. El evento contó con la asistencia Alain Touraine (Francia); Michel Wieviorka (Francia), presidente de la Asociación Internacional de Sociología; Gina Zabludowsky (México); Enrique de la Garza (México); Elizabeth Jelin (Argentina); Carlos Antonio Aguirre (México), Valdemar De Gregory (Brasil); Gabriela Delamata (Argentina); Abrahám Maguenzo (Argentina); Emilio Tenti (Argentina); Mario Navarro (Argentina); James Brittain (Canadá); Pablo Alabarcés (Argentina); Carlos Santamaría (Chile); Florencia Abate de (Argentina), Andrea Mariana Jeftanovic Abdaloff (Chile). Todo ello ha fortalecido la confianza para solucionar uno de los mayores problemas de la sociología colombiana: el de su insularidad. Para ello se ha propuesto la celebración entre diciembre 6 y 10 del presente año un Encuentro Latinoamericano y Caribeño de Facultades, Departamentos e Institutos de Sociología que celebre el medio siglo de la sociología académica en la región. Por una circunstancia muy afortunada, el viaje como profesor invitado a Chile entre marzo 15 y abril 15 de este año permitió establecer un precioso contacto con el Departamento de Sociología de la Universidad de Chile, cuyo director, Claudio Duarte Clapper, ha mostrado entusiasmo y voluntad de trabajo mancomunado en esta dirección. Como en el caso de Colombia, la Universidad de Chile lidera una red de departamentos de sociología que agrupa a 15 de las 16 instituciones académicas del hermano país austral.

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Otros contactos se han iniciado con las universidades de Buenos Aires, Montevideo, Paraná, México y Maracaibo. Para el evento se contará además con la presencia de seis sociólogos de primer orden }de Estados Unidos y de Europa, con miras a contar con un panorama tanto de la sociología en la región como en el mundo. Para ello se acudirá a la mediación de la Asociación Internacional de Sociología, lo mismo que se recabará apoyo en el próximo congreso latinoamericano de sociología, ALAS , que se reunirá en Buenos Aires en agosto de este año. Dos observaciones finales: primera, la tradición de «la simplicidad compleja» se ha reflejado en la oposición binaria entre determinismo económico y determinismo cultural. Pero en Colombia, por razones opuestas, el peso del dilema se ha acomodado en la facilidad y fatalidad del primero: neo-liberales, neo-positivistas y neocomunistas coincidieron durante mucho tiempo, con la complicidad de «los intelectuales», en señalar que sin cambio de los parámetros económicos (sea por mercado, sea por revolución) no es posible transformar el país. El asunto no es cambiar un determinismo por otro, pero sí es crucial que «los intelectuales» (prefiero el neologismo de creadores/as «tramáticos/as») crean que en las casualidades recíprocas de economía y cultura hay una relativa autonomía y capacidad de juego de las ideas para transformar las relaciones entre el Estado y la nación. No deja de ser preocupante, como síntoma, que el horizonte de la educación, la cultura y la ciencia no pase por la mente de quienes negocian «el conflicto», ni menos definan parámetros del llamado «post-conflicto».

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Una nota de cierre: hay ritmos sociales lentos y otros acelerados. Jeffrey Alexander los distingue como momentos de «des-fusión» y épocas de «re-fusión». Al borde del bis-centenario de la Independencia (acontecimiento que el gobierno soslaya difiriendo su visión al bis-centenario de la batalla de Boyacá en 2019), las ciencias sociales y la sociología pueden avanzar de modo extraordinario en el pensamiento de la «re-fusión», una que sin más significaría pensar estrategias para refundar el Estado y la nación en términos de esa lettre en souffrance enviada como mensaje al mar en la tormenta por Simón Bolívar en su discurso inaugural del Congreso de Angostura, el 15 de febrero de 1819 (una ocasión para celebrar más feliz que el hecho militar de la Batalla de Boyacá, ya que nuestra emancipación fue primero intelectual, sapere aude, que militar); de la misiva enviada por Manuel Ancízar en Peregrinación de Alpha y en el alpha significado en la fundación de la Universidad Nacional; de la predestinación enviada por Salvador Camacho Roldán en su lección inaugural del 10 de diciembre de 1882.

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La sociología en Colombia: una historia centrada en el Departamento de Sociología de la Universidad Nacional1

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Las sociólogas y sociólogos colombianos se han preocupado por reconstruir la historia de la disciplina, caracterizar las etapas de su desarrollo, definir las orientaciones deseables y los pronósticos para el futuro. Estas reconstrucciones revelan sin duda las experiencias y posiciones diversas que ocupan sus autores en la historia del «campo» de la sociología en el país, sus intereses y «capitales»… Estos varían de acuerdo con el periodo en el cual escriben y la situación de la disciplina en ese momento, pero dependen también de la historia específica del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional. Revisando algunas versiones de la historia del departa1

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Tomado de su libro Jóvenes en la universidad. Género, clase e identidad profesional. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia / Siglo del Hombre Editores, Bogotá: 2006.

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mento y de la disciplina en el país, es posible destacar algunos hitos y periodos sobre los cuales hay relativo consenso en cuanto a su delimitación temporal, no así en lo referente a la interpretación que los distintos autores y autoras dan de los mismos. En un balance realizado por Olga Restrepo y Gabriel Restrepo2, los autores señalan algunos antecedentes históricos en el surgimiento de la sociología en el país: en 1880, el presidente Rafael Núñez recomendó la utilidad de su estudio y en 1882 inauguró la primera cátedra de sociología en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia, dictada por Salvador Camacho Roldán. En ese mismo año se creó el primer departamento de sociología del mundo, en la Universidad de Chicago. Durante las décadas siguientes, la enseñanza de la sociología progresó lentamente, pero a partir de 1930 se produjeron avances significativos, jalonados por el proceso de modernización del país. Entre estos, hay que destacar la fundación de la Escuela Normal Superior y el Instituto Tecnológico Nacional. El primer establecimiento sociológico del país, el Instituto Colombiano de Sociología, fue fundado en 1950, como efecto del impacto del Congreso Mundial de Sociología celebrado en Zurich. En ese año se constituyó igualmente la Asociación Latinoamericana de Sociología, con sede en Argentina. El Instituto, con pocos sociólogos profesionales, organizó en 1956 un seminario sobre la enseñanza de las ciencias sociales y en 1959, fina2

«Balance doble de treinta años de sociología», en William Ramírez y Gabriel Restrepo (eds.), La sociología en Colombia. Estado académico. Bogotá: Errediciones, 1997.

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lizó su actividad con la presentación de un informe sobre las ciencias sociales en Colombia para el Centro Latinoamericano de Ciencias Sociales en Río de Janeiro. El hito que marca el surgimiento de la sociología como profesión es la creación, en 1959, del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional como dependencia de la Facultad de Ciencias Económicas. En ese mismo año, dos universidades confesionales católicas, la Universidad Javeriana en Bogotá y la Pontificia Bolivariana en Medellín, establecen igualmente facultades de sociología: Todas ellas buscaron objetivos muy similares: formar investigadores en Ciencias Sociales, calificar recursos humanos para realizar proyectos de cambio a nivel local, regional y nacional y desarrollar habilidades para el diseño de estrategias de planificación social.3

Surgen simultáneamente centros de investigación no universitarios, algunos de ellos de orientación católica. El desarrollo inicial del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional contó con el liderazgo de Orlando Fals Borda, de confesión protestante y formado en la escuela norteamericana —había obtenido su Maestría en la Universidad de Minnesota—, al cual se unió muy pronto Camilo Torres Restrepo, sacerdote católico, graduado en la Universidad de Lovaina. Los otros profesores provenían de carreras afines que se habían desarrollado anteriormente como la Antropología, el Derecho y la Filosofía; había también sociólogos colombianos formados 3

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Gonzalo Cataño, La sociología en Colombia: un balance crítico. Bogotá: Plaza y Janés, 1987, 70.

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en el exterior, así como profesores visitantes venidos de Europa, Estados Unidos y América Latina. En el contexto de la Alianza para el Progreso, el departamento contó con el apoyo de la Unesco y de las fundaciones Ford y Rockefeller. Así se instituyó una pequeña comunidad académica, interdisciplinaria e internacional, que hizo gala de una alta productividad puesto que en siete años publicó 48 libros en temas muy diversos, algunos de mucho impacto en el contexto nacional. En 1961, se crea la Facultad de Sociología como entidad independiente, y en 1962, nace la Asociación Colombiana de Sociología por iniciativa de profesores de la Universidad Nacional. En 1964, la Facultad organiza el Programa Latinoamericano de Sociología del Desarrollo (Pledes) como el primer programa de posgrado de sociología en el país. Este programa tuvo una doble importancia al inducir, por una parte, el acercamiento a una academia latinoamericana de larga trayectoria y el contacto con algunos sociólogos de reconocida presencia en ella, y por otra parte al poner en la mira analítica y comparativa las sociedades latinoamericanas y sus procesos de desarrollo.4

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Hacia finales de la década del sesenta, múltiples factores de orden externo e interno a la institución se conjugan para producir una crisis que desemboca en una nueva etapa, en el contexto del Frente Nacional y de la

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Nohora Segura y Álvaro Camacho, «En los cuarenta años de la sociología colombiana», en Revista de Estudios Sociales, n.º 4. Bogotá, Agosto de 1999, 27.

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[...] el espíritu de cambio social de los sociólogos enfrentaba resistencias cada vez mayores en sectores interesados en la defensa del orden existente. Pero, al mismo tiempo, los cambios graduales propuestos por los académicos tendían a ser impugnados por un movimiento estudiantil que se tornaba cada vez más inclinado a soluciones radicales.5

Gabriel Restrepo destaca la muerte de Camilo Torres en las montañas de Santander en 1966 como el hecho decisivo. Fals Borda se retira de la Universidad y se encierra a escribir La subversión en Colombia, renunciando a cualquier posibilidad de acción con el gobierno mientras la Universidad culminaba su proceso de transformación con la creación de las facultades de Ciencias (1964) y de Ciencias Humanas (1966). Así sintetiza Restrepo el significado de esta etapa: En este lapso de siete breves años se modificaron muchas dimensiones de la sociología: su relación orgánica con la Universidad, su concepción sobre la sociedad, las actitudes e imágenes populares del papel del sociólogo, las orientaciones teóricas y metodológicas, el destino de las personas. Con probabilidad, no ha habido proceso de cambio social tan drástico y tan dramático, tan pleno de ambigüedades.6 5 6

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alianza de los partidos liberal y conservador con la bendición de la Iglesia Católica:

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Restrepo y Restrepo, «Balance doble...», 10. Gabriel Restrepo, Peregrinación en pos de omega: sociología y sociedad en Colombia. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2002, 95.

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El nuevo periodo se inicia en 1969, con una reforma en el Departamento de Sociología de la Universidad Nacional, como respuesta a un prolongado movimiento estudiantil. La reforma, liderada por dos profesores formados en la Escuela Normal Superior —el historiador Darío Mesa y el geógrafo Ernesto Guhl—, define una nueva orientación hacia la creación de una sociología «científica, nacional y política»: Científica, por abrirse al estudio crítico de los grandes pensadores de la disciplina, examinados en su fuente y sin limitación a una corriente teórica. Nacional, por el compromiso de investigación de los principales problemas de la sociedad colombiana, del que se derivaría una teoría propia. Y política, por su vocación para transformar el Estado mediante el conocimiento. Se diseñó en consecuencia un plan de estudios que se estimaba como la combinación óptima para dicho fin, poniendo el acento en la formación teórica e insistiendo en su carácter estructural e integral.7

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Existen diversas interpretaciones sobre este primer periodo de la historia de la sociología en la Universidad Nacional, las cuales están estrechamente relacionadas con la posición que ocupaban los diversos autores en ese nuevo campo disciplinario. Uno de los protagonistas de la crisis afirma que el Departamento de Sociología se creó «bajo la égida mundial del estructural funcionalismo», y evalúa negativamente la producción investigativa de esta primera etapa, calificándola de «histórico-descriptiva» 7

Restrepo y Restrepo, «Balance doble...», 13.

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El profesor Darío Mesa, el autor de la reforma, se adelantaba a lo que sería el común denominador unos años después en los Estados Unidos y Europa: la adopción, para la formación de sociólogos, de un cuerpo conceptual propio de la disciplina, en el cual figuran por primera vez en

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y poco sociológica8. En su opinión, durante esta etapa marcada por la Revolución Cubana y los programas de la Alianza para el Progreso, los profesores que lideran el departamento participan en la empresa de reformismo liberal. A finales de los sesenta, por fuera de esta óptica se proyecta una vanguardia revolucionaria que se decide a imitar la gesta cubana y que arrastra junto a jóvenes universitarios al padre Torres —nos dice Pérez—. Al regresar de Europa, Fals Borda y la muerte del padre Camilo Torres producen un vacío de orientación que se llena circunstancialmente entre 1966 y 1968 con los modelos interpretativos de un grupo de sociólogos latinoamericanos influidos por la Cepal, traídos con financiación de la Fundación Ford, los cuales son rechazados por un movimiento estudiantil que logra su expulsión y plantea la necesidad de una reforma del plan de estudios. Pérez defiende la validez y actualidad de la reforma de 1968, que coloca el eje de la disciplina en las teorías clásicas, en cuatro autores: Marx, Weber, Durkheim y Parsons.

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Hésper Eduardo Pérez, «La sociología en la perspectiva del desarrollo nacional colombiano», en Revista Colombiana de Sociología, vol. vi, n.º1. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2001, 27-36.

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primer plano tres autores cuyos métodos teóricos se fundamentan en la íntima relación entre la teoría y la historia.9

En un sentido más crítico, Restrepo y Restrepo señalan la distancia entre los ideales de la reforma y las condiciones reales. Tras la muerte de Camilo Torres, el Departamento de Sociología habria perdido casi todo apoyo financiero. Por otra parte, la mayoría de los docentes formados en el exterior, estudiantes de la primera etapa, entraron en conflicto con la administración de entonces y se retiraron: Tal conflicto fue apenas una de las manifestaciones de una fractura múltiple de la comunidad sociológica, que incidió en la disolución hacia 1969 de la Asociación Colombiana de Sociología, factor que, a la vez, acentuaría las diferencias generacionales, las regionales, las provocadas por las orientaciones teóricas o ideológicas o, incluso, las referentes a las preferencias laborales.10

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Internamente, el departamento acudió a los jóvenes egresados, quienes pasaron a ser profesores en un ambiente intelectual intenso, con seminarios de distinta índole y diálogo informal que estimulaba la confianza de los nuevos docentes en su propia capacidad. Los conflictos que caracterizaron la historia del país durante esa década se vivieron de manera amplificada dentro de la Universidad Nacional. Como consecuencia de esto, se perdió en promedio la mitad del tiempo de estudio y el Depar9 Pérez, «La sociología en la perspectiva...», 28. 10 Restrepo y Restrepo, «Balance doble...», 13.

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tamento de Sociología estuvo cerrado durante dos años (1972-1973). Fue una etapa de muy baja productividad académica. A mediados de los setenta, el departamento amplía su planta docente y reorganiza a los profesores y las profesoras en secciones de trabajo, que contribuirán, hacia el futuro, a consolidar algunas líneas de investigación. La perspectiva de Parra Sandoval —desde la diáspora— difiere sustancialmente de las anteriores. De acuerdo con esta, durante la década del sesenta la sociología experimenta un proceso progresivo de institucionalización que culmina con la creación del posgrado. El cierre del mismo señalaría, en cambio, el inicio de la desinstitucionalización. Para este autor, el liderazgo carismático de Fals y Torres, con su contenido religioso, jugó un papel importante en la consolidación de una comunidad científica, pero, posteriormente, habría actuado en sentido contrario, ayudando a desinstitucionalizar la sociología en la Universidad Nacional. Inspirado en Kuhn, Parra señala cómo la sociología en Colombia había partido de un paradigma constituido, transplantado de la academia norteamericana, y que derivó en una multiplicidad de modelos de trabajo. Con la crisis del paradigma norteamericano, aparecen dos formas de entender el trabajo sociológico: la Investigación Acción Participación (iap) y la sociología de la dependencia; la primera concibe la función social de la sociología como disciplina al servicio de las clases bajas, mientras para la segunda debe apoyar la autonomía nacional como requisito para el cambio social. La posibilidad de confluencia de estas dos vertientes no pudo consolidarse debido a la intervención de otros

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procesos: por una parte, el surgimiento de un movimiento estudiantil, inspirado por el materialismo histórico, que criticaba las características de la institucionalización de la sociología y proponía una visión política de la disciplina opuesta a la «visión ideológica burguesa e imperialista»; por otra parte, el surgimiento paralelo de una tendencia que planteaba el retorno al estudio de los clásicos de la sociología y defendía la creación de una cultura nacional a través de la educación de una elite universitaria. De acuerdo con Parra Sandoval, para esta tendencia, la idea de comunidad científica se basaba en la creación de un sentido de claustro que rechazaba planteamientos divergentes, evitaba las relaciones con el exterior y correlativamente, rehuía la confrontación de sus planteamientos y trabajos por fuera del claustro. En consonancia con esta visión, la «tendencia clásica» rehusó la posibilidad de una coexistencia e imbricación de las tres tendencias dentro del mismo departamento, tal como lo propusieron las otras dos. Los iniciadores de la tendencia clásica habrían desatado una lucha burocrática por la conquista de la institucionalización y generado el proceso llamado de diáspora de las otras tendencias: «la tendencia clásica habría rechazado la posibilidad y llevó a cabo una lucha por el predominio, centrada en la conquista de la base institucional creada durante la época del paradigma americano»11.

11 Rodrigo Parra Sandoval, «La sociología en Colombia, 19591969», en Historia social de la ciencia en Colombia, tomo ix. Ciencias Sociales. Bogotá: Colciencias, 1993, 91.

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La socióloga Segura y el sociólogo Camacho, cuya trayectoria profesional se realiza en la Universidad del Valle, proponen una interpretación que se diferencia de la que hacen sus colegas que permanecieron en el Departamento de Sociología de la Universidad Nacional. Al igual que Parra, rescatan la importancia del primer periodo del departamento, en especial la confluencia de corrientes de pensamiento y experiencias que propició un impulso notable a la apertura mental, a la orientación modernizadora y empírica en la investigación social, y señalan una clara continuidad entre este y la etapa que siguió: [...] no es de extrañar, por tanto, que estas orientaciones decididas a favor de los condenados de la tierra, y las vocaciones hacia el cambio social hicieran de la Facultad un espacio privilegiado para los estudiantes que ya por ese entonces empezaban a mostrar sus insatisfacciones con el proceso político y social instaurado por el Frente Nacional.12

Gabriel Restrepo considera que la opción de orientar al departamento hacia una formación clásica y producir una sociología científica, nacional y política «era la única opción inteligente», pero se distancia de la manera como se reconstruyó e interpretó la historia anterior:

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Pero lo llanamente injusto de esta operación de típico salvamento —porque sin duda significó la preservación intelectual y moral de muchos en un entorno decadente— fue el haberse instaurado como epopeya, con denuesto y mala interpretación de lo pasado. Sobre la etapa del Departamento y la Facultad de Sociología liderados por Fals Borda entre 1959 12 Segura y Camacho, «En los cuarenta años...», 29.

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y 1966 caía un manto de olvido y algo de anatema. Olvido amparado en la desaparición de los vestigios: porque todo aquello que había hecho la gloria de la antigua facultad —biblioteca, medios de cómputo, posgrado, publicaciones, centro de investigación— se había perdido de vista, más por un equívoco proceso de centralización y de integración de servicios que por bulla universitaria o por interpuesta malicia.13

A finales de la década del setenta, se produce lo que Restrepo y Restrepo califican como el resurgimiento de la sociología y que se extiende a lo largo de la década de los ochenta. Durante este periodo, la sociología conoce un crecimiento más orgánico, estimulado por el papel que desempeña el Icfes en 1978, cuando organiza grupos de trabajo académicos encargados de evaluar la calidad de la educación superior en cada disciplina y favorece un proceso de reorganización gremial y profesional. En 1979, se reconstituye la Asociación Colombiana de Sociología; entre 1980 y 1991 se celebran ocho congresos Nacionales, el joven departamento de sociología de la Universidad del Valle organiza cinco coloquios y se realizan, además, dos congresos de la iap en Cartagena. Se abren dos programas de posgrado en la Universidad Nacional y en la Universidad del Valle, y aparece el primer número de la Revista Colombiana de Sociología. Pero también languidecen y desaparecen varios departamentos. La Asociación Colombiana de Sociología propicia el intercambio entre sociólogos que se desempeñaban no solo en ámbitos académicos, sino también en la planea13 Gabriel Restrepo, Peregrinación en pos de omega, 120.

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ción social, los programas sociales del Estado, el activismo social, la gestión cultural o la consultoría privada, y se aclimata de este modo una idea más plural sobre el oficio o el rol de las y los sociólogos en la sociedad. Por su parte, el Departamento de Sociología de la Universidad Nacional encuentra mejores condiciones para concretar las promesas incorporadas en la reforma de 1968. El Estado, en tránsito entre el Frente Nacional y una mayor democratización, requirió nuevamente el análisis de la sociología. En 1987, los estudiantes de sociología de la Universidad Nacional realizan el primer encuentro nacional de estudiantes de sociología, que se proyectará en la organización de tres encuentros de estudiantes latinoamericanos de sociología (eles). La última etapa, que se extiende a lo largo de la década de los noventa, es percibida por los analistas como un periodo de desafíos e incertidumbres, debido tanto a los cambios sociales que agudizan la violencia y el empobrecimiento, como a las transformaciones que experimentan las ciencias sociales, con fronteras cada vez más difusas entre las disciplinas. Segura y Camacho observan retrocesos en relación con la década de los ochenta: la comunidad sociológica pierde dinamismo y su perfil profesional se debilita; la sociología sigue siendo «parroquial y tímida» en sus avances, mientras, en contraste, los estudios políticos conocen un gran auge y numerosos sociólogos se orientan hacia estos temas. La desvalorización social que habría sufrido la profesión obedece a un conjunto de factores externos e internos. Hacia el futuro, estos autores preveían una mayor segmentación:

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En cuanto a la comunidad disciplinaria […] nada parece indicar que pueda generarse una nueva coyuntura de integración o una dinámica colectiva. Por el contrario, puede preverse un grado más alto de segmentación en cuanto se mantenga la distancia tendencial entre una pequeña elite de sociólogos con experiencia académica doctoral y postdoctoral, con vinculaciones y acceso a fuentes internacionales de financiación internacional y con limitadas posibilidades de reproducirse a través de la estructura universitaria [...].14

En opinión de Restrepo y Restrepo, si bien no cabe duda sobre el papel de los sociólogos en el cambio social en Colombia, los distintos roles y estilos de pensamiento y acción de los sociólogos permanecen faltos de reconocimiento y retroalimentación.

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14 Segura y Camacho, «En los cuarenta años...», 34.

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50 años del departamento de sociología: dos miradas 1959-2009 es una publicación especial del departamento de sociología de la facultad de ciencias humanas. el texto fue compuesto con tipos minion y frutiger. se utilizó papel holmen book de 60 gramos y, en la carátula, propalcote de 250 gramos. se terminó de imprimir en bogotá, en mayo del año 2009.

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