Sobre la historia de la filosofía y la religión en Alemania. Heine. Notas
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HEINE, H., Sobre la historia de la religión y la filosofía en Alemania, Alianza Editorial, Madrid, 2008. Roma quería dominar; “y cuando le faltaron las legiones, mandó dogmas a las provincias”. ¿Sabéis acaso lo que es el mal en el mundo? Los espiritualistas nos han reprochado siempre que con la concepción panteísta se pierde la diferencia entre el bien y el mal. Pero el mal es, por una parte, un mero concepto insensato de su propia concepción del mundo, y, por otra, un resultado real de su propia organización del mundo. (…). No se dice, pero todo el mundo lo sabe; el panteísmo es el secreto a voces de Alemania. De hecho, hemos crecido rebasando el deísmo. Pero el dios de los panteístas está en el mundo mismo, no porque lo penetre todo con su divinidad, como intentó representarlo San Agustín al comparar a Dios con un gran mar y al mundo con una gran esponja, situado en el centro y empapándose de Dios; no, el mundo no está sólo grávido y empapado de Dios, sino que es idéntico a Dios. “Dios”, llamado por Spinoza la sustancia única y por los filósofos alemanes el Absoluto, es “todo lo que existe”, tanto materia cuanto espíritu; una y otra son igualmente divinos, y el que ofende a la santa materia es tan pecador como el que peca contra el Espíritu Santo. En ellas muestra, en efecto, que el alemán no sólo es adecuado para las investigaciones metafísicas, sino que lo es mucho más que el latín. Este último, la lengua de los romanos, no consigue nunca disimular su origen. Es una lengua de mando para estrategas, una lengua decretal para administradores, una lengua jurídica para usureros, una lengua lapidaria para un pueblo duro como la piedra. El latín es la lengua propia del materialismo. Aunque el cristianismo, con paciencia verdaderamente cristiana, se ha atormentado durante más de un milenio para espiritualizar esa lengua, no lo ha conseguido jamás.
Si contemplamos, en efecto, la literatura que floreció antes de Lutero encontramos: su material, su temática, como la vida misma de la Edad Media, es una mezcla de dos elementos heterogéneos que se abrazan tan poderosamente en un largo duelo que al final se funden, esos dos elementos son la nacionalidad germánica y el cristianismo gnóstico – hindú, llamado católico; la presentación, o, más bien, el espíritu de la presentación en esta literatura antigua, es romántica (…) las expresiones “clásico” y “romántico” se refieren, pues, sólo al espíritu de la representación (…) el tratamiento es romántico cuando la forma no manifiesta la idea por identidad, sino que la deja adivinar parabólicamente (…). En la literatura que florece a partir de Lutero encontramos: su material, la materia representada, es la lucha de las ideas y los intereses de la reforma contra el viejo orden de cosas (…); el espíritu hace invenciones y descubrimientos que contribuyen al bienestar de la materia; el desarrollo de la industria y la filosofía desacreditan al espiritualismo ante la opinión pública; se yergue el tercer estado; la Revolución ruge ya en los corazones y en las cabezas; el espíritu de la presentación no es ya romántico, sino clásico; el carácter más general de la literatura moderna consiste en el dominio de la individualidad y del escepticismo; quedan rotas las autoridades; la razón es la única luminaria del hombre y la conciencia es su única medida es los oscuros laberintos de esta vida. El hombre se encuentra sólo frente a su creador y le canta su himno (…) La poesía no es ya objetiva, épica e ingenua, sino subjetiva, lírica y reflexiva. Pero si Kant, este gran destructor del reino del pensamiento, rebasa ampliamente en terrorismo a Robespierre, tiene de todos modos ciertas analogías con él que imponen la comparación de los dos hombres. Por de pronto encontramos en los dos la misma honestidad despiadada, cortante, sin poesía y sobria. Luego encontramos en los dos el mismo talento para la desconfianza, sólo que el uno la ejercita contra los pensamientos y la llama crítica, mientras que el otro la ejerce contra los hombres y la llama virtud republicana. Por de pronto, pues, el método de Fichte. Originariamente deriva del de Kant. Pero pronto se modifica por la naturaleza del objeto. Kant deseaba establecer una crítica, o sea, algo negativo; Fichte, en cambio, quiere sentar un sistema, o sea, algo positivo.
Al igual que entonces Schelling, también Fichte había enseñado que no hay más que un ser, el Yo, el absoluto; enseñaba la identidad de lo ideal y lo real. En la Teoría de la ciencia, como ya he mostrado, Fichte quiere construir lo real partiendo de lo ideal, y construirlo intelectualmente. Pero el señor Joseph Schelling invirtió la tarea: se propuso explicitar interpretativamente lo ideal partiendo de lo real. Para expresarme más claramente: partiendo del principio según el cual pensamiento y naturaleza son uno y lo mismo, Fichte llega al mundo fenoménico mediante una operación del espíritu, produce la naturaleza partiendo del pensamiento, lo real partiendo de lo ideal; para el señor Schelling, en cambio, partiendo del mismo principio, e mundo fenoménico va convirtiéndose en ideas, la naturaleza se le hace pensamiento, lo real ideal. Ambas direcciones, la de Fichte y la del señor Schelling, se complementan por ello en cierto sentido. Pues según el principio expuesto la filosofía podía dividirse en dos partes, en una de las cuales se mostraría como se manifiesta la naturaleza a partir de la idea, mientras que en la otra se mostraría como se resuelve la naturaleza en puras ideas. La filosofía podía dividirse por tanto en idealismo trascendental y filosofía de la naturaleza. Si desde que Leibniz volvió la espalda a Spinoza, la ilustración alemana fracasó por el hecho de que perdió el aguijón social y se decidió por la afirmación servil, entonces Heine es el único de todos los hombres célebres de la poesía alemana que, a pesar de su afinidad con el romanticismo, ha conservado un concepto de Ilustración no aguado.
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