Skrabanek P - Muerte de La Medicina Con Rostro Humano (1994)

December 3, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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LA MUERTE DE LA MEDICINA CON ROSTRO HUMANO 

 

Peter Skrabanek

LA MUERTE DE LA MEDICINA CON ROSTRO HUMANO

Traducción del original inglés realizada por:  José Francisco García Gutiérrez y Julián Velasco Gutiérrez 

 

 

Internet: http://www.diazdesantos.es Internet: http://www.diazdesantos.es E-mail: [email protected] E-mail:  [email protected]

Título original: The Death of Human Medicine  Publicado con el consentimiento de The Social Affairs Unit 

© Social Affairs Unit, 1994  © Ediciones Díaz de Santos, S.A., 1999  Juan Bravo, 3-A  28006 MADRID 

Reservados todos los derechos.   No está está permitid permitidaa la reprodu reproducció cciónn total total o parcial parcial de este este libro, libro, ni su trata tratamie miento nto informático, la transmisión de ningunapor forma o porucualquier medio, ya electrónico, ni mecánico, por fotocopia, registro otros métodos sinsea el consentimiento previo y por escrito de los titulares del Copyright. 

I.S.B.N. en lengua inglesa: 0-907631-59-2 I.S.B.N. en lengua española: 978-84-7978-389-1 Depósito legal: M. 8.565-1999 

Diseno de cubierta: Ángel Calvete Fotocomposición: Fotocompos ición: FER, S.A. Impresión: Edigrafos, S.A. Encuademación: Rústica-Hilo, S.L. 

 

RUMIACIONES ESCEPTICAS A MODO  DE PRÓLOGO 

 Rara tempo temporum rum felicitas, felicitas, ubi fenti fentire, re, Quae velis velis,, et quae fentias, dicere licet. 

Tacitus   Raramente  Rarame nte los hom hombre bress re recib ciben en lla a be bendi ndició ción n de pod poder er pen pensar sar lo que quieran y de poder decir lo que piensan. 

Tácito 

Una vida 

Petr Skrabanek nació en Checoslovaquia en 1940 y murió el 21 de  junio  jun io de 11994 994 en D Dubl ublín. ín. Arq Arquit uitect ectoo de la esce escepti pticem cemia, ia, expert expertoo ppican icante te de la sustancia P, bullicioso pianista altisonante de buggy-buggy, erudito joyciano, incansable y ameno conversador, Petr fue además un brillante e influyente pensador de la medicina. En un mundo plagado de meritocracia, su personalidad no encumbrada por la falsa dignidad y el  preten  pre tendid didoo dec decoro oro aanun nuncia ciaba ba a cad cadaa pas paso: o: ah ahíí va uuna na ment mentee no cconv onvenencional, un personaje honesto carente de la gr  gravi avita tass de la oficialidad, con una mezcla de Buñuel y Groucho Marx metidos a científicos... un tipo feliz y creativo que no se acomoda a los moldes del académico al uso. ¿No es arete la palabra griega para definir una calidad brillante? Él la tenía. Quizá por eso, muchos oficiantes y  gur  gurús ús de la salud pública y la  preven  pre venció ciónn tenían tenían seri serios os probl problem emas as para acepta aceptarr en su seno seno a est estee ico ico-noclasta, capaz de defender la crítica destructiva con la habilidad de un virtuoso. Sagaz y cómico, enemigo de la pompa y lo convencional, de la charlatanería y la hipocresía, él fue el niño que vio desnudo al em perado  per adorr ddee llaa ssalu aludd ppúbl ública ica con su inv invisi isible ble tra traje je nue nuevo. vo.  VII 

 

VI II

LA MUERTE DE LA MEDICINA MEDICINA CON ROSTRO HUMANO 

Una persona

Skrabanek era un erudito autodidacta, educado según la cultivada tradición humanista europea: sabía de arte, de literatura, de música, de cine... Aprendió por sí mismo a leer diez idiomas, a tocar el piano, a  pintar y a montar collages, a hacer tortilla de patata... y consideraba todo elloembargo, como actividades artesanales con reglasSentía que selapueden aprender. Sin su obsesión era la originalidad. necesidad de cuestionar cualquier principio, una peligrosa virtud que a veces lleva a la frustración y al fracaso. Tenía la clase de mentalidad que a menudo  produce  prod uce perded perdedores: ores: una rara habi habilida lidadd para buscar arista aristass en las ideas aceptadas e indagar en sus orígenes. Esta cualidad podría haberse convertido en una invalidante debilidad si no hubiera sido redimida, una y otra vez, por una poderosa inteligencia. Para sus alumnos era un maestro difícil porque no podía ser emulado y era terriblemente frustrante convivir con la forma misteriosa en que su mente de mago provocador trabajaba. detractoresque decían que era unen científico de sillón, un ser destructivoSus y arrogante se regodeaba las contradicciones, un investigador de evidencias selectivas: concepciones erróneas que desconocían por completo su estilo de trabajo y sus más profundas convicciones. No cabe duda de que la imagen que proyectaba sirvió más para esconder la verdadera naturaleza de sus intenciones que para iluminarla. A veces, entre sus estudiantes y colegas surgía la pregunta: ¿Es Skrabanek humano? Todos envidiábamos tanto su enorme capacidad de tra bajoo com  baj comoo esa aagud gudeza eza qque ue pe perm rmane anente nteme mente nte acom acompañ pañaba aba a ssus us juici juicios os y opiniones. Pero había otras cualidades menos aparentes: su fe en las simples verdades de lasunaturaleza, su escepticismo irritantefrente sobrealas «versiones» oficiales, humor surrealista, su impaciencia la mediocridad, su conmovedora ternura con los seres humanos, su entendimiento con los gatos...  Un maestro

Curiosamente, siempre me pareció que Petr Skrabanek no tenía la  pacienci  paci enciaa suf sufici icient entee para guia guiarr de forma pate paterna rnalis lista ta a un estudian estudiante, te, y que levantaba barreras los que acercarse mente a su mundo. Sincontra embargo, cadaintentaban vez que daba clase superficialdejaba una  profunda  profu nda iimpr mpronta onta en qquien uienes es llee esc escucha uchaban. ban. 

 

RUMIACIONES ESCÉPTICAS A MODO DE PRÓLOGO

IX  

Durante años impartió un misterioso curso para posgraduados llamado «Viaje alrededor de Finnegan's Wake», en una pequeña clase del University College de Dublín. Reconozco que asistir a aquellos impredecibles seminarios, de contenidos casi tan caóticos como la obra de James Joyce, fue la experiencia intelectual más intensa de mi educación reglada. Allí muchos aprendimos, entre sonrisas cómplices y  puzzles  puzz les lingüísticos, que «no es lo mismo conocer el nombre de las cosas, que saber lo que las cosas realmente son». Su método de enseñanza no consistía en transmitir conocimientos de o conocimientos sobre, sino conocimientos para. Cómo... Cómo... Cómo... Un conocimiento pragmático y sin prejuicios.  En el campo de la medicina, Petr impartía una asignatura que denominaba «Evaluación crítica de la evidencia científica». Su estilo era cortante, y en muchas ocasiones había largos silencios. Los asistentes hacían pocas preguntas, y a veces reaccionaban agresivamente frente a sus argumentos. Recuerdo cuántas veces comentaba lo frustrante que  para  par era encon encontrar trarse sealatad atado o a un sistem sistema a docen docente don donde de laymem memori orizazacióna él había sustituido entendimiento, donde elteprincipal único ob jetivo  jeti vo parecía ser mej mejorar orar el curriculum, donde los programas de posgrado carecían del lujo de instructores innovadores y librepensantes. En su opinión, los estudiantes memorizaban nombres y concepciones abstractas que luego eran incapaces de aplicar a la realidad. Conocían los conceptos y fórmulas para calcular la sensibilidad y especificidad de las  pruebas  prueb as diag diagnóst nósticas icas,, pero cuando se les preguntaba preguntaba por el valo valorr predictivo positivo de la mamografía en las campañas poblacionales de  screen  scr eening ing  para la pre preven venció ciónn del cán cáncer cer de mama, mama, eran inc incapa apaces ces de elaborar y discutir sus implicaciones: «Sólo se les dice louna querespuesta significarazonada una palabra en comparación con otras palabras:  palabras  palab ras sobr sobree palab palabras. ras. Eso no es cien científi tífico, co, ni siqu siquiera iera buena lite literaratura. Que no aprendan ciencia es predecible, pero lo peor es que además memorizan mala literatura».  Pero no sólo se sentía incómodo con las perversiones del aprendizaje estandarizado. La enseñanza «psicorrígida» empleada por la mayoría de las universidades para seguir creando lo que Ortega y Gasset definió como «los bárbaros modernos», amordazaba todo aquello que él apreciaba más de la ciencia: las mentes inquisitivas, el hábito de buscar mejores formas paraque hacer mejor cualquiersentido cosa: «Esa de entender el conocimiento te da estabilidad, de la forma proporción, domina los miedos y desenmascara las supersticiones». 

 

X

LA MUERTE DE LA MEDICINA CON ROSTRO HUMANO 

Parafraseando a uno de sus personajes favoritos, el físico Richard Feynman: «La ciencia es una forma de enseñar cómo se llega a conocer algo, de acotar qué no se conoce y delimitar hasta qué punto conocemos algo (ya que nada se conoce por completo), de aprender a convivir con la duda y la incerteza, de interiorizar cuáles son las reglas de la evidencia, de saber cómo pensar sobre cuestiones de manera que podamos generar nismo»  juicios, de cómo distinguir la verdad del fraude y del exhibicioUn amigo

La mía fue una amistad, imagino que como muchas otras en su vida, intelectualmente enriquecedora y sentimentalmente desigual. Como  paraa much  par muchos os de sus alum alumnos nos,, la mayor mayoría ía prov proveni enient entes es de la absor absorben bente te  prácti  prá ctica ca clínica clínica y poco dad dados os a hacer pre pregun guntas tas so sobre bre las «v «verd erdade adess incuestionables la medicina»,yPetr mi primer un provocadordelibrepensante conrepresentó una pregunta que haencuentro marcadocon mi vida: ¿Cuál es la evidencia? Aún recuerdo con nostalgia el doloroso  proces  pro cesoo po porr el que fui ent entend endien iendo do aalgu lgunos nos de ssus us aargu rgumen mentos tos,, canje canjeanando mi confusión y mi irritación a cambio del inesperado placer que descubría en sus ideas provocadoras. Otros le ignoraban o se alejaban es pantados  pant ados... ... ppero ero ttodos odos le qu queríam eríamos. os.  El día de su muerte fue uno de los días más tristes de mi vida. ¿Cómo era posible que Petr hubiera desaparecido? He visto morir a muchas  pers  pe rson onas as quer querid idas as,, pper eroo eest staa ppre regu gunt ntaa ssól óloo m mee llaa hag hagoo ccua uand ndoo ppie iens nsoo eenn él. él. Es un terrible, peroteloespecia sientol,yuno no lo evitar. Eraímeuna  persona  pers onasentimiento tan extraord extraordinari inariamen amente especial, depuedo esos raros espec especímenes que le hacen a uno sentirse orgulloso de ser un ser humano.  Un escándalo en Mi-minor

Durante el verano de 1998, el nombre de Petr Skrabanek se vio envuelto en un escándalo desencadenado por la sospecha de que podría haber sido un consultor de la compañía tabaquera Phillips Morris al  Lanmismo tiempo que un «topo» entre los editorialistas de la revista cet. En un informe confidencial de un bufete de abogados con sede en Londres que había trabajado para dicha tabaquera captando «científicos

 

RUMIACIONES ESCÉPTICAS A MODO DE PRÓLOGO

XI 

a sueldo en Europa» —y que se había hecho público entre los miles de  página  pág inass la lanzad nzadas as a IInte nterne rnett po porr las cin cinco co ggran randes des com compañ pañías ías tab tabaqu aqueras eras americanas tras una sentencia por ocultación de información—, se cita en dos apartados diferentes a un editorialista del Lan  Lancet cet y al autor de un libro llamado Sofismas y desatinos en medicina. Varios artículos y cartas aparecidos en las revistas Lan  Lancet cet,, BMJ BMJ y New Scient Scientist ist,, y en disThe Irish Times, The Times o The Guardian a lo tintos periódicos como largo de los meses de junio y julio del pasado año, han discutido y es pecula  pec ulado, do, at atacad acadoo y defen defendid didoo la mem memori oriaa de Skra Skraban banek. ek. Ah Ahora ora qu quee el tiempo de la «carnaza periodística» ya pasó, y reconociendo mi conflicto de intereses como antiguo colaborador y «sesgado» amigo de Petr, quisiera hacer algunas consideraciones al respecto:  • Los muertos no tienen derecho a libel libelo, o, por lo que no se pueden realizar acciones judiciales para salvaguardar «legalmente» la memoria de Skrabanek. (Seguro que sus cenizas están riéndose al leer esto: qué? destiñe».) No me lavéis el nombre que, como«¿Quién la sábananecesita santa, igual Sólomucho quedaría esperar que la compañía tabaquera o sus abogados hicieran lo que sería decente en un caso así, una declaración pública —negando o demostrando—, pero rehúsan hacerlo amparándose en el juego de la duda y en un impenetrable muro de silencio. • Los que le conocíamos sabemos que Petr no tenía ambiciones económicas, que jamás habría manchado sus ideas y sus ideales  por tre treint intaa mone monedas das.. Y alg algoo aú aúnn m más ás iimp mport ortant ante, e, jamá jamáss llee hu hubie biera ra hecho algo así a sus amigos. • Por otro médicos, lado, el «caso Skrabanek» ha servido recordarnos muchos científicos y académicos las para insondables tram-a  pas de los confli conflicto ctoss de intere intereses ses,, un tema «ta «tabú» bú» de perman permanent entee actualidad... del que casi nadie quiere hablar. Un libro 

El libro que se presenta a continuación es un auténtico testamento vital: Petr Skrabanek terminó de escribirlo unos días antes de su muerte, y en algunos párrafos incluso puede leerse entre líneas la morfina que durante aquellos últimos meses fue compañera inseparable del cáncer de próstata que acabó con su vida. 

 

XII

LA MUERTE MUERTE DE LA MEDICINA MEDICINA CON ROSTRO HUMANO 

Este libro habla de la conciencia histórica, de los límites de la ciencia, de la compasión humana, de la necesidad del médico personal, y de los peligros que acechan en el cruce de caminos de dos siglos y dos paradigmas de la medicina: el paradigma preventivo y el genético. Disfrútenlo.   José Feo. Feo. Garcí García a Gutiérrez  Gutiérrez   Escuela Andaluza de Salud Pública  Granada, febrero 1999 

 NOTA: LOS traductores quisiéramos agradecer, de corazón, a Joaquín Vioque todo su apoyo y su inmensa paciencia de editor, sin la cual esta interminable traducción no hubiera sido publicada. Tanto los beneficios económicos como los derechos editoriales derivados de la traducción de este libro serán donados a la Fundación Skrabanek. 

 

ÍNDICE 

Rumiacion Rum iaciones es escépt escépticas icas a modo de prólo prólogo.......... go................. .............. .............. ...........

VI VIII 

Sobre So bre el aut autor or ............................................................................. .............................................................................

XV 

Prefacio Prefac io (Robi (Robinn Fox) ....... .............. .............. .............. .............. .............. .............. .............. .............. .......... ... XVI XVIII  Introd Int roducc ucción ión ......................................... ............................................................................... ......................................

XIX XIX 

Agradecimientos......................................................................... XXI  Primera Parte LA IDEOLOGÍA DE LA SALUD  La ascensión del culto a la salud ....... .............. .............. .............. .............. .............. ............. ...... Despué Des puéss de Ill Illich ich ........................................ ........................................................................ ................................ Antes Ant es de Ill Illich ich ...................................... ............................................................................ ...................................... El comercio de la salud ....... .............. .............. .............. .............. .............. .............. .............. ............. ...... Medicina Medici na «antic «anticipato ipatoria»......... ria»................ .............. .............. ............. ............. .............. .............. ........... .... La mals malsana ana obses obsesión ión con la salud.. salud......... ............... ............... .............. .............. .............. .......... ...

1  3  9  13  15  21 

La «sal «salud udrde» posi positiva » y su prom promoción oción ............................ ........................................... ............... Salud Sal ud «ve «verde » tiva» ....................................... ............................................................................. ...................................... Tanatofobia Tanato fobia y medi medicaliza calización ción de la muer muerte te ....... .............. .............. ............... ............ ....

2353   35 

Segunda Parte EL CULTO AL ESTILO DE VIDA  Recetas Recet as para la longe longevidad... vidad.......... .............. .............. .............. .............. .............. .............. ............. ...... La man manía ía de est estar ar en for forma ma ...................................... ........................................... ........ .......... La obsesión con la dieta......... dieta................ .............. ............... ............... .............. .............. .............. .......... ...

39  51  57 

El dem precio del pecado ....... .............. .............. .............. ............... ............... .............. .............. .............. .......... ... El demoni onio o del alc alcoho ohol l ...................................... ............................................................... ......................... Maldit Mal ditoo tab tabaco aco...................................... ............................................................................ ......................................

76 87   95 

XIII

 

XIV

LA MUERTE DE LA MEDICINA MEDICINA CON ROSTRO HUMANO 

Tercera Parte LA MEDICINA COERCITIVA  De la teorí teoríaa a la práct práctica ica .................................... ............................................................. ......................... El altru altruism ismoo coerc coercitiv itivoo ...................................... ............................................................... ......................... El méd médico ico como agent agentee del Esta Estado do ........................................ ............................................. .....

111  113  119 

La poli med medicin icina a total totalitari itaria a ....................................... ................................................................ ......................... La policía cía del emb embarazo arazo .................................... ............................................................. ......................... La monitorizaci monitorización ón de los estilos de vida ............ ................... .............. .............. .......... ... El operario «estajanovista «estajanovista»» ....... .............. .............. .............. .............. .............. .............. .............. ....... La tiran tiranía ía genét genética ica ...................................... ...................................................................... ................................ La guerra contra las drogas ....... .............. .............. .............. .............. .............. .............. .............. ....... El concepto de autonomía ....... .............. .............. .............. .............. .............. .............. .............. ........... BIBLIOGRAFÍA........................................................................

113204   134  139  143  148  157  163 

 

SOBRE EL AUTOR  

Petr Skrabanek murió el 21 de junio de 1994 a la edad de 53 años, a consecuencia de un agresivo cáncer de próstata. Había completado el manuscrito de  La muerte muerte de la med medici icina na con rostro rostro humano humano unos días antes de su propia muerte.   Nacido  Naci do en Che Checos coslov lovaqu aquia, ia, real realizó izó su docto doctorado rado en la Uni Univer versid sidad ad de San Carlos y durante unos años trabajó como toxicólogo y forense. Estaba finalizando sus estudios de medicina cuando, en el transcurso de una corta estancia en Irlanda en compañía en de Irlanda, su esposa Vera, rusos invadieron Praga. Decidieron permanecer y allí Petrlosobtuvo su título de medicina.  Trabajó como médico y como investigador en neurotransmisores, llegando a ser una autoridad en la sustancia P. Se incorporó al Departamento de Salud Comunitaria del Trinity College de Dublin en 1984, en principio como becario de la Fundación Wellcome, para posteriormente convertirse en profesor adjunto y catedrático asociado. Fue catedrático asociado, miembro honorífico del Trinity College y del Cole  gio de de Irlanda. Su Médicos anterior libro, Sofismas y desatinos en medicina, escrito con James McCormick, ha sido traducido al alemán, danés, francés, holandés, italiano y español. 

XV

 

PREFACIO 

¿Quién es esa víbora en el seno de la medicina, ese Barba Azul? Uno de los grandes acontecimientos de mi vida laboral fue conocer a Petr Skrabanek. Su historia es muy interesante. En 1968, cuando las tro pass ru  pa rusas sas in invad vadie ieron ron Praga Praga,, P Pet etrr y V Vera era,, ssuu muj mujer, er, se encon encontra traban ban de vacaciones en Dublín. Decidieron quedarse en Irlanda y desempolvar su inglés con la ayuda del Ulysses (posteriormente Petr se convertiría en una autoridad de prestigio internacional sobre la obra de James Joyce). A sude titulación como toxicólogo,dePetr el título medicinaenenChecoslovaquia Irlanda, y a partir de mediados los añadió años setenta comenzó a hacerse notar a través de una serie de cartas, tan críticas como ocurrentes, publicadas en The Lancet y escritas desde un departamento de endocrinología de un hospital católico. Cada vez más su afilada pluma fue dirigiéndose a la medicina «poblacional» y a los apóstoles del estilo de vida —aquellos que predican la falacia de la muerte  burlada—.. En los círculos de la epidem  burlada— epidemiología iología y de la salud pública, Skrabanek se convirtió en un nombre que levantaba ardorosas pasiones, y por ello resultó tan sorprendente como reconfortante que en 1984 encontrara un puesto en el  Departamento de Salud Comunitaria del Trinity College de Dublín. En sus visitas a las oficinas del La  Lanc ncet, et, este supuesto Barba Azul resultó ser un hombre amable y con buen humor, y con una inmensa cultura. Un cigarrillo entre los labios, un destello en la mirada. Entró en nuestro equipo de editorialistas, y pronto nos dimos cuenta que ciertos médicos hablaban de él afectuosamente en lugar de con exasperación. Con el tiempo, la comunidad médica comenzó a aceptarle como el moscardón que da vueltas añadiendo zumbidos y controversias a reuniones  porr ootr  po traa ppart artee aanod nodin inas as.. C Com omoo llee hhabí abíaa ssuce ucedi dido do an antes tes a Ivan Ivan Ulich Ulich,, Petr Petr estaba siendo reconocido y admitido.  XVII

 

X V II I

LA MUERTE DE LA MEDICINA MEDICINA CON ROSTRO HUMANO 

reinstaurará a Petr Skrabanek en su papel preferido, el de crítico independiente y contestatario. No importa que sus detractores argumenten que su análisis carece de equilibrio. ¿Qué pienso yo de sus negros pronósticos? Yo no soy tan pesimista, y estoy más del lado de lo liberal que de lo libertario. Pero cuidado, Skrabanek dice muchas verdades a las que debemos prestar atención.  R OBÍN OBÍN FOX   La muerte muerte de la medi medicina cina con rostro rostro huma humano no

Editor de la revista The Lancet  

 

INTRODUCCIÓN 

Los caminos hacia la falta de libertad son muchos. En uno de ellos, los indicadores llevan la inscripción: SALUD PARA TODOS.  Este libro trata de los peligros del culto a la salud, de los peligros de una ideología de «salud nacional». Todos tenemos derecho a hacer lo que queramos con nuestras vidas, a tener autonomía para buscar nuestra  propi  pro piaa felic felicid idad, ad, a vi vivi virr li libr brem emen ente te ccom omoo el Salv Salvaje aje en eell «B «Brav ravoo Nu Nuevo evo Mundo»yde libertad la Huxley. felicidadLas basadas ideologías en falsas totalitarias promesas emplean de un futuro la retórica felizde para la todos.  A quienes no reconocen, o no quieren reconocer, la naturaleza utó picaa del mov  pic movim imien iento to de prom promoci oción ón de la salud salud,, mis crític críticas as les par pareceecerán, en el mejor de los casos, desinformadas y, en el peor, misantrópicas y maliciosas. ¿Cómo puede la búsqueda de la salud derivar en una pérdida de libertad? ¿Acaso no es la salud una condición necesaria para la libertad? ¿Es un hombre libre y moribundo más feliz que un esclavo sano?  La estructura de este libro es simple. La primera parte muestra cómo el tema de la Salud es explotado con fines profesionales, políticos y comerciales. La ideología del «salubrismo» o del «higienismo», del culto a la salud (healthism), apareció en las democracias occidentales en los años setenta, inicialmente en los Estados Unidos. Sin embargo, fue un ingrediente de las ideologías totalitarias del Nazismo en Alemania y del Comunismo en Rusia. El primer autor que denunció el peligro del salubrismo en las democracias occidentales fue Ivan Illich, y parece apro piado  pia do ini inicia ciarr el deb debate ate don donde de él lo dej dejó. ó.  La segunda parte trata sobre los estilos de vida {lifestylism), y nos lleva a través de ejemplos históricos en la búsqueda individual de la quimera de la salud hasta la instauración de la normalización colectiva del  XIX

 

XX

LA MUERTE DE LA MEDICINA MEDICINA CON ROSTRO HUMANO HUMANO 

comportamiento como política estatal. A pesar de la variedad de regímenes específicos para garantizar y mantener la buena salud, la trinidad de demonios de los moralistas —la bebida, el tabaco y el sexo— ha sido siempre la misma. Las exhortaciones sobre el estilo de vida de los modernos promocionistas de la salud, aunque basados ostensiblemente en la ciencia, contienen un asombroso parecido con sus antecedentes históricos.  La tercera parte se centra en la tiranía de la normalización, en la im portancia  port ancia que tiene mant mantener ener el pater paternali nalismo smo soci social al (Big Brotherism)  para la supervive supervivencia ncia de los esti estilos los de vida vida,, y en otras man manifes ifestacio taciones nes de la medicina coercitiva. Una vez que la mayoría está persuadida de que la «salud de la nación» es un fin loable, y sin reparar en los medios empleados para que ésta se consiga, el culto al estilo de vida saludable obtiene un apoyo universal. La perversión del lenguaje oscurece el poderoso motivo que se esconde tras el aparente propósito altruista de la  

salud para todos. Carece de sentido defenderse uno mismo contra la acusación de ser iconoclasta u ofrecer disculpas por el tono empleado, ya que eso sólo serviría para ahuyentar a los partidarios potenciales. El propósito de este libro no es agradar, sino servir de advertencia.  Algunos amigos, que por otra parte aprueban el contenido de la obra, no están de acuerdo con el prominente papel dado al libro  Né  Némes mesis is  Médica  Méd ica de Iván Illich, y reprochan a este autor su catolicismo tradicionalista y reaccionario. Las creencias religiosas de Illich no me interesan,  pero es necesario reconocer su perspicaci perspicaciaa para discernir los peligros del culto a la salud antes que nadie. Algunas gentes de izquierda han tomado como pretexto las visiones místico-religiosas de Solzhenitsyn  para desac desacredit reditar ar El Archi Archipiél piélago ago Gula Gulag. g.   Este libro no trata de la medicina sino de la perversión de sus ideales, especialmente en los países dominados por la ideología médica anglo-americana. Y eso que la medicina occidental es la única que tiene fundamentos racionales. No creo en el relativismo médico, y mis críticas no implican que apruebe las pavadas holisticas orientales. Un jeque enfermo busca tratamiento en un hospital de Occidente en lugar de recurrir a la magia asistirfundamentalista a una cumbre sobre el petróleo, un rico potentado de local. un paísPara islámico prefiere viajar en un avión fabricado en Occidente que en una alfombra voladora. 

 

AGRADECIMIENTOS 

Quiero agradecer a Sinéad Doran el milagro de transferir el original escrito a máquina a un diskette de ordenador, la incorporación de las modificaciones realizadas al texto y la organización de las referencias  biblio  bib liográ gráfica ficas. s.  Muchos amigos me han dado ánimos y realizado valiosos comentarios de los borradores: Biddy McCormick, Gerard Victory, Eoin O'Brien, Tom O'Dowd, James Le Fanu, Alvan Feinstein, Lars Werko. Mi especial moral cuandoagradecimiento lo necesitaba.  a Renée Fox, que siempre ha dado apoyo James McCormick ha sido algo más que un amigo y un alma gemela. Para mí ha sido una fuente permanente de sabios consejos y un oasis de calma en los momentos duros de mi vida.   No es es fác fácil il eenco ncontr ntrar ar un unaa edi editor torial ial que pub publiq lique ue uunn li libro bro com comoo és éste. te. Digby Anderson, en una muestra de auténtica amistad, encontró los medios para publicarlo y ha realizado una meticulosa edición.  Raramente las instituciones reciben agradecimientos. El ambiente liberal del Trinity College de Dublín, manteniendo su espíritu independiente contra las crecientes presiones políticas, comerciales y tecnológicas, ha hecho que los años que he pasado allí hayan sido los más felices de mi vida.   No hay hay pal palabr abras as pa para ra de decir cir lloo qu quee qui quisie siera ra sobre sobre m mii alter-ego, Vera Capková. 

XXI

 

I LA IDEOLOGÍA DE LA SALUD 

La ascensión del culto a la salud

La salud, como el amor, la belleza o la felicidad, es un concepto metafísico, que elude cualquier intento de aproximación objetiva. La gente sana no piensa en la salud, a menos que sean hipocondríacos, lo que no es, a decir verdad, un signo de buena salud. Del mismo modo, cuando nuestros órganos realizan sus funciones perfectamente no nos preocu pam  pamos os dedeeello llos. Es Es llaa forma au ausen sencia cia salud ud lo que pro provoc os sue sueños ñossólo sob sobre re la salud, la s.misma quedeelsal significado realvoca de alallos libertad se experimenta cuando se está en una cárcel.  La búsqueda de la salud es un síntoma de mala salud. Cuando esta  búsqueda  búsq ueda no es un anhelo individu individual, al, sino que forma part partee de la ideología del Estado —es decir, del Deber de la Salud— se convierte en un signo de enfermedad política. Las versiones extremas de esta ideología se emplean para justificar el racismo, la segregación y el control eugénico, ya que «sano» quiere decir patriótico y puro, mientras «no-sano» se equipara a extranjero y contaminado. En las versiones atenuadas, tal y como se encuentran en las democracias occidentales, los poderes pú blicos  bli cos van más all alláá de llaa edu educaci cación ón y de llaa in infor formac mación ión en ttema emass de salud y recurren a la propaganda y a varios modos de coerción para esta blecerr las norm  blece normas as sobr sobree el «est «estilo ilo de vida salu saludabl dablee para todos». todos». Las acciones humanas se dividen en aceptables y reprobables, sanas y malsanas, prescritas y proscritas, responsables e irresponsables. Los com portamie  porta mientos ntos irres irrespons ponsable abless incl incluyen uyen activ actividade idades, s, denomin denominadas adas «vicios» por los moralistas, tales como la práctica «inmoral» del sexo o el consumo de drogas, tanto legales (alcohol y tabaco) como ilegales, pero también otras actividades como no someterse a chequeos médicos regulares, comer alimentos «insanos», o no hacer deporte. La finalidad que persigue esta ideología es «la salud de la nación», lo que conlleva

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la promesa implícita de obtener mayor felicidad para todos. Sin embargo, existe una diferencia fundamental entre «maximizar la salud» y «minimizar el sufrimiento». Como señaló Karl Popper en The open so(1) ciety and its enemies  («La sociedad abierta y sus enemigos»), todas las tentativas para maximizar la felicidad del pueblo conducen al totalitarismo.  La profesión médica —y en particular los especialistas en salud pú blica—  bli ca— se encarg encargan an de fac facili ilitar tar el sopor soporte te teórico teórico neces necesari ario. o. Es la doctrina de los estilos de vida, que sostiene que la mayoría de las enfermedades son causadas por comportamientos malsanos. Aunque esta ideología posee un fuerte contenido moral, su lenguaje es matemático. A cada «factor de riesgo» se le atribuye un número que cuantifica ese riesgo. Geoffrey Rose, uno de los más eminentes epidemiólogos británicos, cree que la mayoría de la gente vive de forma poco saludable y que somos una «población enferma». Teniendo en cuenta que dicho mensaje es «demasiado amenazador serdeaceptable» queestilo podría desencadenar una reacción fatalista enpara contra la doctrinaydel de vida «sano», Rose sugiere que toda la sociedad debe ser reeducada en (2)) su «percepción de lo que es normal y socialmente aceptable» (2 . Así, se invita a los médicos a que no se limiten a su función tradicional de atender a los enfermos, y a que adopten un nuevo papel activo como expertos consejeros de los sanos y arbitros del patrón de «normalidad».  Para los políticos, la retórica fácil de la «buena salud» tiene sus recompensas. Aumenta gratuitamente su popularidad y su poder de controlar a la población y es aceptada por los partidos de la oposición, quienes prometen mejorar, aún más, la «salud de la nación». Los primeros documentos sobre el «culto a la salud» se publicaron en 1974:  A new  perspect  pers pective ive on the health health of cana canadian dianss («Una nueva perspectiva de la salud de los canadienses») —también conocido como el «Informe Lalonde», que era el Ministro de Sanidad en Canadá—, y el  For  Forwar ward d Plan Plan  for Health Health («Plan hacia la salud») del Ministerio de Sanidad de los Estados Unidos. Según estos informes, que han sido imitados posteriormente por otros países, los estilos de vida no saludables serían la causa de la mayoría de las muertes y del incremento del gasto sanitario. Un corolario de esta doctrina es culpar a la víctima, ya que las grandes enfermedades serían «autoinducidas» por llevar estilos de vida «irres pons  po nsab able les» s».. En 19 1977 77,, el Pr Pres esid iden ente te de la Fu Fund ndac ació iónn Rock Ro ckef efel elle ler, r, J. H. Knowles, declaraba: «Creo que la idea del derecho a la salud de-

 

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 bería ser reemplaza reemplazada da por la idea de la obligac obligación ión mor moral al de cada indi(3)) viduo de preservar su salud —una obligación pública si se quiere—» (3 . Estar sano es políticamente correcto y un deber para todo ciudadano responsable.  El culto de la salud es una ideología poderosa que, en las sociedades modernas y laicas, ha el vacío por poder la religión. Como cualquier sucedáneo dellenado la religión, tienedejado un amplio de convocatoria, especialmente entre las clases medias, que han perdido sus lazos con la cultura tradicional y se sienten cada vez más inseguras en un mundo que cambia con rapidez. La salud puede llegar a ser un camino  paraa lograr la salv  par salvaci ación. ón. Si la muert muertee es el punt puntoo final final,, quizá quizáss lo ine inevivitable pueda posponerse indefinidamente. Y si la enfermedad puede conducir a-la muerte, se debe prevenir mediante rituales propiciatorios. Los  justos  just os ssee sal salvarán varán,, y los mez mezquin quinos os pperece erecerán. rán.  Después de Illich En su libro Nem  public licado ado en en 197 1975, 5, Ill Illich ich di diagn agnost osticaica Nemesi esiss Médica, Médica, pub (4) (4)  ba que que la me medi dici cina na es esta taba ba en enfe ferm rmaa . La reacción del «paciente», como era de prever, fue negar la enfermedad. Illich describía cómo la medicina había usurpado el monopolio de la interpretación y de la administración de la salud, del bienestar, del sufrimiento, de la enfermedad, de la minusvalía y de la muerte, en detrimento de la salud misma. Por «salud», Illich entendía «adaptación», el proceso de adaptarse a crecer, a envejecer, a enfermar y a morir; decir, elElmecanismo profundo de la cultura y la tradición de losespueblos. monopoliomás médico había  privad  pri vadoo a las gen gentes tes de su aauto utonom nomía ía aall sup supervi ervisar sar y cuid cuidar ar de ell ellas as desdesde el nacimiento hasta la muerte (o incluso desde antes de nacer). El arte de vivir y el arte de morir, transmitidos de generación en generación, se habían olvidado y perdido. La cohesión de las comunidades tradicionales se había sustituido por la soledad de los individuos, y había generado una masa anónima de «consumidores de salud».  Dos décadas después, todavía se advierte el poderoso impacto de  Némesis  Néme sis Médi Médica, ca, seguramente porque revelaba algunas verdades im portantes  port antes.. El ataque ataque de Illi Illich ch a la expro expropiaci piación ón méd médica ica de la salu saludd desencadenó una predecible reacción hostil de los médicos. En princi pio, porque porque mucha muchass de sus evide evidencia nciass provení provenían an de fuentes méd médicas icas y

 

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estaban destinadas exclusivamente al consumo interno. Además, la mayoría de estas críticas internas describían sólo algunas manchas aisladas aparecidas en un cuerpo hermoso. Si los médicos se hubieran fijado en las manchas en conjunto, habrían descubierto la existencia de una enfermedad generalizada. Lo que irritó al colectivo médico no fue sólo el ataque frontal sino también el hecho de que Illich fuese «uno de fuera», un cura, un filósofo. ¡Qué osadía, cuánto atrevimiento!  Philip Rhodes, Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Adelaida en Australia, respondió a Illich con una típica refutación médica: «Todo lo que Illich dice ya ha sido dicho por algún médico», «en realidad, no aporta nada nuevo», «dentro de la medicina existen pensadores más radicales que Illich», quien no es más que un amateur que no entiende nada.  Si Rhodes tuviera razón y no hubiera nada nuevo en la acusación de Illich de que la profesión médica es una amenaza para la salud, entonces ¿para qué armar tanto jaleo sobre las tonterías de un aficionado que re pite verdades de sobra conocidas? Deseoso de mostrar lo poco que Illich conocía sobre las verdaderas intenciones de la medicina, Rhodes llegó incluso a decir que la profesión médica «jamás ha pretendido prolongar la vida». ¿Cómo es posible que no haya oído la máxima de los  preventiv  preve ntivista istass mod modernos ernos:: «Aña «Añadir dir vida a los años y años a la vida»? vida»? ¿Acaso tampoco ha visto los datos estadísticos con los que se pretende demostrar que seguir un estilo de vida saludable aumenta espectacularmente la esperanza de vida?  Alee Patón, médico Birmingham, una de las contadas personalidades queun aceptó lasde críticas de Illichfue considerándolas bien fundadas. Quizás hablando en nombre de una generación de médicos más antiguos, Patón escribió: «Sólo los médicos más chovinistas negarían que las mejoras en la salud son el resultado de unas mejores condiciones de vida —alimentación, agua, vivienda, higiene, educación— y que tie(6)) nen poco que ver con los avances de la medicina» (6 .  Algunos médicos se ponían tan ciegos de rabia cuando se les citaba con el capote de la Ném  Némesi esiss Médic Médica a que no podían contener su logorrea. Uno de ellos escribió en el  Brit  British ish Medic Medical al Journa Journal: l: «Si existiera algo más repugnante, más inhumano que esos escritos pervertidos, me gustaría saberlo. Aunque pensándolo bien, mejor preferiría no saberlo» (7). Hubo un crítico que incluso llegó a escribir un libro completo para re-

 

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futar a Illich. David Horrobin ridiculizaba a Illich identificándole con un «predicador del Antiguo Testamento», «brillante y elocuente», «seductoramente convincente», pero «extremadamente peligroso para (8) aquellos con una inteligencia media» (8) .  Cuando diez años después Illich puso al día el concepto de «expro pi  piaci de lamédica sal salud ud», »,sino y ssug ugir ió qu quee llaa m mayo aame menaz naza a ppara ara la sa salud lud ya no eraación laónclase lairió búsqueda deayor larsalud, del bienestar completo (9), uno de los corresponsales del Lan  Lancet cet le diagnosticó «deterioro intelectual incipiente» y padecer el «síndrome de celebridad intelectual» (10).  En realidad, Illich no pretendía ajustar las cuentas a los médicos. Como cualquier otra persona, emplea los servicios sanitarios cuando los necesita. Sus ataques a la clase médica son sólo parte de una visión más amplia: los efectos perniciosos que pueden tener las élites profesionales. Médicos, maestros o opolizar consejeros  pued  pueden en decid decidir irabogados, ir más alláclérigos, de «dar burócratas, cons consejos ejos», », pueden pued en mon monopol izar el  poder  pod er de pres prescrib cribir ir y codi codifica ficar. r. Ell Ellos os de defin finirí irían an no só sólo lo lo qu quee es mal malo, o, sino también lo que es bueno.  Illich hacía una clara distinción entre la medicina como «profesión liberal» (en la que tanto los conocimientos como la competencia profesional se utilizan para tratar de aliviar el sufrimiento humano) y la medicina como «profesión dominante», «que dicta cuáles son las necesidades de salud de la población y convierte la tierra entera en un servicio hospitalario». La profesión dominante se convierte a la vez en juez, jurado y verdugo, o por usar la analogía empleada por Illich, teólogos, curas, misioneros e inquisidores. Traspasando su función de consejera «li beral»  ber al»,, la med medici icina na ssee co convi nvierte erte en uuna na iinst nstitu itució ciónn de contro controll so social cial que une sus fuerzas a las de otras profesiones dominantes para remediar los  proble  pro blemas mas hhum umano anoss de for forma ma m mult ultidi idisci scipli plinari naria. a. Cad Cadaa parte parte del cu cuerp erpoo o de la mente de una persona es explorada y examinada por un profesional diferente —un psicólogo, un psiquiatra, un consejero matrimonial, un terapeuta sexual, un preventivista, o un trabajador social—. Llegan facturas separadas del patólogo, del fisioterapeuta, del proctólogo o del farmacéutico. El paciente es tratado por «un equipo de atención integral a la salud» formado por desconocidos. En los hospitales cada día aparecen caras nuevas, dependiendo de los turnos de guardia. Con frecuencia sólo las enfermeras y el personal de limpieza desarro-

 

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lian algo parecido a una relación personal con el ocupante de una cama de hospital.  La aparición constante de nuevas «necesidades de salud» —determinadas por una profesión que insiste en la supervisión regular y el control de toda la población sana enarbolando el estandarte de la «atención  proac  proactiva o ant anticip icipatori atoria»— a»— alar alarga ga las lis listas tas deExiste esp espera, era, dipunto sparamás los los costes y, tiva finalmente, bloquea el sistema sanitario. undispara allá del cual desaparece el equilibrio entre la autonomía personal y el paternalismo médico. Entonces la sociedad se desliza hacia un estado «institutriz», y después hacia el tecno-fascismo, «un infierno planificado en el que la supervivencia es obligatoria».  En los años ochenta, Ian Kennedy, un abogado británico, desencadenó un nuevo ataque a la profesión médica en el transcurso de la «Conferencia Reith» de la BBC, que luego apareció en un libro titulado The (11)

Unmasking of Medicine era predecible, la clase médica  («Desenmascarando se puso furiosa. ¡Cómo a la medicina»). era posible Como que otra vez alguien ajeno a la profesión osara criticar sus nobles esfuerzos! Kennedy estaba jugando a ser Illich pero, ¿acaso los hombres de leyes no eran incluso peores que los médicos? El psiquiatra Anthony Clare, en un intento de desarticular los violentos ataques de Kennedy contra los psiquiatras declaraba que «en el fondo, los médicos habían estado diciendo lo mismo que Kennedy desde hacía años» (12). En respuesta a las críticas, Kennedy se preguntaba por qué se dedicaba tanta vehemencia y energía en contradecir unos puntos de vista tan faltos de origina(13)

lidad, tan indefendibles o simplemente falsos .  Aunque el análisis crítico de Kennedy era fino y penetrante, este autor cayó en la trampa de la tradición británica de proponer algo «constructivo». Sus comentarios sobre la salud de la nación contenían todos los puntos débiles de los argumentos de la promoción de la salud. Víctima de la propaganda activista —según la cual la mayoría de las enfermedades de la civilización están causadas por el tabaco, el alcohol y la mala alimentación— y persuadido de que la gente es poco razonable, recalcitrante e incapaz de corregir sus hábitos por sí misma, Kennedy dedujo que era necesario crear equipos «que promovieran la salud en nombre de los individuos», o dicho de otra manera, formar institutrices que planificaran la felicidad humana. Preocupado por «la salud para todos» y por el «aprendizaje para vivir una vida sana», Kennedy sostenía 

 

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que la pobreza es la causa principal de la mala salud. Sea esto verdad o no, la razón por la que la pobreza es inaceptable no es porque acorte la vida de los pobres, sino porque en sí misma es envilecedora, cruel e in justa.  jus ta. Todo Todoss ten tenem emos os derec derecho ho a una unass con condic dicion iones es de vida vida dec decent entes, es, no  porque  por que vay vayan an a hacern hacernos os viv vivir ir más ti tiem empo po (un efe efecto cto se secun cundar dario io sie siemm pre bienv bienveni enido) do),, sin sinoo por porque que en llas as so socie ciedad dades es hu huma manas nas eell pri princi ncipio pio ddee equidad y justicia es fundamental. Lo que Kennedy no supo ver es la necesidad de reducir el poder de los profesionales, incluyendo los de su  propi  pro piaa profes profesió ión, n, en lug lugar ar de ttran ransfe sferi rirr par parcia cialm lment entee el ppode oderr de lo loss mé mé-dicos a los hombres de leyes.  Meses después de la publicación de  Némes  Némesis is Médica, Médica, Thomas McKeown, catedrático de medicina social en Birmingham, publicó un análisis sobre la contribución de la medicina a la mejora de la salud en Gran Bretaña durante los dos últimos siglos (14). Aunque The role of medicine: Dream, mirage or némesis? («El papel de la medicina: ¿sueños, milagros o némesis?») critica fuertemente pretensión de que dicina haya sido un factor importante en la la mejora de la salud delalamepo blación.  blac ión. Este libro fue recib recibido ido por la clase médica de form formaa bast bastante ante equilibrada. McKeown demostraba que el descenso de la mortalidad causada por las principales enfermedades infecciosas, como la tuberculosis, la escarlatina o la tosferina, no podía atribuirse a las intervenciones médicas puesto que había comenzado mucho antes del descubrimiento de la causa de estas enfermedades o de su tratamiento. Basándose en estas observaciones, McKeown concluía que lo importante no era la medicina, sino los factores sociales y ambientales como la nutrición, la higiene, vivienda, la disminución de los índices talidad y el agua potable.laEn lo que McKeown se equivocó fue en de su naintento de extrapolar su correcta interpretación de las estadísticas de mortalidad del siglo xix a la política sanitaria de finales del siglo xx, sugiriendo que los médicos debían encargarse del medio ambiente. Los factores sociales y medioambientales son todavía los principales determinantes de mortalidad entre las clases más pobres, especialmente en el Tercer Mundo, pero su importancia es mínima entre las poblaciones favorecidas de Occidente.  McKeown, Merece expresado la pena, sin conembargo, otras palabras repetirporlaelesencia cardiólogo del mensaje David Spode dick en un editorial del Ame  Americ rican an Hea Heart rt Jou Journa rnall en 1971: 

 

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«Los médicos curamos muy pocas veces. Sabemos cómo modificar la fisiología, detener la inflamación y extraer tejidos, pero con la excepción de algunas infecciones y de algunos estados carenciales, son pocas, o ninguna, las curaciones en términos de restitutio ad integrum» (l5) .   El papel de la medicina no es vencer a las enfermedades y a la muerte, sino aliviar el sufrimiento, limitar el mal y allanar el doloroso viaje del hombre hacia la tumba. La medicina no tiene derecho a inmiscuirse en la vida de aquellos que no lo necesitan.  Philip Rhodes, el mismo que envió a Illich al estercolero, expresaba un cierto resentimiento hacia la profesión médica y hacia su permanente estado de crisis en un libro titulado The valué of medicine ( l 6 )  («El valor  status tus de la mede la medicina»). Habiendo aceptado la devaluación del  sta dicina como algo inevitable, Rhodes hacía un llamamiento para que los médicos recuperaran la bondad, la piedad y el interés por sus pacientes, yarco-iris reconocía que launmoda la «medicina medioambiental» era «un pasajero, fuegodefatuo». Escribiendo como un «illichiano» converso, añadía:  «Esta medicina no hará a la gente más sana, sólo cambiará el escenario. Ni la medicina, ni ninguna otra cosa, puede librar a los individuos y a la especie de la muerte, de la enfermedad y del sufrimiento. Es hora de que lo reconozcamos.»  Los sociólogos de la medicina han observado a la profesión médica desde fuera durante mucho tiempo, y sus comentarios son tan poco complacientes que jamás aparecerán en los programas de estudio de las

facultades de medicina. En Spare parís: organ replacement in Ameri(17) can society   («Recambios: trasplante de órganos en la sociedad americana»), dos sociólogos médicos, Renée Fox y Judith Swazey, analizan un mundo en el que la gente está siendo «reparada» con «recambios» extraídos de cadáveres todavía calientes o de cerdos y monos manipulados genéticamente, a pesar de que millones de americanos no tengan acceso a una atención sanitaria mínima. Incapaces de aceptar las limitaciones del envejecimiento y de la mortalidad natural de los hombres, y considerando que «la muerte es el enemigo, la medicina y la sociedad están olvidándose de la ética y la moral con el fin de perpetuar infinitamente la vida». 

 

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Antes de Illich En la antigüedad, los médicos no gozaban de una gran reputación. En el Antiguo Testamento se menciona a los médicos en dos ocasiones: una como sirvientes y buenos embalsamadores (Génesis 50, 2), y otra como «mentirosos y carentes de valor» (Job 13, 4). En el Nuevo Testamento se hace una velada alusión: una mujer «que había sufrido las consecuencias de haber sido tratada por muchos médicos, en los que se había gastado todo lo que poseía, y no había mejorado, sino que al contrario había ido de mal en peor» (Marcos 5, 26). Este punto de vista no es sólo de los cristianos. Henri de Mondeville, en su obra Cirugía, escrita en el siglo xiv, resaltaba que «desde la más remota antigüedad las gentes habían considerado a los cirujanos como ladrones, asesinos y embaucadores de la peor especie» ( l 8 ) .   Dado que la enfermedad, el dolor y el sufrimiento son inseparables de han la condición siempre ha existido un grupo de personas que se encargadohumana, de los enfermos, encontrado explicaciones e inventando tratamientos, a menudo peores que las propias enfermedades. Las nobles aspiraciones de la medicina siempre han estado limitadas por la impotencia y la ignorancia. Con la excepción de algunas útiles técnicas quirúrgicas desarrolladas hace varios siglos, sólo a principios de este siglo se logró el equilibrio entre los posibles beneficios y perjuicios de acudir al médico. Maximilianus Urentius se preguntaba:   «¿Qué diferencia a un cirujano de un médico? Uno mata con sus me(19) dicinas, y el otro cuchillo. Sólo se diferencian del verdugo en que hacen despacio lo con que su aquél hace con rapidez» . 

Montaigne tenía una visión muy escéptica de lo que los médicos podían hacer. Los temía porque, según su experiencia, la gente empeoraba tras la visita del médico. Por otra parte, los médicos no vivían más ni eran más felices que sus pacientes.  «Para ser sinceros, qué sentido tiene toda esta diversidad y confusión de prescripciones que no sea la de vaciar el vientre, algo que se puede hacer con miles de remedios domésticos» (20).  Y cuál es la evidencia, se preguntaba, de que estas purgas reporten algún beneficio. «La violenta lucha entre las medicinas y la enfermedad 

 

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se hace a nuestras expensas, ya que la lucha se dirime en nosotros mismos». (¡Cómo evoca esto a las quimioterapias anticancerosas actuales!). Montaigne también señalaba que los médicos siempre habían tenido la tendencia a proclamar sus éxitos cuando la suerte, la naturaleza o el placebo, como lo llamaríamos hoy día, devolvían la salud al paciente. Si la enfermedad empeoraba, los médicos no tardaban en culpar al paciente o incluso sugerían que sin tratamiento las cosas habrían ido aún peor. El poeta griego Nicocles pensaba que los médicos eran una raza feliz, ya que el sol resplandecía con sus éxitos y la tierra escondía todos sus fracasos.  Montaigne se reía de las medicinas («el pie izquierdo de una tortuga, el orín de un lagarto... los excrementos de rata pulverizados y otras monerías»), del lenguaje ininteligible, de las pretensiones de ser los maestros de lo misterioso, de las doctrinas contradictorias, de las increíbles promesas, de los razonamientos mágicos. Los médicos cometían error de no«ya guardar aún más sus secretos y de de no resolución, mantener un frenteel unificado, que cuando se descubre su falta la debilidad de sus argumentos, fundamentos y predicciones, sus amargas contestaciones llenas de odio, envidia y autocomplacencia, uno tiene que estar completamente ciego para no darse cuenta de que al ponerse en sus manos se corre un gran riesgo».  Algunos escritores de otras épocas pueden servir como antídoto a la imagen sobrevalorada que los médicos presentan de sí mismos, y de la gloriosa historia de la medicina, desde los tiempos de Hipócrates. Las clases educadas han tenido siempre una baja opinión de los médicos. Por ejemplo, Joseph Addison escribía en Spectator (21)  («El Espectador»), en 1710, que «cuando una nación es rica en doctores se empo brece en pers personas onas», », y divi dividía día a los méd médicos icos en las siguient siguientes es clas clases, es, «como el ejército británico en tiempos de Cesar, algunos avanzan en carrozas y otros a pie... y alrededor de estas tropas regulares están los irregulares, que sin estar debidamente enrolados, causan un daño infinito a los desafortunados que tienen la desgracia de caer en sus manos».  Robert Campbell escribió en 1747 que «para adquirir el Arte de la Medicina sólo se requiere estar familiarizado con algunos libros, convertirse en maestro de algunos aforismos y observaciones de sentido común, comprar un diploma en latín en algún colegio de mercenarios, unas bellas instalaciones, una figura severa, una espada y una larga pe-

 

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luca. Cuando el título Doctor en Medicina se añade a sus nombres, estos farsantes obtienen una licencia oficial para matar a cuantos confíen en ellos» (22). Pero en favor del crédito de la profesión médica siempre han existido renegados y traidores entre sus filas. En 1805, el editor del  Edin  Edin-burgh and Surgical se preguntaba si existía alguna certezaMedical en la ciencia médica yJournal expresaba su preocupación de que «la

medicina estaba repleta de hombres que disfrazaban su ignorancia con imprudencia y arrogancia» (23). El editor de The Lancet, Thomas Wakley, admitía abiertamente en 1825 que «si los pacientes están satisfechos con el tratamiento médico, cualquiera que sea, esto denota su ignorancia y nada más. No podemos negar que algunos pacientes pueden ser tratados correctamente en los hospitales, pero podemos asegurar que otros son asesinados» (24).  Otro médico que firmaba como Homo Sum, MD, escribió en 1848  Dubli blin nM Medi edica call Pre Press ss que la profesión médica se caracterizaba por en el Du «su masiva obesidad mental, su parasitismo, su vanidad presuntuosa, su orgullo irlandés, sus intereses discordantes, sus celos y una impenetra blee fatu  bl fatuid idad ad ci cieg egam amen ente te su suic icid ida» a» (25).  En una pequeña obra postuma publicada en 1880, The black arts in (26) , John Jackson, antiguo vicepresidente de la Asociación medicine Médica Americana, escribió que la mayor parte de los médicos de su tiempo desconocían cómo usar el musgo del cráneo de un cadáver o la  blanca porción final del excremento del pavo real, que eran usados como remedios infalibles pormágicas sus predecesores; peronombres. que en elJackson fondo empleaban las mismas artes con diferentes concluía que el hombre es el más crédulo de los animales y que la tentación de abusar de esta credulidad se hace irresistible.  Las burlas sobre los desatinos de la medicina tienen una función diferente según las haga un profano o un miembro de la profesión. En el  primer  prim er caso, el propos proposito ito es poner a los médico médicoss en su siti sitioo y desm desmitiitificar su arte. En el segundo, la broma forma parte del humor privado de los propios médicos, algo así como un cínico mecanismo de defensa que les permite soportar el estrés añadido al ejercicio de sus tareas. Cuando en 1889, el presidente de la Asociación Médica Británica (AMB) se atrevió a lavar los trapos sucios en público, recibió una se(27) vera reprimenda del editor del  Pr  Prov ovin inci cial al Medi Medica call Jour Journa nall . Sin em-

 

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 bargo, eenn el mi  bargo, mism smoo ed edito itoria riall se com coment entaba aba un chi chiste ste con contad tadoo en el ttran ransscurso de una reunión privada de la Asociación y que había deleitado a los asistentes: una mujer en una fiesta organizada por un famoso médico está siendo presentada a uno de los invitados y dice, «con los privilegios reconocidos al sexo débil»: «¿Imagino que es usted un médico joven?», «Sí» —le responde él—. «Ah, entonces aún no ha tenido tiempo de hacer mucho daño» (risas). Disfrutar esta broma en privado permitía difuminar su amenaza implícita. Pero lo que inquietaba al editor del Pro  Pro-vincial Medical Journal era que la impertinencia de esta mujer habría  podido  pod ido ten tener er ssuu or orige igenn en el yyaa bi bien en con conoci ocido do ddisc iscurs ursoo del del ppres reside idente nte de la AMB.  Sólo los masoquistas podrían comprender que en 1908 la Sociedad Médico-Legal invitara a George Bernard Shaw a dar un conferencia so bree «l  br «laa cr crít ític icaa soci social alis ista ta a la pr prof ofes esió iónn mé médi dica ca»» (28). Shaw definió a los médicos como comerciantes y tenderos que tienen intereses pecuniarios en que la gente esté enferma. Una vez en «el negocio de las curaciones», se convierten en «los más grandes impostores», ya que «la abyecta dependencia de sus pacientes les obliga a probar cualquier remedio o charlatanería en boga». Shaw continuó hostigando a la audiencia acusándoles de inventar enfermedades inexistentes, de falsificar las estadísticas, y de tener la arrogancia de proclamar sus poderes sobre la libertad del hombre de la calle. Los asistentes reían entusiamados. El resto de los oradores felicitó al Señor Shaw por su «brillante» charla y expresó su acuerdo con los contenidos. Sir Clifford Allbutt, uno de los más eminentes representantes de la profesión en esa época, dijo: «Creo que todos estaremos de acuerdo con la afilada espada del señor Shaw, y deberíamos admitir que sus propuestas contienen grandes verdades y han sido expresadas con gran respeto hacia nuestra profesión».  Qué diferencia entre las buenas maneras y la gentileza de aquella generación de médicos y los accesos histéricos de nuestros contemporáneos cuando un profano como Ulich osa cuestionar los derroteros que ha tomado la medicina actual. Shaw insistió en estos puntos de vista so bre la med medici icina na en Pre  Prefac facee on docto doctors rs («Prefacio sobre los médicos»),  publicadoo junto a The doctor' s dilemma («El dilema del médico») en  publicad 1911. Su propia filosofía de la salud se resumía en las siguientes frases:  • No intentes vivir vivir para siem siempre. pre. No tendrá tendráss éxito. • Sírvete de tu salud hasta que que se desgaste. Es para lo qu quee sirve.

 

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• Dispon de todo lo que poseas antes de morir; después no te servirá. • Asegúrate de ser bien nacido y estar bien educado. En el tono se asemeja a la exhortación de Píndaro (522-443 a.C.) en su Oda Pitia: «Querida Alma, no busques ser inmortal; agota los recursos de lo posible».  Lo que diferencia a la medicina de hoy de la de antaño es la distinción entre una profesión y un negocio. La vocación de la tradición humanista ha dado paso a un complejo médico-industrial gobernado por intereses monetarios y políticos. Esta transición ocurrió durante los años sesenta y setenta, y se realizó tan lentamente que sólo algunos agudos observadores, como Illich, se dieron cuenta. 

El comercio de la salud Hasta el siglo xix, el término «consumir» se empleaba sobre todo  por sus conn connotac otaciones iones negat negativas ivas de «des «destruc trucción» ción» y «det «detritu ritus». s». La tu bercul  ber culosi osiss era una enfer enferme medad dad que «c «cons onsum umía» ía» y «des «destru truía» ía».. Enton Entonces ces aparecieron los economistas con una intrépida teoría —que se ha ido generalizando— según la cual la base de una sólida economía está en el incremento ininterrumpido del «consumo» de bienes (esto es, de sus desperdicios). En las sociedades capitalistas este principio ha sido aplicado también a la salud, que se ha convertido en un bien de consumo. El  produ  producto sirve e aldelconsum consumidor idorde envuel envuelto to en la retórica de es la compraventa.cto Enseel sirv argot comercio la medicina, el médico un «dis pensad  pen sador or de salu salud» d» que tra trabaj bajaa en equip equipo, o, pero se di difere ferenci nciaa del repa reparrtidor de periódicos en que reparte promesas en lugar de productos tangibles. Tradicionalmente se ha llamado al médico cuando se le ha necesitado. Sin embargo, esto está cambiando. Ahora cada vez más es el médico el que invita a las personas a que le visiten. Se pide a gente sana que acuda a la consulta para realizar un «chequeo» cuando su historia clínica informatizada así lo indica. Si no se acude, uno se convierte en «no cumplidor», lo que implica comportarse como un irresponsable.  Con el fin de suscitar el interés, es importante hacer publicidad de los nuevos productos para convencer a los consumidores potenciales de que no pueden vivir sin ellos, aunque no se hayan dado cuenta hasta ese

 

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momento. En el caso de «la salud», la tarea no es difícil. Todo el mundo la necesita. El lema del vendedor está tomado literalmente de los manuales de ventas de seguros de vida: «Esta prueba salva un millón de vidas al año.» «Imagine a una joven madre que deja huérfanos a sus adorables hijos porque no se ha hecho una simple prueba para prevenir el cáncer.» «Mire estas fotos de gente que agoniza: ¿Quiere usted acabar como ellos?» El hecho de que la salud sea un producto invisible hace que se venda fácilmente. Y como la salud no tiene precio, puede pedirse lo que se qukiü por ella. Cuando una necesidad se convierte en universal, se puede justificar la producción. A los productores les conviene mantener la ficción del mercado nacido de la demanda. La combinación de monopolio y publicidad ingeniosa sirve para protegerse contra los gustos imprevisibles de los consumidores y garantiza la estabilidad de los beneficios.  Ante la complejidad creciente de los servicios de salud, los gestores se han lainterpuesto el médico el paciente, y sonde ellos que controlan compra, laentre publicidad y laycomercialización los los medios tecnológicos creando así nuevos mercados. Como auténticos parásitos,  partic  par ticipa ipann de los ben benefi eficio cioss ssin in pprod roduci ucirr na nada da eello lloss m mism ismos. os. Depend Dependien ien-do de que el sistema político sea el «estado de bienestar» o el «libre mercado», se establece una estrecha cooperación entre los productores y los gestores, con o sin la participación del Estado. En 1986, el 12 % de los hospitales de Estados Unidos estaban bajo el control de cuatro grandes compañías con fines lucrativos (29).  Marc Renaud observó que esta incesante búsqueda de la salud a través del consumo de innumerables productos y servicios «beneficia más (30) a aquellos que los capitalizan que a la salud del público» . Barsky comentaba sobre la «fiebre americana de hacer ejercicio físico»: existen en Estados Unidos alrededor de 30-40 millones de personas que hacen  joggin  jog ging g y que son potenciales compradores de cintas para el pelo, trajes especiales de nylon y polipropileno, podómetros para medir la distancia recorrida, muñequeras para colgar las llaves, relojes digitales para monitorizar los latidos del corazón, o vestimentas reflectantes para correr de noche. Eso por no mencionar las zapatillas para correr, que se han convertido en un negocio multimillonario. La industria del material de portiv  por tivoo tiene unos unos benef benefici icios os apro aproxim ximado adoss de doce doce mil mill millone oness de dólares anuales. Los dietistas cobran 40 dólares por hora, a aquellos que  pueden permitírselo, permitírselo, por elaborar un «régim «régimen en nutricional» nutricional».. Se gastan

 

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alrededor de diez mil millones de dólares anuales en «adelgazamientos» (pildoras, libros, gimnasios y dietas especiales). Citando de nuevo a Barsky, «preocupaciones malsanas pueden generar sanos beneficios» (31).  Según McKinght, detrás de las «verdaderas necesidades» de la floreciente industria de la salud están las de mismos profesionales: la necesidad de beneficios, la necesidad delos expansión, la necesidad de clientes, la necesidad de ser necesitado (32). Por supuesto, lo mismo podría aplicarse a la jerarquía burocrática.  La extensión de la «atención a la salud de los sanos» es un asunto relativamente simple. Se debe persuadir a los sanos que sen  sentir tirse se sano sano no es lo mismo que estar sano, pue  puesto sto que uno podría podría viv vivir ir llaa vi vida da ssin in ddararse cuenta de lo enfermo que está. Una vez que uno está sano, pero asustado, los consumidores de salud comienzan a hacer colas a las puertas del sistema demandando su derecho a entrar (puesto que se les ha dicho, y ahora ellos así lo creen, que la salud es un derecho inalienable). Entonces los productores de salud pueden decir, con algo de razón, que ellos están haciendo todo lo posible para atender la demanda, pero que debido a la escasez de lo demandado (la salud, en este caso), desgraciadamente habrá que aumentar el precio. Paradójicamente esta espiral de costes en la atención médica está parcialmente justificada por la necesidad de ahorrar dinero previniendo las enfermedades, y es en ese cam po donde la indu industri striaa está tratan tratando do de repar repartir tir salud para todos todos,, lo necesiten o no.  Medicina «anticipatoria» El abrupto cambio desde una medicina tradicional, que se dedicaba a atender a los enfermos, hacia un nuevo estilo de medicina anticipatoria se ha realizado durante las dos últimas décadas. Podría parecer que ambas no son antagónicas, ya que tanto la medicina curativa como la  preven  pre ventiv tivaa han coe coexis xistid tidoo siem siempre pre co como mo ar arte te y par parte te de la pr prácti áctica ca mé mé-dica. Sin embargo, la medicina anticipatoria no es lo mismo que la medicina preventiva tradicional, que se limitaba esencialmente a la vacunación contra determinadas enfermedades y al control de las enfermedades infecciosas mediante el mantenimiento de la calidad de las aguas, la inspección de mataderos, la monitorización de la cadena

 

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alimentaria, etc. La medicina anticipatoria no se dedica a controlar los agentes identificables de la enfermedad, sino a dar rienda suelta a es peculac  pecu lacion iones es probab probabilí ilísti sticas cas sobre el rie riesgo sgo futuro futuro de los llamado llamadoss desórdenes «multifactoriales» en individuos, y a prometer a sus clientes que —siempre que sus factores de riesgo sean regularmente evaluados y debidamente modificados siguiendo un complejo ensamblado de reglas definidas como el «estilo de vida saludable»— la mayoría de las enfermedades, si no todas, pueden prevenirse o al menos posponer su aparición casi indefinidamente. La atracción de la medicina anticipatoria es la promesa implícita (y, a veces, explícita) de un enorme ahorro en los gastos sanitarios del Estado y de una extensión de la esperanza de vida sin precedentes.  La transición desde la medicina preventiva a la anticipatoria presu pone el salto desde desde un enfoq enfoque ue empír empírico ico y pragmát pragmático ico a otro teórico y visionario. Los chequeos regulares y la identificación de los «factores de riesgo» pueden ser comparados con la Esta confesión de los cuya absolución depende de la penitencia. transición ha creyentes, sido facilitada por la ambigüedad del término «prevención». En cierta forma, la «prevención» es preferible a la enfermedad, pero cuando se utiliza en sentido anticipatorio, la «prevención» se convierte sólo en una pro  promes mesa a de prevención.  Un médico general compartía con los lectores del  Brit  British ish Medical  Journal  Jour nal el malestar que le producía esta moda de la atención anticipatoria (33). Para él, esta nueva clase de medicina se asemeja a la gestión eficiente de un ejército. Los individuos dejan de existir y sólo queda un ejército que debe estar preparado para cumplir sus obligaciones militares. Aunque todos los soldados están sanos, el médico debe asegurarse de que cada soldado dispone de los alimentos y medicamentos profilácticos que establece el reglamento y controlar regularmente la salud de cada uno. Esta clase de medicina requiere un esquema mental completamente diferente al del médico tradicional, que escucha y trata de encontrar un sentido a la mezcla de mensajes, llenos de miedo y de síntomas, que aporta el paciente. Para ello, uno necesita olvidarse de los cuestionarios «anticipatorios» y de las preguntas y, en su lugar, sintonizar con el estado mental y de ánimo del paciente.  La medicina anticipatoria es sinónimo de la medicina «proactiva» o del «mantenimiento de la salud», un término acuñado como una analo-

 

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gía del mantenimiento de un coche. Dale Tussing, un economista americano de la salud, sugirió durante una conferencia en Dublín que los seres humanos deberían estar sometidos al mantenimiento y a los chequeos de salud, de forma similar a los coches, «examen físico cada 15.000 kilómetros, inmunización cada 40.000, pruebas de detección del cáncer de cérvix cada 100.000 kilómetros, etc.» (34). Como buen economista, Tussing creía ingenuamente que de esta manera podrían prevenirse las enfermedades y reducir considerablemente los gastos sanitarios. Como Richard Asher solía decir, la única similitud entre un coche y un cuerpo humano es que cuando existe un serio problema de diseño hay que devolverlo al fabricante. Aunque la periodista Katharine Whiterhorn no es economista de la salud, muestra un envidiable sentido común cuando dice: «si evitamos que la gente muera de las enfermedades de las que muere ahora, morirán de otra cosa más tarde, pero será más despacio y más caro» (35).  Parasilustrar queolaejemp atención implica en entiva la práctica,  podemos  podemo emp emplear learlocom como eje mplo lo lasanticipatoria reco recome menda ndacio ciones nes prev prevent ivass ofioficiales para una mujer sana de bajo riesgo con una edad comprendida entre los 20 y los 70 años. Según el  Ame  Americ rican an Co Colle llege ge of Phys Physici icians ans,, esta mujer debería visitar a su médico anualmente y someterse a 278 consultas que incluirían exploraciones, pruebas y consejos. Nótese que esto es lo que se recomienda para una mujer  sana  sana,, y que no se incluyen actividades anticipatorias antes de los veinte años ni después de los setenta.   brimient  brimi Mientras entos os deque las la cien ciencia salud ciasspública natur naturale ales, «tradicional» s, de la tecno tecnolog se logía basaba ía y la en ingen ingenier losiería, descuía, la «nueva» salud pública —aunque retiene ese nombre— tiene poco que ver con la ciencia; por el contrario, despliega los rasgos característicos de una «ciencia patológica» según la descripción del premio Nobel Irving Langmuir: «Acepta la evidencia no por su calidad sino por su conformidad con una conclusión previamente establecida. Y la mayor parte de sus pruebas se basan en enrevesados argumentos estadísticos» (36).  Un ejemplo clásico sobre la supresión de evidencias «dañinas» es el único estudio británico randomizado y controlado sobre el  scr  screen eening ing multifásico (37). Este estudio se llevó a cabo bajo la dirección del profesor Walter Holland —uno de los más respetados epidemiólogos ingleses— en dos grandes consultorios del sur de Londres, y los resultados

 

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no mostraron ningún beneficio en el grupo sometido a cribaje. Los autores concluían:  «Cualquier tipo de s  sccreening, incluido el multifásico, debe evaluarse  porr ssuus eeffec  po ecttos ben enef efiicios ciosoos ddem emoostra rabble les. s. Dado ado qquue lo los rreesu sullta taddos ddee este ensayo controlado no han mostrado ningún efecto beneficioso ni en  sc  screening la mortalidad ni en la morbilidad, consideramos que el uso del multifásico por los médicos generales en personas de mediana edad no  puuede sseer ddeefendido ccoomo uunna m  p meedida ddeeseable ddee sa salud pú pública ddeesde una perspectiva científica, ética o económica.»  A pesar de este claro, honesto y sincero resumen, incluso los especialistas en el tema parecen no conocer este estudio, que no se cita ni en los manuales de scr  screen eening ing,, ni en las publicaciones gubernamentales, ni en artículos de epidemiología. Por el contrario, el gobierno británico está empleando incentivos económicos (extraídos de los fondos públicos) para seducir a los médicos generales y promover su participación, como agentes del Estado, en las campañas de scre  screening ening..  Hasta ahora el scr  screen eening ing de las enfermedades se ha efectuado sin el menor control ético puesto que la mayoría de los médicos cree que es algo bueno, y el público, que cree en su médicos, aún no ha cuestionado este acto de fe. Los trabajadores (o sus empresarios) pagan sin rechistar alrededor de 55.000 pesetas a las compañías de seguros para que les realicen todas las pruebas de  scree  screening ning imaginables. Otros se gastan sus ahorros en unidades del Servicio Nacional de Salud (NHS) que están  screenin  scre ening g a precios lanzandoy campañas deprivados reducidos. si acaso, las clínicas laboratorios están a la caza del restoPor de los hipocondríacos. Y por si aún se escapara alguien, a todos los pacientes que acudan a las consultas de los médicos generales se les realizarán pruebas de  screening  scree ning,, quieran o no, ya que sus médicos recibirán beneficios especiales si cumplen con la cuota que se les ha asignado. A los políticos les gusta ser vistos como los benefactores de la humanidad y, equivocadamente, piensan que las campañas de scr  screen eening ing servirán para ahorrar dinero que podría ser empleado en departamentos con presupuestos insuficientes, como el servicio civil, el ejército o la policía.   screen eening ing poc El tipo de scr  pocoo imp import orta, a, lo mi mism smoo da que sea del del cánc cáncer, er, del colesterol, del SIDA o del alcoholismo. ¿Acaso no es siempre mejor  prevenir  preve nir qu quee curar? ¿¿Quié Quiénn se atre atreve ve a reco reconocer nocer qque ue odi odiaa a su ma madre? dre?

 

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Poner en duda el componente ético de las campañas de  scree  screening ning,, generalmente dirigidas a hacer más sana a gente sana, se considera perverso, o al menos, frivolo. El hecho de que el scr  screen eening ing sea un negocio en expansión y muy lucrativo no es más que un fenómeno incidental  —unoo ddee es  —un esos os rar raros os ejem ejemplo ploss en los que la bon bondad dad de algu algunos nos hum humano anoss es recompensada en la Tierra.  Así pues, ¿dónde está el problema? Todos los problemas complejos tienen soluciones que son sencillas... y equivocadas. Puesto que somos las posibles presas de tantas enfermedades, cuantas más pruebas diferentes de  scre  screenin ening g realicemos, mejor. Carece de sentido hacerlo únicamente en las mujeres, y buscar sólo enfermedades raras como el cáncer de cérvix. ¿Por qué no hacer también  scree  screening ning de la hipertensión arterial, de la diabetes, del glaucoma, de la toxoplasmosis, de los factores de riesgo de la cardiopatía isquémica, del cáncer de ovario, del cáncer de pulmón, del cáncer de mama, del cáncer gástrico, del cáncer de melanoma, cáncer de testículo...? Y,de seguro, cuantas máspróstata, pruebasdel hagamos, másdel probabilidades tendremos detectar algo que no está del todo bien. Además, el  scree  screening ning de muchas enfermedades es un proceso que debe repetirse regularmente. ¿Todo bien? ¿Cómo lo ve usted? Sea una buena chica y continúe autoexplorándose las mamas. Es algo maravilloso para mantener la mente ocupada en cuestiones de vida y muerte. En las órdenes monásticas a esto se le llamaba memento morí.  morí.  Según el Comité de Expertos del Consejo de Europa, el  scree  screening ning  pre  preven ventiv tivo, o,o apl aplica icado do con o si sin n indi indicac cación ión cl clíni ínica, ca, «p «pers ersigu iguee y gara garanti za (implícita explícitamente) una contribución positiva directa en lantiza salud de la población». Nótese la palabra «garantiza». ¿Acaso tenemos esa garantía? ¿Y dónde está la contribución positiva directa para el individuo sometido a screenin  screeningl  gl   ¿No debería informarse a toda persona invitada a someterse a prue bas de  scr  screen eening ing de cualquier posibilidad de efectos adversos, además de las promesas de beneficio? Si un médico admitiera con franqueza que, por ejemplo, según el último estudio sueco sólo se beneficia una de cada 65.000 mujeres que se hacen mamografías cada año, cómo respondería a su paciente que con cara de estupefacción le dice: «Doctor, usted debe de estar bromeando». 

 

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La probabilidad de tener un resultado «falso positivo» está en función del número de pruebas que se realizan. Después de todo, somos normales sólo porque no se nos hacen suficientes pruebas. Habría que sopesar la ansiedad, las pruebas complementarias —no exentas de peligro— y, ocasionalmente, las operaciones quirúrgicas innecesarias que sufrirían muchas personas sanas debido a los resultados «falsos-positivos» con los posibles beneficios que obtendrían los afortunados.  Si un médico no informa a sus clientes sanos sobre estas complicaciones debería correr el riesgo de ser denunciado. Sin embargo, admitir que algunas pruebas de  scre  screening ening no son muy fiables, que los tratamientos disponibles para las enfermedades buscadas no tienen demasiado éxito, o que el propio médico no se hace esas pruebas, serviría para desalentar a posibles «candidatos al  screeni  screening». ng». Si una médico dijera que no sabe qué colesterol tiene su marido, o que no realiza pruebas de detección de sangre oculta en heces cada seis meses entre los miembros de su familia, quizás sus pacientes no querrían hacerse tantas pruebas.  Existe una asimetría ética entre la situación del paciente que llama a la puerta de la consulta y solicita ayuda, y la de una persona a la que se acosa en la calle y se la invita a que se haga la última prueba para prevenir una terrible enfermedad. En el primer caso uno está practicando «simplemente medicina»: se puede no saber qué le pasa al paciente y no curarle, pero el pobrecillo tiene un problema y no tiene a dónde ir (excepto quizás al acupuntor de la calle de al lado). Uno consuela al paciente, le da esperanza y le reconforta, le pone un tratamiento (a menu bien  bien. do acompañado . La mayoríademe mejora consentimiento jora,, y no se leinformado) ha prom prometid etido yoespera nada. En queeltodo segund segundo vayao caso uno se está buscando problemas. Se solicita la colaboración de los  pacientess sin garantías de benefici  paciente beneficio, o, y las cosas pueden torcerse. El cliente, que estaba sano hasta que se topó con el médico, podría demandar a través de los tribunales que le devuelvan la salud y el dinero. Es como una pescadilla que se muerde la cola. Si a uno se le pasa una citología ligeramente anormal y la mujer desarrolla un cáncer, se vuelve a saber de la paciente a través de su abogado. Si, por otro lado, uno deriva al 10 % de sus pacientes para que se les haga una colcoscopia y otrosdel desagradables «tratamientos», las mujeres pensar que el uso espéculo es demasiado especulativo, y nopodrían volverán la próxima vez. El argumento de que son ellas las que lo piden no durará mucho

 

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tiempo, ya que en realidad la demanda se ha generado mediante falsas  promes  pro mesas as em emanad anadas as de los mé médic dicos. os.  La malsana obsesión con la salud  Hay gen gente te que se pri priva va de tod todas as las cos cosas as que se  pueden  pue den co comer mer,, beber o fum fumar ar y que, po porr cual cualqui quier er cau cau- sa, hayan adquirid adquirido o mal mala a rep reputa utació ción. n. Es el precio precio que  pagan por su salud. Y salud es todo lo que obtienen obtienen.. ¡Qué extraño! Es como gastarte toda tu fortuna en una vaca que no da leche. 

Mark Twain

 Nunca hhaa ha  Nunca habid bidoo es escas casez ez ddee m mesí esías as ddee la salud, salud, inclus inclusoo en los tie tiemm pos de Mark Twain Twain,, pero el hom hombre bre de la calle los consid consideraba eraba como chiflados entrometidos y los enseñaba ridiculizaba. Sylvester Graham, un bostoniano excéntrico de la salud, la importancia de la abstinencia, el salvado y la castidad. A sus seguidores, que solían ser flacuchos y tenían pinta de enfermizos, se les conocía popularmente como la «Sociedad Patológica del Salvado y el Serrín». Hoy día ya no predican los charlatanes ambulantes, sino que los mensajes se transmiten a través de canales oficiales y gubernamentales. Lewis Thomas, uno de los más agudos estudiosos de las estupideces sobre la salud, ya nos advertía hace más de veinte años de los cambios que se estaban dando. En un ar(38) tículo publicado en el  Ne  New w En Engl glan and d Jour Journa nall of Medi Medici cine ne  describía la  preocupación de losmalsana americanos por laconvirtiendo salud y la acomida saludable como una obsesión que estaba los habitantes de toda una nación en hipocondríacos sanos, convencidos de que sin una constante vigilancia médica, el cuerpo humano se haría pedazos y se desintegraría. En la misma revista (39), el doctor León White urgía a los médicos para que incrementasen la conciencia pública de que «el estilo de vida era la principal amenaza para la salud en este país», lo que es  pareci  par ecido do a de decir cir qu quee la vi vida da eess un unaa eenfe nferm rmed edad ad peli peligr grosa osa,, y casi casi siem siempr pree mortal de necesidad. Es sólo cuestión de tiempo hasta que se establezca una nueva especialidad médica, la de «ortobioestilista», quien nos aconsejará sobre el estilo de vida correcto.  Como Barsky comenta en su libro Worried sick («Enfermo de miedo») (40) sólo la mitad de los americanos están satisfechos con su salud y

 

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esta proporción está decreciendo. La dieta se ha convertido en la mayor obsesión y se recomienda a los americanos que coman «alimentos saludables» para retrasar el envejecimiento, fortalecer el sistema inmune y aumentar la potencia sexual y la creatividad. Casi todos los americanos (96 %) querrían cambiar alguna parte de su cuerpo. Las clases media y media-alta son particularmente vulnerables a estas obsesiones. La obsesión por la salud en la Casa Blanca se ha convertido en una norma. Es importante para la imagen del presidente que se le vea haciendo de porte,  por te, y que su mujer pro prohib hibaa los cenic ceniceros eros en la Casa Bl Blanc anca. a. Los políticos de otros países también se están adhiriendo a esta cruzada. Por ejemplo, la Ministra de Sanidad británica, Virginia Bottomley, suprimió los dulces a la hora del café (sustituyéndolos por fruta) y manifestó  públic  púb licam ament entee que se ab abste stendr ndría ía de tom tomar ar beb bebida idass alco alcohól hólica icass dos días días a la semana.  En el periódico The Independent, Keith Botsford describía así la vida americana: «Sin duda, los estáncomo constantemente cupados por la inmortalidad, a laamericanos que consideran un derecho preoconstitucional. Sus fobias incluyen el fumar cigarrillos —activo, pasivo o aoristo (sic) —,  —, las enferm enfermeda edades des,, las dro drogas gas,, las pistol pistolas as y, por su supue puess(41) to, las sustancias cancerígenas» .  Esta situación no es el fruto de una conspiración mundial sino el resultado de los mecanismos de retroalimentación entre las masas aterrorizadas por el miedo a la muerte y los promotores de la salud ávidos de dinero y poder. La gente corriente, embrutecida por la papilla de la televisión, la de dieta blanda de la cultura expurgada el semianalfabetismo, es el caldo cultivo ideal para el evangelio delyestilo de vida.  Según la socióloga americana Renée Fox, la aportación de los médicos a la creciente preocupación por la salud es sólo una variable de la ecuación. El otro componente es la necesidad que tienen los humanos de emplear el término «salud» como «una forma codificada de referirse a un estado ideal tanto desde el punto de vista individual como del social o del cósmico» (42). En el pasado la medicina y los rituales mágicoreligiosos estaban fundidos en un mismo sistema para explicar lo que acontecía con la salud, la enfermedad, la fortaleza, la fecundidad o la invulnerabilidad, todas ellas investidas de un origen supranatural. En la sociedad moderna, la medicina se ha distanciado enormemente de la religión, pero la salud ha retenido su simbolismo religioso (o mejor, pseu-

 

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dorreligioso), metafísico y místico. Por ejemplo, Rick Carlson ha escrito en su libro The end of Medicine («El fin de la Medicina»):  «No hemos comprendido qué es la salud... Pero durante las próximas décadas nuestros conocimientos aumentarán. Entonces la búsqueda de la salud y el bienestar será posible, pero sólo si conservamos el medio ambiente y transformamos nuestro orden social de manera que la mejora de la salud no suponga la supresión del disfrute de la vida. De lo contrario, seguiremos siendo dependientes y enfermos. El fin de la medicina no es el fin de la salud sino el principio» (43).  Fox cita a Carlson como un ejemplo de las tendencias «desmedicalizadoras» que se oponen a la medicalización profesional de la vida. Sin embargo, como ya había apuntado Illich, la idea de la «auto-ayuda» estaba siendo mediatizada por un grupo diferente de profesionales de la salud. Illich encontró publicados y 1975, sólo en los Estados Unidos,2.700 «que libros le enseñan a uno aentre ser su1965 propio pedente». La diferencia entre la medicalización «oficial» y la «alterativa» es que en el caso de ésta última los esclavos adornan sus cadenas con flores.  Cuando un siglo y una cultura agonizan, declarar la muerte a la muerte se convierte en una preocupación esencial. Christopher Lasch en The culture of narcissism («La cultura del narcisismo») analiza la paradoja de las sociedades occidentales, particularmente la americana, en las que cuando decae la fe en el futuro y se pierde la esperanza, resurgen las expectativas de permanecer sano si se siguen al pie de la letra ciertos rituales. La única solución para esta paradoja es, según Lasch, el narci(44) sismo . Cuando el hombre pierde el sentido de su continuidad histórica con el pasado, cuando ya no tiene la esperanza de ver a sus hijos mantener la lucha de sus antepasados por una existencia digna, limita su horizonte a su propia existencia individual. La muerte se convierte en una injusticia, en la confiscación del único bien personal que se posee, la vida, y uno se ve en la obligación de combatirla, de evitarla, de engañarla.  cioso «Patológico por su fe en enelsus poder orígenes de la ymedicina motivaciones —escribe psicológicas, Lasch—, el superstimovimiento para prolongar la longevidad es una forma peculiar de expresar la ansiedad de una cultura que no cree en el futuro» (45). 

 

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En Utility of religión («La utilidad de la religión»), John Stuart Mili  plante  pla nteaa que «en gene general ral,, no son las pers persona onass felic felices es las qu quee están preopreocupadas con la prolongación de la vida o con el más allá, sino aquellas que nunca han sido felices» (46).  El culto narcisista a la juventud, a la salud y a la belleza que predican los promotores de la salud acrecienta el sentimiento deyculpa y la ansiedad de una población que envejece irremediablemente, que daría cualquier cosa por un espejo mágico que les dijera que son bellos y les hiciera sentirse necesarios.  La búsqueda del Santo Grial de la Salud se basa en la errónea creencia de que la salud equivale a la felicidad. Se exhorta a los acólitos de la  New Age a que coman menos grasas, a que produzcan heces voluminosas, y a que se compren una bicicleta estática. Así no habrá más dolor ni desamor, más sufrimiento ni desesperanza, más sacrificios ni más lágrimas. Mientras la violencia gratuita, el terrorismo y los crímenes aumentan, los guardianes de la sociedad hablan de cómo atajar las causas de los desórdenes sociales. Con un discurso similar, los promotores de la salud dicen que «no sirve de nada secar el agua del suelo si no se cierra antes el grifo» o que «en lugar de sacar del río a los que se están ahogando, habría que encontrar a quien los está tirando al agua». No hay nada malo en estas metáforas, excepto que no queda claro a qué río, a qué personas o a qué salvadores se refieren. El famoso perro San Bernardo, Barry, que se exhibe disecado en el Museo de Historia Natural de Berna, salvó 42 vidas humanas —más que cualquier promotor de la salud que yo conozca.  Virgilio decía que «uno destruye su salud tratando de preservarla». Pero los promotores de la salud no leen a Virgilio. Pregúnteles por  De rerum natura de Lucrecio, Gargantua de Rabelais, los  Ensayos de Montaigne, Don Quijote Quijote de la Mancha Mancha de Cervantes, o sobre la poesía de Verlaine, la rebelión de Lautréamont o la compasión de Beckett. Estos nombres no figuran en su lista. En el mejor de los casos les mirarán estupefactos; en el peor, intentarán medirles el colesterol. 

 

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La «salud positiva» y su promoción En 1926, el Presidente de la Asociación Médica Americana, Wendell Phillips, declaró que «los médicos debían darle un nuevo significado a la palabra paciente, ya que actualmente los enfermos, como las  person  per sonas as san sanas, as, deber deberían ían estar inclu incluido idoss en las listas listas de sus médicos médicos». ». Tener buena salud podría no ser suficiente. Phillips añadía:  «Demasiados de nuestros conciudadanos van por la vida conformándose con una salud aceptable, y jamás conocerán la euforia y la felicidad que acompañan a un perfecto estado de salud. Por consiguiente, uno de los objetivos de los médicos del mañana será conseguir y mantener una salud perfecta, como un derecho inherente a cada persona. A más salud más felicidad, mayor bienestar, utilidad y valor económico del indivi(47) duo. Nunca habrá superhombres sin supersalud» .  Aunque escrito hace 70 años, este instructivo pasaje tiene sorprendentes resonancias modernas y contiene todos los ingredientes de la retórica actual de la promoción de la salud. La salud tiene que ser algo más que la ausencia de enfermedad, tiene que ser salud exhuberante, «supersalud». La salud es felicidad y la felicidad es salud. Todas las  perso  per sona nass sa sanas nas de deben ben est estar ar bbaj ajoo co cons nstan tante te ssupe upervi rvisi sión ón.. In Incl cluso uso no oomi mite te mencionar ni «el valor económico del individuo» ni el absurdo «derecho inherente» de cada persona a la «supersalud». La idea del superhombre es típicamente americana. ¿Debería ser la función de la medicina convertir a la gente en felices autómatas económicamente económicamente útiles?  La idea de la «supersalud» de Phillips se incluyó en los estatutos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1946, en los que la salud se define como «no sólo la ausencia de enfermedad» sino como «un estado de completo bienestar físico, psíquico y social». El tipo de sensación que el común de los mortales puede experimentar brevemente mientras tiene un orgasmo o está bajo el efecto de las drogas.  En 1975, el doctor Halfdan Mahler, Director General de la OMS, escogió el tema «¡Salud para todos en el año 2000!» —los signos de exclamación son suyos— para un comunicado dirigido a los Comités Regionales de la Organización. Reconocía que uno debe ser realista y que «tendría que pasar toda una generación de la población mundial para que se pudiera conseguir un nivel aceptable de salud repartido deforma

 

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cursiva iva eess mí mía—. a—. A All fin final al de ssuu discu discurso rso,, igualitaria en el mundo» —la curs

Mahler confesaba que «no le quedaba la menor duda de que se conseguiría este objetivo antes del año 2000» (48). La asamblea de la OMS en 1977 adoptó el eslogan «Salud para todos en el año 2000» para definir su principal objetivo.  Un solo enfermo o, Dios solo moribundo no experimentara la euforia de la nos saludperdone, positivaun definida por la OMSque aguaría la fiesta. Los viejos afectados por la senilidad y la demencia, las solteronas amargadas, los amantes despreciados, los jugadores arruinados, las viudas de pescadores ahogados, las víctimas de la violencia, o los lunáticos de los manicomios, también ellos estropearían el cuadro. Incluso los cristianos, con su optimismo ilimitado, son más realistas y retrasan la promesa de la felicidad absoluta a la otra vida.  En 1978, en el Palacio Lenin de Alma-Ata, los representantes de la OMS de 134 países aceptaron por unanimidad la Declaración de AlmaAta, que reafirmaba la definición de la OMS y declaraba a la salud como «un derecho fundamental del ser humano». Los delegados aplaudieron el mensaje de su anfitrión, Leónidas Brezhnev, para quien «los temas de salud nacional figuraban en la primera línea de las actividades del Partido Comunista y del Estado Soviético» (49). Los delegados del Haití de Bebé Doc, de la Uganda de Idi Amin, de la República Centroafricana de Bokassa —por mencionar sólo algunos de los representantes de regímenes criminales, estados totalitarios o dictaduras militares—, estaban convencidos de que la «Salud para todos en el año 2000» era una objetivo realista.  En 1981, la XXXIV Asamblea de la OMS adoptaba «una estrategia global para conseguir la salud para todos en el año 2000» y, en 1983, el tema del Día Mundial de la Salud (7 de abril) fue «Salud para todos en el año 2000: ¡La cuenta atrás ha comenzado!» —un eslogan bastante chocante considerando que la cuenta atrás ya había comenzado en Alma-Ata hacía cinco años—. En 1986, Halfdan Mahler era todavía optimista. En su alocución de bienvenida a una princesa de Tailandia, felicitaba a este país «por demostrar al mundo que la salud para todos en el año 2000 no era una utopía».  En Irlanda, en 1987, un importante promotor de la salud y por entonces profesor de cardiología preventiva declaraba al periódico The  Irish  Iri sh Tim Times es que «las principales causas de mortalidad —como la cardio-

 

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 patía isq  patía isquém uémica ica,, los acci acciden dentes tes cer cerebro ebro vas vascul culare ares, s, las enf enferm ermeda edades des respiratorias y muchos cánceres— habrán desaparecido en el año 2000» (50). Este hombre consideraba que las actividades preventivas «eran sólo una pequeña parte de un gran movimiento para conseguir un mundo perfecto para todos los habitantes de la tierra. Únicamente un movimiento de esta clase nos permitirá alcanzar la divinidad» (51).  En 1988, según un comunicado de prensa de la OMS, el doctor Mahler recibió como regalo simbólico, durante la celebración del cuarenta aniversario de su organización, el siguiente poema: Man  Mankin kindis dis true I Health must come I With the new I Millenium. Heed the cali I For common wealth I Health for all I Allfor health. («La verdadera salud de

la humanidad llegará con el nuevo milenio. Respondamos a la llamada de la riqueza compartida. Salud para todos. Todos para la salud»). Que unos versos tan poco convencionales justifiquen un comunicado de  prensa  pre nsa ofi oficia ciall es ind indicat icativo ivo de la atm atmósf ósfera era enrare enrarecid cidaa que impre impregna gna el cuartel general de la OMS.  Ya no se oye hablar mucho de la «cuenta atrás». Durante los años ochenta los gastos sanitarios por habitante se redujeron en la mitad de los países africanos, en dos tercios de los de Latinoamérica y en un tercio de asiáticos (52). En 1992, 1.200 millones de personas no disponían de agua potable, uno de cada tres niños estaba malnutrido y tres millones de niños morían de enfermedades prevenibles mediante vacunaciones (53).  La reelección del doctor Iroshi Nakajima como Director General de la OMS(54)en. La 1992 no tiene ha servido mejorarque la reputación la organización OMS 1.400para empleados perciben undesalario medio de 150.000 dólares libres de impuestos. Por cada dos dólares que se gastan en programas, se invierten ocho en gastos administrativos. ¡Y la oficina de la OMS de Ginebra produce más de 100 millones de páginas de informes anualmente! (55).  El Secretario General de la Organización Médica Mundial, André Wynén, durante una reunión en Viena en 1986, describía las fantasías de la OMS como algo que «los médicos con buena preparación y con experiencia no podían ni entender ni aceptar» (56). Ni siquiera la gente de la calle, que ciertamente posee un menor grado de formación, las aprobaría. Wynén consideraba que la definición de «salud» de la OMS es demasiado vaga, demasiado simplista y que olvida el significado de la 

 

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enfermedad. También apuntaba que la medicina preventiva no es un sustituto de la medicina curativa sino un lujo para los que están sanos y un gasto adicional para los servicios sanitarios. Mantener con vida a los enfermos crónicos, a los minusválidos severos y a los discapacitados, o facilitar que los viejos vivan más años, genera inevitablemente un aumento de la demanda de camas hospitalarias y de servicios médicos que  preste  pre stenn atenció atenciónn a las enfer enferme medad dades es deg degene enerat rativa ivass de la vist vista, a, del oí oído, do, del sistema cardiovascular, del aparato respiratorio, del sistema musculoesquelético,, del aparato urogenital y, sobre todo, cerebrales.  culoesquelético La primera conferencia de la OMS sobre promoción de la salud tuvo lugar en Ottawa, Canadá, en 1986 y de ella surgió la Carta para la  Promoc  Pro moción ión de de la Sa Salud lud.. Entre los firmantes estaban los representantes a la Rumania de Ceaucescu y de otras dictaduras comunistas. Los países asiáticos y africanos, con la excepción de Ghana y Sudán, no asistieron. En el informe anual de Ammist Ammistía ía Internacional de 1993 se acusaba a 110o gobiernos de os torturas en las, na prisiones y e,lasjjamá comisarías de ban policía,  per  pero lo loss do docum cument entos ddee la OMS OMS, natur turalm alment ente, amás sm menci enciona onaban est estee  proble  pro blema ma,, qui quizás zás po porqu rquee los go gobie bierno rnoss que ap apoya oyaban ban la ttort ortura ura ttamb ambién ién apoyaban las declaraciones de la OMS.  Los firmantes de la Carta de Ottawa se comprometían a «reconocer a los individuos como la principal fuente de salud; a apoyarles y a facilitarles los medios para que permanecieran sanos, ellos, sus familias y sus amigos, y a aceptar a la comunidad como el portavoz primordial en materias de salud, condiciones de vida y bienestar». Además expresa(57)vo d  ban su2000» su esp espera eranza nza ddee que eell obj objeti etivo OMS MS ddee «S «Salu aludd par paraa tod todos os eenn el año se hiciera realidad .  dee la O

Los británicos han sido tradicionalmente gentes reticentes, a las que se educa para afrontar las adversidades con la frente bien alta y sin rechistar. Así pues, no es de extrañar que consideraran como excentricidades las ideas de visionarios como Alee Bourne. En su libro Hea  Health lth for (58) the future («Salud para el futuro») , Bourne sostiene que la salud es algo más que la ausencia de enfermedad y que «se debe ir más allá de la medicina preventiva... hacia una forma de medicina y de higiene destinada a crear salud positiva... La delincuencia moral, las extravagancias emocionales y la pobreza espiritual limitan la plena expresión de la naturaleza humana y su desarrollo. Nuestro deber sería coordinar los esfuerzos y crear un Hombre Total de un orden superior. No se trata de un

 

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idealismo ridículo sino de un deber que todo hombre responsable tiene con sus semejantes. Es la forma de ennoblecer nuestro destino. El hom bre est estáá hhech echoo ppara ara pre preser servar var la "im "image agenn ddivi ivina" na" con la que ha nac nacido ido». ».  Sólo cuando la salud pública británica sucumbió a la influencia dominante de la ideología de la salud pública americana, la retórica de la  promo  pro moció n de salud hi hizo zoitaidé idénti en amb ambos paí países ses. . oria Esta ideol ideologí  pos  postul tulaación que la la socie sociedad dadsene neces cesita dentica llaacamed medici icina naosant antici icipat patori a tant tanto o aogía ni-a vel individual como nacional. Fue cuando comenzamos a oír que era  precis  pre cisoo cambia cambiarr el «co «coles lester terol ol nac nacion ional» al»,, la «di «dieta eta na nacio cional nal»» o el «con «con-sumo de alcohol nacional», y que los individuos necesitan consejos personalizados sobre el estilo de vida y chequeos médicos regulares. Aunque ambos países son oficialmente cristianos, permanecen selectivamente sordos a las palabras de Jesús de que «no son los justos los que necesitan de la medicina» (Mateo 9,12). El agnóstico Montaigne decía lo mismo pero con más vigor: «Los médicos no se contentan (59) con ocuparse de losescapen enfermos, sino que corrompen la salud por miedo a que lossólo hombres a su autoridad» .  En 1984, el director del Departamento de Educación para la Salud de la Asociación Médica Americana, William Carlyon, acusaba a los  promo  pro motor tores es de la sal salud ud de fome fomenta ntarr extra extravag vagant antes es ideas ideas sobre la fel felici ici-dad y de estar medicalizando a una humanidad deseosa de utopías (60). Considerando el puesto de trabajo que ocupaba, es de imaginar que tras estas declaraciones o se jubiló o le despidieron. Lo que preocupaba a Carlyon era la extensión de la medicina preventiva —legítima en aspectos como de la inmunización, el social, alcantarillado— a los dominios lo espiritual, delalopasteurización filosófico y deo lo apoyándose en la mullida y magnánima definición de «salud» de la OMS. Esta clase de «bienestar» da carta blanca a los promotores de la salud para inmiscuirse en cualquier área de la vida pública y privada que escojan. Cualquier aspecto de la vida cotidiana —hábitos, actitudes, sexualidad, creencias— pueden convertirse en objetivos legítimos de intervención. Como I. K. Zola ha remarcado, aunque las soluciones que se proponen son en apariencia objetivas —científicas y técnicas—, y el proceso en conjunto está enmascarado de altruismo, el objetivo real es la conquista (61)

de poderconversos, . Para Carlyon, rituales ascéticos, celosa búsqueda de nuevos el júbilolos ante cualquier nuevala prohibición, multa, impuesto o restricción de simples placeres, y la actitud cruel de estos

 

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 puritanos «en lo  puritanos loss que llaa intol intolerancia erancia vi virtuosa rtuosa ssee aproxi aproxima ma el fascismo fascismo de la salud», son sólo una muestra de lo que se nos avecina.   El  Amer  American ican Journal Journal of Heal Health th Prom Promotio otion n examinó las diferentes definiciones de promoción de la salud, a partir de las cuales elaboró una versión «más amplia» que reza:  «La promoción de la salud es la ciencia y el arte de ayudar a que la gente cambie su estilo de vida para conseguir un estado óptimo de salud. La "salud óptima" es el equilibrio entre la salud física, emocional, social, espiritual e intelectual» (62).  El responsable ideal de la promoción de la salud ha sido descrito en el  Hea  Health lth Educ Educati ation on Journa Journall como «un nuevo especialista que se ocu paráá de llas  par as bbarre arreras ras ssoci ociale ales, s, ec econó onómi micas cas o de cualqu cualquier ier otr otroo ti tipo po qque ue ssee (63) opongan a la salud» . Dado que algunas de estas barreras incluyen el racismo, la intolerancia, el fanatismo, el desprecio hacia los perdedores y la culpabilización de las víctimas, el trabajo de los que se dediquen a la promoción de la salud va a ser peliagudo. La revista  Heal  Health th Prom Promootion International eligió 1975 como el año «paradigmático» del nacimiento de la promoción de la salud: «Las naciones tenderán a adoptar este paradigma, si no para reemplazar al paradigma biomédico, sí al menos para equiparar los conceptos de la promoción de la salud a los de la medicina científica» (64).  En la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres existe Ciencias una unidad de Promoción de la Salud. El promotor de la denominada salud no es sólo un científico sino también un psicólogo  psiqui quiatr atra, a, un exp expert ertoo ssoci ocial, al, un ases asesor or esp espiri iritua tuall y un intelectual.  cum psi La promoción de la salud es un negocio redondo. Como su mercancía es la felicidad universal se vuelve inmune a las críticas, que de cualquier manera sólo se atreverían a hacer los misántropos y los necios. La teoría es elaborada por departamentos universitarios y por expertos y consultores que trabajan para el gobierno; de la parte práctica se ocupan los negociantes: tiendas, gimnasios y granjas de la salud, revistas de  promoció  prom ociónn de la salud, centro centross holísti holísticos cos y clínicas clínicas de chequeos (una (unass sólo para «ejecutivos», otras sólo para «mujeres sanas», otras, en fin,  para cualquiera cualquiera que lo desee desee). ). Las indu industri strias as de alimentac alimentación ión y los fa brican  bri cantes tes ddee pil pildor doras as ttamb ambién ién ssee han sub subido ido al ca carro rro ddee la pprom romoci oción ón ddee la salud. En 1984 se abrió el Instituto de Promoción de la Salud de la

 

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Facultad de Medicina de Gales con el objetivo de «desarrollar experiencias académicas y de investigación sobre la promoción de la salud». Durante la II Escuela Internacional de Verano organizada por este de partam  par tament entoo (y ccopa opatro trocin cinada ada ppor or llaa OM OMS), S), se prom prometí etíaa a los los parti particip cipanantes que aprenderían todo lo que quisieran sobre cómo «conseguir dinamismo y cambios» mediante hábiles técnicas de «marketing social» y la utilización de los «medios de comunicación». En 1986, el Instituto lanzaba la revista  Pos  Positi itivé vé Healt Health. h. En 1987, la Facultad de Medicina Comunitaria del Roy al  public licaba aba el el pri prime merr núm número ero al Colleg Collegee of Physi Physicia cians ns pub del boletín Salud para Todos en el Año 2000. También nacía un nuevo cuerpo académico, los Profesores Asociados de Promoción de la Salud, quienes se encargarían de promocionarse a sí mismos «combinando sus  pode  po dere ress in indi divi vidu dual ales es ba bajo jo un unaa ba band nder eraa co com mún» ún» (65).  Algunos observadores, filósofos y médicos han expresado sus dudas sobre los motivos y la utilidad del movimiento de promoción de la  Lancet et salud. Un editorialista del  Lanc definía como «ellimitada» movimiento de subirse al carro», y describía comolo«extremadamente la evidencia de la efectividad de los chequeos de salud, puesto que no sirven  para reducir reducir ni la mor mortali talidad dad ni la morbil morbilidad idad pero sí para aume aumentar ntar el (66) gasto de los servicios sanitarios . Los tratados firmados por el clero de la prevención (indulgencia plenaria para los no indulgentes) tienen  pocos  poc os vis visos os de ser cum cumpli plidos dos..  El voluminoso informe The natiorí s health («La salud de la nación»), publicado en el Reino Unido en 1988, proponía «una estrategia  Lancet cet como  British Mede salud para los años noventa». Tanto el  Lan el Brit lo consideraron moralizante, ingenuo y lleno de ish medias dical Journal verdades (67)  En su respuesta a través de la sección de cartas al director del Bri  Britis tish h Medical Medical Jou Journa rnal, l, los autores del informe mostraban su des-

contento y protestaban porque el revisor de su trabajo había sido un «médico general» (68). Este médico general era en realidad un profesor de medicina y un experto en medicina preventiva. Además, en el  preámb  pre ámbulo ulo ddel el in infor forme me se se me menci nciona onaba ba qu quee el te texto xto debí debíaa ser ««acce accesib sible le no sólo a los especialistas» sino también al «lector general» (pero, obviamente, parece que no a un «médico general»).  Según el catedrático de Salud Pública estadounidense Marshall Becker, la promoción de la salud confunde el deseo con la realidad. El control directo que un individuo puede ejercer sobre su salud personal

 

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es muy pequeño si se compara con el que ejercen los factores hereditarios, la cultura, el medio ambiente y el azar. Para Becker, «estamos molestando y asustando a la gente con demasiadas cosas; hacemos cam pañas  pañ as con contra tra los pla placer ceres es y ni siqu siquier ieraa estamos est amos de acu acuerd erdoo entre ent re nosotros sobre la validez científica y la importancia de muchas de nuestras recomendaciones» (69).  Para Gilí Williams, según recoge el  Jou  Journa rnall of Medical Medical Eth Ethics ics,, los «expertos» en promoción de la salud recurren a afirmaciones sin fundamento para justificar su «sabiduría en materias de salud» y dejan al  públic  púb licoo a exp expens ensas as de práct práctica icass poco escr escrupu upulos losas as y de creencias creencias ing ingeenuas (70). Los objetivos del movimiento de promoción de la salud son tan vagos que cualquier campo está abierto a la construcción de enormes pirámides administrativas. (Por ejemplo, «es necesaria la asociación, cualquiera que sea, de la educación para la salud y de organizaciones políticas y económicas para facilitar las adaptaciones ambientales y del comportamiento para mejorar la salud».) vendermarca «salud» se emplean los mismos métodos que para vender Para una nueva de detergente. Williams sugiere que se debería proteger al «consumidor de salud» contra los métodos agresivos de los «comerciantes de la salud» mediante algo equivalente al reglamento de las ventas comerciales. Así el cliente tendría derecho a reclamar los daños ocasionados por los productos defectuosos o la publicidad engañosa.  Irma Kurtz, una crítica observadora de los disparates humanos que escribe en la revista Cosmopolitan, ha denunciado el carácter egocén Journa rnalde l oflaMedi Mcondición edical cal Ethi Ethics cs trico de estacomo nuevauna religión de la salud. la describe fe miserable, ajenaEn a lael Jou mejora humana, como un mero ejercicio de auto-admiración (71). ¿Quién quisiera ser recordado como alguien que ha consagrado su vida a «estar en forma», a evitar el sol (haciendo jog  joggin ging g con un sombrero de ala ancha), a alejarse del colesterol y de los amigos que fuman, y a depositar diariamente heces voluminosas voluminosas (porque la fibra es buena para la salud)? 

Hace algunos años, el periódico The Guardian informaba que se estaba desarrollando un «retrete inteligente» en Japón (72). Automáticamente medía los índices de salud y enfermedad en las heces y en la orina, y si uno metía el dedo... en un dispositivo acoplado en la parte lateral  podía  pod ía m medi edirse rse iinst nstant antáne áneame amente nte el ppuls ulsoo y llaa presió presiónn art arteri erial. al. Según Según ppaalabras del responsable del equipo investigador, «nuestro sueño es que

 

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algún día cada domicilio esté comunicado con un centro de salud que  podrá  pod rá m moni onitor toriza izarr lo loss ca camb mbios ios de llos os ssign ignos os vvita itales les reg regist istrad rados os eenn el retrete».  Salud «verde» 

El retorno a la naturaleza es un sueño recurrente para aquellos que no pueden hacer frente a las complejidades de la vida, aquellos que prefieren las visiones simples al confuso caleidoscopio de las sociedades industriales, aquellos que desearían regresar a la infancia y enterrar sus cabezas entre los generosos pechos de la Madre Naturaleza. Algunos corren desnudos por los bosques, otros cultivan verduras «orgánicas» y se hacen sus propias sandalias, y mientras, los que están dotados de un espíritu más filosófico, evocan la utópica visión de una armonía holística entre el hombre y el universo. Estas inocentes aspiraciones pueden ser aprovechadas por la ideología del culto a la salud y convertirse en movimientos políticos. Tales corrientes románticas suelen florecer en épocas de confusión, cuando se derrumban los ídolos de la autoridad. Los sentimientos de vacío y alienación, y el miedo al futuro facilitan la  propag  pro pagaci ación ón de las ide ideas as «ve «verde rdes». s».  Como nos dice el ecologista John Horsfall, la ideología verde atrae a los ignorantes científicos, que se preocupan mucho por los problemas del medio ambiente pero que son incapaces de distinguir entre los peligros reales y las anécdotas, entre la ciencia y el apocalipsis pseudo(73)

científico .  En un panfleto publicado en 1991 por el Instituto Europeo de Estudios Estratégicos y de Defensa con el título The New Authoritarians: (74) («Los nuevos autoritarios: Reflexiones so Refl  Re flec ecti tion onss on th thee Gr Gree eens ns  bre los los verd verdes» es»), ), And Andrew rew Mc McHal Hallan lan la lanza nzaba ba una una adve adverte rtenci ncia: a: «A «Aunq unque ue en Europa los Verdes tienen una representación parlamentaria mínima, su ideología forma parte del espíritu de nuestro tiempo, y refleja los sentimientos y las actitudes de la mayoría. La atracción que ejercen los Verdes debe mucho a su aparente preocupación por la salud que, según ellos, está amenazada por la industria capitalista que contamina el aire, el agua, la comida y la mente. Sus promesas de un futuro feliz, y su aparente anti-autoritarismo, atraen a las clases medias. La gente compra  produc  pro ductos tos ««bio biodeg degrad radabl ables» es»,, se pr procu ocupa pa ppor or el ««efe efecto cto iinve nverna rnader dero», o», eell

 

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«calentamiento global» y el «agujero en la capa de ozono». Son alérgicos al siglo xx y estudian los códigos E de los aditivos en los alimentos envasados.  El romanticismo utópico de los Verdes está repleto de ideas ecosocialistas sobre «el férreo control que ejerce la economía y la coerción a gran escala». Susimpregnado planes totalitarios se acompañanque de eleva un fuerte senti-a miento religioso de un neopaganismo la tierra un estado de divinidad —la diosa madre Gaia.  El movimiento Verde como fuerza política es un fenómeno nuevo,  peroo su rrom  per omant antici icism smoo ha ccono onocid cidoo ver versio siones nes ant anteri eriore ores. s. P Paul aul Wei Weindl ndling ing ha descrito numerosas comunidades, fundadas a finales del siglo pasado en Alemania y alrededores, cuya meta era la renovación física, social y espiritual (75)  Una de estas comunidades, situada cerca de Ascona, había atraído la atención de revolucionarios y de anarquistas como Bakunin, Kropotkin, Lenin y Trosky. ingredientes de la mezcla ideológica de estas comunidades incluíanLos el retorno a la naturaleza, el misticismo, el anarquismo, el vegetarianismo y sustituir la mantequilla por margarina. En cierto modo, se parecían a las comunas «hippies» de los años sesenta.  La desintegración de la sociedad alemana tras el Tratado de VersaUes creó el terreno abonado para que florecieran las ideas de pureza racial, fuerza física, belleza y estilo de vida «natural». Como Robert Proctor documenta en su libro  Raci  Racial al Hygie Hygiene: ne: Medi Medicine cine under the Nazi Naziss («Higiene racial: La medicina bajo los Nazis»), durante los primeros años de la Alemania nazi (76)se produjo el resurgimiento de los ideales románticos sobre la salud . Lo que Alemania necesitaba era una «nueva ciencia alemana para curar». Las muertes por enfermedad cardiaca o  por cáncer cáncer eran consi consider deradas adas com comoo una pru prueba eba del fraca fracaso so de la medimedicina ortodoxa, la medicina «judía». Se recomendaban productos «naturales», como el pan integral, para prevenir las enfermedades comunes. El alcohol y el tabaco eran descritos como «venenos raciales» o «venenos genéticos». Paracelso se convirtió en el símbolo de esta nueva medicina, basada en la naturopatía, la homeopatía, la antroposofía y otras pseudo-ciencias. Se integró la «medicina natural» en el curriculum de las facultades de medicina. Lo que se necesitaba era una medicina holística que devolviera a la raza aria su pujanza física y su fortaleza espiritual. Gozar de buena salud era el deber de cualquier

 

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ciudadano alemán responsable. «Estar sano y mantenerse sano no es sólo una cuestión personal, es vuestra obligación» —escribía en 1938 una revista especializada en la promoción de la salud—. El movimiento Verde contiene el germen de un nuevo totalitarismo, pero eso no le convierte en un movimiento peligroso. Su existencia muestra simplemente que el irracionalismo anda suelto otra vez: el «retorno a la naturaleza»  pued  pu edee se serr de nnue uevo vo eexp xplo lota tado do ccon on ffine iness to total talit itari arios os ppor or ppol olít ítico icoss «n «noo de dell todo verdes».  Ambrose Evans-Pritchard, describiendo el «medioambientalismo» irracional que ha dominado a los gobiernos americanos, observaba que las desacreditadas ideas marxistas sobre el control centralizado del Estado habían encontrado una nueva forma de expresión bajo el disfraz medioambiental del movimiento Verde (77). Según este autor, la Agencia para la Protección del Medio Ambiente (EPA), aunque políticamente fuera correcta estaba científicamente corrupta, y se había convertido en «ellesinstrumento de ingerencia máscolor poderoso poder federal. La EPA dice a las gentes hasta de qué deben del pintar su casa, si pueden secar una charca en sus tierras o si pueden cortar un árbol».   Tanatofobia y medicalización de la muerte Cuando la muerte llega «antes de tiempo», se pasa factura al estilo de vida de la víctima. La muerte no ocurre por azar; algo o alguien tiene que ser el culpable. Los necrólogos buscan en la vida del difunto la «ex pli  plicaci cación» ón» mom moment entooaños y la sin natur naturale aleza za dedelariesgo» muer muerte. te.conocidos La muer muerte tepor deuna un hombre de del treinta y tres «factores repentina crisis cardiaca, llena de perplejidad a un amigo suyo epidemiólogo y a sus colegas médicos. «Este ataque cardiaco no debería ha ber ocurrido en este paciente paciente»» —fue el veredicto de los expertos— expertos—.. Pero ocurrió. No es justo. ¿Quizás fumaba en secreto? ¿Tal vez tomaba demasiada sal en casa, aunque nunca la consumía en la cantina del hos pital?  pit al? Por fin, un méd médico ico reso resolvi lvióó el mi miste sterio rio:: el jov joven en era un «apala «apalanncado» que se pasaba las horas muertas tumbado en un sofá viendo la televisión (78).  Según palabras de Illich, «la muerte sólo ocurre cuando cumple la  profe  pr ofecía cía de uunn m méd édico ico». ». E Ess fr frecu ecuent entee qu quee cu cuand andoo un unaa pers person onaa mu muer eree de una «enfermedad prevenible», como el cáncer o la cardiopatía isqué-

 

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mica, los médicos «expliquen» la muerte por una «conducta no saludable», es decir, por mal comportamiento. «La muerte no se acepta socialmente hasta que la persona se haya convertido en un inútil, improductivo e incapaz de consumir los tratamientos heroicos para sobrevivir»  (79). Esta actitud se hace evidente en la categorización de las muertes en «prematuras» (es decir, prevenibles y acontecidas antes de la edad de jubilación) y «tardías» (cuando la persona ya no es productiva y se convierte en una carga financiera para el Estado). El héroe de los «tratamientos heroicos» no es el médico sino el paciente, cuya muerte es aceptada por la sociedad sólo cuando fracasan todos los remedios disponibles. A muchos pacientes con cáncer se les impone este heroísmo involuntario, ya que se sienten obligados a consumir «tratamientos» contra la muerte hasta el último instante.  Hasta el siglo xvi, se aceptaba la muerte como parte del orden natural. Entonces, la prolongación de la vida se convirtió en «la tarea más noble» delgustaba médico.verse Cadacomo vez más obsesionados conque estacombaten idea, a losalmédicos les valientes generales su premo adversario, la muerte muerte.. El discurso médico se tornó en lenguaj lenguajee guerrero. Los tratamientos mortales se convirtieron en «heroicos». Los médicos arrancaban a las víctimas de las garras de la muerte. El frío acero y el fuego candente eran parte de las armas que las brigadas médicas esgrimían contra el agresor en esta guerra desesperada. Y así hasta nuestros días, en los que el miedo a la muerte lo ha impregnado todo: los sanos cultivan la ilusión de que ciertos rituales sirven para espantar a la muerte; los enfermos ponen todas sus esperanzas en los médicos  para iaque alejen a lasólo Parca deansuco camino camino. . Los médico médicos, s, víctimas   su  propia  prop ppropag ropaganda, anda, habl hablan con n euf eufemis emismos mos del Sant Santo o Ter Terror. ror.de Antes de que la muerte se medicalizara, los libros sobre el arte de morir, ars moriendi, eran populares y permitían la preparación de la muerte en el círculo familiar y de amistades cercanas. Se estudiaban «las últimas palabras» de personas ilustres y se aprendía el ceremonial tradicional de cómo conducir los últimos asuntos desde el lecho de la agonía. No existían medios para posponer la muerte, y los últimos granos del reloj de arena de la vida caían sin interferencias externas. Aun así, los el moribundos tenían mayorsuele control sobreal su final que hoy día, cuando momento de la muerte devenir desenchufar una máquina. 

 

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Muchos pasan la vida muertos de miedo a morir, temerosos de «ese instante por el que esperamos, con la respiración contenida, toda nuestra vida» (Seifert). En casos extremos, el miedo a la muerte se puede acrecentar con el miedo a no estar muerto y ser enterrado vivo. La mayoría de la gente es capaz de recordar algún incidente en su vida en el que «escapó de la muerte», ya que «la fortuna, no la sabiduría, rige la vida de los hombres». Decía Montaigne: «Habiendo escapado a la muerte en tantas ocasiones, habiendo visto a tantos otros caer a nuestro alrededor, deberíamos reconocer cuan extraordinaria es la fortuna que nos rescató de aquellos peligros inminentes y nos ha permitido llegar a viejos, pero que no durará para siempre» (80).  Para Montaigne, romperse la cabeza de una caída, ahogarse en un naufragio, o morir de una enfermedad era tan «natural» como morirse de decrepitud. Pensaba además, parafraseando a Lucrecio, que era sabio querer vivir hasta que «el cuerpo se sienta sacudido por el paso y la violencia del tiempo, hasta que la sangre y el vigor nos abandonen, la Tuslengua se nos trabe y la cabeza se nos vaya». El mismo Cicerón en culan Disputations considera como un desatino pensar que es malo morirse «antes de tiempo»: «¿Cual es nuestro tiempo? Deberíamos acaso llorar más a los que mueren siendo niños que a los que mueren a cierta edad. ¿Cuándo es larga una vida... si la comparamos con la eternidad?» (1,39).   Y Terencio, en  Pho  Phorn rnio io,, escribió unos versos que cualquier adepto al  jo  jogg ggin ing g haría bien en memorizar mientras corre para escapar de la muerte:  «Aunque la fortuna nos sonría, no debemos olvidar que las desgracias regresarán: un peligro, un desastre doméstico, un exilio. Piense el  padre,, regresando  padre regresando de un viaje, viaje, que sus hijos hijos podrían podrían estar comet cometiendo iendo una fechoría, la esposa muriendo o la hija adorada, enfermando. Tarde o temprano, es lo que sucederá. No debiera parecemos tan extraño. Toda fortuna que va más allá de lo esperado debe tomarse cual ganancia» (2.7.77).  la muerte como pretendenlalossentencia promotores la salud Hacer —quedepiensan queunsetabú puede «indultar» de de nuestra muerte mediante un «prudente» estilo de vida— es empeñarse en negar la realidad metiendo la cabeza en un agujero, como las avestruces. La

 

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religión puede ser un forma de respuesta inmadura al trágico destino del hombre, pero al menos acepta la dura realidad del sufrimiento humano. Los manuales de los promotores de la salud poco o nada saben decir so bre las las re relac lacion iones es hhuma umanas nas,, la ssole oledad dad,, la ddegr egradac adación ión,, la ttrai raició ción, n, la in justicia,  just icia, las esper esperanzas anzas rotas y la deses desesperan peranza. za. Vivir Vivir con mie miedo do a la muerte es tener miedo a vivir.  Marguerite Yourcenar puso en boca del Emperador Adriano estas  palabra  pal abrass m mem emora orable bles: s:  «Aunque uno se libre hasta donde es posible de las servidumbres inútiles y evite las desgracias innecesarias, aún le quedarán por vivir esa larga serie de sucesos que son los que de veras ponen a prueba la fortaleza del hombre: las enfermedades incurables, la muerte, la vejez, el amor no correspondido, la amistad traicionada, la mediocridad de la vida —que es menos extensa que nuestros proyectos y más aburrida que nuestros sueños—; en definitiva, todos los males causados por la naturaleza divina de las cosas» (81). 

 

II  EL CULTO AL ESTILO DE VIDA 

Recetas para la longevidad Desde tiempos inmemoriales la gente ha tratado de burlar la muerte mediante la magia, los rezos o las dietas. En uno de los más bellos poemas épicos que se conservan, fechado en el tercer milenio antes de Cristo, Gilgamesh, héroe babilonio-sumerio, lucha por conseguir la inmortalidad peroeluna divina doncella, Sirudi, le aconseja que haga frente a la realidad y que disfrute de los días que aún le quedan por vivir:  (...) ¡Oh Gilgamesh!, llene su merced el vientre, y esté alegre día y noche. Disfrute cada momento con regocijo, y dance y juegue día y noche " (1).

La longevidad extrema, preferiblemente en un estado de juventud  perma  per manen nente, te, ser sería ía lo má máss ccerc ercano ano a llaa iinm nmort ortal alida idadd y los los aana nales les de la hu hu-manidad están repletos de divertidas historias sobre cómo podría alcanzarse. Incluso en este siglo, científicos respetables han creído encontrar algún medio para rejuvenecer. Filósofos y médicos han competido por el monopolio para decidir qué es una «vida saludable». Aunque salud no es sinónimo de longevidad, ambos conceptos se equiparan a menudo.  La búsqueda de la longevidad solía ser una cuestión privada, y la salud de las personas o los esclavos tenía interés para los gobernantes sólo en lo que concernía a su aptitud para las actividades militares. Con la llegada del nacionalismo, esta preocupación se extendió a la supervivencia de la nación frente al enemigo. Así, por ejemplo, sultanes, reyes ysubditos dictadores prohibido no porque esto dañara la saludo de sinohan porque podríafumar disminuir su capacidad de luchar de sus re produc  pro ducirs irsee y, por con consig siguie uiente nte,, su apt aptitu itudd para en engen gendra drarr más so solda ldados dos y esclavos. 

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La preocupación actual de los gobiernos occidentales sobre la «salud de la nación» se sustenta en hipótesis economicistas, aunque no existan evidencias que demuestren que el cuidado de los ancianos  —quee so  —qu sonn im impro produc ductiv tivos os y co consu nsumen men una por porció ciónn co consi nsider derabl ablee de dell pr preesupuesto sanitario— sea ventajoso económicamente hablando. Ciertamente existen otras razones aparte de las económicas para sustentar la ideología del mens sana in corpore sano.  Aunque el término «estilo de vida» es parte de la jerga moderna de  promo  pro moció ciónn de la sal salud ud y cuenta con va vario rioss prece preceden dentes tes hi histó stóric ricos, os, nad nadaa tiene que ver con hacer lo que uno quiera, modus vivendi, vitae modus, o vivir con estilo. (Los aristócratas, que viven con estilo, son poco pro pensos  pen sos a prest prestar ar muc mucha ha aten atenció ciónn a las mo modas das tra transi nsitor torias ias de prom promoci oción ón de la salud.) El uso moderno del término «estilo de vida» implica seguir un determinado régimen de vida que incluye la obsesión dietética, ciertas formas de ejercicio físico, evitar «comportamientos no saludables», la reducción o eliminación de «factores de riesgo», y someterse regularmente a chequeos y despistajes médicos. Tal «estilo de vida» es políticamente correcto, y por tanto tiene poco interés para los pobres y los menesterosos.  Una corta excursión a través de la historia podría servir para poner en contexto las diversas manifestaciones de la promoción del culto a la salud y al estilo de vida. En la antigua India, se ponía un gran énfasis en la prevención de la enfermedad mediante mandatos específicos sobre actividades tales como cepillarse los dientes, peinarse, la dieta, el ejer(2 (2)) cicio físico,ennopresencia actuar dedetestigo o garante, evitar cruces caminos, o no orinar supervisores, vacas o enlos contra del de viento . 

Para los judíos, el origen de la enfermedad era Dios, que la utilizaba como una herramienta de castigo. Así, por ejemplo, los pecadores sufrían los azotes de la peste (Éxodo 9,14), de la fiebre (Levítico 26, 21), la tuberculosis, la inflamación o las quemaduras (Números 15, 37), la lepra (Reyes 11-15,5), y de otras plagas, como las hemorroides, la sarna, los picores, la locura o la ceguera (Deuteronomio 28,15). En estas circunstancias, el estilo de vida correcto era la obediencia ciega a los mandamientos, y loscantidad justos y de virtuosos recompensados concambiar la longevidad. Ninguna fibra eneran la dieta serviría para el destino ni un ápice. 

 

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En la antigua Grecia, varias sectas médicas y filosóficas desarrollaron diversas teorías sobre la causa de la enfermedad y su prevención. La noción hipocrática de enfermedad era la ruptura de la homeostasis del cuerpo, debido sobre todo a una dieta incorrecta. La regla general era la moderación. En «Medicina Antigua» (Ancient Medicine), un autor hi pocrático  pocrá tico nos habla de que el «mal «malestar estar que el hombre hombre siente tras una intempestiva abstinencia no es menor que el que siente tras un intem pestivo  pest ivo atra atracón». cón». De fo forma rma similar, similar, Ar Aristó istóteles teles,, en su su Etic  Etica, a, aboga por la moderación empleando un lenguaje moral: «Aquel que se deleita con todos los placeres y no refrena ninguno es inmoderado; aquel que evita todos es aburrido e insensible». Era poco lo que la vieja medicina griega  podíaa ofrec  podí ofrecer er a sus paciente pacientess excep excepto to consu consuelo elo filosóf filosófico ico y curas placebo, como las que se practicaban en los templos de Esculapio, donde los pacientes eran «incubados», es decir, postrados en cama, y las curaciones acontecían mientras dormían. Los Cínicos y los Estoicos veían la enfermedad con indiferencia, algo que debía sufrirse estoicamente, y si fuera necesario, ser resuelta mediante el suicidio. Esta actitud era sensata, ya que no existían alternativas reales. La salud y la belleza eran admiradas y atesoradas, pero se consideraban más como un regalo de los dioses que como un logro personal. La vejez no era valorada por sí misma. En La En La República República de Platón (BKIII) el maestro de gimnasia Herodicus llega a la vejez después de una prolongada lucha con la muerte. La estirpe dorada de Hesíodo moría repentinamente, durante el sueño, sin llegar a una edad avanzada. En el mito de la caja de Pandora, Zeus envía a la bella y tentadora Pandora para que castigue a la humanidad por ro bar el fueg fuegoo sagra sagrado. do. Prom Prometeo eteo advierte a su herm hermano ano Epimeteo Epimeteo para que no toque ningún regalo enviado por los dioses, pero éste sucumbe a los encantos de Pandora. De la caja de regalos (aunque el contenedor era en realidad un ánfora) salieron guerras, pestes, hambre y otras plagas de la humanidad, incluyendo la vejez.  Con la llegada del Cristianismo la salud deja de tener importancia, excepto como muestra del agrado o la ira de Dios. En los textos de los místicos el cuerpo humano cristiano aparece como «barro y sangre», (3)) como una «sucia bolsa de excrementos» (3 . La mujer era «un recipiente del diablo», y el hombre un infeliz sólo apto para el infierno que se aferra orgullosamente a sualcondición abad Odo desiglo Cluny, ejemplo, refiriéndose cuerpo dehumana. la mujer,Elescribió en el x: por «Y nosotros que abominamos tocar el vómito o el estiércol incluso con la

 

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 punta de los ded  punta dedos, os, cóm cómoo eess pposi osible ble que des deseem eemos os est estrech rechar ar eenn nnues uestro tross (4)  braz  br azos os ta tall sa saco co de ex excr crem emen ento tos» s» (4) .  Estar sucio era un signo de santidad. En La En  La vida de los Santos Santos leemos que hubo hombres y mujeres santos que jamás se lavaban y cuyos cuerpos estaban cubiertos de insectos. La enfermedad era un regalo enviado Dios que paralos hacer del pecador un individuo y para recordar al por creyente horrores del infierno eran aúnmejor peores. Dauphine de Puimichel, que llegó a ser santificado, era de la opinión de que si las gentes supieran cuan útil eran las enfermedades para la salvación del (5)) alma, harían colas para conseguirlas en los mercados (5 . La salud era  peligr  pel igrosa osa (perniciosa sanitas) ya que distraía la atención sobre el Juicio Final, y la enfermedad era un sano recordatorio sobre la necesidad de enmendar nuestro camino (salubris infirmitas). Los retruécanos, tales como la «sana enfermedad» y la «insana salud» (salud enferma), caracterizan el amor cristiano por las paradojas oscurantistas. Sin duda la más famosaporque se debeesa imposible), Tertuliano: certus que est quia impossibile (puede sea cierto que podría parafrasearse libremente como credo quia absurdum (lo creo porque es absurdo). La adoración de los cristianos por la enfermedad dio paso al delirio masoquista de los conventos del siglo xvn donde las monjas besaban materias malolientes, olían heridas, chupaban vómitos, se restregaban con el pus de los enfermos, o envolvían sus cuerpos con vendas impregnadas con los (6) efluvios de los chancros (6) .  El primer manual de estilo de vida saludable que tuvo una amplia difusión fuede fue Régi de la primera  Régimen men Sanita Sanitatis, tis, que provenía Facultad en de Europa Medicina Salerno. Esta institución ecléctica, que floreció en los siglos xn y xm a unos 50 kilómetros al sur de Ñapóles, contaba entre sus empleados con muchas mujeres y sintetizó sin prejuicios los conocimientos de la medicina griega, latina, judía y árabe. No existe un texto estándar del Rég del Régime imen, n, aunque se conserva una centena de manuscritos que datan de los siglos xiv al xvi. Con la aparición de la im prent  pr enta, a, eell Ré  Régi gimen men se convirtió en uno de los mayores best-sellers de todos los tiempos y se han realizado entre 500 y 1.000 ediciones y traducciones diferentes. La primera traducción al inglés apareció en 1607 fuelaobra Sir John Las Harington, inventor del Régimen retrete y  —tradubromista oficialy de cortedeisabelina. primeras líneas del Régi dumen —tra cidas del latín con grandes licencias— dicen: 

 

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«¡Salud!, oh Rey de Inglaterra. Toda la Escuela de Salerno te saluda. Si su Majestad desea permanecer sano y fuerte, no se preocupe por las nimiedades y no deje que la ira le domine. No beba vino en exceso y no coma demasiado. Almuerze ligero y no duerma la siesta. Orine antes de que su vejiga se distienda demasiado y no apriete demasiado mientras defeca. Si no hay médicos a su alrededor, no se preocupe: los mejores médicos ración» (7)son .  el buen humor, la ausencia de preocupaciones y la mode No está es tá mal si se comp co mpar araa con co n lo loss numer nu meros osos os «reg «r egíme ímene nes» s» que qu e se han propuesto con posterioridad. Sin embargo, el resto del  Ré  Régi gimen men de Salerno alterna divertidos disparates con proposiciones totalmente absurdas como, por ejemplo, que el vino, las mujeres, el ajo y las lentejas son malos para la vista, o que no se debe comer oca ni el primero de mayo ni el último día de abril y septiembre.  Los aristócratas tenían el privilegio de disponer de un médico personal que les ayudaba a mantener un estilo de vida sano. Por ejemplo, Conrad Heingarter, un médico del siglo xv, aconsejaba a Jehan de la Gutte, tras haber consultado su horóscopo: «Haga ejercicio —es uno de los mejores y más nobles tratamientos para regular la salud del cuerpo humano y prolongar la vida—; mastique bien (este consejo se convirtió en el siglo xix en el símbolo de un movimiento para la salud conocido con el nombre de «Fletcherismo»); evite la gula; lleve una dieta variada que contenga verduras y pan integral; beba vino con moderación; cepíllese los dientes; báñese con frecuencia; no tome narcóticos; evite los lugares llenos de humo; no se exceda sexualmente y no duerma boca arriba». Heingarter también alertaba a Jehan contra los charlatanes que «nos prometen la salud con mentiras y que sólo quieren nuestro dinero» (8) . ¡No están nada mal para ser consejos del siglo XV!  En un manuscrito gaélico del siglo xvi empleado por los médicos de los reyes escoceses (y editado en 1911 por Gillies con el inevitable título de Rég de  Régim imen en Sani Sa nita tati tis) s),, se encuentran recomendaciones parecidas  Régi gime menn de Salerno: comer poco, hacer ejercicio y estar de a las del  Ré  buen  bu en humor hu mor.. Como Com o noved no vedad ad,, apar ap arec ecen en los prime pr imero ross signos sig nos de la preo pr eo-cupación de los británicos por el movimiento de sus intestinos: se debe (9)

evacuar dos o tres veces cada día para mantenerse sano .  Los ricos disponían de un médico particular, pero ¿qué pasaba con los pobres? Aunque hoy día se asocie la pobreza a la mala salud y los

 

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moralistas de la medicina sostengan que esto se debe a estilos de vida inadecuados, en el pasado algunos pensadores argumentaban que la po breza  bre za daba sal salud ud y que la riquez riquezaa desen desencad cadena enaba ba enferm enfermeda edades des.. Según Según Burton, «los ricos difrutan de gran variedad de manjares, de buenos vinos, de finas salsas, de música delicada y elegantes vestidos... pero con ellos les llega la gota, la hidropesía, la apoplejía, la parálisis, los cálculos, las viruelas,(10)los reúmas, las cataratas, las úlceras, las oclusiones, la melancolía, etc.» .  Para Séneca, que era inmensamente rico, la pobreza conducía a la virtud y la salud dependía de la moderación. Como diría Burton, es fácil  predic  pre dicar ar el ayuno con el vien vientre tre lle lleno. no. El disc discurs ursoo hipó hipócri crita ta de algun algunos os ideólogos de las clases dirigentes contra la riqueza tiene dos útiles funciones: justifica la «virtud» de la pobreza y presenta al rico como alguien digno de lástima.  El Dis El manual los estilos de vida  Discor corsi ella vi vita ta ssabr abría ía es otro hasta saludable quesiseddell haavenido empleando el sobre siglo xx. Se publicó en Padua en 1558 y ha conocido incontables reediciones y traducciones. La última edición inglesa se publicó en Oxford en 1935 (11). La historia de su autor, Luigi Cornaro, es la típica de los reformadores de la salud, quienes a menudo son personas enfermizas que de repente descubren algo que les hace mejorar y se empeñan en convertirlo en una panacea universal. Cornaro llevaba una vida teriblemente disipada y a los 35 años se sentía tan enfermo y miserable que escribía: «la única cosa que anhelo es la muerte». Algunos médicos le aconsejaron que comiera menos él lo tomó al pie las de la letra. Suprimió de su dieta los melones otrasyfrutas, la lechuga, legumbres, los pasteles, el pescado, la carney de cerdo y las salchichas. Vivía de pan, sopa, carne de cabrito y de cordero, y jamás excedía los 300 gramos de comida ni los 350 gramos de líquido (vino) diarios. Hacia el final de su vida, sólo comía uno o dos huevos al día. No se sabe con exactitud la edad a la que murió, entre los 95 y los 104 años según algunas fuentes. El caso de Cornaro es un claro ejemplo de que, si alguien ha nacido para morir de viejo, poco importa lo que coma o de lo que se abstenga.  Desde siempre se ha tenido curiosidad por saber qué es lo que hacen los centenarios para llegar a esa bendita edad. Es como si vidas tan singulares escondieran el secreto de la longevidad. Comptom Mackenzie contaba el sabroso caso de una tal Pheasy Molly, que había sido una

 

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empedernida fumadora toda su vida y que murió a la edad de 96 años al incendiarse sus ropas cuando encendía su pipa en la chimenea (12) . En 1856, cierta señora Jane Garbutt moría a los 110 años de edad en el pue blo de Nor North th Riding Rid ing en Yorksh Yor kshire ire,, habien hab iendo do disfru dis frutad tadoo su pipa hasta has ta el ncett informaba del fallecimiento de una indiúltimo momento. Y el La el  Lance gente, Mary Galligall, a los 102 años en un asilo de Shrewsbury:  «Gracias a la gentileza del médico del asilo, el doctor Keate, esta mujer había gozado de muchos privilegios raramente al alcance de los  pobre  po bres, s, com comoo un vaso vaso de gine ginebra bra con la lass comi comida dass y un unaa pi pipa pa que que ell ellaa fufumaba a las 11 de la mañana cada día. El Día de Año Nuevo tras fumarse su pipa y beber su ginebra como de costumbre, se recostó plácidamente y murió» (l3).  Un caso similar se menciona en un número de la revista  Me  Medi dica call  Press  Pre ss de 1883. La señora Mary Murray, una vendedora ambulante de li bro s, había  bros, hab ía muerto muer to a la edad eda d de 110 años. año s. Su afició afi ciónn por el ponche pon che y el tabaco negro eran bien conocidas (14). En 1884, el periódico  Prov  Provinci incial al  Medica  Med icall Press Pre ss comentaba el deceso de una «digna señora» de 106 años. Se pensaba que «su longevidad se debía al hábito de fumar buen tabaco que esta mujer galesa había iniciado en su juventud. Hasta el día anterior a su muerte dio su paseo habitual, y sus vecinos siempre la recordarían balanceándose lentamente con sus muletas, con una sonrisa en su  boca... y la la pipa en en sus labios» labios» (15).  Aunque la mayoría de los centenarios son mujeres, la persona más vieja del mundo (según el  Li  Libr broo Guin Gu inne ness ss de los lo s Reco Re cord rds) s) fue Shigechiyo Izumi, un japonés que murió en 1986 a la edad de 120 años. Él mismo atribuía su longevidad a la falta de preocupaciones, a que se levantaba a las cinco o las seis de la mañana, a la botellita de licor de caña de azúcar con la que acompañaba las verduras que comía, y a la gracia divina (l6). Jeanne-Louise Calment, que era la persona más longeva del  planet  pla netaa tras tra s la muerte mue rte del de l seño se ñorr Izumi Iz umi,, celeb ce lebró ró su 116 11 6 cumple cum pleaño añoss con co n un cigarrillo y un vasito de oporto, una costumbre que repetía a diario mientras comía algunos bombones. «Seguramente me moriré riendo»  —declarabaa a los periodistas—  —declarab periodistas — (l 7 ) . En 1991, el diario suizo  Neue Zürcher Zeitung pub Zeitung  publica licaba ba un artícu art ículo lo sobre sob re el ciudad ciu dadano ano más viejo vie jo de Ber Ber-na, Fritz Kách. «Nunca he hecho nada especial por mi salud —declaraba el anciano riéndose entre dientes—. Todo lo más dejar de fumar a los 53 años». Celebraría su 106 cumpleaños con cognac, porque nunca

 

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 perd ía la ocasión  perdía ocas ión de tomarse tomars e una buena buen a copa (18). La persona más anciana de Gran Bretaña se llamaba Charlotte Charlotte Hughes y murió a la edad de 115 años. Achacaba su longevidad a una alimentación sana —desayunó el día de su cumpleaños brandy y huevos con tocino— y a la observancia de los Diez Mandamientos (l 9 ) .   Otros recurren a métodos más inusuales para prolongar sus vidas. En 1933, Robert Chesebrough en su lecho de muerte atribuía su longevidad a la cucharada de vaselina que se había tomado cada día durante 72 años; tenía 96 años (20). Archibald Lyall en su libro The future oftaboo in these islands («Los futuros tabúes de estas islas») cuenta el caso de una duquesa escocesa que vivió más de 100 años y que cuando se le  pregun  pre guntab tabaa cómo lo había hab ía lograd log radoo respon res pondía día:: «Durant «Dur antee tod todaa mi vida vid a me he bañado al menos una vez cada seis meses, lo necesitara o no» (21) . Seguro que usted, querido lector, también podría contarnos las anécdotas de alguien cercano que murió de viejo y que siempre fumó y bebió. Todas estas historias carecen de valor epidemiológico, y no pueden extra po lars  pola rsee a todo to doss lo loss bebe be bedo dore ress o fumad fu mador ores es.. Pe Pero ro,, si sinn du duda da,, pued pu eden en se serr relevantes para los descendientes directos de los implicados puesto que la longevidad parece ser un bien hereditario. Un proverbio español [citado en castellano en el original] nos muestra la otra cara de la lotería de la vida: «El que no fuma, ni bebe vino, el diablo le lleva por otro camino».  Cuando Voltaire visitó la Inglaterra georgiana en 1728, encontró el comportamiento de sus habitantes bastante excéntrico en materias de salud:  «Aquí la razón es libre y va por su propio camino. Los hipocondríacos son particularmente bienvenidos. Ninguna forma de vivir parece extraña: se ven hombres que para estar sanos caminan 10 kilómetros al día, se nutren de raíces, no comen carne y cuando hace frío no se abrigan. El que lo hace tendrá sus razones y nadie lo toma a mal».  (Carta a Rolland Puchot des Alleurs en abril de 1728).  Curiosamente, éstos fueron también los tiempos en que los hijos de la Gran se dieron a la bebida. Fanáticos de la salud convivían al lado de Bretaña bebedores empedernidos, como nos muestran las memorables  pint  pi ntur uras as de Hoga Ho gart rth: h: puri pu rita tano noss coex co exis isti tien endo do con co n he hedo doni nist stas as.. Samu Sa muel el Johnson, una auténtica institución británica en lexicografía y frases

 

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ingeniosas, decía: «El mayor placer en esta vida es joder y el segundo  beber.. Lo que no acabo de enten  beber entender der es cómo cómo no hay más borr borrachos achos,,  porque aunque todo el mundo puede beber, no todos pueden joder». Esta perla fue recobrada recientemente entre la escoria literaria por Roy   Porter (22).  El ascetismo Victoriano sucedió a los excesos georgianos. En el siglo xix, la embriaguez se medicalizó y se convirtió en una «enfermedad» aunque los moralistas seguían considerándola un vicio animal. Haciéndose eco de la cantinela de los puritanos, William Cobbett, un  periodist  perio distaa polí político tico afici aficionado onado a la literatu literatura, ra, llegó a declarar declarar la bebid bebidaa como «uno de los vicios más odiosos y destructivos en la lista negra de las depravaciones humanas». En su libro Adv libro  Advice ice to you young ng men («Consejos a los jóvenes»), Cobett se ponía en guardia incluso contra «la esclavitud del té, del café y otros brebajes» (23). Todavía en nuestra época, algunos epidemiólogos consideran el café como una sustancia cancerígena.  Ahora que fumar se está desterrando de los lugares de trabajo, resulta útil recordar lo que sucedía en Lichfield en 1852. Allí los oficinistas debían respetar un reglamento que incluía los siguientes preceptos: «No se permite hablar durante las horas de trabajo. Se prohibe a todos los trabajadores el consumo de tabaco, vino o licores, por considerarlo debilidades humanas». El personal debía acudir también a los rezos matinales, que tenían lugar a diario en la oficina principal.  El siglo xix produjo una buena cosecha de mesías de la salud. Uno de los más influyentes fue Sylvester Graham (1794-1851) que, aunque no llegó a viejo, se hizo famoso por ser el promotor del pan integral y de las galletas que todavía hoy día llevan su nombre. Con sus campañas contra el pan blanco y el consumo de carnes rojas se ganó el sobrenom bre de «el persu persuasiv asivoo peri peristál stáltico» tico» y la host hostilid ilidad ad de los panad panaderos eros y carniceros. Graham se empeñaba en que cada uno debía cocer su propio  pan y ab abst sten eners ersee de la ccarn arne, e, eell co comb mbus usti tibl blee de la luju lujuri riaa ca carna rnal.l. Su docdoctrina en materia de higiene, que según él garantizaba buena salud y una larga vida, incluía la renuncia al tabaco, el alcohol, el café, el té, las es pecias  peci as y la sal. La activ activida idadd sexua sexuall era partic particula ularm rment entee nociv nocivaa —espe —espe-cialmente si se practicaba como un «vicio solitario»— y producía dia betes,  bet es, ict icteri erici cia, a, acn acnéé y car caries ies den denta tal.l. No es de ext extrañ rañar ar qu quee llaa ddoc octri trina na de Graham se convirtiera posteriormente en la de los Adventistas del Sép-

 

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timo Día, ya que la fundadora de la secta, Ellen Harmon White, era una de sus seguidoras. Los detalles de esta fascinante historia pueden encontrarse en un libro delicioso de Ronald Deutsch titulado The nuts among the berries (24) («Las nueces entre las bayas»). Cuando los Adventistas establecieron su cuartel general en Battle Creek, Michigan, se nombró al doctor John Harvey Kellogg como director de una «granja de salud» conocida como El como  El Sanatorium. Este médico fue el inventor de los corn-flakes (cereales de desayuno), el descubrimiento americano más importante después de la Coca Cola. Kellogg era un hombre de fuerte carácter y un escritor prolífico con ideas radicales en materias de higiene sexual y estilos de vida aunque, como Graham, no aparezca en la edición de la Enciclopedia Británica de 1956. Según Deutsch, «Kellogg convirtió a Battle Creek en un auténtico sanatorio de maniacos, donde se daba cita una impresionante cabalgata de charlatanes, de mesías de la alimentación, de millonarios chiflados y de curanderos internacionales».  En Man, En  Man, the mast masterpi erpiece, ece, or plai plainn trut truths hs plai plaintly ntly told abou aboutt boyhood, youth, and manhood (algo así como «El nombre, la obra maestra, o simples verdades dichas sencillamente sobre la infancia, la juventud y la madurez» —una obra publicada por primera vez en 1880 y reeditada en numerosas ediciones—), Kellogg cita 39 signos sospechosos del «vicio solitario». El signo 28, consumo de tabaco, se acompaña del siguiente comentario: «Las excepciones a esta regla son decididamente muy raras. ¿Existen? Debemos dudarlo» (25).  El buen doctor dedicó largas noches de insomnio a la búsqueda del tratamiento para la masturbación. En  Pla  Plain in fac facts ts for oíd and you young ng («Verdades sencillas para viejos y jóvenes»), citado en un excelente li bro de Jo John hn Mo Mone neyy so sobr bree Gra Graham ham y Kel Kello logg gg (26), Kellogg recomienda «la aplicación de ácido carbólico en el clítoris como un medio excelente  para calmar cualquier cualquier excitaci excitación ón anormal anormal», », y para los varon varones es sugiere «atarles las manos», «cubrir el órgano con una jaula» o «hacerles la circuncisión sin anestesia, ya que el dolor de la operación tendrá un efecto saludable sobre el espíritu, especialmente si la intervención se asocia a una forma de castigo, como puede ocurrir en algunos casos». Money señala que la moda de la circuncisión en Estados Unidos creció durante esos años (1870-1880). ¡Probablemente los estadounidenses circuncidados que toman sus cereales por la mañana no se han dado cuenta de la conexión! 

 

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Kellogg enseñaba que «la enfermedad es la consecuencia de alguna falta cometida por el individuo» (27). Esta idea ha sido retomada y modernizada por los actuales promotores de la salud que la han convertido en la teoría de los «factores de riesgo» y del «estilo de vida no-saluda ble».. La mod  ble» moderna erna pr preocup eocupación ación ppor or «la sa salud lud de la nación nación»» se asem asemeja eja a los temores de Kellogg de que la raza se puede deteriorar «por la acción de influencias nefastas que se encuentran en los cimientos de la degeneración física y moral» y «por la atracción maléfica que sobre los  jóvenes  jóv enes ino inocent centes es ej ejerce ercenn el aalco lcohol hol,, el tab tabaco aco o la lass co comi midas das con condim dimenentadas». Kellogg consagró gran parte de sus energías a diseñar un régimen de salud que produjera «un tipo más alto, más puro y más noble» de masculinidad y feminidad.  Aunque este componente abiertamente moralizante está ausente de la retórica de nuestros promotores de la salud, su espécimen ideal de vividor «sano y limpio» está muy lejos de gentes como Mozart, Picasso, Bacon o Verlaine. el inimitable H. L.deMencken, el prototipo que se busca Como es el deescribió «un interminable rebaño hombres sin distinción y casi indiferenciables, los donnadie de la raza (...) los productos finales, flácidos y faltos de voluntad, de miles de años de subordinación, de "orden", de miedos ocultos, de conformismo ardiente y apologético, y, sobre todo, de esfuerzos oblicuos e inconstantes, fatales para la claridad del pensamiento, para encubrir el miedo con conceptos morales, para darle a ese "orden" una apariencia de voluntariedad altruista, y para dotar a la subordinación y al conformismo de una dignidad falsa y anestesiada» (28).  La lectura de las esquelas de defunción ofrece a las mentes holgazanas la ocasión de experimentar un sentimiento de superiorioridad como supervivientes. «Ellos» están muertos, y yo resurjo entre los caídos. Elias Canetti, en Crowds and power («Las masas y el poder»), dedica un capítulo completo a analizar este fenómeno. En tiempos más recientes, bajo la influencia del «bio-estilismo», los necrólogos buscan los puntos comunes entre el modo de vida y el tipo de muerte del fallecido. Que un fumador muera de un cáncer de pulmón es algo que pro bable  bab leme ment ntee no no ssee ppasa asará rá po porr aalt lto. o. Pe Pero ro lo co contr ntrari arioo ttam ambi bién én se da. Cuan Cuan-do un conocido epidemiólogo murió en 1990 a la edad de 72 años (aproximadamente la esperanza de vida media para un varón occidental), otro famoso epidemiólogo escribió una nota necrológica en el  International Journal of Epidemiology para Epidemiology  para aclarar que aunque el falle-

 

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cido había muerto de un cáncer de pulmón, jamás en su vida había fumado. Aparentemente, ésta era una aclaración importante. La muerte había sido injusta (29).  Algunos expertos incluso analizan su propio estilo de vida en las páginas de los periódicos. Un catedrático de epidemiología clínica y con reconocido prestigio en elen círculo de expertos en factores de riesgo diovasculares, confesaba una entrevista publicada en 1989 por carThe Sunday Times Magazine: «Soy perfectamente consciente de la acción de las grasas sobre el colesterol sanguíneo y del papel que juegan en la obesidad. Por eso evito comer chocolate, algo que adoro [la cursiva es añadida], y otros alimentos como las empanadas, las galletas y los pasteles, que están llenos de grasas ocultas. La única cosa que echo de menos son las salchichas. [Sueño [en cursiva en el original] con las salchichas! (30). Además tomaba margarina y leche semidesnatada. Tenía 61 años cuando concedió esta entrevista.  Las primeras estadísticas sobre el cáncer aparecieron a principios de este siglo, y daban la impresión de que las tasas de cáncer estaban creciendo. Se buscaron las causas entre los hábitos de vida, particularmente los relacionados con la bebida, el tabaco y el consumo de carne. Un corresponsal del Bri del Britis tishh Medical Medical Jour Journal nal escribía en 1902 que «los negros americanos eran casi tan susceptibles a padecer un cáncer como sus vecinos blancos» (31). ¿Sería que la emancipación y la imitación del estilo de vida de los blancos eran nocivas para la salud de los negros? Pronto se añadió el cáncer a las llamadas enfermedades de la civilización. El cáncer era una enfermedad de «la gente pudiente e indolente que habitualmente come más de lo que debería» (32). El catedrático Richard Dolí, en uno de sus primeros libros sobre la prevención del cáncer  publicado  publica do en 1967, evocaba de manera bastante precisa las causas de esta enfermedad (aunque entonces todavía no empleaba el término causa): «La exposición de la piel al sol, la masticación de varias mezclas de tabaco, betel y lima, fumar tabaco, consumir alcohol, las relaciones sexuales y la falta de higiene corporal están todas, de un modo u otro, asociadas con el desarrollo del cáncer» (33). Sorprendentemente no mencionaba la dieta que, desde entonces y según varios expertos, podría ser responsable de hasta el 80 % de todos los cánceres, es decir, todos aquellos que no causa el tabaco. Un discípulo de Dolí, Richard Peto, escribía en 1979: «Muchos, y quizás la mayoría, de los cánceres están causados  porr cie  po cierto rtoss háb hábit itos os sexu sexuale ales, s, el tab tabaqu aquis ismo mo y la diet dieta» a» (34). ¿Por qué ra-

 

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zón Peto no mencionaba el alcohol? Para dos epidemiólogos americanos, Wynder y Gori, la mayor parte de los cánceres están relacionados con los hábitos de vida, especialmente con el tabaco, el alcohol, la sobrealimentación y los contaminates industriales (35). ¡Éstos dejan el sexo fuera!  En el por programa de una conferencia sobre prevención del cáncer, organizada las instituciones oficiales británicas de prevención y co-financiada por la Unión Europea, se resumían las causas del cáncer de esta manera: «En 1986, un informe solicitado por la Comisión Europea señalaba que un tercio de todas las muertes por cáncer podrían atribuirse al consumo de cigarrillos, un tercio a la dieta, incluyendo el consumo de alcohol, y el tercio restante (sic!) a otros factores que incluyen el comportamiento sexual y reproductivo y las actividades profesionales». Este punto de vista se parece extraordinariamente a las advertencias  proferi  pro feridas das dur durant antee el sig siglo lo ppasa asado do ppor or llos os ssegu eguido idores res de G Grah raham am.. Co Como mo todos los cánceres por cáncer actividades evitables, sacarse la conclusión deson quecausados si uno tiene es porque se lopodría ha buscado. Uno se muere por su mal comportamiento, por su mala conducta.  Sin embargo, existen algunos problemas al llevar esta teoría a la  práctic  prác tica. a. Como Como se leí leíaa en una pin pintad tadaa en una pa pared red de una una cárc cárcel el irl irlanandesa: «Ni fumo ni bebo. No salgo de noche ni me acuesto con chicas. Llevo una dieta sana y hago ejercicio. Todo esto va a cambiar cuando salga de la cárcel». O como dice una de las máximas del Duque de La Rochefoucauld: «Es una aburrida enfermedad conservar la salud sometiéndose a un régimen demasiado estricto».  La manía de estar en forma  La neces necesidad idad de ejercicio ejercicio es una superstici superstición ón moderna, inventada por gente que come demasiado y pien sa demasiado demasiado poco poco.. El atl atleti etismo smo no hace hace que uno viva más o sea más útil.  útil.  George Santayana

Este comentario resulta particularmente apropiado ya que proviene de un filósofo que murió a la edad de 99 años. En el pasado, el deporte se consideraba una diversión placentera, una actividad sin objeto, un

 

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 pasatiempo  pasatiem po agrad agradable able del homo ludens. En su origen, el término «de porte»  port e» sign signific ificaba aba «rego «regocijo cijo», », «chan «chanza», za», «juego», «juego», lo que indi indicaba caba su carácter recreativo e intrascendente. En Ana En Anatom tomyy of mela melanch ncholy oly («Anatomía de la melancolía»), Robert Burton dedica un capítulo entero al «ejercicio», pero incluye dentro de este término muchas actividades que los actuales manuales «para mantenerse en forma» parecen ignorar. Aparte de ejercicios mentales, Burton cita la cetrería, la caza mayor y menor, la pesca, cavar el jardín, arar, jugar a la pelota, montar a caballo,  pasear  pas ear por las rib riberas eras,, vvisi isitar tar am amigo igoss y ciu ciudad dades, es, remar remar en una bar barca ca una  bella  bel la ta tarde rde eescu scuchan chando do m músi úsica, ca, ccant antar, ar, bbail ailar ar y retoz retozar, ar, eenn fin, fin, ot otras ras disdistracciones físicas placenteras y agradables.  El interés de los médicos por el ejercicio ha sido tardío, y a menudo se han mostrado aprensivos hacia sus peligros. En 1895 un profesor de Paris, Germain See, tras realizar un concienzudo estudio recomendaba que los niños menores de 12 años no montaran en bicicleta, aunque a  part  partir ir de esapara edadlalaneurastenia. práct práctica ica mod moderad del cic ciclis lismo moH.podía podí a servir com como tratamiento Aerada otroa médico, G. Hammon, espe-o cialista en enfermedades nerviosas y mentales, le preocupaba el desarrollo de muslos anormales en los ciclistas. El editor del Pro del Provin vincia ciall MeMedical Journal llamaba la atención sobre «la curiosa cara de angustia» de los ciclistas, debida a que «este ejercicio exige demasiado esfuerzo al corazón y a los pulmones... lo que podría provocar una muerte súbita u ocasionar una grave enfermedad (36). Otra fuente de preocupación eran los órganos pelvianos, sobre todo los de la mujer. En el New el  New York York Medical Record de 1895, la doctora Theresa Bannan opinaba que «el sillín era peligroso, física y moralmente para la mujer.no Lossetejidos están sometidos a presión y los efectos nefastos puedensensibles evaluar todavía. Además, la protuberancia acompañada de vibración del sillín  pued  pu edee ac actu tuar ar co com mo un ex exci cita tant ntee se sexu xual al»» (37). El doctor Joseph Price, en un congreso organizado por la Asociación Médica de Filadelfia en 1901, atribuía «el enorme incremento de apendicitis entre las mujeres al golf, al cricket, a la bicicleta y otros deportes al aire libre»  (38). Un editorial del Medi del  Medical cal Press en 1896 advertía a las mujeres ciclistas sobre «la mano del ciclista», caracterizada por bultos, aplanamiento, hinchazón lateral y dedos deformados (39).  El doctor H. Macnaughton-Jones atendió varios casos de mujeres en las que el ciclismo había causado irregularidades en el ritmo del corazón, anemia y problemas menstruales. Además, «no tenía la menor

 

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duda de que el sillín era una fuente de excitación sexual» (40)». Otro es pecial  pec ialist istaa en enferm enfermeda edades des de la muj mujer, er, el doc doctor tor J. W. Ba Balla llanty ntyne, ne, admitía que, aunque algunas mujeres podían beneficiarse de este nuevo  pasatiem  pasat iempo, po, «las mujeres de edad avanzada, especial especialmen mente te las menomeno páusic  páu sicas, as, debí debían an te tener ner ccuid uidado ado ccon on es esta ta fo form rmaa de ej ejerci ercicio cio,, ya que que la lliiteratura médica está repleta de ejemplos que demuestran los perjuicios de la bicicleta: bocio, dilatación del corazón,(41) disentería, apendicitis, demencia, ataques de histeria y muchos otros»   La última adición a esta letanía de males apareció hace pocos años en el  Jour  Journal nal of the Royal Colleges of Physicians de Londres, y describía seis casos de melanoma maligno (cinco en mujeres) en pacientes que durante su juventud habían montado en bicicleta con pantalones cortos (42).  Incluso formas más suaves de ejercicio, como tocar el piano, no han escapado a la censura médica. En los años 1890, se pensaba que tocar el  piano  pi ano era res respo pons nsabl ablee de la hhip ipere erexci xcitab tabil ilid idad ad nnerv ervio iosa sa ddee la lass ch chica icas. s. D Dee entre examinadas la provincia de Goa, en la India, almenos6.000 el 12jóvenes % sufrían afeccionesenatribuidas al piano. El editor del  Prodel Pro vincial Medical Journal comentaba que no merecía la pena correr el riesgo, dado que la mayoría de las jóvenes raramente sobrepasaba el estadio de pianistas mediocres (43). El patinaje también ha sido censurado. Un tal doctor Hill, tras estudiar concienzudamente el tema, concluía que  patinar  pati nar incre incremen mentaba taba cualq cualquier uier predi predispos sposició iciónn laten latente te hacia la enfer enfer-medad. El caso más grave de anemia por él diagnosticado había sido  producid  prod ucidoo por el patin patinaje. aje. La leu leucorre correaa era otra de las co compl mplicaci icaciones ones,, y las afectadas «confesaban que se agravaba incluso con ejercicio mo (44) derado» .  Por el contrario, para los moralistas la forma física era una obligación patriótica y racial. El presidente J. F. Kennedy mostraba su preocupación porque «nuestra creciente debilidad, nuestra progresiva falta de forma física, representa una amenaza para la seguridad nacional. Si queremos recuperar el vigor y las fuerzas necesarias para defender la li bertad  ber tad de debem bemos os eje ejerci rcitar tar nu nuest estros ros m músc úsculo ulos». s». En lo loss país países es com comuni unista stass el deporte formaba parte de la propaganda política y la educación física se convirtió en una disciplina académica que se enseñaba en las universidades. Anualmente se organizaban grandes demostraciones gimnásticas en las que participaban miles de hormigas humanas para festejar la salud, la belleza y la victoria de las clases trabajadoras sobre sus opresores. 

 

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En Gran Bretaña, el frenesí por estar en forma apareció antes de la Segunda Guerra Mundial. Ann Karpf ha seguido la pista de esta historia (45). Las primeras emisiones radiofónicas de la BBC sobre la salud datan de 1927. La meta de la «Liga de las Mujeres por la Salud y la Belleza», que contaba con 90.000 miembros en 1936, era «la salud de la raza que conduciría a la paz». Los programas matinales de calistenia fueron introducidos en la BBC a partir de 1939 y sus impulsores sostenían que la forma física era importante ya que comportaba ventajas militares, sobre todo en aquellos tiempos en los que el país estaba sumido en la agonía de la crisis económica, la malnutr malnutrición ición y el desempleo.  La historia del jogging es muy instructiva e ilustra claramente el entramado que existe entre la preocupación por la salud, la moral y la política. Durante los años sesenta los Estados Unidos atravesaron un periodo de crisis moral. Fueron los años de la guerra de Vietnam, de la explosión de los problemas raciales y del aumento de la pobreza, del colapso del sentido cívico y de pérdida del «típicamente americano». Muriel Gillick ha laconstatado que,optimismo inicialmente, el interés  por la forma física fue puramen puramente te milit militar. ar. En 1943 se creó el Comit Comitéé  Nacional  Nacio nal para la forma físi física ca en el seno del Min Ministe isterio rio de Defensa Defensa con la intención de mejorar la forma de los conscriptos (46). Pero en los años sesenta América necesitaba algo más que reclutas en forma. Precisaba una renovación espiritual y del sentido patriótico, y esto se podía conseguir mediante dietas sanas y jog y joggin ging, g, una nueva forma de fe en un futuro saludable. Esto sedujo a las emergentes clases medias de raza blanca para las que el jogg el  jogging ing se convirtió en un medio para «encontrar su máximo potencial intelectual».book El libro de James Fixx sobre las distintas formasespiritual de correre (Complete se publicó en ofrunning) 1977 y se vendieron más de un millón de ejemplares. Este libro prometía al lector que corriendo estaría más sano y sería más feliz «de lo que nunca habría sido capaz de imaginar». Fixx, que había corrido 15 kilómetros diarios durante más de 20 años, murió repentinamente mientras corría, en 1984, a la edad de 52 años. Para entonces la «locura del  jogging»  joggin g» era imparable.  Algunos médicos llegaron más lejos que Fixx. En las Olimpiadas de  pru  prueba 1972, ebaeldeestadounidense mara maratón tón.. Ese mism mismo Frank o año Shorter un pat patólo ganó ólogo go la cali califor medalla fornia niano no de yoro ma marat en ratoola niano, Thomas J. Bessler, lanzó la teoría de que correr maratones daba una protección completa contra la arterieesclerosis y la cardiopatía is-

 

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quémica. Esta idea fue aceptada rápidamente por los médicos y, entre 1973 y 1978, se animaba incluso a pacientes que habían sufrido un infarto de miocardio a que corrieran maratones. Entonces algunas revistas médicas comenzaron a publicar casos de corredores que habían muerto con las zapatillas puestas, presumiblemente debido a ataques al corazón. A pesar de ello, Bessler seguía en sus trece y mantenía que «hasta que las autopsias no demuestren que existe arterieesclerosis fatal en las arterias de los corredores de maratón, parece conveniente continuar recomendando esta práctica para prevenir la enfermedad» (47). Poco des puéss los cardi  pué cardiólo ólogos gos del hos hospit pital al Groót Groótee Sch Schuur uur,, de Ciudad Ciudad del Cabo, Cabo,  presentab  pres entaban an las prueb pruebas as reque requerida ridas: s: cinco corre corredores dores de mara maratón tón que habían muerto de un ataque cardiaco a las edades de 44, 41, 38, 36 y 27 años (48). La «hipótesis del maratón», como se la denominaba, es un claro ejemplo de cómo el sentido común puede ser reemplazado por «autos de fe». La causa más frecuente de muerte entre los corredores y los maratonianos es la cardiopatía isquémi isquémica ca (49).  ¿Es la falta de educación clásica lo que hace que los médicos ignoren la historia de Feidípides, el primer corredor de maratón? En el año 490 a. C, este hombre corrió desde Maratón a Atenas para informar a los atenienses de la derrota del ejército persa. Murió a su llegada tras  pronu  pro nuci ciar ar esta estass palabr palabras: as: ««¡A ¡Aleg legrao raos, s, hhem emos os vvenc encid ido! o!». ». La lleye eyend ndaa dic dicee que paró a diez kilómetros de Atenas, en Físico, hoy un barrio de la ciudad, para recuperar el aliento. Ignorando esa advertencia, como muchos corredores, corrió hacia su muerte.  La carrera anual entre Morat y Friburgo en Suiza conmemora un evento similar pero menos conocido. En 1476, un soldado suizo corrió 17 kilómetros para anunciar la victoria de las tropas suizas sobre Carlos «el Calvo». Habiendo proclamado la buena nueva, se desplomó y murió  bajo  ba jo un li limo mone nero ro en me medi dioo de la pl plaz azaa may ayor or de Fr Frib ibur urgo go  (50). Pero al menos existía un corredor de maratón que trataba de emular la gesta de Feidípides. Un hombre de 49 años corría con una camiseta en la que se leía la inscripción: «Uno no ha corrido una buena maratón hasta que no cae muerto en la línea de llegada — Feidípides». Y así fue como murió, según nos informa el doctor Colt en el New el  New Engla England nd Jour Journal nal of Med Medii  (51) cine . El  B  Brrit itiish Medi edica call Jo Jour urna nall  p  puubl blic icóó reci recien ente tem men entte una una no notta nenecrológica sobre un médico general «dedicado a la salud positiva y que corría la maratón de Manchester» y cuya muerte súbita a la edad de 45 años fue «por tanto, totalmente inesperada» (52). 

 

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Los corredores, y los maratonianos en particular, corren graves riesgos de lesiones e invalidez crónica. Alrededor del 10 % de los corredores habituales sufren lesiones que requieren atención médica y, como Barsky cita en su libro Worried sick («Enfermo de preocupación»), en Estados Unidos se tratan anualmente más de 20 millones de lesiones de port  po rtiv ivas as de di dive vers rsaa co cons nsid ider erac ació iónn (53). Joe Nicholl, en una carta publicada por el Bri el Britis tishh Medic Medical al Jou Journa rnal,l, estimaba que en Gran Bretaña los médicos ven anualmente cerca de millón y medio de lesiones relacionadas con el deporte, lo que supone alrededor de cinco millones y medio de días de trabajo perdidos (54). En un informe holandés sobre prioridades sanitarias, conocido como el «Informe Dunning», el apartado sobre deportes concluye diciendo que no está claro si la práctica del de porte  po rte si sirve rve par paraa rred educi ucirr eell gas gasto to sa sani nitar tario io o par paraa iincr ncrem ement entarl arloo (55).  En 1985, el cardiólogo americano Henry Solomon estimaba que en Estados Unidos mueren cada año alrededor de 40.000 personas mientras realizan ejercicios físicos para mantener su salud (56). Aunque los médicos insisten en que nadie se ponga a hacer jogging hacer  jogging sin que se le haya hecho un reconocimiento a fondo, esto no es viable y además carece de sentido, ya que las pruebas de esfuerzo que se realizan son poco fiables. Por otro lado, el scr el screen eening ing masivo de millones de corredores sería muy costoso. Graboys ha calculado que en los Estados Unidos esto supondría dos billones de dolares anualmente; y eso sin tener en cuenta los once billones adicionales que conllevaría el tratamiento de las anormalidades subclínicas detectadas, más el coste intangible de las muertes  prov  pr ovoc ocad adas as po porr lo loss pr proc oced edim imie ient ntos os di diag agnó nóst stic icos os inva invasi sivo voss (57).  Lo absurdo del tiempo perdido en intentar prolongar la vida corriendo queda patente en una carta de un adolescente de 15 años publicada  por el diar diario io The Times: «Sobre el entusiamo actual por hacer jogg hacer jogging ing quisiera puntualizar que si uno corre 15 kilómetros al día y vive hasta los 80 años se habría pasado aproximadamente 9 años de su vida corriendo. ¿Merece la pena?».  El corresponsal de la BBC en los Estados Unidos, Alistair Cooke, leyó esta carta en uno de sus programas y añadió: «He aquí, resumido en pocas palabras, lo absurdo de intentar prolongar la vida mediante un  proc  pr oced edim imie ient ntoo qu quee en re real alid idad ad la ac acor orta ta»» (58). Un cálculo similar demuestra que ver la televisión tres horas diarias durante 70 años acorta la vida útil otros nueve años. 

 

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Bryan Appleyard dijo sobre el maratón de Londres que «combina el  peor  pe or ttip ipoo de rego regocij cijoo en ma masa sa ccon on ttod odaa la oopre presió siónn de la para parafer fernal nalia ia ddel el fascismo de la salud, y condensa en una única imagen todo lo fatuo y  perj  pe rjud udic icia iall de nue nuest stra ra épo época ca»» (59). En la primera epístola de San Pablo a Timoteo (7,8) se lee: «Ejercita la piedad. El ejercicio corporal no sirve gran cosa». La expresión mens sana in corpore sano es un verso de Juvenal, no un precepto médico. Es encomiable que aquellos que tienen un cuerpo y una mente sanas estén decididos a mantenerlos mediante ejercicios físicos y mentales. La utilidad de tales ejercicios no se discute. Hacer ejercicio es bueno también para los prisioneros, los caballos y los perros. Hasta una vieja viuda en un cuento de Chaucer (The Nunís  Prie  Pr iesf sf s Tale Tale)) nos dice que su mejor medicina ha sido evitar el vino, una dieta moderada, ejercicio y un corazón jovial. Pero de ahí a que una actividad natural y espontánea —como ir andando al trabajo, pasear, o  practi  pra cticar car un deport deportee como homo ludens — se convier convierta ta en un prec precept epto, o, y que el sedentarismo se medicalice como un «factor de riesgo» de muerte prematura, caveat emptor.  La obsesión con la dieta La palabra «dieta» viene del griego y significa «modo de vida», y esta acepción fue respetada en el inglés antiguo para designar «una forma de vivir y de pensar». Ciertamente en la actualidad hemos recuperado el sentido primario de esta palabra. Cuando el gobierno habla de «la dieta seatatas refiere a algo másrentie que a evitar  bón o un unaanacional» bo bolsa lsa de ppata tas fri fritas tas. . Se sob sobren tiende nde que comerse la ppuer uerta ta un ddee bomla felicidad y la salud está abierta sólo para aquellos que cambian sus hábitos y siguen una «dieta sana». Fue Thomas Jefferson, el gran presidente liberal de los Estados Unidos, quien dijo que si el gobierno recomendara una dieta a las gentes, sus cuerpos se pondrían tan tristes como sus almas.  En el lenguaje común la palabra «régimen» tiene connotaciones de  privac  pri vación ión:: a llos os ccrim rimina inales les se lles es iimp mpone one un ««rég régim imen en ccarce arcelar lario» io»,, y los médicos Kellogg pensaba ponen aque sus «la pacientes degeneración a régimen. de lasElnaciones doctor John que en Harvey otros tiempos dominaron la tierra comenzó por la glotonería». Esta idea ha sido compartida por muchos dictadores. La escasez de alimentos en

 

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China sirvió de excusa para que Zhao Ziang pusiera a los chinos «un régimen de comida sana»: menos carne, pescado y huevos. El dictador rumano Ceausescu advertía a sus subditos que comer demasiado era una seria amenaza para la salud.  La dieta y el placer de comer son dos cosas diferentes. Un gastroenterólogo sabe sobre gastronomía poco más de lo que sabe un ginecólogo sobre el amor de Tristán e Isolda. Eminentes epidemiólogos atribuyen hasta el 85 % de todos los cánceres a factores ligados a la dieta, y algunos piensan que han descubierto la relación entre la dieta y las enfermedades del corazón, del hígado, de los ríñones, del cerebro y del intestino, por citar sólo algunas. Este tipo de información inquieta a la gente cuando se sienta a comer y algunos llegan incluso a negarse a comer. Los médicos están tratando de encontrar una dieta que permita a la vez evitar la muerte por comer demasiado y la muerte por no comer. Para ello siguen una regla: si es delicioso, prohíbase; si es insípido,  prescr  pre scríba íbase. se.  Incluso los filósofos han estado preocupados por la dieta. «No comer alubias» (kuamói apeklhestia) fue un importante precepto de la escuela pitagórica. Los expertos no terminan de ponerse de acuerdo sobre si esto era en realidad una prohibición contra los excesos sexuales (puesto que kuamói también significa «testículos») o se debía al coraje que le daba a Pitágoras que sus pupilos se tiraran pedos en clase. Jonathan Swift, al igual que Plutarco y Cicerón, se inclinaba por la segunda  posibi  pos ibilid lidad, ad, y ent entre re los con consej sejos os a una pare pareja ja de reci recién én casa casados dos in inclu cluía: ía: «Que coman aquellos todos losque alimentos que les /plazca que prueben producensanos flatulencia, porque/pero ésta no fue dejéis la recomendación de la escuela de Samos / que prohibió a sus discípulos las alubias».  Aunque los curas están preocupados por el futuro del alma, sus amonestaciones coinciden a menudo con las de los médicos. La renuncia a los dulces, no comer carne y ayunar son parte de las penitencias impuestas por los pecados. Por ejemplo, en Irlanda durante el verano de 1985 llovió tanto que los labradores pensaron que se iban a arruinar; el cardenal O Fiaich procesiones rezos para cesasen las lluvias e instó a todosorganizó los creyentes a queyhicieran un que sacrificio personal: menos tabaco, menos alcohol y menos diversiones... y ¡ayunar! Renunciar a los placeres terrenales para aplacar la cólera divina se parece a las

 

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recomendaciones de los puritanos de la medicina que se empeñan en que las «enfermedades de la civilización» puede evitarse si se renuncia al tabaco, al alcohol, al sexo fuera del matrimonio, y se sigue una dieta estricta que no contenga alimentos básicos como las carnes rojas, la mantequilla, la sal, el azúcar o los huevos.  el Eclesiast el Ecles 34-35) se lee: «Comer en exceso es malsano iastés és y la En intemperancia es (37, la causa de los cólicos nocturnos. Muchos son los que han muerto por haber comido demasiado. Aquel que se modera alargará su vida». Este consejo lleno de sentido común ha estado presente desde hace muchos siglos, pero resulta demasiado vago para sustentar las carreras profesionales de los promotores de la salud. Para convertirse en «científico», el consejo dietético recurre a prohibiciones y recomendaciones específicas, avaladas por estadísticas y departamentos universitarios, y a la jerga de los «riesgos relativos» y de los «factores de riesgo». Pero incluso «la moderación en todos lo órdenes de vida» debe serestomada conque moderación. La diferencia entre moderación el exceso como la hay entre una bombilla de 40 la vatios y la luz ydel sol mediterráneo. Algunos gou Algunos gourme rmets ts sobreviven a sus excesos y los vegetarianos mueren como el resto del género humano. Hay periodos en los que los regímenes dietéticos sobrevienen de forma natural, como después de las fiestas navideñas. Invitado a cenar en un momento inoportuno, Mark Twain se disculpaba diciendo: «No puedo. Llevo tres semanas de vida familiar y cenas sin digerir en mi organismo. Me quedaré en casa haciendo dieta y purgándome hasta que dé a luz. ¿Quiere que le ponga al retoño su nombre?».  La noción medieval de disfrutar la vida mientras durara fue gradualmente remplazada por el puritanismo físico promulgado por los reformadores del siglo xvn. El vegetarianismo entremezclado con un neoplatonismo místico se puso de moda en el siglo xvm (60). La filosofía que ha sostenido las ideas de los reformadores de la salud durante los siglos xix y xx (por ejemplo, Graham, Alcott, Kellogg) fue descrita en cierta ocasión por James Whorton como «una forma de arminianismo físico» basado en la creencia de que la salvación corporal está abierta a todos aquellos que luchan por ella: la enfermedad y la muerte pueden (61)

evitarse siguiendo un estilo vida prudente . [Los arminianosyfueron una secta que seguía las de enseñanzas de Arminio (1560-1609) negaba la doctrina calvinista de la predestinación absoluta y de la gracia divina.] Los seguidores de Graham fueron ridiculizados por su apañen-

divina.] Los seguidores de Graham fueron ridiculizados por su apañen

 

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cia: «Parecen como una vejiga inflada de la que se ha escapado un poco de aire, ajados y arrugados. Sus ojos son tan mortecinos como una candela con poco aceite. Me recuerdan a las cucharas de palo, todo piernas, un tronco estrecho, con cabeza y sin barriga. Son criaturas que cuando se las destripa están tan huecas como una caña de bambú, pero el doble de amarillas» (62).  El mismísimo Graham no llegó a viejo y murió a los 57 años. Su discípulo, el doctor William Alcott (1798-1859), añadió su erudición a las intuiciones de Graham sobre el valor saludable de los cereales cum verduras, y los peligros del tabaco, del alcohol, de las especias, del azúcar, del café, del té y del sexo. Alcott fundó una revista llamada The  Morall Refor  Mora Reformer mer («El Reformador Moral») y fue uno de de los miem bros fund fundadore adoress de la S Socied ociedad ad V Vegeta egetarian rianaa Am America ericana. na.  Uno se encuentra de todo entre los vegetarianos. Algunos son personasrelig normales les expli gustacar la carne. Otros recurren a princi pios religioso iososs ya las morales morque alesno para explicar por qué no comen com en carne, carne , por ejemplo aduciendo que la carne acrecienta los instintos animales. Un subgrupo cree que los vegetarianos viven más. Los que son defensores de los animales aborrecen comer los cadáveres de animales. J. B. Morton escribió en el periódico Dai periódico Daily ly Exp Expres resss lo siguiente: «Los vegetarianos tienen los ojos vivos, la mirada furtiva y se ríen de un modo peculiar, con calculada frialdad. Le dan pellizcos a los niños, roban sellos,  beben agua y le less gu gusta sta llev llevar ar ba barba». rba».  Los maniáticos de la alimentación pueden ser de tantas clases diferentes que hacer una lista supondría hacer un diccionario con entradas de la A a la Z. Por ejemplo, he aquí a los comedores de ajo satirizados  por Sir JJohn ohn H Hari arignt gnton, on, el in inven ventor tor del rretr etrete ete ccon on ccist istern erna: a: ««Pue Puesto sto que el ajo tiene el poder de salvaros de la muerte, no renunciéis a él, aunque os dé mal aliento. No hagáis caso de los que os dicen que sólo sirve para que os paséis la vida guiñando los ojos, bebiendo y oliendo». El último descubrimiento sobre los poderes mágicos del ajo es que sirve para prevenir los ataques al corazón. La manía de la alimentación no afecta sólo a las mentes sencillas. En un conmovedor artículo publicado por la revista médica Jou médica  Journa rnall of the American American Medic Medical al Ass Associ ociati ation, on, un cardiólogo nos cuenta que había descubierto a su hijita Ariel de 4 años cogiendo a escondidas del frigorífico un pedazo del helado que la abuela había traído para postre. «Por las conversaciones que escuchaba en

 

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casa, Ariel sabía que debía evitar las comidas ricas en grasas saturadas y colesterol». La niña se sintió culpable y su padre se sintió culpable de que ella se sintiera culpable. El padre se sintió aún más culpable por no haber medido el colesterol de la niña todavía, pero se consoló a sí mismo pensando que «no había acuerdo entre los expertos sobre la edad en (63) la que Ariel! . se debía iniciar el despistaje del colesterol en niños». ¡Pobre

A veces resulta casi increíble cómo puede sobrevivir el hombre. Michael Tracey, el presidente de la Sociedad de Bioquímica de Australia, mencionó en una de sus conferencias a un tal Stefansson que vivió nueve años en el Ártico alimentándose exclusivamente de carne  —estee hombre mu  —est murió rió a los 82 años y habí habíaa public publicado ado su libro núm número ero veintitrés a los 80 años—. La variedad de las costumbres dietéticas es maravillosamente heterogénea. Lo que es bueno para unos es veneno  para otros. De la misma misma forma que el sexo es algo más que el instinto de reproducción, comer es algo más que el instinto de sobrevivir. Los  placeres de unos pueden ser las perversiones de otros. A algunos les gusta caliente, y a otros les gusta crudo. Es tanta la variedad de paladares —escribía Burton en The anatomy of melancholy («La anatomía de la melancolía»)— que cada hombre podría hacer de su capa un sayo. Tiberio tenía razón en reírse de los adultos que van a la caza de los consejos de otros para alimentarse. Proponer al conjunto de la po blación recomendaciones recomendaciones generales sobre la dieta —ya sea el Ministerio de Sanidad, el Gobierno o la OMS— es algo tan absurdo como decirle a un marinero qué viento le favorece sin saber a qué puerto se dirige.  El público se ve expuesto diariamente a un aluvión de falsas proclamas difundidas complacientemente por los medios de comunicación que hojean la literatura médica en busca de nuevos «milagros» dietéticos. Coma brócoli para prevenir el cáncer. No tome sal para prevenir el ictus. Ingiera forraje para tener heces más voluminosas y evitar el cáncer de colon. No coma paté de hígado si está embarazada. Como se decía en un editorial de la revista Times: «Los miedos y las modas en materia de alimentación cambian tan deprisa que el "comedor sano" es (64)

incapaz de seguirlos» .  En 1878, Sir Thomas Lauder Brunton, un famoso médico de Lon-

dres y director de la revista The Practition Practitioner, er, escribió en su diario que

 

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una de las mayores causas de la tuberculosis era el precio de la mantequilla que poca gente podía costearse. Brunton pensaba que el tocino de cerdo era lo mejor para desarrollar un trabajo intelectual intenso, y él lo tomaba para desayunar, antes de ir a ver a sus enfermos y cuando daba clases a los estudiantes de medicina. Citaba también el caso de un hom beb  bebien  bre iendo condodepr con depresi whi whiske esión skey. óny.que qu P Pers ersona e se onalm curó lment ente ye yendo endo el toc tocino a Irl Irland ino anda, noa,lleecom comien hi hizo zo iendo mu mucho docho car carne ne dañ daño gra grasa o asaSir y Thomas, quien murió en 1916 a los 72 años.  Durante los años 30 y 40, la profesión médica recomendaba dietas con alto contenido en grasas. A partir de los años 50, se empezó a sos pechar  pech ar que los deriva derivados dos lácteo lácteoss y la carne podrían ser la causa de las enfermedades cardiovasculares. En 1966, la Academia Nacional de Ciencias y el Consejo Nacional de Investigación de los Estados Unidos  publicaro  publ icaronn un info informe rme sobre las grasas y la salud en el que man mantení tenían an que no existía suficiente evidencia del beneficio de disminuir drásticamente el consumo de grasas, y expresaban su preocupación sobre los «efectos impredecibles, y posiblemente deletéreos» que podrían derivarse de semejante práctica(66). Desde 1966 no ha aparecido ninguna evidencia científica nueva que contradiga esta sabia conclusión, pero eso no quita que numerosos comités de expertos se dediquen a promulgar recomendaciones que a menudo se contradicen entre sí. Por ejem plo, un grupo de expertos expertos america americanos nos condu conducidos cidos por el infati infatigable gable líder de las campañas anti-colesterol, Jeremiah Stamler, publicó en 1970 una serie de recomendaciones dirigidas a todos los estadounidenses (incluyendo niños, mujeres embarazadas y ancianos), exhortándoles a evila mantequilla, la yema de huevo, la panceta, el tocino y la mantetar (67) ca . Súbitamente los alimentos se habían convertido en «buenos» y «malos», en «saludables» y «nocivos». La Asociación Médica Americana aceptó estas directrices, aunque no existía ninguna evidencia de que una dieta semejante fuera a prolongar la vida. Uno de los críticos, K. A. Oster, apuntaba que «estas recomendaciones suponen cambios dietéticos tan importantes —y desprecian alimentos tan nutritivos como la mantequilla, los huevos, la leche entera, los quesos o la carne de  buey—  bue y— que raya rayann en lo irr irresp espons onsabl ablee y deb deben en cons conside iderar rarse se com comoo mera charlatanería médica». Oster también predijo con tino que «las técnicas intimidatorias empleadas por los apóstoles de la reducción del colesterol generarán hipocondríacos que tendrán miedo a comer alimentos completos» (68). 

 

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Este miedo se ha extendido a toda clase de comidas y bebidas. Si quieren un ejemplo, aquí tienen uno jugoso. Durante la guerra del Golfo un rehén americano, al que habían tenido dos días con los ojos vendados y sin comer, se negó a beber una taza de té que le ofrecieron sus secuestradores árabes ¡porque contenía cafeína! (69).  En 1976, dos eminentes instituciones médicas británicas (British  Royall Coll  Roya College ege of Phys Physicia icians ns y Brit British ish Card Cardiac iac Socie Society) ty),, siguiendo el ejemplo de dirigismo dietético de los americanos, publicaron unas recomendaciones similares  (70). Una de ellas era que las grasas aportaran menos del 35 % del consumo calórico total. No existe ninguna justificación para esta cifra, ni siquiera en el estudio de los «Siete Países», que fue la base de la «hipótesis lipídica» y convirtió (erróneamente) al colesterol en el malo de la película. Lugares con baja incidencia de enfermedades cardiovasculares, como Creta, tienen un consumo total de grasas del 40 %, similar al del Reino Unido (71). En Holanda, donde se tiene una de las mayores esperanzas de vida del mundo, el porcentaje de la (72) energía total derivada de las grasas es un asombroso 48 % . Los Masáis del África Oriental, que consumen el 66 % de sus calorías en forma de grasas, tienen el colesterol sanguíneo muy bajo y los casos de arterioesclerosis son raros (73).  De igual modo, las recomendaciones de innumerables comités para incrementar el consumo de grasas poliinsaturadas al 10 % no están avaladas por evidencias científicas que demuestren sus efectos beneficiosos para la salud. Al contado, los ácidos grasos poliinsaturados son potencialmente si se consumen en exceso, y en estudio de los «Siete carcinogénicos Países», las poblaciones con tasas más bajas deelenfermedades cardiovasculares fueron las que tenían un consumo entre 3 %7 % de grasas poliinsaturadas. Por otro lado, reducir el consumo de grasas desde el 40 % al 30-35 % (o como proponen algunos entusiastas al 25 %) sería ponernos al mismo nivel que los barrios bajos de Glasgow hace medio siglo (75). Sin embargo, en aquellos tiempos el consejo de los médicos a la población era que comiera más mantequilla, huevos y carne, y que bebiera mucha leche.  sas yUncalorías argumento fue propuesto, bastante absurdo en un artículo para disminuir del Ameri del Am elcan consumo erica n Jour Journa nalldeooff graPu Pu-sostenían an que estar obeso no blic Health, por Health,  por dos investigadores que sostení

sólo era malo para la salud sino también para la economía mundial. 

 

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Dado que el 16,5 % de la energía producida en los Estados Unidos en 1974 se empleó en la producción y el consumo de alimentos, si todos los americanos consiguieran cu «peso ideal» se ahorrarían 160 tollones de BTU (British Thermal Uniis), es decir, «en términos más claros, la energía equivalente a 6 billones de litros de gasolina durante el periodo de régimen, «ahorro» serviría, más 3,5según billones losde autores, litros por «para año satisfacer a partir delas entonces». necesidades Este (76) energéticas de 20 millones de indios» .  A finales de los años ochenta, la fómula energética general aceptada  por todos todos los «co «comi mités tés de con consen senso» so» del mun mundo do para un «dieta «dieta correc correc-ta» era: menos del 30 % de grasas repartidas por igual entre saturadas, monoinsaturadas y poliinsaturadas; menos de 300 gramos de colesterol y menos de 3 gramos de sal por día. El número mágico «3» nos recuerda los cuentos de los hermanos Grimm. Estas recomendaciones se han adoptado y promulgado sin que estudios poblacionales hayan probado que son beneficiosas. Como ha señalado Ahrens, los únicos estudios de los que se disponía en aquella época (el de los Veteranos de la Administración de Los Ángeles y el de los Hospitales Mentales de Finlandia) no habían demostrado ningún beneficio empleando diferentes dietas. Dicho de otra forma, «se proponía a la nación una nueva dieta que no había demostrado ventajas evidentes al compararla con otras» (77). Pero como el Comité Especial sobre Nutrición del Senado estadounidense era una institución demasiado prestigiosa para ser criticada por simples mortales o incluso por simples médicos, el informe Dietary informe  Dietary goals for the United States («Objetivos dietéticos de los Estados Unidos») se convirtió en el modelo a seguir por otros países (78).  Cundió el pánico cuando este mismo Comité afirmó que la dieta de los estadounidenses «representaba una amenaza para la salud pública comparable al tabaquismo», es decir, le hacía la competencia al enemigo público número 1: «seis de cada diez muertes en los Estados Unidos están relacionadas con la dieta». En definitiva, el que come, muere.  Uno de los pocos que se atrevieron a criticar el informe del Comité Especial fue Alfred Harper, quien se quejó de que las recomendaciones se basaran ene conclusiones insuficientes inapropiadas, no y llegó probadas, a compararlas extraídascon de los investigaciones consejos so bre alimen alimentación tación que dan los charlata charlatanes nes y los curanderos, que se es-

cudan en sus dotes mágicas para prometer panaceas, que ni ellos mis

 

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mos entienden, contra las enfermedades (79). Harper, un distinguido  profesor  prof esor de bioq bioquím uímica ica y nutr nutrició ición, n, no podí podíaa com compren prender der cómo se recomendaba la misma dieta a todos los americanos «sin tener en cuenta la naturaleza de sus problemas de salud, sin saber si estaban enfermos o sanos». Como escribió Henri de Mondeville en su libro sobre cirugía: un «Cualquiera gran necio.que Lapiense medicina quenouna se(80) misma ocupa de cosa la humanidad puede convenir en general a todossino es de cada individuo en particular» . Lo que Mondeville no pudo prever es que, 700 años más tarde, naciones enteras se convertirían en «pacientes» atrapados en el juego de la uniformidad alimenticia (Gleichschaltung).  En octubre de 1981, los doctores Jeremiah Stamler y John Farquhar llegaron a Londres y desde la embajada norteamericana advirtieron a Inglaterra que debía despertar y hacer algo sobre las innumerables víctimas de las enfermedades cardiovasculares, o sea, seguir el ejemplo de los Estados Unidos. «La idea era organizar una guerra relámpago (blitzkrieg) contra la población y emplear una cortina de humo de anuncios de televisión, películas y libros de auto-ayuda, que estaría respaldada por una lluvia de panfletos contándoles la misma historia... para así salvar más de 100.000 vidas al año» (81).  Una década después, la misma mentalidad de «guerra relámpago» sigue reinando en los círculos preventivos. Frederick Stare, un conocido dietista de Harvard, citaba una reseña del Wall Street Journal sobre una campaña orquestada por la Asociación Médica Americana en colaboración con ladeindustria farmacéutica, empresas de de alimentación y personalidades la televisión: «Entre febrero y julio 1989 la campaña bombardeará a la población y a los médicos con anuncios, folletos, programas de televisión y un libro sobre cómo bajar el colesterol, con el fin de que la gente asocie el colesterol elevado y las enfermedades cardiovasculares con los correspondientes productos y servicios sanitarios» (82).  La creciente comercialización de la profesión médica y sus estrechos lazos con la industria farmacéutica y alimentaria han sido analizadas brillantemente por (83) el .periodista J. Moore su libro  Heart cardiaco») Pero éstoT.sólo explicaenuna parte Hear de lat  fa  fail ilur uree («Fallo «colesterolmanía». El ciego fanatismo de los evangelistas de la alimen-

 

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tación, combinados con su total incompresión de lo que es la evidencia científica, son quizás factores aún más importantes.  El análisis crítico de la hipótesis lipídica revela las numerosas dudas y discrepancias que aún subsisten. No se ha demostrado, primero, que la dieta recomendada sirva para reducir el colesterol sérico; segundo, que el riesgo de enfermedad cardiovascular disminuya bajando los niveles (84) de colesterol ; y tercero, que la dieta propuesta esté exenta de efectos adversos a largo plazo (85).  El editorial que acompaña al documento de la Conferencia de Consenso del NIH (National Institutes of Health) sobre la reducción del colesterol sanguíneo (86)  ilustra la confusión de ideas que prevalece entre los que se empeñan en ligar la dieta a las enfermedades cardiovasculares (87). El editorialista comienza por admitir: «Es necesario reconocer que ignoramos la o las causas de la arterioesclerosis, [y que] es difícil aceptar desde un punto vista científico exista  pru  prueba eba irr irrefu efutab table le sob sobre re llaadeef eficac icacia iapuramente de llaa rredu educci cción ón lig ligera eraque om mode oderada radauna de la hipercolesterolemia». Luego adopta una posición consensuada: «El contenido graso de la dieta no debe sobrepasar el 30 % (o mejor el 20 %) de la ingesta calórica total. Las grasas saturadas deberán ser inferiores al 10 % (o mejor 8 % o 6 %)». Por otro lado, los expertos del consenso «no dudan de que las modificaciones dietéticas apropiadas reducirán la tasa de colesterol» y que estos cambios aportarán «una protección significativa contra la cardiopatía isquémica coronaria»; esta dieta, «deberá ser seguida por todos los miembros de la familia, exceptuando menores dos años». En otras palabras, ausencia denievidencia los científica losdeexpertos la reemplazan por el en «consenso»; siquiera son capaces de imaginar que el acuerdo de muchos no representa necesariamente la realidad.  Philip Payne, director de un departamento de nutrición humana en Londres, dijo en una conferencia que a nivel personal se negaba a seguir estas recomendaciones, a las que consideraba como «consejos gratuitos, en el mejor de los casos, excesivamente entusiastas, y en el peor, impertinentes». Lo que le preocupaba era el daño que estas directrices  podí  podían an causa causar r a la pobl población ación genera general, l, que sien siendo dopor incapaz juzgar juzgarSesu contenido científico, comenzarían a preocuparse lo quedecomen. gún Payne, era discutible si lo que querían los activistas de la nutrición

«era nuestra obediencia, independientemente de su posible beneficio, o

 

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si lo que buscaban era un medio de hacer al público todavía más dependiente de los profesionales sanitarios» (88).  Las complejidades políticas e ideológicas ligadas a lo que Digby Anderson acertadamente llama «leninismo dietético» han sido ignoradas durante mucho tiempo. J. R. Kemm ha sugerido que debemos dejar de pretender que la alimentaria es sólodeuna cuestión de «salud»: «Los defensores delpolítica en materia política nutricional sulaissez-faire  brayan  bra yan,, con rrazó azón, n, qu quee vir virtua tualm lment entee nin ningun gunaa de la lass hipóte hipótesis sis eenn las que que se basa la política alimentaria están probadas más allá de la duda razonable», y añade que incluso si las aserciones de los promotores de la salud fueran ciertas, «la cruda realidad es que sólo beneficiarían a una minoría, y que la mayoría sólo sufriría molestias» (89).  Una de las características coercitivas de las campañas dietéticas es que nadie le pregunta al consumidor lo que quiere, presumiblemente  porqu  po rque e elbacon consu dor rmna noasab sabe loiario qu que es bu buen enoo para pa rar qqué éél.l.uéBerna Be rd L Lev se se-e  pre  pregu gunta ntaba eennsumi ssuumido co colu lumn ddel ele ddiar ioeThe  por uunnrnard ppaís aís libre libevin reinnneTimes Times po cesitaba «objetivos dietéticos» en lugar de dejar el asunto en manos de la gente, que de por sí tiene apetitos diferentes (90). Pero —insinuaba maliciosamente Levin— si cada uno decidiera lo que come se abriría una puerta a la anarquía. ¡Incluso habría algunos que desayunarían huevos con jamón!  A decir verdad, lo que Kemm llamaba «molestias para la mayoría», que no se beneficiaría de los cambios en su dieta, podría ser algo más que simples «incomodidades». Bajar el colesterol no es necesariamente algo bueno. Frank y sus colaboradores han sugerido que bajar (91)el colesterol por debajo de 225 mg/dl podría aumentar la mortalidad . Por razones obvias, estas especulaciones se le ocultan al hombre de la calle, no vaya a ser que decida prescindir de la «dieta nacional».  Los principales centros de «irreflexión dietética» en Gran Bretaña son conocidos por las siglas NACNE (National Advisory Council on  Nutrit  Nut rition ion E Educ ducati ation) on) y COMA (Committee on Medical Aspects ofFood  Policy).  Poli cy). En 1983, un informe de NACNE («no destinado al público»  pero rápi rápidam damente ente difu difundid ndido) o) afirm afirmaba: aba: «Las enfer enfermed medades ades cardiacas cardiacas (92)  pue  pueden dendel pre preven venirs irseeenergético mediante mediante total» la redu reducci cción consum umoo de gra grasas sasprueba al 3035 % aporte . ón Nodel se cons aportaba ninguna  para soste sostener ner esta afir afirmación mación porqu porquee no existe. exist e. Un año después, despu és,

COMA, reiterando los criterios de NACNE, insertaba una curiosa frase

 

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en su preámbulo: «La evidencia [de la relación entre la dieta y las enfermedades cardiovasculares] carece de pruebas» (93). Esto es correcto,  puesto  pues to que no exis existen ten pruebas, pero no imp impidió idió que COM COMA A publ publicara icara recomendaciones dirigidas a toda la población mayor de cinco años. Una interesante desviación en los informes de COMA y NACNE durante aquellos vos... que ha sido añosposteriormen posteriormente fue su caballerosa te rectificada. actitud  hacia el consumo de hueSir Kenneth Blaxter comentó que las directrices de COMA eran científicamnete indefendibles —aunque estuvieran políticamente acordadas—, puesto que no «existía una base racional para concluir que la dieta de la población debía ser modificada cambiando la composición de ácidos grasos». Según Blaxter, la creencia de que las grasas animales eran perjudiciales era puro «folclore»; no había más que compararlo con un famoso dicho del siglo xix que decía que el pescado era bueno  paara el cerebro (94).   p ¿Cuál ha sido el impacto, si es que ha existido alguno, de las cam pañas dietéticas en el colesterol de la población? Según los resultados resultados de una encuesta a nivel nacional realizada en el Reino Unido, los británicos comen menos huevos, consumen menos azúcar y la mitad de mantequilla que hace diez años, beben más leche desnatada y han incrementado el aporte de grasas poliinsaturadas. A pesar de estos esfuerzos y del lavado de cerebro, los niveles poblacionales de colesterol de los  brit  br itán ánic icos os sig sigue uenn sien siendo do los mis mism mos (95). Esto no parecía importarle mucho a un antiguo secretario del Ministerio de Agricultura que se rego(96)

cijaba del «continuo progresodehacia una dietarandomizados nacional másy controlasana» . En realidad, los meta-análisis los ensayos dos no han demostrado que las dietas para bajar el colesterol tengan efectos beneficioso beneficiososs (97).  Esta situación ambigua, marcada al mismo tiempo por el «progreso» y el «estancamiento», ha sido explotada por los activistas de la salud con fines propagandísticos. Cuando quieren probar que la receta está dando sus frutos hacen hincapié en los cambios «positivos» que se han dado en los hábitos alimenticios de la nación. Cuando quieren convertir liga dea Gran mortalidad Bretaña europea en la «enferma» (o mundial, de como Europa, ocasionalmente en el país que han lideraprela tendido), entonces resaltan que no ha habido cambios ni en la media po-

 blacio  bla cional nal de de col colest esterol erol ni en el co consu nsumo mo tot total al ddee gra grasas sas,, y pide pidenn m más ás di

 

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ñero para convertir su sueño en realidad. En Estados Unidos, un grupo  baptista  bapt ista que se auto autodenom denomina ina  Nati  National onal Hear Heartt Saver Saverss Asso Associat ciation ion («Asociación Nacional de Salvadores del Corazón») ha inundado los medios de comunicación con anuncios publicitarios que en grandes titulares anuncian: ¡AMÉRICA SE ENVENENA!, y claro, el veneno es el colesterol. dijo encomo ciertaaquellos ocasión que el obispo Mandell Creighton: «Nadie hace Como tanto daño van por ahí haciendo el  bien»  bi en»..   No exist existee evid evidencia encia cient científica ífica que just justifiq ifique ue las recom recomendac endaciones iones  paraa redu  par reducir cir el co consu nsumo mo de co coles lester terol ol a men menos os de 30 3000 mg por por día. E Esta sta cifra es completamente arbitraria. Incluso consumiendo 1.500 mg por día, el colesterol sanguíneo aumenta como promedio un 10 % en los individuos estudiados, y tras un largo periodo de consumo tiende a retornar a los niveles determinados genéticamente. Cuatro estudios diferentes han fracasado en demostrar la relación entre el consumo de huevos (la principal fuente de colesterol dietético) y la tasa de colesterol (98). El consumo de 25 huevos diarios durante varias décadas (!), por un hom bre que decí decíaa odiar los huevos pero era lo único que podí podíaa com comer, er, no tuvo ningún efecto sobre sus niveles de colesterol (99). Recuerden los lectores que el colesterol no es una grasa y que su fórmula química es la de un alcohol con estructura esteroide. Afirmar que los aceites vegetales o los cacahuetes son bajos en colesterol es engañoso y erróneo, puesto que ese tipo de alimentos no contiene ningún colesterol.  En la práctica, el colesterol sanguíneo de un individuo no tiene valor  predi  predictivo el ries riesgo godedelospade padecer cer un ataq ataque ue cardiaco card iacola en el futuro  (100)ctivo , y lasobre modificación niveles séricos mediante dieta o los medicamentos no afecta la tasa de mortalidad total, aunque podría aumentar significativamente el riesgo de muerte por cáncer (101). Estas verdades de sabor amargo no se mencionan jamás en los informes de los comités de consenso. Es fácil entender por qué. Con el encomiable escepticismo del que intermitentemente hace gala la revista médica The  Lancet  Lan cet,, un editorialista se preguntaba sobre el fundamento de las recomendaciones norteamericanas dirigidas a la modificación de los hábitos alimenticios, y que cuentan con el apoyo de las instituciones sanitarias oficiales entre las tropas del Director (SurgeondeGeneral): neral de Sanidad los Estados«Nadie Unidos, ni caballos ni hombres, han Gepodido aportar una sola prueba de cómo las grasas saturadas llevan a cabo

su nefasta misión». En el mismo tono sarcástico, el autor sugiere al Di-

 

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rector General que revele la proporción de grasas, fibra e hidratos de carbono complejos que ingiere, de manera que «mientras tomamos una decisión, podamos saber si sufre una de esas terribles enfermedades» (102). Esto es periodismo médico de primera clase: interpelar a la autoridad que pontifica sin pruebas, y hacer la pregunta: ¿cuál es su   evidencia?, o mejor todavía, ¿cómo se podría refutar su hipótesis? La falta de solidez de las recomendaciones oficiales, su carencia de rigor intelectual, el lenguaje burocrático en el que están escritas, su descarado desprecio de la realidad, y su descuidada malinterpretación de la evidencia, sugieren más que una conspiración una actitud borreguil. ¿Un ejemplo? La Guía Dietética («Dietary Guide for Americans») puAmericans»)  pu blicada  bli cada con conjun juntam tament entee por los Mini Ministe sterio rioss de Agricu Agricultu ltura ra y de Sani Sanidad dad de los Estados Unidos, en la que se señala que «si el colesterol se encuentra por encima de 200 mg/dl, el riesgo de padecer una enfermedad cardiaca aumenta» (103). Esto es falso por varias razones. Primero, presupone implícitamente que un nivel de colesterol, digamos, de 210 es más peligroso que uno de 200. No existe ninguna evidencia de esto. Segundo, se dice que es mejor tener el colesterol por debajo de 200, una cifra totalmente arbitraria y sin ninguna significación clínica. Tercero, implica que sería deseable que la gente hiciera algo para conseguir que su nivel de colesterol sea igual o menor de 200 mg/dl. No sólo no es deseable sino que podría resultar peligroso.  En las mismas directrices, que están repletas de mensajes neopuritanos, hay una sección dedicada al alcohol en la que se menciona que

«algunos estudios sugieren que cardiacos», pero su consumo pero moderado asociado con un menor riesgo de ataques cardiacos», «beberestá también está relacionado con un aumento del riesgo de hipertensión arterial y de hemorragia cerebral». Nótese el uso de la palabra «sugieren» en la primera parte, poniendo en duda los beneficios, aunque luego se dé por cierto el peligro de hipertensión y de ictus. En realidad no existe evidencia de que beber moderadamente produzca una hipertensión peligrosa o un accidente cerebrovascular. Incluso podría ser cierto todo lo contrario. Por ejemplo, en el estudio de Framingham (conocido como el «Rolls-Royce» de los estudios del corazón), «la presión arterial estaba más en los no que en bebedores pero entreelevada los bebedores la bebedores presión arterial eralosmayor cuantomoderados, más alto era el (l04) consumo de alcohol» . En un estudio británico, «el riesgo relativo de

accidentes cerebrovasculares fue más bajo en los bebedores moderados

 

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(menos de 30 unidades por semana) que en los abstemios» (105). De forma similar, en un estudio realizado en 87.500 enfermeras, el riesgo de ictus fue menor entre las bebedoras —independientemente de la cantidad que bebieran— que en las abstemias (106). El efecto globalmente  protec  pro tector tor del alcoho alc oholl contra con tra las enferme enf ermedad dades es cardiac car diacas as ha aparec apa recido ido en (l 0 7 )

numerosos , tanto enn embaraz hombres como enionarl mujeres, los  pro  promoto motores res estudios de la salud sal ud encuen enc uentra tran emba razoso oso mencion menc arlo. o. Unpero brandy bra ndy doble antes de irse a la cama, o media botella de buen vino con la comida de cada día podría ser mejor medicina preventiva que todas las recomendacioness sobre el colesterol juntas.  comendacione Durante las últimas décadas ha circulado la idea de que todos de bería  be ríamos mos segui se guirr una un a «diet «d ietaa medite med iterr rrán ánea ea», », aun aunqu quee por el moment mom entoo nana die haya propuesto que todos emigremos hacia el sur. No hay duda de que los españoles, los franceses, los italianos o los griegos disfrutan de su cocina, de sus bebidas y de l'amour. Pero los ingenieros de nuestras dietas no aluden a esto cuando hablan de la «dieta mediterránea»; ellos se refieren sólo al aceite de oliva y a las verduras. El razonamiento sim plist  pli staa que q ue está es tá detrá det ráss de esta es ta idea ide a se puede pue de esq esquem uemati atizar zar com comoo sigu s igue: e:   En los países mediterráneos la mortalidad por cardiopatía isquémica es menor, mucho menor, que en Gran Bretaña. Nosotros queremos prevenir las enfermedades del corazón. Estas enfermedades están causadas  por la grasa de los alimentos, alimentos, pero obviame obviamente nte el aceite aceite de oliva oliva tiene tiene que ser una grasa «buena». Por consiguiente, la prescripción es aceite de oliva, una cucharada tres veces al día. Por favor, mantequilla mantequilla no.  Como sucede a menudo con los fanáticos de ideas fijas, esta gente se olvida de que los mediterráneos no viven más que los británicos; sim plemen  ple mente, te, se muere mue renn de otra otr a cosa, co sa, o para par a ser se r más preci pr eciso sos, s, apa aparec recee eses crita una causa diferente en sus certificados de defunción. La esperanza de vida de los varones ingleses al nacer en 1988 era 73 años, la misma que en Francia o Italia. (En el caso de las mujeres inglesas, la esperanza de vida era de cinco años más.)  Proposiciones aún más absurdas nos llegan de Oriente. Los población china ha servido de ejemplo paralos loscampesinos países occidentales en materias de colesterol porque se decía que chinos tenían ba jas tasas de colesterol colestero l y de mortalidad por enfermedades enfermedad es cardiacas (l08).

Lo que no se nos decía es ni cuánto viven, ni que casi la mitad de las

 

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muertes en China se atribuyen al cáncer. Las diferencias en las tasas de mortalidad global entre los que tienen el colesterol más bajo y los que tienen el más elevado son mínimas. A pesar de ello, el mensaje era claro: imitemos a los chinos.  El caso de los japoneses es todavía más curioso. Comen cosas muy raras y, sin embargo, tienen son la esperanza de vidaprevalentes más alta deque mundo las enfermedades cardiacas incluso menos en losy mediterráneos. Así que, ¿por qué no comemos como los japoneses? A fin de cuentas ya tenemos coches japoneses, aparatos de música japoneses y cámaras japonesas. El silencio de los expertos y de los comités de consenso sobre este tema es ensordecedor. Aún más, mientras que entre 1950 y 1980 los japoneses aumentaron el consumo de grasas saturadas y mantuvieron su elevadísimo consumo de cigarrillos, la frecuencia de las enfermedades cardiacas disminuyó un 30 %  (109). A los gurús de la dieta se les debería preguntar: Ustedes que están tan preocupados con la prevención de las enfermedades del corazón, ¿comen comida japonesa y se la recomiendan a sus amigos?   El «malsano» consumo de grasas saturadas se ha acompañado de un inexplicable descenso de la cardiopatía isquémica en Suiza (110) y en Italia (111). A la inversa, en el estudio de Framingham, todos los «factores de riesgo» —tabaquismo, hipertensión, colesterol— han disminuido durante los últimos 30 años pero, supongo que también inexplicablemente, la morbilidad y la mortalidad cardiovascular han aumentado entre los hombres de mediana edad (ll2). Los expertos ni lo han notado. La hipótesis sobre elicable origen de ue las no enfermedades cardiacas no ha adamen sidomente pro bad  bada; a; no es verif verifica ble porq porque se puede refu refutar tar,, es extremada extrem te compleja, a menudo mal interpretada y, en parte, parte, contradictoria (ll3) .   Recientemente un respetado epidemiólogo, el profesor Geoffrey Rose, reafirmaba que las enfermedades cardiacas son el resultado de la decadencia de los hábitos en Occidente. Sostenía que los esfuerzos de los polacos y de los rusos por imitar el estilo de vida occidental iban a  provoc  pro vocar ar ««en en dos año años.. s.... las las ttasa asass m más ás aalta ltass ddee ca cardi rdiopa opatía tía isq isquém uémica ica del mundo». (Si la gente en Polonia y en Rusia, dada la precariedad de sus economías, pudiera emular la afluencia de Occidente, aceptaría encantada de que algunos de ellos de un ataque al corazónlaenposibilidad un futuro lejano.) Este mismo tipomurieran de razonamientos fueron los que llevaron a los primeros epidemiólogos a decir que «desde la aboli-

ción de la esclavitud, y con la modificación de los hábitos que esto con 

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lleva, los negros de los Estados Unidos desarrollan casi tantos cánceres como sus vecinos blancos» (114). Según cita el periódico The Daily Telegraph, Rose observó que «Escocia tiene las tasas de cardiopatía isquémica más altas del mundo» (115). ¿Es que los escoceses han descu bier  bi erto to tamb ta mbié iénn repe re pent ntin inam amen ente te lo loss hábi há bito toss perv pe rver erso soss de la de deca cade denc ncia ia de Occidente? Sir Donald por entonces general de la sanidad británica, proponíaAcheson, otra explicación: los director escoceses no comen verduras ( l l 6 ) . ¿Quiere esto decir que si los polacos y los rusos adoptan el modo de vida occidental podrían escapar de la fatalidad si comen verduras?   Nev in Scrims  Nevin Scr imsha haw w descr des cribe ibe así as í el funcio fun ciona namie miento nto de los comité com itéss de expertos:  «Analizando mi experiencia personal como participante en docenas de comités técnicos, consultores y de expertos durante los últimos 20 años, me preocupa que con el tiempo se haya demostrado que los miem bross más  bro más dogmát dogmático icoss y perent perentori orios os sobre sobre cua cualqu lquier ier tema estaban estaban equiequivocados. En ocasiones también he visto como un obstinado y persistente oponente tenía razón. Convendría que tuviéramos siempre presente que ni los individuos ni los comités son infalibles, y que todos los asuntos científicos deben afrontarse con humildad» (117).  Esta humildad, esta disposición a admitir la propia ignorancia, a ver las cosas como son en lugar de como uno quisiera que fueran, ha brillado por su ausencia en los dictados dietéticos propuestos ex cátedra por cátedra  por el concilio de expertos autodesignados de los consensos. Sus  pr  pron onun un-ciamientos (en castellano en el orginal) son extraordinariamente ingenuos, simplistas e irrelevantes. Más de un experto en nutrición ha aconsejado no tomar demasiado en serio las recomendaciones dietéticas oficiales (118).  En 1991, mientras África sufría una catastrófica hambruna, la OMS  publi  pu blicó có un docum do cument entoo de 200 20 0 págin pá ginas as tit titula ulado do  Die  Dieta ta,, nutr nu tric ició iónn y prepre vención de las enfermedades crónicas en el que se prescribía la «dieta correcta» para todo el mundo ( l l 9 ) , es decir, la «dieta prudente» de los americanos obsesionados salud. (La dieta japonesa ni se mencionaba.) La OMS advertía con que la «las enfermedades cardiovasculares y el cáncer emergerían, o se establecerían como importantes problemas de (120)

salud en casi todos los países del mundo en el año 2000»

. Un curio-

 

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so cambio de ritmo (volte-face) (volte-face) par  paraa un unaa or organ ganiza izació ciónn cu cuyo yo eeslo slogan gan ofi ofi-cial es «Salud para todos en el año 2000». Teniendo en cuenta los pro blemas  blem as creci crecientes entes de la supe superpob rpoblació lación, n, el hambre, hambre, la pobreza, pobreza, la malnutrición y la guerra en los países en desarrollo, es difícil imaginar que estos mismos países adoptarán antes del año 2000 la «malsana» dieta de Occidente, y que seque convertirán enen laslos víctimas de las medades de la civilización» prevalecen países con una«enferesperanza de vida entre 70 y 80 años. El perverso argumento de los burócratas de la OMS implica que el pobre debe seguir comiendo verduras y dejar de añorar las grasas de occidente para no sufrir un ataque al corazón.  La utópica fantasía de los expertos de la OMS está dominada por la idea de que las enfermedades crónicas son «en gran parte prevenibles». Se han empleado argumentos tan inverosímiles para convertir a las grasas y el azúcar en causas de mortalidad como comparar su consumo actual en Gran Bretaña con el que existía hace 200 años (121) . Que la longevidad y la salud de las gentes haya mejorado espectacularmente en ese período no forma parte de la misma ecuación. Una vez más, la grasa era el chivo expiatorio. Se la asociaba con el cáncer de mama y con el cáncer de colon. Por la misma regla de tres, estos cánceres están relacionados con el número de automóviles, de televisiones, de máquinas de lavar y con el producto nacional bruto. El informe de la OMS reconocía que las tendencias seculares de la cardiopatía isquémica en algunos países resultaban «inexplicables» (122), pero al mismo tiempo pedía «cambios urgentes en la política agrícola y alimentaria» para prevenir la cardiopatía isquémica en el año 2000. Éste es un argumento típico de los comités de consenso: «si no sabemos qué hacer, hagámoslo enérgicamente».  A las paradojas orientales se las echó con cajas destempladas. Los expertos incluso llegaron a inventarse que la mortalidad de origen cardiaco se estaba incrementando progresivamente en Japón (123)  y que en China —país que se había tomado como referencia de niveles poblacionales bajos de colesterol— las enfermedades cardíacas se encontraban entre las tres principales causas de mortalidad (124).  El viejo bulo del colesterol revivió y se aconsejaba que nadie en el mundo comiera más de 300 miligramos al día. Se afirmaba que «no

existía un límite inferior de colesterol con el que no se obtuviera una re-

 

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ducción beneficiosa de la cardiopatía isquémica» (125). ¿Un colesterol cero como objetivo final? Esto se daba por cierto, dado que «el consumo óptimo de colesterol en la dieta es probablemente cero, lo que significa evitar los productos animales» (126). Al informe de la OMS le faltó  pocoo para prec  poc preconi onizar zar el vege vegetar tarian ianism ismoo mund mundial ial,, si no fuera porque porque en losdepaíses —según Philip James, cerebral el portavoz del niños grupo— falta hierropobres está afectando el desarrollo de los y la«la mejor (127) manera de evitarlo es introducir un poco de carne en la dieta» . ¡Sólo un poco! Una vez que han pasado la pubertad ya pueden ir olvidándose de la carne porque su cerebro ya se ha desarrollado. También se reconfirmaban los horrores de la sal, y de paso se dejaba caer que podía causar cáncer de estómago (128).  Los nuevos límites inferiores recomendados sobre el consumo de gras gr asas as to tota tale les, s, gr gras asas as sa satu tura rada dass y co cole lest ster erol ol er eran an 1 5 % , 0 % y 0 % resres pectiv  pec tivame amente nte.. Has Hasta ta el m mági ágico co nú núme mero ro «3 «3»» ha había bía ddesa esapar pareci ecido. do. El El gru gru- po de de ex exper pertos tos «no hab había ía ppodi odido do ffija ijar, r, (129) ssobr obree un unaa ba base se ssóli ólida, da, los lím límite itess superiores de consumo de colesterol» , y había optado por «una solución consensuada» —empleando sus mismas palabras— para recomendar 300 mg al día. Sin embargo, las directrices sobre las grasas poliinsaturadas se habían modificado. La cifra previamente recomendada (10 % del consumo energético total) era demasiado alta, y los expertos estaban alarmados por «el progresivo aumento en el consumo de grasas  poliinsa  poli insatura turadas das en algu algunas nas pobl poblacion aciones», es», un hábi hábito to que curio curiosam samente ente ellos mismos habían aconsejado. Antes eran «muy buenos». Ahora ya «no eran tan buenos». Tarde o temprano alguien acabará vinculándolos al cáncer.  Como los consejos de la OMS carecían de base científica, era conveniente repetir el mensaje a menudo; tan a menudo que parecieran verdad. El informe hacía un llamamiento a cualquier organización que mereciera ese nombre para que empleara todos los medios a su alcance  paraa pprop  par ropagar agar el men mensaj saje: e:  «En los países en los que el gobierno controla la radio y la televisión, el ministerio de sanidad deberá tomar las medidas necesarias para que otros medios de comunicación... también participen, de manera que la  población  pobl ación perciba perciba que la informac información ión es tan relevante relevante para ellos como  beneficio  benef iciosa sa para el gobierno. gobierno..... Se recomienda recomienda igualme igualmente nte que los go-

 biernos  biern os recluten recluten especialista especialistass en manipul manipulació aciónn del comportami comportamiento ento ca-

 

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 paces de determinar la (130) forma más adecuada para potenciar la actuación comunitaria» .  Sin duda, hay momentos en los que el término «fascismo de la salud» no es exagerado para describir los métodos empleados por los modernos promotores de la prevención.  En un hipotético sistema político donde el monopolio de la información sea «beneficioso para el gobierno» es virtualmente imposible que se oigan voces críticas y que se den discusiones abiertas sobre cualquier evidencia que contradiga la línea oficial. Mientras las guerras, las enfermedades y el hambre aullan, los ciudadanos leales a la Utopía de la Salud para Todos en el Año 2000 son instruidos por el Ministerio del Verdadero Estilo de Vida para medir la cantidad de fibra en su comida y para pesar sus voluminosas heces. Dejando de ser seres civilizados no sufrirán las enfermedades de la civilización. Se habrán ganado la muerte por demencia. ¿Una exageración? Quizás. Pero muchos pensaron lo mismo sobre las sociedades descritas por Zamyatin, Huxley y Orwell.  Mientras que los burócratas juegan con las estadísticas de la salud, el planeta está ardiendo. En los años cincuenta, había 12 guerras en el mundo; en los años setenta, 32; en los ochenta, 40, y en 1992, 52. El narcisismo solipsista de alguien haciendo  jogg  puedee servir servir com comoo  jogging ing pued metáfora del hombre tratando de escapar de su propia imagen. El pasado es «irrelevante»; el futuro, amenazador. Por eso, el corredor da otra vuelta al circuito.  Medir la condición humana con la escala del colesterol es algo tan absurdo que sólo se justifica como una nota cómica que nos hace reír en el cruel teatro del mundo. 

El precio del pecado La corrupción de la medicina por la moralidad se hace aún más evidente discursodemédico sobre la sexualidad. Más fuerte que la razón y queen el elinstinto conservación, el instinto sexual ha representado siempre un desafío a los poderes terrenales de la iglesia y de la medici-

na. Llámese pecado mortal, Eros, amor, Venus, love o sexo:   

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«Subvierte a los reinos; conquista ciudades, pueblos, familias y mares; corrompe y masacra a los hombres; truenos y relámpagos, guerras, fuegos y pestes no le han hecho tanto daño a la humanidad como esta ardiente lujuria, esta pasión brutal... Pero además, todos esos duelos cotidianos, asesinatos, derramamientos de sangre, violaciones, desórdenes y dispendios desmedidos para satisfacer la lujuria... La miseria, la vergüenza, la ruina, la tortura, los castigos, las desgracias y las repugnantes enfermedades que de la lujuria se derivan, peores que las calenturas y las fiebres pestilentes, que la gota, la viruela, la artritis, la parálisis, los calambres, la ciática, las convulsiones, los dolores y combustiones que atormentan el cuerpo... Esa salvaje melancolía que crucifica el alma en vida, y que siempre atormentará al mundo» (131).  La misma fuerza irracional que hace que el salmón remonte las corrientes y salte desesperadamente en las represas conduce al hombre a descargar el contenido de sus vesículas seminales, y hace que las mu jer  jeres es pierd pie rdan an ellossenti seniños ntido do yvinieran la vergü ver güenz a. La procr pr ocreac eación ión un efec ef ecto to se se-cundario. «Si alenza. mundo sólo por unaesdecisión puramente racional, ¿existiría aún la raza humana?» —se preguntaba Schopenhauer—. Son vanos los intentos de subyugar el instinto sexual con teorías, amenazas o castigos.  La mujer, a la que se ha considerado como un enviado del diablo o una fuente de enfermedades, suscita el temor en el hombre, quien en revancha trata de dominarla y domarla. La moda actual de los «cribajes»  practic  pra cticado adoss sobre sob re los órgano órg anoss sexuale sex ualess de las mujeres muje res con el pretex pre texto to de  preve  pre venir nir el cánce cá ncer, r, es la prolon pro longac gación ión direc dir ecta ta de las preoc pr eocup upaci acion ones es de la clase médica del siglo xix por la  ge  geni nita tali liaa femenina:  fo  font ntss et orig or igo, o, las fuentes y el origen de un mal que debía ser exorcizado mediante histerectomías, ovariectomías, clitoritomías, sanguijuelas en la vagina y cauterizaciones.  En 1881, en su alocución anual ante la Facultad de Medicina y Cirugía de Maryland, el doctor William Goddell expresaba sus miedos de que la noción de igualdad intelectual entre el hombre y la mujer condujera a la desintegración del matrimonio, al divorcio y al asesinato de las esposas. Él sabía por experiencia que las mujeres no tenían la misma capacidad el trabajo mentalsuque los yhombres, y que cuando trataban depara emularlos arruinaban salud dejaban de ser aptas paraellas las obligaciones que el Creador las había encomendado, esto es, ovulación,

embarazo, alumbramiento, lactancia y maternidad. La vertiente patrió-

 

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tica del tema también fue abordada usando el ejemplo de la caída de los imperios griegos y romanos por abandonar la santidad del matriminio. Goddell añadía que la emancipación de la mujer no sólo era algo inmoral sino también un serio riesgo para la salud. Sin ir más lejos, los intentos para regular la concepción podrían producir cáncer de ovario (132).  Hoy día, la medicalización de la moralidad está todavía muy extendida. Según un artículo del  Brit  British ish Journ Journal al of Obst Obstetri etrics cs and Gyna Gynaeecolgy, escrito por un profesor de ginecología, «por primera vez en la historia se puede reivindicar científicamente la moralidad, ya que la temprana actividad sexual en las adolescentes aumenta el riesgo de cáncer de cérvix» (133). Sin embargo, también existe evidencia del efecto  protector  prot ector del emba embarazo razo tempra temprano no cont contra ra el cáncer cáncer colo colorrect rrectal, al, una enfermedad mucho más común que el cáncer de cérvix. La posibilidad de que algunos comportamientos «inmorales» resulten «científicamente»  beneficiosos,  beneficio sos, debe dejar pasmad pasmadas as las mentes de los morali moralistas stas médicos.  En 1984, un grupo de destacados médicos irlandeses lanzó una advertencia a los políticos que en esos momentos estaban considerando levantar la prohibición de la venta de condones. Después de haber hecho un largo listado de las consecuencias desastrosas que podría conllevar esa «liberalización» —y que incluían el aumento de las enfermedades venéreas, de los abortos y del cáncer de cérvix— el manifiesto de esos médicos concluía: «Además, legalizar algo que produce tantas secuelas  patol  pat ológi ógicas cas y ssoc ocial iales es de demo most strad radas as es ppara ara nnos osot otros ros rrep epren rensi sibl blee y hor horrororoso». ¡Qué poco ha cambiado de los el paso del tiempo! En 1887, el doctorelT.lenguaje M. Dolan, unmoralistas conocido con ginecólogo  británico  britá nico,, arrem arremetía etía contr contraa cual cualquier quier forma de cont contracep racepción ción artificia artificiall  por razones médicas, morales y económicas: «La madre prolífica ha sido siempre el prototipo de la felicidad, porque la familia es el fundamento del Estado, y porque el Estado necesita a sus ciudadanos».  Incluso el coitus interrumptus se condenaba porque era, entre otras razones «médicas», en primer lugar, una ofensa a las leyes naturales; en segundo lugar, por ir en detrimento de los intereses de la sociedad y, tercero, porque causaba daños psicológicos (134).  Como los métodos anticonceptivos sin prescripción o supervisión médicas proporcionan a la gente demasiado control sobre la procrea-

ción, cualquier intento para liberar la sexualidad humana del control de

 

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los médicos se topa con la fiera resistencia de «la profesión». La batalla a favor del aborto «a demanda», es decir, dejar que cada mujer tome su  propia  prop ia deci decisión sión,, cont continúa inúa en plen plenoo vigo vigor. r. En Irlan Irlanda, da, por ejem ejemplo, plo, el aborto incluso en casos de incesto, de violación o de fetos anencefálicos es todavía un anatema para la mayoría de los médicos.  Aquellos que pueden, lo hacen; los que no pueden, moralizan. Cicerón, en su vejez, veía en el declive de la libido y en sus barbas blancas, la liberación de una maldición humana: el sexo era el cebo que el  pecado  pec ado em emple pleaba aba para pes pescar car a los homb hombres res.. Los viejos, viejos, olvida olvidando ndo su  juvent  juv entud, ud, pre predic dican an sob sobre re la vir virtud tud de la abs abstin tinenc encia ia (135). En Trasymachus, C. E. M. Joad lo expresaba de esta manera: «En la esfera de la moralidad, la función de los viejos se reduce a descubrir métodos para alejar a los jóvenes de los placeres que ellos ya no pueden disfrutar. Las  personas  perso nas mayo mayores res les dan a los jóvenes jóvenes buenos con consejo sejoss porque ya no (136) son capaces de darles malos ejemplos» .  En el siglo xix incluso besarse se convirtió en algo sospechoso. Un médico de Ohio llegó a proponer una ley para abolir los besos porque eran una amenaza para la salud pública (137). Y en 1886, Samuel Adams, un profesor de medicina, revisó en el Jou el  Journa rnall ofthe Amer America icann Medical Medical  Associ  Ass ociati ation on los peligros del beso, entre los que se incluían el escorbuto, la difteria, el herpes, enfermedades parasitarias, la tina y la estomatitis ulcerosa. Citaba el caso de una persona que sufrió una rotura de tímpano al ser besada en la oreja, «indudablemente debido a la succión», y advertía que besar con frecuencia a los niños podía inducir pubertad  precoz,  pre coz, exci excitac tación norma mall de lo loss órg órgano anoss sex sexual uales es y uuna na mens menstru truaci ación ón (138) irregular .  ión aanor Besar es todavía para ciertas autoridades un acto inmoral, peligroso, o ambas cosas a la vez. En 1991, como contribución al Día Mundial del SIDA, la OMS ponía en guardia contra el «beso francés». El año anterior sólo había llegado a declarar que «el beso en la mejilla» era seguro (139). Según la agencia  Fr  Fran ance ce Pr Pres ess, s, en Fujeirah, en los Emiratos Árabes, una mujer había sido condenada a dos meses de prisión por besar a un amigo en plena calle (140). ¡Por lo menos la policía de la moral islámica no desaconsejaban medicaliza los besos! una carta al Lance al La médicos ncet,t, cinco finlandeses besar En a jóvenes rusas porque un turista (entre más de 400.000 finlandeses que visitan Rusia cada año) había regre-

sado de San Petersburgo con difteria. Aunque el hombre admitía haber

 

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 besado a un  besado unaa ch chica ica,, ta tamb mbién ién rec recono onocí cíaa qu quee ha habí bíaa be bebi bido do en en va vaso soss sin sin la la-var durante una fiesta de cumpleaños. La chica no estaba enferma, pero los médicos estimaban que «todo contacto con la población local» podría ser un problema de salud pública (l41) .   La «promiscuidad» es un término indefinido empleado con frecuencia por epidemiólogos y que, en el fondo, lo que implica es que uno tiene más amantes que el epidemiólogo. Durante el siglo XVII, se creía que el coito frecuente era el culpable de numerosas enfermedades. Nicolás Venette, un eminente cirujano francés, menciona en su célebre obra Tablean de l'amour conjugal («Retrato del amor conyugal») [traducido al inglés en 1750] algunas de las consecuencias de los excesos venéreos: «El cerebro se deshace como el hielo en el fuego, la visión se nubla, aparecen la consunción y la diabetes, se pierde el cabello y la memoria, y se acorta en dos tercios la esperanza de vida». El sexo con moderación era, por el contrario, saludable: «servía para aclarar la mente y la vista, y protegía contra la epilepsia, la gota y el mal verde». Según Venette, «no existía un medio más seguro ni más eficaz para preservar la salud y evitar la muerte repentina que de vez en cuando pasar un buen rato con una mujer» (l43). ¡Todo es cuestión de decidir cual será la frecuencia de ese «de vez en cuando»!  Sin embargo, los calvinistas no quieren saber nada de la concepción francesa sobre los placeres carnales. En 1758 un médico suizo, Samuel August Tissot, publicó su libro El libro  El onanismo: onanismo: tratad tratadoo sobre los desó desórrdenes causados por la masturbación, una «obra seminal» que ha servido estimular la mente de los médicos durante de dos siglos. Alex para Comfort ha analizado la sórdida historia de lamás guerra contra el «abuso de uno mismo», una guerra en la que finalmente la profesión médica se ha tenido que batir en retirada (143). Esto me recuerda una viñeta que mostraba a dos ancianos centenarios hundidos en sus sillones y que llevaba la leyenda: «Y ahora nos dicen que la masturbación es inofensiva».  Quién podría creer que en 1945 la revista Lan revista Lancet cet temiera que el uso de tampones podría llever a la pérdida «antinatural» de la virginidad en las mujeres británicas, y que el Generaldecretara Medicalque Councü cial de Médicos), consecuentemente, todas(Colegio las cajasOfide tampones deberían llevar impresas la frase: «No conveniente para mu-

 jeres solteras». Caroline Caroline White, editora del Journal del Journal of Clinical Clinical Patho-

 

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logy, considera que esta fue probablemente la primera «advertencia» sobre la salud en un bien de consumo (144).  Aunque el SIDA es una enfermedad reciente, casi todo lo que se ha hecho y dicho sobre ella recuerda curiosamente a la historia de la sífilis. Owsei Temkin, en su clásica descripción histórica sobre la relación entre la sífilis y la moral, distingue cuatro grandes periodos en la reacción (145) social contra esta enfermedad . Cuando a finales del xv la sífilis se convirtió en una enfermedad epidémica, todavía sin una clara conexión con la actividad sexual, los moralistas la consideraron como una plaga, una nueva maldición divina. Los médicos rehusaron tratar a las víctimas y éstas tuvieron que recurrir a los barberos y charlatanes, que como «cura» vendían un ungüento letal a base de mercurio. Durante la primera mitad del siglo xvi, se reconoció que la enfermedad era transmitida sexualmente y que «la tortura del mercurio permitía expiar los pecados». Pero el sufrimiento no era necesario para las numerosas víctimas de la aristocracia para quienes los médicos inventaron una agradable poción a base de «madera santa» (guaaicum). En la época galante, las ideas de «expiación» y de «justo castigo» no formaban parte del código moral. El tercer periodo estuvo marcado por el puritanismo de una burguesía emergente.  La sífilis no era sólo un pecado de la carne, era un vicio, un signo de degeneración moral, un estigma de desgracia. El último periodo se inició en la segunda mitad del siglo XIX y estuvo marcado por la intervención del Estado: la sífilis se convirtió en una amenaza para la salud de la nación y en undecrimen. Los médicos aceptaron gustosamente el papeldel de controladores las desviaciones sociales y actuaban como agentes Estado para combatir el vicio. Paralelamente, ellos asumieron por sí mismos el papel de «guardianes de la moral». En 1860, el famoso cirujano londinense Samuel Solly, presidente del Colegio de Cirujanos, consideraba a la sífilis no como un mal sino como una bendición, ya que había servido para reprimir la pasión desenfrenada. «Si la enfermedad fuera exterminada, lo que espero que no ocurra, los fornicadores galo parría  pa íann de nue uevvo por la tier tierrra» (l46).  causa deylaeellsífilis, fue descubierta pallidum,  por La  por S Sch chaud audin inn, n, aaño ño sigui siTreponema guien ente te Au Augu gust st vo vonn W Wass asserm erman annn pon ponía íaena1905 ppun un-to una prueba diagnóstica. Walsh McDermott, Profesor Emérito de Sa-

lud Pública y Medicina en la Universidad de Cornell, recordaba cómo el 

 

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uso de la prueba de Wassermann en los exámenes prenunciales obligatorios había arruinado la vida de numerosas personas ya que el resultado «positivo» era correcto sólo en la mitad de los casos. Esta experiencia, «masiva y lamentable» duró 40 años (147).  En 1910, Paul Ehrlic introdujo el Salvarsan, un compuesto de arsénico, para el tratamiento de la sífilis. Éste fue el primer agente quimioterapéutico sintético efectivo contra una infección. Los moralistas dieron la bienvenida a este descubrimiento con consternación. El castigo del pecado perdía su aguijón. En 1916, la Comisión Real contra las Enfermedades Venéreas lanzaba una campaña contra el tratamiento gratuito con el fin de refrenar la fornicación sin riesgo. El Consejo Nacional Británico de la Lucha contra las Enfermedades Venéreas fue aún más lejos y se opuso a las campañas profilácticas de educación. Según su presidente, Sir Francis Champneys, «las enfermedades venéreas de ben ser comb combati atidas das sólo sólo en part parte, e, y las me medid didas as que se to tomen men para para evi evi-tarlas no deben animar a los hombres a cometer pecados mortales» (148). Champneys temía que una amplia publicidad sobre la prevención y los tratamientos disponibles hundiera al país en una orgía sin fin. Algunos desgraciados inocentes sufrirían las consecuencias, pero ése era el precio que había que pagar. «Es preferible que haya una persona que muera de una sífilis contraída de forma involuntaria» —decía en 1922— «a que haya alguien fornicando sin riesgo y sin arrepentimiento». En The  Kreutz  Kre utzer er SSona onata ta de Tolstoi, este mismo punto de vista es expresado por el personaje de Pozdnyshev, quien arrepentido reconoce que «curar la sífilis es proteger el vicio».  La penicilina mejoró y simplificó notablemente el tratamiento de la sífilis. En lugar de las 40-60 inyecciones de derivados de arsénico a la semana, el tratamiento con penicilina duraba sólo una semana, y esto causó de nuevo inquietud entre los cruzados de la moralidad. Por ejem plo,, en un lib  plo libro ro inge ingenua nuame mente nte tit titula ulado do New  New probl problems ems in med medica icall ethics ethics («Nuevos problemas en bioética»), uno de los autores hacía sonar la alarma: «Los jóvenes descubren rápidamente la existencia de los diferentes medios de protegerse, y los argumentos sobre los peligros venéreos pierden, por tanto, gran parte de su fuerza» (149). Este libro era una traducción deselaocupa publicación de Laennec,deylauno los capítulos de las católica secuelasfrancesa médicasCahier y psicológicas masturbación en los niños; curiosamente había sido escrito por el doctor

J. G. Prick (prick en inglés coloquial significa pene). ¿Nornen ornen?

 

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Durante los años treinta, los Servicios de Salud Pública de los Estados Unidos iniciaron un abominable experimento que terminó en 1970 tras un gran escándalo. En Tuskegee, Alabama, a 400 negros po bres que estaban estaban infectad infectados os de sífi sífilis lis no se les trató para así poder estudiar la historia natural de la enfermedad (150) A estas cobayas humanas se les dijo tenían «mala sangre» y para(A quefinales cooperaran en de el experimento se que les prometió un funeral gratuito. de mayo 1997, 60 años después, desde la Casa Blanca y en nombre del Gobierno y de los norteamericanos, el presidente Clinton se disculpó públicamente frente a cinco de los ocho supervivientes del experimen experimento.) to.)  La actitud de los médicos reconociendo las virtudes del miedo para luchar contra la sífilis se parece a ciertas justificaciones actuales, ofrecidas por algunos cruzados de la moral, para denegar jeringuillas y drogas «limpias» a los drogadictos, con lo que se incrementa enormemente el riesgo de contraer SIDA y otras infecciones. Otro posible paralelismo sería la Ley la  Ley Seca americana, cuando, en 1930, los «secos» intentaron que el Senado aprobara una ley para que se adulterara obligatoriamente todo el alcohol industrial con metilalcohol. Se pretendía reprimir el consumo, pero los «no-reprimidos» podían quedarse ciegos o morir si lo  bebían  beb ían.. En este este últ últim imoo su supue puesto sto,, seg según ún llos os pproh rohibi ibicio cionis nistas tas,, lo que ocu ocu-(151) rriera equivaldría a un suicidio .  El SIDA cogió a los Estados Unidos por sorpresa. ¿Cómo era posi blee qque  bl ue uunn ppaí aíss qque ue ssee ccons onsid idera eraba ba a sí mi mism smoo ccom omoo ppur uroo y limp limpio io fu fuera era visitado por semejante calamidad? Había que encontrar las causas y los chivos expiatorios. Tenía que ser algo importado poradvertencia los extranjeros (la teoría inicial apuntaba a los haitianos). Era la última divina. Comparado con la sífilis, el SIDA tenía una característica especial adicional que facilitaba la designación de los culpables: era una «plaga homosexual». Los responsables de la salud pública, gentes normalmente calmadas y frías, se pusieron histéricos. A los médicos les entró el pánico. Incluso se propuso una campaña de despistaje a la que debería someterse todo el mundo. En una encuesta pública realizada en 1987, el 29 % de los americanos opinaba que todas las personas «positivas» de bíann ser tatuadas  bía tatuadas para así poder recon reconocer ocerlas las con faci facilid lidad. ad. Los perioperiodistas a escribir personajes que habíancomenzaron muerto de SIDA. Se necrologías introdujerondevarias formasconocidos de despistaje obligatorio en las empresas, en las oficinas de inmigración, en las com-

 pañía  pañ íass de seg segur uros, os, en llas as esc escuel uelas as y en las pr pris ision iones es.. Algu Alguno noss ppaís aíses es insins-

 

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tituyeron la detección obligatoria, el aislamiento o la cuarentena para los portadores del virus VIH. En casos extremos, los infectados fueron ejecutados. En 1992, según el corresponsal en Bangkok del Dail del  Dailyy Telegraph, 25 prostitutas birmanas afectadas por el virus fueron ejecutadas con inyecciones de cianuro (152) . Algunos médicos estadounidenses, australianos irlandeses han defendido como justificable» su negativa aoatender pacientes con SIDA o a «éticamente portadores del virus. Recientemente se han dado actitudes similares negando tratamiento a los fumadores. ¿Quiénes serán los siguientes?  Cuando la promoción de la salud se deja llevar por sus ansias de poder en lugar de preocuparse por el bienestar de las personas, pierde el sustento de los principios éticos y morales. Así, los mensajes aparentemente neopuritanos llegan a coexistir con exhortaciones a la fornicación —siempre que la actividad sexual esté bajo control médico y sea estéril y seguro—. Según la agencia Reuters, algunos expertos de salud finlandeses hicieron un llamamiento para que «el gobierno organice "vacaciones sexuales" como una cura para los ciudadanos que están destrozados por el estrés de la vida moderna» (153). Puede que estos «ex perto  pe rtos» s» nnoo se sean an ccon onsc scien ientes tes de qque ue qqui uizás zás alg algun unas as ddee es esas as ppers ersona onas, s, qque ue ellos quieren curar con vacaciones sexuales, deban su estrés a la promoción de salud en Finlandia, a la propaganda contra el tabaco, el alcohol y el sexo como causas del cáncer.  En Gran Bretaña las autoridades encargadas de la educación para la salud (Health Education Authority) han hecho trizas su propio libro libro decon bolsillo sobre el para sexo») Your apocket guide to 16 sexy(«Tu gido jóvenes entre 24 años— «información la —dirisalud» que incluye frases del tipo de «si tus relaciones sexuales son seguras y usas un condón, podrás "joder" con cientos de personas y no contraer el virus VIH» (154). Esta clase de textos obscenos y vulgares, del «todo vale», escritos por expertos autodesignados de organizaciones estatales que no rinden cuentas a nadie, coexisten con campañas en las que una simple mirada al sexo opuesto podría constituir un delito de acoso sexual.  El acoso es unoUnidos de esospor conceptos de la retórica de lade salud destilados ensexual los Estados los cenáculos feministas los años setenta. Hoy día, el 50 % de las funcionarías del gobierno federal

se consideran víctimas de esta nueva plaga. Una encuesta realizada por

 

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una organización académica (American Association of University Women's Educational Foundation) entre niños de 8 a 11 años en 79 escuelas americanas mostró que el 85 % de las niñas y el 70 % de los niños consideraban que habían sido sexualmente acosados. Según la presidenta de la organización, Sharon Schuster, «el acoso sexual es endé(155)

mico» .  La profesión médica no tardó en subirse al carro. En 1993, el New el  New  Englan  Eng landd Journ Journal al of Med Medici icine ne pub  public licóó un art artícu ículo lo «cie «cientí ntífic fico» o» segú segúnn el cual, entre los jóvenes médicos, el 73 % de las mujeres y el 22 % de los varones habían sido objeto de acoso sexual durante sus estudios de medicina (156). En general se precisan de 10 a 15 años para que esta clase de estupideces cruce el Atlántico y eche raíces en Europa. Sin embargo, en esta ocasión sólo pasaron unos meses hasta que se publicó un editorial en el Lan el Lancet cet.. En él se tachaban de hipócritas las recomendaciones de la Asociación Médica Americana para que se definiera y se aplicara una  políti  pol ítica ca en ma materi teriaa de acoso sexu sexual: al: (157) «Se impone impone una respues respuesta ta más rigurosa» —bramaba el editorialista  —. ¿Qu ¿Quizá izáss la ins instal talaci ación ón en cada oficina, sala o pasillo de cámaras ocultas monitorizadas desde una  base central central en el depar departam tamento ento de pers personal onal y man manejada ejadass las 24 horas del día por expertos en acoso sexual?  En esta atmósfera artificial de sospecha y de miedo, creada por feministas que consideran a todos los hombres como potenciales acosadores sexuales, violadores y pederastas, la familia nuclear está en peligro. En Gran Bretaña, los trabajadores sociales y otros «cuidadores», cuyos círculos han sido impregnados pora esta hancaza usurpado los poderes inquisitoriales y organizado nivelideología, nacional la de los agresores sexuales de niños.  En 1986, dos pediatras de Leeds publicaron un artículo en Lan en  Lancet cet (158) sobre la «sodomía en la infancia» . La validez de la prueba diagnóstica empleada, conocida como «reflejo anal de dilatación», todavía no había sido validada mediante controles en niños normales. Esto no frenó el entusiasmo de los pediatras para diagnosticar violaciones anales en niños pequeños, un proceso que culminó en la «Encuesta Cleveland» llevada en el norestededeniños Inglaterra 1987. violencia Esta encuesta con-y cluía quea cabo un gran número habíanensufrido sexual, muchos de ellos fueron arrancados de sus familias e internados en ins-

tituciones públicas. Ninguna prueba diagnóstica es perfecta, pero la va-

 

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lidez del reflejo de dilatación es dudosa. Según sus propias declaraciones, Hobbs y Wynne encontraron la prueba positiva sólo en el 43 % de los niños sodomizados (159). Dos años después, en 1989, aparecieron los  primer  pri meros os dat datos os sob sobre re la prev prevale alenci nciaa del refl reflejo ejo de di dilat lataci ación ón anal anal en niños «normales». Dos pediatras de Birmingham informaron en el Bri el Britis tishh (160)la prueba era positiva en el 14 % de los niños pe Med  Medica icallnormales Jour Journal nal que queños .  Un simple cálculo matemático revela los horrores engendrados por la utilización de esta prueba, que ha sido la causante de que algunos padres hayan sido acusados de sodomizar a sus propios hijos. Según Stanton y Sunderland, menos del 1 % de los niños son sodomizados. Partiendo de esta premisa, la aplicación de la prueba del reflejo de dilatación anal a 10.000 niños daría 43 verdaderos positivos por cada 100 sodomizados (es decir, el 1 %) y 1.386 falsos positivos (o sea, el 14 % de los 9.900 niños normales restantes). En otras palabras, de cada 100 pruebas con resultado positivo, 97 serían falsos positivos. No hay  palabr  pal abras as para des describ cribir ir el suf sufrim rimien iento to de las innu innume merab rables les fami familia liass que han sido erróneamente acusadas de un crimen incalificable.  En las postrimerías de la histeria sobre el abuso sexual en niños, se encontraron algunos chivos expiatorios, como los ritos satánicos. Pero la cuestión esencial ha quedado sin respuesta: ¿quién alimentó la histeria colectiva de que «en general» los niños eran víctimas de agresiones sexuales? En 1991, casi se separó a una niña de 4 años de su familia porque sufrió una alergia a la savia de un arbusto silvestre. Esta niña, como

su una erupción haber estado jugando conhermano, su padredesarrolló a tirarse guisantes secoscutánea unos a tras otros, utilizando unos tirachinas hechos con ramas del arbusto en cuestión. No se creyó la versión de la familia y la niña fue retenida por los trabajadores sociales durante tres días en el hospital del Royal London Trust (161). En 1994, en West Sussex, un par de botas de agua con un nombre de niña escrito con tinta en su interior casi provoca la separación de una niña de seis años de su familia. Un maestro vigilante detectó «moratones» sospechosos en las piernas de la niña. La llevó a un hospital, y allí, un pediatra, un detective y un trabajador social llegaron a la conclusión de que las «severas golpes con un látigo o con caña. familiacontusiones» fue obligadasea debían llevar ala hospital al resto de sus hijosuna para que La se les realizara una humillante inspección en busca de otros signos de

«abuso». Cuando la niña se lavó las piernas, las contusiones desapare-

 

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cieron (162). Estas historias contienen los ingredientes típicos de los métodos de la Inquisición. Las negativas del acusado o del niño se tornan en admisiones de culpabilidad. No está presente nadie que defienda los derechos del niño o de la familia. La total incompetencia de estos cazadores de brujas, empeñados en encontrar «pruebas», es aterradora.  Los peores excesos de esta clase han sido perpretados por trabajadores sociales decididos a demostrar que los abusos satánicos en niños son frecuentes. A pesar de que esta teoría no ha sido nunca confirmada  por la ppoli olicía cía,, el pán pánico ico ha bbarr arrido ido las Isl Islas as Brit Británi ánicas cas,, desde desde Ken Kent,t, ccruruzando Nottingham, Cheshire, Lancashire y West Yoorkshire, hasta Strathclyde y las islas Orkneys. La presión ejercida sobre los trabajadores sociales por varias sectas religiosas y grupos fundamentalistas americanos ha facilitado la propagación del «mito satánico». Para algunos terapeutas, consejeros y especialistas en prácticas satánicas, el alarmismo se ha convertido en un lucrativo negocio.  El demonio del alcohol Y yo te ruego, oh Dios, que creaste al hombre y que  pusiste  pusi ste el dolor y la muerte en la botella, acuérdat acuérdatee de los pobres pecadores a los que no queda ya ninguna es peranz  per anza, a, y deja deja que en el momento momento de su partida partida haya whisky y agua y una inyección de morfina.  morfina.  George MacBeth

En la imaginación popular, el alcohol, en sus diferentes formas paladeables, ha sido siempre visto como el «agua de la vida», el gran reconstituyente. Incluso la Biblia admite el papel de la bebida para hacer frente a las dificultades humanas: «Deja que beba y olvide su pobreza y no vuelva a recordar su miseria» (Proverbios, 31, 6-17). También encontramos en la obra Diet obra  Dietaa medicoru medicorum m de Stanihurst un himno estravagante al whisky, una auténtica panacea:  «Él seca las pústulas de las manos y mata los parásitos. Él limpia la suciedad de la cabeza, cuando uno se lava antes de las comidas. ySilas se escaldaduras bebe con moderación, retrasa el envejecimiento, fortalece la juventud, ayuda a la digestión, combate los humores, aleja la melan-

colía, eleva el corazón, ilumina la mente y estimula el espíritu. Él hace

 

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que no se nos vaya la cabeza, que la vista no se nuble, que la lengua no se trabe, que la boca no se arrugue, que los dientes no rechinen, que la garganta no enronquezca, que las manos no tiemblen, que los nervios no (163) encojan, que los huesos no duelan y que el tuétano no se ablande» .  La actitud de la profesión médica hacia el alcohol ha oscilado entre la aprobación del consumo controlado y la total condena. En 1961, la tasa de mortalidad por cirrosis hepática entre los médicos británicos era 3,5 veces mayor que en la población general. Como George Bernard Shaw dijo con el humorismo que le caracterizaba, «nadie parece haberse dado cuenta de que los médicos mueren de las mismas enfermedades que dicen que previenen o curan».  En el siglo XIX, el «alcohol» era una de las «drogas» más prescritas, y se usaba para tratar la fiebre, el tifus, el reumatismo, la neumonía, la  pleuresía  pleu resía,, la peric pericardit arditis is y como ttónic ónicoo gener general. al. Si Sinn embargo, embargo, el ddocto octorr John Eaton en el Pro elque 1891de que el al Provin vincia cial l Me Medic dical al Jour Journal nalenencasos cohol era tanescribía peligroso «sólo debía prescribirse peligro extremo para la vida y no usarse jamás sin el consejo y el permiso del médico» (164). La locura, el vicio y la muerte eran algunas de las consecuencias derivadas del consumo de bebidas alcohólicas sin supervisión. La ciencia médica tenía pruebas: el doctor W. Cárter, un profesor de terapéutica, había observado que las semillas germinan mejor en agua que en alcohol, ergo, el alcohol era nocivo para la vitalidad del protoplasma, mataba la vida (165). Una variante de esta «prueba» es la vieja broma de colegio sobre un profesor que quiere demostrar el efecto funesto del alcohol parawhisky. ello sumerge a un gusano un recipiente con agua y a otro en unoy con El primer gusanoenpermanece contorneándose y el segundo muere con prontitud. ¿La moraleja de la historia? ¡Si tienes gusanos, bebe whisky!  Por un lado, los moralistas hacen sus cruzadas contra el demonio de la bebida, mientras que por el otro los médicos defienden su monopolio sobre el diagnóstico, el tratamiento y la prevención del alcoholismo. Se dice que entre 1838 y 1841, el padre Matthew, un carismático cruzado de la lucha contra el alcohol, convirtió a la abstinencia total a más de dos millones de irlandeses. El texto del «juramento» con el que uno se convertía era el siguiente: 

 

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«Por ti, la mayor gloria y el más grande consuelo, oh Sagrado corazón de Jesús. Para dar, por ti, el buen ejemplo, para demostrar mi abnegación y para reparar mis pecados de intemperancia y por la conversión de los bebedores, yo me abstendré durante toda mi vida de cualquier bebida alcohólica».

Pero incluso la cruzada del padre Matthew tuvo un efecto limitado sobre el consumo de alcohol. En ciertas áreas de Irlanda (por ejemplo, en los condados de Londonderry, Antrim y Tyrone) beber éter se hizo muy popular, ya que al no ser un alcohol uno podía tomarlo «sin romper el juramento». El doctor C. Graves, un médico de Cookstown, remarcaba en sus memorias cómo los días de mercado la atmósfera de su dis pensar  pen sario io apes apestab tabaa a éte éter. r.  El tratamiento del alcoholismo en manicomios o por medios médicos no era más efectivo que el juramento. Los remedios de los charlatanes y loslosmás solicitados por los «pacientes» contenían coholabundaban, u opio. Como innumerables esfuerzos de las ligas contraalel alcoholismo fracasaban y los médicos eran incapaces de reparar los daños que el consumo generalizado de alcohol hacía a la moral y a la forma física de la nación, el Estado se vio obligado a penalizar esta «adicción». Para los responsables nazis de la salud pública, el alcohol era incluso más peligroso que la morfina o la cocaína, y los alcohólicos se convirtieron en candidatos a la esterilización (166).  Pero ni siquiera la Alemania nazi pudo emular la «solución final» de la prohibición total que fue introducida en los Estados Unidos, Rusia y los Países Escandinavos entre 1915 y 1920. La «prohibición americana» se convirtió en ley el 16 de enero de 1920, y el evangelista Billy Sunday proclamaba exultante: «Adiós, malvado. Tú que eras el peor enemigo de Dios. Tú que eras el mejor aliado del infierno. Te odio tanto que amo odiarte» (167).  La mentalidad de los promotores de la «Ley Seca» aparece condensada en un discurso pronunciado ante el Congreso en 1914 por el diputado de Alabama, Richmond P. Hobson (168). En él se desplegaba toda la gama de argumentos prohibicionistas, desde la pseudo-ciencia hasta el fascismo deeladesalud. El propósito de lampen «prohibición» era deshacerse  para siempr siempre los agentes «que corro corrompe n a la juventud del país y,  por consig consiguie uiente nte,, perpet perpetúan úan su dom domini inioo sobre la naci nación» ón».. Debía con consisi-

derarse una ley humanitaria que respetaba los derechos individuales: no

 

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se coercionaba al bebedor como individuo, simplemente se prohibía la fabricación y venta del veneno. «Nosotros no tratamos de forzar a los que beben para que dejen de beber sino que intentamos poner fin de forma efectiva a la corrupción sistemática y organizada de nuestra juventud». Entonces Hobson apelaba a la ciencia: «La ciencia nos dice que el alcohol es dañino que ha en sido causa] del gradual y laprodegeneración de las [y naciones el la pasado». Losdeclive científicos habían  bado de form formaa conc concluyen luyente te que el alco alcohol hol creab creabaa dependenc dependencia, ia, y que destruía el cerebro y el espíritu del hombre.  «El alcohol era un veneno protoplásmico que disminuía de forma  pavoro  pav orosa sa los estánda estándares res de eficien eficiencia cia de la Nación, Nación, red reducí ucíaa enormem enormemenente la riqueza nacional, forzaba a subir los impuestos y agravaba las dificultades de la lucha contra el crimen, la pobreza y la locura. El alcohol corrompe a los políticos y a los funcionarios, a los gobiernos y a la moral  pública. disminuye disminuye manera yaterradora el civismo civismde o del ciudadano medio y Él amenaza a las de libertades a las instituciones la Nación. Él mina y debilita la casa y la familia, se mofa de la educación y ataca a los  jóvene  jóv enes, s, quiene quieness tienen tienen el derec derecho ho de ser ser protegi protegidos dos.. El alcoh alcohol ol destr destruye uye la salud pública, abate, mata y hiere a nuestros conciudadanos incluso más que la guerra, las plagas y el hambre combinadas. Él arruina la descendencia de la Nación, inundándola de una horda de degenerados. Él asesta golpes mortales contra la supervivencia de la Nación, e incluso de la raza». 

Por otro lado, un puñado de libertarios, como Clarence H. L. Mencken, Walter Lippmann y Will Rogers, pensaba queDarrow, «la Prohibición» era una amenaza contra la democracia y las libertades, una cortina de humo para conseguir imponer la tiranía del puritanismo. Mencken describió a los prohibicionistas como «esa clase de personas con los que uno no se tomaría una copa —aunque bebieran—». Hobson replicaba a sus detractores:  «Nosotros no decimos que un hombre no deba beber, [...] sólo prohibimos la venta de alcohol. Un hombre puede pensar que tiene derecho acores. beber,Enpero no implica que tengatodas el derecho inherente a vender liestaeso resolución se respetan las libertades individuales.» (Esto era una mentira para captar votos, puesto que incluso la posesión

de alcohol se convirtió en un delito durante la Prohibición.) 

 

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Henry Ford, preocupado por los beneficios de sus fábricas, era favorable a la Prohibición «porque en términos económicos es acertada. Y sabemos que todo aquello que es bueno para la economía es también  buen  bu enoo moral oralm men ente te»» (168). En parte, el fervor moral que convertía en delito al consumo de alcohol era sólo una postura hipócrita para disfrazar el verdadero  motivo de la Prohibición: aumentar la productividad de los trabajadores. Diez años antes de que la Prohibición se convirtiera en ley, Clarence Darrow había reprochado al ardor de los «secos» (aquellos que se oponían a que otros bebieran) su indiferencia sobre las desastrosas condiciones de vida de la clase trabajadora. Cada año medio millón de tra bajadores  bajad ores mor moría ía o qued quedaba aba invál inválido ido en accid accidentes entes de trab trabajo, ajo, pero lo único que preocupaba a los cruzados contra el alcohol era el ron. Cuando los trabajadores demandaban mejoras en las condiciones de trabajo, mejores casas y aumentos de salario, la respuesta de los prohibicionistas era siempre la misma: «Comencemos por destruir el ron. Uniros a nosostros en nuestra lucha moral. Destruyamos el ron, y luego nosotros os ayudaremos». Darrow predijo que una vez se hubieran deshecho del ron nos dirían: «ahora destruyamos el tabaco, y después nosotros os ayudaremos» (170).  Después de la Segunda Guerra Mundial, mientras una Europa desmoralizada se lamía sus heridas, el tema del alcohol se puso de lado provisionalmente. En 1949, el  La  Lance ncett escribía que «el alcohol no era ya el principal problema social» (171). Los nuevos estudios ponían en duda la antigua convicción de que era un enfermedad. Se podían modificar los hábitos de el losalcoholismo bebedores excesivos mediante terapias de conducta. El clima de los años sesenta y setenta propició el auge de actitudes liberales hacia las drogas, y los psiquiatras se pusieron a la defensiva. Un editorial del Lan del  Lancet cet en 1977 resumía la situación diciendo que el alcoholismo era una etiqueta más que una enfermedad, y sugería que existían tantas formas de beber como alcohólicos y que cada caso era un problema particular y evolucionaba de forma diferente (l72).   En los años ochenta la situación empeoró de nuevo, tanto desde la  persp  perspecti ectiva vaca políti política caz como deerosos la sos cient científica .demiól Losiólogo gobiernos gobi ernos, , aconsej aconsejados ados  por grup grupos os cada da ve vez más pod podero ddeífica. e epi epidem ogos s «s «sabel abeloto otodo» do», , se embarcaron en la retórica del «interés nacional», «la salud de la nación»

y «ha llegado el momento de actuar». Los epidemiólogos sostenían que

 

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el número de alcohólicos estaba relacionado con el consumo de alcohol  per capita capita.. Esto, aunque fuera verdad, tiene tan poca utilidad como decir que la hierba es más verde en los países de clima húmedo, pero sirvió de excusa a los gobiernos para aumentar los impuestos sobre el alcohol y así rellenar sus arcas. «La distribución de bebidas alcohólicas es algo demasiado el bienestar (173) público para dejarlo en manos de lasimportante fuerzas delpara libre-mercado» . Y elcomo «Estado-nodriza» se puso a preparar los pañales. En 1987 el  Lanc  Lancet et declaraba que «no existe ningún nivel de consumo de alcohol carente de riesgo» y en ese mismo año el Colegio de Médicos Británico (The Royal College of Phy publicaba icaba un libr libroo con el sini siniestro estro título de de A  sicians)  sicia ns) publ  A grea greatt and Growing evil (174) (algo así como «un mal terrible y cada vez más amenazador»), que hubiera sido más apropiado para hablar de la masturbación en el siglo xix que para referirse a un asunto tan mundano como las be bidas  bid as alc alcohó ohólic licas. as.  En 1987, la OMS pidió a todos los Estados miembros de la organización que redujeran su consumo de alcohol al menos un 25 % antes del año 2000. La meta última de esta campaña es llegar a la prohibición total de forma gradual, dado que la prohibición súbita no es viable políticamente. ¿Por qué contentarse con una reducción del 25 % cuando los  puritanos  puritan os anti-alcohol argument argumentan an que la media nacional de consumo de alcohol está íntimamente relacionada con el número de muertes producidas por el alcoholismo? alcoholismo?  En los Estados Unidos, por orden del máximo responsable de la salud nobares, se pueden servir bebidas General), a laspública mujeres(Surgeon embarazadas en los y se han dado casosalcohólicas en los que un bebé ha sido puesto bajo custodia porque las enfermeras habían detectado «olor a alcohol» en el aliento de la madre. Una actitud tan «irresponsable» es equiparable para la vigilante «policía del embarazo» con el abuso contra los niños. Esta es la clase de amenazas que obligarían a cualquier madre a tomarse una copa para calmar sus nervios...  Para H. M. Leichter, «la corriente anti-alcohólica en los Estados Unidos está anclada desde el siglo XIX entre los protestantes fundamentalistas».laLeichter se refiere al  Bible al Bib el «cinturón la Biblia, le Belt Belt, designa amplia banda de territorio que ,recorre de estedea oeste parteque de los Estados del Sur y donde se asientan importantes movimientos reli-

giosos radicales cuyos miembros recurren a la Biblia para tomar deci-

 

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siones, incluso sobre simples cuestiones cotidianas. Es posible que la ola creciente de fervor hacia los abstemios se deba en parte al resurgimiento del fundamentalismo religioso en los Estados Unidos» (175).  En Gran Bretaña, un documento oficial sobre la promoción de la salud titulado The Nation's Health (La Salud de la Nación), publicado en 1988, proponía que todas las bebidas(176) alcohólicas llevaran impresas advertencias similares a las del tabaco . En ese mismo año, el doctor David Owen (hoy, Lord Owen), antiguo dirigente del partido social demócrata, propuso que las bebidas alcohólicas deberían estar sometidas a la reglamentación de los productos farmacéuticos (177). El primer país del mundo que impuso la obligatoriedad de imprimir advertencias sobre el riesgo para la salud en todas las bebidas alcohólicas fue Colombia, donde la cocaína, sin advertencias sobre la salud, se vende libremente en las calles.  Sin embargo, hay un cabo suelto en la lucha de la medicina contra el alcohol. Numerosos estudios han descubierto una inesperada y poderosa correlación negativa entre el consumo de alcohol y la cardiopatía isquémica. Es decir, los abstemios tienen mayor probabilidad de morir a consecuencia de un ataque cardiaco que los bebedores. Teniendo en cuenta que la cardiopatía isquémica es «el asesino N.° 1» —según la  propag  pro pagand andaa de la prom promoci oción ón de la sal salud— ud— y que una forma pla placen center teraa de prevenirla está justo en el bar de la esquina, es chocante lo reacios que son los promotores de la salud a promover la bebida. Considerando incluso el incremento de la mortalidad por enfermedades relacionadas con el alcohol, este aumento no es suficiente para contrarrestar, en el caso de un bebedor moderado, el notable efecto protector del alcohol sobre las enfermedades cardiovasculares. Pero esto ni se menciona en los panfletos sobre promoción de la salud. Cuando la información apareció en los periódicos, los epidemiólogos protestaron: «Las noticias sobre nuestros trabajos aparecidas en la prensa no especializada, desgraciadamente, implican que beber moderadamente es una buena medida preventiva» ¿Qué otra cosa se suponía que tenía que decir la prensa cuando los estudios publicados en el  Lanc el  British  Lancet et y en el Brit ish Medi Medical cal  Journal  Jour nal mostraban reducciones del 40-60 % del riesgo de cardiopatía isquémica en bebedores de 40-60 unidades a la semana? (178). 

El profesor Gerald Shaper, uno de los máximos oponentes a la idea de que el alcohol es beneficioso para la salud, dijo: 

 

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«Puede que la creencia de que el consumo ligero o moderado de alcohol sea buena para la salud en general —y para el sistema cardiovascular en particular— esté bien(l79) documentada y apoyada por muchos. Pero esto no hace que sea cierta» .  como si en medicina hubiera dos tiposde deque criterios aceptar oParece rechazar la evidencia. La menor indicación algo para placentero  pueda  pue da se serr per perjud judici icial al se ace acepta pta iinm nmedi ediatam atament entee como como eevid videnc encia, ia, se se exaexagera y se propaga. Éste es el caso de las habituales «campañas de rumores alarmistas» que se producen cada mes. Si, por el contrario, se demuestra que esa misma actividad placentera es beneficiosa en cualquier aspecto, tal evidencia debe ser suprimida, ridiculizada o desechada. La idea de que el alcoholismo es una enfermedad y que el alcohol es su agente etiológico está ganando terreno de nuevo. La cura consiste en la abstinencia total. Esto es algo tan absurdo como decir que la comida es la causa de lapersonas obesidad.comen Lo que(oelbeben) modelomás médico se pregunta es por qué algunas de lonoque es beneficioso  para ellas. ellas. El «tr «trata atami mient ento» o» obl obliga igator torio io del alcoho alcoholis lismo mo media mediante nte abstinencia puede que haga desaparecer las consecuencias físicas del consumo excesivo de alcohol, pero no remediará las razones psicológicas subyacentes por las que se bebe demasiado. El modelo médico medicaliza los problemas del vivir, de los que el beber demasiado es un síntoma.  La refutación más elocuente a la idea de que el alcoholismo es una enfermedad proviene de Thomas Szasz (180). Aunque beber demasiado  puede  pue de ser la cau causa sa de var varias ias enfe enferm rmeda edades des,, esto no signif significa ica que bebe beberr sea una enfermedad. «El mal uso del alcohol no es más "enfermedad" que el mal uso de cualquier otro producto de la invención humana, desde el lenguaje a la energía nuclear.» Szasz añade que el tratamiento obligatorio de los alcohólicos, llamado eufemísticamente «responsabilidad civil», es la traducción de una situación aún más alarmante que la enfermedad contra la cual ese «tratamien «tratamiento» to» se impone y se justifica.  Hoy día los moralistas hablan el lenguaje de las neurociencias. En 1986, el encargado en temas de sanidad de la Secretaría de Estado para la Defensa de Estados Unidos, aWilliam Mayer, anunció que el gobierno americano había «comenzado desenredar el complejo entramado del

alcoholismo mediante la neurociencia». La extirpación de la circunvo lución cerebral culpable será una cura duradera. 

 

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En el XXXVI Congreso sobre Dependencia de Alcohol y Drogas, celebrado en Glasgow en 1992, los asistentes debían «analizar si la prohibición total del alcohol era una posibilidad realista y médicamente  just  ju stif ific icad ada» a» (181). Durante el debate, la Princesa de Gales —que era la  promo  pro motor toraa de dell co congr ngreso eso— — re reali alizó zó llaa pr profu ofunda nda obs observ ervaci ación ón de de qu quee «s «sii el alcohol hubiera descubierto la actualidad,un hubiera prohibido». Perosepara que eso ocurriera,ennecesitaríamos nuevosido Diluvio y un nuevo Noé.  Maldito tabaco 

 Es to es una plaga,  Esto pla ga, una maldic mal dició ión, n, un vi viol olent entoo desdes tructor de bienes, de tierras y de salud; infernal, demoniaco y maldito tabaco, ruina y destrucción del cuerpo y del alma (182). 

El tabaco, junto con la bebida y la fornicación, han sido siempre  paraa lo  par loss vi virtu rtuoso ososs la lass pa pajas jas en eell oj ojoo aajen jeno. o. Las con conden denas as m mora orales les y m méédicas salen a menudo de la misma boca. En una reciente campaña americana de propaganda a favor de la salud, el tabaco iba «sólo después de la aniquilación nuclear», el alcohol era «el mayor problema de la salud  pública  públ ica de nues nuestro tro tiemp tiempo», o», y el SIDA «un peligr peligroo para nuest nuestra ra espe(183) cie» . No hay duda de que los placeres conllevan riesgos, pero es igualmente cierto que donde no hay riesgo no hay diversión. Como la vida está llena de riesgos, la mayoría de ellos inevitables, es una explicación moral más que médica lo que se necesita para comprender por qué sólo los comportamientos llamados «hedonistas» merecen oprobio. En una reunión sobre tabaco y salud patrocinada por la Asociación Médica del Distrito de Columbia, un especialista en cuestiones éticas ex plicaba  pli caba qu quee fuma fumarr era «int «intrín rínsec secam ament entee inm inmora oral» l» pue puesto sto qu quee viol violaba aba al menos tres de los principios morales fundamentales. Primero, negaba el  princi  pri ncipio pio de qque ue llaa vi vida da eera ra ssagr agrada ada.. Se Segun gundo, do, negaba negaba la llibe iberta rtadd de dell in in-dividuo, porque generaba dependencia. Y tercero, iba en contra de «las relaciones humanas en la sociedad» debido a los «repugnantes efectos» a los que se sometía al no fumador (184).  Fumar es un comportamiento complejo, con mecanismos neurofi-

siológicos y psicológicos poco conocidos. Un fumador de 20 cigarrillos al día durante 50 años fumaría 365.000 cigarrillos, los cuales, puestos

 

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uno detrás de otro formarían una línea de 30 kilómetros. Asumiendo una media de 15 caladas por cigarrillo, el fumador habría dado 5 millones de caladas. Considerando las 5.000 sustancias nocivas que se dice que contiene el tabaco, nuestro hombre recibiría 25 billones de dosis. Lo realmente sorprendente es que muchos fumadores sobrevivan relativamente bien a este envenenamien envenenamiento to crónico.  La imponente intensidad de la guerra contra el tabaco en todas sus formas no se puede explicar únicamente por el hecho de que algunos estudios epidemiológicos hayan demostrado que los fumadores tienen mayores probabilidades de morir de cáncer de pulmón que de otras enfermedades. Las actuales campañas anti-tabaco son un ejemplo flagrante del creciente control ejercido por el Estado sobre la vida privada de los ciudadanos, del paternalismo de los tecno-burócratas que quieren imponer su visión de «comportamiento racional» a toda la población, y del recrudecimiento de un nuevo puritanismo despojado de cualquier contenido espiritual. Los problemas emanados de las recientes campañas antitabaco en Estados Unidos van más allá de lo científico o de la interpretación estadística, y han inundado la política, la ideología, la ética, la economía y las leyes. Esto suscita nuevas preguntas sobre la relación entre el Estado y el individuo, sobre el derecho a la vida privada y sobre la legislación de la moralidad. ¿Dónde está la frontera entre información y propaganda, entre educación y coerción? Los daños que se dice provoca el «tabaquismo pasivo», ¿están basados en la evidencia científica o son «una verdad políticament políticamentee correcta»?  1988, según información en el Bri el  Britis tishh Med Medica icalell Jou Jourrnal,En la prensa australiana publicóaparecida 1.600 artículos o notas sobre tabaco, de los cuales el 83 % intentaba provocar miedo (185). Ahora, incluso la «visión pasiva» es condenable. Las autoridades sanitarias británicas  ponen  pon en obj objeci ecione oness a que apar aparezc ezcan an per person sonaje ajess fumand fumandoo en las pel pelícu ículas las,, aunque la mayoría de los que se ven ahora sean villanos. Los educadores para la salud se quejan sistemáticamente de que los periódicos pu blique  bli quenn fotos de fumad fumadore ores. s. No se verá a Ein Einste stein in fumando fumando su pipa: la fotografía será cuidadosamente retocada para no corromper a los jóvenes lectores. Se acostumbraba hacer esto con la imagen de Trotsky en fotografías históricas oficiales de la Unión Soviética. 

El continuo bombardeo de la propaganda anti tabaco solía prome ternos una mejora de la salud, lo que constituía su última meta. Sin em-

 

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 bargo, las camp  bargo, campañas añas han deg degenera enerado do gradu gradualm almente ente haci haciaa el fanatis fanatismo. mo. Como la mayoría de los fumadores pertenecen a grupos de clase social  baja,  baj a, los cruz cruzado adoss antianti-tab tabaco aco de las nuev nuevas as clas clases es dirigen dirigentes tes,, que controlan los medios de comunicación y la educación, han encontrado poca resistencia entre la clase media, incluso cuando su retórica ha pasado del altruismo al abuso y duro. La era clase monopolio de coercitivo la indignación moral.puro Cuando fumar la media norma tiene entre el la clase media, los efectos perjudiciales del tabaco podían ser discutidos con calma (por ejemplo, en la década de los ochenta del siglo pasado los cigarrillos eran popularmente conocidos como «tornillos de ataúd»),  peroo hub  per hubiera iera ssido ido iimp mpens ensabl ablee desc describ ribir ir a un fu fumad mador or com comoo un enf enferm ermoo mental, un irracional, un irresponsable o un paria. El salto desde los as pectos  pec tos méd médico icoss del fum fumar ar a llaa ex exhor hortac tación ión mo moral ral sól sóloo ac acont onteci ecióó cuand cuandoo el hábito de fumar comenzó a declinar entre las clases medias (las clases altas se limitan a observar el espectáculo, distantes y divertidas) y fue facilitado porgénero la ascensión del neopuritanismo. En The way of allflesh («El fin del humano»), Samuel Butler comenta la ausencia de cualquier mandato bíblico contra el tabaco: «El tabaco aún no había sido descubierto [pero] es probable que Dios supiera que san Pablo lo  prohibir  proh ibiría, ía, así que tomó sus medidas para que no se desc descubri ubriera era hasta que Pablo estuviera muerto».  He visto anuncios de promoción de la salud que decían: «Los fumadores son peligrosos y repugnantes», y pegatinas políticamente correctas con la leyenda: «Si tu no fumaras, yo no me tiraría pedos». Un editorial del Jou del Journa rnall of ofthe the Ame Americ rican an M Medi edical cal Ass Associ ociati ation on comparaba el fumar con «hacer el amor con la muerte» (186), y en World health («La salud mundial»), una publicación de la OMS, se esperaba con ansiedad el día en que «los desafortunados y malqueridos fumadores tuvieran que fumar en un rincón [...] y respirar el aire contaminado con otros avergonzados fanáticos que sufren de la misma debilidad» (187) Este aislamiento es ya una realidad en algunos lugares. En 1986, la revista New revista  New Scientist declaraba que «había llegado el momento de tratar a los fumadores como parias» (188).  Según el periódico The Guardian, un médico de Harley Street (la calle donde se encuentran las consultas privadas de losamás afamados médicos londinenses) se arrepentía de haber aconsejado Saddam Hus-

sein, un fumador empedernido, sobre los peligros del tabaco: «Creo sin ceramente que sin mis consejos Saddam habría muerto hace años. No

 

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 pueddo dej  pue ejar ar de pen enssar qu quee en su cas asoo co com metí etí un seri erio erro rror» (189). Periódicamente, las revistas médicas relanzan el controvertido debate sobre si los fumadores deben recibir los mismos cuidados médicos que los no fumadores, sobre todo cuando no se abandona el detestable hábito de fumar. Geoffrey Wheatcroft nos recordaba en el diario The Daily Telequecacería, cuando el historiador Raymond Carr se fracturó brazo du gra  graph phuna rante cirujano que lo atendió declaró que siunhubiera tenido algún respaldo moral o legal no le hubiera atendido, puesto que odiaba la caza con todas sus fuerzas (190). Si los médicos no rehusan tratar a los conductores borrachos o a los terroristas, ¿por qué demuestran tanto interés en defender medidas discriminatorias contra los fumadores?. El presidente del Roya del  Royall Colleg Collegee ofPhys ofPhysicia icians ns ha sugerido que los fumadores y los bebedores deberían contribuir a financiar los costes de los tratamientos que necesiten. Lo que el presidente no tiene en cuenta es que ya lo han hecho con creces a través de los impuestos indirectos (191)

que han pagado por el tabaco y las bebidas . En esterGran Bretaña, los fumadores pagan alrededor de 20alcohólicas millones de libras linas al día en impuestos sobre el tabaco. El doctor Karsten Vilmar, presidente del colegio de médicos en Alemania, tiene un punto de vista similar y ha declarado que «los obesos, los fumadores y aquellos que  practican  pract ican deportes como el parap parapente, ente, debería deberíann cont contribu ribuir ir a los elevados gastos sanitarios que provocan con sus extravagantes costum bres  br es»» (192). Recientemente, dos cirujanos cardiotorácicos de Leicester  propusieron  propusi eron que se denegaran los «bypass» coronarios a los fumado fumado-(193) res , y recibieron el apoyo de otros seis cirujanos de Manchester (194). Si toda debilidad humana se penaliza esta manera, pronto el mismo argumento se extenderá a los pacientesdecon SIDA y otras enfermedades «auto-inducidas». La extensión lógica de esta línea de pensamiento sería ofrecer tratamiento sólo a los «inocentes», lo que serviría sin duda  paraa reduc  par reducir ir las lis listas tas de esp espera era con consid siderab erablem lement ente. e. En agost agostoo de 1993, un fumador murió en Manchester tras la negativa de un cardiólogo a atenderle, y declaraba: «Quiero dejar claro que normalmente no realizamos este tipo de pruebas [para valorar la posibilidad de un bypass coronario] en personas que fuman cigarrillos» (195). El doctor Keith Ball, un activista anti-tabaco, comentaba sobre este caso en The Guardian: «Esperemos que lasirva publicidad que ha desatado el desafortunado caso del señor Elphick para convencer a los fumadores de los enormes (196)

 beneficio  benefi cioss de dej dejar ar de fum fumar» ar» ésos una lección! 

. En otras palabras, ¡vamos a dar a

 

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En octubre de 1993, un ginecólogo del hospital Billinge de Wigan canceló una operación para inducir la fertilidad en una joven de 22 años cuando ésta le dijo que fumaba 15 cigarrillos al día. Aunque se considera que éste fue el primer caso en Gran Bretaña en que se denegó un tratamiento por un proceso no relacionado directamente con el taba(197)

co , ende septiembre se General había denegado operación dental a un niño 4 años endeel 1993 Thanet Hospitaluna cuando el anestesista descubrió que la madre del niño fumaba. Según el periódico Sunday Ex press,  pre ss, el médico le echó un sermón a la madre y le dijo que no trataría a su hijo hasta que ella no dejara de fumar (198).  Algunas empresas despiden a los fumadores o se niegan a darles empleo. En Londres se ha visto a diplomáticos australianos fumando en las escaleras de la Casa de Australia porque está totalmente prohibido fumar en el interior (199). La prohibición de fumar es habitual en los hos pitale  pit aless y en las ccárc árcele eles. s. En en enero ero ddee 1993 1993,, un jov joven en de 16 aaños ños ssee suicidó en un centro de detención de menores en Deerbolt County Durham cuando se le trasladó a una celda de «no fumadores» a instancias del médico de la prisión (200). El muchacho dejó una nota explicando que necesitaba los cigarrillos para combatir la depresión. En diciembre de 1993, una niña de 13 años se suicidó en el Cawston College de Norfolk,  porq  po rque ue tení teníaa miedo iedo de se serr ex expu puls lsad adaa de dell co cole legi gioo po porr ha habe berr fu fum mad adoo (201). Un psiquiatra canadiense protestaba indignado tras haber visto a varios esquizofrénicos fumando fuera del hospital con temperaturas bajo cero  porque  porq ue algún fanátic fanáticoo de la salu saludd había decidid decididoo que fum fumar ar dentro no era «saludable»: «Llenos de fanatismo represor estamos persiguiendo a los fumadores con datos estadísticos, parches de nicotina y diatri(202)  bas»  ba s» . Y un geriatra se planteaba en las páginas del La del  Lanc ncet et la crueldad que se infligía a sus pacientes, que tenían una edad media de 82 años, impidiéndoles fumar en el hospital (203).  En los Estados Unidos, la organización  Pare  Parents nts Agai Against nst Secon Seconddhand Smoking (Padres contra el tabaquismo pasivo) aconseja que los  padress que se baten por la custodi  padre custodiaa legal de sus hijos util utilicen icen el argumento de que el otro cónyuge es fumador para denegar visitas o exigir la custodia (204). Los tribunales americanos consideran que los padres fu(205)

madores son aptos la custodia deasus . Hay abogados quenoinstan a los para niñosretener para que denuncien sushijos padres por el daño (206)

recibido al ser «fumadores pasivos» , y las agencias de adopción británicas recomiendan que los huérfanos «no sean asignados a los fuma-

 

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dores» (207). Un corresponsal del  Am  Amer eric ican an Jo Jour urna nall of Pu Publ blic ic He Heal alth th se  pregun  pre guntab tabaa si los niñ niños os qque ue vviví ivían an ccon on ppadr adres es ffum umado adores res no eesta staría ríann so so-metidos a una forma de «abuso de menores», tal como viene definida en la ley Child Abuse and Prevention Act, y si un cónyuge fumador estaría cometiendo un delito de «abuso de la pareja» (208).  Un repaso a tres siglos de «tabacofobia» nos puede ayudar a com prender  pren der mejo mejorr la histeria ant anti-tab i-tabaco aco de la actualid actualidad. ad. En 1604, año de su ascensión al trono, el rey Jaime I de Inglaterra escribió un corto panfleto contra el tabaco (A Counterblaste to Tobacco). A menudo los activistas anti-tabaco citan con deleite las últimas frases:  «Una costumbre repulsiva a la vista, odiosa para la nariz, dañina  paara el cere  p rebbro y peligrosa para los pulmones, que genera un humo negro, horrible y maloliente, semejante al vapor que efluye de un pozo sin fondo».  La lectura del texto completo revela que el monarca no estaba preocupado por el bienestar de sus subditos sino por el suyo propio. Según su opinión, los placeres ociosos y refinadamente delicados, entre los que él incluía el fumar tabaco, eran «las primeras semillas de subversión de todas las grandes monarquías». El rey sentía aprensión al ver a sus subditos debilitados por el tabaco e inservibles para cumplir la obligación de defender con sus cuerpos «el honor y la seguridad de su rey y de la Commonwealth». El soberano proclamaba además que «no había forma de corrupción más indigna y más peligrosa que el infame hábito de que del se está apoderando reino». A quienes no les afectado agraden las fumar opiniones rey Jaime I debendeltener en cuenta que estaba  por la enferm enfermeda edadd de Brigh Brightt (sufr (sufría ía hip hipert ertrof rofia ia de las am amígd ígdala alas, s, cálcucálculos renales, ictericia, hemorroides, caries dental, piorrea y artritis)  —alg  —a lgoo qu quee po podr dría ía am amar arga garr a cu cual alqu quie ierr ho homb mbre re (209).  Las siguientes anécdotas, ocurridas antes del siglo xix, están tomadas de las obras de Conti, Christen et al., y Kiernan (210).  En 1605, ansioso de recibir el apoyo de los círculos científicos y académicos, el rey Jaime I se invitó a sí mismo a Oxford para intervenir en un debate público sobre los peligros del tabaco. era de esperar, el rey y los académicos llegaron al acuerdo de queComo se prohibiera fumar

en la facultad de medicina y que la gente sensata no debía fumar. Sólo hubo un médico que tuvo coraje para contradecir la sabiduría del rey:  

 

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«un tal doctor Cheynell, diplomado hacía apenas dos años, tomó la palabra, replicó y fumó su pipa». Afortunadamente para él, lo hizo con tanta gracia que el rey se rió, le tomó por un bufón y le perdonó la vida. Después el rey fue a Cambridge, donde el vice-canciller se encargó de tomar las precauciones necesarias y ordenó que nadie fumara o esnifara rapé soberano. Jaime I fue el impuestos primer gobernante que se diodurante cuentaladevisita que del la imposición de elevados de importación sobre el tabaco sería más beneficiosa para él que una orden de prohibición total. En 1629, el cardenal Richelieu aconsejó esta misma medida al rey Luis XIII de Francia, que por cierto también odiaba a los fumadores.  La actitud de la Iglesia hacia el tabaco ha pasado cíclicamente de la extrema aversión a la tolerancia. En 1642, el Papa Urbano VII publicó una bula (Adfuturam rei memoriam) en la que denunciaba el uso del ta bacoo ppor  bac or el cle clero: ro:  «Me avergüenza decir que en el curso de la celebración de la Santa Misa, los sacerdotes no se privan de tomar tabaco por la boca o por la nariz, ensuciando los manteles del altar e infectando las iglesias con nocivos humos».  Por consiguiente, Urbano VII decretó que cualquiera que consumiera tabaco en la iglesia sería instantáneamente excomulgado. Su sucesor, el Papa Inocencio X, mantuvo la prohibición, pero el siguiente Papa, Benedicto X, la invalidó y ordenó que fuera «retirada, anulada y totalmente revocada, como si nunca hubiera existido». Benedicto se había convertido en un adicto a la nicotina, y el Papado autorizó la venta de tabaco y brandy, eso sí mientras que los vendedores pagaran una cantidad razonable al Estado Vaticano.  En otras partes del mundo menos iluminadas, los fumadores han sido perseguidos por cometer un mostruoso crimen. Por ejemplo, en 1633, el sultán otomano Murad IV castigaba a los que fumaban con la  pena  pe na ccap apit ital. al. Hay rum rumor ores es —má —máss o m meno enoss co confi nfirm rmado ados— s— de qque ue ssuu papadre, Ahmed, castigaba a los pobres desgraciados que eran descubiertos fumando en público una boquilla de pipa la sirviera nariz y los exhibía luego por lasmetiéndoles calles montados en un asno, parapor que de

advertencia a otros. Al igual que Jaime I, Murad IV pensaba que fumar disminuía las cualidades guerreras de sus soldados, que provocaba es-

 

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terilidad en los hombres (un efecto secundario redescubierto recientemente por los propagandistas anti-tabaco) y reducía el potencial militar de los futuros ejércitos otomanos. Los soldados sorprendidos fumando en el campo de batalla eran decapitados, encarcelados o abandonados a su suerte, con los pies y las manos rotas. Ni siquiera semejantes salva jada  jadas s pudieron conte contener ner un la inveterado inex inexorabl orablee fumador. difusió difusiónn del tabaco, o, y el sucesor   tabac de Murad IV llegó a ser En la Rusia del siglo XVII, los tártaros castigaban a los fumadores cortándoles los labios o la nariz, y a los que que vendían tabaco castrándoles o azotándoles hasta que morían. En Dinamarca, en 1655, el médico de la corte, Simón Paulli, escribió una denucia censurando el ta baco a petic petición ión de Christ Christian ian IV, rey de Dinama Dinamarca rca y Norue Noruega. ga. En Japón, en 1616, se confiscaban las propiedades de los fumadores, y en China, en 1638, una ley amenazaba a los vendedores de tabaco con ser decapitados. En Inglaterra, sin embargo, fumar se convirtió durante esa época en una extendida costumbre, distinguida y respetable, y se pensaba que protegía contra la peste. En 1665, en la universidad de Eton, se obligaba a fumar a todos los niños por la mañana, y como recordaba Tom Rogers, que fue responsable de la capilla de Eton, jamás había recibido un paliza en su vida como la que le dieron una mañana que no quiso fumar. En 1899, cuando los que recibían las palizas eran los niños que fumaban, el editor de The Medical Press hacia la observación de que los niños son unos curiosos animales: «Esto nos prueba que los médicos deberían prescribir a los niños exactamente lo contrario de lo que se debe, para así darle una oportunidad a la ciencia de la medicina» (211).  En otros lugares, como en Baviera después de la Guerra de los Treinta Años, el tabaco se empleaba por prescripción facultativa. (Esta idea fue retomada por el doctor Kilcoyne, presidente de la Iris la  Irishh Heart  —funda ndació ciónn irland irlandesa esa de las enfer enfermed medades ades del coraz corazón— ón—,,  Founda  Fou ndatio tionn  —fu que propuso la apertura de un registro para los fumadores de Irlanda, de manera que nadie pudiera fumar a no ser que estuviera registrado (212). Y en 1976, George Teeling-Smith, director de la Oficina de Economía Sanitaria de Gran Bretaña, sugirió que los cigarrillos sólo deberían estar disponibles por prescripción del médico).  En 1667, el burgomaestre de Zurich ordenó que los fumadores fue-

ran sometidos a trabajos forzados o desterrados. Un predicador alemán, Jacob Balde, escribió en 1658: «Lo que diferencia a un fumador y un 

 

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suicida es que uno tarda en morir más que el otro». En 1699, el decano de la Facultad de Medicina de París declaró que hacer el amor era una  brevee cris  brev crisis is epilépt epiléptica ica pero que fumar fumar era una crisis epilé epiléptic pticaa permanente.  El resurgimiento de la propaganda anti-tabaco durante el siglo xix tuvo el carácter de una cruzada en la que los médicos y los moralistas iban a la par. La creciente expansión de la industria capitalista necesitaba una masa de trabajadores que no estuvieran afectados por el tabaco o el alcohol. En la Inglaterra victoriana, las debilidades humanas, sobre todo aquellas a las que sucumbía la clase trabajadora, eran vistas como una amenaza a la acumulación de capital. El espíritu puritano de la época aparece plasmado en las regulaciones impuestas a los trabajadores de Lichfield en 1852, las cuales, entre otras prohibiciones, especificaban que «el ansia por el tabaco o por los vinos y los licores es una debilidad humana, y como tal, se prohibe a todos los empleados». Esto ocurría en la misma era en la que se explotaba a los niños en las minas de carbón, donde trabajaban 12-14 horas diarias bajo tierra, sin ninguna objeción  por par parte te ddee la lass au autor torida idades des mé médic dicas as y ecl eclesi esiást ástica icas, s, que que a menud menudoo ap apooyaban las recién formadas ligas y sociedades anti-tabaco.  Esporádicamente, una llamada a la sensatez aparecía en la prensa médica. En 1833, James Johnson, el redactor jefe de Med de  Medico ico Ch Chiru irurgi rgi-cal Review manifestaba sus dudas sobre los alarmistas informes provenientes de Alemania según los cuales el tabaco era responsable del 50 % de todas las muertes acontencidas en varones entre 18 y 25 años de edad. Johnson escribió que aunque fumar pudiera parecer un hábito detestable e intolerable, no era «tan pernicioso como a sus adversarios les gustaba imaginar que fuese», e intentó disipar los temores sobre la  polución  polu ción del aire de Londres por el tabaco señala señalando ndo que «se requerirequerirían muchas más pipas de las que actualmente están en circulación para manchar el humeante aire de la nueva Babilonia» (213).  El decenio de 1850 estuvo marcado en Gran Bretaña por el denominado Gran Debate sobre el tabaco. El debate fue provocado en 1856  por un art artícu ículo lo de dell La  Lance ncett escrito por Samuel Solly, un cirujano del hos(214)  pi  pital tal St St.. Thom Tobservado homas as ddee de Lo Lond ndres res,, de qu quie ien n ar argu gume menta ba qque uealeltabaco aaum ument ento o rreci ecien en-temente casos parálisis erantaba debido . Uno

tras otro, numerosos corresponsales fueron enumerando todo tipo de enfermedades causadas por el tabaco, incluyendo debilidad muscular,

 

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ictericia, cánceres de lengua, de labio y de garganta, rodillas tambaleantes, manos temblorosas, licuefacción del cerebro, epilepsia, retraso intelectual, locura, impotencia, espermatorrea, apoplejía, manía, cretinismo, enfermedades del páncreas y del hígado, sordera, bronquitis y enfermedades cardiacas. Otros aseguraban que el tabaco dañaba no sólo al fumador sinocet también a su descendencia. Un tal doctor Pidduck escribía en el Lan el Lancet en 1856 que:   «Los trastornos nerviosos, la hipocondriasis, la histeria, la locura, el enanismo y sus deformidades, el sufrimiento y la muerte temprana de los hijos de fumadores inveterados son claros testimonios de la debilidad y de la fragilidad de constitución transmitidos por este pernicioso hábito» (215). 

También se expresó preocupación porque la salud de Inglaterra estaba amenazada y porque fumar reduciría el nivel de la raza inglesa hasta el punto de degeneración nacional de los turcos. Un corresponsal apuntaba que el uso permanente del tabaco en Alemania había sido la causa de que las gafas se hubieran convertido en algo tan necesario para un alemán como el sombrero lo era para un inglés, y concluía que la comparación cuidadosa de la morbilidad y la mortalidad entre fumadores y no fumadores demostraba claramente que la nicotina, el alquitrán y muchos otros venenos del tabaco acortaban la vida.  El sentido común, como de costumbre, abundaba por su ausencia. Y el psiquiatra J. C. Bucknill, advertía que la exageración era contrapro  ducente: «Los argumentos empleados en contra del uso moderado del tabaco son tan parciales y poco concluyentes como los que aducen los abstemios contra el placer de tomar bebidas fermentadas. Se basan en la misma falacia: si una cosa no es necesaria para el mantenimiento de la salud, y dado que su abuso es a veces causa de enfermedad, su uso es  perni  per nici cioso oso y repr reprens ensib ible le bajo bajo cual cualqu quie ierr cir circun cunsta stanci ncia» a» (216).  En que un momento Gran Debate, el editor del  La  Lanc ncet et también advertía con tanta del exageración se estaba perdiendo «nuestra influen-

cia sobre las mentes del público», ya que no se sabe hasta dónde pueden llegar los desvarios de las «incursiones morales»: ahora contra el taba-

 

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co, y luego contra la carne, la sal, el alcohol y el azúcar. El editorialista se preguntaba:  «¿Serán también la poesía, la pintura, el vino de Oporto y la pipas arrolladas por una incursión moral, y será la humanidad, con sus innumerables y capacidades para el disfrute, reducida al estado de un vegetalanhelos intelectual?» intelectual ?» (217).

Éste era el sentimiento general del público, poco convencido por las arengas anti-tabaco. El abogado A. Steinmetz escribió un panfleto defendiendo a los fumadores y acusando a Solly de estar sufriendo el síndrome de los ex-fumadores. Y añadía: «¿Realmente esperan que el pú blico  bli co cre creaa que lo loss méd médico icoss está estánn int interes eresado adoss en la sal salud ud perma permanen nente te de las naciones?» (218). Hoy día se puede seguir haciendo legítimamente esta pregunta.  En la actualidad la lista de enfermedades y aflicciones que esperan a aquellos que continúan fumando es todavía más larga que la lista del Gran Debate de 1865, pero sólo con contadas coincidencias. Ahora incluye: fractura de cadera, ictus, abscesos de mama, leucemia, infertilidad, desarreglos menstruales, varicocele, migraña, úlcera péptica, sordera, embolismo pulmonar, demencia, hipertensión arterial, SIDA, y toda clase de cánceres aparte del cáncer de pulmón. Se dice que los hi jos de los fumado fumadores res tie tienen nen poc pocaa intel intelige igenci ncia, a, y son propen propensos sos a la delincuencia, el asma, la neumonía, la bronquitis, la meningitis, las otitis, la hiperactividad, el cáncer y a la muerte súbita en los lactantes. Se amenaza a las mujeres que fuman durante el embarazo con la posibilidad de que sus hijos, si no son abortados, nacerán con perforaciones del paladar y otras malformaciones congénitas, y se las acusa de estar poniendo en peligro su salud física y mental. Las mujeres que viven con fumadores corren el riesgo de desarrollar cáncer de cervix, o de mama, o de sufrir un ataque cardiaco.  En 1969, el doctor J. H. Jaffe, un psiquiatra a quien el presidente Nixon había puesto al mando de la «guerra contra las drogas», declaró que fumar era una enfermedad mental —un eufemismo moderno que su (219)

 pl  plant antaba abaa muerte a la «de «degen genera eració ción» n» de los fum fumado adores del l sigl sigloo XIX la guerra contra el mortal enemigo noressede excluye ninguna. En treta,

estratagema o táctica. En el opúsculo Smoking out the barons («Ahumando a los potentados»), publicado en 1986 por la Br la Briti itish sh Med Medica icall As As--

 

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 so ciat  soci atio ion, n, se recomienda a los propagandistas antitabaco que «si en un momento dado se paraliza la actividad (o si todo va mal), hagan intervenir a una personalidad conocida, lancen una campaña publicitaria ingeniosa o publiquen estadísticas escandalosas» (220).  Para fortalecer su opinión de que el tabaco es el mayor riesgo conocido para la salud, los activistas y fabricantes de ansiedad encuentran útil comparar el número de muertes atribuidas al tabaco con las del Holocausto. Así, por ejemplo, el doctor Foege estimaba que «el número de muertes producidas por el tabaco cada año terminará por igualar el número total de muertes del Holocausto de la Alemania nazi», y para asegurarse de que su mensaje no era malinterpretado, tituló su editorial The  growingg brown plague («La creciente plaga marrón») (221). En otro edi growin torial del Jo del  Jour urna nall ofth of thee Amer Am eric ican an Medi Me dica call Asso As soci ciat atio ionn se decía:   na, el «ElSIDA, tabacoloscuesta accidentes en vidas de ytráfico, en dólares los asesinatos más que lay cocaína, los atentados la heroíterroristas juntos. [...] A este ritmo perderemos a seis millones de nuestros hermanos y hermanas durante los próximos 16 años y cuatro meses» (222). [El tiempo exacto se calculó para hacerlo coincidir con el milenio].  Esto fue exactamente lo que había dicho el congresista Hobson en el Parlamento americano muchos años antes, el 22 de diciembre de 1914: «El tabaco mina la salud pública, mata, asesina y hiere a nuestros ciudadanos más que la guerra, la peste y el hambre juntos».   Para aquellos fumadores que se pierden con los números, siempre ha resultado útil recordarles el viejo dicho de que fumar produce arrugas. En la obra Bar obra  Bartho tholom lomew ew Fayre Fay re (1614) de Ben Jonson, el juez Overdo advierte que el tabaco convierte el semblante del que fuma en «parecido al del indio que lo vende» y hace que «se pudran sus pulmones, su hígado se llene de manchas y su cerebro se ahume». Este fenómeno es ahora conocido como «cara de fumador» y el Br el  Brit itis ishh Me Medi dica call Jour Jo ur-nal pu nal  publ blic icóó en 1985 19 85 una un a gale ga lerí ríaa de foto fo togr graf afía íass de fu fumad mador ores es emped emp eder er-nidos, incluida la del poeta W. H. Auden, para mostrar lo feos que (223)

eran . La «cara de fumador» sido también en otras pu bl  blic icac acio ione nes s médic méd icas as, , pero pe ro hast ha staa ha ahor ah ora a nadi naestudiada diee ha menci men cion onad ado o la obse ob serr-

vación que hizo H. L. Mencken de que «las mujeres que fuman tienen la nariz roja y un bigote que pica» (Americana, 1920) (224). 

 

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 Nuehring y Merkl  Nuehring Merklee han seguido el rastr rastroo de las actitudes actitudes oficiales hacia el tabaco en la sociedad americana desde el inicio de este siglo, cuando 14 estados americanos prohibieron el consumo de cigarrillos y el resto (excepto Texas) promulgaron leyes contra la venta de tabaco a menores de edad (225). En Michigan, por ejemplo, la ley decía que cualquiera que vendiera o diera a un de 21 podría por ser encarcelado y debería pagarcigarrillos una multa. Lamenor posesión deaños cigarrillos un menor también estaba castigada. Luego, los beneficios económicos desbancaron a los prejuicios morales y en 1927 todos los estados abolieron las leyes anti-tabaco. Tras un largo período, el péndulo se movió de nuevo con la publicación en 1964 del informe Tabaco y Salud, firmado por el Surgeon General. En cuestión de un año aparecieron las advertencias en los paquetes de tabaco, y en 1971 se prohibieron los anuncios en la televisión. Sin embargo, los fabricantes de cigarrillos americanos no se vieron muy afectados por estas medidas, ya que la reduccióndedellas consumo doméstico se vio mása que compensada el aumento exportaciones, sobre todo países de Tercerpor Mundo. Como Nuehring y Merkle apuntan:  «El celoso antitabaquismo de las administraciones federales sigue siendo un misterio. Parece que gran parte de su persistencia estaba ligada a consideraciones relativas a su supervivencia, a la definición de sus obligaciones y a su poder».  La última campaña europea, antes de la presente que está inspirada  por lossuele american americanos, os, elfuetabaco la cruzada anti-taba anti-tabaco co de«objetivos» la Aleman Alemania ia nazi. Como ocurrir, y el alcohol fueron simultáneos. El corresponsal en Berlín del Jour del  Journal nal of the Amer American ican Medi Medical cal  Associ  Ass ociati ation on informaba en 1939 que un profesor de salud pública había dado un discurso delante de 15.000 personas sobre los nefastos efectos del tabaco y del alcohol: el tabaco era altamente peligroso para la salud y disminuía el número de jóvenes aptos para el servicio militar. Según este catedrático, existía una clara conexión entre fumar y la susceptibilidad hacia enfermedades físicas y mentales. El fenómeno de dependencia debía ser combatido sin piedad por el gobierno, y «los cada vez más (226)

vergonzosos métodos prohibidos Hermann Goering, el comandante en de jefepublicidad» de la Luftwaffe, prohibió a .sus pilotos fumar

en público. (En 1993, se prohibió fumar a los militares de Singapur mientras estuvieran de uniforme) (227). El mismísimo Hitler donó

 

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100.000 marcos de sus fondos personales al «Instituto contra el Tabaco» de la Universidad de Jena.  El sueño de un mundo sin tabaco en el año 2000 que tiene el Sur geon  ge on Ge Gene nera rall de Estados Unidos (228) es una visión irrelevante para solucionar los verdaderos problemas del mundo: hambre, superpoblación, guerras, enfermedades de la pobreza, y la crueldad del hombre contra el hombre. En los países desarrollados, deberíamos aceptar que, por la razón que sea, algunas personas seguirán fumando. Aunque los riesgos que conlleva fumar son indiscutibles, deberían ser expuestos con honestidad, sin exageraciones ni prejuicios morales. No es honesto que los estados culpen a los fumadores por su dependencia mientras que al mismo tiempo se embolsan enormes cantidades derivadas de los impuestos sobre la venta de tabaco. Hasta cierto punto, el paternalismo hacia los niños podría estar justificado, pero persuadir a los jóvenes para que no fumen es una responsabilidad de los padres y no del aparato coercitivo del Estado.  Una de las inesperadas víctimas de la guerra contra el tabaco es la ciencia. El filósofo Antony Flew, discípulo de Hume, remarcaba:   «Todas las personas y organizaciones que hacen campaña contra el tabaco tienen una buena razón para intentar probar que fumar es perjudicial, y cuanto mayor y más extenso sea el perjuicio ocasionado, mejor. Sin embargo, éste es precisamente el pretexto que necesitan para des(229) hacerse a la vez de cualquier oposición libertaria»  . 

Los científicos que se consideran como «progresistas» dentro de la cruzada para promover la salud pública están tan motivados a encontrar las pruebas que justifiquen su actitud que «la tentación de engañarse a sí mismos es tan grande como la de sus intereses materiales».   El filósofo político John C. Luik ha expuesto convincentemente cómo la necesidad, para el movimiento anti-tabaco americano, de encontrar pruebas sobre el peligro que corren los inocentes «fumadores  pasivos»  pasi vos» ha enge engendrad ndradoo la corru corrupció pciónn polí política tica de las inve investig stigacio aciones nes científicas en las oficinas de la EPA (Environmental Protection

 Agency) y del Surgeon General. Para Luik, la corrupción de la ciencia  Agency) tiene tres grandes características: 

 

EL CULTO AL ESTILO DE VIDA

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«Primero, una ciencia corrupta es una ciencia que no parte de una hi pótesi  pót esiss y de datos datos para llegar llegar a conclu conclusio siones nes,, sino de conclu conclusio siones nes preconcebidas o aceptables que permiten seleccionar los datos para llegar a esa conclusión perconcebida o aceptable. Es decir, es una ciencia que usa datos seleccionados para llegar a la conclusión "acertada", una conclusión que por la naturaleza misma de los datos empleados falsifica la realidad.  Segundo, una ciencia corrupta es una ciencia que no sólo disfraza la realidad sino también los procedimientos empleados para llegar a "sus" conclusiones. En lugar de reconocer su proceso selectivo y la necesidad oficial de demostrar la conclusión "acertada", y en vez de admitir la complejidad del problema y las limitaciones de las pruebas disponibles, inviste tanto al proceso como a las conclusiones con el manto de lo indudable.  Tercero, y quizás aún más importante, mientras que la verdadera ciencia valora lasque objeciones en función de laque calidad de las pruebas de adyholos argumentos se aportan, y considera los argumentos minem son científicamente inaceptables, la ciencia corrupta busca la creación de formidables barreras institucionales a la crítica, excluye a los que disienten del proceso de evaluación, y reduce al silencio a sus oponentes, no por su calidad, sino cuestionando su carácter y sus motivaciones» (230). 

Hasta los años cincuenta, la epidemiología era una disciplina que se dedicaba principalmente al estudio de los patrones de las enfermedades infecciosas. entonces, se las ha ido convirtiendo vezlizaci más en ely  jue  juego go de las Desde aso asocia ciacio ciones nes en entre tre «e «enfe nferme rmedad dades es decada la civi civiliz ación» ón» los «factores de riesgo». Si quiere ganarse el respeto debido a cualquier ciencia, es crucial que esta nueva epidemiología adopte los rigurosos cánones de la inferencia científica y aplique la crítica científica sin ideas  preconcebi  preco ncebidas das ni prefe preferenci rencias, as, aun cuan cuando do los resultad resultados os no sati satisfaga sfagann a los investigadores. Sus conclusiones deben ser válidas y reproducibles y no estar dictadas por las modas, la política, los intereses del propio epidemiólogo o por la definición de algún otro epidemiólogo sobre lo que debe constituir el interés público. El siglo xx ya ha tenido suficientes regímenes que hanentolerado, o incluso indigna y fraudulenta, el nombre del bienpromocionado, de la nación o una de laciencia socie-

dad. Estos regímenes degradan la ciencia y potencian sociedades sumamente incómodas. 

 

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¿Cuanto rigor científico tiene la epidemiología actual? El profesor John Last es una de las máximas figuras de la epidemiología canadiense. En una sesión plenaria de la Asociación Internacional de Epidemiología, Last se mostraba indignado por las críticas que estaban recibiendo algunos estudios que, aunque científicamente no eran del todo adecuados, llevaban a conclusiones que podríamos llamar «políticamente correctas», y sugería que tales críticas eran «irresponsables». Dicho con sus propias palabras:  «Otra clase de credibilidad es más preocupante. Es la aplicación insensible y rígida del rigor científico que desprecia el peso de la evidencia circunstancial y cuestiona la validez de los hallazgos epidemiológicos incluso cuando esto no es conveniente para el interés público» (231). (El énfasis de las letras itálicas es añadido.) 

Y siguió diciendo que lamentaba ver cómo «algunos epidemiólogos continuaban cuestionando las pruebas que establecían la relación entre el tabaco y el cáncer» (presumiblemente refiriéndose a los fumadores  pasivo  pas ivos), s), pa para ra fin finali alizar zar su sugir girien iendo do que es esos os cie cientí ntífic ficos os «de «deber berían ían re rendi ndirr cuentas por el mal que estaban ocasionando». ¿Rendir cuentas a quién? Uno se pregunta: ¿al Gran Inquisidor? 

 

III LA MEDICINA COERCITIVA 

De la teoría a la práctica  En su magistral On Power: The Natural History ofits Growth («So bre el poder poder:: La his histor toria ia nat natura urall de su cre crecim cimien iento» to»)) De Jouv Jouvenel enel sseña eña-laba que hasta el siglo xvm eran frecuentes los escritos que criticaban los mecanismos de crecimiento del poder del Estado. Así lo hicieron,  por ejemplo, ejemplo, Mont Montesqu esquieu, ieu, de Tocque Tocquevill villee o de Taine, pero «ahora «ahora ya no entendemos este proceso, ya no protestamos, y ya no reacciona(1) mos» (1) . En el Reino Unido el último defensor de «la única libertad que merece ese nombre», fue John Stuart Mili. Sin embargo, pocos jóvenes al dejar la escuela han oído hablar de Mili, ya que los proveedores de la educación estatal obligatoria toman precauciones para que el ensayo On liberty («Sobre la libertad») no caiga en manos de sus pupilos.  Hasta el siglo XVIII, la Iglesia se encargó de definir el papel del hombre en el universo y sus reglas de conducta. Después, y por primera vez en la historia «la búsqueda de la felicidad», codificada en la Declaración de humana, la Independencia Americana, se convirtió en un nuevo derecho garantizado a cada ciudadano por un gobierno secular. Pasaron 200 años hasta que el Estado comenzó a utilizar sus recursos para hacer cumplir el aumento de la suma total de «felicidad» humana, entendido no ya como el fuerte individualismo de los «Padres Fundadores», sino como la adherencia a un estilo de vida prescrito por el go bierno  bie rno.. El camb cambio io fue fac facili ilitad tadoo por la apar aparici ición ón de una nueva nueva cla clase se de expertos en la felicidad humana que lograron convencer a las masas de que el falso resplandor de las viejas utopías podía transmutarse en métodos «modificación del comportamiento», basados endejó estrictosobjetivos principiosdecientíficos y racionales. (El término «felicidad»

de emplearse y se sustituyó por el de «salud», que se consideró más científico.) Los conceptos de buena conducta, decencia e incluso de  111  

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 buenos mod  buenos modale aless fue fueron ron sust sustitu ituido idoss por el «bi «bio-e o-esti stilis lismo mo»» 1. Los expertos en el estilo de vida provenían fundamentalmente de la epidemiología y la estadística. Para llevar a cabo sus planes, necesitaban —y lo recibieron inmediatamente— todo el poder del aparato coercitivo del Estado y una armada auxiliar de burócratas y «ayudantes», que fueron  proporcio  prop orcionado buenaa gana por los gober gobernant nantes es para man mantener tener su  po  poder der. .  nadoss de buen Los destinatarios de estos cambios jamás fueron consultados sobre si su idea de la felicidad tenía algún parecido con el correcto estilo de vida establecido por las publicaciones gubernamentales. Como dijo De Jouvenel:  «Se ha confiado el manejo de los asuntos públicos a una clase que se declara necesitada físicamente de certidumbres y que acoge en su seno 3 las verdades mismo as fanatismo con que en otros tiempos lo hicieron losdudosas husitas 2 con y loselanabaptistas anabaptist .»

La epidemiología actual se ha convertido en una fuente inagotable de verdades dudosas, que adquieren el aspecto de certezas transforma2) das por los malabarismos de la estadística ( (2) .  Como el leninismo, la ideología del «culto a la salud» 4, con sus maravillosas promesas, atrae a altruistas perseverantes y a gente en otros aspectos inteligente. Algunos de ellos incluso reconocen que la gente  pue  puede de ser dañ dañada ada encuando el pro proces ceso, o, pero como mo lo loss activ activist istas as marxis marlas xista-l ta-leni eni-nistas solían decir, uno está co limpiando el bosque, astillas vuelan alrededor. Sólo lacayos irresponsables en la nómina de las industrias que prosperan haciendo enfermar a la gente o moralistas estú pidos  pid os ssee at atreve revería ríann a ccrit riticar icar la vvisi isión ón glo glorio riosa sa ddee la Salud Salud ppara ara Tod Todos, os, o del Planeta sin Humo y sin Fumadores (Smoke-free Planet) en el año 2000.  1

En el original inglés lifestylism, término acuñado por el autor e intraducibie al castellano, que 2se refiere a la tiranía de los estilos de vida impuestos. (N. (N. del T.)  Seguidores del reformador de Bohemia John Hus, que murió mártir en 1415. 

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 Secta Protestante de origen germano (1521) que rechazaba el bautismo de los recién nacidos y perseguía el establecimiento de un comunismo cristian cristiano. o.  4  En el original healthism, otro término intraducibie que se refiere a la supuesta obligación de estar y permanecer sanos. (N. del T.)   

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Las vías para potenciar las «políticas saludables» incluyen la sustitución de la educación par  paraa la ssalu aludd po porr la pprop ropaga aganda nda de llaa pro  promoc moción ión de la salud; la introducción del  scr  screen eening ing regular para todos los ciudadanos; la coacción a los médicos generales, a través de incentivos económicos, para actuar como agentes del estado; la presentación de la políticamente ciencia a la salud» como conocimiento objetivo; loscorrupta impuestos sobredellas«culto sustancias consideradas como «malsanas»; la interferencia con la publicidad de productos legales; y la introducción de leyes «que no son nada más que apresuradas chapuzas de (3)) intereses miopes y ciegas pasiones» (3 . Las autoridades sanitarias no rinden cuentas a la población. Operan en un vacío moral. En la práctica, su poder es difícilmente cuestionado dada su legitimidad —arrancada ilegitimante de la medicina y de otras ciencias— y su ánimo benefactor. Y además no tienen en cuenta los daños potenciales que pueden causar.  El altruismo coercitivo ¿Cuales son los motivos por los que los educadores de la salud diseñan estrategias para modificar el comportamiento? ¿Por qué la profesión médica ha aceptado sin rechistar la tarea de control del comportamiento? ¿Se trata simplemente de una preocupación altruista? ¿Es una forma benigna de paternalismo o por el contrario es ardor puritano que  buscaa estab  busc establecer lecer un conf conform ormism ismoo gene generaliz ralizado? ado? Los esti estilos los de vida «arriesgados» que se nos insta a evitar son a menudo aquellos que difieren de lo que debe ser según el punto de vista de los puritanos de clase media: las actividades placenteras como beber, comer en exceso o tener relaciones sexuales pueden ser dañinas y por tanto deben ser erradicadas.  Aunque la clase médica no es precisamente famosa por el puritanismo ejemplar de sus miembros, su control sobre el estilo de vida de los demás acrecienta su poder, que es celosamente guardado e investido de autoridad moral, carismática y científica. La autoridad moral de los médicos ha sido muy pocas veces puesta en entredicho ya que son como los ángeles, y se dedican a lucharpor contra la maldad, y la muerte. Su carisma se acrecienta la naturaleza de el susufrimiento trabajo: pueden

ver a través del paciente mediante rayos X, pueden ponerle en un estado similar a la muerte con la anestesia y cogerle el corazón con sus manos,

 

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operar su cerebro, e implantar piezas de repuesto. Su autoridad científica proviene de que se hacen pasar por científicos. Por ejemplo, durante el siglo xix las «batas blancas» se convirtieron en el uniforme estándar de los médicos, que querían imitar a los científicos de laboratorio. Con un microscopio y unos tubos de ensayo encima de la mesa del médico, el paciente tenía la impresión de estar frente al mismísimo Pasteur.  El estudio del comportamiento humano no es una ciencia porque descubre únicamente leyes que no son universales. Construye historias morales, con significado sólo para una sociedad, una época y un lugar determinados. Esto no implica que el estudio del comportamiento humano no sea importante y fascinante, pero no todo lo que es interesante es una ciencia. Michael Oakeshott5 empleó la metáfora de los «parpadeos» y los «guiños» para distinguir entre los fenómenos subjetivos y objetivos. El parpadeo representa un hecho, mientras que un guiño conlleva un significado. En medicina, el parpadeo se corresponde con los signos objetivos de enfermedad, pero el concepto de enfermedad está en  parte  par te con constr struid uidoo a partir de gu guiño iños, s, y el prop propósi ósito to de la me medic dicina ina es da darr significado al parpadeo. En este proceso, la interpretación subjetiva (moral) es fundamental, pero queda enmascarada por un argot técnico (objetivo) que imita el lenguaje de la ciencia. Usando uno de los ejem ploss de T  plo Thom homas as S Szazs zazs,, la aanor norgas gasmi miaa (l (laa inc incapa apacid cidad ad ppara ara eexpe xperim riment entar ar  placerr sexu  place sexual) al) es una «enferm «enfermedad edad», », «tratada» por los médicos, médicos, mientras que la incapacidad de llorar cuando se esa triste no es —en base a criterios arbitrarios— una enfermedad. De forma similar, la adicción a las drogas es una «enfermedad» pero la adicción al dinero o al poder no lo son.  Una de las principales fuentes del poder de la profesión médica es su monopolio para definir «lo normal» y estigmatizar «lo anormal». En el pasado esta función normativa se aplicaba sólo a los desórdenes físicos, y a los mentales suficientemente severos como para requerir la opinión de un psiquiatra. Recientemente, el afán de fijar una norma se ha extendido al comportamiento de gente sana, como parte de una nueva  política  polí tica de prom promoció ociónn de la salu saludd y prev prevenció enciónn de la enfermeda enfermedad. d. Algunos estilos de vida son considerados como «no saludables» o «irres ponsables  pons ables», »,edepe dependien ndiendo de si tael iróni mode modelo lo que desc descript riptivo ivo esoimp implíci ta oedad ex plíci  plícitament tamente moral moralista. ista.doResul Resulta irónico co el términ término de lícita «soci «sociedad

5

 Escritor y sociólogo inglés (1901 -1990). 

 

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 permisi  permi siva» va» hay hayaa apa aparec recid idoo aall mi mism smoo tiem tiempo po que que la autori autorizac zació iónn ppara ara incrementar el control que los médicos ejercen sobre la vida de la gente.  Malcolm Bradbury asistió a una conferencia académica en 1993 y describió el campus universitario como «un típico infierno de los nocorrecto venta: prohibido en el quefumar, te ponen prohibido condones beber, al lado el tipo de las de lugar bolsitas políticamente de Nescafé en la habitación, pero donde todas las chicas llevan alarmas contra los violadores».  Desde Singapur, un corresponsal de prensa me envió algunos recortes de periódicos locales. En uno de ellos, el Ministro de Educación anunciaba una nueva estrategia gubernamental para combatir la obesidad en los niños en edad escolar: se iban a poner notas según el peso corporal para que los padres, al inspeccionar en el libro de calificaciones los progresos académicos de sus hijos, pudieran también tener co(4)). El periódico nocimiento de su nivel de salud y de su estado físico (4 Straits Times cita a un cardiólogo que proponía la exención de impuestos para cualquiera que fuera socio de un gimnasio o comprara equipamiento deportivo, del tipo de cintas mecánicas para correr o bicicletas (5) estáticas (5) . La propaganda de salud se distribuye en inglés, mandarín, tamil y malayo para que llegue al mayor número posible de los habitantes de Singapur. Incluso la goma de mascar está prohibida en el país, aunque según el Ministro de Sanidad, sólo aquellos que la mastiquen en (6)) lugares donde se consuman alimentos serán perseguidos (6 .  En el año 1991, y más cerca de nosotros, aparecieron en la prensa titulares como «el malsano estilo de vida británico está matando a los enfermos de Europa», para dar soporte publicitario a un informe del Go biernoo titulado  biern titulado The Health of the Nation («La Salud de la Nación»). Según este informe el 85 % de las muertes por cáncer se podrían prevenir, y el 30 % de las muertes por enfermedad cardiovascular deberían ser suprimidas antes del año 2000. Para conseguir estos objetivos, se abogaba por cambios radicales en el estilo de vida de la población. Una de las justificaciones de la intervención gubernamental en la vida de los ciudadanos es que se hace en su beneficio, aunque algunos podrían no darse cuenta de esto por ser tontos, estúpidos o irresponsables. Este argumento es difícil de refutar ya que aquellos que tienen el poder de for-

zar a otros a cambiar sus hábitos tienen también el monopolio de definir lo que es tonto, estúpido o irresponsable.   

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Daniel Wikler, en un exhaustivo análisis de la vertiente ética de las medidas gubernamentales para reformar el estilo de vida de los ciudadanos, citaba a Craig Clairborne, editor gastronómico del New York Times, quien defendía elocuentemente su derecho a ser un necio: «Me gustan las hamburguesas, y el chile con carne y los perritos calientes. Y el foie-gras con Sauternes y esos pajarillos llamados «escribanos». Me gustan los banquetes de huevos de codorniz con salsa holandesa, y las meriendas en la playa con langosta y crepés rellenos de crema. Y si esto abrevia mi estancia en esta tierra durante algunas horas, sólo puedo decir que no tengo ningún deseo de ser un Matusalén, de tener más de cien años y estar todavía vivo, por la gracia de ser algo enchufado a un desagüe eléctrico» (7).

Puede que Clairborne sea un «necio», pero no puede decirse que sea estúpido o quepanfletos no sepa lodeque quiere. Además, su prosa es mejor que la de muchos promoción de la salud. Esto hace que la gente como Clairborne sea peligrosa. La educación para la salud debe proporcionar información útil y objetiva para ayudar a la toma racional de decisiones; es decir, de elecciones razonadas. Uno de los posibles resultados de estas decisiones es ignorar las advertencias y aceptar los riesgos. Los  promotores de la salud considerarían este resultado como un fracaso de sus esfuerzos y describirían tal elección como «irracional». Además, la frustración resultante les llevaría a abogar por métodos más «eficientes», es decir, diferentes formas de coerción basadas en la legislación, las presiones morales, y el uso de sofisticadas técnicas de manipulación desarrolladas por la industria de la publicidad. Como dice Winkler: «La educación para la salud puede optar deliberadamente por la desinformación, y sus directrices implicar o incluso constatar que la evidencia científica está de forma inequívoca a favor de una determinada práctica saludable, aunque en realidad no sea s ea así».

En lugar de facilitar decisiones racionales, este enfoque provoca que la gente dependa aún más de las opiniones de los «expertos».

Dado que gran parte de la «educación para la salud» se centra en actividades que se clasifican gratuitamente como inmorales, uno se  pregunta si en realidad su propósito fundamental es mejorar la salud. Por  

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ejemplo, cierto educador de salud advertía de los peligros de «la pereza, la gula, del exceso en la bebida, de la conducción peligrosa, del frenesí (8) sexual y del fumar» (8) . Existen otras actividades que pueden poner en  peligro  pelig ro nuestr nuestraa salud, por ejem ejemplo plo la prácti práctica ca de ciertos depo deportes, rtes, pero pero dado que son considerados moralmente impecables, no se adjuntan ad puenti  pue nting, ng, los coches deporvertencias sobre la salud conalpinistas los equipos dematerial tivos, los crampones de los o el para hacer  foot  footing. ing. Desde un punto de vista puramente económico, como ha apuntado Wikler, tampoco se aplica este principio con equidad, ya que se debería penalizar a los no fumadores por vivir más y consumir excesivos recursos de la seguridad social y de los fondos de pensiones.  Algunos especialistas en ética han tratado de defender el papel paternalista del Estado argumentando que sólo se están adoptando medidas sensatas, y que no existe peligro alguno de que el Estado vaya a 6

convertirse «Gran . AsíelDan Beauchamp afirmaba, en 1988, que noenseeliría más Hermano» allá de «limitar consumo de alcohol y tabaco a través de impuestos y de restringir su distribución, de controlar las armas de fuego, de imponer el uso obligatorio del casco para los motoristas, y de cinturones de seguridad o bolsas de aire en los automóviles». Beauchamp consideraba que la experiencia de la Prohibición no fue un (9)) acto de patemalismo sino «un episodio moralizador» (9 . Ésta es una distinción engañosa ya que el patemalismo exento de moralismo es una entidad abstracta sin un equivalente real: modificar los hábitos de vida de la población es patemalismo moralizante por excelencia. No es sor pren  prenden dente qque ue llos os teó teóric ricos osritiqu yiquen losendef defens ensore ores ss de act actitu itudes des patern ernali alista stasas  —como  —co moteBea Beauch ucham amp— p— ccrit a aaque quello llos qu quelas e de defie fiende nden n lapat autono aut onomí mía individual —como John Stuart Mili o Ronald Dworkin—, a los que acusan de perseguir un mítico ideal «que debe ser echado por tierra».  El patemalismo médico puede ser también practicado por delegación, como en el caso de los médicos que aconsejan al gobierno que adopte medidas para promocionar la salud. Mike Oppenheim se oponía a la obligación impuesta a los médicos de «mantener la salud pública»  puesto que ellos carecen de poder para dirigir a la gente hacia la salud (10). Ese papel, sugería él, debería ser adoptado por el gobierno, «que es quien está obligado a coaccionar cuando resulta necesario en bene-

ficio de todos». Los programas de esta índole estarían a cargo de enfer-  6

 Referencia al Big Bro Brothe therr aquel que todo lo ve, de la obra de Huxley.  

 

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meras y de personal debidamente entrenado. Un ejemplo de coerción útil, citado por Oppenheim, es conceder el permiso de conducir a condición de que el candidato se someta a pruebas específicas de scr  screen eenin ing. g.   Otro ético, Daniel Callahan, en un editorial en The New England  Journa  Jou l of Medicine Medic  pensab a quecoercitivo debe debería ríamo mos s resis resistir tir per pero o «no opon oponerernosrnal totalmente aline, uso, pen delsaba poder del Estado para forzarnos a

comportarnos de manera saludable». Este autor sugería que debe intentarse primero la educación, pero que si ésta fracasa «deben tomarse medidas más radicales» (11). La línea divisoria entre la preocupación por el  bienes  bie nestar tar de los in indiv dividu iduos os y las med medida idass de presi presión ón para qu quee nos com com- portemo  port emoss «de man manera era salu saludabl dable» e» es tan borro borrosa sa que no se pued puedee deli deli-mitar.  Algunos médicos han llegado a sugerir a las compañías de seguros que instauren «escalas de penalización» para que aquellas personas que tienen hábitos de vida no saludables, porque comen demasiado, no hacen ejercicio o toman bebidas alcohólicas, paguen pólizas más altas. Según J. Stokes, este sistema «incentivaría a la gente a tomar mayor res ponsab  pon sabili ilidad dad sobre sobre su sa salud lud»» y evit evitaría aría llaa acus acusaci ación ón de entro entrome meter terse se en la vida privada de los pacientes: los que rehusaran someterse a una valoración de su perfil de estilo de vida deberían pagar pólizas similares a las de aquellos considerados como de máximo riesgo (12).  El mismo año en que Beauchamp afirmaba que el uso obligatorio de casco para los motoristas sería el límite de la coerción, la revista Lan  Lancet cet se preguntaba: «¿Cuando van a llevar casco los ciclistas?» (13). En esos días ya existía legislación al respecto en Australia. Sin embargo, la evidencia de que los cascos sirven para prevenir traumatismos craneales graves es dudosa. Mark McCarthy, un director de salud pública en Londres, mantenía que los cascos no mejoraban la seguridad y que sólo servían para transferir la responsabilidad de la protección contra los accidentes a la víctima (14). Si los políticos realmente creyeran que los cascos sirven para prevenir las lesiones craneales —añadía este autor— entonces los peatones y los ocupantes de los coches deberían llevarlos, ya que en estos dos grupos ocurren muchas más lesiones craneales que entre los ciclistas (15). En la región de Nueva Gales del Sur, Australia, la

ley requiere que todas las piscinas privadas estén valladas para prevenir que los niños pequeños se caigan a ellas. No existen límites para legislar

 

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en nombre de la medicina preventiva, y así el Estado aumenta sus poderes de vigilancia, control y castigo.  Se puede querer hacer el bien y tener buenas intenciones, pero como el término «benefactor» implica, la intención puede ser negada por los resultados, cluso aplicar o los castigos fines pueden puede ser no interpretado estar justificados comopor «bueno», los medios. y hacer Insentirse bien, si sirve a algún propósito elevado, como ser beneficioso  para la soci sociedad edad o para el prop propio io castigad castigado, o, aunque sea a larg largoo plazo. plazo. Una característica de los paternalistas, o por usar una palabra diferente, de los autoritarios, es su convicción de que poseen mayor sabiduría y más moralidad que las personas a su cargo. Dado que ellos comprenden mejor que nadie lo que está bien, lo que es bueno y lo que es sano, se sienten llamados a compartir su superior conocimiento con los menos  privil  pri vilegi egiado ados. s. Cu Cuand andoo esto estoss últi último moss no son rrece ecepti ptivos vos a ssus us guías guías,, bien bien  por  porque queseson dem demasi ado torpe torpes s o sim simple plemen mente recalci recalcitra trante ntes, s, inmedi inmediata ata-mente pone enasiado marcha alguna forma de te «dictadura» Como (Diktat). ha señalado William Carlyon:  «Históricamente, la humanidad ha corrido siempre los mayores  peligros mientras se intentaba que las personas mejoraran y dieran lo mejor de sí mismas, [...] según la opinión de alguien» (16).

La aportación intelectual que contienen las teorías y métodos para mejorar la vida de las masas proviene de las clases profesionales, entre las que se incluyen los médicos, los curas, los jueces, los filósofos, los educadores o los sociólogos. El grado de sufrimiento que el marxismo ha causado a las masas sólo puede equipararse con el ocasionado por ese otro movimiento de masas que perseguía la mejora de la economía y la salud de la nación, y que estaba liderado por Partido Nacional Socialista de los trabajadores alemanes durante el Tercer Reich. En ambos sistemas, «la salud» constituía una prioridad. 

El médico como agente del Estado 

Sir Theodore Fox, ex-editor del La  Lanc ncet et y padre del editor actual, escribió en cierta ocasión que:   

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«El médico no es un servidor de la ciencia, ni de su raza, ni siquiera de la vida. Es el servidor individual de un paciente individual, y siempre debe basar sus decisiones en los intereses individuales mutuos» (17).

Sin embargo, los médicos de los servicios de salud pública, los em pleados  plead os por el gobi gobierno, erno, por las compañí compañías as asegurado aseguradoras ras o por las industrias, tienen, por la naturaleza de sus contratos, diferentes lealtades. Más aún, incluso se puede coaccionar a los médicos privados mediante sanciones o leyes para que divulguen información confidencial obtenida durante sus consultas, o para impedir que ofrezcan ayuda médica a aquellos pacientes que deciden utilizar medicamentos no autorizados. Es un fenómeno común que los pacientes hospitalarios sean utilizados en proyectos de investigación, cuyo propósito fundamental no es beneficiar a los pacientes sino mejorar la carrera profesional de los médicos.  En 1971, el sociólogo americano Irving de Zola describió a la medicina como una de las principales instituciones control social. Dado que el control social tiene gran importancia para el Estado, el Estado prefiere mantener una relación amistosa con los médicos y emplear su experiencia con propósitos económicos y políticos. En tiempos recientes, la cooperación de los médicos con los regímenes más brutales es consternadora. Los médicos están investidos de un enorme poder: toman decisiones sobre quién debe ser empleado, sobre quién está capacitado  para casarse o tener hijos, sobre quién tiene derecho a abortar, sobre cuándo una persona debe morir, sobre la competencia para firmar contratos, niños o criar a los propios hijos, o sobre quién debe ser recluidoadoptar en hospitales psiquiátricos. Sus opiniones autoritarias sirven  para decidir decidir la dieta correcta, el comportamie comportamiento nto sexual adecu adecuado ado o la forma de emplear el tiempo libre. Es lo que Illich denominó la medicalización de la vida. Dado que toda esta vigilancia y control no se ex presa en términos términos de pode poderr sino en el leng lenguaje uaje de la «cien «ciencia» cia»,, parece como si las decisiones médicas fueran políticamente neutrales y científicamente objetivas. Esto las hace peligrosas cuando son utilizadas por el Estado, ya que su verdadera naturaleza está oculta.  de social. salud pública proclaman que su objetivoLos es lamédicos ingeniería Por ejemplo, en unabiertamente artículo programático de

1975 sobre «modificación del comportamiento en medicina preventiva» Pomerleau et al. escribían: 

 

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«Aunque el abordaje tradicional de la educación para la salud cimentado en el adoctrinamiento y la exhortación seguirá jugando un pa pell im  pe impo port rtan ante te para para modi modifi fica carr el compo comport rtam amie ient ntoo soci social al,, se preci precisa sann té téccnicas adicionales basadas en la experimentación sistemática y objetiva.  Noso  No sotr tros os propo propone nemo moss que que el análi análisi siss ci cien entí tífi fico co del compo comport rtam amie ient ntoo y su aplicación —conocida popularmente como modificación del comportamiento— pueden aportar las bases teóricas y empíricas para la modifi (18) cación efectiva del estilo de vida» .

 Nótese el us  Nótese usoo de «ob «objet jetivo ivo»» y «cie «cientí ntífic fico» o» —p —pala alabra brass clav clavee que di di-simulan la naturaleza política de la ingeniería social—. Después los autores del artículo analizan varias estrategias de «modificación del com portam  por tamien iento» to» bas basada adass en el condi condicio cionam namien iento to y empl empleada eadass en casos de  bulimia,  buli mia, taba tabaquis quismo mo o alco alcoholi holismo smo:: «Este campo repre represent sentaa la aplicaaplicación de la investigación básica sobre el aprendizaje en animales realizada por I.En P. otras Pavlov y B. F. lo Skinner a problemas delencomportamiento humano». palabras, que Pavlov demostró perros y Skinner en palomas podría aplicarse a los «patrones de mala adaptación para la salud» de los ciudadanos, bajo la supervisión de los «científicos del comportamiento» al servicio del Estado.  En la Rusia estalinista, los escritores eran conocidos como los «ingenieros de las almas humanas»; sus textos redactados en el llamado lenguaje del realismo socialista tenían la función de lavar los cerebros de las gentes para que aceptasen una realidad alternativa. En Occidente este método se consideraba, un descarado ejemplohude «zombificación» comunista yenunaquella insultoépoca, a la libertad y a la dignidad mana. Sin embargo, en la actualidad los países occidentales están adoptando las «modificaciones del comportamiento», propuestas por los ingenieros del cuerpo humano, sin que la clase médica «liberal» ponga el menor reparo. Éste es un rasgo distintivo de las ideologías totalitarias que gravan en las cadenas palabras como «libertad», «igualdad», «justicia» o «salud para todos», mientras que las multitudes aplauden y hacen cola para que les pongan los grilletes.  El ideal del médico como agente del Estado fue descrito en detalle Repúblic lica a de Platón. Este príncipe de los filóso por prim primera era vez vez en La Repúb

fos y teórico del Estado autoritario confió a los médicos el deber de preservar una raza limpia. 

 

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«Los médicos tratarán a aquellos ciudadanos cuya constitución física y psicológica sea buena. En cuanto al resto, dejarán morir a los enfermos y matarán a aquellos cuya constitución psicológica esté perturbada y sea incurable. Ésta es la mejor solución tanto para los individuos como  para la socieda sociedad.» d.» 

En cuanto a la reproducción «sólo las crías de las mejores uniones se conservarán». El ideal platónico de una nación sana no ha podido ponerse en  práctica hasta la aparición de las organizaciones sanitarias centralizadas durante el último periodo capitalista. Por ejemplo, uno de los primeros signos del giro oficial hacia una medicina estatal en los Estados Unidos de América fue un editorial aparecido en 1893 en el Journal ofthe American Medical Association. Su autor consideraba que habíacomo llegado el momento cambiar por el papel tradional de los médicos servidores de susdepacientes el papel de «oficiales del Estado». «El servicio que provee el médico es un servicio personal, como el de un barbero, un manicura, o un mayordomo. Cuando quien recibe el servicio paga, puede mirar al médico como alguien sólo diferente en grado a sus otros empleados. Esto será completamente diferente en el nuevo sistema, en el que los médicos nos convertiremos en oficiales del Estado, con la obligación de preservar la salud de la población, y con el estímulo efecto, acrecentará de perseguir tanto el la desarrollo dignidadde delanuestra cienciaprofesión de la vida, como lo el queinteen (19) lecto humano y la benevolente naturaleza nos permitan ...». 

La semilla sembrada hace cien años se ha convertido en frondosa hiedra. Se han elaborado, aprobado y están a punto de ponerse en práctica anteproyectos sobre la salud de la nación, la salud de Europa y la salud del mundo. Se recoge, clasifica y almacena información computarizada sobre perfiles de estilos de vida. Se invita a que la gente sana se someta a «chequeos» anuales. El  sc  scre reen enin ing g está a la orden del día, y el control estárealidad a la vuelta de ladeesquina. años en eugénico convertir en la utopía Platón. Se han necesitado 2.500

La perversión extrema de la noble misión de la medicina es la participación de los médicos en la aplicación de la pena de muerte. En el mundo «civilizado», el peor ejemplo es el de Estados Unidos. Muchos  

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médicos americanos americanos creen que ayudar a ejecutar a un convicto es no sólo ético sino que constituye una obligación cívica (20). La Asociación Médica Americana (American Medical Association) no se opone a la pena capital (21). Según un informe de Ammistía Internacional pu blicado en 1992, sólo en tres países se ejecutan más personas que en Estados Unidos: China,deIrán la antigua Unióncelebrada Soviética. una Asamblea General las yNaciones Unidas en Durante diciem bre de 1989 1989,, los Es Estad tados os Un Unido idoss vota votaron ron en ccont ontra ra de un unaa moc moción ión ppara ara considerar la pena de muerte como una violación de los derechos humanos (22).  La participación de los médicos en las ejecuciones ordenadas por el Estado tiene varias formas. Los psiquiatras pueden certificar que una persona es «competente para ser ejecutada», o pueden aplicar «tratamientos» para restaurar la aptitud de un prisionero para ser ejecutado (23). Los médicos de prisiones realizan en la persona condenada un «examen médico antes de la ejecución» para establecer que él (u ocasionalmente ella) son «aptos» para ser ejecutados, y después inyectan un medicamento al «paciente» para que «se relaje»  (24). Cuando en 1984, Margie Barfield fue ejecutada mediante una inyección letal en Raleigh, Carolina del Norte —la primera mujer ejecutada en Estados Unidos desde hacía 22 años— hubo un intento frustrado de utilizar sus órganos para trasplantes (25). La ejecución mediante inyección de una dosis letal de medicamentos, «hasta que la muerte es certificada por un médico colegiado», fue legalizada por primera vez en Oklahoma y en Texas en 1977. Otros estados americanos pronto  promovieron leyes similares, en parte con la esperanz esperanzaa de que «el nuevo método estimulara a más miembros de los jurados a votar a favor de la pena de muerte» (26), ya que la cámara de gas o la silla eléctrica eran percibidos como métodos demasiado bárbaros. En 1990, tres médicos residentes de la Universidad de Illinois ayudaron a ejecutar a Charles Walker, que había sido sentenciado a morir con una inyección letal. Resulta irónico que un país obsesionado con la guerra contra las drogas, emplee medicamentos como castigo extremo. En algunos casos, los médicos monitorizan el proceso de la ejecución y aconsejan al verdugo si se necesita «medicación» o descargas eléctricas adicionales (27). 

 

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La medicina totalitaria Los caminos para imponer la felicidad a toda la población fueron empedrados con las piedras doctrinarías de los filósofos franceses. Para J. L. Taalmon, los orígenes de la democracia totalitaria se remontan a Jean Jacques («una de las naturalezas más inadaptadas y egocéntricas que Rousseau jamás hayan existido») y a sus seguidores ideológicos, en(28) tre los que se contaban Robespierre, Saint-Just y Babeuf . Las utopías religiosas fueron reemplazadas por una religión secular basada en la Razón y en la Ciencia. En el nuevo orden natural, la felicidad sería com partid  par tidaa por ttodo odos, s, in inclu cluso so po porr aqu aquell ellos os qque ue te tendr ndrían ían qque ue ap apren render der a ««susufrir con docilidad el yugo de la felicidad pública».  Las cadenas de la enfermedad y el vicio desaparecerían y la única misión de los médicos sería la de prevenir que otras personas cayeran The birth of the clinic enfermas. cobrara su Las orden enfermedades natural. Michael desaparecerían Foucault, encuando la sociedad re(«El nacimiento de la clínica»), hacía mención a los revolucionarios franceses que soñaban con un medio ambiente incesantemente supervisado, con ciudadanos instruidos y alimentados con regímenes dietéticos sencillos e imbuidos por un espartano sentido del deber, todo lo cual les permitiría permanecer sanos y felices hasta que les llegara la muerte a una edad avanzada. Sin embargo, la dictadura era un primer paso necesario para la liberación final. El primer departamento gubernamental de salud pública fue establecido en 1789, año de la (29)

 parad  paradójic Revolución ójicoo que Francesa, en el Sigl Siglo y su o de director las Luces, fue elcuand cuando doctor o seGuillotin destruy destruyeron eron. Resulta las fal fal-sas certezas de los dogmas religiosos y se liberó al hombre de la su perstición, se forjaran al mismo tiempo nuevas cadenas para esclavizar al hombre, al considerarle como una máquina gobernada por leyes materialistas y deterministas.  Durante el siglo xix, se apagó temporalmente la veta mesiánica de la salud pública, siendo reemplazada por la policía médica, que se hizo cargo de tareas como el control obligatorio de las prostitutas. El concepto de policía médica fue desarrollado en Alemania durante los si(30) glos xvn y xvm, y formaba parte de la política mercantilista encami-

nada a asegurar mayor poder y riqueza para el monarca y el Estado . A finales del siglo xvm, las palabras Gesundheits-Polizei (policía de la salud) figuraban en el título de varias revistas médicas alemanas. A

 

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 principi os del siglo xix, los términos Saatsarzneiwissenschaft (ciencia  principios médica del estado) y Gesundheit des Staatcs (la salud de la nación) eran utilizados con frecuencia. Rudolf Virchow, fundador de la patología celular, comparaba al cuerpo humano con el Estado y las células con los cuidadanos. La política era, para él, como la medicina pero a mayor escala. La salud de los «organismos sociales» era mantenida por los médicos que actuaban en nombre del Estado, en el interés de la sociedad y de las futuras generaciones. Weindling ha mostrado cómo estas ideas sirvieron para crear los cimientos de la política de salud del Nazismo (31)  Acontecimientos similares ocurrían en Gran Bretaña. Lord Rose bery,, que llegaría  bery llega ría a ser el líder del parti partido do libe liberal, ral, afirmaba afirm aba en un discurso pronunciado en la Universidad de Glasgow en 1900: «Un Imperio como el nuestro requiere como primera condición una Raza Imperial —una raza vigorosa, industriosa e intrépida—. Pero ¿estamos criando semejante raza? [...] Recordemos que cuando promovemos la salud y combatimos la enfermedad, cuando convertimos a un ciudadano enfermo en uno sano [...] además de cumplir con nuestro de berr est  be estam amos os tra traba baja jand ndo o pa para ra eell IImp mper erio io.. L Laa sal salud ud de ccue uerp rpo oyd dee es espí píri ritu tu exalta a una nación en la competición por el universo. La supervivencia del más sano es una verdad absoluta bajo las condiciones del mundo moderno (32)».  Los reformadores de la alimentación, como el campeón inglés de tenis, Eustace Miles, en su libro de 1902, Avenues 1902,  Avenues to health («Los caminos de la salud»), abogaban por el establecimiento de una dieta nacional que incrementaría la vitalidad y la fuerza moral de la nación. La salud era una obligación «hacia nosotros mismos, hacia la nación, hacia todas las naciones y hacia la posteridad. Es, en una palabra, nuestra obliga(33) ción con Dios» . Esta combinación de darwinismo social, moralidad y bio-estilismo se parece de modo sorprendente al culto actual por la salud. Hoy en día, los gobiernos prescriben «dietas nacionales» con renovado entusiasmo. Las naciones se han convertido en pacientes. Estar sano es una obligación de los ciudadanos. Quién recuerda ahora lo que

Henri de Mondeville escribió en su libro Chirurgie («Cirugía») en 1320:   1320:

 

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«Quienquiera que crea que una misma cosa puede convenir a todo el mundo es un gran necio, porque la medicina no se practica en los seres (34) humanos en general sino en cada individuo en particular» .  El punto culminante de la «higiene social» al servicio del Estado fue ist alcanzado el es Tercer Reich. Su eslogan dominante era Gesundheit salud una obligación). Se ponía más énfasis en la preven Pfli  Pflicht cht (la por

ción que en las necesidades individuales. El médico era un agente del Estado. La salud era la norma y la enfermedad era la consecuencia de un estilo de vida malsano o un signo de degeneración hereditaria. La glorificación de la salud (que era equiparada a la belleza) y la inculpación de los enfermos recibió el apoyo incondicional de la clase médica. Sólo durante la última década ha sido posible en Alemania analizar con ob jetividadd la ideología nazi de la salud pública, y hoy día ya se dispone  jetivida de numerosos estudios excelentes escritos en alemán.   Journa rnall of the America American n Medical Medical Ass AssooEl corresponsal médico del Jou ciation informó de la situación durante 1938-1939 pero sus informes no  provoc  pro vocaron aron ning ninguna una reacc reacción ión críti crítica ca en los Est Estado adoss Unidos Unidos.. La obligaobligación principal de los médicos alemanes era preservar la salud y la pureza racial de la nación. El secreto profesional dejó de ser un precepto obligatorio ya que el bien público debía preceder a los intereses individuales. El abuso del tabaco y del alcohol se convirtieron en las grandes amenazas para la salud pública, y de ellas se responsabilizaba al liberalismo de la era pre-Nazi. El criterio de una vida útil era la capacidad en los varones de luchar por la madre patria, y en las mujeres de procrear niños sanos y racialmente puros (35). Para Josef Goebbels, beber café era un acto antipatriótico. Toda publicidad sobre el tabaco dirigida a las mujeres, los deportistas y los conductores de coches fue prohibida (36). Incluso el tiempo de ocio de los trabajadores necesitaba la supervisión del Estado y para ello se empleaba un sistema denominado  Fre  Freii zeitge  zei tgesta stalun lung g (organización del tiempo libre). En Scylla y Charybdis, un  premo  pre monit nitori orioo ens ensayo ayo eescri scrito to en lo loss año añoss tre treint inta, a, Be Bertr rtrand and R Russ ussell ell adve adverrtía sobre la «falacia de los manipuladores», basada en la creencia de que las sociedades eran máquinas inanimadas que podían ser manipuladas  para fines y fu funcio nciones nes prees preestabl tablecid ecidas. as. 

En cuanto a la medicina comunista, sus características fueron es  bozadas por primer primeraa vez en Voyage en Icarie («Viaje a Icaria») por Etienne Cabet (1788-1856), un revolucionario francés seguidor de Ba-

 

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 beuf. Haushe  beuf. Hausheer er ha pub public licado ado un exc excele elente nte y exhaus exhaustiv tivoo anális análisis is de los  pens  pe nsam amie ient ntos os de Ca Cabe bett so sobr bree la me medi dici cina na y el com comun unis ism mo (37). En Icaria, el estado comunista ideal, los médicos no tendrían que depender de la  prácti  prá ctica ca privada privada,, ya que ser serían ían mi miem embro bross asala asalariad riados os de la comu comunid nidad, ad, y sus servicios serían gratuitos para todos. El título de «médico» sería abolido por ser unasereliquia de «médicos la jerarquía artificial del pasado, y nalos nuevos graduados llamarían nacionales» o «cirujanos cionales». Se realizaría la autopsia de todos los cadáveres para favorecer el avance de la ciencia. Un estilo de vida saludable sería la llave de la salud de la nación. Habría que hacer ejercicio físico y no se tolerarían el abuso de la comida y de la bebida, los excesos sexuales o el consumo de tabaco (contra el que Cabet tenía sentimientos particularmente hostiles). La meta de la ciencia médica sería prevenir que ocurrieran las enfermedades. Sólo aquellos individuos que tuvieran las cualidades físicas y mentales adecuadas estarían autorizados a tener hijos. No sería necesario imponer estas medidas desde arriba ladas por un consenso nacional democrático.   puesto que estarían avaCualquier persona que haya vivido en un país comunista encontraría extraña esta premonición. Los resultados de décadas de promoción de la salud en los países comunistas deberían ser cuidadosamente estudiados y evaluados por todos aquellos que intentan introducir principios similares en las democracias occidentales. Por ejemplo, ¿qué beneficios se han obtenido de los programas obligatorios de  scr  screeni eening ng del cáncer de cérvix organizados por los estados comunistas?  Una delegación de eminentes médicos británicos que visitó Rusia en 1960 quedó impresionada por el énfasis soviético en la promoción de la salud.  «Los métodos rusos parecen estar pagando dividendos. Si bien muchos hombres y mujeres de mediana edad tienen un aspecto triste y cansado, los niños y los jóvenes parecen sanos, felices y amistosos. "Anticiparse a la enfermedad" es la consigna nacional. "Adopta hábitos sanos de vida" demanda el Estado. Un Estado que ayuda restringiendo la venta de vodka y aumentando su precio. Se pone además mucho énfasis en el (38) ejercicio físico» . 

Estos médicos eran tan ingenuos como sus colegas americanos que, acompañando al presidente Nixon en su visita a la China maoísta, que-

 

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daron fascinados por las operaciones quirúrgicas realizadas con acu puntura  punt ura ccomo omo anest anestesia. esia.  Para Ludwig von Mises, el denominador común de los sistemas políticos fascistas, comunistas, e incluso socialistas es la asignación «al Estado de la tarea de guiar a los ciudadanos y de mantenerlos bajo su tutela. Su meta es impedir que los individuos actúen libremente. Se persigue moldear su destino y conferir todas las iniciativas al gobierno». Von Mises apunta que la diferencia entre el comunismo y el fascismo de un lado, y el socialismo del otro, está sólo en los medios para conseguir idénticos fines. Esta tutela permanente, a la que Von Mises llama estatismo y los autores británicos denominan «estado niñera», existe de hecho en algunas democracias occidentales, aunque en una versión diluida, debido a condicionantes constitucionales, filosóficos, políticos y morales. Las tentativas de la salud pública para controlar la vida privada son ocasionalmente descritas por los periodistas como «fascismo de la salud». Esta expresión es demasiado dura, aunque transmite la sensación de peligro. Una descripción más apropiada sería la de «fascismo de la salud con rostro humano» o «fascismo cordial de la salud». Es «cordial» porque se manifiesta como una preocupación paternalista y tiene que ver más con el «Nuevo Mundo» (Brave New World) de Huxley que con la visión brutal de «1984» (Nineteen Eighty-Four) de Orwell. Sin embargo, en esta «cordialidad» reposa su mayor peligro, ya que su tendencia hacia la salud dictatorial puede pasar inadvertida y no ser contestada.  «estados niñera»enoccidentales, no ser ni comunistas ni fascistas, Los basan su ideología materia de al salud pública en una mezcla de aportaciones de la derecha y de la izquierda. Como ha mostrado Talmon, la izquierda parte de la premisa de que el hombre es susceptible de  perfeccion  perfe ccionamie amiento, nto, com comoo pensaba Rou Roussea sseau, u, y que cambiand cambiandoo el insa insa-no ambiente creado por el capitalismo radical, el hombre puede estar sano y ser feliz, aunque en ocasiones sean necesarias algunas medidas de coacción. La izquierda argumenta que intentar cambiar el estilo de vida de la gente, sin cambiar las presiones sociales y comerciales que fuerzan a la gente a llevar una vida poco sana, está condenado al fracaso y que su único resultado es inculpar a la víctima. Por ejemplo, se sabe

que los pobres sufren más enfermedades y tienen una esperanza de vida más corta, pero ¿debería culparse por esto al estilo de vida o a las condiciones políticas que son la causa de la pobreza? Esta clase de análisis,

 

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que parece ser «bien intencionado» por su preocupación social, enmascara sus motivos políticos. Al ligar la pobreza con la enfermedad (lo que no es irracional por sí mismo) los marxistas prometen que en una sociedad sin clases la salud de los pobres mejoraría. Ésta no ha sido la ex perien  per iencia cia de la clase clase tra trabaj bajado adora ra en los paíse paísess comuni comunista stas. s. Ademá Además, s, la izquierda en varios de sus manifiestos sobre la salud propone incrementar los poderes del Estado para prescribir actividades saludables y proscribir actividades nocivas.  Por otra parte, la derecha está más preocupada por la «nación» que  por el indi individ viduo. uo. P Para ara qu quee una na nació ciónn pued puedaa man manten tener er un alto alto gr grado ado ddee disponibilidad para defender la supremacía de la raza, la población debe ser responsable de su propia salud. Muy a menudo, este argumento se  present  pres entaa en té térm rmino inoss de ec econo onomí míaa de la sal salud. ud. Cuidar Cuidar a los enfe enferm rmos os es caro. Los pacientes «deben pagar», especialmente ahora que se considera no vida quesaludables. la mayoríaLos de las documentos enfermedades del Ministerio son «causadas» de Sanidad por estilos británico de están repletos de directrices políticas que presuponen que el individuo debe controlar y ser responsable de su salud. Para el ciudadano existen  pocas  poc as dife diferenc rencias ias ent entre re si esta estass direc directri trices ces —co —como mo la lis lista ta de las met metas as nacionales sobre el ejercicio físico publicada por la Facultad de Salud Pública en febrero de 1993— emanan de la derecha o de la izquierda, ya que en cualquier caso está amenazado por la tiranía de la mayoría si escoge no cumplir su cuota de ejercicio.  Cualquier sistema obligatorio para hacer a los hombres libres, o sanos, por esclavizarlos o por de quitarles salud. Ésto esdeclaralo que Illichtermina denominaba la medicalización la vida.laLas siguientes ciones de L. W. Sullivan resultan resultan inquietantes:  «Sólo con el liderazgo, el apoyo y la asistencia de los profesionales de la salud americanos se pueden alcanzar las importantes metas que mejorarán la salud de nuestros ciudadanos y asegurarán la viabilidad de nuestra nación» (40)». 

Lo «correcto» en materia de salud es sólo una faceta de lo «políticamente correcto». Un editorial del Sunday Times describía este pro-

ceso como intolerancia malévola, «tan odiosa en todas sus formas como las actividades del partido Nazi en Alemania durante su ascenso al poder» (41). De manera similar, Paul Johnson vio en la nueva corrección

 

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 política «la form  política formaa más peligr peligrosa osa de fasc fascism ismoo liberal» salida de la veta (42)  purit  pur itana ana y fan fanáti ática ca am ameri erican canaa . La revista The Economist, en un artículo de 1990, denunciaba la tiranía del conformismo que está inundando América: «Pensar correctamente sobre temas como el tabaco o los programas para corregir las desigualdades raciales... contribuyen a crear la cultura del conformismo» (43).  El conformismo es un signo de totalitarismo progresivo. Aquellos que se conforman «bien por avaricia, cobardía, estupidez o entusiasmo genuino... casi invariablemente desarrollan intensos sentimientos de hostilidad hacia los que se apartan y observan con escepticismo el nuevo poder» (44).  Cualquier desviación de la norma, del promedio o de «lo normal» marca a una persona como políticamente desleal, irresponsable o peligrosa. Lo que amenaza la «viabilidad de la nación» no son los individuos que actúan el conformismo forzado presagia la muerte de una libremente sociedad. Elsino fascismo y el comunismo sonque formas históricas de totalitarismo que tienen pocas probabilidades de reaparecer de la misma forma en las democracias occidentales, y menos aún bajo el mismo nombre. El «mejor de los mundos» del año 2000 está siendo  proclam  pro clamado ado en nnom ombre bre de llaa ci cienc encia ia m médi édica, ca, de la la ge genét nética ica y de las pro pro-mesas de longevidad.  La policía del embarazo  Los órganos sexuales de la mujer han sido siempre objeto de la mirada inquisitiva de los hombres. La literatura médica del siglo XIX estaba interesada en examinar, explorar, cortar, escindir y mutilar los genitales femeninos. El útero era descrito tradicionalmente como un animal salvaje, que podía atacar cualquier otra parte del cuerpo de la mujer y causar serios desórdenes, a no ser que fuera domado. La principal función del cuerpo de la mujer era procrear una descendencia ro bustaa para el progenito  bust progenitor, r, y por consi consiguie guiente nte la reproducci reproducción ón feme femenina nina debía ser controlada por una profesión dominada por los hombres. En una época «tan liberal» como la nuestra resulta sorprendente que las

mujeres sean tratadas todavía como máquinas de procrear, o como contenedores de fetos. La mayoría de los ejemplos vienen de Estados Unidos, como era de esperar. 

 

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Según el Christian Science Monitor, «al menos 50 mujeres han sido inculpadas con crímenes por su comportamiento durante el embarazo» (45). La criminalización de la maternidad ha sido estudiada por Ernest Drucker, profesor de epidemiología y de medicina social en el Montefiori Medical Center del Bronx, en Nueva York, donde alrededor de una cuarta (46) parte de las mujeres que dan a luz consumen drogas como la cocaína . Alrededor de la mitad de los recién nacidos dan positivo a las pruebas de detección de drogas, por lo que son separados de sus madres y confiados a familias que aceptan adopciones temporales. Drucker cita el caso de una mujer puertorriqueña pobre que había sido separada de su bebé después del alumbramiento. Esta mujer regresó al hospital y se llevó a su bebé, y su acción fue descrita como un «secuestro». Secuestrar a tu propio hijo es un nuevo crimen. Drucker comentaba que quizás esta mujer era una mala paciente, pero que era una buena madre.  George Annas, un profesor de derecho médico, ha analizado el primer caso en América en el que una mujer fue acusada del crimen de «negligencia fetal» (47). Esta mujer sufría una complicación del embarazo conocida como placenta previa pero no siguió las órdenes de su médico, que incluían no permanecer de pie, evitar los contactos sexuales y no tomar anfetaminas. El bebé murió poco después de nacer. Annas se preguntaba:  «¿Tiene algún sentido decretar que una mujer embarazada debe vivir  pa  p ra su foetobebe ? [...]alcohol; Que ellasicconsume omete un drogas crimen (legales si no com alimentosi s smananos, siafuma o eilegales); tiene relaciones sexuales con su marido? [...] Favorecer sistemáticamente al feto devalúa a la mujer embarazada, y la convierte en una incubadora inerte, o en un medio de cultivo para el feto. Esto hace de la mujer un ciudadano inferior».  Las mujeres han sido siempre, al menos a los ojos de la medicina, ciudadanos de segunda clase, pero esto ha sido enmascarado con la retórica de la igualdad. Muchas mujeres han sido despedidas de trabajos que se consideraban peligrosos para el feto, aunque no estuvieran em-

 barazadas. En 1978, la emp  barazadas. empresa resa Ameri American can Cyanam Cyanamid id despidió despidió a toda todass las mujeres en edad de procrear (entre los 16 y los 50 años) de sus plantas industriales en el oeste de Virginia, a menos que pudieran probar

 

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que habían sido esterilizadas. Se ofreció esterilización gratuita y cinco mujeres aceptaron para no ser despedidas (48).  En 1990, en Estados Unidos, cuando la advertencia a las mujeres embarazadas del Director General de Salud Pública (Surgeon General) apareció, conforme a la ley,seennegaron todas las bebidas alcohólicas, en algunos restaurantes los camareros a servir bebidas alcohólicas a mu jeres emb embaraza arazadas das por mied miedoo a que pudi pudieran eran nacer bebés con mal malforformaciones. La policía del embarazo espía a las mujeres que beben. Una mujer de Wyoming fue encarcelada por «abuso prenatal» porque unas enfermeras detectaron olor a alcohol en su aliento. En Nevada, una mu jer que había había bbebido ebido cerve cerveza za el día aantes ntes ddee dar a lluz uz per perdió dió la custodia custodia (49) de su hijo .  En varios estados norteamericanos, las intervenciones obstétricas  pueden hacerse preceptivas por mandato judicial. El  New England  Journa  Jou rnall of Medici Medicine ne citaba 21 de estos casos en mujeres que, por lo general, eran solteras, pobres y de color:  «Si se acepta que puedan hacerse cesáreas forzadas, detenciones hospitalarias y transfusiones intrauterinas, esto podría facilitar la aparición de órdenes judiciales para realizar sc  pren enat atal ales es,, ciru irugía fefe scrree eeni ning ng pr tal, o para restringir la dieta, el trabajo, las actividades atléticas y sexua(50) les de las mujeres embarazadas» .  Toda esta aparente preocupación sobre el bienestar del feto cuando la mujer está, metafóricamente o no, atada a la mesa de operaciones contra su voluntad, tiene pocas probabilidades de mejorar la atención obstétrica, dado que las mujeres que más cuidados necesitan preferirán dar a luz en los lavabos o bajo un seto. Una mujer americana de 28 años que padecía un cáncer terminal y estaba embarazada de 26 semanas quiso morir con su bebé. Sus deseos fueron desoídos por un jurado que decretó una cesárea. Un obstetra realizó la operación, y ambos, la mujer y el bebé, murieron (51).  En 1981, en Georgia, Estados Unidos, una tal señora Jefferson se encontraba en su último mes de embarazo cuando un médico diagnos-

ticó una placenta previa y ordenó una cesárea. La mujer no consintió y fue llevada a juicio. Durante el proceso el médico mantuvo que había un 99 % de probabilidades de que el niño muriera y un 50 % de probabi-

 

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lidades de que la madre muriera si no se realizaba la cesárea. La mujer ganó la apelación ante el Tribunal Supremo de Georgia y, poco des pués, dio a luz a un bebé sin necesi necesidad dad de ninguna intervención quirúr(52) gica .  En millones Australia,deel dólares Tribunalaustralianos Supremo de Gales Sur, adjudicó 2,8 a Nueva una joven condel parálisis cere bral que denunció denunció a su madre por haber fumado, bebido alcohol y con(53) ducido peligrosamente durante el embarazo . Mientras que algunas mujeres pueden ser forzadas a mantener su embarazo en contra de sus deseos, a otras se las puede obligar a no quedarse embarazadas. En 1992, un juez californiano decretó que una mujer convicta por «abuso de menores» debía elegir entre someterse a llevar un implante anticonceptivo bajo su piel o ir a la cárcel. El empleo punitivo de la anticoncepción es una práctica judicial cada vez más frecuente en los Estados (54)

Unidos



 Normalmente pasan entre 15 y 20 años antes de que las modas de la  Normalmente salud pública americana sean adoptadas en Gran Bretaña. Según el corresponsal de asuntos legales de la revista The Lancet, Diana Brahams,  bajo  baj o las ley leyes es bri británi tánicas cas pre preval valecen ecen los int intere ereses ses y deseos des eos de la ma(55) dre . Sin embargo, en octubre de 1992, un juzgado de Londres ordenó una cesárea urgente en una mujer de 30 años, que se negaba a ser operada por razones religiosas. La operación «para salvar la vida» terminó con la muerte del niño (56). También en 1992, en Erlangen, Alemania, una mujer de 18 años embarazada de cuatro meses murió en un accidente de automóvil. Se decidió mantener a esta mujer con muerte cere bral unida a una máquina de soporte soporte vital hasta que el bebé fuera viable. El feto nació muerto (57).  Los poderes de la policía pueden llegar hasta forzar a las mujeres a someterse a un examen ginecológico si existen sospechas de que se les haya realizado un aborto ilegal en otro país. Según un estudio realizado en 1991 por el Instituto de Derecho Internacional Max Planck en Fri burgo, se daban alrededor de diez de estos casos al año, especialmente (58) entre mujeres alemanas que regresaban de Holanda . 

 

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La monitorización de los estilos de vida  El examen y el diagnóstico son el centro del oficio médico. La palabra examen pro  provie viene ne ddel el ttérm érmino ino lat latino ino que des design ignaa el fiel fiel de la balan balan-za y significa «indagación y estudio que se hace acerca de las cualidades y circunstancias de una cosa o de un hecho»; consecuentemente, es una forma de escrutinio para detectar cualquier desviación de la norma. Michael Foucault en Surveiller et punir (59)  («Vigiliar y castigar») mantiene que el «examen» es el principal medio de control, ya que combina las técnicas de observar y emitir un juicio normativo. Los sujetos bajo el control de la autoridad se convierten en objetos que son clasificados, medidos, sometidos a  scre  screenin ening g y etiquetados como «normales» y «anormales», o «desviados». Ya en 1963, Erwin Goffman destacaba que en Estados Unidos sólo había un tipo de hombre perfecto: «Varón  joven,  jov en, cas casado ado,, bla blanco nco,, urb urbano ano,, del nor norte, te, hetero heterosex sexual ual,, pro protes testan tante, te, padre de familia, licenciado, con trabajo fijo, buena (60) complexión, talla y  peso  pe so ad adec ecua uado doss y qu quee ha hace ce de depo port rtee co conn re regu gula lari rida dad» d» .   Nelkin  Nel kin y T Tancr ancredi edi hhan an co const nstata atado do có cómo mo eenn Est Estado adoss Uni Unidos dos ssee est están án utilizando los resultados de los test biológicos para definir y modelar las opciones individuales de manera que se adapten a los valores institucionales (60) El scr  screen eenin ing g médico en personas sanas es una vía más para recoger información sobre la vida privada de los ciudadanos. Una investigación realizada por un subcomité del Senado norteamericano sobre la «dictadura de los informes» reveló que un ciudadano americano medio tieneprivadas. de 10 a 20 informes los ordenadores del gobierno o de compañías Esto era en en 1970. Es probable que en la actualidad la situación haya empeorado. H. L. Mencken describió a las personas consideradas «normales» como «el interminable rebaño de hombres indistinguibles y casi indiferenciados, los ceros, los cartuchos vacíos de la raza —los productos finales del conformismo». conformismo».  La aparente benevolencia de los propósitos del  scree  screening ning de salud  —preve  —pr evenir nir la enfe enferm rmeda edadd y pro prolon longar gar la vid vida— a— es lo que les hace par par-ticularmente peligrosos, ya que sus aspectos más siniestros pasan desapercibidos. No existen pruebas que demuestren que el  scre  screenin ening g masivo de salud en gente sana disminuya su riesgo de enfermar. Sin

embargo, disponemos de evidencias que confirman que las pruebas anormales («positivas») llevan a la discriminación —por ejemplo, en las ofertas de empleo, en la atención médica y en el aseguramiento sa-

 

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nitario— o provocan estigmatización social. Como Deborah Stone ha señalado al respecto, gran parte de los  scre  screenin ening g de salud no detectan estadios tempranos de enfermedad sino la presencia de «factores de riesgo», es decir, componentes de comportamiento o bioquímicos cuya  presenci  pres enciaa se rel relaci aciona ona con la prob probabi abilid lidad ad de contr contraer aer algu alguna na enfe enferme rme-dad en el futuro.  «A menudo los epidemiólogos, los médicos y los políticos consideran que la estimación de la probabilidad de que a un individuo le suceda (62) algo es una característica importante de dicho individuo» .  A pesar de que la mayoría de las personas pueden no llegar a sufrir las consecuencias esperadas por «tener» un determinado «factor de riesgo», una vez que el factor ha sido identificado, el riesgo se materializa en algo real —como una parte de la constitución de la persona.  Este nuevo concepto estadístico o actuarial de riesgo pasó a formar  parte  par te de la retór retórica ica de la promoci promoción ón de la salud en lo loss años setent setenta. a. En 1975, L. White advertía que «el estilo de vida se ha convertido en el  prin  pr inci cipa pall pe peli ligr groo pa para ra la sa salu lud» d» (63)  y en 1979, un informe sobre promoción de la salud y prevención de la enfermedad del Surgeon General, titulado  Hea  Health lthyy Peo People ple («Gente Sana»), atribuía «casi la mitad de las muertes registradas en los Estados Unidos [...] a los hábitos no saluda bles  bl es o al es esti tilo lo de vi vida da»» (64). De la cuantificación del peligro surgió el concepto de factor de riesgo, en la línea de las tendencias neopuritanas hacia la normalización de los hábitos de vida. La búsqueda de factores de riesgo a gran escala sirve para dividir a la población en dos grupos, uno de normales y responsables, y otro de inadaptados e irresponsables que malgastan los recursos del Estado y amenazan la «supervivencia de la nación». Desde un punto de vista técnico, los factores de riesgo no tienen nada que ver con las causas de las enfermedades, y su introducción es un ejemplo de malabarismo estadístico para dotar de una «ex plicaci  pli cación» ón» a me mecan canism ismos os cau causal sales es que que,, en real realida idad, d, se des descon conocen ocen.. Por ejemplo, la homosexualidad es un factor de riesgo del SIDA. Sin em bargo,  bar go, res result ultaa evide evidente nte que la hom homose osexua xualid lidad ad no es la causa de la enfermedad, y que incluso si se exterminara a todos los homosexuales no

se erradicaría la enfermedad. Tener carnet de conducir es un factor de riesgo para sufrir un accidente de automóvil. Saber nadar es un factor de riesgo para morir ahogado. Ser japonés es un factor de riesgo para morir

 

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 por harakiri. En general, el estudio de los factores de riesgo y su detección en las personas no nos ayuda a comprender los mecanismos causales. Con frecuencia, los factores de riesgo sirven más para oscurecer que para iluminar la senda hacia un entendimiento adecuado de las causas. Hagen Kühn ha señalado que la prevención basada en la epidemiología los factores de riesgo enhielo la clase lógica que lleva ademeter el termómetro en se un fundamenta recipiente con paradedisminuir la temperatura de la habitación (65).  La información recogida durante las campañas de  scr  screen eening ing de los factores de riesgo raramente beneficia a las personas que participan en ellas, pero es aprovechada por quienes las organizan. En los países comunistas los chequeos periódicos eran a menudo obligatorios, y esta  práctic  prác ticaa se está extendie extendiendo ndo en la act actual ualida idadd por las dem democr ocraci acias as occidentales. ¿Un ejemplo? En 1991, el gobernador de Maryland, W. D. Schaefer, propuso que todos los beneficiarios del sistema nacional de salud deberían someterse a exámenes regulares para poder optar a ayu(66) das económicas . El abuso del  sc  scree reenin ning g en el lugar de trabajo y por las compañias aseguradoras se discute más adelante.  El reverso de la moneda del  scree  screening ning es «culpar a la víctima». Cuando una persona sufre un ataque al corazón, y en un  scr  screen eening ing previo se hubiese encontrado que su colesterol era «alto», la enfermedad o la muerte podría ser interpretada como «auto-infligida», sobre todo si dicha persona no hubiera modificado su dieta como se le ordenó. A. R. Moore, un cirujano australiano, trató este problema en el Jou  Journ rnal al of of Me Me-dical Ethics y concluía que dado que «la mayoría de las enfermedades modernas son auto-infligidas», los pacientes deberían ser penalizados mediante un «cálculo de culpabilidad». Para el doctor Moore, negarse a tratar a un paciente no es aceptable como regla general, pero las «multas económicas» incentivarían el cumplimiento de los consejos que se dan a los pacientes (67). No puedo discernir ningún atisbo de ironía swiftiana en la propuesta de Moore.  Allegrante y Sloan proporcionaron una explicación psicológica para la versión moderna de la culpación de la víctima: 

«Tendemos a percibir el mundo como un lugar justo en el que la

gente recibe lo que se merece y merece lo que recibe. Esto se aplica no sólo a aquellos que se benefician de sucesos positivos, sino también a los que son víctimas de la desgracia [...] de esta manera, al menos psi-

 

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cológicamente, nos protegemos contra la posibilidad de sufrir las mismas enfermedades» (68). 

Como observa Leichter, el debate actual sobre el SIDA se acomoda confortablemente confortablem ente a esta visión del mundo (69). El rechazo a tratar personas estigmatizadas, sin embargo, está muy extendido en la actualidad entre la profesión médica. Por ejemplo, en un hospital de Melbourne, un comité de consultores médicos recomendó que no se atendiera a pacientes VIH positivos (70). Y en 1993, el Consejo  Naci  Na cion onal al de la Asoc Asocia iaci ción ón de Es Espe peci cial alis ista tass de lo loss hosp hospit ital ales es irla irland ndes eses es decidió que los jefes de servicio tenían el derecho de negarse a tratar pacientes con SIDA o a aquellos con «un riesgo significativo de SIDA». Esta última categoría incluía a drogadictos, homosexuales y «personas que hubieran tenido relaciones heterosexuales u homosexuales mientras vivían en ciertas partes del mundo» (71). Según una encuesta, el 22 % de los médicos generales irlandeses de más de 40 años pensaba que era razonable negarse a tratar pacientes VIH positivos, y el 38 % estaba de acuerdo con realizar las pruebas diagnósticas del VIH sin el consentimiento de los pacientes (72). Discriminaciones similares se aplican a los fumadores. Un precedente se encuentra en la revista  Am  Amer eric ican an Me Merc rcur uryy dirigida por H. L. Mencken: «Noticias médicas del Pontífice de los Mormones publicadas por el Salk Lake Telegram: El Presidente Grant ha dicho que existen muchos médicos eminentes que no atienden embarazos si la madre es fumadora,  porque  por que la tasa tasa de mortali mortalidad dad es dem demasi asiado ado alta alta para para arriesg arriesgar ar su reputareputación» (71). 

Samuel Butler satirizó la culpación de la víctima en  Er  Erew ewho hon n hace más de cien años. En el mundo erewhoniano las enfermedades eran consideradas al mismo tiempo como criminales e inmorales. Existía una graduación de la culpa y del castigo, dependiendo de la gravedad de la enfermedad. Mientras que quedarse ciego o sordo a los 65 años se castigaba con una multa, las personas jóvenes con enfermedades graves recibían severas penas de cárcel. Cuando la enfermedad era crónica, por ejemplo la bronquitis crónica, los afectados eran considerados reinci-

dentes y acusados de «bronquitis agravada». Por otra parte, los pirómanos y los falsificadores de cheques eran enviados al hospital y tratados con cargo a los gastos públicos.

 

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Hoy día está sucediendo algo similar. Las personas que enferman  por llev llevar ar un «est «estilo ilo noci nocivo vo de vida vida»» son casti castigado gadoss muc mucho ho ante antess de contraer alguna enfermedad relacionada con sus hábitos. Sin embargo, se estudia a los criminales para detectar la presencia de genes «criminales» y se les administran tratamientos en hospitales psiquiátricos. No es raro ver pedófilos etiquetados como enfermos que reciben más atención médica que sus víctimas.   Incluso el Vaticano está siguiendo la moda de manipular las culpas. Según un despacho de la agencia Reuter: «El Vaticano dijo ayer que la sociedad permisiva debería reconocer su parte de culpa en los casos de abuso sexual en menores cometidos por los sacerdotes católicos» (74). ¿Acaso sodomizar monaguillos es realmente una ofensa moderna? Un detenido recorrido por las penitenciarías medievales serviría para que nadie se sintiera víctima de un abuso por una noción tan ingenua.  «Es raro que todas las libertades se pierdan de repente», escribió David Hume. Cuando el poder del Estado invade la libertad en nombre de la «salud», son muchos los que no ven ni siquiera la amenaza, puesto que en lenguaje cotidiano la «salud» no está asociada con la esclavitud. Ésto hace que la estrategia de conquista del poder a través de la salud sea más efectiva. Las libertades se ganan o se pierden, pero nunca se ofrecen en bandeja de plata. Dado que las reglas del juego del poder siempre están a favor de la autoridad y no de los individuos, es necesaria una vigilancia constante frente a las renovadas amenazas contra la li bertad  ber tad (qu (quee a men menudo udo se pres present entan an enga engaños ñosam ament entee como med medida idass para reforzar la libertad).  En el estado teocrático, Dios era la máxima autoridad y gozaba de un poder absoluto del que eran investidos, por delegación, los sacerdotes. Cualquier acto de desobediencia («pecado») era tenido anotado y castigado. Aquello que escapaba al control de los curas era inscrito por la policía celestial en el Libro de la Vida, o al menos eso era lo que se le decía a los creyentes:  «El Juez Supremo conserva el libro en el que cada acción y deseo, cada palabra y pensamiento del difunto han sido escritos. Aunque jamás

haya tocado una pluma o leído un libro, aunque jamás haya dictado una sola línea o sellado una carta, aquel que tiene fe debe recordar, cada vez que entre por la puerta de la iglesia, que incluso con sus pensamientos

 

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más secretos(76) escribe el libro de su vida, por el que será juzgado el día del Juicio Final» .  En el Estado iatrocrático (por usar el término de Szasz), el poder es delegado en los sacerdotes del cuerpo y en los sacerdotes de la mente. La «salud» es la virtud suprema y debe mantenerse a cualquier precio. Toda persona, aun sin darse cuenta, escribe su propio informe donde cada desviación de la norma es anotada durante las actividades de  screen  scr eening ing.. Se toman notas sobre el estilo de vida, los factores de riesgo y el perfil genético. Los médicos, los patronos, las compañías de seguros y la policía conservan (o pronto lo harán) en sus ordenadores interconectados toda la información requerida, de manera que toda persona será juzgada cuando pida trabajo, vaya al médico, solicite una póliza de seguros, intente viajar al extranjero o quiera tener hijos. El «culto a la salud» como ideología del Estado es el anteproyecto del Estado iatrocrático. Sus planes de desarrollo se están aplicando gradualmente. Este libro pretende ser una advertencia. Espero que no sea demasiado tarde.  El operario «estajanovista» 

Alexei Estajanov 7 es una leyenda soviética. Fue un minero que pulverizó todas las normas y que llegó a cavar 102 toneladas de carbón durante un turno de trabajo. Esto sucedió en 1935, durante la época de los  peo  peores reshéroe exc exceso esos s del régi régimen de te terro rrorr estalisn estal isnist ista. Est Estaja ajanov nov fue procl proclaamado nacional y men era considerado como una. glorioso ejemplo para todos los trabajadores soviéticos. Ni bebía ni fumaba.  En un libro publicado por la Oficina de Asuntos Nacionales de los Estados Unidos (US Burean of National Affairs) titulado  Medical Screening for Workers («Revisiones Médicas para Trabajadores»), se cita a un médico especialista en salud laboral que declaró ante un comité del Congreso que la obligación de los médicos de empresa «es la de proveer a la industria de trabajadores que sean los especímenes físicamente más perfectos que nosotros podamos encontrar» (76)  La búsqueda del perfecto trabajador estajanovista, abandonada por los países

comunistas, ha sido ahora retomada por los empresarios de las demo-  7

 Transcripción fonética del nombre ruso Stakhanov. 

 

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cracias occidentales. Para ello se aplican a las personas que solicitan un empleo tests psicológicos y biológicos. Hasta 1988, se habían realizado en Estados Unidos más de 2 millones de pruebas con el «detector de mentiras» entre personas que buscaban empleo, pero las regulaciones impuestas ese año por el Ministerio de Trabajo restringieron este tipo de (77)  Los tests de personalidad, todavía empleados en los Esta práctic  prác ticas as dos Unidos, han sido descritos por el psicólogo R. L. Lowman como algo asombrosamente similar a la lista de virtudes de los boy-scouts. Alrededor de cinco millones de americanos realizan «tests de honestidad» cada año; aquellos que no los pasan, se quedan sin trabajo (78).  Muchas compañías utilizan chequeos por sorpresa para detectar la  presenci  pres enciaa de dro drogas gas en llaa or orina ina.. La det detecci ección ón ddee m meta etabol bolito itoss de nicoti nicotina na en la orina, incluso si la persona no fuma en el lugar de trabajo, podría dificultar un ascenso o la posibilidad de obtener un empleo permanen(79)

te de. En 1987, en Estados Unidos restos se analizaron mástanto de cinco millones muestras de los orina para detectar de drogas en empleados como en personas que buscaban trabajo. El director médico de la multinacional DuPont aseguraba en 1987 que estos análisis para rastrear drogas «han servido probablemente para romper las barreras psicológicas sobre las pruebas genéticas» (80).  En Gran Bretaña los empresarios han comenzado a imitar el ejem plo americano. americano. Así, la com compañí pañíaa brit británica ánica de ferro ferrocarri carriles les Brit  British ish Rail anunció que a partir de octubre de 1993 se podría exigir a cualquiera de sus 90.000 trabajadores que se sometiera a «pruebas de aliento» para detectar la presencia de alcohol, incluso si sus puestos de trabajo no estaban relacionados con problemas de seguridad. Tener niveles de alcohol entre 30 y 80 miligramos (el límite para conducir automóviles es 80 miligramos) supondría la apertura de un expediente disciplinario (81).  En menor escala, se ha dado rienda suelta a los burócratas para perseguir a los fumadores. En el campus universitario de Belfield en Du blin, todos los jefes de departament departamentoo recibier recibieron on el 28 de octubre de 1991 una circular firmada por el encargado de seguridad, cuyo nombre iba seguido por una lista de siete títulos académicos. Dicha circular informaba que se había sorprendido fumando a 25 personas en las insta-

laciones de la Universidad y que «se habían tomado sus nombres y direcciones. Por esta vez, a los infractores sólo se les había hecho una advertencia». Además, se incluía una copia de la carta enviada a cada

 

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uno de ellos, firmada por un burócrata del Servicio de Medio Ambiente, que terminaba con la siguiente advertencia: «Por esta vez he decidido no procesarle, [...] pero le aseguro que en el futuro haré nuevas inspecciones en Belfield, y que cualquier persona que sea sorprendida fumando será procesada sin previo aviso». Los contribuyentes pagan el sueldo yUniversidad las dietas deenestos husmeadores huelen el aireEn deGran los pasillos deun la busca de pruebas que incriminatorias. Bretaña, hombre de 67 años y dueño de un famoso bar, recibió una notificación del Consejero de Medio Ambiente en la que se le advertía que si no de jaba de fum fumar ar su pipa mie mientras ntras servía pinta pintass de cerveza debería pagar una multa de 5.000 libras (alrededor de un millón de pesetas) y/o ir a la cárcel durante tres meses (82). Como dijo Bertrand Russell: «El deseo de hacer buenas acciones sirve para camuflar el amor al poder de la gente virtuosa».   screen  scr eening delógica los empleados de los las scr personas buscan El trabajo esing unagenético extensión y refinaday de médicos  screeni eening ng que que han sido aceptados sin discusión desde hace tiempo. El  scr  screen eening ing genético se había extendido tanto en Estados Unidos que en 1982 tuvo que realizarse una investigación oficial. El informe final de la Oficina  para la Evaluación Evaluación de Tecno Tecnologí logíaa (Office of Technology Assessment), reveló que un elevado número de grandes compañías planeaban utilizarlo o ya lo habían hecho. Según un artículo publicado en Science, los defensores del  scre  screening ening genético mantenían que el principio del  para ra sel selecc eccio iona narr traba trabaja jado dores res no era nu nuevo evo (83). Las compa scree  sc reenin ning g  pa

ñías ferroviarias rayoscon X para excluir problemas de espalda. utilizaban Los irlandeses pecas y pielcandidatos demasiadocon blanca no eran contratados por las industrias de alquitrán y creosota, porque se creía que podrían desarrollar cáncer de piel. Sin embargo, el toxicólogo Samuel Epstein describió el  scree  screening ning genético para seleccionar em pleado  ple adoss com comoo una nu nueva eva fo forma rma ddee culp culpar ar a la ví vícti ctima ma y «s «supr uprim imir ir a los susceptibles», en lugar de depurar los productos tóxicos en los lugares de trabajo.   No exist existen en grand grandes es obst obstáculo áculoss lega legales les para evitar evitar que la indu industri striaa emplee el  scre  screenin ening g genético. Por ejemplo, en 1938, en Baltimore, se

realizaban análisis para detectar la sífilis en los trabajadores (con una  prueba m  prueba muy uy poc pocoo fiab fiable) le) y se según gún llos os res result ultado adoss eran ccont ontrat ratado adoss o des des-(84)  pedi  pe dido doss . Según un portavoz del Consejo de Ética y Política Sanitaria de los Estados Unidos, el  screening genético es análogo al empleado

 

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 para detectar detectar enferm enfermedad edades es infecci infecciosas osas o el consum consumoo de drogas, y está respaldado por las leyes vigentes (85). Por consiguiente, está próxima la  posibi  pos ibilid lidad ad de ver aparece aparecerr uuna na nue nueva va clas clasee de de ««int intoca ocable bless ggené enétic ticos» os»..  (86) El libro de Elaine Draper  Ri  Risk skyy busi busine ness ss  («Un negocio peligroso») análisis particularmente acertadoUnidos. de las tendencias actualespresenta sobre elun  screen  scr eening ing genético en los Estados La lista de enfermedades de origen genético que podrían condicionar el mercado de trabajo es larga y ha convertido el desarrollo de pruebas genéticas en una boyante industria. Parece que con dichas pruebas se podría «predecir» la aparición del cáncer, de la cardiopatía isquémica, de la demencia, de las enfermedades mentales y de muchas otras.  En el mundo de las compañías aseguradoras se ha producido un cambio gradual desde las «pólizas comunitarias», en las que todos los que participan en el mismo plan pagan las mismas primas de manera que la carga financiera se distribuye de forma igualitaria, hacia las «pólizas según riesgo», en las que aquellos que supuestamente tienen mayor riesgo pagan más. Esto ha generado una situación paradójica en la que aquellos con mayor riesgo y, por consiguiente, los que más necesitan el aseguramiento, son declarados «no asegurables». Con la desaparición de la tradicional confidencialidad médica y del secreto profesional, es relativamente fácil para las compañías aseguradoras obtener información relevante sobre sus clientes potenciales. Incluso pueden insistir en que el candidato presente los resultados de pruebas previas. Algunas compañías incluso realizan pruebas en sus clientes de forma subrepticia (87). Recientemente, el genético alemán Beño Müller-Hill comentaba que nuestros genes pueden llegar a excluirnos del mercado de trabajo o impedirnos la obtención de un seguro si las fuerzas del mercado así lo requirieran: «Lo que los nazis forzaron como un plan desde arriba puede llegar a convertirse en realidad como un proceso selectivo desde abajo, conducido por las fuerzas del mercado» (88). Este autor ex presaba  pres aba su tem temor or al ver que hoy día muc muchos hos cien científ tífico icoss consid consideran eran éticos los cálculos de coste-beneficio que los empresarios o las compañías de seguros utilizan para justificar sus prácticas de selección-exclusión. Muchos países exigen a los emigrantes que prueben que no son VIH-

 positivos  positi vos ante antess de per permi mitir tirles les en entrar trar eenn su te terri rritor torio. io. H Hace ace algun algunos os añ años, os, la obligación impuesta a las emigrantes asiáticas de probar su virginidad fue la causa de un gran escándalo en Inglaterra. En Alemania, como ya hemos señalado, se interrogaba a las mujeres que regresaban del ex-

 

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tranjero si se sospechaba que podían haber ido a abortar. Así pues, la  práctica  práct ica del «cheq «chequeo ueo méd médico» ico» al cruza cruzarr las front fronteras eras permanece permanece aún vivo.  Históricamente, el primer  scree  screening ning médico masivo y obligatorio fue,mirada de hecho, realizado pordeloslaservicios la fría de la estatua Libertad,deenemigración. la Isla EllisEn del1891, puertobajo de  Nuevaa York, los pasaj  Nuev pasajeros eros de terce tercera ra clase desfilab desfilaban an de uno en uno frente a los oficiales del Departamento de Salud Pública de los Estados Unidos, quienes marcaban con tiza a cualquier «extranjero defectuoso»  paraa que fue  par fuera ra depor deportad tado. o. Com Comoo docum document entóó Eliza Elizabet bethh Yew, se exa exami mi-naban las ingles de los varones para «detectar sífilis», y se realizaban citologías vaginales en las mujeres sospechosas de portar gonorrea (89). Como recordaba uno de los inspectores, los diagnósticos se realizaban de manera bastante casual:  «Las líneas profundas alrededor de la boca parecían estar relacionadas con las hernias, los párpados caídos con el tracoma o algo parecido; cierta palidez indicaba que debía examinarse cuidadosamente el corazón y los ojos brillantes sugerían tuberculosis.»  En 1919, la deportación se extendió a los individuos que profesaban «doctrinas sociales anómalas», y posteriormente ha ido afectando a los anarquistas, comunistas, homosexuales y a las personas VIH seropositivas. Según palabras de un emigrante, estar en la fila de la Isla Ellis era «la experiencia al Día del Juicio Final». Es fácil imaginar que enterrestre el futuromás paraparecida cruzar las fronteras se exigirá someterse a análisis genéticos que identifiquen a los individuos con tendencia a la violencia, con enfermedad mental o con otras características socialmente inaceptables.  La tiranía genética 

Es una característica humana buscar una explicación para la desgra-

cia de los justos y para la fortuna de los libertinos. La medicina, com  pitiendo  pitien do con la teo teolog logía, ía, ofre ofrece ce respu respuest estas as apare aparente nteme mente nte cien científ tífica icas, s, y  por tanto tanto más creí creíble bles, s, para los capr caprich ichos os del dest destino ino humano humano.. El fatafatalismo calvinista de la salvación a través de la gracia ha sido reempla-

 

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zado por los «marcadores genéticos»; la salvación mediada por las obras piadosas ha sido sustituida por la doctrina del estilo de vida. Los inmemoriales debates filosóficos que enfrentaban al libre albedrío ver sus determinismo y herencia han sido reemplazados por el «bio-estilismo»y la genética. La manipulación política de estos dos aspectos mutuamente excluyentes permite aico los ypreventivistas afirmar  puede  pue de con contro trolar lar su eq equil uilibr ibrio io fís físico me menta ntall si ado adopta pta un estil esque tilooladegente vida saludable, y que el riesgo de padecer una enfermedad puede, en la mayoría de los casos, ser detectado mediante pruebas genéticas. Como ocurre con todas las medias verdades, ni las explicaciones genéticas ni las medioambientales son completamente falsas. De cualquier manera, ni siquiera combinadas en proporciones variables sirven para «explicar» la condición humana, nuestros miedos y nuestros deseos, el amor y el odio, el egoísmo y el sacrificio personal.  tía mucho La ideaantes de que de elque destino la genética del hombre se convirtiera está escrito en una en sus ciencia. genesNo exisse empleaba el término «gen» porque aún no había sido descubierto, pero esto no impedía que los «frenólogos» identificaran las características innatas de una persona por la forma y el tamaño de las protuberancias de su cráneo. Hacia finales del siglo xix, la escuela lombrosiana de antropología criminal desentrañaba las tendencias criminales de un individuo a través de los rasgos faciales y de ciertos «estigmas corporales», tales como órbitas oculares amplias, mejillas prominentes, fosas nasales distendidas, frente aplastada, pelo abundante, piel morena y bronceada, orejas del cerebro puntiagudas, y la configuración estrabismodeocular, sus circunvoluciones. etc. Otros estudiaban En 1882, la duranforma te el Congreso Médico Internacional de Viena, el doctor Benedict exhibió 50 cerebros de criminales ejecutados con los que demostró las características típicas de criminalidad (90). En un congreso de antropología criminal en París, la discusión se centró sobre la cuestión de si el criminal debería ser considerado una víctima indefensa de sus características anatómicas y, por tanto, si no tendría que ser exonerado de la res ponsabil  pons abilidad idad sobr sobree sus actos por enfer enfermed medad ad cereb cerebral ral en luga lugarr de ser catigado. Todavía se producen debates similares, aunque más sofisti Provin  Pro vincia ciall MediMedi-

cal Journal cados. Sin embargo, desacreditaba ya en a1889, la antropología un corresponsal criminal del (91) como pseudociencias, y citaba al Rey Lear : 

y a la frenología

 

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«He aquí la excelente estupidez del mundo... como si todos fuéramos villanos por necesidad... admirable subterfugio del hombre putañero cargar a cuenta de un astro su caprina condición» (Acto I, escena ii)

8

.

cambiado telescopios losomicroscopios, lasbre estrellas  por Hemos los gen genes, es, pero noslos enf enfren rentam tamos os alpor mi mism smo mens mensaje aje:: el el hhom ombre no es culpable, los genes comandan su destino. Los nuevos neuro-calvinistas mantienen que «el libre albedrío es meramente una racionalización, un artefacto o un epifenómeno de la predestinación bioquímica y genética» (92). La idea de la reproducción eugénica de la raza humana tiene una larga tradición en Gran Bretaña. El término «eugenesia» fue introducido  por el fun fundad dador or ddel el m movi ovimi mient entoo eeugé ugénic nico, o, Franci Franciss G Galt alton, on, un eru erudit ditoo ddee suprema inteligencia pero que moralmente —según palabras de Peter Medawar— «era un fascista espiritual». Karl Pearson, un bioestadístico discípulo de Galton, fundador de la revista  Bio  Biomet metric rica a y editor del Annals of Eugenics («Anales de Eugenesia»), ilustraba los estrafalarios razonamientos de los eugenecistas británicos con sus opiniones acerca de las Actas Laborales (Factory Acts). Las Actas Laborales fueron introducidas a mediados del siglo XIX para aliviar las horrendas condiciones de trabajo de los niños. En una conferencia de 1909, Pearson declaró que esta legislación había tenido consecuencias indeseables, ya que: «[...] había servido para debilitar la raza, en primer lugar, reduciendo la intensidad de la selección natural y, en segundo lugar, produciendo una población con una fortaleza media inferior. [Además] un niño considerado como un bien pecuniario no se encontraba globalmente en una situación desfavorable; había que mantenerlo sano porque si enfermaba  perd  pe rdíía su val valor pecu ecuni niar ariio» (93). 

La escuela lombrosiana de antropología criminal usaba los «estigmas criminales» como evidencia de la relación ancestral del hombre con los simios. En 1992, el Director del Instituto Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos, el psiquiatra Frederick Goodwin, com-

 paró a los neg  paró negros ros de los sub suburb urbios ios con los monos monos hip hiperag eragres resivo ivoss e hipersexuales, y propuso iniciar a nivel nacional una campaña de 8

 Traducción de Luis Astrana Marín. Madrid, Aguilar Ediciones, 1951. 

 

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en los niños para detectar la «predisposición» genética y bioquímica al crimen y a la violencia (94). Como ha apuntado Lewontin con ironía:

 scre  sc reen enin ing g

«Todo aquello que consideramos como un problema moral, económico o político (el alcoholismo, desempleo, la violencia familiar o social,complicado la drogadicción) resulta ser, el después de todo, una sim ple cuestión de sustituc sustitucione ioness ocasionale ocasionaless de nucl nucleóti eótidos dos en el patrimopatrimo(95) nio genético» . 

En un artículo emanado del departamento de neurogenética del Instituto Nacional de Salud Mental americano, se esbozaba el brillante futuro que les espera a los psiquiatras del «salubrismo». A la vuelta de la esquina nos esperan las pruebas diagnósticas que permitirán identificar y, eventualmente, tratar con «terapia genética» a las personas con ries(96)

 go (es decir, que de momento están todavía sanas)

. El Congreso norteamericano y el presidente Bush declararon al periodo 1990-1999 como la «Década del Cerebro». Allí es donde reside lo que de verdad le interesa a «El Gran Hermano». Imitando la búsqueda del Santo Grial de los genéticos —el mapa del genoma humano—, el «proyecto del cerebro humano», cuyo coste aproximado será de 3 billones de dólares americanos, «intentará definir la estructura y funciones de la última gran frontera  bioquí  bio quími mica: ca: cóm cómoo pensamos, pensamos, creamos, creamos, improv improvisa isamo moss o aprende aprendemo moss [y] cómo las enfermedades demencia, manía, pérdida de memoria,   alucinaciones y delirio» (97).causan

Dado que la psiquiatría biológica envuelve sus promesas en un lenguaje técnico que puede deslumbrar a los incautos, no está de más recordar que la frenología fue aceptada como ciencia por mentes eminentes como Augustine Comte, Karl Marx, Goethe y el editor fundador de la revista The Lancet, Thomas Wakley. El señuelo de una explicación genética para el crimen, la homosexualidad, la drogadicción, la violencia y la enfermedad mental es un

arma de doble filo. A los controladores de las desviaciones sociales les  permite  perm ite just justifi ificar car las intervenci intervencione oness sobre el com compor portam tamien iento to medi mediant antee  produc  pro ductos tos quí quími micos cos,, psi psicoc cociru irugía gía o pro progra grama mass eugéni eugénicos cos.. A las víctivíctimas les ofrece la exculpación para sus transgresiones, por lo que se

 

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sienten agradecidas. Las explicaciones sencillas para problemas com plejos  ple jos ha hann atraí atraído do sie siemp mpre re a los ingen ingenuos uos.. En este cas caso, o, el peca pecado do y su absolución están entrelazados en la doble hélice del ADN.  Una variante de la predestinación genética del comportamiento es la teoría medioambiental que postula que durante desarrollo fetal enThe el útero se producirían accidentes bioquímicos. Enel1987, el periódico  present entaba aba el cas casoo de un «va «varón rón irla irlandé ndés, s, padre de seis hi Irish  Iri sh Times pres  jos, al que se acusa acusaba ba de abusar sexual sexualmen mente te de una de sus hijas. Este hombre había llegado a ser nominado por el arzobispo para formar parte del comité nacional de educación y era considerado como uno de los pilares de la comunidad dublinense» (98). Al hilo de la noticia, un psiquiatra, al que se describía como un «experto en problemas psicosexuales», declaraba que «según las teorías más actuales, la explicación de los abusos sexuales en niños sería que durante estadios muy tempranos del desarrollo, en el  útero, se producía algún accidente funcional en el probablemente cerebro del varón». Este determinismo no genético, aunque innato, de nuestro destino se ha extendido ahora a otras enfermedades. Según el corresponsal médico del diario The Times: «Algunos eminentes investigadores consideran que muchas enfermedades de los adultos, incluyendo las enfermedades del corazón, la esquizofrenia y la diabetes, se originan durante el periodo fetal» (99). Un catedrático londinense de psiquiatría había ex plicado  plic ado que «ocu «ocurría rría alguna calami calamidad, dad, quizá quizáss debi debida da a una infecci infección ón viral, al efecto impedía el desarrollo de losnormal medicamentos del cerebro o adel la nutrición feto». Estas de especulaciones la madre, que  pseudo  pse udocie cientí ntífic ficas as pod podría ríann ten tener er con consec secuen uencia ciass muy muy ser serias ias en una «so«sociedad normalizada», en la que un hijo podría demandar a su madre por los daños debidos a una dieta incorrecta o al uso de algún medicamento. A la inversa, en lugar de ir a la cárcel los pedófilos podrían ser «tratados» mediante manipulaciones genéticas o bioquímicas.  En 1987, el director de la Oficina para la Prevención de las Enfermedades y la Promoción de la Salud de los Estados Unidos 9 predijo que en el año 2000 la mayoría de la gente tendría su perfil genético registra(100)

do . En 1984, la genética Marjory Shaw declaraba que los poderes del Estado debían debían ser emp empleados leados para controlar la diseminación de ge-  9

 US Office of Disease Prevention and Health Promotion. 

 

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nes causantes de efectos deletéreos severos «del mismo modo que se controlan las bacterias y los virus patológicos» (101). En 1993, el jefe del laboratorio de biología molecular de la Universidad de Manchester, Mark Fergusson, pronosticó que dentro de 20-50 años, los «pasaportes genéticos» serán tan comunes como los carnets de conducir. El perfil genético puede ser almacenado en una (102)tarjeta, o incluso en un micro.  chip implantado en el cuerpo humano El mensaje está escrito en la pared. No podremos decir que no lo sa bíamo  bía moss y que no se nos hab había ía adverti advertido. do. Pe Pero ro la ciencia ciencia no es la culp culpaa ble.. La m  ble ment entee inquis inquisiti itiva va de dell hom hombre bre nnoo pue puede de pa paral raliza izarse rse medi mediant antee decretos y leyes. Lo que hay que detener, antes de que sea demasiado tarde, son las aplicaciones tecnológicas con fines políticos. La genética es una ciencia, pero el scree  screening ning genético no lo es.  La guerra contra las drogas  La guerra contra contra las drog drogas as es la agres agresión ión de ciertas personas contra otras... la humanidad tiene una antigua pasión por «purgarse» a sí misma de sus «im purezas»  pure zas» poni poniendo endo en escen escena a terri terribles bles dram dramas as de per secución  secuc ión de ví víctima ctimass pro propici piciator atorias. ias. 

T. Szasz, 1988

noyesenelcontra lugar apropiado para presentar losdrogas. complejos tos aÉste favor de la despenalización de las Sin argumenembargo, sí lo es para hacer notar el coste de la  guerra contra las drogas, especialmente en términos de libertad. Estos costes recuerdan a otros ya citados en este libro.  En 1984, el doctor Thomas Bewley, presidente del colegio británico de psiquiatría (Royal College of Psychiatry), habló a los miembros de la Sociedad de Medicina Legal de reacciones exageradas sobre la dependencia de las drogas. En el auditorio, algunos policías y jueces no podían creer que drogas como la heroína pudieran ser consumidas

en cantidades (103) moderadas (como el alcohol) sin producir ningún daño al consumidor . A lo largo de la historia, las drogas nuevas —como el té, el café o el tabaco— fueron recibidas con la misma histeria, con argumentos exagerados sobre sus efectos nocivos, y con la violencia fi-

 

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nanciada por el Estado contra sus consumidores. La droga que está causando más problemas, más daño y más enfermedades que ninguna otra  —soste  —so stenía nía Bew Bewley ley— — es el aalco lcohol hol.. A pes pesar ar de de ttal al rreco econoc nocim imien iento, to, éstas éstas no son razones suficientes para prohibirlo.  El hombre un animalquímicas. que tiende la adicción, sustish adicciones se limitan a lasessustancias Una artículo en ely Bri  Britis h Journa Journallno of (104) . Una mu Add  A ddiict ctio ion n describía tres casos de adicción a las zanahorias  jerr de 35 aaño  je ñoss adi adicta cta a llas as za zanah nahori orias as ccrud rudas as,, que que cons consum umía ía aalr lrede ededor dor de un kilo diario. Otra mujer que consumía diariamente grandes cantidades de zanahorias y guardaba las cascaras como reserva en caso de necesidad. El tercer caso, un hombre que intentaba dejar de fumar masticando zanahorias, y que llegó a consumir hasta cinco manojos diarios, lo que suponía un coste importante cuando éstas estaban fuera de la estación. Sólo logró liberarse de su adicción volviendo a fumar. Los síntomas de estos pacientes eran tan fuertes estos «adictos las abstinencia zanahorias»enconsumían su «droga» incluso en que situaciones socialesa inaceptables.  En todas las épocas y en todas las culturas la gente ha empleado  planta  pla ntas, s, mato matojos jos,, hon hongos gos,, par partes tes ddee ani anima males les o miner minerale aless para para pro procur curararse sensaciones placenteras, intoxicantes, eufóricas, estimulantes, alucinógenas o hipnóticas. Por ejemplo, los aborígenes australianos utiliza ban las las hoja hojass secas ddee la plan planta ta Dub  Dubois oisia ia hop hopwoo woodü dü par  paraa la con confec fecció ciónn de un producto llamado  pit efectoss estim estimula ulante ntess y, en dosis dosis  pituri uri,,  por sus efecto elevadas, por sus propiedades narcóticas. La planta contiene varios alcaloides potentes, especialmente nicotina. Se comercializaba a lo largo de un territorio de más de medio millón de kilómetros cuadrados (105). La tribu de los Kung en el desierto del Kalahari usa ciertas plantas locales para provocar experiencias alucinatorias (106). El descubridor del LSD, Albert Hoffman, en un libro escrito con el director del Museo Botánico de Harvard, documentaba una enorme variedad de productos alucinógenos, estimulantes o narcóticos, extraídos de plantas y empleados  por las las ssoc ocied iedade adess pri primi miti tivas vas eenn to todo do eell m mund undo. o. P Por or eje ejemp mplo lo:: la nnuez uez de «kola» en Nigeria, «khat» en Yemen, «kava-kava» en Polinesia, «kanna» en Sudáfrica, «keule» en Chile, «kieli» en México, «koribo» en

Brasil, «kwashi» en Botswana, aparte otras más conocidas como el opio, la marihuana o la cocaína (107). Muchas religiones han utilizado drogas que alteran el estado de la mente. El cornezuelo del centeno, del que el LSD es un derivado sintético, probablemente tuvo un papel im-

 

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 portante en los mist misterios erios de Eleusis Eleusis.. El «soma» «soma»,, la bebida que dio al dios Indra poderes sobrenaturales, se menciona en el Rig-Veda (VIII, 48). Hace más de 3.000 años, los Escitas inhalaban cannabis.  Los relatos históricos sobre la transición del uso libre de algunas drogas,para como el opio, hasta punitivas su prohibición claramente que de la razón adoptar medidas no fuemuestran un aumento apreciable los daños causados por las drogas sino una combinación de monopolización (por la profesión médica, y más tarde por el Estado), moralismo,  políti  pol íticas cas raciales raciales,, y la búsqu búsqueda eda de chi chivos vos expia expiator torios ios.. Las consecue consecuenncias de la guerra contra las drogas, con su cuartel en los Estados Unidos, son más serías que los daños potenciales que las drogas pueden causar, y afectan a la sociedad a varios niveles.  En estado de guerra está justificada cualquier medida. Se suspenden los derechos constitucionales, se abrogan las libertades civiles y las tradiciones democráticas son aplastadas. Incluso ciudadanos que no han cometido ningún delito pueden ser espiados, sus conversaciones telefónicas «pinchadas», sus informes secretos puestos al día, y los delatores pueden recibir recompensas. La policía dispone de facultades sin límite para registrar a cualquier persona, vehículo o edificio. El catedrático americano de Derecho, Witosky, en su libro Bey  Beyond ond the war (l08)  («Más allá de la guerra contra las drogas»), ha estudiado on drugs las formas de intrusión del Estado omnipotente. En los Estados Unidos, la Agencia contra la Droga guarda informes computarizados de más de un formadores millón y ymedio agentes de personas, encubiertos, queincluso contienen cuando datoselprovenientes 95 % de estasdeperinsonas no están siendo investigados por ningún delito. Sin embargo, no se oyen protestas. Según Witosky, «el incremento gradual de los poderes policiales se mueve tan despacio que resulta inapreciable a los ojos de aquellos que no están acostumbrados. Los derechos de los ciudadanos no se engullen súbitamente; están siendo erosionados gradualmente mediante continuos mordiscos».  Los análisis aleatorios de orina para detectar el uso de sustancias ilegales entre los empleados o los candidatos a un trabajo se generalizaron

en los Estados Unidos en los años ochenta. En 1981, el Comité contra el Crimen Organizado del presidente Reagan solicitó que los empresarios que firmaban contratos con el Gobierno Federal realizaran este tipo de análisis en sus empleados (alrededor de un millón). Estas pruebas pro-

 

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ducen grandes beneficios para las compañías que realizan los análisis, y que mantienen que son exactas (lo que se aleja mucho de la verdad). Un corresponsal científico del diario inglés The Independent envío su orina  para que fuera analizada analizada desp después ués de com comer er dos pedaz pedazos os de pan ácimo rociados con semillas de amapola, y los resultados dieron positivos a opiáceos (109).  Una de estas compañías de análisis se anunciaba en 1989 en el Jou  Jourrnal of Occupational Medicine (una de las revistas internacionales más importantes en el ámbito de la salud laboral) citando a un consultor gu bernamen  berna mental tal sobre droga drogadicc dicción: ión: «Rec «Recogien ogiendo do mue muestras stras aleatorias aleatorias cualquier día y en cualquier lugar de trabajo, alrededor del 14 %-25 % de las personas entre 20 y 40 años, pueden dar positivo a los análisis  para detectar el uso de drogas ilegales». El negocio del  screenin  screening g en 1990 movía alrededor de 800 millones de dólares americanos por año. En treinta la compañías másdrogas, importantes paísaproximado introdujeron Suecia, el scr  screeni eening ng dede orina para detectar con undel coste de 200 dólares por muestra (110).  En 1991, más de la mitad de las grandes compañías norteamericanas sometía a este tipo de análisis a todos los candidatos para un puesto de trabajo. Según una encuesta pública de Equifax, el 83 % de los norteamericanos apoyan este tipo de medidas (111). Cuando los esclavos comienzan a venerar a sus amos, éstos no deben temer ninguna rebelión. Algunas empresas en Gran Bretaña, incluyendo un banco, utilizan una nueva prueba basada en el análisis del cabello, con la que se pretende detectar si se han consumido drogas se(112)

manas o incluso meses de la entrevista deante trabajo En apoy 1990,ada el  par  parlam lament entari arioo labor laborist istaa antes Ray Powel Powell l sacó adel adelant e una moción moci. ón apoyada  porr to  po todos dos lo loss parti partido doss pa para ra iint ntrod roduci ucirr el us usoo de análi análisis sis aleat aleatori orios os ddee or orii(113) na para detectar el consumo de drogas en las escuelas .  La compañía americana Sher-Test Corporation vende un aerosol que permite detectar pequeñas cantidades de droga en las manecillas de las puertas o en las mesillas. ¡Ideal para padres e hijos, marido y mujer, e incluso para los amigos! Como apuntaba Keith Botsford: «La familia que se fumiga unida, no permanecerá unida» (114) . En Los Angeles, un grupo que se denomina a sí mismo DARÉ (Drug Abuse Resistance

 Educa  Ed ucati tion on:: Educación para Vencer a la Drogadicción) recomienda a los

niños que espíen a sus padres, lo que ya ha servido para que algunos hayan sido juzgados por tomar sustancias ilícitas tras haber sido denunciados por sus propios hijos. 

 

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A finales de los años setenta apareció una nueva modalidad de contrabando de drogas: las «muías» o «tragadoras». La droga se mete en  pequeñas bolsas de plástico o en condones y después se traga o se esconde en la vagina o el recto. (¡E incluso, como publicaba  El British (115)   un desafortunado fue sorprendido transportando  Medic  Med ical al Journ Journal al droga en sus oídos!). La cantidad de droga que se mueve así es relativamente pequeña, sobre todo si se compara con el apresamiento de toneladas de droga que ocurre en ocasiones. Desgraciadamente, las «tragadoras» (a menudo mujeres pobres con niños pequeños que tratan desesperadamente de llegar a fin de mes) corren el riesgo de envenenamiento mortal si las bolsas se rompen (116) . Estas mujeres arriesgan sus vidas por unas miserables cantidades de dinero, y si las cogen son condenadas a largas sentencias de cárcel, mientras que los que las utilizan como marionetas se hacen millonarios. A las «tragadoras» se las suele detener en los aeropuertos donde los médicos, actuando como agentes del Estado, realizan «simples exámenes manuales» (del recto o de la vagina), rectoscopias, lavados intestinales, radiografías abdominales y análisis de las heces (ll7) . En el aeropuerto londinense de Heathrow estos especialistas son jocosamente conocidos como «dedos de oro».  Según un prospecto del consejo británico para la defensa de las li bertades civiles civiles (National Council for Civil hibernes) que se incluía en la revista The Spectator en marzo de 1990, «los aduaneros de forma aleatoria ordenan a la gente que se desnude. En los últimos 12 meses desnudarse a 22.214de(personas)». Esto contraviene el artículo 5han dehecho la Declaración Universal los Derechos Humanos que dice: «Nadie deberá ser sometido a degradaciones o castigos». Sólo los potentados tienen la posibilidad de hacer oír sus protestas. Recientemente Margaret Jackson, una juez de Nueva York de raza negra, fue invitada oficialmente a ir a Londres para dar una conferencia en un congreso de Derecho. A su llegada, le hicieron un registro corporal y tuvo que dejar una muestra de orina. No encontraron nada (118). En octubre de 1991, 18  policías  poli cías irlandes irlandeses es hici hicieron eron una redad redadaa en una fiesta fiesta parti particular cular en una casa de campo. Registraron los cuerpos de tres mujeres y de cuatro ado-

lescentes de edades comprendidas entre losdenuncia. 14 y los 17 Nouna se encontraron drogas y no se realizó ninguna Sinaños. duda, escena digna de Buñuel o de Godard (119). 

 

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El doctor Donal McDonald, el consejero del presidente Reagan en materia de drogas y ex-jefe del Instituto de Alcoholismo, Drogadiccion y Salud Mental, realizó una propuesta para que todo aquel que consumiera drogas fuera arrestado y llevado ajuicio ... «y el presidente le dio el visto bueno» (120).  De los 40.763 reclusos que había en el estado de Nueva York a finales de 1987, la mitad habían sido encarcelados por cargos relacionados con las drogas
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