Sintaxis Del Siglo XX

May 6, 2017 | Author: Jhennifer Rodríguez | Category: N/A
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Sintaxis: el siglo XX

Carmen Luisa Domínguez Mujica

Sintaxis: el siglo XX

Universidad de Los Andes Consejo de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico Mérida, Venezuela 1998

Título de la obra: Sintaxis: el siglo XX Autor: Carmen Luisa Domínguez Mujica

© Universidad de los Andes CDCHT. Mérida, Venezuela. 1998. © Carmen Luisa Domínguez Mujica Mérida, Venezuela. 1998.

Editado por el Consejo de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico (CDCHT) de la Universidad de Los Andes, Mérida-Venezuela.

ISBN: 980-11-0204-7 Depósito de ley: if 2371998400300 Reservados todos los derechos.

Impreso en los Talleres Gráficos de la Universidad de Los Andes, Mérida-Venezuela.

Índice

Prefacio

1.

2.

3.

4.

5.

11

Introducción: los objetivos y las teorías de la sintaxis

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La sintaxis de las estructuras: el estructuralismo americano

21

La sintaxis de las formas: de la gramática general a la gramática generativa

59

La sintaxis de las funciones: de Praga a las escuelas anglosajonas

95

La sintaxis: ¿cuál sintaxis?

143

Notas

149

Referencias bibliográficas

155

Prefacio

Este es un libro de teoría sintáctica o, más específicamente, un libro donde se revisan y comentan algunas teorías lingüísticas que han marcado el rumbo de la sintaxis en este siglo. Cuando me propuse escribirlo, quería reflejar de la manera más fidedigna cada una de las teorías que aquí se tratan, mas pronto me di cuenta de que cada lector tiene un punto de vista y yo, como todos, no podía sustraerme de mis propios juicios (y pre-juicios) sobre lo que es y sobre lo que debe ser la sintaxis, en particular, y la lingüística, en general. He intentado entonces exponer los aspectos importantes de cada teoría en relación con la sintaxis, concebida como componente de la lengua o como ciencia que describe este componente. También, como concepto clave para evidenciar tanto la orientación de la teoría como la visión del análisis sintáctico que los lingüistas deben hacer, he presentado en cada caso el concepto que tienen estos teóricos de la que, tradicionalmente, se ha considerado como la unidad central del análisis: la oración. Ha quedado claro que, aun cuando no se excluyen las realizaciones textuales o discursivas (como en el caso de los funcionalistas), la oración se impone como unidad básica, pues en ella se reflejan los procesos "mayores" que tienen lugar en el texto y en el discurso. En mi lectura, me he atenido principalmente a los textos donde se expone originalmente cada teoría, antes que a las reseñas que, de estas mismas, se pueden encontrar; también, cada vez que ello ha sido posible, he recurrido a la traducción existente en español. He escrito este libro pensando en cómo mis estudiantes han

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recibido estas ideas. Por eso el libro fue tomando el rumbo de la exposición escolar. Ahora que ya está escrito, espero que ese rumbo conduzca efectivamente este libro hasta ellos. No puedo dejar de mencionar aquí al Consejo de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico de la Universidad de Los Andes, que financió el proyecto que culmina en estas páginas; a Alexandra Alvarez y Enrique Obediente, pacientes y estimulantes interlocutores en este quehacer; a Alicia Usubillaga, quien con tanta paciencia y cariño me ayudó a volver realidad este libro; a mi familia, a Valmore y a Matías, amorosas presencias cotidianas.

Carmen Luisa Domínguez Mujica Mérida, enero de 1998.

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1.

Introducción: los objetivos y las teorías de la sintaxis Lejos de preceder el objeto al punto de vista, se diría que es el punto de vista el que crea el objeto... (Saussure 1973:49)

Al tiempo que exponía los principios teóricos y metodológicos que darían forma a la lingüística moderna, Saussure, con esta afirmación, la imponía, además, del dilema de todas las ciencias humanas en este siglo: definir su objeto de estudio. La lingüística que se hace a partir de Saussure ha entendido bien esta lección y se siente obligada, en efecto, a definir cada vez su objeto. Es así como, sin disentir de esa otra lección saussureana que nos hereda la lengua como "lo único susceptible de definición autónoma" y "norma de todas las otras manifestaciones del lenguaje" (1973:51), todo lingüista inicia su exposición declarando su punto de vista sobre ella y, por este gesto, delimitando su objeto de estudio. Habrá, entonces, diferentes puntos de vista, se entenderá de diferentes maneras lo que es pertinente y lo que es relevante para la comprensión del hecho lingüístico y resultarán, entonces, "diferentes" lingüísticas. Uno de los resultados de esta "redefinición" teórica permanente ha sido el primado, a partir de los años setenta de este siglo, de uno de los aspectos de la lengua, de uno de sus componentes: la sintaxis.

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En efecto, si los años veinte fueron los años de la fonología y los años cuarenta los de la morfología, desde los años sesenta, fuertemente influidos por la obra de Noam Chomsky, los teóricos de la lingüística empiezan a entender el componente sintáctico de toda lengua como aquel destinado a procesar lingüísticamente la experiencia del hablante y, por ende, generar los mensajes que le permitan la comunicación de estas experiencias. De este modo, investido de tan importantes responsabilidades como son las de producción y comprensión de los mensajes, el componente sintáctico pasa a ocupar un lugar central y, si pudiera verse gráficamente, empieza a ocupar "gran parte" de la capacidad lingüística general. Este acuerdo teórico que hace de la lengua el objeto de estudio general y de la sintaxis el componente privilegiado de la lingüística más reciente no significa, sin embargo, que encontraremos a continuación una definición equivalente de lo que es la sintaxis en las diferentes teorías. Más bien al contrario, las dos corrientes teóricas principales, formalismo y funcionalismo, tienen diferentes puntos de vista para definirla y, con ello, ideas diferentes sobre su alcance, unidades pertinentes y valores en el sistema total de la lengua. El componente sintáctico, la gramática, dejará de ser entendida como el arte de hablar "correctamente, esto es, conforme al buen uso, que es el de la gente educada" (Bello 1972:15) y será, ya desde Saussure, el estudio de la lengua como "como sistema de medios de expresión; quien dice gramatical dice sincrónico y significativo..." (1973:223). También desde Saussure, la gramática verá ampliados sus territorios pues Nuestra definición no concuerda con la más restringida que se da generalmente. En efecto, se ha convenido en llamar gramática a la morfología y a la sintaxis reunidas, con exclusión de la lexicología o ciencia de las palabras. (1973:223)

La gramática ahora también incluye el conjunto de paradigmas con los cuales opera. Estrictamente sistémica, esta definición de la gramática, que se impondrá en este siglo, se

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fundamenta en la idea de que no hay posibilidad de definir los paradigmas sin considerar las funciones que este puede cumplir en la cadena y que, simultáneamente, no hay forma de definir las estructuras posibles en una lengua sin especificar cuáles son las formas que pueden cumplir estos roles estructurales, es decir, cuáles son los paradigmas que concurren en cada punto de la cadena sintagmática. En este siglo, la gramática es pues una léxico-gramática. Algunos años después de Saussure, Noam Chomsky definirá la gramática como "un ingenio que genere todas las secuencias gramaticales de L y ninguna de las agramaticales." (1974a:25). Después, en Aspectos..., el mismo Chomsky dirá: Una gramática de una lengua pretende ser una descripción de la competencia intrínseca del hablante-oyente ideal. [...] Una gramática completamente adecuada debe asignar a cada una de las infinitas oraciones una descripción estructural que indique cómo entiende esa oración el hablante-oyente ideal. (1971:6)

Estas dos definiciones chomskianas permiten ver claramente cuáles son los "nuevos roles" que se han asignado a la gramática en la visión formalista: ahora será un "ingenio" generador y la tarea del analista será la de dar cuenta, en su gramática, de los procesos implicados en la generación y recepción de los mensajes lingüísticos, esto es, deberá explicar cómo está configurado el conocimiento que el hablante tiene de su propia lengua y cómo, a partir de este conocimiento, es capaz de generar y recibir todos y cada uno de los infinitos mensajes que emite o recibe (y comprende). La tarea de la gramática (y de los gramáticos) será entonces lograr la formulación de las reglas que expliciten los procesos implicados y que se supone que subyacen a estos. En esta perspectiva, la gramática de una lengua forma parte del conocimiento que el individuo tiene de su lengua y, por ello, describirla será lo mismo que describir una parte del conocimiento general del individuo. Noam Chomsky va más allá,

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para él la gramática será parte de la mente humana y los analistas del componente sintáctico serán, de algún modo, psicólogos. Otra visión muy diferente es la que ostentan los funcionalistas. En las Tesis de 1929, los teóricos del Círculo Lingüístico de Praga, exponen su visión de la lengua como sigue: Cuando se analiza el lenguaje como expresión o como comunicación, la intención del sujeto hablante es la explicación que se presenta con mayor naturalidad. Por esto mismo, en el análisis lingüístico, debe uno situarse en el punto de vista de la función. (Trnka et al 1972:30-1)

Para los primeros funcionalistas, la lengua no es una capacidad mental sino una capacidad social, un modo particularísimo y muy humano que tenemos los miembros de la especie para manifestar nuestras intenciones y, con ello, actuar sobre nuestro entorno social. El lenguaje será, parafraseando a los mismos praguenses, un sistema de medios apropiados para un fin. Siguiendo la visión praguense de la lengua y derivando de ella su definición de la gramática, uno de los gramáticos funcionalistas más relevantes, Michael A. K. Halliday, definirá la gramática de la siguiente manera: Grammar is the level of formal organization in language; it is a purely internal level of organization, and is in fact the main defining characteristic of language. But it is not arbitrary. Grammar evolveld as 'content form': as a representation of the meaning potential throught which language serves it various social functions. The grammar itself has functional basis. (1973:98)

No niega entonces Halliday el que haya, en efecto, un nivel formal de organización de los mensajes (hacerlo sería, por lo menos, insensato). Tampoco se opone Halliday a la idea de que los analistas de la gramática deberán rendir cuenta de este componente de tal manera que sus resultados sean formalizables o formalizados, pues esto no haría sino justicia a la configuración del componente sintáctico de toda lengua. Ahora bien, este "nivel de organización interna" de las lenguas, es un procesador de la

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experiencia humana y de los significados que la representan, de tal manera que, en su organización, toda gramática debe rendir cuenta del modo como los seres humanos procesamos nuestras experiencias a través de la lengua, es decir, de qué manera la lengua nos sirve para cumplir los variados fines para los cuales, a cada instante, la ponemos en funcionamiento. La gramática, entonces, tiene "bases funcionales", y podríamos parafrasearlo diciendo que tiene "bases sociales", puesto que las lenguas humanas se organizarán internamente de acuerdo con las funciones que le pedimos que cumpla, de acuerdo con nuestras intenciones comunicativas, de acuerdo con nuestra necesidad de intervenir en nuestro medio social y, con ello, de modificarlo. Halliday va más allá y dirá que la codificación de los mensajes (y la sintaxis que lo permite) no es arbitraria, pues en cada uno de los mensajes el emisor codificará y el receptor deberá entender sus intenciones comunicativas reales, esto es: su centro de interés, la información que considera más relevante e, incluso, los presupuestos a partir de los cuales se construye (explícitamente o no) su mensaje. Los resultados de la descripción del componente sintáctico, entonces, serán formalizados y formalizables, se presentarán como reglas del conocimiento que el hablante tiene de su propia lengua, ciertamente, pero mientras para Chomsky (y, en términos generales, los formalistas) estas reglas explicarán una capacidad mental, para Halliday (y, con él, los funcionalistas) explicarán una capacidad social; mientras para Chomsky el hablante está codificando un saber, para Halliday el hablante estará codificando un hacer. A simple vista se ven las diferencias de enfoque. Con detenimiento se descubren las semejanzas en el tratamiento de su objeto. En cualquier caso, el saber gramatical de nuestros tiempos se ha hecho entre estas dos corrientes teóricas y sus varios expositores (de los cuales solo he mencionado a dos aquí). Aquí me propongo justamente una revisión detenida de estas diversas visiones y sus exponentes para tratar de establecer las constantes y las variaciones en los puntos de vista y, en cualquier caso, la constancia del objeto de análisis.

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Una revisión de cada teoría, que tomara en cuenta todos los criterios y todos los aspectos del tratamiento del lenguaje, se saldría de los límites de este libro, de manera que la revisión que propongo deberá limitarse a los puntos principales que han ido esbozándose en la exposición anterior, a saber: - la definición y extensión del componente sintáctico de toda lengua; - los objetivos de la descripción gramatical; y - las unidades pertinentes para el análisis, definiciones y criterios de delimitación. Estas tres líneas principales de "lectura" se revisarán en tres de las corrientes teóricas más relevantes de la lingüística contemporánea y, en todo caso, de la descripción del componente sintáctico, estas son: el estructuralismo americano; la obra de Noam Chomsky; y la obra de los funcionalistas (europeos y americanos). Cualquiera podría preguntarse cómo se puede revisar el transcurso teórico de la lingüística de este siglo sin dedicar un capítulo especial a Ferdinand de Saussure. Esta pregunta sería absolutamente pertinente puesto que, en efecto, no creo que haya manera de ser o hacer lingüística sin tener presente la inmensa influencia de este teórico, teórico por antonomasia para la ciencia que nos ocupa. Pues bien, así estará presente Saussure en este libro: como el teórico por antonomasia de esta ciencia, citado frecuentemente, desde el exordio hasta las conclusiones. Será citado también sin ser mencionado puesto que, ciertamente, mucha de la comprensión de los hechos lingüísticos no puede ni siquiera iniciarse sin tener en cuenta sus ideas y su terminología. No será citado, sin embargo, como gramático pues, de tantas cosas que era, Saussure no era gramático y su exposición de los hechos gramaticales se limitó a los breves comentarios que, aquí y allí, encontramos en el Curso sobre esa inevitable unidad de análisis: la oración. Su afirmación más sugerente en relación con ella es la que sostiene que "Por lo regular, no hablamos por signos aislados sino por grupos de signos, por masas organizadas que

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son a su vez signos." (1973:215). Esta afirmación aparece a propósito de las "solidaridades sintagmáticas" que los signos (y, en realidad, los paradigmas) tienden a mostrar. Pero Saussure incluso llega a preguntarse "¿hasta qué punto pertenece la oración a la lengua?": Una teoría muy extendida pretende que las únicas unidades concretas son las oraciones: no hablamos más que por oraciones, y luego desglosamos las palabras. Pero, en primer lugar, ¿hasta qué punto pertenece la oración a la lengua? Si es cosa exclusiva del habla, imposible pasar por unidad lingüística. Admitamos, sin embargo, que se descarta esta dificultad. Si nos figuramos el conjunto de oraciones capaces de ser pronunciadas, su carácter más sorprendente es el de no asemejarse absolutamente entre sí. A primera vista se inclina uno a equiparar la inmensa diversidad de oraciones a la diversidad no menor de los individuos que componen una especie zoológica; pero es una ilusión: en los animales de una misma especie los caracteres comunes son mucho más importantes que las diferencias que los separan; en las oraciones, al revés, lo que domina es la diversidad, y cuando queremos buscar qué es lo que las une a través de esta diversidad, nos encontramos, sin haberlo buscado, con la palabra y sus caracteres gramaticales, cayendo así en las mismas dificultades. (1973:183)

La gramática posterior se encargará de responder a Saussure. Como veremos, Chomsky se encargará de mostrar cómo pertenece la oración a la lengua; los funcionalistas, por su parte se ocuparán de enseñarnos que, además de pertenecer a la lengua, sí hay un taxonomía para esta especie. Para todos, con Saussure, no habrá paradigma sin sintagma, y viceversa, es decir, no habrá manera de definir las funciones sin mirar en los dos ejes, no habrá modo de describir las estructuras sin considerar las solidaridades que establecen tanto en la cadena como en la categoría a la que pertenecen.

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2.

La sintaxis de las estructuras: el estructuralismo americano. Perseguíamos el `rigor' a toda costa. Buscando una aproximación `rigurosa' a la gramática (como la habíamos definido recientemente, para incluir el lexicón y excluir la fonología), encontramos una guía en los presupuestos y procedimientos que se habían mostrado tan fructíferos en la fonología. (Hockett 1974:31)

Esa búsqueda de rigor que Hockett mismo fecha entre los años 30 y 50 de este siglo, puede verse hoy como una "escuela" y encontrar en ella un "punto de vista" que se ha hecho en relación con su objeto hasta el punto de que, a veces, no se siente la precedencia teórica en la explicación de los hechos sino, por el contrario, cómo estos se imponen a ella y a su formulación. ¿Pero no debe ser así una teoría lingüística? Constantemente en relación con los hechos, mudando su forma en la medida en que los problemas la determinan. La respuesta será, obviamente, afirmativa y negativa a la vez: afirmativa, puesto que de ello dependen sus posibilidades de explicar el objeto de estudio que, en el caso de la lingüística, se presenta él mismo como "multiforme y heteróclito", poniendo a prueba, a cada paso, las formulaciones teóricas que lo preceden; negativa, puesto que una teoría que "cede" a los hechos en forma indiscriminada termina deshaciéndose y perdiendo su posibilidad de explicar esos mismos hechos.

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El "rigor a toda costa" del estructuralismo americano es un rigor descriptivo, estrechamente ligado a su objeto: un objeto múltiple, no solo por lo que de "múltiple" hay en la lengua sino también porque, para los norteamericanos, la lengua será "las lenguas": lenguas indígenas norteamericanas que constituyen el objeto de estudio y análisis, lenguas "extrañas", lenguas "primitivas", problema de antropólogos en busca de una cultura que no es accesible sin la descripción previa o simultánea del "vehículo" de esa cultura. El estructuralismo americano comienza entonces con un problema: la descripción de las lenguas "extranjeras" de Norteamérica, de una manera causal y no casual esta tarea determinará el desarrollo de la teoría y de las ideas que, sobre la lengua, tendrá la "corriente americana" del estructuralismo. Pero esto nos puede llevar a pensar que estamos ante una escuela que desarrolló un método eficiente y nada más, y que Chomsky tenía razón al reclamarles con tanta frecuencia la "ausencia de teoría". Aún si tal cosa fuera posible, este no es el caso de los estructuralistas americanos: para estos se impone el objeto de estudio y los problemas del análisis, mas, agobiados por su peso y urgidos por su presencia, estos desarrollarán sus "puntos de vista" y sus controversias y desarrollarán, asimismo, su método, su lingüística.

Las premisas En su libro El estado actual de la lingüística, publicado en 1961, Charles Hockett titula su primer capítulo así: "El trasfondo", y allí, en primera persona plural ("nosotros, los descriptivistas post-bloomfieldianos"), relata lo que eran la vida y las preocupaciones de la lingüística americana en la primera mitad de este siglo: Muy a grosso modo la primera mitad del siglo vio los siguientes desarrollos teóricos en nuestro campo de estudio: 1) la confluencia, con toda la turbulencia consiguiente, de las dos

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tradiciones decimonónicas independientes: la históricocomparativa y la filológico-descriptiva, añadiéndose a estos como un importante tributario el descriptivismo práctico de misioneros y antropólogos. 2) Los serios esfuerzos hechos por Saussure, Sapir y, especialmente Bloomfield, no sólo para integrar los hallazgos positivos de estas tradiciones en una disciplina única, sino además, para establecer esta disciplina como una rama respetable de la ciencia, con un nivel adecuado de autonomía frente a las otras ramas. 3) El descubrimiento y desarrollo del principio fonológico. 4) Los intentos, especialmente durante la última década de esta mitad de siglo, para desarrollar el resto del análisis descriptivo (una gramática diferente de la fonología) sobre unas bases tan exactas y fidedignas como se pensaba que se había conseguido para la fonología. (1974:11)

Voy a seguir el orden de presentación de Hockett para comentar lo que aparece como fundamento teórico de esta escuela. 1. Variación Todo el mundo sabe que el lenguaje es variable. Dos individuos de la misma generación, que viven en un mismo lugar, que hablan un mismo dialecto y que pertenecen al mismo ambiente social, nunca coinciden por completo en sus hábitos lingüísticos. (Sapir 1975:172)

El problema de la variación no es extraño a la escuela americana desde sus comienzos, tal como lo evidencia uno de sus fundadores, la lengua está sujeta a procesos de transformación y cambio constantes en los dos ejes de la descripción: el eje diacrónico, aquel que, a decir de Hockett ha ocupado a la tradición histórico-comparativa, y el eje sincrónico, el de los filólogos-descriptivistas. Las lenguas cambian y Sapir le dedica un capítulo de su libro ("El lenguaje como producto histórico: sus transformaciones"), al establecimiento de una "cadena" de

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variaciones que se evidencia en primer lugar en cada individuo, para encontrarse luego en las comunidades, estas a su vez conformadoras de un dialecto que se diferencia de otro, para evidenciar por último que las lenguas se diferencian entre sí: ... los dialectos no surgen del simple hecho de la variación individual, sino de la circunstancia de que dos o más grupos de individuos se han separado lo suficientemente para avanzar cada uno por su lado, independientemente, en vez de ir juntos. (1975:172)

y más adelante, en la misma página: Si la variabilidad del lenguaje se manifiesta sólo en las variaciones individuales, en el sentido horizontal, creo que no podríamos explicar cómo y por qué surgen los dialectos, por qué sucede que un prototipo lingüístico se va fraccionando poco a poco en una serie de lenguas ininteligibles las unas para las otras. Pero el lenguaje no es sólo una cosa que se extiende en el espacio, [...] el lenguaje va avanzando a lo largo del tiempo, a través de una corriente que él mismo se crea. Fluye y se transforma sin cesar.

Para Sapir, el tiempo en sí mismo es un factor de cambio que hará que las lenguas se diferencien interna y externamente como resultado de su influencia y la lingüística deberá describir las variaciones en el tiempo y establecer, como requiere Sapir, "por qué sucede que un prototipo lingüístico se va fraccionando poco a poco en una serie de lenguas ininteligibles las unas para las otras". La idea del "prototipo" lingüístico", influenciada por Franz Boas (neogramático en su orientación) es ciertamente una idea rectora, de modo que los estudios lingüísticos de esta escuela se verán, como decía antes, urgidos por la descripción in situ de las lenguas amerindias, pero esto no les impedirá seguir pensando en la posibilidad de establecer las comparaciones y las semejanzas necesarias para la determinación del prototipo. No llegarán tan lejos sin embargo

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pues la descripción sincrónica los ocupará durante años permitiéndoles solamente un cierto emparentamiento en familias. Para estos "neogramáticos" la diacronía deberá estar obligatoriamente precedida de una descripción sincrónica de las lenguas que no están, en efecto, descritas y así, de facto, el estructuralismo americano dará prioridad al sistema sincrónico aunque, probablemente, sin las mismas convicciones que Saussure. La (una) lengua no podrá encontrarse entonces más allá del momento actual y de los datos reales que el lingüista puede recoger, así, esta lingüística se conocerá más bien por sus aportes al análisis "riguroso" de los estados de lengua, serán ellos los primeros en insistir en la necesidad de contar con un corpus representativo de datos que permita una descripción adecuada, serán los "inventores" de la lingüística de campo y en los primeros años de este siglo, sin la sofisticación tecnológica con la que contamos hoy, Eugene Nida, al ofrecer un conjunto de valiosos consejos metodológicos para la recolección de los datos aconsejará, en primer lugar: Approach with a smile. A genuine smile has practically the same meaning in all cultures. (1949:175)

2. La lingüística, ciencia independiente Otra de las preocupaciones de esta escuela será la de conseguir, para la lingüística, un estatus científico tal que se pueda reconocer su autonomía frente a las otras ciencias; así, será una tarea fundamental para los estructuralistas post-bloomfieldianos el proponer un objeto de estudio y un método particulares que permitan evidenciar esa independencia. El método se relacionará con el de las ciencias biológicas: observación, formulación de hipótesis, análisis de los datos y comprobación o improbación de las hipótesis, tesis... la lingüística será una ciencia inductiva, ciencia descriptiva (y no prescriptiva).

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3. El método El establecimiento de un método de análisis "riguroso" será una necesidad del estatus de la ciencia y del objeto que se propone. Para alcanzar esa rigurosidad, tal como lo señalaba Hockett, esta escuela se propondrá la extensión del método fonológico a los demás niveles de la ciencia, y ello porque el método en sí mismo se ha mostrado eficiente y suficiente para lograr una descripción sin residuos. El método fonológico es, con mucho, el método praguense, que "pasó el atlántico con Roman Jakobson, quien llegó a los EEUU en los primeros años de la guerra (1943)", sin embargo, como reconoce el mismo Hockett, Yo recuerdo conversaciones de viva voz con Jakobson a principios de los años cuarenta en las que éramos incapaces de llegar a ningún acuerdo, probablemente porque ninguno de nosotros era capaz de captar la aproximación del otro. (1974:29)

Los descriptivistas americanos entonces se propondrán la proyección del rigor descriptivo que había alcanzado ya la fonología (que ha podido deslindar unidades, proponer rasgos de diferenciación en todas las lenguas, formular leyes del cambio), al nivel morfológico y sintáctico.

Del método a la gramática Después de lo que acabo de decir, después caracterizarlos como "descriptivistas", se comprenderá que una noción clave para esta escuela es la del METODO que hay que seguir en el análisis y, en este caso, descubriendo el método descubriremos en gran medida el punto de vista. El método, entonces, se inspira en los principios de comparación, segmentación y conmutación que se utilizan en el

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nivel fonológico, aplicado ahora al nivel morfológico (y, como veremos más adelante, también al nivel sintáctico). En 1946 Eugene Nida, morfólogo, autor de un manual de referencia para el análisis en este nivel, lo presenta como sigue para el análisis en morfemas: We compared words [...] In order to identify morphemes we must have certain partially similar forms [...] we compare and isolate, and it is only by such comparison with other forms what we can discover morphemes. (1949:6)

El método consiste pues en comparar y segmentar para encontrar las formas lingüísticas cuya recurrencia es caracterizable y pueden, por lo tanto, representar "unidades" en la lengua, entendiendo, como Benveniste, que una unidad será aquella capaz de integrar una unidad más alta (cfr. 1971:121-2).1 Cada unidad así determinada se caracterizará de dos maneras: por las posiciones que puede ocupar en la cadena, esto es, los contextos en los cuales aparece, y esta determinación de los contextos posibles permitirá, a su vez, la clasificación de las unidades de acuerdo con las posibilidades de aparición que tiene en un punto determinado de la cadena. Puesto en los términos del estructuralismo europeo: una unidad se definirá por la clase a la cual pertenece, es decir, el paradigma, y, a su vez, este se definirá de acuerdo con los contextos posibles para las unidades que lo configuran, por las asociaciones sintagmáticas que este permite. Expresamente simplificado, el procedimiento que permite establecer las unidades de cada paradigma puede ejemplificarse así: dadas las secuencias AmC BnC CmC DnC

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se dirá que m y n son unidades pues aparecen todas en el contexto de X __ C,2 si se establece a continuación que A, B, C, y D son, a su vez, unidades significativas en esa lengua, entonces se definirán estas unidades como aquellas que pueden aparecer en el contexto __ m/nC, y C será definida como la unidad que aparece en el contexto de Xm/n __ . La comparación permitirá establecer si m y n son unidades diferentes o si se trata, por el contrario, de la misma unidad que varía contextualmente en presencia de A/C realizándose entonces como m o bien como n en el contexto de B/D. En este caso deberá establecerse si A y C son equivalentes o no con B y D, es decir, si pertenecen a la misma clase.3 En cualquier caso, deberán determinarse las características de las unidades en primera posición que promueven el cambio en la unidad m/n. En una lengua real estas características de A, B, C y D pueden ser descriptibles en el nivel fonológico o bien en el nivel morfosintáctico. "Rigor a toda costa" decía Hockett, ¿pero no es más fácil y seguro si se conmuta cada unidad por otra y se verifica si cambia o no el significado, como hacen los estructuralistas europeos, los "descriptivistas post-saussureanos"? La respuesta será afirmativa si se trata, en efecto, de un estructuralista saussureano, pero para la escuela americana, por el contrario, esto sería una complicación adicional puesto que, para esta escuela, el significado es difícil de definir y determinar. Hemos definido el significado de una forma lingüística como la situación en la cual el hablante la dice y la acción que obtiene del oyente como respuesta. (Bloomfield 1964:161)

Para el lingüista, entonces, se tratará de proponer a un "hablante nativo" dos o tres de las formas en las cuales se ha encontrado la unidad en cuestión para tratar de establecer a continuación, a partir de las reacciones lingüísticas o no

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lingüísticas de este, si una cierta hipótesis de significado asignable a esa unidad es correcta o no. La dificultad consiste, en palabras del propio Bloomfield, en que Las situaciones que nos mueven a emplear una forma lingüística cualquiera son muy variadas; de hecho los filósofos nos dicen que no hay jamás dos situaciones que sean iguales. Cada uno de nosotros emplea la palabra apple, en el término de unos meses, para referirse a muchas frutas individuales que se diferencian en forma, tamaño, color, olor, gusto, etc. En un caso favorable, como el de la palabra apple, todos los miembros de la comunidad han sido adiestrados, desde la niñez, a emplear la forma del habla cada vez que la situación (en este caso, el objeto) presenta ciertas características relativamente definibles [...] tenemos que distinguir entre los rasgos no distintivos de la situación, tales como el tamaño, la forma, el color, etc. de cualquier manzana particular, y los distintivos, o significado lingüístico (los rasgos semánticos) comunes a todas las situaciones que demandan la emisión de la forma lingüística. (1964:163)

Aparece aquí uno de los rasgos más controversiales de esta escuela o, mejor dicho, del descriptivismo post-bloomfieldiano: su apreciación del significado. No es que nieguen el significado, como se ha dicho tantas veces, pero hacen de él algo tan complicado que la semántica de una lengua (ya de por sí complicada) se hace aquí imposible. Sin embargo, hay varias razones para esta posición: 1. el estudio de las lenguas indígenas que, ciertamente, influye en ello ya que, siendo lenguas no-descritas, es mejor que el lingüista encuentre otra manera de acceder a las unidades puesto que difícilmente conocerá su significado. 2. es ya casi una anécdota la que relaciona a Bloomfield con la escuela conductista y, con ello, con un decidido antimentalismo. Entre las premisas teóricas de esta corriente se encuentra la convicción de que, aparte de algunas conexiones nerviosas que deben intervenir en la producción del habla, no hay "nada más" en la mente de los hablantes. De hecho,

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Bloomfield, que reconoce varias veces haber leído a Ferdinand de Saussure y lo identifica como uno de los fundadores de la lingüística (e incluso publica una reseña de la segunda edición en inglés del Curso), le reprochará siempre a este su "mentalismo", infundado según él, para reconocerse enseguida a sí mismo como un "mecanicista".4 Si revisamos la cita anterior, notaremos que, para una escuela que se declara "anti-psicológica", aparece aquí una extraña relación con las teorías psicológicas de la percepción y, más específicamente, con la regulación de la percepción en la que interviene la lengua (cfr. Luria 1980 y 1984, por ejemplo), pero esta es otra discusión, la que nos interesa aquí atañe a la concepción que, del significado, tienen los estructuralistas americanos. En esta escuela, el significado aparece como un componente EXTERNO a la lengua, que no forma parte de los rasgos que la caracterizan por lo que obliga a buscar los "rasgos distintivos de la significación" en la situaciones reales en las cuales las personas hablan, esperando que estas situaciones sean "favorables" como en el caso de las manzanas, y que podamos establecer la relación "habitual" entre estas y la palabra apple, o estas y la forma -s del plural en español. Para Bloomfield se trata de la única posibilidad de identificar el significado operando "a través" de la lengua y notará entonces, no sin desconsuelo, que "no bebemos dos veces en el mismo río" y que, además, la gente, entre los hábitos que ha adquirido, tiene el "mal hábito" de utilizar las palabras en situaciones donde nada permite establecer el significado de estas unidades (tal como él lo entiende): "la gente emplea muy a menudo una palabra como apple cuando no hay ninguna manzana presente". Esto es lo que Bloomfield llama "habla desplazada" y, al hacerlo, lleva la controversia sobre el significado a su punto álgido puesto que lo que Bloomfield, en su mecanicismo "objetivador", llama "habla desplazada" no será otra cosa sino la existencia misma de la lengua: porque "desplazamos" el habla se diferencian las lenguas humanas de los gritos animales, porque "desplazamos" el habla los

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académicos de Balnibarbi no podrán nunca sustituir las palabras por las cosas, en su capacidad de "desplazarse" fuera de las situaciones concretas adquiere el lenguaje todo su poder significante. Y esto sin contar con todo lo que de "individual y social a la vez" hay en ese "desplazamiento", lo que de cultural e íntimo al mismo tiempo hay en cada palabra de cada una de las lenguas humanas. Bloomfield notará, también con una cierta decepción, que aún si esperáramos a que la ciencia estuviera tan avanzada como para permitirnos establecer correlatos entre cada palabra de la lengua y su descripción científica, tal como sucede en el par sal = NaCl, tampoco estaríamos progresando en la descripción del significado pues ni siquiera para Whorf, que es ingeniero químico, la sal es siempre equivalente al "cloruro de sodio". Normalmente, al comentar los puntos de vista bloomfieldianos sobre el significado y, podríamos generalizar: al considerar los puntos de vista de esta escuela para la cual Bloomfield aparece como el principal teórico, los comentaristas -decía- suelen detenerse aquí: en la presentación de los "momentos" de la obra en los cuales Bloomfield hace mención expresa del significado como problema lingüístico.5 Aislando de esta forma sus expresiones, estas parecen casi absurdas y carentes del fundamento que cualquiera encontraría en un solo momento de reflexión sobre su lengua, sin embargo, el punto de vista bloomfieldiano es más profundo y menos absurdo: justamente lo que Bloomfield quiere erradicar es el lado mentalista y, por lo tanto, no perceptible para el analista, de la concepción del significado. La larga tradición que relaciona lenguaje y pensamiento lo hace aparecer como un extraño, pero lo que Bloomfield está diciendo no se diferencia mucho de lo que Saussure expondrá lacónica y definitivamente: "la lengua es una forma y no una sustancia" (1973:206), y el significado, la razón de la lengua, también es una forma, por lo tanto formalizable, por lo tanto debe ser descriptible. La posición de Bloomfield es quizá extremista a veces pero, al mismo tiempo, es realista: la complejidad del

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significado es un problema real para la descripción y cada teoría de la lengua tiene que enfrentarse al hecho de que es difícil "desentrañar su unidad". Lo que puede leerse entre las líneas sobre la sal o las manzanas es la intuición de Bloomfield de que no debemos buscar el significado fuera del sistema significante que lo hace posible, aun si este puede ser entendido como una "reacción", como una respuesta determinada por el entorno particular en que este se actualiza. El significado, entonces, está EN la lengua y no fuera de ella, nos compete directamente como lingüistas: Saussure lo opone en el sistema, Bloomfield lo opone igualmente, el significado será el resultado de un contraste entre una unidad que produce una cierta reacción en los hablantes y los oyentes, y otra unidad que no produce esa misma reacción, Por ende, la fase descriptiva de la lingüística consiste en un análisis, un tanto rígido, de las formas del habla, en la presunción de que estas formas tienen significados constantes y definibles. (Bloomfield 1964:187)

El significado, entonces, no desaparece. No puede hacerlo. Será por recurso a él únicamente como podremos establecer nítidamente los límites entre las unidades de la gramática. La caracterización de las unidades se hará de acuerdo con sus posibilidades de aparición en determinados contextos, por sus "latitudes combinatorias", como las llama Martinet, y, de ser posible, se hará también una caracterización "situacional" que permita saber si la unidad tiene un mismo significado o no en cada aparición y en cada contexto. En otras palabras, deberíamos poder describir también esas otras "combinaciones" posibles para cada unidad, esto es, no solamente las contextuales sino también las situacionales, la capacidad pragmática de cada unidad, puesto que estas combinaciones configuran (juntas) el significado de esa unidad. La dificultad consiste en que debemos conseguir una forma, no una sustancia, por ello el análisis del significado de las unidades que conforman la lengua parecerá infinito (o impracticable).

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Esta definición del significado será definitiva para comprender el "rigor" distribucional del método estructuralista americano y por qué, como nos cuenta Hockett: Llegamos a pensar con mucha frecuencia en la `gramática' como los modelos mediante los cuales las formas significativas (no solo los fonemas) se combinan u ordenan en formas mayores; un conjunto autónomo de modelos, desligados del significado o, al menos, susceptibles de análisis y descripción como si no tuviera nada que ver con el significado. Esto no era negar que las manifestaciones habladas sean a menudo portadoras de significado (o que transmitan información, o que tengan consecuencias parcialmente posibles de prever, o algo así); se intentaba tan solo una separación de la gramática, o de la gramática-y-lexicón, de la semántica. Una descripción completa de una lengua quizás tendría que trabajar también con la semántica, pero esto se haría por separado, no mezclado con la descripción de la gramática. (1974:28)

La gramática de una lengua, entonces, representa un nivel en el cual, sin consideración de la fonología, se determinan las unidades que constituirán el lexicón de esa lengua (es decir, la totalidad de unidades morfológicas susceptibles de aparecer en un contexto determinado) y se encargará de establecer, asimismo, los ordenamientos en los cuales estas unidades pueden aparecer o, de hecho, aparecen. Tal como ha aparecido hasta aquí, esta escuela se propone, entre sus objetivos principales, la aplicación del método riguroso que había dado tan claros resultados en la fonología extendiendo sus resultados al nivel morfosintáctico, al nivel gramatical tal y como ellos lo conciben: "gramática y lexicón". Los principales aportes de esta escuela se situarán entonces en este nivel. A continuación revisaré la formulación de estas premisas en la obra de cinco autores que, ciertamente, constituyen las "cabezas de fila" de esta escuela.

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Edward Sapir: un antropólogo Es cierto que no se puede empezar a hablar de esta escuela sin mencionar a Franz Boas,6 sin embargo, no será a este a quien corresponda la formulación de sus bases teóricas o analíticas, sino a uno de sus estudiantes: Edward Sapir. Antropólogo como Boas, debemos a Sapir una de las más claras y "pedagógicas" presentaciones de nuestra ciencia. Autor de Language: An introduction to the study of speech (1921), Sapir aparece en este texto como un expositor inteligente y metódico, que no excluye el humor o la ironía pero tampoco los momentos de profunda emoción cuando se sitúa ante un objeto que considera "la obra más importante y monumental que ha llegado a crear el espíritu humano" (1975:249). Tampoco puede Sapir excluir su formación original, así, a lo largo de su obra, el lenguaje es considerado "anterior aun a las manifestaciones más rudimentarias de la cultura material, y que en realidad estas manifestaciones no se hicieron posibles, hablando estrictamente, sino cuando el lenguaje, instrumento de la expresión y de la significación, hubo tomado alguna forma" (1975:31). Causa y consecuencia de la cultura, producto histórico, "el arte mayor amplitud y solidez que conocemos", "nada menos que la forma acabada con que se expresan todas las experiencias susceptibles de comunicación", el lenguaje es considerado por Sapir en todos sus aspectos y en todos sus niveles internos de organización. En tres capítulos de esta obra se consideran "los elementos del habla" (cap. II) y "la forma en el lenguaje": "los procedimientos gramaticales" (cap. IV) y "los conceptos gramaticales" (cap. V). Allí Sapir presenta su gramática. La gramática de Sapir no se diferencia en mucho de las gramáticas tradicionales en las cuales se agota la exposición después de la consideración de las clases de palabras para dedicar entonces unas cuantas páginas a la sintaxis, capítulo

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obligado, a pesar de todo, en los libros del "arte gramatical". Recientemente se ha calificado a estos textos de "morfologías" y así podría calificarse la atención de Sapir a los hechos gramaticales: como una morfología, la presentación detallada de los procesos morfológicos (que en él no llegan a ser, todavía, un riguroso método de análisis sino, más bien, una interesante presentación de procesos propiamente tales) que lo llevarán, por ejemplo, a poner en duda la clasificación de las lenguas en una tipología morfológica que distingue lenguas flexivas, aglutinantes y aislantes. Sapir propone un penetrante análisis de los tipos de estructura lingüística que, para él, se representan como procesos de "fusión o yuxtaposición" de los morfemas en palabras y de los cuales, ninguna lengua deja de dar ejemplo. Sapir entonces, al ocuparse de los elementos del habla, considera que "el primer elemento del cual podemos decir que "existe" realmente, es la palabra" (1975:35), para considerar enseguida los problemas de su definición puesto que, tal como se impone para toda la lingüística de este siglo, la palabra ya no podrá entenderse como la expresión de un concepto único puesto que, gracias justamente a los estructuralistas americanos, este "concepto único" se pone definitivamente en duda al evidenciarse su composición morfemática interna y la "fusión" de conceptos (significados morfemáticos) que esta suele presentar, así, Podemos concretar todo esto en pocas palabras diciendo que los elementos radicales y gramaticales del lenguaje, abstracciones hechas a partir de las realidades del habla, responden al mundo conceptual de la ciencia, el cual es una abstracción hecha a partir de las realidades de la experiencia; y que la palabra, o sea la unidad existente del habla viva, responde a la unidad de la experiencia factualmente aprehendida, de la historia, del arte. (1975:41)

La palabra, entonces, se realiza de dos maneras, tiene dos facetas: una en la lengua, abstraída, hechura de morfemas; y otra en el habla, en las realidades del habla, donde actúa para

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los hablantes de esa lengua como compendio de experiencia, historia y arte, como significación "factualmente aprehendida". En cuanto a la "sintaxis" de Sapir, esta casi no existiría si no fuera por las interesantísimas definiciones que presenta de los dos conceptos fundamentales de toda sintaxis: el concepto de sintaxis mismo y el concepto de oración. La sintaxis nunca aparece nombrada como tal sino como "procedimiento gramatical" y, por momentos, aparece "fundida" ella misma en la morfología, e interviene como criterio para evidenciar el modo como las palabras se configuran internamente o por influencia de las otras palabras del contexto, así, por ejemplo, al considerar los procesos morfológicos internos de las palabras, Sapir expresa lo siguiente: Los diversos procedimientos gramaticales que han establecido las investigaciones lingüísticas se pueden agrupar en seis tipos principales, a saber: 1. orden de las palabras; 2. composición; 3. afijación; 4. modificación interna del elemento radical; 5. reduplicación; 6. diferencias acentuales. (1975:74)

Como puede notarse enseguida, los conceptos presentados de 2 a 6 son procesos morfológicos propiamente tales, sin embargo, en 1, aparece mencionado el "orden de las palabras" como procedimiento gramatical homologable con los restantes, y es que Sapir nota que la morfología de la palabra en cada lengua determinará también la morfología de la oración en esa misma lengua, Algunos [idiomas], como el latín [y el chinook] expresan prácticamente todas las relaciones por medio de modificaciones dentro del cuerpo de la palabra misma. En estos idiomas, el orden de la palabras viene a ser un principio retórico más bien que un principio estrictamente gramatical [...] Ciertos idiomas, como el chino, el siamés y el annamita, en los cuales todas y cada una de las palabras, si han de funcionar adecuadamente, tienen que caer en su lugar preciso [...] la mayor parte de los idiomas vienen a quedar entre los dos extremos. (1975:76)

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y agrega, Cuanto más sintético es el idioma, es decir, cuanto más claramente esté indicada la situación de cada palabra dentro de la oración a base de los recursos mismos de la palabra aislada, tanto menos necesario será considerar el conjunto de la oración. (1975:129)

De la forma predominante de las palabras en la lengua dependerá entonces el grado de libertad sintáctica que tendrán los elementos en la oración; así, una lengua como el latín marcará nítidamente sus funciones internas en la oración mediante los casos (es decir, lo hará sintéticamente, lo que le permitirá la "variación retórica" de los elementos en la oración), mientras que, en las lenguas analíticas, las relaciones funcionales en la oración se marcarán solo mediante el orden. En este sentido, ¿el francés es una lengua analítica o sintética? Contra todas las intenciones de tipología, habrá que contestar que ambas puesto que, en una oración como Vos beaux yeux me font mourir d'amour (para utilizar el ejemplo de Molière), los elementos pueden disponerse de acuerdo con otra función: la expresiva o "retórica" , como la llama Sapir, mientras que tal cosa no puede suceder en una oración como Pierre bat Paul donde cualquier alteración del orden cambiaría definitivamente el significado de la frase (Paul bat Pierre), o la tornaría agramatical (* Pierre Paul bat). Una morfología, dije antes, morfología en la cual la sintaxis aparece a veces subrepticiamente. Una morfología en la cual "al lector atento le habrá sorprendido quizá que durante toda esta exposición no hayamos dicho casi nada acerca de las famosas partes de la oración", pero no hay razón para ello puesto que "nuestra clasificación convencional de las palabras en partes de la oración es sólo una vaga y fluctuante aproximación a un inventario coherentemente elaborado de la experiencia" (1975:137). ¿Qué es entonces lo interesante en la "sintaxis" de Sapir? Antes decía: su definición de los conceptos centrales de

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toda sintaxis, esto es, el concepto de sintaxis mismo y el de su unidad de operación (y de análisis), la oración. Ahora agregaré que el interés está en lo que llamaré su "punto de vista funcional", su visión quizá no tan rigurosa pero sí muy comprensiva de los procesos gramaticales y de su complejidad, de la comprensión de todos los factores pertinentes en la elaboración del sentido ordenado en la línea gramatical. Todos los idiomas tienen una tendencia inherente hacia la economía de la expresión. Si esta tendencia inherente hacia la economía fuera enteramente inoperante, no existiría la gramática. La gramática rasgo universal del lenguaje, no es sino la expresión generalizada del sentimiento de que conceptos y relaciones análogos se simbolizan de la manera más conveniente mediante formas análogas. Si alguna vez llegara a haber una lengua completamente "gramatical" sería una máquina perfectísima de expresión conceptual. Por desgracia -o por fortuna-, ningún idioma es tiránicamente coherente. Todas las gramáticas tienen sus escapes. (1975:48)

Un lingüista martinetiano, acostumbrado a encontrar esta noción de "economía de la expresión" en los trabajos de este autor o en sus orígenes praguenses, reconocerá aquí una temprana expresión de esta noción que, además, aparece aislada con respecto al resto de la escuela estructuralista. En efecto, no volveremos a encontrar entre los teóricos estructuralistas una concepción de la cadena sintagmática concebida como económica, jerarquizada, factor esencial en la construcción del sentido, algo más que concordancia y rección. Aparece en Sapir la gramática concebida como una forma, como un "organizador" de los elementos en la cadena pero, también, y sobre todo, como un organizador del sentido, organizador de la comunicación humana.

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De aquí se deriva entonces la definición de oración: La oración es el correspondiente, en el plano lógico, del pensamiento completo, pero solo a condición de que se la sienta como constituida por los elementos radicales y gramaticales que acechan en los escondrijos de sus palabras. Es el correspondiente psicológico de la experiencia, del arte, cuando se la siente -y en circunstancias normales se la siente ciertamente de ese modo- como el juego acabado de una palabra con otra. (1975:41-2)

La oración, al igual que la palabra, se organiza en dos planos: el de la formas abstraídas y el de las realizaciones concretas, sin que ambos sean idénticos; la oración corresponde a un pensamiento completo que se estructura en el plano lógico y se constituye morfémicamente en "los escondrijos de sus palabras", pero también es expresión del hablante, es realidad concreta, es experiencia y arte de la comunicación. Insiste Sapir en la "doble articulación" de las oraciones, en el plano sistemático y en el comunicativo, y afirma entonces ... la más importante de las unidades funcionales del habla, o sea la oración, tiene, al igual que la palabra, una existencia psicológica lo mismo que una existencia puramente lógica o "abstraída". La definición de oración no es difícil. Es la expresión lingüística de una proposición. Intervienen en ella un sujeto del cual se afirma algo y la afirmación que se hace con respecto a ese sujeto. "Sujeto" y "Predicado" pueden hallarse fundidos en una sola palabra, como en latín dico, o pueden expresarse por separado, como en su equivalente inglés I say; tanto el sujeto como el predicado pueden recibir adiciones diversas de manera que resulten proposiciones diversas de muchas especies. Poco importa cuántos de estos elementos calificativos (palabras o partes funcionales de palabras) se añadan a la oración: esta seguirá conservando su unidad, con tal de que cada una de las cosas añadidas venga a caer en su lugar propio y contribuya a la mayor definición del sujeto de la frase o del núcleo del predicado. (1975:45)

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La definición de oración es la más completa que se puede encontrar en esta escuela. En ella aparece la oración como constructo de la lengua y como realización funcional en el habla. Una estructura lingüística que jerarquiza sus elementos alrededor de dos núcleos: el sujeto y el predicado. La definición de sujeto y predicado, tal como puede notarse en la cita, comienza como una definición nocional, correspondiente a las tradicionales y, como en ellas, mezcla la definición propiamente sintáctica de las categorías oracionales con la definición pragmática de estas categorías, ahora bien, al abundar en las definiciones, Sapir es estructuralista y define, consecuentemente, las estructuras de estas categorías, esto es, nota que "sujeto" y "predicado" son núcleos de jerarquía sintáctica y que, independientemente de las modificaciones funcionales que evidencien en el uso, mantienen su poder de rección, y esto será así incluso cuando se consideran de una lengua a otra pues el carácter analítico o sintético de la lengua no los modifica en su condición ni cambia su valor. De una lengua a otra, así como de una proposición a otra, varía la expresión lingüística más no la estructura que la sustenta.

Benjamín Lee Whorf: un ingeniero venido a la lingüística En 1956 aparece Language, tought and reality, un libro donde se recogen una serie de trabajos de Whorf, realizados entre 1927 y 1942, que hasta entonces habían estado dispersos o inéditos. Whorf, alumno de Sapir, es un lingüista de campo que se dedica con esmero a investigar las lenguas indígenas de los Estados Unidos y de México, siguiendo las ideas lingüísticoantropológicas de su maestro. A Benjamín Lee Whorf se le conoce sobre todo por el hecho de haber desarrollado los puntos de vista de Sapir sobre las relaciones del lenguaje con la cultura y de estos con el

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pensamiento, en la tesis conocida como "tesis Sapir-Whorf" que toma, en las palabras de Whorf, la forma del determinismo lingüístico.7 En relación con este punto de vista, en uno de sus artículos donde aparece más nítidamente expuesta su tesis del determinismo y del relativismo lingüísticos: "Lenguas y lógica",8 aparece también una interesante discusión sobre el concepto de oración. En este trabajo, Whorf compara las siguientes oraciones inglesas: a. Aparto la rama a un lado b. Tengo un dedo extra en el pie

con sus correspondientes en shawnee: c. ni-l'θawa-'ko-n-a d. ni-l'θawa-'ko-θite

donde, cada morfema, se traduce de la siguiente manera: ni"1ps" -l'θawa- "perfil bifurcado" -'ko"árbol, matorral, o cualquier cosa de esta forma" -n"mediante acción de la mano" -a sufijo, indica que el sujeto es también el agente (presente solo en la oración c.) -θite "perteneciente a los dedos de los pies" (presente solo en la oración d.) Así, pues, la primera oración significa "lo aparto (algo similar a la rama de un árbol) más abierto o aparte, donde se bifurca". [...] la [segunda] oración únicamente puede significar "tengo un dedo extra que se bifurca hacia afuera de un dedo normal como si fuera una rama". (1971:264)

Comparando las dos lenguas y los tipos de oración que se dan en cada una de ellas, Whorf encuentra argumentos en dos sentidos:

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1. a favor del determinismo lingüístico pues, en su opinión, el hablante del inglés y el hablante del shawnee percibirán y comprenderán de manera diferente el mismo fenómeno en virtud del determinismo de la expresión sobre la concepción mental del mismo fenómeno; 2. en contra de la idea de que todas las oraciones, en todas las lenguas, se estructuran sobre un mismo modelo. En efecto, las lenguas que Whorf describe son, en su mayoría, lenguas polisintéticas, lenguas que ponen en problemas a las definiciones tanto de oración como de palabra pues, en ellas, oración y palabra son una misma unidad lingüística (cfr. los ejemplos c y d). Whorf argumenta así: Nuestras lenguas indias muestran que con una gramática adecuada podemos construir oraciones inteligentes que no puedan ser divididas en sujetos y predicados. Cualquier intento de separación no es más que una separación de la traducción o paráfrasis de la oración, pero no de la oración india. (1971:272)

y, más adelante, comentando el nootka (lengua algonquina), agrega: Cuando llegamos al ejemplo del nootka [como al del shawnee] nos encontramos con que la oración sin sujeto o predicado es el único tipo que existe. Se utiliza el término predicación pero significa oración. [...] las oraciones grandes [de más de una "palabra"] son oraciones de oraciones (o sea oraciones compuestas) y no simples oraciones de palabras. (1971:273)

Los ejemplos que presenta Whorf evidencian que, en efecto, la realización de la estructura oracional es "cuestión de lenguas" y que, ciertamente, debemos contar con una definición de oración tal que permita incluir las realizaciones "en una sola palabra", ahora bien, habría que preguntarse si las lenguas polisintéticas, como el shawnee y el nootka, son también los ejemplos que permiten anular las nociones de "sujeto" y "predicado" tal y como las entendía Sapir, es decir, como

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núcleos estructuradores de la predicación. En otras palabras, estas lenguas amerindias, al realizar la oración en una sola palabra, ¿anulan con ello la presencia de los núcleos estructurales? Creo que no, pero necesitaríamos conocer más sobre estas lenguas a fin de poder argumentar lo que no pasa aquí de ser una intuición.

Leonard Bloomfield: el dinosaurio "El dinosaurio del estructuralismo", así lo llamaban, y es que Bloomfield, en efecto, es un animal extraño en el panorama de la escuela americana: es el primer lingüista de esta escuela. En cualquier caso, este dinosaurio ha sobrevivido a los embates teóricos que se han desarrollado después de él y se mantiene aún como el verdadero "padre" del estructuralismo americano. Ciertamente, lo que estamos acostumbrados a calificar de esta manera, la concepción lingüística con la cual identificamos a esta escuela, está presente, de manera nítida o borrosa pero, en cualquier caso, presente toda en la obra de Leonard Bloomfield y, específicamente, en un texto, que, al igual que el de Sapir, se llama simplemente Language (1933). Bloomfield es el lingüista que le dará precisión y orden a esta teoría y establecerá de una vez por todas el modelo para esta escuela. Consideraré a continuación los rasgos fundamentales del trabajo de este teórico en lo que concierne a la descripción sintáctica. El primer concepto bloomfieldiano al cual debemos hacer referencia es al de constituyentes inmediatos: Cualquier persona de habla inglesa que se preocupe de este asunto, nos dirá de seguro que los constituyentes inmediatos de Poor John ran away son las dos formas poor John y ran away; que cada una de ellas es, a su vez, una forma compleja; que los constituyentes inmediatos de ran away son ran, un morfema y away, una forma compleja, cuyos constituyentes son los morfemas a- y way; y que los constituyentes de poor

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John son los morfemas poor y John. Solo así nos llevará un análisis apropiado, o sea, el que toma en consideración los significados, a los morfemas constituyentes primarios. (1964:190)

Tal como aparece en la definición que tomamos del mismo Bloomfield, el principio de los constituyentes inmediatos es un método de segmentación de la cadena para encontrar, en términos de André Martinet, las unidades de primera articulación, las cuales permitirán, a su vez, la delimitación de las unidades de segunda articulación. Este método presupone como constituyente "primario" a la oración, en la cual, tal como aparece en la cita de Bloomfield, se realiza una segmentación cada vez, es decir, se oponen dos formas que son los constituyentes del nivel inmediatamente superior. El criterio para realizar estas segmentaciones, es decir, el método para determinar dónde se realizarán los cortes es, tal como decía más arriba, la comparación con el total de las cadenas contenidas en el corpus. Bloomfield lo expone así: La parte común de dos o más formas complejas cualesquiera es una forma lingüística; es un constituyente (o componente) de esas formas complejas. Se dice que el constituyente está contenido en las formas complejas. (1964:189)

La segmentación se detiene cuando llegamos a los constituyentes "últimos" de esta cadena, es decir, las formas simples o morfemas, que serán las que establecen oposiciones entre sí en virtud de su distribución en la cadena y, también de su significado, puesto que "Suponemos que cada forma lingüística tiene un significado constante y definido, diferente del significado de cualquier otra forma lingüística de la misma lengua" (1964:187). Recordemos que aquí el significado debe entenderse tal y como lo hace Bloomfield, es decir, como la posibilidad de que una forma, en oposición a todas las demás formas de la lengua, produzca una cierta "respuesta" en el receptor de esta forma. En relación con esto, Bloomfield

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agregará más adelante en el mismo capítulo, que "La selección de formas contribuye al significado, porque las formas diferentes de lo que es, por otra parte, el mismo ordenamiento gramatical, darán por resultado significados distintos" (1964:193). Así, si rehacemos el camino desde los constituyentes últimos hacia el constituyente primario que es la oración, esta empieza a aparecernos, en la visión bloomfieldiana, como una forma o, más exactamente, una estructura compleja, cuya configuración formal se presenta como constante y, por lo tanto, también en un "paradigma" en la lengua, y en cuya configuración significativa particular aparecerá como rasgo pertinente lo que, por su parte, los estructuralistas post-saussureanos llamarán la "elección por parte del sujeto hablante" (cfr. Martinet 1980), implicando, por una parte, la pertinencia significativa de esta elección, tal como lo hace Bloomfield, y fundándose, por otra parte, en las nociones saussureanas de oposición y valor de las formas en el sistema de la lengua. Como resultado del análisis en constituyentes inmediatos aparecen entonces las formas lingüísticas que Bloomfield definirá como constituyentes a su vez del sistema gramatical de la lengua (en contraposición a las formas fonológicas). El esquema completo de las formas de la lengua consideradas por Bloomfield aparece claramente en un cuadro que tomo de Lepschy (1971:122): Léxico

Gramática

unidades mínimas privadas de significado

femema

fonema

taxema

unidades mínimas con significado

glosema

morfema

tagmema

noema

semema

episemema

forma lingüística

forma léxica

forma gramatical

significados de tales unidades unidad con significado (simple o compleja)

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Si consideramos en primer lugar este cuatro de izquierda a derecha y de abajo hacia arriba, encontraremos las unidades formales más abstractas (formas lingüísticas), entre las cuales una forma léxica será un morfema perteneciente a una clase abierta y una forma gramatical un morfema perteneciente a un paradigma gramatical, cerrado. La forma lingüística es la abstracción que los reúne: el morfema considerado independientemente de sus características y de su distribución. Si vemos la columna de las formas lingüísticas hacia arriba, encontramos unidades o rasgos en el mismo nivel de abstracción y un noema será entonces un rasgo semántico sin consideración del tipo de unidad a la cual pertenece, puesto que, de especificarse esta forma como una morfema léxico (morfema propiamente dicho, tal como se ve en el cuadro), entonces su significado será descrito en sememas, del mismo modo que serán episememas aquellos que se relacionan con una forma gramatical (o tagmema). Esta distinción en morfemas y tagmemas evidencia ya una jerarquización que será presentada después por Bloomfield como la posibilidad que tienen los primeros de aparecer como "formas libres" mientras que los segundos serán siempre "formas ligadas". Si excluimos al fonema y al femema, asignables al análisis fonológico, nos resta por considerar una unidad que, tal y como aparece en el cuadro, es forma mínima privada de significado que pertenece a la gramática de una lengua y que Bloomfield define así: "un rasgo simple de distribución gramatical" (1964:195). El taxema entonces es un rasgo de rección que cada morfema o tagmema comporta y determinará sus posibilidades de aparición en la cadena: su distribución. Los taxemas serán los determinantes de la construcción gramatical, de la forma táctica. Será un taxema entonces el que determine la relación de un afijo con el morfema correspondiente y especificará si se trata de un prefijo o de un sufijo. Bloomfield llama taxemas de orden a aquellos que determinan la inversión del orden básico de las palabras para convertir una aseveración en interrogación (en inglés) y son también taxemas los que determinan el orden

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básico de las oraciones declarativas. Así se construye entonces el "edificio" con el cual tantas veces fue comparada la lengua cuando era vista desde el estructuralismo. La gramática de una lengua será, para Bloomfield un recorrido descriptivo desde los constituyentes últimos (morfemas y tagmemas) hacia el constituyente primario (oración) y viceversa, determinando las unidades y los taxemas que operan en cada nivel e intervienen en la construcción de las unidades significativas propiamente tales puesto que el morfema, aunque se considera la mínima unidad fonético-semántica, no parece constituir por sí misma significados, a menos que, como dice Bloomfield, sea actualizado en el habla, en cuyo caso aparecerá entonces, como forma independiente y caracterizado gramaticalmente como una forma lingüística dotada de significado. Varias unidades intermedias aparecen en el recorrido que lleva, ahora a la inversa, desde los constituyentes últimos hacia el constituyente primario. En primer lugar: la palabra, definida según la célebre fórmula de "mínima forma libre". En el nivel superior encontramos la frase (o grupo) que se define como "forma independiente que está constituida enteramente por dos o más formas menos independientes" (1964:211). Estas formas menos independientes en relación con la frase serán "palabras" que, al integrar el nivel superior, contraen relaciones entre sí, relaciones tácticas, que las hacen interdependientes. Al igual que las palabras, las frases perderán independencia al formar parte de la estructura de "una forma lingüística independiente que no está incluida, en virtud de ninguna construcción gramatical, en ninguna forma lingüística mayor", esto es, en una oración. Para Bloomfield (y, con él, para los estructuralistas de esta escuela), las "formas tácticas" empiezan entonces en el nivel de la palabra y se caracterizan por cuatro tipos de disposiciones generales, a saber:

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a. el orden; b. la modulación (el empleo de "fonemas secundarios" tales como el acento y la entonación); c. la modificación fonética en los fonemas primarios de una lengua (alomorfos); y d. la selección.

Estas "disposiciones generales" serán válidas tanto para la unión de morfemas en palabras como para la unión de palabras en construcciones mayores (frases u oraciones). Estos cuatro tipos de "disposiciones" equivalen a los tipos de taxemas que pueden representarse en una unidad y que actúan desde el nivel de la palabra hasta el de la oración. Así, por ejemplo, entre una oración declarativa (Juan corrió, por ejemplo) y la interrogativa correspondiente, puede actuar el taxema de orden para determinar la estructuración de la oración interrogativa (¿corrió Juan?), o bien un taxema de modulación (curva entonativa) que permitirá identificar los principios y finales de oración y, en el caso de la interrogativa, en inglés como en español, identificará a las interrogativas indirectas (con o sin cambio de orden); por último, puede intervenir el taxema de selección que cambiará la declarativa en interrogativa directa sustituyendo al sujeto por un pronombre interrogativo (¿quién corrió?). En el caso de la modificación fonética, esta actuará determinando los alomorfos, que pueden depender tanto de los morfemas que se reúnen en su constitución como de las relaciones que esta contrae en niveles superiores, y que determinarán, por ejemplo, los alomorfos producidos por "amalgama" (como en español a + el → al), a los cuales Bloomfield, especialista en sánscrito como su padre, llama formas "sandhi". En el nivel oracional, los taxemas de orden determinarán las posiciones posibles de una palabra o frase, lo que permitirá definir la función de la palabra y, por extensión, de la clase sintáctica a la cual esta pertenece. Así, la función de un

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elemento podrá definirse como un rasgo formal (taxema) que especifica la distribución de ese elemento o de su clase. Entendida en estos términos, la función permitirá introducir dos conceptos sintácticos bloomfieldianos que, como el de constituyentes inmediatos, transcendieron a esta escuela: el de construcciones exocéntricas y endocéntricas. Estas se definirán como formas intermedias entre la palabra o la oración, en tanto constituyen una unidad mayor que la palabra, pero se clasifican funcionalmente como una de ellas. Será exocéntrica una construcción que no pertenece a la misma clase funcional que su núcleo sintáctico, mientras que, en las construcciones endocéntricas, la construcción completa podrá ser incluida en la clase de palabras a la que pertenece el núcleo que la rige y que recibe sus modificadores por coordinación o por subordinación. La construcción exocéntrica por definición será, evidentemente, la oración y, en ella, el predicado, mientras que, por definición, el sujeto pertenecerá al tipo de las construcciones endocéntricas. Por otra parte, será la pertenencia a una clase la que determinará los taxemas de selección de cada unidad, es decir, sus posibilidades de aparecer en una función determinada: La sintaxis consiste fundamentalmente en definirlos [los taxemas de todo tipo] -en establecer, por ejemplo, en qué circunstancias (con qué formas acompañantes, o, si las formas acompañantes son las mismas, con qué diferencias de significado) aparecen las varias clases sintácticas (como por ejemplo, verbos indicativos y subjuntivos, o nombres dativos y acusativos, etc.) en las construcciones sintácticas. (1964:226)

Si consideramos cuidadosamente esta descripción que da Bloomfield de la sintaxis supondremos enseguida cuáles son los taxemas que estudiará fundamentalmente la sintaxis: los de selección, y, en ellos, "el tipo más estrecho de selección, por el cual se dividen en tipos selectivos las grandes clases sintácticas, [que] se llama concordancia" (1964:228). Bloomfield distingue tres tipos de concordancia:

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congruencia (semántica): si el actor pertenece a una subclase A, la acción debe ser de la subclase A; ii. régimen: en el sentido tradicional de que una forma determina (o solicita) la presencia obligatoria de otra; y iii. la referencia cruzada que se establece entre una frase o construcción y la forma sustituta que lo re-presenta en la oración. Los ejemplos de Bloomfield pertenecen todos a lo que llamamos formas pronominales, así, esta concordancia sería la que se establece entre el elemento anafórico y la forma plena.9 i.

Nada ha cambiado. Bajo una nueva terminología volvemos a encontrar la tradición: la gramática de una lengua se convierte en una morfología, más o menos metódica, y la sintaxis queda reducida a tipos de orden lineal que las formas mínimas pueden establecer en el nivel intermedio de las construcciones o en el nivel superior de la oración. La descripción del "orden de lo que va junto", esto es la sintaxis. Bloomfield es el primer lingüista de esta escuela y, también, es un expositor riguroso y "metódico" que sentará las bases del estructuralismo americano y, con ello, de la ciencia lingüística en su totalidad pues, como sucede con toda obra que presenta una visión clara y sistemática de su objeto, no podrán obviarse los aportes que hace a la comprensión, en este caso, del lenguaje. Se puede decir que toda la lingüística posterior ha sido inspirada por la metodología de Bloomfield, en la medida en que la descripción lingüística debe, en un momento o en otro, segmentar el enunciado en unidades mínimas (morfemas), máximas (oraciones, o cualquier otra unidad superior), e intermedias (frases o sintagmas) y, por otra parte, definir las clases de unidades por sus compatibilidades o exclusiones combinatorias. La lingüística americana post-bloomfieldiana, en buena parte, buscó explicitar los procedimientos de análisis y en particular los procedimientos para la determinación de los constituyentes inmediatos. Hemos visto que, contrariamente a lo que se dice a menudo, Bloomfield no intentó nunca eliminar el sentido sino que lo

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consideró como una realidad correlativa a las formas lingüísticas y a las "construcciones" de estas formas. Pero toda la lingüística posterior es, también, una reacción contra Bloomfield, esencialmente porque no se considerará que haya paralelismo necesario entre la distribución y el significado: para la lingüística funcional tanto como para la gramática generativa, no se trata de eliminar la distribución como una consideración pertinente en la descripción lingüística sino de plantear que, si bien esta es pertinente, no es suficiente para explicar la organización de los elementos lingüísticos.

Charles F. Hockett: ¿un teórico o un analista? Varias veces he citado aquí un libro donde, en un tono de confesión, Hockett relata la vida intelectual de esta escuela en los años 40-50 principalmente. Es un libro escrito en primera persona plural en el cual varias veces Hockett inicia el párrafo diciendo: "nosotros, los descriptivistas post-bloomfieldianos...". Pues bien, esto es lo que es Hockett: un post-bloomfieldiano que re-expone los términos de la teoría de Bloomfield sin añadirle nada nuevo. Así, después de haber conocido el pensamiento original de Bloomfield, leer a Hockett es volver sobre los mismos temas sin tener, esta vez, el brillo del razonamiento teórico original. Tampoco es Hockett un analista en el cual podamos encontrar, como en Whorf por ejemplo, las complicaciones e incluso las contradicciones a las que todo análisis de lenguas no-descritas puede llevar. Hockett es entonces, más bien, un "manualista". Si lo conocemos es porque, como Nida, escribió un manual de referencia al cual todos hemos recurrido alguna vez en busca del pensamiento y las razones del estructuralismo americano. En 1958 publica Hockett A course in modern linguistics, con fines explícitamente pedagógicos que ya son evidentes desde el título. La única novedad en este texto, en lo

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concerniente al análisis gramatical, es un capítulo titulado "El modelo de una lengua" (1972:138-145) donde Hockett presenta, en términos que luego nos serán familiares, los sistemas y sub-sistemas, centrales y periféricos, que componen la lengua, a saber: Tres sub-sistemas centrales: -

el sistema gramatical: "un repertorio de morfemas y los ordenamientos en que aparecen" el sistema fonológico: "el repertorio de fonemas y los ordenamientos en que aparecen" el sistema morfofonemático: "el código que vincula los sistemas gramatical y fonológico"

Dos sub-sistemas periféricos: -

-

el sistema semántico: "que asocia diversos morfemas, combinaciones de morfemas y ordenamientos en que pueden aparecer con cosas y situaciones o con clases de cosas y situaciones" el sistema fonético: "la manera en que se convierten en ondas sonoras, mediante la articulación de un hablante, las secuencias de fonemas y la manera en que son descifradas, por un oyente, a partir de la señal lingüística."

El lingüista, a decir de Hockett, puede escoger si considerará o no los sistemas periféricos aunque, desde su punto de vista, "la lingüística se ha concentrado siempre en los sistemas centrales sin preocuparse mayormente por los periféricos" (1972:139) puesto que estos serían objeto de estudio de otras ciencias. En todo caso, "preferir una definición más amplia del término [lenguaje] o una más restringida es cuestión de gusto personal y no tiene importancia" (id). De un plumazo resuelve Hockett la relación entre la forma lingüística y su uso real, el trabajo descriptivo del lingüista se formaliza y quizá se hace más "científico" pero no lo logrará sino a costas de sacrificar su objeto de estudio. Por suerte dejará al "gusto personal" del lingüista la selección de los sistemas que considerará en su descripción. La gramática aparece aquí

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nítidamente presentada como un repertorio de elementos que, en sí mismos, comportan la posibilidad de relacionarse con otros elementos, que aparecerán entonces llamados por estos, la oración se convierte en una línea donde todos los elementos tienen el mismo rango y se "ajustan" a la izquierda y a la derecha en el sistema de casillas con el cual se construye el "edificio" de la lengua. El "modelo puro", el "rigor a toda costa", llevarán a esta escuela (ahora entendida como tal: el grupo de "descriptivistas post-bloomfieldianos"), hacia su propia ruina. En estos extremos la lengua se convierte casi en una nomenclatura, "mecanizada" y "rigidizada" a tal punto que no se puede comprender cómo se puede salir de ella hacia los mensajes lingüísticos, no se puede entender cómo se articula este mecanismo.

Zellig S. Harris: la exacerbación del método Creo que es justo decir que Harris ha sido un soberbio metodólogo, pero nunca un teórico del lenguaje. (Hockett 1974:39)

La afirmación de Hockett no puede ser más cierta, en Harris no encontramos una discusión teórica que modifique los términos de la teoría bloomfieldiana o post-bloomfieldiana. Harris se limita a especificar los conceptos metodológicos que esta escuela encuentra en Bloomfield, con una particularidad: especificará igualmente que el método que propone ha sido completamente depurado de sentido. Así, como método puramente formal, lo presenta cada vez: This paper presents a formalized procedure for describing utterances directly in terms of morphemes rather than of single morphemes. It thus covers an important part of what is usually included under syntax. When applied in a particular language, the procedure yields a compact statement of what sequences of morphemes occur in the language, i.e. a formula for each

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utterance (sentence) structure in the language. [...] The method described in this paper will require no elements other than morphemes and sequences of morphemes, and no operation other than substitution repeated time and again. (1946:161)

Es así como comienza la exposición del método que en este mismo capítulo presenté como método por antonomasia de esta escuela. Harris, en efecto, hará profesión de su método de sustituciones repetidas una y otra vez a fin de establecer las unidades de la lengua y las secuencias posibles en que estas unidades pueden combinarse. Será Harris el que definitivamente haga valer el calificativo de "distribucionalistas" para los seguidores de esta corriente. The procedure begins by noting the environments of each morpheme and by putting in one class all those morphemes that have similar distributions. (1946:177)

Algunos años después este procedimiento analítico se presentará como sigue: The environment or position of an element consists of the neighborhood, within an utterance, of elements which have been set up on the basis of the same fundamental procedures which were used in setting up the element in question. "Neighborhood" refers to the position of elements before, after and simultaneous with the element in question. (1952:15)

El método de Harris se aplica para establecer los morfemas de la lengua mas, siendo estos definidos en función de su distribución o, quizá podríamos decir, puesto que estos derivan su función de la distribución que presentan en la cadena y son clasificados de acuerdo con esta distribución, entonces, cada clase será una clase distribucional y, al establecerla, se establecerá simultáneamente el tipo de "vecindades" que acepta y, con ello, se establecerá también el tipo de cadenas posibles en la lengua. La unidad de este análisis morfológico,

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por extraño que pueda parecer, es la oración, puesto que es en su contexto que podrán establecerse y definirse las unidades menores. Esta es una morfosintaxis en el sentido estricto de este término. De este modo, operando mediante la reiterada sustitución de los elementos a fin de establecer las compatibilidades de cada unidad, no es necesario recurrir a ningún otro medio de determinación de las unidades y, mucho menos, al significado, el cual se encuentra ahora definitiva y decididamente excluido de este método. Definido según la tradición iniciada por Bloomfield, esto es, como un tipo de correlación posible entre la oración que se produce y la situación social en la cual ocurre, el análisis del significado se torna impracticable para esta lingüística descriptiva pues no parece, de ninguna manera, formalizable, ya que no tenemos que esperar solamente al desarrollo de la ciencia que nos dirá "exactamente" cuál es el significado de las palabras (en términos de la estructura molecular de sus referentes, o algo así) sino que, además, hay que esperar un desarrollo de la sociología tal que pueda decirnos cuántas y cuáles son las situaciones sociales en las cuales participamos y, en ellas, cómo nos comportamos, de modo que, también, podamos establecer lo que decimos (o diremos). More generally, our previous investigation may tell us that sooner or later, in some situation or other, the sequence /'pliyz/ [please] will occur, but it cannot tell us when, in what particular social situations, it has a higher probability of occurring. (1951:187)

Así, como resulta imposible saber cuándo los hablantes escogerán una forma o una secuencia de formas particular, resulta también imposible conocer su significado, de modo que la lingüística descriptiva lo menciona y lo deja. En 1951, Harris presenta, bajo el título general de "Different conditions for different substitutions", los esquemas oracionales que, en inglés, representan la ocurrencia (¿en sus

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datos?) y que, en todo caso, representan las estructuras que constituyen el entorno morfemático en el cual se establecieron las clases de morfemas para esta lengua. Estos esquemas son los siguientes: NV (Our best books have disappeared)10 NVP (The martian came in) NVPN (They finally went on strike) NVN (We'll take it) NVb11 (He is) NVbP (I can't look up) NVbPN (The mechanic looked at my engine) NVbN (He's a fool. I looked daggers) NVbA (He's slightly liberal. They look old)

Estos esquemas, según el mismo Harris, pueden condensarse en una fórmula simplificada como NVX. En este, a su vez, X (convencionalmente) representa a cualquier elemento que pueda presentarse a la derecha de V, y cada constituyente debe entenderse como la posición estructural de un morfema o de una secuencia de morfemas homofuncionales, es decir, también convencionalmente, N será una "cadena nominal" y V una "cadena verbal". Estos son los constituyentes inmediatos de una oración después de la primera segmentación y lo que se presenta en estas estructuras será lo que muy pronto la lingüística conocerá como secuencias de reescritura de O(ración). Hay un estudiante de Harris que se ocupará de ello. Es así como Lenta y penosamente, guiados principalmente por Harris, fuimos construyendo nuestro diseño de la gramática basados en nuestro propio punto de vista sobre el diseño de un sistema fonológico, liberando nuestros procedimientos y terminología de todo vestigio del pensamiento basado en el `proceso gramatical' (o taxema), hasta que hubiéramos alcanzado lo que parecía que habíamos estado buscando: un modelo puro de gramática basado en la unidad-y-ordenación. (Hockett 1974:33)

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He afirmado que esta es una escuela que se sustenta en dos pilares: Edward Sapir y Leonard Bloomfield, son ellos los que conducirán esta corriente, este punto de vista sobre la lingüística y sus tareas. A pesar de que, en efecto, esta teoría se formula ante el peso de los hechos y cediendo ante ellos; a pesar de la concepción inductiva que logra, con frecuencia, que los puntos de vista se desdibujen (lo que ha hecho pensar en que no hay aquí un "punto de vista" que sustente la aproximación al lenguaje); a pesar de todo ello, y quizá paradójicamente, podríamos decir que este es uno de los puntos de vista más "férreos" y más rigurosos en la historia de la lingüística pues, tanto los teóricos como los seguidores, mantienen una visión de lo que debe ser la lingüística: descripción y no otra cosa. Como resultado y contrapartida, esta escuela produce un método riguroso de análisis de los datos que influirá profundamente al resto de la lingüística y del que no podremos separarnos, sobre todo en gramática.

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3.

La sintaxis de las formas: de la gramática general a la gramática generativa Si l'on examine avec soin ce qui attache ordinairement les hommes plutôt à une opinion qu'à une autre, on trouvera que ce n'est pas la pénétration de la vérité et la force des raisons; mais quelque lien d'amour propre, d'intérêt ou de passion. C'est le poids qui emporte la balance, et qui nous détermine dans la plupart de nos doutes; c'est ce qui donne le plus grand branle à nos jugements, et qui nous arrête le plus fortement. Nous jugeons des choses, non par ce qu'elles sont en elles-mêmes; mais par ce qu'elles sont à notre égard: la vérité et l'utilité ne sont pour nous qu'une même chose. (Arnauld y Nicole 1970:42)

El renacimiento escindió el camino de los gramáticos: por una parte los "empiristas", ocupados en describir el buen uso sin fijarse en las teorías; por la otra los "teóricos", con Julio Escalígero a la cabeza, empeñados en mostrar la ratio que precede y comanda los hechos lingüísticos. El siglo XVII hereda estas dos corrientes en los estudios gramaticales, dos corrientes aparentemente irreconciliables que se desarrollarán, sin embargo, contemporáneamente. En Francia, el siglo XVII es el siglo del purismo lingüístico y "las preciosas ridículas" de la corte francesa aprenden el arte del buen hablar en el texto de Vaugelas, Remarques sur la langue française (1647), mientras Richelieu funda la Académie Française (1635). La gramática, desde entonces entendida como el arte de hablar "correctamente", será al mismo tiempo una "gramática filosófica", que sigue las reflexiones teóricas del renacimiento, el

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cual había mostrado que las construcciones lingüísticas latinas tenían causas lógicas y naturales. Las lenguas modernas debían reflejar entonces esas mismas causas y sus estructuras se concebían, por lo tanto, como marcos formales apoyados en la lógica. Así las cosas, no es extraño entonces que le bourgois gentilhomme reciba lecciones de gramática de un maestro de filosofía. Tal como señala Julia Kristeva, La penseé sur le langage se trouve ainsi bloquée: on ne fera qu'établir les correspondants formels d'un schéma logique déjà établi, sans pouvoir découvrir des lois nouvelles qui régissent les langues modernes. La sortie de l'impasse est proposée par la Grammaire Générale et Raisonnée de Port-Royal (1660) de Lancelot et Arnauld, fondée sur les principes mis au point par Descartes. (1981:157)

Port Royal La abadía de Port Royal des Champs es conocida por la obra de tres de sus abates: Claude Lancelot, Antoine Arnauld y Pierre Nicole. Los dos primeros publicarán, en 1660, la Grammaire générale et raisonnée contenant les fondéments del'art de parler expliqués d'une manière claire et naturelle; les raisons de ce qui est commun a toutes les langues, et des principales différences qui s'y rencontrent, etc., y de nuevo Arnauld, esta vez junto a Pierre Nicole, publicarán en 1662, La Logique ou l'art de penser, contenant, outre les règles communes, plusieurs observations nouvelles, propres à former le jugement. La consideración tan solo de los títulos de estas obras nos acerca ya a la orientación sobre su contenido. La gramática es "el arte de hablar", en esto Port-Royal no se diferenciará radicalmente de sus contemporáneos, sin embargo, no pueden eximirse de la explicación de "lo que es común a todas las lenguas" pues "el arte de hablar" es concebido aquí como "un des plus grands avantages de l'homme", como una capacidad específica del ser humano que se manifiesta en las diferentes lenguas pero tiene un fundamento común: el pensamiento, las ideas.

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No se trata entonces de exponer en la Grammaire las reglas del uso cortesano de la lengua francesa, sino más bien de ver lo que en ella hay de común con otras lenguas pues, en esa semejanza se encontrarán los fundamentos del arte no sólo de hablar sino también de pensar. No es por amistad entonces que Lancelot y Arnauld suscriben la gramática, si ambos aparecen como autores es porque hay aspectos del "arte de hablar" para los que Lancelot deberá contar con la ayuda y los argumentos de Arnauld. Los territorios del gramático y del lógico no estarán separados en esta abadía. Sin sorpresas entonces, la Grammaire empieza con la siguiente afirmación: La grammaire est l'art de parler. Parler, est expliquer ses pensées par des signes que les hommes ont inventés à ce dessein. (1969:7)

Gramática racionalista, dirán algunos, grammaire générale et raisonnée, dirán ellos. General, pues son los principios generales de las lenguas y no los elementos particulares de una de ellas lo que interesa a estos gramáticos; y razonada, pues a estos gramáticos interesa la "razón" de los usos del lenguaje. Heredera directa de la ratio de Escalígero, esta razón "est de l'ordre de ce que les hommes en général peuvent vouloir dire" (Foucault 1969:x), es la razón de la mente humana, y de esta como especie, de lo que se trata es de encontrar aquello que constituye el razonamiento y las ideas de los seres humanos. Lancelot había publicado ya para 1660 una gramática latina, una griega, una del italiano y otra del español. Conoce entonces varias lenguas en profundidad, lenguas que están, además, emparentadas, pero no es la comparación la que lo tienta sino los fundamentos, las razones generales. Esta concepción de la gramática que se funda en Port Royal puede compararse entonces, como lo hace Michel Foucault 1969, con un edificio de dos pisos, en el cual encontraremos

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l'étage manifeste des phrases, des mots et discours, des usages, de tournures, qui à eux tous constituent le corps visible de la langue et l'étage non manifeste des principes qui doivent avec une clarté parfaite rendre compte des faits qu'on peut observer. (1969: viii)

Foucault da cuenta, con esta comparación, del aspecto fundamental de la reflexión de Port Royal: de la gramática a la lógica, Lancelot y Arnauld buscan en el siglo XVII lo que la ciencia lingüística del siglo XX expone como su primer objetivo: el establecimiento de los principios que sustentan el sistema significante de las lenguas, en otras palabras, la formulación de una teoría lingüística. En varios puntos de la Grammaire puede detenerse la lingüística moderna para encontrarse y reconocerse, expondré aquí algunos de ellos suscintamente, solo para enfatizar la modernidad de las ideas de Port Royal (o, quizá, la reiteración histórica de las ideas): 1. Tal como señalan en las primeras líneas de la gramática, para los abates de Port Royal, las palabras son signos en los que se puede considerar dos facetas: la première: ce qu'ils sont par leur nature, c'est-à-dire, en tant que sons et caractères. La seconde: leur signification, c'est-à-dire, la manière dont les hommes s'en servent pour signifier leurs pensées. (1969:7)

Es imposible leer estas líneas sin recordar los términos por los cuales Ferdinand de Saussure distingue el significante del significado en todo signo. Port Royal dirá aun más en relación con el signo: ... le signe renferme deux idées, l'une de la chose qui représente, l'autre de la chose représentée, & sa nature consiste à exciter la seconde par la première. (1970:80)

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Ciertamente, habrá que esperar hasta los primeros años de nuestro siglo para volver a encontrar una exposición tan nítida sobre la naturaleza del signo lingüístico. Arbitrario y psicológico. 2. En la segunda parte de la gramática, "Où il est parlé des principes et des raisons sur lesquelles son appuyées les diverses formes de la signification des mots", en el primer capítulo, los gramáticos de Port Royal proponen: Il nous reste à examiner ce qu'elle a de spirituel, qui fait l'un des plus grands avantages de l'homme au-dessus de tous les autres animaux, et qui est une des plus grandes preuves de la raison: c'est l'usage que nous en faisons pour signifier nos pensées, et cette invention merveilleuse de composer de vingt-cinq ou trente sons cette infinie variété de mots, qui, n'ayant rien de semblable en eux mêmes à ce qui se passe dans notre esprit, ne laissent pas de'en découvrir aux autres tout le secret, et de faire entendre à ceux qui n'y peuvent pénétrer, tout ce que nous concevons, et tous les divers mouvements de notre âme. (1969:22)

Exactamente 300 años después, en 1960, André Martinet resumirá este mismo principio en un concepto clave para su concepción del lenguaje, el de la doble articulación (cfr. Martinet 1980:I-8). En estos mismos tiempos, otro teórico de la sintaxis se sorprenderá igualmente ante esta maravillosa invención que permite calificar el funcionamiento de las lenguas de "creativo", pues permite la creación infinita de expresiones a partir de un conjunto de medios finitos. 3. Port Royal establece de una vez por todas la distinción lógico-gramatical de las categorías de sujeto y predicado de las que será tan difícil, si no imposible, liberarse en los siglos siguientes: Le jugement que nous faisons des choses, comme quand je dis la terre est ronde, s'appele proposition; et ainsi toute proposition enferme nécessairement deux termes; l'un appelé sujet, qui est ce dont on affirme, comme terre; et l'autre appelé attribut, qui est ce qu'on affirme, comme ronde; et de plus la liaison entre ces deux termes, est. (1969:24)

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Aún hoy aprendemos que el sujeto es "aquello de lo que se dice algo" y el predicado "lo que se dice del sujeto". La lingüística deberá esperar justamente estos tiempos que he llamado del "primado de la sintaxis" para poder empezar a cambiar estas concepciones de lo que son los constituyentes primarios de la oración y definirlos estructuralmente, para poder entonces, a continuación, reconocer en estas definiciones tradicionales otro rango. Definitivamente las definiciones de Port Royal y de toda la tradición que empieza entonces, son definiciones nocionales que dan cuenta de otra estructuración que no es la de los componentes de la cadena sintáctica. Sujeto y predicado son constituyentes gramaticales que deben categorizarse con criterios propios de este nivel, ahora bien ¿por qué han sido tan aceptadas estas definiciones? Probablemente porque no dejan de tener razón, si no desde el punto de vista gramatical, por lo menos desde el punto de vista pragmático: aquello de lo que se habla y lo que se dice sobre ello son entidades que funcionan en el nivel pragmático del discurso, esas que algunas veces hemos llamado sujeto y predicado "psicológicos", o bien, tema y rema, los cuales, como sabemos ahora, estructuran el mensaje de otra manera y no coinciden, necesariamente, con el sujeto (el primero) y con el predicado (el segundo). 4. Al considerar la proposición y sus "partes", los gramáticos de Port Royal establecen una diferenciación de dos grandes clases de palabras: unas "signifient les objets des pensées" como los nombres, artículos, pronombres, participios, preposiciones y adverbios; las otras "la forme et la manière de nos pensées" y estas son los verbos, las conjunciones y las interjecciones. Enseguida pasan a considerar cada una de ellas por separado. Yo no puedo hacer lo mismo, pero me voy a detener en los pronombres y, muy especialmente, en un párrafo en el cual se definen los pronombres relativos, pues esta definición ha sido muy citada y será además útil para el desarrollo de mi exposición posterior. Du pronom appelé rélatif Ce pronom rélatif a quelque chose de commun avec les autres pronoms, et quelque chose de propre.

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Ce qu'il a de commun, est qu'il se met au lieu du nom;[...] Ce qu'il a de propre peut être considéré en deux manières: la 1ère en ce qu'il a toujours rapport a un autre nom ou pronom, qu'on appele antécédent, comme Dieu qui est saint. Dieu est l'antécédent du relatif qui. [...] La 2ème chose que le rélatif a de propre et que je ne sache point avoir encore été remarquée par personne, est que la proposition dans laquelle il entre (qu'on peut appeler incidente), peut faire partie du sujet ou de l'attribut d'une autre proposition, qu'on peut appeler principale. [...] Cette union de plusieurs termes dans le sujet et dans l'attribut est quelquefois telle, qu'elle n'empêche pas que la proposition ne soit simple, ne contenant en soi qu'en seul jugement ou affirmation, comme quand je dis: La valeur d'Achille a été cause de la prise de Troie. [...] Mais d'autres fois aussi, ces sortes de propositions dont le sujet ou l'attribut sont composés de plusieurs termes, enferment, au moins dans notre esprit, plusieurs jugements, dont on peut faire autant de propositions, comme quand je dis: Dieu invisible a créé le monde visible: il se passe trois jugements dans mon esprit, renfermés dans cette proposition. Car je juge premièrement que Dieu est invisible; 2º qu'il a créé le monde; 3º que le monde est visible. Et de ces trois propositions, la seconde est la principale et l'essentiel de la proposition: mais la première et la troisième ne sont qu'incidentes, et ne font que partie de la principale, dont la première en compose le sujet, et la dernière l'attribut. Or ces propositions incidentes sont souvent dans notre esprit, sans être exprimées par des paroles, comme dans l'exemple proposé. Mais quelquefois aussi on les marque expressément; et c'est à quoi sert le rélatif, comme quand je réduis le même exemple à ces termes: Dieu, QUI est invisible, a créé le monde QUI est visible. (1969:50)

En la cita anterior de la Gramática de Port Royal queda evidenciado de una vez por todas lo que quiere decir "buscar los fundamentos generales y razonados del arte de hablar", y que hablar sea definido como la "explicación de los pensamientos". Se ve clara también la metáfora de Foucault sobre el edificio de dos pisos. Esta extensa cita se justifica porque, en ella, sobre todo, aparece la concepción que tienen los gramáticos de Port Royal sobre la estructura de la oración.

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Fieles a la tradición que emparenta la gramática y la lógica y define las unidades de la primera en términos de la segunda, estos gramáticos no hablarán de oración sino de proposición. Al considerar las proposiciones en su constitución, Lancelot y Arnauld notan que, entre ellas se establece una jerarquía, así, por ejemplo, se pueden distinguir proposiciones principales e incidentes. Preguntémonos ahora ¿principales e incidentes con respecto a qué? La respuesta no aparece en esta gramática, sin embargo, la jerarquía parece establecerse cuando, entre dos o más proposiciones, una de ellas muestra una cierta autonomía predicativa mientras que la(s) otra(s) concurren para modificar esta predicación incidiendo en ella, sin que esto impida que cada una de estas proposiciones, cuando aparece sola, manifieste en sí misma autonomía predicativa. Esto aparecerá más claro con un ejemplo o, mejor aún, parafraseando el ejemplo de Port Royal, a saber: las proposiciones Dios es invisible, Dios creó el mundo y el mundo es visible, son, cada una de ellas, "autosuficientes" y manifiestan autonomía predicativa. Puesto en términos más llanos, cada una de ellas se basta a sí misma (tanto sintáctica como semánticamente) y puede aparecer sola. Este criterio de la independencia predicativa forma parte ya de la tradición gramatical e incluso está tan arraigado que, durante siglos, hemos tomado a la oración (o a la proposición) como unidad límite en el análisis sintáctico. Ahora bien, si las tres proposiciones que mencioné antes entran en relación, en una relación que es, en sí misma, predicativa, entonces tienen, como todos los elementos en sintaxis, que someterse a una jerarquía, deberán establecer cuál de ellas es la "principal" o regente, y cuáles las "incidentes". De nuevo, ¿principales e incidentes con respecto a qué? Aparentemente con respecto a su contenido semántico, al juicio que expresan. Una de estas proposiciones "dirá" el núcleo semántico y las otras concurrirán para especificar la referencia de ese núcleo semántico. Ahora bien, todavía hay que preguntarse ¿cuándo sucede todo esto? Evidentemente antes de que las proposiciones "aparezcan" en el discurso. El hablante establece los contenidos que va a comunicar, los formula como proposiciones (o, quizá, estos contenidos solo sean comunicables en tanto tienen la forma de proposiciones y, entonces, aparecerán

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siempre como tales), jerarquiza las relaciones entre las proposiciones y entonces emite un enunciado que, simple o complejo desde el punto de vista gramatical, incluya las tres sub-proposiciones anteriores: Dios invisible creó el mundo visible, o bien, Dios que es invisible creó el mundo que es visible. En términos sintácticos, ¿qué significa todo esto? Significa, nada más y nada menos, que por primera vez, la cadena sintáctica ha sido concebida como el producto de una operación sintáctica que jerarquiza y ordena la cadena, y no como una línea que se ordena de izquierda a derecha y en la cual la única rección se produce cuando un elemento de la izquierda solo acepta ciertos elementos a la derecha. La gramática tradicional no se dará cuenta de este "descubrimiento" de Port Royal, los estructuralistas tampoco, hará falta esperar otra gramática. La gramática de Port Royal dominó el siglo XVII, pero esto no ocurre porque no haya habido concurrencia, contemporáneamente aparecerán los manuales de gramática de Beauzée, Du Marsais y, algo más tarde, el de Condillac, sin embargo, todas las historias de la lingüística están de acuerdo en reconocer el cambio de rumbo para el pensamiento lingüístico que significó la Grammaire générale et raisonnée de Port Royal, un cambio de rumbo que marcó un camino que seguimos aun hoy. Desde la gramática general y razonada del siglo XVII hemos transitado para llegar, en este siglo, a la gramática generativa y transformacional. Expresamente no he hecho mención hasta ahora a este segundo modelo ni al autor que lo sustenta mas, en lo que resta de este capítulo, no me referiré sino a su teoría.1

Noam Avram Chomsky Siempre ha estado claro que el uso normal y cotidiano del lenguaje lleva consigo capacidades intelectuales del orden más elevado. En vista de la complejidad de este logro y de su carácter único en el hombre, resulta natural suponer que el estudio del lenguaje contribuye significativamente a nuestro conocimiento de la naturaleza de la mente humana y de su funcionamiento. (1978:7)

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Este texto podría haber sido extraído de algún contemporáneo de Lancelot, sin embargo su autor lo publicó trescientos años después, en 1966, en una obra en la cual revisa de manera bastante aguda la lingüística racionalista: Cartesian Linguistics. A chapter in the history of rationalist thought. Quien así se expresa, en efecto, no es alguno de los racionalistas del siglo XVII, sino un lingüista que ha reivindicado, para su comprensión del lenguaje, los principios y las bases teóricas del racionalismo de los siglos XVII y XVIII: Noam Avram Chomsky. Chomsky, según sus biógrafos, estudió física y filosofía además de lingüística. No parece extraño entonces que, al dedicarse a esta última, se interese justamente por otro físico y filósofo que, aunque no se dedicara expresamente a estudiar el lenguaje, influyó definitivamente el rumbo del pensamiento lingüístico de su tiempo: René Descartes. Tal como lo señala el propio Chomsky, "en sus escritos Descartes no hace más que escasas referencias al lenguaje [sin embargo] en la formulación de su punto de vista general juegan un papel significativo ciertas observaciones acerca de la naturaleza del mismo" (1978:17). Julia Kristeva (1981) opina en el mismo sentido que Chomsky sobre la extensión de las referencias cartesianas al lenguaje y señala incluso cómo, en su teoría, Descartes propone la existencia de un pensamiento extra-lingüístico y designa el lenguaje como "una de las causas de nuestros errores" en la percepción de las cosas, de la realidad, quedando así el lenguaje prácticamente excluido del razonamiento cartesiano, ya que se considera intermediario inútil y superfluo entre la realidad de las cosas y la de los pensamientos. Sin embargo, como señala la misma Kristeva, la paradoja querrá que sea la filosofía del conocimiento propuesta por Descartes una de las obras más influyentes en la concepción de la lengua y esto no solo en sus contemporáneos sino, también, en los "racionalistas" de este siglo.

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Exclusivamente humano Chomsky parece deslumbrarse y, ciertamente, no sin razón, ante la existencia del lenguaje como capacidad específica del ser humano y evidencia de procesos psicológicos superiores en la especie. Hoy en día, los estudios psicolingüísticos que la obra del mismo Chomsky impulsó, lejos de alejarnos de esta evidencia sorprendente, nos confirman el carácter exclusivamente humano de esta capacidad. Alguna vez, Eric Lenneberg (ese neurólogo cuya obra influenció tanto a Chomsky) fue interrogado sobre la posibilidad de que un individuo cuyo cerebro fuera del mismo tamaño y del mismo peso que el de un adulto normal, pudiera adquirir una lengua. Lenneberg contestó con un rotundo sí pero, agregó, a condición de que ese individuo pertenezca a la especie homo sapiens.2 Después de los delfines y los chimpancés amaestrados, después de von Frisch y sus abejas, no podemos dudar ya de esta exclusividad. La investigación psicolingüística del siglo XX confirma también lo que, entre muchos otros, Descartes y después Chomsky han sostenido: que esta capacidad específicamente humana es independiente de la inteligencia. Recordemos la célebre frase de Chomsky, de inspiración cartesiana: A fin de cuentas, una persona estúpida aprende a hablar, cosa que no hace el mono más inteligente. (1972:39)

Los racionalistas del siglo XVII, empezando por Descartes, imaginaban máquinas que podrían, eventualmente, hablar. Se puede construir una máquina que exprese palabras e, incluso, emita algunas respuestas a acciones de tipo corporal que se le causen y que produzcan cambios en sus órganos; [...] Pero jamás ocurre que coloque sus palabras de modos diversos para replicar apropiadamente a todo lo que se pueda decir en su presencia, como hasta el más ínfimo de los humanos puede hacer. (Descartes citado por Chomsky 1978:18)

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Hoy sabemos que entre las evidencias de la creatividad del pensamiento humano están esos aparatos que son, en efecto, capaces de producir emisiones lingüísticas pero que no saben reconocer, en cada caso, las evidencias contextuales y situacionales que intervienen en el habla por lo que, estas máquinas, no saben hablar. El uso de la lengua, entonces, no es mecanizable. Esta noción de "no-mecanización del uso" es clave para Chomsky pues su tradición escolar bloomfieldiana le ha insistido justamente en lo contrario, en la visión mecánica en términos conductistas de estímulo-respuesta. Chomsky se alza contra este punto de vista reductor, aunque su rechazo lo lleve hacia otra reducción: en Lingüística cartesiana afirma, siguiendo a Descartes y a Cordemoy, que ... en su uso normal, el lenguaje humano está libre del control de los estímulos y no sirve a una simple función comunicativa, sino que más bien es instrumento para la libre expresión del pensamiento y para la respuesta adecuada ante situaciones nuevas. (1978:37)

Chomsky libera así el uso de la lengua de los estímulos directos, lo hace creativo e indefinidamente renovado, pero reduce a "simple función" aquella que, a final de cuentas, constituirá el marco para esa eterna creación: la interacción lingüística, el marco de las situaciones nuevas a las cuales las lenguas (y los hablantes) suelen adaptarse cotidianamente. Para Chomsky el lenguaje no es para comunicar sino que, para él, como para los abates de Port Royal, hablar es expresar los pensamientos, el lenguaje ha sido creado con ese fin. Más adelante, en el mismo texto, Chomsky insiste en este aporte de la visión cartesiana que consiste en mostrar que el uso del lenguaje "no está restringido a ninguna función práctica de comunicación, en contraste, por ejemplo, con el pseudolenguaje de los animales", que sería "meramente" comunicativo y dependiente de los estímulos directos, el lenguaje entonces "es libre para servir como instrumento del pensamiento y de la auto-expresión libre" (1978:71).

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Sin querer abusar del sistema chomskiano de las lecturas parcializadas, que no ven sino aquello en lo que "verdad y utilidad son la misma cosa", señalaré solamente la ingenuidad de esta afirmación que hace de cada hablante un individuo en el sentido absoluto del término, individuo para el cual la historia, la sociedad de la cual ha aprendido una lengua, no cuentan para nada, individuo que, además, "habla solo" pues no se entiende en qué consiste la libre expresión del pensamiento cuando los medios para esta expresión han sido liberados de su función comunicativa. Un año antes de Lingüística cartesiana, en 1965, Chomsky publicó la obra en la cual su gramática aparece más acabada: Aspectos de la teoría de la sintaxis. En los "preliminares metodológicos", Chomsky hace esa famosa afirmación que tantas controversias ha producido: Lo que concierne primariamente a la teoría lingüística es un hablante-oyente ideal, en una comunidad lingüística del todo homogénea, que sabe su lengua perfectamente y al que no afectan condiciones sin valor gramatical, como son limitaciones de memoria, distracciones, cambios del centro de atención e interés, y errores (característicos o fortuitos) al aplicar su conocimiento de la lengua al uso real. (1971:5)

Me parece que hoy la polémica sobre la inexistencia de ese "hablante-oyente ideal" ya está agotada: ese hablante, ciertamente, no existe, es un producto de la abstracción teórica, y dependerá de la teoría el que se sustente suficientemente la necesidad y la utilidad de esta abstracción. Sólo señalaré una contradicción evidente en esta posición chomskiana: al ser liberado de la comunicación, "fuera de contexto y de situación", el lenguaje se torna, justamente, mecanizable. Lo que no hemos podido "enseñar" a las máquinas es la manera como los hablantes nativos pueden manipular su lengua en situaciones cada vez diferentes, con fines específicos cada vez diferentes, en otras palabras, lo que no hemos podido mecanizar es el acto comunicativo en el cual se usa la lengua. Pero Chomsky no ve esto, él partirá de su oposición a la perspectiva mecanicista de Bloomfield y de la escuela estructuralista para argumentar sobre

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la "no mecanización del uso" que, para esta teoría, es importante en dos sentidos, acabo de exponer el primero. Veamos ahora el segundo que, de alguna manera, ha aparecido ya en la exposición: en la cita de Descartes se evidencia una de las razones por las cuales Chomsky se interesa en él, esto es, la idea que tiene Descartes de que una característica especial de esa capacidad humana es la de poder ser "renovada" cada vez: Chomsky insistirá a lo largo de toda su obra en ese aspecto creativo del lenguaje, la creatividad del uso de la lengua, esa "maravillosa invención" que notaron los abates de Port Royal, "que permite componer con 25 o 30 sonidos esa infinita variedad de palabras". En palabras de Chomsky, "una propiedad esencial del lenguaje es que proporciona los medios para expresar infinitos pensamientos y para reaccionar apropiadamente en una infinidad de situaciones nuevas" (1971:8). De hecho, en Estructuras sintácticas, la primera exposición de su teoría, publicada en 1957, hace de esta característica de las lenguas, su propiedad definitoria: En adelante entenderé que una lengua es un conjunto (finito o infinito) de oraciones, cada una de ellas de una longitud finita y construida a partir de un conjunto de elementos finito. Todas las lenguas naturales, en su forma hablada o escrita, son lenguas en este sentido, ya que cada lengua natural tiene un número finito de fonemas (o letras en su alfabeto) y cada oración es representable como una secuencia finita de estos fonemas (o letras) aun cuando el número de oraciones es infinito. (1974a:27)

Puede discutirse la concepción de la lengua como un conjunto de oraciones, pero no puede negarse que esta característica "generadora" de las lenguas, su aspecto creativo es, en efecto, una propiedad definitoria. En resumen pues, el hombre tiene una capacidad específica, un tipo único de organización intelectual que no puede atribuirse a órganos exteriores ni relacionarse con la inteligencia general y que se manifiesta en lo que podemos denominar aspecto creador del uso del lenguaje corriente y cuya propiedad consiste en ser ilimitado en cuando a su alcance y a no precisar de estímulo. (1978:19)

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La lengua como conocimiento Si la lengua es un sistema "generador" (infinito) de oraciones, entonces "La gramática de L será un ingenio que genere todas las secuencias gramaticales de L y ninguna de las agramaticales" (1974a:27). Esta es la primera definición de gramática que Chomsky da a conocer (en 1957), en 1965 dirá: Una gramática de una lengua pretende ser una descripción de la competencia intrínseca del hablante-oyente ideal. [...] Una gramática completamente adecuada debe asignar a cada una de las infinitas oraciones una descripción estructural que indique cómo entiende esa oración el hablante-oyente ideal. (1971:6)

Así como la definición de gramática de los abates de Port Royal no podía sorprendernos después de conocer sus aspiraciones "generales y razonadas" al estudiar el lenguaje, tampoco puede sorprendernos ahora la definición de gramática que propone Chomsky, pues depende estrechamente de su concepción cartesiana del aspecto creativo de la lengua. Antes de pasar a considerar las implicaciones teóricas de esta posición notaré que, en las citas anteriores, aparecen dos pares de conceptos, dos dicotomías chomskianas que podían intuirse en Estructuras sintácticas pero que no serán explícitamente definidas sino en Aspectos, estas dicotomías son, a saber: el par competencia / ejecución (o actuación) y el par gramatical / aceptable. En cuanto al primer par, Chomsky lo propone como la oposición entre el uso de la lengua para expresar lo pensamientos, libre de toda finalidad comunicativa: la actuación; y el conocimiento que el hablante-oyente ideal tiene de su propia lengua: la competencia. La competencia, en tanto "conocimiento" de la lengua, es glosada por Chomsky como la capacidad para producir oraciones nuevas en situaciones nuevas, la capacidad de usar infinitamente

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los medios finitos. Esta competencia se obtiene sobre la base de una experiencia limitada a los datos del habla, a las interacciones lingüísticas reales en las que el hablante-oyente ideal deja de serlo y se convierte en un hablante real de su lengua materna. Si a Saussure estas situaciones le habían parecido multiformes y heteróclitas, a Chomsky le parecen poco menos que desastrosas y no logra explicarse cómo es posible que alguien pueda adquirir una lengua en tales situaciones. Su punto de vista teórico lo llevará a responder sobre la adquisición de la competencia de una manera particular y no exenta de polémica que revisaré más adelante. Lo que me interesa destacar aquí es que la competencia es una suerte de mecanismo formal abstraído a partir de los datos del habla real y que, en palabras del propio Chomsky, Esta competencia se puede representar, en un grado aún no determinado, como un sistema de reglas que podemos llamar la gramática de su lengua. (1977:9)

La otra "dicotomía" es la que relaciona el par gramatical / aceptable. Para Chomsky la competencia es un mecanismo tan eficiente que solo es capaz de producir oraciones gramaticalmente bien constituidas y capacita al hablante, en todo caso, para reconocer, en la actuación, los "enunciados aberrantes" tales como aquel que él mismo produjera y que, desde entonces, todo lingüista ha citado alguna vez: Colorless green ideas sleep furiously Incoloras ideas verdes duermen furiosamente Este enunciado es, ciertamente, gramatical, tanto en inglés como en español, puesto que está "competentemente" constituido por un sujeto nominal + un verbo en forma personal que es el núcleo del predicado + un complemento circunstancial de modo, sin embargo, no es aceptable puesto que un enunciado aceptable es aquel "perfectamente natural e inmediatamente comprensible sin tener que sacar el lápiz, y que no tiene nada de extravagante ni de estrafalario", la definición es bastante vaga, Chomsky agrega, sin embargo, "es obvio que la aceptabilidad será cosa de grado en

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dimensiones varias" (1971:12), y da con ello derecho de existencia a los usos verdaderamente creativos del lenguaje. La gramática de una lengua es, entonces, la descripción de la competencia que el hablante nativo tiene de su lengua. Para los fines teóricos, ese hablante nativo será "ideal". Así, la "gramática de los lingüistas", no la del hablante nativo, será el resultado de una doble idealización: idealización del uso de la lengua (de la actuación), que ha sido despojada de sus fines comunicativos para convertirse en instrumento del pensamiento y generadora de oraciones "no-aberrantes"; y, también, idealización de estas estructuras en una meta-teoría que se propone describir los procesos de generación de las oraciones. Una vez más estamos ante el edificio de dos pisos (competencia/actuación). En este punto se podría argumentar que Saussure también "vivió en ese edificio" al distinguir entre lengua y habla pero veremos, en lo que sigue, que la distinción chomskiana va mucho más allá de la dicotomía saussureana. Si retomamos la segunda parte de la definición de gramática que aparece en Aspectos, esto es: "Una gramática completamente adecuada debe asignar a cada una de las infinitas oraciones una descripción estructural que indique cómo entiende esa oración el hablante-oyente ideal", notaremos enseguida que esta definición incluye algo más que el modelo de la competencia sintáctica: la gramática dará cuenta, además, de los procesos de producción y comprensión de la lengua: la lengua ha dejado de ser la expresión del pensamiento para ser ahora, ella misma, el pensamiento. Este es, quizá, el aspecto más "cartesiano" de la teoría chomskiana y aparece ya expresado en la cita con la cual iniciamos esta exposición de su teoría ("resulta natural suponer que el estudio del lenguaje contribuye significativamente a nuestro conocimiento de la naturaleza de la mente humana y de su funcionamiento") y, de hecho, es en esta hipótesis donde Chomsky encuentra la justificación de los estudios lingüísticos: conocer el "ingenio" generador de oraciones, la competencia intrínseca del hablante, valdrá en la medida en que nos permitirá conocer mejor el trabajo de la mente humana:

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Podemos considerar una gramática particular como un intento de especificar la información de que dispone en principio A [hablante-oyente] (es decir, aparte de las limitaciones de atención, memoria, etc.) que lo hace capaz de comprender una emisión arbitraria, en la medida nada trivial de que la comprensión está determinada por la descripción estructural que provee la gramática generativa. (1977:28)

John Searle (1973) comenta, en relación con este punto, que uno de los problemas de esta concepción es el hecho de que nunca se define claramente cómo se supone que la explicación del lingüista representará la capacidad del hablante-oyente para producir y comprender oraciones. Searle apunta entonces que para Chomsky, el hombre es esencialmente un animal sintáctico. La estructura de su cerebro determina la estructura de su sintaxis y, por esa razón, el estudio de la sintaxis es una de las claves, quizá la más importante, del estudio de la mente humana. (1973:35)

El racionalismo cartesiano ha sido, pues, llevado a sus límites: ahora se trata de ver lo que hay en el "sótano" del edificio de dos pisos. Esta hipótesis que, como argumenta Searle, no fue nunca precisada en su alcance, es, sin embargo, asumida y defendida como un principio y dará forma a los fundamentos de la gramática chomskiana.

De Port Royal a Chomsky, o de la gramática general a la teoría general Al presentar la Grammaire de Port Royal decía que, el calificativo de "general" para una gramática dependía de un punto de vista según el cual, para los abates del siglo XVII, el "arte de hablar" es una capacidad específica del ser humano que se manifiesta en las diferentes lenguas pero tiene un fundamento común: el pensamiento, las ideas, y será este fundamento común

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el que proveerá las "razones" de la gramática. Mientras más "razones" puedan evidenciarse más general será la gramática. Según lo que hemos visto hasta ahora, no ha sido muy largo el recorrido que conduce de Port Royal a Chomsky. Este se reduce aún más si consideramos que, al igual que para Port Royal, para Chomsky el estudio de las lenguas no valdrá sino en la medida en que el lingüista sea capaz de formular una teoría general que dé cuenta de la capacidad exclusiva y, con ello, se acerque a la explicación no solo de esta capacidad sino, además, de los procesos de la mente humana (en el entendido de que suponemos que de allí proviene y que allí se aloja dicha capacidad). En efecto, para Chomsky, El teorizador lingüístico intentará construir gramáticas generativas para las lenguas particulares y una teoría lingüística general que satisface las condiciones empíricas siguientes: a. tiene que ser lo suficientemente estrecha y restrictiva de modo que, como una caracterización del estado inicial del organismo, baste para explicar cómo es alcanzado, sobre la base de los datos disponibles, el estado final en el que está representado el conocimiento de la lengua; y b. tiene que ser lo suficientemente abstracta de modo que sea posible proporcionar gramáticas descriptivamente adecuadas, en conformidad con esta teoría, para todas las lenguas humanamente posibles. (1974b:13)

Para Chomsky, el concepto de descripción no aparece con el sentido de "descripción empírica", sino el de "descripción de la gramática", esto es, de la competencia lingüística de los hablantes y, en este sentido, la teoría deberá explicar todas las gramáticas posibles (gramáticas particulares); esto, a su vez, significa que la teoría deberá dar cuenta de la gramática universal. Así, en el proceso de idealización que mencionaba antes, el objetivo se considerará alcanzado cuando la teoría sea no solo descriptiva sino también explicativa, cuando se hayan encontrado las "razones" para todas las lenguas humanamente posibles. La teoría general es un aspecto importante y principal en la concepción chomskiana, constantemente hará evaluaciones

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del poder explicativo de la teoría y evidenciará, no sin cierto orgullo, los adelantos en el sistema de hipótesis que permitan "estrechar y restringir" los elementos necesarios para la explicación. De cierta manera se puede decir que de Estructuras sintácticas a Aspectos, y de la teoría estándar a la teoría de los principios y parámetros, si Chomsky ha reformulado su teoría lo ha hecho en la búsqueda de un grado cada vez mayor de abstracción y, por lo tanto, de poder explicativo de la teoría. Lo que no ha cambiado es el conjunto de hipótesis sobre los cuales se fundamenta la teoría, este, por el contrario, aparece cada vez con más convicción, pues Chomsky parece cada vez más seguro de que el aspecto creador y la visión generativa de la lengua es el camino que conduce a la explicación. Veremos más adelante las variaciones en el modelo gramatical, pero antes, revisaré brevemente tres principios de la visión chomskiana relacionados, esta vez, con la noción de "teoría general". a. De la definición de los objetivos y alcances de la teoría lingüística que acabo de citar, puede colegirse que se trata, en este caso, de un modelo hipotético-deductivo, un sistema de hipótesis que, tanto en la teoría como en las gramáticas, no dependerá de la observación directa de "todas las lenguas humanamente posibles" sino más bien, una vez más, de la creatividad del pensamiento humano. Como Descartes, esta teoría podría decirnos: "pienso, luego existo". Para Chomsky la lingüística es esto: la construcción de una teoría. Una teoría que, retomando lo que he dicho hasta aquí, será lo suficientemente "razonada" como para ser una teoría general de las lenguas y, por ello, será también una teoría del lenguaje, de la exclusivamente humana competencia lingüística: la teoría entonces precisaría los términos de esta competencia y, con ello, la naturaleza de la mente. De nuevo Chomsky está reaccionando contra su tradición escolar: el estructuralismo "taxonómico" y distribucionalista de Zellig S. Harris, del cual, más que alumno, se considera discípulo. Como he dicho en el capítulo anterior, desde Boas hasta Harris, la lingüística americana había estado demasiado ocupada en la descripción de las lenguas indígenas como para preocuparse por

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teorizar y esto es cierto aun en el caso de Sapir y de Bloomfield, los "teóricos" de esta escuela. Sus desarrollos serán "prácticos", "analíticos", metodológicos, aunque no por ello exentos de punto de vista, como he reiterado en el capítulo anterior. Pero no serán solamente los distribucionalistas los que sientan el impacto de la insistencia de Chomsky en la precedencia de la teoría sobre los hechos, Chomsky ha revivido, en el siglo XX, las disputas ancestrales entre los racionalistas y los empiristas, entre los que hoy llamamos formalistas y funcionalistas: después de Chomsky, los lingüistas han tenido que formular explícitamente los postulados teóricos que sustentan su trabajo. Todo esto parte de una ingenua creencia de que es posible ocuparse del lenguaje (o de cualquier objeto de las ciencias humanas) sin tener un punto de vista que respalde ese acercamiento. Este punto de vista, la teoría con la que partimos siempre, puede no ser explícita, puede no ser un objeto en sí misma, pero está siempre presente, no hay manera de evitarla (aun si quisiéramos hacerlo esto sería imposible). En esto Chomsky, tal vez sin quererlo, es legítimo heredero de los estructuralistas, pues parece creer que las teorías, si no son explícitas, fuertes, y similares a las que respaldan la investigación en las ciencias naturales, no son teorías. Chomsky se acerca más a sus antecesores franceses cuando insiste en la necesidad de la teoría explícita. Recordemos que, para Port Royal, la teoría se explica "de una manera clara y natural" y, sobre todo, al considerar que la "construcción" de la gramática de las lenguas particulares no vale sino en la medida en que permite la teoría general, y viceversa, pues las gramáticas son proporcionadas por la teoría. b. Como modelo hipotético-deductivo, el sistema teórico debe formular hipótesis sobre los principios generales del lenguaje y de las lenguas. Uno de esos principios acaba de exponerse: el aspecto creador del lenguaje, esa "maravillosa invención" de la articulación infinita de los medios finitos. Este es un rasgo común a todas las lenguas que conocemos y, de hecho, para decir que estamos ante una lengua natural, los lingüistas nos servimos de este criterio. Se trata, en este caso, de una propiedad que puede asumirse como rasgo general y, más aún, universal.

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Chomsky definirá dos tipos de universales que interesan a la teoría: los universales sustantivos y los universales formales. Los primeros se definen como el conjunto de categorías que deben estar presentes en cada lengua natural, "los elementos de cierto tipo [que] en cualquier lengua deben ser extraídos de una clase de elementos fija" (1971:28). Chomsky suele ilustrar su concepto de universales sustantivos citando la definición de proposición (oración) de la Grammaire en tanto, para él, esta definición presenta (y abstrae) la estructura de todo enunciado, aunque cada lengua particular la realiza de acuerdo con su "genio". En cuanto a los universales formales, estos son derivados de la teoría. Por ejemplo, en la teoría de Chomsky, toda lengua tiene un conjunto de reglas sintácticas, que la teoría especifica, para producir enunciados. Se trata, en este caso de una "asunción teórica", para decirlo en los términos de esta gramática: la teoría de la lengua como competencia intrínseca y como "conocimiento" derivará una serie de principios que se suponen presentes en todas las lenguas en tanto se conciben teóricamente como una propiedad de las lenguas. Sustantivos o formales, la teoría entonces debe aspirar a la formulación de un sistema de rasgos universales que permitirá describir y explicar todas las lenguas o, mejor dicho, la capacidad del lenguaje. Si lo logra, la teoría se torna explicativa y, evidentemente, permite no solo la explicación de la capacidad lingüística sino también de la explicación del fundamento de esta capacidad: la mente humana. Los racionalistas y Chomsky parecen caminar para encontrarse. c. el conjunto de universales definidos por la teoría general permitirán entonces la caracterización de una gramática universal. Con la mente humana como substrato, las gramáticas humanas no podrán ser muy diferentes entre sí, por lo que puede formularse la hipótesis de que, entre la mente y las gramáticas particulares hay un nivel intermedio que estará representado por la gramática universal (esto en el caso de que la mente y la gramática universal no sean la misma cosa, pues por momentos podría pensarse que para Chomsky es así, aunque esta hipótesis nunca ha sido formulada explícitamente). Esta gramática universal sería, lógicamente, innata.

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La competencia del hablante nativo se adquiere sobre la base de los datos de la experiencia, se adquiere en la interacción real con hablantes reales (esto ni Chomsky podrá negarlo), sin embargo, como se sabe, los hablantes reales son exactamente opuestos a los hablantes ideales, ¿cómo entonces es posible que alguien sea capaz de adquirir algo a partir de ese "desorden" que es la conversación diaria? Si la competencia es un conocimiento de la lengua tal que ha abstraído las reglas del sistema lingüístico y permite la comprensión y la producción de los enunciados además de la identificación de los "enunciados aberrantes" ¿cómo puede esta competencia provenir de los datos de la experiencia solamente? La solución está en la consideración de la gramática universal: esta precede a todo contacto con los datos reales, puesto que forma parte de las capacidades humanas más particulares y puede identificarse con los procesos psicológicos superiores, entonces, lógicamente (de acuerdo con esta teoría), la gramática universal ya estará ahí cuando el niño nace: la gramática universal es innata. Es importante señalar que no hay manera de negar la predisposición biológica y psicológica que el homo sapiens evidencia en cada miembro de su especie: esta especie ha evolucionado de tal manera que cada individuo, al nacer, tiene todo a su favor para adquirir una lengua. Pero reconocer esto no implica necesariamente el reconocimiento de un "dispositivo de adquisición del lenguaje", que se activaría por el contacto con el habla real y que tendría la forma de una gramática mental (y, por lo tanto, universal). Chomsky y Descartes se han encontrado al fin: las ideas son innatas y, como parte de ellas, la gramática. He mencionado ya lo que para Chomsky constituye la tarea de la lingüística, ahora esto puede completarse: la tarea de la lingüística es la de evidenciar la gramática universal a través de una teoría general. Esta teoría general, tal como señala el mismo Chomsky, debe poder explicar cómo un "organismo" en su estado inicial logra obtener una gramática y, al hacerlo, permitirá la creación de gramáticas descriptivamente adecuadas para las lenguas particulares. La teoría, entonces, precede a las gramáticas particulares.

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De Port-Royal a Chomsky, o de la Gramática general y razonada a la Gramática generativa y transformacional En casi todas la presentaciones que hace de su concepción de la gramática, Chomsky cita una frase: Dieu invisible a créé le monde visible. Es esta convicción la que lo acerca definitivamente a los abates de Port Royal pues, para él, la principal visión de Port Royal consiste en haber evidenciado el hecho de que esta frase está compuesta, en realidad, por tres proposiciones: Dios es invisible, Dios creó el mundo, el mundo es visible; recordemos también que, para Port Royal, la segunda será la proposición principal y las otras dos serán "incidentes" y que, con respecto a la incidencia, el hablante tiene la opción de formular su enunciado tal y como aparece arriba o bien mediante la utilización de los pronombres relativos para producir entonces: Dios que es invisible creó el mundo que es visible. Resumiendo la teoría de Port Royal en sus líneas fundamentales, una frase tiene un aspecto mental interno (una estructura profunda que lleva consigo su significado), y un aspecto físico externo, como serie de sonidos. Su análisis superficial en frases puede que no indique las conexiones significantes de la estructura profunda por medio de un signo formal o por la colocación efectiva de las palabras. La estructura profunda, sin embargo, se representa en la mente cuando se produce la expresión física. La estructura profunda consiste en un sistema de proposiciones organizado de formas diversas. Las proposiciones elementales que constituyen la estructura profunda son del tipo sujeto-predicado, con sujetos y predicados simples. (1978:90)

Así, "bajo" las estructuras sintácticas, puede (y, desde su punto de vista, debe) encontrarse un "nivel previo" en la producción de las frases que se representaría como un estadio en

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el cual el hablante dispone de ciertas estructuras simples que se organizarán jerárquicamente y sufrirán algunos cambios internos en el proceso que las relaciona para constituir los enunciados que, finalmente, produce el hablante. En el caso del oyente (en la comprensión) se realizará el camino inverso: a partir de los enunciados que recibe, el oyente "desandará" el camino de la producción para llegar a esas estructuras simples que le permitirán conocer lo que, efectivamente, se le dijo. De esta manera, varios de los conceptos claves en la gramática chomskiana aparecen directamente determinados por la gramática de Port Royal, estos son los conceptos de estructura superficial y estructura profunda, por una parte y, por la otra, la concepción que tiene Chomsky del modo como se relacionan estas dos estructuras, es decir, la idea de que la gramática es un "aparato generador". En efecto, la teoría general de la que nos estamos ocupando concibe la gramática como una gramática generativa. Gramática que "genera" estructuras de superficie como resultado de un proceso que relaciona, jerarquiza y modifica estructuralmente las proposiciones "simples" que se encuentran en la base para que aparezca entonces la cadena final (que el hablante produce). Con esto se aclara también en qué sentido, para Chomsky, la gramática permitirá exponer los procesos mentales del hablante-oyente pues, en efecto, la producción y comprensión de las estructuras sintácticas será concebida como actividad generadora que se realiza en la mente del hablante-oyente. Esta actividad generadora tiene, además, una particularidad: debe estar regida por un sistema de reglas, de modo que la tarea del gramático será la de evidenciar esas reglas. Si antes dije que la gramática es la descripción de la competencia que el hablante nativo tiene de su lengua, ahora puedo agregar que, para Chomsky, esta competencia se representa como equivalente al conocimiento de ese sistema de reglas que es el responsable de generar "todas las secuencias gramaticales de L y ninguna de las agramaticales" (1974a:27).

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En los años 50, cuando las máquinas que imaginaba Descartes impactaban la cultura occidental, la "teoría de la comunicación" y la cibernética hacían pensar en que las estructuras lingüísticas podían formalizarse según el modelo de los "estados finitos", es decir, como un proceso lineal donde, a partir de un estado inicial, ocurren una serie de selecciones en cadena que van siendo determinadas, cada vez, por las selecciones anteriores, de esta manera: cada frase se concibe como una serie de puntos en cadena, donde cada punto representa una selección posible en un conjunto finito de elementos susceptibles de aparecer en ese punto. En una gramática de este tipo, las selecciones en cada punto se realizan de izquierda a derecha y, una vez realizada la selección en el primer punto, este determinará, en los conjuntos siguientes, cuáles de las opciones son pertinentes y cuáles no (por concordancia, por ejemplo); por esta condición, que es fundamental en este modelo, esta gramática se conoce también como "gramática dependiente del contexto".3 La condición de entrada consiste en que, de nuevo, en cada punto, las opciones sean limitadas, esto es, que se presente un conjunto de opciones finito. En un modelo como este, la tarea de la gramática sería entonces la de determinar cómo se estructura esa serie de puntos (teóricamente infinito), y la de establecer, también, cuáles son los elementos que constituyen los conjuntos en los cuales se realizará la selección (teóricamente finitos). Propuesta así, esta gramática se parece, y con mucho, a la gramática propuesta por los distribucionalistas. Recordemos que, también para ellos, las estructuraciones sintácticas aparecen como cadenas contextuales en las que cada elemento se define, justamente, por su distribución, es decir, por su pertenencia a un conjunto finito que tiene opciones de aparecer en determinados contextos y no en otros. Chomsky también equipara estas dos gramáticas y, al hacerlo, opina que estas quizá hayan sido útiles para la cibernética pero que las lenguas naturales serían difícilmente descriptibles en este modelo. Las lenguas naturales necesitan gramáticas independientes del contexto, aunque no podamos

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decir, para hacer oposiciones simétricas, que estas gramáticas serán también "infinitas" pues, al contrario, "un requisito que la gramática tiene ciertamente que satisfacer es el de ser finita" (Chomsky 1974a:29), y esto por una razón elemental: si es un sistema de reglas que genera estructuras sintácticas, estas reglas, así como las estructuras que se generen, no pueden ser infinitas, una gramática de este tipo sería impracticable (y no para los lingüistas, sino para los hablantes).4 Propone entonces Chomsky una gramática "de la estructura de la frase", una gramática de las Estructuras sintácticas. Estamos en 1957.

La teoría estándar La gramática, entonces, es un conjunto finito de reglas que operan con un conjunto de medios finito que se utilizan creativamente para generar expresiones (y no estructuras) incontables. Esta gramática se compone de un conjunto de reglas que permiten establecer, a partir de la estructura superficial, cuál ha sido la estructura profunda que la ha producido, esto es, cuál es la proposición o proposiciones simples que se encuentran en la base de la estructura superficial. Estas reglas, conocidas como reglas de reescritura, generan el marcador sintagmático o, como se le conoce más generalmente, el diagrama arbóreo que representa la estructura profunda. En número limitado, estas reglas son:5 O[ración]6 → [se reescribe como] SN SV7 SN SV SN det N V SP

8 → (det) N → V SN (SP) →O → artículos, posesivos... → cualquier miembro del paradigma nominal → cualquier miembro del paradigma verbal → preposición SN

Así, al aplicar estas reglas a una oración como: El hombre golpeó la madera con el martillo, obtendremos el siguiente marcador sintagmático:

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SN    det             

el 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SV   N             

hombre 

V

    SN det

           

SP N

prep

SN  det

golpea 

la 

madera 

con 

el 

            N   

martillo 

Como puede notarse, este modelo de gramática, que "genera oraciones de arriba hacia abajo" no permite, sin embargo, explicar cómo "de abajo hacia arriba" son generadas las estructuras superficiales relacionadas (o parafrásticas). Así, un modelo como este no permitiría explicar cómo se relacionan las estructuras superficiales a, b, c y d, "generables" todas a partir de la "estructura profunda" que incluye las tres proposiciones simples que Lancelot y Arnauld reconocieron en las estructuras superficiales a y b: a. Dios invisible creó el mundo visible b. Dios que es invisible creó el mundo que es visible c. Dios, que es invisible, es el creador del mundo d. El mundo visible fue creado por Dios, que es invisible etc.

Una gramática que incluya solamente reglas reescriturales generará diferentes configuraciones sintácticas para estas cuatro frases y no explicará de qué manera están relacionadas. Para Chomsky, no es este el sentido de la visión de Port-Royal y, sobre todo, no es este el sentido de una gramática que, tal y como él propone, debe dar cuenta de los procesos mentales por los cuales un hablante, a partir de las tres proposiciones que Lancelot y Arnauld presentan, puede producir o entender estas cuatro frases

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"de superficie". El modelo se revelará entonces insuficiente y hará necesaria la inclusión de un nuevo sistema de reglas: las reglas transformacionales. Una transformación gramatical T opera sobre una cadena dada con una estructura constitucional dada, y la convierte en una nueva cadena con una estructura constitucional nueva. (1974a:62)

Las reglas transformacionales, también finitas, aparecerán como un conjunto de reglas que opera sobre los marcadores sintagmáticos generados por las reglas de estructura de frase para generar, a su vez, estructuras superficiales. Veamos esto en un ejemplo que tomo de D'Introno (1979:68-9). Dada la oración: Pedro dice que María lo insultó si aplicamos las reglas de reescritura generaremos el siguiente diagrama arbóreo de la estructura profunda:

     

 

            O1 

 

                      SV        V  SN              decir                  O2 

 

 

         

     

SN        Pedro       

 

 

 

 

SN 

 

 

 

 

 

María 

 

 

 

 

 

 

        V 

   

   

   

   

   

   

insultar                  a Pedro                  a él 

SV                  SN   

  Para obtener, a partir de este diagrama, la estructura superficial correspondiente, se aplicarán las siguientes transformaciones: 1.

Pronominalización, que transformará la estructura profunda indicada arriba para resolver la correferencialidad entre el SN sujeto de O1 y el SN objeto

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2. 3. 4. 5. 6.

de la O2, y resulta entonces la cadena: Pedro decir María insultar a él; Formación de clíticos: Pedro decir María insultarlo a él; Concordancia: Pedro dice María insultólo a él; Inserción de QUE: Pedro dice que María insultólo a él; Movimiento de clíticos: Pedro dice que María lo insultó a él; Elisión del pronombre fuerte: Pedro dice que María lo insultó.

Como puede notarse en este ejemplo, es necesario establecer, además de las reglas transformacionales, un conjunto de restricciones, o especificaciones, para la aplicación de estas reglas. Así, para cada lengua debe establecerse cuáles son las trasformaciones que se aplican obligatoriamente y cuáles facultativamente. Por ejemplo, en español la "transformación de concordancia" se aplica obligatoriamente, mientras que la "elisión de pronombre fuerte" es opcional. Deberá especificarse también cuál es el orden de aplicación de estas reglas pues, de nuevo en el ejemplo anterior, una transformación como "movimiento de clítico" no podría aplicarse en español antes de aplicar "concordancia". Hay que notar que, en la estructura profunda, solo encontramos "proposiciones", es decir, oraciones simples, "nucleares" en la constitución de la estructura superficial. Estas oraciones nucleares serán, como consecuencia de la transformación, insertadas en la estructura superficial, y ello de diferente manera, como se evidencia por el hecho de que las cuatro frases que "derivamos" antes a partir del ejemplo de Port Royal tendrían la misma estructura profunda. La gramática es, entonces, generativa y transformacional. Este el es modelo gramatical que Chomsky propone en 1957 cuando comienza "la revolución de Chomsky en lingüística".

La teoría estándar extendida A la primera versión de la teoría chomskiana, que acabo de presentar, se le conoce como teoría estándar. En 1965 la teoría es reformulada en Aspectos de la teoría de la sintaxis. A esta "reformulación" (y a su desarrollo subsecuente) se le conoce como teoría estándar extendida, y la denominación apunta ya

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hacia el hecho de que, en sus fundamentos, el modelo gramatical no cambia de 1957 a 1965. De la teoría estándar a la teoría extendida, se especifican los términos de la gramática pero la concepción general que la funda se mantiene intacta. En Aspectos, Chomsky abunda en los puntos claves y desarrolla explícitamente algunos conceptos que solo estaban esbozados en Estructuras sintácticas, a saber: 1. En este segundo modelo se restringen las reglas transformacionales, es decir, el sistema de aplicación se especifica de manera que la teoría sea más abstracta y más general. Siguiendo el objetivo que se había trazado de hacer una teoría que cumpliera con los requisitos de restricción y finitud, en esta segunda versión de la gramática Chomsky especifica que todo cambio estructural evidenciado entre la estructura profunda y la superficial no es el resultado de la aplicación de una transformación, esto es, que además de las reglas transformacionales, la gramática debe especificar las condiciones de aplicación de la regla y algunos procesos asociados (como los de inserción y movimiento de elementos) que afectan a la estructura profunda. De este modo se pretende categorizar el conjunto de reglas, ordenar su aplicación y limitar su número. Se pretende también hacer de las transformaciones un conjunto de reglas más general que dé cuenta de manera más eficiente de las categorías universales, dejando las especificaciones y restricciones de aplicación a las gramáticas particulares de las lenguas. 2. En Aspectos aparecen explícitamente definidos los pares: competencia / actuación, estructura profunda / estructura superficial, gramatical / aceptable. Igualmente, Chomsky define aquí los universales (formales y sustantivos) cuyo establecimiento constituye la tarea principal de la lingüística. 3. La base teórica, entonces, no cambia y la teoría gramatical tampoco lo hace fundamentalmente. La concepción de la sintaxis es la misma. La gramática de la lengua se centra en la sintaxis y en sus dos "sub-componentes": el que incluye las reglas de reescritura y el de las reglas transformacionales. En adelante este "componente" será llamado "componente de base de la gramática", y será el encargado de la generación y transformación

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de las estructuras. Pero es el término mismo de gramática el que ha cambiado pues ahora incluye, además de la sintaxis (componente de base), dos componentes interpretativos: el componente fonológico y el componente semántico. La variación consiste en que ahora esta gramática podrá representarse como un conjunto de componentes y subcomponentes que integran el "aparato generador" y dan cuenta de la competencia lingüística general de los individuos. En este segundo modelo, la gramática estará estructurada como sigue: COMPONENTE SEMANTICO

incluye dos grupos de reglas: las de subcategorización léxica y las reglas de selección del léxico

COMPONENTE SINTACTICO

incluye dos subcomponentes: el generativo y el transformacional, cada uno conformado por un grupo de reglas específicas

COMPONENTE FONOLOGICO

asigna forma fonética a la oración generada por las reglas sintácticas

Así, pues, el componente sintáctico consta de una base que genera estructuras latentes y una parte transformacional que las proyecta en estructuras patentes. La estructura latente de una oración es sometida al componente semántico para interpretación semántica, y su estructura patente entra en el componente fonológico y recibe interpretación fonética. El efecto final de una gramática, pues, es relacionar una interpretación semántica con una representación fonética -es decir, expresar cómo se interpreta una oración. El componente sintáctico de la gramática, que constituye su única parte "creativa", sirve de mediador en esta relación. (1971:128-9)

La diferencia sustancial entre este modelo de la gramática y el anterior es que ahora aparece un "componente semántico" que asignará una serie de rasgos semánticos a los elementos léxicos en la estructura profunda, rasgos tales como [±animado], [±humano], [±contable], [±común], en el caso de los sustantivos, y otros como [±transitivo], [±progresivo], en el caso de los verbos.

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En otras palabras, esta gramática incluye ahora el léxico, tal y como lo entendía Saussure y, en el léxico (o, más exactamente, en el lexicón) se incluye, junto a cada entidad, un conjunto de rasgos semánticos9 que determinan su categorización (en paradigmas) y especifican la subcategorización de cada elemento en el paradigma. Así, el primer rasgo que se asigna a todo elemento es [±verbo], con lo cual se categoriza, y, a continuación, en cada categoría, se asigna un conjunto de rasgos específicos que, por ejemplo, en el paradigma de los verbos los distinguirá de acuerdo con el número de argumentos nominales asociados.10 Además de las reglas de categorización y subcategorización, el componente semántico incluye un conjunto de reglas de selección léxica, "que analizan un símbolo (generalmente un símbolo complejo) en términos de rasgos sintácticos de las contexturas en que aparecen" (1971:92), es decir, son las reglas que restringen la distribución de los elementos léxicos a determinadas estructuras sintácticas, a determinados contextos. Las reglas de subcategorización determinarán que un verbo como nacer se subcategoriza como [-transitivo] y que solo admite un SN el cual no podrá aparecer en la "superficie" con el rol de objeto directo; por su parte, las reglas de selección establecerán los "requisitos" que debe cumplir una unidad léxica para poder aparecer como SN sujeto en una oración que incluya este verbo. Colorless green ideas sleep furiously será una oración resultante de la violación de estas reglas y, en términos generales, cualquier tropo lo será.

Una nueva teoría de la sintaxis Al tiempo que los conceptos y principios se hacen más simples, la argumentación y deducción tienden a hacerse más complejas: una consecuencia natural muy deseable. A la larga, esperamos que sea posible derivar propiedades complejas de lenguas naturales concretas, e incluso determinar la totalidad de la gramática nuclear de una lengua, con todas sus consecuencias empíricas, con sólo asignar a los parámetros de la teoría lingüística general (la gramática universal) valores escogidos del conjunto de posibilidades. (Chomsky 1988:15)

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La cita es extensa porque aparecen en ella los principios de esta "nueva sintaxis". Cada vez más "racionalista", en los años 80 Chomsky propone una nueva revisión del modelo teórico, que se conocerá, a principios de esta década como el modelo GB (government and binding)11 y, a finales de esa misma década, como modelo de principios y parámetros. En este nuevo modelo, Chomsky espera acercarse, cada vez más, a su ambición de formular una teoría más general y más simple que sea, por lo tanto, más explicativa. La gramática universal es ahora el centro privilegiado de la atención pues es esta, como siempre, el objetivo de la teoría. A partir de ella deberá ser posible deducir las gramáticas particulares. De lo que se trata es de establecer, de una vez por todas, cuáles son los principios que constituyen esa gramática universal y, además, establecer los parámetros particulares que deben considerarse a fin de que las diferentes lenguas puedan ser explicadas por esta gramática. La definición de gramática que se presenta en esta "nueva sintaxis" así lo especifica: La gramática de una lengua se puede considerar como un conjunto determinado de valores para esos parámetros, mientras que todo el conjunto de reglas, principios y parámetros constituyen la gramática universal, considerada como la facultad del lenguaje, un componente más de la herencia biológica de los seres humanos. (1988:20)

Esta nueva sintaxis incluye una sola transformación: Movimiento de α, "o sea, muévase cualquier categoría a cualquier parte" (1988:30), restringida en su aplicación por los diferentes parámetros que puedan determinarse, tanto los generales, abstraídos en la gramática universal, como los particulares, específicos de las gramáticas particulares. Uno de esos parámetros, por ejemplo, depende de la "teoría del ligamento", que da cuenta de las relaciones que establecen los elementos anafóricos con sus antecedentes. Otro es el que depende de la "teoría del caso", que asigna una marca de caso a aquellos elementos que pueden recibirlo.

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En esta nueva gramática, el léxico, entendido como siempre: el lexicón, tendrá un rol fundamental pues será el encargado de determinar muchas de las propiedades tanto de las contexturas sintácticas posibles para cada elemento como, inclusive, de "aquellas propiedades fonéticas y semánticas no especificadas por regla alguna" (1988:18). En esta nueva gramática, de lo que se trata es de lograr un grado de abstracción tal que permita reducir las especificaciones y alcanzar los principios. Por esto se reducen las reglas, tanto las de reescritura como las transformaciones. La teoría debe hacerse más simple y más general, debe ser más explicativa y, por esto, más universal. Uno podría estar tentado a decir que Noam Chomsky es el último estructuralista. Este discípulo de Harris hereda de su maestro un quehacer que, al margen de la teoría y de las encendidas controversias anti-descriptivistas, aparece finalmente cuando se trata de presentar las gramáticas. Las reglas de reescritura son representación de los constituyentes inmediatos, Chomsky hereda la desconfianza o la torpeza para entender dónde está el significado y cómo enfrentarlo en el análisis, en esta teoría, como en su antecesora, aparece el recurso al hablante nativo como valorador de las decisiones del lingüista. Por sobre todo esto, Chomsky es estructuralista cuando (contra sus maestros o con ellos, o reivindicando a Saussure y su mentalismo) trata de establecer las tareas de la lingüística, esto es, hacer una descripción tal que lo que consigamos al final sea una explicación de la capacidad específica del lenguaje. Dicho de otra manera, en Chomsky reaparece (o no ha cesado), la búsqueda de un sistema que, abstraído y general, nos permita conocer la capacidad de la especie, nos permita saber sobre nuestro saber y, sobre todo, nos permita descubrir los mecanismos secretos de la maquinaria que opera en la base de las lenguas. Pero, en su búsqueda, Chomsky consigue liberar por fin a la sintaxis de sus viejos "vicios", es con él y por él que logramos superar la idea de que una oración es una cadena de estados finitos; es con él y por él que salimos por fin de la tradición que

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limita los procesos sintácticos a la concordancia; es con él y por él que se comprende por fin el componente sintáctico de toda gramática como un mecanismo generador, como una actividad retórica. La sintaxis de este siglo comienza con Noam Chomsky y no podrá liberarse de su presencia, pues es él quien establece los principios y parámetros para una nueva compresión de las operaciones sintagmáticas. Los "principios" y los "parámetros" que se encuentran en la base del componente sintáctico variarán de una teoría a otra, pero la comprensión del "hecho sintáctico" ya no podrá variar, ahora "any theory-based grammar, transformational or not, can be stated in generative terms".12

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4.

La sintaxis funcional: de Praga a las escuelas anglosajonas No hablamos por signos aislados sino por grupos de signos, por masas organizadas de signos que son a su vez signos. (Saussure 1973:215)

El término sintaxis funcional puede entenderse de diferentes maneras: será funcional una sintaxis que se ocupe de establecer las diferentes clases de unidades que intervienen en el discurso, tomando en cuenta los roles sintácticos que ésta desempeña y las relaciones jerárquicas que establece con el resto de las unidades que pueden aparecer, con esa misma función, en un enunciado real. Desde esta perspectiva, una definición funcional del verbo lo caracterizará como una clase de palabras que solo puede ejercer una función en la cadena y esta es la de núcleo del predicado. El sustantivo, por su parte se caracterizará como la única clase que puede aparecer en el núcleo del sujeto y su rol discursivo será tan nítido que, en el caso de que otra categoría quiera ejercer esta función, perderá sus condiciones originales y se sustantivará. Las categorías clásicas siguen operando, en esta perspectiva varía solamente el hecho de que se hace una descripción realista de los usos de cada unidad y de cada clase. Sintaxis funcional, entonces, puede querer decir: clasificación de las unidades de acuerdo con los roles que cumplen en el discurso y jerarquización de las clases de acuerdo con sus funciones. En este sentido, habrá una sintaxis funcional para cada lengua.

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Sintaxis funcional puede también querer decir: descripción de las funciones de las unidades, o clases de unidades, en el interior del sistema lingüístico, descripción y explicación de lo que el sistema necesita para poder funcionar como tal, de lo que es pertinente, necesario, improbable o imposible para que haya sistema lingüístico. Desde este punto de vista, se trata de establecer las funciones distintivas y opositivas de cada clase de elementos en el interior del sistema. En términos saussureanos, se trataría entonces de establecer los valores de cada clase o rasgo que sean pertinentes en el funcionamiento del sistema. En esta concepción de la sintaxis, más teórica que la anterior, estaríamos ante conceptos más abstractos y consideraríamos entonces unidades tales como morfemas, tipos de morfemas, estructuras oracionales y tipos de relaciones sintácticas de los elementos del sistema y, junto al nivel sintáctico, habría que considerar también las relaciones entre los niveles o, mejor dicho, habría que explicar el rol de cada nivel a favor del funcionamiento del sistema en su totalidad. En esta concepción, la primera definición funcional debe ser la definición de lengua y, a partir de allí, la explicación de los componentes se presenta como una tipología. Sintaxis funcional también quiere decir: descripción y explicación de las funciones de una unidad o clase de unidades en el exterior del sistema, es decir, cómo ese sistema (que, evidentemente, se concibe en los términos anteriores) permite cumplir funciones externas complejas tales como la comunicación y la representación o, en términos más generales pero no más simples, cómo ese sistema cumple la función de la significación lingüística. Dependiendo de cada punto de vista, uno de estos significados, o uno de los aspectos que incluye, pasará a primer plano y tendrá más peso pero, al mismo tiempo, estas teorías se encontrarán en la convicción de que la lengua es un sistema funcional, "un sistema de medios apropiados para un fin", y se encontrarán también en un cuerpo de premisas que se derivan de esta concepción y modulan su comprensión de los hechos lingüísticos.

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A continuación revisaré algunos de los criterios que han nutrido el punto de vista funcional en sintaxis a través de la obra de los autores que más relevancia tienen para establecer las premisas que explican estas tres posibilidades de comprender el término sintaxis funcional.

Entre Ginebra y Praga En los primeros años de este siglo, mientras Saussure dictaba sus cursos de lingüística general en Ginebra, un grupo de lingüistas se reunía en Praga para discutir sobre los problemas de análisis que tenían que resolver para adelantar en la descripción de las lenguas, la literatura y la cultura eslavas: Vilém Mathesius, Josef Vachek, Bohuslav Havránek, Ján Mukařovsky, Bohumil Trnka, Frantisek Daneš; con el tiempo, a este grupo se unirán dos jóvenes rusos: Nikolai S. Trubeztkoi y Roman O. Jakobson. Este último había fundado ya el Círculo Lingüístico de Moscú y determina la creación, hacia 1926, del Círculo Lingüístico de Praga. Formalmente constituido, el Círculo Lingüístico de Praga producirá un documento raro en la historia de esta ciencia: un manifiesto titulado Tesis de 1929,1 cuya redacción se atribuye normalmente a los teóricos del Círculo: Vilém Mathesius, quien desde 1911 usaba el término funcional para definir su visión lingüística, y los rusos: Jakobson y Trubetzkoi. Un documento raro ciertamente pues, por única vez en la historia de nuestra ciencia, tendremos una declaración de principios que empieza afirmando: La lengua, producto de la actividad humana, comparte con tal actividad su carácter teleológico o de finalidad. Cuando se analiza el lenguaje como expresión o como comunicación, la intención del sujeto hablante es la explicación que se presenta con mayor naturalidad. Por esto mismo, en el análisis lingüístico, debe uno situarse en el punto de vista de la función. Desde este punto de vista, la lengua es un sistema de medios de expresión apropiados para un fin. No puede llegarse a comprender ningún hecho de lengua sin tener en cuenta el sistema al cual pertenece. La lingüística eslava no puede ya eludir este conjunto actual de problemas. (Trnka et al. 1972:30-1)

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Tal como sucederá para toda la lingüística subsiguiente, el Círculo Lingüístico de Praga se sitúa con respecto a Saussure, como sigue: 1. El sistema lingüístico El estudio de una lengua exige que se tenga rigurosamente en cuenta la variedad de las funciones lingüísticas y de sus modos de realización en el caso considerado. Cuando esta variedad no se tiene en cuenta, la caracterización, ya sea sincrónica o diacrónica, de una lengua cualquiera resulta necesariamente deformada y, hasta cierto punto, ficticia. Según estas funciones y estos modos cambian tanto la estructura fónica como la estructura gramatical o la composición léxica de una lengua. (Trnka et al. 1972:41)

Para los praguenses, como para Saussure, el concepto clave para la ciencia lingüística, que están fundando, es el de sistema, su definición y, por sobre todo, su establecimiento como concepto fundamental para la comprensión de los hechos lingüísticos. Sin embargo, para los praguenses, a diferencia de Saussure, el sistema no será una entidad estática y, por sobre todo, homogénea2 sino que, por el contrario, el sistema se concibe aquí como dinámico y heterogéneo. Dinámico, pues el sistema se encuentra en constante evaluación de sus posibilidades funcionales, en constante revaluación de las unidades que lo constituyen, en constante interacción con el uso que los hablantes hacen de ese sistema; y heterogéneo por las mismas razones pues, si consideramos el uso cotidiano que cada individuo hace de su lengua, nos encontraremos con una variedad de finalidades para las cuales se activan estos medios de expresión, el sistema deberá incluir esta variedad y, al hacerlo, necesariamente operará subcategorizaciones en cada clase, de manera tal que no será, por ejemplo, toda la clase de los sustantivos la que concurra en español cuando nos interese hablar de un "objeto", ni siquiera será todo el campo léxico el que tendrá posibilidades de concurrencia sino que este, a su vez se subcategorizará según el uso que nos interese, según la finalidad, y entonces, en español (venezolano), hablaremos, según las circunstancias, de objetos, cosas, peroles o corotos.3

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El sistema se concibe entonces como un conjunto de subsistemas que se actualizan según las funciones para las cuales se usa la lengua y las situaciones lingüísticas en las cuales interviene el hablante. Así, cuando los praguenses mencionan la intención del sujeto hablante como criterio explicativo en lingüística, es a esto a lo que se refieren, es decir, a la necesidad que tiene que plantearse la lingüística de hacer una descripción de los tipos de uso para los cuales se pone en funcionamiento la lengua, usos externos, situaciones de habla, pues en el establecimiento de estos tipos se encontrará un factor importante para la definición funcional del sistema. No se trata de una casuística que enumere las intenciones particulares de cada hablante, esto no tendría sentido, se trata de conocer las funciones generales, funciones sociales reales, a las cuales sirve la lengua y, con ellas, tratar de establecer cuáles son las categorizaciones funcionales que operan en el sistema. De nuevo, se trata de la forma y no de la sustancia. Establecen entonces los praguenses un conjunto de funciones lingüísticas que, como rasgos de categorización, pueden aplicarse a los usos de la lengua a fin de establecer su pertinencia en la definición del sistema, estas son, a saber: el par lenguaje interno/lenguaje manifiesto; el par lenguaje intelectual/lenguaje emocional; el par función social de comunicación/función poética; y, por último, la diferenciación de los modos de manifestación lingüística, estos son: la manifestación oral, que se subdivide según si el oyente ve al hablante o no, por otro lado, la manifestación escrita; y en segundo lugar el lenguaje alternativo con interrupciones y el lenguaje monologado continuo. Es importante determinar qué modos se asocian con qué funciones y en qué medida. (Trnka et al. 1972:41-3)

2. La dicotomía lengua / habla Situados ya en la perspectiva praguense, es fácil entender que, para estos teóricos, la lengua no puede disociarse del habla, tal y como lo hace Saussure. Jakobson afirmará tajantemente que

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esta diferenciación que hace de cada una de ellas una entidad separada no es más que una ficción despistante pues, como podrá comprenderse a la luz de la definición praguense del sistema lingüístico, lengua y habla se encuentran en relación funcional constante, es el habla la que dinamiza el sistema, es el habla, entendida en términos estrictamente saussureanos, la que actualizará las variadas finalidades para las cuales se usa la lengua y no será sino adecuándose a estas finalidades, subcategorizándose, como el sistema lingüístico podrá servir efectivamente a la comunicación lingüística. Entre la lengua y el habla no hay una barrera. Sin confundirse, estas se encuentran en constante interacción. Es necesario citar aquí a Saussure y hacerle justicia. la lengua es necesaria para que el habla sea inteligible y produzca todos sus efectos; pero el habla es necesaria para que la lengua se establezca; históricamente el hecho de habla precede siempre. (1973:64)

Si Saussure confirma que la relación lengua-habla se realiza en estos términos, ¿cómo entonces los praguenses pueden argumentar en contra de ella? En estos términos, ambos puntos de vista son idénticos: es la realización funcional la que determina la configuración del sistema. La diferencia está en que, para Saussure, una vez establecida la existencia del habla, esta deja de formar parte de los intereses de la lingüística mientras que, por el contrario, para los praguenses, son ambas, lengua y habla, las que deben constituir el objeto de la lingüística. Estamos de nuevo ante las dos caras de la moneda y, en términos funcionalistas, no se puede concebir la una sin la otra y, menos aún, describirlas o explicarlas separadamente. 3. La dicotomía sincrónico / diacrónico No se pueden poner barreras infranqueables entre los métodos sincrónico y diacrónico, como lo hace la escuela de Ginebra.(...) Los cambios lingüísticos apuntan a menudo al sistema, a su estabilización o a su reconstrucción. (Trnka et al. 1972:32)

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No hay barreras entre la lengua y el habla, tampoco las hay entre la consideración sincrónica y diacrónica del sistema. En constante interacción con el habla, el sistema, concebido en los términos que acabo de exponer, no se estatizará nunca sino que, por el contrario, permanentemente evaluará y revaluará sus categorías y subcategorías y esto, evidentemente, en términos funcionales. Jakobson comparará los cambios en el sistema lingüístico con una película en la cual "la percepción del movimiento está presente también en el aspecto sincrónico" (en Trnka et al. 1972:128). Este punto de vista es una derivación lógica de aquel según el cual el sistema es dinámico y en constante revaluación. Lo que resulta necesario resaltar aquí es que, cada uno desde su punto de vista, los praguenses y Saussure, están afirmando siempre la prioridad de la noción de sistema, para unos dinámico, para el otro estático en un momento determinado de su historia, para ambos, es la noción más relevante en la descripción lingüística; para ambos, no habrá cambio que no afecte a todo el sistema; para ambos, "El tiempo no es el factor de la evolución; es nada más el marco" (Benveniste 1971:7). 4. La dicotomía sintagma / paradigma No es solo el rigor de la exposición el que hace aparecer esta dicotomía sino, también, el hecho de que serán los praguenses quienes la establezcan tal y como la entendemos ahora: eje sintagmático, de las contigüidades, y eje paradigmático, de las semejanzas. Recordemos que para Saussure este último no se concibe exactamente como el eje de las categorías sino como el de las asociaciones. Serán los praguenses quienes, años mas tarde, establezcan este carácter doble de los sistemas lingüísticos, confirmando con ello el hecho de que en la lengua todos son valores negativos, de oposición. " 'Has dicho pig [cerdo] o fig [higo]' dijo el Gato. 'He dicho pig' replicó Alicia". En este enunciado concreto, el receptor felino trata de captar nuevamente una elección lingüística realizada por el emisor. En el código común al Gato y a Alicia, es decir, en el inglés hablado, la diferencia entre una oclusiva y una fricativa, en un

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contexto por lo demás idéntico, puede cambiar el sentido del mensaje. (1974:106)

En el sistema de valores y oposiciones que es la lengua, cada elección que el hablante realiza será entendida por el receptor como una selección deliberada, en un conjunto de opciones, con la cual el hablante quiere expresar sus intenciones. Esto es: a. cada selección en un paradigma establece, simultáneamente, el valor del elemento seleccionado con respecto a todos los que podrían aparecer en ese contexto y, además, su significación específica, ahora en oposición a la significación general que tiene antes de la selección y en contraste con los elementos que, en el contexto, contribuyen a su configuración semántica. b. el receptor de toda forma lingüística debe evaluar el conjunto de las opciones abiertas al hablante y valorar, en función de ello, su selección, pues de esta valoración dependerá la recepción del significado. c. la intención del sujeto hablante será "la explicación que se presente con mayor facilidad y naturalidad", es decir, será la intención del sujeto hablante la que se evidencie mediante sus elecciones en el sistema y será esta misma intención la que el receptor deberá percibir. El lingüista, por su parte, actuando también como receptor, deberá establecer las diferentes funciones (o intenciones) para las cuales cada elección es pertinente. En un ejemplo lo veríamos así: para ningún hablante del español (nativo o no) deja de ser obvia la diferencia entre las siguientes oraciones: a. Hoy estoy triste. b. Hoy estoy para penas solamente.4 Estructuralmente idénticas, a y b representan elecciones diferentes. Estas elecciones diferentes deberán ser percibidas por el receptor quien, de otra manera, corre el riesgo de comprometer la cabal comprensión de lo que se le dice.

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En el nivel sintáctico también se evidencian estas selecciones: a. Hoy he llegado tarde. b. Hoy, llegado tarde he. Esta vez la estructura varía y el contenido ¿permanece idéntico? Ciertamente no, también varía, por el solo hecho de que, para un hablante de este siglo, aún en las situaciones más formales, además de "decir lo que dice", la segunda oración suena anticuada y hasta ridícula por lo que, al escucharla, un receptor de este siglo probablemente pensará en la broma o la ironía. La consideración de las intenciones del sujeto hablante no es, entonces, una casuística que enumere las intenciones particulares de cada hablante. Lo que los praguenses introducen aquí es un criterio que permita categorizar la variación funcional, que permita establecer por qué un hablante, en una situación determinada, elige un elemento y no otro en el paradigma. Es esta consideración, la consideración funcional, la que permitirá la exhaustividad en la descripción y explicación del sistema lingüístico. En esta perspectiva, las elecciones del hablante son consideradas como el principio de la significación puesto que cada una excluye todo el sistema y, al mismo tiempo, lo evidencia; solo en esta relación de valores se establece la significación de un elemento pues, como dice Saussure, "arbitrario y diferencial son términos correlativos".

La sintaxis funcional en Praga La agrupación de palabras, en tanto no se trate de una agrupación fija, es el resultado de la actividad sintagmática, que se manifiesta también a veces, además en la forma de una sola palabra. El acto sintagmático fundamental, que es al propio tiempo el mismo acto creador de la frase, es la predicación. Así también la sintaxis funcional estudia sobre todo los tipos predicativos, teniendo en cuenta también, al hacerlo, la forma y la función del sujeto

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gramatical. Donde mejor resalta la función del sujeto es en la comparación de la división efectiva de la oración en tema y enunciación [rema] con la división formal en sujeto y predicado gramaticales (resulta por ejemplo, que el sujeto gramatical no es, en checo, tan temático como el sujeto gramatical en francés o en inglés; la división efectiva de la frase checa, debido al orden de palabras no mecanizado, en tema y enunciación, permite eliminar la desavenencia entre tema y sujeto gramatical que otras lenguas eliminan, por ejemplo, empleando la pasiva). (Trnka et al. 1972:39)

Esta extensa cita, que abarca casi todo lo que, sobre sintaxis, aparece en las Tesis de 1929, nos permitirá evidenciar lo que, para los teóricos del Círculo Lingüístico de Praga, es la sintaxis. 1. Predicación Es el "acto sintagmático fundamental", creador de la oración. Oración, entonces, será toda cadena en la cual pueda delimitarse un acto predicativo, incluso si esta cadena se limita a una sola palabra. El acto predicativo es, más que pragmático, sintagmático, es decir, no estamos refiriéndonos a actos de habla en el sentido austiniano del término, sino a la estructuración de una cadena que se organiza alrededor de un núcleo de jerarquización sintagmática, núcleo que, evidentemente, será el que permanezca cuando la oración se realiza como una sola palabra. La noción de predicado se libera así de la larga tradición iniciada con los griegos y restablecida por Port Royal. Para los praguenses, el predicado no es "lo que se dice del sujeto" sino un núcleo alrededor del cual se configura la oración estableciendo, a partir de él, las jerarquías sintagmáticas en la cadena. 2. Estructuras sintagmáticas En un artículo publicado en 1936, Vilém Mathesius, el gramático de esta escuela, se pregunta lo siguiente: "¿Pertenece la oración totalmente al momento transitorio y está determinada por completo, en tanto que entidad lingüística, por la situación individual en que se pronuncia? (1972:100)

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La oración no es una mera sucesión de palabras y esto por dos razones, la primera acaba de ser expuesta: cada sucesión de palabras deberá organizarse alrededor de un núcleo, deberá ser una predicación; la segunda es la siguiente: el hablante no es libre de escoger cómo los constituyentes de la oración se organizarán alrededor de ese núcleo predicativo sino que, por el contrario, esos elementos se organizarán de acuerdo al sistema general de la lengua, esto es, de acuerdo a los patrones sintagmáticos que la lengua proporciona. Así, el mismo Mathesius responderá: la oración no es por completo el producto de un momento transitorio, no está determinada por completo por la situación individual, y, por consiguiente, no pertenece totalmente a la esfera del habla, sino que depende en su forma general del sistema gramatical de la lengua en que se pronuncia. (1972:101)

Con esta afirmación Mathesius logra dos cosas, por una parte, separar a la sintaxis praguense de la idea saussureana de que la oración pertenece al habla (en cuyo caso ni siquiera podemos empezar a hablar de estructuras sintácticas) y, por la otra, al establecer que las estructuras sintácticas son tales, logra entonces insertarlas en el sistema, esto es, en un paradigma. La oración entonces es una cadena sintagmática estructurada y jerarquizada alrededor de un predicado y que, además, evidencia las posibilidades estructurales que se incluyen en el paradigma sintáctico de una lengua. Puesto que se trata de elementos de un paradigma, entonces, se rigen por el principio que llamaré de la elección pertinente al significado, es decir que, como todos los elementos de un paradigma, las estructuras oracionales lograrán parte de su significación a partir del hecho de que se oponen a otras formas concurrentes. Como sabemos, esta paradigmatización de la cadena sintagmática volverá en este siglo, y esta vez para imponerse, con Noam Chomsky.5 ¿Cuál es el interés de esta paradigmatización? El interés radica en que esta nos permite finalmente empezar a practicar una sintaxis científica y rigurosa como querían los estructuralistas americanos, ahora sí se puede describir cabalmente ese componente fundamental para el funcionamiento de las lenguas

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que se ocupa del "orden de lo que va junto". Vistos desde aquí, todos los esfuerzos teóricos para definir la sintaxis que se han hecho en este siglo quizá no hayan estado buscando sino esto. 3. Tema y Rema El Círculo Lingüístico de Praga, de nuevo gracias a Vilém Mathesius, distingue en la oración otra estructuración posible. Si antes decía, el acto predicativo más que pragmático es sintagmático, ahora diré: la oposición tema/rema no es sintagmática sino pragmática, y esto lo veremos enseguida. La tradición gramatical ha definido el sujeto como "aquello de lo que se habla" y el predicado como "lo que se dice del sujeto". Al hacerlo, no estaban distinguiendo realmente nociones estructurales, no estaban estableciendo cómo se jerarquizan los elementos estructurales sino que, por el contrario, nos estaban indicando que, para saber cuál es el sujeto de una oración, debemos saber de qué se está hablando, debemos saber qué se ha dicho ya. Así, el tema del discurso nos permitiría identificar el sujeto y, a partir de allí, todo lo demás ("lo que se dice del sujeto"), sería el predicado. La gramática tradicional, entonces, no nos estaba dando criterios sintácticos para establecer unidades sintácticas sino que nos estaba dando criterios textuales, que solo son posibles en el uso y desde el uso. Sujeto y predicado son categorías de la estructura sintáctica. Se definen en términos de núcleo y jerarquía sintáctica en el marco oracional. Ahora bien, ¿de qué nos hablaban las definiciones tradicionales? Nos hablaban en términos del texto y no de la oración, en términos pragmáticos. Nos hablaban de nociones reales en la estructuración de la oración, las nociones que todos necesitamos para que una oración complete su sentido, esto es, que sea coherente con aquello que estamos diciendo, que se conecte de algún modo con el texto en el que nos encontramos, que haya un "sujeto psicológico"6 constante (aquello de lo que estamos hablando) y que se digan cosas sobre él. Este "sujeto psicológico" nos permite seguir el hilo de lo que se nos está diciendo y lograr información sobre ello.

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Vilém Mathesius es el primero en distinguir que se trata, de hecho, de dos "sujetos" diferentes. Uno es el sujeto de la estructura y el otro es el sujeto del mensaje; uno es el sujeto que exigen las lenguas7 para que se constituya una oración y otro es el sujeto que exigen los hablantes para que haya coherencia en lo que se dice. Uno es el sujeto y el otro es el tema y ambos no coinciden necesariamente. Varios ejemplos permitirán aclarar estos conceptos: a. Esto es un libro. b. A Lili le gustan las mandarinas. c. Escribe en computadora. d. Mi hijo tiene tres años. Todos los hablantes de español, puestos a ello, encontrarán que esto, las mandarinas, él/ella y mi hijo son, respectivamente, los sujetos gramaticales de estas oraciones. Ninguno de ellos, sin embargo, podrá decir de qué se habla en estas cuatro oraciones, esto es, ninguno de ellos encontrará que entre a, b, c y d hay una relación tal, que allí se le está contando alguna historia o se les está describiendo algo. Para poder saber qué es lo que se dice efectivamente tendríamos que encontrar una serie como esta: a. Lili escribe en computadora, b. mientras escribe, c. come mandarinas, d. a ella le encantan las mandarinas, e. aunque dicen que son para niños, f. su hijo tiene tres años, g. y sin embargo no le gustan. En la sucesión a-g un hablante de español encontrará que los sujetos gramaticales son Lili (en a, b y c), las mandarinas (d), [ellos, alguien] y las mandarinas (e), su hijo (f), las mandarinas (g). Un hablante de español reconocerá también que, entre a y c, se está describiendo una situación; d y e, comentan algo sobre las mandarinas; y, f y g, hablan del hijo de Lili en relación con las

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mandarinas. Se habla aquí entonces de Lili, de las mandarinas y de su hijo. Los conceptos que quiero diferenciar se pueden ejemplificar con las oraciones f y g. En f, el sujeto gramatical y "de quien se habla" es el hijo de Lili, en g se sigue hablando de él, pero el sujeto gramatical es las mandarinas. En términos tradicionales, en g el sujeto gramatical es las mandarinas y el "sujeto psicológico" el hijo de Lili, y, en términos praguenses, el sujeto es las mandarinas y el tema el hijo de Lili. Como acabamos de ver, se trata de dos nociones diferentes, sujeto y tema, cada uno en su ámbito, colaboran en la estructuración de los mensajes reales que un hablante produce. El primero de ellos da coherencia a la estructura de la oración, el otro da coherencia al texto en el cual esta oración se inserta. El sujeto estructura lingüísticamente la oración (en su relación con el predicado), el tema la estructura de acuerdo con las intenciones comunicativas del sujeto hablante y puede, por ejemplo, hacer variar el orden de los elementos en la cadena. Según los praguenses, en lenguas como el francés y el inglés, sujeto y tema tienden a coincidir. Si nos fiamos solo de los datos propuestos en el ejemplo anterior, en español también esto tendería a ser así, ahora bien, en checo "el sujeto gramatical no es tan temático" y el tema determina, con mucho, el orden de palabras.8 Es así como "every language displays a tendency for this functional sentence perspective" (Mathesius 1983:127). En Praga encontramos a los que, llamándose estructuralistas, también se llaman funcionalistas. El Círculo Lingüístico de Praga establecerá, más nítidamente que nunca después, las bases de lo que conoceremos como "funcionalismo" en lingüística. En Praga encontramos a los iniciadores de esta tendencia. En lo que respecta a la sintaxis, hemos visto cómo esta escuela, principalmente en la obra de su gramático, Vilém Mathesius, inaugura la comprensión de lo que él mismo llama la "perspectiva funcional de la oración" en la que, básicamente, se propone iniciar una paradigmática de la sintaxis, una paradigmática que incluirá no solo los patrones oracionales de la

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lengua, en términos estrictamente sintácticos, sino también, y sobre todo, las variaciones estructurales que estos patrones permiten para reflejar más eficientemente las intenciones del hablante. Estas intenciones se evidenciarán, precisamente, en las elecciones que el hablante realice en el conjunto de opciones que el (o los) paradigma(s) sintáctico(s) le ofrece(n). Estas elecciones serán pertinentes no solamente para la comunicación sino que, además, será en virtud de ellas que el oyente podrá orientarse más eficientemente sobre lo que se le quiere decir o, lo que es lo mismo, las funciones para las cuales ese acto comunicativo se está llevando a cabo.

De Praga a Francia Es esencial conocer todas las diferentes funciones que caracterizan una lengua, pero es igualmente importante determinar para cada una, qué monemas están calificados para desempeñar esta o aquella función. No se conoce ningún idioma que permita que todas sus unidades significativas desempeñen todas las funciones que él abarca. Incluso es difícil imaginar cómo funcionaría tal idioma. (Martinet 1971:91)

Entre la tradición saussureana y la tradición praguense, André Martinet se declara funcionalista. Su concepción de la lengua y de la lingüística es, ciertamente, heredera de Praga pero, como se nota en la cita anterior, el término función tiene para Martinet un sentido específico: un sentido estructural. Para Martinet las funciones de la lengua se reducen a una: comunicar, y su influencia en el sistema será innegable, puesto que lo funda. La relación entre el sistema y su función es una relación de interdeterminación. Ahora bien, las funciones que le interesan a Martinet son las funciones internas: las funciones estructurales que permiten la marcha del sistema y sus articulaciones comunicativas. Este punto de vista, más que praguense, saussureano, se funda en la noción de valor que Saussure expone en el Curso y según la cual, un término no se define en sí mismo sino en sus relaciones de oposición y de contraste con los demás términos del

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sistema, es decir, que cada elemento existe en la medida en que puede distinguirse de otros en el sintagma y en el paradigma (ambos a la vez). Así, si para el estructuralismo americano la función de un elemento es igual a la posición que este puede ocupar en la cadena; para el "estructuralismo funcional", la función de un elemento depende de los grados de dependencia o autonomía (morfo)sintáctica y de sus oposiciones en el sistema de valores que es la lengua. Para ambos estructuralismos, la noción central será la descripción de las articulaciones lingüísticas, en esto se emparentan; sin embargo, una diferencia radical los separará: para el estructuralismo europeo, la estructura de la lengua no es una realidad existente en sí misma sino una realidad que se describe y se explica en el equilibrio entre el sistema y sus usos concretos. En Saussure este recorrido del uso hacia la estructura se hacía en un solo sentido, después del Círculo Lingüístico de Praga, el recorrido se representará más bien como un vaivén de uno a otro, y cualquier abstracción que pueda alcanzarse en la descripción deberá relacionarse con la realidad lingüística. Así, para Martinet La función es el criterio de la realidad lingüística. Nuestra tarea consiste en describir esa realidad y no ha de ser motivo de alarma el que uno de nuestros mecanismos de método nos falle acaso en un punto determinado. [...] No tenemos por qué avergonzarnos de presentar puntos limítrofes o marginales en cuanto tales en nuestras descripciones, pues ellos son la prueba de la sinceridad de estas. [...] Los zoólogos, por ejemplo, han ido registrando todos los fenómenos conforme se presentaban en su campo de observación y nunca han intentado suprimir el ornitorrinco. ¿Por qué los que estudian el comportamiento humano no pueden aceptar toda la esfera de sus actividades? (1971:18-9)

En este marco, la sintaxis podrá definirse entonces como lo hace Denise François: La experiencia, que no es lineal, se puede transmitir gracias a enunciados que, en su forma oral, lo son necesariamente: la sintaxis consiste principalmente en examinar por qué medios las

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relaciones que existen entre los elementos de la experiencia, y que no son relaciones de pura sucesividad, se pueden delimitar en una sucesión de unidades lingüísticas, de manera que el receptor del mensaje pueda reconstruir esta experiencia. (1969:17)

Lo que interesa más en esta definición de sintaxis es la insistencia en la triple dimensión la realidad en oposición a la única dimensión de la cadena. Así se pone en evidencia que, en efecto, la sintaxis debe actuar como un procesador de la experiencia (o de la cognición) a fin de poder representarla linealmente, mas recuperando todas sus dimensiones, y todo ello con la intención de que el receptor pueda "reconstruir esta experiencia", es decir, que la comunicación se realice. Evidentemente, al linealizar su mensaje, no será solamente "la realidad" la que aparezca sino, también, el hablante, su percepción, su saber, sus intenciones comunicativas, su tradición, y será esto lo que se comunique al receptor. Ahora bien, todo esto no se logra con una mera sucesión de palabras sino, por el contrario, mediante la utilización cabal de todos los medios que provee el componente sintáctico de toda lengua, empezando por los medios estructurales para la configuración de la oración pero incluyendo, también, los medios funcionales que el sistema permite, es decir, haciendo de las oraciones mensajes, mediante los recursos de "re-estructuración" pragmática tales como el subsistema temático que Mathesius señaló. En esta perspectiva, la sintaxis debe ser el componente de la estructuración, jerarquización y textualización de las oraciones. La sintaxis aparece como un componente fundamental de las lenguas que se encargará de determinar esas estructuras de tal manera que el oyente reciba una adecuada orientación sobre el modo como deberá interpretar los mensajes. En esta representación de la experiencia, la línea no se considerará entonces como una pura sucesión de elementos sino, fundamentalmente, como una jerarquía y, como en cada jerarquía, ciertos elementos serán considerados "nucleares" y otros serán considerados "satélites" en relación con los primeros. En la obra de Martinet esta visión jerárquica de la sintaxis se evidencia en el concepto de enunciado mínimo.

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Sería un error postular, en todos los enunciados en cualquier lengua, la existencia del complejo sujeto-predicado, definido formalmente como lo que permanece cuando se eliminan todas las expansiones. En primer lugar, ¿quién puede garantizarnos que no existe una lengua en la que al sujeto y al predicado se añadiría obligatoriamente, por ejemplo, una especificación temporal o espacial? Por otra parte, no es difícil concebir un instrumento de comunicación lingüística en el que el núcleo irreductible fuera un predicado de existencia, como [hay] carreras de caballos en Vincennes hoy en vez de los caballos corren hoy en Vincennes, es decir, una oración formada por expansión a partir de únicamente [hay] carrera, en vez del complejo los caballos corren. Lo que parece que existe en todas las lenguas conocidas es un núcleo, a partir del cual puede producirse la expansión, y elementos que constituyen esa expansión. (Martinet 1987:127)

El enunciado mínimo será entonces la estructura oracional reducida a lo mínimo necesario para que esta se actualice, lo que, en español como en francés, equivale al par NÚCLEO DE SUJETO + NÚCLEO DE PREDICADO. En relación de dependencia con respecto a ellos, todos los demás elementos serán considerados como expansiones de estos núcleos, que podrían ser eliminados sin que se altere, sin embargo, la estructura nuclear.9 Entre el sujeto y el predicado: el predicado es el centro de actualización y configuración del enunciado, el núcleo de toda la jerarquía. Así, el sujeto podrá concebirse como una expansión obligatoria en aquellas lenguas en las cuales éste sea necesario para que haya oración. La noción de enunciado mínimo se propone entonces, si no como un universal, por lo menos como un rasgo general de las lenguas y de su funcionamiento sintáctico, sin que esto signifique que la estructura que puede evidenciarse en las lenguas indoeuropeas sea equivalente y válida en todas las lenguas. Lo que se propone como rasgo general es la existencia de una estructura básica de la oración que actuará además como término no-marcado en el establecimiento de las categorías estructurales en el paradigma sintagmático. La tarea del análisis sintáctico será entonces la descripción del modo como los elementos del sistema se articulan y jerarquizan para que la descripción permita, a su vez, la

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explicación del modo como se establecen los valores internos, sistemáticos, de estas unidades, entendiendo, con ello, que de estos valores dependerá el funcionamiento comunicativo, dependerá la naturaleza de la producción y comprensión y dependerá también la competencia del hablante-oyente, que no será ideal sino real en este caso. La premisa de base entonces es que una lengua sin sintaxis no sería eficiente en su recorrido del sonido hacia el sentido. No habrá transformaciones en esta sintaxis pero sí, ciertamente, generación de estructuras de significación. Hay en Francia otro lingüista que puede considerarse funcionalista sin temor a excederse en el calificativo aunque su obra, no muy voluminosa pero por ello no menos vasta, hace que su autor sea difícil de clasificar. Me refiero a Émile Benveniste. Cualquiera que se proponga una descripción sintáctica partiendo solo de la visión benvenistiana, no podrá hacerlo sino en términos funcionales. Para este lingüista la lengua se impondrá como un sistema en permanente movimiento, donde las oposiciones y los contrastes no son principios de clasificación sino principios de significación. La discreción no será pertinente en el sistema sino en la medida en que permita el funcionamiento significante de la lengua en comunicaciones reales y, en estas, la oración será la unidad donde se realiza este funcionamiento. Después de las consideraciones hechas hasta aquí sobre la noción de sintaxis funcional, basta citar la definición que da Benveniste de la oración para entender, si no su filiación, su visión funcionalista de la unidad sintáctica. El número de signos que entre en una frase es indiferente: se sabe que un solo signo basta para constituir un predicado. Igualmente, la presencia de un "sujeto" al lado de un predicado no es indispensable: el término predicativo de la proposición se basta a sí mismo puesto que es en realidad el determinante del "sujeto". (1971:127)

Los términos de esta definición recuerdan directamente la que presentan los praguenses. También para Benveniste el

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centro de la dinámica comunicativa que permite la oración es el predicado, hasta el punto de proponer que se hable de un nivel categoremático antes que de un nivel sintáctico, en tanto será el categorema (el predicado) el elemento central en este nivel. Una vez más concebido como el núcleo de la jerarquía estructural, independientemente de las dimensiones de la estructura. Aunque no se conciba paradigmáticamente, la oración será crucial en el funcionamiento de la lengua pues es en la oración (phrase) donde, para Benveniste, se articula la significación. También para Benveniste la oración no será solamente una ordenación de palabras sino, por el contrario, el espacio en el cual la lengua, proveedora de significados, podrá finalmente realizarse en el sentido de las oraciones y, a través de ellas, referir al mundo (o a los mundos). La frase es una unidad por ser un segmento de discurso, y no en tanto que pudiera ser distintiva por relación a otras unidades del mismo nivel [...] Pero es una unidad completa, portadora a la vez de sentido y referencia: sentido porque está informada de significación, y referencia porque se refiere a una situación dada. Quienes se comunican tienen precisamente en común determinada referencia de situación, a falta de la cual la comunicación como tal no se opera, por ser inteligible el "sentido" pero permanecer desconocida la "referencia". (1971:129)

Y la oración será el espacio no solo de la referencia sino también de la co-referencia, en la oración no solo se comunicará el mundo sino que, sobre todo, se comunicará hacia el mundo, representado cada vez en el receptor que deberá reconstruir la referencia que el hablante ha articulado. De nuevo, la sintaxis será el medio para linealizar el mundo y su referencia. Es entonces en la oración donde se realiza y se fija el sistema, allí se convierte en sentido y referencia, es el espacio de las opciones pertinentes. Así, cualquier funcionalista que se ocupe de sintaxis haría suya la paráfrasis con la cual Benveniste termina el artículo que he venido citando: Nihil est in lingua quod non prius fuerit in oratione.

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De Praga a Inglaterra Entre los lingüistas que entran en contacto directo con la Escuela de Praga se encuentra un joven inglés llamado John Rupert Firth. A Firth se le cita pocas veces directamente, sin embargo, nunca deja de mencionársele cuando se habla de otro inglés, uno de sus estudiantes: Michael Alexander Kirkwood Halliday. Halliday es, quizá, el más praguense de los funcionalistas posteriores al Círculo Lingüístico de Praga. Esto se evidencia en varios puntos de su teoría, a saber: 1. la noción de sistema Halliday define el sistema lingüístico como un "potencial de significado",10 en el cual cada una de las opciones representa un significado preciso y, al seleccionar una entre otras, la significación de ese elemento actualiza y se define, por oposición a, y exclusión de, todas las demás formas susceptibles de ser seleccionadas. El sistema lingüístico es entonces una red de opciones en todos los niveles y cada opción, en esa red, es significante. La noción de sistema será fundamental para la comprensión de todos los hechos lingüísticos, de ahí que una teoría lingüística no pueda ser, según Halliday, sino sistémica. Para Halliday, como para los praguenses, el sistema debe incluir su realización, es decir, la teoría sistémica debe rendir cuenta de todas las realizaciones del sistema y esto a través de la descripción de su estructura y de la manera como ésta está determinada por las funciones de uso de la lengua. Para ello se formula la teoría, para explicar las configuraciones del sistema, las opciones funcionales que ofrece. Sin tomar en cuenta las realizaciones, se pueden formular teorías pero no se alcanza la adecuación explicativa de lo que, para los funcionalistas, es fundamental: el uso de la lengua.11

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2. la semiótica social No experimentamos el lenguaje en el aislamiento -si lo hiciéramos no lo reconoceríamos como lenguaje-, sino siempre en relación con algún escenario, con algún antecedente de personas, actos y sucesos de los que derivan su significado las cosas que se dicen. Es lo que se denomina "situación", por lo cual decimos que el lenguaje funciona en "contextos de situación", y cualquier explicación del lenguaje que omita incluir la situación como ingrediente esencial posiblemente resulte artificial e inútil. (1982:42, subr. mío)

El uso de la lengua es social. Dicho de otra manera, no encontramos una lengua sino cuando esta es utilizada y, cuando eso sucede, siempre nos encontramos, simultáneamente con el grupo social que ha hecho, de esa lengua, su lengua. Así, la constitución de los mensajes reales estará determinada no solamente por las posibilidades mismas del sistema sino también por ese otro sistema que para Halliday es crucial en la consideración de los hechos lingüísticos: el sistema social. La investigación debería conducirnos a una descripción de los propósitos sociales para los cuales utilizamos una lengua y, sobre todo, del modo como realizamos esos propósitos hablando y oyendo, escribiendo y leyendo. Halliday en realidad va más lejos en su concepción de la relación entre el sistema lingüístico y el sistema social. Estrictamente praguense, en la visión de Halliday, si el sistema social interactúa con el sistema lingüístico es porque el primero está representado en el segundo, esto equivale a decir que, entre el conjunto de subsistemas que configuran el sistema lingüístico, uno de ellos es la representación de los usos sociales de la lengua y este subsistema, a su vez, será delineado por (y representación de) el sistema social. Esta perspectiva puede calificarse de sociológica y, de hecho, lo ha sido. Sin embargo para Halliday no hay una oposición feroz a considerar lo que de individual puede haber, y hay, en el uso de la lengua. No existe tal oposición y, por el contrario, los aspectos individuales también se consideran en su pertinencia. Lo que Halliday quiere hacer notar es el hecho de que, con la clara

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excepción de los praguenses, hemos venido considerando que la descripción del sistema lingüístico puede limitarse a la exposición de los medios estructurales que este incluye y el modo como opera este mecanismo sin tomar en cuenta que, justamente, este mecanismo opera porque hay individuos reales que lo usan para comunicarse. Aislado del uso y de los hablantes, el sistema no será ni individual ni social. Halliday quiere que la descripción lingüística muestre cómo se desencadenan las operaciones del sistema; cómo, en efecto, las opciones del hablante son pertinentes en la elaboración del sentido; cómo, en efecto, el sistema lingüístico es un sistema de subsistemas. De nuevo, hacer una enumeración de los usos cotidianos (individuales y sociales) de la lengua sería una tarea sin fin y no tendría ningún valor explicativo. Para poder incluirlos en la descripción habría que establecer los tipos de situación y hacer entonces, de las situaciones de comunicación, una forma que determina la selección de las formas en el sistema. Para ello se necesitan entonces algunos conceptos "intermedios", entre el sistema y el uso, que permitan mostrar cómo funciona el sistema en el uso real y cómo el uso real determina la configuración del sistema. Estos conceptos "intermedios" son los siguientes: a. el contexto de situación Para Halliday, será el contexto de situación lo que el hablante considerará en primer lugar para establecer el tipo de opciones lingüísticas que tiene: formales o informales, fuertemente codificadas o no. En cada situación concreta de uso de la lengua el hablante tomará en cuenta algunos rasgos, que pueden considerarse distintivos de ciertos tipos de situaciones de habla, y actuará lingüísticamente de acuerdo con su cálculo del tipo de situación en que se encuentra. Este libro puede ser un buen ejemplo del cálculo situacional al que me refiero siguiendo a Halliday. Este libro no será escuchado sino leído, de modo que puedo permitirme algunos giros más complejos que los que suelo utilizar oralmente pues mi lector tendrá tiempo de procesar la información, como es el caso en todo texto escrito y no siempre en los textos orales; no

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sé quién lo leerá pero, seguramente, estará interesado por la lingüística -puesto que llegó hasta aquí-, de modo que puedo presuponer ciertos conocimientos básicos y permitirme ciertos tecnicismos. Mi lector, como yo, actuaremos lingüísticamente de manera muy diferente si nos encontramos para comentar este libro. Cada uno de nosotros también actuará lingüísticamente de modo diferente si dejamos de hablar de lingüística y pasamos a ocuparnos de cosas cotidianas. La competencia lingüística entonces es mucho más compleja de lo que Chomsky supone en su teoría pues incluye otro tipo de conocimientos, además de los conocimientos léxico-gramaticales. En el sistema lingüístico, y en nuestra competencia, debe haber una suerte de "manual de instrucciones" que nos indica cuándo una forma y no otra, una estructura y no otra, es la más adecuada (además de gramatical) y será, por lo tanto, la más aceptable. Todos sabemos la extraña impresión que nos producen "los que hablan como escriben" y, también, la pedante impresión que nos producen los que usan los tecnicismos científicos sin considerar si su interlocutor está en condiciones de decodificarlos eficientemente.12 b. el registro La consideración del tipo de situaciones en las cuales se encuentra determina entonces, con mucho, las opciones que el hablante seleccionará en el sistema. Una de estas opciones recibe, también, un nombre técnico en la teoría de Halliday, a saber: registro. De manera general, los tipos de situación lingüística difieren entre sí por tres conceptos: primero, por lo que realmente ocurre; segundo, por quienes participan; y, tercero, por las funciones que desempeña el lenguaje. Consideradas en su conjunto estas tres variables determinan tanto el espectro dentro del cual se seleccionan los significados como las formas que se utilizan para su expresión, en otras palabras, determinan el "registro". (1982:46)

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Si el contexto de situación es un tipo, el registro también lo es. En la teoría de Halliday este se concibe como una forma determinada por esa otra forma que es la situación. Para poder ser considerados como parte del sistema, ambos deben serlo, situación y registro deben ser forma y no sustancia. Consideremos de nuevo el ejemplo anterior, este libro. Como decía, los rasgos particulares de la situación determinan ciertas características de la escritura de este trabajo, pero también determinan más que eso, determinan su forma general misma, el esquema que lo rige, el estilo adecuado. En el contexto de situación identificado como "universitario" o "académico", se espera un determinado tipo de textos (tanto orales como escritos) que incluyen justificaciones teóricas y comprobaciones empíricas; un formato general conocido como "esquema de tesis" que se compone de presentaciones teóricas generales, presentación de antecedentes, demostración de resultados, etc. Así, en el recinto académico se espera que aparezcan textos que coincidan de un modo general con lo que llamaremos el "registro académico", del mismo modo que en el recinto hogareño se esperan otros tipos de registros, menos objetivos y más emocionales, por ejemplo. Del ejemplo anterior se puede derivar una consecuencia descriptiva. el registro puede funcionar como una forma de anticipación o predicción del tipo de situaciones que lo actualiza, y viceversa. En otras palabras, los tipos de situaciones de habla determinan ciertos registros y no otros, ciertas opciones en el sistema y no otras, de modo que conociendo la situación sabremos qué tipo de registro podemos esperar y, del mismo modo, conociendo el registro sabremos el tipo de situación que lo suscitó. Es así en el uso cotidiano de la lengua, los hablantes saben adecuarse a las situaciones de habla y reconocen la inadecuación de registro que, en algunos casos, puede ser duramente penalizada socialmente. Esta interrelación entre la situación y el registro no está dada en la lengua, se hace social y culturalmente, ahora bien, una vez establecida, forma parte de los modos de ser de un grupo hasta tal punto que puede ser penalizada en el caso de la inadecuación.13 La frase ¿quién es usted para hablarme así? normalmente alude a una inadecuación de registro.

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De lo dicho hasta aquí se sigue, entonces, que hay una "competencia de registros" que cada uno de nosotros posee y que se activa en cada acto lingüístico, nuestra competencia nos permitirá evaluar la adecuación de la relación entre la situación y el registro. Si es una competencia relacionada con el uso de la lengua entonces el sistema lingüístico la incluye, esto es, entre los subsistemas que lo integran, hay uno determinado para reconocer, paradigmáticamente, los registros y los tipos de situación en los que participamos.14 c. el texto El registro es la variedad semántica de la que el texto puede considerarse un ejemplo. (1982:146)

Si el registro es un tipo, el texto es la realización concreta de ese tipo. El texto es una instanciación del registro. El texto es, en esta teoría, "so any instance of living language that is playing some part in a context of situation" (1990:10). De lo que se sigue que toda utilización del sistema lingüístico producirá un texto, independientemente de su extensión y de su finalidad. Halliday insiste en que el texto debe ser considerado, simultáneamente, como un producto y un proceso; producto, pues se trata del resultado de la actualización de un registro en un contexto de situación determinado; proceso, pues cada texto se configura particularmente, actualiza de un modo particular tanto el registro como las opciones del sistema particulares a ese registro.15 En el texto se realizan todas las opciones, se actualizan todos los sistemas y subsistemas lingüísticamente pertinentes y es, para Halliday, la unidad central en el uso de la lengua. En él, se evidencian las relaciones externas de la lengua con la sociedad, la cultura, la historia. También las relaciones internas, con el tipo de registro, con las opciones de significación y, de ahí, con el sistema entero. El texto es también el lugar de encuentro entre los hablantes y sus interlocutores. Unidad de encrucijada, el texto "se teje como una red" y presenta la cualidad sintáctico-semántico-pragmática de poseer una textura.

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The concept of texture is enterily appropiate to express the property of "being a text". A text has texture, and this is what distinguishes it form something that is not a text. It derives this texture from the fact that it functions as a unity with respect to its environement. (Halliday y Hasan 1976:2)

La textura de un texto (así como su unicidad "con respecto a su entorno") se deriva de dos rasgos principales que pueden reconocerse en todo texto: cohesión y coherencia.16 Si un texto es la realización concreta de un registro y este, a su vez, se actualiza en una determinada situación, entonces, el texto debe ser coherente con la situación en la cual se produce y el registro que realiza. El texto debe ser coherente externamente, y también debe serlo internamente, esto es, en sí mismo. Como dice Halliday, el texto debe sostenerse. Esta coherencia interna se deriva de la consistencia semántica entre sus partes. Un elemento fundamental en la realización de la coherencia interna del texto es la cohesión, entendida como el conjunto de elementos lingüísticos, (específicamente léxico-gramaticales), que enlazan las diferentes partes del texto. Halliday y Hasan hablan de lazos cohesivos, entendiéndolos como la relación que une dos elementos en el texto, uno de los cuales necesita del otro para poder ser interpretado. El ejemplo prototípico de esta relación es la que se establece entre un pronombre y su antecedente nominal. Los lazos, a su vez, operan en cadenas, de tal modo que el texto pueda ser "atravesado" por las conexiones que el requisito de la cohesión establece.17 El texto, decía, es la unidad clave de la realización del sistema lingüístico, ahora bien, en palabras de Halliday y Hasan, A text does not consist of sentences; it is realized by, or encoded in, sentences. (1976:2)

Así, si queremos analizar el texto, se impone el análisis de la unidad de realización sintáctico-semántica: la oración. La oración es la unidad de codificación del texto y, al codificarlo, evidencia la actualización de un conjunto de subsistemas

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particulares a su estructuración. Estos subsistemas dependen estrechamente, de tres funciones generales que, según Halliday, configuran el sistema lingüístico. De modo que, para comprender la concepción que, de la oración, tiene Halliday, debemos exponer antes la teoría de las funciones del sistema. 3. las funciones del sistema Halliday propone la distinción de tres funciones que se cumplen en la lengua en toda circunstancia lingüística y que, en mayor o menor medida, se encontrarían involucradas en el uso concreto pues representan a los tres elementos presentes cada vez que actuamos lingüísticamente, es decir, los individuos, la sociedad y la lengua que estos utilizan para comunicarse. Hay que insistir en el hecho de que estas no son funciones externas sino meta-funciones, esto es, funciones que representan en el sistema a los tres elementos considerados como operativamente pertinentes en la comunicación, en el uso. Estas son, entonces, funciones que estructuran el sistema y delimitan los subsistemas. a. La función ideativa, centrada en el hablante. Por esta función el sistema incluye la experiencia que un individuo tiene del mundo real, incluyendo el mundo de su propia conciencia. Halliday la llama la función observador pues el lenguaje funciona aquí como el relator de lo que el individuo piensa, siente y observa. En el interior de esta función, Halliday distingue, sin mayores explicaciones, dos subfunciones: la subfunción "de la experiencia" y la subfunción "lógica".18 b. La función interpersonal, por esta función el lenguaje nos sirve para establecer y mantener relaciones en el seno del grupo al cual pertenecemos, además de ser uno de los principales factores que intervienen en la determinación de los roles sociales que desempeñamos. Halliday la llama a veces la función del intruso y también la caracteriza como "el punto de vista del hablante". En el sistema gramatical, esta es la función relacionada con ciertos subsistemas que permiten funciones tales como la aseveración y la interrogación; las diferentes posiciones dialógicas del hablante como presentador de temas, como

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iniciador del diálogo; es decir, las funciones que se relacionan con el uso interactivo de la lengua. c. La función textual, esta es una propiedad interna del sistema lingüístico que se evidencia cuando este se adapta a las variaciones de forma y de funciones que ejerce el lenguaje para producir, cada vez que lo usamos, mensajes lingüísticamente adecuados, es decir, textos. Por esta función, el sistema lingüístico se garantiza la cohesión y la coherencia de los mensajes que produce: coherencia que se establece entre el uso del sistema lingüístico y los rasgos de la situación que determinan las variaciones del mensaje, cohesión y coherencia en el interior del texto como unidad lingüística. Para Halliday, esta función "permite al hablante oyente distinguir un texto de un conjunto de oraciones emitidas al azar" (1975:149).19 Estas tres funciones, en el marco de la teoría sintáctica de Halliday, resultan de interés en tanto son el principio de la explicación que hace Halliday de la estructura de la oración pues, para él, "una cláusula cualquiera se compone de una combinación de estructuras derivadas de estas tres funciones" (1975:149). Así, la función ideativa determinaría la estructura cognoscitiva de la oración; la función interpersonal especificaría las opciones en la estructura modal; y la función textual determinaría la estructura de la información en la oración. La función ideativa determina el contenido cognoscitivo de las oraciones y, con ellas, del texto. Esta función rige la actualización del sub-sistema de transitividad que actúa, a su vez, en la estructuración de la oración. La transitividad se define, para Halliday, en los siguientes términos, Transitivity is the set of options relating to cognitive content, the representation of extralinguistic experience, whether of the phenomena of the external world or of feeling, thoughts and perceptions. (1967b:199)

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A partir de esta definición, podemos imaginarnos un "proceso sintáctico" como el siguiente: el hablante se representa de una determinada manera su experiencia extralingüística y, para comunicarla, selecciona en la lengua un sub-sistema que le permite expresar los acontecimientos, los personajes asociados a estos acontecimientos y las circunstancias relacionadas con estos. La lengua le ofrece dos categorías mayores: los elementos que designan lo estático y aquellos que designan lo dinámico. Así, en el paradigma pertinente, el hablante seleccionará entre los designadores de "lo dinámico" (estado o proceso) que corresponden a la experiencia que quiere comunicar (normalmente un verbo), así como los designadores de "lo estático", para nombrar así a los personajes y circunstancias asociados a este proceso, podrá entonces estructurar una oración. Como siempre, el núcleo de jerarquización de la oración es el predicado y, en este, el verbo, que determina la estructura de la cláusula en términos de [±transitividad] y, con ello, establece cuántos, y con qué contenido semántico, deberán ser los sintagmas nominales que se actualicen para completar la predicación. Esta definición de la transitividad como dependiente de la "función cognoscitiva" de la lengua se emparenta con la definición de oración de Denise François que cité antes y, ambas, deben mucho a la visión de Mathesius. Aquí, de nuevo, aparece la noción de que, entre el mundo y los enunciados, la lengua debe proporcionar los medios para la linealización eficiente de los mensajes. Por su parte, la función interpersonal determinará el subsistema de la modalidad que se expresa en la oración. La modalidad es la expresión, en la oración, de la actitud del hablante con respecto a su enunciado, y esta actitud puede evidenciarse de dos maneras: actitud con respecto a lo que dice; o bien, actitud con respecto a la situación de habla misma. En ambos casos, el hablante, si quiere afirmar algo, deberá decidir entre la afirmación contundente o "atenuada", esto es, modalizada, de lo que afirma. Es lógico que este subsistema dependa de la función interpersonal en tanto el sistema modal de la lengua no tendría

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ningún sentido si, como ha pensado algunas veces la gramática, las oraciones fueran la expresión de un juicio, y hablar una especie de aseveración constante; o si, como han pensado algunas veces los gramáticos, hablar no tuviera siempre que ver con alguien. No es así en la realidad, no se concibe una lengua en la cual no haya que "modular" los enunciados de acuerdo a lo que decimos y, fundamentalmente, a quién se lo decimos y en qué circunstancias, esto es, estrictamente, modalizarlos. Halliday hace depender la estructura sintáctica de la oración de esta función: es decir, si los roles de agente y paciente (esto es, roles de caso) dependen de la función ideativa, las categorías de sujeto y predicado dependen de la función interpersonal. Ahora bien, el sujeto y el predicado son dos categorías interesan poco a Halliday, quizá porque las considera suficientemente descritas, en todo caso, la relación entre ellas y la función interpersonal parece más una decisión que depende del modelo teórico que de una consideración detallada de las categorías en sí. En cuanto a la función textual, si esta se define en términos de función interna de la lengua que garantiza la textura del texto, se entenderá también que Halliday asocie con esta función la estructura temática de la oración. Esta estructuración temática de la oración se entiende aquí en el mismo sentido que le dio Mathesius al proponer la consideración de la "estructura subjetiva de la oración" en la gramática. Se trata entonces de la actuación de un subsistema pragmático que determina los roles textuales de ciertos sintagmas nominales en la oración y, con ello, su función temática o remática. El tema, en un discurso concreto, no es una función exclusiva de la oración sino del discurso completo. La estructura temática, sin embargo, aparece, en los límites de la oración como una de las razones para utilizar, entre otras opciones, la pasiva o las cláusulas hendidas. De esta manera, la función textual será la responsable de establecer los grados de relevancia o conexión entre las diferentes oraciones a fin de hacer de un texto algo más que una mera sucesión de oraciones.

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Otro subsistema que está regido por la función textual es el de la determinación de los roles informativos de los distintos sintagmas nominales de la oración, y esto mediante la asignación del rasgo [±dado]. La asignación de este rasgo no se confunde con la determinación del tema y Halliday expone la diferencia en los siguientes términos: The difference can perhaps be summarized by the observation that, while given means "what I was talking before", theme means "what I am talking about now". (1967b:212)

Además, ... dado y nuevo difieren de tema y rema, a pesar de ser ambas funciones textuales, en que "dado" significa "aquí hay un punto de contacto con lo que usted (tú) sabe(s)" (y, por consiguiente, no va enlazado a ningún elemento de la estructura de la cláusula), mientras que "tema" significa "aquí está el encabezamiento de lo que te estoy diciendo". (1975:171)

La principal tarea de la función textual será entonces la de establecer relaciones de cohesión entre las oraciones de un texto determinado, así, la función textual será la encargada de convertir una oración (estructurada por las otras dos funciones) en un enunciado, es decir, esta función operará en la estructura de la oración de tal manera que, por ejemplo, permitirá la elisión de sujeto en español si el sintagma nominal que lo representa ya ha sido suficientemente identificado en el discurso y, por lo tanto, es identificable para el oyente. Pero la primera condición que deberá conocer la función textual será la de determinar el medio por el cual el texto será transmitido: fónico o gráfico, y, con ello, ya habrá delimitado ciertas exigencias de coherencia y de cohesión. Resumidas en un cuadro, las relaciones entre las funciones de la lengua, los subsistemas que éstas determinan y la estructuración de la oración, se presentan así:

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función ideativa

transitividad

estructura semántica

función interpersonal

modalidad

estructura sintáctica

función textual

tema/rema información [±dado]

estructura pragmática

Los actos de habla suponen una planificación continua y simultánea con respecto a todas las funciones del lenguaje. (1975:150)

Es entonces así como la oración se estructura funcionalmente como mensaje, por la función textual; como intercambio [exchange], por la función interpersonal; y como representación, por la función ideativa. Es así como la oración evidencia al sistema lingüístico y las funciones que este cumple, evidencia a los participantes de cada interacción y pone en evidencia, igualmente, la situación en la que estos se encuentran. La oración se constituye en el punto de encrucijada funcional. El hablante no decide primero expresar algún contenido para proceder luego a determinar qué clase de mensaje quiere articular, si así lo hiciera, planeando cada estructura independientemente, no sería posible llegar a formular un mensaje ni siquiera de los más sencillos. Es así como, usando de nuevo la metáfora de Halliday, el texto se teje como una red. Viéndola como encrucijada funcional, se entiende que Halliday considere que toda gramática es generativa pues lo que encontramos en su teoría es, en efecto, un sistema generador de la oración que no deja, sin embargo, de atender más allá de sus límites pues, de otra manera, no se entiende cómo se asignaría, por ejemplo, el rol temático a un sintagma nominal. La gramática de Halliday, una léxico-gramática, es "natural", es decir, la gramática, entendida funcionalmente, no es arbitraria sino "natural".

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... it is the uses of language that, over tens of thousands of generations, have shaped the system. Language has evolved to satisfy human needs; and the way it is organized is functional with respect to these needs - it is not arbitrary. A functional grammar is essentially a "natural" grammar, in the sense that everything in it can be explained, ultimately, by reference to how language is used. (1985: xiii)

Esta es, sin duda, la más estrictamente praguense de las derivaciones de lo que esa escuela llamó las "explicaciones a partir de las intenciones del hablante". En la teoría de Halliday estas intenciones quedan finalmente explicitadas en términos de criterios de descripción del sistema gramatical, obtienen una forma que permita incluirlas dentro del sistema. Los praguenses dijeron "intencional", Martinet insiste en ser "realista", Halliday querrá ser "natural". La gramática de Halliday es una gramática de la lengua y del habla o, en sus términos, del sistema y del texto. Para él, de nada sirve una teoría que dé cuenta del sistema sin explicar cómo se usa este sistema y, por otra parte, tampoco sirve de nada una descripción de los textos que no permita comprender cómo estos fueron generados por el sistema. La gramática no es creativa. Los creativos son los hablantes. Para Halliday, hacemos "nuevas" oraciones con palabras conocidas e inventamos palabras para decir las viejas oraciones. Sistémica, paradigmática, esta gramática es un conjunto finito (aunque variado) de funciones y categorías determinadas por estas funciones. El hablante no será libre de escoger sino dentro del rango de las estructuras que el sistema lingüístico, por un lado, y el sistema social, por el otro, le permitan seleccionar. Así, (tipos de) contextos de situación, registros, oraciones y sus estructuraciones funcionales, todo esto estará en el sistema y, aun en los límites, siempre se actuará dentro del sistema. Por último, y en relación con lo dicho antes, quizá Halliday sea el más chomskiano de los funcionalistas. Lo he calificado aquí varias veces como el más praguense de los funcionalistas, pero me parece también el más chomskiano de ellos. Halliday ha

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tratado de responder a todos los criterios formalistas de Chomsky en términos funcionalistas, sin que esto signifique siempre que haya disentido de él. A la definición de gramática como aparato generador, Halliday agrega esta otra: The grammar is the central processing unit of a language, where meanings are accepted from different metafunctional inputs and spliced together to form integrated outputs, or wordings. Without a grammar in the system, it would be impossible to mean more than one thing at once. (1985: xxxv)

De Praga a Norteamérica El principal teórico del Círculo Lingüístico de Praga: Roman Jakobson, cruzó el Atlántico en los años cuarenta y, como en cada nuevo puerto, fundó en 1945 el Círculo Lingüístico de Nueva York. Es difícil, sin embargo, establecer una filiación directa entre el funcionalismo praguense y la escuela norteamericana. No por eso el punto de vista funcional ha dejado de manifestarse, sobre todo en los últimos años, como un desarrollo del estructuralismo americano que se expresa en "el otro bando" frente a Chomsky, sin dejar por ello de sentir la influencia de la gramática generativo-transformacional. Uno de los exponentes del funcionalismo americano, y quizá el de obra más extensa, es Talmy Givón. Este autor expone así su marco teórico: The approach to the study of syntax adopted in this book developed gradually as a rejection of all the tenets of the transformational-generative tradition [...]. It feeds on the functionalism inherent in Jespersen, Bolinger and the Prague School. It draws from Greenberg's typological approach to the study of structural and functional universals. It embraces a more Piagetian mentalism which view language and communication as part and parcel of cognition. It is inherently developmentalist in recognizing the determinative role of language acquisition, language change and language evolution in shaping extant

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language, culture and cognition. It is pragmatically-based and rejects formalism for formalism's sake, recognizing instead the open-ended, contingent, and less-than-categorial nature of language, behavior and cognition. [...] Finally, it is a determinedly empirical approach, rejecting Chomsky's "competence" as anything except a useful preliminary/methodological heuristic in approaching a complex data base. (1984:10)

Este, verdaderamente, es un pot-pourri teórico que tiene varias explicaciones. La primera, y evidente: hay que consolidar un cuerpo teórico frente a la fuerza del modelo generativo-transformacional. La segunda, y justificable: no hay manera de enfrentarse a un objeto de conocimiento como el lenguaje sin sentir la necesidad de echar mano de todos los puntos de vista que, sin perder coherencia, nos permitan explicar los procesos en los que este participa (cognición, relaciones de grupo, constitución de estos mismos grupos, etc.). En cualquier caso, Givón presentará una sintaxis anti-generativa, que intente explicaciones funcionales inspiradas por Jespersen y los praguenses, que busque las relaciones entre las lenguas para poder generalizar los resultados y proponer tendencias tipológicas en la constitución de un sistema open-ended, concebido como dinámico y funcional. El procedimiento para alcanzar una sintaxis de este tipo será estrictamente empírico y, de hecho, si algo fascina en los textos de Givón es su amplio conocimiento de lenguas no emparentadas y su capacidad para derivar tendencias de la comparación entre ellas. Si el funcionalismo de Halliday se propone como "semiótica social", el de los norteamericanos es una "semiótica del conocimiento". La proposición teórica se funda en la convicción de que la descripción lingüística permitirá establecer las características de "una parte y parcela del conocimiento" propio de los seres humanos: el conocimiento lingüístico. Las explicaciones que muchas veces aparecen entre estos funcionalistas van en esa dirección. No se trata de una competencia, se trata de algo más, y quizá más complejo. En esta tendencia, las gramáticas estarán configuradas de una manera y

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no de otra porque las mentes humanas, la percepción del entorno y el procesamiento de esa percepción se hacen de un modo y no de otro. Halliday decía, "in principle, language is as it is because of the functions it has evolved to serve" (1974:45). Para los funcionalistas americanos estas funciones dependerán de la cognición y las gramáticas serán como son debido a las mentes que tenemos, la función para la cual han evolucionado las lenguas es esta: permitirnos comunicar nuestro saber, nuestra percepción del entorno. Así, la sintaxis no será innata pero será icónica, en el sentido de que, para los norteamericanos, estudiando el uso de las estructuras sintácticas en su rol comunicativo, es posible, eventualmente, establecer ciertas hipótesis sobre, por una parte, las relaciones necesarias entre la estructura de la lengua y las funciones que esta cumple; y, por la otra, sobre cómo algunas de estas correlaciones pueden ser motivadas sistemáticamente por los sistemas de percepción y cognición de la especie humana. It is only because the coding relation between structure and fuction in syntax is non-arbitrary, or in some sense iconic, that one could proceed to infer common function from commom structure. (Givón 1984:33)

Un ejemplo de cómo se concibe esta sintaxis lo tenemos en el siguiente principio expuesto por Givón. The coding quantity principe The less predictable -or more important- the information is, the more prominent, more distinct or larger will be the code element(s) that convey it. (1990:736)

Esto es, dado un sintagma nominal cualquiera, encargado de presentar en el texto una determinada información, dada o nueva para el oyente, si esta información tiene una determinada relevancia entonces tenderá a realizarse en sintagmas nominales "más pesados", es decir, con un mayor esfuerzo de codificación, que si esta relevancia no se le hubiera asignado a la mencionada información. De nuevo, si la referencia al mundo se codifica en los sintagmas nominales y estos pueden (en español al menos)

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presentarse en el texto como un sintagma nominal léxico, un pronombre o cero, entonces, mientras menos relevante sea la información más posibilidades tendrá esta de aparecer como pronombre o cero y, correlativamente, mientras mayor sea la relevancia de la información, mayores serán las posibilidades de que aparezca como un sintagma léxico. De esta manera, la "cantidad de codificación" empleada para expresar un ítem de información será icónica, representará la relevancia relativa de ese ítem. Esto lo determina, evidentemente, el hablante, es él quien establece la relevancia que un elemento determinado de la realidad tiene su discurso, y esto se hace con el único fin de que, para el oyente, la relevancia quede establecida en los mismos términos que para el emisor. De esta manera se ratifica la necesidad de un principio de la "cantidad de código" (así como su capacidad explicativa), pues el hablante necesitará que este principio opere cuando formula su discurso y, por su parte, el oyente lo necesitará para percibir esa relevancia y lo hará, entonces, por dos medios: el primero, la cantidad misma, que será percibida como síntoma de relevancia; el segundo, la codificación efectiva, que se empleará para especificar la referencia (en el sintagma nominal, esto significa que el núcleo se verá incrementado por los modificadores que le darán "peso" a este sintagma). Con base empírica, se formula entonces un principio que enuncia una tendencia en el uso de las lenguas pero, sobre todo, se enuncia un principio que operaría en la configuración interna del sistema como resultado de la funciones externas que este cumple. Este "principio de la cantidad de código" tiene su correlato cognoscitivo: Code-quantity, attention and memory (a) More prominent, more distinct codes attracts more attention; (b) Information that attracts more attention is memorized, stored and retrieved more efficiently. (Givón 1990:736)

De esta manera, el principio que explica el uso encuentra su justificación en "las mentes que tenemos", en nuestra capacidad humana de percepción y cognición; se deriva entonces que la sintaxis es icónica en su funcionamiento, al evidenciar en el

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uso la relevancia de los ítemes codificados y, sobre todo, al permitir evidenciar una característica más general de nuestra capacidad de atender y memorizar. Por las mismas razones, porque actuará en coincidencia con nuestras capacidades cognoscitivas, la sintaxis será funcional. Sin mencionarlo explícitamente, los funcionalistas norteamericanos están recurriendo a un principio más general (presentado ya en las otras escuelas funcionalistas) que he llamado aquí el principio de la elección pertinente al significado. Este "principio", como ya vimos, se encuentra en la base teórica de la visión funcionalista que comienza en Praga y lo hemos encontrado en cada una de las expresiones de esta teoría. Según este "principio", cada hablante, al recurrir al sistema lingüístico, realiza en él selecciones particulares en los paradigmas que permiten, simultáneamente, evidenciar el paradigma, las oposiciones que operan en él, además de las oposiciones que, en el sistema, los paradigmas establecen entre ellos. Por su parte, cada oyente, al recibir un mensaje lingüístico, lo "decodificará" en relación con su conocimiento de estas opciones y de cómo una opción particular (la que el hablante ha hecho) puede y debe ser interpretada en el contexto y la situación que comparten. Igualmente en relación con la teoría funcionalista general, los norteamericanos sostendrán que el sistema se constituye dinámicamente de acuerdo con la influencia de las funciones externas para las cuales la lengua existe. Como hemos visto, las funciones externas, para esta escuela, se relacionan con nuestra cognición y no con el uso social, como es el caso para Halliday, pero, en cualquier caso, estas funciones externas serán las encargadas de determinar el tipo de funciones internas que la lengua incluirá. Esto, si no es icónico permite por lo menos hablar de cierta motivación que no anula (como tampoco el punto de vista sobre la iconicidad) el principio de la arbitrariedad del signo. Motivación quiere decir, en un sentido estrictamente funcional, que el sistema se constituye internamente de acuerdo con las funciones externas a las que sirve y, en palabras de John Du Bois,

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No theory of discourse and grammar will ultimately be adequate, I believe, without an explicit theory of the competition and systematic reconciliation of external and internal motivations. (1985:347)

Motivación también quiere decir que las gramáticas son "sistemas adaptables" que se organizan en el encuentro de estas dos fuerzas que actúan en competencia y en acuerdo. Así, por una parte, el hablante no podrá disponer sino de su lengua para expresarse, por la otra, deberá utilizar la lengua de tal manera que esta le permita cumplir con sus intenciones comunicativas reales. En este ir y venir de la realidad al sistema o, en otras palabras, de las funciones externas a las internas (y viceversa), se constituirá la gramática de una lengua pues, como afirma contundentemente el mismo Du Bois: "Grammars code best what speakers do most" (1985:363). La posición de los norteamericanos es, entonces, mentalista, sin llegar a los extremos chomskianos, pues no se trata de utilizar la sintaxis como una especie de puente para llegar a las estructuras del conocimiento, sino de observar el sistema lingüístico como una forma particular de saber humano, como un tipo particular de actividad humana "que se da en la sociedad y tiene la característica de ser estructurado", como diría Halliday, y será icónica en el sentido de que "la intención del sujeto hablante es la explicación que se presenta con mayor naturalidad", como dirían los praguenses en 1929. La sintaxis entonces se define como sigue, Syntax is the study of a unique and complex coding system. "Coding" is a binary expression designating two entities holding a peculiar semiotic relation, at least as far as language is concerned: (a) the coded entity: Meaning, message, function (b) the coding entity: Sign, code, structure. (Givón 1984:29)

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Nos encontramos aquí, como en la definición de Denise François citada antes, con la noción de la sintaxis como componente de la lengua que se encarga de procesar la línea de los mensajes para permitir evidenciar, unidimensionalmente, lo que, en la realidad, es multidimensional. Este, verdaderamente, será un punto en común entre los diferentes teóricos de la sintaxis funcional y será también, en el análisis, una premisa importante para la interpretación del hecho sintáctico, esto es: el hablante debe utilizar la sintaxis de su lengua de tal manera que esta le permita mostrar su percepción del mundo, de las tres dimensiones; dada la linealidad del significante, entonces, los recursos sintácticos serán de tal tipo que permitan expresar los puntos de vista, el énfasis, la relevancia pues, de otra manera, el mensaje no será eficiente en su transmisión de la información entre los hablantes; y, lo que es más importante, el sistema de la lengua y el componente sintáctico en particular deberá incluir estas posibilidades funcionales. Esta premisa explica, por ejemplo, la aparición de nociones tales como tema y rema en esta escuela pues solo esa interpretación pragmática (y estrictamente funcional) será la que permita explicar ciertas estructuras sintácticas, por ejemplo, entre otras, la pasiva. La que había sido hasta ahora (en la tradición gramatical, para los estructuralistas y para Chomsky) la unidad límite del análisis sintáctico, la oración, aparece ahora, para los funcionalistas, como la unidad mínima del análisis. En este punto de la exposición, las razones para ello ya deben parecer obvias pues, en esta escuela "el texto está codificado en oraciones y no compuesto de ellas" (Halliday 1982:144). Así, la oración es la unidad que codifica la unidad lingüística mayor que es el texto y este, a su vez, se establece como la realización de un tipo textual que está determinado, a su vez, tanto por las posibilidades del sistema lingüístico propiamente tal como por las posibilidades del sistema social representado en el sistema lingüístico como un tipo de situación de habla, esto es, en los términos de Halliday, un registro. Para los funcionalistas norteamericanos, la oración se impone al analista como una realidad presente en la sintaxis del

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hablante, en los textos, esto es, en la realización concreta del componente sintáctico de la lengua. Givón la presenta de la siguiente manera, In functional terms, simple sentences are responsible for conveying the bulk of new propositional information in discourse. The information is about the nature of the state / event ("what happened") or the types of arguments / participants ("who", "to whom", "how", "when", "where", "with what", "for whom", etc. [...] We thus separate two formal aspects of the propositional-semantic meaning of sentences: (a) The propositional frame ("semantic grid") giving the type of verb and type of case-roles of the participants; and (b) The actual lexical items filling those type slots. When the two are combined we have the propositional meaning of a sentence. (1984:85-6)

Así, tal como observaba Sapir, la oración tendrá una estructura sistemática y otra de realización y, evidentemente, ambas serán necesarias para la codificación y decodificación de los mensajes en el sentido de que, ante una oración como Mi hermano, el contexto inmediato deberá permitir una reconstrucción "proposicional" tal como la siguiente: Mi hermano abre la puerta, y esto a partir del contexto lingüístico (en respuesta a la pregunta ¿quién abrió la puerta?, por ejemplo), o bien extralingüístico (en efecto alguien abre la puerta y ese alguien es identificado por mí como mi hermano). En cualquier caso, lo que importa notar es que la única manera de que Mi hermano sea comprendido como la realización de un mensaje es que la estructura "proposicional" pueda ser recuperada por el interlocutor, esto es, que este reconozca "lo que pasa" y quiénes participan, y ello independientemente de la realización léxica de cada ítem. Otro funcionalista norteamericano, Wallace Chafe, va todavía más lejos en su discusión de los conceptos básicos del análisis sintáctico. Para él, cuando hablamos, lo hacemos mediante la activación previa, en nuestras mentes, de una cierta parcela de nuestra memoria, o, más exactamente, de información

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que en ella se encuentra. Esta información se "recupera" globalmente (para decirlo en los términos de estos mismos autores, "abrimos un archivo"), ahora bien, al hacerlo, percibimos con mayor relevancia unos aspectos que otros y aun en la memoria de experiencias muy vívidas, en las cuales el recuerdo puede ser igualmente sensible, este recuerdo no aparecerá a nosotros sino fraccionado y, de cierta manera, jerarquizado. Esta idea de Chafe es difícil de argumentar en lingüística pues, en realidad, poco es lo que sabemos sobre el funcionamiento de la mente y la memoria.20 Ahora bien, los lingüistas no podemos negar que, en efecto, la memoria tenga que ver con nuestro quehacer lingüístico y, mucho menos, que nuestros conocimientos previos sean pertinentes para el uso de la lengua pues, para no decir sino lo obvio, de eso tratan nuestros discursos, para decir eso utilizamos nuestra lengua. Sin embargo, se sale de nuestra descripción una intención psicolingüística que abarque, simultáneamente, la mente y la lengua. Ahora bien, lo que sí es de nuestra competencia es la descripción del modo como se articulan los mensajes y es ahí donde las ideas de Chafe son sumamente interesantes. Para Chafe, ese recuerdo global que se jerarquiza, será presentado lingüísticamente de acuerdo con esa jerarquía y entonces, los segmentos que podamos delimitar en el texto (tales como párrafos y oraciones, simples o compuestas), serán evidencia de esa jerarquía. Esta será otra forma que tiene la lengua de ser icónica con respecto a nuestras mentes; y, también, de esta organización dependerá en gran parte la coherencia que podamos interpretar en esos segmentos. De tal manera que, cuando analizamos el habla, la unidad que se impone es la unidad "básica" de interacción lingüística: la oración,21 realizada como unidad de entonación. When a speaker is speaking, he or she verbalizes one piece of temporarily active information after another. Each such piece is expresed in what I will call an "intonation unit". An intonation unit is a sequence of words combined under a single, coherent intonation contour, ussualy preceded by a pause. (Chafe 1987:22)

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La unidad de entonación es, entonces, un segmento "audible", delimitado por pausas breves, que codifica un ítem de información activa en la mente del hablante. Esta unidad se codifica, evidentemente, por medio de la sintaxis, es así como (¿en los datos analizados por Chafe?), In terms of syntactic structure, about two thirds of them consist of single case frames (a verb with its associated nouns). (1979:164)

La unidad de entonación, entonces, tiende a coincidir con la oración simple, entendida como la realización en la lengua de una "proposición" (en el sentido que este término tiene para Givón en la cita anterior, esto es, "lo que pasa" y quiénes participan). El otro tercio, el que no coincide con la oración, está conformado por unidades típicas del discurso oral tales como hesitaciones, falsos arranques, o bien, lo que Chafe llama "unidades reguladoras", tanto del fluir del texto como de la interacción lingüística.22 Oración (simple o compuesta), proposición, unidad de entonación, ¿cuál es entonces la unidad de análisis sintáctico para los funcionalistas americanos? Tradicionalmente, la oración simple será la unidad de análisis, la cual, entendida en términos funcionales, será la realización de un predicado. Esta oración, a su vez, se estructura en la lengua como una proposición semántica que se organiza en relación con la transitividad del verbo y los argumentos (participantes) nominales que la acción enunciada por ese verbo solicita para realizar la predicación. Podemos entender esto en los términos de Halliday, la transitividad del verbo en el nivel proposicional (o ideativo) estará determinada por nuestra cognición. Así, en este nivel, un verbo como matar solicitará la presencia de sintagmas nominales que denoten el agente y el paciente además de, eventualmente, el instrumento y las circunstancias; y un verbo como dar solicitará sintagmas nominales que denoten el agente, el paciente y el beneficiario, principalmente. Ahora bien, esta proposición semántica se debe codificar sintácticamente y, al hacerlo, el hablante decidirá cuál es la codificación adecuada, dependiendo, entre otras cosas, de lo ya dicho en el texto (de la información dada), del tema general del texto y de la relevancia que esta

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información tenga para él. Es decir, optará, en el caso de los sintagmas nominales, por una codificación más "pesada" o más "liviana", sintagmas léxicos, pronominales o cero. En otras palabras, no será la proposición la que aparezca en el texto sino la oración correspondiente, actualización de esa proposición que no necesitará contextualmente de la realización de todos los elementos presentes en la proposición, tal como sucedía en el ejemplo que cité antes: la proposición Mi hermano abre la puerta, podrá presentarse en una oración como Mi hermano si el texto o la situación lo permiten. Esta oración se realizará, a su vez, en el habla, como una unidad de entonación, un segmento "audible" que se configura en relación tanto con la proposición que la sustenta como con la re-estructuración textual que la oración solicita. La tarea del hablante será entonces la configuración de una línea sintáctica que evidencie su experiencia. La línea del mensaje será como es porque nuestra capacidad de atender se reduce a la atención de una sola cosa a la vez y, por sobre todo, porque la capacidad receptora de nuestro interlocutor se reduce igualmente. La codificación de los mensajes será lineal porque, aun cuando pudiéramos decir dos cosas a la vez, hacerlo no sería eficiente para la comunicación. Lo más interesante de esta visión de la oración y, también, lo que la justifica como unidad para el análisis, es el hecho de que oración y unidad de entonación no coinciden siempre. Según los datos de Chafe, en la muestra que él analiza, solo dos tercios de las unidades de entonación son oraciones (simples), el tercio restante está compuesto por otro tipo de unidades también presentes en el habla, como decía, falsos arranques, hesitaciones, regulaciones. Esta noción analítica nos permite entonces el análisis del habla real, del habla de los hablantes-oyentes reales, que sí tienen que planificar su discurso interlocutivamente (y, para esto, necesitan tiempo); los hablantes que sí tienen falsos arranques y fallas de memoria; los hablantes que, además de comunicar información a sus interlocutores, deben manejar la interlocución misma.

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Los funcionalistas de aquí y de allí Los diversos autores que he considerado hasta aquí han encontrado, de un lado y de otro de los océanos, puntos en común. Para todos ellos, el sistema lingüístico no puede concebirse como una entidad cerrada y autónoma que no incluya su realización funcional. Son los praguenses los más enfáticos en este punto, no puede separarse la lengua del habla, el sistema de sus realizaciones, hacerlo es ficticio, en tanto el sistema lingüístico solo es concebible como un mecanismo funcional que permite la comunicación. Aislado de las funciones a las que sirve cada vez que se actualiza, este sistema no coincide con aquel que verdaderamente existe y aun si podemos sustentarlo teóricamente no estaremos describiéndolo ni mucho menos explicándolo. Concebido en los términos anteriores, el sistema será dinámico. Un sistema de subsistemas que se activan funcionalmente a través de las selecciones del hablante. Un conjunto de categorías que, en el sistema, constituyen un "potencial de significado", una red de opciones sistemáticamente posibles. Además, las funciones externas que la lengua cumpla configurarán las funciones internas que el sistema incluirá. De esta manera, el sistema será también heterogéneo, básicamente porque es un sistema de comunicación para esa heterogénea especie que es la especie humana. Este sistema se explicará como heterogéneo porque deberá incluir esa humana heterogeneidad que nos hace ser, al mismo tiempo, individuos y miembros de un grupo, habitantes de una región, profesadores de una fe, sensibles e insensibles, comunicativos y parcos, monologadores o conversadores. Toda esta variedad de intenciones con las cuales tomamos la palabra se realiza en mensajes codificados sintácticamente. La sintaxis reflejará la heterogeneidad funcional (del sistema y del uso) y su descripción cabal no podrá hacerse sin tener en cuenta los varios factores que intervienen en su estructuración: factores

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estrictamente sintácticos, que determinan las estructuras básicas de la predicación y las relaciones entre el sujeto y el predicado; factores semánticos, que establecen la configuración de los elementos necesarios para la predicación (en términos de la transitividad); factores contextuales y situacionales, que determinan la configuración temática de las estructuras (en el texto) y la modalización (en la interlocución). Todos estos factores se incluyen en el sistema, actúan simultáneamente en la estructuración de los mensajes, contribuyen a la configuración de una línea sintagmática eficiente en su función comunicativa. Todos estos factores, entonces, actúan paradigmáticamente en el sistema o en los subsistemas de la lengua. Solo así, los mensajes, "masas organizadas de signos", podrán ser, a su vez, signos.

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La sintaxis: ¿cuál sintaxis?

La diferencia está en que las acciones han de aparecer de por sí mismas, sin instrucciones, mientras que los efectos de la palabra tienen que ser preparados por el orador y provenir del discurso mismo. Porque si no ¿para qué serviría el que habla si su pensamiento apareciera por sí mismo y no mediante sus palabras? Aristóteles. Poética

Las palabras, a diferencia de las acciones, no aparecen por sí mismas, necesitan ordenarse, y esto de tal manera que el conocimiento, las ideas, las sensaciones, los puntos de vista o los sentimientos del hablante, aparezcan al oyente "por efecto de las palabras". Así, una lengua sin sintaxis sería impracticable, pues no permitiría ese ordenamiento necesario. Los efectos de la palabra provienen, en gran medida, de ese orden sintáctico. Ahora bien, ¿de dónde proviene el orden mismo? El hablante debe prepararlo, planificarlo, construir un discurso que sea eficiente para que exponga la expresión de su individualidad y de sus relaciones con el mundo y con los hombres. Es el hablante el que debe decidir cuál, de las opciones que el sistema ofrece, es el orden adecuado para decir lo que quiere decir, para que los efectos de sus palabras alcancen a su interlocutor.

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Si nos imagináramos por un momento el proceso completo de "generación" de un mensaje, este debería aparecernos más o menos así: el hablante, que conoce y recuerda, que establece lo que quiere decir, frente a una realidad que, definitivamente, es tridimensional, el hablante decide los contenidos de su mensaje y busca los medios eficientes para la linealización de esos contenidos, para la codificación del mensaje. Como parte de su plan previo, deberá también establecer el estado de la cognición del receptor, el tipo de situación que comparten, el interés de lo que le quiere decir, pues únicamente incluyendo a su interlocutor en este "plan" podrá adecuar luego sus mensajes interlocutivamente. Con este plan en mente, recurre entonces al sistema lingüístico que proveerá los medios para la estructuración sintáctico-semántica del mensaje pero, a su vez, esta estructuración deberá reconsiderarse en función del texto en el cual cada oración se incluye y de las intenciones específicas de interlocución. El problema que tiene que enfrentar el hablante, entonces, es el de la linealización de su experiencia. Veamos todo esto en un ejemplo sencillo. Si tuviéramos que describir a alguien el lugar en el que nos encontramos en este momento tendríamos que reconocer, por lo menos, lo siguiente: este espacio es mensurable en tres dimensiones; hace calor, pero eso no tiene que ver; hay algunos elementos definitivamente importantes para que el interlocutor entienda en qué lugar me encuentro y hay otros que, por el contrario, no son tan importantes; puedo percibir este espacio simultáneamente más no puedo mirarlo todo a la vez y, ciertamente, no podré decirlo todo a la vez; si voy a describir este espacio tengo dos opciones: la primera, situarme en el centro e ir girando lentamente y, mientras tanto, iré diciendo lo que veo, la segunda, considerar el espacio globalmente, organizar lo que me parece importante y lo que no, organizar el orden en el cual aparecerá lo importante y, solo entonces, decirlo. Si el hablante opta por la primera posibilidad nos ofrecerá un conjunto desordenado de datos que no alcanzarán su objetivo de descripción. La segunda opción es entonces la adecuada, mirar, ordenar, jerarquizar y entonces, solo entonces, decir. Para decir, el sistema lingüístico proveerá los medios (morfo)sintácticos de

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descripción y, además, ofrecerá los medios para la indicación de la relevancia, de la jerarquía, del punto de vista, de la relación interlocutiva, en otras palabras, los medios para "preparar los efectos del discurso". El sistema lingüístico proveerá los medios por los cuales el mensaje se estructurará y reestructurará hasta alcanzar su adecuación comunicativa. El texto, entonces, la generación de los mensajes, es cuestión de planificación y oratoria. Todo hablante deberá "preparar los efectos de su discurso", deberá ponderar el peso de cada uno de los elementos que son pertinentes en la codificación y decodificación del mensaje que produce. Todo hablante deberá mirar hacia sus mensajes en una práctica poética como la que Jakobson nos ha hecho ver. Todo hablante será, también, un orador. La sintaxis, el componente sintáctico de la lengua, por su parte, debe ser todo esto. Al margen de las teorías, si esto es lo que hacemos cuando usamos la lengua, entonces la lengua debe incluir en el sistema los medios para hacer lo que hacemos. De otra manera no se explicaría cómo lo hacemos ni cómo lo entendemos. La gramática debe ser la adecuada descripción de la competencia lingüística de los hablantes de una lengua. En cuanto a las teorías, tal vez la profesión de fe no sea la actitud más adecuada para un lingüista. Quizá el pot-pourri de Talmy Givón sea más realista en tanto es muy difícil explicar la complejidad del lenguaje desde un solo punto de vista. La historia se ha encargado de mostrar que, en realidad, la concepción que hoy en día tenemos de lo que es la sintaxis de una lengua, nuestra comprensión de ello, se ha hecho en y por las teorías que acabo de exponer. Hoy en día es imposible concebir una sintaxis que no incluya formas y estructuras e indicaciones sobre la distribución de estas; en el análisis, es imposible una descripción completa que no sea un inventario paradigmático de esas formas y estructuras, además de una gramática que estipule los tipos de funciones a las que sirven y los tipos de contextos en que aparecen. Hoy en día es imposible concebir una sintaxis que no incluya estructuras y reglas de generación de esas estructuras, es

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imposible concebir una sintaxis que se limite a la especificación distribucional en la línea sin percatarse del hecho de que esas estructuras son, también, paradigmáticas; en el análisis, es imposible una descripción que no conciba paradigmáticamente sus unidades de análisis. Hoy en día es imposible concebir una sintaxis que no incluya las posibilidades funcionales para las cuales (y por las cuales) el sistema existe, es imposible concebir un análisis que no rinda cuenta de la variación que el uso de la lengua refleja. Como ciencia, la sintaxis no puede aspirar a ser menos que la descripción y la explicación de los procesos por los cuales los hablantes reales, en situaciones reales, logran comunicarse. Como componente de la lengua, la sintaxis no puede concebirse como menor o diferente al sistema que incluya todos los paradigmas necesarios para la comunicación. La concepción de la sintaxis como parte de la lengua, parte a la cual corresponderá la composición de los signos complejos, redundará en una definición de la ciencia que no puede proponerse sino como la descripción de las relaciones que ordenan y jerarquizan los elementos en la cadena sintagmática. Así lo han entendido las teorías que he presentado hasta aquí. La sintaxis es un componente de la lengua que incluye un conjunto de paradigmas sintagmáticos que, a la vez, determinan las estructuras sintácticas y son determinados por ellas. Además, la sintaxis debe ser el estudio del modo como se articulan los mensajes reales en una lengua: la descripción y la explicación del modo como el sistema se actualiza en mensajes con funciones específicas de comunicación. Como ciencia, la sintaxis tiene entonces varias tareas: 1. debe describir y explicar las opciones estructurales (motivadas interna y externamente) que tiene el hablante en situaciones concretas de habla; 2. debe describir y explicar las reglas sistémicas (internas) que rigen la elaboración de los mensajes; y 3. debe describir y explicar las características del sistema, esto es: lo posible, lo necesario y lo imposible en el componente sintáctico de una lengua.

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Así concebida, más que una taxonomía será una semiología del discurso lo que nos permita. Una semiología más que nunca saussureana en la que el sistema no sea extranjero a su realización y esta no sea indiferente al orador.

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Notas capítulo 2 1. Es evidente ahora por qué la noción de "corpus representativo" aparece en esta escuela: habrá que tener una enorme cantidad de datos para poder realizar todas las comparaciones posibles y determinar la mayor cantidad de unidades. 2. Convencionalmente X representa aquí un contexto indiferenciado a la izquierda. 3. En teoría pueden pertenecer o no a la misma clase y determinar sin embargo la aparición de m o n. 4. Puestos a relacionar teorías, en este contexto se entiende el hecho de que, algunos años después aparezca una reacción radical que defenderá con la misma convicción la posición contraria y hará que su autor se declare "cartesiano". 5. Cfr. especialmente Bloomfield 1964, capítulo 9: "El significado". 6. Se atribuye al trabajo de Boas y, muy especialmente, a la publicación de su Handbook of American Indian Languages (1911), el haber atraído la atención hacia las lenguas amerindias y la necesidad de un estudio sistemático de estas lenguas, lo cual, como mencionaba arriba, se relacionará directamente con los rumbos teóricos de esta escuela. 7. Esta tesis, muy conocida, invierte las tradicionales relaciones lenguaje-pensamiento: antes el segundo determinaba al primero, ahora el primero determina al segundo. En cualquier caso, es interesante notar que a través de esta tesis, convincentemente defendida por Whorf y quizá injustamente atribuida a Sapir, el estructuralismo americano será, brevemente, mentalista. 8. Publicado originalmente en 1941. Cfr. 1971:263-275. 9. La "sustitución" es un aspecto que interesa mucho a Bloomfield e, incluso, le dedica todo un capítulo a esta clase de palabras que tiene la particularidad de significar intradiscursivamente (cfr. 1964:300-321).

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10. Los ejemplos citados entre paréntesis son también de Harris 1951. 11. En el texto de Harris hay una nota, referida a esta estructura y las siguientes, que transcribo a continuación: "Vb indicates a class of morphemes libe be, seem whose distribution is similar to that of V except that they also occur before A[djective]." (1951:351, nota 4).

capítulo 3 1. No es asunto de este capítulo, dedicado principalmente al modelo generativo transformacional propuesto por Noam Chomsky, pero es interesante notar aquí que Andrés Bello recorrió también el camino iniciado por los abates de Port Royal, y esto hasta tal punto que, si confrontamos sus definiciones de oración (proposición para él) y sus componentes y estructuraciones, encontraremos un parecido sorprendente entre ambas. 2. Cfr. Lenneberg 1974. 3. Se entiende aquí el contexto en términos estrictamente lineales, esto es: lo que se encuentra a la derecha y a la izquierda de cada unidad. 4. En relación con esta noción de finitud, es necesario apuntar que los elementos en un conjunto, esto es, los paradigmas, también se conciben como conjuntos finitos aun cuando, teóricamente, se asigne a los paradigmas léxicos la posibilidad de incrementarse. De nuevo la razón para esto es elemental: una lengua "infinita" sería impracticable, básicamente porque ningún hablante podría utilizarla eficientemente para comunicarse. 5. Como resultará evidente, las reglas de reescritura no se diferenciarán fundamentalmente del análisis en constituyentes inmediatos propuesto por Bloomfield, y los mismos generativistas reconocen esta semejanza. 6. En estas reglas, a la izquierda aparecen los constituyentes "mayores": O, SN, etc. y a la derecha aparecen los constituyentes "menores". 7. Esto es, SN: sintagma nominal en posición sujeto; SV: sintagma verbal con función de predicado. 8. Convencionalmente, los elementos entre paréntesis se consideran opcionales para la realización de la estructura.

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9. Conjunto de rasgos que, evidentemente, será también finito. 10. Es imposible detenerse aquí a analizar la profunda influencia de Charles Fillmore y su teoría del caso en la concepción de este componente semántico (cfr. principalmente Fillmore 1965 y 1968). 11. En español, este modelo se ha conocido generalmente como Teoría de la Rección y Ligamento, o teoría del Gobierno y la Referencia en otras traducciones. 12. Halliday (1961:241).

capítulo 4 1. Este documento deriva su nombre del hecho de haber sido presentado en 1929 ante el Primer Congreso de Eslavistas, que tuvo lugar en Praga. 2. Cfr. Saussure 1973:58. 3. Ciertamente es mucho más fácil ejemplificar la variedad de funciones expresadas en el uso mediante el léxico, tal y como lo acabo de hacer, sin embargo, no será solamente en el léxico donde podrán evidenciarse las subcategorizaciones funcionales que operan en el sistema sino que, según este punto de vista, la variación funcional será evidente en todo el sistema y en cada nivel. 4. La segunda oración es un verso de Miguel Hernández en su elegía Me sobra el corazón. 5. "Para Saussure la sintaxis 'entra en la sintagmática', y no se pueden establecer límites bien definidos entre los hechos de lengua y de habla en las estructuras sintácticas. [...] la gramática llamada 'transformacional' puede considerarse como una feliz extensión de un análisis paradigmático al dominio de la sintaxis." (Jakobson 1984:23) 6. La gramática tradicional no dirá nunca si el sujeto gramatical y el sujeto psicológico son el mismo (en cuyo caso no tendría sentido la doble denominación), o son diferentes (en cuyo caso habría sido necesaria una doble definición y no solamente la de "aquello de lo que se habla").

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7. Quizá no todas las lenguas del mundo pero, al menos, las que conocemos. 8. En principio, así como tiende a coincidir con el sujeto, el tema también tendería a ocupar la primera posición en la oración por lo que, si nos encontramos con una lengua en la cual "el sujeto no es tan temático", es lógico pensar que el sintagma nominal que cumpla la función temática desplazará al sintagma nominal sujeto de la primera posición y hará, con ello, que varíe el orden de palabras. 9. Martinet define las expansiones como sigue: "tout élément ajouté à un énoncé qui ne modifie pas les rapports mutuels et la fonction des éléments préexistants" (1980:128). 10. Esta noción se encuentra ya prefigurada en los teóricos del Círculo Lingüístico de Praga. Cfr. Vilém Mathesius. 1983 [1911]. On the potentiality of the phenomena of language. En Josef Vachek, ed. Praguiana: Some basic and less known aspects of the Prague Linguistic School. 3-43. Amsterdam: John Benjamins. 11. En este sentido, Chomsky puede argumentar sobre el poder explicativo de su teoría pues, como sabemos, su intención explicativa se orienta en otro sentido. 12. Sin abundar en ello, estos usos "descontextualizados" con respecto a la situación pueden ser deliberados pues el hablante puede querer dar esa impresión de pedantería o "sofisticación", y ello con intenciones evidentemente sociales. 13. Es en este sentido que el registro se diferencia del dialecto, en tanto el segundo está determinado por otros factores y se define siguiendo criterios geográficos más que sociales. 14. Otra consecuencia teórica de lo dicho aquí es la siguiente: si se propone una teoría de la adquisición de la lengua materna fundamentada en esta perspectiva funcional, habrá que tomar en cuenta estos "paradigmas del uso". Esto por dos razones principales, la primera: porque parece que los niños los toman en cuenta (y ello muy precozmente); la segunda: porque quizá será esta la razón para que los niños adquieran tan pronto y tan eficientemente su lengua materna. En relación con esto mismo, hay que hacer notar que no todos los registros aparecerán al niño en la conversación cotidiana, algunos de ellos

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dependerán, para su adquisición, de la escuela pues se evidenciarán al niño solamente en el ambiente escolar, así, por ejemplo, lo que he llamado en este mismo libro el "registro académico", que incluye los esquemas de la presentación, argumentación y comprobación de las hipótesis. 15. Para este concepto ver, entre otros, Halliday 1982 y 1989 y Halliday y Hasan 1976 y 1990. 16. Una amplia exposición sobre estos conceptos, que constituye ya un "clásico" para los estudiosos del texto, es la que se encuentra en Halliday y Hasan 1976. Cfr. también Halliday y Hasan 1990. 17. Cfr. especialmente Halliday y Hasan 1990: chapter 5, "The texture of a text". 18. Se trata, evidentemente, de dos tipos de conocimiento. 19. Para una definición detallada de estas tres funciones cfr. Halliday 1973. 20. Me refiero estrictamente a los lingüistas, no a otros científicos que pueden tener amplio conocimiento de estos procesos. 21. En los textos de Chafe encontramos la distinción (posible en lengua inglesa), entre clause, esto es, oración simple, y sentence, oración compuesta. Al no poder mantener esta distinción terminológica en la traducción, nos limitamos a especificar, en los casos ambiguos, que se trata, estrictamente, de la oración simple. 22. Cfr. Chafe 1994.

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