Sexualidad Infantil y Apego. Daniel-Widlócher
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Descripción: El debate Mantiene, SE de Como ve, Una Cierta ambigüedad Entre el punto de vista perceptivo, el Reconocimie...
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psicología y psicoanálisis
traducción de EDUARDO LUCIO MOLINA Y VEDIA
SEXUALIDAD INFANTIL Y APEGO
por DANIEL WIDLÖCHER y JEAN LAPLANC LAPLANCHE NC CH PETER FONAGY FO ONAG EDUARDO EDUARD DO COLOMBO COLO CO LOM LO MB DOMINIQUE DOMI MINI MI NIQU NI QUE QU E SCARFONE SCAR SC ARFON AR PIERRE FÉDIDA PIER PI ERRE FÉDID ER ANDRÉ JACQUES ANDR CLAIRE SQUIR SQUIRES
siglo veintiuno editores
siglo xxi editores, s.a. de c.v. CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIÓN COYOACÁN, 04310, MÉXICO, D.F.
siglo xxi editores argentina, s.a. TUCUMÁN 1621, 7 N, C1050AAG, BUENOS AIRES, ARGENTINA
portada de ivonne murillo primera edición en español, 2004 © siglo xxi editores, s.a. de c.v. isbn 968-23-2509-9 primera edición en francés, 2000 © presses universitaires de france, parís título original: sexualité infantile et attachement derechos reservados conforme a la ley impreso y hecho en méxico
PRESENTACIÓN
La idea de esta obra nació de un debate provocado por las nuevas proposiciones formuladas por Daniel Widlöcher sobre un tema permanente de interrogación para la teoría y la práctica psicoanalíticas: ¿cuáles son las partes respectivas asumidas por la sexualidad infantil y el apego –o el amor primario, si se prefiere la expresión de Balint a la de Bowlby Bowlby– en la construcción de la vida psíquica y en las formas for orm patológicas ológicas que ésta puede revestir? El artículo de Daniel Widlöcher que abre este libro no ssólo ólo ees el ól inicial comenta, cial sino el que cada uno de los otros autores co come ment me ntaa, discute nt dis iscu cut o cu critica Squires que obra ica a su manera. El artículo de Claire S quir qu irees qu ir ue ccierra ue ierr ie rra la o rr cumple, distinta: poner perspectimple, sin embargo, una función nd issti tint n a:: la de p on ner en perspe va las especialmente desarrollos para as teorías del apego, espe peeci cial allmeente su suss de desa sarr sa rrollos recientes, p un público al que no familiares. o ssiempre iemp ie iemp pre le so son n fa ami m liares. JJ. A.
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AMOR PRIMARIO Y SEXUALIDAD INFANTIL: EL DEBATE DE SIEMPRE DANIEL WIDLÖCHER
HISTORIA DE UN DEBATE QUE NO TUVO LUGAR
En mayo de 1937, durante la segunda “Conferencia de las cuatro naciones” celebrada en Budapest, Michael Balint (1965) traza un cuadro “geopolítico” de las divergencias que observa en la teoría psicoanalítica coanalítica del desarrollo libidinal. Opone los puntos de vistaa posp tulados ados en Londres y en Viena para mostrar cómo los emitidos o por po el grupo (esto po de Budapest permiten refutarlos a ambos. En Londres Lond dre ress (e esto es, en el grupo reunido en torno de M. Klein) se ponee el acento aceent nto o sobre sobr so b el dualismo primeras de alismo amor-odio que marcaría las prim merras ffases asees d e la ssexualidad exualid infantil. artículo Rivière antil. Apoyándose en un artícul ullo de de JJ.. R ivièr vièr èree (“ (“On On the genesis of psychical chical conflict in earliest infancy”, inf n an ancy cy”””,, Int. JJ.. Psycho-Anal., cy Psyc ychho-A Anal., 1936, 17), Balint Ba recuerda esa uerda que para es sa es eescuela cuela la vvida cu id da mental m ntal del recién nacido es de me carácter narcisista, ocupada por pulsiones ácter narcisi sist si sta, st ta, o cupa cu pada pa da p or p ulsiones orales canibalísticas que tienen origen un agresin su o rige ri g n en u ge n iinstinto nst stin tin nto sádico sád ádico endógeno y por respuestas agr vas a la Buenos la ffrustración. ru ustraaci c ón ón.. Bu B enos y malos objetos se construyen en la psique en psiq y experimentan un pone xperi r meent ntan an u n complejo juego de proyecciones. En Viena se po en dudaa la vvalidez precoces alidez de esta reconstrucción relativa a las fases preco del desarrollo. Citando a R. Waelder (“The problem of the genesis of psychical conflict in earliest infancy”, Int. J. Psycho-Anal., 1937, 18, 416473), Balint señala que las críticas versan sobre la existencia de un mundo sádico-oral, sobre la importancia de mecanismos de proyección y, finalmente, sobre la concepción de una vida fantasmática o imaginaria separada de la realidad. Pero observa que nada se dice sobre el origen de las pulsiones agresivas, de la avidez y del carácter insaciable de las pulsiones libidinales que Freud justamente describió y a partir de las cuales Klein construyó su teoría. Por una parte, tenemos una teoría que explica de manera plausible hechos de observación innegables pero difíciles de probar y, por otra, una crítica plausible de esta teoría sin explicación satisfactoria de los hechos. [9]
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El malentendido se desprende, en uno y otro caso, de que no se vuelve a poner en cuestión la idea desarrollada por Freud desde 1905, en Tres ensayos de la teoría sexual, según la cual la satisfacción de la pulsión sexual infantil es, en su origen, de naturaleza autoerótica, idea apuntalada por la de las pulsiones de autoconservación, especialmente después de los agregados de la edición de 1915, en los que considera “la investidura libidinal narcisista del yo, como el estado originario realizado en la primera infancia, que es sólo ocultado por los envíos posteriores de la libido, pero se conserva en el fondo tras ellos” (vol. VII, p. 199). La escuela de Budapest se encuentra en condiciones de superar el malentendido. Refiriéndose a los datos clínicos de la transferencia, Balint (fiel en esto a Ferenczi) muestra que gratificación y frusción regulan la ausencia o la presencia de manifestaciones agresivas agre ag ress re tración ersecutorias, y que “la satisfacción narcisista autoerótica” autoeróticca”” no lo y persecutorias, plica todo. El carácter primario del amor objetal see ve ve confirmaco onfirm explica do, según él, por las investigaciones de Imre Imrre Hermann Herm He man ann n sobre sobr so bree las br l s reacla re ciones nes primarias de aprehensión n y las laas de Alice Alice lice Balint Balin i t sobre las relaciones aciones precoces entre laa madre mad adrrree y ell niño. niño ño. Es, Es pues, en definitiva, definit la teoría que muerto eoría del narcisismo mo o primario pri rim mariio la q uee cconduce ond duce a un punto mue al debate entre Londres Lond nd es y Viena. nd ndre Viena.. Sería Serría ía una contribución fundamenfundam tal de la escuela esscu cuel ela dee Budapest Bud dap apes estt proponer es proponer la existencia de un amor am objetal eta tall primario prrim imar ario io o y “abandonar “ab aban ban ando d nar el mito de la ameba”. Pero se trata de unaa simple siimp plee opinión opiiniión n y Balint deja el debate abierto. La cuestión sexualicue uest stió st ió ón dejada en suspenso es, no obstante, la de la sexu dad d infantil. infa f ntil Balint plantea en realidad la cuestión de sus orígenes fa oríge sin especificar nunca que se trata de la sexualidad infantil. Menciona sin duda el hecho de que la pulsión oral no explica todo y que no es sino una de las formas del apego. Pero no precisa si la relación oral con el objeto ocupa o no una función privilegiada en la continuidad del desarrollo. ¿Qué lugar hay que otorgar al autoerotismo? ¿Qué responderían los psicoanalistas de Londres o de Viena a esas críticas procedentes de Budapest? Indudablemente los acontecimientos no permitieron que se instaurara un verdadero debate. Puede suponerse que la respuesta, tanto del lado de la psicología del yo como del lado de la escuela kleiniana, hubiera sido distinguir al narcisismo del yo o del sí mismo del pretendido narcisismo del ello. ¿Puede la pulsión ser narcisista sin que el individuo lo sea? Las condiciones de la satisfacción autoerótica son diferentes de las que obedecen al principio de realidad. Lo que el psicoanálisis debe explicar
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es el origen de las fantasías sexuales infantiles y no el desarrollo afectivo del niño. Retomando el argumento de Balint, se podría decir que si en Londres y en Viena no se sabía cómo verificar el origen de la sexualidad mediante la observación directa del niño, en Budapest lo que esta observación directa mostraba podía, ciertamente, dar forma a un modelo del proceso analítico pero no al origen de la sexualidad infantil. En junio de 1996, durante una conferencia pronunciada en la Unidad de Psicoanálisis del University College de Londres, Jeremy Holmes (1998) pasa revista a los puntos de vista contemporáneos que permiten construir un nuevo modelo del proceso terapéutico en las psicoterapias psicoanalíticas. Holmes otorga un lugar eminente a la teoría del apego. Considerando que la sexualidad infantil be redefinirse a partir de las investigaciones contemporánea eass soea debe contemporáneas obs be bre la relación precoz entre la madre y el niño pequeño,, observa e tales relaciones deben considerarse menos en térmi ino noss de de sexuasex que términos lidad diferentes ad infantil que a la luz de los diferen nte tes pa ppatterns tter tt erns er ns ((patrones) ns patr pa t on ones es) de es dependencia ejemplo, emocional pendencia y de apego. Por ejem mpl p o, laa distancia dist di s an anci ciaa em ci emo ocional que q pudiera relación de diera observarse en la relac ació ión nd e un un paciente paaciien p nte con su analista sería menos interpretable co como una homosexualidad omo m u na h omos oseexua os u lidad latente que como co vestigios posición infantil tigios de una pos osic os ició ic ión ió n in nfantil ill de de in inseguridad y de evitación. Lo referente problemática erente a una un na pr rob oble lemá le mááti tica ca edípica edí d pica –pudiendo interpretarse el temor, por unaa excesiva proximidad del paciente con el r,, p o eejemplo, or jemp mplo mp lo o, a un u psicoanalista angustia coaana nali l st li sta en n ttérminos érrminos de una prohibición paterna y de angu de castr castración– para trracció ón– n se consideraría una metáfora. Lo mismo valdría p todo que infantil. Se trata, está, de o lo oq ue se refiere a la sexualidad infantil trata claro está un punto de vista extremo que el autor propone como un posible desarrollo. La cuestión tiene el mérito de estar claramente planteada y de invitar al debate. ¿Significa que este debate se ha mantenido latente durante más de sesenta años, o que se ha olvidado? No es éste el lugar para retomar la historia de tal latencia. Retengamos tres puntos esenciales. En primer lugar, a todo lo largo de la obra de Freud se observa una opinión fluctuante sobre el papel del objeto en la pulsión. Pero, sea cual fuere lo que haya pensado Bowlby (1958), en lo esencial Freud sostiene que la pulsión libidinal se origina en una excitación endógena y que su satisfacción se deriva de la supresión de la excitación. En el Esquema del psicoanálisis, obra que se puede considerar testamentaria, si bien Freud reconoce en la madre el primer objeto de amor del niño, se trata al principio del seno materno nutricio. Per-
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maneciendo fiel a la tesis del apuntalamiento, es el seno lo que falta al sujeto, y el amor en definitiva se apoya en la satisfacción de la necesidad de alimento. La importancia de la madre se debe al hecho de que gratifica las necesidades fisiológicas del niño y de que estimula así en él sus zonas erógenas. En 1905, fundándose en la clínica del adulto y en el análisis de los sueños, la posición de Freud era clara: el conjunto de las manifestaciones sexuales infantiles es de naturaleza autoerótica. En 1910, teniendo en cuenta particularmente la observación del pequeño Hans, matiza su punto de vista. En la nota 34, agregada al texto de “II. La sexualidad infantil” de Tres ensayos de teoría sexual, señala: “me saltó a la vista una falla expositiva del texto, donde, en beneficio de la claridad, se describía la separación conceptual entre las dos fases, el oerotismo y el amor de objeto, como si fuese también una división diivi viss autoerotismo mporal”. temporal”. apa paccess d eu Y agrega: “Niños de tres a cinco años de edad son ca capaces de una muyy clara elección de objeto, acompañada por orr fuertes es afectos”. afe fect ctos ct os”. Además, os Ade dem desde sexuade 1905 Freud había observado que que u no no todas to oda dass las las excitaciones exci ex citaci ci ciones i sex les tienen origen corporal. “De “D De cualquier cu ualqu uie er manera, m ne ma nera, tenemos que admitir tir que también la vidaa sexual sexu ual al infantil, infan ntil, tii a pesar del imperio que q ejercen que desde el corcen las zonas erógenas, erróg ógen enas a , muestra as mues estr es traa componentes tr co mienzo enzo envuelven envvue u lv lven en n a otras otr tras ass personas per erso so onas en calidad de objetos sexuales.” sexual (vol. l.. VII, p. p. 174). 174 4). ) Como, Com omo, o, por ejemplo, las pulsiones parciales del voyeurismo-exhibicionismo eur urrismo issmo m -eexh xhib ib biccionismo o de la crueldad. Freud se apresura sin embargo barg go a mencionar m ncionar el papel de la analidad en el primer caso y de me la epidermis epide deermis de las nalgas en el segundo. segundo La introducción del concepto de narcisismo no hará más que mezclar las cartas. En 1912, en Tótem y tabú (1993), incluye al narcisismo como una fase intermedia en el curso de la cual las pulsiones parciales (del autoerotismo) se reúnen no para dirigirse hacia un objeto externo (el amor objetal) sino hacia el yo. En las Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis retoma este punto de vista modificándolo: la libido es ante todo dirigida hacia el yo, un verdadero reservorio pulsional, de donde emergen las catexis o inversiones objetales, aunque la mayor parte de éstas permanece constantemente en el yo. Esta teoría está sin duda destinada a explicar el origen del componente narcisista de la personalidad, pero “juega” entre una perspectiva fenomenológica, “el amor propio”, y una perspectiva metapsicológica, “la sede de la energía psíquica”. No se encuentran rastros de esta teoría, por lo demás, ni en los agregados ulteriores
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(1915 y siguientes) a Tres ensayos de teoría sexual ni en la exposición del desarrollo libidinal contenida en las Conferencias de introducción al psicoanálisis. En las Nuevas conferencias (1932) la presenta explícitamente como una teoría a la cual ha debido renunciar. En realidad, si Freud no va más lejos en su cuestionamiento es porque la sexualidad infantil va a perder un poco de importancia a sus ojos en provecho del dualismo Eros-Tánatos. La problemática pulsional se verá así absorbida por la del Eros y el instinto de vida. Después de Freud, las mayores separaciones teóricas entre las escuelas se construirán en torno de temas que “borrarán” este debate. En la tradición de Viena, es decir, con la emigración a Estados Unidos y el movimiento denominado de la Psicología del Yo, y en Londres alrededor de Anna Freud, la posición freudiana se mantieartícu cu ulo o pune con fuerza. En “The formation of psychic structure”, artículo cado durante 1946 en el segundo volumen de The psyc cho hoan a a blicado psychoanalitic dy of the child, d H. Hartmann, E. Kris y R. Loewenst tei ein n reafirman reaf re affirm study Loewenstein claramente narcisista primario. ramente la existencia de un estadio nar arcisistta pr ar prim imar im ario ar io. Hablan io Hab Ha de una fase indiferenciada en la q que distinguen u eell yo ue o y eell ello el o no no se d istingu aún. distinguir mismo munn. El niño no puede todavía todaví víaa di ist s ingu uirr eell sí s m ismo (self) f del m do que lo rodea. El objeto existe. satisfacto o no ex xisste. To Todaa experiencia de satis ción procedente de n es vivida como o pr roc oced ed edente d d e un una fuente que pertenece aal sí mismo. privación desorganizasmo. Lass eexperiencias x er xp erie ienc ie ncia ias de p ia riva ri v ción severa crean una desorgan va ción grave. niño n iintrapsíquica ntra nt raapsíq qui uica caa g rave ra ve.. Sólo en las privaciones moderadas el n ve es pro progresivamente del sí ogr gres essiv i am men ente tee llevado a reconocer su existencia fuera de mismo, bajo smo,, b ajjo la fforma orma de objetos parciales ligados directamente a la privación experimentada. Así Así, el seno materno es percibido co como vació ón experimentada una parte de sí mismo mientras la pulsión esté satisfecha, y se distingue progresivamente del sí mismo a medida que se repiten las experiencias en el curso de las cuales la satisfacción es retardada. Por cierto intervienen igualmente factores de maduración cognoscitivos y perceptivos en este conocimiento progresivo del objeto externo, pero hay que tener en cuenta también la catexis libidinal dirigida hacia el sí mismo. Es en tal sentido en el que se puede hablar de un narcisismo primario; la catexis libidinal del objeto externo no se constituye más que en la situación de no satisfacción. Estos hechos parecen acordes con lo que muestra la observación directa del niño pequeño. Éste descubre progresivamente los rasgos y los gestos de la madre, pero dicho descubrimiento resulta del vínculo libidinal que se constituye entre los dos. A la identificación primaria sucede gradualmente una relación objetal.
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Hartmann, Kris y Loewenstein se refieren a Balint para distinguirse de él: Balint (1937) y otros autores hacen además la hipótesis de que existe una relación precoz de objeto en el recién nacido. No podemos pronunciarnos sobre la validez de tal hipótesis. La teoría de Freud del “narcisismo primario” parece tener mejor en cuenta hechos observables inmediatamente después del nacimiento.
El debate mantiene, como se ve, una cierta ambigüedad entre el punto de vista perceptivo, el reconocimiento del objeto y el punto de vista libidinal, el deseo dirigido hacia el objeto. Los trabajos de R. Spitz no se alejan de este punto de vista. Si bien Spitz nos da una visión que ón más afinada de la maduración perceptiva, sostiene que e llo oq el lactante actante reconoce en la Gestaltt primaria son atributos superficiales supe perf pe rfic rf i ia de las cosas, más bien que verdaderos objetos libidina libidinales. Estos últiale les. s. E stos os ú moss permanecen fundidos en la experiencia primaria. experien nci cia an aanobjetal obje ob jeta je taal pr prim imar im ariia. En tal sentido, el estadio del objeto p precursor r cu re curso or que que iindividualiza ndiv nd ivid iv dualiza no se distingue tingue del estadio preobjetal preobj bjet bj etal et a iinicial. niciall. lity itty an nd pathology path thhol olog oggy in cchildhood ogy hilddhood (1968), Anna Freud, Fre En 1954, en Normal Normality and omando sus trab bajos aj aanteriores, aj nt nteriore res, re s aaísla, íslla, a partir del concepto de ís retomando trabajos ea de d essarrro olllo, o u na p rime ri mera etapa que lleva a la relación de me línea desarrollo, una primera eto y een n laa ccual uaal ex xis iste te una unidad biológica de la pareja mad objeto existe madreo: “E “Ell na n arc r ississmo o de la madre se extiende al hijo y este últi hijo: narcisismo último luyee a la m adre en su ‘mundo narcisista’ interno” (Hoffer, 195 incluye madre 1952). perriodo está Estee periodo está, a su vez vez, subdividido (según Margaret Mahler Mahler, 19 1952) en “fase autística, fase simbiótica y fase de separación-individualización”. Encontramos la misma tesis en los autores franceses de la época. En La théorie psychanalytique (1969), P. Lab escribe: “El amor es de origen narcisista, es decir que la pulsión satisfecha primeramente de manera autoerótica se dirige ulteriormente hacia los objetos.” Más adelante, M. Renard, discutiendo el punto de vista de Balint, escribe: En el plano teórico, la concepción de Balint es manifiestamente insuficiente. Desde los trabajos de Freud de 1921 (Más allá del principio de placer) se sabe, en efecto, que no es posible distinguir fundamentalmente la energía libidinal de las tendencias sexuales, ya sea que estén destinadas a un objeto o bien al sujeto mismo, de la energía libidinal del instinto de conservación. Si se abandona la noción de catexis narcisista primaria de la unidad biológica que representa el recién nacido, e incluso ya el feto, ¿cómo comprender
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el funcionamiento de los mecanismos que mantienen a éste con vida y que lo hacen desarrollarse? (1969, 195).
En suma, en la esfera posfreudiana no se habla extensamente acerca del cuestionamiento expuesto por Balint. Se esgrime, para rechazarlo, la idea de que, desde el nacimiento, el niño está dirigido hacia la madre. Se cree que Balint se apoya en una teoría psicológica de las capacidades perceptivas del recién nacido y se desconoce que se trata de una teoría de la pulsión. Si no se presta mayor atención a este punto de vista es porque la teoría del narcisismo primario parece responder por completo a la cuestión del desarrollo inicial de la libido. Esta convicción se basa esencialmente en la teoría del apuntalamiento y en la importancia acordada a la fuente y fin de la lsión en detrimento del objeto. Este último es intercamb bia iab b y pulsión intercambiable ntingente, como ya lo había destacado Freud en Pulsiones Pulsion ness y destid contingente, es la expresión exp xpres xp noss de pulsión. La tensión experimentada por el niño es psíquica quica de la pulsión surgida de su fuente somática. somátiica so ca. Placer Plac Pl acer ac er y displacer dis isp pla se deben al apaciguamiento o no apaciguamiento dee la apac ap acigua ac uam ua mien ento en to od la tensión. tensión El objeto agente esta experiencia partieto no es más que el agen nte ccausal au usall de d est staa ex st expe riencia i y no pa cipaa en su contenido. Progresivamente, por Prog og gresiiva vame m nte,, p me orr la la repetición de la expeex riencia apaciguamiento, descubre ncia de no apac cig igua uaamien ento, se d en escu es ccu ubre como objeto. El térmi término narcisismo ino n n arrcisi ciisi sism smo sm o see aaplica plic pl lic i a igualmente al niño y a la pulsión. pulsi Aplicado por liica cado do aall ni niño ñ ees, ño s, p s, o llo or o demás, fuente de confusión puesto que en la fasee in inicial, experimenta niicciaal, ccuando u nd ua n o se supone que el recién nacido experime las sens sensaciones de “autismo”. sac acio io one n sd e placer y displacer, se trata más bien de un “autism Freud hablaba, parte, de una fase de autoerotismo autoerotismo, y cu cuaneud ha hab blaba por otra parte do introduce el narcisismo lo considera como un objeto y lo inscribe en una etapa ulterior de desarrollo del recién nacido. Aplicado a la pulsión, el término narcisista designa el movimiento de la energía pulsional que se descarga en el yo indiferenciado. Lo que falta aquí es la dimensión de la fantasía, más precisamente de la relación de objeto fantasmática, que es tenida por secundaria y más tardía. Precisamente al referirse a la fantasía Melanie Klein y sus alumnos se desvincularán de la teoría del narcisismo primario. Si existe una actividad fantasmástica primaria, ésta plantea inmediatamente la existencia del objeto como predicado del deseo. Los términos objetos buenos y objetos malos deberán ser entendidos como objetos de pensamiento o, mejor aún, como objetos-pensamientos. Por cierto, se hablará de relación de objeto narcisista en la medida en que se trata de objetos internos, pero éstos pertenecen a la estructura mis-
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ma de la pulsión, puesto que constituyen el predicado de la fantasía, y esta última se encuentra presente desde el origen en toda vida psíquica. Como escribirá H. Segal (1969, 6): La sensación de una pulsión en el aparato psíquico se vincula a la fantasía de un objeto que le es apropiado. Así, cada incitación pulsional contiene una fantasía específica que le corresponde. Al deseo de alimento corresponde la fantasía de alguna cosa que pueda satisfacer ese deseo: el seno.
Como se ve, en esta perspectiva, desde el origen el objeto está íntimamente ligado a la estructura de la pulsión (y no es el simple agente de la experiencia de satisfacción). Hay pues, desde el comienzo, una relación entre el objeto externo y el objeto interno, donde e so o s de la construcción del mundo interior garantiza los proce procesos royección y de proyección. introyección Esto permitirá a Melanie Klein deslindarse netamen nte d la tesis t netamente dee la freudiana: udiana: La hipótesis según la cual existiría varios meses precedería a ía una naa fase de d var ario ar i sm eses que preceder licca que li ue, fu ue uera de est ta parte de la libido vinc las relaciones de objeto impli implica que, fuera esta vinculad iño ño, las pulsiones, ño, pu uls lsio ione io ness, las fantasías, las angustias y las ne da al propio cuerpo de dell n niño, ensas no estarían esstaarí rían an n presentes, pre rese sent se n es nt e , o no estarían ligadas a un objeto, y que defensas que, en ass pa pala labr la brras, op oper erar er aría ar ían ía n [e en el vacío]... que no existe situación de angu otras palabras, operarían [en angustia ni proceso mental que amor rocce ceso ceso om e taal qu en q e contenga objetos externos o internos... más aún, am y odio, dio, fa ffantasías, ntas ntas nt asía í s, angustias y defensas están ligados estrechamente a las relaía r ciones de objeto. Los estados de “retiro narcisista” son estados en los cuales nes d e objeto cu el retiro opera hacia la constitución de objetos internos.
Hanna Segal escribirá más tarde: “Las pulsiones son, por definición, buscadoras de objetos”, y me parece que todo el ámbito poskleiniano permanecerá fiel a este punto de vista. Balint se equivocó, entonces, al pensar que la existencia de una fase narcisista primaria era una creencia compartida entre Viena y Berlín, o al menos, refiriéndose a esta segunda tradición “geográfica”, veía sin duda más la influencia de K. Abraham que la originalidad propia que marcaría al pensamiento de M. Klein. Pero ahí donde Balint tenía razón, sin duda, y donde su crítica siguió siendo admisible ulteriormente frente a la teoría de M. Klein y sus continuadores, es en el apuntalamiento. Puesto que si bien está en la naturaleza misma de la estructura psíquica de la pulsión “intuicionar” su obje-
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to, su fin se apoya sobre la satisfacción de la necesidad. En este sentido, no se podría hablar aquí de un amor primario de objeto. El objeto primario sigue siendo, a mi juicio, el agente de la satisfacción. J. Bowlby no dejará de señalar este punto principal de separación respecto de la tradición surgida de Balint, aun si ambas tienen en común esta referencia a la relación de objeto primaria. De Budapest a Londres, al mismo tiempo que Balint encuentra ahí el camino del exilio, es también el trayecto donde la tesis del “amor primario” va a encontrar eco. No hay que olvidar, sin embargo, que en Budapest la tradición teórica no será olvidada. I. Herman continúa sus investigaciones teóricas sobre el aferramiento al mismo tiempo que mantiene activa la transmisión del psicoanálisis a todo lo largo de los años de clandestinidad impuestos por las censuras alitarias. La influencia del punto de vista “regional” (para (par a a retor re totalitarias. psiico coan a a marr el término de Balint) se ejercerá en el grupo de los psicoanalisd me ment ntaal y de nt tas y en el desarrollo de programas originales de salud mental tratamiento tamiento de los niños. En Londres, Balint se une al g grupo r po ru p dee los los Independientes, Inde In depe de pend pe nd dientes, con c quienes dee eespíritu, teórico y la enes comparte la apertura ra d spíri riitu t , eell eclecticismo ecle clectiicismo i creatividad. escribe E.. R Rayner (1994): atividad. Como escrib be E ayn ay ner (1 1994) 4): “El punto de vista de los Independientess británicos bri rittáni niicos sobre so obr bree el proceso analítico difícilmendifícilm te puede ser err aaprehendido preeh pr ehen endi dido di do o ssin in cconocer o ocer bien su teoría implícita y sus on preocupaciones ocu cupa paccion pa ness cconcernientes oncern once on cern ce nientes al desarrollo del bebé y del niño.” niñ Tales preocupaciones es pr preo eocu eo cupa cu paaciion nes se refieren al papel que concedieron a los eefectos de llos patoloos ttraumatismos raaum umatismos precoces en el desarrollo ulterior y la pato gía del ad adulto, pero también al papel de los modelos de los desarro desarrollos adulto precoces en su comprensión de las relaciones normales y patológicas del sí mismo (self) con su entorno. Al punto de vista propiamente genético desarrollado en las tradiciones freudianas y kleinianas ellos agregaron aquel según el cual la relación de objeto, tanto en su inscripción en la realidad psíquica como en la relación con los demás, reproduce en el adulto, y muy particularmente en la transferencia, los modos de expresión de la primera infancia. Ni metáfora ni siquiera modelo; es la relación de objeto en sí misma la que se repite. La obra de Winnicott es ejemplar en este sentido. Sin embargo, es la de R. Fairbairn (1998) en la que nos detendremos, puesto que, muy explícitamente y de manera independiente de Balint, coincide con los puntos de vista de éste sobre el amor primario. Fairbairn enseñaba psicología en la Universidad de Edimburgo y trabajaba bajo la autoridad de J. Drever. Al confrontar las teorías
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de Freud con las de Drever sobre el instinto, Fairbairn elabora lo que se convertirá en el concepto de relación de objeto. Fairbairn no se interesa directamente en el desarrollo libidinal. Ésta es, por lo demás, como señala Rayner, una característica general de los psicoanalistas del grupo de los Independientes: “A partir del momento en que la investigación psicoanalítica se interesó en el desarrollo precoz, la orientación clásica de la teoría de las pulsiones y la importancia que se daba al desarrollo libidinal fueron dejados un poco de lado.” Precisamente, es el modelo freudiano de la pulsión el que pone en tela de juicio la crítica de Fairbairn. En 1930, este último retoma la distinción establecida por Drever entre las tendencias instintuales apetitivas y las tendencias reactivas. Las primeras son suscitadas por experiencias que resultan agradables o desagradables, y la finalidad scada se relaciona con esta tonalidad subjetiva. Las segunda dass esda buscada segundas q e se qu tán en relación con un objeto o una situación que se temee o que sca, y la finalidad buscada se relaciona con este objeto to o es sta sit sta busca, esta situación momento. Las n fuera de todo agrado o desagrado del de mome ment me nto. nt o. L as ssituacioitu it uac nes que competen a las tendencias ap apetitivas apet etitivvas resultan et res esul ulta ul tan ta n esencialmente essen encialme internas, tendencias reaccionales ernas, mientras que las ten ende deencias reac re e ccion onal ales se interesan sobre todo en las situacione situaciones Fairbairn ne es esencialmente esen enci en ciial a meente nt externas. externas. Para Fairba las dos tendencias o operan dominio correspeera ran n en ell do omi min inio de la sexualidad, cor pondiendo primera ndiendo o el e aautoerotismo u oe ut o ro roti tism ti sm mo a laa p rimera y el amor hacia el otro a la segunda. De manera relaciona und ndaa. D e un unaa ma m mane anera neraa muy cuestionable en apariencia, relacio ne tal dist distinción secundario. stin st in inci nci ción ón ccon ón on n llaa que existe entre proceso primario y secunda Pero aplicarla distinción ro all ap apli lica li c rlla a la teoría de la libido la aproxima a la distinc ca entre objeto. Ve así articularse la búsqueda de la satisfacc satisfacción re fin fin y objeto (pleasure seeking) y la del objeto (object seeking). En el curso de los años cincuenta, sin duda en virtud de un mejor conocimiento de la obra de Freud y después de haber construido el conjunto teórico de su obra en torno de la relación de objeto, concepto que inventa de manera simultánea a los trabajos de M. Klein, Fairbairn nos propone una crítica más aguda de la teoría de la libido. En un texto intitulado Révision de certains concepts de base (1988, pp. 241-253) señala con claridad que la teoría de la libido se inscribe esencialmente en una perspectiva “hedonista”, es decir, en términos de búsqueda de placer. El objeto no se vuelve importante sino en la medida en que suministra un medio de favorecer el objetivo de esta búsqueda de placer, de donde se deriva el lugar conferido al autoerotismo y el papel concedido a las zonas erógenas. Freud, en suma, concedía a las relaciones de objeto un papel secundario. En
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referencia a un enfoque comparativo entre los seres humanos y los animales, concerniente a la relación de lo instintual con el otro, Fairbairn se ve conducido a formular la idea de que el ser humano está “por naturaleza más bien en busca de objeto que en busca de placer”. Por consiguiente, es en términos de relaciones objetales como se define la pulsión; no se trata de hipostasiar entidades como las pulsiones parciales o como la libido. Fairbairn lamentaba que sus colegas londinenses discutieran tan poco su punto de vista. Somete estas “revisiones” a algunos de ellos y es interesante ver que Balint le responde, precisamente, uno de los consultados (op. cit., pp. 253-255). Balint ve, para empezar, cuál es el objeto del debate: rbairn propone como cambio radical en la teoría psicoanalític ca qu q Fairbairn psicoanalítica que la do no está dirigida a la búsqueda del placer sino a la búsquedaa de del o libido objenass erógenas na eróg er óg genas no to. En vinculación con esto, considera además que las zona zonas erminan esencialmente los fines libidinales ssino i o qu in ue so son n la lass ví vvías as q ue perue determinan que que en las relaciones de objeto. miten
estim imon im on niaraa llaa proximidad pr p Se esperaría que Balintt ttestimoniara de estos punue ééll ha h abía ex expr prres esad aad do veinte años antes. Pero su tos de vista con los q que había expresado mentario o eess de d lo o más más me m sura su rad ra do. Él querría reformularlo de m comentario mesurado. maraa “má máss li má llimitada”. mitaadaa”. mita mi ”. S e re ref fiere mucho más a la situación psicoanalí nera “más Se refiere psicoanalítica e a laa o bser bs ervva vaci vaci c ón ó del niño. De su artículo de 1932 guarda so que observación sobre o ell in inte teeré réss de pasar de una situación original, que no imp todo interés implica ue a una persona (el mito del narcisismo primario) máss qu que primario), a una rrelación entre dos. Pero agrega que “los instrumentos de nuestra profesión no nos permiten deducir que no existen tendencias o comportamientos fuera de aquellos ligados a las relaciones de objeto”. Y complementa: “No estoy de acuerdo en descartar la búsqueda del placer... El problema esencial que se presenta ahora es el de encontrar cuál es la relación entre esas dos tendencias de la libido: a) para el paciente en análisis y b) en el desarrollo del psiquismo humano.” Vislumbra varias hipótesis: que tanto la búsqueda del placer como la del objeto sean innatas, que una parte de la primera se transforme en la segunda, o bien que se cumpla cuando el objeto es indiferente. Y añade: “No pienso que sea posible decidir en favor de una o de otra de estas posibilidades sobre la única base de una experiencia clínica. Si es necesario zanjar la cuestión, será de otra manera.” Cabe preguntarse qué tenía Balint en mente.
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Entre tanto, hizo un señalamiento de naturaleza un poco diferente y menos directamente ligado a nuestro tema, al menos en apariencia. Se trata del malentendido creado por el uso del término alemán Lust. “Freud –dice– tuvo dificultad en encontrar un término adecuado para describir la intensidad del deseo (yo diría más bien el deseo en tanto que carga de intensidad, en tanto que fuerza).” No explica que tal dificultad se desprende de que la misma palabra Lust significa a la vez deseo y placer. Se limita a mencionar que carece de connotación sexual y que el término inglés lust se adecuaría mejor si no tuviera una connotación de pecado (en español se aproximaría a lujuria). Como quiera que sea, si se utilizara el lust inglés habría sido imposible decir que “el deseo no está dirigido a la búsqueda del placer”, puesto que la misma palabra habría servido para designar al eto y al complemento. sujeto Fairbairn no tardó en responder que sus teorías se inter eres er esan en es interesan afi firm rmac rm ación es ac los conceptos más que en los términos utilizados. Esta afirmación un poco apresurada. Lo que Balint sugiere que, sugiier ere es q ue, pa ue para ra eevitar vittar el vi absurdo placer dispondrían de misurdo de una frase donde deseo oyp laceer di d spon sp ondr on dría dr ían ía nd e un m mo vocablo, Freud llamó libi libido deseo, marcando difebido do aall dese seeo, m arca ar cand ca do a la vez la d rencia placer naturaleza Pero cia entre deseo y p lace ceer y la n a ural at aleeza sexual del deseo. P al ¿está verdadero problema? fuera tá ahí el verdade ero p ro oblema? a?? ¡¡Todo Todo To do ocurre como si no le fu do posible Freud pensar “deseo” placer! sible a Fr Freu eu ud pe p nsar ns ar een n “d des eseo” o libido sin pensar en plac Pero ambigüedad plaro o llaa am mbiigü üed dad a sse e de debe al sentido que se le da al término p cer.. P Porque generalmente objeorqu or qu ue ge gene neeraalmente existe placer en el encuentro con el ob to, inde independientemente interna, deepe pend nd die ientemente de una satisfacción de una tensión inter o más pr precisamente p recisamente de una tensión ligada a la excitación de una u parte del cuerpo. Y en tal caso, el fin es el apaciguamiento de la excitación y no inmediatamente el objeto que supuestamente la suprimirá. La oposición entre placer y objeto en la fórmula de Fairbairn se refiere en realidad a una oposición entre la fuente y el objeto. En el caso de la búsqueda del placer (pleasure seeking), la fuente es física, el placer está ligado a la extinción de la estimulación y el objeto intercambiable. En el caso de la búsqueda objetal (object seeking), la fuente está en el objeto (tesis retomada por J. Laplanche, que propone el término objeto-fuente) y el placer se encuentra ligado a la presencia del objeto (intimidad en el lenguaje de Balint, proximidad en el de Bowlby). Pero es evidentemente a John Bowlby y a su escuela a los que se debe la reactivación del debate. Al fundar la teoría denominada del apego, y abriendo así el campo de un nuevo dominio de investiga-
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ción sobre la observación directa del niño de pecho, Bowlby volvía a poner radicalmente en cuestión lo que él denominaba la “teoría de la tendencia secundaria”, según la cual el apego a la madre sería secundario respecto de la satisfacción de las necesidades fisiológicas (M. Bacciagaluppi, 1994; J. Bowlby, 1958; M. Marrone, 1998). Nuestra intención no es retomar el estudio de estos trabajos sino indicar su papel en la reactivación del debate introducido por Balint e ilustrado por Holmes. Sería necesario asimismo dar cuenta de las reacciones provocadas por las ideas de Bowlby, ya se trate de las muy clásicamente freudianas de Spitz o de Anna Freud o, más recientemente, de las que admiten la distancia epistemológica entre la observación directa del niño y la historia infantil explorada por el psicoanálisis (D. Anzieu et al., 1974; S. Lebovici, 1992). Volvamos entonces a los trabajos de Bowlby.1 Debido a su eexpex ncia de psiquiatra de niños se vio confrontado con el problema pro obl be riencia enci en cias ci as ulterioulte de las separaciones familiares precoces, a sus consecuen consecuencias res sobre la personalidad y, en fin, a las rrelaciones afectivas madree acione el ness af ne afec ecti ec tiva ti vas mad va m a bebé. de apego” bé. En una “Nota sobre el contexto t histórico to his istóri rico ri co d e laa tteoría eorí eo ríía del del ape que colectiva e redactó para la obra col olec ecti tiiva Lee coloque cooloq oqque épistolaire, épistolaire, l e organizado organiza porr R. Zazzo, y que se pub publicara ub bli licara ra een n 1974 74 ccon on el título L’attachement L’attachem (Anzieu 1974), Bowlby señala que habló nzieu et al., 1974 4), ) B owlb ow by seña ñala ña laa q uee en 1951 un amigo le ha u sobre trabajos curso Lorenz. bre los tr rab abaj a os een aj n cu curs rsso de L orenz. En 1954 conoce a Hinde, de Cambridge, del que hace mbri mb ridg ri dg ge, d el q ue sse e ha ace amigo: A éll deb debo que eb bo lo q ue aprendí después respecto de la etología. Paralelamente, Paralelame nde fue fu influido por nuestros trabajos del Instituto Tavistock y decidió dec Hinde estudiar las interrelaciones madre-hijo en los monos rhesus [macacos].
En esta ocasión menciona que los trabajos de Harlow sobre los citados monos fueron inspirados por Spitz. Recordemos que Balint se refería a Hermann, inspirado por los primeros trabajos etológicos de los años treinta, y que Fairbairn señala igualmente su deuda con la psicología comparada sin haber tenido, me parece, contactos personales con especialistas del comportamiento animal. Todo esto amerita ser recordado para destacar la importancia de esos trabajos Entre sus trabajos de conjunto sobre la teoría del apego citamos el volumen titulado Le bébé et les interactions précoces, publicado bajo la dirección de A. Braconnier y del recordado J. Sipos (1998), y los documentos de trabajo publicados recientemente en Le Carnet Psy (1999). 1
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sobre animales, en particular los primates simios, para el nuevo cuestionamiento del modelo al que Freud se refiere. Me interesa señalar así la diferencia entre la teoría del instinto tal como existe a fines del siglo XIX y los descubrimientos considerables hechos a mediados del siglo XX sobre el comportamiento animal. Estos últimos revolucionaron cualquier cosa que uno pudiera pensar sobre los instintos. Frente a la idea de tendencia, es decir, de presión biológica que se ejerce sobre el organismo, y muy particularmente sobre el aparato cerebral de memorización, elección y ejecución, tales trabajos modernos pusieron el acento sobre esquemas de comportamiento, programas de acción genéticamente determinados aunque sometidos a los efectos del entorno. Se trata de una ruptura epistemológica cuya magnitud no fue medida por la mayor parte de los psicoanalistas porque no tenían ngún interés en ese tipo de investigaciones y porque estaban est stab a ab ningún ocupados por proteger el modelo freudiano, confundien ndo teoría teo preocupados confundiendo de la libido y teoría de la sexualidad infantil. Bowlby rápidamente se dio cuenta dee que qu laa ccrítica ríti rí t ca que ti que estaba est desarrollando libido, que arrollando sobre la teoría de laa li libi bido,, en ttanto bi anto an to q uee parte de la teoría consecuencias clínicas. Es ría del instinto, dejaba en ssuspenso u peenso sus us s s co su cons secuencias clínicas porr lo demás lo que pr proponía obra citada p op pon o ía een n la l obr ra ci ita tada respondiendo a mis propios comentarios. Yo obligado enfoque opios comentario os. Y o me me creíí ob bli liga gado a señalar que el enfoq ga de Bowlbyy no necesario n eera raa rradicalmente adic ad ical ic allme m nt ntee revolucionario y que era necesa reconocer parentesco ono noce cerr su up aren ar ente en tesc te esc s o con con otras reflexiones psicoanalíticas, surgisu das,, p por or ccierto, i rtto, ie o, ssobre ob bre todo de los mismos círculos del grupo de los Independientes. claramendepeend ndie ient ie n es nt e . Tal es la razón por la cual Bowlby indicó claram te que llaa teoría que él presentaba no respondía a la cuestión de la naturaleza de las formaciones de pensamiento pertenecientes a la fantasmagoría inconsciente. En una contribución ulterior, en el mismo coloquio, retomó el debate. Pensaba que la teoría del apego no es más que una etapa preliminar y que después se debe de reformular la teoría psicoanalítica. De ahí la proposición del concepto de modelo interno: ...a partir del segundo año, la vida mental y el comportamiento del niño son cada vez más influidos por los modelos de representación de sí mismo y de la madre a través de los cuales percibe su universo, interpreta sus percepciones y construye sus acciones.
Así como la consideración de una fórmula que pone implícitamente en tela de juicio el modelo freudiano:
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Hay buenas razones para creer que las formas adoptadas por estos modelos, para todo individuo, son los reflejos casi exactos de la manera en que efectivamente ha experimentado a su madre en la interacción con él, y que contienen muchos menos elementos de fantasías autónomas que lo que buen número de analistas han supuesto...
Lo que Bowlby sugería aquí es el concepto de modelo interno, que debía tomar su lugar no sólo en la reconsideración de la teoría de la libido sino también en el modelo del proceso psicoterapéutico: Estos modelos de representación, construidos en el curso de los años de la infancia, tienen tendencia a mantenerse relativamente inalterados. Continúan por lo tanto influyendo profundamente en el comportamiento del ividuo ya adulto, aun cuando sus condiciones de vida hayan ca amb mbii individuo cambiado icalmente. radicalmente.
¿DE QUÉ DEBATE SE TRATA?
ómo evolucionan n la lass relaciones rela rel lacion nes eentre ntrre el amor dirigido hacia las nt ¿Cómo rsonas reales rea eaalees del deel entorno ento en torn orn rno o (en (en particular la madre) y las fantasías fanta personas ual ales es ligadas lig i ad dass a la la actividad acti ac tivi ti viidad autoerótica del niño? Esquematizando Esquematizan sexuales exttre remo remo o, pueden pued pu ed den n considerarse dos puntos de vista opuestos. al extremo, unaa pa p rtte, con Freud, la pulsión sexual es considerada prim Por un parte, primaene su origen en la excitación de las zonas erógenas. en erógenas Es en la ria y tien tiene pubertad cuando “el proceso de descubrimiento del objeto se termina”, aun cuando se preparó desde la primera infancia (Freud, 1987, p. 132). Solamente en la etapa oral, en la medida en que las pulsiones sexuales son endógenas y primarias, puede hablarse de un “protoobjeto”, el seno, que prepararía para el descubrimiento ulterior del objeto. Pero no hay lugar en esta perspectiva para un amor de objeto primario independiente de las necesidades de autoconservación. Por otra parte, después de Balint, Fairbairn y Bowlby, el amor de objeto puede ser considerado primario. Pero, ¿cómo se articula este apego con la experiencia del placer autoerótico apoyado en la necesidad de autoconservación? El riesgo, a mi juicio, es entonces reducir la sexualidad infantil a un simple esquema de comportamiento. En un caso, en la perspectiva de Freud, la función del autoerotismo
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es una consecuencia del narcisismo primario de la libido. En el otro, según Balint, el apego, en tanto que expresión de una relación con la madre real, es la fuente de las fantasías sexuales y entraña secundariamente la internalización del objeto. Es difícil articular ambas perspectivas y no se puede reducir una a la otra. Amor de objeto y autoerotismo coexisten a todo lo largo de la infancia. Las condiciones de satisfacción no son las mismas. El amor de objeto está dirigido hacia una persona real, un “otro” del entorno próximo. Esta interacción interpersonal da materia a representaciones mentales y a comportamientos interactivos. La meta consiste en la respuesta del otro, siendo la intención final ser amado por el otro. A diferencia del amor de objeto, la sexualidad infantil se construye a partir de una exigencia interna y obtiene su satisfacción p es pr esee en una actividad autoerótica psíquica o física. El objeto repr representa amente aquí al actor llamado a tener un papel en el guión ón iimagim solamente rio. Es intercambiable y el mismo objeto puede cum mpl plir ir d ifer nario. cumplir diferentes papeles en el mismo guión. La consumación consum co m ac ació ión ió n del de l deseo d es (Wünscherfüllung) buscado fuente del placer. Wünscherfüllung) g es el objetivo bus ussca cado d y laa fu do fuen ente en te d el p lacer. En el adulto, el placer sexual mediansexu xual a ssería ería iidealmente d allment de ment nte realizado medi te laa relación amorosa con tanto on n el ot otro ro o en ta anto que persona real. Si tal fuera perdera el caso, la distinción dist sttin i ci ción ón n eentre ntre aamor mo mor or de d objeto y sexualidad per ría toda significación sig igni nifi ni fica fi caaci ción ccon on n eell advenimiento adve ad v nimiento de la sexualidad genital ve genit y sería una marca de íaa só sólo lo u naa m a ca d ar e lo lo prematuro de la sexualidad infantil. Las disociaciones observadas ociiac acio io one nes ob bse serrvadas en el adulto resultarían de conflictos infantiles objeto o tiless no no re rresueltos, sueltos, ya en el curso evolutivo del amor de objet su en el de llaa pulsión sexual (Widlöcher, consiste (Widlöcher 1977). 1977) Mi proyecto cons en reconsiderar el principio de esta fusión entre amor y sexualidad que caracterizaría a la sexualidad adulta, así como su separación en la infancia.
LA SEXUALIDAD INFANTIL NO ES UNA SEXUALIDAD PREMATURA
En el artículo publicado en 1932, “Confusion de langue entre adultes et enfants”, Ferenczi (1961) opone el lenguaje de la ternura del niño al de la pasión del adulto. Es este desconocimiento mutuo lo que, más allá de toda violencia física, imprime una dimensión traumática a la provocación sexual del adulto. El niño no puede dar sentido al
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lenguaje sexual del adulto. Pero si bien la pasión tiene una connotación de violencia y la ternura una idea de inocencia, asimilar ternura e inocencia sería dar muestra de una visión demasiado chata del sentido común. ¿De qué inocencia puede tratarse cuando el gran descubrimiento del psicoanálisis, aquel que sigue siendo en nuestros días la fuente de todos los rechazos y retoños, es precisamente la sexualidad infantil? Un adulto y un niño se aman –escribe Ferenczi (op. cit.)–; el niño tiene fantasías lúdicas, a saber la de desempeñar un papel maternal respecto del adulto. Este juego puede asumir una forma erótica, pero sigue estando sin embargo siempre en el nivel de la ternura.
Se trata de una fantasía que expresa una identificación sexu xual al ccon sexual ercid rcid ida por la madre, que sería la fuente de la seducción “inocente” eje ejercida dell hec h echo de el niño. El término de ternura está ahí para dar cuentaa de hecho que sexual e el niño elabora una fantasmática sex xua u l al iidentificarse dent de ntif nt ific if icar ic arse ar se ccon on el adulto. halla de experimenulto. Gracias a este proceso se ha all l a en e ccondiciones ondi on d ci cion ones on es d e experim tar una forma de amor objeta objetal. Se una entre tal. l. S e creaa u naa vverdadera n errdade d ra escisión en la fantasía sexual infantil y el aamor tierno que experimenta morr tier mo rno q ue el niño experime porr sus padres. Es d de manera lúdica infantil se e ma mane neera lúd údic úd icca co ccomo omo la sexualidad infanti inscribe psíquica del niño. cribe en n laa vvida idaa ps id psíq íqui íq uica ui ca d el n iño. Es así ––agrega Ferenczi– usurpar el agre ag reega F erren encczi– como casi todos los niños sueñan con usurpa ar de el pr prog o en og e itor del sexo opuesto. Esto, observémoslo bien, solame lugar del progenitor solamente en tanto querrían, ni o que imaginación; en el nivel de la realidad ellos no querrían podrían, prescindir de la ternura, sobre todo de la ternura materna.
En la subjetividad del niño la violencia resulta de la “autoridad aplastante” del adulto. Los efectos traumáticos serán tanto más graves cuanto que un proceso de introyección sitúa al agresor no ya en la realidad exterior sino en el mundo intrapsíquico del niño. Si los adultos se dejan llevar por comportamientos sexuales es porque ellos mismos se engañan y confunden el juego separado de la sexualidad infantil con su propia sexualidad: “confunden los juegos de los niños con los deseos de una persona que hubiera alcanzado la madurez sexual y se dejan llevar a actos sexuales sin pensar en las consecuencias”. En el niño inmaduro e inocente hay por lo tanto un “injerto prematuro de un amor pasional”, es decir, genital, pero éste es inducido
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por la incomprensión en el adulto de esta dimensión lúdica de la sexualidad infantil, lo que Ferenczi denomina en una nota “la ternura del erotismo infantil”. Este desconocimiento del lenguaje de la sexualidad infantil en el adulto no se aplica sólo a casos patológicos y a sujetos predispuestos. El adulto, por el hecho mismo de que está dotado de una sexualidad genital, se encuentra en una posición difícil para representarse qué puede ser el erotismo infantil “puro”. Freud, en la doble preocupación de mostrar la naturaleza sexual de las manifestaciones autoeróticas y sus efectos sobre la vida sexual del adulto, insistió en la continuidad entre las dos “sexualidades”. Es este principio de continuidad lo que le inspira las mismas explicaciones para describir los mecanismos de excitación y de descarga. Pero ésta es otra expresión de la confusión ce creer cr de las lenguas, y este recurso a explicaciones analógicas hace óneamente en una identidad de naturaleza. erróneamente ¿Cómo nace la excitación sexual? ¿Cuáles son las con ondi on dici di cion ci ones del on condiciones goce modelo orgasmo genital ce autoerótico? La asimilación al mode d lo del de del o rgas rg asmo as mo g en amenaza comprensión enaza con sobrecargar nuestra co comp m re ens nsió ión ió n de estos esttos procesos. proces Es lo que yo querría mostrar retomar aquí ar aall re etoma maar aq quí eell estudio del Vor-lust Vor(“pre-deseo” “pre-placer”). Recurrir re-deseo” o “pre-pl p acer err”). Re Recu urrir aaquí qu uí al término alemán de origen coqueteo, que gen no es un co oqu q et eteo o, sino q uee iindica n ica que ya la cuestión de su nd traducción que me parece ducción rrevela evvel elaa lo oq ue m e pare pa are r ce un malentendido. En n El cchiste histte y su u rrelación elac el acióón con lo inconscientee (Freud, 1905b), Freud ac ació Fre introduce experod duc ucee es eeste te cconcepto o cepto para dar cuenta del hecho de que una ex on riencia placer nciaa de p l ce la cer se ve reforzada o facilitada por una experiencia de placer de naturaleza. Es lo que llama el Vorlustprinzipp (o “principio cer d e otra naturaleza “princi del placer previo”). La idea formulada se apoya en el papel reforzador de la técnica del chiste sobre el placer ligado a la satisfacción de la tendencia. El término de preplacer o anteplacer me parece apropiado para describir este mecanismo que asegura la satisfacción de la tendencia mediante el ahorro o la economía psíquica debida a la técnica. No hay aquí ninguna idea de ningún tipo de orden de precedencia. Es desde un punto de vista estrictamente lógico desde el que el prefijo “Vor” viene a marcar la condición dada para que el placer se constituya. Freud habla aquí de una prima de seducción, y agrega: “Tengo buenas razones para conjeturar que este principio corresponde a una norma que rige en muchos ámbitos de la vida anímica, muy distantes entre sí.” (vol. VIII, p. 131.) El anteplacer sirve para liberar un placer más grande. Pensamos, efectivamente, en lo desarrollado en la La interpreta-
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ción de los sueños (1900). En el sueño, el resto diurno no encontraría la energía suficiente para ser revivido de manera alucinatoria en el curso del dormir si no dispusiera de una energía siempre latente, lista para descargarse, que precisamente proviene de los deseos sexuales infantiles. De ahí la metáfora conocida del contratista y el capitalista. Observemos aquí que es el deseo infantil el que dispone de los fondos necesarios, mientras que en el mecanismo del chiste el poder económico (esta vez en un sentido que no tiene nada de metafórico) estaría en manos, por así decir, de la técnica al servicio de la tendencia. Pero Freud, siempre en el capítulo cuatro de El chiste y su relación con lo inconsciente, para ilustrar esta generalidad del Vorlustprinzip, se refiere a Tres ensayos de teoría sexual. Ahora bien, en esta obra, el Vorlust iste un sentido diferente que toma en cuenta la temporalidad temporalida daad de reviste eróg er ó e óg los acontecimientos. En el adulto, la excitación de las zonas erógenas e generaron la sexualidad infantil sirve de precursora precurrso sora ra al al placer pla que terminal; una minal; crea una experiencia de placerr y, y, al mismo mis ismo mo tiempo, tie iemp mpo mp o, u o, tensión de motora sión que suministra una parte d e la energía ene nerg rgía rg ía m otor ot orra “necesaria “necesa para sexual”. producido zona ra la realización del acto sexua al” l”. Ell placer pla l cerr pr prod ducido por la zo genital crea, “esta energía nital es el único que cr rea, “e “est stta vezz por po p or vía refleja”, la ener motora los productos opositora que rige laa eexpulsión xpul xp ullsiión dee lo os pr p oductos genitales. La op ción n es, por orr cconsiguiente, onsi on siigu guie ient ie ntte, e eentre ntre nt re el Vorlustt como placer preliminar, prelimin en ell se sentido sent ntid nt i o de d aantecedente, ntec nt eecced dente, y el placer terminal (Endlust). Este E término señala bien min in no se eñala laa b ieen llaa dimensión cronológica del mecanismo. No se trataa yyaa de u un n mecanismo que implica operaciones mentales ssino de unaa eexplicación concuxplicación fisiológica. Son las zonas erógenas las que con rren a la organización del acto sexual, hasta la expulsión de los productos sexuales. Toda la demostración se refiere aquí a la teoría del orgasmo genital. La sexualidad infantil es considerada como el esbozo prematuro de la sexualidad genital, y lo que Freud nos propone en definitiva es una explicación fisiológica de lo que los etólogos han llamado la “conducta de corral”, es decir, la organización temporal de los comportamientos que, en un espacio dado, preceden a la copulación y a la fecundación. Una comprensión temporal del Vorlust se inscribe por lo tanto en una perspectiva resueltamente biológica de la sexualidad, y en particular de la sexualidad infantil como una sexualidad inacabada. En esta perspectiva el adulto, que se ha introducido en la subjetividad de la sexualidad genital, está dotado de un “saber” que el niño no posee. Éste es un inocente cuyas fantasías no pueden estar impreg-
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nadas más que de una “ignorancia” radical; “ignorancia” que es aquí tomada en un sentido muy amplio, caracterizando la naturaleza misma del deseo. Desarrollemos al extremo el argumento: si, en el adulto, el Vorlust describe un fenómeno fisiológico, ¿qué relación cabe establecer entonces con el mecanismo del placer psíquico del sueño y el del chiste? Si la sexualidad infantil no fuera sino la expresión prematura, aunque genéticamente programada, del instinto sexual, no se ve por qué continuaría existiendo independientemente de la sexualidad genital, no sólo en los avatares patológicos de la neurosis, sino también en los sueños y en las producciones “normales” del inconsciente. La sexualidad infantil no persiste en el adulto como un residuo mal asimilado sino como una fuente de deseos y de actividades crearas permanentes. doras
LA PULSIÓN SEXUAL INFANTIL NO ES UN INSTINTO
La expresión más rad radical de confusión adiical ad ical d e la l con nfu fusi siión consiste pues en la asmilación asmilac de la pulsión pulsió ón sexual s xu se uall infantil inf n an nti till al instinto ins n tinto sexual genital. Remito aquí aqu al debate baate titulado tittulad do La pulsion pul ulsi sion si sion n pour quoi faire? (A. Anzieu et al., 1984), a los trabajos bajjos de de J. J Laplanche Lap a laanche (1993) y a mis propias contribuciones (D. Widlöcher, dlöcche her, r, 1986, 198 986 6, 1996). La sex sexualidad sexual. exualidad infantil no es la primera etapa del instinto sexu ex Ningún argumento biológico apuntala esta hipótesis (a condición de diferenciar sexualidad infantil y apego, punto sobre el cual volveré ulteriormente). Repitámoslo: el destino de la sexualidad infantil no se resuelve naturalmente con el advenimiento de la genitalidad biológica sino que se mantiene en el sueño y en el inconsciente. No se conoce la fuente corporal de la pulsión para todas las expresiones de la sexualidad infantil; tampoco la noción de apoyo sobre las funciones biológicas de supervivencia. Y, por otra parte, no habría que confundir el fin buscado por la pulsión, que se expresa como consumado en el autoerotismo psíquico, con la descarga física realizada accesoriamente en la excitación de una zona física erógena. Todo esto nos conduce a considerar la sexualidad infantil como una actividad creativa autoerótica cuyo origen aún queda por explicar. Impugnar el origen biológico de la pulsión no lleva necesariamen-
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te a su “desexualización”. Tal es el reproche que se le hizo legítimamente a Jung con su concepto de Zurück Phantasieren, sexualización retroactiva. Es también el que se le puede hacer a Lacan que, con el mismo uso reconstructivo del aposteriori (après-coup), reduce la sexualidad infantil a figuras de una carencia simbólica originaria. ¿Cómo mantener la naturaleza sexual, stricto sensu, de la pulsión? Es de nuevo la cuestión del origen la que plantea aquí. Demos, pues, por sentado que la sexualidad infantil no es de la misma naturaleza que la sexualidad genital. Esta última es la única que se inscribe en el orden de los programas de comportamiento filogenéticamente determinados. Pero todavía resulta necesario definir el mecanismo psíquico que preside la organización de un comportamiento sexual, no sólo presexual sino dependiente de una ámica distinta de las pulsiones de origen biológico. dinámica
EL ESTATUS ECONÓMICO PROPIO DE LA SEXUALIDAD INFANTIL
Las particularidades ess propias pro rop pias de la temática pia pi tem emát á ica de las fantasías sexuales át sexua infantiles antiles no no bastan b st ba s an a para par a a definir defi de defi fini nirr la ni la sexualidad infantil. En efecto, las volvemos encontrar vem emos em os a en ncon ncon ontr trar tr ar een n la sexualidad genital. Han llegado a investir, inves en la adolescencia, adol ad oleesceenccia ol ia,, la la relación sexuada con el otro, organizando según n modalidades mo odaliida dade des variadas la subjetividad sexual del adulto. El gran de g descubrimiento cub bri rim miento del psicoanálisis es quizá menos la existencia de la sexualidad infantil que su presencia activa en la vida psíquica inconsciente del adulto. Es en la neurosis del adulto donde Freud (1956) la observa, como testimoniando esas palabras suyas convertidas en célebres que se pueden leer en la carta dirigida a Fliess con fecha del 15 de octubre de 1895: ¿Te he revelado ya, oralmente o por escrito, el gran secreto clínico? La histeria resulta de un conflicto sexual presexual, la neurosis obsesiva de una voluptuosidad sexual presexual... La palabra “presexual” significa “anteriormente a la pubertad”, antes de la aparición de los productos sexuales.
Y es lo que afirmará con fuerza unos años más tarde cuando, en La interpretación de los sueños, escriba: “el deseo representado en los sueños es necesariamente infantil”. Que el inconsciente freudiano,
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el inconsciente en el sentido temático, el inconsciente del ello, sea sexual y se inscriba en el erotismo infantil es precisamente lo propio del dominio del psicoanálisis. Las escenas imaginarias que pueblan este dominio nos resultan accesibles. Se revelan en el descubrimiento del inconsciente y, a partir de ahí, hemos aprendido a verlas en los juegos del niño, las ensoñaciones diurnas, el autoerotismo psíquico del adolescente y del adulto, las historias y los guiones perversos. No es en este aspecto donde se sitúa el desconocimiento. Me parece que es desde el punto de vista económico desde el que este desconocimiento amenaza operar, es decir, en la comprensión que podemos tener de los procesos que ponen en tensión al aparato psíquico y de los que aseguran la descarga de esta tensión. La asimilación de la sexualidad infantil a la sexualidad genital del ulto nos hace desconocer una distancia conceptual bastantee radira adulto ro oll llo” o y la cal entre una perspectiva que se podría llamar “de desarro desarrollo” mprensión de su papel en el inconsciente, entre laa idea ide deaa de de una u comprensión sexualidad de ualidad imperfecta de la infancia y el poder pode po d r propio prop pr opio op io d e esta es a sexuasex lidad ad inconsciente actuante, creadora cread dor o a de fantasías fan antaasías as y de de actividades activida sublimatorias blimatorias de la edad adulta. adu ult lta. Para Para retomar r to re t marr llaa metáfora de la reserva Freud de introducción va de salvajes utilizada po por Fr Fre eud en llas eud eu as Conferencias as Co introducc al psicoanálisis, se trata tra ratta ra ta de de un un lugar lug gar de de creación, creación, secretamente protecr pro gido. o. La productividad pro odu uct ctiv ivvid dad del del inconsciente inc ncon onsciente da testimonio de esta vitalion vit dad d de la la sexualidad sexu se ual alid id dad infantil. inf n an ntil. Freud decía ya en La interpretación de los sueños infantiles ñoss (op. (opp. cit., cit. ci t , vol. vo ol. IV IV, p. 258) que los deseos inconscientes infant presentan senta tan ta n laa característica car a acterística de ser indestructibles: Los deseos que en sueños se figuran como cumplidos no siempre son deseos actuales. Pueden ser también unos deseos expirados, archivados, enterrados y reprimidos, a los que sólo por su reaparición en el sueño debemos atribuirles una suerte de supervivencia. No están muertos como entendemos lo están nuestros difuntos, sino como las sombras de La Odisea, que, tan pronto beben sangre, despiertan a una cierta vida.
La teoría biológica del apuntalamiento no permite explicar esta presencia en el inconsciente, el vínculo estrecho que anuda con este último como estructura deseante de la psique. La sexualidad genital toma su camino con la adolescencia, pero la sexualidad infantil conserva su poder en la dinámica del inconsciente.
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SEXUALIDAD INFANTIL Y AMOR PRIMARIO
Volvamos nuevamente ahora al debate anunciado al comienzo y enunciemos con claridad la diferencia entre sexualidad infantil y amor primario. Si la sexualidad infantil está ligada a una forma de creatividad psíquica precoz y a una forma de placer bastante bien definida por el término autoerotismo, el amor primario no puede resultar más que de un programa innato, de un instinto que los trabajos de Bowlby y sus sucesores esclarecieron notablemente. Por lo tanto, la respuesta que nosotros debemos aportar al desafío planteado por Balint es distinguir la sexualidad infantil del amor primario. La sexualidad infantil no puede reducirse al amor primario, aun cuando no pueda ser radicalmente aislada de él. La teoría que propongo es que la sexualidad infantil no tien tiene en ne que q ver con programas genéticamente determinados que organ organizan aniz an i an el iz apego entran ego primario, es decir, los patrones relacionales qu quee en entr ran en interacción eracción con el entorno social. La sexualidad sexual alidad iinfantil al nfan nf anti an till depende ti d pe de pend nde de nd la pura subjetividad propia de la actividad a ti ac tivi v daad fantasmática. vi fant fa ntas nt asmá as máti má tica ti ca. Ésta Ésta trata tr sólo experiencias o retroactivamente las ex xpe p riien e cias ass vividas viv ivid idass que id que acompañaron acompañaro a las conductas de apego apego. Retoma modo g . Re etoma ma de de mo odo iimaginario maginario lo que ha dependido patrones ndido de los patro rone ro ne es re rrelacionales rel elacion nal ales es y de de las respuestas del entorno. entor Trata escenas modalidad revisata tales es sce ena nas en llaa mo moda dali da lida li d d de ilusión, experiencia que re da te, cu cuando uan ando do laa escena esce es ce ena ffantasmática anttasmática se inscribe en el registro inconsan inco ciente, propiamente ntee, un n carácter car a ác ácte ácte t rp ropiamente alucinatorio. Deviene entonces una u verdadera alucinación dad der eraa al luc ucinación de acción (Wünscherfüllung, g realización de deseo). ) Y ccuando uando esta representación se inscribe en el registro del preconsciente la ilusión se inscribe en esa situación ambigua que constituye el ensueño, ambigüedad caracterizada por un estado compuesto, que participa a la vez de la creencia y del deseo. Debemos aquí destacar una diferencia concerniente al punto de vista temático. Cuando un analizando nos revela que ha sido invadido por la idea de que él podría ser el servidor sumiso de la mujer a la que ama, enuncia las fantasías que han alimentado sus ensueños de la infancia y de la adolescencia, los cuales subsisten en la edad adulta. Pero cuando, en el caso de otro analizando, todo lleva a creer, sin él saberlo, que le produce placer ser atormentado por la mujer que ama y que cultiva sus celos, nos muestra que la misma fantasía actúa en él y lo posee. El niño crea esta experiencia en el a posteriori de la experiencia inicial, consciente o inconsciente. Busca así reproducirla, transfor-
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mando una situación real en una situación imaginaria despojada de todo contexto y de la que se convierte en sujeto, a la vez creador y actor. Una escena de la realidad se vuelve así una fantasía. Esta reposición en el imaginario define la naturaleza “erótica” de la experiencia, que encuentra su salida en una satisfacción de naturaleza autoerótica, ya sea que ésta sea materializada por una excitación física o bien que se exprese solamente en el registro de lo psíquico. Hay por consiguiente aquí un mecanismo de a posteriori inscrito en la cotidianidad de la experiencia subjetiva, y ello desde el origen. Contrariamente a la hipótesis freudiana, la alucinación no es anterior a la experiencia real sino que, por el contrario, se apoya sobre ésta confiriéndole un sentido nuevo. Se ve así cómo la teoría del apoyo adquiere un sentido nuevo ligado a esta inversión tempoid dad a de ral. El apoyo no resulta ya de la captación mediante la sexualid sexualidad teor o ía el la experiencia real sino de su huella mnémica. Según esta te teoría, oyo se inscribe en el a posteriori. apoyo imagiEl autoerotismo aparece, por lo tanto, ccomo o o un eefecto om fect fe cto ct o de dell im nario supuesto, partir del momento rio y no como su causa. Por supu pues pu esto, a pa es part rtir rt ir d el m omento en que huella mnémica e se encuentra así fijada un unaa hu uella m némi némi m caa recompuesta, recompuesta, ésta va a hacer reproducirse una acer presión para rep prro odu uci cirs r e en lo rs lo re real. Ella constituye u fuente deseos que nte secundaria de d d esseo os qu ue designaremos deesi s gnaremos con el término de sexualidad Laa fa fantasía no sexualidad ualidad iinfantil. nffan anti tiil. L ant n as asía íaa n o es el producto de la sexualid infantil generalmente ant ntil nt il ssino ino qu in quee laa cconstruye. onst on struye. Lo que se denomina generalme st relación de objeto describe más aciión ó d e ob bje jeto to d escribe la estructura de esta fantasía, crea, m bien n que ue eexpresa, xp pre resa, la sexualidad infantil. Vemos Vemo moss así cómo se debe reconsiderar el proceso de apoyo. mo apoyo No se trata ya de una condensación sobre un mismo objeto y hacia un mismo fin de dos pulsiones distintas, una sexual y otra ligada a los instintos de conservación, sino de un proceso en dos tiempos. En un primer tiempo, la relación de apego se expresa sola o se asocia eventualmente a la satisfacción de una necesidad fisiológica. En un segundo tiempo hay reposición alucinatoria de la experiencia de satisfacción. Este contrapunto lo vemos ya en acto con la succión del bebé y culmina con las fantasías edípicas. En realidad, tenemos derecho a pensar que todo es erotizable. Es decir, que toda experiencia real puede dar materia para una reconstrucción autoerótica. La sexualidad infantil, reposición alucinatoria de una experiencia física y relacional de satisfacción de origen diferente, no se consuma sino secundariamente en la repetición de tal experiencia. Resulta del tratamiento psíquico que se inscribe entre los dos tiem-
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pos. Concretamente, el niño, en una fase dada de su desarrollo, está en una relación (instintual) con los demás que se expresa en un patrón de comportamiento y subjetivo determinado (apaciguamiento del hambre mediante la succión, fusión tierna con la madre, por ejemplo). Revivir alucinatoriamente la experiencia la hace inscribirse en el registro de un imaginario autoconstruido que el niño podrá recrear a voluntad. Pero esta marca sexual infantil dará a las nuevas experiencias reales de satisfacción un plusvalor. La inscripción en el registro de la sexualidad infantil confiere al recuerdo de la experiencia una fuerza económica, un valor de capital, que dará ese plusvalor a la repetición de la acción real. La sexualidad infantil se inscribe en el autoerotismo no a falta de algo mejor y por compensación, como lo sugiere la tesis de la contidad biológica entre las sexualidades infantil y adulta, sino o porp nuidad e expresa una relación imaginaria con el objeto. La fuerza fuerzza d e eesta que de periencia psíquica se debe a que se inscribe en la cconsumación onsu on umac experiencia alucinatoria decir, cinatoria de la fantasía inconsciente, es decir r, en llaa realidad real re allid dad psíquica. ca. Freud no aceptaba el pap papel pel inductor ind nd ducto or de d los o adultos os adulltos en el encamienca namiento papel que Laplanche jugar a miento del proceso. See ssabe abe ell p apell q uee L aplanche hace juga la seducción generalizada. Lo que conduce hipóeducción general a izad al izad adaa. L o qu ue co ond nduce d a este último a una hi tesiss semejante parece vinculado semeja jaant ntee mee p arec ar ecee vi ec vinc ncul nc u ado a dos procesos distintos: el priul mero contenido, segundo ro o aatañe tañ ta ñe aall co ñe cont n en nt enid i o, lo “sexual-presexual” de Freud; el segun id a laa aactividad ctiv ct ivvid dad d aalucinatoria. lu uciinatoria. El contenido de la fantasía sería sexual sex porque adulto retorquee eell ad dul ulto trata al niño con su propia sexualidad. Para re marr loss té Ferenczi, la pasión (sexual, genital) términos utilizados por Ferenczi (sexual geni del adulto sería transmitida al niño, no evidentemente mediante la violencia de la seducción perversa, sino mediante una sexualización indirecta que marca las prácticas más “inocentes” de la maternidad. Así, el sentido del intercambio entre el adulto y el niño sería percibido de modo diferente, o al menos ejercería una función de enigma en cuanto a lo que percibe el niño. Éste, desde luego, se apresuraría compulsivamente a rechazar la escena para responder al deseo del adulto. No vemos por qué se recusaría tal explicación. Hay, sin embargo, dos razones que justifican, me parece, el no considerarla exclusiva. La primera es que parece excluir que haya una dimensión de placer autoerótico que sea independiente de la sexualidad del adulto. Excluye así la idea de un autoerotismo espontáneo y lo reduce a no ser más que una respuesta al significante enigmático del adulto. La hi-
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pótesis que yo propongo es que, sin negar la influencia del mecanismo de la seducción generalizada propuesto por Laplanche, existe una tendencia propia al autoerotismo. En suma, se trata de saber si la sexualidad infantil es el efecto de un mensaje surgido de la sexualidad adulta o si dispone de una génesis propia. La segunda razón se refiere a las fuentes de la pulsión. ¿El niño sólo es estimulado por lo que hay de enigmático en el lenguaje del otro? Al realizar bajo el modo alucinatorio la escena cuyo sentido sigue siendo un enigma, ¿no obedece únicamente a la preocupación de controlarlo, a la manera de lo que sucede en la experiencia traumática? Me parece que el autoerotismo debe depender de un mecanismo más hedónico. Por supuesto, todo esto pertenece al campo de las especulaciones. Pero éstas no carecen de influencia en la práctica del tratamiento. o po p Me parece que responder a un enigma, así fuera el planteado por la itud amante de la madre, no tendría los mismos efectoss sobre so obre la actitud realidad hedónica más lidad psíquica inconsciente que la tendencia hedóni nica ni ca m ás genege ral a producir placer mediante la alucinac alucinación satisfacción. ció ión de e la la sa ati tisf sfac sf acci ac ción ci ón. ón Otros han destacado el papel de de la experiencia exp xper xp erie er ieenc ncia ia ssubjetiva ub bjetiva de la escena innegable ena primordial. Es innega gaabl b e que que ex eexcitaciones xci c taci c on ones provenientes del exterior, precisamente del mundo dee los adultos, juegan un erior, y más precisamen en nte d el m undo do d papel inducción, particular pel de inducción n, en np ar articula larr en la en la la fase llamada genital de la sexualidad Pero que ualidad iinfantil. nffan anti tiil. P ero er o es eesto to ccorresponde orresponde a la temática. En lo q se ref refiere economía efie ef iere ie re a llaa ec econ o om on omía ía del placer, nos mantenemos firmes en la ideaa d de que reposición resulta e qu ue la rep e osición imaginaria y el placer que de ella resu ep corresponden resp pond pond po nden e a una propiedad “endógena” de la memoria y a las en capacidades humana. pacida dad da des de ilusión de la psique humana El mecanismo del placer psíquico depende del principio del preplacer. La tendencia se consuma en su realización imaginaria puesto que un ahorro, una forma de cortocircuito, descarga la tensión de un modo diferente que mediante la realización en la realidad. Este principio de concurso se aplica también al placer físico. La excitación de una zona erógena asegura en definitiva la descarga de la tensión. Pero, aquí también, el modelo del orgasmo representa un obstáculo para nuestra comprensión. ¿Alguna vez se encontró la prueba de un equivalente orgásmico para explicar el fin de la actividad física autoerótica? Es posible preguntarse si, contrariamente al placer sexual genital, el placer no se sitúa acaso en el origen mismo del acto, ya se trate del acto psíquico o bien del acto masturbatorio. El placer en el autoerotismo de la sexualidad infantil sería inicial y no terminal. En otras palabras, el surgimiento del deseo coincidiría con
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el placer. El placer de la succión del pulgar estaría en su apogeo cuando el niño hunde el pulgar entre sus labios y comienza la succión. La excitación de la zona erógena se agota con el tiempo más que descargarse. El juego de imaginación encuentra el auge del placer con el surgimiento de la acción lúdica. Ocurriría lo mismo en el sueño, y esto es algo evidente para el caso del chiste. Puede inferirse de la actividad asociativa espontánea, la puesta en acto de la fantasía inconsciente. En suma, existiría en la economía del placer de la sexualidad infantil, contrariamente a la de la sexualidad genital, una coincidencia temporaria entre el surgimiento de la fantasía y su satisfacción. Por cierto, el surgimiento de la fantasía no es necesariamente seguido de su realización ilusoria. Las fantasías diurnas, tanto las del niño mo las del adulto, lo prueban. Pero la satisfacción, que no depende ep como rea de de un encuentro real con el objeto de la necesidad, no se realiza o en la sorpresa, en el encuentro entre la fantasía y cciertas iert ie rtaas con rt sino condiciones masturbación, nes de descarga, que son tanto las de la la mast tur urba baci ba ción ci ón, de la ón la expresión generalmente, sión lúdica, como, más generalm men ente, de ttodas odaas las od laas as experiencias experienc que placer e resultan del “principio de p laacer preliminar”. p el pr e im imin nar”. ” En realidad, esta form forma de placer ma d ep lacer no lac la o nos os es desconocida. La dimensión confusión ausente nsión lúdica que e llaa co conf nffusión n n dee llenguaje enguaje revela no está ause en de la vida p psíquica adulto. sííqu quic icaa de dell ad dulto ulto ul to.. Es E la preocupación por la coherencia coheren teórica que Freud ric icca lo oq uee lllevó levó le vó a F reu re ud a unificar lo “presexual” y la sexualidad sexualid biológica. Laa se sexualidad absorber lóg óg gicca. a L exu x al a id idad genital adulta no se conforma con absor la que p procede del roce roce cede de d el niño; más bien que en una fusión yo pensaría en unaa forma form rma última de apuntalamiento, porque en las formaciones psírm quicas que nacen en el inconsciente el proceso económico propio de la sexualidad infantil subsiste.
SIGNIFICADO DE LA ORGANIZACIÓN FÁLICO-NARCISISTA. LA SALIDA EDÍPICA
La organización fálico-narcisista tiene la particularidad de expresar lo mejor posible la dimensión autoerótica de la sexualidad infantil aun refiriéndose claramente a la realidad de las relaciones entre adultos. Pero, ¿se inscriben éstas todavía en el marco de las relaciones de apego primario? Se confunde demasiado a menudo la organización fálica de la
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sexualidad infantil con una forma de prefiguración de la sexualidad adulta: la comprobación de la diferencia de los sexos redistribuiría los papeles conforme al orden genital, anticipación que cedería bajo el golpe de la interdicción edípica. En esta perspectiva se ofrece la opción entre una interpretación realista y una interpretación mítica. La primera se inscribe en una lectura acontecimental de la situación real llamada triangular. Estaría en la naturaleza de las cosas que la estructura triangular del núcleo familiar conduzca al niño a articular sus fantasías sexuales infantiles con la existencia real de la pareja paterna. Es la tesis considerada por Freud y conservada por numerosos psicoanalistas. Correspondería al padre marcar la prohibición, y ello con la ayuda de la amenaza de castración; visión que podría aplicarse sin demasiada dificultad al muchacho que concentra en su dre sus deseos pulsionales sexuales. Considerando así la p roh ro h madre prohibin edípica como un efecto necesario de la configuración n familiar fami fa ción l, nos topamos evidentemente con cierto número de ed ific if icu ic ul ultad real, dificultades. Porque, históricamente necesario, tomar rque, si se trata de un guión históricamen nte t nec ces esar ario ar io, ¿cómo io ¿cóm ¿c ómo óm o to tom en cuenta las variaciones interindivid interindividuales explicar id dua uales y culturales? culttural cu ural ales es?? Sería es Sería Se í expli un destino universal mediante situaciones comportamientos media iant n e situac a io ac i ne ness y comportamien contingentes. ntingentes. interpretación La segunda inter rpret etac et acciió ó se eencuentra ón nccue uen ntra bien ilustrada por la posición lacaniana. del a ón lacan nia i na n . Se S ffunda unda un da een n un una interpretación generalizada de posteriori, inscribiéndose paterster erio er iori io rii in ri, nsc scri ribi bién bi éndo én d see siempre la estructura de la función pa do nal simb simbólica más mból mb óllic i a má ás aacá cá de la historia individual. No hay ninguna necesidad idad d de rrecurrir ecurrir a los azares de la historia individual ni a las ec variaciones culturales. La interdicción edípica es una invariante, iacio ones culturales invariante un principio que trasciende los destinos particulares, la expresión de una función simbólica independiente de las situaciones reales. Esta función puede captarse en el deseo de la madre tanto como en sus vicisitudes en el padre real. El mito de Tótem y tabú asume aquí un valor fundacional y la relación de lo pulsional con la ley encuentra en el orden simbólico del lenguaje su fundamento estructural. Este modelo no podría tampoco satisfacernos. Pasemos por alto sus efectos de moda, el lugar mínimo dejado a la relación maternal “dual”, el juego difícil de comprender entre el orden simbólico del lenguaje, el de la ley y el lugar de la interdicción edípica. Es, me parece, la referencia al falo lo que representa aquí un problema. Si el modelo freudiano difícilmente da cuenta de la diferencia de sexos, y del carácter universal de la angustia de castración, el de Lacan confiere a esta última un sentido radicalmente diferente, al sustituirla
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por la de castración simbólica, cuyas resonancias religiosas no han escapado a sus críticos. Hay sin duda cierta ingenuidad en pensar que un modelo pueda pretender captar el conjunto de lo que nosotros llamamos apresuradamente la función paternal. Ésta se inscribe en perspectivas biológicas, antropológicas, históricas, diversas. ¿Cómo contener un modelo único en el campo abierto por la investigación psicoanalítica? ¿Cómo contener en un modelo único lo que corresponde a la seducción y a la interdicción, a la presencia y a la ausencia, del padre real o del padre muerto simbólico, etcétera? Me parece que el hilo conductor sigue, en el campo psicoanalítico, las vías de la sexualidad infantil y de la posición fálica, y que se inscribe más acá de un orden simbólico pero más allá de las contingencias individuales. d la La cuestión crucial consiste en saber cuál es la naturalezaa de nción fálica. Señalemos en primer lugar que no creo ya tener ten ener e que q función nsiderar una función fisiológica de fuente corporal de excitación, exc xcittaci considerar así fuera en su equivalente clitoridiano (Widlöcher, (Wi W dlöcche her, r, 1996). 199 996) 6). El falo 6) f no es solamente, ni necesariamente, necesariamente tee, un objeto obj bjet bj eto et o de goce. goc oce. e No No confunconf damos mos su función con la actividad acti tivi vida daad masturbatoria maast s urba bato oria ri que contribuye al efecto falo cto de descarga. El fal lo no es es tampoco t mp ta poc oco solamente solamente un objeto de deseo eo (que se deseaa y del de que qu ue se teme tem me ser seer desposeído). ¿Es por eso el significante nificante e del del e deseo desseo y por por o lo lo tanto tanto de la falta, pieza maestra del modelo delo de lo de de Lacan? Laacaan?? El El falo f lo fa o aparece sobre todo como el marcador rreal de la diferencia dife di feere renccia de de los sexos, índice de realidad a la vez visible visibl y oculto, ulto, presente pres pr esen es e te en te y ausente, deviniendo signo de esta diferencia en la respuesta puest staa imaginaria que está dada en las fantasías sexuales infantist infa les que componen el imaginario del autoerotismo psíquico edípico. Fantasías sadomasoquistas (pensemos en la fustigación, en “Pegan a un niño”), exhibicionistas o voyeuristas, teorías sexuales infantiles, sexualización a posteriori de fantasías de las fases oral y sobre todo anal, van a construirse así en torno del significado del misterio de la diferencia de los sexos. La riqueza de la fantasmática que subyace en esta fase al autoerotismo infantil se deriva sin duda del hecho de que se vuelve menos dependiente de las gratificaciones directas de los progenitores, y muy particularmente de la madre. El interés curioso por las relaciones íntimas entre el padre y la madre, y más generalmente entre hombres y mujeres, explica la intensidad de las excitaciones autoeróticas que suscita y la diversidad de formas que estas últimas revisten. La orientación sexuada de las fantasías se precisa a medida
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que la identidad sexuada juega un papel creciente. Es precisamente eso lo que Freud descubrió e identificó con la expresión de complejo de Edipo. Pero esta distancia acrecentada entre el apego al otro y la construcción autoerótica se manifiesta mediante una separación creciente entre la búsqueda del Otro y la del placer, cosa que Ferenczi había visto muy bien. Es evidente que el padre está ampliamente presente en esta intensa actividad fantasmática autoerótica. Su imagen se diferencia progresivamente, haciendo evolucionar la temática de una bisexualidad incierta hacia una sexualización progresivamente más diferenciada de los objetos fantasmáticos. No obstante, en esta diferenciación, el padre real no juega más que un papel limitado como objeto de identificación o como objeto del guión fantasmático. Son las relaciones re hombres y mujeres las que alimentan la fantasmática se exu x entre sexual. que, en Es frecuentemente la madre (o cualquier mujer cercana) laa qu to que inductora de los juegos del niño, compañeraa de sus sus ensueens tanto ños, diferens, de sus confidencias, contribuye a la organización orga or g niza ga zaci za ción ci ón de de laa d ifeer if ciación fantasmáticos. que, ción sexuada de los guiones fan an nta tasm smátticcos sm os. Es llaa madre mad ma dre la q preferentemente, modo ferentemente, induce así de m odo indirecto i d in diire rectto ell autoerotismo del niño. o. momento que ¿Qué ocurre en eell mo m mento en q me ue esta actividad autoerótica se resuelve que latencia? uelve en n lo oq uee sse e ha cconvenido on nve veni niido en llamar el periodo de latenc Analicemos sucesivamente autoerótica allic icem emo em os suc uces uc esiv es ivvam amen ente en tee la evolución de la fantasmática autoeró y ell p papel del padre. apel ap e d el e p el a re ad r . Se piensa generalmente que la sexualidad infantil objeto de frentil es es ob obje jeeto d e un rechazo. ¿Ello es tan cierto? Es ante todo fr te a una autoerotismo. El autoerotis autoerotismo na escisión entre el apego y el autoerotismo se aparta radicalmente de las relaciones de ternura pero no desaparece de la vida mental accesible a la conciencia. Persiste bajo la forma de fantasías eróticas, acompañadas o no de actividades masturbatorias. Y sobre todo obedece a un proceso de desplazamiento que podríamos asimilar a una forma de sublimación y que sigue dos vías diferentes según una diferenciación sexuada. Una de ellas prolonga, en un desplazamiento lúdico y social, la posición fálica narcisista. Es de modo evidente más específicamente masculina y se expresa en juegos y prácticas sociales marcadas por la rivalidad y la exhibición, connotadas por la angustia de castración. Esa vía no es evidentemente privativa de los varones. La otra, habitualmente considerada femenina, consiste en un desplazamiento del objeto autoerótico sobre un sustituto del sujeto, es decir, la muñeca en todas sus formas. Es este sujeto sustituto el que recibirá las gratificaciones autoeróticas,
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desplazando la niña mediante una suerte de identificación proyectiva su autoerotismo sobre el objeto al asumir el papel de la madre activamente seductora. Sería falso identificar demasiado rápidamente estas dos vías con la diferencia de los sexos. El juego con la muñeca puede muy bien inscribirse en una problemática fálica, mientras que el fetichismo en el varón resulta de un desplazamiento sobre un objeto externo de la identificación fálica. El papel del padre en esta salida de la fase fálica es generalmente considerado de lo más simple: según el guión edípico, el padre impone la prohibición o interdicción. En realidad, la explicación no se aplica, en el mejor de los casos, más que a la puesta a distancia de la sexualidad infantil, escindida del apego, es decir, a esa fase o estadio de la relación de ternura con los progenitores. Si la interdicción ernal correspondiera a una función tan fundamental como o eell mom paternal o lo sugiere, no se ve cómo la sexualidad infantil continuaría continuaarí ríaa manm delo iéndose tan activa en el preconsciente. Paradójicam men ente te, es te es más m teniéndose Paradójicamente, bien donde n en el imaginario sadomasoquista d o de subsisten on sub ubsi sist si sten st en laa imagen imag im del padre interdictor y la amenaza d de e ca ccastración. stra raci ra ción ci ón.. El eesquema ón sque sq uema clásico clás del conflicto edípico pertenec pertenece ecee por por consiguiente cons nssig guiien nte más más a la fantasmática fantasmá autoerótica realidad social familiares, oerótica que a la reali ida dad so soci c al de las ci la in interacciones familia máss al padre imagi imaginario que padre ina n ri rio qu ue al p ad dre real. La triangularidad de la posición edípica, partir sexuasición edí dípi dí piica ca,, co cconstruida nstr ns trui tr uiida d ap a tir de un guión surgido de la sex ar lidad adulta, ad d ad adul ulta ul t , see iinscribe nscr ns crib cr rib i e claramente en una experiencia inicial de diferenciación ereenc ncia iaaci c ón n de de la l pareja paterna. Ligado a la problemática fálica, fál suele reducirse de la le re edu duci ciirs rse este guión a una conflictividad entre el objeto d pulsión interdictor. Si Si, para el varón varón, el guión resu resulta sión n y el tercero interdictor adecuado, marcando en suma una fase prematura de la rivalidad sexual habitual del adulto, en la niña es necesario añadir los ingredientes necesarios para liberar dos soluciones antinómicas, ya sea que tomemos en consideración la dimensión materna de lo pregenital, o bien que nos desplacemos en un dispositivo claramente sexuado del deseo dirigido hacia el padre. Tomando en consideración el desplazamiento sobre el objeto externo –la muñeca– del autoerotismo, se puede concebir que este desplazamiento permita conferir al padre una función nueva, acorde con la teoría sexual “acabada”: la de ser el padre de ese niño sobre quien la hija proyecta su propio placer autoerótico. Posición que no es, repitámoslo, exclusiva del sexo femenino pero que, en la niña, se articulará fácilmente con una diferenciación cultural de los papeles sexuales. Se ve su expresión en el adulto cuando la joven madre primípara introdu-
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ce al bebé recién nacido en una relación libidinal, devolviéndole al padre su función “edípica” de ser el genitor del objeto sobre el cual se proyecta el autoerotismo. Yo presento aquí la hipótesis según la cual es más bien la distancia creciente entre el apego y el autoerotismo lo que relega a este último a la posición de exclusión, conforme a una modalidad de escisión. El infante, niña o niño, tiene cada vez menos acceso a la madre para actuar sus fantasías, pese a que precedentemente ella tenía ese papel, tanto más fácilmente cuanto que reproducía sobre el hijo real el desplazamiento del autoerotismo, cuyo lugar acabamos de mostrar en las salidas edípicas de la sexualidad infantil. Es claro que, normalmente, el padre está todavía más alejado de tal posición de gratificación. Paradójicamente, es más bien por su ausencia en el mpo del montaje de la sexualidad infantil, antes que por por una u campo eracción real, que el padre juega un papel en la salida d e la l ffase interacción de pica. edípica.
SEXUALIDAD PROCESO ANALÍTICO XUALIDAD INFANTIL Y PROCE OC C SO O ANA ALÍTICO CO
La investiga investigación de expresiones gaaci c ón ó d e la lass ex xpr pres esio es ione io nees de la sexualidad infantil en lo que n q dice piensa fundameneyp ien ie nsa ell aanalizando nali na l za li zand ndo nd o es indudablemente uno de los fundam tos, sii no fundamento, Abraham o eell fu und n am a ento, del proceso psicoanalítico. K. Abrah (1966) 66) fue ue quien qui uieen por primera vez intentó dirigirle una mirada sistesi mática, tica articulando articulando psicopatología y desarrollo libidinal. libidinal Se observaobse rá que, más sin duda que cualquier otro tema, éste ha dado materia para una reflexión continua que se ha manifestado hasta hoy en una abundante literatura. Tal continuidad refleja con toda claridad las divergencias y las diferencias de puntos de vista. Éstas están vinculadas al papel respectivo de las formaciones pregenitales y genitales y a la inscripción de éstas en los diferentes registros temáticos. El debate que estamos tratando se encuentra generalmente en un segundo plano respecto de aquellos que son tomados con preferencia en consideración. Sin embargo no les es ajeno, como ya lo hemos visto y como aparece más claramente aun cuando de lo que se trata es de encarar el proceso analítico. La sexualidad infantil está presente tanto en la transferencia como en las formaciones psíquicas en general (los sueños, por supuesto, los síntomas y los rasgos de carácter) y en la vida del analizando.
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La cuestión planteada por los teóricos del amor primario y del apego es la de saber si se trata aquí de expresiones pulsionales primarias o de metáforas (para retomar la expresión de Holmes) respecto de los lazos primarios con los objetos de amor. Al proponer la idea de que la fantasía sexual infantil se construye en el a posteriori, al retomar el recuerdo de una experiencia de satisfacción que implicaba el amor primario del objeto y que estaba apuntalado o no en la satisfacción de una necesidad de otra naturaleza, marcamos la preocupación de superar el debate. Todavía hay que examinar las eventuales consecuencias de este enfoque en la práctica del tratamiento.
EL AUTOEROTISMO EN LA CURA
nada más más con c La satisfacción autoerótica en la cura no tiene que ver nada unaa ensoñación consciente autorizada en el e marco marrco analítico, ana nalí líti lí ticco, ti co ni ni con c eventuales quee po podrían comprendidas ntuales descargas sintomáticas qu q odr dría ían ía n se serr co com mprendi como masturbatorios (cf. Ferenczi, que mo equivalentes masturbatori ios o (cf cff. F Fe ere renc ncczi, 19 1974). Tiene q ver menos con el contenido do o que ue con co on el proceso procceso de construcción psíquica ca que asegura laa realidad rea ealiid daad de la la experiencia. ex xpe p riencia. La realidad psíquica psíqu no se fundaa (únicamente) (ú úni nicca came ment nte) nt e) sobre sob obre ree un efecto de creencia sino también tamb sobre placer. Observamos terapias ree el eefecto f ctto de p fe lace la ace c r. O bservamos en el transcurso de las terap momentos condensameent ntos oss de go goce ce rreal eal que son provocados por efectos de conden ción de desplazamiento Tales nyd e de esp spla lazamiento y por un efecto asociado de sorpresa. Ta la momentos ment nto nt os de insightt particulares están generalmente ligados a un contenido manifiesto o simbólico en relación con una fantasía sexual infantil inconsciente. La fuente del placer corresponde, sin embargo, menos al contenido que al proceso económico psíquico. Como ocurre con el chiste, su psicogénesis reposa sobre la “prima de incitación” que la técnica (un efecto de desligamiento y de recombinación vinculado con el trabajo asociativo en la cura) aporta a la tendencia. Tal proceso puede ser considerado idéntico al del sueño. Esto no significa que la sesión de análisis sea comparable a un estado de sueño. Pero, en ciertos momentos de la cura, el trabajo asociativo es idéntico al trabajo del sueño. Y en los dos casos hay producción de un placer psíquico que se debe considerar como un goce sexual infantil. Este punto de vista no está por lo demás alejado de ciertas proposiciones desarrolladas en la literatura psicoanalítica. Ya en La interpretación de los sueños Freud consideraba como un proceso de
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transferencia, en sentido amplio, el fenómeno que resulta del uso mediante el deseo inconsciente de un resto diurno que garantiza la representabilidad del deseo. Ahí estaba, señalaba él, una necesidad de que el deseo inconsciente encuentre una satisfacción. Lewin (1954), en un artículo que se hizo célebre, vio en la sesión de análisis un campo donde oscilan un estado próximo al sueño, productor de estados mentales comparables al sueño, y un estado de vigilia ligado a la realidad de la situación. Veía en éste la alternancia entre una retracción narcisista inducida por el marco y una relación con el objeto real. Winnicott (1971) propuso un modelo comparable, considerando el campo de la sesión como un espacio intermedio. Cabe recordar aquí lo que escribió a propósito de la “capacidad de estar solo”, condición fuertemente ligada para él, como se sabe, a una cierdel hijo. h ta presencia de la madre que facilita la actividad fantasmática del Pero no hay que confundir este efecto económico de place ceer psíquip íq ps placer -re revi vinc vi ncu nc ulac co, por el cual la actividad asociativa de desvinculacióndesvinculación-revinculación asegura infantil gura la descarga del deseo sexual infanti till inconsciente, ti incons nsci ns cien ci ente en te, con te con el estae do afectivo consciente en el que se in iinscribe scri sc r bee es esta ta descarga. des esca carrga ca rga. La La conflicconf tividad reorganizar dad intrapsíquica viene a re reor o gaanizaar profundamente prof ofun und un damente la expresión expres fenoménica trate de intersistémica oménica consciente, yyaa sse e tra ratte ra te d e laa conflictividad con nflictividad fl intersistém (represión sexualidad presión de la sex xuali lida li daad infantil) infant ntil nt il)) o intrasistémica il intrasistémica (competencia in (competenc y conflictos pulsiones parciales, nflictos eentre ntrre nt re llas as p ulsi ul ulsi sion ones on es p a ciales, conflicto edípico). Pero dear bemos paso más: mo os dar daar un n p a o má as m s:: en la medida en que el autoerotismo se inscribe una restitución primacriibe b een n un na re res stitución fantasmática de las experiencias prim st riass (en sentido n eell se ent ntiido temporal del término) se debe esperar que eesta creatividad psíquica, que se puede igualmente calificar de prima primaria ativiida dad d psíquica y por la misma razón, funcione desde el origen como una paraexcitación y como una manera de contener las experiencias traumáticas y los conflictos arcaicos. Si se le deben a Ferenczi reflexiones penetrantes sobre la relación entre los traumatismos precoces y la sexualidad infantil, es a Melanie Klein a quien le debemos la descripción fina de la manera en que la sexualidad infantil estaría desde el origen en contacto con el conflicto ligado a las experiencias de satisfacción y de displacer, con la construcción de buenos y malos objetos parciales. Aunque el pensamiento kleiniano y poskleiniano me parece profundamente fiel a la teoría endógena de la pulsión, la manera en que da cuenta de la interiorización precoz de las experiencias de satisfacción y de displacer por introyección de objetos internos es enteramente compatible con la referencia al a posteriori para dar cuenta de la creatividad fantasmática.
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AUTOEROTISMO Y TRANSFERENCIA
El autoerotismo juega también un papel importante en las interacciones transfero-contra-transferenciales. El contenido de las fantasías inconscientes y de sus derivados conscientes implica a la vez activaciones vinculadas a la relación transfero-contra-transferencial (seducción ligada al marco y a la presencia del psicoanalista en particular) y al marco en sí mismo. Pero sobre todo, el mecanismo de producción de la satisfacción autoerótica psíquica es en parte estimulado por la presencia y el pensamiento del psicoanalista. Este último, mediante su escucha, su actividad asociativa y sus interpretaciones, abre la actividad asociativa del analizando a esos procesos de desvinculación-revinculación que permiten el desarrollo de una actividad autoerótica oerótica ligada a los conflictos intrapsíquicos del sujeto. Esta participación en una coasociatividad (o copensamien copensamiento) ento en to) que to q abre principal e la vía al autoerotismo del analizando es quizá la ttarea area ar ea p riinci del analista. Constituye para él una actividad sublimatoria. quiere ad sublima mato ma tori to ria. ri a. Esto Esto qui q u decir (en cir que debe permanecer indiferente indifeere r nt nte (e en el sentido sen enttido tido del del término térm alemán desgraciadamente neumán “Indiferenz”, ” desgraciad adam ameente ttraducido am raa ucido all ffrancés radu rancés como n tralité psíquica fuente ité [“neutralidad”]) a laa re rrealidad alid id dad p síqu uicca de la fantasía como fue de un goce. Lo quee sse comparte proceso psíquica e co comp mparte eess ell p mp roceso de creatividad psíqu ro (la técnica) pero fantasía a)) p ero no er n llaa fa anttas asía ía een n sí misma (la tendencia).
AUTOEROTISMO TOER ROTISMO Y APEGO
Sería ingenuo preguntarse cómo tomar igualmente en cuenta los deseos surgidos del apego primario a la madre. Yo no pienso que se pueda distinguir claramente los movimientos transferenciales y las fantasías o sueños surgidos de una o de otra de esas líneas de desarrollo. Justamente en lo relacional, en la actuación transferencial, el amor primario habla más al otro que el autoerotismo. En contrapartida, lo fantasmático es más dependiente del autoerotismo. Pero deberíamos desconfiar de un distingo demasiado neto. En realidad, se trata de dos modelos que en el campo de la clínica se aplican al mismo proceso. Y se puede comprender este último en un registro o en el otro. Me parece que el error sería rechazar uno en provecho del otro. La cuestión, difícil por lo demás, es combinar o alternar, o incluso optar entre los dos registros. Lo que he querido mostrar es que la referen-
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cia a la sexualidad infantil conserva toda su riqueza incluso si la articulamos, en el momento oportuno, a las relaciones reales con el otro, así fuera en la repetición transferencial. A la pareja constituida por el análisis del ello y el de las resistencias convendría añadir la que toma en cuenta el análisis de la realidad del apego (la búsqueda del objeto, object seeking en el sentido de Fairbairn) y la de las fantasías sexuales infantiles (la búsqueda del placer autoerótico, pleasure seeking en el sentido de Fairbairn). Como en el primer caso, el mismo estado mental puede ser interpretado según dos estrategias diferentes. Vemos aparecer aquí un nuevo cuestionamiento técnico que puede ser fuente de enriquecimiento.
ISIÓN Y SEXUALIDAD INFANTIL ESCISIÓN
Si laa organización neurótica, en el sentido del término, o más amplio ampl am plio pl io d e tér el érm ér mi permite mite ver el entrelazamiento conflictivo con nffllic icti tivo eentre ti ntre nt re el el am amor or al otro y la búsqueda evidentemente queda del placer autoerótico, autoerótic ico, o es es evid den e teeme men nte iinteresante nteresante investiinve gar en qué tipo de org organización patológica disociaganizzac a ión n pa p pato ato t lógi giica ca sse e daría al ver una diso ción una n entre las dos eexigencias xige xi geenc nciaas pulsionales, pulssio iona nale na less, incluso la borradura de u de ellas seg según un mecanismo que, deteregún eg ún nu n me meca cani ca niism smo o qu ue, por lo demás, quedaría por de minar. Habría interrogarse naar. r. H a ríía qu ab quee in inte t rr te rro ogarse sobre el destino de esas dos líneas de desarrollo del Eros destino arrrol ollo lo od e E el r s en las organizaciones perversas y, ante el dest ro tan particular del actuación part rtic rt iccul icul ular a d ar el autoerotismo inscrito en el montaje y en la actuac del guió guión perverso, preguntarse qué ocurrió con el apego primari primario. ón perverso Mencionaré aquí el caso opuesto, que a mi juicio caracteriza lo que se ha dado en llamar la patología límite. Se sabe que una actividad autoerótica precoz excesiva puede ser el efecto de una privación de amor. Más tarde, en el niño una agitación no constructiva, una incapacidad de jugar, que son a menudo consideradas como signos de falta de mentalización, pueden ser comprendidas como la consecuencia de una pérdida del autoerotismo psíquico. Interpretar este comportamiento como la expresión de un conflicto sigue siendo con frecuencia ineficaz. El terapeuta tiene más oportunidad de acceder a la vida mental del niño utilizando la seducción de la transferencia para facilitar la sexualización “infantil” de la experiencia, ayudando así al niño a crear su propia fantasía. Ausencia de mentalización y dificultad de acceso a la actividad simbólica están ligadas a una pobreza de la creatividad, dependiente directamente de la sexualidad infantil.
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En otros niños, fantasías “creídas” y la escisión entre buenos y malos objetos parciales y buenas y malas representaciones parciales de sí mismo, tal como se expresan en el dibujo y en el juego, resultan igualmente de una falta de elaboración del autoerotismo psíquico. Las experiencias buenas y malas surgidas de las relaciones reales dan materia para fantasías sexuales infantiles pobres, que no pueden constituir una protección eficaz contra los acontecimientos traumáticos reales. En los adultos que presentan una personalidad limítrofe todo ocurre como si la sexualidad infantil inconsciente, la que trabaja en el sueño y la actividad psíquica inconsciente, no jugara su papel para controlar e integrar la ambivalencia pulsional primaria. Así perdurarían exageradamente los restos de la organización esquizoranoide. Este uso creativo de la sexualidad infantil, que resu su ultta así paranoide. resulta rcialmente ausente, ¿está ligado al destino de las pulsion nes o del parcialmente pulsiones moss la id mo dea de yo? Considerando esta última respuesta propondremo propondremos idea unaa función del yo que falta, la que permi permite recuerdo de las ite el re ecu cuer erdo er do d e la as eexpex riencias integren ncias de satisfacción a fin de qu que ue se in nteg egre eg ren re n en aactividades cttivi ividades psíquicas inconscientes, fuentes de cas autoeróticas inconsci cien entees, fue ent ntess d e creatividad c eatividad psíquica cr psíqu consciente. nsciente. presenta una organización personaliEl sujeto que pres esen es en nta ta u n org na gan niz izac aciión limítrofe de la person ac dad puede dominar separad no p ueedee aasí síí d omin om in narr llaa am ambivalencia, ni recurrir a la sepa ción infancia. n llúdica údic úd ica de llaa in ic infa n fa fanc ncia. La ambivalencia normal permite la nc oscilación, controlada fuerzas ilaa ci ción ón n , co o ntt ro o l ada activamente por el yo, entre las fuer pulsionales sion nale nale na l s co ccontrarias ntrarias (Maldonado, 1993). Aquí el yo no puede garantizar activa. Está sometido a las leyes de la escis escisión tizar arr eesta sta oscilación activa que sufre pasivamente y que utiliza en su provecho gracias a los otros mecanismos de defensa. De ahí, en estos sujetos, la pobreza de la actividad lúdica, del acceso al chiste y más generalmente a la actividad sublimatoria, siendo las salidas principalmente el pasaje al acto y la identificación proyectiva. Al volver a formular recientemente la pregunta: “La sexualité a-telle quelque chose à voir avec la psychanalise?”, A. Green (1996) interroga en realidad a todas las corrientes del psicoanálisis contemporáneo. Comprueba que todo lo que está de moda, la relación de objeto, las fijaciones pregenitales, la patología “límite”, la observación directa del niño, amenazan con enmascarar lo esencial. Estoy de acuerdo con la condición de distinguir más claramente qué atañe a la sexualidad genital adulta y qué a la sexualidad infantil. En este trabajo, que se inscribe en un debate en adelante abierto,
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invito a tomar en serio los viejos puntos de vista de Balint y, de un modo tal vez demasiado asertivo, a proponer una vinculación de los dos términos del debate, en tanto que acceda a centrarlo en la sexualidad infantil y no en la sexualidad en general. Green tiene toda la razón al recordar que el niño pequeño oscila entre una relación activa con los demás y un repliegue que llama narcisista, y que yo considero autoerótico en la medida en que no se trataría más que de un narcisismo secundario. Ciertamente que hay materia para el debate y, para retomar los términos de Balint, diferencias de opinión. Un debate es por naturaleza una confrontación de puntos de vista y, en un campo de gran complejidad como éste en el que nos encontramos, el progreso sólo puede resultar de esa confrontación de opiniones y del trabajo teórico y clínico que tal confrontación nos obligue a desarrollar. He p proesto, con vistas a la discusión, una “opinión” que tiende a ar rti t cu puesto, articular or primario de objeto y sexualidad infantil. Otrass p ersp speecti sp amor perspectivas son deseable sobre n sin duda admisibles. Lo que es deseabl ble sobr bl bree to br todo do eess qu quee eeste tipo una argumentación o de debate no se detenga en un na ar argu g me gu ment ntac nt ació ac ión ió n teórica teeór ó ica ic sino que q se abra a las interrogaciones cl clínicas no puede dejar ofrecer. clín ínic iccas que u n ue o pu uede ed d ejar de ofrec Tal vez sería oportuno m marcar una diferencia arcaar un na di ife fere encia entre la noción de modelo teoría. Ell mo me delo y la de teorí ríía. E modelo om e pa parece la representación de un montaje analógico imita orden hemos ntaje an nal a óg ó ic i o qu quee im mit i a el o rden de los hechos que nos hem visto conducidos o co cond nd ducid idos id os a ttomar omar om ar en consideración. Un modelo válido es un modelo que imita piensa deelo q ue imi ue mita mi t ssuficientemente ta uficientemente bien los procesos que se pie observar. puede ervaar. ar. Se e p uede decir que las teorías sexuales infantiles, al ser consideradas nsider erad er adas precisamente como teorías, teorías son ciertamente refutables refutab o, mejor aún, refutadas, sin que ello altere sensiblemente su efecto sobre las catexis libidinales. El niño goza de una teoría falsa, que se convierte para él una representación de la realidad psíquica. Podemos preguntarnos si la historia del complejo de Edipo debe acaso situarse igualmente como un mito y no como una estructura social, es decir, si no debe considerarse más como un modelo que como el objeto de una teoría refutable.
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Esta página dejada en blanco al propósito.
SEXUALIDAD Y APEGO EN LA METAPSICOLOGÍA JEAN LAPLANCHE
Daniel Widlöcher introduce su artículo sobre amor primario y sexualidad infantil con la conferencia y el artículo de Michael Balint, publicado en 1937, sobre “el amor primario de objeto”. Es difícil no estar de acuerdo con este punto de partida, en la medida en que la voz de Michael Balint surge en un momento en que domina la doctrina freudiana oficial del “narcisismo primario” como estado anobjetal. El dogma de la “mónada” de la que el pequeño ser humano debería salir, no se sabe cómo, para unirse al “objeto” objeto haa ssido vigorosa orosa si no es que definitivamente barrido. Es aún más notable que Daniel Widlöcher pueda calificar cali ca lifi li fica fi car esta ca e discusión, cusión, con algunas líneas de intervalo, como “un un debate deb ebat atee de siemat si pre” e” y un “debate que no ha tenido lugar”. lugarr”. Prueba Pru rueb eba de que eb que Michael Mich Balint int y su círculo “húngaro” probablemente prob ob bab ble l ment nte no habían nt hab abíían establecido establec de manera suficiente sus tesis todo, de que despejates essis i yy,, an aante nte t tod do, d e qu q e no habían desp do suficientemente el el terreno te reno sobre te terr sobr bree el br e ccual ual se fundaban. No es éste ést el lugar retomar pensamiento ar para ret ettom omar marr eell pe ens n am a ie ien nto de Balint tal como surge, con c toda complejidad, da su u co comp mple mp l jiida le dad, d, en n la recopilación de artículos sobre Amour Am primaire mai aire et aire et technique techhni niqu quee psychanalyque. qu pssyc y ha hanalyque. e 1 El punto principal de nuestras reservas concentraría “amor”, vas sse e co conc ncen nc en ntr traría probablemente en el término mismo de “am empleado pleaado para para calificar la primera relación hijo-madre. Un término térm que reúne todas las ambigüedades presentes en la última teorización de Freud, y que Balint, a su pesar, va a heredar. La teoría de Freud, que Balint critica, es, pues, la del narcisismo como estado primario del ser humano. Pero, más importante aún, el aspecto fundamental del “autoerotismo”, no debe distinguirse como un momento distinto: deviene simplemente “la práctica sexual del estadio narcisista de colocación de la libido”.2 En esta última teoría, como se sabe, el mundo pulsional está enteramente situado bajo el dominio de la oposición de las “pulsiones de vida” (Eros) y de las París, Payot, 1972. Freud [Conferencias de introducción al psicoanálisis (vol. XVI, p. 379)], 1916-1917, GW XI, 431, OCPF, XIV, p. 431. 1 2
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“pulsiones de muerte”. Pero si se tiene en cuenta el hecho de que la pulsión de muerte va a ser rechazada por la mayor parte de los autores citados por Daniel Widlöcher, y que Balint mismo critica abiertamente tal hipótesis,3 se llega a una visión extremadamente simplificada, donde el conjunto del mundo pulsional está sometido a la hegemonía4 de la pulsión de vida, o del amor, o de Eros. Éste reúne bajo su dominio no solamente a la sexualidad, sino también al amor en sus aspectos narcisistas, y finalmente también a las pulsiones de autoconservación: “La oposición entre pulsión de conservación de sí mismo y de conservación de la especie, así como la otra entre amor yoico y amor de objeto, se sitúan en el interior del Eros.”5 Sin duda Balint –y esto a diferencia de autores ulteriores citados por Widlöcher– no ignora que existen en Freud puntos de vista muy diferentes. demostrar erentes.6 Lo que nosotros a menudo hemos tratado de dem em mos o es que no se trata de puntos de vista “fluctuantes” de Freud Freu ud (como ud (co dicee Widlöcher) sino de toda una línea de pensamiento pensamient nto nt o que qu Freud F e Fr mismo ulterior, que smo intentó asimilar en su elaboración u l er lt erio ior, r, y q ue ssigue igue ig ue ssiendo ien extremadamente Merecen recordarse remadamente estimulante.7 Mer erec er ecen ec en n re ecor ecor orda dars da rsee distinciones rs distiinciones que di son n en parte explícitas y en parte par artee implícitas: implí líícita ciitaas: Distinciones explícitas: explícita as: En n primer primeer lugar l gaar la lu la idea idea esencial de que ni n el narcisismo rcisismo ni tal vez veez ell autoerotismo au utoeroti uto ut tiism smo o son so estados primeros. Lejos de ser a prio priori innatos, relación orii ccasi asi in as nna nato tos, to s, ssólo ó o ap ól aparecerían en el curso de la relac adulto-niño. ullto to--niñ iñ ño. Es el el caso caso del del e autoerotismo, aut u oerotismo, del que Freud pensaba, en 1905, que sucedía edíaa a una un na fase fase primaria de relación con el objeto:8
Véase, por ejemplo, “L’amour et la haine”, 1951, en op. cit. Precisamente para hacer contrapeso a esta hegemonía, la del Eros narcisista, Freud introduce la “pulsión de muerte”, lo que, en mi interpretación, es una manera de reintroducir los aspectos desestructurantes y “desligantes” de la sexualidad misma. Véase especialmente Vie et mort en psychanalyse, París, Payot, 1970, cap. VI: “Pourquoi la pulsion de mort” y “Entre séduction et inspiration: l’homme”, París, PUF, 1999, cap. VIII: “La soidisant pulsion de mort: une pulsion sexuelle”. 5 Abrégé de psychanalyse (1938). GW, XVII, p. 71. En francés PUF, 1949, p. 8. (Abriss der Psychoanalyse [Esquema del psicoanálisis, vol. XXIII, p. 146]). 6 Cf. especialmente La théorie des organisations prégénitales de la libido, 1935. Recopilación citada, p. 58 y ss sobre el autoerotismo y p. 64 sobre el narcisismo. 7 Cf. especialmente Jean Laplanche, Nouveaux fondements pour la psychanalyse, 1987, pp. 69-80: “Un ejemplo importante de confusión, el estado ‘anobjetal’.” Nuestra idea es que Balint sustituye esta confusión del estado “anobjetal” con otra: la del “amor” primario. 8 GW, V, p. 123. Observación entre corchetes de Jean Laplanche. 3
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sexualidad y apego en la metapsicología
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En la época en que la satisfacción sexual en sus inicios estaba ligada a la absorción de alimentos (se trata aquí del tiempo del apuntalamiento), la pulsión sexual tenía su objeto sexual fuera del propio cuerpo, en el seno de la madre. Este objeto se perdió después, quizá precisamente en el momento en que el niño fue capaz de formar una representación de conjunto de la persona a la cual pertenecía el órgano que le proporciona satisfacción. Por regla general, la pulsión sexual se vuelve, a partir de ese momento, autoerótica.
Concluí así en 1970: semejante texto suena de modo muy diferente a toda esa gran fábula del autoerotismo como estado de ausencia primaria y total de objeto, estado a partir del cual sería necesario hallar un objeto; el autoerotismo es, por el contrario, un tiempo segundo, un tiempo de pérdida del objeto. Pérdida del objeto “parl”, decimos nosotros, puesto que se trata de la pérdida dell seno, sen e cial”, y eud aporta aquí esta observación preciosa: la de que, ta tall ve vvez, z el Freud eto parcial se pierde en el momento en que comien nza a p errfila objeto comienza perfilarse Per sobre sob bre todo, tod odo, o, si si tal tal texto te el objeto total, la madre como persona. Pero be ser tomado en serio, significaa qu q e po pporr un unaa pa part rtee ha rt hay ddee entrada un debe que parte eto, pero por otra parte la sexualidad sexxua ualida daad noo tiene tie ienee de ie de entrada en rea 9 objeto, un objeto real. Para designar de manera maner erra precisa prreccissa este te momento momento segundoo yo ha había opuesto la expresión exp preesi sión ón n te emp mps auto too ((tiempo tiiem emppo auto), tiempo de repliegue replie propuesto temps sexual alid al idad id a sobre ad sob bre el el objeto o je ob jeto to o fantasmático fantasmático interno.10 de la sexualidad Ahor Ah ora b or ien n, sucede su uce cede de lo lo mismo con el narcisismo, que, cuando es Ahora bien, esto to o en en primer prim pr mer e plano plano por Freud en su texto fundamental de 1914 1 puesto rodu ucci ucci uc ción ón ddel ell narcisismo, aparece también como segundoo respecto del Introducción toerot o ismo: ot autoerotismo: “¿Qué relación guarda el narcisismo, de que ahora tratamos, con el autoerotismo, que hemos descrito como un estado temprano de la libido?” (vol. XIV, p. 74). Y la respuesta se enuncia en dos breves frases que contienen probablemente la visión más aguda y la más condensada de Freud sobre esta cuestión: “...Es un supuesto necesario que no esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad comparable al yo; el yo tiene que ser desarrollado […] algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se constituya.”11 (vol. XIV, p. 74.) Cf. Jean Laplanche, Vie et mort en psychanalyse, 1989, p. 35. Ibid., pp. 137-157. 11 Freud, 1915. Pour introduire le narcissisme (Introducción del narcisismo), GW, X, pp. 141-142. 9
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Sin duda esta línea de pensamiento va a verse recubierta rápidamente por el “narcisismo primario anobjetal”. Pero no es menos cierto que se mantendrá vivaz, especialmente en un autor como Federn. Hasta el punto de que, por lo demás, Freud es llevado a decir que no comprende nada a Federn, como si no quisiera ya comprender nada de lo que él mismo elaboró en primer lugar.12 Por mi parte, yo amplié en cambio el surco trazado y después abandonado por Freud, el de una secuencia: satisfacción sexual ligada a la necesidad/ autoerotismo/narcisismo; y ello, rechazando la idea de los “estadios” sucesivos en pro de la idea de “momentos más o menos puntuales y más o menos reiterados”.13 Otra distinción explícita, a la que después restará importancia, al integrarla en su Eros englobante, es la de las pulsiones de oconservación y las pulsiones sexuales. Distinción capital, l,, puesto pue u autoconservación sex xua ualid quee traza ya la vía de lo que será la relación entre apego y sexualidad. Discutiremos cutiremos más adelante su articulación. Pero mencionemos menccio ione nemo ne mos simmo s plemente mente que para Freud las funciones dee autoconservación autoccon onse serv se rvac rv ació ac ión ió n no no son 14 anobjetales: Sea objetales: “que nunca se satisfacen satisface ceen de d manera man aner eraa autoerótica”. er auto au toeró to ót ótica”. cual al fuere el carácter defectuoso defecctu tuos o o de la la fórmula f rm fó rmul ulaa (¡que ul ( que habla de un (¡ autoerotismo oerotismo de la autoconservación!), autocon on nservvacció ón!), laa idea id dea es clara: las pulsiones pulsio de autoconservació autoconservación están de entrada ón es stán nd e ent tra rada daa orientadas orientadas hacia el objeto adea cuado. ado. Es por po or lo demás dem emás ás precisamente preeci cisa sam sa mente en esta medida en la que son capaces paace cess de de mostrar mos o tr trar a la ar la vía vía a las pulsiones sexuales. podríamos Pero ro eesto sto st o no p od dríamos seguir analizándolo sin hacer alusión a otras o distinciones Implítinciion ones es y conceptualizaciones implícitas en la obra de Freud. Im citas as en n eell sentido de que no fueron objeto de exposiciones temáticas en Freud, y de que a continuación fueron completamente descuidadas en toda una larga tradición. Esta preterición es ya notable en la literatura de lengua alemana, pero se vuelve completa con el paso a la lengua inglesa. Hay, ante todo, una ceguera total respecto de la distinción, en el propio texto freudiano, de las nociones de pulsión (Trieb) y de instinto (Instinkt).15 12 Cf. Jean Laplanche, Vie et mort en psychanalyse, 1970, cap. V, “Le moi et le narcissisme”, y María Teresa de Melo Carvalho; Paul Federn, une autre voie pour la théorie du moi, París, PUF, 1996. 13 Jean Laplanche, Nouveaux fondements pour la psychanalyse, p. 74. 14 En Pulsions et destins de pulsions (Triebe und Triebschicksale [Pulsiones y destinos de pulsión, vol. XIV, p. 129, n. 30]), OCFP, XIII, p. 182, n. 1. 15 Cf. al respecto Jean Laplanche y J.-B. Pontalis, 1967, Vocabulaire de la psychanalyse, art. “Instinct”, y Jean Laplanche, “Pulsion et instinct, distinctions, oppositions, appuis et entrecroisements”, en Adolescence 2000, XVIII, 2.
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La diferencia no es por cierto nunca tematizada por Freud, pero eso no excluye una distinción muy segura en la utilización de los términos, como ocurre, por cierto, para esa otra pareja: “pulsión-necesidad”. Ahora bien, en las traducciones inglesas de Freud los términos se usan indistintamente. Y, fenómeno más grave aún, los autores que pasaron del alemán al inglés en sus propias producciones cruzaron la frontera sin siquiera darse cuenta... la que separa a una concepción instintual, válida según Freud ante todo para la autoconservación y “el instinto de los animales”, de su concepción de la pulsión: el instinto es relativamente fijo en la especie, en su mayor parte innato, y sus fines son adaptativos; la pulsión –cuyo modelo sigue siendo la pulsión sexual– es variable de un individuo a otro, “contingente” en cuanto a sus metas y sus objetos, naturalmente “perversa polimorfa”, al menos en la proxidad de sus orígenes. Fue necesario esperar hasta 1967 para que que esto e midad se discirniera verdaderamente en el uso freudiano.16 A partir de esa misma fecha, también, la noción de apuntalamiento apun ap untaala un amie reencuentra importancia, ncuentra no solamente su significado y su imp mpor mp orta or tanc ta ncia nc ia,, sino ia siino o incluin so su existencia. En efecto, por importante imp mp por orta tantte que ta que sea, seea, el el concepto de Anlehnung Freud que esporádicamente. lehnungg no fue utilizado po porr Fr F eu ud más máás q qu ue es sporá po ádicamente. Freud Fre nunca exposición regla. nca hizo de él una expos ossició ón en n reg gla la. Ad Además, la noción va a ser destruida truida por Strachey Strach chey ch eyy con on la invención in nve venc nció nc ión de un término incorrecto, ió incorrec seudocientífico, Desde noción docient ntíf ífic íf fic ico, o “anaclisis”. o, “an a ac an acli lisi lisi sis” s . De s” Desd sd de entonces y rápidamente, la noc de un unaa génesis géén siis por géne por apoyo apoy ap poyyo de la pulsión sexual, apuntalada en el funcionafuncio miento ntoo instintual ins nsstint tiint ntua uaa autoconservador, ual a to au t conservador, r va a ser completamente eclipsada por las noci nociones ciion ones es aabsolutamente b olutamente diferentes de “relación anaclítica” (ya que bs q el niño o se apoya en la madre) e incluso de “depresión anaclítica”, anaclític creada por Spitz para designar los estados en que el niño se va a ver privado de su madre. ¿Hace falta señalar que fue necesario esperar la lectura “francesa” de Freud y la selección de la palabra étayage (“apoyo” o “apuntalamiento”) para que toda la atención se viera atraída por tal noción?17 Sin entrar en detalles, digamos que la noción misma de apoyo supone la distinción entre un funcionamiento instintual autoconservador y orientado hacia el objeto, y un funcionamiento erótico, que se apoya ante todo en el primero, para enseguida separarse de él y “volverse autoerótico”. Laplanche y Pontalis, Vocabulaire, art. “Instinct”. Cf. Ibid., art. “Étayage”, y Vie et morte en psychanalyse, 1970, cap. I: “L’ordre vital et la genèse de la sexualité humaine” (“El orden vital y la génesis de la sexualidad humana”). 16
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Por consiguiente, sería anacrónico a mi juicio remitir de algún modo a Balint a una concepción del apoyo (Widlöcher, p. 11) que él ignora, del mismo modo que descuida finalmente la premisa existente en Freud: el dualismo autoconservación/sexualidad. ¿Hay que reprochar a Balint que, al tomar el tren freudiano en marcha, iniciara su viaje a partir de la estación “mito de la ameba”, desdeñando todo el desarrollo anterior y todo lo que, en los puntos de vista de Freud, autoriza una visión muy diferente? ¿Hay que reprocharle una lectura de Freud que descuida los estratos, muy diferenciados, de los Tres ensayos de teoría sexual? Tal vez no. Pero tenemos derecho a reprochar a los autores posteriores, hasta Jeremy Holmes en 1996, el haber descuidado completamente lo que la investigación freudiana y psicoanalítica francesa venía recalcando desde 1967-1970: ura r de la diferencia entre la autoconservación y la sexualidad, la apertu apertura ón de los la autoconservación hacia el objeto exterior y la articulación dos tipos de funcionamiento en el apoyo. Es necesario señalar aquí que incluso los lo autores auto tore to ress franceses re fran fr ance an cesees (“los ce (“ autores ores franceses de la época”, P. Lab, Lab ab,, M. Renard) Ren enar ard) ar d) que que para para Daniel Dan Widlöcher dlöcher vienen al rescate de este est s e punto pu unt nto o de vista vis i ta “monadológico” “monadológi (freudiano más restringido del eudiano en el sentido m ááss res esttr es trin trin ngido od el término) término) escriben todato vía en 1969 sin tene tener cuenta er en n cue uenta nii llaa te ue tteoría eor oría del apoyo ni los puntos de vistaa ya desarrollados desar arrro oll llad ad dos pertinentemente per erti tiine tine n nt ntem e ente por D. Lagache desde 1961: em 196 Se nieg niega ga llaa eevidencia ga vid den enci c a ccuando ci uando se pretende que el recién nacido no tiene expeex ncias conscientes con onsc sccie ientes al alternar entre el sueño y la vigilia. Estas experien riencias experiencias conscientes corporales, es scien ntes te son sobre todo experiencias de estados y de actos corporales decir, descansan principalmente en recepciones íntero-propioceptivas. El infante no está, sin embargo, encerrado en su subjetividad. Es difícil concebir la relación del recién nacido con el seno como no sea en la relación de un sujeto con un objeto: sin existir en tanto que estructura cognoscitiva, el sujeto funciona y se actualiza sucesivamente en las necesidades que lo despiertan y lo motivan, en los actos de orientación y después de consumo que lo apaciguan y lo adormecen; del mismo modo, el seno y la leche cumplen su función de objeto mucho antes de que haya conciencia posicional del objeto.18
Hace ya años que cierta tradición esencialmente anglosajona continúa debatiéndose con el mito de la mónada originaria, o con el 18 D. Lagache, 1961, La psychanalyse et la structure de la personnalité (El psicoanálisis y la estructura de la personalidad), en Œuvres IV, París, PUF, p. 201.
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falso problema planteado por Fairbairn, entre la pulsión hacia la “búsqueda del placer” (pleasure seeking) y la pulsión hacia la búsqueda del objeto (object seeking), y ello sin darse cuenta de que la doble oposición, autoconservación/sexualidad por una parte y pulsión/instinto por otra, desembocaba en nuevas perspectivas. Han permanecido así ajenas la una de la otra: por un lado, una línea de pensamiento ligada a un nuevo examen en profundidad de los supuestos, de los conceptos implícitos, de la evolución histórica e incluso de los “extravíos” del pensamiento freudiano, y por el otro, una controversia en la literatura de lengua inglesa que, paralizada en una concepción estática, incluso ahistórica, del freudismo, recibe o rechaza a éste imprudentemente, sin beneficio de inventario. *** Un ejemplo impactante sería el del pensamiento ““mahleriano”, mahl ma hler hl erian er que e ha dominado durante años a sectoress íntegros í tegrros del ín del pensamiento pen ensa sami sa mie mi anglosajón, glosajón, y ello, como dice Lagache, Laga gach ga che, ch e “negando e, “ne nega ne gand ga ndo nd o la evidencia”. evi vid idencia”. La ideaa de que todo niño pasa por por o una una fase fase autista, auti au t sta sta, y después después por una u fase madre, antes e de simbiosis con la mad ad dre, an ante tees de aadquirir dq d quirir secundariamente su “separación-individuación”, paración-individu duac du uació ión” ió n””, no podía pod odía íaa expandirse expandirse más que en el marm co de la teo teoría “narcisismo primario”, estado oríía de dell “n “nar arci ar cisi ci sism si sm mo pr pri imario”, concebido como un esta primero dell cu “mónada” mer ero o de d cual llaa “m cual “món món ónaada” debe “salir”, no se sabe cómo. Margaret La tteoría eo orí r a dee M a garet Mahler prosperó verdaderamente poco en ar suelo francés. Ell pensamiento de D. Lagache (cf. más arriba, p. 54) lo fr ran ancé cés. cé s E s. 54 se le opo opone precisa. Por mi parte parte, desde Vie et mort en one ne de manera precisa psychanalyse, he argumentado vigorosamente contra la teoría de la “mónada primitiva”, sean cuales fueren sus vicisitudes. En fin, un artículo ricamente documentado y sustentado de Jean Gortais hace justicia a una concepción realista del concepto de simbiosis: A nuestro modo de ver, es esencialmente en el registro de la ilusión, de la fantasmática y también de la regresión definitiva y del delirio, donde el concepto de simbiosis puede ser portador de significación. En este sentido, tiene que ver fundamentalmente con la desdiferenciación, y no con la indiferenciación.19
19 J. Gortais, “Le concept de symbiose en psychanalyse”, Psa. Univ., 12, 46, pp. 201257, citado en p. 251.
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Última vicisitud del narcisismo originario, y versión radicalmente desexualizada de éste, el mahlerismo fue arrasado en el plano internacional por todos los datos de la observación del niño, que se pueden reunir actualmente bajo la expresión general de “teoría del apego”. La refutación es inapelable y su expresión más acabada se encontrará en el artículo de Martin Dornes titulado, “La théorie de Margaret Mahler reconsidérée”.20 Pero aquí el peligro sigue siendo finalmente el mismo que con la primera crítica de Balint: el retorno a la “intersubjetividad” se hace bajo el signo de un monismo de las motivaciones (en este caso: el apego; en Balint era el amor) donde finalmente el gran perdedor es la sexualidad infantil, en el sentido freudiano del término.21 Pero es necesario añadir que bien podrían desaparecer también, en el mismo desastre, el inconsciente freudiano, así mo la función fundamental de la fantasía. como *** Es decir que, a nuestro entender, al apego entender err, el debate deb batte concerniente co onc ncer ern er ni niente ape y la sexualidad infantil amenaza, amena naaza, zaa en n efecto, efeccto, con con no no tener lugar nunca, nun porr hegemonismo de la teoría menos teeoría del del el apego, ape p go o, a m enos que sea acogido en el marco de una metapsicología m taps me taps psic icol olog ol ogía rigurosa. rig igur ig urros osaa. Una metapsicología que encuentra entra ciertamente cierrta t me m nte sus sus orígenes oríg or í en íg enes e en Freud, pero que, después de un es “trabajo”, aba bajo ba jo”, jo ”, no no duda dudaa en en hacer haacer elecciones y en proponer importantes importan reconfiguraciones. onf nfig nf gurrac acio io one es. Paraa exponer exp xpon o er de una manera muy sucinta semejante metapsicología on metapsicolo refundada mencionamos: undad ada partiremos de la doble distinción que antes mencionam ad la del funcionamiento instintual y del funcionamiento pulsional y la de la autoconservación y la sexualidad. Es fundamental tratar primero por separado estas dos oposiciones, en la medida en que no se cubren recíprocamente sino de modo parcial. I. La oposición pulsión/instinto es fundamental y no se pueden sino lamentar las décadas de vanos debates ocasionados por su confusión: en el primer plano de los factores responsables, pero no en forma exclusiva, debería situarse la migración del pensamiento freudiano En Psyche, 50, 1996, 11, reproducido en Die frühe Kindheit, Fischer, 1998. En francés, 2001. 21 Citemos este pasaje de Balint: “contrariamente a la relación pregenital, esta relación general o adulta es siempre sexual... mientras que la relación de objeto pregenital generalmente es no sexual (sin dimorfismo sexual).” L’amour et la haine, p. 142. 20
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al seno de la lengua inglesa (no sólo la de Strachey). Marquemos las diferencias en tres registros: el instinto se propone como adaptativo, genéticamente programado y buscando económicamente un equilibrio. La pulsión, tal como la concebimos,22 es no adaptativa e incluso antiadaptativa; inscrita en el cuerpo y en la biología, no es sin embargo de origen genético, sino que debe su surgimiento a la especificidad de la relación adulto-niño. Por último, la pulsión funciona según un principio diferente del principio del apaciguamiento de las tensiones. Retomemos estos puntos esquemáticamente. Por lo que se refiere al instinto, éste se propone como hereditario y como adaptativo. Recuerdo una de sus definiciones, la de Tinbergen, hace ya mucho tiempo: Un mecanismo nervioso organizado jerárquicamente que, sometido a deternadas excitaciones incentivantes, desencadenantes y dirigentes, ta ant nto o de minadas tanto gen interno como de origen externo, responde a tales excitaci cion ci ones meon origen excitaciones nte movimientos coordinados que contribuyen a la superv rviv rv iven iv enccia en cia de diante supervivencia del induo o de la especie.23 dividuo
Este aspecto fijo del instinto to oh ssido ido n otab ot ab bleme leme mente flexibilizado ccon haa si notablemente sterioridad, sin p oner er no ob obst s antee en st n tela de juicio su b posterioridad, poner obstante base néticamente pr p og gra r ma mad da Lorenz da. da n , pa nz p art rticularmente, estableció qu rt genéticamente programada. Lorenz, particularmente, que el tinto es mu uch cho má cho máss va vari r ab ri a le le,, a llo o largo de su desarrollo en el ind instinto mucho variable, indivio,, q u llo ue o qu ue se ccreía. re eía í . Ha H bla de un entrelazamiento (Verschränkun duo, que que Habla (Verschränkung), ndee se ttrenzan renz re nzan an n eelementos l mentos instintivos innatos y elementos adquiri le donde adquiridos dian nte eell ad adi iestramiento o la inteligencia. Semejante flexibilizac mediante adiestramiento flexibilización oción cii de instinto es lo que permite una apertura hacia el domi de la no noción dominio más recientemente explorado del apego. Muy diferente es la pulsión, inaugurada de modo magistral por los Tres ensayos de teoría sexual en 1905. Los puntos de vista de la herencia y de la adaptación se encuentran aquí estrechamente ligados, por el hecho de que se refutan recíprocamente conjuntamente. La adaptación, de entrada, está ausente en la noción de “perversión polimorfa”, situada en el comienzo de todo el desarrollo. La contingencia de los objetos y la variabilidad de las metas, que son a menudo intercambiables, desmienten la “idea popular” de una subordinación de las 22 Especialmente en la línea freudiana de los Tres ensayos de teoría sexual, de 1905, pero sin negar que operamos opciones que “hacen trabajar” a Freud. 23 Tinbergen, The Study of Instincts (El estudio de los instintos), 1951, citado por M. Benassy, en RPF, 1953, 17, 1-2, p. 11.
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pulsiones a una finalidad biológica: la procreación. En cuanto a lo que Freud nombra la “fuente” somática, ésta es ya difícilmente asignable cuando se trata de la pulsión “oral” (¿los labios?) o anal (¿el ano?), y está ausente cuando se trata, por ejemplo, de la pulsión voyeurista: ¿cómo dar un sentido aquí a la idea de un “descenso de la pulsión en la fuente”? No nos pondremos en el ridículo de hablar de un “descenso de la tensión ocular”. Sin duda Freud (y tal vez más aún sus discípulos, como Abraham o, en otro sentido, Ferenczi) se ve como atrapado por el vértigo, confrontado a una evolución sin finalidad prestablecida, y va a esforzarse en describir una suerte de evolución normativa, orientada hacia la “genitalidad”. Pero la pretendida sucesión de los estadios libidinales, por más que subsista en la Vulgata de las enseñanzas de “psicología psicoaítica”, recibe incesantemente severas críticas, tanto en la observación obser e va er vacc nalítica”, nica como en las críticas teóricas (con Melanie Klein a la cabeza cabe beza de be clínica estaa crítica, sin lugar a dudas). La vaga sucesión de los “estad “estadios libidinales” dio ioss li libi bid bi di dina puede correlación progresos ede en verdad ser situada en una cierta co orr r elació ión ió n co con n los los pr prog ogre og en la crianza (en sí misma determinada deterrmi m na nadaa ssocialmente ocia oc iaalm lmen entte en te tanto tanto como co fisiológicamente). nada permite ológicamente). Pero ello significa sig ig gni nifi f caa que n adaa pe perm rmite postular una prorm p gramación mación genética de la eevolución v luci vo ciión llibidinal ibidin inaal iinfantil in nfantil en tanto que tal.l Agreguemos todavía tod dav a ía eesto, sto, sto st o, que alcanzará alccan anzzará todo su impacto más aadelante: programación genética, sexual, te: una p rogr ro gram gr am mac ació ión ió n ge gené néti né tiica, sobre todo en el dominio sexu tic supone mediatizada pone one que quee sea ea m edia ed iati ia t za ti zada d por un nexo neuro-hormonal. Esto se po da en evidencia de manera aduleviide denc nccia d em ma anera precisa cuando se trata de la sexualidad ad ta, de su evolución u ev evol ollución y de sus vicisitudes. En contrapartida, ¡a nadie sse le ocurrió nunca urrió ón unca buscar la presencia de hormonas sexuales en el nivel de las pretendidas “fuentes” somáticas de pulsiones parciales infantiles! Pero es sin duda en el nivel del funcionamiento y de “la economía” del placer donde pulsión e instinto se distinguen más radicalmente. Hemos observado desde hace mucho tiempo las dificultades que tuvo Freud para dar una formulación unívoca del principio de placer. Habíamos propuesto distinguir de hecho dos funcionamientos muy diferentes: un funcionamiento homeostático, regido por el “principio de constancia” y que tiende a reconducir el nivel a un grado óptimo; y un funcionamiento según la pura descarga (el proceso primario), que resulta en un agotamiento total de la excitación.24 “Principio de constancia” y “principio del cero”: sería necesario 24 Laplanche y Pontalis, Vocabulaire..., 1967, arts. “Principe de constance”, “Principe de Nirvàna”, “Principe de plaisir”, Laplanche, Vie et mort en psychanalyse, cap. VI, pp. 172 y ss.
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añadir, para completar la oposición, a la inherente, en alemán, al término Lust, y que Freud mismo pone de relieve: Lust significa a la vez el placer como apaciguamiento (es el sentido clásico del “principio de placer”) y el “deseo” o “placer-deseo”, ligado al aumento de tensión.25 Si se quiere tomar algo de distancia respecto de las formulaciones freudianas a menudo ambiguas, que tienden a reducir uno al otro el funcionamiento pulsional y el funcionamiento instintual,26 se llega, como lo hace por lo demás Widlöcher, a oponer un funcionamiento pulsional de tipo instintual, que tiende siempre al apaciguamiento mediante la obtención del mejor nivel posible, y un funcionamiento pulsional que desafía y transgrede la línea del nivel homeostático: principio de la excitación o del deseo, que tiende ya sea a la excitación más allá de todo límite, o bien, y quizás al final del proceso, al agotamiento total. Funcionamiento homeostático (instinto)
nivel óptimo
æ ä
Funcionamiento F uncionamiento pulsional transgresor de la homeostasis ä
(b)
nivel óptimo
æ ä
(a)
æ
Observemos que sobre ciertas partes de su trayecto (a, b) el funcionamiento pulsional da la impresión de coincidir con la homeostasis. 25 Véanse dos notas en Trois essais sur la théorie de la sexualité, GW, V, p. 33 y p. 114, y nuestro comentario en Traduire Freud, París, PUF, 1989, pp. 125-126. 26 Cf., por ejemplo, Problématiques III, p. 37ss.
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Este reposicionamiento radical permite, por lo demás, situar mejor la cuestión del fin, del objeto y del placer, tal como Fairbairn creía esclarecerla. Porque la verdadera oposición no es entre “búsqueda del objeto” por una parte y “búsqueda del placer” por otra: Freud mostró perfectamente, desde sus primeros escritos, que estas dos búsquedas eran estrictamente correlativas: el objeto adecuado es procurado mediante la acción específica (“fin”) y desemboca en el apaciguamiento duradero (“placer”). Pero se trata de comportamientos que cubrimos con el término amplio de instinto. En cambio, lo que se opone a esta búsqueda conjunta del objeto y de la satisfacción es, aunque parezca imposible, la búsqueda pulsional, que, por su parte, es la búsqueda de la excitación hasta el agotamiento, y ello a despecho tanto del objeto real como del apaciguamiento. t po del ti Esto implica, por otra parte, una conmoción total en el tipo bjeto” y en su posición. El objeto del instinto es el objeto to o real, rea e l si“objeto” tuado do al final del proceso, incluso si es preintuido en forma form fo rmaa de rm de “valor”; fantasía inconsciente; ”;27 el objeto pulsional debe situarse en la fanta así síaa in inco cons co nsci ns cien ci ente es en el objeto excitante, el objeto-fuente, objeto-fuent ntte, nte, e aquel aqu q el cuyo cuy uyo o real real no procurará procur máss que insatisfactorias, pero o a ssu u vez vez excitantes exxciita t nt ntess eefigies. f giies. fi II. Pulsión e instinto son on n categorías catteg go orrías generales. geneerales. Es conveniente no ge superponer oposición los perponer su op possic i ió ón a la la de lo os tipos tiipo pos de motivación o de comporcomp tamientos mientos en n cuestión. cue uesstió ión n. Acerca Ace cerc rcaa de rc d este segundo punto de vista nosono tross nos nos adherimos adher erim imos im os a los los términos términos de la primera dualidad freudiana freudia (a la vez vez que q e nos qu nos reservamos r servamos la opción de matizar y modernizar su re formulación): mullac ació ión) ió n : autoconservación/sexualidad.28 Pero, ¿por qué no han) cer simplemente simp mpllemente coincidir la autoconservación y lo “instintual”, mp “instintual” por p una parte, y la sexualidad y lo “pulsional” por la otra? Por una parte, la “autoconservación” –el conjunto de fuerzas ten-
27 En el sentido en que Lagache decía que “el hambre es la intuición del valor alimento”. 28 La “segunda dualidad”, vida y muerte, nos parece que debe ser subsumida bajo el término “sexualidad” (cf. Vie et mort en psychanalyse, 1970, y Nouveaux fondements pour la psychanalyse, 1987).
sexualidad
autoconservación pulsiones sexuales de vida
pulsiones sexuales de muerte
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diente a la conservación del individuo– es por su misma definición adaptativa, de base innata, y tendiente a un estado de equilibrio vital. La “autoconservación” es pues por naturaleza “instintual”; pero conviene aportar matices, en virtud de la introducción de la noción de “apego”. Ésta, ya descubierta por Freud con el nombre de “ternura”, ha asumido una extensión considerable después de los trabajos recientes de observación del lactante. Con posterioridad a Bowlby llegaron Zazzo, Brazelton, Stern, Dornes, Montagner, etcétera. Esquemáticamente se deben destacar los siguientes puntos: 1) El apego atañe al dominio, entendido en sentido amplio, de la autoconservación y del instinto. La mayoría de los autores insisten en la base innata y “dada” de las interrelaciones entre adulto y niño. Esto no significa que haya que descuidar el enriquecimiento de la ación en el curso de su desarrollo. Pero este enriquecimiento t (donto (d relación und un dam de el narcisismo y la relación narcisista van a jugar un papel fun fundamental),, pese a todo, sigue siendo orientado por el fin “auto “autoconservador”. oco con nseervvado comportamientos 2) El apego no es más que una parte pa a rt rte de llos os com ompo om port po rtam rt am m i en autoconservadores parte oconservadores instintuales: es esaa p arte ar t een n qu quee el iindividuo ndiiviiduo tiene nd tie esencialmente del otro para supervivencia, ncialmente necesidad de el ot tro par araa su ar u sup upervivencia, para su up “homeostasis”. variable entre omeostasis”. Según lass eespecies, specciees,, es va variab ab ble la proporción en mecanismos homeostáticos relacionales canismos homeo ostát áticcoss no re át rela laaci cio onales (mantenimiento de las on constantes nstantes sanguíneas, san angu guín gu ín nea eass, s, por por ejemplo) eje jemp m lo) y mecanismos que hacen desde mp de el pri principio otro aporrinc ri ncip nc ipiio ip io eentrar ntra nt rarr al o ra tro tr o en juego. Así, para ciertas especies el ap te de al alimento congénere alim im men ento o eestá stáá necesariamente mediatizado por el congén st adulto, mientras que ulto, mien m ien ntr tras que para otras no. (En general se puede pensar q la barrera barreera pasa entre las especies homeotérmicas y las que regulan regu heterotérmicas.) 3) Un último punto, finalmente, es esencial para nuestros propósitos: tras la relación de apego yace una comunicación, un intercambio de mensajes adulto/pequeño. Estos mensajes no son en el comienzo transmitidos mediante el lenguaje, aunque puedan llegar a serlo después. Son en gran parte de origen innato, lo que denuncia el carácter falso de la suposición de Freud según la cual es la vía mecánica de la descarga (es decir, los llantos desordenados del lactante alterado) lo que adquiriría, de manera secundaria, la función de una “comprensión mutua”.29 Volvamos a la sexualidad, en lo relativo a nuestra delimitación: 29 Proyecto de 1895. En La naissance de la psychanalyse (Aus den Anfängen der Psychoanalyse [El nacimiento del psicoanálisis]), París, PUF, p. 336.
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pulsión-instinto. Aquí hay que afirmar que la sexualidad en el ser humano es doble, que está profundamente dividida. El inmenso descubrimiento freudiano merece ser situado en su lugar, dentro de tal dualidad. 1) No pretendemos negar la existencia en el animal, por supuesto, pero también en el hombre, de una sexualidad instintual, ligada a la maduración del organismo, que implica a enlaces neurohormonales cuya complejidad se comienza a percibir. Esta sexualidad impulsa a comportamientos sexuales más o menos preprogramados, y se dirige –como Freud lo había ya señalado, y sin que tal fin se presente conscientemente– a la autoconservación de la especie. Pero el problema es que tal sexualidad de origen hormonal está ausente en el ser humano desde el nacimiento hasta la prepubertad. don on nde d se 2) Es precisamente entre el nacimiento y la pubertad donde úa la sexualidad humana pulsional, l la sexualidad infantil descubierta des escu es ubie sitúa porr Freud, y que continúa produciendo escándalo. Esta sexualidad es una sexualidad amplia ampl plia pl ia y no no es está tá ligada, lig igad ada, ad a en el comienzo, erógena. Tampoco ligada una mienzo, a ninguna zona eróge ena na. Ta T mpoc mp oco oc o es está tá lig i ada d de u manera nera absoluta a la diferencia diferen nci ciaa dee los sexos. sex xos. innata, que, Esta sexualidad no es in nnata t , lo ta o que e, sin siin embargo, no valida la objeción eción que se noss hace hace del hac del e “niño ño inocente”: ino n cente”: el niño es un “inocen“inoc te-sexual-genético”, quiere exual-ge gené ge nétti né tico co”, ” ssii se q u er ui eree eexpresar xpresar así; lo que no impide que se vuelva lva va sexual sex exu uall desde desd de sd de las laas primeras prrimeras horas de su vida. Esto pulsional to o sexual sex xua uall puls pu ulssional está ligado indisolublemente a la fantasía fanta como mo su su causa. caus ca u a. Reprimido, es lo que conforma el contenido del inus consciente nscien ente y es el objeto mismo del psicoanálisis. en psicoanálisis 3) ¿Cuál es entonces la relación de lo sexual pulsional con la sexualidad instintual en el ser humano? No se trata de una colaboración ni de una combinación armoniosa sino de una relación muy conflictiva y que, a primera vista, se presenta como una sucesión temporal. La sexualidad instintual se presenta en el momento de la prepubertad y la pubertad, después de la sexualidad infantil. Pero no es de ninguna manera su heredera legítima: la concatenación de las fases infantiles descritas por Freud es una ficción poco creíble. La sexualidad infantil, antes de la pubertad, es en una gran parte reprimida e inconsciente, lo que la vuelve tanto más “tóxica”. Por último, los modos de funcionamiento de una parte y de la otra, “búsqueda de la excitación”, “búsqueda del placer en el objeto”, siguen y seguirán siendo de lo más difíciles de conciliar. Finalmente, nuestra idea es que el ser humano, en cuanto a su sexua-
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lidad, está sujeto a la mayor de las paradojas: la adquisición pulsional precede en él a lo innato instintual, de suerte que la sexualidad instintual, adaptativa, en el momento en que surge, encuentra –por así decir– “el lugar ocupado” por lo pulsional infantil, ya y siempre presente en el inconsciente. III. No incursionaremos en la continuidad de la evolución: problemas de la sublimación –problemas de la integración del deseo en la búsqueda del placer–, problemas derivados de la subsistencia de la sexualidad infantil en el adulto, etc. Pero volveremos sobre este largo periodo donde el apego y lo sexual infantil parecen coexistir. ¿Cuál es su relación en el origen? ¿Hay entre ellos una articulación, una relación de sostén, de génesis? Aquí la noción de apuntalamiento sigue siendo indispensable, al nos como una etapa, como un respaldo de pensamiento pa araa ccomo menos para nder de qué se trata. Habiendo desarrollado y examin nad do eesta prender examinado noción pocas ción desde hace mucho tiempo,30 sólo recordaremos os een n po poca c s palabras infantil surgiría primer ras de qué se trata. La sexualidad infant til surgi girí gi ríaa en p rí rime ri merr llugar me u con n ocasión del ejercicio de las grandes graand n es funciones, fun unci un cion ci ones on es,, de la es la satisfacción satisfacc de las grandes necesidades de de la l autoconservación. autoccon o seervvacción. ió Primero unido unid a la satisfacción necesidad (alimentación, plaatisfacción de la necesi ida dad (a (ali ime mentaac ación, aci n defecación, etc.), el p cer sexual se sepa separará paara r ráá ssecundariamente, eccundaari riam am mente, se independizará en el autoerotismo oerotismo mo o y con con su su vinculación vinc vi ncul nc u ac ul ació ió ón a la fantasía. proceso, Este Es te p ro oceeso s , apenas ap pen nas as esbozado esbozado por Freud, no podría permanecer permane sin inte interpretación. Hemos terp te rp pre r taaci ción ón n. H emos propuesto distinguir tres versiones de éél:31 una 1) u na interpretación int n erpretación pobre, paralelista, mecanicista; una 2) u na interpretación en el sentido de una emergencia; 3) una interpretación invertida, mediante la seducción. La interpretación mecanicista es rechazada tanto por Widlöcher como por mí mismo. Supondría una concepción homogénea del funcionamiento autoconservador-instintual, por una parte, y sexual-pulsional por otra, postura que no hemos cesado de refutar. ¿Una misma fuente para dos instintos? ¿Y qué fuente, qué fines paralelos, qué objeto común a ambos?32
30 Vocabulaire de la psychanalyse, 1967, Vie et mort en psychanalyse, 1970, Problématiques III, 1975-1976, Le fourvoiement biologisant de la sexualité chez Freud, 1993. 31 Le fourvoiement biologisant…, reproducido en La sexualité humaine, París, Synthélabo, 1999, p. 48 y ss. 32 Loc. cit., pp. 48-50.
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La interpretación por emergencia: yo propuse esta versión, con la finalidad de “salvar” la hipótesis freudiana.33 En este esquema no hay sólo sostén (“apoyo”), sino también simultáneamente desfase, y adopción de una forma de funcionamiento por la otra. Conjunción después emergencia, por una suerte de metabolización y de simbolización de los fines y de los objetos. En esta interpretación favorable y salvadora del apoyo, el objeto de la autoconservación es la leche, mientras que el seno es el objeto sexual. Con el apoyo, hay por lo tanto una “metonimización” del objeto, al mismo tiempo que un retraimiento en la fantasía. El fin, por su parte, sufriría una metaforización, pasando de lo autoconservador a lo sexual: siendo la expulsión anal o la proyección, por ejemplo, la metaforización de la excreción de las heces. Me parece que es con este tipo de solución, finalmente endógena, n el que se queda Widlöcher: es una acción del sujet ett o que, q con sujeto omando en un segundo tiempo el funcionamiento autoconservaautoccon onse retomando dor, por fantasía. r, lo transformaría en sexualidad haciéndolo pasar p or llaa fa fant na Ahíí donde yo había hablado de metaforización metaforiiza zación ón n Widlöcher Wid idlö löch lö cher ch er emplea emp las expresiones “creatividad psíquica propsíquicca precoz”, p ec pr e oz”, ”, “pura “pu pura ra subjetividad subje ubj tividad i p pia de la actividad fantasmática”, fantasmááti t ca c ”, ”, “tratamiento “trattam a ie ento o de las escenas en la modalidad dalidad de la ilusión”, “reposición “repos “r osic ició ic i n en ió n el imaginario imaginario que... confiecon re un sentido nuevo”, nuevvo” o”, pp. pp 30-31. 3 -31.. Según 30 Seg gún ú Widlöcher, “...la sexualidad sexualid infantil antil [sería [serí ría rí ía la] la] reposición rreepo posi sici si ciión ó alucinatoria alu ucinatoria de una experiencia física físic y relacional aci cion onall de satisfacción sati sa tisf ti sffac acci ción de origen diferente” (p. 33). ci ción Frecuentemente Frec ecue ec ue entem emen en ntee y durante largo tiempo critiqué tal concepción concepc “creativista” de la sexualidad humana. Ésta encuentra eativvissta ta” e “ilusionista” “i encuen en Freud ud su apogeo en la teoría de la “satisfacción alucinatoria del deseo”, que yo rechazo. En efecto, la satisfacción real primera no puede ser más que la de la necesidad (alimentaria en el ejemplo freudiano); su reproducción, así sea en la memoria, la fantasía o incluso la alucinación, no puede ser más que la reproducción de una satisfacción alimentaria. Hay ahí, en Freud y en sus sucesores, hasta en la versión más elaborada de Widlöcher, un verdadero juego de manos: si no se ha puesto ya lo sexual en la experiencia real originaria, nunca lo volveremos a encontrar en su reproducción fantasmática o su elaboración simbólica. Pero de hecho la “creatividad”, de la que Widlöcher hace aquí un gran caso, no llega hasta crear lo sexual, que es en realidad introdu-
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Una de las discusiones más recientes en loc. cit., p. 51 y ss.
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cido desde la experiencia intersubjetiva primera, e introducido debido al adulto, no por el lactante. Vemos así cómo resulta posible decir que “la seducción es la verdad del apoyo”. No es que yo niegue la función activa del niño, como simbolización, fantasmatización, y esto en el a posteriori. Pero esta actividad versa sobre mensajes ya comprometidos por lo sexual, en su procedencia del adulto otro. Es incluso como consecuencia de este aspecto enigmático del mensaje adulto por lo que el niño se ve incitado a desarrollar una actividad insólita de “traducción”. Un intercambio de mensajes que siguen siendo puramente autoconservadores se beneficia de una “afinación”, estando los códigos ampliamente establecidos entre el adulto y el niño. En contrapartida, la “creatividad” del niño, a la que apela Widlöcher, es suscitada por la “pulsión por ducir”, que le viene del mensaje “por traducir” provenien en nte del traducir”, proveniente o, mensaje enigmático puesto que se encuentra compr rom met otro, comprometido porr la sexualidad del adulto. Para volver al apego, nos queda claro que qu el aspecto asp spec ecto ec to “comunica“co comu omu mun ción”, n”, intercambio de mensajes y de de respuestas, resp re spue uest ue staas, st as, es esencial esencial para la teoría Solamente debido que adulto ría de la seducción. Solame me ent ntee de d bido do oaq ue llos os mensajes del adu están porr su inconsciente sexual án comprometidos po p s inc con onssc scien nte se nte nt exual el hecho de que van a engranarse, secundariamente, donngranarse, secund n arriame nd iame mente, llas as ttentativas enttativas de simbolización, d en de el niño trabaja tra raba bajaa de de manera mane ma nera ne ra activa act c iva sobre un material ya sexual.34
Relaciones de autoconservación o de apego Niño
Adulto
Lado inconsciente, sexual, del mensaje adulto
34 Esquema retomado de Les forces en jeu dans le conflit psychique (1995), reproducido en Entre séduction et inspiration: l’homme, PUF, 1999.
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No seguiremos considerando aquí el proceso de represión tal como resulta de estas tentativas de traducción, siempre parcialmente fallidas.35 Tratándose, sin embargo, de la “teoría de la seducción generalizada”, aprovecharé la ocasión del presente artículo para responder a las objeciones de Widlöcher. Widlöcher me objetó primero que la relación originaria madrehijo no era suficientemente universal, incluso en el ser humano, para dar cuenta de la aparición, en todos los casos, de la sexualidad infantil. Yo le respondí que sin duda me había leído mal, puesto que lo que yo nombro “situación antropológica fundamental” es la relación, verdaderamente universal, entre un niño que no tiene un inconsciente genéticamente programado (“inocente genéticamente”) y un adulto ex xisste ten n (y no necesariamente la madre) del que sabemos desde la existencia tr del psicoanálisis que está habitado por un inconsciente. See trata de unaa situación absolutamente ineluctable, así el lactante careciera car arec ecie ec i ra de paie dres es y fuera incluso...¡un “clon”! En su presente artículo, la objeción objeci ciión ción ó de de Widlöcher Widl Wi d öc öche herr es he es muy diferendifer te. Sí admite el mecanismo de de la l seducción, seduccci có ón n, pero pero querría dejar lugar lu a otro surgimiento máss eespontáneo, menos spon on n táá neo, o,, m e os interpersonal, del en autoerotismo. decir verdad objeción oerotismo. A de eci c r ve ver rdad la ob rda rd obje jeeci ción ó vale tanto para la mía como ón co para propia concepción una sexuara su pr p op pia con on nceepc pció ión ió ón de d u n elaboración secundaria de la sex na lidad ad en la la “creatividad” “ccre reat ativ at ivid iv idad id a ” alucinatoria. ad alucinatoria. De hecho, pienso que ambos am admitiríamos miti tirí ti rííam ríam mos que que u una una reactividad somática, una excitabilidad orgáor nicaa general, gen ener en eral er all, debe d be preexistir, pero que hace falta otra cosa para hade cer de ella ell ll una pulsión. lla pulsión Ya lo decía Lichtenstein:36 Existe una reactividad corporal innata, una capacidad [...] de responder al contacto con otra persona mediante un tipo específico de excitación somática que no es una pulsión, porque no tiene dirección, sino el prerrequisito innato para el desarrollo ulterior de una pulsión...
Para que el mensaje del otro pueda implantarse, hace falta admitir una receptividad somática primera.37
35 Expuesto del modo más completo en Court traité de l’inconscient, (1993), reproducido en Entre séduction et inspiration: l´homme, PUF, 1999. 36 H. Lichtenstein, “Identity and sexuality”, J. Am Psa Ass. 9, 1961, p. 280. 37 Cf. Mendel, La psychanalyse revisitée, La Découverte, 1988, p. 113 y ss. Mendel piensa
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Resumiendo, aunque provisoriamente, mi debate con Widlöcher, los puntos de vista de ambos relativos a la naturaleza (ligada a la fantasía) y al funcionamiento de la pulsión sexual infantil –como diferente de todo instinto– son ampliamente convergentes. En cambio, en lo que se refiere a la articulación con la autoconservación, y con la génesis de lo sexual, nuestros puntos de vista se aproximan sin coincidir: queda pendiente entre nosotros su adhesión a la ficción de la satisfacción alucinatoria (¿de la necesidad?, ¿del deseo?) considerada todavía demasiado a menudo como inaccesible a la crítica. *** Habiendo tratado de situar claramente uno respecto de la otra, en ad in nf su esencia y en su articulación-génesis, el apego y la sexualida sexualidad infanhege he g m til, digamos unas palabras de los errores que condujeron al hegemonismo mo epistemológico de uno o la otra. obserEl apego se ha convertido en el dominio dominiio privilegiado p ivil pr ileg il egia eg iado ia do de de los lo os ob vadores dores de la infancia. Sin embargo,, cabe cab abee preguntarse prreg egun unta un tars ta rsee si rs si la la sexualidad sexualid infantil antil –y también la sexualidad sexualiida dad paternal– p tern pa nal al– deben debe ben salir del campo de la observación. No pensamos pensaamo m s que qu ue sea s a así se as y no encontramos en los mejores jores observadores observadorres del dell niño niño esa esa especie espe es p cie de ceguera epistemológiepistemoló ca que A. Green Gree Gr ree een n les le es ha “atribuido” “at a ri at r bu buid id do” a veces. ocurre que apariPero Pe ro ocu c rrre qu cu ue laa ssexualidad exu ex ualidad infantil, ligada como está a la ap ción n de de laa fantasía fan nta tasí síía y de la represión, por definición no es fácilmente fácilme detectable ectab able ab le de de manera directa. Observadores del niño como Roiphe Roiph y Galenson lenson o 38 muestran que estos dos aspectos (sexualidad en vías de represión y sexualidad paternal) son, sin embargo, develables en el corazón de la observación misma, por poco que se quiera hacer el esfuerzo de intentarlo. De ahí a un señalamiento más concreto de la articulación entre apego y sexualidad infantil la vía sigue abierta. Del lado del análisis, y esencialmente del análisis del adulto, el punto de vista es inverso. La sexualidad pulsional infantil está aquí, y con justo motivo, en vías de monopolizar la atención: 1) Lo sexual tiene tendencia, en la evolución individual, a recu-
que esta reactividad no es sexual. Lichtenstein piensa que lo es “ya”. ¿Disputa de palabras? No del todo. El hecho de que lo sexual, en el sentido freudiano, no aparezca más que con la fantasía daría más bien la razón a G. Mendel. 38 La naissance de l’identité sexuelle, París, PUF, 1987, caps. 13 y 14.
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brir como una red, a retomar por su cuenta el conjunto de las relaciones interhumanas. Es lo que a veces he denominado “el pansexualismo en acto”. 2) La regla analítica, al privilegiar el “decirlo todo”, incluso “lo inconveniente”, favorece necesariamente lo “sexual” en la comunicación. 3) La situación de transferencia en sí misma va en el sentido de este hegemonismo de lo sexual. Los dos últimos factores son constitutivos de lo que en otro tiempo denominé la “tina” del psicoanálisis.39 Volvamos a la transferencia. A nuestro juicio ésta es “provocada”, creada, por la situación analítica, que confronta al analizando con el enigma: su enigma interno, pero también el enigma del otro. En tal sentido tido la transferencia analítica no tiene nada que ver, en su su esene es cia, con una simple transferencia de hábitos. La transferenc transferencia cia analítiana ca reubica al sujeto en la situación originaria, la de laa génesis gén gé nessiss de lo sexual ual infantil. Vemos así hasta qué punto las consideraciones co ons n id i er e accio one ness metapsicológicas meta me tap ta psiicológicas de cariz lo que iz abstracto son las únicas ccapaces apac ap acces de ccentrar en nttra rar adecuadamente ad q constituye primordial nstituye la esencia dee la pr prácticaa psicoanalítica, psi sicoan an nalíttica, invención primord e inaugural naugural de Freud. Freud ud. ud
39 Cf. Problématiques IV. Le baquet, Trascendance du transfert (Problemáticas IV. La tina: trascendencia de la transferencia), (1979), París, PUF, 1987.
EL ORIGEN DE LA SEXUALIDAD INFANTIL Reflexiones en torno del artículo de Daniel Widlöcher “Amor primario y sexualidad infantil”* PETER FONAGY
DIFERENCIAS CULTURALES Y GEOPOLÍTICAS EN EL PSICOANÁLISIS
Nos olvidamos a veces de que Gran Bretaña es una isla. Lo absurdo de ciertas experiencias típicamente británicas, como beber cerveza cerrv tibiaa una tarde lluviosa de verano, viene a recordárnoslo llegado lleg egad eg ad do el caso. o. Lo mismo ocurre con ciertas prácticas que nos parecen, pare rece re ceen, a nosotros ros los británicos, tan fascinantes y completamente completam men entee extrañas. ext xtra raña ra ñas. ña s Citaré personal é como ejemplo la gentileza del persona nall de los na los restaurantes res esta taur ta uraantes itaur lianos notables nos para con los niños, los not ottab ble l s talentos taale lent nttos llingüísticos ingü in güísticos de los gü suecos francos y de los holandeses,, o ell vvirtuosismo irttuosis ir issmo mo de de lo los intelectuales fr ceses teórico. artículo de ilustra es en el campo te teór óricco. ór o El ar rtí tícu culo cu od e Daniel Widlöcher ilus de modo nota notable última forma de abl ble le es eesta sta ta ú ltim lt i a form im rma d rm e “choque cultural”. No p pueden dejar surgir uede ue den de n de deja jarr de ja d sur urg ur gir confrontaciones gi co de tales diferencias, oblio gando uno de nd do a ca cada u no d e no nosotros a volver a poner en tela de juicio sus postulados modos stullad ados oss y ssus uss m odos habituales de pensamiento. Es lo que ocurre ocu con perspectiva n la p errsp spectiva tan particular con que el psicoanálisis francés aborab da el tema que nos preocupa. Sin ninguna duda, los psicoanalistas británicos deberán aportar, para captar las sutilezas del pensamiento de Widlöcher, más esfuerzos que los que habrían tenido que hacer si hubieran tratado de identificar las cualidades excepcionales de una contribución proveniente de su propia isla psicoanalítica. Para mí, en todo caso, este esfuerzo suplementario se ve ampliamente recompensado por la ocasión que nos ofrece Widlöcher de volver a poner sobre la mesa de trabajo una cuestión tan fundamental como la de la interfase entre la teoría de las pulsiones y la teoría de la relación de objeto. * Estas reflexiones son la continuación de la breve exposición que Peter Fonagy hizo ante la British Psychoanalytical Society en respuesta a la apasionante pesentación del artículo de Daniel Widlöcher.
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La argumentación de Widlöcher no es simple más que en apariencia. La sexualidad infantil permitiría reconciliar las dos corrientes que dividen tradicionalmente al psicoanálisis, a saber, por una parte, la teoría “interpersonalista” de la relación de objeto y por otra la teoría de las pulsiones y la metapsicología. En un estudio de gran profundidad, Greenberg y Mitchell (1983) han demostrado hasta qué punto tal dicotomía se ha expandido. Según ellos, la teoría de las pulsiones no puede ser integrada a la de la relación de objeto, y todo intento en tal sentido amenazaría con entrañar una distorsión fundamental de uno u otro de estos conjuntos de conceptos o de los supuestos que los subtienden. Es por esta razón por la que, por ejemplo, criticaron de manera radical los trabajos de Otto Kernberg y de Joseph Sandler. El desafío que nos propone Widlöcher, nuevo enfoque e con intenciones integracionistas, debería, por consiguiente, consiguieentte, e ser abordado ordado con escepticismo, aunque merezca toda nuestraa aadmirad dm ción n por su envergadura y su carácter ambicioso. más América En Gran Bretaña y, me atrevería decir, ttodavía odav od avíaa m ás een n Am Amér é ica ér ic del Norte, debate, no porque tenirte, el debate ha dejado de ser un nd eb batte, e n o po porq rqu rq ue no haya te do lugar, aunque Widlöcherr eesté plenamente señalar el stéé p st lenam am meen ntee jjustificado ustificado al señala us hecho, cho, sino más bien n porque porrque el diferendo dif i eren ndo se resolvió por ausencia: ausen los defensores de laa teoría teoríía de d lass pulsiones pul ulsi siiones simplemente se han retisio r rado do del campo cam mpo po de de batalla bata ba tall ta llla o han han cambiado de bando. A falta de una u oposición significativa, ossic osic ició ión ió n sign gn nif ifiic icat icat a iv iva, va, a los los defensores de la teoría de la relación de objeto han eto oh an n ocupado ocu upa p do d y continúan ocupando el proscenio. Este ccambio ambi am b o histórico de perspectiva entraña un cierto número de bi problemas. oblema m s Digamos ante todo que no es porque la teoría de la relar ción de objeto era superior a ella por lo que la teoría de las pulsiones perdió su lugar predominante, sino más bien a que su excesiva popularidad ha terminado por perjudicarla. Las proposiciones de la teoría de las pulsiones y de la psicología del yo han sido severamente criticadas sobre bases epistemológicas y conceptuales en el curso de los setenta (Klein, 1976; Peterfreund, 1971; Rosenblat y Thickstun, 1970; Shafer, 1976), y posteriormente abandonadas en provecho de ideas aparentemente menos problemáticas. Es verdad que tenemos tendencia a aceptar más fácilmente la novedad sin tomarnos el trabajo de someterla a un examen detenido. En segundo lugar, un cambio radical de perspectiva implica inevitablemente una pérdida considerable. Tal ocurre con la pérdida de la primacía de la sexualidad en las teorías psicoanalíticas modernas, como ha señalado con precisión André Green (véase la exposición
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Freud lecture que pronunció en Londres en 1997). En tanto que teoría, el psicoanálisis no está suficientemente integrado como para permitirnos estudiar con la misma atención fenómenos específicos particulares en el interior de marcos de referencia diferentes. En sus conversaciones con Anna Freud, Joseph Sandler señalaba cómo ella había continuado utilizando el marco topográfico en su trabajo sobre los sueños aún aceptando sin reservas el marco de referencia estructural (Sandler, 1992). En tercer lugar, en el interior de cada cultura psicoanalítica los cambios de perspectiva se hacen a ritmos diferentes. El psicoanálisis francés ocupó tradicionalmente un lugar particular (Lebovici y Widlöcher, 1980). La oposición entre éste y la tradición británica marcó siempre al psicoanálisis internacional. Sin embargo, el interés ciente de la teoría del apego contribuyó a ampliar la brecha brech chaa y las creciente isiones epistemológicas fundamentales han comenzado o a emerem divisiones ntri nt ribu ri buci bu ción de ci gerr (Green y Stern, en prensa). Yo percibo la cont contribución Widlöcher sutil un puente dlöcher como una tentativa elegante y su uti t l de construir con onst stru st ru uir u n pu pue entre divergentes. Contrariamente tre estas tradiciones divergen n te tes. s. Con ontr on trar tr ariaa me ar ment ntt e a Green, Gre Widlöcher dlöcher no descarta a priori prio ori los lo os datos os dato os de os de observación obse ob servación relativos a la se relación ación de objeto primaria. primari riaa. Crea ri Cre reaa más re más bien bien un un espacio epistemológiepistemoló co para las realidades realidad des duales dua uale uale les de lo lo psíquico psíq ps íq quico y de lo biológico, de lo interno erno y dee lo lo observable, ob bseerv rvab able ab le, del le del amor a or primario y de la sexualidad inam fantil. proposición no til ill. Su u pro ro opo posi s ci si c ón ón n o es la de un simple isomorfismo o de dicotomías, oto omí mías a , sino as s no si no más más bien del entrelazamiento delicado de dos prop cesos os psíquicos psíq ps íqui íq uico ui coss separados que poseen el potencial, mediando la acco ción n del el desarrollo, desarrollo de engendrar nuestras realidades psicoanalíticas psicoanalíti duales.
LA COMPLEJIDAD DE LA SEXUALIDAD
En el corazón del discurso de Widlöcher encontramos la noción de que la sexualidad, tan a menudo concebida como un todo homogéneo, posee en el fondo un carácter dual, sobre todo cuando se encara desde el punto de vista de su desarrollo. Tal vez será útil referirse aquí a la nota al pie de página que Freud agregó en 1910 a los Tres ensayos de teoría sexual (Freud, 1905), nota que aclara, a mi juicio, el texto de Widlöcher de modo muy pertinente:
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La diferencia más honda entre la vida sexual de los antiguos y la nuestra reside, acaso, en el hecho de que ellos ponían el acento en la pulsión misma, mientras que nosotros lo ponemos sobre su objeto. [Y Freud prosigue:] Ellos celebraban la pulsión y estaban dispuestos a ennoblecer con ella incluso a un objeto inferior, mientras que nosotros menospreciamos el quehacer pulsional mismo y lo disculpamos sólo por las excelencias del objeto. (vol. VII, p. 136, n. 14.)
La oposición señalada por Freud, entre la tendencia que tenían “los antiguos” de celebrar la pulsión en sí misma y la glorificación similar del objeto en la tradición judeocristiana, viene a cuestionar nuestra hipótesis implícita de una fusión entre las relaciones de objeto estables, por una parte, y el desarrollo pulsional por otra. Esta nota daa erótier al pie de página de Freud implica evidentemente que una vida p.. 136] 136 3 ] no ca en la cual “el objeto sexual pasa a un segundo plano” [p. nti tigü güed gü edad ed a . La ha impedido las realizaciones excepcionales de la An Antigüedad. ta de Freud, tal como el artículo de Widlö löcher,, pr lö pres esup es upon up onen on en p ar la nota Widlöcher, presuponen para sión autoerótica y para el apego apeg go primario p im pr i ario ario recorridos rec ecor ec orri or rido ri dos de do de desarrodesar pulsión 197 976)). llo independientes (Freud, 1976). Como lo señala incluso so Widlöcher Wid dlö öch c er (1997), (1997 97), nos topamos inevitainev mente con barreras barre reerass cuando cu uan ando tratamos tra rata taamo mos de comprender la sexualisexu blemente d infantil. infantil ill. Inevitablemente Ineev In evit evit i ab able leme le ment me n e aportamos nt ap portamos nuestra percepción adulta adu dad sexu se xuaalid dad a la la experiencia e pe ex eriencia del niño. En el primer volumen de de laa sexualidad auttob obio iogr io graf gr afía af ía,, Bertrand ía Be su autobiografía, Russell (1967) escribía: qué eell amor un éxtasis tan Busqué amor, ante todo porque el amor aporta el éxtasis –un grande que yo habría a menudo sacrificado todo el resto de mi vida por algunas horas de tal gozo–. Luego busqué el amor porque el amor alivia el peso de la soledad, esa soledad tan terrible en la cual está sumido el hombre que se asoma a los bordes de la tierra y no ve más que un abismo sin fondo, glacial y vacío. Busqué el amor, en fin, porque en la unión del amor tuve una visión, una especie de miniatura mística, que prefiguraba el cielo tal como los santos y los poetas lo han imaginado [p. 3].
Mediante este recurso a una poderosa imaginería poética, Russell logra describir la utopía psicoanalítica de la genitalidad que Freud (1905) nos ha presentado, de modo más prosaico, como “la exacta coincidencia de las dos corrientes dirigidas al objeto y a la meta sexuales: la tierna y la sensual” (p. 189). Lo que resalta en el artículo de Widlöcher es que la experiencia del éxtasis no está necesariamente
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ligada a la capacidad de tener relaciones de objeto estables. Lo que es más, la experiencia clínica debería incitarnos a cuestionar el hecho de que se pueda encontrar el éxtasis en circunstancias en que, según las palabras de Freud: “la clase y el valor del objeto sexual pasan a un segundo plano” (pp. 135-136). De manera juiciosa, Widlöcher destaca en ciertas formas de patología la misma glorificación de la pulsión sexual que Freud describía como característica de la vida erótica de la Antigüedad. La distinción que Widlöcher establece entre la sexualidad infantil y la sexualidad adulta es interesante por otra razón. Demasiado a menudo, cuando estudiamos el placer erótico de la infancia, nos dejamos atrapar en el juego del adultomorfismo que combinamos con cierto reduccionismo. Consideramos el placer erótico como una exriencia reductible a su exclusiva cualidad “física”, en loss lí ím periencia límites rtíccul rt u o de máss alejados de nuestro entendimiento psicoanalítico. El art artículo dlöcher implica que este enfoque puede tener algo o de ingenuo: ing ngen Widlöcher sobrentiende rentiende que la sexualidad infantil posee pose po s e una una orientación orie or ient ie ntac nt acció ión n prop piamente portadora de verdad emocional, mente creativa, que puede ser p orta or t do ora d e ve verd rdad rd ad d emocion que e la persecución del objeto o a laa Fairbairn Fairb rb bai airn n y la la sexualidad infantil infant a la Widlöcher son medios alternativos alltern nat ativvos o a disposición dispo posición del niño para establecer lecer y mantener manteneer la la convicción conv onvicción n dee su su existencia pulsional. De ello e se sigue, asimismo, igue, asim im missmo o, y es esto to o ttiene iene ie ne mucha mucha importancia desde el punto de vistaa cl clínico, que modos clín ínic ín ico, q ic ue sii lo loss mo m dos relacionales de confirmación de tal convicción nvic iccción ciión n son on n mal mall desarrollados o llegan a derrumbarse, la conviccon ción de existir sexuales, n d e ex exis isstir deberá replegarse sobre las experiencias sexua mientras entrras que la importancia del objeto por el cual se obtiene el plap cer se borra y desaparece. Si no obstante ponemos demasiada insistencia en el desarrollo de las relaciones de objeto como requisito para la satisfacción sexual completa, evitamos tomar en cuenta que la sexualidad infantil, en tanto que es una persecución del éxtasis, puede ejercer un verdadero poder sobre el ser humano, aun si está lejos de ser dependiente de auténticas relaciones de objeto.
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LAS VICISITUDES DEL DESARROLLO DE LA SEXUALIDAD INFANTIL
Si el amor del objeto y la búsqueda del placer sexual tienen la ventaja de ser vistos como entidades independientes, y sobre este asunto estimo que Widlöcher es particularmente convincente, ¿por qué entonces persistimos en considerar como un todo estos campos separados? El argumento de Widlöcher es que la noción de a posteriori (nachträglichkeit [traducido al francés como aprés coup]) nos aporta la respuesta esperada. La experiencia del mundo objetal externo es reinterpretada en el lenguaje del placer pulsional: la búsqueda del objeto se convierte en búsqueda del placer. Esto puede parecer evidente, pero la formulación de Widlöcher aporta a este enunciado a la vez dell m munez profundidad y complejidad. Puesto que la experiencia de d do objetal es el vehículo de la sexualidad infantil, resulta iinevitable nevi ne v ta que bidireccional, instalen e relaciones causales sutiles, de carácter bidireccion nal al,, sse e ins nsta ns rápidamente mundo pidamente y que la experiencia dell m u do externo, un e xt xter erno er no, ahora no ah reinterpretada actividad autoerótica, alterar nterpretada en términos de acti tivi ti vida vi d d au da uto toer erót er ótic ót ica, ic a, vvenga enga a alte profundamente interacción actual ofundamente la interacci ión act cttual del del niño. de niño ño.. ño ofrece posibilidad de nuestros Widlöcher nos ofre rece c llaa posib bili bili bi l dad dd e aclarar otro de nuest supuestos. puestos. La fase edípica edípi picaa introduce pi int n rodu duce du cee en en el niño un cambio de orden ord cualitativo experiencia psíquica alitativo o en n llaa ex xpe peri rien ri enci en ciia ps psíq íquica que tiene del mundo porque íq porqu la utilización de l iz izac a ció ió ó n qu quee ha h a ce hace c d e la experiencia actual, en tanto que q mentalización ntaaliz liz izac acció ón del de el placer placer erótico, se vuelve súbitamente más difícil. dif Widlöcher dlöcche herr da d cuenta de este cambio mediante la instalación de la barrera rreraa de de la represión y mediante el papel del padre, padre pero es posip ble aportar otra explicación de ese mismo cambio a partir de una perspectiva centrada en el desarrollo. En cuanto a mí, yo prefiero pensar que los cambios en la maduración del aparato mental (el yo) van a permitir al niño liberarse de las limitaciones que le impone su modo dual de aprehensión de la realidad psíquica, dualidad inherente a su edad. El niño pequeño percibe la realidad externa como equivalente a la realidad interna (en el modo de la equivalencia psíquica), o también concibe la realidad interna como absolutamente independiente de lo que puede producirse en el mundo real (en el modo del “hacer como si”) (Fonagy y Target, 1996). Esta dualidad lleva a las representaciones de relaciones interpersonales a convertirse en representaciones de sexualidad infantil. Con el surgimiento de la mentalización, el niño se vuelve capaz de concebir la experiencia interna como una de las múltiples
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versiones de la realidad externa, algo a la vez semejante a lo que ocurre en el exterior y diferente. La representación interna de la experiencia deviene progresivamente más sólida y menos susceptible de ser modificada por las influencias libidinales. El modelo de Widlöcher nos esclarece acerca del hecho de que la sexualidad lleva inevitablemente consigo representaciones infantiles de relaciones de objeto, haciéndonos comprender al mismo tiempo por qué la sexualidad que encontramos en la transferencia posee un carácter infantil predominante. La noción de naturaleza dual de la realidad psíquica infantil puede ser útil para abordar las ideas de Widlöcher de otra manera. Las experiencias internas del bebé recién nacido deben ser reales (en el modo de equivalencia psíquica) o no tener ninguna relación con el mundo o de de dos de la realidad física (en el modo del “como si”). Así, el niño os que “pretende” que la silla es un tanque cesa inmediatame ment me n e de años inmediatamente ar cuando se le pregunta si el objeto que empuja hacia haaci ciaa delante delaante es de jugar unaa silla o un tanque. No puede todavía co concebir de onc n ebirr llaa id idea ea d e un unaa ssilla que tanque. misma dualidad aplica e cumpla las funciones de un tan nqu q e. e Laa mi mism ma du dual alid al idad d se ap a laa sexualidad del niño. La eexcitación puede cuyo xcit xc itac acción ssexual ex xu ual p uede d ser real, en cu caso, reconoce igual experiencia o, como Widlöcher lo re econo oce aall igua al que qu ue Ferenczi, la experien es aterradora, o bien bie en algo algo distinto, distintto, o en en el e modo del como si, es decir, de unaa experiencia experien en nci c a que q e no puede qu pue u de tener tener referencia social (el origen del autoerotismo oer erot otis ot issmo ismo o según seg egún eg ún Widlöcher). Wid idlö lö öcher). Cuando Cu uan ando do o see trata t at tr a a de de sexualidad, el niño evita generalmente el isomorfismo de emociones rfismo mo d e la las representaciones internas y externas. Las emocio sexuales uales es vividas en el modo de la equivalencia psíquica deben estae blecer un nexo directo con el objeto, lo cual, teniendo en cuenta la inmadurez del niño, no puede sino ser a la vez terrorífico e imposible. Así, en el curso de los primeros años de la vida, la sexualidad es una realidad que se vive en el modo del como si. Puede ser imaginada y es posible experimentarla, pero permanece sin nexo con el mundo real. No resulta por lo tanto sorprendente comprobar que la continuidad natural de la sexualidad infantil no es el placer genital, sino más bien la fantasía masturbatoria, como Widlöcher nos lo deja ver claramente.
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IMPLICACIONES TÉCNICAS
Nuestro empleo de la palabra mentalización es un poco diferente del uso que hacen de ella los psicoanalistas franceses (Luquet, 1987, 1988; Marty, 1991). Nosotros utilizamos este término para designar la capacidad del niño de representarse ideas y sentimientos como estados mentales (pensamientos en tanto que ideas y sentimientos) y, gracias a esta capacidad, prever y actuar a partir de las creencias y deseos acerca de sus objetos (Fonagy, 1991, 1995). La mentalización se desarrolla a partir de la integración de los modos del como si y de la equivalencia psíquica. Las experiencias de angustia vividas por el recién nacido desorganizan profundamente las primeras relaciones de objeto. El niño no puede entonces convertir las experiencias de búsqueda queda del objeto en representaciones de búsqueda del placer, pllaccer e lo quee va a empobrecer el modo de funcionamiento del como sii y a comco prometer meter el desarrollo de una completa capacidad de mentalización. men me ntal ntal alizzaci Creo eo que todos podríamos estar de acuerdo o con c n Widlöcher co Widl Wi dlöc dl öche öc herr en reconohe reco ec cer que no sirve de nada interpret interpretar tar esta est sta actividad acti ac tivi ti v da dad d sexual sex se xuall de orden ord mental, ntal, pese a su presencia indudable, in ndu d daable, mientras mieenttraas ell niño borderline no logre re establecerla en un registro registr t o mental tr menttal suficientemente suf ufficientemente separado separa del registro de la realidad externa. Laa integración de estos dos regisrea e lida ea lida dad d ex extern naa.. L in re tros, s, engranada engr g an nad da por por el ssurgimiento po urgi ur g mi gi mien en nto de una completa mentalización, mentalizaci ocasionará assio iona n ráá un na n verdadero verd ve rd dad ader e o salto en el desarrollo. Utilicemos más bien er b la transferencia tran nsfeere nsfe ns r nc n ia i para paarra reforzar el modo del como si a través de la fantasmática tasmá máti má t caa sexual ti sexual infantil. Otro o aspecto abordado por Widlöcher merece ser destacado. destacado Su artículo relega claramente las pulsiones destructivas a un segundo plano, lo que muchos psicoanalistas formados en Gran Bretaña no dejarían de cuestionar. Widlöcher sugiere que la incapacidad de arreglárselas con las tendencias agresivas es la resultante de una falta de integración en el interior de un mundo fantasmático sexual, siendo esa misma carencia la consecuencia de una pobre interacción entre la sexualidad infantil y el amor objetal. Creo que muchos de nosotros, fuertemente influidos por Bion (1962, 1977), podríamos sostener que el estado de la sexualidad infantil, disminuida a causa de experiencias precoces no “reajustadas” mediante una catexis libidinal, se explica por el hecho de que las fantasías destructivas del niño ya han dañado irremediablemente el aspecto contenedor del objeto de amor. Ello daría a la pulsión destructiva un papel primordial en el desarrollo pero reforzaría quizá demasiado el reproche irónico que
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André Green hace al psicoanálisis moderno, es decir, el de relegar constantemente la sexualidad a un lugar de menor importancia.
CONCLUSIÓN
Desearía concluir con elogios. Numerosos aspectos planteados por Widlöcher en su artículo, y que no he tratado aquí, merecerían una discusión a fondo, particularmente la noción de placer preliminar y el desprendimiento de este concepto del uso corriente, o lo que dice de la memoria y de la noción compleja del a posteriori, observaciones pertinentes y ricas en informaciones. El desafío técnico al que Widlöcher nueva dlöcher nos invita es el de tomar en cuenta toda una nue ue eva v dimensión nsión de la comprensión clínica: el desprendimiento dee llaa se ssexuax lidad orientadas ad infantil de las pulsiones con carácter maduro orie ient ie ntad nt adass hacia ad ha el objeto. El puente que ha construido eess impo importante, particularport po rtan rt ante an te,, pa te part rtic rt icu ic mente han estado demasiado nte para aquellos de nosotros qu quee ha h n es esta tado ta do ttal al vvez ez d emasia fuertemente poner acento sobre interacciones a rtemente inclinados a p on ner e eell ace ento sob en obre ob re e llas as interaccione expensas exploración penetrante pensas de una expl p oracció ón má más p eneetran trr nte del destino de las ffantasías primera infancia ías sexuales de laa pr prim imerra infa im ancciaa een n las fases más avanzadas del desarrollo. del arrollo. La llectura ectu ectu ec t ra d ell aartículo rtíc rt ícul íc u o de Widlöcher me ha inspirado la ul mayor admiración, ampliyorr ad yo adm miraaciión n, no o ssólo ó o por la profundidad de su visión, la am ól tud tamd dee ssus uss cconocimientos on onoc nocim occim mientos y su capacidad de explicarlos, sino ta bién hacia francesas, nh acia ac ia eell llector ector medio de las revistas psicoanalíticas france que parece vivacidad e pa arece poder abordar los artículos teóricos con una vivacid de espíritu y una cultura psicoanalítica que muy pocos de nosotros en Londres estamos en condiciones de poseer.
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Esta página dejada en blanco al propósito.
SEXUALIDAD Y EROTISMO. DE LA SEXUALIDAD A LA FANTASÍA Teorías sexuales infantiles: teoría, fantasma y fantasía inconsciente EDUARDO COLOMBO
...confieso que mi imaginación siempre estuvo en esto más allá de mis medios. SADE, Les Cent Vingt Journées de Sodome (Los ciento veinte [J.-J. 1967, días de Sodoma), octava jornada [J. J. Pauvert, 1967 7, to ttomo II, p. 57] INTROITO TROITO
Sexualidades, apetitos xualidades, voluptuosidad de laa ca ccarne, rne, rn e ape e, petiito pe toss concupiscibles, con co ncupiscibles, exigencias personas desenfrenadas, ncias del cuerpo. Las pers rsson onaas d e enffr es frenad enad adass, podemos leer en Ética a Nicómaco, “no bu buscan más goce, íntegramente usc scan can a m ás quee eell go g oce ce, que les llega íntegrame porr el tacto, a laa vvez que se ezz een n el beber beber eb y en el comer, así como en los qu eb llaman placeres dell am amor”. Desde man p lace la ce erees de d amor orr”.1 D esde muy antiguo la luxuriaa y la gula g serán habitualmente án ha h abi bitual allme mente ac aacopladas opladas como intemperancias del cuerpo. Siendo Sien ndo do la la sociedad so oci c ed edad androcéntrica, al menos desde la época de las primeras meras as codificaciones cod odificaciones de leyes sobre las que tenemos conocimienconocim to (códigos de Ur-Nammu [2112-2095 a. C.], Lipit-Ishtar [1934-1924 a. C.], Hammurabi de Babilonia [hacia 1760 a. C.]), y siendo el poder político patriarcal, el cristianismo no tuvo necesidad de inventar la represión de la sexualidad, sino que le ha dado a las reglas restrictivas su propia justificación trascendental para hacer pesar sobre Occidente durante dieciocho siglos el “rechazo del placer”.2 El “sexo” normado en la institución del matrimonio –mal menor para reducir la concupiscencia– permitirá a san Jerónimo (347-419) afirmar: “Adúl-
Aristóteles, Ética a Nicómaco, III, 13, 1 118 a, b. Jacques Le Goff, “Le refus du plaisir” en L’imaginaire médiéval, París, Gallimard, 1985, p. 136. 1
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tero es también el enamorado demasiado ardiente con su mujer.” La mancha del placer transforma al amor conyugal en fornicación. Rebelde, el Hombre debe “ser castigado con una justa sentencia de muerte”.3 Corrompido por la desobediencia, debe “sufrir en sus miembros todas las sublevaciones de la concupiscencia y tender sus manos a los lazos de la muerte. Culpable y castigado, los seres que nacen de él, los engendra tributarios del pecado y de la muerte”,4 escribe san Agustín (354-430) en La ciudad de Dios. La desobediencia reúne “sexualidad” y muerte en lo imaginario cristiano. ¿La sexualidad humana es tributaria de una ley, de una convención de interdicción, algún pacto primordial de renunciamiento? El poder –el poder de dominar– y la sexualidad se encuentran. ¿Está “sometido” el deseo a la voluntad del Padre, del Príncipe, del Estado? y, sanción, amenaza (¿de castración?), ¿de qué sexualidad estamos essta tam m Ley, blando? Una larga historia social, institucional, discursiva,, ha consco hablando? ido a la “sexualidad”. ¿Fuerza oscura de la materiaa viviente viv ivieent nte que q truido hayy que canalizar, domar, renunciar a satisf satisfacer desviándola de sfac sf a er d esvi es vián vi ándo án dola do la d e ssu u fin sexual? ual? ¿O bien fantasía, deseo, representación? rep pre r se sentac ació ac ión? ió n? Seguramente Seg egur uram ur mente las dos vertientes tientes de lo sexual, la biológica biol ológ óg gicca y laa mental men nta t l o intencional, i tencional, se artiin a culan. puede biológico an. Pero ¿cómo pu p edee un ssistema issteema b ioló ógico tener propiedades propieda semánticas? mánticas? La episteme m de me d nuestra nue uest stra st raa época épo p ca reconoce, reconoce, con razón o sin ella, una u interdicción intercamerd rdic rd icci ic ciión en en el origen ori rige ige g n de la cultura. Lévi-Strauss sitúa el interc bio en base incesto n la b ase de llas as as iinstituciones nstituciones sociales, pero la prohibición del inc es la gran grran n distribuidora dis istr t ibuidora de los efectos del intercambio. El nexo de tr reciprocidad expresa iproc ocid oc idad que funda la relación global del intercambio se expr id en el matrimonio, no obstante que el vínculo no se establece entre un hombre y una mujer, sino “entre dos grupos de hombres, y la mujer figura ahí como uno de los objetos del intercambio, y no como uno de los ‘socios’ entre los cuales dicho intercambio tiene lugar” el acto social. Porque la situación inicial de todo intercambio “incluye a las mujeres en el número de los objetos sobre los cuales tratan las transacciones entre los hombres”.5
San Agustín, La ciudad de Dios, libro XIII, 1. Ibid., XIII, 3. 5 Claude Lévi-Strauss: Les structures élémentaires de la parenté (Las estructuras elementales del parentesco), Mouton, París-La Haya, 1967, pp. 135-136. 3
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Para Freud, la primera fase de la cultura, que implica la interdicción de la elección incestuosa de objeto, constituye tal vez “la mutilación más tajante que ha experimentado la vida amorosa de los seres humanos en el curso de las épocas”.6 La banda fraternal se vio obligada, para mantener la asociación, a impedir a cada uno de sus miembros hacer lo que el padre suprimido había impedido en otro tiempo. Así, los hermanos, “si querían vivir juntos, no les quedó otra alternativa” (vol. XIII, p. 146): erigir la prohibición del incesto. Pero la conciencia de su culpabilidad conduce a los hijos a acompañar en su despedida del poder al padre ofendido prorrogando ese poder, obligándose a una “obediencia de efecto retardado”. Restablecido en sus derechos, después de haber sido derrocado, el padre “se venga cruelmente de su derrota de antaño y ejerce una autoridad que nadie osa discutir”.7 Mito fundadorr en una sociedad androcéntrica, la “ley de el pa p d del padre” plica y justifica la normatividad edípica del inconsciente. inconscien ente en te. “El te “E prínp explica cipe padre primera e se llama Landesvaterr (padre del país),, y el pa adr dree es llaa pr prim imer y im máss antigua autoridad, y la única para Ell co complejo p ra el niño.” pa niño ni ño..” ño .”8 E comp mpplejo paternal pater transfiere nsfiere “el sistema patriarcal patriarca call all Estado”. Estad ad do” o”. Por supuesto, la filosofía filosoffíaa política pol olít ol ític ít icaa del Poder ic Pode der no se reduce a la funf ción n simbólica del padre, pad adrre,, pero pe siendo pe sie iend ie nd do la la sociedad un conjunto instiin tuido reglas, de tradiciones, de simbólicos, el do de reg eg glaas, d e tr trad adic ad icio ic i ne io nes, s, d e mitos, de valores simbólicos imaginario social ag gin inar ario io so ocia ocia iall reproduce repr re epr prod odu od uce en la alquimia del inconsciente indiviind dual claves al llos os ssistemas isste t maas cl cla aves de su institución: la jerarquía de los sexos y la obediencia edienc ncia nc iaa a las a normas establecidas. Tomada social-históToma mad ma da en el campo de fuerzas de la institución de lo social-hi rico, la sexualidad se construye como tal, a la vez que participa, desfuncionalizada, en la erotización del mundo. 6 S. Freud, La malaise dans la culture (Das Unbehagen in der Kultur [1929-1930]), Œuvres complètes, vol. XVIII. París, PUF, 1994, p. 290. [El malestar en la cultura], vol. XXI, p. 101). 7 S. Freud, Totem et Tabou. P. B. Payot, París, 1972, p. 172. (Œuvres complètes, op. cit, vol. XI, p. 370). (Totem und Tabu [Tótem y tabú, vol. XIII]). 8 S. Freud, L’interprétation des rêves (Über den Traum [La interpretación de los sueños, vol. IV, p. 230, n. 46]). París, PUF, 1971, p. 192. (Llamada número 2 de la página 191.) Nota: El mito fundacional no debe ser visto como el origen temporal de un tipo de institucionalización particular. El “nacimiento” de las instituciones elementales de la sociedad es, en general, inasignable y heteróclito. El mito fundacional es una estructura simbólica actual y actuante que tiene la función de dar sentido y de explicar a las instituciones existentes remitiendo a los “tiempos originales” la justificación sagrada de lo que es.
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LOS CAMINOS DE LA SEXUALIDAD
En las altas montañas de Yongning habitan los na. “Todavía hoy, mujeres y hombres de esta etnia pueden mantener libremente relaciones sexuales con varias personas y cambiar de pareja a su gusto.”9 Sobre la procreación los aldeanos cuentan: “Hace mucho tiempo, ponerse en la quebrada de la montaña abriendo la vagina para que entrara el viento bastaba para que las mujeres quedaran encintas.”10 Los hombres pasan como el viento... y es siempre difícil seguir la huella del pájaro en el cielo, la serpiente sobre el roquedal y el hombre en la mujer. Un paciente, primogénito, hijo de médicos y médico también, situaba entre los tres y los seis años, entre el nacimiento de un hermasex exu u no y el de una hermana, el siguiente recuerdo (fantasía-teoría sexual): madr d e –en en el momento del nacimiento, la partera, su padre (el médico) y su ma madre enccer erra rarron ra n en una u esa época los alumbramientos se atendían a domicilio– se encerraron habitación Condensación itación llevando con ellos una gran jeringa (¿enema?)... (¿e ¿ nema ma?) ma ?).... C ?) onde on dens de nsaac ns de la procreación y el alumbramiento, alumbramien e to en to,, dee la la vagina vagi va gina gi na y el el ano, de la penetración netración y la expulsión. Bachelard, en La psychanalyse psyychan an nalysse du u feu, feu, cita citta la ci la teoría sexual científica científ del doctor Pierre-Jean Fabre, creía que semePierre-Jeean a F ab bre re, quee cr reí eíaa q ue el semen “es uno y sem jante te en todas tod das as sus su us partes”, par arte tes” te s”,, pero s” p ro en pe en la matriz se divide en dos: Y ess laa parte part pa rtte del deel se ssemen m n que saldría del lado derecho, que es la parte del me rpo más más cálida cál álid id da y vigorosa y mantendrá la fuerza y el vigor y el calor del cuerpo semen, dee donde saldrá un macho; y la otra parte, men d parte por haber salido del lado l izquierdo, que es la parte más fría del cuerpo humano, recibirá cualidades frías, que habrán de disminuir y aminorar el vigor del semen, y de ahí saldrá la hembra, que sin embargo en su primera fuente era completamente macho.11
Cai Hua, Une société sans père ni mari. Les Na de Chine, París, PUF, 1997, p. 14. Ibid., p. 95. 11 Jean-Pierre Fabre, L’abrégé des secrets chimiques, París, 1636, p. 374, citado por Gaston Bachelard, La psychanalyse du feu, París, Gallimard, 1949, p. 88. J.-P. Fabre (1588-1658) hizo sus estudios de medicina en la facultad de Montpellier y desarrolló una filosofía de la naturaleza inspirada en Paracelso; se volvió célebre como especialista en la peste y obtuvo el puesto de médico particular del rey Luis XIII. Tradicionalmente, con posterioridad a los pitagóricos, el costado derecho se asocia al carácter macho (y cálido, perfecto e impar), y el costado izquierdo al carácter hembra (y frío, imperfecto y par). 9
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(Esta idea del semen “uno y semejante en todas sus partes” tiene algo así como un aire de familia con la siguiente: “la libido es regularmente, y con arreglo a la ley, de naturaleza masculina, ya se presente en el hombre o en la mujer...” Véase Tres ensayos de teoría sexual, vol. VII, p. 200.) Un mito, una fantasía-teoría-sexual, una teoría científica, tres maneras de conocer-explicar el mundo que anudan entre sí, tal vez, un lazo oculto en la dimensión constructiva de lo mental. ¿En qué sentido se puede decir que estas tres formas de “conocimiento” son sexuales? ¿Porque hablan de sexo, de penetración, de semen? ¿Es decir, por su contenido semántico o proposicional? ¿O porque detrás de ellas se oculta un deseo sexual infantil y reprimido, una fantasía erotizada? Primero unas palabras sobre el contenido proposicional. “Se “S Se creec cr sex e u ría que no puede dar lugar a dudas qué ha de entenderse porr ‘s ‘sexual’. ien, ante todo, lo sexual es lo indecoroso, aquello d e lo q ue no Y bien, de que estáá permitido hablar”, se preguntaba Freud Freu eud en 1916, eu 191 916, 6, pero per e o hoy, ho en los primeros días del siglo XXI, la sex sexualidad e ua ex ualidaad –o más más bien bien n el discurso discu sobre re la sexualidad, la “puesta “puest staa en n discurso” discu urso” rsso”” del del sexo– sexo– se ha converticonve do en un lugar común, pú público Sólo úbl bliico o y trivial. trriv i ial. S ólo los l s márgenes –un cierto lo cie erotismo tismo y la pornografía– pornog og afíaa– og ogra a– siguen sigue en siendo sien si endo en d “indecentes”, aun si hacer ha referencia erencia a ellos ell l os os no no está está ya ya “prohibido”. “pro “p roh ro hibido”. Ello no impide, sin embaremb go, que q e “no qu “n no es es fácil fáccill indicar indic ndic nd icaar el contenido del concepto ‘sexual’”.12 La construcción nstrrucci uccci ción ó de ón de esta estta es ta noción n que liga la emoción, el deseo, el acoplaacop miento, ento o, el el placer pla lace c r y la reproducción, así como el reconocimiento de la diferencia diferrencia en de los sexos –de lo igual y de lo diferente–, diferente– acompaña acompañ a la humanidad desde la hominización y la fabricación de utensilios, a través de la construcción de un orden social y de un orden simbólico (alianza, prohibición, exogamia), hasta nuestros días. La noción de lo “sexual” en el sentido moderno se debe a la larga historia de su construcción, pero incluso las palabras, tan habituales para nosotros, que designan su contenido semántico, son recientes. En la lengua francesa la palabra sexo es rara antes del siglo XVI: la etimología de la palabra latina, discutida, ha sido relacionada con secare, “cortar, dividir”. Sexus designa “el hecho de ser macho o hembra” y es un término que va siempre acompañado de los adjetivos 12 S. Freud, Introduction à la psychanalyse (1916-1917), P. B. París, Payot, 1961. § 20. “La vie sexuelle de l’homme”, p. 283 (“La vida sexual del hombre” [Conferencias de introducción al psicoanálisis, vol, XVI, p. 277]).
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virilis o muliebris. El adjetivo sex-ual es en francés una adopción bastante tardía (1742) del bajo latín sexualis, “del sexo femenino”. El adjetivo califica habitualmente lo que concierne a las diferencias y los comportamientos ligados al sexo (1789). Sexualidad designa en biología el carácter de lo que es sexuado (1838). La palabra tomó el sentido corriente de “vida sexual” a fines del siglo XIX: la sexualidad.13 Pero es en el primer cuarto del siglo XX cuando, con la difusión de las teorías psicoanalíticas en las ciencias humanas, y por ende en la cultura general, el concepto de sexualidad adquiere la extensión actual, que designa una serie de excitaciones y de actividades, presentes desde la infancia, que procuran un placer independiente del ejercicio de una función biológica y que se encuentran en calidad de componentes, reunidos o aislados, en el comportamiento erótico, consciente o inconsciente, nsciente, llamado normal, de los seres humanos adultos. No queremos con este último párrafo intentar una definición defin nicció i n de la sexualidad, exualidad, sino sólo dar una aproximación descriptiva descript ptiv pt ivaa dee lo iv lo que q se comprende como sexual entre la mayoría mayo orí ría de nuestros nue uest sttro os contempocont co nteem nt ráneos de psicoanalítica de eos “letrados”. La construcción ón n d e la noción noc oció ión ió n ps psi ic icoanalítica sexualidad, ualidad, su extensión más áss allá all l á del del deseo de eseeo sexual sexu xual adulto, de la excixu e tación genitales ión de los órganos ge g niita t les y dee los comportamientos comp omportamientos ligados a la copulación pulación y a la reproducción repro re oduc oduc ucci c ón (es (ess decir, dec ecir, el reconocimiento de un contenido sexual formas de ntenido se exu x al en n la lass fo orm rmas ass d e placer –o de “sufrimiento”– no discernibles aphrodisia cer erni er nibl ni blles een ble n lo loss ap aphr h oddisia de los griegos, ni en la impudicitiaa de los hr romanos, mano nos, no s, ni ni en n la la mollities, mollities, ni en la fornicatioo cristiana, ni siquiera en 14 los arcanarum ha sido una empresa fundamental para arcaanaaru rum m libidinum), li par la comprensión mpreensión del psiquismo humano. humano ¿Cómo identificar un “deseo sexual” causalmente pertinente en comportamientos tan alejados como la succión del lactante, la ternura fraternal o amistosa, la obstinación del investigador, o el placer experimentado en la resolución de un problema matemático? Para llegar ahí, Freud analiza primero tres campos: 1) Las “aberraciones sexuales” que abren los Tres ensayos de teoría sexual (1905) y que llevan a la conclusión siguiente: “se nos impuso este punto de vista: la Le Robert, Dictionnaire historique de la langue française, París, 1994. Nota: la aphrodisia hace referencia a los “placeres del amor” o “actos de la carne”. Impudicitia era la pasividad en el hombre romano. La mollities abarca todas las formas de la pasividad, feminizantes para el hombre, y designa la masturbación en el neolatín. Arcanorum libidinum son los “deseos secretos” de Tiberio, según el relato de Suetonio. Fornicatio: de fornix, “habitación de prostituta”. 13
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disposición a las perversiones es la disposición originaria y universal de la pulsión sexual de los seres humanos, y a partir de ella […], se desarrolla en el curso de la maduración la conducta sexual normal”.15 2) La neurosis histérica: Justamente la sintomatología de la histeria nos llevó a comprender que a los órganos del cuerpo ha de reconocérseles, además de su papel funcional, una significación sexual –erógena–, y son perturbados en el cumplimiento de aquella primera misión cuando la última los reclama con exceso.16
3) La sexualidad infantil: da llaa vvida El mamar el pecho materno pasa a ser el punto de partida de toda ual [...] Incluye el pecho materno como primer objeto de la pulsi ión sex sexual pulsión sexual; obje jeto je to p ara ttodo ar no puedo darles una idea de la importancia de este primer ob objeto para azgo posterior de objeto, ni de los profundo do os efecto toss qu to que, e een e, n sus su u m ud hallazgo profundos efectos mudanbree lo br los má máss di d stan stan ante tess ám te ámb bi de n bitos zas y sustituciones, sigue ejerciendo sobr sobre distantes ámbitos nuestra vida anímica.17
Freud escribe en n un un texto teextto de 1922 192 22 que: que: p eciiso ec o am mpl plia iarr el cconcepto ia o ce on epto de lo sexual para que abarcase algo más que Fue pr preciso ampliar spir iracció ir irac ión n a la u niión de dos sexos en el acto sexual o la producción de la aspiración unión ermin inad in adas ad ass ssensaciones ensaciones placenteras en los genitales.18 determinadas
Y agrega, algunas líneas más adelante, que haber reconocido “el error de sobrestimar en mucho la seducción como fuente de las manifestaciones sexuales infantiles” le permitió ver “la extraordinaria importancia que la actividad fantaseadora [actividad fantasmática] tiene en la vida anímica de los neuróticos”.19 Pero, para poder ampliar la
15 S. Freud, Trois essais sur la théorie sexuelle (Drei Abgandlungen zur Sexualitheorie [Tres ensayos de teoría sexual, vol. VII, p. 211]), París, Gallimard, 1987, p. 179. 16 S. Freud, Conferencias de introducción al psicoanálisis, op. cit., pp. 281-282. 17 Ibid., p. 287. 18 S. Freud, “Psychanalyse” (“Psicoanálisis”) y “Théorie de la libido” (“Teoría de la libido”). Œuvres complètes, op. cit., vol. XVI, p. 193. (Dos artículos de enciclopedia: “Psicoanálisis” y “Teoría de la libido”, vol. XVIII, p. 240.) 19 Ibid. (El error de apreciación es explícitamente reconocido desde 1905. Cf., por
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noción de lo sexual, Freud debía vencer las dificultades intrínsecas de la “doctrina de las pulsiones”, que lo obligaban a “buscar apuntalamiento en la biología”.20 La elaboración del concepto de libido ha suministrado el nexo necesario para unificar –tras las formas dispares de los contenidos semánticos y de los afectos y comportamientos– esa sexualidad “desfuncionalizada”21 propia del ser humano. La libido es una cantidad de energía cualitativamente sexual postulada por Freud como sustrato de las transformaciones de la pulsión sexual, que puede cambiar su objeto, su fin y su fuente y seguir siendo tal cual es. La noción de libido introduce un ligero desfase entre “el ser” de la pulsión y “su” energía, adquiere una cierta independencia semántica y es ella la que mantiene la identidad, o más bien la dad, d 22 de la pulsión sexual. ipsidad, “En tanto que la pulsión sexual se sitúa en el límite somato to-p to -psíq -p somato-psíquimoss leer mo le er en el co, la libido designa su aspecto psíquico”, podemo podemos Vocabulaire pluma de Freud palabra abulairee de Laplanche y Pontalis. Por la p lumaa d e Fr Freu eud eu d laa p al ala libido (en doo es utilizada originariamente (e en el e Manuscrito Manu Ma nusccri nu rito too E, E, sin sin fecha, fecha, pero p situado o de afecto psíuado hacia junio de 1894)) en en ell sentido sen nti t do do de de deseo de quico; co; escribe: “una tensión ón n sexual sex xua uall despierta d sp de pie iertaa libido libido psíquica, que luel go lleva al coito”.23 P Probablemente ro oba babl blemen bl nte llaa caracterización caracterización más amplia de ca libido consecuencia, podemos do –y, en n co ons nseecue uenc ncia nc iaa, de d llaa eextensión xtensión de la sexualidad– podem encontrarla Psychologie (Massenpsychologie co ont ntra rarl ra rlaa en rl n Ps Psyc y ho yc holo logi lo giee ddes gi es masses et analyse du moi (Massenpsychol und Ich-Analyse 86]), d Ic chh-An An nal a ys y e [[Psicología P iccología de las masas y análisis del yo, vol. XVIII, p. 86 Ps aparecido 1921: arecid i o en id n1 921:
ejemplo, Mes vues sur le rôle de la sexualité dans l’éthologie des névroses [Mis puntos de vista sobre el papel de la sexualidad en la etología de las neurosis]. 20 Ibid., p. 253. 21 Desfuncionalizar: neologismo construido con el prefijo des-, que significa la acción de quitar, de retirar o de deshacer. Desfuncionalizar, entonces, significa quitar la función primaria (etiológica o “natural”) al sistema, mecanismo o relación de referencia. (Véase más adelante en el texto.) 22 Si se quisiera profundizar la problemática, cf. P. Ricœur, diferencia entre la mismidad [identidad-idem] y la ipsidad [identidad-ipsé]. Soi-même comme un autre (Sí mismo como otro), París, Seuil, 1990. 23 S. Freud, La naissance de la psychanalyse (Aus den Anfängen der Psychoanalyse), París, PUF, 1979, p. 83 [Los orígenes del psicoanálisis (correspondencia con Fliess), vol. I, p. 232].
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Libido es una expresión tomada de la doctrina de la afectividad. Llamamos así a la energía, considerada como magnitud cuantitativa –aunque por ahora no medible–, de aquellas pulsiones que tienen que ver con todo lo que puede sintetizarse como “amor”.
El núcleo es “el amor cuya meta es la unión sexual”. Pero nosotros no lo separamos del amor de sí mismo, “el amor filial y el amor a los hijos, la amistad y el amor a la humanidad; tampoco la consagración a objetos concretos y a ideas abstractas”.24 El año siguiente, 1922, en un artículo para una “enciclopedia de la sexología humana”, ya citado, Freud recuerda el abandono de la anterior oposición entre las pulsiones que sirven a la obtención del placer sexual y las otras que tienen por fin la autoconservación del ividuo. Al principio había un par contrapuesto: de un lad ad do “el individuo. lado or”, del otro “el hambre”. Pero, haciendo camino, ha sid do ne n ce amor”, sido necesatermin nan por por reconrec rio reconocer que los “apetitos concupiscibles” terminan arse en su sustrato “energético”: “las pulsi sion si o es d e autoconservación auto au toco to cons co nser ns erva er vac va ciliarse pulsiones de n de naturaleza libidinosa”. Y la lib b id d o de d e las as p ulsiones ul l eran libido pulsiones de oconservación va a denominarse denomi mina naarsse libido liibido narcisista. narrciisiista.25 autoconservación necesida daad de dell co onflict cto ct o como co d la Sin embargo, la necesidad conflicto fuente y razón de ámica mental permanece, pe erm rman anec an ecce, y laa sexualización seexu xual a ización de las tendencias del al dinámica desplazar aráá al conflicto ar con nfl flic icto ic to o hacia hac acia iaa otros otros niveles, por ejemplo, hacia el yo desplazará ago g ni nism sm mo postulado post po stul st ulad ul ado ad do entre en ntre el yo en tanto que ser individual e in antagonismo indendie i ntte, ie e, y ell yoo cconsiderado onsiderado como miembro de una serie de ge pendiente, geneionees. Tal Taal conflicto co raciones. nace de las condiciones creadas en la vida del m no por “el desarrollo excesivo de su libido [y] la riqueza y la ma ser huma humano variedad de su vida psíquica que son su consecuencia”.26 Privilegio del ser humano, ese conflicto lo expone a la neurosis y lo aleja de la bestia, contrariamente a lo que pensaba Aristóteles. Se ha podido imaginar entonces que el narcisismo era el estado originario (¿de la psique, del cuerpo, del yo?) de donde el amor de los objetos salía ulteriormente, y que algunas tendencias sexuales recibían en primer lugar una satisfacción autoerótica (an-objetal). Por consiguiente, la teoría del narcisismo primario no cesará de producir lamentables malentendidos, como lo señala Daniel Widlöcher en este volumen. S. Freud, Œuvres complètes, op. cit., vol. XVI, p. 29 (vol. XVIII, p. 86). Ibid., Dos artículos de enciclopedia…, vol. XVIII, p. 252. 26 S. Freud, Conferencias de introducción al psicoanálisis, vols. XV y XVI.
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Al mismo tiempo, encontramos aquí un ejemplo, entre otros, de la fuente de los falsos problemas y de los errores a los que conduce la teoría pulsional: al postular la libido como entidad explicativa (causal) que va a investir (invertir en) o a retirarse de los objetos, separando la fuerza o la energía de los contenidos semánticos o intencionales de la psique, y dotando a la energía sexual (la libido) de una actividad autónoma, nos vemos obligados a una traducción constante entre términos categoriales diferentes; se comprende (es decir, se significa) mediante términos (signos) del nivel mental, triádico, y se explica la relación de objeto (intencional) mediante la causalidad física, no intencional, diádica. El obstáculo principal para una reducción del dominio de lo intencional al dominio anómalo minio de lo físico –señala Engel en una presentación del monismoo an anóm óm de Davidson– es el carácter “holístico” de la significación y de lo me mental, men ntal es decir, ir, el hecho de que los contenidos de significación, así como co omo los loss contenicon o t dos de actitudes proposicionales, no pueden se determinados serr dete erm rmin inad in ados ad os aaisladamenislaada is dam te, sino que deben serlo respecto de un de frases de n co cconjunto njjunto to d e fr fras ases as es o d e actitudes del que son indisociables.27
redu re duciir, en última du úllti tima ma instancia, instancia, el dominio mental ment a La tentación de reducir, biológi g co o ess muy mu uy marcada marc ma rccad da en n Freud durante la época de los Tres T lo biológico ayo y s de de teoría teorí ría sexual rí sexu se x all (1905), xu (190 (1 9 5), que retoma buen número de las ideas 90 id ensayos nten nidas id das en en el e Proyecto Prroyecto de psicología. La sexualidad infantil, desde sus contenidas merras as manifestaciones man a if ifestaciones en la época de la succión voluptuosa del primeras tantee “todavía no conoce un objeto sexual”, sexual” 28 “la pulsión sexual sex lactante, infantil no muestra al comienzo necesidad alguna”29 de objeto sexual, son frases que muestran que la sexualidad es concebida ante todo como excitación y no como deseo. Pero, ya en el Proyecto (1895), la necesidad absoluta del otro rompía el solipsismo somático. Una excitación en el propio cuerpo, “una modificación interna (manifestaciones emotivas, voces, inervaciones musculares)” no puede encontrarse suprimida sino mediante una intervención exterior “(por ejemplo, el aporte de alimento, la proximidad del objeto sexual)” que efectúe
27 Pascal Engel, “Présentation”, Actions et événements, Donald Davidson, París, 1993, p. XXII. 28 S. Freud, Tres ensayos de teoría sexual, vol. VII, pp. 165-166. 29 Ibid., p. 174.
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la acción específica necesaria. El organismo humano, en sus fases precoces, es incapaz de provocar esta acción específica sin la presencia activa del otro. Se constituye así una facilitación* –una relación de objeto, semántica o intencional, diríamos nosotros– que “cobra una función secundaria” de extrema importancia: “el entendimiento (comunicación)”. La persona compasiva que “ha ejecutado para el ser impotente la acción específica necesaria”,30 que ha permitido la experiencia de la satisfacción, es también el “objeto deseado”.31 Toda la problemática de lo mental, de lo que “sobreviene” en lo mental, se encuentra en ese pasaje de la excitación somática –emociones, afectos– al deseo, es decir, a la prefiguración mental (consciente o inconsciente) del comportamiento finalizado (con un fin) que no puede constituirse –para las “sintropías” que somos– sin la acción (intencional) del alter. Por el momento permanezcamos con Freud y retengamos to oda d todavía os. P rim en la mente dos o tres ideas fundamentales de los Tres ensayo ensayos. Primemente, la satisfacción (el placer) viene de “la estimula aci ción ón aapropiaprop pr ramente, estimulación da de la zona erógena que, de un modo u otro,, se ha ha escogido” esco es cogi co gid gi do”32 y que erógena por una de satisface ha sido constituida como erógen na p o u or na eexperiencia xper xp erie er ien ie ncia nci ia d e satis ción. “Para que repen. En palabras de Freud: “P Par a aq ue see ccree reee un una necesidad de re tirla, [producida zona a, esta satisfacción [pr pro pr oduccid da porr llaa eestimulación stimulación de la zo erógena] cualgena] tiene quee haberse hab aberrsee vivenciado viven nci ciad ado ad o antes.”33 Y según Freud cu quier er partee del deel cuerpo cu uerrpo puede pue uede de convertirse con o vertirse en una zona erógena. Otra Ot ra idea ide d a importante impo im po ort r an ante te es es la del “apoyo de la sexualidad en otras o funciones ncio one ness del del cuerpo”. de cu uer erp po”. En el origen la satisfacción sexual se confunconf de, en la la acción acci ac ción ci ó de mamar el seno, con la necesidad de nutrición, ón nutrici hasta que ta qu ue pronto la necesidad de repetición de la satisfacción sexual sex
*Facilitación (Bahnung): Utilizado por Freud al dar un modelo neurológico del funcionamiento del aparato psíquico (Esbozo de psicología científica, 1895): la excitación, para pasar de una neurona a otra, debe vencer cierta resistencia; cuando este paso implica una disminución permanente de tal resistencia, se dice que hay facilitación: la excitación escogerá la vía facilitada con preferencia a la que no lo ha sido. Sin abandonarlo, Freud apenas usa este concepto en sus trabajos metapsicológicos. Sin embargo, volvemos a encontrar el concepto de facilitación cuando, en Más allá del principio del placer (1920), se ve inducido a utilizar de nuevo un modelo fisiológico (J. Laplanche y J.-B. Pontalis, Diccionario de psicoanálisis, Barcelona, Editorial Labor, 1968, trad. del doctor Federico Cervantes). [T.] 30 S. Freud, “Proyecto de psicología”, en Los orígenes del psicoanálisis, op. cit., pp. 414. 31 Ibid., p. 376. 32 S. Freud, Tres ensayos de teoría sexual, op. cit., p. 167. 33 Ibid.
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se separa de la función corporal; pero ¿existe un amor objetal primario o es sólo sobre el objeto nutricio sobre el que se desarrollará una sexualidad endógena? Y por último, tenemos esa ganancia anexa de placer, ese plus no reductible a la desaparición de la necesidad, esa prima de placer representativa de un modo de satisfacción que escapa a la función somática y a la fijeza del objeto, fijeza que corresponde genéticamente a la función. Más tarde, cuando “los procesos de la pubertad afirman el primado de las zonas genitales”, cuando el tiempo de latencia es superado y se instala la amnesia infantil, la elección del objeto sexual restablece la relación original con el objeto y con la felicidad perdida.34 Sobre este modelo endógeno, que es el de Freud, se construyó el equívoco concerniente a la naturaleza de la sexualidad infantil. Si la odicha sexualidad infantil no era sino el esbozo premat attur u y susodicha prematuro néticamente programado de la sexualidad genital, no se ccomprenom mpr genéticamente fan antaasm má de por qué persistiría en la vida adulta como estructuraa fantasmática activa. iva.35 Pero la sexualidad infantil manifiesta mani niifi fies esta ya es ya una una primera prim pr imerra elección de im objeto apoyo cuereto desprendida de su apo p yo po y original ori r ginaal ssobre obr bre la las fu ffunciones nciones del cu po. Tal será, según Freud, d, la la primera prrim mera floración fllor oracción de la sexualidad, seguida da por el periodo do de de latencia latenciaa que lat la que ue acarreará acarreará la atenuación de los fines sexuales dará lugar ternura, es sexual les e yd ará lu luga g r a la aaparición ga p rición de una corriente de ternu pa inhibida cuanto ibi bida bi da een n cu cuan anto an to aall fi fin n sexual directo pero sin abandonarlo. La importancia porrt rtan rtan ncciia de e eeste stee momento de la vida sexual reside en el hecho de st que e “Los “L Los resultados ressul ulttados de la elección infantil de objeto se prolongan prolong hasta ta una un na época tardía; o bien se los conserva tal cual, cual o bien experiexp mentan una renovación en la época de la pubertad.”36 La sexualidad infantil deviene así un objeto de estudio privilegiado, porque conservará sus prerrogativas [sus “fueros”] (es decir que las fantasías infantiles continuarán invistiendo a [invirtiendo en] la sexualidad adulta) y porque la adquisición de la palabra va a dar al niño la capacidad de “teorizar” su propia experiencia. El dominio del lenguaje instaura al sujeto en el interior de un sistema de signos colectivo e histórico, y a partir de ahí el niño dará un sentido (una
Ibid., pp. 202-203. Cf. Daniel Widlöcher, “Amor primario y sexualidad infantil: el debate de siempre”, en este volumen. 36 S. Freud, Tres ensayos de teoría sexual, vol. VIII, p. 182. 34 35
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significación) a su sexualidad, que se constituirá como tal a partir de esa significación. Los contenidos cognoscitivos de la sexualidad infantil varían sobre una amplia escala en relación con el contexto situacional y cultural que puede estimular la “sed de saber” de cada niño; sed de saber “sexual”, puesto que es conocido que “si el propósito del educador es ahogar lo más temprano posible la aptitud de los niños para el pensar autónomo […], no puede intentar mejor camino que despistarlos en el campo sexual y amedrentarlos en el religioso”.37 En el periodo que transcurre entre, por un lado, los textos de 1907: El esclarecimiento sexual del niño, de 1908: Sobre las teorías sexuales infantiles, y de 1905: Tres ensayos de teoría sexual –habiendo aparecido la obra sobre “las investigaciones sexuales infantiles” en 1915–, y Confecias de introducción al psicoanálisiss escrita en los años 1916 y 1917, 19 917 1 la rencias nción de Freud es atraída por las “teorizaciones” que hacen hac acen los atención niños os sobre la sexualidad. El niño se vuelve “pensativo “pensativvo y perspicaz” pers pe rsspi pc cuando ando la próxima llegada de un nuevo niño niiño ñ le hace hace temer tem emer er la la pérdipé da de cuidados y de amor de sus padres, puesto que padr pa d es dr es,, pu ues esto to q ue parecería parecería que qu al compartir mpartir el amor se pierdee algo. algo al go. Freud go Freu ud piensa p en pi ensaa que que no son intereses intere teóricos ricos sino intereses prácticos p áccticoss los pr los quee ponen pone n n en movimiento la actividad niño. dad de investigación investiga g ci ga c ón en n el e niñ ño o.. Pero Per ero o el niño asume los hábitos de un verdade verdadero plantea confirmarlas deero o ““teorizador”, teo te oriz or izad ador ad orr”, p lant la n ea hipótesis e intenta confirma nt observando erv rvan ando an d y ccuestionando: do ueesttio iona nand na ndo nd o: “Mamá, ¿tú también tienes un hace-pipí?” hace-pipí 38 La palabra pal alab abra ab raa griega griieg ga theoria remite a visión, contemplación, asombro asom antee un n objeto, obje ob jeeto to, acción de examinar. Así, el niño entra en una auténaut ticaa lógica conocimienlóg gic ica del descubrimiento y construye un cuerpo de conocimi tos parcialmente actualizado en el curso de su desarrollo. La función de la teorización infantil es asegurarle al niño una cierta coherencia o concordancia aproximativa entre un lenguaje que transmite muchos contenidos que se le escapan, un “principio de realidad” que se le impone, los deseos experimentados y en parte indecodificables de los adultos, las represiones y las prohibiciones de su cultura, y su propio deseo fantasmático que, en vías de construirse, ya lo desconcierta. Como desconcierta a menudo a sus mayores. El niño construye de
S. Freud, El esclarecimiento sexual del niño (Carta abierta al doctor M. Fürst), vol. IX, pp. 119-120. 38 Ibid., p. 118. 37
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esta manera una especie de prima philosophia naturalista39 que constituye el fundamento de su conocimiento del mundo y que se va a disociar en dos partes: una racional, formal y evolutiva, ligada a la adquisición de informaciones (proceso secundario, Yo-realidad), y otra ponderada por fragmentos en las redes de la fantasía deseante (proceso primario, Yo-placer), que se mantiene personal y obstinada. Disociación que no excluye numerosas pasarelas intercomunicantes. De 1907 hasta 1917, por consiguiente, las teorías sexuales infantiles son descritas por la pluma de Freud con ligeras variaciones y con un grado creciente de complejidad pero con un mismo contenido básico. Al principio la diferencia de géneros no plantea problemas, ya que es una evidencia; sin embargo, y de manera concomitante, aparece “El supuesto de que todos los seres humanos poseen idéntimo ofo f co genital (masculino) [aquí hay un juego basado en una homo homofonía géne n r en el texto alemán: nämlichen, idéntico para los dos gé géneros; ännlichen], masculino] es la primera de las asombrosass tteorías eorí eo rías rí as sex [männlichen], sexuales infantiles, grávidas de consecuencias.”40 E En realidad n real alid al idad id ad esta est staa “primera “pri “p rim ri m teoría” curiosidad búsqueda del ría” no es el fruto de la curiosida ad o de llaa bú búsq sque sq ueda ue da d ell niño, ssino unaa creencia irreflexiva, dada como preexistente. da com om mo pr p reexi xist sten ente. Creencia en Creencia que, que a contrario géneros, será sustentada fantasía a trario de la diferencia de de géne nero ne ro os, s ser rá su ust stentada por la fantas faltaa de ser confirmada confirm mad a a por po or la realidad. reaali lida daad. d curiosidad niños desautorización La curiosi sida si idaad de d llos os n iñ iños ños sserá eráá despertada por la desautorizac er que e el ttestimonio esti es timo mo oni nio o de llos o ssentidos os e tidos inflige a su creencia. Sobre todo en el en niño “pues o vvarón, arrón n, “p “pue uees no n puede concebir un ser humano semejante a él que carezca e car rezc rez re zca de esa parte que tanto aprecia”.41 Sobre esta creencia cae zca el “complejo que, postulado también para la mujer mujer, cconcomp mpllejo mp le de castración” que ducirá a Freud a atribuir a ese momento de la vida infantil una teoría sexual común a los niños y a las niñas, que otorgará a la mujer un pene perdido o recortado “en virtud de una castración”. La preeminencia fálica asignará a la mujer “la envidia del pene” y “el individuo de sexo masculino […] deja a menudo como secuela un permanente menosprecio por el otro sexo”.42 39 Filosofía primera en el sentido de ciencia primera o, como decía Hobbes, “fundamento de todas las otras” susceptibles de ser tratadas según los procedimientos de la razón natural, más bien que en el sentido de las Meditaciones de Descartes. Cf. Zarka, “L’Étant et la represéntation: Hobbes, Descartes”, en Philosophie et politique à l’âge classique..., París, PUF, 1998. 40 S. Freud, Tres ensayos de teoría sexual, vol. VII, p. 177. 41 S. Freud, Conferencias de introducción al psicoanálisis, vol. XVI, p. 290. 42 S. Freud, Tres ensayos de teoría sexual, vol. VII, pp. 177-178, nota 37, agregada en 1920.
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Con el enigma: ¿de dónde vienen los niños?, “es este el mismo enigma que proponía la Esfinge de Tebas” –Freud no se priva de recordarlo–, con la concepción sádica del coito y el sitio corporal del alumbramiento (el ano, el ombligo, el esternón, etc.), las investigaciones y las teorías infantiles se aproximan al “principio de realidad”, son menos afectadas por la represión y, en consecuencia, resultan más accesibles a los recuerdos del adulto, salvo quizá en lo que se refiere al contenido sádico del coito, que puede sobrevivir, como las “sombras de La Odisea”, pesadamente lastrado por la fantasía inconsciente. Con posterioridad a las grandes reformulaciones y recomposiciones que siguen a la obra de Freud titulada Más allá del principio del placer, las teorías sexuales infantiles se van a convertir en las teorías psicoanalíticas re la sexualidad. sobre
LO MENTAL Y LA EROTIZACIÓN
Seráá necesario volver ahora, ahor orra, en n laa líneaa dee nuestra reflexión, a ese desfase sexualidad humana fase fundamental fundamentaal de laa se exualid idad id ad dh umana que existe entre la excie tación objeto que participa ión n somática somát átic át icaa y el ic e ob obje jeto je too q u p ue a ticipa en la acción específica. Desfase ar Desf que e nos nos conduce co ond ducce a hablar habl ha blar bl a de desfuncionalización ar n de la sexualidad. Si se se observa ob bse s rv rvaa la l sexualidad sexualidad desde el ángulo biológico o etológico, etológi se presenta instintual, prese seent nta como nta c mo un pattern co n de comportamiento llamado instintu es decir, decirr como un patrón de comportamiento orientado característicaracter co de la especie, heredado (heredado genéticamente), con un objeto-fin más o menos fijo que desencadena la acción específica en relación con un estado interno del organismo. La estructura de la acción con un fin (o comportamiento finalizado), elegida por selección natural en el curso de la evolución (es decir, no teleológica) liga al estado orgánico interno con el objeto del mundo exterior que le es específico. (Por ejemplo, un cierto nivel hormonal [estado interno] que vuelve al animal receptivo respecto de un tipo de información emanada del objeto-fin.) En el caso de la sexualidad, la función de la estructura comportamental reside en reducir la excitación mediante el acoplamiento con una persona del otro sexo.43 Para un análisis de la funcionalidad véase Joëlle Proust, Comment l’esprit vient aux bêtes, París, Gallimard, 1997, cap. III: “Intencionalité, comportement orienté et fonction”. 43
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Pero cuando llegamos a la sexualidad humana entramos en un dominio determinado por la utilización (por parte de los agentes) de un sistema de signos semántico o intencional que es la “causa”44 del comportamiento finalizado. Dicho con otras palabras, en el dominio mental es la significación lo que es causal en el comportamiento y no la estructura que canaliza la información. Por consiguiente, entonces, la sexualidad está inserta en la red intencional, y “no se puede extraer la intencionalidad, al menos no el tipo de intencionalidad que se asocia a la creencia y al deseo, de un proceso de selección biológica”.45 No se puede naturalizar la intencionalidad.46 La capacidad de adquirir un lenguaje y de atribuir actitudes proposicionales al prójimo ha sido un viraje en la evolución filogenética de los sistemas biológicos. La hominización desencadeprroc nó, probablemente a lo largo del Paleolítico medio,47 un proceso mántico dependiente de la interacción social e irreductible irreducti tibl ti ble a la bl semántico nsmisión biológica (ADN). La significación es un producto prod duc ucto to del del acto a transmisión social ial (G. H. Mead).48 Tener creencias o deseos supone sup pon o e tener tene nerr numerosas ne nume nu mero me rosa ro sas actitudes actitud proposicionales. posicionales. Como escribe escrib ibee Davidson: Daavidson o : on El carácter intrínsecamente acenarácter intrínseca ame m nt nte holístico ho o o de llas as actitudes proposicionales ac túa dramáticamente dramáticcamen am men ente tee la la distinción dist di dist stin inci in ción ci ón entre entre tener o no tener ninguna actitud acti pos osic i io ic i nal. proposicional. a: Hay ay comportamiento co ompo p rta t miento finalizado en todos los niveles de la escala animal y también tamb Nota: os robots. robot botss. En bot En “el caso más elemental... una vez lanzada la acción, el elemento blanco... blan en los ejerce físicamente un efecto apremiante sobre la trayectoria del agente”. (ibid., p. 111.) Una serie de dispositivos de corrección o “anillos de retroacción” adaptan causalmente al agente y al objeto específico. 44 Utilizo las comillas para atraer la atención sobre los problemas que plantea la causalidad mental. Cf. a este respecto Pascal Engel, “Causalité mentale et niveaux de causalité”, Revue Philosophique, enero-marzo de 1995; Donald Davidson, “Les événements mentaux”, Actions et événements, París, PUF, 1993; Vincent Descombes, “Les doctrines du matérialisme psychique”, La denrée mentale [5], París, Minuit, 1995. 45 Fred Dretske, citado por J. Proust, op. cit., p. 150. Pienso, por razones más amplias, que el esquema de Dretske no logra hacer aceptable la “naturalización” de la intencionalidad. 46 A partir de Quine, naturalizar la sexualidad es comprender o explicar en términos no semánticos cómo un sistema físico puede poseer propiedades semánticas. 47 Cf. la tesis de Georges Guille-Escuret, que sitúa el umbral de la historia de la humanidad a partir de la invención del “modo de producción Levallois” [musteriense]: Le décalage humain. Le fait social dans l’évolution, París, Kimé, 1994. 48 L’Esprit, le soi et la société, París, PUF, 1963.
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Y agrega: No sólo cada creencia tiene necesidad de todo un mundo de creencias diferentes para poseer un contenido y una identidad, sino que también toda otra actitud proposicional singular depende de un mundo semejante de creencias [...] Yo daría por lo tanto a las actitudes proposicionales el nombre de “pensamientos”.49
Si hablamos de actitudes proposicionales (Bertrand Russell) es para destacar el hecho de que los deseos, como las creencias, tienen un contenido semántico o intencional expresado por la frase “x desea/ cree (que) p”. Se podría decir que las actitudes proposicionales recubren, sin adherirse a ellas, las clásicas “relaciones de objeto”.50 nsar en términos de actitud proposicional nos ahorra el deslizadesl de s sl Pensar ento habitual entre sustantivoo y verbo. Deslizamiento quee “s “se vvale miento element nto nt o del del lengualeeng del permiso gramatical según el cual cualquier elemento acaaso s ‘el beber’, beb eber er’, er ’ ‘lo lo bello’?” bel ello lo’ 51 lo je puede ser nominalizado: ¿no se dice acaso Cuando nominalizamos el verbo o te tenemo moss te mo tend nden nd enci en ciaa a busca ci tenemos tendencia buscar la tanciaa detrás del sustantivo..52 S eciimo m s:: ““Edipo Ed Edip dip ipo d esea”, es evid sustancia Sii d decimos: desea”, evidencomp mp pletaa debe deb be serr “Edipo “Edi “E dipo desea xx” (siendo x = te que la proposición completa e su madre se conv nvie nv nvie ierrtaa en en su mu muje jeer / que su madre se acueste ccon que convierta mujer m j r de je d L ayo ay o see aacueste cu cue ueste con él / que Layo muera por sus él / que la mu mujer Layo noss / que no que Layo L yo muera La mue uera r por manos de Edipo), relación triádica, ra triád manos enccio onaal o dee ssignificación. i nificación. El verbo designa un proceso o u ig intencional una ión. acción. Deci imos también: “el deseo de Edipo”. Edipo” La distinción morfológica morfológ Decimos entre los verbos y los nombres es de entrada evidente, pero un mismo término, referencia o designación puede ser considerado como “sustancia” (como sustantivo) o como acción (como verbo): amor/
49 Donald Davidson, Animaux rationnels, en Paradoxes de l’irrationalité, Combas, Éd. de l’Éclat, 1991, p. 67. 50 “Si existe una actividad fantasmática primaria, ella plantea inmediatamente la existencia del objeto como predicado del deseo”, D. Widlöcher, “Amor primario y sexualidad infantil”. 51 Paul Ricœur, op. cit., p. 12. 52 “Estamos en presencia de una de las principales causas de la confusión filosófica: intentar, detrás del sustantivo, encontrar la sustancia”, Wittgenstein, Le cahier bleu (25). [El cuadeno azul].
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amar, deseo/desear. Al tratar el deseo como sustantivo perdemos de vista el objeto, que se vuelve evanescente, inexistente; el deseo aparece como un atributo de Edipo, como la nariz o la digestión de Edipo: relación diádica, natural, no intencional. Al pasar de un predicado verbal a una predicación nominal se pierde el carácter trino (triádico), intencional o de significación, del acto mental. Dicho esto, ¿cómo entra la sexualidad en la red de la significación o de la intencionalidad humana? El deseo, y el deseo sexual en particular, la libido psíquica, contendrá la fuerza, la dinámica, el movimiento, inscrito en la organización de un guión fantasmático. Ya Aristóteles reconocía en el alma “un solo principio motor, la facultad deseante”.53 E incluso Descartes hacía del deseo una pasión del alma causada por Fre reu los movimientos del cuerpo (“por los espíritus animales”).54 Freud, onstruir un modelo que se convirtió en canónico, apoyará apoyaará el deal construir seo sobre las primeras “experiencias de satisfacción”. Se podría así postular un modelo heurístico heurí ríst rí s ico del del origen orig or igen ig en de de la psip quee en una primera relación soma/mundo, soma/m /mun /m undo, relación un rel elac ació ac ió ón marcada m rcada ma d por los estados dos afectivos o emocioness55 directamente dire di r ct ctamen cta ntee observables observvabl bles en las modifimod caciones iones somáticas y comportamentales compo po ortam men ntaless del del ser vivo. Los estados internos nos del organismo mo han mo han n sido sido ligados liiga gado doss o correlacionados por selecdo sel ción n natural al con con o los loss objetos objjet etos o del os dell mundo, mundo, correlación que constituye constitu la estructura sttru ruct ctur ct urra de la u la acción acci ac ción ci ón específica. específica. Sin n demasiada dema de m si s ad adaa distorsión, d storsión, podemos asimilar los estados de plenidi ple tud y dee tranquilidad tra ranq n uiilidad al placer y los estados de excitación y de inquienq inqu tud al displacer. disp di spllacer Por ejemplo, sp ejemplo el nexo oral fundamental con el alimenalim
53 “En efecto, lo deseable mueve, y por eso el pensamiento mueve, puesto que su principio es lo deseable. Asimismo, la imaginación, cuando impulsa, no lo hace sin el deseo. ”No hay así más que un solo principio motor, la facultad deseante. [...] Pero en realidad el intelecto no mueve manifiestamente sin el deseo. [...] El deseo, al contrario, puede impulsar fuera de todo razonamiento, porque el apetito es una suerte de deseo” (Aristóteles, Del alma, 433a, 20, 25). 54 René Descartes, Les passions de l’âme (Las pasiones del alma), 1a. parte, art. X; 2a. parte, art. LXXXVI, París, Vrin, 1986, vol. XI. 55 Estados emocionales que serían del orden de las “emociones primarias”, según A. Damasio: “Las emociones primarias (es decir, innatas, preprogramadas, jamesianas) dependen de circuitos neuronales pertenecientes al sistema límbico, en cuyo seno la amígdala y el córtex anterior juegan el papel más importante” (L’erreur de Descartes), París, Odille Jacob, 1995, p. 177).
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to establece una correlación de valor:56 incorporación = bueno para sí = estado de placer / estado de displacer = malo para sí = rechazo. Una primera discriminación se producirá entre sí y no-sí. Esta discriminación está ante todo ligada a la capacidad de explotar de modo sensorial o perceptual las informaciones del mundo y de desplazarse en el espacio. En esta perspectiva, la información no debe ser vista como una indicación o una instrucción que el mundo da al organismo sino más bien como una covarianza entre el estado interior y el entorno, producto de la variabilidad de la población a que el organismo pertenece y de la selección natural. (“La evolución opera por selección y no por instrucciones. No hay causas finales, no hay teleología que guía el proceso global; las respuestas sobrevienen a posteriori en cada caso.”)57 Agreguemos que, como observa Joëlle Proust, a este nivel de lisis las competencias perceptivas son anteriores a toda interv ven nci c análisis intervención no tiene tie de conceptos o de creencias. “El sí/no-sí de la percepción no da que ver con el sí/no-sí de la identidad persona al, aaunque un nqu que la nada personal, 5 primera Para mera oposición forma la condición de la l segunda.” seg gun unda da.” da .”58 P araa ttener ar en una representación “objetiva” o un cconocimiento reflexivo del mundo o oc on ocim mie ient nto nt o re refl f ex exivo od el mun se necesita capacidad distinguir experiencia ecesita otra cosa más: la ca capa p ci pa cid dad d ist stin ngui guir ir entre la experien y el objeto de la experienci experiencia. Pero esto dimensión ciaa. P ci ero er o ccon on es est to lllegamos legamos a la dimensi humana mental, donde mana de lo men ntal tal, d on nde la ccondición ondi on dición del lenguajee permite la di distinción creencia inción “entre “en en ntr tre creer cree eerr que qu ue p y ccreer r er que se cree que p. Esta creen re es una propósito consecuencia na ccreencia re een nciia a pr prop o ós op ósito de una creencia, y en consecuen requiere concepto universo uieeree eell co conc nccep pto de creencia”.59 Estamos así en un unive 56 Valor en un sentido biológico-evolutivo, no teleológico. Un valor en la hipótesis evolucionista es un rasgo seleccionado por su superioridad adaptativa; por ejemplo, “es mejor” tener una visión central de la luz que una visión periférica. Si seguimos la teorización de Edelman, hay dos tipos principales de sistemas diferenciables en el sistema nervioso: 1) Uno formado por el tronco cerebral y el sistema límbico (hedonista), encargado de funciones corporales internas (el apetito, la sexualidad, la defensa orgánica). Seleccionado en el curso de la evolución, expresa los “valores” que están atados a los órganos, al sistema endocrino y al sistema neurovegetativo. 2) Otro es el sistema tálamocortical; el tálamo se encarga de encaminar las señales sensoriales hacia el córtex. El córtex se ocupa de la categorización del mundo. El ser, en el sentido biológico, corresponde a los sistemas homeostáticos internos, y el no-ser a las señales del mundo exterior; el ser –y no el yo humano– nace de la interacción de los sistemas límbico y cortical. Los sistemas relativos al mundo exterior son estrictamente corticales. Cf. Gerald M. Edelman, Biologie de la conscience, París, Odille Jacob, 1992, caps. 8 y 11, passim. 57 Ibid., p. 100. 58 Joëlle Proust, Comment l’esprit vient aux bêtes, op. cit., p. 301. 59 Donald Davidson, Paradoxes de l’irrationalité, op. cit., p. 71.
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semántico intencional, extrabiológico, dependiente de la construcción social de un sistema de signos simbólico. En este pasaje del nivel biológico al nivel semántico de las actitudes proposicionales, la sexualidad ha perdido el objeto-fin de la acción específica para ir a erotizar, en la elección, cualquier relación de objeto intencional o de significación. La sexualidad, como estado interno del organismo –excitación, emoción, afecto– dependiente del sistema hedonístico (límbico), se integra en la psique humana ligándose con un objeto indeterminado, no programado: variabilidad en cuanto a la elección de objeto (perversiones), variabilidad en los caminos de aproximación al objeto (detenciones en el camino que devienen fines o metas), desplazamientos que velan el deseo sexual mismo, sublimación. El placer se ependiza de toda función biológica. La fantasía es la gran organizaorggan a independiza a de la sexualidad humana. dora Presa en la red de las significaciones, la sexualidad choca choc ch ocaa con oc con las prohibiciones, hibiciones, con las represiones, ve cómo cóm mo se le le rehúsa rehú re húsa hú sa ell camino cam ca mi de la satisfacción. Edipo desea inconscientemente inco ons nsci ciente ci teme te ment me ntee a su madre nt madre al desearr a la mujer de Layo. El “cuántum “ccuá uánt ntu nt um de de afecto” affec ecto o” reprimido “sale a la luz como un afecto coloreado cualitativamente escribe do cua alitta tati tati t vameente ddee algún modo”,60 escr Freud. Cualitativamente amor o ud. Cualitativame ment me ntee coloreado, nt colo colo l read do, es es decir, decir, bajo la forma del amo de del odio. Sin embargo, puen emba em mba barg r o, ssii bi rg bien e llos en oss aafectos, fectos, el placer y el displacer, p den reconocidos correlacionados n se serr re econo noci no cido ci doss co do ccomo m estados de lo mental y correlacionad mo con los n lo os estados essta t do doss bioneuronales b on bi o euronales (del cerebro), el amor y el odio son s siempre actitudes odia a mpree ac acti tiitu tude d s proposicionales: “Juan ama a María”, “María odi de Juan”. Amar n” A mar u odiar es siempre una acción dirigida hacia un objeto. obje Una relación intencional es una relación de significación: una relación triádica o trina entre un signo, un “referente” (otro signo) y un interpretante (concepto o “comprensión”). La argumentación que desarrollamos muestra que la génesis biológica no es suficiente, incluso que no es significativa, para comprender la sexualidad humana. Debemos ver la susodicha sexualidad constituyéndose en el seno de estructuras intersubjetivas (interaccionales) que preexisten a su surgimiento en el individuo. El niño, en su primer contacto con las manos que lo ayudan a nacer, va a encontrar un deseo sexual ya dado, culturalmente elabo-
60 S. Freud, Le refoulement (Die Verdrängung [1915], La represión, vol. XIV, p. 148) Œuvres complètes, op. cit., vol. XIII, p. 196.
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rado y altamente sofisticado, fuerza sorda difícil de descifrar, tanto más cuanto que se embosca bajo muchas otras formas distintas que las reconocidas como los “placeres del amor”. Oh, amor siempre ardiente, “¿la vida del hombre sobre la tierra no es en verdad, sin ninguna tregua, una tentación?”61 Los contenidos cognoscitivos de esta sexualidad y las “pasiones” que moviliza son privativos del adulto. Sexualidad históricamente construida y desfuncionalizada, erotizada, diría yo, si el miedo a la anfibología me abandonara. El erotismo es la sexualidad humana liberada de todo proyecto de reproducción, de toda genitalidad obligatoria. Convierte al goce en algo independiente de toda otra función biológica y lo autonomiza de tal modo que a partir de ahí todo placer, ya sea comiendo, bebienocultto. o P do o trabajando, hará nacer la sospecha de un erotismo oculto. Pero el ot si laa sexualidad erótica evoca algo más que el simple “deseo d del otro” n deseo dese de seo se o sexual sex (el otro como objeto del deseo) es porque contiene un exacerbado acerbado por la muerte, atormentado por po la prohibición. pro rohi hibi hi bici bi ción ci ón. ón “La prohibición –escribe Bataille– Bataillle– e da da a lo que que ue afecta afe fect ctaa un sentido ct sent que, e, en sí misma, la acción prohibida p oh pr hibid da n no o ttenía.” en nía.””62 Si se dicta una u prohibición ohibición se señala unaa “voluntad” “vollun “v untaad” d dee donde do onde la interdicción emaem na. Se establece un suje una posición ssujeto su uje jetto to y u na p osic os icción ión de poder. Y si una acción me ió es prohibida puedo pensar algún daa p uedo uedo ue d p ensa en sarr qu sa que, e incluso sin saberlo, tendría alg e, deseo algún placer prohibido? eo o alg al lgún pl plac accer er een n hacerlo. ha ha Si no, ¿por qué me sería prohibi Freud ud d decía decí de c a dee las cí las prohibiciones: prohibiciones: “No veo qué necesidad habría de prohibir por ohib bir lo lo que q e nadie desea hacer.”63 Así, mantenido a distancia p qu la prohi prohibición y atraído por la transgresión, hib hi bi bición transgresión “¡me pregunto si, si muy m por el contrario, yo no he sido solapadamente provocado!”. Sin la prohibición la acción prohibida “no habría tenido el resplandor malo que seduce...”.64 Dejemos la larga cadena que prolonga lo prohibido: lo sacro (del latín sacer, “consagrado a los dioses y cargado de una mancha imborrable, augusta y maldita, digna de veneración y que suscita horror”),65 la sanción, el sacrificio. San Agustín, Confesiones, libro X, 28 (39). Georges Bataille, Les larmes d’Éros, París, Pauvert, 1961 y 1981, p. 60. 63 S. Freud, Totem et tabou... P. B. París, Payot, 1972, p. 83. 64 George Bataille, Les larmes d’Éros, op. cit., p. 60. 65 Émile Benveniste, Le vocabulaire des institutions indo-européennes, París, Minuit, 1969, vol. 2, p. 188. 61
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La muerte ritual o sacrificial y la seducción del martirio son dos de las formas de lo religioso en las cuales la muerte está aportando ya su contribución a la construcción del erotismo, pero por detrás de los diferentes contenidos de lo imaginario colectivo, los mitos, los conocimientos o las ideologías que justifican las prácticas anida una fantasía arcaica66 que une las representaciones del sexo y de la muerte.67 En cuentos, relatos, sueños, ¿cuántas veces el deseo ha puesto a la diosa del Amor, la más adorable y deseable de las mujeres, en el lugar de la diosa de la Muerte, que “otrora había sido idéntica”?68 –“¡La más deseable de las mujeres!” “La mujer más amarga que la muerte” (Eclesiastés 6:26). Este universo de significaciones sexuales es de entrada androcéntrico. ¿Cómo entra tal universo en la constitución de la sexualidad infansexualid dad o es til? Y, ante todo, ¿interviene en la constitución de la sexualidad amente un producto, una superestructura? solamente Volvamos, pues, al comportamiento interaccional que que hemos hem he mos denominado, minado, con Freud, acción específicaa en n el e dominio dom min inio io de de laa sexualisexu ex dad. d. En las primeras relaciones soma/mundo soma maa/m / un u doo llaa excitación exccita ex cita taci ción ci ón interna interna sserá apaciguada alter que experienaciguada mediante la acción acció ió ón del de el alte er q ue producirá pro roducirá “la experi ro cia de satisfacción”, y la ffacilitación neuronal atajo acilit ittac ació ió ón ne neu uron o al encontrará el at alucinatorio absentia cinatorio para repetirla reepeti tirlla in ti i abs sen enti tiaa del ti d l “objeto externo”. Pero hade bitualmente pasa rápido de ualment ntee se p assa mu muyy rá rápi pido pi do d e “la experiencia de satisfacción” satisfacción al “objeto bjjet eto o de la satisfacción”: s ti sa tisf sffaccci ción ón””: evitemos el error a que nos conduce este ón e atajo tratemos de o y tr trat atem at emos d em e aanalizar nalizar el paso de la alucinación n a la fantasíaa en el modelo delo o canónico can anón ó ico del deseo. ón puede Se pue u de descomponer en tres momentos o situaciones el modelo mod tal como es presentado en Acerca del cumplimiento de deseo:69 Primer momento: La interacción entre el cuerpo del recién nacido y el alter. Del lado del niño la expresión de lo que se puede llamar
Fantasía arcaica: Me refiero a un tipo de estructura fantasmática donde la sexualidad [el amor] y la muerte se conjugan, que se construye en la prehistoria del sujeto (es decir, en su primera infancia), pero que repite una experiencia ancestral, un contenido cognoscitivo, themata de la psique humana. Diferenciar de las fantasías originarias. 67 Cf. E. Colombo, “L’inconscient érotisme de la mort”, Topique, núm. 48, Montrouge, Dunod, 1991. 68 S. Freud, El motivo de la elección del cofre, vol. XII, p. 315. 69 S. Freud, L’interprétation des rêves (Über den Traum [La interpretación de los sueños] vols. IV y V), París, PUF, 1971, p. 467. 66
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“una modificación interna”, o “excitación”, persistirá hasta que se produzca “la experiencia de la satisfacción”, que no puede producirse sin la intervención ajena. La experiencia puede ser descrita como sigue: succión del seno, aflujo de leche caliente, asociación de la zona bucal (que se volverá zona erógena a posteriori) y de la satisfacción de la necesidad alimentaria, y por último restauración del equilibrio energético. La necesidad desaparece mediante la acción del objeto específico. Identidad primera de lo psíquico antes de la separación sí/no sí. Relación no transitiva boca-seno = experiencia de la satisfacción, no semántica (¿placer de órgano?). El único tiempo de la “experiencia de la satisfacción” es el tiempo presente. Segundo momento: esta abl b ec La próxima vez que esta última sobrevenga, merced al enlace así es establecido se suscitará uscitará una moción psíquica que querrá investir de nuevo nu uev evo o laa iimagen ma mnémica percepción émica de aquella percepción y producir otra otr traa vez la p errceepc pció ón misma, mis vale situación satisfacción Una e decir, en verdad, restablecer la situ tu uac a ió ión n dee llaa sa sati tisf ti sfac sf acci ac ción ci ón primera. U moción deseo: percepción de esa índole es lo que lllamamos lama la mam ma mos de ese eo:: llaa reaparición reaaparición de la perc re ción n es el cumplimiento de deseo. deseo.7700
cate ca texi te xiis de la la experiencia ex xpe peri riiencia de la satisfacción (satisfacción (satisfacc Es decir,, catexis cin inat atorria),, identidad at ide dent ntid nt idad id dad a de de percepción. “Objeto” externo (seno/ma(seno/m alucinatoria), i aabsentia. bssen enti t a. N ueevo placer de órgano, pero fracaso de la restau u dre)) in Nuevo restauran del deel equilibrio equ uilib ibrio energético. Todo en el tiempo presente (o preib p ción te rememorado reememorado de Edelman). Edelman) Aún no “representación”, “representación” fantasía, fanta sente inconsciente reprimido. Modelo fisicalista, equivalencia entre los estados del cerebro y la experiencia psicológica. Tercer momento: “El establecimiento de la identidad perceptiva por la corta vía regrediente en el interior del aparato” ha fracasado; la satisfacción alucinatoria no reduce la necesidad. Freud escribe: “Una amarga experiencia vital tiene que haber modificado esta primitiva actividad de pensamiento en otra, secundaria, más acorde al fin.” Pasaje al nivel mental: “imagen recuerdo”, “prueba por la realidad”, “actividad de pensamiento compleja” sin abandonar la fuente emocional de la experiencia de satisfacción pero estableciendo otra “identidad de percepción” con los objetos del mundo (semantismo), lo
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Ibid., pp. 557-558.
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que “no es otra cosa que un rodeo para el cumplimiento de deseo, que la experiencia ha hecho necesario”.71 El placer será adosado a la representancia (capacidad de representar) del mundo, representancia o semantismo que se autonomiza de “la identidad de percepción” apoyándose en el sistema sígnico (simbólico). La necesidad de nutrición se separa de la satisfacción sexual (construcción y erotización de un guión fantasmático). Ruptura del presente en pasado-presentefuturo. En la fantasía la experiencia de satisfacción se convierte en “relación de objeto” y el objeto puede ser planteado como perdido.72 Censura y represión dan la dimensión inconsciente de la psique donde, ahí también, el deseo tiene un contenido de pensamiento (un contenido proposicional). El rodeo por lo imaginario (por la fantasía) es la condición del deseo (pasaje de la necesidad al deseo de o). La fantasía es la escena del deseo y no el objeto. La fantasía fan ntaasí s a in algo). u nascendii puede ser definida como la reproducción de de la relar statu ción n deseante, trina, con el objeto, in absentiaa del objeto obj bjet bj eto et o externo. exter ex Modelo delo mentalista. Entre los momentos segundo y tercero ter e ce cero see introduce intr in trrod oduc uce ell otroo como uc co fuente intencionalidad, proceso nte de significación, de in nte tenc ncio nc io onaliida d d, d p ro oceso ce de puesta en sens tido social inveno construida históricamente históricam mente en en el acto accto soc o iall a través de la inv ción n y la utilización n de de signos sig gno nos significantes. sign gnif gn ifficcan antes. Sin el ot otro sujeto deseante, troo ccomo om mo su suje jeto je to od esea es eaante, intencional –y no simplemente simpleme como que sacia deseo mo aagente gen ge nte qu ue sa aci ciaa el hambre–, el modelo freudiano del de puede representa edee ser seer ca ccalificado ali l fiicaado o de ficción o de “momento mítico” que represe la disyu disyunción cumplimiento unción entre el apaciguamiento de la necesidad y el cumplimie del deseo, entre los dos tiempos de la experiencia real y de la reviviscencia alucinatoria, entre el objeto que colma y el signo que inscribe a la vez al objeto y su ausencia: momento mítico del desdoblamiento del hambre y de la sexualidad en un punto de origen.73 Ibid., p. 558. Objeto perdido: la posibilidad para la psique de reconocer una “cosa” como faltante o perdida depende de la capacidad “de hacer la distinción entre la experiencia y el objeto de la experiencia” (como dijimos antes). La “cosa” (o el objeto) debe ser planteada “como siendo lo que no es, o sea presentada-figurada”, y esto es una necesidad si se quiere decir que “a partir de un momento dado el ‘objeto’ adquiere su significación (de objeto) en función de su desaparición o de su pérdida”. Cornelius Castoriadis, L’institution imaginaire de la société, París, Seuil, 1975, p. 393. 73 Jean Laplanche, y J.-B. Pontalis, Fantasme originaire. Fantasmes des origines. Origines du fantasme.(1964) París, Hachette, 1985, p. 70. 71
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Los dos primeros momentos freudianos de constitución del deseo que hemos descrito tienen un “objeto de satisfacción” desde el comienzo, donde las tendencias de “autoconservación” (alimentarias) y las sexuales no están discriminadas. Al venir al mundo el niño trae gérmenes de actividad sexual y, al mismo tiempo que se nutre, experimenta ya una satisfacción sexual que busca enseguida renovar sin cesar en el acto bien conocido del “chupeteo”.74 Estamos en el dominio de la acción finalizada propia del equipamiento heredado (genético) del comportamiento de la especie. Pero el onanismo del lactante –el chupeteo (la succión voluptuosa) o el frotamiento de las partes genitales, pero también la retención del contenido intestinal– mostrará que hay una prima de placer fuera del cumplimiento de una función biológica, “ganancia anexa de placer” que hace h quee contribuye al apaciguamiento de la tensión somática que cer la necesidad (tensión que es causa de la necesidad), pero per ero que q nacer se separa de ella al participar, desfuncionalizada, en laa creación creeaci cr eaci ción ó del objeto eto de la fantasía (el objeto imaginario imaginariio del guión, guió gu ión ió n, argumento arg rgum umeent um en o libreto reto fantasmático). La presencia activa, intencional, inten nci c on o all, dell otro otro ot o en n la l constitución de la fantasía tasía es claramente reconocida rec ecconoccid ida por p r Freud po Freu Fr ud cuando escribe Un recuerdo (1910), rdo infantil de Leonardo Leo e na eo narrdo rdo da da Vinci Vin nci (1 191 910), donde podemos leer: “la ternura madre insatisnura de llaa ma m drre se vvolvió ollviió pa para ra él fatalidad”, porque, mujer insa fecha, ha, colocó colo ollocó ó al niño niñ ño en el lugar del objeto de amor que le faltaba. falta Pero, ro, El amorr de de la madre por el lactante a quien ella nutre y cuida –prosigue prosi Freud– es algo que llega mucho más hondo que su posterior afección por el niño crecido. Posee la naturaleza de una relación amorosa plenamente satisfactoria, que no sólo cumple todos los deseos anímicos sino todas las necesidades corporales.
E incluso en la más dichosa pareja joven, el padre siente que el hijo, en particular el varoncito, se ha convertido en su competidor, y de ahí arranca una enemistad con el preferido, de profundas raíces en lo inconsciente.75 S. Freud, Tres ensayos de teoría sexual, op. cit., p. 212. “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”, vol. XI, p. 109. [Nota: La idea está ya presente en los Tres ensayos de teoría sexual, donde Freud escribe: (la madre) “dirige 74
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Esta presencia del otro como “objeto-sujeto” u “objeto-fuente”, presencia activa en la constitución de la relación deseante del niño, al articularse mal con la concepción endógena o biologizante de la libido, ha sido la causa del constante “malentendido” en la teoría psicoanalítica acerca de la naturaleza de la sexualidad infantil y de la sexualidad humana a secas. La defensa que hace Michael Balint de la relación de objeto primaria y su crítica del narcisismo primario, la crítica de W. Ronald D. Fairbairn de la noción de pulsión y la teoría denominada del apego de John Bowlby, son puntos de referencia teóricos que han conducido a una ruptura conceptual en la metapsicología freudiana. Otra serie de nociones sobre la organización de la vida psíquica (o mental) y de su patología, como la de la posición esquizoparanoide y la ición depresiva (Melanie Klein) y la de las zonas erógenass –a cconposición ión de ver que “la zona erógena asegure una modalidad d e de d sc dición de descarga (diríamos una modalidad de control del objeto) pero no ro n o laa ffuente ue del deseo”–,76 han contribuido a la producci producción ción dee semejante ci seme se meja me jant ja ntee ruptura. nt ru uptu Construyendo creemos nosotros, Daniel Widlöcher nstruyendo sobre este terreno, cre re eem e os o n osot os otro ot ros, ro s, D aniiell Widlöc sostiene tiene que “el autoerotismo autoerotism mo aparece apaarecee por ap po or lo tanto tanto como un efecto efe del imaginario y no como causa” denomina mo o su ca cau usa” y que u “lo que se denom generalmente relación de objeto describe fantasía, neralmente relació ión d ió eo bjeto de bj desc sccri ribe b la estructura de esta fanta be crea, a, más bien biien que que e expresa, exp xpre resa re saa, la sexualidad sexualidad infantil” (cf. su artículo en este e vvolumen). olum men). ) En suma, sum um ma, pensamos pen nsa sam mos que gérmenes preprogramados de actividad activid sexual ual existen exi xist xist sten e en el aferramiento del niño al objetoo y que forma parte en pa de esque esquemas especie. El vínculo de apego se uemas comportamentales de la especie ue desarrolla como un mecanismo biosocial de regulación y de estabilización de los estados emocionales internos en una relación interactiva con el entorno. Sobre él se construye la relación de objeto que se origina en la experiencia de satisfacción y que desemboca en la representación imaginaria de relación. Durante el proceso de ajuste recíproco del niño y su entorno, que configura la maduración emocional, psíquica y mental de quien comienza su vida, la sexualidad va a perder el objeto-fin del comportamiento finalizado innato. sobre el niño sentimientos que brotan de su vida sexual, lo acaricia, lo besa y lo mece, y claramente lo toma como sustituto de un objeto sexual de pleno derecho”. (Op. cit., p. 203.)] 76 Daniel Widlöcher, “Éros infantile. Un malentendu”, Le Fait de l’Analyse, núm. 3, septiembre de 1997, passim.
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Para el niño no existen las condiciones de satisfacción de una sexualidad biológicamente orientada hacia un objeto específico (es decir, en relación con el alter). Entonces se produce una separación entre la ternura (sentimiento o emoción de apego considerado como pattern intraespecífico) y la sexualidad infantil autoerótica (objetal). En la fantasía el objeto erotizado no es el objeto-fin abandonado de la sexualidad biológica sino el objeto construido a partir de la experiencia de satisfacción, pese a que tal objeto pueda ser planteado como separado o diferenciado de la experiencia en sí misma. Con esta condición el objeto que induce la experiencia de la satisfacción (el “seno materno”) podrá convertirse en “el signo que inscribe a la vez al objeto y su ausencia”. Para llegar ahí el niño debe, en el acto que lo liga al otro, adquirir la capacidad de atribuirle las actitudes proposicionales que ola” a de él mismo se ve atribuir. La elección de objeto de la “primeraa ola” ida sexual, análoga a la de la pubertad, pero caracterizad da “p ““por o la la vida caracterizada naturaleza uraleza infantil de sus metas sexuales” y dirigida “aa una una na persona perso única”, ca”, se extiende entre los dos y los cinco cinc nco nc o años, años os,, pensaba os pens pe nsab ns abaa Freud. ab Freeud 77 Fr Precisamente cisamente entre los tres y los cinco cinc ncco años añ s sse e acrecienta acre ac reci re cien ci enta la en la capacidad capacid mental atribuir demás ntal con la capacidad de atr rib ibui u r a los de d em máás actitudes acti ac titu ti t de d s proposicionales proposiciona erróneas, “pensar” óneas, es decir, con la ccapacidad apacid idad id ad d de “p “pen nsar” que la conducta del otro o puede estar basada bas a ad as ada da en en ccreencias reen nci cias ass eerróneas. rróneas.78 Se ha adquirido, así, unaa “teoríaa de lo lo mental”: m nt me ntal al”: al ” se ”: se tiene tien ti en ne “una creencia a propósito de una u creencia”. enc ncia ia””. ia En el el curso curs cu rsso del del desarrollo, desarrollo, la excitación (el afecto) del niño encuentra entraa el “lenguaje “le l nguaje de la pasión” (Ferenczi) del adulto, es decir, no le solamente emoción), sino también los contenid contenidos amee n te el amor (la emoción) proposicionales que hemos denominado eróticos: la sexualidad, lo prohibido y la muerte. En el intercambio interactivo que se establece desde el principio del juego, naturalmente, entre el niño y el contexto social, el adulto aparece como desviante, diría Laplanche, respecto de una sexualidad funcional. La relación adulto/niño “se establece así en un doble registro, una relación vital, abierta, recíproca, que se puede llamar interactiva a justo título, y una relación donde está implicado lo sexual, donde la interacción no tiene ya curso porque el balance es des-
S. Freud, Tres ensayos de teoría sexual, vol. VII, p. 181. Peter Fonagy, “Persistencias transgeneracionales del apego”, Aperturas Psicoanalíticas, núm. 3, noviembre de 1999. (http://www.aperturas.org/). 77
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igual”.79 El niño no puede dar un sentido global a una fantasmática sexual que escapa al adulto mismo en su dimensión reprimida inconsciente; así, el niño construye guiones o argumentos, cada vez más complejos y enmarañados, en los cuales la excitación sexual se organizará como núcleo deseante de una constelación objetal significativa donde el “sujeto” encuentra su lugar como sujeto intencional. Este núcleo deseante –que quedará como fantasía inconsciente (evolutiva)– en tanto que “injerto prematuro de un amor pasional” (Ferenczi) se va a apoyar sobre lo biológico, y es entonces, en el aposteriori de la significación, cuando el seno material, inserto en un esbozo de sistema de signos, en tanto que signo de la experiencia de satisfacción, se convertirá en el primer objeto sexual, “punto de partida de toda la vida sexual, el modelo inalcanzado de toda satisfacción sexual posterior, ual la fantasía suele revertir en momentos de apremio”.80 al cual –com omo, por om p Es porque la sexualidad no tiene objeto sexual propio –como, ejemplo, mplo, el hambre, que tiene su propio objeto–, es porque po orq rque ue el el objeto o j ob sexual ual infantil constituye un objeto imaginario imagina nario construido na cons co nstr ns trui tr uido ui do en en la fanf tasíaa a partir del erotismo del adulto, porr lo que adulto to o, po p oq ue la la sexualidad sex se xuali lidad id puede pue investir estir a (invertirse en) cualquier cuaalq qui u err sistema sisteema m de de “representación” “representación” y por “re p lo que todo se vuelve erotizable. fantasmática erotiz izzable. En En eell erotismo erot otismo ot m de la vida fantasmá la situación ituación de partida p rttid pa ida se se invierte: inv nvierte: e: el el objeto objjeto sexual está por todas parob p tes y lo que quee viene vie iene ene a faltar fal alta tarr es ta e la la fu fuente orgánica. “La fantasía no es e el producto od duc uctto to de de la sexualidad sex xuaali lida dad da d infantil sino que la construye.”81 Podríamos Podr d íaamo dr m s decir, deeci cirr, r, por consiguiente, que la libido no es otra cosa c quee la fuerza fue uerz rzaa del rz d l deseo organizado e inducido por la erotización de de la escena escen na fantasmática. fantasmática El autoerotismo expresa esta relación de la fantasía con el cuerpo resultante de la desfuncionalización de la sexualidad. El “origen” del autoerotismo –escriben Laplanche y Pontalis– sería por lo tanto ese momento [...] en que la sexualidad se desprende de todo objeto natural [separación del pattern heredado de “la acción sexual finalizada”, agregamos nosotros], en que se ve librada a la fantasía y por eso mismo se
Jean Laplanche, Nouveaux fondements pour la psychanalyse, París, PUF, 1987, p. 103. S. Freud, Conferencias de introducción al psicoanálisis, vol. XVI, p. 287. 81 Daniel Widlöcher, “Éros infantile. Un malentendu”, op. cit., p. 230.
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crea como sexualidad. Pero puede también decirse, a la inversa, que es la fantasía la que provoca esta disyunción de la sexualidad y de la necesidad.82
Y las zonas erógenas asegurarán la modalidad de la descarga emocional.
LAS TEORÍAS SEXUALES INFANTILES
Una nota añadida por Freud en 1910 a los Tres ensayos modifica un poco su concepción del autoerotismo en función de nuevos conocimientos aportados por el Análisis de la fobia de un niño de cinco años 09). Este análisis, escribirá, nos ha revelado “que cierto simb bol olis i is (1909). simbolismo ual, cierta figuración de lo sexual por objetos y relaciones no ssexuaex sexual, les, llega hasta esos primeros años, en que recién se empieza em mpi piez ezaa a domiez do nar el lenguaje”. Y también que el autoerot autoerotismo otis ot i moo y eell am amor or de de objeto obje ob jetoo no je son niño. Después n dos fases separadas de la evolución evoluc ucció ión n del d l ni de niño ño. De ño Desp spué sp ués del ué del onanisona mo del lactante, que “parece desaparecer de perioed e ap es pareccer después desspu ués d e un corto pe do”, segunda actividad sexual ”, sobreviene la segu g ndda activ ivid dad a sex xual infantil, infantil, momento de la vidaa que deja “las m más profundas huellas á p ás rofu ro fu fund un as h ueella llas ll as (inconscientes) en la memomem ria de la pe persona, determinan permanep rson rs son ona, a, d eter et ermi er miinaan la eevolución volución de su carácter, si perma ce sana, san ana, an a y la a, la sintomatología sint si ntom nt om mat atol tol o og gía de su neurosis si enferma después de la pubertad”. frecuentebert rtad rt ad d”..83 En n eesta staa época de la vida, que Freud denomina frecuen st mente antente prehistórica preh pr ehis eh isstó tóriicaa (o de la prehistoria individual) puesto que es an riorr a laa amnesia infantil infantil, la influencia de los padres y de otros con congéneres adquiere gran importancia, de la misma manera que los acontecimientos sociales de su entorno. En la fase oral primitiva la identificación y la elección de objeto son pasos difíciles de distinguir uno del otro (si es que se concuerda en decir que son dos pasos diferentes). Más tarde, la identificación por incorporación del objeto perdido (véase la nota 72, p. 104) representará un tipo de regresión a las modalidades de descarga de la fase oral, que facilitará la renuncia al apego erótico con el objeto externo. Pero fuera de una posible identificación primaria con el otro
82 Laplanche, Pontalis, Fantasme originaire. Fantasmes des origines. Origines du fantasme, op. cit., p. 72. 83 S. Freud, Tres ensayos de teoría sexual, vol. VII, pp. 176 y 172.
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humano (intraespecífica, innata), el juego conflictivo de las identificaciones y de las elecciones sexuales de objeto desembocará en la instauración duradera de la fantasía edípica con sus vicisitudes para la niña y el niño. La identificación es un movimiento activo que va primeramente del alter al ego, del adulto al niño, antes de convertirse en un proceso interactivo e intersubjetivo de modulación emocional y también de construcción de la actividad de pensar, proceso que se desdoblará a través de la fantasía en una vertiente inconsciente, la fantasía inconsciente, núcleo deseante de la fantasía, y la vertiente preconsciente/ consciente de reconocimiento y conocimiento del mundo. Este proceso instituye el segundo plano del contenido mental (o proposicional) de la psique individual al insertarla en las estructuras titucionales preexistentes. institucionales Podemos ahora volver a las “investigaciones sexuales infantiles”. inffanti t les ti Es evidente que no todos los contenidos cognoscitivos cognoscitivo voss de vo de las as difed rentes tes teorías infantiles son de un mismo nivel niive vel semántico semá se mánt má ntic nt ico ic o o referencial. refe re fere fe renc Hemos visto que la existencia de dos doss sexos seexos os (sería (seerí ríaa necesario necesario decir de máss bien de dos géneros) no no plantea p an pl ntea problemas, pro ob ble ema mas, en un primer mom mento, nto, al recién nacido, nacid id do, o pero pero que qu ue él é presupone pre resupone la existencia de un mismo genital viril para dos, sexuales mo órgano g enittal a vir irill p a a los ar lo os do os, ““primera primera de las teorías sexua infantiles antiles de de pesadas p saada pe d s consecuencias”. cons co nsec ns eccue uenc ncias”. La existencia de esta teoría infantil postulada Freud til eess po ostul ulad ul adaa por ad por Fr Fre eud como una creencia “universal” que, ccontradicha diccha por por laa realidad, r al re a idad, quedará inscrita en la fantasía inconsciente inconsci (fantasía ntasí síía activa acti ac t va en la vida inconsciente del adulto). Un postulado seti mejante jantte resulta operativo en la comprensión o interpretación del psiquismo adulto. ¿Por qué? ¿De dónde viene esta creencia? Primeramente, no es el resultado de una investigación o búsqueda del niño, sería más bien del orden de lo que se llama una teoría intuitiva, es decir, una doctrina que supone un conocimiento inmediato y no discursivo. Es como una consecuencia lógica, se podría decir, un producto de la institución androcéntrica de lo social. Digresión: Hay que evitar dar como explicación lo mismo que hay que explicar, y habituarse a ver en un rasgo de la vida psíquica, en la estructura de la fantasía, en las formas del carácter o de la personalidad, en la diferencia de los géneros, no el origen o la causa de las instituciones sociales históricas, sino por el contrario el producto de esas mismas instituciones. Freud devela la estructura patriarcal de lo imaginario social, y desde el punto de vista del
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mito del Padre primordial tiene razón en situar la ficción del Contrato social en la convención establecida entre los hermanos para renunciar a ciertas categorías de mujeres, convención por la cual la prohibición del incesto depende de la división clánica de la sociedad, y no de la “triangulación” familiar. Freud se equivoca, a nuestro parecer, al situar en una transmisión filogenética (en una linealidad hereditaria de los acontecimientos históricamente vividos) lo que no es otra cosa que un mito fundacional de una sociedad patriarcal. Así, en este tipo de sociedad, la red semántica de segundo plano contiene la valorización del falo, que funciona como un símbolo de poder y, en consecuencia, como un símbolo de la valencia diferencial de los sexos. El niño aprenderá a conocer las diferencias y, al mismo tiempo, será subrepticiamente incorporado en un sistema jerárquico.
eraa teoría teo Un mismo órgano viril 84 para los dos sexos: lo que fue la prime primera ual infantil en los escritos de 1915 será visto más tarde tar arde ar de no no como c co sexual eda da,, sino no como com omo o el carácter car arác unaa teoría infantill resultado de una búsque búsqueda, ncipal de la organización genital infantil inf n an anti t l que que la la di dife ferrencia de la orfe principal diferencia nización definitiva del adulto. adul ullto. to o 855 Este primado p im pr mad ado o del faloo es el aguijón aguij ganización e lleva al pequeño infante inf n an antte a la la investigación; in nve v sttig igació ión; él busca en los otros ió ot que ta parte del cuerpo cuerrpo p que que ue se se excita exci cita ci taa con con facilidad, parte cambiante cambian y “Esta en sensaciones”, sensaccio se one nes” s , y la compara compara con la suya. El falocentrismo falocentris tan rica en erot er otiismo ot ism adulto adu dult ltto es en en la fantasía infantil (edípica) el motor de d la del erotismo iossid idad ad d sex e uaal. E n el curso de tales búsquedas el niño llega al d curiosidad sexual. En desbrim mie ient nto nt o de que el pene no es un bien común; niega primeraprime cubrimiento nte los los hechos, lo hechos antes de llegar a la conclusión de que la falta de mente pene es el resultado de una castración. Freud afirma que “sólo puede apreciarse rectamente la significatividad del complejo de castración si a la vez se toma en cuenta su génesis en la fase del primado del falo”.86 Entonces, en el lugar que le corresponde en la fantasía erótica, “la niña pequeña descubre su inferioridad orgánica (¡sic!)”87 y “empieza a compartir el menosprecio del varón por ese sexo mutilado en
84 Viril (adjetivo) deriva de vir, “varón”, hombre adulto “opuesto” a mulier. Viril expresa las cualidades de fuerza y de coraje o valentía. De ahí viene “virtud”. 85 S. Freud, L’organisation génitale infantile (La organización genital infantil [Una interpolación en la teoría de la sexualidad, 1923] vol. XIX, p. 146), La vie sexuelle (La vida sexual), París, PUF, 1969, passim. 86 Ibid., p. 147. 87 S. Freud, Sur la sexualité feminine (Sobre la sexualidad femenina , 1931), vol. XXI, p. 233.
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un punto decisivo”.88 “Ella reconoce el hecho de su castración”89 y “a partir de ahí cae víctima de la envidia del pene”.90 Freud, al construir su teoría no abandona, en este dominio, la antigua y avasallante episteme occidental. El recorrido de la actividad teorizante del niño muestra que interpreta en función de esquemas de significación que están fuera de la realidad perceptiva y de las experiencias vividas; si los acontecimientos de la vida del sujeto no se adaptan a tales esquemas, que son casi, dice Freud, “como ‘categorías’ filosóficas” o como “una especie de saber difícilmente determinable, algo así como una preparación para comprender”,91 entonces la fantasía los reorganiza, y el esquema triunfa sobre la experiencia individual. Ni la representación de la castración ni la envidia del p pene son un resultado de la observación y de la comparación, mparación, sino que son una interpretación-teoría infantil, l forma f rm fo m o traducción ducción fantasmática individual inducida por lo que se llama llam ll ma fanf tasías ías originarias. Cabría describir estas fantasías originarias origi g naari rias as asimilánasi simi ml dolas normativos, que peso as a las escenas, o más bien esquemas nor orma or matiivo ma vos, q ue ccon on su p “transindividual organizan, posteriori, lugar ansindividual y presubjetivo” org rg gan a iz izan a , en n el el a po post steriori, el lu st del sujeto en el imaginario eerótico róótico róti tiico co inconsciente. inconsccie ient n e. Sii bien nt bien no son, como lo creía ía Freud, “esquemas “esquem maass congénitos con o géniito t s de origen origen filogenético”, si bien b cumplen papel de segundo orden psique mplen un p ap pel e d e segu gun gu nd or ndo rde den n en la organización de la psiq individual, son ividual al, so al on sobre so obr bre todo todo formas for orm mas o estructuras sociosimbólicas oculma oc tas en n las las representaciones reprre rese res sent ntaccio i ne nes imaginarias colectivas que rigen la sexuasex lidad. Difícil ad. D iffíc ícill de de delimitarlas, d li de limitarlas, se las puede nombrar escena primitiva, primit “seducción”, duccción ción ón”, ” iinterdicción ”, nterdicción del incesto y castración (y están ligadas en el erotismo a las de tii l fantasías f t í arcaicas i d la l muerte). t ) Así, en el despertar de su capacidad teorizante, en los primeros pasos de su prima philosophia, el niño debe arreglarse con el trasfondo normativo que le imponen las fantasías originarias. Las otras teorías sexuales infantiles, tales como “el origen del niño” y “el lugar corporal del parto”, son respuestas a cuestionamientos más próximos a la realidad de los sentidos del mundo consciente o 88 S. Freud, “Quelques conséquences psychiques de la difference anatomique entre les sexes” (“Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos” [1925]). Ibid., vol. XIX, p. 272. 89 “Sobre la sexualidad femenina”, ibid., p. 231. 90 Algunas consecuencias psíquicas…, vol. XIX, p. 270. 91 S. Freud, “À partir de l’histoire d’une névrose infantile (De la historia de una neurosis infantil”, 1914, vol. XVII), Œuvres complètes, op. cit., vol. XIII, pp. 116-117.
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reflexivo. Pero ninguna teoría escapa a la torsión determinada por el deseo inconsciente, al nexo que la une a la fantasía inconsciente. La interpretación sádica del coito se impone, por consiguiente, si el núcleo deseante de la fantasía está “contaminado” de entrada por el erotismo que conjuga el amor sexual, la prohibición y la muerte. El desarrollo de la sexualidad individual se instaura de modo difásico. La floración sexual de los primeros años de la vida establecida en torno del complejo de Edipo “se iría al fundamento a raíz de su fracaso, como resultado de su imposibilidad interna”.92 Ella hace el papel de pareja de la “pasión” del adulto. El objeto sexual externo se sustrae al erotismo del niño; no es adecuado a su deseo. Sin embargo, las búsquedas que despierta la construcción del deseo fantasmático marcan los primeros pasos de la orientación autónoma en el mundo. intensificació ón de de la La declinación del complejo de Edipo y la intensificación ibición introducen el periodo de latencia y la (relativa) amnesia am mne inhibición antil. Pero, agrega Freud en una nota de 1935, el periodo perio odo de de latencia laaten infantil. lo puede provocar una interrupción comp mpletaa de mp de la vida vid idaa sexual sexu sexu xual en “sólo completa uellas organizaciones culturales que que u han han n incluido inc nclu uid ido o en su programa progra aquellas ida dad d in nfanttil il”. ”.93 C omo m es el caso de nuesnu unaa sofocación de la sexuali sexualidad infantil”. Como tra propia cultura, donde dond de el e surgimiento surgi gim gi miento mi to o dell erotismo históricamenhistóricam te construido onstruido reproduce repr p od oducce la la dominación domin inac in acció ión n masculina. La instauración dos instaur urac ur rac ació ió ón en d os ttiempos iemp ie mpo mp os de la sexualidad humana permite perm comprender doble “origen” mp pre rend nd der eeste stee do st dobl ble bl le “o origen” circular que caracteriza su desfunciodesfunc nalización. izacción n. La inhibición inh nhib nh ibic ib icció ió y la represión no impiden que los efectos de la “eleción “el ción n dee objeto” del niño continúen siendo activos en la fase ulterior, ulteri y detrás de la ternura y los afectos deserotizados se ocultarán siempre las viejas fantasías de la sexualidad infantil. La excitación sexual se despierta potente en la pubertad y enciende la concupiscencia y la pasión amorosa, pero la “elección de objeto” se cumple ante todo en la representancia, y la vida sexual del adolescente se expande en fantasías que no están todas destinadas a realizarse.94 Estas fantasías “prosiguen la investigación sexual abandonada en la infan-
S. Freud, “La disparition du complexe d’Œdipe (“Der Intergang des Ödipuskomplexes” [1925], “El sepultamiento del complejo de Edipo”), op. cit., vol. XIX, p. 181. 93 S. Freud, Presentación autobiográfica, vol. XX, p. 35, nota 5 agregada en 1935. 94 Véase, Tres ensayos de teroría sexual, vol. VII, p. 206. 92
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cia”,95 o más bien, se constituyen sin perder el hilo rojo del deseo que las amarra a las fantasías inconscientes que, recordemos, son en sí mismas un “injerto prematuro de un amor pasional”. En esas regiones del pasado, en esos lugares nunca cerrados de la prehistoria individual, “regirán todavía unos ‘fueros’”,96 privilegios que resisten a las elaboraciones cognoscitivas y a los afectos en lo sucesivo uncidos a creencias y deseos de la vida adulta. El erotismo del hombre y de la mujer está sometido inconscientemente a las antiguas prerrogativas de los escenarios del deseo infantil, y se podría incluso pensar que la activación de tales fantasías inconscientes es la condición del goce voluptuoso. La “supervivencia activa de la sexualidad infantil en la vida psíquica del adulto” no puede ser considerada residual.97 Forma p parte –la p práctica analítica lo estra bien– de la fantasmática preconsciente o latente en el e coito, co muestra e manifiesta en las escenas que acompañan a la masturbación. masturbaación ó . Las y se fantasías tasías que tienen origen en la fase pregenital de la sexualidad sexu se xual xu alid idad id a tienen trabajada presentan n una historia y una elaboración muy tra raaba baja jada ja daa y sse e pr pres eseenta es t n ccon diversas ersas vestiduras o disfraces. A veces vecces e pueden pueede den n ser ser rumiadas rum ru miadas o acariac ciadas violentamente das imaginariamente y vio iole io lent le n am nt mente tee rrechazadas ecchaza haza zadas si se dan las conc diciones realización. Hay típicas, iones de su realiza aci ción ión ón. H ay algunas allgu guna n s tí típ picas, como “las fantasías de paliza” bien iza” analizada analizad da por po or Freud, F eu Fr ud,98 o b ien ie n la llas as fantasías que hacen interveinter nir a tress p personas regresivas o errso onaas en llaa es eescena sce cena na del coito. Más o menos regresiva “perversas”, rve versass”, o por por or el el contrario cont co ntrario elaboradas o “sublimadas”, contienen contien siempre huellas de otro, mprre la lass hu h ella ella el l sd e la experiencia vivida de la relación con el o de la “pasión” “p pasió assió ión” n del alter. n” r Así, expresión A í ell erotismo, ti p ió dde lla sexualidad lid d hhumana ddesfuncionalizada, f i li d socialmente construido a lo largo de la historia, es la resultante de la sexualidad adulta “metabolizada”, transformada en la vida imaginaria (fantasmática) del niño, sexualidad desfuncionalizada que constituye a su turno el núcleo
Ibid., nota núm. 28 añadida en 1920. Fueros es una palabra española que Freud utiliza en una carta a Fliess –“en cierta provincia regirán todavía unos fueros” (Carta 52 [6/XII/1896]) vol. I, p. 276– para hacer referencia a la persistencia de leyes psicológicas que gobiernan épocas precedentes. Los “fueros” son privilegios, leyes especiales o prerrogativas feudales de que gozan ciertas provincias o ciudades. 97 Daniel Widlöcher, “Éros infantile. Un malentendu”, op. cit., p. 234. 98 S. Freud, “Un enfant est battu” [1919](“Ein Kind wird geschlagen”, “Pegan a un niño”. “Contribución al conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales”, vol. XVII, p. 178), Œuvres complètes, op. cit., vol. XV. 95
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deseante, la fantasía inconsciente infantil, de todos los placeres de la carne, de todas las voluptuosidades del alma. Todo contenido proposicional (mental) del psiquismo del hombre puede ser erotizado, lo ha sido ya o puede serlo. En primer lugar mencionemos los que ya lo han sido en la infancia de cada uno: los apetitos del cuerpo, los apetitos concupiscibles de que hablaba Aristóteles, el goce, que llega íntegramente por el tacto, a la vez en el beber y en el comer, así como en los que se llaman placeres del amor, la lujuria y el gourmandise. ¿Qué mejor ejemplo de la erotización del comer que las célebres cenas de cien ostras de Casanova con Herminia y Emilia?99 El placer se desliza también sobre fantasías más abstractas. Incluso la Muerte, no la verdadera sino la otra, la de los vivos, deviene voluptuosa cuando se une a una idea libertina, según Donatien Alphonse nçois, el Marqués de Sade, experto en fantasías de libertinaje. libertin in naj ajee François, pro ofu und n i En segundo lugar, se pueden descubrir a veces en las profundidavestigi g oss que que ue guardan gua uard des de la especulación filosófica o científica los vestigios de “teorías sexuales infantiles de antaño”.... Es d difícil iffíc ícil il saber, sab aber er,, laa mayoría er mayo de las veces, si esas huellas vienen de de laa fantasía fan an nta tasí s a inconsciente inco in con co nsciiente del investigador tigador o de la cultura de de su u tiempo, tieempo o, porque, o, porqu quee, como acabamos de qu 10 decirlo, el cirlo, la construcción ó de ón de la sexualidad sex xua ualidaad es circular o anaclítica:100 adulto ulto en el niño, el el niño niiño en en el adulto. adu dult lltto to. Un etnólogo etn nóllog ogo o de de nuestra nue uest sttra época épo pocca describe así el nacimiento de un niño guayaki: mujer tierra og uaya uaya y kii: “. “...la la m ujer uj e alza al niño, arrancándolo así a la tie er donde ndee lo o había hab abía ía dejado: dejjado: metáfora silenciosa de ese otro lazo que el hombre mbre e ha ha cortado, c rtado, hace unos instantes, con su cuchillo de bambú. co bam La mujer mujjer libera al niño de la tierra, tierra el hombre lo libera de su mam dre.”101 Interpretación metafórica de los lugares respectivos de la mujer y del hombre, de la futura libertad del niño... ¿En qué medida hay aquí mito guayaki, fantasía infantil del investigador, imaginario de la modernidad? Un mismo órgano genital masculino para los dos sexos es, se puede comprobar, una “teoría sexual infantil” de pesadas consecuencias. Una vez establecida la jerarquía de los sexos, y situada la libido
Casanova, Histoire de ma vie, París, Robert Laffont, 1993, vol. 12, caps. II y III. El término anaclítico describe un movimiento doble que vuelve sobre sí mismo, de ana-, prefijo que indica un movimiento de abajo hacia arriba, y klinei (griego), que significa acostar. 101 Pierre Clastres, Chronique des indiens Guayaki, París, Plon, 1972, p. 17. 99
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dominandi del lado masculino, un solo sexo “viril”, virtuoso, ha sido la norma, el patrón, el modelo. La mujer, reducida, menguada, disminuida, se volvía, como dice el diccionario Littré, la compañera del hombre. Galeno (129-ca. 200) escribió: “Todas las partes del hombre se encuentran también en la mujer. No hay diferencia más que en un punto, y hay que recordarlo en todo el razonamiento, y es que las partes de la mujer son internas y las del hombre externas a partir de la región llamada perineo.”102 Como consecuencia de ese hecho “el hombre es más perfecto que la mujer”, y por lo tanto “la mujer debía tener los testículos más pequeños y más imperfectos”. Es lo que pensaba todavía Ambroise Paré, pero en ese momento, a mediados del siglo XVI, los sucesores de Vesalio en Padua, primero Realdo Colombo y después Gabriele Falloppia p pp ((Falopio) p ) “descubren” el clítoris. El gran g anatomista atomista Realdo Colombo, a quien se debe la primera descripción desccriipc p de la circulación pulmonar (“pequeña circulación”), hecha en la la mism ma época que Servet,103 cree también ser el primero en n describir desc de scri sc ribi ri b r “la sede e del placer femenino” y en darle un nombre: nomb no mbree: dulzura mb dulz du lzur lz uraa de Venus ur Ve (dulcedo ulcedo amoris). Es como un pene, penee, “si “si lo o tocan to ocan –Colombo –Co Colo lom lo mbo habla más m bien n como clínico que como mo o anatomista– ana nato tto omist stta–– lo lo verán veerán volverse un poco po máss duro y oblongo,, hasta hast ha a ta el punto pun nto en que qu se diría entonces un tipo t 04 de miembro viril”. virril il”.104 un orgaFreud ve veía íaa ttambién amb am bién u bi n “p ““pene” ene” en e”” en la mujer, o más bien, en la or nización aci c ón genital genit ital it all infantil inf n an nti till femenina, f menina, que describe después de 1920 no fe como mo una unaa teoría teo orí ríaa infantil inffantil sino como una “realidad psicológica” o una in u realidad lidad d a secas. sec ecas. “La vida sexual de la mujer se descompone por lo generall en dos de tiene carácter d fases, f d las l cuales l la l primera i ti á t masculino”,105 podemos leer en Sobre la sexualidad femenina. La “función del clítoris viril se continúa”106 ulteriormente hasta el momento en que 102 Galeno, Œuvres médicales choisies, París, Gallimard, 1994, t. I, p. 266. Y más adelante, p. 270: “Por lo tanto, naturalmente, la hembra debe tener testículos más pequeños, menos perfectos, y la simiente engendrada en ella debe ser más fría y más húmeda (puesto que estas cosas se derivan también necesariamente de un calor insuficiente).” (Ligera diferencia de la traducción tomada de Thomas Laqueur, La fabrique du sexe, p. 60.) 103 Pero el libro donde Servet describió la “pequeña circulación” fue lanzado a la hoguera junto con su autor (Inquisición calvinista), y su descripción no fue conocida antes de 1697. Cf. Mirko D. Grmek et al., Histoire de la pensée médicale en Occident, París, Seuil, 1997, vol. 2, pp. 19-20. 104 Citado en Thomas Laqueur, La fabrique du sexe, París, Gallimard, 1992, p. 90. 105 S. Freud, “De la sexualité feminine” (1931),Œuvres complètes, op. cit., vol. XIX, p. 12, (“Sobre la sexualidad femenina”, vol. XXI, p. 230), 106 Ibid.
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“ella reconoce el hecho de su castración y, así la superioridad del varón y su propia inferioridad, pero también se revuelve contra esa situación”.107 La niña, “se entera de su propio defecto por la vista de un genial masculino”, y “se obstina en la expectativa de poseer alguna vez un genital así, y el deseo de tenerlo sobrevive todavía largo tiempo a la esperanza”.108 El imaginario colectivo de una sociedad androcéntrica, organizada alrededor de la lógica inconsciente del primado del falo, hace que su erotismo conserve los antiguos fueros de la dominación masculina y que la creencia de los hombres y de las mujeres mantenga la ilusión de un sexo privilegiado.
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Ibid., p. 231. Ibid., p. 234.
Esta página dejada en blanco al propósito.
SEXUAL Y ACTUAL Reflexiones dirigidas a Daniel Widlöcher DOMINIQUE SCARFONE
Leyendo y releyendo el muy complejo texto de Daniel Widlöcher he llegado a pensar, como escribieron Canguilhem antes y después muchos otros, que la naturaleza no está recortada en objetos y fenómenos científicos sino que es la ciencia la que constituye y recorta su objeto a partir de la invención de un método. Este preámbulo me parece rece que es posible dirigirlo tanto a Widlöcher como a los sostenedores tenedores de las principales corrientes con las cuales él elegió ele legi giió debatir ir a propósito de este importante tema de la sexualidad sexuallid idad ad infantil infa (en primario objen particular los teóricos del apego y los del amor orr p r ma ri mari rio ri o de ob to).. El comentario vale, sin embargo, también tamb mbié mb ién ié n en parte par arte ar te para para el prop pio Widlöcher, en la medida en que de lleno que, que u eentró n ró d nt e ll len no en un debate q como mo trataré de demostrar, r, se se ha h entablado entab bla l do o sobre sob bre una falsa premisa. prem Diré de entrada que q e laa falsa qu falsa premisa pre reemiisaa es es la que busca situar y expliex car la sexualidad sexualida d d infantil da infa in fant fa nttil en en relación r laaci re ción con la etología humana, con la biología de realidades situadas en una mislog gíaa sexual, sexua ual, ual, l como com omo o sii se se tratase tratase t m ma ecuación ecu cuac acció i n o sobre sobr bree un un mismo plano. Semejante manera de planpl tearr las ass cuestiones cuest stio st ione io n s oscurece más que aclarar, a mi juicio, lo que está ne e en juego go een n el debate. La sexualidad infantil (yo hablaré de lo sexual sex infantil) no es objeto de distinción dentro del campo del psicoanálisis; es, como ciertas frases de Widlöcher tienden a significarlo, el objeto mismo que resulta del recorte por parte del método freudiano de lo que considera su territorio. Si hay un debate, por consiguiente, no es el de saber si lo sexual infantil se distingue o no de las conductas de apego, si emerge de ellas, si se confunde o no con el amor primario. La cuestión es, más bien, la de la delimitación del campo psicoanalítico, y la de qué hay que entender por lo sexual infantil en el interior de tal campo, en tanto que objeto o fenómeno que Freud especificó o recortó, para retomar el término de Canguilhem. Dicho esto, no podría sino estar de acuerdo con Widlöcher cuando se aplica a trazar netas distinciones entre instinto y pulsión, amor primario y sexualidad infantil, sexualidad infantil (como objeto del [121]
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psicoanálisis) y sexualidad adulta (como objeto de la etología, pero aquí comienzan las complicaciones, y volveremos sobre ellas). Hay no obstante que destacar con fuerza que tales distinciones no operan en el interior del campo del psicoanálisis, sino en sus fronteras; estas fronteras son artificiales, y en el caso que nos concierne lo son por dos razones: artificiales en tanto que resultado del recorte operado por el método, pero artificiales ya en sí mismas, como consecuencia de que tal recorte no ocurre en el seno de un plano homogéneo, de una naturaleza, sino justamente entre el humano “animal natural” y el humano en tanto que separado, opuesto a tal naturaleza. Es este último aspecto de lo humano lo que resulta objeto de las teorizaciones psicoanalíticas en cuanto a un ámbito de lo sexual infantil. No son éstas consideraciones mera o abstractamente epistemoicas. Tienen, por el contrario, una incidencia decisiva en laa práctiprá r lógicas. missmo la ca y la teoría psicoanalíticas, puesto que es de su objeto mismo, uesta teórica y la apuesta de su práctica, de lo que see trata. trat tr ata.. at apuesta
SEXUALIDAD SEXUALIDAD XUALIDAD INFANTIL Y SE S XU XUA U LID DAD ADULTA ADULTA
Como de entrada, infanmo lo di dije jee d e en ntrad trrad ada, a, ccreo reeo qu que hay que hablar de “lo sexual inf til” más que de “sexualidad lenguamás q u d ue e “s “sex e uaali ex lida dad infantil”, no por un coqueteo del leng da je sino porque vecindad ino o po orq r ue u llaa ve ecindad terminológica ha vuelto pronto difusas las fronteras ntera raas epistemológicas ep pis istemológicas que queremos justamente trazar. Así, todo to un tramo Widlöcher, en cuanto a saber si la sex sexuam de la discusión de Widlöcher lidad infantil es la precursora de la sexualidad adulta, me parece poder reabsorberse por sí mismo en el hecho de delimitar, en el seno de todo el campo de la sexualidad (tanto en el niño como en el adulto), un objeto específicamente psicoanalítico que es lo sexual infantil, lo que podría también denominarse más simplemente lo sexual, o incluso lo infantil. Como escribe Jean Imbeault en un artículo que presenta notables resonancias con el tema del presente debate, en Freud “lo infantil de que se trata no se señala, en sus manifestaciones, más que como sexual. Y esto sexual, a su turno, no se confirma en su realidad y no se concibe sino en su relación con lo infantil”.1 Por lo demás, no
1 Jean Imbeault, “Petit et grand infantile”, Le fait de l’analyse, núm. 8, “La maladie sexuelle”, primavera de 2000, p. 23.
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se ve por qué habría de rechazarse en el niño una inmadurez, y por consiguiente elementos precursores del desarrollo de la sexualidad a secas, ya sea sobre el plano de las conductas, innatas o adquiridas, biológicamente determinadas u obtenidas por identificación. Vale la pena señalar una vez más que a este nivel, en la sexualidad misma, nada nos autoriza a rechazar cualquier cosa que signifique un aporte de las ciencias biológicas, es decir, de la fisiología tanto como de la etología humana. Nada impide a los etólogos ver en varios juegos de los años iniciales, tanto en el animal como en el humano, repeticiones genéticamente programadas de conductas necesarias a la edad adulta: conductas de reproducción y de autoconservación. La cuestión no está ahí. La cuestión es que todo eso se sitúa en la vecindad, pero de todos modos fuera del campo psicoanalítico. Si debemos discutirlo cutirlo es para hacer emerger distintivamente nuestro objeto objjetto prop pio. o. Es también, por supuesto, el proyecto de Widlöcher en el el trabajo t ab tr aquí uí discutido, salvo que no me parece que Widlöcherr mismo mis ismo mo insista ins suficientemente tendrá icientemente sobre este recorte, cosa que que ten endr en dráá consecuencias dr cons co n ec ecue uen ue sobre bre sus propias conclusiones. Quizá ya es evidente que sitúo sitúo ittúo del del mismo missmo lado, lad ado, y fuera del campo ad cam específico tanto pecífico del psicoanálisis, psicoanális ississ,2 tan an nto o las cconductas ondu d ctas de apego como el du amor infantil, or primario y laa ssexualidad exxua uali liddad in li nfa fant nttil, il entendida aquí como lo que, il q en continuidad continu nu uid dad ad con con o la la sexualidad seexu ual alid idad id aad d adulta, prefigura, remeda, imita imi y prepara como secas, a ep par araa a éésta, sta taa, ta tall co omo m eell amor primario prefigura el amor a seca la man manera de an nerra de ttelón elón el ó d ón e fondo de la relación y de la sexualidad vista en su aspecto aspeec ecto reproductivo. ecto rep eproductivo. Evidentemente, ésta es una reducción arbia traria ria y un poco excesiva, excesiva por una parte porque la sexualidad humahu na en general y el amor humano son en realidad mucho más complejos, en particular como consecuencia de que justamente, como nos lo enseña el psicoanálisis, todo eso está, en el humano, contaminado, o para retomar un término caro a Jean Laplanche, comprometido por lo que nosotros recortamos después de Freud como sexual, es decir como infantil. Es la complicación que mencionamos antes y que, a decir verdad, falsea sensiblemente toda discusión puramente etológica sobre la sexualidad humana a cualquier nivel que sea. Pero no debemos dejarnos distraer por esta intrincación o este entrelazamiento de la sexualidad en general y de lo sexual freudiano; muy por el con-
2 Lo que no quiere decir que esto no deba interesar al psicoanálisis, tanto en su práctica como en sus elaboraciones teóricas. Volveremos sobre ello.
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trario: esto es lo que nos autoriza, incluso nos obliga, a “bombear” constantemente hacia el exterior del campo psicoanalítico aquello que, como consecuencia de este entrelazamiento, regresa siempre a confundir nuestros temas específicos.3 El corolario de esta distinción es que lo infantil, es decir lo sexual infantil, aparece tanto en la infancia como en la vida adulta, y que por consiguiente la cuestión que se plantea no es la de saber si se encuentra en continuidad o en ruptura con la sexualidad de la madurez fisiológica. Widlöcher tiene mil veces razón en insistir sobre el hecho de que lo infantil (pero deformo aquí sus propios términos por las razones ya invocadas) no es la sexualidad adulta en una versión prematura, o sea, que la sexualidad infantil nada tiene que ver con el instinto. Pero su definición de la sexualidad infantil “como xp pli licc unaa actividad creadora autoerótica cuyo origen aún hay que exp explicar” n implica, im mpl no está exenta de problemas, a mi parecer. Esta definición en efecto, todo un programa teórico del que cada u uno de cuyos no d e cu elementos poder discutir fondo. mentos sería necesario, idealmente, p o er d od iscu is cuti cu t r a fo ti fond ndo. La nd primera mera dificultad, como explicaba baa antes, ant ntes, reside resi re s de en en el el hecho hecho de situarr en el mismo plano, aunque aunq nq que ue distinguiéndolas, dis i ting gui u én ndola las, s sexualidad infantil infa y conductas incluso amor enfoonductas de apego,, o in ncclluso o am mor o primario pri rim ri mario ma i de objeto. Si tal en que e fuese en el sentido sent ntiid nt ido que ido que acabo acab bo de de indicar, indicar, de una común pertepe nencia ncia al dominio do omi mini nio ni o de la la etología, e ol et o og ogía íaa, no plantearía ningún problema en sí mismo, mis ismo is m , pero mo pero ro entonces entton nce c s habríamos habríamos abandonado el campo psicoanapsicoa lítico co propiamente pro opi p am men nte dicho. dicho. El problema es por lo tanto el de querer que pensar nsar llaa sexualidad sexu se x alidad infantil a la vezz como algo integrado e incluso xu inclu creador adorr (“La (“La sexualidad infantil no persiste en el adulto como un residuo mal asimilado sino como una fuente de deseos y de actividades creadoras permanentes”, escribe también Widlöcher) y como teniendo relación simultáneamente con el inconsciente, es decir, con lo reprimido.
3 Entiendo aquí “bombear” en el sentido en que una “bomba de sodio” opera en la membrana celular para mantener el gradiente electrolítico entre el medio interior y el medio exterior. Este “bombeo” encuentra por lo demás su recíproca en el rechazo, horrorizado o despreciativo, de que son objeto las teorías freudianas por parte de los sostenedores de una psicología de la adaptación.
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EL QUIASMA FERENCZIANO
Aunque Widlöcher no parece plantearse directamente esta última cuestión (la de la represión), lo cierto es que su referencia al artículo de Ferenczi, “Confusión de lenguaje entre los adultos y el niño”, apunta de entrada hacia el problema de lo inconciliable. Y esto nos lleva al corazón de un problema que permanece íntegro cuando no se marca suficientemente la heterogeneidad de los respectivos ámbitos, la sexualidad (infantil o adulta) por una parte y lo sexual infantil por la otra. Para clarificar esta cuestión retomemos el pasaje de Ferenczi a propósito de la confusión de lenguajes: Las seducciones incestuosas se producen generalmente así: un niño y un ulto se aman; el niño tiene fantasías lúdicas, como jugar un pap pel e materma adulto papel nal respecto del adulto. Este juego puede tomar una forma erótic erótica, pero ca, p er se mantiene los adultos ntiene siempre a nivel de la ternura. No ocurre lo mismo o en en lo os ad adu cuando ndo hay predisposiciones psicopatológicas,, so ssobre bre to br todo do ssii su eequilibrio quil ilib ibr o ib su control de sí mismo han sido pert perturbados alguna desgracia, por el tur urba bado ba d s po do por al algu guna gu na d esgracia, po uso de estupefacientes o de su sustancias tóxicas. ustan sttanci an n iass tóxic iccass. Confunden Conf Co nffunden los juegos de los niños unaa p persona os con los deseos dee un u ersonaa qu que haa aalcanzado lcanzado la madurez sexual, sexu y se dejan arrastrar a aactos sexuales sin c os sex ct xuales uaa si in pensar pe ens nsar en las consecuencias.4
Esta descripción, des e crip ipci ip ción ci ón, ón n ya clásica, cláásica, del malentendido entre “los adultos adulto y Esta niñ ño” o”,, no no cesa ce esaa de d interrogarnos. El título mismo del artículo de el niño”, nde se eextrae x rae impacta en primer lugar a causa de su asimet xt donde asimetría: or qué uéé “los adultos” ¿por adultos”, en plural plural, y “el niño” niño”, en singular? Nada en el cuerpo del texto parece justificar tal forma del título, lo que nos incita a pensarlo como el indicio de una concepción latente en el espíritu del autor: los adultos, como otras tantas personas empíricas, pero el niño como personaje genérico, como el niño en sí mismo, con su receptividad, su vulnerabilidad, su pasividad, o, como decía Lyotard, su “pasibilidad”.5 “El niño” parece designar aquí mucho menos al pequeño ser humano que al alma infantil en sí misma, expuesta al efecto traumático, al impacto de lo sexual, llegado de fuera y capaz de quebrar
S. Ferenczi, “Confusion de langue entre les adultes et l’enfant”, Psychanalyse, IV, París, Payot, 1982, p. 130. 5 J. F. Lyotard, “Emma”, Nouvelle Revue de Psychanalyse, núm. 39, “Excitations”, primavera de 1989, p. 57. 4
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sus estructuras tiernas y lúdicas. Semejante lectura, sin embargo, no deja de contrastar con la aparente facticidad de la descripción ferencziana. En este párrafo, en efecto, como en el resto del artículo, todo indica que Ferenczi pretende describir hechos empíricos. Las menciones concernientes al adulto con “predisposiciones psicopatológicas” o con el equilibrio “perturbado”, ¿no son de una naturaleza tal como para hacernos inclinar del lado del caso particular, de la peripecia? De esa restricción del campo de investigación sería por consiguiente difícil extraer una teoría general del malentendido.6 Resta decir que el niño singular, prototípico, descrito por Ferenczi, no cesa de perturbar una lectura que querría relegar este escrito al rango de observación psicopatológica de casos particulares. “Los” ultos son ciertamente casos singulares, pero “el niño” parece parec ecce uniu adultos sal. La teoría general de Ferenczi colocaría todo del lado de dell ni versal. niño, o más bien, de la infancia, lo que no es algo que deba ba ssorprenderorpr pren pr e d nos. s.7 Pero observemos que en ninguna parte par arte ar t se encuentra, encu en cuen cu entr en tra, tr a, en n todas to las cartas de Ferenczi, una clarificación clarificac acció ón semejante s me se meja jan ja nte de su nte su posición. Sin embargo, bargo, nos consideramos autorizados, auto au tori to riizado os, s incluso in nclu l so obligados, lu ob bligados, a dar ese paso, que encuentra o, y ello por otra razón nq ue se en ncuent ntraa una vez más implícita en nt la breve descrip descripción que pción n fferencziana; erren enczziana;; y es q ue la referencia es siempre a lo infantil, porr un parte, por otra seductor antil, l po p unaa p art rtee, e, y p o o or traa la relación entre el adulto seduc tr y ell n niño “empíriiño sseducido. iñ edu duci du cido ci do o. En En eefecto, fecto, a los adultos que llamamos “emp cos”, para Ferenczi psicopato”, si sson on np arra Fe ara F renczi portadores de “predisposiciones psicopa lógicas”, icas” s””, sería serí se ríaa necesario pensarlos en su psicopatología a la misma rí mis luz con resto, es decir decir, psicoanalíticamente psicoanalíticamente. Ah Ahora n que que se esclarece el resto bien, ¿qué es lo que se agita en el corazón de esta psicopatología si no la tendencia perversa, en sí misma marcada por la persistencia, incluso por la predominancia, de algo infantil en el adulto “perturbado”? Ahí está lo que nosotros llamaremos el “quiasma ferencziano”: un adulto perturbado fractura el alma infantil, pero es lo infantil en él lo que opera en los resquicios de su conducta perversa. Es eso infantil lo que produce la ruptura, en tanto que inasimilable, en tanto que contaminación, y es eso, además, lo que permite pensar la interio-
6 Jean Laplanche, que ha elaborado tal teoría general, reconoce sin embargo a Ferenczi un papel de precursor. 7 Pienso aquí en la posición filial de Ferenczi respecto de Freud, y en su “lactancia letrada”.
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rización por el niño de la culpabilidad que describe Ferenczi en el mismo texto. Porque, con qué podría entonces empalmar el sentimiento de culpa resultante de la identificación con el agresor, si no es con aquello que, en el seno mismo del episodio, padecen en común el adulto y el niño: un infantil rebelde a toda integración, un sexual inconciliable, inasimilable, un extraño interno.
LO SEXUAL Y LA ACTIVIDAD CREADORA
Si después de este rodeo que hace Ferenczi retornamos a la definición de la sexualidad infantil dada por Widlöcher, a saber, “actividad creadora adora autoerótica”, vemos más claramente lo que nos autoriza aut u or ut oriz i a iz pensar nsar que se trata aquí de algo distinto de lo sexual infantil, infan ntiil, en el sentido decir, tido que calificaríamos de “hard” d (“duro”), es decir r, de lo o sexual sex quee encontraremos del lado de lo reprimido reprimiido d o inhibido. inh nhib nh ibid ib ido. id o. Y el el probleprob pr ma no se allana cuando Widlöcher eescribe que s ri sc ribe b q ue ““es es más es más bien bien la distandist cia creciente entre el apego g y ell autoerotismo go autoeerotismo mo lo que relega a este e último mo a la posición de exclusión, ex xcl c usió ió ón, n, conforme confo ormee a una modalidad de separación”. ración”. Hayy aquí aqu qu uí una un na concepción co oncep pci ción ón n “desarrollista” “desarrollista” de la aparición aparic de lo sexual al inconsciente inc n on nsc scie ient ie ntee que nt que tiene t ene múltiples consecuencias, entre ti en ellas que lleva pregunass ésta, ésta és ta, q ta uee no noss ll levva de e nuevo al artículo de Ferenczi: nos preg tamos moss de dónde dón nde resultaría res e ultaría la perversión en el adulto, y en el fondo, fon de dónde dón nde provendría pro r vendría la conflictividad esencial en el alma humana human a propósito opóssit ito de las pulsiones, pulsiones si la sexualidad infantil fuera a la vez una u actividad creadora autoerótica y lo sexual reprimido. Es aquí, creo, donde se ve más claramente la distinción que es necesario hacer entre sexualidad infantil –por lo demás observable y que se puede estudiar en diversos escenarios naturales o experimentales– y lo sexual, o lo infantil, es decir, lo sexual inconsciente.8 La discusión es en este caso tanto más difícil cuanto que hay que reconocer, por otra parte, la justeza de las proposiciones de Widlöcher cuando éstas son restituidas al dominio propio de la actividad no conflictiva o, más bien, a la resultante más o menos bien adaptada de las
8 Hay que considerar además aquí que Freud mismo se equivoca cuando piensa que la observación directa de los niños aportaría con qué demostrar la justeza de sus concepciones sobre la sexualidad infantil (entendida en el sentido de lo sexual infantil).
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actividades del niño confrontado al exceso naciente de su relación con el otro, con el adulto. La actividad creativa que sería la sexualidad infantil no presentaría entonces ningún problema teórico al entenderse como contribución de la dimensión lúdica de las conductas sexuales infantiles (ya sean biológicamente programadas o adquiridas en el contacto con el mundo adulto, lo que poco importa aquí) a la actividad creativa en general. Se podría incluso decir que las afirmaciones de Widlöcher contribuyen a esclarecer el problema de la sublimación, en la medida en que la sexualidad infantil (de la infancia) sería, en efecto, una sublimación en el origen, es decir, lo lúdico fundamental que el adulto debería poder reencontrar al final de su confrontación con lo sexual infantil y tras las complicaciones que se derivan del hecho de su carácter inconciliable, de su conflictividad ncial. Para decirlo brevemente, puesto que no es el objeto objet etto de de la esencial. sente discusión, lo sexual infantill y la sexualidad lúdicaa se encontraenco en c n presente rían primero sumin aquí contribuyendo a la actividad sublimatoria, el pr prim imer im erro su nistrando trata trando el impulso, la cantidad, aquello qu quee se tr rat ataa de ssublimar, ubli ub lima li mar, y la ma segunda parunda suministrando las formass (lúdicas) (lú lúdi d caas) de di de su conciliación concil iliación li p cial y provisoria. Se encontraría con qué reflexión encontraarríía co on ello o ccon on nq ué retomar la reflex sobre necesaria re la supuestamente nec eccesarria ““desexualización” d sexu de xualliz xu ización” en el proceso de sublimación, limación, que no no ess del del el todo evidente. evid ev id den ente.9
LO SEXUAL UAL Y EL AUTOEROTISMO AUTOEROTISMO
La misma argumentación se aplicaría, mutatis mutandis, a la cuestión del autoerotismo infantil. Las contribuciones bien conocidas de Jean Laplanche sobre el “rebote” autoerótico de la pulsión no son retomables aquí, salvo para señalar que la cuestión del “tiempo auto” merecería quizás una distinción más fina entre rebote autoerótico de la pulsión sobre el cuerpo propio (real e imaginario), consecuencia de la pérdida primordial del objeto satisfactor, y la actividad autoerótica primaria del niño como lugar de acogida de ese rebote. Lugar de acogida que se encuentra en virtud de ese mismo hecho contaminado, problematizado, a consecuencia de lo que es así admitido en el dominio “auto-”, es decir, introducido irremediablemente
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D. Scarfone, “La desexualisation”, Trans, núm. 8, “Le sexuel dans la cure”, 1998.
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desde el otro, lo inconciliable. Esto nos lleva directamente a la cuestión de saber si es posible, o incluso necesario, que se cumpla el tercer término de la definición de Widlöcher que discutimos aquí.
LO SEXUAL Y LA CUESTIÓN DEL ORIGEN
Un interrogante cierra en efecto la definición de la sexualidad infantil por Widlöcher: es necesario aún explicar el origen de esa actividad creativa autoerótica. A lo largo del texto, Widlöcher toma posición sobre este asunto, con la ayuda de referencias concernientes ya sea a la separación por decantación de la sexualidad infantil respecto del apego, o bien a la teoría del apoyo, o incluso a la teoría teorríaa de de la seducción ucción de Laplanche. Me parece que la cuestión que plantea así Widlöcher, Widlöcheer, por porr absoluabso tamente mente legítima que sea para el caso (que (q que u él hace hace vvaler) aler al er)) de una er u sexualidad ualidad infantil lúdica, subrayaa sin sin embargo e ba em barg rgo rg o el problema pro robl blema de fonbl f do que tal concepción encierra. en efecto, encier erra er ra. Está ra E tá al Es al menos meeno m noss implícito, im efec quee la cuestión del origen orig gen n no see pl pplantea pla lanteaa a propósito pro r pósito de la sexualidad sexualid adulta ulta (o en nuestra r reformulación ra ref efo ef ormulaci orm or ciión n del del problema, a propósito de d la sexualidad ualidad a secas). sec e ass). La La sexualidad seexu x al alid id dad entendida como consagrada a la reproducción rod odu uccci ción n aparece apaare rece ce en en un momento de la evolución de las espees ciess como medio com omo om o un u m ed dio o conveniente para su propagación; se explica pues p biológicamente pregunlógic icam ic amen am e te en t a nivel de la especie y no se le ocurre a nadie preg tar de dónde dónde se origina ontológicamente, ontológicamente en cada individuo. individuo Pero Per si Widlöcher plantea la cuestión a propósito de la sexualidad infantil es porque ésta sería el indicio de una diferencia fundamental con la sexualidad a secas. Sin embargo, esta sexualidad infantil, como hemos visto, parece por otra parte, según los propios puntos de vista de Widlöcher, integrarse como no problemática, como no esencialmente conflictiva. Su único “desvío” consiste en el hecho de ser una reposición, en el a posteriori y sobre el modo del imaginario individual, de los aspectos relacionales con las figuras de apego. Varias afirmaciones de Widlöcher van en tal sentido: la sexualidad infantil “tiene que ver con la pura subjetividad propia de la actividad fantasmática”, o por lo menos: [el niño transforma] una situación real en una situación imaginaria despojada de todo contexto y de la que se convierte en sujeto, a la vez creador y
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actor. Una escena de la realidad se vuelve así una fantasía. Esta reposición en el imaginario define la naturaleza “erótica” de la experiencia, que encuentra su salida en una satisfacción de naturaleza autoerótica.
Se podrían discutir varios aspectos de esta cita pero nos conformaremos con subrayar el hecho de que Widlöcher insiste sobre las modalidades del funcionamiento, sin problematizar del todo aquello que debe ser retomado de la experiencia real para ser transpuesto a la fantasía. Todo parece indicar que esta experiencia real no requiere ser pensada. Sólo a él le parece que el mecanismo de esta reposición imaginaria, puede dar cuenta de todos los efectos. Pero, una vez más, esto podría en rigor justificarse a condición de no hablar más que de la sexualidad infantil, entendida como esa forya sea ma homóloga de la sexualidad adulta, es decir, esa forma ––ya néticamente programada, mimética o identificatoria– que que anunan genéticamente cia, imita, prefigura y prepara las condiciones sexualess adultas adu dulttas en su aspecto ecto etológico.10 El origen de esta sexualidad sexu ual a idad ad d “tierna” “ti tier erna er na” o “lúdica”, na “llúd údic según más misterioso ún las palabras de Ferenczi, no o eess má ás mi mist ster st erio er ioso io so que el de la sexualidad origen ualidad a secas. La cuestión cuestió ió ón dee su su or rig igen en n depende dep epen e de no obstante de otro o dominio distinto que q e el de qu de lo o sexual sexua ual problemático, ua p oblemático, inconciliapr inconci ble,, objeto específico c de co de la l investigación investi tiga ti gaaci ción ó psicoanalítica. ón Ahora bien, biien en, no o es es del del todo to odo evidente evi v dente que se deba buscar el origen orig de eso eso sexual, sex xual, l, en en la ontogénesis ont n og génesis individual. No es tampoco evidente evide quee laa teoría teo oría del del apoyo, ap poyo, ni siquiera la teoría de la seducción expliex quen, en, sea sea cual cu ual al fuere, fuere, el origen n de lo sexual infantil. Yo sería más bien b de la opinión op pinión de que se opere el recorte epistémico, epistémico gracias a –yy en torno de– la noción de originario. Este término, como se sabe, por más que contenga la palabra “origen”, no designa sin embargo una fuente histórica, y menos aún un comienzo. Como el texto clásico de Laplanche y Pontalis lo establece claramente,11 esta categoría de lo originario designa por el contrario una cosa que trasciende los episodios ontogenéticos, las peripecias de una historia individual, sin no obstante relegarlas a un segundo plano, pero haciendo en cambio posible pensar lo confuso que agita a tales peripecias. A través de la
10 Pero recordemos que la sexualidad adulta “genital” no estará en absoluto protegida de la contaminación por “lo” sexual infantil. 11 J. Laplanche y J.-B. Pontalis, Fantasme originaire, fantasme des origines, origines du fantasme, París, Hachette, Textes du XXº siècle, 1985.
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noción de infantil como categoría de lo originario, por ejemplo, se vuelve posible utilizar la cita de Ferenczi, que hemos comentado brevemente, para pensar de un modo más general el problema del malentendido adulto-niño, sin lo cual éste dependería de una aberración accidental, relativamente opaca para una teoría generalizadora. El problema es el siguiente: incluso una teoría como la de la seducción generalizada de Laplanche se expondría al riesgo de tener que remontarse hasta el infinito, a menos de introducir la categoría de lo originario en cuanto al “origen”, justamente, de la represión adulta que afecta al niño bajo la modalidad del mensaje comprometido y que implanta así lo sexual en la “dermis” psíquica del niño.12 La represión adulta, en efecto, debe en sí misma resultar de una implantación-seducción, y así sucesivamente. Pero ésa sería una manera ónea de plantear el problema, puesto que en esa acción n de d reerrónea ntarse se trataría de presentar el origen como comienzo. comienzzo. Ahora Ah montarse bien, n, como señala Laplanche, el origen está más bien n en en el el desfase desf temporal poral adulto/niño, y por mi parte agregaría agrega garía que ga que tal tal desfase desf de sfaase es sf es del orden categoría den de lo actual,l es decir, de esa cat ateg at teg e or oría del del tiempo tieemp mpo o eespecífica specífica del inconsciente. que nsciente. Lo actual es lo qu ue no o estáá inscrito i sc in s ri rito t en to en una cronología, cronología lo quee no es del orden del pa paso del tiempo, pas so d ell tie ieempo, o, sino sin no que yace bajo el plano pla cronológico generador nológico como g en ner erad ad ador d dee historia hist hi sto st oria y resulta en sí mismo no historizable. torizable e. Me parece parrecee que qu ue eso esso es lo lo que representa lo sexual infantil en tanto ta quee trasciende desde trrassci c en e de llo o aacontecimental, contecimental, la peripecia, y se inscribe de ese momento mome ment me ntto necesariamente en lo que no puede más que transferirse, transfer es decir, decirr transmitirse como parte excedentaria, excedentaria nunca admitida enteen ramente en un proceso que tendería a completarse, a llegar a su fin. Citaré nuevamente a Jean Imbeault, que al examinar esta cuestión de lo sexual infantil en la obra de Freud señala que hay en realidad dos infantiles que fluyen a través de los escritos freudianos, a los que Imbeault llama “pequeño” y “gran” infantil.13 Estas dos formas de lo infantil no recortan sin embargo exactamente la distinción, sobre la cual insisto aquí, entre sexualidad infantil y sexual infantil, pero creo que aclaran, pese a ello, la cuestión de una luz original. No retomaré, por lo tanto, esta distinción a fondo, que exigiría en sí misma un
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J. Laplanche, Nouveaux fondements pour la psychanalyse, París, PUF, Coll. Quadrige,
1994. 13
J. Imbeault, op. cit.
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largo rodeo. Conformémonos con saber que en el seno mismo de la teoría sexual freudiana, donde predomina de modo manifiesto lo que Imbeault llama “pequeño infantil”, o sea en la sexualidad infantil de los Tres ensayos de teoría sexual, precursora eventual de las perversiones, posiblemente recortadas en fases, etcétera, es posible desglosar el “gran infantil”, mucho más perturbador, que no corresponde quizá más que a “otro ángulo bajo el cual [lo sexual infantil] se da a percibir y a representar” (p. 29), aunque éste, contrariamente al pequeño infantil, no está llamado a desarrollarse. Es, si se quiere –y asumo aquí la responsabilidad de mi interpretación de lo que dice Imbeault–, la dimensión por la cual lo sexual infantil se revela como rebelde a todo proyecto madurativo: “algo que, por sí mismo, se excluye de la teoría; una especie de residuo que se escapa, y arrastra en Imbeaultt, “como “cco su trayecto” (p. 35). Es en definitiva, siempre según Imbeault, iem ie un infantil antes que toda infancia. Como un repliegue en el ttiempo. Un pliegue de tiempo” (p. 41). La otra cosa interesante en esta observación minuciosa Imbeault observaci ción ci ó min inuc in ucio uc osaa de de Im mbea sobre que re la teoría sexual freudiana es qu ue el e “gran “gr gran an ssexual” exua ex uall” resulta, en la ua teoría modo de de la ría misma, siempre admitido admitiido “en en n el mo m do od e llaa iintroducción, ntroducción, d inserción; encajonado, encajado, intercalado, erción; siempre está enca cajo ca j nado jo do, o enca do cajjado ca d , o inserto, o intercala o empujado, dentro”. De mpujado, o deslizado desliz izzad ado do hacia hacia dent hac ha n ro nt o”. D e donde me parece que ees la reposición misma, que osición de de laa cosa cosa en ssíí mi m sma, sm a, a saber de un sexual recalcitrante q no eess domesticable por dome do mestic me icab ic able ab lee p or llaa tteoría eoría ni dominable en la vida psíquica.14
LA TRANSMISIÓN DE LA LEVADURA
En cierta aldea del sur italiano, antes del “milagro económico” de la segunda mitad del siglo XX pero también durante una parte de éste, las mujeres cocían su pan en el horno comunal, horno de leña que se calentaba por consiguiente desde el interior metiendo el fuego en ramas y troncos. Una vez consumido el fuego se retiraban las cenizas y se lavaban prestamente las losas ardientes que formaban el piso del 14 “Pequeño” y “gran” infantil son dos aspectos asimétricos de lo sexual infantil que por mi parte, bajo una forma unitaria, me dedico aquí a distinguir de una sexualidad infantil, pero me abstengo de tratar de asimilar estos dos puntos de vista porque ello demandaría mucho más trabajo, que yo no puedo hacer aquí, si se quiere hacer justicia al aporte de Imbault.
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horno, donde se ponían enseguida las hogazas llevadas a cocer, que el ama de casa tenía preparadas por anticipado en su cocina doméstica, y que terminaban de leudar a la espera de que el horno estuviera al fin listo para la cocción. Describí todo esto no sin pensar en la cantidad de asociaciones que vienen enseguida a la mente y que pertenecen sin duda al dominio inventivo y lúdico al que remite la concepción de Widlöcher en cuanto a la sexualidad infantil. Sin duda, en todos los niños de la aldea podía ser empujado a la fantasmatización por la visión de ese vientre abombado (el horno era una especie de cúpula), asunto exclusivo de las mujeres y en cuyo interior ardía un fuego que, una vez extinguido, permitía “hacer crecer” los panes que esas mujeres habían amasado previamente en la privacidad de su casa. La actividad fantasmática es, sin duda, uno de los aspectos a los cuales remite muy directamente la conceptualización ptualización de Widlöcher a propósito de la actividad creadora. creadoraa. Sin embargo, para ilustrar la cuestión de lo actual, me detendré dete de t n en otro aspecto de esta historia del pan, no sin ser consciente con nsc scie ient ie ntee de los nt límites ites de toda metáfora cuando se trata de de hablar habl blar bl ar de de un tema tem emaa tan em difícil ícil como lo originario. Este otro o aspecto aspe as pectto es el pe el de laa levadura. levvadura. Y es le quee las producciones sucesivas as dee pan que q e realizaban qu reeal aliz izzab ban las mujeres de esa aldea tenían siemp siempre un vínculo entre pre u n vínc íncculo entr re sí: síí: la la mujer que acababa de preparar parar su masa ponía pon o ía obligatoriamente obligator oria or iaame m nte en un extremo una parte pa de ésta, que quee no no ponía po oní níaa a leudar, leud le u ar ud ar,, sino sino que dejaba agriar cubierta con c unaa hoja de parra, después parienhoja d e pa parr rra, rr a, y d espu es pu ués la entregaba a una vecina, a una pari te o amiga que haría ami m ga q uee h aría ar í su pan al día siguiente. Esa parte servía de levaía le dura ra para paar ara laa siguiente, ara sig guiente, que a su vez... y así sucesivamente... En suma, sum unaa parte que, sin embargo embargo, estaba absolutamente inserto en la paart rtee de lo que vida y en las actividades cotidianas más ordinarias no llegaba nunca al término, sino que permanecía en tanto que parte “reservada”, residuo germinativo, destinado a “contaminar” la masa que habría que amasar al día siguiente. Esta parte circulaba así sin cesar, de una mano a otra, sin nunca romper la cadena. “Parte reservada”, decíamos, que respondía al nombre dialectal de “levàto” (en francés “enlevé”, “retirado” o “reservado”), para designar esa levadura en circulación, palabra en sí misma próxima fonéticamente a “liévito” (que se usa en ese dialecto para la levadura propiamente dicha). Parte reservada, porque cuando se planteaba a las mujeres de esa aldea la cuestión de su origen, es el mito el que respondía: En tiempos inmemoriales, las mujeres no sabían cómo hacer leudar el pan y debían por lo tanto dirigirse a la Sibila o profetisa, que guardaba celosamen-
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te su secreto. Pero un día una joven llamada María (algunas mujeres afirmaban que se trataba de la Virgen), a la que su madre había enviado a comprar un pan, encontró justamente a la Sibila en el momento en que estaba sobando la masa. Cuando ésta dejó distraídamente de amasar para buscar el pan que iba a vender, la muchacha aprovechó para hacer caer un trozo de la masa bajo la mesa donde trabajaba la Sibila, y después, caída la noche, fue a recuperar el botín.
Es entonces ese pedazo de masa robado el que se pondrá en adelante a circular indefinidamente entre las mujeres. No resulta difícil reconocer aquí una versión “femenina” del mito de Prometeo, donde se roba el fuego a los dioses y, después, de no dejar ya que se extinga. Y habría mucho más que decir sobre los detaro lles de este mito: la Sibila-madre y sus poderes enigmáticos, ell robo ell llaa al ll a ccaer del secreto por una joven virgen, la simiente recogida por ella Pero no no es ése la noche, el objeto parcial circulante sin fin, etcétera. Pero uí el asunto de mi reflexión. Mediante esta est s a metáfora meetá táfo forra fo ra quise qui u se indicar indi nd aquí na parte, p rtte, llaa fo pa form ma ad adaptada, cr la diferencia que existe entre, por un una forma creara, lúdica y cronológicamente cronológicame meent nte ordenada ordena n da na da de de laa fabricación fab bricación del pan p dora, n, la la circulación ciirccullac a ión n de de levadura, levadura, circulación sin y, por otra, la transmisión, mienzo y sin fin, sa salv lvo o míti mí ít co, pero p ro pe o sin sin que nada en el mito diga de comienzo salvo mítico, nde tomó mó ó llaa Si Sib bila su su se ecr c et eto. o. L dónde Sibila secreto. Laa levadura sirve para la producc producción p n, pa n pero pero o no o será serrá nunca nun nu nca en sí misma consumida: circulará siemsie del pan, co omo o resto, res esto to o, como co omo origen o fuente siempre actual; como exceex pre como nte también, tamb ta mbié mb i n, cuya pertenencia no es posible establecer. ié dente *** Como sabemos, cuando Freud trató de darle bases a algunas de sus proposiciones fundamentales, estuvo obligado ya sea a recurrir a los mitos existentes o bien a forjarlos con sus propias manos. La “mitopoiesis” freudiana parece intervenir, como es la ley del género, cada vez que se perfila la cuestión del origen. Puedo equivocarme, pero no creo que Freud haya hecho alguna vez una aproximación explícita entre el recurso al mito y la cuestión de la temporalidad del inconsciente. Es, sin embargo, notorio que todo mito abreva en lo originario en tanto que fuera del tiempo, o más exactamente en tanto que fuera de la cronología, es decir, en esa categoría del tiempo de la que Freud dispuso desde sus primeros escritos psicopatológicos, a saber, lo actual, tal como lo invocaba en las neurosis actuales, por
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oposición a las psiconeurosis. En esos escritos la distinción correspondía mucho más al dominio de la empiria (las neurosis actuales no implicaban una historia sexual traumática) que a una reflexión sobre la temporalidad psíquica. Pero ésta se impone desde que Freud nota que en el corazón de toda psiconeurosis yace un “núcleo actual”.15 Esta cuestión de lo actual retorna, aunque no necesariamente con el rostro descubierto, en las elaboraciones freudianas que siguen al viraje de 1919, especialmente a través de la compulsión a la repetición, que vuelve a llevar a lo idéntico. Independientemente, por lo tanto, de los modelos psíquicos y de las teorías pulsionales implicadas, es esta dimensión particular de la atemporalidad (y por consiguiente del tiempo) en la psique lo que parece jugar un papel decisivo en la concepción freudiana. Considedife f re fe ren n ro que esto es también válido para lo sexual infantil, cuya diferencia pecto de una sexualidad infantil ya he analizado aquí y que que ue estae respecto Imbeault ltt, en continuicon onti tn ría, como el “pequeño infantil” recortado por Imbeault, dad d con la sexualidad adulta, en una secuencia secue ue enc ncia ia de de maduración. madu ma dura du racción ra ó . ón Al término de esta discusión dee las las posiciones p siiciion po ones es de de Widlöcher Widl Wi dlöcher quedl q rríaa señalar, sin embargo, lo o que qu me me parece paare arece un puente puente por el cual cua se reúnen únen sus concepciones concepcio one n s de d la sexualidad seexualid xu u dad infantil infantil y lo que he consico derado llamar infantil, justamente rado necesario lla ama marr lo o ssexual exuaal in nfa fan ntil, y ese puente es justame estaa dimensión del sexuadimen nsi sión ón ffuera ue eraa d el ttiempo. i mp ie mpo. o Al o. Al postular su concepción de la sex lidad ad adulta, adul ad ullta, me parece par arec e e que ec que Widlöcher ha apuntado precisamente precisame hacia cia ese ese aspecto aspe p cto de d lo sexual inconsciente por el cual la aproximaaproxim ción n freudiana fre reeud udia iaana se distingue de las etologías humanas desarrolladas desarrolla en su pe periferia apego, teoría del amor primario) primario). D Dije p riferia (teoría del apego antes aquí, en una nota al pie de página, que situar tales cuestiones en la periferia del campo psicoanalítico no significaba en absoluto que el psicoanálisis deba desinteresarse de ellas. En efecto, en toda lógica con las observaciones de Canghilhem que evocaba en la apertura de este texto, debo ahora concluir señalando que, si lo sexual infantil se desglosa de hecho del recorte operado por el método freudiano, ello en nada impide existir a las otras dimensiones –lúdicas, tiernas, de apego– como habría dicho Charcot. Pero sería irónico olvidar que tales concepciones no vuelven a nosotros con insistencia
15 S. Freud: Conférences d’introduction à la psychanalyse (Vorlesungen zur Einführung in die Psychoanalise [1916-1917], Conferencias de introducción al psicoanálisis, vol. XVI), París, Gallimard, 1999, p. 494.
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más que como resultado del recorte, del acto fundacional, que instaura el espacio y el tiempo analíticos. No creo que sea posible excluirlos del escenario analítico por decreto. Estimo, sin embargo, que se trata, al acogerlas, de examinarlas a la luz de lo que, en la continuación de Freud, debemos mantener y transmitir a la manera de un sexual que se presenta como un resto, como un exceso o un excedente que es también levadura.
LA SEXUALIDAD INFANTIL Y EL AUTOEROTISMO DE LA TRANSFERENCIA
PIERRE FÉDIDA
Karl Abraham ha reprochado a Freud haber abandonado la noción de autoerotismo demasiado pronto –o demasiado apresuradamente– en supuesto beneficio del concepto de narcisismo, estimado menos descriptivo y por lo tanto más metapsicológico, y que presuntamente podía permitir pensar de manera más integradora la relación dinámica del yo y la relación de objeto. Por definición, ¿el autoerotismo no designa acaso globalmente un estado primeroo de la erogeneidad ad del cuerpo rpo y del placer encontrado in situ, no sólo en las zonas erógenas eró óge sino o también en el funcionamiento vital de los órganos,, sin sin consideconsi co ración Ellis ión aparente de un otro exterior? r ¿Havelock El lli liss no llegaría, lle lega garí ga ríaa, en rí 1898, 98, a imaginar en el histérico la capacidad capaciida dad d de experimentar ex xper erim imeentar una im u excitación itación en sueños, durante el acto acto ctto de d dormir, dormi mir, mi r sin sin la menor inciin dencia ncia de una fuente perteneciente perteene n ciien ente a un un objeto ob bjeto jeto exterior? Si bien no hayy duda de que ell ssueño procurar ueño ueño ue o puede dee p rocu ro c rar un verdadero placer al cu soñador, puede de ador, ¿se p uede ue ede d extraer ext xtra raer ra err d e ahí ah hí el argumento de que el sueño es e el prototipo de existentotip ipo ip o de dell au aautoerotismo toer to e ot o ismo m yd mo e que éste en nada conlleva la exist cia del de otro? otrro? Tal ot Tal como co omo m lo lo señala Freud en 1920 (nota añadida a los Tress ensayos ens nssay ayoss de de teoría teeor oríía sexuall [vol. VII, p. 164, nota 15]), “para el psicoapsic nálisis, isis, llo o es es esencial no es la génesis, sino el vínculo con un objeto”. De ese modo es indicado que la noción de autoerotismo no podría, sin “pervertirse”, rebatirse sobre el modelo de la masturbación y servir así para pensar un estado anobjetal equivalente al placer de órgano. Es verdad que Karl Abraham –basándose en la teoría sexual de Freud– investigaba entonces (1908) la especificidad del fenómeno regresivo de repliegue y de “destrucción de la capacidad de transferencia sexual, de amor objetal” en la demencia precoz. ¿Sus hipótesis clínico-teóricas no debían participar en un enfoque más general al desarrollo de la libido, así como a sus vicisitudes psicopatológicas? Desde este punto de vista, Abraham se une a la idea de Freud según la cual es la inversión o catexis excesiva de la libido sobre el objeto lo que caracteriza al aloerotismo (y no al autoerotismo) del histérico; a la inversa, la anamnesis de los sujetos afectados de demencia precoz [137]
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enseña que desde sus primeros años no alcanzaron a ligarse a nadie ni a “transferir su libido”. El autoerotismo se convertiría, en tales condiciones, en un refugio para la regresión. El onanismo será, en este sentido, uno de los rasgos principales de esta fijación en el autoerotismo. Sensiblemente en la misma época, Breuler plantea que en la esquizofrenia el autoerotismo se empobrece hasta el punto de privarse de eros y de devenir así un autismo. ¡El autismo sería literalmente un autoerotismo sin eros! Pero nos alejamos ya de la concepción freudiana del autoerotismo en provecho de un modelo del estado regresivo de una fijación a un comportamiento que prueba la “destrucción de la capacidad de transferencia sexual”. Las fantasías sexuales infantiles –observa Freud– se ven liberadas con tanta menor resistencia cuanto que es “como si bieran perdido ahora todo valor”. Conviene entonces decir deeciir que q hubieran modo al en la cura analítica la transferencia regenera, de algún modo, autoerotismo oerotismo echado a perder o destruido, y que semejante seme eja jant nte regenent re ege g ración libre expresión ión crea una disposición favorable a la lib ibre exp ib xpre xp resi re sión si ón fantasmática fan fa ntas asm as má de la vida sexual infantil, y ello en vi virtud, especialmente, virt r ud rt ud,, es spe peci c al alme ment me nte, del nt del retiro de la libido sentido podría que ibido del objeto sexual. En n ci ccierto errto sen ntiido o sse ep odr d ía pretender q la genitalización relativame relativamente precoz meente pr reccoz o del el objeto obj bjeto sexual y, de una mabj m nera sexual verdaderas ra general, la vida vid da se exu xuaal del aadulto du ult l o corresponden a verdade puestas estas a prueba prrue ueba ba del del autoerotismo aut utoe oero oe roti ro tism ti sm mo y de su creatividad en la fantasía fanta sexual ual infantil. infa nffanti tiil. l La La inversión i ve in v rs rsió i n o catexis sexual excesiva del objeto poió dríaa iincluso parecer autoerotismo. nclu nc lu uso so p arec ar e er una especie de destitución del autoerotism ec Mientras entrras as que que u ell histérico “se aleja considerablemente más tarde del autoerotismo infantil, exagera la inversión o catexis de objeto”, escrioerot otiismo infantil ot objeto” es be Freud a Abraham en una carta del 5 de julio de 1907. ¿Todo no ocurriría entonces como si, con el aloerotismo de la histeria, los síntomas corporales de conversión mantuvieran en un modo crítico la catexis del objeto sexual y preservaran a la sexualidad infantil, sin autoerotismo, de una destrucción? Y la demencia precoz –de manera comparable a lo que se observa en la neurosis obsesiva y en la paranoia– testimoniaría la tentativa inversa de reconstitución autocrática de un autoerotismo fracasado mediante la destrucción interna o externa de las excitaciones sexuales. Estas hipótesis psicopatológicas que evocan ciertos destinos del autoerotismo pondrían mucho más a la luz las condiciones en las cuales el tratamiento psicoanalítico es posible y la transferencia adecuada para favorecer la expresión fantasmática de la sexualidad infantil, de hecho, se diría, del retiro de la libido del objeto sexual.
la sexualidad infantil y el autoerotismo de la transferencia
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En el intercambio con Karl Abraham, Freud casi no se preocupa de argumentar sobre el terreno psiquiátrico del campo de las demencias. Evidentemente, lo que le interesa no es el uso explicativo de una oposición entre el auto- y el alo-erotismo. Es en el análisis, recordará, donde el autoerotismo puede ser mejor observado, no obstante que favorezca la aparición de fantasías sostenidas por los síntomas. No se debería, pues, hacer del autoerotismo un hecho de comportamiento que se relaciona regresivamente con una fase del desarrollo psicosexual. Procediendo de ese modo se llega por abstracción al pensamiento de un estado originario míticamente anobjetal del que surgirá el “objeto” ex-nihilo. Todo el debate estaría pues falseado de partida si debiera prevalecer –en nombre de la teoría sexual infantil– una idea de “génesis” (Freud). Es, así, el espíritu de abstracción –familiar a ciertas psicopatologías filosóficas tales e como es co la de Bleuler, y también a la de Jung, pero ajeno al psicoanálisis– psicoan nállis i is– lo que e hace creer que un concepto o una noción puede observarse obse ob serv se rvvarse directamente tamente como un hecho sintomático. De ahí resultan res esul u ta ul tan n las las discusiodisscu di sc nes a menudo vanas sobre la primacía prim mac a ía o eell carácter cará ca ráct rá ctter ssecundario ecundario del objeto eto en el desarrollo de laa sexualidad. seexu sexu ualidad ad d. Laa cuestión cue uesstióón es, pues, ésta: ¿en ue qué medida los datos de la observación obsservacción ón n directa direcctaa del dell niño pequeño son adecuaadec dos para sostener pr duranpproposiciones oppos o ic icio ion io nes fo fformadas rmad adas ad ass een n lla a escucha de los pacientes dur te ell tratamie tratamiento? ent n o? o? Desde Desd De sde 1970, sd 1970 70, en n su su obra o raa Vie et mort en psychoanalyse, Jean Laplanche ob Laplanc había estigmatizado autoerotismo bíaa es sti t gm g attizzad do con fuerza “esa gran fábula del autoerotis como mo estado est stad ado ad o de d ausencia primaria y total de objeto –estado a partir pa del cual al habría habría que encontrar un objeto; el autoerotismo es, es por po el contrario, un tiempo segundo, un tiempo de pérdida del objeto”. El texto de Freud al que Laplanche hace referencia es precisamente el de los Tres ensayos de teoría sexual, donde se puede leer que “el prototipo de toda relación amorosa” está en la succión del seno de la madre por el niño. La imagen de la satisfacción sexual conocida más tarde no es la del “niño saciado” que abandona el seno y se acomoda en los brazos de su madre para dormirse con una sonrisa de felicidad. Semejante imagen acreditaría a más no poder la idea de que la relación amorosa y sexual tiende precisamente a esa completitud que conlleva el objeto primordial que se trata de reencontrar. De ahí la ambigüedad de la conocida fórmula freudiana –“Encontrar el objeto sexual es, hablando con propiedad, reencontrarlo”–, que podría hacer creer que el amor busca reencontrar el objeto primero. Pero la vida sexual no es ese señuelo consistente en buscar un objeto que no puede ser
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reencontrado: “puesto que –escribe Laplanche– el objeto que ha sido perdido no es el mismo que el que se trata de reencontrar”. La pérdida del objeto se presenta, dice Freud, “precisamente en el momento en que el niño se ha vuelto capaz de formar una representación de conjunto de la persona a la cual pertenece el órgano que le aporta satisfacción”. La persona de la madre (el objeto total) en su propia presencia real hace caer, de algún modo, al objeto parcial de la pulsión. Tal vez no se ha destacado suficientemente hasta aquí lo que quiere decir la persona y, más aún, la persona en su presencia real. Es con estas palabras con las que Freud introduce a la alucinación negativa en la hipnosis, en el sueño y en la transferencia. La realidad del otro –en tanto que “presencia en persona”– no podría convertirse en el objeto de una relación: la pérdida del objeto de autoconservación no puede n ssu u cconser remplazada por la realidad de la persona representada en to. Debe entonces admitirse que tal pérdida –que, desde dessde cierto cie junto. punto nto de vista, podría considerarse del orden de un duelo– du uel elo– o– no no entraen ña para la sexualidad el descubrimiento de objeto Laplanche e ssu u ob bje jeto to rreal. eal. ea l. L apla ap lanc la tiene ne razón al señalar que “por una un na parte p rt pa r e hay hay de entrada ent ntrrada d un objeto, obje pero ro por otra la sexualidad d no tiene tie ene de de entrada en ntrad ada un objeto real”. real Y agrega: real ega: “Es este objeto re eall [la lleche] eche] lo ech o que u se ha perdido, pero el objeto eto que está ligado ligaado d al al rebote reebo b te autoerótico, auttoe oeró rótico, el seno –convertido en ró seno o fantasmático–, fantasm mát ático icco– o–, es el el objeto ob bje jeto to de de la pulsión sexual.” ¡Tal vez es excesivo decir que ivo vo d eccir q ue eell se seno n sse no e ha convertido en “seno fantasmático”! No sabemos hay que em mos sii h mos mo ay q uee llamar “seno” a ese soporte fantasmático del u autoerotismo. oero otis otis ismo mo o. Sólo Sólo se puede adelantar la hipótesis de que la alucinaaluci ción n negativa neg e ativa de la fantasía va a engendrar objetos que estarán en eg busca de su constitución sexual. La fragilidad de la sexualidad humana no correspondería a ese desplazamiento –desfase– que es el del tiempo segundo del autoerotismo. Que la sexualidad no tenga, de entrada, un objeto significa claramente que la calificación sexual del objeto es polimorfa y, habría que agregar, plástica, tal como lo es la sexualidad infantil. A este respecto, el autoerotismo se concibe –en la relación con un otro– como capacidad de creación y de transformación de objetos a condición, sin embargo, de que la presencia real de la persona del otro no le asigne un contenido sexualizado al relacionarse con ella sola. La seducción sexual precoz del niño por el adulto puede, en efecto, entrañar esta destitución del autoerotismo. La argumentación de Daniel Widlöcher en el debate entre “amor primario y sexualidad infantil” ofrece ante todo ese insigne mérito de estar muy firmemente articulada en torno de las oposiciones his-
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tóricas a las cuales ha dado lugar. En otras palabras, este “debate entre Londres y Viena”, iniciado por Balint a propósito del amor de objeto primario, continuaría girando en la aporía nominalista si no se hubiera reintroducido en él (como lo hacen Melanie Klein y sus alumnos) una actividad fantasmática primaria, que implica un objeto (bueno o malo) perteneciente al contenido de la fantasía misma. Así, no podría existir condición solipsista del autoerotismo y –tal como lo indica Melanie Klein– “los estados de retiro narcisista son estados en los cuales el retiro opera hacia la constitución de objetos internos”. Según Daniel Widlöcher los términos de buenos y malos objetos deberán ser entendidos como objetos de pensamiento, o mejor aún, como objetos-pensados […] Por cierto –agrega–, se hablará de relación de objeto narcisista en la medida en que se trata de objetos tales b internos, pero tal a ess oobjetos bj pertenecen predicado enecen a la estructura misma de la pulsión, puesto que constituyen el pr pred dic i ad de la fantasía toda antasía y esta última se encuentra presente desde el origen de tod da vi vida da ppsíquica. s qu sí
Aun teniendo en cuenta los aportes apo ort rtes es de de Fairbairn Fair Fa irba ir bair ba irn ir n mediante medi me diante su condi c cepción pción psicoetológica de laa relación rel e ac ación de aci de objeto, ob bjet eto, et o, Widlöcher Wiidlöcher no parepa ce alejarse de la idea principal princ nciip nc ipal del del Grupo Grupo po de de los Independientes (especialmente cialmente de Winnicott), Win nnico nico cott ttt),, según ún n la la cual cu es la transferencia en la cura de adultos adulto tos to os lo que quee esclarece escla sccla l re r ce mejor mejor acerca de la inscripción de la relación aci ción ón de de objeto obje ob jeeto o en n la la realidad realidad psíquica y en la repetición de la relación re relac con el ootro. Lo trro. tro. o L o qu que se llama relación de objeto reencuentra en la transfeque tran rencia modalidades ncia sus sus m odalidades originales de expresión escenificada, que od q permiten sexuarmitten e inferir lo que conviene entender como lo infantil de la sex lidad. Hay que admitir, entonces, que sólo la fantasía –por su naturaleza y su función autoerótica– enunciada en la cura puede decir el modo en que se ha constituido la relación de objeto desde sus comienzos y a qué vicisitudes personales se ha encontrado sometida. Ésta es, por lo tanto, incuestionablemente, una mejor apreciación técnico-teórica de la dinámica de la cura, que debería así conducir a las hipótesis metapsicológicas sobre las condiciones de creatividad de la sexualidad infantil en la vida del sujeto. De ese modo debería ser evitada una concepción demasiado estrecha del autoerotismo. Al mismo tiempo se debería poder prescindir de una visión desarrollista de la secundarización de la búsqueda del objeto. Por último, la ventaja de regirse estrictamente por las construcciones elaboradas en la escucha del paciente consiste en evitar el razonamiento filosófico que Husserl presentaba para justificar una intersubjetividad previa a la constitución de la subjetividad: el material producido en la cura basta por sí
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mismo para distinguir el lugar y la función del otro en el autoerotismo de la fantasía. La observación empírica de las interacciones precoces entre la madre y el bebé suministra numerosos elementos de información que ofrecen el interés de imagenizar mejor la especulación teórica: es su valor de solicitación metafórica lo que, aquí como en otras partes del psicoanálisis, debe contar ante todo. “¿De qué debate se trata?”, se pregunta Daniel Widlöcher después de haber recordado cuáles eran los protagonistas y las circunstancias del debate. Ciertamente, el debate puede jugarse entre, por una parte, una teoría freudiana del “protobjeto” oral (el seno) que prepara para el descubrimiento ulterior del objeto-otro, y por la otra una teoría del carácter primario del amor de objeto (apego a la madre real) que estaría en la fuente de las fantasías sexuales. La libido es esencialnte narcisista pero ese narcisismo no podría, de uno u otro o mo m mente modo, tar para concebir lo que se llama “sexualidad”. Y si se puede pu ued de legíle bastar timamente amente pretender que el autoerotismo se desprenda da de de él, éll, hace h faltaa todavía preguntarse cómo sobreviene sobrevien ne la necesidad nec eces ec esid es id dad del del el objetoobje otro. o. Amor coexisten todo de or de objeto y autoerotismo co oex existen a to odo d lo largo la a de la infancia –escribe Daniel Da Widlöcher, prosigue–: dlöcher, que prosigu g e– e–: La Lass co ccondiciones con ondicione nd es dee ssatisfacción atiisfacción no son las mismas. El aamor at bjeto está ddirigido i iggiddo haci ir ha aci ciaa un u a pe ppersona rson rs on ona na real, un “otro” del entorno próximo. [.. de objeto hacia una [...] A reenc ncia ia ddel el am mor de mor mo d oobjeto, bjjet eto, o, lla a sexualidad infantil se construye a partir de una diferencia amor exigencia interna psíquica o enci cia in ci inte t rn te na y ob oobtiene tiiene su satisfacción en una actividad autoerótica psíqui física. ca.
El carácter intercambiable del objeto depende ampliamente de los guiones o escenarios imaginarios. En sus propias palabras el proyecto de Widlöcher es claramente el de “reconsiderar el principio de esta fusión entre amor y sexualidad que caracterizaría a la sexualidad adulta, así como su separación en la infancia”. Las numerosas referencias, a las que se apela en citas (Spitz, Anna Freud, Hoffer, Lab, Renaud...), reflejan todas la preocupación por resolver esa aporía de la satisfacción autoerótica de la pulsión y del origen narcisista del amor mientras que se opera progresivamente un desprendimiento de la pulsión de su satisfacción autoerótica, a la búsqueda de nuevos objetos externos. Las proposiciones presentadas por Daniel Widlöcher pueden resumirse así: 1) “la sexualidad infantil no es una sexualidad prematura”: persiste en el adulto “como una fuente de deseos y de activida-
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des creadoras permanentes”; 2) “la pulsión sexual infantil no es un instinto.” Lo que quiere decir que la sexualidad infantil no se mantiene en el adulto como “un residuo mal asimilado” sino que encuentra sus modos de expresión en el sueño y la transferencia. La “actividad creadora autoerótica” de la sexualidad infantil reencontrará sin duda un tope o meta corporal en la sexualidad genital del adulto –lo que vuelve a ésta tanto más difícil de pensar en las evocaciones y relatos personales de la cura; 3) “la asimilación de la sexualidad infantil a la sexualidad genital del adulto” haría que se confundan un punto de vista “desarrollista” y una “comprensión de su papel en el inconsciente”; 4) la sexualidad infantil no depende de patrones de comportamiento (de naturaleza etológica) sino “de la pura subjetividad propia de la actividad fantasmática”. “La fantasía no es el producto de la sexualidad ualidad infantil sino que la construye. Lo que se denomina denomin na geneg ge ralmente mente relación de objeto describe la estructura de estaa fantasía, fan anta an crea, a, más bien que expresa, la sexualidad infantil.” Widlöcher Wid idllöch cher dech fiende propia nde esta idea de “una tendencia propi piaa al autoerotismo”; pi aut utoe o ro roti tism ti smo” sm o”;; 5) el o” autoerotismo oerotismo en la cura: este autoerotismo autoer erot er otis ot ismo is o designa des e ig igna na de de un modo absolutamente utamente claro la experiencia experie ieenc nciaa de de placer pllaccerr del del copensamiento asoa ciativo tivo según el paradigma paradig gmaa sueño-estado sueño ño-eest ño s ado o hipnoide; hiipnoide; 6) La “participa“partici ción autoerotismo n en una coasociatividad” coasocia iattivi ia tivi vida dad” da d” abree laa vvía d” í ttransferencial ía ransferencial al autoerotis del analizando analizan an ndo y a una una actividad act ctiv ivvid idad ad d sublimatoria del analista; 7) el lugar lu acordado función orrda dado do a llaa fu func n ió nc ión n de apegoo a la persona del otro no puede ser pensado nsad ado ad o más m s que má que en qu en relación con el autoerotismo. Suscribo muy resumidos, Susccri ribo bo m uy ampliamente los puntos de vista aquí resumid desarrollados arrol olllados por Daniel Widlöcher en su muy interesante contribuol contri ción. Aunque varios puntos merecerían una discusión más profunda, desearía aquí presentar algunas observaciones y reflexiones en el espíritu de un intercambio con esa contribución.
A. EL “OTRO” DEL AUTOEROTISMO
Auto-erotismus no es Selbsterotismus: el prefijo “selbst” es, por el contrario, el del término alemán de autoconservación (Selbsterhaltung). La elección freudiana de conservar la expresión de Havelock Ellis se incrementa con el interés de ver aquí coexistir autos y eros –como si los dos términos juntos introdujeran el sentido de una interacción dinámica: eros es móvil y vivo, y es a él al que corresponde evitar que
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una forma se fije (¡autos tiene su centro en todas partes y su circunferencia en ninguna!) en una función o un órgano; autos hace que eros disponga de toda su capacidad de actuar sobre las formas transformándolas. Se sabe –como lo recuerda Laplanche– que para Freud el autoerotismo recibe esa expresión paradigmática salida de las zonas erógenas al punto de designar la transformación que sufre una “actividad” como consecuencia del placer que la mueve. El autoerotismo es, en cierto modo, un Gestaltkreis (V. von Weizsäcker) –círculo de la forma viviente– donde motricidad y sensorialidad se engendran recíprocamente. El placer que el niño pequeño descubre en el despliegue de sus movimientos produce nuevos movimientos que, a su turno, son nuevas fuentes de sensación y también de representación y de lenguaje. Es decir que la plasticidad autoerótica es generadora de pu ued edee en la creatividad de la fantasía. Desde este punto de vista se puede cto aproximar este círculo a la forma de la circularidad del del pl p a efecto placer en el Witzz (chiste), puesto que aquí el placer del chistee hace hacce jugar ha jug uga el sentido tido con el lenguaje gracias a la función ón móvil móvvil adquirida adq dqui uiri ui rid ri da por da por un tercero Schneider). autoerotismo cero imaginario (Monique Schn nei eide der) de r . Hay Hay pues pues aasí sí autoerotis a condición presente persona ondición de que el otro esté téé p reesentee en np erso erso sona con su capacidad capacid de ausentizarse: dicho de ot otro modo, autoerotismo tro m odo od o, el au o, aut toer e otismo es la actividad de fantasmatización ésta dispone tasmatización en n ttanto ant n o qu que és sta d ispone de poder para hacer desis isp d aparecer/reaparecer presencia. arecer/r /rea eaapa pare recceer al rece al otro otrro een n ppr resencia. actividad fantasmática fantaEs, as Es aasí, í, a laa ac cti tivi v da vi dad d fa fan ntasmática –actividad alucinatoria de la fa sía– que corresponde – a la q ue co ue orre orre or r sp sponde el régimen de producción del otro en sus modalidades daliida dade dess de de d apariencia y de aparición/desaparición. Se puede, pued a este respecto, e res specto recordar que el autoss aristotélico es del orden de lo mismo –siendo ese “mismo” de manera pre-especular el mismo-otro. Es lo que Freud significa respecto de las inferencias anímicas (en Metapsicología, en el texto sobre El inconsciente) y es también lo que se encuentra claramente descrito en la función que juegan las apariciones fantasmáticas del comentario de la Gradiva. Freud relaciona esta “particularidad” con el poder de lo psíquico, que llega a producir la inquietante extrañeza del doble. La producción del doble –de naturaleza animista– pertenece, en efecto, a la fantasía autoerótica en la capacidad, que le es propia (especialmente a partir de la erogeneidad de la visión), de darse alucinatoriamente el mismo de sí mismo. La problemática del otro en la estructura de la fantasía no podría por consiguiente desconocer la función de repetición de lo mismo inherente al surgimiento de la sexualidad infantil.
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B. LA SEXUALIDAD INFANTIL
Se sabe que la cuestión de la sexualidad infantil tiene toda la importancia que le reconoce Daniel Widlöcher en virtud de la apuesta que representa para el psicoanálisis. En otras palabras, ¿ podría el psicoanálisis prescindir de la sexualidad infantil? La pregunta amenaza con dogmatizar la respuesta. En efecto, la referencia a la sexualidad infantil no podría valer para un uso sistemático de lo infantil en la interpretación. Por lo demás, ¿no sería mejor hablar de lo infantil de lo sexual que se mantiene presente en la curiosidad así como con esa forma de creatividad de la fantasía que Daniel Widlöcher tiene el cuidado de poner en evidencia en su contribución a este libro? La creatividad de la sexualidad infantil corresponde, sin duda, al imorfo perverso que Freud describe. Pero –desde el momento mome ment me nto nt o en polimorfo transforma mado ma dora de do quee la sexualidad infantil puede ser productora y transformadora objetos– etos– debemos más bien interrogarnos sobre sus vicisitudes vici cisi ci situ si tude tu dess y frade casos os imputables a la sexualidad genital del del e adulto. adu ult lto. o Es Es notable, nota no tabl ta ble, en bl efecto, pena fantascto, que ésta acoja generalmente generalmentte co con n pe ena una una na ccreatividad reaati re ativiidad id fan mática tica teniendo en cuenta que qu ue tal taal creatividad creaatiivi v da dad d ha ha partido ligada con c el lenguaje producción pensamiento. psicopatología enguaje y con toda p ro odu ucció ió ón de de pen nsami miiento. La psicopatolo de la sexualidad genital, gen e ital al, tal al tal como mo aparece apa p rece en el tratamiento psicoapsic nalítico, ítico, hace haacee aflorar afl flo orar ampliamente amp pliiam amen en nte de qué modo los comportamiencomportami tos de la la vida viidaa amorosa amo mo oro osa tenderían ten e derían a reproducir respecto del otro esa experiencia peri rien ri en nci ciaa tr ttraumática aum aumá au máática del niño tal como la ha descrito Ferenczi (“la confusión nfusió ión ió n dee lenguajes”). lenguajes”). Se podría incluso formular la hipótesis de quee son n la la fantasía sexual infantil y el autoerotismo los que resultan resul en el adulto lesionados como consecuencia de los comportamientos en su expresión genital. Puesto que es precisamente de esto de lo que se trata en las seducciones sexuales del adulto respecto del niño (Laplanche): lo traumático concierne a un ataque a la creatividad de la fantasía. No es, por cierto, cuestión de acreditar un seudo-rousseaunismo de la sexualidad infantil. Semejante mitología chocaría con el paradigma freudiano y quitaría todo sentido simultáneamente a la sexualidad y a lo infantil. Ferenczi no ha escapado del todo a esta mitología, como lo prueba la esperanza de una madre tierna que vendría a encarnar –en el terapeuta– un deseo de reparación y de curación. Y el análisis –recuerda Freud a Ferenczi en su famosa carta de diciembre de 1931 (“carta sobre la técnica del beso”)– debe atenerse a la estricta posición de no actuar de ningún modo como si pudiera, me-
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diante un gesto, producir esa ternura reclamada por el paciente, ya que no hace más que reproducir el gesto de excitación sexual por el adulto. Lo infantil de lo sexual no podría conducir a una infantilización de la sexualidad.
C. EL AUTOEROTISMO DE LA TRANSFERENCIA
Aquello que ha sido designado el otro del autoerotismo exige ser aquí reconsiderado desde el punto de vista de la cura analítica y de la transferencia. He formulado en otro lugar la hipótesis de la naturaleza autoerótica mo rrecide laa transferencia. Y se podría incluso añadir que el autoerotism autoerotismo an nto resbe de la teoría de la transferencia su pleno esclarecimiento ttanto pecto cto de esa idea de un placer que se engendra por síí mismo mism mi smo sm o como co del punto de vista de la presencia/ausencia del del e otro.. La vida vid idaa psíquica psíq ps qui uica (y psicocorporal) que depresividad cocorporal) tiene de particularr q ue dispone diispo pone po ne de de la d epresivid necesaria de excitaciones cesaria para ponerse a cubierto cub bie iert r od e ex xcit xc itac accione ione nes demasiado d masiado fuertes, de fuer tanto garantiza la activito internas como externas. exteern nas. Esta Estaa depresividad dep presiividad i ac dad d autoerótica de la la fantasía, fant fa nttas asía, permitiéndole peerm mit itié iéndole mantenerse viva y actiié a va. En una g gran medida interacran m ra edi dida da la ddepresividad da epre ep resi re sividad de lo psíquicoo resulta de inter si ciones cuyo nes precoces preecoce cess cu ce uyo o rritmo itmo it m está destinado a producir intercambios intercambio y, de esee modo, mod o o, o transformaciones traanssformaciones recíprocas (modelo del placer mam dre-niño). -niño ño). ño ). En eell análisis –tal Widlöcher– la pala palabra tal como lo recuerda Widlöcher asociativa, los sueños, las fantasías expresadas, inducen un placer psíquico correspondiente al preplacer o anteplacer (Vorlust). La tendencia se consuma en su realización imaginaria puesto que un ahorro, una forma de cortocircuito, descarga la tensión de un modo diferente que mediante la realización en la realidad. [...] Pero, aquí también, el modelo del orgasmo representa un obstáculo para nuestra comprensión. ¿Alguna vez se encontró la prueba de un equivalente orgásmico para explicar el fin de la actividad física autoerótica? Es posible preguntarse si, contrariamente al placer sexual genital, el placer no se sitúa en el origen mismo del acto, ya se trate del acto psíquico o bien del acto masturbatorio. El placer en el autoerotismo de la sexualidad infantil sería inicial y no terminal. En otras palabras, el surgimiento del deseo coincidiría con el placer.
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Suscribo esto que ha escrito aquí Widlöcher en su referencia a un Vorlust (deseo-placer) que calificaría la economía específica de la fantasía sexual autoerótica. En los mismos términos se designa el placer psíquico, dejando en retirada la presencia del objeto (suerte de puesta fuera de circuito de la investidura, inversión o catexis sexual de la persona y, parcialmente, del cuerpo excitable). La capacidad metafórica de esta puesta fuera de circuito “económico” refuerza la movilidad fantasmática y la creatividad de objetos imaginarios. Lo que caracteriza aquí a la transferencia es ser transferencia intrapsíquica sobre objetos constantemente móviles y transformables. Lo psíquico no es animado más que a condición de que su depresividad le ahorre la prueba de estar sexualmente “demasiado vivo” o incluso de “parecerse demasiado a lo vivo” (Freud). ¿La inquietante extrañeza no viene por exceso de representación viva animada? Y es, por así decir, este régimen rég égim ég men e de depresividad resividad de la transferenciaa lo que otorga a los procesos analíticos anal an a íti unaa función de intercambio entre el paciente y el analista. anal alis al ista is ta. El “espata “es cio intermediario de la sesión”, según Winnicott, Win nni n cottt, es literalmente lit iter eral er alme al ment me nte ment táfora manera ora de intercambioss producida dee ma m n raa vverbal, ne erba er bal, ba l, pero pero sobre todo to metáfora táfora que conlleva una gestualidad geest stua uaali lidad d implícita im mplíícit itaa de d las palabras y de sus voces. Hablar del autoerotismo autoeero r tiism smo o de d la transferencia t an tr nsfferencia impone una comprencompr sión exacta como posible dee la función alucinatoria de la fantan tan exa xaact c a co omo m ssea ea p o ib os ible le d fan sía. E Esta staa fu st ffunción unció ión ió n co cconjuga njug nj jug u a en la misma actividad productiva de la fanf tasía ía la l alucinación alu uci cina naci na ción ci ón n negativa (poder psíquico de actuar sobre la apaa riencia nciaa de llaa presencia y hacerla desaparecer/reaparecer) y una u alucinatoria cinat atoria de objeto que cumple el papel de realización del deseo. at des Conviene, en otras palabras, no disociar (hasta en la formación, incluso, de la interpretación en el analista) esta creación por la fantasía de nuevas formas-objetos que responden al Vorlust y el “tratamiento” del otro en su presencia de apariencia. “Ser transparente como el aire”, dice Freud cuando designa con la palabra “nadie” una presencia que puede ausentarse a fin de dejar que se desarrolle el surgimiento de las fantasías en el placer autoerótico de interiorizar la presencia sin encontrar su obstáculo. Por poco que esta presencia llegue a manifestarse activamente, ¿no reproduce entonces una amenaza de detención sobre el autoerotismo? Hubiera sido necesario aquí recurrir ampliamente a la clínica de ciertas formaciones psicopatológicas en la cura (refuerzo del funcionamiento obsesivo, adicciones, anorexias, ciertos estados somáticos) para establecer en toda su medida las dificultades de producción de
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la transferencia correlativamente a expresiones pervertidas del autoerotismo. Es generalmente en favor de estos síntomas como se ve sin embargo mejor el imposible desprendimiento de otros (tal o cual progenitor) investidos transferencialmente sobre un modo de amor primario enclavado en la psique. Lo que llamo aquí expresiones pervertidas del autoerotismo designa esas configuraciones donde el cuerpo del otro es investido de tal suerte que ahoga o destruye toda la vida fantasmática. Es en nombre de la psicoterapia de las perturbaciones de la vida sexual del adulto por lo que generalmente se argumenta hoy el abandono más o menos disfrazado del paradigma freudiano de la sexualidad infantil. El error recurrente consiste en tratar la sexualidad infantil como si entrara en comportamientos sexuales del niño y consirarla entonces como un vestigio de la sexualidad del adulto. adult lto. lt o. Esto E derarla nifica no sólo reducir el alcance del paradigma sino, sobre sob bre todo, to significa desnaturalizar naturalizar por completo la significación inherente a llaa teoría teeorría y la práctica operaciones ctica del psicoanálisis. De ahí resultan n también tamb mb bié ién n op oper erac er acio ac ones ne de abstracción primitivo tracción que se orientan a reconstituir recons nsti ns titu ti tuir el tu el mito m to aanobjetal mi nob no bj tal primit bjet y el papel del objeto externo de o en n el el desarrollo desaarrol rrro olllo d e la relación. Al regirre se por los procesos puestos p esto pu os en juego jue uego g en go n la la transferencia transferencia y en el conc junto to de la situación situació ón analítica an nallít ític i a se obtiene ic obttie ien ne ciertamente una visión mum cho directa de modalidades o más di ireectta d e la lass mo oda d li lida daades según las cuales el otro-real ha podido no perdiido favorecer fav avoreecer er o n o la ccreatividad reatividad de la sexualidad infantil. Se p cibee sobre que lenguasob obre ob re e ttodo odo od o qu q e esta creatividad no es independiente del leng je. Se mide, mid ide, e, finalmente, fin i almente, en toda su amplitud, la difícil adecuación adecuac entre re tal taal creatividad y la sexualidad genital del adulto. adulto
LA SEPARACIÓN JACQUES ANDRÉ
En marzo de 1953, Donald Winnicott escribe a su amigo Clifford Scott, evocando en un postscriptum circunstancias de cura donde la regresión reviste formas particularmente intensas: ...desde que experimenté esas regresiones interpreto más frecuentemente en términos de necesidad y menos a menudo en términos de deseo. En numerosos casos me parece suficiente decir, por ejemplo: “En el punto donde estamos, es necesario para usted que lo vea yo este fin de semana”. En efecto, cto, en lo que me concierne, puedo aprovechar de mi fin de semana, semaana n lo que ayuda indirectamente al paciente, pero desde su punto de vis vista sta een n ese momento discontinuidad mento preciso simplemente le resulta difícil aceptar una d isco is cont co n in inui en el tratamiento. Si en un momento semejante deci decimos: imo mos: s “Usted “Us Uste Us ted te d querría que qu que yo renuncie a mi fin de semana”, estamos ssobre pista, realiobre ob re laa ma mala la p ista is ta, y en re ta dad nos equivocamos…1
Para el debate que ue nos nos ocupa, ocupaa, entre entr en trre sexualidad infantil y apego, ape nnicott tiene tien ne el mérito mér érit itto de d representar rep ep pre resentar una posición dual, opositoopos Winnicott fuer fu e te er teme m nt me n e sostenida sost sten ten nid da en la teoría como en la práctica. Más M ra, tan fuertemente n que que “apego”, “apeg eg go”, sin siin embargo, em en bien es sin duda holdingg [sostener], entre as las laas palabras pala pa labr la bras br a de as de su construcción (entorno, good enough [pasa todas [pasadesufici cien ci enttemente en te ro, suficientemente bueno], continuidad de existencia, etc.), la q que se encarga de manera genérica, más allá del gesto singular de una madre que sostiene, y que carga, de significar la calidad de este registro tan precoz como vital. El fin de semana (o el periodo de vacaciones) llega; con él la separación, la discontinuidad. A la interpretación (¿habrá que decir psicoanalítica o psicoterapéutica?) de Winnicott (“es necesario para usted que yo lo vea”) hacen eco declaraciones del mismo tipo, pronunciadas esta vez por los pacientes: “tengo necesidad de usted”. Yo podría, por mi parte, dar testimonio de numerosos ejemplos en los que se ve, de modo privilegiado, surgir esta frase en relación con una 1
D. W. Winnicott, Lettres vives, París, Gallimard, 1987, p. 82.
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discontinuidad del análisis, una brecha en el marco (vacaciones, o sesión anulada). Es difícil y quizás “ingenuo”, para retomar la palabra de Daniel Widlöcher (Supra, p. 41), esperar distinguir lo que en el movimiento de la transferencia correspondería ya sea a la sexualidad infantil o bien al apego. Tanto más difícil cuanto que en lugar de “apego” se prefiere la palabra de Balint: “amor”, primario o no, es por excelencia el significante de la confusión y del equívoco. No obstante, el punto de vista de la distinción, e incluso de una radicalización de ésta, es el que adopta Winnicott. Hasta ahondar la separación en el seno mismo de la nosografía: por un lado las neurosis y su etiología sexual y por el otro las psicosis y las formas borderline, cuya génesis, según él, son las perturbaciones graves, digamos del holding, p g g g en el sentido tido extensivo que se le acaba de otorgar. Las angustias psicóticas, pssic i ót ótiic escribe, ribe, agrupadas en torno de la palabra necesidad, no tienen tien nen n nada n quee ver con las pulsiones, “sino con cosas como la desintegración, desin inte in tegr te grac gr ació ac ió ón la despersonalización, ausencia personalización, el aniquilamiento, la caída caíd ca ídaa sin íd siin fin, fin, la la au aus sencia de contacto ntacto con los objetos no-yo, etcétera”. etcé céte cé tera te raa”.2 Por supuesto, no basta que quee las lass palabras palab bra ras fuercen fuer fu errce cen la distinción para p quee las cosas ocurran. no n.. La La teoría tee no impide impi p de existir ni al paciente que pi q mezcle zcle todo. ¿Que ¿Qu Q e entiende entiien en nde éstee cuando cuan cu and do el analista dice: “es necesanece rio para usted ustted d que que ue yo yo lo o vea vea este est s e fin de semana”? ¿Qué dice aquél aq cuando an ndo declara: dec e laara ra:: “tengo “ten “t en ngo g necesidad necesidad de usted”? ¿Quién podría aseguase rarnos noss que que aquí aqu uí el sentido manifiesto no tiene otro espesor que él mismo, mo, o incluso inccluso que las personas reunidas por la frase no son otras ot que las Otras ttantas abismos, l personas “reales”? “ l ”? Ot t preguntas t que abren b bi especialmente de perplejidad. El desarrollo de las teorías del apego ha permitido que se complique considerablemente nuestra representación del recién nacido y de su progreso. Es imposible hoy quedarse con la imagen autoconservadora que tenía un lugar de referencia en Freud, ni con las consecuencias que debía, una vez introducido el narcisismo, de un estado anobjetal primero. Se sabe en qué términos provocadores (“¡un bebé, eso no existe!”), Winnicott defendería la posición contraria a esta ilusión autística para sostener, al contrario, el punto de vista basado de una entidad compleja que asocia, entrelaza, al niño con su entor-
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Ibid. (carta a Lili Peller del 15 de abril de 1966), p. 214.
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no humano. La idea de un estado anobjetal no carece de interés, sin embargo, a condición de someterla al análisis y de reconocer en ella, bajo el exterior del ideal esférico y adormilado, la fantasía narcisista por excelencia de un regazo perfecto. Una vez acordado a los psicólogos del apego (“psicólogos” porque en esta fase de la vida del cuerpo y del espíritu la cuestión del inconsciente, de lo inconciliable, no se plantea) y a los etólogos todo el valor y la pertinencia de sus descubrimientos no se puede evitar la consiguiente pregunta: cuál es el devenir psíquico de estas modalidades precoces de la relación humana, sobre cuál es el destino patológico de los falencias de lo que Winnicott llamaba a veces “las técnicas de los cuidados maternales” o, de manera menos precisa y preferible, las intrusiones del entorno, y en qué medida y de qué manera el análisis álisis pertenece al conocer y la cura al sufrir. Entremos en la cuestión por una puerta que puede parecer pareeceer falsa fa en cuanto a la generalidad del problema. ¿Se puede disociar dis isoc ociiarr la inteoc in rrogación presencia “apego” gación sobre las modalidades de la pr res e en enciia de dell “a “ape pego pe go”” en la go cura, a, de la forma adoptada por ésta? éstta? En En otras otra ot ras palabras, ra pala pa labr la bras, ¿cuál es br e el valor or de introducción de las ass opciones opc pcio io ones prácticas? prááccti pr prác tica cas? ca s? A fin de no perderperd noss en los arcanos dee las l s múltiples la m ltip mú i le less variantes v rian va antes recurriremos a una disan tinción ción simplificadora simplificado ora (y (y por p r consiguiente po co ons n ig gui uieente abusiva): Bowlby, Balint, Bal Winnicott... nnicott. t ... los los os grandes grand ndes es nombres nom mbr brees del apego, del amor primario, del holding, son londinenses, psicoanálidin ingg, so on lo ond ndin in nen nse s s, y sobre todo practicantes de un psicoan sis cuya duraya forma-tipo forrma ma-ttip po eess la de las cinco sesiones semanales (de una du ción n dee cincuenta cinc ci nccuenta minutos cada una, en general): una por día, salvo sa la separación eparración del fin de semana. semana Práctica sustancial si las hay; uno de los rasgos psíquicos más elocuentes de esta continuidad de existencia analítica es el hecho de que, a ese ritmo, es generalmente la sesión de la víspera la que suministra al sueño de la noche sus restos diurnos. Surge naturalmente la pregunta: ¿en qué medida la omnipresencia del baby en la literatura de referencia es otra cosa que el registro de una petición de principio, o de práctica, cuando ésta es formalmente concebida sobre el modelo de una experiencia correctora de la maternidad? ¿El baby es lo que el análisis descubre o lo que éste engendra al instalar las condiciones de la “regresión a la dependencia”? El cumplido es reversible; basta cruzar el canal [de la Mancha] para encontrarnos ahí donde prevalece otra manera de trabajar: digamos tres sesiones por semana (generalmente de cuarenta y cinco minutos), una cifra en sí mismo edípica; idealmente una sesión cada dos días, en una puesta en escena del fort-da, de la ausencia-presencia
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y de su simbolización. En Londres la madre siempre ahí; en París el padre que se rehúsa y cierra la puerta de la escena primitiva. Allá el baby que se queja; aquí lo infantil sexual consagrado a la sustitutividad y la variabilidad del objeto. ¿Recoge el análisis otra cosa que no sea lo que siembra? Uno no se libera tan fácilmente de esta cuestión, la de la transferencia del analista sobre su práctica y sus pacientes (la contratransferencia es otra cosa). La dificultad no puede ser más seria pese a la forma paródica con la cual he elegido ilustrarla. Sería necesario, por lo demás, añadir esto: el conjunto de las formas de angustia y de regresión mal contenidas por el paradigma de la psiconeurosis, antes que las teorías del apego se las apropiaran, apareció en vinculación directa con los fracasos del dispositivo analítico. El paciente borderline nació en las fronteras de lo alizable antes de instalarse en la cresta teórica que hace quee llo o vvital analizable (el existir) y lo sexual se unan. senccil illo lo franquear fraanq nqu El problema no se resuelve con facilidad; no es sencillo el obstáculo... Ciertamente, pero es también tambiién imposible imp mpos osib os ible ib le dejarse dej ejaarse detede nerr por él. Pese a todo, pese al canal can anal an al psicoanalítico, psi s co oan anal alít al ític ít ico ic o, Winnicott o, Win i nicott (él ( y algunos unos otros, sin mencionar arr a los oss pacientes pacie ien ie ntes es cuyo cuy uyo dolor de existir va uy máss allá del canal de laa M Mancha) ancha)) nos an nos os habla, hab ablla, y se tiene la sensación de ab entenderlo enderlo aunque aunqu q e sea seaa all precio pre r cio o dee algunas alg l unas traducciones aproximaaproxim das:: good enough, enooug ughh, being... beiing ng... g Es E difícil dif ifíc íccil il ponerse de acuerdo en la palabra pala justa. Benveniste t a. Émile É mi mile B en n ve veni n i st ni nist stee había demostrado notablemente que q Aristóteles, stó óte t le es, s ccreyendo r yeend re do enumerar las categorías del ser, se contentó, sin saberlo, erlo, o,, con con n encontrar encontrar las variables del verbo griego. Esto nunca nos ha impedido imp ped edido continuar leyendo la filosofía del Liceo, Liceo comprendida comprend su Metafísica, con el sentimiento de que la comunicación del pensamiento humano, a fin de cuentas, prevalece sobre el autismo del lenguaje. ¿Acaso la distancia que separa a las lenguas es, después de todo, tan diferente de aquella, extraña, que hace del dialecto del paciente un idioma a la vez desconocido y familiar al oído del analista? El artículo de Daniel Widlöcher termina con consideraciones sobre la patología límite; prolongaremos el debate a partir de este punto. La confusión de las lenguas, naturales y psicoanalíticas, no presenta más que inconvenientes. Así “borderline” (“limítrofe”) tiene méritos que “estado límite” no posee. Ahí donde el primero, evocador de fronteras y de sus trazos inciertos, se comprende de una lengua a otra como una pregunta, la segunda expresión amenaza con cerrarse como una respuesta sobre una categoría nosográfica más. Comentando su propio análisis, muy “límite”, con Winnicott,
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Margaret Little escribe que la sexualidad –y el análisis entendido como interpretación del conflicto psíquico ligado a la sexualidad infantil– no puede sino estar fuera de lugar y carecer por completo de significación cuando no se está seguro de la propia existencia, de la propia supervivencia, de la propia identidad. Ése podría ser un indicio descriptivo de lo que quiere decir borderline: el compromiso del análisis asume la forma de una apuesta vital donde lo imaginario, el juego, el de las representaciones que se asocian de modo inesperado, no tiene lugar. A quien dice “sobrevivir” ¿se le puede preguntar qué es lo que eso evoca? La relación del analista y de su paciente no podrá ser más que “directa”, para usar la palabra de Margaret Little. Otros dirán “interpersonal”. La pendiente del razonamiento se vuelve netamente perceptible: para ra situarse sobre el terreno de las relaciones más precoces,, las as que q comprometen mprometen la constitución del ser, la conservación de laa vida, vid ida, soy id holding, ding, g el análisis del paciente borderlinee impondría una na rrespuesta espu pues pu et a la realidad “activas”–, por el ealidad –eventualmente en la forma dee medidas medi me d da dass “a “act cttiv ivas as”– as ”–, po solo o hecho de que estaría confrontando confront ntan nt a do an o personas per erso er sona so nass “reales” na “rea “r eales”” y no alguea al nas figuras metafóricas de los oss objetos objjetos primarios. priim maarios os.. os En su introducción Estructuras del parentescoo Lévin a las las Estr t uctu t ras elementales el L Strauss auss observaba, evocando evoca cand ndo nd o el ejemplo eje jemp mplo mp l paradójico de los “niños sallo vajes”, es”, que que no no hay hay en en el ser ser humano hum mano un comportamiento natural de la especie esp sp pec ecie iee al cual cual el cu el niño niño aislado pudiera volver por regresión No se conoce noce ce ilustración ilu ust s ra r ción ó alguna de un hombre pre-cultural... Una ilusión ón ilus del mism mismo tipo cuansm mo ti ipo florece en ciertos teóricos del apego, en especial cu do contemplan con nte templan la prolongación psicoterapéutica de su concepción: concepci la ilusión de personas “reales”, pensar que sería posible reencontrar a la pareja natural del niño y la madre de los primeros cuidados por encima de la interferencia interpretativa de la sexualidad infantil. No se podría deducir, sin embargo –porque en tales circunstancias el analista no puede mantener la posición que lo especifica y lo constituye, la de la escucha en la transferencia y su interpretación–, que en ese momento preciso las personas “reales” se reencuentran. Que el espacio de la re-presentación no sea ya perceptible no significa que no exista más. Lo que se vuelve imposible es que el analista asuma el riesgo psíquico de despersonalización que roza toda interpretación de transferencia; riesgo con el que ella juega. Para no hablar de la dimensión intrínsecamente persecutoria de la interpretación (“usted dice una cosa diferente de lo que dice”), que supone, para enunciarse, que una psique esté en estado de recibirla.
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Por lo que se sabe de la respuesta del analista Winnicott al estado de desamparo de su paciente, a partir de lo que él mismo ha afirmado al respecto, su idea es menos la de una reacción “real” adaptada que la de oponer al desamparo el contrapunto de una continuidad de existencia del análisis mismo. Paciencia, puntualidad, incluso inmovilidad física. Qué analista no ha vivido esas sesiones fuera del tiempo en que el simple hecho de toser, cuando no de respirar, es intuitivamente percibido como el riesgo de una ruptura, de una discontinuidad perjudicial, de una “intrusión”. Winnicott explicaba que lo que le permitió soportar la intensidad de ciertas “regresiones a la dependencia” fue descubrir que la regresión tenía un fondo. Como el fondo de una piscina, del que una presión del pie permite alejarse. Usted me deja morir sin hacer nada, usted me abandona, “no pasa da en este análisis”... hasta el día, autoerótico, en que el juego jueego op nada puecuan cu de (re)iniciarse; nada pasaba tampoco en los ojos del padree cuando raba a su hijita.3 miraba La teoría tiene luces que la práctica no tiene. tie i ne ne. El dualismo duali uali lism smo sm o sexualisexu se dad teorizar; aplicación, d infantil/apego permite pensarr y te teor o izzar or ar;; su ap apli lica li cacción ca ó , cuando es inmediata, mediata, no puede más que qu ue empobrecer e po em p brec eccer er una una na eexperiencia x eriencia que siemxp sie pre confunde. “Es necesario usted que necesinece cee ri cesari rio o paraa u s ed q st ue yo lo vea”, “tengo nec dad a lo que bien podría d de usted”... estas esttas as pocas poccas palabras palab bra rass competen co pod ser el experimentum para debate expe p riimentum pe m crucis cru ruci ciss p ci araa ell d ar ebate que nos ocupa: la separación, separac de laa que qu se s sabe, sab abee, ab e, por por llo o de demás, que la angustia que le está asociada es omnipresente nip pressen pres pr e te en en ell registro borderline. Quee para ejempara las las teorías del apegoo la separación n sea una experiencia eje plarr es al entiende. El razonamiento de Bowlby Bowlby, con mu mucha algo l que se entiende nitidez, resume lo que está en juego. La literatura psicoanalítica –escribe–4 está llena de intentos por comprender la angustia de separación. Entre las teorías de Freud (transformación de la libido, angustia-señal), la de Ramk (trauma del nacimiento), la de Melanie Klein (posición depresiva), etcétera, no se encuentra ninguna, observa Bowlby, que sirva para considerar que “la ausencia de la madre pueda ser, en sí misma y por sí misma, la verdadera causa de esa manifestación de angustia y de pesadumbre”. Sería necesario, sin embargo, tomar los hechos como se presentan y concebir que el desamparo del niño separado es una reacción primaria, irreductible a todo otro 3 Cf. D. W. Winnicott, “La crainte de l’effondrement”, Nouvelle Revue de Psychanalysé, núm. 11, 1975, p. 42. 4 Attachement et perte, vol. 2, La séparation, París, PUF, 1978, p. 55.
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término, “y simplemente debida a la naturaleza del apego del niño a su madre”. Retorno a las personas “reales”, o “naturales”, es decir, prelibidinales. Si bien este razonamiento no nos parece aceptable por razones que en algunos casos se han vuelto clásicas (la confusión entre el niño observado y lo infantil, en el sentido freudiano del término), nos desembarazaríamos sin embargo demasiado rápido del debate al oponerlo simplemente a un razonamiento psicoanalítico unívoco sobre la pérdida del objeto (libidinal) como constitutivo de éste. Las páginas de Inhibición, síntoma y angustia dedicadas a la angustia de separación5 dan prueba de una tensión entre dos polos. En su movimiento más constante Freud invierte la imagen manifiesta, demasiado evidente, de la pérdida. Si el niño solo, en la oscuridad, o delante c us ca usaa de de un rostro extraño, grita (o calla) su angustia, es menos a causa ecer (del objeto amado) que a causa de ser asaltado desde desd de el el intein carecer fanta tasí ta síaa. sí a. ¿Un ¿Un anáa riorr por la exigencia pulsional y ser poseído por la fantasía. lisiss puede encontrar su fin, la elaboración n de de la separación sep epar arac ar ació ac ión ió n que qu ello e supone, pone, sin que la pérdida libere el exceso exc xces e o que que disimula? disi di simu si mula mu l ? Pero en el otro extremo del d l razonamiento de raazonami m een mi nto o Freud Freud rehúsa dejar de lado o el “peligro real”.. Puede Pued Pu ed de serr no el nacimiento, naciimiento, primera separasepa ción n objetiva, sino lo prematuro pre r ma maturo del dell recién recién nacido, que lo deja en la Hilflosigkeit flosigkei eitt [el [el el desvalimiento], dessvaali limi mien mi ento en to], to ] en ], en un estado afectivo en que se vuelve vue imposible po osi sibl b e distinguir bl dist sttin ngu uir ir angustia ang ngu ustia y dolor, angustia y desamparo, sexualisexu dad d infantil in nfa fant ntiil y apego. nt ap pe ego o. A imagen im mag gen n de de los equívocos freudianos, la experiencia analítica analí impone ponee incertidumbre incertidumbre y matices. matices Partamos del caso de la figura (hay que decir que es el más favorable), cuando la constitución del objeto sobre el fondo de su pérdida abre hacia la experiencia amorosa y las derivaciones de la sublimación. Se habrá reconocido, bajo estos felices auspicios, el inevitable niño con el carrete, que no hace caso de su madre, que juega a su ausencia a la vez que inventa, ni más ni menos, lo que quiere decir hablar. “Talking play”, si no “talking cure”, cuando el analista, el primero de ellos, está ya ahí: el abuelo que observa cómo se escucha.6 El autoerotismo del juego y de la fantasía se da con el corazón
Obras completas, vol. XX, Buenos Aires, Amorrortu, 1976. Freud, Au-delà du principe de plaisir (Jenseits des Lustprinzips [Más allá del principio de placer, vol. XVIII], OCF-P, vol. XV, PUF, 1996, p. 284 y ss. 5
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alegre, pasándolo en grande. Te tiro, te levanto, te persigo, te poseo. Soy tu amo. Pero también, más secretamente, más dolorosamente: no me dejes, sufro al verte partir (con otro), aun si de este sufrimiento se pueda hacer una canción y obtener algún placer. Es el genio del autoerotismo que no repara en medios, comprendida la desgracia. Se puede, pues, jugar a la ausencia y a la separación. Dentro de ciertos límites, sin duda. A veces la madre desaparece durante un tiempo más prolongado, largas horas. El juego no se ha arruinado, cambia. Utilizando un espejo de pie, una psique, el niño se agacha y se yergue, aparece-desaparece en el espejo al capricho de sus movimientos. Ya no es o-o-o-o, da sino bébi, o-o-o-o... El niño mismo, en su propio nombre, viene a ocupar el lugar y el sitio del carrete y del adverbio deíctico. Las cosas se cierran, relativamente; se repliegan soero oti tiss bre sí mismas; momento narcisista sobre el fondo de un autoe autoerotismo tenido. El juego sigue, pero al haberse convertido por sí mismo missmo en sostenido. stit st itut it utivvas y ssimut su propio objeto es el horizonte de las posibilidades sust sustitutivas bólicas icas ulteriores el que se estrecha. No ess todavía tod odav avvía “tengo “te teng ngo ng o necesidad nece cesid de usted”, pero podría ser que melancólicamente mellan ncó cóli l caame men nte nos nte nos aproximemos, aproximem quee no estemos ya muy lejos lejo os de de entrar entrar a ese esse tiempo tiem empo en que el juego em jue cede muy diferente: de a una solución mu uy di iferent ntte: e llaa adicción. ad dic icciión. “Ya no te dejo”, cuancu do el deseo se viste ccon oropeles signion llos os o os ropeele l s de d la la necesidad. Lo que no sig fica, a, por cierto, c errto ci o, que que hayamos haya ha yamo ya moss vuelto mo vueelto a un registro simplemente vital, vu v fuera sexual fuerza ra de llo o se exu xual a iinfantil, al nfan nf anttil, sino que, como argumentó con fue an François companço oiss Gantheret, Gan anth herrett,7 se espera del objeto que deje de ser ese com ñero ro desconocido, desco esco cono n ciido, demasiado improbable, a fin de que sea posible no posi rencontrar con ntrar tr lo que nunca ha existido: las virtudes sustanciales y contico nuas de la cosa maternal y nutricia. En psicoanálisis, tanto en la teoría como en la práctica, las cuestiones de la separación y del objeto son una sola. Se podría así pensar en construir una especie de escala cuyo nivel más elevado sería el del objeto variable, metamorfoseable, jugable, y cuyo nivel más bajo estaría ocupado por el adicto. En un extremo, un objeto cuya pérdida abre hacia la polisemia del deseo, mientras en el otro esa misma pérdida cierra sobre la univocidad de la necesidad. ¿Dónde situar el objeto de lo perverso? La perversión del adulto está en el extremo opuesto a la polimorfia del niño. Su autoerotismo no juega, repite hasta el
7 “Au cœur de l’amour, cela” (“En el corazón del amor, esto”), De la passion (De la pasión), bajo la dirección de J. André, PUF, Petite Bibliothèque de Psychanalyse, 1999.
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suplicio un escenario donde el objeto es menos variable que indiferente. No queda excluido que la indiferencia perversa y la dependencia borderline sean soluciones opuestas para problemas relativamente próximos. Daniel Widlöcher evoca la seducción de la transferencia (supra, p. 42) que, al repetir lo que no ha tenido lugar permite, en el mejor de los casos, (re) abrir la movilidad de las inversiones o catexis y el juego de las representaciones. Es la ocasión de reintroducir un término esencial: el otro, paradójicamente indispensable para la construcción del auto-erotismo; y por consiguiente también para su destrucción. En la tarea de destruir se presenta la dificultad de la elección entre destruir “demasiado”, lo que no deja casi otra posibilidad al niño que identificarse con el agresor (a menos que se retire psíquicamente nte del mundo), y no destruir “nada”. ¿Existe alguna cosa cos ossa más m definitivamente finitivamente cautivadora e inmovilizante que ser el objeto objjet eto o parapa dójico ico de la no-inversión o no-catexis? Hasta llegar a condenar con ond dena nar toda na to la vida a ser solamente un “como si”. construir, mismo tiempo En cuanto a la tarea de construi ir, aall mi m sm mo tiem ti iem empo po la la ausencia y el objeto, indudablemente juego eto, resulta necesario in ndu duda dab da blemeent ente imaginarse ima mag ma ginarse que el jue con primer juego. abandon el carretel no es el p riime m r jueg ego eg o. Con on anterioridad, y sin aban narr el terreno de las la observaciones obsser ob serv rvacio ones nes freudianas, ne freudianas,8 está la madre. Ella fr E puede ede valerse vale l rsse de una una tela tela ella o manto, man ma nto, como el telón de un teatro, pero p sus dos manos eventualmente esconder dos ma anoss ev even en ntu ual a me m nte son suficientes: una y otra vez escon su rostro, rosstr t o, primer priime mer espejo, mer esspejo, primera psique, y enseguida hacerlo reaparea recer. er. Verdadera Ver erda daade dera escena enigmática de seducción en el sentido en que e lo entiende entiende Jean Laplanche, Laplanche y más simplemente aprendizaje de un juego: ¿Qué pretende de mí aquel que juega con la ausencia y que juega conmigo para mi mayor placer, para mi mayor deseo? El juego, su creatividad, bien pueden enraizarse en patrones que el ser humano comparte con los mamíferos más evolucionados. Los azares de su destino son toda una historia, siempre demasiado humana.
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Inhibición, síntoma y angustia, op. cit.
Esta página dejada en blanco al propósito.
APEGO Y SEXUALIDAD INFANTIL CLAIRE SQUIRES
Los trabajos de John Bowlby sobre el vínculo primario entre el niño de pecho y su madre marcan un viraje en la historia de la psicología y de la psiquiatría del niño. La idea defendida por el autor reposa sobre la calidad de los cuidados que recibe un niño durante su primera infancia, determinante para su desarrollo futuro. Queda claro que el niño debe experimentar una relación cálida, disponible y continua con una figura parental estable junto a la cual pueda constituir una base segura para su desarrollo. Las amenazas o las interrupciones a esoss vínculos suscitan emociones dolorosas en el niño, fuente dee trast tornos nos psicopatológicos. La intuición de John Bowlby y de Mary Maryy AinsA worth rth en particular consiste en haber imaginado una situación situ tu uac ació ión ió n expeex rimental interindividuales mental dirigida a verificar las diferencias interind div ivid idua id uale ua less entre le entr en tre los tr niños os en cuanto a sus relaciones de apego con co on la madre. mad adre re. Lo más perre p turbador bador de estos estudios aparece cee en en la l hipótesis hip póte ótesis esis de de la transmisión transmis de la idea de que una madr madre hace re se h acce de ssus us propios prop pi vínculos afectivos pios afecti precoces induciendo coces con el niño, niño o, in indu ndu uciendo o en en éll eesquemas squemas de apego comparacompa bles. s. Ahora bien, biien en, n aunque au aunq unq n ue numerosos num umerros o os psicoanalistas habían ya privilepriv giado do laa importancia imp mpor orrtaanc ncia de ncia de las laas primeras priimeras relaciones del lactante y de las figuras habían ura ras parentales, pare pa r nttal a es, se h abíían preocupado sobre todo por el nacimiento ab nacimie de la vida viida psíquica psí síqu quic qu i a desde el punto de vista de la sexualidad humana, ic huma sin demostrar demo most mo strrar hasta qué punto el recién nacido está presente en la st vida social y es participante activo desde su nacimiento en los vínculos con sus allegados. El niño suscita en su madre (según Bowlby, la pareja privilegiada) conductas de protección y de intimidad, tributarias, sin saberlo, de los vínculos que ella constituyó con sus propios padres. Con la influencia principal de John Bowlby y de sus colaboradores, numerosos investigadores y psicoterapeutas de influencia anglosajona se interesan en los esquemas precoces de interacción padres-hijos. Se ven conducidos a promover una corriente desarrollista que trata de articular las observaciones empíricas de las interacciones, la experimentación en psicología y la psicopatología de la primera infancia. Los clínicos anglosajones no solamente se ven influidos por los conceptos salidos del apego sino también por las teorías psicoana[159]
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líticas de la relación de objeto (acceso a la constancia del objeto, integración de los afectos y de las representaciones de carácter positivo y negativo de las relaciones, desarrollo de los vínculos según la teoría de la separación/individuación, internalización de las relaciones). Su enfoque se basa en el estudio de las interacciones normales antes que patológicas y desarrolla una visión más prospectiva que retrospectiva. L. Alan Sroufe y Michaël Rutter (1984) definen la psicopatología del desarrollo como el estudio de los orígenes y de la evolución de los esquemas individuales en los comportamientos adaptativos. En el enfoque desarrollista el funcionamiento biológico y comportamental es integrado en un modelo sistémico global de las regulaciones que descansa sobre ciertos conceptos como el holismo, la intencionalidad, la diferenciación entre los medios y los fines, la movilidad de las nciones comportamentales (Sroufe, Rutter, 1984; Santostéfano, Santossté éfa f funciones 78). El estudio de los trastornos relacionales no se sitúa en el mismo mis 1978). no que el de los individuos; tiene en cuenta tanto laa calidad cal alid idad id ad de las plano relaciones Laa formulación aciones como su contenido (Sroufe, 1993). 19 L form fo rmul rm ulac ul ació ac ión de ió modelos desarrollo, manera que delos de las interacciones conlleva conllev evva su de esar arro ar rolllo, la ro la ma man nera en q las interacciones se suceden (“patterning”). (“ppat atternin att in ng” g”). ” Según Seg gún ún T. T. A. Anders, una u nosología sología podría descansar descans nsaar sobre ns sob obre ob e la noción nociión de regulación en el no bienestar nestar físico y psicológico psi siccoló si coló lóg gicco de los los dos doss miembros de la pareja. Esta do E evaluación luación de de la regulación reg e ul ulac ació ac ió ón versa vers ve rsaa sobre el carácter recíproco y mutuo rs mu de laa at atención aten en nci c ón dirigida dirrig i id idaa al otro. Así, aparecen trabajos clínicos que q descansan can nsan saan sobre s brre el so e modelo modelo de la seguridad básica en la infancia (Byng(By Hall ll y Stevenson-Hinde, Ste teve vens ve n on ns on-Hinde, 1991). Entre éstos, la contribución de Patricia Patr Crittenden ttend nd nde den sobre el maltrato de las madres violentas o negligentes negligen representa uno de los intentos más logrados (1988). Hoy el modelo del apego de John Bowlby y de Mary Ainsworth ha sido objeto de numerosos estudios que confirman la validez de los diferentes tipos de apego a partir del paradigma experimental de la strange situation (la situación extraña). Después de una fase de exploración de interacciones comportamentales los investigadores se concentran más en las experiencias subjetivas de los padres y de los hijos (C. Zeanah y M. Barton, 1989; Zeanah y Anders, 1987), la construcción interna de las relaciones (Stronfe y Anders, 1986) y el sentido del sí mismo en el contexto de las relaciones padres-hijos (Stern, 1985). El acento se pone en la construcción de representaciones internas a partir de los diferentes tipos de memoria (procedimental, semántica, episódica) que constituyen la experiencia vivida por el individuo. Para Bretherton estas representaciones internas son las representaciones
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del acontecimiento, una media abstracta de ellas. Numerosas investigaciones tienden a privilegiar una dimensión afectiva y cognoscitiva de la experiencia del niño. Estudios prospectivos sobre el apego precoz son realizados en niños en edad escolar (Main, Kaplan y Cassidy, 1985). Las referencias que acabamos de citar muestran que, después de una fase bastante clínica, Bowlby se orientó hacia investigaciones empíricas desde enfoques pluridisciplinarios. A partir de un campo de exploración en realidad virgen, y siendo el recién nacido un espejo para todas las proyecciones, era necesario imaginar un método original. La vía que siguió Bowlby requiere definir mejor la naturaleza, el lugar y las funciones del enfoque de la primera infancia, así como circunscribir más adecuadamente los pasajes eventuales con el coanálisis de un lado y las ciencias cognoscitivas del otro. No por psicoanálisis o deja de ser una fuente de cuestionamientos que no se se puede p e pu ello abordar ordar de la misma manera que la psicopatología del del niño niñ ño o del adolescente. olescente. Ahora bien, es quizás el momento mome m nto de no no quedarse qued qu edar ed arse en ar unaa dinámica de la separación entre freudiano entr trre el aaporte po ort rtee fr freu eudi eu diaano di an de de la sexuasex lidad ad infantil, por una parte, e,, y el el aporte aporte tee de de las laas teorías teoríías sobre el apego te ape porr la otra. Así, después desp pués de d haber hab ab berr evocado evoca cado ca o algunos de los aspectos aspec particularmente rticularmente estimulantes essti timu mu ulaanttes del el apego ap peego y de las interacciones, conc viene ne mencionar menc nccio ona n r las las principales prin pr prin nciipa pale less discusiones le discusiones y críticas que provocan provo estos os temas. tema te maas. *** La pluridisciplinaridad del enfoque de Bowlby ha suscitado reticencias en los psicoanalistas por los cuales él esperaba hacerse reconocer: esta síntesis entre el insight psicoanalítico y la investigación empírica y sistematizada nunca fue fácil. Pero los psicólogos anglosajones del desarrollo han adoptado una articulación entre el enfoque psicoanalítico y el del especialista del apego. En los países francófonos el debate epistemológico es más vivo, al rehusarse los especialistas a reducir al niño a sus comportamientos observables. André Green ha opuesto el niño “real” observado por los psicólogos experimentales al niño “verdadero” de los psicoanalistas, señalando que la observación directa del comportamiento del niño amenaza con externalizar su vida psíquica (1992). Más matizado, Jean Laplanche desea mantener la tensión entre una aproximación psicológica como ciencia de la naturaleza y un enfoque psicoanalítico heurístico. “Por encima de
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ambos, el niño de la verdad material no podría ser más que el de la conjunción del niño real de la psicología y del niño verdadero del psicoanálisis” (1987). Daniel Widlöcher, a propósito del trabajo de Anna Freud, señala que no se puede oponer la observación de un comportamiento exterior a la exploración de un material inconsciente que se efectuaría en el marco privilegiado de una cura psicoanalítica. Serge Lebovici, a partir de la metáfora de Winnicott sobre los efectos de espejo entre la madre y el niño, pone en evidencia la inversión o catexis narcisista parental necesaria para el desarrollo del self [sí mismo] del niño, organizado a partir de la experiencia de la frustración maternal (1997). Los psicoanalistas franceses no parecen para nada dispuestos a renunciar, por consiguiente, ni al sistema pulsional del niño construido en vinculación con el objeto ni a la elaboración de resentaciones y de fantasías a través de la dialéctica entre mundo mun mu n representaciones erno y entorno. interno form mul ulad ado ad o por po los Otro tema de reservas respecto del apego es formulado alumnos mnos de la propia corriente desarrollista. desarrollissta ta. Así,, Patricia Pat atri rici ri ciaa Crittenden ci Crittte Cr ten nd critica deica la excesiva rigidez de los modelos, mod odel od elos el o , el empleo emp mpleeo de términos términos ér masiado describir asimisiado abstractos, poco familiares, fam mil ilia i rees, para par arra de escrribir ell apego, la asi lación ón muy frecuente de nociones no ocion nes como como o la calidad calidad del apego, las estrategias tegias de comportamiento comport rtam rt am mieento ntt de los los niños niñ iño ños pequeños y el tono general gene descriptivo criptivo dee las las actitudes act ctit itud it ud des e relativas rel elat a ivas al apego (1990). Al proponer at propo dispositivos pos osit itiv it ivos iv os experimentales exp xper erim er imen im enta en tale ta les bastante difíciles de realizar (en especial le espe el adult adu ult attachement att ttaache heme meent interview interview w [entrevista sobre el apego del adulto]), adulto] o bien n demasiado dem emas em asia as i do sistematizados, las investigaciones pueden presentar ia presen un aspecto aspec ectto uniformado, ec uniformado rígido y poco informativo. informativo Además, Además algunos algu investigadores cuestionan el aspecto predictivo de los trabajos de Mary Main, dirigidos a confirmar las hipótesis de estabilidad del comportamiento de apego en el tiempo. En efecto, la teoría del apego no dejaría lugar a los acontecimientos del transcurso de la vida y a los cambios en el desarrollo de la calidad del apego más allá de la primera infancia. Patricia Crittenden, al desarrollar por lo demás sus propias categorías, postula, por el contrario, una hipótesis de maduración de los modelos de apego y no encuentra sino una correlación mediocre entre el sistema de Main y el suyo. La presunción de continuidad de los modelos de apego de Mary Main es por lo tanto fuertemente cuestionada. Otras críticas versan sobre la valorización de los vínculos casi exclusivos entre la persona estable para el niño, generalmente la madre, y el propio lactante. Esta imagen dual parece poco realista en los países industrializados, donde los niños son a menudo confiados a
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terceros; ciertos críticos tienden también a minimizar la tríada formada por padre-madre-niño. En fin, la concepción de los esquemas de apego no concede ningún lugar a la sexualidad en el desarrollo de los intercambios precoces, no se refiere a la vida fantasmática femenina o masculina de los progenitores, confunde a sabiendas los términos pulsión e instinto, acentúa la intersubjetividad en detrimento del nacimiento de la vida intrapsíquica del párvulo.
LOS NIÑOS SEPARADOS DE SUS PADRES POR LA GUERRA
sde los años cuarenta Bowlby se interesa en los traumatismos traumatism smo sm os cauc Desde sados os por la guerra, en los trastornos de la relación precoz prrec eco oz y en los efectos ctos de la separación. Miembro calificado caa li lificado do de d e la Sociedad S occ ie ied Psicoanalítica coanalítica Británica, trabaja en n la la Clínica Clínic Cl icaa Tavistock, ic Tavvist Ta stoc st ock oc k, en Londres, Londr ejerciendo rciendo actividades de clínico, cllín nic ico o, administrador o, adm min i is i trad ador ad or e investigador. investigador. Las L consecuencias efectos nsecuencias negativas dee lass separaciones sep paraccio onees precoces y los efec institucionales titucionales de las a colocaciones as col olo ocacionees en n una una institución eran temas importantes periodo guerra. Dorothy rtantes en n ell pe p riod ri odo od o de d g uerra. Así, Anna Freud y Doro Burlingham habían realizado rll in ingh gh h am a h abía ab ían ía n re real a izado observaciones importantes en la al Hampstead Nursery, mp pst stea eaad Nu Nurs rsser eryy, en Londres, mostrando que la colocación de los niños os pequeños pequ pequ pe queñ e os en esos lugares podía conducir a la sensación de eñ desamparo, amp paro además de desencadenar estrategias de defensa destinadesti das a luchar contra ese desamparo, si la duración de la estadía en la institución se prolongaba. Los vínculos entre esos niños se organizaron en consecuencia de modo grupal y muy solidario. Bowlby colabora con Joyce y James Robertson, trabajadores sociales en la Hampstead Nursery y después en la Clínica Tavistock, para mostrar los efectos de la separación en niños hospitalizados o en la guardería infantil que se encontraban sin sustituto maternal estable. La desesperación y el desapego de niños en la primera infancia cuidados por extraños se debían sobre todo a la pérdida de referencias maternales. Esta situación casi experimental de separación y de pérdida de la figura materna le ofrecía argumentos para sus teorías del apego y sus aplicaciones en psicopatología, así como para estrategias de investigación; los niños fueron filmados en video. Bowlby observó que el niño se aferra intensamente a la madre durante los reencuen-
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tros por meses o incluso años, y añadía que, por otra parte, puede rechazarla como objeto de amor de modo pasajero o permanente. Llama a ésta reacción de rechazo, el desapego ligado a la represión de los sentimientos positivos del niño hacia la madre. En 1954 Bowlby es encargado de un estudio por parte de la Organización Mundial de la Salud acerca de los niños sin hogar y escribe un libro sobre la carencia de cuidados maternales. Después se orienta en otras direcciones por influencia de los etólogos Lorenz y Thinbergen, durante los años cincuenta. Comprueba entonces que los jóvenes primates, como los niños de pecho, se aferran a su madre con una gran tenacidad y tratan a toda costa de reunirse con ella cuando los separan. El niño que no ha conocido o que ha perdido un apego con su madre capaz de brindarle seguridad recibe el calificativo de privado o carente de cuidaempleeab abaa de dos maternales (maternal deprivation). Esta expresión se empleaba do general y abarcaba situaciones diferentes y diversos tip poss de camodo tipos cias: sensoriales, sociales, biológicas o emocionales. rencias:
EL APEGO: REACCIONES INSTIN INSTINTUALES TIN NTUA UA ALES S Y SOCIALES OCIALES PRIMARIAS AS S
La carencia car aren enci en c a puede ci pued pu edee sobrevenir ed sobr so obrev brevvenir si, por cualquier razón, el niño se ve br separado araado de de laa persona per erssona que lo tiene a su cuidado. Pero puede tamta bién n ocurrir ocu curr cu r irr si rr si la la madre, el padre o el sustituto parental no puede pue ofrecer ecerr al niño respuestas a sus necesidades, necesidades un cuidado continuo, continuo o apoyo. El término de carencia es menos utilizado en la actualidad. Las representaciones del apego han conducido a clasificar las relaciones de apego como relaciones seguras e inseguras. En 1957, Bowlby puede entonces esbozar las bases de su teoría sobre el apego, formulando la hipótesis de que ese comportamiento comprende reacciones instintuales relativamente independientes las unas de las otras. Tales reacciones tienen por función unir al niño y a su madre contribuyendo al dinamismo recíproco de su relación. Son, por consiguiente, innatas, y se inscriben en una perspectiva evolucionista, dirigida a la conservación de la especie, y que tiene por meta la supervivencia del individuo. El comportamiento de apego es por lo tanto lo primero y se inscribe en una espiral interactiva desde el comienzo. Los vínculos son de entrada recíprocos puesto que el niño busca estimular el comportamiento maternal mediante la vista. El niño sigue a
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la madre con los ojos, le sonríe, la llama mediante llantos y gemidos, se anida en ella, exactamente igual que el pequeño simio se agarra a su madre, a su piel y sus mamas. Bowlby insiste en el carácter social primario de este contacto, que no se dirige necesariamente a la búsqueda de alimento. El conjunto de estos cinco esquemas de comportamientos instintuales se denomina comportamiento de apego: la succión, el aferramiento, el hecho de seguir a la madre, los llantos, la sonrisa. Ellos se integran y se centran en la imagen materna. Bowlby, además del interés por la etología, muestra también interés por los trabajos genéticos de Piaget en una perspectiva desarrollista de los afectos, no alejada del desarrolllo cognitivo-motor y sensorial. Aunque René Spitz se haya inclinado también por las separaciones en el marco de lo hospitalario, Bowlby lo encontrará demasiado mardo por la influencia metaforizante del psicoanálisis. cado Abr rah Bowlby se desvincula también de Melanie Klein y de Karl Ab Abraham porque del retorno rque privilegian la oralidad primitiva y la nostalgia de el re reto orn no a la existencia primitiva). stencia intrauterina (nostalgia primitiva a). ) Bowlby, Bow wlb lby, y, en en contraparticont co ntra nt rapa ra da, parece haberse inspirado más een trabajos húngan lo loss trab abaj ab ajos aj os de de la escuela hún ra, adoptando de ella su ide idea ea de de captación captaaci có ón n y de de aferramiento, afferramiento, como co ocurre primates por (1933). El urre en el caso de los pri riimatess descrito deesc s rito op orr IImre mre Herman (1933) psiquiatra despecho de quiatra británico, británico o, a d essp spe ho d spec e su su proximidad proximidad de puntos de vista v con de Ferenczi, reprocha claramente n la escuela escueela d e Fe F renc re nczi nc zi, re zi repr pro pr ocha a Herman no hablar clarame de una objetal desde una relación rel eellació ión ió n ob obje jeta je t l de ta d sde el nacimiento. Entre los sucesores de Bowlby autowlby b algunos by alg gun unos os vven en n una línea de pensamiento común entre los au res húngaros traumatismos húng ngar ng aros ar o e ingleses a través de su interés por los traumatism os precoces ecoces e y la reciprocidad afectiva terapéutica de paciente y terapeuta. es terapeu La teoría de la necesidad primaria de contacto, traducida por René Zazzo mediante la expresión de teoría del apego, postula que desde su nacimiento el niño de pecho está sometido a una necesidad tan fundamental como la nutrición. Tal necesidad de contacto, de sensación y de estimulación es satisfecha en el curso de los cuidados, del acto de tenerlo o llevarlo en brazos, del acunamiento. Bowlby designa a esta tendencia social adquirida como la teoría del aferramiento primario al objeto. Insiste en el texto de 1957 sobre la primacía del vínculo social. El apego y el desapego son nociones que tienen un estatus propio, independiente del requerimiento del niño de ver sus necesidades satisfechas por un objeto. ***
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En su libro Attachment and interaction, Mario Marrone, colega próximo a Bowlby en la Clínica Tavistock, señala que el lenguaje biológico y evolucionista de este último recibió una acogida reservada en la sociedad psicoanalítica y, entre otros, por parte de Winnicott, mientras que ellos participaban en las reuniones del mismo grupo de los Independientes, al margen de los grupos de Anna Freud o de Melanie Klein. Como ellos, Bowlby se ocupa de temas difíciles como el duelo, los traumatismos vinculados a la guerra, la separación, privilegiando el papel de los hechos reales a expensas de la influencia de las fantasías inconscientes. Se interesa en las conductas interactivas observables más bien que en el niño fantaseado y fantaseador. A la edad de sesenta años Bowlby se retira de sus actividades del servicio médico de salud y prosigue con sus sesiones de formación y sociocultura rall –que – –q de supervisión. En 1984 la escuela de psicoanálisis sociocultural ne a Earl Hopper, Freida Fromm-Reichman, Karen Horney, Horn ney ey,, Harry Ha reúne llivan y Clare Thomson– busca una aproximación con con Bowlby Bow Bo wlby en Sulllivan torno partir no de la idea de que el individuo se construye cons nstr ns t uyye a pa part rtir rt ir de de un tejido tej de relaciones interpersonales y sociales. soci ciial ales es. Bowlby es Bo owl wlby by se se adhiere adhi ad hier hi ere más bien b a las esta as ideas defendidas por est staa escuela escu es cu uela que q e al psicoanálisis. qu psiicoanálisis.
EL ABA ABANDONO CONFLICTO BANDO BA NDO ONO O DEL EL CO CONFL NFLIC NFL NFLICT C O PSÍQUICO
El apego naturalego es es un u concepto prevaleciente para comprender la natur za y el or origen ori ig de los primeros vínculos. igen vínculos Tales vínculos son interpersointerper nales de entrada y respecto de ellos tanto los instintos sexuales como el papel de la nutrición se pueden considerar secundarios. Constantemente Bowlby recuerda su interés por las teorías psicoanalíticas a fin de desvincularse de ellas. Por ejemplo, en el Esquema del psicoanálisis, Freud dice que la madre al comienzo es única, sin igual, primer objeto de amor y prototipo de las primeras relaciones de amor en los dos sexos. La madre responde a las necesidades del niño; es su primera seductora, estimula los deseos eróticos del niño. Bowlby critica a Freud por no haber puesto suficientemente de relieve la importancia de la madre para el recién nacido. Ahora bien, en efecto, hemos expuesto aquí cómo el autor inglés se dedicó a mostrar, incluso a demostrar con documentos filmados, las reacciones de niños perturbados después de la ruptura de la continuidad afectiva. Al insistir en la dimensión de reaseguramiento de la madre en tanto que progenitora,
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Bowlby critica indirectamente el acento puesto por Freud sobre la sexualidad en el establecimiento de los vínculos. Así, Bowlby se ve justamente conducido a pasar por alto sobre la complejidad de tal vínculo, a negar su carácter erótico y ambivalente, a ocultar la fantasmatización inconsciente. En otra parte, en los Tres ensayos de teoría sexual, Freud señala la reacción de asir a la madre como algo que el bebé realiza no para aferrarse a ella por búsqueda de contacto sino más bien para chupar y agarrar el seno. En Inhibición, síntoma y angustia, Freud se representa el miedo del niño a perder a su madre, de la que depende absolutamente al nacer. En el texto sobre Sobre la sexualidad femenina la madre es ante todo un objeto libidinal, primer objeto de amor para el niño. La Introducción del narcisismo señala una vez más la naturaleza aclítica del vínculo primero con la madre y la idea de que que las anaclítica lsiones sexuales se apoyan en las pulsiones de autoconservación. autoconse serv se rvaci rv pulsiones Ahora ora bien, Bowlby critica vivamente la idea de que la sexualidad sex xualid descansa scansa al comienzo en la necesidad; sin s n embargo, si em mba barg rgo, rg o, la la idea ideea de id pulsiones lsiones de autoconservación no parece par a ec ece de ningún nin ngú gún n modo mod do incompaincom tible le con la necesidad de supervivencia, su upe pervvivenci ivv ciia, hipótesis hip pót óteesis desarrollada por Jean n Laplanche en La sexualité sexxua ualitéé humaine hum maine (1999): (199 (1 99): El psicoanálisis conceptos psicoanállis isiis is no o puede pu ued edee pensar pens pe nsar ns ar su su objeto sin tener en cuenta concep nccre reto tos de to de laa psicología, psic ps iccol olog og gía ía,, y especialmente de la psicología animal. Es prop concretos bable, complejo: ble, en en todo to odo caso, cas a o, o que que el alimento entre en un conjunto objetal compl la leche echee caliente, cal alie ie ente, el “seno caliente”, la madre; el calor, con uno o varios va releasers asers [desencadenadores], [d desencadenadores] es decir, decir con uno o varios complejos perceptivos percept que desencadenan el comportamiento estrictamente alimentario, no está aislado sino en forma artificial de otras necesidades igualmente fundamentales: la necesidad de calidez, la necesidad de cercanía, con montajes de grasping [codicia] o de rooting [enraizamiento], de arraigo en el regazo materno.
La crítica principal que Bowlby hace a Freud parece residir en el relativo silencio acerca de la sensorialidad del lactante y de su sensibilidad al contacto con su entorno. El recién nacido no está por cierto reducido a la existencia de un ser sumergido en una bola autista, lo que sólo se sabe a partir de la segunda mitad del siglo XX. Por lo tanto, se puede pensar que el narcisismo originario freudiano ha servido sobre todo a la tesis del despliegue de la sexualidad. Bowlby vuelve con insistencia sobre la idea de un vínculo social primero. Se
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aproxima por lo tanto a las tesis de Balint, que rechaza justamente la idea de un narcisismo primero proponiendo una relación objetal del niño desde su inicio. Para Alice y Michaël Balint el niño ama originalmente a su madre de modo exclusivo, siendo concebida esta relación objetal primitiva como un aferramiento primitivo. Melanie Klein concibe también la relación con el objeto como primitiva, pero centrada en la oralidad, apareciendo el seno como el primer objeto fuente. El instinto de destrucción es también aquí puesto de relieve, los procesos psíquicos son poco descritos en las relaciones con la madre y el vínculo interpersonal es minimizado.
NSTINTO OPUESTO A LA ENERGÍA EL INSTINTO LSIONAL LIBIDINAL PULSIONAL
Generalizando neralizando las reacciones instintuales del de niño o en en relación rela re laci la c ón con con la madre oriendre al conjunto de sus comportamientos comportam am mie ient n oss sociales, soc ocia iale ia les, le s, Bowlby Bow owlb lby se ori lb ta más fácilmente hacia las teorías teor te oríaas de la la comunicación c muni co muni nicació ión expuestas en sus libros publicados entre y pérdida. En 1988, entr tree 1969 tr 19 969 y 1980, 198 80, Apego Ap 19 Bowlby wlby resume así sus su proposiciones: su prop pr oposicio onees: s: —Los lazos lazzoss emocionales emo moci ciion nal ales es eentre es ntre nt re llos re os iindividuos ndividuos tienen funciones esenciales ppara la supervivencia upper ervi vive vi veencia iaa y pposeen o ee os een n en cconsecuencia onsecuencia un valor primario. —Pueden —P Pue uede den de n comprenderse c mppre co rend n erse postulando circuitos cibernéticos situados en el sisnd temaa nervioso ner ervi er vios vi osoo de cada miembro de la pareja con la función de mantener os mantene la proximidad ximid iddad o la fácil accesibilidad de cada uno de los miembros de la pareja pa con el otro. —Para que estas parejas operen con eficacia, cada miembro construye mentalmente modelos de sí mismo y de los demás, así como formas de interacciones que son desarrolladas entre sí. —El conocimiento actual requiere que una teoría que postule las vías de desarrollo remplace a las teorías de las fases específicas de desarrollo con la fijación y la regresión. *** Bowlby piensa, pues, que el apego es regulado por sistemas suficientemente estables que tienen como fin la proximidad o la accesibilidad de un objeto en el entorno. En el seno de la interacción numerosos esquemas de comportamientos diferentes coexisten junto al
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apego; por ejemplo, la exploración mediante el juego que le es antitético, así como los cuidados dados al niño: El repertorio de los sistemas de comportamientos que mediatizan el comportamiento humano puede ser catalogado y el modo de desarrollo de cada sistema puede ser identificado. Se trata desde luego de descubrir qué activa o qué pone fin a los sistemas de comportamientos y de explicar sus razones.
Bowlby precisa que la palabra instintivo está referida al comportamiento y a los sistemas de comportamiento, mientras que instintual se aplica a una energía pulsional psíquica, abandonada por él. Del mismo modo que desecha la noción de relación libidinal entre la madre y el niño Bowlby no conserva la idea de pulsión o de alucinan del objeto. No parece conservar del inconsciente más que qu ue los ción canismos de defensa, a fin de explicar los comportamientos comportamie ien ie nt de ntos mecanismos “evitación” itación” de los niños inseguros. Alejándose de las teorías pulsionales, Bowlby Bow o lbyy recusa, recu re cusa cu saa, además, adem ad emáás la em noción fijación de ción de fases determinadas por la la fi fija j ci ja c ón d e la libido lib ibid ido sobre ciertas id cie zonas nas corporales erógenas. En En laa teoría teoríía pulsional, pu p ulssio onal, en efecto, la prop gresión pulsional puede fijarse o sión de la energía pu ulssionaal pu p edee ser serr interrumpida, fijars revertirse dejando aparecer ertirse (regresión), (regresió ón) n , de ejando jaa apar ap arec ar ecer mecanismos de defensa defens y síntomas. tomas. Laa noción nocció ión de las las fases fas ases ess depresiva depresiva o esquizoparanoide en el niño, Melanie agreño o, descritas desccri de r taas po porr Me Mela lani la n e Klein como expresión de pulsiones ag ni sivas, amenazas as, ccomo om mo am amen en nazzas del objeto malo, le parece superflua, ya que las estrategias defensa rateg giaas de d d efensa de los niños (retracción, agresividad, evitación) evitació serían ían mejor mejor explicadas por los trastornos del vínculo de apego. apego Así, A los mecanismos de defensa contra la angustia y la ansiedad (como, por ejemplo, la separación o la proyección en caso de traumatismo, de carencia o de inseguridad) parecen confundirse con las fases normales de desarrollo. Tal desarrollo será para Bowlby normal en el comienzo de la infancia y de la adolescencia siempre que la persona más importante para el niño sea sensible y capaz de responder a las expectativas de éste. Tal sensibilidad es comparable a la noción de empatía, aunque la empatía sea más bien un término reservado a la capacidad de identificarse con los estados mentales de la otra persona. Así, tras estudiar lo patológico se aprende a comprender lo normal, como lo propone Freud en Tratamiento psíquico (vol. I, p. 118), no le parece un buen enfoque. ¿No habría acaso una cierta negación en el enfoque de Bowlby respecto de sus trabajos iniciales sobre las neurosis de guerra y los traumatismos, de los que extrajo los
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conceptos principales para describir los mecanismos de apego? Bowlby distingue, así, el comportamiento de apego, que busca la supervivencia, del comportamiento sexual, puesto que a su juicio el comportamiento del adulto y el del niño se desarrollan de manera diferente. Bowlby, al mantener silencio sobre la fantasmatización del niño, ¿no tendría tendencia a olvidar la sexualidad infantil?
LA BASE DE SEGURIDAD AFECTIVA PARA LA EXPLORACIÓN DEL MUNDO
Bowlby encuentra en la etología una base de estudio para el comportaento de la primera infancia. Tal vez la acogida bastante reservada reserva vaada d de miento res. es En los sus colegas psicoanalistas lo incitó a buscar otros interlocutor interlocutores. os cincuenta Lorenz mostró que las aves jóvenes desarrollaban desarr rrol rr olla ol laba la ban ba n la años lazos muyy fuertes desde el nacimiento a través de la impro impronta. ront ro nta. nt a. En En 19 1958 58 Harry Ha Harlow rhesus que apegaban figurlow publicaba estudios en los simios sim mio ioss rhes esus es us q ue sse e ap apeg egaban a fi ras maternales inanimadas o de otras hembras simias sustitutas. d o tras h eem mbras sim i ias de sustitu Bowlby estudios Spitz materwlby se inspiró incluso en n estud udio ud io os de S pitzz sobre la privación ma nal y la psicopatología Comparó psicopatolo ogí g a infa iinfantil. nfa fant n il. Co Comp mparró entonces las reacciones de mp monos muñecas nos bebés bebé bés bé és co con n mu muñe ñeca ñe caas maniquíes maaniquíes de hilo de algodón o bien b recubiertas ubi bier erta er taas dee ttejido tas ejid ej id do espo eesponja. es spo pon nja. Los monos bebés preferían un contacto conta máss cá cálido, desarrollando cáli liido lido o, de desa s rr sa r ol o lando un sentimiento de seguridad cuando eeran criados sustitutas adoss por por su s vverdadera erdadera madre. En su ausencia, las madres sustitu lo hacen madre. En en n mejor que las muñecas maniquíes o que ninguna madre presencia de la madre los monos bebés dan prueba de capacidad para explorar el mundo y retornan a ella de cuando en cuando para reencontrar su calor. El sentido de la curiosidad se desarrolla cuando un apego que confiere seguridad es posible con una figura maternal. Cuando el bebé mono se siente seguro, se vuelve más autónomo e independiente de su madre; desarrolla también lazos con sus pares. En cambio, la falta de la madre tiene consecuencias devastadoras para el animal: sin madre, busca el contacto con otros monos, es más pasivo, es más pegajoso y permanece agachado, en cuclillas. Así, las respuestas inmediatas a la separación de estos animales son idénticas a las humanas. Hay un comportamiento de búsqueda, de vocalización, de protesta, y después una fase de desesperación. Además de la etología, vimos que el especialista del apego se orientó hacia la cibernética y las ciencias de la información. La teoría del
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apego es autorrepresentada por intermedio de modelos operantes internos. El niño construye sus modelos operantes internos a partir de los modelos de sus padres, de su manera de comunicarse y de comportarse en la interacción, estableciendo así un modelo de sí mismo y del otro en interacción. Esos modelos se organizan en el curso del desarrollo del niño, permitiendo un pasaje de una experiencia afectiva a una estructura cognoscitiva. Tales modelos operantes internos son llamados internalización de la experiencia. Así, se opondrían (según Bowlby) a los mecanismos de proyección y de identificación proyectiva de Melanie Klein. Bowlby parece olvidar curiosamente que esta psicoanalista habla también de introyección y de incorporación. La internalización puede ser comprendida más fácilmente mediano que Daniel Stern llama, en 1995, la “experiencia-de-estarr co con n te lo “experiencia-de-estar-con-elo”. En el sentido en que el niño constituye a la vez representaciorepres esen es enta en otro”. ness de sí mismo y del entorno que se relacionan con laa ssituación itu it uacció ón que q estáá viviendo. Bowlby, en un artículo de 1988, 198 9 8,, concibe con onci cibe ci be los los modelos mod ode operantes experiencia cotidiana erantes internos a partir de llaa ex expe pee rii en enci ciaa co ci cot t i di tidi diana de las interacciones eracciones del niño con los los padres. pad dres. En consecuencia, la im imagen que constituye mag agen en q ue con nssttittuy uye refleja también las imágenes que sus padres tienen tie ieene nen dee él, él, las las imágenes imá m ge gene nees que le son comunicadas, la manera en nos co com mpo orta tamo ta m s co mo ccon n éél, l, en que nos dirigimos a él. Esos modelos orgao quee nos comportamos nizan entonces an en ento to onces e ssus uss ssentimientos, entimientos, sus expectativas, su comportamiento. Organizan nizan n también taamb bié ién sus miedos y sus deseos presentes en sus sueños.
Los estados mentales elaborados a partir de la experiencia afectiva organizan la vida psíquica del niño. Hasta aquí las cosas no presentan mayor problema; toda la dificultad consiste en saber cómo se efectúa el pasaje entre los afectos de los padres y los del niño. La dificultad se presenta cuando tratamos de representarnos cómo es transmitido al niño lo fantasmático parental y cómo los progenitores mismos reaccionan ante el comportamiento de su hijo. ¿Acaso la inscripción del niño en la red de las proyecciones y de las identificaciones parentales no constituye, sin embargo, el objeto de estudio de la clínica perinatal? ¿Se llegarán a explicar mediante los trastornos del apego los espasmos del sollozo, las anorexias, las crisis asmáticas, las perturbaciones del sueño en el recién nacido, sin necesidad de poner atención a la economía libidinal de los padres? En efecto, Freud no describe a la madre real y los cuidados que
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ella prodiga al niño, y cómo se diferencia de una madre particular con un niño particular. En contrapartida, evoca el deseo del niño edípico, la inversión o catexis narcisista de la función parental, la problemática del objeto en la madre. Bernard Brusset señala que, sea cual fuere la manera en que los sucesores de Freud han hecho evolucionar la noción de relación de objeto (identificación proyectiva, relación continente-contenido, intersubjetividad, interiorización y simbolización del vínculo primario de apego), la cuestión de la relación de objeto libidinal no cesa de plantearse (1994). Por consiguiente, Bowlby tiene tal vez razón en criticar la ausencia de ejemplos en Melanie Klein acerca de los mecanismos proyectivos que están en juego durante la primera infancia. La idea de estrategias de defensa elaboradas por el niño de pecho contra la angustia, cual es el caso de vitación, como lo propone Bowlby, parece original, aunqu ue no n se la evitación, aunque ta de mecanismos de defensa en el sentido freudiano de la expreexp trata n. Sin embargo, si bien la puesta en evidencia de tales tal ales al es estrategias esttraateg sión. comportamentales mportamentales de defensa es útil preventivamente, preven entivame en ment me n e, nt e parece par arec ecee difícil ec dif pasar ar por alto, en el trabajo clínico, o, el el sentido sent ntid nt ido id o atribuido atri ribu ri buid bu ido id o por los padress a esas conductas, las rea reacciones quee suscitan eacc c io ones qu q su usc sciitan en ellos, lo que q dicen de rebote, en de ellas y cómo el niño, niñ iñ ño, d e re ebo b te,, reacciona reac acciona ante sus comentacomen rios. deseo s. En Bowlby se vven e rraramente en aram ar am mentee aaparecer paare reccer palabras relativas al de del niño, all d deseo de padres, fueneesseo d e su suss pa padr dres dr es,, a la falta o carencia del objeto, fu es te dee alucinación aluc al uciin uc inacció ón de d deseo. des eseo e . eo
INVESTIGACIÓN EN LABORATORIO Y PSICOANÁLISIS
Un aspecto particularmente estimulante del trabajo de Bowlby reside en la tensión constante entre enfoque clínico y enfoque empírico. La investigación científica toma en cuenta datos globales sin detenerse en los casos individuales; es por lo tanto conducida a simplificar unos datos en detrimento de otros para privilegiar el objeto de la investigación y aplicar los resultados a un mayor número de individuos, mientras que la clínica tiene en cuenta el estudio de casos particulares privilegiando el aspecto transferencial y contratransferencial con el terapeuta, que permite la aproximación a mecanismos psíquicos de otro modo inaccesibles. Al ocuparse de los esquemas de comportamientos, Bowlby se vio conducido a focalizarse sobre un aspecto particular de los vínculos
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infantiles, dejando de lado, como ya hemos visto, la dimensión inconsciente y libidinal. Así, la situación paradigmática del apego, la strange situation, se ligaba a categorías de comportamiento y no ya a individuos en particular. El apego concierne a los aspectos relacionados con la seguridad o la no seguridad de los vínculos, acerca de los cuales Bowlby acababa de demostrar magistralmente que condicionan la expansión intelectual del niño. Pero el apego no puede resumir todos los aspectos complejos de la vida psíquica del lactante. Quizás es la falta de interés de los psicoanalistas por sus teorías, marcadas por la biología, lo que ha conducido a Bowlby y sus colaboradores a privilegiar la investigación en laboratorio, dejando de lado la investigación clínica. Una de sus alumnas, Mary Ainsworth, logró a explorar las observanes de John Bowlby de manera más sistemática. Después d e ha h ciones de haber udiado en Toronto el sentimiento de seguridad de los niño ñoss como ño co estudiado niños factor ideas Bowlby. tor de exploración del entorno, comparte algunas idea as co con nB owl Con n posterioridad Mary Ainsworth viaja a Uganda, Uga g nd da, a, donde don onde de estudia est stu udi a veintiocho descubriendo ntiocho bebés y sus madres, descu cu ubr brie iend ie do y clas cclasificando las asif ific if icaand ic do las díadas día en niños con seguridad, sin seguridad segu se guri gu r dad ri d y no o apegados ape pegad dos (término este e último mo que luego abandonará). abandon on nará)). Sus Su us resultados resu su ultad dos se publican en 1967. 19 De retorno a los Estad Estados Unidos, a oss U ad niid s, ccontinúa nido onti on tiinú úa sus investigaciones de África Áfr en Baltimore Baltimore. ree. 1964 Ainsworth En n 1 96 964 64 Ma Mary ry A insw in nsw swo orth afina el procedimiento de la strange stra situation. Este método uatio i n. E io Es ste m é od ét o o evidencia el sentimiento de seguridad de los niños os de un un año añ a un año y medio en una situación de separación separac creada ada eexperimentalmente. xperimentalmente El comportamiento del niño en esta corc ta separación de su madre, y sobre todo durante sus reencuentros con ella, reflejará las características de su apego, determinado por las particularidades de su entorno y del contexto relacional en el cual evoluciona habitualmente. El niño con “seguro” juega con juguetes y muestra signos de desamparo cuando su madre abandona la habitación. Deja de explorar el espacio y muestra signos de inquietud. Cuando su madre vuelve se siente reconfortado y recomienza el juego. La mitad de los niños reaccionó de esta manera. En la muestra de Mary Ainsworth algunos niños no reaccionan así. Alrededor de un cuarto de ellos evita aferrarse a su madre, llorar o mostrar su malestar cuando la madre sale. A su regreso evitan ostensiblemente volver a aproximarse a ella y parecen concentrarse en alguna ocupación anexa como la de involucrarse con juguetes inanimados. Este tipo de reacción es interpretado como una estrategia de
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defensa: el niño se vuelve hacia objetos inanimados más bien que hacia figuras humanas. Estos niños son calificados como niños no seguros “evitadores”. Un tercio de los niños reaccionó fuertemente, por el contrario, a la salida de su madre, buscando reconfortarse o manifestando agresividad a su regreso. Estos niños pertenecen al grupo de no seguros “ambivalentes”. Por último, una cuarta categoría de niños ha sido individualizada por Mary Main, Judith Salmon y Donna Weston, bajo la denominación grupal general de “desorientado/desorganizado”, como resultado de que actuaron reaccionando de modo confuso hacia la madre. Las reacciones de los niños eran en general correlacionadas con el estilo de comportamiento de su madre en las interacciones de todos los días. A los estudios iniciales de Mary Ainsworth en la Univerad Johns Hopkins siguieron numerosos estudios en el mismo mo o ccama sidad Wate ters te rs (Uni(U po, como los de Inge Bretherton (Wisconsin) y Everett Waters sidad de Nueva York, Stampbrook), y Alain Sroufe (Minnesota). (Min (M inne in neso ne versidad Loss resultados de los estudios de Mary Ainsworth Ain nsw s orth h fueron fue u ro ron n publicados publ pu blic bl ica ic en 1978 con el título de Patterns off attachment. a ta at tach c meent ch nt. Lo Los trabajos trab tr abaj ab ajjos ulteriores ulterio muestran cuanto estran que los niños seguros segurros een n cuan nto o a llas as fformas ormas de apego eran e capaces juegos paces de comprometerse comprometerrsee en n ju ueg e os ssimbólicos, im imbó mbó bólicos, sobre todo en el curso so de secuencias secuenciaas interactivas, inte inte terractivas, en n cooperación coo ooperación con otros. Más tarde, estos niño niños tenían más oportunidades satisfacño os te ten nían m áss o port po rttu idades de tener relaciones satis rtun torias pares (Urban, ias as ccon o ssus on us p ares ar ess a llas a eedades as dades de cinco, nueve y catorce años (Urb 1991), 91), ),, mientras mieent n raas que q e los niños seguros eran menos sociables, más iraqu cundos, ulteriormente. ndoss, más más impulsivos im Los estudios, esttudios en particular los de Alain Sroufe, es Sroufe mostraron resultaresu dos comparables a las conclusiones de Margareth Malher, que indicaban que ciertas madres no podían tolerar que una separación o autonomía de su hijo, mientras otras no podían mantener una cierta disponibilidad hacia el hijo. Algunas madres son intrusivas, otras distantes o incapaces de sostener al niño. El aspecto más impactante de estos estudios de Minnesota es que los patterns [patrones] de apego parecen persistir en el curso del tiempo. Algunos sujetos fueron observados durante varios años, especialmente en una guardería infantil, después en un jardín de infantes y en el campus de la Universidad de Minnesota (Sroufe, 1997). Los investigadores han observado que el estilo de apego entre los progenitores y los niños determina las relaciones de estos últimos con sus compañeros de juegos. De tal suerte que los niños seguros pueden mostrar compasión por otros en desamparo. Su capacidad
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de preocuparse por sus pares sin identificarse demasiado con ellos parece estar asociada claramente con un apego “confiado”. En contrapartida, los niños “evitadores” al año parecen agredir a los otros niños en edad escolar. Estos niños “evitadores” mostrarían signos de dependencia y de preocupación excesiva cuando están en dificultades, lastimados o decepcionados. Parecen asemejarse a los niños que Winnicott calificaba de “falso self” (1965). Empujados a convertirse demasiado rápidamente en independientes, sus necesidades de seguridad son negadas por sus padres. Pueden volverse arrogantes, cuestionadores y reivindicadores, dando la impresión de una falsa madurez y estabilidad afectiva. A la inversa, los niños “ambivalentes” son capaces de comportarse como víctimas de sus compañeros. Bowlby y Ainsworth pusieron el acento en el papel de la madre, o es necesario aún realizar estudios sobre el apego con n los los papero s. Michaël Lamb, Mary Main y Donna Weston han enc con ontra dres. encontrado quee la calidad del apego a la madre puede diferir de laa del al del apego ap padre. apegados dre. Además, los niños pueden estarr ap p eg egad ados ad os de d e un u n modo mo “segurizante” gurizante” a uno de los progenitores, progeni niito nito t re res, a los los o dos dos o a ninguno niinguno de ellos. os. John Byng-Hall, un terapeuta tera raape p utta familiar fami m li mi l ar dee la l Clínica Clínica Tavistock, Tavisto ha formulado el concepto familiares”, representaconcep pto o de de “scripts “sc scri ript ri pts fam pt mil iliaares”, que son represen ciones nes de interacciones interaccio one ness pluripersonales. pluriperrso plu pl s na nale l s. La calidad del matrimonio le matrimo de los padres padre ress predeciría re p ed pr dec ecir iría ir ía la la confianza conf co nffia i nza del niño en las relaciones con c cada daa uno uno de de sus sus progenitores. su prog pr og gen e ittores.
NIÑOS OBSERVADOS A TRAVÉS DE LAS EXPERIENCIAS INFANTILES DE SUS PADRES
Mary Main irá más lejos que su profesora Mary Ainsworth por una ruta abierta en sentido inverso al religar los esquemas de apego a los guiones o escenarios infantiles parentales. El adult attachement interview es una entrevista en el curso de la cual se demanda a las personas interrogadas que describan y juzguen relaciones actuales y experiencias pasadas de su primera infancia. Ahora bien, las respuestas a esta entrevista definen “un estado de ánimo respecto del apego” que permite predecir en los intercambios madre-bebé la respuesta del lactante a la strange situation... Así, los progenitores que testimonian fácilmente acerca de su vida pasada, que se muestran capaces de reunir recuerdos a la vez sobre las experiencias positivas y las negativas, es-
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pecialmente durante experiencias de pérdidas o de separaciones, tienen más a menudo hijos que se consideran “seguros” en el curso de la strange situation. Mary Main encuentra en efecto una fuerte correlación entre los padres juzgados “autónomos” y los hijos juzgados como “seguros”. Inversamente, los adultos cuyo discurso presenta “lagunas”, o que niegan la influencia o la calidad de las experiencias pasadas, son juzgados como teniendo un apego “reprimido”, siendo sus hijos a menudo “no seguros” y “evitadores”. Algunos adultos todavía dependientes de sus padres o que buscan satisfacerlos son juzgados como “preocupados” y tienen más bien hijos con un apego “ambivalente”. En fin, los padres “cuyo estado de ánimo respecto del apego” es descrito como “desorganizado” han conocido a menudo experiencias traumáticas, como duelos no resueltos, abusos sexuales he le ev of en su propia infancia (Security in infancy, childhood: A move to th the level resentation). Tal como el paradigma de la seguridad del apego ape pego se representation). arrolló en torno de la strange situation, el paradigma ma d el modelo mod desarrolló del operante bioerante interno es revelado por la adult attachment attachme at ment me nt interview. int nter ervi er view vi ew w. La b grafía relatados curso entrevista fía de los padres y los hechos rela laata tado d s en el do el cu curs rso rs o de llaa entrev importan portan menos que las características carac acte t ríísticas ass de de laa transcripción tra ranscripción de la entrevista, vista, según que ella parezca par arrezcaa depender dep pendeer de una lógica coherente coherent o desorganizada organizada o lagunar lagu gunaar (1990). gu guna (1 1990).. La cuestión cuesttió ón que qu ue plantea plan pl ante an t a esta te estaa corriente de pensamiento es la de saber er cómo cómo m se se efectúa efec ef e tú ec túaa el pasaje pasaje entre el comportamiento del niño niñ y los pensamientos peens nsam am mieenttoss profundos profundos de los padres que emergen en la entreen vista. a. Si Si bien bien bi n los los primeros escritos de Bowlby están centrados en la observación, ervac aciión ac ió no dan mucha importancia al mundo de las representarepresen ciones, que las investigaciones más recientes toman en consideración con los modelos internos de trabajo (internal working models). En el curso de sus interacciones con el mundo exterior el niño construye internamente modelos del mundo externo. Main, Kaplan y Cassidy (1985) insisten mucho sobre este pasaje a la representación interna. Si este proceso de interacción se organiza de manera negativa, el niño puede desarrollar estrategias de defensa en reacción a una madre que se mantiene a distancia, o que es desvalorizante para el hijo, o incluso que reacciona de manera agresiva a los comportamientos ansiosos del niño. La imagen de “mala madre” puede ser entonces negada, excluida de la conciencia del hijo, que puede no conservar de ella más que una imagen idealizada, positiva y abstracta. Según estos postulados habría, por consiguiente, una cierta transmisión intergeneracional de los modelos internos de apego. Los
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modelos parentales guiarían entonces los comportamientos relativos a los cuidados de los hijos. En otras palabras, influirían en los patrones de interacción entre padres e hijos. Tales patrones de interacción contribuirían a su vez en la constitución de modelos internos parentales. Fonagy et al. (1993) investigan indicios de este mecanismo subyacente en la transmisión transgeneracional. Los datos sobre la correspondencia entre los patrones de comportamiento en la strange situation y los patrones de representaciones en el adult atachment interview indicarían que un “fantasma” asedia al cuarto de los niños, según la expresión de la clínica estadunidense Selma Fraiberg (1983). Los patrones expresan los procesos defensivos: idealización, depreciación, represión de los afectos, separación, que se reencuentran en particular en los niños “evitantes”. Fonagy recurre a la noción de flexive self” f (“el yo reflexivo”), es decir, a la capacidad de reconocer reccon ono o “reflexive otr t o, así la existencia de sentimientos y de afectos en sí mismo y en ell otro, mo al concepto de “concordancia afectiva” de Stern. Stern n. El adulto adu dulto redu como conoce noce en el niño un estado interno, una subjetividad. sub u je j tiivi vida dad. da d. El El niño niño ño recore noce ce en el adulto sus propios estados estado doss internos. do i tern in rnos rn os. Él os Él va va a buscar buscar identibu ide ficarse arse con los estados internos intern nos del del e padre pad ad dre e y nace nacce asíí una experiencia experien intersubjetiva ersubjetiva del yo reflexivo reflex ex xiv ivo o de teoría teoríía del de el espíritu. El yo reflexivo reflex sería ía la capacidad de de tener tene te neer una representación repr re prres eseentación coherente de los deseos, s, creencias creenccia iass y motivaciones m ti mo tiva vaci va ciion ones es de de sí mismo y de los otros. Estos una Essto toss pa ppatterns tter errnss [[patrones] patr pa tron tr ron o es e ] o modelos transmitidos son a la vez u trama maa de iinterpretación n er nt erpr prret etaación y una guía de comportamientos sociales. Las relaciones acion on nes es ccon o llas on as personas garantizan la seguridad, permitiendo elaborar rar modelos m delos internos de sí mismo y de las interacciones. mo interacciones Ellas conc ducen a una comprensión de las motivaciones y de los comportamientos parentales. Tales modelos contribuirían a la selección en la memoria de los acontecimientos. Hay que tratar de responder, por consiguiente, a la cuestión de si esos diferentes modelos pueden dar cuenta de representaciones conscientes e inconscientes que se juegan en la vida psíquica. Examinaremos, pues, los trabajos de la escuela de Bowlby que se refieren a la transmisión de los modelos de apego en circunstancias violentas. Estos estudios exploran el efecto de un traumatismo precoz sobre los padres y su repercusión en los vínculos de apego constituidos con sus hijos. Mary Main y Erik Hesse han observado una cuarta categoría de respuesta denominada desorganizada/desorientada — D (disorganized / disoriented), que se presenta hacia la segunda generación en niños cuyos padres han sufrido un traumatismo. Por
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traumatismo entienden una experiencia de miedo intenso, de terror, de sensación de peligro que amenaza a un individuo con la desorganización psíquica y comportamental. Esta experiencia puede ser un duelo no resuelto por la pérdida de personas importantes pero también abusos sexuales o maltrato. Ellos se preguntan si la sensibilidad persistente de los padres influye en el hijo, favoreciendo su desorientación y su desorganización. En presencia del progenitor, el niño queda paralizado, desvía la cabeza ante la aproximación del progenitor, se balancea sobre las manos o sobre las rodillas después de una tentativa abortada de aproximación. El niño se acerca a la pared distante de padre cuando un extraño se le aproxima, llama a su padre durante la separación y se aleja de él cuando llega, o se levanta para acoger al padre pero se desploma. Para los etólogos se trata de comportaentos conflictivos, resultantes de la activación de comportamiencomporta taami m mientos tos incompatibles. Are ea (con (c n ciento cie Sobre la muestra más amplia del estudio de Bay Area cuarenta strange arenta y un niños que experimentaron la st stra r ngge situation), situ si tuat tu atio at ion io n), solamente sol olam ol ame am tress de los treinta y tres niños clasifica clasificados c do ca dos como co omo D llo o estaban estaaban es ba también tamb con Los niños del tenían n el otro padre a los seis is aaños. ño os. L os n iñoss d iñ ell grupo D ten respuestas puestas “controlling” “controllingg” (i ((intercambio nttercamb nte mbio mb io o de roles) ro s) durante la reunión con c los padres, castig castigando padre. See mostraban temeros temerosos, g an n do aall pa a drr e . S desorganizados, organizad ad do oss, con co on pensamientos pens pe nssam mie ient nto nt os contradictorios o irracionales respecto desarrollado ctto de llas as sseparaciones epar ep arac ar acio ac io one ness con los padres. En un estudio desarrolla en Charlottesville, Ch harl ha rlot o te ot tesv svvil i le l , Cassidy Cassidy (1986, 1988) encontró descripciones infantiles de mismo interacciones tiless d e síí m ismo negativas, violentas o extrañas. Las interaccio de los padres pad adres con el niño eran atípicas. atípicas George y Solomon (1989) (19 encontraron madres que se describían como desamparadas ante el hijo, al que encontraban difícil de controlar, lo que estaba correlacionado con los resultados del tipo D ante la Strange Situation. Los autores han establecido un punto marcador de duelo no resuelto (no hecho público) de nueve puntos. Una cifra baja en este marcador señalaba un sentimiento todavía activo de pesar, de pena y de afección sin desorganización. Una cifra media representaba temores excesivos o una culpabilidad, o una desorientación. Un marcador elevado era atribuido en caso de desorientación marcada y de pérdida del sentido de la realidad. Los autores seleccionaron un subconjunto de cincuenta y tres díadas madres-hijos seleccionadas a manera de incluir un máximo de díadas del grupo D (diecisiete díadas, o treinta y dos por ciento de la muestra) y un número equivalente de díadas del grupo A y del grupo
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B (dieciséis y diecisiete díadas, respectivamente) y tres díadas del grupo C. En este grupo, quince madres habían perdido un miembro de su familia antes de su entrada al colegio. Nueve de esas quince madres (sesenta por ciento) tenían hijos considerados desorganizados durante la strange situation, mientras que ocho (veintiuno por ciento) de las treinta y ocho díadas restantes tenían hijos de tipo D. Los resultados no suministran una estimación de la relación entre las pérdidas precoces y el estatus del apego de tipo D, puesto que las díadas de tipo D fueron sistemáticamente seleccionadas. La experiencia de una pérdida precoz de un miembro de la familia de más edad no conduce en sí misma a un apego de tipo D, a menos que la madre no haya resuelto el duelo de ese pariente. Los autores tienen la impresión de que el comportamiento de tipo D en d inlos niños compromete una secuencia de apego al comienzo y de bición después (expresiones de miedo, tentativas extre rem re mas de hibición extremas aproximación, roximación, un desvío inmediato y una aproximación aproximaciión furtiva furrti tiva del progenitor, vigilancia). ogenitor, posturas en un estado de tensión ón y dee vi vigi gila gi lanc la ncia nc ia)). Especuia Espe sp lando do sobre la ontogénesis del estatus estat attus u de de apego ap peg ego o de de ttipo ipo ip o D, D, los los autores auto afirman rman que las interacciones interaccionees pueden pued pu e en ser ed serr inquietantes inq qui uieetantes para el niño, ni como mo ocurre en las díadas díadaas en que que los los niños niñ ñoss pertenecen al sector de los que han sido maltratados. mal altrrataados ado . Aquí ad Aq quí se se trata trata de díadas donde el trautr tr matismo tismo potencial pote po t nc te n iaal resulta resu re sult su ltaa más lt más de de la historia del padre que de la experiencia riien enci ciaa directa ci dire reect ctaa del d l niño. de niño ni ñ . El sufrimiento persistente puede ser coño municado uniica cado cado o all hijo. hijo hi o. Las observaciones obse ob serv se r aciones informales de los padres de díadas de tipo D rv revelan elan n ya sea un comportamiento inquietante o bien una inquietud inquie de los padres. Los autores han observado las interacciones siguientes: patrones vocales, motores y contenidos verbales inhabituales. Los resultados de estos estudios muestran que la calidad del compromiso parental en la díada está ligada al pasado traumático del progenitor. El comportamiento imprevisible del progenitor es incomprensible para el hijo, pudiendo llegar a inducir en este último comportamientos del tipo desorganizado/desorientado. El hijo reencuentra, en efecto, una paradoja, una inquietud, ahí donde busca la seguridad. El conflicto entre tendencias opuestas, tendencias a la aproximación y a la fuga de la figura de apego, es interiorizado por el niño, se perpetúa y resulta exacerbado en una situación estresante. En este estudio, la transmisión transgeneracional de los modelos de apego muestra, por consiguiente, una fuerte correlación entre los acontecimientos traumáticos para la madre y la seguridad de base del
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hijo. Los traumatismos seleccionados en estos estudios, como la violación o la pérdida de un pariente en la primera infancia, son particularmente graves; no es por lo tanto seguro que se pueda atribuir un peso igual a otras circunstancias de la vida de la madre. Además, un acontecimiento particularmente insignificante puede desencadenar un traumatismo, sin que necesariamente sea accesible a la experiencia consciente y al discurso retroactivo de la madre. En fin, la transmisión de los patterns [patrones] de apego no constituye el único modelo de la transmisión intergeneracional, que comprende también las interacciones afectivas y fantasmáticas, las identificaciones que implican el sistema relacional del objeto. La herencia intergeneracional organiza una historia familiar: fantasías, identificaciones, imagos parentales con los cuales el sujeto organiza la novela familiar individual. Ciertos elementos de la transmisión no son resentados en el psiquismo parental e infantil y constituyen n la transtra representados misión ión “en hueco”, que puede resurgir durante una generación gene ge neraación sine guiente ente de un modo distinto (Kaës, 1993).
RESULTADO ULTADO DE LAS INVESTIGACIONES INVE NV STI NV STIGA ST GACIONES GA ES SOBRE SO SOB OBRE EL APEGO
Pocas caas investigaciones inve in estig gac acio ione io n s francófonas ne fran fr an ncófonas están centradas en el concepto de apego, respecto represenego, o, y a eeste stte re esp pecto el trabajo de Blaise Pierrehumbert repres ta una eexcepción, estratexcep xc ep pci ción, con un cuestionario destinado a evaluar las estr ció giass relacionales rellacionales del adulto. adulto Tal cuestionario versa sobre la manera man en que una persona enuncia el contenido de sus relaciones, esclareciendo sobre cómo funciona su pensamiento. Tres grupos de estrategias relacionales son puestas en evidencia por el “CaMir”, según que revelen un sentimiento de soporte y de comprensión por parte de los otros, de rechazo e incomprensión, o una insatisfacción en las relaciones. Estas tres categorías, determinadas a partir de cuatrocientos cuestionarios y completadas por un análisis formal del discurso, el análisis de un abanico de relaciones particulares y la redacción de historias, se superponen exactamente a las categorías de apego definidas por Mary Main (1996). El examen exclusivo de los patterns [patrones] de interacción no basta para comprender las relaciones padres-lactantes. Las experiencias subjetivas de los niños de pecho y de sus padres y las significaciones que ellos les atribuyen deben también ser examinadas. Charles
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H. Zeanah aísla, a partir de modelos operantes internos, patrones de transmisión intergeneracional del vínculo. Los trabajos de Zeanah versan sobre la manera en que los padres perciben las emociones, suponiendo que los diferentes tipos de modelos internos corresponden a otras tantas maneras de percibir y de interpretar la información proveniente del entorno. Las categorías de apego en el bebé y el padre deberían luego asociarse a modalidades diferentes de percepciones del entorno. Las madres eran invitadas a mirar un video de cuatro minutos que mostraba un bebé llorando, que interactuaba con una mujer desconocida y enseguida con su madre. Después del examen del video se le pedía a las madres que estimaran las emociones del bebé, sus rasgos de personalidad. Las madres de niños “evitadores” y las madres onocidas como “descomprometidas” percibían el desamparo desampa p ro del pa reconocidas bé de la manera más negativa y su visión de su personalidad personalida dad da d era la bebé menos “resistentes” nos positiva. Las madres de bebés clasificados como “r “res esiistten es nte y las madres de la categoría de “preocupadas” “preocupad das a ” eran an aquellas aqu quel ella el lass que la qu poseían an una apreciación menos negativa negaati tiva v de va de laa personalidad. per erso sona so nallida na dad da d. La evaluaeval ción consideradas n de las madres considera ada das en n la categoría cate ca tego te gorí go ríaa “seguras” y las de los bebés bés “autónomos” se situaba situa uaaba entre ent ntre ree los dos dos extremos. Más allá del pa interactivo, ppattern ttter ern n [[patrón] paatrrón] in inte teera racctivo, ct lo vivido subjetivo de la relación ación con n el el niño niño ñ de de pecho pech pe c o así ch aassí como la representación de sí mism mo y d del otro interesan el o tro in nte tere r saan en re n adelante a los investigadores. Zeanah et al. (1994) 94) 4 estudian, 4) est stud u ia ud ian n, en n, en efecto, la manera en que los modelos operantes operan internos comernos os sse e as aasocian ocian a la forma de percibir de un bebé. Propone co prender ndeer los los modelos operantes internos en función de los procesos proce defensivos puestos en juego. Al esquema de apego autónomo/seguro corresponde un compromiso parental “suficientemente bueno”, con equilibrio entre los aspectos positivos y negativos de las experiencias vividas, aceptadas e integradas, de modo que el padre tiene rápido acceso a recuerdos y sentimientos, una facilidad para reconfortar, para prestar atención. Al esquema minimizante/evitante corresponden llamados del niño rehusados o rechazados en el momento en que el niño manifiesta el desamparo. El rechazo aparece bajo la forma de un descompromiso, e incluso de una franca aversión. El niño reprime sus necesidades de ser reconfortado ignorando su sensación de desamparo o alejándose de sus padres. En el esquema preocupado/ resistente, el progenitor desea tener una relación con el hijo; es vivido como reparador, pero la presión ejercida por sus propias necesidades le impide percibir las del niño. En el esquema confuso/controlador,
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donde el padre percibe al hijo como crítico, exigente, incapaz de ser satisfecho, el padre está implicado, se esfuerza en complacer al hijo sacrificándose él mismo, de donde se derivan interacciones controlantes en dirección al bebé. Un patrón confuso/controlador nos parece interesante para las situaciones traumáticas. Tal patrón describe un padre que percibe al bebé como crítico, exigente e incapaz de ser satisfecho. Muy implicado, el padre reacciona intensamente y se esfuerza por complacer al hijo sacrificándose a sí mismo, lo que indica una necesidad inmensa de controlar al bebé. Sobre el plano comportamental las interacciones controladoras son las más evidentes, mientras que la confusión y la decepción son más bien experimentadas a nivel de la experiencia subjetiva.
apego go,, la trago El tercer ejemplo de estudio salido de las teorías del apego, ma de evaluación del comportamiento interactivo, llama llamada mada ma da care-index, caaree-in fue traducida al francés por nuestro colega coleg ga Jozef Jo f Latoch. Lato La toch to ch. Este ch Es e protopro colo o ha sido puesto a punto por Patricia Paatr tric icia ic ia Crittenden, Crritt tten tt end en den, Mary den, Mary Ainsworth Ainswo y John ohn Bowlby (1989). Según Segú gún gú n Crittenden, Crit Cr itttend den n, las laas estrategias estrategias comportacompo mentales ntales corresponderían n típicamente típiccam mente a las lass categorías de apego. Tales patrones reflejarían refleja j rí r an n ante an nte todo nte nt o los loss modelos modelos representacionales de sí mismo y del del el apego ape peego o en en la l contraparte, con ontr trraparte, y a continuación caracterizacaracter rían serían n el el nivel nive ni veel de de desarrollo des e ar arro r ll ro llo o y la experiencia de la persona, pero ser también mbié iiéén contextualizados cont co n ex nt extu t al tu a izados por una situación específica. Más de una u estrategia rateg giaa puede pue u de ser utilizada por el niño en función de todos esos e parámetros. áme etros tr Por ejemplo, un niño que es “evitador” durante la “strange situation” puede manifestar una demanda de atención en la casa. Ainsworth ha identificado tres estrategias principales de comportamiento (aproximación, resistencia, evitación) utilizadas por los niños en el curso de la “strange situation”. Main ha agregado una categoría suplementaria, el control, para los niños de mayor edad durante una breve separación.
Crittenden ha identificado en el niño varias estrategias en contextos diferentes, como la cooperación, la oposición, la docilidad excesiva, la pasividad (1981, 1985, 1988). En el adulto existen también varias estrategias comportamentales, como la sensibilidad, la hostilidad patente u oculta, la retracción. Crittenden y Radke-Yarrow han mostrado que los adultos y los niños podían utilizar estrategias com-
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binadas: por ejemplo, la resistencia y la evitación, la hostilidad y la retracción (Crittenden, 1985; Radke-Yarrow, 1985). Una estrategia comportamental puede reflejar los modelos internos de representación que son seleccionados por los individuos. Ellos dependen del contexto en el cual se presentan. Por ejemplo, el modelo procedimental interno en niños rechazados por sus figuras de apego está asociado con estrategias de evitación durante la “strange situation”. Sin embargo, otras estrategias serán utilizadas en otros contextos.
El principio de la evaluación del care-index se basa en una trama donde los ítem interactivos cubren siete ejes de comportamientos interactivos. Para cada eje hay tres categorías descriptivas en el adulcat atteg go to: (S)ensible, (C)ontrolador, (U) no responde, y cuatro categorías scriptivas en el niño (C)ooperativo, (D)ifícil, (P)asivo, (CC) (C CC) dócil. dó descriptivas Lass respuestas a los diferentes ítems en un sector determinado deterrmi min nado consnado co tituyen uyen las características de la interacción. n. Las respuestas res espu pues pu esta es tass relacionata rela laccio das con categorías descriptivas son n acotadas acot ac o ad ot das separadamente sep epar arad ar adaamente para la ad madre dre y el hijo en el contexto contex xto de de la la relación rel ellac ació ón con con ell otro. Patricia Crittenden ha utilizado utilizaado do este este método méto t do de acotamiento para to p las familias caracterizadas caracteeri r zaada dass por por ell maltrato, mal altr trato, diferenciando sus nociotr no ness de abuso abu buso so o y de de negligencia: negl ne glig gl igen ig gen enci cia: ci a: Las familias maltratadoras Las fa fam miliaas as m altr al trat trat tr atad adoorass cuyos niños son víctimas de abuso no ad abandonan ando d naan a sus do sus hijos. hiijos. Los padres, que tienen una relación a menume do perturbada hijo, a pertu t rb tu rbad a a con su pareja, tienden a usar su poder sobre el hij ad controlar medianntrola lar la interacción; el hijo se vuelve evitador o protesta medi la te el llanto o un desvío de la mirada. A continuación, durante el segundo año, tienden a reprimir sus afectos negativos y se pliegan a las exigencias parentales, volviéndose compulsivamente dóciles. Pero otros niños, por el contrario, continúan oponiéndose. En las familias con privaciones los progenitores están generalmente ausentes, mientras que la abuela materna se ocupa en la mayoría de los casos de atender al niño. Los padres tienen privaciones en el plano intelectual. Las madres se encuentran a menudo deprimidas o al menos parecen deprimidas. Los padres se hallan frecuentemente en un estado de retraimiento, sobre todo durante las situaciones difíciles. Les falta autoridad. Los niños son generalmente pasivos o más adelante se convierten en hiperactivos. Presentan dificultades para comprender y aprender del comportamiento de los demás y muestran retardos globales en su desarrollo.
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Las familias con privaciones y maltratadoras son habitualmente inestables, imprevisibles y desorganizadas. Las madres pasan de explosiones de ira a estados de retraimiento. Los hijos tienen dificultades para controlar sus relaciones y presentan retardos intelectuales, físicos, emocionales y comportamentales. La conceptualización de los modelos internos de apego ha demostrado con fuerza, por consiguiente, la necesidad para el niño de establecer con el adulto un vínculo que le asegure un sentimiento de seguridad y de continuidad. Esta relación de intercambio necesita una proximidad física e incita al niño a retornar hacia el adulto en busca de un contacto y de seguridad. Así, el niño puede a continuación alejarse de esa persona a la que se encuentra apegado para explorar su entorno. Los propios modelos internos de apego del adulto erminan la manera en que toma a su cuidado al niño, que que u en determinan ntrapartida constituye sus propios modelos de apego. Los Lo os investiinv n e contrapartida dores parecen en la actualidad más prudentes en cuanto cuan anto an to a laa contico gadores nuidad dad de la transmisión sistemática de los lo modelos mo ode delo loss de apego. lo ape pego go. La go observación ervación directa y la experimentación experimenta t ci ta ción ó han han lllegado lega le gado ga do a aportar, aportar, cconsecuentemente, uentemente, elementos nuevos nue uevo vo os al conocimiento con o o on occim mien iento de de la vida psíquipsíq ca del niño a partir de conceptos conc nccepto toss como to c mo laa “competencia co “ccompetencia del niño de pecho”, cho”, “el apego y la la seguridad”. seg eguridad egu d”. No No obstante, tales conceptos no pueden eden situarse situa uaarsse sobre so obr bree el mismo mis ismo mo o plano que la vida fantasmática y la sexualidad ual alid idad id ad infantil. inf nfan nf anti an tiil.
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