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SERES MÁGICOS DEL PERÚ © Javier Ignacio Zapata Innocenzi 2010 – 2012 ILUSTRACIONES: Víctor Sanjinéz García RETOQUE DE IMAGENES: Rudy Ascue Y. y Karen Hoces C. CORRECCIÓN DE ESTILO: Diana de la Cruz EDICIÓN: Malabares de Javier Zapata Innocenzi
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www.relatosmagicos.com PRIMERA EDICIÓN: Enero, 2012. Lima, Perú. ISBN e-book: 978-612-45887-1-6 TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL
INTRODUCCIÓN CLASIFICACIÓN DE LOS SERES MÁGICOS UNA MIRADA AL MUNDO MÁGICO DEL PERÚ ANIMALES Y MONSTRUOS FANTÁSTICOS ENANOS MINEROS DUENDES DEL AGUA DUENDES DE LA TIERRA DUENDES DE LA AMAZONÍA HADAS DEL AGUA Y DEL BOSQUE FANTASMAS, APARECIDOS Y OTROS MEDIO MUERTOS DEMONIOS Y OTROS MUY MALOS OBJETOS MARAVILLOSOS Y MISTERIOSOS HÉROES Y VILLANOS BRUJAS, Y VAMPIRESAS CHAMANES, CURANDEROS Y ADIVINOS LUGARES MÍSTICOS PALABRAS FINALES BIBLIOGRAFÍA
“Todo lo que puedes imaginar es real” Pablo Picasso. “Si uno lo cree, lo crea!” Piero De Benedectis. “Si no soñamos, ¡sonamos!” El autor, humildemente.
INTRODUCCIÓN
La magia en el Perú se manifiesta a diario, en una gran variedad de formas y matices. La encontramos tanto en la armonía de aquella simple relación entre el hombre y la Naturaleza, como en el misterio de los eventos sobrenaturales. Es algo que nuestros antepasados conocieron muy bien pero que, actualmente, hemos olvidado al vivir en grandes ciudades y prestar demasiada importancia a los asuntos de la vida moderna. Es por eso que ahora nos parece un arte tan lejano y extraordinario, cuando no embuste o artificio. Hasta fines del siglo XV, habitaba en el territorio peruano un sinfín de seres mágicos, de cuyos nombres y características solo nos quedan borrosos relatos. Se sabe que eran personajes poderosos y que no existía, como hoy, una división tan clara entre malos y buenos. Respondían a los hombres según como estos se les aproximaran. Si uno les pedía un favor con humildad y siguiendo los ritos prescritos, podía obtenerlo. Pero aquellos que intentaron obtener ventaja de ellos, o, incluso engañarlos, sufrieron los peores castigos, penosas enfermedades o la propia muerte. Por mención de los cronistas de la conquista, tenemos referencias de algunos de estos espíritus autóctonos, tales como los Supay, Japiñuñu, Amaru, Sacha Runa o los Saq’ras, pero lamentablemente el conocimiento sobre la mayoría de ellos se ha perdido o distorsionado en los últimos siglos. La respuesta al por qué de nuestra ignorancia acerca de los aspectos clave de nuestro pasado la sugiere un mito shipibo, el cual relata cómo nuestros ancestros quedaron tan trastornados después de sobrevivir a graves cataclismos que ocurrieron en la antigüedad, que sus espíritus tutelares les enviaron, como remedio, el olvido, único ungüento que todo lo cura. Desde entonces, la ausencia de registros acerca de los sucesos del pasado ha sido regla general para muchos de los pueblos peruanos. Todo parece indicar que un considerable contingente de duendes y otras criaturas del mundo de la magia llegó al suelo americano en las bodegas de los barcos que trajeron a los conquistadores españoles. Queda claro que, por su naturaleza esquiva, viajaron como polizontes y descendieron a tierra sin ser vistos; por lo tanto, su arribo no figura en ningún documento oficial ni es mencionado por los cronistas de la época. Los demonios, en cambio, viajaron en baúles fuertemente sellados y celosamente custodiados por los extirpadores de idolatrías, caballeros de quienes hablaremos más adelante. Por su parte, las sirenas llegaron aproximadamente a inicios del S. XVI, siguiendo la célebre expedición de Magallanes y Elcano. La dispersión de todos ellos hacia el vasto continente estuvo siempre acompañada del avance de los europeos.
Entre los duendes conocidos en el viejo continente es frecuente encontrar espíritus juguetones, inofensivos o incluso benéficos. Mientras en esas lejanas tierras se desarrollaban las historias maravillosas de la Tierra Media, en esta parte del mundo reinaban las mejores relaciones entre los seres humanos y los de la fantasía. Pero eso cambió radicalmente; hoy, estos personajes suelen ser malvados y muy temidos por los mortales. En parte, esto se debe a que los seres inmigrantes se consideraron siempre aliados de los conquistadores, mas no de los conquistados, así fue que tomaron como cosa natural los maltratos que dieron los blancos a los incas. En cambio, los indios perdieron la confianza en sus espíritus tutelares y el respaldo de sus propios dioses, por lo que fueron adoptando como compañía a estos entes extranjeros. Así, desde el inicio se generó una relación distante entre unos y otros. Durante la conquista del “nuevo mundo” y, con la extirpación de las idolatrías, se libraron en paralelo cruentas batallas entre los seres mágicos autóctonos y aquellos traídos por los conquistadores. La historia jamás contada indica que, adicionalmente, ocurrió un mestizaje entre ambas razas, cuyo resultado fue la aparición de una nueva generación de duendes y criaturas nacidas en el continente americano, con tradiciones propias y características únicas. Pero esta riqueza cultural se está perdiendo. Muchas de estas especies se encuentran hoy en peligro de extinción. Su presencia se va alejando de los seres humanos y sus manifestaciones desaparecen en paralelo a la construcción de nuevas carreteras, la ampliación de redes de energía eléctrica, así como el mayor acceso a los medios de comunicación. Por ello nace este libro, en un intento por divulgar lo poco que sabemos sobre esos espíritus maravillosos Otro punto a dejar claro en esta parte es que en nuestro país se habla del tunche, el muqui o el duende como si se tratase de un solo individuo en cada caso, pero quienes esto hacen olvidan que toda raza de seres mágicos incluye varios pueblos y diversidad de sujetos. Por eso, no deben extrañarnos las diferencias encontradas entre los diversos testimonios recogidos. Algunos testigos encontraron duendes más altos y otros más bajos; unos más gordos, otros más delgados; unos amables, otros gruñones y vengativos. Sería muy fantasioso creer que existe un solo pishtaco - por ejemplo - o un único chullachaqui
que se multiplica para hacerse visible en tantos lugares a la vez. Para terminar estas líneas introductorias, consideramos imprescindible agradecer de manera especial a los autores listados en la bibliografía de este libro, ya que sus estudios constituyeron la fuente invaluable de la información con la que se ha estructurado estas páginas. De no ser por el esfuerzo de estos especialistas, vertido en sus publicaciones, hoy estaríamos tomando el sol en la playa y no escribiendo estas palabras que esperamos sirvan de estímulo a nuevos curiosos e investigadores y así esta fiesta no termine. Lima, Enero de 2010
CLASIFICACIÓN DE LOS SERES MÁGICOS Los seres mágicos son aquellos personajes y criaturas que, en palabras de Jeanne Ruland, “viven en la profunda y mística zona entre la imaginación, el sueño y la realidad, más allá del tiempo y del espacio.” Antes de iniciar la descripción de aquellas entidades que pueblan las distintas regiones del Perú, expondremos brevemente la clasificación tradicional de estos espíritus. En primer lugar, nos referiremos a la denominada gente pequeña, término que incluye muchas especies del mundo mágico, entre ellas los enanos, gnomos, hadas, elfos y hobbits. La mayoría de ellas poseen la habilidad de cambiar de forma y tamaño, aparecer y desaparecer a voluntad, entre otras, propias del reino de la magia. Por otra parte, abordaremos una diversidad de criaturas de mayor tamaño y características más extrañas, tales como gigantes, ogros y monstruos. Y finalmente, mencionaremos a los duendes, acápite aparte en esta lista.
Enanos
De estatura no mayor a los noventa centímetros, su cuerpo es grueso y abultado, con una gran cabeza y el rostro arrugado. Viven aproximadamente hasta los cuatrocientos años, pero desde muy jóvenes aparentan tener una edad muy superior. Son grandes bebedores, algo gruñones, pero también amables. Sus principales virtudes son la honradez, la laboriosidad y el respeto a las tradiciones. La codicia, la tacañería y la testarudez son sus defectos más comunes.
L o s enanos son amigos de la tierra. Por su tamaño y habilidad para ver en la oscuridad, están bien adaptados para vivir en socavones o túneles subterráneos. Sienten una especial atracción hacia el oro, la plata y los metales en general. No es de extrañar que prefieran los oficios de herrero, metalurgista o minero, labores en las que son reconocidos expertos. Antiguamente se pensaba que los enanos eran una especie de agricultores del mineral, encargados de sembrarlo y cuidarlo para que este creciera y estuviera disponible en las minas. Actualmente se sabe que el mineral no crece en las minas y los enanos son, más bien, guardianes de estos tesoros de la tierra. Sin embargo, en ocasiones especiales trasladan estas riquezas a lomo de burro (o de llama) por caminos ocultos en el subsuelo, para distribuirlas según su capricho.
Gnomos
Los gnomos son la especie más antigua de toda la gente pequeña. Son pequeños de estatura pero, a diferencia de los enanos, su cuerpo es proporcionado en forma semejante al de los humanos. Tradicionalmente, son los custodios de la sabiduría de la madre naturaleza. Si se le aparecen a un hombre, esto envuelve un gran honor y, generalmente, es para brindarle un mensaje especial o encomendarle una misión importante.
Hadas
Corresponden a los espíritus femeninos de los bosques y los lagos. Se presentan como mujeres eternamente jóvenes, de seductora belleza, de blancas y trasparentes vestiduras. Algunas tienen alas; otras vuelan gracias al mágico polvo de hadas. Les gusta sentarse a la orilla de los lagos o ríos para peinar sus largos cabellos y cantar alguna antigua melodía. Son excepcionalmente tímidas; ocultas tras el follaje solo observan a la gente pasar.
Por un lado están las de naturaleza bondadosa: las hadas madrinas o las protectoras de los bosques. Por otro, aquellas que esconden oscuras intenciones. Pueden llegar a enamorarse de un hombre, buscando obsesivamente tener algo más que una amistad con él. Si lo consiguen, de esa unión nacerá un duende, pero el infortunado padre desaparecerá para siempre.
Elfos
Son espíritus ligados a los reinos de la tierra y el aire. Se manifiestan como una luz tenue, sea blanca, azul o de colores. Cuando toman forma humana tienen las orejas en punta y los ojos rasgados. Sus cabellos suelen ser rubios o muy blancos y brillantes. Es característica su contextura delgada, así como su agilidad y notable habilidad para realizar piruetas.
Viven mayormente en los bosques y se dedican al cuidado de las plantas y animales de la Naturaleza.
Monstruos
Se denomina monstruos a las especies o individuos cuya existencia desafía o parece contradecir a las leyes naturales. Lo que esta limitada definición no considera es que la propia Naturaleza, ocasionalmente, escapa de su “normalidad” y origina la aparición de estos fenómenos por propia iniciativa. Generalmente, se trata de animales o insectos de tamaño descomunal o combinaciones de diferentes especies animales o, incluso humanas. Frecuentemente sus características los ubican lejos de los patrones de la estética reinante, hasta el punto de que su fealdad provoca terror a quien se tope con uno de ellos.
En todas las culturas antiguas existen monstruos. Algunos de los más famosos son el minotauro, los dragones, el basilisco, los calamares gigantes, los cíclopes, el pie grande y el monstruo del lago Ness.
Orcos
Los orcos pertenecen a la tierra y al fuego. Representan el lado oscuro del reino de los enanos, del cual son la especie de mayor estatura. Su inteligencia no es muy desarrollada, pero es de temer su gran fuerza y ferocidad. Crueles e interesados, se organizan en grandes jaurías para cometer sus fechorías. Si alguno queda suelto, buscará al malvado más cercano en la provincia y le ofrecerá sus servicios como guerrero a tiempo completo. Así son estos mercenarios ante la posibilidad de obtener muchas monedas del codiciado oro.
Su aspecto es bastante fiero; cabezas grandes, rostros llenos de pelos, cejas tugurizadas, ojos pequeños, narices exageradas, dientes oscurísimos y cuerpos con diversos grados de deformidad. Lucen llenos de cicatrices por tantas batallas realizadas. Generalmente van sucios, desgreñados y malolientes. Se protegen con corazas metálicas o armaduras ligeras de cuero.
Trolls
Antiguamente los Trolls eran una raza de temer, bestias humanoides de gran ferocidad y de estatura equivalente a dos hombres, uno sobre otro. Eran un dolor de cabeza para los pueblos vikingos, aunque algunos fueron domesticados y, entonces, se convirtieron en un dolor de cabeza para los enemigos de los pueblos vikingos. Por su gran fuerza y resistencia, significaban un refuerzo importante en cualquier ejército. Generalmente se les asignaba a la infantería, garrote en mano, o a la artillería, como eficaces lanzadores de piedras.
Los Trolls actuales son mucho más pequeños e inofensivos. Seres pertenecientes al elemento tierra, de carácter reservado; solo abandonan sus escondites en la oscuridad de la noche. Todo su cuerpo está cubierto de pelos de color oscuro. Tienen orejas puntiagudas, gran nariz y una cola peluda de tamaño medio. Por lo general lucen más aterradores de lo que realmente son. Son rudos y toscos, pero no tan siniestros, feroces o perversos como los orcos. Su dieta está compuesta de frutas silvestres y animales pequeños. Les atraen especialmente el oro y los objetos brillantes, los cuales colectan y acumulan en sus moradas.
Gigantes y ogros
Qué podemos decir de ellos, excepto que son grandes, muy grandes. Esta característica no los hace mejores o peores a nosotros, aunque muchos cuentos infantiles retratan a los gigantes, injustamente, como seres interesados y perversos.
Algo menores, los ogros no tienen parentesco directo con los gigantes. Viven en solitario y son generalmente malhumorados. Algunos de ellos tienen el mal hábito de comer niños.
Duendes
Los duendes tienen un origen distinto a todos los anteriores. Los expertos afirman que son las almas de niños sin bautizar quienes, ya sea al morir o estando vivos, fueron raptados por otro duende y luego hechizados para ser iniciados como tales. Otro grupo de ellos proviene de la unión de un hada con un hombre. En este caso ya nacen siendo duendes.
Se presentan en las formas más diversas, como animales de cualquier tipo o como geniecillos bajitos, feos y cabezones. Por esta razón muchas veces son confundidos con gnomos o enanos.
Viven dentro de las casas y también en los bosques, aunque generalmente permanecen cercanos a los seres humanos, pues gustan de gastarles bromas y entrometerse en sus vidas. Sería injusto omitir que también existen duendes que ayudan a las personas de buen corazón. Es común su presencia en casas de personas hurañas, severas, irritables, aportando frescura y distensión a las mismas, brindándoles una señal para volver a sonreír. Algunos ayudan en las labores del hogar, haciendo la limpieza o terminando una labor pendiente; a cambio, se contentan con un simple plato de comida que deja el dueño
de casa en un rincón discreto.
UNA MIRADA AL MUNDO MÁGICO DEL PERÚ
El conocimiento acerca de los habitantes del mundo mágico que vamos a exponer es parte de la herencia que nos dejaron los antiguos peruanos. Para comprenderlo, primero debemos tener claro que desde tiempos inmemoriales, el territorio que hoy es el Perú fue habitado no por una sino por muchas naciones, con diferentes costumbres y creencias. En la sierra sobresalieron los quechuas, aimaras y wankas; en la Amazonía diversidad de etnias, como los yaguas, aguarunas, machiguengas, piros y muchos más; y en la costa, los muchik o mochica y la cultura Lima, entre otros. Cada uno de estos grupos étnicos poseía su propia visión del mundo. El pueblo quechua, cuna del imperio incaico, fue el grupo prevaleciente y de mayor influencia hasta nuestros días. Para ellos existían tres niveles en los que se desenvolvía el universo: El mundo de abajo o Uku Pacha, el mundo presente o Kay Pacha y el mundo superior o Hanan Pacha. Cada pacha era una naturaleza, un espacio, un tiempo distinto, aunque estos tres niveles no se encontraban aislados. Los manantiales o lagunas, así como las bocas de las grutas, eran el paso del Uku Pacha al Kay Pacha. Por su parte, el hijo del sol, el Inca, era el punto de contacto entre el Kay Pacha y el Hanan Pacha. El Hanan Pacha era habitado por las altas divinidades, como el sol, la luna y las estrellas; el Kay Pacha por los seres humanos, los animales, las plantas y las cosas, con sus respectivos espíritus; y el Uku Pacha, mundo de los muertos o también mundo interior, por los supay, los amarus, los mallquis y otros seres de los que hablaremos más adelante. Desde esta concepción, lo que pertenecía al Hanan Pacha no afectaba directamente a los hombres. Entonces, los fenómenos atmosféricos, tales como el granizo y el rayo, eran más respetados o temidos que la luna y las estrellas, pues pertenecían al Kay Pacha y no al Hanan Pacha. Es importante notar que ni el Hanan Pacha equivale al cielo de los cristianos ni el Uku Pacha al infierno; son concepciones distintas. En este cosmos, no existían seres totalmente buenos ni otros totalmente malos; generalmente, tenían un lado diestro que era benigno y un lado izquierdo que era maligno. Por ello, su comportamiento dependía de cómo se acercaran los hombres a ellos o, incluso de su estado de ánimo. A pesar de las guerras ocasionales, la vida en este mundo ocurría con cierta estabilidad. Eso cambió con el violento arribo de una raza poseedora de una tecnología bélica superior: los conquistadores europeos, blancos y barbados. Junto a ellos, llegaron unos hombres vestidos de negro, autodenominados “extirpadores de idolatrías”, quienes portaban unos extraños baúles sellados que custodiaban con mucho celo. Al llegar a las diferentes provincias, los abrieron y dejaron en libertad a una serie de monstruos y seres fantásticos, los cuales libraron batalla con aquellos que hasta entonces dominaban estas
tierras. En algunos casos desaparecieron a los trasgos y monstruos oriundos, pero en muchos otros se produjo una convivencia y, finalmente, un mestizaje de razas feéricas.
Las continuas hostilidades, la destrucción de los lugares sagrados y la muerte de las divinidades nativas, significaron un cataclismo sin precedentes para este mundo extraordinario. A partir de ese momento se degradó la relación de los hombres con los seres mágicos. Tras siglos de convivencia en armonía surgió el temor de los humanos, por un lado, y la excesiva agresividad de los espíritus por el otro. La perversidad adquirida por estos últimos se manifiesta incluso hasta nuestros días en la diversidad de bromas de mal gusto y otras maldades que preparan hacia los seres humanos siempre que se presenta la ocasión.
ANIMALES Y MONSTRUOS FANTÁSTICOS De los diversos animales increíbles y bestias colosales que poblaban el territorio andino, no había muchos que aterrorizaran a los antiguos peruanos. La reacción natural ante ellos era el asombro antes que el temor. Por otra parte, es sabido que el hombre precolombino consideraba toda deformidad en una persona, animal o vegetal como un signo de su especial naturaleza; un regalo de las divinidades. A tal punto llegaba en este afán que tomaba por sagrados a seres que hoy catalogaríamos de monstruosos. Dentro de las grandes transformaciones que ocurrieron con la irrupción del pensamiento europeo en la región, una muy significativa fue el distanciamiento entre los hombres y el mundo mágico. Esto significó una ruptura del orden natural, así como el arribo y permanencia del temor a lo desconocido. Consecuentemente, la mayoría de los terroríficos seres presentados en este capítulo son conocidos en el continente americano recién después de la conquista.
Los Amarus (amalu) Largo tiempo atrás, el pueblo Wanca (asentado en la sierra central) había olvidado el respeto a sus huacas (objetos o lugares sagrados). En castigo, las nubes de lluvia se alejaron y la fecundidad se tornó en desierto. La tierra seca y partida era azotada por un sol abrasador, mientras que los gigantescos monstruos que habitaban su lago impedían que hombres y mujeres llegasen a él. Para proteger a los Wankas, Tulunmaya, el arco iris, engendró al primer Amaru. Esta fiera fabulosa eliminó a los monstruos, pero pronto se convirtió en una nueva carga para los pobladores, pues debían proporcionarle grandes cantidades de alimento para saciar sus ímpetus. Es bien sabido que cuando están enfadados, los Amarus resoplan un viento helado y escupen granizo sobre las chacras, dañándolas irreparablemente. Un día, el padre Wiracocha se compadeció de su pueblo y creó a Illapa (el rayo) y Wayra (el viento), quienes desde entonces dominan a las fieras bestias y les obligan a replegarse en el fondo del lago.
Cuando ve acercarse una nube cargada de tormenta, el Amaru intenta llegar a ella para así esparcir su granizo sobre los sembradíos. Solamente en esos momentos es vulnerable; es cuando se le puede ver, bajo la forma de una inmensa serpiente sinuosa que busca alcanzar lo alto del cielo. Apenas logra distinguirlo, el campesino agitará su sombrero para dar aviso a sus héroes salvadores. Entonces, llegan presurosos el rayo y el viento serranos y, tras descomunal batalla, logran vencerlo y partirlo en dos, para confinarlo otra vez a las profundidades del lago. Una forma que tienen los naturales de leer el destino es fijarse en el color del Amaru; si es negro el que trata de alzarse a los cielos, el año será malo. Si es blanco, será bueno. Cuando llegaron los españoles - los extirpadores de idolatrías - comenzaron a decir que no era el rayo, sino el Apóstol Santiago, quien doblegaba al Amaru con ayuda de su carabina que disparaba balas de oro, y que los truenos eran el ruido del galope de su brioso caballo blanco.
Los Amarus tienen la forma de grandes serpientes con cabeza de llama, un par de alas membranosas, cuerpo de batracio, fuertes garras, invulnerable coraza y cola de pez. Los ojos, de un característico color morado, revelan la ferocidad de su ser. Se podría pensar que están emparentados con los dragones chinos (draco orientalis), a quienes se asemejan morfológicamente, pero toda raza de dragones se reproduce a través de huevos mientras que los Amaru, como ya dijimos, tienen su origen en el arco iris.
Con el tiempo, los Amarus se fueron transformando y reduciendo de tamaño. En algunas lagunas toman la forma de un toro, conocido como puka amaru o amaru rojo. Por las noches, este bravo animal sale del centro de la laguna y se acerca a las piedras a su alrededor, convirtiéndolas momentáneamente en pequeños animales. Estas piedras tocadas por el Amaru tienen gran valor para los campesinos y ganaderos por su capacidad para propiciar el crecimiento de las cosechas y el ganado. Otra especie de Amaru ha sido encontrada en Huancavelica. Se trata de grandes serpientes de dos cabezas, las cuales habitan bajo la tierra y, ocasionalmente, causan accidentes a los trabajadores de las minas.
El Carbunclo Con este nombre es conocida desde el Medioevo la gema que ocupa la cabeza de algunos dragones. Con el transcurso del tiempo, el término se fue utilizando para designar a otra piedra preciosa, una oriunda de estas tierras de cuya existencia dieron noticia los cronistas de la conquista. Ellos refirieron que, entre las exquisitas pertenencias del Inca, había una joya de gran refulgencia llamada Intip Tocay (que significa “cosa escupida por el Sol”) en referencia a su brillo singular.
Pero el carbunclo que aquí nos interesa es otro. Es un ser fantástico de origen muy antiguo, una maravillosa bestia que jamás ha sido domesticada, una figura importante dentro del ancestral culto al Sol. Es una especie de puma negro que ostenta un diamante luminoso (pensamos que el Intip Tocay) insertado en medio de la frente y cuyo nombre original se ha perdido. En ocasiones es descrito como un ser monstruoso, mitad perro y mitad zorro, o gato montés. Actualmente, solo puede ser visto de noche y cerca de ruinas donde hay oro u otros objetos valiosos. Se nutre de la “antimonia”, es decir, de las emanaciones que brotan de los entierros antiguos, letales para los profanadores de tumbas. Toparse con él puede significar una oportunidad de encontrar cuantiosas riquezas. El desconocimiento de su origen ha llevado a que se le considere siniestro y se hable de él con temor. Incluso hay quienes inventan fábulas donde el carbunclo es confundido con el mismo diablo, quien acecha las ruinas y afirman que la luz observada no es otra cosa que un farol que lleva el maligno en una mano. En todo caso el temor no es injustificado, pues tiene la capacidad de “encantar” a la gente ambiciosa y atraerla al cerro, donde se perdería sin remedio en caso de que no consiga reaccionar a tiempo. En la costa norte se le conoce como carbúnculo y se le describe como una bola de fuego, o bola de oro, que aparece en proximidad de las “huacas malas”, aquellas donde habitan los encantos, especialmente si albergan tesoros escondidos.
El Cóndor (kuntur) Los Apus, las cumbres más importantes de la cordillera, tienen vida propia. Grandes amistades, así como colosales rivalidades, se mantienen entre ellos desde hace muchos siglos. Cuando necesitan enviarse mensajes entre sí, una parte de sus espíritus toma la forma del cóndor, el ave sagrada que atraviesa el firmamento altoandino. Al verlo pasar, los lugareños se quitan el sombrero y le saludan con mucho respeto y gratitud, pues su visita es signo de buena suerte. De regreso a casa, el gran volador ofrecerá a su señor un relato pormenorizado de todo lo que encontró a su paso.
El majestuoso cóndor es el ave más grande de los Andes; con las alas abiertas llega a medir más de dos metros. Antiguamente, su plumaje era de un color muy blanco y resplandeciente. Y así seguiría de no ser por un evento desafortunado que ocurrió hace muchísimos años. Un día, el creador vio que los hombres primitivos tenían mucho frío y se compadeció de ellos. Entonces encargó al padre de los cóndores entregar el fuego a la humanidad. Este, obedientemente, cargó con su pico el paquete que contenía la brasa ardiente. En un arranque de curiosidad, fisgoneó en su encomienda, provocando que unas chispas saltaran e incendiaran su cuerpo. Desde entonces todos los cóndores quedaron con las plumas tostadas y con la cabeza calva, salvándose solo su cuello. Por las múltiples historias que se cuentan acerca de ellos, no es de sorprender que, de cuando en cuando, un cóndor tome la forma de un elegante caballero, de finos modales, con el fin de conseguir compañera humana. Llegado el momento cortejará, ofrecerá regalos o raptará a la muchacha elegida si lo considera conveniente.
El bufeo colorado En la selva peruana son comunes las historias de animales que toman forma humana para conquistar y robarse a las jóvenes más bellas. Uno de los casos más conocidos es el del bufeo o delfín de río. Los bufeos colorados son la especie más grande entre ellos, llegando a medir hasta cuatro metros de largo. Tienen la habilidad de convertirse en seres humanos, aunque hay dos rasgos de su anatomía que no pueden ocultar: lo “colorado”, que se mantiene generalmente en el color rojo encendido de sus cabellos; y la forma de su joroba, que siempre sobresale un poco, lo que los obliga a cubrirse la cabeza con un sombrero para disimularla.
Suelen aparecer en las fiestas locales simulando ser turistas extranjeros, de tez blanca y ojos azules, lo que les asegura cierto éxito entre las adolescentes, su objetivo más preciado. Cuando se acercan a las chicas, suelen encantarlas con versos y promesas, y también ofrecerles licor para poder llevárselas a las profundidades de las aguas y desposarlas. La mejor manera de desenmascarar a un bufeo colorado es retenerlo en tierra hasta después de la medianoche, con lo que se deshará su encanto y retornará a su forma de delfín, quedando en ridículo delante de su pretendida.
Una costumbre común en ellos es la de perseguir durante largos tramos a las embarcaciones que surcan los ríos de la selva, si es que en ellas se encuentra la joven deseada. Por su parte, la hembra del bufeo colorado hace lo propio para encantar a los hombres, con idéntico propósito. Esto nos lleva inevitablemente a la conclusión de que los bufeos no son completamente felices cuando conviven con otros individuos de su especie.
Yacu Mama y Sacha Mama Yacu Mama, la madre de los ríos, es una gigantesca boa que vive en las profundidades del Uku Pacha. Cuando decide subir a la superficie del Kay Pacha, se convierte en el mismo río. Este monstruo acuático puede llegar a medir treinta metros de largo y dos de grosor. Cada año, ocurren decenas de naufragios en los ríos de la Amazonía. Se ofrecen diversas explicaciones para ello; sin embargo, la verdadera es el malestar de la Yacu Mama pues, cada vez con mayor frecuencia, se desplazan sobre su curso individuos indiferentes a ella sin rendirle el debido respeto.
Entonces, se convierte en un tronco que flota en medio del río, o provoca peligrosos remolinos que atraen las naves a su centro. Se alimenta de los cuerpos de los que mueren ahogados, tras provocar ella misma las volcaduras de las embarcaciones. Junto a ella, a veces logra distinguirse a la Sacha Mama, madre del bosque. Es una enorme serpiente de dos cabezas. El observador atento puede reconocerla en la forma de un árbol seco, imponente y señorial, pero sin sobresalir de entre la vegetación.
Al igual que la serrana serpiente Amaru, con la que están lejanamente emparentadas, buscan alcanzar las alturas. Juntas suben las dos madres hasta el cielo amazónico y es cuando la Yacu Mama se convierte en el rayo amazónico, que trae la lluvia y la Sacha
Mama en el arco iris. De esta manera, ambas comunican los tres mundos prehispánicos: Uku Pacha, Kay Pacha y Hanan Pacha.
Aves de buen y mal agüero No todos los cantos traen alegría. En la noche espesa de la selva se escuchan muchas veces tonadas que hielan la sangre. Y es que algunos pájaros son aves de mal agüero; cuando trinan, anuncian nada más que malas noticias. Hay un pajarito, cuyo silbar está cargado de melancolía: “ay ay madre, madre muerta, ¿por qué nos has abandonado?” parece decir, en lengua nativa. Ayaimama es su nombre. Cuenta la historia que dos niños huérfanos se salvaron de la muerte convirtiéndose en estas avecillas. Por eso van siempre en parejas, lamentando su suerte y buscando a su progenitora. Otra ave de mal agüero es el huancahuí. Es un certero cazador de víboras. Su áspero y melancólico canto: “¡huancahuí!, ¡huancahuí!” anuncia que la muerte u otra fatalidad está cerca. Algunos afirman que es mensajero de los brujos y que la muerte que pregona puede deberse justamente al embrujo de alguno de estos maleros.
Otra avecilla de canto melancólico es el ayapullito (pollito muerto). Tiene el cuerpo cubierto de negro plumaje y la cabeza calva.
Muchas más son conocidas por los pobladores de la foresta, entre ellas están el tsivani, el tuku (buho- tyto alba), el wiqocho (se lleva el alma de la gente que pronto va a morir) y el waychau (del orden passeriformis), que anda siempre solitario.
Por otra parte, también hay pájaros que llevan alegría y dan buena suerte a quien se los encuentra: el waman, (halcón), el killinchu (falco spererins peruvian o cernícalo) y el siwar cinti (llamado picaflor en español, inchu o q’ente en quechua y conocido como Jempué por los aguarunas). Son muy respetados y nadie los puede cazar, por ser considerados propiedad de los auquis o jirkas (espíritus tutelares).
El Yana Puma (significa puma negro, pero en realidad se trata de un jaguar negro) El ruido más ensordecedor y aterrador que puede escucharse en la selva peruana es el rugido del Yana Puma, felino gigantesco que vive en la espesura y se alimenta de cerebros humanos. Su estruendo es tan intenso que genera la caída de las hojas de los árboles y la aparición de fuertes oleajes en los ríos. Quienes lo han visto, aseguran que tiene la talla de un toro adulto y que puede respirar bajo el agua.
De día pueden tomar la forma de hombres y, elegantemente vestidos, ingresar a los poblados para identificar a su próxima víctima. Aprovechan la oscuridad de la noche para cometer sus asaltos. Su ataque está rodeado de un halo de misterio, pues tienen la mágica capacidad de adormecer a sus víctimas antes de embestirlas. Se considera que son manifestaciones de algunos demonios de la Amazonía. En ocasiones, han sido vistos en compañía de yacurunas o de shapsicos, de quienes, según se asegura, son mascotas.
Gatos Es sabido que los gatos negros son mascotas del diablo. Toparse con uno nunca es buena señal, pero encontrarse con una procesión de gatos negros que llevan a otro gato a su entierro, eso sí que es tener mala suerte. Quienes han presenciado tal desfile, aseguran que estos mininos caminan perfectamente erguidos sobre dos patas y cuatro de ellos cargan en hombros a uno, que yace como muerto sobre una tabla, a manera de féretro. Emiten desgarradores lamentos mientras transportan la supuesta lúgubre carga. Pocos días después de esta aterradora visión, el observador presenciará la muerte de una persona cercana.
Cerdos, pavos, caballos y algunos árboles Una inmensidad de relatos contados por viajeros ocasionales o por los propios campesinos en la costa y sierra del país mencionan con terror la aparición de animales que en otras circunstancias serían inofensivos, como cerdos, pavos, caballos, chivos, entre otros. En estas ocasiones, se presentan de manera desafiante, con características espeluznantes, tales como un descomunal tamaño, fuego expelido por el hocico o los ojos, aullidos desgarradores o pesadas cadenas que resuenan al ser arrastradas. Como veremos en otros capítulos, estas apariciones podrían tratarse tanto de la presencia de un condenado (alma en pena) como del paso ocasional de un duende o, incluso un demonio. La prudencia recomienda no intentar averiguar si se trata de lo uno o de lo otro. Mejor será guardarse la curiosidad para sí y correr a buen paso, o por lo menos hacerse a un lado del camino hasta que concluya el fenómeno.
Con respecto a los árboles, hay un ficus ubicado a un lado de la carretera que pasa por Cañete-Imperial (Lima) que tiene características especiales. Se inclina al acercársele un viajero, para cortarle el paso. No queda otra alternativa que dar media vuelta y regresar lo andado. Este fenómeno ocurre una sola vez y si el viajero no se lo espera; por tanto, nos ha sido imposible fotografiarlo.
Otro árbol digno de mencionar es el Árbol Milenario, ubicado en el Bosque de Pomac (Lambayeque), de más de 350 años de antigüedad. Quienes alguna vez intentaron cortarlo, sufrieron enfermedades, malos sueños y mordeduras de serpiente. Hoy es muy respetado por sus vecinos y a ninguno se le ocurriría rozarlo con el filo de su hacha. También tenemos a la palmera de las 7 cabezas, en Cachiche (Ica), a la que se le atribuyen propiedades mágicas e innegable complicidad con las brujas de la zona, quienes se reúnen a su sombra en cierta época del año.
Los Cucos Los cucos son trolls habituados a vivir en las grandes ciudades. Como gustan de permanecer en la oscuridad, su territorio se ha visto cada vez más reducido con la ampliación de las redes de alumbrado público. Generalmente, habitan debajo de las camas, los armarios o las esquinas de los dormitorios de los niños pequeños. No viven en grupos. Son más bien solitarios. Su principal pasatiempo es vigilar a los niños mientras duermen y asustarlos al respirar cerca de ellos y con un suave ronquido.
Antiguamente se les llamaba cocos, denominación aún utilizada en países vecinos. En ningún caso debe confundírseles con el famoso “hombre de la bolsa”, personaje inventado por las madres sin creatividad para obligar a los niños a comer la sopa. Por diversos testimonios recogidos se sabe que son muy altos - llegan a alcanzar los dos metros - y solo están cubiertos por su espeso pelaje de color castaño oscuro o negro. Presentan boca y orificios nasales prominentes, colmillos pronunciados y ojos hundidos.
Es creencia generalizada que los cucos comen niños, pero hasta la fecha no se ha documentado tal hecho. En realidad, se alimentan de insectos y pequeños roedores que matan de un susto o de un soplo con su aliento apestoso. Con el tiempo, el niño se acostumbra a su presencia y hasta se olvida de ella, al punto de que al convertirse en un adulto le resulta difícil siquiera creer en su existencia. Los expertos recomiendan mantener aseada la habitación, de manera que no resulte atractivo a ningún cuco quedarse a vivir en ella.
Oll-Caihuas (Oll Kaiguas) Vive en las montañas de Cajamarca una jauría de inmensos y temidos monstruos de los cuales se tienen las más diversas representaciones. Son conocidos como los oll-caihuas. Hay quienes los han descrito como seres con la cabeza similar a la de un perro o burro y con el cuerpo como de humano, pero extremadamente delgado, aparentando severa desnutrición. Otros afirman que son como hombres del ombligo para abajo y como perros en su parte superior. Para otros informantes, se asemejan a pequeños burros con gran cráneo y orejas muy largas. Su cuerpo en todos los reportes es peludo y enjuto, con la apariencia del barro seco. Asimismo, los testigos coinciden en que su presencia es lastimera y melancólica. Lamentablemente, esto no es compatible con su actuar, pues son capaces de hacer mucho daño. Estas criaturas tienen la misión de castigar al pueblo si sus pobladores cometen faltas graves o si celebran de mala forma las fiestas en honor a los espíritus tutelares. Cuando un oll-caihuas percibe que algunos pobladores no realizaron con devoción la ceremonia, se sumerge en un estado de enorme tristeza.
Comienza a llorar y a emitir fuertes lamentos. Eleva la mirada al cielo y sus lágrimas llaman a la lluvia, la que no tarda en aparecer. Entonces, sus atronadores bramidos provocan devastadores huaicos (aluviones). El mismo engendro se lanza ladera abajo y avanza deslizándose entre las olas de barro y piedras, que terminan por arrasar al pueblo entero. Un oll-caihuas puede realizar esta proeza solamente una vez, pues inevitablemente morirá durante el deslizamiento. Es posible encontrar su cuerpo inerte entre los restos destrozados del caserío arrasado, confundido con el barro, las piedras y los troncos arrancados de raíz.
Transformaciones espantosas Cuando una persona comete incesto, infidelidad o convivencia con un cura, su alma se pone fea. Y tan fea, que por las noches puede escapar de su cuerpo y tomar las formas más aterradoras. No es necesario morir para que esto ocurra; la persona puede estar simplemente dormida. Al despertarse la mañana siguiente, pensará que tuvo malos sueños, pero era su alma la que realmente rondaba por los alrededores del pueblo. Puede decirse que estas personas son condenados en vida.
En las alturas de los Andes, estas almas toman el nombre de jarjachas (qarqarya o karkariku) y suelen aparecer como una llama con una, dos o tres cabezas, según la frecuencia con que cometieron la falta. Estas, tienen el cuello más largo de lo normal. Otras variantes, según la intensidad del pecado, son la aparición de una llama con cabeza humana, o una combinación, mitad llama y mitad mujer. Escupen a todo aquel que se encuentran. Sus ojos hierven en fuego. Es muy peligroso encontrarse con una jarjacha, aunque grupos de comuneros logran organizarse para atraparlas, tras lo cual se les invita al arrepentimiento. Es sabido que una buena defensa contra ellas es lanzarles sal, así que no falta quien lleve siempre consigo un puñado de esta. También es posible espantarlas haciendo ruido con dos pedazos de hierro.
Una variante muy conocida la constituyen las runamulas (o nina mula o michulay), que no solo aparecen en la sierra sino también en la Amazonía. Se muestran como mulas fieras que exhalan fuego. Su relincho es lastimero y espeluznante a la vez. Estas apariciones corresponden a las almas de mujeres pecadoras, y como escarmiento llevan por jinete al mismo diablo.
En raras ocasiones, estas almas de pecadores pueden manifestarse como chivos, gansos, pavos u otros animales menores. Pero, aunque tales apariciones sean más pequeñas, no hay que fiarse de ellas, pues son igual de fieras y temibles. Vayan los lectores a saber por qué otras almas que cometen el mismo pecado deciden, en cambio, convertirse en cabezas voladoras (conocidas también como ayapumas, que significa cabeza de muerto, humantactas, human tac tac, Qar-Qar, Cate-Cate, o runa uma).
Otras voladoras son las cabezas de los brujos o brujas o, incluso las de aquellas personas que alguna noche se van a dormir con mucha sed. Cualquiera que sea su origen, por las noches abandonan sus cuerpos y recorren las chacras volando erráticamente, con los cabellos sueltos al aire y vociferando. Emiten gritos durante su recorrido, tales como “qar qar!” o “ tactactac!”, que es como se les conoce en algunas zonas. Este tipo de manifestaciones no provoca tanto miedo, pero hay que tener cuidado ante su presencia, pues si tal cabeza logra pasar entre las piernas de algún incauto, este morirá sin remedio. Es costumbre emprenderla a golpes contra ellas o, al menos, pintarles la cara con hollín, de manera que a la mañana siguiente sea posible identificar a qué persona le pertenece. Para ello, bastará reconocer los moretones o las manchas negras en el rostro de esa persona, si es que no se ha bañado.
Como protección contra las humantactas, se suele colocar ramas con espinas o matas de junco cerca de la puerta de las casas. De esta manera, quedarán atrapadas, al enredarse sus cabellos entre las espinas. Otro método, algo perverso, es untar ceniza de la cocina en el cuello de la persona que sea descubierta durmiendo sin cabeza. Así, cuando la cabeza regrese tendrá grandes dificultades para reunirse con su cuerpo. El peligro de cerrarle el paso a una cabeza para adherirse a su propio cuerpo, es que puede acoplarse a los hombros de otra persona, resultando esta última con una cabeza de más, que nunca está de acuerdo con nada. Si resulta ser una cabeza muy malhumorada, podría incluso morderle la oreja. En cualquiera de los casos, si la cabeza no logra conectarse otra vez con un cuerpo, morirá irremediablemente a la mañana siguiente. Se han registrado avistamientos de cabezas voladoras sobre el Lago Titicaca. En tales casos, además de una desagradable experiencia, existe el peligro de que ocasionen la volcadura de las embarcaciones. Los relatos de cabezas voladoras en Taquile (Puno)
agregan el elemento luminoso. La luz se desprende de unas velas encendidas que llevan en la nariz. Aparecen en grupos y desarrollan diversas danzas. Estas manifestaciones anuncian la inminente muerte de una persona en el pueblo, la cual ocurre a una semana de su aparición. (Según menciona Efraín Morote Best: otros nombres con que se conoce a estas cabezas voladoras son: Waqya (Ayacucho); Qepqe (Cusco); Uma-Pali (Sicaya, Junin); Runa-Uma (Huancayo y Acoria); Uma Tac-Tac (Jauja), Aya-Uma (Celendín), Uma Pureq Qeqe (Huánuco), entre otros.
ENANOS MINEROS No se ha determinado con exactitud a qué familias pertenecían los representantes de la “gente menuda” que vinieron con la invasión europea, aunque algunos indicios observados en los enanos actuales, como la forma de la cabeza o el color del cabello, nos confirman la presencia de los Leprechauns irlandeses y los Kobolds alemanes entre los conquistadores. Como ya se ha dicho, los trasgos actuales son resultado de la mezcla de las razas autóctonas con las foráneas. Teniendo en cuenta que los enanos viven alrededor de cuatrocientos años, ya debemos estar en la cuarta generación de razas mestizas.
Las razas de enanos oriundas del territorio peruano recibieron de los Apus el encargo especial de custodiar sus riquezas, las cuales yacen ocultas en las entrañas de la tierra. Los tres familias de duendes mineros más conocidas son los muquis (en prácticamente todo el ande), los chinchilicos (en la sierra sur y sur occidental) y los anchanchos (en el altiplano). Las diferencias entre ellos son tenues. Los muquis son los más robustos y usan sombrero de cuernos. Los chinchilicos suelen ir en grupo y realizar danzas. De las tres familias de enanos, los anchanchos son los causantes de la mayor cantidad de muertes en las minas del país. Debido a su perversidad, suelen ser relacionados con un demonio de origen aymara que, incluso lleva el mismo nombre. Existen muquis blancos y mestizos. Por un lado, los muquis blancos poseen larga barba rubia, roja o del color del oro. Son de tez blanca o colorada. Llevan sombreros con cuernos, los cuales utilizan para taladrar las rocas. Los muquis mestizos y los de raza autóctona tienen la piel más oscura y los ojos rojos. Mientras que otros representantes de la “gente pequeña” pueden modificar su aspecto y tamaño a voluntad, los muquis son de estatura invariable, de aproximadamente medio metro. Sin embargo, pueden hacerse invisibles a voluntad. Su cuerpo, que parece de oro, es robusto y desproporcionado, con las piernas torcidas y regordetas. Su cabeza es grande y su cuello muy pequeño. Su voz es gruesa. Visten poncho de vicuña o también uniforme semejante al de los mineros.
Recorren las galerías de las minas curioseando la labor de los obreros, para luego gratificarlos o castigarlos según sus simpatías. Suelen gastarles bromas inocentes, como esconder una herramienta, provocar pequeños derrumbes o pintarles la cara con hollín sin que se den cuenta. También, controlan las emanaciones venenosas que circulan a bajo nivel y toman sus víctimas mortales entre los mineros que, borrachos, quedan dormidos dentro de la mina. En cambio, alertan a quienes son de su agrado de los peligros presentes o incluso les dan pistas para llegar al mineral escondido. Otra habilidad que poseen es la de ablandar las vetas, endurecerlas o incluso agotarlas repentinamente. Antiguamente, la relación entre los peruanos y los muquis era más cordial. Vivían en el Kay Pacha, en armonía con los incas, quienes extraían el mineral con el permiso y respeto de estos fantásticos custodios. Pero con la llegada de los foráneos y su hambre de oro, los muquis se refugiaron en el Uku Pacha. Desde entonces existe gran temor por los castigos que estos enanos pueden imponer. Los mineros humanos les piden permiso para entrar a buscar oro en su mina. Es usual el pago con hojas de coca, cigarros y botellas de aguardiente, incluso el sacrificio de animales, los cuales deben dejarse a su alcance según la manera ritual. Si el enano los toma, significa que accede a que se extraiga mineral de su mina. Ocasionalmente, solicita vidas humanas para la merienda a cambio de entregar el oro, el cual debe ser tomado siempre con respeto y sin codicia.
En el avistamiento de un muqui frente a frente pueden suceder muchas cosas: En primer lugar, existe la posibilidad de caerle en gracia, sobre todo si uno es sincero y no codicioso. De ser así, el minero regresará a casa con regalos del enano: un nada despreciable atado de piedras de oro. Caso contrario, el curioso podría resultar malherido o, incluso muerto. Por otra parte, es posible cerrar un pacto con él. En este caso el dueño del mineral abrirá mágicamente vetas de oro y el minero humano debe trabajar laboriosamente en ellas, cumpliendo con entregarle al duende un porcentaje de todo el oro encontrado, además de cigarros y aguardiente. Finalmente, están los testimonios de quienes han logrado atrapar a un muqui, tomándolo por sorpresa y atándolo con cuerdas hechas de cerdas de caballo. Lo más aconsejable en tales casos es solicitar un rescate en oro y no volver a acercarse a una mina en adelante. Pero la ambición muchas veces se hace presente; el audaz que ha logrado inmovilizar a un muqui le obliga a trabajar para él a cambio de su libertad. Por un tiempo logra enriquecerse pero este comportamiento codicioso, tarde o temprano, detonará la ira del poderoso enano, quien matará sin piedad al extorsionador.
DUENDES DEL AGUA Los espíritus guardianes del agua viven bajo la superficie de los ríos y lagos, en antiguas ciudades cuyo esplendor es hoy opacado por la polución provocada por el hombre. Se ocupan del mantenimiento de los caminos de agua, de crear y custodiar los remolinos, de hacer sonar las cataratas y de dar de comer a los peces. Si bien es cierto que la relación de la humanidad con estos espíritus elementales nunca ha sido de las mejores, actualmente se muestran aún menos amigables con los seres humanos, a quienes llegan a provocar terribles daños o incluso la muerte. Ichic Ollgo (ollco) (o Ichik Ollku) (varoncillo, hombre pequeño) (“ichic olljo” se traduce como macho que monta, según Millones) Los ichic ollgo son como niños. No solo por su cuerpo pequeño y regordete, sino por su espíritu juguetón y burlón, que los lleva con mucha agilidad por donde vayan. Habitan en los riachuelos y puquios a lo largo del país, especialmente en Huaraz, departamento de Ancash. Crecen hasta unos sesenta centímetros. Tienen la piel muy clara y siempre van desnudos. Llevan una larga, suave y abundante cabellera, blanca como la nieve o dorada como el oro, que les llega hasta los talones. Tienen los ojos grandes y vivaces, con inmensas pupilas que ocupan la mayor parte de ellos. Debajo del agua tienen lujosos palacios, donde viven solos, aunque algunos prefieren vivir junto a las piedras de los molinos. Por las noches emergen del agua y caminan sobre su superficie. No es magia; así de ligero es su cuerpo. Tocan su tamborcito debajo del agua o se sientan sobre las piedras para peinar sus cabellos y mirar a la gente pasar. Engañan a los niños, ofreciéndoles dulces o juegos, y los invitan a pasar a su palacio sumergido, de donde no escaparán nunca más.
En los días en que hay mucho sol y algo de lluvia, surge de su ombligo el arco iris, que se dirige hasta el ombligo de otro ichik ollgo, situado en un ojo de agua distante. Hay quienes dicen que el arco iris es su orina de siete colores. Cuando algo le sale mal se manifiesta su carácter renegón y se pueden escuchar sus gruñidos, que parecen los de la cría de algún animalito. Se puede saber que un ichik estuvo cerca por su defecación, amarilla como el oro. Su vida y su pasión es el agua; los “ichik” se encargan de enturbiar las aguas, hacen girar los remolinos, tiran piedras y salpican el líquido, amplifican el sonido de las cataratas y desarman las piedras de los molinos.
Parecen niños, pero son malignos, No les gusta ver mujeres embarazadas. Si estas se acercan a un puquio o toman agua de él, el ichik ollgo intentará robarles el ombligo y
ocasionará problemas en su embarazo. Los Yacuruna y Yacu Warmi Los hombres del agua o yacuruna habitan en los ríos de la selva. Son como hombres, pero viven debajo del agua, donde tienen sus ciudades, iguales a las nuestras, con avenidas y parques. En vez de ir en auto, van sobre los caimanes, las boas y los delfines. Las casas están construidas con vigas hechas de serpientes de diferentes medidas. Sus mujeres son las Yacu Warmi.
La mayoría de ellos son gente arisca. No les gusta ver personas sobre sus ríos; arrancan los árboles de las márgenes del río y los arrojan sobre los barcos, intentando que naufraguen.
Su dieta es a base de peces y el agua la toman de la lluvia que se acumula en las hojas de algunos arbustos. Como sandalias usan los caparazones de las tortugas charapas. Como los peces, duermen con los ojos abiertos. Tsúnki Es el padre de las sirenas. Para muchos investigadores es considerado el dueño de los ríos. Las sirenas y los yacurunas le obedecen. Los bufeos y los peces son su ganado y habitantes de sus granjas. Los aguarunas le piden que sea generoso cuando van de pesca. Puede permitir una captura abundante, pero llegado el momento pide su retribución a cambio; sale a la superficie en busca de algún desdichado pescador, a quien se lleva al fondo del río para desposarlo con alguna sirena en edad propicia.
Los chamanes pueden verlo y hacer pactos con él. Afirman que la parte inferior de su cuerpo es de serpiente o, a veces, de pez.
DUENDES DE LA TIERRA En esta sección presentamos a los duendes que viven en las montañas, entre las piedras, en cuevas, bajo las raíces de los árboles y dentro de la tierra. Por su pequeña estatura y sus costumbres, estos personajes suelen ser confundidos con los enanos, los únicos espíritus realmente ligados al elemento tierra. Los duendes no son del todo malvados, sin embargo no simpatizan con los humanos. Son seres envidiosos y egoístas, encerrados en sus propias ocupaciones y detestan la presencia del hombre, por todo el ruido y contaminación que ha traído consigo.
El Apallimay Por los caminos apartados es posible encontrar a esta engañosa criatura. Se manifiesta como una inofensiva guagua (niño pequeño) que ha sido abandonada y suplica:“¡Apallimay! ¡Apallimay! “- que en quechua significa “llévame a la espalda!”. Quien por compasión acude a su llanto y la carga sobre su lliclla (manta cruzada), no se imagina el grave peligro al cual se expone. Cuando logra acomodarse sobre la espalda de un compasivo ser humano, esta pérfida criatura comienza a transformarse y crecer repentinamente hasta convertirse en una horrenda y pesada carga. Entonces, se puede conocer su verdadero rostro, que es el de un malvado anciano, de boca grande surtida de colmillos y facciones repugnantes que destilan ira y rencor. Obliga a su improvisada montura a pasearle de un lado para otro, hasta dejarla extenuada.
Con urgencia se requiere los servicios de un curandero para expulsarle, sino el apallimay absorberá la energía vital de su benefactor hasta producirle la muerte. Se le encuentra en casi toda la sierra y, por el norte, hasta Piura. Los Auquillos (Aukillo= abuelo o bisabuelo) (Achachila, también es abuelo en aymara, pero es bueno) Si de pronto en la puna aparece la figura de un anciano tan pequeñito como violento, andrajoso y de aparente debilidad, es probable que nos encontremos frente a un auquillo. Algunos dicen que los auquillos son la materialización del espíritu de los cerros. Otros, que son la manifestación de los antiguos gentiles, que habitan en las partes altas de los mismos. Lo cierto es que a los auquillos no les gusta la gente, ni el cambio, ni lo moderno; son el espíritu de lo viejo. Son muy agresivos con los varones, a quienes atacan con fuertes golpes en la zona más sensible hasta quitarles toda posibilidad de tener hijos. Con las mujeres son más bien seductores, las intentarán raptar para hacerlas suyas. En caso de que un auquillo se
enamore de una doncella, todo joven que se fije en ella morirá en el acto.
Si lo ven aparecer, hay que pedir ayuda a gritos, pues desaparecerá al notar la presencia de gente alrededor. El Duende común Los nombres de algunas familias de gente menuda se perdieron con la llegada de los españoles, tomando la denominación genérica de “duendes”. Este término se aplica indistintamente para los individuos de origen extranjero y los nativos, pero en un error muy lamentable se les confunde con los gentiles o el mismo diablo. En la costa norte principalmente, pero en diversas zonas de nuestro territorio, es muy común oír hablar de el duende, a secas. Comunidades de estos duendes están presentes en todo el país. Viven en las riberas de los ríos o se alojan en sus árboles predilectos, como la higuera o el molle. También los hay en zonas urbanas o cerca de los pueblos. Aparecen con mayor frecuencia a las 6 am o 6 pm, razón por la que se conoce a esos momentos como las malas horas.
Todos estos espíritus son molestos bromistas y, en ocasiones, peligrosos. Por ejemplo, es común que arrojen piedras a las personas o que coloquen trampas para que estas tropiecen y caigan al piso. Normalmente son invisibles a los adultos, aunque gustan de aparecer ocasionalmente con el fin de hacer daño. A semejanza del apallimay, lo hacen en la forma de un indefenso bebé abandonado, que se está muy quieto o de un niño pequeño que pasa corriendo muy rápido. Si una persona le recoge con intención de protegerlo, se deja atrapar sin resistencia. Tras avanzar unos pasos, el duende le hablará con su verdadera voz y le mostrará “las muelas”, es decir, los colmillos. A partir de ese momento la persona se enferma y está en peligro de muerte. En esta situación urgen los servicios de un “curioso”. (“curioso” es otra forma de llamar al curandero). Otra forma de manifestarse es portando un inmenso sombrero sobre la cabeza, por lo que se les conoce también como “el sombrerudo”.
Con los niños tienen una relación diferente: se les presentan y juegan con ellos para hacerse amigos suyos y ganarse su confianza. Luego, con engaños, logran llevarlos
consigo para hechizarlos y convertirlos en duendes.
Para evitar molestos encuentros con duendes, es costumbre en los pueblos “vestir aceros”, es decir portar un cuchillo u otro elemento de acero, material que tiene una carga simbólica muy fuerte pues se hizo conocido en estas tierras después de la llegada de los españoles.
DUENDES DE LA AMAZONÍA En la espesura de las selvas y bosques naturales del Perú podemos encontrar muchos duendes, hadas y algunos pocos elfos, además de seres monstruosos, espíritus malignos e incluso demonios; es notoria, en cambio, la ausencia de ogros y orcos. La mayoría de estos seres mágicos no son buenos con los hombres; buscan que estos se pierdan en la espesura de la selva. Son muy celosos de sus dominios, por eso no aceptan con agrado la llegada de los humanos. Pero, ¿son los hombres buenos con la selva? Sacha runas (hombres del monte) En general, se denomina así a todas las tribus de duendes y espíritus de la Amazonía. La mayoría de ellos son entidades protectoras de la flora y fauna, de naturaleza pacífica, pero se manifiestan agresivos con los seres humanos. Las dos razas más conocidas son l o s chullachaqui y los shitacos, quienes habitan sus propios pueblos y cultivan sus propias tierras, en parajes jamás descubiertos por ojos occidentales.
Para convertirse en cazadores, los propios indígenas deben pasar la prueba de honor de los sacha runa; la primera vez que un joven ingresa a la espesura del monte, escuchará ruidos extraños y verá gigantescas manadas de monos, o tormentas de intensos truenos, todo ello con el fin de asustarle o extraviarle. Si el cazador no se inmuta, esa noche regresará a casa sin obtener ninguna presa y, en cambio, pasará por altas fiebres. Ese será el signo de que fue aprobado por el sacha runa. A partir de ese momento podrá cazar en la selva sin ser molestado, siempre y cuando tome solo lo necesario para su sustento y el de su familia.
Chullachaquis (o shapsicos) (chulla = solo, chaqui=pie, un solo pie) Son la población de duendes más numerosa de la selva peruana. Son hombrecillos pequeños, deformes y cabezones, pero su característica más saltante son sus pies desiguales. En algunos sujetos puede ser una pierna atrofiada que termina en un pequeño pie y en otros se observa la pierna izquierda parecida a la de una cabra o tigre. También pueden presentarse aquellos con el pie izquierdo volteado hacia atrás. Se sabe fácilmente por dónde pasó un chullachaqui por las huellas de pies desiguales.
Su principal ocupación es confundir a los caminantes hasta conseguir que se pierdan en la espesura del monte. Algunos lo hacen por disfrutar de hacer daño, pues son perversos como demonios; otros, por tomar muy en serio su papel de protectores de las especies animales. Un chullachaqui siempre se aparece de improviso, bajo la forma de un amigo o familiar. De esta manera uno pierde el miedo y lo sigue, aunque nunca logre acercarse mucho a él. Algunos llegan a transformarse en cualquier objeto: una hoja, una rama, una piedra, etc. Con su magia adormece a la víctima para no ser descubierto. Pero, si uno es fuerte de espíritu, puede escapar de su hechizo. Entonces escuchará su risa malévola.
Las personas que han sido rescatadas después de su encuentro con un shapsico tardan varias horas en reconocer a sus familiares y amigos. Al recordar los hechos, aseguran haber recorrido caminos amplios y despejados, pero la verdad es que el malévolo duende los condujo entre vegetación tupida, por senderos escabrosos y de difícil acceso.
Hay que fijarse en sus pies, pues sin importar la forma que tome, siempre mantendrá la característica del pie izquierdo desigual. También se le puede reconocer porque no es capaz de silbar. En caso de descubrir al chullachaqui, unos recomiendan rezar, otros insultarlo a viva voz y otros, incluso emprenderla a golpes contra él. No recomendamos dispararle con arma de fuego, ya que siempre cabe la posibilidad de que no se trate de un auténtico chullachaqui, sino que en verdad sea nuestro amigo el que está ahí delante.
Shitacos Los shitacos tienen la difícil tarea de detener el avance de las construcciones que depredan la selva. Se apoderan de ellas y traen molestias a sus habitantes. Como advertencia parecen gritar desafiantes: “¡Hey, hasta aquí nomás! No avancen, este lugar es sagrado.” También es probable que provoquen una lluvia de los objetos más diversos; pedazos de tierra, fragmentos de vidrio, semillas y hasta peces pequeños.
Shomani Los cazadores cashinahuas (tribu amazónica) conocen muy bien a los shomani, irreverentes duendecillos que habitan el bosque. Su estatura es no mayor a 70 centímetros. Pueden hacerse invisibles. Viven entre la vegetación, son expertos cazadores y muy traviesos bromistas. Un cazador deja una trampa; cuando se fija, solo encuentra la trampa y la cola del picuro (majás) o la carachupa (zarigüeya) o sachavaca (tapir) que cazó. Cuando escalan un árbol lo hacen al revés, con las nalgas hacia arriba. Son amables, pero traviesos. Más que eso; ocasionalmente pueden comer seres humanos. Una de sus formas preferidas cuando los sorprenden los hombres es transformarse en impertinentes monos blancos.
Duende Pahota El barro que sirve para fabricar las ollas también tiene su madre o espíritu interior. Se trata del duende Pahota, de voluminoso aspecto, gran tamaño e inmensa nariz. Las colpas, aquellos lodazales donde se deposita la arcilla roja en rincones de la selva que solo los expertos pobladores conocen muy bien, son la morada de estos duendes maléficos. Autorizan la extracción del barro a quienes lo hacen de buena voluntad y lo piden con respeto. En caso contrario, pueden apostar los lectores a que las ollas se quebrarán o, al menos, la comida preparada en ellas no tendrá buen sabor.
En las casas de los piros (otra etnia de la selva peruana), suelen esconderse debajo de las ollas vacías, desde donde planean sus fechorías. Llegan a secuestrar a hombres para tenerlos como sirvientes o a mujeres para desposarlas. Si alguno logra escapar, pierde la capacidad de hablar y, en poco tiempo, la vida.
Kajpamuiliti Si los lectores van por la selva baja del departamento de Madre de Dios, recordar la palabra “Koshichiniri” puede salvarles la vida. Es el nombre de un pájaro de la selva y, también, es la familia a la que pertenece este duende de comportamiento peculiar. El Kajpamuiliti es el protector de los piros. Es un hombrecillo muy forzudo cuya única vestimenta es un tocado de plumas sobre la cabeza.
Se sienta a un lado del camino a la espera de que pase algún viajero. Cuando ve uno, le pregunta: “¿a qué familia perteneces?” Si la respuesta es “Koshichiniri”, la persona no solo estará salva, sino que además el geniecillo le regalará frutas silvestres y le brindará su protección. Pero en cualquier otro caso, su reacción será retorcer al infortunado caminante por la columna vertebral hasta partirlo en dos. Si no se recuerda la palabra clave, la receta infalible para escapar del Kajpamuiliti es desnudarse antes que pueda acercarse, pues aunque nunca va vestido, es muy decente y decoroso, a tal grado que no soporta ver personas desnudas.
La madre del chuchuhuasi El chuchuhuasi es una planta de gran valor medicinal a la cual se le atribuyen también propiedades afrodisíacas. Su madre, es decir, su espíritu tutelar, es un hombrecillo deforme que vive en la raíz. Cuando pasa un hombre le obliga a pelear. Comienza por decirle insultos y, si no recibe respuesta, recurre a los empujones. No lo hace por maldad, es solo un luchador empedernido.
Si el chuchuhuasi se siente cansado, toma la forma de una ramita o de una hoja. De nada sirve pisarla o romperla, pues pronto vuelve a su forma original y sigue con los empujones. Para una persona normal no hay forma de vencerle en la lucha, solo los chamanes o los Kajpamiuliti consiguen derrotarlo, apelando a sus artes mágicas. Por eso, el chuchuhuasi tiene mucho cuidado de no toparse con ellos.
Mayantú Entre las ramas elevadas de la frondosa selva alta avanza este bondadoso gnomo. A ratos se mimetiza con las hojas de los árboles, pero cuando se hace visible es posible notar sus característicos rasgos de reptil y su cara de sapo. Es un implacable protector de la fauna selvática pero, a diferencia de otros trasgos, no hace daño a los seres humanos. Por el contario, más de un explorador extraviado ha sido curado y orientado por el generoso Mayantú.
Níshobos Son espíritus que habitan en las proximidades de los pueblos shipibo-conibos. Desde tiempos inmemoriales están relacionados a la vida de estos nativos, quienes los conocen muy bien, aunque no precisamente dan buenas referencias de ellos. La característica más saltante de los Níshobos son sus enormes pies. Estas extremidades descomunales les otorgan una velocidad sin par. El ruido característico que provocan al avanzar permite descubrirlos fácilmente cuando caminan entre la densa vegetación. Otra particularidad es su fuerza descomunal y su cabeza muy dura, lo que los hace temibles adversarios en caso de una disputa.
Colocan una diversidad de trampas para cazar animales, pero si en alguna de ellas cae un shipibo, los Níshobos no tendrán problemas en comer carne humana.
HADAS DEL AGUA Y DEL BOSQUE Existe cierta ignorancia con respecto a las duendes, sirenas y hadas en nuestro país. Frecuentemente son confundidos estos términos por los mismos informantes quienes, ante tan encantadoras apariciones, de lo último que se preocupan es de asignarles el nombre correcto. En defensa de los despistados aclaramos que, efectivamente, estas manifestaciones lucen idénticas. Pero solo las hadas y sirenas son las madres, los espíritus o “los encantos” de la Naturaleza, en sus manifestaciones femeninas. Las duendes son almas de mujeres que perecieron sin alcanzar el bautizo. Otro tipo de hadas son los espíritus seductores que habitan en las minas y grutas naturales dispersas por todo el continente. Los mineros y exploradores saben muy bien que, debido a ellas, no pueden entrar mujeres en las minas de socavón, porque la dama anfitriona se pondría furiosa por los celos y ocasionaría derrumbes o la muerte de algún varón.
La Huarmi Puquio (Warmi Puquio) En muchas historias de encantamientos encontramos como protagonista a la mujer del manantial o Huarmi Puquio. Al igual que en otras apariciones, se trata de una bella y muy pálida jovencita que vive bajo los puquiales. Su cabello es rubio, largo y lacio. Su voz, encantadora. Canta por las noches y puede atrapar o endulzar a más de un incauto. Estos, locamente enamorados no pondrán reparos cuando ella los sumerja en el centro del puquio donde habita.
Al no tener ningún registro de sus canciones, solamente nos queda preguntarnos: ¿Qué cantarán las Warmi Puquio?
La Chununa Muy parecida a la anterior es la aparición de la chununa, espíritu que reina en los despoblados. Tiene la figura de una mujer adulta, pero pequeñita. Su aparición es también de piel muy clara, rubia y de hermosos ojos azules. Lo curioso es que sus pies están volteados, con los dedos hacia atrás y los talones por delante. Fuera de eso, es muy atractiva. Pero cuidado, es considerada peligrosa aun por los brujos, quienes lo piensan dos veces antes de hacer pacto con ella. Cuando por las noches oscuras un hombre recorre los caminos solitarios y se encuentra con este encanto de las soledades, queda adormecido por su bello canto y su dulce mirada. Ella lo invita a seguirle, alejándolo cada vez más del camino y él la sigue sin resistirse.
Terminado el encanto, el hombre se convierte en un vagabundo solitario que merodea las viejas ruinas y tapados (tesoros enterrados). No regresa más a vivir con sus iguales, convive con animales y se comunica con las madres de las plantas. Se olvida de los suyos, abandona las costumbres humanas y a su propia familia, si la tenía. Comienzan a crecerle la cabellera y las barbas. Con los años sus ropas se deshacen y quedan cubiertos solo por sus largos pelos. En el departamento de Piura es común que tanto chununas como chununos no solo molesten a los adultos, sino también a los niños no bautizados.
La Cuda Sería una muy bella aparición, de no ser porque tiene un solo seno y patas de gallina. Su nombre se lo debe al grito que emite: “¡Cuda!, ¡Cuda!”. Su área de acción la constituyen los alrededores de Cajamarca. Dicen que de día toma la forma de un ave y esa es la razón por la cual de noche, en su forma humana, aparece con patas parecidas a las de una gallina.
La Yara Es otra hada muy bella que habita en la selva peruana. Su piel es del color de la madera y su cabellera verde como la flora. Aparenta enamorarse de un hombre, pero solamente lo hace para aparearse con él. Si llega a tener relaciones con uno, nacerá un hijo deforme, de pies desiguales y habilidades mágicas, nada menos que un chullachaqui. Igual que a otras manifestaciones femeninas, a las Yaras se les encuentra cantando a orillas de los ríos, con seductora voz. Pero cuidado; esos ojitos verdes y encantadores significan peligro. Los hombres que cayeron bajo el hechizo de su mirada y de sus cantos, se sumergieron tras ellas en las profundidades del río y no fueron vistos nunca más.
Ocasionalmente, las Yaras pueden tener la parte inferior del cuerpo como el de una boa. Por esta razón, son confundidas frecuentemente con las sirenas.
Sirenas Algunos autores sugieren que las almas de las mujeres sin bautizar que murieron a consecuencia de una inundación se han convertido en sirenas. Esta afirmación es resultado de la confusión que mencionáramos en páginas anteriores, pero los lectores atentos ya podrán afirmar a estas alturas que tales almas podrían convertirse en duendes, mas no en sirenas. Las sirenas que ocasionalmente aparecen en nuestros ríos y lagunas no tienen tan escalofriante origen. Ellas son descendientes de diversas colonias de ninfas españolas, griegas e italianas que emigraron a nuestro continente en diferentes periodos. Un pequeño número vino tras los barcos de los exploradores españoles. Buena parte de ellas continuó llegando después, sobre todo durante la primera y segunda guerra mundial, escapando de los bombardeos y de la violencia que reinaba en el mar Mediterráneo. Los pobladores consideran que ellas tienen una personalidad egoísta y les atribuyen la costumbre de robar criaturas para llevarlas a vivir en sus ciudades encantadas, bajo las aguas. De la cintura para arriba tienen apariencia de mujer y de la cintura para abajo de pez. Sin embargo, cuando emergen a la superficie su cuerpo es completamente femenino. Tienen cabellos rubios, ojos azules y tez blanca. Sus formas son perfectamente seductoras. Es el único caso de razas feéricas en el cual no se ha producido mestizaje.
En su canto, sin embargo, puede notarse cierta fusión musical. Si bien es cierto que en miles de años ha variado muy poco, es notoria la influencia de la cumbia moderna en su cantar, pues ahora sigue un ritmo marcadamente tropical. Lo que no ha cambiado en sus melodías es que continúan siendo la perdición de quien las escucha. Hasta hace algunos años, una sirena era vista en el Boquerón de la Viuda, una gruta no totalmente explorada ubicada en el Puerto de Huacho, a dos horas al norte de Lima. Los viejos pescadores afirman que esta mujer hermosa tenía, de la cintura para abajo, cuerpo de corvina.
FANTASMAS, APARECIDOS Y OTROS MEDIO MUERTOS
Destellos inexplicables, sonidos sin causa aparente o presencias que se sienten en el silencio de la noche; alrededor del mundo hay incontables testimonios de individuos que se han encontrado cara a cara con un fantasma. En general, los fantasmas son espíritus de personas que han muerto inesperadamente, sin concluir su misión en la vida o que, por alguna razón, han sido condenados a vagar sin rumbo por el mundo de los vivos. Erróneamente se piensa que no tienen salvación, pero sí la tienen, como se verá más adelante. En este tratado no abordaremos las apariciones caseras, tan comunes y semejantes a las que ocurren en otras latitudes, sino que daremos un espacio a aquellos fenómenos que son representativos de nuestro país.
Fantasmas, espectros y almas en pena Quien recorra los pueblos de la costa y sierra del Perú debe tener cuidado de no encontrarse con un condenado, también llamado manchachiku (lo que asusta). Se trata de almas que van por las noches aterrorizando e, incluso causando muerte a los paisanos que caminan solitarios por parajes oscuros. Pueden asumir diversas formas, como la de un espectro trasparente o blanco, un animal arrastrando pesadas cadenas, una persona infestada de piojos o gusanos, un caballero silencioso, una sombra negra, un aire frío que eriza la piel, entre otras.
La garganta es una de las primeras partes del cuerpo en descomponerse, así que los espectros suelen tener voz gangosa, debido a que el aire se cuela por sus carcomidos pescuezos. Tarde o temprano se ven en la necesidad de comer carne humana, lo que los torna doblemente peligrosos. Cuentan que hace muchos años en Jauja salía no uno, sino decenas de condenados todas las noches a dar su ronda por la ciudad. Los vecinos echaban los cerrojos a sus puertas apenas daban las seis de la tarde y se apagaba el último rayo de sol. En las zonas rurales, los campesinos se despedían a gritos, de cerro a cerro, y corrían a casa antes de que oscureciera del todo. Abundan los relatos de hombres y mujeres que se encuentran con un animal que aparece inesperadamente y les hace frente, cortándoles el camino e impidiéndoles llegar a su destino. Este puede ser un animal común (digamos, un chancho, un pavo o un toro), pero se sabrá que es un condenado por la candela que se desprende de sus ojos y por su aliento de fuego. Los vecinos más cautos prefieren dar marcha atrás y volver sobre sus
pasos, pero hay otros que intentan desafiarlos. Mala idea; al día siguiente serán encontrados desorientados, diciendo palabras sin sentido y botando espuma por la boca. Es bueno saber que la mejor protección contra los condenados son los perros y las criaturas pequeñas, quienes los hacen huir despavoridos.
Muchas veces alrededor de estas apariciones se encontrará un tapado. Ello significa que la razón por la cual el difunto se ha condenado fue por amasar en vida gran fortuna sin compartirla con los necesitados. En tal caso, su alma no descansará hasta que dicha riqueza sea desenterrada y entregada a noble uso. Por eso, hay muchas personas que en lugar de huir de los condenados, los desafían y hasta son capaces de luchar contra ellos con tal de conseguir todo o parte de esas riquezas ocultas. En caso de que alguien lo logre, el condenado será salvado. Un caso muy temido era el de un condenado que se aparecía en diversas ciudades de la costa y la sierra, conocido como el cura sin cabeza. Decían que este había sido un sacerdote avaro y codicioso que reunió una gran riqueza y, al morir, fue obligado a vagar sin su cráneo durante muchos años. También se ha recogido versiones de otros curas sin cabeza en otros países latinoamericanos. En la isla de Taquile, ubicada en medio del Lago Titicaca, en Puno, son frecuentes las apariciones de los kukuchi. Son fantasmas malignos que tienen un infame gusto por la carne humana. Es común verlos ataviados con las ropas de gala con que se entierra a los muertos en Taquile, chullo largo y faja de bolitas a la cintura, solo que llevan el traje hecho harapos, gastado y andrajoso. Cargan consigo piojos, pulgas y otros bichos. Quien se
encuentra con un kukuchi debe ser muy astuto para engañarlo y desviarlo por otro camino, de lo contrario sus carnes serán devoradas por dicho espectro.
A pesar de no tener representación conocida, el Tunche (o Tunchi) es tal vez el más célebre de los fantasmas locales. Su fama se extiende a, prácticamente, todos los departamentos de la selva peruana, principalmente Ucayali, Iquitos y Madre de Dios. Cuando está cerca, se siente un aire frío y se escucha su silbido característico: “fin fin fin “, lo que genera una sensación terrorífica. Muchos creen que se materializa como un pájaro que vuela muy rápido mientras silba. Los pocos testigos que lo han visto aseguran que se presenta como un espectro vestido de blanco que avanza sin tocar el suelo. Su principal pasatiempo es espantar y confundir a quien lo ve hasta lograr que se pierda en la espesura de la selva, o al menos, que pase un gran susto y termine con la mirada perdida y botando espuma por la boca.
Otro espectro que suele aparecer por las noches de la selva es la Lamparilla, un
esqueleto que lleva una lámpara de luz azul a la altura del corazón. Se oye el crujir de sus huesos al caminar. No se debe confundir con las luciérnagas o cocuyos, que son abundantes en la zona.
Esqueletos como estos están por todas partes. En el caserío de Pauquilla, provincia de San Marcos, Cajamarca, un ruido espeluznante que suena como “¡tara! ¡tara!”, espanta a los pobladores cuando se oculta el sol. Es un esqueleto conocido, justamente, como la Tarabilla. Se sabe que al igual que en otros casos, su presencia anuncia una próxima muerte, pero coincidentemente la de la persona que se lo encuentra. Por ello, los pobladores prefieren cerrar sus puertas y no arriesgarse a recibir tal sorpresa. Algunos vecinos, más fuertes, han sobrevivido a un encuentro con la Tarabilla, pero al menos terminaron arrojando espuma por la boca y con la mirada perdida. Una manifestación distinta a la de los condenados son las almas en pena. Unos cinco días antes de que un cristiano muera, su alma recorre por las noches los lugares que guardan cierta importancia para el sujeto. A estas almas en pena es posible encontrarlas rezando o caminando lentamente sin tocar el suelo. Son muy pacíficas, pero si alguien las hostiga, se enojan y se abalanzan contra el agresor hasta causarle la muerte.
Ritos relativos a la muerte Existen en nuestro país diversas usanzas populares relacionadas con la muerte. Por un lado, es casi generalizado en la sierra el lavado de las ropas que dejó el difunto, costumbre conocida como pichachi o pichjacu. Se realiza a pocos días de su fallecimiento, con el fin de que no regrese a incomodar a los vivos. La ceremonia se acompaña con abundante alcohol y tabaco. Por otra parte, los machiguengas tienen una tradición que puede resultarnos curiosa. Le pintan el rostro con achiote (pigmento rojizo obtenido del árbol del mismo nombre) al muerto para que esté contento. Lo entierran con todos los cuidados, pero antes de retirarse cierran escrupulosamente el camino del cementerio, con ramas cortadas, para que el muerto quede despistado si intentara seguirlos a casa. Le colocan algodones en los ojos para que no los vea y además se cortan el cabello para que no tenga por donde agarrarlos. Toman todos estos cuidados durante los primeros ocho días del deceso. Así hayan sido buenos o malos, todos los difuntos son peligrosos. Se dedican a matar a mujeres y hombres mientras esperan a los ángeles o los demonios para que se los lleve a su destino final. Los aguarunas cuentan que la casa donde habitan los muertos está erigida en medio de la selva. Una mujer que amaba fervorosamente a su esposo la descubrió después de seguir a su alma desde el momento en que Este murió. Durante tres días caminó tras sus pasos, hasta que llegó a esta casa, donde se escuchaba ruido de risas y tomaban masato (bebida alcohólica preparada a base de yuca). Ella tocó la puerta y, por mucho que rogó, no la dejaron entrar, porque estaba viva. Cuando regresó, a la semana siguiente, la casa no estaba más.
Actualmente, los fantasmas, condenados y almas en pena difícilmente se dejan ver. Ya en sus tiempos decía don Ricardo Palma, con cierta burla, que el alumbrado público y los policías se encargarían de ahuyentarlos poco a poco.
Las Momias A diferencia de las momias egipcias, que salen por las calles a espantar a la gente, cubiertas por unas cuantas vendas y dejando a la vista parte de sus cuerpos descompuestos, las momias peruanas son notablemente más simpáticas. Los antiguos peruanos sabían muy bien lo peligrosa que puede resultar una momia irritada. Por ello, siempre mostraron gran respeto por sus antepasados y los hacían partícipes de sus agasajos y fiestas principales, cuidando que no les falte nada en la otra vida. Basta recordar que al morir una persona importante, era enterrada con todos los lujos, junto con sus sirvientes, sus guardias, joyas, alimento y bebidas. Estas momias lucían máscara de oro. En algunas culturas, las tumbas de los nobles se rellenaban con tierra o piedras y formaban parte de los lugares de culto, llamados Huacas. Visiten los lectores como referencia la tumba del Señor de Sipán, en el departamento de Lambayeque.
Para nuestros ancestros, la muerte significaba el paso a otra vida. Uno dejaba de existir solamente cuando su cadáver se desvanecía, lo cual ocurre naturalmente por acción del tiempo. Por ello, nuestros predecesores momificaban a sus difuntos; para que perdurara el cuerpo y la muerte definitiva no ocurriera. Previamente, les quitaban las entrañas y untaban los cuerpos con sustancias especiales. La mayoría de las momias se encontraron en posición fetal, como una forma de expresar un segundo nacimiento, esta vez en el interior de la madre tierra. La momia principal de un ayllu (comunidad familiar), llamada Mallqui, era consultada frecuentemente por sus descendientes en caso de una situación difícil o al requerirse tomar una decisión trascendente. También era común sacarlas a pasear en pomposos rituales y largas procesiones, en las que aprovechaban para solicitarles alguna ayuda con las cosechas o el bienestar del ganado. Es por todos estos mimos y cuidados que los restos humanos momificados resultaron ser tan amigables. Teniendo todo ello en cuenta, es posible imaginar la honda desolación que experimentaron los incas al presenciar cómo los conquistadores europeos destinaron buena parte de su tiempo a desenterrar, destruir y quemar todos los cuerpos
embalsamados que pudieron. Tras la ejecución de este perverso pasatiempo, los corazones indígenas quedaron tanto o más destrozados que esos pobres restos humanos.
Una de las momias más famosas es Juanita, la dama de Ampato, niña que fue ofrendada al volcán Misti durante el reinado de Inca Yupanqui. Su sacrificio tenía por objeto aplacar la ira de la montaña y, así, evitar sus destructivas erupciones. Hace tan solo unos años fue rescatada de los hielos, quedando tal vez un poco resentida por tan largo olvido. Aún en nuestros días pueden encontrarse rezagos de este culto a los muertos. Y es que algunos vecinos mantienen la calavera de un antepasado en casa, la cual gentilmente colabora con la guardianía del hogar. El cráneo gritará diligentemente y hará ruidos para alertar al dueño de casa si llegase a aparecer algún indeseado ladrón.
Los Gentiles (machulas, ñawpas, huancavilca, ñaupamachu, ñawpa machu =antepasado, chullpa = cuerpo desecado; machu = mayor, viejo , antiguo; suq'a machula = anciano encogido (por el aspecto de las momias) La expresión gentil fue un aporte de los adoctrinadores españoles, quienes la utilizaban para designar a los pueblos paganos en general. Hace muchos, muchos años, la tierra era habitada por la primera humanidad. Estos hombres eran como nosotros, solo que bastante más longevos, grandes y fuertes.
Vivían en total oscuridad, pues era la primera edad del mundo y aún no existía el sol. Andaban desnudos, no conocían la agricultura, cazaban algunos animales, recolectaban los frutos silvestres, pero principalmente se alimentaban de piedras. En ocasiones, se comían entre sí. Convivían hermanos con hermanas, con total ignorancia de la moral, como la conocemos hoy en día. La gran cantidad de armas y fortalezas halladas en lugares de difícil acceso sugiere que preferían la guerra a la paz. Por ser tan pérfidos, la divinidad reinante decidió enviarles un castigo que acabara con ellos.
Entre los gentiles había algunos adivinos, quienes presagiaron la inminente desgracia.
Por eso antes que cayera una lluvia de fuego, muchos ya habían huido a las alturas de los cerros llevando sus tesoros consigo. Otros castigos enviados, como diluvios, tampoco lograron acabar con ellos. Finalmente, fueron convertidos en piedra cuando se les envió el último gran castigo; el sol apareció radiante y abrasador en lo que fue el primer amanecer de la historia. Actualmente son una raza extinta, sin descendientes sobre la tierra. Pero su influencia no desapareció. Se mantiene hasta hoy, en el mundo interior, el Uku Pacha. Algunas ruinas preincaicas son, en realidad, restos de los gentiles. Algunos han sido vistos últimamente en los alrededores de dichas ruinas, ubicadas generalmente en las cumbres de los cerros. Sus huesos vuelven a adquirir forma humana, pero solo de noche. Si se enteran de que hay fiesta en el pueblo, de seguro llegarán y tratarán de conquistar a alguna bella señorita para llevársela a su refugio. Acercarse demasiado a la zona ocupada por ellos puede traer enfermedad; el aire de los gentiles (gentil waira) provoca que las personas se llenen de granos y, poco a poco, se vayan muriendo. Para curarlas es necesario preparar un remedio con los mismos huesos de estos gentiles.
DEMONIOS Y OTROS MUY MALOS Así como espíritus benefactores, en toda cultura existen entidades malvadas, que hacen daño por deleite. El primer punto que hay que aclarar es que los demonios oriundos de nuestro territorio no son satánicos, es decir, ninguno de ellos tiene parentesco ni guarda relación contractual ni de dependencia con Satán o Belcebú. Ellos provienen de diversas familias que se originaron independientemente de los demonios tradicionalmente conocidos. Es probable que mantuvieran algún limitado contacto comercial con ellos, aunque no se ha recogido suficiente información al respecto. Es un tema que podría estudiarse más a fondo en siguientes investigaciones. En todo caso, nuestros espíritus malignos mantuvieron gran independencia hasta la llegada de -¿adivinan quiénes? - los extirpadores de idolatrías. Como mencionamos antes, estos señores realizaron, queriéndolo o no, la labor de dispersar en la gran América a los demonios como los conocemos actualmente. Por otra parte, estos extirpadores de idolatrías provocaron intencionalmente la pérdida de toda información relativa a los demonios autóctonos. Es por eso que ahora tenemos tan limitado conocimiento de algunos seres malignos, como los Hapiñuñus o Achaqallas. El diablo es conocido también como el Enemigo, el Maligno o el Cumpa. En la Amazonía recibe los nombres de shapsico o shapingo.
Supay Originariamente los Supay eran geniecillos vinculados al mundo de los muertos y lo extraordinario (Uku Pacha), entonces, como todos los duendes autóctonos, no eran tan malos. Los pobladores andinos sabían muy bien cómo hacer tratos con ellos. A ratos bondadosos y otras veces maliciosos, su comportamiento respondía a sus volubles estados de ánimo o a la simpatía que sintieran por la persona que los invocaba. Cuando llegaron los españoles, decidieron arbitrariamente considerar a todos los espíritus autóctonos como aliados del demonio y, entre todos ellos, eligieron a los Supay para personificar al más malo de los malos. Les otorgaron un poder superior, pero a cambio les obligaron a usar nuevas vestiduras. Desde entonces, lucen cuernos, cola y patas de cabra. Con esta transformación sufrida, algunos Supayas adquirieron el hábito de comer gente y robar almas. En muchas zonas, los campesinos les temen a tal extremo que evitan siquiera mencionar su nombre.
Ciertas noches rondan el mundo de los vivos en forma de algún animal, generalmente un toro, chancho o chivo. Esto puede causar confusión a los lectores, quienes deben estar preguntándose: ¿un toro aparecido a medianoche es un condenado o es el mismísimo Supay? La respuesta la dará el olfato, pues un demonio deja el característico olor del azufre a su paso. Otro indicio a considerar es la presencia de cadenas. Si las lleva, es sin duda un condenado. En cualquier caso, nuestra recomendación es no quedarse a averiguarlo; correr hacia algún lugar seguro es lo más aconsejable.
Anchancho Son demonios muy feos y malignos que invaden los parajes solitarios para quedarse a morar en ellos. Prefieren las cuevas y las profundidades de los lagos o pantanos, hallándoseles desde el altiplano hasta la sierra de Cajamarca. La presencia de un anchancho provoca la muerte de los arbustos y el ganado que pasta alrededor. Adicionalmente, causa enfermedades en los propios pastores, quienes le ofrecen todo tipo de regalos para calmar su ira y en lo sucesivo evitan pasar por tal lugar.
Ya eran temidos en los remotos tiempos de los gentiles, época en que solo se les encontraba en el Lago Titicaca. Por causas desconocidas, algunos anchanchos emigraron hacia la cordillera hace muchísimos años, ocupando grutas y espacios subterráneos. Por esa razón, son confundidos frecuentemente con el enano minero, conocido en la sierra sur como “el tío”. Pero no, los anchanchos en las minas siguen siendo demonios, notablemente más perversos y poderosos que cualquier muqui conocido.
Un caso particular es el Qota-Anchancho o Titi-Anchancho, el único demonio que se quedó en el Lago Titicaca. Es un monstruo gigantesco que, bajo la forma de columna de agua, se traslada grandes distancias destruyendo, devorando y haciendo naufragar todo lo que encuentre a su paso. Vientos huracanados y grandes olas acompañan el fenómeno. Como todo demonio andino, también tiene su lado bueno. Es así que, salpicando parte del agua del lago, puede traer lluvias, altamente benéficas para la agricultura. Mantiene un séquito de warmikunas, hermosas mujeres con pies de pescado. Ellas atrapan a los hombres jóvenes con sus encantos y los conducen al fondo del lago, donde el siniestro TitiAnchancho los devora, dejando como única evidencia sus huesos descarnados.
Saq’ra Estos diablillos creados por el Supay son, entre todos los demonios, los menos malvados. Eso sí, son espíritus bromistas y burlones, atolondrados y desbordantes. Aparecen bajo la forma de gatos, lagartijas, sapos y culebras. Pueden tomar rasgos humanos, pero siempre con trazas de reptiles u otros animales. Algunos autores afirman que los Saq’ra pueden aparecer también en forma de sirenas.
Generalmente, habitan en los cerros y lugares despoblados. Cuando se acercan a la civilización, se deleitan en hacer travesuras y gastar bromas; esconden las llaves de la casa, abren la puerta del corral, entre otras diabluras. Son mayormente inofensivos.
Caso curioso; estos geniecillos son fieles devotos de la virgen pero, a la vez, no pueden acercarse a ella por su condición de demonios. Cuando se aproximan a una procesión religiosa, esconden la cara o miran hacia otra parte.
Japiñuñus (hapi ñuñu, hapi nuno o espíritu que agarra) Son demonios de origen muy antiguo. Aparentemente coexistieron con la primera humanidad (los gentiles). Son extremadamente feos, pero toman la forma de hermosas mujeres voladoras, de pechos tan largos como sus cabellos. Hay quien asegura haberles visto una larga y desagradable cola. El peligro de encontrarse con uno de estos es que atrapan a las personas y se roban su alma para convertirla en uno de ellos.
Soq’as Dentro de los antiguos gentiles, gigantes sin moral, había un grupo de maldad extrema. Estos malvados, llamados Soq’a Machula, fueron incrementando su perversidad gradualmente hasta el punto de convertirse en auténticos demonios. Son maléficos y buscan causar daño a los seres humanos. Mientras eran aún gentiles, se refugiaron en diferentes lugares para protegerse de los castigos que azotaban a su raza. Algunos perecieron en el interior de los cerros y ahora conforman el lado izquierdo o lado maligno de ellos. Por ejemplo, y sin entrar en habladurías, han de saber los lectores que se dicen cosas terribles del lado izquierdo de muchos de los cerros asentados en el Cusco. Si un gentil se refugió y expiró en un manantial, se convirtió en Soq’a Puquio. Ahora provoca enfermedades a los hombres que tropiezan y caen cerca de él o a mujeres y niños pequeños con solo aproximarse. Les produce males estomacales o bronco pulmonares.
Otros soq’as moran en las ruinas y los antiguos cementerios de los gentiles, ubicados en la cima de los cerros. Pueden materializarse en la forma de un anciano o, incluso aparecerse como la pareja de alguien y así tener relaciones con seres humanos. La persona que entra en contacto con ellos adquiere una extraña enfermedad por la cual su cuerpo se va tornando amarillo y secando de a pocos, hasta que muere. Como única cura para esta afección, la persona contagiada deberá beber una infusión que contenga huesos molidos de gentiles.
Qarasiri (Karisiri, o tambien K’ari- K’ari) Son espectros que se alimentan de grasa humana. Recogimos indicios de su presencia desde tiempos ancestrales en la región aymara. Pueden tomar cualquier forma, aunque su estrategia más frecuente es presentarse como algún animal inofensivo. De esta manera ingresan a las viviendas sin llamar la atención. Se acercan a la victima disimuladamente, la adormecen y le perforan un pequeño agujero por el cual le absorben el sebo. La persona afectada caerá enferma pero, si no muere, se levantará luciendo una silueta envidiable. Para algunos investigadores el Karisiri es un brujo con el mágico poder de atravesar paredes y convertirse en animal. De ahí que se les relacione con los Pishtacos pero, en realidad, su naturaleza es totalmente distinta.
Después de la conquista adoptaron como vestimenta habitual el hábito de fraile, con una caperuza cubriendo su cabeza. La forma de ahuyentarlos es comiendo ajo. Kientibákori (significa “el de manos con punzantes dedos”) Para los machiguengas gran parte de los objetos existentes y personas ajenas a su tribu son malos. Y si existen es porque los creó el demonio principal, llamado Kientibákori. Este no pierde oportunidad para hacer daño a los machiguengas, por eso creó las plantas con espinas, los zancudos, los murciélagos, las arañas, las enfermedades y todo aquello que pueda traerles pena y dolor.
E l Kientibákori es un gran demonio con unos intestinos enormes. Los indígenas aseguran que no fue creado por Dios, sino que existía desde siempre. Al principio estaba solo, por eso se dedicó a crear a todos los espíritus malos masculinos. Su mujer es quien crea a los femeninos. Los diablillos que lo escoltan son los kamagarini (los causantes de la muerte). La mayor parte del tiempo son invisibles, pero cuando no, son muy feos y quienquiera que los vea morirá al poco tiempo. Tienen una existencia infeliz. Tienen chacras y las trabajan para vivir, pero en ellas solo crecen desperdicios, jamás obtienen yuca, ni maíz. Por eso no pueden preparar chicha para sus fiestas.
Iwa e Iwanchi En el mundo de los aguarunas existen seres demoníacos llamados Iwa e Iwanchi. A pesar de la semejanza de sus nombres, poco se parecen entre sí. Los Iwa son una raza de gigantes guerreros. Los historiadores identifican su aparición en territorios selváticos con la invasión del fiero ejército mochica, en un intento por expandir su señorío. Por su gran fuerza y brutalidad, fueron muy temidos en la región. Sus armaduras de bronce jamás sufrieron mella por las flechas o dardos de los nativos. Los Iwa devoraban hombres, triturando sus huesos sin mayor esfuerzo. Finalmente, la invasión mochica fracasó, pero no por acción de los valientes y esforzados aguarunas, sino por el excesivo calor y los insectos ponzoñosos de la zona.
Posteriormente, algunos Iwa desertaron del ejército mochica e hicieron su residencia en la selva. Ellos conocían el fuego y las mejores semillas para sembrar, mientras que los aguarunas pasaban hambre. Una antigua leyenda cuenta cómo los hombres consiguieron ambas maravillas para sus pueblos con ayuda del picaflor. Desde entonces este pajarito es muy amado y respetado. Los Iwanchi (Iguanchi) son una raza de demonios semejantes a gigantescos monos makisapa. Sus brazos y piernas son largos y están cubiertos de abundantes pelos de color negro. Tienen la cabeza llena de desagradables granos. Son tan pesados que las ramas de los árboles no pueden ofrecerles refugio. Por ello, duermen en cuevas abandonadas. Solían atacar los centros poblados en los alrededores del Alto Marañón para robar comida y raptar a mujeres y niños. A los niños los comían y las mujeres no tenían mejor suerte. Hace muchos años, los aguarunas se pusieron de acuerdo y atacaron a un grupo de iwanchi, haciéndoles pagar todas sus fechorías. Desde entonces se mantienen apartados del hombre.
OBJETOS MARAVILLOSOS Y MISTERIOSOS En el mundo mágico indígena, los “objetos inanimados” no existen como tales. Las plantas, los animales y las cosas cobran conciencia permanentemente y ocultan intenciones, sean buenas o malas, en su relación con las personas. Bajo esta premisa, sería interminable mencionar a todos los objetos que poseen algún valor mágico. Por ello, en las siguientes páginas nombraremos solo a aquellos que consideramos los más significativos dentro de la tradición andina.
Las Madres Cada árbol, río o laguna tiene su propio espíritu, que es a la vez su alma, su origen y su semilla. Dicho espíritu es su madre, la cual puede manifestarse en forma de un animal, un duende o una persona. Algunos pueden ser vistos solo por los chamanes. Otros aparecen siempre que sea necesario defender el equilibrio de la naturaleza. Así, la boa es la madre del río en la selva, la de algunas lagunas suele ser un toro que solo es visto por las noches. Las plantas, por su parte, tienen su propia madre, que se manifiesta en la forma de un duende, una anciana o un animal. Incluso el barro con el que se hacen las ollas tiene su madre. Encuentren los lectores más información al respecto en la descripción del duende Pahota.
Los cazadores deben pedir permiso a las madres correspondientes al internarse en la selva en busca de presas. Deben respetar las condiciones que la madre les indique, tales como no cazar hembras con crías pequeñas o no cazar más de lo que necesitan para su sustento y el de su familia. Durante el estado de trance, los chamanes pueden ver y conversar con las madres de cada especie y son estas mismas madres quienes les instruyen acerca de cuál hierba tomar y cómo usarla para curar determinada enfermedad.
Estos espíritus de la naturaleza son llamados también “encantos”, haciendo alusión a su habilidad para seducir o encantar a los seres humanos. Pero tengan en cuenta los lectores que no todas las madres son bondadosas. Algunas se dedican a hechizar a hombres y mujeres, sin distinción de edad o condición, con el objeto de robarles la “sombra” o llevarles al interior de los cerros o lagos, donde podrán devorarlos. Contra ellas deberá luchar el chamán para sanar a cada enfermo, tarea nada fácil. Lo que ocurre exactamente cuando a una persona le roban el ánimo, también llamado sombra o camaken no lo sabemos, pero el hecho conocido es que dicha persona pierde un pequeño componente de conciencia, una porción de su sombra, una fracción de voluntad y un gran porcentaje de su sonrisa. El árbol de lupuna tiene un tronco alto y barrigón. Es uno los árboles más grandes de la Amazonía y su madre está entre las más consideradas. Según los miembros de la tribu achuar, es una mujer muy hermosa, dotada de alas, de piel muy blanca y con los característicos ojos azules que tienen este tipo de encantos. La madre de la lupuna también es temida; los hombres de la tribu de los piros evitan pasar solos cerca de su tronco, pues es sabido que ella suele secuestrarlos.
Quipus Los quipus son arreglos de cuerdas de lana de diferentes colores que utilizaban los incas para contabilizar los acontecimientos importantes de la vida del imperio. Hasta donde sabemos, no tienen propiedades mágicas, pero los códigos ocultos en sus nudos son un misterio no descifrado hasta el momento. Se afirma que la cantidad y ubicación de los nudos, así como el color y la longitud de las cuerdas, tienen un significado en este sistema cifrado.
Algunos niños en el imperio eran adiestrados para convertirse en kipucamayocs: solo ellos podían anudar y descifrar los quipus. Cuentan los cronistas que éstos se jactaban de conocer exactamente cuántos individuos había en cada Suyo (región) del imperio, así como otros datos específicos de cada uno. Incluso podían relatar cuentos y poesías utilizando este sistema. Nada se sabe, en cambio, de un extraviado quipu gracias al cual los antiguos sacerdotes llevaban control exacto de todas las diabluras que ejecutaban los Saq’ras en el territorio imperial.
Coca Una de las costumbres de los indígenas que más sorprendió a los conquistadores españoles fue el uso de la hoja de coca. Y es que esta plantita tuvo desde siempre un significado muy importante para los peruanos. En primer lugar, esta hoja verde era como un puente que les permitía entrar en contacto, de diversas maneras, con el saber ancestral. Por ser un regalo de la madre tierra o pachamama, se entregaba como ofrenda en diversos sacrificios con los que los antiguos peruanos la honraban y le pedían favores, tales como buen tiempo y prosperidad. Estos sacrificios podían realizarse en una huaca o directamente en los campos, desperdigando las hojas al viento.
También era y es utilizada por los chamanes como oráculo, para consultar el futuro. Se le pide así: “hojita de coca, dime la verdad” y se deja caer sobre la mesa. Nosotros, que no sabemos leerla, escuchamos a un experto decir que si las hojas caen cara arriba, generalmente significa una buena noticia. Otra forma de usarla es el chactado, chacchado o picchado, que consiste en mascar la hoja sin tragarla. Para extraer en mayor cantidad el jugo de la coca, se le mezcla con un poco de cal. Esta técnica otorga fuerza y mayor resistencia a quien la realiza, por lo que es muy utilizada por los pueblos indígenas de la montaña. Del chactado deriva otra forma de conocer la suerte, aplicada en las comunidades rurales: La coca suele tener un sabor agradable, pero si al mascarla se apreciase un sabor amargo, significaría que alguna desgracia sucederá, como la muerte de un familiar o amigo cercano. Los usos mencionados líneas arriba no deben confundirse con el perverso empleo que personas inescrupulosas dan a la coca para la fabricación de estupefacientes, denigrando este recurso ancestral. En el corazón de las comunidades serranas no se presenta el uso corrupto o deshonesto de esta maravilla natural. Eso ocurre con gente que no es del lugar y no entiende el real significado de esta planta. La Coca, el Ayahuasca y el San Pedro son las principales plantas utilizadas por los
chamanes para contactarse con la íntima sabiduría de la naturaleza.
Huacas La encarnación de una fuerza superior en un río, cerro o laguna, los transforma en espacios sagrados, dando lugar a lo que se conoce como huacas. Del mismo modo, todo objeto que se distingue de los demás por su originalidad o particularidad, y que es reconocido como tal, es una huaca.
De manera especial, son huacas los santuarios construidos para rendir culto a los dioses. Generalmente, estas estructuras guardaban los huesos de los antepasados más nobles. Entre las más poderosas y respetadas durante el imperio incaico se contaban el Templo del Qoricancha, en Cusco, y el santuario de Pachacamac, en el actual Valle de Lurín, cerca de Lima. Otros adoratorios importantes eran las huacas del Sol y de la Luna, en el Valle de Moche, adoptadas por los incas tras la conquista al pueblo Chimú.
Otros accidentes geográficos que gozaban de gran veneración eran las pacarinas, o lugares de origen. Estas eran diversas cuevas, lagunas y montañas de las que, según la tradición, emergieron los primeros hombres. Entre ellas resaltaban el Lago Titicaca y el Cerro Huanacaure, dos de los probables lugares donde se originó la noble estirpe que construyó el imperio incaico. La veneración y el cuidado de las huacas no era cosa de juego para los antiguos peruanos, pues sabían muy bien que al no ser respetadas, estas se enfurecerían y
producirían terribles daños o enfermedades a los mortales. Por tanto, velar por ellas no era responsabilidad de algunos pocos, sino de toda la comunidad. Posteriormente, con el desconcierto y la desmoralización que generó la conquista del imperio, las huacas quedaron olvidadas y muchas, incluso destruidas. Esto provocó una angustia íntima y silenciosa en el pueblo derrotado que, de alguna manera, permanece en el país hasta nuestros días.
Illas y Conopas Dentro de la categoría de objetos sagrados, los antiguos peruanos incluían a todo ser, persona, animal o planta nacida con alguna marca distintiva. Estos eran conocidos como illas. Podía tratarse, por ejemplo, de una persona jorobada, una mazorca de maíz cuyos granos tuviesen una coloración especial o una piedra de forma excepcional. En caso de no contar con ninguno de estos objetos, cabía la posibilidad de fabricárselo, elaborando artesanías con diversos materiales o tallando piedras con la forma elegida. Posteriormente, era necesario bendecirlas, para lo cual bastaba seguir un sencillo ritual.
Las illas aún hoy son consideradas como regalo de los Wamani (espíritus tutelares de cada pueblo) a algún afortunado campesino, lo que le asegura prosperidad con su ganado y cosechas. La forma del objeto indica a qué animal o cultivo protegerá. Son amuletos para la abundancia, la fecundidad y la buena suerte. A manera de tótem, se les rinde culto individual o familiar y son el centro de las fiestas relacionadas al ganado (como la herranza o marcación) y las cosechas. Entre estas huacas se cuentan los primeros y más hermosos frutos hallados en tierras que no han sido sembradas, así como los más grandes o anormales ejemplares de cualquier especie, sea vegetal o animal. Estos objetos elegidos son llamados Conopas y son muy efectivos propiciadores de la fertilidad. Las illas ganaderas, aquellas que protegen el ganado, pueden originarse de cualquiera de estas tres formas: se extraen del estómago de las vacas, aparecen en el lugar donde ha caído un rayo o surgen donde se manifiesta la madre de un lago. Muchas noches, la madre emerge del centro del agua bajo la forma de un toro y, al tocar las piedras de la orilla, convierte en Illa a una de ellas. Al día siguiente el pastor la encuentra y la guarda con mucho celo. Luego la presenta ante las vacas, las cuales la lamen y adquieren así suerte para parir terneritos sanos. Luego la dejará reposar en alguna parte preferencial de la casa o del establo. A veces estas illas cobran vida por las noches y, bajo la forma de un toro mágico, amansan a los toros bravos y se aparean con las vacas, provocando mejoras en el ganado. Adicionalmente, son poderosos amuletos que brindan efectiva protección frente a los abigeos y las enfermedades del ganado.
Se ha registrado la existencia de illas en pueblos de casi todo el ande peruano, particularmente en los departamentos de Huánuco, Cajamarca, Ancash, Ayacucho y Apurimac.
Las piedras El poblador urbano que dé un paseo por el paisaje serrano tal vez pase por alto la importancia de aquellos silenciosos elementos que, abundantes pero inertes, predominan en cada rincón de los andes. Tales objetos forman parte importante de la concepción que el hombre andino tiene del mundo; son las piedras. Efectivamente, es como si el hombre andino hubiese sido forjado de piedra y no de barro; las piedras son las semillas de la creación de los hombres y en piedra fueron transformados innumerables héroes de leyenda y dioses de la antigüedad, cuyos espíritus habitan aún en ellas.
Cuenta una leyenda que cuando el Inca Huiracocha batallaba contra los chancas para conquistarlos y engrandecer al imperio, las piedras que estaban alrededor se convirtieron, por orden del Sol, en bravos soldados para reforzar las huestes del Inca. Así de estrecha era la relación entre estos hombres y las rocas. Otra prueba de esta cercanía con el reino mineral son las apachetas (cargapila o cargachurcanan). Son montículos de piedras apostados en puntos clave de los caminos andinos. Cada viajero, al pasar, coloca sobre ellas una piedra u hojas de coca. Cada uno hace el esfuerzo de cargar su propia piedra y llevarla hasta la apacheta. Es una forma de expiar pecados y de presentar una ofrenda para pedir un viaje tranquilo. Esta costumbre se respeta desde que fue impuesta por Tupac Inca Yupanqui, para adorar al creador del universo, conocido entonces como Apu Con Tiki Wiracocha.
Aún en nuestros días, los campesinos en muchas zonas de la serranía mantienen esta estrecha relación con las representantes del reino mineral. Ellos tienen la habilidad de dar vida a unos pequeños seres que no solo los acompañan sino que también protegen sus chacras. Con mucho respeto, el hortelano escoge tres o más piedras con características peculiares y las coloca una sobre otra, dando forma a un nuevo ser. Le dice unas palabras en voz muy baja y así da nacimiento al Chacraqaway. Este hombrecito de roca vigilará con esmero la chacra y la protegerá de la amenaza del granizo o de animales hambrientos.
Los tapados Lucecitas incandescentes, animalitos que aparecen y desaparecen inesperadamente o, incluso la presencia de un alma en pena son indicios de que puede encontrarse muy cerca un tapado. Estos, generalmente, son cofrecitos o cajas llenas de joyas, monedas de oro y plata o papeles de valor ocultos desde hace muchos años. La intención de sus dueños fue proteger sus valiosas pertenencias del robo, pero como ninguna riqueza se lleva para la otra vida, al fallecer los propietarios, el paquete permanece escondido tal y como lo dejaron. La relación entre tapados y condenados es grande. Como hemos dicho, la persona que escondió un tapado y murió, queda condenada a vagar como alma en pena hasta que su tesoro sea desenterrado y entregado a una persona de buen corazón, que pueda darle noble uso.
Aunque los tapados pueden provenir de cualquier época, son cuatro los principales momentos en que han sido originados. Un primer grupo perteneció a los gentiles. Cuando comenzó a salir el sol por el horizonte y comprendieron que iban a morir, muchos de ellos huyeron hacia las alturas. En las cumbres enterraron su oro, herramientas y adornos, los cuales ahora forman parte de las ruinas. El siguiente momento importante corresponde tanto a las culturas pre incas como al incanato. Principalmente, tenemos algunos centros de culto, donde se depositaban ofrendas a las divinidades y los antiguos cementerios, donde se colocaban a las momias de los difuntos, rodeadas de obsequios y riquezas que les serían útiles para la otra vida. La tercera gran ola corresponde al periodo de la conquista e inicios del virreinato. Tales tapados son el oro y plata que los incas y sus descendientes escondieron para protegerlos
de una fulminante invasión de saqueadores. En Cusco, Puno, Arequipa y en la ciudad de Jauja se descubrieron varios de estos. Don Ricardo Palma decía que en los alrededores de Casma – en el departamento de Ancash - quedarían enterradas 100 llamas cargadas de oro, fortuna que se dirigía a ser parte del rescate de Atahualpa. Por otro lado, son célebres las historias acerca de los tesoros enterrados por la cacique Catalina Huanca. Ella fue aceptada como cacique en Huancayo por el mismo Pizarro y realizó sobresalientes donaciones a la caridad. Otros tesoros fueron enterrados por los mineros de la provincia de Castrovirreina en el cerro Mesa de Magallanes –cerca del límite del los departamentos de Ica y Huancavelica - tras ser hostilizados por la inquisición, en época del virrey Marqués de Mancera. Finalmente, gran parte de los tapados ocultos en ciudades como Jauja o Concepción se remontan a los tiempos de la guerra con Chile. Las familias adineradas, urgidas por rescatar sus joyas, dinero y otros objetos valiosos del saqueo y de los cupos cobrados por los soldados invasores, enterraban sus tapados o abrían agujeros detrás de los muros, que luego eran tapiados otra vez con adobe (barro prensado) para mayor seguridad. De hecho, los soldados chilenos rompieron muchas paredes y pisos para encontrarlos, pero aún quedan muchos más por descubrir.
Existen distintas formas de rescatar estos tapados. Los cazadores de fortunas recurren a sesiones espiritistas, otros a videntes o rastreadores. Muchos de estos tesoros se encuentran en las casas antiguas, en las cumbres de los cerros y otros debajo de grandes piedras o cerca de árboles de gran tamaño o forma especial. Al lector interesado en hallar estar riquezas le recomendamos prestar atención a relatos de manifestaciones del carbunclo o de apariciones fantasmales. En las tumbas del Señor de Sicán (en Lambayeque, muy cerca del Señor de Sipán), un polvo rojizo venenoso, llamado cinabrio, fue colocado por sus súbditos al momento de cerrar la tumba, para proteger los entierros contra futuros ladrones.
Independientemente de esta protección, la descomposición de los objetos con el paso del tiempo genera sus propios mecanismos de defensa. Hay que tener mucho cuidado al rescatarlos, pues si se aspiran los vapores venenosos (conocidos popularmente como “la antimonia”), formados por la combinación de metales y condimentados por el paso del tiempo, se adquirirá una penosa enfermedad. Esta consiste en la inmoderada aparición de granos y el lento marchitarse del cuerpo, resultando finalmente en la muerte del profanador. Mención aparte merece el prolijo trabajo de los arqueólogos, quienes con gran esfuerzo rescatan del olvido los importantes vestigios dejados por los antiguos peruanos. Gracias a esta esmerada labor nos es posible alcanzar una mejor comprensión de nuestra propia historia.
HÉROES Y VILLANOS Desde los orígenes de esta diversa y colorida nación, numerosos clanes emergieron y sucumbieron. Cientos de historias de valentía, sacrificio, intriga y traición se tejieron alrededor de luchas por el poder y el predominio entre los diferentes reinos. La historia registra incontables escenas donde los intereses personales se sometieron a los requerimientos de un pueblo, pero también episodios donde ocurrió todo lo contrario. Tales son los héroes, tales los villanos. Pero la historia también olvida. Cientos de mujeres y hombres valientes, aquellos que dieron su vida por un ideal o construyeron las bases de un pueblo; los verdaderos protagonistas de cada acontecimiento, hoy permanecen en el anonimato. La gloria para unos y la indiferencia para otros. Eso siempre dependerá de quién cuenta la historia.
Naylamp (Naylamp significa “ave mística” o “ave del agua”) El majestuoso Naylamp fue un rey del norte que arribó a las costas de Lambayeque a inicios del siglo VIII. Su llegada fue un acontecimiento muy comentado en la región, pues le acompañaba un numeroso séquito, formado por sus mujeres, siervos y guerreros. Inmediatamente se ganó el respeto de sus nuevos vasallos gracias a su gran simpatía y a la fuerza de su poderoso ejército. Introdujo mejoras en las técnicas para cultivar la tierra y tejer los vestidos. Fue un hombre de elevada calidad humana y gran honorabilidad, que trajo prosperidad a su pueblo. Gobernó durante muchos años y dejó a su hijo como sucesor. Al heredero le sucedió su hijo y así sucesivamente reinó la dinastía, hasta que fueron conquistados por los guerreros Chimú. Y los Chimú posteriormente fueron dominados por los Incas.
Cuentan que al envejecer le brotaron a Naylamp alas en la espalda y emprendió vuelo, de manera que su cuerpo jamás cayó en descomposición. Para que lo recordaran sus súbditos les dejó su propia imagen tallada en un ídolo llamado Llampayec, maravillosa estatuilla de piedra color verde.
El señor de Sipán Los moche fueron un pueblo de avanzada asentado en la costa norte entre los siglos III y VIII de nuestra era. El señorío mochica estaba conformado por una serie de ciudades o reinos independientes que poblaban los valles de Moche, Chicama y Virú, ubicados en el actual departamento de La Libertad; se extendieron hacia el norte por los fértiles valles de Lambayeque. Hasta donde sabemos, no desarrollaron códigos de escritura, pero conocemos sus costumbres gracias al legado que nos dejaron en su maravillosa cerámica documental, en la cual representaron magistralmente diferentes escenas de su vida cotidiana. Desarrollaron la orfebrería de oro y cobre y la construcción de grandes estructuras en adobe. Su relación con el mar, principal fuente de alimento y de vida, fue muy estrecha. Expertos navegantes, se deslizaban velozmente sobre las olas montados sobre los ligeros caballitos de totora, tal como lo hacen los pescadores en la actualidad.
Se trataba de un pueblo guerrero y, en ocasiones, sanguinario. Sus gobernantes eran a la vez jefes militares y religiosos. Adoraban al terrible Ai Apaec, conocido como el Degollador, divinidad ávida de sangre humana. Uno de sus señores principales, cuyo real nombre no hemos podido recuperar, recibía sus visitas en el santuario hoy conocido como Huaca Rajada. Actualmente es famoso en el mundo entero como El Señor de Sipán. Mucho se ha hablado acerca de su tumba y de las exquisitas riquezas en ella encontradas, pero en esta ocasión queremos aportar algunas pinceladas acerca de su vida. Un mal día, el sacerdote principal mandó un recado que interrumpió al noble mochica en su cacería de venados. ¿Qué mensaje podría ser tan importante? No estaba permitido molestar al gobernante durante su actividad preferida. El oráculo prometía malos augurios. La madre de la Huachuma (el cactus hoy llamado San Pedro) le había advertido al sacerdote que se avecinaba una gran tempestad, con temibles inundaciones. Los bosques secos de Lambayeque, donde reinaba el majestuoso algarrobo, las viviendas, los terrenos de cultivo, su pueblo entero se encontraba en peligro. El fiero Ai Apaec reclamaba su cuota de sangre y muerte. Era necesario iniciar, cuanto antes, los sacrificios humanos. Los
sabios indicaron la fecha propicia para realizar el sacrificio. El Señor de Sipán se alistó con ayunos y silencios. Llegado el día, el pueblo entero llegó muy temprano a la plaza principal. El excesivo calor de Lambayeque no era impedimento para vestir sus lujosos atavíos de oro puro y piedras preciosas, mientras era transportado en andas por sus fieles sirvientes. Las jóvenes elegidas estaban preparadas. Voluntariamente caminaron hacia la mesa del sacrificio. Tras decir las palabras ceremoniales, fueron ejecutadas. Todo sucedió muy rápido. Pero no fue suficiente. La gran inundación llegó y arrasó vastas extensiones del territorio, tal como lo viene haciendo cada decena de años. Hoy conocemos a este fenómeno como “El Niño”.
Manco Capac Su nombre significa “rey poderoso”. Las diferentes leyendas que explican el origen del imperio incaico coinciden en nombrarlo. Cuentan que Manco Capac, hijo predilecto del Sol, salió del gran Lago Titicaca junto a su esposa Mama Ocllo con órdenes de dirigirse hacia el norte para fundar un gran imperio. Como señal le fue entregada una barra del oro más puro, la cual intentaría hundir en la tierra, en cada territorio que visitasen. Allí donde aquella barra se hundiera con facilidad se quedaría a morar. Tras largo caminar llegaron a divisar el hermoso Valle del Cusco y el fundador hundió su báculo sin esfuerzo en el cerro llamado Huanacaure. Buena señal era esa; habían llegado al que sería el ombligo del mundo, la capital del Imperio de los Incas.
Los indios bárbaros que allí habitaban se asombraron mucho por la presencia de tan regios señores de deslumbrantes vestiduras, con las orejas estiradas y ataviados con adornos de oro. Les adoptaron inmediatamente por reyes y les juraron obediencia. Aunque no lo menciona la leyenda, podemos estar seguros de que la pareja real llegó al Cusco en compañía de su corte y su propio ejército, tácito detalle que facilitó el éxito de su misión. Manco Capac fue un monarca civilizador. Se dedicó a enseñar a su pueblo las técnicas para la agricultura, la construcción y el manejo de los metales. Su esposa enseñó a las mujeres las técnicas de tejido y el cuidado del hogar. Los descendientes de ambos gobernaron el imperio con justicia, encargándose de expandirlo y de velar por el cuidado de sus súbditos.
Danzantes de tijeras (danzaq) Los primeros pasos de la danza de tijeras provienen de tiempos muy remotos, pero su forma moderna se originó pocos años después de la invasión española. Fueron las propias huacas, saqueadas y olvidadas, quienes iniciaron este movimiento. Los espíritus de dichas huacas se apoderaron de esta estirpe de acróbatas denominada los danzaq, induciéndolos a entrar en trance con una fuerza que los impulsó a sacudirse en un principio y finalmente a danzar. Los danzantes son también chamanes, pues mediante ellos se manifiesta el espíritu de los Wamani.
Durante toda la danza llevan en la mano dos hojas de tijera, grandes y afiladas, con las que producen un repiqueteo o golpe metálico que los acompaña en el trance. En ella se intercalan acrobacias, saltos, demostraciones de fuerza y sorprendente agilidad. Pueden tragar sapos vivos, atravesarse el cuerpo con agujas o introducir espadas en su boca. Por su parte, las tijeras serán preparadas para acompañar al danzante; deberán pasar una noche entera en una laguna u otro lugar sagrado. Los danzaq reciben una larga y exigente preparación, la cual se trasmite de padres a hijos e incluye ritos secretos de iniciación que los habilita para ser chamanes. Como tales, realizan servicios para sus vecinos, como curar enfermedades y realizar ofrendas a los Apus para propiciar las cosechas y el ganado. Pero también acuden a la brujería y a pactos con los supay con el fin de vencer a sus contrincantes. Estas alianzas les dan esa fortaleza y habilidad que los caracteriza.
Sufrieron persecuciones por parte de las autoridades durante la época colonial. Con el tiempo sus vestidos y coreografías se fueron transformando, siendo este un claro ejemplo de mestizaje cultural. Actualmente, la danza se realiza por medio de retos o contrapunteos en los que cada danzante, acompañado de sus músicos (arpa y violín), desafía e intenta superar a su rival en la realización de acrobacias y los trucos de magia más arriesgados y espectaculares. Con respecto al vestido, está compuesto por pantalón, saco y sombrero, mayormente blancos y adornados por gran número de incrustaciones de hermoso colorido. En los pies suelen calzar zapatillas simples de tela. Debemos agregar que los danzantes guardan muchos secretos, los cuales no tenemos autorización para difundir ni por este ni por otros medios. Tengan en cuenta los lectores que aquí no todo ha sido dicho.
Los Pishtacos (nakaq, ñakachos) Los pishtacos son un grupo de mercenarios especialistas en extraer la grasa humana. Se dice que son empleados secretos del gobierno o de alguna antigua y extraña congregación de frailes. Generalmente son hombres altos, blancos y rubios. Sus barbas pueden ser rubias o pelirrojas. Aunque su vestimenta ha variado con el paso de los años, generalmente visten de negro. Usan ropa de cuero o ponchos de lana. Portan látigos hechos de cuero, pero cuero humano. A pesar de que no poseen gran magia, causan más temor que muchos fantasmas. Su único artificio mágico lo constituyen los polvos blancos con que paralizan a sus víctimas. Dicen que están preparados con huesos de llama molidos.
Los pishtacos también son llamados Nakaq, que significa degollador. De día llevan una vida aparentemente normal, aunque muchos tienen la fama de ser incestuosos, borrachos, ladrones y transmisores de enfermedades. No participan en las fiestas ni en las asambleas con el resto del pueblo. De noche, caminan largas distancias a pasos muy ágiles para realizar sus fechorías. Suelen esperar a sus víctimas en los parajes oscuros y desolados de la serranía para degollarlas y extraer toda su grasa, por la cual cobran formidables sumas de dinero. Por esta razón suelen preferir a los gorditos. Para matar a los infortunados, utilizan grandes cuchillos de acero templado. Para extraer la grasa dominan una minuciosa técnica que consiste en descuartizar a sus víctimas y colgarlas sobre recipientes especiales hasta que gotee todo el aceite.
Cuando logran recolectar la cantidad suficiente, regresan a las ciudades y venden su producto como lubricante para las grandes maquinarias de los ingenios azucareros. Antiguamente se afirmaba que la grasa humana era utilizada para fabricar las campanas de las iglesias, con lo que tenían mejor sonido y mayor duración. Hay en la sierra quienes no toman medicamentos porque afirman que en ellos se utiliza como insumo la preciada grasa humana. En tiempos más recientes, los pishtacos han adaptado y ampliado sus malas artes, de modo que en la actualidad conducen modernas camionetas de doble tracción y se desempeñan como “robariñones” y “sacaojos”. Los riñones y córneas obtenidos son vendidos a muy buen precio en el mercado negro de órganos humanos.
BRUJAS, Y VAMPIRESAS A las mujeres hermosas siempre hay que tomarlas con cuidado, pero si se encuentran solas en medio de la noche en un lugar despoblado, aún más. No es rara la historia del hombre que, en diversos parajes de la costa y sierra, se encuentra de noche con una desconocida y bella mujer. Él queda encantado por su hechicera mirada y cautivador aspecto, la sigue seducido y, tras avanzar unos kilómetros, ella se convierte en una horrible bruja. La recomendación en estos casos es fijarse antes que nada en los pies de la fémina; si son patas de gallina, lo mejor será alejarse inmediatamente, pues tiene ante sus ojos nada menos que a una bruja. También puede tratarse de la Cuda, pero esa no sería una mejor noticia. Por lo general, son brujas aquellas mujeres que hacen pacto con el diablo para obtener los más variados poderes y riquezas. Dicho pacto termina envileciendo su alma y, claro está, también su cuerpo, a tal punto que solo pueden mantener su belleza física por breves periodos. Cuando una de ellas se acerca al pueblo es muy notorio el mal olor que desprende. Diríase que hay un zorrillo en cada esquina.
La Achikee (o Achkay, o achicay) Esta fue una antigua hechicera que dio origen a una hermandad de brujas, cuyas seguidoras hasta el día de hoy se alimentan de carne humana y viven solitarias en los bosques apartados. Su aspecto era de lo más desagradable; vestía harapos y llevaba el pelo enmarañado. Sobre su boca sin dientes lucía una larga nariz que sobresalía en su fea cara, llena de granos y cicatrices. Su magia estaba altamente desarrollada. Dominaba diversos maleficios, pero su mayor satisfacción era marchitar las flores a su paso.
La primera achikee murió despeñada hace muchos años, mientras trataba de atrapar a una niña para comérsela; de su vientre se formaron los desiertos de la costa, de sus vestidos nacieron los cactus y los arbustos espinosos y de sus huesos surgieron los cerros. Aún hoy es posible ver en algunos de ellos su cara retorcida. El eco que en ellos se escucha no es otra cosa que ella misma que, burlona, nos imita.
Las Brujas de Cachiche La llegada de los negros al Perú se dio casi en simultáneo con el arribo de los españoles, pero realmente se hizo notoria en la colonia, cuando llegaron como esclavos para realizar las más duras labores agrícolas y domésticas. Buena parte de ellos fueron ubicados en el departamento de Ica para trabajar en los campos de algodón, donde la faena era dura y las condiciones deplorables. Su presencia influyó significativamente en la música y gastronomía del Perú, pero también fue grande su aporte en el campo de la hechicería, pues trajeron consigo las artes y costumbres mágicas de los lejanos pueblos africanos. Muy cerca de la ciudad de Ica queda el pueblo de Cachiche, lugar donde se hicieron célebres las brujas negras. Atendían en sus pobres barracas, carentes de cualquier indicio de prosperidad. Se decía de ellas que eran expertas en amarres de amor, así como en sanar enfermos y enfermar a los sanos. Usaban para ello muñecos de trapo con alfileres clavados, además de algunos elíxires aún no identificados. Organizaban sus aquelarres alrededor de la famosa palmera de siete cabezas, mencionada en páginas anteriores.
Entre las más famosas se cuentan Melchorita Zugaray, Ña Manonga Lévano y Ña Dominguito la del Socorro. Con respecto a esta última, algunos dudaron de sus habilidad es en una ocasión en que pronosticó el éxito de una batalla cuando todos daban por hecho que sería ganada. Se trata de la batalla de Baraja, parte de un levantamiento civil durante la época republicana. Sin embargo, los incrédulos no supieron qué alegar cuando acertó al decir los nombres de todos los naturales de Ica que morirían durante la misma.
Vampiresas Aparte de alguna que otra sanguinaria divinidad mochica, en el Perú no son muy comunes los relatos de vampiros o chupasangres. Sin embargo, existió una muy curiosa de origen extranjero. Y aquí va su historia:
Todo parece indicar que Sarah Ellen fue una digna ciudadana inglesa. Se conoce muy poco de ella, salvo que murió a bordo del barco que la traía hasta el Perú, allá por el año 1913. Durante su agonía solía ingerir un misterioso líquido rojo (¿sería extracto de beterraga?) como remedio para sus males. Esto dio origen a la siguiente leyenda, que sucedió solo en la imaginación popular: Sara Hellen (noten el desplazamiento de la “h”) fue una malvada y poderosa hechicera que vivió en Inglaterra en el siglo XVII. Dentro de sus ritos de magia negra, acostumbraba beber sangre humana. Al ser condenada por brujería y ejecutada cruelmente, juró que regresaría cien años después de su muerte, pero convertida en una vampiresa. ¿Y cómo fue que llegó a Pisco? Resulta que los habitantes de su pueblo natal no quisieron tener cerca ni siquiera a su sepultura, así que la enviaron muy lejos para que descanse en paz (o al menos así ellos pudieran dormir tranquilos). Esto debió ocurrir en 1893. De otro modo no se explica cómo a mediados del año 1993 una multitud de curiosos esperó su resurrección a las puertas de su sepulcro en el cementerio de Pisco, lo cual nunca ocurrió.
Tras el terrible terremoto del año 2007, la lápida, situada en el cementerio de Pisco,
permaneció intacta. Actualmente, multitud de paisanos la visitan a diario y - cosa curiosa aseguran que concede milagros a los más devotos.
CHAMANES, CURANDEROS Y ADIVINOS En todas las culturas ancestrales, la relación entre el hombre y la naturaleza es familiar y cercana. En ellas siempre está presente la figura del chamán. Lejos de ser un simple hechicero, el verdadero chamán es un hombre capaz de trascender los límites de la realidad visible para compenetrarse con la magia del universo, invisible a los ojos. El místico sanador conoce y explica los secretos del universo, pues le fueron relatados de los mismos labios de los elementales de la naturaleza, las madres de los objetos o la hoja de coca. Mediante diversas técnicas, que incluyen la música, la danza, el ayuno o la ingestión de sustancias especiales, el chamán es capaz de alterar su estado de conciencia para alcanzar voluntariamente esta experiencia. Cuando entra en estado de trance, puede comprender estos secretos, ocultos para los simples mortales. Dicho conocimiento se le presenta a través de visiones, las cuales distan mucho de ser alucinaciones, pues es la misma realidad objetiva que se le manifiesta revestida de elementos simbólicos. Mediante la activa presencia del chamán, la comunidad entera recupera el contacto perdido con su propia esencia interior. Así, el chamán es una suerte de sacerdote de los “encantos” o espíritus tutelares, de la Naturaleza, un vínculo entre la realidad y el mundo mágico. En los diferentes puntos del territorio peruano puede encontrarse una gran variedad de chamanes. Poseen diferentes nombres y costumbres que varían según el lugar y la época.
Chamanes De los verdaderos chamanes quedan muy pocos y no son tan buenos como los de antes. Son llamados paqo, altomisa, pongo (este nombre proviene de punku, que significa puerta). Al centro del país se les conoce como Camayo, Campicoj (el que cura) y, en el sur, como mesayoq. En el oriente actúan, entre otros, el Mueraya de los shipibo-conibos y el Seripegari de los machiguengas. Son los escogidos. Constituyen realmente la puerta de contacto con el mundo espiritual. Tienen la facultad de convocar a los espíritus tutelares y comunicarse directamente con ellos. Así, indican al pueblo cuáles son sus requerimientos y qué deberán hacer para recibir sus favores, abundantes cosechas y mejor ganado. Cuando invocan a un cerro se puede escuchar el aleteo de un cóndor. Se dice que algunos tienen el poder de hacer caer las estrellas para aplastar a los ladrones de ganado o abigeos.
Dominan una serie de hechizos o sortilegios. Son los más aptos para efectuar los pagapu, ofrendas para implorar favores a alguna entidad superior o dispensar alguna ofensa cometida contra ella. Conocen muy bien los ritos de protección o propiciación, para combatir males o atraer la suerte sobre una persona u objeto (convirtiéndolo en amuleto). Realizan el llamado de la sombra o ánimo de una persona a quien le ha sido arrebatada. Otra de sus tareas frecuentes es el desplazamiento del mal: el mal que contagió a un enfermo es extraído de su cuerpo y contenido temporalmente en varas, piedras o espadas, para luego expulsarlo hacia el mar, los cerros o la oscuridad de la noche. Asimismo, este puede ser enterrado para que la tierra u otras poderosas entidades lo absorban. A este proceso se le conoce como despacho o botada. Al terminar de enterrarlo, los chamanes
deben alejarse sin dar la espalda al despacho, pues podrían contagiarse de ese mismo mal.
También pueden realizar funciones sanatorias y adivinatorias. Son las mismas entidades de la naturaleza quienes les informan acerca del responsable de una enfermedad, hurto, maleficio, dolor y, también, si dicho mal tiene cura. Queda claro que los auténticos chamanes lo son por vocación, no por negocio. Ni siquiera cobran por sus servicios, solo reciben aportes voluntarios de la comunidad.
Y si quiero ser chamán, ¿dónde me inscribo?, preguntará algún entusiasta. No es nada fácil, querido lector, a menos que tenga la fortuna de que le caiga un rayo y no muera, que sobreviva a alguna enfermedad de difícil cura o que su padre sea chamán. Es sabido que los auténticos chamanes han recibido su arte por alguno de estos tres caminos. En el caso del rayo, deberá realizar ayuno de sal, ají y de relaciones con mujeres durante una semana. En el segundo caso, la propia madre de una planta deberá manifestársele mediante visiones en el punto más álgido de su enfermedad para indicarle cómo debe curarse y en adelante se convertirá en su protectora. En el tercer y último caso, el conocimiento se transmite de padres a hijos.
Curanderos En un segundo nivel se encuentran los curanderos, llamados pampamisa, curiosos, paqo, qampeokuna, camasca, soncoyoc (que significa dueño de su propio corazón). El ibisín para los aguarunas, el unaya para los shipibo-conibos. También podemos incluir en esta categoría a los kimbisa, especialistas en contrarrestar los ataques hechos por fuerzas oscuras. Los curanderos también responden a un llamado de los Apus, pero no tienen el don de comunicarse directamente con ellos. Por tanto, son falibles de equivocarse. Su aprendizaje es un largo proceso de errores y aciertos. Los curanderos tienen la habilidad de curar las enfermedades producidas por alguna divinidad u objeto sagrado ofendido (las huacas, los puquios, los soq’as, los muertos). Las formas más frecuentes de ofender a una divinidad son: olvidar hacer una ofrenda al pasar por un lugar sagrado, hacerla sin el cuidado requerido o tropezar cerca de un puquio. Un caso más grave ocurre si uno, sin saberlo, hace sus necesidades sobre el hogar de un demonio o un soq’a.
Otras formas de adquirir estas enfermedades son aproximarse a un lugar donde se realizó un despacho o botada o por conjuro de un brujo malero. Entre las dolencias que pueden tratar los curanderos se encuentran el susto, el mal de ojo, los vientos malignos y el robo de ánimo o sombra. El primer paso para la cura es hacer un diagnóstico, con ayuda de hojas de coca o pasando el cuy o el huevo. El animal u objeto es sobado por el cuerpo del infectado, luego se abre con un cuchillo y se puede “leer” la presencia y forma de manchas que aparecen en su interior, las cuales indican la causa de la molestia. La cura se consigue con ayuda de hierbas silvestres, pero previamente es necesario realizar ofrendas o pagos a espíritus, divinidades o incluso demonios. Al lado izquierdo de su mesa ritual guardan siempre objetos que pertenecieron a los gentiles (como huacos o huesos); estos son usados tanto en ataque como en defensa contra los malignos.
El procedimiento para la curación con hierbas implica una serie de cuidados, los cuales deben seguirse meticulosamente. Es imprescindible que sea el curandero autorizado, después del ayuno recomendado, quien tome la hierba que crece silvestre en un lugar sagrado, Mientras la recoge va pidiéndole con respeto y con humildad que brinde su ayuda en la enfermedad. Así funciona la medicina andina; la magia estaba presente desde las antiguas trepanaciones craneanas que efectuaban los sacerdotes de Nazca hasta las
cotidianas curas que se dan en la actualidad.
Adivinos Una tercera categoría la ocupan los llamados adivinos o rastreadores, también conocidos como lastro choqaakuna. Estos, mediante el atento estudio de los astros y los fenómenos naturales o la lectura de objetos como hojas de coca, tabaco o maíz, logran resolver la pérdida de algún objeto valioso, señalar al culpable de un robo o pronosticar el futuro. Esta costumbre viene desde tiempos inmemoriales. Durante el incanato los nobles solían consultar a los calpa ricoc quienes, entre otras cosas, adivinaban la suerte en las entrañas de los animales.
Brujos Por otra parte están los que representan al mal, los hechiceros que pactan con demonios o con el lado izquierdo o maligno de los wamanis. Ninguno de ellos acepta públicamente tales pactos o “compactos”. Estos son los brujos, maleros, mayombé o laiqa. Los yubé para los shipibo-conibos. Estos se encargan de provocar enfermedades e incluso la muerte de muchas personas. Para exacerbar a las divinidades, hacen las ofrendas al revés. También se encargan de preparar “amarres”, es decir, unir a alguien con su ser amado, cuando esta persona no le corresponde.
Son famosos los brujos de Locumba y Sama, en Tacna; los de las Huaringas, en la sierra de Piura; los de Huacho; los de Cachiche, en Ica y los de Salas, en Lambayeque. En general, se les puede encontrar en todas las regiones del país.
LUGARES MÍSTICOS En la vida, como en la muerte, hay ocasiones en que las emociones detonan con gran fuerza en el espíritu. Para bien o para mal, esta energía descargada queda impregnada en las habitaciones, los objetos y la tierra. Estos lugares, sagrados o malditos, parecen vivos. Encierran los lamentos, las lágrimas, los alaridos y la risa de quienes los habitaron. Durante largo tiempo, después de toda vida, esta presencia hace revivir dichos momentos trascendentales a quienes se aproximan a cada lugar. Entonces, los recién llegados escucharán, sentirán o presenciarán algo que ya sucedió, pero que aún no ha concluido.
Los Jirkas (Jirkas o dios de la montaña, también llamados Auqui que significa señor o noble, orqo=cerro, Wamani =dios de los cerros) Wamani (Ayacucho); Achachilla (Puno); Auki (Cusco); y Auquillo (Lima) Apus (en todo el territorio); Apu significa, amo, gran señor. Muchos de los gigantes antes vivían en el país terminaron sus días convertidos en piedra. Hoy habitan al interior de las montañas; por eso, muchos de los cerros son Wamani (espíritus tutelares), pero solo los principales son Apus. Los más famosos en Cusco son el Ausangate, Salcantay, el Alpamayo. Los campesinos les entierran ofrendas diversas como chicha, coca u otros objetos, en señal de respeto a todos ellos. Todo jirka es masculino. Él se encargará de fecundar a la Madre Tierra para proveer abundantes cosechas a sus beneficiarios.
Cada cerro es dueño de sus animales. Temprano, por la mañana, abre las puertas de su corral para que salgan los venados y vizcachas a comer su pasto y en la tarde se guardan. Por eso, los cazadores le piden permiso antes de cazar a alguno de ellos. En su granja el cóndor es la gallina y la vicuña es su cargador, la que lleva todo su oro. Un auqui (como también se les llama) puede trasladarse para encontrarse con otro
auqui, dando origen a los huaicos o deslizamientos de tierra, o puede enviarle mensajes a través de un cóndor. Hay que recordar que, como muchos entes de estas tierras, tienen el lado derecho que es bueno y el lado izquierdo malo. Por ello, pueden ser tanto bondadosos como crueles con su pueblo tutelado, al enviar bendiciones o castigos a las comunidades que residen en sus faldas. Eventualmente, pueden aparecer como seres humanos y pasear entre las calles del pueblo. Noten los lectores la íntima relación que existe entre los cerros, los dioses tutelares encarnados en ellos, los gentiles refugiados en sus cimas y la ocasional aparición de todos ellos como personas. Estas fuerzas suelen ser confundidas y los nombres se usan indistintamente variando ligeramente en cada región.
Líneas de Nazca El misterio está dibujado en las pampas de Nazca; inmensas líneas rectas, figuras geométricas, hermosos animales - colibrí, mono, araña, perro - y otras enigmáticas figuras pueblan este paisaje. Hace más de dos mil años, los antiguos peruanos cubrieron unos cincuenta kilómetros de extensión con estas representaciones misteriosas. Quien camine por el desierto solo notará una gran cantidad de surcos en el suelo, anchas zanjas de unos treinta centímetros de profundidad que dejan a la vista un color más claro que el de la superficie; pero si pudiera sobrevolarlo como un cóndor o como los antiguos dioses, se asombraría al observar estos inmensos y maravillosos dibujos. Gracias a las características del suelo y a la dedicación ilimitada de la investigadora alemana María Reiche, aún es posible apreciarlos.
Muchos enigmas quedan aún sin resolver. ¿Cuál es el mensaje oculto en estos jeroglíficos que escribieron los sacerdotes, astrólogos o tal vez los científicos de la cultura Nazca? ¿Por qué los hicieron? ¿Era un homenaje a sus dioses? ¿Querían decirnos algo a los que llegamos después? Algunas teorías sostienen que se trata de un observatorio astronómico que permitía medir las estaciones del año para saber cuándo era el mejor momento para iniciar la siembra de la tierra, o la cosecha. Incluso, algunos se aventuran a encontrar en ellas las marcas de un aeropuerto para extraterrestres. En fin, el misterio llega más allá de nuestro alcance.
Puquios y ojos de agua Los puquios son manantiales donde el agua aflora naturalmente a la superficie. Junto con los lagos y ríos, son respetados por considerárseles puertas de entrada al Uku Pacha, o mundo de abajo. Estos espacios son la morada predilecta de diversos duendes y hadas, tales como la yara, el ichik ollgo o la warmi puquio.
Las mujeres embarazadas evitan pasar cerca de los puquios o beber su agua, pues el ichik ollgo les haría daño, ocasionándoles abortos. Por su parte, las hadas se presentan en sus orillas y hechizan a los hombres para llevárselos bajo su superficie y tener hijos de ellos. Cuando una persona duerme cerca de un puquio, toma agua de él o se tropieza al pasar cerca de uno, puede contraer llapchay o el chacho, que es el mal del puquio. Se le hincharán los pies y las manos, le vendrán dolores de barriga, entre otros síntomas. También podría adquirir el susto o la enfermedad del viento. Pero son tantos los seres que habitan estos ojos de agua que no es fácil saber cuál de ellos es el causante de la dolencia. El curandero deberá consultar a la coca y, una vez identificado el agresor, podrá hallar la cura. Como está dicho, muchos de estos manantiales son misteriosos y peligrosos para el poblador ignorante, pero sus orillas son la residencia preferida de los chamanes, quienes reciben la energía y protección de los espíritus tutelares que moran en ellos. Las Huaringas, en la sierra de Piura, están consideradas entre las lagunas más poderosas. Por otra parte, es increíble la cantidad de lagos que, según la tradición popular, fueron formados sobre antiguas ciudades, como castigo divino a la maldad de sus moradores. Larga es la lista, que incluye a las lagunas de Paca, Pomacanchi, Choclococha, Soposoa,
Caballococha, Lanahuaje (cerca al Ausangate), Pacucha, Langui, Waypun y el gran Lago Titicaca, entre muchos otros. La historia que se cuenta en cada una de ellas es semejante; un forastero llega a la próspera ciudad vistiendo harapos y suplicando algo de comer. Los pobladores egoístas le niegan toda ayuda. Solo una familia le ofrece alimento y descanso. Como resultado, se les informa que la ciudad será destruida y ellos los únicos que se salvarán. Reciben el aviso para escapar a tiempo y la orden de no voltear la mirada al huir. Logran ponerse a salvo pero, llevado por la curiosidad de presenciar la destrucción del pueblo, un miembro de la caravana voltea la vista y queda convertido inmediatamente en piedra. Aún hoy es posible distinguir tales piedras, con formas humanas, cerca de las lagunas. Algunas de estas ciudades sumergidas fueron reconstruidas por los sirinos (sierra) o los yacuruna (selva), quienes actualmente las habitan. Ocasionalmente puede escucharse las voces de estos seres o notarse bajo el agua la cúpula de alguna de las construcciones como prueba de la veracidad de estas historias. Por otro lado, en algún lugar de Cañete es posible encontrar una famosa laguna encantada. O, mejor dicho, no es posible encontrarla; esta laguna tiene la particularidad de desaparecer y aparecer luego en otra ubicación. Los pastores que la han visto aseguran que sus aguas cambian de color y que un raro animal sale de su centro y se mueve formando torbellinos en ella. Pero al volver al lugar donde quedaba, nunca la pueden hallar por segunda vez. Otra célebre laguna es la Huacachina, oasis ubicado en medio del desierto, en el departamento de Ica. Cuentan los iqueños que una vez al año pide un hombre, siempre un extranjero. Normalmente es un turista quien, ignorando el peligro, ingresa a sus aguas para nadar y no regresa más a la superficie.
Machu Pichu Muy cerca de Cusco, hacia el noroeste, hay una zona en la que el río Urubamba toma el nombre de Vilcanota. En una cima, a 600 metros de la corriente y resaltando sobre la rica vegetación, está erigida la famosa ciudadela de Machu Pichu, actualmente reconocida como una de las siete maravillas del mundo moderno. Y no es para menos. La ciudad sagrada contiene innumerables construcciones hechas con grandes piedras, de forma única y empalme perfecto. Muchas personas que la han visitado han podido sentir la gran energía que brota de estos bloques pétreos. Las interrogantes surgen por todas partes: ¿Cómo los incas transportaron esas pesadas piedras si no conocían la rueda? ¿Cómo las tallaron de manera tan perfecta? ¿Cuál era el objetivo de tamaño esfuerzo?
Su emplazamiento estratégico en la cumbre permitía que fuese defendida por un pequeño grupo de valientes guerreros. Sin embargo, no parece tratarse de una fortaleza. Más bien, incluye espacios para vivienda, lugares de culto y observatorios astronómicos. Entre estos últimos destaca el intihuatana, o reloj solar. Machu Pichu fue abandonada misteriosamente por sus habitantes, tal vez por una epidemia, o escapando de una invasión. Otros autores afirman que la orden de deshabitarla provino de un Inca, como una forma de expresar rechazo por su antecesor, quien la utilizaba frecuentemente como centro de descanso. Por su difícil acceso, los conquistadores españoles jamás la hallaron. La ubicación se mantuvo en secreto por muchos años, hasta la llegada de Hiram Bingham, profesor de la Universidad de Yale, quien se dedicó a su estudio y difusión. El mérito de su descubrimiento para el mundo occidental le corresponde solo a él.
El Dorado (Paititi) Cuenta la leyenda que esta ciudad secreta contenía más oro y plata que todo el encontrado en el Tawantinsuyo. Los incas más ricos y poderosos la habitaban. La fastuosidad desbordaba sus calles y plazas. Sus calzadas estaban tapizadas de oro y piedras preciosas. La arquitectura era soberbia, los palacios inmensos y las paredes construidas de oro macizo, con incrustaciones de rubíes, esmeraldas y turquesas. Apenas supieron de su existencia, esta ciudad se convirtió en el objetivo máximo de los conquistadores. Numerosas expediciones se hicieron a lo largo de los siglos XVI y XVII en su búsqueda. Notables comandantes, tales como Francisco de Orellana, Nuñez de Balboa, Pizarro y Almagro, incursionaron en la espesura de la selva, con la esperanza de disfrutar de su riqueza sin par. Pero no fue oro lo que encontraron; en cambio, tropezaron con un insoportable calor, lluvias torrenciales, enfermedades tropicales, colmillos y aguijones de las fieras, y con las flechas y dardos de los nativos amazónicos.
Otros esperanzados exploradores partieron desde Colombia, Brasil, Inglaterra y Francia y entre todos repasaron varias veces las cuencas de los ríos Marañón, Napo, Putumayo, Amazonas y Caquetá, con idénticos resultados. Por si algún intrépido lector quisiera emprender su búsqueda, ya queda advertido; sepa que allí no se encuentra. Esto es todo lo que podemos decir con respecto a El Dorado. No sabemos dónde se ubica. No es destino de ninguna agencia de viajes. Esta ciudad permanece oculta en alguna parte de nuestra Amazonía. Cada vez que se le aproxima un occidental, desaparece para proteger el misterioso tesoro que nunca le será arrebatado.
Casas embrujadas Antes de la llegada de la luz eléctrica, los peruanos se iban a dormir muy temprano y cerraban las puertas con cerrojo, para evitar encontrarse con los condenados. Sin embargo, la idea de encerrarse resulta totalmente inútil e ingenua si uno se encuentra dentro de una casa embrujada. Existen en nuestro país muchas casas pobladas de espantosos fantasmas. Algunos se manifiestan a los mortales y otros simplemente miran las cosas pasar, en silencio. Realmente uno no se entera de que están allí. Los indicios más frecuentes de la presencia de fantasmas son: objetos que cambian de lugar, vidrios que se rompen sin motivo, sonidos de pasos en las escaleras, puertas que se cierran solas, corrientes de aire gélido, una respiración en la nuca, pasos arrastrando cadenas o la sensación de un ambiente “pesado”.
Hace muchos años alcanzaron cierta fama los espantos de la quinta Heeren, complejo residencial construido en Lima en 1880. Inicialmente deambularon por sus pasillos presidentes y embajadores, para luego dar paso a espectros y fantasmas de lo más aterradores. Se cuenta que las apariciones comenzaron tras el deceso de un ciudadano japonés, quien se suicidó al verse agobiado por las deudas. Pero sin duda fue la Casa Matusita la más famosa de las mansiones embrujadas en la capital durante el siglo XX. Aquellos valentones que a ella ingresaron, salieron con los ojos desorbitados, botando espuma por la boca y habiendo perdido la cordura, por lo que poco se sabe de lo que realmente ocurrió allí dentro.
Como sabemos, muchas de estas apariciones ocurren en donde existen tapados o tesoros escondidos o donde existan almas purgando alguna deuda, que no les deje partir al
más allá. Acerca de estas casas embrujadas se tejieron innumerables historias que poco a poco van dejando de contarse. ¿Dónde están hoy estos fantasmas? nos preguntamos. Parece que, finalmente, han sido liberados o, tal vez, cansados de no gozar de la atención que antes recibían, prefirieron guardarse en sus sepulturas para, ahora sí, dormir en paz.
PALABRAS FINALES De esta manera llegamos al final de un libro cuya rigurosidad científica es incuestionable. Todos los personajes, lugares y hechos relatados en él son absolutamente reales; sean imaginados o no. A pesar del paciente y minucioso trabajo de investigación que nos trajo hasta aquí, nos queda claro que este escrito no agota el extraordinario tema que nos ocupa. Tan solo lo aborda someramente. Confiamos en que nos disculparán: los escépticos, por no haber cuestionado la naturaleza de lo mágico; los creyentes, por no haber incluido a la totalidad de seres avistados en cada uno de los pueblos que conforman el país.
A pesar de la luz, la ciencia y la carretera, la magia no morirá. No debe. Pensamos con optimismo que lo que la mantiene viva, la tradición oral, no desaparecerá finalmente. Antes bien, se adaptará a los nuevos tiempos, así como los fantasmas cambiaron de costumbres, los duendes de vestimenta y los brujos de procedimientos. Cuando niños tuvimos la suerte de - en preciadas noches junto al fuego - escuchar algunos de estos relatos de labios de nuestros mayores. Entre el temor y el asombro los guardamos en el equipaje y aún hoy cargamos con ellos. Del mismo modo, nuevas noches en vela vendrán en las que otros clanes se reunirán, a media luz, para compartir semejante experiencia. Donde exista un espacio para recordarlos, allí estarán, observándonos desde un rincón, todos y cada uno de ellos, los seres mágicos del Perú.
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