Ser Terapeuta 30 Años Navegando en Mundos Ajenos

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Descripción: Libro recomendado para la práctica clínica de la psicología....

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Ser Terapeuta 30 años navegando en mundos ajenos

“La individualidad de nuestra experiencia es lo que la ciencia jamás será capaz de resolver” Jonah Lehrer (2007), Proust was a neuroscientist, p. 73

Ser Terapeuta 30 años navegando en mundos ajenos

Augusto Pérez Gómez Ph. D. Psicólogo egresado de la Universidad Nacional de Colombia; Doctor en Psicología de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. Profesor Titular de la Universidad de los Andes (1977-2002). Profesor Visitante de la Universidad de Londres, School of Medicine, Chelsea & Westminster (1994-1995). Profesor Visitante de la University of Medicine and Dentistry of New Jersey, Robert Wood Johnson Medical School, New Jersey, Estados Unidos (2003-2006). Obtuvo en el 2006 el National Award of Excellence in Blending Research and Practice, de la National Hispanic Science Network de los Estados Unidos. Tuvo a su cargo la dirección del Programa Presidencial Rumbos (1998-2002). Actualmente es Director de la Corporación Nuevos Rumbos.

Ser terapeuta. 30 años navegando en mundos ajenos 1ª edición, El Manual Moderno, 2011; 2ª edición, El Manual Moderno, 2015; D. R. ©2015 por Editorial El Manual Moderno (Colombia) S. A. S. ISBN libro impreso: 978-958-9446-85-0 ISBN Edición digital: 978-958-9446-86-7 Editorial El Manual Moderno (Colombia) S. A. S. Carrera 12A No 79 - 03/05 E-mail: [email protected] Bogotá, D. C., Colombia

Impreso en Colombia en los talleres de: Disonex S. A. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en sistema alguno de tarjetas perforadas o transmitida por otro medio –electrónico, mecánico, fotocopiador, registrador, etcétera– sin permiso previo por escrito de la editorial. All rights reserved. No part of this publication may by reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted in any form or by any means, electronic, mechanical, photocopying, recording or otherwise, without the prior permission in writting from the publisher.

y el diseño de la portada son marcas registradas de Editorial El Manual Moderno, S. A. de C. V.

Pérez Gómez, Augusto, 1947Ser terapeuta : 30 años navegando en mundos ajenos / Augusto Pérez Gómez -- Bogotá : Manual Moderno, 2015. 252 p. Incluye notas a pie de página e índice temático. ISBN 978-958-9446-85-0 / 978-958-9446-86-7 (e-book) 1. Psicoterapia – Casos 2. Psicoterapia – Relatos personales I. Título CDD: 616.8914 ed.20

CO-BoBN– a968585

Diagramación: Aristóbulo Rojas Ch.

Contenido Introducción ................................................................................................. 7

Capítulo 1: Ser terapeuta Saber escuchar ....................................................................................................... 13 La interpretación .................................................................................................. 17 Valentina: la vida es sueño ....................................................................... 29 Los prejuicios ........................................................................................................... 35 Religiosidad versus espiritualidad ................................................................ 41 Aurora y Juan Carlos ................................................................................... 43 ¿Quién es el terapeuta? ..................................................................................... 47

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Capítulo 2: Los procesos El consultorio .......................................................................................................... 53 La primera entrevista .......................................................................................... 56 Jimena ................................................................................................................. 57 ¿Qué espera el consultante? ........................................................................... 59 Tipos de casos ........................................................................................................ 60 Alberto: un caso imposible ..................................................................... 62 Graciela A.: un caso irritante .................................................................. 69 Clara: los resultados inesperados ......................................................... 70 Armando: las pequeñas sorpresas ....................................................... 84 Sebastián: un caso difícil de explicar .................................................. 86 Juana: un caso sin metas precisas ........................................................ 91 Los casos desagradables .................................................................................... 99 Santiago: las terapias largas .................................................................. 101 Camilo: un caso... de película .............................................................. 106 Los éxitos ................................................................................................................ 119 Beatriz: un logro en tres sesiones ...................................................... 123 Sofía: buscando la paz después de las tormentas .................... 129 Los fracasos ........................................................................................................... 141 Germán: la fealdad está en el ojo de quien se mira ................ 141 Sandra: la intolerable autodecepción ............................................. 163 Eduardo: el placer del dolor ................................................................. 166

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Ser Terapeuta Los conflictos con los consultantes ......................................................... Constanza: ser objeto o ser sujeto ................................................... Juana y Andrés: ¿dónde están los límites? .................................... Las frustraciones ................................................................................................. Irma: pobre otra vez ... ¡jamás! ............................................................. María: Stabat mater ................................................................................. Los errores Lucía: un error de simplificación .......................................................

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Capítulo 3: El mundo de la terapia El mundo de la pareja ...................................................................................... Julieta y Antonio: el desgaste de los celos .................................... Camila y Bernardo: lo que empieza mal… ................................... El mundo gay ....................................................................................................... Francisco: un personaje en busca de aventura .......................... Las satisfacciones de poder ayudar y sus compensaciones inesperadas ............................................................. Un profesor de Arquitectura .............................................................. Algunas situaciones extremas: las angustias del sida y las tensiones del secuestro ......................... Carolina: entre lo trágico y lo cómico ............................................ El mundo de las drogas .................................................................................. La ética terapéutica .......................................................................................... A manera de cierre: el proceso de envejecimiento .........................

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Índice temático ................................................................................................... 247 Índice onomástico ............................................................................................. 249

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Introducción

He tenido frente a mí, a lo largo de 30 años bien contados, más de 2600 personas en esa situación tan peculiar que se llama ‘psicoterapia individual’. Algunas de ellas me maravillaron y dejaron su marca para siempre; algunas hicieron de mi vida, transitoriamente, una tragedia: hablo de esa única que se suicidó y de otras que estuvieron a punto de hacerlo. Una me hizo experimentar una de las situaciones más ridículas que he atravesado y ahora la recuerdo con una sonrisa; otras me hicieron vivir la profunda decepción de no saber cómo ayudarlas. Con muchas de ellas me reí incluso en momentos de intenso dolor y con algunas más tuve el efímero placer narcisista de sentirme como un mago que logra ejecutar aquel truco que parece imposible. Con muchas sentí que, al abrirme las puertas de su mundo privado, me daban la oportunidad de convertirme en alguien que, sin ellas, no habría siquiera podido vislumbrar. Todas esas personas contribuyeron en gran medida a hacer de mí la persona que soy ahora: un ser humano mejor de lo que habría podido llegar a ser si no hubieran aparecido en mi vida. Siento una profunda deuda con ellas y quiero agradecerles, desde el fondo de mi alma, el que me hayan permitido acceder a su dolor, su tristeza, su angustia, y también a su reconciliación con ellas mismas y con la vida.

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Ser Terapeuta El desencadenante para escribir estas notas fue la decisión de destruir todas las historias clínicas acumuladas durante más de 30 años1, básicamente por dos razones: una, por la falta de espacio, y la otra, porque me parecía irresponsable dejar documentos que, en todos los casos, resultan extremadamente comprometedores para sus propietarios, puesto que hablan de su intimidad, de sus dolores grandes o pequeños, y de las situaciones que los hicieron sufrir. Las leí todas y las resumí en una grabación codificada para cada persona. Y como algunas se han convertido en figuras de gran notoriedad pública, cuando cito su historia, solo digo que no diré nada. Sin excepción, los casos que cito son reales, pero he hecho todo lo necesario para que esas personas sean irreconocibles: cambié las edades, las características físicas, las profesiones, los niveles educativos, los lugares de procedencia, los sitios de trabajo, el estado civil y, a veces, hasta el sexo. En buena parte de los casos, dudo que si esas personas leen este libro puedan reconocerse a sí mismas; estoy seguro de que, por lo menos, dudarán si es de ellas de quien estoy hablando. No he tomado ningún riesgo en lo que se refiere a la confidencialidad. Este no es un libro sobre técnicas terapéuticas: hay cientos de ellos –entre esos uno escrito por mí–, los cuales, al ubicarlos dentro de una determinada orientación, todos los de ese grupo dicen cosas muy similares. Pero en esta edición añadí un capítulo sobre la interpretación, el cual sirve de complemento a la primera sección sobre la escucha (‘saber escuchar’), y que requería de algunos detalles académicos más que vivenciales. En todo caso, como el libro está lleno de transcripciones, el lector no

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1 Las historias clínicas que tienen menos de 10 años, y que por ley debo conservar, se encuentran bien protegidas y representan menos del 20 % del total.

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Introducción tendrá ninguna dificultad en identificar cuáles son mis formas de interpretar. Voy a hablar de la experiencia de ser terapeuta, de los gajes del oficio, de los errores y de las satisfacciones; de la fatiga, de los aprendizajes y del proceso de envejecer siendo terapeuta; de los momentos de tensión, de los riesgos de suicidio; del acompañamiento en el proceso de buscarse y, a veces, de encontrarse; del enriquecimiento personal que está asociado a ser terapeuta y de las decepciones que ocasionalmente implica serlo. No se trata de un libro dirigido a quienes han hecho o quieren hacer de la terapia un negocio; es, más bien, un libro para aquellos que desean considerar la posibilidad de entrar en un camino oscuro, lleno de neblina y que no se sabe a dónde lleva, el cual, frecuentemente, permite descubrir aspectos insospechados de uno mismo. También es un libro para aquellos que ya han recorrido ese camino y quieren reflexionar sobre su propio periplo, ya sea como terapeutas o como consultantes. Es esta la razón por la cual presento algunos casos de una forma extensa: para que quienes los lean puedan tener una idea bastante precisa de lo que ocurría en las sesiones. No presento, casi nunca, análisis colaterales porque no pretendo ofrecer ni conocimientos técnicos ni teorías: mi aspiración es que los lectores hagan sus propios análisis y se piensen a sí mismos en esas situaciones, donde yo solo juego el papel de un ‘fantasma’. A veces, trato de ayudar formulando algunas preguntas que pueden resultar útiles, si bien, seguramente muchos no las necesitarán. En otras palabras, este libro se dirige a quienes se preguntan cómo es ser terapeuta y cómo es estar en terapia. Recientemente, algunas prestigiosas revistas de psicología y de psiquiatría nos informan que las terapias

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Ser Terapeuta fundadas en el habla –las llamadas talking therapies a las que un psiquiatra colombiano gran defensor de repartir, a diestra y siniestra, Prozac® y Rivotril®, llama terapias de bla-bla– han sufrido una notable disminución en frecuencia, mientras que los tratamientos farmacológicos aumentan cada vez más: los pomposos ‘bloqueadores de la recaptura de la serotonina’ y sus numerosos sucedáneos nos prometen el ‘mundo feliz’ de A. Huxley, tan engañoso hace 70 años como ahora. Los humanos hablamos y a través del habla nos miramos a nosotros mismos, a nuestra historia, a nuestro presente y a nuestro futuro. Casi todos sabemos que la ‘píldora de la felicidad’ no es más que uno de los mitos inventados por la industria farmacéutica. Siempre habrá personas que prefieren hablar a tragarse una píldora, incluso si hacerlo (hablar) es criticable. O doloroso. O triste. ¿O criticable, doloroso, triste y muchos otros adjetivos2. La tarea que me propuse al escribir este libro no era posible sin exponer partes de mí mismo. Eso me hizo dudar muchas veces sobre la conveniencia de escribirlo, porque en la actualidad hay toda una tendencia de ‘pornografía exhibicionista’ que consiste en hablar de uno mismo. Pienso que la lectura de estas páginas mostrará que no tengo ninguna complacencia conmigo, pero tampoco falsas modestias: solo puedo decir, como Neruda, que confieso que he vivido… como terapeuta. También debo ser claro: todo lo que se afirma en este libro solamente me señala a mí como responsable, pues

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2 Al respecto, deseo sugerir a mis lectores un libro que me parece excepcional y que analiza de manera exhaustiva el engaño de las ‘píldoras de la felicidad’ y la conversión de la tristeza común en una enfermedad que necesita tratamiento: la depresión. Greenberg, G. (2010). Manufacturing depression. The secret history of a modern disease. New York: Simon & Schuster. El rechazo en 2013 del DSM-5 por parte del National Institute of Health de los Estados Unidos muestra que las fracturas dentro de la psiquiatría son inocultables.

Introducción

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con frecuencia digo lo que pienso sobre temas que resultan sensibles para muchas personas; sé que algunas de mis afirmaciones despertarán cierto rechazo (como cuando hablo de lo ‘políticamente correcto‘): lo que el lector debe saber es que nunca tengo el propósito de ofender a nadie, pero sí de expresar lo que pienso de manera abierta, explícita y totalmente debatible. Quiero cerrar esta breve introducción con un pequeño regalo a quienes deseen vivir esa experiencia, así como a quienes tengan la intención de convertirse en terapeutas. Se trata de un viejo proverbio chino que fue inventado siglos antes de que aparecieran los terapeutas, pero que ya los prefigura: ¡Qué loca aventura es esa de querer cambiar a tu semejante! Porque si llegara a cambiar, solo seguiría siendo tu semejante al precio de tu propio cambio. Y a los otros, a esos que creen en los milagros, una frase impactante de uno de mis consultantes, cuya justeza he ido verificando una y otra vez a través de mi vida: Uno solo cambia para parecerse cada vez más a sí mismo…

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Capítulo 1

Ser terapeuta Saber escuchar

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Ser terapeuta es saber escuchar

Saber escuchar es, contrario a lo que podría creerse, una actividad extremadamente compleja y, definitivamente, no es una posición pasiva. Quien escucha se compromete profundamente con la persona a quien escucha. Se compromete, por ejemplo, a asumir un marco de referencia que no es el suyo y que tampoco conoce: tendrá que irlo descubriendo y construyendo. Esa es la condición para conseguir cualquier nivel de comprensión de la persona que tiene al frente. No solo se escucha el discurso verbal: se escuchan los silencios, las risas y el llanto, las miradas, las posiciones corporales. Se escucha al otro como un todo. Escuchar no es simplemente permanecer en silencio frente a alguien que habla. Se escucha cuando se ponen en relación ciertos contenidos actuales con otros anteriores. Se escucha cuando se establece relación entre lo que se observa en el aquí y en el ahora con ciertas cosas que se saben. De esa manera se podrá evitar hacerle psicoterapia a un tumor cerebral, o confundir una psicosis tóxica con un episodio esquizofrénico, o atribuir ciertos síntomas a un resfriado en vez de al consumo crónico de cocaína.

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Un terapeuta se compromete a tratar de entender. Pero este no es un ejercicio intelectual sino un esfuerzo para ayudar al interlocutor a que entienda, interprete y decida sobre lo que le ocurre. Y, especialmente, a que examine sus emociones y la relación que tienen con sus conductas y pensamientos. Un terapeuta se compromete a acompañar a su consultante en un camino que nunca está sembrado de pétalos de rosa, ni de pétalos de ninguna otra clase; no obstante, a veces se encuentran en ese camino, no solo flores, sino inmensas riquezas. Si alguien no sabe escuchar y no es capaz de comprometerse, es mejor que busque otro oficio. Aquel terapeuta que cree que su responsabilidad se limita al tiempo compartido entre las cuatro paredes del consultorio, tiene montado un negocio, pero no es un verdadero terapeuta. Ser terapeuta es un oficio, como ser carpintero, pianista o cirujano. Solo que en un nivel diferente de la experiencia. Como cualquier oficio, ser terapeuta es algo que se aprende, pero que también exige habilidades y competencias personales que algunos humanos tienen y otros no. No todo el mundo puede ser cirujano o carpintero o pianista. O mejor: no todo el mundo puede ser buen cirujano, buen carpintero o buen pianista. Es verdad que cualquiera puede clavar una puntilla, lo que no lo hace un buen carpintero; cualquiera puede tomar clases de piano e interpretar una canción popular, lo que no lo convierte en pianista; y cualquiera, como Jack el Destripador, puede actuar como “cirujano gástrico aficionado” y abrirle el vientre a alguien de una puñalada, pero eso no lo convierte en un auténtico cirujano. Por supuesto, los mediocres siempre encuentran un espacio libre, porque ese espacio es bastante amplio.

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Ser Terapeuta Se aprende a manejar la escucha. Se aprende a manejar la voz. Se aprende cómo decir ciertas cosas. Se aprende a discernir cuándo es pertinente preguntar, afirmar, parafrasear o permanecer en silencio. Saber escuchar implica disponer de una tela de araña en la que se incluyen hilos de conocimientos, hilos de interpretaciones, hilos de asociaciones, hilos de exploraciones, hilos de comprensión e hilos de autoanálisis. Un terapeuta sabe, y debe saber, muchas cosas: sabe cómo puede evolucionar un determinado trastorno y conoce qué debe hacer para encauzar esa evolución en una dirección determinada. Sabe cuáles son los riesgos de cada una de sus intervenciones. Sabe que, para romper la cronicidad de un problema, puede ser necesario producir una crisis; pero sabe también que no puede ‘soltar al dragón’ sin asumir ciertas consecuencias. Y las asume. Y toma las precauciones necesarias para no perder el control de la situación. O decide que es mejor no soltar al dragón. Un terapeuta sabe que todo lo que haga es el resultado de una interpretación, correcta o equivocada, pero siempre, una interpretación. Cuando es correcta puede, incluso, producir un resultado desastroso si se presenta en el momento inadecuado o de manera inapropiada. Por el contrario, una interpretación falsa puede producir un resultado positivo si quien la recibe considera que es una luz que le permite entender algo que antes no entendía. Un terapeuta sabe que hay muchas formas de interpretación: desde la respuesta en eco, que no posee ni un elemento más de contenido que el enunciado por el consultante, hasta la más osada de las inferencias, que no posee ni un solo elemento en común con lo enunciado por el consultante.

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Un terapeuta sabe que su trabajo es una exploración en busca de sentido. Eso es lo que yo llamo “espeleología psicológica”, es decir, la exploración de las cavernas oscuras y profundas de lo humano. Ser terapeuta implica inventar cuerdas de descenso, ganchos de apoyo, linternas que permitan entender. Algunos de esos instrumentos ya existen, son conocidos y se enseñan en los procesos de supervisión; pero otros son propios y solo pueden ser descubiertos o inventados, nadie los puede enseñar. Un terapeuta no solo explora –o ayuda a explorar–, al “otro”, sino que también es capaz de explorarse en todo momento. Es decir, es capaz de “mirar hacia adentro”. Esto le permitirá saber, cuando hace una pregunta, si realmente necesita la información o si solo siente curiosidad; si lo que hace es una respuesta a los intereses de su consultante o a los intereses propios. O si es un disparo en el vacío. Un terapeuta es capaz de preguntarse si eso que está a punto de hacer o de decir, lo haría o lo diría si supiera que las cámaras de un noticiero de televisión lo están grabando. O si no lo haría ni lo diría en esas condiciones. Y procedería a preguntarse qué es lo que le ocurre con esa persona, a la que parecía dispuesto a hacerle daño o, en cualquier caso, a atropellar en mayor o menor grado. Un terapeuta es capaz de preguntarse qué es lo que está sintiendo por la persona que tiene al frente (interés, afecto, aburrimiento, atracción sexual, rechazo) y está dispuesto a compartir eso con otros colegas. Solo así podrá evitar perder el control sobre lo que está sintiendo, porque nunca hay que perder el sentido de las dimensiones: un terapeuta es simplemente un ser humano que siente las mismas cosas que todos los otros humanos; la única diferencia es que ha aprendido a canalizarlos de una forma particular, o por lo menos, mientras está en terapia.

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La interpretación En la sección anterior hice unas breves alusiones a las interpretaciones, pero creo que vale la pena profundizar algunos puntos. Y lo voy a hacer en un tono ligeramente más académico que el que caracteriza en general a este libro. Si asumimos que interpretar es asignar un significado, todo en la comunicación sería interpretación, esto es, utilización de un código ya sea verbal o no verbal. Alguien me envía un mensaje que yo debo decodificar, utilizando como principio el mismo código; en ese momento, le atribuyo un sentido, un significado a lo que acabo de recibir y reacciono en consonancia. El problema del significado es uno de los más complejos de la psicología y ha sido abordado por casi todos los filósofos importantes de la historia de Occidente desde la época de la Grecia clásica, así como también por muchos psicólogos. Entre los más notables en el ámbito clínico, se encuentra Viktor Frankl, creador de la logoterapia (terapia del sentido), quien se hizo célebre por sus obras sobre el significado3. Cómo operan los mecanismos cerebrales asociados a la asignación de sentido atrae poderosamente la atención de los neurocientíficos contemporáneos y lleva incluso a la aparición de libros excepcionales como el más reciente del portugués António Damásio (2010)4.

3 Al respecto invito a los interesados a consultar los libros El hombre en busca de sentido (1991). Barcelona: Herder; y una versión actualizada en el año 2000 de Der Unbewusste Gott (1948) publicada en inglés bajo el título Man’s search for ultimate meaning (2000). Cambridge, MA: Perseus Publishing. 4 Self comes to mind: Constructing the conscious brain, New York: Vintage Books; en español publicado por Planeta como Y el cerebro creó al hombre.

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Ser Terapeuta La hermenéutica es el campo de estudio que se especializa en la interpretación de textos, originalmente de carácter religioso. La etimología de la palabra remite al dios griego Hermes (el Mercurio romano), quien tenía, entre otras, la función de explicarles a los humanos los significados implícitos escondidos en los mensajes de los dioses. La secularización de la hermenéutica es el resultado de la constatación de que existen significados implícitos en muchos de los mensajes que intercambian los humanos, por lo que la disciplina ha pasado a ser un instrumento esencial para la epistemología, la psicología y otras disciplinas sociales, y se ha visto enriquecida por su contacto con la literatura, la historia y las artes en general. Existen dos corrientes: la primera, conocida como objetivista, asegura que el significado reside en el texto y que es independiente de las interpretaciones; la segunda, mucho más fuerte, es liderada por el filósofo alemán Hans-Georg Gadamer5, quien promovió la idea de que la interpretación activa es fundamental para toda interpretación: la comprensión sería la interacción del horizonte provisto por el texto y el horizonte personal de su lector, en un momento determinado; de esta manera, se cierra un círculo hermenéutico: lo que entendemos se basa en lo que ya sabemos, y lo que ya sabemos viene del hecho de ser capaces de entender. Somos seres históricos. Mahoney, el más importante promotor de la psicología constructivista, piensa que la forma de ver las cosas de Gadamer es muy cercana a la del constructivismo (Mahoney, 1991, p. 92). El mismo Mahoney (1991, pp. 88-94) propone cuatro metateorías del sentido:

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5 Hay una abundante literatura en español sobre Gadamer. Probablemente su obra más influyente es Verdad y método, publicada en 1998 por la editorial española Sígueme, de Salamanca.

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Ser Terapeuta El asociacionismo físico, que se encuentra en los fundamentos del conductismo y otras teorías reduccionistas de comienzos del siglo xx, y para el cual el significado de algo resulta de asociaciones momentáneas con experiencias sensoriales previas; se trata, entonces, de una historia conductual o neurofisiológica. El representacionalismo añade una mediación cognoscitiva: el significado es una cuestión de correspondencias entre representaciones mentales y “el mundo tal como es”. Aquí se encuentran figuras familiares como Platón, Aristóteles, Pitágoras y Kant. El contextualismo asegura que el significado depende del contexto y lo demuestra de múltiples maneras. Lo esencial es que este enfoque muestra que el significado no está “en” los estímulos, sino que estos (incluyendo por supuesto las palabras, las frases, los discursos) están encastrados en contextos que modulan su interpretación. El contractualismo (del latín con-tractare, manejar, administrar), además de aceptar la importancia del contexto, afirma que el sujeto es un actor importante en los procesos de experimentar y modificar los significados, pues establece “contratos” con los contextos para interpretar las situaciones. Exceptuando el asociacionismo físico, por supuesto, las últimas tres metateorías articulan bien con las propuestas de Gadamer, y permiten atisbar la enorme complejidad del problema. Este se hace mucho más complicado al constatar que no solamente los humanos interpretamos: los animales también tienen la capacidad de dar significado o atribuir sentido a ciertos indicadores, como sonidos e imágenes; y pueden formular una “teoría” sobre lo que está ocurriendo, formular alianzas, resolver problemas, engañar (presentar comportamien-

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tos que le harán creer al observador algo diferente a lo que realmente está ocurriendo). Estos comportamientos pueden revestir una gran sofisticación, como lo muestran las investigaciones de expertos tan renombrados como Richard Byrne (1995) y Frans De Waal (1998). Pero indudablemente hay diferencias, las cuales están directamente ligadas con el espectro de elementos con los cuales se puede formular una interpretación. El lenguaje, más la virtualmente ilimitada capacidad del cerebro de crear conexiones entre eventos, incrementa exponencialmente las posibilidades de interpretaciones. Y, paralelamente, la de cometer errores. Usualmente, la interpretación consiste en poner un conjunto de datos resultantes de la observación dentro de un marco teórico. Eso lo hacen, claramente, todas las disciplinas sociales: la sociología trata de identificar patrones de conducta y asociarlos a la presencia de ciertas condiciones de diferente tipo (económicas, organizativas, de creencias); la antropología tradicional –la de Ruth Benedict, Margaret Mead o Malinowski– analizaba las conductas de los “salvajes” (tal era el término empleado con frecuencia) y las contrastaban con los esquemas de comportamiento “civilizados”. Aun cuando hoy ya no se usen tales términos, las comparaciones se siguen haciendo porque lo que llama la atención es lo “diferente” en las estructuras de comportamiento de ciertos grupos humanos, si bien, la forma de hacer teoría es muy distinta en la actualidad. La psicología intenta interpretar las conductas de los individuos en función de la asunción de algunos presupuestos relacionados con los determinantes de esas conductas: factores del medio ambiente, factores personales, mezclas de ambos. Todas estas aproximaciones tienen algo en común: los marcos de referencia utilizados para interpretar son externos y extraños a los sujetos cuyos comportamien-

Ser Terapeuta tos se están analizando; ellos no participan en la construcción de los parámetros con los cuales se construyen las teorías, no dictaminan qué es lo importante o lo no esencial, aun cuando pueden ser escuchados y pueden contribuir a que ciertos aspectos se modifiquen.

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¿Qué ocurre en terapia? Por definición, el proceso terapéutico es una búsqueda de sentido. A veces, una búsqueda de sentido de lo que se está sufriendo, de lo que algunos llamarían “los síntomas”; otras, puede ser tratar de entender el comportamiento de otra persona; en otras más, es la búsqueda de sentido de la propia vida. En todos los casos el terapeuta escucha e interpreta, pero no todos lo hacen de la misma manera. Los terapeutas de orientación psicoanalítica (y todavía hay muchos) tienen desde el primer instante un marco teórico construido, dentro del cual inscribirán todo lo que el sujeto diga y todo lo que vaya ocurriendo en la peculiar interacción que caracteriza a esa forma de hacer terapia. La asociación libre deberá permitir que el material reprimido aflore, de tal manera que poco a poco, gracias a las interpretaciones hechas por el terapeuta, todos los eventos se van encadenando hasta constituir una explicación que al consultante debe parecerle plausible (Frank & Frank, 1991). El problema es que si no le parece plausible, la conclusión probable del terapeuta es que la persona está presentando “resistencias”, no que él esté equivocado. Pero más allá de esto, Rogers y Kinget (1969, pp.13, 29 y 94)6 consideran que la interpretación, incluso si es perfectamente correcta, 6 Marian Kinget, belga de nacimiento, fue la asistente de Rogers en la Universidad de Michigan durante muchos años.

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Ser Terapeuta va en contra de los objetivos de la terapia, pues es amenazante −puesto que implica que el consultante no es capaz de conocerse y de juzgarse− y no permite la toma de conciencia ni la autodeterminación. En las llamadas “terapias de insight” (con influencia del psicoanálisis pero sin ortodoxia), se buscan la comprensión y el insight a través de la interpretación. La comprensión es un proceso parcialmente cognitivo, pero el solo insight (comprensión cognitiva o intelectual) no es suficiente: se requiere que la dimensión afectiva esté involucrada (Garfield, 1980). Rogers decía: El comportamiento es causado, y la causa del comportamiento es una cierta percepción o una manera de percibir. Para que el comportamiento cambie, debe vivirse7 un cambio en la percepción. El conocimiento intelectual no puede sustituir esto (1951, pp. 221-222).

Ivey, Ivey & Simek-Morgan (1993) definen el insight como “la habilidad de mirar información vieja desde nuevas perspectivas” (p. 194). Personalmente, yo lo definiría de otra forma: no se trata solamente de reinterpretar información conocida, sino de establecer conexiones entre eventos o emociones que aparecían separados o sin ningún tipo de vínculo. Es un mirar dentro de uno mismo que lleva a ver algo que no se había visto antes; es “tomar conciencia” de algo. De esta manera, mi forma de ver los insights se acerca a la de Frank & Frank: “Las interpretaciones producen insight. Este puede verse como un volver a trabajar el pasado que lleva al descubrimiento de nuevos hechos, así como al reconocimiento de nuevas relaciones entre hechos previamente conocidos y a la revaluación de su significado“ (1991, p. 204).

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7 La palabra utilizada en inglés es experienced e implica una fuerte carga emocional.

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Ser Terapeuta En cualquiera de las numerosas variantes del enfoque conductual se asume que el sujeto tiene creencias erróneas, irracionales, negativas, las cuales hay que identificar y destruir; o que la persona ha sido víctima de ciertos condicionamientos dañinos que es necesario neutralizar; o que ha adquirido ciertos hábitos que no son productivos. El terapeuta los identifica, hace que el sujeto los identifique también, y procede a tomar las medidas que considere oportunas. Sin embargo, hay una forma alterna de hacer terapia que parte de posiciones diferentes: aquellas que se derivan de los llamados “modelos centrados en el consultante” y de las terapias de influencia existencial. No es que no haya un marco teórico, por supuesto que lo hay, pero es muy diferente a los otros, porque parte de unas explicaciones etiológicas sobre los factores asociados con el origen de los problemas, que pueden encontrarse dentro o fuera del sujeto, y que están asociados con una percepción de las situaciones; pero, sobre todo, asegura que la comprensión solo será posible si se utiliza para lograrla el marco de referencia del sujeto mismo, no el del terapeuta. Rogers (1951) piensa que los insight son consecuencia de cambios en el yo, y no al revés. Yo creo que eso depende del procedimiento que se siga: si se interpreta, el insight puede ocurrir primero y generar un cambio en el yo; si se hace primordialmente reflejo de sentimientos, los cambios ocurrirían primero y la toma de conciencia o insight vendría después. La diferencia es que en el primer caso el consultante recibe la interpretación, mientras que en el segundo la construyen conjuntamente, pero es más labor del consultante que del terapeuta. Esto es profundamente consistente con la afirmación según la cual todas o casi todas las formas de terapia proporcionan al consultante una explicación o sistema

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Ser Terapeuta de creencias que le ayudan a entender su problema y esto aparece incluso en formas muy primitivas de ayuda (Frank, 1973; Frank & Frank, 1991). En el caso del enfoque de Rogers (1951) no ocurre así: el terapeuta no ofrece explicaciones ni sistemas de creencias: solo estimula a que el consultante permita que emerjan las suyas y las reconsidere en un contexto carente de juicio y cargado de aceptación incondicional, es decir, no amenazante. Brammer, Shostrom y Abrego (1989) dicen que el reflejo de sentimientos es una forma de interpretación en la medida en que el terapeuta selecciona el material que va a reflejar. Yo creo que tienen razón. De cualquier forma, la interpretación es un intento del terapeuta para ofrecerle significado al consultante o ayudarle a encontrarlo: se le presenta una hipótesis sobre las relaciones y significados de sus comportamientos y emociones, o se le ofrecen las condiciones para que él mismo lo vaya haciendo. Brammer et al. (1989) proponen cuatro formas de interpretación (pp. 252-256), a las cuales yo he añadido algunas subcategorías, especialmente en la primera: 1. Reflejo de sentimientos: el terapeuta no va más allá de donde ha ido el consultante en sus producciones verbales, pero selecciona lo que refleja. Pueden considerarse varias categorías: • Eco: el terapeuta repite exactamente lo que el consultante acaba de decir, aun cuando puede añadir tonos que modifiquen el acento de la frase. Poco frecuente, pero significa “lo estoy escuchando y, además, estoy pensando en lo que sigue”. • Paráfrasis: el terapeuta trata de decir el mismo contenido de lo que el consultante dijo, pero modifica la forma; con esto busca asegurarse de haber entendido correctamente:

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C: “Y con semejante cantidad de desgracias encima, la vida es demasiado triste…y así como para qué…” T: “Usted siente que cuando a uno le pasan tantas cosas malas pone en duda si vale la pena seguir”. • Resumen: con frecuencia es necesario “comprimir” lo que el consultante ha expresado, tanto con el propósito de presentar una visión de conjunto, como para verificar que se ha captado lo esencial. T: “Veamos si la estoy siguiendo bien: usted siente que en general las personas la rechazan porque usted es demasiado callada; y usted dice que es demasiado callada porque siente temor a cometer errores y que la rechacen más. Es como estar presa en un círculo vicioso… ¿Es eso correcto?” 2. Clarificación: refleja relaciones o significados que están sugeridos o implícitos en las ideas o sentimientos expresados por el consultante; el terapeuta agrega fuertes elementos cognoscitivos, lo cual estimula el pensar y profundizar más. Habría dos categorías: tipo asociativo y tipo sugestivo. • De tipo asociativo: implica poner juntas o hacer asociaciones entre las ideas o los sentimientos; habría cuatro formas: – Similitud de contenido: T: “Lo que me está contando que siente hacia su esposo se parece mucho a lo que hace unas semana describió que siente hacia su padre”. – Contraste: T: “Da la impresión de que lo que usted siente en su trabajo es exactamente lo opuesto de cómo se siente en su casa”. – Contigüidad: T: puede asociar ideas que están cercanas en el espacio y/o en el tiempo “¿Se

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Ser Terapeuta da cuenta de que cada vez que tocamos algo referente a su vida sexual usted dice que tiene dolor de cabeza?” – Distancia: T: “En la sesión de hace dos semanas usted utilizó palabras muy parecidas a las que está usando en este momento para describir lo que siente. Pero en la sesión de hace dos semanas usted hablaba de hace 12 años”. • De tipo sugestivo: el terapeuta sugiere ideas que están relacionadas con material ya presentado, en el que usualmente no hay nada nuevo. Sirve para reforzar un punto o para asegurar que algo quede claro. Estas pueden ser de muchos tipos, pero lo importante es saber que constituyen un recurso muy usado en terapia porque permiten ir dando pasos para concretar una idea que puede serle útil al consultante. T: “Usted parece estar creando con su novia actual el mismo tipo de relación que con su esposa anterior”. 3. Confrontación: el terapeuta llama la atención del consultante sobre ideas o sentimientos que están implícitos pero que él no ve o se niega a aceptar; se enfoca en establecer relaciones con el pasado y el presente y señala similitudes, diferencias y discrepancias. Los terapeutas rogerianos no utilizan este tipo de interpretación prácticamente jamás. 4. Interpretación profunda: el terapeuta introduce nuevos conceptos, relaciones y asociaciones que están enraizadas en la experiencia del consultante (o así lo cree el terapeuta) pero que están fuera de su

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campo de conciencia. Es lo que se conoce como “reencuadre”. Tampoco es utilizada por los rogerianos. La interpretación, entonces, es el complemento de la escucha, pero los terapeutas de diferentes orientaciones utilizan las múltiples variedades de interpretación de maneras distintas: algunos usan muy pocas y pocos las utilizan todas. Existen muchas maneras de presentar las interpretaciones: en forma de pregunta, asegurando algo, matizando y poniendo las frases en primera persona (“me parece…”, “me da la impresión…”), de manera que se entienda que es solo una hipótesis, no una verdad de a puño. Porque si de algo no tendremos nunca certeza, es de que nuestras interpretaciones sean correctas. Lo anterior es apenas un esbozo de las posibilidades interpretativas; no obstante, querría referirme a una más que no encaja en ninguna de las anteriores: aquella en la que el terapeuta envía un mensaje de alto contenido emocional y que puede ser, a la vez, muy sutil y muy claro. En un admirable artículo publicado hace más de 30 años, Troemel-Ploetz (1980) hace un análisis lingüístico y semántico de tres situaciones ocurridas en terapia: una de ellas, es una sesión de entrenamiento de terapeutas en la que uno de ellos expresaba su sentimiento de incompetencia, cuando a todas luces era una persona brillante. Luego de un momento de silencio, la terapeuta le dijo: I would come to you for therapy… Yo iría a terapia con usted… Tras esta frase tan sencilla se esconden una gran cantidad de implicaciones sobre las que vale la pena reflexionar.

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De esta manera, no hay duda de que la interpretación (sobre lo que el consultante dice, lo que expresa, lo que siente y lo que calla) es el instrumento fundamental de la terapia, no importa cuál sea la orientación teórica del terapeuta. Lo que variará será la forma de interpretación que se utilice, el grado de inferencia a partir de lo expresado por el consultante, y el momento de hacerla. Hermenéuticamente hablando, se interpreta porque se ha escuchado, y se escucha para interpretar.

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Valentina: la vida es sueño Valentina tiene 22 años, estudia arte en contra de la opinión de su padre (divorciado hace cinco años), quien considera que ella debería ser administradora de empresas. Valentina pide asesoría porque su vida está llena de sueños tormentosos y de períodos durante los cuales vomita hasta tres veces por día. Su familia tiene apariencia de ser altamente estructurada, pero en realidad se trata de un grupo en el cual ella y sus tres hermanos (dos hombres y una mujer, ella es la penúltima), viven bajo un control extremo de parte del padre, quien es un reconocido abogado criminalista. La madre es una figura pálida que abandonó el hogar sin muchas explicaciones. Esto no parece haber afectado demasiado a la familia. Yo nunca les pregunto a mis consultantes sobre sus sueños. Sin embargo, Valentina me cuenta en la primera cita que desde muy temprana edad tiene sueños en donde las constantes son la muerte de otras personas o de ella misma, la sangre, pedazos de cuerpos, ratas, agua y lodo; sueña que la persiguen para matarla o que ella mata a otros. Sueña también que se suicida o que la tienen presa en un castillo: APG (Augusto Pérez Gómez): ¿Y no es ese exactamente el sitio en el que vives? V (Valentina): … Sí… a veces he pensado que vivo en una jaula de oro. APG: Tal vez te sientes presa por la inmensa red de relaciones conflictivas que vives cada día. A pesar de una detallada exploración no se encontró ninguna evidencia de que ella hubiera sido víctima o testigo de eventos traumáticos: nunca había visto a nadie muerto ni a una perso-

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Ser Terapeuta na con una herida sangrante; tampoco había ocurrido ningún incidente en donde estuviera a punto de ahogarse (rasgo predominante en sus sueños con agua o con lodo) y, de hecho, era una excelente nadadora que disfrutaba hacerlo. Valentina siente una inmensa admiración por su padre, quien aparece constantemente en los periódicos y en la televisión, pero al mismo tiempo, tiene con él una relación profundamente conflictiva porque es la única de los cuatro hermanos que se ha atrevido a hacerle frente y a desafiarlo; y esto a pesar de que su padre nunca ha disimulado que la prefiere a ella por encima de sus hermanos. Desde la adolescencia, Valentina ha tenido una relación amorosa de una intensidad que ella misma califica como enfermiza, con un hombre apenas un año mayor que ella, a quien describe como “exageradamente bello –es a él al que miran, no a mí–, posesivo, celoso, apasionado y honesto… yo soy igual, salvo en que él es más bello (sonríe)… Durante mucho tiempo yo creí que era imposible encontrar un hombre mejor; si la relación no fuera tan dependiente sería perfecta” . APG: ¿No será que la dependencia es la base de la relación? V: Es posible, el problema entre nosotros son los celos… pero él me ha dicho que cree que yo lo escogí porque él es idéntico a papá: celoso, agresivo, infiel, él parece más hijo de mi papá que yo. Valentina cuenta otro sueño: visita la casa de una amiga y justo al bajarse del carro, salen de esta muchas ratas, ella entra en pánico e intenta regresar al carro el cual está invadido, no solo de ratas, sino también de zorrillos. APG: ¿Con qué asocias las ratas y los zorrillos?

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V: Las ratas con suciedad y los zorrillos con bosques y con algo exótico, además huelen mal. La casa de mi amiga me parece un poco sucia.

Ser Terapeuta APG: ¿No te parece que esa escena es similar a la del vómito? V: Yo no resisto ninguna tensión, a mí hasta un partido de fútbol me hace dar ganas de vomitar. A raíz del inicio de su terapia, el vómito de Valentina se incrementa y yo le digo: APG: Tal vez vomitar es necesario cuando uno está intoxicado física o simbólicamente.

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Tres meses después Valentina me dice que su vómito ha disminuido notablemente y que ahora tiene claro que estos episodios están muy relacionados con su novio, que él es el detonante de los episodios y que ella cree que es como si quisiera expulsarlo de dentro de ella misma. Un mes más tarde me informa que los sueños cargados de muerte y de destrucción están disminuyendo, también sensiblemente, y dice: V: Yo creo que idealicé completamente a Jorge: pensaba que era honesto pero no lo es; pensaba que era echado para adelante pero no lo es; pensé que era muy inteligente y ya no me parece… creo que estoy empezando a liberarme de él. Poco después Valentina relata un sueño muy complejo en el que ella arma seis escenas relacionadas: en la primera está con su amiga más cercana (Andrea), quien está completamente vestida de blanco, mientras que ella está completamente vestida de negro; están jugando con una pistola. En la segunda escena, Andrea está de espaldas a una gran ventana y Valentina está frente a ella, por lo que no la ve bien. Valentina oprime el gatillo pensando que el arma está descargada y mata a Andrea, ve cómo su ropa se empapa de sangre. Desesperada Valentina se le acerca, trata de reanimarla, pero está muerta; se llena ella misma de sangre pero como está vestida de negro se nota muy poco. En la tercera escena, Valentina sale corriendo con el arma, llega donde APG –quien la tranquiliza y recibe el arma que ella

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Ser Terapeuta le entrega–. En la cuarta, Valentina se va para su casa y se cambia para el entierro, llorando desesperadamente. En la quinta, llega a la sala de velación y la mamá de Andrea la abraza, lo cual hace que Valentina se sienta desesperada por la culpabilidad. Todo es confusión, tristeza y malestar durante el entierro. En la última escena, ha pasado un tiempo después de la muerte de Andrea; está en un jardín con muchas otras personas, se aleja y se sienta en una colina, llora por la culpa. Alguien se le acerca, no ve muy claramente quién es, es una persona conocida que le genera confianza. Él la abraza, la tranquiliza y Valentina le cuenta todo. Estas son algunas de las intervenciones que hizo APG: APG: ¿Crees que podría pensarse que el contraste en los vestidos de ustedes dos, simplemente representan partes de ti misma? APG: ¿Quién crees que podría representar Andrea? ¿podría ser que estuvieras matando algo en ti misma? APG: ¿Tal vez el arma podría representar algo que te hace daño, no? APG: Hemos hablado tantas veces de culpa y nunca hemos podido encontrar cuál podría ser la fuente; creo que cuando terminemos la terapia tú deberías seguir buscando. APG: Noto que el jardín es un tema recurrente en tus sueños. APG: Parecería que el hecho de poder hablarle a alguien de lo que te hace sentir culpable podría ayudarte a sentirte más tranquila. Este es el último sueño contado en terapia: “Estaba en un jardín con mi familia y veía muertos y muertos, algunos descuartizados. Pero había poca sangre. Yo les pregunto sobre qué hacemos con ellos y me decían que había que sacarlos; yo cogía brazos, manos, y los botaba por encima de la tapia como a un río y me daba un asco terrible. Al final yo estaba sola y solo quedaba un cuerpo entero y yo decía ¿cómo voy a hacer?, lo metí entre una

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Ser Terapeuta bolsa , lo arrastré y lo saqué… y el jardín estaba limpio, buscaba algo para limpiarme y lavarme y no encontraba nada”. APG: ¿Sabes qué, Valentina? Me parece que el jardín eres tú misma y estás sacando cosas realmente muertas de ti misma. Y ese último cuerpo podría ser Jorge.

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V: Siento mucha rabia de ver cómo permití que mi vida estuviera completamente controlada por lo de Jorge. ¡Ya no más! Es una liberación… siento que en mi vida ha habido un cambio muy profundo. Siento que cada día me quiero más, me siento orgullosa de lo que hago, mi ansiedad ha disminuido en un porcentaje inmenso, ahora hago más cosas que siempre quise hacer, me he hecho respetar yo misma y mis espacios.

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Ser Terapeuta Referencias Brammer, L. M., Shostrom, E. M. & Abrego, P. (1989). Therapeutic Psychology. Fundamentals of counseling and psychotherapy (5th. ed). Englewood Cliffs, NJ: Prentice Hall. Byrne, R. (1995). The thinking ape. Evolutionary origins of intelligence. Oxford, Great Britain: Oxford University Press. Damásio, A. (2010). Self comes to mind: Constructing the conscious brain. New York: Vintage Books. De Waal, F. (1998). The chimpanzee politics: Power and sex among apes. Baltimore: The Johns Hopkins University Press. Frank, J. D. (1973). Persuasion and healing. A comparative study of psychotherapy (2nd ed). Baltimore: The Johns Hopkins University Press. Frank, J. D. & Frank, J. B. (1991). Persuasion and healing. A comparative study of psychotherapy (3rd ed.). Baltimore: The Johns Hopkins University Press. Garfield, S. L. (1980). Psychotherapy. An eclectic approach . New York: Wiley & Sons. Ivey, A. E., Ivey, M. D. & Simek-Morgan, L. (1993). Counseling and psychotherapy. A multicultural perspective (3rd ed.). Boston, MA: Allyn and Bacon. Mahoney, M. (1991). Human change processes. The scientific foundations of psychotherapy. U.S.A.: Basic Books. Rogers, C. (1951). Client-Centered Therapy. Chicago, IL: Houghton Mufflin. Rogers, C. & Kinget, G. M. (1969). Psychothérapie et relations humaines (vol. II., 4th ed.). Louvain, Bélgica: Publications Universitaires de Louvain. Troemel-Ploetz, S. (1980). Interpretation, redefinition and paradox in Rogerian therapy. Psychotherapy: Theory, Research and Practice, 17(3), 246-257.

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Los prejuicios En un mundo de una hipocresía indescriptible como el nuestro, lo “políticamente correcto” impone sus normas a la brava, aun cuando todo el mundo sabe que se trata de una farsa. Lo “políticamente correcto” es un conjunto de aseveraciones sobre lo que está bien y lo que está mal, según unos sujetos que se atribuyen a sí mismos el derecho de imponer a los demás sus puntos de vista. Pero, en muchos casos, ni ellos mismos creen en lo que dicen, si bien se aseguran de que nadie se atreva a desafiarlos sin convertirse en objeto de agresiones, de desprecio y de burlas. Es políticamente “incorrecto” tener prejuicios. En público se considera algo despreciable. Pero, ¿quién no tiene prejuicios? Si hay algo que Carl Rogers aportó a la psicoterapia, fue el concepto de que un terapeuta debe ser una persona auténtica y honesta: de manera que me parece indispensable decir lo que sigue: yo tengo prejuicios, los conozco y los acepto; y me siento bastante cómodo con ellos, y así seguiré hasta que alguien me muestre que estoy equivocado. Si estoy equivocado, renunciaré a ellos y reconoceré humildemente mi error. Mis prejuicios se refieren a rasgos que considero permanentes e inalterables, y el objetivo de la terapia es, siempre, modificar algo. Creo, por ejemplo, que las personas avaras y codiciosas no son simplemente avaras y codiciosas: creo que hay algo mucho más de fondo. En toda mi vida, jamás he encontrado a alguien de quien pudiera decir “es avara y codiciosa, pero es muy buena persona”8. 8 Es totalmente lógico que así sea: la definición de una “buena persona” incluye como rasgo sobresaliente la generosidad, elemento ausente, también por definición, en el avaro.

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Tampoco he oído decir nunca que una persona que se caracterizaba por estos rasgos, un día se volvió generosa e indiferente ante el dinero: ni siquiera en los libros sobre milagros. La avaricia, la codicia y la estupidez tienen, en mi experiencia, una correlación cercana a 1. Creo que Molière estaría de acuerdo conmigo. La estulticia puede ser la madre de todos los vicios. Y la estulticia no es privilegio de unos pocos: afecta, así sea transitoriamente, a un número extraordinario de seres humanos. Incluso a personas notoriamente inteligentes y famosas. Sin embargo, muchos consideran “políticamente incorrecto” poner en evidencia tales cosas. Yo me niego categóricamente a ser “políticamente correcto”. No tengo ni expreso opiniones sobre “cualquier cosa”, pues eso solo lo hacen esas personas que son llamadas despectivamente por Chomsky “intelectuales”. Cuando algo me parece inaceptable, lo digo, aun cuando sé que a muchos les puede molestar que alguien diga eso. Hoy, decir que una persona es “negra“ es considerado como ofensivo por algunos; pero esas personas no consideran que sea ofensivo decir que una persona es “blanca”, lo cual muestra una actitud por lo menos curiosa; y en general, a las personas negras no parece incomodarles en absoluto describirse a sí mismas como tales (el famoso actor Bill Cosby dice frecuentemente “We, black people…”). Pienso que los eventos asociados a las dos últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos permitirán decir que referirse a alguien como “negro” no es, de ninguna manera, un insulto: nadie sueña con insultar al presidente de ese país, y especialmente no a causa del color de su piel. Salvo, evidentemente, personajes con la inteligencia de Silvio Berlusconi, que lo felicitan por “su bronceado”.

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Ser Terapeuta Quiero ir un paso más allá con un ejemplo bien concreto de mi desagrado con lo “políticamente correcto”. Algunos de los grandes del mundo dicen a veces enormes tonterías que les son toleradas porque son notables. Pero precisamente, no deberían tolerárseles por esa misma razón; al contrario, habría que criticarlos y a grandes voces. Tal es el caso de García Márquez, de quien quiero citar dos ejemplos: cuando afirma que no sabe si Mozart realmente existió porque “cuando es bueno es Beethoven y cuando es malo es Haydn”9, lo único que logra es poner de manifiesto su deseo de hacerse el interesante, como si no lo fuera ya, y sin necesidad de decir tonterías. Y tal vez revela también una pobre educación musical, pues los elementos comunes entre los tres no demeritan a ninguno: sería como decir, en el ámbito de la pintura inglesa del siglo xix, que Rosetti no existió porque cuando es bueno es Whistler y cuando es malo es Sargent-Singer… Pero además, García Márquez escribió hace cerca de 25 años una columna en la que calificaba de “celestial” la música de Haydn, refiriéndose específicamente a “La Creación”. Y esa frase denigrante sobre Haydn, uno de los más notables músicos de la historia de Occidente, choca con el tono romántico que emplea al decir inmediatamente después, alineándose con lo “políticamente correcto”, que “todo lo que suena es música, incluyendo los platos y los cubiertos en el lavadero”. El segundo ejemplo tiene que ver con la ortografía: todo el mundo sabe que García Márquez promovió el hacerla desaparecer; lo que sabe menos gente es que

9 García Márquez, G. (2002). Vivir para contarla. Bogotá: Grupo Editorial Norma, p. 542.

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jamás logró dominar ni siquiera sus reglas más elementales, y que sus manuscritos eran un dolor de cabeza para los editores por esa razón. Resulta ofensivo entonces, que hubiera propuesto que se elimine la ortografía simplemente porque él fue incapaz de aprenderla. Es ahí cuando los grandes muestran su inconmensurable pequeñez. Algo semejante podría decirse de esos artistas que se convierten en ídolos de los jóvenes y que promueven la legalización de las drogas porque ellos mismos son grandes consumidores y temen que un día terminen en serios problemas policiales por esa razón; entonces se disfrazan de “liberalizadores” y de personas de “avanzada”. Es verdad que todos los grandes hombres suelen padecer de pequeñas mezquindades. Sin embargo, los grandes mezquinos suelen ser pequeños seres en grandes posiciones. Pero también hay hombres grandes que dicen cosas maravillosas. Como Einstein. Especialmente aprecio su frase referente a lo único más grande que el universo, a saber, la estupidez humana. Einstein se refería en este caso concreto a la guerra, pero podemos extender el concepto a la estupidez que se asocia con la avaricia, la ansiedad de poder y la codicia. Al decir todo esto, lo que quiero poner de manifiesto es el hecho de que, aunque el terapeuta no exprese sus opiniones en consulta, no significa que no las tenga. O que no las deba tener y expresar. La consulta no es un sitio para debates intelectuales, si bien es un hecho que a veces se presentan situaciones en las que terapeuta y consultante discuten sobre temas que parecen alejados de la problemática del consultante, pero que son importantes para él. Los prejuicios sobre la avaricia y la codicia no son mis únicas limitaciones. También tengo prejuicios contra las personas que maltratan físicamente a los niños o abu-

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Ser Terapeuta san sexualmente de ellos. Cuando hablo de maltrato físico no me refiero a una nalgada –que considero una forma perfectamente pertinente y apropiada de ponerle fin a ciertos abusos que a veces cometen los niños y que jamás ha traumatizado a nadie, digan lo que digan los defensores de lo “políticamente correcto”– sino a los golpes que producen heridas en el cuerpo y en el alma. Tales conductas nunca tienen justificación, y en las ocasiones en las que tuve frente a mí a esas personas como potenciales consultantes, me sentí incapaz de ser “neutro”. Seguramente es deplorable, pero es así: yo sé que tengo muchas deficiencias. Quienes abusan sexualmente de niños pequeños me hacen pensar, aun cuando no soy una persona religiosa, en las palabras de la Biblia sobre aquellos que deberían amarrarse una piedra de molino al cuello y arrojarse al fondo del mar. Especialmente cuando son sacerdotes o ministros u otros supuestos representantes de poderes superiores. Al decir esto, ya veo los dedos que se levantan para acusarme de intolerante, pero si esa es la definición de intolerancia, me parece bien serlo. Hasta este momento, no veo ninguna posibilidad de que un hombre como el asesino de niños Garavito se transforme en alguien realmente “normal”. Y para los fanáticos que me digan “defina normalidad”, les responderé solamente que uno de sus rasgos notables es que no incluye asesinar niños para disfrutar del sexo. Con todo esto, lo que deseo poner en claro es que un terapeuta es una persona ordinaria, no un “superhéroe” ni un paradigma de neutralidad, ni nada que se le parezca. Un terapeuta no odia a sus consultantes, pero sí puede abrigar hacia ellos(as) sentimientos que pueden aparecer como repudiables (y sé de antemano que muchas personas leerán lo que sigue con disgusto, porque no es “políticamente correcto”, incluso, puede ser escan-

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Ser Terapeuta daloso): un terapeuta puede sentir por sus consultantes, eventualmente, cosas tan dispares como interés sexual, deseos o fantasías de salir a bailar o a cenar, ganas de que se callen, que dejen de quejarse y no le acaben más cajas de Kleenex, que sonrían, que tengan un vocabulario menos elemental, que no digan tantas palabras soeces o que digan un poco más de palabras soeces, usen la falda un poco más corta, no vuelvan nunca más… No importa tanto lo que el terapeuta sienta: lo que importa es lo que haga y su capacidad de reconocer ante sí mismo lo que siente. Y que si es necesario, lo hable con colegas que le ayuden a que eso que está sintiendo no perjudique a la persona que lo consulta. Un terapeuta no es, en fin de cuentas, más que un ser humano como cualquier otro; la única diferencia importante es que le gusta escuchar y le gusta ayudar. Aun así, un terapeuta con cuatro divorcios, dos estadías en la cárcel, una demanda por estafa y dos acusaciones de abuso sexual, no será probablemente la fuente de ayuda más recomendable. Debo añadir, para terminar esta sección, que también tengo prejuicios positivos. Creo, por ejemplo, que la gran mayoría de las personas son capaces de sacrificar algo de sí mismas para ayudar a otras; pienso que la casi totalidad de los humanos no le hace daño a otros deliberadamente; estoy convencido de que cuando las personas se proponen cambiar, casi siempre buscan ser mejores, no peores personas; pienso, con Carl Rogers, que los seres vivos en general, y los humanos en particular, tienen una tendencia positiva que los lleva a procurar desarrollar sus potencialidades y a convertirlas en realidades. Y creo que si todo esto no fuera así, la psicoterapia sería una actividad de antemano condenada al fracaso.

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Religiosidad versus espiritualidad Un terapeuta puede no ser religioso, pero la dimensión espiritual en su vida sí que es trascendente. De otra forma, su visión del mundo se reducirá a unas condiciones materiales que lo harían un excelente candidato para trabajar en la bolsa de valores, pero no en el mundo de sufrimiento y dolor de los humanos ordinarios. Un terapeuta puede o no ser religioso, pero personalmente considero la religiosidad un problema por cuanto, con frecuencia, las religiones dictan normas de forzoso cumplimiento sobre asuntos como la sexualidad, el aborto, la infidelidad, las relaciones sexuales prematrimoniales, los roles masculinos y femeninos, para solo mencionar unos pocos, todos ellos temas cotidianos en el trabajo de un terapeuta. Resulta difícil imaginar que un terapeuta muy religioso no se deje influir por sus propias creencias en el manejo de las situaciones que desencadenan ansiedad y temor en sus consultantes. En dos ocasiones, personas que venían a hablar conmigo me preguntaron si yo era religioso; al responderles que no, se pararon y se fueron: decían que no tenían nada que hablar con alguien que no creía en Dios. Seguramente tenían razón. Un terapeuta no es como un sacerdote, un ministro o un rabino, cuya obligación es hacer que los fieles se ciñan a las reglas de esas creencias. Pero es obvio que tampoco puede ignorar algunas de las normas esenciales de la sociedad sin ponerse en contradicción con la Ley. Es el caso, por ejemplo, de quienes le hablan al terapeuta de su intención de cometer un crimen; sobre esto diré algunas palabras más en la sección de ética. Todos estamos influidos por nuestras creencias y nuestras convicciones a la hora de tomar decisiones.

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Ser Terapeuta Pero la ortodoxia puede convertir en materia grave lo que para otros es un tema de decisión personal. Por el contrario, hay asuntos sobre los que puede existir una unanimidad virtualmente completa porque se trata de normas básicas. Casi de “fronteras naturales” a lo admisible, como me dijo alguna vez el doctor Luis Carlos Taborda. Pienso en el hombre de 30 años que vivía con su madre y con su hermana, encerrado en un cuarto en el que pintaba un cuadro imaginario exactamente igual al famoso vestido del rey que andaba desnudo, y trataba a la madre como una esclava y le daba puntapiés y bofetones cuando ella no hacía lo que él quería; y a su hermana de 19 años le fracturó la mandíbula de un puñetazo porque se negó a tener relaciones sexuales con él, lo cual motivó la consulta.

Muchas personas confunden la religiosidad y la espiritualidad10, lo cual es una gran equivocación. La mayoría de las personas muy religiosas que conozco no se distinguen por su espiritualidad, por lo menos tal como yo la concibo. No es que los dos conceptos sean antité-

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10 ¿Qué es, en fin de cuentas, la espiritualidad? Me siento muy atraído por el planteamiento de D. C. Dennett (2006. Breaking the spell. New York: Penguin Books) que resumo: es una actitud de profunda humildad ante la vida en todas sus dimensiones, a través de la cual se trata de llegar a ser una mejor persona (p. 303).

Ser Terapeuta ticos: es simplemente que no existe evidencia alguna de que estén correlacionados. No hay duda de que algunas personas muy religiosas son también muy espirituales. Sin embargo, debo decir que uno de los seres humanos más religiosos que conocí era alguien a quien le quedaba como anillo al dedo el diagnóstico de sadismo psicológico. Sus constantes referencias a Dios, al pecado, a lo correcto y lo incorrecto, a la santidad, a la necesidad de orar, no tenían ninguna relación con su comportamiento: maltrataba abominablemente a las empleadas del servicio, a su esposo y a todos los que consideraba “inferiores” a ella, que era todo el mundo excepto los jerarcas de la Iglesia, a condición de que tuvieran por lo menos rango de cardenal.

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Aurora y Juan Carlos Aurora tenía 43 años y estaba casada con un hombre de bondad y generosidad casi enfermizas. Ella provenía de una familia relativamente humilde y su cambio de esfera social –su esposo era un alto funcionario del Estado– la habían hecho asumir esa actitud tan característica de quienes ascienden bruscamente: miraba a todo el mundo con desprecio y su nariz estaba permanentemente arrugada, como si percibiera un olor en extremo ofensivo. Iba a misa y comulgaba todos los días, incluso los domingos lo hacía, con frecuencia, por la mañana y por la tarde. Juan Carlos, su esposo, era un hombre alto y fornido, con una barba cerrada que le daba casi el aspecto de un pirata. Pero en realidad, Juan Carlos no solo era totalmente inofensivo, sino que experimentaba como única fuente de placer sexual el vestirse con ropa interior de mujer y recibir unos pocos azotes, con la condición de que no dejaran marcas. El caso de Juan Carlos

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parecía sacado del libro Psychopathia sexualis de Von Kraft-Ebbing: a los seis años una empleada doméstica lo castigaba, en ausencia de sus padres, vistiéndolo con las ropas de su hermana y golpeándolo con un cinturón, y lo amenazaba con cosas mucho peores si contaba algo. Y un día, Juan Carlos se descubrió portándose mal para que lo castigara, porque estaba sintiendo placer con la situación. De adulto empezó a frecuentar prostíbulos especializados, pero jamás tuvo relaciones sexuales strictu sensu con una mujer distinta a su esposa. El matrimonio había sido desde el primer día una interminable sucesión de humillaciones; no había nada que Aurora considerara adecuado o suficiente. Devorado por los sentimientos de culpa por lo que él llamaba su “perversión”, pensaba que ese era el castigo que Dios le había impuesto: soportar a esa mujer toda la vida. Durante el año largo que vi a Juan Carlos, no hubo prácticamente ninguna sesión en la que no llorara. Y decía que su mayor anhelo era poder contarle a su esposa lo que le ocurría y que ella jugara el juego con él. Pero eso era imposible: la mínima desviación de las convenciones era motivo suficiente para que Aurora vetara a una persona para siempre. Juan Carlos empezó a tomar alcohol todos los días, pero no grandes cantidades, uno o dos tragos. Se embriagaba seriamente unas pocas veces en el año, pero Aurora lo calificó de “borracho despreciable” y lo obligó a entrar a un tratamiento en Miami, en donde lo estafaron de manera desvergonzada. Poco después lo conocí yo. Varios meses más tarde Aurora me llamó y me pidió una cita. Me dijo que había encontrado ropa interior de mujer en el baúl del automóvil de Juan Carlos y que ella sabía que yo no consideraba que él fuera un alcohólico, lo cual hacía de mí un doble alcahueta: lo apoyaba en sus “asquerosas perversiones” y me negaba a hacerlo internar en una clínica porque se tomaba dos tragos diarios. Aurora es la única persona a la que le he pedido el favor de abandonar de inmediato mi consultorio. Al día siguiente, Juan

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Carlos me llamó para pedirme excusas y decirme que ella le había prohibido volver a verme. Dos años más tarde, Juan Carlos murió en un accidente automovilístico que tenía todas las características de un suicidio. Yo sé perfectamente que muchas personas, especialmente los defensores de lo “políticamente correcto”, dirán que fui muy intolerante con Aurora.

Por haber sido educado en una familia católica, haber estudiado en un colegio protestante y haber estado rodeado de niños judíos con los que no solamente crecí sino que siguieron siendo mis amigos hasta el día de hoy, a los 15 años decidí –con una sabiduría que todavía me sorprende porque no la he mostrado en otros campos–, que no era posible que las acusaciones que oía de unas religiones contra otras fueran ciertas, pues las personas que veía profesando esas creencias me parecían gente buena. Así que decidí ser ateo y, durante los 15 años siguientes, no pensé absolutamente nada con respecto a esos asuntos y me limité a leer un par de libros sobre un tema que más tarde se me convirtió en pasión: los orígenes históricos del cristianismo. Desgraciadamente, ese pío interés solo contribuyó a ahondar mi ateísmo, hasta el punto de que a veces llegué a preguntarme cómo alguien podía ser religioso y cómo era posible que las personas creyeran todas esas cosas que dicen las religiones. Como soy razonablemente cuerdo, jamás acepté discutir sobre esos temas con nadie y preferí estudiar con más detalle las hipótesis de William James sobre la religiosidad. Debo decir que mi admiración o aprecio por los llamados “santos” es nula. Ninguno de los grandes personajes o figuras religiosas me impresiona en absoluto, más bien al contrario. No sé por qué, pero siempre termino descubriendo en la literatura sobre esas personas

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unas conductas e ideas que me llenan de decepción. Lo peor, es que a veces siento admiración por sujetos como Benvenuto Cellini o Caravaggio que, sin discusión alguna, estaban muy lejos de lo que cualquier persona “normal” (incluido yo) consideraría “modelos de conducta”. Siento un gran respeto hacia la manera como Spinoza, y también Théilard de Chardin, concebían la divinidad. Esos conceptos, que son esencialmente no religiosos (Spinoza estuvo muy cerca de ganarse un proceso con la Inquisición que habría podido conducirlo a la hoguera, pues además era judío; y ya sabemos cómo mira la iglesia católica a Théilard: de reojo y con bufidos) me parecen los más espirituales con los que me ha sido dado tropezarme. Pero la idea de un dios, un ente o un ser creador de todas las cosas, me resulta totalmente incomprensible. Y lo digo sin arrogancia y sin ninguna pretensión de ofender a nadie. Simplemente mi inteligencia es demasiado limitada para poder asumir ese concepto. Para mí, lo que otros llaman “Dios” se parece mucho al ilúvatar de Tolkien en El Silmarillión: un espíritu de cuya boca salía música. Considero la dimensión espiritual uno de los campos más ricos y enriquecedores de la experiencia humana. En lo que a mí se refiere, asumí la tarea de construir, lenta y trabajosamente, una especie de mitología politeísta personal que llena todos mis requerimientos, los cuales son múltiples. El primero, sin ir más lejos, era que mis dioses no debían pedirme nunca nada: solo debían darme. Y tenían la libertad de darme todo lo que quisieran. El segundo era que yo no debía jamás pedirles a mis dioses cosas que me beneficiaran solo a mi. En realidad, lo mejor era que yo no fuera el beneficiario. El tercero era que mis dioses debían tener una estrecha relación con la música y con la naturaleza. Mis dioses eran música y naturaleza.

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Ser Terapeuta James Clavell decía en The Noble House que los dioses tienen mala memoria, les da pereza e, incluso, olvidan sus promesas. Es verdad. Pero yo los perdono porque cuando quieren ser generosos no tienen par. En todo caso, así lo fueron siempre conmigo. Eso no fue óbice para que, luego de innumerables lecturas, mi politeísmo se esfumara y solo quedara un inmenso amor y respeto por la vida y todas sus expresiones en la naturaleza. Un día, hace ya mucho tiempo, descubrí que podía vivir una vida que me era perfectamente satisfactoria sin recurrir jamás a ninguna explicación sobrenatural. Igualmente, siempre he aceptado que es posible que yo esté equivocado y que no me produce ninguna incomodidad que la mayoría de mis congéneres piensen diferente. Creo que todo terapeuta tiene derecho a una religión, si así lo desea. Lo que un terapeuta no puede hacer es imponer sus creencias a sus consultantes, ni manejar las situaciones de tal manera que el resultado del proceso terapéutico concuerde con tales creencias. Esto constituiría un problema ético: la obligación de quien se encuentre en este tipo de conflicto es expresarlo claramente y remitir el consultante a otro profesional.

¿Quién es el terapeuta? Cuando la gran mayoría de las personas entra por primera vez al consultorio de un terapeuta, no tiene la más remota idea de quién es, ni cómo es, ni cómo se viste, ni qué piensa, ni cómo es su risa, ni cuántos años tiene, ni si es casado o soltero. Cuando lo vea por última vez, lo más probable es que siga sin saber gran cosa sobre esa persona, salvo lo más obvio y sobresaliente. Incluso en lo obvio puede equivocarse: puede pensar que es soltero

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simplemente porque no usa una alianza o argolla. En general, los terapeutas no ponen fotos de su familia ni otros objetos personales en exhibición; el mejor referente de conocimiento a nivel no profesional es, paradójicamente, el consultorio. La imagen que tiene el consultante de su terapeuta es una imagen alterada por la falta de equilibrio en la relación: mientras que el primero ignora casi todo sobre el segundo, este sabe una impresionante cantidad de cosas sobre aquel. Para un(a) consultante es relativamente fácil experimentar lo que se conoce como “enamoramiento terapéutico”, que no necesariamente –aun cuando puede serlo– es de carácter realmente erótico. Lo anterior se suscita porque: • ¿Quién lo escucha a uno siempre atentamente y sin juzgarlo? • ¿Quién evita decirle a uno lo que tiene que hacer sin saber siquiera qué es lo que le pasa? • ¿Quién es capaz de transmitir, sin decirlo, que uno puede contar con él(ella) a todo momento, sin pedirle reciprocidad? • ¿A quién puede uno decirle todo lo que se le ocurra, incluso insultos, sin que le responda de la misma manera? • ¿Quién permanece, o por lo menos así lo parece, concentrado en uno y en sus problemas, durante una hora completa? • ¿Quién está siempre de un humor parejo, ni exultante ni triste, pero sí tranquilo? • ¿Quién se aguanta sin rechistar que uno le diga toda clase de cosas desagradables, chistes malos, historias repetidas? • ¿Quién no se queja enérgicamente si uno llega tarde a la cita?

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• ¿Quién permanece impertérrito cuando uno dice que le gustaría degollar a la mamá, castrar al esposo, echar a los hijos a patadas a la calle, acostarse con el cura de la parroquia? • ¿Quién aguanta estoicamente el que uno pase una hora entera quejándose de cosas que se podrían cambiar, si se quisiera? • ¿Quién permanece encerrado en un silencio amable, o responde con una negativa todavía más amable, cuando uno le dice que le gustaría acostarse con él(ella), en vez de saltar sobre uno para complacerlo o para agredirlo? Bueno, pues el personaje que es capaz de hacer todas esas cosas puede comenzar a llenar las fantasías de las personas solitarias, con parejas inadecuadas, incluso de aquellas que se sienten bien acompañadas. Pero naturalmente, se trata de un personaje que es y no es real: es real porque el terapeuta –hombre o mujer– en ese momento solo está haciendo su trabajo y está completamente compenetrado con él; pero no es real porque un terapeuta no es así con nadie fuera de su consultorio: ni con su esposa(o), ni con sus hijos, ni con sus padres, ni con sus mejores amigos. Las únicas personas en su vida con las que se comporta de esa manera son sus consultantes. Y con esos comportamientos cualquiera se enamora, así a su terapeuta no lo dejen ni siquiera presentar su candidatura para un concurso de personas feas; así tenga sobrepeso, o sea calvo, o tenga un diente de oro. Cualquier cosa se le perdonará a quien pueda exhibir consistentemente los comportamientos que se presentaron arriba entre signos de interrogación. Pero todo eso es solo la apariencia. Y un terapeuta es, ciertamente, mucho más que la apariencia. Aun

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cuando los comportamientos que el terapeuta exhibe solo se presentan en el consultorio, son por completo auténticos; y lo son, precisamente, gracias al desbalance, al desequilibrio en la relación: un terapeuta no tiene expectativas, no tiene demandas, no espera nada en particular de su consultante. En otras palabras, el terapeuta no espera que su consultante sea paciente con él(ella), ni que le tolere cualquier cosa, ni que esté de buen humor, ni que lo acepte incondicionalmente en tanto que persona, ni ninguna de las cosas que él o ella sí suele hacer. Esto hace de esa relación algo totalmente atípico con respecto a la vida cotidiana: no son amigos, pero uno se preocupa por el otro constantemente; uno le paga al otro por escucharlo; uno confía en el otro más que en las personas que más ama y que más lo aman, precisamente porque ese otro no lo ama ni es objeto de amor. La relación terapeuta-consultante es una relación de doble vía, pero sobre planos diferentes. El terapeuta se preocupa por su consultante, pero lo contrario no es cierto: mientras el primero pone de lado sus propios problemas, el segundo hace de los suyos los únicos sobre los cuales vale la pena hablar. El terapeuta tiene la misión de ayudar a otro olvidándose de sí mismo, mientras que el consultante solo tiene la misión de ayudarse a sí mismo. Sin embargo, no hay que dramatizar ni pensar que se trata de altruismo o de santidad: el terapeuta hace eso porque quiere, porque le agrada y porque dispone de medios propios para que otros se preocupen por él o ella. No se siente afectado o preocupado por el “egoísmo” del consultante, al contrario: se congratula de que la otra persona solamente piense en sí misma, pues eso facilitará su trabajo. Un terapeuta es alguien que disfruta y crece entrando al mundo de otras personas. Otras profesiones tam-

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Ser Terapeuta bién lo hacen: los médicos, los abogados, los sacerdotes. Pero no de la misma manera. Mientras el médico se ocupa especialmente de la relación de la persona con su propio cuerpo, el abogado del vínculo con los demás y el sacerdote de la relación con los poderes superiores, el terapeuta se ocupa de todas esas dimensiones y añade una más: la relación de la persona con ella misma, esa dimensión de la vida que Von Üxkull describía bajo el nombre de Eigenweltmensch. Diré algunas otras palabras al respecto más adelante. Ser terapeuta es una oportunidad excepcional de desarrollo personal sobre dos tonalidades –la del otro y la mía–, pero es cierto que no todo el mundo sabe aprovecharla; algunos solo extraen beneficio económico del dolor ajeno; otros quieren prestigio; algunos, muy pocos por fortuna, quieren explotar el sufrimiento de los demás. Ser terapeuta es un oficio apasionante, pero solamente para quienes aman los dramas humanos; otras personas aman los dramas de los perros y de las vacas; los de las calderas y los motores; los de los hígados y los corazones infartados; los de la bolsa de valores; los de los edificios que deben conservarse; los de las almas en riesgo de condenarse eternamente; los de manejar el destino de otros; los de las tortugas en vías de extinción… ad infinitum… Y está muy bien que así sea. Quienes somos terapeutas “por vocación” –es decir, porque sabemos y nos gusta escuchar– obtenemos nuestra principal recompensa de observar cómo alguien sumido en la desesperación, la angustia y la tristeza, recupera el control sobre sí mismo. Nada sustituye, por lo menos desde mi punto de vista, este tipo de satisfacción. Uno de los dioses personales que creé hace muchos años se llamaba Kaf, una “deidad” que promovía el poder

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Ser Terapeuta sobre uno mismo. Yo le puse ese nombre porque lo descubrí estando en algún lugar de África, hace una eternidad: tenía una forma extraña y estaba tallado en un hueso de león. Cada quien debe descubrir o crear su propio Kaf. Un auténtico terapeuta siempre tratará de ayudar a que esto suceda, porque no hay ningún poder que sobrepase, y ni siquiera que se acerque, al poder sobre uno mismo.

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Capítulo 2

Los procesos

Los procesos terapéuticos se inician cuando alguien toma la decisión de conseguir una cita con quien llegará a ser su terapeuta; ello sucede habitualmente a través de la recomendación de alguien, rara vez por búsqueda en el directorio telefónico o por avisos clasificados. En todo caso, lo usual es que ese contacto sea indirecto –una secretaria o recepcionista–, de manera que el primer contacto real será en el momento de entrar al consultorio; este espacio, y lo que ocurra durante el primer encuentro, serán de capital importancia.

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El consultorio Un consultorio psicológico es un lugar de escucha, en el que se habla de asuntos de la más elevada intimidad. Los secretos más preciosos y los más vergonzantes, los innombrables, los escandalosos, los humillantes, los exaltantes, los curiosos, los importantes y los banales: todos tienen allí un lugar que les es reservado. En este espacio, todo es posible para el consultante: puede decir todo lo que desee, sin ninguna clase de límite, pues ese tiempo y ese espacio son exclusivamente suyos. Pero, un consultorio es también una clara proyección de quién y cómo es el terapeuta, puesto que es él, o ella, quien lo diseña y lo acomoda. Es allí donde el terapeuta pasa largas horas y, por lo tanto, al igual que una

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casa, habla sobre quien lo habita, recibiendo en forma transitoria a algunas personas. El consultorio de un terapeuta no tiene relación, o tiene muy poco que ver, con el consultorio de un médico moderno, obligado a recibir cinco o seis pacientes por hora. Un terapeuta consciente nunca debe ver más de seis personas en un día, y a cada una la ve una hora a la semana, a veces dos horas semanales y a veces más. Vamos a suponer que la persona que está leyendo estas páginas ha decidido hablar con un terapeuta; unas cuantas sugerencias pueden ser útiles, las cuales también pueden servir para que quienes son terapeutas reflexionen un momento sobre el espacio que ellos mismos han organizado para pasar largas horas navegando en los mundos de otros. La organización y distribución del consultorio dice todo lo que un consultante observador necesita saber con respecto a quien terminará sabiendo más sobre su vida que su propia madre, su esposa(o) o su mejor amiga(o). Si el terapeuta usa un escritorio que aparece atravesado entre él(ella) y su consultante, no es difícil concluir que quiere mantener una distancia y una barrera. Eso no es psicología, es simple sentido común. Si el terapeuta tiene la pared llena de diplomas, indudablemente quiere impresionar dando el mensaje de elevada competencia. Eso tampoco es psicología, es simple sentido común. Si el consultorio huele a tabaco eso no significa necesariamente que el terapeuta sea un ser malvado. Tal vez solo significa que es suficientemente tolerante para admitir que algunos de sus consultantes fumen. Hoy en día, salvo si el terapeuta fuma, casi ninguno admite que sus consultantes lo hagan. Hay que mirar las sillas críticamente. Si observa que la de su terapeuta es mejor que la suya, piense que él o

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Los procesos ella pasa ahí muchas horas cada día, mientras que usted jamás pasa allí más de una hora al día o a la semana. Pero si la diferencia es extrema y usted constata que le han asignado un banco de madera sin desbastar, es mejor que se preocupe. Tal vez convenga que pregunte a qué se debe semejante diferencia. Examine los diferentes elementos del consultorio al que acaba de entrar; o si usted es terapeuta, mire su propio consultorio como si fuera un extraño y piense en qué clase de persona es la que trabaja allí. Fíjese en todo: los muebles, la luz, la música (si la hay), los tapetes, los cuadros… Ninguna fotografía podrá representar al terapeuta mejor que su consultorio. Una encantadora consultante de 24 años me dijo una vez que iba a terminar su terapia conmigo porque consideraba intolerable la música que yo ponía de fondo, a muy bajo volumen. Se trataba de la última etapa de David Munrow y su búsqueda de las expresiones musicales más auténticas del Medioevo (vistas desde la modernidad), poco antes de que este maravilloso director de orquesta decidiera suicidarse, pues sentía que había nacido en un momento equivocado de la historia. Muy a mi pesar tuve que declarar durante varios meses “persona non grata” a Munrow porque mi consultante lo consideraba insoportable. Tratando de complacerla lo cambié por Elton John, mi máximo avance en música moderna, y ella lo aceptó con un gesto que significaba “cualquier cosa es preferible a eso otro”. Si su terapeuta le da una explicación psicológica muy seria sobre las razones para que usted pague cada consulta en dinero en efectivo, y le explica con el ceño fruncido del sabio por qué no puede darle un recibo, tenga la certeza de que está frente a un caso de evasión de impuestos. Todos los argumentos esgrimidos serán, sin excepción, falaces, elementales y… vergonzosos.

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Ser Terapeuta Si usted llega a un consultorio que no le gusta, puede estar bastante seguro de que no le gustará tampoco el terapeuta. Así que mejor busque otro.

La primera entrevista Después de haber vivido tantas primeras entrevistas, sigo convencido de que suele ser una de las más importantes de todo el proceso terapéutico y, con frecuencia, la más importante. Por ese motivo siempre he tratado de tener un registro exhaustivo de ese primer encuentro, de añadir comentarios y notas una vez que la persona se había ido y, periódicamente, volver a revisar mis apuntes y a compararlos con lo que estaba sucediendo en otras sesiones. Esta fue siempre una actividad que me produjo excelentes ideas para el manejo de situaciones difíciles. En la primera entrevista ocurren demasiadas cosas que no pueden ser descritas con precisión, pero que son fundamentales. Por ejemplo, tanto el terapeuta como el consultante se hacen una idea de la otra persona, sienten qué les gusta o no (la cara, el tono de voz, la manera de vestirse o de expresarse), deciden si regresarán o no a un segundo encuentro, valoran al otro en múltiples aspectos (inteligencia, competencia, severidad del problema, interés en desarrollar un proceso) y hacen ciertas predicciones sobre lo que vendrá. Pero también debe ser claro que en esa primera entrevista a veces el terapeuta hace, o puede hacer, juicios inadecuados, y por ello, es importante mantener una cierta reserva antes de llegar a conclusiones.

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Los procesos Caso

Jimena

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Jimena tiene 30 años y su entrada al consultorio me produce una impresión de desagrado y de rechazo, pues parece el escaparate de una tienda de lujo: anteojos de sol Gucci, cartera Vuitton, zapatos Cartier, foulard Versace, todo con las marcas bien evidentes. Sin ningún preámbulo, se quita los anteojos y me muestra un ojo amoratado: J: Vengo donde usted porque necesito que me firme una certificación de que tengo este ojo amoratado porque mi marido me pegó anoche. APG: Señora, yo podría firmar un certificado de que usted llegó aquí con un moretón, pero no tengo la menor idea de cómo le ocurrió eso. De hecho, ¿cómo ocurrió? Jimena se pone nuevamente los anteojos y empieza a decirme que me va a contar toda la verdad. Su marido es un hombre maravilloso, que la complace en todo y la cubre de regalos todos los días, sin reparar en gastos; pero ella no lo quiere ya, pues sexualmente es un completo fracaso. Hace algunos meses Jimena tiene un amante, también casado, y los dos han decidido separarse e irse a vivir juntos, pase lo que pase. El problema es que ella no tiene ningún motivo de queja contra su esposo, de manera que decidió provocarlo para que le pegara y poder ponerle una denuncia: así, la noche anterior empezó a decirle que era un hombre de cuarta categoría, que seguramente su fracaso sexual era porque le gustaban los hombres, y que ella estaba casi segura de que en realidad era gay; viéndolo terriblemente enervado empezó a empujarlo y a gritarle que si tuviera un gramo de hombría lo menos que haría sería darle un golpe. Y eso fue precisamente lo que él hizo. Una amiga le recomendó que sería una buena idea si tuviera el apoyo de un psicólogo y le dio mi nombre.

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Ser Terapeuta Hasta ese momento mi aprecio por Jimena tenía una temperatura de 40 grados bajo cero, pues pensaba que intentaría manipularme para obtener un certificado que obviamente no tenía la menor intención de darle. Pero no fue así. Me empezó a decir que en realidad ella tenía muchas cosas de qué hablar y pidió una segunda cita. A partir de ese segundo encuentro, Jimena me habló de su infancia paupérrima, de las inmensas dificultades para terminar los estudios secundarios y su encuentro, a los 17 años, con el que sería su marido, con quien se casó para huir de la pobreza. Las sesiones se sucedían y de la primera imagen que me hice de ella pronto no quedaba nada: detrás del escaparate ostentoso había en realidad una mujer que había sufrido enormemente, que no lograba ubicarse tampoco en el mundo de su esposo y que sentía que su vida entera era un desperdicio. Decidió decirle la verdad sobre la ausencia de amor y, casi sin que yo me percatara, empezó a vestirse diferente y a comportarse de forma sencilla; le sugirió al esposo que hablara conmigo para que lo ayudara a aceptar la situación y le pidió que se divorciaran sin pelear. Para mi gran perplejidad, en el momento de firmar el divorcio, solo quiso aceptar de él una suma moderada de dinero para poder emprender un pequeño negocio, diciéndole que la culpa de la ruptura era por completo de ella, pues no era cierto que fuera un fracaso como compañero sexual sino que ella se había casado sin quererlo. Siempre recuerdo a Jimena cuando tiendo a hacerme ideas demasiado rápidas sobre las personas.

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No obstante este tipo de errores, vale la pena señalar otra vez que es muy frecuente que en la primera entrevista estén presentes las claves que le permitirán al terapeuta ayudar a resolver una situación que atormenta o perturba al consultante. Es cuestión de escuchar con atención y de fijar la mirada en los detalles y su relación con el conjunto; como mostraron brillantemente Eco y

Los procesos Sebeok en 198911, el trabajo de un terapeuta, el de un detective y el de un experto en identificar obras de arte falsificadas, siempre se enfoca en los detalles. Y estos suelen aparecer, aun cuando no sean perfectamente visibles, desde la primera entrevista.

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¿Qué espera el consultante? Un consultante llega con innumerables expectativas que no siempre enuncia. Pero hay una bien precisa: viene a buscar ayuda para resolver algo que no puede resolver solo, ni con sus amigos, ni con los padres, ni con los consejeros espirituales, ni con su pareja. Tampoco con un médico o un abogado. De manera vagamente consciente, quiere que sea alguien a quien no tenga que darle cuentas, con quien no deba guardar apariencias o temer juicios. Espera, naturalmente, que sea alguien competente, pero generalmente no tiene idea de qué significa ser competente en este campo; es también por esa razón que la primera entrevista suele ser tan importante, pues al terminarla lo más probable es que ya haya decidido si regresa o no. Hay cosas básicas que todo consultante espera, así nunca piense en eso: quiere que lo escuchen, que le ayuden a entender algo (por ejemplo sus síntomas, su sentimiento de infelicidad o su incapacidad de dejar de consumir cocaína); algunos quieren una guía o una orientación para resolver algo que los atormenta; y ninguno quiere ser juzgado o recriminado, porque eso lo puede hacer cualquiera, incluyéndolo a él(ella).

11 Eco, U. & Sebeok, T. A. (1989). El signo de los tres: Dupin, Holmes, Pierce. Barcelona: Lumen.

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Ser Terapeuta Un consultante espera, naturalmente, que cuando termine su proceso se sienta mucho mejor que al comenzar; y espera que su malestar vaya disminuyendo a medida que el proceso avanza. Tal expectativa es, por supuesto, totalmente legítima. Por desgracia, esto no siempre ocurre. Las expectativas de los consultantes son un factor determinante en el éxito terapéutico, como lo veremos en un capítulo posterior; por ello es esencial que el terapeuta las identifique con precisión y examine si puede responder a ellas o no. Es muy frecuente que tenga lugar un ajuste paulatino entre lo que el consultante desea en el punto de partida y lo que el terapeuta puede ofrecerle realmente; son estos los casos en los que el logro de los objetivos es más probable, pues los dos trabajarán en la misma dirección y con criterios muy similares. Sin embargo, las cosas no suceden de forma tan sencilla, pues hay múltiples fuentes de distorsión. Esto se verá ejemplificado con claridad en muchos de los casos que se presentan a continuación.

Tipos de casos

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Cuando se trata de clasificar las situaciones que llevan a las personas a consultar un terapeuta, se observa que hay varias maneras de categorizarlas; por ejemplo, por tipo de problema (“patología”), por tipo de situación (individual, de pareja, de familia), o por tipo de estrategia terapéutica empleada. Yo voy a utilizar una categorización propia, que no es exhaustiva y que ni siquiera es una categorización, pero que sirve bastante bien para ilustrar ciertos aspectos del proceso que me interesa mostrar; probablemente no sirva para ningún otro propósito. En algunos casos hago

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Los procesos resúmenes y en otros transcripciones, o una mezcla de ambos; a veces hago comentarios y a veces no porque me parecen innecesarios; sé que los lectores encontrarán sus propios hilos de Ariadna para salir de los laberintos en los que vamos a entrar ahora. Solamente trataré de ayudarles planteando unas cuantas preguntas para que desarrollen sus propios procesos de reflexión. Nunca hay problemas pequeños: todos son trascendentales para quien los vive. Si no fuera así, ¿estarían las personas dispuestas a destinar, además de bastante tiempo, unos recursos financieros importantes, que siempre hacen falta para otras cosas, en tratar de encontrar una solución? Si no fueran importantes, ¿aceptarían pasar tantas horas entre lágrimas y malos recuerdos? Yo sé que he sido y soy un buen terapeuta. Lo digo sin ninguna clase de arrogancia, pero también sin esa falsa modestia que no es más que hipocresía elevada al cuadrado. Si no fuera así, no habría podido persistir 30 años en esta actividad. Pero no voy a poner ningún énfasis en mis “éxitos” (aun cuando mencionaré un par de ellos) como terapeuta, al contrario. Voy a hablar sobre todo de mis errores, de mis fracasos, de mis decepciones y de mis dificultades. No es que pretenda que ser terapeuta es una misión extraordinariamente difícil: lo que ocurre es que la mayoría de quienes escriben sobre estos temas quieren mostrar sus elevados logros, mientras lo que yo quiero es mostrar el lado más humano de una de las actividades más extraordinarias de la vida moderna, pues supera a cualquier otra profesión en la medida en que incluye todas las dimensiones de las que ellas se ocupan: el cuerpo, la relación con los demás en diferentes planos, y la relación más profunda y menos conocida de todas: la relación que cada uno de nosotros tiene consigo mismo. Allí no es nada simple entrar, pero una vez que se es admitido, el mundo adquiere

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Ser Terapeuta unas propiedades que no son visibles desde ninguna otra profesión porque, a diferencia de todas ellas, en las que se utilizan marcos de referencia externos –la ciencia, la ley, la religión– en esta el único marco de referencia aceptable es el del sujeto mismo, que el terapeuta debe ser capaz de entender y asimilar: si no lo hace, su fracaso será inevitable e irremediable12. Los calificativos que empleo para los casos que presento a continuación solamente se refieren a la manera como yo los viví; es decir, cuando digo “imposible” o “difícil” solo quiero decir que así me parecieron, pero es probable que a otras personas les parezcan “simples” o “elementales”.

Caso

Alberto: un caso imposible La consulta es de una pareja que está actualmente divorciada y que tiene dos hijos: Carmenza, de 19 años, y Alberto, de 18. El motivo de consulta es Alberto, quien desde muy pequeño se distinguía por crear desorden en todas partes, ser agresivo y sucio. Ambos padres trabajaban y reconocen que no estuvieron muy presentes. A los 10 años Alberto había estado en cuatro colegios y vivía obsesionado por los juegos de computador. A los 15 años, creció bruscamente convirtiéndose en un joven atractivo que llamaba mucho la atención de las mujeres; a los 16 empezó a frecuentar a una vecina casada, de 33 años, y con

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12 En 1985, en la primera reunión de la Society for the Exploration of Psychotherapy Integration (SEPI), Jerome D. Frank cerró el encuentro diciendo: “Quiero decirles que el enfoque de Rogers ha muerto. Pero no porque hayamos establecido que es falso o que no sirve, sino porque hemos llegado a la conclusión de que las condiciones que Rogers llamaba ‘necesarias y suficientes’ siempre son necesarias, aun cuando no siempre sean suficientes”.

Los procesos

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ella descubrió el alcohol, se inició en el sexo y no iba al colegio por estar con ella. Empezó a robar cosas en la casa y tomaba mucho alcohol; el padre cree además que tiene tendencias homosexuales porque se preocupa excesivamente por su cuerpo, se inyecta esteroides y lo ha visto paseándose con un modelo que, según él, es reconocidamente ‘gay’; a esto se añade que en un paseo de la clase, un profesor dijo que lo había encontrado acariciando a un compañero. Pero, al mismo tiempo, andaba con una novia de 15 años con la que tenía relaciones sexuales, aun cuando se enredó con otra mujer de 30 y la novia le terminó; entonces Alberto empezó a inhalar pegantes y cometió un intento de suicidio que lo tuvo una semana en la clínica. Le han notado, dicen los padres, inclinaciones pirómanas: ha quemado cortinas y tapetes en la casa, y con frecuencia aparecen cosas quemadas. La madre dice que cree que Alberto tuvo relaciones sexuales con la perra de la casa, la encontró muerta y con rastros de semen. Y le escuchó una conversación con un amigo al que le decía que le encantaría echarle gasolina a un gato y quemarlo vivo. Hace pocos días Alberto decidió irse de la casa, se llevó el carro de la mamá y lo estrelló. Entonces decidieron consultarme.

Entrevista con Alberto Efectivamente es un joven muy atractivo y parece mayor de lo que es. Le digo que he estado hablando con sus padres, él a su vez, me dijo: “Nunca pienso en mi futuro, máximo el año entrante. En cuanto a las drogas, hace año y medio empecé, realmente lo que hago es fumar marihuana… Cocaína solo he tomado tres veces y basuco fumé una sola vez durante ocho días seguidos. Con el trago empecé hace cinco o seis años. Tomo cada ocho días, en particular vino, con un amigo. Hace tres años tuve una época en la que tomaba aguardiente todos los días desde por la mañana. Vivía aburrido, nada me interesaba. Hace bastante que no tomo solo: como seis meses.

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Boxer (un pegante) sí he ensayado pero una sola vez, aprendí viendo a unos gamines (habitantes de la calle). Cuando decidí irme de la casa, yo no iba a pedir ni universidad ni comida, y por eso me llevé el carro. Yo tenía derecho, era lo último que me darían. Yo no le vi problema a eso, era simplemente mi herencia. No tenía colegio, me habían echado y me trataban mal en la casa por lo de los colegios. Es cierto que le robaba plata a mi mamá. Lo hago por el carro, lo que más me gusta es manejar (justifica los robos del carro). Me botaron del colegio porque me fui para mi casa en horas de estudio y creo que ellos ven como problema lo de la droga, pero yo no. Yo de verdad no veo ningún problema en mi vida”. Dos sesiones más tarde llega el padre de Alberto al consultorio, descompuesto por la furia, y dos minutos más tarde entra Alberto sudoroso. El padre le pregunta que en dónde estaba y que cómo llegó, a lo que responde que en bus. El padre lo confronta fuertemente y lo acusa de seguir enredado con la mujer de 30 años, quien le prestó un carro nuevo y bastante costoso, a pesar de que Alberto no tiene pase y apenas sabe conducir. Se fue con la hermana y una amiga de ella a “dar vueltas” y estrelló el carro contra un bus. El padre acaba de encontrar el carro a una cuadra del consultorio. Alberto al principio niega todo y luego, con un cinismo y una frialdad increíbles, acepta que él sí sigue con la mujer y que tiene su carro, y concluye que no pasa nada porque ella no le va a cobrar por haberle estrellado el carro. El padre le dice que a partir de ese momento no hay autorización de salidas, que el único sitio donde puede ir es a hablar conmigo, que puede ir al gimnasio una hora diaria, y que si se escapa lo echa de la casa. En toda esta situación Alberto está absolutamente tranquilo e indiferente, pasando de una mentira a otra sin inmutarse. Reconoce que sí puede haber algo de irresponsabilidad en lo que acaba de hacer y, ante una pregunta sobre los robos en su propia casa, dice que tal vez sí se ha llevado algunas cosas, pero que no se acuerda.

Los procesos Le pido al padre que salga y Alberto dice que a él no le importa mucho lo del estrellón porque esa mujer es su amante y sabe que no se lo va a cobrar. Asegura que para él el sexo no es tan importante, que le atraen las mujeres mayores porque le dan plata, que eso no tiene nada de malo: ellas quieren sexo y él quiere plata. Le pregunto por los incendios y dice: “hace unos años quemé el tapete, después de eso quemé una caneca. He pensado en bombas de humo, en pólvora, en gasolina y en alcohol. Una vez armé una casita y la hice explotar, pero no, no he pensado en volar una casa o en hacer explotar un carro, en realidad no he pensado en eso”. Lo interrogo acerca de sus relaciones con animales y contesta: “sí, me gustan”. Le pregunto concretamente por relaciones sexuales con los perros y dice: “la verdad es que no me molestó que pensaran que a la perra la maté yo por tener sexo con ella, pero lo que pasó es que la perra se murió porque mi hermana le había dado una patada”.

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Tres días más tarde Inicié la sesión preguntándole si no creía que en su comportamiento había elementos muy peligrosos: A: Es un concepto personal, pero creo que usted está en lo cierto. Nunca he estado mal, solo ahora desde la ruptura con Caro (su novia). La primera vez que tuve sexo con ella fue pésimo porque yo había metido cocaína, me sentí inmundo. Mientras estuve cuadrado con ella, no metí drogas ni tomé trago, salvo cuando el papá de ella me daba. No sé por qué Caro me terminó, me dijo que eran un montón de cosas pequeñas y yo creo que lo que pasaba era que quería a otro tipo. Duré una semana tomando y llorando, tomando alcohol industrial. Luego me fui a Cartagena y allá metí Bóxer, basuco, marihuana y cocaína. Me sigo sintiendo igual de mal pero no tengo ideas suicidas. Mi papá sí me deja quedar donde esa vecina, mi mamá no. Caro y yo fuimos a una finca y nos

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Ser Terapeuta emborrachamos los dos tremendamente y tuvimos relaciones sexuales por todos lados y fueron relaciones muy violentas, es lo más violento que he tenido. Ella se parece mucho a mí. De esa relación sexual quedó embarazada y tuvo que abortar. Ella tiene quince años. Luego de informarme que lo acaban de expulsar del colegio por escaparse, empieza a hablar de las reacciones de sus padres: A: Mi papá es serio, trabajador, responsable, autoritario, a veces injusto. Yo creo que piensa que nunca voy a crecer; no es cariñoso pero se preocupa por mí. A veces siento molestia porque él es injusto. Mi mamá no es cariñosa, no se preocupa mucho, casi nada. Es más liberal, más injusta, más autoritaria y más fresca. Sus ‘no‘ son definitivos, en cambio los de mi papá, no. Cuando tenía quince años, andaba en la calle todos los días hasta las diez de la noche y no decían nada. Nunca he pedido plata y por eso me dan muy poquito. No me dan ni siquiera diez mil pesos mensuales (unos 20 dólares). Antes de que metiera droga y tanto trago, no me daban plata. Pasé de que me mantuvieran mis papás, a que me mantuvieran mis amigos. Siempre estoy con ellos, casi no voy a fiestas. En cuanto al modelo que andaba detrás de mí, en realidad él no era homosexual sino ayudante de un mafioso. Ellos se consiguen la plata vendiendo droga y yo acostándome con mujeres mayores que yo. Qué le puedo decir, es como un chofer de bus burlándose de un taxista. Sí pensé meterme en eso (mafioso) pero todo me está saliendo mal, entonces mejor no. Pero a mí, nada de eso me parece mal. APG: Me da la impresión de que para tí las normas no parecen representar ningún problema.

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A: (Luego de un silencio). Matar sí me parece mal… robar no sé… Meterse con Dios también está mal. Dice que no está tomando alcohol ni consumiendo drogas.

Los procesos

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10 días más tarde Alberto llega diciendo que se le perdió la plata que le había dado el papá para pagar la consulta… Observo que la nariz le gotea continuamente. Dice que lo que pasa es que anoche no quiso entrar a la casa porque le daba miedo: el papá y la mamá estaban hablando sobre él y entonces entró a las tres de la mañana y se resfrió. Lo presiono con preguntas y finalmente le digo que lo que él tiene son síntomas de estar consumiendo cocaína y que observo que miente todo el tiempo: le muestro varias contradicciones referentes a lo que dice que ha estado haciendo y sobre su empleo del tiempo. Entonces muy tranquilamente dice que sí, que es cierto que está consumiendo cocaína. Le digo que en esas condiciones no puedo seguirlo viendo, pues no tiene sentido que me mienta. Esa misma noche Alberto se desaparece de su casa y cinco días después llega a buscar sus cosas, que la mamá le pone en la puerta sin dirigirle la palabra. Dos semanas después, mientras la madre y la hermana estaban en un paseo de domingo, Alberto llegó con varios amigos y un camión pequeño y se llevó todo lo que había de valor. La hermana le había contado que irían a un paseo todo el día, pero nadie sabía que él tenía un juego de llaves de la casa. Cuando la policía lo detuvo, dijo otra vez que eso era ‘su herencia’ y que ya se la había gastado. Los padres permanecieron en silencio y lo dejaron ir.

Alberto fue para mí un “caso imposible” porque manifiestamente todo el esquema de su comportamiento encaja dentro del trastorno de personalidad antisocial. Y este trastorno, uno de los mejor descritos en la literatura psicológica y psiquiátrica, es uno de los menos abordables desde el punto de vista de tratamiento. El cinismo, la falta de sensibilidad ante los demás, la ausencia de sentimientos de culpa, la irresponsabilidad, la

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Ser Terapeuta mentira, la búsqueda de placer inmediato, la superficialidad en sus autoanálisis, la indiferencia ante las normas, la justificación de las acciones socialmente reprobables, la crueldad con los animales y las tendencias incendiarias, hacen de Alberto una persona ante quien un terapeuta, que no trabaja en una institución carcelaria, tiene pocos recursos. Hay, evidentemente, una gran cantidad de preguntas sin respuesta. El lector puede intentar responder algunas de ellas, por ejemplo:

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En principio, las cosas no se anuncian favorablemente con respecto a su futuro. Y menos todavía para quienes estén cerca de él. Sin embargo, el rango de error en las predicciones sobre este tipo de casos es bastante grande, por lo que cabe esperar que se produzcan situaciones que impidan que Alberto se convierta en un delincuente.

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Graciela: un caso irritante Hay ocasiones en las que la relación terapéutica no se desarrolla fácilmente, incluso, resulta tensionante porque la persona que consulta se encierra en un silencio hostil o pretende limitar el encuentro a un único tema, desconectado de todo contexto. Evidentemente, tales situaciones siempre ocultan algo. La cuestión es tratar de descubrir de qué se trata. Doña Graciela, 52 años, casada, con dos hijas adoptadas. Su esposo es un hombre débil, que no se atreve a llevarle la contraria, aun cuando en una entrevista privada asegura que su esposa es una persona “bastante difícil”. El motivo de consulta es que doña Graciela presenta una obsesión relacionada con el contenido del plato del almuerzo cada día: según ella, pasa horas pensando si debe echarle papa a la sopa, qué clase de papa, cuánta, comprada en dónde, de qué color, de qué tamaño y muchos otros asuntos del mismo tenor. Trato de hacerle algunas preguntas que me orienten sobre su problema pero se niega a contestar: me dice que lo único de lo que tenemos que hablar es del asunto de las papas del almuerzo. Teniendo en cuenta que ese tema no resulta apasionante para alguien que, como yo, desconoce por completo los misterios de la cocina, le dije que temía que en esas condiciones no podría ayudarla. Doña Graciela se fue en silencio, pero mi secretaria me informó poco después, para mi sorpresa, que había pedido otra cita. Esa cita la esperé con el bruxismo exacerbado, temiendo lo peor. Y así fue. Doña Graciela me hizo pasar una hora miserable, al final de la cual empezó a hablar de sus hijas ingratas, “las malditas” (así se refería a ellas), a las que ella les había dado todo y ahora pensaban abandonarla. Entre mis preguntas al esposo y un arrinconamiento contra las cuerdas a ella misma en la siguiente sesión, que estaba destrozando mi vida con sus historias de sopas, tipos de papa y

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Ser Terapeuta cilantro picado milimétricamente, logré saber que habían adoptado a dos niñas que ahora tenían alrededor de 20 años, y que ella había procedido a convertirlas en esclavas. Ese título se lo daba el esposo, quien creo que también se lo aplicaba a sí mismo. Las esclavas estaban a punto de independizarse, llenas de resentimiento y dolor, y eso explicaba la obsesión de doña Graciela, quien durante todos esos años se había limitado exclusivamente a darles órdenes y ahora veía venir una larga sucesión de años en los que ella tendría que tomar todas las determinaciones concernientes a la ejecución de las tareas que, creía, serían por toda la eternidad responsabilidad de las dos esclavas rebeldes a las que había criado sin el mínimo esfuerzo y sin el menor afecto. Su obsesión por las papas de la sopa adquiría entonces pleno sentido.

Caso

Clara: los resultados inesperados

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Cada consultante tiene su propio estilo para abordar las situaciones de terapia y, con frecuencia, los procesos siguen caminos caprichosos que llevan a resultados que no han sido siquiera considerados entre las metas a conseguir. El caso de Clara ilustra ese tipo de situación, al tiempo que puede ser considerado como un ejemplo de una situación totalmente “normal” en la vida de un terapeuta. Apenas entra, Clara empieza a hablar del problema sin dar tiempo a ninguna formalidad: “Me casé hace cuatro años y la dificultad o imposibilidad de tener relaciones sexuales es absoluta, no lo soporto, la vida sexual con mi marido es nula y no sé porqué él se lo ha aguantado; reconozco que él ha intentado ayudarme… yo visité a un psiquiatra y no dio resultado porque no soporto que me pongan a hablar; fui seis meses, tres veces a la semana, y tenía unas depresiones que me hacían llorar todo

Los procesos el día, me dieron males físicos, dolores de estómago, úlcera y problemas de garganta. Poco a poco aprendí a manejar las depresiones, pero ahora tengo otra vez mucha angustia y quiero tratar de resolver esto. APG: ¿Usted experimenta necesidades o deseos sexuales? C (Clara): recién casada sentía deseos pero el miedo los aplacó… Con él tuvimos una época… (se queda callada)… yo tengo un temperamento muy fuerte, soy dominante y ese es mi comportamiento en todas partes, pero con mi esposo, como fallo en lo sexual, he compensado… hace unos dos años vivíamos peleando todo el tiempo, yo dejé de ser yo misma y ahora él me maneja como quiere, me ha ofendido en sus momentos de desesperación; yo creo que él no tiene otras mujeres y que me quiere más de lo que yo lo quiero…

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APG: ¿Qué pasó en la primera experiencia sexual con su esposo? C: No quiero acordarme de eso, fue muy traumático, muy duro… creo que papá jugo un papel importante allí… (permanece en silencio largo rato)… El me ha sobreprotegido en exceso, es dominante, autosuficiente, autoritario, yo soy su preferida y eso es notorio; cuando me casé, la primera noche lo veía a él en todas partes y eso me pesaba mucho, sentía que él me observaba. Ya eso no importa pero la situación está creada, se dañó la relación sexual a partir de ese momento… ¡No, antes! En realidad no hubo relación sexual y le cogí miedo a mi marido… Mi situación es inmanejable, me siento desgastada, hay demasiadas cosas que me preocupan, el no tener una vida real, auténtica, el no poder ser lo que uno sabe que es, me parece terrible, me doy cuenta que en mi interior soy una persona y estoy aparentando ser otra, ya no soy la persona que debiera ser, he tenido que ceder mucho para mantener la relación por-

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Ser Terapeuta que él es importante para mí y no quiero perderlo. Creo que mis males son un escudo, una manera de llamar la atención para que el otro problema no se me venga encima, yo no dejo notar nada, nada, y el jueves exploté, hasta pensé en suicidarme. Mi médico y mi esposo me dijeron que viniera a hablar con usted. Mis primeros males eran estomacales, todo me daba náuseas y nada me pasaba por la garganta, después fue la obsesión de la muerte, que todavía tengo a veces … A veces pienso que estoy buscando mi autodestrucción, las depresiones me cuesta mucho manejarlas, siento que no sirvo para nada y me imagino cosas… Cuatro días después, examiné las notas de la sesión precedente y planteé una serie de preguntas que hay que resolver: – ¿Cuál es el rol del padre de Clara? – ¿Cuáles fueron los pensamientos durante la relación sexual, durante la primera vez y las siguientes? Hay que examinar el significado de los síntomas que presenta. – ¿Cómo fue la explosión del jueves y qué la desencadenó? – ¿En qué consiste la obsesión con la muerte y ese deseo de autodestrucción? – ¿Ese sentimiento de “no servir” se refiere a qué y se basa en qué? – ¿Cuáles son esas cosas que dice imaginarse? – ¿Porqué el esposo ha aceptado la situación? C: Estoy muy deprimida y ansiosa. Permanece en silencio y entonces yo le digo: APG: Clara, yo pienso que es importante que aclaremos algunas de las cosas que hablamos en la sesión anterior…

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C: (Se queda callada y luego dice): tengo mucha desconfianza y esa desconfianza se refiere a mí y a la otras personas que pue-

Los procesos dan intentar meterse en mi mundo… Es difícil contestarle pero yo sé la respuesta, yo me casé muy enamorada y tenía ilusiones, pensaba en aceptar besos y caricias pero no relaciones sexuales y no solamente con él, nunca fantaseé una relación sexual, no la aceptaba… (silencio)… siempre pensé que a mí no me iba a ocurrir eso... (silencio). No sé qué pueden significar los sueños pero, antes y después de casarme, soñaba con la situación pero nunca era capaz de tener una relación sexual.

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APG: (Después de un prolongado silencio) Hay un evento traumático, ¿verdad? C: (Silencio). Varios... (Clara me pide que no tome notas y entonces lo que sigue es una reconstrucción muy breve de esta parte de la entrevista): A los seis años una vez fui a la casa de mis abuelos que vivían cerca; solo estaba el hermano de papá de 20 años, que salía del baño con una toalla, cuando me vio se la quitó y empezó a decirme cosas y hacer cosas (con mucho tacto y largos silencios logro saber lo que pasó: él se masturbaba y luego la quiso obligar a que le acariciara y le besara el pene pero ella no lo hizo); para mi desgracia o yo no sé, no sé qué pensaba en esa época, la empleada del servicio me obligó pocos días después a presenciar una relación sexual de ella con un tipo. Ella estaba embarazada y me dijo que me estuviera ahí, que si no me harían a mí lo mismo que ellos estaban haciendo y que yo también quedaría encinta. A mí el acto sexual me parece un atropello, un absurdo, algo salvaje, tener un hijo es algo que no podría aceptar, si fuera solo tenerlo sí, pero sin tener que pasar por todo lo que eso implica… Bruscamente me dice: “No más, no quiero pensar en eso”, con lo que me confirma que hubo más cosas; se lo pregunto y me responde: ¡Sí!. Le digo que el problema es que no quiere pensar más en eso, pero que solo piensa en eso y que hay que matar el fantasma; llora, pero decide cambiar de tema… Entonces yo sugiero que algo debía ocurrir en su casa, pensando en la osadía de la empleada; me da la impresión

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Ser Terapeuta de que toqué un tema sensible porque reacciona con mucha suspicacia hacia mí. Yo escribo al final de estas notas: “Tengo la certeza, aun cuando no sé cómo ni en cuánto tiempo, de que podré ayudarla a salir adelante. Le dije que si me necesitaba podía llamarme, no importaba el día ni la hora”. Al salir pidió dos citas, la próxima antes de lo que yo había propuesto.

Siguiente cita... APG: ¿Por qué su marido ha aceptado la situación? C: Yo le pregunté y él me contestó que veía tantas cosas buenas en mí, y que me quería demasiado para dejarme; rechacé su compasión y me dijo que no era eso… Entonces he tratado de suplir con otras cosas, soy muy especial con él, además él es muy dedicado a su vida profesional, pero no creo que eso justifique el que se haya aguantado la situación, creo que no son motivos suficientes pero me ha planteado dos veces la separación. El dice que yo soy muy difícil, tal vez sí un poco, pero cuando me conocen mejor la opinión cambia; en realidad no me importa lo que piensen los demás, yo trabajo en una compañía transnacional y tengo muchos admiradores, eso me divierte dolorosamente porque se decepcionarían si supieran la verdad...

Dos días después... C: Muy mal, no sé por qué. Siento una angustia terrible desde anoche... Es sobre todo por la tarde... Me pongo a pensar que no le veo sentido a la vida, ni al trabajo, ni a nada… APG: Y es cierto... Usted está mal la mayor parte del tiempo...

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C: Cuando estoy mejor, estoy regular, y ya no puedo seguir así. Ni siquiera me llama la atención trabajar, ya no quiero estar en ninguna parte, todo el tiempo estuve mal. Mi esposo está muy

Los procesos preocupado, dice que yo no soy la misma persona que él conoció. Y hay dos cosas que me preocupan a mí: que no solamente me estoy haciendo daño, sino que estoy haciéndole daño a otra persona... Hoy me quería morir, ya no gozo con nada. Estoy harta. APG: Entiendo que se sienta así. C: No entiendo en absoluto mi relación con mi esposo, quiero a muy poquita gente, pero a esos los quiero muy profundamente, me da miedo perderlo y no sé si eso es lo que me está haciendo daño, ¿me explico? APG: Sí, perfectamente. C: El vale mucho y el miedo a la soledad me mata, me doy cuenta de que sola no puedo resolver el problema; soy demasiado desconfiada, aquí tengo miedo a que me descubran mis secretos.

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APG: Usted vive con una máscara todo el día. C: (Se ríe). Es completamente cierto, la gente cree que soy feliz, que nunca me pasa nada malo… (hay un largo silencio y luego dice): entre los 6 y los 14 años me pasaron demasiadas cosas que nunca entendí... APG: ¿Quiere hablar de eso? C: Si... (hay un silencio). No soporto ir a un cine, sobre todo si hay cosas sexuales, eso está vedado para mí, esas experiencias me cambiaron. La primera vez que vine aquí y me quedé sola con usted sentí mucho miedo, cuando me casé fue pánico y aquí también he sentido eso… APG: ¿Antes de casarse había sentido algo así?

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Ser Terapeuta C: No, con las cosas que me pasaron casi que me gustaba, lo que me gustaba era mirar, ver qué más podía pasar, buscaba quedarme sola para ver si pasaba. Dos veces me tocó ver un acto sexual y hombres desnudos… Al finalizar la sesión, yo escribo que debemos intentar tres categorías de análisis: 1. Primero aquellas cosas que le hicieron hacer pero sin tocarla. 2. Lo que le hicieron hacer y ver que disfrutó. 3. Lo que le hicieron en donde hubo contacto físico.

La siguiente cita... C: Ayer estuve muy mal, muy deprimida, solo me alivia poder venir aquí. Papá y mamá solo hasta ahora se han dado cuenta de que algo me pasa, pero ellos creen que simplemente soy de mal genio. Mi relación con mi esposo es buena, casi no peleamos, él piensa que toda la culpa de lo que está pasando es mía y yo siento que es así… Hubo una época en la que yo sentía una gran atracción física por él, pero la presión acabó todo, ya no siento nada, él intentó pero se desesperaba (esto se refiere a la relación sexual). Yo era muy dependiente de él pero ya no tanto. APG: ¿Habría podido él hacerla superar el problema? C: No, porque le cogí miedo, creo que por todos los fracasos; he tratado de entender su situación… Si él hubiera actuado diferente… pero me lo reprochaba, él no sabe lo que me pasa, nunca me ha preguntado, además… (un largo silencio) nunca pensé contárselo a nadie… (silencio)… El no es la persona adecuada porque no sé cómo habría reaccionado (silencio)… y yo no podría vivir con una persona que supiera… (silencio).

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APG: ¿Usted sabe lo que le pasó pero no cómo la afectó eso?

Los procesos C: Es que me quedaron muchas dudas y el que mamá jamás me hubiera hablado de cosas sexuales; ni siquiera me han preguntado por qué no hemos tenido hijos… (silencio). Lo de los hijos me mortifica bastante, me gustaría (silencio)… pero hay algo también… (silencio)… creo que es rechazo al proceso. APG: ¿Hubo una escena asociada con eso, no es cierto? C: Creo… (silencio)… que la maternidad es algo lindo... (luego de cerca un minuto de silencio dice:) fue doloroso pero más físicamente que de otra índole, pero por la manera como yo vi las cosas todo lo asocio con dolor físico; me causa profunda tristeza saber que alguien cercano a mí vaya a tener un hijo; eso me pasaba ayer… hubo una época en la que le cogí rabia a papá de pensar que se acostaba con mamá, eso me pasó de casada, yo asocio eso con los animales porque lo vi entre…

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En este momento Clara me pide que no tome notas, de manera que lo que sigue es una breve reconstrucción. C. Lo que vi fue entre caballos, y ahí estaba un trabajador de la finca que luego intentó hacerme algo a mí y me alcanzó a tirar al suelo; ese día me pasé horas sentada en un corredor sin hablar, sin decir nada, pero no lloré. En este momento Clara llora un poco; yo le señalo que su problema actual es el resultado normal de una cadena anormal de traumatismos y que tenemos que ver qué ocurría en su familia. Mis notas de las siguientes sesiones dicen: “Clara llegó tensa, anotando que la vez anterior había salido tan mal como nunca, que se sentía sin arreglo y que había considerado no volver; me habla de su tristeza frente a las mujeres embarazadas y que cree que sería una excelente madre pero que no logra siquiera considerar la posibilidad de un embarazo, porque para ella una relación sexual con su esposo carecería completamente de sen-

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Ser Terapeuta tido; le propongo que tengamos una sesión con una duración indefinida, que ella acepta de inmediato y acordamos que me avisará cuando se sienta lista; la razón de esta propuesta es que, por experiencias anteriores, he visto que las personas que han sufrido de grandes traumatismos sexuales, en una hora no logran generalmente llegar al punto en que puedan romper todas las barreras.

Siguiente sesión... Clara comienza diciéndome: “¿Me perdí como un mes, no? Decidí volver porque logré tener una relación sexual con mi esposo, no fue buena pero pude, pienso que fue por estas habladas y por eso volví”; me advierte que no quiere que anote, luego, nuevamente, lo que sigue es una reconstrucción. Hablamos de la relación sexual, que ella describe como algo que no fue fácil pero, que se siente de todas maneras contenta por haberla podido tener; y continúa: “he sentido una rabia terrible contra papá, hay algo con él pero no sé qué es, yo me parezco mucho a él en la forma de ser. Él busca manejarme siempre, pero el conflicto con él existe también desde siempre, toda la vida he evadido estar con él, cuando hablo ni siquiera lo miro… Siento como si papá y mi esposo fueran incompatibles, y sé que hay una relación entre estas cosas. Mi esposo y yo por una parte, y papá y yo por otra parte… El ambiente de mi casa ha influido, papá no acepta mi independencia pero nunca pregunta por mis cosas, solo le importa el dinero, jamás me pregunta por qué no he tenido hijos…” Hay una inquietud obvia: ¿ocurrieron algunas cosas que pudieran ser consideradas como abuso sexual, o experiencias de carácter sexual, entre Clara y su padre? Sé que es un tema terriblemente delicado que puede desencadenar una crisis grave, de manera que si logro explorarlo, lo haré con la máxima prudencia. Pero no me siento seguro de hacerlo.

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Los procesos Una semana más tarde... C: Anoche no pude dormir y me estoy sintiendo mal, me dio una lloradera terrible, me dio vómito pero no ha pasado nada… Por primera vez en mi vida tuve un sueño de una relación sexual con mi esposo, siento que he progresado, ya no me cuesta trabajo decir las cosas ni pensarlas.

Un mes después, pues no hubo sesiones por Navidad... C: Desde hace tres semanas voy de para atrás y la última semana ha sido la peor. Ayer por primera vez le dije a mi esposo que me iba, no sé si es eso lo que quiero o no. Siento cansancio moral (silencio)… y ahora experimento un deseo sexual permanente y reprimido porque no puedo con mi esposo, no quiero estar en el apartamento, ni verlo, nada. No le encuentro atractivo, ni hay ilusión.

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APG: Creo que es lo sexual lo que usted piensa que no tiene solución con su esposo. C: Sí, y eso es lo que hace la relación intolerable…

Siguiente sesión... No tomé notas, no era conveniente. Clara llegó terriblemente ansiosa y, por primera vez, lloró casi toda la sesión; ella siente que su sexualidad se encuentra totalmente relacionada con un amigo y eso la llena de desesperación porque él no tiene ningún interés en una relación diferente a la que existe.

Siguiente sesión... Está mucho más tranquila y me dice que en estos días ha tenido varias relaciones sexuales con su esposo y que han sido tolerables.

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Ser Terapeuta Dos semanas más tarde... C: De todo un poquito, todo el tiempo pienso que mañana será mejor, pero no ocurre. El domingo le dije a mi esposo que el acto sexual era para caballos y eso es lo que pienso, él me gusta en todo menos en eso, creo que en esos momentos lo odio intensamente. Lo que sí ha cambiado es que la presión de hacerlo ha disminuido mucho, lo que siento es más psicológico que físico, lo duro es la penetración, lo demás es agradable… Sí puedo sentir pero no con mi esposo, las escenas que presencié son las que me vienen a la cabeza cuando tengo relaciones sexuales y luego vi a los caballos y nunca he podido hacer la diferencia. Yo escribo en mis notas: “Clara siente rechazo a superar el problema porque le parece animal”. C: ¿Qué se le puede gozar a eso? (llora). Tal vez sí sabía antes de casarme lo que me pasa… tengo una sensación rara… Estoy viendo en este momento todo lo que vi en ese entonces (llora). APG: ¿Ahora tiene más conciencia sobre todo lo que me ha contado? C: Si... (silencio)… Tengo la sensación de tener a las personas al frente... APG: ¿Qué vio? C: (llora)…Tengo ganas de salir corriendo... Nunca había sentido eso tan de cerca como ahora, como hoy (se niega a seguir hablando de este tema). Yo escribo en mis notas que tengo que lograr que ella hable de eso en algún momento.

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Los procesos Varias semanas más tarde, pues no hubo sesiones durante ese período... C: Estoy embarazada desde hace dos meses, ya pasó la tempestad pero no sé cómo estoy; y quiero tener un hijo pero siento rechazo, incertidumbre, no sé qué hacer. Mi esposo está contento, muy bien, aun cuando no expresa mucho y yo estoy más o menos bien con él. Yo me niego el embarazo, solo lo acepto como un hecho fisiológico, pero no me cabe en la cabeza, pienso que soy la Virgen María, tengo altibajos de humor y tendencia a la depresión, dificultades para dormir… Siento felicidad en el fondo, pero como que yo siempre había pensado que eso no iba a suceder, ya no me importó tanto yo, pero sí lo que va a pasar con el bebé y con mi esposo, siento como que ya se cumplió el objetivo…

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APG: ¿Cuál era el objetivo? C: Para mí no era, pero tal vez para mi esposo sí. Me preocupa el que las cosas se hayan quedado ahí, en este momento no siento interés en resolver el problema ni con mi esposo ni con nadie, me da igual, mi angustia sobre eso ha desaparecido (la siento agresiva). Buena vida la de los hombres, no tienen por qué preocuparse, lo cual no significa que no sea importante la posibilidad de tener un hijo… La verdad es que no me explico lo que siento. Si el examen hubiera sido negativo me habría sentido terrible, pero al salir positivo me quedé muda. De todas maneras, la depresión que siento ahora es con menos angustia, he tratado de olvidarme un poco del pasado aunque no he logrado superarlo del todo. Hay muchos momentos en los que no quisiera ver más a mi esposo.

Un año más tarde, pues no hubo sesiones en ese período... C: En octubre tuve un bebé, un niño. Se cumplió uno de mis grandes anhelos, claro que el primer mes me dio durísimo,

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Ser Terapeuta agravado por una depresión normal: sentía mucha inseguridad, pero ahora es menor. El no tener hijos era en parte lo que me tenía mal, mi problema ya no es igual, ya no me tensiono tanto pero la relación con mi esposo ahora sí se dañó, él no se pudo amoldar a la nueva situación, no aceptaba los cambios que me estaban ocurriendo, era duro y fuerte conmigo y yo quedé resentida, ahora no hacemos sino pelear. Yo le he perdido mucho interés, lo sexual me hace falta pero no lo quiero con él. Antes yo toleraba más porque me sentía culpable de muchas cosas; ahora él es muy agresivo conmigo y no es que yo sea una paloma… Siento un poco de rencor y hay muchas cosas que no he vivido y me hacen falta, como lo afectivo. Ya no siento que no pueda vivir sin mi esposo, ya no dependo de él, pero también siento que él me ha dejado de lado y que ahora su trabajo es lo primero. Tengo ganas de descarrilarme, pero me muero del susto y siento que me debo totalmente a mi hijo. En un año la vida me cambió por completo, y ahora que puedo dormir bien el niño no me deja. En los meses siguientes la relación con el esposo se deteriora cada vez más; nos vemos ocasionalmente, ella no quiere citas fijas sino que me llama cuando quiere.

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C: El bebé muy bien pero la situación es confusa para mí, hay un gran vacío con mi esposo y nunca me siento realmente plena ni satisfecha, aunque no quiero ser desagradecida. A pesar de todo no soy capaz de dejarlo. Yo creo que él tuvo una amiga durante mi embarazo. A veces, siento una necesidad sexual que me vuelve loca, y no es por una persona en particular, es más global, y me dan unas depresiones terribles, pero que duran muy poco. Si mi esposo fuera diferente podría conversar esto con él, pero él no acepta nada de nada. Me gustaría poder decirle que quiero tener una experiencia con otra persona aunque no sé si él me lo permitiría, yo lo diría de todas maneras... Yo he cambiado más que él, me he vuelto más flexible, menos mal-

Los procesos geniada, él al contrario, y yo me he ido alejando cada vez más de él… Creo que ahora sí podemos suspender el tratamiento porque me siento capaz de seguir sola…

Tres años más tarde (sin sesiones en ese período)...

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Es la última vez que veo a Clara. Su relación matrimonial terminó, pero ahora tiene un amigo con el que ha desarrollado una “tremenda dependencia sexual” (así la describe ella), superando en ese sentido algunos de sus problemas anteriores; sin embargo, la relación es insatisfactoria porque él no quiere pasar de ese punto y ella quiere más afecto y comunicación. Soy perfectamente consciente de las lagunas que quedaron sin resolver en este caso. Pero también quiero decir que esto no es nada extraño. El objetivo de la terapia no es dar respuesta a los problemas teóricos, o conceptuales, o de curiosidad, del terapeuta. Y aun cuando no conocemos las respuestas a muchos de los interrogantes que la situación de Clara planteaba, lo que más nos debe importar es saber si ella está mejor ahora que antes de la terapia. Y a mí me parece que la respuesta es ‘Sí’.

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Armando: las pequeñas sorpresas

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La capacidad de sorprenderse va disminuyendo poco a poco a medida que un terapeuta adquiere más experiencia; muchas situaciones se vuelven predecibles y el terapeuta adquiere la habilidad de hacer varias predicciones con respecto a una determinada situación y les asigna cierta probabilidad de ocurrencia. Pero incluso con mucha experiencia siempre ocurren incidentes, pequeños y grandes, que desconciertan, aun cuando sea por un momento. Un buen día, o mejor, una noche, el teléfono sonó en mi consultorio. Un hombre de voz enérgica y juvenil me solicitaba una cita porque tenía que tomar una decisión muy importante y no podía tomarla solo, pues lo asaltaban toda clase de dudas. Le di la última cita de la tarde dos días después, a una hora en la que la secretaria ya se había ido. Ese día despedí a mi penúltimo consultante y observé que en la sala de espera estaba una mujer muy bella y muy alta, con el pelo suelto que le caía bien debajo de los hombros. Le dije “usted no tiene cita conmigo, ¿verdad? Porque según mi agenda estoy esperando a otra persona”. Y entonces la bella mujer me respondió con la voz que yo había escuchado en el teléfono: “Sí, sí tiene cita conmigo. Yo soy Armando”. Mi sorpresa fue tan grande que no dije ni una palabra, me devolví a mi oficina y durante 20 segundos miré fijamente la pared… Luego regresé, pedí excusas y le pedí que siguiera. Armando tenía 22 años y era sorprendentemente femenino en su comportamiento. Su cuerpo también era de mujer, aun cuando reconoció de inmediato que se había hecho implantes de silicona en los senos y en las nalgas, “pero no en los muslos, siempre los he tenido así, como las mujeres”. Desde que podía recordar siempre se había sentido mujer y los insultos, los regaños, los ruegos y los bofetones que ha-

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Los procesos bía recibido, no habían cambiado nada a ese respecto. El año anterior había ganado el concurso nacional de Drag Queens. Se había sentido muy triste cuando empezó a crecer demasiado (1,85 metros sin zapatos), pero su gran felicidad era que nunca le salió barba: no tenía ni un solo pelo en la cara. Usaba ropa muy provocativa y ajustada, y un escote prominente. Trabajaba en un club nocturno y eventualmente se prostituía, pero la razón de la consulta era que quería operarse para tener genitales de mujer y poder casarse con un hombre común y corriente. Le expliqué los pasos que tendría que dar para lograr lo que quería, y también le expliqué los resultados de esas operaciones, que no siempre salen bien en el sentido de que después de ellas algunas personas se sienten tan infelices, o más, que antes. Tuvimos una sola sesión que duró tres horas. Armando dijo estar completamente segura (se refería siempre a sí misma en femenino) de que se sentiría bien siendo mujer, así sus genitales no tuvieran mucha sensibilidad. Su preocupación mayor era encontrar un hombre de su tamaño, que no le hiciera demasiadas preguntas sobre su pasado y que la aceptara a pesar de su muy bajo nivel educativo (apenas dos años de secundaria).

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Sebastián: un caso difícil de explicar

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Ha habido unas pocas ocasiones en las que me ha resultado imposible explicar la evolución de un caso, incluso siendo capaz de predecir la ocurrencia de muchos comportamientos. Esto ocurrió con Sebastián, pues aún hoy, habiendo revisado muchas veces las notas, no encuentro por qué las cosas se dieron así. Y no es que las conductas de este joven tuvieran nada de particular dentro del contexto en el que trabaja un terapeuta: lo que sorprende es la ausencia de una historia en la que se enmarquen, la falta de antecedentes y la brusca aparición de un personaje que hasta ese momento parecía no existir. Esto significa, obviamente, que todavía tenemos mucho que aprender sobre la etiología de los trastornos, incluso de aquellos considerados como mejor conocidos. La mayor parte de las entrevistas tuvieron lugar con Piedad, la madre: “Sebastián tiene actualmente 21 años y es el segundo de tres hijos, un hermano mayor de 22, y una hermana de 17. Siempre fue un niño hacendoso, se graduó joven y con excelentes calificaciones de uno de los mejores colegios; mi esposo es ingeniero civil. Sebastián se presentó a tres universidades y en las tres fue aceptado para estudiar Ingeniería de Sistemas; empezó e hizo tres semestres, pero luego descubrimos que el segundo no lo terminó y en el tercero ni siquiera se matriculó. Además, notamos que se había abandonado, que se había vuelto callado y sucio. Un día me di cuenta de que estaban faltando cosas en la casa. La empleada lo vio abriendo la caja fuerte. Se perdieron unos objetos de plata, un radio, discos y una pulsera de oro. Le dije, y le pregunté si era por droga, y dijo que no. Había empeñado las cosas en un antro espantoso para jugar en casinos. Le dije que si no le daba pesar con su papá que trabajaba todo el día. Me respondió que eso era lo que yo creía, que él no trabajaba tanto, que tenía una mujer desde hacía dos años. El padre

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Los procesos ha sido un hombre muy ausente, así que llevamos a Sebastián a donde un psiquiatra que lo trató como dos meses y dijo que era adicto al juego. Ha empezado tres carreras distintas y empeña y roba en la casa para jugar. El papá no dice absolutamente nada. Está fumando mucho y tomando muchísimo alcohol, pero tiene buenos tragos, no como el papá”. En una reunión con los padres de Sebastián aparece claramente que uno de los problemas es que el comportamiento de su hijo no tiene consecuencias y que debería tenerlas. Hay regaños y gritos cuando ocurren cosas, pero luego todo queda igual. En dos entrevistas sucesivas con Sebastián analizamos sus comportamientos, que reconoce como acciones inadecuadas; pero no hay la menor indicación de que se sienta mal por eso; me dice que él quería irse al ejército pero que la mamá, para evitarlo, le inventó que tenía una epilepsia. Hablo nuevamente con los padres y aceptan que empiece a trabajar como asistente en una entidad estatal en la que el director tiene amistad con la familia. Piedad dice que ella necesita que la ayude. Es hija única, su padre murió en un accidente cuando ella tenía cuatro años y su madre no se volvió a casar. La relación con su esposo es pésima y ha habido varios eventos graves de violencia física de él hacia ella, en particular, asociados con alcohol. Él es una persona muy solitaria. Llevan 11 años asociados a un club y no tienen ni un solo amigo allí. Todo esto hacía que Piedad no se pudiera siquiera imaginar que él tuviera una amante. Sin embargo, a pesar del desamor, ella siente que los hijos lo necesitan y no se atreve a separarse, aunque siente que ya no lo quiere. Llevan 23 años de casados y todos sus recuerdos son fundamentalmente negativos y desagradables. Cuatro meses después de su entrada a trabajar, Sebastián se emborrachó una noche, se fue a jugar a un casino, apostó y perdió el carro de su madre y desapareció tres semanas, montando una historia de secuestro. La madre oculta toda la situación y habla de haber pagado un rescate, cuando en realidad fueron a buscarlo a un hotelucho de mala muerte en el que se

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Ser Terapeuta encontraba escondido en Cartagena. Una de las cosas sistemáticas de esta familia es el ocultamiento de todas las cosas malas que ocurren o que pueda hacer cualquiera de sus miembros. Yo confronté a los padres con lo que creo que es la realidad: Sebastián no es propiamente un delincuente todavía, pero tiene rasgos psicopáticos entre los que sobresalen: ausencia total de malestar o de culpa por las cosas que hace, gusto por el riesgo (dice que nunca siente miedo), impulsividad, carencia de vínculos afectivos reales (a sus padres los ve con indiferencia y su novia “simplemente llena un vacío sexual y, como es linda, me da prestigio’’), indiferencia absoluta con respecto a lo que los demás puedan sentir y cinismo. Le explico a Sebastián cuáles son los rasgos psicopáticos que veo en él y las implicaciones que pueden tener. Él recibe bastante bien las observaciones, por lo menos en apariencia. No parece inmutarse en absoluto. Pienso que el día en que cometa un delito seguirá por ese camino y se lo digo. S (Sebastián): Nunca he estado deprimido porque yo no pienso en lo que no me gusta. No le doy la espalda a los problemas pues no pienso en ellos. Lo único que quiero es vivir contento.

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La investigación en la entidad del Estado demuestra que se trató de una patraña y lo expulsan de inmediato, diciéndole a la familia que deben dar gracias de que no lo pongan preso. Sebastián se encierra en su casa tres días y luego desaparece; dos semanas después, a través de un detective, lo encuentran vagando en el centro de la ciudad con un amigo que tiene un restaurante; solo dice que no todo el mundo es correcto y que él pertenece al grupo de los que no son correctos. Pero regresó a la casa y durante dos meses se comportó aparentemente bien, diciendo que quería estudiar periodismo, y lo matriculan en la universidad. Pero entonces descubren que se la pasa en la calle, que compra y vende dólares falsos y se juega el dinero en casinos, que estaba chantajeando al dueño del restaurante y que

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Los procesos estuvo a punto de matarlo con escopolamina para robarlo; la familia del amigo le puso una denuncia, pero él no quiso que lo juzgaran y retiró la denuncia. A partir de ese momento la vida de Sebastián se desorganiza por completo. Vive en la calle, juega y se embriaga a muerte. Una noche llegó a la casa muy borracho y le pidió a la mamá que lo llevara a un sitio, ella lo llevó y resultó ser una taberna gay, en donde Sebastián estaba haciendo strip-tease. Después de grandes discusiones logró llevarlo a la casa nuevamente. El papá no dijo ni una sola palabra. Una noche se ganó en un casino alrededor de 1000 dólares y llamó a los padres para que lo recogieran; ellos tenían miedo pero fueron por él y les entregó el dinero diciendo que era para reembolsar a una novia a la que él le había robado toda esa plata. Desaparece constantemente, de manera que la mamá, desesperada, decidió hacerle la maleta y decirle que se fuera definitivamente de la casa. Estuvo en una institución de rehabilitación algunas semanas y luego se escapó. Finalmente, usando muchas influencias lograron conseguirle visa para un país en donde no hay casinos y lo enviaron allá; durante tres meses estuvo aparentemente bien, aprendió a hablar fluidamente el idioma, pero acaban de descubrir que está falsificando pasaportes y que lo pueden deportar en cualquier momento. Piedad dice que prefiere verlo muerto que en la cárcel. La búsqueda de explicaciones para el comportamiento de Sebastián es infructuosa; Piedad dice que tal vez la causa es su pésima relación de pareja, pero los dos hermanos de Sebastián son personas perfectamente normales, que sí resienten la infelicidad de su madre y su ocasional dureza, pero que no ven ninguna relación entre eso y el comportamiento de su hermano, al que califican de “monstruo” por todo el sufrimiento que ha ocasionado. No encontré ningún evento desencadenante y es la única vez en mi vida profesional que he visto un caso de este tipo,

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Ser Terapeuta en el que la ruptura de una estructura de comportamiento se produce bruscamente y no aparece nada en la historia de la persona que permita entenderlo. La última sesión con Piedad estuvo consagrada a tratar de mostrarle la importancia de desligarse afectivamente de Sebastián, de aceptar que la vida que él tiene en este momento es algo sobre lo que ella no tiene ningún control; que simplemente tendrá que preocuparse por sí misma y por la relación con sus otros dos hijos.

Caso

Juana: un caso sin metas precisas

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En la vida ordinaria de un terapeuta aparece un número importante de casos en los que el tratamiento carece de metas u objetivos precisos; para algunos, esos casos son fuente de estrés; pero para otros, como yo, son una especie de delikatessen, son procesos que se disfrutan intensamente porque no se sabe, ni se puede predecir con razonable certeza, cómo culminarán. Son esos ca-

Los procesos sos a los que me refería en la introducción de este libro como “caminos oscuros, llenos de neblina y que no se sabe a dónde llevarán”…

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Juana, 23 años... J (Juana): Tengo la cabeza enredada. Asumo que es normal. No se qué quiero, ni para dónde voy y eso me genera mucha angustia, no sé para dónde coger. Tengo que decidir qué quiero con mi vida. Acabo de terminar una relación con el único tipo que he querido. Empecé a los 19 y fue increíble durante dos años, por su actitud ante la vida. Estaba perdido, como yo, pero no le importaba. El vivía muy alejado de lo cotidiano… y mis papás presionaban, con razón. Todo se volvió un desastre. No sé si todavía, pero sí lo quise mucho. Tengo un hermano de nueve años. Soy única hija, única sobrina y única nieta. Todo el mundo me sobreprotege. Papá y mamá viven por sus hijos. Nunca me han prohibido nada pero “sufren por uno”. No creo en nada firmemente. Todo me importa un pito. Hago porque toca y dejo de hacer porque toca. No he sentido qué es lo que realmente quiero. Hasta cierto punto, por ser hija única, siempre estoy sola; me cuesta mucho trabajo comunicarme, siento que no tengo nada que decir… mis enredos comenzaron en la universidad: empecé Psicología, hice un semestre y me salí para dedicarme al dibujo; volví a la facultad y me cambié a Ciencia Política, pero no decidí nada. Entraba y salía de la universidad y terminé odiando todo… Me gusta investigar y también la práctica. Me gustan muchas cosas pero todas me aburren a la larga. Necesito una actividad en donde uno pueda identificarse. En este momento de mi vida todo es malo: dudo de mis capacidades, me falta disciplina, me falta consciencia de las cosas, estoy llena de miedo. Todo es terrible… APG: ¿Qué es positivo?

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Ser Terapeuta J: Ganas de salir de eso; a pesar de todo, siento confianza en mí. Me siento horrible, gordísima y no soy capaz de hacer dieta. Y con mi caso de depresión y de duda… Busco sentido de la vida… Necesito creer en algo… Pero no… APG: ¿Qué esperas de venir aquí? J: Que yo te suelte todo y tu mires qué hay y donde está el hilito para desenredar. Porque yo no soy capaz. Pero no lo hales tú, lo halo yo.

Segunda sesión...

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J: Me he sentido muy bien. Me ha dado tranquilidad el venir aquí, increíble. Me siento acompañada y sin angustia. Esto que me pasa no es de ahora, pero lo vengo pensando desde hace muchos años. Ahora lo que pasa es que siento que tengo que resolverlo: saber qué quiero y poder comunicarme. Cuando pienso en mí de niña, siento que fui diferente: nunca jugaba a lo que los demás jugaban. Papá y mamá me atendían mucho y yo no me trataba con los niños de mi edad. Leía todo el tiempo y me aburría jugar con los otros niños. En el colegio yo no entendía las actitudes de la gente. No me esforzaba y me iba bien. Era y soy muy dominante, siempre he hecho lo que he querido, pero no me relacionaba íntimamente con nadie. Y cuando llegó el momento de decidir algo, no sabía qué quería. Mi comunicación con papá y mamá era nula, solo que no había agresiones. Pero nunca les digo nada y cuando lo hago, mamá no sabe cómo manejar eso, y creo que lo necesita. Tiene una gran idea de mí. Soy distante. Y las reacciones de ella me ponen negativa, ella siempre reacciona negativamente. Mamá es muy mamá, muy protectora, quiere evitarme sufrimientos, y también es muy dominante, y choca porque soy independiente. Y me siento juzgada. Y lo peor es que necesito su aprobación en todo. Es estúpido, me molesta y me hace ser agresiva. Ella aparece es cuando algo me

Los procesos sale mal. Pero en realidad, tal vez he sido tan segura de mí misma por el respaldo de ella. Mis problemas siempre se arreglan, ella los arregla… Sí, hay dependencia en ese sentido… cuando me he alejado de mamá, me siento libre y no necesito aprobación. Nunca me vestí sola, ella decidía por mí. Hoy en día, si me pongo algo y a ella no le gusta, me cambio. Ahora que lo pienso, yo siempre he hecho lo que he querido si mamá lo ha permitido en realidad… lo que yo siento es que ella me permite. APG: ¿Alguna conexión con tu frase “yo no sé qué quiero?” J: ¡Claro! APG: Alguna vez pensaste en estudiar algo que ella no quisiera?

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J: Siempre me he inclinado por lo no tradicional. Por ejemplo, cuando estaba en Ciencia Política, la gente con la que andaba a ella le parecía terrible. Me convenció de que yo era consentida, perezosa, etc. y que jamás me iría a terreno. Y hoy me doy cuenta de que eso no es cierto. Fue por eso que me salí de la universidad, pero no era solo mamá: era todo el medio. APG: Entonces regresaste a lo convencional. J: Si… y pasé por algo muy complicado, pero genial. No hacía nada, andaba con gente que leía mucho y fumaba mucha marihuana, cantidades. Pero me sentía muy bien. En mi casa lo supieron y se volvió un drama: llanto y crujir de dientes… ¡qué tragedia…! me mandaron donde un psiquiatra. Eso si me pareció traumático y a ellos también. Fue hartísimo, fue como un mes y medio, los viernes por la tarde. APG: ¿Podría ser esa una explicación parcial de la falta de comunicación? Eso sería doble instrumento de dominación: te dan opciones, aparentemente, pero si te sales de la línea toman medidas…

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Ser Terapeuta J: (Lo piensa largamente). Qué cosa… probablemente sí… Es también una manera de defenderse, mamá me arregla todo, decide todo. Yo me defiendo con silencio. APG: Y aparentemente lo generalizas a los demás. J: Sí… creo que sí… se me acaba de ocurrir que me cuesta mucho trabajo hablar de mí… como si a nadie le pudieran interesar mis cosas, o como si me fueran a juzgar. Por eso mejor no digo nada… sobre todo con figura de autoridad o a los que puedan juzgarme… sin que la balanza esté cargada a mi favor. La de mamá está cargada, no debería importarme, pero me importa… no sé qué es… son las personas con las que no se entiende bien, pero que no comparten los mismos intereses y podrían tener una actitud negativa frente a mis cosas… Me da susto… Creo que para mí fue muy difícil enfrentarme a los niños de mi edad. Yo era la perfecta de la familia en todo sentido, y era difícil aceptar que no era eso en general, sino solo en mi familia. Era el temor al ridículo; me parece que el 80 % de mi infancia pasó en una biblioteca. APG. ¿Y con eso respondías a las expectativas de quién? J: Bueno, me gusta leer; pero para mamá era más fácil decir que a su hija solo le gustaba eso… y así explicaba mi falta de comunicación. Yo leía mitología griega y sigo pensando que lo que me interesa a mí no le interesa a nadie… me da miedo enfrentar el rechazo y soy conciliadora. Soy conciliadora y eso me hace sentir mal. No tengo claro qué es ser auténtico. Porque tengo miedo. Porque me importa que me juzguen.

Tercera sesión...

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J: Fue genial nuestra última conversación. Siento que yo ya sabía todo eso, pero que sola no podía sacarlo. Es como otra manera de verse pero más realmente. ¡Me siento genial! Puede que sue-

Los procesos ne absurdo, y no sé debido a qué, tal vez a la manera como tú relacionas las cosas, pero he empezado a sentir una tranquilidad muy rica. He empezado a ver que mi problema de comunicación no es tan grave. Me doy cuenta de que no son solamente cosas mías, sino del medio. Estuve en un concierto con un montón de gente, y tuve una actitud diferente a la de siempre, me integré muy bien, no sentí problema a pesar de que no dije nada. Siento que tengo una imagen en mi familia y que la debo mantener. Por eso no hablo de mí. Y no puedo aceptar ante los demás que no soy tan perfecta como se creía; porque uno trata de ser lo que tiene que ser. Mi familia es muy maniquea, y con respecto a lo que es normal, lo es especialmente. Entonces yo tenía que estar bien siempre…

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APG: ¿Lo que quieres decir es que el amor en tu familia es condicional? J: ¡Qué caso! Acabo de sentir… mamá es el tipo de persona que cuando se enfurece no me habla y eso me produce una angustia terrible. Y no vuelve a la normalidad hasta que hago lo que ella quiere, y yo me comporto lo mismo con otra gente. Por eso me vuelvo conciliadora, para que no se enfurezcan conmigo. No soy capaz de enfrentarme a mamá, ni ser agresiva… empiezo a sentir que quiero cosas y que lo puedo decir. ¡Y no tengo que ser perfecta! Si no sirvo, no importa. Estoy bajando de peso.

Cuarta sesión... J: He estado digiriendo lo que hablamos el viernes y empiezo a entender mi conducta más de lo que nunca la he entendido. Tengo claro por qué no tengo clara mi identidad. Pero no sé qué hacer con eso, y siento temor reverencial frente a las personas que me pueden regañar, o ante quienes tengo que pensar en qué es lo que toca hacer. Pero eso me pasa también con gente de mi misma edad.

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Ser Terapeuta Mamá es un poco como yo: escéptica. No cree mucho en nada: mamá hace, no piensa mucho. Es impulsiva. No tiene ideas propias. Pero mi papá jamás me dice nada: creo que le da como pena hablar conmigo. Y yo soy muy dura con él… No tengo una imagen clara de mí. No me imagino qué imagen proyecto. Un amigo me dijo que yo no soy fácil de querer porque nunca se sabía en qué estaba yo. Y es verdad. Soy demasiado relativista porque no tengo ideas claras, estoy en todo temporalmente. A veces funciono como si todo el mundo me tuviera que querer, y hoy pensé por primera vez: me importa un pito que no me quiera la gente de la oficina.

Algunas semanas más tarde...

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J: Ando es como de un genio horrible. Pero yo cada vez estoy mejor. Aunque tengo angustia existencial, estoy como harta. Siento como que estoy arrancando. Yo siento que no me enfrento a las cosas. Tengo que poner prioridades. Siento que no tomo los compromisos muy seriamente y me doy justificaciones. Evito enfrentarme con la gente que me rodea. Necesito que me quieran. Eso es un patrón en mí. No sé… Mi angustia es porque me he dado cuenta de cosas, quiero ser consecuente y tener ideas claras… Yo cambio según la persona con la que esté; no presento batalla. Creo que mi información está mal organizada. Quiero ser yo misma y ser aceptada así. Por primera vez en esta semana la casa no me botó porque estaba sola. Mi mal humor es por mamá, no quiero depender de ella. ¡Un buen día la voy a envenenar! Me trajo pijamas que ella sabe que yo odio. Montones de ropa que ella sabe que detesto pero que a ella le gusta. Los rechacé sin agresividad ni nada, pero ella se puso de mártir… y todo el mundo en la familia me reclama… Una de las cosas que quisiera es poder expresarme a través de la ropa como a mí me parezca. Me siento disfrazada. No sé si tengo que irme, pero lo quiero… necesito irme de la casa. El problema es plata…

Los procesos Siguiente sesión... J: Renuncié al trabajo, no me lo soportaba más. Me siento bien, ahora puedo tomar mis decisiones yo sola. Siento que ahora sé para donde arrancar. Ahora estoy teniendo tiempo de pensar en mí; estoy preocupada por mi encerramiento. Creo que tengo pereza existencial, todo me da hartera. No sé si en el fondo hay como susto, pero no sé a qué. Tengo una sensación de ser diferente, me siento diferente; no es que me sienta rechazada, sino que yo no me logro integrar con la gente que veía… siento que mi imagen no cuadra con el sitio… como que de pronto me estoy viendo a mí misma… pienso que la imagen que estoy dando no es la verdadera; como que no estoy en ningún lado, me siento lejos… siento que estoy viviendo con la misma infelicidad de siempre. Busco mi imagen. Siento que la relación que tenía ya no me sirve.

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Una semana después... J: Tengo un problema muy complicado con mis papás; tengo una actitud infantil frente a ellos; los grito y todo eso y me hace daño. De todas formas lo que busco es aprobación. Tengo que irme de mi casa e independizarme, aunque le dé infarto a papá; y el vínculo con mamá es dificilísimo de manejar y se pone en situación de mártir. No sé qué hacer para no salirme de casillas. Ella no me sabe manejar porque no quiere que yo tome decisiones sin involucrarla a ella. Y a mí me da miedo y eso es terrible. Y muchas de las cosas que critico en ella, las tengo yo. Por ejemplo, sabe que me voy a Cali el domingo, y me dice que si me quiero ir a Holanda el viernes. Me hizo drama porque no le dí regalo el día de la madre, y mi reacción consiste en culpabilizarla a ella, diciéndole que yo me sacrifico por ella viviendo ahí. ¡Qué estupidez! Ella es perfeccionista y jamás acepta sus errores. Y yo soy igual. Pero me estoy volviendo más crítica conmigo misma. Soy caprichosa y quiero estar involucrada en todas las

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Ser Terapeuta decisiones y no acepto que haya otra voluntad en el camino. Y también me pongo en posición de víctima. Mamá no me cae bien y yo misma tampoco me gusto como soy. No siento afecto por ella. Solo tengo bienestar familiar, pero no tengo nada más. Yo los manejo a ellos y los utilizo.

Poco tiempo después Juana se fue de su casa, incluso se fue a otra ciudad. Durante algún tiempo mantuvimos contacto por teléfono y luego me envió algunos correos electrónicos en los que me hablaba de su encuentro con ella misma y de su distanciamiento cordial de sus padres.

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Los procesos

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Los casos desagradables A lo largo de mi vida profesional enfrenté unos pocos casos que desde el primer momento sabía que no podría manejar porque la persona me desagradaba. Por ejemplo, una vez recibí a un hombre de 35 años que quería que lo ayudara a superar sus ansiedades persecutorias, que no lo dejaban dormir. Este hombre estaba involucrado en tráfico de drogas a nivel de colegios (y me señaló muy claramente que esperaba que yo no fuera de “esos que tienen prejuicios sobre el tema”), y consideraba su actividad perfectamente normal; desafortunadamente, había engañado a unos colegas y ellos le habían prometido que las cosas no se quedarían así: esa era la fuente de su insomnio. Yo me limité a mostrarle que la ayuda que me pedía era igual a una condena a muerte: si yo lo tranquilizaba él bajaría la guardia y su vida se acortaría notablemente. El argumento debió parecerle convincente porque no insistió. Pero no fue el único; mi rechazo o desagrado estuvo casi siempre asociado a la percepción de que la persona que me hablaba quería utilizarme para algo; por el contrario, en un corto período de mi vida (un par de años) en el que tuve que trabajar con criminales de la peor especie (entre ellos secuestradores y asesinos a sueldo), cuando notaba que estaban reflexionando sobre sus actuaciones y que no se congratulaban ni se enorgullecían por lo que habían hecho, mi malestar desaparecía. Una de esas personas que conocí en una cárcel, me amenazó sin disimulo si yo traicionaba un secreto que me acababa de confiar; procedí a darle mis teléfonos y la dirección de mi casa, y como ha transcurrido un largo tiempo (más de 10 años) y aquí estoy escribiendo frente

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Ser Terapeuta a mi computador, supongo que es porque él sabe que no lo traicioné. Un terapeuta tiene que reconocer sus limitaciones. Tiene que aceptar que no podrá tener una actitud perfectamente ecuánime ante todo el mundo y que algunas personas pueden despertarle grandes malestares. Los psicoanalistas llaman a eso “reacciones contratransferenciales”, pero yo creo que no es necesario complicarse tanto la vida; a Freud, a Alejandro Magno y al vecino de la esquina les han caído mal ciertas personas, con buenas o malas razones. Incluso por razones de contratransferencia. Sería totalmente inconsistente y antiético tratar a una persona por la que se siente desagrado. Frente a esta situación, un terapeuta debe hacer tres cosas: 1. Analizar qué es exactamente lo que lo ocurre con esa persona; 2. Compartir la situación con un colega y tener en cuenta su opinión; 3. Remitir el caso con argumentos ciertos pero que no hieran a la persona o agraven su situación.

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Los procesos Caso

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Santiago: las terapias largas Yo no soy aficionado a las terapias largas: en verdad, me parece que una terapia no debe durar, en general, más de seis meses. Pero hay excepciones. He visto muy pocas personas más de un año continuo (no más de 30), pero a muchas las vi con interrupciones durante años. Hay muchas razones para que esto suceda, y no necesariamente implican una falla en el proceso, o una recaída, o una dependencia hacia el terapeuta (cosas que también ocurren, por supuesto); es posible que el consultante considere a su terapeuta un asesor, al que recurre en diferentes momentos por diferentes situaciones; o que una situación no pueda resolverse a través de pases mágicos, sino que necesita tiempo; o que algunos problemas se presentan en ciclos, lo cual lleva a la persona a creer que algo ya se resolvió sin que eso hubiera ocurrido en realidad. A Santiago lo vi en tres bloques de sesiones a lo largo de cerca de 10 años.

Primer bloque, 3 meses Santiago es un médico de 32 años, que consulta porque está involucrado en una relación muy conflictiva con una mujer que, por su comportamiento, le hace sentir muchos celos. Los dos consumen con frecuencia alcohol y cocaína, tienen lo que él describe como “sexo salvaje”, y luego de intensas sesiones de romance tienen unas peleas igualmente violentas en las que se insultan y a veces se golpean; después de esto, ella asume comportamientos provocativos con otros hombres que hacen que Santiago maldiga el momento en que la conoció y tenga pensamientos sombríos en los que se imagina matándola. Él la califica de “psicópata” y busca por todos los medios liberarse

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Ser Terapeuta de ella, lo cual finalmente logra, pero sigue un período de intensa depresión y malestar. En las sesiones Santiago me habla de su familia: él es el mayor de cuatro hermanos, su padre falleció cuando él tenía ocho años y su madre los crió a todos con mano de hierro, pero especialmente a él; por fortuna no había problemas económicos, los cuatro son profesionales. Pero nunca recibió ninguna expresión de afecto de la madre, quien todavía vive pero a la que no visita más de una vez al año, y por uno o dos días. Santiago dice que siempre se ha sentido atraído por mujeres muy bonitas y muy difíciles pero que, definitivamente, la de ahora ha sido la peor. Las sesiones se interrumpen por la posibilidad de hacer una especialización en otro país.

Segundo bloque, dos meses

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Han pasado cuatro años. Santiago ha hecho unas inversiones exitosas y dispone de mucho dinero; dedica poco tiempo a su profesión, en la que también le va bien. Está a punto de casarse con una abogada de 28 años y quiere que tengamos unas sesiones de pareja, pues llevan una excelente relación, especialmente a nivel sexual, pero a veces él tiene la impresión de que ella le oculta algo. Esa sensación la tiene desde que comenzaron a salir, y hace parte de su atractivo, pero no tanto si va a ser su compañera permanente. La realidad es que Santiago no sabe casi nada de ella ni conoce a su familia, pues ella le asegura que tuvieron una profunda e irreparable ruptura, y que no quiere hablar de ese tema; vive con dos amigas en un lujoso edificio, pero Santiago nunca ha entrado porque las tres pusieron como condición de convivencia que no llevarían hombres al apartamento. Marta viene una vez con Santiago a hablar conmigo y me impresiona su falta de espontaneidad y su precaución en todo lo que dice, como si temiera cometer un error; aparece como alguien muy dulce y tranquilo, pero también como una persona muy reservada y que vive dentro de una armadura. En la sesión no pasa nada especial, pero ella se niega a volver, sin

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Los procesos dar explicaciones, lo cual es motivo de una fuerte discusión de pareja. En las sesiones siguientes yo le pregunto a Santiago qué es lo que le hace sentir que Marta puede ser su esposa, si apenas la conoce en los pocos meses en que han salido juntos. Dice que la siente como alguien muy fuerte, que ese misterio es algo que querría poder manejar, que es inteligente y que tiene un cargo muy importante, lo cual le gusta porque la hace independiente. Suspende las sesiones porque la idea original era poder trabajar la pareja. Pero solo dos semanas después regresa, muy alterado. El velo de misterio se ha corrido, y le ha mostrado a una persona completamente diferente: en un almuerzo encuentra a un viejo amigo a quien no veía hace años, quien le comenta que es el jefe de la oficina de abogados donde Marta ha dicho que trabaja, pero muy pronto se hace evidente que Marta no trabaja ni ha trabajado nunca en esa oficina. Consternado, y además preocupado por las implicaciones de semejante mentira (habían hablado de casarse muy pronto por lo civil y sin hacer capitulaciones), va a buscarla a su apartamento, donde descubre que en realidad ella no vive allí: sus visitas al edificio están relacionadas con unas clases de inglés que le da a un adolescente. Entonces él espera a que llegue a su apartamento, como hace con frecuencia (tiene llave), y sin mucho preámbulo le dice todo lo que ha descubierto. Completamente desencajada, Marta intenta irse, él la retiene por la fuerza y ella termina por contarle la verdad: no es abogada, es empleada en una entidad bancaria, y vive con su familia, que no tiene dinero. Habría sido muy difícil que él la descubriera, pues ya tenía preparada su “renuncia” y su decisión de dedicarse a ser madre y ama de casa. Trato de analizar con Santiago la posibilidad de que existan rasgos comunes entre las dos personas con las que se ha visto involucrado emocionalmente desde que nos conocimos. Él no ve ninguno, o tan pocos, que siente que definitivamente ese no es el camino para entender lo que ha pasado; piensa que a

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Ser Terapeuta las personas que les va bien económicamente les va mal en lo amoroso, y que eso es lo único claro. Poco a poco se sobrepone a su malestar y se concentra completamente en su trabajo.

Tercer bloque, cinco meses

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Han pasado casi cinco años. Santiago se casó hace tres años con una colega con la que estaba saliendo, y quien quedó embarazada. Bordeando los cuarenta años, pensó que ya era hora de ‘sentar cabeza’ y aceptó a la niña sin problemas. Pero en cuanto se casó su relación matrimonial se empezó a derrumbar: ha tratado de fijar unas normas de convivencia, de decidir unos derroteros para la pareja y unas guías de educación para la niña, pero en todo tiene graves discrepancias con su esposa, quien le expresa constante desprecio por lo que ella califica de autoritarismo; para colmo de males, la esposa está muy lejos de ser una madre ejemplar: es dura y distante con la niña, y esto ha llevado a Santiago a explosiones de furia que han incluido golpes, por lo que ella le puso una demanda. Ahora él quiere divorciarse, y el proceso terapéutico se centra parcialmente en ayudarlo a organizar su nueva vida, pues le ofrece a su esposa bastante dinero con dos condiciones: la custodia de la niña y que retire la demanda, lo cual ella acepta. El resto del tiempo se centra en tratar de saber qué es lo que ocurre con sus relaciones, pues le digo que tres fracasos no pueden deberse a coincidencias. Así, se inicia un proceso lento y difícil que dura varios meses, a través de los cuales un día me dice: “Nunca me he olvidado de que tú estabas tratando de encontrar qué tenían en común mis dos primeras mujeres, y yo nunca lo vi. Ahora, con todo lo que hemos hablado, tengo la impresión de que sí hay algo en común entre las tres. O mejor dicho, varias cosas: las tres son mujeres echadas para adelante, dominantes, muy poco afectuosas, y a las que nunca pude dominar ni logré que me quisieran… Me fastidia pensar esto, pero yo he leído a Freud y tengo la vaga sensación de que yo no pude superar la falta de afecto de mi

Los procesos

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madre, ni pude manejarla, y tal vez eso es lo que he estado haciendo todos estos años: tratando de manejar y controlar a las mujeres importantes para mí. Pero si eso es cierto, ya tengo claro que estoy haciendo todo mal y que necesariamente tengo que fracasar… En todo caso, por el momento no quiero tener ninguna clase de relación amorosa, me dedicaré a mi hija y trataré de fijarme en mis reacciones cuando me sienta interesado por alguna mujer…” La última vez que hablé con Santiago su hija tenía siete años y él había decidido que tendría relaciones transitorias, pues después de todo lo que había ocurrido prefería no tener una pareja permanente; sin embargo, creo que un día volverá a intentarlo, y estoy seguro de que previamente le hablará a esa persona de lo que vivió y pensó. Tal vez eso ayude a que la situación no se repita.

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Ser Terapeuta Caso

Camilo: un caso… de película Mencioné anteriormente que, a pesar de la experiencia, un terapeuta siempre puede sorprenderse. Mi comprensión del caso de Camilo, poco banal en toda la extensión de la palabra, se vio transformada por un descubrimiento que tuvo lugar muchos años después de haberlo visto a él por última vez. Y ese descubrimiento tenía que ver con un libro y con una película. Camilo, 23 años, fue remitido por un profesor de su universidad, quien me informó por teléfono que estaba muy preocupado porque este joven, que estudia Antropología, le contestó un examen de una manera totalmente incoherente: en una pregunta sobre leyes indígenas respondió con comentarios que se referían más bien a la física nuclear, a las explosiones en el espacio y a los agujeros negros. Camilo es un joven alto, muy bien parecido, vestido de manera muy inusual entre los jóvenes universitarios, pues usa ropa costosa y una bufanda de seda que le dan un aspecto de ‘Dandi’ de la época moderna. Tuvimos en total 16 sesiones, pero lo que presentaré aquí son fusiones de lo que ocurrió en varias de ellas, aun cuando están cronológicamente ordenadas. Cuando lo recibo me dice en síntesis lo siguiente:

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C: No tengo con quien hablar, solo hablo con (nombra al profesor), pero me da miedo, me la paso inventando locuras, personajes, cosas. Me fui tres años a Europa, escribía mucho pero ya no. Necesito hablar, hablo solo todo el tiempo, estuve en París viviendo un tiempo y me regalaron un maniquí igual de grande a mí y yo descargo todo sobre él (yo permanezco silencioso pero en mis notas hay un gran signo de interrogación)… Hubo un problema con mi amiga a mitad del año pasado, ella era muy importante (no le pregunto qué clase de problema

Los procesos porque lo veía que estaba muy alterado y muy confuso)… solo veo gente pero no tengo amigos.

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Viene un largo silencio y le pregunto con quién vive. No me contesta directamente sino que me dice: “Mi padre se accidentó y murió en una avioneta cuando yo tenía 13 años y mamá se fue a Argentina, de manera que quedamos viviendo con la abuela. Así que yo vivo solo desde los 17 años, me metieron al ejército y a los dos meses me volé, me fui a una finca de la familia y me encerré dos años allá, oyendo radio solamente. Rechazo por completo a mi abuela, ella esclavizaba a mis hermanos y me denunció al ejército, por esa razón me tocó salir corriendo, finalmente vendí todo y me fui a Europa por tres años. Uno de los problemas es que tomo muchísimo alcohol y eso me afecta demasiado. Tomo con poca frecuencia pero cuando lo hago es en grandes cantidades, lo hago cuando quiero a alguien y ese alguien no está conmigo, dicen que soy muy exigente y eso me mantiene angustiado, siempre sueño con mi casa pero nunca la he tenido… De Europa solo me traje a Camilo, mi muñeco, que se llama Camilo Dólar o Camilo Dolor, yo hablaba con él y hablaba frente a una grabadora y luego la ponía. Lo vestía de dólares y le compré un carro y él me lo regaló a mí, él si me entiende...” APG: Si… eras tu frente a ti mismo. C: Para mí ese muñeco era más importante que los amigos, le ponía máscaras y lo sentaba a mi lado en el carro en el que íbamos a todas partes. Es difícil tomar notas, pero recuerdo de esa conversación que viste a su muñeco de diferentes maneras, le pone sombreros, le tiene un altar, lo cubre de billetes y lo reverencia como si fuera un dios.

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Ser Terapeuta C: Mis padres decían que yo era un monstruo, que era una persona muy mala, que era destructor, pero yo no me acuerdo de haber hecho nada malo. Solo recuerdo que era muy feliz y luego nunca más lo fui. Yo me complazco en todas las cosas materiales y así eran mis papás, el muñeco es como ellos, yo sentía que me merecía todo lo bueno que ellos me daban (se refiere a viajes, autos lujosos, dinero, etc.). APG: ¿Por qué estás aquí? C: Me mandaron porque cuando estudio creo que he aprendido, pero a la hora de la verdad no (luego de esto hay un silencio y empieza a hablar del accidente de su padre y de la desaparición de su madre, lo que cambió totalmente su vida). De todas maneras mi relación con ellos era difícil, cuando me regañaban destruía todo, hoy en día, cuando estoy furioso también lo hago.

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Camilo regresa después de dos semanas de ausencia, dice que no ha vuelto a la universidad y que está muy mal, que está desesperado, que se está derrumbando, que está tomando grandes cantidades de alcohol y que destruye todo. Su discurso es muy incoherente, y termina hablando de que lo acusan de ser homosexual y él no lo es. En mis notas hay el siguiente comentario: “Todo es muy oscuro en esta sesión, mezclado, inconexo: recuerdos, deseos, etc.; no entiendo muy bien qué es lo que me quiere decir”. La siguiente es una larga sesión, tan descosida como la de ayer, pero él dice que se siente menos angustiado; habla mucho de los problemas que tuvo de niño porque lo consideraban muy indisciplinado y lo castigaban todo el tiempo. Me habla de Camilo Dólar y sus otras personalidades: Dólar, Midas, Dolor, Alí Baba. Siempre alrededor del dinero, del poder económico. Hubo un momento en que me sentí incómodo con él porque me daba la impresión de que todo lo que estaba planteando en la sesión también era una farsa. Sentía que estaba tratando de impresionarme, evitaba hablar de cosas compro-

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Los procesos metedoras y se iba por las ramas. Luego empezó a hablarme del suicidio y yo le dije que si lo que él quería era morir, mejor lo hiciera de una vez por todas porque ahora se estaba destruyendo, sin crecer y sin producir nada, y que la impresión que me daba era que estaba fijado en los 13 años, con actitudes de 13 años, es decir, en el momento de la muerte de su padre y el abandono de su madre. Entonces, bruscamente me pregunta si a mí me atraen los homosexuales; le digo que no y que me es perfectamente indiferente que él lo sea o no, pero que será necesario que le haga frente a este asunto si eso es necesario. Camilo elude el tema. Creo que dice muchas cosas inexactas y que cambia las versiones de los hechos según sus necesidades. Aparentemente, el muñeco se lo regaló una amiga llamada Françoise, que trabajaba en una casa de modas en París. Me habló confusamente de una amiga con la cual vivió, de una foto de su abuela paterna a la que no conoció, pero que resume el ideal de mujer para él. Todavía no he logrado hacerme una idea de Camilo, salvo que ha vivido de apariencias, que no tiene una imagen buena ni clara de sí mismo y que se ha escondido siempre detrás del mito del dinero, pero también sé que me oculta algo, algo que le cuesta mucho trabajo decir, y que esta ahí, sin que él pueda expresarlo hasta este momento. Hay muchas cosas que no entiendo.

Una semana después C: Estoy un poco mejor pero no he ido a clase, tengo miedo de encontrarme con mis compañeros, de ir a los cursos. Me habla de los muchos problemas que ha tenido en la universidad, principalmente a nivel de notas y de relaciones con los amigos, a quienes les parece una persona extraña. C: Yo no sé por qué vengo acá, ¿usted cree que yo tengo problemas? APG: ¿Tú sientes que tienes problemas?

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Ser Terapeuta C: No… (largo silencio) ¿Quién soy yo? No sé. No me he podido responder por qué busco evasivas como si no me importara, tampoco conozco a mis hermanos, no tenemos diálogo, todo es superficial igual que con mis compañeros. APG: ¿Qué quieres hacer con tu vida? C: Dirigir algo grande, ser dueño de barcos, dirigir personas, aunque me da miedo hablar. Venir acá no me va a impedir nada, por eso vengo. Me siento seguro viniendo aquí, no me gusta la iglesia pero me habría gustado ser un cura importante. Me gusta la vida política y me gusta el poder. Quiero poder, no admiración, eso es secundario. APG: ¿Tienes poder sobre ti mismo? C: Hasta un cierto punto. Soy metódico y organizado. APG: ¿Llevas control sobre tu vida? C: Sí, 10 %, el hecho de que me emborrache y rompa cosas no significa nada. APG: Sin embargo todo el tiempo, a la mayoría de las preguntas que te hago, tu dices ‘no sé’… C: Sí, yo veo que tengo una serie de contradicciones. A veces no entiendo cosas fundamentales, y otras, entiendo cosas muy difíciles. Creo que copio mucho a papá.

Tres días después… Camilo llega con su amiga sabiendo que yo la veré; ella es una joven muy agradable y bonita, debe tener unos 20 años, es una

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Los procesos

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persona típica de una universidad, seguramente de un nivel socioeconómico alto. Ella permanece en la sala de espera durante la sesión. Empieza a hablar de diferentes cosas y yo tomo la decisión de plantear directamente el tema de la homosexualidad. Él esquiva la pregunta y simplemente me dice que de niño él tenía cara de niña, y luego comienza a hablar de la abuela diciendo que era exageradamente ambiciosa y que siempre ha conseguido lo que ha querido. Luego dice: “A los 17 años estuve enamorado de una mujer de 27 que no me aceptó, tuve otra amiga durante cinco años, pero mi problema es la comunicación: desde diciembre y durante todo el mes de enero he tenido muchos problemas y no estoy seguro de que estén superados… He estado organizándome a ver si estudio por la noche, no he hecho nada especial pero estoy relajado”. Lo centro durante un momento sobre sus necesidades académicas y él me dice: “Todos los problemas me distraen, mis hermanos, mi amiga, los carros y la consecuencia de esto es que he estado sacando notas de 1 y de 0.5, salvo en dos materias. En el primer semestre saqué notas solamente de 3.0 o de 3.5”. Y luego, como sin darse cuenta, me dice que lo han suspendido en la universidad. En ese momento empiezo a darme cuenta que con respecto a estos temas de la universidad me ha estado mintiendo. En lugar de responderme empieza a hablar del profesor que lo remitió, a quien ve como un padre. Yo por mi parte le hago ver que me está dando información confusa y contradictoria. Y le digo: “Si no eres claro, no te puedo ayudar”. C: Ayúdeme usted a aclarar eso, no puedo decirle muchas cosas. Todo empieza porque uno va donde un psicólogo y la sociedad lo rechaza.

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Ser Terapeuta Luego, como sumiéndose dentro de sí mismo dice: “Qué importa la abuela, qué importa la vida homosexual, qué importan los problemas académicos, creo que he exagerado mis problemas”. APG: ¿Eres homosexual o no? C: (Esquiva la pregunta y termina diciendo): Tengo una vida bisexual larguísima, siempre me muevo en ese mundo, he tenido relaciones homosexuales pero no las he querido, yo solo quiero hablar y termino odiando esas relaciones (comienza a hablar nuevamente de su inmenso afecto por el profesor que lo remitió). Creo que me quedó un vacío con la muerte de papá, cuando él murió yo lo necesitaba mucho, mucho, mucho, y con la mujeres me pasa lo mismo, nunca me he dejado conocer de nadie, busco mujeres mayores y las convierto en súper mujeres, la mamá dios, la mamá azul, así las llamo. Hoy en día, para mí la relación sexual es una superdestrucción, no sé hasta donde voy a llegar, pero quiero abrirlas. APG: (Después de medir mis palabras cuidadosamente): ¿Le has hecho daño a alguna mujer? C: (Largo silencio). Sí… (largo silencio). Pero no acepto que me lo hagan a mí… pienso: “¿seré yo una mujer?”… Trato a los hombres durante las relaciones sexuales como si fueran mujeres. A mis amigos no los golpeo, a las mujeres sí, cada vez soy más violento. Si me lo permiten le cortaría un dedo a una mujer. No sé de dónde sale todo eso, pienso en arrastrar a una mujer ensangrentada…

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En ese momento me cuenta que el problema que tuvo con su novia en el semestre pasado fue por lo siguiente: el la conoció de manera completamente accidental en la universidad, la invitó a tomar algo, ella aceptó, la invito a comer, ella aceptó, y se inició todo un proceso de seducción que culminó en que él

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Los procesos le propuso que tuvieran relaciones sexuales, que ella también aceptó. Fue una relación sexual normal pero en la cual él no sintió nada especial. Después de esta relación sexual, Camilo le dijo que por qué no se iban de fin de semana para alguna parte, y ella respondió que encantada, que a dónde, y el le dijo que a Londres. Obviamente ella inicialmente no le creyó, pero luego aceptó, cuando se dio cuenta que él es un joven que tiene dinero y que vive solo. La sorpresa fue el apartamento de Camilo, que es un sitio caótico, desordenado pero lleno de cosas costosas. Fueron a Londres cinco días, y al regresar ella, como es natural, estaba muy impresionada, muy impactada por él y dispuesta a aceptar más o menos lo que él quisiera. Camilo le pidió, como en juego, que se dejara tomar unas fotos desnuda con una cámara Polaroid13 y ella también aceptó esto. Entonces, luego de las fotos, le dijo que él quería introducir una innovación dentro de la relación y que si ella se lo permitía el haría algo que no iba a ser particularmente desagradable y ella, sin saber de qué le estaban hablando, aceptó… Camilo la golpeó fuerte en la nariz y cuando empezó a salirle sangre él se sintió terriblemente excitado y tuvieron una relación sexual muy intensa. A partir de ese momento, las sesiones de violencia aumentaron y las cosas se agravaron cuando él le dio un golpe en la nuca y ella estuvo inconsciente tres horas y terminó en un hospital. En ese momento su fantasía se vio realizada, pero no era la primera vez. Camilo enlaza con lo siguiente: “En los 24 de diciembre cuando yo era niño veíamos con toda la familia matar a un cerdo; odiaba eso, lo odiaba con toda mi alma, pero me obligaban a estar ahí. Papá llegó incluso a obligarme a matar una gallina y me decía que si no lo hacía era porque yo era un marica, entonces empecé a tener crisis en cuanto me acercaba a las gallinas, les arrancaba el cuello y después iba y cogía otra y las ahogaba, de rabia… ¡Estoy muy lleno de rabia!”

13 Faltaban muchos años para la invención de las cámaras digitales.

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Ser Terapeuta APG: ¿Tu mamá también te obligaba? C: Es la familia de mamá la que me obligaba. Pero hoy lo que me gusta es pegarle a una mujer pero con su consentimiento, yo nunca las obligo. APG: ¿Puedes tener relaciones sexuales sin violencia? C: Hoy en día la violencia es muy importante y las mujeres lo aceptan. Pero mi muñeco Camilo nunca ha tenido importancia sexual, solo material, de dinero, de poder, de todas maneras me doy cuenta que soy cada vez más violento, pero tengo un control, no voy demasiado lejos. Luego de reflexionar detenidamente le hago ver el peligro de la escalada: lo usual es que el estímulo para reaccionar sexualmente necesite aumentar en intensidad y eso lo pone en una condición en la cual puede llegar a herir gravemente e incluso matar a alguien. C: Si, he pensado en no golpear más porque ahora ya no siento tanto placer. Pero de todas maneras, el que he sentido es muy similar al que experimento cuando gano mucho dinero (tiene el dinero que heredó de sus padres invertido en diferentes compañías). No quiero comprometerme con nadie. Mi amiga quiere vivir conmigo pero yo no, pero tampoco puedo dejarla.

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Al final de esta sesión, le digo que me parece muy importante hablar con su amiga y él dice que le comentará, y dos o tres días después la veo. Es la joven con la que estaba en el consultorio pocos días antes, quien verifica exactamente todo lo que él me había comentado. Lo sorprendente de la situación es que esta joven es una persona completamente normal y corriente, nunca había tenido una experiencia de este tipo, nunca había sido víctima de violencia de ninguna clase y lo que ella me comenta es que a

Los procesos pesar de que se daba cuenta del peligro en el que se encontraba, no se sentía capaz de impedirlo. En la única ocasión en la que le dijo a Camilo que no aceptaría más que la golpeara, él la amenazó con mostrarles a sus padres las fotografías que había tomado. Han pasado dos meses y medio desde el momento en el que vi a su amiga …

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C: Le cogí miedo a usted después de la última entrevista, en este tiempo he tomado mucho y no hago nada, vivo rodeado de gente que me utiliza y me saca plata. Lo que me parece extraño es que desde que hablamos ya no estoy agresivo con las mujeres, pero sigo yendo a muchos sitios homosexuales, el 90 % de mis amigos lo son. Lo que pasa es que soy un fantoche, vivo mostrando lo que no soy, y el muñeco tampoco cuenta (me agradece repetidamente el que lo haya recibido por que él creía que yo lo iba a rechazar). Es como si yo nunca hubiera recibido nada de nadie. Tengo mucho miedo, mucho miedo, trato de acordarme de papá y de las cosas que él me decía y me resulta muy difícil…

Una semana después… C: Bien, estoy leyendo, yendo a cine (me nombra una serie de personas importantes que conoce: uno fue embajador y ministro, el otro periodista de renombre internacional, el otro es un gran industrial), los comparo todos ellos con… (nombra el profesor que lo remitió). La conversación es muy agradable… APG: Todas esas personas son intelectuales de muy alto nivel, pero yo pienso que lo que te atrae hacia ellos es el aspecto homosexual, ¿no? C: No, es coincidencia… APG: ¿De verdad? Yo no creo mucho en las coincidencias…

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Ser Terapeuta C: ¡A mí no me importa lo de la homosexualidad! APG: Pues por lo que hemos visto a lo largo de estas sesiones, te importa mucho… C: (Me habla de su relación con un muchacho de la universidad). APG: ¿Has estado enamorado de un hombre? C: (Largo silencio)... No creo. Yo siempre soy simpático y los homosexuales me persiguen, todo empezó con los primos y primas y todos ellos querían tocarme, pero yo no creo que para mí eso sea especialmente importante.

Cuatro días después… C: He estado bien, pensando en cambiarme de universidad. APG: ¿Qué fue lo que te pasó en la universidad? Vuelve a contarme una historia que me había citado anteriormente, referente a unas llamadas telefónicas desde Europa que le hizo alguien que decía ser el amante de su novia; y dice: “Cogí un avión y me fui a Europa, yo a mi amiga le preguntaba algo al respecto y me contestaba otra cosa”. APG: Es igual que lo que haces tú en la universidad.

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C: Sí… (tartamudea un poco), no sé qué me pasó, se me vino todo abajo porque no me esperaba lo que pasó (se refiere a su gran fracaso académico). Creo que mi agresividad con las mujeres se aumentó después de eso, las trato como unas mierdas, aunque yo normalmente no soy físicamente violento, busco en las mujeres caricias porque me recuerdan a mamá. Creo que

Los procesos todo es reemplazable y por eso no me importa perder a las personas o las cosas. No sé valorar y eso me da miedo, además me gustan mucho las armas.

Cinco días después… C: Todo bien, no he tenido ninguna experiencia de violencia o de trago, realmente he estado muy bien, creo que es porque puedo hablar contigo. Tengo lagunas de las cosas malas que rodearon la muerte de mi padre (y me explica que la experiencia más violenta de sadismo, fue con su novia actual); ella es importante porque es mi amiga, porque me escucha y me entiende, pero yo no sé lo que es amar. Creo que me volví violento con las mujeres por la primera relación que tuve (la que duró varios años). Mi primera experiencia sexual fue con un hombre, pero en verdad todo empezó con mis primos que me tocaban, en especial, uno de ellos “machote”, pero terminó besándome una noche.

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Dos meses después… C: Estoy muy bien en todo sentido, tengo unos amigos en una sociedad de distribución de alimentos enlatados y también he comenzado a vender cuadros. Estoy pensando entrar a otra universidad, pero no sé si lo haré. El problema con mi amiga es la familia porque no la dejarán volver conmigo: ella tenía un diario en donde escribió todo lo que había pasado entre nosotros, y que tú ya sabes, y se lo encontraron. Yo me siento muy culpable con ella. Nunca medimos las cosas y por eso me siento así, no quiero que ella tenga una casa como un infierno, así como fue la mía, pero ahora mi amiga de París va a venir y se va a formar un problema. En este momento no sé qué tan importante es ella para mí, en todo caso, no me casaré con ella por ningún motivo y así se lo dije. No me casaré nunca, con nadie, y tampoco tendré hijos…

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Ser Terapeuta Al finalizar esta sesión me dijo que deseaba suspender nuestros encuentros por lo menos por un tiempo, y que mantuviéramos contacto telefónico; así lo hicimos. Camilo no ingresó a ninguna otra universidad y se dedicó a los negocios, en los que le fue bastante bien. No tengo idea de lo que ocurrió posteriormente con su vida afectiva. Cerca de diez años después de haber perdido de vista a Camilo, llevé a cabo un seminario privado sobre “casos difíciles de terapia”, y presenté este. Aparte de las muchas observaciones y comentarios de los participantes, que sacaron a la luz una gran cantidad de vacíos en la información disponible, uno de los miembros del grupo comentó que toda la descripción que hice al comienzo sobre Camilo y su indumentaria, el maniquí y el culto al dinero, eran parte de la trama de una serie de televisión en Inglaterra basada en un célebre libro de Evelyn Waugh14. Ese participante, Tim Ross, de nacionalidad británica pero de alma colombiana, la había visto y las fechas correspondían exactamente a la época en la que Camilo vivió en Londres.

– Escriba sus reacciones frente al caso de Camilo y luego trate de analizarlas. – ¿Qué información considera usted que sería indispensable y que no aparece en esta transcripción? – ¿Cómo se imagina hoy en día a Camilo?

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14 Waugh, E. (1945-1981). Brideshead revisited (2nd. ed.). London: Penguin Books.

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Los éxitos En un libro como este, la mención de los fracasos, los errores y las frustraciones debe necesariamente ocupar un espacio importante, so pena de aparecer como si todo el trabajo terapéutico fuera coser y cantar, y también, porque de los errores se aprende a veces mucho más que de los surcos bien trazados. Pero la verdad es que si la mayoría fueran fracasos es muy improbable que la profesión, y los profesionales que viven de ella, pudiesen sobrevivir más de unos pocos meses. Hay ocasiones en las que los skinnerianos tienen razón. El concepto de “éxito terapéutico” no es, ni mucho menos, autoevidente. Primero que todo, están los problemas de definición teórica, que pueden llevar a que un terapeuta diga que un caso fue exitoso porque se resolvieron enmarañados conflictos inconscientes, mientras que el consultante y su familia están de acuerdo en que fue un fracaso porque sigue tomándose una botella de vodka al día, que era el motivo de consulta. O al revés: la familia y el sujeto están felices porque ya no se toma ni un solo trago, pero el terapeuta piensa que fue un fracaso porque, a los 30 años, el consultante es totalmente dependiente de su madre en todos los aspectos. Por otra parte, está el problema de quién define los objetivos de la terapia. Esta parecería una verdad de Perogrullo –que hay que definir las metas– pero la realidad es bien diferente: en muchos casos no se precisa qué es lo que se quiere lograr, ni quién debe definirlo. El éxito terapéutico está asociado a que los propósitos del terapeuta y del consultante confluyan, pero deben prevalecer los del segundo. Al fin y al cabo es él(ella) quien sufre y quien paga, y la vieja sentencia de que el campo del que hablamos es el único del mundo en que

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el cliente nunca tiene la razón, dejó de tener validez desde que las asociaciones de consumidores empezaron a poner contra la pared a quienes defendían esa pretensión. En tercer lugar, no es infrecuente que a pesar de las buenas intenciones de terapeuta y consultante, definir los objetivos y las metas no sea materia simple. Ante la pregunta del terapeuta “¿Qué busca usted al venir aquí?”, la respuesta puede ser “No sé”, “No estoy seguro”, “A mí me dijeron que viniera a hablar con usted”, “Que me ayude”, “Encontrarme”, “Dejar de sufrir”, “Olvidar a mi novio” u otras cuantas decenas de respuestas altamente imprecisas. No hay ningún motivo para descorazonarse: en ninguna parte hay una ley que obligue a que los objetivos de la terapia se fijen en la primera sesión. Los propósitos pueden irse construyendo en el camino, pero no se puede prescindir de ellos: de hacerlo, el supuesto tratamiento será solo un conjunto de conversaciones erráticas que no conducirán a ninguna parte. El éxito terapéutico no nos está esperando a la vuelta de la esquina. En realidad, como es el caso de todo lo importante en la vida, es el resultado de largos procesos de reflexión, de escucha, de análisis, de lecturas, incluso de confrontaciones de puntos de vista con otros profesionales. Pero es precisamente eso lo que lo convierte en un campo lleno de atractivos, y lo que justifica un prolongado entrenamiento más allá del título de pregrado. A diferencia de casi cualquier otra situación en la que dos personas se encuentran, en este caso, una sola de ellas es el núcleo fundamental de interés, y la otra la acompaña, generalmente detrás de ella, ocasionalmente adelante, y al finalizar, al lado de ella. En forma constante los ejes de trabajo se mueven de lo racional a lo irracional, de lo emotivo a lo cognitivo, de lo agudamente consciente a lo desconocido. Pero nunca pueden per-

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derse de vista dos puntos: en terapia la dimensión emocional es tan trascendente como la cognitiva, lo cual es completamente inusual en todas las otras situaciones de la vida cotidiana; y aun cuando todas las dimensiones temporales son importantes, el aquí y el ahora ocupan un espacio mayor que el pasado y el futuro, que siempre son referentes pero no ejes. Estos puntos pueden ilustrarse con algunos apartes de un texto que escribí hace muchos años, y con el cual me sigo sintiendo identificado15: Son emociones, en su mayor parte, lo que un sujeto manifiesta en terapia. Emociones relacionadas con la autoaceptación y la autocrítica; con el dolor de vivir; con la percepción de lo inevitable de la muerte y la imposibilidad de comunicarse; con la necesidad de amar y de sentirse amado; con la angustia por descifrar el sentido de la vida; con la impresión de carecer de recursos para hacerle frente a los problemas; con la angustia de “no ser uno mismo”, de “estar muerto en vida” y de no ser más que un conjunto de reflejos domesticados de lo que los demás han querido que uno sea. __________ El hombre se siente atormentado por la idea de la muerte y, por ello, se pregunta afanosamente sobre el sentido de una vida que se le escapa entre los dedos. Los “adultos” sonríen desdeñosamente y califican esas preguntas de “adolescentes”, aun cuando ellos mismos se las planteen todos los días, o eviten todos los días el hacérselas.

15 Pérez Gómez, A. (1981). Caminos psicoterapéuticos. En Psicoterapias: enfoques teóricos, aplicados e investigativos. Bogotá: Ediciones Uniandes.

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Ser Terapeuta Se concluye que es una pregunta idiota porque no tiene respuesta. Yo pienso que sí tiene respuesta. O por lo menos para mí si la tiene: y esa respuesta es que, simplemente, la vida no tiene sentido. Lo que puede ser idiota es tratar de descubrírselo. El sentido de la vida, entonces, hay que construirlo. Y en sí mismo ese enorme trabajo esboza un segundo intento de respuesta: el sentido de la vida consiste en construir un sentido para ella. Yo sé que esa respuesta es solo mi respuesta. Pero más que una propuesta teórica es una práctica vital, que determina por ende mi comportamiento como terapeuta. Es decir, señala la dirección de mi camino terapéutico. La psicoterapia, por lo menos como yo la entiendo, constituye una oportunidad incomparable de encuentro con el otro, de encuentro consigo mismo. Como el hombre de Lascaux, como el artista del Renacimiento, o como el escritor contemporáneo, el sujeto en terapia se proyecta, a través de sí mismo, más allá de sí mismo: hacia su pasado y hacia su futuro, para manejar su presente. Es por todo esto que veo las psicoterapias como caminos.

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A pesar de que, repito, el éxito terapéutico no se logra cosiendo y cantando, también hay que decir que no se trata en cada ocasión de partos agotadores. Yo diría que estos son más bien la excepción que la regla, como en cualquier profesión u oficio; y por otra parte, hay ocasiones en las que intervenciones mínimas pueden provocar cambios importantes e inesperados, como ocurrió con Beatriz. Fueron solamente tres sesiones.

Los procesos Caso

Beatriz: un logro en tres sesiones

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Beatriz (B) es una arquitecta de 27 años que lleva tres de casada. B: Estoy pasando por una época espantosa. Necesito afecto y sentirme importante, y mi esposo no me da eso. Es buena persona, pero no lo entiendo y cada vez me importa menos; pero no soy capaz de decirle “no más”… Solo estoy con él los fines de semana y lo único que hace es criticarme y no me deja ser yo misma… Hace un mes le dije que quería separarme y solo me dijo “Bueno”… Soy sumisa y estúpida, me siento culpable, soy débil… somos polos opuestos: él es muy severo y disciplinado, parece militar, yo lo contrario… No puedo hablar de lo mío, no sé quién soy… Mira, yo soy la mayor de mi casa, que es de clase media, y siento repulsión por el medio en que vivo: me hace mucha falta mi casa paterna. Aquí la empleada del servicio es más importante que yo porque ella sabe cocinar y yo no. No quiero odiar a mi esposo, pero ahora ya no siento nada por él; para mí lo sexual es solo un deber, una hipocresía… ¿Por qué no soy capaz de separarme? APG: No eres capaz de separarte… B: Es que hay un problema… él no me cuenta nada… Nunca me ha querido hablar del pasado, pero él es de Cali, se casó allá, tuvo dos hijos, vivió con la esposa 11 años y un día ella lo dejó. Yo no tengo hijos, ni deseos de tenerlos, ya no… Él no hace nada por la relación y no somos ni siquiera amigos, no me permite nada y dice que la culpa es mía porque no soy como él quiere. APG: ¿Cuándo empezaron los problemas? B: Al mes de casados, porque la familia de él se metía en todo. Yo soy afectiva y llorona (llora) y creo que eso complicó todo… No sé por qué me casé…

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Ser Terapeuta Yo duré tres meses de novia con él, pero antes había tenido un novio al que quise mucho, pero claro, es que yo me enamoro como una niña de 15 años… No he sido infiel porque lo respeto… mis padres me presionan para que no me separe y yo no quiero que sufran, pero él me echa a cada rato. Soy inconstante, desordenada, me gusta la música, la pintura y la filosofía, odio mi carrera! Mi marido odia que trabaje porque soy independiente, quiere es una empleada y revisa y critica todo; lo que quiere es utilizarme de mandadera en la oficina de él… siempre ha querido apartarme de mi familia, porque para mí es importantísima… él me grita y me trata duro y no entiendo por qué me aguanto eso… No sé, no sé… Es como querer que sea él quien decida; yo no quiero que sufra y sé que yo no sufriré si él se va. Me siento mala y culpable, pero no quiero ser hipócrita… APG: ¿Qué es lo que quieres? B: (Largo silencio) Creo que me estoy diciendo muchas mentiras…

Una semana después… B: Más o menos igual… Pero he estado pensando mucho y creo que el problema radica en mí y que es independiente de la relación matrimonial, pues tiendo a comportarme igual con otras personas: tiendo a ceder siempre, a dejarme dominar, preocupada por el miedo a ofender… APG: Me sorprende que hayas llegado tan rápido a esas conclusiones… ¿Por qué no me hablas de situaciones anteriores en las que te comportabas así?

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B: Mis padres eran muy unidos, es ahora que no se entienden; mi abuela los dominó a ambos; vivíamos con los tíos y nos mimaron mucho. El abuelo no tenía personalidad, era un blanden-

Los procesos gue que solo reaccionaba de vez en cuando, y yo fui la consentida de mi abuela, que siempre ha querido que yo sea como ella. Mamá, por el contrario, es floja de espíritu, no hace sino lamentarse todo el tiempo y ahora quiere que yo le resuelva sus problemas. Creo que tuve una niñez normal y feliz. Siempre fui sumisa, no era ni soy capaz de decir las cosas claras por miedo a ofender; pero mis hermanos y hermanas no son así, al contrario, son fuertes, frescos, un dechado de virtudes. Pero mis abuelos decidían todo, y mamá aceptaba que en su propia casa ella ocupaba el segundo puesto… APG: Me da la impresión de que te sientes parecida a ella, ¿no? B: ¡Sí! APG: Y ¿cómo te sientes con eso?

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B: Me desagrada terriblemente, pero la adoro… La veo desprotegida, aun cuando su manera de ser me fastidia… Es más culta que papá… Se casó por mí… (llora) APG: ¿Ella estaba embarazada? B: ¡No quiero hablar de eso! Hoy no quiero… Sí quiero… Lo que sé lo supe por otra gente, y me duele… Soy la culpable de que ella viva esa vida… Todo es culpa mía… Una vez mamá se disgustó con mi abuela y le dijo a una prima mía, cuando yo tenía seis años, que algún día tendría que decirme la verdad. Pasaron los años y un hermano de mi abuelo me dijo que mi papá no era mi papá… Sentí… yo no sé… ella se casó por darme un apellido… él no es mi papá, pero yo lo quiero como tal… Se casaron por culpa mía… Nadie sabe que yo sé, y nunca se lo había dicho a nadie… (llora muy triste). APG: No entiendo cuál es tu culpa.

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Ser Terapeuta B: No sé, no sé cómo soy… me siento siempre así, que tengo que estar pendiente de lo que los demás quieren… Yo no quiero ser así. Si irme fuera la solución, me iría, pero sé que no es verdad… No me gusta llorar, ¡eso es ser débil! APG: Pues a mí no me parece que estés llorando por debilidad. B: Si, es verdad; yo me decía mentiras, me ocultaba cosas y me decía que eso no era la base de mis problemas. APG: Tu no hiciste nada, fueron ellos los que cambiaron tu vida haciéndote saber lo que te dijeron. B: Sí, me sentí culpable de haber nacido. Mamá acabó su vida por darme una a mi… APG: Uno solo es culpable de lo que decide, y tu te estás sintiendo culpable de haber nacido… B: Yo no creo en mí. No me importa que los demás sean como son, pero yo quiero cambiar. Yo me obligo todo el tiempo a hacer cosas que no quiero. APG: Como pagando una deuda… B: ¡Exacto! Y adoro la vida, y quiero vivirla como yo quiera, sin reprocharme todo lo que hago; pero vivo pensando es en lo que les gusta a los demás… y trato… y no puedo (llora). APG: Es que creo que tienes un lastre. B: ¡Debe ser horrible ver llorar a la gente! APG: Claro que no.

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Los procesos B: Quisiera encontrar a alguien que me entienda, que me escuche… Nunca he encontrado a un hombre que me dé ternura y me haga sentir importante, y creo que he buscado demasiado. Me casé y al poco tiempo me sentí hastiada, como siempre. La gente es dura y mecánica, no me deja ser yo misma. Solo de estudiante fui yo misma, pero mis padres no me dieron derecho a equivocarme. Soy como una tarjeta de computador. Me siento acorralada, no quiero hacer nada y pierdo el tiempo… Soy pura apariencia… No soy nada.

Dos semanas después…

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B: Estuve unos días en la Costa con mi esposo y las cosas van mejor. Creo que hablar tanto me ha servido mucho: no he cambiado de opinión sobre lo pasado, pero miro el presente y el futuro de otra manera. Y empiezo a aceptar, o a entender, que mi esposo no tiene por qué pensar igual que yo. Lo raro es que está intentando cambiar, no sé hasta cuándo, pero mientras haya cariño se puede intentar. Estoy tratando de quitarle tanta importancia a las cosas, ¿crees que eso es positivo? APG: Si es bueno para ti, definitivamente sí. B: Me siento más segura de mí misma, bien con mis actuaciones, aun cuando sé que pasará mucho tiempo antes de que entienda mis actuaciones del todo y me sienta satisfecha. APG: Me parece importante que hayas cambiado tu perspectiva sobre los problemas. B: Mi esposo vio que era en serio que yo estaba considerando la separación. La actuación de él me ha dejado desarmada… La primera vez que vine sentía rechazo y fastidio, y si las cosas llegaron hasta el extremo que llegaron, fue culpa mía por dejarme irrespetar. No sé por qué permití eso…

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Ser Terapeuta APG: Creo que tú misma no te respetabas. B: Si… me parece que tú tienes más elementos que yo para ver eso… APG: ¡Puedes estar segura de que no es así! B: Para mí lo más importante es el afecto, y mi marido le da demasiada importancia a las cosas, tal vez porque le ha tocado lucharlas. Yo era un ente hasta hace un mes y medio porque no trabajaba, solo me ocupaba de mil estupideces en la casa, el polvo, la cama, etc.; ahora hasta el contenido de nuestras conversaciones ha cambiado, estamos saliendo y yo cedo en ciertas cosas. El tuvo el papel de papá en su casa porque el suyo se mató en un accidente, y me ha estado tratando a mi como si fuera una hija; pero yo nunca me atreví a rebelarme. En el fondo, creo que era yo la que propiciaba todo; todo el mundo hacía lo que se le daba la gana conmigo y era yo la que los dejaba; era una mártir en medio de una manada de salvajes y todos se compadecían de mí, pero era porque yo lo propiciaba, para que se compadecieran de mí. Ya no le encuentro sentido a todo eso… ¿Sabes? No sé qué habría pasado si no hubiera venido donde ti… Es absolutamente obvio en estas transcripciones, aun cuando fragmentarias, que yo no hice gran cosa. Beatriz estaba explorando dentro de sí misma, y encontró en mí la escucha que necesitaba; pero si el proceso fue tan corto, fue porque ella es una mujer inteligente y porque de una forma u otra ya estaba lista para enfrentarse con ella misma. Este no es, las más de las veces, el caso, y por eso es infrecuente obtener tan buenos resultados en tan poco tiempo.

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Los procesos

Caso

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Sofía: buscando la paz después de las tormentas El caso de Sofía muestra que en el ámbito de lo humano, raramente uno más uno es igual a dos; es decir, quienes creen que es fácil llegar a conclusiones tajantes porque se conocen los antecedentes, se equivocan por completo. Sofía fue víctima de manera prolongada de abuso sexual, consumió drogas durante largo tiempo y tuvo muchísimos conflictos con su familia. Y a pesar de todo va saliendo adelante bastante bien. Sofía es una joven muy bonita de 24 años, casada hace tres meses. Sus padres viven en el extranjero. Ella vivió varios años en los Estados Unidos y regresó a Colombia hace cuatro años. Tiene dos hermanos hombres, ella es la de la mitad. S: Desde que me casé, o tal vez antes, sufro de insomnio. Un neurólogo me recetó Etrafón (un tricíclico antidepresivo) y me dijo que viera un psicólogo. Me siento vacía y no sé porqué, eso está afectando mi matrimonio. En la época en que vivía en Nueva York me mezclé mucho con cosas de drogas, tuve un aborto a los 15 años, y el muchacho con el que salía se mató en un accidente de automóvil. Yo en esa época tomaba Dexedrina

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Ser Terapeuta todos los días. Me fui a Miami, no sentía nada, y solo después de seis meses de la muerte de mi novio, pude llorar. Cuando regresé a Colombia conocí a mi marido, viví dos años con él y al fin nos casamos en octubre pasado. Me siento muy sola, estuve tres meses sin hacer nada, lloro casi todos los días y tengo miedo de que él me deje, aun cuando dice que me adora, y creo que es verdad. El es arquitecto. Cuando hacemos el amor, usualmente tenemos fantasías y nos las decimos, pero una vez me dijo que fantaseaba con una prima mía de 21 años y eso me mató. A esa prima la vemos todos los días y desde entonces estoy mal, no me gusta que las fantasías sean con nombres reales, me siento inferior y rechazo a las personas. A él le gusta que yo fantasee con mujeres y que se lo diga, pero en ningún momento ha buscado que sean experiencias reales y tampoco las he tenido. Conozco a mucha gente pero no tengo amigos ni amigas, me cuesta mucho abrirme, me falta seguridad incluso en el trabajo. Hace por lo menos cinco años que me pasa esto, pero con drogas no. Yo he probado ácidos, mescalina y marihuana, las consumí durante mucho tiempo, pero ya no me siento bien consumiendo. El trago me relaja. El insomnio en realidad me empezó hace tres años, me despertaba en mitad de la noche y me costaba trabajo dormirme; no podía dormir sin algún medicamento. He estado pensando en suicidarme porque me siento muy incompetente, mi marido es increíble y no le puedo dar lo que se merece. Pienso que si yo no estuviera él estaría mejor. Es la única persona que tengo aquí, y hay muchas cosas que no le puedo decir y me toca esconder mis sentimientos. APG: ¿Te quieres a ti misma? S: La gente me quiere, pero yo siempre he actuado de niña buena aunque tal vez lo sea, pero creo que hay muchas partes de mí misma que no quiero.

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Los procesos APG: Parecería que una parte del problema es la manera en que te ves a ti misma (hablamos del pasado y de la importancia que tiene para ella).

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S: Siempre me fue mal en el colegio de Estados Unidos porque era gorda y hablaba español. Solo en octavo me empezó a ir bien y me aceptaron como cheerleader, pero nunca pude entrar a los grupos, estuve aislada aunque con muchos amigos. A los 15 años fumé marihuana presionada por gustarle a mi novio, y luego seguí sola. Creo que siempre me he sentido insegura. Papá se interesaba por mí muchísimo, mamá es muy egoísta. Cuando supieron que metía droga me dijeron que ya no pertenecía más a esa familia. Siempre he hecho más o menos lo que quiero. Fue difícil que aceptaran que yo viviera con el que es actualmente mi esposo. Soy la diferente a mis hermanos que fueron y son ejemplares. Pero a mi únicamente me importa la opinión de la gente que está muy cerca a mi, es decir, mi familia y mi esposo. Yo no siento por mamá tanto afecto como el que siento por papá.

Tres días más tarde S: El sábado me tomé unos tragos, y le dije a mi esposo todo lo que sentía. Me dijo que le gustaría venir. También le dije que no quería más fantasías con nombres propios. Me sigue haciendo mucho daño lo de mi prima, ese es nuestro único problema ahora y quiero superarlo. Pasamos muy poco tiempo solos, yo querría no volver a ver a mi prima y a ese grupo de amigos, la relación entre mi esposo y ellos es demasiado íntima y yo me siento desplazada, siento desconfianza por ellos. El sábado con los tragos le dije que él merecía algo mejor. APG: ¿Por qué te devalúas?

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Ser Terapeuta S: (Llora) No sé, me siento terriblemente celosa y detesto eso, yo no era así. Siento celos de que él le dedique tiempo a otras personas. APG: ¿Te ves a ti misma como una persona posesiva? S: No especialmente, pero mi confianza se derrumbó cuando encontré a dos novios en la cama con amigas mías; me siento mal porque él sabe que lo que está haciendo me afecta. Querría que él dejara de ver tanto a su familia, no puedo estar compartiendo todo con ellos. (Le propongo a Sofía ver a su esposo.) S: Tenemos muy poca privacidad, casi no compartimos nada solos. Creo que a él no le gusta nada el que estemos los dos únicamente, la luna de miel duró solo dos días. Las dos primas siempre salen solo con él, y siempre salimos con cuatro mujeres más. En las discusiones siempre termino yo de culpable y él me dice que estoy empezando a tener celos de todo el mundo. Me siento desplazada, simplemente como su acompañante. Me cuenta de una fiesta que ella le hizo, y en donde él resultó dándole las gracias a su hermana. Esa hermana devalúa a Sofía. Yo le hago notar que él gira alrededor de la familia y que ella termina echándose las culpas de todo. S: Sí, él es muy dependiente. Una vez dijo que si Claudia no fuera su hermana, se casaría con ella y no sé entonces porque me escogió a mí. Pero yo solo lo tengo a él y tengo que compartirlo con todos. Nunca he hablado con él de eso. De todas formas hay algo que no es normal ahí.

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APG: Creo que él tendrá que escoger entre dos formas de vida.

Los procesos S: Él me impone esta que estamos llevando… Hay otras cosas, me siento incapaz de hacer las cosas como se esperaba. Siempre me daba por vencida y me sentía inútil, incapaz, y ahora es igual, siempre es así, siempre hay razones para que yo no me sienta bien conmigo misma, me falta constancia. APG: ¿Quizás no estás muy segura de lo que quieres? S: Tal vez, necesito estar bien y no puedo, él no quiere cambiar y me lo dijo, yo soy la que sobro. Le pedí que ampliáramos nuestro círculo, pero deja pasar las cosas. APG: ¿Y por qué no tomas tú la iniciativa?

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S: Sí, tendré que hacerlo, él solo me aprueba si yo hago lo que él quiere, no quiere modificar nada, y no puedo concebir la vida sin él. En mis notas escribo: mi impresión es que Sofía está fantaseando que su matrimonio es muy bueno, cuando en realidad es una relación altamente deficitaria en la medida en que ella da mucho más de lo que él da, pues él la ha involucrado en su círculo y en su vida, pero no la toma realmente en consideración a ella.

Una semana más tarde Sofía viene con su esposo, quien dice: me siento muy perdido, Sofía está sacando cosas que yo no conocía y se comporta raro, tiene estados de ánimo que no me parecen lógicos. APG: ¿Por ejemplo? El: Nuestra vida social. Vivíamos juntos antes de casarnos y nos gustaban las mismas cosas. Yo traté de ser muy comprensivo porque las cosas para ella no eran fáciles, sola, sin trabajo, etc. Pero ahora, Sofía ya no está contenta con las cosas de antes.

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Ser Terapeuta APG: ¿Sabes por qué? El: No mucho. Tal vez estoy prevenido porque la veo diferente. Hemos tenido épocas buenas y malas, y de golpe siento que está más lejos de lo que yo pensaba. Tal vez fue el matrimonio, antes éramos más independientes. S: Yo me incorporé a tu círculo y eso está bien. Pero tu no quieres entender lo de tus primas, siempre con ellas y fue excesivo y lo de recordar a tu prima haciendo el amor. El: Sí, creo que fuimos muy lejos y eso te ha hecho daño. APG: ¿ Te molestaría si Sofía te dijera que ella fantasea haciendo el amor con tu hermano? El: (duda)… Tal vez. Si, creo que cometimos un error ambos como pareja y luego hemos intentado hablar, y ¿ahora qué hacemos? S: Creo que me siento inferior a otras mujeres en tu vida. El: Yo creo que he sido muy unido con mi familia (habla de las hermanas y de las primas), pero nunca pasó nada malo. S: Yo te creo, pero todo estalló con la fantasía. Tu las protegías en exceso, me gustaría ser prima tuya. Me empecé a sentir aislada y que les había quitado algo. El: Yo ya no soy igual con ellas pero solo por no hacerte daño. S: Yo me sentía mal, no me sentía feliz. Tu seguiste viviendo tu vida de antes y me vieron como un estorbo…

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El: No, yo no lo veo así. Yo creo que todo ha sido normal. Yo la tengo de primera, pero no es la única persona, tengo una mu-

Los procesos jer ideal pero... A mí Sofía me parece una persona que la gente quiere fácilmente y eso siempre me ha gustado. Pero creo que a ella no le gusta que a mi me pase lo mismo. S: No, eso no es verdad, pero la gente tuya se volvió problema y me sentía examinada por ellos. El: No, todos te conocían en mi grupo. S: Tu familia juega un papel más importante ahora que antes de casarnos, son parte de nuestra vida. Necesito tiempo para superar la cuestión, no frotar las heridas todos los días yendo allá todo el tiempo. El: ¿Crees que el no verlos durante un tiempo sería importante? S: Depende de las circunstancias, tú estas muy prevenido.

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El: Si, yo siento que tu rechazas eso, es decir, el ir. Yo quiero no sentirme mal y que tú tampoco, yo no necesito verlos pero me gusta. S: Si tuviéramos más momentos juntos. Nunca me has dicho que hagamos algo solos, siempre estamos con otra gente, y la televisión y el periódico también impiden hablar… El: Si en vez de atacarme me dijeras las cosas bien… S: Solo quiero momentos en que me sienta indispensable. El: No me gustan tus celos con respecto a todo, la gente, las cosas, es miedo a perderme, a que me aleje… No me agrada la idea de venir aquí, pero, si es necesario, lo haré.

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Ser Terapeuta Una semana más tarde Sofía me dice que está muy bien, que fueron a una hostería bellísima y que fue un fin de semana estupendo.

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S: Quiero combatir los celos, examinemos eso. Siempre he sido celosa de mis hermanos, porque a veces les daban mejores regalos que a mi. Papá prefería a mi hermano menor, yo siempre era la de las embarradas. En la primera comunión, a mis hermanos les hicieron fiesta y a mi no, igual ocurrió en los 15 años. Pero más que todo cuando nos fuimos a Nueva York, nos dejaron al cuidado de un tío de 19 años y él abusaba de mí. Era un hermano de papá. Abusaba de mí por donde podía (tenía relaciones sexuales con ella vaginalmente, analmente y oralmente). Eso duró cerca de tres años, desde los seis hasta los nueve. Él me obligaba a hacerle felacio. Yo le suplicaba a papá y a mamá que no se fueran, que no me dejaran sola con él, pero se iban. Mamá tomaba mucho y hacía escenas con papá. Ellos se quieren mucho, pero hay muchos problemas. Y no podía acercarme a papá porque sentía que era un hombre y eso me daba repulsión. Cuando mamá nos explicó lo referente a la sexualidad, yo le dije que eso era lo que nos hacía el tío Alberto, me llevaron al médico y efectivamente había perdido la virginidad (en ese momento Sofía tenía alrededor de nueve años). En el colegio me rechazaban y se burlaban de mí porque tuve la regla y los otros niños se dieron cuenta. Me enfermaba yo misma para no ir al colegio. Hasta me volví sorda, pero eran las adenoides. Más grande cambié físicamente, me volví una cheerleader y empecé a consumir drogas para que me aceptaran, pero la verdad me sentía muy bien. Fue en esa época que papá me dijo que lamentaba que fuera su hija, por dentro me destruyó, pero me le reí en la cara. Me fui a la playa con unos amigos, fue una vida desordenada, terrible y tenía dependencia de las pepas (estimulantes y ansiolíticos). Ahí conocí a ese amigo que se mató. Empecé a tomar trago aunque no mucho. Siempre me he sentido sola, papá es muy importante para mí. Siempre

Los procesos he sentido que tengo que hacer un gran esfuerzo para que me acepte todo el mundo. Nunca he podido confiar completamente en alguien, siento una necesidad de... no sé, la gente me quiere y me acepta pero necesito mucho más. Pienso con horror en la etapa del colegio, en todo me iba mal. APG: ¿Cómo reaccionaron tus padres ante lo de tu tío? S: Papá nada, no dijo nada, mamá me llevó al médico, pero siguieron recibiéndolo todos los domingos a comer… Me sorprende que yo sea tan sexual hoy en día después de todo eso…

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Tres días después S: Para mí de niña, hombre significaba daño, malo. Yo sentía que rechazaba a papá, no quería aceptar que fuera como mi tío. Nunca le perdoné a papá la actitud de “aquí no pasó nada”, de eso nunca se habló, todo mundo lo tomó como normal, pero yo no. Con el primer novio que tuve terminé, porque no quería que me besara. Luego otro me metió a lo de la droga, y ahí me desboqué. Buscaba que me aceptaran acostándome con mucha gente y me dolía más. Pero tal vez me ayudó a superar mis miedos, pero yo era mala, me gustaba decirles que no servían para herirlos, no sé realmente por qué me acostaba con esos tipos. Quedé embarazada a los 15 años de mi amigo, y cuando peleábamos, me acostaba con los amigos de él. Aborté y eso me produjo un gran conflicto. Yo nunca supe qué era malo y qué era bueno en el sexo, pues con esas experiencias desde los seis años, qué podía esperarse. El médico que me hizo el aborto me culpabilizó terriblemente. Siempre he querido que entiendan lo que yo siento. Siempre he cargado mi dolor sola. Haciendo un curso de vuelo me di cuenta de que estaba embarazada y me hice abortar en Estados Unidos. Llamé a mi esposo a contarle y me dijo que hiciera lo que quisiera, que era mi vida. Es lo mismo de siempre.

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Ser Terapeuta ¿Para qué contar si me dicen lo mismo? Siempre es decir ‘no importa’, y sí importa. Tiene que cambiar todo eso. Me sigo sintiendo muy sola y por eso me deprimo. Todo el mundo dice que me quiere, pero nadie me ayuda. A mí todo el mundo me pide que escuche y ayude, pero nadie lo hace conmigo, y con papá y mamá siempre terminaba pidiéndoles perdón sin saber porqué. No importaba lo que yo sintiera, sino lo que yo hacía. Si hacía lo que sentía, generalmente era malo, o no correspondía con lo que tenía que hacer, me daba miedo hacer las cosas. En San Valentín en el colegio, yo les daba cosas a todos los niños, pero a mí nunca nadie me daba nada, nunca me escogían para los equipos de nada. Luego aprendí a “actuar” y me querían por lo que hacía, pero nunca decía lo que sentía. A veces me deprimo, y no se por qué, y no puedo explicarlo. Papá y mamá me han hecho falta incluso cuando han estado cerca a mi, hay algo que nunca me dieron, creo que los rechazo un poco. Siento que los quiero mucho pero es unilateral (llora). APG: El afecto que recibías era con condiciones… S: Si… aun cuando ellos me dicen que no es verdad. A veces siento miedo de no llegar a sentirme tranquila nunca.

Dos semanas después

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S: Ayer habría querido hablar contigo. Mi esposo me dijo que no lograba ajustarse al matrimonio. Estuvimos con una amiga hablando del paralelismo de nuestras situaciones, yo siempre me sentí rechazada y como objeto de un afecto superficial, perdí totalmente la confianza en mí misma, particularmente a partir de las relaciones anales con el tío, y la perdí en toda la gente. Papá y mamá nunca hicieron nada para hacerme sentir bien en cuanto a esos problemas. Quiero volver a adquirir confianza en

Los procesos mí misma y en los demás, pienso que me van a hacer daño. No me gusta mi figura, y no me concentro en nada, tengo problemas de memoria por andar pensando en los problemas. Sé que puedo pero me da miedo hacer las cosas mal. Lo que pienso y lo que siento son cosas muy diferentes, quiero que me acepten como soy.

Dos semanas más tarde S: Creo que estoy bien, muy interesada en mí misma, creo que estoy independizándome de mi esposo, estoy muy bien con él, pero no dándole importancia a las cosas por las que antes me ponía brava. Me di cuenta que hablar mucho con él tiene como efecto el que haga las cosas que me molestan. Me siento superior a él por mi riqueza interior y por mis propias experiencias, quiero aprovechar todo eso a mi favor. No hay diálogo. Es verdad que ha mejorado un poco, pero falta mucho.

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Tres meses después del inicio de la terapia S: He estado muy tensa por el trabajo, por Isabel, mi amiga, y por mi esposo. Tengo una angustia terrible. Llega un punto en que no puedo más. Siento que las dos personas importantes me están fallando, Isabel y mi esposo. Isabel me hirió haciendo lo que hizo (llora; se refiere a que la amiga tuvo un flirt con su esposo). No sé qué es lo que siento. Él me hace feliz a veces, pero la mayor parte del tiempo soy yo la que está tratando de que él esté feliz. Estos seis meses me han parecido una eternidad, estoy muy acelerada, temo que me engañe, que a mí me diga algo y a otras personas algo diferente. Quiero que se vaya viéndome bien, él se interesa poco por mí realmente, todo está bien solamente en apariencia. Él me dice que yo soy la persona más importante para él, pero no me lo demuestra. Me estoy sintiendo mal desde que me mintió. Me siento supremamente sola (llora). Para él, todo es más importante que yo…

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Ser Terapeuta Poco después de esta cita Sofía decidió suspender el tratamiento; vino a verme una última vez diciendo que se sentía mucho mejor y que había podido entender muchas cosas que antes no entendía, pero que además, veía que ella no era la culpable de todo y que no tenía porqué ser y comportarse como los demás quieren; que a ella tenían que quererla como era, nada más. Durante los meses siguientes, en los que tuvimos breves contactos telefónicos, la relación con el esposo se deterioró totalmente y Sofía decidió separarse, sintiéndose muy triste pero relativamente tranquila, y considerando que realmente la relación era más de apariencia que de realidad. Finalmente, decidió irse a vivir a Canadá. En los tres años siguientes, Sofía me escribió dos cartas en las que me decía que me recordaba y que estaba bien, pero sin darme ningún detalle. En su última carta me mencionaba que había conocido a un hombre algunos años mayor que ella y que se sentía muy cómoda con él.

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Los procesos

Los fracasos El fracaso y la frustración hacen parte de la vida de todos los humanos y, aun cuando vivimos en un momento de la historia en el que todo lo que signifique dolor, derrota o equivocación tiene una connotación de “despreciable”, la realidad es que todas esas situaciones que cité son fuentes fundamentales de aprendizaje, de desarrollo personal, de crecimiento como seres humanos. Quiero citar tres casos muy diferentes entre sí, sin comentarios, o con algunos mínimos. Teniendo en cuenta el tipo de personas que pueden leer este libro, estoy seguro de que no estarán interesadas en que les den las hamburguesas o el steak masticados.

Caso

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Germán: la fealdad está en el ojo de quien se mira El caso de Germán es tal vez el más largo de este libro, y uno de los más importantes a causa de su complejidad; desde el primer momento supe que no sería fácil: sus muchas experiencias terapéuticas anunciaban dificultades, por eso le pedí autorización para grabar algunas de las sesiones. Pero es que además, Germán es realmente un personaje fuera de serie por muchos factores: es una persona muy verbal, analítica, inteligente; su aspecto físico (se habría dicho que era el doble del célebre Groucho Marx)16, su comportamiento, sus reflexiones, sus experiencias, su mane-

16 Con esto espero que se entienda que no hay nadie en el mundo que pudiera ser más diferente al actor estadounidense. Pero que su aspecto sí era un poco peculiar.

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Ser Terapeuta ra de ver el mundo, no son nada comunes… Además, muestra aspectos del mundo terapéutico del que muy pocas personas hablan, y que tienden a dejar mal parados a bastantes representantes de ese gremio, que él cita con nombres y apellidos completos, que por supuesto no se presentarán aquí. Creo que este caso puede ser utilizado para reflexionar sobre ciertas situaciones propias de la terapia: esa es la razón por la cual presento las sesiones con mayores detalles de lo usual. Germán fue remitido por un amigo; tiene 38 años, es funcionario de un juzgado. Hizo varios años de derecho pero perdió algunas materias por bloqueo en los exámenes.

Primera sesión

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G: Toda la vida me he sentido mal, desde niño. A pesar de que tenía todo lo normal siempre me he sentido rechazado por la gente. Siempre he tenido muchos conflictos. Sudo y eso dificulta mis relaciones interpersonales. Tengo dolores y temor a las enfermedades y siempre pienso lo peor. Toda la vida he sido así. Estuve en el seminario y sentía que expelía un olor desagradable y a pesar de todo lo que hacía el olor continuaba. Luego me di cuenta de que era mi miedo al rechazo. Allá tenía muchos amigos, prefería no alegar para que no creyeran que era un tipo desagradable; pero siempre lo temo y ni siquiera voy a reuniones sociales. Me parecía que todo el mundo se burlaba de mí, pero no hay nada concreto ni pasó nada concreto. Nunca estuve seguro de si me rechazaban o no. Esto ocurre principalmente por mi figura, pienso que me rechazan, pero no es por mi conducta. Yo soy el tercer hijo entre cinco, y creo que no le caía bien a mi papá. Él consentía a mis hermanos, pero solo delante de mí, para mostrarme que no me quería. Me pegó algunas veces y yo sentía que se vengaba de algo que yo había hecho. A veces he pensado que soy hijo de él, pero no de mi mamá, y que soy hijo de una sirvienta, y que papá tuvo que humillársele a mi mamá para que ella me aceptara.

Los procesos Mamá era muy especial conmigo, pero no puedo explicar por qué. Tengo que saber por qué me rechazan. Mis tíos se empeñaban en demostrarme que yo era igual a mamá, y que ellos sí me querían. Papá es de carácter débil, mamá es de carácter fuerte. La primera explicación que me di sobre el rechazo de él hacia mí era por ser bajito. Luego, por mi cara. Jamás he tenido una novia de ninguna clase. No he tenido ningún tipo de relación sexual, salvo con prostitutas, y siempre con tragos. Tomo mucho trago, especialmente en cafés de mala muerte. Fui donde un psiquiatra, donde un psicoanalista, a terapia de grupo, y en ninguno de esos casos hubo éxito. Con el que me fue mejor fue con una psicóloga.

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Germán llena un formulario de hoja de vida y allí señala entre los principales síntomas que lo aquejan, los siguientes: malestares de estómago, desaliento, insomnio, alcoholismo, depresión, incapacidad de estar bien, problemas sexuales, ideas de suicidio, no desea fines de semana ni vacaciones, timidez con la gente, se siente solo. G: De niño tuve temores nocturnos, era un niño triste, le tenía miedo al diablo, miedo a los otros niños y miedo a los adultos. Actualmente vivo en la casa con mis padres, pero no tengo ningún trato con ellos. He tenido experiencias homosexuales con travestis.

Segunda sesión (transcripción abreviada de grabación de audio) APG: Usted dice que ha visto a varios terapeutas, ¿qué sucedió en esas terapias? G: El primer terapeuta fue el doctor ‘NN”. Él me ordenó unos tests con una psicóloga, y con ella tuve unas charlas que para mí fueron muy agradables; ella me dijo que lo normal en la vida

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Ser Terapeuta

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de las personas era vivir contento, que viviera tranquilo con los naturales problemas de la vida, pero no en una forma apabullante. Eso para mi fue realmente una revelación, saber que lo que sentía era normal, que todo el mundo lo sentía, quizá unos más y otros menos, pero que era normal sentir esos malestares… Cuando volví donde el doctor ‘NN’, me dijo que yo necesitaba un psicoanálisis, pero que él sabia que yo no tenía medios económicos para pagar eso, entonces que él me atendería. Desde el día siguiente estuve yendo donde él, pero yo sentía que él no me entendía aun cuando, bueno, tenía alguien al menos con quien hablar y él me mantuvo a punto de droga, y me hacía ejercicios de relajación que no me servían para nada tampoco. Y las drogas me mantenían totalmente dormido a toda hora, de tal forma que yo en la oficina quería echarme al suelo a dormir porque no podía. Un día la suspendí, no podía trabajar, ni hacer nada, estaba totalmente dormido. Me dijo que necesitaba un psicoanalista, que me iba a dar el nombre de varios psicoanalistas, que yo escogiera de una lista, yo cogí uno cualquiera. Yo en esa época ya tenía unos 24 años. Este psicoanalista me dijo que efectivamente yo necesitaba urgente un tratamiento, además, yo estaba en la edad en que pasa uno, más o menos, de la juventud a la época de la mayoría de edad y que si yo no tenía tratamiento me iba a ir muy mal, pero el precio era tanto que me era totalmente imposible. Para mi fue muy doloroso saber que alguien le dice a uno que necesita urgentemente ayuda pero le pide un precio imposible de pagar. Posteriormente, yo en alguna ocasión fui donde un psiquiatra de la Seguridad Social y él me decía “hombre, hay que resignarse porque la vida es así”, y así fue la sesión con él, que tenía que resignarme… Un año después o algo así, fui otra vez donde otro médico que me mandó para donde el psiquiatra, y él me recomendó dos libros, uno de esos se llamaba Alégrate de ser neurótico, el otro no recuerdo, ese libro me hizo mucho bien porque habla-

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Los procesos ba de que había personas muy sensibles que de niños sentían algunas cosas que yo había vivido. Entonces, eso como que me alegró, que seguramente no me pasaba solo a mí, un proceso que podía tener solución o una cosa de esas. Yo seguía así, cada vez más mal, con el problema de no dormir y otra serie de problemas y hasta el punto de que mi actitud lógica era suicidarme, no valía la pena seguir viviendo, porque yo vivía muy mal… Yo pensaba si buscar otro terapeuta, todos mis problemas se originan en que a mi me rechazan por desagradable, un terapeuta no puede hacer nada por esto, si acaso un cirujano plástico pero tampoco había plata para esto. Realmente que lo lógico en mi era el suicidio y cuando yo me sentía muy mal, muy mal, pues yo decía “bueno, ¿de qué se queja si usted tiene la solución en sus manos, que es suicidarse, y no la aplica? pues le toca aguantarse, ¿no?”. Bueno, claro que de todas formas, yo tenía la esperanza de que de golpe me sucediera algo que me mejorara y realmente sucedió, pues conocí a la doctora R. Yo por esa época tomaba mucho trago y trasnochaba muchísimo. Por lo general a las 8 y media me estaba medio despertando, prendía el radio y oía el programa de una psicóloga, analizaba el problema y orientaba a las personas y al final del programa decía que el que quiera una consulta personal puede llamar a tal teléfono. Entonces, yo decía “pero para qué voy si mi caso no tiene solución” y así esos programas yo los oí durante 4 meses, algún día llamé y efectivamente me dieron una cita y fui, cuando hablé con esta doctora una sesión, me citó a otra sesión y hablé con ella y ella me dijo que consideraba que no necesitaba psicoanálisis, que ella me hacía una terapia y que yo me iba a mejorar. Entonces, cuando salí pensé “esta doctora no me entendió nada, imposible que me vaya a mejorar, no puede ser”, pero de todas maneras seguí yendo, y efectivamente desde un principio yo empecé a sentir una mejoría, una mejoría tremenda, tanto

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Ser Terapeuta que yo le decía a ella que no me gustaba sentir tanta mejoría porque me daba miedo de que llegara a sentir mucho bienestar y después volviera a sentirme mal. Bueno, así sucedió, el tratamiento duró más o menos año y medio o un poco más, aunque hubo unas interrupciones por viajes de ella y bueno yo seguí mejorando y mejorando y mejorando... Cuando fui donde ella yo andaba en un plan en que el solo salir a la calle era para mí una tortura porque yo sentía que todo el mundo me miraba, que se reían de mi… Bueno, la mejoría fue muy, muy notoria, por ejemplo, caí en cuenta de que por lo general evitaba cualquier calle de mucha gente y de golpe algún día me di cuenta que yo estaba andando tranquilamente por la séptima diciendo “esto no es normal en mi, no siento nada” y toda esa sensación de hostilidad de la gente hacia mi fue desapareciendo. Un día hasta sentía amabilidad de la gente hacia mi, al entrar a una cafetería o al entrar a un café o al ir en la calle o al ir en un bus, lo que fuera. Y en últimas ella me dijo “yo veo que usted está muy bien” ¿no? y yo le dije “pues yo también veo que estoy muy bien”, y dijo “esto hay que terminarlo, pero va a ser poco a poco y vamos a espaciar un poco las consultas, y cuando usted necesite volver, vuelve. Por ahora, vuelva dentro de un mes”. Volví al mes y le dije “doctora todo marcha divinamente” y cada día eran mejor y mejor las relaciones interpersonales, no solamente en cafetines o esos sitios, sino en lugares común y corrientes. Yo de todas formas seguí tomando trago pero no tenía amigos. Tuve que tomar obligatoriamente 120 días de vacaciones, y pensé “esto me va a hacer daño, estar tanto tiempo en vacaciones”, tocaba manejar la situación lo mejor posible. Estaba en ese plan, quizá alguna vez cuando llamé a una pelada17 sentí

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17 Hoy, esta expresión resulta un tanto anacrónica, aun cuando todavía se usa en algunas regiones de Colombia: se utilizaba 20 años atrás para referirse coloquialmente a mujeres jóvenes de cualquier condición, incluyendo prostitutas.

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que ella me rechazó, y pensé, bueno eso es normal que pase, quizá, otro día con otra pelada volví a sentir el rechazo, entonces empecé a afanarme muchísimo, y en todas partes, en la calle volví a sentirme muy mal, volví y me acomplejé, me angustié tremendamente. Ese diciembre yo tomaba desesperadamente de la tristeza de que había estado bien y otra vez estaba tremendamente mal. En enero tuve una crisis terrible, vi la posibilidad de suicidio muy cerca, superé esa crisis y me estabilicé en un punto medio, mal pero no tan mal como antes. Tres años estuve en ese plan. Algún día volví donde esa doctora, fue muy amable conmigo, me mandó donde otro doctor, con él fue muy desagradable, me hacía preguntas raras, no me agradó, yo le dije que no tenía plata, no insistí. Después fui donde un psiquiatra de la Seguridad Social, él me recomendó a un doctor muy bueno que hacía terapia de grupo, las reuniones eran muy agradables pero yo no sentí ninguna mejoría. Esto duró como 10 meses y un día dije: yo no estoy haciendo nada acá y lo suspendí. APG: Haciendo un balance general de todas sus terapias, la que tuvo con la doctora R es la única que realmente usted considera como algo de valor. G: Así es. APG: ¿Por qué considera que la terapia de grupo no fue útil? ¿Qué hacían en esa terapia? G: Yo contaba que iba a cafetines y prostíbulos. Entonces ese doctor decía que si yo me creía indigno de las peladas comunes y corrientes. Yo le decía que no me creía indigno pero no me aceptaban y por eso iba donde las prostitutas. Ese era más o menos el plan. O me decía que porqué en vez de gastar la plata en un cafetín, no invitaba amigos y amigas a mi casa y yo decía que era mucho más agradable pero que yo no tenía amigos.

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Ser Terapeuta Además, yo veía a compañeros de esa terapia que llevaban 7 u 8 años, y contaban que cuando ellos llegaron estaban mal interior y exteriormente. Yo veía que ellos cambiaban exteriormente, pero eran individuos deprimidos, angustiados, vueltos nada. Exteriormente habían cambiado a base de que el terapeuta les decía “hagan esto” y ellos hacían eso, pero interiormente yo veía que ellos seguían mal. No veía ningún caso de una persona que mejorara. Yo me ponía a pensar, cómo yo sí mejoré con una psicóloga y mejoré tremendamente en poco tiempo. Yo pensaba que me demoraría 8 o 10 años. El doctor me animó a que me graduara, pero yo decía, si me gradúo voy a ganar más plata, pero voy a seguir internamente igual de mal. Si uno tiene una cantidad de cosas pero internamente se siente mal, pues no tiene ningún valor. Por eso no volví a donde ese doctor. APG: ¿Qué cree usted que fue lo que lo hizo sentir tan bien durante la terapia con su psicóloga?

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G: Realmente, no sabría si era que yo veía que ella me entendía todo, captaba todo lo que yo quería decir. Ella era más o menos joven, esto era muy bueno. Yo sentía que había una gran comunicación, era muy importante para mi. Yo veía que era muy sana psicológicamente, muy optimista, muy honesta, muy alegre. Yo la coloqué en un punto muy alto. El hecho de sentir que alguien que es importante para uno se preocupa por uno, y es amable con uno, quizás eso hace que uno diga que el resto de gente también es amable con uno. No sé exactamente qué terapia me hizo pero me fue descomplicando muchas cosas. Yo creo que si no hubiera la circunstancia de estar tanto tiempo en la casa, sin hacer nada, pienso que yo habría seguido bien. Yo en este momento comparado con lo que estaba antes de ir donde ella, estoy muy bien, ya no tengo estados depresivos

Los procesos muy fuertes y más o menos vivo bien, llevo una vida soportable y veo que sigue mal la cosa. APG: Soportable pero no plena. G: Sí, no plena, hay momentos muy dolorosos, sigo acudiendo al trago permanentemente, vivo muy solo. APG: Si retomo todo lo que hemos hablado, la única mujer con la que usted ha tenido una relación, y que no era prostituta, era la doctora R. G: Es cierto. APG: Pero a ella también le pagaba; ¿cree que eso tiene que ver con su mejoría? Es decir, era una relación diferente a las relaciones corrientes entre las personas…

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G: No he pensado en eso, pero puede ser. Yo sí sentía que ella se interesaba por mí. APG: En la época en que usted se sentía bien ¿disminuyó la cantidad de trago que tomaba? G: Como yo no tenía oportunidad de otra clase de relaciones interpersonales, yo iba a esos sitios, pasaba ratos agradables. Yo creo que más o menos fue igual, o quizás menos también. Si tengo una experiencia agradable paso un tiempo en que ya no lo necesito tanto, si disminuyó no fue mucho y si aumentó tampoco fue mucho. APG: Si le entiendo bien, su vida se mueve básicamente en tres planos: uno en su oficina y el otro en cafés y prostíbulos; y el otro donde usted vive, pero usted no ha hablado de eso, como si no hubiera comunicación.

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Ser Terapeuta G: En la casa yo me fui separando de ellos, aun de mis antiguos amigos, hasta el punto de que hace unos siete años para acá en la casa yo ni siquiera saludo, me meto a mi cuarto a oír radio, y si llega la hora de comer, la comida la dejan en la estufa y yo la subo a mi cuarto; por la mañana no desayuno, por la noche llego, como y después salgo a cine. Cuando necesito alguna cosa le digo a la muchacha, de resto no hablo con ninguno. Esporádicamente mi papá me llama y me cuenta algo. Con nadie hablo. APG: Esa situación es el resultado de algún conflicto que hubo o es el resultado de un deterioro progresivo? G: Fue progresivamente, cuando me sentía muy mal yo no hablaba y empecé a comer a horas distintas, me fui separando. También sucedía que yo me ponía agresivo con mi mamá y ella terminaba llorando. Cuando mi papá llegaba borracho, mi mamá no le hablaba; cuando empecé a tomar trago mi mamá quiso aplicarme la misma regla, eso me pareció absurdo, y yo dije: yo tampoco le hablo. Es una forma de agresividad hacia los padres, uno sabe que les duele y yo también siento que ellos me han hecho daño. Me fui separando de ellos, no volví a reuniones familiares. APG: ¿Qué espera usted de esta terapia? ¿Que quiere obtener? G: Realmente no sé, pues yo tengo la experiencia de esa mejoría sin saber cómo, las otras terapias no las entiendo. Quiero sentir bienestar.

Tercera sesión

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Habla extensamente, con todo lujo de detalles, de la sensación de rechazo que siempre experimentó en su casa, especialmente de su padre, quien lo castigaba con especial deleite, como si

Los procesos se estuviera vengando de que Germán hubiera nacido. Terminó odiándolos y piensa que de allí vienen todos sus problemas, pues pensaba “si mis padres no me quieren, cómo me van a querer los demás”. Desde niño sentía que le caía mal a todo el mundo. APG: ¿Esa es una idea que usted considera real? Es decir, usted piensa que efectivamente a donde usted llega cae mal? G: Yo sé que hay situaciones en que una persona se puede imaginar que lo están persiguiendo, o que se están riendo de él cuando en realidad eso no está pasando. Lo único cierto es que cuando uno vive eso, para uno es tremendamente doloroso. APG: ¿ Usted percibe que su aspecto físico desagrada a las demás personas?

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G: Esa es la explicación que yo me he dado. Yo siento que no se me acercan es por eso. Yo me he hecho todos los análisis. Yo pienso que puede ser que mi conducta sea inadecuada, pero creo que no porque a los sitios a donde voy me gano la simpatía de la gente. APG: ¿Cuando usted se mira en un espejo se ve desagradable? G: Sí, realmente sí. Yo realmente no me miro porque me impresiona mucho, me desagrada mucho. Entonces para afeitarme uso un espejo en el que únicamente me vea la quijada, y no me miro la cara. Asegura que desde niño sentía que las mujeres lo miraban con rechazo, y en la adolescencia iba a fiestas y ninguna aceptaba bailar con él. G: Cuando empecé a trabajar pensé: “ahora tengo mi plata para poder ir a cafetines” y allá al menos existe la posibilidad de la aceptación, hay una transacción económica donde uno paga la com-

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Ser Terapeuta pañía y está con una mujer. Realmente para mi es la única oportunidad en donde yo puedo tratar a una mujer: en un sitio de esos. A veces trato con mujeres de la oficina, pero el trato es común y corriente, normal. Ninguna novia. Ni siquiera una amiga. El único momento de mi vida en el que me sentí diferente fue en los meses siguientes a la terminación de mi terapia con la doctora R., en esa época llegué hasta sentirme aceptado. Fue… muy raro. Pero con los hombres sí puedo ser amigo, aun cuando no salgo con ellos porque si entramos a un sitio con mucha gente empiezo a sudar y a sentirme muy mal. Yo por lo general ando solo. Yo creo que con el trago y al meterme a esos sitios se me espanta la soledad. Y bueno, todas mis relaciones han sido en prostíbulos.

Cuarta sesión Larga introducción en la que menciona la mala imagen que tiene de su madre, y la debilidad del padre. APG: A partir de todo lo que usted ha dicho, hay dos hipótesis que podríamos intentar aclarar. Una que parece desprenderse de lo que usted me dice –si he logrado entenderlo bien–, es que en la actualidad realmente no es que las mujeres no le hagan caso a usted, sino que usted no se les acerca porque les teme. G: Pues, puede ser realmente, no sé. APG: La otra es que usted parece, en sus conductas, haberse identificado mucho con su papá. Es decir, usted hace muchas de las cosas que su papá hizo, como por ejemplo, gastarse la plata en trago. G: Es cierto.

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APG: Y evita toda la parte negativa que tiene la cuestión de tomar trago dependiendo –por lo menos hasta cierto punto– de

Los procesos ellos todavía, o sea, no adquiriendo ninguna clase de responsabilidad –lo que se refiera a pagar las cuentas de teléfonos, comida o lo que sea–, gastándose la plata en lo mismo que se la gastaba su papá, pero sin el temor de que alguien lo apabulle por hacer eso. G: Sí, yo hago cosas como mi papá, me suceden cosas como a él. Por ejemplo, yo sé que a él le gustaba mucho la oficina. Yo recuerdo que a él las compañeras lo querían mucho. Más aún, la clase de empleo que yo tengo es más o menos la clase de empleo de mi papá: un empleado de mediana categoría a pesar de haber tenido yo la oportunidad de haber estudiado. APG: ¿Alguna vez usted oyó algo sobre su aspecto físico, o simplemente fue algo que usted imaginó?

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G: Yo lo sentía así. Realmente que haya habido un hecho concreto, quizás no. Para uno en ese momento es 100 % cierto, pero después, pensándolo, quizás no. En cualquier reunión o en cualquier sitio, yo sentía que la gente sentía desagrado con mi presencia. Ante una situación de esas pues queda uno totalmente apabullado. APG: ¿Hasta qué punto realmente el rechazo que usted experimentaba de los otros hacia usted era en realidad un rechazo de usted por usted mismo? Es decir, una carencia de aceptación de usted por sí mismo, que lo llevaba a estarse criticando y estar pensando que los demás lo veían a usted de determinada manera, cuando era usted mismo el que se veía así. G: Pues eso sí nunca lo había pensado realmente, así que no sé.

Sesiones 5 a 8 APG: (Le pregunto por lo que hablamos la última vez): ¿Usted diría que tiene una imagen desvalorizada de sí mismo?

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Ser Terapeuta G: Yo entiendo esto, doctor: yo puedo considerarme un tipo normal, es decir, un tipo culto. En el aspecto inteligencia creo que me considero más o menos normal. Creo tener ciertas facilidades, por ejemplo, la facilidad para los deportes. Bueno, no sé, yo puedo considerar que tengo muchas cualidades... pero yo qué saco con eso, si le caigo mal a la gente. Yo creo que no me desvalorizo: yo acepto que soy un buen tipo y tan es así que en ciertos ambientes gozo. Pero en el aspecto físico yo en cierto momento me siento muy mal, necesariamente siento que causo fastidio. APG: ¿Pero realmente cae mal? ¿Qué es lo que cae mal? G: Pues yo siempre lo sentí así, en todo ambiente social. Nunca logré establecer relaciones con una pelada. Sentía que todo el mundo sentía desagrado con mi presencia, pero había veces en que era peor, que yo sentía que todo el mundo se burlaba de mí, se reía de mí, etc. APG: Sí, ¿entonces no era alrededor de todo usted como persona, sino alrededor simplemente de su aspecto físico? G: Pues eso es lo que yo siempre he sentido. Porque yo considero que me gano el aprecio de la gente por un comportamiento supremamente adecuado. APG: ¿Eso no implica que gracias a ese comportamiento adecuado alguna mujer lo pueda llegar a querer, o se interese por usted?

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G: Podría ser ¿no? Claro que yo entiendo esto. Pero si yo tengo esa relación y sigo teniendo esos temores ante la gente, esa sensación de rechazo, esa relación no me llevaría a ninguna parte. Además no la podría llevar a cabo. Por ejemplo, si la pelada me dice que vayamos a cine, y para mí el cine es un complique increíble, llegar a un teatro, ver a una cantidad de gente… Yo realmente me siento bien es en los

Los procesos cafés de medio pelo, ojalá bien oscuros; hablo con las peladas, y a veces me acuesto con ellas y a veces no. Me han atracado cuatro veces y he tenido sífilis y gonorrea, pero eso no importa. También me siento bien en un grupo religioso al que asisto… En una época tuve problemas religiosos, ya no. A los 14 años sentía que Dios me castigaba por mis pensamientos eróticos y por masturbarme. Eso me duró mucho tiempo. Fui a hablar con un sacerdote y me dijo que si me condenaba no era por ir donde las putas sino por pendejo. En realidad creo que hoy en día no tengo ningún conflicto religioso. Ni siquiera por las relaciones homosexuales que he tenido: es lo mismo que en los prostíbulos, pero con travestis. Eso no cambió nada en mi vida. APG: Usted no parece contemplar la posibilidad de una relación fuera de un prostíbulo. G: No. En este momento sería imposible. Me sentiría azorado y además implicaría un compromiso y no tengo salud emocional para eso.

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APG: Usted parece aceptar que la situación no va a cambiar. G: Sí. Se me pasó la juventud y eso no me lo devuelve nadie. No disfruté nada. Antes me rebelaba, ahora me resigno. APG: ¿Cuáles son sus objetivos? G: Ninguno, salvo sentirme bien. Nada es importante fuera de eso. APG: Creo que usted está en un círculo vicioso de rechazo y aislamiento. G: Me siento más solo cuando estoy acompañado. A veces salgo con algún amigo. En la etapa en la que me sentí bien, sentía

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Ser Terapeuta el deseo de relacionarme con la gente, pero no tuve oportunidad. Nada depende de mi, no hay nada que hacer. APG: ¿Qué lo puede hacer sentir bien? G: No sé. El grado de la universidad no me haría valorarme. APG: ¿Si alguien lo amara? G: Sería agradable pero no cambiaría nada. No podría responder, siempre me he sentido fracasado. APG: Usted dice que las cosas no dependen de usted, pero parece que tampoco dependen de las circunstancias. G: (Cambia de tema. De las posibilidades que tuvo en la universidad y que no le servía). Nada me ilusiona. APG: Parece que usted se siente impotente ante la vida. Como le había dicho antes, me parece que el problema es el de su percepción de sí mismo. ¿Qué sentido tiene la vida para usted? G: Ninguno. APG: Todavía sigo sin ver por qué cree que las cosas no dependen de usted. G: Durante 22 años hice lo mismo que todo el mundo y eso solo me sirvió para sufrir. Mi vida de ahora es menos dolorosa aunque no valga nada. Siempre he vivido aparentando que todo está bien y por dentro estoy destruido. Ahora, por lo menos, hay una concordancia entre lo exterior y lo interior. Yo no siento que el problema esté en mí, pero racionalmente sé que es así.

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Los procesos

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Sesiones 9 a 13 Hago una síntesis con los siguientes puntos: 1. El problema no parece ser de rechazo por parte de las otras personas 2. El problema no es de físico sino, eventualmente, de algo que lleva por dentro. 3. El cambio de condiciones externas no modificaría la situación. 4. Por razones desconocidas, hubo una época en que no se sintió así. 5. Hay un mecanismo de evitamiento que limita sus posibilidades. 6. Todo esto tiene relación con los contactos interpersonales y sobre todo con mujeres. 7. Tiene una experiencia previa del modelo parental que lo ha llevado a generalizarlo a otras situaciones. 8. No tiene relaciones con mujeres y no ve posibilidades inmediatas de tenerlas, exceptuando aquellas mediadas por dinero en situaciones estrictamente sexuales. 9. Su problema sexual parece tener que ver con un temor hacia las mujeres, quienes al rechazarlo lo destruyen. 10. Ha logrado organizar la vida de manera tal que es soportable, relativamente segura pero, de todas maneras, fuente de mucha infelicidad. 11. Ha decidido poner en manos externas la solución de sus problemas.

Sesiones 14 y 15 G: El lunes sentí un poquito de bienestar en un bus. Luego lo mismo en una droguería. De resto todo igual, pero he dormido muy mal. Creo que es cuestión de soledad y por eso no puedo acostarme temprano, tengo pesadillas. He tomado menos alcohol. El sábado sí tomé mucho con una pelada y me acosté con ella. En cuanto a

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Ser Terapeuta la relación con mi familia, yo no los dejo acercar, no les digo nada. Nunca he podido contar con ellos. Nunca he tenido protección. Yo jamás me dirijo a ellos, ni a mis padres ni a mis hermanos. Esa sensación de desprotección es muy fuerte, y nunca he sentido que papá me apoyara en nada. Él era muy débil y estaba desplazado por mamá y por mis tíos. Nunca tuve a quien acudir. Le señalo que sus contactos son coyunturales y accidentales. G: Sí, y no quiero cambiar esa relación con la familia. Yo estoy completamente lejos del resto del mundo. Si me sintiera bien, volvería a la realidad y sé que eso no será fácil. Si me sintiera bien, esta vez sí haría las cosas y cambiaría de conducta.

Sesión 16 G: He estado pensando que se han estado presentando pequeñas cosas positivas. La sensación de ser observado, el ardor en los ojos, el sudor: todo eso ha disminuido. El bienestar ha aumentado un poco. Algo se ha movido por dentro pero no se qué es. APG: (Me pregunto si lo dice por complacerme). G: Volví a ver a esa pelada del prostíbulo y me fue muy bien. Veo un mundo como menos agresivo, más amable, pero todo en el exterior sigue igual. Soy yo el que ha cambiado. En los buses me siento tranquilo. Fui a visitar a mis amigos religiosos y estuve tomando tinto y hablando sin sudar. Luego fui a jugar billar y no sentí que me miraban. Todo es sutil. No es muy claro.

Sesión 17

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G: He estado mal pero dentro de lo normal. Durmiendo mal y trasnochando más de la cuenta pero dentro de lo normal. Las sensaciones positivas que había tenido han desaparecido.

Los procesos No puedo hacer nada. Mis síntomas son como un juego para estar mal. Cuando me siento bien, pienso que es injusto sentir eso y pienso en toda la gente que no ha tenido la oportunidad. Debo tener una necesidad de autocastigo. Me da complejo de culpa estar contento. Si estoy bien, me siento culpable por no pasar dinero a la casa. Si estoy mal, me justifico diciendo que estoy enfermo. Tengo necesidad de sentirme mal. Todos mis síntomas son ilógicos.

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APG: ¿Usted considera que uno tiene derecho a sentirse bien? Yo he tenido varias veces la sensación de que usted no quiere cambiar. G: Sentirme bien implica volver a la realidad y pensar en el futuro. Estando mal no pienso en eso, ni lo asumo, ni lo siento, y todo se soluciona con el suicidio. Yo resuelvo mi frustración tomando. La sucesión de experiencias positivas me daría seguridad. Los sitios elegantes me ponen nervioso a pesar de que los conozco y sé manejar la situación. La relación en bares es mucho más que económica. Antes me enamoraba de las mujeres que estaban allí. Ahora no. Ahora no me estoy sintiendo rechazado por X , Y o Z sino por la mujer. Pero en los prostíbulos sí me han aceptado y por eso son sitios importantes para mí. La verdad es que yo creo que ya no deseo nada. APG: ¿Por qué vivir entonces? G: Matarse es muy difícil. Ya no me maté cuando estuve peor, ya no lo haría. Además, también hay cosas agradables. Tal vez tengo alguna esperanza. APG: ¿Por qué vivir? G: Porque hay cosas amables.

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Ser Terapeuta APG: Creo que tiene que verle algo de sentido a la vida. Si no, creo que no lo soportaría. G: El viernes estuve muy angustiado y me puse a tomar a propósito. Tomé todo el viernes y el sábado y el domingo estuve con mis amigos religiosos. Sí, he estado mal, pero no hay razones, solo mucha soledad. Necesito ir a prostíbulos, pero no necesito el trago. No me siento alcohólico. Me evado de la realidad, o al revés, la realidad es la del café y en la otra es que soy diferente. APG: ¿Podría vivir en ese mundo? G: No, no creo. Eso es bonito solo de noche. De día es muy deprimente. APG: ¿Qué pasaría si esos sitios desaparecieran? G: Sería gravísimo. No sabría lo que es cogerle la mano a una mujer o hablar con ella, o tener relaciones sexuales. La vida sería insoportable. No habría nada gratificante. En esos sitios es donde yo he tenido situaciones agradables.

Sesión 22 Esta es la sesión final en donde Germán decide no volver por falta de resultados. Le propongo ver qué pasó y por qué la terapia no funcionó. G: No, no lo sé, pero no hubo cambio de ningún tipo. Sigo sintiendo el rechazo, aun cuando ahora sé que no necesariamente es por el aspecto físico. Solo cambió la sensación, pero no la conducta.

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Sintetiza en unos minutos todas las sensaciones de las que habló. Dice que volverá a pedir ayuda. Ve todo como siempre,

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Los procesos ninguna posibilidad de organizarse con alguien, o poder amar a alguien. Cuando Germán se va, escribo lo siguiente: “No logré entrar en su mundo, y no sabría qué hacer diferente”. Hoy, 2015, muchos años después de nuestra última cita, creo que sí sabría qué hacer diferente con Germán, aunque no tengo la menor idea si eso funcionaría o no. Por ejemplo, revisaría exhaustivamente la síntesis de puntos por tratar que mencioné en las sesiones 9-13, porque faltan cosas y sobran cosas; exploraría mucho más a fondo qué fue lo que pasó con la doctora R.; lo confrontaría de manera más directa con contradicciones tan evidentes como que cae muy bien y es apreciado, y al mismo tiempo, siente que cae mal y es rechazado, o su pretendida asunción de que no hay solución y no le ve sentido a la vida, pero sigue buscando soluciones donde profesionales; y creo que centraría parte del proceso en mis propias reacciones frente a él: nunca le transmití nada de lo que yo pensaba de él. Creo incluso, que mi comprensión del caso de Germán es muy distinta hoy de la que tuve en esa época. De todas maneras, estas situaciones son un poco absurdas, porque es muy fácil hacer interpretaciones, proponer estrategias y sugerir fórmulas de solución cuando todas las condiciones han cambiado por completo. En todo caso, nunca he tenido ningún consultante cuyo caso se pareciera, ni de lejos, al de Germán. Pero hay algunas cosas que debo decir. Primero que todo, Germán no era, ni mucho menos, el ‘monstruo’ que uno podría imaginarse de la lectura de estas transcripciones: a lo sumo podría decirse que no era un hombre bello, o que era el tipo de hombre que las mujeres no encuentran atractivo al primer golpe de vista; pero somos muchos los que compartimos este infortunio y, mal que bien, nos las arreglamos para encontrar una pareja… e incluso varias, como lo demuestran las historias de algunos miembros del gremio de los feos. En segundo lugar, es indudable que a Germán le gustaba comprar compañía porque eso lo liberaba de toda responsabilidad. Y eso incluía la

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Ser Terapeuta compañía de los terapeutas, que se sientan dignamente al lado de las ‘peladas’, como él las llamaba, que trabajan en los bares de mala muerte. Por último, la lectura repetida de las transcripciones (que tienen más de 100 páginas a espacio simple) me mostraron a una persona muy consistente, capaz, aguda en sus análisis, a quien las condiciones de su historia no le proporcionaron los elementos necesarios para llevar una vida plena. Hace alrededor de cuatro años, desde el interior de un taxi, vi a Germán atravesar la carrera séptima de Bogotá. Estaba idéntico a mi recuerdo, pero ahora su pelo era gris.

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Los procesos Caso

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Sandra: la intolerable autodecepción Sandra tenía 28 años cuando yo la conocí. Alta, espigada, con el pelo en bucles que casi siempre llevaba recogido sobre la nuca, era también portadora de una permanente sonrisa enigmática que rara vez estaba asociada a sus estados de ánimo. Era una muy competente ingeniera de sistemas a la que su inteligencia le había dado la reputación de que no había problemas demasiado complejos para ella. Hasta que hubo uno que no pudo resolver. Sandra provenía de un hogar de padres separados, sin grandes penurias económicas ni grandes lujos. Desde los 10 años ella había tomado conciencia de que era más inteligente que los otros niños, pero jamás había alardeado de ello, limitándose siempre a hacer todos sus deberes escolares en el límite de la perfección; exactamente igual había sido en la universidad, en donde sobrepasaba sin esfuerzo a la mayoría de sus profesores. Pero las cosas no ocurrían de la misma manera en su vida afectiva. Su padre había desaparecido después de la separación y la relación con su madre era fría y de muy poca comunicación; tenía un novio con quien, según ella, se sentía como si hubieran estado casados 20 años: la relación era plana y aburrida, a pesar de que él también era una persona capaz y competente. Sandra tropezó con el fracaso por primera vez en su vida en el campo intelectual; no había sido una deportista distinguida, ni una gran bailarina, ni la más alegre en las fiestas estudiantiles, y todo eso le parecía perfectamente correcto y aceptable. Como ella decía, “había puesto todos los huevos en una sola canasta”. Y ahora esa canasta se había estrellado contra el piso porque no se sentía capaz de resolver el problema que su empresa le había presentado.

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Ser Terapeuta En nuestra primera cita, Sandra me dijo que la razón de estar hablando conmigo era que su novio la había convencido de hacerlo: tres días antes ella había decidido suicidarse, y había preparado minuciosamente todos los detalles: después de leer el famoso libro The final exit sabía con precisión cuál era la forma más eficiente de morir rápidamente, de manera que compró media botella de whisky (ella nunca había bebido más de una copa de vino), unos medicamentos específicos que consiguió en una droguería reconocida por vender cualquier cosa si se pagaba el precio adecuado, y una bolsa de plástico. Preparó una pequeña valija con una piyama y el cepillo de dientes, y se fue a un hotel del norte de la ciudad; pero al llegar allí pensó que era mejor que sus documentos de identificación no quedaran en el hotel, así que regresó al apartamento que compartía con su novio; al llegar, una amiga la estaba buscando, y al verla, Sandra se derrumbó y le contó lo que pensaba hacer. Dudé mucho en aceptar a Sandra porque sabía que en algo más de un mes tendría que salir de viaje por varias semanas, y así se lo hice saber; ella dijo que no importaba, que creía que no era tan grave lo que pasaba y que lo que necesitaba era apoyo para entender lo que le estaba ocurriendo, y por qué había llegado hasta ese punto. De manera que nos embarcamos en un proceso intensivo con varias citas a la semana, e iniciamos una exploración que mostraba hasta qué punto esta joven y brillante mujer era enormemente frágil, y hasta qué punto su fracaso le resultaba intolerable. Todas nuestras conversaciones transcurrieron en un ambiente muy tranquilo, y solo en dos oportunidades lloró brevemente, una al hablar de su soledad y otra, al recordar el distanciamiento con su padre. Sandra se veía triste a ratos, pero realmente no tenía síntomas de depresión: sus actividades cotidianas eran las de costumbre, sus rutinas no se alteraron, comía y dormía normalmente, sus temas de conversación eran los de cualquier persona de su edad y posición.

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Los procesos

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Así llegó el momento de mi viaje, y aun cuando no estaba seriamente preocupado, tampoco estaba tranquilo: llamé a dos colegas (un psicólogo y un psiquiatra) y les pedí que estuvieran atentos a cualquier signo de alarma, y a Sandra le pedí que los llamara si se sentía así fuera solamente un poco mal. Yo viajé un sábado y Sandra se suicidó el lunes siguiente, con el libreto del ensayo anterior repetido en cada detalle. No le dijo una palabra a nadie, no dejó una nota para nadie. Simplemente se fue. Sandra ha sido la única persona que se suicidó en mi vida profesional. Como es obvio, pasé años considerando qué era lo que había ocurrido, y nunca encontré una explicación satisfactoria. Algunos amigos y colegas a quienes les consulté piensan que ella lo habría hecho de todas formas, y que el asunto de mi viaje era irrelevante; es posible que tengan razón. Aún hoy sigo interrogándome sobre cuál podía ser la fuente de ese enorme vacío. Y no logro entender qué llevó a una mujer tan inteligente como Sandra a tomar la decisión de poner “todos los huevos en una sola canasta”.

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Ser Terapeuta Caso

Eduardo: el placer del dolor

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No todos los casos de este libro tienen el propósito de mostrar algo concreto, o dar una lección de algo; Eduardo no es un personaje banal, pero tampoco representa un caso particularmente raro en la vida de un terapeuta. La pregunta que queda es si existen estrategias terapéuticas adecuadas para manejar este tipo de situaciones, o si lo que termina haciendo el terapeuta cuando elimina el problema es parecido a lo que se logra con la lobotomía: se destruye también a la persona. Eso es lo que Peter Schaffer logró hacernos entender a quienes somos terapeutas en su maravillosa obra Equus. Pero tampoco se puede negar que las personas como Eduardo pueden llegar a hacerle daño a otros, y que pueden hacérselo, y de manera grave, a sí mismos. Eduardo, de 19 años, fue enviado a consulta por su hermana mayor, quien había descubierto que él tenía comportamientos masoquistas. Desde la primera entrevista, Eduardo reconoce el hecho y comienza a dar una descripción detallada del problema, cuyos términos aproximados eran los siguientes: Hacia los 7 u 8 años sentía excitación sexual observando fotos de mujeres amarradas, especialmente las que se exhiben en las puertas de los cines; no le interesaba que estuvieran desnudas –esto incluso le parecía “feo”– pues lo que le llamaba la atención era la violencia; hacia los 11 años alquilaba revistas en donde mataban mujeres, y en una ocasión en la que lo dejaron solo cuidando la casa, se desnudó y se amarró en un asiento, imaginándose que era un ladrón quien le hacía esto. Durante los 5 años siguientes no sucedió nada especial en este sentido, pero al llegar a los 16 años, comenzó a “azotarse”; al pedirle explicación sobre esto, Eduardo dice que se desnudaba y se apretaba el pene con una cuerda, al mismo tiempo que se arrancaba el vello púbico, lo cual le producía simultáneamente mucho dolor y placer. Esta actividad la ha repetido muchas veces durante los

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Los procesos últimos dos años, pero asegura que nunca ha eyaculado mientras la ejecuta. Según él tampoco se masturba y siempre eyacula dormido; también se azotaba de vez en cuando con un cinturón, hasta el día en el que, hace alrededor de un año, la hermana llevó a la casa una grabadora y él tuvo la idea de emplear el cable del aparato, de un espesor respetable, en vez del cinturón; ese día se golpeó durante toda la tarde, haciendo pausas cuando se sentía agotado, imaginándose que era una mujer la que lo golpeaba y que él era su esclavo; la mujer es la reina en un reino compuesto exclusivamente por mujeres y él el único hombre; si se imagina otros hombres la excitación desaparece. Cuando estaba en 2° año de secundaria un cura les explicó lo que era el sadismo y el masoquismo, y Eduardo se sintió totalmente identificado con los personajes originales, complaciéndose en calificarse a sí mismo de sado-masoquista. Entonces empezó a buscar libros sobre el tema y en cierto momento sus favoritos eran obras sobre la II Guerra Mundial y, en especial, los referentes a campos de concentración, a propósito de los cuales dice que sentía una gran excitación sexual el leer cómo los alemanes mataban a judíos (aun cuando no parece haber ningún antisemitismo de trasfondo). Llegó un momento –que no precisa– en el cual no le excitaba ya el pegarse; entonces leyó en un periódico una noticia sobre un masoquista que se enterraba agujas hipodérmicas; compró algunas, las desinfectó, se desnudó y comenzó a enterrárselas, imaginándose que era una joven que lo torturaba diciéndole ”maldito esclavo”. Según sus palabras “cogió el vicio de las agujas” y, en una ocasión, se enterró tres al tiempo que se pegaba con el cable de la grabadora hasta sacarse sangre. Duró 20 días sin poder casi caminar, y tuvo que evitar hacer gimnasia en el colegio, pero finalmente se vio obligado a hacerlo y sus compañeros empezaron a hacerle preguntas sobre el significado de las cicatrices. Le confesó a dos amigos de qué se trataba, y estos le aseguraron que con fuerza de voluntad podría abandonar el vicio; sin embargo, Eduardo dice que no quiere hacer

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el esfuerzo, pues esto equivaldría a dejar “lo único que me da placer”. En este momento, se planteó una de las dificultades que se mantendrían prácticamente durante todo el tiempo del tratamiento: Eduardo no siente ninguna motivación para cambiar, y le plantea al terapeuta su problema casi en términos de reto, afirmando frecuentemente que él sabe que su “enfermedad” es prácticamente imposible de curar, lo cual puede también significar: “¡A que usted no es capaz de curarme!”. En el momento de las primeras consultas Eduardo se entregaba sistemáticamente a fantasías cargadas de violencia. Cito algunos ejemplos: “Quiero torturar a una mujer, matarla y salir a la calle con la sangre untada en mi cara”; “Yo quiero ser esquizofrénico; me desespero si pasa una mujer y no me mira; luego me la imagino azotándome”. “Me gustaría enterrarme un cuchillo en las piernas, untarme la sangre y salir así a la calle y violar a una mujer”. En realidad, durante el tratamiento Eduardo insistió muchas veces en que no había tenido relaciones sexuales y en que le era sumamente difícil establecer relaciones con las mujeres a causa de su timidez. Solo había tenido una novia, con quien duró un mes pues ella se cansó y le dijo que él era “muy bobo”; con esta novia no tenía fantasías sádicas, y afirmaba que la idea de torturarla no le atraía en lo más mínimo. Por lo menos parte de las fantasías sádicas no son, en el fondo, más que una manera imaginaria y extrema de llamar la atención. En efecto, los “crímenes” cometidos en tales fantasías siempre se hacen públicos y terminan en grandes persecuciones organizadas por la policía, enormes titulares en los periódicos sobre el caso y, finalmente, una escena lacrimosa en un hospital psiquiátrico a donde van a visitarlo los familiares diciendo “¡Lástima del pobre muchacho, tan inteligente y joven y mírenlo en el estado que se encuentra!”. En diversas ocasiones, Eduardo anotó que una de las causas de su desesperación era que pasaba inadvertido. Este fue uno de los motivos que lo llevaron

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Los procesos a contarle a su mamá, por lo menos, parte de las cosas que hacía; confiesa haber experimentado una gran alegría al percibir la preocupación de ella y de sus hermanos cuando se enteraron de algunos de los pormenores de su comportamiento. En una ocasión, Eduardo me mostró lo que él llama sus “obras” literarias, escritas, según él, hace 4 años; personalmente me inclino a creer que son mucho más recientes pero que, consciente de sus muchos defectos (de estilo, gramaticales, de ortografía, etc.), prefiere que se las considere más antiguas –sugiriendo por ende que actualmente lo haría mucho mejor–. En tales escritos Eduardo da rienda suelta a su fantasía, aun cuando no hay en ella casi ninguna originalidad; se trata casi siempre de descripciones más o menos “escalofriantes” de torturas realizadas por un hombre sobre una mujer joven y bonita y con la que, por lo demás, no ha tenido ninguna relación previa; o de un hombre sometido a la esclavitud por un grupo de mujeres. Eduardo perdió 2° y 5° años de secundaria, y dice que 3° y 4° los pasó porque le regalaron las notas, pues él no hacía absolutamente nada. No se siente capaz de conseguirse él mismo una mujer, quiere que se la lleven. En el análisis de sus relaciones familiares no encontré nada que fuera particularmente relevante en el sentido de que explicara plausiblemente su comportamiento; simplemente hay algunos detalles aislados que, aun cuando interesantes, son insuficientes y hacen parte de una descripción, no de una explicación. Por ejemplo, dice que le gustaba mucho hacer enfurecer a una amiguita siendo muy niño; que su juego preferido era derribar amigos y sentarse sobre ellos, dominándolos; que le era muy agradable jugar al ladrón y que lo amarraran. Sin embargo, no experimentaba ningún placer cuando la mamá le pegaba, y él mismo dice que a él le pegaron mucho menos que a los hermanos, y que estos no se “traumatizaron”. Un detalle un poco más significativo: dice que a los cinco años se divertía enterrándole alfileres a los muñecos y que al hacerlo experimentaba erección.

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Ser Terapeuta Mi trabajo se centró fundamentalmente en el presente, con tres objetivos básicos: estimular a Eduardo para que no abandonara el estudio, estimularlo para que estableciera una relación normal con una joven de su edad y procurar que consiguiera un trabajo con el fin de que se sintiera económicamente más independiente. Gracias a la estrecha colaboración de la familia, Eduardo ingresó a un colegio nocturno, lo cual facilitó la consecución de trabajo; y allí mismo, en el colegio, encontró una novia. Durante varias semanas se mostró completamente feliz y durante cerca de dos meses no tuvo ningún comportamiento sádico o masoquista, y la intensidad y la frecuencia de las fantasías disminuyó considerablemente. Sin embargo, como era dado esperar, se trataba de un equilibrio muy frágil, y el rompimiento de su relación con la novia lo acabó: poco después dejó de asistir regularmente al colegio, reincidió en las auto-torturas y dejó de ir a mi consultorio. A esto se añadió, por otra parte, un disgusto fuerte con una de sus hermanas y que además no le pagaban regularmente en su trabajo. Las cosas no terminaron bien. Varios meses después de interrumpida la terapia, y para mi gran consternación, Eduardo provocó en su trabajo (que implicaba la manipulación de equipos provistos de sierras giratorias de gran potencia) un incidente grave que lo dejó lisiado de por vida. La investigación concluyó que no había sido un accidente, sino el resultado de una acción deliberada.

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Los conflictos con los consultantes No ha sido usual que yo tenga enfrentamientos con mis consultantes. En general, puedo decir que toda mi vida como terapeuta ha estado marcada por bienestar, tranquilidad, alegría y entusiasmo. Es por eso que disfruté la gran mayoría de las miles de horas que pasé escuchando a las personas mirar dentro de ellas mismas, mirando a otras y mirando con los ojos del espíritu el mundo que las rodeaba. Pero por supuesto, no siempre fue así. Es normal que eventualmente se presenten puntos de vista distintos entre el terapeuta y su consultante, pero rara vez esto genera conflictos; a veces los consultantes expresan su desagrado porque sus expectativas no están siendo llenadas, o porque se sienten juzgados, incomprendidos, o dejados de lado; o porque en las situaciones de pareja creen que el terapeuta ha tomado partido por la otra persona. Y todo esto puede ser real, no es necesariamente una fantasía del consultante. Hay un par de casos que me gustaría mencionar porque ilustran situaciones que pueden ocurrirle a cualquier terapeuta. El primero está relacionado con la fatiga y el no saber ponerse límites.

Caso

Constanza: ser objeto o ser sujeto Constanza tiene 22 años, está casada hace dos y consulta porque se siente desorientada tanto en sus estudios universitarios (ha empezado tres carreras diferentes y solo permanece uno o dos semestres en ellas) y porque está muy insatisfecha en su matrimonio; dice sentirse frustrada sexualmente, pues su esposo es muy convencio-

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nal y ella querría tener muchas experiencias, conocer otros hombres y explorar a fondo toda clase de situaciones sexuales. A las dos semanas de empezar el tratamiento se va a vivir sola, y empieza a llevar a cabo todo lo que hasta ese momento solo habían sido fantasías: va a una fiesta en la que conoce a dos jóvenes de su edad, y tiene sexo con ambos, simultáneamente; poco después, en un bus un hombre empieza a tocarla y ella se baja del bus con él y se van a un hotel de mala muerte. Sus fantasías empiezan a ser cada vez más peligrosas, pues se mueve en áreas del centro de la ciudad en donde efectivamente puede tener un mal encuentro: hasta ese momento mis observaciones sobre su conducta se limitan a alertarla y a tratar de establecer qué es lo que está buscando. En nuestra última cita, Constanza llega con una actitud desafiante, y me dice que yo nunca la criticaba pero que ella estaba segura de que yo no acepto lo que ella está haciendo. Son las nueve de la noche y estoy mortalmente fatigado, y no muy dispuesto a que me digan tonterías, porque en realidad lo que ella haga o deje de hacer no me crea ningún problema moral: simplemente me preocupa su seguridad y la posibilidad de que adquiera una enfermedad de transmisión sexual. Entonces Constanza arrecia sus ataques, y me dice que le explique por qué todos los hombres la tratan como un objeto sexual, y yo no encuentro nada mejor que decirle que cuando uno se comporta como un objeto sexual, lo usual es que lo traten así. Nunca me he arrepentido suficientemente de haber dicho esas palabras. La furia de Constanza era indescriptible. Mi error no era reparable y nunca más la volví a ver. Esa fue la última vez que hice siete horas de consulta en un día; en forma inmediata reconocí mi error, pues es evidente que la fatiga me llevó a hacer exactamente lo que ella esperaba que yo hiciera: que la agrediera y la censurara. Aún hoy me sonrojo avergonzado por mi torpeza. El segundo caso comprometía la reserva ética y la obligatoria confidencialidad.

Los procesos Caso

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Juana y Andrés: ¿dónde están los límites? Una pareja conformada por un hombre de 30 años y una mujer de 26 me consulta porque su noviazgo tambalea a causa de las violentas explosiones de ira y celos de él, que con frecuencia terminan en golpes. Es muy claro desde el comienzo que se trata de un hombre muy inseguro, pues hay una fuerte diferencia de clase social y de educación entre ellos: mientras Juana estudió parte de la secundaria en Europa y está a punto de graduarse en una universidad privada de prestigio, Andrés solo hizo dos semestres de universidad y actualmente ayuda a su padre en una pequeña empresa familiar. El quiere casarse, pero ella no está segura. A lo largo de tres meses logramos profundizar en varias sesiones conjuntas, y algunas separadas, en los factores que los mantienen unidos y en los riesgos del futuro. Juana está segura de quererlo, pero también está segura de que no aceptará más violencia. Y ese fue precisamente el detonante de la última explosión de Andrés: durante una sesión conjunta ella le dice que esa es la condición para aceptar su propuesta de matrimonio, y él se manifiesta muy desagradado por la exigencia. Salen de la consulta y, a pocas cuadras, se enzarzan en una discusión en la que él la acusa de quererlo manipular, de humillarlo y de querer imponerle cosas; las explicaciones de Juana solo logran enfurecerlo más, y empieza a golpearla en plena calle, la tira al suelo y solo la intervención de varios transeúntes evita que le haga un daño grave. Juana me llama por teléfono algunas horas más tarde y me dice que no volverá con él, pero que tiene miedo de lo que él pueda hacerle. Entonces, cito a Andrés en mi consultorio y le digo que si le vuelve a poner la mano encima a Juana, quien no desea ningún trato con él, yo perso-

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Ser Terapeuta nalmente lo denunciaré a la policía y testificaré en su contra. Andrés me acusa de inmediato de faltar a la ética porque él también es mi consultante y me dice que llevará mi caso ante el Tribunal de Ética. Lo invito a hacerlo, pues me siento completamente seguro, y así se lo digo, de que mi obligación es apoyar a una persona en peligro. Una semana más tarde, Andrés me escribió una carta lamentando profundamente sus excesos, e informándome que su abogado le había dicho que dados los numerosos testigos de sus varios actos de violencia, lo más probable era que su demanda contra mí no prosperara, incluso que se volteara contra él.

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Las frustraciones No hay duda de que el ser terapeuta, al igual que el ser cirujano, carpintero o pianista, conlleva una carga de frustración inevitable en cualquier actividad en la que los humanos intentamos hacer las cosas lo mejor posible, pero no lo logramos. Los dos casos que siguen ilustran situaciones en las que no me fue posible ayudar a dos personas por las que habría querido hacer mucho más de lo que hice. Aun cuando en realidad por la segunda no pude hacer absolutamente nada.

Caso

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Irma: ¿pobre otra vez? ¡jamás! Cada vez que recuerdo la historia de Irma no puedo dejar de pensar que vivimos en un país muy peculiar, en el que todavía ocurren cosas que uno creería que son inventos para telenovelas baratas. Yo realmente quise ayudarla, y creo que hice todo lo posible, pero no lo logré. Tal vez era demasiado tarde. Irma fue remitida por un médico que había atendido varias de sus crisis; tenía 22 años cuando la vi por primera vez y estaba en tercer semestre de Diseño Industrial; su rostro y su apariencia general son muy agradables, se viste bien pero sus maneras son toscas y su forma de hablar delata una procedencia humilde. Tiene un automóvil muy costoso, que es de su propiedad. Es la mayor de cuatro hermanos. Sus padres no trabajan, pero ella sabe que su padre ha estado mezclado en negocios muy turbios y su madre consume cocaína y pasta de coca. I: Tuve mis primeras relaciones sexuales a los 13 años en el garaje de mi casa, y después de esa vinieron muchas más… a los

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16 años empecé a salir con uno de los amigos de mi papá, que tenía 27 y que era igual de malo que él, y después uno de 33, casado… Con ese me involucré mucho, terminé embarazada y me hice un aborto en uno de esos sitios clandestinos que me dejó con una endometriosis crónica… Hoy en día es muy difícil para mí tener un orgasmo… Seguí con él a pesar de la esposa… Ya había entrado a la universidad, y al fin logré romper y conocí a un tipo que supuestamente se llamaba Peter y dizque estudiaba Derecho. Todo era mentira, pero me enamoré mucho: ¡me hacía desplantes y me llevaba a las casas de las otras novias! Hice cada vez cosas más absurdas. Me enloquecí con él, y lo metía a mi propia casa y nos quedábamos. Trago, locuras, hasta que mi mamá nos encontró con otra pareja en mi cuarto. La situación se puso muy mal en la casa y mi papá me quitaba el sueldo que yo ganaba en vacaciones. Él toma mucho: tres veces por semana se emborracha y luego los dos (papá y mamá) metían droga: coca y basuco. Mi mamá me estimulaba a estar con mi novio porque ella estaba consumiendo. Llegó a cambiar el mercado por droga, no teníamos más que comer... Quedó embarazada y seguía consumiendo. Me volví muy agresiva con ella y le perdí el respeto... y sigo haciéndolo. Mi papá vendió el carro, y luego la casa... y un día apareció ‘X’ (da el nombre de un narcotraficante, actualmente muerto) y se encerró a hablar con mi papá, de quien había sido amigo en la época en que era pobre… A los 15 días me regaló el carro y me propuso que viviera con él, y yo terminé aceptando… me llevó a un apartamento de 400 metros en el mejor barrio de Bogotá…me sentí feliz... pero él dejo de ir y yo empecé a tomar trago sola y pensaba en suicidarme. A los tres meses reapareció Peter y volví a salir con él, me robaba dinero y joyas, y la empleada de servicio contó y ‘X’ me echó. Pero en la casa me presionaron. ‘X’ tenía toda clase de aventuras. Acepté la presión y volví con él, y le dio un apartamento a mi familia para que viviéramos juntos... traté de obtener el máximo de dinero. Le regaló carro a mi papá, hasta que decidí romper y

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me eché encima a toda la familia... pero me fui; y ‘X’ empezó a salir con mi prima de 14 años, pero iba a mi casa a llorar, con mariachis y flores. Los guardaespaldas de él me seguían. Me siento como si fuera una puta... y ando muy sola, la gente habla de mí… Siento mucho miedo al rechazo y por eso soy tosca… Desde el bachillerato me siento rechazada, y es real: la gente no se me acerca, y yo tampoco. Yo estudiaba en colegio y mis amigas en escuela y yo pedí que me pasaran allá para estar con ellas. Ahí empezaron los problemas, sobre todo con las mujeres. Soy agresiva... tengo miedo de todo, de los logros, del amor, del afecto. No sé si quiero a mi novio de ahora, pero por la misma superficialidad de la relación es la mejor que he tenido. Es franco y alegre, pero no puede ser mi compañero. Mis notas dicen: Irma pasa por periodos de depresión, con intensos sentimientos de ser rechazada. Creo que es una proyección del rechazo y autocensura que siente por ella misma. Ha dudado de continuar en terapia, pero hoy lo vuelve a pensar y cree que es mejor continuar por lo menos un poco más. La ayudo a analizar las diferentes implicaciones de continuar, y el por qué no debe huir ante las dificultades. Trato de focalizar la atención en el presente y el futuro porque hemos hablado mucho del pasado y eso ya no se puede cambiar, solo puede asumirlo. Su relación emocional es insatisfactoria, pero la necesita en este momento. Siempre, pero sobre todo en los últimos años, se ha sentido explotada y manipulada: y lo ha sido.

Última cita I: Yo sigo con la idea de que soy mala, medio putica: no sé si se me ha quitado. Pienso mucho en eso al vestirme. Yo he aceptado casi todo lo que ha pasado, y quiero atraer a los hombres, quiero que me miren y que piensen en acostarse conmigo… Me identifico con problemas: ambivalencia de sentimientos,

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Ser Terapeuta incapacidad de gozar, persecución; y creo que tengo una aberración: para tener placer sexual tiene que haber ruido, con determinadas condiciones; a mi casi no me gustan las relaciones sexuales, pero siento placer imaginándome con varios hombres al mismo tiempo… Con algunos hombres solo puedo tener orgasmo por relación buco-genital; con otros por coito en situaciones de riesgo, de otra forma no… Creo que la gente no me toma en serio. Y a mí sí me gusta mucho la fiesta, el trago, salir y todo eso. Pero quiero una relación estable y sentirme segura del cariño de alguien. Desde la primera vez que tuve novio, nunca he estado sin novio. Cuando rompo es porque aparece otro. No sé manejar mi vida emocional… Siento que mi seguridad está en los demás: en lo que me aprecien, me digan, etc… Irma se retiró de la universidad y se fue a Estados Unidos unos meses; volvió a hablar conmigo pero solamente para contarme que las cosas no iban bien: se sentía profundamente sola, se había gastado casi todo el dinero y estaba dispuesta a hacer lo que fuera por no volver a ser pobre; pero le daba demasiado trabajo enfrentar un mundo de luchas en el que había más derrotas que triunfos. No supe cómo ayudarla más allá de este punto.

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María: Stabat mater María tenía 31 años. A los 18 había quedado embarazada de su novio, quien fue enviado por su familia a otra ciudad para evitar asumir la responsabilidad, y el conflicto en su propio hogar fue tan grande que ella se retiró de la universidad, en donde solo había terminado el primer semestre, se fue a vivir sola y se dedicó a trabajar. A partir de ese momento su vida giró exclusivamente alrededor de su hija: nunca más quiso salir con nadie, ni volvió a ver a sus padres y hermanos. Nada contaba en absoluto, salvo su hija. Con los mayores sacrificios logró que la niña estudiara en un buen colegio privado, y la pequeña le correspondía muy bien a todo su esfuerzo. Hace una semana, el domingo, unos amigos las invitaron a pasear. Iban a una velocidad normal por una carretera secundaria, cuando una de las llantas explotó, el conductor perdió el control y el automóvil se volteó; la niña salió por una ventana, y cayó a 5 metros en un prado ligeramente inundado, con unos 10 centímetros de agua; pero la niña estaba inconsciente y se ahogó. Los amigos me llevaron a María para que la ayudara a superar su pena indescriptible. Pero yo permanecí paralizado, en un silencio total, sintiéndome incapaz de decir nada. María lloraba sin ruido, con un dolor que me abrumaba, y creo que en las dos horas que estuvo conmigo ni siquiera se dio cuenta de mi presencia. Siempre que escucho a Teresa Berganza cantando el Stabat Mater de Pergolesi, pienso en el insondable y desgarrador dolor de María. Y también pienso que nunca, en ninguna otra circunstancia, me he sentido tan impotente frente a alguien que sufre, como me sentí frente a ella.

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Lucía: un error de simplificación Una de las mayores lecciones en mi vida como terapeuta me la dio una señora que sufría de una violenta fobia a los aviones. Lucía era una mujer muy bella, de 35 años, casada con un hombre de 60. Seis meses atrás, en un vuelo a Europa, él había sufrido un infarto, habían tenido que desviar el avión a los Estados Unidos y allí habían permanecido un mes con él entre la vida y la muerte. Finalmente se salvó, pero ella había adquirido lo que evidentemente era una fobia de origen traumático; dos meses atrás ella había viajado a México y los vuelos habían sido una verdadera pesadilla. Ahora debía viajar a Europa, y estaba llena de temor; tenía tres semanas de tiempo, y me preguntó si en ese tiempo era posible solucionar el problema. Mi respuesta fue positiva: la desensibilización sistemática parecía ser, en esa época, la forma más adecuada de manejar un trastorno de ese tipo, muy perturbador pero sencillo. Las cosas funcionaron muy bien en el consultorio y su ansiedad virtualmente desapareció. Pero cuando Lucía estaba en el aeropuerto, supe que mi intento terapéutico sería un fracaso. Mirando mis notas, me di cuenta de que ella había mencionado de paso que su relación con su esposo era muy pobre, “de apariencias” y, para mi consternación, vi que yo no había profundizado en absoluto ese aspecto. Y en ningún otro, para ser exacto: por estar mirando el árbol no había visto el bosque. En ese instante entendí que la fobia de Lucía podía tener un significado completamente diferente y que, de hecho, ni siquiera era una fobia. Era otra cosa, y esa otra cosa estaba probablemente relacionada con una muerte que no había ocurrido.

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Esperé ansiosamente el regreso de Lucía y la llamé por teléfono. Con voz de hielo me dijo que durante dos horas se había sentido bien y luego había tenido que tomarse una botella de vino para dormirse. El regreso lo había hecho completamente dopada con medicamentos. Le dije que yo creía poder ayudarla, que la presión del tiempo me había hecho cometer un error, y le ofrecí continuar el tratamiento sin tener que pagar nada. Lucía me dijo simplemente “No, gracias” y me colgó el teléfono. En mi defensa solo puedo decir que a los 28 años de edad carecía de la experiencia necesaria para ver el conjunto de la situación y pesar adecuadamente sus componentes. Pero esa es una pésima defensa.

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Capítulo 3

El mundo de la terapia

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El mundo de la pareja Todos los terapeutas que trabajan con adultos reciben un número importante de casos de parejas en dificultades; los motivos son innumerables: dificultades económicas, decepción a nivel sexual, o intelectual, o afectivo, aparición de otras personas, celos, los hijos, el trabajo, el auto, la nueva casa, la suegra, los olores, la falta de proyectos comunes… En realidad la lista es casi infinita. Se dice que la pareja está en crisis. Yo no lo creo así, lo que está en crisis es la relación matrimonial tradicional y todo lo que implica. En muchos países –Australia, España, Estados Unidos, por ejemplo– parecería que los hombres no quieren “comprometerse” porque el matrimonio no es, según lo que ellos ven, más que un conjunto de problemas, en los que resultan siempre acusados y culpables. Y cuando se divorcien –lo que ocurrirá inevitablemente– al final se quedan solos, sin un centavo y con una deuda de por vida. Sinceramente, creo que con frecuencia tienen razón. Cuando de conflictos se trata, es muy común que la despectiva palabra ‘machista’ aflore a los labios de las mujeres cada vez que sus parejas no hacen lo que ellas quieren; la palabra explica todo, aparentemente, y no deja un margen de duda: hay un solo culpable. Los con-

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flictos no se resuelven, sino que a cada instante se complican más porque ninguno de los dos está dispuesto a ceder en nada. Durante siglos, los hombres se ocuparon de conseguir los recursos económicos y las mujeres se ocuparon de los niños y del hogar. Hoy, en muchos casos, nadie se ocupa de los niños, y mucho menos del hogar, porque los dos están demasiado ocupados consiguiendo dinero para comprar más cosas, generalmente innecesarias. Durante siglos a las mujeres se les dijo, injustamente, que tenían que ser pacientes y “aguantar”; hoy en día no solamente no son pacientes ni aguantan nada, sino que están dispuestas a romper la relación por motivos baladíes. Antes, cuando llegaba el momento del divorcio, los hombres despojaban con frecuencia a las mujeres de lo que legítimamente les correspondía; hoy las negociaciones de divorcio se entablan a partir de la siguiente premisa femenina: “lo mío es mío y lo tuyo es de ambos”. Algunas mujeres justifican su mal comportamiento diciendo que los hombres tienen que pagar lo que les hicieron a las mujeres durante generaciones. Esto significa que esas mujeres siguen creyendo en el dogma del pecado original, solo que en esta versión no se cometió contra Dios, sino contra ellas. Y el precio parece ser una deuda por toda la eternidad. Los hombres han asumido un comportamiento de perros apaleados, y resultan tratados como perros apaleados. Pero al lado de eso, otros hombres han asumido unas líneas de conducta que a nivel de pareja crean situaciones complicadas. Por ejemplo, les proponen a sus mujeres y sus novias sus “listas de prioridades”, que son más o menos así: – los amigos – la mamá

El mundo de la terapia

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el trabajo el éxito el carro ella el perro del abuelo

Y dicen con mirada altiva: “tómalo o déjalo”. Lo peor es que he encontrado mujeres que piensan que “eso está bien, porque son sinceros”; y aceptan. Por lo menos por unas semanas. O unos días. También hay hombres que descaradamente se aprovechan de que sus mujeres tienen éxito e invierten el patrón derivado de la idea de pecado original: “los hombres hemos mantenido siempre a las mujeres, ahora que nos mantengan ellas”. Las feministas a ultranza desarrollaron el mito de la igualdad, en vez de promover el concepto de “equidad”, mucho más apropiado. Porque si algo absurdo ha generado la modernidad es la idea de que hombres y mujeres son iguales. Somos, y lo seremos siempre –por fortuna– profundamente diferentes y complementarios, y lo hemos sabido siempre, hasta que esos grupos radicales decidieron que las diferencias eran “simplemente culturales” y, sin reflexión, el mundo lo asumió como si fuera cierto: era “políticamente correcto” aceptar semejante sandez, y “políticamente incorrecto” oponerse a ella. Aun cuando el sentido común nos dice a todos que eso no es verdad. Si alguien tiene dudas, puede leer un pequeño libro publicado no hace mucho tiempo por la psicóloga chilena Pilar Sordo18. Por todo lo anterior, podemos decir que la modernidad no ha contribuido en nada a mejorar las relaciones 18 Sordo, P. (2006). Viva la diferencia!... y el complemento también. Bogotá: Grupo Editorial Norma.

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Ser Terapeuta de pareja. Más bien lo contrario. Pero a pesar de todo, los hombres y las mujeres siguen deseando y tratando de encontrar una pareja. Y siguen intentando sacar adelante sus relaciones. Y a veces lo logran, aun cuando para ello tengan que pasar por varios divorcios y rupturas. Y a veces, cuando lo logran tienen cerca de 80 años, y están dispuestos a aceptar a cualquiera con tal de no estar solos. Y ya no ponen tantas condiciones, ni leen listas de prioridades. Pero así somos los humanos. No podemos vivir sin nuestra contraparte (o como decía Francisco, cuyo caso se leerá más adelante, ‘el reo no puede vivir sin su verdugo’). Y por eso existe eso llamado “terapia de pareja”.

Caso

Julieta y Antonio: el desgaste de los celos Los celos son un problema frecuente en las parejas, pero los celos patológicos, o celotipia, son un problema relativamente raro, con una estructura muy similar a los trastornos paranoides: esto implica que entre más cosas haga la persona para tranquilizar a su pareja, esta se hará más desconfiada. El caso siguiente no reviste tanta gravedad, pero sí es de los que pueden destruir una relación.

Primera entrevista, Julieta y Antonio

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Julieta tiene 25 años y Antonio 26; la razón de la consulta es que Julieta es en extremo celosa. Ambos son físicamente muy atractivos, pero mientras él parece relajado, ella se ve tensa en extremo.

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El mundo de la terapia J: Sí es verdad que soy celosa, por falta de seguridad en mí misma en lo sentimental. Siempre he sido negativa, pesimista. En otras áreas soy muy segura. Racionalmente veo eso estúpido, pero casi siempre lo veo de otra manera y me hundo… Siento rabia, ansiedad, desesperación y cada vez me cuesta más trabajo controlarme, pero no hago reclamos, ni hablo; salgo corriendo. Pasamos mucho tiempo juntos, pues trabajamos en la misma compañía, pero noto que la gente cambia cuando yo estoy. Él es muy extrovertido y yo no. Siento rabia de ver que siempre está rodeado y asediado, y yo no. Yo soy mucho menos amistosa. Yo he pretendido que él sea como yo, él me acepta más como soy. El problema hoy en día es la universidad, pues hay una mujer muy linda que es amiga de él y yo siento rechazo por ella y por todos sus amigos. Yo no tengo vida social propia. Mi familia depende económicamente de mí, por eso no nos podemos ir, pues tengo dos hermanos muy jóvenes. Mi padre murió cuando yo tenía 2 años y mamá ha sido muy irresponsable, ha tenido muchos novios y amantes y de ahí resultaron dos hijos… Yo también he tenido muchos novios, era inestable emocionalmente y no tuve relaciones largas. Soy demasiado orgullosa. Tuve un ambiente de mucha farándula y locura, viví un año en Aruba; el ambiente allá me afectó mucho, tuve que trabajar en un bar. Regresé hace tres años. Tenemos año y medio de noviazgo y hace seis meses nos casamos. Pero estamos tres días bien, cuatro mal; pasamos hasta 15 días sin hablar. A: En vacaciones de la universidad, muy bien; pero entramos y comienzan los problemas. Es que yo no entiendo el desarrollo del pensamiento de ella. Yo siento que puede llegar un momento en que no puedo aguantar más. He intentado irme dos veces. Ella se disgusta por cualquier cosa; se levanta y no me habla, o me contesta bruscamente. Salimos juntos siempre, pero ya todo está mal. Por la tarde las cosas mejoran, pero al llegar a la universidad se produce otra vez el rompimiento; ella quiere que yo no trabaje más con mi compañera, y eso no lo puedo aceptar. Ella

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Ser Terapeuta fue la que insistió en el matrimonio; yo no quería por problemas económicos, quizás por eso ella no confía en mi criterio y cree que otra mujer me puede convencer de que la deje. APG: (Dirigiéndose a ella) ¿Usted está de acuerdo” J: ¡Sí! Creo que cuando tenga dinero va a cambiar totalmente. Hoy en día las mujeres son muy lanzadas, y él es atractivo. Me sugestiono mucho por lo que veo.

Sesión 2, Antonio

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A: Siempre he creído que soy muy analítico, pero sé que eso no puede ser tan cierto. Creo que el problema de Julieta es que ella siempre quiere avanzar pero que su familia es un obstáculo; noto en ella un resentimiento muy grande hacía su madre, quien nació en el campo, tuvo poca educación y emigraron a Cali; allá conoció al señor con quien tuvo los dos primeros hijos; luego se vinieron a Bogotá, donde la vida fue muy difícil. Dejaba a los niños encerrados en un inquilinato mientras ella trabajaba como mesera, y los castigaba muy duro. Julieta es de un carácter supremamente duro y eso ha afectado mucho las relaciones con la familia. Yo intervengo para que no trate mal a sus hermanos y se pone brava conmigo; tiene la responsabilidad de la casa y quiere que todo el mundo le obedezca, y les echa en cara todo. Yo insisto en que haciendo un esfuerzo podíamos vivir en otra parte. Me parece que ella no puede desprenderse de su casa, tal vez teme que la mamá no podrá... pienso que estaríamos más tranquilos, pero solo no puedo. Cuando tiene sueños, se levanta muy contrariada conmigo. Me ha pegado puños y patadas porque se sueña que yo estoy con alguien… le molesta que yo tenga amistades... le molesta que llame a alguien para que me preste un libro... dice que ni en sueños puede tener tranquilidad conmigo.

El mundo de la terapia Fui actor y director de danzas pero decidí abandonar. Hice un grupo en la empresa, pero el problema fue tan grande con ella, que tuve que acabarlo. APG: ¿Cómo son las peleas? A: Ella no me habla, y me contesta toscamente; me hace sentir mal siempre que voy a estudiar; por incumplimiento me sacaron del grupo de estudio. Formé otro y ahí está Claudia, la persona que la inquieta. Julieta no entiende que estar casado no significa que no pueda mirar a nadie. Nunca he sido infiel, ni siquiera lo pienso; cree que si no me “cuida”, lo haré, y por eso quiere estar conmigo todo el tiempo. No quiere que yo trabaje en otra parte. No acepta relaciones con nadie en la universidad. Dice que me da vergüenza estar con ella, y que no quiero estar con ella. Cada llegada a la universidad es un problema.

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APG: Parece que ella no está bien prácticamente nunca. A: Yo quería que ella cambiara. No quería venir aquí, decía que para qué. Hace unos 20 días la situación llegó a tal punto que le dije que no podíamos seguir así y que me iba. Me agarró del cuello y se dio una lucha terrible. Y con mayor razón decidí irme. Se arrodilló y me pidió perdón. Fue muy duro (está a punto de llorar); me confesó que era por celos, pero hasta ese momento yo no sabía hacia quién. Dijo que pensaba que yo estaba con Claudia y que me odiaba, le dije que o buscábamos ayuda profesional o yo me iba. No puedo aceptar vivir así... Estuvo muy intranquila y le costó mucho tomar la decisión. APG: ¿Cómo es la vida sexual de ustedes? A: Muy buena, sin inhibiciones. Creo que de soltera ella estaba muy desubicada. Vivió aquí con un extranjero casado. A los 14

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Ser Terapeuta años un tipo se aprovechó de ella y por eso tuvo un encontrón violento con su madre. Yo no había tenido experiencias sexuales antes de ella; no me atreví a decírselo en esa época, pero ya lo sabe. Ella no confía en mí como una persona capaz de tomar decisiones, y cree que la voy a dejar por cualquiera. Ella cree que me atrapó y yo estoy pensando lo mismo.

Sesión 3, Julieta J: Desde el día que vinimos, no ha habido mucho problema. Yo sí veo que el problema es mío, pues Antonio es fácil de llevar, pero nuestros caracteres son muy diferentes. No acepto juegos ni chanzas con compañeros o compañeras que a él le parecen muy normales. Yo tuve muchos novios, pero por poco tiempo. Empecé a ser parrandera muy joven, siempre he hecho lo que he querido. Mamá y una tía fueron muy celosas con sus hombres, de show y todo. Mamá se desahogaba pegándonos a nosotros. La relación familiar siempre ha sido mala. Mamá nunca fue amiga ni me inspiró confianza, ella era muy salvaje. Dos crisis nerviosas fuertes. Dentro de mí hay demasiada rabia... y lo de su amiga me enferma... y él mismo me cuenta a veces que ella lo llama. Pienso que él y ella se burlan de mí. Ni ella ni los otros amigos de él me determinan, y me sueño con esas pendejadas. Relaciones sexuales: bien; yo he tenido muchas experiencias.

Sesión 4, Julieta - Antonio A: Igual; no ha habido enfrentamiento, pero ella está disgustada conmigo y no sé porqué. Le pregunto a ella; no responde.

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A: Creo que sé: anoche al salir yo estaba hablando con mi amiga.

El mundo de la terapia APG (A ella): ¿Si es por eso? J: (No contesta). A: Creo que ella me ve como un denunciante. No me gusta esta situación. (Lo hago salir). J: (Llora). Muy deprimida, creo que esto no tiene arreglo, y que él tiene razón, me da vergüenza, pero tengo rabia con él, por lo de anoche... yo no sé qué me pasa, tengo obsesión. Soy consciente de que todo esto produce rechazo y llevará a la ruptura, hasta pienso “Quiero que esto se acabe”.

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Le pregunto si se siente culpable de algo por su vida pasada19. J: Si... puede ser… Cuando me casé con él tenía otra idea, de él y de la relación. Me fui desilusionando porque yo creía que era solo el uno para el otro, en nuestro mundo únicamente y todo eso no era cierto. Me molesta que sea jocoso, chistoso, pero me doy cuenta que eso no está bien de mi parte... ¿por qué soy así? (llora). No vivo en paz ni dejo vivir en paz; le he prometido muchas veces que voy a cambiar, pero no he podido... cada vez es peor... APG: Pero usted no siempre fue así. J: Yo vivía por vivir, todo me daba igual, pero ahora que tengo alguien a quien quiero, no sé porque soy tan negativa. Vivo siempre con temor; le tengo miedo a las mujeres... ¿porque veo

19 En varios casos de mujeres muy celosas he encontrado que sus celos se relacionan con cosas que ellas mismas hacían y que ahora les atribuyen a su compañero. Los celos excesivos de los hombres están frecuentemente asociados a impotencia y eyaculación precoz, es decir, a la convicción de que no satisfacen a su pareja. Estas no son, por supuesto, las únicas razones de los celos.

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Ser Terapeuta infidelidad? No, porque no todos son así, casi nunca tuve amigas, siempre eran hombres. Yo me burlaba de las mujeres casadas, y en verdad la mayor parte de los hombres con los que salí eran casados, y estuve enamorada de dos o tres. Aceptaba resignadamente ser la segunda. Por todo eso llegué a pensar que nunca tendría una relación estable. APG: ¿Nunca quedó encinta? J: Con Antonio, al año de novios. Todo esto me empeoró mi vida en Aruba. Allá sufrí mucho por el trabajo, la soledad. Tomé mucho trago en esa época, ya no. Me fui a Aruba huyendo de la soledad, y allá fue peor. No soy jovial ni me emociono con las cosas, ni las disfruto. Trato de mostrar alegría, pero es ficticia, y desde niña.

Sesiones 5 y 6, Julieta

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J: Hasta los 7 años tuve una vida normal; pero nos vinimos a Bogotá y todo dio un vuelco terrible, y mamá nos maltrataba y nos maldecía. Ya no tuve vida de niña, sino de vieja, ayudándole a ella. Nunca tuve oportunidad de bicicleta o de patines... hoy en día soy difícil para hacer amigos y tiendo a estar sola, aunque no totalmente. Mamá nunca se ha casado. Cuando papá murió ella tuvo que trabajar en cabarets y de mesera... Yo estoy casi segura que tuvo que acostarse con tipos para conseguir dinero. Ella fue muy linda, creo que estoy resentida de todo, no solo de ella. Si las cosas le salían mal, se desquitaba conmigo, pegándome e insultándome. Lo que me dolía eran las vulgaridades que me decía: le tengo pavor a las vulgaridades y a la violencia, por eso yo no hablo cuando tengo rabia. No recuerdo que nos tratara demasiado mal, pero aquí en Bogotá se volvió salvaje y grosera, y tuvimos que aguantar hambre. Pero solo los dos mayores y yo, los otros han tenido una vida mucho más suave; yo trabajaba de

El mundo de la terapia día y de noche hacía bachillerato. Trabajé como obrera en una fábrica, tomé clases de mecanografía y entré a una oficina de arquitectos. El dueño se enamoro de mí y me propuso que me fuera a vivir con él. Yo tuve relaciones sexuales con él, pero ya había tenido con otro a los 16 años. Tuve muchos amigos, con unos me acostaba, con otros no.. APG: ¿Como se sentía?

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J: Con remordimiento por ser tan loca, pero en el momento mismo no me importaba. Me rodeé de malos amigos... eso fue desde los 18 años hasta los 23, me perdía, o llegaba enguayabada. Siempre he sido celosa, pero antes rompía sin explicaciones. Mis amores eran sin esperanza, pues andaba con casados. Pero no me quedaba nada, tal vez no estaba realmente enamorada. Todas mis relaciones fracasaron, Antonio es totalmente diferente a todos los que conocí. Desconfío de sus amigos más que de él. No es que él haga cosas malas, pero a mí me fastidian, no puedo aceptar que eso es normal. Yo soy optimista en todo, menos en lo afectivo. Soy inteligente pero no en eso; autosuficiente, con deseos de superación.

Sesión 7, Antonio (apuntes) A: No le he visto ningún progreso, y he pensado mucho; quiero que ella pueda entender que yo pueda viajar, o hacer cosas que impliquen alejarme de ella; y yo voy a hacer esas cosas aunque a ella no le guste. Ella está mejor que yo, y eso es difícil para mí, pues yo quiero vivir separado de la familia de ella. Pero yo no quiero que la situación de ellos se desmejore. APG: Pero eso es inevitable. A: Sí, pero no quiero que llegue a extremos, y que mi suegra termine muriéndose en una pieza.

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Ser Terapeuta APG: Ustedes están en una trampa: la relación ha tomado una forma patológica, pues ella no quiere admitir ningún contacto fuera de ella misma. A: De acuerdo. Esto me está afectando demasiado (me habla de su total ignorancia sobre sexualidad). Julieta me rechaza y entonces yo me masturbo y eso me hace sentir muy mal. No estoy pudiendo estudiar, pienso en sexo, y se me sale de las manos. Yo siempre trato de no mezclar los problemas, pero ahora no puedo... Lo peor es que ya estoy buscando otra persona (la amiga); y estoy entonces rechazando a Julieta... Yo sé que soy capaz de irme pero ella no me deja y entra en unas crisis espantosas, se golpea, grita... y ya no puedo controlarla. La última vez se emborrachó... le dije que le juraba que me iría si volvía a suceder, y lo haré. APG: ¿Le ha dicho que no está dispuesto a vivir encerrado? A: Sí, y se ofendió mucho, me lo reprocha. APG: Pues va a tener que tomar una decisión, que implica riesgos. A: A todo lo que yo le propongo ella me dice que no. Quiero correr el riesgo de que todo se acabe. Me parece que ella no me quiere, sino que necesita tener una persona ahí... APG: Ella tiene una gran necesidad de dominio. A: Totalmente cierto; así es con los de su casa. Ella maneja ahora todas las cosas. Yo iba a decir hoy delante de ella que el problema es de ella solamente y que yo no volvería. Esto es demasiado frustrante.

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El mundo de la terapia Sesión 8, Julieta J: Muy mal... Antonio se fue de la casa el domingo. Hubo otra pelea, y ya hacía dos semanas que no hablábamos. Dijo que no me aguantaba más y que se iba. Estoy en una encrucijada, sobre todo ayer estuve muy deprimida, pasé una noche pésima. Le explico todo lo que yo veo, y que saco de mis notas. J: Dentro de mí hay algo que no me deja decir las cosas. Pienso que si le digo él se va a burlar de mí y me va a tratar de tonta o de estúpida. Sí me ha tratado así, pero solo en peleas... Anoche estaba tan desesperado que no quería seguir más... (llora)... le estoy causando problemas a todo el mundo... Pienso en tirármele a una carro, pero son solo momentos… soy yo la que está causando el problema... Porque siento una cólera tan horrible... y ese es el camino que yo he tomado. Y encima no tenemos vida social.

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APG: Pienso que usted está haciendo todo esto para castigarse. J: ¡Claro que sí! El domingo cuando él se iba pensaba “me lo merezco”. APG: ¿Se siente culpable por la vida que llevaba? J: No, honestamente no. APG: Entonces ¿por qué todo esto? J: A nosotros, antes de casarnos, alguien trató de indisponernos. Su jefe le dijo que yo era un “numerito”20. El respondió que él

20 En Colombia la palabra se refiere a mujeres que, especialmente en el medio laboral, están dispuestas a salir a bares, discotecas y sitios de “rumba” con alguien que no conocen o, en todo caso, de quien no son amigas, y con quien general-

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Ser Terapeuta me quería como era yo ahora. Igual le dijeron a una tía y la familia de él se indispuso conmigo. APG: Julieta, me parece que usted ve en las mujeres que se acercan a Antonio un reflejo de lo que usted misma hizo durante un tiempo… Y que es por eso que se siente tan celosa… J: (Largo silencio)… Es posible, sí, es posible… Yo pienso que todas las que se le acercan son unas vagabundas, pero es verdad que eso era lo que yo hacía…

Sesión 9, Julieta J: Antonio volvió a la casa, y hemos hablado mucho. Él me dijo que lo del aborto mío era mentira, que él había pensado en eso como medio de atraparlo. Me sorprendió y hasta me dolió, pero ya pasó. En realidad yo intenté disimular mis defectos, pero mentirle jamás. APG: (Le muestro que él la acepta como es, pero ella no). J: He decidido que nos demos más libertad, no lo voy a presionar más para que esté conmigo. APG: ¿Como se ha sentido al darle libertad? J: No del todo bien, como derrotada, como si luego de haber luchado hubiera perdido. Siento que su necesidad de afiliación es más importante que yo. He tenido sueños chistosos, en los que él hace todo lo que a mí no me gusta, pero no me meteré en sus cosas de la universidad.

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mente terminan la noche en un motel; no son prostitutas porque no reciben dinero, aun cuando aceptan sin molestarse cualquier regalo. Los contactos se hacen por teléfono, de ahí el nombre de “numerito”.

El mundo de la terapia Sesión 10, Julieta - Antonio: J: Yo sí quiero empezar a dejarle más libertad, aunque no me siento bien. Tengo rabia. A: Tú estas confundiendo las cosas y crees que yo no quiero estar contigo, y no es cierto... yo aspiro a que tú aceptes a las personas que están conmigo. J: Yo me siento que sobro en eso. A: Pues yo te he visto tomando el pelo con tus compañeras. J: Sí, pero solo a veces.

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A: ¡Pues yo también solo a veces! Tú justificas lo que haces, pero me criticas a mí por lo mismo. No me das la oportunidad de mostrar que yo soy tan serio como tú. Por eso me gustaría mucho que fueras a mi salón. J: Yo siento que estoy forzando las cosas para complacerlo a él (ver a los amigos). A: Y está viendo a la gente que no veía desde que nos casamos, personas que decía que tenía que sacar de su vida porque le habían hecho daño o estaban asociadas a cosas que pasaron. ¿Por qué tienen que ser ellas? J: Porque me cuesta hacer amigos, y ellas han cambiado y han dejado las locuras. J: A Antonio le ofrecieron ascenso y eso nos va a permitir salir de la casa y sacar un apartamento. Y él va a viajar…

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Ser Terapeuta Sesión 11, Antonio - Julieta (apuntes) A: Comprendiendo mejor y cediendo, pero no es fácil. Creo que he dado más del 75 % de lo que puedo dar. J: Yo veo las cosas aceptablemente, dentro de lo normal. Yo soy impulsiva, y Antonio me ha ofendido. A veces me controlo, y otras no. A: Mi actitud es más positiva. J: Yo también he cambiado muchísimo: doy más libertad, no me meto tanto en sus cosas, he aceptado ir a reuniones y todo ha salido bien... A: Pero todavía suceden cosas de celos. J: Por Claudia, sí. A: No es ella. APG: Parece, Julieta, que usted cree que una persona casada no puede tener amigos solteros del sexo opuesto. J: Sí, ¡eso es lógico! ¡Claro que no puede! Trato de mostrarle, sin éxito, que sí es posible.

Sesiones 12-14, Julieta

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Julieta expresa su rabia por no poder decir las cosas; piensa que ha cedido mucho pero está llena de resentimiento, y se siente mal porque él está tomando clases de inglés y no le consultó; pero aclara que el ascenso que le habían prometido a Antonio no se lo dieron precisamente porque no sabía inglés.

El mundo de la terapia Sesión 15, Antonio

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A: El semestre ha sido muy duro; con Julieta somos un poco más elásticos. Pero hay muchas cosas que le duelen a ella; (me habla del problema de los trabajos en los que interviene Claudia). Yo sí la quiero, y me gustaría que la relación continuara. Ya no pienso en separarme, desde hace como un mes, pues la quiero. Pero a raíz de mi comentario de que quiero estudiar inglés, está indiferente y se va por su lado. Ella debe interpretar mi tranquilidad como indiferencia. Ella lo que está es displicente. La semana pasada estuvimos muy bien… A los pocos días de esta sesión Antonio me llamó para decirme que no podrían continuar la terapia porque habían decidido alquilar un apartamento para ellos solos y eso los dejaba en una situación económica apretada. Me dijo que se sentía positivo porque el cambio iba a significar mayor intimidad, y que a través del proceso él había entendido muchas cosas, por ejemplo, que no debía enervarse tanto con los celos de ella, sino tratar de tranquilizarla; y que también era muy claro que si él cedía mucho, los celos de ella aumentaban. En todo caso quería intentarlo porque se sentía optimista, y la veía a ella un poco mejor. No me quedaba más que desearles mucha suerte y paciencia.

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Ser Terapeuta Caso

Camila y Bernardo: lo que empieza mal… Camila está casada hace un año y diez meses, no tiene hijos. Es abogada igual que el esposo. Es la menor de tres mujeres. Dice que su motivo de consulta es que su padre murió en marzo y ella no ha podido elaborar el duelo. Le hace mucha falta. La madre tiene esclerosis múltiple desde hace doce años y cada vez está más limitada física y mentalmente. El papá era un abogado muy célebre y era, en sus propias palabras, todo para ella. Murió de un aneurisma de aorta, lo operaron y a los tres días falleció.

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C: Yo me siento un poco culpable porque traté de ocultarle lo que le pasaba y él tomó la decisión de la operación. Conmigo él era especial, creo que me quedé en el Edipo y esto me ha traído problemas en el matrimonio, soy depresiva y agresiva. Mi esposo no trabaja, yo sí, y eso ha generado conflictos porque yo tengo la carga económica. No puedo entender por qué tuvo que morir papá y culpo a todo el mundo. Uno de los médicos no fue sincero conmigo y creo que cometieron errores… Me siento culpable de no haber sabido y también me siento desprotegida. Él era el amigo, la madre, el padre, todo. Yo podía hablar con él de cualquier cosa. Con mi esposo la relación se ha deteriorado sexualmente. No siento deseos y me da angustia y culpabilidad. Nunca han sido excelentes pero eran mejores. Ahí también hay problemas. Mi esposo es muy capaz en todo sentido. En lo profesional y en lo económico papá podía resolver más problemas. Profesionalmente soy un poco frustrada, tengo dificultades para encontrar trabajo. Solo en septiembre encontré, aunque malo. Yo lo admiraba muchísimo y pensaba que siempre lo tendría… (llora)… Quiero mejorarme, sé que estoy dañando muchas cosas y he tratado. En una época estuve más

El mundo de la terapia o menos bien, aceptando un poco, pero puedo aceptar muy bien la enfermedad de mamá. A mis hermanos les pasa lo contrario. Teníamos una relación de mucho afecto mutuo y siempre me ayudó a estudiar. Inclusive con los libros de mi abuelo que también era abogado. Me he reprimido mucho y Bernardo ya no me quiere escuchar, no le gusta que le hable de esto. Es una obsesión. Él se entendía muy bien con papá y mamá no volvió a nombrarlo, y si yo le hablo de eso no dice nada. En el fondo le reprocho que no fuera ella la que se hubiera muerto. Creo que estoy estancada y no encuentro forma de salir. Tiendo a negar la muerte de papá a través de fantasías. Quiero mucho a mi esposo y es muy importante para mí y me siento mal de hacerle reproches y de ser agresiva. Le digo que siento que no me ayuda. Me parece absurdo tratar de encontrar en otra persona las características de papá porque nadie tiene esos rasgos…

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APG: Nunca los encontrarás todos en una sola persona. C: Y me da rabia y no quiero. Le hago reproches a Bernardo. Desde hace tiempo sé que necesito ayuda. Mi autoestima está mal y desde hace mucho tiempo. Pienso que no valgo lo suficiente, que no hago lo suficiente, y desde todo punto de vista, salvo el profesional. Como persona me siento inferior a los demás, pero también en lo profesional, y en lo físico. Soy muy insegura en las decisiones cotidianas. Papá era muy seguro y tranquilo. Bernardo también lo es. Necesito protección, no es en lo intelectual sino en mi persona y desde que me acuerdo. Tuve problemas de gordura y no sé si le agrado a los demás, no solo desde el punto de vista de personalidad sino en lo físico. APG: ¿Te quieres? C: Sí, pero no lo suficiente. No le encuentro sentido ni objetivo a la vida y cuando papá estaba sí. Quería agradarlo a él. No sé si

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Ser Terapeuta por eso estudié Derecho, aunque sí me gusta. He llegado incluso a pensar en el suicidio.

Siguiente sesión Camila reconstruye un poco su historia, dentro de la cual sobresalen elementos como los siguientes: siempre se ha sentido muy dependiente, el papá era muy especial con ella y con otra hermana, de la cual Camila sentía muchos celos, la mamá era una persona muy activa hasta que se enfermó hace 12 años. La mamá es una mujer que ha sido siempre fría y distante, que parece sentir únicamente amor hacia su propia madre, pero no por su esposo o por sus hijos. El papá de Camila adoraba a su esposa pero no era correspondido. Camila se sentía inferior a sus hermanas a quienes veía mucho más atractivas que ella (Camila es una mujer atractiva). Sentía falta de cariño de la madre y lo compensaba con el padre y con las empleadas del servicio. Una de estas empleadas fue para ella más mamá que la madre real. Dice que tiene tendencias a sentirse culpable, siente un gran rechazo por su madre y rechaza con rabia cualquier idea de poder parecerse a ella.

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C: En mi casa quieren mucho a Bernardo, y me dicen que yo lo trato mal, igual que lo que mamá hacía con papá. Soy poco afectuosa y seca, querría ser como papá: detallista, cariñosa, tranquila. Bernardo era muy detallista conmigo y yo le dije que no quería que hiciera eso y ahora me hace falta pero no sé expresarlo, lo tengo como bloqueado y eso afecta las relaciones sexuales. Yo soy la que tomo la iniciativa y eso hace que él se reprima. A veces hago que él eyacule rápidamente para terminar la relación sin que yo la disfrute. No me gusta que me toque los senos salvo cuando yo quiera y eso me parece terrible y me siento culpable. Todo me da culpabilidad, mi mala autopercepción, cualquier problema con mis hermanas, lo que pasó con papá, todo. Y eso ocurre desde que yo me acuerdo.

El mundo de la terapia Camila explica que ha estado pensando que está convirtiendo a su esposo en un eyaculador precoz y que quiere que él termine rápido porque ella se siente culpable. Ellos habían tenido relaciones sexuales antes de casarse y entonces ella sentía que estaban engañando al papá, quien no habría estado de acuerdo. C: Muchas veces he pensado si no estaba realmente enamorada de papá y creo que sí hay algo de eso. En mis notas: “Camila busca a su padre en Bernardo y al mismo tiempo trata de evitar desplegarse con él completamente porque eso sería una especie de infidelidad.” C: Me da miedo que papá se caiga de ese pedestal, creo que él se daba cuenta de lo que significaba para mí. Cuando él murió recordaba dos situaciones de contacto físico, pero nunca tuve fantasías de relaciones sexuales o sueños con él.

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APG: Tu lema parece ser: “No se admiten errores”. C: Sí, yo vi a papá tan perfecto que todo lo que se aleje de ahí está mal y eso es lo que ocurre con Bernardo. Si me dice algo diferente a lo que papá me habría dicho me pongo brava con él. Siempre impulsé a Bernardo para que se acercara a papá como si quisiera que se identificara con él, pero Bernardo también lo disfrutaba. Hasta que logré que papá fuera el modelo de Bernardo, quien me dijo que quería más a mi papá que al de él. Si Bernardo hubiera tomado distancia de papá, yo no habría seguido con él. Cuando se mencionó el casarnos terminé con Bernardo porque pensé que se me dañaría la relación con papá. Una semana después Camila comenta que Bernardo fue aceptado en el mejor postgrado de su área de interés, pero que ella se ha sentido muy deprimida, que siente que está somatizando. Habla de la carrera y de la importancia que ha tomado para ella, de su

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Ser Terapeuta deseo de hacer Derecho Laboral aun contra la opinión de Bernardo y de su papá. Dice que se siente frustrada profesionalmente porque está mal remunerada y sin perspectivas, con temor a la mediocridad y molesta porque Bernardo gasta muchísimo en libros de derecho y ella no ve muy bien cómo van a vivir.

Siguiente sesión Camila cuenta que se peleó con Bernardo por este tema del dinero, porque ella lo que quiere es que él tome casos en lugar de recibir plata de los padres y Bernardo no acepta. Dice que tienen roles invertidos porque él es el que se queja, tiende la cama y cocina, mientras que ella se afana por lo económico. Lo siente egoísta y siente que la escala de valores con la que lo conoció se ha invertido. En esa época era: Camila, la familia de él y la carrera de ella, y ahora es exactamente lo contrario.

Siguiente sesión: Camila y Bernardo La mayor parte de la sesión se va discutiendo acerca de lo que ella espera: que él tome la responsabilidad económica. Él, por su parte, dice que prefiere hacer su posgrado y tener el dinero de sus padres mientras tanto. Bernardo dice que se empezó a alejar de ella cuando le decía que una vez muerto el papá ella no tenía ninguna razón para vivir. Le hacía sentir desamor y entonces se volvió irascible. Camila le responde que la está culpabilizando y que en realidad lo que pasó es que la dejó sola cuando más lo necesitaba, que él se preocupaba de la legislación nueva mientras que ella lloraba y que fue ahí cuando sintió que no valía la pena vivir.

Tres días después

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Camila dice que siente que no es una persona madura y que eso la pone triste, no sabe hasta qué punto la relación con su papá

El mundo de la terapia

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tiene que ver con eso, se siente en una constante indecisión, nunca está contenta con lo que tiene ni con lo que hace, se pregunta por qué no puede elaborar el duelo de su padre sola. “No sé por qué me siento como de quince años por mi inseguridad sobre mí misma, sobre lo que quiero hacer, sobre el futuro. Una vez lo critiqué porque él dejó de actualizarse y me alejé porque él ya no quería ser el mejor. Pero me sentía mal y culpable por criticarlo. Ahora me siento mal pero no culpable. Sentía que me fallaba a mí misma, no a él. Ahora dudo de si se dio cuenta de la magnitud de lo que él significaba y significa para mí. Siento rabia contra él, contra los abogados, contra la religión. No quiero que papá se me baje.” Analizamos el concepto de “fallar”. Camila siente que el papá le falló, que Bernardo también y que ahora ella les está fallando a ambos. Ella analiza la relación con Bernardo y todas las cosas que ella ha hecho en el sentido de contribuir a alejarse y a frenarlo a él. Siente rabia con él porque no le expresa las cosas que ella necesita, pero también se da cuenta de que ella lo ha bloqueado y no le ha permitido ser expresivo y cariñoso con ella. C: Sentía que engañaba a papá al tener relaciones sexuales con Bernardo. (Critica fuertemente a Bernardo a quien ve como una persona exageradamente pedante y convencida de su superioridad).

Una semana más tarde C: Estoy mucho mejor y he estado pensando mucho, me he acercado a Bernardo en todo, incluso en lo sexual. La parte profesional ha perdido importancia. He visto que él se me acerca con ternura y que no me ve como un objeto sexual. En la última relación él no tuvo eyaculación precoz y yo sí tuve un orgasmo. Ayer presenté los exámenes para mi posgrado y me fue bien, pero si no resulta, no me importa tanto.

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Ser Terapeuta Siguiente sesión Camila no tuvo éxito en los exámenes de posgrado de dos universidades. Se sintió terriblemente molesta porque cuando le contó a Bernardo, reaccionó como si no tuviera idea de qué le estaban hablando.

Sesiones siguientes Camila analiza la relación con su mamá que es muy distante y hacia quien experimenta mucha rabia y fastidio, inclusive a causa de la enfermedad de la que padece, a través de la cual tiraniza a la hermana de 26 años. Dice sentirse mucho mejor, más segura de sí misma, más contenta en el trabajo.

Un mes más tarde Camila dice que las cosas van bien pero no tan bien como deberían porque Bernardo sale muy tarde, muy cansado y él siente que ella ya no lo quiere. Vemos con Camila que en este momento ella está mucho menos deprimida por la muerte del padre y que los problemas con Bernardo van tomando otro rumbo. Ella dice que el tren de vida de Bernardo es terrible, trabaja de 7 de la mañana a 10 u 11 de la noche y que el 99 % del tiempo ella está sola. En esos momentos siente mucha añoranza por su papá. El fin de semana él se acuesta a ver televisión mientras que ella arregla el apartamento y le pide que lo entienda. Ella dice que él se ha vuelto muy elitista en la práctica del derecho y ella al revés. No cree poder aguantar otros seis meses en una situación tan tensa con Bernardo. Le muestro que ella le está haciendo el juego al papel de mamá que él le ha asignado.

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El mundo de la terapia Dos semanas después Camila habla sobre los problemas que ha habido a nivel familiar por la mala salud de la madre y, con respecto a Bernardo, siente que las cosas se están deteriorando muy fuertemente. Hace ya dos meses que no tienen relaciones sexuales, ella lo rechaza y no quiere ni que la toque. Se siente muy decepcionada de Bernardo y teme dejar de amarlo. Siente que es otra persona. Llora muy tristemente.

Siguientes sesiones Atiendo a Bernardo y a Camila en dos ocasiones. Hay un acercamiento en la comunicación. Camila dice que ya ha podido identificar mejor muchas de las cosas que le disgustan de él: “promete cosas que va a hacer y no las hace, es como tacaño y es exageradamente elitista. Antes él no era así, al contrario”. Ella ve con tristeza que él no es la misma persona de la que se enamoró.

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Una semana después Camila informa que la han aceptado en el posgrado que ella más deseaba y no se había atrevido a hacer. Se siente mejor, mucho más tranquila, entusiasta y decidida a luchar por la relación. Dice que ya no necesita la terapia y hace un comentario amable sobre “haber superado la dependencia”.

Tres años más tarde Camila regresa buscando asesoría de pareja. Camila ha terminado su posgrado, está muy enamorada de otra persona y se siente segura profesionalmente. Bernardo está muy deprimido, se da cuenta de la gravedad de sus equivocaciones en la relación, pues la dejó totalmente

207

Ser Terapeuta de lado por lograr su éxito profesional, que efectivamente obtuvo. Al finalizar estas sesiones de asesoría se separaron definitivamente.

El mundo gay

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Yo calculo que, excluyendo los casos de personas que me consultaron por VIH/Sida, algo más del 10 % de todas las personas que tuve en terapia eran homosexuales o con ansiedades de tipo homosexual. Esta cifra corresponde aproximadamente a la proporción de personas homosexuales de sexo masculino en las sociedades occidentales; vi muy pocas mujeres, probablemente porque las mujeres homosexuales prefieren hablar con personas de su mismo sexo. Es necesario distinguir dos categorías en este caso: la de quienes consultan porque tienen ansiedades o temores de tipo homosexual, y la de quienes tienen como una de sus características el ser homosexuales, pero que consultan por otros motivos. Las primeras son generalmente adolescentes o jóvenes que se descubren sintiendo atracción por personas de su mismo sexo, y que se sienten atemorizadas debido a sus creencias, a la forma como este tipo de noticia es recibido usualmente en las familias y en el círculo de amigos, al concepto que tenían hasta ese momento de sí mismos y a sus expectativas sobre el futuro; algunos de estos jóvenes son homosexuales y otros no, y el traba-

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El mundo de la terapia jo del terapeuta consiste en aportar elementos que les permitan llegar a una conclusión más certera, entender de manera clara lo que les está ocurriendo y asumir una línea de conducta que facilite su desarrollo y evolución como seres humanos. El segundo grupo es mucho más importante, numéricamente hablando. Se trata de personas que se identifican a sí mismas como homosexuales, que son conscientes de su pertenencia de sexo21 y que no tienen ningún interés en cambiarlo: es decir, son hombres y mujeres que se sienten y se saben hombres y mujeres, y así están bien; pero que sienten atracción, preferencial o exclusiva por las personas de su mismo sexo. Hay cientos de libros y miles de artículos, ensayos y debates, sobre qué es lo especial de los homosexuales: desde los que consideran que son resultado de la participación del demonio en la obra del Creador, hasta quienes consideran que la única forma seria, normal y decente de comportarse es la homosexual. El tema jamás ha perdido actualidad desde Sodoma y Gomorra: lo que ha cambiado son las actitudes de la sociedad, que van en péndulo desde la condena a muerte hasta la exaltación, como si se tratara de un pecado nefasto o de una virtud particular. Como terapeuta, y como persona corriente, los dos extremos me parecen igualmente absurdos, irracionales y perniciosos. Ser homosexual no es un vicio ni una virtud, es una condición que viven unas personas que, en líneas generales, no tienen nada que las distinga de los otros mortales, excepto el ser homosexuales. Hay homosexuales genios y homosexuales retardados men-

21 Evito deliberadamente el uso erróneo de la palabra ‘género’, que es un anglicismo (de ‘gender’) totalmente innecesario. En castellano la palabra ‘género’ se refiere a una categoría gramatical que no tiene nada que ver con sexo.

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Ser Terapeuta

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tales; los hay artistas incomparables y ladrones insignificantes; personas llenas de sensibilidad y criminales endurecidos. La homosexualidad no está relacionada con ninguna forma de patología psicológica y, por ese motivo, hace más de 30 años salió de las clasificaciones psiquiátricas, en donde había sido incluida en el siglo xix, en plena era del “puritanismo” victoriano (antes era simplemente un pecado, un “vicio”, pero por el que lo podían a uno empalar, ahorcar, o enviar a la cárcel). Como en muchas otras áreas de la vida cotidiana en un país como el nuestro, en el que la pertenencia de “clase social” sigue siendo importante –a diferencia de Europa, en donde las princesas se casan con domadores de fieras y los dueños de emporios industriales centenarios eligen su pareja entre las meseras del restaurante de la esquina–, en el mundo gay también hay ciertos comportamientos que son más o menos aceptables o frecuentes según el grupo social al que se pertenezca. De manera que, en esto, tampoco son los homosexuales diferentes de quienes no lo son. Pero no dije por azar “en líneas generales”. La verdad es que sí me parece que los homosexuales hombres (no tengo suficientes elementos para hablar de las mujeres) tienen algunas cosas en las que son diferentes de los hombres heterosexuales, globalmente hablando; con esto quiero decir que hay hombres heterosexuales que tienen las mismas características de las que voy a hablar, pero son menos frecuentes. La clave del asunto, me parece, está en la mezcla de rasgos que usualmente se asocian a lo femenino y lo masculino, y que están presentes en todas las personas; como es obvio, en las mujeres predominan los rasgos femeninos y en los hombres los masculinos; en la gran mayoría de los homosexuales también ocurre así, pero el balance es ligeramente diferente. Esto es algo de lo que

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El mundo de la terapia yo he visto: la mayoría de los hombres homosexuales que conozco se siente más interesada y preocupada por las emociones propias y las de las otras personas que los heterosexuales, y también son capaces de expresarse a ese nivel con mayor facilidad. Esto los hace unos amigos incomparables, que perciben sin dificultad estados de ánimo alterados; pero también puede hacerlos más frágiles a los ataques de los demás. En este aspecto, yo diría que el elemento femenino tiene un peso algo mayor. En el ámbito de las relaciones afectivas y sexuales, hay gran diversidad: algunos quieren tener una pareja estable, con la que tienden a crear vínculos muy sólidos y exclusivos, y en los que puede haber o no distribución de roles en la forma convencional hombre-mujer (que de todas maneras son cada día más confusos); muchos otros, por el contrario, y especialmente en la juventud, quieren vivir tantas relaciones como sea posible, pero sin compromisos profundos; otros más son notablemente promiscuos, y viven la sexualidad centrada en la genitalidad. Algunos prefieren vivir solos con eventuales encuentros sexuales, pero su soledad es prioritaria. En todo esto, se parecen más al estereotipo de hombre que al de mujer. Lo contrario ocurre en lo referente a los celos y la posesividad. Se ha dicho que los homosexuales son más amantes de las artes, y en particular de la ópera, que los heterosexuales. Yo no lo creo así, me parece que es más una moda; pero sí he observado que, a niveles de educación comparables, los homosexuales cultos tienden a realizar análisis más profundos, más detallados y más precisos de la música– que los hombres heterosexuales. En esto no se parecerían, en conjunto, al estereotipo de los hombres ni al de las mujeres, que en estos campos usualmente se muestran bastante superficiales y aburridos con eso que se llama ‘cultura’.

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Ser Terapeuta Encuentro que la gran mayoría de hombres homosexuales que conozco son menos agresivos que los heterosexuales y que, en general, no sienten grandes inclinaciones por arreglar los conflictos a cuchilladas o a balazos. Pero también he visto que cuando se exacerban las pasiones, pueden llegar a grandes excesos; por fortuna esto tiende a ocurrir más en la fantasía que en la realidad. En ninguna otra cosa he encontrado diferencias importantes y, por ello, creo que no se justifica ninguna clase de discriminación hacia una persona por el hecho de ser homosexual. Con una sola excepción, en la que tengo dudas. Si el objetivo de un soldado y de un ejército es matar, ¿pueden estar los homosexuales entre los mejores soldados? La historia muestra que sí, que es cuestión de educación. Desde los héroes homéricos hasta Felipe, duque de Orleans y hermano de Luis XIV, pasando por Ricardo Corazón de León. Pero la educación contemporánea en Occidente no es militarista, como lo fue hasta hace menos de 100 años. No afirmo, solo pregunto. Y también me pregunto si eso tiene algo de malo.

Caso

Francisco: un personaje en busca de aventuras

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Se presenta como homosexual y dice tener muchos problemas de inestabilidad que le impiden rendir en su trabajo. Se siente demasiado erótico y le gustan únicamente los muchachos jóvenes y heterosexuales. Trabaja en una de las industrias más importantes del país y tiene muchas dificultades económicas debido a la forma como despilfarra el dinero en sus aventuras sexuales. Se siente bien siendo homosexual, ha tenido dos ex-

El mundo de la terapia

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periencias heterosexuales contra su voluntad: a los 16 y a los 20 años. Tiene gran cantidad de amaneramientos que resultan ligeramente cómicos dada su gran estatura, su calvicie y su aspecto totalmente masculino. Él es muy consciente de esto. F: Siento interés por las mujeres pero no me atraen. He tenido problemas con los amigos sexuales que me explotan, pero yo me dejo explotar, hago lo que me pidan y estoy muy endeudado. No me gustan los muchachos homosexuales, los imposibles sí. He tenido tres amigos: uno, durante nueve meses, otro durante siete años, y el último cinco meses. El último es hermano del segundo y tiene 17 años: con él soy exclusivamente pasivo. A los 25 años tuve una tercera experiencia heterosexual y no me excité, yo estaba tratando de demostrar algo en mi pueblo, del que tuve que salir por fama de homosexual. Siempre me sentí homosexual, pero lo escondí hasta los 24 años. Mis amantes han sido un martirio, me fascina ir a bares homosexuales, y lo que estoy buscando al venir aquí es tener tranquilidad. Mi profesión es un fracaso para mi, porque no me gusta el campo en el que estoy, no me puedo concentrar por estar pensando en mis amiguitos. Soy maniático del orden, perfeccionista en ese campo. Me masturbo mucho todos los días, y cuando tengo relaciones sexuales prefiero el rol pasivo. Yo exploto sexualmente, y a mi me explotan económicamente. Creo que el dinero es el único medio de asegurar a esos amigos. APG: Usted no siente que puedan interesarse por usted como persona. F: Tal vez, creo que no soy atractivo para esos jóvenes, me siento muy mal cuando me dicen que soy gordo, la verdad es que como en exceso sobre todo por angustia. Creo que todo mi problema es no saber manejar mi homosexualidad, me fascinan los bares gay y me muevo en un medio de homosexuales de mi misma edad o mayores. Una vez estuve dos meses en te-

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Ser Terapeuta rapia con un psiquiatra hace alrededor de tres años y medio, no me sirvió de nada y era muy caro. Quiero que usted me ayude a estabilizarme y a quitarme la angustia. La mención de relaciones heterosexuales me da rabia, siento repugnancia, en particular, por los genitales femeninos, pero de todas maneras siento mucho miedo a ser descubierto. Al vicepresidente de la empresa donde trabajo lo echaron por eso. F: Soy muy mentiroso y me siento muy enfermo. Mis padres ya murieron y yo no me trato con los otros miembros de la familia. A los 7 años tuve relaciones homosexuales con un primo, por insinuación mía. Hasta los 10 años tuve relaciones con diferentes amiguitos, pero eso se cortó con la muerte de papá. Me pusieron interno aquí en Bogotá. A los 13 años me masturbé por primera vez, estaba en un colegio de religiosos, y al día siguiente comulgué y sentí que había cometido un pecado horrendo. He considerado la posibilidad de meterme de cura, pero mis problemas no me dejan. O a lo mejor es que quiero ser cura por eso. Soy cristiano y creyente. Yo hice una cosa muy mala hace siete años: tuve una crisis económica tremenda por despilfarrar el dinero, robé en una iglesia unas cosas de oro. Un cura el año pasado me dio la absolución si reintegraba el dinero y eso hice.

Siguiente sesión F: Siempre fui muy sobresaliente en el colegio y en la universidad, tengo muy buena memoria, pero tengo problemas en matemáticas y en lo que exige razonamiento porque me cuesta trabajo concentrarme. Le pido que se describa.

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F: Soy muy inseguro, me siento perseguido, pienso que todo el mundo se fija en mi, soy incapaz de hacerle frente a los problemas, me gusta la vida muelle, soy muy distraído, mentiroso

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El mundo de la terapia cien por ciento. Miento mucho sobre mí mismo a propósito de dinero, y los jóvenes que se acuestan conmigo lo hacen por eso. Tengo un buen automóvil y una cierta suma de dinero invertida y eso es todo. Soy muy sensible, todo me duele, y pienso que la gente tiene cosas contra mi. No soy de carácter fuerte, soy una madre hipócrita y me gusta engañar a la gente. En mis aventuras amorosas miento para que me quieran, ante los demás para que crean que yo no necesito del trabajo. Decirle a usted que me subvaloro no me duele, soy físicamente poco atractivo, incapaz en el trabajo que realizo, no he buscado otro porque no sé qué me gusta. Tal vez ser profesor, o dedicarme al sacerdocio o a la investigación. Antes había sido rector de un colegio (nombra una ciudad intermedia) luego en otras dos, pero siempre he sido muy inestable. Me desagradan las relaciones con homosexuales, me gusta la gente agresiva y dominante, me gusta ser dominado, pero rechazo muchísimo los malos olores. Me gustan los “niños bien”. Las tres personas con las que he tenido una relación estable no me daban afecto. Pero aun estando con ellos dedico mucho tiempo y dinero a recoger muchachos en la calle, los invito a algo y trato de tener sexo con ellos. Eso me tiene arruinado. Le señalo una serie de contradicciones en sus elecciones: por una parte la carrera, por otra, su manejo de la sexualidad, y le muestro cómo sobre la base de lo que me ha contado, parecería estar haciendo todo lo posible para que las cosas le salgan mal; señalo que es imposible que logre una estabilidad con la conducta que tiene, porque sus opciones por definición llevan a que se produzca inestabilidad.

Cuatro días después Hay una serie de puntos que me parece importante examinar: su auto-evaluación; la hipocondriasis; el buscar ser dominado; el haber tenido una madre dominante con la cual no logró concretar una buena relación, las ideas persecutorias y aparente-

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Ser Terapeuta mente lo que llamamos “profecía autocumplida” en el sentido que parece estar haciendo cosas que necesariamente lo llevarán al fracaso. F: ¡La gente se burla de mi problema! APG: ¿Realmente se burlan de su problema, o de la manera como usted lo maneja? Pues, por una parte, usted busca personas jóvenes y se deja explotar, pero por otra, y esto es lo más importante, lo que quiere es tener sexo con personas heterosexuales, y simultáneamente recibir afecto. F: Quiero sentirme realizado con un amante a mi gusto, incluso si es homosexual, pero tengo dos conflictos: el trabajo, toda la gente me parece oportunista, explotadora y, el otro, es lo afectivo porque me siento solo y no tengo a donde ir. En mi trabajo dicen que no soporto la crítica y es cierto, me pongo nervioso al hablar con las directivas y me he sentido muy enfermo en estos días y siento que me señalan diciendo que no hago nada, pero es verdad. Siento mucha angustia. Y la explotación económica de mi amigo es cada vez más descarada y no hace sino agravar mis problemas. APG: ¿Ha considerado la posibilidad de un rompimiento con su amigo? F: No, aunque sé que debo hacerlo. Creo que estoy enamorado de su cuerpo y de su pene, a veces creo que lo quiero, otras que no quiero a nadie. Yo le doy un premio si usted me ayuda a terminar con ese muchacho. Tuve hace poco relaciones sexuales con un heterosexual que me trató como si yo fuera un objeto. APG: ¿Y no lo tratan así todos los heterosexuales?

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F: ¡Sí!

El mundo de la terapia APG: ¿Y usted qué quiere? F: Lo que pasa es que tengo mal definido el concepto, lo único que me importa es comer, beber, tener sexo, vestirme… APG: Me da la impresión de que a usted no le importa tanto que lo traten como un objeto, porque usted los trata a ellos como objetos. F: Todo lo que hago por mi amigo en realidad es por mi, para que no me lo quiten. A veces quisiera dejar de ser homosexual, no estoy hecho para vivir este problema… APG: ¿Lo cree posible? F: No, ¿y usted?

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APG: No. ¿Está seguro de querer cambiar? F: Creo que no. Es circunstancial, me siento muy deprimido… anoche estuve en un bar con un muchacho y allá conocí a otro y dormí con él. Dijo que era su primera experiencia y que quería verme. Tiene 17 años. Me gustó. Pero en este momento no tanto, tal vez porque no me pidió plata, yo le ofrecí (me menciona una cifra; analizamos su comportamiento con esta persona). Tuve sexo con otro amigo hace dos noches, con él no hay afecto aunque yo le gusto. Él a mi no. Es muy meloso. (Parece que le gusta que lo traten fríamente y con un cierto desprecio, y que en realidad lo que quiere es comprar servicios). Me gusta que sean machitos y que anden con hembras… APG: ¿Será que a usted le gusta sufrir? F: ¡Usted me hace dar rabia y angustia, tengo ganas de tirarle la sombrilla!

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Ser Terapeuta APG: ¿Por qué? F: ¡Porque solo hablamos! Lo que usted dice me es indiferente, ¡tiene que sacarme de esto! APG: No puedo hacerlo (discutimos al respecto, yo le muestro las razones por las cuales me resulta imposible ayudarlo si él no considera la posibilidad de tener un comportamiento distinto). F: Quiero dejar de ser tan licencioso y dedicarme a cosas productivas, deme voluntad! APG: Francisco, no puedo hacerlo, yo no soy un mago que tiene un sombrero del que saca “voluntad” y se la da a la persona. Lo que podemos hacer depende totalmente de lo que usted quiera y esté dispuesto a hacer, y nadie puede hacer eso por usted. Es mejor que nos centremos en expectativas realistas… Reacciona de inmediato ante la posibilidad de terminar la terapia que él no quiere romper.

Una semana después Francisco señala que ha hecho intentos por rebajar de peso y dice la siguiente frase: “Qué desastre, he estado alborotada (en femenino), el reo no puede vivir sin su verdugo”. A continuación me cuenta todos los detalles de ir a buscar al amigo que tiene, dice que no desea seguir teniendo relaciones sexuales con él y habla de todos los intentos que hizo para seducirlo de diferentes maneras, incluso ofreciéndole dinero. Añade:

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F: En el fin de semana tiré como una loca, como lo que soy. Me fui para donde unos amigos, nos pusimos a tomar, y luego salimos en gran alboroto. Primero recogimos a tres muchachos,

El mundo de la terapia y luego a cuatro soldados. Con ninguno la cosa funcionó, terminé masturbándome solo en el apartamento. Uno de los soldados me llamó por la mañana y me masturbé otra vez. Por la noche me levanté un tipo. Le hago ver que a pesar del comportamiento un poco descontrolado del fin de semana, parece ser importante el que por primera vez ha logrado manejar la relación con su amigo de una manera un poco diferente. F: Es cierto. Yo quiero ayudar a ese muchacho sin presionarlo con sexo. APG: ¿Cómo lo ayudaría?

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F: Llamándolo, dándole consejos, claro que en el fondo espero que se acueste conmigo. Me pareció que él era honesto conmigo, habría podido seguir explotándome y tal vez pueda seguir viéndolo sin necesidad de tener vínculos sexuales. En el resto de la sesión Francisco habla de otros vínculos homosexuales más o menos ocasionales que está teniendo en el momento actual. F: Creo que soy supremamente sinvergüenza porque las cosas no me importan, pienso que no voy a salir de estas, no tengo voluntad para nada. Me explica su desesperación porque encontró a su amigo, que le sacó bastante dinero y después de eso no quiso hacer nada con él, por lo cual se siente tan mal que hoy no fue a trabajar. F: Ninguna de las personas que he tenido es mi tipo en el aspecto afectivo. Quiero que me importen las cosas importantes, no eso.

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Ser Terapeuta Trato de analizar con él por qué ha escogido a esas personas. F: Me gusta el tipo del costeño machista, pero eso no me llega al alma.

Una semana después Hizo un viaje corto y regresa diciendo que se siente mejor, que el trabajo lo ha ayudado bastante, y continúa: F: No puedo aceptar el rompimiento con mi amigo, creo que lo que debo hacer es seguir la vida que llevo y explotarlo sexualmente, yo no puedo engañarlo a usted. APG: Si usted toma una decisión, cualquiera que sea, está bien. F: Me doy cuenta de lo triste que ha sido mi vida anterior, yo mismo me la he arruinado, pero creo que yo soy muy jodido también, soy muy celoso pero me siento con derecho de contarles todo lo que hago. Tal vez es como una venganza porque ellos pueden haber estado con mujeres. Soy exageradamente exigente, molesto mucho con el orden y el aseo.

Una semana después

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F: Las cosas van mal porque estoy desubicado y hago tonterías, gasté mucho en el fin de semana y anduve con gente maluca. Salí el viernes con el hermano de mi amigo pero no me gustó y no hicimos nada. Me levanté una porquería de tipo que era hasta impotente, me tocó a mi hacer de activo y eso no me gusta. El sábado salí con un grupo de amigos y me levanté a un tipo que está pagando servicio militar. Me siento muy insatisfecho conmigo mismo, estoy otra vez con problemas en la oficina, creo que me voy a retirar. No, yo sé que no lo puedo hacer y además me necesitan.

El mundo de la terapia Entre mis notas señalo que es importante que analice con él la insatisfacción consigo mismo, los problemas que está teniendo en el trabajo, y por qué necesita tanto hablar de sus proezas sexuales.

Tres días después Francisco me explica que se siente muy ansioso y que presentó renuncia porque no le han querido mejorar el sueldo, pero que no lo quieren dejar ir porque su puesto es muy especializado y dice: Estoy empezando a tomar decisiones, creo que puedo resolver el problema que tengo con mi amigo, siento que he progresado un 2 %, pero es algo. No sé qué es ser querido por la persona que yo quiero y, a lo mejor, si eso pasara no me gustaría. Me dice que si no puede resolver el problema con su amigo no regresa a terapia, y yo le comento que tiene toda la razón.

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Una semana más tarde Me dice que en este momento tiene dos amantes, uno que es el de hace tiempos, que todavía le saca plata, y otro con el que la relación es muchos más afectuosa y en donde no hay dinero de por medio. Yo le señalo cómo por primera vez se invierte el patrón y tiene una relación con una persona a la que no le paga y se interesa más por esa persona que por la parte sexual. F: Cierto. La diferencia es del cielo a la tierra. Este nuevo amigo no es machista, es educado y eso me ha tranquilizado, quiero ayudarlo pero me da miedo hacerle daño.

Una semana después Francisco dice que se siente relativamente bien, que está sorprendido porque su nivel de masturbación ha disminuido no-

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Ser Terapeuta tablemente y me cuenta un sueño en el que un joven de clase baja se enamoraba de él, y le decía que se sentía muy atraído por su apariencia extranjera, cosa que le han dicho también en la vida real. Señala que tiene muy pocos sueños de este tipo.

Diez días más tarde Le propongo que hagamos una evaluación de la situación general. F: He cambiado mucho en el aspecto de decisiones, tengo más voluntad, estoy haciendo las cosas. Si no hubiera venido aquí, le habría llorado a mi amigo, le habría ofrecido cualquier cantidad de plata para que se acostara conmigo. Estoy pensando mucho en los gastos aunque todavía me falta control. Sentimentalmente me siento más estable, más tranquilo, menos angustiado. A veces me alboroto un poco pero me dura poco tiempo. APG: ¿En qué quiere que trabajemos? F: En la ansiedad, todavía falta. También en la gordura, el manejo del dinero, el buscar preocuparse menos por el sexo y más por las actividades productivas, intelectuales, el lograr disminuir los niveles de tensión y el proponerse metas.

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Un mes después Francisco me explica sus problemas económicos, que son bastante grandes, me comenta que parece haber terminado definitivamente con su amigo de hace largo tiempo, y que con el joven con el que anda actualmente acordaron que serían más bien amigos y que no tendrían relaciones sexuales. Yo le hago ver que esto me parece un cambio importante y él me dice: Nunca había tenido una experiencia así con alguien, lo único es que físicamente él no llena todas mis aspiraciones, pero

El mundo de la terapia emocionalmente es bello, es una infamia pedir más. He estado manejando mejor mi dinero pero todavía me falta, de todas maneras, últimamente no he gastado plata en aventuras. Antes llevaba casi todas las noches a alguien al apartamento y eso me costaba mucho dinero. Creo que todo esto es el resultado del tratamiento y de la relación que tengo con mi amigo joven. No estoy gastando nada de dinero en alcohol y eso también es un cambio. Estoy aterrado del cambio en mi forma de vida y me siento bien. Pero me falta más control en la comida.

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Dos semanas más tarde Está controlando mucho mejor la comida y ha disminuido notablemente sus gastos. En cuanto a su amigo, dice lo siguiente: Definitivamente él es una persona muy correcta pero yo soy un hijueputa, solo me llena cuando se vuelve esquivo y me queda mal, soy masoquista, no sé valorar lo que tengo. En este momento no siento ninguna atracción por él. Quisiera que fuera más varonil, más fuerte, me gustaría que fuera mala persona conmigo. Creo que quiero en él lo que veía en los amantes que tuve anteriormente. APG: ¿Lo trataban mal de niño? F: Si. Mamá era muy dura conmigo y después me consentía. Mis hermanos también. Me gustaría conseguirme un tipo de mi pueblo, en la cama le jalan a todo, tienen el pene grande, son machistas y difíciles de conquistar. Definitivamente el amigo que tengo no es mi tipo aunque no me desagrada, le falta algo. A mi me siguen gustando las aventuras pero, al mismo tiempo, las rechazo, no puedo seguir así. En el resto de la sesión analizamos cómo la relación con su amigo solamente funciona cuando esa persona se porta mal con él.

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Ser Terapeuta APG: Necesita situaciones amenazantes, ¿no? F: Sí, siempre ha sido así. Pero ahora no quiero complicarme más la vida y tener aventuras pendejas. Sigue bajando de peso, pero dice que no ha podido dejar de decir mentiras; ha dejado de ir a bares, lo cual le permite ahorrar un poco y ha vuelto a tomar control sobre la comida. Hacemos un balance de sus cambios y dice que siente que sobre una escala de 100 ha cambiado 25; pero falta que esos cambios se consoliden; dice que está llevando una vida mucho más ordenada pero que todavía le falta tener un verdadero amigo. Tiene la decisión ya definitiva de irse de Bogotá, que ha vuelto a sentir que vale en el trabajo y que su plazo límite es el primero de febrero. Afirma que no se siente de todas maneras el mismo de antes.

Un mes después Dice que una de las cosas que más le preocupa es que nunca nadie haya estado enamorado de él, y que la razón fundamental para que eso ocurra es que a él le gustan las personas que no son homosexuales. Yo le pregunto que si podría ser la manera como él se comporta, y responde que cree que la forma es apropiada, que brinda amistad y seguridad, que trata de ayudarlos, de invitarlos a cosas; yo le pregunto que qué les da a nivel personal y él me dice: Pero ¿qué le puedo dar a un homosexual? APG: Es decir, la relación es solo sexual, ¿quiere a su amigo por lo que es o por lo sexual? F: No. A mi él no me gusta en nada como persona, él no es nada. Es simplemente su físico y la manera de hacer el amor. Quiero ayudarlo a ser alguien. Me he creado problemas que no son

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El mundo de la terapia míos. Yo a él no le importo nada, ni siquiera me habla, necesito que usted me dé orientación. APG: ¿Realmente cree que necesita orientación? Me parece que toda la situación es bastante clara (le hago una síntesis de todas las citas que hemos tenido, y de todos los procesos que han salido a relucir durante este tiempo). F: Tiene razón, lo dije por decir algo; nunca me había rebajado tanto, nunca me había sentido tan poca cosa como ahora; quiero acapararlo para que no se vaya con mujeres ¡siento rabia por eso! APG: Parece que tuviera una lucha, una competencia con las mujeres.

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F: Por dentro las aborrezco. Sobre todo a las jóvenes de hoy en día que solo piensan en tirar, a las casadas que buscan muchachitos como los que a mi me gustan y eso a mi me despierta mucha angustia.

Un mes después Siguen los problemas económicos, pero se ha retirado completamente del mundo de los bares gay, y se siente un poco más tranquilo en la medida en que considera que la vida que ha llevado no es la más conveniente. Un elemento importante y relevante, es que no se ha vuelto a sentir enfermo desde hace meses y que de todas maneras siente que ha cambiado muchísimo. Le ofrecieron trabajo en una compañía importante. Al terminar esta sesión, dice que en medio de todo cree estar resolviendo sus problemas y que lo único que le hace falta es un poco de estabilidad porque ha logrado de todas maneras cancelar las relaciones que tenía.

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Ser Terapeuta Dos meses después Ya tiene un nuevo trabajo que es “esclavizante”, pero que le gusta, y que lo obliga a viajar mucho lo cual significará la terminación de la relación terapéutica. Ha viajado en estos días y siente que el mundo gay en el que él se movía es “terrible y peligroso”, que es un mundo lleno de mentiras en el que él personalmente se ha comportado como una prostituta. Por primera vez desde que empezamos este proceso terapéutico, habla largamente de sus capacidades intelectuales diciendo que él es una persona que sabe muchas cosas y que puede ser un excelente funcionario. Dice estar trabajando enormemente, inclusive hasta las diez de la noche algunos días, y los sábados y domingos. Yo le comento que parece haber cambiado mucho en este tiempo y me dice: “Sí y no. No tengo ningún compromiso y eso me ayuda, pero no he podido abandonar mi tendencia a las aventuras y a veces me alboroto terriblemente. Yo sé que he cambiado pero no he logrado todo lo que quería, me siento denigrado por andar buscando aventuras por la calle, y tal vez lo más positivo es que he logrado aceptarme mucho mejor en tanto que persona gay”. Poco tiempo después de esta sesión, Francisco fue nombrado gerente regional de su compañía en el sur del país.

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El mundo de la terapia

Las satisfacciones de poder ayudar y sus compensaciones inesperadas No puedo negar que la principal razón por la cual me convertí en terapeuta es el inmenso placer que produce ver que alguien resuelve un problema que le producía grandes malestares y que ahora domina. Pero debo decir que hay otras compensaciones, totalmente inesperadas, que acuden a la memoria en los momentos en los que uno siente que la vida lo golpea injustamente.

Caso

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Un profesor de Arquitectura Hace muchos años, un profesor universitario como yo, arquitecto y apenas conocido en el círculo de nuestra universidad, me llamó para decirme que necesitaba consultarme una serie de asuntos que lo preocupaban y le producían ansiedad. Como todo profesor universitario en nuestros países en desarrollo, andaba un poco corto de fondos y eso lo había hecho dudar sobre consultarme; llegamos a un acuerdo en menos de un minuto y el proceso que él buscaba se cumplió satisfactoriamente. Pasaron los años, con encuentros ocasionales, y un buen día recibí una llamada telefónica en la que ese profesor me pedía nuevamente una cita, pero más de carácter social que profesional; al cabo de un rato, y sin previo aviso, me lanzó una pregunta totalmente inesperada: “¿Cuál es tu sueño?” Necesité unos pocos segundos para responder: mi sueño era tener una biblioteca como la que se ve en la

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Ser Terapeuta película La Bella y la Bestia. Un sueño infantil, como deben ser todos los verdaderos sueños. Mi amigo se mostró muy sorprendido y me preguntó que dónde podría construir una biblioteca. Él no sabía que yo era propietario de un feudo de cerca de media hectárea; el poeta Eduardo Escobar dice que nadie dueño de semejantes extensiones ha sido nunca un terrateniente, pero es que mi feudo queda en lo alto de una montaña, lo cual me permite declararme propietario de todo lo que pueda ver, que es bastante. Le mostré a mi amigo una foto del lugar, y poco después se fue. Dos semanas después recibí otra llamada en la que mi amigo profesor de arquitectura, que ahora era una celebridad, me decía que necesitaba hablar conmigo un par de minutos. En ese tiempo, me entregó los planos del estudio que yo había soñado y me ofrecía dirigir la obra sin ningún costo… Una serie de casualidades que no es del caso relatar me permitieron convertir el sueño en realidad en 1999. Mi amigo me construyó una maravillosa casa para mis libros, que es al mismo tiempo una sala de música excepcional porque está forrada en madera y hay un espacio de 40 centímetros entre el piso de cemento y el piso de madera sobre el que se camina. Mi amigo se llama Alberto Saldarriaga y conoce este texto y acepta que lo nombre. Y todo eso lo obtuve simplemente porque le di la mano en el momento en que la necesitaba, hace muchos, muchos años.

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La gran mayoría de las personas que asisten a terapia cumplen rigurosamente sus compromisos económicos con el terapeuta. Mis experiencias negativas en ese campo, sin excepción, han ocurrido con personas adineradas. Nunca fui especialmente formal en esos temas: si una persona quería pagarme cada semana, cada mes,

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El mundo de la terapia cada sesión, no fue para mí tema de discusión; si pensaba que no podía pagarme lo que yo proponía, le pedía que me dijera qué podía pagar y jamás discutí su propuesta, con una sola excepción en un manifiesto caso de avaricia. Pero también me ocurrieron cosas sorprendentes, como esta: Armando es un estudiante de una universidad pública, de nivel socioeconómico bajo, que llega remitido por una antigua compañera de curso. Tiene 24 años, está casado hace dos años y tiene graves conflictos con su esposa, quien le es descaradamente infiel. Los veo a los dos durante varios meses, y finalmente se separan. Les cobraba una suma simbólica (el equivalente de un dólar por sesión) porque no me gustan las cosas gratis. Pasaron los años –cerca de 10– y un buen día mi secretaria me informó que un señor muy bien vestido había preguntado cuál era el precio de mi consulta; luego había sacado la chequera y le había dicho: “Yo tuve con él 26 citas, aquí guardo el registro”, y había escrito un cheque por esa suma. Era, por supuesto, un cheque de Armando. Hay motivos más que suficientes para reconciliarse con los humanos.

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Algunas situaciones extremas: la angustia del sida y las tensiones del secuestro

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Durante cerca de 10 años vi a un buen número (alrededor de 50) de personas infectadas con VIH y con Sida. A algunas de ellas las recibí cuando acababan de recibir la noticia de que eran seropositivas, a otras, las acompañé en el proceso de adaptarse a su nueva condición y de tomar fuerzas para enfrentar situaciones amenazantes, a varias de ellas, sobre todo en el primer período, las acompañé hasta la muerte. Solamente tres eran mujeres, dos de ellas con esposos seropositivos, y una que había recibido el virus en una transfusión sanguínea. Tengo en mi memoria muy presentes a todas esas personas, porque sus niveles de sufrimiento psicológico eran superiores al de las personas promedio que asisten a consulta; ellas tenían que enfrentar simultáneamente una gran cantidad de fuentes de estrés: la aceptación de su situación, inicialmente (finales de los ochenta y comienzos de los noventa del siglo pasado) conducente a la muerte prematura; el temor al rechazo por parte de las personas que más les importaban; el reconocimiento, en la mayoría de los casos, de ser homosexuales; y la amenaza de una muerte dolorosa. El contacto con la muerte no era una experiencia nueva para mí, pues había trabajado con personas con cáncer y con niños quemados; pero las circunstancias relacionadas con un fuerte temor a verse marginadas socialmente, que era bien fundamentado, y el hecho de que se trataba de personas generalmente en la flor de la vida, con éxito y con muchos proyectos, hacían la situación particularmente difícil.

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El mundo de la terapia Encontré un grupo muy variado de personas en esta situación: artistas, profesores, médicos, marineros, constructores, hasta un joven dedicado a la prostitución. En todos ellos me sorprendió encontrar procesos muy similares: después de la incredulidad y la desesperación iniciales, seguidas por los procesos de negociación con la vida y con Dios (que ya habían sido descritos años atrás por Elizabeth Kübler-Ross)22, estas personas comenzaban a luchar por reorganizar sus vidas, por retomar sus actividades, por encontrar soluciones y por fortalecer sus vínculos con las personas más cercanas; solo dos de ellas se hundieron en la depresión y el rechazo de su estado, pero todas las otras enfrentaron la vida de nuevas formas, y muchas de ellas están actualmente vivas y en buena salud. Y algo es completamente seguro: eso no ocurrió por lo que yo hice, eso ocurrió porque ellas encontraron en sí mismas y en las personas que las querían realmente, fuentes y razones para luchar, para seguir viviendo y para re-significar sus existencias. Yo me limité a asegurarles un oído atento y un apoyo irrestricto e incondicional. Tal vez algún día escriba con mayor detalle sobre esta experiencia, pues conservo notas muy detalladas de todos los casos. En un terreno completamente distinto, durante algún tiempo, en la época en que en nuestro país el secuestro era una plaga que destrozaba la vida de muchas familias, se me solicitó que apoyara a los llamados “comités de negociación”, lo cual hice con la condición expresa de que no aceptaría ninguna clase de pago por ese trabajo. En mi ética personal no resultaba compatible que a una familia la estuvieran sometiendo a una extorsión y que yo ganara dinero por evitar que eso ocurriera, 22 Kübler-Ross, E. (1969). On death and dying. New York: MacMillan. Kübler-Ross, E. (1975). Death: The final stage of growth. Englewood Clifts, NJ: Prentice Hall.

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pero eso es un tema que no amerita discusión: es solamente mi punto de vista. En todo caso, mi trabajo consistía en ayudar a interpretar situaciones, a descifrar el posible significado de ciertos mensajes, en ayudar a los negociadores a mantener una línea y, especialmente, en evitar que los miembros de la familia entraran en conflictos, acusaciones y peleas entre ellos mismos. Durante los pocos años en los que me vi involucrado en estas situaciones, a veces extraordinariamente tensionantes a causa de las eventuales consecuencias de una decisión, que incluyen la muerte de personas, comprendí que un terapeuta puede ser de gran ayuda en este tipo de casos si utiliza su conocimiento y su experiencia para facilitar el que otros tomen decisiones, si se mantiene relativamente al margen de la situación, sin involucrarse demasiado, y si sirve como catalizador de la disminución de tensiones en el seno de las familias, que sufren tanto como la víctima directa y, a veces, más que ella, pues temen que todo lo que hagan produzca un resultado negativo. Y qué, como ocurre en todas las situaciones de gran tensión, terminan descargando sus miedos y sus rabias en las personas que tengan más cerca, así sean totalmente inocentes. Desde el punto de vista terapéutico también pude ayudar a algunas de las víctimas directas, afectadas de muchos de los síntomas de estrés postraumático; pero tengo que reconocer que no es el tipo de intervención que más me gusta, especialmente porque los procesos y los resultados son bastante predecibles. En este contexto, me siento mucho más atraído por el carácter impredecible de las negociaciones y, hasta cierto punto, disfruto la tensión que produce el tener que buscar respuestas a los interrogantes que surgen en el proceso en cuanto a las decisiones que hay que ejecutar; pienso que la manera de proceder consiste en examinar todas

El mundo de la terapia las opciones posibles, incluyendo las que no son viables, y analizar exhaustivamente sus potenciales consecuencias positivas y negativas a partir de una evaluación de los riesgos. Afortunadamente este tipo de asesoría se ha vuelto cada vez más infrecuente, aun cuando no ha desaparecido la necesidad de ella; pero comparado con ese momento negro de nuestra historia en la década de 1990, la proporción de casos se ha reducido al 10 %.

Caso

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Carolina: entre lo trágico y lo cómico Mencioné anteriormente que la risa no es algo ajeno a la situación de consulta: con frecuencia se presentan situaciones cómicas, las personas cuentan incidentes graciosos o reaccionan con risa ante un comentario inesperado del terapeuta. El último caso que presento aquí tiene una doble dimensión: es trágico porque la situación familiar de Carolina era muy triste y la había llevado a estar muy mal; y es cómico porque me puso a mi en una situación que no he vivido ni antes ni después con ninguna otra persona. No sé si ella lea alguna vez esto, pero si lo hace quiero que sepa que asocio su recuerdo con una gran sonrisa, gracias al incidente que nos tocó vivir durante unos pocos minutos. Carolina era exactamente el prototipo de joven estudiante de una universidad privada y de gente pudiente. De 20 años, pelo casi hasta la cintura, rasgos agradables, grande y con un ligero sobrepeso.

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Acaba de asistir a una conferencia que yo daba deliberadamente cada cinco años –para estar seguro de que el público era totalmente nuevo– con el título de “El universo demoníaco de Hyeronimus Bosch”. Me dice que quiere una consulta conmigo porque tiene un problema. En la cita, Carolina hace un movimiento de cabeza que hace que su pelo quede cubriéndole la cara por completo. Intercambiamos solo dos frases en una hora; en la siguiente cita me dice: “Si usted hubiera abierto la boca, nunca habría regresado”; y me habla de sus problemas con el alcohol, de la inmensa soledad, de sus padres permanentemente ausentes. Es hija única. Me dice que vive a dos cuadras de mi casa y que me ha visto varias veces al salir por la mañana. Tres días después, a las 7 de la noche, suena el citófono de mi casa, ubicada en un conjunto cerrado. El portero me dice que es Carolina, y que está muy rara. Salgo a la puerta, la veo parada frente a mi, inexpresiva, y muy alarmado me acerco y le pregunto qué le ocurre; entonces Carolina se lanza sobre mí y caemos al piso, donde lucho desesperadamente por zafarme de su abrazo: está completamente ebria y masculla cosas incomprensibles, mientras veo iluminarse los balcones de las casas vecinas ante el escándalo y pienso: “Estos deben estar pensando que estoy en una pelea con mi amante, y que nos estamos zurrando de lo lindo”. Todo el condominio se enteró de la violenta “pelea” con mi ‘amante’, menos mi esposa, que estaba a 10 metros. Cuando me libero y la dejo sentada en el suelo, entro a mi casa, le digo a mi esposa que tengo una emergencia y que llegaré tarde, y salgo de nuevo. Llevo a Carolina a su casa, donde empieza a llorar desesperadamente, y en un arrebato de furia destroza metódicamente los cuadros, las porcelanas, los muebles, todo lo que está a su alcance; yo solo la miro y

El mundo de la terapia le digo “Cuando quieras hablamos”. Ese momento llega cuando entra a uno de los baños, se cae contra una de las puertas de acrílico de la bañera, que destroza, y no puede levantarse a causa del alcohol. La ayudo a salir, la llevo a su cama, la cubro, la tranquilizo, y le digo que si necesita algo me llame. Es la 1:30 a.m. Hablé con sus padres dos días después; para ellos Carolina es solo un problema, algo incómodo, y no están dispuestos a hacer nada por ella: ya es mayor de edad, dicen, que se las arregle como pueda. Tengo la impresión de que ante los vecinos yo nunca me pude quitar la reputación de tener amantes de 20 años con las que arreglaba mis diferencias a puñetazo limpio.

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El mundo de las drogas Una parte muy importante de mi actividad profesional, y específicamente de mi actividad terapéutica, ha estado consagrada al tema del consumo de drogas. Cómo llegué a interesarme por esto, es algo que tiene algún interés contar. Al regreso de mi larga estadía en Bélgica (cinco años), y habiendo completado 10 años de universidad, estaba seguro de que mi preparación me permitiría hacerle frente a casi cualquier problema. Apenas un mes más tarde apareció una persona pidiéndome que la ayudara porque tenía un problema de consumo de basuco; yo ni siquiera conocía la palabra, de manera que fracasé por completo. Esta misma situación, y otras muy parecidas, se repitieron varias veces en los dos años siguientes, lo cual me llevó a una conclusión muy simple: o abandonaba la profesión, o entendía qué era lo que significaba realmente el problema de las drogas; entonces empecé a estudiar la literatura

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especializada y fui a visitar programas de tratamiento en otros países. Visité muchos y muy pocos me gustaron. En esa época se imponían las estrategias agresivas y brutalmente descalificadoras de Daytop Village y de los programas italianos de comunidad terapéutica, que aborrecí de inmediato y consideré totalmente inconvenientes para nuestra gente: mi ignorancia no me obligaba a perder el sentido común. He conocido durante estas tres décadas drogadictos y alcohólicos perfectamente honestos, que jamás le han robado un centavo ni han engañado a nadie; he conocido a madres cuyos hijos sufren de desnutrición porque ellas se fuman en basuco el dinero para comprarles comida; he conocido terapeutas que se lían a golpes con sus propios pacientes, porque están más perturbados que ellos; he conocido centros de tratamiento que son fachadas para esconder las graves deficiencias de sus propietarios; he visto a madres de familia que les compran a sus hijos el basuco, o la cocaína, para no pasar por la vergüenza de verse señaladas como “madre de un drogadicto”; valga la pena señalar que una de ellas le ponía a su bebé de cuatro meses Valium en el tetero “porque lloraba mucho”. He oído a padres declarar que desearían con toda su alma que su hijo cocainómano se muera lo más pronto posible. He visto a jóvenes destruir sus familias, arruinarlas y crear un infierno para ellas sin necesidad de sentencias papales. He oído las mentiras más desvergonzadas, he visto las situaciones más humillantes y también las recuperaciones más inesperadas. Como consecuencia de esta experiencia, me rehúso a aceptar la mayor parte de los estereotipos sobre las personas que consumen drogas. He escrito decenas de artículos y varios libros sobre estos temas, de manera que no me voy a repetir aquí. Solo quiero decir que el consumo de drogas es, y seguirá siendo durante algún

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El mundo de la terapia tiempo, un tema esencial en la consulta de un terapeuta de adolescentes y de adultos. Varias de las historias que relato en este libro están asociadas a consumo de drogas, lo cual no es sorprendente si se considera que ese es uno de los problemas típicos de la modernidad. Con el asunto del consumo están asociados fenómenos tan diversos como el abandono parental, la pobreza extrema, la infelicidad, la búsqueda de experiencias nuevas, ocasionalmente el abuso sexual, la necesidad de ser aceptado en un grupo, la curiosidad, y muchos otros que suelen agruparse bajo el nombre de “factores de riesgo”. En todo caso, siempre lo he encontrado asociado a carencias o a excesos, o a carencias acompañadas de excesos: como en el caso de ese joven de 15 años que llegaba a su colegio en un automóvil de gran lujo conducido por un chofer uniformado, pero no tenía padre ni madre que se ocuparan de él, pues ellos estaban demasiado ocupados ganando el dinero para que, entre otras cosas, él tuviera un carro último modelo con chofer uniformado; de manera que lo encontraron un buen día moribundo, intoxicado con cuanta sustancia legal e ilegal existe, con el pelo lleno de pegante inhalable y medio asfixiado en su propio vómito; llevaba meses consumiendo sustancias tóxicas y alcohol, pero nadie se había dado cuenta, salvo el chofer, cuya misión era permanecer en silencio: para eso le pagaban.

La ética terapéutica Ningún terapeuta puede pretender que no sabía que algo de lo que hizo es éticamente censurable, pues los códigos son de conocimiento público desde hace mucho tiempo. Hay algunas faltas que son particularmente

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Ser Terapeuta comunes y frecuentes, algunas de ellas muy graves. Cito primero las menos destructivas, aun cuando todas son merecedoras de las más rigurosas sanciones, puesto que ponen al descubierto una profunda deshonestidad: 1. Atribuirse títulos, experiencias o calificaciones que no son ciertas 2. Pretender falsamente haber participado en estudios, o tener publicaciones inexistentes 3. Exigir formas de pago de los honorarios que permiten evadir impuestos dando explicaciones retorcidas que son presentadas como un beneficio para el consultante 4. Hacer exigencias económicas desproporcionadas, aprovechándose del dolor, la angustia, el temor y la indefensión de los consultantes 5. Crear vínculos de carácter sexual con los consultantes 6. Crear vínculo sexuales haciéndolos pasar por elementos constitutivos del tratamiento 7. Inducir a los consultantes a hacer algo en beneficio propio pero manipulando a la persona para que crea que es en su propio beneficio.

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Hay otros que son situaciones un poco confusas, pero que actualmente tampoco pueden dar lugar a errores, porque han sido debatidos y se han propuesto fórmulas simples para resolverlos. Por ejemplo, si alguien me comenta en terapia que está pensando cometer un crimen, ¿está delirando o simplemente está confiando en mi? ¿O tal vez se está burlando de mí? ¿Hasta dónde llega la confidencialidad? ¿Tengo la capacidad para discriminar entre todas esas situaciones? ¿Qué hacer con el consultante que llega diciendo que él abusa sexualmente de niños, y que lo sigue haciendo? La respuesta es que en la gran mayoría

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El mundo de la terapia de los casos, el terapeuta debe saber a qué atenerse y proceder en consecuencia; pero si tiene dudas, siempre puede recurrir a colegas o a los comités o tribunales de ética, solicitando una consulta urgente. Lo peor que puede pasar es que alguien piense que no es demasiado competente, pero eso es siempre preferible a cargar con la responsabilidad de una tragedia. La gran mayoría de las ocasiones en que he tenido conocimiento de violaciones de la ética se trataba de temas sexuales o económicos; generalmente, terapeutas de sexo masculino inducían a sus pacientes de sexo femenino a actividades de carácter explícitamente sexual, a veces con supuestas connotaciones de que esas actividades hacían parte del tratamiento, otras declarando su amor a la consultante; en una ocasión supe de un terapeuta que había inducido relaciones homosexuales y, en dos casos, supe de terapeutas mujeres que habían creado vínculos afectivos y sexuales con consultantes mujeres. Supe de un psiquiatra que les pedía a algunas de sus pacientes que se desnudaran de la cintura para arriba, así él podía dibujarlas mientras se “concentraba” en la descripción de sus problemas. Todo esto lo escuché en consulta, pero en ningún caso las personas se mostraron dispuestas a denunciar, a veces porque había pasado mucho tiempo, en otras porque se trataba de mundos muy pequeños en donde no convenía hacerse enemigos y, en otras más, porque ellas mismas habían sido conscientes de lo que pasaba, y habían accedido, y ahora temían ser objeto de burlas o vituperios. Pero todos sumados, no suman 10 casos. Por el contrario, los abusos económicos son muy comunes, y permanecen en la sombra porque hay demasiadas personas con rabo de paja. Y la auto-atribución de títulos es una práctica desvergonzada, que empieza por el mero

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Ser Terapeuta hecho de personas que a duras penas obtuvieron un título de pregrado y se hacen llamar “psicólogos clínicos”. El respeto a la ética es el alma de la terapia. Permitir deslizamientos, así sean ligeros, es abrir la puerta a abusos que pueden provocar daños irreparables e imperdonables.

A manera de cierre: el proceso de envejecimiento

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Siempre pensé que tal vez mi muerte, ya anciano (en términos modernos eso significa que uno está rondando la centuria, de la cual estoy muy, muy lejos todavía), ocurriría haciendo terapia. No necesariamente frente a un consultante, por supuesto: mis inclinaciones melodramáticas no llegan hasta esos extremos; pensaba que abandonaría un día la enseñanza y la investigación, pero no la terapia. A lo largo de muchos años esta fue la actividad en la que me desempeñé con mayores satisfacciones y con la que me sentía más profundamente identificado. Pero un día, sin ser todavía un hombre viejo, empecé a sentirme irritado con ciertas situaciones que se presentaban cada vez con mayor frecuencia: padres extremadamente complacientes, demasiado centrados en los logros económicos de sus familias, demasiado interesados en las apariencias y en la vida fácil, que me llevaban sus hijos para que yo los “arreglara”, como se repara el auto en un taller. Adolescentes extremadamente arrogantes, con conductas que en otras épocas los habrían puesto en graves dificultades frente a la sociedad; una perversa sexualización de la infancia, promovida en gran medida por las madres de familia, víctimas complacientes de las gran-

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El mundo de la terapia des compañías productoras de la inmensa cantidad de basura con la que nos inunda el consumismo; falta de auténtico interés por resolver los problemas, buscando más bien pagarle a alguien para que los resuelva; una pereza creciente, asociada a la idea de que todo lo que sea esfuerzo y dolor hay que evitarlo como sea: “Para eso estamos en el siglo xxi”, decía una señora, escandalizada porque una mujer quería tener a su hijo en un parto natural, y la señora opinaba que había que hacerse cesárea y estar anestesiada durante todo el proceso. En resumen, me pesaba todo lo que se dice en ese maravilloso tango llamado “Cambalache”, y también todo lo que decía don Francisco de Quevedo con respecto al poderoso caballero que es Don Dinero, por allá en el primer cuarto del siglo xvii. Como es natural, mi primer pensamiento fue que la sociedad iba muy mal. Pero luego me asaltó la duda: ¿y si el que estaba mal era yo? Hoy aún sigo creyendo que algo va realmente muy mal en la evolución de la sociedad occidental, pero como no estoy seguro de que ese sea realmente el problema, decidí que debía limitar mi actividad como terapeuta a personas mayores de 20 años, a las que escogería cuidadosamente. También abandoné la enseñanza, fatigado en parte del mundo académico en el que vivía, deseoso de experimentar otra forma de vida, y decepcionado de revivir una y otra vez uno de los incidentes banales de la cotidianeidad que más me marcó en mi época de estudiante, y que será la pequeña historia con la que cierre este libro. Recién llegado a la Universidad de Lovaina, Bélgica, para iniciar mi doctorado, y con un nivel de francés bastante deficiente, tuve que tomar un curso con el profesor Jacques Schotte, quien en ese momento era una luminaria del psicoanálisis tanto en el mundo francófono como en el neerlandés.

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Ser Terapeuta Schotte (se pronuncia Scot) era un hombre muy grande, que nos hablaba ese día a 150 estudiantes desde su tarima, sin mirar a nadie, de los infinitos recovecos del mecanismo de proyección. Como ya había terminado la hora y él seguía hablando, algunos estudiantes comenzaron a golpear el piso con los pies, a lo que Schotte levantó la cabeza, nos miró con una sonrisa de desprecio sobrehumano y dijo, literalmente, lo siguiente: On m’a dit que l’enseignement consiste à lancer des perles, souvent fausses, à des pourceaux souvent véritables.

Y cerró sus notas y se fue. Nadie se movía y yo no sabía qué quería decir exactamente pourceaux, pero me lo sospechaba. El diccionario me mostró que quería decir “cerditos”. La enseñanza consiste en lanzarle perlas, muchas veces falsas, a cerditos muchas veces verdaderos. Nos dijo “cerditos” porque éramos jóvenes. Muy generoso de su parte. Habría podido decirnos cochons. Muchas veces he pensado en esa frase tan hiriente, porque creo que es verdad. Mis cursos con Schotte me produjeron una aversión insuperable por Lacan y por el lacanismo, a pesar de que conservo muchos de sus libros subrayados y con notas y que hubo una breve época en la que creía haber entrado al mundo de los privilegiados que comprendían ese infinito cúmulo de sandeces que llegó a decir, y que llevó a que Chomsky lo tratara en público de “payaso”. El análisis de Sokal y Bricmont (1997)23 permite ubicar a Lacan entre los grandes farsantes de nuestra época, y es así como yo lo veo. Mi aprecio por las tesis skinnerianas –las rivales en el extremo del continuo especulación-experimentación– no es mejor, particularmente cuando se trata de la conducta verbal; pero entre esos dos personajes había una gran

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23 Sokal, A. & Bricmont, J. (1997). Impostures intelectuelles. París: Odile Jacob.

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El mundo de la terapia diferencia: Lacan sabía perfectamente que era un farsante; Skinner creía en lo que estaba diciendo. Pero eso no es un impedimento para afirmar que muchas de las cosas que ambos dijeron no son más que afirmaciones insensatas. Hace muchos años que expreso mi profundo escepticismo frente a los supuestos “grandes nombres” de la psicología: todos ellos, y ahí podemos incluir a Freud, eran tan desesperadamente arrogantes que prefirieron pasar a la posteridad diciendo cosas que sabían falsas antes que reconocer que se habían equivocado. Baste recordar el hermoso texto (desde el punto de vista literario) de Freud sobre “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”, que se estructura en su totalidad sobre un error de traducción: los cuadernos de Leonardo utilizaban la palabra nibbio, que significa milano, pero fue traducida al alemán como ‘buitre’, símbolo y jeroglífico de la madre en el antiguo Egipto; sobre ese error de traducción Freud montó una interpretación monumental del cuadro de la virgen y el niño que está en el Louvre. Freud se enteró del error apenas publicado el ensayo, pero nunca quiso corregirlo24; o el altamente reprochable comportamiento de Skinner, quien impidió hasta su muerte la publicación de la trascripción de un seminario de dos días en el que Carl Rogers lo aniquila desde el punto de vista conceptual25. Pero el punto es que me parece que el profesor Schotte tenía razón. Por eso ahora solo hago, de vez en cuando, seminarios gratuitos a los que invito exclusivamente a personas que quieran aprender cosas tan inútiles 24 Gay, P. (1988). Freud: una vida de nuestro tiempo. Buenos Aires: Paidós, p. 314. 25 Kirschenbaum, H. & Henderson, V. L. (eds.)(1990). Carl Rogers dialogues. Londres: Constable & Co.

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Ser Terapeuta como la relación entre ciertos comportamientos de los primates superiores y las más sofisticadas expresiones de lo humano. Siento una especie de fascinación por el conocimiento inútil, especialmente si es inútil desde el punto de vista financiero. Por ejemplo, me atrae saber el origen de las palabras, e independientemente de los diccionarios de etimología tengo mis propios ficheros y me divierte descubrir que la palabra “trabajo” se origina en tripalium, un instrumento romano de tortura, o que ‘sheriff’ viene del inglés antiguo shire reeve, administrador de la comarca. Estoy perfectamente seguro de que nadie ganará nunca un centavo con esta clase de información; por eso el profesor Higgins, personaje encantador (por lo menos para mí) del Pygmalion de Bernard Shaw, tenía que ser rico. Tal vez es eso lo que significa envejecer: aceptar que las cosas que son interesantes para casi todo el mundo ya no le interesan a uno, y que son reemplazadas por otras que no interesan a casi nadie. La de terapeuta es una profesión muy antigua: la palabra viene del griego Θεραπευτηα, y esta de una raíz anatolia, théraps, que significa servir, cuidar. Y si hay algo que sea claro es que, como les decía a sus estudiantes algún connotado terapeuta estadounidense a finales del siglo pasado, “si ustedes no se sienten capaces de cargar por lo menos a ratos parte del fardo que llevan sobre las espaldas sus consultantes, es mejor que se dediquen a la contaduría”. Un terapeuta es una persona que pasa su vida entera ejerciendo la función de escuchar, lo que lo ubica cerca de los shamanes, los médicos (por lo menos de algunos) y de los sacerdotes. Pero, como vimos, también hay muchas cosas que los diferencian de ellos.

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El mundo de la terapia

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Todos los humanos habremos hablado con miles de personas al final de nuestras vidas; solo recordaremos a unas cuantas de ellas, y nuestros recuerdos serán incluso más débiles en lo que se refiere al tema del que hablamos; marcamos a muy pocas personas, y muy pocas nos marcan a nosotros. Un terapeuta es una persona que, cuando mira hacia atrás y piensa en sus consultantes, sabe que marcó a muchos y que muchos lo marcaron. Hombres, mujeres, adolescentes, incluso niños. En ese sentido, puede sentirse orgulloso de haber ejercido una profesión que maneja hilos invisibles pero no por ello menos poderosos; y reconoce, con modestia auténtica, que, en algunas ocasiones, no sabía con precisión qué era lo que estaba haciendo.

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Índice temático A Aborto 41, 129, 137, 176, 196 Alcohol 44, 63, 65, 66, 87, 101, 107, 108, 157, 223, 234, 235, 238, 247 Altruismo 50, 247 Antropología 20, 106 Artes 18, 212 Asociaciones 15, 19, 25, 27, 120 Asociacionismo físico 19 Asociación libre 21 Asociativo 25 Autodeterminación 22 Avaricia 36, 38, 230

Crisis 15, 78, 113, 147, 175, 183, 190, 194, 215, 247

D Daytop Village 236 Delikatessen 90 Detalles 8, 58, 59, 142, 150, 164, 169, 219 Dios 18, 41, 43, 44, 46, 66, 107, 112, 155, 184, 231 Distancia 26, 54 Drama 51, 93, 98 Droga 6, 38, 63, 64, 65, 66, 86, 99, 129, 130, 131, 136, 137, 144, 176, 237

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C Celos 6, 30, 101, 131, 132, 135, 136, 173, 183, 186, 189, 191, 198, 199, 202, 212 Clarificación 25 Comprensión 13, 15, 18, 22, 23, 106, 161, 208 Conductismo 19 Confidencialidad 8, 172, 239 Confrontación 26 Constructivismo 19 Consultorio 5, 14, 44, 47, 49, 53, 54, 55, 56, 57, 64, 84, 114, 170, 173, 180 Contextualismo 19 Contigüidad 26 Contractualismo 19 Contraste 26, 32 Creencias 20, 23, 24, 41, 45, 47, 209

E Eco 15, 24 Enamoramiento terapéutico 48 Entender 14, 15, 16, 18, 21, 24, 28, 59, 62, 76, 95, 103, 127, 134, 139, 164, 165, 166, 193, 200, 209 Epistemología 18 Equus 166 Espeleología psicológica 16 Espiritualidad 5, 41, 42 Estulticia 36 Ética 41, 172, 174, 232, 238, 240 Éxito terapéutico 60, 119, 122 Expectativas 50, 59, 60, 94, 171, 209, 219 Explorar 16, 172

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Ser Terapeuta F Fealdad 5, 141

H Historia 8, 10, 17, 18, 19, 37, 55, 86, 87, 90, 116, 141, 162, 175, 202, 213, 233, 242

I Infidelidad 41, 192, 203 Insight 22, 23, 24 Interpretación 5, 8, 15, 17, 18, 19, 20, 22, 24, 26, 28, 33, 105, 244 profunda 27, 248

J Juego 9, 44, 67, 87, 113, 159, 169, 206 Juicios inadecuados 56

K Kaf 51, 52

M Marco de referencia 13, 23, 62 Material reprimido 21 Mirar hacia adentro 16 Muerte 29, 31, 32, 33, 72, 87, 89, 99, 109, 112, 117, 121, 129, 143, 162, 172, 180, 201, 206, 210, 215, 231, 233, 241, 244 Mundo feliz 10, 248

N Normalidad 39, 95, 248

P Paráfrasis 25 Perversión 44 Políticamente correcto 11, 35, 36, 37, 39, 45, 185 prejuicios 5, 35, 38, 40, 99 posi tivos 40, 249 Primera entrevista 5, 56, 58, 59, 166, 186 Psicología 3, 9, 17, 18, 20, 54, 91, 174, 244

R Reencuadre 27 Reflejo de sentimientos 23, 24 Religiosidad 5, 41, 42 Resistencias 21 Resumen 25, 242

S Sadismo psicológico 43 Sentido de la vida 92, 121, 122 Sexualidad 41, 79, 136, 194, 212, 216 Similitud de contenido 25 Síntomas 14, 21, 59, 67, 72, 143, 159, 164, 233 Sociología 20, 249 Stabat mater 6, 179 Sugestivo 26 Suicidio 9, 44, 63, 109, 143, 145, 147, 159, 202

T Talking therapies 10 Terapias largas 5, 101 The final exit 164 Toma de conciencia 22, 23

O

248

Oficio 9, 14, 51, 122 Orientación psicoanalítica 21

V VIH/SIDA 209, 230

Índice onomástico

A Abrego, Philip 24 Alejandro Magno 100 Aristóteles 19

F Frank, Jerome 21, 22, 24, 34, 62 Frank, Julia 21, 22, 24, 34, Frankl, Viktor 17 Freud, Sigmund 100, 104, 244

B Beethoven 37 Benedict, Ruth 20 Berlusconi, Silvio 36 Brammer, Lawrence 24, 34 Bricmont, Jean 243 Byrne, Richard 20, 34

G Gadamer, Hans-Georg 18, 19 Garavito 39 García Márquez, Gabriel 37 Garfield, Sol 22, 34 Gay, Peter 244 Greenberg, Gary 10

© Editorial El Manual Moderno Fotocopiar sin autorización es un delito.

C Caravaggio 45 Cellini, Benvenuto 45 Clavell, James 46 Cosby, Bill 36

H Haydn 37 Henderson, V. L. 244 Huxley, Aldous 10

D Damásio, António 17 d’Orléans, Felipe 213 de Chardin, Théilard 46 de Quevedo, Francisco 242 De Waal, Frans 20, 34 Dennett, Daniel 42

I Ivey, Allen 22, 34 Ivey, Mary 22, 34

J Jack el Destripador 10 James, William 45 John, Elton 55

E Eco, Umberto 58, 59 Einstein 38 Escobar, Eduardo 229

K Kant, Emmanuel 19 Kinget, Marian 22, 34

249

Ser Terapeuta Kirschenbaum, Howard 244 Kübler-Ross, Elizabeth 231

L Lacan, Jacques 243

M Mahoney, Michael 18, 19, 34 Malinowski, Bronislaw 20 Marx, Groucho 141 Mead, Margaret 20 Molière 36 Mozart 37 Munrow, David 55

S Saldarriaga, Alberto 229 Sargent-Singer 37 Schaffer, Peter 166 Schotte, Jacques 242, 243, 244 Sebeok, T. A. 59 Shaw, Bernard 245 Shostrom, Everett 24, 34 Simek-Morgan, Lynn 22, 34 Skinner, B. F. 243, 244 Sokal, Alan 243 Sordo, Pilar 185 Spinoza, Baruch 46

T N Neruda, Pablo 10

Taborda, Luis Carlos 42 Tolkien, J. R. R. 46 Troemel-Ploetz, S. 27, 28, 34

P Pérez Gómez, A. 3, 4, 29, 121 Pergolesi 179 Pitágoras 19 Platón 19

V Von Kraft-Ebbing, R. 43 Von Üxkull, E. 51

W R Ricardo Corazón de León 213 Rogers, Carl 22, 23, 24, 34, 35, 40, 62, 244 Rosetti, Dante Gabril 37

250

Waugh, Evelyn 118 Whistler 37

9 789589 446867

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