Ser Feliz No Necesariamente Es Comodo

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Ser feliz no necesariamente es cómodo

Colección «PROYECTO»

92

Thomas D’Ansembourg

Ser feliz no necesariamente es cómodo

Editorial SAL TERRAE Santander 2006

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionada puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y s. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

Título del original en francés: Être heureux, ce n’est pas nécessairement confortable © 2004 by Les Éditions de l’Homme Montréal (Canada) www.edhomme.com

Traducción: Milagros Amado Mier Denise Garnier © 2005 by Editorial Sal Terrae Polígono de Raos, Parcela 14-I 39600 Maliaño (Cantabria) Tfno.: 942 369 198 Fax: 942 369 201 E-mail: [email protected] www.salterrae.es Diseño de cubierta: Fernando Peón / Con las debidas licencias Impreso en España. Printed in Spain ISBN: 84-293-1632-9 Depósito Legal: BI-5-2006 Fotocomposición: Sal Terrae – Santander Impresión y encuadernación: Grafo, S.A. – Basauri (Vizcaya)

A Valérie A nuestras hijas Camille, Anna y Jiulia A cuantos se aman y aprovechan la oportunidad de amar la vida tal como es. A mi hermano Jean A todos los niños, jóvenes y adultos que sufren y tienen dificultades para amar la vida tal como es o para encontrarle sentido. Con amor y respeto

Índice

Advertencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 1. Ilusión, realidad y trampas anti-felicidad . . . . . . . . 21 Los dos principios de funcionamiento de la vida . . . . . 22 Las trampas anti-felicidad inconscientes . . . . . . . . . . . 26 2. «Estoy vacunado contra la felicidad» . . . . . . . . . . . . Primer doble mensaje contradictorio: una vacuna y dos inyecciones/mandatos . . . . . . . . Segundo doble mensaje contradictorio: recordatorio en dos inyecciones/mandatos . . . . . . . Descodificar los dobles mensajes contradictorios: salir del pensamiento binario . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Algunas trampas de la educación en la amabilidad Primera trampa: Hemos aprendido a hacer, más que a ser . . . . . . . . Segunda trampa: no depositamos nuestra seguridad y nuestra confianza en nosotros, sino en la opinión ajena . . . Tercera trampa: hemos aprendido que la diferencia es amenazadora Cuarta trampa: como niños y niñas buenos y amables, no hemos aprendido a decir ni a oír «no» . . . . . . . —9—

41 43 53 59 63 66

90 100

123

Quinta trampa: no hemos aprendido a vivir bien nuestros sentimientos ni, a fortiori, a utilizarlos de manera satisfactoria . 146 4. De la culpabilidad a la responsabilidad, del deber al amor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . De la culpabilidad paralizadora a la responsabilidad dinamizadora . . . . . . . . . . . . . Del deber al amor comprometido . . . . . . . . . . . . . . . . . Salir de estas trampas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Responsabilidad y congruencia en la vida cotidiana . .

190 193 194 207

5. Gimnasia, higiene y dietética del corazón y de la conciencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . Desentumecer lo entumecido, despertar lo anquilosado No estamos en absoluto solos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Algunos aprendizajes clave . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

209 210 212 213

Reflexiones a título de conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . Epílogo: La interioridad ciudadana . . . . . . . . . . . . . . . Anexo ..................................... Información . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

229 233 241 245

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Agradecimientos

Quiero dar las más efusivas gracias a todas y cada una de las personas que me han ayudado de una u otra manera a escribir este libro. Si bien la escritura misma es un trabajo solitario, únicamente me ha sido posible apoyándome en valiosísimas colaboraciones... Estoy agradecido, ante todo, a Valérie, mi mujer, por su infinita paciencia. Valérie daba a luz a nuestra tercera hija, Jiulia, cuando yo estaba terminando este libro. Ella puede atestiguar que un periodo de escritura, en una vida de pareja y de familia, no necesariamente es fácil de vivir, aun cuando disfrutamos de una gran felicidad juntos. Estoy también enormemente agradecido a todas las personas que me han demostrado tanta confianza y autenticidad en su búsqueda y en su proceso de transformación. He aprendido mucho escuchándolas y soy partícipe hoy de lo esencial de ese trabajo con un inmenso respeto por todas y cada una de ellas. Quiero expresar también mi gratitud a los amigos fieles que han consagrado tiempo, atención, intuición y reflexión a la lectura y corrección de mi manuscrito: Isabelle Rolin, Vincent Houba y Régine Parez. Su atención benévola y sus calurosos ánimos me han ayudado a superar las incertidumbres y a desvanecer las dudas. Siento un agradecimiento muy especial hacia Anna Hofele por su trabajo de composición del manuscrito. He valorado grandemente su paciencia, su determinación y su competencia. — 11 —

Quiero dar también las gracias a las personas cuya amistad y colaboración me han permitido disponer de tiempo para escribir: Cécile Denis, Sylvie d’Aoust, Géry Froment, y Jocelyne y JeanMarie Theny. Finalmente, quiero expresar mi agradecimiento a todas las personas que me han mostrado aprecio y hasta gratitud por mi libro Deja de ser amable; ¡sé auténtico! Los numerosos testimonios que he tenido al respecto –algunos de los cuales me han llegado muy adentro– me han alegrado mucho y me han proporcionado aliento para proseguir mi exploración.

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Advertencia Los ejemplos que menciono en este libro son casos reales. Para que resulten elocuentes, sin ser demasiado detallados, los he resumido, a fin de no conservar más que lo esencial de cada toma de conciencia significativa, modificando, por supuesto, aquello que podría permitir la identificación de las personas concernidas. Por lo tanto, algunos de estos ejemplos se encuentran reducidos a una decena de frases, cuando responden al menos a una decena de meses de trabajo. Al resumirlos hasta ese punto, quiero mostrar ciertos desencadenamientos de procesos psicológicos que se corresponden con sucesivas y graduales tomas de conciencia. La extrema brevedad de la exposición no refleja todo el proceso de maduración y eclosión de conciencia que se despliega en el tiempo y que posee su ritmo, sus silencios y sus momentos clave. Un lector no conocedor de la realidad del trabajo en cuestión podría tener la impresión de que se da un tratamiento mágico a la dificultad de ser. Pero no hay nada de mágico, aunque algunos desenlaces puedan ser maravillosos. Es justamente como si se emprendiera la creación de un huerto, desbrozando el terreno, dando vuelta a la tierra, plantando las semillas y cuidando de los brotes en espera de la estación en que se recogerá la cosecha. Algún día se obtendrán frutas y legumbres. Cabe imaginar la primera fresa roja que extrae su sabroso jugo de la negra tierra... Si bien es evidentemente maravilloso, ciertamente no es mágico. Hay un trabajo y un proceso vivo que explican la maravilla, sin restar nada a lo maravilloso. Análogamente, todos los ejemplos proporcionados en este libro atestiguan un trabajo hecho con amor y en colaboración con el proceso vivo que habita en todos y cada uno de nosotros. — 13 —

«Dios no altera lo que hay en los hombres hasta que éstos no alteran lo que hay en su interior». EL CORÁN, sura XIII, versículo 11

«Ningún problema puede ser resuelto sin modificar el nivel de conciencia que lo ha engendrado». ALBERT EINSTEIN

«Dichosos los que saben reírse de sí mismos: nunca dejarán de divertirse». JOSEPH FOLLIET (Profesor de Sociología en la Universidad Católica de Lyon, periodista, conferenciante, ensayista y poeta; 1903-1972)

Prólogo «Hay personas que hacen cosas increíbles partiendo de nada, por haberse aferrado a su sueño. ¡Pero nada dice que durante ese tiempo hayan tenido una existencia cómoda!» DAVID DOUILLET (triple campeón del mundo de judo)

Al escribir hace unos años Deja de ser amable; ¡sé auténtico!, percibí con claridad que estar verdaderamente cara a cara con respecto a uno mismo, a los demás y a la vida no siempre resulta cómodo. Al mismo tiempo, percibí también que de esa verdad se desprende un bienestar profundo, no sólo creciente, sino también irradiante, justamente en la relación con uno mismo, con los demás y con la vida. Ello me proporcionó el deseo de explorar esta aparente contradicción: ser feliz no es necesariamente cómodo. Observándome a mí mismo frente a toda clase de incomodidades, fricciones y tensiones interiores y exteriores, así como acompañando a numerosas personas mientras atravesaban esas dificultades, he podido identificar con mayor claridad diferentes hábitos de pensamiento y de funcionamiento que nos hacen inconscientemente caer en una trampa, impidiéndonos sistemáticamente alcanzar lo que buscamos: ser felices. He dado a esos hábitos el nombre de trampas anti-felicidad inconscientes. Veo, pues, este libro como la continuación de Deja de ser amable; ¡sé auténtico!, aunque pueda sin duda ser leído independientemente. En las páginas que siguen hago, efectivamente, — 17 —

referencia frecuente al método de comunicación no violenta (CNV) según el proceso de Marshall Rosenberg* (que a mi me gusta llamar «comunicación consciente y no violenta»), porque permite trabajar, estimular o mantener nuestra consciencia ante nosotros mismos, los demás y la vida. Este método es una escala. Y el sentido de cualquier escala es ayudar a ver desde más arriba, a ver más lejos, a actuar en otro nivel, a franquear muros y a atravesar paredes. Tanto en mi vida privada como en mi trabajo de escucha, acompañamiento (lo que se denomina ser «terapeuta») o formación, suele venirme a la cabeza la siguiente imagen: si a veces nos sentimos confinados, encerrados, sin espacio vital, como un pez dando vueltas en un acuario entre la pequeña gruta y el casco de un barquito de plástico que lo decoran, es porque olvidamos que nuestro acuario está simplemente posado en el fondo del mar, y en cualquier momento tenemos la opción de ascender un poco, elevar un poco nuestra consciencia, para pasar el límite y salir del circuito cerrado con su gruta y su casco de barco, a fin de nadar en mar abierto con muchos otros peces libres. Y si bien esta aventura está sembrada de riesgos e incomodidades, ¡qué bienestar proporciona a cambio...! Entregando a los lectores esta obra, me entrego a mí mismo y a la vez me libero. Si bien me siento muy feliz de hacer a los demás partícipes de mi análisis y mi testimonio, frutos de mi exploración y mi búsqueda sobre el descondicionamiento, no resulta, sin embargo, en absoluto cómodo. Puedo deciros que tengo un poco de miedo de enfrentarme al tabú de la felicidad, miedo a transgredir la felicidad prohibida, a osar desmontar las trampas anti-felicidad, a atreverme a dar testimonio del impulso profundo que hay en nosotros, a ser rechazado como un soñador blandengue y quizá incluso a constatar que, a pesar de esos miedos, puedo ser feliz. *

Marshall Rosenberg es doctor en psicología clínica, hombre de paz conocido en el mundo entero y fundador del Centro para la Comunicación No Violenta. Recomiendo encarecidamente la lectura de su libro Nonviolent Communication. A Language of Compassion, traducido al castellano con el título: Comunicación no violenta: cómo utilizar el poder del lenguaje para evitar conflictos y alcanzar soluciones pacíficas (Ediciones Urano, Barcelona 2000).

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Al mismo tiempo, he verificado innumerables veces la mecánica de las trampas que te propongo que comprendas y no tengo más ambición que decir que antes yo me ahogaba en mi pequeño acuario, pero he aprendido a encontrar la felicidad nadando, incluso en alta mar y con temporal; por eso considero útil dar testimonio de lo que me ayuda a nadar en el baño de la vida y a ser más feliz. ¡Buen baño!

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1 Ilusión, realidad y trampas anti-felicidad «Estamos ciegos, cegados por lo visible». METROPOLITA ANTOINE DE SOUROGE (1914-2003)

La travesía de la vida proporciona su lote de incomodidades, tanto afectivas como psicológicas, físicas o materiales. Sin embargo, una ilusión puede hacernos esta travesía aún más penosa: la ilusión de creer en una felicidad de color de rosa. Efectivamente, creer que ser feliz es «todo comodidad» y que la felicidad llegará «cuando todo vaya bien desde todos los puntos de vista», es una trampa en la que muchas personas caen. Esta ilusión nos induce casi siempre a adoptar una de las tres actitudes siguientes: o bien esperamos desesperadamente que vengan tiempos mejores, posponiendo la felicidad para más adelante; o bien consideramos que no merece la pena soñar y que, por tanto, lo más razonable es renunciar a toda expectativa y resignarnos; o bien juzgamos que el hecho de que no seamos felices es prueba de nuestra incompetencia, que es un error, o incluso culpa nuestra, y que tenemos que llegar a esa felicidad, elaborando así una fantástica mezcla de culpabilidad y deber que nos somete a presión. Es frecuente que elaboremos una combinación paralizante de estas reacciones: «Hay que ser feliz, pero ¿de qué vale soñar con serlo si no lo lograré nunca o, en el mejor de los casos, hasta dentro de mucho, mucho tiempo...?». — 21 —

En la realidad, a mí me parece que la vida nos proporciona a la mayoría –aunque en proporciones muy variadas– penas y alegrías, momentos de desasosiego y de confianza, duelos y renacimientos. También me parece que podemos, por fases, saborear momentos luminosos de gracia y de asombro, así como momentos tenebrosos de sufrimiento y confusión, todo ello en alternancia. Y me parece, finalmente, que podemos, si queremos, disfrutar y saborear más los momentos agradables de ese proceso de alternancia, e incluso mantenernos en ellos más tiempo. Sin embargo, me resulta cada vez más claro que somos muchos los que no sólo no aprovechamos plenamente esos instantes gratos, sino que nos aferramos, a menudo fuertemente, a los momentos vividos en la pena, el desasosiego, la contrariedad o la oposición, llegando incluso a suscitar esos periodos cuando la vida nos da más alegrías de las que estamos dispuestos a vivir. No creo que sea por masoquismo deliberado, sino más bien por ignorancia o, más exactamente, por desconocimiento, en especial de los dos principios de funcionamiento de la vida y de las diferentes trampas anti-felicidad inconscientes. Los dos principios de funcionamiento de la vida Entiendo por principio la formulación de un funcionamiento que se deduce de la observación sistemática de un fenómeno. Es decir, una ley de la vida, no en el sentido de una norma decretada, sino más bien de una constante observada; así, la gravedad es una ley resultante de una constante observada. Estos dos principios no son ciertamente nuevos, sino que parecen bien integrados en diferentes tradiciones. Sin embargo, he precisado casi cuarenta y cinco años para tomar conciencia de ellos. Ha sido deduciéndolos, a menudo dolorosamente, de mis experiencias vitales como he podido integrarlos; así, esos principios no se han quedado en hermosas ideas, tan simpáticas como teóricas, sino que se han convertido en una realidad tangible y palpable, en una manera de vivir concretamente cada minuto y de dar cada paso. Hoy me ayudan considerablemente a acompañar el proceso de la vida, en lugar de resistirme a él o de intentar frenarlo. — 22 —

La alternancia El primer principio se enuncia de la manera siguiente: la alternancia en la vida no es un accidente, sino el ingrediente mismo de ella, su estructura. Entiendo por alternancia esos ciclos de la vida que todo el mundo conoce y que vuelven regularmente a ritmos diversos: estación de la caída, en la que todo se viene abajo o se deshace; estación de la espera, en la que todo hiberna o madura; estación de la eclosión, en la que todo germina y crece; estación de la floración, en la que todo se multiplica y florece. Si bien el otoño no siempre regocija, al menos nadie se asombra de su llegada; todos sabemos que esa estación transforma, y que el invierno que la sigue recicla y renueva, lo cual es necesario para la continuidad de la vida; y así sucesivamente. Una relación amorosa difícil puede hacernos vivir las cuatro estaciones en unos minutos y, finalmente, dejarnos deshechos en un otoño aparentemente interminable, en el que nos despojamos, hoja a hoja, de nuestras capas de ego, a fin de reencontrar la fuerza desnuda de nuestro enraizamiento. La muerte de alguien cercano puede precipitarnos en el invierno más glacial, en el que hibernamos mucho tiempo antes de que germine en nosotros la fuerza de una vida verdaderamente nueva. Una fase de depresión grave puede constituir la ocasión de un verdadero renacimiento; y si tenemos problemas de dependencia (por ejemplo del alcohol, el juego o el sexo), es sin duda yendo verdaderamente a nuestro encuentro en nuestra dependencia como hallaremos la vitalidad y la fuerza necesarias para superarla. Yo veo, pues, la alternancia como un elemento estructural de la vida, no como un accidente ni como un azar. El poeta Rainer Maria Rilke evocaba alegremente esta acogida del ritmo de la vida: «Acepto las estaciones del corazón de la misma manera que las del campo». En una época de gran soledad, yo añadí para animarme: «Y velo con serenidad en el invierno de mi tristeza...». Ese invierno, aunque fue largo, me permitió renovar por completo mi vida, y hoy le estoy sumamente agradecido. Por consiguiente, la vida me parece cada vez más un jeroglífico que hay que descifrar.

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Y si no me alegra lo que me sucede, ello no significa que lo que me sucede no sea alegre.

Para acoger la alternancia necesitaremos sacarnos a nosotros mismos de diferentes trampas o evitarlas, lo que no forzosamente es cómodo. (Más adelante volveré sobre este tema). Más allá de las apariencias: el presente abierto El segundo principio de funcionamiento de la vida es el siguiente: la felicidad que buscamos, la maravilla y la bendición que supone, podemos descubrirla, descodificarla y descifrarla a través de los acontecimientos, más allá de lo oscuro, lo contrario o lo indignante, más allá de la apariencia. El acompañamiento de un enfermo o de un moribundo en sus últimos días puede, incluso en esos momentos, iluminar nuestra vida y proporcionarnos la gracia de transformar nuestra mirada. Incluso cuando vivimos contrariedades económicas o afectivas, cuando todo nos presiona o se hunde bajo nuestros pies, podemos seguir gozando de una asombrosa confianza, una especie de seguridad íntima de que lo que nos sucede es necesario y sano, aunque sea muy incómodo. Podemos ejercer una profesión que no sea en absoluto adecuada para nosotros, pero estar ya habitados por la llama del cambio que se enciende en nuestra persona. Podemos estar agotados de criar a nuestros hijos y correr de acá para allá con el fin de ganarnos el pan, atender a nuestra casa y asumir toda la intendencia que requiere, y, sin embargo, saborear la maravilla de estar vivos, sanos, conscientes y acompañados, sentir que nuestra vida no es únicamente el cuidado de los niños, el trabajo y la casa, sino que pasa por todo ello, pero va mucho más allá. Por tanto, si bien nuestras condiciones de vida son a veces incómodas, nuestra vida no se reduce a esas condiciones. Nuestro presente no se limita a lo que hacemos, sino que es más amplio y está abierto a todo cuanto somos: seres vivos conscientes que tratan de saborear el sentido de su vida en cada cosa. — 24 —

Así, el más allá no es para mí una noción espaciotemporal de más adelante, en otro lugar, en otro mundo, sino que el más allá está aquí y ahora, en el momento en que vivo, detrás y a través de lo que vivo. Es el presente ampliado, abierto a la eternidad tranquila, aunque la cotidianeidad pueda ser abrumadora1. Para mantener despierta en nosotros esta consciencia a pesar de las dificultades, tendremos igualmente necesidad de liberarnos de diferentes trampas o de evitarlas, lo que tampoco es necesariamente cómodo.

El presente es un regalo. ¿Abierto o cerrado?

Empecé a sentirme íntimamente más feliz cada vez con mayor regularidad, a pesar de que a veces vivía momentos difíciles, cuando me puse a integrar estos dos principios en mi vida (¡ojo!: no siempre lo logro, porque las viejas costumbres son duras de pelar): acoger la dinámica de alternancia con confianza y vivir conscientemente en un presente abierto. Igualmente, he observado en muchas ocasiones que las personas de mi entorno que me parecen felices han integrado de un modo u otro, conscientemente o no, estos principios en su manera de vivir. Con este libro quiero contribuir a clarificarlos para integrarlos mejor en mi vida cotidiana, en la esperanza de que ello permitirá también, a quienes lo deseen, integrarlos más concretamente en su cotidianeidad. Podremos así saborear una vida a la vez más ligera, más profunda, más rica y, sobre todo, más feliz, aunque el camino esté repleto de incomodidades, transformaciones y crisis.

1.

En la página 75 de Deja de ser amable; ¡sé auténtico! cito un relato chino en el que un anciano campesino tiene confianza en el presente ampliado. Está abierto a la continuidad tranquila, a los cambios y a todas las posibilidades, mientras que los aldeanos sufren, inquietos y nerviosos, el presente limitado, detenido y cerrado sobre sí mismo.

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Las trampas anti-felicidad inconscientes A lo largo del libro me esforzaré igualmente en demostrar y desmontar ciertas trampas relacionadas con nuestra cultura y nuestra educación. Estas trampas, que suelen impedirnos ser felices, son tanto más fuertes y constrictoras cuanto que, en su mayor parte, son inconscientes. Pues bien, no podemos liberarnos de una trampa sin tomar antes conciencia de haber caído en ella ni comprender acto seguido cómo ha ocurrido. Etapas para salir de una trampa Primera etapa: tomar conciencia de que lo que vivimos no es forzosamente la realidad objetiva, sino que podemos estar encerrándonos en una visión subjetiva de la realidad. Este primer punto puede parecer ingenuo; sin embargo, es fundamental. Yo me encuentro todos los días con personas –yo mismo he sido durante mucho tiempo una de ellas– que se aferran a su visión de la realidad sin imaginar ni por un instante que pueda haber otra, y que echan tantas más pestes contra su encerramiento cuanto que, por regla general, atribuyen su causa a los demás. Mantienen ellos mismos su jaula cerrada a cal y canto y guardan la llave en su bolsillo, cuando no la tiran bien lejos para asegurarse de no recuperar jamás la libertad, ¡y se quejan de su aprisionamiento! Imagina que, desde tu nacimiento, has crecido en una cárcel, aunque sea dorada. Te habrán dicho: «Esas cuatro paredes son tu espacio vital; ese techo es tu altura máxima; esa luz del tragaluz es la luz del día...». Podrías creer durante toda tu vida que ésa es la realidad, y contentarte siguiendo la máxima según la cual «hay que conformarse con lo que se tiene». Puede, sin embargo, que te lleguen indicios de otros espacios, otras perspectivas, otras luminosidades, otras vibraciones humanas. Este libro está dirigido precisamente a cuantos/as perciben a través de su encerramiento y su cárcel un viento otoñal que bate los tejados de alrededor, un perfume veraniego deslizándose en una corriente de aire bajo las puertas cerradas, voces que cantan en otros patios y, por supuesto, estrellas fugaces mucho más allá de los tragaluces cerrados, y aceptan la incomodidad de salir de su encierro bien conocido y tranquilizador, en busca de una libertad desconocida. — 26 —

Segunda etapa: comprender cómo funciona la trampa, o cómo se la hace funcionar, para poder inutilizarla. En tanto no comprendamos cómo funciona la trampa, apenas podremos hacer sino sufrirla, porque no tendremos capacidad de acción sobre ella. Para ilustrar mis palabras, en las páginas que siguen me dedicaré a desmontar el mecanismo de diferentes trampas que me han tenido mucho tiempo prisionero y que funcionan aún de vez en cuando como por costumbre; después propondré diferentes procesos para liberarse de las trampas. Digo bien procesos, porque no hay trucos mágicos ni recetas milagrosas. Toda transformación de uno mismo implica un trabajo, es decir, una atención, o aplicación, durante un cierto periodo, con etapas, ritmos y estaciones propias de cada cual. Por esta razón, porque hay trabajo, y trabajo individual, personal, a menudo solitario, es por lo que no siempre es cómodo. La consciencia de la trampa y de su funcionamiento da la libertad, ya sea de liberarse de ella, ya sea de elegir quedarse en la trampa porque sus beneficios secundarios son suficientemente interesantes. Se denominan «beneficios secundarios» las ventajas ocultas de un comportamiento, creencia o pensamiento. Tales beneficios se llaman «secundarios» porque no aparecen conscientemente en el primer grado de nuestra comprensión. La persona que se extenúa en el trabajo o el padre que hace demasiado por su familia son ejemplos típicos: el uno y el otro no pueden más de cansancio y de hartazgo, y, sin embargo, no cambian nada en su comportamiento. Han caído en una trampa cuyo beneficio secundario –inconsciente, por supuesto– es sentirse valorados y creerse indispensables: ¿qué sería de ellos si dejaran de hacerlo todo, si se contentaran con hacer un poco menos? Se trata aquí de la trampa del hacer, que consiste en encontrar toda la identidad personal en lo que se hace, no en lo que se es. Y esto no es ningún juicio, sino una mera constatación de que estas actitudes suelen ser fuente de grandes incomodidades. Tomar conciencia de ello permite elegir salir de esa trampa o permanecer en ella. En los capítulos siguientes vamos, pues, a explorar diferentes trampas del pensamiento y el comportamiento. Pero antes de hacerlo quiero recordar rápidamente cuatro elementos del proceso de la comunicación no violenta (CNV) establecidos por Marshall Rosenberg. — 27 —

Breve recordatorio de los elementos básicos de la CNV En mi anterior libro, Deja de ser amable; ¡sé auténtico!, exponía detalladamente la articulación práctica de la comunicación no violenta, tanto en la expresión personal como en la escucha del otro, y daba numerosos ejemplos para ilustrarla. Presento aquí un «resumen del resumen» con intención de facilitar la lectura de este libro.

OBSERVACIÓN NEUTRA (O): OBSERVAR SIN JUZGAR

Es raro que logremos observar una situación, escuchar una conversación o constatar un pensamiento sin juzgar e interpretar de inmediato. Es raro, pues, que estemos en contacto con la realidad tal como es objetivamente. Es mucho más frecuente que estemos en relación con la realidad tal como creemos que es o tememos que sea. Muchos malentendidos y violencias se inician ahí, en nuestra manera misma de entablar el diálogo con el otro o de entrar en contacto con la realidad. El trabajo consistirá en quitar el filtro de nuestras creencias y prejuicios, así como de nuestras emociones parásitas. Ejemplo: • (juicio) «Has vuelto a llegar tarde...». • (observación neutra) «En mi agenda pone que habíamos quedado a las ocho, y son las ocho y media».

SENTIMIENTO (S): SENTIR SIN INTERPRETAR

Solemos estar confundidos en lo que concierne a nuestros sentimientos y a nuestras necesidades. Además, utilizamos a nuestro pesar, sin darnos cuenta, un lenguaje que agrede o que, en cualquier caso, no invita al otro a responder tranquilamente a nuestra demanda. Ejemplo: • (sentir interpretando) «Me siento verdaderamente manipulado y traicionado por ti». • (sentir sin interpretar) «Me siento triste y desalentado». — 28 —

NECESIDAD (N): DIFERENCIAR NUESTRAS NECESIDADES FUNDAMENTALES DE NUESTRAS APETENCIAS, DESEOS, DEMANDAS Y ESTRATEGIAS DE ACCIÓN

Rara vez tenemos conciencia de tener necesidades ni de que es preferible expresarlas claramente antes que agredir al otro; tampoco tenemos conciencia de que nuestras necesidades nos pertenecen, que el otro no es la única persona que puede satisfacerlas, y que no hay más que una sola solución para ocuparse de ellas. Ejemplo: • (necesidades no comprendidas) «¡Ha llegado el momento de que cambies y aprendas educación!». • (necesidades comprendidas) «Necesito que se respete mi manera de ocupar mi tiempo, y necesito seguridad en la organización de nuestro trabajo; por lo tanto, que me tranquilices sobre el hecho de poder contar contigo como estaba previsto. Necesito también comprender si has tenido un contratiempo». DEMANDA O ACCIÓN (D/A): FORMULAR UNA DEMANDA CONCRETA, POSITIVA, REALIZABLE Y NEGOCIABLE O REALIZAR UNA ACCIÓN, Y QUE TANTO UNA COMO OTRA CONCRETEN NUESTRA NECESIDAD

Solemos esperar que los demás comprendan nuestras necesidades, aunque no las hayamos expresado o, si las hemos expresado, no hayamos formulado una demanda clara. Nos quejamos a menudo al constatar que nuestras necesidades no son satisfechas, aun cuando, personalmente, no hemos realizado acción alguna para atenderlas. Ejemplo: • (demanda no expresada) «¿...?» (Hay pocas posibilidades de que la reacción de la otra parte sea agradable y constituya una respuesta satisfactoria a nuestra necesidad). • (demanda clara) «¿Estás de acuerdo en hacerme partícipe de tus sentimientos y tus reacciones con respecto a mis necesidades?». (Esta actitud permite entablar diálogo sin haber agredido al otro ni renunciado a ser uno mismo). En CNV distinguimos las necesidades (N) de las demandas (D) o las acciones (A) que realizamos para satisfacer esas necesidades. Nuestras necesidades fundamentales son constantes: del ali— 29 —

mento a la pertenencia o del reconocimiento a la libertad, vivamos lo que vivamos, portamos en nosotros estas necesidades, satisfechas o no. (Remito al lector a la lista de necesidades que figura al final de mi primer libro). Nuestras demandas cambian en función de las circunstancias, la naturaleza de nuestro interlocutor, nuestras apetencias y nuestros deseos del momento. Así, tenemos necesidad de amor, pero no hacemos la demanda amorosa a todo el mundo, e incluso a veces estamos muy deseosos de estar solos. Para una misma necesidad de amor podemos hacer una demanda de proximidad (diálogo o ternura) o de alejamiento (soledad o retiro). Siempre tenemos necesidad de ser alimentados; sin embargo, no siempre tenemos ganas de comer y, cuando nos apetece, podemos desear pollo, por ejemplo, o bien un pastel de chocolate. Como todos los seres humanos tienen las mismas necesidades fundamentales, aunque ciertamente no las expresan siempre con las mismas demandas o acciones, la CNV nos propone que encontremos ante todo un terreno de entendimiento en el plano de las necesidades, antes de considerar las soluciones en términos de demanda o de acción. Gran parte de la violencia que hay en nuestra vida nace de nuestras prisas por resolver los problemas y encontrar soluciones sin habernos tomado tiempo para verificar bien, de entrada, cuáles son todas las necesidades implicadas. Recordatorio de cuatro trampas en la comunicación identificadas en CNV Quiero ahora igualmente hacer un rápido recordatorio de las cuatro trampas en la comunicación identificadas en CNV y que son propias de nuestros hábitos comunicativos. Las exploro también en Deja de ser amable; ¡sé auténtico! y las recuerdo aquí para hacer un paralelismo. Efectivamente, esos mismos cuatro hábitos tramposos que nos inducen a ser violentos, a pesar nuestro y de nuestras buenas intenciones, nos impiden igualmente ser felices. PRIMERA TRAMPA: EL JUICIO, POSITIVO O NEGATIVO

El juicio nos encierra en una visión estática de la realidad; ahora bien, la realidad está siempre en movimiento; es, pues, dinámica. — 30 —

El sufrimiento suele nacer del hecho de que al juzgar no estamos en contacto con la realidad tal como es, sino más bien con lo que creemos que es, lo cual puede ser muy distinto. Juzgar a los demás, decirles cuatro verdades, suele ser más cómodo que ver conscientemente lo que ocurre en nosotros. En un taller de formación en CNV estábamos trabajando sobre el punto 1 del proceso, es decir, la observación (O), que consiste en observar sin juzgar. Para hacerlo, pedí a los participantes que me nombraran una situación o unos hechos incómodos de vivir, sin juzgarlos. Jeanne propuso una situación personal: «Mi hija de catorce años está negativa». Todos los participantes se rieron, y Jeanne no entendió por qué. Una participante le explicó: «No has nombrado los hechos tal como son; has dado tu lectura personal, juzgando a tu hija». Jeanne le respondió: «¡Desde luego que no! Te juro que es así: mi hija está negativa». Necesitaría algo de tiempo para darse cuenta de que, efectivamente, emitía un juicio hablando así. Por el momento, Jeanne no lo percibía. Le propuse entonces que nombrara los hechos objetivos que la llevaban a ese pensamiento juzgador, y ella acabó diciendo: – Lo que ocurre es que, desde hace dos meses, vuelve del colegio diciendo: “¡Estoy harta del maldito colegio!¡Son todos unos gilipollas!». – ¿Cómo te sientes tú cuando oyes a tu hija decir eso? – Indignada. Hay que ser positivo. No ve las oportunidades que tiene con relación a los demás. Entonces la mando a su habitación a hacer los deberes. Pero ella gruñe aún más toda la noche y no me ayuda lo más mínimo en la cocina con la cena. Ya no sé qué hacer... – Entonces, te sientes indignada (S), porque querrías verla más entusiasta y más feliz (N: necesidad de compartir la felicidad). ¿Es así? – Sí, pero no sólo indignada; estoy, sobre todo, triste y preocupada por el futuro. – ¿Triste e inquieta (S), porque querrías tener la seguridad de que podrá superar este momento y encontrar más alegría de vivir (N: necesidad de confiar en los recursos del otro)? – Eso es; tengo miedo de que se vuelva depresiva. – Además de tu necesidad de saberla más entusiasta y feliz, y de tu necesidad de tener la seguridad de que cuenta con recur— 31 —

sos para superar ese estado actual, ¿no tendrías necesidad de comprender a tu hija, de comprender por qué dice esas cosas y reacciona de ese modo? – Sí, tienes razón. (Jeanne sonríe tomando conciencia de que hasta ahora no se ha preocupado por comprender a su hija). Me gustaría mucho comprender. – ¿Qué podrías decir o hacer para ocuparte de tu necesidad de comprender a tu hija? – No lo sé ... (Duda). Quizá preguntarle... (También ahora Jeanne sonríe al caer en la cuenta de que ni siquiera se le había ocurrido una cosa tan sencilla como ésa). Este taller se escalonaba a lo largo de varios días, con una semana de intervalo. Jeanne volvió la vez siguiente mucho más contenta. «¡He trabajado mi situación en vivo! Cuando mi hija volvió del colegio y me dijo, como de costumbre: “¡Estoy completamente harta del colegio! ¡Ahora es el profesor de mates! ¡Verdaderamente, son todos unos coñazos!”, me contuve para no mandarla a su cuarto y me atuve a mi necesidad de comprender. Me senté a su lado a la mesa de la cocina y le pregunté si había algo verdaderamente desagradable que le ocurriera en el colegio y que la enrabietara hasta ese punto desde hacía tiempo. Ella se sentó también y me explicó detalladamente que no aguantaba más ser el blanco de las burlas de sus compañeros cuando hacía una pregunta. Me dijo también que le costaba seguir las clases y que se sentía sola e incomprendida por todo el mundo. Además, ahora el profesor de matemáticas ya no quería detenerse a darle las explicaciones que ella le pedía. Después de media hora en la que verdaderamente me contó todo lo que sentía, parecía aliviada, y fue ella misma quien me dijo: “Gracias, mamá. Ahora tengo que hacer los deberes, así que me voy a mi habitación”. El colmo es que, hacia las siete de la tarde, ¿a quién creéis que vi bajar a la cocina para preguntarme si necesitaba ayuda? ¡A mi hija!».

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Tiempo, tacto y cariño

COMENTARIOS

1. En tanto Jeanne juzga a su hija, se distancia de lo que está viviendo en sí misma (en ese momento, su necesidad de comprender a su hija, aunque no le guste su actitud). Se distancia igualmente de lo que está viviendo su hija (su necesidad de ser escuchada y aceptada en su rebelión, y de hacer partícipe a su madre de lo que ella vive, sin críticas ni rechazo ni juicio, y quizá incluso sin consejos). Como lo que está viviendo en la relación no es acogido ni respetado, la relación sufre y es dañina. Detenerse, sentarse y hablar de lo que duele no es forzosamente cómodo. 2. Es aceptando escucharse a sí misma como Jeanne puede abrirse a su hija y escucharla. Al principio, como es natural, la escucha en sí misma es muy incómoda para ella. Reflexionando más profundamente sobre el hecho de que ella no hubiera pensado en preguntar a su hija lo que no iba bien, Jeanne toma conciencia de que siempre se ha prohibido a sí misma las quejas: «En mi familia no se admitían los caprichos, uno no se quejaba». Por tanto, es incapaz de abrirse al sufrimiento de su hija; sufrimiento que considera una queja caprichosa. El taller le permite tomar conciencia, poco a poco, de que nombrar algo que no marcha no supone forzosamente emitir una queja caprichosa. 3. Si, a continuación, la hija va a ofrecer motu proprio ayuda a su madre, no es por arte de magia; yo diría que es algo casi mecánico, en el sentido de la mecánica de los fluidos. La madre recibe lo que da. Pongámonos en el lugar de la hija: está indignada por lo que ocurre en el colegio, está más que harta de sentirse sola y rechazada, se siente al borde del desánimo... Llega a casa, y su madre le manda ir a su cuarto diciendo: «Sé positiva, estás demasiado consentida, no ves la suerte que tienes». Es lógico que su madre sea la última persona a la que le apetezca ayudar. Se encierra en su habitación y en su enfado, y juega con su poder de dejarla desgañitarse en la escalera llamándola para cenar... Pero si vuelve a casa — 33 —

y mamá está disponible para sentarse con ella, si se interesa verdaderamente por lo que ella vive y la escucha sin espantarse ni impacientarse, y sin pretender de entrada resolver el problema, su respuesta será completamente distinta. Se sentirá comprendida y acogida en su indignación; se sentirá ya menos sola; la vida tendrá mejor sabor en esa mesa de la cocina con ese ser que le permite abrir su corazón. ¿Qué hará? Pues en cuanto acabe los deberes, bajará a ese lugar acogedor donde puede vivir a corazón abierto. ¿Ves lo que quiero decir con la mecánica de los fluidos? 4. Evidentemente, esto no siempre transcurre tan bien. En esta clase de situación, la hija puede encontrar sospechosa la nueva actitud de su madre y encerrarse aún más en sí misma, lanzando un «¡Ya vale, eh! ¡No practiques conmigo tu psicología barata!», que no será fácil de digerir. Las dos necesitarán tiempo, tacto y cariño para ir, poco a poco, acercándose la una a la otra. Segunda trampa: las creencias, positivas o negativas Nuestras creencias también nos encierran, casi siempre inconscientemente, en una visión de la realidad que no forzosamente es la realidad. Suelen ser consecuencia de un sufrimiento y constituyen un mecanismo de protección. Por ejemplo, si una joven ha sido agredida o traicionada por un hombre, se protegerá durante mucho tiempo, proyectando sobre todos los hombres que conozca a lo largo de su vida una imagen de agresivo o de traidor. Estará atrapada en su creencia, lo que sin duda le impedirá tener una relación amorosa duradera, impregnada de distensión, ternura y confianza; y podrá padecer esto largo tiempo si no toma conciencia del sufrimiento que ha desencadenado el mecanismo de protección. Esa toma de conciencia nunca es cómoda, porque lleva a volver a pasar por ese pasado que no ha sido superado y a revivirlo. En un piso de mi propiedad, tenía a una inquilina, Chantal, cuyo contrato llegaba a su término. Como yo quería arreglar el piso y darle otro destino, le indiqué a Chantal que llegaba el final del contrato, por lo que no habría renovación. Tuve el cuidado de decírselo de palabra, y después confirmarle mi intención por escrito, para respetar las formas legales. Chantal, que se ga— 34 —

na bien la vida, no tenía problema alguno para encontrar un nuevo piso. Por mi parte, como estaba pagando la hipoteca de ese piso, me resultaba muy importante la regularidad del alquiler. Pues bien, Chantal suspendió de inmediato el pago del alquiler, seis meses antes de la finalización del contrato. ¡Buena oportunidad de practicar la comunicación no violenta! Por lo tanto, la escuché, le manifesté mi empatía y mi sincera comprensión de su tristeza por tener que dejar el piso y le hice partícipe, al mismo tiempo, de mi necesidad de que se respetaran los acuerdos firmados en el contrato, dado que estaban claros los compromisos recíprocos en él expresados. Le hice partícipe, igualmente, de mi necesidad de tener la seguridad de poder pagar la hipoteca. Yo cumplía mis compromisos y quería que ella cumpliera los suyos, es decir, pagar el alquiler y marcharse del piso al finalizar el contrato. Después de habérselo recordado varias veces por teléfono sin resultado, se me acabó la paciencia. Fui a verla y le expresé claramente mi indignación, repitiéndole que mi exigencia se limitaba a corresponderse con la ejecución del contrato, y que no tenía nada contra ella. Y ella explotó: «¡Me estás agrediendo! Seguro que tienes algo contra mí. Es abusivo por tu parte. ¡Vosotros, los hombres, sois todos iguales, y ya he sido suficientemente agredida por hombres en mi vida!». Su ira me lo aclaró todo: al haber sido (o haber creído ser) agredida a menudo por hombres en su vida, no podía verme más que como un ser agresivo desde el momento en que no coincidía con sus propios proyectos. Confundía desacuerdo con violencia, asertividad con agresividad. Proyecta-ba así sobre mí la imagen que ella inconscientemente creía podría protegerla de una nueva agresión. Lo trágico de esta creencia («Debo desconfiar de los hombres porque son agresivos»), como de cualquier otra, es que Chantal creaba lo «Se crea lo que se teme»

que temía. (No conozco al autor de esta expresión, que me resulta muy clarificadora. Le felicito, no obstante, por su hallazgo). Sentí entonces, lo confieso honradamente, la capacidad de — 35 —

ser terriblemente agresivo, incluso violento. Había sido paciente durante meses; había dedicado un tiempo considerable, en mi opinión, a hacer valer una posición que consideraba evidente y legítima; y recibía en plena cara aquella ira que yo calificaría, por ser breve, de histérica, si se me permite este pequeño juicio. (Ejercicio de descodificación inmediata del juicio: cuando digo «histérica», quiero decir que no estoy seguro de que, en su ira, Chantal siguiera siendo consciente, es decir, que conservara la capacidad de seguir a la vez bien centrada en sí misma, en sus verdaderas razones de fondo: confianza, estima y respeto por sí misma, seguridad interior y autonomía con respecto a la opinión ajena, permaneciendo al mismo tiempo a la escucha del otro y sintiendo respeto por él. Es, pues, por resumir por lo que digo «histérica», pero sé que expreso mi necesidad de consciencia, es decir, de poder permanecer conscientes tanto de nosotros como de los demás, aun en medio de una gran ira). Sintiendo, pues, cómo la agresividad crecía en mí como consecuencia de mi dificultad de hacerme comprender y respetar, calibré el riesgo de perder los estribos y pasar a la acción. No me habría sorprendido que, al final de las palabras, nos hubiéramos matado, de no mantenernos en la consciencia. Y, de hecho, necesité muchos esfuerzos de empatía con respecto a mí mismo para permanecer vigilante, consciente e indulgente para con el sufrimiento de aquella mujer, y lograr mantener mi postura sin apiadarme ni agredir en respuesta. Finalmente, vista la carga emocional de nuestro diálogo, le propuse que hablara con su abogado, lo que afortunadamente consideró que era de interés mutuo. Con este último pude, por fin, tratar el asunto más serenamente. COMENTARIOS

1. Soy yo quien interpreta, basándome en lo que ella me dice, que Chantal está atrapada en esa creencia sobre los hombres. Únicamente podría verificarlo hablando con ella; pero, a pesar de mi gran interés por comprender, acepto que no sea posible en este caso. Sin embargo, esa lectura de la realidad me la ha hecho más soportable; me ha permitido también superar el despecho engendrado por el hecho de no haber podido entendernos directamente y aceptar no entenderme con todo — 36 —

el mundo. 2. Si bien la paz en las relaciones con los demás únicamente puede proceder de la paz en la relación con uno mismo, es verdad que esa paz interior hay que hacerla y rehacerla continuamente. Este conflicto me dio, una vez más, la oportunidad de aprender cosas sobre mí y de aportar más paz a una parte de mí que sufría. Adquirí mayor conciencia de que era aún muy dependiente de la necesidad de ser bien comprendido y respetado. Digo «dependiente» porque he visto hasta qué punto podía aún descomponerme o indignarme, hasta el punto de arriesgarme incluso a ser agresivo cuando esas necesidades no eran satisfechas y, en consecuencia, mi bienestar seguía dependiendo del exterior: ser comprendido y respetado por los demás. Ahora sé que quiero poder sentirme profundamente en paz, aunque no sea ni comprendido ni respetado por los demás. Entiéndase bien: no quiero renunciar a mis necesidades de comprensión y respeto; simplemente, no quiero ser dependiente de ellas. ¡Gracias, Chantal! 3. Un buen indicio para localizar una creencia inconsciente: la repetición de la escena. Si te encuentras regularmente en un mismo tipo de situación que te desagrada, molesta o indigna, quizá estés atrapado en una creencia. Acepta sentarte tranquilamente a observarte sin complacencia, y pregúntate qué estás reviviendo. No sé exactamente qué escena revivía Chantal, aunque imaginarla en cierta medida ha aumentado mi comprensión por ella más allá de nuestro desacuerdo. En cualquier caso, he aprendido qué escena revivía yo y con qué creencia se correspondía. Algo así como: «Me siento desdichado por ser incomprendido; no seré feliz, pues, más que siendo perfectamente entendido». Y tal vez sea éste el motivo de que yo escriba un segundo libro: para estar seguro de hacerme entender bien... Como siento ya gran alegría simplemente con escribirlo y, así, comprenderme mejor, puedo constatar que del plomo de mi herida saco el oro de mi alegría. Tercera trampa: el pensamiento binario El pensamiento binario es un hábito de funcionamiento mental que nos hace dividir, separar e incluso poner en oposición con— 37 —

ceptos, ideas, valores, necesidades y sentimientos, en lugar de unirlos o de vivirlos en cohabitación o colaboración, mediante la consciencia complementaria o comprehensiva. El pensamiento binario se pone de relieve en las formulaciones «ya sea / ya sea», «o bien / o bien», «o / o», etcétera, que indican la oposición o separación, o en silogismos simplistas. Por ejemplo: • Oposición o separación: o bien te ocupas de ti, lo cual quiere decir que me olvidas y me desatiendes, o bien me amas, y entonces te ocupas de mí al cien por cien y te desatiendes a ti mismo; o bien temo por mis hijos, por lo que lo controlo todo, o bien confío en la vida y dejo hacer de todo; o manual o intelectual (campesino o ciudadano, homo o hetero, artista o científico, racional o fantasioso, etc.). • Silogismos simplistas: he perdido el uso de las piernas; por lo tanto, mi vida se ha ido al traste. Mi cónyuge va a abandonarme; por lo tanto, seré un desdichado/a el resto de mis días. Como estoy triste porque mi padre se está muriendo, no puedo disfrutar de estar con mis hijos. Como debo ganarme la vida, no puedo hacer lo que me gusta. Del pensamiento binario se desprende una impresión de división, tensión, carencia, restricción y encerramiento en un callejón sin salida, cuando no es francamente una impresión de muerte, una sensación de que el mundo es una botica en la que todas las realidades están separadas, metidas en cajas y al vacío, en su preciso lugar de la estantería y en un ambiente cerrado. La consciencia complementaria o comprehensiva, por su parte, se enuncia mediante: «y / y», «y al mismo tiempo», «por el momento...», etc. Por ejemplo, por retomar los ejemplos anteriores, el pensamiento complementario se expresaría así: • Siento que me rebelo por haber perdido el uso de las piernas, y al mismo tiempo necesito confiar en mí mismo, pensar que tengo capacidad de pasar por esta prueba y transformar mi vida. • Una parte de mí sufre mucho por perder a mi padre. Al mismo tiempo, siento tanta alegría y agradecimiento por estar con mis hijos... • Por una parte, estoy feliz de que te ocupes de ti; por otra — 38 —

parte, estoy inquieto y quiero sentir la seguridad de ser importante para ti y de que nuestra relación sea, asimismo, importante para ti. • Necesito seguridad en lo que respecta a mis hijos, por lo que tomo tal o cual medida concreta y, por lo demás, necesito confiar en la vida. • Me inclino por lo intelectual en tal o cual materia que me interesa, y por lo manual en tal otro terreno que me apasiona. • Soy un matemático experto en mi trabajo de ingeniero, y soy un actor apasionado en mi grupo de teatro de aficionados. La consciencia complementaria o comprehensiva desprende una impresión de conciliación, unidad, perspectiva, potencial, apertura, libertad y abundancia. Proporciona la sensación de estar en el baño de la vida, de entrar en un jardín frondoso de esencias y especias, con una vista abierta a los alrededores. Cuarta trampa: el lenguaje desresponsabilizador Se trata de hábitos de lenguaje que parecen muy responsables y dignos –«hay que», «debes», «no hay elección», «siempre ha sido así»...– y que, sin embargo, expresan un sometimiento, una sumisión a algo exterior a la persona. Es un lenguaje que no expresa adhesión responsable a un valor o a un ideal, sino ejecución mecánica de una obligación. Se trata del lenguaje de la víctima2 o del esclavo, no del ser-actor de su vida ni del ciudadano responsable. El funcionamiento en esta consciencia es gravoso,

2.

No entiendo víctima en el sentido habitual de quien es objeto de un crimen o de un accidente, sino en el sentido de una postura afectiva o psicológica que consiste en quejarse de todo, sin ver jamás la responsabilidad personal y las propias opciones. Remito con gusto al lector al libro de Guy Corneau, Victime des autres, bourreau de soi-même, que expone de manera muy profunda esta noción, invitándonos a dejar la postura de víctimas para ser actores y cocreadores de nuestra vida. Véase igualmente el monólogo presentado en el anexo titulado «La letanía de la víctima».

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opresivo, doloroso, sin perspectiva ni libertad. Detrás de todo «hay que» hay un «yo querría» o un «yo tengo verdadero interés» que nos reconectan con la vida y cuya consciencia es infinitamente más ligera y abierta, aunque no sea ni fácil ni cómoda de clarificar. Ciertamente, no siempre hacemos lo que verdaderamente nos gustaría hacer. Sin embargo, el hecho de ser conscientes de que es nuestra capacidad de decisión y nuestra libertad las que ejercemos, aunque sean incómodas y poco gratificantes, es fuente de bienestar interior. Desarrollaré más ampliamente esta idea cuando aborde el tema del deber y el amor.

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