Sentido a Tu Vida

May 5, 2017 | Author: Jose Manuel Delgado Silva | Category: N/A
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Sentido a tu Vida

Ayuda Libros

Pablo Córdoba

Cómo darle

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Córdoba, Pablo Rubén Cómo darle sentido a tu vida. - 1a ed. - Córdoba: Ayuda Libros, 2011. 90 p. ; 23x16 cm. ISBN 978-987-26692-0-1 1. Espiritualidad. I. Título COD 248

Corrección Literaria:

Emilio Moyano

Corrección Narrativa:

Marisa Carabello [email protected]

Diseño Tapa e Interior:

www.manifesto.com.ar

Fotografía Tapa:

Alejandro Parada www.alejandroparada.com

Nota legal ISBN: 978-987-26692-0-1 Hecho el depósito ley 11.723 derecho de autor. Todos los derechos reservados. Queda expresamente prohibida su reproducción total o parcial, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o medio, sea electrónico o mecánico, impresión gráfica, digitación u otros métodos con fines comerciales o sin ellos, sin la autorización expresada por escrito del autor. Su infracción está penada por las Leyes 11.723 y 25.446. Se permite su reproducción, sólo de manera parcial del contenido de este libro, siempre que se cite a Pablo Córdoba, como autor y a www.pablocordoba.com como fuente y se mencione a “Cómo darle Sentido a tu Vida”, como título del libro.

Pablo Córdoba Tu amigo escritor

Cautivará tu corazón. Aprenderás de su rica experiencia de vida. Te hará pensar, llorar y reír. Pero sobre todo te ayudará a descubrir cómo resolver los problemas importantes de tu vida. Despertará lo mejor de ti. Te llevará hasta lo más alto, te hará tocar el Cielo con las manos y dejara en tu alma una sonrisa. Una persona que cuando te habla te mira a los ojos, cuando te saluda te aprieta la mano y cuando lo lees… te acaricia el corazón. Pablo Córdoba, un escritor que vale la pena conocer. ¡Deja que se convierta en tu amigo escritor!

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Cómo darle Sentido a tu Vida | Pablo Córdoba

Descubre Cómo Libros para Pensar y Aprender En las frías tierras de Alaska, Estados Unidos, hace mas de veinte años, Pablo Córdoba recibió la inspiración que cambiaria para siempre su vida, y la de todos los que en algún momento, se verían tocados por su mensaje. Todo comenzó con un monólogo, escrito por aquel escritor en ciernes y protagonizando por un joven que luego de haber fallecido, regresa para hablar a sus seres queridos sobre la existencia de Dios, los ángeles, del Cielo y del infierno. Había llegado el tiempo de retornar a su país, pero como toda gran historia, la de Pablo tenia que superar grandes pruebas. Fue entonces que al no tener medios para obtener su ticket de regreso, movido por una fuerza desconocida para él, presentó su monólogo en un concurso teatral y, para su asombro, resultó ganador del Primer Premio. El galardón era una importante suma de dinero. Justo la cantidad que le faltaba para completar su ansiado ticket. Y así Pablo pudo regresar a su hogar. Veinte años después, vuelve a darle vida al joven mensajero de esperanza convirtiendo el monólogo en la saga: “Descubre Cómo” relatos novelescos que podrás escucharlos como Audio-libros o leerlos en su versión digital - PDF. Libros escritos en lenguaje llano que te ayudarán a resolver los problemas importantes de tu vida. A convertirte en una persona feliz, capaz de amar a tus semejantes, a la vida misma y a Dios. La saga: “Descubre Cómo” se ha convertido en un bello regalo para hacer a nuestros seres queridos. Una manera sencilla de llevar a Cristo hasta sus corazones.

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Cómo darle Sentido a tu Vida | Pablo Córdoba

En este libro:

Cómo darle

Sentido a tu Vida

La decisión está en tus manos ¿Estás cansado de vivir siempre días iguales? ¿Eres realmente feliz o aparentas una felicidad que en realidad no existe? ¿Has caído en la trampa de trabajar todo el día y, lejos de trabajar para vivir, estás viviendo para trabajar? ¿Sabes por qué no has realizado tus sueños, aún? ¿Alguien vacío el manantial de tus buenos deseos? ¿Habrá pasado ya el tren con tus oportunidades? Pablo Córdoba, tu amigo escritor, presenta: Cómo darle Sentido a tu Vida. Una puerta que se abre para sanar tus heridas. Una historia que hará de tus sueños una hermosa realidad.

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Cómo darle Sentido a tu Vida | Pablo Córdoba

Al Sacratísimo Corazón Eucarístico de Jesús. A Cecilia, mi esposa y mejor amiga. A quien necesite darle Sentido a su Vida

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1 Como todos los días sonó el despertador. Todavía dormido extendí el brazo y lo apagué. Con la misma mano encendí la radio. Así comencé mi día: medio dormido, pero bien informado. Sobre la silla estaba todo lo que necesitaba: la camisa, el pantalón, la corbata y los zapatos nuevos. Sólo tenía que asearme, vestirme y salir para el trabajo. Después del tema musical anunciaron el pronóstico del tiempo para esa jornada. Decidí ponerme el abrigo, dejarle el coche en casa y salir en la moto. A los diez minutos, estaba listo: las llaves en el bolsillo, el móvil en la cintura y la billetera en la mano. Como todas las mañanas, pasé a la cocina. Tomé un café y con un “hola” saludé a mi novia, mientras ella abría el refrigerador y se quejaba porque no había leche. Las cosas no estaban tan bien como al comienzo. Había problemas por el manejo del dinero. No quise comenzar la mañana con más riñas, por eso decidí no decirle nada. Me preguntó si, después del trabajo, podía pasar por el supermercado y hacer algunas compras. —Llevamos varios días sin leche y hacen falta algunos artículos de limpieza. Sobre la mesa está el listado— me dijo sin esperar de mí una respuesta. Hacía tiempo que convivíamos. Ambos éramos ya mayores y de común acuerdo habíamos decidido vivir un matrimonio a prueba para ver los resultados. Así comencé la jornada, como todos los días; sin saber que ese no era un día cualquiera, ya que en horas, mi vida cambiaría por completo.

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Soplo sobre ti para transmitirte la paz que llevo conmigo. Yo soy quien vivió esta historia y te la iré contando con preguntas y reflexiones para que le puedas sacar un mayor provecho. ¿Cómo comenzaste tu jornada de hoy? ¿Eres de lo que apagan el despertador y siguen durmiendo y quedan obligados después a hacer todo a las apuradas o eres de los que saltan de la cama? ¿Eres de los que apenas abren los ojos encienden el televisor o la radio? ¿Para qué comenzar el día tan informado? ¿No sería mejor comenzarlo de otra manera? ¿Qué tal con una breve oración? No pretendo meterme en tu vida, ni decirte cómo debes vivir, pero hay personas que por amanecer a las apuradas, amanecen con cara de limón. ¿No serás una de ellas, verdad? Si hoy amaneciste a las corridas... no importa. Mañana tendrás la posibilidad de un nuevo amanecer, ¡no lo dejes escapar! Prueba con esta oración: "Señor mío y Dios mío, aquí estoy". Le damos mucha importancia a nuestra vida exterior (vestimenta, apariencia...) pero somos indiferentes con nuestra vida interior. Por eso nos cuesta tanto ser felices y quitarnos la cara de limón durante el día. Busca por la mañana un momento de soledad y silencio para cultivar tu vida interior. En lugar de entregar los primeros minutos a los medios de comunicación, entrégaselos a Dios. Un momento para agradecer tu salud, sea mucha o poca; para proponerte nuevas metas, celebrar la vida. Recordar los propósitos y pensar en los cambios que a tu vida le están haciendo falta. ¿Cuántas veces en el apuro cotidiano salimos sin saludar a las personas con las que convivimos? ¿No sería mejor saludar a la mañana y tener al menos gestos de cariño con quienes viven en casa? Busca un momento para dialogar, para manifestar afecto, para contar tus necesidades y problemas, para compartir tus logros y alegrías. Para escuchar a tus seres queridos, ya que les hace mucha falta. Avanzarás con la lectura y te irás llenando de optimismo. Si estás dispuesto a cambiar los cristales, al finalizar este relato verás tu vida con otros ojos y, aunque nada haya cambiado, lo verás todo distinto.

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2 Hacía algunos años que trabajaba como productor de servicios en una multinacional. Aún no me habían ascendido. Pero no importaba: tenía empleo. Peor era la calle y la humillación de ser un desocupado más. La empresa era líder mundial en varios rubros, daba ganancias por millones de dólares que vaya a saber uno... en qué se gastaban o quiénes los gastarían. Jamás me había preguntado: ¿Para quién trabajo? Ni para qué trabajaba. Estaba más preocupado por la combinación de colores en mi vestimenta que por encontrar respuestas a estas preguntas. Soñaba con hacer carrera. Lograr un buen pasar económico y forjarme un gran futuro financiero. Quería llegar a lo más alto, pero jamás me había detenido a pensar si, gastar mi vida en ese esfuerzo, valdría la pena. Después de todo, recibía un salario justo. Justo lo necesario para cubrir la hipoteca bancaria, las cuotas de la moto y las tarjetas de créditos. ¿Qué otra cosa podía esperar de mi trabajo? Si el trabajo sirve para ganar dinero y para que, con ese dinero, uno se pueda dar con la mayor cantidad de gustos posibles. Mi novia también trabajaba y según habíamos acordado, cada uno decidía sobre sus ingresos y cubría sus gastos personales y entre ambos pagaríamos los propios de la convivencia. Mientras tanto, yo ahorraba para el verano. Un sueño de juventud, que haría realidad antes de llegar a los treinta.

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Y tú, ¿para quién trabajas? ¿Perjudicas a alguien con tu trabajo? ¿Hasta dónde quieres llegar? ¿Será ganar dinero lo único o el trabajo encierra otros aspectos más importantes aún? ¿Vale la pena gastar la vida en forjar una carrera, un éxito empresarial o una fortuna? ¿No hay asuntos más importantes que estás relegando? Si te pregunto por tus aspiraciones. Me dirás que quieres ser feliz. Y si te pregunto, ¿qué haces para lograrlo, cuánto tiempo dedicas a tu felicidad, ¿qué me dirías? Si te pregunto en que gastas la mayoría de tu tiempo. En trabajar, –será seguramente tu respuesta–. ¿Entonces? ¿Deseas ser feliz o solo buscas dinero y hacer carrera? Si te pregunto por tus prioridades, me dirás que primero está la familia y después el trabajo. Pero si te pregunto a quién le dedicas más tiempo, ¿qué me dirías? ¿A quién le entregas tus mejores sonrisas? ¿Con quién eres más paciente, con tu cónyuge, tus hijos o con tu jefe, tus clientes, tus alumnos...? ¿Dónde eres más servicial: en casa o en la oficina? Seguro que si te pregunto por qué sales a trabajar o por qué trabajas todo el día, me dirás que es por necesidad. Y debe ser verdad, pero, ¿qué es lo que realmente necesitas para ser feliz? ¿Vale la pena gastar la vida así? ¿No habrás caído en una trampa? ¿No será que ese trabajo que comenzó siendo full time es ahora full life y lejos de trabajar para vivir, estás viviendo para trabajar? Quieres ser feliz. Te importa la vida afectiva y familiar, cultivar valores, pero te la pasas trabajando, entonces te quedas sin tiempo para ser feliz. ¡Aquí está la trampa! ¿No te parece? ¿De qué sirven la portátil, el coche nuevo... si para pagarlos cediste el tiempo de estar con tu familia? ¿De qué te sirve el móvil, si a cambio has perdido el tiemvttpo para comunicarte con Dios? Siento un gran cariño por ti, aunque no me conozcas. Te amo de un modo superior al amor de la Tierra, por eso te invito a no cometer los errores que yo cometí en vida. ¡Déjate ayudar!

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3 En la compañía lo más importante eran las ventas. Había que vender, vender y vender. Con tal objetivo, desde la sede central se capacitaba a los líderes de cada área en las técnicas para manejar a los productores, asesores o como quieran llamarles, en lo referido a las ventas. El nombre no importaba: todos éramos “vendedores”. La empresa prestaba servicios las veinticuatro horas, los siete días de la semana. No había domingos, días feriados, ni día del trabajador para descansar. No éramos empleados, sino asociados. Formábamos parte de la empresa sin depender de ella. En realidad dependíamos de las ventas. El que vendía permanecía y el que no, se tenía que marchar. Al comienzo del período se establecían los objetivos. Todo se medía según los rendimientos. Quien no producía lo planificado, tarde o temprano, quedaba afuera. Una vez despedido, dejabas de “pertenecer” a la prestigiosa compañía. Te quedabas sin el pin y sin el logo. Sin los cursos en el exterior, sin las tarjeta de crédito y sin la fiesta de fin de año... Toda una tragedia en una sociedad donde las personas valen por lo que poseen, no por lo que son. Donde los éxitos laborales gozan de gran prestigio y los familiares, de ninguno. Pero no importaba si por el trabajo, uno se quedaba sin vida personal, sin cónyuge, sin hijos... Si por lograr el éxito, fracasabas en el amor, a nadie le preocupaba.

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Si para alcanzar tus objetivos laborales has descuidados los personales y familiares... Si por trabajar más horas has cedido el tiempo para estar con tus afectos... tarde o temprano estarás en problemas. Si estás perdiendo comunicación con tu familia. Si has canjeado tus sueños personales por los profesionales, te será muy difícil triunfar en la vida: tener éxito familiar. Ser amado y cuidado en el futuro. ¿No te parece un precio demasiado elevado el que estás pagando? ¿Por qué no buscas un plan de cuotas, un equilibrio donde las exigencias laborales no acaben con tu vida? Me dirás que trabajas todo el día por necesidad, y te creo. Pero todos esos bienes por los que trabajas no te hacen feliz. ¿No será que para poder ser feliz, deberías trabajar en otros asuntos de tu vida y no más horas? Es imperante no perder el trabajo; pero hay otras cosas que estás perdiendo por el trabajo. ¿No es más preocupante haber perdido la fe? ¿Cuántos lo han perdido todo, por dinero, prestigio y logros laborales? ¿No desearás ser uno de ellos, verdad? ¿De que te sirven los bienes, si por conseguirlos pierdes tu vida? “Para que conquistar el mundo entero, si a cambio pierdes el alma”, le decía Ignacio de Loyola a su amigo Francisco Javier, citando al Evangelio. Volver a la calle a buscar trabajo sería fatal. Pero me parece que más triste será si, en el atardecer de tu vida te encuentras desocupado en el amor y con la carpeta curricular de tu vida debajo del brazo. Debes alcanzar un equilibrio entre lo laboral y lo personal, el trabajo y la familia. Armonía y no supremacía de una sobre otra. Trabajo y persona, empresa y familia reconciliados en una misma persona feliz: tú. Confía en el Señor, espera en el Señor. No pierdas la paz, conserva la alegría en el corazón y no desesperes por las cosas que aún no han llegado... Ya han de llegar. ¡Espera en el Señor! ¡Sé fuerte!

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4 Minutos antes de las nueve estaba atravesando la puerta principal para cruzar el hall centrar y pasar mi tarjeta. Así lo hice. El personal de limpieza hacía lo suyo, mientras esperaba el ascensor. Se abrió la puerta. Ingresé junto a dos compañeros y subimos comentando sobre el programa de televisión de la noche anterior. Llegué a mi escritorio, encendí la computadora. Mientras se abría Windows, tomé una moneda y fui por un café. Una de mis compañeras me saludó, mientras yo apretaba el botón de "café sin azúcar". Sobre mi pantalla, aparecía el ícono del Messenger. Desde una ventana de diálogo, una amiga que vive en otro país me decía: "hola", mientras el programa me avisaba quienes estaban abriendo sesión. Revisé mis correos. Nada nuevo, salvo que por momentos me pareció escuchar a una dulce voz pronunciar mi nombre. Después de intercambiar saludos me despedí de mi amiga del Chat. Me disponía a trabajar, cuando sonó el teléfono y se me comunicó de una reunión. Asistí a la junta. Nada que realmente atrajera mi atención, pese a que con mi rostro decía todo lo contrario. Cuando regresé al escritorio, el café estaba frío, lo tuve que tirar. Debía hacer las llamadas de rigor. Comencé con el "speach" vendedor. La mayoría resultaron negativas y algunas favorables. Eso indicaba que las debía seguir haciendo. Otra burbuja de diálogo se desplegó en la pantalla. Era un amigo que me preguntaba cómo estaba. Intercambiamos algunas bromas sobre fútbol, mientras yo fingía estar trabajando. Debía presentar el informe mensual. Acomodé algunos números, escondí los errores, le dí a la nota un sesgo de seriedad y se lo envié a mi supervisor por correo electrónico.

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Es tan inquietante el problema del desempleo que perdimos la capacidad de pensar en el trabajo por sí mismo. Pareciera que lo único significante es tener trabajo. La manera en que trabajamos no parece ser un tema de interés. Pese a que dedicamos gran parte de nuestra vida al trabajo, pocas veces pensamos en la manera en que trabajamos. Piensa en el modo en que trabajas, ¿lo estás haciendo bien? ¿Lo puedes hacer mejor? Generalmente lo valoramos como un medio para obtener dinero, lucimiento personal, consideración social... No le damos otro valor distinto del económico. ¿Y tú, que valor le das a tu trabajo? Es raro que veamos a nuestro empleo, como el lugar donde podemos ser felices y al trabajo, como la actividad donde realizarnos como personas. ¡Todo lo contrario! Por momentos, parece un castigo. Creemos que consiguiendo más dinero o prestigio seremos felices, entonces: trabajamos todo el día para lograrlo. Al finalizar el día nos damos cuenta de que hemos caído en la trampa de la infelicidad. Si trabajas solo por el dinero, si encuentras excusas a la hora de hacerlo mejor, si no buscas la excelencia... Será necesario que cambies porque sólo quien da lo mejor de sí en su trabajo puede ser feliz. Busca el modo de hacerlo bien, de principio al fin. Desconéctate de aquello que te distrae. No dejes crecer los inconvenientes y no entregues nada, sin antes haberlo revisado minuciosamente. Convierte las dificultades en retos, las observaciones en sugerencias, los errores en oportunidades. No te olvides del buen humor. Ríete de ti mismo, de las chapuzadas, de tu orgullo y soberbia. Procura hacer bien, lo que tengas que hacer. Planifica, revisa, corrige, pide ayuda... y te sentirás mejor en tu trabajo. ¿Te parece poco? Sólo así, podrás salir de la trampa de trabajar todo el día para poder ser feliz. Las consecuencias están a la vista: un infeliz a tiempo completo, en casa y en el trabajo. ¡Tú puedes ser feliz, la persona más feliz del planeta! Yo te ayudaré a descubrir cómo. Ya lo verás.

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5 Una de mis compañeras me saludó con un "buenos días". No recuerdo, si le devolví el saludo o si al menos, esbocé una sonrisa. No estaba en mis prioridades el sonreír, salvo si necesitaba algo. No me llevaba mal con ellos, ni era el más querido. Me encontraba en un punto medio. Mis acercamientos dependían de mis necesidades. Los necesito para llegar –he pensado más de una vez– antes de actuar. Tampoco era un inadaptado: participaba de los festejos de cumpleaños, si debía hacer algún regalo por el día del amigo o de san Valentín, lo hacía. No me mostraba como era, sino que exhibía una imagen. Un disfraz de ejecutivo con valores éticos. Cuando en realidad fingía que trabajaba cuando no lo hacía y pasaba parte del día hablando mal de otros. Era de los que creen saberlo todo y hacerlo todo bien. De los que no necesitan de los demás ni de Dios. Un auténtico autosuficiente... por no utilizar otra palabra. Un inmaduro vestido con traje de adulto, que iba por la vida creyendo que nadie ha descubierto sus hipocresías e incoherencias. En fin... mi compañera necesitaba unos datos. Me comprometí a enviárselos antes del medio día. Estaba buscando entre los archivos, cuando otra vez escuché mi nombre, pronunciado por aquella encantadora voz. Alcé la vista, miré hacia los costados. No vi a nadie. Seguí trabajando.

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Cuando pensamos en el trabajo, suele faltarnos iniciativa a la hora de encontrar motivos para hacerlo mejor o para convertirlo en fuente de felicidad personal. Luego nos quejamos de que no hay empleos dignos. Sin darnos cuenta de que somos nosotros quienes le otorgamos dignidad, cuando lo realizamos con profesionalidad y cuando con él, les hacemos el bien a las personas. Es poner a disposición lo mejor –dentro de nuestras limitaciones–, los mejores productos, el mejor servicio, la mejor atención. Es pensar en los destinatarios, atentos a lo que necesitan y esperan recibir. Es respetarlos, escucharlos, hablarles mirándole a los ojos. Hacer que se sientan valorados. Es cuidar las palabras para no ofenderlos. Tratarlos con espíritu superador y no de superioridad. No importa el prestigio del cargo o la valoración social de la tarea; sino el modo en que la ejecutas y el bien que hagas a través de ella. Trabajando así comenzarás a sentirte feliz en tu lugar de trabajo. Entonces lejos de ser una obligación que te sirve sólo para conseguir dinero, lo habrás convertido en la fuente de tu felicidad diaria. ¿Hay alguien a quien no le hablas o evitas? Como no lo podrás cambiar, ponte en sus zapatos y, cuando lo comprendas: ¡cambia tú! Deja de hablar mal de él. Ayúdale a ser mejor, pero no con palabras, sino con tu amistad. Si tienes amigos en tu lugar de trabajo: ¡cultiva esas amistades! No esperes que te llamen ellos, llámalos tú. No esperes que se interesen por ti; interésate tú por ellos. Y, cuida algo muy importante: la fidelidad. Es necesario que descubras que puedes ser feliz en tu trabajo. Después de todo, te pasas el día trabajando, ¿o quieres ser un infeliz la gran parte de tu día? ¿Podrías ganarte un nuevo amigo? ¿Tienes alguna reconciliación pendiente por hacer? ¡Vamos! hazla pronto que, para vivir mejor necesitarás estar rodeado de amigos y no de adversarios.

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6 Había transcurrido la mitad de la mañana, cuando volvió a sonar el teléfono. Era mi supervisor para hacerme unas preguntas sobre el informe. Mientras le respondía, revisé mi casilla de correos. "Tómate un tiempo para soñar", decía el asunto de uno de los e-mails. El nombre de un amigo figuraba en el remitente. Hice doble clic y las imágenes y los textos comenzaron a desplegarse. "¿Te has tomado un minuto hoy, para pensar en Dios?" –decía la primera de las diapositivas–. Llevé mi mano al teclado de la computadora y de prisa, le di un golpe a la tecla “Enter”. "¿Por qué no haces una pausa y miras en tu interior? –decía la otra placa mientras de fondo las imágenes de personas apuradas cubrían la pantalla. Otra vez el “Enter”. "Te está buscando con su mirada" –decía la tercera–, mientras los ojos de Cristo, se clavaron en los míos. Es demasiado –pensé para mis adentros y presioné la tecla Escape para poner punto final a la incómoda presentación, pero nada. Acudí al mousse para cerrar la pantalla. Él me seguía mirando. Entonces opté por resetear la computadora y que todo volviera a la normalidad. Así sucedió. Otra vez los íconos, fueron ocupando su lugar. Estaba un poco nervioso, comencé a respirar con agitación. Sentí algo de transpiración en mi camisa. Levanté la vista para ver si mis colegas habían notado algo. Uno de ellos me preguntó si estaba bien. Con una amplia sonrisa, le dije que era uno de los mejores días de mi vida. Él regresó a su escritorio. El resto no notó nada.

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"Trabajo todo el día. No tengo tiempo para hacer reflexiones en mi trabajo. Menos para ir a la Iglesia a rezar..." Suelen ser algunas de las excusas que utilizamos para decirle a Dios que no. No me molestes. "No tengo tiempo" –le decimos con indiferencia–. no tenemos es deseos de dedicárselo a Dios.

Tiempo tenemos, lo que

Para tener una vida espiritual no se requiere de tiempo extra. No es necesario recitar oraciones de memoria ni pasarse el día en el Templo. Rezar es hablar con Dios de tus cosas: de tus preocupaciones y problemas. Sobre tus miedos, tus contradicciones; pero también de tus logros, tus alegrías, de tu día a día, en otras palabras. En cualquier situación laboral puedes establecer diálogo con Dios. Toda tarea honesta, ofrecida a Él, puede transformarse en oración. Trabajar con amor es un modo muy eficaz de orar. Tu lugar de trabajo, donde están tus compañeros, tus aspiraciones, tus intereses y problemas, puede ser el lugar de encuentro con ese Dios que te ama infinitamente y te espera. Estando en la calle, la oficina, el taller, la escuela, el hospital o en el campo... En medio de las ocupaciones diarias podemos encontrarnos con Cristo y hablar con el Amor de los amores, a solas. Con tener a mano un crucifijo, una imagen que te recuerde a Jesús, será suficiente para que, con solo mirarla, te comuniques con Él y puedas contarle de tus alegrías y problemas. Eso es rezar. ¿No late tu corazón al saber que te está esperando en la oficina, en el aula, en el mostrador o en tu casa? ¿No te ilusiona saber que podrías descubrir a ese Dios que está escondido en tu lugar de trabajo? Tu actividad puede convertirse en oración. Tu lugar de trabajo en lugar sagrado, donde tu corazón se encuentre con el corazón de Dios. A partir de entonces, empezarás a vivir mejor. ¡Mucho mejor! ¿Por qué no pruebas? Busca una imagen de Cristo y en la intimidad de tu cuarto mírala a los ojos. Dile lo que piensas, que estás enojado con Él o con su Iglesia... lo que sientas. ¡Háblale con el corazón! Llévala al trabajo. Lleva a Cristo contigo en el coche, en el autobús… y al llegar, guárdala en un cajón o déjala sobre tu escritorio. Durante el día, échale una mirada; y lo más importante: deja que Él te mire a los ojos. ¡Deja que le hable a tu corazón!

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7 Miré el reloj. Era tarde, pero igual decidí salir a visitar a los clientes. Mientras esperaba el ascensor sonó el teléfono celular. Era mi madre que me preguntaba "cómo estaba." Estoy ocupado, mamá –dije en tono serio– y le pedí que me llamara luego. Tengo un regalo para ti –me respondió con premura– ¿podrías pasar por casa? Hace varias semanas que no sabemos nada de ti. No le contesté. Se quedó esperando en silencio. Pasado unos segundos comprendió que no estaba dispuesto a seguir conversando. Sin cambiar el tono de voz, me pidió que me cuidara. Lo del regalo, era solo una excusa. Ella quería que pasara por su casa a darle un beso. Ha pasado mucho tiempo, pero aún perdura en mi recuerdo el tono dulce de su voz. Antes de que insistiera le prometí que: al regresar a mi casa la llamaría. Ella se despidió con un: te quiero. Yo acabé la comunicación y guardé el teléfono en su estuche. ¿Cómo olvidar su sonrisa? ¿Cómo olvidarme del cariño que me ofrecía? ¿Cómo olvidar su mirada? Ninguna otra persona volvió a mirarme de esa manera. Ha pasado el tiempo… No recuerdo si aquella noche, al regresar a casa la llamé. O si al menos antes de acostarme a dormir pensé en ella o elevé una corta plegaria. No lo recuerdo. En cambio recuerdo su rostro, sus ojos cansados, cuando con cariño me decía: ¡cuánto te quiero, hijo mío! ¡Cuánto te quiero!

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Algún día la mujer que te trajo al mundo, aquella que cuidó de ti, la que enjuagó tus lágrimas y te escuchó: no estará más a tu lado. De su afecto… sólo quedarán dulces recuerdos. Entonces, cuando no escuches su voz ni puedas mirarle a los ojos... Cuando sus manos ya no te acaricien... y no recuerdes si le hiciste la llamada que le prometiste, recordarás su sonrisa y tus ojos se llenarán de lágrimas. ¡Sería muy triste que en ese momento quieras darle un beso y no puedas! Pero más lamentable será aún, si ahora que puedes besar a tu mamá… no lo haces.

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8 Después de ver a los clientes, regresé a mi oficina. Eran las siete de la tarde de un viernes frío, aunque soleado. El final de una larga semana laboral y el comienzo de un fin de semana con buen tiempo. Estaba cansado y aturdido. Mi supervisor no volvería. Me incliné hacia atrás y puse punto final a la jornada. Revisé el escritorio y decidí dejarlo como estaba: desordenado. Me levanté, tomé mis llaves, me calcé el móvil y apagué el ordenador. Había llegado el momento de ponerle punto final a la jornada de trabajo. Así lo hice. No recuerdo ahora, si cuando dejé la oficina saludé a mis colegas o si me despedí del personal de seguridad. Sus presencias poco y nada me importaban. Con el tranco apurado emprendí el regreso. A cada paso crecía el deseo por encontrarme con ella. Lo primero que hice al entrar, fue buscarla con la mirada. Allí estaba, en el mismo lugar donde la había dejado esa mañana. Rápidamente fui a su encuentro. Con la punta de los dedos la acaricié. Saqué las llaves del bolsillo, me incliné ante ella, tomé entre mis manos el candado y en un abrir y cerrar de ojos le quité la cadena. Me puse de pie y caminé por uno de sus costados. Saqué el paquete de cigarrillos, lo abrí, me llevé uno a la boca y lo apreté entre los labios. Muy pero muy seguro de lo que estaba haciendo, até el casco en la parrilla trasera. Me adelanté y le hice otra caricia. La miré una vez más y me puse la chaqueta. Cuando terminé de pasar el último botón, tomé el manubrio y con un atlético movimiento quedé arriba de ella. Acomodé el cuerpo y le di contacto.

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¿Te parece saludable terminar la semana cansado y aturdido para obtener a cambio dos días de diversión y euforia? Un fin de semana de fútbol, juerga, películas, salidas, diversión y amigos... Muy bien; pero, ¿y Dios? ¿Para cuándo? Ten cuidado, no vaya a ser que, fingiendo estar seguro de lo que estás haciendo, ates tu casco en la parrilla trasera. El fin de semana fue pensado para descansar y para restablecer tu relación con Dios. Pero llega y explotan los eventos familiares y sociales. Cumpleaños, casamientos… parecen robarnos el tiempo para descansar. Aprende a decir que no. Goza de las fiestas sin caer en excesos de comidas y de bebidas, sin extenderte demasiado en el tiempo, para que al día siguiente no estés mal humorado o cansado. Encuentra tiempo para actividades placenteras: leer, jugar con tus hijos, andar en bicicleta o hacer volar cometas. Tiempo para la música, los paseos y reparadores descansos. ¡Busca cosas sencillas que no te insuman demasiado tiempo ni dinero! Pero cuidado no hagas del deporte o del hobby algo sagrado. ¡Que no se convierta en una nueva obligación, en otro compromiso social más! ¡Primero la familia, después el deporte, el hobby y los amigos! El tiempo libre es para vivir, para crecer, para aprender, para descansar y recuperar fuerzas; en definitiva, un tiempo donde debes enriquecerte como persona y nunca aislarte de tu vida familiar. Debemos aprender a vivirlo: planificándolo, organizándolo, para no perderlo. Es algo que por ser escaso es muy valioso, por eso debemos aprovechar bien nuestro fines de semanas y sacar buen provecho de ellos. Mira hacia atrás y verás el camino de reflexión que hemos recorrido juntos. ¡Mira todo lo que has aprendido! ¡Revisa los propósitos! ¡Mantente firme con las decisiones! Aún resta lo mejor de la historia. Hay muchas emociones por vivir. Para el final tengo preparada una sorpresa, una buena noticia para compartir contigo. ¡No te la pierdas!

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9 Se prendió la luz del contacto y yo encendí el cigarro. Mientras expiraba el humo, con estilo de ganador, dejé el motor en marcha. ¡Que felicidad volver a escuchar su rugido entre mis piernas! Ahora que pienso en todo aquello: ¡Qué bien lucía ahí arriba! ¡Qué hermoso sentir el viento acariciando mi rostro! ¡Cuantas emociones bellas! Me sentía importante y poderoso. ¡El dueño del Universo! Tenía todo lo necesario para vivir una vida feliz: pareja, buen empleo, coche... y las vacaciones junto a mis amigos. ¿Cómo no sentirme un ganador? Yo: que no tenía nada en la cabeza ni a nadie encima de ella. Digo nada, refiriéndome al casco, y digo nadie, refiriéndome a Dios. Para el resto era una buena persona que, había alcanzado algunos éxitos y prometía muchos más. Se suponía que sería un buen esposo y en un futuro un buen padre de familia. Vivía un individualismo atroz, buscando siempre mi bienestar y mi conveniencia, con pocos valores y alejado de cualquier idea que implicara sacrificarme por los demás. Me consideraba una persona superada, sin complejos con una gran virtud: era sincero. Decía de frente lo que pensaba o sentía, sin importarme el modo ni las circunstancias. Sinceramente no tenía grandes ideales y mis objetivos se reducían todos al dinero, al confort y a llevar una vida saludable. Eso sí: todo en familia. Una familia feliz. Mi mayor ilusión: un futuro de prosperidad y bienestar. Para eso trabajaba todo el día. Estaba siempre ocupado, vivía a las apuradas, pero sin saber para qué vivía, ni hacia dónde iba, en definitiva. Jamás me pregunté de qué se trataba la vida, para qué estaba en el mundo, cuál era la razón de mi existencia. Vivía sin un proyecto de vida, como si estuviera viviendo una vida ya vivida por otro. Cuando tomé conciencia, había cruzado el centro de la ciudad y estaba tocando bocina en la acera de casa, esperando ansioso que mi novia saliera a abrir el portón.

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Cómo darle Sentido a tu Vida | Pablo Córdoba

¿Cuántas veces andamos por la vida con ese aire placentero que tienen los ganadores, sin darnos cuenta de que en realidad, no le ganamos a nadie? ¿Cómo es posible que, por estar subidos a una moto o a un coche nuevo, nos creamos los dueños del Universo? ¿Por qué será que desde la abundancia material nos gusta aparentar una seguridad que no tenemos? ¿Por qué lo hacemos? Así pasamos días, semanas, meses... toda una vida: sin darnos cuenta de que en ese tener todo: tu vida tiene de todo... menos sentido. Y tú, ¿para qué vives? ¿Cuál es el sentido de tu existencia? ¿Cuál es tu Misión en la Tierra? Debes llegar a comprender el verdadero sentido de tu vida. Cuando lo descubras y lo abraces, todo te resultará más sencillo y; aunque nada haya cambiado: lo verás todo distinto, con los brillos propios de un nuevo amanecer. Me he pasado la vida afanado por cosas materiales y vacías; deseando solo tener más y más, sin detenerme a pensar en el para qué de mi existencia ni hacia dónde encaminaba mi vida. ¿Cuál es tu misión? No me refiero a si serás o eres médico, abogado, productor, millonario o exitoso... sino al motivo de tu existir. ¿Lo quieres encontrar? Sigue leyendo que descubrirás el maravilloso sentido de tu vida. ¡Confío en ti! ¡Sé que lo encontrarás. Muchos que escucharon esta historia ya lo han encontrado y hoy son muy felices, ¡viven una vida a pleno como la que pronto estarás viviendo tú. No tengas miedo. No te dejes atormentar por nubes amenazadoras que solo existen en tu mente y en tus recuerdos. Con la ayuda de Dios y con paciencia, superarás todas las situaciones que te agobian. ¿Verdad que te están haciendo bien mis palabras?

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10 Ella salió para abrir el portón, vestida de entre casa, con un yoging negro y una playera blanca. Parecía muy atareada, al menos así lo manifestaba su andar apurado. Aceleré e ingresé al garaje haciendo un leve gesto con mi cabeza. Giré la llave, apagué el motor y descendí de ella, mientras saludé a mi pareja con un "hola". —Veo que no has hecho las compras— me dijo molesta. —¡Qué esperanza! Aún no entré a casa y ya comienzas con los reproches. Además, no iré al supermercado un viernes por la noche. Si quieres ir, ahí tienes el coche—. —¿No quedamos en que harías las compras?— se apresuró a decir. —Sí, –le respondí ofuscado– pero cambié de planes. —Si me hubieras avisado a tiempo, yo las hubiera hecho. Pero si no abres la boca. ¿Por qué no me avisaste por teléfono? ¿Por qué te cuesta tanto comunicarme tus benditos cambios de planes? —Es viernes, ¿no podrías dejarme en paz? –arremetí con ironía. Se detuvo como si le hubiera clavado una daga por la espalda —¿Dejarte en paz? –preguntó enfurecida–. ¿Por qué no me dejas tú a mí vivir tranquila? ¿No te das cuenta que estoy cansada? Además de trabajar todo el día, debo encargarme de las cosas de la casa. —Ese es tu problema, no el mío. –le respondí con impotencia. Otra vez lo mismo: otra más de sus actuaciones –pensé. Todo lo que hacía le molestaba. Decía que no la escuchaba, que no estaba atento a sus necesidades... ¿Pero si no le faltaba nada? No recuerdo si al menos, la miré. Por última vez observé la moto, guardé las llaves en el bolsillo, abrí la puerta del comedor y entré sin decir una palabra.

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Los tiempos han cambiado y la vida familiar moderna dista del estilo de vida de los abuelos. Pero, igual, después del amor, el pilar de las relaciones familiares sigue siendo el diálogo. Eso no ha cambiado. Si por tu parte sólo hay indiferencia, silencios y gritos: tu vida familiar será un infierno. En un ámbito así, te resultará imposible encontrar la paz que buscas. Si quieres vivir mejor: ¡crea un clima familiar agradable! No te prives, en el día a día, de saludar, de acariciar, de besar, de hablar con ternura a tus seres queridos. Yo he perdido muchas oportunidades de vivir feliz por no seguir estos consejos: No esperes que cambie, cambia tú. No esperes una sonrisa, sonríe tú y en adelante, antes de decir: “te odio” o “me quiero separar”, muérdete la lengua. No digas: "él es el problema, no yo”. “No es mi problema, sino el suyo". Ambos están en problemas y entre Ustedes deberán resolverlo. ¿Cómo es posible que aquel ser encantador del que habías enamorado perdidamente, se haya convertido en un monstruo? ¿Dónde quedaron las promesas de verano o el compromiso que asumieron embriagados de dulzura? ¿En qué han fallado? ¿Será la ausencia del compromiso matrimonial la causa del problema? ¿Es lo mismo convivir, que estar casados? ¿Habrá alguna diferencia? ¿Estas dificultades se resuelven con la separación o con el matrimonio? ¿Quién te garantiza que cambiando de pareja se solucionarán tus problemas? No te hago estas preguntas con el fin de atormentarte, sino para ayudarte a reflexionar. Y asegurarte de antemano que tus problemas tienen solución. A través de estos relatos te iré ayudando a resolverlos. Si eres soltero te ayudaré a encontrar el amor de tu vida. Si tienes problemas de pareja, te daré las claves para resolverlos y si quieres recuperar tu matrimonio, te diré cómo hacerlo.

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11 Entré en la habitación, prendí el televisor, después encendí la luz. Tomé el control remoto e hice zapping. Subí el volumen y me tiré de espalda en la cama. Llevé hasta el pecho la rodilla y me quité el calzado. Apoyé la cabeza sobre la almohada y, sin pensar en lo que estaba haciendo, me eché a dormir como los perros. Digo así, porque ni ellos ni yo nos detenemos un momento a pensar, antes de echarnos a dormir. No dedicaba tiempo a pensar en lo que estaba bien o mal. Ya no distinguía entre lo bueno y lo malo. Entre lo que me hacía bien o me hacía mal. Entre lo que mejoraba mi vida o la destruía. Todo era relativo a mi punto de vista. Todo se definía según mi parecer y mi opinión. Nada me molestaba más que me dijeran lo que debía hacer o pensar. Yo mandaba en mi vida. Yo, y nadie más que yo. En realidad yo nunca me quise comprometer con nadie ni nada, por eso no estaba casado. No creía en los grandes ideales ni aspiraba a lo más alto y mejor. No me daba cuenta de que esa vida sin sueños que valieran la pena, sin proyectos a largo plazo, sin sentido, era la causa de mi vacío y de mi tan disimulada tristeza. ¡Vivía anestesiado, por eso no me daba cuenta! Siempre fui católico. Un católico social que iba a Misa en las fiestas importantes; comulgaba, pero sin antes confesarse. Solía rezar por las noches, pero no escuchaba a Dios. Vivía un catolicismo a mi medida. Creía en Dios, pero no le creía a Dios. Tampoco creía en la Iglesia ni en los Curas. Yo ponía las reglas y me daba los permisos según mi conveniencia. Yo decía lo que podía hacer y lo que no. Yo era el dios de mi propia religión. El dueño y señor de mi vida, el único arbitro de mis actos y el juez de mi accionar. Yo, yo, yo... Soy una buena persona –solía repetir convencido–. No mato ni robo a nadie... Tampoco odio ni guardo rencor.

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¿Así que no matas ni robas? Veamos... ¿Y no has matado a Dios, quitándolo de tu vida? ¿No lo estás matando en tu matrimonio y entre tus hijos? ¿No lo matas cuando lo niegas con tu indiferencia, cuando le dices: no me molestes? Yo creía no haber matado a nadie. Luego entendí que lo hice cuando permití que mi novia usara anticonceptivos, cuando usó la pastilla del día después bajo mi consentimiento e ignorancia. ¿No serás cómplice de esas muertes? ¿No eres de los que prescribe estos supuestos "medicamentos", de los que los comercializa, acaso? ¿O el funcionario que los compra para luego repartirlos gratuitamente? ¿Sabías que romper la paz familiar es robar? Mira bien lo que estás haciendo, no sea que antes de encender la luz de tu habitación, estés tomando el control remoto del televisor. No es cuestión de que te “eches” como un perro, por más que estés agotado. ¿No sería mejor pensar en el día que pasó? ¿Ver lo que estuvo bien, lo que hiciste mal, lo que podrías mejorar? Yo descubrí tarde que, ser católico a mi manera, era la mejor manera de ser un no creyente. No está de moda pensar; mucho menos soñar; pero, ¿quién te lo prohíbe? ¡Atrévete a soñar! ¡Sueña con grandes cambios en tu vida, aunque parezcan lejanos: ¡tú sueña! Antes de acostarte, prueba de apagar el televisor... ¡y encender tu vida interior! ¡Echar tus sueños a volar! ¡Recobrar nuevas fuerzas! ¡Volver a tus raíces! ¡Recuperar la fe! ¡Volver al diálogo con Cristo! Tal vez descubras que es hora de cambiar, de pedir perdón, de arrancar aquel vicio, de abandonar a tu amante... Tiempo de tomar la decisión de casarse o de regresar con tu cónyuge. De volver a Misa, de hacer un Retiro y de Confesarte. De tomar decisiones que pongan punto final a tu tristeza y te devuelvan la alegría. Comienza esta noche. ¡Apaga el televisor! ¡Atrévete a soñar; pero deja que Dios sea Dios! No le digas lo que debe hacer con tu vida! Deja que Él te diga lo que debes hacer tú con ella.

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12 La sensación de vacío que siempre me acompañó me invadió por completo. Comencé a respirar con dificultad y a temblar con movimientos exhaustos. Sentí correr un sudor frío por mi cuerpo. Un extraño ardor dejó en mi espalda una herida ardiente. La acidez invadió mis secretos y quemó mi garganta. Sentí que mi alma se quemaba por completo. “Es sólo un mal momento –pensé–. Una horrible pesadilla que terminará cuando despierte”. Pero aquello fue sólo el comienzo. Al ardor le siguieron alaridos de unas personas que agonizantes suplicaban entre tinieblas y el olor a carne quemada. Todo sucedía rápidamente: los gritos, el llanto amargo y el crujir de dientes. Hombres y mujeres desesperados. Sufriendo en forma escalofriante en la soledad absoluta, donde todo era horror y muerte. Miles de malheridos, en un gran campo de batalla, con miradas de inútil arrepentimiento. Es difícil describir la angustia que me causó reconocer el clamor de quienes yo había conocido en vida. ¡Cuánta impotencia! ¡Cuánto dolor causa saber que no se puede hacer nada por liberarlos del infierno! Intenté abrir los ojos, pero no pude ver nada. Me los había quemado el fuego. Busqué las llaves de la moto, palpando en los bolsillos, para huir de ese infierno... Pero fue en vano. Mis manos no encontraron nada; ni el pantalón que tenía puesto, ni siquiera mi cuerpo. Jamás volvería a meter las manos en los bolsillos. Resultaron en vano los demás intentos que realicé por huir de aquel tormento. Nunca había experimentado tanta impotencia.

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¿Será verdad que existe el infierno o es un invento de la Iglesia para dominarnos a través del miedo? ¿Será cosa de niños o de otra época creer en su existencia? ¿A ti qué te parece? Quienes desean vivir sin Dios en la Tierra, pueden hacerlo; pero, ¿dónde seguirán viviendo después de muertos? ¿Dónde van los que desean odiarlo eternamente? ¿Habrá un lugar reservado para ellos? Sí, el infierno. Un estado donde la ausencia de Dios es absoluta, donde todo es terror y muerte. De no existir, éstas almas no tendrían donde vivir. Dentro de esta lógica, ¿no te parece lógica la existencia del infierno? ¿Verdad que sí? Yo pensaba como tú, hasta que descubrí que no es un invento, cuando personalmente lo vi. Cuando escuché aquellos gritos y sentí el penetrante olor a muerto en todo mi cuerpo. Influido por el decir de la gente y la televisión yo viví sin darle importancia a la existencia del fuego eterno. Yo fui uno de los que pensó que era un invento de la edad media y no lo tuve en cuenta. Pero después descubrí que ya Cristo, estando en la tierra, habló con frecuencia del “fuego que no se apaga”, reservado a quienes al fin de sus vidas no quieren vivir junto a Dios. “Estén preparados y vigilando, ya que no saben cuál será el momento. Estén despiertos, ya que no saben cuando regresará el dueño de casa. Puede ser al atardecer, o al canto de gallo o de madrugada. No sea que llegue de repente y los encuentre dormidos. Lo que les digo a ustedes, se lo digo a todos: estén despierto”, nos dice Jesús en Marcos 14, 33-35. No te lo digo para asustarte, sino para que recapacites. Le hablo a tu corazón con palabras que no son de este mundo. Tu corazón me escucha porque sabe que mis palabras son verdaderas y las acepta porque le hacen mucho bien. ¡Deja que me siga escuchando! Te bendigo y soplo sobre ti para que recibas la paz que yo estoy viviendo en estos momentos. ¡No desperdicies tus días! ¡Acércate a Dios! Conoce su paz, ya que cerca de Él, serás muy feliz. Nos estamos acercando al final, a la cima donde solo llegarán los valientes y más audaces. Ellos conocerán la buena noticia que tengo reservada para el final. ¿No estarás por abandonar ahora, verdad?

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13 No sé si todo transcurrió en un instante o si fue una sensación detenida en el tiempo. Ni siquiera puedo definirlo con palabras. Pero seguro que aquello que vi, existe. Y que aún siguen sufriendo esas almas. Como si viajara en una montaña rusa, de pronto, fui trasladado a otro estado absolutamente distinto, donde reinaba la paz y la alegría, donde todo era ternura y sosiego. Sentí una gran serenidad. Me vi rodeado de niños angelicales que corrían y jugaban muy felices a mi alrededor. Una luz radiante, más radiante que el sol inundaba todo de amor y misericordia. Allí comprendí el sentido de mi vida: fui creado para vivir en esa paz eternamente. Si lo hubiera comprendido a tiempo... le hubiera dado el sentido correcto a mi vida. No hubiera sufrido por cosas superfluas y todo hubiera resultado más sencillo. Un instante de conciencia me llevo a preguntarme: ¿Qué habrá sucedido conmigo? ¿Estaré muerto? ¿Dónde está mi cuerpo? ¿Me habrá venido a buscar mi novia? ¿Estará enojada aún? ¿Por qué no escucho los gritos del televisor? Todo esto debe ser un sueño... –pensaba, cuando otra vez escuché la voz que dijo: –Hay mucha dulzura y una inmensa ternura, aguardando por ti. Las maravillas que jamás hubieras podido imaginar te están esperando. Me gustaría decirte ahora quien es, pero no puedo. Mi tiempo ha terminado y debo regresar con mi Padre. En el siguiente libro: “Cómo Encontrarte con Dios”, te contaré de quien se trata. En ese libro te hablaré sobre los ángeles y te llevaré de la mano para que tengas un encuentro de amor con tu Padre del Cielo. Será una de las experiencias más tiernas y sanadoras de tu vida. ¡No te la pierdas!

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Tú también fuiste creado para ser feliz. Para gozar de una dicha que ahora, ni siquiera puedes imaginar. ¡Esa es la razón de tu existencia! ¡El verdadero sentido de tu vida! Ese día tus problemas hallarán solución. Acabarán la angustia y la depresión. La enfermedad, la soledad y la tristeza... habrán desaparecido por completo y para siempre de tu vida. ¡Serás feliz eternamente! Te espera el reencuentro con tus seres queridos. ¿Te imaginas esos besos y abrazos con quienes ya no ves en la Tierra? ¡Hacia aquel encuentro debes encaminar tu vida! ¡Esta debe ser la razón de tu existir! Tu vida debe estar orientada a la felicidad eterna. Dulces melodías, encantadoras sonrisas, tus seres queridos las alegrías del Cielo, te están esperando. Tu misión consiste en llegar a ellas y gozarlas eternamente. Dios permitió que mis palabras entren en tu mente. Él, a través de mi relato te hizo ver lo que debes cambiar y las decisiones que debes tomar. Gracias por tu silencio, por tus lágrimas y tu amistad. Comparte este libro con quienes necesitan ayuda para darle sentido a sus vidas. Ayúdame a llegar hasta ellos. ¡No tengas miedo de regalárselo! ¡Te estarán agradecidos! ¿Quieres saber como continúa esta historia? ¿Será todo un sueño? ¿A dónde estoy en estos momentos? ¿Deseas seguir aprendiendo? ¿Tu corazón pide más? No lo prives de aquello que lo hace feliz. Te doy la buena noticia. Esto es solo el comienzo. El primero de una serie de libros que podrás leer seguidos o por separado. En los próximos encuentros conocerás sobre los ángeles, y tendrás un encuentro con Dios. Aprenderás a superar el dolor. Conocerás las claves para estar siempre alegre. El secreto para encontrar el amor y lo necesario para tener una vida llena de alegrías. Paso a paso, te iré llevando a lo más alto, hasta que llegues a ser la persona más feliz del planeta. ¡Sí, la más feliz del Mundo! Que el Señor te ilumine con su luz, te cubra con las alegrías del cielo y te colme con la felicidad que viene de lo alto. Hasta el próximo libro donde te ayudaré a descubrir: “Cómo Encontrarte con Dios”.

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En el próximo libro:

Cómo

Encontrarte

Dios con

Arriesgarlo todo para ganar

Te gustaría encontrarte con Dios, quitarte las dudas y preguntarle qué pasará contigo... pero no puedes. ¿No te parece que es tiempo de arriesgar? No importa lo alejado que estés de su Iglesia. Si hace tiempo que no vas a Misa o que no te confiesas. Él te espera con los brazos abiertos. “Cómo encontrarte con Dios” Una historia llena de felicidad dónde tu corazón se encontrará con el Suyo, donde expresarás con lágrimas la inmensa alegría de saberte amado por tu Padre del Cielo. Hay ocasiones en las que debes arriesgarlo todo para ganar. “Cómo Encontrarte con Dios”, es una de ellas. El libro número dos, ya está disponible en pablocordoba.com

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Cómo darle

Sentido a tu Vida

La decisión está en tus manos ¿Estás cansado de vivir siempre días iguales? ¿Eres realmente feliz o aparentas una felicidad que en realidad no existe? ¿Has caído en la trampa de trabajar todo el día y, lejos de trabajar para vivir, estás viviendo para trabajar? ¿Sabes por qué no has realizado tus sueños, aún? ¿Alguien vacío el manantial de tus buenos deseos? ¿Habrá pasado ya el tren con tus oportunidades?

realidad.

Cómo darle Sentido a tu Vida. Una puerta que se abre para sanar tus heridas y limpiar tu corazón. Una historia que hará de tus sueños una hermosa

Cómo

Encontrarte

Dios con

Arriesgarlo todo para ganar

Te gustaría encontrarte con Dios, quitarte las dudas y preguntarle qué pasará contigo... pero no puedes. ¿No te parece que es tiempo de arriesgar? No importa lo alejado que estés de su Iglesia. Si hace tiempo que no vas a Misa o que no te confiesas. Él te espera cton los brazos abiertos. “Cómo encontrarte con Dios” Una historia llena de felicidad dónde tu corazón se encontrará con el Suyo, donde expresarás con lágrimas la inmensa alegría de saberte amado por tu Padre del Cielo. Hay ocasiones en las que debes arriesgarlo todo para ganar. “Cómo Encontrarte con Dios”, es una de ellas.

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CómoRecuperar la a

Esperanza ¡No te atrevas siquiera a renunciar! Una enfermedad, un accidente, la pérdida de un embarazo, de un ser querido o el desempleo... Situaciones que nos desgarran el corazón y nos oprimen el alma. ¿Estás preparado para las pruebas de tu vida? “Cómo Recuperar la Esperanza”, una historia para que aprendas a construir algo grandioso, cuando todo parezca haber terminado. ¡Nunca te rindas! ¡No te des por vencido! No importa lo fuerte que haya sido la golpiza. ¡No te atrevas siquiera a renunciar!

Cómo

Ser

Feliz Vida en tu

Los secretos de la Felicidad a tu alcance A lo largo de la historia de la humanidad, quienes fueron felices, han tenido algo en común: conocían los secretos de la felicidad. Juan Pablo II, Teresa de Calcuta, pero también personas sencillas como tus abuelos, sabían qué hacer para ser felices. Y tú, ¿sabes qué hacer para ser feliz? ¿Te gustaría aprender a ser feliz? “Cómo Ser Feliz en tu Vida”, una historia de amor que, desvela los secretos de la felicidad, para que puedas ser tan feliz como las grandes personalidades de la historia.

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Cómo el Encontrar

Amor A morVida de tu

La llave que abrirá la puerta Cuando todo te hace pensar que ya es tarde para encontrar el amor, este libro te demostrará que: ¡nunca es tarde! Hay una llave que abre la puerta que te pondrá de cara al amor de tu vida. ¿Te gustaría poseerla? Cómo Encontrar el Amor de tu Vida, una historia que demuestra que el amor, sigue siendo tu mejor opción, aunque estés cansada de besar sapos o desilusionado del amor.

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