Senderos Rotos

April 20, 2017 | Author: tribades86 | Category: N/A
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SENDEROS ROTOS (Broken Trails) D.J. Redhawk Traducción Libre by TEAM LGM

Sinopsis Lainey Hughes, ex corresponsal de guerra y actual reportera gráfica de la naturaleza, se le ha dado un reto: dirigirse a una apartada región de Alaska para experimentar la vida en la carrera de trineo de Iditarod como una novata conductora de trineo desde la inscripción, pasando por la formación, y en el propio sendero. Pero Lainey tiene un secreto, uno que se ha mantenido incluso a sí misma; ella está rota, de corazón y de alma, desde sus devastadores días informando desde el frente. Scotch Fuller ha estado compitiendo con trinieos de perros toda su vida, y es considerada la principal competidora para ganar el primer lugar en la Iditaod de este año. Ella ama a sus perros, ama a su familia, y amó tan profundamente en el pasado que el sentimiento casi acaba con ella. Estas dos mujeres terminan juntas, cada una entrenando y aprendiendo de la otra, y cada una entendiendo que un sendero roto puede ser reparado, al igual que un corazón.

CAPÍTULO UNO

Marzo "¿ALASKA?" La voz de Lainey Hughes resonó en las paredes de hormigón de color verde pálido. Haciendo internamente una mueca por el abrupto silencio en la sala, miró por encima de su hombro a sus compañeros de viaje, en espera del próximo autobús del pequeño pueblo africano. Ella hizo un movimiento de disculpa con la mano, a la agente de aduana pulcramente uniformada y su guardia armado, y sin preocuparse por su agria atención, se volvió hacia el gastado teléfono público de plástico. "Es marzo, Ben. ¿Sabes lo que significa?" Ella se limpió un hilillo de sudor corriendo por su frente. Incluso con un ventilador rudimentario, el pequeño edificio no podía luchar contra el calor de aquí a lo largo del ecuador. A decir verdad, ella no tenía ninguna otra manera. Benjamin Strauss, director de la aclamada revista cultural Cognizance, dijo: "Esto significa que el torneo Iditarod está en pleno apogeo, y el segundo mejor reportero en el mundo está en el Centro Médico Providencia con una fractura". "No”, dijo Lainey, cerrando los ojos color avellana. Ella dijo en tono de conferencia. "Esto significa que es jodidamente frío, con enormes deshielos de nieve, lagos congelados, y osos en hibernación. No soy para el frío. El único hielo que quisiera ver es el que flota en mi whisky. Y yo no bebo, ¿entiendes?" "Te necesito, Lainey." Ella apoyó la frente contra la pared. "¿Por qué debería hacerlo?" "¿Porque me amas?" Sus labios se contrajeron en una aceptable impresión parecida al gruñido de Marge Simpson. Al parecer, Strauss entendía que estaba en la cuerda floja. "Mira, no es que Henry haya planeado fingir escabullirse. El trabajo no está terminado, yo necesito al menos una docena más de fotógrafos para los corredores que crucen la meta, y algunos que hagan la cobertura del banquete de premiación el Domingo". "Eso no responde a mi pregunta." "Está bien, ¿quieres la verdad?" Su tono se tornó sombrío y Lainey luchó con el deseo de hacer una mueca de nuevo. Cuando él hacía una pregunta como ésa, era mejor no oír la respuesta. Sin embargo, no se amilanó ante el pensamiento de no hacérselo fácil. Ella era reportera independiente, pero no trabajaba gratis. "Sí" "Primero, necesito a alguien del mismo calibre que Henry. Segundo, tú eres la mejor en el negocio. Tercero, que acabas de terminar un trabajo para mí, y ya estás en tránsito, por lo que tus planes de viaje son más fáciles de alterar. Cuarto, que es sólo por dos días, y sabes que te compensaré muy bien por las molestias. Y cinco-…" Lainey se estremeció con anticipación, sabiendo lo que él iba a decir antes de que saliera de sus labios a medio mundo de distancia.

"Me lo debes." Ella golpeó su cabeza una vez más contra la pared. Tenía que ser una tarea muy importante para él para recordarle eso. Tras ella, oyó acercarse el motor de un autobús. Sólo quedaba uno hoy, y si se lo perdía, estaría atrapada en la selva por una semana más. "¿Lainey?" "Nunca serás capaz de utilizar ese as de nuevo", dijo con un suspiro. "Lo sé, y no quería usarlo después de todo." La voz de Strauss se aligeró. "¿Cuál es tu itinerario?" “Siempre y cuando las cosas vayan bien, me iré de Nairobi mañana, llegaré al Aeropuerto Internacional de Londres al día siguiente, y de allí a Nueva York." Miró por encima del hombro para ver que el autobús disminuía la velocidad en el camino de tierra. La mayoría de los que habían estado esperando ya estaban fuera, pasando sus bolsos y paquetes a varios hombres que los equilibraban en la parte superior. "Sigue adelante y vuela hasta Londres. Dejaré un pasaje para Anchorage en el mostrador de la línea British Airways. Puedes encontrar una conexión de vuelo que conecte a Nome cuando llegues allí". Lainey hurgó para buscar un lápiz y una libreta, anotando las direcciones. "Henry está en Anchorage, pero le diré que haga los arreglos para darte su habitación de hotel, en Nome. Sólo tienes que ir a la Polaris cuando llegues a Nome”. "Allí estaré", dijo ella, guardando la libreta y agarrando sus cosas. "Gracias, Lainey. Te prometo que voy a hacer que valga la pena". El último de los pasajeros estaba embarcando, y el agente de aduanas la miraba deliberadamente en su dirección. "¿Sí?" Ella preguntó a Strauss. "La próxima vez que tenga una idea, la venderé y estaremos a mano.” Ella no escuchó su respuesta mientras colgaba. Se aseguró que su maletín aún estaba seguro con la cámara sobre su hombro, cogió su bolso de lona, y corrió bajo el caliente sol ugandés. Delegada por llegar tarde hasta la parte posterior del autobús, en el piso, Lainey se sentó en su bolsa de lona y enroscó su valiosa bolsa con su cámara. Al menos no iba montada en el techo con algunos de los otros pasajeros. Apoyó los codos en las rodillas, y la cabeza sobre sus brazos cruzados. El constante balanceo del transporte, combinado con las numerosas conversaciones en las lenguas nativas Swahili y Ganda, le permitió concentrarse en la llamada telefónica de Strauss. Ella sólo quiso que él supiera que ella había terminado con la tarea, no que estaba disponible para otra. Para haberla embarcado en este trabajo, significaba que él estaba bajo mucha presión para conseguir completarla. Era seguro apostar que él no tenía nada que tomara su lugar a tiempo, para destacar la próxima edición. Lo que él le dijo, sin embargo, era cierto. Lainey le debía a él la vida. Si no hubiera sido por Strauss, ella habría muerto por culpa de la bebida hacía años, llevando consigo a algún desafortunado por darle a ella las llaves de un vehículo. Ella había estado sobria por cuatro años, tres meses y nueve días debido a su amistad. Lo menos que podía hacer era enfrentar el clima ártico por él, ya que él había desafiado su ira y desesperación por regresarla a la vida. Cuando llegara a Londres, tendría que llamar a su madre, y hacerle saber que su visita se retrasaría. También se perdería su cita para almorzar con Carol.

Maldita sea. Lainey habría querido echar un polvo. Estando en la selva africana, cazando aves de colores para la siguiente propagación, le había dejado pocas oportunidades para este tipo de asuntos. Lo único que crecía en Alaska eran los perros de trineo y los osos polares, las mujeres tenían que ser más que ´marimachos´ para sobrevivir esos lugares salvajes y el clima, y Lainey prefería a las mujeres que parecían mujeres. De mal humor, se preguntó qué otra emocionante y tropical idea le lanzaría en su siguiente reunión con Strauss. *** Por enésima vez, Lainey se sintió agradecida por el trípode que empacaba para sus viajes alrededor del mundo. El objeto valía su peso en oro en esta asignación, la que con todo y escalofríos había tomado. Tomar las fotos sin eso, hubiera resultado en obtener nada más que faltas de definición en unas y otras. Un temblor la recorrió de nuevo, y se abrazó en torno a sí en un inútil intento por entrar en calor, haciendo caso omiso del vago dolor en su costado. Su traje para la nieve, clasificado como resistente a temperaturas de cuarenta grados bajo cero, no pareció funcionar como así como lo anunciaban, y ella sopesó con la idea de escribir una carta de queja para el fabricante. Una ligera ráfaga de viento rozó los bordes de la gorra de falso cuero sobre su rostro, la temperatura glacial estaba desacuerdo con la brillante luz del sol que se reflejaba en la nieve. Ella estaba entretenida con el pensamiento de exigirle a Strauss que la enviara a alguna parte en México por una asignación de un año de duración. Metiendo las manos en los bolsillos, se preguntó por qué diablos la gente querría vivir en un lugar como este. Claro, la mayoría de ellos no sufrían de tanto dolor como ella era, a causa de su vieja 'lesión de fútbol’ por la que necesitaba medicación de vez en cuando, lo cual probablemente tenía algo que ver con eso. Una sirena similar a la de los ataques aéreos se disparó, era la segunda en los últimos diez minutos, y su atención fue desviada hacia el otro extremo de la calle Front. El corredor de entrada no tardaría en hacer acto de presencia. Mientras miraba, la calle adormecida comenzó a llenarse, las puertas se abrieron para dar paso a las personas que felizmente esperaban a los recién llegados. Cuando no estaban en el exterior para animar a los ´mushers´ (corredores), los espectadores estaban sentados alrededor de las barras y de restaurantes, visitándolos. Fue una gran fiesta, divertida, era una celebración en toda la ciudad que duró una semana o más. Lainey sacó de mala gana sus manos de sus bolsillos, quitándose los gruesos guantes ´Gore –Tex´. Intentó, aunque sin éxito, ignorar los pinchazos de dolor cuando sus dedos comenzaron a congelarse, ajusta su cámara para la próxima toma. Se consoló imaginando una playa tropical, mujeres medio desnudas, y bebidas con sabor a fruta, adornadas con pequeños paraguas que salían de los cocos. Echando un vistazo a través del visor, vio las parpadeantes luces de la policía de escolta acercándose a su posición. En vez de perder sus extremidades por la congelación, empujó sus manos a sus bolsillos traseros hasta que pudiera conseguir un tiro decente. La multitud reunida comenzó a aplaudir a la recién llegada, una ola emocionada de ruido. Parecía más fuerte de lo normal, sin embargo, en comparación con la ciertamente rudimentaria experiencia de Lainey. Le tomó un momento darse cuenta del por qué. Dos trineos tirados por perros se acercaron al vallado, los dos pilotos gritando instrucciones a sus animales para que se esforzaran. En una carrera que se prolongó durante dos semanas o más, viendo más de un corredor que se dirigían a la línea de meta al mismo tiempo, era un evento emocionante. Los coches policía se detuvieron donde comenzaba la valla, a fin de no impedir a los corredores que continuaran hacia la línea de meta. Lainey hizo un acercamiento a los perros, el

regocijo de estar justo en el lugar y en el momento adecuado, era un remedio para su irritabilidad. A pesar de que no podía oírlos por encima del ruido de los espectadores, los animales ladraban y sonreían mientras corrían hacia la línea de meta, con las lenguas colgando por el entusiasmo. Lainey tomó una serie de fotos, enfocándolos mientras se acercaban y pasaban. Para variar un poco, ella volvió la cámara hacia el público, para capturar sus emociones. Tan rápido que ya habían terminado. Ellos alcanzaron el final de la carrera, bajo un arco de madera que abarcaba la calle, y varios voluntarios agarraron a los perros para poner fin a su impulso. Un locutor gritó quien fue el ganador de la carrera miniatura, así como un recordatorio de que el banquete de premiación era esa noche. La multitud se disipó, desapareciendo, volviendo a la calidez de sus casas, bares y habitaciones de hotel, hasta que el llamado de la sirena los instaría a la calle una vez más. Lainey sabía por los informes de los reporteros de carreras, que los próximos corredores no se esperaban sino hasta dentro de tres o cuatro horas. Su euforia se desvaneció, su mal temperamento volvió a reafirmarse. Con el castañeo de los dientes y los dedos entumecidos, recogió sus enseres, escondiendo su cámara en el interior de su chaqueta de darle una mejor protección de los elementos. Había una bañera de agua caliente en su hotel, que pensaba en aprovechar al máximo antes de la ceremonia de premiación. Con suerte esperaba que eso disminuyera un poco el dolor de sus costillas durante un tiempo. Mañana, ella estaría en su camino de regreso a Nueva York, permitiéndole a Strauss una oportunidad para mostrarle su agradecimiento con la compra de una botella tamaño familiar de ibuprofeno, y una cena en el restaurante más caro de la ciudad. Unas pocas personas se quedaron fuera para disfrutar la brillante luz del sol todavía insustancial. Lainey se colgó el bolso de la cámara por encima de su hombro, reflexionando acerca de las tomas que pudo haber conseguido, decidiendo que podría haber cuatro o cinco muy buenas en el lote. Con las manos hundidas en los bolsillos, avanzó lentamente para dirigirse a su hotel. Tenía que subir los datos digitales a su computadora portátil, afinar las fotos, buscar los nombres de los recién llegados en la carpeta de relaciones públicas de Iditarod, escribir una nota publicitaria adecuada y enviar todo éste lío a su editor. Todo eso tenía que hacerlo antes de que pudiera llegar a su destino final, en la bañera de hidromasaje del hotel. Reflexionando sobre su lista por hacer, Lainey no prestó mucha atención a la acera. En un minuto ella estaba caminando en el fango formado por sal y arena utilizadas para ayudarse como tracción. Entonces, su pie golpeó un trozo de hielo sólido. Ella sacó sus manos de los bolsillos mientras se deslizaba, haciendo un cómico intento por permanecer en posición vertical, agitando los brazos para mantener el equilibrio. La gravedad siempre ganaba, y ella apenas tuvo tiempo de apretar su preciosa cámara contra su pecho antes de aterrizar sobre su trasero. Ella gruñó mientras sus costillas fueron sacudidas por el impacto, golpeándose fuertemente en el pecho. "¡Whoa! ¿Estás bien?" "¡Estoy bien!" espetó Lainey. Ya era suficientemente malo realizar la pantomima perfecta. Tener testigos sólo hacía peor la situación. Sin éxito, intentó ponerse de pie, sólo para regresar al hielo con un ruido sordo, y otra mueca. Unas manos la agarraron por la parte superior de los brazos, y fue levantada de sus pies como un saco de patatas. "Esos zapatos no están hechos para este clima" Exasperada, Lainey respondió, "Vaya, gracias por tan sagaz observación". Ella se alejó de las manos que aún la sostenían, revisando de nuevo su cámara a través de su chaqueta, antes de

mirar a la mujer que estaba de pie delante de ella. El pensamiento de Lainey hasta tartamudeó de repente. Era más alta que Lainey, cerca de cuatro pulgadas más, el volumen de su cuerpo estaba oculto bajo una parka (chaqueta con gorro recubierta de piel natural) voluminosa, que era tan azul como su ojos. La capucha forrada fue empujada hacia atrás, revelando una gorra color pardo con la imagen de una pelota de béisbol, bajo la cual sobresalían unos rizos dorados. Su piel estaba ligeramente bronceada, resaltando una incongruencia de Lainey quien asumió que las mujeres del el norte tendrían la tez pastosa por estar en ese clima de invierno. La amable sonrisa se desvaneció en los labios a la luz de la actitud mordaz y la mirada grosera de Lainey. Porque Lainey la estaba mirando. Parecía no poder evitarlo, algo acerca de la postura de la mujer, ésa sutil confianza en las maneras que la mayoría de las mujeres no poseen, era tan intrigante. "Yo... lo siento" dijo Lainey, una vez más deseando haber desarrollado el hábito de pensar antes de abrir la boca. "Gracias por la ayuda". La mujer parecía estar calmada, pero su sonrisa había desaparecido. Ella asintió con la cabeza educadamente y se alejó, volviendo a lo que sea que estuviera haciendo antes de encontrarse con una reportera gráfica torpe y sin modales. Sólo entonces Lainey se dio cuenta que la mujer no estaba sola, una versión joven de ella la acompañaba, un adolescente con un toque de pelusa en la parte superior del labio. Sin saber qué decir, Lainey miró con impotencia mientras ellos se alejaban. Temblando, su cerebro le recordó que estaba en Alaska, donde los hombres eran duros, y las mujeres eran aún más duras. Mientras se dirigía hacia su hotel, se preguntó por qué Dios sería tan cruel como para burlarse de ella, encendiendo su libido hiperactivo ante una mujer tan hermosa como ésa.

CAPÍTULO DOS

LAINEY bebía agua mineral con gas en una de las mesas de la Prensa. Había entablado una amistad ligera con otros periodistas aquí, contenta de que nadie hubiera reconocido su nombre. Eran entusiastas partidarios de la carrera ´Iditarod´, a diferencia de ella, inclinada a centrarse más en las noticias locales o deportivas que del mundo. Muchos llegaban todos los años esforzándose a través de la nieve, soportando valientemente las ventiscas para alcanzar lo diversos puestos de control y las entrevistas escurridizas. La mayoría eran periodistas de periódicos, con trabajos estables en los Estados del Norte o en Canadá. No había mucho en común entre ellos. También estaba el nivel natural de resentimiento entre los locales y los redactores independientes y Lainey ya esperaba el suave trato frío que recibió. Ella suponía que habría sido más furibundo si esto no hubiera sido Alaska. Una de las cosas de las que se dio cuenta era de la atención que todo el mundo tenía para con el otro, lo que daba una sensación en el aire de un sencillo pueblo pequeño, aunque allí había más de mil personas en Nome. Los únicos redactores independientes siguiendo la carrera eran un par de noruegos, y media docena de japoneses sentados en otras mesas. En ambos casos, la barrera del idioma y el nivel de interés en su tema, eran razones suficientes para mantenerlos separados. Su actitud no había cambiado mucho desde la tarde, a pesar de su capacidad de respirar mejor después de su inmersión en el hotel. Esta era otra de las razones por las que ella mantenía su distancia con sus colegas, ya que su decidida falta de entusiasmo nublaba su entorno alrededor. Se consoló con el informe del clima que había recibido desde la recepción. Mañana estaría brillante y soleado, su avión saldría del aeropuerto por la mañana, a tiempo. Eso sería digno de una bebida si ella todavía bebiera. Silenciosamente brindó por su buena suerte con el último sorbo de su refresco, y luego ordenó otro al pasar la camarera. La otra causa de su actitud era la mujer. Lainey había intentado pensar en todo lo que podía, pero la visión de ésa mujer frente a sus pies ofreciéndole su ayuda, se mantenía firmemente alojada en su cerebro. Incapaz de alejar sus pensamientos de ella, Lainey lo atribuyo a su vida sexual activa, pero todavía permanecían en el fondo de su mente. La comida estaba por terminar. Parecía como si estuvieran preparando las cosas en el escenario. Como respuesta, los comensales se volvieron más callados, y los periodistas más activos. Lainey tomó la cámara que colgaba de su cuello, y se volvió una vez más. Dejó su mesa junto con un puñado fotógrafos, mientras todos competían por ganar un espacio en el piso. En lugar de pelear por ubicarse al frente, se quedó a un lado, lo que le daba una oportunidad clara de la audiencia y un perfil del actual presidente de la carrera ´Iditarod´ al comenzar su discurso. Ella tenía un cincuenta por ciento de oportunidad de tomar la foto a los ganadores de los premios cuando pasaran junto a ella en el escenario o, si elegían el otro lado, tendría una toma frontal completa mientras se acercaran a la tarima. Más tarde, habría una sesión de fotos para posar, mientras que comenzaba el baile programado. El ganador de la carrera de este año, un desaliñado hombre con un rubio bigote caído, optó por dirigirse al lado opuesto, para beneplácito de Lainey. Sin duda todos los demás seguirían su ejemplo. Esto le daría una ventaja por su posición, y ella la utilizaría mucho mejor con el obturador

de distancia de la cámara. Mentalmente, ella archivaba los nombres y los premios a medida que pasaban a recogerlos. El ganador se llevaría el gran premio, un cheque por sesenta y nueve mil dólares, y un nuevo camión diesel de un concesionario local. Ella sabía que había varios premios monetarios para los próximos treinta finalistas, que iban desde los dieciocho mil a los sesenta y tres. En lugar de taladrar a su editor con fotos de todos ellos, Lainey dejó de fotografiarlos después de pasar el ganador del quinto lugar, comprobando sus lecturas digitales y reajustándola para la próxima ronda de premios. "El décimo lugar, es para Scotch Fuller de ¡´Fuller Kennels´! ¡Veintiocho mil dólares!" ¿Scotch? ¿Quién nombra a un hijo Scotch? Intrigada a pesar de sí misma, Lainey buscó entre la audiencia al propietario de semejante apodo. Una mesa estalló en vítores ruidosos ante el anuncio, poniéndose de pie, mientras palmeaban en la espalda al misterioso Scotch. Lainey casi esperaba que el hombre estuviera tan borracho como parecían estar sus amigos o sus familiares. Le tomó un par de momentos antes de que se diera cuenta de que el ganador del décimo lugar era una mujer, no un borracho descuidado. Cuándo la mujer llegó a la base de las escaleras y caminó bajo las luces del limpio escenario, Lainey se quedó con la boca abierta. Era la mujer que la había ayudado a levantarse de su caída esa tarde. Sin la parka, se veía mucho mejor de lo que Lainey recordaba. Llevaba unos vaqueros y un jersey de cuello alto de color rosa, revelando una forma desgarbada que tenía más de un toque de feminidad. Tenía el cabello corto y rizado, como el de Lainey, pero las luces provocaban un color de fuego dorado. Su sonrisa era brillante mientras aceptaba el premio, y daba un apretón de manos al Presidente de la Carrera. Luego habló ante el micrófono, agradeciendo a su familia y a sus patrocinadores. Con un sobresalto, Lainey enfocó y tomó la foto, permitiendo que el obturador automático mantuviera la recepción de datos mientras Scotch finalizó su discurso. Totalmente encantada, no fue sino hasta que la cámara digital cesó, que Lainey volvió al presente. Con una maldición, examinó la lectura para descubrir que ella había utilizado toda la capacidad del disco de almacenamiento. Buscó otra en el bolsillo, pero no lo reemplazarlo lo suficientemente rápido como para obtener una foto en primer plano de Scotch, abandonando el escenario. El resto de la noche transcurrió en una bruma de sesiones de fotos y disfrutando. Conocer el trabajo le trajo un poco de consuelo a Lainey, cuando ella consiguió las entrevista requeridas con ganadores de los tres primeros lugares. Su mente simplemente no permitía que ella se concentrara, arrastrando su atención constantemente a una mesa en particular. Disgustada por su falta de control, y por su incapacidad para conseguir más fotos de esa misteriosa mujer, Lainey se sintió casi aliviada cuando vio a los celebrantes de la mesa Fuller dejando el banquete. Al mismo tiempo, sin embargo, tuvo una abrupta urgencia de seguirlos, presentarse apropiadamente ante ella y agradecerle de nuevo a Scotch por su ayuda de la tarde. Más tarde esa noche, después de que su última entrega había sido enviada a Strauss, estaba sentada en la oscuridad de su habitación de hotel. La única iluminación era de su pantalla portátil. Lainey había tomado fotos consecutivas de Scotch Fuller, enlazándolas para crear una película de las tomas. Estaba sentada ante el escritorio, con las manos en su barbilla, mientras la improvisada película rodaba de forma continua. ¿Qué clase de persona era ésa mujer? ¿Era su nombre real o era un apodo? ¿Tendría un novio? ¿Un marido? Tenía que ser una persona fuerte. Ganar el décimo lugar de una carrera de perros de trineo de mil millas, no era algo despreciable. Ella era la mujer en el puesto más alto de

este año, también. Una búsqueda en Internet le dio un poco de datos interesantes. Scotch tenía veintitrés años y esta era su tercera carrera ´Iditarod´, con su mejor tiempo. Este año también había ganado el premio Leonhard Seppala Humanitarian por la atención que les había dado a sus perros. ¿Haría otro intento para la carrera ´Iditarod´ el próximo año? ¿Tendría que tomarla? ¿Y por qué diablos podría una hermosa mujer querer torturarse por las carreras de perros? Lo más importante, ¿dónde había adquirido tal aplomo y confianza en sí misma? Era una niña, que nació y creció en el culo del mundo. Sin embargo, se conducía con un nivel de confianza que Lainey sólo había visto en diferentes y antiguas culturas matriarcales en todo el mundo. Claro, un montón de mujeres en América se sostenían a sí mismas de la misma manera, con el advenimiento del movimiento de la liberación de la mujer. Si el feminismo había hecho tan grandes progresos en el monte de Alaska, sin embargo, ¿por qué a Lainey se le refería habitualmente como ´señorita moza' por el empleado de la recepción? Scotch parecía llevar mucho peso con los hombres a su alrededor, más como una igual que como una mujer. Tan sólo era natural que Lainey encontrara esta sutil autoridad… emocionante. Ella cerró los ojos, la luz de la pantalla parpadeó contra sus párpados. A pesar de la ceguera, todavía veía a Scotch compartiendo una sonrisa con ella. Sus pensamientos la llevaron a otras preguntas más íntimas, cuando sus dedos comenzaron a desviarse a lo largo de su cuerpo. ¿Qué sabor tendría esa mujer? ***

"¿Alaska?", preguntó Benjamin Strauss. Para darle crédito, él sonaba tan confundido como su expresión indicaba. "Estás de broma" Lainey se reclinó en su silla, y tomó un sorbo de su café espresso. "Nop. Hablo totalmente en serio". Estaban sentados en una pequeña cafetería en el centro de Manhattan. A través de la ventana, Lainey observaba la vida salvaje de Nueva York precipitarse alrededor de la esquina de la calle 57 y la Sexta Avenida, cada uno de ellos agrupados para protegerse del frío de una lluvia de la tarde invernal. Incluso con el frío, ella sólo sintió una punzada por su lesión, un alivio después de su estancia en el Norte. El bronceado de Strauss era tan incongruente con su traje de negocios y su bien recortado cabello. Sus características rubicundas proclamaban un amante de la naturaleza, a pesar de que su ropa y su actitud gritaban ser un ejecutivo corporativo. Lainey lo conocía más por lo primero que por lo segundo, después de haber pasado varios meses con él en las llanuras australianas haciendo tomas. Se habían conocido y convertido en grandes amigos, y en el transcurso de los años su vínculo se hizo más fuerte. Él había sido su padrino en Alcohólicos Anónimos, y siguió siendo un firme defensor cuando ella hizo el abrupto cambio de corresponsal de guerra a fotógrafa de la naturaleza. Se frotó el rostro cansado, y la miró de cerca. "¿Quién eres tú y qué has hecho con Lainey Hughes?" "Ja, ja", dijo ella, con expresión adusta, aunque el humor brilló en sus ojos. "Me dijiste que estarías de acuerdo con el siguiente reportaje que yo escogiera"

"No, no lo hice”, dijo él, agitando un dedo ante ella. "Tú me lo impusiste." Lainey hizo un ruido grosero. "Ambos sabemos que habrías dicho que sí". Una sonrisa cruzó su cara. "Tal vez", admitió. Ella alejó sus objeciones, y regresó al tema. "¿Y bien?, ¿qué te parece? ¿Es factible?" Él reflejó la misma seriedad que ella. "Teniendo en cuenta que acabamos de publicar éste tema de la historia ´Iditarod´", dijo, tocando la copia de la revista Cognizance sobre la mesa, entre ellos, "¿por qué habría de hacerlo de nuevo en un año?" "Porque ésta difusión era solo un artículo sobre la carrera." Lainey dejó su taza y se inclinó hacia delante para transmitirle su entusiasmo. "Te propongo seguir a uno de los corredores desde que se inscriban en junio, a través de su entrenamiento y en la carrera en sí. Podríamos llevarlo a cabo como un análisis profundo para exponer cómo surge una promesa en ese ramo, ya sea en una portada completa para cubrir el tema el próximo año, o en cuotas trimestrales comenzando este mes de julio". Los dedos de Strauss tamborilearon sobre la mesa. "¿Quién sería ésa promesa?" Ella casualmente se relajó en un esfuerzo por ocultar su verdadero interés. "Scotch Fuller, ganó el décimo lugar de este año" "¿Qué hace tan especial a este chico?" "El hecho es que ella es una mujer", dijo Lainey. "Esta fue su tercera carrera ´Iditarod´, y ha mejorado de forma constante durante el año. Hablamos de que ella tiene una buena oportunidad de ganar el año que viene si las cosas se presentan iguales". "¿Una mujer?" "Sip". Lainey sintió que su piel se erizó ante el tono de su voz. Se obligó a no responder a su actitud defensiva. En este caso, Strauss tenía todo el derecho de estar en guardia. Ella no entendía este extraño sentimiento que la llamaba de nuevo a la nieve, pero haría caso a la sensación; dudaba que él tampoco lo entendiera, aunque ella tratara de explicárselo. En cualquier caso, esta era todavía una idea potencialmente lucrativa. "Una mujer atractiva, sin duda." "No está mal a la vista", dijo. Antes de que él pudiera ir más lejos, ella se enderezó, sacando la barbilla. "No se trata de eso." Strauss fingió inocencia. "¿Sobre qué se trata, exactamente?" Tosiendo, ella dijo, "No se trata de un rollo sobre el heno, Ben. Realmente creo que aquí hay una historia." Lainey intentó parecer seria. Esa idea suya la involucraría a pasar más tiempo en presencia de Scotch Fuller, lo que le resultaba atractivo. Él frunció el ceño. "¿Qué pasa con el frío? Sé lo que hace con tus costillas. No nos vas a hacer a ninguno de nosotros ningún bien si estás demasiado atormentada por el dolor para salir al campo". Ella alejó a sus miedos con una desdeñosa expresión. "Vamos, que han pasado años desde que estuve en cualquier lugar que se encontrara por debajo de los cuarenta y cinco grados. Admito que me dolía un poco en este viaje, pero no fue tan malo como lo esperaba," mintió. Él se mantuvo enfocándola, como si percibiera su falsedad. "Oh, por favor”, dijo Lainey. "Además, ningún pedazo de culo vale esa cantidad de irritación. Y ella es hetero". Ella parecía haberlo convencido, su expresión de sospecha desapareció. "Muy bien. Digamos que voy por ella. ¿Qué es lo que buscas en compensación?"

Lainey sonrió. Si él estaba hablando de dinero, el punto era una apuesta segura. "Me pones en la nómina de junio a marzo del próximo año. Yo voy a tener que pagar los gastos de subsistencia, y tú sabes cuánto hacen los reporteros gráficos en un año. Mi cuenta de ahorro no se va a cortar por tanto tiempo". Siempre pensando como periodista, a pesar de ser el editor de una revista actualmente, Strauss sacó una libreta encuadernada de cuero, del bolsillo a la altura de su pecho. Mientras escribía una nota, él preguntó,"¿Qué pasa con los derechos de autor?" "Se quedan conmigo." Él la miró por debajo de sus cejas. "Por mucho que yo entienda tus motivos de negocios, Lainey, mis jefes no van a dejar volar esa oportunidad. Estoy arriesgando mi cuello para contratarte, por temporal que vaya a ser, y con un poco de beneficio inmediato. Necesito algo con qué negociar contigo, o tú vas a vender esta historia en otro sitio". Ella entrecerró los ojos ante el pensamiento, mirando a la calle. La lluvia se había detenido, aunque el sol se mantenía por sobre las nubes. Después de una larga una pausa, dijo: "Está bien. Tú conservas los derechos de autor de lo que yo os envíe. Pero yo me reservo el derecho de no enviarte todo. El salario pagará por tres artículos completos, fotográficos y escritos". Strauss frunció los labios y luego asintió. “Me parece justo. Sé que no vas a escatimar los artículos a expensas de la revista" Él escribió las notas del acuerdo en su libreta. "Vamos a regresar a mi oficina, y hacer que el departamento legal elabore un contrato. A partir de esta tarde, serás oficialmente un empleado temporal de la revista Cognizance". Sonriendo, Lainey se levantó y se puso la chaqueta. No podía esperar para comenzar. Su corazón se llenó de entusiasmo, incluso aunque esto fuera sólo el primer paso. Todavía tenía tantas cosas que necesitaba dejar listas, tantos planes por hacer. Supuso que ahora sería un buen momento para llamar a Scotch Fuller y lanzarle la idea.

CAPÍTULO TRES

Abril

Scotch distribuyó el último desayuno en el tazón de Idduna. El perro la miró con la adoración, haciendo caso omiso de la comida mientras se retorció de placer. Dejando caer el cubo del alimento, Scotch le prodigó con una minuciosa caricia. Sólo entonces Idduna atendió a su comida, una combinación de tallarines humedecidos, arroz y agua caliente. Alrededor de Scotch, el resto de los perros comieron con avidez lo servido. Su hermano y su hermana habían terminado sus secciones, y se dirigieron a través de la enredad población canina hacia la cocina de los perros, y ella se les unió. Después de años de costumbre, ellos apenas hablaban mientras continuaban con su ritual diario. Irish, de nueve años, recogía los cubos de comida para enjuagarlos y almacenarlos dentro del granero. Scotch y su hermano, Rye, sacaron el barril de cincuenta y cinco galones, que hacía las veces de enorme olla para la estufa. Mientras Rye la hacía rodar fuera de la zona de cocina para su limpieza, Scotch colgó en un gancho la cuchara – una pala de nieve- ´para escurriese. Luego desperdigó arena por el suelo para que absorbiera los derrames antes de barrer y limpiar el hormigón del piso. Mientras trabajaba, ella mantuvo su mente ocupada con pensamientos sobre Idduna. La perra había entrado en calor durante la semana en la carrera ´Iditarod´, distrayendo considerablemente al equipo. Le había costado un poco de creatividad mantenerla separada de los niños ansiosos, pero Scotch había tenido éxito. Cuando la carrera se había terminado, ella había permitido que uno de sus líderes, Sukita, criara a la perra. Ella esperaba que Idduna diera a luz a mediados de mayo, y ella ya había contemplado el potencial de los cachorros. Idduna era un perro fuerte en su equipo, y Sukita era uno de los más inteligentes. El podía sentir un rastro quemado en dónde la mayoría de los perros se perdían. Scotch se preguntó si debería haberle llamado Sonar, porque sin duda tenía el don. ¿También las crías heredarían ése regalo? Cuando terminó su tarea, ella y Rye regresaron el bote a su lugar, para dejarlo listo para la próxima alimentación de ésa tarde. Mientras tanto, Irish dejó que los más grandes corrieran a la perrera para una inspección superficial. Evidentemente se agruparon con su aprobación, y ella empezó el proceso de transferir los cinco perros a cada una de ellas durante el tiempo de diversión. Diez más tendrían la oportunidad de jugar juntos esa tarde. "¡Chicos!" Volviéndose de nuevo a la cabaña, vio a su madre asomándose por la puerta de atrás. "Cuando hayan terminado de planear, tenemos una reunión de consejo" Rye hizo un gesto con la mano, en comprensión. "Está bien, Mamá." "Me pregunto de qué se trata", dijo Scotch, tirando dos palas para sacarlas de sus clavijas. Ella siguió a Rye, quien arrastraba un cubo de basura de plástico, fuera del patio del perro. "Me atrapaste”, dijo. "No me esperaba una reunión de consejo hasta el primero de mes" "Yo tampoco." Ellos comenzaron el trabajo de recoger los excrementos de perro alrededor de los recintos, una desagradable pero entretenida actividad mientras los canes hacían su mejor

esfuerzo para distraerlos. Como de costumbre, los perros tuvieron éxito, tanto en recibir cosquillas y palmadas mientras los hermanos trabajaban a través de la mierda dejada por noventa y cinco animales. Afortunadamente, abandonarlo aún no había ocurrido por lo que la tarea no era tan sucia, lo hubiera sido si hubiera barro y lodo derretido en el suelo. Lo que podía suceder pronto. "Tal vez sea tu adorado público”, dijo Rye finalmente, sonriendo mientras se limpia a el sudor de la frente con un brazo. Scotch resopló, con una sonrisa en su cara, y se mantuvo paleando. "Si mi ´adorado público' trajera dinero para patrocinarme el año que viene, yo voy a ello." "Te escuché, hermanita." Con el trabajo terminado, pusieron las cosas en su lugar, y se dirigieron a la casa principal. El calor breve de la entrada se sentía incómodo después del trabajo en el exterior. Scotch se despojó de las botas, los guantes de trabajo, y la chaqueta. Ella siguió a sus hermanos adentro, inhalando el aroma de tocino y huevos con aprobación mientras se quitaba más capas de ropa. Después de la limpieza, la familia se sentó a comer el gran desayuno del Domingo. *** Echándose hacia atrás en su silla, Rye se dio unas palmaditas en el vientre, contento. "Eso estuvo maravilloso", dijo a su madre que había comenzado a recoger la mesa. Helen Fuller, todavía vestida con una bata de baño y pantuflas, puso los platos en el fregadero para lavarlos más tarde. Se secó las manos en una toalla. "Gracias." Dijo. Scotch pasó a su lado, haciendo una pausa para darle un beso en la mejilla de su madre. Esquivando a Bon, su hermano de dos años, quien equilibraba precariamente los cubiertos en el plato, Scotch se libró de su plato antes de recoger el de él. "¡Sco´ayúdame!" exclamó Bon mientras su hermana mayor lo levantó lo suficientemente alto como para que pusiera su brillante plato de plástico de colores junto al resto. "Bon ayúdame", dijo Scotch. Bajándolo hasta su cadera, alcanzó una toallita para eliminar el residuo pegajoso de panqueques y jarabe de su rostro sonriente. "Entonces, ¿qué pasa con ésa reunión de consejo?" Preguntó Rye, erizando el cabello rubio de Bon al pasar, y regresando a la mesa. "¿Es por ésa llamada telefónica que tuviste anoche?" Scotch se dio una vuelta en su silla, y Bon se alegró por el momento de permanecer en su regazo. "¿Qué llamada de teléfono?" "Fue después de que regresaste a tu cabaña, querida", dijo su madre. Se sentó, y recuperó un bloc de notas y una pluma del armario detrás de ella. “¿Podemos empezar?" Thomas Fuller asintió y se limpió el bigote pelirrojo y la barba con una servilleta. "La junta directiva de la perrera Fuller llama al orden", dijo. "Todos los miembros están presentes y representados" Scotch sonrió. Había sido miembro de la junta directiva desde que tenía la edad de Bon, cuando la perrera había empezado su existencia. Sus padres lo tenían legalmente incorporado y, con el nacimiento de cada uno de los hijos después, se agregaba oficialmente un nuevo miembro. "Ayer por la noche recibimos una llamada de un periodista para la revista Cognizance" "Acaban de publicar un artículo sobre la carrera Iditarod" les informó Helen. Tanto Ray como Irish inmediatamente miraron a su hermana. Scotch sintió aparecer el calor en su rostro. Ella sofocó un temblor, y todo su ser parecía estar en una pausa entre un latido del corazón y el siguiente. Era similar a lo que ella experimentaba cuando el equipo despegaba de la línea de salida; nada podía ni debía suceder en los momentos siguientes.

"Ellos quieren hacer un seguimiento a profundidad sobre Scotch, para el próximo año" Irish gritó, aplaudiendo. Bon la siguió rápidamente, entusiasmado mientras disfrutaba el ambiente. "¡Eso es fantástico! " dijo Rye, cuando las cosas se calmaron. "Entonces, ¿por qué la reunión? ¿Qué tiene que ver con la perrera?" Thomas se reclinó en su silla. "El reportero ha solicitado vivir y trabajar aquí desde el registro de la carrera para el año que viene" Las entrañas de Scotch se precipitaron. Una cosa era conseguir publicidad decente, abrir el camino para que los patrocinadores ayudaran a sufragar el costo de la perrera y la propia carrera. ¿Pero tener un extraño viviendo con su familia? La idea de estar bajo constante vigilancia era muy escalofriante. "¿Vivir aquí?", preguntó Irish, arrugando su nariz pecosa. "No voy a renunciar a mi habitación". "No tendrás que hacerlo", dijo Thomas. "¿Tengo que empezar mi cabaña?" Las cejas de Rye se levantaron en anticipación. La propiedad era lo suficientemente grande, varias cabañas y construcciones exteriores habían sido erigidas en los últimos años. Como su hermana antes que él, se construía para cada uno al cumplir dieciocho años y entrar oficialmente a la edad adulta. "No a los dieciséis años, señor", dijo su madre. El entusiasmo de Rye se vino abajo. "Bueno, siempre y cuando votemos para aceptarlo, ¿dónde va a dormir él?" preguntó Scotch. Su padre sonrió. "Es una mujer, y hay una recámara en tu espacio". "¿En mi espacio?" Ahora sí que toda ésa idea se estaba volviendo espeluznante. "¿Por qué en mi espacio?" "Porque ella va a estar aquí para hacer un artículo sobre ti, querida", dijo Helen. "¿Qué mejor lugar para ella?" Sin poder discutir la lógica, Scotch no emitió palabra. "Este reportera, la señorita Hughes, dice que la revista podría hacer un reportaje completo después de la carrera, o hacer una serie de artículos previos y unos posteriores". Thomas apoyó los codos sobre la mesa. "Ya sabes que estamos apretados de dinero. Ella está dispuesta a pagar alojamiento y comida, y trabajar en la perrera en todas las cosas. Con esta publicidad, Scotch, podría obtener patrocinio nacional. ¡Demonios!" Él golpeó la mesa, haciendo que los restos de su comida saltaran. "¡Podrías conseguir incluso que la revista te patrocine!” Scotch consideró las palabras de su padre. Al estar íntimamente familiarizada con la perrera y las finanzas y a todo lo que se referían, ella vio la verdad de sus palabras. Por supuesto, los Fuller tenían lo suficiente para permitirse cosas bonitas, pero eso era en gran parte debido a Construcciones Fuller, el negocio de Thomas, y la práctica veterinaria de Helen. La perrera en sí pagaba los costos de las carreras de Scotch, y ella pasaba varios veranos en guías de carreras y aventuras para traer dinero que cubrieran los costos. Evaluó la ausencia de problemas financieros contra de la idea de tener una forastera viviendo en su cabaña con ella. Por meses. ¿Y si esta mujer era una bruja, o una maniática del orden? ¿Y si roncaba? Al darse cuenta de que todo el mundo la estaba mirando por una señal, Scotch se sonrojó, cubriendo su vergüenza empujando a Bon, quien todavía estaba en su regazo. "¿Y cómo sonaba

ella?", preguntó, no satisfecha con el tono melancólico en su voz. Su padre parecía entender la verdadera pregunta. “Suena emocionada con la idea. Al parecer, ella estuvo en el banquete de los premios, y ahí es donde se le ocurrió." Él le dio a su hija mayor una mirada seria. "Creo que ella ha hecho una investigación, y realmente quiere hacer este trabajo". "Independientemente de los votos, tú eres la más afectada", dijo Helen. "Si no quieres pasar por esto, ya está". Scotch miró a todos en la mesa. Sus padres se mantuvieron cuidadosamente neutrales. En sus brazos, Bon aplaudió dos veces ante la sensación expectante en el aire, después se inclinó por una rebanada de tocino que estaba todavía en el plato. Ella se lo alcanzó, y él empezó a mordisquear tranquilamente la carne. Irish miraba con sus grandes ojos azules, jugando con un mechón de su pelo rojizo en una mano. Fue Rye quien le dio la respuesta. De todos, era el que menos había gritado pero le instaba a aceptar la propuesta con su expresión. Demasiado joven para correr la Iditarod, se había colocado bien en la carrera Juvenil Iditarod los últimos dos años, y estuvo muy involucrado con el Alaskan Júnior y la Asociación de Carreras de Perro en Trineo. Cualquier publicidad nacional a su hermana, naturalmente lo haría brillar a él, también. La periodista sólo estaría allí unos pocos meses. Scotch estaría tan ocupada en su entrenamiento de invierno, probablemente ni siquiera se daría cuenta de la existencia de la mujer. El pago significaría una temporada fácil, libre de preocupaciones financieras. "Muy bien. Vamos a votar." "¿Aquellos a favor de aceptar la oferta de la señorita Huges?", Preguntó Thomas. Todo el mundo alrededor de la mesa levantó las manos, excepto Bon. Al ver el movimiento, él sonrió y movió la mano con medio tocino en ella, casi aplastándolo en la cabeza de Scotch. "¡Eyy!" dijo ella, riendo junto con su familia mientras se hacía a un lado. "Será mejor que alejes esa cosa antes de que te pique un ojo". "¡Pique, pique!" cantó Bon cantó ante la atención. "Se levanta la sesión", dijo Thomas, poniéndose de pie. "Voy a llamar a esa reportera, y darle la buena noticia." Scotch lo vio salir. Bon exigió que lo bajara, y se deslizó fuera de su regazo. Todo el mundo siguió el ejemplo de su padre, y se levantaron. Las tareas necesitaban hacerse, incluso en un buen domingo por la mañana. Mientras ayudaba a terminar de limpiar la mesa, Rye se inclinó cerca, con voz baja le dijo "No te arrepentirás, hermanita. Ésta es una condenada oportunidad para tú." Ella se arriesgó a mirar a su madre cuando él maldijo. “controla tu lengua o Mamá te la cortará". Él sonrió con picardía, y siguió caminando con un puñado de platos. Mirándolo, ella esperaba que él tuviera razón.

CAPÍTULO CUATRO

Finales de Junio

SCOTCH se quedó mirando nerviosamente la pista de aterrizaje ante ella, tocando un staccato con sus dedos en el volante, al tiempo de sintonizar música ´bluegrass´ en la radio. La mañana de Junio había amanecido muy bien, la temperatura se asentaba en unos suaves cincuenta y ocho grados. Se esperaba que alcanzara los sesenta y cinco antes de terminar el día, un día perfecto para recibir a un par de recién llegados. En los últimos tres meses, su padre había permanecido en estrecho contacto con la reportera, Lainey Hughes. ¿O era al revés? Ella parecía llamar a la casa con bastante regularidad para discutir el mejor tiempo para llegar, qué tipo de ropa empacar, y otros detalles con el Fuller mayor. En mayo, Lainey también había añadido otro fotógrafo a su proyecto, aumentando la población Fuller con un habitante adicional. Rye todavía no tenía permitido cambiarse a su cabaña sin terminar, por mucho que intentó cambiar de idea a su madre. En lugar de ello, otra litera había sido añadida a la cabaña del manejador, donde Miguel Sánchez, el único empleado de la perrera, residía. Scotch se preguntó por qué la mujer necesitaba un camarógrafo, cuando ella era una fotógrafa completa por derecho propio. Una búsqueda rápida en Internet le había proporcionado una gran cantidad de información sobre la misteriosa reportera. Scotch encontró su tipo de trabajo fascinante. Al principio de su carrera, Lainey había pasado tiempo en África, cubriendo una guerra civil en Ruanda. Sus fotos sobre las atrocidades entre las tribus hutus y los tutsis, eventualmente ayudaron a condenar al primer ministro por crímenes durante la guerra, y eso hizo su carrera. Desde allí, ella vagó por el mundo, a raíz de otras guerras y golpes de estado militares. Las escenas que reveló al mundo mostraron la verdadera brutalidad de la guerra, cadáveres y extremistas radicales. También habían llamado la atención de la humanidad. La foto favorita de Scotch era la de un niño de Oriente Medio, tal vez cinco o seis años de edad, jugando en la calle polvorienta antes de que bombardearan el edificio. A ella le gustó tanto, que tenía la foto impresa y enmarcada. Estaba acomodada en su cabaña, en una mesa lateral. Lainey había sido herida en Kosovo, aunque todo lo que Scotch pudo encontrar era que había recibido un disparo. Después de un año inactiva, la fotoperiodista volvió al trabajo. Pero en lugar de la guerra, esta vez ella enfocó su lente en la naturaleza. Aún viajaba constantemente, pero parecía evitar los reflectores del mundo. Scotch no podía culparla, recibir un disparo debió haber sido una experiencia aterradora. La extensa investigación no calmó los nervios de Scotch, sin embargo. Aún continuaba recelosa de tener a una extraña viviendo con ella. Scotch disfrutaba de su soledad. Cuándo ella se mudó de la casa principal a su cabaña, hacía cinco años, había sido maravilloso no tener que compartir el espacio con su hermana pequeña. Atendiendo a la universidad ubicada en la cercana ciudad de Anchorage, ella había tomado cursos en línea y por correspondencia, nunca tuvo que recurrir a una residencia de estudiantes o a compañeros de cuarto. Esto sería una experiencia ajena para ella, y no sabía cómo iba a manejar la situación.

Los oídos de Scotch captaron el sonido de un motor. Apagó la radio y se inclinó hacia delante para mirar por el parabrisas, tratando de localizar el avión. Este salió a la vista, emergiendo tras un árbol en la línea a su izquierda. El pequeño avión oscilaba alrededor, alineándose con la rudimentaria pista de aterrizaje mientras se aproximaba. Sólo había suficiente espacio para que aterrizara, dejando poco espacio para rodar, y se detuvo a no más de quince metros de ella. A medida que el motor se apagó, ella bajó de la camioneta, para apoyarse sobre su cadera en el panel lateral. La puerta se abrió, y un taburete se dejó caer debajo para dar cabida a un hombre rudo con un mono de trabajo. Él salió del avión, buscándola. Con un exuberante saludo con la mano, él marchó hacia ella. "¡Scotch! ¿Cómo demonios estás?" Sonriendo, ella lo recibió a medio camino, dándole un abrazo. "Estoy muy bien, Cliff. ¿Y tú?" "He estado mejor", confesó. "Estos huesos viejos se están portando mal. Y Dolores me amenaza con dejarme." Se veía bastante espantado, aunque decía lo mismo cada vez que lo veía. "¡De ninguna manera! Dolores te ama. Va pasar mucho tiempo antes de que se corten sus alas". Él escudriñó el pequeño avión chárter. La única parte de su casco que no parecería dañado o rayado, era una imagen de una modelo de revista cuidadosamente pintada en el asiento del piloto. Ella vestía un escaso vestido rojo, y sonreía tímidamente a sus admiradores. "¿Eso crees?" "Garantizado". Animado, la mirada de Cliff pasó a las dos personas que estaban descargando el equipaje y el equipo. "Esa chica de allí dice que está haciendo un artículo sobre tú, para una gran revista este año. ¿Es cierto?" Scotch se sonrojó. "Es cierto. Tenemos la esperanza de conseguir un patrocinador nacional para publicidad". Él asintió con la cabeza en agradable acuerdo. "Suena como un plan. Espero que funcione para tú". Su tono sonó con incertidumbre, y atrajo la atención de Scotch. "¿Crees que no funcionará?” -preguntó, bajando la voz. Chupándose los dientes, Cliff dijo, "Creo que puede ir en cualquier dirección. Me parece que ella es una persona difícil de complacer." Él se rió entre dientes, y le dio un codazo con su hombro a Scotch, ahora preocupada. "Pero no me hagas caso, puedo estar equivocado. Si pudiera juzgar a las mujeres así como lo hago con los aviones, ya estaría casado ahora." Ella se echó a reír junto con él, guardando sus reservas para analizarlas después. Los periodistas terminaron de descargar el avión, y ella dio un paso adelante para presentarse ella misma. "Hola, soy Scotch Fuller. Bienvenidos a Alaska". "Es un placer conocerte al fin,” dijo la mujer, ofreciendo su mano. Ella era un par de centímetros más baja, su rizado cabello oscuro corto, y atravesado por varios hilos de plata. Scotch sabía de ella por lo que había investigado, que ella era sólo seis años más joven que el reportero, y encontró la coloración prematura interesante. "Obviamente, soy Lainey Hughes, y este es mi compañero, Don Howry". "Un placer conocerla, Sra. Fuller." Las manos se estrecharon, y Scotch se ofreció para tomar una de las bolsas. Ella tenía la extraña sensación de que había conocido a Lainey antes. Su padre le había dicho que ella había

cubierto la última carrera, así que tal vez ésa era la conexión. "Llámame Scotch", instruyó, guiándolos hasta el camión. “Ya que van a estar con nosotros un buen tiempo, no hay razón para no utilizar los nombres". Con la ayuda de Cliff, cargaron las bolsas de viaje en la parte trasera del camión. Él rechazó una invitación para tomar café en la granja, pero con gratitud intercambió su termo con el de Scotch. Tan pronto como estuvo de vuelta en su avión, arrancó para el viaje de regreso a Anchorage. Vieron cómo giró a Dolores, y despegó, los engranajes apenas eludiendo las copas de los árboles en el otro extremo de la pista de aterrizaje. A solas con los extranjeros, Scotch suspiró y forzó una sonrisa. “Volvamos a la granja, para que se instalen" dijo, abriendo la puerta de la camioneta y doblando el respaldo del asiento. "Sólo tengo asientos plegables aquí. Es un poco pequeño, así que tal vez Lainey podía ir en la parte de atrás". "Eso suena bien." Lainey sonrió, y dio un paso adelante mientras Howry caminaba alrededor hacia la puerta del pasajero. Sin soltar el asiento de en medio, Scotch se apoyó contra la bisagra de la puerta para dar a Lainey espacio para subir al interior. No pudo dejar de notar los pantalones vaqueros de diseño, bien ajustados, y un ligero olor a perfume. Sacudiendo la cabeza, esperó hasta que Lainey plegara el asiento detrás de Howry, y se estableciera en el espacio reducido, antes de trepar en el camión. Pronto estuvieron en un camino rural asfaltado, internándose en el pueblo que llamaba hogar. El silencio era desconcertante para Scotch. Mientras que ella podía ver a Howry con su visión periférica, que ávidamente se daba cuenta de los lugares de interés turístico de la pequeña ciudad de Alaska, ella podía jurar que sintió los ojos de Lainey mirándola. Una rápida mirada demostró que su instinto estaba en lo correcto, mientras la fotoperiodista desvió la mirada. Scotch, un poco fuera de su elemento, ruborizada por la intensidad de la expresión de Lainey, se apoderó del volante con más fuerza. Lainey se aclaró la garganta. “Así que, ¿cuánto tiempo llevas conduciendo los perros?" preguntó. Scotch sonrió, aceptando la distracción de hablar de los perros. "Casi veinte años.” Ante el abrupto silencio, ella consideró a sus pasajeros, observando la expresión perpleja de Howry y el gesto de negación Lainey. "Mis padres empezaron la perrera cuando yo tenía dos años. Tan pronto como pude ponerme de pie y sostenerme sola, ya estaba en un trineo". "Wow", dijo Howry. “Has estado en un trineo desde que empezaste a caminar. Eso es fantástico." Ella maniobró a través de la pequeña ciudad, conduciendo automáticamente. "Sólo tuve un perro por equipo, por supuesto, pero era un comienzo. Mi hermano y mi hermana comenzaron de la misma manera". "Ellos deben ser…Irish y Rye?" Preguntó Lainey. Scotch asintió, dando vuelta a la carretera y entrando sobre un camino de tierra compactada. "Irish tiene nueve años, está capacitada para controlar hasta diez perros ahora. Y Rye dirige una carga completa". "Nombres interesantes", dijo Howry, dando a entender que buscaba más información. Riéndose, Scotch dijo, "Hable con mi papá. Le encanta contar la historia". "Lo haré", respondió Lainey, con voz suave. Scotch miró fijamente por encima de su hombro, sin saber lo que pensaba que iba a ver.

Lainey se limitó a sonreír a su vez. Volviendo de nuevo a la conducción, se preguntó por qué la mujer la inquietaba tanto. Ensimismada en sus pensamientos, Scotch no se dio cuenta de que Howry elevaba una ceja mirando a Lainey. Ella le devolvió una mirada de advertencia, no sin antes sacarle la lengua, aunque le dio a su asiento un ligero empujoncito. Él deslizó sus ojos de nuevo al paisaje. Sus intereses sexuales eran ningún misterio para su compañero, habían trabajado juntos en América del Sur una vez. Dos meses de estrecha asociación dejaban muy pocas dudas de sus secretos. Para cuando regresaron a los Estados Unidos, ya llevaban entre manos la discusión del tema de cómo llevar a una mujer al orgasmo, jactándose de sus habilidades y compartiendo técnicas. Mirando el perfil de Scotch, su libido estaba golpeando a toda marcha. Su fantasía masturbatoria de los últimos tres meses, estaba sentada a pocos centímetros de distancia. ¡Buen Dios!, ¿cómo iba a sobrevivir a esto? ¿Qué la había poseído para lanzar esta idea, en primer lugar? Una repentina ráfaga de nervios inquietó a Lainey. Nunca se había sentido de esta manera acerca de ninguna mujer que le interesara. Scotch tenía una belleza inconsciente. No necesitaba maquillaje, y al parecer no usaba ninguno. Su nariz estaba ligeramente torcida, y Lainey se preguntó si era natural o era el resultado de una quebradura. A excepción de eso, sus rasgos eran perfectos. La piel de Scotch estaba bronceada, con una ligera lluvia de pecas en la nariz. No estaba tan curtida como cuando Lainey la vio por primera vez, pero en marzo, Scotch acababa de salir del sendero de la carrera Iditarod. Rubios rizos dorados sobresalían al azar por debajo de la gorra de béisbol color crema, enredándose en la nuca de su cuello. Lainey se vio en apuros para no ir más allá y tocar con sus dedos la trenza. Su análisis fue interrumpido por una creciente cacofonía de sonidos, distrayéndola tanto a ella como a Howry. Scotch condujo la camioneta por un camino, más allá de una señal que les daba la bienvenida a Perreras Fuller. El horario de operación estaba publicado allí, y Lainey se preguntó por qué. Ella hizo una nota mental para obtener después una fotografía del aviso, centrando su atención en los edificios cercanos. La entrada circular era enorme, con un área de descanso central, varias sillas de madera dispersas y una parrilla de piedra para hacer barbacoas. Una camioneta Station Wagon con matrícula del Estado de Virginia estaba aparcada en una rudimentaria zona de aparcamiento a la izquierda, la parte posterior de la camioneta contenía equipo de campamento. Dos edificios de troncos estaban en el centro del camino, una con un cartel de madera rústica identificando el Hospital Veterinario Fuller. Esa era la razón por la que había horario de operación, por supuesto. Lainey identificó el ruido al tiempo que varios ladridos de perros se escucharon en señal de emocionada bienvenida. Scotch sonrió mientras aparcaba delante de la segunda cabaña. "No se preocupen. Los perros sólo hacen ése tipo de escándalo al oír nuestros camiones. No los despertarán por todo lo que pase con ruedas por aquí". "Eso es un alivio", dijo Howry, abriendo su puerta. "Necesito mi sueño de belleza." "Ya te digo." Lainey sonrió sin arrepentimiento ante su pulla. El entusiasmo canino parecía ser contagioso. Tomó la mano de Scotch para mantener el equilibrio mientras salía del camión. Una conmoción subió por su brazo ante el toque, y ella rápidamente se apartó, para no seguir los instintos naturales de su cuerpo. Lainey comenzó a retirar el equipaje de la caja de la camioneta, recibiendo otra mirada interrogante de Howry. Ella lo ignoró.

Ahora no era el momento para discutir lo que estaba pasando con ella. Ya era bastante malo que los caciques de la revista Cognizance hubieran alterado su plan, asegurando así que ella tuviera un colega testigo de su necedad. Ella no necesitaba darle más municiones de las necesarias. Scotch dijo: "Vamos a esperar hasta después del almuerzo para que se acomoden bien". Ella levantó una bolsa de lona con facilidad, y trepó por los escalones de la cabaña, poniéndola cerca de la parte delantera de la puerta. "Mientras tanto, vamos a dejar sus cosas aquí, y yo los llevaré a dar una visita guiada". "Visita guiada, ¿eh?" Preguntó Howry, dejando caer una maleta en el porche. "Eso suena como si lo hicieras con regularidad." "Así es", dijo. Ella ayudó a Lainey con una mochila de tamaño grande, una expresión de sorpresa parpadeó en su rostro mientras se dio cuenta de lo pesada que era. “Dos viajes de un día, de lunes a viernes. También organizamos excursiones de un día, salidas de campamento durante la noche con los perros, excursiones de fin de semana, y paseos o lecciones en trineo". "Impresionante", dijo Lainey. Señaló al edificio a su paso, a medida que se internaban en el camino. "¿Además tienen un hospital para animales?" Scotch sonrió. "Si. Ese es de mamá. Ella se encarga de todos los perros aquí, y es una veterana voluntaria de la carrera Iditarod". Howry, con su cámara en la mano, jugueteó con una lente mientras miraba a Lainey, con una mirada expresiva. Se dio cuenta de que ella misma estaba mirando a Scotch con un interés mayor que lo normal, y disimulado rápidamente. La puerta de malla de la cabaña se abrió de golpe, una distracción bienvenida para Lainey, y dos bultos llenos de energía emergieron, un ser humano y uno canino. "¡Dey, aquí! ¡Dey, aquí!" Scotch se interpuso ante ellos en un esfuerzo por contener el desastre potencial. Fue entonces cuando Lainey se dio cuenta quienes eran. Levantando al niño, Scotch dijo "me gustaría presentarles a Bon, mi hermano menor". Girando ligeramente para indicar a la cachorra, continuó, "Y ésta es Afrodita". Lainey extendió la mano y estrechó la de Bon. "Es un placer conocerte." El muchacho le regaló una sonrisa tímida, y ella sonrió mientras él se aferraba a su hermana. No había duda de que eran familia; ambos tenían el cabello ondulado dorado, aunque el de Bon era mucho más claro. Al oír el clic del obturador, vio a Howry tomar una fotografía. "Oh, ten cuidado," advirtió Scotch, poniendo al chico en el suelo. "El es el más travieso" Bon rió, y se apresuró a la puerta de malla, abriéndola, "Vamos, Afodita!" El cachorro se lanzó hacia adelante, meneando la cola con impaciencia, y ellos desaparecieron en el interior. Riéndose entre dientes, Scotch se les quedó mirando mientras se quitó la gorra para recorrer con la mano su pelo. Lainey se preguntó si se sentiría tan maravilloso como parecía, hipnotizada hasta que Howry chocó con ella por detrás. Ella le dio una mirada rápida, sabiendo que tendría mucho que explicarle la próxima vez que estuvieran solos. Rompiendo el silencio, esbozó una brillante sonrisa. "¡Y bien! ¿Qué hay con ésa visita guiada?" Él resopló ante ella, pero siguió a Scotch mientras ella bajaba las escaleras y rodeaba la cabaña. ¿Qué era lo que decían? ¿La ausencia hace crecer el cariño? Lainey no podía saber si su

interés por Scotch había crecido a lo largo de los últimos tres meses mientras ella planeaba esta excursión. Su atracción era tan fuerte como lo había sido desde el momento en que ella la había visto por primera vez como corredora. Parecía como si el interés fuera mucho más fuerte en presencia de Scotch que cuando Lainey estaba en Nueva York. Por lo menos no podía engañarse a sí misma creyendo que todo esto era como un dulce para la vista, para estimular los sentidos. Aquí, en presencia de Scotch, todo se cuadruplicaba. Ella tiernamente esperaba que el constante contacto pudiera romper éste enamoramiento. "¿Lainey? ¿Vienes?" Sorprendida en su meditación, ella hizo un gesto con la mano hacia Scotch, observando la expresión cautelosa en sus ojos. No es de extrañar, ya que Lainey estaba actuando extraño, incluso ante sus propios ojos. Ella corrió escaleras abajo para unirse a ellos.

CAPÍTULO CINCO

Scotch los condujo por un lado de la cabaña en un camino de grava. En lugar del patio tradicional, con césped bien cuidado y rosales, el lecho de piedras se abrió ante ellos, abarcando la mayor parte del área disponible. La cabaña tenía una cubierta elevada adjunta donde Bon jugaba con su mascota y otros dos cachorros. Un puñado de edificios exteriores y algo que parecía ser una cochera abierta en extensión, aunque la cubierta de hormigón de ésa sección no parecía accesible a un vehículo con el tipo de los equipos que tenían allí. Dos grandes perreras agrupaban a un puñado de perros, que recibían la atención cautelosa para una familia de cuatro. Más allá de ellos, Lainey vio el patio de los perros. Ella se sorprendió por el gran número de animales, ya que nunca había visto tantos a la vez. No, se corrigió. Había visto muchos más durante la carrera en Marzo. Lo que no había sido preparado eran las ordenadas filas de casas de madera, cada una con un perro encadenado cerca. Lainey inmediatamente se preguntó cómo esto podría ser saludable para los animales. Literalmente estaban encadenados, notó algunos durmiendo en el sol. Otros jugando con entusiasmo con juguetes o huesos, y algunos ocupaban la cima de sus hogares, moviendo la cola a medida que aullaban por atraer la atención de la gente en el patio. Difícilmente parecían ser maltratados. "Scotch!" Un joven saludó al grupo en la perrera. Lainey lo reconoció como el muchacho que había estado con Scotch en el último invierno. "¡Ven aquí!” Scotch le devolvió el saludó con la mano. "Ya vuelvo. Vayan por delante y husmeen un poco. No se preocupen, todos los perros son amistosos". Howry dio un reservado murmullo de asentimiento, y ella corrió hacia las perreras y, presumiblemente, hacia sus fans. "Entonces. ¿Esto es atracción fatal, o simplemente un leve enamoramiento?" Lainey le frunció el ceño, luego miró a su alrededor para asegurarse de que nadie escuchara. "No es nada de eso", dijo. "Oh?" Él levantó una ceja. “Ella es linda, y tiene un tipo atlético. Quiero decir, si te sientes atraída por ese tipo - y yo sé que sí." Él se ocupó de tomar una imagen de su tema de conversación mientras ella saludaba con la mano a los visitantes. "No es por eso que estamos aquí." Él volvió la lente hacia ella, ajustando el foco. "No se le puede mentir a la cámara, Lainey” Click. Su cara se puso roja, y ella colocó la mano en la lente para bloquear más fotos. No necesitaba pruebas fotográficas de su locura. "Está bien" dijo ella, rodando sus ojos. "La vi en marzo pasado. Hay algo en ella que no me deja sola". Howry bajó la cámara, dándole toda su atención. Ella apartó la mirada, sabiendo que su rostro mostraba varios tonos de rojo. Una cosa era conspirar y soñar; hablarlo en voz alta le daba a su plan un impacto de realidad absurda que había perdido previamente. "Pensé que si podía pasar algún tiempo con ella, superaría lo que sea que es esto" Ella lo miró. "Pero sigo pensando que es una buena idea. Por eso se lo propuse a Ben en

primer lugar." "Debe haber sido un maldito giro cuando su jefe me agregó a la ecuación". Ella lo miró, notando que no había rencor en su expresión. Relajándose un poco, dijo: "Por decir lo menos" "¿Qué te dijeron cuando les dijiste a ellos?", preguntó él, indicando con la cabeza en dirección a la perrera. Lainey vio como Scotch se arrodilló para estar a la altura de un niño pequeño, con paciente y sonriendo mientras le explicaba algo a él. Su pecho se tensó con una emoción imposible de identificar, y ella resistió el impulso de acercarse. "No les he contado, todavía". Howry se quedó en silencio por un momento, antes de soltar la risa. Irritada, le dio la espalda mientras él casi se doblaba de la risa. Lainey plasmó una sonrisa de disculpa cuando los otros miraron con curiosidad. "No es tan divertido," dijo ella con los dientes apretados. Tomó unos minutos más antes de que él recuperara el control, se enderezó secándose los ojos. "No, desde yo estoy", respondió. "¿Ustedes son los periodistas?" Lainey levantó la vista para ver a una chica que colgaba encima de la barandilla de la plataforma. Ella puso rápidamente su mejor cara. "Sí, lo somos. Soy Lainey Hughes, y él es Don Howry". La chica sonrió y Lainey pudo ver otra similitud de Scotch en la cara de la chica. Ella tuvo que admitir que sus padres ciertamente tenían descendencia bien parecida. "Soy Irish Fuller." Ella les dio un breve vistazo, acomodando un mechón de pelo rubio detrás de la oreja. "Escuché cuando llegó el camión, así que preparé café. ¿Dónde están sus cosas?" "En el porche delantero. Scotch iba a darnos la visita de los diez dólares, pero la interrumpieron". Irish giró su rostro ante sus pensamientos, espiando a su hermana mayor, quien lleva a una familia hacia la estructura de la cochera abierta. “Acaba de empezar. No puedo dejar solo a Bon, de otro modo yo los llevaría". Howry dijo: "Está bien. Podemos organizarnos por nuestra cuenta". "¿Por qué no suben aquí? Puedo traerles café, y ustedes esperan a que ella termine." Irish abrió una puerta para cachorros, hábilmente interceptando un perro con el pie, cuando éste hacía un torpe bandazo hacia la libertad. "Oh, no. No queremos distraerte." Lainey dio un paso hacia atrás en leve protesta. La expresión de Irish se congeló, un destello de descontento que fue rápidamente reemplazado con la comprensión. “Mamá te dijo que no entendería", dijo, casi como una ocurrencia tardía. Asumiendo un tono ligero, continuó. "Es realmente grosero no ofrecer a los huéspedes algo de beber cuando llegan”. Lainey se dio cuenta, por lo tanto, que era considerado de mala educación rechazar una oferta así. Su compañero también cogió la indirecta, y se colgó la cámara al hombro. "Estaríamos agradecidos por algo de café". Irish sonrió e hizo un gesto para que subieran los escalones. Por lo menos en la plataforma, Lainey tenía una mejor vista de las actividades de Scotch. Sentada en una silla del patio, se apoyó en la barandilla y observó a la mujer explicar las

operaciones de la perrera a su público, su voz no llegaba del todo. Rye entró al edificio de la cochera, y sacó un trineo de carreras. El grupo se desvió hacia ella, y Scotch señaló las diversas partes del vehículo. Lainey notó movimiento en el área de perros. Un hombre hispano con pantalones vaqueros liberó a un canino encadenado, y lo puso en un vehículo de cuatro ruedas que tenía un artilugio extraño unido a la parte delantera. Se veía como un vagón de la montaña rusa, en madera y pintado con el logotipo que había visto en el letrero de la entrada. A medida que el hombre se movió a través del patio, los perros ladraban alegremente, saltando para ganar su atención. Cuando Irish regresó dentro, ella le preguntó, "¿Quién es ése?" Después de acomodar una bandeja de refrescos en una mesa, la chica detuvo hábilmente a Bon que intentaba subir al regazo de Howry. Manteniendo a su hermano pequeño entre sus brazos, ella miró hacia donde le indicaba. "Ese es Miguel. Nuestro adiestrador". Howry se puso de pie para tener un mejor ángulo, mirando a través de su cámara. "¿Qué está haciendo?" Irish bajó a Bon que se retorcía, y él inmediatamente se envolvió alrededor de la pierna de Howry. "Él está enganchando a los perros al vehículo cuatro ruedas. Esas personas han pagado por una visita. Consiguen un paseo con perros, también." Ella se encogió de hombros, con una leve sonrisa en su rostro. "No es un trineo, pero hace las veces cuando no hay nieve". Lainey dividió su atención entre el objeto de su deseo y el adiestrador. Ningún perro fue ignorado mientras los escogía, a pesar de que sólo escogió a media docena para llevar el vehículo. Mientras tanto, Scotch silbó, y un perro que no estaba encadenado trotó hacia ella, moviendo la cola. Ella comenzó a demostrar cómo los caninos eran unidos al trineo, con la ayuda del muchacho que con orgullo le sonreía a su padre. "¿Por qué ese perro anda suelto?" preguntó Lainey. Al mismo tiempo, Howry preguntó: "¿Cómo elige qué perro utilizar?" Irish miró entre ambos, incierta ante a quién responder en primer lugar. Bon no tenía ningún problema, sin embargo. "Roca, ¡perro grande!", gritó. Sonriendo, Irish asintió. "Sí, Roca es hoy el Gran Perro. Todos los días un perro es elegido para correr libremente. Por lo general corren en rotación, a excepción de los días de carrera o cuando las hembras están en celo". Respondida su pregunta, Lainey observó como Scotch terminó la lección, apenas oyendo la respuesta de Irish hacia Howry. "Los paseos tienen un horario de rotación, también, al menos durante la temporada turística. Una vez que el entrenamiento de la carrera comienza, por lo menos la mitad de ellos salen de la lista. Aquellos que no van a estar corriendo con holgura". Puso una taza de café humeante enfrente de Lainey. "Cualquier turista que quiera un paseo real en trineo no conoce las diferencias entre el primero o el segundo recurso". En ése momento, Miguel terminó su tarea. Él se subió al trineo todo-terreno, y llamó al orden a los perros. Lainey no pudo evitar sonreír ante los ladridos entusiastas una vez que el equipo dio un salto hacia adelante. Ella lo vio dirigir a los animales en círculo al patio, enviando una ronda de aullidos excitados de los que se quedaban. El clamor distrajo a los visitantes, y miraban con los ojos abiertos como Miguel habilidosamente condujo al equipo hacia ellos, tirando a un alto al acercarse. Lainey

sintió que lo más lo sorprendente fue que no había jalado las riendas, ningún método de control, excepto las órdenes verbales. Claro, el trineo todo-terreno podría desviarse, pero los perros siguieron sus indicaciones en lugar de tratar de ir en diferente sentido. Scotch hizo una demostración saludando a cada perro, instando a los niños a hacer lo mismo. Luego ayudó a todos ellos a abordar el trineo, quedándose de pie detrás mientras su hermano se unió a ellos. Lainey miró como los rayos del sol atravesaban los árboles, encendiendo los reflejos dorados del cabello de Scotch. Un hilo de deseo bajó a lo largo de su columna vertebral, explotando en un leve calor cuando el corredor se volvió y le sonrió. "Interesante", dijo Howry. Ella apartó la atención para echarle una mirada, pero él no le hizo caso, alcanzando una galleta de la bandeja antes de regresar a su asiento. "Esta cabaña no parece tan grande", observó él. "¿A dónde vamos a dormir?" "Hay una litera adicional junto a la de Miguel, para usted, señor Howry. La señorita Hughes dormirá con Scotch” dijo Irish, mirando a Bon el chico dirigía su mirada sobre la galleta en la mano del hombre. Lainey casi se atraganta con el café. "Los niños siempre dicen la verdad," murmuró Howry, sonriendo. Su atención se dirigió a la chica, rezando porque ella no lo hubiera oído. Afortunadamente, Irish estaba concentrada en Bon, retirándolo del alcance de las galletas en las que estaba entretenido. Salvada por el momento, Lainey susurró, “¡cállate!" "¿Está todo bien?" preguntó Scotch, subiendo los escalones y abriendo la puerta. Howry, con una expresión insolente, y sin dejar de mirar a Lainey, dijo, "Todo está bien. Escuché que Lainey dormirá contigo". Lainey se preguntó seriamente cuánto de esto podría soportar. Seguramente había alguna manera de arreglar un accidente fatal para su compañero, algo que diera lugar a un dolor extremo durante una larga cantidad de tiempo. Inocente, Scotch miró de la mirada divertida de Howry a la de irritación de Lainey. "Eso no será un problema", dijo ella, pareciendo insegura. “A menos que prefieras una litera para tú sola. Supongo que me podría cambiar con Irish". Las expresiones de las chicas Fuller manifestaban su disgusto por tal arreglo, y Lainey se apresuró a aliviarlas. "¡No! Esto está bien. Yo sólo…Tiendo a ser un poco solitaria a veces, eso es todo". Deseó estar lo suficientemente cerca para darle una patada en la espinilla de Howry y borrar esa sonrisa zalamera de su cara. Scotch se relajó, y dijo: "Puedo entender eso. Yo también soy una solitaria." La dulce sonrisa en los labios de Scotch, alejó el enojo de Lainey contra las burlas del camarógrafo. Ella le devolvió la sonrisa, levantando su taza a modo de saludo, sin importarle si sus intenciones eran transparentes para Howry. Justo aquí, en este momento, bajo la amistosa relación con Scotch, era el único lugar para estar.

CAPÍTULO SEIS

La visita guiada llegó finalmente. Lainey se enteró de que la cochera actualmente se utilizaba como la cocina de los perros, y el edificio adjunto era el granero. Como cualquier granero común, el desván contenía paja. Scotch les dijo que era como la ropa de cama durante el invierno. El piso de abajo tenía nueve espacios cercados para los animales de carrera, todos ellos vacíos. Estos eran utilizados principalmente durante el invierno para los perros heridos o las nuevas madres, ya que este edificio estaba climatizado. Dos congeladores horizontales acomodados en una esquina, y el resto de la habitación estaba relegada al almacenamiento - cinco trineos de diferentes estilos, contenedores de comida seca y arroz para perros, líneas surtidas de tuercas y cables, estantes de suplementos de vitaminas y armarios llenos de mantas para perros y botines. Varias tablillas colgadas cerca la puerta, cada una claramente etiquetada. Lainey leyó "Gran perro" en una, y buscó hacia abajo para ver que el nombre de Roca tenía una marca grasosa de lápiz al lado de su nombre. Otras tabillas decían "Rotación de perros" "Vacunas" y "Corredores". Los ladridos de perros interrumpieron su lección mientras la familia visitante regresaba de su salida, instando a los que se quedaban atrás para dar un entusiasta saludo a sus compañeros. Miguel trajo al equipo haciendo un alto fuera de la granja, y los perros sonrieron a Lainey, jadeando por causa del esfuerzo. Mientras Scotch y su hermano ayudaron a la familia a bajar del trineo, su entrenador ató el equipo a un poste. Dio a Lainey y a Howry un gesto de saludo al pasar junto a ellos, emergiendo unos momentos más tarde con trozos congelados de alimento para alimentar a los perros. "Voy a acompañar a esta gente hasta afuera," comentó Scotch. "¿Estarán bien por un minuto?" "Sí, estaremos bien." Howry meneó su cámara, indicando que él tenía mucho en qué mantenerse entretenido. Lainey sonrió en asentimiento, sin poder contener el ligero aumento en su respiración cuando recibió otra sonrisa a cambio. Estaba empezando a pensar que realmente esto era una mala idea. Scotch escoltó a los turistas hacia fuera, y Lainey tragó saliva al ver el ligero balanceo de sus caderas. "Y bien, ¿qué les estás dando de alimentos?" Howry preguntó a Miguel. Armándose de valor, Lainey recordó por qué estaba aquí. Después de pasar un largo tiempo con Scotch esta obsesión se desvanecería. La mujer era joven, probablemente obstinada, sin más educación que la de aquí en la naturaleza, olía a caca de perro. También era atlética, vibrante, dueña de una confianza extraordinaria, y era divina… Con un gemido interno, Lainey volvió su atención a la conversación cercana. Miguel estaba a medio camino del equipo. Había empezado a poner en marcha a los perros guías, y en su camino de regreso, trabajaba alabando y acariciando a cada animal. "Pescado blanco congelado," dijo. Su voz de tenor tenía un ligero acento. “Algunas veces salmón congelado o trozos de hígado. Les ayuda a refrescarse después de una carrera, y los recompensa por el buen trabajo hecho. ¿No es así, chica?", Preguntó al siguiente perro en la fila. "¿Cuánto tiempo llevas trabajando aquí?", preguntó Lainey, obligándose a por lo menos

hacer un intento por realizar su trabajo. "Desde el principio". Miguel regresó a la parte delantera de la fila, y comenzó estrechamente la inspección de cada perro. Masajeó los hombros, las caderas y los lomos antes de comprobar pies y muñecas. "Trabajé para Thom en un par de sitios de construcción. Cuando él embaucó a Helen a que empezara la perrera, me ofrecí como voluntario para ayudar a construir el Hospital veterinario y este granero." Se encogió de hombros. "Acabé contratado de forma permanente." Ellos miraban como él examinaba a fondo a cada animal, en silencio. Cuando terminó, se levantó y se estiró, arqueando su espalda. "Así que, ustedes son los periodistas, ¿no?" Lainey se golpeó ligeramente la frente. "¡Vaya, lo siento! Sí, soy Lainey Hughes y este es Don Howry". Miguel se limpió la mano en sus pantalones vaqueros antes de ofrecerla a ellos. 'Miguel Sánchez, entrenador." Terminadas las presentaciones, Lainey ahora olía a perro, y contuvo el impulso de frotar la palma de su mano en su camisa. Ella siempre fue exigente en el primer contacto, algunos hábitos arraigados de limpieza como ése, tendrían que disiparse cuando ella se sumergiera en ésta nueva situación. Oler a perro era mejor que algunos de los olores que había sido obligada a llevar durante su carrera. El entrenador parecía divertido, y ella se preguntó si había mostrado algo en su expresión. Mientras ella se preocupaba por la cuestión, él continuó hablando. "Vas a dormir en mi cabaña" le dijo a Howry. "Es una especie de dormitorio de estilo, pero está bien. Está justo ahí pasando ese camino." Señaló el camino, una cabaña apenas visible entre los árboles. "Incluso tenemos agua corriente." Las campanas de alarma sonaron en la cabeza de Lainey. Con una fingida indiferencia, preguntó: "¿No hay electricidad?" "Todavía no", dijo Miguel, riendo entre dientes. "Tengo la intención de conseguir un generador por ahí. No he tenido el tiempo." Howry digirió esta información admirablemente. “Entonces, ¿las linternas de gas propano son la regla y no la excepción?" "En su mayor parte", dijo Miguel. Él le dio una significativa mirada al camarógrafo. "La casa principal, la clínica, y el granero tienen electricidad, sin embargo. Si necesitan recargar baterías y todo eso, estoy seguro de que podemos acomodarlos." Él saludó con la mano hacia la cabaña donde Bon estaba jugando bajo la atenta mirada de Irish. "Inclusive tienen conexión a Internet." Lainey miró por encima del patio de los perros, observando que sería un crudo invierno sin el simple equipamiento de electricidad. Ciertamente, había estado en lugares tan rústico como las ciudades en guerra en el Oriente Medio, pasando por montañas de innumerables países. Pero esto era América, por ¡Dios Santo! Había esperado un cierto nivel de civilización. Otro pensamiento le pasó por la cabeza. No haber electricidad significaba que no había calentador de agua. ¡Dios mío!, ¿en qué la había metido su libido? "¿Dónde está la cabina de Scotch desde aquí?" Preguntó Howry. Lainey siguió el punto donde Miguel señaló, viendo otro camino sinuoso a través de los árboles. No podía ver la cabaña del todo. "¿Tan lejos?" "Sí, un poco. En realidad está escondida detrás de una pequeña colina." Él se chupó los

dientes. "A Scotch le gusta su privacidad." La advertencia tácita trajo a Lainey a mirar a su alrededor. El tema era que la privacidad de una persona no sólo aceptaba ser constantemente seguida por extraños blandiendo sus cámaras, sino que les permitía entrar en su espacio sagrado durante nueve meses completos. El trabajo de Lainey era principalmente una actividad de persecución, ella entendió el sacrificio que Scotch estaba haciendo a cambio de publicidad. Decidió que rondaría con tiento en torno a Scotch. Independientemente de sus razones idiotas para iniciar este fiasco, Lainey no podía dejar que su actuación interrumpiera el objetivo de su equilibrio. Sí. Scotch era apenas un objetivo, al igual que tantos otros a lo largo de los años. Lainey simplemente necesitaba mantener la perspectiva adecuada. Scotch dobló la esquina de la cabaña, con su hermano a su lado, y Lainey sintió que su ´perspectiva adecuada´ flotaba alejándose como un globo de helio. +++ Relajada, a pesar de tener a los periodistas en la mesa, Scotch compartía después del café de la cena, mientras Howry obsequió a su familia con una anécdota de una de sus asignaciones en el Amazonas. Su voz se hizo más pausada cuando describió estar en una canoa, evadiéndose de una guerra de otro pueblo, confiando en sus guías nativos para mantenerlo vivo, y su audiencia colectivamente se inclinó hacia adelante en anticipación. Incluso Lainey parecía enamorada de su historia sobre los pueblos indígenas con los que había estado en contacto, y Scotch aprovechó la oportunidad para estudiarla. Lainey parecía una contradicción. Ella cargaba un aire de profesionalismo que parecía innegable. Sin embargo, Scotch la había visto sonrojarse y tartamudear como una colegiala, por las cosas más leves varias veces en el transcurso de ésa tarde. ¿Sería porque trabajaba principalmente con la naturaleza en lugar de con las personas? Tal vez ella no se sentía cómoda con los extraños. Eso no sonaba correcto, pero ella no podía pensar en ninguna otra razón para su comportamiento. Sus rasgos estaban un poco más agobiados por las preocupaciones, que en la única foto que Scotch pudo localizar de ella. Scotch suponía que tenía sentido; esa foto había sido tomada cuando Lainey tenía la edad de Scotch ahora. Desde entonces, había vivido un par de acciones militares y había sido herida. A decir verdad, a Scotch le gustó la forma en que Lainey se miraba ahora, y ése déjà vu inquieto no se iba. ¿Dónde había visto antes a Lainey? Era un lugar diferente de la foto que ella había encontrado. Scotch tendría que haberla recordado en la función del banquete, ella siempre tenía una buena memoria para los rostros. Recorrió el ligero cuerpo, viendo la camisa de franela marrón a cuadros perfectamente escondida en la cintura de sus pantalones vaqueros. Vestía botas de montaña desgastadas que iban en desacuerdo con la etiqueta de ropa de diseñador en el bolsillo de su cadera. ¿En qué lugar había sido herida? No se notaban ningunas cicatrices obvias en ningún lugar, y ella no cojeaba. Sus mangas habían sido arremangadas durante el día, y sus antebrazos estaban tan curtidos como su cara y su cuello. Ella le había contado a Irish que había estado trabajando en África a principio del año. Scotch pensó que conocer todos aquellos lugares exóticos debía ser verdaderamente emocionante. Sus manos eran callosas, por lo que no era una extraña para el trabajo duro, un plus en opinión de Scotch. El invierno en Alaska era duro, y no era para los débiles. Salvo cualquier incidente imprevisto, pensó que este acuerdo podría funcionar muy bien de hecho. Su mirada volvió al rostro de Lainey, encontrando los ojos color avellana mirándola a su

vez, con una ceja levantada en cuestión. Pillada en su lectura visual, Scotch escondió la vergüenza lo mejor que pudo. Suavemente volvió su atención a Howry, y tomó un sorbo de café, sabiendo que su rubor contradecía su externa indiferencia. Howry concluyó su historia, y hubo un momento de calma en la conversación. "Bueno, ahora que ya he contado una de las mías, Thom, tal vez podría responder a mi pregunta". El padre de Scotch se reclinó en su silla, Bon estaba adormilado sentado en su regazo. En su rostro se formó una sonrisa de complicidad. "¿Quién le puso el nombre a mis hijos?", preguntó. Helen chasqueó la lengua con buen humor, fingiendo irritación. Scotch sonrió y le guiñó un ojo a su hermano igualmente divertido. Irish abrió más sus ojos. Lainey dijo: "Yo estoy apostando a que usted lo hizo. Creo que la pregunta es por qué los nombres que eligió". Orgulloso, Thom consideró cuidadosamente antes de responder, aunque todo el mundo pudo ver que era una estratagema. Scotch había visto la misma expresión de su cara cada vez que ella escuchaba la explicación. Su padre disfrutó de la atención. "Cuando me casé con esta hermosa mujercita", dijo, haciendo caso omiso del resoplido de Helen, "hicimos una apuesta. Quien adivinara el género correcto podría nombrar al bebé". “Y mamá disparó sólo bala de salva, por su instinto maternal", dijo Rye sacudiendo la cabeza. "Ella lo hace suficientemente bien con estas cosas maternas", dijo Thom, en defensa de su esposa. Helen le hizo un gesto con la mano. "Termina de contar, Thom. No te distraigas". Le dio a su esposa un beso en el aire, y miró a sus huéspedes. "De todos modos, cuando Scotch llegó, le dije a Helen qué nombre le pondría y ella iba a adecuarlo". Lainey miró a Scotch, con el desconcierto en su rostro. Scotch sonrió ampliamente, haciendo caso omiso de la solicitud de información. "Diles lo que es" “Voy a dejar que Scotch les explique", dijo, con magnanimidad. Scotch dejó la taza de café en la mesa, a la espera del momento justo antes de hablar. "Scottish, como los Scottish Terrier (perro escocés)." La mirada en los ojos de Lainey no tenía precio, y ella se esforzó por controlar su risa. "¡Estás de broma!" Lainey parecía incapaz de creer lo que estaba oyendo, contempló alrededor de la mesa, buscando confirmación. "Oh, no", dijo Helen. "Él estaba bastante serio en ése momento". "¿Iba a nombrar a sus hijos como las razas de perros?" exclamó Howry, estupefacto. "Oh, sí", dijo Rye. "Papá ama a los perros." Scotch disfrutó de la confusión en el rostro de Lainey mientras luchaba con la idea de un hombre etiquetando a sus hijos de tal manera. "Entonces, ¿por qué el cambio?" Thom se encogió de hombros, pareciendo decepcionado. "Bueno, ya conoces a las mujeres", dijo, bajando la voz como si respondiera en complicidad, aunque todos en la mesa pudieron escucharle claramente. "No se puede vivir con ellas. No se puede vivir con ellas". Emitió un grito cuando Irish le dio una palmada en el hombro, y luego soltó la risa, “Ella me dijo que no había manera de dejarme que nombrara a mis hijos como a los perros. Pero aún teníamos un acuerdo."

"Papá ama a sus perros, pero también le gusta su whisky", dijo Scotch. "¿Y dejaste que se saliera con eso?" preguntó Lainey a Helen. Ella sonrió. "Era mejor que tener un hijo llamado Labrador". Rye gimió y se cubrió la cara con sus manos, mientras que el resto de ellos empezaron a reírse. Cuando la diversión se calmó de nuevo, Howry dijo: "Está bien, puedo ver la relación entre Scotch, Rye, e Irish. Pero Bon? Soy un periodista, y tenemos hígados de hierro. Yo nunca he oído hablar de un whisky con ese nombre. ¿Finalmente Helen ganó una apuesta?" Bon, quien estaba recostado medio dormido en los brazos de su padre, apenas despertó ante la mención de su nombre. "En realidad, ese es un apodo," dijo Scotch. "Su nombre completo es Bourbon". Howry levantó las manos en el aire. "¡Por supuesto!" Mientras todo el mundo seguía riéndose, los ojos de Scotch se encontraron con los de Lainey. Ella sintió una extraña conexión formada entre ellas, una simple alegría de compartir algo bueno. Mientras que una parte de ella se relajaba en la sensación, Scotch se preguntó si tal vez su curiosidad inicial sobre la fotoperiodista se había vuelto demasiado grande, demasiado obvia. Desde esta mañana había estado menos preocupada por tener a una extraña viviendo con ella, y más preocupada de que ella no pareciera tan sofisticada ante la mundana mujer. Miguel le había comentado que Lainey parecía un poco sorprendida de que no hubiera electricidad en su cabaña. Y el piloto de la avioneta, Cliff, había comentado que ella parecía una persona difícil de complacer. Scotch nunca había puesto un pie fuera de Alaska, excepto para la carrera Yukon Quest en Canadá. Ella no tenía ni la más remota idea de lo que su humilde cabaña sería, ante los grandes viajes de Lainey Hughes. ¿Sobrevivirían nueve meses juntas? Su familia comenzó su ritual nocturno de limpieza, distrayendo a Scotch de sus cavilaciones. Ella ayudó a limpiar la mesa. Era su turno de lavar los platos, por lo que comenzó a llenar el fregadero con agua caliente y jabonosa. Cuando Lainey se ofreció a ayudar, ella se preguntó por qué se sentía tan feliz.

CAPÍTULO SIETE

Lainey caminaba lentamente, cargando su mochila asentada cómodamente en sus hombros y en la cadera, y su bolsa de la cámara en una mano, mientras Scotch se abría paso a su futuro hogar lejos del hogar principal. Fue difícil para ella no mirar la buena forma del trasero en frente de ella. Afortunadamente, por la dignidad de Lainey, en cualquier caso, el camino requería toda su atención de modo que no tendría que hacerlo. No era tan tarde, pero Alaska estaba lejos del Ecuador. El sol no se había puesto, confundiendo el sentido del tiempo de Lainey por causa del cambio de horario. Incluso en Nueva York estaba acostumbrada a que estuviera oscuro a ésta hora. Con la temperatura más fría aquí, su mente trataba de decirle que era muy de mañana, en vez de las diez de la noche. Tenía que admitir que el efecto general estaba en la reminiscencia de los viajes de campamento de juventud en Nueva Inglaterra, disfrutando de un desayuno de hojuelas de avena mientras el sol calentaba el lago. Lainey sonrió para sí misma, habían pasado años desde que ella pensó en eso. Se preguntó por qué. "Ya casi llegamos", dijo Scotch, mirando por encima del hombro. Llevaba la el maletín con el ordenador portátil de Lainey y otra maleta. "Voy justo detrás de tú", dijo. Doblaron por un recodo del camino, y Lainey consiguió su primer vistazo de la cabaña. Se alzaba en un nivel alto, con un pequeño y compacto porche cubierto en el frente de la puerta. Desde el ángulo de su llegada, Lainey vio que las ventanas que estaban colocadas eran más altas de lo que ella esperaba. Tal vez eso era para combatir las ventiscas. Ella siguió a Scotch tres pasos arriba, señalando una banca que colgaba balanceándose de las vigas del porche mientras su anfitriona abrió la puerta y puso las bolsas en el interior. "Entra, y ten cuidado al pisar" Dijo Scotch. Hizo un gesto a Lainey para que entrara. Consciente de sus pies, Lainey entendió las instrucciones cuando se encontró en un rellano. Los escalones llevaban abajo, y ella los siguió con cuidado al interior. Scotch cerró la puerta, y llegó tras ella. “Pon tus cosas en la esquina, y te mostraré los alrededores." Lainey dejó caer su mochila y alcanzó a tocar un muro de piedra natural. Era de seis pies de alto y estaba tapada por troncos de madera que ella había esperado en éste tipo de estructura. "¿Estamos bajo tierra aquí, o lo construiste dentro de colina?" preguntó. "Ambos, en realidad", dijo Scotch. "Aquí afuera tuvimos que cavar hacia abajo, pero en el fondo, es la profundidad de la misma colina". Lainey asintió distraídamente, mirando alrededor. El espacio era pequeño, tal vez cuarenta metros cuadrados. El suelo era de madera, cubierto aquí y allá con tapetes. En el centro de la habitación estaba una gran chimenea hecha de la misma piedra que las paredes que la rodeaban. Un sofá y una silla estaban puestos frente a la chimenea, acompañadas por un par de mesas resistentes con algunos cachivaches sobre ellas. Un comedor de estilo antiguo con las patas de la mesa cromadas y la cubierta superior color verde estaba situada cerca, junto con tres sillas acolchadas que necesitaban de nuevo tapiz. Detrás de la chimenea estaba el área de cocina. Lainey observó una pequeña estufa de metal

empotrada en el fondo, y varias ollas y sartenes colgando de la mampostería. Gabinetes de almacenamiento y encimeras corrían a lo largo de ese lado de la habitación. Lo sorprendente era un gran fregadero de metal, con una bomba para agua a la antigua, que estaba pegada a él. Recordando la declaración de Miguel al principio del día, ella miró a Scotch. "¿Agua corriente?" Scotch sacó las manos de los bolsillos traseros de sus pantalones vaqueros, alcanzando a quitarse la gorra de béisbol y alisando con sus manos el pelo. "Sí, con un poco de esfuerzo". Ella parecía avergonzada por la calidad de su casa, y Lainey se apresuró a mostrar su agradecimiento. "Es muy agradable," dijo ella, sonriendo. "¿Has hecho gran parte del trabajo por tú misma?" Sonrojada con gracia, Scotch se acomodó de nuevo la gorra, y escondió sus manos de nuevo en sus bolsillos. "Tuvimos que conseguir una retroexcavadora para cavar la fosa, y los chicos ayudaron a poner los troncos, techo y ventanas." Ella señaló con la mano a la mampostería. "Extendí la roca y construí la chimenea, poniendo el piso y el porche". "Wow," dijo Lainey, impresionada. Ella echó otro vistazo a la zona antes de sonreír. “Entonces, ¿dónde dormiremos?" "Arriba". Sólo entonces Lainey se dio cuenta que el área de la cocina tenía un techo más bajo que el de la habitación principal. Siguió a Scotch de nuevo a las escaleras, dirigiéndose más allá de una puerta de entrada al ático. El ático estaba abierto hacia abajo, con una robusta barandilla de pino que sobresalía de la chimenea. Largo y estrecho, estaba dividido en dos por una cortina. Allí estaba una ventana y Lainey entendió la razón de la alta colocación. ¿Dónde más podría estar una ventana en un lugar de desniveles? Pasaron junto a una cama doble con una cómoda grande a sus pies, y una mesita de noche al lado. "Esta es mía." Scotch abrió la cortina de la chimenea, y con un gesto indicó a Lainey a entrar "Y ésta es la tuya." Era la misma, a la inversa. El marco de la cama estaba hecho de pino, al igual que la barandilla. El olor de la madera era áspero, lo que le decía a Lainey que era nueva; probablemente estaba construida sólo para ella. La cama estaba cubierta con una gruesa e invitante colcha, varias almohadas y unas mantas que cubrían las tablas del suelo por donde ella pisara. La cómoda y la mesilla de noche eran un poco más viejas, pero bien cuidadas. En la mesilla de noche estaba una lámpara de aceite y Scotch la encendió con un fósforo antes de cerrar las cortinas gruesas sobre la ventana. "¿Está bien?" Preguntó Scotch. "Si quieres intercambiar o tal vez pasarte a la cabaña principal, lo entendería". Lainey sonrió con tranquilidad. "¡No! Esto es genial, de verdad". Se sentó en la cama, probando los resortes del colchón. "Has puesto una gran cantidad de trabajo en esto, puedo decir. Gracias". Nuevamente Scotch se sonrojó y miró hacia otro lado, tratando de encontrar algo que decir. Y de nuevo Lainey se preguntó si ésta sensación de enamoramiento se le pasaría, mientras ella se lamió los labios. ¡Dios, ella casi podía saborearla! El oleaje de deseo era leve, pero suficiente para dejarla con el corazón desbocado. "Bueno, entonces. Supongo que deberíamos traer tus cosas aquí para que puedas instalarte. Vamos a levantarnos muy temprano en la mañana, así que será mejor si planchamos oreja pronto."

Sinceramente estaba de acuerdo con la idea de irse a la cama con Scotch, Lainey se regañó a sí misma por sus pensamientos lascivos. "Ése plan suena bien. Tengo muchas ganas de ir a mi primera reunión de consejo". Scotch, de vuelta a territorio seguro, se rió. "Las tareas se presentan antes de los desayunos o las reuniones", dijo, dirigiéndose hacia las escaleras. "Dudo que lo estarás deseando cuando entiendas que todo tiene que estar hecho". Lainey, enamorado de ése cuerpo esbelto que bajó trotando por las escaleras, no contestó. ** Scotch no sabía lo tarde que era. El crepúsculo se filtraba alrededor de las cortinas en su habitación. Su cuerpo yacía en lánguido estupor, inmóvil. Su mente, sin embargo, se negó a dejarla dormir, prefiriendo en su lugar reproducir todas las actividades del día. Como era de esperar, ni Lainey ni Don Howry eran lo que había anticipado. No estaba segura de lo que esperaba, pero tampoco nunca había estado en este tipo de situación antes. Scotch había hablado con varios corredores desde marzo, centrando su atención en los grandes nombres de la carrera mundial Iditarod. Pocos habían tenido esta experiencia. Lo más cercano era un compañero cuyo patrocinador principal era una compañía exterior de ropa; habían puesto un extenso sitio web acerca de sus métodos de formación, pero él había escrito la mayor parte del mismo. Los únicos otros periodistas que Scotch había tratado antes, eran los involucrado en las carreras. Lainey y Howry no eran fanáticos del deporte. Su ignorancia era… innovadora. Al ser interrogada, Lainey dijo que no había llegado a la última carrea Iditarod hasta que estaba a la mitad, cubriendo a un colega que estaba lastimado. Cualquiera que fuera la razón, ella debió haber sido mordida por el gusanito de las carreras de trineo con perros. ¿Por qué si no iba a volver tan rápidamente después de la última? Scotch esperaba a periodistas deportivos, personas que conocieran las maneras de un trineo y de los perros, alguien que entendiera las complejidades de las carreras, la formación y el lenguaje especializado. No importaba que ella hiciera la tarea de Lainey Hughes, y sabía que la mujer nunca había estado involucrada en reportes de deportes de cualquier tipo. Por alguna ingenua razón, la mente de Scotch simplemente no hacía la conexión. Su falta de conocimiento podría en realidad funcionar en beneficio de la perrera, en su opinión. Sin ninguna experiencia previa, cualquier reportero podría confundir las cosas. Cada perrera entrenaba a sus animales de diferentes maneras. Por lo menos Scotch no tendría que preocuparse por defender sus métodos en comparación con otros. Cada corredor entrenaba en su propio estilo, algunos menos escrupulosos en el cuidado de sus perros, algunos más interesados en el proceso de los resultados. Claro, Scotch tenía la esperanza de llegar a Nome primero algún día, pero no a expensas de su equipo. Ella suspiró y se dio la vuelta. Por el otro lado del tabique escuchó la respiración constante de su nueva compañera de cuarto. Habían pasado cinco años desde que había compartido una habitación con Irish. Scotch se preguntó si eso era parte de su incapacidad para llegar a conciliar el sueño, este espacio repentinamente común donde una vez había estado sola. Sus orejas recogían los ruidos que no deberían estar ahí; el chirrido ocasional de los resortes del colchón, el susurro de las sábanas mientras Lainey se movía, un suave murmullo cuando hablaba entre sus sueños.

Scotch había ayudado a Lainey a desempacar, ávidamente curiosa por la mujer. ¿Por qué la mochila? Algunos de los efectos personales estaban desgastados con el uso, al igual que sus botas de montaña. Otras piezas eran obviamente nuevas. ¿Por qué traía un saco de dormir ártico? Si ella había seguido la carrera con el resto de los periodistas, difícilmente tuvo la oportunidad de usar ésa cosa. Por lo general, las revistas y los periódicos tenían hoteles reservados en la ciudad de Anchorage y de Nome para sus reporteros. ¿Acaso significa esto que Lainey seguiría el rastro con los otros periodistas incondicionales? El pensamiento fue realmente reconfortante para Scotch, la posibilidad potencial para ver un rostro familiar y amigable en cada puesto de control de la carrera, era una idea gratificante. La maleta había contenido la ropa y artículos de tocador. Lainey había conseguido información por teléfono cuando estuvo en contacto con Thom, para traer surtidos pantalones de lana, camisas de franela, pantalones y calcetines gruesos. Incluso había dos conjuntos de ropa interior térmica y de seda. Al desempacar, ellas hablaron de cosas sin importancia, lo que las llevó a familiarizarse una con la otra. Sentía vagamente familiar a Scotch, y ahora en la oscuridad le preocupaba la sensación, hasta que descubrió por qué. Sonriendo en la oscuridad, recordó sintiendo algo parecido a un sentido de camaradería durante los excedentes del sueño en casas de amigos. Ella no había asistido a una de esas desde que tenía catorce años. No sin razón ella se sentía mareada prácticamente con la presencia de Lainey. Esos momentos raros de dormir en casa de un amigo, habían sido nuevos y emocionantes. Los sentimientos no eran diferentes ahora. Con sus ojos cansados, ella todavía no podía dormir. Se dejó caer sobre su espalda. Independientemente de los recién llegados, mañana sería otro día, otra ronda de visitantes, otro conjunto de tareas. Mañana, ella tenía programado ir a la ciudad y recoger a un grupo de turistas jubilados para una excursión de un día. Ella podría incluso ser capaz de conseguir una o dos donaciones de ellos si jugaba bien sus cartas. Normalmente, el saber de un viaje planeado de día, aligeraba su espíritu, pero no esta noche. Esta noche lamentó el hecho de que Lainey no dudaría en quedarse atrás, empezando a aprender las cuerdas de la vida de una perrera. La reserva para el viaje de un día había pedido diez personas. Eso sería llenar dos trineos, sin dejar espacio para nadie más que ella y Raye para guiarlos. Finalmente se quedó dormida, sus pensamientos sin rumbo vagando entre los planes para mañana, la sonrisa de Lainey, la vista de sus pantalones vaqueros de diseñador, y el sonido de su risa.

CAPÍTULO OCHO

Las campanadas del despertador tipo Big Ben (construcción conocida como La Torrre de Londres) en su mesita de noche, despertó a Scotch. Ella estiró la mano golpeando hasta que se quedó en silencio, y luego se sentó en la cama, con los ojos todavía cerrados. La frescura de la mañana contra su piel caliente se sentía muy bien, pero no pudo detener un escalofrío mientras se estiraba y bostezó. ¿Por qué se sentía tan cansada esta mañana? En el otro lado de la cortina, ella escuchó un murmullo de protesta y el chirrido de los resortes del colchón. Oh, sí. Sus irritados ojos se abrieron ante el recuerdo. Su invitada. Scotch había pasado demasiado tiempo sin poder conseguir dormir la noche anterior. De repente insegura, se preguntó s i debía comprobar a Lainey, asegurándose de que estaba levanta. Por los sonidos de las cosas, probablemente se había dado la vuelta de regreso a sus sueños, ya que no escuchó ningún movimiento adicional. Su vejiga insistió en la atención, y decidió esperar un poco, dándole la oportunidad a Lainey de despertar por sí misma. Scotch salió de la cama y metió sus pies en sus botas, sin atárselas. Se detuvo el tiempo suficiente para estirarse en toda su altura con un ligero gemido antes de bajar las escaleras. En la puerta, agarró una chaqueta ligera de la clavija. Abriendo la puerta, dio un paso fuera. El aire era fresco y frío. Ella tembló cuando una suave brisa acariciaba sus piernas desnudas. Al bajarse del porche, ella se dirigió a la letrina, un camino familiarizado después de años de recorrerlo. Cuando regresó del llamado de la naturaleza, ella se quedó de pie en silencio en el rellano, escuchando. No había ningún sonido de que Lainey se hubiera levantado, y Scotch se preguntó si debía aventurarse en el espacio de la mujer. Ella colgó la chaqueta, y continuó bajando las escaleras. Ella podía esperar hasta que el café estuviera hecho. Si Lainey era una amargada por la mañana, sería mejor tener algún tipo de ofrecimiento para apaciguar cualquier mal humor. Scotch había puesto la madera en la estufa la noche anterior para ahorrar tiempo. Encendió unos trozos de papel con una cerilla, mirando hasta que estuvo segura de que la madera había cogido fuego. Mientras que la estufa se calentaba, midió el café en el depósito de la cafetera. Empujó la palanca hasta que el agua fue vertida desde la bomba y llenó la cafetera. Una vez llena, continuó bombeando para llenar un par de jarras de agua. Una la vertió en una cacerola grande, y las dejó allí y el percolador en la estufa para calentarlo. La cocina se calentó, y Scotch comenzó a sentir el retorno de la somnolencia. Ella bostezó y se restregó la cara. Probó la bandeja de agua, estaba lo suficientemente caliente para sus propósitos. Echó una mirada al techo, evaluando sus posibilidades. Todavía no sonaba como si su visitante se hubiera despertado. Decidida, ella transfirió la mitad del agua caliente en un tazón grande, devolviendo la olla a la estufa. Sacó un paño y una toalla de un gabinete, y agarró el jabón del fregadero. Un rápido baño de esponja la despertaría como debe de ser. Lainey dormitaba, medio despierta. Oyó movimiento debajo de ella, y vagamente se preguntó qué estaba haciendo Scotch. Su curiosidad no fue suficiente para obligarla a levantarse. En cambio, ella deambuló por los pasillos de su mente, entre recuerdos y fantasías mezcladas, unidas con los sonidos y los olores desde la cocina. Scotch se había reído de su broma, su rostro iluminado

brillaba como el cobre, sus labios se curvaron en una invitación, sus ojos enviaban señales a Lainey para cruzar la mesa de la cocina, la otra gente desapareció. Lainey se sintió libre para experimentar lo que ella deseaba, se puso de pie, se inclinó sobre el laminado verde, sus labios próximos, su aliento mezclándose. ¿Qué era ése olor? Ella llegó a ser más consciente, el sueño se disipaba, intrigada por lo que su nariz le estaba diciendo. Café. Definitivamente café. Y algo más. Ella finalmente se movió, rodando sobre su espalda e inhalando para identificar lo que era. Jabón. Sí, eso era. Satisfecha con sus habilidades deductivas, se deslizó un poco más sobre la cama. Un gesto en el ceño cruzó su rostro mientras su cuerpo le recordó la cantidad de café que había bebido la noche anterior. ¿Qué había dicho Scotch? Había un retrete alrededor, en alguna parte. Gimiendo, Lainey se enroscó y cubrió cabeza con una almohada. El sol se burlaba de detrás de la cortina, pero ella no se sentía descansada. No quería salir de la cama calentita. Ella jugó con la idea de decirle a Scotch que introdujera orinales, aunque la idea de dejar su cama para ello aún no era atractiva. Lainey descubrió su cabeza. ¿Era temprano o tarde? Tenía que ser tarde, de lo contrario ¿por qué Scotch estaría haciendo café? Y pensó que había oído un reloj despertador. ¿O era parte de un sueño? Su vejiga se volvió insistente, desapareciendo cualquier otra consideración. Parcialmente renuente, parcialmente apurada, Lainey arrojó su edredón y saltó sobre sus pies. Se frotó sus brazos desnudos, resolviendo dormir en calzoncillos largos en vez de la camiseta y los pantalones cortos, mientras metía los pies en sus botas. Ella apenas registró la cama vacía de Scotch a su paso, con la intención de aliviar las funciones exigentes de su cuerpo. En el exterior, Lainey maldijo. Había olvidado tomar una sudadera. Temblando casi dejaba que su vejiga se liberase mientras miraba incontroladamente por la cabaña. Se tambaleó un poco más allá de la puerta, aliviada al ver una pequeña construcción de madera cerca. ¡Gracias a Dios! Se apresuró hacia ella, la puerta de la letrina golpeó fuertemente en el silencio mientras ella procedió a hacer sus necesidades. Si estuviera más cálido, Lainey podría quedarse dormida de nuevo. Su cuerpo volvió a su estado letárgico, sus párpados estaban volviéndose pesados a pesar del frío que invadió su cuerpo. Un dolor suave en su costado le recordó dónde estaba, y ella terminó su tarea. Caminó de vuelta a la cabaña, deteniéndose en el porche para mirar hacia atrás. A pesar del leve dolor en sus costillas, era agradable estar aquí. Se abrazó a sí misma, sus dedos encontraron la familiar cicatriz gruesa debajo del fino algodón de su camiseta, y regresó a la cabaña. Definitivamente estaba más caliente aquí. Lainey se estremeció violentamente ante la bienvenida de calor, quedándose de pie insegura en el rellano. Ella escuchó movimiento, vio una sombra mientras Scotch se movía por la cocina. El olor del café era maravilloso. Siguió su olfato. Scotch estaba inclinada contra un mostrador, sosteniendo una taza, con los ojos cerrados mientras inhalaba el vapor del contenido. Sus rizos leonados estaban húmedos, y olía en gran medida al jabón que había despertado a Lainey. Llevaba pantalones cortos de franela y una camiseta con mangas holgadas, con los pies cubiertos por las botas desatadas. Lainey no sabía cuál de las dos situaciones le hacía agua la boca más, si el contenido de la taza de café o la imagen revuelta de sueño al mirar a su compañera de cuarto. Tragó saliva. "¿Buenos días?" Scotch sonrió ante el sonido de su voz. "Buenos días". Abrió los ojos. "Las tazas para el café se encuentran en ese gabinete. La crema y el azúcar están allá". "Gracias". Lainey se ocupó en conseguir la cafeína, tratando de ignorar el hecho de que los

breteles de la camiseta de Scotch colgaban casi hasta el codo. Si ella movía sus brazos, Lainey tendría una maravillosa vista de su convincente anatomía. "¿Dormiste bien?" Lainey disfrutaba del calor de la estufa, utilizando un paño de cocina como agarradera. "Como una piedra". Ella se sirvió el café, e inhaló profundamente su aroma. Esto era una cosa que ella nunca daba por sentado. No todas las culturas tenían café y Lainey dolorosamente lo extrañaba cuando estaba fuera del país. Tomó un sorbo, complacida de notar que Scotch lo elaboraba fuerte. Se volvió y parpadeó. ¿Estaba Scotch vagando la mirada por sus piernas? Scotch comentó: "Eso es bueno. A veces los recién llegados tienen problemas para dormir con la constante luz del sol". Decidiendo que debió haberlo imaginado, Lainey imitó la postura de Scotch, apoyándose en el mostrador al lado de ella para disfrutar de su café. “Y bien, ¿qué haremos tan tarde?" Scotch sonrió. "No es tarde." A Lainey le gustaba el sonido de su risa, su sonrisa. "¿Qué hora es?" Preguntó. "Cerca de las cinco y media." "Ugh." Ella sacó la lengua, ganando otra cálida sonrisa. "Nos encontraremos con Rye e Irish en la cocina de los perros, a las seis. Los perros tienen que estar alimentados". "¿Y luego podemos tomar una siesta?" Esta vez ella le dio un ligero empujón con el hombro. Lainey no podía evitar sonreír como una idiota. ¡Dios, ella me pone mal! Seguramente Scotch tendría algunos horribles malos hábitos que Lainey podría aprovechar para frustrar su atracción – como hurgarse la nariz, impulsos incontrolables de escupir, temperamento grosero. ¡Algo! "No. Después limpiaremos la cocina y el granero de los perros, haremos el duro trabajo de limpiar excrementos, transferir a los perros de la perrera, sacar al Gran Perro, limpiar, y luego tomar el desayuno." Lainey fingió terror. "¿Todo eso antes del desayuno?" preguntó ella. Su voz se hizo débil, engrosando su acento como el de una belleza sureña. “Creo que tengo un problema con los gases." Ella batió sus ojos ante Scotch. Recibió una sonrisa de satisfacción. "Eso está bien. He escuchado que la caca de perro puede hacer maravillosas sales aromáticas". "¡Hey!" Ella golpeó la cadera contra la de Scotch. Scotch se rió, y vació su taza, distrayendo a Lainey con la esperada revelación de la piel debajo de los brazos. "Hay agua caliente en la estufa, si quieres asearte un poco. Puse un paño y una toalla para tú." Ella se alejó para dejar la taza en el fregadero. "Subiré a cambiarme, te daré un poco de privacidad. Avísame cuando hayas terminado". Lainey levantó su taza en señal de agradecimiento, observándola desaparecer alrededor de la chimenea. Escuchó las pisadas de las botas sobre los escalones, el ligero crujido por encima de su cabeza, mientras Scotch llegaba a su habitación y comenzaba a cambiarse de ropa. Se quedó mirando la estufa de leña, su mente estaba arriba. Separada por pocos centímetros de madera, su objeto del deseo estaba desnudándose, ése hermoso cuerpo se revelaba mientras las botas y la ropa de dormir estaban siendo desechadas. Suspirando, Lainey se maravilló del hormigueante parpadeo de deseo a través de su torrente sanguíneo. Incluso a ésa hora de la plena luz del sol, con pocas horas de sueño, y la amenaza del dolor en las costillas y el trabajo duro que

había por delante, el mero susurro del sexo podría excitarla. ¿Qué demonios fue eso? ¿No siempre había sido así?

*** Según lo prometido, Lainey aprendió más sobre el cuidado y la alimentación de los perros de lo que ella alguna vez has pensó que fuera posible. La cantidad absoluta de tiempo que representaba eso no debía haberla sorprendido, con noventa y cinco perros que alimentar, pero lo hizo. Ella y Howry observaron cómo dieciséis galones de agua se midieron cuidadosamente y se vertieron en el tambor de metal de Rye. Mientras él encendía el fuego de propano a continuación, Lainey ayudó a Scotch a recoger quince salmones congelados del congelador. Los metieron en la olla, de cabeza y todo, y los Fuller tenían una risa por la nariz arrugada de Lainey. Los perros observaban el proceso con ansiosa anticipación. La mezcla de pescado llegó a la ebullición, alguien lo revolvió con una pala para la nieve, y entonces se dejó enfriar. La tripulación acercó las listas para pegarlas en la puerta del establo, averiguando qué animales requerían algo fuera de lo ordinario y los suplementos que se necesitaban. El guiso de los perros fue llevado de nuevo a un segundo punto de ebullición. Cuando estuvo fresco otra vez, Scotch utilizó una escalera de mano y picó el salmón ahora flexible en trozos. Un tercer hervor iba y venía, esta vez con Irish utilizando una gran lata vacía de café para medir el arroz en la olla. Lainey observaba consternada que aún se logró una cuarta ebullición. A cómo iban las cosas, sería mediodía antes de que terminaran. Esta vez, Rye apagó el propano, y cubrió la olla. Los reporteros dieron varias mediciones de suplementos vitamínicos, harina de huesos, y tallarines secos que eran añadidos al resultado de enfriamiento. Luego se entregaron baldes para llenar. Esa fue la primera incursión de Lainey entre los perros. Afortunadamente, parecían mucho más interesados en el contenido de su cubo que en ella, aunque hubo uno o dos que le dieron una mirada sospechosa. Ella notó que los Fuller le daban a cada animal un poco de atención, y ella comenzó a hacer lo mismo. Antes de que ella hubiera terminado con su sección asignada, tenía escalonados tres montones de caca de perro, sus pantalones vaqueros de trabajo tenían pegadas fuertes capas de cabello de perro y sus manos estaban untadas con la saliva de los perros amaestrados dándole las gracias por su comida. Regresó a la cocina con una estúpida sonrisa en su rostro, el entusiasmo canino la había contagiado tanto como su pelaje derramado. Más agua se vertió en las sobras, y se hizo un segundo viaje. Luego siguió una ronda de recoger los excrementos. La cocina de perros fue limpiada por completo, los animales adecuados se pusieron en dos carreras, y uno se dejó sin cadena para correr libremente por la perrera. Lainey colocó cuidadosamente una marca de verificación junto al nombre de Heldig, preguntándose de dónde sacaban los nombres los Fuller y cómo podían mantenerlos en orden. En la casa principal, se sentía cansada hasta los huesos. Había pasado algún tiempo desde que ella tuvo un entrenamiento como este. Ella miró a los hermanos con un nuevo respeto; hacer esto día tras día a partir de su infancia, les había dado una resistencia que pocos a su edad adquirían. Recordó haber visto los brazos desnudos de Scotch esa mañana, los fuertes músculos bajo la piel pálida, y tenía una buena comprensión de dónde venía. El desayuno había terminado. La familia estaba sentada alrededor de la mesa, y Lainey se

dio cuenta de que esto era una práctica estándar para ellos. Todas las reuniones debían tener lugar aquí. Helen, vestida con suéter y pantalones vaqueros, tenía un bloc de notas y un bolígrafo. Su marido, Thom, estaba vestido con una camisa blanca de manga larga, el cuello sin hacer y una camiseta asomaba debajo. Ambos trabajaban hoy, y estaban listos para ello tan pronto como terminaran su negocio. "La junta directiva de la perrera Fuller llama al orden", dijo. "Todos los miembros están presentes y representados". Lainey parpadeó ante la formalidad, mirando a Bon quien jugaba bajo la mesa con una caja de zapatos vacía. Como si le leyera el pensamiento, Rye sonrió. "Sí, él es un miembro del consejo, también. Todos lo somos". "Interesante," murmuró Howry, garabateando una nota. Thom dijo: "Estamos aquí para ultimar algunas cosas con la Sra. Hughes y el Sr. Howry a petición de ellos" Todos, incluyendo a Howry, miraron expectante a Lainey. Se abstuvo de morderse el labio ante la repentina atención. Apenas. Todos aquellos ojos azules pacientes que la miraban, parecía inocentes. ¿Cómo la mirarían cuando les explicara los cambios que la revista había insistido en el mes pasado? Lainey se centró en Scotch, preguntándose si ella estaría de acuerdo con eso o no. "Bueno, como ustedes saben, hice arreglos para Don que me acompañara en esta aventura. Yo no estaba segura de qué decirles a ustedes o el por qué de esto". Respiró profundamente. "Me doy cuenta de que lo que les diga podría ser un factor decisivo. Si no están de acuerdo en los cambios que mi editor quiere, entonces yo entenderé". "¿Qué clase de cambios, querida?" preguntó Helen. "Desde luego, no puede ser tan malo." Lainey dirigió una mirada de expresión cautelosa a Scotch. ¿Qué estaría pensando que se iba a decir? ¿Se decidiría en contra de la idea?" Yo contraté originalmente con la revista Cognizance, de hacer una serie sobre Scotch para la próxima carrera Iditarod. Sin embargo, los jefes de mi editor decidieron hacer otra pieza, también. Don," y ella hizo un gesto para indicar que al hombre a su lado, "va a hacer la serie basada en Scotch". Irish frunció el ceño. "Entonces, ¿qué vas a estar haciendo tú?" Lainey suspiró. "Se me ha pedido que participe como corredora en la Iditarod".

CAPÍTULO NUEVE

"¿Te refieres a entrar a la carrera por tu cuenta?" preguntó Irish. "Esa es la idea" Dijo Howry. "¿Qué?" Rye resopló. "Tú no sabes nada sobre la carrera de trineos". "Lamentablemente eso es cierto", dijo Lainey. Ella evitó los ojos de Scotch, sin querer ver su respuesta ante la noticia. "La revista ha hecho algunas investigaciones acerca del costo de ése entrenamiento. Ellos me han autorizado ofrecerles treinta mil dólares para que me entrenen, para que me den un equipo y usar las herramientas para la próxima carrera Iditarod". Thom silbó ante la mención de la cantidad. "Tú sabes que algunas granjas de perros podían pedirte más". Ella lo miró de frente. "Lo sé. Además, ustedes seguirán recibiendo la cantidad mensual que originalmente se acordó para pagar nuestro alojamiento y la comida. Que en última instancia, eso los llevaría a que ustedes recibieran más que si se tratase de un simple contrato de entrenamiento. Al mismo tiempo, Don y yo continuaremos el ritmo de trabajo, así que la mano de obra agregada no tendrán que pagarla. "¿Qué pasa si me niego?" El corazón de Lainey se aceleró ante la seriedad en la voz de Scotch, y por fin la miró. Independientemente de la posición incierta en había puesto a los Fuller, Scotch emanaba la misma confianza que Lainey había conocido la primera vez. Ambas no tenían ninguna duda de que su familia podría echarse atrás si Scotch lo decidiera. Se preguntó si ésta era la fuente de confianza de Scotch, y se sintió un poco decepcionada. Seguramente no podría ser tan simple como eso. En vez de decirle una mentira a Scotch, Lainey eligió decir la verdad. Esta joven mujer se merecía saber la realidad de la situación, y Lainey sabía que podía manejar la información. "Entonces me iré. Don permanecerá aquí para hacer un artículo original sobre tu formación. Me han instruido para acercarme a otras dos granjas de perros con la oferta del entrenamiento." Las orejas de Scotch casi se levantaron con interés. Se inclinó hacia delante, con los codos sobre sus rodillas. "¿Cuáles perreras?" El repentino interés confundió a Lainey, y Howry respondió. "Una es Perreras Larsen y la otra Perreras Espíritu Místico". Ante la mención del segundo nombre, Scotch se burló, casi sentándose en posición vertical. "¿Ésos torpes?" exigió. "¡Apenas saben cómo dirigir a sus perros en la dirección correcta!" "Tendrías suerte si te dieran un equipo que valga la pena el esfuerzo del entrenamiento", dijo Rye. "Suerte sería si ella no tuviera ningún rasguño el primer día," comentó Scotch a su hermano. "¿Ellos todavía siguen mordiendo las orejas de sus perros?" Preguntó Helen, recibiendo un gesto de asentimiento y disgusto de su familia. "¿Morder orejas?", preguntó Lainey lentamente, imaginándose dónde la estarían poniendo. Su rostro se contrajo ante la idea de poner una oreja peluda en su boca. La actitud de Scotch aligeró su expresión. Ella sonrió. "Sí, es un método de control que algunas personas usan para mantener a sus equipos en la línea".

"Ughh", dijo Lainey. Estremeciéndose, comentó: "Está bien, tal vez no será la Espíritu Místico". Las risas se apagaron. Todo el mundo estaba centrado en Scotch que se frotaba la mandíbula ante sus pensamientos. Debajo de la mesa, incluso Bon la miraba fijamente, y Lainey encontró su instinto familiar intrigante, altamente sintonizado. Había pasado mucho tiempo desde que ella había disfrutado de una dinámica familiar; ¿se habría perdido de ver una obra de teatro sin palabras, sutil, o los Fuller eran naturalmente receptivos unos a los otros? "No puedo decir que me gusta," dijo Scotch finalmente. "Tengo que concentrarme en mi equipo cuando me estoy entrenando para la carrera. No puedo permitirme ninguna distracción". Lainey sintió decaer su ánimo. Las otras perreras estaban ubicadas al otro lado del Estado. Se preguntó si podría romper el contrato con Strauss sin dañar su credibilidad o su reputación. Las probabilidades no eran tan buenas. "¿Por qué te eligieron?", preguntó Rye. Distraída de sus meditaciones, Lainey preguntó, "¿Perdón?" "¿Por qué a ti? ¿Por qué no a Don?" Lainey examinó la cuestión. "Porque la iniciativa fue mía, supongo. Eso y porque centré mi premisa en una mujer corredora con potencial para ganar". Se encogió de hombros. "Ellos querían un compañero para una mujer corredora profesional; por lo tanto, una mujer corredora novata". "¿Así que, si salimos adelante con tu formación como corredora, Scotch todavía tendría cobertura nacional?", preguntó Thom. "Oh, sí". Howry se apresuró a facilitar sus opiniones. "El plan sigue siendo el mismo. Es sólo que yo voy a estar haciendo la pieza de compañero, en lugar de Lainey". Scotch comentó, "Perreras Larsen son buenos, pero su granja no es tan grande. Su segunda secuencia será bastante pobre. Y él no tiene el tiempo adicional para entrenar a nadie, tampoco". Ella soltó un bufido. "Y ni siquiera voy a decir los pros y los contras de los Místicos". "Menos mal", murmuró Helen. Lainey notó como Scotch la estudiaba con una rara intensidad. Su cuerpo respondió a la expresión, y se alegró de traer puesto un suéter grueso cuando sus pezones se endurecieron. Dios, esos ojos eran penetrantes. Cualquiera que fuera lo que Scotch andaba buscando en ella, parecía haberlo encontrado. "Muy bien. Vamos a hacerlo". Las orejas le zumbaron débilmente, Lainey se preguntaba si se iba a desmayar de la conmoción, por el alivio que inundó su organismo. "¿Estás segura?” Thom le preguntó a su hija. "Sí". Ella asintió con la cabeza, se sentó cómodamente con actitud especulativa. "Rye e Irish pueden ayudar a entrenarla en lo básico. Y yo puedo darle los detalles que necesitará para la carrera Iditarod". "Claro. Además," comentó Rye a Lainey, "vas a conseguir un lugar más alto con uno de nuestros equipos. Hay una buena selección de perros para elegir". Lainey se aclaró la garganta, al darse cuenta de que la decisión había sido tomada. "¿Ustedes no van a votar?" Thom sonrió. "Bueno, supongo. Sólo para hacerlo oficial: todos aquellos por aceptar una aprendiz de la Iditarod?"

Cada uno de los Fuller levantó la mano, incluso Bon que reía y levantaba las dos manos. "Bueno, ahí lo tienes". Thom miró el reloj. "Santo cielo, me tengo que ir o llegaré tarde. Se levanta la sesión." Ese fue el catalizador para que todo el mundo se pusiera de pie. Thom se dirigió hacia la puerta, agarrando un casco de construcción en el camino. Helen lo persiguió para darle un beso de adiós, y luego regresó a la mesa. "Bienvenida a la familia, querida", dijo, dándole un abrazo a Lainey. "Tú también, Don. Nos veremos en el almuerzo." Con eso, recogió a Bon de debajo de la mesa, y lo cargó dirigiéndose a la puerta. "Regresaré en media hora", dijo Scotch después de colocar su plato en el fregadero. Lainey se preguntó si Scotch era un poco más cautelosa con ella cerca. ¿O acaso Lainey estaba proyectando su incertidumbre sobre la situación? Ella tenía la esperanza de pasar más tiempo con Scotch después de esta revelación, para evaluar el daño potencial a su inexistente relación de trabajo. "¿A dónde vas?" "Tenemos programado un viaje diurno para algunos turistas. Tengo que ir a recogerlos a la ciudad. Estarás por tu cuenta el día de hoy". "Puedes llevarme contigo" ofreció Irish. "¿Cuáles son las posibilidades de unirse al paseo?", preguntó Howry. Rye llenaba el fregadero con agua, en preparación para lavar los platos. "No son buenas. Sólo si hay una cancelación. Los trineos sólo pueden a cinco personas cada uno, y la reservar es de diez". "Tengo que salir corriendo" dijo Scotch, saliendo de la cocina. Todo lo que Lainey podía hacer no seguirla. ¿Había dañado las cosas irreparablemente? ¿Era la actitud de Scotch sólo un poco más fría que a principios de esta mañana? Lainey no sabía si reírse de la ridícula preocupación o gritar porque podría ser cierto. Esta atracción era demasiado fuerte, más de lo que ella había imaginado en marzo. Tal vez debería echarse atrás ahora. Encontrar un abogado que le ayudara a anular su contrato con la revista Cognizance, y tomar el siguiente vuelo a Perú para fotografiar los conventos. Esto había traído un nivel diferente de pánico de lo que ella había experimentado. ¿Cuándo demonios su vida se había vuelto tan condenadamente complicada? ¡Cristo, necesitaba un trago! La idea le lanzó agua fría ante su miedo. Nada era tan malo para que ella necesitara recurrir a la botella de nuevo. Ni siquiera las absurdas atracciones físicas que causaban que se preguntara acerca de su cordura. Tomó aire enérgicamente, y sonrió a Irish. "Me encantaría pasar el rato contigo hoy. Me puedes mostrar las cuerdas sobre los trineos, y darme una introducción personal a los perros". Su recompensa fue una brillante sonrisa, así como la de Scotch, que le quitó el aliento a Lainey. Irish agarró la mano de Lainey, y tiró de ella hacia la puerta. "¡Grandioso! ¡Vamos!" Lainey se despidió de Howry con un gesto de la mano, recibiendo un guiño por el esfuerzo, antes de que ella fuera arrastrada por la puerta, por una contenta niña de nueve años.

***

Scotch tenía dificultades para mantener su atención en sus visitantes. Eran un grupo de jubilados que vivían fuera en sus casas rodantes mientras viajaban a Alaska. El más joven era un enérgico hombre de cincuenta y cuatro años. Eso ayudó a que Scotch pasara una buena parte de su viaje guiando los perros. Delante de ella, Rye también llevaba una carga completa como la de ella. El grupo se detuvo en el campamento de pescado Lafferty´s, una parada regular en este recorrido, y atendida por el propio Ray Lafferty. Siempre que había un paseo durante la noche o una excursión de día era programada, el veterano era notificado por radio. A cambio de un porcentaje de la tarifa de la perrera, él les daba a los turistas una experiencia divertida de la vida montañesa, y los alimentaba con un almuerzo campestre. "¡Fuller!" vociferó mientras el motor del vehículo se apagó. "¿Cómo demonios estás?" Scotch sonrió, viendo que una pareja de turistas evitaba al exagerado hombre. "Bastante bien, Ray" dijo antes de desaparecer dentro de un abrazo de oso. Él estaba de pie, eran de la misma altura, y su gruesa barba le rascó la mejilla. Alejándose, ella le sonrió, señalando a sus visitantes. "Permíteme que te presente a nuestros huéspedes". Lafferty dio la bienvenida personalmente a todos, con un cálido apretón de manos y con una sonrisa igualmente cálida, relajante incluso ante el más distante de los visitantes. Mientras él los distraía, ella y Rye les dieron un refrigerio a los perros, con trozos de hígado de alce. La mitad de los turistas se fueron con Lafferty para mostrarles los alrededores del campamento. El resto observaba como Scotch y su hermano atendían a los perros. Se relajó en ese aspecto de instructora, explicando mientras masajeaba a cada perro que buscaba lesiones leves así como para mantener a los animales en constante acercamiento. Eventualmente, el olor a pescado frito alejó a sus admiradores. Ella fue al río para recoger agua para su equipo, mientras Lafferty regalaba a su público con cuentos de la vida en la frontera.

"Entonces, ¿qué piensas acerca de éste negocio del entrenamiento?" Miró a Rye que se puso en cuclillas a su lado para la misma tarea. "No lo sé", dijo. "Tiene sentido, creo. Es que no me lo esperaba." "Sí". Ambos llenaron sus jarras de agua en silencio. "¿Cómo es ella?" Un mundo de emoción la llenó mientras Scotch intentó formular una respuesta. ”Es agradable" comentó finalmente, dolorosamente consciente de lo poco que expresaba. ¿Qué más podía decir? El quid de la cuestión era que ella apenas conocía a Lainey y no tenía ni idea de cuál era su motivación para querer correr en la Iditarod. Ella se alejó de la orilla rumbo a los perros. Espartaco y Cleatis estaban en postura, mirándose para reñir. Ellos trabajaban bien juntos, pero, dada una oportunidad, podían pelearse como cachorros grandes. A Scotch le vino bien la distracción, tirando a Cleatis de la línea para atarlo a un árbol robusto cerca. Después de que dio de beber al resto de su equipo, ella se sentó a la sombra para pensar. Su hermano, sintiendo su necesidad de estar sola, se unió al resto de la gente ante la fogata. ¿Cómo demonios iba a entrenar a Lainey para correr la Iditarod? Ya era suficientemente difícil entrenar la primera secuencia de perros para hacer el trabajo. Scotch nunca había probado enseñarle a alguien más, a hacer lo que ella hizo. Había crecido con los perros y los trineos. Era una acción instintiva para ella. Para ser honesta, Irish y Rye no tenían el tiempo para instruir a Lainey, tampoco. Cuándo la nieve se iba, los tres podían encontrarse en sus trineos, preparándose para la carrera. Este invierno,

Irish le había echado el ojo para ganar un puñado de carreras patrocinadas por su organización juvenil y empresas locales. Rye correría la carrera Iditarod Júnior por su tercer año, y probablemente alcanzar el Junior Yukon Quest si la perrera se lo podía permitir. Scotch pretendía competir en la Cooper Basin, un puñado de adultos corriendo a toda velocidad, y en la propia Iditarod. Había poco tiempo para cualquiera de ellos, como para dedicarlo a un novato. Lainey parecía una mujer bien informada. Se había enfrentado al final del negocio de las armas en algún momento y había sobrevivido. Pero la Iditarod era una carrera de resistencia que podría durar de nueve días hasta tres semanas, si el tiempo y la ruta lo permitían. Habría lugares donde nadie sería capaz de ayudarla, si ella se metía en un atasco de vida o muerte. ¿Estaba la fotoperiodista lo suficientemente fuerte como para soportar ese tipo de prueba? El engranaje del Ártico tenía sentido ahora. Aparte de que esto era nuevo, también lo que indicaba que Lainey tenía poca experiencia con el frío intenso. ¿Podrían Scotch y su familia ser capaces de impartir la importancia de cómo tratar con este frío extremo? ¿O podría Lainey sufrir la congelación y una potencial amputación a causa de su ignorancia? El estómago de Scotch gruñó, recordándole que ya había pasado algún tiempo desde el desayuno. El olor de la parrilla de pescado era fuerte, y vio a la mayor parte de su grupo llenarse con el almuerzo buffet de Lafferty. Ella ya había accedido a enseñar a Lainey. No había nada que se pudiera hacer al respecto ahora, excepto seguir adelante con lo pactado. Habría mucho tiempo para preocuparse seriamente. Se levantó y se sacudió el polvo del trasero de sus pantalones, antes de unirse al grupo en la fogata.

CAPÍTULO DIEZ

Julio

Lainey apenas notaba la carretera, inmersa en el paquete de papeles sobre su regazo. "El abajo firmante opta voluntariamente entrar en la carrera, sabiendo que puede ser una actividad peligrosa y arriesgada. “¡El abajo firmante asume voluntariamente todos los riesgos de pérdida, daños o lesiones, incluso la muerte!“, citó. Miró a la conductora. "¿La muerte?" Scotch sonrió. "No te preocupes. El sendero es vigilado durante todo el día. Si pareciera que hay algún problema o un corredor está perdido, las máquinas de nieve son enviadas desde los puestos de control para encontrarlos. Lo peor de lo que tendrás que preocuparte, es de la congelación o la hipotermia". Ella miró hacia su pasajera. "¿No leíste eso cuándo lo validaste en el banco ésta mañana?" "Bueno, sí. Algo así." Se permitió a sí misma distraerse, sin querer insistir en el tema de la congelación. Indicando la pila de papeles, comentó, "Yo supongo que me sentí un poco abrumada con la cantidad de formularios requeridos". "Léelo cuidadosamente antes de firmarlo ésta mañana. Perderías una parte de tu cuota de inscripción si te sales antes de que la carrera comience". Lainey asintió y volvió a los formularios que los Fuller le habían dado la noche anterior. Las normas y reglamentos ya los conocía, después de haber hecho su investigación antes, cuando los jefes de redacción se acercaron a ella con su toque creativo para proponerla. Ella y Scotch habían salido de la granja canina a las siete de la mañana, para validar su liberación de exenciones en un banco en la ciudad de Wasilla. Ahora ella tenía un formulario para la carrera, una solicitud de vivienda para su eventual llegada a la línea de meta en Nome, formularios para sus patrocinadores y una solicitud de entradas a banquetes, un cuestionario sobre sus posibles necesidades que incluían todo, desde los botines de perros hasta carne de caballo, una solicitud de membresía para el Comité de la Carrera Iditarod, y una lista de las carreras más pequeñas a las que ella pudiera asistir para calificar por una real. "Nunca supuse que habría tantas pruebas documentales" dijo. "No has visto nada todavía." Scotch dio la vuelta con facilidad en el camino principal con una facilidad familiar. "También hay un acuerdo para el cuidado del perro, una lista de contactos locales, un formulario de veterinaria, y un formato de cheque para la veterinaria para todos los perros de tu equipo de entrenamiento, sea que lleguen al final o no." "¿Y tú haces esto todos los años?" preguntó Lainey. "Cuando nos lo podemos permitir. Suelo realizar una carrera un año y descansar al siguiente año. Esta será la primera vez que me quedo dos años en fila, gracias a tu dinero del entrenamiento”. Ella entró a un estacionamiento casi lleno. "Ya estamos aquí" Lainey miró a la multitud reunida frente a la sede de la Iditarod. Había cerca de cincuenta o sesenta personas allí, y reconoció a varios corredores veteranos, desde la última carrera que cubrió la prensa. Un toldo se instaló cerca del edificio, donde una improvisada oficina se había preparado para las inscripciones. A unos metros de distancia, el humo de una barbacoa ya se transmitía por el aire." ¿Todos estos chicos se inscribieron?" preguntó mientras el camión era conducido en un lugar

del estacionamiento. Scotch rió. "No. Tal vez un puñado de ellos están apartando lugares para otras personas que no pudieron hacerlo hoy." Ella apagó el motor y se apoyó en el volante para evaluar a la multitud. "Parece que hay unos treinta corredores aquí. No sé acerca de los novatos, sin embargo. Muchos de ellos vienen de las perreras establecidas o fuera del Estado. Por lo que sé, la mitad de los miembros de una familia aquí, son novatos que buscan inscribirse". El perfil de la mujer capturó la atención de Lainey, y ella se quedó mirando el movimiento de la luz y la sombra del sol brillante, a través de los árboles y reflejándose en la piel dorada de Scotch. Hoy, la gorra que llevaba puesta era de color café pardo, era la misma que Lainey le había visto por primera vez en Nome. De alguna manera parecía algo apropiado. Consciente de su escrutinio, Scotch se volvió con una curiosa sonrisa en su rostro. "¿Qué?" "Ya vi a Rye y a Don." Lainey se cubrió la vista, señalando a donde estaba otro camión de perrera estacionado, con el fotógrafo cómodamente sentado en el capó y el adolescente apoyado en el hueco de la rueda delantera. Ella ahogó un suspiro de alivio mientras Scotch miraba a donde ella apuntó, distrayéndola de lo que pensó que Lainey estaba pensando "Vamos", dijo Scotch, abriendo la puerta. "Veremos dónde nos toca." Ella cogió una carpeta del asiento, con sus formularios de inscripción. Lainey bajó del camión, pero se quedó atrás para sacar la cámara de su estuche, puesta en el piso. Vio a Scotch saludar casualmente a la gente que conocía, sorprendida de nuevo por la forma en que se comportaba. Tal vez era el sentido de comunidad que alimentaba la confianza que mostraba Scotch. Parecía que conocía a casi todo el mundo aquí, a pesar de su negativa de que no todos los presentes correrían el próximo año. Mientras observaba, Lainey reconoció a varios reporteros del banquete de premiación. ¡Por supuesto que Scotch conocería a los habituales, partidarios y a la prensa por igual! Su familia se había convertido en seguidora de la carrera Iditarod, no mucho tiempo después de su creación en 1973. ¿Cómo era crecer en un lugar, sin moverse, sin tener que hacer nuevos amigos? Satisfecha de que su equipo estaba en excelentes condiciones, Lainey se colgó una cámara de su cuello, y otra de su hombro. Recogió sus papeles, y cerró la puerta del camión. "Bienvenidas a la sede de la Iditarod” dijo Howry mientras se acercaba, saltando por debajo de la capó. "Scotch es la número veintisiete y tú eres la número veintiocho, respectivamente." "Caray, y ¿has llegado hasta aquí antes de tiempo?" preguntó Lainey. "Sip", dijo Centeno. “Algunos de estos chicos salen desde la noche anterior para ser parte de ella" Alguien lo llamó por su nombre, y Rye se excusó, dejando a los fotoperiodistas solos. "¿Estás lista para esto?" Lainey sonrió tristemente. "En realidad no. Sin embargo, no tengo mucha opción." "Claro que sí. Siempre puedes llamarle a Ben y decirle que no hay trato. Él lo entendería". La idea de dar marcha atrás no le atraía a Lainey. No es que ella tuviera un problema admitiendo que no podría manejarlo, pero había trabajado muy duro los últimos tres mes para preparar esto. Apenas había arañado la superficie de lo que motivaba a Scotch Fuller; Lainey no estaba dispuesta a poner en peligro eso. Luego estaba esa pequeña referencia de la que Scotch habló. Si Lainey incumplía el contrato, Scotch tendría más difícil el pago de los honorarios y costos de la granja perrera para una carrera Iditarod en este año. Los Fullers habían tomado una gran oportunidad financiera aceptando este artículo en abril pasado. Además, las cosas mayores ya habían pasado y lo que más aprendió Lainey es que le dio un

motivo para asumir el reto por sí misma. "Nop. No es una opción", repitió. Howry se encogió de hombros. "Espero que ella valga la molestia". Lainey sintió la ira como una punzada de hielo a través de sus venas. Se acercó más, bajó la voz para evitar que escucharan. "Deja esto como está. Esto no es para echar un polvo, ni para una seducción. No quiero escuchar más insinuaciones en ése sentido. ¿Entiendes?" Primero el rostro de Howry palideció, su bronceado se puso pálido. Después se puso rojo como si la sangre impregnara su piel. Ella no lo había visto furioso en mucho tiempo, y casi no reconoció las señales cuando su ira floreció. Antes de que ella pudiera dar marcha atrás, él comentó, "La molestia a la que me refería era a las posibles lesiones que tú vas a enfrentar, por una estúpida revista de difusión, no por entrar en los pantalones de ella". Su irritación disminuyó, reemplazada rápidamente con el arrepentimiento. Lainey colocó una mano sobre su antebrazo. Se sintió aliviada cuando él no la rechazó. "Lo siento. Soy una idiota." Él pareció calmarse, pero todavía la miraba fijamente. "Si vamos a trabajar juntos, necesitas superar esta hipersensibilidad. Los dos tenemos una buena idea de por qué empezaste esto, pero si yo pensara por un momento que esa es la única razón para esta empresa, me largaron en un santiamén. Dame un poco de crédito". Ella se sonrojó y bajó la mirada, incapaz de mirarlo. "Lo sé. Lo siento. Yo sólo…No me imaginaba sentir esta atracción, y me está volviendo loca". "Lainey” Se obligó a mirarlo a la cara, viendo que su expresión había cambiado. "Yo no vine obligado aquí, ¿vale? Es una condenada buena idea, independientemente de por qué has venido con eso. Creo que se podrán vender más revistas y, si tenemos suerte, nos ganaremos un par de premios". Él sonrió y le guiñó un ojo, la actitud despreocupada volvió con toda su fuerza. "Si logras acostarte con ella, mucho mejor." Lainey se preguntó si debía reírse o golpearlo. No hizo ninguna de las dos cosas, al escuchar a Scotch llamarla por su nombre. Zarandeando el antebrazo de Howry, lo soltó y se dio la vuelta. Scotch estaba repantigada en una silla de plástico, sus piernas cruzadas en los tobillos y las manos enlazadas sobre su vientre, con una botella de cerveza al alcance. Ella había bajado el visor de su gorra hasta sus gafas de sol, parecía como si estuviera durmiendo la siesta. En la realidad, observaba las idas y venidas en la carpa de inscripciones, mientras el sol se deslizaba más hacia el oeste. Rye estaba hablando con los amigos de la Asociación Junior de Carreras en Trineo. Ella reconoció a algunos de los chicos de su edad, como miembros de la organización. Howry se estaba imaginando como si tuviera una hamburguesa en la mano, consiguiendo lo que se llamaba "sabor" para el primer artículo. Él ya había tomado fotos de ella y de Lainey inscribiéndose en la carrera, así como varias de los corredores más conocidos. El padre de Scotch había ejercido su derecho como propietario de Construcciones Fuller para tomar la tarde libre. Thom visitaba la carpa de inscripciones, intercambiando cuentos chinos con los hombres mayores allí. Casi nadie se había ido después de inscribirse en la Iditarod. La fiesta

estaba en pleno apogeo y lo podría continuar hasta la noche. Scotch suponía que Irish llegaría para cuando su madre y Miguel terminaran con las perreras. Pero lo que más llamaba su atención, sin embargo, era su compañera de cuarto. Lainey estaba reclinada bajo un área de sol, apoyándose sobre sus codos mientras absorbía los rayos del sol. Parecía que se estaba divirtiendo inmensamente, y Scotch tuvo que admitir que sentía placer de verla. Que la condenaran si ella podía entender por qué, sin embargo. Era como si nunca hubiera visto a una mujer tomar el sol antes. Aún así, ella caviló sobre el color de los tonos de piel de Lainey. Su tez era más oscura que la de Scotch, algo que los corredores envidiaban. No importa lo mucho que lo intentara, nunca podría lograr más de ligero bronceado dorado durante el verano. Lainey podría convertirse en bronce si se le daba la cantidad adecuada de exposición. Ella vagaba perezosamente la mirada sobre el cuerpo delgado. Scotch había tenido la oportunidad de ver a Lainey vistiendo los pantalones cortos y la camiseta con la que dormía. No había disparos ni heridas evidentes en los brazos y piernas. Quizás estaba bajo su torso o tal vez tenía una herida en la cabeza. Tendría que haber sido una lesión leve si Lainey hubiera sido herida en la cabeza. De lo contrario, estaría muerta, ¿verdad? Scotch frunció el ceño ante la idea de cómo tendría la cicatriz de una herida. Ella conocía a un muchacho que se había disparado a sí mismo con la pistola del padre, que no era un espectáculo agradable. ¿Estaría Lainey consciente de ello? ¿O había recibido cirugía reconstructiva? ¿Tendría novio? La idea la sorprendió. Sus ojos buscaron automáticamente en su memoria. Lainey no había mencionado a nadie especial en su vida, y Scotch no pudo recordar haber visto un anillo ni nada. ¿Acaso un hombre extraño se aparecería en algún momento para visitar a Lainey? La idea misma hizo que su nariz se arrugara con disgusto. Lo De repente se volvió muy importante saberlo. "¿Tienes novio?" preguntó, incapaz de resistirse. Lainey abrió los ojos, se apoyó sobre su codo mientras con la otra mano se protegía la cara del sol. "No" Scotch sintió una oleada de alivio seguida de disgusto. ¿Por qué demonios era su problema? Si Lainey tenía o no a alguien, no era algo por lo que Scotch debería estar preocupada. ¿Cierto? Incapaz de pensar en una respuesta, dijo, "Oh." Una sonrisa curvó los labios de Lainey. "¿Y tú?" Ella se echó a reír, relajándose ante la amistad cada vez más familiar que estaban desarrollando. "Nop. Muchos de los hombres que conozco, no son lo que yo considero material para una cita." Lainey asintió sin decir palabra. Nervioso bajo su escrutinio, Scotch cogió su botella. "¿Quieres una cerveza?” -preguntó ella, preparándose para levantarse. "No bebo." Parecía que había un gran significado en esa simple frase, y Scotch hizo una pausa mientras se levantaba. "¿Nunca?" Lainey sonrió, aunque tenía un tinte de nostalgia en ello. "Nunca más." Scotch la miró fijamente por un momento. "Muy bien, entonces." Terminó de levantarse. "¿Quieres un refresco?" "Sí, eso estaría bien." "Una soda viene en camino”. Ella tomó su botella de cerveza, vertió el resto de la misma

mientras se dirigió a las hieleras situadas cerca de la barbacoa. Una vez allí, se hizo de dos latas de refresco, preguntándose por qué estaba haciendo eso. La sonrisa que recibió de Lainey a su regreso no podría haber respondido a la pregunta, pero sin duda le dio motivos para hacer cualquier cosa que le permitiera ver eso más a menudo.

CAPÍTULO ONCE

Bajo la atenta mirada de Scotch, Lainey insertaba con cuidado la cuerda en el arnés de Jonás. Terminó de fijar la conexión a la cuerda principal del collar al cuello del perro. Riendo, se defendió del lamido exuberante de su nuevo amigo, y se levantó para examinar su trabajo. Jonás era, con mucho, el más grande de los seis perros que le habían dado el beneficio de la duda para estar en el equipo de Lainey. Tan pronto como ella dio un paso atrás, el perro empezó a tirar, tratando de logra que el trineo todo-terreno se moviera. Con todo el esfuerzo que estaba poniendo en ello, ella casi esperaba que el vehículo hiciera estallar sus frenos y despegara sin ella. "Ciertamente parece...ansioso", dijo. "Oh, sí," Scotch estuvo de acuerdo. Ella se inclinó contra el segundo trineo, su equipo ya enganchado y clamando para adentrarse en el sendero. Tenía los brazos cruzados, y ella estimaba a Jonás con orgullo indulgente. "Ha corrido tres Iditarods conmigo. El chico es un buscador de lo que quiere, tiene mucha fuerza motriz". Lainey se preguntó por qué Scotch le permitía usar sus perros de sus carreras anteriores. Seguramente querría los animales con más experiencia en su equipo. Quizás Lainey había entendido mal cuando Scotch la presentó a ella con su equipo esta mañana en el desayuno. Quizás Lainey los entrenaría, pero Scotch los llevaría en la carrera Iditarod cuando llegara marzo. "¿Quién es el siguiente?" "Aegis", dijo Lainey, sonriendo cuando le dio la respuesta correcta. Scotch le indicó con la mano que fuera a recuperar al perro. Tímido y dulce, la actitud de Aegis era un poco extraña para su tamaño. Ella también era un animal pesado, y Lainey recordó de su conferencia que desde los cuatro años, Aegis estaba cerca de las ochenta libras. Tanto ella como Jonás corrían en las posiciones de las ruedas y necesario el peso y la potencia extra. Su trabajo consistía en voltear el trineo, que podría pesar más de quinientas o seiscientas libras. Una vez que Aegis estuvo en posición, Lainey se volvió para traer al siguiente. Ella se detuvo ante una perra blanca llamada Kaara, pero antes de que pudiera soltar a la perra, Scotch la llamó. "Es un error, créeme." Lainey frunció el ceño, ignorando la sonrisa del animal a sus pies. "Pero ella está en mi equipo, ¿no?" "Claro que está", dijo Scotch, sofocando una sonrisa. "Pero, ¿quién es su socio en el crimen?" "Bonaparte" Lainey se volvió para ver al macho blanco y negro, de pie majestuoso en su caseta, con la nariz levantada en el aire con desdén por sus compañeros caninos. "No puedo creer que casi se me olvida eso", murmuró para sí, dejando a Kaara. Bonaparte era pequeño y tan presumida como su nombre. Lainey había sido advertida de que si él se sentía menospreciado de cualquier manera, se negaría a correr. Ella retiró su cadena, y dio un apretón firme en su collar a la espera de su embestida, sólo para verlo acercarse majestuosamente hacia el trineo. Lainey reprimió una sonrisa, sintiéndose más como una cortesana que como una adiestradora de perros.

"¡Uf!", Dijo Scotch, fingiendo limpiar el sudor de su frente. "Eso podría haber sido un desastre". "Oh, vamos. Él es un perro, en una semana no recordará que era yo la que podría haber metido la pata", dijo Lainey, atando el cuello y las cuerdas. Scotch se encogió de hombros. "Podrías pensar eso, ¿no crees?" Ella no ofreció más y Lainey se quedó pensando. "Ahora, Kaara," dijo ella. "Sip. Ella es la única que puede trabajar con él. Creo que es verdadero amor". "¿Es así, Kaara? ¿Estás enamorada de Bonaparte?", Preguntó Lainey cuando devolvió al animal. Kaara se retorció mientras movía su cuerpo entero en respuesta. Lainey le dio una buena caricia rascándole, antes de guiarla fuera de su casa. "Bueno, está muy lejos de mi intención el interferir con las flechas de Cupido". Tanto Bonaparte como Kaara eran perros de rendimiento. Su propósito no era sólo jugar a seguir al líder, sino mantener el equipo en línea en las vueltas. Oían las indicaciones del conductor, pero hacían caso a los perros líderes frente a ellos. Cuando Scotch le había explicado las cosas, si ella gritaba" ¡Arre!" y cada perro inmediatamente obedecía, todo el equipo tomaría un giro a la derecha al mismo tiempo. En su lugar, los perros de giro mantenían el movimiento del equipo hasta que pudieran llegar y moverse para la vuelta. Después seguían los perros guías. A Lainey le habían dado dos de ellos. Sholo era un macho negro con ojos marrones líquidos. El nunca había corrido una carrera de resistencia de gran distancia antes, aunque tenía experiencia en ser líder en carreras de menor tamaño. En particular, había estado con Rye durante el último Júnior Yukon Quest, lo que le daría a Lainey un acercamiento en la próxima carrera Yukon 250. Ella tendría que correr para tener derecho a entrar a la Iditarod, y Sholo conocía el camino de primera mano. Traza era lo opuesto a Sholo en apariencia, todo blanco con ojos azul brillante. Si Lainey pudiera mantenerlo a él en su equipo, él valdría su peso en oro. El había corrido la Iditarod con Scotch durante dos años, terminándola en ambas ocasiones. Sólo una lesión lo había mantenido en la perrera en el último año. Lainey enganchó los collares de Trace y Sholo juntos, y se puso de pie para mirar su obra. Seis pares de ojos caninos la miraban y ella sonrió. "¿Quién es el perro guía?" preguntó Scotch, subiendo a bordo de su vehículo todo terreno. "Yo". Lainey sintió la expectación bajar por su espalda mientras bajaba en línea con su vehículo. El equipo de Scotch trató de jalar tan pronto como ella encendió el motor mientras los frenos estaban puestos. "Estos chicos están acostumbrados a un conductor más experimentado. Podrían importarles sus P y sus Q durante un día o dos. Esperan algo de acción después de eso". Lainey trepó en su vehículo de cuatro ruedas. "Sí, señora", dijo por encima de los sonidos de los motores y los ladridos ansiosos, enviando una sonrisa pícara a su mentora. Justo enfrente de ella, Jonás redoblaba sus esfuerzos en vano, casi de pie en su arnés mientras trataba de conseguir mover a los demás. Sacudiendo la cabeza, Scotch le devolvió la sonrisa. "Sígueme, no dejes que tus perros se acerquen demasiado a nosotros. Recuerde tus órdenes". "¿Estamos hablando, o estamos conduciendo?" La expresión de Scotch cambió a entretenida advertencia ante el desafío. Más que hablar, ella gritó: "¡Listo!" Su equipo se apretó en la línea principal con anticipación. "¡Vamos!" Soltó el

freno, y tiró hacia adelante mientras los perros hacían lo que les gustaba hacer. Lainey los vio partir, su equipo ladrando en demanda por ir tras ellos. De repente la ansiedad la golpeó, y ella tragó saliva. ¿Y si no podía controlarlos? Sholo and Traza miraban sobre sus lomos hacia ella. Ojos marrones y azules rogaban por la cuestión. Ella casi podía escuchar sus pensamientos: ¿Por qué nos contrataste para el gran juego si vamos a estar atascados en la banca? ¡Vamos!. "¡Listo!" Ella gritó, su voz mostraba más confianza de la que sentía. Sus líderes movían sus cabezas de un lado a otro en preparación. Sacó el freno. "¡Vamos!” Su cabeza cayó hacia atrás cuando el equipo se lanzó hacia delante y ella se aferró a las manijas para retener su asiento. Los perros ladraban felices y retozaban en su carrera, levantando sus patas, meneando el rabo locamente mientras la remolcaban hacia adelante. Pensamientos de adquirir un collarín en el futuro se fueron volando contra el viento que acariciaba su rostro. El equipo siguió a Scotch fuera del patio de los perros y a lo largo del ancho camino. Rebasando los árboles Lainey se sorprendió al ver que el velocímetro indicaba once millas por hora. Sonrió con deleite, enfocándose en el trayecto. Más adelante, el trineo de Scotch giró a la derecha, dejando la pista principal. Lainey miró rápidamente sobre su mano derecha donde había una gran "· ¢ G" escrito en tinta azul. Sobre su mano izquierda había un "· ¢H" para recordarle la palabra "·¢haw." Cuando Sholo y Traza llegaron a la vuelta, ella gritó: "¡Arre!" Su sonrisa se amplió cuando los perros líderes hicieron un giro fácil ante el nuevo sendero. El resto del equipo los siguió sin problemas, y ella dirigió el todo-terreno después de ellos. Con un trineo en la nieve, la conducción era imposible salvo por la fuerza del perro. Aquí, sin embargo, era necesario; los perros no eran lo suficientemente fuertes para tirar contra los neumáticos de goma gruesa señalando en la dirección equivocada. Prestando atención a la advertencia de Scotch, Lainey se aseguró de que los vehículos se mantuvieran separados por una distancia equivalente a dos trineos durante todo el viaje. El camino más pequeño era más duro que el anterior, y Lainey se dio cuenta de que podría tener llagas por la montura, antes de que terminara el verano. Necesitando muy poco del ánimo de ella, los perros perseguían con alegría a Scotch. El aire estaba impregnado del olor a pino, y el sol parpadeaba por entre los árboles salpicando la cara de Lainey. Después de unos minutos, Scotch elevó su mano para señalar que se detuviera. Lainey frunció el ceño, el estado de ánimo de sus perros era contagioso. Era demasiado pronto, apenas habían empezado. A pesar de su animosidad, ella gritó: "¡Whois!” Con una presión constante, aplicó los frenos, por lo que su equipo se detuvo detrás de Scotch. La mujer había aparcado el todoterreno. Ahora estaba parada junto a él y rebuscaba en su mochila por las golosinas. Lainey se estacionó también. “¿Eso es todo?" -preguntó, bajándose, con la decepción en su voz. Scotch la miró, con una sonrisa complacida en su rostro. "¿No es suficiente para ti?" Negándose, sintió la necesidad de ser petulante, y Lainey se cruzó de brazos. "No. Ni para ellos, tampoco." Ella asintió con la cabeza hacia su equipo entusiasmado. Riendo, Scotch desató un galón de agua del todo-terreno. "Caramba, puedo entenderlo. Pero está muy caluroso para darles a estos chicos un trabajo decente. Se pondrá mejor cuando haya nevado". Lainey entrecerró los ojos. El sol llenó el pequeño claro donde estaban, y ella sintió un ligero sudor en su cara, a pesar de que no había hecho nada. Miró a su equipo, dándose cuenta de

que bajo sus cubiertas gruesas, estaban jadeando. Si ella tenía calor, ella sólo podía imaginar cómo se sentían ellos, que habían hecho todo el trabajo. A regañadientes, tuvo que estar de acuerdo en lo adecuado de la parada. "Será mejor que les des unas golosinas, o tendrás un motín en tus manos" Fue entonces cuando se dio cuenta de los seis pares de ojos mirándola. Lainey se sonrojó bajo el escrutinio. "Lo siento, chicos. Perdido la cabeza por un momento." Cogió su mochila y sacó una gran bolsa fría de almacenamiento con los alimentos en su interior. Comenzó con Sholo y Traza, le dio a cada perro una caricia, elogiándolos, y un pedazo saludable de pescado blanco congelado. Kaara esperó cortésmente mientras que a Bonaparte le sirvieron primero. Lainey le dio un poco más para recompensarla por su paciencia. Jonás estaba tan exuberante estaba esperando, empujando su arnés para aceptar su ración. Por el contrario, Aegis delicadamente tomó los peces de la mano de Lainey. "Ahora debemos revisarlos para asegurarnos de que no hay tensiones o lesiones", dijo Scotch. "Nada demasiado extenso, eso es para cuando te detienes por unas pocas horas de descanso. Pero si les das algo de comer para un rápido pequeño descanso, podrás querer darles una revisión superficial". Lainey asintió, y se volvió sobre su equipo. De nuevo empezó con sus líderes. Comprobó sus cuellos, examinando donde sus arneses cruzaban presionando sobre el pecho, y dio un veloz masaje a los hombros de cada animal. Cuando terminó, dijo: "Todos se ven bien." Scotch sonrió. "Sí, lo están." Se acomodó la mochila sobre los hombros. "¿Lista para el viaje de regreso?" "Supongo que sí". Lainey procedió a colocarse. "Lidera el camino", dijo Scotch. "Sólo recuerda que debes girar a la izquierda en la entrada de la pista". Lainey parpadeó. "¿Yo?", preguntó. "Bueno, vas a tener que aprender todos estos caminos antes de que llegue el invierno. Mejor empezar ahora. Scotch abordó su vehículo todo terreno, mirando por encima del hombro. "Por las nevadas, debes saber lo suficiente sobre ellas para medir la distancia del viaje en tu entrenamiento. No querrás sobrecargar a tu equipo por ir demasiado lejos demasiado pronto, eso podría causar lesiones". Lainey se volvió para mirar a sus perros. Bonaparte era el único que la estaba mirando. Kaara lo observaba a él, Jonah rodaba sobre la hierba, y Aegis estaba delicadamente terminando su merienda. Traza y Sholo parecían más interesados en las acciones de Scotch, probablemente preguntándose por qué no estaban en sus cadenas. No tenían ni idea de que Lainey era una novata. ¿Qué podría pasar si es que alguna vez lo descubrían? Una·¢motín", como lo había llamado Scotch? Bonaparte resopló y apartó la mirada. Sintiéndose irritada con ése desafío canino, Lainey sonrió fieramente en anticipación. De ninguna manera iba a dejar que un cachorro irritante ejecutara el programa. Con un renovado sentido de propósito, marchó hasta Sholo y Traza, de tomando la rienda principal y llevando a los perros alrededor hasta que se enfrentaron de nuevo al camino por el que habían llegado. Se subió a bordo del todo-terreno, jalando el manillar hacia la izquierda en la medida de lo lejos que irían. Su equipo era usado para dicha actividad, y parecía listo para llevarla a cabo. Lainey se aseguró de que el freno del vehículo estuviera puesto, y comenzó. "¡Listo!”

Traza y Sholo tiraron hacia adelante, forzando a los otros perros para enderezar su línea. El anca de Jonas se flexionó mientras trataba de que los demás se movieran por pura voluntad. Kaara le dio Bonaparte una rápida caricia con la nariz antes de decidirse a trabajar. Lainey miró Scotch, sonriendo cuando la mujer la saludó con la gorra de béisbol que traía puesta. "¡Vámonos!"

CAPÍTULO DOCE

"¿Qué estás leyendo?" preguntó Scotch. Lainey se incorporó en el sofá, haciendo espacio para que la mujer se uniera a ella. "El llamado de la selva." Ella meneó el libro frente a Scotch, cuidando mantener la página con el dedo. Scotch se rió entre dientes y se dejó caer en el espacio desocupado. "¿Tratando de conseguir un perro guía para el invierno de Alaska?" "Algo por el estilo" Ella separó la página con un trozo de papel, dejando el libro sobre la tosca mesa del café. "Si bien la historia es históricamente exacta, no basaron la carrera Iditarod en él. Los perros modernos son de forma diferente". "Está bien." Sentándose de nuevo, Lainey apoyó sus pies en el borde de la mesa, y se volvió para mirar a su compañera de cuarto. "¿Cómo te fue con el viaje del día? ¿Conseguiste algún patrocinador?" "Solo inversionistas esta vez ", dijo Scotch. Se volvió en el sofá hasta quedar de frente a Lainey, sus piernas se extendieron a lo largo del suelo bajo los pies de la mujer. Con el ceño fruncido, Scotch se quedó mirando el techo haciendo cálculos, silenciosamente contando con los dedos de una mano. "Tengo suficiente dinero por botita para todos los perros dos veces más." Lainey hizo los cálculos. Un dólar por botita, cuatro botitas por perro, daban dieciséis perros y se duplicaba. "Eso no es malo. Sólo cerca de mil más para ir". "No está nada mal teniendo en cuenta que todo proviene de los niños. Vieron nuestro sitio web y comenzaron a ahorrar sus mesadas desde el año pasado cuando su familia planeaba unas vacaciones hasta aquí". "Wow. Eso es impresionante." Scotch se estiró y bostezó. "Sí, ellos estudiaron la carrea Iditarod en la escuela el año pasado. Le prometí enlistarlos como simpatizantes de la página web que la próxima vez que la actualizaran". Lainey la observaba, con una leve sonrisa en su cara. Sería tan agradable acurrucarse con ella. Tal vez podría conseguir una serie de fotos espontáneas de Scotch en algún momento, algo que pudiera llevar con ella cuando ésta tarea hubiese terminado. "¿Qué?" Su sonrisa se ensanchó ante la mirada suspicaz que recibió. Siempre que estaba soñaba despierta era atrapada. "¿Cuánto más donaciones crees que necesitarás para cubrir los costos de participar en la Iditarod de este año?" Scotch la miró con una mezcla de diversión y exasperación. "¿Esta es una pregunta de entrevista?" "Podría ser". "Pensé que Don era el que hacía el artículo sobre mí. En vez de eso, se supone que tienes que pedirme información acerca de tu entrenamiento". Lainey levantó la barbilla en ligero desafío. "Sigue siendo mi idea, él no estaría aquí de no ser por mi opinión inicial." Sus labios se curvaron cuando vio la picardía reflejada en la actitud de

Scotch. La confianza en que originalmente atrajo a Lainey, parecía emanar de la mujer a través de todas las situaciones, incluso en la diversión. Fue toda una sorpresa. "Te responderé si me contestas una pregunta" El brillo en los ojos de Scotch hizo que Lainey hiciera una pausa. "¿Qué es? ¿Algún tipo de juego originario de Alaska, como ´Verdad o desafío´?", preguntó ella, ocultando su cautela tras el buen humor. Scotch sonrió. "Bueno, podríamos hacer eso, también." Lainey tuvo un momento de vértigo ante el pensamiento de jugar ´Verdad o Desafío ‘con la mujer que llenaba sus sueños húmedos. ¡Qué juego podría ser! ¡Woww! Obligando a ceder a su imaginación hiperactiva, Lainey dijo: "Muy bien. Pregunta por pregunta. Las mías primero". Con aire satisfecho, Scotch se relajó aún más en el sofá. Estiró un largo brazo a espaldas a ella, pero sin llegar a tocar la cabeza de Lainey. "Técnicamente, ya estoy lista para la carrera. Han quedado diez de los grandes después de las cuotas de entrada, los reemplazos de útiles, comida y transporte. Cuando hiciste el acuerdo para entrenar para la carrera, el dinero que trajiste cubrió la de las dos". "¿Sí?" Lainey experimentó una sensación de satisfacción. "Sí. Este es un año de abundancia para la perrera. La fórmula para ejecutar una es de un dólar cincuenta por perro por día. Y tenemos casi un centenar de perros." "¿Has hecho esto antes?" preguntó Lainey. "¿Tomar un novato para entrenar?" Scotch sonrió. "Esas son dos preguntas, y ahora es mi turno". Lainey levantó las manos en un simulacro de rendirse. "Dispara". "¿Qué siente un reportero al informar de una zona guerra?" "Oooh". Ella no pudo evitar una mueca de dolor, no esperaba esa pregunta. “Caray, disparas a la cadera, ¿no?" Una mirada de preocupación cruzó la cara de Scotch. "Lo siento. No tienes que responder. Realmente no es asunto mío". Lainey extendió la mano y le dio unas palmaditas al muslo de Scotch, justo por encima de la rodilla. "No, está bien. Simplemente me sorprendió." Encogió un pie hasta el borde del sillón, envolviendo sus brazos alrededor de su espinilla mientras pensaba. "Una parte es un desafío, otra parte es terror, y tres partes son emocionalmente estremecedoras, pero sin mezclarlas". "¿En las rocas?" Ella se echó a reír. "Sí, lo captas." Lainey se puso seria, recordando. "Escuchas explosiones o disparos en la distancia, y tienes que agarrar de transporte lo que puedas encontrar para llegar a la escena. Tu corazón está acelerado, los nervios como un flan. Tu destino huele a polvo, a pólvora, y a sangre. Si tienes suerte, los autores se habrán ido. Y si no la tienes, todavía estarán allí, disparando contra quien este en el área. Nada es verdaderamente real. Lo ves todo a través de un visor. Es una sesión de fotos, la destrucción, la muerte. No hay tiempo para sentir, hay que registrar el evento que se desarrolla y esperar a que Dios te mantenga de una sola pieza después de eso". "¿Lo disfrutabas?" Lainey volvió al presente. "Ah, ah, ah", dijo, agitando un dedo. "Mi turno". Scotch sonrió y negó con la cabeza. "¿Quieres que te responda la última?" "Nop. Me retracto. ¿Por qué corres la Iditarod? ¿Cuál es el punto?" Scotch aflojó la presión en el respaldo del sofá, cruzando los brazos sobre su pecho. "Creo que lo acabas de decir. Una parte es el reto, otra el terror, y las otras tres son entusiasmo, aunque en

este caso si hay agitación". "¿En las rocas?" "Sólo en años más cálidos con un poco de nevadas". Ella permaneció en silencio por un momento. Lainey resopló. "Oh, no. Ahora no es momento para ponerse concisa. Dame algo para partir de aquí." Scotch se rió. "Está bien, dame un minuto". Mientras ella se detuvo en contemplación, la fascinación de Lainey creció. El aura de la fuerza de Scotch acababa de solidificarse abundantemente y creció alrededor de ella. La carrera de trineo tirado por perros era la raíz de su seguridad en sí misma. El corazón de Lainey latía con fuerza ante el descubrimiento. ¿Por qué? ¿Cómo? No todo el mundo cargaba con esto de la misma manera a pesar de haber corrido, había conocido a muchos de los corredores el año pasado, incluidas mujeres, y no lo había visto con ninguno de ellos. "Estás sola con dieciséis perros, cruzar la tundra o los caminos a través de árboles y arbustos. Hace tanto frío y el aire es tan fresco que en realidad se puede ver mejor que en cualquier otro momento, claro como el cristal. No hay nada más que perros jadeando, sus pies crujiendo en la nieve, y la siguiente vuelta en la pista. Te sientes tan pequeña y de manera insignificante, pero los perros confían en ti tanto como tú confías en ellos. No puedo explicarlo realmente. Es la gran final". Se quedaron en silencio por un momento, Scotch reflexionando sobre sus recuerdos, y Lainey sumergida en los sentimientos que los recuerdos invocaron. "Mi turno" dijo Scotch. Lainey se inclinó en un movimiento de cabeza. Observó cómo Scotch cambiaba su mirada, y comenzaba a morder el interior de su mejilla. Un gesto ondulaba sobre sus rasgos. Lainey se preparó para la próxima pregunta, sintiendo que no sería una fácil. "Me ha estado inquietando desde que llegaste. Yo sé que no es asunto mío, pero no me lo puedo quitar de la cabeza". Scotch volvió su mirada hacia ella"¿Dónde estabas cuando te dispararon?" Se quedó mirando fijamente a su compañera de cuarto. Aquí pensaba que tendría que contestar algo realmente duro, como ´· ¢ ¿De verdad se te cae la baba cada vez que camino o sólo tienes un avanzado caso de rabia?´ Scotch parecía retractarse de la conversación cuando ella no respondió de inmediato, por lo que Lainey se apresuró a tranquilizarla. "Está bien. De verdad." Sentándose, Lainey bajó los pies al suelo, rozando las piernas de Scotch. Se rieron nerviosamente mientras se acomodaban. Lainey se levantó y se volvió a sentar, moviéndose a su lado derecho para quedar frente a Scotch. "Había salido con una patrilla militar estadounidense en Kosovo. Se les ordenó que hicieran una revisión normal para buscar insurgentes en un pueblo. La suerte estaba conmigo entonces". Ella levantó su camisa para mostrar la cicatriz en su costado. "Hubo una emboscada. Conseguí un montón de buenas fotos de la acción." Scotch hizo una mueca ante la cicatriz de seis pulgadas de largo. "Maldita sea, esto debió haber dolido mucho". Inexplicablemente nerviosa, Lainey rió. "No en el momento." Ella miró más allá de su camisa, la causa de su repentino cambio de carrera. "Estaba boca abajo en el suelo detrás de la cubierta. Nadie se dio cuenta que había un equipo en la ladera hasta que empezamos a recibir disparos por la espalda. La bala entró en un ángulo muy bajo." Ella tocó la parte inferior de la

cicatriz, y trazó con su dedo hacia arriba. "Él estaba apuntándome al corazón. En vez de ello, pegó y rompió mis costillas, perforando los pulmones". "Ow" dijo Scotch con simpatía, absorta en los daños. Alargó su mano y con dedos suaves, trazó el tejido levantado. Lainey no esperaba que ella se tomara la libertad. Tragó saliva contra el deseo de llorar. ¿Qué demonios? Sacudiendo la cabeza, forzó una sonrisa. "De todos modos, casi no lo sentía, sólo una punzada aguda en el costado. Cuando intenté levantarme para seguir al resto del equipo de tiro con seguridad, no podía. Fue entonces cuando me desmayé. Uno de ellos se dio cuenta de que yo estaba herida y me cargó". Ella se detuvo ligeramente, y bajó su camisa. "No recuerdo mucho más, hasta que me desperté en el hospital". "Has estado fuera del trabajo durante un año. ¿La mayor parte de ése tiempo la pasaste en el hospital?" A pesar del hecho de que era el turno de Lainey, ella contestó. "Yo estuve en Kosovo durante dos semanas más o menos, antes de que pudiera ser enviada a los Estados Unidos. Pasé otro mes en un hospital en Washington DC, antes de ser dada de alta como paciente hospitalizada." Ella se agachó, apoyando los codos en las rodillas en vez de sentarse. "Tuve algo de asesoramiento y un poco de terapia física, pero conseguí un certificado de buena salud después de un par de meses. Supongo que necesitaba tiempo para pensar acerca de lo sucedido". Ella no se ofreció como voluntaria, ya que había pasado una buena parte del resto del año tratando de conservar los órganos internos que no habían sido dañados. Scotch parecía haber perdido las palabras, y se quedaron sentadas por un momento. Lainey apartó la repentina vulnerabilidad que la había llenado, ante el toque de Scotch. Ella no sabía lo que era, y no tenía tiempo para investigarlo. Después de respirar profundamente, apoyó los pies sobre la mesa del café, y se relajó. "Mi turno". Sonriendo, Scotch aceptó el cambio de tema, visiblemente relajada. "¿Alguna vez te has lastimado en una carrera?" "Oh, sí," acordó Scotch. "Aunque nada tan malo como lo tuyo. Cuando tenía diecisiete años, por fin fui elegible para mi primera carrera de adultos. La carrera del Yukón Quest 250 de ése año. Fue mi primera noche que no estuve en territorio familiar". "¿Qué pasó?" "Congelamiento", dijo. "Me puse mis guantes a un lado, mientras alimentaba a los perros durante un descanso. No tenía ni idea de a dónde habían quedado. Estaba bastante caliente cuando salí del puesto de control, por lo que ni siquiera noté que no los tenía conmigo hasta que empezó a enfriar". "Ew" Lainey arrugó la nariz. Scotch sonrió, extendiendo las manos para estudiarlas. "Sí. La carrera 250 tarda unos dos días y medio para correrla. Perdí los guantes en el segundo día, tenía que pasar la noche y la mañana siguiente para llegar a la línea de meta". "Parece que tus manos sobrevivieron." "Lo hicieron. Tuve la suerte de que era un año caliente. Tenía unos guantes de cuero conmigo. Mi trineo no estaba en la mejor forma, así que iba preparada para hacerle reparaciones. Esos y un par de calcetines como guantes mantuvieron alejada lo peor de la congelación." Scotch se inclinó acercándose, mostrando el lado de una mano. "Se puede ver donde perdí un poco de piel

allí. La costura de los guantes era defectuosa, pero el daño se recuperó". Lainey se estremeció y sacudió las manos en exceso de empatía. "¡Qué asco! Eso me pone los pelos de punta". Scotch se echó hacia atrás y soltó una carcajada. "Bueno, tú lo pediste". "Qué asco", repitió. "Tu turno". "Todo lo que preguntaré ahora parecerá decepcionante." "Probablemente". Lainey sonrió. "¿Qué tal si mejor vamos a la cabaña principal para cenar? Creo que tengo una cita para vencerte en el Monopolio (juego de mesa muy utilizado en Estados Unidos)". Burlándose, Scotch comentó. "Eso quisieras. Soy la experta en Monopolio en esta familia". Se puso de pie y le tendió la mano. Lainey aceptó la ayuda, disfrutando demasiado del contacto, y se levantó. "Es la hora de derrocar tu gracioso imperio de dinero, hermana". Ambas compartieron una mirada antes de estallar en una risa.

CAPÍTULO TRECE

Agosto

Lainey estaba sentada ante la mesa del comedor en la cabaña de Scotch. Se quedó mirando el espacio en blanco del bloc de notas delante de ella, una pluma moviéndola rápidamente de ida y vuelta entre su dedo índice y el dedo medio. Normalmente ella estaría escribiendo su trabajo en su ordenador portátil, pero no quería usar la batería más de lo necesario. Su portátil se quedaba en la cabaña principal la mayor parte del tiempo, manteniéndose lista y disponible para las copias finales y la correspondencia por correo electrónico. Luz del día llegaba de las dos ventanas encima de ella, así como a través las ventanas de la buhardilla, como lo hacía casi veinte horas al día. Era agosto y Lainey se estaba acostumbrando al constante sol. En un par de meses, incluso podría ver la oscuridad más allá del crepúsculo antes de quedarse dormida. La idea de que llegara el mes de enero y la encontrara sentada aquí con una linterna a las tres de la tarde para protegerse de la noche, le parecía extraño. Su entrenamiento iba muy bien. Tenía dieciocho perros asignados para elegir a partir de marzo. Con la ayuda de Scotch y Rye, Lainey había creado y elaborado un programa de entrenamiento para mantener a todos los animales trabajando juntos. Se había graduado de conducir ocho perros a la vez ahora, y tenía que rotarlos entre sus compañeros caninos para asegurar que cada uno estaba teniendo el entrenamiento adecuado. Lainey era la única que alimentaba a sus perros, la única que pasaba una cantidad significativa de tiempo con ellos. Miguel Sánchez, el entrenador, ayudaba con todos los animales, por supuesto, pero aquellos del equipo de Lainey tuvieron que mirarla como su líder de la manada. Lainey arrojó el bolígrafo con un gruñido y se echó hacia atrás en la silla. Sobresaliendo en la parte posterior por un pedazo rasgado de vinilo para su refuerzo, se reajustó a sí misma, forzando la tapa plana con su hombro. Howry estaba trabajando en los preparativos finales para su primer artículo. Su editor, Strauss, había dispuesto que sus artículos se publicaran trimestralmente en lugar de llenar toda la edición de primavera. Lainey tenía que tenerle algo para darle a finales de la semana o menos de su fecha límite. Pero ella parecía no poder concentrarse en nada. Scotch había sido una instructora maravillosa. Lainey había aprendido mucho de ella acerca de cómo manejar a los perros, no sólo acerca de la disciplina, sino para conseguir que ellos quisieran las mismas cosas que ella. Durante las mañanas, las mujeres pasaban tiempo juntas con sus tareas. Las tardes eran para entrenamiento o para los turistas. Lainey no tenía permitido llevar a ningún invitado en el trineo de los paseos, porque ella no se había aprendido aún todos los senderos. Las tardes consistían en otra ronda de alimentar perros y sacar la mierda con la pala, seguido de una cena y pasar tiempo con los Fuller y Howry. Cuando llegaba la hora de dormir, Lainey y Scotch hacían el viaje a su cabaña, intercambiando historias acerca de su día. Muchas veces así, Lainey deseó llevar de la mano a Scotch, y darle un abrazo o un beso. Ahora que había llegado a conocer a la mujer, descubrió que realmente le gustaba Scotch como persona. No se había apagado su deseo original ni un poco, muy a su pesar. En todo caso, ella quería a Scotch mucho más ahora que

cuando había comenzado esta tarea. Lainey se obligó de nuevo a regresar a su bloc de notas. Nunca había perdido una fecha límite, no pensaba empezar a partir de ahora. Sus sentimientos por Scotch no podían ser utilizados como una excusa. Tal vez si ella comenzara con una descripción de una de sus carreras. Recuperando su pluma desde la mitad de la mesa, se puso a escribir.

*** El roce del viento pasa congelándome a once millas por hora. No oigo nada, sólo el sonido de los perros jadeando, y el caucho de los neumáticos crujiendo a través de los anteriores desechos de la temporada. El olor a pino llena mis fosas nasales, compitiendo con el omnipresente olor de la piel de perro que se ha convertido en el centro de mi mundo por los últimos cuarenta y cinco días. Esta es una de mis primeras clases como corredora de trineos jalados por perros. No tengo licencia aquí, ni seguranza. Mi única compañía es un equipo de ocho atletas caninos que han decidido darme la oportunidad de guiarlos. Más adelante hay otro vehículo todo terreno que desaparece en una curva. Mi pareja en el crimen - mi mentora, Scotch Fuller, tres veces finalista de la Iditarod – lidera el camino. No tengo ni idea de dónde voy, sólo que tengo que seguir su ejemplo. Ah, y asegurarme de que mi equipo piense que yo estoy a cargo. Así comienza mi día de entrenamiento para la carrera de trineos tirados por perros (Iditarod) que tiene lugar cada mes de marzo en Anchorage, Alaska. Soy una de los treinta y ocho novatos que se suscribieron para participar en la siguiente, treinta y ocho novatas que toman el reto de lo que se anuncia como la Última Gran Carrera del mundo. Todos los días parecen iguales aquí. La luz del sol constante no ayuda a mi sentido del tiempo; aún tengo que ver una completa oscuridad desde mi llegada a finales de junio. Escuché que podría hacer acto de presencia para finales de agosto, al menos por un rato. Hasta entonces, me voy a dormir siendo de día y despierto con la luz del día, ya sean las diez de la noche o las cinco de la mañana. Por la mañana, los perros se ven primero. Hay casi un centenar de ellos en la perrera de los Fuller. Uno pensaría que con esa cantidad ellos tendrían en mente que correr es lo único entre ellos, toda una masa de pieles mojadas y moviendo la cola con poco para distinguirlos, pero con las marcas en sus abrigos. Ese no es el caso, sin embargo, como he descubierto. En el último mes y medio he llegado a conocer a todos los animales, y cada uno es diferente del otro con sus debilidades y fortalezas únicas. Los mejores que yo conozco están en mi equipo. Sholo es todo blanco con brillantes ojos azules parpadeando con inteligencia. Trabaja muy duro y tiene poca paciencia para la incompetencia, aunque por lo menos es educado cuando expongo la mía. Su capacidad para cumplir en la pista es asombrosa. He encontrado que él rechaza órdenes mías y, cuando trato de llamarlo al redil, descubro que era yo la que estaba equivocada - el camino no era la dirección que yo quería, o un evidente obstáculo que yo no podía ver bloqueaba nuestro camino. Juro que este perro es un ladrido, tiene un sexto sentido. Traza es diametralmente opuesto a Sholo en apariencia. Su pelaje negro y sus ojos le hacen difícil ver en la oscuridad (siempre y cuando yo pueda verlo por la noche. Algunos días tengo mis dudas.) Ha terminado la carrera Iditarod dos veces, liderando parte del camino. Su experiencia será un gran activo para nosotros cuando lleguemos a la ciudad de Anchorage.

Detrás de los perros líderes hay otra pareja de canes fuertes. Meshindi es un novato en dos. Su única experiencia ha sido carrera de velocidad el año pasado. Sus ojos marrones son almendrados, haciendo que parezca que es más asiático que canino. No es 'inescrutable´, por cualquier medio. No tengo dudas sobre su opinión acerca de algo mientras sonríe o se queja de mí. La mayor parte de sus quejas tienen que ver con la interrupción de sus siestas durante los períodos de entrenamiento fuera; sus sonrisas son el resultado de los refrigerios congelados de hígado de alce, su favorito. Un líder en el entrenamiento, Montana, ha tenido experiencia en varias carreras de media distancia. Esta será su primera carrera Iditarod para él también, pero yo espero que Traza lo tome bajo su... pata y le muestre al nuevo chico las cuerdas. Él tiene una tendencia a la arrogancia mientras corre, como lo propensos que son los jóvenes de sexo masculino, y está más que dispuesto a lidiar con cualquiera que esté dispuesto a jugar. Detrás de ellos está Bonaparte. Nadie más se permite en su sección de línea principal; él se resiste si no es tratado con adecuada deferencia. Es un perro pequeño con una gran actitud, y Dios ayude al entrenador que no le dé a Su Majestad lo que le corresponde. A pesar de su comportamiento de la realeza, no quiere liderar - ese el trabajo de los simples mortales. En lugar de ello, él sigue justo detrás de los líderes, manteniendo al resto del equipo en la fila. Su consorte es Kaara. Su nombre significa 'brillante luz de la mañana' y es muy hábil. Blanca con cejas moteadas y grises, desprende un aura de alegre calma. Ella es la única perra en la perrera que no llama a Bonaparte en sus presumidas actitudes. De hecho, ella lo adora, jugando a ser su ´Josefina’ ante sus pretensiones de alcurnia. El rumor es que ella está enamorada de él. Si alguna vez hubo un vivo ejemplo de amor adolescente, Kaara lo lleva con orgullo. Justo enfrente de mi todo-terreno, están Jonás y Aegis. Macho y hembra, son los perros más grandes de mi equipo, con un peso total de ciento cincuenta y siete libras. Son tan grandes porque son los perros de las ruedas - los animales que van justo a la derecha de los trineos. Ellos necesitan la fuerza adicional para mantener el control de seiscientos libras del trineo durante los giros. Sin embargo, también deben ser lo suficientemente rápidos para evitar ser atropellados por los otros. Jonás es salvaje y lanoso, el macho de la montaña del equipo, con cabello alzado y con una obsesión por jalar. Dada la oportunidad, estaría feliz de hacer todo el trabajo, y dejar a sus compañeros de vuelta en casa. Cuando el resto del equipo escucha a orden "listos", él es el que salta hacia adelante con más ímpetu de ponerse en marcha. Aegis es una dulzura. Su tamaño hace que ella parezca un tanto amenazante (aunque todos los perros se adaptan a fondo para los seres humanos desde el momento en que nacen.) En realidad, ella es nada más que una gran sentimental que disfruta de los masajes de abdomen y mordisquea delicadamente sus golosinas, mientras los otros descansan. La puerta de la cabaña se abrió, interrumpiendo a Lainey. Levantó la vista para ver a Scotch que entraba con estrépito por las escaleras. "¿Quieres ir a nadar?" Preguntó ella, con los ojos chispeantes. Scotch estaba sin su gorra, sus rizos rubio-rojizos caían incontenibles. Su piel había adquirido un color dorado claro a partir de su constante exposición a la intemperie. Por el aspecto de su nariz descarapelada, tal vez había pasado demasiado tiempo en el sol. Lainey le devolvió la sonrisa, preguntándose cuánto tiempo más podría tomar este anhelo no correspondido. "No tengo traje de baño", dijo. A decir verdad, ella había estado tan preocupada

por la llegada del invierno, que no había preparado mucha ropa de verano en absoluto. La semana pasada tuvo que ir a la tienda general para conseguir un poco de ropa más ligera, aunque no esperaba que se acostumbrara al verano de Alaska. Scotch se sentó frente a ella. "No importa. Puedes utilizar tu ropa de dormir Todo lo que necesitas son pantalones cortos y una camiseta. Eso es lo que yo uso." "¿Quién va a ir?" preguntó Lainey, más para que siguiera hablando que para obtener una respuesta. Le gustaba escuchar la voz de la mujer, disfrutaba del matiz de felicidad que oía allí. El rostro de Scotch se volvió aún más animado. "Casi todo el mundo. ¿Conoces el camino cerca del río?" Ante el asentimiento de Lainey, ella comentó "Cerca de cien pies alrededor de la curva hay un estanque. Nosotros nadamos allí todos los veranos". Lainey miró su artículo, mordiéndose el labio. "No lo sé. Realmente tengo que terminar esto..." Scotch se inclinó hacia delante, con los codos sobre la mesa que mostraba su edad, ya que se tambaleó ante su peso. "Hay un columpio de cuerda" dijo ella, con un leve tono zalamero asomando en su voz. Mirándola, Lainey pudo ver chispas de color oscuro mezcladas con el azul claro de su iris. En este punto, las pecas ligeramente espolvoreadas y separadas de Scotch hacían verse adorable su nariz. Ella sintió que su voluntad fallaba, la llamada para pasear con esta mujer era mucho más fuerte que el trabajo profesional exigía a ser terminado pronto. "Eres malvada", dijo finalmente. Al darse cuenta de que había ganado, Scotch saltó en un grito "¡Muy bien!" se dirigió hacia las escaleras. "Puedes cambiarte aquí o en el río." Lainey se puso de pie, negándose a mirar el artículo para que no causara que cambiara de opinión. "¿Dónde te cambiarás?" preguntó. Más allá de la puerta y casi hasta el desván, Scotch le sonrió. "En el río. Nada como desnudarse al aire libre." Ella desapareció en la mitad del altillo. Mirando tras ella, Lainey sintió alternar el frío y el calor dentro de ella. Seguramente Scotch estaba bromeando, no coqueteando. ¿No es así? Puso cuidadosamente fuera de su mente la imagen muy vívida de Scotch, desnuda. Su piel permaneció ruborizada, y murmuró en voz baja, "Que Dios me ayude. Siete meses más como éste".

CAPÍTULO CATORCE

Los perros no estaban contentos de haber sido dejados de lado. A medida que el todoterreno se alejaba rugiendo sin ellos, crearon tan fuerte clamor, suficiente para que Lainey lo oyera por encima del ruido del motor. Ella se sostuvo por su vida, mientras Scotch jugaba a ser malévola, acelerando a lo largo de los senderos ya conocidos y a velocidades que Lainey no había alcanzado. La parte de sostenerse no era una dificultad para Lainey, siempre que fuera sostenerse de Scotch. Si supiera que ella le permitiría acurrucarse contra su espalda, con los brazos cerca de su delgada cintura, habría festejado por la oportunidad de ir a la piscina natural hace mucho tiempo. Mientras viajaban, Lainey trató de mantener sus pensamientos lascivos en orden, aunque el éxito obtenido dejaba mucho que desear. Mentalmente siguió el camino, tomando nota de los puntos de referencia familiares, las distancias conocidas, y otros desvíos de caminos. No importaba que el vientre de Scotch estuviera sosteniendo justo la cantidad de peso, lo que indicaba una figura musculosa con la cantidad adecuada de curvas para ser interesante; o que incluso por el viento que azotaba, el aroma del cabello de Scotch era lo suficientemente fuerte para inducir a Lainey a la hiperventilación, mientras inhalaba profundamente una y otra vez. La vibración a través del asiento la hizo pensar en nada más difícil, también. Sintiéndose deliciosamente arriesgada, Lainey inclinó su mejilla contra la espalda de Scotch, empapándose de su proximidad. Sin pensarlo, le dio a Scotch un suave abrazo, sólo dándose cuenta de lo que había hecho cuando Scotch respondió con un apretón de su mano en el brazo de Lainey. Horrorizada por su metedura de pata, Lainey trató de liberarse, pero fue mantenida firmemente en su lugar. "¡Sostente!" gritó Scotch. Lainey, con sus entrañas tan nerviosas como sus emociones, señalaron en comprensión con otro abrazo. Scotch le palmeó el brazo y siguió conduciendo el todo terreno. Ella cerró los ojos, añadiendo esta última interacción con su anfitriona, a las otras que había reunido en el último mes y medio. A veces parecía que Scotch era definitivamente lesbiana. La mujer hacía comentarios a menudo, que podrían ser malinterpretados en cierta manera si tuviera esa inclinación. Pero, si fuera hetero, sus comentarios parecerían normales en la conversación diaria. Incluso Howry se había dado cuenta, y ambos habían pasado un poco de tiempo comentando el asunto. Era suficiente para hacer que Lainey dudara. "Ya casi llegamos.” En un esfuerzo por distraerse, Lainey volvió su atención a su entorno. Reconoció el camino aunque ella no había tomado el giro por el que Scotch condujo. Bajaron bastante rápido por un plano inclinado, y ella se aferró a Scotch, sintiendo un estruendo de su risa a través de sus brazos. El aire se enfrió más casi de inmediato, como se estabilizaron en un sendero paralelo a un río. "Cuando el río se congela, traemos a los perros por aquí" gritó Scotch. "Hay más senderos del otro lado”. Los árboles parecían retroceder a medida que se acercaban a un claro ya ocupado por la mayor parte del clan Fuller. Uno de los camiones, un sencillo remolque para perros, estaba asentado

en un camino de lodo, con su portón trasero abierto, su piso lleno con un par de neveras, un surtido de toallas y con Bon jugando con una pelota de playa. Su madre rebuscaba en una de las neveras por bebidas. El suave olor del agua dulce fue perturbado por el humo del carbón de leña de mezquite mientras la barbacoa se cocinaba cerca, preparada por Miguel. Dos mesas plegables y un número de sillas con cubierta estaban agrupadas, varios artículos de picnic estaban dispersos en sus superficies. Scotch estacionó el vehículo y apagó el motor. Un grito de pura alegría estalló en el repentino silencio. Lainey se volvió para ver a Howry, que llevaba un par de pantalones cortos y zapatos tenis raídos, balanceándose en una cuerda colgada de un árbol que se cernía sobre una pequeña cala. En la cúspide de su balanceo, dejó que la cuerda volara un poco antes que de dirigirse hacia el agua como bala de cañón. Irish y otra chica de su edad ya estaban nadando, y gritaron ante su bulliciosa llegada con fingida indignación. Lainey frunció el entrecejo al ver a la extraña chica. A regañadientes soltó a Scotch y desmontaron del todo-terreno, teniendo una mirada más cerca al claro. La cuerda se movió por sí sola. Lainey siguió la acción con un dejo de confusión hasta que se dio cuenta de que había otra cuerda atada a ella, y alguien era izado de nuevo hasta el terraplén para otra ronda. Un joven de la edad de Scotch estaba parado allí, tenía el cabello largo y castaño recogido en una cola y una barba ligera adornaba su mandíbula. Vestía menos ropa que Howry, quien había salido a la superficie con otro grito. "¿Quién es ese?" Preguntó ella, señalando con la cabeza hacia el hombre, no muy contenta con su apariencia. Obviamente, él hacía ejercicio con regularidad, y su traje de baño apretado dejaba muy poco a la imaginación. Scotch, que había empezado a hurgar en un saco que llevaba para el viaje, acunado entre sus piernas, la mirada y sonrió. "Ese es Martin Schram. Su familia vive justo sobre la cresta de la montaña." Ella agitó la mano. ”¡Hey, Martin!” El hombre se volvió hacia ellas y sonrió cuando vio a Scotch. Él le devolvió el saludo. "¡Sube aquí, Scotch! ¡Vamos a mostrarle a estos Chechakos a nadar en las aguas de Alaska!” Riendo, Scotch asintió y volvió a su bolso, sacando su traje de baño. Contrariada, y tratando de no demostrarlo, Lainey preguntó, ”¿Chechakos?” Scotch se rió por lo bajo. "Recién llegados, novatos, las personas que no han vivido en Alaska antes. “ "Oh." "¿Dónde están Papá y Rye?" preguntó Scotch a su madre. Helen, quien estaba jugando a la pelota con su hijo menor, en la parte trasera de la camioneta, dijo:"Remojándose en la curva. Phyllis está con ellos.” Scotch vio la pregunta antes de que Lainey pudiera pronunciarla. "Phylllis es la madre de Martin. Y la chica que está con Irish, es su hermana, Teresa". Ella escudriñó la vegetación a una distancia segura desde el río. "Es posible que podamos cambiar nos de ropa por allí. Si los demás están mojándose, van a estar en el otro lado de las rocas”. Lainey ignoró la punzada de celos mientras observaba a Martin saltar con gracia a través del aire para chapotear en medio del estanque. No era como si ella no quisiera reclamar la atención de Scotch. Demonios, todavía no tenía ni real idea de si Scotch era hetero o no. Parecía que la pregunta probablemente sería respondida aquí y ahora. "¿Lainey?”

Se dio la vuelta, concentrándose en Scotch. "Um, sí, por ahí estará bien," respondió apresuradamente. Aunque su repentina jovialidad forzada fuera registrada por Helen o no era discutible. La sonrisa de Scotch le dio más campanas activas de advertencia a Lainey. Rápidamente se ocupó con su mochila, sacando sus pantalones cortos y una camiseta. “¿Vamos?", preguntó, haciendo lo imposible por parecer inocente. Scotch inició la marcha. Detrás de ellas, las niñas gritaban con algún juego que estaban realizando. La última visión de Lainey fue de Martin, escalando sobre las piedras en la orilla del estanque, frotando sus musculosos brazos. Él parecía tener frío y Lainey de repente se preguntó acerca de la sabia idea de nadar en un río de Alaska. "Puedes cambiarte aquí", dijo Scotch, señalando a una zona protegida detrás de algunos arbustos de arándano. “Pero mantén los ojos abiertos. Las aguas termales están justo por ahí, y a veces la gente corta camino por aquí para llegar al columpio." Lainey parpadeó. "¿Las aguas termales? Eso suena divertido ahora". "Lo es", dijo Scotch con una sonrisa. “Y cuando estés muy caliente, puedes tomar un baño en el río. Es una condenada manera de despertar, déjame decirte." Ella se echó a reír. ¿Dónde te vas a cambiar?” Scotch señaló a otro grupo de arbustos de bayas. ”Justo ahí. Nos vemos en un par de minutos". "Está bien." Lainey esperó hasta que miró a Scotch desaparecer en su improvisado espacio para cambiarse, antes de comenzar a desnudarse. Ella se deshizo de su ropa, manteniendo un ojo cauteloso sobre su entorno mientras se ponía sus pantalones cortos de dormir y una camiseta de color negro. Envolvió su ropa y puso sus botas sobre ella. Traía puestas las zapatillas de tenis que había comprado en el almacén general del pueblo, para trabajar en el patio de los perros. Ya vestida, enfocó su atención hacia el grupo de arbustos en donde Scotch había desaparecido. Vio algún movimiento, captando un destello fugaz de piel pálida, pero nada más. Sin poder contenerse, dio un paso más cerca, poniéndose de puntillas por si atrapaba alguna visión del deseo de su libido. "¿Ves algo interesante?" Sobresaltada, Lainey dio un brinco y giró hacia la voz. Howry estaba parado en un sendero del camino, el agua aún goteando de su cuerpo. Él se estremeció, y se aferró más a una toalla apretada sobre sus hombros, pero su evidente incomodidad no disminuyó su regocijo por descubrir a su amiga en una leve actitud de espionaje. Su sonrisa era casi insolente, y él movió sus cejas ante ella. Lainey le frunció el ceño. No podía responder de la manera que ella quería, al estar tan cerca del escondite de Scotch, y él lo sabía. "No, solo estoy esperando a que Scotch termine", dijo ella, agitando con urgencia su mano para alejarlo. La sonrisa de Howry se ensanchó. ”Hey, Scotch. ¿Necesitas ayuda ahí? Lainey se ofrece." Su boca se abrió mientras lo fulminaba con la mirada. Dio un paso hacia adelante, con la intención de estrangularlo con su toalla, cuando Scotch respondió. "No, ya terminé". Lainey pegó una expresión agradable en su rostro cuando se volvió para ver a Scotch saliendo de su escondite. "¿Qué te parece si dejamos esto en el camión y, luego nos vamos al manantial?" -preguntó ella, señalando la ropa en su brazos.

"Nos vemos allí", dijo Howry, guiñándole un ojo a Lainey antes de continuar por el camino. "Suena bien", acordó Lainey, aliviada de que él se fuera, pero temerosa de que ahora él las estuviera esperando para acompañarlas. En el camión, Lainey fue formalmente presentad a Teresa. Las dos chicas estaban comiendo perros calientes (hot dogs-dos panecillos con verdura picada y una salchicha en medio), haciendo su mejor intento por ignorar a Bon, quien estaba hecho un lío con su salsa de tomate y la mostaza. El bien parecido Martin no estaba por ninguna parte. Lainey pensó que estaba con los otros en las aguas termales. Todavía había tiempo para echarse atrás. A Scotch no le importaría si ella tomaba el todoterreno para regresar, ¿verdad? Howry podría ser una plaga, Lainey lo sabía, pero sus bromas eran enteramente conocidas. ¿Y si este tipo Martin tenía interés en Scotch? Ella era una hermosa - y soltera- mujer joven, él sería un tonto si no se fijara en ella de esa manera. ¿Y si Scotch sintiera lo mismo hacia él? El corazón de Lainey se hundió aún más mientras Scotch le mostraba el camino al manantial. Bueno, querías saber dónde estás parada, pensó, castigándose a sí misma. El ambiente se volvió más húmedo mientras se acercaban. Los manantiales estaban un poco más allá de las rocas, un área a la vez natural y hecha por el hombre. Escalones de madera resistentes llevaban al estanque, que terminaban en una terraza larga flanqueando los dos bordes del mismo. Grandes piedras lisas circulaban el resto del agua, y aquí fue que Lainey descubrió a Thom, Rye, y a una mujer que debía ser Phyllis Schram. Martín y Howry estaban sumergidos profundamente en el agua, hasta los hombros, calentándose después de su inmersión en el río. Scotch gritó un saludo y bajó hacia la cubierta. Lainey la siguió, disgustada por el obvio interés que sentía en Martin, quien se acercó nadando. "Lainey Hughes, Martin Schram. Martin, Lainey", dijo Scotch al presentarlos. Se metió en el agua con un suspiro, sin mirar si Lainey se unió a ellos. "Encantado de conocerte", dijo Martin. De cerca, Lainey se sintió alentado al ver que por lo menos el hombre tenía una mala dentadura. Desafortunadamente, eso fue lo único negativo que encontró en su apariencia. “Es un placer conocerte, también," mintió ella. El agua era lo suficientemente profunda que Scotch iba fue pisando despacio mientras se alejaba de la orilla. ”¿Entras? Es más frío por aquí. Te calentarás mientras vayas hacia las rocas”. "Por supuesto." Lainey se sentó en la orilla y puso un pie tanteando el agua. Su zapato tenis de inmediato se empapó cuando el agua caliente se apoderó de su tobillo. "Oh, es agradable," dijo con una sonrisa, olvidando la presencia de Martin por un momento. Ella bajó por su costado, sosteniéndose de la orilla para mantenerse a flote. "Es muy bueno en el invierno", dijo Martin. Scotch estuvo de acuerdo y ambos compartieron una sonrisa. El labio de Lainey se torció. Cuando la mujer le devolvió la mirada, ella se agachó bajo el agua para ocultar su expresión, emergiendo con una sonrisa. “Apuesto a que lo es.” "Vamos", dijo Scotch, comenzando a nadar hacia los otros. Lainey no tuvo más remedio que seguirlos. *** Scotch descansaba en la parte trasera del camión. Su hermano, Bon, yacía a su lado, tomando una siesta. Irish y Teresa se habían ido con Phyllis a pasar la noche en la cabaña de los

Schram. Helen se había llevado a casa el todo-terreno, requerida por la necesidad de revisar a uno de sus pacientes caninos de la clínica. Las brasas de la barbacoa hacía tiempo que se habían apagado, y los hombres ociosamente estaban sentados alrededor del claro en el patio, para digerir la comida pesada de ensalada de patatas y hamburguesas, mientras que discutían de la vida, la evolución y la política. Como era de esperar, Martin empezó a coquetear con Lainey. Scotch sintió una combinación de alivio y desagrado por sus payasadas. Él Siempre había sido un mujeriego, incluso cuando eran niños. Había esquivado cientos de avances de él en todos ésos años, así que su distracción había sido una alegría. Sin embargo, cuando él empezó primero a coquetear con su amiga, la felicidad no era su primera respuesta. Ella lo vio caminar con Lainey a lo largo del río. Scotch estaba insegura de si la sugerencia de Lainey por dar un paseo habría sido por pasar más tiempo con el extrovertido joven o para librarse de él. Lainey era una mujer saludable. Seguramente ella querría pasarla bien aquí y allá, no era como si tuviera un novio constante. Viajando por el mundo como ella lo hacía, probablemente tenía un hombre en todos los puertos y sin condiciones. ¿Querría tener a Martin en este puerto en particular? ¿Y si Lainey hubiera querido caminar con Scotch, en su lugar? Hubo un momento en que Scotch no podía decir lo que su amiga quería. Por alguna razón estaba teniendo dificultades para leer las señales de Lainey durante todo el día, lo que causaba en Scotch un poco de consternación. Después de un mes y medio muy cerca, ella creía conocer a Lainey bastante bien. Hoy, cada mirada o palabra la hicieron cuestionar esa suposición. Era como si Lainey estuviera escondiendo algo de ella. ¿Pensaba que Scotch y Martin habían tenido algo, y no quería causar una escena entre ellos? ¿Qué más podría explicar esa sensación de hipocresía que tenía? Scotch miró que ellos volvían. Fácilmente bajó de la caja del camión, con cuidado de no despertar a Bon. Vagando por una de las mesas, se levantó y mordisqueó una patata frita hasta que Lainey y Martin estaban lo suficientemente cerca.” Bienvenidos de nuevo", dijo. "Yo creo que voy a ir a casa a tomar una siesta antes de alimentar a los perros. ¿Quieres venir? "¡Eso es una gran idea!" respondió Lainey. Su falta de vacilación impulsó el ánimo de Scotch. 'Mamá se llevó el vehículo, pero podemos caminar “. "De acuerdo" Lainey se volvió hacia Martin. "Fue realmente agradable conocerte." Ella extendió y le dio un apretón de manos. Scotch sonrió ante la reaparición del ultra-profesionalismo de su amiga. Al parecer, Martin no había influido en Lainey, después de todo. Él no podía hacer otra cosa que responder de la misma manera bajo la atenta mirada de todos. ”Claro. Hazme saber si quieres ir de pesca. Conozco los lugares perfectos”. "Estoy segura de que sí. Ya veremos qué pasa" Dijo Lainey. Howry resopló con humor, y Scotch lo miró. Se preguntó qué era lo divertido, pero lo dejó pasar mientras Lainey regresaba al camión para recoger su ropa y cambiarse sus botas. "¿Lista?" A toda prisa, Scotch agarró sus pertenencias. "Sí, vámonos." Sintió aligerarse su corazón, y sin saber por qué, Scotch unió s Lainey en el comienzo del sendero.

CAPÍTULO QUINCE

Octubre

Lainey se despertó antes de que la alarma de Scotch sonara. Su habitación estaba gris, producto del eventual retorno del invierno a esta zona. Si se quedaba despierta lo suficientemente tarde en la noche, podría ser a la plena oscuridad en lugar de la inminente caída de la noche que había sido todo lo que había visto desde su llegada. Se estiró en la calidez de su cama, notando el frío en su rostro. ¿Estaba más frío de lo normal esta mañana? Sabiendo por experiencia no prolongar la tortura, se incorporó e hizo a un lado sus mantas. Si hubiera querido volver a dormir, se habría quedado bajo las mantas para preservar el calor de su cuerpo. Al menos así se daba una razón para permanecer fuera de la cama, en vez de tener un cálido refugio al que volver. Estaba más frío. Maldijo en voz baja mientras sus pies descalzos entraron en contacto con el frío cuero de sus botas. Era el momento de empezar a dormir con un cambio de ropa. Podría matar por unos calcetines calientes en estos momentos. Ella se estremeció, sintiendo el dolor que comenzaba en sus costillas. Incluso podía ver su respiración mientras se levantaba y se dirigía de puntillas a las escaleras. En silencio, pasó más allá de la cortina que dividía la mitad de la recámara de Scotch. Ella sonrió mientras pasaba a través de la habitación, sin poder evitar estudiar a su durmiente compañera de cuarto. Este era una de las razones por las que Lainey disfrutaba despertar tan temprano, le brindaba la oportunidad de examinar a la desprevenida mujer. A pesar de la apariencia de no darse cuenta del frío, Scotch estaba usando una camiseta de manga larga en lugar de las sin mangas que había llevado hasta el verano. Sin embargo, yacía tendida sobre la cama, las mantas estaban enredadas hasta su cintura. Lainey vio un destello apetitoso de la piel, donde la camiseta se había subido muchísimo desde la pretina de sus pantalones cortos de dormir. Estas visiones alimentaban el deseo de Lainey. Supuso que si Scotch hacía alarde de su desnudez, Lainey tendría que verse afectada por éstos efectos. En vez de eso, todo esto se burlaba de ella casi hasta la desesperación. Lainey resistió la tentación de cubrir a Scotch con las cobijas. No se hacía ilusiones de que simplemente deseaba ser agradable. Lo que ella quería era tocar y explorar la piel disponible, para finalmente probarla, y para ver lo que quedaba oculto debajo de las capas de tela. Tragó saliva, con la boca seca de repente. Scotch pareció responder a la oleada de deseo de Lainey. Suspirando, ella se dio la vuelta sobre su lado, quedando frente a su público, las mantas bajaron aún más para revelar la increíble curva de la cintura, la perfecta cadera, y la apenas visible desnudez de un muslo pálido. Lainey huyó. Teniendo en cuenta la fuerza de su anhelo, era más seguro permanecer lejos, muy lejos; no estaba segura de poder luchar contra el impulso de cualquier otra manera. No ayudaba mucho el que Scotch no tenía ningún interés en ella. En la puerta, agarró una chaqueta y salió, cerrando la puerta suavemente detrás de ella. ¡Cristo! Este era el peor de los casos de enamoramiento que jamás había experimentado. Lainey se apoyó contra la puerta, su solidez fue un bálsamo para sus inestables emociones. Trató de

recordar el número de veces que se había sentido así casi con alguien, y no le agradó darse cuenta de que la respuesta era nunca. Una parte de su inquietud surgió del hecho de que ella estaba en un territorio completamente nuevo. Incluso su mejor amigo y compañera de mierda, Carol, no había causado este tipo de confusión y deseo. No había dónde ir, nada que hacer al respecto ahora. Los Fullers habían llegado a un acuerdo contractual con Lainey para entrenarla para la carrera Iditarod. Ella había autorizado la transferencia de dinero de la revista, Cognizance, meses atrás. Todo estaba firmado, sellado yaunque no necesariamente enviado- ella esperaba correr la carrera de su vida en Marzo. Si Lainey se replegaba ahora, le debería a su editor, Strauss, un montón de dinero. Huir no era una opción. Con la realidad de la situación afirmada en su mente, Lainey tomó un respiro profundo y vigorizante. Tan pronto como la nieve llegara, las cosas serían diferentes. El entrenamiento llenaría la mayor parte de sus días y sus noches. Rye le había comentado que el invierno era una temporada muy ocupada para la perrera en términos de fines de semana de excursiones turísticas, prepararse para largas carreras, asistir a las carreras de velocidad y otras parecidas. Lainey sólo tendría que hacer un esfuerzo adicional para agotarse en los próximos meses. Una vez que la Iditarod terminara, ella y Howry se irían, y ella podría perderse en los brazos de Carol. Por todo un mes. Lainey no se había acostado con nadie en un año ó más; había dejado de contar los días hacía mucho tiempo. Todas esas hormonas no utilizadas tenían que ir a alguna parte. Ciertamente eso tenía mucho que ver con sus emociones volátiles ahora. Animada con la posible explicación, Lainey bajó del porche. El suelo crujió bajo sus botas, y finalmente se centró en la claridad en torno a ella. Una gruesa capa de nieve cubría el suelo, que parecía brillar a la luz del día. El aire estaba fresco, y visualizó una corriente de humo que se elevaba desde el otro lado de la colina donde estaba la cabaña principal. Acurrucada dentro de su chaqueta, caminó hacia la letrina. Oh sí, definitivamente estaba más frío hoy.

*** Una pizca de nieve continuó cayendo sobre la perrera mientras Scotch y el resto del equipo de alimentación hacían sus tareas de la mañana. La dificultad consistía en poner la atención adecuada a cada tarea. Ella se mantenía tratando de evaluar la cantidad de nieve que había caído durante la noche, ya que en los senderos era lo suficientemente gruesa como para asegurar una amenaza en la carrera con los trineos, y en cuáles perros asumirían la primera carrera oficial de la temporada. Irish y Rye estaban sin duda pensando lo mismo, ya que hacían su trabajo en piloto automático. Scotch compartía miradas de ansiedad con sus hermanos, sabiendo que hoy nada los mantendría fuera de los senderos. No había reservas de visitas en esta mañana, y cualquier turista en la zona podría quedar atrapado por la belleza de las nevadas de Alaska como para considerar bajar por la perrera. Howry estaba igualmente distraído. Había traído su cámara esta mañana, haciendo una pausa en sus tareas para hacer varias fotos de Scotch con sus perros jugando con entusiasmo entre el polvo. Los animales sabían lo que significaba el cambio de clima, también, y lo demostraban con un nivel extra de entusiasmo. Scotch ignoraba las actividades de Howry, habiéndose acostumbrado a la infinita atención. Su presencia constante era el precio que ella tuvo que pagar por acceder al artículo sobre ella, por la revista. Tenía que admitir que algunos días habían sido muy duros. Tener un mal día tarde o temprano sería inevitable, tener un observador fotografiando todos sus errores o sus

rabietas no mejoraba las cosas. Echó un vistazo a Lainey, que se había convertido en toda una veterana en cortar el salmón en trozos. La pequeña mujer se situó en el taburete, pala en mano, mientras rompía con el borde de la herramienta el pescado hervido. Esta escena estaba muy lejos del primer día de Lainey, estremeciéndose con la idea de alimentar con pescado a todos los perros, incluyendo a los guías. Scotch sonrió ante el recuerdo. Ella recordó a Cliff, el piloto de avioneta, y su comentario de que Lainey parecía difícil de complacer. Scotch estaba aliviada de que ése no hubiera sido el caso. En todo caso, Lainey era extremadamente fácil de complacer, más que capaz de enrollarse las mangas y excavar lo que fuera necesario para completar una tarea, independientemente del nivel de suciedad involucrado. A veces era raro lo equivocado que las primeras impresiones podrían ser. Lainey terminó el picado, y Rye puso la tapa en la olla antes de subir el gas propano para otro hervor. Tan pronto como Lainey bajó del taburete, ella recuperó su cámara colgada de un gancho. Captó a Scotch observando y rápidamente le tomó una foto. Riendo, Scotch se despidió con un gesto de la mano, entrando en el granero para consultar las listas diarias. ¿Qué hubiera pasado si la revista se hubiera apegado al acuerdo original? Scotch tuvo que admitir que la idea de que Lainey la persiguiera con una cámara, no era tan irritante como Howry haciendo lo mismo. Pensándolo bien, Lainey ya la seguía a su alrededor, probablemente tenía tantas fotos de Scotch como las tenía Howry. Debía ser un requisito para todos los reporteros gráficos, tener literalmente injertada una cámara en sus manos. Lainey entró en el granero. "Hola. ¿Algo nuevo?" "Nop. Lo mismo de siempre. Podemos empezar a reunir los aditivos". Scotch compartió una sonrisa con ella, mientras abrían un gabinete para sacar los grandes tazones. Trabajaron en conjunto en silencio, casi como una extensión una de la otra, mientras recopilaban los suplementos vitamínicos, arroz y harina de hueso para añadir al guiso de la mañana. "Vamos a tener que alterar la dieta de los perros por el clima, ¿no es así?", preguntó Lainey. Scotch dijo: "Eventualmente. Más grasas y proteínas, menos relleno. Eso lo llevaremos a cabo una vez que los tengamos en las últimos siete millas por día". "¿Y cuándo será eso?" "Pronto." Scotch terminó lo que estaba haciendo. Se volvió hacia Lainey, descansando su cadera en el borde de la encimera. "Creo que nos saltaremos lo de correr hoy. Llevaremos las máquinas de nieve fuera del almacén y sobre los senderos; nos dará una idea de cómo se van a desenvolver, qué tan profunda está la nieve. Si tenemos suerte, la nieve se mantendrá durante unos cuantos días. Eso nos dará una base saludable para la carrera." Lainey asintió. "Suena bien. ¿Lo tomaré como que no hay visitas hoy?" "Pues no. Incluso si hubiera visitantes hoy, Miguel puede hacerse cargo. Una vez que cese la nieve, comenzará el entrenamiento. Él y papá tendrán una gran cantidad de trabajo cuando lleguen nuestros turistas invernales." Con el ceño fruncido, Lainey comentó, "Pero tu papá trabaja". "Construcción", le recordó Scotch. "El negocio disminuye lo suficiente para que él pueda dejarle una gran parte del trabajo a su capataz. Hay un poco de trabajo interno que se debe hacer, pero tendrá menos puestos de trabajo disponibles hasta la primavera. Si la nieve se mantiene, hará que el trabajo disminuya lo suficiente para que él esté en casa mucho más tiempo". Lainey se golpeó la frente ligeramente ante el lapso momentáneo de inteligencia. Scotch

sonrió, disfrutando del humor. Lainey sin duda se miraba bien incluso con un par de pesados monos cubiertos con capas de pelo de perro y de barro. Sus rasgos eran expresivos, y sus ojos oscuros siempre reflejaban alegría. En términos generales, había sido una buena decisión cuando ella accedió a este profundo artículo la primavera pasada. "¿Qué?" Alejó los pensamientos de su cabeza. "Lo siento. Sólo estaba pensando lo contenta que estoy de que estés aquí". La sonrisa de Lainey se suavizó. "Gracias. Yo también me alegro de estar aquí." El corazón de Scotch se aceleró, y dio un paso acercándose, sin saber lo que estaba haciendo. "Es bueno saberlo", dijo, en voz baja. Ella se enfocó en el rostro de Lainey. Fascinada, observó los labios de su amiga separarse levemente. "¿Están listas, chicas?" Preguntó Irish, entrando en el granero. Desconcertada, Scotch se volvió, apenas notando que Lainey dio un leve paso lejos de ella. "Casi". Irish se detuvo y las miró. "¿Qué está pasando?" Lainey le sonrió. "Estábamos hablando de lo que hay que hacer hoy". "Revisar los senderos, por supuesto," dijo la chica como si fuera una conclusión inevitable. Ella caminó ´hacia delante y tomó la lata de arroz. "Rye dice que ya es hora." "Entonces, vamos. Tenemos una gran cantidad de perros que alimentar". Lainey recogió la harina de huesos, siguiendo a Irish hasta la puerta. Una vez allí, hizo una pausa. "¿Vienes?" Scotch respiró hondo, recuperando su equilibrio. "Sí," dijo. Se volvió a estudiar a Lainey, viendo un rubor atravesar la piel bronceada de la mujer y sabiendo que también ella se había ruborizado. "Estaré allí en un minuto." Lainey se entretuvo un momento, a punto de decir algo. "Hey, ¿dónde están los demás?" llamó Howry desde afuera. El momento pasó. "Vamos en camino!" respondió Lainey. Con expresión parpadeante en arrepentimiento, y luego hizo un leve medio encogimiento de hombros antes de desaparecer por la puerta. Scotch se volvió hacia el mostrador, colocando sus manos en el borde. ¿Estaba ella pensando en besar a Lainey hace un momento? En respuesta, su mente le mostró una erótica visión de la acción. Su cuerpo respondió con un torrente de sensaciones que atravesó desde su corazón hasta su ingle, y tragó saliva. ¡Dios mío, había estado a punto! "¿Por qué tardas tanto?" Preguntó Irish, marchando hacia el mostrador. "Nada. Yo..." Scotch recogió el portapapeles más cercano. "Me preguntaba si iniciamos o no a darle a los perros la proteína extra ahora". Irish arqueó una ceja, interrogante. "¿No queremos esperar hasta que hayan sido entrenados primero?" Scotch asintió. "Sí, probablemente tienes razón”. Deslizó los aditivos hacia su hermana pequeña. "Toma. Voy a comenzar a calentar las máquinas de nieve hasta que el guiso esté listo para los perros." "Está bien." Irish tomó la lata y salió, desconociendo la confusión de Scotch. Utilizando la puerta de atrás, Scotch caminó hasta el granero de almacenamiento, evitando completamente la cocina del perro. Entrando, encendió las luces del techo y localizó los vehículos, pasando automáticamente a través del proceso de sacarlos de sus bolas de naftalina y prepararlos

para su uso. La actitud familiar se encerró en su interior, y ella fue más capaz de pensar en lo que había sucedido en el granero. Ella nunca se había sentido fuertemente atraída por nadie antes, hombre o mujer. Scotch había tenido su parte de besos y caricias a largo de sus años, pero eso había sido con chicos durante su adolescencia y una que otra relación lésbica más o menos serias cuando asistió a la universidad. Siempre había sentido que algo le hacía falta, sin embargo, algún eje fundamental de emociones que ella parecía incapaz de sentir. Finalmente había desistido. Cualquiera que fuera lo que la gente encontrara en tales relaciones no era algo que ella que quisiera compartir, o eso había creído. Nada le había llegado tanto, y mucho menos la cantidad de sensaciones que acababa de experimentar ante la sola idea de besar a Lainey. Scotch tiró de las lonas de los vehículos, provocando la picazón en su nariz por el polvo que volaba por su acción. Una ronda de sanos estornudo después, y ya tenía los revestimientos plegados y dejados de lado, y empezó el proceso de preparación de las máquinas de nieve para su uso. Este repentino deseo de besar a Lainey ciertamente complicaba las cosas. Scotch gruñó en voz baja mientras se obligaba a destapar un tapón de gasolina. Incluso si hubiera hecho el intento, no necesariamente significaba que Lainey era lesbiana, también. ¿Cuáles eran las probabilidades de que eso ocurriera? ¿Y qué más daba, de todos modos? Una vez que la Iditarod se terminara, Lainey podría regresar a otros lugares, y Scotch volvería a vivir sola. Además, la Iditarod era demasiado importante para meter la pata por un rollo en el heno, no importaba qué tan atractivo pareciera. "Hey, Scotch." "¿Qué?" preguntó, mirando ceñudamente ante la interrupción. Howry levantó las manos en señal de rendición y dio un paso hacia atrás. "Estamos listos para alimentar a los perros, eso es todo". Ella dejó caer los hombros antes de dar al reportero una mirada contrita. "Lo siento. Supongo que me levanté del lado equivocado de la cama. No significa que tenga que gritar". Él se encogió de hombros. "No te preocupes por eso. Es un día emocionante para ti, estoy seguro". Riendo entre dientes ante la ironía, ella comentó, "No sabes ni la mitad".

CAPÍTULO DIECISÉIS

Lainey mantuvo la agradable expresión plasmada en su rostro cuando dejó a Scotch en el granero. Vertió la harina de hueso en la caldera, sus acciones estaban en automático mientras que la visión de Scotch acercándose a ella, llenó su mente. Demonios, habían estado tan cerca! Casi se había abalanzado a Scotch. ¿O Scotch dio el primer paso? ¿Era una ilusión pensarlo por su parte? ¿Había iniciado Scotch la seducción? "¿Dónde está el resto?" Preguntó Rye, revolviendo la mezcla. "Scotch lo tiene", dijo Lainey. Ella no hizo ningún movimiento para volver al granero, no quería afrontar su amiga todavía. Su prioridad era reducir la velocidad de su estruendoso corazón, y acabar con esa ola dulce de anhelo rodando a través de ella. Irish frunció los labios en pre-adolescente irritación. "Voy a ir a buscarla." Tomó el tazón de las manos de Lainey y se abalanzó hacia la puerta. Rye puso los ojos en blanco ante su hermana mientras seguía mezclando el guiso, pero no dijo nada. Sin nada que hacer, Lainey tomó la oportunidad de huir, recogiendo su cámara y dirigiéndose al patio de los perros. De pie detrás de la lente, calmó sus nervios irregulares, lo que le permitió separarse de su entorno inmediato. Durante sus sesiones de asesoramiento después de recibir el disparo, el psiquiatra había dicho que la cámara era un apoyo, protegiéndola de la realidad. No había argumento allí. Al menos de esta forma era capaz de relajarse lo suficiente como para analizar lo que había sucedido. ¿Qué había sucedido? Primero estaban hablando, trabajando codo a codo como lo habían hecho durante meses, cómodas por su proximidad. Entonces...Scotch había hecho un avance hacia ella. "No. Eso no puede estar bien." Lainey sacudió la cabeza, y volvió a encontrar el justo disparo a través del visor. Bonaparte exigía un retrato desde su perfil elegante, y ella tomó la imagen. Por lo que ella había podido averiguar, Scotch era hetero. Ciertamente hubo veces en que se preguntaba si tal vez ella estuviera equivocada. Ella siempre se atribuyó que la ilusión era por parte de ella. Cada caso de ambigüedad podría ser calculado como un simple malentendido. Vivir con una persona durante tres meses y medio tenía que contar para algo. Ella sabría si su compañera de cuarto compartía su atracción por las mujeres, ¿cierto? Demonios, Howry había hecho su parte hablando con Scotch, tratando de descubrir la verdadera naturaleza de su sexualidad. Incluso él había llegado a la conclusión de que Scotch era una mujer heterosexual inocente y muy protegida. Por lo tanto, ¿qué acaba de suceder en el granero? Lainey gruñó en voz baja. Nada más que lo obvio podría explicar lo que había ocurrido. Ella tenía demasiada experiencia en el arte de la seducción como para no ver un intento de beso. Scotch había dado el primer paso! Pero, ¿por qué? Y, lo más importante, ¿por qué ahora? El vapor de su fuerte exhalación nubló la visión de su lente por un momento. No era de extrañar que ella estuviera constantemente confundida acerca de las intenciones de Scotch. Eso sólo

podía significar que Scotch estaba probablemente igual de confundida. Lo qué explicaba, por lo menos, que ella estaba ahora recién descubriendo lo que era ella. Grandioso. No sólo Scotch no tenía la decencia común para saber su propia orientación sexual a la tierna edad de veinticuatro años, sino que tenía que complicar la atracción de Lainey por averiguarlo ahora. Lo último que Lainey necesitaba era una virgen. A pesar del pensamiento sardónico, sintió un temblor de emoción ante esa posibilidad. "Deja de hacer eso!", se ordenó, obligándose a mantener a distancia las visiones obscenas de las 'lecciones' que podría enseñarle a Scotch . "Vieja sucia." Kaara levantó una oreja ante ella. "No tú, chica," dijo Lainey, frotándole la cabeza. ¿Qué hacer? Una cosa era tener un enamoramiento con un compañero de cuarto heterosexual. Lainey tenía experiencias de fiascos no correspondidos en su juventud. Todo lo que ella tenía que hacer en este caso, era mantener un estricto control sobre sus deseos y sufrir las consecuencias. Pero si las sospechas de Lainey eran correctas, Scotch estaba despertando a algo fundamental de sí misma. Tal revelación era bastante difícil en el mejor de los casos; aquí en los bosques de Alaska, sin embargo, podría causar graves traumatismos. A Lainey realmente le gustaba mucho Scotch. No quería perder su amistad a causa de un error. Scotch podría tener un lapsus de experimentación, pero Lainey no estaba segura de que pudiera defenderse de una. Ella resopló para sí misma, sonriendo cuando Jonás hizo lo mismo cuando olfateó su cuenco vacío. "Te darán de comer pronto", prometió, rascándole la espalda. La oportuna interrupción de Irish fue lo único que salvó la mañana. Ahora que Lainey era consciente de la mutua atracción de Scotch, por cualquier razón, ella estaba optimista de que sería tres veces más difícil negarse. Tal vez debería mudarse a la cabaña principal. Podría argumentar el frío como una razón. Scotch sabía lo de sus costillas; no sería nada exagerar un poco para fingir la necesidad de una constante calefacción durante el invierno. A menos que Scotch le ofreciera una manera más entretenida de mantenerla caliente en las noches... "¡Ugh!" Lainey deseaba que hubiera algo que librara su cabeza de ése peso. "¡Lainey! ¡Hora del desayuno!" Ella suspiró y se volvió hacia la cocina del perro. Saludando con un gesto de la mano a Rye, ella caminó fatigosamente a sus quehaceres.

*** La nieve aún seguía cayendo después del desayuno. Los informes meteorológicos dijeron que el sistema había dejado catorce pulgadas de nieve a lo largo de la noche, y se estimaba cayera un pie más antes de que todo terminara. Esta noticia fue recibida con viva alabanza por el clan Fuller, mientras desayunaban. Howry indicó que su motivo principal era menos que entusiasta, su ceja se alzó ante el pensamiento. Ella seguía viendo a Lainey desde el otro lado de la mesa, y él las miraba a ambas con cuidado. Lainey tenía su aspecto profesional, lo había visto con bastante frecuencia en los últimos

años como para ser precavida. Algo había pasado, y ella tenía que utilizar esta fachada para que nadie se diera cuenta. En su negocio, se requería estar en lugares horribles o entrevistar a personas con la integridad moral de una alcantarilla. Tal profesionalidad se requería para conseguir el trabajo hecho, sin importar cualquier opinión negativa que uno tuviera del tema. Sin mencionar que un comportamiento de este tipo podría significar la vida o la muerte, dependiendo de quién estaba involucrado. Él puso una buena dosis de azúcar en su harina de avena, y la agitó. Las cosas habían sido diferentes esta mañana a causa de la nieve. Los Fullers irradiaban una tonelada de energía, al igual que la tenían sus perros, llenando el aire con un alto nivel de expectativas. Howry supuso que la primera nevada de la temporada siempre evidenciaba las mismas emociones para ellos. Había sido bastante contagioso; él se sintió influido, también. Lainey y Scotch actuaron como lo habían hecho cada mañana. Él se había dado cuenta de que Lainey estaba un poco más rígida, probablemente por el frío, pero tan emocionada como el resto de ellos. El tiempo finalmente había venido a hacer algún tipo de serio entrenamiento con los perros, y todos ellos esperaban con interés las perspectivas. Sin embargo, algo había pasado. Scotch desapareció, y Lainey se alejó fotografiar perros. Howry casi pierde su cabeza cuando finalmente encontró a Scotch en el granero de almacenamiento. Ella no estaba irritada antes de que se fuera con Lainey a recoger los aditivos para el guiso de los perros. Por supuesto, algunas personas reaccionaban con mal humor, pero Scotch raramente había sido así. ¿Por qué empezar ahora? Aún no había presión. Él esperaba que ella se mostrara más estresada conforme se acercaban a la Iditarod, no ahora. Se concentró en su amiga, desconfiando de la alegre actitud exterior mientras bromeaba con Helen por algo. Ella también se había transformado de simplemente disfrutar de la mañana, para convertirse en esta periodista ultra profesional usando los temas con facilidad. Él comió lentamente, reconociendo las señales sutiles que le decían que ella estaba nerviosa. Y ella no quería mira a Scotch, excepto una que otra vez a través del cuarto. Scotch también portaba una alegría que no era del todo real en su apariencia. Se mantenía dándole a Lainey miradas furtivas, buscando por algo sin encontrarlo. En ésos momentos su expresión era más cercana a la dimisión que cualquier otra cosa, como si estuviera tratando de animarse bajo el peso de sus pensamientos desagradables. Howry comió lo último de su desayuno en su tazón. Era tiempo para acaparar a una de ellas y averiguar lo que estaba pasando aquí. Lainey se negó a creer que la insistencia de Howry para correr con ella era sólo para obtener mejores tomas de Scotch en su máquina de nieve. Se había dado cuenta de escrutinio en el desayuno. Sabía que algo estaba pasando y, al igual que cualquier buen periodista, no lo dejaría ir hasta conseguir la primicia. Forzó una sonrisa y aceptó, sin poder encontrar una razón válida para negarse. Después de una lección rápida sobre el funcionamiento de la máquina para nieve, ella se subió con Howry detrás de ella. Los controles no eran muy diferentes de los vehículos todo-terrenos que había utilizado durante todo el verano. Lástima, pensó. Si ella no pudiera manejarlo, tal vez habría podido subirse con otra persona. Ry, Irish y Scotch montaron cada uno una máquina, y el patio se llenó con el zumbido de los motores y los ladridos de los perros. Scotch miró hacia atrás y le indicó con la mano a Lainey que la siguiera. Su hermano y su hermana, cada uno se fueron en otra dirección, para comprobar los

niveles de nieve de sus tramos de sendero favoritos. Lainey se lanzó hacia delante con una sacudida, causando que Howry se aferrase a ella, maldiciendo. Ella sonrió a pesar de lo agitadas que serían sus próximas preguntas. Mientras se ocupaba de utilizar los controles del vehículo, lo sintió relajarse en su agarre, y ella dejó escapar un suspiro de alivio. Sus costillas definitivamente le estaban dando su mayor problema hoy. Podía decir ya que ella iba a pasar una gran cantidad de su tiempo libre en las aguas termales. Los senderos eran casi ajenos para ella, aunque había estado en ellos un día antes. El polvo blanco cubrió el paisaje familiar, convirtiéndolo en otro paraje. Las ramas que habían excedido por encima de su cabeza, ahora estaban aplastadas bajo el peso de la nieve. En algunos lugares, sólo la señal de los marcadores de plástico indicaba dónde debía ir, jugando con su memoria. Scotch montaba delante de ella, rompiendo el sendero, y Lainey le dio un montón de espacio para no toparse con ella cuando ocasionalmente se empantanaba en las ventiscas de nieve. "Y entonces, ¿qué pasó esta mañana?" Lainey frunció los labios. "¿Qué se supone que significa eso?" preguntó ella, no estaba dispuesta a ceder tan fácilmente. "No seas evasiva, Lainey. No te sale bien", dijo Howry, con voz alta para hacerse oír por encima del motor. "Ambos sabemos de lo que estoy hablando." "¿Y si no quiero hablar de ello?" Él permaneció en silencio detrás de ella por un minuto. "¿Creo que debería hablar con Scotch, entonces?" "Hijo de puta," dijo ella en voz baja. Howry la abrazó más cerca. "¿Qué fue eso?" Lainey miró por encima del hombro. "Dije que eres un hijo de puta". "Es bueno saber que no he perdido mi toque." Su risa provocó su sentido de lo absurdo, y se unió con él. Era mucho mejor que llorar. "En serio, Lainey, ¿qué está pasando? ¿Ustedes dos pelearon por algo?" Ella se puso seria. Frente a ella, Scotch tomó el sendero izquierdo del camino, sosteniéndose en la máquina mientras desapareció por un terraplén. Lainey se preparó y la siguió. Una vez que estuvieron de vuelta al nivel de suelo, desaceleró para dar a Scotch más espacio. "No creo que Scotch sea hetero." "¿Qué? Creo que no te he oído bien. ¿Scotch no es...?" "Hetero! ", Gritó. Enfrente, el tema de conversación pude haberse escuchado porque Scotch echó un vistazo hacia atrás. No, seguramente Lainey no había gritado lo suficientemente fuerte como para eso. Scotch sólo estaría revisando la distancia entre ellos. "¿En serio?" dijo Howry, arrastrando las palabras. "¿Cómo lo sabes?" "Oh, no lo sé, Don. Supongo que cuando ella trató de besarme, yo me imaginé ése tipo de cosas." Él aflojó el agarre, ligeramente alejándose de su profundo sarcasmo. "Estás bromeando". Lainey refunfuñó para sus adentros. "Me gustaría." Él no necesitaba escucharla para entender lo que quería decir. Mientras Don digería esta nueva información, ella estaba concentrada en conducir. Scotch se inclinó hacia otra pista, indicándole a Lainey a que se emparejara paralela a su rumbo. Ella le dio más gas a la máquina de nieve y se emparejó hasta su compañera de cuarto. Romper la nieve de los senderos había hecho el viaje un poco más agitado, pero no menos agradable. Una línea fina de hoja

seca de árboles parpadeaba entre ellos, dando a Lainey la extraña sensación de estar viendo una película a una velocidad lenta. Su corazón sintió la calidez al ver a Scotch sonreírle. Por lo menos la mañana diferente no había afectado su amistad con demasiada severidad. Howry aprovechó su proximidad para tomar una rápida serie de fotos. "¿Cómo andan?" Gritó Scotch. "¡Grandioso! ¿Qué sigue?" "Iremos al río, a ver cómo está por allí. Vamos a tener que reducir un poco la velocidad". "Está bien. ¡Adelante!" Scotch asintió con la cabeza y tiró por delante. Mientras avanzaba por una línea de árboles, Lainey cruzó a la otra pista, sintiendo la fina niebla de nieve granulada cuando Scotch tomó velocidad y se alejó. Howry se rió y ella se unió a él. "Entonces, ella dio el primer paso hacia ti, ¿eh?" Lainey puso los ojos en blanco. Había esperado que él dejara pasar el tema, pero supuso que aún no daba por terminado el asunto. Él era un periodista, de cabo a rabo. "Sip. Dijo que estaba feliz de que yo estuviera aquí, y lo siguiente que recuerdo es que estábamos acercándonos de manera decisiva". "¿Se dejó llevar por sus sentidos se dio cuenta de que yo estoy muy lejos de ser atrapado, que un viejo y lastimado caballo de guerra como tú?" A pesar de lo revuelto de sus emociones, Lainey sonrió. "En realidad, fuimos salvadas por su hermana. Irish interrumpió antes de que algo pudiera suceder". "Hmmm, mis condolencias para ti, entonces." "Don..." "Ya sé, ya sé. Incluso si has estado rondándola por meses, colgada de la lunar por ella, no puedes concebir saciar tus pasiones no correspondidas en su cama. Yo entiendo". Se preguntó si podría encontrar una zanja y hacerlo saltar o empujarlo por detrás. "No. Retiro lo dicho. No lo entiendo", continuó él. "¿Cuál es el problema? Yo pensaría que tú podrías deshacerte de tu parka (abrigo), y saltar a sus brazos ya." "Dios mío, eres un idiota", le dijo ella. "Eso no es noticia". Ella se echó a reír. "Tú no entiendes. Scotch sólo se ha dado cuenta de que es gay o bisexual. Esto es todo un camino nuevo para ella." Howry silbó. "Por suerte para ella, estás aquí para mostrarle las cuerdas, ¿eh ?" "Don!" "¿Qué?", preguntó en el mismo tono agudo. "Yo sólo soy un hombre hetero, no estoy aquí para entenderlo. Ilumíname". Lainey se negó a hablar. Howry no era estúpido. Si él no podía entenderlo, desde luego ella no iba a decirle. Scotch tomó un camino a la derecha. Lainey empujó la máquina de nieve a su límite para dar la vuelta y seguirla, causando que Howry se aferrase a ella con miedo a ser derribado abruptamente. "Mierda." Al principio, ella pensó que él maldijo a causa de su intento de perderlo sobre un montón de nieve. "Tú la amas." Lainey tragó saliva, sus pulmones repentinamente no eran lo suficientemente grandes para

dar cabida al oxígeno. Ella jadeó un par de veces, su corazón latía con tanta fuerza, que era seguro que podía sentirlo a través de su espeso abrigo y sus guantes. Amor. Mientras recuperaba el control de su cuerpo, un gruñido sardónico salió de su garganta. Por supuesto. El enamoramiento era una palabra equivocada por completo. Siendo periodista, ella necesitaba un buen dominio del idioma. Era divertido como su mente había bailado alrededor de ese término, pero nunca permitió que se centrara en ello. Su madre siempre le dijo que si uno podía nombrar a sus demonios, entonces podría controlarlos. Lainey se preguntó cómo controlar esto.

CAPÍTULO DIECISIETE

Independientemente de su repentina revelación emocional, Lainey pasó el resto de la expedición haciendo todo lo posible para desterrar su demonio. Ella dudaba de que tuviera un cien por ciento de éxito cuando, cada vez que tenía una buena vista de Scotch corriendo por delante de ella, su corazón latía en silenciosa alegría. A medida que se acercaban a la perrera, sintió que podía manejar su pasión. Ayudó el que Howry la había dejado conducir en el silencio después de su observación. No tener que defenderse de él, le daba un montón de tiempo para trabajar a través de las opciones de que disponía y llegar a un plan. No es que fuera un buen plan, pero por lo menos tenía algo. ** Lo último que necesitaba Scotch era una distracción como esta. Ella estaba apuntando a estar en los diez primeros de la carrera Iditarod este año y necesitaba mantener la concentración en sus perros y en su entrenamiento. Nunca había sido fácil para nadie cuestionarse su sexualidad; salir del clóset ante una misma era peor que hacerlo ante la familia y los amigos. La vida tenía una tendencia a desmoronarse mientras el alma buscaba hacerse cargo, y Scotch podría enfermar permitiendo al tiempo o la angustia. Mudarse de la cabaña, mientras la forma más fácil de alcanzar el espacio necesario entre ellas, haría que Scotch se preguntara los motivos de Lainey. Incluso el argumento de que requería del calor para su ´lesión de fútbol', no ganaría. Ellas conocerían la realidad de la situación. Sólo serviría para resaltar el intento de beso en el granero, y Lainey tenía que alejar la atención de ello. No, ella tenía que ser la adulta aquí, la de la experiencia. Tenía que quedarse para disipar los temores de Scotch aún cuando no consiguiera involucrarse íntimamente con ella. Sería el infierno, pero Lainey sólo tendría que aferrarse a este demonio por todo lo que merecía la pena. Cuando la carrera hubiera terminado, entonces y sólo entonces podría considerar la posibilidad de sentarse junto a Scotch para tener una verdadera discusión, de corazón a corazón, acerca de lo que estaba pasando con ella. Lainey se sintió vagamente complacida con ella misma por su decisión, por no mencionar un poco perpleja por la distancia autoimpuesta que tendría que colocar entre ellas. Ella había preferido hacer exactamente lo que Howry le sugirió: enseñarle a Scotch todos los placeres de amar a una mujer. Se consoló con el conocimiento de que después de la carrera, las cosas serían diferentes. Si de verdad Scotch sentía deseos por ella, Lainey estaría más que feliz de corresponderle. Apartó la punzada de excitación que la siguió ante esa idea en particular. Para cuando regresaron a la perrera, Lainey había dejado de lado su debate interno. Sus nervios todavía revoloteaban, pero ella estaba resuelta. Condujo la máquina de nieve en el patio, oyendo el clamor de bienvenida de los perros. Estacionó junto a Scotch, había visto que Irish y Rye ya habían regresado, sus vehículos estaban cubiertos con una ligera capa de nieve que seguía cayendo. Apagó el motor y miró la mujer a su lado. Las mejillas y la nariz de Scotch estaban rojas de frío, con los ojos chispeantes mientras ella sonreía. Se había bajado la capucha y sus rizos leonados sobresalían sobre su cara, pringas de nieve

empezaban a establecerse allí. A Lainey le dolía el corazón cuando ella le devolvió la sonrisa. ¿Mantenerse alejado de esto? Dios, era un trato cruel, muy cruel. "Se ve muy bien", dijo Scotch, bajando de la máquina de nieve. Se quitó los gruesos guantes y abrió el cuello de su abrigo. "¡Sólo podemos esperar a que la nieve se mantenga así durante todo la temporada!" El vehículo se desplazó cuando Howry se bajó de él. "Yo creo que es hora de cambiar a cámaras manuales", dijo, sacando una bolsa de plástico de su bolsillo. Metió su cámara dentro de la bolsa y cerró la cremallera. "Me quedé sin rollo de filmar en la carrera. Si el viento se la lleva ahora, lo hará añicos". "Siempre puedes cambiar a digital" dijo Lainey con dulzura, utilizando un viejo argumento. "Blasfemia", murmuró él. "Una cámara sin rollo de película real es una abominación a los ojos de los dioses". Lainey sonrió y pasó la pierna por encima de la máquina de nieve, permaneciendo sentada. También se quitó sus guantes. "¿Llevaremos a los perros fuera hoy?" "No. Vamos a darle a las pistas otra carrera después del almuerzo. Iremos hacia abajo un poco más. Si sigue cayendo, podremos hacer un poco más mañana. Cuanto más apisonados tengamos los senderos ahora, más tiempo van a durar si la temperatura se eleva. Apenas está empezando la temporada, ¿quién sabe lo que el clima vaya a hacer?" Levantándose, Lainey se estiró con recelo cuando sus costillas le dieron un ligero dolor. El dolor era mucho menos de lo que debería después del extenso paseo. Habían pasado por lo menos unas tres horas vagando por los senderos que rodeaban la perrera. Con todo derecho, ella debía parecer una vieja reumática. "¿Estás bien?" Lainey asintió hacia Howry. "Sorprendentemente. Me alegro de haber seguido el consejo de Thom. La chaqueta que traía en marzo pasado era una mierda". Sin previo aviso, Scotch extendió su mano y le agarró la mano derecha, lo que obligó a Lainey a elevarla por encima de la cabeza. El dolor era soportable, y quedó completamente eclipsado por la piel de Scotch contra la de ella. "¿Conocen los linimentos que utilizamos para las lesiones de la muñeca?" preguntó ella, todavía centrada en las costillas de Lainey. Sonrojada por la sonrisa de Howry, ella respondió, "Um, el de las torceduras y esguinces?" "Sí" Scotch la soltó. "Apostaría a que eso funciona en tus costillas." Howry resopló, sin duda entretenido con la noción de que Scotch, posiblemente se ofreciera a aplicarlo en la lesión. Lainey quería darle una patada en la espinilla, pero sabía que tendría que dar explicaciones después de eso. En su lugar, ella puso los ojos en blanco. "Es para perros", le recordó a Scotch. "Ha sido utilizado en las personas en algunas ocasiones" Ella se echó a reír. "Se podría usar el truco. Deberías darle una oportunidad." El tono resuelto de Scotch, hizo que Lainey viera el ungüento bajo otra luz. Su objetivo principal era aliviar dolores articulares en las muñecas y los hombros de los perros con exceso de trabajo. Era un remedio casero creado por Dios sabe quién, pero parecía que cada corredor valoraba el o la sal que tenía para darle una variación de la receta. Una mezcla de hierbas, que se mezclaba con vaselina para darle sustancia y que fuera fácil de aplicar. Scotch y su hermano confiaban en esas cosas.

"Muy bien" concedió Lainey. "Voy a pensar al respecto" Scotch abrió la boca para decir algo, y Lainey la interrumpió. "¡Voy a pensar en ello! Además, en este momento me muero de hambre. ¡Vamos a tomar el almuerzo!" "Eso suena como una gran idea", dijo Howry, avanzando hacia la terraza de atrás. Scotch sonrió y asintió con la cabeza, olvidando todo lo que ella había planeado decir. Lainey los siguió, sintiendo el alivio recorrerla. Ella sabía exactamente lo Scotch iba a decir. A pesar de la reciente promesa de Lainey para evitar situaciones incómodas con Scotch, no había manera de que pudiera negarse si ella se ofrecía para aplicar el ungüento. Y esa sería una mala, mala idea. *** Scotch estaba en frente de la chimenea, con los pies apoyados en un viejo taburete que había liberado de la tienda de segunda mano hacía años. Ella movió los dedos de los pies cubiertos con los calcetines, y bebió una taza de chocolate caliente. La primera nevada de la temporada había sido una buena. Si las cosas seguían de esta manera, el entrenamiento sería fácil. Recordó el último invierno, extrañamente cálido, y sin ráfagas importantes de las que hablar. Ya había sido bastante malo que la nieve tuviera que ser transportada en camiones a la ciudad de Anchorage para la ceremonia del inicio de la carrera. El primer tercio de la jornada había sido peligroso, con suelo derrapante y el correr libre del agua. Una gran cantidad de corredores se habían visto obligados a dejar la carrera por causa de las lesiones a sus animales y por equipos rotos. No este año. Scotch saboreó en satisfacción. Incluso si calentara un poco, lo más probable era que no interferiría con el endurecimiento de los senderos. Después del almuerzo, ellos habían hecho otro recorrido, embalando los senderos para futuras recorridos. Mañana los trineos saldrían y el entrenamiento comenzaría en serio. La puerta de la cabaña se abrió y Lainey entró sacudiéndose las botas. Una corriente la siguió, pero Scotch estaba lo suficientemente caliente que el aire frío se sentía bien. "¿Todavía está nevando?" Lainey la miró por encima del hombro mientras colgaba su chaqueta en una percha. "No, finalmente se ha detenido" Ella vio la cara de Scotch y se rió mientras bajaba por las escaleras para sentarse en el sofá. "Dale un descanso, Fuller! Tuvimos dos pies de nieve hoy, quizás más". El gesto petulante de Scotch se convirtió en una sonrisa."Sí, supongo." Resoplando, Lainey se quitó las botas, metiendo sus pies hacia atrás por debajo de un edredón. Se inclinó para recuperar su taza de té y se hundió de nuevo en el sillón con un suspiro. “Sabes, hay algo que he querido preguntarte", dijo, mirando en su taza. Una desconfianza repentina interrumpió la compostura de Scotch. Ella había estado esperando esto todo el día. Al principio esperaba que Lainey no se hubiera dado cuenta de lo cerca que Scotch había estado de besarla. A medida que el día avanzaba, sin embargo, hubo varios momentos en los que parecía que ella quería discutir algo. ¿Qué le iba a decir Scotch cuando ella preguntara lo que había pasado? Disculpa por la insinuación, ¿pero tengo un enamorado por ti que simplemente no puedo evitar? Su silencio fue advertido, y ella levantó la vista para ver que Lainey la estaba observando. "Uh, ¿sí?", preguntó. "¿Has pensado en los beneficios de los orinales en lugar de salir de casa?"

Scotch miraba a Lainey, su mente tartamudeó por un momento. Parpadeó y negó con la cabeza. "¿Qué...?" Lainey sonrió y se incorporó." Orinales. Tú sabes. Ollas de porcelana para ponerse en cuclillas en lugar de arrastrarse en la oscuridad y el frío, dejando al descubierto tu trasero a temperaturas bajo cero". Ella le hizo un gesto con la mano. "Yo, de todas las personas, entiendo la vida rústica aquí. He vivido y trabajado en países del tercer mundo. Pero incluso en África tienen una versión de los orinales. ¿Por qué ustedes no?" Su temor se desvaneció, reemplazado por una buena dosis de alivio y de diversión cuando ella registró lo que Lainey decía. Scotch pasó su mano por el pelo con remordimiento. "Se llaman potes de miel por aquí, y yo no sé por qué no tengo ninguno. No puedo decir que haya surgido en alguna conversación". "Bueno, está ahora", respondió Lainey con voz nítida. Con la conversación reconfortante, Scotch se movió en su silla. "¿Qué es lo que sugieres, persona sofisticada?" Lainey le sacó la lengua, causando que Scotch se riera. "Es curioso que lo preguntes. Resulta que me he dado cuenta de que hay una gran cantidad de cubos con capacidad de cinco galones en el granero de los perros. Creo que uno de ellos haría una maravillosa letrina privada para aquellos de nosotros que no tenemos hielo en nuestras venas". "Eres tú la que tiene sangre fría." Lainey frunció el ceño. "¿Cómo lo sabes?" "Es un hecho científico que la sangre fría de los animales se vuelve lenta en bajas temperaturas. Si eso no es tu caso por la mañana, no sé que lo hace." Lainey le sacó la lengua de nuevo. Scotch apenas se abstuvo de pedirle si ella estaba ofreciendo sus servicios. Se sonrojó y rehuyó a donde llevaría la conversación. "Entonces, ¿qué estás deseando? ¿Mi permiso para instalar un tarro de miel en la cabaña?" "Tú vives aquí, también" dijo Lainey. "Me doy cuenta de que no importa cuántas veces es vaciado o qué tan limpio lo mantenga, habrá cierto olor involucrado". Encogiendo un hombro, Scotch comentó, "En realidad no será tan malo." Ella dio a Lainey una mirada inquisitiva, recibiendo un asentimiento a cambio. "Podríamos ir a la ciudad mañana después del almuerzo y recoger algunas bolsas de plásticos y lejía o algo para ayudar a controlar el olor". La sonrisa de Lainey era hermosa. "¡Eso será genial!" Scotch hizo eco de su sonrisa, con un dolor en el corazón. Dios, a ella le encantaría acurrucarse bajo esa manta y besar a Lainey hasta perder el sentido. Agachó la cabeza, incapaz de sacudirse la diversión, y se llevó la taza a sus labios. De todas las personas para venir aquí, tenía que ser una fotoperiodista internacional que muy pronto estaría en una nueva aventura. Se preguntó de nuevo si Lainey era lesbiana. No había nada en definitiva que Scotch pudiera señalar, pero a veces una palabra o una mirada podían hacer que su pregunta a su suposición inicial era que Lainey tenía un hombre en todos los puertos. O tal vez era Howry. Él tenía un humor perverso y había hecho varios comentarios a oídos de Scotch. ¿O él era gay y decía esas cosas a Lainey porque eran amigos? "¿Qué estás pensando?" Sorprendida en sus pensamientos, Scotch se devanó los sesos para decir algo. "Sólo estaba

pensando en Don". Lainey ladeó la cabeza en silenciosa interrogación. "Él va a tener un tiempo difícil para mantenerse conmigo ahora que la nieve haya volado". "Si." Lainey rió."Sí, lo tendrá. Pero no lo subestimes. Probablemente te seguirá a todas partes en una motonieve todos los días si lo dejas". "¿Motonieve?¿Qué demonios, señorita Hughes!" Scotch sostuvo su taza en su regazo, con una expresión severa en su rostro. "Máquina de nieve! Máquina de nieve! " Lainey levantó las dos manos en señal de rendición, casi tirando su té. "Lo siento, Jefa! He tenido un lapsus ¡brutus!" "Claro que lo has tenido," se quejó Scotch. "En el momento de salir de este gran Estado de Alaska, serás capaz de pasar por una nativa". Ella disfrutó de su risa compartida. Era menos de lo que realmente quería, pero las buenas amistades eran difíciles de encontrar. Ésta era una en la que ella no quería meter la pata.

CAPÍTULO DIECIOCHO

Noviembre

Lainey revisó su trineo con cuidado, comprobando los corredores de plástico por si tenía daños y tirando de uno y otro para probar lo encordado. Tan pronto como pasó la inspección, sacó los cables de remolque de la bolsa de trineo, dejándolos caer en el hielo sobre el suelo. A pocos metros de distancia, Scotch observaba sus actividades. Rye e Irish ya habían terminado, teniendo que irse inmediatamente después del desayuno, un camión lleno hasta el borde con perros emocionados y tres trineos de carreras. Tenían un evento Junior en la ciudad cercana de Wasilla, y se registraron para un puñado de carreras del día. Ya era después del almuerzo ahora. Había buenas probabilidades de que uno de los dos quedara en muy buen lugar y estarían terminando la última carrera antes de dirigirse a casa. Una vez que Lainey tuvo la línea en su lugar y probó el desgaste, puso el gancho de nieve, pisando fuerte hasta el fondo de la nieve. Por lo general, el gran gancho curvo de metal sirve como un ancla para mantener inmóvil al trineo. Consciente del hecho de que ella correría con Jonás hoy, también había atado el trineo a un poste. Había aprendido por las malas que su musculoso perro macho tenía una tendencia a reventar el gancho. Le tomó una mañana de perseguir el equipo camino abajo y a pie, para aprender esa particular lección. Era un fin de semana en el que no había ninguna visita de turistas programada. El entrenador, Miguel, tenía un grupo de corredores aficionados para una excursión de fin de semana. Por ahora, seis ansiosos profesores de Minnesota habían dejado un almuerzo educativo en el campamento de Lafferty de campamento y estaban en camino al otro lado del río para pasar la noche en las aguas termales. Lainey estaba sorprendida de descubrir que después de que la nieve se fue, los visitantes se volvieron más frecuentes, no menos. No sólo eran las escuelas cercanas transportando a sus estudiantes a las perreras periféricas para un viaje de estudios, sino que también Helen recibió una parte justa de las clases de veterinarios de Anchorage. Al parecer, el suyo era el único hospital de animales local unido a una perrera de carreras, y los estudiantes graduados venían desde millas alrededor para ver el funcionamiento completo. Y luego estaban los vecinos. Parecía que todos en y alrededor del pueblo cercano habían pasado por lo menos una vez desde que comenzó la nieve, muchos de ellos en trineos tirados por perros. De ellos, la mayoría usaba sus perros como transporte de invierno, una serie de tres o cuatro animales que los transportaban alrededor de la zona. Un hombre vivía en las colinas, como trampero y pescando para ganarse la vida, y él seguía su línea de trampas como un reloj. Otras tres personas se encontraban en entrenamiento por diversas carreras, incluyendo la Iditarod. Mientras ellos descansaban con una taza de café, Lainey escuchaba embelesada sus cuentos acerca de carreras ganadas y perdidas, recopilando tanto como le era posible de sus experiencias. Lainey sacó una pequeña libreta de su bolsillo y lo abrió. Tenía veinte perros para entrenar, y había trabajado en una agenda de entrenamiento con la ayuda de Scotch. Cuando llegó el momento de la carrera, ella sólo tenía permitido utilizar dieciséis, pero Scotch le había asegurado

que tenía una selección decente de la que extraer. Este principio de temporada de entrenamiento, ambas fueron corriendo con equipos de diez perros, mezclándolos y haciéndolos coincidir para conseguir que trabajaran cómodos en conjunto. Ella revisó su lista para la tarde del sábado, y se fue a reunir a su equipo. Pronto una masa de peludos animales ladrando tiró del trineo, sus vocalizaciones fueron contestadas por el equipo de Scotch, en demandas angustiadas de que estaban siendo abandonados detrás. Aunque Lainey había estado corriendo perros desde hace un mes, su entusiasmo era contagioso, y se encontró queriendo apresurarse a través de los controles finales. En vez de eso, calmó su regocijo y bajó la línea para volver a inspeccionar las líneas altas y bajas y cuerda pesada de goma. En su trineo, hizo un rápido inventario de los artículos obligatorios requeridos para la Iditarod. Tenía ochenta botines para perro, un contenedor con tres botellas de combustible, tres ollas de un galón y una nevera para remojar y cocinar la comida, otra sartén para alimento de personas, diez tapas de cubo de plástico para los comederos, una bolsa de dormir para clima ártico, un hacha, ocho libras de comida de perro para emergencias, un par de zapatos de nieve, y una bolsa de plástico con pescado blanco congelado para darle de picar a los perros. Todo ello arecía mucho, a la luz del hecho de que sólo iba a estar ausente por tres o cuatro horas. Pero Scotch le había insistido en estos artículos, así como algunos cachivaches de equipo de supervivencia, explicándole que una ventisca repentina la mataría tan rápido si estaba a dos millas o a doscientas fuera de casa. Una cosa que Lainey odiaba cargar era la pistola enfundada 0.44 automático. Tenía suficiente pesadillas sobre las armas después de su lesión; no veía ninguna razón para arrastrar la funesta arma a lo largo, a pesar del peligro de los lobos o alces en el camino. Aunque el arma no era obligatoria, Scotch se aferró a que la llevara, amenazando con incumplir su contrato si se negaba. Teniendo en cuenta que no tenía otra opción, Lainey mantuvo el repugnante artilugio enterrado al fondo de la bolsa. Subió la cremallera de la bolsa de trineo, y revisó la bolsa con varios snacks colgando entre el mineral. Aquí había un termo con una bebida Gatorade (agua de frutas), un par de bolsas de caramelos, y algunos frutos secos. Otra lección aprendida - los perros no eran los únicos que trabajaban en una carrera. Pelearse con la maleza, resistirse a los perros, y correr detrás del trineo para aligerar la carga, le había dado un montón de ejercicio. Los corredores en la línea de meta del pasado mes de marzo, había hecho parecer fácil todo el asunto. Lainey estaba descubriendo cuánto trabajo estaba realmente involucrado para el elemento humano de un equipo. Se alegraba de haber dejado a Scotch que la motivara a correr todos los días durante el verano y el otoño. Lainey miró a Scotch quien terminaba sus revisiones de última hora. Habían accedido a salir juntas, pero se dividirían pasando unos tres kilómetros. Scotch quería llevar a sus perros por la quebrada, avanzando a lo largo de un arroyo angosto y hasta la carretera cerca de la perrera. Lainey odiaba esa ruta. Le recordaba una rampa de trineo olímpico más que cualquier otra cosa. Si algo sucedía, ella nunca sería capaz de empujar a sus perros y sacarlo de allí, y probablemente sería arrastrada detrás de ellos. Ya había tenido un par de experiencias de tragar nieve; no quería repetirlo. Ella planeaba alcanzar un rastro más leve cerca de un prado cubierto de nieve. Había un círculo allí que los Fuller apodaban Dupont Circle después del famoso tráfico en el círculo en Washington, DC, con varios senderos que brotaban de su trayectoria central. Reiteradamente Lainey daba órdenes a sus guías, ya que tenían que prestar atención o irse por el camino equivocado. La carrera podría no ser tan peligrosa como el destino de Scotch, pero había algunas

maravillosas rutas de zigzag a lo largo de la que Lainey eligió. La carrera Iditarod comprendía miles de kilómetros de largo, y tenía que preparar a sus perros para cualquier eventualidad. Después de la carrera, ella y Scotch planeaban encontrarse en las aguas termales para saludar a los desvelados comensales de Miguel y darle la merienda a los perros. Ellas tomarían un descanso allí y luego llevarían a casa los equipos a tiempo para la cena. Todo estaba listo. Lainey miró hacia Scotch, que estaba de pie en los rieles de su trineo, sonriéndole con expectación. Ella sonrió y le devolvió el saludo, reflejando la postura de la mujer. Con una mano en el manillar, Lainey se agachó para tirar del gancho de nieve, colocándolo en el espacio hecho especialmente en la parte posterior de la bolsa de trineo. Oyó a Scotch gritar las órdenes, y observó de reojo como ella salía del patio. No queriendo quedarse atrás, su equipo se lanzó hacia adelante, con ganas de seguir, ladrando con todo lo que eran capaz. El trineo se balanceó de lado, todavía unido al poste de perforación, y ella sostuvo el mango con fuerza. "¡Listos!" gritó. Cochise y Sholo, sus guías, se impulsaron hacia adelante, enderezando la línea de los perros. Lainey liberó el último amarre, y gritó: "¡Vamos!" Libres para correr, el equipo salió disparado hacia adelante, meneando la cola y con las lenguas colgando. En cuestión de minutos, ya estaban fuera del patio, el clamor de los que se quedaban atrás desapareció en la distancia. Los perros se quedaron callados cuando empezaron a correr, y Lainey suspiró ante el silencio sólo roto por los perros jadeantes y el silbido de un trineo corriendo sobre la nieve. Esto era mucho mejor que con un vehículo todo terreno. Ningún motor, sólo ella, los perros y la naturaleza. Lainey había trabajado en tierras áridas en muchos países diferentes, siempre disfrutando de la oportunidad de estar a solas con la naturaleza. Era algo con cierto placer, ella se dio cuenta que le produjo un sentido más profundo de la soledad en esta carrera. Más adelante, apenas divisó a Scotch mientras rodeaba una curva. No era de extrañar considerando la distancia. Cochise y Sholo estaban alrededor de siete metros delante de Lainey, y allí tenía que haber un espacio de dieciocho metros entre ellos y Scotch. Esa era otra cosa sobre la carrera de trineos, ella podría estar corriendo con los tres Fuller y rara vez captaba un vistazo de cualquiera de ellos, a menos que ellos se pasaran uno a otro. Los perros iban a buen ritmo; Lainey supuso que estaban corriendo a cerca de diez millas por hora. Eso era de esperar, ya que todos estaban bien descansados y animados. Un par de senderos más que pasara y ella podía atajar uno y entrar a otro sendero, dejando a Scotch en su propia montaña rusa vertiginosa. El comienzo del sendero se acercaba, la entrada estaba marcada por una flotante franja roja de tela. Cuando Cochise llegó a la altura de la misma, Lainey gritó "¡Haw (izquierda)!" El Husky y su compañera negra giraron automáticamente a la izquierda y entraron al camino. Detrás de ellos, los perros que hicieron el giro- Montana y Meshindi - siguieron el arco suave, dirigiendo al resto del equipo hacia adelante y entró en la vuelta. Dablo, Bast, Tecumseh, y Heldig se arrastraron obedientemente juntos. Cuando el trineo llegó a la vuelta, Jonáh y Aziz, los fornidos perros de rueda, pudieron su formidable fuerza en ello, tirando del trineo ahora en el camino con relativa facilidad. "¡Buenos chicos!" gritó Lainey, observando cómo sus orejas se elevaban al oír sus alabanzas. Ella sonrió a pesar del viento que golpeaba sus mejillas. Si alguien le hubiera dicho que un día estaría tan contenta por estar en temperaturas bajo cero, en la parte trasera de un trineo tirado

por perros, se habría reído en su cara. Con todo, había sido una buena idea llegar al final de junio. Le había dado a Lainey la oportunidad de poder aclimatarse a las temperaturas más frías y al cambio gradual de las estaciones. El clima no la afecto tanto como lo había hecho en marzo, cuando venía de estar bajo el sofocante sol hacia extensiones heladas. Con ayuda de Thom Fuller, había comprado el equipo adecuado ártico, tan bien, que ella montó su trineo con pocas molestias. Botas esquimales cubrían sus pies, y llevaba pantalones para nieves recomendados para el alpinismo. Su abrigo era un jersey, como el de Scotch, la falta de cremalleras y broches de presión añadían protección contra el viento y la nieve al no tener puntos de entrada. Helen le había cosido un bolsillo extra en lo alto de la parte derecha, de tamaño perfecto para dar cabida a una mano cálidamente situada contra las costillas de Lainey. Calientita y cálida, observó abrirse el mundo mientras el equipo se detuvo en Dupont Circle. Cada uno de los seis senderos estaba marcado con una bandera de diferentes colores. La que ella veía ondeaba en color verde, pero Lainey permitió que su equipo la pasara sin ordenarles nada. Había ocurrido otra avalancha de nieve la noche anterior, y los perros tuvieron la oportunidad de morder las ventiscas de nieve a su paso, saciando su sed y refrescándose. Ella miró por encima de todos ellos, observando cuidadosamente su lenguaje corporal, buscando por cualquier cosa fuera de lo normal que le indicara alguna incomodidad o lesiones. Los perros corrieron muy bien, trotando alrededor del círculo. Sholo miró por encima de su lomo al pasar el punto de entrada. Lainey podía imaginar lo que él estaba pensando - Tú nos trajiste aquí. ¿A dónde diablos vamos? Ella se echó a reír en voz alta y gritó la orden cuando llegaron al comienzo del sendero correcto. "¡Adelante!" Como una máquina bien engrasada, el equipo giró a la derecha, dejando el prado a través de los densos arbustos. Aquí, Lainey prestó más atención a su entorno cuando se acercaron a los árboles frondosos. Las barredoras eran un peligro real, las ramas colgaban lo suficientemente bajo como para tumbar al corredor del trineo. Los estrechos límites causaron que los perros frenaran un poco, y Lainey trotó detrás del trineo para aligerar la carga. Más adelante vio una señal de pintura naranja en un tronco de árbol, lo que indicaba el primer zig-zag. Sholo y Cochise se hicieron camino fácilmente por el sendero, como si fueran uno solo. Por supuesto, tenían el beneficio de años de experiencia en los caminos de la perrera. Ellos corrieron maravillosamente, y Lainey observó al resto de su equipo desaparecer alrededor de la curva. Cuando los perros de la vuelta estaban en la última curva, ella dio un impulso a los perros guías, apoyándose con fuerza hacia la izquierda. El trineo viró bruscamente a la izquierda, el impulso la obligó a irse a la derecha como un látigo, pero su entrenamiento la mantuvo en posición vertical y en curso. Eufórica, ella se bajó del trineo y corrió un poco más, con el aliento humeante delante de ella. Los perros, meneando las colas, continuaron a la siguiente vuelta cerrada. Después de la tercera vuelta, Lainey se dio cuenta de que la atención del equipo se desvió de la senda, cuando sus orejas se irguieron hacia la derecha, y ella miró en esa dirección, sin poder ver nada a través de la maleza. Tal vez ellos habrían olido un conejo u algún otro equipo de perros en la zona. En cualquier caso, ésa atención dividida se convirtió en su preocupación. Ella mantuvo estrecha vigilancia sobre los perros. Uno o dos de ellos eran jóvenes y sin entrenamiento suficiente como para dar un paseo por el bosque y la búsqueda de un conejo escurridizo sería bastante entretenido. Algo por el estilo tenía el potencial de causar ya sea un motín en las filas o algún daño importante al trineo y al equipo para correr con ello. Lainey metió la mano en el trineo para alcanzar el gancho de nieve, que colgaba sobre el respaldo de la bolsa del trineo para un fácil

acceso. Avanzando a través de la siguiente curva, Lainey escuchó los ladridos de Sholo y de Cochise antes de que doblara la curva. El trineo se sacudió hacia adelante cuando los perros tiraron con más entusiasmo, muchos de ellos haciendo caso de la llamada. Los perros nunca habían actuado antes de esta manera. ¿Qué podría tenerlos en tal tumulto? Lainey sintió el frío cosquilleo de la aprehensión y la adrenalina bombeando a través de sus venas. Se inclinó ante la vuelta y la razón que tenía a los perros así, apareció en su vista. Un toro alce estaba parado cerca del próximo zig-zag, justo en el centro del sendero. Parecía enorme, la cobertura de terciopelo de su cornamenta que frotaba, dejaba al descubierto unos pesados huesos. Lainey sabía por las clases con Scotch, que la temporada de celo había terminado. Los toros habían terminado con sus enfrentamientos anuales de apareamiento y ahora estaban de nuevo por recuperar el peso que habían perdido. Los perros habían cogido este una corteza de despojarse de un árbol que temblaba cerca. El alce se había dado la vuelta de su tarea para mirarlos, pero no parecía intimidado por estar superado en número. Lainey se dio cuenta de todos los detalles en cuestión de segundos, las hormonas surgieron en su sistema dándole una imagen nítida y clara. Vio un resoplido de vapor que se elevaba desde la nariz del alce, vio sus hombros dar una sacudida, el pelo grueso erizado, y el ligero cambio de postura a medida que avanzaba el peso sobre una de sus patas delanteras. Una parte distante de su mente se lamentó que no hubiera tiempo para obtener una fotografía decente; ella había dejado su cámara en la cabaña. Sholo y Cochise estaban casi sobre el intruso. "¡Whoa!" gritó ella. El tiempo se ralentizó aún más, mientras sus pies dejaban los pedales para permanecer en el freno y el retenedor. El primero era una barra de metal con dos ganchos que se clavaban en la nieve, el segundo era un caucho con tornillos en la parte inferior. Ella mantuvo el manillar con una sola mano, tirando simultáneamente del gancho de nieve de su lugar temporal. En cuclillas, ella obligó a que las púas se clavaran en el camino a su lado, después se puso de pie para pisar fuerte hacia abajo. Los perros se detuvieron en seco, su clamor interrumpido por un gruñido colectivo cuando sus arneses atados al pecho los contuvo. El jalón de la cuerda hizo su deber, y ninguno de los animales resultó herido por la abrupta. Ahora ladraban alegremente ante el obstáculo interesante a su paso, las colas meneando en frenética anticipación de más diversión. Sus perros líderes estaban a menos de diez metros del alce, apostándole a la alegría de sus compañeros, como diciéndole al toro que se dejara de bloquear su camino. Conociendo el verdadero peligro, Lainey bruscamente miró a su alrededor buscando algo lo suficientemente fuerte para atar su torre. Su corazón se hundió cuando se dio cuenta de que tendría que soltar el freno para llegar al árbol más cercano. El trineo se sacudió cuando los perros intentaron una abatida, y ella pisó con más fuerza sobre el freno y el gancho. Lágrimas de frustración y estrés le escocían los ojos cuando ella volvió a concentrarse en el alce, rezando para que se decidiera a abandonar el sendero. El toro miró sobre el tumultuoso ruidoso y resopló de nuevo. El consideró sus opciones y Lainey casi podía ver el pensamiento plasmado en su cara grande y fea. Sus torturadores no se acercaban, y él estaba de mal humor por la combinación del ruido y su hambre. Obviamente él tenía la ventaja, por así decirlo. Horrorizada, Lainey observó el paso del toro hacia delante, con los perros ladrando más fuerte en respuesta. El siguiente paso del toro fue más rápido, dejó caer su cabeza, preparándose

para la embestida, sus formidables astas amenazando hacia ellos. "¡Vuelta!" gritó ella. "¡Sholo! ¡Vuelta!" Su voz llena de pánico, perforó el alboroto. Sorprendentemente, Sholo se tiró a la derecha, tirando de Cochise con él. Mientras el alce corrió, el equipo de los guías empezó a doblar de nuevo hacia el trineo. Ya no era necesario presionar el freno, Lainey recogió el gancho de la nieve, gritando a los perros a darse prisa, ¡rápido! El toro tuvo un buen comienzo, sin embargo, y Cochise gritó cuando las astas mortales lo arrojaron en el aire. La línea cuidadosamente reglamentada de perros se vino abajo. Sholo continuó tirando, Montana y Meshindi haciendo lo que estaban entrenados para hacer. Por desgracia, eso significaba que todos los perros de Lainey se movían hacia adelante, en la vuelta, y cerrando con un alce enojado. El equipo se desaceleró, Sholo arrastrando el cuerpo inerte de Cochise hacia adelante cuando la fiera hizo otra estocada, enredando sus astas en el tumulto. ¡La pistola! Lainey maniobró por encima del manillar, descomprimiendo la bolsa de trineo con movimientos torpes de manos. Le llevó una eternidad antes de que la sacara. Se arrodilló en el trineo, el frío pesada de acero de la 0.44 en la mano. Hubo un momento de terror cuando no pudo alcanzar el gatillo, y ella maldijo, rasgando su manopla con los dientes. Su primer intento no resultó y ella puso la mirada perdida en el arma. ¡El seguro! El seguro está puesto! Con un movimiento rápido de su dedo, quitó el seguro y disparó.

CAPÍTULO DIECINUEVE

El sonido de un arma de fuego se hizo eco a través del paisaje, y Scotch ladeó la cabeza. La temporada de caza había terminado para la mayoría. Además, si hubiera habido cazadores en la zona, alguien seguramente habría mencionado verlos durante las muchas tarde que los visitantes de invierno realizaban. Las únicas personas con armas de fuego en el área inmediata eran ella, Miguel y Lainey. Sonó otro disparo, y Scotch sintió que su corazón saltaba en el pecho. Con los cazadores fuera de la ecuación, la única razón por la que alguien podría disparar un arma de fuego, sería para defenderse. Por suerte, la gira de Miguel seguía la ruta habitual, estaban demasiado lejos para que fueran ellos. Los disparos tuvieron que haber venido de Lainey. Había sido como hablarle a la pared para que ella llevara una pistola, en primer lugar, así que algo imprescindible debió haber sucedido para que ella disparara. Scotch escaneó el sendero por delante de ella, viendo en su mente los caminos que se ramificaban a la distancia. Su equipo aún no había llegado a su destino, y el lecho de un arroyo estaba a varias millas de la perrera. Ella sabía a dónde se había dirigido Lainey, ahora tenía que encontrar una manera de llegar allí. Sacudiendo la cabeza con una mueca, se dio cuenta de que su única ruta sería devolverse y eso retrasaría su llegada. Todos los senderos laterales más cercanos, estaban alejados de la posición de Lainey. Ella llamó, "¡Whoa!" y puso los frenos. Tan pronto como su equipo se detuvo, Scotch saltó de su trineo y corrió a la punta de la línea. Agarró los collares de sus perros guía, Cleatis y Sukita, y los guió a dar la vuelta. El resto del equipo los siguió hasta que se enfrentaron de nuevo al camino por el que habían llegado. Impulsó el trineo, quitó el freno de gancho cuando todo estaba listo y gritó: "¡Vamos! ¡Adelante!" Los perros felices trotaron en un ritmo enérgico por mandato de Scotch. No escuchó más disparos, pero eso hizo poco para calmar su mente. ¿Qué pudo haber obligado a Lainey a utilizar la pistola? Scotch ni siquiera estaba segura incluso, de si Lainey sabía cómo utilizar ésa cosa. Ella se había negado rotundamente a llevar el arma, pero sin decir más la había metido dentro de su bolsa de trineo con una expresión de disgusto. Sólo la amenaza de Scotch para rescindir su contrato, hizo que Lainey aceptara el arma como parte de su equipo de la carrera. No se movían lo suficientemente rápido. "¡Rápido!" volvió a gritar. "¡Vamos!" Su equipo puso en un poco más de esfuerzo, pero ella sabía que no iba a durar mucho tiempo. Esta velocidad era principalmente para carreras cortas, no para las largas. Ella luchó contra el impulso de saltar y correr con ellos, sabiendo que se deslizaban a lo largo lo más rápido que sus pies podrían llevarla a ella, pero el sentimiento era abrumador, la necesidad de hacer algo para llegar más rápido. La ansiedad la recorrió mientras conjuraba todo tipo de escenarios, ninguno de ellos agradable. Mientras las visiones recorrieron su mente, ella gritó las órdenes para internarlos en el Dupont Circle. Pasaron varios minutos hasta que se detuvieron en la pradera, y ella no perdió el tiempo para conseguir que los perros entraran al camino correcto. En la distancia, oyó una máquina de nieve acercándose, y sintió una vaga sensación de alivio por la asistencia añadida en el camino. Las curvas eran bastante peligrosas en el mejor de los días. Yendo a una velocidad de

vértigo, aumentaba el peligro de enredarse en el camino o de caer, pero Scotch y su equipo tenían una amplia experiencia con los aún más senderos peligrosos de la carrera Iditarod y de la Yukon Quest. Aún así, ella apenas logró mantenerse en posición vertical cuando los perros tomaron la cuarta vuelta. Ladridos de júbilo llegaron a sus oídos y ella apenas notó el equipo de Lainey antes de que ella aplicara el freno y detuvo a sus perros al lado del trineo. Ajustar el gancho de nieve era gesto automático y Scotch saltó desde el trineo. Lainey estaba sentada en la nieve en medio de una maraña de cuerdas y perros. Ella parecía estar lo suficientemente bien y Scotch miró el desastre, alegrándose de ver que ninguno de los animales gruñía con las cuerdas. A unos metros, la sangre de un alce muerto teñía la nieve donde se había derrumbado. Cuidadosamente, notó que estaba muerto y lo desestimó como una amenaza. Scotch casi se desmaya cuando el peso de miedo se alejó. Ella tenía una buena idea de lo que había sucedido, y Lainey estaba a salvo. Sus rodillas se volvieron de goma al sentir alivio, y se tambaleó hacia delante. Lainey sostenía a un perro sangrado en su regazo, y el respiro inicial de Scotch se desvaneció en pavor. La pistola yacía cerca, su metal negro hundido en la nieve. "¿Estás bien?" -preguntó ella, de rodillas en la nieve al lado de ella. Hizo una mueca cuando vio que el perro herido era Cochise. Él jadeó y gimió, pero se quedó quieto en los brazos de Lainey. Su hocico estaba ensangrentado y un ojo se había cerrado por lo hinchado. Scotch no podría decir si él tenía una leve lesión en la cabeza o la sangre alrededor de su boca era de una hemorragia interna. Lainey asintió en respuesta a su pregunta. "No había tiempo. Él ya estaba a unos pocos metros cuando llegamos alrededor de la curva". Sollozó. Scotch abrazó a la llorosa mujer, descansando su mejilla en la cabeza oscura. "Está bien. Todo está bien. Ya pasó". Ella sollozó y se acurrucó más cerca, sus manos sin dejar a Cochise, suavemente acariciando su piel. La máquina de nieve se acercó y luego se detuvo. Scotch oyó apagarse el motor, y una voz gritar. "Aguanta, la ayuda está aquí", dijo a Lainey. Reacia a liberarla, Scotch lo hizo de todas formas, levantándose para gritar de nuevo: "¡Por aquí! ¡En el zig-zag!" Ella recibió un grito en respuesta, y el motor se encendió de nuevo. Por mucho que quisiera volver al lado de Lainey, este desastre tenía que ser limpiado. El olor de la sangre atraería a los depredadores o a los carroñeros de la zona, y los perros necesitaban ser regresados a la perrera. Scotch se inclinó y desenganchó a Cochise del collar de su cuello mientras la máquina de nieve apareció a la vista al otro lado del zig-zag. "¿Qué demonios?" exclamó Ray Lafferty, virando bruscamente en el último minuto para evitar al toro en su camino. Apagó el motor y bajó de la máquina. "Escuché los disparos. ¿Están todos bien?" "En su mayor parte", dijo Scotch, dando un paso adelante para estrechar su mano. "Me alegro que estés aquí. Cochise ha sido herido, y no sé qué tan grave es." "Lo llevaré con tu mamá", ofreció voluntariamente. Miró por encima de su hombro a Lainey. "¿Debo llevarla, también?" Scotch se volvió a considerar el llanto silencioso de la mujer. "Sí. Tal vez debería. Puedo aparejar todos los perros y tirar de su trineo también." Lafferty asintió con su cabeza canosa. "Vamos a hacerlo, entonces. NO hay que perder tiempo". Él regresó a su máquina de nieve para encenderla de nuevo. "¿Lainey?" dijo Scotch mientras se acercaba. "Ray te llevará a ti y a Cochise al hospital de

mamá". "¿Qué?" preguntó Lainey, mirando confundida. "Ray está aquí", dijo Scotch, señalando al veterano que se acercaba al vehículo. "Cochise tiene que ir a la veterinaria. Ray los llevará a ambos con mamá". Lainey estudio a Ray mientras desmontaba y se acercaba a ellas, entonces miró al perro en su regazo. Ella escaneó el pequeño claro. "¿Qué pasará con mi equipo?" "Yo los llevaré, no te preocupes por eso." La voz de Scotch era tranquila y relajante. Lainey estaba obviamente en estado de shock. Con el tono correcto, estaría conforme y seguiría las órdenes. Matar no era algo fácil de hacer, sin importar la situación. La reportera había visto una gran cantidad de muerte sobre su carrera, pero nunca había sido la causa. Esto tenía que enredar su mente. "No" "Perdone, señorita?" Preguntó Lafferty. "Cuanto antes lleguemos, el perro tendrá la mejor oportunidad para sobrevivir". Lainey limpió la cara, levantando la barbilla. "No voy a ir con usted. Es mi equipo, y mi desorden. Ayudaré a limpiar." Lafferty parpadeó, sorprendido por la súbita actitud desafiante. Sacudió su cabeza y dio a Scotch una sonrisa triste. "Lo que usted diga, señora." "Eso es lo que digo." Ella fulminó con la mirada hacia ellos. Scotch la miró durante un largo momento. Vio la necesidad obstinada de Lainey de seguir adelante, no importara lo difícil de la tarea. La mayoría de las mujeres, de menor naturaleza robusta, habrían tomado la oferta por lo que era - un escape del trastorno emocional de hacer frente al estado de cosas. Lainey no sólo había superado su miedo a las armas de fuego, sino que tuvo que defenderse con una, con éxito. Ella había mantenido erguida la cabeza, cuando otros se habrían metido debajo de una roca, derrotados. Su opinión sobre Lainey Hughes, de por sí alta para la mayoría de sus estándares, se levantó un poco más. Esta era una dama fuerte. Si alguna novata tenía una oportunidad para completar la carrera Iditarod, éste era. "Muy bien. Vamos a seguir" Sus palabras fueron un catalizador y Lainey irguió los hombros con determinación. Con la ayuda de Lafferty, Lainey envolvió a Cochise en su saco de dormir y ayudó a acunar al perro entre las piernas de él en la máquina de nieve. Cuando estaba listo, él le dijo a ella que se haría cargo de su perro guía, y lentamente manejó su vehículo hacia la Perrera Fuller. Scotch aprovechó el tiempo para desenredar el resto del equipo y los acomodó de cara a casa. Ella ató las líneas y cuerdas en ambos trineos. Lainey les dio a sus perros pescado congelado, colmando de elogios a sus perros guías, y Scotch hizo lo mismo. Una vez que la confusión se aclaró, Scotch se acercó al alce. Una inspección de cerca mostró dos heridas de bala, una en la frente y otra en el cuello. Por la cantidad de sangre, parecía que Lainey había dañado una arteria. Detrás de ella, oyó el crujido de la nieve cuando Lainey se acercó. “Un muy buen tiro para no saber qué hacer", dijo Scotch. Ella indicó la herida en la cabeza, señalando el rastro de daño que subía más allá de la oreja. "Parece que tu primer disparo le dio justo en el ángulo para desviar la bala. Fue el segundo tiro el que pegó" "Él se irguió. No parecía que fuera a alejarse, y yo no quería que lastimara a mi equipo, así que volví a disparar".

"Hiciste lo que tenías que hacer" dijo Scotch simplemente. "Ahora vas a aprender qué hay hacer si esto sucede otra vez. Si matas a un animal de caza en el camino, estás obligada a limpiarlo y reportarlo al siguiente punto de control. Aquí en casa tienes que informar de ello al departamento de Pesca y Caza". Lainey tragó saliva, su tez palideció. "¿Con qué frecuencia sucede en el camino?" Scotch oyó el temblor de su voz. "¿En la misma carrera Iditarod? No muy a menudo. Tal vez una vez cada dos años. Con frecuencia, un alce abandona el sendero en lugar de pelear. Si estabas tan cerca como dijiste, probablemente creyó que no tenía otra alternativa". Incapaz de detenerse, ella extendió la mano y ahuecó la mejilla de Lainey. "No creo que esto te vuelva a pasar otra vez." Ella cerró los ojos y asintió con la cabeza, apoyándose en el contacto. Scotch estaba familiarizada con la contundente personalidad de acero de Lainey. Este toque de vulnerabilidad la liberó de eso y un raro momento la atrapó. Desde su intento fallido de besar a Lainey, ella se había obligado a quedarse al margen. Nunca habían hablado de lo que había sucedido en el granero, y por un tiempo Scotch ni siquiera estaba segura de que Lainey se hubiera dado cuenta de lo que casi había ocurrido. Pero esto era demasiado para dejarlo pasar. Scotch se inclinó hacia delante y rozó sus labios contra los de Lainey, su deseo eclipsando su voto de abstinencia y el miedo de alejar a la mujer. Lejos de sentirse horrorizada por el comportamiento, Lainey devolvió el beso, su mano vagó a la deriva hasta tocar la de Scotch. Era dulce y suave, y Scotch luchó con el deseo de exigir más. Ahora no era el momento. Ella sólo quería hacerle saber a Lainey que estaba allí para ella, una amiga que la ayudara más que una compañera de piso enloquecida por sexo. Incluso con la respuesta prometedora, ella terminó el beso, recordándose que Lainey nunca había mostrado una inclinación por acostarse con mujeres. La expresión de deseo no cambiaría el hecho. Apoyó su frente contra la de Lainey por un momento, recuperando su equilibrio. "¿Estás bien?" Scotch abrió los ojos para encontrar a Lainey mirándola. "Sí. Estoy bien." Asintiendo, ella la soltó y se echó hacia atrás. "Como te he dicho, hay que aprender a limpiar el esqueleto. Observa con cuidado. "Con movimientos profesionales, ella inició el proceso, sin especular sobre la falta de comentario de Lainey por la libertad que se había tomado.

CAPÍTULO VEINTE

Cuando llegaron a la perrera, fueron recibidos por amigos, la familia vecinos por igual. Howry, Thom, y Lafferty, alertados por los perros en el patio, estaban en la parte posterior. Rye e Irish ya habían regresado de sus carreras, y se dieron a la tarea de ponerse a trabajar y hacerse cargo del equipo de Lainey, a pesar de su insistencia en que se suponía que ella debía hacerse cargo de ellos. "Ya has hecho más que suficiente hoy" dijo Irish, sin vacilar. Su actitud era de negocios y con prontitud, cuando se volvió a Lainey a la distancia. "Ve a la clínica y revisa a Cochise". Lainey todavía se sentía un poco aturdida por la dura experiencia, pero reconoció a Helen en esos gestos de Irish a sus nueve años. "No discutas con una mujer Fuller" dijo Thom, cubriendo con su brazo alrededor del hombro de Lainey. Él y los otros hombres se habían reunido alrededor de su trineo para mirar por encima de la carcasa del alce. "Es una causa perdida." Miró a Scotch, quien estaba dándoles de comer algo a sus perros de nuevo antes de meterlos en la perrera. Sus labios hormigueaban ante el recuerdo del beso, sabiendo que le demostraba que la mujer no era tan dura como ella había pensado. Se había roto en ese instante como la bella y delgada estalactita que era, y no había vuelta atrás. Scotch levantó la vista en el momento que daba de comer a uno de sus perros y le sonrió. "Creo que tienes razón". Thom se rió entre dientes. "La tengo. He tenido algunos años para acostumbrarme a la idea". Él la soltó y se volvió a Lafferty. "Puesto que has sido tan amable de ayudarnos, ¿qué dices a un par de filetes para cenar esta noche?" "Buena idea." Lafferty se relamió sus labios. Lainey se estremeció. Había sido horrible tener que destripar al alce y llevarlo a casa. No quería saber de dónde vendría su carne, prefiriendo el paquete seguro que se encontraba en la carnicería del supermercado. Desafortunadamente, incluso la dieta de los Fuller se sustentaba en una gran proporción de presas de animales en lugar de hamburguesas. La caza y la pesca para la subsistencia, era toda una institución en Alaska. Se alejó de su trineo, y se dirigió a la clínica. "¿Cómo estás?" Lainey le dio a Howry una débil sonrisa. "He estado mejor." Él caminó junto a ella, con las manos en sus bolsillos. "Escuché a Lafferty decir que tienes condenado trofeo allí. Él piensa que ése alce está cerca de las mil libras". "Seguro se siente de esa manera", dijo, sacudiendo su cabeza. "Voy a estar adolorida mañana. Me sorprende que Scotch y yo hayamos sido capaces de ponerlo en el trineo." Él se quedó en silencio un momento. "¿Cómo lograron hacerlo por cierto?" "Después de arreglar el desastre, finalmente juntamos nuestros perros de ruedas, con una cuerda envuelta alrededor de la carcasa, y usamos a los perros para rodar dentro del trineo". "Podría llegar a ser un artículo interesante, ¿eh?", dijo. "intrépida reportera acaba con un alce en los campos de Alaska".

Lainey resopló, pero dijo: "Podría vender algunas copias, pero no es algo que quiero repetir". "¿Tenías miedo?" "Aterrorizada" estuvo ella de acuerdo. "Yo también lo estaría". Ella se debatió sobre la conveniencia o no de admitir que Scotch la había besado, pero se mantuvo silenciosa. Él lo averiguaría tarde o temprano, era un hombre astuto. Hasta entonces, era su secreto. Ella y Scotch necesitaban sentarse y tener una conversación seria sobre a dónde iban las cosas, de todos modos. Ya estaba cerca la carrera Iditarod, lo que menos quería Lainey era echar a perder el entrenamiento - no sólo por el bien de Scotch, sino por el de ella misma. Tan estúpido como la idea original había sido, la fiebre por la carrera se había arraigado firmemente en su corazón y, pasara lo que pasara, Lainey iba a estar en la línea de salida en Anchorage llegado marzo. Ella preferiría hacerlo sin la agitación emocional que se cernía sobre su cabeza, sin embargo. Subieron por los escalones para llegar a la cabaña que albergaba el hospital veterinario a la vez. La sala de espera estaba vacía aunque las luces se encendían contra la temprana puesta del sol de Alaska. Lainey pisoteó para retirar la nieve de sus botas esquimales y arrojar de inmediato su abrigo manchado de sangre. "¿Helen?" "Aquí", fue la respuesta. "Segunda puerta a la izquierda". Lainey se apresuró por el pasillo, Howry iba sobre sus talones. "¿Cómo está?" preguntó ella, entrando a la sala de examen. Cochise estaba sobre la mesa, con la respiración leve. Vendas blancas cubrían su ojo, y un toque de color rosado se miraba en el centro. Su pecho estaba vendado, y él estaba inconsciente. Lainey fue a su lado y pasó sus manos por encima de su piel. Helen, que llevaba una bata blanca sobre un suéter acanalado pesado, sonrió. "En realidad, bastante bien. Tiene astilladas un par de costillas, pero creo que son nada más fracturas leves. No hay sangrado interno. Hay daño en el ojo – no sabremos si ha perdido la visión hasta dentro de un par de semanas. Tendrá un gran dolor de cabeza cuando las drogas desaparezcan". Los hombros de Lainey cayeron en alivio y las lágrimas rodaron por sus mejillas. "Gracias a Dios." Cochise viviría a pesar de sus lesiones, tal vez incluso se curaría lo suficientemente bien como para tirar de un trineo de nuevo. Ella había estado intensamente preocupada de que el alce lo hubiera dañado gravemente. "¿Qué pasó exactamente?" Preguntó Helen. "Sé que hubo un alce en el camino, pero ¿cómo salió herido Cochise?" Lainey explicó el incidente a los dos, cómo no había visto el alce hasta que fue demasiado tarde, tratando de proteger a los perros fuera de peligro, y el último acto de matar al animal, ya que comenzó a arrasar a su equipo. Para cuando terminó de contarlo, se encontró sentada en un taburete, temblando y llorando, sintiéndose como una completa idiota. Howry le entregó un pañuelo y ella se sonó la nariz mientras él le frotó los hombros. Oyó pasos y levantó la vista para ver a Helen regresar de algún lugar con un vaso de líquido claro en la mano. "Toma. Bebe esto. Órdenes del Doctor." Lainey casi lo hizo, pero alcanzó a sentir un acre olor a alcohol. Todo su ser sintió la necesidad de llevarse a los labios, el anhelo casi abrumador. En cambio, ella se lo entregó a Howry.

"No, gracias." Helen la miró extrañada. Howry vació el vaso de un solo trago. "¡Bueno!" dijo con voz entrecortada. "¿Cuánto tiempo?" "Cuatro años, once meses y veintidós días", dijo Lainey sin pausa. Helen le dirigió una respetuosa inclinación de cabeza. "¿Qué diablos es esto?" Preguntó Howry, entregándole el vaso. Satisfecha, Helen se lo quitó y lo puso en un mostrador cercano. "Sidra blanca. No todo el mundo paga en efectivo por mis servicios, usted sabe". "¿Mamá?" "Estoy aquí." Scotch llegó a la puerta, su expresión preocupada mientras examinaba las lágrimas de Lainey manchando su rostro. "Están bien, Scotch. Él estará bien." Se apoyó contra el marco de la puerta, y dejó escapar un suspiro. "Bien." Ella se quitó su gorra y pasó una mano a través de su pelo. "Estará fuera de la carrera por este año, " dijo Helen. "Pero yo espero que cicatrice bien por otra temporada". Sus modales le recordaron a Irish en el trineo, y Lainey luchó para no reír. Ella vio el humor respondiendo en los ojos de Scotch, y se sintió derretirse hasta los pies. Helen continuó, sin darse cuenta de su distracción. "Ahora quiero que ustedes dos vayan por un cambio de ropa y se dirijan a la cabaña principal para una ducha caliente. Thom debe tener la parrilla encendida para entonces, y la cena será poco después. "Nadie se movió. "Muévanse!" "Sí, señora". Scotch sonrió. "Vamos," dijo a los otros", antes de que ella saque la escoba para perseguirnos". Su madre resopló y se alejó de ellos. En el porche, Scotch se volvió a Lainey. "Si quieres, puedo ir a conseguir tu ropa. Puedes ir a la cabaña principal y darte primero la ducha". Era este un intento de evitar la discusión de lo que pasó ahí? Lainey estudio el rostro de Scotch, gustándole el rubor que surgió a través de sus mejillas. No, esto no parecía como si estuviera esquivando el tema. Sólo pensaba en ayudar a Lainey a hacer frente a las repercusiones emocionales de la pistola y la matanza. Howry se aclaró la garganta, sus instintos reporteros reconocieron el olor de una historia. "No, está bien", dijo Lainey. "Iremos juntas." "¿Estás segura?" "Sí" Lainey enarcó una ceja ante su colega. "Nos vemos allí" Howry entrecerró los ojos hacia ella, sabiendo que algo estaba pasando. También sabía que no conseguiría nada por ahora, así que sonrió. "Así es." Él trotó escaleras abajo y hacia la cabaña principal, donde un fuego ardía alegremente en el barril de la barbacoa. Lainey estaba todavía un poco caliente en sus pantalones para la nieve que ella no se puso su abrigo. Estaba manchado de sangre tanto de Cochise como del alce, y ella esperaba que un lavado a fondo pudiera eliminar lo peor de la decoloración. Ella lo llevaba colgado de un gancho en su codo, cuando salieron de la clínica. Scotch tenía una pequeña linterna que sirvió para iluminar a lo largo del camino ya

conocido. Lainey recordó su primera vez por este camino, iluminado por el sol, a las diez de la noche, cargando sus pertenencias, y temiendo estar sola con el objeto de su deseo. Ahora era apenas las cinco de la tarde y ya estaba oscuro. Ella tomó la mano de Scotch, sonriendo cuando sus dedos se entrelazaron juntos. Apretando, sintió su agarre. En la cabaña, de mala gana soltó la mano de Scotch y la siguió dentro. "Déjame avivar el fuego", dijo Scotch, en dirección bajo la sala de estar. "Ve por tus cosas". Lainey se situó en el rellano, una sonrisa cariñosa asomó en su rostro mientras observaba a su amiga agacharse para remover las brasas en la chimenea. Mientras Scotch agitaba y añadía más leña, el resplandor naranja de su relieve y su silueta, la calentaron. Cuando Scotch se levantó, Lainey estaba a su lado. Ella se volvió, sorprendida por su proximidad. Tragó saliva. "Pensé que ibas a coger tus cosas". "Tengo algo más importante que hacer", dijo Lainey. Tomó las manos de Scotch entre las suyas y se inclinó, besándola. Al principio, el beso fue tan suave como lo había sido en el sendero. Mientras Lainey se debatía en aumentar la presión, Scotch se le adelantó, su lengua rozando el labio inferior de Lainey en petición educada. Su boca se abrió y Scotch se deslizó dentro para explorar con insistencia perezosa. Lainey gimió contra la bienvenida invasión. Soltó las manos de Scotch, sus dedos finalmente disfrutaron de la suavidad de los rizos rojizos que le habían parecido tan interesantes al principio. Se acercaron más, y ella sintió los brazos fuertes de Scotch rodear su cintura y su hombro, saboreándola, manos cálidas en su espalda y sus costados. Parecía no tener fin, sin embargo, casi duró un abrir y cerrar de ojos mientras Scotch fue moderando las cosas. Ella se echó hacia atrás, tarareando en diversión mientras Lainey trató de insistir pero desistió del intento. Lainey refunfuñó por lo bajo, pero secretamente se deleitaba con los labios acariciando su nariz y párpados. "He estado queriendo hacer esto contigo desde hace mucho tiempo" susurró Scotch, descansando sus frentes juntas. Los dedos de Lainey acariciaron la parte posterior del cuello de Scotch."Yo he querido hacerlo desde hace más tiempo." Scotch retrocedió lo suficiente para mirarla, con una sonrisa en su rostro." ¿Sí?" "Sí. Desde la primera vez que te vi". Ella inclinó la cabeza. "¿En el banquete en Nome?" Lainey rió, dándose cuenta de que era hora de confesar. "No. Antes del banquete. Tú ayudaste a una torpe mujer a ponerse de pie ésa tarde, y recibiste nada más que un intento de agradecimiento". Scotch se quedó en blanco por un momento. Cuándo recordó el incidente, ella se alejó un poco más. "¿Eras tú?" le preguntó, con una mezcla de diversión y consternación en su rostro. "Culpable de los cargos." Vio una miríada de emociones cruzar la expresión de Scotch y se estremeció un poco. "¿Hice tan mala impresión?" Riendo, Scotch la abrazó. "En aquel momento, sí. Creo que puedo perdonarte ahora, sin embargo. Tenías dolor en tus costillas, ¿no es así?" "Sí, pero eso no es una excusa para mi mal comportamiento". "No en esta familia" Scotch estuvo de acuerdo. "Pero eras una rústica y poco sofisticada extranjera. Puedo ayudarte a ser más tolerante".

Lainey dejó caer su cabeza, apoyándose en el pecho de Scotch. "Vaya, gracias." Ella recibió un abrazo en respuesta. "Sobre lo de hoy..." "Sí, lo de hoy." Lainey se separó un poco. “Por mucho que me encantaría llevarte arriba y enseñarte una cosa o dos, creo que no deberíamos". "Estoy de acuerdo. Lainey parpadeó "¿En serio?" Scotch sonrió. Tomó la mano de Lainey y la llevó hasta el sofá. Cuando se sentaron, acercó a Lainey, cubriendo con un brazo sobre los hombros. "Tenemos una gran cantidad de energía invertida en la carrera. Yo no tengo mucho más de sobra, y creo que tú tampoco. No podemos darnos el lujo de distraernos". "Como si nunca hubiera estado distraída”, dijo Lainey, disgustada. ¿Cómo diablos había llegado Scotch a ser tan responsable y madura? Ella ciertamente no actuó como una lesbiana a punto de despertar a la sexualidad. "Caray, no estoy de acuerdo con eso" Scotch trajo su mano libre hasta la barbilla de Lainey. "Pero no tenemos tiempo, y creo que podemos pasar una maravillosa celebración en Nome cuando ambas lleguemos allí". "¿Este es un incentivo para la novata?" preguntó Lainey, levantando una ceja. "No" Scotch miró en sus ojos y el mundo desapareció. ¿Cómo se había perdido ésa expresividad color azul cielo? Ella notó lo mucho que la espera afectaría a Scotch, tanto o más de lo que la afectaría a ella. Lainey también vio la verdad de su situación, la misma verdad a la que había llegado un mes atrás, cuando ella apenas había evitado el último beso. No había tiempo, y no podría haber distracciones. Todavía no. Ellas tenían que centrarse en sus equipos y en el objetivo final. Lainey asintió comprendiendo, complacida de ver la respuesta en acuerdo. Su recompensa fue otro largo beso, y ella lo aceptó con gusto. "Debemos conseguir nuestras cosas”, murmuró Scotch cuando terminaron. "Ajá". Ningún de las dos se movió. "¿La primera que llegue aquí puede obtener otro beso?", sugirió. Scotch corrió hacia las escaleras, con Lainey tras ella en persecución.

CAPÍTULO VEINTIUNO

Diciembre

"¿Estás lista?" Lainey sonrió ante Scotch. "Por supuesto" Ellas estaban estacionadas en el aparcamiento de un Hotel de Anchorage. "Vamos, entonces" Ella dio a Lainey un apretón de la mano y luego la liberó para salir del camión. Siguiendo su ejemplo, Lainey agarró su cuaderno, su cámara y el papeleo antes de entrar en el estacionamiento. Howry, Rye y Helen las estaban esperando en las puertas, y se abrió paso a través del aguanieve hacia ellos, con Scotch detrás de ella. Era una lástima que tuvieran compañía. Ella podría haber sido capaz de hablar con Scotch en la habitación por la noche. La idea de disfrutar de una sesión de besos pausados en la sauna, hizo cosas maravillosas a la libido de Lainey. "¿Tienes listo tu papeleo?" Preguntó Howry. "Oh, sí", dijo Lainey. "Y una gran cantidad de papel para tomar notas". Él mantuvo la puerta abierta para ellos. "Eres toda una genio de la tecnología", resopló él. "Daba por seguro que harías una grabación digital de toda la reunión." Ella sonrió y sacó un iPod y un micrófono de su bolsillo. "Puede ser que no consiga todo, pero debo ser capaz de obtener la mitad de todo antes de que las baterías se agoten". Howry negó con la cabeza mientras compartía la risa con los Fuller. El vestíbulo del hotel estaba lleno. Lainey se preguntó si todo el mundo que se alojaba aquí iría a la reunión obligatoria de novatos. Sólo había treinta y dos novatos registrados, pero parecían mucho más de ése número en torno al vestíbulo. Diciembre en Anchorage, no era el lugar ideal para unas vacaciones. Rye volvió de la recepción. "La reunión es en el salón de baile Redington", dijo. Scotch abrió la marcha y momentos después Lainey se puso delante de una mesa de registro con sus papeles en la mano. La mujer Inuit detrás de la mesa se puso de pie, con una sonrisa en su cara ancha. Hizo una bulla mientras rodeaba, ampliando sus brazos. "¡Helen! ¡Había oído hablar de ti hoy! ¡Me alegro de verte!" "Y yo a ti" dijo Helen, devolviendo el abrazo. "Doris, ¿te acuerdas de Scotch y Rye, mis hijos?" Doris sonrió a los hermanos. "Claro que sí. Scotch, hiciste un maravilloso trabajo el año pasado. Apuesto a que Rye competirá contigo cuando esté en la edad suficiente para entrar" "No dudo de eso", dijo Scotch con una sonrisa. Rye sonrió, aunque con su cara enrojecida. "Y este es Don Howry. Está haciendo una serie de artículos sobre Scotch para la revista Cognizance". Howry estrechó la mano de Doris. "Esta es Lainey Hughes. Ella es una foto periodista de Cognizance, y es nuestra novato residente de este año." Helen se volvió a los periodistas. "Doris es una de nuestras más ávidas

voluntarias. Ella ayudó a los veterinarios en los puestos de control por... ¿cuántos años?" Doris hizo un movimiento a Helen con la mano. "Catorce, ¿pero a quién le importa?" Ella se balanceó detrás de su mesa, volviendo a su actitud formal. “Lainey Hughes?" Mirando de cerca su papeleo, dijo: "Ah, aquí está. Voy a necesitar que firmes, querida". Lainey firmó la hoja de papel, entregó los papeles que le pidieron y recibió más a cambio. Cuando la transacción se completó, Doris le estrechó la mano. “Bienvenidos a la Iditarod, señorita Hughes. Espero que tengan una maravillosa carrera. Hay una estación de café allí mismo y luego se van dentro y toman asiento". "Gracias." La habitación era bastante amplia, con un escenario y un podio en la parte delantera. Varias filas de mesas estrechas estaban asentadas, dando al lugar la apariencia de una sala de escuela. Sillas adicionales se alineaban en la pared del fondo, y Rye y Howry encontraron asientos allí. Scotch se dirigió hacia el frente. "Mamá y yo tomaremos la palabra, así que estamos en la primera fila. ¿Quieres sentarte detrás de nosotras?" "Por supuesto." Encontraron lugares, y dejaron caer sus pesados abrigos. "Scotch Fuller!" Ambas se volvieron para ver a un hombre saludando desde el otro lado de la habitación. Sonriendo, Scotch comentó, "Vuelvo enseguida". Lainey asintió y se sentó, observándola al saludar al hombre con un abrazo. Era agradable ver a Scotch mientras se relacionaba con los del salón. La confianza que Lainey había notado al principio estaba en plena vigencia hoy. Ella encontró amigos y conocidos y se reunió con los recién llegados por igual, saludándolos como si hubieran sido grandes camaradas. Scotch parecía nunca necesitar estar en guardia, tenía una fuerza de voluntad la abrigaba de la mezquindad de los demás con facilidad. Cualquier sentimiento negativo simplemente se le deslizaba como si fuera agua. Suspirando, Lainey disfrutó del espectáculo. De vez en cuando, Scotch la veía en su campo de visión y compartían una sonrisa que llenaba de calidez el corazón de Lainey. Había habido muchas noches de besos desde la primera vez, pero nada más. Ambas habían acordado tomar las cosas con calma. De hecho, Lainey consideraba que era muy lentamente. No tenía opción, sin embargo. Los perros fueron acumulando más de cuarenta kilómetros al día, cinco días a la semana, con un entrenamiento que ocupaba sesiones que duraban hasta el almuerzo y por la tarde. Pronto, ellas también podrían reacomodar todas sus sesiones de la noche. Simplemente, sólo había tiempo para disfrutar de sus noches de fantasías cuando ambas estaban agotadas de correr los perros. Sus días libres estaban tan ocupados con las visitas guiadas, las tareas de siempre, y artículos para escribir. Lainey se permitió pensar en el entrenamiento para apartar su mente de Scotch, y consideró su equipo actual. Cochise había sido enviado a la banca por la temporada, sus heridas eran tan graves que él todavía residía en el granero climatizado en lugar de la perrera con el resto de los perros. Afortunadamente, no estaba solo, pues había habido un lote tardío de cachorros recién nacidos. Los cachorros y sus madres se encontraban en uno de los compartimientos, también. Como las cosas se mantuvieron en el equipo de Lainey, sus perros líderes, Traza y Sholo, harían el corte final a menos que se produjeran nuevos accidentes. Parecía que uno de sus perros de giros, Montana, también se estaba convirtiendo en un perro líder. Ella había comenzado a ponerlo en el arnés con uno de los otros dos perros para darle más tiempo en la parte frontal del equipo. Ahora era

cuestión de mantenerlo con ánimo mediante las alabanzas apropiadas sin minar su confianza cuando cometiera errores. Si ella tomara a Bonaparte, tendría que tomar a Kaara. Eran un acuerdo global. Meshindi funcionaba bien con todo el mundo, pero Bonaparte era un clasista. Lainey no estaba segura de su habilidad como un perro de giro superando las molestias que pudiera crear cuando no era reconocido. Ella lo había aprendido de la manera difícil, sobresalía en el camino una tarde de tormenta, cuando el terco perro organizó un motín porque ella había olvidado su merienda favorita. En represalia, ella se había negado a correrlo en una semana. Parecía haber aprendido el truco Bonaparte tenía el cerebro para hacer la conexión entre su comportamiento y el castigo - pero si sacaba un truco así en la carrera Iditarod, ella podría quedar atrapada durante horas. Por supuesto, sus posibilidades de ganar una carrera de mil millas eran mínimas, pero esas horas podrían contar para mantenerla lejos de ser la última musher (corredora) en Nome. Más gente se adentraba en la sala, y ella los miraba distraídamente, con su mente todavía puesta en su equipo. Todo el mundo parecía estar funcionando bien. Ella tenía seis perros de rueda para elegir. Rye había sugerido que mantuviera a cuatro de ellos. Algunas partes del recorrido eran senderos empinados e inclinados y los que había en Farewell Burn eran notorios por los cambios bruscos. Ella necesitaría músculo adicional. Jonás y Aegis definitivamente irían. Ambos habían terminado la Iditarod con Scotch, Jonás durante tres años consecutivos. Su experiencia en el sendero sería muy bienvenida. De sus siete perros del equipo - los animales que no había mostrado aptitud para el liderazgo o no tenían la fuerza adicional necesaria para ser un perro de rueda – ella tenía graves dudas sobre Dablo. Era hermano gemelo de Traza, hasta en los brillantes ojos azules. Ahí era donde la semejanza terminaba, sin embargo. Traza parecía ser emprendedora en su línea. Más veces de las que Lainey podía contar, ella vio aflojar la línea de Dablo. Él corría con el equipo, dejando que los otros hicieran el trabajo, no tirando de su peso. De vez en cuando, ella podía instarle a llevar la carga, pero sólo cuando Dablo sabía que se dirigían de vuelta a la perrera para la cena. "¿Alguien está sentado aquí?" Lainey miró a un joven de pie junto a la silla a su lado. "No, adelante". Él sonrió en agradecimiento y puso la chaqueta sobre la silla antes de sentarse. Se volvió hacia ella, ofreciéndole la mano. "Roman Spencer, novato de la Iditarod". "Lainey Hughes, igual", dijo ella, sonriendo. Spencer ladeó la cabeza. "¿Lainey Hughes? ¿La reportera de esa revista?" "Sí, esa soy yo. Mi variada reputación me precede." Ella se encogió de hombros con pesar. "¿Y tú? Spencer suena familiar". Él se sonrojó. "Mi padre y mi hermano mayor son veteranos de la Iditarod", dijo. "Ah. Parece que tendré un poco de sana competencia entonces." Su piel se ruborizó aún más, pero fue salvado de responder por el regreso de Scotch. "Hey, Roman! Me alegro de verte. ¿Cómo está tu papá?" Su conversación cayó en la normalidad por los temas para mushers (Corredores) - uno con el que Lainey estaba bastante familiarizada en estos seis meses - a saber, perros, senderos, y carreras. Scotch se sentó en la silla de la primera fila, de lado para quedar frente a ellos. Ella había usado un traje azul de jersey de punto y pantalones vaqueros, su siempre presente gorra de béisbol estaba en la mesa detrás de ella. La charla agrupó a un par de novatos que estaban sentados cerca,

pasando entre sus preguntas y comentarios. Lainey estaba contenta de ver como Scotch sostenía a su audiencia. Pensamientos de equipos, de perros y razas se desvanecieron mientras disfrutaba del fervor que su amiga sentía por el tema. Los ojos azules de Scotch brillaban con alegría por algo que alguien había dicho. Cuando ella miró a Lainey, le dio un guiño, su mirada reflejando algo más, definitivamente. Lainey trató de no suspirar como una colegiala, y se mostró satisfecha de que nadie pareció haberse dado cuenta de la interacción. La conversación fue interrumpida por la llegada de Helen Fuller a su asiento. Mirando alrededor del ambiente, Lainey notó que estaba lleno, todas las mesas llenas y la mayoría de las sillas de atrás estaban ocupadas. Estos eran, sin duda, todos los novatos. Reconoció algunos de los rostros de la carrera cuando se inscribieron en junio, así como en el banquete de premiación en marzo. El presidente del Comité de la carrera Iditarod subió al escenario y se situó en el podio. Se aclaró la garganta y dijo: "Bien, a todo el mundo, bienvenidos a la reunión obligatoria de novatos”. Hubo algunos aplausos, y el espeso bigote blanco se crispó en una combinación de vergüenza y placer. "Bueno, tenemos una gran cantidad de terreno que cubrir, así que vamos a empezar". Lainey dejó a un lado su deseo apacible por Scotch y configuró su iPod como cuando el año pasado el ganador se hizo cargo del podio. Captó una mirada de envidia de Roman por el instrumento de grabación, y ella hizo una mueca de sonrisa. Luego se centró en el desaliñado hombre en el escenario mientras explicaba la realidad de los senderos de la Carrera Iditarod.

*** "Bueno, ¿qué te parece?" preguntó Howry cuando salieron del lugar. Lainey hacía malabares con sus notas y su cámara, y silbó. "He aprendido mucho". Scotch se colocó detrás de ella y ella miró por encima de su hombro a la mujer. "Es decir, tú me has enseñado un montón sobre cómo cuidar a los perros y conseguir que quieran las mismas cosas que hago, pero no mucho sobre el propio sendero. O correr largas distancias. O la verdadera importancia del ritmo. O cualquiera de una gran cantidad de otras cosas". Scotch alcanzó el papeleo de Lainey con una sonrisa. "Tienes que aprender a caminar antes de poder correr", dijo. "Ahora que has conseguido los fundamentos básicos, podemos iniciar la diversificación en otras áreas. De hecho, ya hice arreglos para la próxima semana para un viaje por carretera con los perros. Será bueno para ellos conseguir un área que ellos no ven a menudo; diferentes senderos, diferentes aromas. Y una vez que aumentemos el kilometraje, aprenderás más acerca de correr largas distancias y del ritmo". "Estás haciendo unas cuarenta millas al día ahora", dijo Howry. "¿Cuándo aumentarás el rendimiento?" "Este mes", respondió Rye, uniéndose a ellos. "Lainey tendrá carreras de clasificación en enero y febrero, y ella tiene que estar lista para ellas." "Vamos a estar presionando por las setenta millas por día y corriendo los equipos más grandes para Navidad. Va a ser agitado. Rye e Irish se están preparando para la Segunda Carrera de Solstice en categoría Junior, también." Scotch sonrió. "Este es el mes del infierno", le dijo a Howry. "La presión está empezando, y los ánimos van a ser cortos". "Bueno, hasta que te conviertas en un prima donna y empieces a hacer berrinches, ¿qué tal

si compro la cena?" preguntó Howry. "Estás en eso", dijo Lainey. "Voy a recoger a mamá." Rye se regresó hasta el hotel.

CAPÍTULO VEINTIDÓS

Enero

Lainey bajó del vehículo, con una sensación de agotamiento y entusiasmo. Los perros en el patio la saludaron, y su equipo respondió con apenas tanto entusiasmo desde el interior de la camioneta de los perros. En la cubierta, Thom sostenía a Bon en sus brazos y Miguel estaba a su lado. El segundo camión de perros se detuvo, removiendo a sus ocupantes, y Thom llamó: "Bueno, novato, ¿cómo lo hiciste?" "¡Doceavo lugar!" gritó Howry desde el otro camión. "Y ella oficialmente completó una carrera de clasificación para la Iditarod", añadió Helen. Cerró la puerta de la camioneta y se fue por las escaleras, silenciando los gritos de Bon de "¡Mamá!" tomándolo de su padre. "Uno menos, uno a favor", dijo Scotch, pasando su brazo alrededor de los hombros de Lainey. Lainey se sonrojó ante la pública familiaridad de su amiga, pero no se alejó. Habían pasado la última semana en Bethel, Alaska, ya sea durmiendo en la sala de un amigo de la familia o fuera en la pista de carreras. Los momentos reservados para ellas habían sido difíciles de conseguir y ella clamaba el contacto. "Scotch lo hizo mejor", dijo. "Quedó en tercer lugar." Thom trotó hacia abajo desde la cubierta, Miguel le siguió sobre sus talones, y les dio un enorme un abrazo. "¿Tercer lugar? ¡Fantástico! ¿Cuánto fue la bolsa?" "Diez mil." Scotch con orgullo sacó un cheque y se lo entregó a su padre. Miguel gritó en felicitaciones y Scotch se puso roja. Su sonrisa llenó su cara mientras él le daba una palmada en la espalda. Thom les dio a ambas mujeres otro fuerte abrazo. "Deben estar muy agotadas. Suban a su cabaña y duerman un poco. Nosotros nos encargaremos de los perros". "Gracias, papá." Scotch se soltó de él y de Lainey, volviendo a su camioneta para recoger sus enceres. Lainey sacó su cheque ganador de su bolsillo. Decididamente era menos de diez mil dólares, pero aún así era una fuerte suma. Ella se lo entregó a Thom. "Tome. Quiero que tengas esto, también." Él no le recibió el cheque. "Oh, Lainey, no puedo hacer eso. Tú pagaste tu cuota de entrada, y ganaste ese dinero justa y honradamente". "Eso es correcto, lo hice. Así que puedo decir a dónde va." Ella levantó una ceja. "Considérelo una donación a la perrera. Todos ustedes han trabajado tan duro para hacerme sentir bienvenida y me entrenaron para esto. Yo nunca lo habría hecho sin su apoyo y estímulo." Thom parecía tentado, pero todavía no hizo ningún intento de aceptar el dinero. "Tú tienes un contrato por el entrenamiento y el equipo; estás consiguiendo solamente lo que la revista ha pagado, para empezar". Lainey acercó más el cheque hacia él. "Bien, estoy patrocinando a Rye para la carrera

Yukon 300. ¿Qué tal eso?" Él parpadeó, una sonrisa cruzó su cara. "Voy a decirle para que lo sepa”, dijo él, por fin tomando el cheque. "Gracias." Sin poder evitarlo, ella se puso de puntillas y plantó un beso en su mejilla con barba. "No, gracias a ti, Lainey Hughes”, dijo, tornándose rojo como la remolacha, igual que su hija momentos antes. "¿Vienes o qué?" Preguntó Scotch. "Sip " Lainey le guiñó un ojo a Thom antes de recoger su bolso de la camioneta, y juntas caminaron hacia el sendero que las llevaría a casa. Hacía frío en el interior de la cabaña, por lo que mantuvieron puestos sus abrigos en lo que se dedicaron a encender la chimenea y las lámparas. Mientras Scotch trabajaba en el centro, Lainey encendió un fuego en la estufa de leña para calentar una olla de agua. Pronto el interior estaba lo suficientemente caliente para quitarse sus abrigos. No mucho tiempo después estaban sentadas juntas en el sofá, con los pies cubiertos por calcetines apoyados en la mesa de café y tazas de chocolate caliente en cada mano. "Eso fue divertido", dijo Lainey. "Sí, lo hiciste muy bien para ser extranjera". Lainey sonrió y miró a Scotch. "He tenido una excelente profesora". "Estoy totalmente de acuerdo." Ella se rió y besó a Scotch, perdiéndose ante la suave caricia. Largos momentos pasaron mientras ellas se recomponían, las bebidas fueron olvidadas mientras se relajaban juntas. Finalmente el beso terminó, y Lainey se acurrucó contra Scotch, con una enorme sonrisa en su rostro. "Extrañaba esto." "Yo también." Ellas se quedaron tiradas en el sofá, el calor del fuego aliviaba la última tensión del dolor en los músculos de Lainey. "Oí que le dijiste a Rye que te quedaste cerca de Bogus Creek". Lainey, cuyos ojos se habían cerrado, gruñó letárgicamente. "Sí. ¿Viste el desbordamiento?", preguntó, refiriéndose a la capa de agua estancada a lo largo del arroyo congelado. "Así es." "Subía por allí cuando me perdí el rastro por un par de metros. El trineo se fue de ése lado". "¿Comiste un poco de nieve?" Con expresión agria, ella asintió con la cabeza. "Unos diez metros de ella antes de que los perros se detuvieran". La voz de Scotch tenía una nota de superioridad. "Bueno, eres una novata." El cansancio de Lainey se alejó ante la presunción. "Una novata, ¿eh?” preguntó ella, enderezándose. Antes de que Scotch pudiera responder, Lainey ya había tomado sus copas y las dejaba sobre la mesa. Sus dedos infaliblemente encontraron las costillas de la mujer, y ella le hizo cosquillas. "Creo recordar que tú comiste nieve hace unas semanas en esa vuelta de ¡Wasilla!" Scotch retrocedió ante Lainey, moviendo sus largos brazos para evitar el ataque, riendo. "¡No! Esa no fui yo. Era alguien más. ¡Para!" "¡Aja! Don tiene fotos. Admítelo o me aseguraré de que el próximo artículo de carreras que

salga en Cognizance, tendrás tu trasero cubierto de nieve ya enyesado por todas partes". "¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Lo admito!" Lainey dejó de hacerle cosquillas y Scotch se desplomó en alivio. Se dejó caer en el sofá con Lainey encima de ella. A medida que contenía el aliento, se ajustaron a sí mismas en una posición más cómoda. "Eso fue perverso." Lainey sonrió, con los ojos cerrados. "El periodismo es un mundo brutal, querida. Hay que aprender a nadar con los tiburones". Debajo de ella, Scotch se rió y bostezó. "Creo que me voy a caer dormida aquí mismo". "No hay nada malo con eso”, murmuró Lainey. Ella suspiró de placer mientras Scotch envolvió sus brazos alrededor de ella, girando hasta que la puso de su lado. "Eso es bueno, porque yo no creo que pueda moverme más". "Shhh, a dormir", susurró Lainey.

**** La siguiente tarde Scotch y Lainey vagaban por el camino, cogidas de la mano. “No sé cómo no te dio un calambre en el cuello, durmiendo en el sofá de esa manera." Scotch rió y le apretó la mano. "Yo podría decir lo mismo de ti." "Tuve una buena almohada suave", dijo Lainey, con una sonrisa en su rostro. Continuaron caminando. "No puedo creer que hayamos dormido tan tarde. Todo el mundo se daría cuenta que no alimentamos a los perros esta mañana". "Nada. Siempre tendrás un día libre después de una gran carrera. El mes que viene tú y Rye serán los que estén holgazaneando mientras que el resto de nosotros estaremos de esclavos." Doblaron un recodo del camino, encontrando la vista del patio. Lainey intentó liberar su mano, ofreciéndole a Scotch discreción en el trato con su familia, pero Scotch la agarró con más fuerza y le guiñó un ojo. Ellas nunca habían hablado de su relación más allá de la necesidad de concentrarse en la carrera Iditarod. Las cosas iban un poco más allá, lo de menos era que Scotch se estuviese ahora dando cuenta de su orientación sexual. Nada de lo que Lainey dijera sobresaltaba a Scotch, ninguna referencia a temas gais obvios la confundía, ninguna observación o acción coqueta causaban más que el rubor de la espera de la anticipación. Cuando estaban fuera entre la gente, era rara vez debido a la naturaleza de su entrenamiento, Scotch parecía más interesada en observar a las mujeres que a los hombres, pero ella se acercaba a ambos con la misma confianza. El entrenamiento de los perros era una aventura de tiempo completo, y Lainey había encontrado poco tiempo para tener una conversación con Scotch sobre experiencias con las mujeres. Cuando el tiempo se presentaba, como lo había hecho la noche anterior, estaba más inclinada a saborear el momento y no perder la oportunidad de abrazarla. Ella suponía que tan pronto como la carrera Iditarod terminara, las dos tendrían que sentarse y discutir las cosas en detalle. Si iban a tener algo más que una aventura, ciertas cosas tenían que ser aclaradas. Lainey se preguntó si Scotch les habría dicho algo a sus padres. No parecían ni más ni menos amistosos con ella, pero sin duda uno de ellos ya habría descubierto que su amistad con su hija había crecido un poco más intensa. ¿Scotch sabría que era lesbiana antes de Lainey? ¿Lo sabían

sus padres? Toda la situación era confusa. Lainey había conocido a mujeres que descaradamente salían del armario; algunas habían sido aceptadas por sus familias, pero la mayoría no. Los Fullers no caían en ninguna categoría. Howry apareció a la vista, tirando de un trineo de plástico para niños con varios paquetes apilados. Tenía que pesar mucho, pues se había quitado el abrigo y se agachó con el esfuerzo. Él las vio y se detuvo. "Ya era tiempo de que se levantaran. Tenemos una entrega de carne en el frente. Manos a la obra." Scotch notó la rígida atención y le hizo un saludo militar. "¡Sí, señor!" Se limpió el sudor de la frente y resopló viéndolas. "Póngase en marcha, las dos. Han flojeado lo suficiente hoy." "Pero ni siquiera hemos tomado el desayuno" Lainey se quejó ante él, sus palabras se interrumpieron cuando Scotch tiró de ella. "Es casi la hora del almuerzo", le recordó a Lainey, pasando por delante de la cubierta posterior y alrededor de la cabaña principal. "Y me parece recordar que tuviste un sandwich tostado de queso hace una hora". Lainey sonrió, bajando la voz. "Bueno, pero él no lo sabía." Ella se echó a reír con Scotch, que levantó sus manos entrelazadas y besó la suya. Irish pasó empujando otro trineo, arrastrándolo detrás de ella con las dos manos. Su carga era más pequeña, pero ponía tanto esfuerzo en él como Howry. "Ya era tiempo", se quejó sin parar. Llegaron alrededor de la cabaña. "Oh. Mi Dios." Lainey contempló un gran camión de la carne en la zona de aparcamiento de la entrada circular. Tres hombres, el conductor y dos ayudantes, estaban a mitad de camino a través del proceso de vaciar todo su contenido en el suelo nevado. Thom estaba parado junto al camión con un portapapeles, haciendo unas anotaciones de los artículos que salían de la camioneta. Rye, Irish, Miguel y Howry tomaron cada saco de carne y las arrastraron fuera hacia la perrera. "¿Estamos comprando todo eso?" -preguntó ella a Scotch. "Sip", respondió ella alegremente. "Y algunos más. Estaremos utilizando cerca de novecientas libras encada uno. ¡Por supuesto eso sin contar la comida seca o enlatada y el arroz! Vamos". Ella finalmente dejó en libertad su mano y se adelantó a Lainey, llamando y saludando a los repartidores.

*** Tres días más tarde, Lainey estaba concentrada con dos cocineras. Una bolsa de agua hervida en la que un lomo Stroganoff se calentaba para el almuerzo. El otro llevaba un cuarto de agua, un kilo de cordero, y media libra de grasa. Cerca, una ración de chow seco para perros estaba en preparación. Los perros ya casi habían comido, y permanecían en la línea, acurrucados para dormir mientras pudieran. Ella ya había examinado a cada uno de ellos por estrés y por las tensiones, alimentarlos, y liberarlos de sus cuerdas del cuello para asegurar su comodidad. El lote de comida que estaba haciendo ahora lo pondría en la nevera que llevaba, para que estuviera listo para su siguiente parada. Ella tenía que estar a unas cuarenta millas de la perrera. En algún lugar fuera de aquí, Scotch estaba haciendo tareas similares. Su equipo era más rápido y más experimentado, sin embargo. Lo más probable era que al menos, estuviera a otras cinco o diez millas de distancia.

A pesar de estar sola en una tierra salvaje, a millas de la civilización, Lainey sonrió. Podía ver el atractivo de las carreras de larga distancia ahora. Sólo las almas más fuertes, los que no tenían miedo de estar por extensos períodos de tiempo, podían intentar la soledad. Lainey había oído muchas historias acerca de los recién llegados que arribaban a Alaska, decididos a vivir una vida rústica, para construir una cabaña en la selva y vivir de la tierra. Una gran parte nunca tuvo éxito, el silencio y la oscuridad del constante invierno era demasiado difícil de soportar. No todo el mundo podía vivir en la compostura sin volverse loco, y muchos pronto huyeron del lugar hacia la civilización. Lainey no habría sido capaz de sobrevivir si hubiera decidido sobre este curso pocos años atrás. Ella se había dado a la bebida para ahogar los recuerdos espeluznantes de su carrera, para silenciar las cuestiones buenas y malas que inevitablemente llegaban cuando ella fotografió la última atrocidad de algún dictador. Su alcoholismo era una liberación de responsabilidad, facultándola para presenciar la mierda que el hombre acumulaba sobre el hombre y hacer caso omiso de su deseo natural del ser humano a cambiar las cosas para mejorar. Cuando ella había admitido su problema y entrado en el programa de doce pasos, había aprendido mucho acerca de ella misma – no sólo con sus debilidades, sino con los puntos fuertes que llevaba, también. Con el apoyo de amigos y patrocinadores, limpió sus acciones, examinó su vida, y se esforzó por hacer cambios. En su mayor parte, había tenido éxito. Hubo obstáculos y tropiezos en el camino, pero ella mantuvo los pies en la tierra, escuchando su voz interior de en lugar de tratar de sofocarla con algo más. Fue esta habilidad de escucharse a sí misma lo que le fue muy útil aquí en el sendero. Lainey ya no tenía miedo de estar a solas con sus pensamientos. La comida para perros estaba lista. Apagó la olla y añadió una medida de pienso seco para la mezcla caliente. Con las manos enguantadas, ella tomó la olla y la llevó al trineo, derramando su contenido en la nevera. Una vez que la tapa estaba asegurada y el pote se enfriaba con la nieve, volvió a la segunda olla y a su almuerzo. Lainey hizo otro viaje a la línea con el agua caliente, dándole a su equipo una cálida bebida. Cuando regresó, ella usó un cuchillo de bolsillo para abrir la bolsa y comió con avidez. Ella no usó utensilios, apretando la comida hasta la abertura. Cuando terminó, ella depositó la bolsa en una bolsa de basura en su trineo. Haciendo otro viaje a lo largo de su equipo, ella recogió sus platos. Sólo después de que llevó a cabo todas las tareas, se acurrucó en su saco de dormir, acomodado sobre la nevera y se inclinó para dormitar. Tenía unas tres horas antes de que su alarma en el reloj de la muñeca se encendiera. Luego iba a volver al sendero. A medida que la vencía el sueño, ella vio a Scotch sonriéndole, con una promesa en sus ojos azules, y la risa en los labios.

CAPÍTULO VEINTITRÉS

Febrero

El patio era una zona de desastre. A principios de la semana, Rye lo había recorrido y engrapado platos de papel a las estacas de madera, cada uno etiquetada con el nombre de cada sitio de las caídas en la carrera Iditarod. En cada marcador había dos montones de bienes para cada uno de los dos mushers (corredores) que entraran en la carrera. Eventualmente estas pilas serían consolidadas en dos o tres grandes bolsas cada uno, para ser enviadas a los distintos puestos de control a lo largo del sendero de la Iditarod, una entrega de víveres para perros disponible mientras Lainey y Scotch tomaran la ardua caminata a Nome. Hasta ese momento, sin embargo, se quedarían semi – contenidas en montículos de bolsas de plástico selladas. Lainey estaba tomando su turno para cortar la comida de carne en la cocina de los perros. Llevaba pesados guantes de trabajo y gafas de protección, el sonido de la sierra de mesa era un fuerte zumbido a través de la perrera. En sus manos tenía una pierna de carne de caballo congelada, que ella diligentemente cortaba en rodajas manejables. El objetivo era mantener la carne casi congelada pero en trozos suficientemente pequeños para hervirlos fácilmente para el guisado de perro. Sus brazos temblaban de forma desagradable con las vibraciones, pero ella siguió trabajando. Tiró la carne en un cubo cercano que Howry ocasionalmente intercambiaba por uno vacío. Su trabajo consistía en pesar la carne en una báscula y pasarla a Miguel cuando completara una libra. A partir de ahí, el adiestrador de perros lo transfería en bolsos de plástico pesados. Él utilizaba una máquina para eliminar el aire y con el calor sellaba la bolsa, pasando el producto sellado a Scotch. Scotch, trabajando con un portapapeles de notas, tomaba el paquete y lo depositaba en uno de los treinta y seis montones apilados. Ella revisaba el patio constantemente, comprobando y volviendo a comprobar los dieciocho puntos, murmurando en voz baja y añadiendo notas a los márgenes de su lista de verificación. Lainey terminó la carne y dio un paso atrás, moviendo los hombros y sacudiendo sus brazos. Se alegró de haber tenido el verano para ponerse en forma, podía imaginar el dolor que podría tener cuando acaba de entrar en la carrera. "¿Quieres que haga el turno?" Preguntó Howry. Ella sopesó sus molestias. "No, estoy bien. Además, es el turno de Scotch. "Con una exhalación resignada, Lainey alcanzó otro trozo de carne, sin dejar que su mente se asentara en el animal de donde había venido. Cuándo había visto la donación solicitada en el formulario de junio, casi pensó que era una broma. ¿Carne de caballo? Las 400 libras entregadas en el último mes que ella avanzaba con dificultad le mostró el error. El tiempo pasaba mientras caía en la rutina. Pasar la carne a través de la sierra, quitar el polvo que dejaba la carne para evitar que se obstruyera la máquina, dejando caer trozos en un balde, volteándose por más, y comenzar de nuevo. Con un movimiento de reojo se dio cuenta -Howry sustituía su cubo con uno vacío, Miguel sellado las bolsas, y Scotch las llevaba al patio. Su mundo era movimiento y sonido, el zumbido de la sierra bloqueaba todas las demás consideraciones.

Una palmadita en la espalda la sacó de su ensueño. Levantó la vista, sorprendida, se dio cuenta de que Miguel y Howry estaban a mitad de camino. Lainey apagó la sierra y miró a Scotch de pie a su lado. "Vamos, es la hora del almuerzo." Ella apretó el hombro de Lainey. Lainey gimió ante el toque que masajeó su sensibilidad en los músculos. Scotch se puso detrás de ella y comenzó a masajear los tensos hombros de Lainey y suspiró de placer. "Eso se siente maravilloso." "Yo lo creo”, Scotch rió. "Cuando volvamos aquí, vamos a turnarnos. Necesito cambiar la navaja, de todos modos." "Está bien." Scotch se apartó y Lainey se estiró. Echó un vistazo a la carne de caballo, sorprendida por lo mucho que había conseguido cortar. "Wow. El tiempo vuela cuando una se está divirtiendo". "Tienes que ser una cita muy accesible si crees que esto es divertido." Scotch rió y escabulló el golpe que Lainey pretendía darle. "Vamos. Me muero de hambre". "Vas a pagar por ese comentario", prometió Lainey, mientras se dirigían a la cabaña principal. Scotch le dedicó una sonrisa seductora. "Bien." Lainey sintió una oleada de lujuria y deseó por millonésima vez que Scotch fuera menos responsable y racional. Daría cualquier cosa por ser capaz de arrastrar a ésa mujer de regreso a su cabaña y saciar su sed lujuriosa. Tenían un programa de entrenamiento hasta la medianoche, sin embargo, y ella sabía que no pasarían la noche sin una siesta decente. Todavía había mucho que hacer, mucho que entrenar a los perros y prepararse. "Pagarás por eso, también." Scotch sonrió y subió los escalones de la plataforma. Sacudiendo la cabeza con tristeza, Lainey la siguió, con poco éxito para sofocar los pensamientos lascivos inspirados por una leve vista del trasero de Scoth. Ellas entraron en el vestíbulo, una entrada cerrada llena de abrigos, botas, escobas y palas. No estaba mucho más caliente aquí, pero rápidamente se despojaron de sus prendas exteriores, utilizando una escoba para golpear el exceso de nieve de sus botas antes de quitárselas, también. Lainey terminó primero y dio un paso a la cocina. La ráfaga de aire caliente le quemaba las mejillas, y se estremeció de placer. Los olores de la tarta de manzana se mezclaban con los del pastel de carne y las patatas fritas. El mostrador estaba enterrado bajo una avalancha de comida, mucho más de lo que se necesitaba para su tarde de comida. Pasando el mostrador estaba el comedor, la mayoría de los habitantes de la perrera ya estaban sentados alrededor de la mesa grande. Un ruido retumbó en su estómago e instó a Lainey a seguir, y se sentó a almorzar, con Scotch junto a ella. Dos asientos estaban vacíos. Rye estaba en una carrera de larga distancia en preparación para su primera carrera adulta. El Yukon 300 estaba abierto para los de diecisiete, y él estaba ansioso por salir a los senderos y probarse a sí mismo. Él planeaba entrar en la carrera Iditarod del año que viene. "¿Dónde está Thom?" preguntó Howry mientras untaba un rollo con mantequilla. Helen repartió salsa sobre el puré de patatas para Bon. "En la ciudad. Scotch quería algunas baterías más para las lámparas. Él va a recoger la pizza, también." "¡Pizza!" gritó Bon, obteniendo la risa general en respuesta.

"No para ti, jovencito", dijo Scotch, blandiendo un tenedor ante él. "Es para la carrera." "Idit'od!" Miguel se acercó y le revolvió el cabello rubio. "Eso es correcto. La Iditarod". "Bueno, creo que ustedes dos pueden perderse una pizza..." dijo Helen, arrastrando las palabras. "¿Cómo van las cosas por aquí?" preguntó Scotch. "No están mal ", dijo Irish. “ Pero si veo otro botín de perro después de marzo, voy a arrojarlo al fuego." Scotch sonrió. "Dices eso cada año". Su hermana la miró. "No puedo esperar hasta estar lo suficientemente mayor como para aserrar la carne con ustedes. Luego Bon se puede enfermar de botines". Lainey levantó las manos, sintiendo todavía una vibración fantasma en ellos. "Vas a cambiar de opinión después de un par de horas en eso" "No lo haré" Helen levantó una ceja a su hija e Irish se sonrojó. "Lo siento." "No hay problema", dijo Lainey, sonriendo. Irish había llegado a tratarla a ella y a Howry como una extensión de la familia. Lo que era de repente agradable. Lainey no había participado en una vida de familia como esta desde que era una adolescente. Siempre se había preguntado cómo sería tener hermanos, y los últimos meses habían sido un verdadero abrir de ojos. Mientras comía, ella echó un vistazo a la habitación. También parecía un basurero. Aquí os dieciocho puntos de los puestos de control se indicaban por papeles de colores pegados a la pared. En cada lugar había montones de botines de perro, mantas para perros, calcetines, guantes y todo tipo de herramientas y comodidades de hogar que necesitarían Lainey y Scotch para sobrevivir en la carrera. Ella indicó con la cabeza ante el desastre. "¿Ustedes hacen esto todos los años?”, preguntó ella, con consternación en su voz. "Es un montón de trabajo para sólo un par de semanas de carrera". "Este año es el doble de trabajo”, dijo Scotch. Helen chasqueó la lengua. "No le hagas caso", le dijo a Lainey. "En realidad ustedes nos están forzando a poner en práctica lo que vamos a hacer el año que viene, de todos modos. Tengo serias dudas de que seremos capaces de distraer a Rye de la carrera. Él ya está pidiendo patrocinadores por su año de novato". "Yo no creo que puedas cocinar tanto pastel de carne el año que viene", dijo Scotch, refiriéndose al disgusto de su hermano por la comida. "No, pero si él es capaz de encontrar la manera de empacar mi estofado de pavo con verduras, estará en el cielo". "Congelarlo en una bandeja de hielo”, sugirió Lainey, estirando la mano por una segunda ración. "Esa es una buena idea. Palillos de estofado." Scotch hizo un guiño ante la risa de Irish. Los perros comenzaron a ladrar como un ronco saludo ante un vehículo que se aproximaba. "¡Papá!" "Pizza”, le recordó Howry al niño. "¡Pizza!" Bon estuvo de acuerdo, agitando sus manos en el aire. Lainey frunció el ceño a su colega. "Sabes que es de mi cena de la que estás hablando, la que voy a perderme un mes a partir de ahora porque tú estás comiendo hoy."

Howry se rió. "Puedes darte el lujo de saltarte una comida o dos. Menos peso para que los perros transporten". Antes de que ella pudiera responder a su broma, Helen dio a Howry una mirada severa. Con asombro, Lainey lo observó enrojecer al igual que Irish momentos antes. "Lo siento”, dijo él, apenado. Thom entró a la cocina por la terraza de atrás, llevando una bolsa de papel. "Aquí están tus baterías", dijo a Scotch mientras entraba al comedor. Se detuvo para besar a su esposa en señal de saludo antes de entregar la bolsa a su hija. “Tienes un par de bolsas de dulces Jolly Ranchers y besos de chocolate, también." "¿Qué hay de la pizza?" Preguntó Irish. Thom se encogió de hombros y se sentó. "Está en el camión. Supuse que no la necesitarían todavía. Mamá tiene que tener todo esto empacado y listo, en primer lugar." Hizo un gesto hacia el mostrador que estaba cargado de comida y comenzó servirse su almuerzo. "En primer lugar, él consiguió elegir la pizza”, Dijo Howry. Ellos se miraron unos a otros por una fracción de segundos, antes de desaparecer de la mesa. Cuando el polvo se asentó y los gritos se oían a lo lejos, Thom miró a su esposa y a su hijo, los únicos que permanecieron en la habitación. "¿Me pasas las patatas, por favor?"

*** A medida que los perros llegaban a la línea de meta de la carrera Yukon 300, Lainey gritaba con euforia. Varias personas salieron a agarrar el equipo y fue recibida por los funcionarios de carrera quienes anunciaban el tiempo logrado. "¡Octavo lugar!" gritó Scotch mientras corría hacia adelante. Lainey saltó a encontrar los brazos de su amiga, y dieron vueltas alrededor en medio de la calle bajo la mirada indulgente del Comité de Competición. "Le ganaste a Rye!" continuó Scotch. "Él está a unos treinta minutos detrás de ti." "Lo sé. Lo pasé en el último puesto de control. Tundra tiene un tobillo tenso. Tuvo que sacarlo de la línea". Scotch hizo un gesto de simpatía mientras ella soltaba a Lainey. "¿Has comido nieve esta vez?" Permaneciendo de pie, Lainey le dio otro abrazo. "Pues no. Me acomodé en posición vertical todo el camino." "Muy bien." Se volvió hacia el equipo de perros. "Vamos a llevar a esos chicos a la cama. Nos vamos a quedar a una milla de aquí, en Baker". "¿Estás pidiendo raite (aventón, ir a dedo)?" Preguntó Lainey. Scotch sonrió. "Depende. ¿Vas a ofrecerme dulces si me meto en tu trineo?" La sonrisa de Lainey fue ladina. "Oh, voy a ofrecerte mucho más que dulces, cariño". "Diablos, ¿qué estamos esperando?" Scotches saltó a la cama del trineo. "Andando, oh finalista de la Iditarod". Lainey rió e hizo un gesto con la mano a los que estaban sosteniendo a sus perros. "¿Listos? ¡Vámonos!" con las colas en constante movimiento, el equipo trotó por la calle. "Lo estás haciendo condenadamente bien, Lainey" dijo Scotch por encima del hombro. "Los perros parece que podrían andar por otro par de días".

"No todos ellos", dijo Lainey. "Apolo debe ir rumbo a casa ahora. Se torció el hombro en el primer puesto de control y yo tuvo que aflojarlo". "Probablemente hizo un mal giro. El resto de ellos parecen listos para soportar, sin embargo." "Espero que sí. Estas carreras son muy cortas. Justo cuando llega el momento de entrar al ritmo, la carrera se ha terminado y es hora de retirarse. Con las indicaciones de Scotch, ella ordenó al equipo que siguieran por un camino lateral. "Por aquí", gritó mientras una camioneta pick –up avanzaba hacia ellas. Ella no se relajó hasta que el vehículo había pasado - Chibee, un cachorro travieso que tenía dos años en el equipo, tenía una tendencia para alejarse del equipo en un esfuerzo para perseguir cosas. Afortunadamente, las 300 millas que acababan de recorrer parecía haber suavizado su naturaleza juguetona y el camión pasó sin incidentes. "Eso no será un problema el próximo mes" Dijo Scotch. "¿Has estado apegándote a la norma de las seis horas?" "Sí. Seis entran, seis salen. No fue fácil cuando los otros me estaban pasando, sin embargo." Scotch rió ante el descontento de su respuesta. "Recuerda la reunión de novatos. El hecho de que estén pasándote no significa que no estarás ganando en los próximos cuatro días bajo la línea. Si un corredor desgasta sus perros demasiado pronto, será una bendición para ti". "Lo sé" Resopló Lainey. "Aún así no me gusta. Y tampoco a mi equipo". "Bien. Hay que mantener fluyendo la competitividad. A veces es lo único que te mantiene esforzándote por el sendero”. Ella finalmente condujo a su equipo a un gran patio con una cabaña. Siguió las indicaciones de Scotch y llevó a los perros rodeando hacia la parte posterior. Un pequeño granero estaba allí y detuvo al equipo enfrente. Durante la siguiente hora ya estaban todos los perros alimentados y acostados sobre la paja. Sólo entonces Lainey comenzó a sentir el cansancio correr sobre ella. El brazo de Scotch alrededor de su cintura la sostuvo, mientras caminaban hacia la cabaña. "Margaret preparó una cena de pavo para ti. Te hemos dado alimento, agua, ducha y cama en todo momento". Lainey masculló una respuesta, simplemente contenta de estar donde ella estaba en éste justo momento.

CAPÍTULO VEINTICUATRO

Marzo

Lainey se quedó mirando al montón de accesorios sobre la cama del hotel. "¿Siempre recopilas esta cantidad de cosas en la reunión de corredores?" preguntó mientras Scotch los vaciaba sobre su cama. Irish, que compartía la habitación con ellas, felizmente comenzó a clasificar los artículos de su hermana. "Oh, sí. Cada año tenemos algo de los patrocinadores. Es mejor no contar con ello, sin embargo." Sacó un par de guantes de trabajo de cuero marcados con el nombre de la empresa y se los probó. Sentándose Lainey comenzó a hurgar a través de los artículos. Ella también tenía guantes de trabajo, así como una muestra de dos libras de comida seca para perros en una bolsa, guantes de trabajo pesado de una tienda de artículos deportivos, casi cien botines para perro en color naranja brillante, un kit de cepillos de viaje cortesía de un dentista local, dos arneses para perro de tamaño mediano, y una pequeña caja de herramientas de mano en una bolsa de plástico. Todo estaba claramente señalado con el logotipo adecuado. "¿Puedo quedarme con esto?" pidió Irish a su hermana, señalando la bolsa de herramientas. "Claro. Puedes quedarte con los guantes, también, si los quieres". Contenta, la chica sacó los guantes y se los probó. Lainey puso la comida para perros, los botines, y los guantes de trabajo junto a su material, luego acomodó el resto en la bolsa que había usado para transportarlos desde la reunión de mushers (Corredores). "No me esperaba la participación" dijo, recostándose en la cama, con las manos detrás de su cabeza. Scotch examinó uno de los botines con ojo crítico. "Es más fácil para la gente llevarlos al inicio que al final de la meta. Por lo menos, saben cuándo comienza la carrera. Según el clima y los perros, el final puede llegar en cualquier momento de ocho a doce días a partir de ahora. Nadie puede garantizar estar allí con el ganador." Ella recogió los botines y los puso en una bolsa de viaje. "Si no quieres todo eso, puedes dejarlo en el vestíbulo para que otra persona lo recoja. Una gran cantidad de mushers no pueden permitirse mucho - mantener a los perros alimentados y felices cuesta mucho dinero. Un juego extra de botines o de guantes pueden venir muy bien".

Aún acostada en la cama, Lainey asintió, con su mente en la información recibida durante reunión en la que habían pasado el día. Las condiciones de los senderos habían sido sobre lo que más informaron, la advertencia del director de la carrera de que las temperaturas habían calentado áreas del interior, provocando desbordamientos de ríos y arroyos. El resto del tiempo lo habían pasado con los otros corredores firmando artículos conmemorativos, revisando los últimos trámites, escuchando los discursos del director ejecutivo, de tres patrocinadores y de varios funcionarios de la carrera. Un golpe interrumpió sus cavilaciones e Irish se apresuró a abrir la puerta. "Vamos. Nos dirigiremos a Arena Sullivan", dijo Rye, asomando la cabeza por la puerta. Detrás de él estaban Miguel y Howry.

"¡No querrás perderte eso!" Scotche agarró su parka (abrigo). Lainey sonrió y se levantó. Hora de la cena, más discursos, y de sortear los números para ver en qué orden saldrían los corredores. El clan de la perrera Fuller tenía su propia mesa. Un asiento permanecía vacío, pero eso poco importaba. No sólo los corredores y sus familiares o patrocinadores habían asistido; muchos aficionados ávidos de carreras habían pagado sus derechos de inscripción, al igual que una multitud de periodistas. El puesto vacío era continuamente ocupado por los aficionados que iban y venían al llegar a la mesa para conocer a Scotch y conseguir autógrafos o tomarse fotos. Lainey se sorprendió al descubrir una fama rudimentaria de ella misma. Ella lo tomó con calma, siguiendo el ejemplo de Scotch tratando a cada visitante con cortesía y humor. Una vez que la última entusiasta fanática de la Iditarod se marchó, Lainey se inclinó sobre la mesa y bajó la voz. "Debe ser difícil para el material si me están pidiendo autógrafos". Thom se echó a reír. "¿Quién sabe? Puedes ser la Novata del Año de la carrera. Tan sólo eso haría que tu autógrafo valiera algo". "Sí, y tal vez voy a ganar la carrera, también" dijo Lainey, riéndose de lo increíble que sucediera eso. "¿Lainey?" -preguntó alguien detrás de ella. Ella puso los ojos en blanco ante los Fuller, antes de poner una cara agradable y enfrentar la nueva llegada. Su expresión vaciló y ella abrió la boca ante el hombre que estaba allí. "¿Ben?" Benjamin Strauss, editor de la revista Cognizance, sonreía, sus dientes blancos resaltaban contra el bronceado de su piel. "¿Está ocupado este asiento?" Howry se dio la vuelta para saludar a Strauss y a hacer las presentaciones al resto de las personas en su mesa. Lainey se quedó estupefacta ante la súbita aparición de su amigo. Vagamente oyó cuando Thom le insistía en que se reuniera con ellos para la cena, y después él estaba sentado a su lado. "¿Qué estás haciendo aquí?" preguntó ella, alcanzándolo para darle un cálido abrazo. "Desde que hemos estado pagando las facturas y los artículos de entrenamiento, por supuesto que estaríamos aquí para cubrir la carrera en sí. La revista también oferta en la subasta Idita -Rider", dijo él, en referencia al peso adicional que se necesitaba para frenar la excitación de los perros excitados al inicio de la carrera. Él pidió un café a un camarero que pasaba, y sonrió hacia Lainey. "¿Adivina quién estará montando en tu trineo el Viernes?" “¿Tú?" Ella se rió ante el asentimiento de él. "¡Espero que no hayas tenido que pagar demasiado!" Strauss se ocupó de ajustar sus cubiertos, con un aire de autosatisfacción. "Te sorprenderías. No es un secreto que la impresionante Scotch Fuller te ha estado entrenando. De hecho, tuvimos un poco de competencia para ganar la licitación". "¿En serio?" Preguntó Rye. "¿Por cuánto fue?" "Mil seiscientos." "Wow. Nada mal en absoluto," dijo Scotch. "Gracias a ti", dijo Strauss, levantando su copa a modo de brindis. Lainey sonrió mientras Scotch se sonrojaba y le acarició su muslo por debajo de la mesa. La cena fue servida no mucho después del recién llegado. La mayoría de los seguidores de la carrera se sentaron en sus propias mesas a comer, dejando a los corredores en paz. La conversación fue

estimulante, especialmente cuando los Fuller descubrieron que Strauss también tenía un campo de experiencia a sus espaldas. Los cuentos crecieron más cuando los tres periodistas trataron de superarse unos a otros por la mayoría de los lugares exóticos y las extrañas situaciones en sus carreras. Cuando se servía el postre, el jefe ejecutivo de la carrera se acercó al escenario. Llegó al podio y se aclaró la garganta sobre el micrófono. "Bueno, damas y caballeros, ya es hora." Él movió una de sus vistosas botas vaqueras. El público aplaudió y gritó vivas, y Lainey sintió que su corazón latía con fuerza en su pecho. Había un montón de gente asistiendo a este evento, y ella nunca había hablado con más de treinta o cuarenta a un tiempo. Nerviosa, miró a su alrededor hacia las otras mesas mientras un nombre era mencionado. ¿Cuántas personas estaban aquí, de todos modos? Los nombres fueron llamados por orden de inscripción. A medida que cada corredor recogiera un número del sombrero, debía indicar la posición en que saldría, y él o ella tomarían la oportunidad para agradecer a los patrocinadores y a la familia. Algunos tenían una larga lista y el tiempo se prolongaba, tiempo en el que Lainey sentía más y más pánico. "Scotch Fuller" Lainey sofocó su ansiedad aplaudiendo fuerte cuando Scotch se levantó. Envidiaba la tranquila confianza que la mujer tenía mientras se abrió paso a través de las mesas rumbo al escenario, haciendo una pausa para darle la mano a amigos y fans en el camino. En el podio, Scotch sonrió y saludó con un gesto de mano, recibiendo otra ronda de aplausos. Ella metió la mano en el sombrero y sacó un número, dándoselo al oficial de la carrera. "Número cuarenta y ocho, Scotch Fuller!" Una colección de gemidos se unió a los aplausos y vítores. Había setenta y seis corredores este año. Scotch comenzaría justo en el medio del paquete. Scotch se situó en el podio, a la espera de que los aplausos se apagaran. Cuando lo hizo, ella dijo: "Parece que voy a tener que trabajar muy duro para ponerme al día este año”. Lainey se rió como todos los demás, disfrutando del tono amistoso, olvidando sus preocupaciones mientras Scotch continuaba hablando. "Me gustaría aprovechar la oportunidad para agradecer a mis padres, Thom y Helen Fuller. Sin ellos no estaría aquí, estaría solo corriendo perros. Ellos crearon nuestra granja y me enseñaron todo lo que hay que saber sobre los perros y los trineos. Quiero también agradecer a Rye e Irish, mi hermano y hermana menor, por todo el trabajo que han hecho para mantener la perrera en funcionamiento. "Mi agradecimiento a la revista Cognizance por ser mi principal patrocinador de este año. Por ende, mis gracias también van a Don Howry, Lainey Hughes y Ben Strauss, todos ellos sentados en esa mesa de allá." Ella los señaló, sonriéndoles. "Don es el reportero que está escribiendo artículos sobre mí para la revista. Lainey es nuestra novata a la carrera y aprendiz, y el Sr. Strauss es quien ayudó a que todo esto sucediera". Lainey le devolvió la sonrisa mientras ella continuaba con su lista de patrocinadores. Todas las personas que habían comprado los botines de perro o "adoptado" a los perros a través de Internet, los niños de la escuela que pusieron en ventas pasteles y los recaudadores de fondos para ayudar con los costos y varias empresas locales que habían canalizado dinero a la perrera para apoyo de Scotch, fueron mencionados. "Y, por último, gracias a todos ustedes. Son un gran grupo de gente y me alegro de que

estén aquí". La multitud rompió en aplausos y vítores de nuevo mientras Scotch dejaba el escenario. El ejecutivo del Comité de la carrera regresó al micrófono. "Lainey Hughes." Ella sintió que la sangre le subía al rostro, habiendo olvidado que ella era la siguiente en lista. Alrededor de la mesa todo el mundo estaba aplaudiendo y riendo, instándola a que subiera. Lainey no podía oír sus palabras a través del ruido en sus oídos. Howry se levantó y le cogió la mano, tirando de ella para que se pusiera de pie y empujándola en dirección al escenario. Lainey tropezó sólo una vez antes de ganar un poco de control sobre sus miembros rebeldes. A mitad del camino, Scotch la interceptó. Sus manos se encontraron, y Lainey sintió un flujo de fuerza a través de su toque. Los claros ojos azules brillaron en diversión y entendimiento. Ella se acercó, con su voz fuerte para ser escuchada sobre el aplauso. "Estuviste frente a un alce violento". Inclinando su cabeza hacia atrás, Lainey inconscientemente se enderezó. Ciertamente lo había hecho. Una lenta sonrisa cruzó su cara y ella apretó la mano de Scotch. "Gracias." Scotch hizo una pequeña reverencia y se alejó. Con los hombros rectos, Lainey continuó hasta el escenario. No estaba menos asustada de la situación, pero el miedo ya no tenía el mismo nivel de poder sobre ella. El deseo loco por un trago de whisky había disminuido. Subiendo las escaleras, se recordó a sí misma que en dos días más, ella estaría muy lejos de esta locura, de cara a la calma desierta de Alaska con su equipo. El sombrero con los números se le ofreció y ella metió la mano, girando el contenido antes de tomar un trozo de papel. "Número cuatro, Lainey Hughes!" ¿Cuatro? ¿Cuatro? Ella miró por encima de la audiencia que celebraba, incapaz de ver con claridad a su mesa a través del reflejo de las luces. Ella iba estar guiando a los novatos en la salida. El público pensó que ella se estaba preparando para hablar cuando se situó en el podio, con sus manos en cada lado. Ellos callaron, y su corazón latía en su garganta de nuevo. Alce. Un alce violento. Cuando empezó a hablar, esperaba que su voz se mostrara tranquila y que no temblara como el resto de ella. "Creo que todos en la Perrera Fuller merecen el mayor agradecimiento -Thom y Helen Fuller; Rye, Irish y Bon, y Miguel Sánchez, su entrenador. Pero sobre todo a Scotch Fuller por tomar a alguien de fuera, sin absolutamente ningún conocimiento de las carreras, para entrenarme para la Iditarod. Todos ellos mostraron una gran cantidad de profesionalismo y paciencia en el trato no sólo con un corredor principiante, sino con un novato para botarlo". Ella se sonrojó ante las risas y hurgó por la tarjeta que tenía en el bolsillo, preparada la noche anterior. “Um, me gustaría también agradecer a la revista Cognizance, mi patrocinador principal y empleador. Por ende, gracias a Don Howry, mi socio en la acción, y a Benjamin Strauss, editor y amigo cercano. La primera vez viajé a las tierras salvajes de Alaska por una historia. La segunda compartió mi idea y me envió hasta aquí, aunque él pensaba que yo estaba loca". Lainey recorrió la lista de los patrocinadores en la tarjeta. A través de la página web de la perrera Fuller, ella tenía su propio club de fans de los niños en edad escolar y los aficionados a la iditarod que habían aportado dinero. Cuando terminó, hizo un gesto de agradecimiento y a paso ligero se alejó del podio. El alivio la inundó y casi hace que se tropezara en la parte baja de las escaleras. Ella escuchó que llamaban el siguiente nombre y resopló con un suspiro mientras los aplausos y silbidos estaban

dirigidos a otra persona. Varios asistentes se acercaron para palmearle la espalda o darle la mano mientras ella pasaba. Por último en la mesa, graciosamente se hundió en su silla, rodeada por caras sonrientes. El corredor en el podio comenzó su discurso, pero nadie aquí le prestó atención. Scotch tomó la mano de Lainey. "Lo hiciste genial." "Sí, no te desmayaste", dijo Howry, levantando su copa para brindar por su fortaleza. Lainey le sacó la lengua, recibiendo una risa. "Y sigo pensando que estás loca", dijo Strauss. Ella se encogió de hombros. "Sabías eso hace mucho tiempo." Al mirarlo, vio su expresión de curiosidad y se dio cuenta de que Scotch todavía sostenía su mano a la vista sobre la mesa. Ella levantó una ceja en señal de disculpa, sabiendo que la verdad estaba a la luz. Ahora él tenía una buena idea de por qué ella había elegido a Scotch para este artículo. Lainey suponía que debía sentirse culpable por mentirle a Strauss todos éstos meses, pero no lo estaba. Los Deberes y los No deberías eran lo que a ella la habían metido en el alcoholismo, en primer lugar. Él, de todas las personas, lo sabía. En cambio, ella le sonrió, y apretó la mano de Scotch.

CAPÍTULO VEINTICINCO

Lainey se paseaba de un lado a otro del camión de los perros. Había revisado su trineo por sexta vez, satisfecha de que todo estuviera en su lugar, sin embargo, claramente tenía la sensación de que había olvidado algo. Sus nervios se alteraron con los ladridos excitados de los perros, para incluir al octavo en su equipo con el que se había topado para ejecutar la ceremonia de salida. Ellos estaban atados a los lados del camión, estacionado en un lado de la calle con cientos de personas rondando. El ambiente era de circo, con los vendedores deambulando por entre las multitudes, empeñando todo, desde salchichas de reno en las camisetas hasta las cornamentas de las cabezas de alce. El pueblo eran tan colorido como los patrocinadores de los corredores a largo de la ruta. Lainey había visto a la clase trabajadora en conservadoras chaquetas de invierno, la gente llevando los últimos estilos del circuito de esquí en Alpine, e incluso algunos montañeros oficiales y nativos con trajes completos de cuero y piel. Tenía que admitir que era fácil olvidar su creciente temor mientras el tiempo de su salida se acercaba más. Sus distracciones no se limitaban a observar a la gente, de repente ella se había convertido en un ícono y era abordada por un número de personas queriendo tomar fotos, autógrafos y hablar con sus perros. Lainey acogió con beneplácito las entusiastas conversaciones, contenta por conseguir que su mente olvidara su nerviosismo. De sus veinte perros originales, se redujeron tres. Helen había dudado que la molestias en el hombro de Apolo ya hubieran sanado lo suficientemente bien para la carrera, y la orden del veterinario era oficial. El más holgazán de Lainey, Dablo, también se dejó de lado. Ella no podía prescindir de su energía para lidiar con esa negligencia. La pérdida más dura era Bast. Él lo había hecho bien en todo el entrenamiento, pero parecía haber desarrollado una tos. Como una tos en una perrera era una preocupación importante, altamente contagiosa y capaz de diezmar a todos los equipos, Bast fue removido ante la revisión veterinaria y enviado a casa con Miguel a un granero cálido y con antibióticos. Lainey se alegró de no ver a ninguno de los otros perros exhibiendo ningún síntoma dos días después, y esperaba haber tratado la enfermedad a tiempo. Varios controladores voluntarios rodeaban ociosos alrededor del área inmediata, los de adelante ya ayudaban al segundo corredor en línea para mantener a los perros en la plataforma que ocupaba media cuadra de la Fourth Avenue. Todos los animales estaban saltando, con los cuatro pies en la tierra, en su entusiasta deseo de entrar en los senderos. El equipo de Lainey no estaba tan bullicioso, pero ella esperaba que cambiara una vez que comenzó engancharlos a la línea de banda. En respuesta a ese pensamiento, se dirigió hacia la línea de nuevo, asegurándose de que todo estuviera listo y todas las conexiones estuvieran apretadas. Sólo ocho de sus perros podían correr esta mañana. El resto se le uniría mañana en el inicio real de la carrera. "Acabas de revisarlo", dijo Strauss, viendo su alboroto con diversión. "Cállate", dijo ella, ignorando su risa. Sus entrañas se retorcieron con inquietud. Se sentía casi tan incómoda como en su corto paseo hasta la tarima en el banquete de la otra noche. "Srta. Hughes?" Lainey levantó la mirada para ver a un joven al borde de la adolescencia con una cámara.

Otros dos niños que estaban con él, con la mirada brillante, le sonreían. "¿Podemos tener una foto? ¿De usted y de su equipo de perros?" Dejó su nerviosismo a un lado y sonrió. "Claro. Vamos." Se dirigió hasta Sholo y Traza, se arrodilló entre ellos, y estiró el brazo hacia ellos. "¿Qué tal así?" "¡Grandioso!" El muchacho tomó un par de fotografías. "Eres Lainey Hughes, la fotógrafa, ¿no?" "Esa soy yo." Se puso de pie y se sacudió la nieve de las rodillas. Él chico miró a sus compañeros. "¡Se los dije!" Deslizó el zipper de su chaqueta, sacó una revista doblada de su interior. "¿Puedo obtener un autógrafo en una de sus fotografías?" "Por supuesto", dijo Lainey, no tan contenta como su voz sonaba. Su carrera anterior como fotógrafo de guerra todavía le traía pesadillas ocasionales. Ella realmente no deseaba recordar aquellos años por una siniestra foto, no hoy. El niño con impaciencia agitaba la revista abierta. Uno de sus amigos cogió un bolígrafo del bolsillo y se le entregó a Lainey junto con la revista. Preparándose, miró hacia la foto panorámica del Serengeti en la cubierta, en las dos páginas completas. En el primer plano a la derecha de la página estaba una hiena ocupándose de su última comida, el cadáver de un antílope. Una sonrisa de satisfacción cruzó su cara y ella le preguntó: " ¿Quieres que ponga tu nombre?" "¡Sí!" le dio su nombre y ella firmó la revista y se la devolvió. "¡Gracias! Sintiéndose mucho mejor, ella los observó alejarse, agachados sobre el autógrafo con emoción. "Parece que tu reputación te precede más de lo que pensabas”, dijo Strauss. "Supongo que sí." Ella le sonrió. "Es algo agradable ser recordada por algo que no sea muerte y destrucción". "Amén a eso." "¡Lainey! ¡Preparémonos!" Thom llegó trotando con Rye e Irish. "Saldrás en quince minutos." Se apresuró a levantar la vista hacia la línea de salida, al ver que el segundo corredor acababa de enganchar sus perros. Su corazón saltó de inmediato hasta su garganta y sintió náuseas y júbilo al mismo tiempo. Lainey llevó a sus eufóricos perros al lugar con alguna dificultad. Varios voluntarios de la Iditarod se acercaron para mantenerlos y que no se alejaran de ella, finalmente ella tenía a todo el mundo listo para salir con cuatro minutos de sobra. Strauss brincó al lado de su trineo. Como su compañero-Iditarod, él estaría con ella en toda la ceremonia de salida de la carrera hasta que llegaran a Eagle River. Ella casi no reconoció su trineo que llevaba una bolsa de color amarillo brillante con un prominentemente logo de la revista Cognizance. Ella llevaba una parka de color similar de piel de tejón, regalos de su patrocinador oficial. Detrás de ella, se había añadido otro trineo y Rye subió a bordo a los corredores. Thom iba a montar detrás de Scotch para añadir más peso, ya que su compañero-Iditarod era una maestra bajita de la escuela primaria. Con todo el ruido y la gente, los perros estaban más que dispuestos a ponerse en marcha y los kilos de más iban a impedirles ir demasiado rápido. Jonas, su perro de ruedas, estaba casi delirante mientras brincaba como un cachorro de setenta y cinco libras. El resto de su equipo estaba haciendo lo mismo. El equipo de perros frente a ella ya estaba listo para dirigirse a la Cuarta Avenida y empezar

en la línea de salida. Un voluntario con un portapapeles se acercaba, agitando su mano indicando que siguiera, y ella tragó saliva. "¡Listos! ¡Vámonos!", gritó ella por encima del estruendo. Con un tirón, su equipo trató de despegar en una carrera completa. La casi decena de voluntarios jalaron las cuerdas y los sostuvieron, obligándolos a trotar hacia el inicio de la carrera. En la línea de salida, otros dos equipos esperaban para salir. Los ruidos de los perros fueron ahogados por los gritos de la audiencia que se quedaron a cinco pies a cada lado de la calle. Ella hizo un gesto con la mano cuando su equipo se detuvo y se dio cuenta vagamente que ella estaba temblando. Los voluntarios continuaban sosteniendo a su equipo, ya que los perros no estaban de humor para seguir alrededor. Oficialmente, ella era la cuarta a la cabeza, pero en realidad era la tercera. El número uno era una posición honorífica, dado a alguien que había logrado un impacto en las carreras de trineos con perros. Mientras ella trató de mantener su desayuno en el estómago, vio como el corredor honrado este año era presentado con el engranaje. El segundo corredor fue presentado y oyó a una mujer contando los segundos regresivos ante unas grandes bocinas. Era increíble que pudiera oír todo en absoluto con la cacofonía a su alrededor. Luego, el equipo despegó, ante los gritos de la multitud de espectadores. Los voluntarios pidieron que acercara más a su equipo. Al mirar atrás, vio a otro equipo colocándose en el lugar. En alguna parte más atrás estaba Scotch y Lainey sintió un profundo anhelo de verla. "Número cuatro, Lainey Hughes!" La multitud aplaudió de nuevo y Lainey se dio la vuelta. El número tres ya estaba a distancia. Ella tomó unas cuantas respiraciones, sin tratar de hiperventilar cuando su equipo maniobró hasta la posición de partida. "¿Estás lista para esto?" preguntó un voluntario. Lainey asintió y se sorprendió a sí misma con una sonrisa. ¿Cómo lo había dicho Scotch? "¡Armada hasta los dientes!" Él le dio una palmadita en el hombro y dio un paso atrás mientras los segundos finales eran contados. "¡Listos!" Lainey gritó a su equipo. Ella oyó la señal. "¡Vámonos!" Los diez manipuladores fornidos liberaron a los perros y su equipo salió disparado por el camino, echando su cabeza hacia atrás. A medida que corrían por la Cuarta Avenida, su único lamento era no haber podido decirle adiós a Scotch quien tuvo una mañana tan ocupada como ella. Strauss gritó de emoción, al internarse por la calle, con el viento corriendo por sus mejillas. Lainey estimaba que iban a cerca de veinte millas por hora, a pesar del trineo y los hombres añadidos para equilibrar el equipo. Se alegraba por la acción - no habría manera de que ella pudiera haber mantenido el control por sí misma. Ellos se sacudieron más allá de las multitudes, y apenas tomó nota de las ropas coloridas o los sonidos que los animaban. Más adelante un camión condujo a través de la calle. Varios trabajadores que usaban los colores de la Iditarod estaban en la intersección, limpiando la nieve de la pista antes de que ella llegara. Los agentes de policía detenían el tráfico para darle prioridad de paso a Lainey y ella se rió de lo absurdo de la situación. ¿Dónde más sino en Alaska estarían policías deteniendo el tráfico para que pasara un trineo tirado por perros? El equipo arrancó, Rye gritó en agradecimiento a los trabajadores. El sendero dio un giro, las personas que cubrían la calle eran mejor marcador que cualquier listón de señal en la cinta. Ella llamó al orden y su equipo entró en la vuelta. Una burbuja de orgullo

hinchaba su corazón ante su profesionalismo, y ella comenzó a disfrutar el paseo, con su nerviosismo dejado de lado. Eventualmente la multitud se alejaba. Lainey vio un marcador de pista, sabiendo de la historias que había oído que se trataba de una vuelta difícil. "¡Arre!" Como una máquina bien aceitada, el equipo comenzó a dar la vuelta. Antes de que ella se diera cuenta, Sholo y Traza encontraron un rastro de la carretera y lo tomaron para completar el giro. Se salieron del camino, por un lado y entraron al nuevo sendero. "¡Mierda!" maldijo ella. "¡Whoa! Sholo, Traza, ¡Whoa!" Aún ansiosos, los perros eran reacios a detenerse. El sendero se sumergía hacia un campo de alisos y tanto ella como Rye aplicaron los frenos para detener el equipo. Usando un árbol que estaba cerca para fijar una de las riendas, aplicó el gancho de nieve y saltó del trineo. A pesar de saber que un retraso ahora, no significaba absolutamente nada en el gran esquema de la carrera, Lainey no pudo evitar sentir el cosquilleo de la irritación a lo largo de la parte posterior de su cuello. Casi podía sentir los equipos que pasaban a su lado mientras ella le hacía frente a estos obstáculos. Los perros eran ajenos, moviendo la cola y sonriéndole mientras ella se dirigía a la parte delantera de la línea, y le tomó un poco de esfuerzo para no descargar su enojo sobre ellos. Ella le dio a cada uno una palmadita y unas palabras de ánimo, sintiendo acomodarse la presión en sus hombros mientras se imaginaba que el estar lejos de Scotch, en el cuadragésimo octavo lugar, no tardaría en pasar. Cuando llegó a los perros líderes, les dio un montón de elogios y agarró sus collares. Ella físicamente jaló a los perros alrededor, Rye y Strauss permanecían cerca. Ahora que la carrera había empezado, se les prohibió a ayudarla para no descalificarla. Rye mantenía una estrecha vigilancia, sin embargo, dispuesto a saltar sobre su freno de trineo si fuera necesario. Cuando se dio la vuelta y sus pasajeros estaban en sus lugares apropiados, ella jaló la línea y gritó la orden de salir. A medida que regresaron a la calle, vio a un corredor pasar por allí y gruñó para sí misma. "Haw!" los perros siguieron las instrucciones sin problemas. Los pocos aficionados que salpicaban la zona y que habían visto su giro, aplaudieron mientras se internaba de nuevo en el camino correcto. Ella se ruborizó enojada, pero se obligó a saludar de todos modos. Lainey emitió un suspiro de alivio ahora que estaban de vuelta en el sendero. Su equipo iba a velocidad, aún dinámico, y ella captó a un corredor que llevaba la señal del número once. Maldita sea. Siete equipos habían pasado, mientras ella estaba tomando un polvo. Esta parte de la carrera era meramente ceremonial. La verdadera carrera comenzaría al día siguiente en Wasilla. No importaba lo rápido que llegara a Eagle River, ella seguiría siendo la tercera en salir de la rampa mañana. Aún así, sus perros quisieron quemar energía, y hacerlo ahora sería beneficioso. Estarían asentados para el reinicio oficial y serían más fáciles de manejar. "¡Pasando!" –gritó, advirtiendo al hombre que estaba saliendo por su lado. A medida que su equipo comenzó a adelantarlo, tres de sus perros comenzaron a ladrar ante la competencia. Ella sonrió, después de haber oído a otros corredores que esto era lo que llamaban gastar energía. Sus perros gritaron con alegría cuando pasaron, probablemente haciendo comentarios sobre el parentesco y las habilidades de sus rivales. Montana y Chibee eran los peores, mirando al equipo adversario al pasar tranquilamente y sonriendo a su paso. La que la sorprendió fue Himitsu, un macho de tres años con piel marrón. Siempre era amable y tranquilo, que su repentino ladrido fue inesperado.

Lainey saludó al corredor número once, ya que al pasar, sus equipos se empujaron unos a otros, mirando furtivamente hacia atrás. Ellos actuaban exactamente igual que los varones adolescentes como si hubieran hecho una broma en contra del director de la preparatoria. Ella se echó a reír junto con ellos, totalmente relajada por primera vez en el día. Su equipo alcanzó un ritmo constante, con sus orejas gachas al escuchar sus risas. A lo largo del camino la gente estaba reunida, de pie delante de sus casas para animar a los corredores que pasaban sucesivamente. Ella siguió la línea principal, viendo al siguiente corredor adelante. Con un poco de provocación, sus perros empezaron con velocidad. Cuando se acercaban, vio a un grupo apiñado en el lado de la pista, extendiendo algo a los corredores. "¿Qué están haciendo?" gritó Strauss, mirándola desde el lado del trineo. "No tengo idea", respondió. El público sostenía letreros con mensajes- '¡Adelante, corredores de la Iditarod!'- Y comenzaron a gritar mientras se acercaba a ellos. Una mujer llegó hasta ella con algo en la mano. Automáticamente Lainey extendió su mano, y tomó lo que se le daba. Ella sonrió ante el gran panecillo casero que ahora sostenía y se volvió para saludar y dar las gracias antes de ponerlo en su bolsa de la merienda. Sus tres renuentes perros comenzaron a bramar de nuevo, y ella se volvió para advertir al corredor número diez cuando pasaba. Si su equipo podía mantener este entusiasmo por las próximas dos semanas, quedaría bien establecida para la carrera. Por supuesto, las posibilidades eran mínimas, aunque con el alto nivel de entrenamiento que los perros recibieron, habría para un gran artículo si un novato quedaba en segundo o tercer lugar. El camino pasaba por un parque y seguía una ruta de ciclismo otro poco. Rodearon el Campbell Airstrip y Lainey vio a un grupo de funcionarios de la carrera más adelante. "Aquí es donde te bajas", le dijo a Strauss. "Muy bien", respondió. "Te veré en Eagle River. Puedo volar con Don a lo largo la carrera, pero si no lo hago, definitivamente estaré en Nome cuando llegues allí". Cuando, no si. Lainey rió. "Me encantará la compañía“ Ella ordenó a los perros que se detuvieran. Obedecieron la orden, su entusiasmo inicial se suavizó con las millas que había recorrido. Strauss saltó del trineo y tomó sus manos. "Gracias por el viaje. Fue estimulante". "Cuando quieras", dijo. Luego sacó el freno y ordenó a los perros que siguieran adelante, sólo Rye estaba en su trineo detrás de ella. El resto del viaje fue tranquilo y fácil. Su equipo no superó a ningún otro, pero ya no importaba el retraso de su desvío temprano. Eventualmente ella llegó a una larga colina, el camino estaba atestado de gente que animaba. La VFW estaba enfrente, y parecía que era otro circo de noticias. Era poco después del mediodía, y ella tenía ganas de pasar una tarde celebrando con los Fuller. El verdadero inicio de la Iditarod sería al siguiente día, y a partir de entonces, ella estaría sola con sus perros en la última gran carrera.

CAPÍTULO VEINTISÉIS

Si Lainey pensó que estaría dejando la civilización después de la reanudación de la carrera, fue desengañada de inmediato de la noción. Las multitudes aún seguían en Wasilla y Scotch le había dicho que ellos iban a estar en los senderos todo el camino hasta Knik y más allá. Según Howry, quien mantenía el oído pegado como un buen periodista debía hacer, estaban en alguna parte de quince a diecisiete mil aficionados de la carrera Iditarod, desperdigados por la ciudad dejándola sola. En este momento, Lainey estaba pasando lo peor de su ataque de nervios. Hizo caso omiso cuanto podía, concentrándose en sus perros y centrándose en los aficionados que se presentaron en busca de fotos y autógrafos. Cuándo las cosas se pusieron demasiado claustrofóbicas, se distrajo a un poco con el recuerdo del beso del adiós esta mañana de Scocth. La corredora veterana había retirado todas sus defensas, un presagio de la pasión por venir, cuando ambas llegaran a Nome, y Lainey se lamió los labios ante el recuerdo. Tal como había sido el día antes, se necesitaban múltiples manejadores para mantener a sus perros en línea. Ellos gritaron y aullaron de emoción, los dieciséis de ellos listos para correr. Parecía que las veinte millas corridas el día anterior, habían hecho muy poco para frenar su entusiasmo. Una verificadora llegó hasta su trineo y ella abrió la bolsa de color amarillo brillante para mostrar sus artículos obligatorios. No sólo estaban los elementos habituales en su lugar, también había un paquete de correo y material promocional que ella estaba obligada a entregar en Nome. Si ella perdió algo de eso, sería descalificada de la carrera. Aparte de los artículos de primera necesidad, tenía un poco más. Ella y Scotch habían enviado lo básico de sus trineos de carrera a Knik con los camiones de perros. Allí transferirían sus pertenencias antes de salir al desierto. Estas eran más resistentes y compactas con todo lo que lo podrían necesitar. "Todo está ahí", dijo la verificadora. Hizo una marca en su portapapeles. "Que tenga una buena carrera." "¡Gracias!" dijo Lainey, y la verificadora siguió la línea al siguiente corredor. "Lainey" Se volvió y vio a Howry acercarse, con una amplia sonrisa en su rostro. "¿Lista para viajar?" -preguntó, dándole un abrazo. "Ya lo sabes" dijo ella, saludando a los traviesos de su equipo. Le tendió un sobre. "Scotch quería que yo te diera esto. Dijo que no lo leyeras hasta que llegaras al límite". El deseo de rasgar el sobre era muy poderoso, pero Lainey se contuvo. Vio la letra clara de Scotch en el frente y sonrió suavemente. "Gracias" dijo mientras lo metía de forma segura en su bolso personal. Howry movió los pies y le dio una mirada burlona. "Ben me ha estado insinuando cosas, preguntando acerca de ustedes dos. ¿Qué quieres que le diga?" Lainey suspiró, sabiendo que el tema sería inevitable después del banquete de corredores. "Adelante, dile la verdad. No es como si no se hubiera dado cuenta a estas alturas. Él sólo quiere que lo confirmen". "¿Estás segura?" –preguntó, fruncido el ceño. Él conocía a Strauss sólo a un nivel

profesional, y parecía preocupado de que pudiera hacerle las cosas más difíciles a Lainey. "Estoy segura. Él es mi padrino de AA y mi amigo. Puede que no le guste que lo haya manipulado en el principio, pero se acostumbrará a la idea". Howry dejó escapar un suspiro. "Si tú lo dices." Ella sonrió y le dio otro abrazo. "Yo lo digo". Un altavoz anunció el próximo inicio oficial de la carrera, y Lainey se apartó del abrazo. "Creo que ésa soy yo." Él se echó a reír. "Yo diría que sí. Vamos a llevar tu trineo a Knik para luego volar a Finger Lake, así que nos veremos allí". "¿También irá Ben?" Lainey vio a un voluntario trotando hacia ella. "Sip, Ben también." "Nos vemos luego", dijo, mientras sostenía las guías de su trineo. Su última visión de él fue un gesto de saludo mientras el entrenador guiaba a los perros a su posición. La salida fue muy similar a la del día anterior. Una gran multitud reunida con prismáticos a lo largo de las barreras a ambos lados del camino, muchos gritando su nombre y con cárteles de animación. Sus perros, dieciséis fuertes ahora, estaban animados. Su perro salvaje, Jonas, apenas tocaba el suelo mientras se encabritaba sobre sus cuatro patas. Incluso Bonaparte, con su hocico levantado en el aire, movía la cola y trotaba con arrogancia pidiendo atención. Lainey observó salir a los dos equipos en la parte delantera, cada vez sintiendo una impaciencia por salir a la pista mientras ella se vio obligada a esperar. Su equipo hizo eco de su sentimiento, expresando su desaprobación con ladridos y aullidos. Luego oyó su nombre y su número y fue conducida a su posición. Cuando el locutor llamó "¡Adelante!" ella ni siquiera tuvo que ordenarle a los perros. Traza y Sholo derribaron el mecanismo de frenado, contentos de estar libres mientras corrían. Una vez pasado el mecanismo de frenado designado, Lainey se internó en un camino cubierto de nieve. El camino era suave y fácil, sus perros iban a velocidad. Ella sabía que ellos no podían mantener este ritmo, pero al menos sostendrían a su competencia a raya por momento. Lainey espera totalmente que Scotch la alcanzara y la pasara durante el día. A lo largo, los aficionados ociosos estaban en la vereda. Varias barbacoas o parrillas estaban en funcionamiento y Lainey olía las hamburguesas y los filetes que se cocinaban mientras iba pasando. Ella nunca pensó que vería a un coro tan entusiasta sentado al lado de la carretera, en sillas de plástico de jardín, con la nieve de diez pies a sólo un poco más allá de ellos. Toda la escena era surrealista mientras ella saludaba a los que la coreaban. Le recordaba a los desfiles que había visto en las ciudades más grandes, donde los lugareños acampaban en las aceras por la noche, para asegurarse una buena vista de los carros alegóricos que pasaban. Más adelante, el camino se inclinaba, y vio una señal amarilla de cruce de ferrocarril. Algunos voluntarios vagaban sobre las pistas con palas, listos para quitar la nieve entre los rieles del tren a través de la carrera. Ella sonrió ante la locura y siguió avanzando. El público no se redujo mientras pasaban las millas. El equipo de Lainey desaceleró a un ritmo normal, y ella se relajó con la sensación ya familiar de la carrera. Ella miraba correr a los perros, comprobando algún andar extraño que le indicara una posible lesión. Hacerlo era una segunda naturaleza para ella, pero este sendero era uno fácil y ninguno de los perros parecía estar lastimados de un hombro o una pata. Cuando estaba más cerca del mediodía, se sintió más calor. Con algo de cuidado, se quitó el

abrigo, apoyándose sobre las manijas para meterlo en la bolsa de trineo. Ahora llevaba un overol y varias capas de camisetas y suéteres.

"¡Pasando!" Lainey estiró el cuello para ver a un equipo que venía detrás de ella. Por mucho que le irritara, ella no trató de acelerar. Mientras su corazón, y el de sus perros, se enfocaban en el término "carrera", la realidad era que la Iditarod era una prueba de resistencia. Si ella presionaba a su equipo hasta sus límites ahora, podría desperdiciar la mitad del recorrido. "Whoa”, dijo ella, cuando el otro corredor comenzó a alcanzarla.” Traza, Sholo, Calma. Whoa". Los perros se tiraron al lado de la carretera, y ella aplicó el gancho de nieve. Ahora era un buen momento como cualquier otro para darles la merienda. Sus tres transmisores de basura maldijo a cabo el paso de otro equipo, pero ellos estaban entrenados lo suficientemente bien para permanecer donde estaban en lugar de tomar la provocación. Lainey agarró una bolsa de pescado congelado de su mochila y se fue hasta la línea, alentando y alabando a cada perro mientras les daba de comer. Ellos correspondían con lamidas y meneando la cola, haciéndole saber que estaban listos para cualquier cosa. "¡Se ven bien!" dijo un hombre en las líneas laterales, sentado en una vieja silla mecedora, con una taza de café. Su familia estaba a su alrededor en sillas de playa, haciendo eco de su sentimiento, aunque ninguno se adelantó a interferir. "Gracias." Sonrió Lainey. Otro equipo participante los pasó cuando ella comprobó de nuevo la línea de banda en su camino de regreso al trineo, y Chibee les ladró, moviéndose indignado cuando los pasaron. Ella le rascó la cabeza y terminó su rápida inspección. El hombre levantó su taza a modo de saludo. "¡Por Nome o la derrota!" Lainey sonrió, dando un paso hacia los corredores y recuperando su gancho de nieve. "Por Nome", repitió. Dirigiéndose a los perros -ordenó,"¿Listos? ¡Vamos!" No pasó mucho tiempo antes de que ella alcanzara a Knik. El puesto de control estaba cerca del lago, y alrededor había poco más de mil aficionados. Barbacoas y picnics helados estaban a la orden del día, y las voces de bienvenida se escucharon cuando el equipo de Lainey se acercaba. La exuberancia natural de la multitud le recordó las fiestas en el Superbowl. Dirigió al equipo hasta el funcionario verificador donde se detuvo. Su tiempo de recorrido fue anotado, y ella abrió su bolsa de trineo para mostrar sus aditamentos obligatorios. "¿Cuánto tiempo te quedarás?", preguntó el oficial. Lainey vio a Howry y a Strauss saludándola con un gesto de la mano cerca de la estación de la inspección. "Sólo el tiempo suficiente para cambiar de trineo", dijo. "Recuerda avisar cuando te vayas." "Lo haré." Lainey trotó a la parte delantera de la línea y jaló sus perros líderes hacia sus amigos, no confiaba en ellos para obedecer sus órdenes cuando eran aún estaban tan emocionado de estar en la carretera. Howry le hizo un gesto y ella vio su trineo esperando a un lado. Strauss tenía una cámara al cuello, y la agitó ante ella. "Mientras Don está cubriendo a Scotch, pensé que yo podría ayudarte con tus herramientas". Ella sonrió, deteniendo a los perros delante de su trineo de reemplazo. "¡Bien! Espero tomar

unas buenas fotos una vez que las cosas se calmen, pero en este momento está demasiado agitado". Lainey aceleró la línea. En el trineo, ella desconectó la línea de banda y la cuerda principal, transfiriendo a su equipo al nuevo trineo. Con movimientos rápidos, movió sus enseres y revisó dos veces, comprobando todo lo que necesitaba para las próximas cincuenta millas más. Se quitó su pechera de corredor, y al guardó en el paquete promocional que llevaba, No tendría que usarla otra vez hasta que ella dejara la seguridad de Nome. El sendero se alejaría de la civilización de aquí en adelante. En preparación, metió los botines de perro en sus bolsillos y se fue hasta la parte de atrás de la línea. Examinó a cada perro, comprobando sus patas por algún daño y reemplazando los botines perdidos en cada uno, y les dio un bocado de hígado de alce. "Es hora de irnos", dijo. "Buena suerte”, dijo Howry, y Ben asintió con la cabeza. Lainey saludó y saltó sobre el trineo tras los corredores. Tiró del gancho de la nieve, se detuvo el tiempo suficiente para que revisaran oficialmente el trineo de Knik, sólo había estado allí durante doce minutos. El sendero ascendía hasta una zona boscosa, y los árboles pronto escondieron el ambiente de festejo en el lago. Su tensión disminuyó con la soledad, ahora sólo estaba consciente de cuán nerviosa la habían puesto las multitudes. Ella rió en voz alta, los oídos de los perros se agacharon al escucharla. Por supuesto que había estado preocupada. No hay nada como una novata comiendo nieve en las noticias nacionales, ¿eh? Ella ya había salido del sendero tan fácilmente el día anterior. Lainey esperaba que su equipo se reivindicara a sí mismo de aquel pequeño giro equivocado y mantuviera el camino por las próximas mil millas. Serpenteando a través de los árboles, resbalando sobre los estanques congelados, era una forma de navegar suavemente. Varios equipos los pasaron, pero se consoló con la posibilidad de que iban a quemar sus velas ellos mismos y que los vería de nuevo, comiendo polvo. Sus perros hacían no muy buenos gestos con la boca a los equipos que pasaban, recibiendo lo mismo de sus competidores. Lainey se orilló sobre el Río Susitna. Aquí notó las marcas ocasionales de los equipos de perros que se habían hecho a un lado. Siguiendo el ejemplo, hizo lo mismo. Tan pronto como se detuvieron, sus perros disfrutaron del paseo ligero en la nieve, manteniendo la boca cerrada para evitar el frío. "El refrigerio, chicos", dijo ella, sacudiendo la bolsa de los peces. "Vamos a tener la cena en un par de horas. " Ella hizo una somera inspección mientras los alimentaba, hablándoles en voz baja a los perros que estaban deseosos de demostrar su agradecimiento por el descanso y sus palabras. Muchos habían perdido sus botines en el sendero, y reemplazó los que les eran necesarios. El sol empezaba a ponerse, y Lainey aprovechó la oportunidad para sacar la lámpara. Comprobó las baterías y la bombilla antes de colocarla por encima de su gorra de corredora, y se aseguró que tuviera algunas baterías adicionales a la mano. Estaba empezando a enfriar, tanto, que ella se puso su parka de nuevo. Cuando todo estuvo listo, ordenó: "Está bien, chicos. “Nos vamos". Mientras seguían adelante, ella aprovechó la oportunidad de tomar un descanso y su propia merienda. Sacó un pequeño termo de bebida Gatorade de su bolso personal, impaciente por probar su tibio contenido. Una mezcla de concentrado y la receta especial de Scotch llenaron su estómago. La comida desapareció rápidamente y estaba asombrada de lo hambrienta que había estado, a pesar de saber que habían salido en el trineo después de la comida.

Zigzaguearon a lo largo del camino, primero por el río, después adentrándose en el bosque, rodearon un pantano, y regresaron al río. Tres corredores más la pasaron antes de que el sendero se hiciera demasiado estrecho para permitirlo. Cuando atravesaron los árboles, vio el próximo puesto de control y sonrió. Sus perros aumentaron su paso a medida que se acercaban, y ella entró en Yentna, sonriendo. "Cuatro cincuenta y ocho de la tarde", dijo el verificador mientras le entregaba el portapapeles. Lainey se registró, notando que había caído hasta el undécimo lugar "¿Alguna noticia de Scotch Fuller?", preguntó. "No que yo sepa. Tendrán que pasar a la carpa para revisarlos. ¿Cuánto tiempo te quedarás?" "Cerca de seis horas." Ella se inclinó sobre el manillar para abrir la bolsa de trineo ante la verificación de los enseres. "Todo está bien." Él puso sus iniciales junto a la firma de ella. "Diríjase hacia allá. El veterinario necesita realizar su revisión". Lainey instó a sus perros hacia la carpa. Una mujer le hizo señas hacia un par de veterinarios esperándola. "¿Cómo les va?" preguntó uno de ellos, mirando sobre el equipo, al momento en que se detuvieron. "Muy bien. No he notado que ninguno cojee o tenga problemas. Han llevaba mayormente botines a través de la nieve". Ella le extendió su libro veterinario, un pequeño bloc de notas con todo el papeleo de cada uno de sus perros. "Perfecto" Los dos procedieron a examinar a cada de sus perros, inspeccionando sus muñecas y hombros, retirando los botines para comprobar sus patas. "Todo está bien", dijo uno de ellos. Él escribió algo en su cuaderno y se lo devolvió. "Si te vas a quedar, estaciónate por allí. Tenemos paja, tendrás que sacar agua del estanque del río". "Gracias." Lainey pasó la siguiente media hora haciendo una inspección completa de sus perros ella misma, los acostó en la paja, y los cubrió con un par de mantas. Tan pronto como estuvieron descansando, ella recuperó un depósito con llantitas de su trineo y se fue al río a buscar agua. El estanque estaba adornado con pedazos de hielo flotando en el agua. Lainey cuidadosamente utilizó el cubo colgado de un trípode sobre el estanque para llenar sus vasijas. No había de qué preocuparse por caerse, mientras los lados indicaban un buen par de metros de hielo por debajo de los pies de nieve en el río. Ella no quería a salpicarse, sin embargo, y tomó un cuidado especial para mantenerse seca. Lainey arrastró su agua de regreso a sus perros, su mini-trineo recibió una mirada envidiosa de un compañero novato de Minnesota, quien llevaba sus cubos en la mano. Ella pensó en un silencioso gracias a Scotch y su detallado bloc de notas, una copia del mismo estaba guardado en el bolsillo del chaleco de Lainey. Lainey tenía el beneficio de un entrenador con experiencia en quien confiar. De vuelta a su trineo, acomodó sus dos parrillas y empezó a hervir agua. Algunos corredores sólo cargaban una, no queriendo el peso. Pero Scotch era de la opinión de que el peso en última instancia no contaba para nada si no eras capaz de cuidar a los perros. Mediante el uso de dos parrillas, Lainey cortaba el tiempo de cocción a la mitad, la daba la oportunidad de darle de comer a

sus perros, y conseguir pasar a través de las tareas de control más rápido, permitiéndole así más tiempo para descansar. Los perros eran los atletas, tenían que estar bien atendidos a través de la carrera. Los corredores, por otro lado, rara vez dormían más de un par de horas en un día, mientras trabajaban para mantener a sus equipos felices y saludables. Ella vertió una medida de carne y grasa en una olla, y echó un poco de pastel de carne y patatas fritas en la otra. Mientras esperaba la comida, ella se sumió en leer su cuaderno y hojeó sobre la información. Según las notas de Scotch, Lainey estaba un poco más lenta que las carreras anteriores de Scotch a Yentna. Eso era de esperarse, realmente, ya que el equipo de Lainey era oficialmente la segunda cadena. Una gran parte de sus perros habían estado en la carrera Iditarod con ella, pero mientras que Scotch intentaba mantener un equipo de carreras profesional, ella había conseguido los mejores perros en la perrera. Lainey tomó nota del tiempo de viaje entre Yentna y Finger Lake, su siguiente lugar de descanso programado, comprometiéndose a recordarlo antes de pasar las páginas. Un escalofrío recorrió su espalda al ver en palabras mayúsculas "Pesada población de alces". No quería que se repitiera lo que había ocurrido en noviembre. Sus ojos se movieron más allá de la advertencia y ella leyó sobre lo que podía esperar en el camino. Cuando la cena estuvo terminada, agregó comida seca a la mezcla y se fue hasta la línea, dejando caer los platos de plástico para alimentos y llenándolos. Su equipo despertó de su siesta para buscar ansiosamente la ofrenda. Lainey volvió a los fogones, sacando su cena de la segunda olla, y añadió el agua hirviendo a las sobras en la olla de los perros. Una vez más regresó a la línea, dándole a los perros otro bocado carnoso, hablándoles, y el tratándolos con afecto mientras se iba. Con un suspiro, se encontró con un claro limpio de nieve, sin querer hacer la caminata hasta el final del estanque en el río. Ella apiló en su pequeño trineo y empezó otra olla de agua para los perros. Sólo entonces se sentó en la cama de su trineo a comer su pastel de carne, y a beber lo último de su Gatorade. Lainey examinó su reloj, viendo que había pasado una hora desde su llegada. Scotch sin duda estaría allí pronto. Por mucho que quería disfrutar de una siesta al igual que su equipo, todavía tenía un par de cosas que hacer. Se esforzó por ponerse de pie, agradablemente llena, con menos frío debido a la comida, y recuperó los ahora cuencos vacíos. Otra bolsa de carne y un cuarto de libra de grasa fueron puestos en el fogón de perro, y ella revisó la otra olla con agua en la de ella. Cuando ambos estaban listos, se llevó los productos terminados y los vertió en las dos hieleras en el trineo. En una, agregó la comida seca y los suplementos vitamínicos, una comida preparada para una breve parada en el camino. En la otra, depositó cinco de sus paquetes de jugo, ahora congelados por el frío. Cuando saliera por el sendero, estarían descongelados lo suficiente para hidratarse a sí misma. Las tareas finalmente terminaron, ella se debatió en donde dormir. Sus perros estaban acurrucados juntos, aún en sus líneas de remolque, aunque ella había aflojado las cuerdas de sus cuellos en los arneses para hacerlos más cómodo. Siguiendo el ejemplo de ellos, se acomodó en el bolso de su trineo, una vez más. Scotch llegaría pronto. Lainey sólo tenía que esperar aquí a que ella llegara. Nunca supo exactamente cuando cayó en un profundo sueño.

CAPÍTULO VEINTISIETE

"Hey, novata" Lainey gruñó cuando alguien le dio un codazo a su trineo. Fue arrastrada a su conciencia, escudriñando la oscuridad. Scotch le sonrió. Todavía aturdida, Lainey le devolvió la sonrisa y se obligó a sentarse. Después de un amplio bostezo, miró a su alrededor a la acordonada zona de corredores. "¿Qué hora es? ¿Cuándo entraste?" "Llegué aquí sobre las seis y cuarto. Son casi las diez ahora. Scotch estaba en cuclillas en la nieve al lado de ella. "Vi la hora en que llegaste cuando entré aquí. Deberás salir en una hora más o menos, ¿no es así?" Lainey frotó sus ojos, sorprendida de haber estado fuera durante tanto tiempo teniendo en cuenta el clima frío. "Sí, entrenadora", dijo ella, sacando sus piernas sobre el borde del trineo. "Tengo que conseguir más agua". "Yo también." Scotch se puso de pie y tomó la mano de Lainey, ayudándola a levantarse. "Voy contigo." Volcando el trineo con ruedas hacia la nieve, Lainey agarró sus ollas y caminó con Scotch. Se detuvieron más adelante, ante el equipo de Scotch para que pudiera agarrar los mismos enseres. Se encaminaron a través de la nieve en dirección al río. Ahora completamente despierta, Lainey miró a su alrededor al puesto de control. Muchos de los corredores habían decidido tomar un descanso aquí. No todos, sin embargo. Ella especulaba sobre quienes habían salido temprano. ¿Estaban conduciendo a sus perros más duramente que ella? ¿O eran simplemente los predecesores, que habían llegado antes que ella, y que ya se habían ido? "¿Y, cómo te fue?" preguntó Scotch mientras se acercaron a estanque de agua. "Nada mal. Todavía no puedo lograr que Heldig mantenga sus botines. No sé lo que hace, pero vuelan tan pronto como estamos en el camino". Ella sonrió ante la risa de Scotch. "Eso no es nada nuevo. Sólo asegúrate de que mantenga la pomada en sus patas". "Lo haré." Lainey tomó la mano de Scotch y la atrajo hacia sí hasta que ambas se rozaron mientras caminaban. "Te he extrañado". Scotch le apretó la mano. "Yo también te he extrañado." Ella estiró el cuello alrededor, en búsqueda de testigos antes de darle a Lainey un rápido beso. Continuaron y Scotch se acercó al agua, a la espera de Lainey quien hizo lo mismo. Mientras hicieron el viaje de regreso, Lainey preguntó:"¿Cómo te ha ido en el viaje?" "No está mal. Me encontré con un alce mamá a diez millas de aquí, pero ella estaba más preocupada por su seguridad que por desafiar a los perros". Lainey hizo una mueca. "Me alegro de que no tuvieras problemas con ella" "Yo también. No quiero sufrir un incidente como Susan Butcher", dijo Scotch, en referencia a la carrera Iditarod de 1985 donde una corredora tuvo que empezar de cero a principios de la carrera, porque un alce enfurecido había atacado su equipo. Aquella vez, ella había sido considerada una ganadora potencial de la carrera de ese año y, como estaba todo, otra mujer ganó su lugar -

Libby Riddles, la primera mujer en ganar la Iditarod. "Nadie lo quiere." De vuelta en el área de corredores, Scotch se detuvo ante su equipo. "Aquí es donde yo acabo." Sonriendo, Lainey dijo, "Oh, creo que tú tendrás que acabar en otro lugar. En Nome, si las cosas salen según lo planeado." Ella se rió del rubor de Scotch. "¿Te veré al otro lado de Finger Lake?" "Sip. Tres millas más allá. Voy a estar allí." Incapaz de evitarlo, Lainey le dio a Scotch un largo abrazo, sin importarle si alguien más las veía. Scotch le devolvió el abrazo y después se separaron. Renuente, Lainey tomó sus ollas de agua bajando hacia la línea de sus perros. Una vez más dispuso el agua en ebullición. Otra comida para ella y otra para su equipo pronto estaban burbujeando. Sus perros dormían, estaban entrenados para tomar un descanso cuando podían conseguirlo, y ella los miró con cariño. Cuando el guiso de perros estuvo listo, ella distribuyó sus platos, despertando suavemente a cada animal con palabras y caricias. Ella usó la comida de la hielera y transfirió la comida recién hecha después. Otra vez hizo dos viajes, usando el agua tibia de su hielera para los perros. Ella comió su bocadillo de medianoche, pollo con arroz, brócoli y zanahorias mezclados y se utilizó una parte del agua recién hervida para preparar su café instantáneo en su termo. El resto lo puso en su hielera con los paquetes de jugo. Su equipo estaba alimentado y juguetón, las orejas levantadas y los ojos brillantes, una buena señal. Lainey se puso un par de guantes quirúrgicos para cubrir palmas de sus manos y combatir el clima frío. Ella aplicó el ungüento a las patas de los perros, todas y cada una de las sesenta y cuatro, masajeando las yemas y las muñecas, comprobando que no hubiera cortes y abrasiones, en busca de algún dolor en los hombros y las caderas. Ninguna indicación de lesión fue encontrada para cuando terminó con sus peros guías, y ella asintió para sus adentros, satisfecha. Dormir en el frío la había puesto rígida, y ella hizo una mueca cuando se puso en pie de nuevo. Lainey se retiró los guantes quirúrgicos y recogió los platos de perros, empacando todo en su trineo, o en una bolsa de basura. Afortunadamente, Strauss le había dado el abrigo en el banquete de los corredores - Irish había tenido tiempo para adaptarlo con un calentador de manos antes de la carrera comenzara, y Lainey metió una en el bolsillo al lado de sus adoloridas costillas. Recogió el siempre presente popó de perro en su bolsa de basura, empacó el resto de sus pertenencias, y encontró un lugar para volcar la basura. Entonces buscó entre sus bocadillos y rellenó su bolso personal junto al manillar. Una vez que todo estuvo completado, sacó un reloj fuera de su bolsillo y tomó nota de la hora. Sus seis horas estaban casi completas. Era hora de volver al sendero. Lainey hizo otra revisión a su equipo, poniendo botines a todos los perros, incluso a Heldig el Notoriamente descalzo. El husky tradicional le lamió la cara, sonriéndole como si le dijera: '¿Por qué molestarse?´ “Inténtalo, Heldig. Mantenlos una media hora, eso es todo lo que pido". Lainey le dio al perro un abrazo. Se subió al trineo y le dio a su equipo instrucciones con voz tranquila a fin de no perturbar a los otros corredores que dormitaban cerca. A medida que pasaban la posición de Scotch, ella saludó con un gesto de la mano y Scotch le lanzó un beso en su dirección. Luciendo una sonrisa tonta,

Lainey llegó al puesto de control. "¿Eres de fuera, entonces?" "Sip. Soy Lainey Hughes. Vengo de undécima". La verificadora, una mujer mayor con ojos enrojecidos, anotó su nombre y su tiempo. "Está bien. Deberás salir en... exactamente a las 23:00". "¿Cuándo fue la última salida?" preguntó Lainey. La Sra. recorrió las horas anotadas. "Parece que David Creavey salió volando a través del punto de control hace tres horas". "Gracias." Dirigiéndose a sus perros, Lainey llamó en voz baja,"¿Listos? Vamos." Mientras se dirigían fuera del punto de control, la oscuridad descendió. Lainey encendió la lámpara en su gorra. Su equipo corría fácilmente, el descanso les había hecho bien. Estaba inquietantemente silencioso mientras viajaban, sólo se oían el rumor de la nieve y el jadeo de sus perros mientras corrían. Sobre ellos, el cielo estaba oscuro, nubes dispersas tapaban la luz vívida de las estrellas a las que se había acostumbrado aquí entre los arbustos. Un sendero marcado quedó a la vista más adelante, y ella ordenó a los perros moverse a la izquierda para seguirlo. Se internaron en un bosque lleno de abetos, el camino ancho y liso. A pesar de la aparente facilidad, Lainey mantuvo su atención en los árboles que iban pasando, no quería que una rama la golpeara sacándola de su trineo. Los perros estaban llenos de energía y animados. Si ella se cayera, podían muy bien llegar al siguiente punto de control sin ella. No le gustaría tener una caminata de treinta millas a Skwentna. Las colinas eran leves, pero Lainey se tomó su tiempo para recorrerlas. Necesitaba el ejercicio para mantenerse despierta, y eso facilitaba la carga de su equipo si ellos no tenían que arrastrar su peso, así como los implementos que llenaban su trineo. Luego se deslizaron hacia abajo en el río, en una carrera fácil. Parece muy poco tiempo antes de ver las luces por delante. El puesto de control de Skwentna se cernía en la oscuridad, y dirigió a su equipo ante las luces de bienvenida. Entró al fin, corriendo a través del inevitable trineo veterinario de control, y guió a su equipo a donde las entregas de los alimentos estaban almacenadas. No había entregas en Finger Lake. Tendrían para llevar todo lo que necesitaban por las próximas setenta y cinco millas hasta Rainy Pass. Entre el Finger Lake y Rainy Pass estaba el traicionero Happy River Valley por atravesar y ellos tenían que estar preparados por daños al trineo y comida y enseres adicionales para el equipo. Lainey encontró sus tres bolsas, los código de color indicaban su nombre en ellas. Ella los sacó de la zona de almacenamiento y los llevó al trineo antes de instar a su equipo un poco más allá. Tan pronto como los detuvo, ella se bajó a la línea con una bolsa con pescado blanco, dándoles como bocadillos. Una vez que estuvieron ocupados con sus golosinas, regresó a las bolsas y las cortó abriéndolas con su Leatherman (herramienta multi-usos). Ella abrió su bolsa de trineo, y comenzó un rápido inventario, mirando con cuidado por encima de sus notas. Todo había sido enviado y parecía estar en buena forma. Comparando con lo que Scotch había sugerido y lo que ya tenía, Lainey transfirió los equipos y los alimentos a su trineo. Ella tomó nota con satisfacción de que tenía algo de comida extra de perro. Parando ante un banderillero voluntario, Lainey pidió la ubicación de la zona de donación. Ella haría la entrega adicional allí para otros corredores que podrían tener necesidad debido a accidentes, una mala planificación o alimentos no entregados. Si nadie los reclamaba, serían donados a la población

local. Cuando ella quedó satisfecha, regresó al puesto de control y firmó su salida. Veintidós minutos. No tan buenos como el tiempo de Scotch, pero Lainey se sintió complacida por su tiempo de llegada y salida. No está mal para un novato. Su notas le advirtieron de precaución al salir de Skwentna. No pasó mucho tiempo para que Lainey viera el por qué. El área tenía una pesada población de perros de carrera, y docenas de senderos se cruzaban entre ella. Afortunadamente, una vez que llegó al río, los laberintos de senderos disminuyeron y el equipo viajó con facilidad, devorando los kilómetros. Lainey bostezó. "No es bueno", dijo en voz alta. El recorrido del río era largo y aburrido, y parecía no terminar nunca. A unas cuarenta millas del puesto de control el sendero se suponía que se dirigía a las colinas a través de abetos y alisos. Ella tendría que mantenerse despierta, o corría el riesgo de pasarse el camino. Recuperando su termo, bebió directamente de la boquilla en la parte superior, en lugar de intentar servirse una taza. El café instantáneo era fuerte y relativamente caliente, su sabor amargo hizo que sus ojos se ampliaran. "¡Whaoo! ¡Eso debería hacerlo!" exclamó. Sus perros continuaron valientemente, las orejas echadas hacia atrás retorciéndose cuando ella hablaba. Ella tapó el termo y lo alejó, imaginando la sensación de la cafeína correr por su torrente sanguíneo. En lo alto, las nubes espesas. A medida que el equipo se deslizaba sin esfuerzo sobre el río, una nieve suave comenzó a caer. Los copos de nieve golpearon la brillante luz de la lámpara en su cabeza, el frenesí parecía más fuerte de lo que realmente era debido a la velocidad de los perros. La vista la estaba distrayendo, y finalmente Lainey apagó la lámpara para evitar inmutarse de las cosas lanzadas hacia su rostro. Tan pronto como sus ojos se adaptaron, se dio cuenta de lo verdaderamente claro que estaba con toda la blancura que la rodeaba. La nevada regresó a su apariencia normal, su única indicación de su existencia eran las plumillas que golpearon su nariz y mejillas. Mientras que la nieve no se pusiera peor, los temores de Lainey de una tormenta de nieve de Lainey no tenían fundamento. Además, alguien tendría que haberle advertido en el último punto de control si el tiempo se convertiría en algo horrendamente malo. Ella se detuvo y les dio un bocadillo a los perros una vez que llegaron al río, pasando rápidamente sobre sus pies y sustituyendo los botines antes de salir de nuevo. Demasiadas interrupciones durante demasiado tiempo podrían interrumpir su horario de carrera /descanso. Mientras que algunos retrasos eran de esperar, si Lainey los podía mantener más estrechamente en su itinerario previsto, era lo mejor. Mientras ellos corrían, ella terminó su café y un bocadillo con una rebanada de pan de plátano que había puesto en un bolsillo interior para descongelarlo con el calor de su cuerpo. Pensando que había visto un sendero marcado adelante, Lainey volvió a encender la lámpara en su gorra de nuevo. Allí estaba, el sendero que conducía a las colinas bajas. La nieve seguía su lenta caída implacable. Se preguntó cuánto tiempo habría estado cayendo en esta zona. "Sholo, Traza, haw (a la izquierda)". Sus líderes tomaron el camino que se alejaba del río y entraron al camino de árboles. Redujeron la velocidad un poco ya que comenzó la pendiente. Lainey había estado horas de pie en la carrera. Ella comenzó a ver por qué algunos corredores tenían adjuntos taburetes plegables a sus trineos. Ellos, por lo menos, estarían más cómodos a través de la carrera. Decidió bajarse por un poco de ejercicio.

La nieve era puro polvo aquí y Lainey se hundió hasta los tobillos. Más adelante, el camino estaba bien marcado, dando la apariencia de ser sólido. Mientras trotaba detrás de su trineo, se dio cuenta de su error. Tenía que haber estado nevando en esta área desde hace algún tiempo, dejando caer cerca de un pie de nieve en el sendero bien marcado. No era de extrañar que su equipo estuviera desacelerando. Ellos continuaron, corriendo sobre las bajas colinas y aún así se movían constantemente hacia arriba. Mientras lo hacían, la nieve descargada creció más profunda hasta que Sholo y Traza estaban caminaban más que corrían. Lainey maldijo y ordenó un alto, asegurándose de anclar el trineo para que no se deslizara regresando por el camino en que habían llegado. No había ningún lugar para salir fuera de la pista aquí, así que sabía que no podía tomar un largo descanso. No tenía idea de cuando el corredor detrás de ella había dejado el último puesto de control. Por lo que sabía, él o ella estaría justo pisándole los talones. No era el momento de darles bocadillos a los perros, pero ella decidió hacerlo de todos modos. Ellos necesitaban la energía extra y el estímulo para lograr las pocas millas hasta Finger Lake. En su trineo, ella se quitó sus zapatos de nieve y los sacudió antes de subir a la línea del grupo con los bocadillos. Cada perro recibió su atención pródiga y palabras de agradecimiento antes de que finalmente llegara a sus líderes. Sholo parecía un poco intimidado. No era de extrañar. Él nunca había estado en la Iditarod antes y no sabía qué esperar. Su experiencia era con carreras de mediana duración. Lainey le dio un montón de arrumacos, preguntándose si debería cambiarlo de posición. Montana, cuya experiencia era la misma que la de Sholo, parecía con ganas y dispuesta. "Creo que necesitas un descanso, muchacho", le dijo a Sholo. "Has hecho un gran trabajo. Buen perro, buen chico." Ella le dio un trozo extra de pescado, y lo separó de la línea de banda. “¿Qué te parece, eh? ¿Te doy un descanso?" Lainey jaló a Sholo hacia otro lugar. En unos momentos, llevó a Montana al frente. Cuando el cambio terminó, ella dio a Sholo otro roce cariñoso, por lo que él sabía que su desplazamiento no había sido a causa de algo que él había hecho. No estaba segura de si los perros entendían ese tipo de cosas, pero si lo hicieran... Lainey regresó trotando hasta su trineo, pero sin meterse en él. Quitó el gancho de la nieve y ordenó a los perros seguir adelante. La sangre nueva en la parte delantera de la línea aceleró un poco las cosas, pero todavía se movían a un paso. Lainey se movió más allá de los perros, animándolos hasta que llegó al frente de la línea. Allí ella agarró la línea y comenzó a romper el sendero ella misma. Era un arduo trabajo, y ella tuvo que detenerse para retirarse su parka (abrigo) o corría el riesgo de la sudar demasiado. El sudor manchaba la ropa que rápidamente se congelaba en estas temperaturas, y era una constante amenaza de hipotermia. La ropa extra que le habían dado los Fuller, todo un concepto que no concordaba con su experiencia oriental y tropical. Siguieron adelante, parecía que avanzaban. Con el tiempo, pasaron a través de los árboles y Lainey miró un lago congelado. La nieve había dejado de caer, mejor, pero todavía permanecía profunda y suelta. "¡Pasando!", gritó alguien. Sobresaltada, Lainey miró alrededor para ver una cabeza con una lámpara que brillaba a unos cien pies de distancia. Su equipo, cansado de sus esfuerzos, apenas hicieron un alboroto cuando ella los dirigió hacia un lado ahora que el sendero se había ampliado. Cuando hubo espacio, el musher (corredor) pasó junto con sus perros un poco más alerta que los de ella. Ella se preguntó cuánto tiempo había estado él allí beneficiándose de sus luchas, y no podía dejar de sentirse un poco resentida. El musher pasó y se detuvo justo enfrente de su equipo. Bajó de su trineo y caminó hacia

ella. Ella lo reconoció. Él era Drew Owens, un veterano que había completado la carrera Iditarod cuatro veces. "¿Cómo estás?", preguntó él. "No está mal. Cansada." "Sip. El sendero aquí puede ser bastante malo algunos días. Desde que rompiste el sendero para entrar por allí, pensé que yo debería hacer lo mismo por ti a través del lago hasta el próximo puesto de control. Es lo justo." La sorpresa tiñó su agotamiento. "Eso suena muy bien. Gracias". Él sonrió, frotando su helada barba. "De nada". Mientras él hacía sus preparativos para romper el sendero, ella aprovechó la oportunidad para tratar a sus perros. Las patas desnudas de Heldig habían alojado pequeñas bolas de nieve y hielo bajo los dedos de los pies, y ella los apartó cuidadosamente antes de aplicar la pomada y otro conjunto de botines. "¡Ey! ¿Por qué estás bloqueando el sendero?" Lainey se puso de pie para ver al irritado recién llegado llegar a su lado. "Nosotros tenemos que romper el sendero en Finger Lake. Drew va a tomar la delantera". El musher contrariado pareció momentáneamente perplejo antes de sacudir sus hombros. "Oh. Supongo que venía detrás de ti y no me di cuenta de lo mal que estaba". "Está muy mal " Lainey empacó sus cosas, pero volvió a la cabeza de su equipo. Independientemente de que los dos mushers iban a la cabeza, la nieve aún estaba algo floja, y ella planeó caminar el resto del camino hasta el siguiente puesto de control. Delante de ella, Owens comenzó una caminata hacia las luces visibles en la distancia, seguido por el recién llegado. Lainey tiró de sus perros de nuevo dentro del sendero.

CAPÍTULO VEINTIOCHO

Las cosas iban mucho mejor con los dos mushers rompiendo el sendero ante ella. Parecía que la nieve no había caído tan gruesa aquí, un arma de doble filo considerando lo que ella había pasado en las colinas. Cuando los equipos comenzaron a distanciarse de Lainey, se quitó los zapatos de nieve y regresó al trineo para viajar el resto del camino hacia el puesto de control. Más adelante, las luces se hicieron más brillantes. Lainey sonrió al darse cuenta de que estaba viendo una enorme hoguera cerca de la cabaña de Shell Lake. Le habían dicho que lo esperara, pero la realidad era más de lo que ella había creído posible aquí, en el medio de la nada. El ruido que recorría a través del lago congelado sonaba como si la fiesta aún estaba en pleno apogeo. A pesar de disfrutar del silencio y la soledad del desierto, su corazón se animó ante la vista y el sonido de los celebrantes. Era difícil creer que eran las cinco o las seis de la mañana. Debían estar aquí desde la llegada del primer musher. Alguien señaló que se acercaban las luces de las lámparas en el lago y un sonar de alegría se oyó a través de las primeras horas de la mañana. Inspectores y voluntarios salieron de una tienda de campaña, y varios de los simpatizantes se acercaron mientras Owens montaba el terraplén que conducía al puesto de control, seguido por sus compañeros mushers. "Cinco cuarenta y tres de la mañana”, dijo el inspector, marcándolo en su tablero. "Número treinta y cinco. ¿Se queda?" "No. Me voy de paso." "Lo tengo." Él dio un paso atrás y agitó la mano a los voluntarios veterinarios allá adelante mientras Lainey producía los informes médicos de sus perros. Después de un control minucioso fue liberada. "Lainey!" Ella levantó la vista a tiempo para ver el destello de una foto que le era tomada. Parpadeo contra el flash, apenas dándose cuenta que su editor sonreía en tono de disculpa. Strauss trotó hacia ella. "¿Cómo vas?" "Genial. Tuve que romper el sendero a través de las colinas pasando Skwentna, pero por lo demás, lo estamos haciendo bien." Ella miró a su equipo, todos los perros mirando por encima de su hombros hacia ella para ver lo que harían. "Tengo que continuar. Se supone que encontraré a Scotch tres millas adelante. Si me quedo más tiempo, estos chicos van a esperar ser alimentados aquí y podrían armar un motín". Strauss asintió en comprensión. "Ella tiene alrededor de una hora detrás de ti ahora. Tal vez menos - ella tiene un buen equipo, según Don". "¿Dónde está Don?" Lainey preguntó, mirando por encima del hombro a los parranderos. "Dormitando. Le dije que lo iba a despertar cuando Scotch llegase". "Me lo saludas. Tengo que irme." Strauss dio un paso atrás. "Estaremos volando a Nikolai". "Me tomaré un seis en Nikolai”, dijo ella, refiriéndose a un descanso de seis horas. "Nos veremos allí". Lainey firmó su salida oficialmente y salió de Finger Lake. El lado de la pista de aterrizaje

estaba salpicado de pequeños aviones equipados con esquís en lugar de tren de aterrizaje. La fiesta como la atmosfera, combinada con las idas y venidas de los periodistas y los aficionados a las carreras podían ser un perjuicio para el descanso que ella y su equipo necesitaban. El sendero de Finger Lake era sinuoso, por toda la orilla del River Skwentna. Desde que la siguiente etapa podría hacer o romper su equipo, Lainey esperó hasta que estuvieron fuera de la vista y el sonido de los fiesteros, antes de que ella se alejara del camino. Scotch podría llegar pronto, y ellas podrían tomar éste descanso juntas. Ella le dio a sus perros un bocadillo mientras retiraba sus botines, los frotaba con la pomada en sus patas, y hacía el resto de sus tareas. De nuevo encendió los dos fogones, usando la nieve derretida para preparar la próxima comida. Por ahora, ella alimentaba al equipo de su hielera más fresca y usaba la suya como segunda opción. Ya que no había paja aquí, Lainey rebuscó en su bolso de trineo y sacó mantas para sus perros. Para cuando ella recogió sus platos, ellos ya estaban acurrucados en sus mantas y a preparados para dormir. Lainey bostezó, una ola de somnolencia fluyó sobre ella, pero se obligó de nuevo a volver a sus tareas. Para cuando terminó de comer su desayuno - dos rebanadas de pizza, envueltas en papel de aluminio y calentadas en la tapa de su olla de cocina- otra comida de perro estaba en su hielera. Vació dos de sus paquetes de jugo para rehidratar, dejando caer las botellas de Gatorade medio llenas en su hielera. Mientras trabajaba, especuló sobre cómo iba progresando la carrera. Había llegado al treinta y cinco de setenta y seis, y Owens se había ido inmediatamente después de su revisión veterinaria. El otro musher había permanecido en Finger Lake. Eso significaba que en su último período de descanso, por lo menos veinte mushers habían pasado por la estación Yentna mientras ella tomaba un descanso. Scotch había comenzado la carrera una hora y treinta y seis minutos por detrás de ella y ahora estaba a una hora de nuevo, tal vez menos. Lainey examinó su reloj y tomó nota del tiempo. No pasaría mucho antes de que Scotch llegara, a ese ritmo. Ella trató de no sentirse desanimada por caer en la clasificación. La verdad era que realmente no importaba quien estuviera en donde, a menos que estuviera enfrente, e incluso que la membresía cambiaría conforme pasaban los días. Era una cosa rara que el primer musher llegara al punto medio en el punto de control de Cripple para de repente llegar en primer lugar a Nome. Para cuando pasó el tiempo, Lainey alcanzó Cripple, los mushers se instalaron en la parte delantera, media o posterior del paquete por el resto de la carrera. A partir de ahora, los accidentes podían suceder – los engranajes podían romperse irremplazablemente, la tos podría enfermar a los perros, y la Madre Naturaleza podría intervenir para hacer que incluso la más robusta de las almas cayera. Ella se recordó que a pesar de que estuviera retrocediendo, su objetivo no era ganar sino completar la carrera. Mientras Lainey comía, tres mushers más pasaron, asintiendo o saludando al pasar. Veteranos todos, ella se preguntó si habrían descansado en Finger Lake o evitarían las multitudes como ella. Ella había empacado en papel de aluminio su desayuno, bebido otra bebida de frutas y devorado un pedazo de pastel de zanahoria. Luego sacó su saco de dormir del trineo. Tenía cerca de cuatro horas para la siesta antes de tener a los perros listos para seguir. Otra musher pasó antes de que Lainey se metiera en su saco de dormir. Ella sonrió en bienvenida cuando Scotch pasó por delante y se ubicó frente a ella. Renunciando a su siesta, Lainey se acercó a la línea para saludar a su amiga.

"Oye, llegas temprano." Scotch dejó el gancho de nieve y envolvió a Lainey en un abrazo. "Tengo que ponerme al día contigo. Necesitaba un abrazo". Lainey sonrió y le devolvió el apretón. "Siempre es un placer hacerlo." Ella suspiró, con los ojos cerrados. En algún momento durante el próximo par de días, Scotch iría más allá si la suerte de Lainey continuaba. Por ahora, dio la bienvenida a la intimidad de lo que podía conseguir. "Será mejor que les dé un bocadillo a estos muchachos" murmuró Scotch, obviamente sin querer liberarla. Mirando a su equipo expectante, Lainey rió. "Sí, es mejor." Ella se obligó a alejarse para permitir a su amiga comenzar sus tareas. Pasaron discutiendo la siguiente media hora de lo que estaba detrás de ellas. Scotch no tuvo la mala suerte de romper un sendero hacia Finger Lake. Ella había viajado en un grupo de cuatro que aparentemente había seguido a otro corredor al frente. La nieve había dejado de caer, por lo menos, así que no había nueva acumulación apilada para impedir su camino. Don había estado despierto durante su llegada y envió saludos a Lainey junto con un mensaje de que varios periodistas querían entrevistarla en Nikolai. "Se supone que yo tengo que hacer las entrevistas, no ser su objetivo" se quejó. "Ese es el precio que paga por la fama " dijo Scotch alegremente. Ella se agachó ante una bola de nieve lanzada en su dirección. "Ah, ah, ah. Nada de eso. Tenemos que conservar nuestra energía para Rainy Pass". Lainey hizo un saludo militar "Sí, señora". "Será mejor que duermas un poco mientras puedas. Lo necesitarás". "Lo sé." Lainey se puso de pie y dio a Scotch otro abrazo. "Me alegro de que estés aquí conmigo". Scotch sonrió. "Lo mismo digo" *** El pitido en su reloj fue más que irritante en el silencio, y Lainey se vio obligada a despertar para apagar la maldita cosa. En algún momento, la luz del día llegó, y ella se estiró. Músculos y articulaciones crujieron en protesta, y ella rápidamente se puso sus guantes y las botas para retener la calidez de su sueño. Lo más molesto fue su vejiga exigiendo la liberación. Ella cogió un rollo de papel higiénico y penosamente se alejó de la pista de trineos por un poco de privacidad. Dejando al descubierto su trasero el frío la despertó aún más, y ella gruñó en protesta, preguntándose si alguna mujer habría tratado de usar un catéter en la carrera antes. No estaba segura de si su malestar superaría la fuerte mordedura de la escarcha en el culo. Resuelta la llamada de la naturaleza, volvió al trineo, deteniéndose un momento para ver el gorro de lana de Scotch asomando en la parte superior de su saco de dormir. Una cariñosa sonrisa curvó sus labios, su imaginación le suministró la visión de Scotch en pantalones cortos de dormir el último verano, los muslos y el vientre desnudo ante su errante mirada. La idea de llegar a Nome y sucumbir finalmente al toque de Scotch le causó que su pecho doliera y su sangre corriera hacia el sur de su cuerpo. Lainey se sacudió cuando un equipo apareció desde alrededor de una curva en el camino. Ella saludó cuando el musher pasó, su oído atento sólo al tintineo suave de los engranajes y los perros jadeando mientras se deslizaban a lo largo. Ya era hora de hacer cosas juntas. Desde que ella y Scotch habían planeado ir a través del paseo de manera conjunta, tenía otra

hora antes de despertar a sus perros. Lainey retrasaría su tiempo para ponerlos juntos para lo peor de las próximas treinta millas. Ella regresó a su trineo, y comenzó el proceso de empacar el engranaje que no necesitaría para el resto del descanso. Finalmente otro reloj sonó en reclamo y Lainey sonrió escuchó las maldiciones del trineo frente a ella. Era bueno saber que no era la única que comenzara a cansarse desde el segundo día de la carrera. Encendió las parrillas de mucho mejor humor cuando Scotch se alejó a prestar atención a su vejiga. Para cuando su amiga había vuelto, el café ya estaba preparado en el termo de Lainey e inició el proceso de despertar a sus perros. Ellas trabajaron de forma independiente, su silencio puntualizado por la alabanza expresada a sus equipos y los ladridos ocasionales de los perros. Cuando otro equipo las pasó, la mitad de los perros de Lainey alzaron la voz, no sólo sus ladridos habituales provocadores, ansiosos por volver a la pista. El equipo de Scotch se hizo eco del mismo sentimiento. Una vez que estuvieron listas, Scotch se acercó a Lainey. Sus ojos estaban un poco enrojecidos, pero ella parecía tan entusiasta como los perros. "¿Ya estás casi lista?" "Sip" dijo Lainey, cerrando su bolso de trineo. "¿Y tú?" “Como siempre". Lainey movió sus cejas sugestivamente. "Eso he oído de ti." Ella fingió indignación. "¿Quién ha estado hablando?" "Tus perros." Scotch rió. "Bueno, al menos no soy la única". Lainey hizo una mueca y miró hacia la línea de su equipo. "Traidores". Volviendo a los negocios, Scotch comentó, "Bien. ¿Te acuerdas de lo que se dijo en la reunión de los musher´s sobre Rainy Pass?" "Descenso empinado, dos curvas." "Sí. No habrá interrupción hasta llegar al fondo, así que agárrate fuerte. Pon atención a los marcadores en el sendero para que no vayas a perderte en las curvas". Lainey sintió un escalofrío de temor. Si ella podía pasar el día siguiente más o menos bien, el resto de la carrera iba a ser una caminata fácil. Ella asintió en comprensión, preguntándose si sus perros habrían descansado lo suficiente. Si ellos no pudieran correr tan rápido como el trineo, podrían salir heridos. Scotch seguía hablando, y ella se obligó a regresar a la realidad. "Es como el zigzag de vuelta a casa, sólo que con una pendiente más pronunciada. La mitad de tu equipo ya está listo hasta ahora, y los demás están por lo menos disponibles para los giros repentinos. Recuerda que debes pararte en un lado o en el otro para distribuir el peso en las vueltas. Scotch se interrumpió con una sonrisa. “Y no te preocupes. Tienes un gran equipo, y eres una gran musher. Esperaré en la base por ti." Con el espíritu un poco más fortalecido, Lainey cuadró los hombros. "Sólo salte del sendero cuando lo hagas, ¿de acuerdo?" Scotch sonrió y dio un paso adelante para otro abrazo. "Para la suerte". Lainey la abrazó con fuerza, pensando de repente que había cometido un error al entrar en ésta carrera de trineos tirados por perros. "Nome o nada" La confianza que Scotch sentía por ella se filtró a través de su inquietud. Tenían una cita en Nome, y Lainey pretendía llegar por sus propios medios y no en un avión. "Nome o nada."

CAPÍTULO VEINTINUEVE

El sendero se diversificaba en curvas por ambos lados mientras subía. A pesar de las fuertes nevadas reportadas en la zona y los varios mushers que iban delante de ellos, el camino era irregular debido a las raíces del árbol y los atascos que amenazaban con alterar el movimiento de los trineos. Abarrotado de madera y cepillo, Lainey se agachó varias veces para mantenerse lejos de las barredoras de nieve. Cintas amarillas anunciando precaución revoloteaban en todas partes, señal de peligros que fueron marcados en los senderos por el Comité de la Iditarod. A pesar de tratar de labrarse un camino digno en todo este desastre, el trineo de Lainey resistió y traqueteaba al avanzar, las vibraciones en sus palmas de las manos le provocaban un hormigueo desagradable. Su equipo iba bien descansado, mantuvieron buena velocidad mientras seguían el trineo de Scotch hacia arriba, más y más. Atravesaron los árboles, avanzando y elevándose por el sendero de cinco mil crestas. La escena era espectacular, y Lainey contempló con profunda admiración la naturaleza antes de que el bosque bloqueara su visión. Se obligó a poner atención de nuevo a la pista. No había tiempo para curiosear, no si quería llegar a través de este tramo del viaje en una sola pieza. Más adelante, Scotch detuvo sus perros, levantando la mano para señalar a Lainey que hiciera lo mismo. Tragando saliva, Lainey ordenó a su equipo que se detuviera. Sus ojos se abrieron con asombro cuando un extraño apareció de entre los árboles para hablar con Scotch. ¿Quién diablos era ése? Estaban a diez millas de Finger Lake, y la chaqueta del hombre se miraba demasiado nueva y limpia para ser de un musher. Scotch cruzó unas palabras con él y le estrechó la mano. Él se inclinó un par de veces mientras hablaban. Ella sujetó sus cuerdas de la línea y caminó de vuelta por el sendero, el hombre regresó a los árboles. "¿Quién era ése?" Preguntó Lainey. "Un periodista japonés. Dijo que su nombre era Tatsuya algo", respondió Scotch. "Él tiene algunos de sus colegas en el otro lado del cañón grabando a los mushers a medida que avanzan por ese lado". "Genial", dijo Lainey, con tono sarcástico. "Así que cuando ruede por el cañón, todos en Japón tendrá una carcajada como la de los 'Videos más divertidos de América´. Scotch sonrió. “Tú no vas a rodar. Dijo que se han presentado un par de sustos, pero los bordes de los acantilados están bien marcados. ¿Estás lista?" No le gustaba la idea de los bordes del acantilado, sin embargo, Lainey asintió. "Sí. Vamos a terminar con esto antes de que me desmaye de terror". "Vas a estar bien." Scotch le apretó un hombro, su mirada intensa fija en Lainey. "Vamos a bajar hasta el cañón y terminaremos en menos de tres minutos. No tendrá tiempo para estar asustada antes de que todo haya acabado". Lainey dejó escapar un suspiro. "Vamos a hacerlo". Scotch la miró un momento más, midiendo las emociones de Lainey. Lainey levantó su barbilla y le dirigió una mirada tranquila a su vez. Scotch sonrió y le soltó el hombro, regresando con su equipo.

Cuando Scotch le dio la espalda, Lainey trató de no hiperventilar. Se mordisqueó su labio inferior, mirando con nerviosismo a los perros. Parecían ajenos a su angustia, con las colas en constante movimiento, mientras esperaban sus órdenes. Lainey se movió hacia abajo y se dispuso a tirar de su gancho de nieve, sabiendo que tenía que guardarlo de forma segura. Si el sendero hacia abajo era tan áspero como el camino hacia arriba, ella no necesitaría ese fuerte instrumento puntiagudo rebotando. Más adelante, Scotch liberó su línea de aire y el gancho. Lainey oyó claramente su voz cuando ella ordenó a los perros seguir adelante. Ellos viajaron a no más de diez metros antes de desaparecer en la cresta. Con manos temblorosas, Lainey apartó su mirada, queriendo darle a Scotch un minuto antes de continuar. Cuando escuchó un clic más allá del punto de no retorno, ella se obligó a liberar el gancho de nieve. "Listo. ¡Vamos!" ordenó con más valor de lo que creía posible. Sholo y Traza, que estaba de vuelta en el liderato después de su período de descanso, se lanzaron hacia delante. Cuando llegaron al lugar donde Scotch había desaparecido, los perros se abalanzaron hacia abajo en el sendero. El estómago de Lainey se apretó con el cambio repentino de altitud y ella sostuvo sus manillares aferrándose fuertemente. Su equipo corrió a toda velocidad, Jonás y Samson parecían más como osos lanudos que intentaban eludir el trineo al ser tirado por los perros de rueda. Los pies de Lainey dejaron los rieles, al principio rozando el tapete entre ellos. Cuando eso no disminuyó el trineo lo suficiente, pisoteó la barra del freno, los surcos de la excavación del metal fijándose en el sendero. El trineo ya no amenazaba con llevarse a su equipo, pero aún así se precipitó hacia abajo del sendero. Las cintas amarillas de precaución aquí parecían más como una telaraña que cualquier otra cosa, aunque ella apenas lo registró mientras volaba a lo largo. Delante de ella se veía como si el camino simplemente se detuviera, una improvisada valla de troncos y una cinta en lo que parecía ser un callejón sin salida. La mente de Lainey se nubló, sus os ojos muy abiertos, mientras los perros viraban bruscamente hacia la barrera. "Haw!" gritó, y sus líderes tomaron el primer zigzag. Pisar el freno parecía ayudar. Al menos su primer perro de rueda no parecía estar en peligro inminente de estrellarse. Esto no lo detuvo lo suficiente, sin embargo, y ella enfocó sus ojos casi cerrados mientras se acercaba a la improvisada barrera a una velocidad vertiginosa. En el momento apropiado, saltó a su corredor izquierdo, tirando con todas sus fuerzas para compensar el efecto latigazo. Después, ya estaba en la siguiente sección del sendero. Ella sintió un fugaz momento de alivio antes de saltar hacia atrás sobre la barra del freno. Cincuenta metros más adelante, otro callejón sin salida apareció. Éste parecía un poco menos peligroso, si la cantidad más escasa de cinta de precaución fuera una indicación, pero Lainey sabía por sus notas que el acantilado en el otro lado estaba a una caída de cincuenta pies. Sus líderes llegaron a la vuelta. "¡Adelante!" Tomaron la curva con suave precisión, y ella sintió un murmullo de satisfacción por su elegancia, antes de prepararse para su parte del viaje. Ella saltó a su lado derecho y tiró. El trineo se ladeó a su izquierda, a pesar de su equilibrio, y ella sintió un momento de puro terror cuando el trineo se alzó fuera de la pista. Ella se fue con la vuelta y el trineo fue aporreado nuevo contra la tierra. Con el corazón en su garganta, ella maldijo hasta por los codos en los próximos cincuenta metros. La siguiente curva se acercaba y ella ordenó la vuelta, un poco más fácil hasta que llegó a una superficie más nivelada.

"¡Whoa!" - gritó, al ver Scotch por delante, esperándola. Tan pronto como sus perros se detuvieron, Lainey agradecida aplicó el gancho de nieve. Dio dos pasos lejos de su trineo, con las rodillas temblando en una combinación de esfuerzo y adrenalina, y se dejó caer en un banco de nieve. Scotch sonrió y gritó. Trotó hasta llegar a Lainey y la tomó de las manos, obligándola a pararse. "¡Lo hiciste! ¡Te lo dije!" El miedo de Lainey se desvaneció, reemplazado por una ola de orgullo y alegría cuando Scotch la abrazó. "Casi me pierdo en la segunda vuelta", admitió. Miró hacia atrás del lado del cañón, impresionada por la altura que acababa de atravesar a una vertiginosa velocidad. "Mi riel abandonó el sendero por completo. Estaba segura de que iba a volcar". Acunándola de los hombros, Scotch la soltó. "¿No equilibraste la carga cuando avanzaste, lo hiciste?" No importaba lo mucho que lo intentara, Lainey no podía sentir disgusto por su error. ¡Ella había tomado el descenso en Happy River y había sobrevivido! Su sonrisa era descarada cuando respondió, "No. ¡Pero es una lección aprendida!" "Sí, lo apuesto." Scotch dio un paso atrás. "Demos la merienda a los perros y salgamos de aquí. Algún musher podría estar justo detrás de nosotras, y no hay espacio para salir del sendero hasta que lleguemos Puntilla Lake". "Sí, entrenadora."

*** Los perros todavía estaban descansando de su receso. Mientras Lainey los alimentó con carne de hígado, ellos retozaban en la nieve, recogiendo su emoción mientras ella los llenaba de elogios. Hizo una pausa sólo el tiempo suficiente para coger su cámara y tomar unas cuantas fotos de la ladera del cañón. Después estuvieron listas para salir. Ellas anduvieron a la par, siguiendo el Río Yentna. El río no se había congelado aquí, y Lainey podía ver el agua estancada en el hielo, así como agua corriendo a través de las lagunas ocasionales. Se preguntó si alguien habría caído, pero no vio ninguna pista de trineo cerca de los estanques. Supuso que habría sucedido en otras ocasiones, aunque no recientemente. Lainey se estremeció con simpatía para cualquier persona que hubiera sufrido tal destino. El sendero comenzó a subir de nuevo, la colina a la derecha era empinada hasta que atravesaron una cresta angosta. Adelante va Scotch aparentemente apoyada sobre su lado derecho mientras dan la vuelta en una esquina, y ella sigue su ejemplo. El camino se inclina a la izquierda de Lainey, por encima de las aguas abiertas en el río, y ella compensa el ángulo. A pesar de ello, sintió un leve temblor de movimiento en la lateral y ordenó frenéticamente a su equipo: "¡Vamos! ¡Vamos!" Su equipo hizo un arranque de velocidad, corriendo a través de lo que Lainey ahora se daba cuenta era una cresta de hielo de veinte pies. Antes de que su trineo pudiera deslizarse fuera del sendero, los perros habían pasado el peligro. Por segunda vez en una hora, ella agarró el manillar en un esfuerzo por permanecer en pie. ¡Dios mío!, ¿cómo sería el Farewell Burn? Lainey se irguió de nuevo aferrándose, viendo que el sendero se inclinaba bruscamente. En reacción a la extrema subida, su equipo desaceleró, y ella obligó a sus piernas temblorosas a salir

del trineo. El ejercicio le ayudó a quemar el exceso de adrenalina, y pronto sus piernas se afianzaron mientras empujaba el trineo hasta Happy Hill. Fue un gran alivio cuando llegaron a la cima y entraron en una senda nivelada. Ella dejó escapar un suspiro cuando el camino se rompió en un prado por un momento. Parecía que hubiera estado corriendo por siempre, pero el sendero entre los puestos de control sólo estaba a treinta millas de distancia. Antes de que Lainey pudiera volverse demasiado satisfecha, sin embargo, observó a Scotch desaparecer en otro fuerte descenso. Más muestras de precaución se juntaron en su mirada mientras ella se desplazaba hacia abajo. El sendero se retorcía más adelante, pero no había montañas próximas. Ella sostuvo fácilmente el trineo hacia la parte posterior en la pronunciada pendiente, sus perros corriendo dócilmente y haciendo caso a sus órdenes en cada paso. En la parte baja del descenso, ella se unió a Puntilla Lake. La amplia extensión de terreno llano puso eufórica a Lainey. Lo peor de este tramo ya había pasado. Sería una travesía tranquila a Rainy Pass Lodge desde aquí. Para celebrarlo, Scotch había sacado fuera del bien marcado sendero para darle merienda a sus perros. Cuando Lainey se detuvo, Scotch caminó hacia ella, con una amplia sonrisa en su rostro. "Quítate la gorra”, dijo ella. "¿Qué?" Lainey se quitó la gorra de musher. "¿Por qué?" "Esto es de mamá." Scotch levantó un sombrero de tejido de punto color verde brillante. En ella estaba una enorme cara sonriente amarilla que llevaba la gorra de su propio musher, con las solapas colgando a cada lado. Las palabras escritas en un lado, proclamaban orgullosamente 'Sobreviví al Happy River´. Scotch tiró de él hacia la cabeza de Lainey hasta que le tapó los oídos. Lainey se rió, arrastrándolo fuera de su cabeza para tener una mejor visión. "¡Esto es invaluable! ¿De dónde sacó eso?" Scotch se encogió de hombros. "No lo sé. Pero ella quería que yo lo trajera, así podría dártelo después de lo que hiciste". Ella se puso el sombrero de nuevo, y guardó la gorra de musher en su bolso personal. "Gracias." Esta vez, ellas también comieron bocadillos al igual que le dieron a los perros, llenos de una mezcla de frutos secos, galletas saladas y pan de calabaza con mantequilla. Lainey terminó lo última de su café tibio y bebió un descongelado Gatorade. Ella hizo una mueca mientras miraba a Scotch comerse una media barra de mantequilla directa del paquete. "¡Qué asco!" Scotch envolvió la segunda mitad en su papel. "Eso dices. Al menos yo no tendré congelando el trasero como tú". Lainey hizo una mueca en respuesta. Oyó ruidos y miró de nuevo al sendero detrás de ellas. "Suena como si alguien más estuviera por llegar". De pie, Scotch entrecerró los ojos mirando por encima de la ladera buscando el rastro." Viene muy rápido. Me pregunto si es un novato". En respuesta, un equipo de perros entró por el sendero. Le tomó unos cuantos momentos a Lainey darse cuenta de que el trineo no traía a su corredor. Se puso de pie, con la boca abierta, sin saber lo que debía hacer porque el equipo se dirigía justo hacia su posición. "¡Whoa!” Scotch llamó, saliendo al sendero. "Whoa! Lainey! Ve si puedes conseguir subirte al trineo cuando pase".

Lainey dejó caer los restos de sus bocadillos en su bolso de trineo, la adrenalina una vez más bombeando a través de su sistema. El equipo que se acercaba obedeció el mandato de Scotch y ralentizó su avance mientras se acercaban, pero sin detenerse. Divertidos y emocionados, trotaron hacia Scotch, haciendo que el trineo fuera un objetivo fácil para que Lainey lo abordara. Ella les ordenó detenerse, aplicando con firmeza el freno de seguridad, obstaculizando su progreso. En el momento en que Scotch se apoderó de los collares de los perros líderes, ellos hicieron un alto total y se tranquilizaron. "¿Y ahora qué?" Scotch miró a su alrededor buscando un espacio. "Vamos a llevarlos allí”, dijo, indicando un grupo de árboles robustos. "Podemos atarlos allí hasta que su corredor aparezca". Lainey miró hacia atrás hasta el peligroso sendero. "¿Y si está herido?" Vio la misma preocupación en los ojos de Scotch. "No sabemos donde perdió al equipo. Si se trata de un lugar tan lejano como el primer descenso, nos podría llevar horas en llegar en trineo. Lo más probable es que alguien ya lo haya encontrado procedente de la otra dirección". Ella llevó a los perros hacia los árboles. "Y si él está más cerca, lo mejor sería que llegáramos al siguiente puesto de control y avisemos a alguien. Pueden llegar a él más rápido con una máquina para la nieve". Asintiendo, Lainey ayudó a acomodar el trineo en posición y ató la línea de aire a un árbol. Ella zanjó el gancho de nieve con tanta firmeza como le fue posible. "¿Esto no es considerado como asistencia externa? ¿No nos meterán en problemas o nos descalificarán?" Scotch abrió la bolsa del trineo y encontró el paquete promocional de la Iditarod. "No, esta es una acción permitida. Si él está lo suficientemente cerca para caminar, muy bien. O él puede pedirle ayuda para subirse con otro equipo; una cosa es ayudar a alguien para seguir adelante cuando esta herido. Otra cosa es dejar a alguien aquí en la selva para morir". Ella encontró el número del corredor en el trineo, para poder notificar al Comité de quién era y poder manejar las cosas. Ella y Lainey regresaron a sus trineos, sus perros deseosos de ponerse en marcha de nuevo. "¿Esto te ha pasado alguna vez?" El rostro de Scotch enrojeció, pero sonrió. "Si. Una vez. Mi primera carrera Yukon Quest. La barredora lo hizo mientras yo dormitaba en el trineo. Me tiró al piso". Ella sonrió entre dientes. "Caminé durante una hora o más antes de encontrar a mi equipo atado fuera de la pista, esperando por mí." Lainey sonrió. "Sólo devolviendo el favor, ¿eh?" "Así es." En sus lugares de aparcamiento, se separaron y fueron a sus respectivos trineos. A medida que animaban a sus equipos continuar la marcha, Lainey echó una mirada hacia atrás, donde los perros se acurrucaban para tomar una siesta mientras esperaban a su dueño perdido.

CAPÍTULO TREINTA

La Iditarod utilizaba una de las pequeñas cabañas que bordean Rainy Pass Lodge como un punto de control y Lainey acompañó a Scotch hasta que llegaron a la pequeña multitud de voluntarios reunidos allí. Había sido más bien fortuito que el equipo de Scotch liderara el camino, cuando la joven Chibee se dio cuenta de que una manada de caballos estaba cerca de la cabaña, había emitido un aullido e intentado romper filas para darle caza. El resto del equipo de Lainey optó por seguir el olor familiar de los perros de Scotch, y Chibee se vio obligado a abandonar su persecución. "Cinco cincuenta y seis de la tarde. Bienvenida a Rainy Pass", dijo el verificador. Él marcó su tiempo y sonrió mientras miraba hacia su cabeza. "Lindo sombrero", dijo, señalándolo con el lápiz. "¡Gracias!” Lainey sonrió. Tiró de su sombrero. "Creo que merezco una docena más de ellos". "Te oí", acordó el verificador. "Tal vez puedas obtener un centenar para el Farewell Burn". "¡Hombre, no me lo recuerde!" Lainey miró hacia el portapapeles, observando con satisfacción que no había caído más allá de la mitad de los primeros treinta lugares. "Scotch y yo encontramos un equipo sin corredor justo en el borde de Puntilla Lake. Nosotras los atamos". "Está bien." Él escribió algo en su papeleo. "Vamos a enviar a alguien allí para comprobar la situación. " Él hizo un gesto indicando a los veterinarios que estaban cerca. Rápidamente se acomodó en la rutina de las tareas del puesto de control, asistiendo a los veteranos con sus perros, recogiendo los alimentos, y vigilando a su equipo con ojo crítico. Todos los animales parecían de buen humor, aunque las patas de Heldig parecían estar un poco peor por el desgaste. Lainey utilizó un bálsamo diferente para las almohadillas de las patas de Heldig, diciéndole que sin lugar a dudas ella iba a engraparle los botines si las cosas continuaban de esta manera. El perro estaba menos impresionado, besó la nariz de Lainey con descaro. Mientras Lainey continuó sus tareas del campamento, un puñado de reporteros la rodeaba, acompañado por Ben Strauss. Su amigo permaneció de pie tras ellos, lo que permitía a los demás hacer preguntas sobre el sendero recorrido a través de Happy River Valley. Varios tomaron fotografías de su nueva gorra. Cuando ella mencionó a su entrenadora, Scotch, que tuvo mucho que ver con el éxito de su llegada, ellos se alejaron para conseguir una entrevista con ella también. Aliviado por la pérdida de atención, Lainey terminó de cocinar la comida para perros y la puso en la hielera. "Eso sonaba muy emocionante." Ella sonrió a Strauss. "Y que lo digas. Creo se obtendría un retroceso por hacer esto. Deberías considerar un permiso de ausencia algún día y darte una oportunidad. Tú siempre estás en la supervivencia de cosas peligrosas". "Tal vez lo haga." Hizo un gesto hacia la cabaña. "Vamos. Voy a comprarte la cena. El estofado de alce es bueno". Sin querer entrar en el lado equivocado de la regla de "no asistencia", Lainey dijo, "Mejor aún, yo voy a comprarlo”.

Strauss se encogió en acuerdo. Se sentía un poco extraño dejar a su equipo. Ella miró por encima de los perros dormidos, ajenos a su partida. "Van a estar bien", dijo Strauss, leyendo su mente. "Muchos de los mushers toman un bocado aquí y no comen lo que van cargando. Te hará bien ver a la gente". Ella se echó a reír. "¡Muy bien! Estoy convencida." Salieron de la zona de aparcamiento de trineos y se dirigieron a la cabaña. Incluso con la posibilidad potencial de una comida cocinada fresca ante ella, Lainey ahogó un bostezo. Era el final del segundo día y había tenido cerca de seis horas de sueño, en total. Ella probablemente estaba haciéndolo mejor que la mayoría de los novatos estaban haciendo, teniendo la experiencia de Scotch a su disposición. Lainey no se podía imaginar haciendo esto sin la amplia formación que había tenido para pasar por esto desde junio. La cabaña parecía a lo que era una cabaña normal. Las paredes de gruesos troncos, ásperas barandillas talladas en el gran porche cubierto, y el requisito del viejo perro dormitando junto a la puerta, encontraron la mirada de Lainey. Ella se sorprendió al ver al corredor Drew Owens sentado en un banco, las manos en los bolsillos del abrigo, los pies estirados y cruzados a la altura de los tobillos. Parecía estar dormido, y se preguntó por qué estaría tomando una siesta aquí en lugar de estar en el interior. Strauss abrió la puerta para ella y Lainey entró en un concurrido establecimiento. Un gran comedor estaba a un lado y parecía tener un bastante número de periodistas, voluntarios y mushers disfrutando de la compañía unos de otros. Su llegada provocó una ola de bienvenida y una ronda de brindis, y Lainey saludó a los comensales mientras Strauss la llevaba a una mesa. El calor aquí caía a plomo sobre Lainey, ambientada como estaba a las gélidas temperaturas exteriores. Estuvo a punto de sentir el sudor apareciendo en su frente y se apresuró a quitarse la ropa externa. La piel de su cara escocía y sus fosas nasales comenzaron a obstruirse cuando el tejido se hinchó. Para cuando llegó a la mesa de Strauss, se sentía como si su cabeza estuviera llena de algodón. No era de extrañar por qué Owens estaba durmiendo afuera. Si ella no se hubiera ofrecido a comprar la cena, se habría dado la vuelta y regresado con sus perros. "Ugh” dijo ella, y se sentó. Otros mushers que desafiaron el interior estaban medio vestidos, y ella siguió su ejemplo, eliminando botas y forros, hasta que sólo los calcetines cubrían sus pies. La próxima vez traería sus forros de repuesto y calcetines frescos. "¿Qué le sirvo?" preguntó un hombre. "El estofado de alce está caliente y listo o podemos hacerle un sándwich a la parrilla, pero eso tomaría unos minutos más." Lainey sonrió a pesar de su incomodidad. "¿Ha servido a muchos corredores de la Iditarod, no es así?" "Oh, sí. Estamos contentos de mantener nuestras puertas abiertas todos los años para la carrera". "El guiso estará bien. Y unos tres litros de café". El camarero atendió el pedido de Strauss y se alejó de la mesa. "¿Estás bien?" Preguntó Strauss. Lainey se frotó la cara. "Un poco mareada por el calor. Se siente como si tuviera una infección nasal". "Interesante. Supongo que tiene sentido. Literalmente, has estado a la intemperie desde hace más de cuarenta y ocho horas". "Sí." Lainey trató de respirar a través de la nariz congestionada y fracasó. "Ugh."

La comida fue entregada y ella se ocupó de la comida caliente. A pesar de la incomodad física por el calor, el guiso le provocó un hambre masiva y comía como si estuviera hambrienta. "Así que. ¿Tú y Scotch?" Lainey suspiró. Howry le había advertido lo que se venía, y aquí estaba. "Sí, eso parece." Él frunció el ceño. "¿No estás segura?" "Bueno, no es como si estuviéramos siguiendo a través de las cosas. Hemos estado concentrándonos en conseguir a través de esta carrera antes de explorar otras...opciones". "Pensé que me habías dicho que era hetero." Lainey dejó de comer y cerró los ojos. "Sí. Lo hice." Miró a Strauss. "En ese momento, era sólo una ilusión de mi parte. Realmente dudaba que fuera gay. No tenía idea de que sería susceptible de un- " Ella hizo una pausa, buscando la palabra adecuada. ¿Aventura? ¿Flirteo? ¿Rollo? "Una relación", terminó. Sus cejas se alzaron ante la frase. "¿Una relación?", repitió él. Ella estaba segura de que estaba sonrojada, aunque cómo podía ver él a través de su piel enrojecida, ella no lo sabía. "Sí. No creo que esto vaya a ser sólo una aventura". "Wow." Él se echó hacia atrás en su silla y la miró. "¿Qué?" –preguntó ella, ligeramente irritada. Strauss sonrió. "Yo nunca pensé que iba a ver el día en que estarías fuera del mercado". Lainey gruñó en un simulacro de agravio, aunque sus entrañas se estremecieron con inquietud. "Yo no sé nada de eso. Ya veremos cómo nos va después de la carrera". Ella había admitido ante sí misma que amaba a Scotch, pero no tenía ni idea si Scotch sentía lo mismo. Todavía estaba la posibilidad que ella esperaba, de ser más que una sola noche de enamoramiento, que Scotch tuviera algún deseo de ser algo más. Era algo en lo que Lainey no quería obsesionarse. Él pareció entender el peligroso rastro emocional que ella sintiendo, y sabiamente se abstuvo de hacer más comentarios. "Don parecía estar preocupado de que yo te despediría por el tema". "Bueno, yo te llevé a esto con mis verdaderas razones para lanzar la historia ", dijo Lainey, señalándolo con su cuchara. "Es cierto, pero la idea era sólida o yo no la habría comprado. El hecho de que te hayas sumergido en el reto después de que mis jefes hicieron sus cambios, sólo endulza la olla. Podrías haber dicho que no al trabajo". Lainey no quería desengañarlo de que ella podría haber puesto un freno a toda la operación. No tenía ni idea de cómo había podido disfrutar de todo lo que se refería a Scotch Fuller. "Supongo, “dijo con un encogimiento de hombros. Otra ronda de saludos le advirtió de los recién llegados. Howry se deslizó en la silla al lado de Strauss, y Scotch puso su abrigo en el respaldo de la silla al lado de Lainey antes de sentarse. "Estofado de alce en Rainy Pass Lodge”, dijo ella, felizmente metiendo una servilleta en su garganta. "Mejor que las rodajas de pan" "Estoy de acuerdo", dijo Lainey, volviendo a su comida. "Aquí tienes, Scotch." El camarero puso un plato de guiso y un plato de pan con mantequilla ante Scotch. "¿Quieres chocolate caliente?" "¡Por supuesto!" "¿Vienes aquí a menudo?" preguntó Howry después de que el hombre entregó la bebida a Scotch.

"Una o dos veces", dijo en una improvisada manera, sonriendo cuando él se rió. Strauss miró a Scotch. "Has ganado algunos lugares desde el inicio de la carrera. ¿Crees que vas a ganar?" Ella se echó a reír con la boca llena de estofado, tragando antes de responderle. "Tenemos un largo camino por recorrer antes de pensar en eso. La clave está en tirar hacia delante de forma gradual, no hacer una carrera en el primer par de días. Agotar los perros ahora y ellos no tendrán nada que ofrecer por el camino". "Sin embargo, se te considera uno de los favoritos este año", dijo Howry. "Eso no significa que lo voy a hacer.” "¿Es la modestia hablando?" Preguntó Strauss. Scotch negó con la cabeza. "No, en realidad. Puedo tener el mejor equipo, los mejores tiempos, y el mejor clima, pero cualquier cosa puede suceder allá afuera. Demonios, si yo rompo el trineo en Farewell Burn y no puedo encontrar una solución o algo alternativo en otro lado, la habré perdido. Si el clima toma un giro para empeorar y las ventiscas hacen visibilidad cero, fácilmente podría perder salirme de la pista. Muchas cosas pueden suceder sobre las que no tengo el control". "¿Por qué lo haces, si no es para ganar?" Lainey, curiosa por saber la respuesta a esa pregunta, le dio a Strauss una mirada llena de intención. ¿Estaba poniendo él a Scotch a través de sus pasos por el bien de Lainey? Tratando de entender a Scotch para medir su carácter e integridad, para asegurarse de que era suficientemente buena para Lainey? Por su parte, Strauss la ignoró, aunque sin duda sabía lo que ella estaba pensando. Lainey se quedó perpleja combinado con un sentido de placer ante su intento paterno y molesta con su comportamiento. ¿Quién se creía que era, su padre? No tenía ningún derecho a juzgar su elección de pareja. La conversación continuó sin ella, y Lainey se apresuró a poner atención. "¿Por qué escalar el monte Everest? ¿Para qué ir a un safari a cazar leones o rinocerontes? ¿Por qué levantarse cada mañana?" dijo Scotch, olvidando su comida. "Es un reto. Aquí afuera mi supervivencia depende de mí y de mis acciones. Es difícil a veces, sí, pero satisfactorio en niveles que no puedes ni siquiera imaginar". Strauss la miró durante un largo momento. "Así que, ¿ganar no importa?" El comportamiento serio de Scotch se desvaneció. "No he dicho eso", dijo, guiñándole un ojo a él. Lainey se unió a los demás en las risas. Scotch irradiaba una confianza alrededor de la mesa, y Lainey lo sintió en el aire. Esta era la clave, esta era la base de la confianza en sí misma que rodeaba a Scotch. Ese conocimiento no disminuía su deseo ni una pizca, tampoco. Howry levantó su cerveza. "Por la supervivencia." "Y por ganar", añadió Strauss, levantando un vaso de té helado. Scotch y Lainey dijeron al unísono “Por ganar". El calor interior la arrulló, y Lainey bostezó enormemente. "Lo siento." "No. Tienes toda la razón para estar cansada", dijo Strauss, poniendo el vaso en la mesa. "Y todavía queda un largo camino por recorrer." "Si voy a poder dormir, ahora es el momento para hacerlo." Lainey metió sus pies en los revestimientos húmedos de las botas esquimales. Sin duda tendría que cambiarlos antes de tomar una siesta. "¿Quieres compañía?" Preguntó Strauss.

Lainey le sonrió, haciéndole saber que ella había entendido su estratagema anterior y no le tenía mala voluntad. "Nada. Sólo tendrás que dar la vuelta y regresar aquí." Él asintió con la cabeza. "Vamos a quedarnos aquí otra noche y volaremos a McGrath al día siguiente". "Nos vemos allí." Lainey recogió su ropa exterior y se dirigió hacia la salida de la cabaña. Su salida fue recibida con un coro de la gente que descansaba en su interior, deseándole suerte. Saludó con la mano y cerró la puerta para protegerse del frío, sintiéndose inmensamente mejor ahora que ella no estaba bajo la presión del calor. Drew Owens aún dormitaba en el banquillo. Lainey externó una sonrisa ante él y caminó entre la nieve.

CAPÍTULO TREINTA Y UNO

Lainey se arrastró fuera de su saco de dormir, con la renuencia en cada hueso. Mientras que el calor y la comida de la cabaña le habían provocado sueño, una vez de vuelta en su trineo tenía dificultades para conciliar el sueño. Un par de equipos se mantenía juguetón después de su incursión a través del Happy Valley, y su ladrido constante siempre que un musher llegaba o se alejaba hacían que ella despertara entre su duermevela. Dormir en el desierto, sin duda tenía sus beneficios y ahora lamentaba no haberse ido de paso través del puesto de control. Se puso los calcetines frescos y las cubiertas de botas, tiritando en el frío de la noche mientras se ponía sus botas esquimales. En su camino al retrete, ella se entretuvo con pensamientos de edredones, colchas gruesas y cálidas chimeneas. Para cuando regresó, el ejercicio la había calentado y la despertó lo suficiente para ponerse de inmediato a trabajar. Todavía tenía el estofado de alce, así que no se cocinaría una comida. En lugar de ello, mientras se calentaba la comida para perros, ella duplicó sus bocadillos. El pan de plátano adicional, la mezcla de frutos secos, la carne seca y concentrada la mantendrían hasta llegar al otro lado de Dalzell Gorge. Las próximas cincuenta millas no iban a ser fáciles. Algunos dijeron que el camino a Rohn era tan malo como Happy Valley - el camino áspero sencillamente haría el camino más largo. Lainey silenciosamente pasó hasta su equipo con su cena ligera, despertado a cada uno de ellos a la vez con palabras suaves y mimos. Se alegró de verlos a todos comer bien, un signo de que continuaban con buena salud. La temida tos de las perreras no se había comentado entre los mushers, tal vez esta sería una carrera libre de esta enfermedad. Después de otro abrevadero, comenzó el proceso de calentar todo en la parrilla, bebiendo su recién elaborado café instantáneo de sus termos. Otra voz se escuchó cerca, y ella miró por encima para ver a Scotch ocupada en sus tareas. Ella observó como la mujer trabajaba con su equipo, al ver el amor y la devoción que los perros le profesaban, Scotch reflejaba el mismo amor a los animales. Scotch se había equivocado en la cabaña. No eran sólo sus habilidades en las que ella se basaba para sobrevivir. Los perros tenían mucho que ver en todo esto, también. Scotch podría ser Alfa de la manada, pero todo seguía siendo un esfuerzo de equipo. Lainey rápidamente agarró su cámara y tomó un par de fotos, capturando a Scotch en el acto de brindarle atención a uno de sus perros. El flash atrajo la mirada de Scotch. Lainey movió su cámara haciendo un gesto de disculpa y sonrió por la intrusión. Scotch simplemente le sonrió y volvió a sus tareas. La segunda ronda de estofado de perro estaba terminada, y Lainey lo acomodó en la hielera. Se quitó sus guantes pesados y se puso dos capas de guantes de goma sobre la seda de los forros, calentando sus manos al frotar las palmas, y empezó a recorrer la línea de sus perros con ungüento y botines. "¿Estás listo para seguir?" Preguntó Scotch. "Sip, casi. ¿Y tú?" "Sip " Scotch miró por encima de Lainey al animado equipo de perros." Estás haciendo un gran trabajo con ellos."

La piel de Lainey enrojeció y sintió que una sonrisa tonta aparecía en su cara. "Gracias." Scotch echó una mirada al aparcamiento del área, escudriñando la oscuridad circundante. Las luces de la cabaña y del puesto de control eran visibles, y las estrellas brillaban sobre ellas. "Recuerda, vamos a cruzar un par de puentes de hielo en este tramo. No te detengas en ninguno. Podría no ser capaz de sostener el peso. Las temperaturas se han mantenido bastante bajas, pero eso no significa mucho". Ella asintió con la cabeza, no le gustaba la idea de tomar un baño a la medianoche en la oscuridad de un Invierno de Alaska. "¿Qué pasa si alguien más rompe el hielo? ¿Cómo vamos a seguir en el sendero?" "Ya se nos ocurrirá algo si llegamos a eso. Es sólo un arroyo, no un río, por lo que hará las cosas un poco más fácil." La preocupación de Lainey no se disipó, pero no discutió. Seguramente no serían penalizados por salirse del sendero en la búsqueda de un cruce diferente. "Está bien" respondió, poniendo su confianza en la experiencia de Scotch. "Vamos a hacerlo". Terminaron con las tareas del campamento e instaron a sus perros hacia el puesto de control. Un par de mushers, viendo que Scotch se preparaba, decidieron también ponerse en marcha. Comenzaron a despertar a sus perros, mirando sobre sus hombros hacia Scotch y sus relojes. ¿Estos eran quienes le darían a Scotch una carrera por su dinero? ¿Serían capaces de mantenerse al día con ella? Lainey hurgó en su memoria, poniendo esos rostros curtidos presionando para buscar sus nombres y se dio cuenta de que esta pareja ya era veterana en la carrera. Ella sintió una oleada de orgullo por Scotch, con su ciertamente limitada experiencia estaba causando tanto revuelo con esos hombres que habían estado corriendo casi desde siempre. "Midnight, a seguiré" dijo el verificador mientras ella firmó su papeleo. "Buena suerte. Hay algunos vientos soplando, por lo que la visibilidad puede ser de mala calidad". "Gracias. Es bueno saberlo." Nuevamente Scotch abrió el camino. El sendero inmediatamente se inclinó hacia la parte superior de Rainy Pass. Una vez que pasaron esta cresta, estarían corriendo a través del interior de Alaska, entre la sierras a través de la tundra congelada. Lainey se estremeció con anticipación. Sobre ellas, inquietantes volutas de verdes y azules entoldaban el cielo, un colorido telón de fondo detrás del gran Denali que subía por encima de ellos. Tuvo un deseo fugaz por ver la vista a la luz del día, pero sus pensamientos regresaron de nuevo a la pista cuando Scotch comenzó el descenso. El camino estaba retorcido, lleno de vueltas, sólido y compacto. Lainey apenas mantenía las órdenes, el sendero alternaba con curvas cerradas, luego abruptamente se sumergía en estrechos barrancos. Su lámpara incrustada en la gorra, recogió las paredes escarpadas de nieve y hielo, las rocas corriendo hacia ella desde lo turbio de las tinieblas, y las colas de sus perros en constante movimiento, mientras ellos avanzaban con regocijo. Ella apenas tuvo tiempo de forzar su corazón de su garganta, antes de que el próximo peligro pasara zumbando, su tardía respuesta a agacharse ante el ave voladora cuando el peligro pasó rápidamente tras de ella. Ellos se dirigieron al fondo del cañón, el sendero se nivelada, aunque no llegó a ser menos enrevesado. Lainey usó el más suave paseo y abrió los dedos de sus manillares. Esto sin duda había durado más tiempo que el tramo de Happy Valley. A pesar de su inquietud anterior, estaba contenta de haber tomado la carrera por la noche. El sendero había sido lo bastante atemorizante con sólo una lámpara en la cabeza, tomando la bajada a la luz del día le habría causado una insuficiencia cardíaca.

Antes de que pudiera relajarse por completo, el sendero empezaba en una fuerte subida, ralentizando a su equipo. Ella saltó del trineo y ayudó a empujar ante lo engorroso de la colina, y ellos salieron del desfiladero en la tundra. Lainey dio un paso atrás hacia las cuerdas de guías, sintiendo el viento azotando sobre la parte baja de sus piernas y rozando su cara. El polvo de la nieve aparentemente cubría el suelo, aunque no podía verlo por la tormenta de nieve barrida por el viento. Lainey sólo vio la colas de sus perros de rueda en la penumbra, sin embargo, fácilmente localizó una base de seis pies, marcado en la distancia. Su Visibilidad ocultaba hasta por debajo de su cintura y ella buscó a Scotch adelante, deslizándose a través de la neblina, el equipo tirado por fuerzas invisibles. Se maravilló ante el enrarecimiento, el cielo iluminado por la aurora boreal, la luz brillante de las estrellas parpadeando en el cielo frío y entre bultos oscuros de colinas bordeando el valle poco profundo. Ellas continuaron subiendo, pasando de un valle a uno más estrecho, el viento amainando para darle a Lainey una mejor visibilidad. El sendero cruzaba un río con agua estancada. A medida que el equipo salpicaba corriendo a través de él, Lainey frunció el ceño. Heldig estaba desnudo de las patas de nuevo, así como un par de sus otros perros. Ella tendría que parar pronto para cuidarles sus pies antes de que se formara el hielo entre los dedos de los pies. El ascenso se volvió más empinado, el sendero estaba tejido entre el follaje y un arroyo congelado, mientras pasaban. Se abría hacia un lago congelado, y Lainey y silbó para llamar la atención de Scotch. Ordenando a los perros que pararan, Lainey pasó un momento difícil para pisar con fuerza el gancho de nieve en la superficie helada. Cogió una bolsa de pescado congelado y le dio un bocadillo a su equipo cuando se movió hacia adelante. "Necesitamos arreglar lo de sus patas”, dijo Scotch, encontrándose con Lainey en medio de sus equipos. "Eso es lo que estaba pensando. Heldig perdió sus botines millas atrás". "Vamos a hacernos cargo. Nosotras no hemos andado mucho en kilometraje, pero tenemos un camino potencialmente duro por delante". Lainey regresó a su equipo. El frío cortaba en sus dedos cuando ella se quitó los guantes árticos. Se puso los guantes de goma y buscó en los bolsillos por los botines de perro. Incluso aquellos que todavía los tenían, necesitarían ser reemplazados. Ella pasó los siguientes minutos quitando los botines, cavando entre el hielo por entre los dedos del pie canino, aplicando ungüento en las yemas, y cubriendo los pies de sus perros con los nuevos botines. Llevó más tiempo de lo que pensaba que lo haría, porque incluso aquellos perros con botines habían acumulado hielo sobre sus patas y el agua corría entre ellos. "¡Pasando!" Sobresaltada, levantó la mirada para ver a un musher con una lámpara en la cabeza que venía hacia ella. Saludó al musher con un gesto de la mano, y se dio cuenta que era uno de los dos que a toda prisa habían tratado de seguir a Scotch cuando salieron del puesto de control de Rainy Pass. Ella sonrió y volvió a su tarea y se preguntó si el hombre se sentiría engreído por haber alcanzado a Scotch tan pronto en la carrera. ¿Estaría el otro musher en su camino, también?. Acabando de atender a los perros, recogió los botines mojados y los puso en una bolsa junto con todos los otros usados que no se habían perdido en el camino. Había una lavandería en McGrath, y planeaba poner un par de cargas con un montón de cosas en una secadora. "¿Estás lista?" llamó a Scotch.

"Sip" Subió la cremallera de la bolsa de su trineo y se subió a los senderos. "¡Vamos!" ordenó a los perros. El equipo de Lainey se apresuró hacia adelante, no queriendo quedarse atrás. El camino caía en una fuerte inclinación que se estabilizaba después de unos doscientos pies. Desde allí se recorría un límite forestal, siguiendo un arroyo, zigzagueando a lo largo. El sinuoso camino era agitado, peor que la salida del puesto de control de Rainy Pass. Lainey luchó por permanecer en posición vertical cuando golpeó unos picos de roca desnuda, surcos irregulares y curvas cerradas, el camino se inclinaba a la izquierda y luego a la derecha. Mantuvo gran cantidad de su peso en su estera de arrastre, sin querer atropellar a Scotch que iba delante de ella, luchando tan fuerte para que no derrapara su trineo. Fue como un cruce entre una montaña rusa y un caballo sin domar y los nudillos de Lainey se pusieron blancos a todo lo largo de su camino, rezando por no perder el control. Eventualmente el sendero se emparejaba, después se volvía más estrecho, y luego se empinaba aún más. Enorme árboles la flanqueaban, y aunque no pudiera ver en la oscuridad, ella tenía la sensación de que el suelo se abría a su derecha. Lainey se equilibrio sobre su lado izquierdo para compensar, sin saber si el camino seguiría nivelado o se inclinaba hacia abajo. La lámpara en su gorra recogió una señal que se acercaba y ella entrecerró los ojos para vislumbrar. "Cuidado con tu trasero". Lainey parpadeó. Vio a Scotch literalmente desaparecer delante de ella, su única advertencia de lo que venía. De repente, ella estaba descendiendo, y su estómago se precipitó en respuesta. Después de un momento, ella frunció el ceño. La cuesta era empinada, sí, pero ¿por qué la señal? El sendero estaba libre y suave al pasar. Su trineo parecía estar arrastrándose sobre la izquierda, pero no podía ver una causa, lo que la llevaba a creer que había daños a partir de los momentos difíciles en lugar de un problema aquí. ¿Se suponía que las cosas serían más difíciles aquí? ¿Había algo al final de este descenso por lo que se suponía que ella debía estar preparada? Ella buscó en su mente por todo lo que había escuchado en las reuniones de mushers, pero no encontró nada. Al final de la caída del sendero había un rastro de ida y vuelta sobre un arroyo. Para cuando Lainey alcanzó el primer puente de hielo, sus niveles de adrenalina estaban en su punto más alto, embotando perversamente sus sentidos con la constante sensación de alterar su sistema nervioso. Vislumbró a Scotch por el camino adelante, observándola barrerse a través del sendero, con un torrente de agua debajo de su trineo. Lainey contuvo la respiración y la siguió, cruzando con facilidad a pesar de sus preocupaciones. A ambos lados de ella, el suelo sesgado de nuevo se inclinaba hacia arriba, enormes árboles creando vórtices cuando el camino se tranzaba alrededor de ellas, sobre el arroyo, a través de más puentes de hielo, y sobre la tierra. Ella empezó a cansarse de sentir miedo todo el tiempo, y una burbuja de risa llenó su pecho. Esto era el mejor viaje que ninguno de Six Flags (Centro recreativo con montañas rusas, elevadores y juegos mecánicos, mayormente para adultos, ubicado en California, USA). El cañón se abría hacia el río helado. Su alegría aumentó a medida que se alejaron del área claustrofóbica. Ella hizo caso de las marcas en el sendero e ignoró el hielo áspero cuando su equipo avanzaba a lo largo. El agua permanecía en algunos lugares, pero sabía que el próximo puesto de control estaba cerca. Su equipo esquió a través de la humedad y se mantuvo alerta, el señuelo de la

comida y el descanso hizo mella en ellos. Las marcas los guiaron fuera del río y hasta los abetos. Muy pronto, las luces parpadearon entre las ramas y ellos se detuvieron en el puesto de control. "Lainey Hughes”, dijo mientras ordenaba detenerse a sus perros. "Cuatro treinta y ocho de la mañana, el número treinta y uno" dijo el verificador, anotando su tiempo. "Bienvenida a Rohn Roadhouse”

CAPÍTULO TREINTA Y DOS

Llevar a cabo la rutina se había convertido en una segunda naturaleza tanto para Lainey como para los perros. El equipo se había instalado en la carrera dentro del horario de las seis horas de descanso y, tan pronto metió el trineo en la zona de aparcamiento, los perros se acomodaron en el suelo, acurrucándose para descansar un poco. Sólo fueron interrumpidos cuando Lainey les entregó algo de paja y mantas. Ella desconectó las líneas de cuerda de sus arneses en el camino para que estuvieran más cómodos. El área donde ella y Scotch estaban aparcando estaba protegida del viento por los abetos. Parecía haber una pista de aterrizaje adyacente a ellos, pero por ahora no había aviones ocupando la pista de aterrizaje. Otro equipo llegó no mucho tiempo después de ellas, el segundo de los veteranos que iba pegado a Scotch. Lainey, aún con la adrenalina al tope y un toque de histeria, sonrió para sus adentros mientras sacaba la comida para su equipo, los perros entusiasmados por una comida caliente. Esperaba que Scotch ganara esta carrera, lo que justificaba los temores de los veteranos que estaban preocupados pisándole los talones. Una vez que todo el equipo, tanto humano como canino, había comido, Lainey la agarró su pequeño trineo y arduamente lo sacó fuera del área de colocación de la comida. Recogió sus bolsas y las arrastró de vuelta, encontrándose con Scotch en el proceso de hacer lo mismo. Ellas sonrieron entre sí, caminando cerca lo suficiente como para empujarse los hombros al pasar, y Lainey se preguntaban si parecía tan tonta como se sentía. Si ella hubiera sido una caricatura, habría unas estrellas y unos corazones flotando alrededor de su cabeza. Ella se sonrojó ante la idea. Gracias a Dios que era de carne y hueso, en vez de eso. De vuelta en su trineo, se inclinó sobre su lado derecho para tener una buena vista del lado del riel de su trineo. Como ella había supuesto, el viaje de Rainy Pass había hecho algún daño. El plástico estaba suelto y destrozado, casi completamente separado de algunos lugares. Lainey usó su caja de herramientas para quitar los tornillos que sujetaban la guía en lugar. Ella retiró el plástico mutilado y tomó un riel en buenas condiciones para reemplazarlo. Después de que los pernos estaban colocados de nuevo, empujó y tiró del resto de los accesorios de ese lado de la corredera, para comprobar conexiones sueltas, pero todo parecía estar bien. Para estar completa, volvió al trineo hacia el otro lado y reemplazado el otro riel. El daño era menor, pero era mejor tener rieles nuevos a que estuvieran totalmente triturados la mitad del camino de Farewell Burn. Para cuando terminó, los perros estaban profundamente dormidos. Lainey miró su reloj e hizo una mueca. Había estado trabajando durante casi dos horas, lo que le dejaba tal vez unas tres horas de sueño antes de prepararse para salir de nuevo. La razón de la regla ocho y las veinticuatro horas de descanso quedaron claras para ella. Los perros no eran los únicos que se agotaban en esta carrera, también el contingente humano necesitaba las escalas con el fin de sobrevivir. Echó un vistazo a Scotch, que también había tomado el tiempo para repasar su trineo después de la paliza de la pista. Ella, también, terminó con sus tareas. "Toma tu bolsa de dormir y algunas de las cosas que necesitas secar", dijo Scotch. "Por lo general hay espacio en la cabaña para moverse un poco. Un montón de ganchos cerca de la estufa para colgar cosas en ellas." Lainey miró sobre su marcha. No había nada que realmente necesitara secar, excepto tal vez el forro de sus

botas. Con su bolsa de comida, tenía un montón de botines que llevar a Nikolai que contaba con un edificio municipal con una sala de calderas para el secado de las cosas. Ella agarró dos forros de bota de repuesto y guantes interiores para llevar con ella. Además, metió en sus bolsillos un puñado de botines mojados, también. Scotch se unió a ella, llevando una pila parecida de objetos mojados, y se dirigieron a la pequeña cabaña en silencio. Los ojos de Lainey parecían fatigados por la falta de sueño, incluso en el vigorizante frío de la madrugada. Ellas pasaron al lado de otros corredores que habían elegido permanecer con sus perros o de un lado para otro por las razones que fueran. Lainey experimentó un temor momentáneo en la puerta de la cabaña. ¿Se obstruirían sus fosas nasales de nuevo como en Rainy Pass Lodge? Quedarse con los perros sería preferible. Por lo menos ella sería capaz de respirar. Sin embargo, ella siguió a Scotch hacia el interior. La cabaña era pequeña y estaba repleta de mushers, voluntarios e incluso unos pocos intrépidos reporteros. Una estufa de leña en el centro de la habitación, que desprendía calor suficiente para hacer las cosas más cómodas, pero no demasiado caliente para la mayoría de los mushers. Lainey sintió que su cavidad nasal comenzaba a palpitar, pero no estaba hinchada como antes, haciendo el interior al menos tolerable. Scotch murmuró un saludo a los que estaban despiertos, se sentaron alrededor de una mesa, mientras les servían café caliente y desayuno. La pizarra blanca colgada de una pared, indicando una lista de los mushers y sus tiempos a través de los puestos de control. Lainey resopló cuando vio su nombre por su número, luego revisó a través del resto para ver cómo lo estaban haciendo los demás. Parecía que todos los campeones anteriores estaban aquí ahora, o apenas acababan de salir. Lo que significaba que Scotch todavía tenía una buena oportunidad de ganar. Lainey sabía que no debía ponerse en esa categoría; Scotch estaba sosteniendo a su equipo para conseguir que Lainey atravesara lo peor de la primer parte de la carrera. Después de eso, Lainey podría seguir por su cuenta con alguna experiencia decente en su haber, al ayudar a conseguir el resto del camino a Nome. "Lainey." Ella apartó la vista del tablero, viendo a Scotch agitando una mano hacia la estufa. Encontraron un espacio libre en varios cables esparcidos por la habitación para colgar sus cosas mojadas. Lainey utilizó las correas de velcro en los botines de perro como pinzas de ropa. Varias literas se alineaban en la habitación, pero no había ninguna disponible. Incluso el suelo estaba lleno de mushers durmiendo la siesta. Lainey descubrió un rincón libre y dejó caer su bolsa de dormir allí. Scotch se unió a ella. Utilizaron la bolsa de Lainey para dejarla como colchón, y la de Scotch para cubrirse. Pronto estaban acurrucadas juntas. La mente media dormida de Lainey imaginó mientras se volvía. El suelo estaba más frío, y no le importaban tanto sus fosas nasales. ¿Alguien notaría que ella y Scotch dormían juntas bajo las narices del Comité de la Iditarod y de sus compañeros mushers? ¿Le importaría a alguien? Se volvió de lado, acurrucándose más cerca. Eso era suerte. Finalmente se quedó dormida junto con Scotch, estaba demasiado agotada para hacer nada al respecto.

** Lainey se retiró del puesto de control en Rohn precisamente a las 12.38 AM. Era la tercera de un convoy de seis mushers, una experiencia bastante extraña teniendo en cuenta la naturaleza solitaria de los perros de carrera. Las próximas veinte millas de sendero eran consideradas razón

suficiente para dejar de lado las diferencias en la competencia. Como le había dicho Scotch, aquí podían utilizar toda la ayuda que pudieran conseguir para atravesar el siguiente tramo. Dre Owens había retrasado su partida para dirigir la procesión, con Scotch liderando. Lainey venía después, seguida por uno de los veteranos que habían alcanzado a Scotch. Atrás de Georgio Spencer venía su hijo menor, Romano; Lainey había conocido al joven en la reunión de novatos obligatoria en Diciembre. En la retaguardia venía el segundo veterano que también trataba de alcanzar Scotch, Jon Waters, el tres veces campeón de la carrera. Dejaron el puesto de control, corriendo a través de un fuerte viento. No parecía un camino tan áspero con la protección de los abetos donde los perros se habían dormido. A pesar de las temperaturas cálidas de la tarde, las ráfagas ahora enfriaban su cara, causando irritación en sus ojos. Lainey buscó a tientas las gafas en su bolso personal, aliviada cuando la molestia se disipó. Jaló la bufanda para cubrirse la mitad inferior de su rostro. El viento se había llevado el rastro de nieve, dejando parches de grava y arena, mientras ellos viajaban a lo largo de la orilla del Río Kuskokwim. Montones de madera flotante desordenadamente salpicaban el paisaje, algunas peligrosamente cerca del sendero. En otros lugares el calor del día, por debajo de los treinta grados, pero todavía bastante caliente para los animales, había resultado en un flujo desde el río. Cuando no estaban en tierra firme, se deslizaban sobre el hielo cubierto por un brillo del agua. Más de una vez los perros perdieron el equilibrio mientras trotaban, tropezando con sus pies resbalando hacia fuera de ellos. Ninguno de ellos cayó, sin embargo, por lo que Lainey sintió un gran alivio. Las marcas del sendero eran pocas y distantes. Según las notas de Lainey, se suponía que debían cruzar el río en algún momento, pero por su vida que ella no podía ver nada en el otro lado que indicara dónde estaba el camino. Owens, que llevan un buen centenar de metros por delante de ella, de repente se viró al sudoeste a través del hielo húmedo. Lainey lo siguió y a Scotch, entrecerrando los ojos en la distancia. No fue sino hasta que estaba a medio camino a través del río antes de ver el reflejo de las señales. Se preguntó cómo Owens las había visto. ¿O simplemente él conocía su ubicación de las carreras anteriores? Si así fuera, habría algunos novatos desorientados que se perderían aquí. Ella sin duda se habría perdido las señales. Lainey se alegró cuando se dirigían a una población de árboles. Su equipo tomó un poco de velocidad ahora que tenían una mejor visibilidad en el sendero. Sintió el tardío hormigueo de sangre calentando sus mejillas ahora que no estaban siendo quemadas por el viento, aunque una brisa todavía movía los volantes de la capucha de piel de tejón. El camino seguía siendo suave y relativamente recto, libre de residuos y lo suficientemente lejos de barredoras potenciales. Era un poco agradable simplemente dejar que los perros corrieran, sin preocuparse. Lainey frunció el ceño. Esta pequeña y plácida excursión terminaría pronto. El Farewell Burn estaba en algún lugar allí, y ella no viajaba con un grupo de mushers para disfrutar del día. Sin embargo, el área era agradable, la luz del sol brillaba en la nieve, fresca y limpia. Ella cedió a la tentación y sacó su cámara para unas cuantas tomas, incluso dándose la vuelta para tomarles fotos a los mushers que venían detrás de ella. Sonrió cuando Georgio la saludó con un gesto y le sonrió. Ella guardó la cámara justo a tiempo para seguir un giro brusco a la derecha. Su corazón se deslizó en anticipación, pero en lugar de la montaña rusa de Farewell, el sendero comenzó una curva gradual hacia la izquierda. Todavía era suave, aún en calma, ella empezó a inquietarse. ¿A qué distancia estaba Farewell de Rohn? Sacó su cuaderno y rebuscó en los papeles, manteniendo un

ojo en el camino, un codo enganchado sobre su trineo para no perder su equilibrio. Eventualmente sabía que tenían un poco de tiempo en calma antes de que todo el infierno se desatara. Rompieron desde el camino hacia otro río. Aquí, también se escondía el hielo debajo de una capa de agua, haciéndolo más resbaladizo para los perros. El sendero no duró mucho aquí, tomaron a la izquierda y subieron un despeñadero. Antes de que Lainey se sintiera satisfecha, estaban de nuevo en otro arroyo. Esta sección del sendero era horrible, con montones de madera flotante de manera irregular, superficies resbaladizas y grava descubierta. Seguramente cuando este arroyo se descongelaba, podía presumir cantidad de agua adherida a la roca hasta dañar el hielo. Su trineo resistió y se retorcía debajo de ella mientras luchaba para sostenerlo. Salir del arroyo hizo poco para facilitar el viaje. Ella vio a Scotch subir la colina por delante y sumergirse sobre el otro lado. Esa fue la única advertencia antes de que Lainey llegara a la cúspide de la pequeña colina. Debajo de ella, vio a un barranco, a corta distancia del camino. Por lo menos no era tan malo como el zigzag en Happy Valley. Su bajada fue rápida y suave en comparación con el sendero que pasarían. En la parte final, ella llamó al orden a los perros para que dieran un giro brusco a la derecha. Lainey se quedó asombrada con la próxima colina. La subida era casi vertical y miraba a Owens instando a sus perros, empujando su trineo desde atrás. Tragó saliva, con la esperanza de que la pista fuera suficiente para que los perros la subieran. No había manera de que ella fuera lo suficientemente fuerte como para empujar un trineo de quinientos libras con ésa inclinación. Aparte, no tenía tiempo para preocuparse de ser aplastada por un trineo en retroceso. Scotch ya estaba a mitad de la colina y Lainey en la parte inferior. "¡Vamos! ¡Vamos!" llamó a su equipo, aflojó las guías para ayudar a empujar al trineo a la cima. Los perros hicieron el esfuerzo, y aunque se desaceleró considerablemente, ellos sudaron para llegar a la cima de la colina con esfuerzo. Hubo un breve trote al pasar a través de algunos árboles y ella salió a una sección superior de la quebrada que acababan de subir. Unas pistas en el camino aquí indicaron que otros no habían tenido tanta suerte. En lugar de permanecer en los rastros marcados, aquellos perros habían continuado a la izquierda, corriendo a la parte inferior del barranco para subir esa colina vertical de nuevo. Lainey se alegró por los líderes con experiencia, tanto en su equipo como en los mushers frente a ella. Sus perros seguían el olor de los perros ante ellos, mucho mejor de los que se habían equivocado en el pasado reciente. Otra subida nivelada le mostró una roca que pudo evitar fácilmente. Las rocas tachonaban el camino por delante, apenas sin nieve y fácil de ver. Ella apretó los dientes mientras pasaba, con la esperanza de no golpear con cualquier cosa que dañaría su trineo irreparablemente. Este trineo debía durarle hasta McGrath, donde tenía otro esperándola. Hasta que ella llegara, éste tenía que permanecer en una sola pieza. El convoy se movía rápidamente por el barranco, sacudiéndose a través de la tundra congelada y descubierta. Al llegar a otra línea de árboles, Owens hizo una parada, el resto que lo seguía lo imitó. Él avisó a la línea de mushers, cada uno tomando el mensaje y transmitiéndolo como el juego de teléfono jugado en la escuela primaria. "Tomaremos un descanso aquí”, gritó Scotch a Lainey. Lainey levantó un pulgar hacia arriba y avisó a Georgio Spencer detrás de ella. Dejó exhalar un suspiro, relajando sus hombros mientras cogía la bolsa pescado blanco congelado. Hasta ahora,

todo bien. Estaban a mitad del camino de la peor parte. Ella recorrió la línea, dándole a su equipo la tan necesaria merienda y atención extra.

CAPÍTULO TREINTA Y TRES

El convoy salió de la zona de ruptura detrás, dejando la tundra por un bosque y una pequeña elevación. A través de los árboles, Lainey observó pantanos y estanques congelados con grandes arbustos que salpicaban la zona. Ella no pensó en nada de esto al pasar, hasta que uno de los arbustos se movió. Jadeando, entrecerró los ojos y miró a través de las ramas y troncos que pasaban. ¡Esos eran búfalos! Sus manos le picaban por agarrar la cámara, pero ella sabía que la toma sería inútil con el bosque entre ellos. Si hubiera estado sola, se habría parado para conseguir una toma decente. Gruñendo, ella frunció el ceño y volvió su atención al sendero. Llegaron a la cima por el paso de montaña por el que escalaron y bajaron al otro lado con pocos problemas. Durante las siguientes millas, el camino se hizo más estrecho, más rocas y suciedad aparecían a través de la nieve escasa que cubría. Lainey se alegró de haber tenido la previsión de cambiar no sólo su trineo de correr, sino de tener otro juego listo para reemplazar éstos. Bien señalado en la mayoría de los lugares, el sendero desaparecía en ocasiones por los desbordamientos de arroyos congelados en los estanques helados. La Montaña Egipto la pasaron lentamente a la derecha de ella y el cielo comenzó a oscurecerse. La luz estaba en ese intermedio de la etapa en la que nada destacaba, por lo que se puso la lámpara de gorro y la encendió. El terreno se niveló y se amplió, y Lainey y se dio cuenta de que estaban en un pantano congelado. Las señales marcadas eran pocas y estaban distantes entre sí, el sendero parecía más o menos sin utilizar a la luz de la amplia extensión de hielo que cubría. Otra cuestión el desbordamiento. Ella chasqueó la lengua en voz baja mientras sus perros cruzaban por un charco de agua estancada. Heldig no tenía los botines otra vez. Ellos tendrían que parar pronto para hacerse cargo de los animales. El crepúsculo se desvaneció para dar paso a la noche cuando el convoy hizo su camino desde el pantano hasta el lago. Lainey vio una luz roja que parpadeaba en la distancia, y se preguntó dónde estaría situada. Parecía cerca, pero fuera de aquí, pensaba. Ella perdió el faro con la luz mientras se alejaba del lago y se internaba en el bosque. El sendero continuó de esta forma por varios kilómetros. De lago seguía el bosque, del bosque seguía el lago. La noche no permaneció silenciosa, sin embargo. Lainey sonrió mientras escuchaba cantar detrás de ella. Sonaba como si Georgio o Roman vinieran cantando a todo pulmón "Witchy Woman" a todo volumen. Las orejas de los perros se agacharon de nuevo por la curiosidad y ella se rió. ¿Pensaría su equipo que ella estaba loca si se unía al coro? Lainey apenas tomó nota de la señal "Sendero en Condiciones Peligrosas" antes de una caída fuerte sobre otro lago. Aparte de ese pequeño problema, no parecía haber otro riesgo. ¿Habrían pasado Farewell Burn? De todo lo que había leído sobre el lugar, se suponía que era peor que Dalzell Gorge y Happy Valley juntos. Seguramente que no habían pasado por ello todavía. Los bosques y selvas por las que viajaban no mostraban ningún indicio de daños por incendio. Ella tenía la impresión de que incluso después de dos décadas, el área no había vuelto a crecer mucho. Delante de ella, vio una lámpara de gorro cada vez más cerca. Qué raro. ¿Por qué alguien se habría regresado por donde ellos iban? Ella entrecerró los ojos hasta que ella se dio cuenta de

que Scotch estaba de pie a su lado parando el trineo. ¡Alto!" Lainey ordenó abruptamente. Ella aplicó el freno, y sus perros líderes automáticamente jalaron fuera de la pista a un lado. Una vez que estuvieron detenidos, aplicó su gancho de nieve. "¿Hora de la merienda?" -preguntó. "Sí. Farewell Burn está justo adelante, y luego tomaremos un descanso completo". Lainey asintió, sonriendo a la espera, y transmitió el mensaje. Mientras ella daba bocadillos de alce congelado en trozos a sus perros, se sorprendió por su falta de temor ante la próxima prueba. Hasta subir al cañón, Lainey había sentido una inquietud increíble ante el desafío físico de los senderos. Ahora estaba casi con ganas de llegar a la confrontación, de aceptar la prueba peligrosa para sus habilidades y salir ganando de todas maneras. Era como algo que le recordara el acecho de carnívoros salvajes para conseguir una fotografía evasiva, sin preocuparse por el peligro que ella sufrió para lograr la toma. Ella hizo una cuidadosa revisión de sus perros, encontrando bolas de hielo formándose bajo gran número de dedos. Las patas de Heldig estaban cada vez peor, a pesar de que ella actuó como si no hubiera nada malo con ellos. Si seguía esto, Lainey se vería obligada a abandonar en el próximo punto de control o en el siguiente. Ella no buscaba eso. En términos realistas, las posibilidades de Lainey de correr todas esas miles de millas sin perder un solo perro eran mínimas, pero se trataba de un objetivo a lograr. Ella amonestó a Heldig una vez más, y le frotó linimento en sus yemas antes de reiniciar. Luego, llegó el momento de partir. Se deslizaron al interior de un bosque en un ascenso lento. Lainey ahogó un grito de sorpresa cuando su equipo irrumpió en un crudo y estéril paisaje. Por fin, Farewell Burn. El sendero era un poco más decente. Tenía forma sinuosa, a través de montones de ramas quemadas, la nieve cubría los tocones y algunas cáscaras de árboles larguiruchos colgaban hacia el suelo. Lainey pensó en una película, The Nightmare before Christmas (Pesadilla antes de Navidad), y decidió que Farewell Burn sería un lugar apto para filmar una versión en vivo. Todo lo que se necesitaba era un viejo castillo misterioso al fondo y murciélagos que revolotearan sobre el cielo nocturno. Con toda la publicidad, sin embargo, el Farewell Burn era moderado en comparación con los obstáculos que Lainey ya había enfrentado. Sintió una punzada de decepción, cuando su equipo fácilmente evadió un obstáculo, preguntándose si esto era todo lo que había en el camino. A medida que las millas pasaban, empezó a pensar que sí. Contrariada, pasó el tiempo convenciéndose de que esto era algo bueno, que a lo largo de estos veinte años pasados, habían hecho este camino más accesible. Decidió tirar toda la bibliografía de la carrera Iditarod que había acumulado durante su investigación, al menos, y conservar los de los últimos cinco años. El sendero se movía de un risco a otro. Sin árboles que bloquearan la visibilidad, Lainey sospechaba que podía ver diez o veinte millas en cualquier dirección. Una sombra oscura contra el cielo nocturno estrellado le indicaba una montaña lejana, con una luz solitaria que brillaba desde la parte superior. Mirando detrás de ella, podía ver las tres lámparas en los gorros del resto de sus compañeros de equipo. Millas más atrás, vio otras dos luces flotando juntas - otros mushers en el camino. Ella se preguntó quién venía detrás de ellos. Finalmente llegaron hasta una quebrada, al abrigo del viento, siempre presente. Lainey vio estructuras a su izquierda, la luz de su lámpara iluminaba lo que parecía un campamento de algún

tipo. No parecía haber nadie que lo ocupara, pero los rastros de una máquina de la nieve estaban bastante frescos. Dependiendo de cuando había nevado, alguien podría haber estado aquí hacía un par de días más o menos. Otra vez el convoy se detuvo, los de atrás tirando hacia adelante para llegar a la angosta quebrada. El número de perros y personas reunidas aquí se sentían ligeramente claustrofóbicos en comparación con los amplios espacios abiertos de Farewell Burn. Después de que Lainey consiguió poner el freno a sus frenos, se unió a los otros mushers formados en un grupo cercano. Owens hablaba mientras ella se acercaba. "Estoy pensando en dirigirme a la cabaña BLM antes de que termine la noche." "¿Eso es, qué? ¿Diez millas más?" preguntó Roman Spencer al llegar a la charla. "Sip" Scotch ahogó un bostezo y miró a Lainey. "Yo creo que deberíamos pasara aquí la noche." “Suena bien", Lainey estuvo de acuerdo. Roman miró de una a la otra, y luego a su padre, sin saber cuál camino tomar. Georgio le dio a Scotch una mirada calculadora mientras él jugueteaba con su barba helada. Lainey podía ver los engranajes de su mente girando mientras medía si quedarse con Scotch, manteniendo una estrecha competencia, o seguir adelante con la esperanza de pegarle a la meta. Waters, el último de la fila llegó trotando hasta el grupo. "¿Qué pasa? ¿Por qué nos detenemos?" Georgio dijo: "Parece que nos estamos dividiendo". Dio una palmada a su hijo en el hombro. "Me dirigiré a la cabaña. Estas damas han elegido permanecer aquí por un rato". "Demos la merienda a los perros y luego seguimos”, Dijo Waters. Los hombres se separaron para atender sus equipos. Scotch sonrió a Lainey. “Vamos a llevar los perros cerca de la casa de campaña antes de acostarlos, para darles un poco más de refugio". "Bien." Para cuando Lainey tuvo a su equipo acomodado y las ollas puestas a calentar, ella y Scotch estaban solas en el pequeño barranco. Ella realizó sus tareas de forma automática. Sus perros pronto estuvieron acostados sobre sus mantas, saciados con los alimentos y el agua, y en dirección a donde ellas dormirían. Scotch había tenido que aparcar por lo que sus trineos estaban juntos. Significaría que batallaría con el equipo de Lainey para conseguir volver al sendero, pero en última instancia valía la pena el esfuerzo. Estaban a poca distancia y conversaban la una con la otra, mientras trabajaban. Cuando Lainey tuvo la comida hecha, se fue al trineo de Scotch y sentó al lado de ella para comer. "¿Qué hiciste?" "Pastel de carne y papas", dijo Lainey, mostrando su bolsa. "¿Y tú?" "Guiso de alce". "¡Hey! ¡Yo no he tenido ningún guiso de alce!" se quejó ella. Scotch sonrió ante ella, y recibió un codazo contundente que sólo la hizo reír más ruidosamente. "Tengo amigos en las bajas esferas" dijo. Lainey la miró con recelo. "¿Y, qué significa eso?" "Eso significa que el cocinero del hotel en Rainy Pass me pasó un par de paquetes antes de irme". Ella dijo una maldición, más por decirla que por sentirla. "¿Eso no viola la regla de no

ayuda?" "No era una ayuda, era un regalo. Además, yo no lo diré si tú tampoco. Y sé que él no lo hará." La sonrisa de Scotch se desvaneció en sospecha. "¿Qué estás pensando?" Lainey meneó las cejas. "Estoy pensando que dijiste que te dio un par de paquetes. Mi silencio tiene un precio". Le tomó un momento para que sus palabras tomaran forma. Cuando lo hicieron, Scotch gimió y puso los ojos en blanco. "¡Debes estar bromeando! Sólo me queda uno". Su sonrisa era angelical. Ahora era Scotch quien maldecía, aunque una sonrisa burlona se asomaba a las comisuras de su boca. Fingiendo una gran frustración y petulancia, encontró la comida aún congelada y se la entregó. Lainey gritó con alegría fingida y le dio un abrazo. Regresaron a su comida, Lainey sintiendo una sensación de calor y hormigueo en su interior. Un destello de su propia caricatura rodeada de un montón de corazones palpitantes, cruzó por su mente, y ella sonrió ante su pastel de carne. ¿De dónde diablos había venido esa visión? ¿Estaría alucinando con esas animaciones sobre las personas por el resto del viaje? "¿Cuánto falta para llegar a Nikolai? " preguntó ella. "Alrededor de cuarenta millas. Llegaremos allí por la mañana, tomaremos otro descanso". El buen humor de Lainey se alejó. "Tú te moverás ahora, ¿verdad?" Scotch la miró de reojo. "Sí. He estado sujetando a los perros para que no corran a la velocidad que desean ejecutar. Si los vientos siguen bajando, vamos a hacer un buen tiempo hasta el próximo puesto de control. La mayor parte de la ruta es derecha y fácil de ver. Tiene algunos puntos malos, pero estamos pasando lo peor". Obligándose a hablar de negocios, Lainey dijo "Bien, no esperes por mí, ¿de acuerdo? Sal allí y patea el trasero de Spencer". Ella sonrió ante la risa de Scotch. "Sólo si tú pateas el trasero de Spencer Junior." Lainey le tendió la mano, chocándola con la de Scotch. "Trato". "Espero que tengamos compañía pronto" dijo Scotch, reuniendo los restos de su comida. "¿Te diste cuenta de las luces detrás de nosotros?" "Sip. Son otros mushers, ¿verdad?" "Ajá. Unos diez kilómetros atrás. Quiero irme antes de que lleguen. Darles menos razones para detenerse y hablar. No quiero que interrumpan mi sueño de belleza". Lainey tomó nota y se levantó. "Cariño, podrías ir sin dormir durante meses y no tienes que preocuparte acerca de tu belleza". Ella se quedó inmóvil, con los ojos muy abiertos y una mano enguantada cubriendo su boca, cuando se dio cuenta de lo que había dicho. Buen Dios, ¿por qué había hablado sin pensar? Scotch se levantó, sonriendo. "Gracias. Y bienvenida a la falta de sueño”. Tomó la mano de Lainey, sosteniéndola entre las suyas. "Será mejor que cuides lo que piensas, Lainey Hughes. Podrías decir una gran cantidad de cosas que no quieres decir en los próximos días". Su piel estaba caliente en placentera vergüenza, y se alegró tanto de que fuera de noche y la lámpara del gorro de Scotch estuviera apagada. "Lo siento", murmuró. "Yo no." Scotch acortó la distancia entre ellas y la abrazó por un largo rato. Cuando se separaron, Lainey estaba menos cohibida. Con un poco de esfuerzo le dio las

buenas noches y se obligó a ir a su trineo para tomar una siesta. Mientras se acomodó en su saco de dormir, gruñó en voz baja, "Maldita sea, ¿por qué no se acaba esta carrera ya?"

CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

Era la una de la mañana cuando se dispusieron a dejar la casa de campaña para seguir la ruta. El aire era fresco con frío, y Lainey sacó la mascarilla del trineo antes de empezar. A pesar del penetrante frío a través de la barrera protectora, sus ojos estaban pegajosos y ella no podía dejar de bostezar. La falta de sueño comenzaba a afectarle. Ella tenía que llegar a McGrath, el puesto de control después de éste, para conseguir su parada programada de veinticuatro horas. Con cansancio, agrupó a su equipo corredor de su trineo, preguntándose si podría llegar tan lejos. "Recuerda”, llamó con antelación a Scotch. "No te detengas por mí, ¿de acuerdo?" Scotch le hizo gesto de saludo en acuerdo. "Te veré en Nikolai". Lainey devolvió el saludo y salieron. El sendero era suave y cómodo, aunque todavía la vista fantasmagórica por el daño del incendio estaba presente. Lainey oía sólo el jadeo de sus perros, el silbido de la nieve por debajo de los corredores, el tintineo de los trozos de metal de las líneas del remolque, y su propio corazón. Scotch se miraba más y más lejos. Durante un tiempo, el equipo de Lainey tenazmente trataba de mantener el ritmo, pero pronto desaceleró su paso a uno más cómoda. Esta disparidad entre los equipos era esperada. Scotch tenía a los campeones de la perrera y Lainey la segunda cadena. Cualquiera de sus perros podría tener valor para estar en el equipo de Scotch, pero no todos ellos. No sentía resentimiento por tener a los segundos mejores, sin embargo. Ganar nunca fue una opción para ella como lo era para Scotch. Lainey miró con cariño sobre sus perros. No se desprendería de ninguno de ellos, ni siquiera de Bonaparte que trotaba como si él fuera el único en la línea. Para cuando vio el letrero de la cabaña BLM, Scotch había desaparecido por completo de su vista. Lainey pasa el desvío sin detenerse, preguntándose si los mushers que habían viajado con ellas estaban ahí o ya se había ido. Sus perros corrían, y sus pensamientos vagaban. Visiones de llegar a Nome ante el sonido de aplausos llenó su mente, intercalados con las visiones de la calidez de Scotch en la cama de su cabaña. O una sesión privada en las aguas termales. Lainey casi podía saborearla y se lamió los labios. De repente volvió a la realidad cuando los rastros de fibra de su mascarilla tocaron su lengua. "¡¡Puaj!!" Se quitó la máscara para retirar la pelusa de sus labios. Una vez terminado, se inclinó ante el bolso de trineo y recogió un paquete de jugo caliente de su nevera, bebiéndolo en minutos. Sintiéndose un poco más despierta, metió el paquete vacío en la bolsa de su trineo y se cubrió su rostro de nuevo. El sendero comenzó a cambiar. Aquí y allá, árboles que no habían cumplido su ciclo de desaparecer con el Farewell Burn, comenzaron a mostrarse. Pronto estaban pasando fugazmente a su alrededor mientras el sendero conducía a través de ellos. Sus pensamientos comenzaron a emerger una vez más. Mientras disfrutaba de un interludio particularmente cálido con Scotch en frente de la chimenea, el trineo se sacudió con brusquedad, volviéndola al presente mientras sostuvo el manillar. Una vuelta intempestiva había salido de ninguna parte, Trace y Sholo fácilmente cargaron

el equipo para tomarla. La falta de preparación de Lainey ante el giro abrupto casi hizo que el trineo rodara. Jonás, su perro de rueda, le dirigió una sola mirada como si le preguntara qué demonios estaba haciendo ella antes de centrarse de nuevo en esa parte del trabajo. La adrenalina la golpeó, el corazón de Lainey palpitó ante el obstáculo inesperado. Sus reflejos eran más lentos por la falta de sueño, y ella vio que sus perros tomaban otra curva cerrada sin entender a dónde iban. Para cuando llegaron a la curva, ella comprendió el problema y trató de compensarlo apoyándose en la vuelta. Demasiado tarde. El trineo cayó, y ella se agarró como si le fuera la vida en ello mientras sus perros siguieron su camino. "Whoa!" ella gritó antes de derrapar en un montón de nieve. Sacudió la nieve de su cara, contenta de que tuviera la máscara para salvarse de que la boca se llenara de cosas. "Whoa!" El trineo comenzó a disminuir la carrera al igual que los perros, pero luego hubo un repentino y poderoso estirón. Se detuvo tan rápido, que Lainey se deslizó hacia atrás con un poco de fuerza. Ella se quedó allí un momento, recuperando el aliento. Con movimientos lentos y cuidadosos, quitó la mano del manillar y se sentó. El trineo estaba a medio sendero, tambaleándose en el banco de nieve que acaba de topar. La nieve cubrió la totalidad de su lado izquierdo, y ella comenzó a sacudirse, comprobando si ella estaba lastimada o su abrigo tenía algún daño. Algo se le había metido en la manga y cuando se quitó la capucha, sintió el frío golpear en su oreja y cuello. Gruñendo, se limpió e intento ponerse de pie. Sus rodillas temblaban y sus costillas le dolían, pero aparte de eso, ella estaba en una sola pieza. Ahora miraba a su equipo y notó por qué se habían detenido tan inesperadamente. Cuando el trineo había cortado el surco en el lado del sendero, continuó en línea recta. El arbusto estaba en un área poblada de árboles jóvenes. Parecía que los perros trataban de mantenerse en el camino, pero los de la izquierda de la línea de tirón estaban ahora atorados en la madera en lugar de en el sendero. Lainey se apresuró hacia delante para comprobar a su equipo, haciendo una mueca cuando sus músculos se quejaron ante el esfuerzo. Ella primero hizo un examen superficial para asegurarse de que no había nada que amenazara sus vidas como las cuerdas enredadas en el cuello o las ramas de los árboles golpeando contra ellos. Con un suspiro de alivio ante la falta de traumas, echó una mirada más cerca, tratando a cada uno con un profundo escrutinio mientras masajeaba los músculos y buscaba moretones o daños en los huesos. Tecumseh, uno de sus perros de equipo, gimió mientras lo revisaba, y ella silbó con preocupación. Parecía que su arnés le había causado algunos hematomas y una de sus muñecas tenía dolor. El suyo era el único lesionado, sin embargo, y ella podía decirse afortunada. El trineo no iría a ninguna parte en poco tiempo, el arco del trineo estaba completamente enredado con los árboles y las ramas con las que se había topado. Primero tenía que sacar a sus perros fuera de este desastre. Ella les dio unos bocadillos primero y luego sacó a cada animal, buscando un árbol al que atarlos. La primera mitad de su cadena estaba limpia, pero parcialmente bloqueaba el camino. Lainey tiró de Sholo y de Traza hacia un lado, el resto de la línea siguieron a Montana, Meshindi, Bonaparte y Kaara que por lo menos estaban fuera de la ruta. Ató a Himitsu y a Tecumseh a un árbol en el otro lado, Chibee se retorció con agitación, Lainey estaba preocupada de que buscara pelea con uno de los otros para deshacerse del exceso de energía. Tenía un árbol para él solo y su compañero, Heldig, terminó con los dos anteriores. Seis perros más tarde, el trineo estaba despojado de la mayor parte de la fuerza de sus perros.

Los murmullos de sus perros comenzaron bramando, alertando a Lainey de que alguien estaba subiendo por el sendero. Ella soltó un gruñido mientras se recuperaba de su tarea. Perfecto, hora de tener un mirón. ¿Se sentía así la gente cuando su auto se descomponía y el tráfico se reducía al pasar? Otros perros respondieron a los de ella, y pronto un equipo salió de la curva. El musher detuvo los perros que juguetonamente rodaban en la nieve para mostrar la superioridad de su equipo. Drew Owens se quitó las gafas y miró a Lainey. Ella creyó detectar un poco de preocupación al verla aquí, delante de él. "¿Estás bien?" "Sí, aunque uno de los perros podría tener moretones". Él hizo una mueca de conmiseración. "¿Dónde está Scotch?" "Más adelante. La perdí de vista antes de pasar la cabaña BLM". Ella sintió un murmullo de diversión mientras la expresión de él se amargaba. "¿Dónde están los demás?" Sus labios se torcieron en una sonrisa. "Probablemente apenas despertando". "Los saltaste a todos", dijo ella sonriendo. "Impresionante." Owens se encogió levemente de hombros. "Probablemente llegarán pronto. ¿Necesitas algo de ayuda?" "No, estoy bien." Hizo un gesto hacia las ramas delante de su trineo. "Probablemente estaré de vuelta en el sendero en veinte minutos." "Muy bien. ¡Nos vemos en el próximo puesto de control!". Él puso sus gafas de nuevo y ordenó a sus perros seguir adelante. Lainey lo vio alejarse y se volvió hacia el desorden. Maldita sea si ella todavía estaría aquí cuando el resto del convoy pasara. Comenzó a trabajar en su trineo con un propósito. Una vez que empujó el trineo en el sendero y enganchó sus perros de nuevo, se sintió un poco mejor. Tecumseh parecía saber que su tiempo era limitado. Cuando ella lo liberó del árbol, inmediatamente la atrajo a su lugar en la línea de tirón, como si dijera ´aquí es donde pertenezco´. Lainey se mordió el labio considerándolo, dándole otro minucioso masaje. Su hombro estaba siendo un problema, pero él estaba poniendo todo su peso sobre sus patas. Tal vez el daño no fue tan malo como ella había supuesto inicialmente. Ella decidió dejarlo allí por el momento y mantener una estrecha vigilancia sobre él. A los pocos minutos de empezar de nuevo, llegó a Sullivan Creek. El agua corría libremente por debajo de un puente y ella instó a los perros a atravesarlo. A partir de ahí, el sendero estaba marcado por el paso de Scotch y de Owens que iban delante de ella. A medida que andaba, su lámpara iluminó algunas marcas, y sintió un alivio culpable de que no fuera ella quien dirigiera este grupo de viajeros. Ella se habría perdido varias veces en este tramo solitario del camino. ¿Qué podría suceder cuando ella realmente estuviera sola? Tecumseh parecía estar haciendo lo suficiente. Él no estaba tirando con su presteza de costumbre, pero al menos no mostraba ninguna cojera. Teniendo en cuenta cómo se sentía Lainey después del accidente, supuso que él estaba trabajado con sus lesiones. Después del ejercicio de cortar leña, la rigidez de Lainey por el accidente se había calmado, aunque sus costillas todavía le dolían. Se retorció un poco, haciendo una mueca por el dolor. Debían haber pasado más de diez minutos después para que su cerebro aletargado recordara el ibuprofeno para el dolor. Maldiciendo su estupidez, ella consiguió otro paquete de jugo y tomó unas pastillas. Se encontró con la primera estructura rústica que había visto desde el campamento. El

sendero conducía a través de un pequeño grupo de edificios, dejando el río. Para mantenerse despierta, ella buscó a tientas sus notas, entrecerrando los ojos ante la escritura con la lámpara en su cabeza. Para cuando encontró el nombre del lugar, ya lo había pasado. Campamento Salmon River. Doce millas para ir de viento en popa. Desde aquí el sendero se veía fácil. A pesar de su intento de mantener la vigilancia y no tener una recurrencia en su choque, empezó a vagar de nuevo. Colchones de plumas, cena a la luz de las velas y fuegos rugientes se burlaban de su mente mientras pasaba. Una rama a su paso se enganchó en su abrigo, sobresaltándola y volviendo a la realidad. "¡Ugh!" -gritó ella, frustrada con su incapacidad para dormir en guerra con su desesperación por la necesidad de permanecer despierta. "¿Qué diablos estoy haciendo aquí afuera?" Los perros apenas le dirigieron una mirada, trotando con facilidad. La línea de Tecumseh estaba floja, pero él siguió corriendo con sus compañeros. Su lámpara iluminaba la belleza del desierto a su alrededor. El cielo sostenía una brillante cacofonía de silenciosas estrellas de vez en cuando intercaladas con hojas de colores verdes, azules y rojos de la aurora. Ella se sumergió en su entorno, dibujando la soledad y la belleza en su alma. En primer lugar, había venido aquí para entender a Scotch, para descubrir la raíz de esa seguridad, para descubrir la razón de su inexplicable atracción por la mujer. Se había quedado debido a la amistad y la familia - tanto humana como canina- y un creciente amor por su entorno y las actividades. Había llegado a la Iditarod como una novata, una periodista haciendo una historia, nada más. Pero su tiempo en la perrera, en presencia de Scotch y los perros, le habían enseñado más que ser sólo una musher. Lainey estaba aquí por ella y por nadie más. La revista no podría obtener tanto por sus artículos, como ella podría simplemente experimentar y derrotar los retos ante ella. No sólo sabía lo que causaba el comportamiento confiado de Scotch, ella quería esa seguridad para sí misma. Amar a Scotch fue fácil para ella, y no sabía si sus sentimientos eran correspondidos. En caso de que su relación escalara más allá de acercamientos y sonrisas Lainey quería estar en igualdad de condiciones, no porque ella esperara que Scotch la aceptara, sino porque Lainey miraría hacia sí misma. El sendero se deslizaba recto y luego se estrechaba sobre el río Kuskokwim. Las señales eran un poco más difíciles de localizar, pero Lainey se rogó a sí misma mantenerse en sus pasos. En unos pocos kilómetros, ella entraría en el pueblo de Nikolai.

CAPÍTULO TREINTA Y CINCO

Scotch había llegado a Nikolai con una hora y media por delante de Lainey. El veterinario que revisó a sus perros estuvo de acuerdo con ella sobre Tecumseh. Por mucho que Lainey quisiera dejarlo con sus compañeros de equipo, decidió dejarlo por su estado de salud. La contusión de los hombros le molestaba más que lo de su muñeca, y el tirar constantemente le traería eventualmente provocarle algún daño grave. Con profundo pesar ella le quitó la línea de remolque a su perro herido y lo escoltó a la zona de guarda. Él esperaría allí hasta que uno de los pilotos voluntarios llegara a recogerlo, y lo enviara a Anchorage. Para cuando Lainey regresó a sus perros y terminó las tareas restantes, Scotch ya estaba cogiendo una siesta. Lainey no quería molestarla, por lo se acostó al lado de sus perros, afuera de la escuela que servía de punto de control. Una rápida búsqueda de Drew Owens le resultó en nada. Por extraño que pareciera, el sueño no llegaba a pesar de que estaba mentalmente exhausta. Su mente seguía dando vueltas a los eventos del día, el accidente, y cómo podría haberlo evitado. Se preguntó si Owens ya pasaría. ¿O estaba en alguna parte cercana y Lainey simplemente no lo había visto? Si él se registró y salió de nuevo, ¿estaría dormido en un par de kilómetros de distancia, aprovechando la rivalidad? Fuera lo que fuera parecía haber funcionado, porque ella había a Waters llegar mientras que ella estaba terminando sus tareas. Él se detuvo el tiempo suficiente para conseguir sus bolsas de alimentos, mirar quien estaba allí, y abandonar rápidamente. ¿Estaba siendo Scotch demasiado confiada por permanecer en Nikolai? Mezcladas con todas esas preocupaciones estaban las fantasías sensuales que casi había perdido antes en el trineo. Calidez, buena comida, un whisky en las rocas, y Scotch sobre una alfombra de oso. No se molestó en desterrar el alcohol de su mente. Siempre parecía como un vaso de agua justo fuera de su alcance, y ella se estaba muriendo de sed. Ella había estado limpia y sobria por años, pero algunos días no disminuía el anhelo. Ella estaba esperando por Scotch, sin embargo. Por supuesto que no había ninguna alfombra de piel de oso en la cabaña. Tendrían que hacerlo en la alfombra trenzada frente a la chimenea. O en el cómodo sofá relleno. O tal vez en la mesa destartalada de la cocina. La conciencia de Lainey se desvaneció mientras soñaba con Scotch en sus pensamientos. *** Scotch se había ido cuando ella se despertó. Descontenta porque se había perdido despedirse de ella, Lainey siguió despertando para darle la alimentación a sus perros. Ella firmó autógrafos para un grupo de niños de la aldea y habló con ellos acerca de sus perros y de cuánto tiempo había estado corriendo. Al menos tres de ellos tenían mucha más experiencia que ella, y ellos se rieron ante la discrepancia. Después, un par de reporteros se acercaron a ella para una entrevista. Ella gimió cuando le preguntaron acerca de su trineo, pero respondió con honestidad. Las palabras obviamente, viajaban más rápidamente a lo largo del sendero. Cuando registró la salida eran las doce veintisiete de la tarde. El sol estaba en lo alto, pero la nubosidad guardaba lo peor del calor a raya. Ella se echó a reír mientras su equipo se dirigía al Río Kuskokwim. Un año atrás ella estuvo en Nome congelándose el trasero con veinte grados de temperatura. Ahora ella estaba preocupada por el sobrecalentamiento en la misma temperatura.

¿Qué demonios venía ahora? Ahora que estaba sola, sacó su iPod. No había razón para que Georgio Spencer tuviera toda la diversión. A medida que los perros la llevaron por el sendero fácil y amplios espacios abiertos, cantó con Peter Gabriel mientras se sacudían los árboles. Este parte del sendero tenía un pesado tráfico de máquina de nieve entre los dos puntos de control, ambas estaban pobladas de aldeas. McGrath era la más grande de las dos y se jactaba de tener lavanderías y tiendas de abarrotes, por no hablar de un suministro continuo de agua caliente. Lainey esperaba que no tuviera que hervir el agua para los perros y recibir una oportunidad de asearlos correctamente. Ella planeaba tomar sus veinticuatro horas de parada aquí para ponerse al día con algo de su muy necesario sueño. Scotch estaría haciendo lo mismo, por lo que tendría un poco de tiempo para verse antes de que se separaran de nuevo. Incluso con la diversión de la música, el camino parecía seguir y seguir. Era aburrido como el infierno. Lainey se mantuvo cambiando entre las listas de reproducción, en busca de música para mantenerla en un buen estado de ánimo y con los ojos abiertos. No había peligro de barredoras que pudieran dejarla fuera de los corredores, o giros repentinos para revolcar al trineo. En cambio, le preocupaba quedarse dormida ante el manillar y despertar en la nieve con su equipo desaparecido en la distancia. Lainey sacó su cámara para una foto ocasional, pero el tramo de sendero se parecía al otro. Una toma de sus perros corredores, con el lugar vacío donde Tecumseh debería haber estado, fue suficiente para enturbiar su estado de ánimo. Alejó la cámara. Finalmente, el paisaje cambió. Parecía que el terreno descendía en la distancia. Eso significaba que iban a caer de nuevo en el río Kuskokwim. Era también una indicación de que ella estaba en la mitad del camino. Lainey sintió una irracional urgencia de llorar cuando se mostró satisfecha con su progreso. Todavía tenía veinte millas más para ir a McGrath. Veinte millas más para permanecer despierta. Antes de llegar al río, Lainey detuvo a sus perros para darles un bocado. Ellos gozosamente rodaron en la nieve, refrescándose después de su carrera. Unos pocos habían perdido sus botines y, como siempre, los de Heldig habían desaparecido. Lainey usó sus dedos para romper las bolas de hielo y limpiarles las patas, luego frotó ungüento en sus yemas. Más botines siguieron. Ella ni siquiera se molesto en pedirle a Heldig que los conservara en esta ocasión, aunque ella consideró recoger un rollo de cinta adhesiva en McGrath. Tal vez eso mantendría sus patas cubiertas. Chibee, Himitsu y Montana comenzaron a ladrar, mirando detrás de ellos. Lainey se puso de pie para ver un trineo aproximarse. Reconoció el equipo de Roman Spencer y le sonrió mientras se acercaba. "Parece que sólo quedamos nosotros", dijo él cuando estuvo al alcance del oído. "¿Tu papá ya va por delante?" "Si. Él se fue hace un par de horas." Su equipo la pasó. "Nos vemos en McGrath". Lainey agitó la mano y observó al equipo avanzar en el descenso por delante de ella. Así que, Georgio, Waters y Owens iban todos por delante ahora, con la esperanza de pasar a Scotch. Lainey envió pensamientos alentadores para su amiga. Roman desapareció de su vista, y sus transmisores de ruido se quedaron en silencio. Ella se dio cuenta de que sus perros la estaban mirando, con sus colas en constante movimiento. "¿Quieren alcanzarlo?" - preguntó ella. Chibee ladró con entusiasmo, y Jonás sacudió el trineo mientras trataba de desalojar el gancho de nieve por su cuenta. Lainey rió y recogió sus cosas. Minutos más tarde, ella gritó,"¡Vamos!" y su equipo se apresuró a mostrarle al equipo de Roman quien era el mejor.

Ella llegó a McGrath unos dos minutos antes que Roman, con una sonrisa satisfecha en su rostro. Superó las últimas veinte millas rompiendo el aburrimiento, aunque Lainey había mantenido a sus perros de ir a toda velocidad. Incluso aunque ella se dirigía a sus veinticuatro horas de descanso, no quiso darle a su equipo la idea de que ellos estaban aquí para competir con los otros perros. Ellos se agotarían mucho antes de que pudieran llegar a Nome. En cambio, ella corrió con velocidad hasta adelantar a Roman, y luego mantuvo un ritmo constante hasta que él regresó el favor. "Seis cuatro de la tarde", dijo el verificador. "¿Te quedarás?" "Sí, tomaré mi descanso de veinticuatro horas aquí." "Está bien." El verificador llamó a un voluntario. "Ella estará tomando las veinticuatro. Ponla en la cuadragésima vuelta". Lainey sonrió. "¿La cuadragésima vuelta?" El verificador le guiñó un ojo. "Es la parte trasera de la zona de aparcamiento. Hay menos entusiasmo allí, les dará a los perros la oportunidad de descansar sin toda la interrupción de las idas y venidas de los demás". Ella asintió con la cabeza. "Oh, bueno. Gracias." Lainey dejó que el voluntario guiara a su equipo a su lugar de descanso final por ésta noche. Era más lejos desde el edificio del puesto de control, lo cual quedaba lejos del motor diesel para la caldera del agua caliente, pero Lainey estaba dispuesta a hacer el viaje si eso significaba conseguir un sueño decente. Ella le dio las gracias a su guía y apenas puso manos a la obra para poner a sus perros cómodos cuando un par de veterinarios llegó para los exámenes obligatorios. "¡Helen!" La matriarca Fuller le dio a Lainey un abrazo. "Bienvenida a McGrath." Lainey le extendió sus notas sobre los perros, y Helen se las pasó a su compañero. "Yo me quedo fuera de ésta revisión, ya que los perros pertenecen a nuestro criadero." Volvió su total atención a Lainey. "¿Y bien? ¿Has cogido oficialmente el gusanillo de la Iditarod o aún quieres ir por lo de la revista?" "En este punto, me gustaría hacer esto todos los años". "Completamente enamorada, ya veo." Helen se rió, su brazo sobre el hombro de Lainey. "Perdiste un perro. Sé que dejaste uno, pero no sé por qué." Lainey se puso seria y explicó la lesión de Tecumseh. "Hiciste lo correcto. Él hubiera preferido quedarse con el equipo, pero algo como eso puede traer todo tipo de complicaciones". El otro veterinario terminó su inspección y le extendió a Lainey sus notas de nuevo. "Todo está. Estás haciendo un gran trabajo con el cuidado de los perros, aunque uno tiene abrasiones en sus patas." Lainey rodó los ojos. "Heldig. He tenido la intención de ponerle pegamento a sus botines". Él sonrió. "Sabes de eso, entonces. Bien. Si se pone mucho peor, tendrás que dejarla, pero creo que tiene algunas millas más antes de ese punto." "Gracias." Helen le dio otro abrazo. "Haz cuidado a estos chicos. Cuando hayas terminado, dirígete hacia el puesto de control. Don te llevará a un lugar donde puedas conseguir un poco de descanso y una ducha decente." Lainey arqueó las cejas, pero estuvo de acuerdo. Cuando ellos se fueron, ella echó un

vistazo alrededor de los equipos estacionados cerca de ella, presumiblemente todos en su escala obligatoria de las veinticuatro horas. Sólo un musher estaba con sus perros, todos los demás estaban descansando por su cuenta. ¿Dónde estaban todos? Roman se detuvo en las inmediaciones, interrumpiendo sus pensamientos. Ella sonrió descaradamente hacia él. Él sacudió la cabeza divertida antes de volverse a los veterinarios a la espera de su papeleo. De muy buen humor, Lainey pasó por la línea de su equipo, distribuyendo paja y liberando los arneses. Alimentó a sus perros con la comida china de su nevera, les dio una segunda dosis de agua, y se aseguró de que estuvieran cómodamente instalados en sus nidos. Una vez que terminó, ella consiguió su pequeño trineo con ruedas e hizo una caminata hacia el punto de control. Le tomó dos viajes para recoger sus dosis de alimentos y más agua caliente. El agua era una bendición, lo único que tenía que hacer era tirar los ingredientes dentro de la nevera y cerrar. Para cuando regresara con otra ración, la comida estaría lista para llevar. Al obtener su ración, ella también encuentro su nuevo trineo. Era uno igual al que tenía ahora, pero sin el desgaste y la rotura por el sendero. Lo dejó en su lugar, no lo necesitaría hasta que estuviera lista para irse. Finalmente las tareas se completaron. Sin nada más que la llevara adelante, su energía disminuyó. Le echó un vistazo a su trineo durante un minuto antes de que finalmente recogiera unos calcetines y ropa interior fresca. Helen mencionó una ducha, así que también tomó otra camiseta y un suéter. Se le ocurrió que ella no había estado adecuadamente limpia en días, y una sensación de picores y molestias la llenaron. Sus labios se curvaron en disgusto. También recogió su saco de dormir. Ella no tenía ni idea de a dónde la iba a llevar Howry, por lo que ella tenía que estar bien preparada. De vuelta al punto de control, se encontró a Howry esperando al lado de una máquina de nieve. "Hola, extraña, ¿cómo va eso?" "Grandioso". Lainey bostezó, su mandíbula crujiendo por el esfuerzo. Howry se echó a reír. "Vamos, vamos a llevarte a una ducha y una cama". Lainey se subió a la parte trasera del vehículo, apretando sus cosas. "¿A dónde vamos, por cierto?" "Con una amiga de los Fuller. Los aldeanos abren sus puertas a los mushers todos los años, dándoles un lugar distinto de sus trineos para poder dormir un poco." Él encendió la máquina y se alejó del puesto de control. Ella miró por encima del hombro a donde estaban sus perros, una punzada de temor atravesó su pecho. ¿Tal vez debería quedarse con ellos? Antes de que pudiera tomar una decisión, Howry se alejó y su equipo se perdió de su vista. Unos momentos más tarde, se detuvieron en el patio de una casa modesta. Los perros ladraron una bienvenida, un pequeño criadero de seis animales. Había un par de camiones y dos máquinas de nieve más estacionadas allí, también. Howry apagó el motor. "Vamos." Acompañó a Lainey por las escaleras hasta la puerta principal. El calor del interior era exactamente lo que ella esperaba, la nariz de repente se le obstruyó como si tuviera un resfriado. Sus mejillas y su frente se quemaron con el calor, y sus ojos se sentían calientes y secos. Una multitud en la sala de estar se adelantó para darle la bienvenida. Era un lío colorido de gente, y la mente aturdida de Lainey funcionó lentamente a lo largo de un ritmo

aletargado mientras era invitada a pasar. Ella apenas captó los nombres de los tres que vivían aquí, difícilmente notó a Thom y a Rye sonriendo, o Strauss empujando un plato de comida ante ella. El piloto automático de Lainey estaba totalmente encendido. Fue despojada de su ropa exterior, y se sentó en el sofá ante una charola de ciervo caribú y pasta para la cena. Sus respuestas a los comentarios y preguntas de ellos y eran como sonámbula y en algún lugar profundo de su mente estaba avergonzada por su incapacidad para concentrarse y por lo menos ser educada. Cuando parecía que iba a caerse sobre su plato, la levantaron y la llevaron a una habitación oscura, la depositaron en el interior, y la puerta se cerró detrás de ella. Ella vaciló en el centro de la habitación, entrecerrando los ojos para que se acostumbraran. Un reloj cerca de la cama indicó que no era aún ni las ocho de la noche. Ella parpadeó. Alguien más estaba en la habitación. Podía oírlos respirar. Lainey arrastró los pies hacia adelante, mirando a la cama. Su expresión se relajó cuando vio una familiar mata de pelo rojizo. Scotch. Despojada de su ropa, Lainey retuvo su ropa interior y el sujetador. Se sintió inmensamente mejor sin la ropa extra, y se subió con cuidado en la cama. Scotch sintió su presencia, pero no hizo por despertar, rodando para poner su brazo sobre la cintura de Lainey. Ella suspiró, totalmente relajada por primera vez en días. Por mucho que quería disfrutar de esta experiencia íntima, su mente se apagó y el sueño se apoderó de ella.

CAPÍTULO TREINTA Y SEIS

En el sueño de Lainey, Scotch masajeaba sus senos con movimientos firmes, sus labios y dientes, creando un camino ardiente de la clavícula de Lainey a la línea de su mandíbula. Las piernas de ambas estaban entrelazadas, el vientre de Lainey se torció en excitación mientras se movían una contra la otra, en un desplazamiento constante a medida que disfrutaba de la belleza de la piel sobre la piel. Ella gimió un momento ante un mordisco especial en la unión de su garganta, y se agarró a la mujer en sus brazos. Sus manos recorrían a lo largo de una musculosa espalda a un trasero apretado, y ella lo estrujó. El jadeo en su oído se convirtió en un gemido mientras ella se retorcía, su muslo entró en contacto con la braga que cubría el clítoris de Scotch. A pesar de disfrutarlo, ella frunció el ceño. Para ser un sueño, esto sin duda se sentía muy real, sobre todo cuando en su sueño Scotch rodó sobre ella para juntar sus caderas. El peso era delicioso, y las manos de Lainey bajaron a las caderas y a las nalgas redondeadas, acariciando lo que sólo había visto desde la distancia. Scotch siguió un balanceo lánguido, su cálido aliento se sentía cuando volvió a degustar la oreja de Lainey. Atontada, Lainey pensó que era increíble que pudiera sentir la humedad caliente contra su muslo donde Scotch se frotaba. Dios, ¿cuándo fue la última vez que ella tuvo un sueño tan detallado? Ella se arqueó cuando Scotch pellizcó su pezón a través de su sujetador. ¿Sujetador? Cuando los labios de Scotch dejaron su oído, infaliblemente moviéndose a través de la frente sudorosa de Lainey y hacia sus labios, Lainey se encontró plenamente despierta. Esto no era un sueño. Sus ojos se abrieron con sorpresa. El cuerpo de Scotch se movía sobre el de ella, y la fiebre de deseo que asaltó a Lainey casi la hizo desmayarse. Si hubiera estado de pie, ella seguramente se habría caído. Un largo cuello estaba justo a su alcance, y mirando más allá, ella tenía una excelente vista de los pechos que pedían su atención. Su nariz se crispó con el olor de su excitación compartida y otra, de olor más terroso. Era vagamente familiar y su mente aturdida vagaba en un intento de ponerle nombre a lo que era. Los labios de Scotch se acercaron más, besándole el puente de la nariz, buscando hacia abajo. Lainey se lamió los labios en anticipación, saboreando lo que sólo podría ser descrito como una caja de gato en la boca. La realidad se estrelló contra ella, despertándola totalmente. Ese aroma extraño era de ella sin lavar durante días y días. Y su boca era una cloaca literalmente. Ella no tenía más que pastillas para el aliento desde que reiniciaron aquel domingo en Wasilla. "Ugh!" Lainey apartó la cara, empujando s Scotch s un lado para que pudiera sentarse. "¿Qué?" Lainey sacó las piernas de la cama y sacudió la cabeza, su cuerpo exigiendo volver a su actividad anterior, la higiene era endemoniada. Echó un vistazo por encima del hombro para ver la preocupación de Scotch. "Necesito ducharme. Tengo que lavarme los dientes por una semana". Una leve expresión dolida en el rostro de la mujer, y Lainey se volvió bruscamente hacia ella. "¡No, yo quería decir que soy un desastre! No es que me quites las ganas." Sus ojos se toparon con más piel de la que nunca se había permitido ver antes, y su cuerpo una vez más demandó satisfacción.

"Definitivamente no me quitas las ganas." La sonrisa de Scotch era lenta y sexy, haciendo nada a la contención de Lainey. "Tú no te quedas atrás en ese caso, señorita Hughes." Ella pasó sus dedos desde hombro de Lainey hasta la mano. El toque ligero como una pluma le causó a Lainey un escalofrío, aunque ella estaba caliente, tanto de deseo y por estar entre paredes después de varios días en el camino. "Eres una mujer cruel." "He oído que es una de mis cualidades que me salvan". Lainey rió y le tomó la mano. "No en este momento." Scotch se encogió de hombros. "A veces se gana, a veces se pierde". Ella apretó la mano de Lainey. "Hay un cuarto de baño enfrente de la sala, con un kit de ducha para quela utilices. Por qué no coges una ducha, vamos a desayunar, y luego a revisar a los perros". Ella suspiró ante el regreso de su tono habitual. "No puedo esperar a tenerte en Nome”, dijo ella. "Vamos a ver quién consigue a quien”, Scotch respondió, su sonrisa se volvió traviesa. Ella soltó la mano de Lainey. "Adelante, ve a asearte. Molly dijo que estaba preparando tostadas francesas en la cocina. Voy a empezar el desayuno". Lainey se dio cuenta de que todavía estaba muy oscuro y la casa había mantenido un silencio difícil de alcanzar que asoció a la madrugada. El reloj digital mostraba que eran las tres de la mañana, lo que significaba que había dormido siete horas seguidas. "Está bien", dijo ella, poniéndose de pie. Ella se estiró y gimió ante el placentero dolor de sus músculos. "Y me llamas cruel", dijo Scotch. Sonriendo, Lainey encontró la ropa con la que llegó y sus cosas limpias. "La revancha, ya sabes." Scotch murmuró en un acuerdo irónico, mientras se vestían. Antes de salir de la habitación, ella se puso delante de Lainey y la besó en la frente. "Cuando tus dientes estén cepillados, voy a conseguir ese beso. Eso es una promesa". Lainey la abrazó. "Me alegro de que tengas la reputación de cumplir tus promesas." Se separaron, y Scotch la llevó hasta el cuarto de baño, dejándola en la puerta con un ligero suspiro de resignación. Lainey suspiró, resignada, y entró. Encendió la luz y se quedó con los ojos abiertos ante su reflejo. Su oscuro cabello, siempre un poco rebelde, sobresalía en grasientos enredos. La piel de su cara y sus manos estaban quemadas por el viento y enrojecidas, en marcado contraste con sus antebrazos, que mostraban un leve bronceado del verano. Ella se sonrojó. ¡Scotch la había visto así! ¡Qué totalmente... repugnante! Era peor que la fetidez de su aliento. Esta era una manifestación física de su sensación de suciedad. "Ugh”, murmuró, poniendo su ropa en el mueble. Una toalla de baño y unas toallitas estaban dobladas junto a un cepillo de dientes todavía en su envoltura de plástico. Sobresaliendo de un frasco de vidrio, una variedad de peines, cepillos, algunos cachivaches, y otro de hisopos de algodón. Lainey se dio otra mirada desagradable, y se fue a la ducha. Le tomó un poco de tiempo ajustarla mientras probaba el agua. Al girar la perilla a lo que ella pensó que era una temperatura normal, resultó en un calor abrasador. Ella jugueteó durante algún tiempo antes de que su piel fría se aclimatara y entró en ella. La ducha era magnífica. Lainey sintió que los días de tensión y suciedad se iban por el desagüe. Llevaba el pelo muy sucio, ella lo lavó tres veces antes de que quedara satisfecha. Su cuerpo todavía palpitaba con las ganas y ella deseó que Scotch olvidara el desayuno y se uniera a

ella. Lamentablemente, no lo hizo. Sin negárselo, Lainey se apoyó contra la pared bajo el chorro de agua tibia, y llegó rápido al clímax. Ella jadeó con la fuerza de su orgasmo, casi perdiendo el equilibrio, ya que la sensación rodó sobre ella. Dios, ¿Cómo sería cuando fuera real? Con el rastro de su excitación, ella terminó de lavarse y salió de la ducha. Su imagen en el espejo era clara y nítida, sin una niebla de vapor nublando su juicio, y ella asintió ante su reflejo. El agua había estado más fresca de lo que normalmente había disfrutado. Ella se acercó para una revisión más minuciosa. Había moretones en su lado izquierdo por lo del accidente del trineo, aunque no tenían aspecto grave ni muy oscuro. Sus manos y su cara estaban rojas y un poco agrietadas por la exposición constante. Sus pies parecían bastante bien, ella se cambió de calcetines y de camisas con regularidad para combatir el pie de trinchera o alguna otra enfermedad. En términos generales, ella observó con satisfacción que estaba en buena forma para continuar. Se peinó su cabello, y luego se cepilló los dientes gratamente aliviada antes de vestirse con ropa limpia. Reuniendo sus pertenencias, Lainey abrió con cuidado la puerta del baño a un oscuro pasillo. Al otro lado estaba la habitación que ella y Scotch habían compartido. A su izquierda, la sala brillaba con una luz lejana, y ella pudo ver el final de un sofá. La cocina estaba por allí. Apagó la luz del baño, dejó sus cosas en el dormitorio y se dirigió al final del pasillo. Su nariz se crispó ante el olor del café y las prometidas tostadas francesas, y su estómago rugió. La sala era pequeña y ordenada, pero tenía un ambiente muy acogedor. Un cuerpo envuelto en un edredón yacía en el sofá. Ella recordaba haber estado sentada allí hacía unas horas, con una cena que parecía deliciosa aunque ella apenas recordó haber comido. Lainey escuchó el murmullo de un ronquido emitido desde la profundidad, identificando a la persona como su colega, Howry. Estuvo a punto de tropezar con otro cuerpo acurrucado en el suelo junto a la chimenea - Strauss. Lainey se preguntó dónde estaban los demás. Ella había visto a Thom y a Rye, cierto, ¿o eran alucinaciones provocadas por ver a Helen en el puesto de control? Unas voces suaves le hicieron señas, y ella pasó a Strauss, rumbo a un pequeño comedor y bien iluminada cocina. Scotch estaba sentada en una pequeña mesa de madera, con una taza de café. Una mujer estaba de pie en la cocina, espátula en mano, empujando una rebanada de pan en la sartén que sostenía. Lainey la reconoció como su anfitriona, pero una repentina punzada de hambre la venció. Ella peleó con los instintos de su cuerpo, apoyándose contra la puerta mientras obligaba a su mente a trabajar. "Tú debes de ser Molly”, dijo finalmente, adjuntando el nombre a la cara de la mujer. La mujer sonrió. "Sí, soy yo", dijo. "Me sorprende que lo recuerdes." Lainey se sonrojó y se encogió de hombros. "Yo también" Molly sonrió. "Toma asiento. El desayuno está casi listo. Scotch, dale una taza de café". "Sí, señora". Scotch sonrió y le hizo un guiño a Lainey, indicándole que tomara un asiento en la mesa antes de seguir órdenes. Ella se sentó, y su estómago gruñó. "Suena como que tienes hambre”, observó Molly. "Lo bueno es que he hecho suficiente para alimentar a un ejército, pero la mitad de las tropas están todavía dormidos." Ella hizo un gesto hacia la sala de estar con su espátula. Lainey se alegró de que su rostro ya estuviera enrojecido por la intemperie. Le tomó un esfuerzo, pero ella asumió su modo profesional, dando a Scotch una sonrisa de agradecimiento cuando le extendió una humeante taza de café. "No estoy segura de lo dije ayer por la noche, pero

gracias por atenderme y darme de comer". Molly alejó su comentario con un movimiento. "Yo soy voluntaria cada año. Tener gente mientras pasan por McGrath es una celebración. Thom y Helen han pernoctado aquí cada vez durante los últimos diez años." Pasó la tostada por la sartén. "Y he estado vigilando a esta pícara desde que entró por primera vez a la Iditarod Junior". Scotch se sentó junto a Lainey, todavía sonriendo. "Así que pícara, ¿eh?" Preguntó Lainey. Scotch se encogió de hombros, sus ojos brillaban. "Pícara" entonó Molly. Quitó la sartén del quemador, y puso la tostada en un plato ya apilado. Llevando el plato a la mesa, lo puso delante de Lainey. Maternalmente extendió la mano para frotar el hombro de Lainey. "Come. Hay mucho más de donde vinieron éstas". "¡Gracias!" Lainey se hizo cargo de su desayuno, casi gimiendo cuando las tostadas francesas y la miel de maple saborearon su lengua. Esto estaba muy lejos de sus lujuriosos sueños, pero era igual de satisfactorio. Mientras comían, Molly se mantuvo charlando acerca de los otros mushers que habían pasado por su casa. Nunca dejó que sus tazas de café estuvieran vacías, llenándolas constantemente mientras andaba alrededor de la cocina. Lainey oyó todo sobre los mushers que habían pasado tiempo en la habitación compartida, a través de su camino para ganar la carrera. Algunos cuentos eran divertidos y otros un poco más mordaces, pero Molly parecía orgullosa de participar con la carrera de esta manera. Lainey comió hasta que estuvo a punto de reventar. Por último, se quedó mirando con tristeza su plato, una media comida rebanada de tostada en remojo del jarabe. "¿Terminaste?" Sus papilas gustativas no gritaron, pero Lainey asintió con la cabeza. "Por desgracia". Molly sonrió y recogió sus platos. "Eso fue maravilloso, como siempre”, dijo Scotch, inclinándose hacia atrás para estirarse con elegancia. "Sí, lo fue." Lainey se sorprendió a sí misma con un bostezo. Molly se rió entre dientes, limpiando la mesa ante ellas. "¿Necesitan una siesta?" "Parece que sí." Lainey le sacó la lengua a Scotch, recibiendo un ligero movimiento de ceja en respuesta. Ella ignoró el repentino rubor de deseo que atravesó su cuerpo. "Tengo mucho por hacer. Realmente necesito regresar con mis perros." "Yo también." Cuando ambas se levantaron, Molly recupera las llaves de un tablero cercano al teléfono de la cocina. "Aquí. Tomen la barredora de nieve." Ella se apresuró al fregadero. "Puesto que estarás saliendo alrededor de las cinco, Scotch, voy a tener una cena decente lista como a las tres, ¿de acuerdo?" Scotch se acercó por detrás de la mujer bajita y la abrazó, besándole la frente. "Eso sería genial. Eres fantástica, Molly." Molly chasqueó la lengua y las espantó, aunque Lainey podía decir que estaba contenta con la atención. Le dio las gracias a su anfitriona antes seguir a Scotch al dormitorio. Sus ojos necesitaban adaptarse a la oscuridad, así que ella se deslizó a lo largo hasta que

ubicó la puerta correcta. Al entrar, cerró cuidadosamente tras de sí. Antes de que pudiera dar un paso más en la habitación, Scotch la agarró suavemente y la empujó contra la puerta. "Te dije que iba a conseguir ese beso tuyo después de haberte cepillado los dientes”, susurró. Sus labios se encontraron, y Lainey gimió. Scotch sabía a café y a jarabe, y ella abrió la boca a modo de invitación. Sus manos se recorrían de un cuerpo a otro, sus lenguas persiguiéndose sucesivamente. Cualquier alivio que Lainey había logrado de sus actividades en la ducha fue demolido bajo el peso de una onda fresca de excitación. Su intimidad duró para siempre, perduró años, sin embargo, terminó demasiado pronto. Scotch jadeaba cuando apoyó su frente sobre la de Lainey. Se lamió los labios y Lainey quería seguir con ella por su propia cuenta. "Eso estuvo bien." Lainey rió sin aliento. "Tienes una magnífica capacidad para las sutilezas", dijo ella, retorciéndose un poco para sentir el cuerpo de Scotch contra el de ella. "Gracias”, sonrió Scotch. "La he cultivado durante años." Ella jadeó cuando Lainey se deslizó debajo de su suéter. "Desafortunadamente, tenemos tareas que hacer y una carrera para correr". Haciendo pucheros, Lainey acarició el vientre de Scotch, no lejos de llegar hacia arriba, para tomar sus pechos redondeados en sus palmas. “Nome". "En Nome" prometió Scotch. Lainey se apartó de la puerta, obligándose a retirarse del delicioso cuerpo que la había atrapado. "Me estás volviendo loca." "Por lo menos tienes compañía para el viaje" dijo Scotch, dando un paso atrás. "Bueno, vamos a buscar a los perros para darles de comer antes de que cambie de opinión". "Sí, señora".

CAPÍTULO TREINTA Y SIETE

Lainey sonrió cuando vio a su equipo. La mayor parte de ellos todavía dormían, pero Kaara saltó cuando ella se aproximó. Su compañero de sueño, Bonaparte, apenas notó la pérdida de su calor, volteándose y dándole la espalda a Lainey. "Hey, chica dulce" murmuró Lainey, poniéndose en cuclillas para darle al perro un poco de atención. "¿Has tenido una buena siesta?" Un par de los demás se sacudieron a sí mismos de su letargo ante el sonido de su voz, y ella procedió a frotar a cada uno para despertarlos lo suficiente como para desear la caricia. Bonaparte se puso de pie, pero siguió ignorándola. Ella se resistió a la urgencia de esforzarse por él, sin querer que se volviera demasiado rebelde. Después de que la carrera hubiera terminado, ella planeaba realmente fastidiar al perro por todos aquellos meses de sufrir su actitud regia. Sonriendo con anticipación, ella sacó una bolsa de hígado de alces de su trineo y empezó a darles. Incluso amargado de todas las mañanas, Meshindi, renunció a su refunfuño cuando ella le ofreció su tratamiento favorito y Bonaparte finalmente se dignó a reconocer su presencia. Una vez que todos estaban despiertos, ella repartió la comida de perro de la nevera. En cuestión de segundos, su equipo disfrutó de una considerable comida, devorando su desayuno de la misma manera que ella lo había hecho con la de Molly. Mientras ellos comían, tomó agua de la caldera del puesto de control para iniciar su siguiente comida. Ella ordenó a través de su ropa, separando los calcetines sucios, los botines mojados y los guantes de trabajo húmedos del pequeño montón de artículos limpios y secos. Su anfitriona había insistido en que usaras su lavadora y secadora en lugar de arrastrarlo todo hasta la lavandería local. Cuando los perros terminaron de comer, Lainey recorrió la línea y recogió los platos. Recopiló el excremento, refrescó sus camas de paja y cambió sus mantas y abrigos mojados por unos frescos. A pesar de la insistencia de Molly, la intención de Lainey era lavar las cosas de perro en la lavandería pública. No había razón para obstruir los filtros de la mujer con un montón de pelo de perro. Ella pasó la siguiente hora atendiendo a cada perro empezando por sus líderes, Traza y Sholo. Ella acarició y masajeó a cada uno, incluso a Bonaparte, compartiendo tiempo con ellos, a la vez que los examinó buscando lesiones latentes. Las patas fueron cuidadosamente examinadas y aplicado el ungüento. Heldig recibió un brebaje diferente que los otros, preparado para el uso expreso de extra curación. Era más gruesa en textura y Lainey lo untó en las yemas abrasadas de las patas de Heldig, esperando que el descanso y las hierbas la mantuvieran más tiempo en el camino. Cuando llegó con Himitsu, le dio al perro marrón color amarillo un poco más de atención que al resto. Su compañero habitual en la línea había sido Tecumseh. Con su amigo caído, ahora corría solo en su mayor parte, y Lainey quería que él supiera lo mucho que ella dependía de su tranquilidad, de sus buenos modales. Además, él era uno de sus principales azuzadores, y ella disfrutaba bastante oírle maldecir a los otros equipos. Chibee se retorcía de placer ante su aproximación. Siendo el más joven, como cachorro todavía llevaba una gran cantidad de recursos y energía. Lainey aplacó su adolescente instinto al luchar con él hasta que él cayó sobre su espalda, y luego le rascó la barriga minuciosamente. Él le

sonrió, la lengua colgaba de un lado de la boca y tenía los ojos brillosos. Más abajo de la línea, el peludo Jonás tiró de uno de los cables desconectados de la línea con sus dientes, en una amplia insinuación de su deseo de ponerse en marcha. Lainey se rió. "Todavía no, compañerito. Aún tenemos que estar aquí", y ella miró el reloj "saldremos en casi doce horas, antes de que podamos volar esa articulación”. Ella negó con la cabeza. Doce horas. Una gran cantidad de tiempo. Ella podía hacer muchas cosas en doce horas, hasta una larga siesta. "¿Estás listo para salir?" Lainey miró a Scotch, sonriendo. "Si." Ella le dio a Jonás una última caricia antes de recoger la ropa que tenía apilada en una manta de perro. "Quiero detenerme en la lavandería, también." Scotch caminaba a su lado, con un bulto sobre su hombro. "¿Por qué? Hay tiempo de sobra para las dos si llevamos estas cosas a donde Molly." Ella saludó distraídamente a un voluntario que la llamó por su nombre a modo de saludo, pero siguió hablando con Lainey. "Puedes tomar otra siesta mientras yo hago la mía." "No quiero echar a perder sus máquinas con las mantas para perros", dijo Lainey." Ella parecía muy orgullosa de ellas. "De hecho, Molly se mostró muy satisfecho con sus instalaciones, habiendo comprado la lavadora y la secadora nueva el verano pasado. Eran los primeros electrodomésticos nuevos que alguna vez tuvo, y ella se jactaba de ello diez minutos completos mientras ofrecía su uso para los mushers. "Bueno, podemos hacer eso." Scotch se encogió de hombros. "Pero eso será un insulto para ella, seguramente. Ella no habría hecho la invitación si no quisiera que las usaras. Y ella se asegura de que todo esté incluido en su oferta." Lainey frunció el ceño, mirando a su amiga. "¿Estás segura? Realmente no quiero dañar algo". "Estoy segura." Aún insegura, Lainey acordó. Desde que Scotch estaba programada para salir un par de horas antes que ella, ella tendría la primera grieta en el equipo. Si las cosas iban bastante bien, Lainey imaginaba que su uso no arruinaría demasiado las cosas. "Además, se va a llevar más tiempo si haces las cargas en dos lugares diferentes. Confía en mí, parece que tienes todo el tiempo, pero los minutos y las horas pasan rápido. "Scotch subió a bordo de la barredora de nieve, equilibrando su carga en su regazo. Lainey apretó sus pertenencias contra su pecho. A pesar de la incomodidad, el paseo de regreso a casa de Molly fue rápido y sin problemas. En poco tiempo estaba de vuelta en el interior de la cocina ante la mesa, bebiendo café y viendo a Scotch ordenar sus cosas. Howry y Strauss todavía estaban tirados en la sala de estar, y Molly no estaba por ningún lado, teniendo que haber vuelto a la cama. Ella volvió a bostezar, oyendo el crujido de su mandíbula ante el esfuerzo. Antes de que pudiera recuperarse, emitió otro bostezo “Dios, lo siento," finalmente logró decir. "Ve a la cama. Te hará bien descansar" dijo Scotch. Ella puso un vaso de agua frente a Lainey. "Pero bebe esto primero. Parte de la razón por la que estás tan cansada es porque no estás recibiendo suficiente cantidad de líquidos". "¿Sí?" Preguntó Lainey, recogiendo el vaso. "Sí. Es necesario beber al menos seis de tus envases de jugo o Gatorades al día. ¿Lo estás

haciendo?" Lainey bebió el agua, apenas rodó los ojos. "Ya me parecía. Si no cuidas de ti misma -" "No puedo tomar el cuidado de los perros" terminó Lainey por ella. Levantó su vaso de nuevo y lo terminó. "Sí, señora. Acepto el argumento". Cuando se levantó, Scotch la interceptó y la abrazó. "Duerme un poco. Voy a despertarte cuando haya terminado. Tres o cuatro horas, no más." Los ojos de Lainey se cerraron mientras saboreaba la proximidad de Scotch. "Está bien", susurró. Levantó la cabeza, buscando a ciegas por un beso, y recibido el más dulce imaginable. Lainey quería prolongarlo, hacerlo más largo, sin saber cuándo vendría el próximo. Alguien tosió educadamente en la puerta, sin embargo, ambas se separaron. Howry se apoyó contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados y una sonrisa impenitente en su rostro. Tenía el pelo pegado hacia arriba en un extraño ángulo y arruinaban su intento de complicidad y apariencia diabólica. Lainey casi se rió en voz alta, pero se mordió el interior de la mejilla para controlarse. "Así que esto es lo que sucede en el sendero”, dijo él, con la voz todavía ronca por el sueño. "No, esto es lo que sucede en las cocinas" dijo Lainey. "No te puedes imaginar lo que sucede en el sendero." La sonrisa de Howry se ensanchó y movió las cejas. "Oh, creo que puedo." Él se alejó de la puerta y caminó hasta la cafetera que estaba cerca de ellos. "Toda esa nieve y el hielo. Una chica puede mantener el calor, ¿verdad?" Scotch abrazó a Lainey más cerca, pero se inclinó ligeramente hacia Howry. Su voz sonó más baja para que nadie más pudiera escuchar. "Y yo hago un trabajo notable." Lainey se rió. "Puedo dar fe de ello." Él soltó una carcajada, tomando una taza del escurreplatos. "¡Lo apuesto!" vertió el café, y lo acercó a la nariz, inhalando profundamente su aroma. "Entonces, ¿cuáles son sus planes para hoy, señoritas? Aparte de lo obvio". Él indicó con su barbilla a su abrazo. "Ella se irá a la cama." Los ojos de Howry brillaban, y lucían una expresión inocente en su rostro. "¿No me digas?" Lainey sonrió. "Y ella va a la lavandería". Él negó con la cabeza y chasqueó la lengua ante ellas. "Esa no es la manera de mantener a Lainey caliente", dijo familiarmente a Scotch. "Si lo deseas, tengo algunos consejos que puedes utilizar. No es que yo haya tenido la suerte de experimentar con ella yo mismo, pero he oído algunas historias". Él hizo un guiñó lascivo. "Sé exactamente lo que la puede encender". "¿En serio?" dijo Scotch, con la intriga en su tono. La boca de Lainey estaba abierta por el horror. "No lo harías." Howry sonrió. "Don", gruñó ella, alejándose de Scotch para mirarlo. "Sí, ¿mi amiga?" (Dijo esto en español) "Algún día, encontrarás a la mujer de tus sueños. Y cuando lo hagas, voy a estar allí para decirle todo sobre esa aldeano egipcia que ' liberaste' de su marido". Él parpadeó ante ella, con su expresión ilegible. "No lo harías." Era el turno de Lainey de sonreír. "O tal vez esa chica en Río. ¿Cuál era su nombre? ¿Consuelo?"

"Bueno, Scotch", dijo sin perder el ritmo. "Puede que no lo sepas, pero yo tengo una amplia experiencia en una variedad de jabones de lavandería. Tal vez podamos hablar de suavizantes líquidos en vez de las feas hojas para la secadora". Scotch rió con fuerza. "Eso estaría bien." Petulante, Lainey apretó la barbuda barbilla de Howry y dio media vuelta. Le dio otro beso a Scotch antes de salir de la cocina.

*** La siesta le hizo bien. O tal vez había sido el agua. En cualquier caso, cuando Scotch la despertó suavemente, Lainey se sintió muy fresca por primera vez en días. Dejó a Scotch para que tomara su siesta y se fue del dormitorio con gran renuencia. Ella no quería dejarlo pasar, sino que no disminuyó el deseo de simplemente pasar el tiempo abrazando a su amiga. Apesadumbrada, Lainey se obligó a concentrarse en sus mandados. Sólo siete horas para recorrer antes de que ella estuviera de vuelta en el camino. A estas alturas todo el mundo estaba despierto. Strauss y Howry charlaban en el sofá con un pequeño hombre nativo. La lenta memoria de Lainey le proporcionaba un nombre - Hank, el marido de Molly. Rye e Irish estaban comiendo el almuerzo en la cocina, su madre freía unos huevos, y Molly cuidadosamente doblaba la ropa lavada de Scotch. A pesar de haber tenido un gran desayuno, el estómago de Lainey retumbó ruidosamente, lo bastante para ser oído. Helen la miró, y añadió otro sartén a la estufa. "Pon tu ropa a lavar y agarra un plato". "Gracias, Helen”, dijo Lainey, sonriendo. Cuatro horas más tarde, el último de sus artículos caía en la secadora, el estómago obscenamente lleno por su segundo desayuno, Lainey se recostó en el dormitorio con una taza de café recién hecho. Ella lo puso en la mesita de noche y se deslizó bajo las mantas. Con movimientos suaves, despertó a Scotch, disfrutando de la calidez bajo sus palmas. Le tomó un gran control para no dejar avanzar las cosas ante la mujer a su lado cuando gimió y se estiró en aprecio. Scotch no tenía más tiempo que perder. Tenía que conseguir un poco de comida para ella y volver a sus perros. "Vamos, sexy. Hora de levantarse." "Mmmm. Ya me levanto" murmuró Scotch, con los ojos todavía cerrados. "Mientes" Lainey relajó su mano a lo largo del torso de Scotch, con sus dedos presionando ligeramente a lo largo de sus costillas. Scotch abrió totalmente los ojos. "¡Cosquillas no!" "¿Te vas a levantar?" "¡Sí!" Lainey sonrió. Ella metió la mano en las costillas de Scotch una vez, y casi la atrapa la respuesta exuberante antes de que la soltara. "Eso fue malo." Scotch hizo un puchero, ya medio sentada en la cama. "Me lo agradecerás más tarde. Son más de las dos y debes comer antes de irte". Scotch se frotó la cara y miró el reloj despertador. "Sí, tienes razón." Ella bostezó y se rascó la cabeza. "¿Eso es café?"

"Sip." Lainey se inclinó sobre ella para recuperar la taza. Se quedó inmóvil cuando Scotch le acarició la espalda y la parte baja. "Esto no es levantarse de la cama“. El corazón le latía en su pecho mientras la mano bajó por su muslo. "Tal vez no, pero sin duda me ha despertado". Lainey rió entre dientes y se obligó a alejarse del toque de Scotch, entregándole el café. "A mí, también. Y yo no necesito despertar, gracias". Scotch tomó un sorbo de su taza. "Esa es una cuestión de opinión". Divertida, Lainey negó con la cabeza y saltó fuera de la cama. "Vamos, Fuller. Tienes una carrera para ganar. Una pequeña palmada y unas cosquillas podrían interrumpir demasiado tu descanso ya programado". "Sí, señora", dijo Scotch, con tristeza. "Molly dijo que te dijera que tienes un plato de jamón y frijoles esperándote en la cocina." El semblante de Scotch se animó, y ella lamió sus labios. "Vaya, ¿por qué no me dijiste antes? Vamos a ponernos en marcha".

CAPÍTULO TREINTA Y OCHO

Tanto como Lainey quería ver a Scotch fuera, ella tenía sus propias tareas por completar. Howry condujo a Scotch al puesto de control, dejando a Lainey despedirlo a medida que se fueron. Su última visión de Scotch había sido el perfil de la mujer mientras avanzaban por la calle y dieron vuelta en una esquina. Las oportunidades eran buenas, lo más probable era que podrían verse por una o dos horas en los pocos puestos de control que faltaban. Scotch estaría entonces corriendo demasiado lejos delante de Lainey para que la alcanzara. Lainey pasó la siguiente hora donde Molly consiguiendo la última de sus cosas y terminando de lavar la ropa. Por encima de sus recelos, Molly insistió en que rellenara la lavadora hasta el borde con los abrigos para perros, Lainey tuvo que admitir que el nuevo aparato estaba a la altura para lo que había sido diseñado. Strauss estaba sentado a la mesa de la cocina, entrevistándola oficialmente por el artículo de Cognizance mientras ella trabajaba, acompañada por el marido de Molly, quien añadía su propia sabiduría de mushing para la discusión. Entonces Molly insistió en prepararle bocadillos de queso y atún para un almuerzo rápido, envolviendo varios en papel de aluminio y empujándolos hacia los brazos ya cargados de Lainey mientras ella se dirigía por la puerta. "Muchas gracias por el apoyo" dijo Lainey mientras se subía a la barredora de nieve, agarrando el paquete de engranajes y los alimentos. Molly sonrió. "Tú acaba de llegar a Nome, querida. Eso serán gracias suficientes. Estaré escuchando los informes." Ella permaneció en el porche, con un chal envuelto alrededor de su vestido casero y las botas esquimales en sus pies, casi sin darse cuenta de los dos grados de temperatura. Ella hizo un gesto de saludo mientras Strauss sacaba la barredora de nieve del patio. En el puesto de control, Lainey se bajó de la barredora de nieve. "¿Te veré otra vez?" preguntó. "Sí. Don y yo hemos estado hablando acerca de volar a Ruby y luego a Unalakleet, si el tiempo lo permite." "¡Grandioso! Nos vemos entonces." se dio la vuelta para irse. "¿Lainey?" Ella lo miró por encima de su hombro. "Tómalo con calma, ¿de acuerdo? No quiero perder a mi fotoperiodista estrella en una avalancha o algo así." Lainey le sonrió. "Lo peor ya pasó, Ben. Puede que no todo sea suave navegando hasta Nome, pero será mucho mejor de lo que ya he pasado". "Sólo digo." Ella sonrió y se volvió hacia él, tocándole la mejilla desaliñada. "Gracias. Lo haré." Ellos se despidieron y ella lo vio marchar antes de caminar penosamente hacia su trineo. Los perros estaban ansiosos por verla, todos ellos despiertos y con los ojos brillantes. Caminó entre ellos, hablándoles y acariciándolos por unos momentos. Entonces ella agarró un arnés de perro y se dirigió al lugar de entrega a recoger su nuevo trineo. Parecía el mismo que el que tenía actualmente, aunque con menos desgaste. Ella enganchó el arnés al trineo y puso su brazo a través de una de las asas,

arrastrando el nuevo vehículo de vuelta a su zona de aparcamiento. A medida que su equipo se comió su almuerzo, ella transfirió todo, la bolsa de trineo y todo lo demás, de un trineo al otro, asegurándose cuidadosamente de centrar el peso de la carga esta vez. Ella no quiere que se repitiera lo de su último accidente. Pronto el trineo estaba lleno hasta las costillas con el engranaje que ella cargaba y la comida que había distribuido entre sus pertenencias. Ella colocó los elementos obligatorios y el paquete de promoción en un lugar fácilmente accesible, agarró el trineo pequeño y salió de nuevo por más agua. Con los tallarines remojados en la nevera y varios paquetes de Gatorade descongelados en la otra, ella miró su reloj. Maldición, sólo le quedaban veinte y cinco minutos. ¿A dónde se fue el tiempo? Parecía que había pasado una hora cuando ella se asombró de tener doce horas seguidas de tiempo para trabajar. Lainey tristemente negó con la cabeza. Ella conectó su viejo trineo atrás del nuevo para manualmente arrastrarlo al nuevo punto de caída. Luego se fue hasta la línea de los perros juguetones y ansiosos, a limpiar su desorden y poner botines en sus pies. Su emoción se incrementaba a otro nivel mientras ella trabajaba, ellos habían reconocido las señales de que estaban por volver al sendero, y retozaban en consecuencia. Tan impaciente como estaba su equipo, Lainey sabía que debía simplemente dirigirlos hacia el puesto de control. Con su suerte, podrían salir fuera de la ciudad y obligarla a dar la vuelta para que ella pudiera revisarlo correctamente. En su lugar, enganchó un arnés a la línea de remolque delante de Sholo y Traza y dirigió el equipo ella misma. Al salir de la zona de aparcamiento, saludó a Roman Spencer, quien estaba en la etapa final para salir. A pesar de haber entrado a McGrath detrás de ella, él estaba dejándolo antes que ella. El descanso de veinticuatro horas de un musher estaba donde el Comité de Iditarod equilibraba el campo de juego. El descanso de Lainey en realidad había durado veinticinco horas más porque ella había dejado Anchorage más de una hora y media antes del último musher. Las únicas personas que se alojaban más de sus veinticuatro horas eran el segundo y tercer musher en la pista. Cuando todos los mushers habían tomado sus veinticuatro horas, sus posiciones reflejarían su verdadera posición en la carrera. Lainey guió a su equipo hasta el punto de entrega donde ella desabrochó el viejo trineo, lo etiquetó para el envío de nuevo a la perrera, y arrojó su basura y la comida adicional de perro. Para cuando llegó al punto de control, tuvo que esperar tres minutos. Roman acababa de salir, y sus perros recogieron el olor de su equipo, ladrando y moviéndose hacia delante en un intento de alcanzarlos. Un par de voluntarios dieron un paso adelante para contenerlos, riéndose de su anticipación. "Parece que tienes un gran equipo" dijo el inspector, entregándole su portapapeles para firmar su salida. "Ciertamente", dijo Lainey con una sonrisa de satisfacción. "La salida está prevista a las siete cincuenta y ocho", dijo él. Él contó el tiempo en su reloj. "Qué son... cinco... cuatro... tres... dos... uno... ahora" "¡Listos!" gritó Lainey, advirtiendo a los voluntarios y consiguiendo la atención de sus perros. "¡Vamos!" El equipo salió a galope completo, corriendo hacia adelante en un intento de alcanzar al equipo de Roman.

**** El viaje a Takotna fue fácil, menos de veinte millas. Los perros de Lainey tomaron el sendero bajando hacia el río sin problemas. Menos de una milla más tarde, subieron por el margen izquierda y se dirigieron al otro lado de pantanos congelados y líneas de árboles dispersos. El sendero era sólido y bien marcado, con sólo la suficiente nieve fresca para que fuera interesante. Las huellas de Roman eran fácilmente visibles y sus perros estaban entusiasmados por su largo descanso. Lainey se alegró por el clima. El sol se había puesto, y el aire estaba fresco y frío. Ella ajustó su gorra para compensar, su lámpara de cabeza iluminaba el meneo de las colas del perro. Con el equipo quemando el exceso de energía, algo más cálido habría sido desastroso para ellos. De hecho, hicieron uso de la nieve fresca, mordiéndola mientras corrían para saciar su sed. El suelo se elevó en un ángulo suave, mientras corrían a lo largo. Pronto la ascensión se convirtió un poco más extremo, aunque ni de lejos era tan drástico como habían sido las subidas anteriores. Aún así, Lainey saltó del trineo para dar a los perros menos peso para tirar. Además, correr le ayudaba a mantenerse caliente también. En la cima, corrieron a lo largo de una cresta boscosa durante unos cuantos kilómetros antes de que el sendero se desviara hacia la derecha y bajara por un costado. Al llegar frente a la cordillera y entrar rumbo al río, vio a Roman quizá a un cuarto de milla por delante de ella. Su equipo lo había logrado, además, y Chibee aulló de alegría. Los perros se lanzaron hacia delante, y ella dejó que se encargaran. Al final de esta carrera, en el último descanso, podrían quemar el exceso para llegar. Hasta entonces, no les haría daño permitirles un poco más de ejercicio. Oyó ladrar delante mientras su equipo se acercaba a él, los perros de Roman comenzaron a agitarse ante el acercamiento de la competencia. Montana les contestó, haciéndose eco por Chibee y el normalmente tranquilo Himitsu. Lainey resopló cuando Montana de alguna manera hizo su trotar con arrogancia, un andar arrogante aparentemente diseñado para mostrar su humilde opinión de los perros que se acercaban. El equipo de Roman hizo una explosión de velocidad, y Lainey sonrió. Así que esa era la forma en que él quería jugar, ¿eh?. “¡Vamos!" ordenó a sus perros. Ella lo persiguió por el río y hasta un terraplén. De repente estaban en una calle, y ella vio letreros que indicaban el siguiente punto de control. "¡Alto!" ordenó ella, de pie sobre la alfombra de arrastre entre sus perros corredores. Por mucho que quería pasar a Roman, cinco segundos de margen no significaba nada en esta etapa del juego. Su equipo se mantuvo firme, sin embargo, ya que no pararían hasta que rebasaran a Roman hasta detenerse en el puesto de control. Lainey rió cuando los voluntarios corrieron a detener a los perros. Ella se sacó sus guantes y oficialmente firmó la llegada. "¿Se alojará?" "Nop. Acabo de salir de nuestras veinticuatro horas en McGrath", dijo ella, buscando en su bolsa de trineo para darle unos bocadillos a sus perros. Roman había optado por seguir adelante y ella lo saludó con un gesto de la mano mientras él seguía hasta Takotna. El verificador asintió. "Hay un filete para cenar si se queda". "¿En serio?" Lainey regresó a su bolso de trineo y agarró sus botines y el ungüento. "Comí una cena bastante fuerte cuando salí de McGrath". Él se encogió de hombros. "Oh, bueno. A los aldeanos les gustaría extender la alfombra

roja. Algunos de los mushers toman su gran descanso aquí por la cena de carne".

Terminó con su tarea, ella re empacó su equipo y subió a bordo de los corredores. "Si hago esto la próxima vez, puede apostar que me quedaré aquí en mi veinticuatro horas de descanso", dijo. Ella se acomodó la lámpara en su cabeza para la inminente oscuridad y firmó su salida a las nueve y media pm. "Si hago esto otra vez", murmuró sí, divertida. "¿Qué diablos estoy pensando?" Este tramo de sendero estaba, literalmente, en una carretera, otra sección fácil ya que el camino parecía ser mantenido durante los meses de verano. Para las siguientes ocho o nueve millas, se emparejó con Roman mientras ambos subían las rampas de forma gradual. Eventualmente ambos equipos de perros se establecieron en un ritmo disminuyendo los ladridos uno al otro. Al parecer, ella y Roman estaban a la misma altura, y Lainey comenzó a considerar estrategias serias para ganarle hasta Nome. Salieron de la carretera, que se extendía por la derecha y tocaba un poco de tierra. Luego regresaban de nuevo en él, dirigiéndose ahora cuesta abajo. En algunas áreas, parecía que el sendero tenía más hielo. Lainey se concentraba con su lámpara para ver las placas de hielo que estaban congeladas a través del camino al lado de los arroyos. Una o dos veces, el camino evitaba el hielo por completo por el deslizamiento en una zanja en el otro lado. Donde se construyeron puentes para atravesar el agua, el camino a veces conducía fuera de la carretera y los pasaba a ellos en vez de ir al otro lado. Roman Spencer salió de la pista, y Lainey desaceleró a pasar junto a él. "¿Estás bien?" preguntó ella. "Sí. Sólo voy a darle unos bocadillos a los perros" respondió. "Luego seguiré." Lainey asintió e instó a su equipo a seguir adelante. A pesar de estar a la cabeza, ella se preguntaba si había algo por delante de lo que ella no sabía, pero él sí. Ella frunció el ceño mientras su trineo corría a lo largo del camino a un ritmo suave, tratando de recordar algo de los informes del sendero que había recibido. Nada le vino a la mente, y finalmente decidió que realmente él sólo quería darle a sus perros una pausa en lugar de engañarla para ocupar una poco envidiable posición. Cruzó varios arroyos diferentes ahora, algunos de ellos con señales y algunos no, y siguió el río Innoko por un rato. Su luz recogió las estructuras oscuras al lado de la carretera, la evidencia de viejos campamentos mineros y cabañas. A continuación, un letrero se alzaba cerca. 'Termina mantenimiento estatal´. Eso significaba que el puesto de control se acercaba rápidamente. A lo lejos vio la luz de una linterna, un cálido resplandor brillando desde una ventana de la cabaña. Ella sonrió mientras se acercaba. El lugar parecía como una postal de Navidad, con nieve en el techo y la luz amarilla que emanaba desde dentro, con la promesa de una gran bienvenida a casa para el cansado viajero. El ladrido de los perros detrás de ella rompió su concentración y ella miró hacia atrás para ver lámpara de Roman cierre acercándose. Lainey se echó a reír y le dijo a su equipo que se apresurara. Se detuvieron en el puesto de control de Ophir un poco después de la medianoche, un minuto y medio antes que Roman Spencer. Era el momento para otro descanso.

CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE

La pareja que era dueña de la cabaña Ophir donde estaba el puesto de control, le dio a Lainey un guiso caliente. Voluntarios, mushers y varios engranajes a secar llenaban el espacio disponible. No había espacio para los mushers para dormir dentro, pero a Lainey no le importaba, queriendo estar con sus perros después de su largo descanso en McGrath. Ella fácilmente se adaptó al ritmo de la carrera, asegurándose de que se alimentaran y bebieran sus perros y estuvieran saludables antes de atenderse ella misma. Le tomó poco hacerlo, pero ella se obligó a beber dos de su jugo de frutas en lugar de uno, tal como le había indicado Scotch. Después de una siesta de tres horas la despertó su alarma con un pitido suave en su oído. Ella rápidamente miró a su alrededor para ver si Roman ya había abandonado el lugar, pero él dormitaba en su trineo a unos metros de distancia. Había otros cuatro mushers que tomaban sus descansos aquí, pero ella no estaba preocupada por ellos. Con movimientos cuidadosos, Lainey se levantó y comenzó sus tareas a fin de partir. Ella no quería despertarlo si podía evitarlo, aunque ella se imaginó que él estaría listo pronto. No había razón para darle a él más de una ventaja, ¿no es así? Ella no habló con sus perros esta vez, no quería que su voz llegara al trineo de Roman, aunque sí les dio todo el afecto al que estaban acostumbrados cuando ella los alimentó. Ella dio unos pasos ligeramente y trató de hacer el menor ruido posible. Para cuando ella estaba a medio camino de terminar sus tareas, Roman se despertó de golpe, probablemente a causa de su propio reloj despertador. Al verla a ella en medio de sus preparativos, sacudió un dedo hacia ella y se arrastró para salir de su saco de dormir. Lainey sonrió, moviéndose más rápido ya que no tenía necesidad de ser más cautelosa. Antes de que él tuviera tiempo para terminar la alimentación de su equipo, ella estaba poniendo los botines a las patas de los perros y limpiando su zona de aparcamiento. Ella lo saludó alegremente cuando su equipo lo rebasó, dirigiéndose hacia el puesto de control. Le pareció oírlo refunfuñando, y ella se echó a reír. Eran como las seis y media de la mañana, cuando su equipo salió de la cabaña de Navidad. El cielo estaba todavía oscuro aunque el sol comenzaría a levantarse en una hora. Lainey esperó hasta que fueran un poco más lejos para beber más jugo, consciente de la advertencia de Scotch. Ella no podía permitirse ser tan desordenada como antes. Ya no había más descansos de veinticuatro horas por delante y todavía quedaban dos tercios de la carrera por seguir. El sendero estaba siendo rápido y fácil, era tanto un don y una maldición para ella. El clima frío y los senderos fáciles permitían conseguir más en menos tiempo, dando también la misma ventaja a Roman o a cualquier otra persona en los alrededores. Dentro de los primeros kilómetros, el equipo cruzó el río Innoko dos veces. Después entraron en un área de árboles y en la tundra durante un tiempo, paralelo a los ríos mientras iban. Los perros trotaban, todavía con energía después de su larga parada, y Lainey no podía evitar sentirse orgullosa de ellos. Los había entrenado durante toda la temporada y ellos parecían trabajar juntos sin problemas como si hubieran estado haciendo esto durante años. Por supuesto, la mayoría de ellos lo había hecho, pero no juntos en este acuerdo de trabajo en particular. A medida que los kilómetros pasaban, ella mantuvo un ojo en Roman. Estimó que estaba

cerca de media hora detrás de ella después de echarle un vistazo. Si podría alcanzarla o no antes de que ella alcanzara Cripple, era la pregunta. El sol salió, y ella se quitó su lámpara, poniéndose las gafas de sol para combatir el resplandor de la luz en la nieve. Le dolía el corazón ante la sencilla belleza de la zona. Según su investigación, si la Iditarod no pasara por aquí, nadie pasaría a lo largo de estas colinas y del río en absoluto. Esta sección de sendero estaba demasiado lejos, nada más para mochileros y algo parecido durante el verano. Ella les dio bocadillos a sus perros, manteniendo vigilancia detrás de ella ante la evidencia de la presencia de Roman. Todavía nada. ¿Habría decidido él tomarse su tiempo? Los árboles se estrecharon y desaparecieron. Tocones ennegrecidos empujados por la nieve e incluso en pleno invierno, ella pudo oler una pizca de ceniza. Un incendio se había suscitado a través de todo esto en algún momento en el pasado, y el sendero conducía directamente a través del área dañada. Lainey se preparó para un paseo más agreste, pero nunca se materializó. Este incendio era mucho menos peligroso que el de Farewell Burn. Su equipo se comió las millas, rodando en la nieve para refrescarse cuando se detuvo para darles los bocadillos, y mordiéndola para saciar su sed. El sendero cruzaba el río de nuevo. Árboles quemados desteñidos, sustituidos por otros ilesos. La vejiga de Lainey comenzó a debatir con ella por todos los líquidos que estaba bebiendo, y luchó con eso durante un tiempo. Tarde o temprano tenían que llegar al siguiente punto de control. Sacó su ejemplar de notas de Scotch, hojeando las páginas. Scotch dijo que era normalmente unas cuatro a seis horas a lo sumo. Consultó su reloj. Ella había estado en el sendero cerca de cuatro horas. ¿Podría parar y encontrar un arbusto o seguir un poco más de tiempo? La decisión de aguantar continuaba en ella. Ella fantaseaba acerca de estar en el medio del desierto, tratando de convencer a su cuerpo que ella no había tenido nada que beber por días, que estaba sedienta con sed. Funcionó por un poco más de millas, pero cuando el trineo golpeó diversos surcos y baches su vejiga punzaba más y más. Ella debatió cuánto tiempo le tomaría dejar caer sus pantis el tiempo suficiente para hacer pis y seguir adelante. Sus preocupaciones crecieron rápidamente cuando ella seguía, sentía la saturación de líquidos que casi se perdió el puesto de control. "¡Alto!" -ordenó, pisando fuerte en el freno y, a continuación, maldiciendo cuando el líquido en su vejiga se tambaleó peligrosamente. Lo último que necesitaba era hacerse pis en sus pantalones aquí, en el medio del invierno de Alaska. Ella se registró, exigiendo sin aliento la ubicación de las letrinas. La verificadora, una mujer delgada con una parka brillante naranja, se rió entre dientes. "Está por allí. Vaya por delante, esperaré con el veterinario hasta que usted regrese". "¡Gracias!" Cuando terminó, se encaminó fuera de la letrina con una sonrisa de alivio. Su perros la observaban, sonriendo y riendo como diciendo que lo tenían mucho más fácil que ella. Por supuesto, ellos lo tenían fácil, después de haber sido entrenados para hacer sus necesidades mientras corrían. Un par de hombres estaban con ellos, comprobando ya la salud de cada animal. "¿Te sientes mejor?" preguntó uno de ellos. Lainey rió. "No te puedes imaginar." Ella encontró sus notas de veterinario y se los entregó. "Se ve bien”, dijo el otro después de completar su examen. Hizo algunas anotaciones en una de las páginas. "Ese tiene algunas abrasiones acumuladas en sus patas, sin embargo." Ella le dio Heldig una mirada preocupada. "Yo no quiero que corra en el suelo. ¿Crees que

debo dejarla ahora?" El veterinario lo consideró un momento, incluso regresó con Heldig a revisar sus pies de nuevo. "Todavía no. Creo que estará bien durante unos cuantos kilómetros más. Definitivamente está lo suficientemente sana como para llegar a Ruby, tal vez incluso a Galena." Lainey asintió. Ruby era el siguiente punto de control a setenta millas de distancia. Galena estaba después, alrededor de sesenta millas más. "Está bien. Gracias." Cuando se alejó de los veterinarios, vio llegar a Roman. Se debatió en darles bocadillos a los perros y salir del puesto de control a un campamento en la naturaleza. No. Con su suerte, él se decidiría a hacer lo mismo y la pasaría en algún lugar en el camino. Luego él sabría que había sido un intento. Todavía había un montón de tiempo para la competencia amistosa mientras se acercaban al final de la carrera. Dirigió a sus perros a la zona de espera y comenzó el proceso de alimentarlos y llevarlos a la cama. Derritió nieve para agua, agregó dos Gatorades, tallarines y paja diseñada para ellos. Se alegró de ver que Roman permaneció en el puesto de control, también. Ella calentó un par de sándwiches de los de Molly en la tapa de su olla hirviendo. Los comió, seguido de pan de calabaza caliente untada con mantequilla para el postre. La mantequilla sabía mejor que el pan, y recordó a Scotch comiendo una barra de mantequilla en el descanso anterior. Mientras que el pensamiento de estar haciendo lo mismo le hizo curvar sus labios, su boca se hizo agua un poco. Tal vez una de las próximas aldeas tendría una tienda o algo así. Ella ciertamente no tenía ninguna mantequilla extra en sus alimentos como Scotch la tenía, no había planeado ése antojo. Lainey bostezó y puso a un lado sus cavilaciones. Oyó la voz de Scotch en su cabeza. "Si no tomas cuidado de ti misma, no puedes tomar cuidado de tus perros." Sonriendo, Lainey preparó su trineo y su bolsa de dormir para una siesta. **** Cuando se despertó, todavía era de día, aunque el sol estaba lo suficientemente bajo como para jugar a las escondidas entre las copas de los árboles. Estaba frío, pero no mucho. Ella tenía un pequeño termómetro pegado a su trineo, y le indicaba una crítica temperatura en algún lugar por encima de cero. Lainey sintió una burbuja mental de risa. ¡Eso no era lo que ella estaba pensando el año pasado sobre el clima! Algunos otros mushers utilizaban este punto de control para un descanso. Al igual que antes, mantuvo sus actividades cuidadosamente, haciendo el menor ruido posible. Roman había aprendido la lección, sin embargo. Se había quedado tan cerca de ella como pudo, y se despertó cuando ella empezó a subir sus quemadores de cocina. Lainey suspiró con resignación mientras él rodaba fuera de su saco de dormir con una sonrisa conocedora. "Me engañaste una vez”, dijo él, y comenzó sus propias preparaciones. Lainey sonrió. "¿Acaso no te enseñó nadie que la mujer es la más ladina de las especies?" Él soltó una carcajada. "¿Esa es mi advertencia?" Ella no respondió, dándole una plácida mirada. Él se rió de nuevo, y ella volvió su atención a su equipo. Las patas de Heldig estaban quemadas, pero no demasiado, justo como había dicho el veterinario. Lainey se puso los guantes de látex y los calentadores de mano, untado las yemas de Heldig con ungüento. "La cinta adhesiva todavía es una opción", le dijo. Su respuesta fue un beso resoplando en la mejilla. Chibee se quejó de emoción cuando la cena se repartió. "Actúas como si nunca te alimentara", le dijo. Él ignoró sus palabras, ocupándose de su comida con un solo propósito en

mente. Cerca, Roman se rió entre dientes. "Nunca es suficiente." Él levantó la vista de sus parrillas. "Deberías aumentar su ingesta de grasa un poco. ¿Con cuánto los estás corriendo?" "Alrededor de media libra." Lainey regresó a la línea de su equipo con el agua extra. "Tal vez hacerlas a tres cuartos, por lo menos hasta el interior. Ellos queman grasa cuesta arriba." Ella murmuró una respuesta y continuó con sus tareas. ¿Podría Roman en peligro a sus perros por darle malos consejos, todo esto para arruinarla? Por lo que había leído y oído hablar de los Spencer, parecían ser los dueños decentes de la perrera. Por lo menos, Georgio Spencer había ganado tres carreras Iditarod y dos Yukon Quest a través de los años. Roman tenía la experiencia de ser criado en una granja con perros de carrera, al igual que Scotch. Estaban también sus propias ansias de quedar bien. ¿Los perros sentirían lo mismo? Lainey decidió que él no le daría un consejo diseñado para afectar a sus perros y, por lo tanto, afectar su posición en la carrera. Además, ¿cuál sería el punto? ¿Qué él pudiera llegar a Nome algunos lugares antes que ella? Él estaría un poco más en el nivel superior, de todos modos. Los mayores campeones contendientes ya estaban compitiendo por la posición. Independientemente, decidió no tomar su consejo. No hasta que pudiera hablar con Scotch, por lo menos. Había buenas oportunidades de que pudieran verse en Ruby. Podría preguntarle entonces. La única razón por la que Scotch no había estado en el puesto de control de Cripple era porque normalmente estaría corriendo a través de los campos en los bosques cercanos. Lainey, sin embargo, todavía guardaba un poco de temor al estar tan lejos de la civilización. Incluso en la escasa población de un puesto de control en la selva, se sentía más segura. No había elección entre aquí y Ruby, sin embargo. El siguiente punto de control estaba demasiado lejos para que los perros corrieran en una sola tirada. Lainey tendría que acampar en tierra salvaje la próxima vez. Recogió los platos y las mantas de los perros, limpió el área, y puso botines a su equipo. Se estaba convirtiendo en una acción instintiva. Terminó la tarea en menos de quince minutos esta vez. Para el final de la carrera, ella estaría haciendo la misma tarea en cinco minutos. Esta vez, ella agarró una bolsa de paja y la espolvoreó contra su trineo. Los perros necesitarían algo que los calentara sobre el sendero. "Nos vemos por ahí”, le dijo a Román, quien se encontraba en las etapas finales de prepararse. "Estaré tras de ti." Lainey sonrió ante la inherente amenaza de sus palabras. En lugar de morder el anzuelo, ella ordenó a sus perros dirigirse a la salida del puesto de control. Ya era hora de poner un poco de distancia entre ellos, al menos por un rato.

CAPÍTULO CUARENTA

La paja que le puso a su trineo hizo el viaje un poco torpe, pero el buen tiempo compensó el exceso de peso. Las temperaturas frescas y el sol poniente hicieron el camino más pasable. Cualquier cosa que se hubiera ablandado durante el día se congelaría en la noche. El equipo de Lainey trotaba sobre las huellas de algunos treinta mushers, con poca dificultad. Se unió a los perros, despojándose de la parka para combatir el sobrecalentamiento mientras corrió junto al trineo. Pasaron por una abandonada ciudad minera, con viejas y deterioradas cabañas en ambos lados del sendero. Esto era Poorman, una metrópoli alguna vez en pleno auge en el 1900 cuando el canto de las sirenas por el oro les había tirado de la cadena del corazón a muchos de los hombres. Incluso después de que dejaron Poorman detrás de ellos, encontraron campamentos mineros ocasionales desolados y olvidados a cada lado. Lainey casi deseó poder detenerse y explorar. Si no fuera por la amenaza de Roman de rebasarla, lo habría hecho. En cambio, ella suspiró y continuó corriendo con sus perros. El equipo subió a terreno elevado por un tramo. Cuando el equipo bajó a Sulatna River, Lainey estaba de vuelta con los corredores. Las señales de la Iditarod eran fáciles de ver, lo que era afortunado. A lo largo de este tramo había muchos senderos, prueba de la vida silvestre, de tramperos y de los interruptores del sendero. Incluso con los senderos bien marcados, era fácil distraerse en uno diferente y Lainey se vio obligada a mantener su atención en el camino en lugar de hacer turismo. Era igual de bien ya que el sol se ocultaría en breve. Lainey repasó por encima sus notas en las secciones fáciles, aunque mantuvo su ojo abierto en el sendero. Esperaba algunas dificultades una vez que entraron en la carretera. Riéndose, ella dijo: "¿Qué diablos hace una carretera aquí?" No hubo respuesta, pero su ritmo era bueno. La carretera en cuestión se alzaba frente a ella, y su equipo corría a través. Más adelante estaba el Sulatna Crossing, un puente de acero que cruzaba un arroyo. De acuerdo a las señales del sendero, Lainey supuso que debía cruzarlo, pero detuvo a los perros. El puente se miraba picado y desgastado ante la luz de su lámpara, justo como Poorman se veía. ¿Realmente era seguro cruzar? Lainey le dio unos bocadillos a sus perros y revisó las patas de Heldig. Todavía tenía un botín puesto, y Lainey puso tres más. Entonces ella volvió al puente y miró hacia abajo. La caída era de aproximadamente cinco metros, no era peor que la caída del techo de la cabaña. Pero al menos hay allá no tendría un pesado trineo y quince perros para enredarse si caía. Extendió la mano y golpeó el acero. Parecía lo suficientemente sólido, y no había pistas que mostraran que los otros mushers hubieran tomado una ruta diferente. Ella no se había perdido porque el camino tenía una señal oficial de la Iditarod. Oyó ladrar detrás de ella y corrió a su trineo. Maldita sea. Roman estaba llegando. Estaría jodida si lo dejaba que la atrapara. "¡Vamos!" Sus perros, deseosos de mantenerse por delante del equipo que se acercaba, se movieron afanosamente a través del camino con facilidad. Lainey miró hacia atrás para ver a Roman llegando hasta el puente. Envidio la seguridad de que él nunca vaciló, dejando que su equipo siguiera sin

pensarlo dos veces. ¿Ella era más cautelosa de lo que él era? ¿O es que simplemente tenía el beneficio de haber escuchado los cuentos de la Iditarod desde que creció? En cualquier caso, él estaba aquí, y ella o bien podría instar a sus perros a seguir adelante o dejar que corrieran a su propio ritmo. Lainey tenía que recordarse que la carrera aún no estaba ganada y ella todavía tenía que ir por días antes de llegar a la final. Arriesgar a sus perros ahora no haría mucho y forzarlos al límite antes de llegar a Nome sería llevarlos al agotamiento. Teniendo esto muy en cuenta, Lainey se negó a estar demasiado disgustada cuando Roman pasó a su lado con una sonrisa. Mucho. Sus perros guardianes tenían otras ideas, sin embargo, ya que renegaron ante los perros de Roman, quienes le devolvieron el favor con una gran cantidad de arrogancia y moviendo la cola. Ella se echó a reír ante su equipo, orgullosa de su actitud. "Así es, díganles”, dijo ella. El sendero continuaba por la carretera durante varios kilómetros. Ellos siguieron entre dos lagos y a través de un arroyo. Había un poco de derrape aquí, pero nada demasiado peligroso. Una brisa leve corría a través de la zona, causando pequeñas derivas que suavizaban el camino, pero ni siquiera esa dificultad difícilmente los frenó. Lainey rebasó a Roman mientras él estaba dándole bocadillos a sus perros, y trató de no sonreír con demasiado descaro. Ambos iban bastante igualados puesto que él la rebasaría cuando ella se detuviera para hacer lo mismo. Al parecer, la carretera seguía en zigzag que el sendero no tenia. Su equipo se salió de la carretera por un tiempo sólo para volver a ella más adelante, entonces repitió el procedimiento. En la oscuridad fue una sorpresa desagradable encontrarse de repente en una zanja, debido al glaciar que encontró al cruzar el sendero. Un par de veces Lainey se equilibró sobre un de los corredores para mantener su posición vertical. Una pequeña voz rencorosa le dijo que esperaba que Román tuviera las mismas dificultades. Pasaron junto a un cobertizo de mantenimiento de carreteras, aunque no había forma de que esta carretera pudiera denominarse como tal, aún sin la nieve y el hielo que cubría el pavimento. Siempre y cuando hubiera pavimento bajo la nieve. La brisa era más fuerte aquí, pero la línea forestal la mantuvo al mínimo. No pasó mucho tiempo antes de que la pista saliera de esa exigua protección. Aquí el viento era más fuerte y tenía partes fregadas por la limpieza del sendero. Lainey había aprendido de primera mano que el camino no estaba pavimentado cuando sus dientes temblaron por ir sobre la grava desnuda. En lugar de preocuparse de que Roman la adelantara, ahora corrió junto a su equipo para aligerar el peso del trineo, con la esperanza de que los rieles sobrevivieran el difícil camino. Tenía rieles de plástico de sobra para reemplazar el revestimiento que se destrozara, pero si las partes metálicas de los propios rieles fueran dañadas... Lainey sólo tenía otro trineo esperando en un puesto de control, su trineo veloz en Unalakleet, y estaba a 200 millas o más de distancia. El trineo rodó lentamente a lo largo por un tiempo, el ocasional parche de nieve restante daba un agudo contraste con lo áspero de la carretera y el viento tiraba del abrigo de Lainey. Finalmente, el sendero se sumergió de nuevo en la línea de árboles protegidos, y la nieve una vez más tapizaba el suelo. Lainey soltó un respiro de alivio. Ella pasó un letrero, Mile Point 30. Sería hora de parar pronto. Lainey apagó su lámpara y miró detrás de ella, no queriendo darle a Roman la oportunidad de verla si ella podía evitarlo. La lámpara de él estaba a la vista. Él tampoco había caído o habría apagado su lámpara por la misma

razón. Lainey sonrió. Más letreros, éstos indicaban que el sendero por donde corrían llevaba a través de una villa veraniega llamado Long. Todo estaba hecho un desastre por el invierno, pero los edificios estaban bien cuidados, no como las viejas construcciones de Poorman que había pasado en el último punto de control. De acuerdo a sus notas, ella estaba en el punto medio entre Cripple y Ruby. Si ella fuera más allá, estaría de nuevo expuesta al viento y al clima. Una vez más miró hacia atrás. ¿Roman se había detenido a descansar? ¿Ella se detendría? Fuera de Long, Lainey tiró de su equipo a un lado del sendero. Giró sobre su cabeza la lámpara para ver su reloj y se sorprendió al ver que sólo había estado corriendo durante cuatro horas. Todavía tenía dos horas más por recorrer antes de llegar a su recomendado horario de descanso. Dos horas más podían ponerla a ella casi en Ruby. Sería ridículo descansar entonces, sabiendo que sólo tenía veinte millas al puesto de control. Lainey les bocadillos a los perros, dándoles trozos de hígado de alce que se devoraron con ansiedad. Luego regresó a su trineo para tomar un bocado para ella y pensar. Scotch ya estaría llegando a Ruby. Lainey Realmente necesitaba hablar con ella acerca del aumento de la ingesta de grasas a sus perros. Además, la echaba de menos. No se habían separado por tanto tiempo desde la llegada de Lainey en Junio. Habían pasado más de veinticuatro horas desde que Lainey la había visto. Si ella fuera a seguir el plan original y acampara, podría perder a Scotch en Ruby. Por otro lado, hacer correr a los perros ésa distancia podría ser una dificultad para ellos. Tenía confianza de que podían manejar el kilometraje adicional, pero estaba preocupada de que pudiera trastornar su horario cuidadosamente planeado. ¿Por qué habría de hacer un descanso aquí? Lainey releyó sus notas. Eran una combinación de notas del sendero de Scotch mezcladas con las de Thom y la investigación personal de Lainey. Sorbió un paquete del jugo, con aire ausente mordisqueando un chocolate congelado entre la revisión de las páginas. Tardó unos minutos, pero finalmente ubicó la razón por la que había previsto inicialmente un descanso completo. Cuando Thom había corrido la carrera, el sendero entre Cripple y Ruby había sido de más de cien millas de largo. Por diversas razones Lainey no estaba al tanto, el sendero se había alterado algunos años atrás, reduciendo el kilometraje a un poco más de setenta. Las notas de Scotch mostraban un buen lugar para acampar cerca de Long, pero Scotch tendía a atravesar los puestos de control y aparcar lejos de la gente. Lainey combinó la información del sendero más viejo con el lugar para acampar de Scotch, y supuso que iba a necesitar aparcar antes de llegar a Ruby. Ella frunció el ceño ante el fardo de paja sobre su trineo. Maldita sea si ella podría caer aquí sin razón, sería lo mismo que tirar basura. Ella podía verlo como si diez tipos tontos entraran al Ruby. Lainey dejó escapar un suspiro. Oh, bien, nada que hacer por ahora. Al menos ella podría tomarse el tiempo para revisar sus rieles de trineo y cambiarlos si fuese necesario. Era muy temprano para alimentar a los perros, por lo que Lainey les dio un segundo bocadillo. Luego inició el proceso de descargar su trineo con el fin de voltearlo de su lado. Unos minutos más tarde, estaba satisfecha de notar que la fuerte gravilla no hubiera hecho tanto daño como lo había hecho pensado. Se mordió el labio, preguntándose si debía dar a los rieles una buena encerada antes de empacar de nuevo. Su equipo estaba tirado en la nieve, algunos tomando una siesta rápida y otros viéndola como si fueran a preguntarle ´¿vamos a quedarnos o no?´ Si se quedaba mucho tiempo más, todos sus perros se dormirían. Ella batallaría para

despertarlos. Una interrupción de esa manera podría provocar problemas para perturbar su sueño. Acomodó su trineo en posición vertical y rápidamente lo llenó de nuevo, hablando en voz alta a su equipo para mantenerlos despiertos. Para cuando ató la paja de nuevo, la mayoría de sus perros al menos estaban sentados. Lainey recorrió la línea, rascando, acariciando, y luchando con ellos hasta que incluso Bonaparte estaba listo para seguir. Ella regresado a su trineo, retiró el gancho de la nieve, y ordenó, "¡Vamos!" Estaban de vuelta en el camino antes de que ella pensara de nuevo en Roman. ¿Dónde estaba él ?Seguramente la habría rebasado ahora. Lainey se volvió para mirar hacia atrás pero no vio nada. Tal vez él había tenido mucho más dificultades que ella en ese tramo de gravilla. O eso, o es que él tenía la misma información obsoleta que ella y se quedó tomando una siesta. Los perros la llevaron a través de un silencioso valle. Sin ninguna señal de persecución, los párpados de Lainey comenzaron a sentirse pesados. Ella bostezó y se esforzó por permanecer de pie. Ahora no era el momento para cabecear. Hurgando en su bolso personal, sacó un paquete de baterías nuevas para su iPod. Pronto ella estaba soñando con Aerosmith. Después de pasar la milla del poste 18, ella subió una alta cresta, cerca de mil trescientos pies de altitud. En el otro lado estaba una bajada gradual. Ella todavía estaba en el camino desbordado y el hielo seguía siendo un problema, convirtiendo una carrera fácil en una peligrosa. El sendero tocó fondo y cruzó un puente antes de levantarse de nuevo. Ella subía y bajaba cuestas con cierta regularidad, siempre en el camino. En algunos casos, su lámpara no iluminaba nada a su derecha, lo que indicaba una caída abrupta. Ella mantuvo un ojo cauteloso sobre el camino en estos puntos. Un desbordamiento cuesta abajo podría forzarla hacia el borde sin apenas darse cuenta de que estaba pasando. En la cima de la última colina, se dio cuenta de que estaba en una intersección. Sonriendo, pudo ver luces en la distancia. Ruby estaba justo delante. A medida que el trineo luchaba por la carretera helada, distinguió grandes formas cuadradas a los lados. Al principio pensó que eran pequeños edificios o troncos de árboles, pero uno estaba lo suficientemente cerca que lámpara lo iluminaba bien. Era una señal, una tosca imagen dibujaba un equipo de perros con unos garabatos infantiles sobre la parte superior – ´Bienvenido al punto de control Ruby, corredor de la Iditarod! ' Lainey sonrió. ¡Seiscientos quince millas corridas, y sólo cuatrocientos noventa y siete para terminar!

CAPÍTULO CUARENTA Y UNO

Era las altas horas de la madrugada cuando Lainey se detuvo junto al Centro Comunitario de registro. El proceso de registro de entrada fue rápido y sin dolor, aunque uno de los voluntarios se preguntaba en voz alta por qué tenía una paca de paja con ella. "Entrenamiento con pesas", dijo ella. Estaba contenta de que la piel de su rostro estuviera agrietada por la intemperie. Por lo menos su rubor no sería fácilmente evidente. "¿Scotch Fuller está aquí?" El verificador, con una expresión divertida en su rostro, miró sobre su portapapeles. "Sí, aquí está. Sin embargo, probablemente estará lista para salir en breve." "Gracias." Lainey llevó a sus perros al área de aparcamiento y consiguió alimentarlos y acostarlos sobre la paja de Cripple. Después del largo camino en este tramo, planeaba tomar un descanso total de ocho horas aquí. Había dos descansos obligatorios de ocho horas; el siguiente sería en el otro lado del Yukón en White Mountain. No tenía planeado tomar su descanso obligatorio aquí, sin embargo, así que ella no había notificado al verificador de su intención de quedarse un poco más de lo habitual. Con su equipo acomodado, agarró los botines mojados de perro y se dirigió al centro comunitario. Esperaba que hubiera un lugar para secar por lo menos algunas de estas cosas antes de tener que salir. En el interior, sus fosas nasales se obstruyeron con prontitud a partir del cambio de temperatura, pero no sin antes de que oliera un delicioso estofado de alce. "¡Hey, hey! ¡El novato pródigo llegó!" Lainey sonrió y saludó a Howry, pero fue la visión de Scotch sentada a su lado lo que hizo que su corazón latiera un poco más rápido. Strauss regresaba a la mesa con una taza de café y se detuvo para darle un abrazo. "Puedes poner tus cosas en la parte posterior, allá" dijo él, indicando hacia una masa de líneas de lavandería improvisadas colgando sobre una estufa grande, "y toma un plato de estofado y únete a nosotros". "Sí, jefe" dijo ella. Él se rió entre dientes. “¡Vaya! Debes estar agotada para llamarme 'jefe' ". Lainey le sacó la lengua y se deslizó de debajo de su brazo. Después de arreglar sus cosas para secarlas y conseguir comida, finalmente se hundió en la silla al lado de Scotch. Ella se tomó el tiempo para quitarse sus botas y sus forros, dándole a sus pies la oportunidad de ventilarse, antes de aplicarse a su comida. "Entonces, ¿cómo te está yendo?" Preguntó Strauss. "¿Algún problema allá afuera?" "No realmente. El terreno descampado es una mierda, pero mis rieles están en mejores condiciones de lo que yo pensé que estarían. Yo no estoy tan segura de Roman Spencer, sin embargo." Scotch frunció el ceño. "¿Por qué?" "Bueno, él estaba justo detrás de mí, pero después de que salimos del bosque y entramos en el camino libre, lo perdí". Miró hacia la puerta que se abrió, pero era uno de los veterinarios. "Tomé

una larga parada para pasar el trineo. De hecho, él debía haberme rebasado y estar aquí ahora." "¿Tal vez se descompuso su trineo?" sugirió Howry. "O sus perros se rehusaron", dijo otro musher cercano a la mesa. "Yo tenía un equipo que me abandonó cuando el viento se puso peor." "Es posible". Scotch tomó de su café. "¿Cómo están los perros?" "Bien." Lainey se sorprendió al darse cuenta de que su cuenco estaba vacío. No esperaba que tuviera tanta hambre. "Es posible que deba dejar a Heldig aquí, sin embargo. Ella ha estado de puntillas a través de la nieve demasiado tiempo y le está molestando sus patas". Scotch asintió. "Sí, eso suena como a Heldig. ¿Bonaparte te ha estado dando algún problema?" "Pues no. No un poquito." Una leve sonrisa cruzó el rostro de Scotch. "Bueno, todavía hay tiempo." Lainey frunció los labios y levantó su barbilla. "Sabes, sólo porque te ha dado problemas a ti en el camino, no significa que va a hacer lo mismo conmigo." "Ah, sí. Recuerdo lo bien que se comportó contigo el mes pasado". Ella frunció el ceño ante el recordatorio. Bonaparte había decidido que era el momento para tomar un bocadillo durante una carrera de entrenamiento. En ese momento, simplemente se había sentado entre uno y otro paso, permitiendo que el equipo lo arrastrara unos metros antes de que Lainey pudiera detenerlos. Ella había estado horrorizada por la visión de su cuerpo inerte arrastrado a través de la nieve, seguramente asesinado por algún extraño accidente. Un examen más detallado demostró que él estaba sano, saludable y vivo, pero él se negó a dar un paso más. Lainey no podía obligarlo a moverse y ella finalmente recurrió a cargarlo en el trineo para remolcarlo a casa. Sólo a su llegada, temerosamente lo entregó a Helen para un examen, solo para descubrir que se trataba de un truco habitual de Su Majestad cuando decidía que había corrido suficiente por un día. Scotch le sonrió y Lainey le golpeó en la pierna con el ceño fruncido. Como si nada, la sonrisa de Scotch se ensanchó y ella consultó su reloj. "Es hora de que me prepare". Cuando se levantó Scotch, Lainey hizo lo mismo. "Caminaré contigo. Hace demasiado calor aquí". Se puso sus botas y su abrigo de nuevo mientras Scotch hizo lo mismo. Pronto estuvieron al aire libre, y ella suspiró con alivio. ¿Quién se hubiera imaginado que estaría más cómoda bajo cinco grados que en un cálido centro de la comunidad? "Esta probablemente será la última vez que te veré antes de llegar a Nome", dijo Scotch mientras la nieve crujía. "Lo sé. Supongo que tendré que correr un poco más rápido para acortar la distancia". Scotch rió. "Si. Lo haces." "Hay algo que quiero preguntarte acerca de los perros." Ante el asentimiento de Scotch, Lainey dijo, "Roman dijo que él estaba alimentando a su equipo con tres cuartos de libra de grasa ahora y sugirió que yo hiciera lo mismo. ¿Eso es algo que debo hacer?" "Sí, puedes hacer eso sin dañarlos. Tan frío como ha estado este año, podría ser beneficioso sobre todo. Van a quemar calorías para mantenerse calientes". "Está bien. Sólo quería comprobarlo antes de cambiarles su dieta". "No empacaste nada extra en tu comida, ¿verdad?" Lainey negó con la cabeza. "Pues no. No lo tenía previsto. Tomé tu lista y corté la misma cantidad que tú, así que ni siquiera tengo eso". "Bueno, el siguiente punto de control es en Galena. Tienen un café allí. Si está abierto

cuando llegues, podrás comprar algo para ellos. Unos puntos de control después de eso está Unalakleet con un par de tiendas." "Sí, voy a revisar cuando llegue allí" Lainey miró al área de aparcamiento, mientras iban por el equipo de Scotch. Algunos mushers estaban recargados en sus trineos o con sus perros. Parecía que dos muchers más habían llegado mientras ella estaba en el interior, y estaban en las últimas etapas de acomodar a sus perros. Ninguno de ellos era Roman. ¿Qué había pasado con él? Scotch la trajo de vuelta al aquí y ahora tirando de ella en un abrazo. "Recuerda, va a ser fácil correr en los próximos tramos hasta llegar a la costa. Después de eso, ten cuidado". "Sólo si tú tendrás cuidado, también” dijo Lainey, acurrucándose más cerca. "Tengo grandes planes para ti en Nome". "Y yo tengo planes para ti”, acordó Scotch. Su voz era ronca por el clima, pero la ronquera en la voz tocó una fibra sensible en el corazón de Lainey. Con renuencia, Lainey soltó a Scotch y dio un paso atrás. "Buen viaje". "Lo mismo para ti" Lainey se entretuvo durante un rato, viendo a Scotch despertar a sus perros y prepararlos para el sendero. Un bostezo lo suficientemente grande como para abarcar el Gran Cañón le recordó que necesitaba del sueño, y ella con pesar regresó a su equipo. En su camino hacia allí, vio que por fin Roman había llegado. No se miraba ningún desgaste, pero él tenía su trineo de su lado y examinaba de cerca los rieles. Parecía como si la gravilla hubiera hecho algo en ellos. Ella volvió a bostezar cuando llegó hasta su equipo. Los perros descansaban en la paja, de color verde brillante y mantas amarillas cubrían sus formas. Lainey caminó por la línea para revisarlos y regresó a su trineo, satisfecha. Cuando sacó su saco de dormir, levantó la vista para saludar a Scotch que dejaba la zona de aparcamiento. Lainey dudaba que volviera a ver a Scotch de nuevo hasta que ella llegara a Nome, y suspiró. Lo mejor era no pensar en ello. Con un poco de suerte, podría conseguir unas buenas cinco horas de sueño esta mañana. Ella entró a su saco de dormir y se acomodó. En poco tiempo, estaba profundamente dormida.

A pesar de la hora extra de descanso, los ojos de Lainey se sentían todavía arenosos cuando dejaron el puesto de control. La luz del día apareció mientras amanecía pero mantuvo su lámpara encendida por el momento. Se suponía que éste era otro tramo sencillo. Lamentó que fuera durante el calor del día, pero era mejor salir ahora o darle una oportunidad a Roman para avanzar más lejos. Él ya estaba preparando a su equipo listo para salir, después de haber estado sólo seis horas a pesar del tiempo extra que había tomado para llegar hasta aquí. El sendero seguía por la carretera fuera de la ciudad, pero en la parte inferior de una colina tomaba un giro a la derecha. Desde allí, llegaba hasta el Río Yukon, una amplia extensión de millas de nieve y hielo. Con todo ese espacio para maniobrar, los interruptores de senderos habían hecho el camino tan directo por el que ella podía ver. Ella bostezó. Sus perros trotaban alegremente a lo largo, con las colas en constante movimiento. Ella había reducido a catorce ahora, una manera aceptable para los muchos kilómetros que ya habían viajado. Heldig permaneció en Ruby como un perro encargado, sus patas estaban demasiado erosionadas para continuar sin causarse más daños. Había ladrado y jalado la cadena al salir del puesto de control, con ganas de quedarse con ellos. Debido a que no tenía otras lesiones,

Lainey se sentía mal por dejarla. Lainey bebió un jugo, su estado de ánimo empeoraba en contraste directo con el sol creciente. Estaba cansada, irritable, todavía rígida y adolorida por su caída un par de días antes. Su costilla le dolía por el frío, el agotamiento, y por estar durmiendo en posturas forzadas en su trineo. Se sentía sucia y sabía que apestaba ferozmente, independientemente de la ducha que había podido tomar en McGrath. Ugh. ¿A quién quería engañar, de todos modos? Claro, ya había pasado la mitad del recorrido, pero todavía tenía más de cuatrocientas millas por recorrer antes de llegar a la meta. ¿Cuál era el punto? ¿Todo esto por un estúpido artículo de la revista? Strauss no le había pagado lo suficiente por este abuso. Tal vez debería cancelar en Galena. Sólo entrar y poner fin a su carrera allí. Ya había habido otros mushers que cancelaban, ella no sería la única en posición de ignominia de los primeros en rescatar la carrera. Muchos de los novatos nunca llegaban a la línea de meta. Diablos, muchos de los mushers lo intentaban cada año y nunca llegaban a Nome. ¿Qué la hacía a ella tan especial? Tenía un montón de material para su artículo, y cientos de fotografías. ¿Sería realmente tan malo desconectarse ahora? Las millas se producían sin parar lentamente, y Lainey se quitó la lámpara de la cabeza para reemplazarlas por sus gafas de sol. Una cubierta de nubes oscurecía la luz directa del sol, pero todavía estaba brillante. Su equipo rodaba junto con poca dirección, pero ella tomó cuidado de mantener un ojo para los señalamientos del sendero. Lo mejor era no estar tan satisfecha de ella misma y terminar en Fairbanks por error. Dios, el camino seguía un flujo constante. Todavía tenía unas buenas cuatrocientas millas de eso, también. Ella se imaginaba volando a Nome y estar en la línea de meta para ver la llegada de Scotch. Lainey sonrió para sí misma, sabiendo que después de una ducha y una siesta decente, tendría a Scotch toda para ella. ¡Por fin! Mientras que los resultantes sueños lascivos eran divertidos, su mente insistía en seguir su line deprimente. ¿Qué pasaría cuando todo terminara? La Iditarod terminaría un año más, el artículo de Cognizance se presentaría y sería publicado... ¿Después qué? Otro trabajo, otro artículo, más viajes, eso era el ´qué´. Lainey tenía que ir donde estaba el dinero. Esa era la alegría y la maldición de un trabajo independiente. Strauss posiblemente tendría una idea para un artículo, o Lainey podría ocuparse por revisar en revistas para encontrar algo interesante que iniciar o lanzar. O podría tomar fotos de alguna fauna exótica lejos de aquí. Lainey no se hacía ilusiones de que Scotch se uniría a ella. Los perros eran la vida de Scotch. Alaska era la vida de Scotch. ¿En dónde dejaba esto su relación, entonces? Gruñendo para sí misma, Lainey se detuvo para darles un bocadillo a los perros. Todos ellos tenían saludables actitudes positivas, y no sabía si debía gruñir con ellos o dejar que la sacaran de su rápida caída en picada del estado de ánimo. Chibee se retorció y le lamió la cara mientras ella lo revisaba, su mal aliento con el pescado blanco congelado que acaba de tragar. Incapaz de evitarlo, Lainey se rió, y ella sonrió, complacida. "Gracias, chico. No hay nada como un besito de perro para despertarme a la realidad". Lo que fuera que decidiera entre aquí y Nome, ella sobreviviría. Scotch sobreviviría. Ambos eran fuertes y seguras de sí mismas, capaz de manejar cualquier cosa que el mundo enviara

contra ellas. Si estaban destinadas a estar juntas, bien. Si no, por lo menos había sido un maravilloso y divertido año. Ella terminó de revisar los perros y se subió a su trineo. "¡Vamos!"

CAPÍTULO CUARENTA Y DOS

Lainey llegó al puesto de control de Galena, a las nueve cincuenta y siete del sábado por la mañana. Ella había estado en el sendero por un total de ocho días. Corriendo en automático, aparcó el equipo, los alimentó, les dio de beber, y los puso a dormir la siesta. Completó todo el proceso en menos de una hora. A principios de la carrera ella se habría impresionado con su aumento de la eficiencia. Su mente estaba nublada por la falta de sueño y el aburrimiento, sin embargo, alternando entre taciturnos pensamientos acerca de Scotch y la vigilia por la privación de sueño. Afortunadamente, el equipo no había estado demasiado afectado por su temperamento. Ellos juguetearon un poco antes de acomodarse en sus camas de paja para dormir lo que necesitaban. Una vez que fueron atendidos, Lainey consiguió su mini-trineo y buscó sus alimentos. Ella los llevó de nuevo al trineo, pero no se molestó en abrirlos y ordenarlos. Había algo un poco más importante que tenía que cuidar, y entre más pronto lo hiciera, más pronto podía unirse a los perros en su letargo. Al igual que en Ruby, el puesto de control en Galena tenía la villa del centro comunitario. Lainey entró con una brazada de engranajes. Tuvo suerte y encontró espacio para colgar las cosas para que se secaran. Una vez que estuvo hecho, abordó a uno de los voluntarios, una mujer nativa delgada. "Oye, ¿la cafetería está abierta todavía?" La voluntaria sonrió. "Debería. Pero aquí hay un montón de alimentos para escoger. Y nuestro estofado de alce es el mejor en Yukon". Lainey trató de inhalar a través de sus fosas nasales, pero no podía oler nada. Un buffet estaba colocado junto a una pared, lleno de comida - incluso un pavo asado completo que casi estaba limpio ahora. "No lo dudo”, dijo ella, sonriendo. "Pero estoy buscando para comprar aceite de cocina o mantequilla para mis perros. Por lo menos lo suficiente como para llegar a Unalakleet." Ella se rió para sus adentros. Caramba, parecía extraño. Nunca en sus imaginaciones más salvajes pensó que alguna vez pediría manteca para los perros. A pesar de la extraña petición a la mujer, quien se presentó como Suzy, no se inmutó. En cambio, ella recogió su abrigo y se lo puso. "Te llevaré. Tengo una barredora de nieve justo afuera". Lainey parpadeó. "Oh, no tienes que hacer..." "¡No seas tonta! Has estado en el sendero durante días y necesitas descanso tanto como tus perros. Cuanto antes lleguemos, más pronto podrás comer y dormir". Lainey se apresuró hacia la puerta y abordó la barredora de nieve. Momentos más tarde, con un gesto cansado de diversión en su cara, ella fue conducida a una pequeña cafetería. Cuatro reservados se alineaban en la pared de la izquierda, y una barra de desayuno estaba a la derecha. Una puerta de doble balanceo daba a la cocina, y ella vio a un cocinero a través de la ventana de servicio, detrás del mostrador apoyado en una cadera y leyendo un libro. El aire olía a tocino, huevos y café. "Espera aquí" Suzy le hizo un gesto hacia el taburete en el mostrador, y desapareció, presumiblemente en la cocina. Desconcertada, Lainey se sentó y miró a su alrededor a los demás ocupantes. Una pareja

joven estaba sentada en uno de los reservados, asintiendo a modo de saludo cuando ella regresó. Descansando en el mostrador un par de asientos más allá, un anciano canoso le devolvió la mirada. "¿Corredora?" -le preguntó antes de que ella se avergonzara por su mala educación. "Sí" Él se chupó los dientes y la miró. "Novata, ¿eh?" Lainey sonrió. "¿Es tan obvio?" -preguntó, mirando a sí misma en busca de una señal. Tal vez estaba colgando por encima de su cabeza, parpadeando en chillonas luces de neón. El hombre se echó a reír. "A veces. He visto a todos los que han venido desde que inició la carrera. No te he visto antes. Lo recordaría". Ella se echó a reír. "Sí, esta es mi primera Iditarod". "¿Suzy dijo que necesitabas aceite de cocina o algo así?" Lainey se volvió hacia la camarera, otra mujer nativa, que había aparecido a su espalda con Suzy a su lado. "Sí. Ha estado más frío de lo que esperaba, y me pregunto si tendrían cualquier aceite o mantequilla que pudiera comprar. Necesito aumentar el consumo de grasa de mis perros." Ella sintió absurdas las palabras en cuanto salieron de su boca. La idea de entrar en un restaurante en Queens y pedir la misma cosa casi le causó un bufido, pero ella se controló. La camarera lo tomó con calma, lo que hacía toda la situación aún más absurda a los ojos de Lainey. "Creo que podríamos ayudar. Te podría dar dos libras de mantequilla y un galón de aceite de cocina". "¿En serio? Eso sería genial. ¿Cuánto quieres por eso?" Ella buscó debajo de su abrigo en busca de un bolsillo interior donde guardaba su dinero. La camarera vaciló un poco, mirando a los otros clientes con el ceño fruncido mientras calculaba el valor monetario. Finalmente citó un precio que estaba muy por debajo de lo que Lainey había esperado. El pueblo estaba literalmente en el medio del desierto, y todo tenía que ser transportado en camiones a través del buen clima. Eso hacía que los costos que dio por asumidos en la parte baja de los Estados, fueran el doble o incluso el triple en algunos lugares aquí arriba. Estaba segura de que discutir el punto sólo haría insultar a la mujer, por lo que Lainey pagó lo que se le solicitó y la camarera fue a la cocina para conseguir las cosas. Tan pronto como ella se perdió de vista, Lainey dobló un billete de veinte dólares por la mitad y lo deslizó debajo de un contenedor de azúcar escondido en una esquina. Ella se sonrojó cuando se dio cuenta que tanto el anciano y los ojos agudos de Suzy habían visto el furtivo movimiento. Él hombre asintió con la cabeza, con una sonrisa en su cara, y tomó un sorbo de su café. Suzy actuó como si nada hubiera pasado. "Aquí tienes" dijo la camarera. "¿Quieres un poco de café o algo? Tengo uno recién hecho. Podemos ofrecerte un gran desayuno, también." Lainey tomó la bolsa de papel marrón y se levantó. "Me encantaría, pero sólo tengo un pocas horas de sueño antes de que salga. Muchas gracias por esto. Usted es una salvadora de vidas". La camarera se sonrojó y sonrió. Se alisó el delantal, pero parecía contenta. "De nada. Tal vez en algún momento puedas volver para una buena comida". "Me gustaría" "¿Cómo te llamas?" -preguntó el anciano mientras Lainey se acercó a la puerta con Suzy. "Lainey Hughes" "Buena suerte, Lainey Hughes”, dijo él, levantando su copa a modo de saludo. Las otras personas en el café murmuraron lo mismo, y Lainey les dio las gracias antes de

salir. Pronto estuvo de vuelta en su trineo, con su estómago lleno de una comida de estofado de alce y panecillos frescos con mantequilla. Su equipo dormía, y ella se unió a ellos. Estaba inconsciente antes de que su cabeza tocara la ropa enrollada que usó como almohada. ***

Al despertar, ella agarró su termo y regresó al centro comunitario. Esos rollos habían sido maravillosos, y esperaba que hubiera más. Por lo menos, un termo de café o incluso una jarra caliente de bebida sabría mejor que los jugos y el Gatorade que llevaba. Ella había tratado de conseguir un surtido de sabores en sus entregas de comida, pero su sabor ya no era el mismo. Tal vez la próxima vez podría sustituir un par de otros artículos para beber. ¿La próxima vez? ¿De dónde venía eso? Lainey resopló y sacudió la cabeza, entrando al centro comunitario. Las caras de los mushers habían cambiado, otras caras nuevas debieron haber llegado en la tarde mientras dormía, otros habían salido. Roman Spencer estaba allí, se miraba aturdido mientras se llevaba una cuchara de guisado a la boca. Lainey estaba contenta de verlo, preguntándose si acababa de llegar y si planeaba quedarse mucho tiempo. Parecía que ella podría estarlo evitando por el resto de la carrera. Sólo podía esperar. Lainey fue a los bastidores de secado y recogió sus cosas. La mayoría de todo estaba seco, aunque los forros de las botas seguían ligeramente humedecidas. Tristemente, se preguntó si habría un lugar en Kaltag para secar las cosas. Esa sería su siguiente parada. Ella podría usar esas camisas antes de llegar a Unalakleet. Buscó a tientas su cuaderno y comprobó su inventario de alimentos de Kaltag. Al menos tenía dos pares de forros, por si acaso. "¿Lainey?" Se volvió y vio a la mujer que la había llevado a la cafetería, Suzy. "Hey, ¿cómo lo llevas?" -preguntó con una sonrisa, guardando su cuaderno y haciendo malabarismos con sus pertenencias. "Mejor que ustedes”, dijo Suzy, indicando a los corredores agotados y sin afeitar en el centro. "Mientras dormías hubo algunas entregas para ti. Las tengo por aquí". Desconcertada, Lainey la siguió hasta donde los voluntarios habían establecido su oficina, una fila de mesas cubiertas con el papeleo, radios, y todo tipo de cachivaches. "¿Entregas? Yo no pedí nada para que se entregara aquí. Aparte de la comida, claro." Miró al enorme pizarrón en la pared, buscando el nombre de Scotch. Parecía que estaría dejando el puesto de control en Kaltag en un par de horas. Roman sólo acababa de llegar, dándole a Lainey el potencial de otra ventaja de cinco o seis horas. "Bueno, el viejo Harris difundió las palabras después de que salimos de la cafetería esta mañana." Suzy sacó una caja grande de cartón de debajo de una mesa y la puso en la parte superior. "¿Harris?" Lainey levantó la tapa de la caja y parpadeó ante el contenido. Sintió un nudo en la garganta, era difícil tragar. "Sí, el hombre en el mostrador. Les dijo a algunas personas sobre lo que necesitabas. Tuvimos a cinco o seis personas que se aparecieron para darte esto". Lainey sacó un galón de plástico con aceite de cocina, del interior de la caja. Había otros iguales, así como varias barras de mantequilla y margarina de diferentes marcas, obviamente del refrigerador de la casa de alguien. Una gran bolsa de plástico con trozos de huesos carnosos, en su

mayoría congelados - suficiente para dieciséis perros. En una bolsa de papel más pequeño, había un tarro de conservas lleno de un fluido espeso de color amarillo. "¿Qué es esto?" Suzy silbó. "Eso es aceite de foca. Tiene un muy alto contenido de grasa. Probablemente significa que se los des a los perros. Puedes beber directamente o mojar el pan o algo en él. ¿Alguna vez lo has hecho antes?" "No." Lainey no sabía si reír o llorar. Incapaz de hacer la decisión emocional, ella sonrió mientras las lágrimas picaron sus ojos. "Bueno, si te gusta el pescado, te gustará esto. Tiene un sabor a pescado, de todos modos." Sollozando, Lainey encontró unas cartas de un par de hijos y siete notas con palabras de aliento. "¿Harris, dijiste?" "Sip, Harris" acordó Suzy. Se asomó a través de las tarjetas y mensajes. "Todo el que trajo algo dejó una nota para ti". Lainey leyó cada uno. Los niños habían dibujado imágenes reales de un trineo y perros. Una incluso mostraba su brillante bolsa de trineo amarilla, por lo que el niño tenía que haberla visto mientras ella estaba durmiendo la siesta. Los otros eran mensajes garabateados de buenos deseos y estímulos para llegar a la meta. Se aseguró de que tenía los nombres de las personas involucradas, pidiéndole a Suzy traducir las firmas que no podía leer. A pesar de que tomaría tiempo, Lainey no se iría hasta que ella hubiera escrito unas notas de agradecimientos a todos los involucrados, incluyendo a Harris y a la camarera en la cafetería. Cuando terminó, se los dio a Suzy quien prometió entregarlos. Antes de que Lainey pudiera salir, Suzy la llevó a la mesa de buffet, y le insistió en que tomara un refrigerio para llevarse con ella. Ella se rió cuando la voluntaria puso cuatro rollos con mantequilla y los envolvió en papel de aluminio para el camino. Todavía un poco llorosa, Lainey tomó la caja - ahora con montones de donaciones, rollos, y sus engranajes secos - a su trineo. Eran un poco después de las tres de la tarde y el cielo estaba oscureciendo. Su descanso de seis horas terminaría pronto. Aún así, ella se detuvo y miró la Villa en torno a ella, memorizando su apariencia. Incluso sacó su cámara y tomó unas cuantas fotos, más para ella que para cualquier artículo de la revista. Qué increíble grupo de gente había aquí en Galena, Alaska. Guardó su cámara y se esforzó por volver a su trineo. Encendió las parrillas, se movió por la línea para despertar a sus perros. Todavía sentía el nudo en la garganta. ¿Qué podría hacer para pagar al pueblo de Galena?

CAPÍTULO CUARENTA Y TRES

Lainey pasó la noche en el camino, deteniéndose en el puesto de control de Nulato sólo el tiempo suficiente para darles un bocadillo a sus perros. Llegó a Kaltag un poco después de las tres de la mañana y tomó un muy necesario descanso. Los perros disfrutaron sus huesos, royendo y mordiendo antes de que se quedaran dormidos. Sus notas indicaban que el próximo tramo de camino a Unalakleet tenía el potencial para crearle problemas. Un camino recto no era algo inaudito, sin embargo, a pesar del hecho de que estaba a noventa millas de distancia. Cuando despertó a sus perros de su obligatorio descanso de ocho horas, evaluó sus fortalezas y debilidades para una posible carrera de doce horas. Todos ellos estuvieron comiendo bien, habían sido lo suficientemente afortunados de no atrapar algunas de las enfermedades flotantes a través de la carrera. Era inevitable para los perros atrapar enfermedades, con cientos de ellos en el camino. Sólo bastaba con que uno captara un frío o una gripe canina para infectar a una docena de otros que se aparcaban en la misma área de la ruta. Su equipo aún comía con ganas, sobre todo ahora que tenía la grasa extra para incluirla en su dieta, y ellos no parecían cansados. Físicamente, todavía tiraban sin abandonar, aunque incluso su grandioso perro de rueda, Jonás, había frenado su prevaleciente entusiasmo. Él se quedó con ganas de seguir adelante en la pista después de cada parada, pero su energía desbordante se había suavizado con los muchos kilómetros recorridos bajo sus patas. Ninguno de ellos parecía ser forzados a nada. Los veterinarios les dieron buenas notas de salud en cada punto de control. De hecho, Lainey era una de las pocas corredoras con catorce perros. La mayoría había bajado a trece, algunos tan sólo con nueve hasta este punto. Incluso Scotch había reducido a trece perros de acuerdo con las revisiones, y era famosa por el cuidado excelente de su equipo. Si alguien en el equipo se estaba palideciendo, ésa era Lainey. Ella era el eslabón débil. Sus emociones estaban por todo el lugar, y los senderos sencillos le dejaron mucho espacio para gemir y quejarse sobre todo de la idea de evitar las complicaciones por sus sentimientos sobre Scotch al tomar el primer avión de Nome. El deseo de una bebida se había vuelto más fuerte, su termo perpetuamente lleno de café y muchos paquetes de jugo no llenaban la necesidad. Ella no había comenzado a tener alucinaciones, pero sabía de otros mushers que la privación del sueño y el poco cuidado de su salud podría causarle ver cosas que no estaban allí. Resoplando, empacó su bolsa de trineo. Tal vez viera elefantes rosas; nunca las tuvo cuando estaba borracha por lo que al menos las posibilidades eran entretenidas. La única cosa que la mantenía en el camino era un acrónimo que había aprendido en sus sesiones de Alcohólicos Anónimos – H.E.S.C. (H.A.L.T.) significaba Hambriento, Enojado, Solo, Cansado , y cuando sentía uno o más de estos sentimientos, sabía que no debería tomar una decisión apresurada. Todo su ser latía con esas emociones, pero su experiencia le enseñó a no saltar a conclusiones erróneas. Esta era la única cosa que la mantenía en la carrera ahora. Ella se rió con seriedad, mientras preparaba el equipo para dejar Kaltag. La decisión de dejar la carrera estaba fuera de sus manos, tanto como ella se negara a tomar una decisión. Si lograba llegar a Nome sería a causa de ello. Qué manera de terminar la carrera. También

malhumorada y cansada como para dejarla. Dudaba de que nadie pudiera reclamar lo mismo. Volviendo a la evaluación de sus perros, cuestionó a uno de los veterinarios. Él amablemente se acercó a su equipo de nuevo y volvió con el veredicto de que podrían llegar a Unalakleet completos observándolos de cerca por cualquier signo de lesión. Ninguno parecía al borde de la presión, pero todo podría suceder en el camino como ella bien sabía. Lainey le dio las gracias y siguió preparando al equipo. Una de sus razones para seguir adelante era su disgusto por acampar en medio de la nada. De acuerdo con la tabla de posiciones, a menos que alguien detrás de ella volara través de Kaltag y la alcanzara, ella estaría en el desierto, a horas de distancia de cualquier persona el tiempo completo. Si obligaba al equipo a seguir adelante, al menos podrían tomar otro descanso de ocho horas en Unalakleet, una población de varios cientos de personas. La civilización era preferible a los arbustos y después de correr diez o doce horas, el descanso extra sería beneficioso antes de que comenzaran su carrera en la costa de Alaska. El cielo estaba nublado, el sol naciente oscurecido por humo gris. Los informes del clima decían que se esperaba un poco de tormenta, pero nada demasiado excesivo. Sin embargo, este tramo del sendero era famoso por las súbitas y extremas tormentas. H.E.S.C. Se rió para sí misma de nuevo. No a decisiones apresuradas. Si llegaba la situación, se detendría y acamparía. Si no, a mirar por Unalakleet, ella llegaría. Lainey terminó sus tareas y llevó a los perros al puesto de control. Firmó la salida, mencionando que iba a intentar una sola corrida. Mejor advertir a los verificadores, si le tomara mucho tiempo para llegar a la próxima parada, por lo menos alguien lo tendría una idea de dónde comenzar la búsqueda. No necesitaba gritar más para ser escuchada. Los perros se habían tranquilizado considerablemente con el tiempo realizado tras el sendero y fácilmente oían su voz. "Listos”, dijo ella. Su equipo, con las orejas levantadas, esperaba su orden. Traza y Sholo se enderezaron, con sus ojos puestos en el sendero que los llevaría fuera del puesto de control. "Vámonos." Durante la siguiente hora y media, el equipo subió por un ascenso gradual a través de bosques y tundra a lo largo del Valle del Río Kaltag. Había un par de lugares donde el trineo se inclinaba. Permaneció en la pista, sin embargo, a raíz del camino bien delineado de los anteriores mushers y los protectores del sendero. Cuando llegó a la cumbre, cerca de ochocientos pies sobre el nivel del mar, el sol estaba totalmente levantado detrás de su velo de nubes. El cielo estaba gris y nebuloso y la tierra estaba blanca con una nieve de polvo seco. Los árboles en distintos tonos acromáticos rompieron el paisaje, pero no la monotonía. La vista no era tan marcada como había sido al salir de Fareweell Burn, pero el estado de ánimo de Lainey ya sombrío pareció descender con la pista hasta otro valle. La caída fue tan gradual como el ascenso y el camino era fácil. No había caído nieve recientemente, y el camino estaba sólido y suave. Hacía mucho frío, también. Cuando Lainey se esforzó en comer algo, terminó por ponerse su mascarilla y la dura capucha de su abrigo. ¿Qué demonios iba a hacer respecto a Scotch, aparte de lo obvio, cuando llegara a Nome? ¿Era realmente entretenida la idea de retirarse del trabajo independiente para establecerse? Le presentamos a Lainey Hughes, ama de casa de ¡Alaska! ¡Absurdo! La razón por la que se convirtió en reportera gráfico en primer lugar era porque amaba las cámaras y le picaban los pies por ir de lugar en lugar. Tarde o temprano, ese impulso la golpearía y ella estaría en el primer avión de Anchorage, garantizado. Era raro el trabajo que mantenía su atención durante más de seis meses. Hizo caso omiso de la pequeña voz que le recordaba que ella aún no sentía la picazón en los nueve

meses que había estado enfriando sus talones en la granja. Además, ese sueño interno descansaba en gran medida sobre los hombros de Scotch. ¿Quién dijo que ella quería más que una breve aventura? Ellas nunca habían hablado de una relación, sólo de la necesidad de mantenerse a raya hasta después que la carrera hubiera terminado. Lainey había desempeñado el papel por años. Mujeres atractivas y confiadas como Scotch eran por lo general aventuras. Por supuesto, ella no tenía la oportunidad de echar una cana al aire aquí en las zarzas, pero el potencial estaba ahí. Habiendo crecido en Nueva York, Scotch sería la clave de la ciudad, durmiendo en su camino a través de una multitud de parejas cálidas y dispuestas. A pesar de sus pensamientos, Lainey sonrió. Llevar a Scotch a Nueva York sería divertido. Sería una maravilla visitar su viejo barrio, llevar a Scotch a Broadway, ir a bailar y presumir de ella. Sus pensamientos agradables se desintegraron en una visión de algunas situaciones pícaras, sonriendo con los dientes brillantes y una mirada seductora. "¡Uff!" - gritó ella. Los perros la oyeron, pero no hicieron nada más que otear sus oídos en respuesta, sin escuchar una orden normal. Lainey hizo un balance de lo que la rodeaba, sorprendida de que ya no se movieran cuesta abajo. En su lugar, habían vagado alrededor de muchos pequeños lagos - tenía un vago recuerdo de pasar varios – y ahora recorría una tierra ancha y plana. Miró su reloj y se dio cuenta que habían pasado otras dos horas mientras ella se revolcaba en su pozo de oscuridad. Una rápida mirada a su cuaderno le dijo que estaba firmemente en el área de trípode Flats. Ya era tiempo para una merienda y revisar a los perros, y los llamó a hacer un alto. En menos de quince minutos, iban de nuevo en camino. Está bien, quizás llevar a Scotch a Nueva York no sería tan buena idea. Lainey no podía imaginarse pidiéndole que renunciara a sus trineos tirados por perros. Sería divertido llevarla a sus sesiones de fotos durante el verano, sin embargo, cuando ella no estaba en entrenamiento. Egipto, África, Australia- a Scotch le encantaría ver estos lugares. Siempre le preguntaba a Lainey en donde había estado, qué gente le gustaba, y las cosas que había visto. Scotch tenía una profunda curiosidad por las diferentes culturas y las comidas. Quizás Lainey podía llevarla como asistente durante un par de meses al año. Pero con el tiempo, Scotch querría volver a casa para reunir patrocinadores y comenzar la próxima temporada de entrenamiento. Administrar una granja de perros era caro, participar en la Iditarod y en cualquier otro número de carreras cada año. Con Rye cumpliendo dieciocho años pronto, el costo de las carreras de la familia se duplicaría. Lainey lo había escuchado en algunas de sus "reuniones a bordo.' Era una apuesta bastante segura de que Rye y Scotch tendrían que alternar cada año. La granja Fuller sólo podía permitirse el lujo de enviar a uno de ellos a la vez. Mientras tanto, esta era sólo la cuarta Iditarod de Scotch, y ella había sido elegible para correr durante siete años. La razón por la que ella no tuvo que saltar este año fue a causa de la participación de la revista y su patrocinio. Lainey frunció el ceño, pensativa. Si se trataba de una conclusión inevitable de que Rye entraría en el próximo año a la Iditarod, eso pondría libre a Scotch para unas amplias 'vacaciones'. Lainey podría contratarla como su asistente por los siguientes meses, incluso tal vez por un año. El dinero que ganaría Scotch podría ser canalizado a la granja y cubrir los derechos de inscripción de Rye. Vivir en el arbusto de cualquier número de países tercermundistas, significaba ahorrar un montón de dinero como Lainey bien sabía. Y como Scotch tenía una casa en Alaska, sin pagar alquiler, no tendría la salida de dinero que tenía Lainey con su subarriendo, en Nueva York.

Era algo a considerar. Diablos, si Scotch era susceptible a una relación a largo plazo, Lainey podía renunciar a su apartamento y oficialmente mudarse a la cabaña. ¿La haría eso elegible para las reuniones a bordo de la granja Fuller? Si ese fuera el caso, ella con gusto invertiría en la granja, especialmente si podía disfrutar de la temporada de carreras de vez en cuando por ella misma. Por primera vez en varios días, Lainey sintió mejorar su estado de ánimo. ¿Era tan fácil, recibir lo mejor de ambos mundos? Ella y Scotch podrían estar juntas la mejor parte del tiempo, ella podría continuar viajando y atender su carrera, y podrían pasar cada dos inviernos en Alaska siguiendo las carreras. Scotch obtendría un ingreso estable, un descanso de la constante búsqueda de donaciones y patrocinadores, la oportunidad de viajar y experimentar todas las cosas que soñaba… Eso podría funcionar. Una señal de la oficina oficial de la Administración de Tierras la devolvió a la realidad. La cabaña de Trípod Flats estaba justo delante, la señal indicaba en dónde salir de la pista. El equipo hizo oficialmente treinta y cinco millas desde Kaltag. La cabaña de Old Women estaba a otras quince millas más sucesivamente. Lainey miró su reloj, observó con satisfacción que habían estado siguiendo el sendero durante unas cinco horas. A este ritmo, se llegarían a Unalakleet en once horas. En lugar de tomar el desvío, guió a los perros hasta pasarlo y los llevó a tomar un descanso. Aún cuando ellos no iban a tomar un descanso completo, los perros necesitaban un poco más de comida que la ocasional merienda. Ella no sacó las parrillas ni liberó las líneas del cuello de los perros, no queriendo que tuvieran la idea de que era el momento de tomar una siesta. En su lugar, dispuso sus platos y utilizó la comida preparada en la hielera. Cuando llegaran a Unalakleet, podrían tomar otro descanso de ocho horas y darse el lujo de aprovechar el tiempo para cocinar una fresca comida a su llegada.

CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO

Cuando el humor de Lainey se aligeró, también lo hizo su apetito. Mientras que los perros comían, ella buscó a través de sus bocadillos para encontrar comestibles que no requerían calentarse. Las cosechas fueron escasas, por supuesto, y ella se limitó a pemmican, una mezcla de frutas secas y varios tipos de pan para el desayuno untados con mantequilla. Ella se debatió en encender una olla para hervir una de sus comidas de pastel de carne, pero decidió no hacerlo. Esto no un largo descanso y los perros necesitaban estar listos para salir. Si aquí iba a haber un motín por cualquier razón, sería mejor que sucediera en algún lugar entre aquí y White Mountain. En su lugar, tomó un trozo de pizza en papel de aluminio, envolvió un par de calentadores de mano a su alrededor, y lo empujó en su bolsillo del perchero debajo de su parka. Se formó un bulto caliente y helado contra su pecho. Tal vez eso descongelaría lo suficiente para comer. Mientras tanto, todavía tenía un buen número de pan de plátano y calabaza para elegir. Cuando guardó los platos de los perros, sacó la bolsa de papel marrón que le dieron en Galena. Los rollos estaban congelados, pero el frasco de aceite de foca no lo estaba. Lainey miró lenta y especulativamente el líquido mientras inclinaba el frasco. Suzy le había dicho que tenía un sabor a pescado, pero que era bueno. Era parte de la dieta cultural de los nativos de aquí. Muy posiblemente, Lainey lo encontraría del todo repugnante. Sin embargo, ella nunca daba marcha atrás a un desafío. Con un encogimiento de hombros, destapó la jarra y bebió un sorbo. Su respuesta inicial alejarlo de ella, la textura del aceite insultaba su soso paladar estadounidense, pero se obligó a tragar. No tenía un sabor malo, pero sé, sino que ella no estaba familiarizada con el sabor, y fue lo que causó un nivel natural de aversión. Su rostro se arrugó en automático disgusto, pero su cuerpo respondía a su deseo de tener más grasa y tomó otra muestra. Una vez que pasó la segunda probada, se encontró bebiendo profundamente del fluido espeso y apenas logró detenerse antes de drenar una buena parte de la jarra. Lainey chasqueó los labios. "Eso no estuvo nada mal", dijo en voz alta. Miró de inmediato a sus perros de ruedas, Jonás y Aziz, que se conformaban con menear sus colas ante ella. Satisfecha, selló el frasco y lo puso de nuevo en su trineo. Definitivamente había un regusto a pescado, no era sorprendente teniendo en cuenta la dieta natural de las focas. Casi podía sentir una oleada de calor mientras su cuerpo se avivaba ante el combustible extra. ¿Habría tenido Scotch estas cosas? Tendría que preguntarle cuando la viera después. En cualquier caso, decidió que a ella le gustaba esta cosa y se preguntó si podía conseguir más en Unalakleet. La oscuridad estaba llegando, y cambió las pilas en su lámpara y se la puso. Selló su bolsa de trineo, y subido a bordo de los rieles. Sacando el gancho de la nieve y guardándolo, Lainey dijo: "Muy bien”. La mayoría de los perros se pusieron de pie en respuesta a su advertencia. Traza y Sholo se sacudieron y tiraron de la línea apretada, obligando a los pocos recalcitrantes a levantarse y llegar a sus lugares. Bonaparte le dio una larga y calculadora mirada antes de tomar su posición. Lainey no los presionó. No había que darse prisa ahora y ella no quería que ninguno de ellos se volviera terco acerca de las cosas, especialmente Su Majestad. "Vámonos." El equipo avanzó hacia delante y Lainey dio un suspiro de alivio. Scotch había dado a

entender que Bonaparte eventualmente arruinaría las cosas. Lainey estaba realmente sorprendida de que hubiera pasado tanto tiempo como él lo había hecho. Excepto por cualquier accidente imprevisto, ella había aceptado el hecho de que él sería uno de sus perros abandonados. Bonaparte nunca había corrido la Iditarod antes, a pesar de que él tenía un montón de experiencia en las carreras de mediado rango. Había pasado nueve días en el sendero y sin duda estaba empezando a sentir la necesidad de un tratamiento más majestuoso que se adaptarse a su posición. Kaara tendría el corazón roto por continuar sin él, pero ella se había quedado sin él antes y lo volvería a hacer. Se acercaron a un puente que no tenía carriles casi inmediatamente después de pasar la señal de la Oficina de Administración de Tierras. Antes de que Lainey tuviera tiempo para preocuparse por su equilibrio, estaban al otro lado de la zanja con leves fanfarrias. A medida que continuaron a través de las colinas, se preguntó si ella realmente estaría asustada por lo del puente o por lo bien alimentada y descansada. Después de más de una semana en el camino, tratando con todo tipo de potencia física, tenía una gran cantidad de más confianza en sus habilidades, tanto en supervivencia y resistencia. O eso, o sus hormonas estaban fuera de control y respuesta apropiada estaba enterrada debajo del agotamiento y la deshidratación. Supuso que la prueba estaría en el postre después de que ella tuviera una semana de mimos. Tal vez se uniría a Strauss en el próximo salto en bongy para probar la teoría. Lainey sonrió para sus adentros al pensar. Su interés de él por desafiar a la muerte en sus vacaciones la desconcertaba. Ella nunca sería atrapada saltando de un avión en perfecto estado. Se estaba haciendo demasiado oscuro para ver y Lainey encendió su lámpara. A pesar de sus mejores intenciones, ella se vio inmersa en entrar y salir de su conciencia, dormitando mientras se desplomaba sobre el trineo. Sabía que tenía que estar alerta y preparada para cualquier problema, pero ella ya no tenía energía. Los perros se mantuvieron de pie, avanzando mientras su mente se desviaba del sendero para dividir el segundo día de sueños acerca de Scotch, con poco que mostrar de donde terminaba la realidad y comenzaba la fantasía. El equipo se convirtió en una carretera de Australia, superando el calor que hacía, cuando se dirigían a través del interior de un pájaro extraño. Entonces vio a los perros tomando un giro, y ella despertó lo suficiente para ver la señal del sendero. El calor en el pecho se convirtió en la cabeza de Scotch, descansando después de una extensa sesión de hacer el amor en una hamaca. Ella recordó los calentadores y la pizza congelada con interés indolente, pero estaba más cansada que hambrienta. Scotch le sonrió con asombro mientras seguían a sus guías en el Amazonas, con la piel sudorosa y una mancha de suciedad en la mejilla. Lainey se inclinó para darle un beso y se vio de golpe a la realidad cuando estuvo a punto de caerse. Antes de que pudiera recuperarse, una oscura forma se cernía fuera de la noche y ella retrocedió con un grito. Por un instante, su memoria se transportó al jeep en Kosovo cuando el equipo bajo fuego llegó hasta una casa abandonada - la casa donde ocurrió la emboscada y ella había recibido un disparo. Las costillas de Lainey dieron una punzada en simpatía, y sintió un destello de calor y frío, hasta que se dio cuenta de que era la señal de la cabaña Old Woman. "Cristo, necesito un trago", se quedó sin aliento, con el corazón desbocado. Lainey se quitó la máscara con la esperanza de que el viento gélido mantuviera su lucidez. "Supongo que esto es lo que significa alucinaciones", dijo a sus perros. La respuesta de ellos fue tibia. Sólo Chibee y Meshindi miraron sobre sus hombros. Todo el mundo siguió avanzando, moviendo las orejas a la escucha de otras órdenes. Se movieron a un ritmo bastante decente, pero Lainey saltó de los rieles a trotar con ellos.

Cada vez que veía que llegaban demasiado lejos, ella saltaba hacia atrás a bordo para recuperar el aliento. Esta inestabilidad de peso probablemente no ayudaba a los perros, pero la mantuvo en su camino unos cuantos kilómetros más sin desmoronarse. El sendero se trasladó a una tundra abierta, rota por el tramo ocasional de algunos árboles. Aquí el viento comenzó a soplar con más fuerza, y Lainey se vio obligada a ponerse su máscara ante el riesgo de congelación. Al menos el ejercicio logró despertarla. Eventualmente, se mantuvo en el trineo el tiempo suficiente para sacar su pizza caliente y comer. El combustible añadido alejó la somnolencia, lo cual era muy bueno. El camino serpenteaba a lo largo de flujos y glaciares de los lechos de arroyos y el río que corría paralelo. Aunque el camino parecía más fácil, su equipo comenzó a desacelerar. Lainey revisó su reloj. Ellos estaban llegando a la marca de las nueve horas, un buen momento para parar y tomar un respiro. Ordenó a los perros que se detuvieran y subió a la línea con aperitivos, botines, y ungüento. Ahora que se detuvo, se dio cuenta exactamente de cuán duro soplaba el viento. Era algo que todos tendrían que pasar, por desgracia. Al salir del interior y entrar en las costas significaba mucho más de lo mismo. Al llegar al frente de su equipo, se dio cuenta que la pista estaba bloqueada en algunos lugares, montones de nieve obstruyendo a sus líderes. No era de extrañar que hubieran desacelerado. Si las cosas continuaban de esta manera, ella tendría que llevarlos para romper el sendero. Sus perros estaban cansados, evidenciado porque varios de ellos se establecieron para una siesta con rapidez. Incluso con los calentadores de mano bajo los guantes de látex, sus dedos inmediatamente se entumecieron por el frío. Lainey trabajó rápido y de manera eficiente, frotando ungüento en sus patas, comprobando por bolas de nieve bajo los dedos de los pies, y sustituyendo los botines mojados por los secos. Hablándole a cada animal, ella los animó y acarició, instándolos a permanecer despiertos hasta que llegaran a Unalakleet, que estaba a sólo un par de horas de distancia. "Listo". Traza se levantó y se sacudió, mirando hacia ella con cansancio. "Listo, muchacho”, repitió Lainey. "Ya casi estamos allí." Él bostezó y tomó su lugar, tirando a los otros perros en línea. Todos menos uno siguió su ejemplo. Haciendo una mueca, Lainey caminó hasta la línea. Tomó el collar de Sholo, lo atrajo sobre sus pies y lo obligó a ponerse al lado de Traza. Él se sentó, con las orejas hacia atrás y una expresión de tristeza en su rostro canino. Una ráfaga de viento pasó junto a ellos, y él se estremeció, cerrando sus líquidos ojos marrones. "Vamos, Sholo. Listo", instó ella. "Sólo un poco más y podrás tomar una siesta". Su líder ya no podía, agachando la cabeza avergonzada. Cualquier reserva de fuerza que había utilizado para lograr llegar hasta aquí se había ido. Ella se dio cuenta de que él quería obedecerla, quería seguir, pero el viento, el frío y el cansancio habían hecho mella en su seguridad. Lainey suspiró con frustración y miró hacia atrás de la línea al resto de su equipo. Estaban sentados o de pie en su lugar, mirando a ver qué iba a hacer ella. Bonaparte parecía estar sonriéndole, su sonrisa burlona indicando sus pensamientos de unirse a la rebelión. Ella acarició a Sholo, recordándose a sí misma que esta era su primera carrera Iditarod. Independientemente de lo bien que lo había hecho hasta ahora, nunca había estado en el sendero por un tiempo tan prolongado. Estar a la cabeza del equipo representaba presiones especiales en un animal, por lo que era mucho más estresante que los otros perros en su equipo en una situación similar. Si ella no hacía

lo justo, podría romper el espíritu de Sholo, y eso era impensable. Él se veía tan triste. "Está bien, Sholo. Buen chico," murmuró, rascándole la cabeza. Rápidamente lo liberó de la línea de tirón, deteniéndose sólo el tiempo suficiente para traer a Montana junto a Traza. Entonces llevó a Sholo atrás del trineo. Pronto él estaba envuelto en mantas, la línea de su cuello unido a una de las costillas del trineo, y Lainey lo intentó de nuevo. "Listo". Montana tomó su lugar con Traza, los otros perros se levantaron de sus lugares de reposo. Bonaparte miró especulativamente a Lainey antes de pararse también, y ella dejó escapar un suspiro de alivio. Ella no sabía si habría espacio para dos perros en la parte de atrás del trineo. "Vámonos." El equipo dio un paso adelante. Hicieron un tiempo más lento de lo que ella esperaba. El viento soplaba entre las acumulaciones de nieve en el sendero a varios intervalos, obligando a sus perros a sudar tinta a través del desorden. En un par de lugares, Lainey ató la correa de zapatos de nieve y rompió la pista de nuevo para ellos. Había esperado correr diez horas con buen tiempo, pero se tardó más de doce para llegar al gimnasio de la escuela Covenant, donde estaba localizado el puesto de control. El último par de millas parecía patinaje sobre hielo y ella pudo ver en sus perros un gesto colectivo de alivio cuando llegaron a la civilización. Lainey estaba cubierta de escarcha por el clima, y ella se quitó su mascarilla para hablar con el verificador. "Voy a tomar un descanso de ocho horas aquí." Él frunció el ceño, mirando las estadísticas de la carrera de Lainey. “¿Acabas de tomar tu descanso obligatorio?", preguntó. "Sí, pero no paramos desde Kaltag hasta aquí. Vamos a necesitar el descanso extra". Marcando su tiempo en su hoja, él miró a su apático equipo. "Eso parece. Pero, no te preocupes. Ellos rebotan bastante rápido". Él le sonrió. "Más rápido de lo que piensas." La sonrisa de Lainey era más de histeria que de humor. "Probablemente tengas razón." El verificador fue reemplazado por los veterinarios. Mientras dos revisaban a los perros en su remolcador de línea, uno se fue a la esquina del trineo para revisar las lesiones de Sholo. El equipo estaba cansado y Aegis, uno de los perros de ruedas de Lainey, parecía tener una ligera tensión en su hombro izquierdo. Ella pidió revisar de nuevo a Aegis antes de que se fuera. "Nada que una siesta no pueda resolver", dijo el veterinario de Sholo. "Y una buena comida." "¿Está seguro? Nunca he tenido un perro que se opusiera de esa manera." Por lo menos no desde el agotamiento. Las debilidades de Bonaparte eran un obstáculo conocido. "Si. No está herido, sólo cansado. Tal vez el viento lo afectó, también. "El veterinario echó un vistazo sobre el papeleo de Sholo. "Algunos perros no pueden hacer la transición de las montañas y los árboles a la costa. ¿Alguna vez ha estado él aquí antes?" "No que yo sepa, y él nada más ha corrido en carreras de nivel medio". El veterinario asintió y le entregó el papeleo de nuevo a Lainey. "Va a ser tu decisión entonces. Si él es el tipo del que se atemoriza de su entorno, es posible que desees dejarlo aquí". "Gracias." Lainey siguió a sus guías hacia la zona de aparcamiento detrás de la escuela. Le habían dicho que este puesto de control suministra agua caliente. En lugar de forzar sus parrillas, ella dio a

sus perros una doble dosis de pescado blanco, a sabiendas de que probablemente no se mantendrían despierto el tiempo suficiente para que ella cocinara una comida adecuada. Después de la merienda, distribuyó la paja y las mantas, retiró los botines, masajeó las patas cansadas. Una vez que estuvieron dormidos, ella agarró sus ollas y su mini-trineo. Hora de localizar el agua caliente y su ración de comida.

CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO

Era más de la medianoche cuando Lainey entró en el puesto de control. A pesar de la hora, varias personas merodeaban en las mesas en el cuarto, sirviendo el café y mirando el panel de las estadísticas por las mesas del voluntariado. Los letreros indicaban donde estaba la sala de calderas, las duchas y los dormitorios. La idea de una ducha intrigó a Lainey casi tanto como pensar en Scotch desnuda en su cama. Resoplando de lo lejos que había caído, recogió agua caliente para sus perros. Al volver al exterior, su cara ya no se quemaba por el calor del gimnasio, caminó de nuevo a su equipo. El viento era ligero y se dio cuenta de que a su llegada ella seguiría ocupando sus parrillas. Su agua caliente ya se había enfriado considerablemente, por lo que estaba demasiado fría para descongelar la carne para su equipo. Gruñendo, se obligó a sí misma a través del proceso. Sus perros ni siquiera se movieron al oír los sonidos familiares y los olores de la cena. Ella sonrió con tristeza hacia ellos, deseando poder simplemente dejarse caer en su paja y dormir también. El primer lote fue a su nevera, y ella comenzó el otro. Al abrir la nevera, vio sus dos últimos paquetes de jugo descongelados. Por mucho que quería tirarlos en un banco de nieve, se obligó a beberlos. ¿Por qué había pensado que estos jugos tenían buen sabor? Después de días y días de nada más, ella se comprometió a nunca beber esas cosas de nuevo. Cuando el segundo lote de alimentos se terminó de cocinar, ella alimentó a su equipo. Estuvo reacia a perturbar su sueño, pero era necesario el alimento para que mantuvieran el calor. Con cada uno, los pinchó y acarició hasta que estuvieron lo suficientemente despiertos para comer. Sólo Sansón y Aegis se negaron, dando una mirada lagañosa. Por mucho que quería hacerlo, Lainey no insistió. Ambos eran perros de rueda y tenían una cantidad extra de trabajo que hacer durante la carrera. Con suerte, comerían cuando despertaran más tarde. Recogió sus cuencos y ella comió una deliciosa comida de pastel de carne y patatas fritas. Era la primera comida decente que ella había tenido desde el último punto de control, y era de ensueño. Ella sacó otra rebanada de pizza y tres panes de plátano, también. Satisfecha y cada vez más aturdida conforme pasaba el tiempo, caminó de regreso al punto de control con su ropa mojada y el saco de dormir. Pronto sus cosas colgaban en la excesivamente cálida sala de calderas y ella se acomodó en el área de dormir.

** La alarma de Lainey sonó en su oído y ella gimió en señal de frustración. ¡Apenas se acababa de dormir! ¡No podía ser tiempo para levantarse todavía! Cerró la maldita cosa y miró de cerca los números. Mierda. Era hora de levantarse. Le tomó un terrible esfuerzo de voluntad arrastrarse fuera de la bolsa de dormir, pero lo consiguió. Recogió sus cosas y dos ollas más de agua, se tambaleó hacia fuera en el frío mañana y se dirigió a sus perros. El descanso había condenadamente bueno, tal como el veterinario había dicho. Sólo Aegis

permaneció flojo y distante. Sansón acabó con impaciencia su desayuno, al igual que el resto de ellos, y tomaron del bebedero. Sholo estaba algo retraído, pero parecía haber superado el malhumor que le recorrió en el camino. Sus espíritus levantados aliviaron las inquietudes de Lainey y ella les dio un tratamiento extra amoroso. De acuerdo con las calificaciones dentro del puesto de control, lo estaba haciendo bastante bien. De hecho lideraba a los novatos en decimonoveno lugar, algo nunca oído para alguien con tan poca formación y experiencia. Estaba segura de que la única razón de que Roman Spencer no estaba en el liderato era a causa de todo lo que le sucedió en el camino a Ruby. Por supuesto, ella todavía tenía doscientos setenta y cinco millas por recorrer antes de llegar a Nome. Cualquier cosa podía pasar de aquí a allá. Scotch marcaba el sexto lugar y en camino a White Mountain. Parecía como si ella estuviera viajando con un paquete de ocho mushers, veteranos todos, con apenas cinco o diez minutos de diferencia entre sus tiempos desde Golovin. Una vez en White Mountain, ella tomaría su segundo descanso obligatorio de ocho horas y luego hacer el intento hasta Nome. Ella le envió un aliento a su musher favorita. La comida y la cafeína la habían revivido, también, y ella dejó caer su comida en el trineo. Los artículos desechados entraron en sobre para los envíos de regreso a la granja, los perecederos para la pila de donaciones, cerca del puesto de control, y la basura a su zona designada en el aparcamiento. Lainey retozó con sus perros, animándolos para la siguiente etapa del viaje. Si podían mantener este ritmo, podría estar en Nome tan pronto como en dos días a partir de ahora. Aegis se negó a ser ovacionado por su inactividad. Mientras que Sholo meneaba la cola, ella se dejó caer en su parte de la paja. Lainey se agitó sobre el perro, su estado de ánimo se hundió rápidamente. Con mucha persuasión, finalmente consiguió que Aegis se pusiera de pie, pero el perro gruñó por el esfuerzo y se sentó tan pronto como Lainey se alejó. Un masaje cuidadoso en su hombro le causó un ligero gemido y Lainey entendió el problema. Sea cual fuere el daño que hizo al músculo, el viento frío lo hacía peor. Con un suspiro, desconectó a Aegis de la línea de remolque y adjuntó un cable corto a su cuello. Todos ellos extrañarían su comportamiento dulce, pero corriendo en la tierra no podría acercarlos a Nome. Con gran pesar Lainey dejó al perro y la documentación necesaria a los voluntarios del punto de control. Lainey dirigió a su equipo al sendero para echar un vistazo. "Ten cuidado. El viento está bastante malo," dijo el verificador, ofreciéndole el portapapeles para firmar. "¿Sí?" -preguntó, mirando a Sholo que estaba de vuelta en la punta. Sus orejas estaban agachadas, pero él permaneció de pie, tirando al equipo en línea con Traza. "Sip. La sensación térmica está muy baja, también. Son menos de las doce de la medianoche". Lainey había conseguido entrar justo antes de la medianoche y se estremeció ante el recuerdo. "Gracias por el aviso". "¡Por supuesto! Aguanta, ya casi terminan". "¿Listo? Vamos." El equipo comenzó a dar un paso, pero no habían hecho menos de seis metros antes de que Sholo se sentara.

Lainey suspiró. "Sholo, listo" Él se puso de pie. "Vámonos." Otros seis metros, y él se detuvo de nuevo. Ella se desplomó. Obviamente él no había superado su aversión por el viento golpeando su hocico. Lainey aplicó el gancho de nieve y se acercó por el sendero hasta su líder. Ella se dio cuenta de que él sabía de su decepción por la forma en que él bajó hasta su vientre en el momento en que ella lo alcanzaba. "Está bien, muchacho, no es tu culpa. Has hecho un gran trabajo hasta ahora." Ella le rascó detrás de las orejas y lo liberó de la línea de remolque. En su camino de regreso al puesto de control, se detuvo en el trineo por un cable de perro. A medida que el sol empezó a iluminar el cielo gris, ella y su equipo siguieron el sendero a Shaktoolik con dos perros menos en lugar de uno. Los próximos kilómetros del sendero iban paralelo a la carretera de la costa, pero no llegaban hasta ella. La quitanieves mantenía la superficie de grava libre de nieve y hielo. Lainey veía que el viaje a través de las rocas podría rebanar sus rieles mucho peor que los puntos débiles que habían puesto en mal estado a Roman Spencer. Con un líder fresco en el frente, el equipo tomó un nuevo impulso. Viajaron a una marcha fácil - no demasiado rápido ni tediosamente lento. Montana contoneándose al lado de Traza, de vez en cuando mirando por encima de su hombro a sus compañeros como si dijera ´¡Mírenme! ¡Estoy dirigiendo este espectáculo ahora! ´Lainey pensó que Traza mostraba una notable moderación con respecto al ego de su nueva pareja. Ella esperaba que Montana pudiera hacer el resto del camino en esa posición. Estos dos eran sus últimos líderes y Montana nunca habían estado al frente durante más de unas pocas horas. Ninguno de los otros perros tenía la aptitud, ese talento especial que se necesitaba para mantener al equipo en el camino correcto. Las señales guiaron al equipo tierra adentro en un ascenso. Sacó sus apuntes para esta área, maldiciendo al darse cuenta de que ella no lo había hecho antes de salir de Unalakleet. No prepararse mentalmente para lo que les esperaba era tan estúpido como quedarse dormido en el camino. Murmurando por lo bajo encontró el pasaje adecuado y leyó en voz alta. Tres colinas que subir antes de pasar Blueberry Hills, y la tercera era una de las más difíciles en la segunda mitad de la carrera. Se preguntó cuál había sido la primera. ¿Acababa de pasarla sin saberlo? ¿Esto sería anti climático como Farewell Burn? Ellos se elevaron solo cerca de unos trescientos pies antes de seguir a un descenso fácil para volver al nivel del mar. Conociendo la idea de Scotch de los temas graves del sendero, Lainey dudaba que hubiera sido una de las tres colinas mencionadas. El camino los llevó más cerca de la costa y a través de un campo de pesca cubierto contra el fuerte viento. Allí cruzaron un arroyo con algunos desbordes, y luego volvieron hacia el interior. Una pendiente pronunciada se alzaba ante su equipo, y Lainey contó con que esta si era la primera de las tres colinas. A pesar de la enorme pendiente, estaba sólo a otros trescientos pies de altura. Sus perros la llevaron en un ritmo fácil y llegaron a la parte superior con ella empujando desde atrás. El viento los azotó, mientras se mantuvieron en la cresta durante una milla o más. Entonces bajaron de nuevo al lado costero y más allá de otro arroyo. Un poco más lejos, el camino se convirtió en un valle protegido donde crecían árboles raquíticos. Protegida por el viento, Lainey suspiró en alivio, sin haberse dado cuenta de lo tensa que había estado hasta su ausencia. Su rostro hormigueaba con falsa calidez, pero no se quitó la máscara. Estar fuera de la sensación térmica era

agradable, pero la temperatura todavía estaba justo o bajo cero. Lainey estaba casi a la mitad del camino de este tramo. Estaba a sólo unas cuarenta millas de largo, unas vacaciones comparadas con el viaje a Unalakleet. Ella ordenó a su equipo a hacer un alto y les dio un bocadillo. Es mejor hacerlo ahora mientras sus perros estaban a sotavento. La próxima subida era casi tan alta como la última, y del doble de distancia. Sus perros la hicieron sentir orgullosa, trepando a la cima con leves problemas. Una vez que bajaron por el otro lado, perdieron toda la altura que habían ganado para patinar más allá de otro arroyo congelado. Lainey empezaba a irritarse. Sería mucho más fácil tratar con el viento de la costa que con este constante subir y bajar. Si esa era la segunda colina, todavía tenía la madre de todas las colinas frente a ella. La tercera apareció ante ella y comenzó el ascenso. La subida era constante pero desigual. En varias zonas de la parte media baja parecía casi vertical, en otras la inclinación gradual le daban a ella y al equipo un respiro. Los árboles dispersos aquí y allá donde el viento era menor, pero lo más alto que habían ido, pocas dosis de calma estaban disponibles. En un lugar vacío de vegetación, la inclinación se empinó dramáticamente. Cuando los pies de Lainey tocaron la pista para ayudar a empujar al trineo hacia arriba, se hundió hasta los tobillos en la nieve. "¡Mierda!" Instó a los perros hasta que sudaron a través del desorden, y ella se dio cuenta de que Montana y Traza hundían su pecho en algunos lugares. Una vez que pasaron lo peor y encontraron un lugar con algo de nivel para detenerse, Lainey se puso sus zapatos de nieve y siguió su camino hasta la línea. Ella dio a cada uno la atención debida, un estímulo, y un trozo de hígado de alce antes de que finalmente, llegara a la punta. Desde que las desviaciones habían amenazado el sendero en las zonas libres, significaba ir más lento con la protegida capa de nieve, pero prefería tener esa ventaja que tener que correr arriba y abajo la línea por un par de horas. Era tiempo de romper el sendero hasta la cima de esta maldita colina. Había dos subidas más empinadas, ambas inclinadas. Lainey se alegró de haber tomado la decisión de estar en frente. En algunos casos, la nieve podría haber enterrado a sus perros de menor tamaño. Por cada paso que daban, ella daba tres, pisando fuerte hacia atrás y adelante de la pista para que revisar si estaba firme. A pesar de la sensación térmica, sentía el sudor en la frente por el esfuerzo. No queriendo exponerse a la hipotermia por lo fuerte de su fatiga, agarró su parka y la ató de los brazos alrededor de su cintura. Cuando llegaron a la cima de lo que parecía ser la cumbre, la euforia de Lainey se desvaneció. El sendero caía en un barranco empinado y volvía a aumentar más allá. "¡Maldita sea!" gritó. "¿Esta cosa no termina nunca?" Se volvió para mirar a sus perros, Traza y Montana se alejaron de su ira, y ella se desplomó. "Lo siento, chicos”, se disculpó, apresurándose para calmarlos. "No es por ustedes por lo que yo estoy enojada.” Ella los acarició y les rascó la cabeza, estudiar al resto del equipo. Todos estaban sentados donde se detuvieron, conservando la energía. Al menos no parecían desmoralizados como Sholo había estado antes de que ella lo dejara. "Muy bien. ¿Listos?" Satisfecha con su atención, sus líderes se levantaron y acorralaron a sus compañeros a su posición. Los otros se levantaron y se agitaron. "Vámonos."

Lainey los condujo hacia abajo en el pequeño barranco. Tuvo que correr para mantenerse por delante de los perros, algo incómodo desde que llevaba zapatos para nieve. Sus perros de ruedas tenían un trineo alcanzando sus traseros, y el equipo necesitaba mantenerse lo suficientemente adelante para evitar que fueran atropellados. Por otro lado, el último tramo breve del sendero se elevaba hacia el cielo y ella trató de conservar su velocidad mientras subían. Eso era imposible, por supuesto, pero tenían varios metros por delante antes verse obligados a reducir la velocidad de nuevo. En la cumbre, Lainey se rió en voz alta. ¡Lo lograron! El siempre presente viento jaló su ropa, lo que obligó a inflar su abrigo por su cintura. Por mucho que quería felicitar a su equipo y tal vez obtener una fotografía de la espectacular vista, sabía que necesitaban seguir bajando. "Lo peor ya pasó, muchachos", dijo ella, caminando hacia el trineo. "Un poco más y ustedes estarán festejando el almuerzo". Se puso la parka de nuevo y guardó sus zapatos de nieve. Todavía habría partes de sendero que estuvieran incómodos, pero todo era cuesta abajo desde aquí. "¡Vámonos!"

CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS

El descenso fue rápido y resbaladizo, una combinación peligrosa. Los árboles se alineaban en el sendero en varios lugares, y Lainey tuvo que poner el freno de pie para evitar pasar sobre los perros o perder el control del trineo. El sendero se curvaba hacia atrás y adelante en la parte superior, creando una constante amenaza de volcadura o corriendo hacia los árboles que estaban allí. Llegaron con dificultad a la mitad y escalaron cien pies hasta el risco antes de que perdieran cualquier velocidad. En el otro lado de la cresta estaba la costa, el sendero paralelo a la nieve estaba cubierto con dunas. Algo nivelada y con un líder más fresco, su equipo alcanzó un poco de velocidad. En algunos lugares Lainey miró donde otros mushers habían salido de lodazal y se dirigieron rumbo a las dunas. La marca en el sendero estaba visiblemente derribada en algunos lugares, y ella decidió seguir a los guías predecesores con más experiencia, dirigiendo a Traza y a Montana para subir a la cresta de la duna. Aquí el recorrido era más suave, pero el viento era una constante irritante. Conforme a sus notas, tenía menos fuerza de lo que tendría en pocas horas. Al parecer, el viento tenía una tendencia a amainar poco después del amanecer y levantarse en las tardes. Lainey desenterró su reloj. Se acercaba al mediodía. Sin siquiera intentarlo, ella había elegido el momento perfecto para viajar de esta manera. Ciertamente esperaba no tener que recoger mucho también. A veces las ráfagas eran tan malas, que algunos mushers no podían salir del próximo puesto de control. A lo lejos, vio los edificios y sonrió. ¡Ya casi! A medida que su equipo se acercaba a la ciudad abandonada de Shaktoolik, ella lentamente estimó su tiempo en el camino. Habían pasado cuatro, tal vez cuatro horas y media desde que se fueron de Unalakleet. La siguiente sección del sendero era a Koyuk, a unos cien kilómetros de distancia. Después del tramo agotador de doce horas que había recorrido el día anterior, ella no creía que sería una buena idea para pasar más allá de este punto de revisión independientemente de la amenaza de verse obligados a permanecer más tiempo de lo planeado. Por lo menos, los perros necesitarían una comida completa en sus estómagos y una siesta corta. Lainey sólo podía esperar que las ráfagas de viento no fueran demasiado fuertes en la tarde. Ella estudio a su equipo, buscando sus estados de ánimo y los niveles de energía. Todos corrían constantes y fuertes. Montana aún seguía contoneándose y Chibee trotaba a lo largo, arrancando bocados de nieve para saciar su sed. Con todo, se les veía estupendamente bien, y Lainey sintió que las lágrimas le escocían los ojos mientras su fatiga liberaba el control de sus emociones. Ella se echó a reír en voz alta ante sus sentimientos sensibleros. ¿Quién necesitaba emborracharse de licor? El agotamiento creaba las mismas sensaciones, al parecer, incluidas las alucinaciones. Pasaron por la ciudad vieja y más edificios se hicieron visibles por delante. Nuevas señales de Shaktoolik. Lainey entró en la Armería de la Guardia Nacional. Su equipo fue guiado en torno al lado sur del edificio, donde el viento era menos molesto. Inmediatamente alimentó a los perros y los preparó para dormir. Los vientos podrían aparecer cuando ella planeara irse, pero realmente

necesitaban descansar un poco antes de la siguiente sección. Ella sólo planeaba permanecer durante unas cuatro horas, casi sin tiempo para que ella consiguiera conciliar el sueño. El agua fría estaba disponible, y dispuso para cocinar el siguiente lote de alimentos para su equipo y para ella misma. Descongeló los panecillos con mantequilla de Galena, recordando con cariño a Harris y a los otros que le habían donado la mantequilla y el aceite. Había durado mucho más tiempo de lo que esperaba y era un aditivo de bienvenida con este viento helado. Por mucho que ella hubiera querido conseguir más, había dejado Unalakleet antes de que abrieran las tiendas. Con algo de remordimiento, cortó el último pedazo de la mantequilla donada en la comida de perro junto con los aditivos que había puesto en los alimentos. Todavía tenía medio galón de aceite para cocinar, pero sólo le iba a durar otro par de paradas. Por mucho que quería dormir, Lainey se obligó a ponerse de pie y moverse. Dormir ahora podría significar la diferencia de tres o cuatro lugares y el premio al Novato del año. Tenía miedo de poder oír el despertador cuando fuera la hora de seguir adelante, dormir no era una opción. Sin nada constructivo que hacer mientras los perros descansaban, ella entró en la Armería del puesto de control para echar un vistazo a la tabla de posiciones. Scotch estaba todavía afuera en la pista con la mayor parte de los mejores veteranos. Georgio Spencer ya estaba en la Montaña Blanca y nadie sabía quién más llegaría después. Jon Waters, Drew Owens y Dave Creavey estaban todos en el mismo paquete. Scotch no era la única mujer en el sitio, tampoco. Alicia Westin, una veterano de hace diez años estaba allí con el resto. Lainey se preguntó si alguno de ellos se estaba poniendo nervioso ante la proximidad de Scotch al primer lugar. Como estaba, incluso si ella entrara detrás de todos ellos, ella todavía se colocaría en un lugar más alto que antes. "¿Lainey Hughes?" Se dio la vuelta con una sonrisa. "¿Sí?" Un voluntario le sonrió. "Pensé que sería usted. Vi que se había registrado", dijo, asintiendo con la cabeza ante el tablero. "Tengo algo para usted". La expresión de Lainey era de graciosa curiosidad. Ciertamente Harris y sus compinches no podían enviarle la mantequilla y el aceite hasta aquí, ¿verdad? El voluntario sacó un sobre arrugado de su bolsillo. "Scotch dijo que le entregara esto cuando usted entrara. ¡Me alegra que haya decidido parar o la habría perdido!" "Gracias." Lainey cogió el sobre con una sonrisa. Se detuvo el tiempo suficiente para tomar una taza de café de una urna y se sentó en una mesa desvencijada para abrir su tesoro. Lainey, ¡Has llegado hasta aquí! Puedes terminar, ¡Lo sé! El viaje a Koyuk va a ser el peor - plano, recto y aburrido como el infierno. No dejes que eso te desanime. No te detengas. Estás a menos de cincuenta millas, pero yo te garantizo que se sentirán como si fueran ciento cincuenta. Ponte tu iPod y trata de entretenerte, pero no te confíes. Mantente alerta y está al pendiente de las señales del sendero. Te reto a llegar a Nome. Te re que te apuesto a que te atreves. Estaré esperando, Scotch. "Te re que te apuesto, ¿eh?" murmuró en voz alta. Dudaba que alguno de sus equipos estuviera complacido con la apuesta, siempre y cuando entendieran las palabras. Sus ojos se

humedecieron y se llevó la nota contra su pecho. Eso era algo que ella no quería perderse cuando esto hubiera terminado - esto sobre las respuestas emocionales. Sollozando, Lainey miró a su alrededor vergonzosamente, pero nadie más parecía haber notado su menor arrebato. Ella volvió a leer la nota tres veces más antes de volver a colocarla en su sobre y la metió en su bolsillo. ¿Scotch lo había escrito después de llegar aquí, o tal vez antes de que empezara la carrera? Había sido esa nota que Howry le había dado en la línea de salida - Lainey parpadeó. ¡Se suponía que tenía que haberla leído en su primer descanso de ocho horas y lo había olvidado por completo! Las palabras de Scotch, incluso si eran fuera de tiempo, era mejor que nada. Lainey agarró su parka y se apresuró fuera hacia su trineo. Los perros dormían, apenas despertando ante su llegada. Ella abrió su bolso personal y rebuscó a través de los engranajes de la cámara para encontrar un sobre arrugado y ligeramente manchado. Sonriendo, Lainey se hundió en el trineo y abrió su carta.

Lainey. Si esperaste a leer esto como Don te dijo, es que has alcanzado el Yukon. ¡Felicitaciones! Has llegado pasando los peores obstáculos de la primera parte de la carrera a la que te has lanzado. La siguiente parte se pondrá complicada. El camino no es el peligro ahora, tú lo eres. Es tan fácil caer en las trampas aquí. Tú puedes agotar a tus perros a medida que tratas de vencer a otros mushers, quedando atrapados en la 'carrera'. O bien, puedes permitir que la falta de sueño y la mala alimentación logren que te desmoralicen hasta que quedes atrapada en el trauma emocional o incluso hacerte enfermar. Sé consciente de la realidad de la situación. Tan divertido como sea darle una patada en culo a los mushers en una carrera a toda velocidad, no vale la pena agotar a los perros. La carrera Iditarod comenzó como una carrera de emergencia médica, pero todo es acerca de los perros ahora. En cuanto a la depresión, quiero que sepas que no importa lo que piensas o sientes acerca de ti misma, te amo.

Lainey jadeó en voz alta y volvió a leer la frase. Scotch nunca había expresado estas palabras. Luchando contra un nudo en su garganta, su corazón acelerado, volvió a la lectura. Sé que podría haber elegido una mejor manera de decírtelo, pero hemos estado ocupadas con todo los preparativos para la carrera y no ha habido tiempo para hablar de verdad acerca de nuestra situación. Había planeado decírtelo cuando llegaste a Nome, pero viéndote dormir me ha inspirado levantarme de la cama y escribirte esto. No tengo ni idea de lo que nos depare el futuro, Lainey, pero sí sé que lo quiero contigo. Tal vez estoy poniendo demasiada presión sobre ti, quiero decir, tú has viajado por el mundo. Seguramente eso es más divertido que pasar el rato en Alaska con un montón de perros malolientes. Pero no importa lo que decidas, te apoyo, ¿de acuerdo?

Bueno, ahora me estoy poniendo sensible. Creo que es hora de cerrar. Sigue adelante, Lainey. Sé que puedes llegar a Nome. Has sobrevivido por mucho más... Qué es una carrera en trineo durante mil millas, ¿eh? Con amor, Scotch.

Lainey sollozó y lloró, no del todo segura cual emoción era la más fuerte. Sorpresa, por supuesto. Lo último que esperaba era una carta de amor de Scotch. No es que la rubia fuera poco romántica, pero se centraba principalmente en la granja y su administración. Ella y Lainey habían pasado muchas noches en la cabaña, acurrucadas delante de la chimenea, hablando de todo tipo de cosas y este tema nunca se había mencionado. El alivio la acogió como una cálida manta, relajando a Lainey de una tensión que no sabía que cargaba. Desde el descubrimiento de Howry por sus verdaderos sentimientos hacia Scotch, Lainey había pasado mucho tiempo tratando de luchar contra la realidad. Nunca había amado a nadie antes, pero ella había conocido a amigos y conocidos enamorarse y caer con fuerza. No muchos lograron salir al otro lado intacto, especialmente cuando el objeto de sus afectos no los compartía con ellos. La mayor preocupación de Lainey era que Scotch querría una aventura y nada más, instándola a dejarla por el próximo evento con apenas el pensamiento de una aventura. Hasta ahora Lainey descubrió que Scotch sentía de la misma manera que ella. Los planes que Lainey había soñado en el sendero de pronto asomaron a su mente. Incluso siempre había la preocupación de que Scotch se riera en su cara. ¿Pero ahora? Ahora parecía que la idea de tener a Scotch junto a ella para un futuro trabajo independiente parecía plausible. Tal vez podría tener lo mejor de ambos mundos. Sus lágrimas eran como hielo sobre sus mejillas, y se las limpió, obligándose a ponerse de pie. Volvió a poner la nota en su sobre y ésta se unió a la ya existente en el bolsillo de su sobretodo. Sorbiendo, hurgó por su papel higiénico y se sonó la nariz, depositando el papel arrugado en una pequeña bolsa de basura en su trineo. "¿Estás bien?" Lainey se volvió para ver a un musher inclinarse sobre su trineo. No podía recordar su nombre, pero sabía que era un novato como ella. Había salido muy atrás en el grupo; debía ser muy bueno o no lo habría hecho tan rápido, hasta ahora. "¿Malas noticias?" -preguntó, obviamente en referencia a la carta que había guardado. "Buenas noticias", dijo ella, con una sonrisa un tanto trémula. "Bien por ti." Él asintió con la cabeza. "¿Cuánto tiempo te quedas?" Su ventaja competitiva saltó a un primer plano y ella trató de recordar si él había estado allí cuando ella se registró anteriormente. Echando un vistazo casual a su reloj, se dio cuenta de que él acababa de llegar. Había estado dos horas y media y tenía menos de dos horas para irse antes de que saliera. "Estoy pensando en alojarme por unas sietes horas completas" mintió. "Hicimos el tramo de Kaltag a Unalakleet en una sola corrida y los perros realmente necesitan el descanso." Él asintió con la cabeza otra vez, mirándola con especulación. "Suena muy bien. He oído que el siguiente tramo es aburrido como el infierno". "Sí, yo también." Lainey se despidió y se dirigió hacia el puesto de control. Tenía que

permanecer despierta el tiempo suficiente para que él se durmiera. De aquí en adelante, cada musher empezaría a pensar en la Iditarod como una carrera, no como una carrera de resistencia. No más trabajar o correr juntos. Llegar a Nome antes que los demás, era la meta. Sonriendo, ella entró en el salón, presionando la carta contra su pecho. Llegar a Nome era sin duda la meta.

CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE

El novato desconocido decidió buscar un hueco dentro de la armería a pesar de los elementos. Mientras él se dejó caer en una mesa, con la cabeza envuelta en sus brazos, Lainey bostezó e hizo un amago de salir a su trineo para conseguir dormir. Su estratagema no funcionó del todo, sin embargo. Una vez que inició el proceso de despertar a sus perros y cocinar una rápida comida para ellos, otra musher apareció desde el edificio de control. La mujer le sonrió y le guiñó un ojo antes de enfrascarse en sus propias tareas. Lainey suspiró. Al menos, el novato no había sospechado. En el momento en que todo estaba listo para salir, el musher veterano ya se había ido. A pesar de ello, Lainey mantuvo una estrecha vigilancia sobre la puerta principal de la armería, medio esperando que el novato saliera corriendo mientras ella firmaba la hoja del registro de salida. Él no salió, por lo que ella instó a sus perros para lograr que siguieran adelante. Ellos se obligaron, apenas mostrando los efectos de su carrera de doce horas no hace mucho tiempo. Aún así, no fue sino hasta que perdió de vista Shaktoolik que Lainey exhaló un suspiro de alivio al evitar a su competencia. Como Scotch había dicho, el camino fue fácil. Demasiado fácil. Hubo muy poca variación de escenario. Liso, soso y aburrido, lo único emocionante era el oleaje ocasional de hielo que hacía rugoso el paseo. Incluso el soplo del viento hizo poco para hacer las cosas interesantes. Lainey vio al veterano a una milla por delante, pero sabía que no debía tratar de alcanzarlo. Todavía tenía doscientas millas por recorrer. En lugar de ello, siguió la sugerencia de Scotch y se puso sus tapones para los oídos, escuchando música mientras su equipo se comía las millas. Las distancias eran engañosas, como lo era el viento en su cara. Las dos combinaciones la hicieron sentir como si ellos hubieran corrido a buen ritmo de unos quince o veinte millas por hora, una imposibilidad para su equipo cual había registrado catorce en un sprint corto y en un excelente día de vuelta a la granja. No podían mantener ese paso por tanto tiempo como esto. El panorama raramente estaba cambiado, dando la falsa sensación de velocidad. Parecía que corrían, corrían, corrían en una enorme rueda de hámster - no importara qué tan largo o duro trotaran los perros, nada cambiaba. Lainey sacaba sus cartas con frecuencia, sobre todo la primera, para mantener el ánimo. El sol se ocultó, y ella se detuvo para darle la merienda a los perros y revisarlos. Todo el mundo parecía fuerte y vigoroso y les dio a cada uno un trozo extra de alce de hígado por sus esfuerzos. Entonces ella se acomodó la lámpara en la cabeza y cambió el paquete de la batería en su iPod. Se desplazó sobre el hielo marino, bastante lejos de la orilla. Antes de encender la música de nuevo, ella oyó un fuerte crujido profundo en algún lugar a su izquierda y se sacó los tapones de los oídos. Lainey saltó el trineo y observó, de repente se preguntó si ella estaría demasiado lejos. Ella había estado alerta hasta el momento, encontrando siempre la señal siguiente del sendero. Los perros se miraron ante el sonido, pero no parecieron ansiosos. Los guías de los senderos no los enviarían demasiado lejos hacia el mar, ¿no es así? ¿Estaba lo suficientemente caliente para que la amenaza de fusión fuera seria? Ella pareció recordar un libro que leyó sobre la primera mujer ganadora de la Iditarod, algo acerca de que se había roto el hielo marino y enviado al guía del

sendero por varios cientos de pies dentro del mar. El hielo se había reformado entonces, y su equipo la condujo directamente al mar para llegar a ese señalamiento. "¿Sabes lo que estás haciendo?" preguntó a Traza. Él la miró como diciendo, "Bueno, eh. Soy el que tiene la experiencia aquí". Lainey decidió dejar el iPod apagado por el momento. Varias veces a través del curso de la tarde, oyó el crujido del hielo, pero nada indicaba ningún peligro para su equipo. Finalmente, encendió de vuelta la música e ignoró los sonidos, aunque era difícil. Sus oídos se esforzaban por escuchar más allá de las melodías y susurraba las letras de la canción en un nuevo esfuerzo por distraerse. Tras lo que pareció una noche eterna, vio luces adelante y sintió una emoción de alivio. Por fin. Su placer inicial disminuyó mientras las luces se asentaban en la distancia, como un faro de luz que le sindicaba que ya casi llegaban a su destino pero que nunca parecía que se acercaban. Pasó una hora o más antes de que en realidad llegara al punto de control. "Eso no fue nada bueno", le dijo al voluntario. Él se rió entre dientes. "Sí, lo hemos escuchado muchas veces. Casi te hizo desear que hubieras vuelto a Fareburn?" "¡Casi!" Las autoridades de la carrera habían alquilado un edificio cercano para que los mushers y los voluntarios descansaran, pero estaba a un par de cuadras desde donde estaban acomodados los perros. Mientras alimentaba y daba de beber a su equipo, consideró sus opciones. Mientras que sería bueno que se secaran un poco sus aditamentos, siempre y cuando hubiera una habitación, podría perder cualquier ventaja que había logrado. Cualquiera que se alojara en el edificio podía saber cuando fuera a prepararse para la salida. Al menos, si ella se acostaba con los perros, tenía una oportunidad de escabullirse cuando nadie estuviera mirando. Decidida, devoró su cena.

Seis horas más tarde, Lainey estaba en el punto de control con su equipo, lista para salir. Había visto al novato que había dejado en Shaktoolik, dormitando a un par de trineos, y ella sonrió para sus adentros. Él aún no había despertado cuando ella salió de la zona de aparcamiento. Este tipo era bueno, pero Roman Spencer había sido más difícil de engañar. Se preguntó cómo le estaba yendo y se comprometió a revisar sus estadísticas en el próximo puesto de control. "Esto es para ti”, dijo el voluntario, era una mujer joven esta vez, dijo. Lainey sonrió, tomando el sobre. La letra de Scotch estaba en él y Lainey la guardó en el bolsillo. "Gracias." Firmó el portapapeles y salió de Koyuk a las tres de la mañana. Vigilando el sendero mientras avanzaba, abrió rápidamente el sobre. Lainey, cuarenta y ocho millas más por cubrir, cuarenta y ocho para llegar al siguiente punto de control. ¡Has recorrido más de 900 millas! ¡Tienes menos de doscientas para terminar! Cuando llegues a Nome, te voy a presentar a una amiga mía. Su nombre es Beth. Ella y su novia nos han ofrecido su habitación de invitados mientras nosotras estemos en la ciudad. Ellas viven en las afueras de Nome. Mucha agua caliente para bañarnos y lavar la ropa, privacidad, una gran cama mullida para que puedas descansar. Y Beth es una cocinera fantástica.

Será mejor que no tardes mucho tiempo o yo usaré toda el agua caliente. Te amo, Scotch

Ella sabía que la sonrisa en su cara era amplia y tonta, pero no pudo evitar su presencia. Esos corazones de los dibujos animados y los fuegos artificiales giraban alrededor de su cabeza de nuevo y ella se echó a reír en voz alta. Gracias a Dios esas alucinaciones eran nada más suyas. Pronto llegó el aburrimiento, mientras continuó a lo largo del hielo congelado. Había diez millas o más antes de que el sendero llegara a tierra firme y bajara hasta el suelo. Sintió un mínimo de alivio al saber que las grietas del hielo que crujía no indicaban la percepción de peligro para ella. El camino empezó a subir en una serie de pequeñas colinas y crestas, llevando su camino a un grupo de árboles. La protección adicional del viento cortó el frío. Lainey había estado bajo la brisa helada por horas y se sentía casi mareada. Esto era difícilmente el concierto tropical que había planeado conseguir de Strauss hacia tantos meses. A la altura final de la última cumbre, ella vio una luz roja en la distancia. Encendió la lámpara en su cabeza, sacó sus notas acerca del sendero para ver si había algo que se mencionara allí. Era un radiofaro en Moses Point, a unas veinte millas de distancia de ella. Se preguntó si conseguiría estar más cerca de él antes de Elim o si el sendero daría la vuelta. Guardando sus notas, revisó el reloj mientras se dirigían de nuevo al valle. Dos horas habían pasado. Posiblemente, ella se acercaba a la mitad de este punto. Sus perros parecían saludables y fuertes cuando corrían por el camino. Inicialmente había planeado tomar otro descanso de seis horas en Elim, pero ella comenzó a preguntarse si podría llegar directo a Golovin, a sólo veintiséis millas más allá. Ella tomó de nuevo sus notas para estudiarlas. El viento empezó a soplar un poco más mientras descendían, volviéndose más fuerte que cuando ella había comenzado. Los informes meteorológicos no habían indicado ráfagas de esta fuerza. Se dio cuenta de que corrían junto a un pequeño río del valle y esto era túnel natural de viento. El camino por delante se cerraba en algunos lugares, y sus perros comenzaron a disminuir mientras forzaban su camino. Su visibilidad era buena, sin importar que el viento golpeara su parka y sus engranajes. Era lo suficientemente fuerte en algunos lugares que ella sintió que su trineo se estremecía, el viento venía de su lado derecho más que desde atrás. Detenerse no estaba sugerido en sus notas. Además de que no tenía idea de si el viento podría amainar o no. Ella podría esperar bastante tiempo antes de que amainara lo suficiente para hacer su carrera más fácil. Había una cabaña indicada en el otro lado del río y ella consideraba detenerse. No. Estaban casi en la mitad del camino y cualquier retraso podría alterar sus posiciones. Aquel novato estaba todavía por allí y sabía que un par de otros mushers habían conseguido adelantarla en el último punto de control. Otra exploración a sus perros le demostró que estaban fuertes y firmes. Ellos se esforzaban en la carrera. El río Kwik se extendía ante ellos, y el equipo cruzó con facilidad. Después de un par de kilómetros, el sendero daba vuelta por lo que el viento sopló más a sus espaldas que en forma horizontal, y Lainey dejó escapar un suspiro. Incluso sus perros parecían más felices, meneando la cola un poco más porque ya no peleaban cada paso del camino. Llegaron de nuevo al hielo congelado. El faro de Moses Point parpadeó delante de ella y su equipo se remitió tras la pista lisa y

recta. Incluso la falsa amenaza de la fisura del hielo no desconcertaron a Lainey, agradecida de estar fuera del túnel de viento. Pronto, incluso la amenaza para su equilibrio había desaparecido mientras subieron de nuevo a la orilla. Elim Antiguo estaba por delante, abandonada por las razones que fueran y se había convertido en un campamento de pesca. Pasaron junto a los edificios antiguos cubiertos para el invierno, pero en la oscuridad del amanecer, Lainey pensó que había visto una breve luz brillante en una de las cabañas. ¿La gente no salía aquí para ver la carrera? El viento cortaba sus talones y su equipo siguió adelante, dejando el pueblo fantasma para que cualquier alma valiente prefiriera la soledad. Edificios más adelante, la Estación de Point Moses, también abandonada. Mientras el cielo se aclaraba con el alba, Lainey podía divisar las torres en la distancia. El faro parpadeaba una y otra vez. Una vez que ella pasó el último de ellos, el sendero se volvió hacia una carretera. El viento había soplado el camino en algunos tramos. Lainey se alegró de que la grava aquí no fuera tan devastadora para sus perros como la del puesto de control de Unalakleet. Sin embargo, el viaje fue un poco difícil, y ella dirigió a los perros por donde quedaba un poco de nieve. Unas tierras planas dieron paso a una constante subida. La nieve aquí estaba compacta y ella saltó de los rieles para correr junto con los perros hasta que alcanzaran la cumbre. No era tan difícil como la serie de tres pasos de Blueberry Hillls a Shaktoolik, pero no obstante fue una dura subida. Mientras zigzagueaban, Lainey se dio cuenta de que llegar antes del amanecer era el momento perfecto. Ella se quitó su parka para evitar la sudoración. No envidiaba a los otros corredores que venían detrás de ella y llegarían con el calor de la tarde, sus perros sufrirían las consecuencias por el sobrecalentamiento. En la cumbre, ella saltó de nuevo a bordo del trineo e inició un pausado descenso. Vio las luces de Elim y consultó su reloj. Eran después de las ocho de la mañana, habían estado en este tramo del sendero por poco más de cinco horas. El tramo hasta Golovin era sólo de veintiocho millas. ¿Podría darles una merienda a los perros, o tomaría el descanso de seis horas que estaba programado? Llegar por la tarde, a la espera de que llegara la noche podría ser el plan para darles a los perros una oportunidad de enfriarse. Podría ser el caso y su equipo parecían listo para aguantar. El puesto de control estaba en un taller de mantenimiento. Lainey se detuvo y firmó. "¿Se quedará?" "Nop. Me iré de paso." El verificador asintió e hizo una anotación. "¿Tenemos una buena racha, entonces?" "Mejor que algunos”, dijo Lainey. Una vez que el veterinario revisó a sus perros, ella recogió su ración de alimentos. Eso le serviría a través de White Mountain. Parecía tonto tener una ración de comida en Golovin, ya que estaba a una distancia tan corta. Entre Elim y White Mountain estaba el pequeño punto de control y a sólo cincuenta millas, así que ella no había enviado nada al puesto de control Golovin. Después de que la ración estaba empacada, recorrió la línea con golosinas, botines y ungüento, moviéndose en automático mientras saludó a cada animal con afecto y alimentos. Ella comprobó la salud de cada uno de los perros, alabando sus peludas cabezas. Incluso Bonaparte, que total e inesperadamente le lamió la cara. Lainey parpadeó en asombro, pero no quiso insistir sobre el tema, porque no quería llamar su atención. Él debía ser tan cansado como ella estaba para haberse permitido un desliz en su magna actitud real.

Ella trajo al equipo de vuelta al puesto de control. "Lainey Hughes!" Un voluntario se deslizó hacia adelante, con un sobre blanco, y Lainey sonrió.

CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO

Lainey. Recuerdas nuestras veinticuatro horas en McGrath? Cuando me desperté, estaba envuelta alrededor tuyo y no pude evitarlo. He soñado con estar así contigo durante meses. No puedo esperar a que te reúnas conmigo en Nome. Nuestra habitación está escondida en la parte trasera de la casa de Beth. Estoy deseando compartir la cama contigo. Sin padres, sin pequeños hermanos o hermanas, sin perros, sin carrera para preparar. Sólo tú y yo, en nuestro refugio privado. No pienso detenerme la próxima vez. ¡Date prisa! Scotch

Tragando saliva, Lainey se agarró al manillar de su trineo. Sus rodillas se sentían débiles por la prisa de la excitación que pulsaba a través de su cuerpo. No importaba lo cansada que estuviera cuando ella llegara, se comprometió a tomar una ducha y cepillarse los dientes antes de irse a la cama. No había forma en que ella tendría la fuerza de voluntad para interrumpir a Scotch despertándola de nuevo. Puso cuidadosamente la última nota de Scotch con las otras y pisó sobre su libido arrasado. No era el momento para distraerse. Con algo de esfuerzo, se obligó a prestar atención al sendero. De inmediato se dirigieron de vuelta hacia el hielo. Incluso con el ruido de la profunda grieta, Lainey no vaciló. Tenía cosas más importantes que considerar, como llegar a Nome y saltar sobre los huesos de Scotch Fuller en la primera oportunidad. "¡Deja de hacer eso!" dijo en voz alta, sonriendo. Sansón le sonrió desde su lugar, utilizando sus ocasionales estallidos después de tanto tiempo en el camino. Ella le devolvió la sonrisa. Después de sólo un par de millas, el sendero empujaba hacia el interior y hacia arriba. La subida fue gradual al principio y el bosque ayudó a cortar el viento. De hecho, después de tanto tiempo corriendo, Lainey casi podría imaginar que estaban de vuelta en casa en uno de los senderos con los que estaba familiarizada. Protegida del viento, el sendero no presentó problemas e hicieron buen tiempo. Dos millas más adelante pasaron una fila de árboles y llegaron a la cima de una cresta. Las notas de Lainey especificaban 'Gran vista,' fuertemente subrayado. Desde que estuvieron en nivel del suelo, ordenó a los perros para detenerse. Por supuesto, en realidad no habían ido muy lejos, pero ella les dio un pequeño refrigerio de todos modos. Ella ya estaba considerando pasar Golovin, también, y seguir adelante hasta White Mountain. Era mejor dar el descanso frecuente al equipo ahora, antes que se agotaran al final de esta carrera. Mientras ellos comían del pescado blanco, ella daba un vistazo al panorama, contenta de que la luz del día diera buena visibilidad. El cielo mostraba una fuerte carga de nubes, pero había manchas ocasionales de azul. Scotch tenía razón, era una buena vista. De hecho, Lainey pensaba

que podía ver a un musher sobre el hielo en la distancia. Ella sacó su cámara y tomó una fotografía, después miró a uno de sus perros descansando y mirándola. Alejando su cámara, tiró del gancho de nieve. "Vamos."

Permanecieron en la cresta por alrededor de una milla y llegaron al valle. No había árboles aquí, y Lainey los extrañó. Otro sendero se mostraba frente a ella, por lo que instó a los perros a seguir adelante y subir. Esta subida era más corta en longitud que la anterior, pero un poco más pronunciada. El sendero se había utilizado hace poco, la única indicación de que alguien había dejado Elim antes que ella. Por lo menos no tendría que preparar a sus perros para bajar. Llegó a un paso de montaña llamado Little McKinley. Desde aquí vio el próximo puesto de control en una península rocosa. Lainey tenía que conseguir otra foto y detuvo a su equipo el tiempo suficiente para dar cabida a su obsesión. La pendiente era más difícil que la subida. Al comenzar a correr, ella sólo frenaba lo suficiente para mantener el trineo corriendo tras los rabos de sus perros de ruedas. A la primera vuelta, sin embargo, se dio cuenta de lo rápido que iba cuando el trineo casi volcó. Las sombras de Dalzell Gorge le vinieron a la mente, y ella pisó el freno para forzar a los perros a un paso de tortuga. Así lo hizo. Las próximas tres o cuatro millas resultaron ser las más precarias mientras luchaba con senderos ondulantes, el resplandor del hielo, unas colinas laterales e incluso el suelo plano. Finalmente, el sendero se niveló y continuaron en un descenso suave por el arroyo del valle y hacia el mar. Una vez que volvieron al hielo, tuvo una vista completa de Golovin. El sendero aquí era bueno y firme, haciendo un tiempo excelente a lo largo de la bahía y hasta la península. No parecía haber ningún funcionario en el puesto de control, al menos ninguno que Lainey pudiera ver. Ella dirigió al equipo directo al centro de la ciudad, deteniéndose en un letrero de la Iditarod. Un hombre mayor salió de un edificio, cerrándose la cremallera de la parka, con un portapapeles bajo el brazo. "Bienvenida a Golovin" dijo él. "Tengo su tiempo a las 10,53 am y treinta y dos segundos." Justo menos de dos horas. Y White Mountain estaba a sólo dieciocho millas más adelante. Lainey firmó. "Si quieres quedarte, te puedo guiar a la yarda de Semko”, dijo el hombre. "Es al final de la calle a la izquierda". Sonriendo, Lainey miró a su equipo. Ninguno se echó, haciéndole saber que probablemente podría empujarlos un poco más sin repercusiones. "¿Qué les parece, muchachos? ¿Toman una siesta o volvemos a casa?" Todos los perros habían oído 'volvemos a casa' en el curso de su entrenamiento. Eso indicaba que ya casi terminaban y se dirigían a la granja por alimentación y descanso. Scotch le había dicho que ella utilizara ésa orden con moderación en la pista del sendero. En definitiva, se trataba de una falsa salida para mantener a los perros en movimiento con un poco de extra hacia su destino. Si lo usaba demasiado a menudo, el equipo sabría la mentira y no le daría la energía añadida para alcanzar su meta. Chibee y Montana ladraron y los otros se sacudieron, con las colas en constante movimiento. "Creo que eso responde a esa pregunta" dijo Lainey al verificador. "Déjeme darles la merienda y saldremos."

Ella le dio a cada uno un trozo de alce de hígado y un rápido examen de sus patas y muñecas. Era algo solapado engañarlos de esta manera, pero sería absurdo tomar un descanso aquí y entonces estarían obligados a tomar las ocho horas de descanso un par de horas al bajar por el sendero. Lainey sabía que cualquiera que viniera detrás de ella haría lo mismo. En diez minutos, ella estaba saliendo de Golovin. Esta sección del sendero era suave. Incluso al llegar al punto de mediodía y con el calor en aumento, los perros tenían una carrera fácil a lo largo de un camino recto y bien establecido. Incluso, le tomó algún tiempo en darse cuenta de que había dejado el hielo atrás y estaban dirigiéndose hasta el valle del río. Pronto comenzaron una suave serie de subidas y caídas, superando a su paso lo largo del río. Finalmente el sendero giró hacia la derecha y Lainey vio el pueblo de White Mountain en la orilla del río. Las señales del sendero la guiaron a la derecha, al puesto de control en el banco de Fish River detrás de la ciudad. Ella entró un poco después de la una de la tarde. Su equipo había corrido un tramo total de ocho horas, parecían de buen humor. Por lo menos, no estaban tan cansados como lo habían estado en el último cruce incómodo. Sin embargo, se acurrucaron con prontitud en sus camas de paja después de un buen almuerzo. Lainey estaba tan cansada como ellos, aunque la promesa adicional de ver el final de su viaje la mantenía con energía. Recogió la ropa mojada y su saco de dormir. El edificio del puesto de control estaba a un par de cuadras de distancia, al igual que en Koyuk. Allí podría dormir al aire libre para evadir la búsqueda de los otros corredores de trineos. Aquí no había ninguna diferencia, que cuando todo el mundo se registraba en White Mountain y era requerido que enfriaran sus talones durante ocho horas. Los tiempos fueron mostrados públicamente, y nadie podía reducir su tiempo para conseguir saltar sobre la competencia. El edificio era una combinación de teatro de la ciudad y biblioteca que contaba con una cocina. Varias personas estaban esparcidas alrededor, algunos durmiendo en las esquinas mientras esperaban su salida. Por mucho que Lainey quería unirse a ellos, caminó hacia un área cubierta con tendederos y colgó los botines de perros y un par de forros de bota para secarse. "Estoy preparando sándwiches de huevo frito" dijo una voz familiar. "¿Quieres uno?" Lainey se dio la vuelta. "¿Ben?" Strauss le sonrió, con una espátula en una mano. "¿Eso quiere decir que sí?" "¡Sí!" Ella le dio un abrazo, sin sorprenderse por sentir lágrimas en sus ojos. Dios, necesitaba dormir. Rápidamente limpió su nariz con un tejido que sacó de su bolsillo, y soltó al hombre. "Me alegro de verte." "Lo mismo digo", dijo él, indicando que la siguiera a la cocina. Lainey arrojó su saco de dormir bajo una mesa y se sentó. "¿Cuánto tiempo has estado aquí?" "Vine ayer por la tarde, una vez que imaginé que ibas a estar aquí pronto". Él rompió un huevo en una sartén, espaldas a ella. Otro voluntario trabajaba en una encimera, agregando mayonesa en las rebanadas de pan. Además de Lainey, allí había otros dos mushers esperando para comer. Uno dormitaba en su silla y el otro bebía una taza de café en silencio. Ninguno se miraba más alerta de lo que ella se sentía. "¿Scotch lo logró? No he tenido tiempo de comprobar las estadísticas". Strauss se volvió a ella y le sonrió. "Seguro que sí. Entró ayer. ¡Tercer lugar! Y estuvo condenadamente cerca, también."

Lainey quería levantarse y bailar, pero no pudo sacar a relucir la energía. En lugar de eso, se quitó las botas y suspiró. "¡Eso es fantástico! ¿Qué tan cerca estamos hablando?" El sonido del huevo chisporroteando llenó la cocina y Strauss se volvió hacia la sartén. "Bueno, Dave Creavey tomó el primer lugar, por supuesto. Él tenía una ventaja de dos horas cuando llegó hasta aquí. Jon Waters y Drew Owens entraron antes que Scotch. Tenía que hacer un buen tiempo para pasarlos". Él revolvió un huevo y el buen humor de Lainey cambió rápidamente a la impaciencia. "¿Y bien?", instó. Strauss se encogió de hombros. "Bueno", repitió, "Waters quedó en segundo lugar, pero venía cuello con cuello con Owens y Scotch. ¡Debiste haber visto la emoción ante la línea de meta! hombre, estaban gritando tan fuerte, ni siquiera podía oír los ladridos de los perros". Lainey no tuvo que imaginar, ella había sido testigo de un hecho similar el año anterior. Teniendo en cuenta que era por el puesto de tercer lugar, era fácil para ella concebir la cantidad de escándalo que debió haber sido. Ella recordó a Drew Owens con la vista puesta en Scotch en los primeros días de la carrera. “De todas formas, en el último minuto, los perros de Scotch pusieron una explosión extra de velocidad y le dio un final de fotografía. Ella podía haber estado a más de dos pies por delante de Owens." Strauss estampó un huevo frito en uno de los sándwiches preparados." Les tomó a los jueces cerca de quince minutos para finalizar su decisión, pero ellos se decidieron por Scotch". "Ella va a ganar ésta carrera algún día”, dijo uno de los mushers. "Recuerden mis palabras." "Lo sé”, acordó Lainey, complacida por el éxito de su amiga. "Espero estar allí para verlo, también." Strauss le entregó un plato, con una expresión atenta en su rostro. "¿Lo crees?" Ella lo miró desapasionadamente. "Sí, lo creo". Él asintió con la cabeza en aceptación. "Come" dijo, volviendo a la estufa y empezó con otro huevo. Lainey sabía que tendrían que tener una larga conversación en un futuro cercano, pero no hasta que la carrera hubiera terminado y ella y Scotch tuvieran tiempo de averiguar lo que iban a hacer con sus vidas. Como no quería pensar en ello, se comió su almuerzo y siguió la conversación en silencio cuando el musher y Strauss continuaron charlando. Cuando ella terminó, se puso de pie y se estiró. "Voy a dormir un poco". "Bueno, es posible que desees esperar un poco para eso", dijo Strauss, finalmente sentándose para empezar a comer. Sacó un pedazo de papel de su bolsillo y se lo entregó. "Hay un teléfono en la otra habitación. Se supone que tienes que llamar a ese número". Ella le lanzó una mirada sospechosa. "¿Esto es de quien creo que es?" Él lo consideró un momento, masticando. "¿Alta, rubia y cansada?" "Siiiii." "Sip, es de ella." Lainey le dio un golpe en el hombro. "¡Deberías haberme dado esto en el momento en que entré por la puerta!" Se dio la vuelta y se dirigió hacia el teléfono. "Ajá", dijo él a su espalda. "Tenía las órdenes de asegurarme de que comieras primero". Ella encontró el teléfono. Un letrero al lado de él indicaba que a todos los mushers se les permitía sólo quince minutos. Aquí estaba el nervio central del punto de control. Las estadísticas estaban en un tablero colgado en una pared y un tablero blanco al lado de él tenía la lista de

finalistas. El nombre de Scotch era el tercero en la lista, su tiempo era de menos de tres segundos de diferencia de Owens. Una radio-aficionado estaba en una de las mesas, atendida por una…mujer. Lainey sonrió al oír el juego de palabras y asintió a la operadora con un movimiento de cabeza. Ella recibió una en respuesta, la mujer apenas deteniéndose en su discusión haciendo movimientos en el aire. La mano de Lainey tembló mientras marcaba el número en el papel. Se sintió diez veces más nerviosa. Era Scotch, ¡por Dios Santo! ¡Habían vivido juntas durante meses! No había razón para estar tan inquieta. Mientras escuchaba el timbre de línea en el otro extremo, ella tragó saliva.

CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE

"¿Hola?" dijo una voz desconocida. Lainey frunció el ceño, confundida. Strauss le dijo que ése era el número de Scotch, ¿no? "Estoy buscando a Scotch Fuller" -preguntó ella, mordiéndose el labio inferior. ¿Había marcado el número equivocado? "¿Eres Lainey?" - preguntó la mujer. Sonaba como si estuviera sonriendo. Antes de que Lainey pudiera contestar, ella dijo, "Espera, voy por ella". Tenía que ser Beth o la compañera de cuarto sin nombre. Al menos sabía que era el número correcto. Lainey se sentó en una silla plegable y apoyó los codos en las rodillas. Incluso con la promesa de escuchar la voz de Scotch su cuerpo tenía otras ideas; ella alternaba entre la inestabilidad nerviosa y el letargo por la fatiga. Ella bostezó ampliamente y frunció el ceño mirando al suelo. Ocho horas completas aquí le darían un montón de tiempo para una siesta. Esperar un poco más para dormir no la mataría. "¿Hola?" La expresión petulante de Lainey se alejó ante el sonido de Scotch. "Hola. Felicitaciones por el tercer lugar". "Gracias. ¿Cómo te va?" "¿Ahora? Lo estoy llevando fantástico." Lainey se limpió las lágrimas de sus ojos antes de que cayeran. "Te extraño tanto". El tono de Scotch era cálido y comprensible. "Yo también te extraño. Cuanto tiempo registraste en White Mountain?" Lainey respiró hondo, esforzando por centrarse en la carrera en lugar de en su vaivén de emociones. "Un cuarto después de la una, más o menos. Ben me acaba de dar de comer y me dio su número. Cuando hayamos terminado, voy a tomar una siesta". "¿Cómo están los perros? Vi que has dejado unos pocos. ¿Es algo serio?" Ella pasó los siguientes minutos hablando de su experiencia de la carrera, de cómo su equipo había conseguido, y las razones por las que los perros fueron retirados. La tertulia sirvió para aterrizar sus emociones, y pronto perdió la urgencia de llorar. "¿Todavía tienes a Su Alteza?" preguntó Scotch con sorpresa. El tono de Lainey era petulante. "Así es. No sólo eso, sino que él me besó." "No es posible". Su sonrisa se ensanchó, sabiendo que Scotch no ponía en tela de juicio lo que había dicho. "Sí, lo hizo, y tengo trece peludos testigos del hecho." "Apuesto a que Kaara se puso celosa." "Por extraño que parezca, ella no parecía estarlo." "Bueno, yo lo estoy. Será mejor que ese chucho se mantenga alejado una vez que te tenga aquí". La sonrisa de Lainey se volvió tímida y ella bajó la voz para que la radio operadora no escuchara. "Creo que puedo arreglarlo. No se lo digas, pero prefiero tus besos a los de él, cualquier día." La risa de Scotch la llenó de calidez.

"Eso no es decir mucho, Lainey”, dijo Scotch sin dejar de reír. "Los besos de Bon son mejores que uno de cualquier otro perro." "Los tuyos son mucho mejores" le aseguró Lainey. "Bueno, eso me quita un peso de encima" Era su turno de reír. "No puedo esperar para volver a verte". "Lo sé. Yo siento lo mismo." Hubo una pausa. "Si vas a dormir, tenemos que colgar.” Lainey frunció el ceño de nuevo, atacando el suelo con su calcetín. "Lo sé…" Su voz se apagó en un compartido silencio que Scotch finalmente rompió. "Te amo, Lainey Hughes" Sintiéndose como si estuviera a punto de estallar, Lainey dijo:"Te amo, Scotch Fuller" "Ahora cuelga el teléfono y ve a dormir, cariño. Estarás aquí mañana por la mañana". "Sí, señora". Lainey limpió las lágrimas que regresaron rápidamente. "Nos veremos mañana". "Mañana." Se puso de pie y de mala gana colgó el receptor en la base. Su mano permaneció en el teléfono durante más tiempo, porque no quería perder ni siquiera ésa leve conexión con Scotch. "¿Estás bien?" Lainey levantó la mirada para ver a Strauss de pie en la puerta, su sonrisa amable contrastaba con el ceño preocupado en su frente. El deseo de llorar la abrumó y dio un paso para abrazarlo y llorar. Ella no tenía ni idea del tiempo que pasó mientras ventilaba su cansancio, preocupación y alivio. Se había producido una vaga sensación de movimiento, y cuando ella se hizo consciente de su entorno, una vez más, se encontró en un sofá con Strauss que la sostenía. Avergonzada, tenía la sensación de una opresión en el pecho y su escandaloso humor se sintió aliviado, se alejó de él. Él ofreció su pañuelo que ella aceptó, limpiándose la cara y sonándose la nariz. "Gracias. Realmente tenía que hacer eso." "Cuando quieras", dijo él. Su mano encontró su espalda y frotó en suaves círculos allí. "Han pasado años desde que lo has pedido, pero las cosas siguen siendo las mismas. Cuando quieras, donde quieras, Lainey." Ella le sonrió. Él había recibido muchas de sus llamadas una vez que se había convertido en su patrocinador. Ese primer par de años había sido difícil. Strauss había tomado esas llamadas con calma, ya fueran las tres de la tarde o las tres de la mañana. Él había sido su conexión mientras ella rehízo su vida después de los disparos, ni la condenaba ni era condescendiente con ella mientras luchaba con el impulso irresistible de volver a la bebida. Lainey le dio una palmada en la rodilla. "Gracias, Ben. Es bueno saberlo". "¿Vas a estar bien ahora? " preguntó él. Sus palabras indicaban el aquí y ahora, pero ella lo conocía lo suficientemente bien como para comprender la verdadera cuestión. "Ella finalmente lo dijo”, murmuró. “Ella dijo que me ama, y yo le dije que también la amaba. Creo que sólo necesitaba dejar de lado toda esa mierda desde que he estado viajando esta semana". Strauss hizo un gesto de conmiseración. "Yo sé que ha sido agotador para mí tan sólo siguiendo el sendero. No me puedo imaginar haciendo las cosas que tú haces. Tienes un juego de bolas del tamaño de Texas, Lainey". Ella se echó a reír a carcajadas y se sonó la nariz una vez más. "Gracias. Voy a tomar eso

como un cumplido". Él dejó de frotarle la espalda, colocando su mano sobre la de ella. "Era inevitable, tú sabes". "¿Qué era?" "Tú y ella. Siempre has amado los whiskys." Lainey estalló en risas. "Sí, tienes ese derecho". "En las rocas". "Supongo que tenía que venir a Alaska para conseguir el hielo adecuado para ella". Strauss se unió a su risa. *** Después de una siesta, Lainey se sintió más fresca de lo que se había sentido en días. Ella estaba segura de que todo tenía que ver con su conversación telefónica y su ataque de llanto. Negándose a sentirse avergonzada por su arrebato, usó el microondas de la cocina para calentar una comida de albóndigas de pollo. Como un premio especial, había traído dos piezas de pastel de manzana que había descongelado mientras ella estaba dormida. Seis mushers más habían llegado mientras ella estaba fuera, pero todos ellos tenían una hora o más detrás de ella la hora de entrada. La discusión predominante alrededor de la mesa era el clima en Topkok. Mientras comía, se enteró de que ésta era la sección más traidora de la carrera, superando incluso la de Dalzell Gorge con sus peligros. Lainey no sabía si era una indicación de su agotamiento o de su nueva confianza, pero ella no sentía temor ante las historias de miedo que se mencionaban alrededor de la habitación. Nada iba a interponerse entre ella y Scotch. Tenía una mujer para besar hasta quedar sin sentido en el otro extremo de esta carrera y tenía la intención de obtenerlo. "Te irás de aquí pronto, ¿no?" - preguntó una mujer, con el rostro quemado por el sol. "Sip" dijo Lainey. "En menos de dos horas". Ella abrió el papel que protegía su pastel de manzana. "Mal tiempo para estar allí afuera. Las horas de la noche nunca son buenas en la montaña. No puedes ver lo que tienes enfrente" dijo un hombre mayor, acariciando su barba gris. Lainey sonrió y se puso de pie. Vertió una taza de café en una olla en la estufa. "¿Creen que debería esperar un par de horas antes del amanecer?" preguntó. Ese era el momento preferido para salir de White Mountain. Si el viento fuera a disminuir, sería después del amanecer, haciendo un poco más fácil la llegada de un musher a Topkok. La expresión del hombre se hizo astuta, y un par de los demás le sonrieron a ella. "¿Lo harías si te dijera que sí?" "Pues no." Ella tomó un sorbo de su bebida y mordisqueó su postre. Se rieron cuando Lainey terminó de comer y arrojó su basura. Encontró sus botas esquimales y se las puso. Antes de que ella saliera de la cocina, uno de los novatos le dijo, "Buena suerte”. "Buena suerte a ti también." "Te veré en un par de horas." Los otros se rieron a carcajadas de su jactancia, Lainey incluida. "No te ofendas, pero espero que no." Ella hizo un gesto de despedida hacia los demás y empezó a recoger sus pertenencias. Strauss la encontró en la puerta, con el cabello arrugado por la siesta. "El viento no ha

aumentado, pero aún así va a ser un dolor de cabeza" le informó. "Recuerda lo que dijo Scotch acerca de la visibilidad". "Me acuerdo, papá", dijo Lainey. Ella se puso de puntillas y le dio un beso en la mejilla. "Probablemente estaré en Nome antes que tú". "No lo dudo", dijo, sonriendo. "Y vas a estar muy ocupada hasta el banquete de premiación". "Muy ocupada", le aseguró ella con un guiño. "Dales duro, Hughes”, dijo. "Sabes que lo haré, Strauss". Cuando llegó a su trineo, estaba contenta de ver a sus perros despiertos por sí mismos. "¡Hola, chicos! ¿Están listos para saltar a la línea de meta?" Lainey repitió su trabajo de siempre hasta la línea, hablando con su equipo mientras retiraba las mantas y los revisaba. Entonces les sirvió la cena. Mientras comían, ella cocinaba otro lote. Por supuesto, había muchas posibilidades de que ella estuviera en Nome para el desayuno, pero si Topkok era tan malo como todo el mundo decía, le tocaría tener una comida extra o dos surtidos adicionales para las emergencias. Algunos mushers habían pasado con sus trineos y se habían quedado tanto como les fue posible en este punto de control. Las notas de Scotch no mencionaban actividades hasta este punto de control de seguridad. Si algo había pasado en el siguiente tramo del camino, Lainey prefería ir despacio y tener el equipo necesario para la supervivencia. Este era el punto en el que incluso los más duros veteranos estuvieron a punto de perder a los perros, la vida y la integridad física. Como novata, Lainey sabía que debía ser muy prudente. El poco engranaje que podía permitirse el lujo de perder lo reservó para enviarlo a la granja. Esto incluía botines extras, guantes de trabajo, forros de bota, su mediano peso de ropa interior larga, los restos de baterías de litio para la lámpara de cabeza, botines de perro extra y cubiertas para las muñecas. Estuvo a punto de poner el revólver 0.44 en la bolsa, pero no estaba segura de si podría ser legalmente enviado por correo. Con un suspiro, miró el feo artefacto y lo puso de nuevo en su bolso. Lainey miró su reloj. Todavía tenía media hora para salir. Una vez más se dirigió hacia abajo de la línea, recogiendo los platos de perro. Entonces se puso los calentadores de mano y guantes de látex. Cada perro recibió un masaje en las patas a fondo y una aplicación de ungüento, y les puso sus botines. Bonaparte le lamió la cara otra vez, y ella se rió de él. No sabía actuar muy bien como cachorro, pero su forma real estaba al borde de su deseo de retozar. "¿Quién eres tú y qué has hecho con Bonaparte?" preguntó ella. Él ladró y movió la cola, haciendo que Lainey abriera la boca en asombro. "Este es un día de milagros, eso es seguro", dijo ella, abrazándolo. "Has estado saliendo demasiado con Chibee." Su perro más joven, Chibee, se quejó con placer al escuchar su nombre. Lainey terminó su tarea divertida, finalmente empacando todo en el trineo. "¿Listos?" Traza y Montana saltaron en posición, los otros los imitaron. "¡Adelante!"

CAPÍTULO CINCUENTA

No había demasiado viento en el área de aparcamiento. Una vez en la curva de Fish River, sin embargo, soplaba más arduamente y Lainey se puso en cuclillas sobre su trineo con determinación. Su experiencia reciente había tratado con algo peor que esto, pero también sabía que no estaba cerca del final de los lugares conflictivos en esta etapa. Siguieron el río un poco antes de regresar a tierra y dirigirse rumbo al suroeste. Aquí el terreno era estéril, el paisaje salpicado de arbustos secos, y las señales del sendero eran pocos y estaban distantes entre sí. A medida que sus líderes seguían el camino obvio delante de ellos, el trineo se sacudió y se estremecido por el viento. Esto parecía como conducir un coche pequeño mientras un dieciocho ruedas pasaba a toda velocidad por su lado en la carretera. Lainey supo que Sholo no habría pasado White Mountain de haberse mantenido con el equipo tanto tiempo. Por mucho que lamentara haberlo dejado atrás, ella se alegró de tener a Montana guiándolos ahora. Él parecía tomar con calma el clima, ligeramente alejándose del viento en dirección contraria, pero nunca vaciló. Sus movimientos hacia delante ya no le afectaban, Lainey estaba preocupada por las marcas dispersas del sendero. Ella encontraba un indicador reflexivo a cada milla o distancia parecida. ¿Sería el viento tan fuerte que golpearía los firmes trípodes de las señales utilizadas? Mientras los perros caminaban laboriosamente, vio un destello en el suelo con el viento contra ella. Allí estaba un señalamiento, apenas visible a través de una leve ventisca, derrumbada en la nieve al lado del sendero. Una ráfaga sacudió su trineo y vio la zona disminuida donde alguien había caído contra el trípode y en la nieve, derribándolo. No era de extrañar que los señalamientos no estuvieran. Tuvo la intención de volver a ponerlos en su lugar, pero dudaba de la estabilidad del trineo. Además, parando para acomodar cada señalamiento invariablemente disminuiría su avance a paso de tortuga y le daría mucha competencia de tiempo para alcanzar su objetivo. El árido paisaje se desvaneció en una línea de árboles mientras se acercaban a un arroyo del valle. Aguas abiertas gorgoteaba en varios lugares subiendo y bajando bajo un puente de hielo que abarcaba una sección. Sus perros la llevaron a través del hielo, pulverizando de agua cada lado de los corredores del trineo. Lainey hizo una mueca, sabiendo que su próxima parada sería para cambiar los botines húmedos. Entraron en el rio del valle donde había menos viento, y su equipo hizo un tiempo decente mientras trotaban. El río Klokerblok estaba completamente congelado y un desbordamiento pasaba por encima. Había dos senderos aquí, uno en el río con las señales oficiales y otro, un sendero privado a lo largo de la orilla derecha. Lainey pensó que era el que los lugareños utilizarían cuando el río estaba congelado. En cualquier caso, los dos senderos finalmente se juntaban, el sendero de tierra caía hasta cruzar el río, y giraba a la izquierda en la orilla del río. El río seguía su camino, mientras que su equipo siguió al sendero suroeste y entraba a otro valle del río. Su lámpara iluminaba un edificio en ruinas que pudo haber sido una cabaña en algún momento. Apenas parecía lo suficientemente resistente como para albergar a un ratón ahora. El desbordamiento del río rodeaba su base, y ella pudo darse una idea de lo helado en su interior. Empezar una fogata en cualquier cosa que se usara como estufa, haría que todo el lugar se

convirtiera en un húmedo y goteo desastre. A pesar de todo, era el momento de dar a los perros un descanso. Ellos había estado corriendo durante varios kilómetros sin parar y lo peor aún estaba por venir.

Después de que los perros comieron una merienda y Lainey cambió sus botines húmedos por unos secos, el equipo siguió el valle del río Topkok hasta la costa. Varias millas más adelante, ellos pasaron otra cabaña, esta vez en mejores condiciones. Las notas de Scotch indicaban que éste era el último refugio entre aquí y el otro lado del Topkok. Lainey detuvo a los perros para probar el viento. Todavía soplaba pero sin mucha fuerza. De lo dicho por los veteranos de White Mountain, no significaba nada. El sendero Topkok era literalmente una serie de túneles de viento y era imposible saber cómo estaría ella entrando en esto. "¿Listos, chicos?" preguntó a su equipo. La cola de Bonaparte se movió, sus ojos llevando una luz de devoción poco común. Traza bostezó y sonrió como si fuera la historia de siempre para él. Montana se retorció en su cabestro, complacida por estar delante a pesar de los embates que el viento estaba dándoles a todos ellos. Los otros se quedaron en sus lugares, esperando la orden. "Vamos" Más allá de la cabaña, el camino tomó una curva cerrada hacia arriba a medida que se alejaba del río. Mientras el nivel del suelo y la protección del valle quedaban tras ellos, el viento cogió su caminar, soplando a la derecha de ellos. No era lo suficientemente fuerte como para tumbar a Lainey, pero ella no tenía ninguna duda de que seguía siendo una posibilidad. El sendero subía los cuatrocientos pies de altura, siguiendo la ladera de una colina. Para compensar el ángulo, se vio forzada a equilibrar el trineo en un riel. No quería caer en el río. El viento tiró de ella y del trineo, maliciosamente provocando con esa posibilidad. Llegaron a la cresta y bajaron por el otro lado para cruzar un arroyo. El viento desapareció literalmente en el vacío. Lainey recordó haber leído una historia de terror de un autor desconocido acerca una tormenta viva que atacó a los habitantes de un municipio, y ella se estremeció. Sentía casi como si estuviera siendo vigilada en la repentina calma. Se sacudió la sensación, contenta de que sus perros estuvieran retozando bajo sus arneses. Por lo menos no estaban tan asustados como ella. Una vez más el sendero subió una pendiente similar, el viento cada vez más fuerte cuanto más avanzaban. Ella ayudó a su equipo empujando el trineo junto con ellos, con pura fuerza de voluntad para mantener el equilibrio en la ladera mientras andaban. La marcha era lenta en ésta ocasión, y ella se asomó por encima del manillar para ver a sus líderes que luchaban con la nieve a la altura del pecho. El sendero se había desviado de una forma pésima en este punto y el último musher lo había atravesado hacia varias horas. Lainey no pudo avanzar más para ayudar a su equipo, sin embargo, ya que necesitaba mantener el trineo en el sendero. Aún así, ellos avanzaron por la cresta y bajaron hasta el otro lado, el viento no se disipó ésta vez. Lainey ordenó un alto que su equipo acogió gratamente. Este pequeño valle proyectaba ser lo peor de todo esto, pero eso no quería decir que no lo atravesarían. Estos espacios eran conocidos por los huracanes de vientos repentinos subiendo y bajando con poca advertencia. Laineyles dio una merienda a sus perros otra vez, con cariños y abrazos adicionales, mientras revisaba los araneses y les daba masajes en los músculos. Su equipo no estaba tan ansioso ahora, pero ninguno parecía estar al borde del colapso. Ella los animó, silbándoles a los menos

animados hasta que todos sonrieron y ladraron. Ella levantó la vista hasta la siguiente inclinación, calculando la distancia. No era mucho más grande que las dos que ya había completado. Sin vegetación, sin embargo, no podía medir la fuerza con que el viento soplaba allí. El sendero se veía un poco más nivelado y se preguntó si sus perros podrían mantener el trineo en él, mientras que ella guardaba los zapatos para la nieve. Sus perros estaban sentados en sus arneses, observándola. Cualquiera que fuese su decisión, tenía que empezar a trabajar ahora o perdería todo el terreno ganado. No podía permitirse que su equipo pensara que tomarían un gran descanso aquí. Lainey subió a bordo de los rieles. "Vámonos." Tan pronto como salieron del valle protegido, Lainey supo que había problemas. El viento aullaba en torno a su equipo, sacudiendo su trineo e incluso empujando a los perros en la nieve, de forma inesperada. Los bancos de nieve aquí eran peor que los de antes, si eso era posible, aunque la inclinación de la colina no era tan pronunciada. Lainey no podía ver la siguiente señal del sendero a partir de los copos de nieve que caían sobre su pecho, pero ella sabía que su equipo estaba temeroso bajo el peso de ese viento. Tenía que hacer algo o ellos querían poner resistencia, algo que podría matarlos a todos. Detuvo a los perros, asombrada de que pudieran oírla por encima del viento. Con movimientos rápidos, se puso sus zapatos de nieve y se esforzó por caminar hasta sus perros y ponerle sus abrigos. El ritmo más lento y el viento soplando más alto, era un gran peligro de congelación para ella y para sus perros, y ella pasó los siguientes minutos asegurando las chaquetas a su equipo para ayudar a combatir la pérdida de calor. Cuando llegó a la parte delantera del equipo, encontró a sus líderes con el pecho hundido en un banco de nieve. Delante de ellos estaba una de las señales del sendero, y ella soltó un respiro de alivio. Por sus notas, había preocupación de perder el rastro en este tramo, el camino más fácil conducía hacia los acantilados y sería el camino equivocado. Lainey enganchó un arnés al frente de la línea de remolque y puso su brazo a través de él. "¿Listos?" llamó a Traza y a Montana. "¡Vamos!" Ella los guió hasta la señal del sendero y buscó por la siguiente. Incapaz para verlo, y no dispuesta a llevar a los perros hasta que ella la viera, les gritó," ¡Eyy!" Luego caminó más arriba en la cordillera, tirando del collar del toldo mientras miraba hacia adelante. Varios pasos más tarde, vio la señal siguiente y regresó con su equipo para moverlos más cerca. Se abrieron paso hasta la cima de Topkok de esta manera, un tempestuoso y congelado caminar a la vez. Hubo un par de lugares en los que Lainey perdió de vista a sus perros antes de encontrar la siguiente señal. Las nubes cubrían el cielo y chubascos de nieve provenientes del suelo oscurecían su vista. Sólo la cabeza fría y pensar cuidadosamente le permitirían encontrar su camino de regreso e instar al equipo hacia adelante. Habían avanzado unas veinte millas antes de que se diera cuenta de que iba cuesta abajo. El viento aquí había disminuido, a pesar de que seguía siendo fuerte, pero al parecer el sendero estaba más despejado. Ella gritó el alto en voz alta, su voz se perdió tan pronto como salió de su boca, y retiró el arnés que estaba usando. En su camino de vuelta al trineo, bromeó con los perros, estimulándolos por el duro trabajo. "¡Traza! ¡Vamos!" El camino no era demasiado alto, pero tampoco fue un paseo relajado. Varias secciones no tenían nada más que hielo, e incluso sus frenos no funcionaban lo conveniente. Fue un alivio para

Lainey y sus perros cuando se estabilizaron, aunque el viento se elevó de nuevo. Por lo menos aquí no estaba forjando un nuevo sendero o luchando por mantener su trineo en posición vertical en una superficie inclinada. Pasaron junto a la cabaña de la Granja Club, pero Lainey quería salir del siguiente sendero de viento antes de darles de comer de nuevo a sus perros. Esto estaba considerado el peor agujero de viento de toda la carrera, y ella no podía permitirse descansar aquí. Salieron a una laguna congelada, el viento había barrido el área y sólo había hielo. Sus perros se deslizaron con sus botines sin darles ninguna tracción sobre el hielo, y el viento los empujó consigo mientras se las arreglaban para permanecer en posición vertical. Lainey maldijo cuando se salió de los rieles y casi caía de plano sobre su trasero. Esto no iba a funcionar para ninguno de ellos. Ella ordenó detenerse a los perros y sacó sus notas y el mapa, usando su cuerpo para protegerlos. La letra de Scotch sugería la línea de las dunas, aunque señalaba que la marcha era peligrosa por los trozos de madera y matorrales que sobresalían aquí y allá. Lo tomaría a Lainey un poco más rodear la laguna en vez de cruzarla, pero eso era la menor pérdida teniendo en cuenta el tiempo que se tardaría en llevar a su equipo a través del hielo descubierto en primer lugar. Las notas también decían que el sendero en el otro lado de la laguna acabaría en las mismas dunas, y debía quedarse cerca de las señales del sendero una vez que llegaran allí. Tomó la decisión, cuidadosamente guardó los papeles, consciente de no perderlo entre las ráfagas de viento, y ordenó a su equipo dirigirse hacia la orilla. Ella todavía tenía una ventaja de dos horas sobre el próximo musher que salió de White Mountain. Si los vientos se mantenían en Topkok, dudaba que nadie pudiera alcanzarla hasta ese momento. Pareció una eternidad lo que tomó volver a las dunas, pero finalmente lo hicieron. El camino fue lento mientras Lainey dejaba que Traza y Montana llevaran su paso. Ahora el viento se suavizaba pero ella mantuvo de cerca su ubicación. Era conocido que hasta los mushers con experiencia se habían perdido en esta área, el viento y la nieve cegaban a sus perros hasta que se encontraban bajo el hielo y en dirección a mar abierto. Pronto encontraron el sendero de la Iditarod mientras los señalamientos reaparecieron en su camino. Estaban fuertemente marcados aquí para mantener a los corredores conscientes de los peligros y riesgos del camino desigual. Parecía que había un reflector o una cinta de señal de precaución, aleteando salvajemente a cada tres pies, y Lainey deseó que hubiera habido este mismo tipo de cuidado en el mapa que indicara en el otro lado de Topkok. En cualquier caso, la visibilidad era mucho mejor aquí abajo que subiendo a la cumbre, y fue capaz de navegar por la enmarañada masa de trozos de madera y arbusto con mínima dificultad. Pasaron junto a otra cabaña, según sus notas de Tommy Johnson, y el sendero seguía entre la playa del océano por un lado y la laguna congelada por el otro. Varios kilómetros más adelante cruzaron el Río Salomón. Lainey tuvo cuidado de mantenerse en el sendero marcado aquí. La visibilidad era bastante decente, pero barreras de madera a la deriva entre la playa y el mar rompían por la desembocadura del río en este punto. Si ella fuera a perderse y salir hacia el hielo marino, este sería el lugar para hacerlo. Pasaron con seguridad, siguieron adelante. El viento se aligeró más y Lainey aprovechó la oportunidad de tomar un aperitivo mientras podía. Observó mientras se acercaban al Puente del Ferry Bonanza donde el camino conectaba a la carretera principal de Nome por la que ella debía atravesar. En algún lugar al norte del puente estaba Last Train to Nowhere, una serie de locomotoras de vapor oxidadas, después de su apogeo a principios de 1900. En la oscuridad, su

lámpara no brillaba lo suficiente para iluminarlas. Luego saltaron a la carretera que tenía pura grava en algunos lugares debido al viento. Ella sonrió, sabiendo que estaban cerca de Safety, en más de un sentido, e instó a su equipo a mantenerse hombro con hombro y seguir las huellas de otros mushers. El viento había cambiado de rumbo a sus espaldas, liberándola de la brisa transversal constante que había amenazado con derribarlos. Las diez millas siguientes eran un juego de niños en comparación con las cuarenta anteriores. Más adelante un puente conducía a Safety, pero el sendero se inclinaba hacia la izquierda. A partir de ahí se inclinó y llevó a Lainey y a su equipo hasta lo que parecía un almacén en el otro lado. Habían llegado al puesto de control de Safet.

CAPÍTULO CINCUENTA Y UNO

"Una cuatro con ocho segundos", dijo el verificador, anotando el tiempo en su portapapeles. "Paree como si hubieras estado sentada en un congelador durante las últimas seis horas. ¿Cómo está el camino?" "No tan malo en la mayor parte”, dijo Lainey, firmando la entrada. Tuvo que quitarse la cubierta de su cara para hablar, y fue recibida con una ola de frío. "Pero el viento sopló más ferozmente en la tercera cresta y en el camino entre las cabañas." Ella abrió su bolso para la revisión obligatoria de su inventario y agarró una bolsa de hígado de alce para su equipo. "¿Hubo mala visibilidad?" "Sorprendentemente, no", dijo. Esperaba mientras que los veterinarios terminaban de revisar a sus perros. "En Topkok era mala, pero no en la costa". El verificador asintió. "Bien. Voy a reportar eso White Mountain, entonces. Tal vez no serás la única afortunada esta noche. Tuvimos un par de mushers atascados en la cabaña de la Granja Club por unas horas ayer". Lainey siguió con los procedimientos normales – dar de comer, masajear, poner ungüento y botines secos. Cuando regresó a su trineo, se puso la pechera de carreras con la que había comenzado la carrera. El resto de sus implementos estaba apilado en tres montones, uno para conservar, uno para descartar, y uno más para devolver a la granja. Sólo faltaban veintidós millas para llegar a Nome y entre menos peso llevara, mejor. Una vez que todo estuvo repartido, puesto en bolsas de envío o apilados en el área de donaciones para la entrada del puesto de control, Lainey inventarió cuidadosamente lo que quedaba. El paquete de materiales de promoción y sus engranajes obligatorios se quedaron con ella. Mantuvo sólo uno de las hieleras, la que tenía empaquetada la próxima comida de su equipo, dejando las parrillas y las ollas para ser devueltos a casa. Una vez más comprobó sus cosas obligatorias. Había oído hablar de que algunos mushers olvidaban su hacha o los artículos de promoción, teniendo que devolverse para recogerlos. De ninguna manera le iba a dar a ningún competidor la oportunidad de pasarla. Estaba en el borde de tomar el premio del Novato del Año y cualquier retroceso podría perjudicarla. Finalmente satisfecha, salió de Safety y se dirigió hacia Nome y hacia Scotch. El sendero seguía por medio tramo de la carretera y el viento permanecía a su espalda. Una gran cantidad de trabajos por las máquinas de nieve durante el invierno, mantuvieron una pila de nieve aquí y el camino era una de las secciones más fáciles que Lainey había visto en mucho tiempo. No era tan monótono como había sido el camino a Shaktoolik, y eso lo agradecía. Un camino fácil como ése no adormecería la mente con el aburrimiento, y eso siempre era bueno. Algunas cosas de construcción se veían en áreas ocasionales y su equipo viró algunas, sumergiéndose en zanjas poco frecuentes, pero por lo demás era un recorrido suave. Pasaron rápidamente diez millas antes de que la pista se deslizara fuera de la carretera y llegara a la playa. Por primera vez en varios días, Lainey comenzó a ver señales de seres humanos que vivían por el sendero. Los faros de un coche que se movían lentamente en el camino que ella

acababa de dejar, pasándole mientras ella cruzaba la nieve cubierta de arena. Se preguntó si se trataba de un coche de la prensa o de un entusiasmado fan. En estas horas tempranas podría no podría se nadie más. El coche siguió el camino por las próximas cinco millas de su caminata. Entonces se acercó al puente, mientras que ella y su equipo bajaban para cruzar el río Nome. Tres millas más que recorrer. Casi podía saborear a Scotch, una combinación de mujer con aroma natural, café, tostadas francesas, y miel. Lainey tragó saliva. Ya casi. Torres de radio se alzaban a su derecha, sus luces de advertencia parpadeaban, y el coche en el camino continuó su paso. Ella escuchó el zumbido de las máquinas de nieve en la distancia, acercándose mientras los voluntarios salían para verla. Una sonrisa tonta cruzó su rostro y sus perros se hicieron eco de sus sentimientos, con las colas en constante movimiento y jugueteando en la orilla sobre sus pasos. Sus tres perros anunciantes - Chibee, Montana y Himitsu- comenzaron a ladrar al acercarse compañía y el equipo tomó un poco de velocidad. "¡Ya casi llegamos, chicos!" gritó Lainey cuando vio las luces de la primera máquina de nieve. Dos de los vehículos se acercaron, cada uno llevando a dos personas que saludaban a Lainey. Ella les devolvió el saludo y se dieron la vuelta a sus espaldas. Se alegró de que quedaran lo suficientemente alejados para no alterar a sus perros. Chibee parecía que estaba dispuesto a hacer un intento de fuga y correr con los recién llegados en lugar de estar con su equipo. El coche en la carretera se detuvo ante una señal de alto y el camino dio un giro repentino en el río y hasta un terraplén empinado. Por otro lado, ella vio la vista conocida de Front Street, el famoso arco de la línea de meta de la Iditarod cruzando por delante de la carretera. Las luces intermitentes de policía causaron que parpadeara, luces usadas para la oscuridad en el camino. Ella comprobó que el coche que la había estado siguiéndola era de la prensa, por el logo de radio en la puerta. Se sentía tan extraño viajar por este tramo de carretera. Hacía un año, ella estuvo en las líneas laterales con los aficionados a la carrera y con los equipos de prensa, tomando fotos de los hombres y las mujeres medio enloquecidos a medida que presionaban a sus perros y a sí mismos hasta el límite por... ¿qué? ¿Una oportunidad de torturarse a sí mismos durante diez a dieciséis días y ciento de millas de privación? Mal equipados para el frío, congelándose el trasero, Lainey había pasado todo el tiempo pensando en que la gente de aquí estaba loca mientras ella soñaba despierta por un trabajo en el Caribe mexicano. La idea de una misión en una playa tropical la hizo explotar en sudor. Ella rió para sus adentros mientras dirigía al equipo al lomo de la carretera. Aquí la nieve no cubría el pavimento, pero había algo en los lados que salvarían sus rieles de plástico. No era lo que realmente importaba a tan sólo un par de cuadras por recorrer. Unos corredores destrozados eran la menor de sus preocupaciones, era un gesto automático de meses de correr con los perros. Las luces de la escolta de la policía se desvanecieron detrás de ella cuando entró en el tramo de la barricada. Incluso siendo las primeras horas de la madrugada, las personas llenaban los lados, gritando y animándola. Los flashes se dispararon a todo lo largo de la ruta, se concentró en la zona reservada para la prensa y ella se preguntó si Howry estaba allí. ¿Estaría Scotch aquí? ¿Alguien le diría que ella estaba entrando? "¡Traza! ¡Montana!" - gritó ella, con la esperanza de que pudieran oírla sobre la masa de

humanidad que agitaba los brazos y les gritaba. "¡Vamos a casa!"

Doce horas después de colgar el teléfono, Scotch tomaba una taza de café en el pequeño centro de convenciones de la Iditarod. El lugar estaba abierto veinticuatro horas al día mientras la carrera se desarrollaba y era el único lugar abierto a esa hora. De hecho, parecía más un puesto de control descuidado que cualquier otra cosa. El pizarrón doble con las estadísticas colgaba de una pared mostrando los tiempos de entrada y salida en los puestos de control y la lista de los mushers que habían completado sus carreras. Dos grandes urnas de café estaban acomodadas sobre una mesa, al lado de una delgada olla de agua caliente y rodeada por paquetes de crema, azúcar, té, y chocolate caliente. Dos mesas habían sido acomodadas en una esquina, conteniendo el centro neurálgico de la iditarod – radios y tres líneas telefónicas. Varias mesas y sillas pequeñas estaban dispersas en el resto de la habitación con los voluntarios, los veterinarios, y los aficionados a la espera del próximo musher que entrara a Nome. Ella compartía su mesa con Howry y Miguel, que había dejado la operación de la granja de perros a la vecina Schrams mientras él esperaba a los mushers de los Fuller en la línea de meta. Después de una semana y media en el sendero, Howry parecía desaliñado y canoso. En comparación, Miguel estaba más animado, con la barba bien recortada y menos exceso de equipaje bajo sus ojos. Incluso Scotch estaba más alerta que Howry, que acababa de llegar ésa tarde. Los fuertes vientos y la amenaza de una tormenta de nieve había cancelado su vuelo de regreso a Nome y se había visto obligado a quedarse en los últimos días como voluntario en uno de los puestos de control. Scotch pensó que estaba más enfadado por haberse perdido cuando ella llegó al final, que por cualquier otra cosa, ya que se le asignó la historia de la revista Cognizance a él. Había pasado la tarde localizando a los fotógrafos aficionados en un intento por comprar una foto del final en lugar de dormir. Ella lo había consolado con poder recoger la llegada de Lainey en una cámara. Strauss había llamado desde White Mountain diciéndole que no habría vuelo hasta la mañana debido a los fuertes vientos. Algo apaciguado, Howry había arrastrado el culo fuera de su hotel, y ahora dormitaba en la mesa, con una taza chocolate caliente al lado de su codo. Un radio operador, se sentó en la mesa entre ellos, sintonizando la frecuencia actualizada de la Iditarod. Lainey había sido vista en la pista exterior de Nome, moviéndose a buen ritmo según los informes. Entre las menciones de su ubicación y su aspecto, los periodistas en el coche charlaban sobre su inexistente historia como corredora y lo que sabían de su entrenamiento. El nombre de Scotch fue mencionado con bastante frecuencia, lo que provocó la conversación a su tercer lugar ganado, escasos segundos antes de Drew Owens el día anterior. Después que Lainey navegaba por un montón de maleza o se movía lo suficiente por delante para que hicieran una observación acerca de ella, y todo empezaba de nuevo. Habían pasado días desde que ambas se habían visto, y Scotch estaba sintiendo la abstinencia. Había llegado desde un día y medio antes. Después de asearse y dormir diez horas, Scotch había tenido una gran cena. Con esas necesidades satisfechas, había pasado el último día con una sensación de vacío. Ahora que ya no estaba en el sendero, ya no había nada que la distrajera de su anhelo. ¿Cómo había llegado Lainey a entrar tan fuertemente en ella? ¿Qué podría pasar con ellas? Lainey podría recuperarse de la carrera, empacar sus cosas y Scotch regresaría a casa sola.

Es curioso cómo parecía tan vacío ahora. Hacía menos de un año que había tenido reservas arraigadas sobre compartir su cabaña con un extraño. Ahora no quería que Lainey la dejara con su soledad, algo que Scotch siempre había atesorado. A pesar de la pesadez de su corazón, esperaba que Lainey se quedara por lo menos durante un par de semanas. Y a lo mejor podía venir a visitarla alguna vez. Scotch no quería pensar en el verano. La sirena ya había sonado una vez cuando Lainey estaba a cinco millas y minutos de distancia. La radio anunció que ya casi llegaba a Front Street, interrumpiendo la melancolía de Scotch de un futuro que nunca tendría lugar. Se volvió a Howry y le tocó el brazo para despertarlo. "Vamos. Ya casi está aquí." Ella no esperó para saber si el hombre la seguía, tirando de su parka por encima de su cabeza mientras se enfilaba hacia la puerta. Eran casi las tres de la mañana y estaba muy frío. Scotch se levantó la capucha con fuerza y la apretó, dirigiéndose hacia la línea de meta. Incluso a ésa hora temprana, la acera se empezó a llenar con otros que habían estado escuchando por la radio. A ésta altura de la carrera, muchos de ellos habrían estado durmiendo, pero esta era la primera llegada de un novato y merecía más atención que la mayoría. En virtud de quien era ella - la entrenadora del musher entrante y propietaria de los perros que llegaban - Scotch podía estar justo al lado de la línea de meta y salir a la calle para ayudar a detener a su equipo. Su aparición fue fortuita. Justo cuando llegó hasta la pista, el equipo de Lainey asomaba desde el río y entraba a la calle. El corazón de Scotch golpeó tres por la vista ante ella, aunque ella apenas podía distinguir quién estaba en el trineo a ésa distancia. La parka y la bolsa del trineo le eran familiares, sin embargo, y ella sintió una sonrisa iluminar su rostro. Esos perros eran familiares, también, y ella hizo un gesto de asombro con la cabeza. Montana venía a la cabeza y Bonaparte aún estaba con el equipo. Scotch nunca había conseguido que ese chucho aceptara el arnés por todo ése tiempo. Parecía que los segundos volaban y entonces, los perros de Lainey cruzaron la línea de meta. Varios voluntarios se acercaron a detener al equipo antes de que siguieran su carrera por el camino. Se suponía que Scotch debió haber hecho lo mismo, pero ella olvidó por completo a los animales, y se dirigió camino hacia el musher. "¡Lo logré! " gritó Lainey, tratando de hacerse oír por encima de los aplausos y los vítores. "¡Lo logré!" "¡Lo hiciste!" acordó Scotch, recibiéndola en un abrazo. Se le unieron Miguel y un emocionado Howry, los cuatro bailando al lado del trineo con todo el mundo mirando. En el sistema de sonido, un funcionario de la carrera anunció: " Llegando en el lugar veinticuatro, la número cuatro, la novata Lainey Hughes por parte de la Granja Fuller, dos cincuenta y cinco de la mañana y veintitrés segundos." Más gritos y aplausos ahogaron lo que él decía y tuvo que gritar a través del micrófono para ser oído. "¡Felicitaciones, señorita Hughes! ¡Usted ya no es un novato, es un veterano, y ha ganado el premio del Novato del Año!" Scotch ignoró las palabras, ignoró los gestos de felicitación en la espalda de Lainey de sus seguidores. Ella mantuvo un férreo control sobre Lainey, disfrutando del contacto, disfrutando de lo que sólo podría ser una breve e intensa conexión.

CAPÍTULO CINCUENTA Y DOS

Scotch se sintió aliviada al cerrar la puerta de la habitación, contenta de haber tenido la previsión de ponerle aceite a las bisagras para evitar el chirrido al abrir antes de que Lainey llegara. La habitación estaba a oscuras, se detuvo allí mientras esperó a que sus ojos se adaptaran. No estaba demasiado oscuro, sin embargo, una luz sin brillo resplandecía alrededor de los bordes de las cortinas. El reloj de la mesita de noche indicaba que era media tarde. Lainey yacía haciendo un atractivo nudo en el centro del colchón, y Scotch escuchó un ligero zumbido procedente en dirección de las almohadas. Lainey admitió que roncaba, lo cual no molestaba a Scotch. Pensaba que era lindo, al menos que nunca fue lo suficientemente fuerte para llegar a ser odioso. Había sido algo completamente sobrehumano, tener la voluntad para mantenerse alejada tanto tiempo. Una vez que Lainey hubo terminado de registrar su entrada, había llevado a los perros hacia el estacionamiento, con Scotch y Miguel siguiéndola en el trineo. Miguel se había hecho cargo del manejo de los perros, cuando Lainey trató de interceder. Scotch caminó con ella de regreso a la camioneta que sus amigos le habían prestado y se la llevó rápidamente. Lainey fue presentada a sus anfitrionas, sació su hambre con un buen desayuno campestre, y luego fue enviada a la ducha. Para cuando Salió del baño, oliendo a lavanda, apenas podía mantener los ojos abiertos. Aún cansada por su tiempo en la pista, Scotch se unió felizmente a Lainey en el dormitorio. Acurrucarse con la menuda mujer era un bálsamo para sus dudas e inseguridades, y las preocupaciones acerca de su futuro se desvanecieron. En poco tiempo, la agotada Lainey se quedó dormida, Scotch la siguió después. El hambre sacó a Scotch fuera de las tibias mantas unas horas más tarde. Cuando hubo comido, se obligó a salir de casa, tomando prestada la camioneta de Bet para llegar al estacionamiento donde estaban sus perros y revisar ambos equipos. Tenía que admitirlo, Lainey la había hecho sentir orgullosa. No sólo había ganado el premio al Novato del Año, sino que había hecho un espectacular trabajo con sus perros. Todo ellos parecían felices, sanos, y contentos de verla. Excepto Bonaparte, por supuesto. Él se mantuvo de lado observando los rieles. Ella tuvo la clara impresión de que buscaba a Lainey, tan absurdo como eso sonara. Con sus obligaciones terminadas, ella volvió a la casa para seguir torturándose mientras Lainey dormía. Por mucho que deseaba despertarla y mostrarle exactamente lo mucho que la había extrañado, Scotch se sentó en la sala con Beth y su pareja, Wanda, conversando sobre la carrera con algunos de sus amigos que habían venido. Después de la centésima vez de mirar con nostalgia hacia el fon de la sala, Wanda le quitó la taza de café de la mano y casi la echó del lugar rumbo a la habitación. Ahora Scotch se despojaba de su camiseta y de las bragas antes de acomodarse por debajo de los cobertores. Lainey estaba durmiendo cálida y acogedoramente y Scotch suspiró mientras ella amoldaba su cuerpo al de la mujer más pequeña. Lainey murmuró algo en sus sueños y se agitó, volviéndose para acurrucarse más cerca. Sonriendo, Scotch se ajustó más para dar cabida hasta yacer juntas, envueltas una en la otra. No estaba cansada, pero cerró los ojos de todos modos para disfrutar mejor de la sensación de sentir los brazos y las piernas de Lainey entrelazadas con las suyas. Este era el lugar para estar,

la correcta proximidad anulándola realidad de la situación. Lainey sólo llevaba una camiseta y bragas, y Scotch pasó la palma de su mano a lo largo del brazo desnudo. Una sonrisa asomó a sus labios cuando Lainey murmuró en dormida respuesta y suspiró. La tentación era demasiado grande. Varios meses pasaron juntas en el sofá de la cabaña pero durmiendo en camas separadas, había cobrado su precio. Scotch deslizó su mano del brazo de Lainey, acariciando sus hombros y el cuello con mano firme. El gemido de Lainey la animó aún más, y ella se deslizó hasta tocar la piel desnuda de la parte baja de la espalda donde la camisola se había subido. Fue una maniobra sencilla para deslizarse por debajo de la cintura hasta sus bragas y explorar un territorio inexplorado. Bueno, no necesariamente inexplorado. En McGrath habían tenido la oportunidad de vagar un poco en donde no habían estado antes. La memoria la excitó amoldando sus deseos. "Eso se siente bien", murmuró Lainey. "Estás despierta", dijo Scotch innecesariamente. Su toque se volvió un poco más contundente cuando ella tocó la carne redondeada y le dio un suave pellizco. Lainey se rió entre dientes, sus labios buscando el pulso de Scotch. "Mm hmm" dijo, mientras levantaba su pierna sobre el torso de Scotch. "En más de un sentido." Complacida, Scotch rodó sobre su espalda, llevando a Lainey con ella. Sus dos manos estaban libres y mientras una se quedaba por donde estaba, debajo de las bragas de Lainey, la otra se arrastró hasta por debajo de la camisola. Sus dedos rozaron el tejido de la cicatriz y examinó la sensación de la piel gruesa allí, sin rehuir los daños. Ella amaba todo acerca de Lainey, incluso esto, y quería conseguir cruzar ese punto. Lainey se movió hasta que se sentó a horcajadas en las caderas de Scotch y se acomodó en una posición sentada. Las mantas cayeron y se sacó su camiseta sobre su cabeza, haciendo una pausa para pegarse contra el vientre de Scotch antes de lanzar el material al suelo. Con la boca seca ante la visión que tenía enfrente, Scotch llevó ambas manos para acariciar el vientre de Lainey, deslizándose a lo largo de los músculos para subir a sus pechos. La piel era suave y cálida, los pezones se tensaron con anticipación, y Scotch quiso degustarlos con ansia. Sus dedos apretaron los pezones de Lainey mientras ella disfrutaba del peso suave. Lainey gimió y movió sus caderas de nuevo. Ella se apoyó contra la cabecera de la cama mientras se mecía lentamente sobre Scotch, con los ojos medio cerrados en concentración. "Te sientes tan bien, Scotch", gimió. "Tú también", dijo, con voz ronca. Scotch se impulsó hacia arriba, apoyándose en un codo mientras su boca encontró lo que deseaba. Ella suspiró de placer, haciendo eco de otro gemido de Lainey mientras sus labios envolvían uno de los invitantes pezones. En un arrebato hacia arriba, desplazando a Lainey del agarre en la cabecera de la cama, Scotch se sentó, sus manos ahora acunaban a su amante mientras ella chupaba los senos. Lainey le acarició la espalda y los hombros, con sus dedos clavados en el músculo dándole un mordisco agudo. Ella jadeó en voz alta, sus caderas sacudiendo contra Scotch. Entonces Scotch sintió que tiraban de su cabello suavemente, arrastrándola hasta los labios de Lainey que encontraron los suyos en un beso húmedo, que hizo que olvidara todo lo que ella estaba haciendo. Los siguientes minutos no fueron más que lengua y dientes, suspiros y suaves gruñidos de esfuerzo, carne cálida y toques insistentes. Fue el sonido de una tela rasgada que trajo a Scotch de vuelta de su éxtasis, lo suficiente para registrar lo que estaba sucediendo. Lainey ahora yacía de espaldas, con una mano enterrada en

el cabello de Scotch, la otra agarrando la cabecera de nuevo. Scotch rindió homenaje a su firme abdomen cuando una de las piernas de Lainey escalaba sobre su hombro mientras se movía constantemente hacia abajo sobre ese cuerpo voluptuoso. La tela rasgada resultó ser las bragas de Lainey, dos piezas terminaron atrapadas en los puños de Scotch. El olor de la excitación de Lainey era más fuerte sin ropa interior para impedirlo y Scotch se apresuró a llenarla con su mano, olvidando las bragas arruinadas. Su primer roce fue intoxicante mientras ella lamía el clítoris de la mujer. El grito de Lainey era la música más dulce, sólo comparable al sabor de su excitación. Scotch se inclinó para seguir con su propósito, explorar más allá la cubierta de protección y los labios externos para saborear todo de Lainey. En respuesta, Lainey gimió y se apretó contra la boca de Scotch, con sus caderas en constante. Scotch se quedó en su lugar, los muslos de Lainey acunando su cabeza, apoyando una mano contra la cama y la otra en el pelo de Scotch. Mientras que ella concentraba sus atenciones en el haz de nervios sensibles, Scotch quería más. Sus dedos resbaladizos con la esencia de Lainey, empujó profundamente dentro de su amante, disfrutando del sabor de Lainey, cómo se oía, cómo sus músculos se contraían rítmicamente alrededor de sus dedos mientras acariciaba la piel de terciopelo. La cama se mecía con sus esfuerzos, los golpes de la cabecera de la cama contra la pared intercalados con las bragas y las demandas de Lainey. ¡Dios! ¡Nunca tendría suficiente de esto! Ella empujó más profundo, llenando a Lainey mientras probaba el tierno clítoris por debajo de la boca. El orgasmo de Lainey barrió sobre Scotch, y ella aguantó el mayor tiempo posible, no deseando que terminara. Sus esfuerzos fueron recompensados por otra subida en la respiración de Lainey mientras se corría de nuevo, gritando el nombre de Scotch. Sólo cuando Scotch estuvo segura de que Lainey no podía soportar otro encuentro, ralentizó sus atenciones, sacando los dedos de la calidez de su amante. Levantó la vista hacia el sudoroso cuerpo de Lainey para ver unos ojos marrones satisfechos mirándole a ella. "Ven aquí”, dijo Lainey con voz áspera, apenas en murmullo. Scotch se deslizó hasta la cama, tirando de Lainey en sus brazos. Se quedaron en silencio durante varios minutos mientras su amante recuperaba el aliento. A pesar de una fiera necesidad de tocar a Lainey, el alma de Scotch estaba a merced de las consecuencias, una parte de ella con la esperanza de que tal vez su amante decidiera permanecer con ella en Alaska. "Eso fue magnífico", murmuró Lainey. Ella recorrió con su mano a lo largo de la camiseta de Scotch. "Te lo dije" acordó ella. Lainey rió. "En unos pocos minutos, podré averiguarlo por mí misma". "Tómate todo el tiempo que necesites”, dijo Scotch. "Tenemos tres días antes del banquete de premios.” Ella acarició la mejilla de Lainey y cerró los ojos. ¿Cuándo se marcharía Lainey? ¿Se detendría en la cabaña sólo el tiempo suficiente para empacar? Sus pensamientos fueron como hielo en su sangre, enfriando su ardor. Ella debió haber suspirado porque Lainey se apoyó sobre un codo para mirarla. No queriendo ver la expresión de su amante, Scotch mantuvo los ojos cerrados. Le tomó unos momentos antes que Lainey registrara el lenguaje corporal de Scotch. ¿En qué momento la calidez se volvió tensa? ¿Fue la mención del banquete de premiación lo que causó este alejamiento? Eso no tenía sentido; Scotch había estado en muchos banquetes de la Iditarod.

Este no sería diferente de cualquier otro para ella. Ella se sentó, observando a la rubia. "¿Pasa algo malo?" preguntó. Scotch se encogió de hombros, sin mirarla. "Nada" La expresión de su cara era desconocida, y Lainey tardó varios minutos para darse cuenta de lo que estaba viendo. Cuándo lo hizo, sus cejas se elevaron hasta el cenit. Fue la confianza innata de Scotch que había atraído primero a Lainey por este camino. Después de unos meses, por fin había averiguado de dónde venía. Al mismo tiempo, Lainey quería ganarse ésa confianza en sí misma por derecho propio, y por eso continuó entrenando para la carrera, incluso ante el hecho de enamorarse de su entrenadora. Pero el sentido innato de confianza de Scotch no metía la mano en este ámbito. De lo que Lainey estaba siendo testigo era de la incertidumbre y la desconfianza en la normalmente joven y fuerte mujer, y se puso en sus zapatos. Scotch tenía miedo. La mente de Lainey razonó con esta nueva información, tratando de entender exactamente lo que podría poner el miedo en la expresión de una mujer que aceptaba el desafío del desierto de Alaska. Se separó un poco, aunque no lo suficiente para perder el contacto físico. "Algo está mal", insistió, acariciando suavemente el esternón de Scotch a través de su camisa. "¿Qué es?" "Es una estupidez”, murmuró Scotch. "Si te hace sentir así, no lo es. Dime". Scotch se acercó y tomó su mano, sujetándola con fuerza. Con un evidente esfuerzo se obligó a mirar a Lainey. "¿Qué va a pasar con nosotras?" Lainey parpadeó. En su mente, sus planes para ambas ya eran una conclusión inevitable. La solución que había pensado durante la carrera parecía lo justo para ambas que se olvidó de que no lo había hablado con Scotch. Una sonrisa de alivio cruzó su cara y dejó caer su cabeza para apoyarla en el hombro de Scotch. "Tengo algunas ideas", comenzó.

EPÍLOGO

Lainey se quitó el sombrero de paja y utilizó un pañuelo para secarse el sudor de su rostro. Demonios, pasar casi un año en Alaska sin duda judío su termostato interior. El mercurio ni siquiera llegaba a los ochenta y cinco grados y ella sintió como si se derritiera en un charco. ¿Cómo estaría cuando llegara todo el calor del verano? A su alrededor, los aldeanos con piel amarilla y caras redondas estaban reunidos, charlando en su lengua materna con sus guías. Uno de ellos, Ngawang, se puso a su lado para interpretar. Estaban sorprendidos de ver visitantes aquí. Que los extranjeros buscaran una planta rara era aún más extraño. La mayoría de quienes venían aquí tenía relaciones distantes por lo del festival anual o eran militares buscando bandidos. Las mujeres, vestidas con faldas en capas y bufandas, sonreían en su nerviosismo mientras la observaban. Los hombres, dejaran de serlo, soltaban un bufido ante los recién llegados como para decir que nada bueno se podía sacar de tales locuras. Todos ellos, sin embargo, estaban mucho más interesados en su compañera que en ella misma, al haber visto muy poco de ésa coloración de piel. Scotch sobresalía de la gente pequeña, escuchando a uno de sus guías con el ceño interrogante. Alguien hizo una cruda broma sobre su piel y sus ojos azules, sin darse cuenta hasta el último minuto que sus palabras eran traducidas a la extranjera. Todos en la reunión contuvieron la respiración. ¿La mujer podría estar ofendida por el discurso temerario de uno de sus gentes? En cambio, ella miró al otro lado de los habitantes del pueblo, con Lainey y sonrió. Decidieron que estas extrañas mujeres eran visitantes de honor, el hombre a la cabeza instó a su esposa para que las invitaran al festival. Dado que la invitación fue dirigida a Scotch, ella aceptó por las dos. Lainey sonrió, viendo la confianza siempre presente en su pareja. El año próximo volverían a Alaska para entrenar para la Iditarod. Mientras tanto, había un mundo entero por mostrarle a Scotch y Lainey esperaba que ella la escoltara a cualquier lugar que su corazón deseara.

FIN

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