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August 16, 2017 | Author: PeerGyndt | Category: Gilles Deleuze, Metaphysics, Science, Philosophical Science, Psychology & Cognitive Science
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René Schérer Schérer, René, Miradas sobre Deleuze. -1a ed. - Buenos Aires: Cactus, 2012. 160 p.; 21X14 cm. - (Occursus)

Miradas sobre Oeleu

ze

ISBN 978-987-26219-8-8 1. Filosofía. l. Título. CDD190

Cet ouvrage, publié dans le cadre du Programme d'Aide a la Publication Victoria Ocampo, bénéficie du soutien du Service de Coopération et d'Action Culturelle de l'Ambassade de France en Argentine Esta obra, publicada en el marco del programa de Ayuda a la Publicación Victoria acam­ po, cuenta con el apoyo del Servicio de Cooperación y de Acción Cultural de la Embajada de Francia en Argentina

Título: Miradas sobre Deleuze Título original: Regards sur Deleuze Autor: René Schérer

© 1998 by �ditions Kimé Traducción: Sebastián Puente Diseño de interior y tapa: Manuel Adduci · Impresión: Gráfica MPS Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723. ISBN: 978-g87-26219-8-8 ira. edición-BuenosAires, Noviembre de 2012 I}: www.editorialcactus.com.ar 181: [email protected]

Editorial Cactus

·�OCCURSUS�

ÍNDICE

Advertencia 9

1. Preludio. Deleuze vivo - Un tono de amistad 11

2. La escritura, la vida. 15 3. El demonio de Deleuze {Impersonal 1) 29 4. Homo tantum {Impersonal 2) 39 5. Paradojas de los devenires 57 6. Potencias del deseo: Deleuze y las costumbres 73 7. Una vía no-platónica de la verdad.

La homosexualidad revisitada 79 8. Fábrica del alma - Gilles·Félix 10] g. subjetividades fuera del sujeto 121 10.

Deleuze y la utopía 131

René Schérer UZE MIRADAS SOBRE DELE

Advertencia

Inspirados en la amistad, estos textos se escalonan a partir de las muertes sucesivas de Félix Guattari en 1992 y de Gilles Deleuze en 1995. «Deleuze» es entonces también la escritura común de El Anti-Edipo

y de Mil Mesetas, de Qué es lafilosofta?, además de los libros escritos por el filósofo solo: Lógi.ca del sentido, Diferencia y repetición, Cine 1 y 2, El pliegue, por citar solamente estos. Nada impide concebir esta recolección de artículos como un acto de recogimiento, el acto de una amistad que llama a recogerse recogiendo. No se encontrará aquí, evidentemente, una exposición sistemática en regla, sino vistas, es decir cortes a partir de ciertos puntos singulares, de ciertos temas. Son miradas. Y se sabe que las miradas son también aber­ turas hechas en un muro para poder mirar'. De afuera hacia adentro, e inversamente. Por medio de estas miradas esperamos hacer sentir hasta qué punto la obra deleuziana hoy, intensamente, «nos mira». Dadas las circunstancias de redacción de cada fragmento, en varias ocasiones se encontrará la idea de la muerte. Quisimos este rasgo como estribillo. Pero no es para rumiar una tristeza can contraria a un pensa­ miento totalmente consagrado al deseo ilimitado de la vida,

1 En referencia a un uso de la palabra que no existe en castellano

a

la alegría.

[N. del TJ.

1

Preludio Deleuze vivo - Un tono de amistad

Gracias a Nico las Hutter' Emilie Y Jean-Bap tiste Muriel Sch u ' . m-King z OUZJ, ' D nss, . Halim y Pau!ette Kays er, . ellos sm esta recopilación no hubiera visto la luz.

En 1994, dado que tenía trato con dos estudiantes de América latina,

discípulos muy entendidos de Gilles Deleuze, «deleuzianos» incondi­ cionales, ganado yo mismo por el entusiasmo y sintiéndome devenir un prosélito, le escribí a Gilles:

«Nosotros, deleuzianos . ..». Me contestó, divertido:

«No creo que seas 'deleuziano' sino, en cambio, que son1os amigos,

y estamos entonces en ese estado de entendimiento anticipado, o aún mejor, en esa hospitalidad».

Esta frase, que hace partícipe al humor, me ha tocado y me ha gustado.

Más aún hoy, que nos ha abandonado trágicamente y tan dignamente.

Eso es Deleuze, aquél que desde el principio convirtió su filosofía tan

atractiva, fuera de toda inquietud de orden teórico y de obediencia, en

el deslumbramiento provocado por sus fulguraciones : esa hospitalidad,

ese acto de amistad y de amor.

Ella le ha dado a mucha gente la posibilidad simple de pensar, de no

avergonzarse de su propio pensamiento .. . o de su falta de pensamiento;

los ha despertado al ejercicio d el pensamiento, los ha reconciliado con

11

René 5chérer

él. Es un fenóme no absolutamenre curioso, excepcio Dele uze. Se prod nal, propio de ujo desde el mo mento en que co Vincennes (la únic menzó a enseña r a universidad que en haya podid o tole Félix Guattari em rar), cuando con prendió la edificaci ón de ese siste ma una máquina de riguroso que llamó g uerra, nada cóm odo de asimilar, su terminología seguramente, difíc y sus métodos, il en pero que sin embargo el mundo, que le le hablaba a tod concernía a todo o el m undo , y en el guía n alojarse. Por cual todos conse­ «todo el mundo» enti end que la filosofía hab o, por supuesto, a aquellos ía dejad o librados a su suene, a los desanimaba, sea a que ater rorizaba, causa del terror susc itado por la hist de la filosofí a, o a oria universitaria ca usa del terroris mo marxista-leni aún, del laca nonista-maoísta, o freudismo. más No se puede com prender a Dele uze si no se vuel ve período bisagra y sin cesar a este crucial para él co mo para nosotros Vincennes en el cua . Este período l todo el que (to de dos los que) toda la palabra, pudo vía no había to tomarla a través mado de él y grac ias a él; encontró Muy reciente su Fórmula men te volv í sobre sus Diálotos con acaban de ser reed Clai re Parnet, que. itados en una-edic �de bolsillo. ¡Ad Advertí en ella mirable obra! aquello que lo hiz o des viarse de la su imagen calcada historia de la filo del Estado, con sofía: suje tos, tribunales, A esa imagen personas, juicios. que aplasta, que rechaza todo otro otro discurso, le pensamiento, todo opone el pensami ento que ope ra sob captura, vuelo, re el afuera, por barr ido. Una fórm ula extr ao barrende ro». De rdinaria: «Antes este modo es que que juez, ha recogido todas las revueltas, las sole exclusiones, las dade s, que le ha dado derechos al lugar en ning una deseo, que no tení parre, y sobre todo a no lo tenía enrre psico-analfricos. los especialistas Lo hizo pasar con esa a mistad y esa corte que componen su sía extremas enc anto. La hosp italidad deleuziana de la altivez' filo e mpezó a burlarse sofante, «la turba lil osoFe sca», hubiera Leía aún más recie dicho Fourier. ntemente, en el bello libro de Fran Crónica de las ideas �ois Chltelet, perdidas, la evocaci ón de un curi oso había escapado de episodio que mi memoria. Se ubica hacia 1976: ), ( '. «antes de que JI egue mos a las prop de osici ones . verda des». Esre tema esra a11't, en la enrrada del cam po o de1 plano. tncon tesrablemente Es hlosófi co, pero casi. podría , . dec1rs . e que precede filoso fíta, pues ya hay la que si ruarse seg ün él y �n el para comenzar a filoso . Me cruzo aquí otra far. vez con una mdicac 1ón person al es una propi . de B ernard Cache: Jo im., edad • una ca ¡·e . . . 111cac1on st es. que se puede ur1l1z pa1a • b ra, del plano El plan ar esta ' . o d . e 1nmanenc1 a es tm . · persona¡ . y el plano mma nenc1a es sin lugar de a d udas aq ueJI o sobre lo cual van a desar rollarse



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a

2

((Dial ecrique hégdi cnne y sénes . de Founen1, . Bordas,

30

Miradas sobre Deleuze

los conceptos, pero simult:íneameme precede, de cierta manera, a los concepros. Es pre-conceptual, pre-filosófico, es d lugar, el espacio tópico de los conceptos, su lugar de invención, siendo la condición primera,

pero que ha de reencontrarse sin cesar y de construirse con el fin de crear

conceptos -como se muestra no solamente en también en

Empirismo y subjetividad-.

¿Qué es Ítz fiíosofla?, sino

Toda filosofía crea ese plano, necesita de ese plano sobre d cual debe

presentarse la experiencia, aplanada, sin resabio de trascendencia o, como dicen los husserlianos, «reducida»

. ¿Qué es este plano? Bernard Cache hablaba hace un rato de la di­

ferencia, a primera vista ineludible, entre la creación maquínica por

ordenador y aquella que parece necesirar de la conciencia. ¿Pero qué

quiere decir esto? Desde luego que no se trara de una conciencia-sujeto

que contemplaría el plano, de una persona frente a un plano como el

arquirecto contemplando el suyo sobre la mesa. Pues es más bien el plano

el que mira, interroga e integra al arquitecto. No es plano de conciencia más que en el sentido de que es plano de sobrevuelo, superficie que tiene

la propiedad de sobrevolarse ella misma. Oeleuze reriene a este respecto la definición que daba Raymond Ruyer, que la incluía entre «las para­

dojas de la conciencia»3• Es un plano de experiencia, plano absoluto de

una fenomenología que no necesita Yo consciente. Y es en efecto una

paradoja que desbarata la lógica pero funda otra, reenvía a otra «imagen del pensamiento».

La lógica deleuziana es, se sabe, una lógica paradoja!, que admite, exige

la paradoja con rango de operador afi rmativo, de principio creativo. Es

en la lógica de la paradoja que el plano se despliega, que el concepto se construye, que puede haber continuidad y a l a vez diferencia entre las

máquinas técnicas y las máquinas deseantes, tal como están alma y ma­

reria en continuidad, al nivel de lo infin itesimal y de lo molecular, en la

monadología leibniziana. La paradoja no es jamás negariva o dirimente,

sino afirmativa y constitutiva.

Retomando aquí mi tema, diría que es constitutiva a causa de lo

impersonal. Entendámonos: en primer lugar porque sólo se comienza

a pensar con lo impersonal del plano; y en segundo h1gar porque sola-

1 963. 3

R.-iymond Ruyer, Pamdoxer de La

Michel, 1966.

conrcience er limites de l'automatirme, Puris, A1bin Jl

René Schérer

mente lo impersonal abre a la creación, a la novedad de los conceptos y de las imágenes. ¿No hay ya una evidente paradoja en la proposición de que «Deleuze afirma lo impersonal, aspira a lo impersonal>>? ¿O no? Alguien can original, can «personal» como Deleuze, no habla más que de lo impersonal, tiene horror de hablar de sí mismo, rechaza coda alusión a su propia biografío (o llegado el caso, lo hace con una sonrisa molesta, con humor, rozándola, eludiéndola) . Afirma lo imper­ sonal, y sin embargo nadie como él ha dado la impresión, sea por escrito u oralmente, de inventar al mismo tiempo sus propios pensamientos, de ser su único autor. Impersonal aunque plagado de originalidades, de idiosincrasias, me atrevería incluso a decir de códigos secretos, tan propios que sólo un «deleuziano» curtido, casi de «nacimienco», puede descifrar. Las intervenciones de ayer lo mostraron bien. Había muchos '.; Deim , ble erni man era de Ficzgera rceptib e, indisc del filosofo. o». «Devenir impe 1 ·) · Modestia tas, "1b"d "hacer Un mund desi) (M"I mese u virt que alirma tres lo «las a a te amen leuze les llam t ona, contrari la que no es la pers . entada po r la cree ncia en Queda el nombre, d emo\ógi ca demas el no mbre, ere ogía opol adhi antr se ;� que una o es a p:r��na . . dad de la persona. N supenon . ersona. Esta e. es al persona¡ lece po r sob re la P afirma D eleu� Preva rto de un yo. mientras que Pero el personaj e, incie Í r que designar e ug ertes, codas las últi ma no hace m:ís _ :i sos' \os rasgos fu os momentos incen l pa na exangüe' e¡ agru so e per onaj a la el pers _ en­ un cuerpo. Frente orman conf . que o s n de cons1st smgular·1 dade . uja y ocupa un pla conS1 sten c1· . Dib se compone d e fía'. filoso personaj e tiene una la é es � ·Qu e onceptu \, se ee e pulsan fuera d cia. El personaje c � a, sino que se pro caul t. hab1tan la p�r��n Fou no de que a s ris dade La singulari por ejemplo. nómades. U n� nsa, ella, vagabundas, e. ona¡ pers al que su es de ese imperson N0 es su persona, e lo .1 mpersona1 , n o ue'I qu aq , del lad d de esta o e onaj sin , pers El � indiferenciación .� impersona confund1 o con la podría llamarse es co múnm ente · das. El primero eleva . m:ís e s ncia libera las d uere to consistente. imp ersonal concre es un no mbre, abst racto, el otro el�uze en el fondo, D qu dice usted Oeleu7.>. El insiste, terminando por la fórmub que explícitamente bajo su forma gramatical, hace intervenir lo impersonal pronominal: «¿ ué es Yo? Es siempre una tercera persona». Se puede incluso ir más allá de esta última fórmula, que es ambigua y no parece decir la última palabra sobre el tema. Pues si es cierto que los pronombres il y on nombran lo impersonal' y son los verdaderos sujecos de los enunciados narrativos -sobre este punto Deleuze sigue por

Miradas sobre oeleu ze

com ienura que solamence su teoría de .la escrit parcialmente una completo a Blan chot y sólo e dmit . ele a lingüísnca za con el i/-, el i mpersonal � i . a. Sobrep asa toda pos 1c1on ' g í t . crans una e necesita o qu cción do tradu de un mun cierne � 1 a emergencia más que fuese por hacia el sentido . Con . onas, pers las nt l de sobre ese esarse un lenguaj e d1St1 � cª o n l� s «si gula ridades» Para expr cuarta' especmca de una l ' pues . e enta Exig cend ra. terce cras do la ien puede set llama tamb " que l'd ' a. encia b a l' an al ' inm es plan o de · comenzando por la de las personas, ta meriocan o a n del poe roda tras cendencia , ona pers . on , e, ula de la «cuarta cao indi su o poc Deleuze toma esta iorm un a co mp1etar 'º a . y val e la pen nmc . Lawrence Ferlin ghern. rdo de esa oda mag o) m ediante el recue sentid del Lógica (en alusiva ulada «Él» (He) . a Allen Ginsberg intit

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saron «Él es uno de los profetas que regre esaron l ados que regr ch'fl eras prof los de Él es uno ... . ... . ... . . . . . . . .... . . . .. . . ¡ ��¡� ;�; � ��·;�b;�·��· ��¡�; ·· d� · · ·· l � . Es u n agu¡ero . le on a mck) (He is stalking assho



�. . . .. ...

" JI es el pronombre corrcspondienrc a la tercera persona del .singular pero, a diferencia

no tiene equivalen ce en cascdlano, que puede utilizarse para seilalar la indeterminación

del sujeto, pero puede reprcsenrar también una o varias personas determinadas -primera, segunda o cerccra persona del singular o del plural-. Optamos por traducirlo siempre por

para que el lcc m r pueda seguir su uso en el texto, y para seguir las cra.ducciones castellanas

el pronombre personal u-incluso aunque implique en algunos casos cieno forn.unienro­

perder de visea esta polisemia, en panicular para seguir el argumento del capítulo 4

ya cxistences de los libros de Deleuze que cita Schérer al respecto. Pero el lcccor no debe [Nora del craduccor].

34

th person singttlar

. nghem, (Law rence Ferli

que se utiliza para introducir verbos impersonales: por ejemplo, //pleut, , en superfi . c1e, reemplazando entente lejan a y abstr la . . acta de 1os suje tos unid os' en e1 rnundo, por el on: «que da un nosotros señal ado des de e1 punro de ver de individuos los cuales el on no para existe»". . La paradop de Deligny: la perso . nalizad on ' d e ¡ on, la irnpersonalización del nosotros. Esta paradoj que :renta C? ntradecir literalmente el deleuziano del º" uso : perrn e tª° ien precisar el senti do y lleva : lejos de lo que pa rlo más -ece · Pues ¡o irnp . ersoh al del on es · Justamen te lo que quiere decir el nosotros de De¡1g . · y en su al1an za no-personal con del chico de las el ahí puras ecce1'd ades . l o _ s1rnplernen te h uma una natu raleza que no conforme a . puede ca1 1· ¡¡ carse de . pnm ord 'ª · 1 o prunera; que un «Nos otros" lo mismo llamado «pn. rnor d'1a1 pa 'º ra · · gulf. 1 o de las personas . d istm · conj ugadas o de la . concienc1... · col ecuva» .



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" Deligny, op. cíe.,

pp. 1 1 8-226. rexto de Isaac Joseph, p. 259. " Ddigny, ibid., p. 122. 2H

/bid.,

'° !bid. , Isaac Josep h, p. 260.

Deligny se equivoca al creer que el

singularidad puramente humana de una «naturaleza» de la cual se apartan las filosoflas de la conciencia y del lenguaje: «Todo está hecho para ridicu­ lizar el término mismo de naturaleza que se encadena con los pequeños.

Tal es la creencia reinante. Ahora bien, ustedes saben que, incrédulo, yo busco en el ser. . . Hacer causa común con las palabras denigradas es casi una posición política>,3 1 .

El autista más acá de la palabra, el mutisra es -tergiversemos una expresión de ¿Qué es la filosofla?- «el caos que proporciona la visión»32 del hombre, del solamente hombre. No que él mismo sea un caos. Lo es solamente en relación al orden del lenguaje, pero, dice Deligny, tiene sus «referencias», su «punto de ver» singular, ajenos a los puntos del sujeto corno de lo intersubjerivo, y que permiten (volvemos a encontrar aquí a

Deleuze) revelar en él «el individuo primordial» conforme a Naturaleza33•

Es cierto, el término es difícil de manejar pues implica a su vez algún

orden preestablecido según leyes inmutables, y como un fondo sustancial que sería «el hombre», el hombre por naturalez.1,

homo natura.

«Naturaleza humana» puede ser también la legitimación de todos los

conservadurismos morales y sociales. Pero hay que pensar la naturaleza

como dinamismo, potencia, naturans y no simplemente naturata; devenir

y vida cuya expresión inmanente es el hombre. En este sentido sí hay una naturaleza humana, un

horno natural, tantum, cuando el lenguaje

falta o se abre en él un vacío y se -el Se- esr:í en el límite, en el borde de la falla, del abismo. El rnutista que en su ausencia de palabra revela en sí mismo lo «nada más que humano», cumple exactamente, entonces, la función que Deleuze reserva para las variaciones extremas sobre la lengua y las experiencias

límite. Así puede leerse en el epílogo al Bartleby de Melville, a ese pasante

o «escribiente» cuya sorprendente fórmula e> capaz de dejar atónito a todo interlocutor, de cortar todo lazo humano: «Prefiero no))34.

" Deligny, 32

52

on es la persona (o las personas) de

la ideología y de la opinión, pero tiene razón al ligar lo impersonal a la

Critique el clinique, p. 95.

"' Id. !bid. JJ

ibid., p. 164.

Que'est-a que úrphi/mophie?, p. 192.

53

René Schérer

lpre.fer not to supri me,

en sentido propi o, a aquél que la profi fórm ula «arrasa», ere. La escribe Deleuze, «el lengu aje», «desactiva habl a,, y produce así, los actos de en el lenguaje, «un vacío » que «arruina presupuestos» . Es todos sus decir, la dirección hacia el prój imo. Bardeby, es cierto , no es un mutis ta. Se encu entra en el límite tismo, en su borde del au­ pero del otro lado , lo suficientemente cerca el puente Lo sufic para hacer iente para que se m . anten ga el pasaje entr de la com unicación e el mundo hum ana normal, hench ida de buenas inten de reglas de condu cion es y cta, y la escandalosa, inhu mana, singularidad. lado , el hombre del De un «dem asiado humano», del otro, el singular, imposible de frecuent el original, ar y de vivir. Sin embargo es él, el horno tantttm, el que vuelve visible al liberado del peso de hombre las reglas y las oblig aciones de comportarse men te, así com o de social­ todo lo que lo «estr uctura» en tanto que -comenzando por la persona agobiante paternidad «padremadre» (escri su parte, Deligny)-. be, por

Punto de encuentro entre el hombre del lenguaje (Deleuze) y mutismo (Del ignyel del Janmari), entre el hom bre de las velocidade la lenti tud («lo inm s y el de utabl e» de Deligny), entre el del acontecim (eventttm tantum) y el iento de la naturaleza. Enc uentro en torno del desprovisto de sujeto homb re «prim ordi al», a causa de la ausen cia en él pied ad», de «cuali de «pro­ dades». Convergencia en torno de esos que Dele uze llegará «origi nales» a calificar, en una alus ión muy spino la Nat uraleza prim zista, «seres de era»35•

· dad ' 1 os flujos que soporta, las conexiones de las c¡ue es capaz una soc1e

'.

i nventa, deja o hace pasar» •·

Por eso la «naturaleza pnmera» o «e1 hombre primordi:il>• :idquieren

. ventan las formas de sentido .Y va 1or, pues e so bre esca b:ise que se m _s una sociedad nuev . Vmud de lo im ersonal que engendra la vida y l a � hace cambiar, precisamente porque a vida, como lo dice Diálogos, «no

t

es algo personal> '� · : . El lector fam1lianzado con Charles Fourier comprenderá fácilmente . . , s1ngul·.u a ¡o colectivo' 0 mejor, a lo so. les de lo mas estos pasajes parado¡a . . En ef.ecto, es a part1r . de 1a s1ngu]·«ridad en los infin itesimales, una cietano.

vez dispersado e1 SUJ·eco ' que «el u111ºdºismo» puede efectuar sus acuerdos. Los artículos consagrados ª Mel vi·11 e, " W:ªle Whitman, así como a los _ de eri'tica y clínica y le dan su dos Lawrence, que con forman el pivote .

· , a!comente «congreg ante» (en lenguaje foune· tono, precisan 1a �unc10n . . , de la SUJºeción paternal, consiste risca) d e l o impersona¡ En la 1·b 1 erac10n : . en abrir el camino hacia una soc1edad d', hermanos o en favorecer en e¡ : «aquí y ahora» una labra en cursivas en el presente

CEuvres compfew 1' Paris, . , Federico García Larca, 11L'l� �age poédque chcz G angora»,

Gallimard, •Bibliom¡ue de la Pleiade•, p. 897. zi

e

el presence

67

René Schérer

Tiene en com un ' con

el concepto (rem . itJen , dorne aquí a utilizaré el térm ino Baltasar Gracián español l u�r d el conc etto italiano que Deleuze en Elplieg mencion ue) esa i n cw oscura que se elabo fulgura en la p ra en la idea y uma •· agudeza de espimu que no ':-' a men udo m:ís que un juego de pala bras. Es producció n y emergencia «acceso a l a conc del sentido, que da epción ba¡o . las som bras de la oscun. dad fi'orm ula de Gón "• según gora". una El con cepto barr oco, en su p unta' . ao . es l a cim el acumen: Agudeza inge nio, título del trata del d0 de B a1 tasar Grac1an, ·' · concepto: «un acto quien ddine además . del eneen d.1m1enco el que expresa la correspo se encuentra . ndencia q ue entre los o b')CtO . S>}, o «Sutdeza objetiva))23 . Puede parecer a veces que el conc epto zozo bra en el lenguaje amo roso preciosism o verbal , como en el e1·e del mplo de este cuar teto de Lope de Vega:

d ��



La vida, aunque da pasión, no querríayoperd ella, por no perder la razó n que tengo de estar sin ella. "

Pero alcan za toda su potencia y su , Seg1sm undo en - efecto con• las celebres estancias de La Viaa es un sueno de Calderon, 1 . 1 e rrad de tod 1.b Hmn o magn ífico a la as las cria turas, . opu esta a la ír1Ste . . con dición del pns1o nero:

¿Qué ley, Justicia o razón' negar a los hombres s�be, privilegio tan suave, excepción tan prin cipal que Dios le ha dado a un cristal. d un pez., a un bn1to y a un ave�j 1 992, p. 62. 22

edes Blanco, Les Rhltoriqurs

Ci rada por Merc

" fbid, p. 57.

,. !bid,

p. 4 1 .

" Pedro

. de lapomt r, Paris, Honoré Champion,

Calderón de la Barca 75. L a Viie rrt un songe, Scsé, Flam madon, Premíere journée, «G F., 1 976, rrad. Bcrnard

' p.

68

;

Miradas sobre Oeleuze

El don de la libertad, «excepción» concedida a codos, excepco al pri­ sionero, allí está lo intraducible del concepto, la punta. El «concepco» es la fisura que entreabre el abismo del sentido y del no sentido. Crea, como lo

escribió por su parte W. Benjamin en su estudio sobre el drama barroco,

«el vértigo frente al abismo que sobrepasa las fuerzas del pensamiento»,

pues uciliz:i codos los recursos de la imaginación representativa para llegar a lo no-representable. Es cierto, si bien se abre a la profundidad paradójica del pensamiento, el concepto o concetto no es todavía, filosóficamente, un concepto. Para la constitución de una filosofía dd barroco hará falta aquello que Deleuze expone en Elpliegue, que Leibniz transponga la puma del concetto en la unidad subjetiva de la mónada, en la cual se concentra el universo: «El mundo como cono hace coexistir la interioridad m:ís elevada y la más amplia unidad de extensión»26• El mundo como cono es el «punto de vista». Es la perspectiva multiplicame que ha puesto los espacios y las significaciones en movimiento.

Sin embargo, en su devenir filosófico d concetto también corre el riesgo

de empobrecerse, de «sedentarizarse» replegando los mundos sobre la

interioridad del sujeto A despecho de su diversidad y de su infi nidad, las . perspectivas leibn izianas serán forzadas a converger hacia una sumisión a la solución única del cálculo divino que crea un solo mundo real elimi­ nando los «incomposibles)>. Esta aparición, esta movilización del «sujeto», anuncia una manera de cierre en lo abierto . Pero se puede preferir, ames que el «principio de razón», la riqueza infinita de los pliegues en cuyas cavidades palpita el alma rara, proliferante y contagiosa de la creación

barroca, poco preocupada por los incomposibles, inspirada más bien en esas «potencias de lo falso» que Deleuze ha sabido reivindicar en varias

ocasiones, y principalmente en sus escritos sobre elt\(le. Partiendo de Leibniz, sin duda, pero al margen, en una provocado?a afirmación de

\

los incomposibles".

La filosofía deleuziana de los devenires participa en la proliferación alógica del concetto barroco. Pero no abandona totalmente la exigencia de

la concentración leibniziana del concepto. A propósito de los maleficios de un abuso acolondrado de las drogas, a propósito de las fuerzas destructivas

26

27

G. Dclcuze, Le plie, P�uis, Minuir, 1988, pp. 169-170.

L'!m11ge-temps, p. 171.

69

Miradas sobre oeleuze

René Schérer

. de la locura, cuando bajo el disfraz de los devemres desterritorializados se . mas , mortales, re e'iene a1go que expresan operan retornos a los rerr1'co nos 1 as pal bras «prudencia» y «mínimo». Gran Pr0blema et1co , -en el sentido � de la Ettca de Spinoza- del uso de 1 os devenires. Las potencias · de lo falso . . . no tienen nada que ver con eso, pues siguen los cammos de una creación a1·1anzas que sólo abandona los límites para ror¡ar r . . nuevas. eua1quier otra . . cosa es 1 a caída' el arrastre • hacw . e1 ab'ismo de cienos devemres, o pro-

« fil erar partículas fuera de 1os estratos». d uctos semeja1ues' cuando de¡an ·. , ' , cuanta Record emos la advertencia de M'/ ' me "'setas: «Pero aqu1, camb ien, . . . es necesaria para que el !ano de cons1stenc1a prud encia no devenga un P . , no se convierta plano de abolición o de muerte. Para que la involuc10n en 1 a regresión en lo indiferenciad o. '. Nºrh abra, que conservar un mínimo . , de estratos, un mínimo de f.armas y d e runc1ones ' un rmmmo de sujeto, . . . . . para extraerles materiales ' afecc os, agenc1amienros>)>2s , . , a lo real, a lo poEl � muumo es también ese «mínimo» de. ser comun

Lo,p.ca del sentido extendía bajo la expresión · · , barroca que aquí «univocidad del ser» · Es • segun l a concepcua 1izac10n ., . · . . . Ind'IC:J.CIOn 1 1mitativa, reactiva, smo, por siempre traza su línea• ' no una . e1 contrario, un principio de ab un danc1a y de perfecc·IOn. , Corresponde . . . defi mda en E/pi'zegue, siguiendo a a 1a «1ey de extremum» de la materia, . Let'b mz, . como «Un máximo de macena para un mm1mo ' · de extensión», una , . 1 ey de plenitud en la concencració ' El mmuno es, en efecto, la virtud de . la punta según su función de hace J ugar los extremos en la convocación . ' reu �'.d as, para producir de las imágenes dispersas, separadas y dfsp es sible y a lo imposible ' que



Es 1 ª 1 ey



e equilibrio de las fuerzas. . El mínimo de prudenc·13 (que e euze no deja de record arnas, incluso . . . rec1entemente, en su Abeceda no, b".Jº 1a palabra «deseo») pondera, al . . tiempo que libera ' 1os devemres cemdos e11 un espacio estratificado y . subjecivado. No es en abs . ol um una manera de sed entanzar1os en torno . · a partir. de un de un sujeto que limite su impu 10d o lo contrano: 1so. 'T'. , . mmuno, levantan su vuelo nómada' ab ren el abanico de su multiplici. . . o el «foco )' en Founer, mmimo dad. Es lo mismo que con e1 «pivote» , d e ego1smo indispensable para d im p ulso de las pas10nes, pero que en . . composición con ellas se meeamonosea e ' bajo el no m bre de «unid1smo», , en «ego1smo compuesto». con ellas m:ís intensidad y sentid

0º1•

28

Mil/e plíiteaux, p. 331.

esa pon­ era. Es el requisito de el equ ilibrio y pond punca". la de El mínimo asegura za agude la i:ín ubica en la cual B. Grac ncia de deración misteriosa asegurando la convenie mas extre es conexion Ella da cu enca de las o, conviene ofrecerle Ovidi n segú qué, o . Indica por mer caso que la imagen a su objet su rapidez (es el pri sacrificio: a causa de puesto que rgo, al sol cabal los en emba sin ilógica corcespondencia , no da Graci:ín). Oscura r:ípido. Dios un e a enirl no podría conv a la ar­ una vícti ma lenta Borinski ha exten dido riador del arce Karl al equilibrio Por su parce, el histo ndola aplic:í riosa, miste de la ponderación cer macizo quitectura la validez ntes, que crea el car:íc ntes y las fuerzas pesa porta ­ s fuerza las entre o que retiene Benja sentid el Es ocas. de las Fachadas barr vado del arce'º · y a la vez aére o reno o milagr el intervención divi na, una mis­ min : una misteriosa tamb ién reposa sobre uzian o, esa pun ta, conveniencia El devenir dele or la idea de una p rado penet n. Está laridades del teriosa p onde ració la base de las singu ismo, que est:í en ence, -perro mesur ada, en su alog Lawr D.H. de ga ortu capitán Ahab , -t nia Wolf... Virgi devenir-ballen a del de niño omo o er de Aquil es, -át e­ de Pencesilea , -muj natura»; pero la pond contra das «bo ra eros, prepa rsión molecular, Con funde los gén dispe e la qu hacer logra el milagro de niño ...) , ració n misteriosa apoya (ani mal, mujer, sobre el cual se e n lugar cia, gracias al «mínim o» sten consi concepto , su los contornos del una alumbre y prec ise que son un anim al, lo de pren com aboli ción. Se da en la región de proceder a su entra su de to ente en el momen mujer, un niño, solam indiscernibil idad su acceso a una en el mo mento de s en de los devenires; final mente camb iado e son qu modo pero de tal que los rcelabora, nir en el arce con­ deve cal de cia e descubre la efica mos a encon trar sí mism os. El pliegu odern o quiz:í volve arce informal m escultura, entre temp oráneo: «En el y ra arces, entre pintu alarse «entre» dos o ese gusto por inst ad de las arces com unid una nzar ra, para alca o, de acuerdo a escultura y arqu itectu efect en ado, ombr minimalisca es n perfo rmance (el arte mismo del cubismo, podría decirse lo um) »31• ¿Pero no la ley de excrem

figum B. Gr:i.dán, Art et 1983, p. 1 14 . 29

A11tike in Poetik K:i.rl Borinski, Die op. cit. , p. 254. 193 y \VI. Benj> min, .1o

" Lepli, p.

70

Pdegr in, Paris, Seuil, 6, trad. llenito de t'i:sprit, Discours

und Kuwttheorie, Berlín, O.

168.

71

Wcicher, 1914, p.

René Schérer



del ab trac to, del expresion ismo, tan barroco en sí mism o'. Arres de 1 os entre- os, d los devenires paradójicos. � do;a del dev ni1; de los deve nires, no puede ser resuelta ni eludida. Ha a;arse, de rerorza.rse en su medio Y en la pun ta, so ' bre la divisoria' al borde de Ja • fi sura don de to da P fi d'd d v1en . e a ª superficie; en el instante del sobrevuelo, del tiempo s n i o q . ue es e tiem po recobrado de la creación.

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Permítaseme desv iar hacia los devenires

6.

Potencias del deseo: Deleuze y las costumbres

/

Benjamin escri b10 . , para 1as seme¡anzas «no sensibles . » (,pero no son ellas ¡. usta mente devenires-') sobre e1 momento en que ' marcan el lo que

d

ritmo de toda lectura -com " o de to a esctirura - con su brusca y oscura ilumin:ición sobre el mo meneo en que «surgen furtivamente del torrente de las cos de 11 � t d n evo Añadi ndo ». 1 i r e , en di recc ó a e e �ga n1 mas rn menos que de comprender, la lectu ra profana tiene en un con toda lectura m:í ica el hecho de de�en der de un rirmo necesario, , . o más bien de un inst n te crmco, que quien lee no debe descuidar por nada en el mun do, si no quiere quedarse con las n1anos vacías>>32.

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Gilles Deleuze murió: de una muerte bella y cruel, como la muerte estoica, aceptada y anticipada. Esa muerte nos conduce, más que a

cualquier otra cosa, a reflexionar sobre el sentido de su obra co nsagrada a la exaltación de la vida. De la vida bajo todas sus formas: humana,

anin1al, vegetal, c6s1nica; hun1ana y no-humana, sobrehumana, en el sentido nietzscheano . Es la gran especificidad, la «singularidad» -pala­ bra a la que era afecto- de este pensamiento. No depende de ninguna instancia superior, de ninguna trascendencia, no remire a ningún principio creador o fondador, sino solamente a la vida, la vida terrenal

en su plenitud, su inmanencia: «La inmanencia, una vida1> es el título de su

último artículo.

La tarea de cada uno -pues esta filosofla es una Ética- consiste en llevar

esa vida, con y por el prójimo, a la mayor intensidad, a la potencia más elevada. Lo cual no quiere decir poder sobre los otros, todo lo contrario. J1 \V

Bcnjamin,



Théorie » De­ llama uze Dele que lo Crea mism o. Es acto, relación. n , sino un y se deviene. No es una apropiació . seando, se hace devenir algo ¡ante seme es no deseo agenciamiento del movimiento hacia lo otro. El c1.as, n difere ucional (en la familia). Liga a una filiación natural o instit al, vegew.l , anim , cosas os», «rein asocia a)), efectúa i. Se ve ento nces que esre último está siem pre social e histó ricamente definid o, al mismo tiempo que orien conductas individuales. ta Piénsese en el amor cortés de Lanzarote, de Perc eval, del Caballero del León, del Caballero de la Carre ta, del Caball ero inexistente, y en la Dama de la Torre más aira, y en el Queru bín de Beau march ais, y por qué p or qué no sobre no, todo, en las variaciones sobre el tema de los escu y de los pajes, de los deros niños príncipes -todo niño, decía Péguy en Clío, un gentilhombre- con es los que Genet pob ló la colonia penitenciari a de Mettray: el deseo y sus agenciami emos. El método deleuziano consiste en seguir los agenciami emos en sus varia ciones y sus metáfo ras. Está acoplado direc tamente con las costum­ bres . Permite comp render sus evoluciones cuando· tienden hacia ciam ientos origi nales, agen­ adop tando «líneas de fuga», o su rigidez cuando fijan y se inmovilizan se en filiaciones rutinarias, las «territorializacion cuando entran en el es», orden trascendente de una «máq uina despó tica». El deseo y sus agenc iamien ros eclosionan mundos. Proponen, para las maneras de vivir, difere ntes «regím.,nes de signo s», códigos de doble sentido. El deseo produ ctivo, la vida, están del lado de la inventiva los agen ciami entos de que dispersan, «desterrito rializam>, crean lazos con afuera, proyectan en el el vagab undeo el «nomadism o» fecun do. En frente: las fijaciones territoriales, institucionales, estatales, la constricción de las diversas trascendencias.

En este punto es que aparece el antagonismo de esta concepción del deseo con la del psicoa nálisis freudiano . Se sabe que para la filosofia contemporánea el psic oanálisis ha representado por mucho tiempo una oportunidad de renov ación, un aporte excerjor refrescan re, por su caráct de ciencia concreta, su er interés por la vida cotid iana, su revelación de las

76

. . . fuerzas subyacente� a 1a co nc1enc1a. despierta. Sartre se confiromo con el e , . psicoana· ¡·1s1s combmandol o con l a renomenología en un «psicoanálisis · 1 ar, su muy rica m onograexistencial» que d''º com resultado , en pamcu . .• fía sobre Flaubert. Pero � po icw de Deleuze es muy diferente . Él no � . volver a hacerse cargo de lo que se intentó ver �ómo la conc1 c1 atribuye al mconsc1en . 0 e vista, por el contrario, es mucho



� � �: ���



� más cercano al de Freu : e1 pnmer en sí, la primera fuerza inmanente de

la vida, debajo del sujeto Y de la� personas . 0 más bien sobre un plano ' distinto al de e11os, e1 "P¡ no de mmanenc1a», es en efecto la fuerza del deseo. Es entonces sobre ese p1 ano de1 deseo que establecerá en princi. • ue . 1 o, en I 967, en su Presentación , p10 un vmcu 1o con Freud -por e¡emp . • . , dose ya netamente en s u preoc Sacher-Masoch, aunque d'� ' erenc1an upac10n . . . 1 del masoquismo del co mp lejo por despegar el agenc1am1ento ongma . . 1o y rechazarlo finalmente a parnt «Sado-tnasoquismo»-, para d'iscuur

ª

de El Anti-Edipo.

¿La diferencia con Freud'. En primer lugar, que esa vida del deseo no está encerrada en el sujeto en ca¡1· dªd de P ulsión , sino que reside siempre . . fuera de e'I, en sus agenciam1entos co1ecnvos,. desp ués, que el psicoanálisis , . do en la exploración de todas 1as freudiano esta mucho menos interesa . potencias construct'ivas del deseo que en su reducción a algunas figuras convencionales, al interior de la f;ªm''!''"· en romo de algunos co mplejos .entre nmos Y padres Entre los cua1es se encuen tra aquél fundamental del

·

Edipo, tomado eorno . ción social del su¡eto.

í / q ue ti��� .

ase



e a ' 1 a el ecc

r objetivo final la estruc cura­

�� Deleuze y Guacrari del cítulo

E .,' A ntl. E dr ''hº• desde el momento en que se trató para ellos de rec usar . tanto las finalidades a d aptanvas de1 análisis , como el valor teóri co de sus

princi,fios .

. , • deleuzo - uattariana al psicoanálisis freudiano p uede La opos1c1on concentrarse en algunas rormul as, que se encontrarán parcicularrnente . "logos: «rompe todas las producc10nes del deseo» , «ap 1 asta to das en D1a . . de enunciados», «qwebra el agenciamiento colectivo»; · wrmac10nes 1 as e

e�

. · io cua1 hace de él , contranamente a 1o que parece, «el enemigo de¡ m. d' consciente» que preten 1a reve1ar. S e empecinó en recubrirlo; «od.'ª e1 · prete de no obstante, conservar. Supuso, para deseo» cuyo monopo¡10



d

el inconsciente, una escena po la a de personas, Padre, Madre, Yo, Ello, . es 1o que el deseo «maquina» con el Superyo, mientras que lo importante .



afuera. La noción de «nrnqumas deseantes» a!rededor de la cual se edifica

T7

René Schérer

. . . contra la concepción del deseo productivo en E/Anti-Ed1po es introducida . la representación del inconsciente como un t at º' y a I a vez contra el : '. estructuralismo mis reciente' que so'I o ha sustituido e1 Juego . entre per­ , sonas (o mstancias personificadas) Por el de los simbolos: el nombre del . . ' fi cante» de Jacques Lacan padre, el falo simbólico ' el «sign1 . . . Lo que importa para Deleuze y G uattan es esencialmente l a fi nalidad . · de todos esos aparatos Aho ra bten, el•j b ªJº cualquier vestil a .co nsiste, .



la verd ad Una vía no- platóni ca de sitad a La homosexuali dad revi rmente, estadísticamente o mola Somos heterosexuales sabiéndolo o no, nte, alme person pero homosexuales molecularmente. os elementalm ente, yfinalm ente transexuad EL Anti-Edipo. Oeleuze y Félix Guattari,

·

· ' en contrarrestar el carácter menta con que se presente el ps1coana 1sis · revolucionario del deseo ' en castrar1 0' De a 11'l 1a importancia del com., '

piejo de castración' de la sub ord mac10n del deseo a una i.' y I� verdad de l�s grupos hum�nos, ¿no a ho�osexualidad primordial, y no la pare¡a eter e u '. ;(v��·o homosexual de grupo», señalará El Anti-E�zpo. �er�a� "�:1:,�iable Je las apariencias falaces y enc:ipcadas. Siempre, para e1 �:s�ador de verdad, «los signos están implícitos y los sentidos enrollados»' Y la h0mosexualidad es su centro, su foco. Es por t e. roca al propio problema o l �: ,;��::�� �'. �:�e��i�:��:i�;; �o� l:�P;��encia y con los signos, el . . envo1v1mienro d envolvimiento de la idea. Deleuze es er unico "". d e todos los filósofos contemporáneos -ademas, de Michel Foucault, por otras razones, aun qu: con curremes- que le ha otorgado a 1a 110111osexual .dad este Jugar ". fi losofico».. No el de un objeto sometido al. estud.10 d e un pensamienco a1eno a eI sino e1 de operador y' por as1, decir1o.. de SUJ'eta Pues aunque se. sornete a una conceptualización . frente a eJIa mlSlna: entra. en el pensamiento en tanto que {>''. Pero , . . homosexuales sean «mas ese nivel no es e1 u'! umo. Aunque ¡as d os senes . finas que la gruesa aparienci:J. de ¡os amores he terosexuales» , todav ía con-

¡

cierne solamente a l os grupos 0 as masas. Lo que importa para Deleuze, . . . d.tv1· dual' donde los dos sexos co1no para Proust, es un tercer n1vel ' tntrarn 3'1 G. Deleuzc, Proust rt les signes, p. 1 62.

91

René Schérer

man tienen una coexi stencia tabicada. «a 1· ,¡ vez presenres y sep . el mism o individuo arados en . J pero ta b ica dos y no com unicant . es en e1 misterio de un h erm afrodi tism o ini u, · ·' w >. El amor no . esrá com andado por a1 ongen1 un retorno una reminiscencia esp onr.t: ea como en el � miro del Arisrófan es platónico de Et Banq uete .Es un,1 . reper1c1on , en la, difcerencia . das. E . de parres c1a n cada individuo. , l· disoa div1 . .s1on . , mantenida sosri 1 y f;avorece comb .ene a mult iplicidad inaci ones múlri·pl es 1 . con as parces correspon . c otro. «.1 dientes de .: .s. allrn, dice Dele uze, «que el tema vegeral adquiere . por oposición con rodo su sentido un Logos-grnn y1v1en · . re: el herm afrod itism o no propi edad de una tota es l a l1ºdad .1mm . al h oyrperd'd l a, sino 1os dos sexos · el rabican1ien ro sobre una mism · de p 1 a anta)} ' . · . Lenguaje desc ulpab' ilizante de las Rores' que fund a la posibilidad de conj uncio nes mu¡• distin tas · a Ia de d os 111d1. v1d · r .1 dOS por UOS 1·dentmc sexos complement SUS arios s·igu1. end o el h º ilo de la teoua . . na, la · '· pro ust1a sexual mdivi . . unidad dual se frag1 . • nenra mreno rmenre mient · ras que se dispersa exteriormente, puesto que el abeJorro . fcecun dador' extenor . no o bstante parre a 1a Ror, forma de la sexu alºd· J ªd de aquelJ a, segú n una tesis tom ada de Darwin y que usará tamb ien " samuel Burle r,· tan impo · r.ormación de la teoría rtan te para h' , . de las maqum as deseantes en E!A masculino y lo fe nti-Edipo'r.. L� _ meni no se 1nrerc , ambi an' permutan, un vaivén perpetuo estan torn ados en No hay perso nas . frente a firente, 1.d su sexo inm utable . ent1fic ables por . ' sino .s1emp .· . n 1e . «1 a agaa c1ó de pam,cu1as singu Por eso la hom osex lares». ualid·•1d esta, ma1 nomb · n do rad a -sie mal se 11ama la homo que «ló que sexu·alºd· 1 eld» " nunca con c1·� rne a «¡ o misn1 tampoco es defin 0»- y itivamente l·a verd·a ., d de1 ·amor' si no 1 . re at1vamenre a Ja rel ac10n interpers . . onal e tnte rsexu al . La verdad hay que ,1 . b uscarla en el nivel u runo de un «tnns ·• .exu·11· . 1s1no loca1 y no espec1·'fi CO» . en el que se la homosex ualida disuelve d global Y espe ciuca ·e . que divide a l10111 b res y t11uj eres en enem1gos que co1np . d'1verg . onen sus senes ' entes y culpa La moce , bles. . ncia, junto con la verd· d' se en uentra del lado de lo elemental, con las partículas («obJ. etos par · c' ial ,a es » en ,-rousty los ugnos · com b maci . ) que entran en ones m últiples de masculino y d e fcemen . mo. Esta combinat presentada prim ero oria de manera estruc tural, se convertirá a partir de



" Id., ibid., p. 2 1 2.

·" G . D eJcuze y F. Guarr ari, l'Anti-CEdipe , p. .11 G . Dde uze, Prouu et if'J si:vzes, p.

164.

92

Et

338 .

Miradas sobre Deleuze

Anti-loaipo en un dinamismo de los Rujos, en movimiento molecular que

anima las m:íquinas de deseo. Pero es la misma implicación plena y total

por la homosexualidad masculina y femenina del otro sexo, la misma

presencia elemental y constitutiva de lo otro en el corazón de lo mismo.

Una de las consecuencias esenciales de este transexualismo, sea que se considere en la estructura o en los flujos, concierne al personaje de Albertine, central para la comprensión deleuziana de Proust. Albertine, tesis reafirmada constantemente, no es una transposición literaria, es muchacha, es mujer amada, perseguida por la inquietud celosa que alimentan sus amores femeninos. En el capítulo de conclusión agregado

a Proust y los signos en 1 973, después de El Anti-Edipo, Deleuze escribe:

«Los amores intersexuales, y en particular el del narrador por Albertine,

no son en absoluto una apariencia bajo la cual Proust ocultaría su homo­ sexualidad. Por el contrario, esos amores forman el conjunto de partida del cual van a extraerse, en segundo lugar, las dos series homosexuales representadas por Albertine y Charlus». ¿Es necesario, sin embargo, como parece invitar a hacerlo Deleuze, suponer en la vida sexual «real»

de Proust «algunas relaciones amorosas con las mujeres»38, y poner en

duda la confidencia que le hace a Gide de «no haber conocido nunca otro amor que el de los hombres>»9? Nosotros preferimos apoyamos en

esa otra observación deleuziana de que «la obra y la teoría dependen de la vida secreta a través de un vínculo mucho m:ís profundo que el de todas las biografías»4º. En efecto, Albertine no es una transposición, es la «muchacha» de Proust, y convenida en alguna figura de muchacho

sería desconocerla y traicionarla. Pero sería igualmente falso ver en ella la creación de una atracción heterosexual, traducirla, como lo hace un

comentarista reciente, manifiestamente inspirado en Deleuze sin citarlo, en estas proposiciones tan triviales: «La heterosexualidad en el alma de Proust» o «Proust era heterosexual en el alma»41• Pues Alberrine es la producción del transexualismo proustiano; es llevada por su Aujo. La heterosexualidad «global» no le conviene; no más " Id . , ibid., p.

212.

39 M. Proust, Sodomeet Gomorrhe, vol . I y [l, texto establecido, presentado y anotado

por Franc;oise Lcriche, Paris, Le Livre de Poche, G. Deleuzc, Proust et In signes, p.

166 .

1993, p. XIX.

.ii S. Zagdanski, Le stxe dr Prowt, Paris, Gallimard, 1994, p. 14. 40

93

Miradas sobre Deleuze

René Schérer

de lo que le conviene a Proust la homosexualidad global. Ella surge en el punto de indistinción en el que las dos series del hombre y de la mujer se reúnen y se confunden. ), escribe Deleuze, c, leerr1os una v� más en las mismas páginas, a propósito de Virginia Woolf, «sino que la escritura produce

un devenir-mujer como un átomo de femineidad capaz de recorrer y de

impregnar el campo social y de contaminar a los hombres y de atrapar­ los en ese devenir». Es entonces que desborda toda identificación sexual

y que, incluso si aparentemente y directamente no tiene nada que ver

con la homosexualidad, descubre una región, dibuja un contorno que

pertenece al concepto de esca última o a s u constelación: «Aquellos que son considerados los m:ís viriles, los mis falócraras, Lawrence, Miller,

no cesaron de captar y de emitir a su vez escas partículas que entran en la vecindad o en la zona de indiscernibilidad de las mujeres . Devienen mujer al escribir»5'.

La teoría de los devenires hace desaparecer las fijaciones dirimentes

que, en El A11ti-Edipo, son inherentes a la interpretación del deseo ho­

mosexual según el complejo freudiano. A las disyunciones exclusivas,

culpabilizantes, se oponen las inclusiones extra-edípicas; a la homose­

xualidad neurótica, una esquizofrenia disolvente de la persona y de las

estructuraciones parogénicas. Tomado bajo esta luz, En busca del tiempo perdido puede ser presentado, en una extraordinaria digresión de crítica «clínica» y poética, como el esquizoan:ílisis de las tierras perversas y la

exploración de esas «regiones nuevas donde las conexiones son siempre

parciales y no personales, las conjunciones nó madas, las disyunciones inclusas, donde homosexualidad y heterosexualidad ya no pueden dis­

tinguirse: mundo de las comunicaciones transversales, donde el sexo no humano finalmente conquistado se confunde con las flores, tierra nueva

c/inique, p.

11. Id., ibid., pp. 330-339 y todo el pas>e •»'. Hocquenghem está en

;



� : � �� t��



" G . Deleuzc,

pr». Las máquinas no se contentaron con pon er a su servicio el gest o del hombre, han invadido su deseo, poblado su inconsciente. Este últim como lo dirá en una conf o, erencia pronunciada en México en 198 1 , «ha dejado de alojarse en el corazón de cada indi viduo», forma «un terri torio abierto por todos lado s a las interacciones soci ales y económicas, acop lado directamente a las gran des corrientes de la histo ria»6. Este inconsciente será llamado •maquín ico» porque no está esen cialmente «Cen trado sobr la subjetividad humana» e , porque «pone en jueg o los flujos materiales y los sistemas sociales más diversos». Otra expresión del prim er texto de 1969 defi ne la máquina como «excéntrica al hecho subj etivo» En efecto, es en tanto ta] que irrumpe . en el pensamiento de nuestro tiempo, que trastorna Ja imagen. me hab ló de lo que él «Félix ya llamaba», declara Dele uze en 1 972 con mot de la pub licación de ivo El Anti-l!dipo, «las máquina s deseantes: toda una

4 � lí

Félix Guatrari,

Les Années d71iver, Bernard Barraulc, J 986, p. J 23. Psychanalyse et trnm wrsalité,

LesAm1ées d'hiver, p. 128.

M;ispéro, 1 972, . 240. p

108

Miradas sobre Deleuze

. , . y practica del inconscienre-miquina, del inconsciente concepción teonca , . r la impres1. o. de qtie él llevaba la delantera»'. entonces esquizof énico. Tuve · La máquina es la fuerza del �fuera e a ont miento que vincula al , _: nicas con las grandes individuo con las máquinas so 1 les, polm as, � . máquinas visibles que inducen e unc1onam1enro maqu nico de un deseo

r

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del que también dependen.

f

Sin metáfora

. . y · ¿Hay m'íquinas «propiamente dº1c·h as " ' ob ·eros puramente tecn1cos, • otras llamadas aS! por ana1 ogía'. El acceso a 1 aJ fil o sofía de Guattari como . . a la de Deleuze, a sus obras comune-s, e ge que se abandone el lengua¡e

�:

de la ana 1ogia tanto com0 el de la rnerarora. Las «máquinas descantes>>, . . . . al igual que las máquinas sociales, msm ucionales políticas, culturales, . met a ricamente. En todos as ra norn son no etc., literarias1 esrettcas, d b , fos Casos Se trata de pro dUCCIºón de un ere ecto, d e conexiones ' de fuerzas ,

Ú

y de movimientos a desplazar y a transf.ormar. C uanto más se asciende roducción más fue te d desde las grandes formas visibl�s hacia l o materi l y lo · e se revoca la distinción entre lo man1ma o y o v1v . · ' erenc1a, n0 solamente d e grad o, sino t mbién de naru espiritual. La d·f raleza, está entre . Las máquinas de Félix fueron destinadas a suprimir esa brecha.

g.

eto Su bjetiv ida des fuera de l suj

ad Felicem

mirada . uerte y que favorece una . I· ite Con esa distancia que perm s irremediablemente eno l d a a, aca o s , de conjunto sobre una obra m é ha estado dominado . el pensamiento e lix ' . cerrada, me pareee hoy que los procesos, de sub¡et!de la , b'ien . mas eso ' proc del la e. por una constant , obstinado a nuestro ' , su caracter, su aporte vaci6n. All i esta su propósito . o, n eon un psicoanálisis ortodoxo y . esc!S a l os de'1 sig o, que tomo, los code con la molecular en oposición n qu; e'1 11ama , de . normativo, de la revolucio, partido de aratos a los logia marxista de revolución masiva de la ideo a lo natural, • además de de en Y. ex se que ogía n " n de una m'ple ecol l a adopc10 mien to de p:a con ceb''da como pensa una ecosoJ a lo social y a lo mental, de po de este ne � Si la modernidad en las subj etividades mutantes . e punto ¡o, entro.. La subjetivac10n no nen del mundo y una nto am1e entr desc un o com b' d gen ra falazmente ¡ �� el ado jetiv sub ha . tos de vista, se mu up 1 ió bien , su ogica ra Aho . , n de un único sujeto. ·¡us10 origen, alrededor ·de la 1 . dad · Es esta lógica de ltiplici mu a l y nr ever d es, por e l contrario, la del liado Félix en torno de ente la que h.a desarro una modernidad consecu . licidades. . �np m n que son devenires de procesos de subjetivació

,1 � � �

1



� \ :; : �:1�: ���

27 F. Guattari, Chrtosmose, p.

134.

110

;

121

René Schérer

La subjetivación y la multiplicidad van de la mano. Las subjetividades, los modos de subjetivación, son múltiples. El error ha sido replegar el proceso sobre la instancia única, sobre la unicidad del yo. Del mismo orden es su repliegue sobre complejos individuales incrapsíquicos, sobre significacio­ nes trascendentes y constituidas, que acaparan, reducen, aniquilan la rica

proliferación de los focos diseminados, de las marginalidades de la vida. Contra estas significaciones trascendentes, afirmar lo a-significante. Allí donde estaba lo replegado, provocar el despliegue.

A la manera de los miembros esparcidos en la superficie de la tierra que imagina la cosmogonía de Empédocles, multiplicidades errantes en el nacimiento del mundo, la máquina guattariana, esas famosas máquinas que descubría y ponía en marcha un poco por todos lados, combina frag­ mentos inorgánicos de subjetividades errantes. Esas multiplicidades forman «nudos», como lo escribió él mismo retomando una palabra de Ronald Laing, que pueden ser deshechos para volver a encontrarse en otra parte, en agenciamientos nuevos, suscitando nuevas «micropolfricas del deseo)), El gran error, la «pifia}), diría yo utilizando un lenguaje fourierista que me parece de lo más pertinente dadas las circunstancias, de la filosofía clásica -la que connota la palabra «Cartesianismo» y sus prolongaciones contempor:íneas- es haber encerrado la subjetividad y su proceso en el sujeto y su sustancia, en ese sujeto identificado con el ego, el yo pensante. «El sujeto no va de suyo», escribe Guattari en Las tres ecologías (p. 23); «para ser, no basta con pensar, como lo proclamaba Descartes, puesto que toda suerte de otras maneras de existir se instauran fuera de la conciencia». Es cierto que una subjetividad fuera del sujeto-sustancia no es algo desconocido para el pensamiento contemporáneo que toma sus distancias respecto del cartesianismo escolar, no lo es para Nietszche ni para Kierke­ gaard, en la dimensión existencial, no intelectual, del sujeto. Lo nuevo, lo específico guartariano, es la ruptura con toda referencia fijada a un yo como centro o polo, la st'.lstitución de esa instancia por la subjetivación en tanto que proceso. Lo nuevo, si tomamos esta vez la doctrina freudiana y sus prolongaciones, es el rechazo de una problemática que sigue siendo la del sujeto, incluso (y sobre todo) cuando se lo comprende como lugar vacío o «hiancia». No hay apelación a lo fijo, sino a procesos que corren como ondas, van, vienen, culminan, desapareceri. Concebir devenires, no lo estable; multiplicidades, no la unicidad; conciencias como transitividades, no un origen; no el sujeto, a fin de

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Miradas sobre Oeleuze

ment� , trate, incluso existencial , . como sea que se lo sin cuencas unico, sea . sino sub¡" erivaciones do mun ' l e d saca que lo con su crascen d enc1a ncia en el que se ane inm de o . camp arrugas del crascen denc1a, puras nación subjetivad a es ese carnp o cuya denomi mani fiestan . Pliegues de i«la expresión» . de l a exp resión, encend Guattan. es un� filosofía La filos ofía de Félix . a las filosofías euze Del da e 1 que o d ti 110 ' en e lsen la da en el sen u"do de 1euz1a . Fta en la cual se sustituye . iz·. es decir' una fil oso rstde Spin oza y de Let"b n . . ' «enrre iguales» ' una reve acton 1 re una por 0 ect recusa el relación de causa a e� La relación expresiva nte y 1o expresado . . bilidad entre lo expresa movimientos ' ite adm l o o S ia. , . usalidad y la sustanc ersiones sujeto, as1 coro � l a ca . o menos fuertes, disp mcens idades más lleva . que más o menos v1vaces, . nuum en un conti . un espac10 connnuo, o concenrrac1ones, en de pensamiento que 1 ·o espac n U . ence .i�versam bre del alma al cuerp o, e . el contrario, es. el. nom . ecafonco, sino que,. por d e l as no uene nada d e m en e1 devenir sub¡euvo cernir e d erara se ue . e mismo de aquell o q espacio liso ad.mir . . l es u ob¡" ecivas . Este adas materia . mu lnp1·tct'da des llam vergencias o con as , cuy as s , 1 !'ne es1ca . con sus geod diversas curvaturas, dinámicos, puntos de concentración os pueden formar . . des tida entrecruzamient iden ca nun Pero . , cantos puntos de visea. que constitu1ran otros

sustanciales y lijas. concebir la rran' en esta manera de de V.ªl ery Curiosamente, hay algo cas en el espacio dési geo . ese «punto puro», y las De1 sirividad de la conc1encia '. . intelecto y del deseo. . del ras . srrac b a inas maqu del pensamiento • y las rio marmo, ente Cem del ry Valé l e mci, . nardo da y Valéry que come nta a Leo . rs. Cahie . sobre codo el de los . . fuera del yo ' la conciencia . . en princ1p10 esparc1da lo Toda sub¡euvt"dad est:Í én sobre este punto, . mbi ta . . ero P ser. girivo en el . conciencia, es aconcec1m1ento �u la de fuera ex1sttr . . que las maneras de. as ni espec1'fi co de Fe·¡·tx es es todavía no recopilad . nsanre son expresion en que opon e al su¡ ero pe vación, modos de subjeri no eleva as al rango de recopilables, todav ía a la omn ipotente do lo que no compete a to dea ro que 1 era la ceguera gen idad del sujeto. dign la e � d�I eg ; A l que no tien aprop iación cartes1an en a una clasificación ciern con sólo e ' q , � to uva ntario No son modos de sub¡e , so1 o son dignas del inve , estrau ficactones, que eto» con obje tiva en categ�nas «suj o . ader verd y o que enge el ocro, el únic de los «casos sociales» in cerpretarlos. autoridad y derech o para

d



:

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-René Schérer

Miradas sobre Deleuze

A este dominador, Félix le opone las expresiones, o mejor «las expresio­ nes-experimentaciones» no inventariadas, todavía no subjetivad as, las «de niños, de esquizofrénicos, de homosexuales, de prisionero s, de alienados

los agenciamientos de enunciación que eran puestos en marcha por las «minorías del deseo». Pues es sobre su base, a partir de su singularidad, que la evidencia de las subjetivaciones, en su proceso y su multiplicidad, se volvió el pivote de la teoría guacrariona. Privilegio de lo «menor», que



de codo tipo» (La Révolution moléculaire, p. 244). No se trata, nunca se trató para él de favorecer un «devenir-sujeto» a la manera de una dialéc­ tica hegeliana, que es también la de cierto psicoanálisis, sino de llevar a la subjetivación, al reconocimiento subjetivo, de tantas singularidades reducidas a una significación uniforme, invasiva, por la ley común, por la normalización y sus disciplinas. La filosofía de la expresión pasa entonces por una reforma semiótica que toma en cuenta lo «no-significante)) o «a-significante)> en el sistema reductor de los signos, que favorece la liberación de esas multiplicidades ricas en virtualidades subjetivas que atraviesan el tejido social. No in­ trapsíquicas, sino pre-personales, anónimas, y en esta medida, colectivas

aunque siempre singulares. A mi entender, Fourier había concebido de manera análoga la relación, el vaivén, la tensión entre el individuo y el grupo que le posibilitan una plena subjetivación: la relación entre el ego, '. «foco inverso)) y «subversivo» de 1a civilización, y el «foco directo», «el unidismo», nudo de rayos pasionales que vienen de todas partes. Trazados de redes hasta entonces desconocidas, en un espacio liso, a lo largo de las cuales pueden producirse los procesos d e subjetivac ión. Una vez más, según una bella y clara formulación de La revolución

rnolee11lar

I�

son las expresiones aberrantes que . Así, al sujeto del psicoan:ílisis (lacaniano) centrado sobre su castra­ ción, Félix le opondrá la subjetividad dispersa según los flujos del deseo. Al ojo vacío de la rostridad capitalista, los diversos modos de subjetiva­ ción Y de «maneras de mirar y de mirarnos que provienen del cosmos con su multitud de ojos y de devenires» (>, una deseo, una teor ia e nada de creencia y de o. micropolítica del dese ado al tiem po. al , , P r haber otorg el profeta 1.io nes. ¿Por qué Ballanche, , h'1sto'rica• la profun didad og1a º1 crono e l ¡ 'mp , e de a s1 . . te y de un tiempo vac10 y um·�orm ento de una muer idea de un crec1 m1. '. liberado de lo viviente: con la haber Por . ento e¡ec1m1 . . . a ¡' uventud y un env . renac1m1ento, de un genesia soc1al )), , con «la palin entr porv \ de ofía en­ rata1'1 dad a una filos difer la de la e en . repetición , es1s», aquella de «la era smt . ., Un tiempo de la terc es "la condición que cton repen a . dora. U� diferencia da», de la repetición ce, condición amente se produ l algo nuevo e�ecnv histórica bajo la cua )2 . La repetición " a reA ex10n) l de . pto ee can e ser un de la acción antes d milenarismo de por detrás en el Ballanche se hu nde «por el porvenir>> de sche. y hay que Nierz de a r delante en e¡ zararust Joaquín de Fiore, y por 1 a duración bergsoniana y en "1o os sobre eso, en agregar, pero volverem

blema del interna\» de Péguy. tor de la fórmula-em . . Parte ' es mven re sm Ball anch e, por otra · «el homb erno· mod 0 etan. ad · pro 1 del ados shered pueblo de ¡os d e na y expi atona ' de la mística cristia . ' ula que, más allá e) homm nombre». Una form jeune . rd et le lle des exptatwns, Le viella (L'homme sans rwm., La vi rier- ' es la del Fou l ba ca fi ¡· ca ' a . ta como ' a» dolons -una «locura rel ig1os se edificará una '. 1 0 XIX · S0bre la cual héroe del sig «nuevo Ulises», la del

na». «política de la no-perso de constelaonen una suerte de, Ballanch e, comy . Los eres, Buder, Tar Acabamos de . dad soc1e an e iorm D 1euze, con D eleuz ' ción. En torno de e er con las ideas . su manera de romp . especulauva mencionar su audacta so las nuevas. Pues, nclu · ' as, h ec h a ' y dean, 1ªs ideas hevigentes que ¡os ro ) puede haber «ideas ya su Nota so bre Bergson hechas son com o dirá Péguy (en ya ideas estas · nd ose en el momento». 'y ogía, . chas que este, n hac1e· f1's'1ca1 biología, sociol · ' n de 1as c1enc1.·as , paru· c10 las que velan por la a la vida el envo ltorio en mp u as olas entre sí, q �i r psicolo gía, excluyénd a burlarse esp ulativa• p esta tiempo . Esca audacia de I os mos, vac1,0, unt. fiarme, del extre los de , a rte b 'ten puede llamarse tam de las prohibiciones,

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s. límites 0 de los confine

' Differ

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René Schérer

Miradas sobre Oeleuze

Y nuevamente, de cierta manera, a la manera tardeana, lo que nos guía es la utopía. Tarde, en su magnífico texto de Monadología y sociología, pobl do de hipótesis que llegan a lo imposible, a la extravagancia del � utopismo, exceswas a los ojos de la filosofía erudita y clásica -«seamos excesivos, a riesgo de pasar por extravagantes» (p. 347)-; Tarde, cuando aborda la descripción de las sociedades de mónadas, de las mónadas cuyo . ser deviene su ensamblaje, su implicación mutua o, en otras palabras, su

cialista heideggeriano. Se encuentra entonces del lado del ser, mientras

«posesión recíproca». Las mónadas en relación de las que Leibniz dice que se entre-expresan, y de las que puede decirse también que se entre­ poseen, a condición de no entender por eso una posesión celosa, avara,

ni una dominación de algunas por otras, sino una perfecta reciprocidad de posesión. Entender la relación que corre de una a otra, que introduce

en el corazón de toda cosa todas las otras cosas posibles. Como el devenir deleuziano, la relación recíproca de Tarde señala el lugar de un «entre», de lo que pasa entre dos o varios.

En Elpliegue encontraremos la relación de posesión recíproca, a pro­ pósit de Leibniz y de las mónadas que se entre-expresan, y a propósito � también de Husserl. Del Husserl monadológico de las Meditaciones

que «pertenencia» tira ostensiblemente hacia el lado del tener.

Eigen, es también una parte del Eigner, el singular puro El único y su propiedad (Der Einzige 1md sein Eigentum) que, contrariamente a la polémica tenden­ Pero el alem:ín

que Stirner pone en el centro radiante de

ciosa que suscita Marx en torno de ese término, poco tiene que ver con la propiedad privada burguesa y connota, al contrario, la singularidad absoluta del anarquista. Una singularidad que -Stirner lo señala, y se ha insistido en eso después- implica la relación, comprende a todos los «otros» que forman parte integrante del orbe, de la esfera de lo singular, de lo que le es propio. Del mismo modo, la pasión «tmidismo», que en el utopista Fourier une al individuo con los otros -pues el individuo «no es el ser integral»-, sustituye al egoísmo en el falso centro del yo civilizado, por ca-pertenencia, por composición: «el unidismo pertenece al egoísmo compuesto»31• Relación de pertenencia asimilada a la plena consistencia concreta de lo propio, a la relación de lo propio con otros, con el mundo, que lo define en su singularidad. Relación de consistencia que hace existir

que piensa la mónada del cogito, su esfera «reducida» en

a cada uno, cada uno en su singularidad, esencialmente con los otros.

«noemáticos», en otros términos, los sentidos o acontecimientos que

371)- de «multiplicar el ser». Relación que llena, o mis bien que evita,

cartesianas,

su plenitud concreta, es decir con todos sus correlatos intencionales 0 le sobrevienen, que sin ser componentes de ella, le pertenecen. Que le pertenecen, que le son propios. Que son míos sin ser de mí. Esfera «de

las actualidades y potencialidades de la corriente de la conciencia•>, esfera

de «pertenencias», escribe Husserl en el parágrafo 46 de las Meditaciones

cartesianas. A propósito de esto es que Deleuze hace · pliegue, a Tarde y a su concepción de la posesión'°.

referencia' en

El

Pertenencia. A decir verdad, el término sólo está en la traducción de

Única relación capaz --
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