Santo y Humano
November 12, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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INDICE Introducción 1. La tensión 1. El ministerio: amor y odio 1. El trauma de la t ransparencia 1. la sobrecarga de relaciones 1. la sobrecarga de expectativas 1. la identidad ineludible 1. la presión para rendir 1. el alcance de la empatía 1. El amor hacia los enemigos 1. La duda 1. La atracción sexual 1. El dinero 1. Los confidentes 1. Nuestras fallas y la gracia de Dios
INTRODUCCION ¿A qué hemos de estar co consagrados? nsagrados? No a la obra c cristiana, ristiana, sino a la voluntad de Dios, a ser y hacer lo que él exija. Watchman Nee Las actividades más satisfacientes en la vida vida son aquellas que nunca podemos dominar del todo Deane A. Kemper
Santo y humano. ¿Se puede ser ser ambos? En muchas maneras, ser santo y ser humano es contradictorio, Sin embargo, ese es el desafío para cada líder cristiano. Como cristianos, debemos ser santos – apartados, santificados, puros. puros. Como seres humanos, sin embargo, confesamos una verdad verdad no muy halagadora: no somos santos. Nun Nunca ca lo hemos sido. Nunca lo seremos, por lo menos de este lado de la eternidad. En un sentido, los que estamos en el ministerio cristiano hemos sido llamados a algo de lo cual somos incapaces. Somos Somos pecadores llamados a ser santos. Es tan vano como tratar de martillar un clavo torcido en el hormigón. La herramienta es inadecuada para la tarea. G. K. Chesterton lo expresó con su franqueza ca característica: racterística: “?Qué le pasa al mun mundo? do? Yo soy el problema del mundo”. Este libro mira, con igual franqueza, un número de tensiones específicas de los líderes cristianos que surgen de la diferencia entre lo que debemos ser y lo que somos. Al considerar el tema, los editores de Liderazgo Liderazgo nos dimos cuenta enseguida que no cualquiera podía tratar el asunto. Hacía falta alguien alguien que fuera tanto franco como creíble. Hacía falta un escritor dispuesto a ser vulnerable y a admitir fallas, pero que él no fuera un fracaso como líder. A lo largo de la preparación de este libro, libro, me ha impactado impactado la habilidad de Jay Kesler para ejemplificar el equilibrio entre sus demandas santo / humanas. Pastoreó una congregación durante quince años, tratando los complicados dilemas humanos que cada pastor enfrenta. Como pastor muy en demanda, demanda, es fuerte pero amigable. Como Como rector universitario, es profesional pero no pretencioso. Una tarde, entre sesiones de trabajo en este libro, libro, Jay y yo caminamos alrededor del parque de la Universidad de de Taylor. Me mostró los edificios recientemente construidos y la ubicación de futuros edificios que están a la espera de fondos. Después de una breve vuelta por su casa, que se encuentra entre los árboles más allá de la cancha de fútbol, nos volvimos a encaminar hacia su oficina. ---Estuve aquí tres años antes de antes de descubrir lo que es un rector---me dijo con una chispa en los ojos. Sabía que se traía algo entre manos pero mordí el anzuelo: ---Está bien. ¿Qué es un rector? ---Un rector es una persona que vive en una casa grande, que camina al trabajo. . .y que pide limosna para ganarse la vida. Nos reímos juntos, sabiendo que las demandas de un rector, al igual que las de un pastor, combinan tanto ideales altos como necesidades humillantes, tanto la gloria como el sudor. Kesler trae la amplitud de su experiencia a los asuntos sensibles tratados en este tomo de la Biblioteca de Liderazgo. Liderazgo. Pero aparte del punto de vista de un líder cristiano veterano y conocedor, este libro también aprovecha los resultados de una encuesta hecha por el departamento de investigación de de Chistianity Today, Inc. Más de mil cuestionarios ffueron ueron enviados para inves investigar tigar los factores que
influyen en “Las emociones del pastor” . Más de de cuatrocientos fueron devue devueltos, ltos, una buena respuesta. La encuesta reveló que los pastores sentían muy fuertemente las tensiones que sirven de centro para cada capítulo. Un 69 por ciento de los pastores, por ejemplo, dijo que sentía la presión de de la “identidad in neludible” eludible” o constantemente o con frecuencia. frecuencia. El proble problema ma más serio, según los pastores participantes, era el de encontrar confidentes. El problema sentido más agudamente en los últimos doce meses era la sensación de fracaso (18 por ciento), la presión para rendir (16 por ciento), amar a los enemigos (13 (13 por ciento) y la sobrecarga d de e relaciones (12 por ciento). A lo largo de este libro hay citas de pastores que participaron en las encuesta. Estas observaciones francas sirven de fotografías reveladoras de la vida del pastorado. También sirven, en muchos capítulos, como punto de partida para las observaciones de Jay. Al igual que con todos los libros de la serie, confiamos que este tomo pueda ofrecer ayuda práctica en un aspecto significativo significativo del ministerio---en este caso, cómo los seres humanos pueden cumplir con un llamado santo. Marshall Shelley Editor Gerente, Liderazgo
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LA TENSION El pastor debería ser siempre puro en pensamiento... ninguna impureza debería contaminar a aquel que ha asumido el oficio de limpiar las manchas del corazón de otros... porque la mano que quiere limpiar la suciedad debe estar limpia, no sea que siendo sórdida ella misma contamine aun más todo lo que que toca. Gregorio el Grande Cuando el hombre está mejorando, entiende cada vez más la maldad que aún queda en él. Cuando el hombre está empeorando, entiende cada vez menos su propia maldad. C. S. Lewis
Cualquiera que está en el ministerio está sujeto a la tensión. Por un lado, somos llamados a ser santos, a dar un ejemplo de la vida recta para aquellos que guiamos. Por otro lado, somos humanos, incapaces de cumplir cabalmente nuestro llamado. ¿Cómo podemos ser nosotros mismos y cometer nuestros errores inevitables---cometer nuestros pecados inevitables---sin destruir nuestro ministerio? Todo líder cristiano debe enfrentar este dilema. Yo no era consciente de esta tensión cuando me inicié en el ministerio. Permítaseme explicar la forma indirecta en la cual se me presentó. Era un candidato poco probable para cualquier posición de liderazgo cristiano. Durante mi niñez, mi padre no sólo era inconverso sino que era abiertamente hostil hacia el ministerio. En nuestro hogar se daba por sentado que si se conocía lo suficiente a un pastor o a un evangelista, se descubriría que era deshonesto o, en el mejor caso, hipócrita. Muchas veces cuando era pequeño le oí descubrir a los predicadores como “parásitos” que vivían de otras personas o como “embaucadores”. Papá también era obrero industrial y sindicalista, uno de los signatarios originales de la Carta de Congreso de Organizaciones Industriales. Como sindicalistas y demócrata ferviente, sentía que los predicares siempre estaban del lado opuesto de la barrera política—siempre a favor del statu quo y en oposición a los trabajadores. Una vez que si iglesia en la allí. cualPero, el sermón delagregó pastor se refiriera un hombre queme ibadijo al taller enencontraba vez de a launa oficina, asistiría después que nuncaairía a una iglesia ya que nunca encontraría una iglesia así porque los predicadores piensan como los oficinistas y como los administradores. No piensan en el trabajador común. (Más adelante mi padre se entregó a Cristo, pero al igual que muchos otros con su trasfondo, encontró en la unión del evangelio con el capitalismo una piedra de t ropiezo). A pesar de este trasfondo, acepté a Cristo durante una reunión de Juventud para Cristo en mi último año de escuela secundaria. Poco después de mi conversión sentí el llamado para entrar en el ministerio. Por supuesto que eso no le cayó bien a mi padre. El tenía sus propios planes para mi. Los estudios siempre me habían sido fáciles y tenía buenas notas, así que mi padre había soñado que yo sería arquitecto. Por respeto a sus deseos, me matriculé en la universidad y empecé a estudiar arquitectura. En el verano después del primer año volví a mi hogar en South Bend, Indiana y una noche fue a una cruzada llamada “La clave de la vida”. Esa noche el predicador habló de dejar los deseos egoístas y darle toda la vida a Dios. Cuando termine la reunión decidí terminar la lucha entre los deseos de mi padre y lo que estaba seguro que era la voluntad de Dios, y pasé al frente. Un pastor habló conmigo en la carpa de oración y un versículo salió a mi encuentro: “Porque si anuncio el evangelio, no tengo de qué jactarme, porque me es impuesta necesidad; pues ¡ay de mí si no anuncio el evangelio!” (1 Cor. 9:16). Desde ese día, nunca he dudado que debía predicar el evangelio.
Sin embargo, mi decisión significaba que debía enfrentarme a mi padre y decirle cuáles eran mis intenciones. Así que, una semana después, lo llevé a un partido de fútbol. Le gustaba el deporte y yo sabía que se pondría de buen humor. Cuando volvíamos a casa le dije que sentía un llamado inequívoco al ministerio. Se quedó muy callado; yo sabía que estaba destruyendo todos sus sueños. No sabía cómo reaccionaría. ¿Explotaría en ira? ¿Me repudiaría? ¿Me echaría de la casa? Seguimos en silencio por lo que parecía ser una eternidad. Finalmente me dijo: ---Bueno, si va a ser un predicador, ¡sé uno de los buenos! No seas uno falso. Ante todo, no seas hipócrita. Le dije: ---No quiero ser un hipócrita. Después de pensar un poco más agregó: ---Probablemente te morirás de hambre. Traté de introducir un poco de humor diciéndole que la mayoría de los predicadores que conocía no se estaban muriendo de hambre; al contrario, tenían el problema opuesto. Papá se rió y finalmente empezó a aceptar la idea, aunque yo sabía que todavía sentía que sus sueños estaban destruidos y que yo estaba malgastando mi potencial.
El alto llamado Yo sabía desde el principio que todos los creyentes son llamados a vivir una vida santa. Ustedes conocen los versículos tan bien como yo: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Rom. 12:1). “Seréis santos, porque yo soy santo” (Lev. 11:44). “Antes bien, así como aquel que os ha llamado es santo, también sed santos vosotros en todo aspecto de vuestra manera de vivir, porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo (1 santo (1 Ped. 1:15,16). Por supuesto que estos versículos no se aplican solamente a los pastores, pero los que estamos en posiciones de liderazgo tal vez los sentimos más de cerca. Debemos ser líderes en ejemplo así como en palabra; se nos exige una norma de conducta más alta; nuestra vida está constantemente bajo el microscopio congregacional. El llamado especial a llevar una vida ejemplar también está reforzado por nuestro papel de predicador y maestro. Se nos ha encargado llamar al pueblo de Dios a una vida santa y enseñarle cómo hacerlo. La mejor forma de hacerlo--- la manera indispensable--- es por nuestro propio ejemplo. Debemos practicar lo que predicamos. Mi padre entendía perfectamente que nada perjudica más(mezclada el testimonio deuna la iglesia losde líderes hipócritas. Tenemos que poder decir con confianza con buenacomo medida temor): “Sed vosotros imitadores de mí; así como yo lo soy de Cristo” (1 Cor. 11:1). Gracias a la influencia de mi padre, estaba muy consciente del estereotipo que la mayor parte de la gente tiene en relación con los pastores. Un estudio de las películas producidas durante los últimos cuarenta años, por ejemplo, arroja la imagen persistente del líder religioso hipócrita, racista, borracho, aberrante sexual, avaro, manipulador, etc. El único alivio viene de unas pocas películas insípidas, generalmente católicas. Sin embargo, el buen sacerdote frecuentemente se presenta como un alcohólico de nariz rosada. Lamentablemente, los noticieros periódicamente refuerzan estas imágenes, ya sea con la locura de un Jim Jones o con los excesos de algún evangelista de televisión. En las noticias, la limitada comprensión secular acerca de las instituciones cristianas a veces tuerce los hechos; en las artes, la frecuencia desproporcionada de tramas aberrantes parece constituirlas en la norma. El resultado es que personas sinceras, como mi padre, por esta combinación de malos ejemplos, hechos distorsionados e incompletos y la experiencia comprimida, tiene una opinión negativa casi inalterable de los que están en el ministerio. A algunos cristianos les gustaría atribuirlo sencillamente al diablo o a la ofensa del evangelio, pero yo creo que es una razón legítima por la cual volver a examinar las expectativas justificadas y no justificadas que rodean al ministerio.
El duro desafío El público espera que el pastor sea diferente, que sea especial, que haya vendido los obstáculos que frenan a la gente común. Cuando los pastores yerran, especialmente pastores que pretenden vivir en un plano superhumano, los escépticos tienden a sentirse vindicados mientras que los creyentes ingenuos se sienten traicionados, engañados, a veces hasta el punto de dejar su compromiso con Cristo porque sus queridos modelos se han derrumbado. ¿Cómo podemos mantener normas bíblicas para el liderazgo y al mismo tiempo seguir siendo personas auténticas y transparentes? Si rechazamos la duplicidad y la norma doble de ser una cosa en el púlpito y otra en privado, ¿con qué las reemplazamos? En resumen, ¿cómo podemos ser santos y humanos al mismo t iempo? Después de haberme graduado de la universidad y comenzando un ministerio de predicación con Juventud para Cristo, mi propia consciencia de esta tensión siguió creciendo al ver la hipocresía en mi vida y en la de otros líderes cristianos. En esos primeros años, muchos de nosotros predicábamos acerca de la necesidad necesidad de seguir normas estrictas de conducta. Proclamábamos reglas sin excepciones. En privado, sin embargo, me encontré con que los demás no sólo reconocían la dificultad, sino la imposibilidad de cumplir esas normas a cabalidad. Noté que cuando estos líderes se juntaban y sentían que podían bajar la guardia, su conversación dejaba en claro que sentían que los laicos no podían entender la verdad. Mientras que ellos, los líderes, comprendían que las respuestas legalistas y las soluciones simplistas no siempre funcionan (y ni siquiera lo hacen como regla general), no estaban dispuestos a admitirlo a sus congregaciones. La actitud era que nosotros somos lo suficientemente maduros como para enfrentar la realidad, pero nuestras congregaciones no lo son. Era un elitismo espiritual, o lo que empecé a llamar “una conspiración de hipocresía”. Recuerdo que una vez un orador eminente fue a una convención de Juventud para Cristo y desarrolló un sermón bien razonado manteniendo que la Biblia no tiene error no sólo cuando habla de la fe, sino también cuando habla de historia, geografía, ciencia o cualquier otro tema. Sin excepciones. Más tarde, en una sesión con parte del personal, alguien preguntó si no había problema en tratar de aseverar que la Biblia es una fuente de autoridad científica. El orador contestó refiriéndose a la parábola del grano de mostaza, que Jesús describió como “la más pequeña de todas las semillas de la tierra” (Mar. 4:31). El conferenciante dijo: “Sabemos en primer lugar que el grano de mostaza no es la semilla más pequeña. La semilla de apio es más pequeña. Sabemos eso. Hay que usar el sentido común cuando se lee la Biblia. Dios sencillamente está diciendo que algo muy pequeño se convierte en algo muy grande”. El grupo en unhecho. silencioHabía paralizante. hombre, no se había cuenta de loquedó que había dicho Aquel algo que todo evidentemente, el mundo pensaba antes dedado que predicara su sermón; pero después había razonado durante dos horas explicando que no debían pensar así. Ahora estaba contradiciendo la misma tesis de su sermón. El grupo ya no sabía qué pensar. Después de esa sesión, mi esposa y yo llevamos al orador a cenar. Le pregunté si había entendido lo que había ocurrido y cuando me dijo que no, se lo expliqué. Me contestó que era verdad pero no se le puede decir ese tipo de cosa a la gente en general porque si siente que usted tiene dudas sobre una parte de la Biblia, puede llegar a pensar que la Biblia no es exacta. Siguió con una presentación de lo que se podría llamar una teoría de “dominio” de la Biblia, diciendo que si se cuestiona la exactitud del más pequeño detalle de la Biblia, se destruirá toda la credibilidad de la Biblia. Yo me pregunté si no había un peligro aun mayor en esto: ---el “elitismo”, o sea no confiar en que la congregación puede entender estas cosas. Era obvio que él no estaba de acuerdo con esta idea. Casos como éste me hicieron ver que muchos ministros sienten que parte del lado “santo” de su llamado es hacer de figura autoritaria, declarar cosas categóricamente aun cuando ellos mismos tienen preguntas y dudas. De algún modo no confían en la habilidad de Dios para enseñar a su congregación del mismo modo que les está enseñando a ellos. Nuevamente sentí la tensión entre ser un profeta que hable de parte de Dios y ser un peregrino más en búsqueda de respuestas. Como líderes cristianos, tenemos que tomar posiciones sobre puntos bíblicos para proclamar la verdad de Dios con claridad. Pero también debemos ser honestos. Ese es nuestro
desafío: ser autoritarios al enseñar la Palabra de Dios; pero al mismo tiempo ser justos, abiertos y francos acerca de lo que es tratar de vivir según las normas bíblicas.
¿Realidad amarga o ilusión dulce? Otra experiencia moldeó mi compresión de esta tensión entre ser santo y ser humano. Vi que los pastores que trataban de mantener la ilusión de la perfección, de tener todas las respuestas, se veían forzados a reprimir sus propios sentimientos y dudas. Tal represión es peligrosa porque las cosas reprimidas suelen aparecer bajo presión. Un psicólogo amigo mío experto en estos casos de predicadores con problemas, me habló de la conducta insólita que a veces tienen las personas bajo presión. Por supuesto que ésta era la observación de una persona, pero si se habla con aquellos que tratan a diario con el lado flaco de la sociedad (policías, abogados, jueces) se descubre mucha debilidad en buen número de los miembros de nuestra profesión. La reacción de algunos cristianos es la de deshacerse de los falsos para solucionar el problema. Tengo dos respuestas para ellos. En primer lugar, si nosotros pudiéramos arreglar el comportamiento humano, Jesús no habría tenido que morir. Sencillamente hubiera exigido un buen cumplimiento. En segundo lugar, dado el comportamiento persistente de la raza humana, Dios usa instrumentos fallados. Si nos deshacemos de todos los pecadores que hay en el ministerio, no habrá quien trabaje. Salomón tuvo palabras apropiad apropiadas as al decir: “Donde no hay bueyes el establo está limpio” (Prov. 14:4, traducción traducción del autor). Cuando yo y algunos otros hombres de Juventud Juventud para Cristo vimos lo qu que e estaba ocurriendo entre nuestros compañeros decidimos enfrentar enfrentar la vida tal cual es y hablar honestamente. Declaramos nuestra independencia de la “conspiración de hipocresía”. El capítulo sobre la honestidad en The Taste of New Wine (El gusto del vino nuevo) nuevo) d de e Keith Keith Miller fue un punto clave para mí. Decidí que si siento lascivia voy a llamarlo lascivia lascivia.. Voy a admitir ante mis amigos que siento lascivia. Voy a pedir su consejo porque he decidido que probablemente ellos también la sienten. Nuestro razonamiento era que en vez de negar nuestros sentimientos y esconder nuestras dudas, nosotros y aquellos a quienes predicábamos estaríamos mucho mejor si abriéramos las ventanas de nuestra mente y dejáramos correr el aire. Mirar las experiencias de la vida honestamente a la luz de la Biblia tenía que ser mejor que encerrarlas en pequeños compartimientos de la mente. Cuando podemos “unirnos a la raza raza humana” y reconocer que como minis ministros tros de evangelio compartimos la condición condición humana, de repente la div división isión entre “ellos” y “nosotros” se hace menos notable. La gente a la que estamos tratando de llegar deja de ser el enemigo o una amenaza por causa de los diferentes estilos de vida vida y nos convierte en compañeros compañeros de peregrinaje que, como nosotros, necesitan una expresión abierta del amor de Dios. Podemos identificarnos con sus sus necesidades y aun con sus pecados pecados porque les tenemos la misma confianza que queremos que Dios tenga en nosotros. Porque mis amigos y yo estábamos involucrados en evangelización y las personas que necesitaban a Cristo estaban en el mundo, empezamos a ir donde estaban y participar en algunas de sus actividades. actividades. Como resultado, se nos criticó por por ser “mundanos”. Empecé a comprender lo que Jesús sintió cuando lo acusaron de ser “un comilón y bebedor de v vino, ino, amigo de publícanos y de pecadores”. Por suerte también empezamos a comprender que “los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos”. Por supuesto que hay peligros en identificarse con el mundo o más precisamente, en encarar el evangelio. Pero yo creo que Dios prefiere que admitamos la realidad, aun cuando no es linda, antes que perpetuemos una ilusión. Este nuevo enfoque revolucionó mi vida cristiana y mi ministerio para bien, según creo. Me ha permitido buscar la verdadera espiritualidad, que no consiste en negar y esconder sino en enfrentar las cosas honestamente bajo la guía de las Escrituras y del Espíritu Santo. Grandes recompensas aguardan al que está dispuesto a emprender este peregrinaje de transparencia, honestidad, arrepentimiento y libertad. Sí, todos estamos de acuerdo con la declaración bíblica de que hace falta la santidad, pero la mayoría de nosotros ha descubierto que la perfección es escurridiza. Somos vasijas de barro llamadas a llevar la verdad de Dios por medio de la proclamación y la encarnación ---no sólo en nuestros sermones, sino en nuestras relaciones y nuestro estilo de vida personal. ¡Qué
tarea tan imposible de cumplir! Especialmente después de un vistazo hones honesto to en el espejo o de nuestra primera clase de sicología. Si somos honrados, debemos admitir que no somos santos. Se nos ha llamado, sí pero de una raza caída. En el resto del libro, que es un peregrinaje algo autobiográfico y anecdótico, me gustaría objetar a la idea de que Dios exige que los hombres y las mujeres que están en el ministerio sean perfectos. Yo creo que Dios no espera la perfección; esa es una expectativa no realista en este mundo.
Como pastores, no sólo debemos proclamar la gracia de Dios, sino que debemos entender que es la única esperanza para todo ser humano, incluyéndonos a nosotros mismos. Porque somos humanos, nuestra tarea es la de experimentar y recibirla. La gracia no es sólo un tema para sermones; también es la clave de la autenticidad, la higiene mental y el ministerio efectivo.
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EL MINISTERIO: AMOR Y ODIO
Nuestro trabajo... nos expone a grandes cargas y labores, peligros y tentaciones, con poca recompensa y gratitud del mundo. Pero Cristo mismo será nuestra recompensa si obramos con fidelidad. Martín Lutero El ministerio cristiano es el peor de todos los negocios, pero la mejor de todas las profesiones. John Newton
Miles de cuento empiezan con la idea de que hay buenas y malas noticias. Una razón por la cual son tan comunes es que se parecen mucho a la vida real. La vida no es t oda sonrisas. Una de mis historietas cómicas favoritas es aquella en la cual Carlitos “Rabanitos” le dice a Lucy: ---La vida tiene sus altibajos. En el último dibujo, Lucy grita: ---No quiero bajos. Quiero altos, altos y más altos. Eso se parece a muchos testimonios que a veces escuchamos: “Y recibimos a Cristo y desde entonces somos siempre felices.” Desafortunadamente, la vida en el ministerio no es así. El placer viene mezclado con el dolor. Al igual que la tensión entre lo santo y lo humano, la relación de amor y odio que la mayoría de los ministros tienen con el ministerio es otra tensión que merece ser enfrentada con honestidad. Enfoquemos en primer lugar los privilegios del ministerio.
Por qué amamos el ministerio Hace poco hablé en una reunión de la Asociación de Padres de una escuela y después dos personas se acercaron para decirme que habían conocido a Cristo hacía treinta años en reuniones de Juventud para Cristo cuando yo dirigía un club en su vecindario. Eran dos personas que realmente yo no conocía, pero que por lo menos en parte habían sido influidas por mí para tomar la decisión más importante de su vida. Yo había hecho un impacto positivo en su vida: pero ni siquiera me enteré de ello sino hasta treinta años después. Era una de esas sorpresas placenteras que confirman el valor del ministerio y me recuerdan que verdaderamente no hay otra vocación que valga más la pena ni que tenga mayor impacto. La gente que conoce a Cristo o profundiza su relación con él bajo nuestro cuidado está agradecida de una manera única y profunda, y hay una satisfacción muy profunda en saber que se ha afectado esta vida y aun la eternidad. ¿Cuál satisfacción puede ser mayor que ésta? Hay mucho para amar en el ministerio. En primer lugar, si hemos sido llamados, tenemos el sentir de ser obedientes a la voluntad de Dios, de trabajar con él y hacer lo que él nos ha encomendado. Como alguien dijera con mucho acierto: “Si Dios te llama a predicar el evangelio, no te rebajes para ser rey”. También disfrutamos al sentir que los asuntos de los cuales hablamos y la obra que estamos haciendo son las cosas más importantes de la vida. Las preguntas finales, los destinos eternos, las mismas almas de hombres y niños ocupan nuestra atención todos los días. No hay forma más profunda de dejar huella en el mundo que la de estar en el ministerio. Estamos involucrados con individuos y familias desde el nacimiento hasta la muerte. Los acompañamos en sus días más brillantes y en sus noches oscuras. Presentamos sus bebés, enterramos a sus padres. Celebramos sus cumpleaños y aniversarios. Los unimos en matrimonio, les aconsejamos cuando tienen dificultades y lloramos con ellos cuando sus relaciones terminan en la muerte o en el divorcio. Los pastores que están involucrados con sus congregaciones ven más de las experiencias de la vida que casi cualquier otra persona. Cuando se sirve en un lugar durante varios años, se desarrollan unas amistades profundas que pocos conocen. Yo pastoreé una iglesia durante quince años y el último domingo que
estuve allí celebramos la cena del Señor. Al pasarle el plato a esos doce hombres parados frente a la congregación y mirar a los ojos a cada uno, me di cuenta que había algún secreto entre cada uno de ellos y yo. En un caso había sido un consejo, en otro un pecado confesado, una dificultad que vencimos juntos, una decisión crítica que uno de los dos había tomado con la ayuda del otro o una crisis en la familia. Pero sea cual fuera el caso específico, la sensación era parecida a la de haber pasado una guerra juntos. El secreto unía inexorablemente nuestras vidas. Recuerdo haber pensado que esto no es un drama ni una novela. Esto es la vida. Esta es la realidad en su nivel m ás profundo. Desde entonces, no importa cuándo me encuentre con uno de estos hombres, siempre trataremos razonablemente unos con los otros. Desarrollamos la confianza y nunca nos traicionaremos porque nos debemos mucho. Ese es el significado de la amistad y esas relaciones, que siempre atesoraré, fueron el resultado del ministerio. Cuando se comparte con la gente a ese nivel, se tiene la oportunidad de ver cómo se salvan matrimonios en peligro, cómo una madre y un padre llegan al Señor y toda la familia comienza a crecer espiritualmente, cómo un joven que parecía estar tan despistado de repente hace algo que deja ver que estuvo absorbiendo mucho más de lo que cualquiera podía imaginar. Hoy Janie estuvo limpiando el altillo y encontró unas cartas que yo le había escrito desde Australia en 1965. en una de ellas le describí a un joven que conocí y en quien vi una gran promesa para el ministerio del evangelio. En la carta le pedía que orara para que pudiera participar en su preparación y su crecimiento. Hoy, después de más de veinte años, ese joven está entre mis amigos más íntimos. Le presenté a la joven americana que después sería su esposa. Mi hija estuvo en la ceremonia, que yo conduje. He visto cómo Dios lo ha utilizado en todo el mundo. ¡Qué satisfacción! Otra parte del ministerio que amo es el gozo que viene por el servicio. La persona que realmente sirve por un amor generoso conoce un secreto velado a los demás: el servidor recibe mucho más que el servido. Aunque las palabras de Jesús, “es más bienaventurado dar que recibir”, son citadas con frecuencia, hay mucha gente que nunca ha descubierto este secreto. Jesús nos llama a guiar mediante el servicio en el ministerio. Creo que es de notarse que Jesús nos llamó a ser pastores de su rebaño, no vaquero de reses. Las ovejas no pueden ser llevadas como las reses; tienen que ser guiadas según el modelo del Salmo 23. un pastor con la mentalidad machista de un vaquero americano en vez de la de un pastor oriental va a tener muchos problemas para guiar al pueblo de Dios. El gozo llega al aprender a seguir el ejemplo de Cristo y a guiar suavemente. Jesús habló de esta paradoja cuando dijo que si perdemos nuestra vida por amor de él, la ganaremos. A medida que damos, recibimos. Las recompensas más profundas de la vida son nuestras cuando aprendemos a servimos. Las virtudes tan instintivamente admiradas de la oración de Francisco de Asis llegan a ser las posesiones calladas de nuestra alma, una especie de secreto entre el hombre y el Salvador. Tal gozo sólo puede llegar al ceñirnos la toalla y aceptar la vasija del liderazgo por el servicio. Nuestro lema llega a ser el siguiente: “No es un sacrificio; es un gozo”. A veces alguien expresa su gratitud dándole a un hijo el nombre de quien le ayudó. Puede suceder que varios años después de haber tenido una experiencia profunda con una familia llegue una carta en la cual la familia le informa de su decisión de darle el mismo nombre a su hijo. cada vez que sucede, la reacción es la de caer de rodillas y rogarle a Dios pidiendo fortaleza para ser digno de esa confianza. En un sentido es una carga pesada pero también es una carga muy agradable. Esto me ocurrió una vez después de haber orado con una pareja que estaba considerando abortar a su hijo. cuando decidieron no hacerlo, me sentí contento. Pero cuando meses después el bebé recibió mi nombre, me paró en seco. Me di cuenta que mi “mot ivo de oración” ahora tenía un cuerpo, una personalidad, una identidad y un nombre ---¡el mío! El ministerio es un gran lugar para el que ama el desafío. No hay otro trabajo que pruebe tan profundamente los recursos, la creatividad, el aguante, la paciencia, la fuerza, el tacto, la madurez espiritual y el sentido del humor. Si se quiere ser eficaz, el ministerio demanda todo lo que se tiene. La Asociación Médica Americana (American Medical Association) hoy reconoce unas 360 especialidades diferente. Pero el pastor tiene una práctica general en el sentido más grande --ve todo y se siente totalmente desafiado. Para mí, ésa es una gran medida de gozo en el trabajo.
Por qué odiamos el ministerio Por más agradable que sea el ministerio, debemos admitir que también es probable que el llamado nos traiga bastante dolor por una variedad de motivos. Con frecuencia la sensación primordial de los ministerios es la soledad. Un pastor lo expresó de la siguiente manera: “Hay momentos en los cuales me siento solo en la iglesia, sin ánimo ni apoyo aparente de parte de la congregación. Soy el pastor y tengo que mantener todo en marcha. La actitud general parece ser aliméntame; es su responsabilidad, y yo no tengo que ayudarle. Tengo que dar y dar y dar ---hasta que finalmente ya no quede nada”. La mayoría de nosotros conoce ese sentir: se trabaja con todo el corazón, lo mejor que se puede, y no parece importarle a nadie. Las demandas sobre nuestro tiempo pueden ser otra fuente de resentimiento. Si usted es un pastor típico, sabe lo difícil que puede ser tener tiempo para la familia y ni habla de tiempo para descansar o mejorarse. Para la mayor parte de la gente, no significa nada interrumpir las comidas de usted, o su día dedicado a la familia y las emergencias, por supuesto, no respetan el horario de nadie. Si usted se detiene a pensar en las largas horas que trabaja y cómo se comparan con las de otros (una forma de pensar cuya frecuencia es directamente proporcional al grado de cansancio), el resentimiento puede crecer rápidamente. Otra fuente de resentimiento que yo he tenido que enfrentar ---para mí el área más difícil a través de los años ---es el ser considerado como una persona “espiritual”, lo cual se traduce como “El pastor sabe de teología pero no sirve de mucho en las cosas prácticas”. A veces la gente da por sentado que porque se es ministro, no se entiende nada de negocios y probablemente ni siquiera se sabe de matemáticas. A veces sucede que algunos miembros del consejo de la iglesia son hombres de empresa o saben de administración. No cabe dudad que la iglesia puede beneficiarse por el aporte de su talento y experiencia. Lo que da lugar al resentimiento, sin embargo, es la insinuación tácita de que el ministro debe dedicarse a la predicación mientras ellos manejan el dinero, y que se lo ignore o haga a un lado cuando se tratan los asuntos de la iglesia. Esto ya no me ocurre con tanta frecuencia porque he administrado una organización grande y soy rector universitario. Pero he participado en reuniones en las que me hicieron sentir que debería ir a poner un negocio por mi cuenta para que se me tomara en serio. Por otro lado, puede ser que un ministro dado no tenga ningún interés o talento en finanzas y administración, pero el pastorado frecuentemente exige que tome decisiones relacionadas con ellas. Esto también puede ser motivo de frustración y resentimiento. Otra fuente importante de resentimiento es el hecho de que, en el ministerio, para ser efectivo hay que ser vulnerable, y eso puede conducir a heridas graves. Se pueden citar incorrectamente las palabras del ministro. Se lo puede malinterpretar, resultando en rumores o ataques directos. Se le puede acusar de algo que podría ser fácilmente desmentido si no fuera por el hecho de que para hacerlo tendría que traicionar una confidencia. ¿Y cuando hay gente que deja la iglesia sin motivo aparente, aun después de que se le ha dedicado mucho tiempo y esfuerzo para suplir sus necesidades? Son comprensibles las palabras de un pastor en cuanto a esta experiencia: “Me deja con la sensación de una traición personal y una confusión en cuanto a la forma de tratar mi enojo y mi frustración”. Siguió con un lamento por “la deshonestidad de unas pocas personas que se fueron sin una palabra después de varios años de apoyarse continuamente en mí”. La reacción natural al dolor es t ratar de endurecerse. Puede formarse una corteza espiritual y emocional mientras el ministro se aleja, tratando de mantener con sus problemas una distancia entre él y los demás. Deja de ser vulnerable. Se cuidad en lo que dice. Deja de estar dispuesto a arriesgarse. Pierde toda espontaneidad. Por supuesto, lo que sucede entonces es que se vuelve mucho menos efectivo en el ministerio. En términos prácticos, se descalifica de ser una verdadera ayuda para los necesitados. Es obvio que eso tampoco es bueno. Sólo he tocado algunas de las áreas que frecuentemente pueden dar lugar al resentimiento. Muchos se podrán identificar con varias de ellas probablemente podrían agregar otra lista tomada de su propia experiencia. Estas frustraciones son un hecho de la vida en el mundo caído. La cuestión es qué hacer con el resentimiento.
Cómo vencer el resentimiento No pretendo tener todas las respuestas pero quiero ofrecer algunas perspectivas que me han ayudado a mí. Tal vez ayuden a otros. En primer lugar, si el dolor es resultado de haber sido vulnerable y de haberse dado a otros, mi “solución” es sencilla, pero nada fácil. La única alternativa a volverse frío y distante es pedirle continuamente a Dios la sensibilidad a las necesidades de los demás, aunque signifique estar abierto a una nueva herida. Es difícil ---casi un tipo de crucifixión. Pero es parte de lo que significa ser pastor y no sólo predicador. Es parte de lo que los apóstoles querían comunicar cuando hablaron de la necesidad de compartir los sufrimientos de nuestro Señor. Cada vez que alguien viene a nosotros pidiendo ayuda estamos frente a una encrucijada. Tenemos que elegir constantemente e inteligentemente para no deslizarnos hacia la indiferencia. Debemos poner nuestra vida y nuestra reputación nuevamente en las manos de nuestro Padre celestial. En cuanto a juntas (o individuos) que dan por sentado que no tenemos sentido común en los asuntos económicos, finalmente me di cuenta que mi resentimiento se debía principalmente al ego, a la necesidad de probar que era tan inteligente como ellos. Con el tiempo, sin embargo, llegué a verlo en la perspectiva del funcionamiento de todas las partes del cuerpo de Cristo. Si yo hubiera intentado controlar todo, le habría estado haciendo a ellos lo mismo que me molestaba que ellos me hicieran a mí. Les estaría negando la oportunidad de ofrecer sus talentos y dones a la obra del Señor. Además, es sencillamente más eficiente delegar el trabajo que otros pueden hacer. Peter Drucker anima a cada líder a preguntarse cuál es el papel que sólo él puede cumplir. Eso nos libera para hacer las cosas que realmente son nuestra especialidad, que no corresponde delegar a otros. La mayoría de nosotros lucha con un exceso de demandas sobre nuestro tiempo y por lo mismo, es esencial aprender a delegar el trabajo; puede salvarle de la locura, salvar a su familia y hasta la vida. Otra manera de vencer el resentimiento y desviar la crítica es no tomar decisiones por cuenta propia. Hagamos consultas. Que participen las juntas en la toma de decisiones. No tenemos que ser más inteligentes que los demás ni que llevar solos la carga de las decisiones. Si las decisiones se toman en conjunto, no se puede tener toda la gloria por las que resultan ser sabias. Pero tampoco hay que llevar toda la culpa por las que resultan mal. Y aparte de eso, cuando un grupo toma una decisión hay un sentido de responsabilidad mucho mayor por trabajar en conjunto para llevarla adelante. Por último, ¿qué se hace con la sensación de no ser apreciado? Hay dos pensamientos que me han ayudado con esto. En primer lugar, cuando por la noche estoy por poner la cabeza en la almohada, trato de hacer una evaluación honesta. Me pregunto si mi motivación hoy realmente fue servir a Dios, apoyándome en él, tomando de su fuerza, buscando sólo su “bien hecho” o si me dejé llevar por el deseo de obtener la aprobación de los demás. Es tan fácil hacer esto; lo sé por experiencia. Son lindas las expresiones tangibles del aprecio de la gente. Con ellas es mucho más fácil ser entusiasta y positivo acerca de nuestro trabajo. Pero cuando nos concentramos en ganarla, olvidamos a Aquel a quien hemos dedicado nuestra vida. En segundo lugar, trato de aceptar la naturaleza humana como lo hizo Jesús. Cuando él sanó a los diez leprosos y sólo uno volvió para agradecerle, imagino que sintió tristeza pero no sorpresa y sé que no sintió amargura. Me costó mucho sobreponerme a la sensación de no ser apreciado hasta que empecé a esperar que las congregaciones se comportaran como seres humanos. Los cristianos va a mentir, engañar, chismear, traicionar, abandonar, negar y discutir. Son criaturas caídas. Igual que yo. Si lo olvido y empiezo a esperar demasiado, voy a sufrir una desilusión. Por otra parte, debo tener cuidado de no ir tan lejos con esta actitud que me convierta en cínico y no espere nada de nadie ni tenga confianza en nadie. Todos podemos lograr mucho más si somos prontos para perdonar, mantenemos una actitud positiva y animamos a la gente, exhortándola a ser lo mejor posible y darle lo mejor posible a Dios. Otra perspectiva que me ha ayudado con el resentimiento es creer profundamente que es imposible tener una mala experiencia. No importa lo que pase, no importa el error que cometa o lo que se me haya hecho, puedo aprender mucho de ella. Las personas más sabias y con más experiencia son aquellas que han cometido muchos errores y han tenido mucha adversidad pero que han aprendido algo de cada una de esas experiencias.
Tal vez la actitud m ás importante que he descubierto para vencer el resentimiento sea la de recordar que en última instancia mi vida no es mía. He sido comprado por un precio. Si empiezo a pensar que me he ganado algo ---más libertad, mayor sueldo, mayor respecto ---voy a sentir resentimiento. Pero sólo puedo sentir resentimiento si creo que alguien me ha privado de algo que merezco merezco.. Pero si me veo como siervo, como esclavo de Dios que no merece nada, no queda nada de que resentirse. Admito que la idea de ser esclavo, aun de Dios, es algo repugnante. Después de todo, vivimos en una democracia y somos celosos de nuestros derechos. Cuando hablamos del liderazgo a través del servicio, preferiríamos verlo como un método para lograr m ás, tal vez algo así como un método administrativo japonés, en vez de considerarlo como una condición del alma. Pero eso no es lo que Jesús tenía en mente. Ser sirvo es cederle todos los derechos de la vida a Dios. Entonces no queda nada para que otro lo quite. Aprendí una lección importante relacionada con esto cuidando a mis hijos cuando eran pequeños. Mi esposa, Janie, iba al ensayo de coro por la tarde y los dejaba conmigo. Si mi actitud era que la tarde todavía era mía, intentaba mirar televisión o leer un libro mientras vigilaba a los niños. Generalmente era un desastre. Pero si me olvidaba de mi derecho a ver el partido o a leer un libro y decidía que la tarde les pertenecía a los niños, y que iba a pasar el tiempo jugando con ellos, todo era felicidad. A. W. Toser señaló el hecho de que cada cristiano debe aprender a soportar una de dos dolores ---o el dolor de la mente dividida es como un dolor de muelas que dura toda la vida. El dolor siempre está ahí, llenándolo de resentimiento, ira y envidia. En cambio el dolor de ser crucificado es un dolor quirúrgico, profundo, terrible. Pero una vez que t ermina, termina. Ya no lo hace clamar más. Que Dios haga esa cirugía en cada uno de nosotros.
Estoy convencido de que cuando lleguemos a ese punto, la mayoría de nuestros resentimientos hacia el ministerio desaparecerán como la neblina en un sol radiante. Pero aun cuando nuestras motivaciones y perspectivas internas son sanas, quedan algunos asuntos humanos clave que amenazan nuestro santo llamamiento.
3
EL TRAUMA DE LA TRANSPARENCIA
No hay nadie sin faltas, ni siquiera los hombres de Dios. No son hombres de Dios porque sean perfectos sino porque conocen sus propias faltas, luchan contra de ellas, no las esconden y están siempre prestos a corregirse. Mahatma Grandhi Todo ministro honesto predica de una reserva de culpa y de gracia. Gary Gulbranson
Un año, para Navidad, mis hijos me regalaron una serie de grabaciones tituladas “Gospel Birds” (“Aves evangélicas”), del locutor Garrison Keillor. En uno de sus cuentos Keillor menciona que si un pastor se para frente a la iglesia y dice ser humano, igual que los demás, las primeras preguntas que surgen en la mente de la congregación son ¿ ¿Con Con quién? y quién? y ¿Por ¿Por cuánto tiempo? Keillor sugiere que la conclusión inmediata es que debe haber cometido adulterio. ¿Por cuál otro motivo admitira un pastor su humanidad? Este chiste revelador me hizo pensar acerca de ese interesante dilema del ministerio. ¿Qué hacemos con nuestras debilidades, nuestras dudas y temores, nuestros fracasos y pecados? ¿Cuán transparente le conviene ser a una figura pública tal como el pastor o líder cristiano?
La necesidad de ser transparente Parte del desafío viene de la necesidad de expresar nuestras emociones, tanto negativas como positivas. Ya hemos hablado de la manera en que la supresión de nuestra humanidad puede hacer peligrar el ministerio. Debemos ser ejemplos espirituales, es cierto. La gente nos mira. Pero ese no es motivo para esconder nuestras faltas; es la razón para admitirlas. Si la gente nos mira con la detención y el tiempo suficientes, o descubrirá lo que estamos intentando esconder o reventaremos por la tensión del encubrimiento. Tanto por nuestra propia salud como por honradez, debemos encontrar maneras apropiadas de expresar nuestros sentimientos. Pero hay otro motivo por el cual es importante la transparencia: Hace que nuestro ministerio sea más efectivo. Nuestros feligreses pueden aprender más eficazmente de un ejemplo realista. Como lo expresara un pastor: “Necesito que la gente me vea como una persona que a veces falla, que comete errores, pero que está tratando de practicar lo que dice el domingo por la mañana.” Algunos estamos tentados a dar la impresión de que las respuestas a los problemas de la vida son fáciles, que tenemos la solución perfecta e inefable para cada problema o lucha espiritual. Pero yo he descubierto que la gente responde mejor a este tipo de enfoque: “este es el problema. (Y lo describo con toda la complejidad que la gente experimenta.) Esto es lo que la Biblia enseña. Esta es la manera en que he tratado de aplicar la enseñanza bíblica a mi propia situación, y esto es lo que sucedió.” Trato de comunicar que no soy un gigante espiritual que se eleva sobre los demás sino un compañero en el peregrinaje que busca sinceramente caminar con Dios y vivir de una manera que le agrade a él. Mi enfoque fue afectado por una conversación que tuve con un amigo que entró al ministerio después de una carrera exitosa como negociante. Un día me dijo: ---Jay, ¿nunca notaste cómo en las conferencias bíblicas algunos de los profesores famosos, después de dar su charla, se escapan rápidamente a su habitación, cierran las cortinas y evitan a la gente? Y en el comedor se sientan en un rincón con una expresión muy seria que les comunica a los demás que quieren estar solos. Rara vez se les ve en pequeñas sesiones informales de preguntas y respuestas. ---¿Por qué te parece que es así? ---Le pregunté.
---Bueno, a veces pienso que es porque las preguntas son ingenuas o aburridas. A lo mejor están estudiando y orando, y necesitan estar solos. Puede que a veces sea cierto. Pero a medida que los voy conociendo, me parece que en general es porque quieren crear la ilusión de ser muy piadosos y estudiosos. Quieren tener el peso de la autoridad. En sus charlas presentan un muñeco de paja y lo destrozan ante nuestros ojos con la profundidad de su lógica y de su entendimiento. Después todos salimos con la impresión de que saben todas las respuestas. Y siguió: ---Pero creo que tienen miedo de sentarse y escuchar lo que dicen las personas de carne y hueso porque alguno podría decir que el ejemplo que dieron en cuanto a la guerra no era así en su experiencia. Creo que tienen miedo que demasiado contacto con las personas reales les complicaría la fórmula o destruiría su ilusión ---igual que un niño que le dice a un mago: “yo le vi poner el conejo en la manga”. Así que evitan a la gente y la complejidad de la vida real. Tomando una analogía del golf, estos conferencistas ambulantes pueden colocar la pelota en el centro de la calle, dándoles una posición perfecta para cada golpe. Es decir, pueden fijar el tema y dar lugar sólo a las cuestiones para las cuales están preparados. Cambian de público cada dos o tres días. No tienen que quedarse para ver el resultado de sus enseñanzas; cuando la gente las pone en práctica, ya se han ido a otro pueblo donde la gente los aceptará sin cuestionamientos. Por otra parte, los pastores que permanecen con la misma congregación año tras año, no tienen la oportunidad de colocar la pelota donde quieren. Tienen que jugarla donde esté, ya sea detrás de una piedra, contra un árbol o hundida en el barro. Tienen que tratar de lograr el mejor resultado bajo las difíciles condiciones de la vida real. Después de la conversación con mi amigo, me puse a pensar y tuve que admitir que mucho de lo que decía era cierto. Hice un voto como conferencista que en adelante trataría de no hacer lo mismo. Este compromiso ha sido fuente de mucho gozo y de mucha vergüenza a lo largo de los últimos treinta años, pero también ha sido una excelente y constante educación. Pero he notado que también los pastores a veces están tentados a poner un frente falso por motivos aparentemente buenos. Un pastor dijo: “Al predicar tengo que proyectar una imagen de certeza que realmente no tengo. ¿Por qué? Porque en el púlpito no puedo ofrecer todos los factores calificantes ni aplicar los principios a todas las situaciones particulares en la vida de las personas. Por eso sencillamente digo que hay que creer tal o cual cosa. Después en conversaciones o sesiones personales, puedo entrar en más detalles y explicar que aquello se ve afectado por otras verdades.” Otro pastor dijo: “No puedo compartir mis dudas acerca de la seguridad eterna porque, quiéralo o no, mucha de la congregación depende de mi fe. Su teología todavía está subdesarrollada. La seguridad de la salvación es de algún modo de segunda mano, y está basada en mi habilidad para afirmarle que en Dios están seguros. Hace falta una congregación madura para procesar las cosas por sí mismas.” Desafortunadamente, cada una de estas declaraciones agrega otro ladrillo al pedestal pastoral, que llega tan alto que tenemos un miedo mortal de caernos. Sin embargo, nos damos cuenta de lo frágil que es este pedestal: Si la congregación está comentando: “cuán hermosa es la fe de nuestro pastor. No tiene una sola duda”, entonces tanto nosotros como ella estamos en serias dificultades. La misma verdad se aplica a las demás debilidades. Es importante que haya cierta vulnerabilidad por lo que ésta le comunica a la congregación. Hay una correlación entre la cantidad de autorevelación saludable en la predicación y la cantidad de aconsejamiento que hará el pastor. En una iglesia donde reina la dogmatización y el consejo, pocas personas están dispuestas a hablarle al pastor acerca de sus fracasos personales. Sin embargo, cuando dejamos ver nuestra humanidad, la gente pensará que podremos comprender su problema y buscará ayuda.
Los peligros de la transparencia Por importante que sea la transparencia, también es cierto que hay peligro en descubrir todas nuestras derrotas, nuestras dudas y nuestras desilusiones. Puede servir de catarsis para el predicador pero una orgía de lamentos no le hace bien a ningún oyente. Las emociones
desnudas pueden confundir confundir y avergonzar a la congregación. Siente que abusa de ella. Lo que se está mostrando puede ser legítimo y dado por Dios, pero en público debe estar vestido. La expresión indiscriminada también puede dañar la habilidad para guiar. A veces el pastor, como cualquier ejecutivo que ha tomado una decisión necesaria pero impopular, no puede hacer pública su incertidumbre acerca de la decisión. Si titubea en público, se le considera como débil. Eso ayuda a que cualquier duda que la gente pueda tener se convierta en disensión. Entonces los obreros que están llevando a cavo la decisión empezarán a dudar del apoyo del líder. Para que una decisión quede en pie los líderes t ienen que apoyarla con firmeza, aunque se sientan divididos emocionalmente. Las declaraciones ambiguas no inspiran la entrega. Con frecuencia los médicos no están seguros en un ciento por ciento que una operación dada va a tener éxito, pero cuando llega el momento de la cirugía, deben hacer la incisión con una mano firme y segura. Un corte tentativo garantiza el fracaso. Así también los pastores a veces deben actuar con más confianza de la que sienten. En la década de los 60 muchos de nosotros recogimos la idea de q que ue hay que serles fiel fiel a las emociones, hay que sentirse con la libertad de expresarlas sea cual fuere la situación. Es más, es necesario expresarlas necesario expresarlas abiertamente y los demás deberían estar dispuestos a “aceptarnos tal como somos”. Y si no somos “honestos con los sentimientos” se nos puede considerar falsos. Hay un grano de verdad en esa idea, pero las cosas no son tan sencillas para los líderes, que siempre deben considerar el impacto de lo que dicen y hacen en aquellos que lo siguen. No creo que sea perjudicial ni deshonesto tratar de ser positivo y dar ánimo a los demás. En mi caso como rector, por ejemplo, he descubierto que si expreso desaliento públicamente toda la universidad se deprime conmigo. Si alguien me pregunta cómo estoy y le contesto que estoy un poco desalentado en poco tiempo hay grupitos por todos lados diciendo que estoy desanimado. Y si yo estoy desanimado les parece que debe haber un problema realmente grande. En consecuencia consecuencia he aprendido a ser positivo, a animar a los demás. Guardo mi negatividad para el pequeño grupo de gente que puede entenderlo porque de todos modos el grupo grande no puede hacer nada para remediarlo. Necesita liderazgo. No es un engaño ni un subterfugio ser optimista, estar animado y animar a otros a creer en Dios; es uno de los elementos necesarios para un líder. La historia del Cid Campeador ilustra este concepto. El C Cid id fue mortalmente herido antes de la confrontación culminante del ejército español con los moros. Pero su presencia en el campo de batalla era tan importante para la moral de su ejército que los pocos que conocían la gravedad de su herida lo sujetaron a la montura para que pudiera guiar a las tropas. Al ver a su líder adelante, los soldados españoles se envalentonaron y consiguieron la victoria. Si el Cid no hubiera estado allí o si se hubiera desplomado sobre la montura, el ejército podría haberse desanimado y perdido la batalla. La diferencia entre la victoria y la derrota era tan sutil que dependía del entusiasmo de los soldados. Mucha de la vida es así, incluyendo el ministerio; es una lucha por centímetros. Muchas batallas se ganan o pierden por la habilidad de las partes para aguantar un poco más. Así que el líder tiene la obligación primaria de no declarar dudas o fracasos por cualquier cosa. La obligación principal es para el bien de los seguidores. Además, hay momentos en los que sería peligroso expresar lo que se está sintiendo porque no se puede explicar la emoción sin revelar situaciones que deben permanecer confidenciales. Ciertas partes de la historia no pueden ser descubiertas sin herir o traicionar a otros. Por ejemplo, no siento derecho a hablar de mi vida sexual sino en una forma muy general. Eso es algo que compartimos mi esposa y yo. Por respeto a ella y a esa relación, ni invito al público a nuestro dormitorio. También me cuido en las ilustraciones que incluyen a mis hijos. Sí, uso ilustraciones tomadas de nuestra familia; pero sólo cuando los niños quedan quedan bien. Si voy a usar usar una ilustración de la debilidad, me uso a mí mismo. No siento que la necesidad de ser transparente me dé el derecho de confesar los pecados ajenos.
Normas para la transparencia Cierta cantidad de transparencia es esencial, pero demasiado transparencia o transparencia de un tipo incorrecto o en el momento incorrecto puede ser perjudicial. ¿Cómo sabemos lo que corresponde? ¿Qué normas podemos seguir?.
Al pensarlo, he llegado a la conclusión de que la transparencia saludable tiene mucho en común con trabajar con herramientas o tocar instrumento. Hasta cierto punto, cualquiera que tenga inteligencia promedio puede aprender a hacerlo y con la práctica diligente puede lograr un nivel razonable. Pero para hacerlo realmente bien --- para ser un gran mecánico o un gran músico ---- debe haber un sentido innato, dado por Dios, de lo que es apropiado. Algunos mecánicos pueden usar una llave para ajustar una tuerca hasta el punto justo, mientras que otros siguen haciendo fuerza hasta que la rompen. Algunos pueden usar una pala y saber exactamente cuánta presión puede soportar el mango. Otros no tienen esa sensibilidad. Tengo un amigo que ha quebrado un sinfín de mangos de palas y hachas, no porque sea más fuerte que los demás, sino porque sencillamente no tiene esa sensibilidad. Todo esto nos lleva a dos cosas; primero, hasta cierto punto, es un don saber el grado justo de franqueza. Todos conocemos a personas que siempre parecen tener la palabra justa y a otras que nunca saben cuándo callarse. Segundo, la mayoría de nosotros está en algún punto entre esos dos extremos y hay mucho que podemos aprender para ayudarnos a ser mejores. Ahora siguen varios principios que he tratado de practicar. En público, mi primera regla en cuanto a la transparencia es que la autorevelación debe tener un propósito. No es sencillamente para “expresarme” . Hay otros momentos apropiados para hacerlo. El propósito debe ser el de ayudar a los oyentes, no a mí mismo. Toda declaración pública debe beneficiarlos a ellos, no a mí. A veces es legítimo presentar nuestras luchas luchas a toda la congregación. Al mostrar nuestras propias luchas, nos identificamos con nuestra gente. Pero la discusión en público de un pecado o una debilidad no es para mostrar que todos somos iguales. El propósito es dar un modelo de la fe en medio de la lucha. Junto con el anuncio de nuestro fracaso debemos expresar con igual intensidad nuestra intención de hacer todo lo que podamos para remediarlo. No sirve de nada ilustrar nuestra imperfección y nada más. La mayoría de nuestra gente ya sabe que somos imperfectos. Lo que necesita oír es nuestro deseo de honrar a Dios en esta situación. Un pastor que conozco ha edificado una iglesia fuerte y vibrante, y uno de sus secretos ha sido presentarse ante la congregación como un “compañero en la lucha”. Respeta a la gente lo suficiente como para ser honrado con ella. Se ha atrevido a decir que tiene un compromiso profundo con Jesucristo y que va a ser honrado en cuanto a la forma de vivirlo. Está dispuesto a decir “síganme” mientras él, que es un ser humano pecador, sigue sigue a Cristo. A veces sube al público sin temor y dice que ha estado probando cierto tipo de estudio bíblico pero que no está dándole resultado. Otra vez admite que es difícil mantenerse en oración porque a veces se duerme o la mente se le va por otro lado, pero que está decidido a no darse por vencido y que ha comenzado comenzado a notar sus oraciones y hacer hacer una oración corta y buena antes que una larga e impresionante. Ha sido honrado con su gente; ha compartido su lucha. Pero al mismo tiempo ha estado guiando a su gente, no arrastrándola. Tanto sus palabras como su vida siguen apuntándola hacia Dios, no hacia su pecaminosidad. Siempre reafirma su deseo por una relación más fuerte con Dios. Mi segunda regla personal de transparencia es dirigida a la gente a que se fije en Cristo y no en mí mismo. Hace varios años, noté un cambio en la predicación de un pastor amigo mío. Empezó a hablar con lo que yo consideraba ser una franqueza inapropiada acerca de la sexualidad. Cada ilustración del pecado era un pecado sexual. Su tono era muy condenador; se percibía muy poco espíritu perdonador. Poco después se descubrió que estaba involucrado en adulterio. Reexaminando sus palabras a la luz de este conocimiento, me doy cuenta que estaba expresando su propia necesidad de purificación y restauración por medio de su dureza. Pero todo lo que había trascendido era la condenación. A veces nos sentimos obligados a tomar el papel de Cristo. Cuando vemos el pecado en los demás, lo condenamos o lo perdonamos en vez de dejar que Cristo lo haga. Empezamos a dispensar la gracia en vez de participar de ella. Siempre me han intrigado las palabras de Pablo en 2 Corintios 5:19: “Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándoles en cuenta sus trasgresiones y encomendándonos a nosotros la palabra de la reconciliación.” ¡Cuántas veces pensamos que se nos ha encomendado a nosotros nosotros condenar el pecado, predicar en contra del pecado o hasta perdonar los pecados! Pero no es así. Predicamos a
Cristo, el cual reconcilia a la gente con Dios. Hay una diferencia entre representar a Cristo y tratar inconscientemente de ser de ser Cristo. Cristo. Pienso que la gente que representa a Cristo está, en primer lugar, cómoda con la gracia. Está rebosando de gratitud. Cuando esta gente ve sus propios pecados, siente el remordimiento adecuado pero no se siente obligada a encubrirlos. Es la primera en decir que los ve, así como Cristo los ve y eso es lo que significa el evangelio ---que Cristo nos ama a pesar de nuestros pecados. Esta gente está en paz con la gracia. Esta actitud afecta la predicación. Significa que no decimos cómo nosotros nosotros solucionamos solucionamos los problemas de la gente, sino cómo Cristo los resuelve. Conducimos a la gente a Jesucristo, no a nosotros mismos. Si yo me presento como Cristo ---mi tiempo, mi conocimiento, mi empatía, mi comprensión, mi honestidad y cualquier otro rasgo noble que puede tener ---y ofrezco eso a la gente, no es mucho. Es mal negocio para ella. Cuánto mejor es señalarle a Jesús y dejar que lo reciban a él él.. Si estoy conduciendo a la gente a Jesús y su poder para transformar vidas, puedo ser honrado acerca de la manera en que está él tratando mi imperfección. Por último, debemos encontrar otros escapes para aquellas cosas que necesitan ser expresadas pero que no tienen cabida en público ---confidentes, personas que pueden escuchar sin juzgar, personas capaces de respetar y mantener la confidencia de nuestras conversaciones. En muchas maneras ésta es una de las ayudas más grandes que provee el cónyuge, pero también hacen falta otros confidentes. Este es un tema recurrente del libro y lo exploraremos más a fondo en capítulos posteriores.
Pero ahora dirijámonos a algunos de los dilemas humanos específicos que los pastores han identificado en su santo llamado.
4
LA SOBRECARGA DE RELACIONES
No es que sea tan difícil tratar a la gente ---todo lo que hace falta es una paciencia inagotable, una percepción infalible, una estabilidad nerviosa inalterable, una voluntad inquebrantable, un juicio decisivo, un físico inquebrantable, un ánimo incontenible, más un afecto sincero para todas las personas ---y un cúmulo de experiencia. Eric Webter
Oigamos estos describen problemadel común: veces es demasiado para mí tratarcómo de suplir laspastores necesidades de lassurelaciones hogar“Muchas y de la iglesia, aparte de las demás responsabilidades de mi cargo.” “Soy pastor de una nueva iglesia que está creciendo rápidamente, saliendo de la etapa en que conocía a todos y entrando en la que es imposible tener una relación significativa con cada uno. Sin embargo, la gente no está dispuesta a sacrificar esa intimidad de iglesia pequeña, especialmente conmigo. No importa cuánto le dedico a las relaciones nunca llego ni siquiera a acercarme a ponerme al corriente.” A un tercer pastor le molesta tratar de ser amigo de todos cuando no puede suplir adecuadamente la necesidad de relación de ellos. Lucha con la calidad de las relaciones (discipular) versus la cantidad de relaciones (poder saludar y conocer por nombre a t odos; pero nada más). Estos tres, al igual que la mayoría de los pastores, están angustiosamente conscientes de uno de los mayores desafíos del ministerio moderno: la sobrecarga de relaciones. Hay tanta gente necesitada que quiere estar con nosotros. Necesita un amigo; necesita consejo; necesita un poco de atención; necesita participar vicariamente en los éxitos ajenos porque siente que no tiene los propios. Mucha de esta gente rodea al pastor. Después de un tiempo éste se siente como si estuviera siendo mordisqueado por mojarritas. Ninguna de estas personas crea una gran demanda por sí sola pero todas juntas representan una sobrecarga. Los pastores deben tratar con esta gente y sus necesidades legítimas. El resultado puede ser ministros agotados y frustrados que sienten que han invertido tiempo y esfuerzo en muchas relaciones sin mucha satisfacción duradera. A pesar de las muchas horas que invierten en las relaciones, los pastores con frecuencia terminan por sentirse culpables por no haber hecho más.
Por qué hay un problema La sobrecarga de relaciones es producto tanto de la naturaleza del papel del pastor como de las necesidades personales del pastor. No hay duda que en esta esfera el papel del pastor es mucho más difícil de lo que era antes. En siglos pasados la tarea pastoral era mayormente litúrgica. La función primaria era proclamar los oráculos de Dios. Pero en años recientes, un número cada vez mayor de personas ha empezado a dar por sentado que el pastor es su consejero, confidente y amigo personal. Hoy el pastor está frente a toda la congregación cada semana y la gente llega a pensar que lo conoce muy bien. Muchos pastores invitan este concepto, proyectándose como animadores, usando anécdotas e lustraciones autoreveladoras para enfatizar los puntos del sermón. En contraste con Jonathan Edwards, predicador fogoso del siglo dieciocho, que fijaba la vista en el fondo del santuario mientras les advertía a los pecadores que no cayeran en las manos de un Dios airado, los pastores de hoy crean un ambiente de intimidad y aceptación por medio del contacto visual, la sonrisa de reconocimiento y el tono de voz. El servicio fomenta la idea de que en la vida cristiana todos somos hermanos. Además, siguiendo la línea de familiaridad de la sociedad contemporánea, la mayoría de los pastores se dirige a la gente por el primer nombre, aun a
aquélla que sólo conoce superficialmente. Y la gente, a su vez, piensa en el pastor por su primer nombre, no por el apellido. Yo experimento esto por la emisión del programa de radio Foro Familiar que se transmite todos los días por todo el país. El formato del programa incluye la lectura de una carta que comienza con “Querido Jay” y sigue con la descripción de un problema común de familia. Intento dar una respuesta específica y práctica. El resultado aún de esta exposición poco sofisticada es que con frecuencia la gente se me acerca en lugares públicos y comienza a charlar como si fuéramos viejos amigos. Después se detiene, avergonzada, y me dice que siente que me conoce porque me ha escuchado hablar cientos de veces de cosas que afectan su vida. A veces los escritores obtienen la misma reacción de sus lectores. Del mismo modo, la predicación, la enseñanza y el buzón de consultas pueden magnificar el nivel de expectación de la gente que piensa ser amiga íntima del pastor. Bajo estas circunstancias, la gente siente que se le ha invitado a acercarse y hablar en cualquier momento sobre cualquier tema, y es inevitable que, a veces, los pastores se enfrenten con la sobrecarga de relaciones. Conozco a pastores que hablan acerca de la importancia de la intimidad; pero después, cuando se cumple, se quejan de la presión de la multitud. Les recuerdo que no pueden tener intimidad y privacidad al mismo tiempo. Este sentido de intimidad es parte del contacto táctico del pastorado moderno. La naturaleza del cargo de hoy requiere cierto nivel de sobrecarga de relaciones. Además acompaña la visibilidad y tenemos que aprender a vivir con ella. En cierto sentido es una señal de que hemos tenido éxito en la creación del ambiente deseado. Conozco a otros pastores que dicen sentirse hipócritas si tienen que aparentar estar interesados en la gente cuando no lo están, así que, en nombre de la honradez se niegan a fingir el interés y no intentan relacionarse con las personas. Todos comprendemos ese sentimiento, pero yo les recuerdo que a la gente realmente no le interesan nuestros sentimientos honrados. Quiere ayuda y la quiere ahora. Mi responsabilidad es demostrar interés, no mal humor. La idea de mostrarse irritable si se siente irritable y amable cuando se siente contengo significa ser esclavo de las emociones en vez de siervo obediente de Cristo. Si nos condicionamos a demostrar interés y nos permitimos una respuesta en simpatía, mi experiencia es que Dios provee los sentimientos genuinos. Otra razón para la sobrecarga de relaciones es que a pesar de nuestras quejas, en muchos casos nos ayuda a suplir nuestras propias necesidades emocionales. A los pastores generalmente les gusta estar con la gente, ser aceptado por la gente y sentirse necesitado necesitado por por la gente. Mirando la otra cara de la moneda, muchos de nosotros tememos al rechazo, lo cual complica el problema. Nos sentiríamos abandonados si la gente no viniera a nosotros con sus problemas. Así es como nos sentimos divididos entre la sobrecarga de relaciones y nuestra necesidad personal de contacto. Una razón final de la sobrecarga de relaciones es que muchos pastores se han dejado llevar por el énfasis contemporáneo en ser mejores administradores. El enfoque administrativo requiere una orientación hacia las meta: proyectar los objetivos, fijar un calendario para lograrlos, planear las actividades diarias con los objetivos en mente y ver a la gente como uno de los recursos para lograrlos. Hay pastores que siguen ese programa fielmente. Algunos quieren edificar grandes templos; algunos tienen otras visiones. Pero cualquiera que sea su meta específica, empiezan a ver a la gente como un medio para llegar a un fin determinado. Algunos pastores hasta se refieren a las personas como “unidades donantes” . He ido por los apiñados pasillos de grandes templos siguiendo a los miembros del personal, y he notado que en algunos casos nadie les habla y que ellos, a su vez, no saludan a nadie, ni con un “hola” ni con una inclinación de la cabeza. Por supuesto que esto no es nada raro en edificios grandes donde trabaja mucha gente. Cuando pregunté en voz alta si este estilo impersonal tenía lugar en la iglesia, se me dijo que la gente sabía que estaban ocupados y no querían molestar. Puede ser. A lo mejor no se ofende por énfasis en la eficiencia y la funcionalidad; pero, sólo porque el mundo está fragmentado y empobrecido en sus relaciones, ¿tiene la iglesia que estarlo también? Ya sea que los pastores usen una perspectiva administrativa o no, puede ser que un buen número de los miembros del consejo lo haga y que quiera aplicar los métodos que usa todos si el pastor les cuenta acerca de la tensión y dice que la gente le ha impedido lograr ciertas metas dentro de un tiempo especificado, es muy probable que le contesten que va a tener que
aprender a manejar su horario mejor y abreviar las consultas porque esa no es la única prioridad y que va a tener que aprender a decir que no a la gente. Cuando una iglesia adopta este enfoque, la gente y sus problemas se convierten en interrupciones y distracciones en vez de oportunidades para el ministerio. Algunas iglesias están buscando a gente para solucionar sus problemas en alcanzar sus metas; las iglesias pueden haber perdido de vista la necesidad de servir a las personas que Dios les está trayendo.
Una cuestión de perspectiva Para mi modo de pensar, la clave para tratar la sobrecarga de relaciones es una cuestión de perspectiva. Depende de cómo se vea la situación. Mi perspectiva está moldeada, en primer lugar, por la perspectiva bíblica del valor del ser humano, que la gente es un fin en sí misma, no un medio para algún fin mío. Tengo un amigo, traductor bíblico, que se fue a vivir con los indios sudamericanos cofanes, una tribu de sólo seiscientas personas. El hacía sonidos señalaba objetos. Ellos repetían los sonidos. Podemos imaginar esas conversaciones: “Nariz”. “Nariz”. “Nariz”. “Oreja”. “Oreja”. “Río”. “Río”. Finalmente les enseñó que los sonidos se podían representar en el papel y les enseñó a leer y escribir en su propio idioma. Después tradujo la Biblia a ese idioma. ¿Por qué se tomó tanta molestia? Y ¿por qué lo mantienen las iglesias? Después de todo, sólo hay seiscientos de estos indios. ¿Por qué no cargarlos en camiones, enviarlos a Quito, enseñarles español y hacer que manejen taxis? ¿Por qué enviar a un hombre con una educación universitaria que cuesta 40.000 dólares y un título posgraduado que vale 20.000 dólares para enseñarles a unas pocas personas insignificantes a leer la Palabra de Dios? ¿Por qué? Por la clara y distintiva verdad mantenida por la iglesia de Jesucristo que la gente es valiosa para Dios, que cada individuo es eterno y digno de nuestro respeto. Al estudiar las Escrituras, noto que aunque Jesús parecía tener ciertos objetivos en mente, sin embargo, vivió casi constantemente respondiendo a necesidades. Es decir, las demandas y las necesidades de la gente que lo rodeaba determinaban su agenda. No se proponía un horario por la mañana para seguirlo indefectiblemente. Vio a la gente y sus necesidades como oportunidades para ministrar y eso es lo que hizo. Podemos ver retrospectivamente que Jesús pensaba ir a Jerusalén como meta final. Pero momento a momento ministró a los que le rodeaban y a los que encontraba en el camino. Si insistimos en ver el pastorado en términos administrativos, o aumentaremos nuestra frustración por la sobrecarga de relaciones o disminuiremos nuestra efectividad con las personas individuales. Siempre me ha parecido que en cierto sentido debería estar agradecido por la sobrecarga, ya que indica que estoy supliendo una necesidad. El ministro debe ser pastor. La responsabilidad del pastor es cuidar a las ovejas. En otras palabras, la gente no es un obstáculo a nuestro trabajo es nuestro es nuestro trabajo. Si el pastor crea un clima en el cual la gente siente que no la quiere, no va a querer aprender de su ejemplo y no va a sentir la libertad de pedir su consejo. ¿Es eso pastorear? Esto ciertamente limita el ministerio. Con todo esto, sin embargo, todavía quedan algunos pasos prácticos que podemos dar para aliviar la sobrecarga de relaciones.
Más allá de la sobrecarga de relaciones Mi primera sugerencia es verificar dónde estoy espiritualmente. He descubierto que cuando me siento especialmente sobrecargado puedo haber dejado que mi vida espiritual se deslice. Sin querer aparentar una piedad excesiva, me doy cuenta que necesito encontrar más tiempo para orar a solas, para meditar en las Escrituras, para estar con Dios y dejarle todas mis cargas. Bill Leslie, pastor de LaSalle Street Church en Chicago y uno de los ministros más efectivos de nuestra época, cuenta de uno de estos momentos en su ministerio. Se encontró con la madre superiora de un convento cercano a su iglesia y le dijo que se sentía como una bomba de agua; la gente lo estaba bombeando constantemente y estaba quedándose seco. ---Déjeme ver ---dijo ella ---Dice que lo están bombeando. ¿No pidió ser bombeado, usado por el Señor? ¿No están haciendo justamente lo que pidió que hagan? ---Y, sí ---dijo él.
---Bueno, no creo que deba pedir que dejen de bombear. Necesita llevar el caño a una mayor profundidad. Está absorbiendo aire y necesita bajar nuevamente hasta el agua. Leslie dijo que su análisis era correcto. De tiempo en tiempo, muchos nos encontramos en la misma posición. Nosotros también debemos asegurarnos de que el caño esté a una profundidad suficiente como para tomar el Agua Viva. De esta manera, la gente no nos agota a nosotros nosotros;; nosotros sólo somos el conducto mediante el cual ellos aprovechan los recursos de Dios mismo. Una segunda sugerencia práctica: aprovechar el tiempo justo después de los cultos. Puede cumplirse una gran porción del ministerio de relaciones en la media hora después de la predicación al saludar a la gente. Muchos de los que se acercan sólo querrán dar gracias por el mensaje. Otros querrán decir que ese mensaje contestó una necesidad específica; algunos querrán que se amplíe algún punto en particular; otros querrán preguntar cómo aplicar el mensaje a una situación particular que están enfrentando; otros podrán aprovechar el momento para hablar de un amigo enfermo. Yo trato de pasar un momento o dos con cada persona que quiere decir algo; no la apuro. Les escucho detenidamente, mantengo el contacto visual, contesto brevemente y le doy la mano con calidez o la palmeo, puedo crear toda la intimidad que muchos necesitan, aparte de un clima en el cual los mensajes futuros pueden ser más efectivos y cambiar vidas. También he descubierto que si recuerdo lo suficiente como para hacer una pregunta la próxima vez que veo a la persona, la afirmo poderosamente. (“¿Cómo le fue esta semana en la aplicación de la idea que conversamos?” “¿Cómo anda del corazón su madre? Manténgame informado”. “¿Consiguió el empleo que estaba buscando?”) Es sorprendente el impacto que pueden tener estas breves conversaciones. Si su memoria no es muy buena en cuanto a los detalles de este tipo de conversación de semana en semana, tengo tres sugerencias. Primero, asegúrese de estar escuchando bien cuando la gente habla. Es fácil distraerse en ese ambiente. Concéntrese en oír a la persona que está en frente de usted. En segundo lugar, aprenda un poco más acerca de la familia de la persona. Es más fácil recordar detalles cuando la persona es más que un nombre. Tercero, si todo lo demás falla, tome apuntes inmediatamente después de que se vaya la última persona, mientras las conversaciones todavía están frescas en la mente. Ore durante la semana por esas personas y sus necesidades. Repase los apuntes antes de ir al templo el próximo domingo. Uno de mis mentores es un pionero en el ministerio de Juventud para Cristo, Jack Daniel. Me impactó en una forma permanente al poner los nombres de adolescentes en fichas. En un campamento con doscientos muchachos, ponía el nombre de cada uno en una ficha, junto con algún dato sobre la persona. Toda la semana pasaba los ratos libres agregando apuntes y observaciones y memorizando los nombres. Cuando terminaba la semana conocía a cada uno y podía decirle algo especial a cada uno. Nunca he visto un ejemplo más poderoso de interés efectivo en la juventud. Después de veinticinco años, he hablado con gente que todavía se emociona porque Jack la conoce por nombre. Esto es el ministerio de relaciones en su mayor manifestación. Una tercera sugerencia práctica: trate la mayor cantidad de cosas posibles en el momento. Antes, cuando alguien quería hablarme, yo prometía hacer una cita. En muy poco tiempo cada día estaba lleno de una acumulación frustrante de citas pendientes. Por fin decidí hablar en el mismo momento y esto me ha dado buen resultado. En dos de cada tres casos, el asunto puede resolverse en un par de minutos, sin acumulación en la agenda. Con frecuencia la persona no necesita más que un poco de atención. A lo mejor quiere decirle que el tío Enrique, por quien la iglesia ha estado orando, está mejor; a lo mejor quiere contarle algo que ella o uno de sus hijos logró; a lo mejor tiene una pregunta que puede ser contestada en el momento. En estas situaciones encuentro que la gente está más dispuesta a hablar si me quito el saco y me apoyo contra una pared, comunicando así mi disponibilidad y atención e invitando a la intimidad. Por otra parte, si necesito cerrar la conversación, el volver a ponerme el saco comunica sutil y amablemente el mensaje de que es hora de terminar la conversación y seguir adelante. Cuando la gente me visita en la oficina, si pienso que la conversación no necesita ser muy larga, me levanto del escritorio y la saludo en la puerta. Es fácil que una conversación dure más
de lo necesario si todos se sientan. Es cierto que a veces hace falta una sesión más larga, pero en general se puede tener un mayor control de la duración de las visitas estando de pie. Por supuesto que si hace falta una discusión larga, puede hacerse una cita, pero esos casos son menos. También he encontrado que el desayuno y el almuerzo son momentos excelentes para ahondar relaciones. Hay cierta magia en la comida y la gente que ayuda a la comunicación. Trato de usar esas dos comidas para el ministerio de relaciones casi todos los días (guardando la cena como tiempo ininterrumpido para la familia). Un amigo mío ha adoptado la costumbre de tener dos reuniones-desayunos por día, una a las 6:30 y la otra a las 7:45. No estoy seguro de querer hacer eso toda la vida, pero no hay duda de que las comidas ofrecen una oportunidad excelente para consolidar las relaciones. Una cuarta sugerencia: cuando es posible, remita a los que vienen por ayuda a otro. Alivia el recordar que no se es la única fuente de ayuda. Referir a las personas a otros no sólo previene la sobrecarga de relaciones sino que da mejor ayuda a la gente. Con frecuencia junto a personas que han tenido experiencias similares. Por ejemplo, con permiso previo, he remitido gente a alguien que ha sufrido una bancarrota, a una madre cuya hija soltera quedó encinta, a un hombre maduro que perdió el trabajo: una variedad de experiencias difíciles que yo mismo no he vivido. La iglesia también se fortalece cuando hay más gente que ayuda. Los que ayudan crecerán de manera y a un paso que nunca lograrían de otro modo al retomar su peregrinaje y al reforzar sus soluciones. También aprende el gozo del servicio. Durante uno de mis pastorados, un joven de nuestra iglesia fue arrestado por vender drogas y la noticia corrió por toda la congregación. Decidí que era mejor encarar el asunto abiertamente así que les pregunté a los padres del joven si estarían dispuestos a reunirse con otros padres ya que todos estaban haciendo comentarios y así tendrían la oportunidad de expresar lo que estaban sintiendo. Un grupo de padres de jóvenes se reunieron y cuando oyeron la forma en la cual esta pareja había enfrentado su problema pudieron expresar sus propias preocupaciones por sus hijos. Después varios de los hombres llamaron al joven que había sido arrestado y le dijeron: “No pensamos que eres mala persona. Lo que hiciste está mal pero sabemos que quieres corregirte. Queremos que sepas que eres bienvenido en nuestra casa”. El joven estaba muy agradecido por ese apoyo. Una quinta sugerencia: consígase un pasatiempo o un proyecto que tenga pasos definidos hacia una conclusión. Una de las cosas más agotadora del ministerio es que el trabajo nunca termina. El discipulado es un proceso continuo. Las necesidades de la gent e nunca tiene fin. Las relaciones necesitan un mantenimiento permanente. Por eso me hizo falta encontrar algo que podía terminar . Para mi la respuesta fue tallar madera. Me permite trabajar con las manos y es muy diferente de las responsabilidad de mi cargo. Tengo un tallercito en el sótano donde hago la mayor parte del trabajo pero también puedo llevar mi proyecto del momento y algunas herramientas cuando viajo. Recientemente me ha dado por hacer señuelos (patos de madera). Mis hijos hacen chistes porque he vuelto al período de cazar patos. Estos no serán gran cosa desde el punto de vista artístico pero son magníficos desde el punto de vista terapéutico. Por último, quiero sugerir que si la sobrecarga de relaciones y demás demandas lo dejan sin nada de tiempo libre y siente una poderosa necesidad de hacer ejercicios, de dedicarse a un pasatiempo, de leer por placer o lo que sea, es prácticamente inevitable buscar un horario que sea inconveniente para los demás. Si quiere correr a las 6 de la mañana, por ejemplo, no habrá muchos que lo interrumpan. Si se está muriendo por leer la nueva novela de su escritor favorito, tendrá pocas llamadas después de la medianoche. Hasta Jesús tenía que levantarse “antes que fuera día” para tener tiempo a solas. Por supuesto que va a tener que aprender a arreglárselas con menos de ocho horas de sueño, pero es la forma más segura que conozco para encontrar un rato a solas.
Espero que algunas de estas sugerencias para aminorar la sobrecarga de relaciones sean de provecho. Lo mejor es recordar que aunque estas relaciones parecen ser u na carga, demuestran que está supliéndose una necesidad. Se está cumpliendo con el mandato del pastor, o sea, cuidar de la gente. La congregación le está diciendo que se sienten bendecidos al buscarlo. Que el Señor añada su propia rica bendición que sólo puede surgir de servirle y de ministrar a otros.
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LA SOBRECARGA DE EXPECTATIVAS Existe el peligro no sólo de no hacer lo suficiente sino también de hacer demasiado. La vida no es APRA el trabajo, sino el trabajo para la vida, y cuando se lo lleva al extremo de minarla o de absorberla, no es cuestión de alabanza sino de culpa. Ralph Turnbull El predicador que se poda para complacer los gustos ajenos en poco tiempo quedará sin nada que recortar. J. Harold Smith
No hayaños. dudaElque las expectativas quemás rodean al pastor en los últimos predicador americano conocido delhan siglocambiado dieciochodramáticamente probablemente no sobreviviría en el pastorado actual. Un estudioso como Jonathan Edwards no podría atraer al público del siglo veinte. Aparte de un movimiento sobrenatural del Espíritu Santo, la gente no se agolparía para oírlo como lo hacía la de su época. Probablemente estaría enseñando en un seminario. Ya no es suficiente que un pastor pastor sea estudioso y expositor expositor Bíblico, que predique que los domingos, que cumpla deberes ceremoniales tales como bautismos, casamientos y funerales. Los pastores de hoy también deben deben atraer a la gente a la iglesia, administrar un personal pagado o voluntario y aconsejar a individuos en una gama de problemas personales. Y si el pastor puede usar la computadora para proyectar el crecimiento de la iglesia, los niveles de ofrenda y la deuda que la iglesia puede asumir, tanto mejor. El pastor también debe ser cálido y agradable, creando esa sensación de intimidad que discutimos en el capítulo anterior. Sea cual fuere el tamaño de la iglesia, la gente que entra por la puerta el domingo quiere que el pastor haga que se sienta querida e importante. Y si no puede hacer todas esas cosas, la gente se pregunta por qué otros pastores pueden hacerlo y el suyo no. ¿Qué se supone que hace el pastor? Es difícil llegar a un acuerdo o a una definición exacta en cuanto a las expectativas que rodean al pastor. Un pastor dijo: “Llegué a esta iglesia sin más que una carta de invitación que definía mi puesto y mis responsabilidades en una forma muy general. Intenté clarificarlas mediante un grupo de apoyo que se desintegró. Tengo la libertad de manejarme como quiera mucho del tiempo, pero necesito más estructura de la que se me ha ofrecido. El resultado es un ministerio al azar. Muchas veces reacciono con letargia, frustración, ira, culpabilidad, sentimientos de derrota y poca autoestima.” Un segundo pastor dice que las expectativas imprecisas de la congregación lo obligan a luchar solo con las prioridades, lo cual a su vez genera la sensación de desesperación y de no llegar a ningún lado después de muchos días. No hay un enfoque claro en ninguna meta. Un tercer pastor se lamenta de que las expectativas---nunca acordadas, escritas ni habladas---son imposibles de cumplir. Lo carcomen. Su escape es esconderse frente al televisor. Otro pastor descubrió que hay tantas expectativas como hay miembros y que generalmente están ocultas hasta que dejan de cumplirse. Es evidente que las expectativas imprecisas o escondidas pueden ser un gran problema. Un pastor se lamenta: “Me es difícil rechazar ciertas tareas. Al mismo tiempo, siento que estoy demasiado extendido. Estoy descuidando otras tareas pastorales importantes como la visitación a los enfermos y la planificación a largo plazo.” Por supuesto que no todas las expectativas difíciles vienen de la congregación. A veces las más difíciles de cumplir son las auto impuestas. Podemos estar siempre quedándonos cortos en nuestras propias normas o podemos desarrollar un parálisis por temor al fracaso. Un pastor dice que sabe que tiene la capacidad espiritual espiritual e intelectual para cumplir la tarea pero que sus sus expectativas crean una presión paralizadora. Algunas de estas expectativas pueden ser aclaradas por un acuerdo bien expresado pero otras desafían toda descripción. Veamos algunas de estas expectativas problemáticas específicas.
El líder efectivo Una de las expectativas contemporáneas más prominentes es que el pastor sea líder---es decir, que sea una persona que logra que las cosas se hagan. Esto requiere toda una batería de habilidades: la capacidad para reclutar, entrenar y motivar a trabajadores voluntarios; la astucia política para trabajar con grupos e individuos poderosos en la iglesia, así como cuerpos gubernamentales tales como los consejos deliberantes; y la habilidad para recaudar fondos. Además, el liderazgo efectivo significa la coordinación, dirección y administración de las comisiones, los grupos juveniles, los coros y el uso de las instalaciones de la iglesia. Aunque el pastor típico esté orientado orientado hacia las personas y sus dones naturales no sse e encuentren en el área administrativa, habrá quienes sean administradores y piensen que el pastor debe usar los mismos principios que ellos usan en su trabajo, como dije en el capítulo anterior. Además, el personal---ya sea laicos voluntarios o profesionales pagados---quiere ser administrado. Si no es el fuerte del pastor, el personal se puede quejar a la iglesia. Entonces se le dirá al pastor, que tiene que aprender a manejarlo. El pastor, que a lo mejor no sabe a lo que están haciendo referencia, trata de dar órdenes pero lo más probable es que ni él ni el personal se sientan satisfechos. Lo que ha pasado es que muchos pastores han entrado al ministerio porque les encanta estudiar, interpretar la Palabra de Dios y enseñarla. La mayoría también tiene dones interpersonales. Pero cuando se encuentran con algunas de estas otras expectativas, empiezan a creer que su éxito como pastor depende de su habilidad en áreas para las cuales no están equipados. Esto crea mucha tensión entre lo que parece ser santo y lo que parece ser humanamente necesario.---No necesario.--No puedo hacer lo que el pastor de la Primera Megaiglesia dice que hizo---piensan hizo---piensan esos pastores. Y después empiezan a pensar que debe haber una forma mejor de ganarse la vida, que a lo mejor, después de todo, mal int erpretaron el llamado del Señor.
Comezón de oídos Otra expectativa que ha estado dando vueltas por mucho tiempo pero que parece estar pronunciada ahora es la que he dado en llamar “comezón de oídos”. Esta es una condición en la cual la gente espera que el pastor le diga lo que quiere oír. Hoy decimos que es una predicación basada en las necesidades, y el razonamiento es que sólo al pronunciar palabra de consuelo para las preocupaciones y las luchas de la congregación puede captarse su atención y llegar a ella. Hasta cierto punto, la comprensión de las necesidades es un enfoque muy legítimo, una clave para la comunicación efectiva. La tensión existe entre decirle a la gente sólo lo que quiere oír y ser la voz profética de Dios, dando lo que se cree ser el mensaje de Dios aunque no sea lo que la gente quiera oír. Por supuesto que puede ser costoso predicar un mensaje impopular. Jonathan Edwards mismo fue víctima de las consecuencias de la predicación profética. Yo había sabido por mucho tiempo que más adelante en su vida Edwards había sido misionero a los indios americanos aunque no hablaba su idioma y era débil físicamente. Siempre había dado por sentado que había ido porque tenía alguna gran visión de alcanzarlos con el evangelio. Sin embargo, al leer hace poco una biografía de Edwards, descubrí que fue con los indios porque lo habían echado de su iglesia. Parece ser que algunos jóvenes de su iglesia habían hecho cosas que él consideraba pecaminosa pero que algunos de los padres pasaban por alto. De todos modos, decidió predicar acerca de esas cosas desde el púlpito y calificarlas de pecado. El problema era que los jóvenes en cuestión eran hijos de algunos de los miembros más prominentes de la iglesia. Estos padres le dijeron a Edwards que dejara de predicar así. El se negó a hacerlo y los acusó de tratar de disimular la inmoralidad. Como respuesta, le bajaron el sueldo y cuando siguió predicando, siguieron bajándole el sueldo. Finalmente lo forzaron a renunciar y entonces decidió ir al oeste y predicarles a los indios. De vez en cuando un pastor fuerte que ha estado en una iglesia por un buen tiempo puede predicar un sermón fuerte y específico sin correr el riesgo de perder la credibilidad o la
congregación. Pero la mayoría de los pastores sienten los efectos de predicar un mensaje impopular.
Proveedor de programas La iglesia también se ve afectada por la sociedad de consumo. La gente de hoy suele buscar una iglesia del mismo modo que busca un mejor detergente. Evalúa a la iglesia ---al pastor y los programas ---en base a la forma en que suple las necesidades de la familia: ---¿Nos gusta el pastor? ---¿Tiene el tipo de música que nos gusta? ---¿Hay un buen programa para los niños? ---¿Es la gente amigable? ---¿Tiene deportes? ---¿Es fácil encontrar un lugar para estacionar?
---¿Termina el culto a las doce? Estas son las normas por las cuales muchas personas juzgan a las iglesias. El pastor, por supuesto, tiene la responsabilidad primaria de “suplir las necesidades” de estos consumidores de iglesias. Un pastor describió la tensión de la siguiente manera: “A veces me pregunto si estoy a cargo de un centro de adoración o de un centro de recreación”. Después está el concepto del pastor como suplente. Es decir, si hay un trabajo que debe hacerse en la iglesia y nadie más está dispuesto a hacerlo, con toda seguridad lo hará el pastor. Después de todo, es parte de su llamado, ¿verdad? Un pastor dice que la expectativa de su congregación es la siguiente: “El pastor puede hacerse cargo de todo lo que los miembros no quieren hacer ---maestro, suplente, portero, secretario, chofer, chofer, mandadero mandadero---.” ---.”
Fuente de soluciones, preferentemente sencillas Para mí, la expectativa más difícil de cumplir para el pastor moderno es que se piensa que hay una solución fácil para cualquier problema, y que el pastor tendría que poder proveerla. La gente de hoy no quiere oír que la vida a veces es difícil, que el dolor es parte de la vida y que Dios no está obligado a explicarle por qué tiene que sufrir o luchar. La gente parece esperar que el pastor le quite el dolor a la vida. Esta expectativa increíble surge de varias fuentes. Por un lado, los avisos y la sociedad de consumo enseñan que hay un producto para eliminar cada problema. ¿Evita la gente la compañía de usted por el olor de su cuerpo? No tiene más que comprar el jabón o el desodorante indicado. ¿Le cuesta atraer al sexo opuesto? La respuesta obvia es (elija uno) la ropa, el perfume, el peinado o el automóvil correcto. Los programas televisivos refuerzan el mensaje. Los creadores de estos programas todavía no han presentado problema que no pueda solucionarse en menos de sesenta minutos. No importa cuánto la mente consciente rechace el mito de que los problemas puedan solucionarse tan fácil y completamente; si se mira lo suficiente, eventualmente la mente subconsciente empieza a equipar la imagen televisiva con la realidad. La Revolución Industrial y aún más la Segunda Guerra Mundial alimentaron el concepto de que cualquier problema puede ser solucionado y cualquier enemigo puede ser vencido con la tecnología y los recursos suficientes. Los que vivimos la Segunda Guerra Mundial podemos recordar que después de ella los americanos nos sentimos invencibles ---como si no hubiera nada que no pudiéramos hacer si poníamos nuestra voluntad y nuestros recursos nacionales inmensos en hacerlo. Esa sensación de poder perdura hasta hoy, aunque últimamente se ha debilitado. Muchos de los que salimos de esa guerra también sentimos una gran urgencia por vencer todos los obstáculos a fin de ganar el mundo para Cristo. Se interpretó el Holocausto como una prueba de que la humanidad se había vuelto tan malvada que la segunda venida de Cristo era inminente. Pensamos que no había tiempo que perder con los lentos procedimientos de la iglesia, y como resultado nació el movimiento pareclesiástico. Ese fue mi pensar al ir con Juventud para Cristo después de la universidad; me parecía que el movimiento estaba mucho más orientado hacia los resultados y la acción que la iglesia local. Es obvio que estas actitudes han sufrido ajustes a través de los años.
Además, hay un tipo de tecnología que agrava la expectativa de que el pastor debería tener una solución fácil para cada problema. Algunos maestros prominentes ---los cuales estoy convencido que son sinceros y que intentan serle leales a Dios ---están diciendo que Dios quiere que todos estemos sanos y seamos ricos, y que si no es así, no estamos bien con Dios. Si tenemos la fe suficiente o si oramos en la manera correcta o hacemos las cosas correctas, Dios nos va a bendecir en maneras obvias y externas. Lo que esta gente realmente quiere decir, según creo , es que si Dios no es lo suficientemente grande como para darnos éxito y sanarnos cuando estamos enfermos, entonces es bastante chico. Busquemos un Dios realmente grande y aprendamos a apretar los controles apropiados para que cumpla todas esas promesas que se encuentran en la Biblia referentes a la prosperidad. Cada pastor tiene que enfrentar esa expectativa en algún nivel. Puede ser en su propio corazón. Si oramos por los enfermos y no son sanados, podemos llegar a pensar que no tenemos la fe suficiente o que no tenemos la fórmula correcta. O a lo mejor el Dios que predicamos sencillamente no es tan grande como el que otros predican. La nuestra también es una sociedad muy pragmática. La prueba máxima pareciera ser: ¿funciona? Si funciona, debe ser algo bueno, si no funciona, debe tener algún defecto. Sin embargo, si el pragmatismo es el mejor criterio para evaluar las ideas o la gente, tendríamos que llegar a la conclusión de que Adolfo Hitler fue el líder juvenil más grande de todos los tiempos; nadie ha sido más efectivo en motivar y reclutar la participación entusiasta de los jóvenes. Por otra parte está el pastor de una iglesia pequeña que no puede lograr que un solo joven venga a su iglesia. ¿Significa eso que es un fracaso? No; como cristianos deberíamos entender que el pragmatismo no es el mejor criterio para juzgar el éxito; más bien, la obediencia y la fidelidad al llamado de Dios son las verdades medidas. Yo me uní a Juventud para Cristo como joven porque estaba orientada hacia la acción y producía resultados visibles. Desde una perspectiva pragmática, era el lugar ideal. Y aunque no dudo que fuera la decisión correcta en ese momento, también pienso que en términos de un impacto duradero, tal vez el ministerio más grande que he tenido fue como consejero por dos años en un pabellón en la Universidad de Taylor, relacionándome íntimamente con un grupo de cuarenta y ocho jóvenes. Una última razón por la cual expectativa de solucionar los problemas es tan grande que satisface el deseo básico humano de encerrar a Dios en un cubículo. Queremos saber que si hacemos tal o cual cosa, Dios reaccionará haciendo otras. Esto nos da una sensación de control que ansiamos tener. Es muy cómodo ver la vida, incluyendo nuestra relación con Dios, en términos sencillos y mecánicos. Por otra parte, para mucha gente cristianos inclusive, es aterrador pensar en un Dios impredecible, no importa cuán amante dicen creer que él es. La falacia de la solución vida sencillamente no el funciona No siempre es sencilla y obvia. Gran partefácil de es la que vidalano tiene que ver con triunfo así. glorioso sino con arreglárselas con lo que se tiene. Dios no está obligado a servirnos de la manera que nosotros queremos. Puede elegir fortalecernos por medio de la adversidad. Esa perspectiva, sin embargo, no es muy popular. Antes de la época de la gratificación inmediata y de los cinco pasos sencillos para tratar cualquier dificultad, el poder arreglárselas con lo que había, era considerada una virtud y mucha gente se las arreglaba por años o por toda una vida sin que nadie cuestionara su espiritualidad. De hecho, con frecuencia era considerada la gente más santa. A veces he tenido que decirme lo siguiente: Si Dios lo hiciera todo por nosotros, nos privaría de la aventura, de la dignidad de parti cipar con él en la mayordomía de la vida. vida. Dios Dios nos dio la responsabilidad de subyugar y administrar la tierra. Si después hubiera intervenido y nos hubiera quitado esa responsabilidad cada vez que las cosas anduvieran mal, habría frustrado sus propios designios. Tengo un amigo que debería ser buen mecánico pero que ni siquiera sabe cambiar los neumáticos del auto. ¿Por qué? Porque su padre era un gran mecánico, y cada vez que el hijo cuando era niño, empezaba a hacer algo con una herramienta, en cuanto cometía el primer error, el padre le quitaba la herramienta y lo hacía “bien”. Ahora este hijo es totalmente inútil con las herramientas. En un sentido mucha de la gloria de un padre es la habilidad del hijo para emularlo ---para caminar y hablar y trabajar y pensar como él. Pero mi amigo no puede emular en nada la habilidad mecánica de su padre. Si Dios interviniera y resolviera toda sit uación difícil ante la
primera señal de problemas, nosotros también seríamos débiles e ineficientes, incapaces de emular a nuestro Padre. El resultado no sería gloria para Dios, sino todo lo opuesto. Por eso, aquellos que quieren creer en un Dios que elimina todo sufrimiento y dolor no hacen que Dios sea “más grande”. En realidad disminuyen las oportunidades para glorificarlo por medio nuestro. También el arreglárselas me ayuda a pensar de un modo positivo, en lugar de verlo en términos negativos. Es decir que arreglárselas no es cuestión de luchar y resignarse al fracaso. Más bien es reconocer que Dios nos tiene en un proceso de desarrollo. Está ocupado en conformarnos, lenta pero seguramente, a lo largo de la vida, a la imagen de Jesucristo. La vida cristiana, en el contexto de la iglesia, se parece a una afiladora sin centro. Se colocan unas roldanas bastante redondas pero no del todo, en la afiladora, que gira rápidamente. Después se les agrega un abrasivo y aceite para que el abrasivo quede en suspensión. A medida que las bolas giran, rozándose con el abrasivo, se van alisando poco a poco hasta lograr una redondez perfecta. Los cristianos somos como esas roldanas. Los abrasivos de la vida, las luchas, se combinan con el aceite, el amor de Dios y el compromiso que tenemos con él y entre nosotros, y en ese ambiente Dios nos quita las asperezas y nos conforma a la imagen perfecta de Jesús. El rechazo de cualquiera de los elementos es, en esencia, el rechazo de perfeccionamiento. Santiago habló de este proceso cuando dijo: “Hermanos míos, tener por sumo gozo cuando os encontréis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Pero que la paciencia tenga su obra completa para que seáis completos y cables, no quedando atrás en nada” (1: 2-4 RVA). Aunque como ministro, tengo que recordar que Dios no nos da una fórmula sencilla para arreglar las cosas instantáneamente. Nos perfecciona mediante el desarrollo de nuestras pruebas. A través de los años he intentado ayudar a la gente a comprender este proceso con lo que llamo la teoría de la perla. Una hermosa perla comienza a formarse cuando un elemento irritante ---tal vez un grano de arena ---se introduce en la concha de la ostra. Para protegerse del elemento irritante la ostra empieza a cubrirlo con capas suaves de nácar y con el tiempo se convierte en una perla brillante y valiosa. Ahora supongamos que una joven se me acerca, como lo han hecho varias, para decirme que ha estado teniendo relaciones sexuales con su novio y que cree estar embarazada. Quiere saber qué hacer. Durante nuestra conversación, le explico la formación de la perla. Y después le digo que si ella permite que la voluntad de Dios obre en su vida, esta cosa que parece ser lo peor que le podría suceder, por la gracia de Dios podría transformarse en la perla de su vida, la lección más importante que puede aprender. Si permite que la perla se forme, tendrá el bebé y alguna familia adoptiva tendrá un niño que amará tiernamente. Esalaes unateperla. Después digo: “También ser que en algún momento más adelante en vida encuentres conleotra joven que hapuede quedado embarazada y que está pensando en el aborto o en casarse con un muchacho que no le conviene y no haya ninguna mujer en la iglesia que pueda hablarle. Pero si tú has dejado que se forme la perla, puedes pasarle la lección a esa joven. Puede que seas la persona que ella más necesite en ese momento.” En la época que estuve con Juventud para Cristo, había entre el personal un grupo de mujeres que habían tenido hijos ilegítimos pero que después llegaron a ser consejeras y pudieron compartir su perla no una vez, sino cien veces.
Hay mucha gente en la iglesia que no quiere producir perlas. Quiere evitar el proceso. Quiere pensar que las pruebas y las cosas que exasperan no vienen nunca. Nuestra misión como ministros cristianos es señalar que en última instancia esa actitud es una negación de la manera en que la gracia de Dios obra en la vida cristiana.
Cómo hacerle frente a las expectativas La mayoría se nosotros está frente a una sobrecarga de expectativas. ¿Cómo la encaramos? Es cierto que puede hacer falta hablar francamente francamente con el concejo o los diáconos de la iglesia en cuanto a las expectativas. Puede ser que sea necesario que este grupo sea consciente de la cantidad de trabajo que usted tiene, y las demandas de tiempo, y buscar su ayuda para determinar las prioridades del ministerio. En la medida en que sea posible, las expectativas deberían estar al descubierto y gozar de un acuerdo mutuo. Esto no debería debería surgir de un espíritu de queja sino del deseo expreso de ser lo más efectivo posible en el ministerio de esa iglesia. Es cierto que hace falta conocer las propias debilidades y los propios puntos fuertes, y buscar ayuda donde haga falta. Si hay gente a la que le gusta llevar los libros, por ejemplo, no hay nada vergonzoso en delegar esa tarea. Pero aun con esos remedios, tenemos que aceptar que hasta cierto punto nunca vamos a resolver por completo la sobrecarga de expectativas. Tenemos que darnos cuenta que las expectativas imposibles de cumplir son parte del papel que hemos asumido, parte de la ruda realidad de la vida. El trabajo trabajo es ambiguo; a veces es injusto; a veces es imposible dormir por pensar en todo lo que se tendría que haber hecho en el día. Aun así, Dios nos ha llamado a ser sus representantes, a ministrar bajo esas condiciones. Es Esa a es la situación humana, y es mucho más productivo aceptarla y seguir adela adelante nte que quejarse y amargarse. No es agradable encontrar un obstáculo inmovible en medio del del camino que está siguiéndose pero es mucho más razonable aceptar su existencia que romperse la cabeza tratando de moverlo. Por último, aun medio de un mundo que quiere respuestas fáciles y rápidas, podemos recordar que lo que estamos “vendiendo” son soluciones a largo plazo---la esperanza de que Dios todavía está en su trono y todavía está obrando, y de que que el último capítulo todavía no ha sido escrito. Trato de imaginar a María , la madre de Jesús, al ver ver a su hijo rechazado, rechazado, golpeado, humillado y finalmente crucificado, todo después de su concepción milagrosa y de la profecía del ángel. ¿Qué habrá pensado en ese momento? No había una respuesta fácil y rápida para María. Podemos pensar también en los héroes de de la fe mencionados en Hebre Hebreos os 11. Muchos de ellos, al igual que otros creyentes en todas las edades, no vieron las perlas de su vida de este lado del cielo; fueron aserrados, tirados a los leones, quemados en la hoguera. Aquí tenemos una escena moderna: una familia fiel de la iglesia tiene un adolescente rebelde. Es miembro de una banda de motociclistas; ha usado y vendido drogas; está viviendo con dos novias. Todo parece estar perdido. ¿Qué puede ofrecer el pastor a esos padres? No las respuestas fáciles que se venden por televisión. No; el pastor intenta ayudarles a mantener la fe en Dios a pesar de la dura realidad de la vida, asegurándoles continuamente que Dios está obrando, a veces visible, a veces invisiblemente. Darle esperanza a la gente cuando no hay soluciones evidentes es una de las tareas más difíciles del pastor. Pero nadie dijo que el ministerio sería fácil. En medio de expectativas imposibles, nuestra tarea es permanecer fieles a nuestro nuestro llamado y guiar a la gente no hacia nosotros sino hacia el Salvador.
6
LA IDENTIDAD INELUDIBLE El hecho bíblico es que no hay iglesias exitosas. En su lugar hay comunidades de pecadores reunidos ante Dios semana tras semana en pueblos y aldeas a lo largo del mundo. El Espíritu Santo los reúne y hace su obre en ellos. En estas comunidades de pecadores, uno de los pecadores se llama pastor y tiene una responsabilidad asignada... la de m antener la comunidad atenta a Dios. Eugene H. Peterson Llegué a ser mío sólo cuando me di a otro. C. S. Lewis Sencillamente no se pueden esconder los errores del m inisterio. Hasta lo más insignificante no tarde en hacerse conocer... No importa lo pequeñas que sean las ofensas, a los demás les parecen gigantescas, porque todos miden el pecado no por el tamaño de la ofensa sino por la jerarquía del pecador. Juan Crisostomo
Una vez cuando estaba en el Lago Kentucky en Paducah, Kentucky, vi varios envases de leche flotando en el agua. Cuando pregunté por qué estaban allí, se me dijo que cada uno tenía un sedal con un cebo para pescar. El método es el siguiente: cuando el pez muerde el anzuelo y se ve atrapado, intenta huir, pero el envase lo va siguiendo. El pez puede pesar diez kilos y ser muy combativo, pero el envase mantiene una presión lenta y pareja que finalmente cansa hasta al pez más fuerte. Durante el pastorado recuerdo haber sentido varias veces que estaba enganchado por uno de esos envases. Era imposible alejarme de la presión. Los médicos a veces hacen chistes acerca de la gente que se les acerca, aun en contextos sociales, para pedir consejo médico. ---Tengo una erupción precisamente ahí. ¿Qué le parece que puede ser? ---Esa gente no reconoce la necesidad del médico de olvidarse de la medicina por un rato. Los ministros también sienten el escrutinio y la presión de una identidad ineludible. Un pastor lo expresa de la siguiente manera: “Soy pastor de la Primera Iglesia en una ciudad de 25.000 habitantes. Siempre estoy ‘en escena’, ya sea en el supermercado, los negocios o el correo. A veces quisiera andar por el pueblo de incógnito”. Nuestro trabajo dura 24 horas por día, 365 días por año. Es como los envases ---hace una presión constante. A lo mejor la presión no es aplastante pero es implacable. Con el tiempo nos desgasta. Y si no aprendemos la forma de eludirla o de vivir con ella, terminamos como el pez, panza arriba.
Fuentes de presión ¿De dónde viene la presión de tener que ser siempre “pastoral”? Mucha de la tensión viene por sentir que siempre tenemos que estar protagonizando un papel, siendo algo más que nosotros mismos. En parte es resultado de nuestra propia percepción del papel que nos toca y en parte es resultado de lo que la gente espera de nosotros. Cuando empecé en el ministerio, no podía, por ejemplo, predicar sin tener una chaqueta puesta. Aun en los días calurosos y húmedos cuando todos los demás iban de manga corta, yo sentía que debía tener la chaqueta puesta detrás del púlpito. En muchas de estas ocasiones se me invitaba a quitarme la chaqueta, pero siempre me negué a hacerlo. Tal vez me sentía seguro y la chaqueta me protegía. Tal vez lo veía sencillamente como el uniforme del predicador, el escudo de autoridad. No sé. Pero fue un gran paso para mí cuando, años después, finalmente empecé a predicar sin chaqueta en situaciones informales. Nadie me
había dicho que tenía que usar traje cada vez que predicaba. Sencillamente era lo que yo percibía que correspondía en un pastor. Del mismo modo, frecuentemente nos cuesta relajarnos y ser naturales en situaciones informales porque no nos hemos deshecho del todo de la idea que ser pastor significa desempeñar un papel. Para algunos, algunos, esto significa proyectar piedad. Pero, ¿es una exp expresión resión seria señal santidad? ¿Ser severo es más santo que ser espontáneo? ¿Expresa la mirada pastoral preocupada la imagen de Dios mejor que la risa sincera? Disfruto en el estudio de la vida y el ministerio de Jesús. Me da una imagen muy distinta de la que tantos de nosotros intentamos proyectar. Perece, por ejemplo, que Jesús atraía a los niños. Nunca he visto que los niños se sientan atraídos hacia una persona tosca y seria. Evitan a ese tipo de persona. Los niños son grande jueces de la personalidad; “leen” bien a las personas y saben cuando los adultos no los quieren. Pero los niños corrían para estar con Jesús. Para mí, eso significa que Jesús sabía sonreír, disfrutar de la vida, divertirse aun con los niños. Sabía ser natural. Por otra parte, he conocido a muchos pastores que se sienten obligados a ser animadores en situaciones sociales. En una sala llena de feligreses, todos esperan que el pastor ponga las cosas en marcha. A lo mejor no se dan vuelta y lo miran fijamente, pero de todos modos está esa expectativa de que va a estimular la conversación, ya que se supone que sabe, que lee, que se comunica bien. Si le falta entusiasmo al ambiente, el pastor siente que ha fallado aunque no sea el anfitrión y aunque la de “animador” no aparezca en la lista de sus responsabilidades. La primera fuente de la identidad ineludible, entonces, es nuestras propias percepciones. La segunda es las percepciones ajenas. Una pastor dijo: “No se puede eludir el hecho de pertenecer al ministerio y eso nos coloca en una casa de vidrio. Siempre estamos en exhibición, junto con nuestra familia”. El problema es que al pastor se le juzga con normas diferentes de las que se usan para las personas “normales”. Es incomprensible que el común de la gente juegue un poco, gaste dinero en algún lujo o se use un vocabulario algo fuerte en el calor de una discusión. Pero esas serían consideradas ofensas serias en un pastor. El pastorado moderno, más autorrevelador, está cambiando las cosas poco a poco, destruyendo algunas de las barreras entre los pastores y los laicos. Los pastores conocidos, como Chuck Swindoll, que sienten la libertad de identificarse con su gente y de compartir algunos de sus temores y debilidades también ayudan. Sin embargo, el ideal para el pastor todavía es más alto que para los demás. No sólo los demás cristianos tienen estas expectativas. La sociedad secular puede tener expectativas aun más exigentes. Recuerdo la vez que el presidente Jimmy Carter fue entrevistado por la revista Playboy Playboy.. El había puesto muy en claro su fe evangélica y se había escrito mucho acerca del hecho que enseñaba una clase en la escuela dominical. Como resultado, se le veía y se le presentaba como si hubiera sido pastor. Por eso, cuando Carter admitió esa entrevista mujeres lo afectaban, datolallegó a primera plana. ¿Por qué? Noen porque la lasciviaque sea las algo fuera de lo común ni ese porque prensa secular la considere ilegal. Cualquier cristiano que ha leído Mateo 5 con entendimiento espiritual comprende lo que Carter quiso decir y que sencillamente estaba siendo honrado en cuanto a sus pecados. No, el alboroto se debía a la idea de que los líderes cristianos deben cumplir normas mucho más alt as.
Eludir lo ineludible La presión constante de ser pastor, de estar siempre en escena, nos destruirá a la larga si no encontramos una manera de aliviarla. Estoy convencido por mi propia experiencia y por la observación de otros que es beneficioso encontrar manera de escaparse del papel pastoral. Voy a ofrecer algunas ideas que me han ayudado a escapar. En primer lugar, muchos pastores se han beneficiado por la amistad con gente fuera de su congregación, gente con quien se pueden relajar y que no piensa en ellos como pastores. El pastor puede ser percibido como compañero, de pesca o de deporte, o como colega en la cooperativa escolar o en un club cultural. En ese caso el pastor no siente la presión de ser el eje, de estar a cargo, de estar obligado a tener la última palabra en cada tema. Al ser seguidor en vez de líder, puede relajarse y sencillamente disfrutar la compañía de ot ros. En segundo lugar, otra manera de eludir la identidad pastoral es hablarles a diferentes personas, tanto creyentes como inconversos, acerca de las cosas básicas y ordinarias de la vida. Todo el mundo tiene el mismo deseo de ser querido y aceptado y las mismas preocupaciones por sus amigos y su familia. Así que, en vez de tratar de llevar cada
conversación a un plano espiritual, que es lo que la gente espera del pastor, a mí me gusta hablar de los niños y de los aparatos ortodónticos y de los deportes y de autos y de comida. Al ser una persona “normal” los demás generalmente me aceptan como tal. El mismo principio se aplica a la vestimenta. La gente está acostumbrada a ver al pastor en traje y podemos eludir el estereotipo pastoral más fácilmente si nos adaptamos a nuestra gente. Me contaron de un pastor del interior, por ejemplo, que lleva un par de pantalones vaqueros viejos y un par de botas en el baúl del auto para visitar a los granjeros de su congregación. En vez de sacarlos de su trabajo cuando los visita, los acompaña haciendo las cosas que todos hacen. En el pueblo donde vivo ahora hay una fiesta para el Día del Trabajo que incluye un rodeo. Ese día aparezco en camisa y pantalones vaqueros como todos los demás. Es un cambio refrescante ser uno de los observadores en vez de uno de los que está a cargo. Y parece que a la gente le gusta verme en otro papel. Me ayuda a eludir el estereotipo. En tercer lugar, cuando hablo frecuentemente encaro la idea de la identidad pastoral de frente. Le digo a la gente que no soy ningún profeta sino un compañero de peregrinaje a quien Dios le ha enseñado algunas cosas que quiere compartir. A veces hasta lo exagero. Pero hasta cierto punto la congregación puede ser educada directamente, de manera especial si la vida del otro lado del púlpito confirma lo que se dice cuando se está detrás de él. Un pastor muy conocido cuenta que un hombre se le acercó después de un sermón y le dijo: “toda la vida les he oído decir a los pastores y predicadores que son humanos y que cometen errores igual que todos los demás, pero usted es el primero a quien le he creído.” Mi amigo no estaba seguro si era un cumplido o no. Pero decidió aceptarlo como tal. Ha logrado mostrarle a su gente que no se le debe poner en un pedestal. Por último, me he esforzado, comenzando con mi época de pastor, por asegurar que el hogar fuera un lugar para relajarme, para dejar de lado el papel de ministro. Una forma tangible de hacerlo es cambiarme, tal vez ducharme, en cuanto llego a casa. Es como cambiarse de uniforme y esto siempre ha servido de señal para mis hijos de que estoy listo para ser papá otra vez. Mis hijos solían decir que papá no había llegado a casa hasta que se había quitado la corbata. Era una señal importante para ellos y para mí.
Proteger la identidad Aunque es importante poder escaparse de la identidad pastoral, también es importante protegerla. Hay gente que trata de usar a los pastores, de amistarse con ellos porque quiere algo. Y si no se dan cuenta de lo que está pasando, su posición y efectividad como ministros pueden verse comprometidas. Recuerdo a un hombre que quería que lo presentara a varias personas influyentes en la comunidad con quienes quería hacer negocio. Si lo hubiera hecho, habría dejado la impresión, quiéralo o no, que estaba recomendándolo a él y sus negocios. En otra oportunidad, James Dobson mencionó en su programa de radio que habíamos ido de pesca juntos. Cuando quise darme cuenta, todo el mundo estaba llamándome para pedirme que hablara con Dobson y consiguiera que fuera a hablarle a su grupo. Un amigo pastor cuenta que un negociante en su congregación quería usar el nombre del pastor y la lista de miembros para enviarles cartas acerca de sus productos a sus “hermanos de la Primera Iglesia”. Es fácil volverse cínico cuando la gente quiere usarlo. Es otra razón por la cual es importante tener contacto constante con gente que no necesita ni quiere otra cosa que su compañía. Otros querrán regalar productos o servicios, o hacer descuentos especiales. Algu Algunos nos tendrán buenas intenciones pero otros querrán sugerir una relación estrecha o tratar de llegar a la congregación por medio de usted. Y algunos que son hostiles al evangelio querrán decir que “compraron” al Pastor Tal y Tal. A raíz de todas estas complicaciones posibles, siempre he rechazado las ofertas de descuentos ministeriales y los pedidos de presentaciones que me parecen estar motivadas por este tipo de cosa. Nunca quiero darle lugar a nadie para decir que el evangelio está en venta o que los ministros están buscando la vida fácil.
Ser ministro no es sólo una carrera; es un estilo de vida. Puede ser tanto una maldición como una bendición. Requiere que nos conozcamos a nosotros mismo y que encontraremos
formas de ser naturales aun mientras seguimos pastoreando a nuestra gente. Esa tarea no es sólo un trabajo. Es una aventura.
7
LA PRESIÓN PARA RENDIR Lo más difícil de tener éxito es que hay que seguir teniéndolo. Irving Berlin Si nos comparamos con los demás, podemos amargarnos o envanecernos, porque siempre habrá gente mejor o peor que nosotros. Max Ehrman La predicación no es el arte de confeccionar y presentar un sermón. La predicación es el arte arte de confeccionar y presentar a u un n predicador. Obispo Quayle
Me gusta pensar que soy bastante bueno disertante pero quedo maravillado cuando oigo uno de mis sermones después de haber sido profesionalmente editado. ¡No puedo creer lo bien que hablo! Los sermones en vivo y en directo contienen una variedad variedad típica de “este. . .” y “eh . . .”, además de pausas y errores. Pero cuando el editor los toma, todas esas cosas desaparecen. No puede dejar de pensar que después de haberme oído en grabaciones, la gente tiene que sentirse decepcionada cuando me oye en persona. La tecnología moderna y los medios de comunicación, en especial la televisión, han creado un tipo de presión en los pastores y otros comunicadores que no existía hasta hace poco. Es la presión para ser actor, para poder compararse no sólo con los pastores locales sino con los de renombre nacional. Esa presión puede crear una ansiedad tremenda. Parte de la presión viene del alcance de los medios de comunicación. Casi cada cristiano parece tener un predicador de radio o televisión favorito o tiene grabaciones de algún predicador famoso. Eso puede ser muy intimidante. Un pastor lo expresa de la siguiente manera: “Saber que muchos en la congregación ya han escuchado a un evangelista por televisión el domingo por la mañana me pone nervioso. Me pregunto qué esperan de mí si ya han oído un gran sermón de uno de los grandes predicadores de la televisión. Comparado con ellos, seguramente parezco bastante pobre”. Lo que tanto el pastor como la congregación suelen olvidar, sin embargo, es que están haciendo una comparación injusta entre el punto más fuerte del predicador famoso y una de muchas de las facetas del ministerio del pastor local. El predicador famoso puede ser un desastre en la administración o en la visitación o en cualquiera de los demás deberes del pastor, pero la gran mayoría de la audiencia nacional nunca lo sabrá. Todo lo que sabe es que es un orador excelente. El pastor local, por otra parte, tiene que ejecutar bien todas sus responsabilidades para que la iglesia no sufra. Hablar el domingo es sólo una parte, admitidamente importante, de la tarea del pastor. Si el punto de comparación fuera la visitación o el evangelismo personal, a lo mejor el pastor local saldría muy adelante del evangelista t elevisivo. Los predicadores prominentes, con un equipo que se hace cargo de las demás responsabilidades para que ellos se concentren en la predicación, se parecen a los médicos que se especializan en trasplantes de corazón. Hacen una sola cosa, y la hacen muy bien. El pastor local, en cambio, es como el médico del pueblo que tiene que tratar todas las necesidades médicas, desde un hueso quebrado hasta una peritonitis. ¿Puede hacer el trasplante? No; pero no es justo esperar que lo haga. Tiene un papel muy diferente. En la mayoría de las situaciones la gente no necesita a un especialista; necesita a alguien competente y disponible. Otro enfoque es el de Earl Palmer, que cuenta la historia de una orquesta escolar que piensa tocar la Quinta Sinfonía de Beethoven. Con seguridad no lo hará tan bien como lo haría la Sinfónica Nacional. ¿Significa eso que no debería tocarla? Claro que no. Pocas personas podrán oír la Sinfónica Nacional en persona. Es mejor oír a Beethoven por la orquesta escolar
que no escucharlo nunca. Aun cuando la ejecución no sea perfecta, la música es buena y tiene valor por sí misma. Del mismo modo, el mensaje en la iglesia es de tal valor que trasciende una presentación imperfecta. Y como veremos en breve, hay beneficios incalculables que resultan de oír el mensaje en persona del pastor local.
El mundo de la ilusión A cada uno de nosotros se le compara no sólo con los mejores predicadores, sino con lo artificialmente mejor de ellos. Al comienzo de este capítulo mencioné cuánto mejoran mis sermones después de haber sido editados. Los mismos ocurre con los músicos, que sufren comparaciones desfavorables con grabaciones. La señora de Pérez que canta un solo en el templo el domingo puede tener bastante talento pero de vez en cuando le puede fallar alguna nota o el acompañante puede atrasarse un poco. Cuando la congregación compara esa ejecución con el último disco de una cantante famosa, ¿quién pierde? Lo que la congregación no considera, aparte del excepcional don vocal de la cantante famosa, es que la grabación es resultado de muchas pruebas, regrabaciones, superimposiciones superimposiciones y demás trucos de la industria musical. En otras palabras, a la señora de Pérez ni siquiera se le está comparando con la verdadera cantante. Se le está comparando con la mejor cantante que la tecnología puede producir, con un nivel de producción que sólo existe en las grabaciones de la más alta calidad. La misma cantante no puede igualar esa calidad cuando canta en vivo. Por eso, no importa lo buena que sea un presentación en vivo, si el oyente conoce la misma música en grabación, puede salir del concierto decepcionado por la calidad técnica. Sin embargo, la ilusión creada por la tecnología tiene su expresión máxima en la televisión. Esto es así por varios motivos, en primer lugar, hay mucho más que se puede hacer cuando hay imagen además de sonido. Las luces, el fondo y el banquito detrás del púlpito hacen que el orador se vea más alto. La ropa, el maquillaje, los gráficos ---todas estas cosas mejoran el aspecto y la presentación del orador televisivo. Además, con las cámaras múltiples, el equipo técnico puede producir otros efectos. Por ejemplo, se puede agregar interés visual al enfocar al predicador desde diferentes ángulos. Otras cámaras pueden enfocar a la congregación. Y ¿qué pasa si un miembro de la congregación tiene la audiencia de bostezar cuando lo están filmando? Sencillamente se borra la cinta y se sustituye otra toma. El resultado es que en la versión editada sólo aparecen personas inteligentes y atentas, absortas por cada palabra, mirando intensamente o tomando apuntes. Lo más probable es que toda la gente esté impecablemente vestida. La ilusión es que toda la congregación es así. En una iglesia real nunca es así, por supuesto. La congregación está compuesta por muchos tipos de personas, algunas bien vestidas y otras no, algunas atentas pero otras que están leyendo, hablando o durmiendo. Si no reconocemos que la imagen televisiva es una ilusión, vamos a sentir que el culto real es mucho menos efectivo que la imagen televisiva. Una segunda razón por la cual la ilusión es tan poderosa es que mucha gente todavía cree que “las imágenes no mienten”. Ya está pasando la época en la cual la gente cree que una cosa es cierta si aparece en en el diario o en un libro. P Pero ero porqu porque e creemos lo qu que e vemos --nuestros propios ojos no nos pueden traicionar ---aun cuando nuestra mente consciente nos recuerda que la imagen ha sido cuidadosamente editada, tenemos mucha más confianza en los mensajes que recibimos por televisión. El medio mismo tiene esa autoridad que lo convierte en una forma poderosa de comunicar cualquier idea. Es terriblemente fácil empezar a creer que la ilusión es realidad. En tercer lugar, los predicadores televisivos tienden a hablar con una gran seguridad que apela a aquellos que quieren simplificar el mundo y la vida cristiana, que quieren que todo se vea con gran nitidez: “Hay cuatro formas de encarar esto” o “Hay cinco pasos para resolver este problema.” Los oradores lo dicen con convicción mientras fijan los ojos en la cámara. La combinación del mensaje con el medio es muy efectiva. En contraste, cuando yo hablo, intento comunicar la siguiente actitud: “Me gustaría enfocar esta situación desde tres perspectivas, pero puede haber más de igual validez”. A veces digo: “Puedo pensar en cuatro maneras de tratar este problema, pero es probable que haya otras que funcionarían igual o mejor.” Creo que es un enfoque más realista, pero comparado con la
seguridad del típico predicador televisivo, puede ser considerado tentativo o poco pulido por algunos. En cuarto lugar, la ilusión funciona tan bien porque hoy tenemos una sociedad que prefiere la ilusión a la realidad. La gente está más preocupada por la imagen y por la apariencia que por la sustancia. Quiere que sus líderes sean pulidos, confiados, atractivos. Quiere oír testimonios que hablan de una victoria total final, no del proceso de aprender y crecer. Quiere respuestas fáciles, no enfoques que exigen estudio y trabajo. Esta preferencia es una gran falla social. Hace algunos años se pronosticó que desarrollaría una época así: la era de los medios en la cual los comunicadores artificiales serían preferidos a las personas con sustancia. He leído de agencias de promoción y de relaciones públicas que dicen poder convertir a cualquiera en senador estadounidense, bajo dos condiciones: (1) fondos suficientes y (2) la promesa del cliente de no decir ni una palabra que la agencia no haya escrito. Si insiste en decir cosas propias durante la campaña, el precio sube porque tiene que trabajar más para reparar el daño a la imagen que están creando. Este asunto de la imagen y la sustancia ha llegado a tal extremo que algunos expertos creen que hasta cierto punto la muerte política del ex presidente estadounidense Jimmy Carter fue resultado de tener una cara débil ---un mentón débil y una sonrisa con demasiados clientes. Según esta teoría, su sonrisa hacía que se viera demasiado vulnerable en sus fotografías, y la gente quería un líder nacional con un aspecto más invencible. Todo esto no tenía nada que ver con sus habilidades ni con su carácter, pero la gente elige a un líder basándose en gran medida en ese tipo de evaluación superficial. Cierto tipo de persona, y hay muchas de ellas, también se siente atraídas por motivos personales por la imagen pulida y confiada de las estrellas. Esa persona aspira a esa imagen y a ese estilo de vida. Del mismo modo, en el m undo cristiano, tales personas disfrutan vicariamente por medio del predicador famoso. Veo un ejemplo secular de este fenómeno en el caso de un ex diputado del Congreso estadounidense del barrio de Harlem, en Nueva York. Solía preguntarme cómo podía tener tantos seguidores de barrios pobres cuando se le conocía como mujeriego y corrupto. Entonces comencé a ver que apelaba a las aspiraciones de mucha de esa gente. Todos querían ser ricos pero como no podían serlo, dejaban que él, uno de ellos, lo fuera en su lugar. Todos querían un auto hermoso pero no podían tenerlo, así que disfrutaban viéndolo a él en limosina. Les hubiera gustado ir a las grandes cenas políticas pero como no podían hacerlo, por lo menos disfrutaban el hecho de que él sí lo hacia. En cambio por la oportunidad de identificarse vicariamente con su éxito y su prosperidad, la gente del distrito estaba dispuesta a aceptar todos los aspectos negativos de la vida de ese político. Sin llevar el paralelismo a extremos, pienso que el mismo tipo de fenómeno, la misma identificación con un líder próspero y exitoso, se lleva a cabo en el mundo de las superestrellas del medio cristiano. Es otro tseñalar, riunfo decon la imagen sobre la que sustancia. Por último, me gustaría todo respecto, hasta la misma Biblia puede causar problemas. Así es porque muchos dejan de tener en cuenta que la Biblia representa una historia condensada.. Leen las relativamente pocas páginas de la Biblia y tienen la impresión de que condensada Moisés y Jesús y los apóstoles hacían un milagro tras otro y que iban de una cumbre espiritual a otra. La gente no piensa en los muchos días de vida y de viaje y aun de tedio cotidiano que todos, incluyendo los personajes bíblicos, experimentamos. Los milagros de Jesús, por ejemplo, se llevaron a cabo a lo largo de tres años de ministerio público pero se presentan en unas pocas páginas de la Biblia. Es fácil tener la impresión de que estaba haciendo algo increíble todos los días, pero probablemente no era así. Necesitamos recordar que la fidelidad no se mide principalmente por lo alto alto,, sino por lo largo.. Es la habilidad de ser fiel en la rutina de la vida lo que demuestra nuestra entrega. largo
El ministerio verdadero tiene que ser local Hice lo mejor que pude para describir la fuente de esa tremenda presión para rendir en forma extraordinaria. Es fácil sentirse insignificante y sentir que siempre vamos a salir perdiendo en las comparaciones. Cuando siento que nunca podré satisfacer las expectativas, trato de recordar que la clave del ministerio efectivo no es lo extenso sino lo local. Si no toca a personas específicas, ningún ministerio puede tener éxito.
La clave de la expansión del evangelio y de la obra de la iglesia es lo que llamo el principio de la encarnación. Hay algo intrínsecamente poderoso en la comunicación del evangelio de persona a persona, cara a cara, que no tiene igual. Por supuesto que la Encarnación fue la asombrosa decisión de Dios de que el Verbo de Dios, el Hijo, se hiciera carne y morara entre nosotros, revelándonos al Padre siendo como uno de nosotros. ¿Por qué habrá elegido Dios presentar el evangelio de esa manera? No creo que haya sido el único método que se le haya ocurrido. Podría haber escrito palabra de fuego en el cielo. Podría haber visitado a cada persona en sueños. No, él sabía (porque nos hizo así) que somos seres sociales, que aprendemos mejor por un ejemplo de carne y hueso, que la verdad que funciona en carne y hueso es una verdad que puede ser creída. Cuando Dios ha querido comunicarse con la gente, generalmente ha usado hombres y mujeres débiles y vulnerables, el mayor de los cuales llegó como un bebé indefenso, para palpar, hablar y sanar. Muchos de los más grandes mensajeros de Dios no habrían tenido mucho éxito por televisión. Algunos han dicho que si Jesús estuviera en la tierra hoy, con seguridad estaría en televisión, pero yo no estoy tan seguro. Aunque muchos cristianos occidentales imaginan que Cristo fue alto y buen mozo, lo más probable es que haya sido un típico hombre de Medio Oriente: más bien bajo de estatura y de tez oscura. En Isaías 53:2 se nos dice que no había “parecer en él, ni hermosura; lo vimos, pero no tenía atractivo como para que lo deseáramos”. No suena como alguien que triunfaría por televisión, ¿verdad? El apóstol Pablo tampoco me da la impresión de ser materia para estrella. Como Jesús, no era ningún proveedor de curas espirituales rápidas y finales, aunque sí hablaba con seguridad. En cuanto a su apariencia, algunos han deducido por cosas que dijo que pudo haber sido bastante feo. En vez de ser una atracción por tener una imagen pulida y fuerte, Pablo, con su aguijón en la carne, era una demostración de la manifestación de poder de Dios por medio de la debilidad humana. ¿Significa todo esto que Jesús y Pablo no serían buenos comunicadores hoy? No creo que su impacto se viera disminuido en lo más mínimo, debido al principio de la encarnación, a la larga la mejor manera de comunicar la verdad. La gente necesita a alguien a quien puede tocar, cuyo ejemplo honrado puede ver día tras día, alguien que no ofrece soluciones fáciles y luego desaparece, sino alguien que puede enfrentar la vida real y trabajar con las personas para encontrar respuestas de verdad. Un pastor encarnado no trasmite sus proclamaciones desde el Monte Sinaí, camina con el pueblo por el desierto para llegar juntos, finalmente, a la Tierra Prometida. Otra forma de expresarlo, tal ve, es que la vida cristiana se enseña con la mayor efectividad mediante un largo período de tiempo. La gente quiere saber lo siguiente: ¿Es cierto todo esto? ¿Realmente funciona en las situaciones difíciles de la vida? Cuando se muere un hijo, ¿sostiene su fe a los respuestas padres o queda revelada como un engaño? sonrespondan las preguntas que la gente hace y las tienen mucho que ver con la maneraEstas en que a Cristo. Son preguntas que sólo pueden ser contestadas por la vida del pastor local. El predicador televisivo no puede responder en una forma convincente. No tiene forma de dar ese ejemplo. El evangelio es una proclamación de por vida, no un mensaje de media hora. Es interesante cómo los inconversos de la comunidad saben quién ha demostrado un carácter cristiano consecuente. Una vez oí una conversación en una estación de servicio cuando un hombre dijo que no era cristiano, pero si algún día lo fuera, quería ser como Frank Smith. Por el tono de voz, estaba seguro de que Frank Smith había estado protagonizando una vida cristiana consecuente durante muchos años. Un colega mío, Víctor Monagrom, es así. Trabaja con Juventud para Cristo en la India, y ahora es anciano. Una vez, hace muchos años, estaba tratando de cruzar la frontera con Birmania y el oficial le pidió dinero. Víctor le contestó que no podía sobornarlo porque era seguidor de Jesucristo. El oficial le dijo que en ese caso podía quedarse en la India. Víctor esperó, día tras día, en la estación de frontera desde que abrí hasta que cerraba. Sencillamente se sentaba y miraba cómo el oficial tomaba dinero antes de permitir que la gente cruzara la frontera. Después de ocho días, el oficial llamó a Víctor, le selló el pasaporte y lo mandó a Birmania. Muchos años después, Víctor tuvo ocasión de viajar nuevamente desde la India a Birmania. Fue a la misma estación de frontera, donde se encontró con otro joven oficia oficiall que no quería dejarlo pasar si no pagaba.
Al igual que antes, Víctor le dijo que era seguidor de Jesucristo y que no podía participar en un soborno. Le mostró que todos los papeles estaban en orden y le pidió que por favor sellara el pasaporte y le dejara pasar. El oficial se negó a hacerlo y empezó a discutir con Víctor. El supervisor oyó el barullo y salió para investigarlo. Resultó ser el oficial con quien se había encontrado Víctor tantos años atrás. El oficial reconoció a Víctor y le preguntó: ---¿No tuvimos esta discusión hace años? Víctor le contestó: ---Sí. El viejo oficial se rió y se volvió a su joven colega: ---Más vale sellarle el pasaporte. Me encontré con él hace varios años y te digo que va a ganar. No va a pagar. Este hombre es seguidor de Jesucristo. En todos esos años de burócrata, el hombre mayor nunca había olvidado a Víctor. Sabía que se carácter nunca cambia, que tarde o temprano siempre gana. Las personas como Víctor Monagrom nunca pagarán para cruzar la frontera; lo que harán es cambiar el mundo en una forma que ninguna ilusión t elevisiva podría hacerlo. Phil Donahue, locutor de un programa televisivo, tiene la reputación de ser duro en el clero, y ha dicho que es porque le tiene poco respeto. La mayoría de sus integrantes, según él, haría cualquier cosa por hacerse notar por televisión. Sin embargo, en su autobiografía relata un encuentro con un pastor que no era así. Un día, cuando era un joven reportero de televisión, se le mandó a investigar un accidente minero. Fue solo en un autito enclenque, llevando una pequeña filmadora para grabar su nota. Sin embargo, hacía tanto frío que cuando llegó, la filmadora no funcionaba. La puso dentro del abrigo para calentarla. Mientras tanto, las familias de los mineros atrapados iban llegando. Era gente sencilla ---mujeres, ancianos y niños. Varias de las víctimas eran padres de familia. En eso llegó el pastor local. No era una persona muy refinada. Pero juntó a todas las familias en un círculo y se abrazaron mientras él oraba por ellas. Donahue todavía estaba tratando de hacer funcionar la filmadora y estaba muy frustrado porque no podía captar esta escena tan conmovedora. Por fin, cuando la oración ya había terminado, Donahue consiguió que la filmadora funcionara. Le preguntó al pastor si ahora que podía filmar podría volver a orar así saldría en el noticiero. Entre paréntesis, Donahue dice que ha estado con muchas personas de renombre mundial, incluyendo a pastores, y que siempre están dispuestos a repetir una escena para salir en las noticias. Sin embargo, este sencillo pastor le dijo a Donahue: ---jovencito, nosotros no oramos para las noticias. Lo siento, pero ya hemos orado y no voy a hacer un simulacro. Hasta el día de hoy, Donahue recuerda a ese pastor con respeto. No se olvida ese tipo de carácter, no importa quién se es ni lo que se crea.
Espero que esto sirva para explicar que a pesar de las presiones para lograr cosas extraordinarias, el pastor local es indispensable y por qué creo que el estar con la gente es más que suficiente para compensar por el carisma profesionalmente editado del pulido predicador televisivo.
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EL ALCANCE DE LA EMPATIA No hay desesperación más absoluta que aquella que viene en los primeros momentos de nuestro primer gran dolor, cuando todavía no hemos sabido lo que es haber sufrido y haber sido sanados, lo que es haberse desesperado y haber recobrado la esperanza. George Elliot Cuando nos ponemos en el lugar de otro sentimos menos ganas de darle su merecido. Farmer’s Digest (Resumen Agrario)
Uno de los personajes de la vieja película para niños El Mago de Oz les recuerda algo importante a los ministros. En una escena, el personaje que está todo hecho de lata, dice que en el pasado tuvo tanto un cerebro como un corazón, y según su experiencia si sólo puede tener uno de ellos, prefiere tener el corazón. Si tuviera que decir cuál es el atributo más importante del pastor, el corazón (interés humano) o el cerebro (habilidad intelectual), b basándome asándome en mi experiencia, también ele elegiría giría el corazón. Puede que no sea cierto para los teólogos y demás estudiosos, pero para aquellos que están en el ministerio humano, que tienen la tarea diaria de tocar la necesidad humana, el corazón es esencial. La mayor parte de los pastores aconsejan mucho, ya sea en sesiones formales o en conversaciones informales, y hace falta cierto grado de empatía con la persona afectada. Para ayudar a la gente, tenemos que quererla y tenemos que comunicar ese cariño. En otras palabras , el pastor necesita corazón de pastor. Es natural que algunos pastores sientan más empatía que otros debido a diferencias de personalidad. Aquellos Aquellos con mayor empatía sentirán más el dolor de la persona que sufre pero al mismo tiempo puede que sean mejores consejeros. En ese sentido, compartir el dolor de la gente es buena señal. Sin embargo, cuando el pastor se identifica demasiado con los problemas ajenos pierde la perspectiva. Entonces hay dos personas que sufren. El pastor ya no puede ser de tanta ayuda. Puede terminar sintiéndose como el pastor que dijo: “Para “Para cuando entiendo la historia historia y lo que parece ser el problema, ya estoy emocionalmente involucrado y pierdo la objetividad. Casi me da miedo aconsejar en situaciones de crisis severa.” En consecuencia, aunque suene algo impersonal, hay que recordar que si bien hace falta la empatía en el pastor, también hace falta una sana dosis de objetividad. objetividad.
Mantener la perspectiva ¿Cómo podemos empatizar de una manera útil sin perder la objetividad necesaria tanto para el aconsejado como para el consejero? consejero? Como pastor y obrero entre los jóvenes, he tenido que encontrar un equilibrio. Ahora sigue lo que he descubierto. Para comenzar, trato de recordar, por humillante que que sea, que hay algu algunos nos a quienes sencillamente no puedo ayudar. Sus problemas están más allá de mi capacidad. Es inevitable que me encuentre con problemas que no puedo resolver. El reconocimiento de esta difícil verdad me ayuda a evitar intentos inútiles cuando no hay nada que puedo hacer. Algunos tenemos la tendencia de llevar un marcador interno para calcular el porcentaje de personas que hemos podido ayudar. Sin embargo, en la mayoría de los casos, enfatizamos los casos frustrantes. Esa actitud no hace más que darnos desilusión y noches sin poder conciliar el sueño. Hace poco que mantengo correspondencia con una mujer cuyo marido está encarcelado, lo cual crea dificultades tades obvias de muchos tipos. Tiene varios hijos y la familia sufre de
problemas de salud. Ella misma tiene problemas médicos muy serios. Todas estas cosas son muy reales y muy dolorosas, y no tengo manera de “resolvérselas” en forma tangible. Por supuesto que eso no significa que no pueda ministrarle. La escucho, le doy alguien con quien hablar. Le dejo saber que me preocupo por ella y la animo a seguir adelante. Eso le da una medida de consuelo. Pero sea cual fuere la ayuda que le proporciona nuestra correspondencia, no altera en lo mínimo sus difíciles circunstancias. Así es la vida. Si suena a resignación desesperanzada, no es así. De hecho, como pastores es esencial que tengamos esta perspectiva realista de la vida si vamos a ministrar en los casos más difíciles. Tenemos que aceptar lo que no podemos hacer para no desanimarnos por eso y para concentrarnos en las cosas que sí podemos hacer. Recuerdo una ocasión durante mi pastorado cuando un amigo mío me llevó al hospital a visitar a una paciente que sufría de cáncer. Era una mujer unos veinte años mayor que mi amigo y él había llegado a quererla quererla casi como a una madre. madre. Se había enojado mucho con otros pastores que habían ido a verla y a orar por ella, diciéndole que Dios la sanaría si tenía la fe suficiente, pero después la habían abandonado al ver que empeoraba. Cuando estábamos por entrar a su habitación, me dijo: “Por favor no entres si no estás dispuesto a seguir con ella hasta que muera. Me gustaría que siguieras viniendo conmigo porque quiero que sepa que hay un pastor que la acompañará hasta el fin. Nosotros los médicos tenemos que seguir hasta el fin pero ustedes los pastores son muy inconstantes”. inconstantes”. El se había encontrado con pastores que llevaban nota de lo que hacían, que querían o resolver todo problema que querían evitar la desilusión de la oración no contestada. Esa experiencia me impactó con la importancia de estar dispuesto a acompañar a las personas a lo largo de toda la experiencia del dolor real de la vida. Y aunque nunca llegué a tener la profundidad del amor de mi amigo los acompañe hasta el fin. Dado el principio de la encarnación que vimos en el capítulo anterior, estoy convencido de que parte de nuestro ministerio de consuelo es estar en los momentos más oscuros. Philip Yancey una vez escribió lo siguiente: siguiente: “Nuestra tarea, y lo digo con cuidado, cuidado, es la de mostrar que no importa aun cuando parece que a Dios no le importa.” Parte del plan de Dios es que su amor se comunique a través de las personas. No siempre hay una visión o un silbo apacible y delicado. Con frecuencia es un pastor o una amigo el que se encana el amor de Dios. Dios no está ausente. Sencillamente ha elegido extender su amor por medio nuestro. Una segunda perspectiva útil es que aunque el problema no sea tan difícil como un cáncer terminal o un marido encarcelado, no estamos obligados a ser los que siempre tienen la respuesta perfecta. No tenemos que hacer de Salvador, aunque nuestro ego se vea tentado a hacerlo. Esto no significa que nunca debemos dar una respuesta directiva. Pero muchas veces no hace falta. Mucha gente que viene por concejo no necesita una solución. Sencillamente necesita estar segura de que está haciendo lo mejor que puede. O que la solución que se le ha ocurrido es la correcta. O tal vez sencillamente necesita saber que no está sola, que buenos cristianos han tenido la misma lucha, que Dios t odavía la ama y la acepta. En otros casos, la gente se ha arrinconado, pensando que no hay ninguna salida para su dificultad. Nuevamente, no es necesario que proveamos la la respuesta. respuesta. A lo mejor sólo hace falta decir que hay más de una manera de solucionar las cosas o ayudar a plantear las opciones para que la gente no se sienta atrapada. Desde nuestro punto de vista objetivo, es posible que podamos sugerir un par de alternativas para ser consideradas. Un tercer enfoque que me ha sido útil ante un problema especialmente grande es delegar deliberada y verbalmente la solución al Señor en oración. Le dejo saber a la persona en cuestión que no tengo la respuesta perfecta pero que podemos llevar el asunto al que sí la tiene. A veces he interrumpido una sesión para decirle a Dios que el problema es mayor que nosotros y que estamos entregándoselo. Hago algo parecido ahora que soy rector, un papel que a veces parece arrojarme demandas abrumadoras. Es una especie de ritual periódico: me meto en el auto y doy vueltas alrededor de la ciudad universitaria, y mientras manejo vuelvo a entregarle todo al Señor--- la universidad toda, mi papel en ella y las preocupaciones específicas del momento. Ayuda a aclarar la situación y al recordar que Dios no me ha dejado solo, encuentro un elemento nuevo y sobrenatural en la situación---el elemento de la esperanza santa.
La empatía a largo plazo
Una parte especial de la dinámica pastoral es que hay un grupo de personas que necesita un poco de atención todas las semanas. Este “mantenimiento” puede llegar a convertirse en parte de la rutina semanal y ser más tarea que ministerio. Pero creo que de algún modo es una de nuestras funciones más importantes, una prueba de nuestra fidelidad. Casi cada iglesia, por ejemplo, tiene un miembro o más cuyo cónyuge es alcohólico. Esta gente querrá contarle periódicamente al pastor lo difícil que fue la semana pasada y en la mayoría de los casos, todo lo que se puede hacer es animarle a enfrentar otra semana. Esto sigue por años y años y puede parecerle una cosa pequeña y poco productiva al pastor pero ese aliento puede ser justamente lo que le hace falta a esa gente para seguir adelante. Cuando yo estaba pastoreando, había en la iglesia un joven retardado. Era lo suficientemente retardado como para no poder conseguir un buen empleo pero no tanto como para no darse cuenta de que era diferente de los demás. Como consecuencia, casi siempre se sentía triste. Uno de mi ministerios, por lo tanto, era buscarlo cada domingo, llamarlo por nombre y charlar con él un par de minutos acerca acerca de su pasatiempo: pasatiempo: coleccionar gorros de béisbol. Nunca faltaba al templo. Lo veía en el banco durante la reunión y sabía que estaba esperando el momento de afirmación que yo le daba de buena gana. No era nada espectacular ni tuve resultados dramáticos; pero creo que era una de las mejores cosas que hacía semana tras semana. Hay una necesidad similar en la gente que cuida a padres mayores. Es una tarea difícil, a largo plazo, que desgasta. Así que hay que afirmarla, decirle lo bueno que es que se preocupe por sus padres, recordarle que su responsabilidad no durará para siempre. También puede ayudarla a manejar el sentimiento de culpabilidad por no poder hacer más, o por sentirse desleal cuando sus padres no son razonables. Se le dice por ellos cuando es cierto: Su padre está volviéndose niño; así sucede no es culpa suya; está haciendo lo correcto. Recuerdo una situación en particular. El anciano estaba es un hogar residencial y cuando la gente de la iglesia lo visitaba siempre decía que su propia familia no lo quería y que nunca lo visitaba. Entonces yo recibía llamadas de sus visitantes diciéndome que la familia estaba descuidándolo, que eso era terrible y que había que hacer algo. Fui a ver a la familia y le conté lo que estaba sucediendo. Me contaron que en realidad iban a verlo con frecuencia. Sugerí Sugerí que empezaran a anotar todas la visitas y que me dijeran cuándo habían ido a verlo. Entonces cuando iba a visitar al anciano, le decía: “¡Qué lindo que sus hijos vinieron a verlo ayer!” A veces se había olvida olvidado do de que habían ido y empezaba a discu discutir. tir. Yo le decía que había hablado con ellos ese mismo día y que me habían contado de la visita. Generalmente resultaba que sí podía acordarse de la visita; pero se había olvidado o se había convencido de que deberían haber estado con él todo el tiempo. No hacía falta que yo lo criticara por ser olvidadizo o egoísta, pero sí necesitaba seguir afirmando a sus hijos y recordarle a él lo buenos que eran.
La empatía por los pocos simpáticos Hasta ahora hemos estado hablando de la empatía por la gente hacia quien tenemos sentimientos positivos, o por lo menos neutrales. Pero inevitablemente habrá gente que es difícil de querer y que hace que sea un desafío sentir empatía. Empiezo confesando que hay ciertos tipos de personas que generalmente constituyen mis mayores desafíos---por ejemplo, gente que adopta automáticamente la actitudes y los prejuicios de sus padres. La persona se ha convertido en la imagen del padre sin darse cuenta de ello y dice cosas como: “Mi padre siempre decía que.....” Otro tipo problemático para mí es aquel que ha tenido un acontecimiento importante en la vida que se ha convertido en la medida, en el punto de referencia para todo lo demás. Pudo haber sido una guerra, una inundación, un choque, un desastre financiero o una experiencia espiritual. En vez de estar agradecido por las lecciones aprendida de esa experiencia, la usa como un arma y espera que los demás vean las cosas del mismo modo. Sin embargo, las personas con las que más me cuesta empatizar son aquellas superespirituales que ponen al pastor a la defensiva con comentarios como: “? Por qué no estamos haciendo más en cuanto a (escójase uno) evangelismo/ discipulado/ misiones/ campañas/ preparación juvenil?” Tienen mucho que que decir en cuanto a la culpabilidad, culpabilidad, pero
poco en cuanto a la gracia. Con frecuencia son las mismas que quieren una respuesta fácil para cada uno de los problemas de la vida, aun cuando esas respuestas no existan. A lo mejor los demás tienen sus propias categorías de gente difícil de disfrutar. Will Rogers dijo que nunca había conocido a un hombre que no le gustara. Todavía no he aprendido su secreto pero mi táctica con la gente con la cual tengo una reacción negativa es la siguiente: Si sé lo suficiente de cualquier persona, puedo aprender a quererla. Si al principio no me gusta alguien, supongo que todavía no lo conozco lo suficiente. Mi estrategia es sondear suavemente para descubrir más. ¿Dónde nació? Cuénteme algo de su familia. Cuando era niño y tenía problema, ¿con cuál de los padres consultaba? ¿por qué? ¿Cuáles son algunas de las personas que más admira? ¿Cuáles son las tres cosas que siente que todo el mundo debería saber acerca de la vida? A medida que voy conociendo a la gente, me voy enterando por qué es como es y generalmente encuentro algo que me gusta o con lo cual simpatizo. Sea cual fuere la técnica que empleamos, nuestra meta es construir un fundamento para el ministerio. Creo que el amor siempre encuentra un camino. Cuando veo más esa persona, tomo la iniciativa para acercarme, aunque sea por un minuto, y saludarla, preguntar por la familia o compartir algún recuerdo mutuo. La última palabra, sin embargo, tiene que seguir siendo el amor. No es sólo nuestra meta como ministros, sino nuestro llamado como cristianos. Y es así aun con los que son difíciles de querer y con los que están empecinados en ser nuestros enemigos.
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EL AMOR HACIA LOS ENEMIGOS
Un ingrediente importante del éxito es un buen enemigo, despierto, persistente, incansable. Frank B. Shutts El mayor problema del predicador es cómo perder la sensibilidad sin endurecer el corazón. Yance Hayner
Confieso que, hasta cierto punto, yo era uno de esos jóvenes idealistas que entró al ministerio pensando que porque estaba haciendo la obra del Señor, el pueblo de Dios siempre estaría a su lado apoyando sus esfuerzos. Con toda seguridad, razoné, si me encuentro con enemigos en el ministerio, estarán fuera de la iglesia, oponiéndose de algún modo a la causa de Cristo . No hizo falta mucho tiempo para que quedara destrozada esa ilusión. Cualquiera que haya estado en el ministerio más de una semana y media probablemente puede identificarse con una o más de estas declaraciones hechas por pastores: “Un pequeño grupo de los más fervientes admiradores de mi predecesor no puede olvidarse de él y formar una relación conmigo. Para ellos lo mejor de mí, al ser diferente del pastor anterior, no es lo suficientemente bueno. Aparte del dolor emocional, esto también ha tenido la tendencia de darle un cariz tentativo a mi ministerio.” “Nunca pensé que tuviera enemigos hasta que uno de ellos se fue de repente de la iglesia llevándose una docena de familias con él. Esto, más que cualquier otra cosa en mis veinte años de ministerio pastoral, me deprimió, me agotó y me enfermó.” “Hay gente que quiere controlar todos los aspectos físicos de la iglesia. Pareciera ser que todo tiene que hacerse a su manera. La situación es frustrante y no tengo buena actitud al respecto. Trato de quererla y orar por ella; pero muchas veces me deslizo hacia la amargura.” Es posible, por supuesto, que al tratar de hacer la obra de Dios haya oposición externa. Pero quiera o no, tarde o temprano habrá algún tipo de oposición seria dentro de la iglesia. Para algunos, es una lucha constante de bajo nivel. Para otros, los opositores se convierten en enemigos implacables. ¿Cómo tratamos a nuestros enemigos? ¿Cómo podemos obedecer en forma práctica el mandamiento claro de Cristo en Lucas 6:27 “Amad a nuestros enemigos y haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen y orad por los que os maltratan”? Al igual que todos los ministros, he tenido mi porción de gente difícil. Conozco la oposición; sé lo que es considerar a un miembro como enemigo. Espero que lo que yo he aprendido sea útil para otros. otros.
Reconocer el sentimiento Toda una generación de cristianos o más cree que las emociones son males, que los creyentes no deberían sentir ciertas emociones (la ira, por ejemplo), por que se consideran impías. Pero la verdad es que experimentamos todas las emociones humanas normales; es imposible no hacerlo. No sólo las experimentamos, sino que está bien hacerlo. Dios nos hizo así. Hay momentos en los cuales cada emoción, mientras esté bajo control, es enteramente apropiada. Por ejemplo, hay muchas ocasiones en las cuales debemos enojarnos, como cuando vemos el tratamiento injusto de la gente o cuando oímos el nombre de Dios usado indignamente. Enojarse en tales momentos está muy de acuerdo con el carácter de Dios. Me encanta Efesios 4:26 porque nos da la libertad de ser humanos: “Enojaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo”. Es otra forma de decir que la ira es algo
natural. Podemos enojarnos y no pecar. Al mismo tiempo, el pasaje nos está diciendo que no debemos pecar por medio de la acumulación del resentimiento. Es cuestión de decisión. Es inútil tratar de reprimir las verdaderas emociones, porque son como una pelota de playa en el agua. Se le puede empujar y mantener sumergida, pero tarde o temprano va a salir a flote en alguna parte, frecuentemente de manera peligrosa. Un lugar donde aparece la ira reprimida es en problemas físicos tales como la pérdida de energía y vitalidad o un tic nervioso. El efecto general en el cuerpo es destructivo ---a través del tiempo hasta puede causar la muerte, aunque jamás se ven las “emociones reprimidas” como causa oficial de muerte. La ira reprimida también puede manifestarse en un resentimiento general. Conozco a dos hombres que eran amigos y que estaban en el ministerio. Eduardo era el más inteligente y el de lenguaje más articulado. Había sido también mejor estudiante. Pero Dios había usado a Roberto de una manera más prominente. Esto le molestaba enormemente a Eduardo, el cual vivió veinticinco años como una persona amargada, sarcástica, cínica y arrogante porque no podía perdonar a Dios por haber usado a Roberto en vez de él. Sin embargo, finalmente pudo reconocer la causa del resentimiento. Cuando la confesó, se llevó a cabo una transformación. Admitió acongojadamente que él había desperdiciado todos esos años en medio de un desierto. A veces las emociones reprimidas afectan la predicación. Por ejemplo, cuando estaba en Juventud para Cristo un quinceañero se me acercó un día y me pidió que orara por su pastor. Cuando le pregunté por qué, me contestó que todos los domingos la gente salía sintiéndose como la peor inmundicia y si todos no estaban cabizbajos, el pastor no aflojaba hasta que lo estuvieran. Le pregunté qué era exactamente lo que quería que pidiera. El joven contestó que debíamos orar porque el pastor se sintiera perdonado. ¡Qué visión tan clara en un joven de quince años! Lo más probable era que el pastor tuviera un conflicto no resuelto en su propia vida que estaba proyectando en su congregación. Sin darse cuenta de ello, estaba tratando de librarse de sus emociones reprimidas desde el púlpito. El asunto no era la pecaminosidad de su congregación sino su propia ira no reconocida. La primera clave para tratar a los enemigos en forma amante, entonces, es enfrentar nuestros sentimientos honradamente, admitir ante Dios y ante nosotros mismos lo que sentimos y reconocer que el mero hecho de sentir una emoción no es pecado.
El intervalo de reacción Sin embargo, en segundo lugar, está la cuestión de qué hacer con las emociones, cómo reaccionar a lo que las produjo. Vivimos en un mundo que nos ha engañado con su credo de “ser fieles a las emociones”, lo cual significa no sólo admitirlas sino expresarlas como sea y con quien sea. Es decir que si alguien dice algo que me hace enojar, debería reaccionar con palabras y ademanes fuertes. Se supone que esto resultará en una relación más sana ent re nosotros. Es evidente, sin embargo, que ésta no puede ser la forma de actuar del cristiano. Tenemos que incluir en la ecuación el mandamiento de Jesús de amar a los enemigos. Cuando nos hacen mal, debemos hacer el bien. Cuando nos maldicen, debemos bendecir. Podemos enojarnos, pero no debemos pecar en nuestra ira. Eso nos lleva a lo que llamo el intervalo de reacción, donde se ganan o se pierden casi todas las batallas en las relaciones humanas. Dios nos ha hecho seres racionales, no instintivos. En otras palabras, no estamos obligados a responder en forma automática e impensada. El lapso entre lo que se nos dice y nuestra respuesta es lo que yo llamo el intervalo de reacción, el período durante el cual pensamos en el lo dicho, lo analizamos y lo filtramos mediante nuestras experiencias, nuestros sentimientos, nuestras opiniones y nuestros deseos. Este análisis puede llevarse a cabo rápidamente y ser en parte subconsciente, pero siempre ocurre antes que respondamos. Después del análisis viene ene la decisión clave: ¿Cómo reaccionamos? ¿R ¿Reaccionamos eaccionamos de acuerdo con nuestras emociones sin control o moderación y dominio propio? ¿Cuál respuesta es en obediencia a Cristo? Esa es la decisión que debemos tomar cada vez. No es ni natural ni fácil escoger la obediencia, pero podemos pedirle pedirle ayuda al Espíritu Santo. Para la persona pragmática es bueno saber que este concepto no solo es bíblico sino que funciona muy bien. La respuesta suave sí quita la ira. Las relaciones son más sanas cuando no se
ataca indiscriminadamente. Como dijera un chistoso: “La diferencia entre un matrimonio malo y uno bueno es dejar de decir unas tres cosas por día.” Lo que se aplica al matrimonio también se aplica al ministerio. Es bueno tener un punto de vista más amplio. Lo que sentimos en este momento puede pasar; lo que decimos es este momento puede tener consecuencias muy serias. La vida ya tiene suficientes problemas sin agregarle más por medio de palabras y acciones que reflejan sentimientos desenfrenados en vez de amor maduro. Debo recordar que si reacciono en base a las emociones, estoy permitiendo que otro me controle, que dicte mis palabras y mis acciones. No me gusta esa idea. Quiero saber que bajo la guía de Espíritu Santo yo, y no otro, estoy al mando. Si alguien me dice algo para hacerme enojar, le concedo el control si reacciono en ira. Prefiero mantener el control y responder en amor por el Espíritu. Eso significa, sin embargo, que t engo que fingir estar contento. Una vez, cuando mi hija Laurie tenía cuatro años, estábamos juntos juntos en un comercio muy grande cuando me pidió chicle. Vi que estábamos cerca de la sección que vendía cigarrillos. Pensé que ha lo mejor también habría chicle así que me acerqué para averiguarlo. La empleada me contestó bruscamente: ---¿Por qué habría de tener chicle? Esta es la sección de cigarrillos. Eso me enojó, pero estaba decidido a no reaccionar con el mismo tono, especialmente porque era una buena oportunidad para enseñarle algo a mi hija. Así que me paré junto al mostrador y se lo expliqué: ---Hija, no había motivo para que esta persona me tratara mal. Me pediste chicle y yo no sabía dónde conseguirlo. Esta forma de tratar a la gente puede resultar en una pérdida de clientela. La empleada no me trató bien pero tenemos que tener cuidado de saber controlarnos. La empleada puso cara de ofendida así que me volví hacia ella y le dije con tono calmado y decidido pero no hostil: ---Señorita, quiero animarle a tratar a la gente amablemente en un empleo que incluye el contacto público. Yo gasto mucho dinero en este negocio y me ha hecho enojar tanto que ha lo mejor decido comprar en otro lugar. No deseo hacer espectáculo, pero si quiere podemos llamar al gerente y contarle lo sucedido. La empleada no pensó que fuera necesario. Puede haber confrontación sin ira. Podemos defender lo recto sin pecar.
Tratar de comprender En tercer lugar, ante la oposición intento comprender el porqué del comportamiento de la persona en cuestión. Estoy convencido de que todo comportamiento tiene su raíz, así que pongo gran énfasis en sondear el trasfondo de la persona para poder apreciar mejor la perspectiva desde la cual reacciona al mundo. Siempre trato de recordar el tipo de hogar en el cual se crió, la forma de ser de los padres y los valores que considera ser m ás importantes. Cuando estoy tratando de determinar el motivo de las acciones, no me satisfacen las respuestas fáciles como “no es otra cosa que pecado o maldad”. G Generalmente eneralmente hay algún temor, algún anhelo o algún perjuicio inculcado por los padres---algo más profundo---que está motivando a la persona. Suponiendo que puedo encontrar la motivación, trato de actuar en base a eso en vez de la del comportamiento que encuentro problemático. En otras palabras, cuando estoy frente a una persona así, trato de enfocar la conversación en las motivaciones en lugar de en el comportamiento. Intento tratar el fondo de la cuestión e en n vez de la situación superficial. Si no lo hago, sólo estoy tratando los síntomas, no las causas. Sería algo así como notar que alguien tiene fiebre y decirle que se refresque en vez de tratar de descubrir el foco de infección. También me ayuda imaginar que los problemas psicológicos y de comportamiento son como incapacitaciones físicas. No podría enojarme con alguien por tener sólo una pierna. Del mismo modo, me cuesta odiar odiar a una persona que sólo tiene una una pierna psicológica --que está tan asustada que es racista, por ejemplo, o cuyo padre la crió de tal forma que cree que puede conseguir todo lo que quiera con sólo exigirlo. No voy a decir que el hecho de comprender la motivación de una persona hará desaparecer la ira o el dolor. Tampoco justifica el pecado de la persona. Pero sí sirve para apreciar por qué le es difícil actuar de otra manera en una situación dada. dada. Y eso hace que sea
más fácil tratar con la persona, perdonarla y controlar las emociones propias. No se puede dictar el comportamiento ajeno pero se puede escoger la forma de reaccionar. Mi respuesta a tales personas es pastoral. Por ejemplo, me gustaría ayudar a la persona asustada para que pueda sentirse segura y deje de odiar. Cuando miro así a la gente, es mucho más fácil reaccionar en amor. La percepción también suele jugar un papel importante en desacuerdos que pueden llegar a la animosidad. Ante una persona que se opone desde un punto de vista aparentemente sincero sin ataques personales, vale la pena tratar de descubrir por qué se opone, porque generalmente resultará que se está viendo la misma situación desde perspectivas diferentes. Me he reído con otros cuando nos dimos cuenta cuán diferentemente estábamos viendo la misma cosa.
El alivio del perdón Otra actitud que me ha ayudado mucho al tratar a los enemigos y las emociones que generan es que en términos prácticos la ira y el resentimiento tienden a desgastar mucho más al que odia que que al odiado. La ira reprimida puede aflorar de maneras negativas y yo prefiero que mi presión y mi corazón sigan normales. Así que cuando siento que me estoy enojando, trato de recordar que no vale la pena retener esas emociones. Cuando empiezo a tramar la retribución termino lastimándome mucho más a mí mismo que al objeto de mi venganza. Un pastor que conozco ora por “el don de la amnesia” cuando está herido. Hasta cierto punto, el dolor sólo se calma con el pasar del tiempo y con el olvido. Sin embargo, podemos acelerar o detener el proceso del olvido por lo que no permitimos pensar. Si ponderamos nuestras heridas, reales o imaginarias, estamos invitando la pérdida del dominio de nuestros sentimientos. Es mucho más sano enfocar en lo bueno de la vida, pensar no en lo que alguien ha dicho o hecho sino en la forma en que respondimos y que vamos a responder, por la gracia de Dios, la próxima vez que nos encontremos en una situación parecida. También me ayuda a perdonar a los que me hieren el recuerdo de todo lo que Dios me ha perdonado a mí. Aunque somos un pueblo perdonado y no deberíamos castigarnos con el recuerdo de nuestros errores pasados, es bueno recordar de dónde vinimos y dónde estaríamos ahora si no fuera por la gracia de Dios, especialmente si nos cuesta perdonar a otros. Como estoy consciente de mi propio pecado, también pienso que puede haber por lo menos algo (y a veces mucho) de verdad en cada apreciación negativa que se hace de mí. No sería sano llevar esta actitud hasta un extremo y dar por sentado que todo lo negativo que se dice sea completamente cierto. Sin embargo, es bueno estar abierto a la posibilidad de que nuestros críticos hayan identificado una verdadera falla y buscar lo cierto en sus palabras. Uno de los lugares donde solemos pensar que tenemos enemigos es en las comisiones, especialmente si no apoyan nuestros planes. Solía entrar a las reuniones habiendo ya decidido lo que quería y las decisiones que quería que se tomaran. Desde mi punto de vista, el propósito de la reunión era lograr que los demás miembros aceptaran mis propuestas. En otras palabras, desde mi perspectiva, había sólo dos alternativas, ganar o perder; ganaba cuando mis ideas eran aceptadas y pedía si mis planes eran rechazados. Recuerdo cuando llevé esta actitud a mi primera reunión como presidente de Juventud para Cristo. Me paré y dije con confianza: ---Creo que Dio nos está guiando a hacer eso y esto. Después de la reunión, Fred Smith, un sabio miembro de la junta, me llevó aparte y me dijo: ---Jay, he venido desde Dallas para participar en esta reunión. Si ya sabes lo que Dios quiere que haga Juventud para Cristo, escríbeme una carta, cuéntamelo y hazlo. Yo pensaba que la razón para tener estas reuniones era que no estábamos del todo seguros y que el propósito de juntarnos era para tratar de averiguarlo. No me pidas que viaje de una punta del país a la otra para discrepar con Dios. Eso me paró en seco y me hizo comenzar a ver que cuando los miembros de una comisión o de una junta cuestionan mis planes y mis ideas, no son enemigos. Más bien son parte del proceso que Dios ha establecido para el funcionamiento de su iglesia y de sus ministerio. Hay sabiduría y seguridad en la multitud de consejeros. La gente de confianza puede probar las
ideas y mejorarlas. Dios puede hablar tan claramente a través de una junta como por medio de un individuo. Ahora comprendo que si se va a una reunión con la actitud correcta, no hay razón por la cual no pueden resultar t odos ganadores. He notado que la mayoría de los pastores generalmente puede ganar una batalla verbal con un enemigo. Después de todo, somos comunicadores profesionales; somos expertos con las palabras. Generalmente podemos hablar más y mejor que nuestros opositores. Pero también he notado lo que muchas veces ocurre después de uno de estos encuentros, especialmente si el opositor fue derrotado en público. Los opositores no son eliminados; vuelven, generalmente, fortificados con aliados. Sencillamente buscan otro campo de batalla. En otras palabras, si nos damos el gusto de usar nuestra destreza verbal para ganar una batalla, generalmente vamos a tener una victoria de poca duración. El efecto real es el de prolongar la guerra. Cuando recuerdo esto me motiva a responder en amor en vez de reaccionar con el deseo de vencer al enemigo.
Cuando se nota que estamos enojados Por último en estas consideraciones de cómo tratar al enemigo con amor, tenemos que reconocer el hecho de que todos vamos a meter la pata de vez en cuando. Sabemos muy bien lo de la moderación y lo del intervalo de reacción y hemos hecho un esfuerzo por descubrir las motivaciones del otro. Pero a lo mejor ha sido un día demasiado largo y estamos cansados y frustrados, o a lo mejor el enemigo dice precisamente lo que nos hace explotar. Por una razón u otra, perdemos la calma y decimos o hacemos algo que no deberíamos haber dicho o hecho. Cuando pasa eso, lo único que se puede hacer es confesar nuestras faltas humildemente y pedir perdón. No es fácil, pero es la única alternativa leal ---y también puede ser lo único que salve nuestro ministerio. ministerio. Recuerdo haber estado en un campamento en el cual se enojó uno de los directores. Unos jóvenes juguetones lo sorprendieron y le saltaron encima. Reaccionó instintivamente ---se dio vuelta y durmió a uno de los muchachos de un derechazo. Se hizo un silencio sepulcral. El director, irritado por el comportamiento de los jóvenes, se fue. Desde lejos, yo podía ver que los jóvenes estaban en un estado de shock. También podía ver que la relación entre ellos y el director iba a arruinarse si él no podía admitir que había reaccionado mal y pedía perdón. Desafortunadamente, siguió enojado, pensando que la reacción básica de autodefensa había estado justificada. El orgullo le impidió decir que lo sentía y su ministerio con ese grupo quedó truncado. Como el amor hacia los enemigos es una de las disciplinas espirituales más difíciles para la mayoría de nosotros, hace falta toda la vida para desarrollarla. Creceremos poco a poco, pero habrá momentos en los que fallaremos. Cuando eso ocurre, si tenemos la humildad de admitirlo y de pedir perdón, tanto nosotros como nuestros opositores podemos aprender y crecer espiritualmente.
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LA DUDA
EL que puede llorar por sí mismo durante una hora es mayor que el que puede enseñar al mundo entero; el que reconoce la profundidad de su propia debilidad es mayor que el que tiene visiones angélicas. Isaac de Nínive El único fracaso es dejar de intentar. Elbert Hubbard
Un pastor escribió que en los últimos cinco años había estado luchando con dudas en cuanto a su llamado y con la depresión resultante. En los momentos más bajos trató de complacer a los demás, dejando que establecieran la dirección y las prioridades de su ministerio, trabajando febrilmente sin ninguna satisfacción por lo que hacía y volviéndose cada vez más vacío, desanimado y titubeante. Empezó a esconderse en la oficina y a pasar cada vez menos tiempo con la familia. Se alejó de la Biblia, de la oración, de cualquier tipo de lectura, de cualquier cosa que pudiera ser para su propio beneficio. El pastor que hizo estas declaraciones tal vez estaba enfrentando dudas más serias que la mayoría de nosotros; pero todos nos podemos identificar en algún nivel con su lucha. Es humanamente imposible hacer el trabajo a la perfección o cumplir con todas las expectativas. Aun cuando lo sabemos, no podemos dejar de dudar de nosotros mismos o de nuestro ministerio de cuando en cuando. Es parte del territorio pastoral. Las dudas pueden comenzar al salir del seminario y entrar al primer pastorado. Yo comparo esta experiencia con lo que el pueblo de Israel sintió cuando los espías informaron acerca de la situación en la Tierra Prometida ---saltamontes frente a gigantes. El pueblo no quería enfrentarse con un obstáculo tan imponente y tenía miedo. Del mismo modo, algunos jóvenes seminaristas entran al ministerio sin estar preparados para la realidad de los hijos de Anac en las comisiones --individuos poderosos con agendas propias. Los pastores jóvenes pueden tratar de aplicar lecciones académicas a la situación; pero cuando se trata de política, presupuestos y conflictos personales, a nadie le importa lo bien que pueden traducir el Nuevo Testamento griego. Las comisiones y los miembros escépticos quieren ver habilidad en diplomacia, motivación, recaudación de fondos, administración y en conseguir que las cosas se hagan. El joven pastor puede llegar a pensar que ¡Dios no me llamó para hacer esto!
El látigo del éxito Una de las grandes razones de la duda y del sentimiento de fracaso en el ministerio de hoy es la glorificación del “éxito”, interpretado en crecimiento medible o en algún tipo de logro espiritual. Los artículos, los libros y la televisión glorifican a las iglesias grandes, a las instituciones de rápido crecimiento y a las que tienen ministerios innovadores y estimulantes. Las congregaciones oyen acerca de estas cosas y quieren saber por qué su iglesia no puede ser así. Como líderes, leemos descripciones y vamos a conferencias donde oímos la técnica de los superexitosos y volvemos preguntándonos por qué Dios no bendice nuestros ministerios de esa forma. No preguntamos: ¿Acaso no estoy trabajando lo suficiente, haciendo todo lo que sé hacer y tratando de ser fiel? Los miembros de nuestras comisiones o de nuestros juntas pueden estar pensando lo mismo de nosotros. El deseo de crecimiento se convierte en un látigo esgrimido en su momento por casi todos los de la iglesia, nosotros inclusive (o, a veces, especialmente). Un pastor dice que el síndrome del éxito en la vida de la iglesia americana es difícil de vencer en lo personal. Después de treinta años de pastorado, rara vez predica a un grupo mayor de de doscientas personas y eso hace que se pregunte si está haciendo las cosas bien. La
lenta pérdida de energía física hace que se pregunte si alguna vez logrará esas metas numéricas. Otro ministro dice que es fácil sentirse insatisfecho consigo mismo cuando se tiene un compromiso fuerte con el crecimiento de la iglesia y se trabaja mucho aplicando los principios de crecimiento, pero éste no llega al paso esperado. La tendencia es de sentirse bien o mal según la asistencia dominical. La percepción de una falta de crecimiento espiritual en la congregación también puede llevar al cuestionamiento propio, como para el pastor que dice que cuando sus miembros constantemente demuestran su apatía en cuanto a su responsabilidad ante el Señor y su Cuerpo, se siente frustrado y empieza a dudar que valga la pena estar en el ministerio. A veces piensa que podría servirle a Dios en otro campo. Otro pastor expresó que sabe que el Espíritu Santo es real, pero que parece que el Espíritu Santo está pasando la mayor parte de su tiempo en unas pocas congregaciones donde está la “acción”. Esta autocomparación puede ser un capataz muy exigente, prácticamente imposible de complacer. Se parece la pregunta que se le hace al materialista: “¿Cuánto es lo suficiente?” la respuesta siempre es: “Un poquito más.” Del mismo modo, si nos dejamos absorber por la búsqueda del “éxito”, tenemos que preguntarnos cuánto crecimiento es suficiente. La respuesta honrada es que ninguna cifra va a ser completamente satisfactoria. Como si esto no fuera suficiente, también hay situaciones en las cuales una iglesia sencillamente no puede tener éxito a los ojos del mundo. Es imposible. Supongamos, por ejemplo, que la iglesia está en una zona económicamente deprimida y que muchas familias están yéndose para buscar trabajo en otra parte. Esa iglesia probablemente no va a crecer; la gente no está allí. La función del pastor es de pastorear el rebaño que queda y el ministerio tiene que ser juzgado no por el tamaño ni por el crecimiento numérico sino por la fidelidad del pastor en alimentar espiritualmente a su gente. Ese tipo de ministerio puede tener fruto, aunque los resultados no sean inmediatamente obvios ni medibles. A veces los sentimientos de fracaso se pueden manifestar de maneras drásticas, especialmente si el pastor se siente personalmente fracasado, impotente para ser el modelo de vida cristiana que la gente espera. Conocemos nuestras propias debilidades y fallas. Esta tensión entre ser santo y aceptar nuestra humanidad puede causar una presión y una inseguridad tan grande que puede doblegar al pastor. En mi época de pastor recibí una llamada de un policía amigo en nuestra comunidad. Me pidió que fuera a la comisaría y cuando llegué me enteré que tenía a otro amigo, pastor, detenido por haberse exhibido frente a unas jovencitas. El policía me dijo que si yo me hacía cargo de conseguirle ayuda al pastor, no haría un arresto oficial y que nunca se sabría del incidente con tal que no volviera a ocurrir. No podía imaginarme por qué el pastor había hecho algo así. Su vida había sido lisa y llana. Se había casado con la mujer “correcta”; su iglesia era fuerte; aparentemente había hecho todo lo que correspondía en el ministerio hasta ese momento. Cuando le pregunté lo que había pasado, me contestó que estaba harto de estar en un pedestal y que ya no soportaba tratar de ser perfecto. Finalmente había decidido bajarse del pedestal de tal manera que nadie tendría que preguntarle por qué dejaba el ministerio. Yo me sentía abrumado; él, por otra parte, estaba aliviado. A mí me parecía que acababa de ocurrir lo peor; él sentía que lo peor era vivir lo que él consideraba ser una mentira. Esta experiencia trágica vuelve a señalar la necesidad de confidentes, gente con la cual podemos ser honrados sin arriesgar la relación o el conocimiento general. Todos sentimos la tensión que sintió este pastor, pero no podemos permitir que llegue a ese punto. También he descubierto que las dudas y los sentimientos de fracaso pueden surgir de una actitud irreal ante la vida y el trabajo. Me he encontrado con algunos jóvenes pastores que tiene la ilusión de que la vida debería ser gloriosa la mayor parte del tiempo, que del 80 al 90 por ciento del tiempo deberíamos sentirnos gozosos y realizados. No puede pasar mucho tiempo antes de que esa actitud choque contra la pared de la realidad. Mi experiencia sugiere que a lo mejor el 15 por ciento del tiempo podemos hacer lo que nos encanta y que otro 15 por ciento del tiempo tenemos que hacer cosas que odiamos pero que son parte de nuestras responsabilidad. El resto del tiempo se va en hacer las cosas, seguir la rutina, cumplir obligaciones y promesas.
Lo que requiere la mayor parte de la vida es la perseverancia. Nos la aguantamos y perseveramos, haciendo todo lo que hay que hacer. Puede parecer bastante aburrido comparado con la vida y el ministerio de la superestrella televisa, pero es la escena dela cual está hecha la vida y el ministerio real. Es esa perseverancia la que eventualmente triunfa cuando ninguna otra cosa puede hacerlo. Hay que pensar en lo que hubiera ocurrido si Hudson Taylor se hubiera dado por vencido después de estar años en la China sin un solo converso y se hubiera vuelto a casa. Pero perseveró y al final vio grandes frutos de su ministerio. También trato de recordar siempre que cuando Satanás decide atacar a un pastor, frecuentemente lo hace por medio de las dudas. Es una gran manera de anular el ministerio de un pastor o de terminarlo definitivamente. Nuevamente la única respuesta real es la perseverancia, seguir haciendo lo que sabemos que hay que hacer. Ser fiel es mucho mejor respuesta que dejarse desplomar por sentimientos pasajeros. La actitud perseverante que todos necesitamos fue bien expresada por el pastor que dijo que el ministerio es una lucha cuesta arriba. Por cada éxito hay un fracaso. Sin embargo, después de diez años, todavía sigue en el ministerio. Tiene que ser que, más que un trabajo, es un llamado. Al igual que este pastor, me ha sostenido la convicción del llamado. Nunca he dudado mi llamado al ministerio. Sé que hay muchos pastores que nunca han sentido ese llamado definido, que creen que Dios quiere que estén en el ministerio pero que no pueden señalar el momento específico en el cual sintieron un llamado. llamado. La falta de un sentido claro claro de llamado puede ser otra fuente se duda cuando las cosas se ponen difíciles en el ministerio. En estos momentos es fácil preguntarse si Dios no tendrá otro tipo de trabajo en mente. He buscado empleo empleo en los anuncios clasificados de los periódicos cualquier cantidad de veces. Por suerte, siempre terminé con una reafirmación de mi llamado y la certeza de que no hay ningún otro trabajo que podría hacer por mucho tiempo y estar contento. En cierto sentido, tal vez el mismo hecho de que las ofertas de trabajo clasificados se vean tan estériles puede ser Una reafirmación de nuestro llamado al ministerio. Hace poco estuve con un pastor que me dijo que no tenía ese sentido de llamado y que a veces pensaba que la vida tenía que ser mejor en otro tipo de trabajo. Yo lo animé a probar por un tiempo otra cosa. Le dije que si podía ser feliz aparte del ministerio. Yo tuve que confesar que nunca lo había hecho yo mismo debido a la convicción de que ningún otro trabajo ofrece el desafío que más me gusta y la seguridad de mi llamado. Pero creo que si alguien puede estar contento haciendo cualquier otra cosa haciendo cosa que el ministerio, debería debería hacerlo. Ya mencioné el viejo dicho que si se siente el llamado a predicar el evangelio, no hay que rebajarse a ser rey. Ahora me gustaría agregar un corolario: si no se siente el llamado a predicar, será mucho más feliz como plebeyo. También ha sido mi experiencia que tengo que luchar más con la duda cuando me olvido de que la vida y el ministerio constituyen un proceso y una sociedad con Dios ---cuando me concentro en logros y batallas individuales, en transacciones individuales con otras personas y con el Señor. (En otras palabras, cuando trato de llevar un marcador en el ministerio.) Por otra parte, la persona que está orientada hacia el proceso, la que ve que todos estamos en vías de crecer y madurar, y que Dios está obrando su propósito a través del tiempo, puede tomar distancia en una situación difícil y decirse que tiene que hacer lo mejor que puede. Su tarea es la de ser un pastor fiel, hacer lo mejor que se pueda, aceptar los altibajos y dejar que Dios se haga cargo de los resultados. Porque , después de todo, él la puso en ese lugar, así que gran parte de la responsabilidad por la forma en que salen las cosas es de él---la responsabilidad no está toda sobre sus propios hombros.
La duda y la fe Hay otro tipo de duda que creo que debemos examinar porque es muy importante y porque nos ocurre a los que estamos en el ministerio con más frecuencia de la que queremos admitir. Estoy refiriéndome a la duda espiritual. Un pastor escrupulosamente honrado lo expreso de la siguiente manera: “A veces me sobresalta como un destello: ¿y si todo esto no fuera verdad? ¿y si no hay ningún Dios? A veces me pregunto si debería dejar de predicar y salir en búsqueda de la verdad’.”
Oficiamos en el velorio de una niñita fallecida en un tornado y, a pesar de todas las explicaciones que conocemos y nos hemos dado nosotros mismos de los motivos por los cuales Dios permite que estas cosas sucedan, ninguna realmente nos satisface. Un joven de la iglesia queda ciego como resultado de un accidente automovilístico. El conductor ebrio que provocó el accidente sale ileso. Vemos la pobreza y la miseria en nuestra comunidad y nos preguntamos si el trabajo que hacemos realmente tiene algún efecto. ¿Por qué prosperan los malvados y por qué se les permite aprovecharse de los débiles e impotentes? ¿No va nunca a bendecir nuestros esfuerzos?. O , a veces, luchamos con algún pecado habitual propio y, al conocer la responsabilidad de nuestra posición, nos sentimos culpables la mayor parte del tiempo. ¿Es esta la vida que queremos que los miembros de la congregación imiten? La mayoría de nosotros tiene dudas como éstas de vez en cuando. Quiero describir brevemente la perspectiva que he aprendido a usar con las cuestiones de duda y de fe. He descubierto que muchos pastores empiezan a sentirse culpables o a tener miedo si su mente empieza a darle lugar a este tipo de duda. Piensan que tales pensamientos indican una falta de fe. Hubo una época en la que yo sentía lo mismo. Sin embargo, ahora entiendo que la mayor parte de las personas de gran fe al través de los siglos han tenido este tipo de duda. Los salmos, por ejemplo, están llenos de expresiones de dudas profundas, especialmente especialmente los de David. ¿Por qué dudamos? Porque no somos ni ciegos ni estúpidos. Podemos ver que aunque Dios es bueno y amante y soberano, este mundo está lleno de evidencias que sugieren que si t al Dios existe, parece estar de vacaciones la mayor parte del tiempo. Una de las expresiones más nítidas de esta ambigüedad es la exclamación que se le atribuye a Eisenhower cuando vio el campo de concentración de Auschwitz: “¿Dónde estaba Dios?” En un nivel, parece ser una declaración incrédula: “He visto la evidencia, y parece ser que Dios no existe.” Pero en otro nivel más profundo, la pregunta muestra evidencias de fe. La fe es la convicción de que debería haber justicia, que en algún contexto mayor debe haber una respuesta. La pregunta de Eisenhower y todas las preguntas parecidas que formulamos, en realidad son expresiones de un anhelo implantado por Dios. Cuando vemos que la maldad triunfa, la respuesta verdaderamente impía sería: Y ¿qué? ¿qué? ¿Por qué no habría de ser ser así el mundo? Una de la señales de la gente fiel es que está turbada por la maldad y la injusticia, aun cuando parece venir de Dios. Así que ese tipo de “duda” es en realidad una búsqueda de Dios en medio de la confusión, y ése es un tipo profundo de fe. Es más, me inclinaría a tener mis dudas de una persona que dice no haberse hecho nunca ese tipo de pregunta. No quiero parecer irreverente, pero la humanidad ha luchado desde siempre con el esfuerzo de reconciliar el amor y el poder de Dios con el dolor que nos rodea todo los días. Si somos honrados es una lucha. La fe, como la he llegado a entender, no es la ausencia de la duda. Sólo aquellos se que que niegan a ver el mundo en forma realista nunca dudan. Más bien podemos decir que la fe es actuar en obediencia a Dios en medio de evidencias ambiguas o hasta contradictorias. La fe es una insistencia a confiar en Dios aunque parece que, a veces, según evidencias externas él le ha dado la espalda al mundo. El autor de la carta a los Hebreos (11) dijo que “la fe es la constancia de las cosas que se esperan y la comprobación de los hechos que no se ven”. Y muy a menudo lo que no se ve en esta vida es el amor y el poder de Señor. Alguien a dicho que “la vida es difícil; después viene la muerte”. No quiero ser pesimista o sugerir que la vida siempre es dolorosa o que nunca hay evidencias del amor de Dios. Por supuesto que no es así. Pero es cierto que no hay ninguna falta de dolor y de maldad en este mundo. Como muchos jóvenes evangelistas, comencé con un gran énfasis apologético. Supuse que si hacía un trabajo sobresaliente en demostrarle a la gente la evidencia a favor del cristianismo mediante lo ordenado de la creación, lo confiable de los documentos bíblicos. Etc.,se vería obligada a aceptar a Cristo como Salvador. Lo que descubrí, sin embargo, es que la evidencia a favor del cristianismo no obliga a las personas a seguir a Dios. La matemática compele; a no ser que se sea irracional, hay que admitir que dos más dos es igual a cuatro. Pero una persona razonable pude mirar la evidencia a favor del cristianismo y todavía hacer preguntas difíciles y formular argumentos contrarios
fuertes. Descubrí que no tenía una respuesta irrefutable para cada pregunta filosófica o para todo lo que pasa en la vida que parece ser contrario a la naturaleza de Dios. Pero también descubrí que mi fe era algo más que evidencia que exigía cierto veredicto. La evidencia ayuda. Obliga a la persona a tomar una decisión pero no necesariamente la compele a decidirse por Dios. Una vez que la persona oye el caso a favor del cristianismo, debe aceptar o negar la obra de Jesucristo. A la luz de eso, la fe no es la ausencia de la duda. La fe significa haber pesado la evidencia--las declaraciones de las Escrituras y las realidades turbadoras que sugieren que la vida es caprichosa y que no hay un Dios amante---y haber escogido, por fe, seguir en obediencia a Dios. Aparte de esa comprensión de la fe, la otra cosa que me ha sido de gran ayuda en cuanto a la duda es mi concepto de Dios. La Biblia lo representa como a un padre, el mejor padre que existe. Creo que la razón por la cual Jesús lo representó así es que un padre no se relaciona con el hijo en base a la capacidad del niño para comprender la teología sistemática. Y no se da por vencido en su relación cada vez que el hijo se equivoca. Más bien, un buen padre ama a su hijo y le es leal, ya sea que el hijo no sea inteligente o estúpido, lindo o feo, bueno o malo---y lo sigue amando aunque haga algo que el resto de la sociedad odie. ¿Qué dicen dicen los padres de un homicida cuando se los entrevista? “Era un buen muchacho. No podemos podemos entender cómo pudo ha hacer cer esto.” Y cuando se describen describen los crímenes del hijo ante el tribunal, los padres lloran,, tanto por su hijo como por las víctimas. Tal es el corazón de un padre. Dios tiene el corazón de un padre, el mejor y el más fuerte. Estoy completamente seguro de que no importa cuánto hayamos pecado, sigue queriéndonos. Podemos romperle el corazón, pero nunca el amor. Esto no significa que nuestra fe cristiana sea emocional e irracional. Quiero decir, sin embargo, que el racionalismo del siglo diecinueve no ha satisfecho al corazón humano. Nuestro evangelio cristiano tiene un pie plantado en el cielo y el otro en la tierra. Creo que esa es la razón por la cual la Biblia usa términos humanos, describiendo a Dios como un padre. Los demás esfuerzos por explicar a Dios, incluyendo ncluyendo la teología sistemática, por buenos que sean, no tienen la capacidad de llevar todo el peso de la experiencia humana. La historia del hijo pródigo es una de las más impactantes de toda la Biblia. Imaginemos a ese hijo que se va a vivir a un país lejano para molestar al padre y para vivir perdidamente. Imaginemos a ese padre para en una colina cercana a la casa todas la tardes. Y después imaginemos a ese padre cuando finalmente ve a su hijo. baja corriendo con los brazos abiertos y con las lágrimas corriendo por las mejillas, y abraza al hijo que “estaba perdido y ha sido hallado”. Mi fe, mi seguridad como cristiano, no descansa en una lógica impecable ni en una capacidad para destruir todas las dudas. No descansa en poder entender completamente a Dios. Más bien, mi fe descansa en el conocimiento de la naturaleza de Dios. Al haber llegado a conocerlo como un padre amante, puedo estar seguro de su perdón su bondad y su poder. En mi propia vida, he llegado al punto de poder decir que aunque todavía tengo dudas, por la fe suspendo mi lógica y mi juicio hasta que Dios pueda explicármelo algún día. Esto no significa que no quiera una explicación de por qué una niñita tiene que morir en un tornado. La quiero. Pero admito que él es mucho mayor que mi capacidad de comprensión. Esa no es la forma en que funciona la lógica o la teología sistemática pero sí es la forma de relacionarse con un padre amante. Precisamente por eso se nos dice que llevemos a las personas a Cristo y no a un sistema y por eso Jesús se opuso a los mayores sistematizadores de la fe, los fariseos. Encasillar a Dios tarde o temprano resultará en la desilusión cuando intentemos aplicar nuestras rígidas formulaciones a situaciones reales. Aquellos que se ocupan de la teología en el ámbito hipotético no sienten esto al mismo punto que los pastores, que deben enfrentarse con las ambigüedades, las crisis y la falta de equidad de la gente real. Los pastores tienen que aprender a confiar en Dios, no en sus ideas de Dios. Como dijera un pastor: “Tengo que relacionarme con la personalidad viviente de Dios. Frecuentemente calma mis dudas con un toque de su Espíritu en vez de una respuesta a mi pregunta.” Nuestro camino está bordeado por las zanjas mellizas del racionalismo, con su legalismo, y del antinomianismo, con su falta de certeza. Nuestro gran desafío es seguir a Cristo sin caer en ninguna de esas zanjas. zanjas.
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LA ATRACCIÓN SEXUAL
No hay precaución que valga si el consejero no ha enfrentado su propia sexualidad. Andre Bustanoby El ministerio está hecho de oración, meditación y tentación. Martín Lutero
Censos recientes, hechos por Christianity Christianity Today (Cristianismo Hoy) muestran que tanto pastores como laicos reconocen que el clero es particularmente vulnerable a la tentación sexual. Nuestra posición y nuestros deberes nos ponen en lugares de peligro. Y con demasiada frecuencia, porque somos seres humanos falibles, los pastores caen. En el pasado reciente, como todos sabemos, las noticias seculares se han deleitado con las historias de los pecadores sexuales de ministros prominentes. Desafortunadamente, no hay falta de tales historias. En realidad, según los censos de Christianity Today Today hay muchos incidentes más de indiscreción pastoral que podrían ser revelados, lo cual no debería ser ninguna sorpresa. De los pastores que participaron en el censo, el 23 por ciento admitió haber hecho algo que consideraba sexualmente inapropiado después de haber entrado al ministerio en la iglesia local. La mayor parte del tiempo es con alguien en la iglesia. Un 79 por ciento de los pastores dijo que conocía personalmente a por lo menos un ministerio que tuvo una relación sexual extramatrimonial durante el pastorado. Todos luchamos contra ello y, aunque muchos han caído, es de notarse que, por la gracia de Dios, un número mayor de nuestro grupo no haya cedido a la luz de las tentaciones que enfrentamos, especialmente en la sociedad de hoy, que parece estar obsesionada con el sexo. Pero no hay forma de eludir el hecho de que es un problema serio, uno de los más serios que enfrentamos en la tensión entre ser santos y ser humanos. Probablemente no haya manera más segura de dañar el ministerio del pastor. Ofrezco las lecciones que he aprendido a través de los años con la esperanza de llegar a una mejor comprensión y una mejor forma de enfrentar esta peligrosa área de tentación.
Cuándo y por qué somos más vulnerables A pesar de lo que podríamos dar por sentado, la mayoría de las situaciones de adulterio no son resultado principalmente de un problema sexual. He observado en aquellos a quienes he aconsejado sobre relaciones extramatrimoniales que los problemas de sexo son problemas de vida. Es decir que, cuando se llega al fondo del asunto, rara vez se trata solamente de vida. insatisfacción sexual con la pareja o de deseo lujurioso por otra persona. Casi todos los que he visto están enfrentando algún t ipo de impotencia, no necesariamente impotencia sexual, sino lo que podríamos llamar “impotencia vital.” La gente es más vulnerable a la tentación sexual cuando no ha podido lograr sus metas, cuando está frustrada o desanimada, cuando sus sueños han sido destrozados. Por eso digo que los problemas sexuales son problemas de vida; la manifestación sexual surge del sentimiento que la vida está fuera de control, que se es personalmente impotente. La vida no está afirmando los valores de ellos como persona. Los problemas de la iglesia o la iglesia que no crece pueden producir estos sentimientos en el pastor. En ese momento llega una persona que sí afirma afirma el valor de él, que lo acepta tal como es, que indica que le es atractivo. Y cuando el pastor se deja caer en una relación sexual, es una forma de probarse a sí mismo que alguien todavía lo quiere, que alguien lo encuentra atractivo, que por lo menos en esta área todavía puede competir con los demás y ganar el afecto de alguien del sexo opuesto. La “otra mujer” casi nunca es tan atractiva como la propia esposa del pastor, lo cual me parece evidencia adicional de que la infidelidad no surge principalmente del deseo físico. Por
eso le digo a la esposa traicionada que tratar de hacerse más atractiva no es la solución al problema. La clave es la autoimagen autoimagen del del esposo. Por supuesto que la esposa puede ser parte de todo lo que está deprimiendo al pastor. Si el hogar no es algo más que “el mundo mundo real” --- cuentas y pañales y tener que saca sacarr la basura --y si siempre se menosprecian o ignoran sus sueños y aspiraciones, va a sentirse más vulnerable a otra persona que ofrece más apoyo. Otro momento en el cual la gente es especialmente vulnerable es después de un gran logro, como cuando un pastor orientado hacia las metas completa un importante proyecto de construcción. A lo mejor puede parecer que estoy contradiciendo todo lo que dije en los párrafos anteriores, pero no es así. Lo que ocurre es que la gente se esfuerza, ora y persevera día tras día, semana tras semana, para alcanzar cierta meta, ya ya sea la edificación de un templo o establecimiento de un nuevo nuevo ministerio. Por un tiempo esa meta básicamente define su razón de ser. Un día logra la meta. No hace falta más esfuerzo; aunque todavía hay t rabajo por hacer, el desafío más grande ya pasó. En ese momento, cuando falta la motivación, la persona pude sufrir varios meses de desánimo. Durante esaladepresión, es se vulnerable la tentación sexual esencialmente por las mismas razones que persona que consideraaimportante. El avance del tiempo también trae una vulnerabilidad muy particular a la tentación sexual. Algunos hombres tiene miedo de envejecer y se preguntan si las mujeres todavía les ven algún atractivo. Están tentando a averiguarlo. Viajo mucho por avión y es interesante ver lo que sucede cuando las azafatas dejan de relacionarse con un pasajero de mujer a hombre y lo tratan con respeto indiferente. Veo a unos cuantos hombres mayores que quieran volver volver al plano de “ tomar un trago juntos cuando cuando aterricemos”. Generalmente no es que estén obsesionados c con on la joven en cuestión, sino qu que e quieren alguna afirmación de que las mujeres mujeres todavía piensan en ellos como hombres y n no o como figuras paternas. El camino a la intimidad sexual generalmente comienza con el aumento de la intimidad emocional e intelectual, y hay mucha oportunidad para eso en el pastorado --- contacto social, sesiones pastorales, conversacion conversaciones es significativas sobre temas personales. personales. La transformación de una relación afectuosa en una relación con perfiles sexuales puede ser muy sutil, lo cual la hace todavía más peligrosa; seria mucho más fácil tratar la tentación sexual si solo se basara en el deseo físico, que es más fácil de reconocer. Digamos que un pastor está sintiéndose frustrado y un poco derrotado en su ministerio. En casa tiene dos hijos pequeños y una esposa agotada, y parece que hubieran pasado meses sin que hablaran de otra cosa que de los pañales pañales sucios y las goteras. En las ocasiones ocasiones en que ha intentado hablar de algún libro que ha estado leyendo o de algunos planes optimistas para el futuro, la esposa ha contestado, comprensiblemente, que no tiene tiempo para eso o que está demasiado cansada como para pensar o que más vale tratar dee esperar hasta el fin de semana. Entonces este pastor conoce a una mujer que tiene el tiempo y la energía para leer y mantenerse intelectualmente alerta. Las conversaciones comienzan inocentemente. Descubren que disfrutan de la compañía del otro. Esta mujer suple un elemento importante que faltándole a la vida del pastor. En poco tiempo, la discusión de ideas y acontecimientos se hace más personal, trasladándose del nivel intelectual al emocional. Fácil y sutilmente, la compatibilidad y la intimidad en esos niveles pueden llevar a la intimidad sexual también. Hace poco me dijo algo que me sorprendió. Estábamos hablando del matrimonio y de cómo suceden las infidelidades, y ella me dijo que le dolería mucho más enterarse de que su esposo tuviera una gran amistad con otra mujer, con la cual hablaba de cosas que no podía o no quería compartir con ella, que si descubriera que había tenido un caída de una noche. Para ella, la intimidad emocional con otra mujer era más significativa que una relación sexual pasajera. Al haberme criado en una época más conservadora, nunca se me había ocurrido ver las cosas de esa manera. Se me había enseñado que mientras no fuera infiel sexualmente, las demás formas de intimidad no importaban. Ahora me doy cuenta de lo equivocada que está esa idea. ¿Significa esto que no podemos tener ninguna amistad fuerte con miembros del sexo opuesto? No, para nada. siempre he qu querido erido tener la madurez suficiente para tener amistade amistadess con mujeres sin ningún cariz sexual y creo que tengo varias amistades de ese tipo. Pero todos debemos estar alertas al peligro inherente porque es muy grande y muy sutil. Es fácil engañarse
así mismo y perder el contacto con la pareja porque se ha encontrado otra amistad, diciendo que no pasa nada porque no hay relación sexual. Es lo que queremos creer.
Vencer la tentación sexual Dado el proceso por el cual el pecado sexual generalmente se lleva a cabo, es lógico que la parte más importante en resistir la tentación sexual sea mantener una buena relación matrimonial. Esa es la lección de mi experiencia y también fue la respuesta dada por los pastores en el censo de Cristianity today .SI .SI la relación matrimonial está supliendo las necesidades previstas por Dios, generalmente queda eliminada la necesidad de buscar atención por otro lado. Esto significa que tanto el hombre como la mujer deben hacer un esfuerzo por mantener la compatibilidad intelectual. Mi esposa y yo tratamos de leer juntos, ir a cines y teatros y museos juntos, y después salir solos para hablar de lo que hemos visto o leído. Esa discusión en sí vale más que la salida misma. Algunos acontecimientos estimulan mejor conversación que otros así que vale la pena ser selectivo. Por ejemplo, una de las películas más estimulantes que Janie y yo hemos visto es Pasaje a la india, india, en la cual el choque de dos culturas y dos sistemas de valores deferentes era tan importante que provocó muchas observaciones interesantes y muchos temas de conversación entre nosotros. Nos hizo pensar en lo que es importante para nosotros nosotros,, que es siempre un buen tema para nutrir una relación. Sé que con todas las demandas que tenemos, incluyendo las obligaciones hacia nuestros hijos, no es fácil encontrar el tiempo para mantener este tipo de relación, al contrario. También puede ser que no sea nada fácil encontrar el dinero para las salidas. Pero francamente, no hay relación humana más importante. Vale todo el esfuerzo y el dinero que lleva. Antes que se me acuse de decir que trabajar para mantener el matrimonio es una obligación pesada o que no es más que un seguro contra la infidelidad, quiero decir que esos momentos de estar juntos pueden ser la cumbre de cada semana, más divertidos que cualquier otra cosa que se haga. El día que nos casamos Janie y yo pensábamos que el otro era algo muy especial. Con el pasar del tiempo y el incremento de las responsabilidades, sin embargo, embargo, la visión tuvo la tendencia de empañarse. Pero hemos descubierto que con un poco de esfuerzo puede llegar a volverse más nítida que nunca. Una gran ayuda en evitar la lascivia es lo que he dado en llamar la contextualización. Pastoreé una iglesia por quince años, y después de unos doce me di cuenta que jamás había tenido un pensamiento sexual acerca de ninguna mujer en la iglesia. Francamente, eso me maravilló porque soy un un ser sexual como cualquiera. Tengo Tengo pensamientos sexuales. Noto cuándo hay una mujer hermosa en la calle; no me volví ciego cuando me convertí. Más temprano en mi vida cristiana cuando mis compañeros y yo hablábamos honradamente, todos admitíamos que mantener la pureza sexual era una de las mayores luchas del joven. ¿Por qué no había tenido pensamientos impuros acerca de las mujeres en la iglesia? Al pensarlo, finalmente me di cuenta que era porque veía a cada una en contexto. Conocía a toda la gente, de tal forma que conocía todos los esposos, esposas, hijos, y hasta muchos de los abuelos también. Nadie podía ser objeto de lujuria sin pensar en sus demás relaciones. Sabía que cada una de las personas en la iglesia le era cara a otra gente que conocía y quería. Esto incluía a las mujeres y no podía verlas aparte del contexto de su familia y amigos. La única forma de volver a la gente en una especie de objeto, especialmente sexual, es sacarla mentalmente de su contexto. Por el contrario si se piensa en ella en su contexto, es mucho más difícil ser tentado por la lujuria. Por eso es un buen ejercicio en el ministerio pensar siempre en la gente dentro de su contexto. Por ejemplo, supongamos que estoy conduciendo y veo a una hermosa adolescente vestida de tal forma que llama la atención. Mi respuesta automática es de contextualizarla y pensar: Tiene más o menos la edad de mi hija. Me pregunto quiénes serán sus padres y cómo se llevarán entre ellos. ellos. Y de repente desaparece la cuestión sexual. La joven no ha cambiado, cambiado, pero sí lo ha hecho mi percepción. En vez de ser un objeto de pens pensamientos amientos sexuales, se ha convertido en la hija de alguien. Lo mismo sucede ahora que soy rector y estoy rodeado rodeado de hermosas estudiantes. No puedo decir que no las haya visto---no soy ciego---pero puedo decir con toda honradez que no las veo como objetos sexuales. Para mí, todas son hijas, hermanas o nietas de alguien.
Después de descubrir este proceso mental de ver a la gente en su contexto, me di cuenta que también es un principio bíblico. Es lo que Pablo le dijo a Timoteo en 1 Timoteo 5:1, 2: que se relacionara con las mujeres mayores como madres y con las más jóvenes como hermanas. También he visto tantas vidas y tantos ministerios arruinados por el pecado sexual que me sirven de disuasión. También he tenido experiencias aterradoras que han ayudado a disuadirme; pienso en lo que podría haber pasado si hubieran ido un paso más en la dirección opuesta y eso me para en seco. Podríamos decir que es el proceso de ponerse a sí mismo en contexto cuando hay tentación. Una vez cuando era mucho más joven, estaba viajando en avión a Denver por negocios y había una mujer mujer veinteañera sentada junto a mí. Me di cuenta de que estaba estaba llorando. Me pregunté si debería decir algo o si debería respetar su vida privada. Pero despu después és de varios varios minutos finalmente le pregunté si había algo que pudiera hacer para ayudarle. Me contestó que no sabía y miro para otro lado. Le conté que estaba trabajando con Juventud para Cristo y que si le hacía bien hablar, estaba dispuesto a escuchar. Entonces meido contó y que acababa su novio se había con que otra había mujer.estado Añadiócomprometida que lo peor era quese ella todavía de eraenterar virgen.que Había pensado que si se mantenía pura, todo saldría bien. Ahora había decidido que como una loca “loca” le había robado al novio, haberse mantenido pura no había servido d de e nada, y estaba en camino a un centro de esquí para empezar un nuevo estilo de vida. Le pregunté si valía la pena abandonar, por una experiencia dolorosa, todo lo que había creído. ---No sé, ---me contestó. Después de un rato siguió: ---¿Dónde te vas a alojar esta noche? Se lo dije y resultó que ella también estaba estaba alojándose allí. Sugirió que ha lo mejor despu después és de llegar podríamos tomar unos tragos juntos y ver que pasaba. En efecto, estaba invitándome a ayudarle en el inicio de su nuevo estilo de vida. ---No quiero quiero que que te confundas--- le dije dije---. ---. Quiero mostrarte mis fotos. Saque la billetera y le mostré las fotos de mi familia. Aunque no me di cuenta cuenta de ello en el momento, estaba poniéndome poniéndome a mi mismo en contexto. contexto. Ver la esposa esposa y los hijos realmente calma una situación potencialmente explosiva. Después de mostrarle las fotos, seguí: ---Simpatizo con el dolor que sientes. sientes. Si necesitas que alguien guien te diga que eres linda, permíteme decirte que eres muy linda. Si necesitas que alguien te diga que tienes tienes atractivo sexual, permíteme decir que eres muy atractiva y deseable. Pero si quieres que diga que estoy dispuesto a actuar según ese deseo, deseo, la respuesta es que no voy a hace hacerlo. rlo. En este momento eres vulnerable; vulnerable; estás en una situación ón difícil. Además, estoy casado. casado. Soy cristiano. Y no voy a hacerlo porque significaría aprovecharme de ti y violar mis compromisos y mi fe. Después le expliqué un poco cómo mis compromisos de fe moldean mi vida. Se quedó callada unos instantes, pero después me dijo:---Si pensara que por esperar toda la vida podría encontrar otro hombre que rechazara la oferta que te hice hoy, seguiría virgen hasta encontrarlo. Le dije que había más hombres como yo de lo que ella imaginaba y que esperaba que no siguiera con su plan. Cuando llegamos a Denver la puse en contacto con personal femenino de Juventud para Cristo y pasó la noche con ellas. Después de unos días la mandaron de vuelta a casa. Hasta ahora, gracias a Dios, nunca se me ha hecho ese tipo de oferta cuando estaba en condición vulnerable. Pero he sido tentado y siempre me ha ayudado ponerme a mí a la mujer en contexto. Esa historia da pie a otro tema. Aunque le conté a Janie a acerca cerca del incidente, no lo h hice ice en seguida. En el momento me pa pareció reció que sería contraproducente. El incidente había pasado y la joven no era ninguna amenaza a nuestro matrimonio pero pero Janie se podría haber sentido preocupada por las veces que estábamos estábamos separados, sabiendo que algo así pod podría ría ocurrir. Más adelante, en el contexto de otra discusión, cuando podía contarlo con más objetividad, pensé que sería bueno compartirlo. Hay gente que piensa que todo debería saberse inmediatamente, que no debería haber secretos. Pero creo que es importante preguntarse si la noticia va ayudar o va a herir. Por ejemplo, conozco a un padre cuyo hijo lo adora y también sé que una vez el padre le fue infiel
a la madre del joven. ¿Le haría bien al hijo saberlo? ¿Lo haría mejor persona? No creo. ¿Tiene que sentirse culpable el padre de traicionar la confianza del hijo si no se lo cuenta? Piensa que no, que en el futuro va a tener más cuidado de no traicionar esa confianza con otra infidelidad. Tener secretos dolorosos puede ser una gran carga y muchas veces estamos tentados a descargarlos en la persona equivocada. Nos sentimos mejor si no tenemos que guardar el secreto solos, aunque la persona con quien lo compartimos tenga que asumir la carga de ese conocimiento. Pero creo que parte del amor es soportar una verdad dolorosa en silencio en vez de permitir que cause más dolor, dolor innecesario, compartiéndola con aquellos a quienes heriría. Hace poco recibí una carta de una joven de diecinueve años, en la cual me contaba que cuando ella tenía ocho años y su hermano nueve, un tío de diecisiete años los cuidó varias veces durante el varano. Dijo que en el transcurso del verano el tío la molestó sexualmente varias veces. En el otoño siguiente, el tío falleció en un accidente automovilístico. Nadie, aparte del hermano, sabía lo que había hecho el tío, y toda la familia lo amaba mucho. En el velorio todos hablaron de lo tristeescribió que eraque queelun muchacho tancomo buenosimuriera tan joven. La muchacha hermano actúa nunca hubiera pasado nada; es un tema que no se trata. De vez en cuando el nombre del tío surge en la conversación y hay una foto de él encima del televisor en la casa de la abuela. Es el héroe de la familia y aunque la sobrina lo quería, sabe esto de él. Quería saber si debía contárselo a alguien. Yo le aconsejé que a no ser que se sintiera culpable por lo que ocurrió, una reacción frecuente aun en la víctima inocente, no debería revelar su secreto. ¿A quién le ayudaría saber lo que el joven había hecho? ¿De qué serviría destrozar los buenos recuerdos? Le dije que si alguna vez empezaba a sentirse culpable o sentía que ya no podía llevar la carga sola fuera a un consejero profesional. En este caso, a no ser que empiece a sentirse así, parte del proceso de perdonar al tío es aceptar el dolor de su transgresión.
Especialmente para pastores Para los que nos toca tener que aconsejar, hay algunas reglas naturales que pueden ayudarnos a evitar los problemas. La mayor parte de ellas ya han sido mencionadas así que no voy a extenderme sobre el tema, pero estoy pensando en cosas tales como salir de la oficina por un momento de vez en cuando, dejar que alguna persona de confianza conozca el problema en términos generales, etc. La esencia de todas estas reglas es que si vamos a evitar la tentación y la apariencia del mal, debemos hacer lo opuesto de lo que haríamos si estuviéramos tratando de encubrir alguna actividad ilícita.
La tentación sexual nos rodea hoy en día y si somos honrados, sabemos que muchas veces somos vulnerables. A pesar de todo lo que hacemos para evitar situaciones tentadoras, habrá momentos, como mi experiencia en el avión, cuando la tentación nos enfrente cara a cara. Nuestra responsabilidad es prepararnos y mantener matrimonios fuertes antes de encontrarnos en esas situaciones para que cuando venga las tentaciones, podamos mantener nuestra integridad, y nuestros ministerio.
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EL DINERO
Si se logra tener la actitud correcta hacia el dinero, casi todo lo demás se pone en perspectiva. Bily Graham
Hace poco leí unas estadísticas interesantes en cuanto al valor, en dólares, del trabajo hecho por el pastor típico. ¡Cuántos quisiéramos que nuestras iglesias tomaran estas cifras en serio! Doug Self, en Pastoral Ministry Newsletter (Boletín del ministerio pastoral) pastoral) hizo los siguientes cálculos: un conferencista motivador gana 1.500 dólares por conferencia. Si se multiplica por cincuenta domingos por año, serían 75.000. (Claro que si se habla más de una vez por domingo, como lo hacen muchos pastores, la cifra sería aún más alta.) los líderes de taller reciben 350 por semana, lo cual agregaríamos unos 17.500 por año para los pastores que dan clases. Si se calculan los emolumentos del consejero en 50 por hora, el promedio de cinco horas de consejo por semana resultaría en un total de 12,000 por año. Por las visitas caseras, los médicos reciben 62.50 por hora y los plomeros 35.00. Con un promedio de 50 por hora, el pastor que dedica quince horas por semana a la visitación debería recibir unos 37.500 más por año. Un director de escuela primaria recibe 20 dólares por hora para servicios administrativos. Con ese criterio, el pastor que dedica quince horas por semana a la administración merece otros 15.000 por año. En total, según los cálculos de Doug Self, el pastor típico debería recibir 157.500 dólares por año. Es un poco más de lo que gana la mayoría de nosotros, ¿verdad? Sin embargo, sabemos que el tiempo y el nivel que el ministerio requiere realmente están a la par de las demandas de esas otras profesiones. Y ahí t enemos otra de las frustraciones comunes al pastor, porque lejos de recibir ese buen salario, muchos tienen que luchar mes por mes para sobrevivir. Un pastor resumió la situación de la siguiente manera: “Mi familia vive de lo que yo gano. Mi esposa no trabaja fuera del hogar si no es como voluntaria. Tenemos tres hijos y un cuarto en camino. Diezmamos coninminente. gozo y gratit ud.pasamos Sin embargo, luchamos siempre las sensación del desastre financiero No hambre, comocasi se nota porcon lo ajustado del pantalón, pero no podemos ir al dentista y cuando hay que comprar zapatos nuevos para los niños es una pequeña crisis. “Realmente queremos confiar en el Señor como nuestra seguridad. Pero luchamos con un talonario de cheques que necesita resucitación artificial todos los meses. A veces siento resentimiento con los miembros que tienen dinero pero que no apoyan a la iglesia económicamente”. Aunque no estemos luchando para pagar las cuentas, puede haber tensión relativa al dinero si nuestro salario está por debajo del promedio de la congregación. La gente espera que nos vistamos, eduquemos a nuestros hijos y mantengamos el nivel de vida a la par de los miembros más acaudalados, y eso puede ser posible. Otro pastor expresó que creía que su congregación le estaba agradecida por su ayuda, pero que no le escuchaba cuando decía claramente que su paquete económico no lo compensaba adecuadamente por su trabajo. Aparte del resentimiento interno que puede surgir, hay otros peligros que r odean esta situación.
Comprar y vender el evangelio Si el pastor está en un aprieto económico, hay una gran inclinación a aceptar regalos, pero también hay un gran peligro. Siempre tenemos que tener cuidado en cuanto a la forma de
comunicar el mensaje del evangelio, por supuesto, y cuando se acepta cierto tipo de regalo tenemos que reconocer la impresión que estamos creando en nosotros mismos, en la congregación y en el mundo. Siempre ha habido una relación inestable entre el dinero y el ministerio. Desde Simón el mago en el libro de los Hechos, la gente ha estado tratando de comprar la salvación y el poder de Dios. Tenemos que admitir la posibilidad de que los regalos se puedan dar con interés. Una vez perdí un miembro porque me enfrenté a él sobre este tema. El quería solicitar la ayuda de los miembros a fin de recaudar fondos para algunos proyectos y quería mi aprobación tácita. Me ofreció un presente que no acepté. Si lo hubiera hecho, se habría sentido justificado en usar mi nombre y decir que el pastor lo estaba apoyando. Como sentía que estaba tratando de aprovecharse de mí, le dije muy francamente que tenía que entender que me parecía inapropiado usar a la iglesia para este propósito y que yo no podía participar en ese tipo de actividad. Por otra parte, no hay que ofender innecesariamente a la gente genuinamente generosa. En esos casos trato de canalizar el presente. Digo algo así como: “Muchísimas gracias. Esto es magnífico pero no lo necesito tanto como Si realmente quiere hacerme feliz, ¿por no se lo da a él?” Algunos pueden llegar fulano. a ofenderse por ese tipo de sugerencias peroqué es importante proteger la integridad. Lo que puede ocurrir es que aunque no haya condicionamientos abiertos, la gente que da regalos puede llegar a pensar, muchas veces en formas sutiles y hasta subconscientes, que hasta cierto punto es dueña de nosotros. Puede desarrollar una actitud condescendiente. El pastor puede llegar a sentirse como un mendigo, con obligaciones por la generosidad de esta gente. Es evidente que no es sano que ninguna de las partes piense o se sienta así. Para evitar reforzar el estereotipo del pastor interesado, pobre o aprovechando que siempre está buscando una comida gratis, cuando comemos en un restaurante siempre he pagado mi parte. Algunos negociantes se sorprenden cuando me ven sacar la chequera y me dicen que soy el primer pastor que han visto pagar la cuenta. Es un rasgo pequeño pero parece producir respeto por el ministerio. He visto a pastores que han reaccionado a la frustración de sentirse económicamente como ciudadanos de segunda categoría desarrollando una actitud crítica y combativa, una especie de esnobismo a la inversa. Por ejemplo, al predicar acerca de la dedicación total y de darle todo al Señor, no es difícil discernir una declaración velada de que algunos miembros de la congregación tienen mucho dinero pero no pueden ser tan espirituales ni consagrados como soy yo, o no tendrían tanto. También puede ocurrir lo opuesto. La Biblia nos dice que no debemos hacer diferencias entre las personas, lo cual significa que sólo deberíamos ver a las personas y sus necesidades, no su estado de cuenta. Puede ser que los miembros con menos fondos tengan más necesidad de nuestra ayuda porque se subestiman o por otros problemas. Pero aunque sabemos estas cosas, es fácil caer en el juego de tratar con diferencia a los que tienen dinero y hacer a un lado a los que no lo tienen. Hace poco estuve con un cristiano laico rico que me dijo que no podía creer que el pastor le había regalado a su hijo una hermosa Biblia de estudio que valía 50 dólares y que había sido un hermoso gesto de su parte. Le contesté que era una maravilla y que esperaba que el hijo disfrutan la Biblia. Pero también pensé que lo más probable era que el pastor no les había mandado Biblias de 50 dólares a los hijos de los obreros y los mecánicos de su congregación. Aparte de su iglesia, ese pastor tiene un ministerio televisivo que este laico ayuda a sostener. Me sorprendió que este hombre habitualmente astuto no pudo ver que estaba dándosele un trato preferencial con un motivo apenas disimulado: la continuación del apoyo económico. Quiero decir que en el ministerio es fácil seguir los pasos de este pastor. Si lo hacemos, la congregación tarde o temprano se dará cuenta de nuestra costumbre de servir a los ricos y descuidar a los demás, y nuestro ministerio en ese lugar se verá gravemente afectado. Y lo que es más, está mal.
Comparaciones carnales
Otro problema con el cual me he encontrado, relacionado con el dinero, surge de la comparación de mi situación con la de mis compañeros de estudio que han logrado grandes éxitos en el mundo de los negocios. Por ejemplo tuve media docena de amigos que siguieron la carrera de medicina. Hace tiempo cené con uno de ellos. Me llevó a un restaurante caro y mientras estábamos allí el mozo le trajo un teléfono a la mesa. Cada dos minutos contestaba una llamada relacionada con alguna compra o venta de propiedades y me contó acerca de varios negocios y de todo el dinero que estaba ganando. Mientras hablaba, yo pensaba: No es justo. Yo era más inteligente que él. Tuve mejores calificaciones. Entré finalmente al ministerio. Ahora él tiene todo este dinero. Está gastando más en esta cena de lo que mi familia gasta en comida en una semana. Por suerte, en este caso el Señor no perdió tiempo en enseñarme una valiosa lección. Después de esa visita, por causa de un compromiso, viajé a otra ciudad y mientras estuve allí, también estuve en un choque. Estaba en el asiento trasero, con los pies debajo del asiento delantero. Cuando nuestro auto chocó con el otro, salí volando para adelante y me golpée la cabeza contra el parabrisas. Pero lo que realmente me lastimé fueron l os tobillos, que se me dislocaron. Me llevaron al hospital y el médico me puso una inyección en las coyunturas de los tobillos. Mientras trabajaba, empezó a hablarme. “Sabe, soy miembro de la Primera Iglesia Bautista y lo oí predicar anoche. Yo quería entrar al ministerio cuando era joven, pero mi padre quería que fuera médico. Entonces quise ser médico misionero pero él no quería saber nada de esto. Así que ahora esto es lo que hago con mi vida. Es todo lo que hago. Cualquiera podría hacerlo. Daría cualquier cosa por haber obedecido al Señor y haber hecho lo que hizo usted.” Mientras tanto, la aguja todavía estaba colgando del tobillo. Sin embargo, fue como si Dios me hubiera mandado un ángel. Me había estado haciendo malasangre por los restaurantes caros, las propiedades y demás cosas materiales que tenían mis amigos; pero Dios estaba diciéndome que yo había elegido mejor y que no sintiera resentimiento ni celos. Este médico estaba haciendo lo que me había parecido muy grande pero, se sentía vacío. Yo no tenía que vivir con esos sentimientos. Fue un aviso de que en última instancia, el dinero no es la solución para lograr la satisfacción.
Enfrentar el tema del dinero Sin embargo, el dinero sigue siendo un asunto importante. Es uno de los temas más difíciles de tratar, especialmente cuando se trata de nuestro propio salario. Podemos sentir la necesidad de más dinero pero no queremos dar la apariencia de ser codiciosos, materialistas o ingratos. También tenemos miedo a la forma en que la gente puede reaccionar ante un pedido por más dinero. Un pastor dijo que su preocupación más grande por el momento era “conseguir un aumento sin hacer enojar a la gente”. A pesar de estas preocupaciones muy reales, la mejor manera que conozco de tratar el problema del dinero es la directa, hacer saber la necesidad y pedir ayuda. No le hace ningún bien a la iglesia si el pastor está preocupado con problemas económicos y guarda silencio. Pero para tratar el problema con propiedad y efectividad hace falta un enfoque apropiado. En primer lugar, debemos estar dispuestos a examinar profunda y honradamente nuestro presupuesto persona. ¿Hay una necesidad genuina o estamos tratando de mantener un nivel de vida que está más allá de las posibilidades de lo que nuestra congregación puede sostener? Cuando estaba en Juventud para Cristo tuvimos un empleado que se quejaba de no poder vivir con lo que ganaba. Sin embargo, cuando reveló sus finanzas descubrimos que estaba comprando un auto muy caro con enormes cuotas. Era evidente que estaba tratando de vivir más allá de un nivel razonable, por lo menos en esa área. No estoy tratando de decir que tratamos de vivir o queremos vivir extravagantemente a propósito. Pero si vamos a pedir más dinero, necesitamos mirar nuestro presupuesto muy de cerca y estar preparados para justificarlo. En segundo lugar, tenemos que estar preparados para mostrar las cifras a la comisión de finanzas y explicarle la necesidad del aumento que estamos pidiendo. Si su sentir es que deberíamos poder vivir de lo que estamos ganando, es necesario que le demostremos por qué
no es así. Esto puede puede lograrse de modo amigable y ordenado, y ese es el ambiente que queremos fomentar. En tercer lugar, puede hacer falta educar a la iglesia en cuanto a las horas y el esfuerzo que requiere el pastorado. Un pastor, por ejemplo, dijo que en su iglesia tiene que luchar con el concepto de que los pastores son haraganes que no hacen casi nada entre semana. Si la iglesia tiene ese concepto, va a ser muy difícil que esté abierta a la idea de aumentar el sueldo. Necesita ser educada primero. Algunos pastores han usado un registro detallado de sus actividades para este fin, ilustrando el tiempo que invierten en los diversos ministerios. Si todo esto fracasa y la iglesia no puede o no quiere aumentar el sueldo al nivel necesario, es posible que haya que pedir permiso para tomar un ejemplo secundario. No lo recomiendo por razones obvias, pero hay situaciones en las cuales es inevitable. Hay que evitar empleos que incluyan la venta de productos a la propia congregación. Algunos productos o servicios son dignos en sí mismos, pero el papel del líder espiritual invariablemente sufre si está compitiendo con el papel de vendedor. Por último, en relación con las luchas económicas, las frustraciones y los resentimientos que pueden surgir yenque el ministerio, tengo años que recordarme de tantoconsciente en tanto por qué estoyun haciendo lo que hago hace muchos tomé una decisión de seguir tipo de trabajo que sabía que no tendría las recompensas monetarias de otros trabajos que podría haber hecho. Esto es cierto todavía aunque ha cambiado la forma de mi ministerio. Los economistas hablan del “costo de oportunidad” del dinero, lo cual significa que si se decide usar un dólar para cierto propósito, parte del costo total incluye perder la oportunidad de usarlo para otro propósito. Tomar una decisión impide tomar otras. Esto es cierto en cuanto al dinero; también es cierto en cuanto al tiempo y al esfuerzo. Al haber elegido dedicar mi tiempo y mi esfuerzo al ministerio, sabía que estaba perdiendo la oportunidad de usarlos para actividades más remunerativas. Cuando Cuando recuerdo eso y por qué lo hice, se hace mucho más fácil aceptar lo que Dios me ha dado en cuanto a recursos materiales. Mi hijo acaba de tener que luchar con este tema. Estaba haciendo obra social en un campamento para niños necesitados cerca de Chicago, viviendo en una casa alquilada por la misión. Todo lo que tenía era de segunda mano y no ganaba casi nada. Algunos de sus compañeros, en contraste, ya estaban muy bien establecidos. Una noche vino a verme y nos sentamos en la cocina y hablamos de la ira y de la desilusión, de la familia y de los valores. Hablamos, reímos y lloramos. Finalmente, alrededor de las tres de la mañana, terminó de desahogarse y de analizar su situación. Ahora está mucho más contento en su trabajo. La actitud que quiero lograr es aquella que vi una noche cuando era seminarista. Fui a predicar a una iglesia pequeña y estaba entusiasmado por la invitación para predicar en su campaña. Llegué temprano porque era mi costumbre entrar y tratar de lograr un sentir en cuanto a la iglesia y a su gente ---ver el tablón de anuncios, los himnarios, el arreglo de los bancos, etc. Esa noche estaba el anciano guardatemplo barriendo, y cuando me vio se acercó y me preguntó si era el joven que iba a predicar esa noche. Cuando le contesté que sí me contó que había sido pastor de esa iglesia durante treinta años pero que ahora estaba jubilado y que la iglesia le había permitido encargarse del cuidado de la propiedad. Después de una pequeña pausa me invitó a su casa para compartir un bocado con él y con su esposa. Señaló una casita blanca con flores, en la misma cuadra, una casita modesta. Me confesó que nunca habían pensado que tendrían una casa propia porque siempre habían vivido en casa pastoral pero que el Señor los había cuidado. Había sido pastor de esa iglesia y de otras. Ahora tenía este trabajo que le permitía seguir sirviendo y además tenía su casita. Me dijo que sentía que el Espíritu Santo estaba guiándolo a decirme que ningún siervo del Señor iba a tener que mendigar. Era imposible dejar de ver que el espíritu de este guardatemplo estaba lleno de la bondad de Dios. Me fui pasando lo siguiente: Acabo de conocer a un santo. Espero poder seguir su ejemplo, con buena salud, una linda casita y algo de comida para compartir con un pastor visitante, seré un hombre feliz. Dios me habrá cuidado bien. No hace mucho que leía una carga de una mujer que me escribió a la oficina de la facultad. Es maestra y gana un sueldo modesto, y me contó que ella y su marido han mando a sus cinco hijos a la universidad, cuatro de ellos a la nuestra.
“¡Aleluya! Hemos pagado nuestra última cuenta universitaria. Claro que tenemos que terminar de pagar algunos préstamos pero quería compartir el cuadro que está pegado en la puerta de la heladera y que me ha ayudado a través de todos estos años en los cuales los hijos han estado estudiando. Dice: “Lo “Lo único más caro que la educación universitario a es la ignorancia.” Cuento esta historia porque hay un paralelo crítico para los que estamos en el ministerio: Lo único peor que tener un sueldo de ministro es tener mucho dinero y ser desobediente al llamado de Dios. El que no me crea, que vaya a esa sala de emergencias y hable con el médico.
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LOS CONFIDENTES
Siempre se puede reconocer al verdadero amigo: después de haber pasado vergüenzas por culpa nuestra no nos hace sentir que así va a ser permanentemente. Laurence J. Peter El amigo valioso es aquel que dice lo que hay que decir, aunque ofenda. Frank A. Clark
No es fácil ser humano y tratar de cumplir un llamado santo. Frente a esta misión imposible, surge una variedad de problemas específicos. Como hemos visto varias veces en el transcurso del libro, una de las claves para tratar las tensiones es saber cuándo, y con quién, expresar las emociones que sentimos. Es esencial encontrar confidentes para enfrentar con éxito nuestra santa y humana vocación. Sin embargo, sé que por diversos motivos no es fácil encontrar a estos ayudantes. Un pastor comenta que él está disponible para escuchar y ayudar a mucha gente; pero que no hay nadie que lo aprecie como persona lo suficientemente como para estar disponibles cuando a él le hace falta. Otro dice que hay un vacío serio de compañerismo entre los pastores evangélicos. Es difícil saber cuánta confianza se puede tener en otro miembro del pastorado cuando no se ha tenido la oportunidad de crear una relación de ningún ningún tipo. Esto, junto con el hecho de que la competencia entre los ministros por ser una parte importante de la comunidad puede provocar la traición de una confidencia, y tiende a desanimar el impulso a compartir en un nivel confidencial. Un tercer pastor dijo que vivía en una comunidad bastante pequeña y aunque había varias iglesias, los otros pastores estaban muy involucrados en su propia denominación o sencillamente no tenían mucho interés en la formación y el crecimiento espiritual. Un cuarto pastor expresó que había tenido tan poca suerte en encontrar confidentes que ya ni los buscaba. Todo queda estrictamente entre él y el Señor. Antes de llegar a la desesperación, espero poder ofrecer ayud ayuda a en esta área crítica. No hay respuestas fáciles para muchas de las tensiones que enfrentamos en el ministerio y eso hace que sea esencial tener confidentes quienes expresar nuestras dudas, ira, frustraciones, temores y desilusiones. Si no con tenemos un podemos escape para estos sentimientos, si tratamos de reprimirlos, estamos invitando el desastre, tanto en lo personal como en lo ministerial. Ya que esta necesidad es tan grande y encontrar las personas indicadas puede ser tan difícil, ¿dónde podemos buscarlas y qué criterios usamos para elegir a aquellas cuyo consejo buscamos y en cuya discreción confiamos?
La búsqueda de confidentes Como lo implica el nombre, el primer requisito de un confidente es la capacidad de guardar una confidencia. Para que un confidente sea útil, es necesario poder ventilar ante él aquellos pensamientos y sentimientos que muchos no podrían comprender ni aceptar. Y si nos vamos a arriesgar a expresar esas cosas y obtener otra perspectiva, esa persona debe poder guardar un secreto. En cierto sentido, esa cualidad es todavía más importante que la sabiduría. Muchas veces ya sabemos las respuestas a los problemas que necesitamos discutir, así que realmente no estamos buscando un “guru” con nuevas soluciones. Lo que realmente necesitamos es alguien con quien podamos hablar francamente, un oyente comprensivo y perceptivo. Desafortunadamente no hay ninguna fórmula lógica para reconocer a aquellos a quienes se les pueden confiar los secretos. Sin embargo, el discernimiento es algo que normalmente desarrollamos con el tiempo y mediante la experiencia con la gente. Nos damos cuenta de quiénes son chismosos. Sabemos que los que pasan los rumores de cosas pequeñas también lo
harán con las grandes. Es posible hacer una especie de prueba dándole a alguien un poco de información inocua para ver si vuelve desde otra fuente, pero generalmente no debería ser necesario recurrir a esta medida. Por supuesto que el confidente también debe ser alguien que pueda oír nuestros pensamientos más íntimos sin pensar que somos somos menos por tener actitudes “malas” de vez en cuando. Tiene que haber un espíritu de aceptación, aceptación, una especie de amo amorr incondicional que dice: Puede dice: Puede que no siempre me guste lo que haces o dices, pero creo en ti y no te abandonaré; te oiré y trataré de ayudarte en lo posible; estoy comprometido contigo y con nuestra relación. Claro relación. Claro está que en la vida real lo más probable es qu que e esas palabras nunca se se pronuncien en voz alta, pero la actitud que expresan tienen que estar presente. He descubierto que los mejores confidentes son aquellos con quienes se comparten comparten los secretos, que se arriesgan mutuamente mutuamente en en la relación por lo que cada uno sabe del otro. Ya mencioné que cada uno de los líderes de la iglesia que pastoreé había compartido experiencias difíciles conmigo y como resultado conocíamos cosas que todos sabíamos que no necesitaban hacerse públicas. Pero porque había ese riesgo mutuo, también había un fuerte lazo desabe confianza. Nuestra vida, hasta punto, en manos los demás.decir Cuando gente eso, generalmente tiene cierto cuidado cuidado de estaba no decepcionar. decepciona r. de Podríamos que la la necesidad mutua de silencio crea un contrato de confianza entre la gente involucrada. Otra norma general para encontrar confidentes es que frecuentemente se encuentran entre aquellos que supervisan a otros, por ejemplo: gerentes antes que obreros, médicos antes que artistas, profesores antes que atletas, aquellos cuyo interés se centra más en las personas que en cosas. Aunque es obvio que que en una generalización, y hay excep excepciones, ciones, hay varias razones por las cuales parece ser así. En primer lugar, las personas que están en posiciones altas tienden a ser más compasivas. El estereotipo dice que el jefe es frío y dominante; pero la verdad es que los que logran esa posición son algunas de las personas más buenas y comprensivas. Si se han ganado el respeto como jefes, lo hicieron por ayudarles a los demás a lograr sus metas y disfrutar de su trabajo. En segundo lugar, las personas en posiciones altas generalmente tienen una experiencia más amplia de la vida. Han visto y tratado más cosas. Están acostumbradas a enfrentar las complicaciones de la vida, lo cual también significa que generalmente no son tan arbitrarias en sus juicios ni están limitadas a formulas pequeñas pequeñas y sencillas que suenan bien pero no resuelven resuelven nada. generalmente han aceptado la condición humana, así que no se sorprendan cuando la gente tiene problemas, y pueden responder con la sabiduría de la experiencia. También están acostumbradas a oír y a guardar confidencias. Por otra parte, la gente que generalmente trata con cosas, está acostumbrada a un mundo en el cual la vida es más predecible e inequívoca. Si se calienta el metal hasta cierta temperatura, por ejemplo, se sabe que se puede doblar en la forma deseada. Pero los seres humanos, que son el campo de trabajo del pastor, no son tan constantes ni tan predecibles. Por eso, es menos probable que la persona que está acostumbrada a tratar con cosas que tenga experiencia con la complejidad de los problemas relacionados con la gente. También he descubierto a través de los años que la gente que primero ofrece su amistad en una situación nueva, ya sea en el papel de pastor o en cualquier otro, a la larga generalmente no no resulta ser la mejor confidente. Los que ofrecen la amistad rápidamente muchas veces también son rápidos para retirarla. Pueden ser inconstantes y cambiar el foco de atención a nuevos conocidos o pueden estar entre aquellos que se desilusionan cuando descubren que nosotros también somos humanos. Por otra parte la gente más difícil de convencer, la que hace las preguntas más difíciles, con frecuencia resulta ser la más confiable a largo plazo. Puede reservar la aceptación al principio pero una vez que brinda la amistad, tiene un compromiso fuerte.
Amigos inesperados Los confidentes más excelentes pueden venir de los lugares más inesperados. Me gusta leer biografías y me he concentrado con que mucha gente famosa, inclusive pastores, ha convertido en confidentes a los amigos menos probables. Algunos pastores forman amistades con personas de ambientes totalmente diferentes. De algún modo se ponen en contacto con un individuo con quien puedan relajarse y hablar abiertamente. Generalmente se trata de una persona que les concede la dignid dignidad ad pastoral, que tal vez ocupa un puesto del mismo nivel que el de pastor pero acepta su humanidad.
Un pastor mayor que conozco desarrolló lazos íntimos con un médico. Se conocieron porque compraron cachorros de la misma cría. Después empezaron a jugar el ajedrez juntos---hasta tener más de veinte años---mientras la relación de sus amos se hacía cada vez más profunda. El pastor y el cirujano más destacados del pueblo se hicieron amigos inseparables. Lo interesante era que el médico era ateo. Muchas veces le dijo al pastor:”No me evangelices. No estoy por hacerme cristiano pero me gusta ser tu amigo.” Con frecuencia me pregunté acerca de la dinámica que hacía que la amistad fuera tan profunda y duradera. En parte era que ambos sabían que el otro tenía una imagen profesional que mantener. El médico reconocía que no sabía todo lo que había por saber que no era perfecto, pero tenía que mantener su confianza en el proceso curativo. El pastor no era ningún extraño a estos sentimientos. En parte era una habilidad mutua de mantener la confidencialidad. El médico conocía lo suficiente acerca de la congregación del pastor al tratar embarazos de adolescentes en la iglesia y cosas por el estilo como para haber desarrollado una confianza profunda en el pastor y viceversa. El elementos pastor siguió anhelando un cambio en la condición su amigo; otros que cimentaban sus vínculos. sus Decirse laespiritual verdad, de saber saber que el pero otro había podía guardar secretos sensibles, mantener el respeto tanto por el oficio como por la humanidad del otro, todo esto era parte de su amistad perdurable. Cualquiera que tiene un amigo así es afortunado. Otros pastores que conozco han encontrado este tipo de amistad en grupos en los cuales se les considera como iguales antes que como líderes, lo cual no es fácil en los círculos eclesiásticos. Estos pastores son miembros del Club Rotario o de la cooperadora escolar, escolar, donde conocen a gente interesante que no siempre está en la iglesia. Un pastor contaba acerca de su amistad con el superintendente de las escuelas y con el gerente de una fábrica local. Se consideraban como iguales porque todos reconocían que estaban en su profesionalismo. Todos sentían la necesidad de conocer a alguien de su mismo nivel pero en otro campo. Otro pastor se maravillaba de la vulnerabilidad que sienten los más altos ejecutivos. Por ejemplo, si tienen que tomar una decisión que significa dejar a la gente sin trabajo, sienten una gran soledad. Muchos pastores han encontrado un ambiente apropiado para expresar algo de su propia carga emocional en este tipo de relación.
¿Es confidente el cónyuge? Si el pastor es casado, su cónyuge ciertamente debería figurar en cierta medida entre los confidentes potenciales. No debería haber ninguna otra persona en el mundo que esté más cerca de nosotros a lo largo de toda la vida. En el matrimonio también existe ese elemento de riesgo mutuo que mencionamos antes. Sin embargo, el uso del cónyuge como confidente se ve complicado por varios factores. Para empezar, para la mayor parte de los pastores, la destrucción de una relación normal de confidentes no es tan traumática como la destrucción del matrimonio. Se pueden tomar riesgos un tanto mayores con un confidente al revelar cierta emoción o compartir cierta confidencia que podría suscitar profundos temores o dudas en el cónyuge. El temor básico es al rechazo del cónyuge. Hay mucho más en el fuego al usar al cónyuge como confidente; sencillamente puede haber demasiado riesgo. Por supuesto que esto varía de matrimonio en matrimonio. En segundo lugar, el cónyuge probablemente está en la misma iglesia, y hay ciertas cosas que ningún miembro de la iglesia debería saber que necesitan ser compartidas con un confidente. A veces la ignorancia realmente ayuda a la felicidad, o por lo menos a algo parecido. El saber algo acerca de la gente inevitablemente afecta la actitud hacia ella. Un pastor lo expresó de la siguiente manera: “Si le digo a mi esposa cómo me hirió cierta persona, yo me siento mejor por haberme expresado. Pero conozco a mi esposa y ella va a estar enojada y se va a alejar subconscientemente. Le va a impedir ser espontánea con esa persona. ¿Por qué habría de envenenar envenenar su relación con ese individuo viduo sólo porque yo tengo dificultades con él? Necesito que ella lo siga queriendo y que contribu contribuya ya a la curación.” La habilidad de ser abierto con el cónyuge, de ayudarse verdaderamente como confidentes, es algo que se desarrolla a través del tiempo si la relación es buena. Después de treinta años de buen matrimonio, Janie y yo todavía estamos encontrando nuevos niveles de
intimidad y yo no esperaría que una pareja que sólo ha estado casada cinco años pueda acercarse al punto que nosotros hemos logrado en la habilidad de comunicarnos. Hace pocos años cuando todavía estaba con Juventud para Cristo, hice un viaje de negocios a Sudáfrica y Janie me acompañó. Hicimos el trabajo y después disfru disfrutamos tamos siete días solos en Capetow. Sin decirle a nadie exactamente dónde estábamos, nos quedamos en un hotel, caminamos en la playa todos los días y disfrutamos de buena conversación. Yo estaba por llegar a los cincuenta años y estaba pensando en hacer una transición a otro tipo de ministerio, así que le empecé a contar a Janie algunos de mis temores y de mis aprehensiones, del hecho que había tenido oposición en mi papel actual que me había dado cierto sentido de fracaso ---cosas que pudo haber sabido ya o no, pero que nunca antes había podido contarle. Después de haberlas dicho, quedaron quedaron flotando entre nosotros. De repente se me ocurrió ocurrió que me había arriesgado al descargarlas en Janie, y que si ella me rechazaba o no podía aceptarlas porque le daban miedo a lo mejor había desconectado algunas algunas cosas en nuestra relación que no podríamos volver a conectar. Estoy contento de poder decir que las aceptó muy bien. Al reconocer lo que habíamos hecho, ella me reveló algunos de sus propios pensamientos y temores. De repente, para sorpresa nuestra, nos encontramos en un nuevo y muy agradable nivel de comunicación. Ahora podíamos enfrentar el futuro juntos. Ahora con frecuencia llevamos a cabo este tipo de intercambio, ya sea en el auto o en casi cualquier otro lado, pero sólo ocurrió después de treinta años de una relación sólida y amorosa. Otras parejas pueden llegar a ese nivel antes o después; lo que quiero aclarar es que la habilidad de ser abiertos el uno con el otro tiene que desarrollarse a lo largo de años de aprendizaje en la confianza y el respeto mutuo.
Consejeros profesionales Si no pueden encontrarse confidentes en otra parte, no hay nada malo en buscar un consejero profesional para suplir esa necesidad. Puede ser de gran ayuda. La preocupación obvia es el dinero. No tengo una solución para ese problema a no ser que se pueda elaborar un plan de pagos. Muchos consejeros tienen una escala de remuneraciones según la capacidad de pago del cliente. Mucha gente considera a los consejeros como profesionales que ayudan a resolver un problema y ese no es exactamente el papel del confidente. Pero una buena relación de consejero puede aportar más que la terapia o la solución de un problema. Los consejeros están entrenados para ser buenos oidores y para proveer reacciones esclarecedoras. Pueden ayudar a evaluar las opciones objetivamente y a establecer prioridades. Se puede encontrar una fuente similar de apoyo en los centros para consejo o retiros dirigidos especialmente a los pastores. Muchas denominaciones también tienen sistemas de apoyo para sus pastores.
Otras fuentes Un pastor que ha encontrado un sistema bueno aunque algo claro para comunicarse con sus confidentes vive en el centro de los Estados Unidos pero tiene buenos amigos en ambas costas. Su solución es el teléfono. Dice: “A veces nuestras cuentas telefónicas son muy altas pero probablemente sean baratas en términos de la ayuda recibida.” Probablemente todos podamos pensar sin tener que hacer mucho esfuerzo en alguien que ya conocemos que sería buen amigo de una iglesia anterior. Aunque las cartas y las llamadas telefónicas no son lo mismo que una conversación en persona, son buenos sustitutos, especialmente si no hay confidentes a mano. Finalmente, quiero sugerir el lugar donde realmente tendría que empezar la búsqueda por un confidente. Cada vez que he tenido la necesidad de un nuevo confidente, he ido al Señor en oración, pidiéndole que me guíe a la persona indicada. Entonces generalmente alguien viene buscando ayuda en el proceso discierno que es una persona confiable que puede ayudarme.
En una de estas oportunidades una persona así se me acercó y nos llevó un par de meses tratar la preocupación original. Pero llegó el momento en que pude decirle que yo tenía un problema que quería compartir y partimos de ahí.
Este tipo de ayuda mutua es una forma sana de crear un ambiente en el cual podemos llevar las cargas el uno del otro y así cumplir la ley de Cristo.
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NUESTRAS FALLAS Y LA GRACIA DE DIOS No pidan una vida fácil. Pidan ser más fuertes. No pidan t areas para sus fuerzas. Pidan fuerzas para sus tareas. Philips Brooks El que no se ha encontrado con la adversidad no conoce su propia fuerza. El cielo prepara a hombres buenos con cruces. Ben Johnson
El nombre de Charles Haddons Spurgeon frecuentemente es invocado con reverencia y admiración, por aquellos que están en el ministerio, y con buena razón. Fue uno de los gigantes de la iglesia moderna, un predicador poderoso desde el púlpito del Tabernáculo Metropolitano de Londres, autor de algunos doscientos libros, incluyendo el gran The Treasury of David David (El Tesoro de David). Spurgeon verdaderamente fue un hombre digno de ser respetado, amado y emulado. Basándose en su enorme reputación y sus logros, mucha gente da por sentado que Spurgeon debe haber experimentado gran paz, contentamiento y prosperidad. Después de todo, su dedicación a Dios y el poder con el cual Dios ungió su vida y su ministerio eran obvios. Con toda seguridad su vida fue una de satisfacciones satisfacciones y logros. Sin embargo, es otra la verdad. Spurgeon llevó una pesad a lo largo de sus años de ministerio. Richard Day, uno de sus biógrafos, escribe lo siguiente: “Había un aspecto de la vida de Spurgeon que la mayoría de los biógrafos tienden a pasar por alto, pero que ahora debemos mirar con franqueza: frecuentemente era víctima de terribles depresiones” Además, estaba enfermo mucho del tiempo, pasando tantas semanas en cama que les dijo a los líderes de su iglesia que deberían reemplazarlo. (Con mucha sabiduría decidieron no hacerlo.) Muchas veces se preocupaba por su propia situación económica. Spurgeon mismo contó esta historia autoriográfica: “Tuve un ataque inexplicable de ansiedad en cuanto al dinero durante una enfermedad muy seria. Uno de los hermanos, después de haber tratado de consolarme, fue derecho a su casa y volvió con todas las acciones, títulos y fondos que tenía disponibles y los puso sobre la cama: ‘ahí tiene, querido pastor; le debo todo lo que tengo en el mundo y con gusto puede tener todo lo que poseo.’ Por supuesto que pronto mejoré y le devolví todo a mi querido amigo.” Spurgeon, al igual que todos nosotros, era un hombre con muchas debilidades. TTenía enía dudas, ansiedades y luchas con sus propias emociones. Tuvo grandes batallas con la tensión entre ser santo y ser humano. Sin embargo, el Dios que servía es uno que parece especializarse en hacer un uso tremendo de instrumentos falibles. A veces pienso, inclusive, que Dios elige usar de la manera más grande a aquellos con las fallas más grandes.
Pecadores en las manos de un Dios misericordioso Los cristianos siempre han luchado con la gracia. Es mucho más fácil aceptar la realidad de que un Dios santo odia nuestro pecado que creer que puede usar instrumentos falibles para cumplir sus designios perfectos. Por algún motivo nos cuesta creer que realmente nos ama, nos perdona y realmente quiere lo que es mejor para nosotros, aun cuando pecamos. Me maravilla la frecuencia con que me encuentro con pastores que parecen creer que Dios realmente no está de su parte, que realmente está en su contra. La actitud prevaleciente parece ser: Si tan sólo fuera un gran ejecutante, Dios bendeciría mi ministerio. Dudan que Dios tenga grandes cosas en mente para ellos. En términos prácticos, piensan que todavía tienen que ganarse su favor. Sin embargo, la Biblia enfatiza repetidas veces una verdad completamente diferente. Pienso en Elías, un hombre con pasiones como las nuestras, que se escapó de su enemiga Jezabel. Pero cuando admitió sus temores, Dios lo escuchó y lo usó poderosamente. Pienso en Jonás, con
quien Dios tuvo que usar circunstancias drásticas para lograr que fuera al lugar ministerial correcto. Pero Dios usó un Jonás amargado y reacio para salvar a toda un nación. Pienso en los coetáneos egoístas de Pablo mencionados en Filipenses 1. Estaban predicando el evangelio por motivos indignos y estaban causándole angustia a Pablo, pero éste admitió que Dios los estaba usando para difundir las Buenas Nuevas. Ya sea por la experiencia de individuos como Charles Spurgeon o por los ejemplos de los personajes bíblicos, vemos que todos tenemos que enfrentar esa tensión entre la búsqueda de la santidad y nuestra humanidad. Luchamos y con frecuencia nos caemos. Pero no estamos solos. Además, nada de lo que pensamos o hacemos le sorprende a Dios, ni altera su amor ni su compromiso con nosotros. Y en lugar de impedir que Dios nos use, nuestras fallas a veces parecen ser casi un requisito para el gran servicio. Dios le dijo a Pablo que “mi poder se perfecciona en tu debilidad” (2 Cor. 12:9) y éste respondió, como también nosotros deberíamos hacerlo: “Por lo tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que habite en mí el poder de Cristo. . . porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” Con la excepción de Jesucristo, Dios siempre ha usado instrumentos falibles. Por su puesto que esto no debe usarse como una excusa para pecar. Dios no llama a la santidad y espera que maduremos en ella. Pero reconoce nuestras debilidades por que, después de todo, él nos hizo. Nos da la libertad de ser humanos, aunque generalmente decide mostrar su poder por medio de nuestra debilidad y no mediante nuestra fuerza.
La lección difícil de la vida El siquiatra Scott Peck, en su libro The Road Less Traveled (El camino menos transitado),enfatiza el punto simple y obvio de que la mayor parte del tiempo la vida es difícil transitado),enfatiza para casi todo el mundo. Tenemos que salir de la cama temprano para ir a trabajar, aunque nos gustaría seguir durmiendo. Mucha gente tiene que ir a un trabajo que realmente no le gusta. Hay problemas con el auto, los desagües, los hijos, los proyectos y las relaciones. La comida se pone fea y la ropa se gasta y las sogas se rompen. El sueldo no llega a cubrir todos los gastos, etc., etc., etc. Cada vez que en una de mis charlas menciono el hecho de que la vida es dura, la mayor parte de la gente concuerda con asentamientos de la cabeza y expresiones de comprensión. Sin embargo, subconscientemente tratamos de evitar el dolor y las dificultades de la vida. Tratamos de encubrir nuestro dolor y nuestros fracasos. No queremos admitirlos, aunque sabemos que forman parte del destino humano. Peck define la enfermedad mental, en su esencia, como el intento de evitar esa dificultad de la vida en la experiencia propia. Es así que cada uno de nosotros nosotros está mentalmente enfermo en el gra grado do que uno trata de evitar la realidad de que la vida es difícil. Parafraseo a Peck para decir que cuando es cuestión de tratar la tensión entre ser santo y ser humano, espero que las perspectivas de este libro sean de ayuda, pero reconozco que no hay respuestas fáciles ni curas seguras y rápidas. En cierta manera es bueno que tengamos que luchar con las cosas difíciles de la vida; sé que me ayudan a ser humilde y a ser un ministro mejor y más enfático, y a depender más del Señor. En The Treasury of David(El David(El Tesoro de David), Spurgeon ofreció la siguiente iluminación: “Con frecuencia parece como que el Señor reservara sus golpes más fuertes para sus seres más amados; si hay una aflicción más dolorosa que otra, le toca a aquellos que más distingue en su servicio. El jardinero poda las mejores rosas con el mayor esmero. La disciplina tiene el propósito de asegurar que los santos sean humildes, que sean tiernos hacia los demás y que puedan llevar los altos honores que su Padre celestial les concede.” Que todos seamos hallados dignos de tales honores en el servicio fiel de nuestro amante Señor.
Otros libros de Casa Bautista de Publicaciones Publicaciones Y de Editorial Mundo Hispano Para el Pastor-Predicador
Para el Pastor 1.
EL EXITO SEGUN DIOS: Conceptos bíblicos del éxito en el ministerio. Kent y Barbara Hughes. Artículo Núm. 42081. Trata de la presión que sienten todos los que sirven al Señor y buscan el éxito, medido muchas veces según los conceptos del mundo. Describe qué es el éxito según la Biblia y la manera de obtenerlo. 160 págs.
1.
CUANDO LOS SANTOS SE PELEAN. Leslie E. Flynn. Artículo Núm. 17033 Donde hay vitalidad es fácil que surjan las disensiones. La cuestión es si esas diferencias llegarán a dividir y perjudicar el cuerpo de Cristo, o lo llevarán a unirse en un compromiso y entendimiento másse profundo. En este libro encontrará sugerencias para que las diferencias en la iglesia transformen en victorias para el reino de Dios. 176 págs.
1.
LOS PASTORES TAMBIEN LLORAN. Lucille Lavander. Artículo Núm. 42075. Presenta las vivencias, los dilemas y necesidades del pastor y su familia. Un libro excelente tanto para el pastor como para la congregación. Los miembros que lean este libro comprenderán mejor al pastor, gozarán de una relación más sana con él y podrán apoyar su ministerio con mayor efectividad. 144 págs.
1.
DE PASTOR A PASTOR: Etica pastoral práctica. James E. Giles.
1.
LA IGLESIA COMO COMUNIDAD SANADORA. Alberto D. Gandini.
1.
LIDERAZGO QUE PERDURA EN UN MUNDO QUE CAMBIA. John Haggai.
Artículo Núm. 42076. Enfoca en forma sencilla pero efectiva las relaciones y responsabilidades singulares del pastor: Sus requisitos morales, su conducta con su familia, iglesia, denominación, otros grupos religiosos cristianos y la comunidad. 128 págs. Artículo Núm. 17032. Presenta la realidad de que una comunidad de fe y amor, que vive con sinceridad el señorío de Cristo, es una comunidad que transmite salud y los participantes experimentan sanidad del alma y del cuerpo. 96 págs.
Artículo Núm. 46110. Libro sólido en su enseñanza y, a la vez, inspirador. Describe los doce principios del liderazgo que deben caracterizar a los líderes de hoy. 224 págs. 1.
LA DEVOCIÓN A DIOS EN ACCION. Jerry Bridges. Artículo Núm. 46119. Libro de fuerte motivación para una vida de devoción a Dios sólida y profunda. No es una disertación teórica sobre el cristiano ideal, sino un camino experimentado para el creyente real de aquí y ahora. 208 págs.
1.
CUANDO EL SIDA LLEGA A LA IGLESIA. William E. Amos. Artículo Núm. 42080. Informa y aconseja a pastores e iglesias sobre cómo entender y ministrar efectivamente a las personas afectadas por el SIDA y a su familia. El autor expone sólidos conceptos bíblicos y comparte experiencias de acción pastoral. 112 págs.
1.
EL CUIDADO PASTORAL DESDE LA CUNA HASTA LA TUMBA. J.E. Hightower y otros. Artículo Núm. 11045.
Combina los aspectos psicológicos y pedagógicos de cada etapa de la vida, juntamente con sólidas bases bíblicas, para mostrar cómo realizar un ministerio más efectivo con cada persona según su edad. 192 págs. 1.
ANTES DE DAR EL “SI”, Manuel de orientación prematrimonial. José Luis Martínez. Artículo Núm. 46118. Abarca los temas propios de esta área del aconsejamiento pastoral. Lo hace en forma amena, con sano contenido bíblico y sentido práctico. Muy útil para los novios, el pastor y el consejero familiar. 112 págs.
1.
TRAS LAS MASCARAS: Desórdenes de la personalidad en el comportamiento religiosos. Wayne E. Oates. Artículo Núm. 46116. Este prestigioso profesor, pastor y sicólogo describe siete trastornos de la personalidad que se ocultan tras sus correspondientes máscaras, y muestra cómo ayudar usando la Biblia, el consejero pastoral y la asistencia profesional. 144 págs.
1.
COMO EMPEZAR Y TERMINAR BIEN SU MINISTERIO. D. L. Lowrie. Artículo Nú. 42088. Un manual de orientación para pastores e iglesias sobre cómo empezar y terminar un pastorado y hacerlo felizmente. 112 págs.
1.
HOMOSEXUALIDAD: Lo que es, lo que hace y cómo superarla. Tim LaHaye. Artículo Núm. 46126. Un enfoque amplio y profundamente bíblico sobre este tema, sin dejar a un lado el punto de vista sicológico, médico y social. 144 págs.
1.
LOS DONES ESPIRITUALES. Kenneth S. Hemphill. Artículo Núm. 09134. Dirigido a pastores, estudiantes de teología y líderes cristianos, es un estudio serio de los dones espirituales y su uso en las iglesias del N. T., con fuerte énfasis en la capacitación de la iglesia para el servicio. 208 págs.
Biblioteca de Doctrina Cristiana ¿Qué es la doctrina cristiana?, John P. Newport ¿Quién es Jesucristo?, William P. Hendricks La revelación e inspiración de las Escrituras, John M. Lewis La naturaleza de Dios, Fisher Humphreys Dios y la creación, Pete J. Flamming El hombre como creación de Dios, Vernon O. Elmore El hombre como pecador, John H. McClanahan La salvación: obra de Dios, Bert Dominy La experiencia cristiana de la salvación, William E. Hull ¿Quién es el Espíritu Santo?, Wayne Ward La vida en el Espíritu, Earl C. Davis La naturaleza dela iglesia, Bill J. Leonard La vida de la iglesia, Lavonn D. Brown La misión de la iglesia, Jesé C. Fletcher La esperanza cristiana, Morris Ashcraft La razón de ser cristiano, Yandall Woodfin
Los libros que componen esta Biblioteca están destinados a la formación teológica doctrinal de los ministros del evangelio. Cada libro es una auténtica monografía sobre una doctrina en particular. Se presentan escritos en estilo sencillo, pero sin menoscabo de la erudición, de la profundidad de contenido ni de la calidad literaria. Son libros que el profesor y el pastor valorarán en mucho, y, a la vez, el laico de buena formación cultural y bíblica podrá entender y disfrutar.
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