S. Montero - La Religión Romana Antigua
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Descripción: El rasgo distintivo fundamental de la religión romana es, sin duda, su carácter político. La soberanía ejer...
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ROMA
Director de la obra:
Julio Mangas Manjarrés (Catedrático de Historia Antigua de la Universidad Complutense de Madrid)
Diseño y maqueta:
Pedro Arjona
«No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.»
©Ediciones Akal, S.A., 1990 Los Berrocales del Jarama Apdo. 400 - Torrejón de Ardoz Madrid - España Tels. 656 56 11 - 656 49 11 Fax: 656 49 95 Depósito LegahM.25544-1990 ISBN: 84-7600 274-2 (Obra completa) ISBN: 84-7600-490-7 (lo m o XLVI) Impreso en GREFOL, S.A. Pol. II - La Fuensanta Móstoles (Madrid) Printed in Spain
LA RELIGION ROMANA ANTIGUA S. Montero
Indice
Introducción ................................................................................................................
Págs. 7
I. De la creación del Rex Sacrorum a la Lex O gu ln ia..................................... 1. El dualismo religioso .................................................................................. 2. Religión y legislación.................................................................................. 3. Pietas plebeya y pietas patricia .................................................................. 4. El problema de la h elenización............................................................... 5. Conquistas religiosas de la p l e b e .............................................................
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II. Los años de armonía ......................................................................................... 1. Helenización y política exterio r...............................................................
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III. El impacto de la II Guerra P ú n ic a ........................... ..................................... 1. Nuevas influencias griegas ........................................................................ 2. Política religiosa del Senado ..................................................................... 3. Introducción del culto de C ib e le s ............................................................
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IV. Crítica y racionalismo: el siglo II ............................ ....................................... 1. La concepción religiosa de la nobilitas................................................... 2. La vida política y la religión ..................................................................... 3. La helenización de la cultura ...................................................................
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V. La manipulación del culto público .................................................................. 1. El condicionamiento religioso de las asambleas ................................ 2. Adivinación y política ................................................................................ 3. La génesis del culto imperial .................................................................... 4. Las nuevas religiones .................................................................. ...............
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Cronología .................................................................................................................
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Bibliografía ................................................................................................................
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La religión antigua rom ana
Introducción
El rasgo distintivo fundamental de la religión rom ana es, sin duda, su ca rácter político. La soberanía ejercida por el Estado sobre los asuntos reli giosos se manifiesta en aspectos tales como la introducción de nuevas divi nidades o en la organización de los colegios sacerdotales. Los sacerdotes publici controlaron las formas especí ficas de relación con los dioses y n u n ca —salvo los Jlamines— fueron sa cerdotes de divinidades individuales: todos pertenecían a una misma clase dom inante siendo su deber principal m antener la paz y la protección de las divinidades. Pero al mismo tiempo n ad a les im pedía participar activa mente en la vida política de la ciu dad; Szemler, autor de una m onogra fía sobre los sacerdocios rom anos señala que con pocas excepciones todos los sacerdotes desem peñaron alguna magistratura. Es preciso d e s ta c a r la polém ica que en los iiltimos meses ha abierto el historiador italiano A. Momigliano al criticar los rígidos esquemas sobre la tripartición funcional indoeuropea elaborados por G. Dumézil. Si bien es cierto que sería injusto rechazar en bloque su obra, la herencia indoeuro pea de la religión rom ana contribuye muy poco a com prender la organiza ción sacerdotal, la estructura del p a n teón o la realidad misma de los cultos en Roma. Existen aspectos como la dualidad patricio-plebeya o la políti ca religiosa de la oligarquía senato rial que esclarecen mejor estos p u n tos. Las re c ie n te s p u b l i c a c io n e s de J.H.G.W. Licbeschuetz, A. Wardman
y J. Scheid se apartan del plantea miento dum ezilian o para centrarse en el carácter público, político del culto romano. La religión era utiliza da para asegurar la buena marcha de la ciudad y su desarrollo, reforzando así el sentimiento de pertenencia a una misma com unidad. En cierta for ma el elemento religioso, consustan cial al elemento político, constituye una de las m uchas caras de lo que lla mamos respublica o civitas. En esta misma orientación se in serta el presente trabajo. Existían, sin embargo, diversas formas de enfocar lo pero he preferido optar por un cri terio cronológico que marque las trans formaciones sufridas por la religión durante la República, en unos casos obedeciendo a un proceso de racio nalismo y crítica, en otros a una ade cuación a diferentes situaciones político-sociales. Esta elección descansa en el hecho de que la religión romana de comienzos de la República no es la misma que la de su último siglo como tampoco lo es antes que des pués de la segunda guerra púnica. E s tu d ia r la religión r o m a n a en conjunto desde diversos puntos de vista, como si se tratara de un todo or gánico me parece, pese a su conserva durismo. cuando menos peligroso. La religión rom ana se caracterizó por ser una religión social practicada, como dice Scheid, por el hom bre en cuanto miembro de una com unidad y no en cuanto individuo; y no debemos olvi dar que dicha colectividad estuvo en Roma sometida, a lo largo de los cin co siglos republicanos, a profundos cambios y transformaciones.
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I. De la creación del Rex Sacrorum a la Lex Ogulnia
La transición de la monarquía a la li bera civitas no supuso —como en otros ámbitos— una ruptura en la religión romana. Así parece demostrarlo ante todo la figura del rex sacrorum, que desempe ñó las funciones religiosas en manos anteriorm ente de los m onarcas. Es probable que los patres se sirviesen de instituciones ajenas para sustituir al rey en las func io ne s sacerdotales, puesto que ciudades como Lanuvio, Túsculo o Velitrae conocían ya un rex sacrorum. Este sacerdocio vitalicio atendía los cultos de la Regia —reconstruida se gún F. Brown a finales del siglo VI a.C.—, anunciaba el calendario ante los comicios, ofrecía sacrificios a Jano, participaba en las Consualia del 15 de diciembre y presidía los comida calata. El rex sacrorum fue el único sacerdocio excluido de toda m agistratura, sin duda para que con su prestigio no in terfiriese en la vida política. Por el contrario, al pontifex maximus le correspondió la parte más activa de la condición religiosa de los antiguos reyes. Algunas de sus competencias eran importantes en la esfera legal y política del Estado romano. Era su deber inform ar de una adrogatio en los comitia calata, tenía el derecho de m ulta y tanto las vírgenes ves tales —elegidas por él— com o los
sacerdotes estaban som etidos a su autoridad. Sobre el enfrentamiento entre am bos sacerdocios se ha escrito mucho sin que aún se haya logrado alcanzar criterios unánimes. K. Latte llegó a ha blar de una «revolución pontifical» en el siglo III a.C. que vació las prerro gativas del rex sacrorum. Es posible que el rex sacrorum haya sido la cabeza del culto público desde el estableci miento de la República; Festo (198 L) le sitúa en el primer lugar de la jerar quía religiosa, mientras el pontífice máximo ocupa el quinto, tras los jlamines mciiores. Pero con el tiempo aca bó perdiendo su preeminencia a causa de la limitación de sus funciones y, se gún Szemler, porque los pontífices maxim i satisfacieron durante la segunda guerra púnica (aunque bien pudo ser antes) nuevas d e m a n d a s religiosas del pueblo. En cualquier caso, al margen del rango jerárquico, ocupado por ambos, es difícil que entre el rex sacrorum y el pontifex maximus haya existido un en frentamiento abierto cuando a los sa cerdocios se exigía entonces la perte nencia a la clase patricia y por tanto los cargos quedaron en manos del gru po de gentes que asumió la dirección del nuevo estado rom ano. A unque M ommsen afirmó que se trataba de una manipulación, es significativo el
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La religión rom ana antigua
hecho de que la gens de los Papirii pre sumiera a fines de la República, de h a ber ocupado dos de sus miembros los primeros cargos de rex sacrorum y pontifex maximus. Tampoco hubo una interrupción en el desarrollo de la ciudad y sus edifi cios religiosos. Algunos templos que comenzaron a ser construidos bajo la dinastía «etrusca» fueron inaugurados en los primeros años de la República. El más conocido es el santuario tripar tito de Júpiter Capitolino, cuya apertu ra al culto público tuvo lugar, según la tradición, tras la expulsión de los re yes, bajo el consulado de M. Horacio Pulvillo. El más im portante templo etrusco de la ciudad continuó siendo el centro religioso bajo la República. Se introdujeron en él, sin embargo, al gunas novedades: en el muro de la ce lia de Minerva fue colocada la placa sobre la que estaba escrita una ley por la cual el praetor maxim us debía fijar un clavo (clavum pangare) en los idus de septiembre, símbolo del año; este rito de origen mágico será en el futuro de extraordinaria utilidad para
establecer ía cronología romana. También el templo de Saturno fue comenzado por el último de los reyes etruscos para sustituir un antiguo al tar, cuya fundación se atribuía a los compañeros de Hércules, en la parte occidental del Foro. Pero, como en el caso del Capitolio, el soberano etrusco no pudo ver concluidas las obras del santuario que fue dedicado en el 497 por el dictador T. Larcio. El dios, que se confundirá pronto con el griego Kronos, hijo de Urano y de Gea, due ño del m undo antes de ser destronado por Zeus, tuvo en la República gran im portancia por conservarse en su nuevo templo, próximo a la Curia, los archi vos y el tesoro público (aerarium) y por la popularidad de sus fiestas, las Satur nales, que institucionalizadas en el 217 eran celebradas el 17 de diciembre.
1. El dualism o religioso Pero junto a esta continuidad, la reli gión rom ana de los comienzos del nuevo régim en se ca rac te rizó por
10 quedar sometida a la rivalidad entre patricios y plebeyos. La desigualdad de los plebeyos en el ámbito político, econ óm ico y social se hizo sentir también en el de los derechos religio sos. Al menos hasta mediados del si glo IV a.C., los dioses y ceremonias del Estado tendrán, como dice Bayet, ta n to co lo r p a tric io com o co lo r plebeyo. La desigualdad se manifiesta en di versos aspectos. Ante todo, en el h e cho de que en la práctica solos los patricios accedían a los cargos sa cerdotales. Los plebeyos tendrán que esperar a la promulgación de la lex Ogulnia (300 a.C.) para que se les re conozca tam bién este derecho respec to a la maxim a sacerdotia. Los patricios usaron argumentos religiosos durante el enfrentamiento de los órdenes. La pretensión plebeya de alcanzar el consulado era neutrali zada por las familias patricias con el argumento de que sólo ellos estaban cualificados para com unicar con los dioses a través de los auspicios: la re ligión era usada, pues, para m antener las exigencias patricias desde los co m ienzos de la lucha política. C on mayor motivo aún, al serles re husado 1 el derecho de los auspicios —que aún a fines del siglo III a.C. seguían sien do sospechosos— se les impidió el ac ceso a los cargos sacerdotales. Al mismo tiempo fueron surgiendo dioses y cultos ligados tanto a los p a tricios como a la plebe. Todos ten drán acogida en templos que se cons truyen a un ritmo trepidante en el primer cuarto del siglo V a.C. La analística nos informa de las sucesivas construcciones y dedicaciones de los templos de Saturno (497 a.C.), M ercu rio (495), de la tríada de Ceres, Liber, Libera (493) y de C ástor (484). Sin embargo el trato dispensado a las di vinidades no fue el mismo para to das: mientras las de los .patricios —la tríada capitolina o Cástor —eran acogi das dentro del pom erium , las ligadas a la plebe —Mercurio o la tríada agra
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ria— tuvieron sus santuarios fuera del recinto sacro. Después de este pe ríodo la construcción de nuevos san tuarios declina sensiblemente, pues antes de finalizar este siglo sólo Dius Fidius y Apolo fueron acogidos en Roma, el primero en el 466 y el segun do en el 431. La plebe constituyó pues frente al patriciado u na com unidad religiosa cuyo centro fue sin duda el templo de la tríada agraria. C onsagrado sobre el Aventino en el 493 a Ceres, Liber y Libera su culto quedó inm ediatam en te ligado a los intereses plebeyos. Ce res fue la divinidad agraria más im portante de Rom a, confundida fre cuentemente con Tellus, la Tierra; Li b e r y L ib e ra fo r m a n u n a p a re ja , uniendo el elemento masculino y fe menino, que favorece la fecundidad animal y hum ana. Las tres divinida des con funciones y atributos pareci dos, fueron agrupadas en el 493 en su nuevo templo, verdadero centro polí tico de la plebe. J. Heurgon señaló con acierto que el santuario de esta tríada quedó constituido «a imagen y sem ejanza de la tríada capitolina». La oposición y la similitud entre am bas sólo se comprende, efectivamen te, en el contexto de las luchas políti cas de la época. Pero de los orígenes de este culto no todo perm anece com pletam ente claro. Según narra Dionisio de Halicarnaso (VI, 17), el dictador A. Postumio, vencedor de la batalla del Lago Regilo (499 a.C.) donde los romanos derrotaron al ejército de la liga lati na, votó la construcción de un san tuario a la tríada en el caso de que ce sara una grave epidemia que asolaba el campo. La epidemia cesó y Postum io o rd e n ó su co n s tru c c ió n ; tres años más tarde fue consagrado por el cónsul Sp. Cassio en la pendiente del Aventino. En opinión de Richard el voto de Postumio nada tiene de con tradictorio pese a que años más tarde prometiese otro santuario al dios de la caballería patricia, Castor; la nece
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La religión rom ana antigua
sidad en la que se encontraban los di rigentes de la ciudad de apaciguar la agitación de la plebe, explica los es fuerzos por concluir am bos templos. El propio R ichard considera pro bable la consulta por parte de Posturnio de los libros sibilinos, como afirma la tradición, pues bajo la for ma que asume a partir del 493 el culto rendido a estas divinidades agrarias lleva la marca de las influencias m e ridionales. También H. Le Bonniec ha demostrado que la tríada del Aventino debe interpretarse en el cuadro de las relaciones que unían a Roma con las ciudades de la M agna Grecia. Plinio (NH , XXXV, 154) sostiene que la decoración fue realizada por dos artistas griegos, Dam ophilos y Gorgassos, que fueron a la vez m odelado res y pintores. Todo ello no descarta una probable mediación etrusca en la im p ortación del culto, perceptible, por ejemplo, en la asociación de los dioses. En el santuario se guardaron los archivos y el tesoro de la plebe y de él nació la figura del edil. La etimología del término edilis sugiere una relación directa y estrecha con aedes; num ero sos autores han propuesto ver en el aedilis el «guardián» del templo de Ceres. La historia de la edilidad ple beya es inseparable del aedes Cereris, pero esto no autoriza a atribuir a los ediles funciones sacerdotales. Para ello ya existía el sacerdote de Ceres, un flam en Cerialis, que pertenece al grupo de los flam ines minores, reclutado probablem ente de la plebe. Los ediles son, pues, administradores de Ceres, conservadores de los archivos depositados en él y del texto de los plebiscita. Según Dionisio de Halicarnaso (VI, 90, 2) tam bién tuvieron res ponsabilidades en la annona. En vir tud de sus derechos de policía, ya en plena época republicana, los ediles pod ían im p o n er m ultas a aquéllos que contravenían el reglamento que debían aplicar y hacer respetar, sien do el montante de estas multas desti-
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Templo de Júpiter Capitolino: alzado y planta.
nado con frecuencia al santuario ple beyo. La fundación del aedes Mercurii co rresponde a la adopción de un culto inédito en Roma, el único culto origi nal y nuevo de los dedicados a co mienzos del siglo V. Mercurio era la transposición latina de Hermes y, por tanto, el p rim e r dios p ro p iam e n te griego, según Combet-Farnoux, acep tado oficialmente por la ciudad. Su nombre, de merx, mercancía, y su vo cación plebeya manifestada en la fá bula de la dedicación del templo, ex pre san b ien claram en te el tipo de actividades bajo su protección. La dedicación del templo es inse parable de un período de crisis, como queda reflejado por la tradición. En torno al 495 a.C., tras la expulsión de los Tarquinios, la guerra latina, la es casez agrícola, la agitación plebeya previa a la institución del tribunado de la plebe, perturbaron gravemente las corrientes de cambios y transac ciones provocando un declive comer cial. La disminución de las activida
12 des económicas agravó el problema del endeudam iento de artesanos y co merciantes. Esta profunda crisis ex plica la fundación del aedes Mercurii, dada su calidad de protector de las actividades mercantiles, de la misma manera que el aedes Cereris fue conse cuencia de un largo período de esca sez agrícola. En cualquier caso esta situación no debió ser duradera y no supuso, como advierte el propio Combet-Farnoux, un repliegue de R om a de cara al exte rior. Al quedar el m undo mercantil, a comienzos del siglo V, bajo la protec ción del dios griego quedaría confir mada la continuidad de los contactos con el exterior. Hermes, bajo el nom bre de M ercu rio, fue h o n r a d o p a r ti c u la r m e n t e como dios fundador y prom otor de los cambios mercantiles. Al tratarse de una divinidad extranjera —la pri mera recibida oficialmente en los sa cra publica— se añadió a su santuario un collegium de carácter sacerdotal para el servicio de su culto. Su san tuario, fuera del pomerium, quedó em plazado detrás de la puerta Capena como correspondía a un dios de los intercambios exteriores. Frente a estos cultos, ligados en los primeros años de la República a la plebe, el patriciado encontró en Cástor su protector. La introducción de los Dióscuros en Roma plantea pro blemas aún no plenam ente resueltos. Según el relato de Dionisio de Halicarnaso —que se separa del de Livio— el d ictador Postum io vio in tervenir en un m om ento crítico de la batalla del Lago Regilo, dos jinetes excepcionalm ente bellos m ontados sobre corceles blancos y revestidos de clámides purpúreas (VI,13,1). El día mismo de la victoria los dos jinetes a p a r e c i e r o n e n el F o ro r o m a n o ; mientras abrevaban sus caballos en la fuente del lacus luturnae, cerca del templo de Vesta, anunciaron el triun fo rom ano y después desaparecieron. Esta teofanía es com parable a la que
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recoge la tradición griega con motivo de la batalla de la Sagra, poco antes del año 500 a.C., que enfrentó a Crotona y Locres. Los gemelos com ba tieron junto a los locrios contribuyen do decisivamente a la derrota de los crotoniatas. La noticia llegó también a Esparta, Atenas y Corinto. (Just. Ep. XX, 3). En el año 484 a.C. se consagró a Cástor el templo votado por Postumio en la batalla del 499. Sólo a Cástor —como confirma también la epigra fía latina que m enciona un aedis Castoris— por ser éste campeón de los concursos hípicos. El caballo consti tuía un símbolo de prestigio social y fue por ello adoptado por la clase pri vilegiada: Cástor pasó a ser así patrón de los equites patricios. C ada año, el 15 de julio, una fiesta ritual, la transvectio equilum, remem o raba el combate del Lago Regilo. M ontados con los Dióscuros, sobre caballos blancos, vestidos de púrpura y coronados de olivo, los caballeros romanos, partiendo de Porta Latina penetraban en Roma pasando por el Foro —ante el templo de Cástor— y por el Capitolio —ante el de Júpiter— para descender luego al Circo donde se celebraban juegos ecuestres (DH VI, 13,4). Pero la arqueología ha contribuido tam bién a esclarecer el oscuro origen del culto de los Dioscuros en Roma al hallar en Pratica di Mure, la antigua Lavinium, cerca del altar VIII, una lám ina de bronce datada por F.Castagnoli a fines del s.VI a.C. con la ins cripción CASTOREI PO DLOU QUEIQ U E/Q U R O IS. Podemos con siderarla como la más antigua prueba material de la asimilación en el Lacio de influencias religiosas helénicas. La presencia de comerciantes o artesanos griegos en Lavinium verdadero centro religioso del Lacio no sorprende, pues ya desde el s.VII trabajaban en los talleres cerámicos de Roma o Vulci. Desde Lavinium los dioses ganaron el conjunto del Lacio donde sus nombres.
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s _________________________ Inscripción de Cástor y Pollux.
su contenido religioso y sus atribucio nes fueron rápidam ente asimiladas. Es posible que, durante las luchas por establecer la hegemonía en el Lacio, el culto fuese arrancado a los latinos e introducido en Roma. Esta antigua presencia de los héroes griegos en la región lacial, explica la construcción del templo de Cástor en pleno Foro y no fuera del pomerium, puesto que no se trataba de una divini dad extranjera. La preem inencia de C ástor sobre su h e rm a n o obliga a designar a los gemelos como los C as tores y el templo del Foro como el aedes Castoris; su privilegiada situa ción topográfica revela la importancia de su culto.
2. Religión y legislación La tradición da noticia de unas leges sacratae, anteriores a las XII Tablas, aprobadas por la plebe en su primera secesión al monte sacro con el fin de organizarse como fuerza política d en tro de la civitas. U na de estas leyes — que Altheim descubrió entre los usos itálicos— instituyó a los tribunos. Impotente para hacer valer sus reivin dicaciones por via legal, la plebe se dio a sí misma un derecho, no sancionado inicialmente por el Estado, para salva guardar sus propios intereses políti cos. La plebe prestaba un juram ento militar en virtud del cual se declaraba sacer a cualquiera que atentase contra su inviolabilidad y, como consecuen cia de ello, trató de asegurar el funcio namiento regular de sus asambleas, castigando a quienes trataran de interrumpirlas.
Según Livio (111,55,7), el contenido de una de estas leyes figuraba entre las Valeriae-Horatiae del 449. Aunque la veracidad de esta tradición es muy dudosa sabemos que quedó estable cido que quien atentase contra los tri bunos de la plebe o los ediles fuese Iovi sacrum; el reo debía morir y sus bienes consagrados a Ceres, Liber y Libera. De esta m anera la lex sacrata que, según J. Heurgon, nació como una reacción de desesperanza, fue confir m ada por una ley de Estado. La ley de las XII Tablas, la labor legislativa délos decemviros realizada durante los años 451 y 450 e inscrita en el Foro sobre láminas de bronce, tam bién se ocupó de regular algunos aspectos religiosos. Las leyes relacio n a b a n con cierto detalle las obligacio nes confiadas a los expertos religio sos: presentar a las divinidades parte de la cosecha antes de ser consumida por los seres hum anos, establecer la fecha de las fiestas, fijar la celebración de determ inados ritos, individuar los gustos y las preferencias de los dioses en cuanto al tipo de víctimas sacrifi ciales, etc. (Cic.L
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