Rudolf Arnheim
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Las palabras apuntan a perceptos La superioridad del medio visual es tan decisiva porque ofrece equivalentes estr ucturales de todas las características de los objetos, los acontecimientos y las r elaciones. La variedad de formas visuales disponibles es tanta como la de los po sibles sonidos del lenguaje, pero lo que interesa es que pueden organizarse de a cuerdo con configuraciones fácilmente definibles, de las que las formas geométricas constituyen la ilustración mis tangible. La principal virtud del medio visual es l a de representar las formas en el espacio bidimensional y tridimensional, mientr as que la secuencia del lenguaje verbal es unidimensional. Este espacio polidime nsional no sólo procura buenos modelos mentales de los objetos o los acontecimient os físicos, sino que representa además de manera isomórfica las dimensiones necesarias para el razonamiento teórico. La historia de las lenguas muestra que palabras que no parecen ahora referirse a la experiencia perceptual directa, si se referían a ella originalmente. Muchas de ellas son todavía reconocibles figurativamente. La profundidad de la mente, por e jemplo, se menciona en inglés * mediante una palabra que contiene el vocablo latin o fundus, esto es, fondo. La «profundidad» (depth) de un pozo y la «profundidad» de la m ente se mencionan aún hoy por la misma palabra, y S. E. Asch mostró en un estudio so bre la metáfora, que esta especie de «física ingenua» se descubre en el lenguaje figurat ivo de las lenguas más divergentes. El universal hábito verbal refleja, por supuesto , el proceso psicológico por el que los conceptos que describen hechos «no perceptua les» derivan de conceptos perceptuales. La noción de la profundidad del pensamiento deriva de la profundidad física; mas aún, la profundidad no es meramente una metáfora conveniente para describir el fenómeno mental, sino el único modo posible de concebi r esa noción. La profundidad mental no es pensable sin un conocimiento de la profu ndidad física. De ahí la cualidad figurativa de todo lenguaje teórico, del que Whorf d a significativos ejemplos: «Capto» el «hilo» de los argumentos de alguien, pero si su «nivel» está «por encima de mí», m ión puede «errar» y «perder contacto» con su «flujo», de modo que cuando «llega» a su «conclu tras diferencias son «amplias» y nuestras «perspectivas» se han «alejado» ya tanto, que las « osas» que dice resultan «demasiado» arbitrarias o incluso «un montón» de disparates. En realidad, Whorf se muestra demasiado económico en su uso de las comillas, pues el resto de las palabras, incluidas las preposiciones y las conjunciones, deriva n también su significación de la experiencia perceptual. Por supuesto, los sentidos no visuales contribuyen a hacer pensables las cosas no perceptuales. Un argument o puede ser agudo o impenetrable; las teorías pueden armonizar o resultar discorda ntes entre sí; una situación política puede ser tensa; y un régimen corrupto puede heder . El hombre puede apoyarse con confianza en los sentidos para procurarse equival entes perceptuales de toda noción teórica porque estas nociones, para empezar, deriv an de la experiencia sensorial. Para decirlo de modo más contundente: el pensamien to humano no puede ir más allá de las configuraciones que procuran los sentidos huma nos. El lenguaje, pues, constituye un decisivo argumento en favor de los que afirman que el pensamiento tiene lugar en el dominio de los sentidos... Rudolf Arnheim, fragmento de "El pensamiento visual"
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