Rubén Darío.CARACTERISTICAS de su OBRA

September 27, 2017 | Author: Maffer Velasco | Category: Poetry
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Profesora Mariela A. Gutiérrez

Rubén Darío En la literatura en lengua española, el término modernismo denomina a un movimiento literario que se desarrolló entre los años 1880-1910, fundamentalmente en el ámbito de la poesía, que se caracterizó por una ambigua rebeldía creativa, un refinamiento narcisista y aristocrático, el culturalismo cosmopolita y una profunda renovación estética del lenguaje y la métrica. Se conoce por modernismo a la forma hispánica de la crisis universal de las letras y del espíritu y que se manifiesta en el arte, la ciencia, la religión y la política. En ciertos aspectos su eco se percibe en movimientos y en corrientes posteriores. En las raíces del Modernismo hay un profundo desacuerdo con la civilización burguesa. En ciertos sentidos, se trata de una corriente heredera del Postromanticismo decimonónico, al que da una especie de salida, y en las demás artes esta estética se plasma en las formas del Art Nouveau (en Bélgica y Francia), Modern Style (en Inglaterra), Sezession (en Austria), Jugendstil (en Alemania y Países Nórdicos), Liberty (en Estados Unidos), Floreale (en Italia), y Modernismo artístico (en España e Hispanoamérica). Conciliando ambas, cabría definir el modernismo literario como un movimiento de ruptura con la estética vigente que se inicia en torno a 1880 y cuyo desarrollo fundamental alcanza hasta la Primera Guerra Mundial. Tal ruptura se enlaza con la amplia crisis espiritual de fin de siglo. El modernismo hispánico es una síntesis del Parnasianismo y del Simbolismo: del primero toma la concepción de la poesía como bloque marmóreo, con el anhelo de perfección formal, los temas exóticos, y los valores sensoriales; del segundo la concepción de que el arte debe sugerir, y la búsqueda de efectos rítmicos dentro de una variada musicalidad. Entre las principales características del modernismo están: •

El rechazo de la realidad cotidiana, ante la cual el escritor puede huir en el tiempo (evocando épocas pasadas y mejores) o en el espacio (muchos de los poemas se desarrollan en lugares exóticos y lejanos).



Una actitud aristocratizante y cierto preciosismo en el estilo, así como la búsqueda de la perfección formal (de inspiración parnasiana) que se aprecia no sin cierto individualismo.



La búsqueda de la belleza se consigue a través de imágenes muy plásticas y acercamiento a las artes, de una adjetivación con predominio del color y con imágenes relacionadas a todos los sentidos, así como con la musicalidad que produce el abuso de la aliteración, los ritmos marcados y la utilización de la sinestesia (influencias del simbolismo).

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El uso de la mitología y el sensualismo.



El deseo innovador que aspiraba a la perfección que apreciaban en la literatura europea.

Temas del modernismo La temática modernista revela, por una parte, un anhelo de recreación de armonía frente a un mundo inarmónico, y así un ansia de plenitud y perfección; y, por otra parte, una búsqueda de raíces en la crisis que produjo un sentimiento de desarraigo en el escritor, quien se presenta como guía capaz de mostrarle al hombre común los valores verdaderos. Los temas tratados son muy variados, pero estos son algunos de los más recurrentes: • El culto a la perfección formal, con poesía serena y equilibrada. • La desazón típica del romanticismo: el hastío de la vida y una profunda tristeza, junto a la melancolía y la angustia. • Búsqueda de la soledad y rechazo de una sociedad. • El escapismo, evasión de la realidad del tiempo y del espacio. • El amor y el erotismo, con cierta idealización del amor y de la mujer. El tema del amor imposible se presenta con diferencias respecto al ideal romántico. Hay un contraste entre el profundo y delicado amor y un intenso erotismo. • El cosmopolitismo muestra el anhelo de distinto y aristocrático. Los modernistas demostraban mucha devoción por París. • Los temas americanos, en especial los temas indígenas, muchas veces con una defensa del indígena. • Lo hispano como antecedente histórico valioso que otorga una armonía frente al mundo inarmónico.

Rubén Darío y el Modernismo Rubén Darío es citado generalmente como el iniciador y máximo representante del Modernismo hispánico. Si bien esto es cierto a grandes rasgos, es una afirmación que debe matizarse. Otros autores hispanoamericanos, como José Santos Chocano, José Martí, Salvador Díaz Mirón, o Manuel Gutiérrez Nájera, José Asunción Silva, por citar algunos, habían comenzado a explorar esta nueva estética antes incluso de que Darío escribiese la obra que tradicionalmente se ha considerado el punto de partida del Modernismo, su libro Azul... (1888). Así y todo, no puede negarse que Darío es el poeta modernista más influyente, y el que mayor éxito alcanzó, tanto en vida como después de su muerte. Su magisterio fue reconocido por numerosísimos poetas en España y en América, y su influencia nunca ha dejado de hacerse sentir en la poesía en lengua española. Además, fue el principal artífice de muchos hallazgos estilísticos emblemáticos del movimiento, como, por ejemplo, la adaptación a la métrica española del alejandrino francés.

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Además, fue el primer poeta que articuló las innovaciones del Modernismo en una poética coherente. Voluntariamente o no, sobre todo a partir de Prosas profanas, se convirtió en la cabeza visible del nuevo movimiento literario. Si bien en las "Palabras liminares" de Prosas profanas había escrito que no deseaba con su poesía "marcar el rumbo de los demás", en el "Prefacio" de Cantos de vida y esperanza se refirió al "movimiento de libertad que me tocó iniciar en América", lo que indica a las claras que se consideraba el iniciador del Modernismo. Su influencia en sus contemporáneos fue inmensa: desde México, donde Manuel Gutiérrez Nájera fundó la Revista Azul, cuyo título era ya un homenaje a Darío, hasta España, donde fue el principal inspirador del grupo modernista del que saldrían autores tan relevantes como Antonio Machado, Ramón del Valle-Inclán y Juan Ramón Jiménez, pasando por Cuba, Chile, Perú y Argentina (por citar solo algunos países en los que la poesía modernista logró especial arraigo), apenas hay un solo poeta de lengua española en los años 1890-1910 capaz de sustraerse a su influjo. La evolución de su obra marca además las pautas del movimiento modernista: si en 1896 Prosas profanas significa el triunfo del esteticismo, Cantos de vida y esperanza (1905) anuncia ya el intimismo de la fase final del Modernismo, que algunos críticos han denominado postmodernismo.

Temas Erotismo en Rubén Darío El erotismo es uno de los temas centrales de la poesía de Rubén Darío. Para Pedro Salinas, se trata del tema esencial de su obra poética, al que todos los demás están subordinados. Se trata de un erotismo básicamente sensorial, cuya finalidad es el placer. Se diferencia Darío de otros poetas amorosos en el hecho de que su poesía carece del personaje literario de la amada ideal (como puede serlo, por ejemplo, Laura de Petrarca). No hay una sola amada ideal, sino muchas amadas pasajeras. Como escribió: Plural ha historia de mi corazón...

sido

la

celeste

El erotismo se convierte en Darío en el centro de su cosmovisión poética. Salinas habla de su "visión panerótica del mundo", y opina que todo su mundo poético se estructura en consonancia con este tema principal. En la obra del poeta nicaragüense, el erotismo no se agota en el deseo sexual (aunque escribió varios poemas, como "Mía", con explícitas referencias al acto sexual), sino que se convierte en lo que Ricardo Gullón definió como "anhelo de trascendencia en el éxtasis". Por eso, en ocasiones lo erótico está en la obra de Darío íntimamente relacionado con lo religioso.

Exotismo

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Estrechamente relacionado con el tema del erotismo está el recurso a escenarios exóticos, lejanos en el espacio y en el tiempo. La búsqueda de exotismo se ha interpretado generalmente en los poetas modernistas como una actitud de rechazo a la pacata realidad en que les había tocado vivir. En general, la poesía de Darío (salvo en los poemas cívicos, como el Canto a la Argentina, o la Oda a Mitre), excluye la actualidad de los países en que vivió, y se centra en escenarios remotos. Los centauros, como otras criaturas de la mitología griega fueron frecuentemente utilizados en la obra de Darío. Entre estos escenarios está el que le proporciona la mitología de la antigua Grecia. Los poemas de Darío están poblados de sátiros, ninfas, centauros y otras criaturas mitológicas. La imagen que Darío tiene de la antigua Grecia está pasada por el tamiz de la Francia dieciochesca. Mención aparte merece la presencia en su poesía de una imagen idealizada de las civilizaciones precolombinas, ya que, como expuso en las "Palabras Liminares" a su libro Prosas profanas: Si hay poesía en nuestra América ella está en las cosas viejas, en Palenke y Utatlán, en el indio legendario, y en el inca sensual y fino, y en el gran Moctezuma de la silla de oro. Lo demás es tuyo, demócrata Walt Whitman. Ocultismo A pesar de su apego a lo sensorial, atraviesa la poesía de Rubén Darío una poderosa corriente de reflexión existencial sobre el sentido de la vida. Es conocido su poema "Lo fatal", de Cantos de vida y esperanza, donde afirma que: no hay dolor más grande que ni mayor pesadumbre que la vida consciente

el

dolor

de

ser

vivo

La religiosidad de Darío se aparta de la ortodoxia católica para buscar refugio en la religiosidad sincrética propia del fin de siglo, en la que se entremezclan influencias orientales, un cierto resurgir del paganismo y, sobre todo, varias corrientes ocultistas. Temas cívicos y sociales Rubén Darío tuvo también una faceta, bastante menos conocida, de poeta social y cívico. Unas veces por encargo, y otras por deseo propio, compuso poemas para exaltar héroes y hechos nacionales, así como para criticar y denunciar los males sociales y políticos. Uno de sus más destacados poemas en esta línea es Canto a la Argentina, incluido en Canto a la Argentina y otros poemas, y escrito por encargo del diario bonaerense La Nación con motivo del primer centenario de la independencia del país austral. Este

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extenso poema (con más de 1.000 versos, es el más largo de los que escribió el autor), destaca el carácter de tierra de acogida para inmigrantes de todo el mundo del país sudamericano, y enaltece, como símbolos de su prosperidad, a la Pampa, a Buenos Aires y al Río de la Plata. En una línea similar está su poema, "Oda a Mitre", dedicado al prócer argentino Bartolomé Mitre. Su "A Roosevelt", incluido en Cantos de vida y esperanza, ya anteriormente mencionado, expresa la confianza en la capacidad de resistencia de la cultura latina frente al imperialismo anglosajón cuya cabeza visible es el entonces presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt. En "Los cisnes", perteneciente al mismo libro, el poeta expresa su inquietud por el futuro de la cultura hispánica frente al aplastante predominio de los Estados Unidos: ¿Seremos entregados a los ¿Tantos millones de hombres ¿Ya no hay nobles hidalgos ni ¿Callaremos ahora para llorar después?

bárbaros hablaremos bravos

fieros? inglés? caballeros?

Una preocupación similar está presente en su famoso poema "Salutación del optimista". Muy criticado fue el giro de Darío cuando, con motivo de la Tercera Conferencia Interamericana, escribió, en 1906, su "Salutación al águila", en la que enfatiza la influencia benéfica de los Estados Unidos sobre las repúblicas latinoamericanas. En lo que a Europa se refiere, es notable el poema "A Francia" (del libro El canto errante). Esta vez la amenaza viene de la belicosa Alemania (un peligro real, como demostrarían los acontecimientos de la Primera Guerra Mundial): ¡Los bárbaros, Francia! ¡Los bárbaros, cara Bajo áurea rotonda reposa tu gran Del cíclope al golpe ¿qué pueden las risas de ¿Qué pueden las gracias, si Herakles agita su crin?

Lutecia! paladín. Grecia?

Ruben Dario escribe Además de ser poeta, Darío escribe novela y prosa autobriográfica, relatos, artículos periodísticos, crónicas y crítica literaria. La influencia de Rubén Darío fue inmensa en los poetas de principios de siglo, tanto en España como en América. Muchos de sus seguidores, sin embargo, cambiaron pronto de rumbo: es el caso, por ejemplo, de Leopoldo Lugones, Julio Herrera y Reissig, Juan Ramón Jiménez o Antonio Machado.

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Legado Darío llegó a ser un poeta extremadamente popular, cuyas obras se memorizaban en las escuelas de todos los países hispanohablantes y eran imitadas por cientos de jóvenes poetas. Esto, paradójicamente, resultó perjudicial para la recepción de su obra. Después de la Primera Guerra Mundial, con el nacimiento de las vanguardias literarias, los poetas volvieron la espalda a la estética modernista, que consideraban anticuada y excesivamente retoricista. Los poetas del siglo XX han mostrado hacia la obra de Darío actitudes divergentes. Entre sus principales detractores figura Luis Cernuda, que reprochaba al nicaragüense su afrancesamiento superficial, su trivialidad y su actitud "escapista". En cambio, fue admirado por poetas tan distanciados de su estilo como Federico García Lorca y Pablo Neruda, si bien el primero se refirió a "su mal gusto encantador, y los ripios descarados que llenan de humanidad la muchedumbre de sus versos". El español Pedro Salinas le dedicó el ensayo La poesía de Rubén Darío, en 1948. El poeta mexicano Octavio Paz, en varios textos dedicados a Darío y al Modernismo, subrayó el carácter fundacional y rupturista de la estética modernista, para él inscrita en la misma tradición de la modernidad que el Romanticismo y el Surrealismo. En España, la poesía de Rubén Darío fue reivindicada en los años 60 por el grupo de poetas conocidos como los "novísimos", y muy especialmente por Pere Gimferrer, quien tituló uno de sus libros, en claro homenaje al nicaragüense, Los raros. Rubén Darío ha sido escasamente traducido a otras lenguas, por lo que no es muy conocido fuera de los países hispanohablantes.

Escritores cubanos premodernistas: José Martí (La Habana, 1853 – Campamento de Dos Ríos (Cuba), 1895) fue un político, pensador, periodista, filósofo, poeta y masón muerto durante la Guerra de Independencia cubana. En su juventud, luego de estar en prisión, estuvo tres años en España peninsular en carácter de desterrado, donde estudió Derecho, Filosofía y Letras. En 1881 se establece en Nueva York, donde planifica la independencia de Cuba, colaborando como periodista en The Hour y The Sun. Ha ejercido una notable influencia en el sentimiento de identidad del pueblo cubano. Fue precursor del Modernismo. Julián del Casal (La Habana, 1863 - Ídem, 1893) ya en el Real Colegio de Belén se dedicó a escribir en un periódico que él mismo había fundado: El estudiante. En 1881 comenzó a trabajar en el Ministerio de Hacienda y también a estudiar Derecho, pero dejó esos estudios por la literatura. Su puesto en el Ministerio lo dejaría más tarde para trabajar como corrector y periodista. Quiso viajar a París, pero nunca estuvo allí, aunque sí visitó Madrid, donde conoció a Salvador Rueda. Su primer libro fue Hojas al viento (1890).

Escritores mexicanos premodernistas y modernistas:

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Amado Nervo (Tepic, 1870 - Montevideo, 1919) poeta, periodista y diplomático. Suele ser enmarcado dentro del Modernismo, aunque con un misticismo y una tristeza que contrastan con el resto de autores. Viajó a París, donde conoció a Oscar Wilde, y a Madrid, donde vivió un tiempo. Escribió poesía, ensayo y novela, y es conocido principalmente por El bachiller (novela, 1895), y sus obras poéticas Perlas negras, Místicas (1898) y La amada inmóvil (póstuma, 1922). Manuel Gutiérrez Nájera (Ciudad de México, 1859 - Ídem, 1895) fue precursor del Modernismo en México. Su obra va desde la poesía hasta la crítica teatral pasando por el periodismo, aunque destaca su actividad como cronista de la capital mexicana. De estilo cercano al Romanticismo, es elegante y delicado. Utilizó pseudónimos frecuentemente, siendo el más conocido El duque Job. Sus obras más importantes son La duquesa Job, Hamlet a Ofelia, Odas breves, La serenata de Schubert, Cuentos frágiles y Cuentos color de humo. Salvador Díaz Mirón (Puerto de Veracruz, 1853 - Ídem, 1928) fue uno de los precursores del Modernismo. Pasó por tres etapas poéticas. La primera es más bien romántica y en la segunda su poesía va evolucionando hacia el Modernismo. Vivió en Estados Unidos, primero por decisión de su padre y más tarde por razones políticas. Su padre, periodista y político, siempre le influyó, por lo que siguió sus pasos y se metió también en el mundo de la política. De carácter muy violento, pasó varias temporadas en la cárcel. Fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. Su principal obra es Lascas (1901). Luis Gonzaga Urbina (México D.F., 1864 - Madrid, 1934) tuvo relación con Manuel Gutiérrez Nájera, quien influyó en él, así como Justo Sierra. Trabajó en numerosas revistas y periódicos, en estos últimos escribiendo críticas musicales y teatrales. Se dedicó también a la docencia, como literatura en la Escuela Nacional Preparatoria, donde había estudiado. En 1915 se exilió a La Habana. A pesar de su obra como crítico y cronista y sus escritos sobre literatura, destaca más como poeta, entre el Romanticismo y el Modernismo; no tan arrebatado como los románticos y mucho más sobrio que los modernistas. Enrique González Martínez (Guadalajara, 1871 - México D.F., 1952) fue poeta y diplomático, a pesar de haberse matriculado en medicina. Su poesía es sobria y tiene tintes filosóficos. Entre sus obras están Ausencia y canto, Bajo el signo mortal y Babel. Con influencia del simbolismo francés, rompió con el Modernismo con su libro Los senderos ocultos (1911). José Juan Tablada (Ciudad de México, 1871 - Nueva York, 1945) fue poeta, diplomático y periodista. Fue vicecónsul ante los Estados Unidos. Colaboró con sólo diecinueve años en El Universal y defendió el Modernismo en la Revista moderna. Su labor como diplomático le llevó a trabajar en muchos lugares fuera de Sudamérica, como Japón, Francia y Estados Unidos, y fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. En su poesía utilizaba muchísimo la metáfora y también fue uno de los primeros en hacer ideogramas y en estudiar el arte hispanoamericano.

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OCTAVIO PAZ (México) habla sobre Rubén Darío: Tomado de "El Caracol y la Sirena", Cuadrivio, Editorial Joaquín Mortiz, S. A. , México, 1964.

Nuestros textos escolares llaman siglos de oro al XVI y al XVII; Juan Ramón Jiménez decía que eran de cartón dorado; más justo sería decir: siglos de la furia española. Con el mismo frenesí con que destruyen y crean naciones, los españoles escriben, pintan, sueñan. Extremos: son los primeros en dar la vuelta al mundo y los inventores del quietismo. Sed de espacio, hambre de muerte. Abundante hasta el despilfarro, Lope de Vega escribe mil comedias y pico; sobrio hasta la parquedad, la obra poética de San Juan de la Cruz se reduce a tres poemas y unas cuantas canciones o coplas. Delirio alegre o reconcentrado, sangriento o pío: todos los colores y todas las direcciones. Delirio lúcido en Cervantes, Velásquez, Calderón; laberinto de conceptos en Quevedo, selva de estalactitas verbales en Góngora. De pronto, como si se tratase del espectáculo de un ilusionista y no de una realidad histórica, el escenario se despuebla. No hay nada y menos que nada: los españoles viven una vida refleja de fantasmas. Sería inútil buscar en todo el siglo XVIII un Swift o un Pope, un Rousseau o un Laclos. En la segunda mitad del siglo XIX surgen aquí y allá tímidas manchas de verdor: Bécquer, Rosalía de Castro. Nada que se compare a Coleridge, Leopardi o Holderlin; nadie que se parezca a Baudelaire. A fines de siglo, con idéntica violencia, todo cambia. Sin previo aviso irrumpe un grupo de poetas; al principio pocos los escuchan y muchos se burlan de ellos. Unos años después, por obra de aquellos que la crítica seria había llamado descastados y "afrancesados", el idioma español se pone de pie. Estaba vivo. Menos opulento que el siglo barroco, pero menos enfático. Más acerado y transparente. El último poeta del período barroco fue una monja mexicana: Sor Juana Inés de la Cruz. Dos siglos más tarde, en esas mismas tierras americanas, aparecieron los primeros brotes de la tendencia que devolvería al idioma su vitalidad. La importancia del modernismo es doble: por una parte dio cuatro o cinco poetas que reanudan la gran tradición histórica, rota o detenida al finalizar el siglo XVII; por la otra, al abrir puertas y ventanas, reanimó el idioma. El modernismo fue una escuela poética; también fue una escuela de baile, un campo de

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entrenamiento físico, un circo y una mascarada. Después de esa experiencia el castellano pudo soportar pruebas más rudas y aventuras más peligrosas. Entendido como lo que realmente fue --un movimiento cuyo fundamento y meta primordial era el movimiento mismo-- aún no termina: la vanguardia de 1925 y las tentativas de la poesía contemporánea están íntimamente ligadas a ese gran comienzo. En sus días, el modernismo suscitó adhesiones fervientes y oposiciones no menos vehementes. Algunos espíritus lo recibieron con reserva: Miguel de Unamuno (España) no ocultó su hostilidad y Antonio Machado (España) procuró guardar las distancias. No importa: ambos están marcados por el modernismo. Su verso sería otro sin las conquistas y hallazgos de los poetas hispanoamericanos; y su dicción, sobre todo allí donde pretende separarse más ostensiblemente de los acentos y maneras de los innovadores, es una suerte de involuntario homenaje a aquello mismo que rechaza. Precisamente por ser una reacción, su obra es inseparable de lo que niega: no es lo que está más allá sino lo que está frente a Rubén Darío. Nada más natural: el modernismo era el lenguaje de la época, su estilo histórico, y todos los creadores estaban condenados a respirar su atmósfera. Todo lenguaje, sin excluir al de la libertad, termina por convertirse en una cárcel; y hay un punto en el que la velocidad se confunde con la inmovilidad. Los grandes poetas modernistas fueron los primeros en rebelarse y en su obra de madurez van más allá del lenguaje que ellos mismos habían creado. Preparan así, cada uno a su manera, la subversión de la vanguardia: Lugones es el antecedente inmediato de la nueva poesía mexicana (Ramón López Velarde) y argentina (Jorge Luis Borges); Juan Ramón Jiménez fue el maestro de la generación de Jorge Guillén y Federico García Lorca; Ramón del Valle Inclán está presente en el teatro moderno y lo estará más cada día... El lugar de Darío es central, inclusive si se cree, como yo creo, que es el menos actual de los grandes modernistas. No es una influencia viva sino un término de referencia: un punto de partida o de llegada, un límite que hay que alcanzar o traspasar. Ser o no ser como él: de ambas maneras Darío está presente en el espíritu de los poetas contemporáneos. Es el fundador. ______________________________________ Octavio Paz escritor mexicano (México 1914), autor de indispensables ensayos y libros de poemas, entre los que cabe mencionar: El laberinto de la soledad, 1950; Libertad bajo palabra,

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1960; El arco y la lira, 1956; Los hijos del limo, 1974; Convergencias, 1991. En 1980 recibió el premio Cervantes y en 1990, el premio Nobel de Literatura.

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