RPsi-LXVII-Nº4-2009

July 11, 2017 | Author: osheel | Category: Jacques Lacan, Psychoanalysis, Unconscious Mind, Sigmund Freud
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Revista de Psicoanálisis EDITADA POR LA ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA ARGENTINA

Lacan en APA: Desarrollos y controversias

Tomo LXVI, n° 4, 2009 BUENOS AIRES, REPÚBLICA ARGENTINA

ISSN 0034-8740

Secretaria Administrativa SILVINA RICHICHI

[email protected] Responsable de la Indización SARA HILDA FERNÁNDEZ CORNEJO

Revista de Psicoanálisis PUBLICACIÓN TRIMESTRAL DE LA ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA ARGENTINA FILIAL DE LA ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA INTERNACIONAL (API) SOCIEDAD COMPONENTE DE LA FEDERACIÓN PSICOANALÍTICA DE AMÉRICA LATINA (FEPAL)

Ilustración de Tapa Dibujo de Hilda Katz realizado a pedido del Comité Editor para este número.

Comité Editor Esta revista está incluida en el Catálogo LATINDEX, la Base de Datos LILACS y la Base de Datos PSICODOC

Directora CLAUDIA LUCÍA BORENSZTEJN

Registro de la Propiedad Intelectual N° 56.921 Hecho el depósito que marca la ley 11.723

Secretaria

CORREO ARGENTINO CENTRAL (B) SUC. 10 (B)

LILIANA NOEMÍ PEDRÓN MARTIN

INTERÉS GENERAL Concesión N° 1.510 FRANQUEO PAGADO Concesión N° 13513

© Esta publicación es propiedad de la Asociación Psicoanalítica Argentina, Rodríguez Peña 1674, (C1021ABJ) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Teléfono: (5411) 4812-3518 / Fax: (5411) 4814-0079 Suscripciones: [email protected] / Home page: http://www.apa.org.ar Queda prohibida, sin la autorización escrita de la Asociación Psicoanalítica Argentina, la reproducción total o parcial de los artículos publicados en la REVISTA DE PSICOANÁLISIS por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático. Impresión: Cosmosprin, E. Fernández 155, (1870) Avellaneda, Buenos Aires, Argentina, en diciembre de 2009.

Miembros del Comité Editor

DARÍO ARCE SILVIA BEATRIZ BAJRAJ JEANNETTE DRYZUN JUDITH GOLDSCHMIDT DE SCHEVACH EDGARDO ADRIÁN GRINSPON FERNANDO FÉLIX IMERONI JUDITH KONONOVICH DE KANCYPER GRACIELA MEDVEDOFSKY DE SCHVARTZMAN MARÍA LOURDES REY DE AGUILAR MARCELO DANIEL SALUSKY

Índice

Miembros del Consejo Editor Internacional

Eduardo Agejas (Buenos Aires), Alcira Mariam Alizade (Buenos Aires), Madeleine Baranger (Buenos Aires), Elias M. da Rocha Barros (San Pablo), Carlos Basch (Buenos Aires), Ricardo Bernardi (Montevideo), Jorge Canestri (Roma), Guillermo Carvajal (Santa Fe de Bogotá), Fidias Cesio (Buenos Aires), Horacio Etchegoyen (Buenos Aires), Antonino Ferro (Pavia), Glen Gabbard (Houston), Leonardo Goijman (Buenos Aires), André Green (París), Aiban Hagelin (Buenos Aires), Charles Hanly (Toronto), Jürgen Hardt (Wetzlar), Max Hernández (Lima), Paul Janssen (Dortmund), Juan Jordán Moore (Santiago de Chile), Otto Kernberg (Nueva York), Rómulo Lander (Caracas), Jean Laplanche (París),

Lucía R. Martinto de Paschero (Buenos Aires), Norberto Marucco (Buenos Aires), Robert Michels (Nueva York), Thomas Ogden (San Francisco), Cecilio Paniagua (Madrid), Ethel Person (Nueva York), Andrés Rascovsky (Buenos Aires), Owen Renik (San Francisco), Lía Ricón (Buenos Aires), Romualdo Romanowsky (Porto Alegre), Anne-Marie Sandler (Londres), Gabriel Sapisochin (Madrid), Fanny Schkolnik (Montevideo), Evelyne A. Schwaber (Brookline), Marianne Springer-Kremser (Viena), Jaime Szpilka (Madrid), David Tuckett (Londres), José Luis Valls (Buenos Aires), Juan Vives Rocabert (México DF), Robert Wallerstein (Belvedere), Daniel Widlöcher (París), Paul Williams (Londres).

Comisión Directiva de la Asociación Psicoanalítica Argentina

Presidente: Dr. Andrés Rascovsky Vicepresidente: Dra. Ana María Viñoly Beceiro Secretaria: Lic. Mónica E. Hamra Secretario Científico: Dr. Eduardo E. Agejas Tesorero: Lic. Enrique M. Novelli Vocales : Lic. Justa Paloma Halac, Dra. Victoria Korin, Lic. María Gabriela Goldstein, Dra. Lidia Bruno de Sittlenok, Dr. Gustavo Dupuy, Lic. Emma N. Realini de Granero, Dr. Daniel Schmukler

Nota Editorial

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Desarrollos lacanianos • El perdón y lo imperdonable en la cura analítica: la “vía Staël” y la vía freudiana Alberto Cabral • Abordaje del narcisismo en la clínica frente a la ausencia de subjetividad Leonardo Peskin • Lacan en APA José E. Milmaniene • Puntuaciones sobre el yo en Lacan Jorge Luis Santalla • El sujeto de la ciencia, la filosofía y el psicoanálisis Carlos Weisse

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Discusiones teóricas • A propósito de “La escisión del yo en el proceso de defensa” (1938) Luis Campalans Pereda • Comentarios y respuesta del autor Rubén Zukerfeld Carlos A. Basch Luis Campalans Pereda • Después de Lacan. Del poslacanismo al psicoanálisis contemporáneo Fernando Urribarri • ¿Por qué Lacan...? Raquel Z. de Goldstein

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Clínica lacaniana • Mnemósine: la construcción del caso Laura Trotta, Alicia Killner • La erotomanía es el amor de la mujer Ana Esther Krieger • Implicación subjetiva del analista en la transferencia: del “sin memoria ni deseo” en Bion al “deseo del analista” en Lacan Carlos A. Barredo Oscar A. Paulucci • Inconciente, novela familiar, tiempo Liliana Polaco

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Nota editorial

Testimonio • 30 años de Lacan en APA: efectos en la formación y en el lazo institucional. Testimonio de un recorrido institucional Mirta Goldstein

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Psicoanálisis y literatura • El Hamlet de Lacan. El duelo por el falo Carlos A. Basch • Hamlet en la perspectiva contemporánea Marta Merajver-Kurlat

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Reseña • Reseña de la vida y obra de Sandor Ferenczi Juan Carlos Weissmann

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“Ni sin Lacan, ni sólo Lacan.” Zona Erógena, nº 8, 1991

“De la APA me queda la imagen de un hormiguero que respira, una caparazón de fábrica llena de correas de transmisión que murmura, que habla, que hace música y que tiene un portal de hierro a la entrada, el de las iniciaciones, que marca y galvaniza las emociones.” Raul Jorge Aragonés (comunicación por e-mail, septiembre de 2009)

Entrevistas • Entrevista al doctor Juan David Nasio por Claudia Borensztejn • Entrevista a Madé Baranger por Claudia Borensztejn, Darío Arce y Marcelo Salusky

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Revista de libros • El sujeto escondido en la realidad virtual: de la represión del deseo a la pornografía del goce, Diana Sahovaler, por Liliana Gualtieri de Stoliar • Homoparentalidades. Nuevas familias, Eva Rotenberg (comp.), por Mirta Goldstein de Vainstoc

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Revista de revistas • The Psychoanalytic Quarterly, LXXVII, 2, 2008, por Cristina Schalayeff

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• Revista de la Asociación Psicoanalítica de Madrid, 54, 8, 2008, “Proceso psicoanalítico”, Elina Wechsler, por Silvia Cadile

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“Lacan en APA” es un número que surgió del corazón de nuestra actividad institucional ya que un año antes, desde el Espacio Lacan, se realizaron las jornadas “30 años de Lacan en APA”; y los números, los aniversarios, las celebraciones inspiran. Sin embargo, no deseábamos que fuera un número de homenaje a Lacan –éste ya se había hecho en los años ochenta en nuestra Revista–, sino que fuera discutido, polémico, pluralista; no de lacanianos para lacanianos, sino de todos para todos. Adoptamos entonces la consigna que figura en el epígrafe, que nos pareció resumir adecuadamente el espíritu de lo que encararíamos “Ni sin Lacan, ni sólo Lacan”. De las instituciones de la IPA, la APA es la que mayor desarrollo tuvo en cantidad y calidad de psicoanalistas que estudiaron y adoptaron, o se volvieron críticos de las enseñanzas de Lacan. Sin embargo, un impacto semejante no puede no tener efectos en todos los integrantes de una institución que, llegado el término de una generación, ha convivido, escuchado, leído o ha sido impregnado por esa teoría y su lenguaje específico. Era eso lo que queríamos reflejar. Hemos agrupado las colaboraciones seleccionadas en “Desarrollos lacanianos”, porque los autores que allí escriben tienen voz propia; “Discusiones teóricas”, una lectura verdaderamente crítica; “Clínica lacaniana”, una sección valiosa y valiente, donde los autores se muestran y muestran cómo trabajan. El “Testimonio” y las “Entrevistas” completan un panorama vívido de la historia, y junto a otros enfoques como el literario y la reseña de autor, sazonan un número que pensamos es más que nada un homenaje al pluralismo que ha sido bandera de lucha y práctica institucional efectiva.

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Vamos entonces a detallar lo que se presenta. En la sección “Desarrollos lacanianos” hay cinco trabajos con propuestas originales. Alberto Cabral, en “El perdón y lo imperdonable en la cura analítica: la ‘vía Staël’ y la vía freudiana”, aborda la problemática resultante de “todo proceso de ruptura de vínculos”, incluyendo la experiencia de un fin de análisis en un contexto de ruptura. El autor destaca el tema del duelo, y abre la problemática del perdón, la reparación, la reconciliación, y lo imperdonable, como diferentes vías de tramitación posibles. Marca un límite para una orientación de la cura fundada en el carácter irrestricto de la disposición al perdón, tanto por parte del analista como por la del paciente. Advierte sobre los peligros de la omnipotencia del amor, y su corolario, la disponibilidad subjetiva al perdón. En contraposición señala que la subsistencia del odio –como saldo de la cura– ha sido considerada por Lacan como “una de las vías de realización del ser”. Incluye la posibilidad de una reparación sin perdón. En todo caso, lo importante serán los destinos de lo imperdonable. Leonardo Peskin, en “Abordaje del narcisismo en la clínica frente a la ausencia de subjetividad”, presenta un punteo teórico-clínico revisitando el concepto en Freud y Lacan y destacando especialmente la idea del muro narcisista en la teoría y del acto en la clínica. El autor dice que el narcisismo es el núcleo de humanización ineludible y cuestiona la inaccesibilidad narcisística, en lo que puede interpretarse como una defensa del narcisismo. En el análisis no hay trabajo sobre Edipo sin Narciso, y en la así llamada clínica de borde, el narcisismo y su dinámica marcan el destino de la cura. El autor muestra, a partir de una viñeta clínica, cómo la subjetividad del analista se implica en el trabajo del narcisismo del paciente. Él rescata el concepto de contratransferencia, criticando desde la teoría, y reconoce que es un concepto útil en la clínica, diferenciándolo del concepto de deseo del analista, discusión que valdrá la pena continuar. José E. Milmaniene, en su trabajo titulado “Lacan en APA”, describe las resistencias que tuvo que vencer el pensamiento lacaniano para poder desarrollarse en la institución. En su texto, Milmaniene propone un interesante contrapunto entre la importancia que Melanie Klein otorgó a las relaciones de objeto y el par vacío/castración que la teoría lacaniana ubica al comienzo de la constitución del sujeto y el posterior desarrollo de las defensas necesarias contra ese vacío constitucional. Describe los registros Real, Simbólico e Imaginario y la enorme importancia que tiene la Función Paterna dentro de esta concepción teórica. El autor consigue, a lo largo de su trabajo, plasmar con claridad conceptos centrales de la teoría lacaniana. Jorge Luis Santalla, en “Puntuaciones sobre el yo en Lacan”, hace un breve recorrido sobre cuestiones atinentes al yo, la identificación y

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transferencia en la obra de Freud. Se detiene en el estadio del espejo para comparar las puntuaciones del yo en Lacan y las diferencias y similitudes con Freud. Propone pensar no sólo los alcances, sino también los límites del pensamiento lacaniano en la clínica, y aborda algunas diferencias entre el pensamiento kleiniano y el lacaniano que conllevan inevitables diferencias clínicas, dejando planteado para el lector pensar si estos autores no están iluminando con sus teorías fenómenos diferentes, y se refiere a las consecuencias clínicas de la visión de Lacan. El trabajo de Carlos Weisse, “El sujeto de la ciencia, la filosofía y el psicoanálisis”, bucea en el apasionante universo de la filosofía, continuando la línea de pensamiento de Lacan, articulando psicoanálisis, ciencia y filosofía. Busca definir la noción de sujeto desde cada una de las vertientes, analizando las relaciones y diferencias en la concepción del sujeto de la ciencia y del psicoanálisis a través de los laberintos del saber, la verdad, la muerte y la poesía. Rescata una definición existencial de “cura”, del sujeto como arrojado al mundo, teniendo que hacerse cargo de su propio ser, en una situación fáctica de caída. Analiza la vertiente existencial de la filosofía, con los desarrollos de Kierkegaard, Nietzsche y Heidegger, como base de la filosofía contemporánea. Finaliza su recorrido abordando el concepto de nudo borromeo en Lacan. Agrupados como “Discusiones teóricas”, tenemos una serie de trabajos que comienza con Luis Campalans Pereda: “A propósito de ‘la escisión del yo en el proceso de defensa’ (1938)”. El autor realiza, desde una perspectiva lacaniana, un análisis de los conceptos de castración y desmentida, y critica algunos desarrollos actuales, como el uso del concepto de escisión del yo para nociones como tercera tópica, inconsciente escindido, y para que pueda ser tomado como fundamento de una “nueva metapsicología”. Propone preservar la noción de escisión para la división inaugural y constitutiva del inconsciente. Zukerfeld, en una postura opuesta, sostiene la dimensión estructural de la escisión dentro de su modelo de “tercera tópica”. Propone como premisa fundamental la diferenciación entre lo representable y lo no representable, defendiendo la existencia de distintos modos de procesamiento inconsciente. Enumera una lista de autores posfreudianos que sostienen distintas propuestas compatibles con la idea de inconsciente escindido. Basch, en transferencia con la enseñanza de Lacan, retoma lo expuesto por Campalans proponiendo ahondar, en el concepto de goce femenino, la relación entre la desmentida y la perversión, y concuerda con el autor calificando de “aporía” la idea de un inconsciente escindido. Campalans acuerda con Basch, diferenciándose en lo que denomina cierta valoración de Freud que define como “celo freudiano”. En cambio, con Zukerfeld aparecen importantes discrepancias. Critica las distintas

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adjetivaciones del inconsciente, y explicita su forma de pensar lo irrepresentable no como una inscripción distinta, sino como algo que en el seno mismo de lo representable viene a detenerse, como un saldo real que es a la vez causa del pulsionar de la repetición. En esta discusión vemos una muestra del debate pluralista sin censura con la deuda de profundizar la línea de la discusión entre teorías y de ideas, por sobre la discusión de autores. Los dos escritos siguientes, trazan un panorama crítico de la teoría lacaniana. “Después de Lacan. Del poslacanismo al psicoanálisis contemporáneo”, de Fernando Urribarri, es un texto de alto voltaje, tanto teórico como histórico-político. Urribarri traza un mapa de las ideas psicoanalíticas posfreudianas, definiendo lo que considera los tres movimientos dogmáticos, entre los que se encuentra el kleinismo, la psicología del yo y el lacanismo; y los tres antidogmáticos, entre los que menciona la corriente winnicottiana, el poslacanismo, y la escuela argentina. Define al psicoanálisis contemporáneo como esencialmente pluralista, y distingue tres etapas en la evolución intelectual del poslacanismo: con Lacan, después de Lacan y más allá de Lacan, en la que el rechazo de la fórmula “el inconsciente está estructurado como un lenguaje” es fundamental. Desde los años noventa hasta hoy la referencia a Lacan decanta y se integra, junto con otras, en el fundamento pluralista sobre el que se construye un nuevo modelo contemporáneo, dentro del cual desempeña un rol central el aporte de Willy Baranger Raquel Zak de Goldstein, en “¿Por qué Lacan…?”, nos acerca su visión de lo que considera nuevo e imprescindible en Lacan. Manteniendo una distancia que le permite una visión desapasionada, ella propone una discriminación entre los aspectos que considera esenciales y aquellos que, según su parecer, nacen de una necesidad de innovar. La autora ubica en 1964 “el acmé del pensamiento psicoanalítico de Lacan”, cuyo objetivo es la revalorización de lo genuinamente freudiano. A partir de allí, Raquel Z. de Goldstein cambia radicalmente su postura “introduciendo neologismos, tomando prestado discursos científicos y filosóficos de autores que interpreta a su manera perdiendo el rumbo inicial”. La autora discrimina con claridad los aportes lacanianos que considera enriquecedores del psicoanálisis, de aquellas posturas que crean conflictos de difícil solución con temas básicos de la teoría y la técnica psicoanalíticas, en especial referencia al corte de la sesión. Entramos en la serie de escritos sobre “Clínica lacaniana”, alertando al lector de que despertará, pensamos, emociones más intensas, pues no todos comparten el estilo de trabajo. Nuestra apuesta y agradecimiento a los autores se basa en que la clínica se muestra en algunos casos con sumo detalle, para poder continuar la conversación sobre una base empírica. En próximos números de la Revista, en una sección de deba-

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te, o correo de lectores, invitamos a incluir comentarios a éstos u otros trabajos. Laura Trotta y Alicia Killner, en “Mnemósine: la construcción del caso”, se proponen una labor conjunta de análisis y supervisión de una paciente con severo compromiso orgánico y recurrentes desmayos. El malestar de un cuerpo que sufre remite al hacerse palabra y dejarse escuchar. A través de una escucha incondicional y comprometida para alojar las palabras proferidas por un cuerpo sufriente, el trabajo describe el alivio sintomático y cómo el encuentro con la analista empuja a la paciente a realizar intentos de dejar de desaparecer, en los desmayos, para preguntarse si el Otro, en este caso el esposo, puede perderla. Ana Esther Krieger, en “La erotomanía es el amor de la mujer”, presenta un material clínico que responde a la elección femenina del objeto amoroso basada no sólo en la vertiente del deseo sino en la vertiente erotómana, quedando ésta generalizada como el amor de la mujer. La autora pone el énfasis en una obsesión de la paciente “Flor de otoño” por el objeto. Destaca, desde un recorrido de autores predominantemente lacanianos, que la erótica moderna incluye la erotomanía como rasgo que predomina sobre la elección de objeto. Aun el sufrimiento está implícito en el afán de responder a la demanda de amor, que por otra parte es la demanda de sentirse deseada por el Otro. La autora destaca que la mujer, desde un nivel neurótico, ama al que ella siente que la ama. Éste es un texto polémico que propone pensar en la relación transferencial, donde hay un borramiento de los límites éticos del análisis. En “Implicacion subjetiva del analista en la transferencia: del ‘sin memoria ni deseo’ en Bion al ‘deseo del analista’ en Lacan”, Carlos Barredo y Oscar Paulucci relacionan los enunciados de Bion con planteos de Lacan. Ellos señalan, como ejemplo, los rasgos de estilo provocadores para el lector, en los textos de ambos. Describen cómo, teniendo origen en tradiciones filosóficas diferentes, coinciden en plantear una orientación común de la experiencia analítica. Especificidad que cada uno intenta soslayar sobre la estructura de la transferencia y la posición del analista. Remarcan la importancia de la sesión analítica y se refieren a la ética y al análisis del analista. En ambos autores surge como un imperativo ético que el analista “deba ser eso” que da sustento a la experiencia. Ofrecen un material clínico cuya supervisión posibilita el debate de las formulaciones propuestas y muestra los obstáculos de la posición del analista en la sesión. Liliana Polaco, en “Inconciente, novela familiar, tiempo”, hilvana estos tres temas en un caso clínico. Partiendo de la descripción freudiana de la novela familiar, ella afirma que sus diferentes movimientos, y los afectos correspondientes, posibilitan la inscripción en el sujeto de “la oposición entre generaciones”. Los múltiples modos de aparición de la

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novela de situaciones y personajes se presentan en la situación analítica una y otra vez para realizar el proceso de desasimiento de los padres. El caso clínico ilustra cómo el paciente pasa por distintos momentos en su relación afectiva con los otros, los que son equiparados a las etapas recorridas en el desarrollo de la novela familiar. Se permite así el acceso a una temporalidad con un proyecto de futuro posible. En la sección “Testimonio”, Mirta Goldstein escribe “30 años de Lacan en APA: Efectos en la formación y en el lazo institucional. Testimonio de un recorrido institucional”, mostrando los efectos del discurso de Lacan, el cual generó la formación de grupos de estudio, de análisis de la obra, debates, resistencias, y cierta ajenidad relativa a un discurso complejo, que tuvo influencia en la política institucional, en la transmisión del psicoanálisis y en la formación, favoreciendo la creación de espacios en la APA; lo que fue posible por el pluralismo de la institución, que a su vez fue atravesado por los aportes lacanianos. Ella resalta el papel de la REVISTA DE PSICOANÁLISIS en la difusión de ideas con divergencias y convergencias de conceptos de Lacan, tales como: la ética del deseo, los cuatro discursos, el objeto a, la transferencia simbólica e imaginaria y la dirección de la cura. En la sección “Psicoanálisis y literatura” presentamos dos artículos sobre Hamlet: ambos hacen referencia a un condicionamiento epocal. El trabajo de Marta Merajver-Kurlat, “Hamlet en la perspectiva contemporánea”, es un análisis realizado desde la mirada literaria abarcando lo sociocultural. Hamlet puede ser leído teniendo en cuenta la infranqueable búsqueda de la discriminación entre el Bien y el Mal, la que define al drama isabelino. Para Carlos Basch, en “El Hamlet de Lacan. El duelo por el falo”, el sentimiento de culpa es un rasgo que define a la tragedia moderna. El punto de convergencia estaría en el surgimiento de la culpa, mencionado por Basch, a partir de la inevitable lucha entre el bien y el mal que destaca Merajver-Kurlat. Y en esos sentimientos y valores, Hamlet adquiere contemporaneidad. Juan Carlos Weissmann reseña a Ferenczi, quien fue un innovador en sus preocupaciones teóricas, clínicas y técnicas. Muy criticado por su técnica activa, así como lo fueron las sesiones cortas de Lacan. Ferenczi, colaborador e interlocutor privilegiado de S. Freud, miembro fundador de la IPA y pionero en varios campos dentro del psicoanálisis, fue conocido como el terapeuta de los casos difíciles. Atribuye gran importancia a la relación y a la personalidad del analista dentro del tratamiento, anticipándose a las investigaciones actuales sobre el rol de la subjetividad del analista a partir de la importancia central de la relación transferencia y contratransferencia. Para concluir, presentamos las entrevistas a Juan David Nasio y a Madé Baranger. A la pregunta de cuál es el aporte fundamental de Lacan al psicoanálisis, Nasio responde que ha sido una tentativa de formalizar, escribir y

pensar los conceptos psicoanalíticos freudianos, para que puedan transmitirse a otras generaciones; su aporte es una reestructuración formal de la teoría y la práctica psicoanalíticas. Nasio define al lacanismo como un dialecto, una lengua: “Si usted quiere ser lacaniana tiene que hablar esa lengua y comprender las palabras y el sentido de las palabras”, le dice a su entrevistadora. Para Nasio hay tres principios mayores que son la base de la organización del pensamiento lacaniano, y que responden a la pregunta sobre qué es lo propio del hombre. El hombre lacaniano es, ante todo, un hombre que simboliza, que metaforiza. El segundo principio es que el hombre, en Lacan, desea, quiere y busca, aunque no sabe bien qué. El tercer principio es que está confrontado a la falta, concluye Nasio. El Comité Editor de la Revista acordó que en este número era pertinente el comentario y la opinión de una psicoanalista de la talla de Madé Baranger, historia viva del psicoanálisis, por el hecho de haber tenido contacto con Lacan, y por ser conocedora y partícipe de los movimientos intelectuales de nuestra institución y del psicoanálisis internacional. Ante la pregunta de qué da cuenta la teoría lacaniana, Madé responde: “a la fundamental inadecuación de uno consigo mismo”. Ella dice que hay en Lacan una postura como analista frente al paciente y a lo que se puede hacer o no con el paciente... Aquí sus palabras: “[…] Hay una cosa que yo digo siempre […] que un analista no tiene derecho, o no debería darse el derecho de decir una cosa que no cree que es verdad en el momento que la dice […] Ahora, lo que yo considero como verdad depende de mi experiencia, de mi experiencia del paciente, de toda mi formación teórica, evidentemente depende de muchos factores, pero yo no me siento autorizada a decirle en algún momento a un paciente algo que no creo verdad. Eso sí es una de las cosas sobre las cuales pongo el acento. Y si la gente está convencida de las ideas de Lacan a propósito del material clínico y le parece que aclara algo más, me parece muy bien. Pero lo más importante es que esté el pensamiento propio del analista. Por supuesto que, cuando tomamos contacto con otros pensamientos, sea el de Lacan, en una época fue el de Klein y hay de muchos otros, decimos ¡¡¡Aahh!!!! Eso es algo que puede integrarse a mi pensamiento teórica o técnicamente. Es así cómo progresa el psicoanálisis, no encerrándose en un autor… Creo”. Así, Madé, lo creemos también nosotros. Comité Editor de la REVISTA

DE

PSICOANÁLISIS

Claudia Lucía Borensztejn Directora

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El Señor y los dioses Señor, deja que haya dioses. Permíteles ser: mitigan la terrible intensidad de tu Presencia, se pasean ingrávidos desde el pétalo a la hoja y desflecan el agua en breves estallidos de luz; son en cada cosa y el mundo se vuelve sagrado, a mi medida. Nada te quitan, los sabemos menores, sólo que junto a ellos esperar la muerte se hace más leve. A Raimon Panikkar De María Teresa Solá. La dama y el unicornio y otros poemas. Nuevo Hacer, Grupo Editor Latinoamericano

REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 555-568

El perdón y lo imperdonable en la cura analítica: la “vía Staël” y la vía freudiana *Alberto Cabral

“Comprender todo no es perdonarlo todo. El psicoanálisis nos enseña no sólo lo que podemos soportar, sino también lo que debemos evitar. La tolerancia del mal no es de ningún modo un corolario del conocimiento.” S. Freud (1927), reportaje concedido a G. S. Viereck.

Introducción

La vida cotidiana (y lo que de ella ingresa en nuestros consultorios) nos entrega, con frecuencia, situaciones de rupturas de los vínculos más diversos: conyugales, amistosos, familiares… Enfrentados a estas situaciones, los analistas nos resistimos a asignar (al menos en un primer momento) una condición “natural” a estos desenlaces: considerando, por ejemplo, que estaban sencillamente destinados a sucumbir “porque su tiempo ha expirado” (Freud, 1919), de acuerdo con el modelo freudiano de la primera dentición (Freud, 1924). En cambio, estamos habituados a encarnar el enunciado “por algo será”, y a alentar en nuestros analizantes la tarea de develamiento de ese “algo” por la vía de la asociación libre. Corremos, por ello, el riesgo de no percibir en qué medida nuestra posición puede a veces coexistir con la atribución inconciente de una condición no perecedera (Freud, 1916) a estos mismos vínculos. En términos de Lacan (1973-1974): a inscribirlos en el campo de lo necesario, y no en el de lo contingente.

* Dirección: Vidal 1564, 6º “A”, (C1426AMD) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. [email protected]

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ALBERTO CABRAL

Es por ello, quizás, que entre algunos analistas suscite, de por sí, reparos el hecho de considerar la posibilidad de un fin de análisis en un contexto de ruptura, de conflicto franco o aun de hostilidad en los vínculos significativos del analizante. Estas vicisitudes de nuestra clínica cotidiana incitan a profundizar en la categoría del perdón y su límite: lo imperdonable. Conforman un eje conceptual útil para dar cuenta de las razones y de la calidad de una ruptura, así como de una eventual continuidad vincular. Aun cuando, en parte, se superponen con la problemática del duelo, las nociones de perdón y de imperdonable presuponen una inscripción irreductible de la pérdida en términos de daño, cuya especificidad conviene preservar. Sus modalidades particulares de subjetivación participan en el posicionamiento de cada quien ante los conflictos inevitables en todo vínculo. La violencia ejercida por un progenitor, o la infidelidad de un partenaire, por ejemplo, pueden constituir para algunos sujetos un más allá del límite, mientras que para otros pueden resultar una circunstancia por cierto penosa, inscripta inicialmente en el registro de la frustración, pero que en el curso de la cura demuestra ser accesible a una tramitación simbólica. Precisemos que la problemática del perdón ha sido también abordada en nuestro campo (aun cuando no se superpongan plenamente) mediante la noción kleiniana de reparación y, más recientemente, de reconciliación (Canestri, 2006). En cuanto a lo imperdonable, puede resultar interesante debatir si el límite que designa es también contemplado en estos abordajes alternativos. A su vez, la aceptación creciente en el derecho internacional de la categoría de los delitos imprescriptibles, ligados a crímenes de lesa humanidad, ha renovado el debate ético y filosófico sobre el perdón y lo imperdonable. Ésta ha constituido para mí la segunda incitación para el abordaje de este tema. Se trata de un debate que contiene muchos puntos de interés para nosotros, como analistas… a condición de desprendernos de la perspectiva de los juristas, que abordan lo imperdonable en la doble vertiente de lo universal y del a priori. Esto es, evaluando cualidades y magnitudes del perjuicio ocasionado para proceder a una tipificación válida para todos. Para nosotros, analistas (a diferencia de los juristas), se trata de la medida particular que cobra para cada quien, en el a posteriori de la cura, el registro de lo imperdonable. Es que no sólo la magnitud subjetiva del daño, sino también la respuesta que puede suscitar un eventual arrepentimiento en el damnificado, así como su disposición o no al perdón, se revelan privilegiadamente en nuestra práctica como productos de una singularidad absoluta, irreductible en sus fundamentos al plano conciente, y determinada en última instancia por una posición de deseo. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 555.568

EL PERDÓN Y LO IMPERDONABLE EN LA CURA ANALÍTICA [...]

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Éste es el punto en el que la cura analítica supone una autentificación y un saber-hacer-con aquellas singularidades subjetivas que ni la práctica jurídica ni la política pueden contemplar. Es el punto, también, que permite verificar el decalaje entre el concepto de sujeto en psicoanálisis y aquel con el que operan el derecho y las ciencias políticas.

Del resarcimiento en Derrida al ultraje en Lacan

En su trabajo de deconstrucción del concepto de perdón, Jacques Derrida (2001) concluye que éste (en la tradición abrahámica) está sujeto al resarcimiento, y por lo tanto a la calculabilidad del castigo. Es por eso –nos dice– que se concede sólo en aquellos casos que se consideran expiables y reparables. Intentemos ahora articular su tesis en nuestras categorías teóricas. Diríamos que, en su perspectiva, la posibilidad del perdón se abre cuando las modalidades de subjetivación del daño determinan su inscripción en el plano de las equivalencias simbólico-imaginarias: aquel que Freud (1917) intuyó con su noción de ecuación simbólica (falo = niño = heces = regalo). Inscripta en este plano, la representación del daño puede ingresar en el registro de lo mensurable y aun en el de lo intercambiable, en tanto responde a esa medida común que (para nosotros) constituye el falo y, en última instancia, la referencia a la palabra. Es lo que permite su participación en la lógica de las sustituciones. Sobre ella se funda (desde nuestra óptica) esa posibilidad de resarcimiento que, para Derrida, es inherente a la noción de perdón en las religiones abrahámicas: cristianismo, judaísmo e islamismo. Incluyo, en cambio, en el campo de lo imperdonable, aquellos modos de inscripción del daño que instalan al sujeto en una posición refractaria y, aún más, irreductible al perdón. Su magnitud subjetiva desborda en estos casos tanto el registro narcisista de la afrenta, como la referencia simbólica a una medida común. Es esta condición de inconmensurable (al desbordar la referencia a un patrón común de medida) la que restringe su acceso a la lógica de los intercambios. En estas situaciones, el alojamiento del daño en un más allá del plano simbólico-imaginario le confiere un valor de real. Es el que determina el efecto de certeza, así como el registro de singularidad absoluta que acompañan a su inscripción subjetiva. La eficacia del daño, en estas circunstancias –para decirlo en términos freudianos–, “[…] descansa sobre el fundamento de un suceso a salvo de cualquier duda e irrepetible” (Freud, 1910 [las cursivas son mías]). Es por eso que podemos inferir que, en estos casos, el daño ha hecho impacto sobre lo que para Freud

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(ibíd.) constituía un “insustituible eficaz”: una de sus aproximaciones más sugerentes a la noción de real. Los emergentes de odio que se anudan a este tipo particular de daño, participan también (como veremos) de su condición de real: es por eso que resisten los efectos de la palabra, y constituyen un límite para una orientación de la cura fundada en el carácter irrestricto de la disposición al perdón. Así como la afrenta nos permite evocar un daño imaginario, podemos servirnos del término ultraje para precisar las resonancias subjetivas de un daño inscripto en tanto real. Éste es el término que Lacan (19591960, pág. 287) ha utilizado para referirse al registro que acompaña en el sujeto el atravesamiento de la barrera de lo Bello: el mismo límite que, unos años más tarde, designará en su enseñanza con la noción de fantasma. El ultraje hace resonar, entonces, en el plano del daño –y en el contexto de la enseñanza de Lacan–, una magnitud que va más allá del fantasma.

Lo imperdonable: el límite freudiano a la “vía Staël”

Por supuesto que no todo daño que el analizante subjetiviza en el comienzo de la cura como imperdonable, retiene a su término un estatuto de ultraje. En el recorrido de la cura, la elaboración exitosa de los planos narcisistas y de las fijaciones edípicas permite (como una de las tantas “ganancias colaterales” a las que se refería Freud [1923]) acotar el registro del daño y de lo imperdonable a su núcleo de real. En otros términos: elaborar y despejar las significaciones edípicas y las afrentas narcisistas que se anudan inicialmente al registro del daño y conforman la “envoltura formal” (simbólico-imaginaria) de lo que se presenta como imperdonable en el neurótico. Es por ello que, en el analizante, el límite que designa el campo de lo imperdonable cobra consistencia recién en el a posteriori de la cura. En el caso del analista, en cambio, el tránsito previo por su análisis de formación le permite ubicarse a priori ante las demandas de análisis que recibe (y que hacen resonar en él esta problemática) en una posición más advertida de sus propios límites. Este saber sobre los propios límites resuena en una de las primeras aproximaciones de Lacan (19591960, pág. 358) al deseo del analista, en tanto “deseo advertido”. Y es lo que determina que no-todo posicionamiento subjetivo en el Otro le resulte igualmente analizable. Tocamos aquí el límite subjetivo que hace resonar situaciones como las que Lucía Paschero (2007) ha recortado recientemente en un rico testimonio clínico. Es que el “repudio neto hacia las atrocidades de la ética REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 555.568

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(como padre, como persona)” que despertaba en ella “un paciente que estaba en ese momento al lado del máximo poder político”, y que participaba activamente de prácticas corruptas, nos resulta útil para evocar los topes que determinan en cada analista su disponibilidad para aceptar o rechazar una demanda singular de análisis. Es una disponibilidad que va más allá de la buena o mala voluntad de la persona del analista. Está condicionada, en cambio, por la medida particular que en cada quien cobra el plano de lo imperdonable, que participa de la singularidad que en cada uno de nosotros especifica al deseo del analista. Freud ha sido sensible al efecto de límite que traza lo imperdonable. Por eso su reacción vehemente (“su voz tronó, mientras sus rasgos asumían la orgullosa severidad de un profeta hebreo”) ante la pregunta que en una entrevista le dirigió el periodista estadounidense G. S. Viereck (1927): “Siempre tengo la impresión –había observado éste– de que el psicoanálisis induce en todos aquellos que lo practican el espíritu de la caridad cristiana. No hay nada en la vida humana que el psicoanálisis no pueda hacernos comprender”. Y remató su comentario con una frase de la escritora católica Mme. de Staël (sin citarla): “Tout comprendre c’est tout pardonner” (“Comprender todo es perdonar todo”). “Al contrario –respondió tajantemente Freud–, comprender todo no es perdonarlo todo. El psicoanálisis nos enseña no sólo lo que podemos soportar, sino también lo que debemos evitar. La tolerancia del mal no es de ningún modo un corolario del conocimiento.” Considerada desde su núcleo de real, la noción de lo imperdonable participa de esa “inclinación al conflicto” en la que Freud (1937) reconocía a la pulsión de muerte, y que sostiene un plano “irreconciliable” en la relación del sujeto con el Otro. Lacan (1959-1960, pág. 341) lo ha ejemplificado en la figura de deseo que encarna Edipo en Colono, en el final de la saga de Sófocles. Se apoya para ello en la caracterización clásica que de él ha hecho Eric Rohde (“un anciano salvaje, irritado, sin piedad”), para subrayar que Edipo “se nos muestra irreductible hasta el fin, exigiendo todo, no habiendo renunciado a nada, absolutamente irreconciliado” (las cursivas son mías). Es en este sentido que, tanto en el ámbito privado como en el público, lo imperdonable señala un límite irreductible a la tarea de reconciliación (Versöhnung). En un trabajo reciente, Jorge Canestri (2006) ha propuesto construir un concepto con este término, agrupando sus usos dispersos en la obra de Freud. Y lo inscribe, más allá de sus diferencias, en el mismo campo semántico que la reparación (Wiedergutmachung) kleiniana. Se trata, para él, en ambos casos, de procesos “orientados a remediar un daño o un conflicto”. En tanto sostenidos en la fantasía de “hacer de nuevo (wieder) bien (gut)”, Canestri destaca que operan con “la lógica

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del resarcimiento”. Es la misma lógica que, como hemos visto, Derrida reconoce como fundamento del perdón en nuestra tradición cultural. Mi impresión es que precisar los límites de estos procesos, y asumir que no-todo daño es resarcible, puede contribuir a desprender la Versöhnung de sus adherencias cristianas: recordemos que la reconciliación con Dios, expresión del poder que se considera ilimitado del amor, es uno de los sacramentos de la también llamada religión del perdón. Podemos reconocer estas resonancias en algunos desarrollos de Julia Kristeva (1999). Apoyándose en estudios de Hannah Arendt que revalorizan la tradición cristiana, Kristeva se ve llevada a concebir la cura analítica como una “versión moderna” del perdón: “La escucha y la palabra del analista –nos dice– pueden aparecérsenos como un acto de perdón”, en tanto configuran un espacio “[…] que permite encontrar un otro que no juzga, pero que escucha mi verdad en la disponibilidad del amor y por ello mismo me permite el renacimiento”. Afirmaciones de este tipo son, seguramente, las que llevaron a Michel Foucault (1979) a insistir críticamente en la raíz confesional de la cura analítica, y a incluirla en el conjunto de las prácticas disciplinantes que integran lo que denominaba poder pastoral… Por supuesto que la epojé (suspensión del juicio) constitutiva de la posición del analista puede despertar en el analizante una significación de perdón, en particular en los momentos iniciales de la cura. Pero si el analista autentifica esa significación y, aún más, si opera identificado al lugar de quien otorga el perdón… se corre el riesgo de perpetuar en el analizante la relación a un Otro evaluador, en el que delega a su vez la responsabilidad por sus actos. “Se trata de una invitación a una transferencia sin límites”, advertía ya Freud (1928) al pastor Pfister, al comentar su propuesta de encarnar como analista, ante el analizante, el mensaje de Jesús: “Tus pecados te son perdonados”. El testimonio de Kristeva (discípula próxima de Lacan, que es siempre una referencia privilegiada en sus textos) es un buen indicador del peso que conserva la tradición cristiana en el abordaje de estas cuestiones. Y que se expresa en la omnipotencia que algunos desarrollos psicoanalíticos tienden a atribuir al amor (en la perspectiva agustiniana del “Amor omnia vincit”1), con su corolario de sobrevaloración de la disponibilidad subjetiva para el perdón. Es lo que lleva a algunos analistas a cuestionar, como saldo de una cura, la subsistencia eventual del odio: una pasión que, en cambio, Lacan (1953-1954) articuló tempranamente con el deseo, al jerarquizarla como “una de las vías de realización del ser”.

1. “El amor todo lo vence”.

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Esta omnipotencia atribuida al amor forma parte de las resistencias piadosas que sigue suscitando entre nosotros la hipótesis de la pulsión de muerte, ya percibidas por Freud (1930): “A los niñitos no les gusta oír que se les mencione la inclinación innata del ser humano al mal y a la agresión. Es que Dios los ha creado a imagen y semejanza de su propia perfección, y no se quiere admitir cuán difícil resulta conciliar la indiscutible existencia del mal, con la omnipotencia o la bondad infinita de Dios”.

“Reparación sin perdón”: un testimonio

Un testimonio reciente de Fernando Weissmann (2007) permite reinstalar estas consideraciones metapsicológicas en el triple escenario social, familiar y personal en el que cobran cuerpo; y recuperar así sus resonancias en términos de implicación subjetiva. Se trata del informe que presentó en el Congreso de la IPA en Berlín, en 2007. Allí aborda algunas de las consecuencias que tuvo sobre su vida la emigración forzada de sus padres, ante la persecución nazi que impulsó el Tercer Reich. Nos detendremos, en particular, en su referencia a los debates suscitados en torno a “la aceptación o no, por parte de las víctimas y de los sobrevivientes, de la ‘reparación (nuevamente, la Wiedergutmachung) histórica’ ofrecida por el gobierno alemán”. Se trata –nos dice Weissmann– de un “problema que generó un íntimo conflicto en mi familia, como en tantas otras”. Estaba en juego la decisión de “aceptar o no los humillantes trámites y revisaciones médico-psicológicas, con el objetivo de recibir del gobierno alemán de posguerra una suma de dinero en concepto de indemnización, o/y la jubilación que les hubiera correspondido, de no haber existido la persecución y el genocidio”. Es en este contexto que Weissmann se plantea: “¿Se podrá aceptar la Wiedergutmachung sin perdonar? Arduo problema que fue resuelto en mi familia respondiendo por la afirmativa, pero dejando sus secuelas”. Weissmann formula este interrogante después de citar explícitamente en su texto algunas de las ideas de este trabajo, en cuya discusión había participado después de una primera presentación de las mismas en la APA. Es claro que el interrogante juega con la ambigüedad del término reparación, que en su testimonio alude tanto a la medida concreta del gobierno alemán, como al sentido metapsicológico estricto que adquirió el concepto en las elaboraciones kleinianas y de la escuela inglesa. ¿Cómo no compartir la tensión subjetiva contenida en el “conflicto íntimo familiar” que refiere Weissmann? Es que la propuesta de indemnizar, en su expresión crudamente monetaria, expone abruptamente a las víctimas y a sus familiares ante la problemática del resarcimiento y,

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sobre todo, ante sus límites (siempre singulares, aun dentro de un mismo núcleo familiar). Límites que (retomando la expresión de Freud [1918]) “entran en conversación” cuando –como en este caso– se ponen en juego inscripciones del daño que, por su condición de real, desbordan el campo de lo cuantificable y, más aún, de lo pensable… y por eso, también, de lo com-pensable por una indemnización. Estas circunstancias promueven a un primer plano el significado singular e intransferible que puede cobrar para cada quien un ofrecimiento de esta naturaleza. Y que determina como eventuales respuestas un abanico de posiciones subjetivas diferentes: desde su aceptación, validándolo como testimonio de la asunción simbólica de la responsabilidad que le cabe al Estado en el genocidio, hasta su rechazo, ya sea como intento ofensivo de “comprar” un perdón para lo imperdonable, o por el requisito humillante de “ofrecer pruebas” de un daño que parece no terminar de ser reconocido. El pedido público de perdón por parte del Estado no obliga entonces a los particulares a otorgarlo necesariamente, aun en el caso de aceptar la “reparación” ofrecida: es posible, como sugiere Weissmann., “aceptar la Wiedergutmachung” (esto es, consumar una elaboración simbólica adecuada del daño) sin por ello perdonar.

Destinos de lo imperdonable: la represión y el juicio de condena (Verurteilung)2

En esta perspectiva podemos reconsiderar desarrollos recientes sobre la noción de resentimiento. Si bien algunos de ellos permiten puntos de encuentro con el concepto de frustración (Lacan, 1956-1957), me detendré en aquellos que me suscitan reparos. En particular, en los que hacen coincidir la elaboración exitosa de “la implacable necesidad de venganza” propia del resentimiento (Kancyper, 2006), con un acceso obligado al campo del perdón. Es una perspectiva que inscribe la conducción de la cura en lo que llamaremos “la vía Stäel”: esto es, la idea de que comprender supone necesariamente perdonar. El límite de lo imperdonable, sin embargo, permite dar cuenta de posiciones subjetivas de rechazo al perdón, no necesariamente sometidas a la “tiranía de la ley taliónica” que Kancyper (2006) considera inherente al resentimiento. La noción freudiana de juicio de condena (Verurteilung), al designar un más allá de la represión (Cabral, 2002), permite conceptuali-

2. Corresponde a la traducción de López Ballesteros; la traducción de Etcheverry es “juicio adverso”.

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zar estos rechazos –que llamaremos decididos– al perdón. Esto es, rechazos al perdón que ya no operan al servicio de los retornos del goce parricida (propios del tercer tiempo de la Verdrangung), ni tampoco al de la “lógica narcisista” (Kancyper, 2006) que caracteriza al resentimiento. Estos rechazos al perdón articulados al juicio de condena no constituyen entonces una expresión de los retornos neuróticos del goce de matar (Mordlust), que Freud (1915) remite en última instancia al goce parricida. Ni participan de la “lógica narcisista y retaliativa” que, para Kancyper (2006), caracteriza al resentimiento. Están, en cambio, sostenidos en montantes de odio emergentes de un daño inscripto como real, y articulados a un deseo decidido. Esto es, a ese “deseo más fuerte” que, para Lacan (1961), constituye el saldo de una cura analítica exitosa. Más fuerte, precisemos, que la impotencia que, para Freud, es propia de los retoños del deseo reprimido. Es por ello que estos montantes de odio resultan irreductibles a los clichés edípicos. En el curso de la cura se muestran refractarios a la elaboración historizante (Cabral, 2005), en la medida en que no constituyen “reediciones”, sino emergentes de encuentros traumáticos y, en tanto tales, singulares y novedosos para el aparato psíquico. Los podemos considerar muy próximos a lo que Winnicott (1949), en relación con el analista, conceptualizaba como “odio objetivo y justificado”: esto es, aquellas dimensiones de odio en el analista que no responden al registro contratransferencial (y, por lo tanto, neurótico).3 Estos rechazos decididos al perdón pueden dar lugar (tanto en el ámbito privado como en el público) a sanciones simbólicas consistentes, que constituyen una alternativa efectiva ante lo que Kristeva concibe como el resultado inevitable del no acceso al perdón: el riesgo de encierro en la espiral especular de crimen y venganza. El título del drama póstumo de Lope de Vega permite ilustrar la especificidad propia de estas sanciones que llamo consistentes: “Castigo sin venganza”. El perdón no es, entonces, como considera Kristeva (1987), “la única salida, la tercera vía entre el sometimiento y la respuesta homicida”. También puede serlo su rechazo, cuando –por ejemplo– es el corolario de la elaboración incitada por una cura exitosa. Un rechazo, entonces, articulado a la Verurteilung, como el que podemos ahora inferir de la posición sostenida por Freud en la entrevista con Viereck, y que admite ser enunciada en términos de una “intolerancia al mal”.

3. Recordemos que, en su texto Odio en la contratransferencia, Winnicott (1949) –muy freudianamente– considera la contratransferencia básicamente como un obstáculo, expresión de la neurosis residual del analista. Es así que destaca “la anormalidad de los sentimientos contratransferenciales”, en tanto constituyen para él la expresión de “las identificaciones fijas que se hallan reprimidas en el analista”.

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En este punto disiento con Todorov (en Portevin, 2003), cuando observa que la fórmula “Ni olvido ni perdón” (que hace resonar el plano de lo que designamos como “imperdonable”) conlleva inevitablemente un deseo de venganza que “nos acerca a la barbarie”.4 Mi impresión es que éste, como todo enunciado, puede sostenerse en distintos lugares de enunciación: incluso en aquellos que, al promover sanciones simbólicas pertinentes (“castigos sin venganza”), contribuyen –en términos del mismo Todorov (2003)– a “la pacificación de la ley”. La fenomenología del perdón, a su vez, resulta heterogénea: es que también él puede responder a distintos lugares de enunciación. En su vertiente neurótica puede estar sostenido tanto en el goce del sometimiento al victimario, como en una formación reactiva, expuesta en tanto tal a los retornos del goce vengativo. Las continuidades vinculares a las que da lugar parecen, entonces, ilustrar la sentencia de Borges (1964): “No nos une el amor sino el espanto”. Pero el perdón (al igual que su rechazo) puede también sostenerse en la potencia de un deseo decidido (Cabral, 2002), y anudar así una barrera más eficaz frente a las re-emergencias de goce. Este perdón (que llamaremos no neurótico, correspondiente con lo que Derrida denomina “perdón absoluto”) puede dar lugar a un olvido genuino: el que permite al sujeto dar eficazmente vuelta la página, para habilitar entonces un “nuevo comienzo” (Arendt, 1958). Es lo que traza diferencias con el “olvido” propio de la represión, que por su misma lógica promueve repeticiones, y eterniza al sujeto en la misma página de su historia. Arendt (1958) ha insistido en la condición de “advenimiento” de este perdón no neurótico, que por lo imprevisible de su irrupción y su carácter no calculable “quiebra la cadena de efectos y causas”. Este “quiebre” de la serie causal que Arendt destaca, nos permite reconocer en su fundamento (y siguiendo a Lacan) una dimensión de deseo que, en tanto real, es excéntrica a la cadena significante. Es lo que aproxima el advenimiento de este perdón a la noción de acto, y hace de él un elemento no historizable (Cabral, 2005). Retomemos, para concluir, nuestra referencia al “olvido genuino” promovido por el perdón no neurótico. Parece tratarse, en él, del mismo efecto liberador respecto a los determinismos inconcientes que palpita en el concepto freudiano de Untergang (sepultamiento). Sobre todo si recuperamos, para tensarla, la relación de oposición que Freud (1924) sugiere entre el sepultamiento y la represión: “[…] el proceso descripto [el sepultamiento del complejo de Edipo] es más que una represión:

4. Citado por Cristina Rosas de Salas (2007).

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equivale, cuando se consuma idealmente, a una destrucción y cancelación del complejo” (las cursivas son mías). Resulta tentador agrupar ambas nociones para construir con ellas un “binario”, de acuerdo con la modalidad que ha introducido J.-A. Miller. La operación nos permitiría enunciar en clave freudiana la orientación de la cura analítica: de la represión al sepultamiento (del complejo de Edipo). En tanto supone una cancelación de la eficacia psíquica de los significantes reprimidos, el sepultamiento induce en el sujeto un desprendimiento de las tiranías repetitivas que impone la memoria inconciente: esa red articulada de marcas que coarta en el neurótico la posibilidad de dar respuestas novedosas a los problemas actuales que lo afectan. En relación con esta inercia repetitiva, el concepto de sepultamiento reivindica para la cura analítica el mismo efecto liberador que se desprende de una sugerente observación de Freud, en el reportaje a Viereck que citamos parcialmente en el epígrafe: “el psicoanálisis suministra el hilo que conduce a la persona fuera del laberinto de su propio inconciente”.

Resumen El autor de este artículo propone una exploración psicoanalítica del campo del perdón y lo imperdonable: ambas nociones conforman un eje conceptual útil para dar cuenta de las razones y de la calidad de la ruptura de un vínculo, así como de su eventual continuidad. A diferencia de las aproximaciones propuestas por otras disciplinas (filosofía y derecho, por ejemplo), que alientan respuestas apriorísticas y universales, desde una perspectiva psicoanalítica estas categorías ponen en juego una dimensión de singularidad absoluta, que desborda en sus fundamentos el plano conciente, y se sustenta en última instancia en una posición de deseo. Pese a su proximidad con la noción de duelo, el campo que se delimita supone una inscripción subjetiva irreductible de la pérdida en términos de daño. Cuando este último recae sobre un objeto insustituible, inasimilable al circuito de los intercambios simbólico-imaginarios, queda clausurada la vía del resarcimiento: aquella que Derrida aisló como fundante del perdón en las religiones abrahámicas. En estos casos se trata de un daño que, en la perspectiva abierta por Lacan, se podría considerar real: y, en tanto tal, constituye el sostén subjetivo del registro de lo imperdonable. El autor explora estas peculiaridades y vicisitudes en el neurótico, en el curso de la cura y en el mismo analista. Discute desarrollos de J. Kristeva, J. Canestri y L. Kancyper, quienes, al no considerar el tope de lo imperdonable, tienden –en sus aproximaciones clínicas y teóricas– a considerar ilimitada la aptitud subjetiva para el perdón. Sus límites serían, para estos autores, indicadores de una posición neurótica insuficientemente elaborada. Se destaca la raíz cristiana de este deslizamiento, a partir de la rectificación freudiana a un aforismo de Mme. De Stäel. El rehusamiento del perdón puede ser, en cambio –en ciertos casos–, el corolario de una elaboración analítica exitosa. Se encuentra sostenido, entonces –al igual que el perdón “no-neurótico”– en la potencia de un deseo decidi-

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do. Se ilustra esta alternativa introduciendo dos binarios que permiten conceptualizar la dirección de la cura: represión-sepultamiento y represión-juicio de condena. DESCRIPTORES: PERDÓN / DAÑO / RECONCILIACIÓN / RESENTIMIENTO / REPARACIÓN / CURA

Summary FORGIVENESS

AND THE UNFORGIVEABLE IN THE ANALYTIC CURE:

THE “STAËL VIA” AND THE

FREUDIAN VIA

The author presents a psychoanalytic exploration of the field of forgiveness and the unforgivable: these two notions form a useful conceptual line to account for the reasons and quality of the rupture of a relationship, as well as its possible continuity. Unlike approaches put forward by other disciplines (e.g., philosophy and law), which encourage aprioristic, universal solutions, the psychoanalytic perspective works with these categories in an absolutely singular dimension whose foundations surpass the conscious plane and which is ultimately based on a position of desire. Despite its proximity to the notion of mourning, the field described assumes an irreducible subjective inscription of loss in terms of damage. When this damage falls upon an object that cannot be substituted or assimilated into the circuit of symbolic-imaginary interchanges, the path to reparation closes. This is what Derrida specified in terms of the founding forgiveness in Abraham-based religions. In these cases it is damage –in the perspective opened by Lacan– that could be considered real: as such, it forms the subjective support of the register of the unforgivable. The author explores its peculiarities and vicissitudes in neurotics, in the course of the cure and also in analysts. Contributions by J. Kristeva, J. Canestri and L. Kancyper are discussed. Since they fail to contemplate the limit formed by the unforgivable, they tend –in their clinical and theoretical approaches– to consider that a subjective aptitude for forgiveness may be unlimited. For these authors, these limits seem to be indicators of an insufficiently worked through neurotic position. The author of this article highlights the Christian root of this slip, referring to Freudian rectification of an aphorism by Mme. De Stäel. Refusal to forgive may in fact be, in certain cases, the corollary of successful analytic working through. In these cases it is supported, as is ‘non-neurotic forgiveness’, by the power of resolute desire. This alternative is illustrated by introducing two binaries which enable conceptualization of the direction of the cure: repression-Untergang and repression-judgment of condemnation. KEYWORDS: FORGIVENESS / DAMAGE / RECONCILIATION / RESENTMENT / REPARATION / CURE

Resumo O

PERDÃO E O IMPERDOÁVEL NA CURA ANALÍTICA: A “VIA

STAËL” E

A VIA FREUDIANA

O artigo propõe uma exploração psicanalítica do campo do perdão e do imperdoável: ambas as noções formam um eixo conceitual útil para dar conta das razões e da qualidade da ruptura de um vínculo, assim como de sua eventual continuidade. Ao contrário das aproximações propostas por outras disciplinas (filosofia e direito, por exemplo), que defendem respostas apriorísticas e universais, a partir de uma perspectiva psicanalítica,

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estas categorias põem em jogo uma dimensão de singularidade absoluta que ultrapassa, em seus fundamentos, o plano consciente e em última instância, se apóia em uma posição de desejo. Apesar de sua proximidade com a noção de luto, o campo que se delimita supõe uma inscrição subjetiva irredutível da perda em termos de dano. Quando este último recai sobre um objeto insubstituível, inassimilável ao circuito dos intercâmbios simbólico-imaginários, a via do ressarcimento fica enclausurada: aquela que Derrida isolou como fundante do perdão nas religiões abraâmicas. Trata-se, nestes casos, de um dano que –na perspectiva aberta por Lacan– se poderia considerar real: e, portanto, constitui o alicerce subjetivo do registro do imperdoável. No decorrer da cura são exploradas as suas peculiaridades e vicissitudes, tanto no neurótico como no próprio analista. Discutem-se trabalhos realizados por J. Kristeva, J. Canestri e L. Kancyper que, ao não considerarem o limite do imperdoável, tendem –em suas aproximações clínicas e teóricas– a considerar ilimitada a atitude subjetiva para o perdão. Para estes autores, seus limites seriam indicadores de um posicionamento neurótico insuficientemente elaborado. Destaca-se a raiz cristã deste deslize, a partir da retificação freudiana a um aforismo de Madame de Stäel. Por isso, a negação do perdão pode ser –em certos casos– o corolário de uma elaboração analítica bem sucedida; encontra-se apoiado –assim como o perdão “não-neurótico”– na potência de um desejo decidido. Esta alternativa é explicada introduzindo-se dois binários que permitem conceitualizar a orientação da cura: repressão-sepultamento e repressão-juízo de condenação. PALAVRAS-CHAVE: PERDÃO / DANO / RECONCILIAÇÃO / RESSENTIMENTO / REPARAÇÃO / CURA

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(Este trabajo fue seleccionado para su publicación el 16 de octubre de 2009.)

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REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 569-585

Abordaje del narcisismo en la clínica frente a la ausencia de subjetividad *Leonardo Peskin

“Entre el hombre y la mujer, Hay el amor. Entre el hombre y el amor, Hay un mundo. Entre el hombre y el mundo, Hay un muro.”1

Introducción

Este artículo es escrito bajo las resonancias del XLIV Congreso Psicoanalítico Internacional que se realizó en Chicago. Allí se pudo asistir a acuerdos y desacuerdos en el tratamiento de diversos temas. Uno que suscitó controversias es la consideración teórico-clínica del yo y del narcisismo. Se evidenciaron las clásicas diferencias en la consideraciones del yo comparando las denominadas “Ego psychology” o la “New ego psy-

* Dirección: Gorriti 4872, (C1414BJN) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. leonardo [email protected] 1. Versos de Antoine Tudal que Lacan extrajo de un almanaque, que él mismo nomina como un exergo y lo menciona en “Función y campo de la palabra” (1953), y casi veinte años después desarrolla en el seminario “El saber del psicoanalista” (1971-1972), el verso dice así: Primera versión Entre el hombre y el amor Hay la mujer. Entre el hombre y la mujer, Hay un mundo. Entre el hombre y el mundo, Hay un muro.

Segunda versión Entre el hombre y la mujer, Hay el amor. Entre el hombre y el amor, Hay un mundo. Entre el hombre y el mundo, Hay un muro.

En ambas versiones, entre el hombre y el mundo hay un muro.

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chology” con enfoques freudianos, kleinianos o lacanianos. Así como se pudo asistir a debates en el modo que dentro de los propios freudianos y lacanianos se ubica al yo tanto en la teoría como en la clínica. En esta línea me parece oportuno abordar el tema del camino a seguir cuando no disponemos del recurso de la subjetividad. Lo que implica, en consecuencia, no disponer del recurso del inconsciente, ya que el sujeto que atañe al psicoanálisis es el que se configura como sujeto del inconsciente. Por lo tanto queda impedida en este encadenamiento la transferencia como simbólica (Sujeto supuesto Saber o la trascripción preconsciente de contenidos inconscientes de modo simbólico). Entonces se nos presentan los modos atípicos de la transferencia o los modos más ligados al yo y al ello que al inconsciente, es decir, las dimensiones narcisistas de la transferencia. Esto puede ser transitorio como una claudicación o impotencia del inconsciente, o una imposibilidad dada por la expulsión del inconsciente. En el primer caso consideremos el hecho de que el inconsciente tiene estructuralmente un carácter pulsátil y así opera tanto en el análisis como en la vida corriente. El segundo caso lo vemos en los estados pasionales, o algunos momentos en los que no hay, por múltiples causas, una alternativa de subjetivizar un conflicto. Una ausencia más radical de su disponibilidad puede deberse a una falta de inscripción como la forclusión2, o la holofrase3 o estados de alienación donde se impide la operatoria de la simbolización. Cuando el sujeto se encuentra exageradamente alienado en el discurso del Otro, no logra adquirir una configuración fantasmática propia, tampoco un deseo o un pensamiento. Asume como propio lo impuesto por el Otro, por ende, no hay lugar a la operatoria inconsciente. Ejemplos paradigmáticos de alienación son la pertenencia a una secta o a ciertas militancias políticas o religiosas, incluyendo la adhesión incondicional a una teoría psicoanalítica. Toda clasificación es un artefacto relativo, el ser humano no es reducible a un diagnóstico estático. Los diagnósticos estructurales rígidos, que guían esquemáticamente a algunos analistas, son un ejemplo de un modo de impedimento para la expresión de la subjetividad. Como es obvio, analista y analizante pueden quedar alienados en estos esquematismos. La definición del orden de transferencia y el diagnóstico de la es-

2. Nombre de origen jurídico que indica la caducidad de tiempo para presentar un escrito en el curso de un proceso. Se aplica a la ausencia de una inscripción inconsciente. Cuando esta ausencia afecta al Nombre del Padre, lleva a la psicosis. También se aplica en un sentido más amplio a otros casos con efectos más parciales. 3. Nombre de origen ligüístico que se plantea como mecanismo de dificultad de separación de significantes para dar lugar a la subjetivización. Se utiliza en referencia a la psicosomática, algunas psicosis o a la debilidad mental.

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tructura clínica que está en juego en un análisis, si es neurótica, o psicótica, o perversa, o narcisista, etc., también puede correr el riesgo de ser demasiado rígida. Algunas veces, los diagnósticos mal aplicados, cuando orientan inadecuadas intervenciones del analista, reciben como contragolpe reacciones desde el inconsciente o narcisistas por vía de acting out o pasajes al acto. Así abrimos el territorio de la clínica de la acción y del acto, que no son la misma cosa. En una cierta diferenciación descriptiva podemos decir que la acción supone un soporte fantasmático y se dirige en pos de un ideal aunque lo haga de un modo impreciso. En este sentido, tendríamos como ejemplo el acting out donde el inconsciente sigue vigente pero actuado. El acto supone el dominio directo de la pulsión que puede o no tener como soporte al deseo y, en el caso de que éste no esté vigente, supone lo impulsivo. El ejemplo más claro sería el pasaje al acto. No obstante, aclaremos que acciones y actos no son siempre indeseables, la vida es actuar, el análisis mismo es un accionar y hay actos decididos que llevan a un logro. Pero consideremos que no es lo mismo pensar, reflexionar, que actuar. También el narcisismo se constituye en un accionar (nueva acción psíquica) y busca sostener su integridad por vía de acciones y actos, acosado por la perentoriedad pulsional que lo rebalsa. La pulsión desempeña un papel preponderante en lo que llamamos narcisismo. Que la operatoria simbólica del inconsciente dé lugar al narcisismo o a la pulsión no implica su claudicación; lo más preocupante es cuando el inconciente queda expulsado y la pulsión, guiada por el narcisismo, se entroniza. Un eje a considerar es que el narcisismo, sea cual fuere el cuadro clínico, está operando y que no es algo “curable” en el sentido de su abolición, cosa que, si así aconteciese, sería melancolizante.

¿Cómo se originó el concepto de narcisismo?

El concepto de narcisismo aparece en medio de una controversia, donde Freud tuvo que dar cuenta de hechos típicos de la psicosis (la indiferencia frente a la realidad) y justificar formas “atípicas” sexuales como fundamento de cualquier patología, incluso la psicosis. Esto lo llevó a crear este nuevo concepto, realizando un “nuevo acto”, al introducir el narcisismo en el cuerpo teórico. Por lo tanto fue necesario rehacer las concepciones evolutivas en la conformación del sujeto y del yo. Evidentemente, Freud dio cuenta de una dimensión que resultó ineludible, y tomando las descripciones clínicas de Havelock-Ellis y Paul Näcke, estableció un pilar para comprender un gran número de cuestiones que interjugando con el resto de los conceptos pueda dar cuenta de la clínica. Pero a partir de esta

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nominación, “Narcisismo”, se entró en una ambigüedad que hace difícil evaluar frente a qué nos encontramos al utilizar el calificativo de narcisístico. ¿Se trata de la fortaleza de un tipo libidinal (no necesitado de estima y líder por excelencia), o es una patología severa que podría ser inabordable por presentar una imposibilidad transferencial (psiconeurosis narcisista)? La misma pregunta es aplicable a la valoración narcisista del pene en el complejo de castración, el narcisismo en la perversión, en especial en la homosexualidad, o el paso narcisístico en la sublimación, cuestiones que forman parte de una larga lista de repercusiones de este concepto, y que no permiten simplificarlo ni restringirlo. Vemos las incidencias del narcisismo sobre la pulsión, para que la lleve a una consecuencia de repetición mortífera, o por el contrario la transforme en una cierta variación que permita la vida. En cuanto a este tema, Lacan viene también de la psicosis y uno de sus primeros intereses es dar cuenta del yo, entidad narcisista por naturaleza, que no tiene posibilidad de salida de la dimensión especular sin la asistencia del simbolismo. Es decir, el significante que se plantea teóricamente como Otro (con mayúscula).4 Sin el Otro no se podría alcanzar ni siquiera la forma mínima humana de yo y, por ende, de narcisismo. El narcisismo sería el reconocimiento fascinado en alguna de las formas de la propia imagen coagulada, prematura y equivocadamente reconocida como el ser. Lo cual suscita ese profundo enamoramiento cuya contrapartida es la agresividad narcisística, cara y seca de este yo (moi) lacaniano. Una escalada unificante que lleva a lo uniano, el uno absoluto. Esto último sintetiza que la dinámica del yo exige un completamiento tal, que a él no le falte nada. Frente a cada frustración de esta tendencia, en lugar de resignarse, exige más y esto por sí mismo no tiene límite. Busca ser único y absoluto. Este yo sólo se podría erigir por la incidencia del Otro, que lo orienta a través del Ideal del yo para configurar el andamiaje del narcisismo. Así, yo e Ideal del yo tejen la trama bajo el soporte del orden simbólico para afrontar el embate pulsional. El estatuto del Otro, en este caso, aparece en Freud cuando escribe que el narcisismo se sostiene en el de los padres y nos relata que la supervivencia del hijo depende de que éste sea tomado como objeto de amor (“his majesty the baby”). Mientras que en la neurosis estos hechos se prolongan en imagos y objetos de la fantasía (efectos

4. Lacan establece varios grados de alteridad, uno al que se lo suele denominar otro con minúscula que es de carácter imaginario y se refiere a que el propio yo necesita de la presencia de un reflejo imaginario de sí mismo. El segundo modo de referencia a un otro es el Otro con mayúscula descripto como el universo simbólico que es donde se constituye el sujeto, habitualmente referido al conjunto de significantes vinculables al lenguaje.

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del Otro), en la psicosis son rechazados dando lugar a las psiconeurosis narcisistas, un narcisismo sin la estabilización del Nombre del Padre.

Narciso y Edipo

Narcisismo es esa forma mínima sin la cual no habría humanización. Al entrar en el desfiladero del complejo de Edipo, se producen la transformación y destinos de Narciso dentro de los reconocimientos castratorios y mutilantes que Edipo hace antes de morir y que Narciso no hace a pesar de morir. En el caso de Narciso, la muerte no significa simbolización, sino la omnipotencia de poder alcanzar una identificación masiva que no reconoce la muerte como límite. Quizás esa es la esencial contraposición entre Narciso y Edipo, que orienta al narcisismo como diferente frente a las pulsiones. Su vinculación con la muerte es inexorable en ambos, no obstante en un caso elude toda postergación y transformación (Narciso), y en el segundo (Edipo) admite una subordinación y una necesaria transformación previa a la muerte. Así es que la muerte puede llegar mucho más tarde y adquirir otro significado por dar paso al orden simbólico, la cultura, el padre, etc. Llevando a lo unario, rasgo unario, a un uno que implica el cero. La diferencia entre lo que se denomina uniano en el caso del naricisismo, es que la unificación tiene en cuenta la posibilidad de una falta. Lograr admitir una falta como el cero, que es que no hay uno, es lo que permite una cantidad de operaciones simbólicas que aquel que no concibe una pérdida no puede realizar. No es casual que lo especular lacaniano ubique el mismo espejo que fascinó a Narciso, y tampoco es casual que Narciso suponga que ese yo es otro, base teórica de toda la concepción yoica en la obra de Lacan. Siguiendo esta línea, el hecho de que Narciso encuentre la muerte al querer tomar ese otro, ubica lo que Lacan pone como núcleo de constitución del yo, lo real, la muerte como nombre de lo real, o el objeto a como otro de los nombres de lo real. Esta unión que va adquiriendo relevancia a lo largo de la obra de Lacan, ya plantea desde el inicio que si allí no interviene un tercero nos encontraremos con la envoltura imaginaria “pura”, que es lo más cercano a lo real, vinculable con la pulsión de muerte. En este caso, la muerte es un expresión redundante, ya que en este mismo sentido la pulsión nunca dejaría de ser de muerte. Y lo que de vida se plantea es lo que hace que el acercamiento a la descarga plena (goce) sea por un rodeo, por algún tratamiento atenuante, como el Nombre del Padre o el anudamiento entre los tres registros. Para alcanzar como alternativa un logro de subjetividad, sobre lo imaginario narcisístico que envuelve lo real pulsional, debe operar lo simbólico. Todo esto debe darse con un cierto anudamiento que otorgue estabilidad.

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Aquí considero oportuno, para ilustrar el tema, reproducir un párrafo de un discurso de Lacan en 1967: “Así funciona el i(a) con el que se imaginan el yo y su narcisismo al hacer el hábito a ese objeto ‘a’ que hace la miseria del sujeto. Esto porque el objeto a, causa del deseo, por estar a merced del Otro, angustia pues en ocasiones, se disfraza contrafóbicamente con la autonomía del yo, como lo hace el cangrejo con cualquier caparazón”. Queda aquí en claro que en el narcisismo se reúnen los tres registros intentando resolver el objeto, que siempre se encontrará con soluciones “prestadas” como ese caparazón, aludiendo a cangrejos que toman como caparazón cualquier caracol vacío. El narcisismo es tan propiamente humano que no se podrían concebir actos o formaciones inconscientes que se puedan desligar de él. Sí se pueden estudiar las transformaciones y los destinos del narcisismo, tal como lo hace Freud al observar las elecciones de objeto, los destinos sociales por vía del Ideal del yo o la recuperación narcisista que implica la paternidad o la maternidad con la plenitud de cuota de muerte que el hijo trae. Recordemos cuando Freud menciona al hijo varón para el padre como doble mensajero de la muerte. Esto lo entendió Layo e intentó anticiparse matando a quien venía a matarlo pero simplemente no pudo evitarlo. Destaquemos que Layo de todas maneras muere antes que Edipo. Y si algo se satisfizo en esa historia es el narcisismo, nadie dejó de acceder a los máximos goces. El inconveniente que hubo es que planteado de esa forma no operaron atenuantes y la única esperanza es que esto “vacune” al espectador contra esos goces y a la vez lo deleite al ver que alguno se atreve a gozar despreocupándose de los costos simbólicos. Todos parecemos seguir con mucho interés esas excepciones, de los figurones de turno, no sea cosa que se pueda acceder al goce sin límite. Algunos simulan poder hacerlo. No obstante, en Edipo, los carriles simbólicos son interpuestos al goce directo, a medida que Edipo hace su complejo de Edipo a lo largo de la tragedia. Todo esto nos sitúa en el meollo del tema: el narcisismo es muy cercano a la muerte, pero si se resuelve teniendo en cuenta los límites castratorios (interdicción del incesto y posición sexuada del sujeto), pasa a ser la pulsión el motor de la sublimación y de nuevas creaciones aceptables y vitales. El problema es que no hay fórmulas sino soluciones individuales y sólo “uno por uno“. Cada quien encuentra una salida muy vinculada a la creación y a la posición del sujeto, como efecto del anudamiento siempre de los tres registros.

Entre dos muros

Tomemos el fragmento de la Conferencia 26 donde Freud se refiere al narcisismo como un muro: REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 569-585

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“Las neurosis narcisistas son apenas abordables con la técnica que nos ha servido en el caso de las neurosis de trasferencia. Pronto sabrán la razón. Siempre nos ocurre que tras un breve avance tropezamos con un muro que nos detiene. Como ya saben, también en las neurosis de trasferencia tropezamos con barreras parecidas que oponía la resistencia, pero pudimos desmontarlas pieza por pieza. En las neurosis narcisistas la resistencia es insuperable; a lo sumo, podemos arrojar una mirada curiosa por encima de ese muro para atisbar lo que ocurre del otro lado. Por tanto, nuestros presentes métodos técnicos tienen que ser sustituidos por otros; todavía no sabemos si lograremos tal sustituto. Es verdad que tampoco en estos enfermos carecemos de material. Aportan toda clase de manifestaciones, si bien no en calidad de respuestas a nuestras preguntas; y provisionalmente nos vemos constreñidos a interpretar estas manifestaciones con ayuda de la comprensión que hemos adquirido sobre la base de los síntomas de las neurosis de trasferencia. La concordancia es lo bastante grande para asegurarnos un beneficio inicial. No sabemos hasta dónde nos llevará esta técnica.” (S. Freud [19161917], Conferencias de introducción al psicoanálisis (Parte III), 26 conferencia: “La teoría de la libido y el narcisismo”, vol. XVI, A. E., pág. 385.)

Es común observar en los escritos de Freud el uso de metáforas cuando una cuestión no es sencilla de resolver. Y en esos casos la belleza de alguna alegoría viene a suavizar la dificultad de lo inexpugnable. Un buen muro produce un tope pero obviamente da esperanzas, más aún cuando hay algo para atisbar por encima de él, y creo que en ese sentido como otros topes freudianos, como “el lecho de roca de la castración”, por ejemplo, parecieron puntos de partida para otros enfoques que pretendieron ir más allá. Una primera reflexión es si el muro se refiere a la psicosis como cuestión clínica o si el muro es conceptual. Un muro teórico se trataría entonces en este caso del valor enigmático de los límites teóricos del psicoanálisis, de la misma manera que la pulsión es definida como concepto límite entre lo psíquico y lo somático. Pero fue Green quien señaló que el concepto es límite y no la pulsión. Diría que los muros más importantes son los que nos impone la restricción de la teoría que alcanzamos y es importante comprobar que Freud, quien describió de un modo muy rico la psicosis y los cuadros narcisísticos, respetó las restricciones al avance teórico, porque no estaba dispuesto a violentar los límites éticos de su teoría, que es donde yo creo ubicar el muro. Y por eso tuvo que crear el concepto de narcisismo, para no ceder ante Jung y otros. Lacan habló de muros en varias oportunidades, por ejemplo el muro del lenguaje, vinculable al eje narcisístico que articulado a la represión sostienen el sentido mismo del inconsciente. También en los versos del epígrafe habla de muro. Estos versos tienen atractivo para cualquier analista. Le permiten a Lacan situar el problema de los sexos y las dificultades que terminan haciendo que sólo haya relaciones obstaculiza-

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das, entre hombres y mujeres, así como entre el hombre y el mundo del cual estaría inexorablemente separado por un muro. Es aquí que evocando a Leonardo Da Vinci, propone estudiar el muro no para atravesarlo, sino para describir la escritura que sobre él hace sus marcas y que permite la creación. Parece que Leonardo proponía observar el muro, sus manchas e irregularidades para crear. Luego de una serie de homofonías derivadas del muro, “a-muro”, vinculando el objeto a con el muro, “amurir” relacionando el muro con el objeto, el amor y la muerte, “amussements” con el divertimento, con el miroir (el espejo), se denota que están en juego todos los términos que antes fui desarrollando. También hace una advertencia que alude a los muros de Ste. Anne, hospital donde transcurría el seminario. Esta advertencia es no excluir tras los muros el problema psiquiátrico. Cuestión que es retomable en muchos otros sentidos como las construcciones amuralladas que suelen ser depositarias del residuo real y que en alguna medida lo encierran. Pero en tanto no logran resolverlo, éste retorna como las máximas expresiones de Tánatos, porque para romper los muros, siendo éstos muy rígidos y sólidos, se requiere de explosiones para promover cambios que satisfagan lo real. Al año siguiente, en el seminario Encore (Aun), Lacan retoma el muro que estuvo preparando para escribir las fórmulas de la sexuación que vienen a ser punto de agarre para sostener el significante. Al mismo tiempo las fórmulas son elementos de proyección para acceder al más allá de los amurallamientos teóricos (el más allá del goce fálico, otros goces).5 No obstante la escritura requiere de la preparación y la existencia del muro. Al ser escrita la letra hace su borde, lugar de encuentro inalcanzable entre cuerpo y escrito. A esta tarea Freud la nominó seducción, que es el modo en que la madre escribe el cuerpo con sus caricias, luego éstas terminan de adquirir valor simbolizante en el pasaje al padre, para resolver el trauma que la misma caricia origina. Así tenemos la vertiente tanática de la seducción y su vertiente deseante.

A modo de recapitulación y opinión

El narcisismo es el núcleo de humanización ineludible. El yo en su origen es tomado en lugar de los objetos del ello. Y en tanto es aceptado como sustitución ficticia, se ofrece a ser amado por la pulsión en lugar de un

5. Goce es un nombre que utiliza Lacan para referirse a la expresión pulsional, que si bien requiere de lo simbólico-imaginario se origina en lo real. Según cómo se organicen estos anudamientos entre los tres registros se puede hablar de distintos goces. Es un término muy diferente a placer. Cuando el goce logra ser resuelto por el sujeto, goce y placer pueden llegar a disminuir la contraposición.

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objeto imposible, vinculable a la necesidad de la primera tópica. Esta es la comedia de enredos para resolver el deseo, lo que será, en definitiva, el motor de cualquier acto psíquico. El deseo tendrá entrada como forma simbólica para ir configurando identidades de pensamiento inconsciente, camino de salida de la trampa inicial. Es decir que si entre el yo y el ello no se instala un sujeto del deseo y el significante, triunfa la deriva tanática. En esta línea, la vida se presenta como oposición o dilación del retorno de lo real. Adquirirá mayor o menor calidad de vida, como se la llama hoy día, según que se logre independizar de la repetición. El deseo es el modo que encuentra el significante para disuadir a la pulsión de que se avenga a dar una vuelta antes de volver a incidir sobre el sujeto. El narcisismo es punto de partida de este largo ovillo teórico y establece una primera dificultad, es la primera forma de repetición, de mismidad y no reconoce (desconoce) lo real que lo determina. Es desde la subjetividad simbólica que se asume como posible la muerte, mientras que el narcisismo tiende a negarla. Para Freud, el saber de la muerte es lo que permite una mejor vida, recordemos cuando dice: “Si vis vitam, para mortem” (“Si quieres soportar la vida, prepárate para la muerte”). Para la cultura, la muerte es el gran ordenador genealógico, social y jurídico. En definitiva estamos entre dos muros: uno, el que se establece como límite o borde conceptual a nuestra teoría psicoanalítica sobre el yo y el sujeto, y el otro muro es el que atañe a los humanos en tanto han de fijar un tope al goce. En este segundo muro, que comienza haciéndolo el narcisismo, es donde el sujeto debe escribir su letra, soporte de fantasmas, síntomas y sublimación. Así como el sujeto logra expresar lo excluido por el muro narcisista con las marcas propias de ese individuo. En esta línea, el narcisismo es el único camino de acceso a la realidad, aunque el principio de realidad lucha por reducir u orientar las tendencias del placer, y del goce que se asoma disfrazado detrás de cualquier pretensión de placer. Abordar este tema en la clínica nos pone frente al obstáculo más precoz, la resistencia yoica, y al obstáculo último, la inercia narcisista, determinante de los modos más severos de resistencia, que expresa las formas insuperables de dificultad de sostener la transferencia. Decir que la reacción terapéutica negativa expresa los problemas para superar obstáculos narcisistas es válido. Ver en esos casos la incidencia de la pulsión de muerte como protagonista sea por vía de los aportes del ello (compulsión a la repetición), o por vía del superyó (culpa inconsciente), supone haber comprendido que el narcisismo está en juego en todos los niveles. Esto último aparecerá en expresiones preconscientes e inconscientes, sea en actos, síntomas, inhibiciones o formaciones del carácter. Pero cabría la crítica de justificar en cada caso cómo ubicamos el narcisismo, qué concepción manejamos y cómo se implicó. Todo esto tendería

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a romper ese valor despectivo cuando calificamos a un sujeto frente a dificultad clínica como que “es muy narcisista”, para plantear lo inmodificable. De hecho, el que algo sea muy narcisista no define si es a favor o en contra de la dirección de la cura. Por eso cuando de narcisismo se trata, más que nunca hay que definir de qué modo se articula para obstaculizar o ser condición ineludible del avance del análisis. La transferencia positiva sublimada, condición misma del análisis, tiene componentes narcisistas, por ejemplo aspectos homosexuales sublimados. También incluyamos la expresión sublimada de fijaciones de las llamadas pregenitales. Estas últimas suelen ser condición de la paciencia infinita que supone un tratamiento analítico, en el cual todo se pone en suspenso en el mejor de los casos, detrás de una oreja curiosa de escuchar la próxima interpretación, sea por goce auditivo o por satisfacer la más arcaica curiosidad. En el caso de que las cosas marchen, esto reditúa en lo que sería el avance del análisis, siempre y cuando no nos tentemos como analistas neuróticos a tomar esos hilos “narcisistas” para otros fines, como puede ser nuestro propio narcisismo. Y dejo sin abordar el tema de los analistas y su narcisismo. Queda claro que, si bien hay una serie llamada de clínica de borde (anorexia, adicción, psicosomática, actos delictivos, etc.) donde la maniobra con el narcisismo es la única alternativa de abordaje, en todos los casos clínicos sea en algunos momentos o a lo largo de todo el análisis, es necesario considerar el narcisismo como precondición para el manejo clínico. Y para conjurar momentos de dificultad es una rienda estratégica cuando el recurso de la simbolización está ausente. El narcisismo y su dinámica marcan el destino de la cura y cuando por razones regresivas o pasionales es lo único disponible, cae la demanda de análisis y la posibilidad de basarnos en la transferencia simbólica en la dirección de la cura. Entonces surgen la reglas de las demandas narcisistas que tienen perentoriedad, tendencia a la acción y al acto, búsquedas pasionales de lo absoluto, etc. Es en esos modos tormentosos donde aquel que aborde estos cuadros debe trabajar con esa única rienda. Estos casos tienden a ser prevalentes en nuestros días, por razones de cambios culturales que enfatizan la ausencia de represión, sustituyéndola por la alienación en el orden de los sistemas globalizantes de turno. Este tema requeriría otro desarrollo que en esta oportunidad queda pendiente.

Un ejemplo clínico

Voy a introducir una viñeta clínica para ejemplificar, a través de un caso, cómo se presenta el obstáculo o “la oportunidad” del narcisismo y qué aconteció para que pueda haber una entrada en análisis. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 569-585

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Mark tenía 35 años cuando lo atendí en los años ochenta. Me fue enviado con la calificación de intratable. Había tenido dos intentos de consulta con psicoanalistas, que terminaron en violencia e interrupción de las entrevistas. Vino a la primera entrevista con una mirada desconfiada, vistiendo un sobretodo que ostentaba una escarapela notable. Era la semana del 25 de mayo. Parado en medio del consultorio me preguntó de un modo imperativo: “¿Dónde me siento y dónde dejo mi sobretodo?”. Le señalé una silla y respondió: “Menos mal que me contestó. Al último schrink que vi le pregunté lo mismo y no me contestó nada. Le volví a preguntar y no me contestó, entonces lo agarré de las solapas y le dije que era un mal educado, que las preguntas se contestan. Lo senté a él de un empujón y me fui. Así soy en general. Muy nervioso, me dijeron que si no me calmo no voy a poder curarme la úlcera y por eso me mandan al locólogo”. Le pedí si me puede contar algo de su vida y me respondió: “No me venga con freudismos, lo que quiero es algo que me calme rápido sin mucha historia”. Ése fue el tono de las primeras entrevistas. Muy de a poco y en un clima desagradable y como si me hiciera un favor, me fue diciendo que se crió en un colegio pupilo, porque los viejos estaban en otra. Hizo algunos amigos que los sigue teniendo y todos tienen un tema en común, tratar de que pase el tiempo esperando que se mueran los padres, para por ahí heredar algo. Cada sesión era un desafío, con suerte lograba que me cuente algo que solían ser proezas trasgresivas. Por ejemplo, que se curó del alcoholismo fumando marihuana, cosa que seguía haciendo casi todos los días. Estaba casado y la mujer ya no lo soportaba, se peleaba a menudo. Entonces se iba a dormir a lo de alguno de estos amigos del colegio, que vivían solos y dicho por él se dedicaban al reviente. Trabajó de muchas cosas que terminaban en tensiones y peleas. Siempre estaba malhumorado, salvo en períodos donde tenía algún éxito, siempre transitorio. Lo último que había hecho y se desmoronó era un sistema de ventas de libros que se armaba como una pirámide. Para entrar tenía que vender una cantidad y luego iba subiendo, haciendo que otros vendan por él. Terminó lleno de libros que no pudo vender y endeudado con su suegro. Hoy en día quizás terminaría con el rótulo de alguna variedad de bipolaridad o de alguna forma de borderline. Tenía algunos indicadores favorables como que venía a las entrevistas y se preocupaba por tener dinero para pagarlas. Yo le cobraba poco en comparación con otros pacientes, con el acuerdo de que si él mejoraba en su trabajo lo íbamos a revisar. Sin embargo era como si él me hiciera el favor de venir. Voy a referirme a un suceso que modificó en parte la posibilidad de trasponer este modo narcisista agresivo. Creo que me ayudaron en ese desafío el deseo de abordar un caso difícil y la curiosidad por descifrar

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qué le pasaba. A partir de una entrevista comenzó a dejarme el diario “La razón”, diciéndome, “Ey, Doc., yo ya lo leí, se lo dejo”. Con la preocupación de no irritarlo y tratando de entender el sentido de estas actuaciones dejé que trascurra. No era la única actuación en las entrevistas, en un oportunidad me dijo: “Quiero mear, ¿dónde está el baño?”. El baño estaba cerca del consultorio, abrió la puerta y mientras orinaba me seguía hablando como continuando la entrevista. Todo esto transcurría con “tensa normalidad”. Mi criterio era considerar la mayor parte de estas actuaciones como expresiones de un desafío yoico para ver si yo resistía. Pero además, yo suponía que toda actuación es una puesta en escena del pensamiento inconsciente. Es a ese pensamiento que yo quería poder llegar. Para lograrlo, había llevado a la práctica lo que Lacan denomina “vacilación calculada de la neutralidad” como técnica de seducción. Frente a este nuevo modo de actuación de “tirarme” el diario sobre el escritorio antes de irse con la frase reiterada de “yo ya lo leí, se lo dejo”, acudí a dos supervisores. Uno de orientación inglesa me dijo que vaya apilando los diarios hasta que algún día a partir de las interpretaciones transferenciales se los llevase. Otro más freudiano, “de la segunda tópica”, me dijo que le debo impedir, “prohibir”, dejarme el diario. Ninguna de las dos soluciones me parecían atinadas, además de incómodas de ser realizadas. Entonces tomé otra opción que sabía que iba a sonar extraña para él y no demasiado creíble. Le dije que no me deje el diario porque yo prefería, cuando él se iba, repensar la sesión y tomar algunas notas. Se rió y me miró con sorna. Sin embargo a la entrevista siguiente me dijo que ya que me interesaba pensar sobre él, me iba a contar una especie de juego que apareció con los amigos. Consistía en sentarse delante de un valioso cuadro de Fujita en la casa de un amigo, el cuadro era del adinerado padre que ya no tenía lugar en su propia casa para colgar este cuadro y lo colgó en la casa del hijo. Cada amigo debía decir cómo imagina la muerte del padre para disponer del cuadro y vivir como ricos. Agregó que él imaginó al padre después de una hemiplejía, llevado en una silla de ruedas ante una escalera empinada y como por accidente tirarlo por las escaleras. Es evidente que por primera vez comenzó a describir la escena transferencial, pudiendo relatar en transferencia semejante fantasía parricida. Me parece momento de aclarar algunas cuestiones con relación a la transferencia. Una, que la acción analítica se ve afectada por la acción de la contratransferencia, que no es mala palabra, aunque así la califica Lacan en algún momento,6 el problema es cómo se utiliza. La contra-

6. Que un análisis lleve los rasgos de la persona del analizado, es cosa de la que se habla como si cayese por su propio peso. Pero quien se interese en los efectos que tendría

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transferencia no se puede sustituir por el concepto de deseo del analista, que es muy importante para llevar adelante el análisis. Sin embargo, hay una dimensión que persiste más allá de la teoría y es determinante para sostener la experiencia analítica, y es qué se juega del lado del analista como sujeto determinado y orientado por el propio inconsciente. Ese determinismo, tanto del deseo del analista como de la vivencia contratransferencial, me llevaron a elegir ese camino y suscitar esta entrada en análisis. La segunda cuestión es que, aunque yo piense y pueda considerar que un relato es el desplazamiento de la transferencia, no elijo ese camino para formular mis interpretaciones, prefiero que se juegue en el desplazamiento, salvo cuando esto llega a impedir el análisis. Volviendo al caso, a la sesión siguiente del relato del juego le señalé, por qué llegar a una decisión tan extrema de matarlo al padre, no habría otra manera de conseguir algo de él. Se enojó y me dijo: “No sé para qué le conté todo esto, ahora me va a venir con el asunto de la bondad, yo quiero ser como los protagonistas de La fuga, esa película que rompe los convenios de Hollywood, los tipo se roban todo, matan y se escapan a hacer su vida”. Le dije: “¿Y algo menos heroico?”. Entonces me dijo que tuvo un recuerdo: “En el colegio fantaseé con salir en los diarios para que mi papá venga y me dé bola”. Es claro el significado del acting out de dejarme el diario, y el resentimiento pasional ambivalente con el padre. “La razón” circuló como significante, acerca de quién la tiene y de la pérdida de la razón como locura pasional que este sujeto actuaba. Un tema muy importante que emergió poco después y lo alivió poder decirlo fue que era padre de una nena que nunca reconoció. Una amante la había querido tener y el no pudo impedirlo. Decía el paciente: “Este tema me hace sentir tan jodido como mi viejo, pero no sabía qué hacer, tampoco iba a ser tan boludo como para hacerme cargo”. Después de mencionarlo lo habló con esta mujer que le dijo que él no se preocupase, ella no le reclamaría nada. Eso lo sorprendió, ella no estaba resentida, lo aceptaba como era. Detendré la viñeta en este punto ya que la intención era mostrar el modo de afrontar la dificultad de entrada en análisis cuando el narcisismo y la agresividad manifiesta son intensas. Este paciente se analizó vasobre él la persona del analista pensaría estar dando pruebas de audacia. Tal es por lo menos el estremecimiento que nos recorre ante las expresiones de moda referentes a la contratransferencia, contribuyendo sin duda a enmascarar su impropiedad conceptual: pensad que testimonio damos de elevación de alma al mostrarnos en nuestra arcilla como hechos de la misma que aquellos a quienes amasamos. Acabo de escribir una mala palabra. Es ligera para aquellos a quienes apunta, siendo así que hoy ni siquiera se guardan las formas para confesar que bajo el nombre de psicoanálisis muchos se dedican a una “reeducación emocional del paciente” (J. Lacan, “La dirección de la cura y los principios de su poder”).

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rios años. La úlcera se curó y hubo un alivio significativo. Encontró un mejor trabajo cuando lo empleó otro amigo del colegio que era empresario y necesitaba un hombre de confianza en una empresa de catering. Este amigo era muy tolerante, lo quería y comprendía. Obvio desplazamiento de la experiencia analítica. Si evaluamos esto como cierta dificultad en resolver el conflicto sin depender del amor, podemos argumentar que a lo amoroso se agregó, como expresión subjetiva del analizante, la habilidad de poder usar aquello que está disponible de otra manera. Recordemos el aforismo lacaniano de servirse del padre para saber hacer con el síntoma. En este paciente el narcisismo exacerbado en cierto modo ocupaba el lugar del síntoma, o se expresaba, hasta que pudo morigerarse, por vía de actuaciones, expresiones somáticas y adictivas. En casos donde el narcisismo es tan preponderante no sólo se trata de abordarlo psicoanalíticamente, sino también debemos considerar que el destino del narcisismo debe resolverse en el final del tratamiento por algún camino más viable y creativo para el sujeto. No obstante seguirá estando presente de un modo transformado, como solemos referirnos al síntoma desde la perspectiva del sujeto. En este caso es evidente el déficit de la función paterna, lo que hace preponderante que se presentifique el Padre imaginario. La fantasía de matarlo era un intento de transformarlo en simbólico, tal como Freud lo describe en Tótem y tabú, incluyendo la alianza fraterna de todos los amigos reunidos conspirativamente. No obstante, ese modo agresivo no le dejaba resolver su ambivalencia ya que fundamentalmente lo amaba. Cuando dio algunos pasos de elaboración simbólica de estos temas se apaciguó y adquirió cierta habilidad para suplir imaginariamente el déficit simbólico. Su madre y lo materno siempre fue un gran consuelo, no obstante no fue suficiente para lograr alguna solución. La propuesta, cuando el narcisismo y el despliegue yoico es tan frondoso, es procurar dar oportunidades a que lo simbólico promueva la subjetividad mientras se maniobra con la transferencia imaginaria.

Resumen El trabajo describe el narcisismo en sus múltiples derivaciones, teóricas y clínicas. Recorre el concepto tanto en la obra de Freud como en la de Lacan. Se orienta fundamentalmente a intentar esclarecer el abordaje posible del yo y del narcisismo en la tarea analítica cuando no se dispone de producciones subjetivas. Si la tarea analítica se plantea sustentada en la transferencia simbólica y ésta depende de la operatoria del inconsciente, se intenta proponer qué hacer si esto no se presenta. Queda entonces ampliada la transferencia a sus dimensiones yoicas y pulsionales, lo que requiere de otro tipo de estrategias por parte del analista. Esto no necesariamente lleva a renunciar a la posibi-

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lidad de emprender un análisis, pero hace necesarias maniobras preliminares que intentan ser fundamentadas. También toca los destinos del narcisismo aun cuando la tarea analítica pueda realizarse en casos de neurosis, ya que el narcisismo se concibe como intrínseco a la condición humana. Termina el artículo con la presentación de una viñeta clínica donde se intenta mostrar algunas modificaciones necesarias del encuadre y de actitudes del analista hasta llegar a una oportunidad de análisis. DESCRIPTORES: NARCISISMO / YO / SITUACIÓN ANALÍTICA / TRANSFERENCIA / SUJETO / GOCE

Summary APPROACHES TO

NARCISSISM IN CLINICAL WORK IN THE ABSENCE OF SUBJECTIVITY

The author describes the multiple derivations, theoretical and clinical, of narcissism. He reviews this concept in the works of Freud and Lacan, oriented basically toward the clarification of a possible approach to the ego and narcissism in analytic work when there is no subjective production. Since the analytic task is considered to be based on symbolic transference which depends on unconscious operatory, this paper attempts to propose what may be done when this is not present. Therefore, transference is extended to its ego and drive dimensions, which requires a different type of strategy on the analyst’s part. This does not necessarily lead to renouncing the possibility of undertaking an analysis, but does require some preliminary maneuvers which the author tries to ground. It also involves the vicissitudes of narcissism even though the analytic task may be applied in cases of neurosis, since narcissism is conceived as being intrinsic to the human condition. The article concludes with the presentation of a clinical vignette intended to show some necessary modifications of the setting and attitudes of the analyst until an opportunity for analysis arrives. KEYWORDS: NARCISSISM / EGO / ANALYTIC SITUATION / TRANSFERENCE / SUBJECT / JOUISSANCE

Resumo ABORDAGENS

DO NARCISISMO NA CLÍNICA ANTE A AUSÊNCIA DE SUBJETIVIDADE

O trabalho descreve o narcisismo nas suas múltiplas derivações, teóricas e clínicas. Percorre o conceito tanto na obra de Freud como na de Lacan. Inclina-se, fundamentalmente, em tentar esclarecer a abordagem possível do Eu e do narcisismo na tarefa analítica, quando não se dispõe de produções subjetivas. Se a tarefa analítica se apoia na transferência simbólica e esta depende da operatória do inconsciente, tenta-se propor o que fazer se isto não acontece. Por isso, as transferências se ampliam nas dimensões pulsionais e do próprio Eu, exigindo outro tipo de estratégias por parte do analista. Isto necessariamente não significa renunciar à possibilidade de realizar uma análise, porém, fazem-se necessárias manobras preliminares que devem ser fundamentadas. Também trata sobre os destinos do narcisismo mesmo quando a tarefa analítica pode ser realizada em casos de neurose, já que o narcisismo é concebido como intrínseco à condição humana. O artigo termina com a apresentação de um caso clínico onde se tenta mostrar algumas modificações necessárias sobre o enquadramento e as atitudes do analista até que surja uma oportunidade para a análise.

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PALAVRAS-CHAVE: NARCISISMO / EGO / SITUAÇÃO ANALÍTICA / TRANSFERÊNCIA / SUJEITO / GOZO Bibliografía Freud, S. 1914): “Nuestra actitud haciala muerte”, Amorrotu, vol. 14. — (1914) “Introducción del narcisismo”, Amorrortu, vol. 14. — (1915a): “Pulsiones y destinos de pulsión”, Amorrortu, vol. 14. — (1915b): “La represión”, Amorrortu, vol. 14. — (1915c): “Lo inconsciente”, Amorrortu, vol. 14. — (1915d): “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia”, Amorrortu, vol. 12. — (1917): “Duelo y melancolía”, Amorrortu, vol. 14. — (1919): “Pegan a un niño”, Amorrortu, vol. 17. — (1920): Más allá del principio de placer, Amorrortu, vol. 18. — (1921): Psicología de las masas y análisis del yo, Amorrortu, vol. 18. — (1923): El yo y el ello, Amorrortu, vol. 19. Lacan, J. (1953-54): El Seminario. Libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Buenos Aires, 1981. — (1954-55): El Seminario. Libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica, Paidós, Buenos Aires, 1983. — (1955-56): El Seminario. Libro 3, Las psicosis, Paidós, Buenos Aires, 1984 — (1956-57): El Seminario. Libro 4, La relación de objeto, Paidós, Buenos Aires, 1995. — (1957-58): El Seminario. Libro 5, Las formaciones del inconsciente, Paidós, Buenos Aires, 1999. — (1959-60): El Seminario. Libro 7, La ética, Paidós, Buenos Aires, 1988. — (1960-61): El Seminario. Libro 8, La transferencia, Paidós, Buenos Aires, 2003. — (1962-63): El Seminario. Libro 10, La angustia, Paidós, Buenos Aires, 2006. — (1964): El Seminario. Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1986. — (1972-73): El Seminario. Libro 20, Aun, Paidós, Buenos Aires, 1981. — (1974-75): El Seminario. Libro 22. R.S.I. Inédito — : “El estadio del espejo como formador de la función del yo [Je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica”, en Escritos 1, México, Siglo XXI, 1975. — : “La dirección de la cura y los principios de su poder”, en Escritos 2, México, Siglo XXI, 1975. — : “La significación del falo”, en Escritos 2, México, Siglo XXI, 1975. — : “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”, en Escritos 2, México, Siglo XXI, 1975. — : Intervenciones y textos 2, 1988. — : Radiofonía y Televisión, Barcelona, Editorial Anagrama, 1977. — : “Algunas reflexiones sobre el yo”, Revista Uruguaya de Psicoanálisis, Montevideo, 1976, t.14, pte. 22, págs. 175-186. Peskin, Leonardo: Los orígenes del sujeto y su lugar en la clínica psicoanalítica, Buenos Aires, Paidós, reedición 2008. — : “Psicología evolutiva y psicoanálisis. Observación de bebés y el vínculo temprano con sus madres”, Primera infancia, psicoanálisis e investigación, Buenos Aires, AKADIA, 2008. — : “La violencia y el psicoanálisis”, Los laberintos de la violencia, Buenos Aires, Editorial Lugar, 2008.

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(Este trabajo fue seleccionado para su publicación el 4 de noviembre de 2009.)

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Lacan en APA *José E. Milmaniene

Transcurridos treinta años de la introducción del pensamiento de Jacques Lacan en la APA, resulta de interés reseñar las resistencias del imaginario institucional y los obstáculos teóricos que debieron enfrentar aquellos analistas que comenzaron a estudiar su compleja y renovadora obra, la que generó no sólo trascendentes efectos en la práctica clínica, sino también en los modos de transmisión del saber freudiano. El surgimiento de un pensamiento de filiación lacaniano en AP.A no se produjo sin resistencias por parte de toda una generación de analistas, que influidos por el hecho de la expulsión de la Lacan de la IPA, mantenían hacia su enseñanza prejuicios que se asentaban, no sólo en razones de índole teórica, sino también en las mismas motivaciones de política institucional, que determinaron su “excomunión” de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Superado ya en la actualidad el escollo de tipo institucional, podemos conjeturar que las resistencias teóricas hacia sus originales aportes, residían en que éstos cuestionaban y se confrontaban con concepciones psicoanalíticas tradicionales, fuertemente arraigadas en nuestra institución, y a las que obligaron a una consistente tarea de revisión de sus propios fundamentos. Describiremos algunas cuestiones cruciales de la práctica teórica y clínica, tal cual las plantea Lacan, para mostrar las diferencias que separan su estilo del pensamiento predominante en esa época en la APA, lo que nos ayudará quizá a entender los excesivos efectos de resistencia que produjo su obra, que llevaron durante años –no obstante el retorno a Freud que proponía– no sólo a legítimas y fundadas discrepancias, sino a su liso y llano desconocimiento. a) El objeto a frente a la hegemonía de la teoría de las “relaciones objetales”: el psicoanálisis se encontraba para ese entonces fuertemente influido por la teoría de las “relaciones objetales”, tal como la desarrollaron Melanie Klein y sus discípulos. * Dirección: Amenábar 995, 3º “B”, (C1426AJO) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. [email protected]

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Esta teoría centra su concepción del psiquismo en las primitivas relaciones con el objeto primordial seno, de modo que se sostiene que la génesis del psiquismo normal como patológico, reside en las primeras relaciones que se establecen entre el niño y el objeto pecho. Se trata pues de una concepción que construye una “objetología fantástica” (Baranger, 1971, pág. 185), la que se despliega en un territorio imaginario dual especular, entre el Yo originario y la madre, en un tiempo a-histórico, más allá de las vicisitudes triangulares edípicas, que implican la presencia central del Padre de la Ley. El “Edipo temprano” que postula el kleinismo tiene dimensión imaginaria, dado que se aleja de las vicisitudes de la historia edípica, signada por los traumas sexuales mal simbolizados. Las primitivas fantasías infantiles surgen como efecto del complejo de castración, y sólo pueden ser conocidas cuando adquieren estatuto lingüístico, dado que la intelección de lo prediscursivo admite exclusivamente suposiciones proyectivas de sentido, gestadas en las intuiciones del observador. Entonces se entiende que era inevitable la resistencia frente al modo lacaniano de pensar la constitución del sujeto, siempre ligada a la confrontación con la castración, y por ende el único objeto que cuenta es el falo faltante de la madre. Se trata pues de una teoría que ancla la constitución subjetiva en el modo como se sitúa el niño frente a la falta del falo imaginario de la madre, lugar vacío y nada en exceso, que tiende a ser obturado por los semblantes objetales, los que siempre evocan a las vez que velan este agujero central. A partir de la percepción de la falta, con la consiguiente destitución de la figura de la madre fálica, se instalan los mecanismos defensivos de represión, desmentida y repudio, que determinan las distintas estructuras psicopatológicas de neurosis, perversión y psicosis respectivamente. Todos los cuadros clínicos suponen siempre algún orden de fracaso en la simbolización de la castración, a la que se intenta obturar a través de las formaciones sintomáticas, las que operan como objetos-fetiches, en tanto “lugartenientes” de la falta. De modo que ya no se trata de la relación con el objeto, sino de la angustia que emerge frente a la nada y el vacío que evoca la castración, representada por lo real del sexo y la muerte. Entonces nos resulta de interés teórico consignar la categorización de las presentaciones sintomáticas transclínicas más frecuentes en la actualidad –adicciones, trastornos alimenticios, actuaciones transgresivas– en relación con la falta y el vacío-agujero (Recalcati, 2003, págs. 10-31). Debemos diferenciar pues a las patologías referidas a la falta en tanto vacío nombrado, en las cuales la nada se obtura con metáforas sintomáticas y/o objetos sublimatorios; de aquellos cuadros que evidencian el reemplazo del vacío por el agujero, verdadero abismo sin contornos, ocupaREV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 587-601

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do por objetos químicos de consumo o actuaciones maníacas transgresivas. En estas últimas circunstancias no se constituye el universo simbólico, por lo que aparece el agujero real, incolmable por los significantes, y habitado por los objetos de goce de un orden pulsional excesivo. Se trata en consecuencia de patologías severas, generadas por la ausencia de un sistema legal consistente, por lo cual los sujetos, que se mantienen vacilantes en el borde mismo del agujero, tienden a caer por fuera del universo simbólico, más allá del cual se abisma el caos psicótico y los flujos libidinales presimbólicos. Se trata habitualmente de personalidades “como si” que –incapaces de sostener el propio deseo, que siempre supone la aceptación de la falta– buscan refugiarse en la seguridad de un goce a-sexuado “no en pérdida”, a través de la obturación del vacío-agujero en el Ser, a través de todo tipo de objetos adictivos. Se puede conjeturar entonces la presencia de un inconsciente no reprimido o forcluido, conformado por agujeros en la red significante, los que son ocupados entonces por los objetos de goce, ligados al consumo compulsivo, a las adicciones y a la ingesta desaforada de alimentos. De modo que la introducción de la teoría lacaniana en la APA se vio dificultada no sólo por lo hermético de su estilo, ni por la gran cantidad de referencias e importaciones conceptuales de otros campos del saber –lingüística, antropología, filosofía– sino porque obligaba a pensar al vacío y la falta. Este vuelco teórico, que supone teorizar a partir del vacío, y no en función del objeto, ha generado un modo diferente al tradicional de enfocar la clínica. Así, y a modo de ejemplo, se solía suponer que la fobia a la penetración en pacientes con disfunciones sexuales –impotencia, eyaculación precoz– surgía como efecto de la angustia generada por la fantasía de la “vagina dentada”, de modo tal que el temor se fundaba en la presencia persecutoria de una cavidad vaginal plena, de figuración oral. En cambio, desde la perspectiva que sostenemos, se trata del incremento sintomático de la angustia de castración, originada por la inminencia de la penetración del genital femenino. La existencia de una fantasía objetal terrorífica, ya supone pues una imaginarización defensiva de tipo paranoide, frente a una fobia originaria, derivada de la confrontación con la falta fálica en la mujer. Resulta entonces más tolerable para el psiquismo la presencia del objeto persecutorio, que la aceptación de la angustia ante el vacío de la castración, del cual defiende la condición fetichística que ofrece todo soporte objetal, tanto en su dimensión real como fantasmática. En el mismo sentido, la fobia a la desfloración, supone la caída del himen como fetiche fálico, dado que al ser horadado se abisma el agujero, que éste velaba imaginariamente con su presencia intocada.

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Entonces la teoría lacaniana porta la dificultad inherente a un modo de pensar que supone un sujeto evanescente que se instala en los intersticios significantes, causado por un objeto perdido desde siempre y para siempre, núcleo compacto de goce caído de la cadena significante, resto del que sólo se vislumbran sus semblantes: se trata de un pensamiento sobre el vacío, y por eso no puede no colisionar con las teorías que se basan en las presencias objetales, que siempre apaciguan la angustia de castración, en función de la preservación imaginaria del Todo fálico que procuran. Creo pues que las resistencias a Lacan se deben también, en parte, a que éste autor nos obliga a no eludir la angustia subjetiva que genera lo Real, tal como acontece con aquellas teorías analíticas que reduplican en el plano conceptual la universal condición fetichística, dado que se abocan a pensar las relaciones intersubjetivas como resultado del interjuego yoico con las presencias objetales, en lugar de centrar como eje de su práctica clínica a la falta-castración, siempre irreductible a su completa metaforización. En tal sentido, no es de extrañar que Lacan insista en la importancia de las funciones, más que en las presencias reales de las figuras significativas de la infancia, es decir, aquí también se observa la oposición entre la valoración fenomenológica de la presencia de los padres, en lugar de considerar a las funciones simbólicas y sus fallas, las que se infieren a través de las suplencias sintomáticas en los hijos, a través de las cuales buscan restituir las carencias generadas por el desamor y la falta de límites parentales. Los analistas que adscriben a la teoría de las “relaciones objetales”, se vieron confrontados pues a un pensamiento que puso en el centro de sus reflexiones al vacío Real, y a los efectos que se producen en función de esta misma ausencia, es decir, lo Real es lo que no puede inscribirse, pero otorga la posibilidad de inscribir y ubicar esta negatividad radical –pura vacuidad traumática– a través de las redes significantes que se generan y contornean sus límites. De modo tal que este núcleo duro de goce, no sólo precede a la simbolización, sino que produce efectos estructurales en la trama simbólica misma –desplazamientos, repeticiones, deformaciones–. Por eso Lacan nos exhorta a no obturar con sentidos imaginarios los vacíos representacionales de nuestra historia libidinal, y a poder (re)construir e historizar los núcleos traumáticos hasta el límite mismo de lo real, nunca pasible de su plena simbolización. Resulta de interés también comprobar cómo se puede retomar desde esta perspectiva, el fecundo concepto de “identificación proyectiva” descripto por Melanie Klein (1971, págs. 252-260). Para esta autora se trata de la proyección fantasmática, al interior del cuerpo materno de partes REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 587-601

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escindidas del sujeto, con el fin de dañar y controlar a la madre desde su interior. Siguiendo el pensamiento lacaniano, podemos pensar más bien que se trata de una identificación con la función materna, ligada al surgimiento del lenguaje; es decir, este mecanismo no consiste en la relación con la madre en tanto objeto, sino en un vínculo con la madre en tanto generadora del universo simbólico y de la constitución del lenguaje en tanto objeto, que emerge precisamente por la pérdida de la Cosa, pura entidad mítica de goce primordial. Así escribe Kristeva (2009, pág. 54): “No se subraya lo suficiente que el aprendizaje del lenguaje por el niño es un reaprendizaje del lenguaje por la madre. En la “identificación proyectiva” de la madre y el hijo, la progenitora habita la boca, los pulmones, el tubo digestivo de su retoño, y, acompañando las ecolalias, lo conduce a los signos, a las oraciones, a los relatos: el infans deviene niño, deviene sujeto hablante” (las bastardillas son mías). Se entiende que el ejercicio eficaz de la función materna consiste en la transmisión del lenguaje, que se produce cuando la madre resigna su pasión incestuosa a favor del “desapasionamiento sublimatorio”.1 Es la retirada pulsional materna, la que permite la representación de su ausencia y la creatividad sublimatoria, los que desplazan así a la monotonía y fijeza de todo goce incestuoso. La adquisición del lenguaje y del pensamiento dependen, pues, de la confluencia de una madre que propicia su retirada pulsional –lo que se produce si ella tiene logradamente internalizada la Ley– y un padre que hace oír su voz e impone el límite. El placer de pensar a la madre se produce cuando se resigna y cede el goce que procura su apropiación sensual-objetal, tránsito fundacional que se origina si ésta logra instalar un ciclo sublimatorio, signado por mensajes que propician la diferencia y evitan el dominio y la captura especular. En palabras de Kristeva (2009, págs. 54-57): En definitiva, es por medio del desapasionamiento progresivo y/o por su aptitud para la sublimación que la madre permite al niño interiorizar y representar no a la madre (“nada puede representar al objeto materno”, escribe Green), sino la ausencia de la madre: si y solo si deja libre al niño para adueñarse del pensamiento materno, recreándolo según su manera de pensar-representar. La “suficientemente madre buena” sería la que ausentarse para ceder su lugar al placer, para el niño, de pensarla. Se opera así una suerte de matricidio simbólico, con la adquisición del lenguaje y del pensamiento por parte del niño que ya no necesita –o en todo caso

1. Recordemos que la sexualidad femenina encuentra en la maternidad la posibilidad de desplegar “estados pasionales” cercanos a la “perversión y la locura”, en tanto el hijo se expone a todos los excesos de la seducción y la fetichización, dada su condición de objeto con máxima significación fálica.

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necesita menos– gozar del cuerpo de la madre como del placer de pensar, primero con ella y luego para sí mismo, en su lugar. A condición de que la madre haya sabido hacer de su mensaje no una captación dominadora, sino un chiste. Solo si el desapasionamiento está en marcha en la pasión materna la sublimación se transporta desde el cuerpo hasta el pensamiento, y favorece el desarrollo del pensamiento del niño. La pasión materna no es una brujería, ya que es capaz de transformar en chiste. Y de transmitir, con el ADN, las claves de la cultura.

Entonces no se trata de un Yo inaugural que se vincula con la madre como objeto primordial, sino de la constitución del sujeto a partir de su inclusión en el orden “vacío” de los significantes, complejo proceso de subjetivación que depende de la capacidad de la madre de retirarse del universo pulsional que circula entre ella y su hijo, para poder investir con atención y cuidado, su respuesta. La pasión materna oscila entre la dominación y la sublimación, de modo tal que el destino del infans dependerá de la capacidad de la madre de ceder su gozosa posesión sobre éste, para disfrutar en forma diferida del placer que le procura la apropiación filial del sentido. La patología surge cuando se producen severas fallas en el “desapasionamiento” de las pasión que liga a la madre con el hijo en torno al falo, y ésta no resigna ni elabora su “perversidad” ni su “locura”, lo que origina huecos o agujeros en el entramado simbólico, los que tienden a ser suturados luego por los objetos de goce.2 La capacidad de pensar, es decir de construir ficciones de sentido alusivo y metafórico, no depende pues de ninguna relación con el pecho bueno, sino de la capacidad de la madre de erotizar el lenguaje como tal, es decir, de poder lograr construir un ciclo sublimatorio, en el cual ella se diferencia del hijo, a través de la transmisión de la dimensión insustancial del orden significante, que desplaza así al goce pleno del objeto incestuoso. b) Valoración de la función paterna: gran parte de las corrientes imperantes en nuestra institución sostienen la importancia de lo arcaico en la configuración del psiquismo, y anclan la génesis de la enfermedad en la primitiva relación con la madre. Entienden pues a la patología como exclusivo efecto del desamor y la falta de contención materna. Sin desconocer la importancia de la función materna, tal cual lo hemos expresado, Lacan ha insistido en la valoración de la figura del

2. Este proceso requiere la antecedencia lógica de la Ley paterna, condición indispensable para la inclusión del sujeto en el orden socio-simbólico.

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Padre, en tanto portador de la Ley y transmisor de la palabra ordenadora, que impone la castración simbólica y disuelve la simbiosis fusional del hijo con la madre en torno al Falo. El proceso de constitución subjetiva resulta producto de una compleja estructura, en la cual el hijo se inscribe en el orden normativo sociosimbólico a través de la interdicción paterna. La patología no surge solamente del déficit afectivo materno o del desamor, sino de las fallas del padre en el ejercicio de su función, dado que la defección estructural de su figura deja al niño atrapado en la viscosidad libidinal que implica el exceso de goce materno. El Yo del narcisismo se subjetiva a través de la Ley que transmite el Padre , y la causa de las distintas restituciones sintomáticas residen en las inevitables fallas en el ejercicio de su función, dado que su inoperancia genera la “falta de la falta”, es decir, al no inscribirse el sujeto en el régimen de la castración simbólica, es arrasado por pulsiones que siempre derivan en políticas de goce masoquista, las que arrojan al sujeto acéfalo más allá del territorio del principio de placer (Milmaniene, 2008). Se entiende que se abren así dos perspectivas para la comprensión de la génesis del sujeto por completo diferentes: una ligada al vínculo materno originario, sin considerar la estructura y los pactos familiares; y otra que refiere la constitución del sujeto a la dialéctica edípica, ligada al orden simbólico que impone la figura del Padre. Este complejo proceso de constitución subjetiva supone la operatoria de la metáfora paterna, que es la que desaloja al niño de la omnipotencia que procura Ser el Falo que le falta a la madre, para permitirle entonces apropiarse del lenguaje y de los emblemas propios de su sexo, es decir, la “castración simbólica” quiebra la simbiosis fusional en torno al Falo, pone un límite a la bisexualidad y obliga a simbolizar la falta. Merced a la intervención de la Ley simbólica que el padre encarna y a la que el mismo se debe subsumir, el sujeto se puede liberar del capricho y la arbitrariedad de la madre castradora, y se sitúa como sujeto de la palabra. La terceridad simbólica es la que permite el pasaje del goce al placer, y al instalar el orden y la legalidad, propicia el tránsito que va desde la omnipotencia narcisista y el goce pulsional autoerótico al reconocimiento de la alteridad y el placer en el discurso. En consecuencia, el analista no se debe sólo limitar a contener afectivamente al paciente, sino que ha de donar las palabras ausentes, e imponer los límites subjetivantes, dado que las neurosis resultan efecto de un padre ineficaz en el ejercicio de su función de corte (sea por demasiado bondadoso o por demasiado autoritario, variantes ambas del padre imaginario). Se entiende que esta concepción de la subjetividad deriva en una práctica clínica que no mitifica lo arcaico, ni supone a un Yo originario

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prediscursivo y autogestado, objeto de proyecciones de sentido por parte del observador, sino que indaga en la historia edípica, dado que es en el marco de esta estructura triangular donde se producen los traumas sexuales y los fracasos en la simbolización. Recordemos al respecto que con el advenimiento del lenguaje y la Ley, los estadios pregenitales se ordenan a partir de la retroacción generada por el Edipo, de modo que la lectura evolutiva, en términos de que lo anterior determina linealmente lo posterior, se debe subsumir al registro de la castración y a la dimensión de la resignificación a posteriori.3 Es desde el complejo nuclear del Edipo que adquieren legibilidad las vicisitudes de las etapas orales y anales de la evolución de la libido, concepción que supone un replanteo radical con respecto a las corrientes que fundan sus teorizaciones en la importancia de un mítico origen prediscursivo, sobre el que se proyectan lecturas de sentido. Lacan insiste, por el contrario, tal como lo hizo Freud, en la re-escritura o sobre-escritura que produce la resignificación proveniente del tránsito edípico. Las inevitables fallas del padre en el ejercicio de su función van desde su ausencia radical –origen de las psicosis– hasta las complacencias de padres debilitados y “maternizados” que no imponen las normas ni acotan el goce pulsional, el que persiste anclado residualmente en los síntomas y las actuaciones de los hijos. Podemos pues establecer una tipología estructural4 de las figuras parentales, que nos permite dar cuenta de una gran variedad de hechos clínicos: 1. La madre-devoradora: es la que entabla con el hijo una simbiosis fusional masiva, al servicio de la recuperar la plenitud fálico-narcisista, más allá de castración. Son madres que anulan su feminidad, y despliegan al extremo una condición maternal excesiva, verdadera “locura fálica” signada por el goce perverso que procura la apropiación erotizada del hijo, sobre el horizonte de una función paterna debilitada o ausente.5 2. La madre-narcisista: es la que no logra investir al hijo y lo deja “caer”, dado que vive el embarazo y la maternidad, como una amenaza al alto valor narcisista que confiere a su propia imagen corporal. En este caso, la mujer no deja surgir a la madre, dado que su fuerte narcisis-

3. Sobre el complejo problema del tiempo en las dimensiones narcisísticas y edípicas, véase Milmaniene, José: El tiempo del sujeto, Buenos Aires, Biblos, 2005. 4. Sigo aquí las lúcidas consideraciones de Massimo Recalcati en su obra Clínica del vacío, Madrid, Síntesis, 2003, págs. 380-383. 5. Son mujeres que no desean al hombre más que como mero reproductor biológico, y no lo reconocen en su rol paterno.

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mo la inhabilita para reconocer y amar al Otro, más allá de la pasión que la liga con su propio ser-fálico. 3. El padre-norma: es el que pretende encarnar absolutamente la Ley, sin más deseo que la obtención del rígido cumplimiento de las normas por parte de sus hijos. Valoriza al respeto por sobre el amor, y ejerce casi burocráticamente la imposición de las formas vacías de la Ley, sin establecer ningún tipo de consideraciones o excepciones frente a situaciones singulares, dado su implacable sadismo superyoico. 4. El padre-amante: se trata de un padre que en lugar de imponer la Ley, instala un vínculo de intimidad perversa con los hijos. Se trata de “padres maternizados” que finalmente debilitan el orden simbólico, dado que jerarquizan el cuidado amoroso de los hijos por sobre la transmisión de los mandatos y las normas socio-culturales. Habitualmente estos roles parentales se suelen “articular” sintomáticamente, de modo que las fallas y los déficit o excesos de cada uno se compensan y/o suplen con los del otro. Entonces la patología del hijo da cuenta de la imposibilidad de resolver el enigma del deseo materno, dado que la solución a este atolladero requiere de la simbolización que posibilita el ejercicio eficaz de la función paterna. De modo que solo cuando el padre opera como respuesta a este enigma, se puede atemperar la angustia insoportable, que implica enfrentarse con el vacío incolmable del Otro primordial. c) Presentación de los tres registros frente a la metapsicología basada en la tripartición yo-superyó-ello: Un factor teórico de importancia que incidió en cierta reticencia inicial para aceptar la teoría de Lacan, es que éste reformula la clásica metapsicología freudiana (Freud, 1923) de las tres instancias psíquicas yo-superyó-ello, al proponer la fecunda categorización de los tres registros de Simbólico, Imaginario y Real. Así el “nuevo acto psíquico” que Freud enuncia en “Introducción del narcisismo” (1914) y que sitúa entre el autoerotismo y el narcisismo, es descripto por Lacan como el “estadio del espejo”, fundamento del orden Imaginario y del Yo. El Yo se constituye como producto de la alienación en su propia imagen especular, reflejada por la mirada materna, de modo tal que este registro permite dar cuenta de todos los fenómenos clínicos ligados a la agresividad, a las proyecciones y retornos paranoides, a los fenómenos del doble, al transitivismo, al fetichismo de las imágenes, a las enajenaciones narcisistas en la pura forma, a las manifestaciones regresivas propias de las psicosis –los signos del espejo–, a los trastornos de la imagen corporal, a la fascinación patológica que procuran los enamoramientos pasionales, a las fantasmagorías terroríficas del cuerpo frag-

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mentado, al tratamiento cósico-especular de los significantes, a los fenómenos de seducción escópica, al simulacro de los semblantes, a las escenificaciones actuadas, a las mímesis y a las falsificaciones de las apariencias. Debemos consignar tal como lo hace Didi-Huberman (2004, págs. 122-125) el doble régimen del funcionamiento de las imágenes, en tanto éstas operan tanto como imágenes-velo e imágenes-jirón: “Son a veces el fetiche y otras el hecho, el vehículo de la belleza y el lugar de lo insostenible, la consolación y lo inconsolable. No son la ilusión pura, ni toda la verdad, sino ese latido dialéctico que agita al mismo tiempo el velo y su jirón […] No la imagen-velo del fetiche, sino la imagen-jirón que deja que surja un estallido de realidad”. Se entiende que si bien el orden imaginario bien vela y opaca la realidad, constituye a la vez un medio para acceder a la legibilidad del registro simbólico que lo determina –constituido por leyes, normas, mandatos, reglas explícitas o implícitas, costumbres, tradiciones, modos y estilos– y que fuerza a la renuncia del goce pulsional, y a la consecuente inscripción del sujeto en el discurso y en mundo del deseo. Lo Real consiste en el “núcleo duro traumático” que resiste a la simbolización, y que produce efectos en tanto resto imposible de subjetivar, es decir, se trata de un vacío en pleno orden simbólico, núcleo no histórico, asiento residual de la Cosa materna –das Ding presimbólica, “producido” retroactivamente por la significación. Así escribe ÿiþek (1992, pág. 234) en relación con ese objeto real que no puede ser objetivado ni dominado: “La fórmula lacaniana para este objeto es objeto petit a, este punto de Real en el corazón mismo del sujeto que no puede ser simbolizado, que es producido como un residuo, un remanente, un resto de toda operación significante, un núcleo duro que incorpora la aterradora jouissance, el goce, y como tal, un objeto que simultáneamente nos atrae y repele –que divide nuestro deseo y nos provoca por lo tanto vergüenza”. De modo tal que el sujeto es una “respuesta de lo Real”, dado que se organiza como escindido frente a su propio punto de imposibilidad traumático, conformado por las representaciones fallidas que devienen del límite que siempre impone la no consecución del objeto que lo causa. Lo Real es el imposible goce, que tiene estatuto de objeto, y que produce en determinadas circunstancias –signadas por la forclusión del significante del Nombre-del-Padre–, efectos patológicos de retorno en la realidad subjetiva, tal como lo evidencian las voces obscenas del superyó, las lesiones psicosomáticas y las alucinaciones. Entonces lo que no logra ser simbolizado retorna en lo real, tal como acontece con las metáforas literalizadas en las psicosis, y los núcleos irreductibles a la metaforización en las perversiones, los que dan cuenta de una fallida inscripción de la castración. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 587-601

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La metapsicología clásica de Freud encuentra en los tres registros un renovado modo de formalización, que no la cuestiona sino que la recrea en sus fundamentos. Así, a partir de Lacan se pueden teorizar con mayor rigor los conceptos de acto, acting y pasaje al acto, de modo tal que el acto supone la asunción del propio deseo, que deriva en un efecto de sujeto; el acting implica una salida reversible del registro simbólico, siempre con una intensión mostrativa al Otro; y el pasaje al acto conlleva la caída irreversible del orden simbólico, dada una fuerte identificación del sujeto con el objeto a, tal como lo evidencia de modo ejemplar el suicidio melancólico. La lectura de los fenómenos clínicos, a través del esquema que nos ofrecen los tres registros en su anudamiento nunca del todo dialectizable, da cuenta, entre otros efectos, de: los simulacros, imposturas y compensaciones imaginarias que derivan de las identificaciones miméticas especulares, propias de las personalidades como si; la conformación de los pactos simbólicos, así como de sus desvíos perversos en la vida erótica; y los retornos de las ficciones simbólicos en el plano real, tal como se observa en las políticas de goce. d) Replanteo de la “teoría de la técnica”: la práctica clínica tradicional se basa en la instalación de un encuadre estandarizado, en la interpretación como traducción de sentido y en la transferencia como reactualización del pasado en el aquí-ahora-conmigo, dada la remisión de todos los contenidos discursivos del paciente hacia la figura del analista. Pues bien, Lacan sostiene que la práctica clínica se asienta en una hermenéutica significante –en el marco de un encuentro singular entre dos sujetos en transferencia recíproca– tendiente a recuperar los fragmentos de la historia personal, reprimidos o forcluidos del universo representacional. Esta modalidad de plantear la dirección de la cura, rompe una tradición filiada en una reglada “teoría de la técnica”, que considera a la contratransferencia como referencia central. Lacan sostiene, por el contrario, que la tarea consiste en instalar un encuentro transferencial, que trascienda las resistencias del analista y del paciente, para acceder a la simbolización de los traumas infantiles, y poder incluirlos así en una narrativa que funde un estilo propio (Lacan, 1951). Si bien la clínica lacaniana se plantea como una clínica bajo transferencia, la tarea consiste en interpretar no en la transferencia sino la transferencia, básicamente cuando ésta opera como resistencia, para arribar a su contenido originario y a sus fuentes históricas olvidadas. La transferencia positiva sublimada es condición de la cura, pero cuando emergen transferencias negativas o eróticas, que debilitan o estancan el movimiento del análisis, se las debe disolver interpretativamente, para poder relanzar así el proceso, y recuperar los fragmentos re-

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primidos del pasado que fuerzan repeticiones. Así escribe Fink (2007, pp. 280.281): “Cuando la experiencia del analizante se resiste a ser puesta en palabras, éste se aferra, interroga o se descarga con la única persona presente: el analista. La transferencia es, así, un producto directo de la resistencia, de la resistencia que lo real (por ejemplo, el trauma) erige contra la simbolización, contra la puesta en palabras. [...] La interpretación debe apuntar al acontecimiento o a la experiencia traumática que está resistiendo a la verbalización, no al mero hecho de la resistencia”. La cura consiste en otorgar Nombres a los traumas padecidos, que generaron agujeros desprovistos de representaciones, dada una historia libidinal signada por figuras parentales caracterizadas por su ineficacia simbólica y su violencia pulsional. Las palabras del analista deben suturar estas zonas vacías, que aspiran al sujeto hacia su autodestrucción, y fuerzan identificaciones con “no lugares”, que angustian por carecer de bordes y límites, y que tienden a ser ocupados por objetos de goce. La práctica analítica supone una labor de distinción –que permita reconocer la diferencia absoluta entre la mismidad y la alteridad y entre la masculinidad y la feminidad–, y de nominación –que posibilite nombrar los significantes faltantes de la historia–. Resulta por lo tanto muy importante sostener un vínculo transferencial articulado simultáneamente sobre la hospitalidad de la atenta escucha –destinada a hacer conscientes las motivaciones inconscientes del enfermar–; la contención afectiva –necesaria para reinstalar el reconocimiento amoroso esencial para constituirse como sujeto de la palabra–; y la puesta firme y sin concesiones de límites –imprescindible para acotar el goce y restituir la legalidad socio-simbólica–. El fin de análisis supone que el paciente debe resignar la presencia del analista, para enfrentar en soledad el amo absoluto-la muerte, difícil tarea que tiende a ser eludida a través de la prolongación ilimitada de la cura, o en el caso de su conclusión, por la recaptura imaginaria de la figura del analista, en las “paranoias postransferenciales”. Debemos remarcar que el pluralismo institucional en APA ha posibilitado la transmisión de la enseñanza de Lacan, que piensa al psicoanálisis como una ciencia conjetural del sujeto, creada a partir del dispositivo clínico, entendido como un (des)encuentro dialógico entre dos sujetos en transferencia recíproca. Recordemos entonces que una de las preocupaciones esenciales de Lacan se refiere a las vicisitudes de la transmisión del saber freudiano y a la formación de los analistas. Lacan sostiene que, dado que el objeto de la transmisión resulta el lenguaje mismo, los psicoanalistas debemos inscribir los hechos traumáREV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 587-601

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ticos padecidos por el paciente, en una historia y una narrativa simbólica, que otorgue sentidos, hasta el límite mismo de lo real. Entonces la transmisión de la clínica forma parte de la clínica misma, la que empero puede también derivar en una patología de la transmisión, en especial cuando ésta adopta la forma de una ecolalia mimética que incluye forzadamente el caso singular en la universalidad de un esquema. La poética del desecho que postula Lacan, implica que el analista pueda leer los significantes y las letras que aluden al “objeto caído” como la cifra oculta del goce perdido, y no aspire a la adecuación sin resto de las palabras a las cosas, de la verdad al saber, de los dichos al decir, en fin, que acepte que las representaciones gravitan alrededor de un agujero, puro vacío que funciona como el objeto-causa-de-deseo. La transmisión del psicoanálisis supone pues la aprehensión de una nueva escritura, nominación con la cual se puede objetivar la falta y dar cuenta del funcionamiento imaginario, simbólico y real de la letra, lo que permite dar cuenta de las posiciones existenciales en función de la tríada: el sujeto dividido, el saber inconsciente y el sexo-castración. ¿Cuáles son las referencias que deben guiar en los próximos años la transmisión de la teoría lacaniana en nuestra institución? Sostengo que además de un exhaustivo y riguroso conocimiento de la obra de Freud, debemos abrir el diálogo con lo poético y lo filosófico. Lo poético, entendido como las diversas prácticas de escritura que parten de la nada, constituye un acontecimiento que se revela como un rayo en el núcleo más real del Ser, y que, como figura sublime de la pulsión de muerte, amenaza a las estructuras que configuran la comunidad, organizada por las leyes y la memoria. Lo filosófico, expresión del discurso organizado y ya no de la palabra, propicia el pensamiento simbólico que sostiene la ética del “estar juntos”, por lo que opera como figura ejemplar de la pulsión de vida, ligada por ende a la participación grupal, a la creación colectiva y a la transmisión generacional. Por lo tanto, el psicoanálisis podrá consolidar su especificidad clínica y la singularidad de su práctica, a partir de un diálogo fecundo con otros campos del saber que incitan al estudio de la subjetividad, sin obturar el lugar vacío de la causa. Para concluir diremos que la transmisión del psicoanálisis en el marco de una institución pluralista como la APA adquiere toda su potencia cuando se depone la autoridad de todo saber hegemónico, supuesto como la única verdad, y cuando se posibilita por ende hablar a todo sujeto que la integra, para que este logre relatar su advenimiento como analista, a partir de lo que “era sin saberlo”.

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Resumen El autor describe las resistencias que debió vencer la obra de Jacques Lacan para lograr su inclusión y estudio en nuestra institución, hace ya alrededor de treinta años. Atribuye las mismas, además de la complejidad de su estilo, al hecho de que las corrientes psicoanalíticas hegemónicas se vieron obligadas a revisar críticamente sus posiciones, dado que los originales planteos de Lacan acerca de la práctica clínica y teórica, como así también sobre la transmisión del saber freudiano y la formación de los analistas, cuestionaban las ideas establecidas. El autor señala cómo el discurso psicoanalítico imperante, que se hallaba a la sazón signado por la teoría de las “relaciones objetales”, se vio confrontado por un pensamiento que centraba sus teorizaciones en falta-castración, como eje de todos sus desarrollos. El autor expone las diferencias conceptuales entre el pensamiento lacaniano y las corrientes tradicionales, influidas por Melanie Klein, para lo cual aborda entre otros temas: el proceso de constitución subjetiva, las estrategias defensivas frente a la castración, los registros Imaginario, Simbólico y Real, las funciones parentales y sus fallas, el concepto de objeto a. El autor efectúa finalmente algunas consideraciones referidas al pensamiento lacaniano en la actualidad, a su transmisión y a sus posibles desarrollos en el marco de una institución pluralista como la APA. DESCRIPTORES: TEORÍA LACANIANA / RESISTENCIA / INSTITUCIÓN PSICOANALÍTICA / TEORÍA KLEINIANA / / FORMACIÓN PSICOANALÍTICA

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Resumo LACAN NA APA O autor descreve as resistências que a obra de Jacques Lacan teve que vencer para ser incluída e estudada na nossa instituição, há mais ou menos trinta anos. Essa resistência deveu-se, além da complexidade de seu estilo, ao fato de que as correntes psicanalíticas hegemônicas se viram obrigadas a revisar criticamente suas posições, tendo em vista que as afirmações originárias de Lacan sobre a prática clínica e teórica, como também sobre a transmissão do saber freudiano e a formação dos analistas questionavam as idéias estabelecidas. O autor destaca como o discurso psicanalítico imperante, que nesta oportunidade se encontrava fundamentado pela teoria das “relações objetais”, viu-se confrontado por um pensamento que centrava as suas teorizações em falta- castração, como eixo de todo o seu desenvolvimento. O autor expõe as diferenças conceituais entre o pensamento lacaniano e as correntes tradicionais, influenciadas por Melanie Klein, abordando, entre outros temas, o processo de constituição subjetiva, as estratégias defensivas ante a castração, os registros Imaginário, Simbólico e Real, as funções parentais e as suas falhas, o conceito de objeto a. Finalmente, faz algumas considerações referentes ao pensamento lacaniano na atualidade, a sua transmissão e os seus possíveis desenvolvimentos no marco de uma instituição pluralista como é a Associação Psicanalítica Argentina (APA). PALAVRAS-CHAVE: TEORIA LACANIANA / RESISTÊNCIA / INSTITUIÇÃO PSICANALÍTICA / TEORIA KLEINIANA / / FORMAÇÃO PSICANALÍTICA

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Bibliografía

The author describes the resistance that the works of Jacques Lacan needed to overcome before they acquired inclusion and study in our institution, approximately thirty years ago. He attributes this resistance, beyond the conplexity of Lacan’s style, to the fact that the hegemonic psychoanalytic schools were forced to critically review their positions in the light of Lacan’s original proposals concerning clinical practice and theory; his proposals on the transmission of freudian knowledge and the training of analysts also questioned established ideas. The author points out how dominant psychoanalytic discourse, at that time marked by “object relations” theory, was confronted by thinking whose theorization focused on lack-castration as the line of all its developments. The author discusses conceptual differences between lacanian thinking and traditional schools, influenced by Melanie Klein, in the course of which he takes up other subjects such as: the process of subjective constitution, defensive strategies against castration, the Imaginary, Symbolic and Real registers, parental functions and their defects and the concept of object a. He concludes with some considerations referring to lacanian thought today, its transmission and possible developments in the context of a pluralistic institution such as the A.P.A.

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KEYWORDS:

/ RESISTANCE / PSYCHOANALYTIC / PSYCHOANALYTIC TRAINING

LACANIAN THEORY

PSYCHOANALYTIC TECHNIQUE

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INSTITUTION

/

KLEINIAN THEORY

/ (Este trabajo fue seleccionado para su publicación el 9 de octubre de 2009.)

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Puntuaciones sobre el yo en Lacan *Jorge Luis Santalla

“Cuando Narciso murió, el riachuelo de sus arrobamientos se convirtió de ánfora de agua dulce en ánfora de lágrimas saladas, y la Oréades vinieron llorando por el bosque a cantar junto al riachuelo y a consolarlo. Y al ver que el riachuelo se había convertido de ánfora de agua dulce en ánfora de agua salada, soltaron los bucles verdosos de sus cabelleras, gritando al riachuelo. Y le dijeron: No nos sorprende que llores por Narciso, que era tan bello. Pero ¿era tan bello Narciso? –dijo el riachuelo–. — ¿Quién mejor que tú podría saberlo? –respondieron las Oréades– . Él nos desdeñaba; pero te cortejaba a ti, dejando reposar sus ojos sobre ti, contemplando su belleza en el espejo de tus aguas. Y el riachuelo contestó: — Amaba yo a Narciso porque cuando se inclinaba en mi orilla y dejaba reposar sus ojos sobre mí, en el espejo de sus ojos veía reflejada mi propia belleza.” “El discípulo”, Oscar Wilde.

Introducción

En estos tiempos, la cuestión del Yo en Lacan implica una especie de “retorno a Lacan”, mas no sólo al espíritu de Lacan, como él lo propusiera respecto de Freud, sino a los períodos iniciales, en los que se ocupaba de la temática en lo que al cuestionamiento acerca del yo se refiere y fundamentalmente a algunas de las razones que lo motivaran. Tema que he tratado anteriormente (Santalla, 1997). Lacan dice que ingresó al psicoanálisis con la “escobilla” del estadio del espejo (Lacan, 1969), que lo conduce –creo– a barrer con algunas de las cuestiones acerca del tema que, según su interpretación no están claras, y de algún modo los que siguieron a Freud han descuidado o con* Dirección: Avda. Luis María Campos 146, 6º “C”, (C1425GEO) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. [email protected]

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fundido. Pero del “estadio” piensa hacer también un “perchero”, del que, veremos, podrán colgarse muchas cosas (Lacan, 1969). Entre los autores contemporáneos a los que a Lacan le interesaba interrogar y cuestionar estaban, por un lado, los nucleados en torno de la denominada Psicología del Yo –justamente– vale decir Hartman, Lowenstein y Kriss como sus referentes; a los que llamó, con su estilo peculiar, el “triunvirato que funciona en Nueva York” (Lacan, 1953-54, pág. 45). Autores que siguieran algunas de las líneas trazadas por Anna Freud y que se ocuparon de las denominadas áreas libres de conflicto del Yo, del tema del Yo y la “realidad” y el tema de la adaptación. Por otro lado, el kleiniano y sus desarrollos en torno de las nociones de posición, el psiquismo temprano y la de fantasía, con su consecuente propuesta interpretativa, entre otros. Y por último, necesariamente el primero: Freud, al que deseaba “retornar”. A los efectos de centrar la cuestión daremos algunos rodeos.

El yo “Somos lo que fingimos ser. Así que debemos tener cuidado con lo que fingimos.” Kurt Vonnegut

Si en una reunión de colegas se demandara por el sujeto que lleva nuestro nombre, no dudaríamos en responder: “soy yo”. En esta circunstancia, el vocablo “yo” es enunciado, en el plano de la comunicación, como pronombre personal de la primera persona del singular y denota específicamente a quien lo emite. Siguiendo con nuestra imaginaria reunión –y ya que estamos entre pares– podría suceder que diéramos en tratar el tema del “Yo” como entidad discernible en el psiquismo y, de ser este el caso, el vocablo no sería utilizado como pronombre, sino como sustantivo; denotando alguna “cosa”, “substancia” o “instancia” que lo defina. También es presumible que si los reunidos tuviéramos convicciones teóricas diferentes, serían igualmente diferentes las opiniones acerca de la denotación y connotación a la que el vocablo remitiría. Dado el caso invocaríamos “yoes”: “freudianos”, “kleinianos”,” hartmanianos”, “lacanianos”, “aulagnierianos”, etc. Diversidad que representa la complejidad del tema ya que, sea cual fuere la concepción teórica acerca del “yo”, ésta determina, contesta, una propuesta tanto práctica como ética. Habitualmente entre las atribuciones esenciales del yo han quedado ligados: la conciencia, la conciencia de sí, el conocimiento de las cosas y la existencia. Esta vinculación se sintetiza en la fórmula cartesiana, “Yo pienso, yo soy”. Fórmula que funda la certeza del sujeto a partir de sí mismo… de su yo. Episteme que representa el canon idealista del mo-

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delo que opone al objeto como secundario a la certeza del Yo. Deberemos atender, con Lacan, a todas estas inquietudes. Pero antes un resumen, sumario, de Freud.

Freud “El yo juega ahí el risible papel del payaso del circo, quien, con sus gestos, quiere mover a los espectadores a convencerse de que todas las variaciones que van ocurriendo en la pista se producen por efecto exclusivo de su voluntad. Pero sólo los más jóvenes entre los espectadores le dan crédito.” (Freud, 1914, pág. 51)

Al ver la luz la noción freudiana de inconsciente, se produce una revolución “copernicana” en la concepción del espíritu humano. Esta noción condiciona cualquier hipótesis que se construya acerca del enigmático “yo”, en tanto se debe reconocer, inexorablemente, la premisa de lo inconsciente. Pero esta premisa coloca al yo, y a la conciencia humana, en un lugar descentrado y equívoco respecto de sus posibilidades de aprehensión, y captación fidedigna, de alguna realidad de las “cosas”; tanto las referidas al mundo, como las remitidas a la propia intimidad. Primer problema, entonces, con Freud se introduce lo inconsciente, y también se complica el estudio y la utilización del vocablo “yo”. No es nuestro propósito repasar in extenso la obra de Freud en lo atinente al tema, que es muy vasta, nos limitaremos a un breve recorrido introductorio, que nos sirva al mismo tiempo de vía de acceso a Lacan. Veamos. En El yo y el ello (Freud, 1923) y en el “Esquema de psicoanálisis” (Freud, 1940[1938]), el yo aparece como instancia mediadora, encargada de la persona toda y atendiendo en su función a las demandas del ello, del superyó y del mundo exterior, real. Las funciones que se le atribuyen son de dos categorías muy disímiles entre sí, ya que provienen de los dos modos de la labor psíquica: consciente e inconsciente. Es así definible como un... “distrito de nuestra vida anímica” que “[...] dispone de los movimientos voluntarios. Tiene la tarea de la autoconservación, y la cumple tomando hacia afuera noticia de los estímulos, almacenando experiencias sobre ellos (en la memoria), evitando estímulos hiperintensos (mediante la huida), enfrentando estímulos moderados (mediante la adaptación) y, por fin, aprendiendo a alterar el mundo exterior de una manera acorde a fines para su ventaja (actividad); y hacia adentro, hacia el ello, ganando imperio sobre las exigencias pulsionales, decidiendo si debe consentírseles la satisfacción, desplazando esta última a los tiempos y circunstancias favorables en el mundo exterior, o sofocando totalmente sus excitaciones” (Freud 1940 [1938], pág. 144). Por lo

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tanto, y hasta el momento, el yo es contradictorio y paradójico. En tanto que es encargado y representante de una especie de central de gestión del sujeto, está aferrado a la “realidad” y necesita del conocimiento para su subsistencia y adaptación. En tanto el ejercicio de la defensa se constituye como desconocimiento de sí, desmintiendo a lo inconsciente, alejándose de su verdad y también de la “realidad”; “yo no miento”, dirá el sabio y mentiroso… “yo”. Esta ambigüedad lo hace, en verdad, poco fiable y poco cartesiano; y no esclarece cuál de los yoes en cuestión es el que enuncia ese enunciado. Esta condición se condensa en la conocida frase freudiana que representa la tercera injuria narcisista de la humanidad: “El yo no es amo en su propia casa” (Freud, 1917 [1916], pág. 135). Sigamos por otro punto. Freud, en “Introducción del narcisismo”, propone que el pasaje del autoerotismo al narcisismo requiere de una “nueva acción psíquica”, y lo dice así: “Es un supuesto necesario que no esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad comparable al yo; el yo tiene que ser desarrollado. Ahora bien, las pulsiones autoeróticas son iniciales, primordiales; por tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se constituya” (Freud, 1914, pág. 74) y, de ese modo, constituirse como entidad investida. ¿Cuál será, en opinión de Lacan, la nueva acción psíquica de la que habla Freud? En el universo freudiano hay otra versión del yo, que sigue una lógica diferente, y que involucra a su relación con los otros: El yo como sedimento de antiguas relaciones de objeto perdidas-abandonadas; como precipitado de identificaciones con el otro (Freud, 1923). Paradigmáticamente es la identificación que corresponde a los otros que componen los objetos y la trama del complejo de Edipo. En consecuencia este Yo, por imperio de la susodicha identificación, “es” esa historia, omnipresente. Freud propone también otra identificación, una muy originaria, constituyente, precedente a la mencionada y a la que prepara el “terreno”: la identificación primaria, y que define como “una identificación inmediata {no mediada}, y más temprana que cualquier investidura de objeto” (Freud, 1923, pág. 33). Categorizando de ese modo dos identificaciones: la primaria y la edípica. Por último –“last but not least”–, la concepción del yo como una superficie. En El yo y el ello, dice Freud: “El yo es sobre todo una esenciacuerpo, no es sólo una esencia-superficie, sino, él mismo, la proyección de una superficie” (Freud, 1923, pág. 27). Todo lo dicho requerirá una interpretación por parte de Lacan.

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El yo y la “realidad” “La realidad es el producto de los sueños de los muertos.” Jorge Luis Borges; reportaje de Ana Barón, Somos, Buenos Aires, 24/2/78. “Y es que en este mundo traidor, no hay verdad ni mentira: todo es según el color del cristal con que se mira.” Campoamor

Alguna de las cuestiones más ásperas en lo que a los atributos del yo se refiere, son las que involucran lo que tiene que ver con la “adaptación a la realidad”. Por lo tanto, se hacen necesarias algunas puntuaciones acerca del estatuto que podamos otorgar al yo en relación con éstas cuestiones. Lo haré con mis palabras que siguen el espíritu del razonamiento lacaniano, según creo. Freud establece como “principio de realidad” a la capacidad de discriminar percepción de recuerdo (también se puede formular como signo de percepción como discriminable de la representación) (Freud, 1911, 1950 [1895]), sólo eso; vale decir que el principio de realidad no es definido a partir de una supuesta capacidad del yo de captar “LA realidad”, sino a la posibilidad de discriminar una cosa del mundo, de una cosa en tanto representación, o sea, recuerdo, deseo. Luego la concordancia o discordancia entre ambas permite diferentes posibilidades de tramitación y que pueden ser definidas, básicamente, de las siguientes maneras: una, como la “identidad de percepción”, o sea, hacer de la cosa en el mundo idéntica a la cosa recordada, cuyo referente fenoménico es la alucinación; otra, la correspondiente a la “identidad de pensamiento”, lo que equivale a hacer de la cosa del mundo análoga a la cosa recordada y –luego del establecimiento de un juicio, un rodeo por el pensamiento– autorizar una acción que pueda conducir a la satisfacción en juego (Freud, 1911, 1950[1895]). En resumen, el principio de realidad, por lo menos en Freud, no supone una adaptación a “LA realidad” sino a una operación entre la persona y la cosa; y no olvidemos que Freud se define como kantiano. Esto permite comprender que cada persona, de acuerdo a sus recuerdos, (representaciones, huellas mnémicas) “encuentre” y hasta “construya” diferentes “realidades”; o sea, que signifique de diferentes modos las cosas del mundo. Otra cuestión, e inextricablemente anudada con la anterior, es la correspondiente a las identificaciones. Esquemáticamente: si una cosa en el mundo es significada como prohibida –y por lo tanto coincidente con un objeto (representación) del universo psíquico individual por referir, en última instancia a lo incestuoso– no importan las cualidades perceptuales, o atributos, que se le puedan adjudicar más allá del sujeto, la cosa está proscripta, y esta proscripción –insistamos–, en términos de identi-

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ficaciones, sólo es significativa en la historia de la persona en cuestión. Historia que, significación mediante, opera determinando aún las cualidades “perceptuales” de la cosa en juego. Ésta es otra de las condiciones que hacen a la poca credibilidad del yo y su relación con la percepción ya que, desde ambos modelos freudianos, no se puede atribuir al yo y sus relaciones con las cosas otra capacidad que la de discriminar entre lo percibido y lo recordado, y a partir de dicha discriminación actuar. Por último, dos temas de importancia decisiva a los efectos de nuestra clínica. Lo antedicho explica el fenómeno por excelencia que la compromete, o sea la transferencia, en la medida en que, según Freud, se produce a favor de la atemporalidad y la “tendencia alucinatoria de lo inconciente” (Freud, 1912, pág. 105). En sintonía con todos estos desarrollos se sitúa otra de las peculiaridades más significativas, y de las que Lacan hará un pivote fundamental en lo que a las condiciones del yo acerca de “sus” verdades: la Negación (Freud, 1925). En este caso es también emblemática la posición que supone para el hablante la pronunciación del “no” (“no miento”), que delata la operación represiva sobre una positividad desiderativa, que el vocablo pretende abolir. Iremos reviendo estas y otras inquietudes, ahora con Lacan.

Puntuaciones en Lacan “El yo es nuestro mayor pecado. Pero el yo tiene poco que ver con la individualidad, con ser distintos a los demás. Digamos que los humanos somos distintos unos a otros por algo que desconocemos. Creemos que somos distintos unos a otros por nuestro amado yo, pero no es así, es por otra cosa. Tres de los autores que siempre he admirado: Schopenhauer, Hume y Berkeley siempre hablaron del yo como una ilusión, y creo que estaban en lo cierto. Hume decía una frase linda: ‘Cuando me busco, nunca estoy en casa’.” J.L. Borges

La voluntad de formalización de Lacan se plasma en la propuesta, prácticamente desde sus comienzos, de lo que denomina los tres registros, o dimensiones, de la experiencia humana: Lo Imaginario. Lo Simbólico y lo Real. En cada uno puede ser inscripta la cuestión del yo, aunque de distintas maneras. Lo que puntuaremos estará restringido a la lógica de lo Imaginario, de la que forma parte y contribuye a definir. Lo será a los fines del recorte que supone el tema y el rescate de los primeros desarrollos del maestro francés, aunque –subrayo– mantiene su inquietud hasta los últimos seminarios. Ya con la tesis de doctorado en Psiquiatría, “De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad” –el caso Aimée–, que data de 1932, se ocupa de aspectos relacionados con el tema, y uno se destaca por su acercamiento a lo que nos interesa, y es el REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 603.619

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cuadro que describe como “paranoia de autopunición”, o sea el ataquecastigo ejecutado sobre otro, pero que cae simultáneamente sobre el sujeto que lo ejecuta (Lacan, 1932). También hay menciones en un escrito cerca de “La familia” que apareció publicado en 1938 en la Encyclopédie Française –que se ha estimado “prelacaniano”– y que son muy claras acerca de lo que seguiremos puntuando (Lacan, 1938). Partamos, sin embargo, del primer artículo en el que Lacan se ocupa detalladamente del tema –la mentada “escobilla-perchero”– presentado al Congreso Psicoanalítico Internacional celebrado en Marienbad en 1936, del que no quedó registro, pero que él recuerda en algunos lugares (Lacan, 1951, pág. 181). Es en el de Zurich, en 1949, y con la posterior publicación de los Escritos, que hay testimonio textual de su interés. Obviamente nos estamos refiriendo al renombrado “estadío del espejo”, y que reconoce una diversidad de antecedentes que vale la pena recordar. Años antes, Henri Wallon, desde la psicología y en una vertiente evolutiva, escribe un trabajo acerca de la experiencia del espejo, en el que registra un conjunto de precedentes, y en él cita a Baldwin, Darwin, Guillaume, Preyer y Charlotte Bühler (Wallon, 1934), aunque en este artículo Lacan no cita, extrañamente, a Wallon (Lacan, 1949). Naturalmente la formación intelectual de Lacan va a incidir en la lectura, interpretación y alcance que le dará a la experiencia del espejo. La que aporta, hasta el momento, un hecho de observación, empírico, y no mucho más. En Francia hubo dos grandes lectores e intérpretes de Hegel, uno de ellos fue Alexander Kojève, el otro Jean Hyppolite, el gran traductor de Hegel al francés. Hyppolite participó de un afamado seminario de Kojève sobre la “Dialéctica del Amo y el esclavo” en Hegel, al que asistió Lacan, junto con otros que se fueron constituyendo en los interlocutores naturales de la Francia de esos tiempos. De modo que la experiencia del espejo, los mencionados temas freudianos que involucran a la identificación y el narcicismo, la citada negación, etc.; más la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel, y otros que iremos destacando encuentran en Lacan una combinatoria distintiva que lo lleva a los límites de una “estructura ontológica del mundo humano” (Lacan, 1949 ,pág. 86), nada menos. Y por ahí anda el yo. Intentemos desglosar el título del trabajo, a ver qué nos anticipa: “El estadio del espejo, como formador de la función del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica” (Lacan, 1949). Se impone un paréntesis a los efectos de aclarar un término del título. “Yo” en francés admite dos acepciones: “je” y “moi”, ambos pronombres de la primera persona del singular. En la época del “estadio del espejo...”, Lacan no había introducido aún entre ambos una discriminación significativa de interés teórico. En la medida en que la introduzca,

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será el yo (moi) el asimilable al yo del espejo, e imaginario, aunque en la obra que nos ocupa lo denomine “je”. A los efectos, de ahora en más, utilizaremos el pronombre yo como moi, sin hacer, la discriminación aludida. Primer punto: “El estadio del espejo...”. Todavía no hemos mencionado en qué consiste, pero podemos comenzar por acá. Wallon parece otorgarle un estatus genético, de desarrollo o período de aprehensión cognositiva de la imagen del cuerpo que, a la manera de los dientes de leche, es abandonado para ser superado y suplantado por los que le siguen; en Lacan no es así; fundamentalmente porque su pensamiento no es evolutivo. Para él es estadio –o también fase– en tanto muestra una experiencia instantánea, como “momento que no es de historia sino de insight configurante” (Lacan, 1966, pág. 77) como virtualidad presente constante. O sea que no es superable con el tiempo, ni elaborable a los efectos de alguna producción que lo trascienda, o lo suprima. Segundo punto: “como formador de la función del yo (je)”. El enunciado está indicando algo que parece obvio: el estadio del espejo forma la función del yo. Pero ¿cuál? Lacan nos anticipa, en los comienzos mismos del trabajo, el desenlace. De la experiencia del espejo “hay que decir que nos opone a toda filosofía derivada directamente del cogito” (Lacan, 1949, pág. 99). El cogito cartesiano, naturalmente. Ergo, la función del yo, en el estadio del espejo, se constituye en una experiencia que lo opone al yo cartesiano. Arriba introdujimos desde una versión metapsicológica, las características poco cartesianamente confiables del yo. Al “Yo pienso, yo soy”, la respuesta lacaniana es, posteriormente, una aparente paradoja: “Pienso donde no soy; luego, soy donde no pienso”; apólogo que para su elucidación requeriría otro contexto explicativo. (Lacan, 1957b, pág. 484). Tercer punto: Todo lo anterior se nos revela ahora, en la “experiencia psicoanalítica”, por lo tanto podemos ver su efecto estructural y estructurante permanente –en el hic et nunc de la transferencia– lo que equivale a afirmar, nuevamente, que ésta no es una cuestión que pasó, de una vez y para siempre, sino que sigue pasando, y determinará algunos de los fenómenos que iremos viendo. ¿Y en qué consiste esta afamada experiencia y cómo es que tiene que ver con el yo? Vamos a ella. Coloquemos a un niñito frente a un espejo, y al lado de él un chimpancé, y asistiremos a una escena que se puede definir, según Lacan, como fundante, por lo menos para el infans; ¿y qué se dramatiza, y funda? Veremos “el espectáculo sorprendente de un lactante ante el espejo, que todavía no tiene el domino de la marcha, ni siquiera del estar de pié, pero que, al estar abrazado por un sostén humano o artificial [...] sobrepasa en un jubiloso ajetreo las trabas de tal apoyo, para suspender su actitud en una posición más o menos inclinada, repitiendo, para fiREV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 603.619

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jarlo, un aspecto instantáneo de la imagen” (Lacan, 1949, pág. 100). El inicio de tal espectáculo se sitúa en los seis meses y abarca hasta el año y medio. El infans –vale decir, el que no habla–, dice Lacan: “reconoce su imagen en el espejo como tal”, reconocimiento que es significado en un “jubiloso ajetreo” por la vivencia del ¡aha! (aha-erlebnis) (Lacan, 1949, pág. 99). ¿Qué deriva Lacan de esto? El infante se ha precipitado en la imagen del espejo, y se ha identificado con ella (a menos que se explicite, todas las cursivas son mías). En una experiencia inefable que culmina en el jubiloso e instituyente: “ ¡YO SOY ESE!”. He aquí el YO. Desglosemos ahora “el estadío” en algunos “momentos” para comprender mejor la dialéctica de la identificación y otros fundamentos en los orígenes del yo. En un primer momento –o fase–, el niñito confunde la imagen del espejo con un ser real, carnal, material, de forma que es equiparable al chimpancé, y se comporta como tal, aunque éste posee una capacidad motora de la que el infante no dispone, porque ha nacido en estado de prematuridad biológica (Lacan, 1949, pág. 102), en cierto estado de fetalización según la hipótesis de Bock, que cita Lacan (1951, pág. 182). El mono intenta atrapar al otro mono –al que cree otro y que ve delante– por los medios que le son naturales. En el momento siguiente se produce la discriminación entre la imagen, reconocida como tal, y un ser material y acá el primate se separa del hombrecito. El chimpancé se desentiende de la cuestión, su vida no está más comprometida en esa experiencia. Mientras que la cría humana, permanece extasiada, atrapada por –y frente a– la imagen, y, en el último momento, se precipita en la imagen identificándose, alienándose, fijándose, extática, en ella. Esto es lo que da singularidad a la especie. ¿Qué conclusión extrae Lacan del “estadio”?. El Yo humano se constituye por identificación especular –imaginaria– con… otro. Pero ¿por qué “otro”, si la imagen que se refleja es la de “él”? Cualquier observador externo certificaría que la imagen con la que el niño se identifica “es la de él”; es más, Wallon también. Sin embargo, la consecuencia lógica de la experiencia del espejo supone casi una inversión de la concepción cognoscitiva del observador inocente, en la medida en que postula que el conocimiento de sí se constituye para-noicamente (por fuera de sí). Yo soy lo que ofrece la imagen, o sea que, a los efectos de la precipitación identificatoria, yo soy… en la imagen. Y he aquí la distinción esencialmente lacaniana de la función del yo, la función es de desconocimiento, y es en esta cuestión que Lacan funda y justifica –junto a la insoslayable clínica y otras razones– la condición de oposición a toda filosofía del cógito. El yo, en el sentido en el que venimos acompañando a Lacan, y al mismo Freud, es poco creíble. Cierta convicción de que “soy yo” lleva la

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marca de las identificaciones alienantes en las que se rubrica el origen “made in… otro”; “yo es otro”, dijo Rimbaud. Desconocimiento de sí, entonces, en tanto que la identidad yoica se ha gestado como imagen, precipitada, alienada en el otro, aunque “yo”, en mi conciencia, tenga la pretensión de autonomía, la ilusión de independencia y la presunción de autosuficiencia, que suelen acompañar al inefable… yo. “La única función homogénea de la conciencia está en la captura imaginaria del yo por su reflejo especular y la función de desconocimiento que permanece por ello ligada a ella”, dirá Lacan (1964, pág. 811). En este contexto, la libertad que suele ser invocada por el yo, no será otra cosa que una presunción imaginaria, casi delirante, con la que nos solazamos en la vida cotidiana. Dice Lacan: “El yo del que hablamos es absolutamente imposible de distinguir de las captaciones imaginarias que lo constituyen de cabo a rabo, en su génesis y en su estatuto, en su función como en su actualidad, por otro y para otro. Dicho de otra manera, la dialéctica que sostiene nuestra experiencia, situándose al nivel más envolvente de la eficacia del sujeto, nos obliga a comprender el yo de punta a punta en el movimiento de enajenación progresiva en que se constituye la conciencia de sí en la fenomenología de Hegel” (Lacan, 1954, pág. 359). La captación por la imago, va a decir Lacan, recordando el término que fuera introducido por Jung y utilizado habitualmente para la asunción identificatoria de una imagen. Imago que a los efectos de la identificación sigue las leyes de la gestalt y es en la que el infans se aliena y en la que encuentra la anticipación imaginaria de una totalidad y completud que propioceptivamente es imposible, dada su prematuración específicamente humana. Así, “el desarrollo [del yo] es vivido como una dialéctica temporal que proyecta decisivamente en historia la formación del individuo: el estadío del espejo es un drama cuyo empuje interno se precipita de la insuficiencia a la anticipación; y que para el sujeto, presa de la ilusión de la identificación espacial, maquina las fantasías que se sucederán de una imagen fragmentada del cuerpo hasta una forma que llamaremos ortopédica de su totalidad –y a la armadura por fin asumida de una identidad enajenante–, que va a marcar con su estructura rígida todo su desarrollo mental” (Lacan, 1949, pág. 102). El hombrecillo que nace prematuro, en una inmadurez propioceptiva que lo constituye en un cuerpo incoordinado, y autoerótico, encuentra, en la imagen en la que se precipita anticipatoriamente, la unidad imaginaria de un yo que, prótesis mediante, “se cree”, lo que no es; consiguiendo, para la ocasión, el triunfo “imaginario en anticipar un grado de coordinación muscular que todavía no ha logrado” (Lacan, 1951, pág. 182). Recordemos ahora la noción de identificación primaria: “previa a toda investidura de objeto”, como citáramos arriba. Lacan va a enconREV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 603.619

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trar en “el estadio” una manera de explicar y comprender dicho concepto proponiendo, como se deriva de lo dicho, que es la identificación imaginaria, especular, la que da cuenta de dicha identificación primaria. Pero, veamos una consecuencia casi natural de la cuestión. ¿No es en tanto imagen, un “objeto” que se puede investir libidinalmente? Sí, y así se constituye entonces el yo del narcisismo primario. Son la identificación y la consecuente configuración del yo imaginario la “nueva acción psíquica” que requería Freud para el pasaje del autoerotismo al narcisismo, según la interpretación de Lacan (1946, 1949). Y que da al yo el carácter de integración narcisista que le es inmanente. Si se inviste libidinalmente la imagen, en las condiciones que hemos señalado, se inviste una figura que pasa a ser la “imagen del cuerpo propio”, o dicho en otros términos, la imagen investida será un soporte de la “anatomía imaginaria”, erotizada, de la que da cuenta la histeria, y la patología del miembro fantasma, por ejemplo (Lacan, 1951, pág. 179). Es decir, el cuerpo libidinal, el “Yo corporal”, como “proyección de una superficie”, del que hablara Freud. Hemos dicho que el infante encuentra “su forma” –Yo– en la imagen del espejo, forma alienada y anticipada de una totalidad imposible que es amada narcisísticamente; también hemos dicho que se identifica con el otro. Pero... ¿con el otro? Todavía debemos esclarecer la cuestión. Hay un morir Hay un morir si de unos ojos Se voltea la mirada de amor Y queda solo el mirar de vivir. Es el mirar de sombras de la muerte, No es muerte la libadora de mejillas, Esta es muerte: olvido en ojos mirantes Macedonio. Fernández

Hasta el momento hemos recorrido “el estadio” entendiendo que el espejo es partícipe material de la experiencia, ahora vamos a introducir otra dimensión, la metafórica. Diremos que, en tanto metáfora, es la que ilumina las relaciones de identificación con el otro (autre, en francés, y que va a quedar representado por una “a” minúscula, como lugar diferente al gran A [Autre], el que supone el orden simbólico). Con cualquier otro que esté en ese lugar. ¿Con qué del otro se identifica el hombrecillo? ¿Sólo con su forma, con su estética? No. Entonces ¿con qué del otro? Y aquí aparece nuevamente Hegel... con el deseo del otro. De tal manera que el Yo, a partir de que se identifica con el otro, es decir con el deseo del otro, “se hace” deseo del otro, en la doble condición que supone el

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“del”. Tanto se coloca en situación de “objeto” del deseo del otro, como deseando el deseo del otro; o sea en condición de genitivo, tanto subjetivo como objetivo. Vale decir: Deseo del deseo del otro, en el que el deseo de reconocimiento juega un rol definitivo. Pero hemos hablado de un objeto. ¿Y qué “objeto” puede figurar en el vocabulario freudo-lacaniano? El falo. Más dado en el registro en el que se juega el drama, será el falo imaginario vg., insustancial. Veamos. Si pusiéramos en el lugar del otro a la madre (si se quiere puede ser el analista), es posible decir que, en tanto el infante se identifica con el falo imaginario, cumple con el deseo de completud de ella, ya que el hombrecito “le da” y “es” lo que ella desea, con la inmanente esperanza de contraprestación. Se coloca a la manera de un “Yo ideal” (Lacan, 1960, pág. 639), que la colma en el lugar de la falta; siempre y cuando le atine. “Si el deseo de la madre es el falo, el niño quiere ser el falo para satisfacerlo” (cursiva en el original) (Lacan, 1958, pág. 660, 1957-58). Y todo circula sostenido por una mirada de reconocimiento, que es ya, de entrada, un esbozo de orden simbólico. Mirada cuya ausencia hunde al humano –ya no importa que sea niño– en una especie de muerte por inanidad y marasmo del ser. Pero, en la medida en que la aceptación por el otro regresa como reconocimiento –amor– el yo, eufórico, se inflama. Se colma del grandor narcisista, imaginario e infatuado, en el que se rescata. Pero esta resurrección ya presagia que, ante el menor desvío del reconocimiento, “se pincha el globo”, con la depresión consecuente. El enamoramiento con su condición de entrega y “sacrificio” encuentra un dato estructural en esta dramática y acerca las condiciones que hacen comprensible tanto la oblatividad obsesiva, como la fácil y voluble fascinación histérica ante el deseo del otro, con la inefable promesa y cuyo destino es harto conocido. “Tú venciste y yo muero. Pero desde ahora también estás muerto para la esperanza. Yo era tu propia vida; mira en mi muerte, mira en esta imagen, que es tuya, de qué manera te has matado a ti mismo.” Edgard Allan Poe: “William Wilson”. “Todo suicidio es un homicidio tímido.” Cesare Pavese

Ahora tenemos al yo imaginario que ha establecido una relación con el otro que, en tanto espejo es, al mismo tiempo, el propio yo, es decir su doble, su alter ego. Esta particularidad se presta para explicar una derivación sumamente interesante de la situación del espejo: el otro, en la misma medida en que es objeto de deseo y quien lo ofrece, es quien obstruye, como rival, a mi deseo y, en tanto se cumple el circuito a la manera de una cinta de moebius, en la que circula el amor y el odio, es como un

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infinito. Por consiguiente, la identificación imaginaria es también la que conlleva una relación de tensión narcisística y agresiva con el otro y, en tanto puede ser definida como relación dual –moebiana– es de odiamoramiento o fascinodio, según el neologismo –hainamoration– creado por Lacan más tarde (Lacan, 1971-1973, pág. 110). “En efecto, en toda relación narcisista el yo es el otro, y el otro es yo” (Lacan, 1954-55, pág. 149). Dualidad que remite a los celos fraternos y encuentra en San Agustín una bella descripción: “He visto con mis ojos y observado a un pequeño dominado por los celos: todavía no hablaba y no podía mirar sin palidecer el espectáculo amargo de su hermano de leche” (Lacan, 1948, pág. 118). Amargura y fascinación porque la imagen grandiosa del otro vela que se encuentra en el mismo estado de menesterosidad original que “yo”. Rivalidad, porque esta relación narcisista entre el yo y el otro estará atravesada por una lógica de un solo lugar, una imagen-objeto para dos, o yo, o el otro. Con el falo imaginario como único referente que circula en un sin fin, están dadas las condiciones para que la agresividad, como tendencia, esté, junto al enamoramiento, a la orden del día; y la hegeliana lucha por el reconocimiento se recree en cada vuelta de la historia. Las fantasías agresivas hacia el otro son un representante de la necesidad de fragmentación del semejante y ocupar su lugar. Lo dicho hasta el momento también permite enriquecer la identificación de yo a yo que Freud describiera en Psicología de las masas (Freud, 1921, pág. 110), o las que se producen entre los acólitos ante cualquier líder carismático, a través del cual se pretende reconquistar algo del narcisismo maltratado. Tenemos en consecuencia al yo, que guarda una relación de dualidad y odiamoramiento con un alter ego y con el que se establece, por último, una relación de transitivismo: el niño que pega, dice ser pegado; se cae el amiguito y lloran ambos (Lacan, 1951, pág. 183). Según vamos desplegando el yo está permanentemente acosado en su narcisismo por un eventual des-completamiento, en equilibrio siempre inestable con el semejante. Equilibrio que, de romperse, amenaza con la fragmentación angustiosa –ahora del yo– que aparece como fantasía del “cuerpo fragmentado”, “en “trozos y pedazos” (corps morcelé) y que encuentra representaciones en sueños o en obras, como las de J. Bosco (Lacan, 1949, pág. 90; 1951, pág. 179), o la vivencia misma.

Algunos someros apuntes acerca del modelo kleiniano. Y la clínica

Los desarrollos kleinianos son de un alcance y profundidad que supera los comentarios que pudiéramos hacer en esta ocasión y a los que Lacan brinda detenida atención. Me propongo acercar la estructura de las diferencias

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entre Lacan y Klein. Lacan respeta a M. Klein, a la que llama una mujer de genio. Pero dada su tendencia a teorizar e interpretar a partir de la fantasía como arraigada en lo corporal (Isaacs, 1952, pág. 85), la llama “tripera” (Lacan, 1957a, pág. 420), creo sólo con el propósito de remarcar la diferencia, significativa, desde la cual parten en sus conceptos acerca del sujeto humano. Como vimos con Lacan nos constituimos a partir de otros y no de una estructura fantástica de raigambre somática prevalentemente; a las que significará como imaginarias. Justamente, al proponer el contenido imaginario de las relaciones con el otro, Lacan sostiene, también, que las interpretaciones kleineanas, basadas en los conceptos de “posición” y fantasía –que citáramos arriba– están impregnadas de una lógica imaginaria. El mecanismo que Klein llama proyección, por ejemplo, visto con la óptica lacaniana, formaría parte del registro imaginario, con todas las condiciones antedichas, incluyendo las ansiedades paranoides que, en opinión de Lacan son coherentes con las propuestas sobre el yo que hemos desplegado. En lo que a la introyección se refiere, Lacan la va a definir en la dimensión Simbólica (Lacan, 1953-54). En lo atinente al problema de la adaptación, en particular a la “realidad”, ha sido, creo, suficientemente analizado. En los términos que venimos desarrollando, es más bien el yo el que adapta la “realidad” a sus intereses. Algunas consecuencias clínicas de lo dicho hasta el momento. La principal advertencia que deriva de las cuestiones mencionadas se centra en el cuidado que debe tener el analista en establecer una relación yo a yo con el analizante sin sopesar que el destino, casi seguro, transitará entre un regodeo narcisista y una agresividad permanente. Lo dicho es fundamental para discernir de qué manera el narcisismo del analista está en juego en algunas posiciones “comprensivas” que, en oportunidades, sólo reflejan la dificultad de diferenciación ante el analizante, y el temor paranoico inherente. Es por eso que Lacan advierte acerca de la tendencia, incidentalmente exagerada, hacia la comprensión del… semejante (Lacan, 1955-56), ya que ahí anida nuestra resistencia. Y tenemos aquí uno de los puntos fuertes que hacen, según Lacan, a la posición del analista al colocar la resistencia de su lado… “no hay otra resistencia que la de analista” (Lacan, 1954, pág. 358); (Lacan 1955-56); para el caso, del narcisismo del analista. Los amores imaginarios solapados en una “transferencia positiva” suelen anticipar una tragedia “real”, dada la inercia natural del odiamoraminento en juego. Ésta es también una precaución a tomar ante la utilización de la contratransferencia, a veces sin demasiada elaboración subjetiva por parte del analista, como dato fidedigno del… ¿otro? A manera de recapitulación. La cuestión del yo es un drama y una comedia que se juega ahora, en la transferencia, con todas sus condiciones. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 603.619

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Este yo del que venimos hablando es una ficción, pero imprescindible; que contiene la precipitación primaria, gestáltica y sempiterna en la imago del otro. Que se configura como deseo de su deseo, y cuyo referente es el falo imaginario. Una imagen a la que le es dedicado todo el amor narcisista del que disponemos, armando una anatomía imaginaria, ortopédica, que nos ficciona completos y completando, en una relación odiamor que es permanente amenaza y zozobra. Es el yo que transita de la insuficiencia a la anticipación de lo imposible y que pretende obturar la falta en el otro. Pretensión ésta que lo destina a una ausencia de subjetividad, de servidumbre, de nadidad, aunque le provea la imprescindible, aunque fugaz, identidad que sostiene un inefable: “¿yo?”… ¡ideal!”. Este frágil yo requiere de una nueva operación, ahora Simbólica, que llamaremos castración y que tiene como consecuencia Otra identificación que le pertrecha de un Ideal del yo. Recién ahora verá el “mundo” un sujeto de la cultura, y que será nominado: Edipo.

Resumen En el trabajo, el autor se propone hacer una revisión y “retorno” a Lacan a los efectos de puntualizar los desarrollos en los que él hiciera particular hincapié en lo que a la temática del yo se refiere. A los efectos, el autor hace un breve recorrido por algunas de las principales cuestiones en las que se involucra al yo, con Freud, inicialmente, y con Hartmann y Klein, como interlocutores involucrados en algunas polémicas; por ejemplo el tema que presume al yo con las posibilidades de adaptación a la “realidad”. A partir del “estadio del espejo…” se puntualizan las situaciones mencionadas. La lógica que deriva de la versión lacaniana del espejo es la del yo y lo Imaginario. En ésta reina la identificación con el otro, del espejo y el semejante, y tiene como correlato el narcicismo, la imagen corporal, la rivalidad bajo la forma del odiamoramiento, la búsqueda de la completud y del completamiento del otro. El operador imaginario de la cuestión queda representado por el falo. El yo, en tanto desea ser el falo está en permanente amenaza de su sensación de completud. Es mediante la castración, como operador simbólico, que el infans “nacerá” al universo de la cultura. DESCRIPTORES: YO / LO REAL / LO IMAGINARIO / ESTADIO DEL ESPEJO / FALO / CASTRACIÓN

PRECISIONS

Summary LACAN

ON THE EGO IN

The author proposes a review and a “return” to Lacan, in order to describe the developments he most emphasized in regard to the subject of the ego. To this end, the author briefly reviews some of the major issues in which the ego is involved, initially in Freud and later in Hartmann and Klein, interlocutors in some polemics; for example, the issue which considers the ego’s possibilities of adaptation to “reality”. On the basis

JORGE LUIS SANTALLA

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of the “mirror stage...” these situations are mentioned. The logic which derives from the lacanian version of the mirror is the logic of the ego and the Imaginary. It is governed by identification with the other, the mirror and fellow human beings, whose correlate is narcissism, the body image, rivalry in the form of falling in love-hate, the search for completeness and to complete the other. The imaginary operator of this issue is represented by the phallus. The ego, as long as it desires to be the phallus, finds its feeling of completeness constantly threatened. It is through castration, as a symbolic operator, that the infans “is born” into the universe of culture. KEYWORDS: EGO / THE REAL / THE IMAGINARY / MIRROR STAGE / PHALLUS / CASTRATION

CONSIDERAÇÕES

SOBRE O

EGO

Resumo LACAN

EM

Neste trabalho o autor se propõe a fazer uma revisão e um “retorno” à Lacan, a fim de pontualizar os desenvolvimentos que ele defendia, especialmente o que diz respeito à temática do Ego. Por isso, o autor faz uma breve percorrida sobre algumas das principais questões nas quais o Ego está envolvido, inicialmente com Freud, e Hartmann e Klein como interlocutores implicados em determinadas polêmicas; como por exemplo, o tema que presume o Ego com as possibilidades de adaptação à “realidade”. A partir do “estágio do espelho…” as situações mencionadas são pontualizadas. A lógica que advém da versão lacaniana do espelho é a do Ego e o Imaginário. Ali, reina a identificação com o outro, do espelho e o semelhante e que tem como correlativo o narcisismo, a imagem corporal, a rivalidade sob a forma de “ódio e paixão”, a busca da completude e do completamento do outro. O operador imaginário da questão é representado pelo falo, entretanto o Ego deseja ser o falo que permanentemente se vê ameaçado pela sensação de completude. É mediante a castração, como operador simbólico, que o infante “nascerá” para o universo da cultura. PALAVRAS-CHAVE: EGO /

O REAL

/

O IMAGINÁRIO

/

ESTÁGIO DO ESPELHO

/

FALO

/

PUNTUACIONES SOBRE EL YO EN LACAN

— (1938): La familia, Argonauta, Buenos Aires, 1982. — (1946): “Acerca de la causalidad psíquica”, Escritos 1, Siglo XXI, 1985. — (1948): “La agresividad en psicoanálisis”, Escritos 1, Ibíd. — (1949): “El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica”, Escritos 1, Siglo XXI, 1985. — (1951): “Algunas reflexiones sobre el Yo”. Revista Uruguaya de Psicoanálisis. Vol. XIV, N° 2, 1976. — (1953-1954): Seminario Libro 1. Los escritos técnicos de Freud. Buenos Aires, Paidós, 1981 — (1954-55): Seminario Libro 2. El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica. Paidós, Buenos Aires, 1988. — (1955-56): Seminario Libro 3. Las psicosis. Paidós, Buenos Aires, 1988. — (1957a): “El psicoanálisis y su enseñanza”. Escritos 1, Siglo XXI, 1985. — (1957b): “La instancia de la letra en el inconciente o la razón desde Freud”. Escritos 1, Siglo XXI, 1985. — (1957-1958): Seminario Libro V Las formaciones de lo inconciente. Buenos Aires Paidós, 1999. — (1958): “La significación del falo”. Escritos 2. Siglo XXI. Ibíd. — (1960): “Observaciones sobre el informe de Daniel Lagache”. Escritos 2, Ibíd. — (1964): “Posición del inconciente”. Escritos 2. Siglo XXI. Ibid. — (1968): “Seminario 15. El Acto psicoanalítico”. Clase 5 10-01-68. Inédito. — (1972-1973): Seminario Libro 20, Aun. Paidós Buenos Aires, 1988. — (1974): “Introducción al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud”. Escritos 1. Siglo XXI. 1985. Santalla, J.L. (1997): “Puntuaciones sobre el yo… como introducción a Lacan”, en Desarrollos postfreudianos. S. Abadi (comp.), Fundación Universidad de Belgrano. Buenos Aires, 1997. Wallon, H. (1934): Los orígenes del carácter en el niño, Nueva Visión, Buenos Aires, 1980.

CASTRAÇÃO

(Este trabajo fue seleccionado para su publicación el 11 de noviembre de 2009.) Bibliografía Freud, S. (1911): “Formulaciones sobre los dos principios del suceder psíquico”, Tomo XII, Obras completas, Amorrortu Editores (AE), 1979. — (1912): “Sobre la dinámica de la trasferencia”, AE, Tomo XII. — (1914-16): “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico”, AE, Tomo XIV. — (1914): “Introducción del narcisismo”, AE, Tomo, XIV. — (1917 [1916]): “Una dificultad del psicoanálisis”, AE, T. XVII. — (1921): Psicología de las masas y análisis del yo”, AE, T XVIII. — (1923): El yo y el ello, AE, Tomo XIX. — (1940 [1938]): “Esquema de psicoanálisis”, AE, Tomo XXIII. Isaacs, S.: “Naturaleza y función de la fantasía”. Obras Completas de M. Klein, Tomo 3. Buenos Aires, Paidós-Hormé, 1974. Lacan, J. (1923): Versión castellana. De la psicosis paranoica en sus relaciones con lapersonalidad, Siglo XXI, 1976.

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El sujeto de la ciencia, la filosofía y el psicoanálisis *Carlos Weisse

I

El psicoanálisis es concebido como una práctica terapéutica, que opera como respuesta racional, y por lo tanto comunicable, al malestar en la cultura específico al sujeto de la ciencia. Tal malestar o sufrimiento es considerado en forma particular en cada caso, mediante el rescate de las funciones del deseo y de la verdad en el campo del saber. Hace falta entonces elaborar conceptualmente la dimensión del malestar, sufrimiento, o dolor en la cultura. Para tal fin consideraremos la tripartición que Lacan establece entre naturaleza, sociedad y cultura. La naturaleza es la sustancia viva, la sociedad es la agrupación de socios o miembros de un grupo que puede ser común a los animales y a los hombres y la cultura implica la dimensión del lenguaje humano, la dimensión simbólica del significante propia de la sociedad humana. Existe un malestar en toda cultura que es causado por el lenguaje y el significante en tanto el sujeto pierde el ser cuando entra en el lenguaje, esto es, pierde el objeto natural en la medida en que la interdicción del incesto transforma fundamentalmente la naturaleza del objeto. El malestar es entonces ineludible para todo sujeto hablante quien sufre modificaciones según los cambios culturales, y de ellos dependen las formas en que cada cultura opera con el saber. La relación de la cultura con el saber es evidente y el surgimiento del psicoanálisis es una respuesta a un tipo específico de malestar que tiene como antecedentes la tradición judeocristiana como base religiosa y a la ciencia moderna como modalidad de elaboración del saber. Nuestra realidad moderna es la de una sociedad científica en la cual es determinante la construcción del saber y los sujetos por ellas construidos son “sujetos de la ciencia”. Por ejemplo, si un sujeto tiene una dolencia corporal, se dirige a un médico como aquel que detenta ese saber.

* Dirección: Avda. Córdoba 4665, (C1414BAE) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. [email protected]

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El dirigirse a la ciencia implica una modalidad peculiar del sujeto con el Otro. Cada cultura implica una modalidad de operar con el saber, que produce cambios en el efecto sujeto y en las formas de responder frente a él. Sin embargo, y paradójicamente, la ciencia produce un sujeto que la contradice en tanto el saber mismo que la ciencia construye es desconocido para el sujeto que es efecto de ella; es decir, bajo la propuesta de un sujeto unificado el efecto que produce es el de un sujeto barrado. La ciencia se organiza pues como un discurso y su efecto es un sujeto barrado, sobre el que el psicoanálisis va a operar, es decir éste no existiría de no ser por la ciencia en el sentido moderno de la palabra. Podemos caracterizar a la ciencia como una maniobra sobre el saber, es decir sobre las relaciones internas entre los elementos del conjunto de significantes y sus relaciones con lo real y el sujeto. Esta intervención sobre el saber tiene determinadas características. A través de la ciencia se acentúa la trascendencia de la función del saber, pero además toda la práctica y la teoría analítica están atravesadas por el problema del saber. 1) La definición fundamental del inconsciente consiste en postularlo como una modalidad del saber. El inconsciente es un saber no sabido: S2 2) La defensa fundamental que descubre el psicoanálisis con respecto al inconsciente es no querer saber nada de eso. 3) La entrada en análisis radica en la instalación de la transferencia que implica el sujeto supuesto saber. 4) El fin de análisis como cambio de posición subjetiva está caracterizado como deseo de saber. Es decir el analista está caracterizado por un deseo de saber. Por saber se entiende un tipo de ligazón, una cierta red que se establece entre los significantes que está caracterizado por ciertas exigencias de coherencia y razón, esto es un saber articulado y comunicable. Aquí se dividen las características del saber científico y el saber del psicoanálisis en relación a la verdad. Para la ciencia, la verdad se establece en base al concepto de correspondencia. Es decir la verdad es la adecuación del discurso a la cosa, la cosa externa del mundo, lo que implica la división cartesiana de sujeto-objeto. Un sujeto cognoscente y un objeto a conocer. Para el psicoanálisis, la verdad está concebida como develamiento, levantar el velo, la alétheia de los griegos, que implica la verdad oculta del sujeto. Esa verdad inconsciente que genera el fallo humano y que el analista debe develar. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 621-638

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En este sentido, la ciencia no quiere saber de la verdad del sujeto, se dice entonces que forcluye la verdad del sujeto. La ciencia forcluye la verdad del sujeto y el psicoanálisis la restituye. Ahora bien, no todo saber es científico, hay muchos tipos de saber, para que el saber sea científico en el sentido moderno del término debe tener las siguientes propiedades entre otras: 1) Racionalidad: debe responder a la pregunta “¿por qué?” mediante razones lógicas y coherentes que pueden llevar a comprobaciones y/o refutaciones. El psicoanálisis debe compartir esta legalidad, debe justificar argumentos en forma racional para conservar su articulación con el sujeto de la ciencia y su relación con otros discursos. 2) Matematización o formalización: el saber científico debe estar formalizado o matematizado porque así se hace transmisible. El procedimiento algebraico que es de pura letra escapa a la relación significante-significado, esto le da su carácter universal ya que el significado remite al sujeto en su condición particular. 3) Comunicabilidad: la ciencia matematiza el saber para hacerlo enteramente comunicable. El psicoanálisis está obligado como toda elaboración del saber con finalidades prácticas y pretensiones de cientificidad a comunicar sus principios teóricos, la evolución de los mismos, las contradicciones y sus paradojas que la elaboración conceptual no puede evitar (ya que el orden simbólico no es completo) y responder racionalmente a los “¿por qué?” que genera su aplicación sobre lo real. 4) Carencia de memoria: la ciencia no tiene memoria, se desinteresa del drama subjetivo del científico; a diferencia, el psicoanálisis siempre toma en cuenta su drama subjetivo que está en la estructura misma de su saber. El psicoanálisis le asigna una función esencial a la historia, a la posición del sujeto en ella. En cambio, el científico no puede olvidar nada relevante en la investigación actual. 5) Acumulación de saber: hay una acumulación enorme de saber y la computación es la forma emblemática de la acumulación en la ciencia moderna. Sin embargo también hay formas de descompletamiento de ese saber que se da, por ejemplo, en las revoluciones científicas y en los cambios de paradigma, momento en el cual una porción importante del conocimiento aceptado se rechaza y queda dejado de lado. 6) Acto de fe: pues en la estructura de la ciencia está inscripta la tradición judeocristiana en la que está posicionada la fe; y la griega antigua, en tanto operatoria de la racionalización sobre el saber hacer del esclavo, que fue transformado en saber teórico. La fe se sostiene en la creencia en un Dios omnipotente que no engaña, es decir en la creencia de que existe una racionalidad en la estructura de lo real.

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7) Sostener el principio de identidad. 8) Forclusión de la verdad particular o subjetiva. Se requiere delimitar la diferencia entre exactitud y verdad, la ciencia opera con la exactitud, esto se expresa también con el criterio de verdad como correspondencia entre la proposición y la cosa. La verdad subjetiva, en cambio, opera con el criterio de verdad como alétheia, como develamiento. Este último criterio de verdad es el que elimina la ciencia de su seno. Pues la verdad subjetiva altera la obtención de la exactitud, la verdad para un sujeto no puede postularse como enunciado científico. El sujeto entendido como efecto del significante, el sujeto barrado resulta antinómico con el sujeto de la ciencia en tanto: 1) El sujeto del inconsciente opera con un rechazo de la racionalidad lógica, en el inconsciente no hay principio de identidad y de no contradicción. 2) El lenguaje que opera en el sujeto del inconsciente es el lenguaje natural, la lengua materna, es decir aquel lenguaje con el que se comunica y que conduce al malentendido a diferencia de la formalización del lenguaje científico. 3) La comunicabilidad del sujeto del inconsciente, dado que se basa en el significante y en su inevitable ambigüedad, implica el malentendido inevitable, lo contrario del concepto claro y distinto del método cartesiano. Es por lo tanto ineliminable el efecto de sujeto dividido en el campo de la comunicabilidad. 4) La teoría del inconsciente de Freud se basa en una concepción de la memoria, la memoria es según ésta doblemente fallida, tanto por el lado del lapsus, que es la entrada de la verdad por vía de la equivocación, como por el lado del recuerdo encubridor, que indica cómo lo real queda incorporado a la trama discursiva en una escenificación que ella genera. La memoria como fallida y encubridora coincide con el sujeto que no puede recordar ni olvidar todo, aunque lo recordable tenga una estructura de ficción. 5) El saber en su dimensión esencial es causante de cambios a través de lo que en él falta. La falta en el saber, el saber no sabido funciona como deseo de saber, motor de los actos en busca del saber. Es lo que falta en lo que se sabe lo que causa el movimiento hacia el saber. 6) Dios, es decir el Otro en términos lacanianos, puede engañar. No hay garantía de lo que proviene del Otro, pero también se puede engañar al Otro lo que prueba la falla más radical de su omnipotencia. 7) En el significante no hay identidad, cada uno de ellos es sólo diferencia respecto de los otros. Si un significante no significa nada no puede haber idéntico a sí mismo. La identidad del significante es imposible. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 621-638

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La lógica de las identificaciones se sostiene en la falta de identidad significante del sujeto. 8) La verdad que opera como causa del sujeto es un efecto del saber, o sea de la articulación significante que se introduce en lo real a través de la pregunta del sujeto y se ve modificada por los cambios en la estructura del saber. La ciencia intenta suturar la división del sujeto. La posición de objeto del sujeto (objeto de estudio) tiende a suturar el sujeto dividido en tanto de él se extraen universales, un válido para todos, y pierde entonces su singularidad. El que la ciencia tome a todos como iguales en tanto objeto produce en la subjetividad moderna efecto de un malestar muy especial. La propuesta del psicoanálisis al malestar en la cultura es el intento de recuperar la condición particular de cada sujeto (su verdad y su deseo). La noción de sujeto con la que opera la ciencia es el opuesto del sujeto dividido, es un sujeto que quiere ganar, que sabe lo que quiere y sabe cuál es su bien, que conoce todas las reglas, que no olvida nada de lo que necesita. El sujeto tal como lo concibe el psicoanálisis no tiene por correlato un orden simbólico completo, al sujeto dividido le corresponde un orden significante incompleto. Este sujeto está dividido y esto se manifiesta fundamentalmente en el campo de la verdad, es esta verdad la que forcluye la ciencia. La incompletad del Otro también se manifiesta como un problema de verdad, en tanto el orden simbólico es incompleto no se puede saber la verdad de la verdad, es decir, no hay garantías respecto a la verdad. Como la verdad es una dimensión introducida en lo real por la palabra, es la palabra misma la que debe garantizar la verdad, a diferencia de la exactitud que se garantiza por su adecuación a lo real. En tanto la palabra, para garantizarse como verdadera, debe decir de sí misma que no es mentirosa, lo que la hace idéntica a la palabra mentirosa. No hay palabra entonces que pueda evitar los efectos de la falta de verdad de la verdad. Y como el Otro es también incompleto, se puede afirmar en el mismo sentido que no hay Otro que garantice la verdad. En el campo del psicoanálisis, la estructura con la que uno se mueve es lógica, así lógicamente el sujeto es definido como lo que un significante representa para otro significante lo que lo define como dividido. Existen dos formas de leer esta fórmula de Lacan (lo que demuestra la inevitable división del sujeto): 1) el sujeto es lo que un significante representa para otro significante, 2) y para Otro significante. La primera localiza al sujeto entre dos significantes S1 y S2, la segunda afirma que un sujeto es lo que representa un significante frente

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a Otro, representado él también por un significante. En principio no hay sujeto sin Otro, dado que el campo del Otro incluye siempre para el sujeto el problema de la verdad, obliga a concebir a este Otro, no sólo como lugar tercero siempre presente en cada acto de palabra, sino también como Otro sujeto. Decir que un sujeto es lo que un significante representa ante otro/Otro, es plantear que para el sujeto, las relaciones entre los significantes y los sujetos son determinantes esenciales. La forma en que se plantean las relaciones entre los significantes será el determinante fundamental para la constitución y posición del sujeto con relación a los otros sujetos. No dará cuenta de todo el ser humano ni de la condición biológica, solamente se refiere a la posición del sujeto. Nuevamente se establece la oposición entre significante y todo. Como ya se afirmó, la ciencia moderna es una forma existente a partir del cógito cartesiano de concebir y operar con el saber, que consiste en las relaciones entre significantes. Así, la ciencia moderna tiene por efecto un sujeto nuevo, dada la íntima relación entre saber, significante y sujeto. La relación entre significantes característica del saber es elevada a la categoría de la determinante fundamental del sujeto. La elaboración del saber, que es en lo que consiste la ciencia, es el antecedente lógico del surgimiento del sujeto con el que opera el psicoanálisis. Teniendo como base la noción de sujeto de la ciencia se obtiene la razón para establecer que no se promueve una cosmovisión en estos desarrollos, ya que no todo sujeto hablante es sujeto de la ciencia. El sujeto de la ciencia, aquello sobre lo cual se aplica el saber y la práctica del psicoanálisis, no implica una cosmovisión sino todo lo contrario, indica una profunda limitación espacio-temporal que es la época y el territorio donde la ciencia moderna se desarrolló. Antes no hubiera sido posible el psicoanálisis. El psicoanálisis sólo se podría aplicar directamente, tal cual es en occidente, esto es una cultura caracterizada por el monoteísmo judeo-cristiano, la filiación patrilineal y la familia nuclear patriarcal (comunes al campo heredero de lo indoeuropeo) y el saber bajo la modalidad de la ciencia moderna. El psicoanálisis es una práctica terapéutica basada en una respuesta racional y comunicable al malestar de la cultura específico al sujeto de la ciencia, concebido éste en forma particular mediante la reintroducción de la función de la verdad en el campo del saber. El sujeto de la ciencia para el psicoanálisis implica: 1) no todos los sujetos, 2) no todo del ser humano, y 3) cada uno tomado en forma absolutamente particular, lo que impide que se constituya cualquier tipo de Universo o “Todo”. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 621-638

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El psicoanálisis debe poder ser perfectamente comunicable más allá de la práctica o el análisis de un caso. Si la ciencia toma a todos los sujetos por igual, el psicoanálisis es el único discurso racional y comunicable que, operando sobre el malestar, sostiene la condición particular del sujeto, mediante la reintroducción de la verdad singular en el campo del saber racional. La verdad del psicoanálisis, que implica la verdad del sujeto, se basa en el criterio de develamiento de sus significantes fundamentales, por ese motivo se puede decir que en la verdad del psicoanálisis “no hay verdad de la verdad”; en ese sentido, la verdad tiene la misma estructura que la ficción, pues en el inconsciente no hay marca de verdad. En el inconsciente todo lo que se postule como verdadero lleva la misma marca que lo falso.

II

El matematicismo filosófico se identifica en la Edad Moderna con la alianza entre la filosofía y la física, al ser concebida ésta como doctrina mecánica o dinámica (Descartes, Hobbes, Leibniz). Hay una aproximación entre lo matemático y lo real en la reducción cartesiana de la materia al espacio y la correspondencia en Leibniz entre su principio de la continuidad de lo real y su hallazgo del cálculo infinitesimal. El objetivo de un ideal lógico-matemático capaz de dotar a la filosofía de la consistencia matemática en cuanto a la certeza demostrativa se observa también en la Ética de Spinoza. Lo mecánico es considerado como el fondo ontológico de la realidad física, y, en ese sentido, hay una verdadera identidad entre ciencia y filosofía durante el siglo XVII. Como tal conservó una relación necesaria con la lógica y una más contingente con la metafísica. Esto coincide con la eliminación de la astronomía, la física y la filosofía escolásticas, aspirando así a una estricta racionalidad. Esta identificación entre ciencia y filosofía se halla condicionada por el punto de vista racionalista encarnado en lo científico por el primado de las matemáticas visible en Galileo, Descartes y Hobbes. Lo mecánico que por un lado adquiere sentido ontológico le da forma a todos los fenómenos de la naturaleza. Su instrumento, fundamentalmente intelectual, parecía apto para resolver todos los problemas en términos ideales llegando a la explicación unitaria de los fenómenos. El empirismo científico tuvo que esperar al siglo XVIII, a Hume, que criticó con éxito los dos pilares del racionalismo, las nociones de sustancia y de causalidad en su alcance ontológico. En esta época prosperan la química, la biología, la masa de conocimientos es un acopio de saber empírico.

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El empirismo de Hume dirige su atención hacia la manera y el fundamento de nuestro conocer y a una ciencia empírica del hombre: el Tratado de la naturaleza humana (1739) tiene el objetivo de lograr en el mundo de la moral lo que Newton ha logrado en el mundo de la física. Hume, en su teoría del conocimiento, distingue entre impresiones e ideas, la relación que existe entre unas y otras y la posibilidad de que las ideas se asocien entre sí. Una impresión es una percepción que, por ser inmediata y actual, es viva e intensa, mientras que una idea es una copia de una impresión, y por lo mismo no es más que una percepción menos viva e intensa, que consiste en la reflexión de la mente sobre una impresión; tal reflexión se hace por la memoria o la imaginación. Pero, además, las ideas se relacionan entre sí por una especie de atracción mutua necesaria entre ellas: por semejanza, por contigüidad y por causalidad. Igual como en el universo de Newton la atracción explica el movimiento de las partículas, en el sistema filosófico de Hume las ideas simples se relacionan –se asocian– entre sí por una triple ley que las une. En el conocimiento de lo que él denomina cuestiones de hecho, la relación de causalidad ejerce una función fundamental: síntesis de las dos leyes anteriores, semejanza y contigüidad, es ambas cosas a la vez (ha de haber semejanza entre causa y efecto, y es necesaria una contigüidad en el espacio y el tiempo entre causa y efecto) más la costumbre, o hábito, de generalizar en forma de ley, o enunciado universal, las sucesiones de fenómenos que suceden regularmente en el tiempo. La crítica que instaura el empirismo clásico acaba en el fenomenismo y el escepticismo. Frente a la dogmática seguridad del racionalismo, el empirismo oferta la razonabilidad del conocimiento probable y de los límites del conocimiento. El valor histórico del empirismo está en su crítica; pero no en la empresa no lograda de fundar suficientemente el conocimiento científico. Ofrece una alternativa, pero no una síntesis y, por lo mismo, no una superación del racionalismo y el dogmatismo. Kant, por su parte, buscó la conciliación en una nueva relación entre la filosofía y la ciencia en su Crítica de la razón pura, en la que trasciende el descripcionismo empírico ya que, manteniendo el explicacionismo racionalista, despoja a éste sus pretensiones ontológicas siguiendo los pasos de la crítica de Hume. Aquí entonces cambia por un lado la conformidad entre filosofía y ciencia propia del racionalismo y, por el otro, la mediación sobre los resultados científicos como luego plantearía Comte y el positivismo. Lo que Kant propone es la aceptación del hecho científico y el examen de la estructura del sujeto cognoscente con la interpretación de la legalidad científica como proyección objetiva y externa de los moldes universales de la razón. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 621-638

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El período positivista se presenta como una estrecha alianza de ciencia y filosofía siguiendo dos direcciones bien distintas, en la dirección cientificista de Büchner por ejemplo, mediante la extracción de la metafísica de la ciencia, elevando los postulados filosóficos a los principios supremos de la ciencia, El positivismo de Comte se contentó con quedarse en los hechos y reprimir cualquier conato de teorización metafísica en la medida en que concebía a la filosofía como una recapitulación del saber científico. El tercer y último estadio de la filosofía tiene por objeto la coordinación de los hechos observados, lo que implica renunciar a la posibilidad de obtener nociones absolutas. Se plantea únicamente descubrir mediante el empleo del razonamiento y la observación, las leyes efectivas, es decir sus relaciones invariables de sucesión y de similitud. La actividad dilucidatoria de los enunciados, característica fundamental de todo el movimiento analítico, comienza con las tareas de fundamentación lógica de la matemática, emprendidas por Russell y Whitehead con la publicación sobre todo de Principia mathematica (1910-1913), obra que, siguiendo los estudios iniciales de G. Frege, funda el lenguaje riguroso de la lógica que permite evitar las ambigüedades y confusiones del uso del lenguaje ordinario. A esta obra se añade la de Wittgenstein, Tractatus LogicoPhilosophicus (1921), dedicada también a la estructura lógica del lenguaje y centrada en la cuestión de lo que «se puede decir». Russell reduce los enunciados compuestos a enunciados simples a fin de descubrir en ellos los elementos simples que se corresponden con los hechos simples del mundo o con los hechos atómicos (Wittgenstein); también el Tractatus sigue por la senda de descubrir la estructura lógica del lenguaje. A esta fase inicial de la filosofía del análisis, sigue una segunda fase de decisivo influjo del Tractatus sobre el Círculo de Viena, de donde surge el neopositivismo. Éste añade al movimiento analítico una clara postura antimetafísica, al establecer la verificabilidad como criterio de significado, considerando que todo enunciado metafísico carece de sentido, una vez sometido al análisis lógico, tal como sostiene Carnap en La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje, 1931. Sigue una tercera fase en la que Wittgenstein expone en sus Investigaciones filosóficas y que se centra, no en el análisis lógico del lenguaje, sino en los usos cotidianos del llamado lenguaje ordinario. Son también los años de las críticas de Gödel al formalismo lógico. Los escritos de Karl R. Popper representan una crítica dirigida al neopositivismo en general desde un punto de vista empirista crítico, que su autor llamó racionalismo crítico. Su principio de falsabilidad se opone diametralmente al inductivismo que supone el principio de verificación.

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III

Por otro lado existe un conjunto de tendencias filosóficas modernas, que tienen en común el interés por la existencia, no el hecho simple de existir, sino el hombre considerado en tanto individuo humano en su absoluta singularidad. En general, el punto de partida inicial es Soren Kierkegaard (18131855). En el que comienza la rebelión contra el sistema idealista de Hegel frente al cual esgrime el valor del pensamiento subjetivo y «singular». Un hito fundamental en lo que venimos planteando es la filosofía de Nietzsche, ésta es una crítica radical a los fundamentos de la cultura occidental basada en una metafísica, una religión y una moral que han suplantado e invertido los valores vitales. Nietzsche analiza los aspectos generales que han dado lugar al nacimiento de la cultura occidental a partir de dos categorías complementarias de análisis estético: lo apolíneo y lo dionisiaco. Lo apolíneo es lo que da lugar a la figura, al orden, a la medida y la razón (y se expresa fundamentalmente en la epopeya y en la escultura); lo dionisiaco expresa la embriaguez, la desmesura, la renovación, la fuerza, la vitalidad, el ímpetu (y se expresa fundamentalmente en la música y en la poesía lírica). La profundidad del arte griego antiguo procede de la íntima unión de estos dos aspectos. Tal es el caso de la tragedia, que posee un elemento apolíneo (lo escénico, lo figurativo) y un elemento dionisiaco (el coro, la música). Esta unidad sucumbirá a partir de Sócrates, cuya filosofía implica el sometimiento de la vida a la razón; de lo dionisíaco a lo apolíneo, y provocará la disolución de los dos aspectos complementarios en la cultura antigua. De ahí surge la base degradada de la cultura occidental y de la metafísica, que pone el mundo real del devenir en función de un mundo inmóvil y suprasensible; que pone la vida en función de la razón, en lugar de poner la razón al servicio de la vida. Al atacar los cimientos del socratismo y el platonismo que colocan del lado de lo real a la idea contra el instinto, el sentimiento y la vida sostiene el nihilismo como negación de lo verdadero que caracteriza a la metafísica y la cultura occidental. Esto llega al paroxismo con el cristianismo: la negación de la vida, el desprecio hacia el cuerpo y el concepto de pecado. La frase «Dios ha muerto» representa la negación de todos los trasmundos inventados por la religión denunciados como la gran mentira que convierte la vida en una mera sombra. La idea de Dios, entendida como el fundamento del mundo verdadero, es la gran enemiga. El espíritu libre es aquel que es capaz de perderle el respeto a todo fundamento y sostener que nada debe ocupar ese lugar. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 621-638

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La realidad es así devenir y perspectiva, no ontología estática que plantea el devenir como apariencia, hay entonces una negación de la verdad de la metafísica a través de la aparición de la voluntad de poder: el mundo como cambio, como proceso; la verdad como aquello que favorece la vida. La verdad metafísica no existe. Toda verdad es interpretación, y la consideración de una proposición como verdadera es más bien fruto de una mejor correspondencia, no con el ser de las cosas, sino con las condiciones sociales y psicológicas del hombre, la misma conciencia de esta verdad es fruto de influencias sociales y culturales. El devenir no se deja captar con los conceptos del entendimiento, sino mediante alusiones, aforismos y metáforas. Los conceptos pretenden explicar una multiplicidad que nunca permanece. El tema del eterno retorno debe entenderse como doctrina moral: es el sí trágico y dionisiaco a la vida pronunciado por el propio mundo, unido a la noción del amor fati. Esta doctrina moral supone una reflexión sobre el tiempo que Nietzsche expone de forma metafórica. Contra el sentimiento de un tiempo destructor y aniquilador de las potencialidades de la voluntad de poder, Nietzsche reivindica la destrucción del sentido trascendente del tiempo lineal judeo-cristiano (un tiempo orientado hacia un fin que trasciende cada uno de sus momentos). Esto supone una crítica profunda de la oposición habitual entre pasado y futuro: el instante no es un simple tránsito desde un pasado hacia el futuro, sino que en él mismo se muestra el tiempo eterno. El eterno retorno implica la liberación tanto de lo opresivo de un tiempo lineal como del tiempo circular que produce hastío y la invitación a afrontar lo vital. La repetición de lo mismo, si es realmente de lo mismo es lo equivalente a afirmar que no se repite, pues en la repetición lo mismo no sería lo mismo. Por ello significa que cada instante es único, pero eterno, ya que en él se encuentra todo el sentido de la existencia. En ese sentido hay que decir que la doctrina del eterno retorno no es descriptiva, sino prescriptiva: el eterno retorno debe instituirse por medio de una decisión humana para que realmente cada momento posea todo su sentido. El resentimiento contra la vida nace de la incapacidad de asumirla plenamente, y asumirla plenamente es aceptar que todo lo que fue, fue porque así lo hemos querido. Heidegger, a su vez, se plantea la pregunta por el ser como pregunta fundamental y fundacional de la filosofía porque todo reconocimiento de los entes, sea teórico o práctico, presupone un cierto modo de entender qué es ser. Pero la filosofía cometerá lo que llama olvido del ser, entendido como olvido del cuestionamiento que constituye dicha pregunta fundamental,

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cosa que se debe al hecho de que la tradición ha considerado respondida la cuestión. Pero un análisis de esas respuestas pone de manifiesto su indeterminación y vaguedad, en realidad se ha perdido del sentido mismo de la pregunta. Hay así una esencial diferenciación de nivel entre el ser y lo ente, entre lo ontológico y lo óntico, diferencia a la que Heidegger denomina ontológica, y que implica la necesidad de encontrar un lenguaje específicamente adecuado a la investigación del ser, el lenguaje de una ontología fundamental. Pero no hay respuesta concluyente para la cuestión del ser. Por eso, la ontología fundamental consistirá en un replanteamiento de la misma. Heidegger dirige el pensamiento filosófico hacia el preguntar mismo partiendo de la noción de ser-ahí (Dasein). Este término designa a aquel que somos en cada caso nosotros, pero no al hombre entendido como un género o como un ente cualquiera al que le es ajeno su propio ser, sino como aquel ente al que precisamente le es esencial una comprensión de su ser. En definitiva, podemos decir que el ser-ahí se singulariza ónticamente por su carácter ontológico. Esta especificidad del ser-ahí comporta a su vez una especificidad de su análisis, recibiendo el nombre de analítica existenciaria. Mientras que, para la ontología tradicional, el sentido del ser se entendía como un sistema de categorías válido para cualquier ente, al que no le era en absoluto inherente una comprensión de ese sentido del ser; en la analítica existenciaria se trata de hallar los caracteres ontológicos inherentes a aquel ente destacado precisamente por su comprensión de ese sentido del ser, siguiendo el concepto de temporalidad. Toda comprensión del ser parte ya de un cierto entendimiento, una precomprensión del mismo concebida como interpretación. La existencia no es un concepto teórico deductible, sino que pretende nombrar su facticidad, es decir, su darse inmediato. En el sentido de que está abierto a un ámbito de posibilidades de las que tiene que «hacerse cargo». Este poder ser inserto en una situación fáctica es denominado proyecto, constituyendo, así, uno de los caracteres ontológicos del ser-ahí. Éste «se hace cargo de» su propio ser. Como síntesis de todo ello, se hablará de la facticidad del ser-ahí como proyecto arrojado, constituyendo además la finitud de la existencia, en tanto establece una determinada comprensión del ser. La existencia es: ser-en-el-mundo. No se trata, sin embargo, de comprender el mundo como las ciencias comprenden sus objetos, sino precisamente como horizonte en el cual esos objetos, llamados entes intramundanos, se dan. Es decir, no en cuanto substancia caracterizada por propiedades, el objeto opuesto al yo; sino el del ser-a-la-mano, disponible REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 621-638

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para algo, concebido como una relación con las cosas en tanto que útiles. En su disponibilidad, los útiles se relacionan entre sí formando una red, siendo lo que son sólo en virtud de su posición en ella. Evidentemente, el ser-ahí que en cada caso somos nosotros, necesita establecer su relación con los otros ser-ahí, su ser-con, puesto que no va a tratarse, en este caso, de la relación que se guarda con un útil, sino de la relación que se guarda con otro ente igualmente destacado por su carácter óntico-ontológico. Un modo fundamental de la existencia auténtica es la angustia, que es lo que sobreviene en el darse cuenta de que, aparte del haber del ser mismo, nada sostiene su ser. Es esta nadificación de lo ente lo que empuja a la superación de la existencia impropia, para asumir la existencia tal como es, en su carácter de cura. Efectivamente, todos los existenciarios se estructuran unitariamente en la noción de cura, que expresa el mundo como horizonte de mis posibilidades y el estar arrojados en él teniéndonos que hacer cargo de nuestro propio ser en una situación fáctica de caída. La muerte, concebida como un «no ser ya más», es, sin embargo, la posibilidad más propia de mi existencia, es decir, su fin, en el sentido de que toda mi existencia está referida a la muerte, entendiéndose como un ser-para-la-muerte, que es una experiencia intransferible. Ahora bien, entender el ser como posibilidad remite a una noción de temporalidad de la existencia, ésta no constituye una sucesión de pasado, presente y futuro, como sí ocurriría en la temporalidad tradicional, sino la expresión de la referencialidad del ser-ahí a algo que se sitúa fuera de él, de su carácter extático. Así, el análisis de las estructuras del ser-ahí se revela como un análisis de su temporalidad, la cual, a su vez, deviene el sentido del ser del ser-ahí. Pero Heidegger tendrá un cambio de enfoque: de constituir aquel ente destacado por su carácter ontológico, el hombre pasa ahora a «habitar» un ámbito o «apertura», un «claro», que constituye la verdad del ser, al que se accede en el modo del dejarse hablar, propiciando una donación del ser por sí mismo. El hombre no deja por ello de tener un papel esencial, sólo que no al modo de la existencia como auto-referencia, sino al de aquel ente que puede corresponder a esa mostración del ser cambiando la existencia de Ser y tiempo por el neologismo ex-sistencia. Este ser, además, no es el ser inmutable de la tradición, sino que se trata de un ser histórico, epocal, en tanto los entes se muestran de modo distinto en cada época histórica, el ser se entiende a su vez de modo distinto en cada una de ellas. Entre los temas que ocupan la obra del «segundo Heidegger» podemos destacar, además de la metafísica tradicional, el arte y la poesía. La

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imagen que el propio Heidegger ofrece de una de sus obras más destacadas: Caminos de bosque, es la de un bosque penetrado por los diversos caminos sin rumbo concreto que los leñadores abren con el único fin de hacer transitable el bosque que talan. La cuestión de la técnica analiza la época moderna que se caracteriza por una consideración del ente en la que prima la estructura a priori que nuestro entendimiento anticipa en él, convirtiéndose, pues, la realidad en algo así como una extensión del Yo y no en algo dado a cuya donación correspondemos, sino como algo que ha de ser dominado por el cognoscente. Heidegger ve una íntima unidad de la cuestión de la belleza y de la verdad, unidad cuya pérdida sería una expresión más del olvido del ser. Es en la obra de arte donde acontece la verdad en el sentido de dejar hablar a las cosas por si mismas sin la imposición del conocimiento de la estructura a priori. En la cultura griega prima esta concepción de la verdad en el arte, en ella, la verdad (alétheia), el ser, es concebida como un desocultamiento del ente a partir de lo que, como fondo, permanece oculto. Es decir: el ente, en su manifestarse como tal, no pierde nunca su referencia a lo oculto, es más bien de un continuo sustraerse a la ocultación, algo que la ontología tradicional ignora cuando considera al ente sólo en su dimensión de manifestación en conceptos. Heidegger concede un lugar preeminente a la poesía, en la medida en que es el ámbito en el que aparece el ser estableciéndolo como horizonte. El filósofo ve en el poeta precisamente aquel que propicia la mostración del ser. Nos hallamos en el momento de mayor olvido del ser, hallándose la técnica en su grado máximo de desarrollo, perdida la capacidad poética del lenguaje.

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que sólo adquiere el estatus de ficción útil, que es sede del lenguaje pero no como causa sino como efecto del mismo y que en la intersección de los tres conjuntos aparece como sujeto del inconsciente. Es decir, un sujeto sin fundamento ni consistencia coherente con la frase de Nietzsche “Dios ha muerto”. En la intersección entre la ciencia y el psicoanálisis ubicamos a la lógica, ésta corresponde a aquello que la ciencia y el psicoanálisis comparten, la disposición de una lógica del sujeto, formalización comenzada por Freud y continuada por Lacan en conceptos tales como lógica del fantasma. El pensamiento lógico propio de la cientificidad como modo de formalización de su saber es isomorfo al saber psicoanalítico. Sólo que en tanto la ciencia forcluye la verdad del sujeto, el psicoanálisis la reintroduce para tratarlo con una lógica transmisible, en tanto se plantea la posibilidad de hacer comprensible la “Otra lógica del inconsciente”. En la intersección entre la filosofía y la ciencia se ubica la confluencia de la corriente positivista y neopositivista, el racionalismo crítico de Popper y la llamada filosofía analítica en tanto sujeto de la ciencia fundamentado como conciencia y razón. Se trata del sujeto cuyo fundamento es el pensamiento frente al objeto a conocer. El análisis lógico del lenguaje y del significado implica la expulsión de toda ambigüedad y malentendido, es decir, lo que en psicoanálisis se conceptualiza como percepción-conciencia y preconsciente sede del proceso secundario del yo.

Psicoanálisis (inconsciente)

IV

Es con estos tres distintos puntos de vista, el psicoanálisis, la ciencia y la filosofía (en sus dos grandes divisiones propuestas por nosotros), que quisimos plantear la complejidad de la noción del sujeto, tanto en su diferencia como en su articulación. Esta diferencia y articulación tuvimos la pretensión de plasmarla en un diagrama de Venn de tres conjuntos, más conocido en psicoanálisis por la denominación de Lacan “Nudo Borromeo”. En este diagrama intentamos plantear la relación de la ciencia, el psicoanálisis y la filosofía en la ubicación del sujeto. En la intersección del psicoanálisis y la filosofía se ubica la filosofía de la existencia, en ella se plantea la estructura de un sujeto abierto, que no está constituido sino que va siendo, un sujeto cuyo yo es ilusorio y REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 621-638

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Lógica

Ciencia

Sujeto Positivismo Filosofía analítica

Filosofía de la existencia

Filosofía

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Por fin en la confluencia de los tres conjuntos ubicamos al sujeto en tanto formalizable por una lógica del inconsciente, insustancial y efecto de la cadena significante. Es decir, el sujeto de lo inconsciente abordable a través de su lógica. Por otro lado, el sujeto de la filosofía de la existencia, carente de fundamento, arrojado a la vida, sujeto de la angustia y la contingencia. Finalmente, el sujeto desde la intersección de la filosofía analítica y la crítica popperiana que implica un sujeto con un significado unívoco análogo al sujeto del enunciado en la denominación de Lacan o del yo en Freud.

Resumen El autor se propone analizar la noción de sujeto desde tres vertientes: el psicoanálisis, la ciencia y la filosofía, intentando establecer articulaciones entre las mismas. El autor analiza primero las relaciones y diferencias entre el sujeto de la ciencia y el psicoanálisis, ubica el comienzo del sujeto en el cogito cartesiano y plantea la confluencia de la ciencia y la filosofía en el siglo XVII alrededor de las matemáticas. En el siguiente apartado, el autor desarrolla la relación entre ciencia y filosofía desde el siglo XVII en adelante y las corrientes filosóficas relacionadas con la ciencia que culminarán en la filosofía analítica y el racionalismo crítico, que sostiene el método hipotético deductivo. Luego, el autor comienza a analizar la vertiente existencial de la filosofía con fuerte impronta en Kierkegaard y los importantes desarrollos de Nietzsche y Heidegger, como la base del desarrollo de la filosofía contemporánea de la existencia. Por fin, el autor articula un diagrama de Venn de tres conjuntos, más conocido en psicoanálisis como nudo Borromeo, desarrollado largamente por Lacan, donde intenta establecer articulaciones entre los tres conjuntos, psicoanálisis, ciencia y filosofía.

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Finally, he articulates a Venn diagram of three sets, better known in psychoanalysis as the Borromean knot, developed extensively by Lacan, with which he attempts to establish articulations between the three sets: psychoanalysis, science and philosophy. KEYWORDS: BORROMEAN

SUBJECT

/

SCIENCE

/

PSYCHOANALYSIS

/

PHILOSOPHY

/

TRUTH

/

KNOWLEDGE

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KNOT

Resumo O

SUJEITO DA CIÊNCIA, DA FILOSOFIA E DA PSICANÁLISE

O autor se propõe a analisar a noção de sujeito a partir de três vertentes: a psicanálise, a ciência e a filosofia, tentando estabelecer articulações entre as mesmas. Em primeiro lugar, analisa as relações e as diferenças entre o sujeito da ciência e a psicanálise, situa o começo do sujeito no pensamento cartesiano e apresenta a confluência da ciência e a filosofia no século XVII em torno das matemáticas. Em um segundo momento, desenvolve a relação entre a ciência e a filosofia a partir do século XVII e as correntes filosóficas relacionadas com a ciência que culminarão na filosofia analítica e o racionalismo crítico, na qual o método hipotético dedutivo está baseado. Continua analisando a vertente existencial da filosofia com forte influência de Kierkegaard e os importantes desenvolvimentos de Nietzsche e Heidegger, como base do desenvolvimento da filosofia contemporânea da existência. Finalmente, articula um diagrama de Venn de três correntes, mais conhecido na psicanálise como nó borromeu, desenvolvido amplamente por Lacan, onde tenta estabelecer as articulações entre os três grupos: psicanálise, ciência e filosofia. PALAVRAS-CHAVE: SUJEITO / CIÊNCIA / PSICANÁLISE / FILOSOFIA / VERDADE / SABER / NÓ BORROMEU

Bibliografía DESCRIPTORES: SUJETO / CIENCIA / PSICOANÁLISIS / FILOSOFÍA / VERDAD / SABER / NUDO BORROMEO

Summary THE

SUBJECT OF SCIENCE, PHILOSOPHY AND PSYCHOANALYSIS

The author proposes to analyze the notion of subject in three fields: psychoanalysis, science and philosophy, attempting to establish articulations between them. First he analyzes the relations and differences between the subject in science and in psychoanalysis, placing the outset of the subject in the Cartesian cogito and postulating the confluence of science and philosophy in the 17th century centered on mathematics. In the next section, he develops the relation between science and philosophy from the 17th century forward and the philosophic schools related to science culminating in analytic philosophy and critical rationalism, which supports the hypothetical deductive method. He then analyzes the existential facet of philosophy with strong influence from Kierkegaard and important developments by Nietzsche and Heidegger, considered the basis for development of the contemporary philosophy of existence.

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(Este trabajo fue seleccionado para su publicación el 13 de octubre de 2009.)

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A propósito de “La escisión del yo en el proceso de defensa” (1938) *Luis Campalans

“La diferenciación entre consciente e inconsciente es la premisa fundamental del psicoanálisis” Sigmund Freud (El yo y el ello, 1923)

En lo que sigue nos proponemos la relectura y discusión de este muy breve pero trascendente texto que Freud dejó inconcluso en 1938 a la edad de 82 años y publicado luego en forma póstuma en 1940. Nuestro interés obedece a por lo menos cuatro motivos principales que intentaremos desplegar: a) La evolución y complejidad operada en el pensamiento de Freud respecto del concepto de castración, en particular luego de 1920, alcanzando así su definitivo estatuto de “complejo nuclear” de la teoría y la clínica analíticas. b) En concordancia con lo anterior, la ratificación de la importante noción de “desmentida” (Verleugnung) cuya problemática y alcances se extienden más allá de los límites de este texto. c) La cuestión de las funciones del Yo centradas en el concepto freudiano de “defensa” (Abwher) y su relación con la constitución y aprehensión de lo que llamamos realidad en tanto que humana. d) El empleo de la noción de “escisión del Yo” por parte de algunos desarrollos actuales para fundamentar la idea de una “nueva metapsicología” que caracterizaría a las llamadas “patologías actuales” que supuestamente habrían desplazado a las neurosis.

* Dirección: Pereyra Lucena 2552, 8º “A”, (C1425EDB) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. [email protected]

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I

Como bien lo señala J. Strachey en su nota introductoria, este trabajo debe ponerse en relación de continuidad con al menos otros dos textos conexos; por un lado con el estudio “Fetichismo” de 1927 y, por otro, con el capítulo VIII de “Esquema del psicoanálisis”, escrito apenas unos meses después de “La escisión del Yo” y también publicado en forma póstuma en 1940. Será entonces pivoteando entre esas dos referencias que abordaremos este fragmentario texto. De entrada nos encontramos con esa duda o vacilación de Freud acerca de si con la Ichspaltung está comunicando alguna novedad o si se está refiriendo a algo de antaño evidente; una tarea que nos lega a nosotros sus lectores analistas y respecto de la cual nos adelantamos a opinar que hay un poco de ambas cosas. 16 El término “Spaltung” (“splitting” para los autores ingleses) es traducible como “escisión”, “división” o “clivaje” y designa alguna forma de ruptura de la unidad psíquica. Freud lo utiliza desde el comienzo y a lo largo de su obra de un modo lo bastante amplio y diverso como para exigir algunas precisiones. Proviene de la psiquiatría del siglo XIX y fue empleado por Pierre Janet y Josef Breuer, mentores de Freud. En ellos se trata de una “escisión de conciencia” o también “estado segundo” o “estado hipnoide”, lo que acentúa su carácter transitorio evidenciable en la hipnosis y en el ataque histérico. En forma contemporánea es usado también por Eugen Bleuler para caracterizar a su “esquizofrenia” pero en el sentido de una ruptura o “disociación de las funciones psíquicas”. 28 Freud no sólo se distancia de esta concepción sino que va a ir más allá de sus maestros para proponer en 1900 una Spaltung estructural como “Otro escenario” 4, como alteridad irreductible respecto de la conciencia. No ya una escisión patológica, accidental, temporaria o reversible sino un inconsciente sistémico como “instancia psíquica”; pasando así de una psicología fenoménica a una metapsicología apoyada sobre una división radical e irreductible solo conciliable a través de las “formaciones de compromiso”. Esa división surgirá en principio como efecto del conflicto psíquico para, posteriormente, en 1915, ser fundada por la represión primaria 9 homologable para Lacan a la entrada del cachorro humano a la dimensión del lenguaje y al corte inaugural que ella instala. Se trata pues de una división que es constitutiva, que no deviene de la ruptura de ninguna unidad previa ni es reparable por alguna re-unión posterior. A esa Spaltung esencial que testimonia el inconsciente freudiano le es correlativo ese descentramiento copernicano respecto del Yo, el cual “ni siquiera es el amo en su propia casa”, que Freud (1917) incluye entre REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 639-650

A PROPÓSITO DE “LA ESCISIÓN DEL YO EN EL PROCESO DE DEFENSA” (1938)

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las “graves afrentas al amor propio” de la humanidad y, por ello, causa de las siempre renovadas resistencias al psicoanálisis. 10 A ese inconsciente freudiano, Lacan le va a otorgar un sujeto como distinto del Yo, un sujeto que no es agente sino efecto del discurso, estableciendo así su carácter subversivo respecto de cualquier noción de “individuo” en tanto pensar que “piensa solo” independiente de la “conciencia de sí” (Selbsbewusstein). Por otro sendero teórico, Freud (1909) trabajando sobre el mecanismo de la represión en la neurosis obsesiva, dice que éste no opera sólo por desalojo de la representación “inconciliable”, sino además por “sustracción de afecto” y “desgarramiento” de los nexos entre representaciones provocando una “escisión” de los contenidos pre-conscientes (la misma idea se reitera cuando se refiere a los mecanismos de anulación y aislamiento). En el final del historial del “Hombre de las Ratas” se podría decir que sin nombrarla como tal se prefigura la idea de lo que luego llamará “escisión del Yo” cuando dice que su paciente tenía “por así decir, una personalidad inconsciente y dos preconcientes”, una “normal” y otra “que contenía las formaciones reactivas” y “entre las cuales podía oscilar su conciencia […] de modo que podía tener dos credos y sustentar dos cosmovisiones”. Luego y a propósito de otro caso similar reafirma que “ambas organizaciones tienen acceso a su conciencia” y que tras la personalidad reactiva “se descubre lo inconsciente de su ser, desconocido por completo”. 5 No se trata pues de una dualidad que configure o funde otra “instancia psíquica” u otra división estructural o tópica ni tampoco que la parte “escindida” vaya a constituir un otro Yo y menos aún un otro inconsciente (“escindido”, “arcaico”, etc.). Restaría por mencionar en este recorrido freudiano a la escisión que en 1910 se sitúa a nivel de la elección de objeto como una disociación entre el objeto de amor y el objeto de deseo más típicamente masculina y expresión del conflicto, del cual la represión es responsable, entre la corriente tierna y la corriente sensual. 6 En suma, pensamos que en un sentido riguroso deberíamos preservar la noción de Spaltung o escisión para aquella división inaugural y constitutiva del inconsciente que constituye a la vez la condición y el estado en que su sujeto emerge y se detecta en la praxis analítica. 21

II

La idea de una Spaltung en el Yo de la que Freud intenta dar cuenta en 1938 reitera lo planteado en “Fetichismo” (1927) y se presenta como un efecto o consecuencia de la desmentida de la castración y en particular

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de la desmentida de la “realidad objetiva” 16 de la castración, entendida como falta de pene en la mujer, lo cual constituye una noción sobre cuya paradójica complejidad tal vez nunca se insistirá lo suficiente. La Verleugnung es ubicada por Freud como una defensa a nivel del campo perceptivo, pero ello solo puede ser pensable como un efecto imaginario de algo que se sitúa en un nivel simbólico y cuyas claves también nos las entrega Freud. Salta a la vista que a la mujer no le falta nada de lo que la naturaleza anatómicamente le proveyó, así como también se sabe que no hay percepciones negativas, es decir que nada falta excepto que se suponga o se crea que deba estar allí. Esa creencia se llama en Freud “juicio de atribución universal” o también “premisa universal” del falo, que forman parte de ese conjunto de axiomas fantásmáticos pre-existentes respecto del sujeto que llama “Teorías sexuales infantiles” y que constituyen una lógica del inconsciente. No hay entonces percepción pura, “objetiva” por así decir, sino que la captación psíquica de la realidad esta determinada, incluso producida, por esos axiomas universales. Dicho de otra forma, no es que el juicio dependa de la percepción sino que ella está determinada por el juicio de existencia 12; lo que surge claramente del texto de “La negación” (1925). Si el falo remite a un pene será pues en tanto que supuesto y faltante, y en sentido estricto no tiene sexo o bien sería “unisex”. Es sólo el significante de una falta (de objeto) y por ello significante del deseo que fundando esa “óntica negativa” (Masotta) propia del psicoanálisis viene a ordenar la inserción del sujeto en una posición sexual 29. El complejo de castración puede considerarse así como un conflicto entre la experiencia de la diferencia de los sexos y aquella premisa universal destinada a simbolizarla, y por ello va a tener diferentes nombres según el lado de la sexuación: “amenaza de castración” del lado viril, “envidia del pene” del lado femenino. Señalemos al pasar que si estuviese en juego una lógica de la privación (es decir, de una falta real), las fetichistas deberían ser las mujeres; de ello parece no haber casuística a lo que sin duda contribuye que ellas encuentren en el pene real su fetiche “natural”, por así decir. Desde 1923, cuando interpola la fase fálica, se va marcando en Freud una evolución, una complejización del complejo y de la noción de castración que culminará en 1937 con la admisión allí de un tope a lo analizable. 15 Si el falo como inscripción simbólica trasciende al órgano fenoménico, la castración pasa a ser mucho más que una mera fantasía (de una amenaza jamás concretada) para adquirir un estatuto estructurante de “complejo nuclear” de la subjetividad humana, no solo para la asunción de una posición sexual, sino en cuanto a la relación misma con la realidad. En 1927, además, lo decisivo en cuanto a lo aceptado o desmentido pasa a ser la castración de la madre, encarnadura aquí del Otro REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 639-650

A PROPÓSITO DE “LA ESCISIÓN DEL YO EN EL PROCESO DE DEFENSA” (1938)

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primordial; de aquella mujer sin hombre, como señala Freud en su estudio sobre Leonardo, de la que el sujeto fue su falo, su objeto completante. 7 Ello vuelve a demostrar que el anudamiento y los vínculos entre el complejo de castración y el narcisismo, tanto en la teoría como en la clínica, son tan constantes como inseparables. Haciendo mención al artículo que nos ocupa, Lacan (1957) señala que el problema de la castración y, con ella, el del análisis eventualmente infinito no gira en torno de tener o no tener el falo (“callejón sin salida imaginario”, dice), sino que lo decisivo pasa por reconocer que no se lo es.23 Es decir que la cuestión de la aceptación o el rechazo de la castración de la madre es estrictamente correlativa de la cuestión de ser o no ser su falo: la Virgen y el Niño para tomar la iconografía que evoca Freud, lo que nos conduce a esa fórmula de Lacan: “A mujer santa, hijo perverso”. 26 De lo que se trata entonces en la desmentida es de preservar la ilusión fálica de la madre y de este modo resguardar otra: la identificación narcisista al falo como yo ideal. Si lo desmentido, como se ha dicho, no puede reducirse al mero dato perceptivo, cabe entonces preguntarse mejor sobre sus alcances y ello sin dejar de reconocer la importancia de la ambigüedad y el equívoco visual, por ejemplo, en la escenografía de la perversión. Esa ilusión del falo materno freudiano puede articularse con la cuestión lacaniana del goce femenino, ese que Freud confesó ignorar, como un goce más allá del falo y por ello del penisneid. 27 La falta aquí desmentida sería precisamente la del significante de “La mujer” y la ilusión a sostener la de que ellas fuesen “todas” fálicas, de que no haya otro goce que el goce fálico. La falta de una complementariedad o simetría de los goces; la de un Saber sobre lo sexual y en última instancia la de una falta en el goce como absoluto (aquel que el neurótico sueña y el perverso haría semblante) son todas lecturas posibles, significaciones de la castración reducida a escribirse como un significante, el del Otro barrado. Volviendo al texto de 1938, es asimismo notable cómo la desmentida y su efecto de “escisión” en el Yo, definido como “coexistencia de dos posturas psíquicas” 16, se desplazan desde las psicosis y el fetichismo primero al Yo “joven” del niño frente a situaciones de “trauma psíquico” para luego, en el capítulo VIII del “Esquema”, extenderse a las neurosis en general. Freud dice también allí que el fetichismo puede ser compatible con una “conducta sexual normal”, pues lo común es que su carácter sea “parcial” y aún un “mero indicio”. 17 Se evidencian así las imprecisiones e insuficiencias de nuestra psicopatología; saludable insuficiencia, pensamos, ya que al poner en movimiento los conceptos evita la coagulación de los saberes.

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Por un lado, la sola referencia a la Verleugnung aparece como insuficiente para la caracterización de la perversión como estructura clínica y se hacen necesarias otras referencias. Por ejemplo: la condición del pene real en el partenaire; el imperativo categórico de la “voluntad de goce” más allá del deseo o el encarnar ese fantasma de “sabergozar” al decir de Lacan y que por eso no demandaría saber sobre lo sexual, obstáculo por ende para hacer transferencia. 2 Por otro lado ha de situarse ese rasgo o sesgo fetichístico (la renuncia nunca es completa) cuya función como condición erótica es esencial al movimiento del deseo, por caso todo aquello que integra lo que Lacan, tomándolo de Joan Riviere, llama “mascarada femenina”. 24

III

Lo que Freud llama “escisión del Yo” como efecto de la desmentida se va a expresar básicamente en la relación de éste con la realidad, no sólo de la castración de la mujer sino de la realidad entendida como realidad exterior. Esta correlación entre la castración y el criterio de realidad es una de las cuestiones teóricas más importantes que se desprenden del texto si bien ya estaba implicada en las reflexiones de Freud (1910) sobre la alucinación del dedo cortado en el “Hombre de los Lobos”. 11 Paradójica correlación ya que no siendo la castración ninguna realidad efectiva deviene condición clave para la construcción y sostenimiento de la misma; al extremo que la forclusión (Verwerfung) de la inscripción de su significante se traduciría en ese descalabro de la realidad que caracteriza a las psicosis. El falo se constituye así en “el significante privilegiado de las relaciones del hombre con el significado” 23 y, a partir de allí, con la realidad en tanto que humana y el complejo de castración como estructura resulta ser algo así como el delirio común o consensuado del ser (o de la “falta de ser”) del ser humano y nos remite a ese aforismo de Pascal 20 que cita Lacan (1953): “Los hombres están tan necesariamente locos que sería estar loco de otra locura no ser loco”. Esto quiere decir que las relaciones del Yo con la realidad son efecto o dependen más de la inscripción de la castración que del sistema Percepción-Conciencia. No menos trascendente resulta la admisión por parte de Freud 16 de una sobrevaloración (“en esto andamos errados”, dice) de la función de síntesis del Yo a la luz de sus “perturbaciones”, que develan que su unicidad o mismidad es del orden de la apariencia o del espejismo. Cae así la ilusión de una supuesta función objetivante del Yo heredada de la psicología clásica (P. Janet) de registro y adaptación a lo real REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 639-650

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como tal; deslizamiento del que es responsable Freud pero sobre todo muchos de los desarrollos “post-freudianos” surgidos de la llamada “segunda tópica”. Esa “noción suplementaria” 29 (Masotta) a su metapsicología que justamente –al admitir funciones del yo inconcientes en un sentido descriptivo– debería leerse como un intento de reformular para sostener el principio del conflicto psíquico y del descentramiento del Yo respecto del “núcleo de nuestro ser”. 4 Sin embargo y a pesar de las advertencias y esfuerzos de articulación del propio Freud (por caso el del capítulo IV del “Esquema”: “Ello e inconsciente se co-pertenecen de manera tan íntima como Yo y preconsciente”), su segunda teoría terminó siendo a menudo entendida como un cambio o sustitución de modelo. 17 La realidad que atañe al psicoanálisis –y en ello hay una constancia en Freud– es la “realidad psíquica” (Realität) que diferencia de la “realidad material” (Wirklichtkeit). Esto implica que es del orden de una escena con montaje y guión simbólico-imaginario determinado por las fantasías y los deseos que éstas vehiculizan. Lo real como necesario no es la realidad; queda velado y es lo que irrumpe como angustia cuando falla la realidad. 2 Esto mismo está por ende connotado en las expresiones “principio de realidad” (Realitätprinzip) y “prueba de realidad” (Realitätsprüfung) que por estar sujetas a los múltiples vasallajes del Yo no pueden ser una función de objetividad y, por ello, lugar de apelación o de “alianza terapéutica”, sino más bien una función de confirmación de apariencias y creencias que van a conformar “el círculo de certidumbres mediante las cuales el hombre se reconoce como Yo”. 22 Dicho de otra forma, la conformación de la realidad en tanto que “psíquica” es una función de la síntesis yoica, y por ende su aprehensión estará afectada por todo lo que afecte y opere sobre esa síntesis, no sólo la desmentida sino el “proceso de defensa” como tal. La noción de defensa (Abwehr) empleada al comienzo de su obra, vuelve a ser reflotada por Freud cuando ve que la complejidad de la misma no puede reducirse únicamente a la represión (Verdrangüng). A menudo se nos recuerda y con razón que el Yo no es sólo una imagen especular (el moi de Lacan), sino que hay un Yo de funciones; pues bien, la defensa es su función esencial, ya que sobre ella se sostiene la vivencia psicológica del sí-mismo y el espejismo de su autonomía. Esto incluye al Yo (je) que se articula como primera persona del enunciado y agente del discurso intencional, de la racionalidad, del control del pensamiento y del sentido común pretendiendo gobernar el “acceso a la motilidad”. Esa función yoica de la Abwher freudiana será en Lacan18 función de desconocimiento (patentizada por la negación) apuntando al racionalismo del “conócete a ti mismo”, pues el sujeto cartesiano del conocimien-

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to queda barrado, porque no escindido, por ese “a-sujeto” del inconsciente. Al final del citado capítulo VIII del “Esquema”, Freud articula la represión con la desmentida; una apunta a desalojar una demanda pulsional, dice, y la otra a rechazar un fragmento de la realidad. Más aún termina concluyendo que, después de todo, la desmentida con su eventual efecto de “escisión del Yo” ha estado siempre allí. Desde la estructuración del Yo infantil;* en los procesos del duelo donde se sigue esperando al ser querido a la vez que se sabe de su pérdida (Freud cita en 1927 el caso de la muerte del padre en dos jóvenes 13), así como “el Hombre de las Ratas” sabía a quien le debía el dinero a pesar de lo cual urdió la trama de su síntoma. No obstante, creemos importante conservar para la Verdrangüng su condición fundante del inconsciente reprimido respecto de la noción de desmentida que carecería de ese carácter fundante de “instancia psíquica”; no sólo por su condición parcial, incluso reversible, sino porque más bien expresa una dualidad; no una separación sino una coexistencia de opuestos. Ese doblez está en su misma definición, ya que no se puede desmentir lo que no se ha dicho o bien resulta ser una forma de decirlo. La desmentida de la castración no es el rechazo psicótico de la misma sino una forma, no sin costo, de inscribirla.

IV

Pero la teoría del Yo en Freud (bastante “escindida” por cierto) no empieza en 1923; antes está el Yo de identificaciones de Psicología de las masas, donde surge el Ideal como una parte especializada del Yo pero no presentada como una escisión y antes, en 1914, está la introducción del concepto de narcisismo. ¿Es posible pensar algo que atañe al Yo, en este caso la “escisión”, que no ataña al narcisismo, es decir a su carga libidinal? Aquí se plantea algo interesante puesto que, si la libido responde al modelo de la ameba 8 de Freud, o a esa “lamelle” 25 de Lacan es por definición indivisible, inmortal incluso, porque sobrevive a todas las divisiones. Tal vez pueda pensarse de esa manera la “avasallada” función sintética del yo, que al intentar salvaguardar la vivencia de continuidad del tropiezo de la angustia, incluye en sus seudópodos, en cada movimiento, algo “interior” dejando a la vez algo “exterior” del sí-mismo (Selbstgefühl) y de la realidad. Una continuidad que rompe los límites * Véase al respecto los desarrollos de Myrta Casas de Pereda sobre lo que llama “desmentida estructural”, por ejemplo: “Desmentida, su efecto estructural y su dimensión patogénica”, REVISTA DE PSICOANÁLISIS, LIII, 3, 1996.

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intuitivos del adentro-afuera, por lo que modelos como la banda de Moebius, que puede mostrar dos lados pero tiene una sola cara y un solo borde, pueden dar mejor cuenta de ese “egomorfismo” de la realidad que esa topología cerrada del “huevo” freudiano de la segunda tópica. Se podría hacer así un inventario de los fenómenos que en principio llamaremos imaginarios, que a lo largo de la historia del psicoanálisis y la psiquiatría describen una afectación de la unidad yoica, por caso: transitivismo, disociación, desdoblamiento, despersonalización, fenómeno del doble, proyección freudiana e identificación proyectiva kleiniana, etc. Cuanto más se piense al Yo como una función de objetivación totalizante, más se tenderá a pensarlos como trastornos o patologías del mismo. Freud (1937) dice claramente que se puede llamar “alteración del Yo” a los efectos producidos por el proceso de defensa siempre que ello se refiera a “la ficción de un Yo normal”. 15 En última instancia esos fenómenos remitirían al desconocimiento (mejor dicho a su fracaso) de la radical alteridad constitutiva del Yo, alienado en la imagen siempre más perfecta del semejante y por ello sometido a esa dialéctica de unificación/fragmentación. De ello da cuenta el mito de Narciso y el verso de Rimbaud: “Yo es otro”. 19 En su 31º Conferencia, escrita unos años antes, Freud (1933) parecía tener las cosas más claras: “El Yo es entonces escindible, se escinde en el curso de muchas de sus funciones, al menos provisionalmente”. Lo que asociamos a modo de cierre con lo planteado por Mauricio Abadi (1980), quien por un lado apela a la idea de líneas de clivaje siguiendo la noción freudiana del Yo como sedimento de identificaciones sucesivas y, luego, apoyándose en ese carácter de coexistencia de opuestos concluye que la escisión del Yo no es la fuente de un conflicto psíquico sino más bien una solución dada (por la defensa) a un conflicto, por caso: la diferencia de los sexos. 1 Hacer derivar de ella una “tercera tópica” parece una simplificación forzada, así como artificial la idea de un inconsciente “escindido” sin articulación posible a lo representable y cuya única vía de acceso, por ende, no podría ser otra que los afectos de la contratransferencia, o sea el Yo del analista. Ello culmina justificando lo que sería la razón principal: una forma de la dirección de la cura caracterizada por la preeminencia idealizada de la persona del analista.*

* Véase por ejemplo: E. Rappoport de Aisemberg, “Más allá de la representación, los afectos” (REVISTA DE PSICOANÁLISIS, 1988/89, 6), citando la idea de “afectos escindidos” de A. Green. Véase también a N. Marucco, “Introducción de lo siniestro en el yo” (REVISTA DE PSICOANÁLISIS, 37, 2, 1980) y “Edipo, castración y fetiche” (ídem, 53, 3, 1996), apoyándose también en desarrollos de A. Green.

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La función del Yo es sostener la ilusión de síntesis, de unidad; el sujeto, en cambio, es lo que viene a introducir la división, la Spaltung del Yo en tanto que individuo. Lacan, partiendo de Freud (das Ding) va a llevar esa Spaltung a la división más radical, más irreductible al significante, la que separa al sujeto del objeto a real; al sujeto de una pérdida irrecuperable en “su” goce y que por eso funciona como causa de deseo. 26 La cuestión decisiva en un análisis no es que las parcialidades sean patologías respecto de alguna totalidad, sino de que no hay totalidad; es sólo una apariencia psicológica que vela la castración y con ella la falta fecunda, normativizante, que causa el deseo. Queda por concluir justamente algo acerca del carácter inconcluso del texto que da excusa a este recorrido; allí donde a Freud “se le cayó la pluma” 23 como le gusta decir a Lacan (1957), quien a su vez se autorizó a recogerla. Aunque poco después haya escrito el “Esquema”, vale como metáfora no sólo de una falta irreductible en el saber sino de la muerte como Spaltung o alteridad más absoluta.

Resumen Este trabajo propone una relectura y discusión del breve pero transcendente texto que Freud escribió en 1938, y su relación con otros dos trabajos de ese mismo período: “Fetichismo” (1927) y el “Esquema de psicoanálisis” (1938). A partir de ahí se desarrollan cuatro temas principales: a) la evolución y complejidad del concepto de “castración” en Freud; b) la importancia adquirida por la noción de “desmentida”; c) la cuestión de la “defensa” como función central del yo y su relación con la constitución de la realidad humana; d) el empleo de la idea de “escisión del yo” por parte de algunas corrientes para fundamentar una “nueva metapsicología” propia de las llamadas “patologías actuales” que habrían sustituido la neurosis. El trabajo concluye que los efectos de la escisión en el yo producen desdoblamientos imaginarios o preconscientes que no constituyen nuevas instancias psíquicas sobre la división inaugural y constitutiva del psiquismo, jerarquizando la noción de sujeto del inconsciente (Lacan). La función del yo consiste en sustentar la ilusión de síntesis y de unidad; mientras que es el sujeto quien introduce la división, la “Spaltung” del yo en cuanto individuo. DESCRIPTORES: ESCISIÓN DEL YO / DESMENTIDA / CASTRACIÓN / DEFENSA / FALO / REPRESIÓN / REALI-

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lops four major themes: a) the evolution and growing complexity of the concept of “castration” in Freud; b) the importance acquired by the notion of “disavowal”; c) the question of “defense” as a central function of the ego and its relation to the constitution of human reality and d) the use of the idea of “splitting of the ego” by some schools to ground a “new metapsychology” inherent to the so-called “contemporary pathologies” which are assumed to have displaced the neuroses. He concludes that the effects of splitting in the ego produce imaginary or preconscious duplication which does not constitute new psychic agencies superimposed on the inaugural and constitutive division of the psyche, with priority placed on the notion of subject of the unconscious (Lacan). The function of the ego consists in supporting an illusion of synthesis and unity; it is the subject that introduces division; the “Spaltung” of the ego as an individual. KEYWORDS: SPLITTING OF THE EGO / DISAVOWAL / CASTRATION / DEFENSE / PHALLUS / REPRESSION / PSYCHIC REALITY

A

PROPÓSITO DA EXCISÃO DO

EGO

Resumo (1938)

NO PROCESSO DE DEFESA

Este trabalho propõe uma releitura e discussão do breve, porém, transcendente texto que Freud deixou escrito em 1938 e a sua conexão com outros dois trabalhos desse mesmo período: “Fetichismo” (1927) e o “Esquema da psicanálise” (1938). A partir daí foram desenvolvidos quatro temas principais: a) a evolução e complexidade do conceito de “castração” em Freud; b) a importância adquirida pela noção de “desmentida”; c) a questão da “defesa” como função central do Eu e sua relação com a constituição da realidade humana d) o emprego da idéia de “excisão do Ego” por parte de algumas correntes para fundamentar uma “nova metapsicologia” própria das chamadas “patologias atuais” que teriam substituído a neurose. Conclui-se que os efeitos da excisão no Ego produzem desdobramentos imaginários ou pré-conscientes que não constituem novas instâncias psíquicas sobre a divisão inaugural e constitutiva do psiquismo, hierarquizando a noção de sujeito do inconsciente (Lacan). A função do Ego consiste em sustentar a ilusão de síntese e de unidade; entretanto é o sujeito que introduz a divisão; a “Spaltung” do Eu enquanto indivíduo. PALAVRAS-CHAVE:

EXCISÃO DO

EGO /

DESMENTIDA

/

CASTRAÇÃO

/

DEFESA

/

FALO

/

REPRESSÃO

/

REALIDADE PSÍQUICA

Bibliografía

DAD PSÍQUICA

CONCERNING THE

Summary (1938)

SPLITTING OF THE EGO IN THE PROCESS OF DEFENCE

The author proposes a re-reading and discussion of the brief but transcendent text left unfinished by Freud in 1938 and its connection with two other works from that period: “Fetishism” (1927) and “An Outline of Psychoanalysis” (1938). On this basis, he deve-

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1) Abadi, M.: Intervención en Mesa redonda “Escisión del yo” con Baranger, W.; García Badaraco, J.; Pantolini J. M. y Resnicoff, B,. Revista de APA, Tomo 37, Nº 2, 1980. 2) Braunstein, N.: “Goce”, Cap 6, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006. 3) Campalans, L.: “La crisis, la realidad y la escucha analítica”. Comunicación preliminar presentada en la APA, 2003 (inédita). 4) Freud S. (1900): La interpretación de los sueños, Cap. VII, O. C., Tomo V, Amorrortu, 1992.

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LUIS CAMPALANS

5)— (1909) “A propósito de un caso de neurosis obsesiva”, págs. 193/4, Tomo X, Amorrortu, 1992. 6) — (1910) “Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre”, Tomo XI, Amorrortu, 1992. 7) — (1910) “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”, Tomo XI. Amorrortu, 1992. 8) — (1914) “Introducción del narcisismo”, Cap. I, Tomo XIV. 9) — (1915) “Lo inconsciente”, Cap. IV, Tomo XIV. 10) — (1917): “18º Conferencia”, pág. 261, Tomo XVI. 11) — (1918) “Historia de una neurosis infantil”, Cap. VII, Tomo XVII, Amorrortu, 1994. 12) — (1925) “La negación”, Tomo XIX, Amorrortu, 1992. 13) — (1927) “Fetichismo”, Tomo XXI, Amorrortu. 14) — (1933) “31º conferencia”, pág. 54, Tomo XXII, Amorrortu. 15) (1937) “Análisis terminable e interminable”, pág. 241 y Cap. VII, Tomo XXIII Amorrortu. 16) — (1940) “La escisión del Yo en el proceso defensivo”, Tomo XXIII, Amorrortu. 17) — (1940) “Esquema del psicoanálisis”, Caps. IV y VIII, Tomo XXIII, Amorrortu. 18) Lacan J. (1949) “El estadio del espejo como formador de la función del Yo”, Escritos 1, Siglo XXI, 1985. 19) — (1948) “La agresividad en psicoanálisis”, Escritos 1, Siglo XXI, 1985. 20) — (1953) “Función y campo de la palabra”, pag. 272, Escritos 1, Siglo XXI, 1985. 21) — (1966) “La ciencia y la verdad”, Escritos 2, Siglo XXI, 1985. 22) — (1954) Seminario 2 “El yo en la teoría de Freud”, Cap. I, Paidós, 1983. 23) — (1957) Seminario 5 “Las formaciones del Inconsciente”, Cap. XXIII, Paidós, 1999. 24) — (1962) Seminario 10 “La angustia”, Cap. XIII, Paidós, 2006. 25) — (1964) Seminario 11”Los 4 conceptos fundamentales del Psicoanálisis”, Cap. XV, Paidós, 1986. 26) — (1968) Seminario 16 “De un Otro al otro”, Cap. I, Paidós, 2008. 27) — (1972) Seminario 20 “Aún”, Caps. VI y VII, Paidós, 1989. 28) Laplanche, J. y Pontalis, J.-B. “Diccionario de psicoanálisis”, pág. 125, Labor, Barcelona, 1974. 29) Masotta O. “Lecturas de psicoanálisis”, Caps. 6 y 15, Paidós, 1992.

(Este trabajo fue seleccionado para su publicación el 20 de noviembre de 2009.)

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Discusión de trabajos “A propósito de ‘La escisión del yo en el proceso de defensa’” de Luis Campalans Pereda

*Rubén Zukerfeld “Ese recuerdo (...) había reaparecido (...) primero como en un relámpago, sin ser todavía recuerdo sino únicamente un llamado de la memoria que le hacía saber que estaba acordándose de algo sin saber de qué.” Juan José Saer, Nadie nada nunca (1994).

El autor se propone aquí una relectura y discusión de lo que entiende como un trascendente trabajo póstumo e inconcluso de Sigmund Freud. Es interesante destacar la coincidencia de comentar este texto justo en el momento (julio de 2009) que la IPA presenta internacionalmente un libro escrito por autores de distintas regiones –en el que me incluyo– sobre el mismo trabajo. Creo que esto confirma la calificación de trascendente que Campalans señala en el primer renglón de su escrito. El ordenamiento de las reflexiones del autor sobre la forma de abordar el texto freudiano me facilita poder plantear los acuerdos y las discrepancias con su lectura, y estimo conveniente entonces seguir el diseño que Campalans ofrece a la discusión. 1. En la primera parte de su texto, el autor ubica con precisión el lugar que ocupa el trabajo del ’38, entre el “Esquema” del mismo año y el antecedente del “Fetichismo” de 1927. Es sabido que el término Spaltung es prefreudiano y que Freud no describe algo accidental o temporario –como señala Campalans–, sino que va más allá de sus maestros y describe el famoso “otro escenario”. Es decir, descubre el inconsciente y la represión universal y estructurante. Y por supuesto –y en esto coincido plenamente con el autor– se trata de “una división constitutiva que no deviene de la ruptura de ninguna unidad previa”. Pero esto se llama

* Dirección: Moldes 981, (C1426ALG) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. [email protected]

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(Freud lo llama) represión. Y la represión se descubre en principio a partir de la clínica de las psiconeurosis entre las que está la neurosis obsesiva del Hombre de las Ratas. No hay aquí nada que pueda pensarse en términos de parte “escindida” –como remarca Campalans. Y no la hay porque aquí no existe la escisión que Freud conceptualiza en 1938 pero que introdujo en la teoría a propósito del fetichismo, es decir una clínica –la de la perversión–, en la que la teoría de la represión no sería suficientemente explicativa. Es por esto que no coincido con la afirmación final del autor que parece proponer que la noción de Spaltung o escisión debe ser reservada para la represión. 2. Justamente en la segunda parte, Campalans realiza una muy interesante revisión de la desmentida desde la perspectiva lacaniana y señala algo que es para mí central y que consiste en señalar la complejización que subyace a la idea de que la Verleugnung no es solo una operación sobre la percepción sino la base de la permanencia de un Yo Ideal. Considero entonces que independientemente de cómo se establezca su origen se trata de la “coexistencia de dos posturas psíquicas” una que gira alrededor del Ideal del Yo donde opera la represión y es la fuente de la intersubjetividad y otra –apartada, escindida–, que es la sede de la desmentida radical y a su vez ha sido constituida por ella: el Yo Ideal permanente, monádico y duplicante que no reconoce la alteridad. 3. En la tercera parte, Campalans afirma “que las relaciones del Yo con la realidad son efecto o dependen más de la inscripción de la castración que del sistema Percepción-Conciencia”. Y en esto coincido, pero realizando una precisión. Entiendo “más” como que la relación con la realidad depende de los dos aspectos: percepción y todo lo que implica la inscripción de la castración. De este modo –que entiendo universal y permanente– prefiero hablar de la realidad del consenso perceptual y la realidad del deseo,1 donde parafraseando a Freud, “un cigarro es un cigarro y un cigarro nunca es un cigarro”. Simultáneamente. Y con esto quiero decir que en todo acto psíquico, en todo producto de la subjetividad y en su misma construcción, conviven constantemente el sentido común de la llamada percepción objetiva, el enmascaramiento represivo y la eficacia de lo desmentido asociada a la pregnancia inevitable del narcisismo. 4. Y es justamente en el comienzo de la cuarta parte que Campalans hace una adecuada mención del surgimiento del Ideal. Desde allí conviene recordar que entre la primera y la segunda tópica Freud introdu-

1. En lugar de la tan habitual y disyuntiva realidad “material” y realidad “psíquica”.

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jo el narcisismo pero que este no tuvo su figuración tópica. No obstante, desde el momento que es posible diferenciar un Ideal del Yo y su sesgo imaginario y simbólico, de un Yo Ideal protagonista del ”teatro de lo imposible” de McDougall e inscripto en el orden de lo Real, están dadas las condiciones para revisitar la tópica freudiana en línea con Freud. En realidad, la verdadera segunda tópica no es el “huevo” de El yo y el ello, sino el esquema integrador del “Esquema de Psicoanálisis” “abierto” al soma pulsional donde se integran las categorías de las dos tópicas. Aquí es importante hacer una lectura de Freud de acuerdo a lo que entiendo como “lógica de autor”, es decir como el pattern más o menos reconocible de como opera desde el contexto de descubrimiento, al de justificación –y en el sentido de Klimovsky– al de aplicación del conocimiento. Así es que cuando Freud descubre la represión, lo que describe al principio es solo un mecanismo de defensa de ciertas enfermas llamadas histéricas. Luego resulta ser también el mecanismo de defensa de ciertos enfermos obsesivos y fóbicos. Y finalmente es la noción estructurante e universal del psiquismo humano. La misma lógica se percibe cuando describe la escisión como el mecanismo de defensa de los fetichistas. Luego lo planteará no solo para esas patologías sino también para la psicosis. Y, finalmente, –como señala con precisión Campalans en la segunda parte de su texto– como mecanismo general del Yo “joven” frente al trauma y en las neurosis en general. Al igual que con el recorrido teórico clínico con la represión: ¿qué falta para decir que se trata de un mecanismo universal? Lo que en realidad faltó es la materialidad biológica de un Freud que lo escriba, de un Freud que nos dejó un texto póstumo e inconcluso. De allí que, siguiendo su estrategia intelectual, pensar la escisión no solo como un mecanismo de defensa, sino también como un mecanismo estructurante y universal solidario de la represión primaria, es una posibilidad que entiendo de valor heurístico. Y esto sin necesidad aún de dar cuenta de ninguna patología ni nueva ni vieja. Simplemente entendiendo que la escisión en este sentido no rompe nada: es un apartamiento que permite una diferenciación.2 Para aceptar esta caracterización, hay que estar de acuerdo también con que en Freud la posibilidad de ligadura representacional se establece en condiciones económicas definidas por el principio de constancia. Tanto la pulsión con su anclaje somático, como la condición siempre in-justa del objeto auxiliar inexorablemente generan magnitudes no ligables que dejan huellas activables pero no evocables. Esto significa que tanto vía naturaleza y vía cultura hay carencias y excesos que constituyen los relámpagos de la prosa de Saer. Esto implica que coexistirá para siempre aquello que ingresa en la

2. Esta noción también ha sido enfatizada por Green.

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órbita del deseo y la castración, es decir las leyes del Edipo, con aquello que queda apartado, no reprimido, o sea lo que llamamos escindido. Esto implica también que existe desde el vamos una heterogeneidad inconsciente radical, es decir distintos modos de procesamientos inconscientes. Este problema está presente en casi todos los postfreudianos como, por ejemplo, en los elementos y pantalla beta como aglomeración no integrada y el “terror sin nombre” en Bion, el terror al derrumbe como signo-huella que no pudo simbolizarse en Winnicott, lo Real como fuera del lenguaje e inadmisible a la simbolización en Lacan, lo originario y el pictograma en Aulagnier, el teatro de lo imposible y la histeria arcaica en McDougall, la escisión esencial y los esclavos de la cantidad en De M’Uzan, los dinamismos paralelos en Marty, lo no representable en Missenard ,lo ignoto, incognoscible en Rosolato, lo arcaico y la negatividad radical en Kaës,, el “inconsciente anterepresión” de Rousillon, la delegación de lo no figurable y el “tras país” en Botella,, la idea de lo “prepsíquico”, el trabajo de lo negativo y los desarrollos sobre la escisión en Green, el lugar del doble inmortal en Aragonés, las huellas ingobernables en Marucco, el “inconsciente primario” en Dejours, el “inconsciente originario” en Bleichmar Pensar en este listado –que no es exhaustivo ni pretende que todas las nociones mencionadas sean semejantes–, implica la idea de lo que caracterizamos como inconsciente escindido, sede del Yo Ideal y núcleo duro de lo que entendemos como “tercera tópica”.3 Creo que Campalans quizá no tuvo la oportunidad de conocer detalladamente los desarrollos permanentes de esta noción metapsicológica que implica a su vez un punto de articulación posible –y complejo– tanto con las neurociencias como con las llamadas disciplinas de la subjetividad. Esta suposición proviene del hecho que el autor afirme que le parece “una simplificación forzada” y “artificial” la idea de un inconsciente escindido “sin articulación posible a lo representable”. Desconozco de dónde obtuvo Campalans esta última afirmación pero al menos no proviene del modelo que hemos desarrollado desde hace 20 años (Zukerfeld y Zonis Zukerfeld, 1989, 1999, 2001; Zukerfeld, 1992, 1993, 1994, 1996, 1998; 1999, 2009 ). La tercera tópica es una concepción teórico-clínica de tres espacios psíquicos4 que extiende la noción de inconsciente dentro de una tópica de sesgo freudiano sosteniendo la universalidad y la coexistencia 3. El término tercera tópica como tal fue introducido por André Green (1975), y utilizado por Christoph Dejours (1986), Norberto Marucco (1978,1980,1998), Eduardo Raggio (1989), César Merea (1984, 1994, 2003), y Elsa R. de Aisemberg (2001. 4. El Prec., el Inc. Reprimido-Represor y el Inc. Escindido. Los dos primeros separados por la barra de la represión y ambos separados de lo escindido por la barra de la escisión.

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de procesos inconscientes que determinan que todos sus productos sean “mestizos”. En ella además describimos tres dinamismos: el clásico de la represión, que determina qué accede y cómo a la conciencia; el de la escisión, que determina el predominio en la percepción de aquello expresable en el orden de la palabra y/o de aquello inefable propio del orden somático y del acto, y finalmente la dinámica vinculante de los procesos terciarios (Green,5 1972; Zukerfeld y Zonis-Zukerfeld, 2006) que ponen en relación a esos dos órdenes. Esta última dinámica constituye la articulación de lo representable y su riqueza fantasmática6 con lo que se encuentra escindido: es justamente el campo donde se desarrolla lo que denominamos el potencial heurístico del sujeto a través del lazo social, es decir el campo de la creación de lo nuevo. No se trata aquí solo de descifrar sino de crear, de inventar un sentido, de generar una narrativa verosímil y compartida, lo que es posible solo en transferencia con un vínculo significativo. Creo que la reflexión final de Campalans es muy atinada acerca de lo inconcluso del texto freudiano porque justamente eso autoriza a que todo analista intente recoger su pluma, es decir que trate de subir a los hombros de Freud para poder ver algo más lejos. En este sentido, realizar una revisión metapsicológica a propósito de la escisión es una tarea importante que el autor lleva a cabo con inteligencia y estimula a plantear puntos de vista diferentes. A mi modo de ver hoy en día revisitar este concepto significa: a) Jerarquizarlo como apartamiento o separación originaria, universal y persistente que implica la posibilidad de puentes no reduccionistas con otras disciplinas que se ocupan de la mente y de la construcción de subjetividad. b) Enfatizar su dimensión estructural que, a nuestro modo de ver, sigue en la trayectoria freudiana el mismo recorrido de la represión que primero fue una defensa histérica y luego un mecanismo fundante. c) Utilizarlo para reformular la posición psicoanalítica frente a la patología de modo de poder pensar que en todo síntoma hay algo inefable, y que en todo lo inenarrable hay algo sintomático. Y que el analista lidia siempre simultáneamente con el [su] conflicto y el [su] déficit. 5. Definidos por este autor como “aquellos procesos que ponen en relación los procesos primarios y secundarios de tal manera que los primarios limitan la saturación de los secundarios y los secundarios la de los primarios”. Nosotros problematizamos y extendimos el concepto a aquello que articula la puesta en relación descripta por Green con lo no representable, gracias a un vínculo con un otro significativo. 6. Es lo que llamamos el potencial inconsciente hermenéutico del sujeto, es decir la creatividad que implica el enmascaramiento de la represión y sus clásicas formaciones que se ofrecen al desciframiento (equívocos ,chistes, sueños, síntoma, transferencias).

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Se trata, en definitiva, de radicalizar con un agregado la cita freudiana inicial que Campalans nos propone: “La diferenciación entre consciente e inconsciente [y entre lo representable y lo no representable], es la premisa fundamental del psicoanálisis·. Y desde allí comprender el relámpago en la prosa de Saer, ese recuerdo que no es todavía recuerdo y que se infiltra en cuerpo y en acto entre las palabras narradas de ese discurso.

Bibliografía Green, A. (1972): “Notas sobre procesos terciarios”, en La metapsicología revisitada. Eudeba, Buenos aires, 1996. — (1975): “El analista, la simbolización y la ausencia en el encuadre analítico”, en De Locuras privadas, Amorrortu, Buenos Aires, 1990. Zukerfeld, R. (1992): “Tercera tópica y locuras públicas: de lo limítrofe a lo central”. REV. DE PSICOANÁLISIS, XLIV, 3-4, 1992. — (1993): Acerca de la Tercera Tópica. 33º Congreso Internacional de psicoanálisis IPA, Amsterdam, julio de 1993. — (1994): “Locuras privadas, locuras públicas. La Tercera Tópica”. Rev. de Psioclogía y Psicoterapia de Grupo, XVII,2, 1994. — (1996): Acto Bulímico, Cuerpo y Tercera Tópica. Paidós, Buenos Aires,1996 — (1998): “Psicoanálisis Actual, Tercera Tópica e Interdisciplina”. III Congreso Argentino de Psicoanálisis, Mención Especial III Congreso Argentino de Psicoanálisis, Córdoba, 1998. — (1999): “Psicoanálisis actual, Tercera tópica y contexto social”. Aperturas psicoanalíticas, 2, julio de 1999, www.aperturas.org — (2002): Psicoanálisis y procesos terciarios: resiliencia y prácticas sociales transformadoras. 1er Congreso Internacional de salud mental y derechos humanos, Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo (UPMPM), Buenos Aires, 2002. — (2009): Splitting of the Ego and Psychosomatics: On a Third Topgraphy. Cap.10 en Bokanowski,T y Lewkowicz,S (Eds.) On Freud’s Splitting of the Ego in the Process of Defence, IPA Series: Contemporary Freud Turning Points and Critical Issues, Karnac Editors, Londres, 2009. Zukerfeld, R. & Zonis Zukerfeld, R. (1989): “Acerca del inconsciente: la tercera tópica Freudiana”. VII Encuentro y Symposio anual AEAPG, Buenos aires, 1990. — (1999): Psicoanálisis, Tercera tópica y Vulnerabilidad somática, Lugar, Buenos Aires, 1999. — (2001): “Tercera Tópica, sostén vincular y vulnerabilidad”, 42º Congreso Internacional de Psicoanálisis, IPA, Niza, julio de 2001, Procesos Terciarios. Premio FEPAL 2002, 24º Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis, Montevideo, septiembre de 2002. — (2006): Procesos Terciarios: de la vulnerabilidad a la resiliencia. Lugar, Buenos Aires, 2006.

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*Carlos A. Basch

El tema abordado por Campalans –es casi ocioso decirlo– es de alcances vastísimos, tanto que difícilmente alguna región del psicoanálisis quede del todo por fuera de él. Sin dejar de lado su espesor problemático –él se encargó afortunadamente de acotarlo–, en relación a tres tesis esenciales (que guardan solidaridad, al punto de co-implicarse); y un interrogante a dilucidar. Las tesis: -La Verleugnung refiere necesariamente a la complejización de la noción de castración tras el “giro” de 1920. -Su problemática extiende sus alcances más allá de los cuadros perversos (en sentido restringido, como estructura clínica). -Su valor, en tanto defensa, concierne a la constitución misma del yo. El interrogante, que refiere al empleo de la noción de “escición del yo” como fundamento de una “nueva metapsicología”, pretendidamente más acorde a los problemas relativos a las llamadas “nuevas” patologías, se desvance –por así decirlo– por sí solo, una vez puesto de relieve en sus alcances el desarrollo las tres premisas. Hay por de pronto un eje fundamental, convenientemente subrayado por Campalans: en el recorrido de los momentos principales de la noción en Freud, desde las primeras menciones de la Spaltung constitutiva del inconciente freudiano, se trata de la misma escición –sólo que complejizada en relación a la “realidad objetiva” de la castración, a partir de la percepción de la falta de pene en la mujer– que la que opera en la desmentida fetichista. El articulador es la premisa universal del pene como juicio de atribución, que en los textos freudianos posteriores a 1920, con eje en “La organización genital infantil”, cobra valor ordenador de la captación perceptiva de la diferencia de los sexos. Sobre este horizonte principal, el texto avanza hacia el problema de la ubicación de la desmentida en el espesor creciente que la castración adquiere progresivamente en los textos de Freud, en la década de 1920. O dicho de otra manera, que si ante el complejo de castración de algún modo todos somos –como Leonardo– hijos perversos de una madre virgen, ello se debe a que la constitución del yo como ideal se conjuga en la identificación narcicista al falo. * Dirección: Juan M. Gutiérrez 3993, 2º “B”, (C1425ARE) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. [email protected]

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A partir de esta coordenada esencial surgen otros problemas, de más vasta complejidad. Entre ellos merece una breve digresión el del goce femenino en tanto se ubica más allá del falo; ese que –nos recuerda Campalans– Freud confesó ignorar. La referencia, claro, es a la célebre pregunta freudiana referida a lo que quiere una mujer. Ahora bien, algo en esa perspective requiere ulterior dilucidación. ¿Se trata acaso de ignorancia de ese goce, en el sentido de no poder decir nada preciso de él, en cuanto episteme; o bien de la ignorancia de que lo hay? Porque lo primero, como es obvio, no sólo fue ignorado por Freud. De hecho, en tanto imposible, está más allá de lo representable para todo hablante sin excluir, claro, a Lacan, ni –por supuesto– a las mujeres. En cuanto a lo segundo, no parece verosímil que Freud pudiera ignorar la existencia de eso respecto de lo cual –precisamente– interrogaba (lo que no implica, claro, pasar por alto los diferentes alcances que Lacan, desde una distancia de lectura de la que Freud obviamente carecía respecto de sus propios hallazgos, diera a tal interrogación). En cualquier caso (lo señala bien Campalans) la falta de significante de la mujer, a la que no puede ubicarse más que como “no siendo toda” en relación al falo, no es sino una entre las lecturas de la escritura de la castración como significante del Otro barrado. El recorrido del texto arrima a la pregunta por la falta de recubrimiento entre el lugar de la Verleugnung en la estructura y la problemática de la perversión; que Lacan fundara –sobre todo a partir de su Seminario 10, de 1962/3– no ya en el fetichismo como paradigma; sino en las problemáticas del sadismo y el masoquismo, respectivamente, en perspectiva de la entrega al goce del Otro y de la búsqueda de la angustia del Otro; relativas ambas a una voluntad de goce que por excluir toda demanda de saber (y, por ende, de saber supuesto) no condesciende a la transferencia. Se entreabre asimismo en este punto la pregunta por la relación entre fetiche, semblant y mascarada. Podemos avizorar las derivaciones posibles así como los cruces entre diferentes posiciones: del analista, perversa y femenina. Pero el texto no se interna del todo en estas cuestiones, que exceden su mira principal, relativa al papel de la castración en la constitución de la “realidad” (una de las cuatro instancias, dicho sea de paso, que conforman el aparato psíquico en El yo y el ello; algo que precisamente desestiman las perspectivas que ven en la segunda tópica poco menos que una sustitución de modelo, con un retorno al redil de la psicología). El problema clave en este punto es la complejidad de la articulación posible entre ello e inconciente, que en el horizonte nocional lacaniano concierne a los modos (más o menos acotados) de irrupción de un real en las fallas y resquicios del montaje simbólico/imaginario de la “realidad”, en tanto fantasmática. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 651-664

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En todo caso, Campalans es taxativo en lo esencial: la función de síntesis del yo no es sin la desmentida. Algo que acaso se podría afirmar de modo incluso más radical: en rigor, la síntesis es de la desmentida. Síntesis de la desmentida, en efecto, no menos que desmentida de la síntesis, como se sigue del enlace represión/desmentida del cap. VIII del “Esquema del psicoanálisis”. Coexistencia de opuestos, por así decir, ubicados en paralelo; conectando la represión, en tanto acto, con su desmentida (sin la cual no hay acto en absoluto), en esos particulares momentos de una cura analítica en que el lenguaje pone de algún modo en acto eso mismo que, por su misma condición de lenguaje, no puede menos que expulsar (lo que otorga a la Verleugnung valor performativo). La referencia freudiana que acaso valdría la pena agregar aquí es el concepto de verdad histórica en Moisés y el monoteísmo y “Construcciones en psicoanálisis” (textos casi contemporáneas a la “Escisión del yo en el proceso defensivo” y el “Esquema del psicoanálisis”, trabajados por Campalans): una verdad que no es dato primero deformado en segunda instancia, sino la deformación misma en tanto verdad del origen, construida no menos a partir de la huella del acontecimiento primordial que de su desmentida, que enraíza al sujeto en la imposibilidad originaria. Es la perspectiva en que la función sintética del yo no deja de incluir en sus seudópodos algo interior que –en tanto incluye a su vez un exterior, como dice bien Campalans– es más propicio a la modelización moebiana que una topología cerrada. Sólo que –y aquí me permito discrepar con el autor– no parece del todo adecuado calificar así al “huevo” de la segunda tópica freudiana, que es cualquier cosa menos cerrado; en tanto no carece, por cierto, de abertura: un polo auditivo –nada menos– con lo que queda bien marcado que no es de cualquier “afuera” que se trata, sino del que habita el decir del Otro. Para finalizar, para constatar hasta qué punto la idea de un inconciente “escindido” sin articulación alguna a lo representable constituye una aporía, basta con advertir que en efecto se trata en la Verleugnung de algo que, mucho más allá de la perversión, concierne –en tanto inherente en última instancia a la formación del yo en su relación al complejo de castración– a todo lo analizable, sin más. Así pues, no cabe bajo ningún punto de vista postular un tal inconciente “escindido”; al menos si se lo pretende distinguir “limpiamente” del reprimido. Más que un error hay allí un verdadero obstáculo para toda percatación de las condiciones de la palabra en transferencia; y no sólo para el abordaje de las “nuevas” (?) patologías: simplemente, para la escucha de cualquier decir en transferencia; en la medida en que todo lo analizable umbilica en un límite a lo representable en torno al que se juega siempre, en definitiva, el destino de la cura.

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Respuesta al comentario del doctor Rubén Zukerfeld

En primer lugar debo agradecer la dedicación, interés y honestidad intelectual con que Zukerfeld ha leído y criticado el trabajo, sobre todo teniendo en cuenta las importantes diferencias que surgen entre mi forma de pensar el psicoanálisis y la suya. Diría que esas discrepancias se sitúan en cómo entender casi todos sus conceptos fundamentales (inconsciente, pulsión, represión, castración, etc.), por lo que leer y responder su comentario ha sido una tarea exigente y trabajosa; no obstante lo cual, el común referente al texto freudiano abre una posibilidad de intercambio que más allá de las posibles coincidencias aclare y establezca mejor aquellas diferencias. Por razones de tiempo y espacio seguiré también el diseño que su discusión va proponiendo a riesgo de no poder distinguir mejor las cuestiones centrales de las secundarias: a) Entendemos que la escisión descripta por Freud en 1938, y cuyos antecedentes en su obra mi trabajo intenta recorrer, afecta al Yo y no al inconsciente; de allí mi propuesta de preservar la noción de Spaltung para la división estructural constitutiva del mismo y para el sujeto que de ella emerge (no sólo para la represión como lee Zukerfeld) jerarquizándola por sobre la consistencia de los desdoblamientos y dualidades imaginarias del Yo. Si bien el comentario recoge tanto la cuestión de la percepción en su relación con la castración y la del Yo ideal en su relación con la identificación al falo, y la de ambas en su relación con la realidad como producto de la síntesis yoica, soslaya a la vez su determinismo, pues las hace coexistir simultáneamente con “el sentido común” y la “percepción objetiva” en lo que sería, por así decir, una “realidad real”. b) Si bien coincidimos con el carácter extendido de la desmentida como defensa, no vemos que pueda homologarse al estatuto estructurante o fundante de la represión, en particular al concepto de “represión primaria” (Ur-verdrängung) o primer tiempo de la represión, el de la parcial fijación de la pulsión a un representante; el de la inscripción psíquica (Carta 52) y que referimos a la entrada del infans en el lenguaje que le viene del Otro como condición del inconsciente. Citamos el cap. VIII del “Esquema” donde Freud articula y discrimina la represión con la desmentida: una actuando sobre lo pulsional y, la otra, operando sobre la captación de la realidad. Dijimos también que la desmentida presupone la inscripción (de la castración), pues en su defecto no habría que desmentir, o sea que hay una precedencia lógica REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 651-664

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de la represión respecto de la desmentida. Pensamos que Freud mantuvo siempre para la represión este lugar fundante de las demás defensas o mecanismos y nunca propuso que la desmentida fuese a fundar alguna “nueva” tópica u “otro” inconsciente. Pensar, como parece decirlo Zukerfeld (basándose en Green y otros), que Freud así lo habría propuesto si tan solo hubiese vivido unos años más, autorizándose en su empatía con lo que llama “estrategia intelectual” de Freud, es como mínimo audaz. Con menos y con mejor fundamento (por caso esa monumental obra que es La interpretación de los sueños) se podría especular que si Freud hubiese leído a Saussure, habría propuesto el sujeto del significante. Pero no se trata de hacer adivinanzas sino de efectos de lectura, incluyendo el hecho de que el freudismo haya escindido o subvertido al sujeto del conocimiento aun sin quererlo. c) A excepción de “freudiano” nos cuesta entender el porqué de esa búsqueda de otros adjetivos para “inconsciente”, que además parecen multiplicarse sin fin: “escindido”, “arcaico” “apartado”, “ignoto”, “no figurable” “prepsíquico”,“ ingobernable”, etc., son parte del inventario que hace Zukerfeld de una lista de autores postfreudianos, de la que al menos excluiría al “terror sin nombre” de Bion y a lo “real” de Lacan, pues no creo que abonen ninguna idea de “otro” inconsciente. Al respecto, y en ello el autor se diferencia de otros, no se justifica en la “patología” sino en un afán de integración, articulación o suplementación (incluye a las neurociencias) en la búsqueda de un saber completante que al cabo podría ser una forma de “no querer saber que no se sabe”. d) Es interesante al respecto preguntarse por la relación de ese “inconsciente escindido” con lo representable, y cómo entender eso de “no representable”, lo que supone “insimbolizable” y por ende “no analizable”, ya que ello dejaría ver cómo se concibe al inconsciente freudiano. No pensamos lo “irrepresentable” como una instancia, parte o tópica separada del inconsciente, en cuyo caso habría que definir tanto su estatuto como sus vías de acceso (“aquello inefable propio del orden somático y del acto”, propone Zukerfeld). Entendemos que lo irrepresentable es lo que en el seno mismo de lo representable o lo decible viene a detenerse, a umbilicarse como en el sueño, en lo inconcluso como en el texto de Freud; aquello que surgiendo como un resto o saldo real es a la vez causa del pulsionar de la repetición al “no cesar de no escribirse”. Es decir, lo irrepresentable como borde no “apartado” sino “entre” lo representable; no con lo ignorado sino con lo imposible de conocer: “muerte y sexualidad”, al decir de Freud. Retomando el modelo de la Carta 52 vemos que las reescrituras son siempre a pérdida, que lo primario se hace representar en lo secun-

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dario solo parcial e indirectamente a través de condensaciones y desplazamientos, que el inconsciente se articula a la palabra pero no es articulable o decible como tal (condición lógica que impone al sujeto y al deseo), insuficiencia que es justamente lo que posibilita la operación analítica como lectura. Por ende, o eso “escindido” puede alcanzar alguna ligadura representacional por las vías que el análisis propone, las de la escucha en transferencia y entonces no es “otro” inconsciente, o bien queda como un inefable a ser llenado por “vía di porre” por “la mente del analista”, como se dice. Aquí y más allá de cómo se la intente teorizar (“contratransferencia”, “creatividad heurística”, “préstamo de fantasías”, etc.), es donde el análisis corre el peligro de deslizarse hacia una psicoterapia directiva basada en la sugestión y ello más allá, como bien dice Zukerfeld, de las “patologías nuevas o viejas”. e) Por eso no tengo más remedio que reiterar eso de “simplificación forzada y artificial” respecto de la teoría de la “tercera tópica” u otras emparentadas, sino también agregar la pregunta de si no implica un desconocimiento o dificultad frente a la castración como límite a lo decible y al saber del analista. Convengamos también que la intención central del trabajo, más allá de cuestionar esas ideas, es poner el énfasis en la noción de “sujeto” (del inconsciente, de la castración) como “lo que viene a introducir la división, la Spaltung del yo en tanto que individuo”, así como de su estatuto y condición: dividido o en falta y producido en el análisis como efecto de lectura Un sujeto paradojal, pues no puede ser dicho del todo a pesar de constituirse en el lenguaje mismo, que si bien “habla” nunca dice “yo digo”; noción de sujeto que entendemos hace a la especificidad misma del psicoanálisis y de la cual Zukerfeld no hace mención alguna, suponemos que es porque no forma parte de los conceptos que conoce o maneja. Como colofón, él propone “subirse a los hombros de Freud para ver más lejos”, lo que podría interpretarse como una idea de superación del freudismo. No es ésta la dirección en la que pensamos al psicoanálisis, sino más bien en la del perpetuo “retorno a” los postulados que fundan su campo, tal como lo plantea Foucault* por exigencia del carácter subversivo de esos mismos conceptos.

* Conferencia “¿Qué es un autor?” (1970), Revista Conjetural, nº 4, 1984.

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Respuesta al comentario del doctor Carlos Basch

Quiero también agradecer la valiosa interlocución de Basch quien fuera uno de los discutidores de este trabajo en oportunidad de su presentación en la APA (setiembre de 2008). También por razones de tiempo y espacio voy a limitarme a tomar algunos puntos de los que va aportando el derrotero de su comentario con el cual obviamente tengo muchos más acuerdos que disensos. a) En primer lugar es importante señalar las coincidencias en la lectura y el abordaje de la obra y el pensamiento de Freud así como en la forma de interrogarse sobre ellos. Por ejemplo, “el giro” o la bisagra de 1920 o el eje de “La organización genital infantil” (1923) cuyo efecto es que el falo pasa de ser la representación (Vorstellung) del pene para ser el representante (Repräsentant) de la falta y por ello significante del deseo, para decirlo en una fórmula. Destaco también las preguntas sobre los aportes de El yo y el ello o la inclusión de Moisés y el monoteísmo y otros textos contemporáneos a los trabajados en mi escrito. Lo que pretendo destacar es que la común transferencia con la enseñanza de Lacan no supone en absoluto una común lectura o valoración de Freud; por el contrario, horadando las “contraseñas” y los “efectos de masa” muchos “lacanianos” parecen pensar que Lacan vino a “pararse sobre los hombros de Freud” para citar esa figura que aportó Zukerfeld en su comentario. b) Ese “celo freudiano”, para designarlo de algún modo, parece llevar a Basch a llamar la atención sobre un posible malentendido referido a la ignorancia del goce “femenino” (como más allá del fálico) por parte de Freud. Fructíferos, como suelen ser los malentendidos, éste nos permite discriminar la ignorancia como lo que podría ser llenado o cubierto por el saber del desconocimiento como aquello de lo que no hay episteme, en tanto imposible y de lo cual los hallazgos de Freud dan cuenta como tope o borde, a riesgo de ser reiterativo, otra vez “muerte y sexualidad”. Por otro lado, “la ignorancia de que lo hay” (ese goce), como dice Basch, sería justamente lo desestimado o desmentido por la Verleugnung. En relación con ello lanza un desafío sobre las consonancias posibles entre las posiciones del analista, perversa y femenina (que entendemos como posiciones subjetivas, más allá de quien las ocupe). Sin duda se alude al llamado “álgebra lacaniano” puesto que el objeto a como “plus de goce” y causa de deseo sería el común denominador de las tres posiciones: matema del “fantasma” perverso; piso superior del discurso del analista y la mujer como a para el deseo del hombre (Seminario 20). Más interesante aún sería pensar en sus derivaciones tanto clínicas como culturales, por

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caso el horror/sagrado a la mujer del que da cuenta “El tabú de la virginidad” y otros textos. c) Son varios y trascendentes los aportes e interrogantes que surgen del modelo de El yo y el ello. Por un lado, la reafirmación de “la realidad” (a veces llamada “externa” e incluso “objetiva”) como una de las cuatro instancias del aparato, cuya síntesis no es sin la desmentida. Por otro lado, las implicancias e interrogantes surgidos del pasaje de la primera tópica (cuyo eje o referente es la conciencia) a la segunda tópica (cuyo eje es el Yo) en particular las relaciones entre los nociones de “ello” e “inconsciente” que si bien se articulan no se recubren. Si el “hacer consciente lo inconsciente” puede inducir a creer que todo podría ser recubierto por la palabra, la noción de ello podría ser un intento más riguroso de dar cuenta de la emergencia de un resto inarticulado en los límites de lo representable, o sea un pasaje de lo insusceptible de conciencia a lo insusceptible de representación. Por cierto no puedo menos que aceptar la justa crítica (otra vez ese celo freudiano) hacia el tal vez desconsiderado calificativo de “cerrado”, en su posibilidad de topologizar una falta irreductible, respecto del modelo de 1923 y ello no sólo en la apertura del yo hacia el “afuera” del Otro, sino en la apertura del superyó hacia el “adentro” del ello. d) Las referencias a Moisés y el monoteísmo y a “Construcciones en psicoanálisis” vienen a plantear una más que pertinente correlación lógica entre los conceptos freudianos de “realidad psíquica” y “verdad histórica” en tanto construcciones simbólico/imaginarias producidas retroactivamente y sobre las que opera la desmentida, que velan la pérdida o imposibilidad originaria de capturar lo real del acontecimiento. Por último, coincidimos con las reflexiones sobre la aporía de postular un inconsciente “escindido” como diferente del “reprimido” en cuanto a sus efectos sobre la cura analítica, pues implica una desestima (vaya paradoja) en la percatación de las condiciones y los límites de lo analizable, de la posición del analista y de los fines de la cura misma.

DESCRIPTORES: ESCISIÓN DEL YO / DESMENTIDA / CASTRACIÓN / DEFENSA / FALO / REPRESIÓN / REALIDAD PSÍQUICA / REALIDAD / YO IDEAL / TERCERA TÓPICA KEYWORDS: SPLITTING OF THE EGO / DISAVOWAL / CASTRATION / DEFENSE / PHALLUS / REPRESSION / PSYCHIC REALITY / REALITY / IDEAL EGO / THIRD TOPIC PALAVRAS-CHAVE: EXCISÃO DO EGO / DESMENTIDA / CASTRAÇÃO / DEFESA / FALO / REPRESSÃO / REALIDADE PSÍQUICA / REALIDADE / EGO IDEAL / TERCEIRA TÓPICA

REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 651-664

REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 665-686

Después de Lacan: Del poslacanismo al psicoanálisis contemporáneo *Fernando Urribarri Dedicado a Madé Baranger, en su cumpleaños 90.

En este trabajo quisiera proponer algunas ideas sobre la introducción y el devenir del pensamiento de Lacan y del “psicoanálisis francés contemporáneo” en la APA y en la Argentina. Voy a centrarme en la relación entre las corrientes poslacanianas francesa y argentina. En su convergente búsqueda de superación de los impasses teóricos y clínicos del postfreudismo en general y del lacanismo en particular. En sus aportes al desarrollo de un nuevo psicoanálisis freudiano contemporáneo. Para ello voy a empezar por esbozar brevemente la perspectiva histórica y epistemológica que orienta este escrito, luego abordaré las características y el recorrido del poslacanismo francés, y por último procuraré trazar una cartografía del movimiento argentino. Más allá de la convicción que despierten las definiciones, denominaciones e interpretaciones que voy a proponer, quisiera señalar que lo que está en juego en estas opciones no es del orden de la clasificación o el etiquetamiento, sino de la historización. Es una apuesta en favor de la reelaboración contemporánea de nuestra praxis, de la actualización de la tradición en la que se inscribe, del futuro que una nueva generación desea contribuir a forjar para nuestra institución y nuestra disciplina. Por eso me gustaría que estas líneas puedan ser leídas como la expresión de un trabajo colectivo que apunta a revitalizar la matriz científica del pluralismo y a relanzar su proyecto freudiano de transformación cultural.

* Dirección: Guido 2465, 4º “A”, (C1425ANA) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. [email protected]

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FERNANDO URRIBARRI

I. Después de Freud

El psicoanalista e historiador Martin Bergman ha señalado que, para bien y para mal, Freud nos legó un psicoanálisis mucho menos definitivo y acabado, más abierto a nuevos problemas y desarrollos de lo que él y sus primeros discípulos creyeron. Tras su muerte, su “psicología profunda” tuvo la fortuna de ver surgir algunos autores post-freudianos originales que realizaron aportes extraordinariamente valiosos. Pero tuvo también la desgracia de que cada uno de ellos creara una nueva corriente militante que se proclamó la única heredera legitima de Freud. Los “tres grandes dogmatismos post-freudianos en vias de extinción“ (como los llama J. Laplanche, 1987): la Ego-psychology, el kleinismo y el lacanismo repitieron el proceso sectario de armar su propio modelo reduccionista, convertirlo en dogma, mecanizar y generalizar una técnica particular, erigir un líder idolatrado como Jefe de Escuela. André Green escribió que la del psicoanalisis posfreudiano es una crisis melancólica: está signada por el duelo interminable de la muerte de Freud. Sintomáticamente cada autor posfreudiano ha querido reemplazarlo como figura mayor, cada movimiento militante ha “revivido” la situación originaria de los pioneros y el Padre (re)fundador. Con fervor militante el sentimiento histórico de orfandad fue sustituido por una mitología (es decir una ideología) de superación y sustitución de Freud. Frente al dogmatismo y al reduccionismo post-freudiano se destacan históricamente tres movimientos antidogmáticos que inauguran profundos procesos de cambio. En Inglaterra encontramos el Independent Group, desmarcándose del enfrentamiento virulento entre annafreudianos y kleinianos. Su rol histórico (en notable sintonía con algunos de sus aportes conceptuales más inspiradores) es crear en lo institucional y científico una posición independiente de la lógica militante, una suerte de área transicional que legitima una nueva libertad de pensamiento, de exploración y de intercambio. En Francia, desde mediados de los años sesenta, cuando J. Lacan pasa de ser un autor renovador a ser un nuevo Jefe de Escuela, la mayoría de sus primeros y principales discípulos van rompiendo con él. Crean un nuevo espacio psicoanalítico anti-autoritario y pluri-referencial, institucionalmente transversal, fundado en una suerte de pacto fraterno: así surge el poslacanismo. En la Argentina encontramos un movimiento freudiano pluralista que cuestiona desde adentro y desde afuera de la Asociación Psicoanalítica Argentina la rígida y reaccionaria hegemonía kleiniana. Adentro de la APA el movimiento es encabezado por W. Baranger, M. Baranger, y J. Mom (con apoyo de los pioneros como Á. Garma y A. Rascovsky): en 1974 concreta una reforma democrática (de la organización y la formación) e instituye un esquema freudiano pluralista en lo científico. De la evolución convergente REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 665-686

DESPUÉS DE LACAN: DEL POSLACANISMO AL PSICOANÁLISIS CONTEMPORÁNEO

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de estos tres movimientos, de la búsqueda de superación de los impasses post-freudianos, surge el movimiento psicoanalìtico contemporàneo: freudiano, pluralista, cosmopolita, complejo, de frontera. En contraste con sus antecesores, el movimiento contemporáneo construye una novedosa posición histórica (e historizante) de filiación pluralista con Freud. Postula –como fundamento epistemológico– el distanciamiento a la vez ineludible y potencialmente fecundo con el padre fundador y su Obra. Como dice Willy Baranger: no hay ortodoxia posible ni deseable. Hay un trabajo de duelo, de historización y de creación, sin el cual la filiación es alienación. (“Lo que has heredado de tus padres adquiérelo para poseerlo”.) Dicho de otro modo: la obra de Freud es el fundamento del psicoanálisis, pero toda relación con ella está necesaria e irremediablemente mediada por el recorte y las opciones de cada modelo. Desde esta perspectiva epistemológica se distingue en la historia del psicoanálisis tres movimientos sucesivos a los que corresponden tres tipos de modelos teórico-clínicos: freudianos, post-freudianos y contemporáneos. Esbocémoslos esquemáticamente.1 El primer movimiento corresponde a la etapa “clásica”, de los primeros freudianos. La teoría, marcada por el descubrimiento del inconsciente, está centrada en el conflicto intrapsíquico entre las pulsiones y las defensas. La práctica está orientada por el análisis de la transferencia y las resistencias, en función de la aplicación de las reglas del método psicoanalítico establecido empíricamente por Freud. Las psiconeurosis de transferencia constituyen el cuadro clínico de referencia, el ejemplo paradigmático (Khun, 1967) que ilustra y confirma el modelo. En el segundo movimiento, post-freudiano, el interés se desplaza en la teoría a la conceptualización del objeto (en unas latitudes como relación de objeto, en otras como lazo estructural con el gran Otro (A) y el pequeño otro (petit a). Se establece una perspectiva predominantemente inter-subjetiva. Este nuevo modelo toma el funcionamiento psicótico (y secundariamente el de los niños) como nueva referencia central, como caso paradigmático. Correlativamente, la técnica se enriquece profundizando el rol central del analista: en la corriente anglosajona se postula la contratransferencia y en la lacaniana se destaca el deseo del analista. El tercer modelo corresponde al psicoanálisis contemporáneo, que propone una nueva síntesis o paradigma. La teoría concibe al sujeto psí-

1. Para un desarrollo más amplio de esta perspectiva histórica y conceptual, el lector interesado puede consultar “The three concepts of counter-transference and the psychical work of the analyst” (Urribarri, 2007), en A. Green, Resonante on suffering (IPA, 2007); y “La theorie dans la psychanalyse actuelle: a la recherche d’un noveau paradigme” (Urribarri, 2008), en A. Green, Les voies nouvelles de la therapie psychanalytique (PUF, 2008).

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quico como proceso heterogéneo de representación que simboliza las relaciones en y entre lo intrapsiquico (centrado en la pulsión) y lo intersubjetivo (centrado en el objeto). En la clínica, los casos límites devienen los nuevos cuadros paradigmáticos. Esto promueve la exploración/extensión de las condiciones de posibilidad y los límites de la analizabilidad. Consecuentemente se estudian las variaciones de la técnica, destacándose su apuntalamiento en el encuadre interno del analista, así como también la compleja pluralidad de su funcionamiento en sesión: el trabajo psíquico del analista deviene un eje conceptual que articula operaciones diversas (escucha, figurabilidad, elaboración de la contra-transferencia, memoria del proceso, imaginación, interpretación, construcción, etc.).

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se acercan a Lacan en nombre de la libertad de pensamiento y se alejan de él por la misma razón. Son Piera Aulagnier, Francois Perrier, Cornelius Castoriadis, J.P. Valabrega y M. Enriquez, quienes, entre otros, salen de la Escuela Freudiana en 1968 y fundan el “Cuarto Grupo”. (A los que luego se irán sumando otros como F. Roustang, S. Leclaire, M. Safouan, L. Irigaray, etc. Y a los que acompañan de cerca freudianos “a la francesa” como M. Neyraut, M. de M’Uzan y S. Viderman, entre otros). Como puede constatarse por la diversidad de pertenencias institucionales, el poslacanismo no constituye un grupo unificado ni posee un proyecto político común. Es una corriente intelectual fundada en una suerte de pacto fraterno, que atraviesa el campo psicoanalítico, componiendo un fecundo espacio de pensamiento pluralista, abierto, que da al poslacanismo la estructura de una red transversal de formas variadas y variables.

II. El poslacanismo: “Ni sin Lacan, ni sólo Lacan”

Para acercarnos a la posición de partida que define intelectualmente al poslacanismo puede servir la sintética consigna que hace casi 20 años propusimos en la revista Zona Erógena: “Ni sin Lacan, ni sólo Lacan”. O dicho de otro modo: Ni lacanismo (es decir reduccionismo dogmático y sectario organizado sobre la base de la transferencia idealizada al nombre de Lacan) ni anti-lacanismo (es decir rechazo reaccionario, conservador y extemporáneo), sino post-lacanismo. O sea: una perspectiva que, por un lado, valora profundamente las ideas de Lacan y las pone a trabajar; y que, por otro lado, desconstruye y se desmarca de sus aspectos teóricamente reduccionista, intelectualmente dogmáticos, ideológicamente reaccionarios, institucionalmente autoritarios y clínicamente iatrogénicos. E. Roudinesco sostiene que desde hace cuatro décadas los más importantes y reconocidos autores psicoanalíticos franceses pertenecen a la tercera generación (la primera fue la fundadora, la de Marie Bonaparte; la segunda fue la de Lacan y Nacht). Poner a trabajar crítica y creativamente la obra de Lacan ha sido y es el sello distintivo de estos pensadores. Aquellos a los que André Green (1986), al reconstruir la trayectoria del movimiento intelectual del que es parte, denomina poslacanianos. ¿Quiénes son entonces los poslacanianos? Son Jean Laplanche, J.-B. Pontalis, Didier Anzieu, D. Widlöcher, quienes –al decir de É. Roudinesco– rompen con Lacan prefiriendo la legitimidad freudiana de la IPA, y fundan en 1964 la Asociación Psicoanalitica de Francia (a la que luego se incorporará tambien Guy Rosolato). Son André Green, Joyce McDougall, Conrad Stein, J.L. Donnet, Rene Major de la Sociedad Psicoanalitica de París (donde en los ochenta se formará Julia Kristeva): REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 665-686

Recorrido

Esquemáticamente es posible distinguir tres planos de pensamiento y tres etapas en la evolución intelectual del poslacanismo: con Lacan, después de Lacan y más allá de Lacan. Démosle una mirada panorámica a esta secuencia.2 Con Lacan: esta etapa se extiende durante los años cincuenta y sesenta, y está marcada por el “retorno a Freud”. Es una época en que la adhesión a Lacan es –o parece– compatible con la filiación freudiana. Su lectura profunda y renovadora de Freud, su distinción entre causalidad biológica y causalidad psíquica (es decir, entre instinto y pulsión, necesidad y deseo), su teorización del Edipo como estructura (y no mera fase), su revalorización del lenguaje en la teoría y en la cura, marcarán e inspirarán a sus mejores discípulos. Es lo que podemos leer, por ejemplo, en “Hölderling y la cuestión del padre” (1961) de J. Laplanche, “El deseo y la perversión” (1966) de P. Aulagnier y otros, así como en “El Edipo en la tragedia”(1969) de André Green. Por otra parte, ya en esta etapa, podemos indicar dos rasgos grupales significativos. El primero es que los principales discípulos de Lacan lo

2. Un desarrollo más amplio de este proceso, siguiendo el recorrido intelectual de André Green como parte de la constelación poslacaniana, puede encontrarse en “Après Lacan, père, pacte fraternel et filiation analytique chez André Green” (Urribarri, 2008), publicado en D. Cupa: Images du pere dans la culture contemporaine (PUF, 2008).

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leen con actitud heterodoxa, expresan críticas y señalan limitaciones. Si tomamos el tema del padre encontramos que ya en 1959, en “Hölderling y la cuestión del padre”, Jean Laplanche (1961) examina críticamente la teoría de la forclusión del significante del nombre del padre (objetando la inconsistencia lógica de la formulación en singular de esta “operación”, a lo que J. Lacan tratará de responder durante años, como lo ha notado E. Porge). En 1960, en el Coloquio de Bonneval sobre “El inconsciente”, André Green discute la ponencia de J. Laplanche y S. Leclaire (designados como representantes de Lacan para el coloquio): critica la reducción de la represión primaria a la metáfora paterna (por excluir el rol del afecto y la dimensión económico-dinámica). El segundo es que –como lo ilustra el famosos Coloquio– estos jóvenes autores se reconocen entre sí como tales y se constituyen en verdaderos interlocutores, inaugurando una dimensión horizontal de intercambio y producción. Después de Lacan: esta segunda etapa, que va hasta el fin de los ochenta, está determinada por la ruptura con Lacan, fundada en la crítica de un Sistema teórico reduccionista, una práctica inaceptable (sesiones cortas, escansión, mutismo) y una propuesta institucional autocrática. Cuando el lacanismo se institucionaliza (como dogma y Ecole), el poslacanismo nace buscando continuar el movimiento instituyente. Inaugura un nuevo espacio, y en su evolución construye los fundamentos para seguir pensando en psicoanálisis “después de Lacan”. La primera oleada de trabajos de esta etapa se compone en contrapunto con el lacanismo: profundiza la renovación de la lectura de Freud en clave pluralista (revalorizando aspectos excluidos de la versión oficial referidos al Yo, el afecto, la realidad, las construcciones, etc.); elabora una lectura heterodoxa de Lacan; genera una apertura a los autores post-freudianos. “Ni sin Lacan, ni sólo Lacan.” Es lo que encontramos en obras ya clásicas como el Vocabulario de psicoanálisis (1967) de Laplanche y Pontalís –trabajo cuya elaboración constituye el fundamento freudiano contemporáneo del distanciamiento teórico de sus autores con Lacan. O como “La concepción psicoanalítica del afecto” (1973) de André Green. La segunda oleada está signada por originales obras personales, de notable innovación temática y conceptual, teórica y clínica. La violencia de la interpretación de P. Aulagner, Narcisismo de vida, narcisismo de muerte de A. Green , Alegato por una cierta anormalidad de J. McDougal, Entre el sueño y el dolor de J.-B. Pontalis son algunas de ellas. Pero si algo singulariza esta etapa (y este movimiento) es el fecundo trabajo colectivo de las revistas como Topique (P. Aulagnier), Psychanalyse a l’Univeristé (Laplanche), Etudes Freudiennes (C. Stein), REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 665-686

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Confrontation (R. Major, apoyado por J. Derrida y S. Leclaire) y muy especialmente la Nouvelle Revue de Psychanalyse (“nave insignia”, dirigida por J.-B. Pontalis junto a Anzieu, Rosolato, Green y Masud Khan). Mientras en los años setenta, al decir de Roudinesco, Lacan se extravía en la “galaxia matema”, estas revistas post-lacanianas (en las que también participan los pensadores destacados de su generación como J.-F. Lyotard, J. Derrida y C. Castoriadis,) son el motor de la mejor producción psicoanalítica: los libros que citamos fueron primero artículos de estas publicaciones. Veamos ahora algunas de las posiciones teóricas fundamentales que se establecen en esta etapa. El rechazo de la fórmula “el inconsciente está estructurado como un lenguaje” es fundamental. Los poslacanianos reivindican la tesis freudiana de la irreductibilidad del psiquismo al lenguaje, en favor de una concepción de “la heterogeneidad del significante psicoanalítico” (Green, 1973). Estos autores enriquecerán la teoría freudiana de la simbolización y la representación al ampliar sus componentes (pictogramas, significantes de demarcación, etc.) y proponer nuevas lógicas o principios de funcionamiento (lo originario, lo semiótico, los procesos terciarios, etc.). En escritos convergentes se deconstruyen diversos reduccionismos lacanianos: del proceso de simbolización al orden Simbólico, y de éste a la “estructura edípica”; del complejo de Edipo a la metáfora paterna; de la función paterna al significante del nombre-del-padre; y de la castración freudiana (angustia y fantasma) a la castración simbólica. Se critica este idealismo formalista que hace de “la falta” un concepto metafísico y no metapsicológico; que reduce toda simbolización de la diferencia a la “castración”, y hace del significante fálico su único operador conceptual, derivando en una exclusión de lo no-lenguajero y en una re-genitalización de la teoría y de la práctica. Laplanche señala –no sin ironía– el deslizamiento de la propia teorización lacaniana hacia una lógica fálica/binaria y a una ideología paternalista. Green añade el señalamiento de las consecuencias de esta visión en la práctica lacaniana: la “técnica activa” de la sesión corta (es decir del poder ilimitado del analista) orientada por el postulado de la “castración simbólica” como meta del análisis, deriva a menudo en la explotación de la transferencia idealizada y en extravíos sadomasoquistas (de los que el libro Viajes por Translacania (1981) de F. Perrier aporta un testimonio desconsolador). Otro elucidación importante se refiere a la reducción del Yo a lo imaginario, y de lo imaginario a lo especular (degradado a mero reflejo engañoso) en el que el sujeto estaría irremediablemente alienado. Dice por ejemplo Piera Aulagnier: “Mi concepción del Yo (Je) debe mucho a Lacan… al lugar que da al discurso en el nacimiento de esta instancia. Pero mi diferencia con Lacan es: primero que no es el Inconsciente el es-

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tructurado como un lenguaje, sino que por el lenguaje se estructura el Yo. Segundo es que para mí el yo no está condenado al desconocimiento ni es una instancia pasiva. Si bien sus primeros identificados son provistos por el discurso materno, el yo es también una instancia identificante. No es un producto pasivo del discurso del Otro. Si todo discurso es engañoso es también engañoso el discurso que dice que todo es engañoso. Si se lleva esto a sus últimas consecuencias se descalifica toda relación posible con la realidad” (P. Aulagnier, 1991). Más allá de Lacan: hablar de una etapa “más allá” de Lacan significa que éste ha dejado de ser la referencia central (positiva o negativa). Significa que se ha ampliado el horizonte epistemológico, que emerge un proyecto de superación de la crisis (debida a los impasses teórico-clínicos) de los modelos post-freudianos. Desde los noventa hasta hoy, la referencia a Lacan decanta y se integra, junto con otras, en el fundamento pluralista sobre el que se construye un nuevo modelo contemporáneo. Esquemáticamente, la matriz disciplinaria contemporánea (en la que, dicho sea de paso, las corrientes francesa y argentina coinciden) se basa en al menos cuatro ejes: 1) una lectura pluralista de Freud (que Jean Laplanche define como crítica, histórica y problemática) que revaloriza la metapsicología y el método freudianos como fundamento irreductible del psicoanálisis; 2) una apropiación critica/creativa de los principales aportes post-freudianos (especialmente de Lacan, Klein, Winnicott y Bion) y un diálogo con otras corrientes; 3) una extensión de la clínica a los desafíos del tratamiento de cuadros predominantemente no-neuróticos; 4) un horizonte epistemológico definido por el paradigma de la complejidad (E. Morin, H. Atlan, C. Castoriadis). Además el vocabulario freudiano se establece como “lingua franca” y “common ground”. Estos autores se apuntalan en esta matriz contemporánea, a la que a su vez desarrollan y enriquecen, al producir sus obras mayores, “de madurez”. En ellas elaboran sus conceptualizaciones más originales y sistemáticas, a la vez que elaboran una síntesis o versión personal del modelo común. De esta manera dan testimonio del valor de éste como espacio potencial y plataforma para la imaginación teórica y clínica de los psicoanalistas actuales. Es el caso de “Nuevos fundamentos para el psicoanálisis” de Laplanche, de El Yo-piel de Anzieu, Teatros de la mente de J. McDougall, y de El trabajo de lo negativo de A. Green. Propuestas todas de un psicoanálisis que concibe y opera con un modelo de psiquismo complejo, fundado en la articulación de lo intrapsíquico y lo intersubjetivo (polos a la vez inseparables e irreductibles el uno al otro), en el que la simbolización en tanto función básica del psiquismo está co-determinada por las relaciones dinámicas de la fuerza y el sentido, de la reREV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 665-686

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presentación y el afecto, de la estructura y la historia; en la que se introduce una lógica de la heterogeneidad que acentúa la pluralidad (de estratos, conflictos, mecanismos, instancias), lo procesual y lo poiético (neogénesis, creación). En esta época se produce –en parte gracias a la recepción de estas valiosas obras– una consagración de estos autores a nivel nacional e internacional. “En Francia –escribe Green recientemente– domina actualmente el pensamiento de los poslacanianos. Ellos tienen en común el haber sido lacanianos, el ya no serlo, y el desplegar una fecunda pluralidad que permite referirse los unos a los otros sin dogmatismo, con gran beneficio para todos” (Green, 2006). Internacionalmente tiene lugar un reconocimiento que refleja la extensión del movimiento contemporáneo. Una notable prueba de ello la obtuvo Andrés Rascovsky (2008) cuando era director de la Revista de Psicoanálisis en los años noventa. Al enviar una encuesta a otros directores de publicaciones de revistas de la IPA inquiriendo, entre otras cosas, cuáles eran los autores vivos que consideraban más relevantes, el nombre más mencionado fue el André Green. III. El poslacanismo argentino

Voy a ocuparme de la historia del poslacanismo argentino dividiéndola, a grandes rasgos, en tres periodos. El primero va desde fines de los años sesenta hasta fines de los setenta. Está determinado por la recepción de Lacan, de lo que se conoció inicialmente como “psicoanálisis francés contemporáneo”. El segundo corresponde aproximadamente a los años ochenta, en que se constituye y consolida la corriente post-lacaniana. El tercero abarca los años noventa, tiempos de emergencia de un nuevo modelo contemporáneo. “El psicoanálisis francés contemporáneo” y las dos modalidades locales de su recepción Lo que denominamos ahora poslacanismo puede rastrearse como una de las dos corrientes fundamentales que se constituyeron a partir de la recepción conjunta del pensamiento de Lacan y del psicoanálisis francés a fines de los sesenta y comienzos de los setenta. Es decir: la obra de Lacan se fue conociendo simultáneamente con la de aquellos discípulos que ya habían roto con él. En 1969, Oscar Massotta recopila una serie de artículos de Laplanche, Pontalis, Leclaire y Green, en un libro al que pone el título del texto de este último: El inconsciente freudiano y el psicoanálisis francés contemporáneo. En 1971 se traducen tanto los Escritos de Lacan, como el Vocabulario del Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis. Esta simultaneidad determinó una amplia recepción de lo que

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entonces se conoció como “el psicoanálisis francés contemporáneo” en el que Lacan, los autores lacanianos (como Leclaire o Mannonni) y los ya post-lacanianos eran leídos conjuntamente. En 1972, Massota organiza la visita de Octave y Maud Mannonni; y los Baranger organizan en la APA la primera visita de un autor lacaniano, Serge Leclaire (a quien volverán a invitar en 1975 y 1978). Constituye un verdadero acontecimiento intelectual, cuya onda expansiva se hará sentir duraderamente. Luego la misma brecha de “retono a Freud” se profundiza en sentido pluralista con la visita a la APA del primer post-lacaniano: André Green (en 1974 y 1977). Hoy, a tantos años de distancia, no es fácil ilustrar la transformación extraordinaria que esta apertura produjo. Podría indicarse por ejemplo que hasta entonces no se hablaba de pulsión en la APA: el “Trieb” freudiano se traducía como “instinto”. Y aún en 1971 la conferencia de Leclaire titulada “La notion de force pulsionel” es publicada en la Revista como “La noción de fuerza impulsiva”. La recepción del pensamiento francés se combinó con la búsqueda de una salida del desgastado pero aún dominante dogmatismo kleiniano. Esta búsqueda, influida justamente por la existencia de una tradición y una matriz dogmática en el campo psicoanalítico, generó dos modos opuestos de lectura y apropiación de las nuevas ideas. Una de las corrientes tendió a centrarse de modo excluyente en la figura y la obra de Lacan, denominémosla corriente “ortodoxa”. Es la que devino estrictamente lacaniana; es la que lógicamente pasó del deseo de ortodoxia al dogmatismo, de la renovación intelectual al culto a la personalidad de lacan como matriz identificatoria homogeneizante y aglutinante. Así el dogmatismo kleiniano fue reemplazado por el dogmatismo lacaniano. La otra modalidad de recepción corresponde a la que propongo denominar una corriente heterodoxa y pluralista. Ésta valora el conjunto del psicoanálisis francés contemporáneo, destacando a Lacan sin cerrarse entorno a él. Ajena al deseo de ortodoxia y cansada del dogmatismo kleiniano esta corriente estaba impulsada por una búsqueda de renovación de la tradición psicoanalítica argentina, que se transformó rápidamente en recuperación de la obra y el proyecto freudiano. En este punto hay que indicar que la mitología lacaniana según la cual Masotta habría introducido “unipersonalmente” a Lacan en la Argentina, excluye una mitad de la historia: la de la amplia movida que impulsa la lectura/recepción pluralista del mismo, dentro de la que juega un rol central W. Baranger –quien en 1969, en la introducción de El campo psicoanalítico (1969) menciona a Freud, Klein y Lacan como sus tres maestros. La corriente heterodoxa tuvo dos vertientes principales: una más clásicamente freudiana, la otra inicialmente más pro-lacaniana. Esquemáticamente, tal vez pueda decirse que la primera se encarnaba principalmente en la corriente pluralista y freudiana de la APA. La seREV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 665-686

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gunda era predominante entre ciertos sectores ligados a los grupos “Plataforma” y “Documento”. (Muchos compartían desde finales de los sesenta grupos de estudio de Freud y Lacan –vía Althusser– con G. Macci y R. Sciarreta.) No es raro que esta corriente general tendiera en última instancia a ser transversal respecto de las instituciones y se anudara en redes que incluían sectores fuera y dentro de la APA. No sólo de los grupos mencionados sino también de otros ligados a las experiencias más dinámicas del psicoanálisis y la salud mental: como el servicio de psicopatología del Hospital Lanús o el CDI (Centro de Docencia e Investigación ligado a la Federación Argentina de Psiquiatras) y la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires. En un libro como La depresión: un estudio psicoanalítico de Hugo Bleichmar, basado justamente en un curso de 1974 del CDI, encontramos un buen ejemplo de la corriente “heterodoxa”: las ideas de Lacan son presentadas con un conocimiento claro de su obra, y trabajadas incluyendo la referencia a las ideas (ya criticas o “heterodoxas”) de André Green (cita La concepción psicoanalítica del afecto y el artículo “Narcisimo primario: estado o estructura”) y Jean Laplanche (Vida y muerte en psicoanálisis). Otras tres características de este libro resultan ilustrativas de esta corriente pluralista: la principal referencia sigue siendo Freud; son discutidos los autores anglosajones (Klein, Winnicott, Rosenfeld, Sandler, etc.) y los argentinos (Liberman, Grinberg, García Reynoso, etc.), a la vez que el tema proviene de problemas teórico-clínicos propios de la escena local. También resulta apasionante leer este proceso histórico a través de los textos de los Baranger, que desempeñan un doble rol. Por un lado, de profundización de sus propias investigaciones y su obra. Por otro lado, de guía institucional en la construcción de una nueva matriz y estilo de pensamiento freudiano pluralista en la APA. En 1972 y 1975, tras cada una de las visitas de Leclaire, W. Baranger publica en la Revista de Psicoanálisis unos “Ensayos de balance” que son un modelo de debate intelectual por su honestidad y rigurosidad conceptual. En el primero señala el interés de “varios de nosotros en el pensamiento de Lacan y de la Ecole Freudienne” y el dilema de enriquecer el propio esquema referencial “por adición” o “por cambio”. En el segundo ya ha optado claramente (es decir argumentadamente) por el cambio, por la distancia con el kleinismo y por la revalorización de un Freud enriquecido por la lectura de Lacan. En 1976, publica “El edipo temprano y el complejo de edipo”: texto programático de ruptura metapsicológica con el “pechocentrismo” y de re-centramiento freudiano en el complejo de Edipo, como estructura articulada por la castración. En 1979 reformula su teoría del campo: dando prueba del efecto de la lectura de Lacan ya no hablará de campo “bi-personal” sino de “campo intersubjetivo”. Sostiene

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que el concepto de sujeto del inconsciente es fundamental. Sin embargo la distancia con el esquema kleiniano no le impide valorar la importancia de su aporte a la noción de objeto (interno), cuya investigación profundiza. La visitas de Leclaire también promueven en la APA la vertiente que antes llamamos “inicialmente pro-lacaniana”. Uno de sus representantes es J. Spilka. Otro es N. Marucco, quien publica desde 1978 en la Revista de la APA, en Letra Freudiana y en Imago varios trabajos marcados por aquel autor, del que retoma el tema y la visión de las relaciones entre el narcisismo y la pulsión de muerte. Una de las particularidades que introduce consiste en articularlo con la desmentida y la escisión del yo, ensayando una profundización de la metapsicología freudiana. Otra particularidad es el diálogo pluralista que establece con autores argentinos (M. Abadi, F. Cesio, W. Baranger, D. Maldavsky) y franceses lacanianos y post-lacanianos. Podría multiplicar los ejemplos pero creo que son suficientes para vislumbrar la temprana singularidad de los desarrollos “post-lacanianos” argentinos. Su perspectiva y su producción se apuntalan en la tradición del movimiento psicoanalítico argentino, otorgándole una identidad y un estilo propios que excede la sola referencia al post-lacanismo francés. En este punto –aunque ya sea obvio– conviene resaltar que el post-lacanismo argentino cultiva con el francés una relación absolutamente distinta a la que caracteriza las relaciones entre kleinianos y lacanianos europeos y sudamericanos. No se trata de la repetida relación reino-virreinato, o casa matriz-sucursal periférica. En parte porque el postlacanismo francés no tiene un proyecto institucional unificado, y porque establece un diálogo abierto a los desarrollos argentinos (por ejemplo al concepto de “encuadre”). Por otra parte, porque la corriente argentina tiene una posición independiente, crítica y creativa, respecto de las ideas de los poslacanianos franceses, de las que como veremos hace un uso muy propio. Incluso la constelación de obras y autores post-lacanianos que maneja es una construcción original que, como también veremos, sólo coincide parcialmente con la establecida en París. Una constelación hecha de referencias para orientar la propia navegación, y no de dioses para adorar. El poslacanismo argentino Desde el golpe militar de 1976 pueden diferenciarse en esta saga dos sub-períodos. Uno de reinicio, recuperación y reestablecimiento; el otro que, con la vuelta de la democracia y el des-exilio, marca un despegue importante y una consolidación. Tras el cortocircuito del golpe militar y los primeros años de dictadura, la corriente pluralista-heterodoxa fue reviviendo lentamente. Pese a que el exilio externo e interno hizo estra-

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gos (especialmente en el sector politizado), ya a comienzos de los ochenta hay manifestaciones germinales pero decisivas. Una es la visita de la destacada poslacaniana P. Aulagnier a la APA y a otras instituciones en 1981. Luego –verdadera señal de que la nueva cepa ha “prendido”– es invitada en 1982. (Su amiga Joyce McDougall nos visita en 1984.) Y en 1986 la autora de La violencia de la interpretación es la figura principal del Simposium de la APA dedicado al tema del malestar en la cultura. Puede usarse esta secuencia de visitas de P. Aulagnier para establecer convencionalmente esta primera sub-etapa. La particularidad de la misma es, por un lado, que la batalla contra el dogmatismo kleiniano ha dado sus frutos y hay un creciente predominio freudiano –del que esta corriente es uno de los motores principales. Institucionalmente en 1977 un sector ultra-kleiniano descontento con la reforma democrática y pluralista implementada en la APA se escinde y funda la APdeBA. Esto no hizo más que ampliar el espacio y la predisposición a la renovación freudiana, reposicionando a la APA como un espacio antidogmático de referencia. Por otro lado la proximidad inicial entre las corrientes ortodoxa y heterodoxa deja lugar a la diferencia clara entre lacanismo y post-lacanismo, afirmándose la identidad freudiana y pluralista de esta última. El surgimiento del poslacanismo como un nuevo espacio teórico combina tres vectores: la crítica de los aspectos dogmáticos y reduccionistas del lacanismo; la profundización del retorno a Freud (más allá de la lectura propuesta por Lacan); y la recepción de los diversos autores poslacanianos que promueve una renovación temática y un abordaje mediante la construcción de una lectura combinada de sus obras. En este contexto surge un especial interés por ciertos autores ligado a nuevos temas y problemáticas definidas localmente. Un caso paradigmático de este proceso de recepción (que reinterpreta en clave local una obra) ocurre con Piera Aulagnier. Mientras que en Francia es considerada una especialista en psicosis; entre nosotros, su lectura desborda dicha especialización, a la que relega a un segundo (o tercer) plano. “Piera” deviene la interlocutora primera y principal para re-introducir la realidad y la historia en la teoría y repensar la historización en la clínica (en contraste con el ahistoricismo lacaniano y la visión genética-evolutiva del tiempo en el kleinismo). Raquel Zac de Goldstein (quien acompaña a W. Baranger en la introducción de Lacan y que impulsa luego la relectura contemporánea de Winnicott en Sudamérica) sostiene que “el encuentro y relación con la poslacaniana Piera Aulagnier preserva a la APA de la clausura dogmática, del despotismo teórico, del retorno del Amo”(Zac de Goldstein, 2001). Este tramo histórico tiene nuevamente su expresión en la obra de los Baranger. En “Proceso y no-proceso en el trabajo analítico” (1982) se teoriza el valor de la historia y la temporalidad en psicoanálisis, y se esta-

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blece explícitamente una diferencia crítica, específicamente clínica, respecto de Lacan: “Finalmente, si queremos ubicar en alguna parte el límite (para nosotros) del aporte de Lacan, tenemos que trazarlo en el momento en el que la ‘segunda mirada’ se nos impone. Coincidimos con él en que el trabajo analítico no consiste en agotar las franelas imaginarias pero este tampoco se limita a un poder de disrupción”. Y profundiza la diferencia citando la formulación de Pontalis para reafirmar la dimensión “terapéutica” del psicoanálisis: “somos victimas de una idea incurable: la idea de curación”. En Corrientes psicoanalíticas actuantes en America Latina (Baranger et al., 1984), los autores amplían su lectura crítica de Lacan: reivindican el valor clave del “Discurso de Roma” pero critican abierta y duramente el dogmatismo y la deriva teoricista. Dicen: “En sus últimas formulaciones topológicas y relativas al objeto a, el conjunto teórico-clínico de Lacan ¿tiene todavía algo que ver con las teorías de Freud? ¿Puede todavía definirse como psicoanálisis? ¿Puede seguir alimentando la corriente principal del psicoanálisis como lo hiciera el ‘Discurso de Roma’? No faltan fundamentos para serias dudas”. El compromiso psicoanalítico y el “retorno a la clínica” El siguiente sub-período está ligado, tras la vuelta de la democracia, al desexilio interno y externo. El retorno y reagrupamiento de psicoanalistas que estuvieron más o menos ligados a Plataforma y Documento (que ahora ya no apostarán a construir un “contrapoder” sino redes plurales) incluye a: S. Bleichmar, L. Hornstein, J.C. Volnovich, entre los que vuelven; R. Paz, E. Galende, E. Simoes y G. García Reynoso entre los que salen de las catacumbas. Muchos realizan intensas actividades públicas (en conferencias, paneles o cursos) y algunos publicaran textos y libros originales, provocando un salto cualitativo en la producción teórica así como en la difusión y establecimiento de esta nueva corriente. Probablemente entre lo primero que aportan está la crítica sistemática del lacanismo argentino (al que muchas veces han conocido “desde adentro”): no sólo a sus aspectos teóricos inconsistentes, sino también a sus posiciones reaccionarias en lo clínico y lo social. Esto coincide –como lo han señalado H. Vezzetti y E. Roudinesco– con un creciente cuestionamiento de la relación entre “lacanismo y dictadura”. Tal es el título de tapa de un polémico número de la revista Territorios (de la Red Solidaria de Salud Mental). Por un lado se cuestiona la dinámica sectaria del lacanismo argentino cuyo encierro en una teoría sofisticada/ esotérica implica una “deshistorizante” desmentida de la realidad, propiciando (en coincidencia con el Poder) un discurso despolitizador, que estigmatiza el compromiso político como ilusión de “alma bella”. (Discurso obviamente defensivo ante el Terror, pero que aún en los REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 665-686

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ochenta predomina en consignas como “el psicoanálisis no es democrático”). Por otro lado, el cuestionamiento general apunta al aprovechamiento de la situación durante la dictadura para expandirse y ocupar lugares (D. García Reynoso). De esta consubstancialidad entre texto y contexto constituye un “caso testigo” el del Hospital Lanús: allí el lacanismo ocupa el servicio de psicopatología tras la violenta persecución de sus miembros y realiza un proceso de reorganización que excluye todos los anteriores aspectos pluralistas y progresistas en materia de salud mental. Años después, el lacaniano Germán García escribe con inusual sinceridad que “el lacanismo creció allí donde el llamado freudomarxismo desapareció (sic)” (García, 2005). Por otra parte, la revitalización de la corriente comprometida jugará un importante rol junto a las distintas organizaciones de derechos humanos (especialmente con la APDH, las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo) y se interesará por estudiar las consecuencias psíquicas del terrorismo de Estado. Línea en la que se destacan, entre otras, las publicaciones de D. Kordon, F. Ulloa, y el notable Violencia de Estado y psicoanálisis en el que J. Puget y R. Kaës compilan contribuciones propias y de J. Braun, M. Pelento, V. Galli, L. Ricón, M. y U.Viñar, que se publica en 1988 en Francia y luego en la Argentina. Desde mediados de los ochenta una nueva propuesta impulsará gran parte de la producción poslacaniana: “el retorno a la clínica”. Es una respuesta por la positiva al desvío “teoricista” y anti-terapéutico del lacanismo argentino, sintetizado en el eslogan: “el psicoanalisis no cura”, Luis Hornstein escribe en “Cura psicoanalítica y sublimación” (1986): “El lacanismo se ha convertido en una Weltanshaung… en un universo conceptual que se engendra a sí mismo y que impone su idealidad sobre la clínica en lugar de entrar con ella en un diálogo ininterrumpido”. Silvia Bleichmar publica con buena repercusión en 1987 En los orígenes del sujeto psíquico, en el que recoge su tesis de doctorado con J. Laplanche. Poniendo a trabajar las ideas de este autor en el terreno del psicoanálisis con niños procura dar cuenta de los tiempos reales de constitución del psiquismo, para arrancarlo de los oscuros tiempos lógicos/mitológicos en los que el formalismo lacaniano los subsume. De este modo contribuye a renovar clínicamente la concepción freudiana del trauma y de la historia. Por su parte V. Galli propone jerarquizar el “Trabajo del clínico”, precisarlo y articularlo conceptualmente con los trabajos del sueño y del duelo. Los ’90: Nuevos paradigmas. Del poslacanismo al psicoanálisis contemporáneo En los noventa, el pluralismo freudiano llega a ser un movimiento predominante que conecta las más diversas instituciones psicoanalíticas,

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tramando una red abierta y dinámica. En este movimiento, el poslacanismo es su corriente intelectual más dinámica: sus ideas impregnan el “mundo psi”, renovando su “agenda científica” y posicionando a sus principales autores entre los más reconocidos. La aparición en 1989 de Zona Erógena –“revista de psicoanálisis y pensamiento contemporáneo”– desempeña un rol importante en la difusión y consolidación de esta corriente. En esta etapa soplan vientos de cambio. Agitan y son agitados por la pregunta acerca de lo nuevo: en la historia, en la ciencia, en el psiquismo. Se exploran “nuevas realidades” (título de dos números de la Revista), “nuevos paradigmas” (Prigogine, Thom, Atlan, Morin), y sobre todo “nuevas patologías”. Bajo esta denominación se alude a profundas transformaciones en la práctica analítica. “Si el neurótico era el paciente típico de la época de Freud, el caso límite es el paciente-problema de nuestro tiempo”, escribe André Green. De las histéricas de principio de siglo a las anoréxicas finiseculares, el método psicoanalítico se encuentra con el desafío de poder elucidar teóricamente y responder técnicamente a las “nuevas enfermedades del alma” (J. Kristeva). Estos casos en el límite de la analizabilidad (ligados al agravamiento del malestar cultural posmoderno) se constituyen como paradigmáticos, cuyo estudio impulsa una transformación cualitativa de la teoría y la técnica. A lo largo de esta década, el poslacanismo se convierte en psicoanálisis contemporáneo: pues la referencia crítica a Lacan y a los post-freudianos, las premisas de apropiación crítica y creativa, ya han dado sus frutos y resultan insuficientes para definir este nuevo “programa de investigación”. Emerge un nuevo paradigma freudiano, pluralista, complejo y “de frontera” que tal como lo describe Khun: 1) redefine los problemas propuestos a la investigación; 2) introduce nuevas formas de práctica y modifica la experiencia; 3) da indicaciones para decidir acerca de problemas pertinentes y soluciones legitimas; 4) modifica la significación de los conceptos establecidos y reconfigura su articulación global; 5) modifica la imaginación científica misma (sus modelos y sus “metáforas” clave). Emerge un “psicoanálisis de frontera” (Bleichmar, 1993) que recorta y construye como objetos centrales de investigación las problemáticas limítrofes: entre soma y psique (psicosomática), entre el Yo y el Otro (casos límíte), entre pasión y sobre-adaptación (trastornos narcisistas, adicciones), entre la representación y lo irrepresentable (patologías del vacío y el acto), entre lo intrapsíquico y lo intersubjetivo. Consecuentemente se exploran y extienden los límites de la analizabilidad, conceptualizándose las variaciones posibles del método (y el encuadre) y la pluralidad de la técnica. Así surge, entre otras cosas, la importancia del encuadre interno del analista y la compleja heterogeneidad de su funcionamiento en sesión. El REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 665-686

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trabajo psíquico del analista deviene un eje conceptual que articula operaciones diversas (escucha, figurabilidad, elaboración de la contra-transferencia, memoria del proceso, imaginación analítica, interpretación, construcción). Madé Baranger, quien ya había escrito que “el progreso de la teoría y la técnica deben buscarse en la frontera del psicoanálisis, en las dificultades que pueden parecer insuperables” (1987), dará cuenta de los nuevos avances en una ponencia cuyo título es “La mente del analista: de la escucha a la interpretación” (1993). En este proceso, André Green (que vuelve en 1991, 1996 y 1998) deviene, como Piera en su momento, un autor-faro. En 1990 se traduce su De locuras privadas, poco después La teoría de Freud y la nueva clínica psicoanalítica (1993), y luego El trabajo de lo negativo (1995). La buena recepción de estas obras de madurez parecen responder a la doble vertiente que conjugan. Una que construye un modelo teórico pluralista del funcionamiento limítrofe y de su abordaje (articulando el pensamiento de Freud con los aportes de Lacan, Winnicott y Bion, los que a su vez son reinterpretados a la luz de la clínica actual). Otra que traza una cartografía del campo psicoanalítico contemporáneo, de sus ejes conceptuales, sus desafíos, sus temas principales y autores clave, delineando algunas de sus principales coordenadas. Aportando un mapa y una brújula para poder avanzar en la exploración de este nuevo territorio. Muchos serán sus lectores/interlocutores argentinos que las usarán en la elaboración de sus propios (y pluri-referenciales) recorridos. Numerosas y valiosas contribuciones ven la luz en esta etapa, reflejando la potencia del movimiento contemporáneo y la fecundidad de su nueva matriz pluralista para la investigación psicoanalítica. Un buen ejemplo es “El psicoanálisis extendido” (C. Merea) que estudia la extensión de la práctica analítica (más allá del dispositivo clásico) y sus consecuencias teóricas: para ello se interroga acerca de la definición del psicoanálisis contemporáneo, destaca el rol del poslacanismo, y revisa los principales autores del movimiento psicoanalítico argentino. Perspectivas similares, igualmente ejemplares en su diversidad, se encuentran en Historia y repetición: psicoanálisis y actual modernidad ”(E. Galende), Neurosis tóxicas y traumáticas (D. Maldavsky), Resentimiento y remordimiento (L. Kancyper), Clínica analítica y transferencia (N. Marucco), Clínica del vacío (J. Lutenberg). Así como en obras de autores “argentinos internacionales”: El telescopaje de las generaciones de H. Faymberg y Avances en psicoterapia psicoanalítica de H. Bleichmar, al que L. Hornstein (en su panorámico libro Narcisismo) elogia por confrontar la psicopatología desde el paradigma de la complejidad. Puede atisbarse en esta somera lista la vitalidad científica de (los autores/miembros de) la APA, que sin repetir su posición dominante o hegemónica de otrora, juega en el medio “psi” un rol central y dinamizador.

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En esta etapa, en líneas generales, el lacanismo adopta una actitud defensiva, de rechazo y repliegue, ante los cambios históricos, epistemológicos y clínicos. Quizás porque el acontecimiento, la historia, la emergencia de lo nuevo (en el sujeto y en la sociedad), han sido siempre puntos ciegos de su discurso teórico. Tal vez porque estos cambios marcan la irrupción de realidades que Lacan no vivió ni teorizó. La reacción primaria ante esta “amenaza” parece ser la desmentida: por ejemplo la de ampararse en “la sagrada trinidad” psicosis-neurosis-perversión, para desestimar la existencia misma de (una problemática clínica conocida en el medio como) “nuevas patologías” Más tarde, cuando el pañuelo no alcanza para tapar el cielo, se intenta minimizarlas, por ejemplo, mediante el rubro de “los inclasificables de la clínica” (J.-A. Miller). Sólo algunos pocos autores lacanianos parecen admitir y pensar los cambios de la práctica que desbordan sus teorías. J.D. Nasio explora las ”forculsiones parciales” y “formaciones del objeto a”; L. Peskin se pregunta por la prevalencia en la clínica de formas de subjetivación precarias, noneuróticas. Por su parte, el movimiento freudiano pluralista parece afrontar productivamente el desafío de ser contemporáneo de su propia época, de historizar su praxis. Numerosos escritos enfocan las particularidades de los modos de subjetivación y de sufrimiento psíquico en el capitalismo tardío (y la cultura posmoderna): destaquemos “De un horizonte incierto” (Galende) y “Psicoanálisis y posmodernidad” de S. Bleichmar. En otra vertiente afín se abre una inédita reflexión psicoanalítica sobre el género (I. Meler, M. Burin, L.G. de Fiorini, etc.). Investigaciones que a su vez coinciden con una profunda revisión de la sexualidad femenina –especialmente crítica del falo-centrismo lacaniano (E. Dio de Bleichmar, M. Alizade, etc.). En este contexto Zona Erógena introduce en el medio analítico porteño la obra de C.Castoriadis, que adquiere un rápido y duradero reconocimiento (aún mayor que en el parisino). Hay que ver en la amplitud y calidad de esta producción que articula el psicoanálisis con el pensamiento contemporáneo, para pensar las intersecciones sujeto/sociedad (incluyendo las determinaciones sociohistóricas y epistemológicas de nuestra disciplina), una potente singularidad del pensamiento analítico argentino. (¿Quizás un quinto eje aportado a la matriz disciplinaria contemporánea?) En la segunda mitad de la década, el florecimiento científico contrasta lamentablemente con un proceso institucional de debilitamiento del pluralismo. En la APA se hacen sentir las muertes de los pioneros y maestros que la fundaron y promovieron su renovación en los setenta: Á. Garma, A. Rascovsky, W. Baranger y J. Mom. Para peor un importante grupo de colegas de alto nivel científico se escinde para fundar la SAP junto con algunos de los ex “Plataforma y Documento”. Luego, rápidamente, este grupo (en el que se revelan las contradicciones entre el pluREV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 665-686

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ralismo que pregonan y el sectarismo que practican) se escinde, dando origen a la SPS. La dinámica intra e inter-institucional se ve interferida, dispersada, empobrecida. En la APA, el complicado recambio generacional y el debilitamiento del pluralismo tiene un síntoma en la emergencia, dentro del grupo lacaniano, de una tendencia dogmática, militante. De un discurso sectario que usufructúa el pluralismo pero que no necesariamente lo practica. Que pregona la auto-suficiencia de un esquema referencial único, “completo”, y estigmatiza como ecléctica la idea (base del pluralismo) de la articulación posible, sobre un fundamento freudiano, de diversos esquemas –o de aportes de diversos autores. Para terminar este recorrido histórico digamos algo sobre el futuro. La apasionante aventura de construir un nuevo psicoanálisis freudiano contemporáneo, inaugurada por los movimientos pluralistas, está en curso. Tenemos la fortuna de poder participar en ella. Y por ello mismo, antes que nada, la responsabilidad de preservarla de las restauraciones dogmáticas y los vaciamientos burocráticos. Ojalá estas líneas puedan contribuir a ello.

Resumen Este artículo estudia la introducción y el devenir del pensamiento de Lacan y del “psicoanálisis francés contemporáneo” en la APA y en la Argentina. Se centra en la relación entre las corrientes poslacanianas francesa y argentina, a las que define como convergentes en su búsqueda de superación de los impasses teóricos y clínicos del post-freudismo en general y del lacanismo en particular. Así como en sus aportes al desarrollo de un nuevo paradigma contemporáneo: freudiano, pluralista, complejo, “de frontera”. El trabajo empieza por esbozar brevemente la perspectiva histórica y epistemológica que lo orienta (en el que se distingue en la historia del psicoanálisis el surgimiento de tres grandes movimientos, a los que corresponden tres diferentes modelos teórico-clínicos: freudianos, post-freudianos y contemporáneos). Luego aborda las características y el recorrido del poslacanismo francés, siguiendo sus etapas: “con Lacan”, “después de Lacan” y “más allá de Lacan”. Por último traza una cartografía intelectual del movimiento pluralista argentino: desde el poslacanismo al psicoanálisis contemporáneo. DESCRIPTORES:

ESCUELA PSICOANALÍTICA

/

HISTORIA DEL PSICOANÁLISIS

/ LACAN, JACQUES /

PLU-

RALISMO

Summary AFTER LACAN: POSLACANISM TO PSYCHOANALYSIS CONTEMPORARY This article explores the introduction and evolution of the thinking of Lacan and the "contemporary French psychoanalysis" in the APA and Argentine. It focuses on the relationship between France and Argentinian poslacanians currents, which is defined as converging in their quest to overcome the clinical and theoretical impasses of post-

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Freudian theory in general and Lacan in particular. Just as in their contributions to the development of a new paradigm contemporary Freudian, pluralistic, complex, "border." The article begins by outlining briefly the historical and epistemological perspective that guides it (which is distinguished in the history of psychoanalysis the emergence of three major movements, which correspond three different theoretical-clinical models: Freudian, post-Freudian and contemporary). It then addresses the characteristics and the travel of French poslacanism, following its steps "with Lacan", "after Lacan" and "beyond Lacan." Finally draw a pluralistic intellectual cartography Argentina: from poslacanism psychoanalysis contemporary. KEYWORDS: POSLACANISM / CONTEMPORARY PSYCHOANALYSIS / LACAN, JACQUES / PLURALISM

Resumo APÓS LACAN Este artigo explora a introdução e evolução do pensamento de Lacan e "psicanálise francesa contemporânea" na APA e Argentina. Incide sobre a relação entre a França e correntes poslacanianas na Argentina, que é definida como a convergir na busca de superar os impasses teóricos e clínicos da teoria pós-freudiana, em geral, e Lacan, em particular. Assim como nas suas contribuições para o desenvolvimento de um novo paradigma freudiano contemporânea, pluralista, complexa fronteira". O artigo começa por descrever brevemente a perspectiva histórica e epistemológica que orienta (o que é distinto na história da psicanálise, o aparecimento de três grandes movimentos, que correspondem três diferentes modelos teórico-clínicos: freudiano, pós-freudianos e contemporânea). Em seguida, aborda as características e as viagens de poslacanismo francês, seguindo os seus passos "com Lacan", "depois de Lacan" e "além de Lacan". Finalmente desenhar uma cartografia intelectual pluralista Argentina. PALAVRAS-CHAVE: POSLACANISMO

/ PSICANÁLISE CONTEMPORÁNEO / LACAN, JACQUES / PLURALISMO

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(Este trabajo fue seleccionado para su publicación el 27 de octubre de 2009.)

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¿Por qué Lacan…? *Raquel Z. de Goldstein

“Está en ustedes ser, si quieren, lacanianos. En cuanto a mí, soy freudiano”. Jacques Lacan Seminario Caracas, julio de 1980.

Esta presentación es reflejo actualizado de lecturas y reflexiones que, –a la manera de un aporte y una base de trabajo– puedan relanzar la pregunta de nuestro título, “¿Por qué Lacan…?”, abriendo lo nuevo e imprescindible, junto a las dudas, interrogantes y/o desacuerdos presentes en el seno de la comunidad psicoanalítica respecto de su obra. Asimismo, contribuiría a la necesidad de avanzar en un reordenamiento conceptual y metapsicológico que se impone, lo sabemos. Mi cercanía con el pensamiento y la producción de Lacan se debe a la lectura sistemática, y a la vez crítica, que hemos realizado con el profesor Willy Baranger –maestro galardonado con el premio Mary Sigourney, por contribuciones relevantes al psicoanálisis–, trabajo desarrollado a lo largo de más de dos décadas, y a la luz del pensamiento freudiano y la clínica psicoanalítica. Esta experiencia personal me autoriza y me estimula a presentar una perspectiva de las problemáticas, también crítica, sin estar llevada –tanto como sea posible– por compromisos ideológicos, ya que, como lo digo en variadas oportunidades, no me considero psicoanalista lacaniana, ni en cuanto a tomar la obra de Lacan como un todo, ni tampoco con respecto a la práctica clínica. ¿Por qué Lacan…? Porque mucha gente se dio cuenta, como iremos viendo, de lo nuevo e imprescindible que Lacan traía al psicoanálisis. Y por otra parte, Lacan se encontró, permanentemente, en la necesidad de ser un innovador. La prueba evidente de esto la tenemos en el título de una carta que él envía, el 24 de Enero de 1980, al periódico Le Monde: “Donc, il faut bien que j’ innove”.

* Dirección: Mariscal Ramón Castilla 2943, (C1425DZE) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. [email protected]

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Pero, cuando a cierta altura parece encontrarse con que ya no puede innovar, esa necesidad lo lleva a producir neologismos. Estamos en el momento del seminario Encore (1972-1973), donde introduce la cuestión de los nudos Borromeos, idea tomada de Borromeo, arquitecto, filósofo y médico, y además, mago del siglo XVI. En lo que viene luego, en su enseñanza, aparecen una sucesión de propuestas que, a nuestro criterio, como veremos después, lo van alejando del psicoanálisis freudiano; nos referimos, por ejemplo, a la introducción del “parletre”. Lacan busca con los nudos Borromeos crear una topología para situar su trilogía “real, simbólico e imaginario”, pero... Esa topología de los nudos Borromeos se distancia de la topología freudiana inconsciente/preconsciente/consciente. No hay un momento distinguible donde Lacan deja de ser Lacan; pero, si comparamos el Lacan del ’53 y el Lacan del ’73..., hay algo radicalmente cambiado; por ejemplo: en “Los cuatro conceptos fundamentales”, de 1964, se sitúa el acmé del pensamiento psicoanalítico de Lacan, pero, lo que viene luego, ya no es tan fácil de ubicar dentro del psicoanálisis freudiano.

Una revolución involuntaria, que Lacan amplía

Freud siempre tuvo, como meta o regla, la idea de mantener el psicoanálisis dentro de lo que en su época se llamaban las ciencias naturales, ciencias de la naturaleza. Y Freud, sin buscarlo, inventó el psicoanálisis en contra de esta convicción interna suya. Freud siempre se cuidó muchísimo, también, de que el psicoanálisis no apareciera como una actitud filosófica. Y en eso tenía razón… Pero de lo que Freud no se dio cuenta es que su manera de ver o estudiar los fenómenos humanos implicaba no solamente su salida de las ciencias de la naturaleza, sino una revolución filosófica que él No deseaba pero Sí provocaba. De tal manera que en la actualidad nadie puede pensar filosóficamente sin fundamentarse en Freud. Y es precisamente esto lo que explicitó Lacan. Lacan, llevado por su propia relación con el pensamiento filosófico, produce un énfasis en esta característica de revolución filosófica del pensamiento freudiano. Pero su necesidad personal de innovar y la coyuntura histórico-social lo llevan a una distinta orientación, que se va haciendo evidente en un período ulterior de su producción, y creemos que va perdiendo el rumbo inicial. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 687-701

¿POR QUÉ LACAN?

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El libro de Élizabeth Roudinesco sobre Lacan –más allá de nuestro punto de vista personal sobre este texto– muestra precisamente esto: Lacan va tomando en préstamo múltiples discursos científicos y filosóficos. Toma sus conceptos y los utiliza –podríamos decir– “a su manera”. Se lo acusaba en ese entonces, por ejemplo, de usar metafóricamente la lingüística. En realidad, podemos ver que usó metafóricamente, a su manera, no sólo a De Saussure, sino también a Jackobson, a Lévi-Strauss y a otros más. Así llega a los nudos Borromeos y a los matemas, tomados como el ideal de formulación, para lo cual también tiene que desmantelar el lenguaje... y eso está bien para James Joyce, pero ¿cómo resulta esto para la actividad clínica de un psicoanalista? Llegamos así a la paradoja de que: Lacan en el ’53, en el “Discurso de Roma”, reivindica la historia, en contra de los partidarios del “aquí y ahora” puros. Y con razón. Pero, en el transcurso de su trayectoria como innovador… ¿la pierde? Pierde la historia de los pacientes. Al punto que ninguno tiene la posibilidad de relatarle “algo de su historia”. Para relatar una historia se necesita tiempo, y las sesiones cortas no lo permiten. El problema de la transmisión del psicoanálisis y la propuesta por Lacan del procedimiento de la “passe” (el pase) –un modo de promoción– provocaron, luego de una votación muy conflictiva, la escisión de algunos de sus primeros discípulos, los que constituyeron el “Cuarto Grupo”. Éste es un grupo de discípulos destacados que, ellos lo aclaran, se apartan de Lacan para no apartarse del psicoanálisis, es decir, de Freud. Lo cual queda evidenciado en la producción personal de sus integrantes. El “Cuarto Grupo” se constituye en 1969 en torno a P. Aulagnier, F. Perrier, J. P. Valabrega y algunos más –renunciantes de la “Ecole Freudienne de Paris”–, junto con Cornelius Castoriadis y otros. El Grupo funda la revista Topique (de cuyo Comité de redacción formó parte Willy Baranger) y en cuyos primeros números se publican artículos diversos y apasionantes sobre los problemas de la Institución Psicoanalítica, entre otros. Además, los análisis de Lacan se desarrollaban –podríamos decir– en dos lugares. Ocurrían en su consultorio y, también, en su Seminario. Los testimonios son absolutamente concordantes al respecto. También constan en Roudinesco. Lacan decía a algunos de sus analizandos didácticos: “Vengan a mi Seminario”. Esto significaría, más o menos, que lo que no le dice en la sesión, se va a entender escuchándolo en su Seminario. La fantasía enciclopédica de Lacan se pone en evidencia porque él toma elementos de distintos campos de pensamiento, o de la formulación de diversas investigaciones, y pretende aunar todos estos aspectos en un solo cuerpo. Y esto, a su vez, sustenta su propuesta de los nudos Borromeos.

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Toma la topología, las matemáticas, “Las estructuras elementales del parentesco”... y lo que sucede es que… este proyecto “no cierra”... No logra aunar “satisfactoriamente” estos campos.

Lo nuevo e imprescindible en Lacan

Algunos pensamos que aquel momento en el cual Lacan tomó como lema la idea de un “retorno a Freud” marca un giro decisivo en la evolución del pensamiento analítico. Esto explicaría por qué está Lacan en las bases del fenómeno “lacaniano”. Veamos este giro decisivo, este “golpe de timón”. El famoso “Discurso de Roma”, pronunciado en aquella ciudad y en ocasión del Congreso de Lenguas Romances, el 26 y 27 de septiembre de 1953, expone los fundamentos de muchas de sus ideas –nuevas e imprescindibles– abriendo, además, la vía hacia modificaciones de la técnica “clásica”, las que han producido y siguen produciendo consecuencias muy polémicas, teórica y clínicamente, en el movimiento psicoanalítico, de las cuales nos ocuparemos luego, cuando hablemos acerca de por qué pensamos en algunos “no”. Hagamos, una vez más, la siguiente pregunta: ¿por qué Lacan? El punto de partida de Lacan es la idea de que la obra de Freud, la enseñanza de Freud, ha sido mal entendida. Y que, por consiguiente, es necesario “un golpe de timón” en el pensamiento psicoanalítico. Por eso, el lema de J. Lacan, en aquel momento, es: “un retorno a Freud”. ¿Qué, de Freud, se entendió/interpretó mal? Los primeros intérpretes del pensamiento de Freud se encontraron con algo nuevo, interesante y valioso. Pero algunos evitaron ir “demasiado lejos” por este camino, y así se perdieron una cantidad de aspectos, que son, precisamente, lo que Freud aportaba de nuevo, los aspectos más novedosos y eventualmente más subversivos de su pensamiento. Aquellos aspectos que, precisamente, algunos discípulos edulcoraban, cuestión que constatamos aún hoy. Y Lacan lleva a borrar aquel error de considerar que hay una continuidad entre biología, psiquiatría, psicología y psicoanálisis, provocando un achatamiento del pensamiento de Freud. El error consiste en considerar que sí habría un cursus, un continuum, como si no hubiera ningún corte. Cuando, luego de Freud, sí lo hay. ¿Por qué Jacques Lacan dice: el psicoanálisis no es una ciencia natural (en el estricto sentido)? Porque el psicoanálisis es una ciencia del sujeto. Y el sujeto no es una expresión de la naturaleza. Lo que queda en evidencia porque el descubrimiento básico de Freud –el descubrimiento del inconsciente– muestra al sujeto esencialmente partido. Cortado. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 687-701

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Escindido no solamente por la represión y otros mecanismos de defensa, sino como “víctima de una Spaltung radical que es precisamente la que lo funda”. Porque –como queda demostrado– cuando un individuo dice “yo”, no sabe lo que dice, ni quien habló. En el síntoma, el acto fallido o el sueño, “alguien” habla, “alguien” que no soy yo. Es el inconsciente freudiano que habla. Y de eso, “yo no sé nada”. Éste es, precisamente, el corte del que hablamos. Y “hacer consciente lo inconsciente” no puede ser sino alcanzar en el sujeto, mediante nuestra palabra, palabras retenidas o sepultadas, y así restablecer su disponibilidad. El modo de actuar del analista es el lenguaje. Es decir que lo que se puede alcanzar con una interpretación no puede ser de una naturaleza ajena a la del lenguaje. Accionamos con palabras, que alcanzan palabras en el sujeto. Es lo que hacemos cuando interpretamos un sueño. Se trata de un tipo de esclarecimiento necesariamente verbal, y no de “cualquier otra cosa”. Si bien muchas otras cosas también intervienen en este campo de trabajo (afectos, etc..). Lacan estima –con razón– que “la ciencia no es una”, y que Freud con la “Interpretación de los sueños”, de los síntomas neuróticos, los actos fallidos, etc., abre camino a una ciencia distinta, tan opuesta en sus principios a la psicología objetivante, como a las ciencias biológicas. La aparición de J. Lacan en el escenario psicoanalítico internacional tuvo lugar un poco antes de la Segunda Guerra Mundial, en el Congreso de Marienbad (1936), con la introducción de la formación del “Je” (The image of the Ego, de Mirror Image), retomando algunos hallazgos psiquiátricos, como “el signo del espejo”, y la observación psicológica de Wallon acerca de la importancia de la imagen especular en la adquisición de la identidad. Esto nos lleva al texto de Freud, “Introducción del narcisismo”. Es la base de lo que J. Lacan llama “lo imaginario”, y muestra cómo esta imagen especular se transforma en Yo Ideal (“His Majesty the Baby”). Estos elementos imaginarios se conjugan ulteriormente con percepciones reales, e intervienen en nuestra percepción y en nuestro concepto de la realidad. Si pasamos del Yo Ideal al Ideal del Yo (Ideal Ich, Ich Ideal) hacemos entrar en juego otro orden de conceptos: todo el arsenal del lenguaje constituido, de la lógica, de la ética, de las ciencias. Lo que Lacan llama, en general, “orden simbólico”. El orden simbólico, para Lacan, se puede entender en una forma mucho más general, como orden del lenguaje. Los elementos imaginarios se adquieren en una forma individual. Los elementos simbólicos, al contrario, resultan de un advenimiento del sujeto a un orden pre-existente (el del lenguaje), que lo determina. El

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sujeto nace a un lugar pre-determinado (su nombre y apellido, el sexo que le atribuyen, su fecha y lugar de nacimiento, su historia familiar, etc.). Es decir que se define o identifica, ante todo, por una serie de coordenadas que lo ubican en el orden simbólico. Lacan llama orden simbólico, entonces, a una trama significante en la cual viene a insertarse el sujeto, precisamente, en el acto de nacer “como tal”. Tenemos que agregar otra categoría, que él formulará después. Se trata de lo que llama primero “das Ding”, retomando el concepto kantiano de Ding an Sich (la cosa en sí), y que después denominará objeto a minúscula (objeto a), entendido precisamente como lo que escapa tanto al orden imaginario como al orden simbólico. Pero cuya existencia permite entender por qué se mueven –tanto el orden imaginario como el orden simbólico– en la forma que nos es perceptible, y que podemos interpretar como deseo. La diferenciación entre el orden Imaginario y el orden Simbólico permite evitar una serie de confusiones imperantes en el pensamiento psicoanalítico habitual. Por ejemplo: la confusión entre los elementos imaginarios del complejo de Edipo y éste como estructura fundante de la cultura. Las referencias frecuentes de Lacan a la obra de Lévi-Strauss y otros estructuralistas no implican una adhesión al pensamiento estructuralista en general, pero, sí, el reconocimiento (ya esbozado por Freud en Tótem y Tabú, por ejemplo) de una diferencia básica entre las imaginerías fantasmáticas alrededor de los complejos de Edipo y de castración por una parte, y por otra parte la estructura general y simbólica de esos complejos, como “eje nodular de las neurosis”. Lo imaginario se origina, por lo tanto, en la imagen especular del “estadio del espejo”, y está en la base de los fenómenos narcisísticos. El nuevo “acto psíquico” descripto por Freud es la constitución de esta imagen narcisística. Imaginario y escópico son dos conceptos ligados en forma indisoluble para Lacan. Lo que caracteriza a Lacan es, precisamente, esto: nos demuestra que “lo que llaman yo, no es yo, y lo que llaman narcisismo, no es narcisismo”. Si bien Freud, en “Pulsiones y destinos de pulsión”, está tentado de dar a la pulsión escópica un estatuto semejante al que otorgó a las pulsiones oral, anal y fálica, no llegó a hacerlo. Y Lacan trata de dar este paso. La escoptofilia, como perversión, nos abre –según piensa Lacan– otra perspectiva sobre una pulsión mucho más general y universal, que llama pulsión escópica. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 687-701

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La mirada –tan fundamental en la constitución de nuestro universo, (aunque no se trate realmente solo de la visión fisiológica)– no cede en importancia con respecto a los otros modos de relación objetal. Mirar es ser mirado. El ojo está en el espectador y en “el espectado”. Hay un vuelco en el pensamiento de Lacan que nos permite despegarnos del esquema óptico de la visión. Lo mirado mira. Lo mismo que ciertos personajes de los cuadros: lo miran a uno mientras uno mira; lo mismo, cualquier espectáculo nos mira, y así nos abre además la perspectiva hacia la hiancia, el intervalo entre el mirante y lo mirado. Ahí, en el gap, se manifiesta la categoría de lo que Lacan llamará después –con Kant y Freud– das Ding. Años después, a esta Ding Lacan la llamará objeto a minúscula (objeto a), en contraposición con el universo simbólico, que Lacan representa con la letra “A mayúscula (A)”. Lo escópico es la matriz narcisista de todo lo que Lacan designa como “el orden imaginario”, que se diferencia del orden simbólico, no tanto por su materia (esencialmente imágenes de cosas), sino por su estructuración. Esta estructuración del orden imaginario se produce en base a la imagen especular y a la formación del Yo Ideal. El yo, tal como lo concibe Lacan, es esencialmente un yo imaginario. El narcisismo y el imperio del orden imaginario solo pueden ceder el paso a una estructuración ulterior con la adquisición del lenguaje y el advenimiento al orden simbólico por un proceso que implica la superación de la unidad diádica del infans con la madre. Este proceso se efectiviza a través del establecimiento de una situación triangular, que Freud describió como complejo de Edipo. La noción de falo no corresponde a la posesión efectiva del pene, sino en un mito esencialmente varonil, que puede ser compartido por las mujeres si se imaginan que el varón lo posee. Es, en realidad, un significante que permite a ambos sexos ubicarse en relación a él, siendo entendido que ni el varón ni la mujer pueden tenerlo o poseerlo, porque el falo como significante esencial remite a la completud y a la autosuficiencia. El falo es lo que instituye –por su ausencia– la castración en ambos sexos. Es decir, el estado de incompletud que sienten mujeres y varones frente a su propio cuerpo y frente a la prohibición de la madre como objeto sexual. El pensamiento de Lacan se funda en el rechazo más radical del “principio de continuidad genética” en psicoanálisis. La aceptación de este principio por M. Klein, la llevó a una hipervaloración de la relación del lactante con el pecho, con el consecuente desconocimiento de la función de la ley en la vida psíquica, o sea, del papel del padre como función eje del establecimiento de la ley.

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La ley no es lo que la madre “dice”, como amenaza de castración. La ley se establece cuando el padre dice: “a esta mujer no la tocas como objeto sexual porque es mía”. “Esta mujer es para mí”, está dicho desde el verdadero comienzo y por ambos: padre y madre. A la par que se comportan, adecuadamente –o no–, en la crianza. Lacan también se aleja de la concepción imaginaria que Melanie Klein se hace del complejo de Edipo y la sustituye por una concepción estructural. El complejo de Edipo no es solamente, ni predominantemente, una madeja de fantasías –que sabemos que sí existen–, sino, ante todo, un hecho estructurante cuyo efecto rige el destino futuro del individuo. El sujeto, ante la ley ejercida por la función paterna, puede huir regresivamente frente a esta estructuración, o puede tomar la vía perversa, si puede. O puede asumir la ley y la castración, liberándose así su capacidad de desear. Con Lacan concebimos a la castración como un “momento constitutivo de la evolución humana”, y al complejo de Edipo como eje del pasaje de una concepción dual de la relación infante-madre a una relación triádica, que permite al infante el acceso al orden simbólico.

Las dificultades se multiplican

Hasta aquí hemos recorrido los ejes, no todos, de lo que sí le debemos a Lacan: lo nuevo e imprescindible que su pensamiento sitúa en el psicoanálisis. Pero veamos ahora las dificultades, ya que su lema del retorno a Freud no fue sólo un retorno a Freud, sino, sobre todo, una “apertura a Lacan”. Una de las dificultades mayores, podemos decir, fue la que se produjo a partir de su desarrollo teórico y a lo que ahí se pierde de los fundamentos del psicoanálisis, lo cual, junto a algunos otros aspectos problemáticos que se evidencian en el transcurso de su producción, precipita complicaciones con la SPP y con la IPA. Veamos los motivos de la IPA y su No a Lacan. Los conflictos entre J. Lacan y la IPA se hacen claramente evidentes a partir de 1953, si bien ya desde bastante tiempo atrás algunas ideas de Lacan eran cuestionadas severamente por miembros de la Institución Internacional, por alejarse marcadamente de las concepciones freudianas. En el Congreso Internacional de Marienbad en 1936, Lacan presentó un trabajo sobre el estadio del espejo (que luego retomó en el Congreso de Zurich en 1949). El trabajo de 1936 no se publicó. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 687-701

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Pero volvamos a 1953. Fue en ese año que Lacan, enfrentado con S. Nacht, M. Bonaparte y otros, por cuestiones de la transmisión y del setting, se separó de la SPP (Sociedad Psicoanalítica de París), y fundó la SFP (Sociedad Francesa de Psicoanálisis), junto con F. Dolto y D. Lagache, solicitando de inmediato el reconocimiento de la IPA. En ese mismo año Lacan produce lo que se conoce como el “Discurso de Roma”, con carácter de manifiesto. Este trabajo fue incluido en los Escritos con el título de “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”. Allí aparece por primera vez su conocida fórmula: “el inconsciente está estructurado como un lenguaje”. En 1954, la IPA rechaza el pedido de afiliación de la SFP, porque la Internacional, entre otros motivos, considera que hay desviaciones técnicas de los dimitentes, uno de ellos en particular (nadie duda que se refieren a Lacan). En el siguiente Congreso de la IPA se sanciona este rechazo, agregándose las críticas de A. Freud y Hartmann. Este último sostenía que “no garantizaban la enseñanza del psicoanálisis”. En tanto, en 1960, Henry Ey lo invita al coloquio de Bonneval. Allí comparte el encuentro con J. Laplanche, S. Leclaire, F. Perrier y P. Ricoeur. El trabajo que presentó allí también figura en los Escritos con el título: “Posición del inconsciente”. Transcurren cerca de diez años desde el discurso de Roma, en tanto Lacan desarrolla sus actividades en la SFP. Llegamos así a 1964. Ya las diferencias teóricas, técnicas y en la transmisión del psicoanálisis entre los directivos de la SFP son marcadas, particularmente con Lagache. Se reinician las tratativas de Laplanche, Pontalis y Lagache con la IPA, para el reconocimiento de la SFP; que se logró a cambio de la exclusión de Lacan. La sociedad continúa adherida desde entonces a la IPA, como Asociación Psicoanalítica de Francia (APF). Más tarde se incorporarán G. Rosolato y otros. En ese año 1964, Lacan funda la École Freudienne de Paris, dirigiéndola hasta disolverla en 1980, un año antes de su muerte. A su alrededor se constituye lo que será la École de la Cause Freudienne. La historia de Lacan es también la historia de una sucesión de rupturas. La trayectoria de Lacan y su escuela muestra, además, una pauta, un curioso patrón de fragmentación. Este germen de fragmentación presente en los grupos lacanianos merece ser considerado a la luz del pensamiento y la práctica clínica de Lacan. Éste se encontró, también, con los innumerables problemas de setting que le planteaba el contrapunto que se producía en sus análisis didácticos, que transitaban entre el diván y sus seminarios.

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A esta altura deberíamos decir que fue particularmente llamativo el hecho de la poca consideración de la IPA por su obra. Salvo para excluirlo e ignorarlo, su pensamiento y su producción no fueron considerados, en ese ámbito, hasta no hace muchos años. Para dar una idea de por qué lo expulsaron de la IPA, el porqué de la “excomunión”, como el mismo la llamó, y para reflexionar sobre las razones, debemos recordar que toda la cuestión IPA-Lacan se jugó, principalmente, en esos tiempos, alrededor de las sesiones cortas. No era un pretexto, aunque lo dijera Lacan. Lo que sucedía era que la gente se daba cuenta de que, si uno hace una sesión de diez minutos, y otro hace una sesión de cincuenta minutos... no es lo mismo. Se da una configuración del trabajo psicoanalítico totalmente distinta, en un caso y en el otro. Las sesiones cortas

Así como en cualquier juego o deporte hay límites reglados y fijos, dentro de los cuales “se juega el partido”, en la configuración del trabajo psicoanalítico igualmente se plantean reglas para que la partida pueda desarrollarse. En la sesión corta (y variable) se desdibujan los límites de la cancha y también las reglas de juego, y lo que debe ser fijo se vuelve móvil. Lo fijo es lo que da el sostén para que pueda desplegarse el analizando, y también la neurosis de transferencia. Un lacaniano puede decir que rompe esas reglas de juego y pone otras… Pero... si hablamos del poder del analista, vemos que las posibilidades del analizando de desplegarse y asociar libremente son muy diferentes si sabe que hay límites que van a respetar los dos… o no. ¿Qué más sucede cuando el encuadre no es previsible, ni en cuanto a la frecuencia ni en cuanto a la duración? Se introduce una dimensión de arbitrariedad. En estas nuevas reglas de juego la situación queda a merced de un riesgo: la arbitrariedad del analista, ya que es exclusivamente él quien decide cuándo se dará la sesión y cuánto durará (¿deseo del analista?). Y esto nos lleva a la siguiente consideración: si hacemos móvil lo que debe ser fijo, se produce la aparición de cierta incertidumbre, y desembocamos en un trabajo analítico que se verá alterado, también, por un campo transferencial donde, además, convivirán dramáticamente amor, celos, rivalidad y envidia, respecto de “ese otro” que, se supone, se quedó con… más tiempo, etc. Que el encuadre puede y tiende a ritualizarse, sí, lo sabemos. Willy y Madé Baranger lo investigan en profundidad en su libro Problemas del REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 687-701

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campo analítico (1969) creando la noción de baluarte. En un trabajo titulado “La función clave del encuadre en la técnica psicoanalítica: continente natural para el vínculo mágico primario” (1973), me he ocupado de algunas relaciones entre este concepto de baluarte y el baluarte en el encuadre como continente. Que esta ritualización del encuadre, y la banalización correlativa, conduzcan a la palabra vacía... también nos preocupa. Estamos de acuerdo con Lacan. Deberíamos producir también un trabajo en torno a las semejanzas y diferencias entre el problema de la ritualización tal como fue puntualizado por Lacan, y la baluartización, problema elaborado por M. y W. Baranger. Pero el riesgo de banalización del discurso –una de las razones que llevaban a Lacan a la práctica de cortar las sesiones– no justifica suficientemente maniobras técnicas que suspendan, o dejen sin efecto, los valores que consideramos involucrados en el setting como invariantes, precisamente porque consideramos a estas invariantes como referentes privilegiados para evaluar la parte no procesal, puesta en contraste con lo procesal de la situación analítica. ¿Qué ganamos y qué perdemos –nos preguntamos– ante cualquier cambio técnico, cuando, como en este caso, nos desprendemos de una pieza clave del trabajo clínico? Si bien Lacan revalorizó al sujeto barrado, sujeto del inconsciente, una de las consecuencias de las modificaciones técnicas –las sesiones cortas– es, paradójicamente, que se tiende a hacer desaparecer al sujeto historizador. La historia del analizando requiere tiempo. “Conocer” la historia del analizando, escucharlo, requiere de ese tiempo, la Stunde, y es en “ese tiempo” que se puede reconocer la importancia del trauma. Brevemente diríamos entonces: en las sesiones cortas vemos que desaparece “ese tiempo” de la sesión en el cual el analizando pueda contar “su historia”, “lo que le está pasando”. Y en esto se aleja de Freud. Se pierde, como decíamos, al sujeto historizador. Resumiendo... con sesiones de “diez minutos”, el analista ¿tendrá tiempo para escuchar la historia del analizando?

¿Y la dimensión del trauma?

Lacan se ocupa del trauma en Los cuatro conceptos fundamentales. Aún está cerca de Freud y de la noción freudiana de trauma y economía psíquica. Luego, formula nuevos conceptos. Muchas veces enriquece el psicoanálisis; otras... Junto con el borramiento de la historia, insistimos, se va esfumando la noción freudiana de trauma.

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Historia y trauma se esfuman junto al mundo interno, que desaparece como categoría. El Yo historizador y la subjetividad, ¿también se borran? Y, progresivamente, se instaló el silencio. Lacan intervenía muy poco en las sesiones. Se va acercando –según testimonios– al grado 0 del análisis... En su obra es importante discriminar lo renovador de aquello que lo aleja del psicoanálisis; así lo hace notar S. Leclaire en el epígrafe de homenaje a J. Lacan, en un artículo suyo, donde recalca: “J. Lacan 1953”, valorizando el período y las ideas del Discurso de Roma, porque, en la producción ulterior, entendemos que es muy difícil encontrar el hilo del Lacan psicoanalista freudiano, debido a su creciente modalidad de innovar.

Lacan y los afectos

Lacan tiene un particular rechazo del fenómeno afectivo. Podemos decir que es un rechazo inicial por el término: “afectivo”. Luego, se da cuenta que le falta algo, e introduce el objeto a, y produce el Seminario 10 sobre “La angustia”. Lo que no le gusta a Lacan es esta categorización –usual en los textos de psicología de fines del siglo XIX y comienzos del XX– donde se estudiaban y describían los fenómenos psicológicos como fenómenos de representación, de afecto, o de voluntad. Lacan pensaba en cierta época, alrededor de los años cincuenta, que el afecto era una consecuencia de algún fenómeno de lenguaje, como cuando uno, como analista, “da” una interpretación adecuada y se produce un cambio de afectos en el paciente. Diríamos que tendió a borrar, por un momento, el término afecto de su vocabulario. Esta posición surge, ante todo, en función de la actitud estructuralista que tomó en determinado momento de su evolución. Después reintroduce el afecto –como dijimos, a partir del Seminario 10– con la aparición del objeto a, pero ya No como afecto, sino como algo que depende de la propia metapsicología que él esta desarrollando. Otro problema se plantea, por ejemplo, con el neologismo “parletre”. “Le parletre” sería la pretensión de J .Lacan de revolucionar las categorías fundamentales del pensamiento occidental. Con Sócrates: la palabra y la Cosa son dos categorías correlacionadas y opuestas. ¿Entonces? Ni la palabra ni la cosa existen. Existe “algo” –que está entre la palabra y la cosa– que es el “parletre”... Estamos abandonando aquí las categorías de la representación-cosa y representación-palabra; ¿estamos descarrilando respecto de Freud? REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 687-701

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Así como pretendió poder borrar estas categorías –“la palabra y la cosa”–, treinta años antes había procurado borrar la categoría del afecto. Parletre podría ser una nueva ontología, pero...

Una entrevista con Green sobre Lacan

Con motivo de la publicación del libro de Élizabeth Roudinesco sobre Lacan, Cathérine Clement –antigua discípula de Lacan, autora del libro Vidas y leyendas de J. Lacan– realiza una entrevista a André Green, uno de los pensadores psicoanalíticos más vigorosos de la actualidad. En esta entrevista, Green expresa, en forma personal y abierta, sus opiniones respecto de Lacan, a quien describe como “el padre omnipotente”. El título del artículo es “Le pére omnipotent” porque, dice Green, en diversos aspectos de su modalidad, Lacan se manifiesta arbitrario con respecto a la misma ley que, como ley paterna, él contribuye a restablecer, recogiendo ecos y experiencias abundantes y personales, con los que fundamenta estos comentarios. Respecto de la infancia de Lacan, Green la encuentra homologable a la de Freud: ambos padecieron la muerte temprana de un hermanito en su primera infancia. Y eso le hace pensar... Subraya también que “Lacan est un homme qui a tout fait pour ètre idolatré”... un hombre que ha hecho de todo para ser idolatrado. A la vez, Green enfatiza y reafirma la validez de un conjunto de elementos de la producción de Lacan 1953. Green, reconociendo tres maestros además de Freud: Lacan, Winnicott y Bion, le adjudica a Lacan ser “un personaje fuera de serie, dotado de dones excepcionales. Lo excepcional era una inteligencia de una agudeza y virtuosidad vertiginosa, con un sentido crítico acerado, y una manera muy incisiva de encontrar el ángulo más favorable para su óptica”. De la biografía de Lacan se desprende también que: “Yo necesito innovar” podría ser otro lema de Lacan, al menos a partir de cierto momento de su obra.

El nihilismo, lo trágico y la ética en Lacan

Lacan se pasó la vida recalcando el aspecto trágico de la obra de Freud, aspecto que la distingue específicamente. Lector de Nietzsche y Spinoza, dos de sus autores favoritos, se puede encontrar en su obra una secuela del nihilismo nietzscheano. Podemos pensar que, por momentos, Lacan se pierde dentro de este nihilismo.

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La posición del analista que sostiene Lacan, quiere conservar esta visión trágica del ser humano, y escapar del supuesto “Happy end” de la imposible adecuación de la llamada “etapa genital”. Decimos Sí a la visión trágica, pero entramada en la vida cotidiana, entretejiéndose en los innumerables modos de la actividad de sublimación –las transiciones de Winnicott–, como producciones del sujeto que cubren esa Spaltung –grieta fundante–, considerada por Lacan a partir del estadio del espejo, y redoblada en el lenguaje y el destino de pérdida del objeto que inaugura. Esta actividad, en el juego del Fort-da, ejercita al niño ante la angustia por la ausencia y el desamparo psíquico (Hilflosigkeit) que presiden la constitución del sujeto y la existencia humana. El sujeto crea para recrear aquel objeto amado perdido, el de la nostalgia freudiana. Y creando, llama al Otro y ama “para no enfermar” (Freud, “Introducción al narcisismo”). Catherine Clement denuncia en Lacan esa especie de nihilismo psicoanalítico, en su artículo “Los fósforos y la música”, dedicado a un Symposium francés sobre la obra de Winnicott. Se opone a esta visión trágica de Lacan, que es la que se expresa en su énfasis en Antígona como la heroína con la que ilustra su concepción trágica del hombre. C. Clement, apoyada precisamente en Winnicott, fundamenta otra visión, ajena a esta perspectiva lacaniana, sin salida, según ella. Respecto de la ética en Lacan, uno podría decir que no es casualidad que haya elegido este personaje trágico que es Antígona y su “persecución obstinada de la propia muerte” como ilustración para su Seminario “La ética del psicoanálisis” (1969-1970). Se trata de la ética en relación al deseo del analista con respecto a su analizando. Allí Lacan sostiene y fundamenta la noción de deseo como: el deseo de cada uno. Singular. Un deseo que no tiene que ver con la supervivencia ni con la adaptación. Es un deseo inmortal, que incluso puede dañar, como lo vemos en Antígona –la hija de Edipo–, la del destino trágico, por no ceder en su intención manifiesta de vengar el honor familiar, afectado por Creonte, el que impide la sepultura de un hermano. Pero se trata, en rigor, del “sometimiento a una maldición intrínseca en la estirpe de Edipo”, resumida en la idea: “ojalá no hubiera existido nunca”, así es como Antígona trata con la culpa, involucrada en su pecado original. El deseo del analista, según Lacan –aquí de acuerdo con Freud– es deseo de aproximarse, con el analizando, a los reinos del Averno y “convocar a los demonios, e interrogarlos”... La ética en Lacan es ética del deseo del analista; se trata de que el analista anteponga, por sobre todo, la intención de escuchar el deseo del analizando. Escucharlo, interrogarlo... de acuerdo. Pero... ¿hasta dónde? Interrogar a los demonios sí, pero... sin rendirse. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 687-701

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Decimos sí a la visión trágica, y no al destino trágico que la dimensión tanática del deseo conlleva. Al fin de cuentas, analista y analizando no quieren morir (morir en vida, sin deseo), pero… saben, o intuyen, que el “no morir” implica una aproximación que, esperamos, “no sea demasiado cercana” a la dimensión tanática involucrada en el deseo propio, aun a riesgo de reaccionar como Antígona, para sostener “un deseo vivible”...

DESCRIPTORES: LACAN, JACQUES / TOPOLOGÍA /

FALO

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PALABRA VACÍA

PHALLUS

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EMPTY WORD

OBJETO A

/

/

LEY PATERNA

/

PATERNAL LAW

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DESEO DEL ANALISTA

KEYWORDS: LACAN, JACQUES / ANALYST’S DESIRE

TOPOLOGY

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OBJECT A

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PALAVRAS-CHAVE: LACAN, JACQUES / TOPOLOGÍA / OBJETO A / FALO / PALAVRA VAZIA / LEI PATERNA / DESEJO DO ANALISTA

(Este trabajo fue seleccionado para su publicación el 29 de octubre de 2009.)

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Mnemósine: la construcción del caso *Laura Trotta **Alicia Killner

Introducción

Nos encontramos en una época donde el sujeto se ve compelido a respuestas apresuradas al mercado, la clínica del medicamento mitiga su angustia y las ofertas a las que se ve confrontado por las diversas terapéuticas y terapias alternativas, no lo confrontan a preguntarse por lo que queda por fuera de tanta satisfacción sustitutiva: la causa de su ser. En esta perspectiva, y considerando que el síntoma nos permite en nuestra praxis situar al sujeto frente a su causa, es que planteo a partir del recorte de este caso clínico (El caso Mnemósine) la siguiente pregunta: ¿A qué se debe que una mujer consulte a una psicoanalista en nuestra época? ¿Por qué su apuesta se dirige al psicoanálisis?

Desarrollo

Presentación de la paciente M. es una mujer de 30 años, casada y con un hijo. Su consulta a mediados del año 2007 (después de una “charla con un psicoanalista amigo de su familia”) es: “querer hacer algo con su malestar físico, que en varias oportunidades la llevó casi a la muerte”. Diagnosticada varias veces y por varios especialistas médicos pasó de sufrir hepatitis virósica, a infecciones en su sistema nervioso y de aquello a la enfermedad de Crom. En M. esta enfermedad se agravó aún más

* Dirección: Sucre 2315, 3º “A”, (C1428DVO) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. [email protected] ** Dirección: San Martín 1727 (C1650BEC) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. [email protected]

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LAURA TROTTA Y ALICIA KILLNER

por sus descomposturas de más de 30 o 40 deposiciones diarias que no podían detenerse con ningún químico, a excepción de como dijo M. “por las internaciones”. Sus primeras expresiones físicas se originaron en el año 2002, luego de enterarse de que estaba embarazada cuando comenzó a sentir sensaciones extrañas en el cuerpo: “algo monstruoso me estaba comiendo”, “ este monstruo, me cambió el cuerpo”, “mí marido me abandonará por lo que estoy sufriendo”. A partir de ese momento, una serie innumerable de médicos, psiquiatras y psicólogos la atendieron. Debido a los excesivos llamados y consultas de M. a los profesionales, aquellos dejaban de atenderla por exceso de trabajo, o por causas que M. nunca supo, ya que “no me respondían los llamados”. Respecto a la última psicóloga que la atendió, M. logró cierta estabilización de su cuadro físico y le propuso retomar una actividad laboral (es profesora de un idioma extranjero) y un estudio terciario: puericultora. Sin embargo, algunas actividades de aquel estudio le retornaron imágenes de su vida intrauterina y de la relación con su madre a la manera de recuerdos, pero una interpretación de la profesional, “Tú madre te hace la vida una mierda”, propició una irrupción de lo Real que ni los médicos (clínicos ni psiquiatras), los tarotistas, los curas sanadores y los terapeutas del reiki, pudieron detener: más de treinta deposiciones diarias que la llevaron al límite del riesgo subjetivo y a una internación de más de treinta días. El encuentro conmigo como nueva analista, que no se propuso de la misma manera en la serie de los profesionales anteriores, alivió el padecer: las internaciones se detuvieron, los sueños místicos y encuentros con la Virgen disminuyeron, las descomposturas mermaron, y el intestino comenzó a hablar. La oferta analítica a la palabra de M. produjo que algo de lo sintomático surgiera a partir de un cuerpo que no sólo se rearmó sino que pudo hablar, pero esta vez con la producción de olvidos y de la pérdida de memoria provocados por desmayos. A partir de las coordenadas de la “pérdida de memoria”, se desecharon las causas fisiológicas, sobrenaturales y las kármicas; y se introdujeron la causa psíquica y la pregunta por su deseo. La paciente comenzó su nuevo tratamiento en junio de 2007, y la primera intervención fue “Tomar entrevistas con una frecuencia de tres veces por semana”. El discurso médico, un cuerpo que goza y el poder de la oyente M. llegó a la primera entrevista con su esposo. Él había llamado solicitando la entrevista, tan cordial y predispuesto que dijo: “ponerse a mi REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 703-714

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disposición para lo que necesite”. Además, cuando aquél comenzó a hablar, sabía de causas y enfermedades a punto tal que le adjudicaba lo que le pasaba a M. a la familia de ella: “sólo vienen si ella está mal”. Sin embargo, M. relató que su problema era que tenía desmayos “vasovagales”, así le dijo su médico, un especialista muy reconocido en la enfermedad de Crom y neutropenia inmune (M. tiene las dos enfermedades y un pham positivo de lupus). La posición subjetiva ante el discurso médico fue, sin ninguna pregunta, tomar los 70 mgs de corticoides que la sacaron de la última internación, pero que le provocaron un cambio en su imagen, un plus de más de 30 kg. La estrategia utilizada en este tiempo fue que ante cualquier malestar me llame. El efecto de esta intervención produjo que los dolores intestinales se desplazaran del sanatorio al consultorio. Los llamados no se hicieron esperar. A diferencia de los médicos, me abstuve de decir diagnósticos y consistir la enfermedad, la escuchaba y la remitía a traer la causa de los dolores a la próxima entrevista. Pero las fuerzas que puso en marcha en el tratamiento no eran sólo las ganas de curarse, sino también las provenientes de la enfermedad y sus beneficios: dolores de panza, de cabeza, piernas que se paralizaban con intermitencias, vómitos, diarreas con sangre y violentas peleas con el esposo, fueron motivo para que a veces no pudiese venir y que quisiera internarse. Nuevamente intervine apuntando al acotamiento pulsional: “Hay que internarse en el análisis a ver qué pasa con esto”; el efecto de la intervención fue la interrogación por el padecimiento.

El encuentro con la analista, el cuerpo y el síntoma A partir de ese momento, los síntomas corporales comenzaron a remitir y una forma del olvido apareció en el tratamiento: los desmayos con la pérdida de memoria. Sus frases comenzaron a recortar su cuerpo siendo la letra en este momento de su tratamiento su partenaire: “Yo no se si S (el esposo) no será la enfermedad… ¿Sabés lo que me dice? Yo me casé con un prosciuto de Parma y ahora estoy con un Paladini… Imaginate, antes de todo esto yo era una geisha para él y ahora mirá (señaló su físico)… Yo tenía todo lo que quería, él, mi hijo, mi casa, estaba estudiando, no se por qué se me corta todo lo que quiero… al final termino sola”. Este significante privilegiado Sola, se desplazó a otro: Internada, cuyo sentido se cargaba de las figuras de la abuela y de la madre: “…en mi casa están mi mamá y mi abuela… siempre una me habla mal de la otra… tengo a una de un lado y a la otra del otro hablándome todo el tiempo… yo pienso, en la internación estoy más tranquila”.

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El dinero también recortó su posición padeciente, incluyendo al partenaire: S. tiene mejor posición económica que la que tuvo su padre: “…Yo siento que pude hacer una vida diferente a la de mamá (tener una casa, viajes, ropa, etc.)… Yo siento que mi mamá me dice ¡qué suerte!, pero no sé si está tan contenta, como que me envidia… me dice yo vivo por tus ojos… no sé, no sé…”. Su no saber la llevó a interrogarse por la enfermedad en su vida y en la historia familiar, “mi mamá me decía sos un cáncer, me vas a matar”; instante donde se comenzó a ver a un padre y las enfermedades: “…en mi familia hay una historia de enfermedad, mi abuelo materno murió de cáncer, después de eso mis padres perdieron su casa y comenzaron a vivir alquilando…”. En esos momentos del tratamiento, el marido decidió que tenían que mudarse, tres veces lo hacen, siendo cada domicilio según la expresión del partenaire una mejor inversión. Más allá de las mudanzas y de las zonas a vivir, M. llevó otra topología a las entrevistas: “…me daba no se qué mudarme a un barrio cerrado y que mis padres perdieran su casa. Siempre sentí culpa por lo que tenía y ellos no pudieron… yo los quiero pero me dan vergüenza, querría barrerlos y poner el polvo debajo de la alfombra, a veces les tengo amor… pero a veces los odio...”. El silencio de la analista produjo el corte de sesión. En la medida en que M. hablaba en su tratamiento de los dolores, las visitas a los médicos y especialistas fueron disminuyendo siendo casi nulas. Hasta que la construcción de la nueva casa para mudarse, repentinamente decidida por el marido, se produjo, y las palabras se cortaron otra vez. Las amnesias, las discontinuidades y la política del psicoanálisis Al cortarse las palabras de M., una serie de amnesias instalaron sus discontinuidades a través de los desmayos y la pérdida de la memoria. En ese estado, su marido la trajo a la entrevista; ella quería internarse y que le hicieran una ecografía, decía que le dolía mucho la cabeza; lo significativo fue que con esos dolores otros recuerdos surgieron: “Ayer vi a mi papá y me acordé lo que había dicho acá de que los barrería y pondría el polvo debajo de la alfombra y me llamó la atención eso que dije y lo que me pasó después que perdí la memoria, ¿será que no quiero acordarme de algunas cosas?... mi papá me empezó a contar que había conseguido un trabajo, que lo llamó un señor para que trabaje exclusivamente para él, es tapicero de sillas Luis XV y muebles de estilo y se queja de que no sabe cómo poner un negocio, así que le dije ¿por qué no buscamos un local por mi barrio y nos ponemos juntos?, yo me ocupo de atender a la gente y vos te quedás atrás y no salís… Él tiene una historia de depresión y yo siempre intenté ayu-

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darlo…Yo me pregunto si esto de la enfermedad no será una manera de tenerlos a todos alrededor mío… cuando veo que mi marido me lleva y me trae, me pregunto si no estaré buscando un padre… Yo pienso si la enfermedad no será un castigo y que yo me autocastigue por mala…”.

La interrogación por el ser mala desplazó al significante loca y al dicho de “un padre que le falta un jugador”. Allí nuevamente la oferta analítica produjo en M. el efecto de sentir un agujero, un vacío, y junto con ello la pregunta de cuándo le volverían los recuerdos. Bajo estas circunstancias del olvido, el marido llamaba todo el tiempo para saber sobre el diagnóstico de M. y para sugerir estrategias de tratamiento (llamar al psiquiatra, buscarle todo tipo de terapias alternativas, curas sanadores, astrólogas, reiki, etc.) que llevó a que M. a veces no pudiese venir a las entrevistas, por cansancio o porque no llegaba a horario. A pesar de la indicación de que no realizaran tratamientos de ese tipo mientras estuviera en análisis; él se ocupó personalmente de sacarle los turnos a los manosantas y de llevarla y hacerle tomar toda el agua bendita o cualquier cosa que le diesen los chamanes. Mientras tanto, M. prosiguió hablando de su marido: “…Hay días que no lo aguanto más… me pregunto si no estaría con él si estaría enferma… hay veces que siento que me enferma, quiere manejar todo… me agarra el RAYO... el raye de decir, no sé… me controla mucho. Tal vez ese amor y odio que le tengo… nuestra relación empezó así… el me vino a buscar pero al final terminé dándole un beso yo… y tuvimos sexo por primera vez… es mi primer hombre, mi primer amor, mi primer deslumbramiento… él tenía experiencia, yo lo veía y me quedaba paralizada… yo no sabía nada… él estaba como loco, me ponía contra la pared y yo no sabía que hacer… yo ahí cagué, ya estaba metida en el medio… yo sufría como una loca y él que no se podía decidir por ninguna de las dos (en aquel momento, él estaba de novio con otra)… yo estaba en la tele y me dio a elegir entre la tele y él, yo decía: este pibe está loco… mi baja autoestima tiene que ver con eso..yo era la chica popular del colegio hasta que viene un tipo y yo tenía que encajar en su mundo y competir… yo era una chica alegre hasta que aparece él y plom!!!… él andaba con más de una… tenía otras… yo ese odio no me lo voy a poder sacar nunca… hay una furia…”. Con la ubicación del enojo hacia el partenaire, se concluyó la entrevista. Segunda amnesia Al día siguiente, el marido llamó para decir que volvió a desmayarse y a perder la memoria. En la entrevista comentó que tuvo un flash cuando vio a su hermana, recordó una escena con ella, sentadas en el pasto… nada más… dice que se despertó y preguntó si estaba embarazada, se

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asustó por sus “…dolores de panza…”, continuó diciendo que “me acordé de la pasta de dientes de mi hijo” también contó que “…me sentía deprimida… el psiquiatra me dijo que era depresiva… yo no podía salir de la cama… cuando lo miré a los ojos a mi marido me acordé de un montón de cosas… y le dije que era lindo… le propuse hacer el amor a ver si me acordaba de algo más, pero él contestó que no porque yo estaba así, que ya íbamos a tener tiempo… ahí le pregunté si no quería porque estaba gorda, esto me pone como sacando una furia… no sé si me casé con la persona equivocada…”. Acerca de su estado civil dijo: “Yo no sé si me casé por inercia, como que ya me tenía que casar, era una meta, una cosa que tenía que alcanzar, casada mejoraba mi situación. Él no fue que me vino a pedir matrimonio. (La analista anterior le insistió que se case porque temía que él la dejara sin un peso y ella qué iba a hacer, le decía que le saque fotocopia a los resúmenes de las tarjetas.)… Él me lastima. No lo siento un marido mimoso, un marido feliz. Ayer como que éramos una familia normal. ¿Cómo es? ¿Qué hago? ¿Desaparezco? No sé qué hacer. Él siempre está comparando con los otros. Él sufre más que yo que tengo la enfermedad, sufre más porque le demando…”. Tercera amnesia Luego de una discusión con su marido y después de la frase: “Vos hubieras preferido que esté muerta”, se fue al cuarto y él la encontró desmayada, y después, al recuperar el despertar, M. había perdido la memoria. Su médico y el psiquiatra la medicaron con más Estelazine para que esté más tranquila. Cuando su marido la trae no se acordaba de la analista. Dijo que: “su marido no la quería”, decía que él tenía que haberle dicho algo más… él se había brotado mal… dijo “yo soy el boludo”… siempre me dice eso... y yo pensé anoche, soy una carga, preferible que me hubiese muerto así él se quedaba con su hijo sin tener que pagar los remedios y todo lo que me reprocha y él se quedaba más liviano, con menos carga…” (lagrimea)...; además que: “son muchas cosas, con esta enfermedad... todo...; registro que tengo este dolor de panza, salir es toda una peripecia, porque no disfruto el salir… esto te lo cuento de hoy… es muy caro el precio que tengo que pagar… tengo un marido que hace todo por obligación, no con amor… tengo una sensación de ayer de una rabia en el pecho, de una cosa, eso tengo, no sé, ni recuerdo, pasó mucho tiempo desde que discutimos hasta que me encontró desmayada”, Además contó que: “tuve un recuerdo que estaba con unas chicas en casa y la marca de un... (hace el gesto de máscara de pestañas). En ese punto indecible, introduje sobre el gesto realizado el simbólico “rímel”.

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El efecto en M. fue : “…sí, me salía eso en inglés, me acordé de un espejo que me estaba mirando y poniendo el rimel, de ser más chica y supongo que sería una amiga mía, lo raro es que no la veo ahora y me dio muchísima angustia ese recuerdo, me agarró como miedo. Cuando estaba internada pensaba en ella y me daba miedo, creo que es una amiga del secundario, me la acuerdo a ella con el pelo largo y con manchas, tenía vitiligo, también me acordé por la máscara de pestañas, me angustió mucho, es como si hubiera desparecido de la tierra… en la internación soñé con ella que me agarraba de la mano y me decía vení conmigo. Cómo que me falta, me gustaría compartir cosas con ella (llora), no se que hacer ahora, ¿me habré peleado? La rubiecita no está (la otra que recordaba de la escena del espejo), estábamos siempre juntas, las 3 estábamos en el colegio secundario, me angustia mucho este recuerdo, me parece raro no acordarme… tengo recuerdos hasta cierto tiempo, hasta que me fui a vivir con S., hay cosas así que me acordé… lo último que me acuerdo es un llamado telefónico, yo me iba a Brasil con S. a unas islas, y le dije ahora tengo que hacer las valijas, se me hace que fue la última vez, no sé por qué me da mucho miedo, me parece que ella está muerta, me parece que se murió por eso me angustia tanto y me asusta a la vez. Se murió al otro día que hablé por teléfono, la había atropellado un colectivo, ella tenía miedo de tener diabetes como el padre, se fue a hacer un análisis y cuando volvió estaba en el semáforo y un colectivo que pasó en rojo la atropelló, cuando volví no la pude ver, ya estaba enterrada, me acordé de A. por el rímel. Cuántas cosas a veces que me siento sin ganas de vivir, cuántas cosas ella se perdió de vivir, tenía novio, se quería casar, tener hijos y mirá, y yo tengo la vida, tengo el hijo, mi marido y no lo estoy disfrutando, me parece que yo estaba pensando en eso...”. El marido llama muy enojado diciendo que “esto así no va, está peor, ayer me pidió de tener relaciones”. La intervención esta vez fue comunicarle que no volvería a hablar ni a tener entrevistas con él, sólo en el caso de que M. no pudiera llamar. S. respetó esta indicación. M. comenzó a estar mejor, ya no la tienen que cuidar, puede ocuparse un poco más de la casa, de su hijo, retomó sus estudios pero los vuelve a dejar, piensa que ahora quiere hacer otra cosa: “Personal Shopper”. Sus dolores, que aparecen y desaparecen, fueron dejando lugar al relato de lo que le pasa con su esposo y a la pregunta de “cómo se hace con eso”. Ya no está con corticoides, descendiendo un poco de peso pero con el efecto en su cuerpo de haberlos tomado tanto tiempo y en altas dosis, esto es un motivo de mucha angustia en ella, su marido le señala todo el tiempo su gordura y ella no puede parar de comer ni realiza alguna actividad física.

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M: “…yo no sé si lo voy a terminar dejando a S. (el marido) porque si yo me sigo analizando y veo que él me caga la vida… ahora no me imagino separada. Lo sueño muerto, prefiero quedarme viuda a separarme y que él conozca a otra mujer que le de paz, eso no lo soportaría…”. Conclusiones El caso de M. es emblemático para retomar respecto al malestar en la época, las enseñanzas freudianas y la relectura lacaniana de las mismas. El analista dirige la cura y no la conciencia, no reeduca emocionalmente ni tampoco busca la desaparición de los síntomas. De acuerdo a su posición en la transferencia y desde el corazón más íntimo de sus deseos posibilitará, al abstenerse de responder a la demanda de no avalar la enfermedad del que consulta y ubicar el goce en el cuerpo del sujeto. Por otro lado, a través del lugar vacío de goce que ocupa, opera sobre la pérdida, es decir que opera con la causa del deseo. El deseo de la analista intenta inscribir en el tratamiento de M. aquello cuya inscripción no se llevó adelante por el ser del médico, del psicólogo, de la psicoanalista anterior y del chamán en las figuras del saber, del medicamento, del ideal y del agua bendita: la falta. Falta que pareciese por momentos que el Otro ha rechazado en sí con los efectos mortíferos para M.: no recubrir imaginariamente la pérdida del sujeto o que éste no ponga en juego su propia pérdida. En efecto, hasta que cierta operación de separación no se produzca en el sujeto, tal vez M. no pueda procurarse su “ Estado Civil”, más allá de estar o no con su partenaire. El encuentro de M. con el deseo de esta analista, empuja al sujeto a permanentes intentos de dejar de desaparecer para animarse a preguntarse si el Otro puede perderla, momento en que, cuando dicha juntura de deseo se produzca, tal vez M. pueda recortar un objeto.

La memoria y el deseo en un caso de supervisión

Recortar la “singularidad en la singularidad” de la escucha del material clínico por parte de un analista es la tarea que hace a lo fundamental del trabajo de supervisión, como generalidades de la ley, de la ley del inconciente, que remite a un universal, que, en tanto universal, se contradice a sí mismo. Esa singularidad, que se revela en el trabajo analítico, hace pasar por la cuestión de la clínica y de la supervisión, por cuestiones que no se hablan, a veces, lo suficiente. Tal vez porque del inconciente es imposible hablar lo suficiente pues él se desliza entre lo silenciado de lo dicho y lo excesivo del decir.

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En la supervisión, el trabajo pasa por el desfiladero de un dispositivo que se ofrece, en una posición analítica que se sostiene, se redobla en su sostenimiento, tal vez a causa de su condición freudianamente imposible. Es el efecto de trasmisión buscado, que se produce, no en el plano de la mera enseñanza sino en los efectos de lo imposible, eso que la transmisión vehiculiza. En la imposibilidad, por ejemplo, de establecer de una vez y para siempre un diagnóstico que cierre la escucha, afectado por la fuerza de un ideal de analizabilidad, que a priori deja afuera a quien en su procustiano lecho no entre de entrada. Diagnóstico y analizabilidad, diagnóstico de analizabilidad, pueden ser un invalidante prejuicio para ese mal; sin embargo, tenemos un remedio infalible: las entrevistas preliminares, tantas como sean necesarias hasta obtener la demanda de análisis. Esa demanda que, como no está de entrada, se construye desde la oferta de una escucha, que mordiéndose la cola, demanda luego esa escucha ofertada. ¿Cómo escuchar el síntoma? O bien, ¿cómo no escucharlo, sino como palabras? La pregunta, enorme si las hay, sobre lo psicosomático, lo que es mudo, y, sin embargo, en el análisis se apuesta fuertemente a hacerlo hablar. A dejarlo hablar, para que comercie, asociativamente, el cuerpo con el lenguaje. Ese negocio, que aunque no es a pura pérdida, nunca cierra del todo. Perder en exceso, perder el exceso El exceso, la norma de Mnemósine, se demarcaba en la escucha mesurada de su analista, que se dejaba exceder para recortar un sobrante en menos. Fabricar un olvido, en el olvido desmayado de un saber, un olvido que permita el recuerdo, pero que haga tope al recuerdo que inunda, que desborda, de modo Funesto. ¿Cuál es el saber del supervisor?, ¿por qué el lugar se dibuja en un cierto redoblamiento de lo imposible? Analizar como tarea imposible, enseñar como tarea imposible, se redoblan en la supervisión. No hay forma de aplicar un saber, es mejor olvidar la experiencia, se trata de “sencillamente” dejar resonar un decir relatado en tercera persona de una primera que es segunda. Sin embargo, ese dejar resonar no sólo no es tarea nada sencilla sino que sirve o debería servir de algo suficientemente complejo, si se me disculpa el abuso del término, y su explicitación más vulgar, para nada más y nada menos que la construcción del caso. El caso, no es per se, el caso es su construcción. Escribirlo, es uno de los modos posibles de esa construcción, hacer pasar el discurso, eso que se anotaría en el agua, a la fijeza de un texto por medio de una escucha redoblada.

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El saber de la psicopatología no hace a la cuestión. Más allá de irreverentes y audaces posiciones que pretenden anular las clásicas clasificaciones y sus variantes, la psicopatología, si bien orientadora, sirve poco a la supervisión, en especial en este caso, que no se centra en un diagnóstico. Psicosomática, locura histérica, ¿histeria charcotiana à la Grand Salpetrière? Qué lugar merece el saber psicopatológico cuando la dirección de una cura debe dar cuenta de la (im)posibilidad de sostener la regla fundamental, asociación libre por parte del analizante y atención, no flotante, sino parejamente flotante* por parte del analista que no privilegie lo importante por sobre lo nimio sino exactamente lo opuesto. Es de lo nimio, del detalle, que el análisis se toma; toma los significantes guía, sin representaciones meta. Conneries como los denomina Lacan en su lengua original, las tonterías que en la oreja analítica se convierten en la mejor materia prima de la Durcharbeitung. Tonterías en que Mnemósine era pródiga. La analista del caso que nos convoca, aun con las dificultades, del que ningún, digo ningún caso puede estar exento, puesto que la dificultad hace precisamente al caso, convierte las certezas del saber del clínico en su ciencia en interrogantes y enigmas que la sujeto no puede eludir en su paso por el diván. El malestar del cuerpo, del cuerpo que sufre e incluso deja ver, hace ver, casi obsceno, sus alteraciones, sus excesos, se hace palabra. La palabra se aloja en una escucha, ese simple alojarse, no tan simple muchas veces, casi nunca, tiene efectos. Producirlos, dejarlos transcurrir, asistir a su imposible repetición, sancionando lo de repetición y también lo de imposible, es la dirección de una cura, que este escrito deja traslucir.

Resumen ¿Acaso es necesario supervisar? ¿O bien se trata de un trámite encuadrado en los estándares de la formación con el cual es necesario cumplir como parte de aquello que es “obligado”? De eso trata este recorrido que incluye una clínica, a la vez bajo transferencia como no puede ocurrir de otro modo en psicoanálisis y bajo supervisión, a la que se añade el adjetivo de didáctica, ya que está bajo la norma institucional. El caso presenta dificultades singulares, ¿cuándo no?, podría interrogarse. Pero esta vez la dificultad tiene un nombre, enfermedad psicosomática, más una serie de relatos que podrían pensarse dentro de la psicosis, si no como estructura al menos sí en lo fenoménico. La analista decide no retroceder ante ambas denominaciones, tomándolas como tales, nombres que no necesariamente hacen estructura, ya que la estructura sólo se develará en transferencia y la transferencia no ocurre de entrada.

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Y ya que hay en el caso un trastorno de memoria, una serie de olvidos, amnesias, el relato introduce un tema central del psicoanálisis, un tema paradójicamente olvidado, con la “modernización de la histeria” en nuestros días. El olvido, el recuerdo y la construcción de un pasado mítico. Eso es la función del inconciente, que se funda sólo cuando el análisis establece un habrá sido, un lugar que recubra pero que, no por eso, deje de poner de relieve la falta, aquello que hace posible la traducción de lo inscripto, y de lo que no pudo inscribirse, para poder demarcar de ese modo lo que no cesa de no inscribirse. Si por algo pasa nuestra clínica es por elevar y al mismo tiempo derribar las certezas, cualesquiera sean ellas, las de la locura y también las del saber (ya decía Freud que la teoría no era tan distinta del delirio) al nivel del interrogante. Función de la pregunta sobre sí que la supervisión, por su función, duplica, involucrando siempre la posición del analista y también su deseo. DESCRIPTORES:

PSICOANALISTA

/

ESCUCHA

/

SÍNTOMA

/

CUERPO

/

GOCE

/

FALTA

/

DIRECCIÓN DE LA

CURA

Summary A

CASE UNDER SUPERVISION: MEMORY, DESIRE AND THE QUESTION FOR THE CAUSE

Is it necessary to supervise? Or is it something more like an errand that standards prescribe as a part of what is obliged? This paper is about going through the clinical work, this clinic under transference, as it couldn’t be any other way in psychoanalysis and, in besides in this specific case, under supervision, to what we add the adjective of didactic, which means is under the institutional rule. The case presents singular difficulties, and someone could ask when does it not, but this time difficulty has several names like psychosomatic disease, besides symptoms, if they deserve to be named in that way, of psychosis, may be not as structure, but, at least, as phenomena description. The analyst decides not to give in front of both nominations, taking them just as what they are, only names, that do not imply necessarily diagnosis, because structure will be revealed in transference and transference does not happen in the very beginning. There is in this case a memory disorder, made of a number of amnesia episodes and the text introduces a central subject in psychoanalysis, a paradoxically forgotten subject, maybe due to modern hysteria of nowadays. Forgetfulness, remembering and the construction of mythic past, that is the function of unconscious, which founds itself only in the moment in which analysis establishes this would have been, a place that covers but does not hide the lack, the lack that makes possible the translation of what has been inscribed and of what could not be possible be inscribed, to make the difference with what does not stop of not being inscribed. If our clinical work is about something that is about to put down the certainties, whatever they correspond to madness or science (Freud used to say that there is nothing more alike to delusion that theory), and make of them question. Question about oneself, that supervision duplicates and involves psychoanalyst position and its desire. KEYWORDS: PSYCHOANALYST / LISTENING / SYMPTOM / BODY / ENJOYMENT / LACK / DIRECTION OF THE

* En el término parejamente flotante insistía siempre Eduardo Martínez Luque.

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CURE

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Resumo UM

CASO SOB SUPERVISÃO: MEMÓRIA, DESEJO E A PERGUNTA PELA CAUSA

Acaso é necessário supervisar? Ou de fato trata-se de um procedimento enquadrado dentro dos padrões da formação com o qual é necessário cumprir como parte do que é “obrigado”? Sobre essas questões trata esta trajetória que inclui uma clínica, por sua vez sob transferência, como não pode deixar de ocorrer em psicanálise, e sob supervisão, a qual se acrescenta o adjetivo ‘didático’, uma vez que segue a norma institucional. Poder-se-ia perguntar em que ocasião um caso como este não apresentaria dificuldades específicas. Entretanto dessa vez a dificuldade tem o nome de enfermidade psicossomática, apresentado uma serie de relatos que poderiam ser pensados dentro da psicose, senão como estrutura, pelo menos no que se entende como fenomênico. A analista decide não retroceder diante de ambas as denominações, tomando-as como tais, nomes que não necessariamente constroem uma estrutura, já que essa construção só se desvelará na transferência, que não ocorre de início. Visto que existe no caso analisado um transtorno de memória, uma série de esquecimentos, o relato introduz um tema central da psicanálise, paradoxalmente esquecido com a “modernização da histeria” em nossos dias: o esquecimento, a lembrança e a construção de um passado mítico. Essa é a função do inconsciente que se instaura somente quando a analise estabelece um terá sido, um lugar que resguarda, mas que nem por isso deixa de por em relevo, a falta, aquilo que torna possível a tradução do inscrito e do que não se pode inscrever, a fim de marcar desse modo o que não cessa de não inscrever-se. Se por algum motivo a nossa clinica ocorre é para elevar e ao mesmo tempo derrubar as certezas, qualquer que sejam elas, as da loucura e também as do saber (já dizia Freud que a teoria não era tão diferente do delírio) ao nível do interrogante. Função da pergunta em si que a supervisão, no desempenho de seu papel, duplica, envolvendo não só a posição do analista, mas também seu desejo. PALAVRAS-CHAVE: PSICANALISTA / ESCUTA / SINTOMA / CORPO / PRAZER / FALTA / DIREÇÃO DA CURA

Bibliografía Lacan, J. (1958): “La dirección de la cura y los principios de su poder”. En Escritos II. Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 1987. Lacan, J. (1964): “La esquicia del ojo y de la mirada”. En Seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires, Paidós, 1987. Freud, S. (1916-1917): “Conferencia 27, La transferencia”. En Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1998, Vol. XVI. Freud, S. (1911-1913): “Dinámica de la transferencia”. En Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1998, Vol. XII. (Este trabajo fue seleccionado para su publicación el 4 de noviembre de 2009.)

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La erotomanía es el amor de la mujer *Ana Esther Krieger

1. Introducción

Este trabajo es concebido con la idea de elucidar el costado erotómano de la vida amorosa. Para ello se presenta un breve recorrido del uso del término hasta llegar al psicoanálisis. Se continúa la investigación con autores que enfocan la problemática inspirándose en los primeros lineamientos de S. Freud que, si bien no trató el tema en extenso, como sí lo hizo la psiquiatría de su época, sin embargo dejó planteados aspectos diferentes en su ubicación. La lectura de textos de S. Freud, de J. Lacan y de trabajos de autores como Colette Soler, P. Assoun, J.-A. Miller, F. Perrier, Lucio E. Bellomo, entre otros, permitió, en el inicio, formular la siguiente pregunta: ¿en qué se distingue el amor del sujeto erotomaníaco del amor llamado normal? Enunciar la pregunta de este modo lleva, quizás, a una oposición entre el amor erotómano y el amor normal. A medida que se avanza en la investigación, esta aparente oposición se transforma en una formulación diferente que constituye en principio una primera hipótesis: La erotomanía es lo que la mujer ama y el amor femenino es erotómano. Desde el caso “Flor de otoño” acercaremos las primeras consideraciones señalando que en muchas ocasiones, desde la clínica, se hace una lectura donde sólo se toma en cuenta la demanda de amor de la histeria en relación con la vertiente del deseo, sin tomar la vertiente erotómana, implícita en el campo del amor de un sujeto femenino. La primera consideración del término “erotomanía” en el psicoanálisis pertenece a S. Freud, en el caso Schreber, donde la erotomanía se instaura como el término que se contradice al objeto, yo no lo amo porque yo la amo, y luego por el mecanismo proyectivo se concluye: porque ella me ama.

* Dirección: Avda. del Libertador 5280, 1º, (C1426BXN) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. [email protected]

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ANA ESTHER KRIEGER

Más adelante J. Lacan, que fuera alumno del psiquiatra Clérambault,1 empleó una vez el término erotomanía femenina, aislando el síntoma de la erotomanía psicótica. Enuncia el siguiente postulado: es el objeto quien ha comenzado, quien ama más o es el único que ama. De esta ilusión del poder psíquico sobre el dominio amoroso –que aparece como un postulado categórico porque el sujeto se le impone– derivan los temas secundarios: 1) El objeto no puede tener felicidad sin el sujeto. El objeto necesita al sujeto para poder vivir. 2) El objeto ama al sujeto, aunque no lo sepa. El orgullo, el deseo y la esperanza surgen como componentes del postulado: el orgullo de haber elegido para ser amado, el deseo de que el objeto ya no se resista a la verdad de que ama al sujeto y la esperanza de que algún día aceptará la verdad.2 Aquí observamos que Lacan, cuando habla de erotomanía, está pensando en el caso del presidente Schreber; para Schreber era Dios quien lo amaba, lo perseguía con su amor, se podría decir que desde este punto Schreber es empujado a la posición femenina, produciendo el efecto de empuje a la mujer. Hay en Schreber una percepción de un sentimiento venido de afuera que constituye el núcleo delirante de ser amado por el otro. Esta versión freudiana que se basa en la postergación de Schreber a la copulación divina, es lo que para la psiquiatría se define como el carácter platónico de la erotomanía. Esta idea freudiana de la pasión ligada al platonismo, ha dejado su marca en las futuras teorizaciones sobre el tema. En cambio, autores como Clérambault sostienen que el platonismo es accesorio, inconstante y no esencial para definir el síndrome erotomaníaco. El autor caracteriza este síndrome como el orgullo sexual a partir de un postulado inicial en el cual la iniciativa parte del otro y el sujeto es objeto de esa iniciativa. Clérambault dice que, con o sin platonismo, la erotomanía evolucionará de la misma manera, sabemos que para Freud la relación entre Schreber y Dios y la postergación del acto sexual es fundamental en el delirio, o sea que es platónica. De esta manera Freud sigue los postulados de la psiquiatría alemana.

1. Gaetan Gaitan De Clérambault (1872-1934). 2. Psikeba, Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, 2006.

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LA EROTOMANÍA ES EL AMOR DE LA MUJER

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Tomando la descripción de Clérambault, Lacan se inspira sobre lo específicamente relacionado con la sexualidad femenina cuando enuncia que el orgullo exige la posesión carnal, este sentimiento pareciera más frecuente e imperioso en la mujer que en el hombre. Surge entonces que en la mujer se establece una apuesta, en la que se enfrentan, por un lado ella, y por el otro el hombre y los supuestos espectadores que en el conflicto imaginario de dos caprichos, ella quiere tener la última palabra. Lo que la mujer se propone en relación al hombre es, más que conseguirlo, dominarlo. Siguiendo a Colette Soler, la definición más fenomenológica de la erotomanía como la convicción delirante de ser amado, indica ya que se trata de una posición de sujeto psicótico. Se encuentra en cuadros clínicos muy variados y además se ubica, según los casos, de diversas maneras en la estructura y en la evolución delirante. Las manifestaciones erotomaníacas en la psicosis son frecuentes y al mismo tiempo adquieren formas diversas, planteando así el problema de la unidad y el alcance del fenómeno. Estas manifestaciones pueden presentarse en hombres o en mujeres, que elijan un partenaire único o múltiple, próximo o lejano, real o imaginario, pueden ser transitorias o estables, incipientes o terminales, se pueden expresar a través de un platonismo radical o de un desborde erótico. Es así que la pregunta formulada por Colette Soler, ¿en qué se distingue el amor del sujeto erotomaníaco del amor llamado normal?, da pie a la localización de la idea del trabajo.

2. La pasión erotómana o el amor delirante. Antecedentes y evolución del uso del término erotomanía hasta llegar al psicoanálisis

Cuando se habla de la pasión erotómana o el amor delirante, autores como P. L. Assoun examinan el amor cortés como una forma exaltada de culto al objeto y al ideal, y descubren su borde delirante. La pasión permite hallar esta forma de amor que delata su naturaleza de enfermedad. De esta presentación que tomamos de P. L. Assoun podemos formular la pregunta acerca de la erotomanía, si es una construcción solitaria que se toma a sí misma o como una pasión de dos. En el síntoma erotómano, el erotómano, hombre o mujer, imaginando que es amado, se encuentra presa de una extraña historia de amor en la que el texto del delirio indica que hay pasión recíproca, mientras que en realidad este amor no existe más que para él o para ella. El delirio del erotómano instala una pareja del que él es el único miembro, constituyendo así la pasión absoluta de formar uno. El erotómano que da cuerpo a este Uno es, en cierto modo, él mismo y la pareja.

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Este sentimiento es lo opuesto a la pasión amorosa, donde los implicados en la historia son realmente dos. La pasión amorosa tiene el poder de levantar las represiones y supuestamente restablecer antiguas perversiones que Freud llamó pequeño delirio. Dentro de la palabra delirio, la psiquiatría marcará esta influencia como delirio de reinvindicación y de celos, tanto Clérambault como Dide (1920) construyen la clase de ideales apasionados, en cambio Freud trazará una precisión del idealismo apasionado desde la descripción del caso del Presidente Wilson, en cuyo retrato psicológico señala los estragos que puede causar un idealista apasionado en el poder. Tenemos aquí la forma feroz del amor, la del ideal. Examinada esta situación, puedo esclarecer algo de lo que me situó para tomar la decisión de investigar y hacer un trabajo sobre la erotomanía acerca del tema de la pasión y el idealismo que pareciera contenerla casi absolutamente, este delirio erótico del que ya hablaron los psiquiatras franceses P. Sérieux y J. Capgras.3 La psiquiatría introduce generalmente narraciones de pacientes que cuentan historias sobre matrimonios celebrados a la distancia, una actriz que lo ha mirado a un hombre como espectador y acontecimientos que pueden abundar en escritos epistolares, comparables con los actuales e-mails. Más allá de cómo se defina la erotomanía, es preciso intentar aclarar que el erotómano, si bien hace girar el mundo alrededor de sus afanes, instala en mí una especial curiosidad que es esa inestabilidad del erotómano que vive dentro de un universo casi inhallable, pareciera que no quiere nada de sí pero se desvela por el amor como si fuera el gran portador de esa voz en la tierra. Nombrada por Esquirol (1838), la erotomanía en la que trabajan Morel (1857), Baillarger (1861), Ball (1887), es llevada en cierto modo a la fama por Clérambault entre 1929 y 1923. El término fascinante por sí mismo y que adquirió muy pronto la apariencia de unidad que implicaba el sintagma, debería ser oído ahora en su letra: manía erótica, Eros maníaco. Pero no es lo mismo leer el étimo en un sentido que en el otro. El maníaco se exalta por la poción total del Objeto, y en su caso la erotomanía sería la variante erótica de la manía. Pero, al hacerlo, hace existir una forma de Eros (desastrosamente original, el Eros maníaco, aquel que no cesa de correr tras el objeto para celebrar sus bodas con el Objeto [referencia no textual]).

3. Psiquiatras franceses. Sus trabajos se publican entre los años 1909 y 1933.

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3. La paranoia, el componente homosexual y la erotomanía en S. Freud. Caso del Presidente Schreber

Primariamente la erotomanía no incluye componentes homosexuales. Freud en 1907 asocia la erotomanía fetichista a un diagnóstico psiquiátrico a aplicarse al caso de Norbert Hanold en la Gradiva de Jensen.4 Se trata de un arqueólogo que practica su erotomanía sobre una mujer de fresco y se enamora de un pie en efigie. Concibe un amor etéreo, obstinado y desdeña cualquier realidad y cualquier otro objeto vivo, para su provecho. Freud aquí sostiene la erotomanía platónica.5 En un segundo momento Freud, en 1911, en el caso Schreber, encuadra en una lógica doble el amor-odio, él-ella, revela la erotomanía masculina en el enunciado: No lo amo a él, la amo seguramente a ella6 de ahí hace una proyección a otro enunciado: Observo que ella me ama, lógicamente si digo no lo amo a él, la amo seguramente a ella porque ella me ama a mí. De esta forma se puede reconocer el postulado según el cual el que comenzó a amar es el objeto, pero esta convicción adquiere sentido como ersatz proyectivo, último devenir de la moción homosexual negada que explica de manera ejemplar el juego perceptivo del afuera y el adentro. Assoun observa que en el texto de 1911, en el caso Schreber, Freud condiciona el delirio a los celos, a la grandeza, a la persecución, y en cambio, en 1917, no menciona el delirio de celos y el delirio de grandeza aparece como una especificación del delirio de persecución. A partir de allí entiendo como reflexión que Assoun situará dentro de la elucubración de la psiquiatría convencional de la época, tres razones a las que adhiero: 1) que la erotomanía, como calificación, no explica nada y por lo menos no dice gran cosa; 2) que existe cabalmente un delirio de amor, explicado por la dialéctica fantasmática homosexual y por el juego alocado con los roles sexuales; 3) que el amor es el objeto tercero del delirio, al lado de la persecución megalomaníaca y de los celos. Siguiendo esta convicción de trabajo el centro posible es: ella (el objeto) me ama; señalando que la manera secreta y originaria de la erotomanía

4. S. Freud, “El Delirio y los sueños en la ‘Gradiva’ de Jensen”. G.W. VII, 71. 5. Belaga, Guillermo. Clase APA, año 2001. 6. S. Freud, “Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente”. G.W. VIII, 300.

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apunta a un objeto del mismo sexo y a la virulencia del afecto, ejemplo: la persecución. Las menciones sobre la erotomanía en la obra de Freud abrieron una grieta en la que la erotomanía se desprende de la entidad psiquiátrica. Este desprendimiento tomó lo inconsciente del amor-síntoma para informarnos acerca de dos vertientes: la pasión, o sea el objeto, y el ideal.

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Comprendemos así que los antiguos, pese a exaltar la pulsión, no se desbordaban al encontrarse protegidos de la patología determinada en la locura de objeto. Sólo en la erótica moderna el objeto es puesto por delante: hay aquí un empuje al objeto destinado según Freud, a hacerse disculpar por ejercer la actividad pulsional. Comparada con la erótica antigua, la erótica moderna sería erotómana. La erótica moderna parte del objeto para ajustar la pulsión a éste como anhelo para – gozar y como empuje – al – amor.

4. La vida amorosa. La función del Objeto y el Amor. Erótica antigua y erótica moderna, desde P. L. Assoun

Veremos cómo P. L. Assoun establece una importancia decisiva del Objeto en la pasión. En la pasión, el objeto es amado hasta la locura, término que seduce a los teóricos de la erotomanía ajenos al psicoanálisis. Objeto y Amor, entonces, parecen ligados en una supuesta perfección de todo éxito sentimental. En psicoanálisis, la función de objeto es esencial y polivalente: es primero objeto de la pulsión pero también del deseo, del amor del goce. Desde el psicoanálisis, Assoun cita a Freud en Tres ensayos de teoría sexual, donde señala un cambio en la economía del goce pulsional: “La diferencia más determinante entre la vida amorosa del mundo de los Antiguos y el nuestro reside en el hecho de que los Antiguos ponen el acento en la pulsión, y nosotros lo desplazamos sobre el objeto de ésta”.7 La pregunta entonces sería probar si el hecho de invención del amor llamado cortés, creado porque el sujeto cansado de satisfacerse con muy poco gasto en un circuito desafectado y carente de sorpresas, inventa el obstáculo y el objeto. El erotómano puede quedar actualizado en el amor poscortés, guiado por la pasión, como versión erótica de la querella entre Antiguos y Modernos. Conduciéndonos en este texto por las citas freudianas, los antiguos celebraban la pulsión (Trieb) y estaban prestos a ennoblecerla con un objeto de menor valor mientras que nosotros, en la épocas actuales, subestimamos la actividad pulsional y nos dejamos excusar solamente por los rasgos del objeto. Assoun sitúa la figura del erotómano dentro de la erótica moderna, el enamoramiento se regula según los rasgos prominentes del objeto. Al concederle una etiqueta erotomanía, el saber psiquiátrico congela este movimiento, incorporando la erotomanía dentro de la psicosis que hasta Freud mismo sugiere como sintaxis. Pero esta psicosis de amor brota en el terreno fértil de la modernidad erótica, aquella que es locura de objeto.

7. S. Freud, Tres ensayosde teoría sexual. G.W.V. 48, n.1.

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5. El borde erotómano en la vida amorosa de la mujer. Erotomanía y masoquismo. La erotomanía como demanda de amor de la sexualidad femenina. Estrago, devastación/deslumbramiento en la pareja, en J.-A. Miller

Miller sigue una indicación de Lacan y sostiene que la pareja-síntoma del hombre tiene la forma de fetiche, mientras que la pareja-síntoma del parlêtre femenino tiene la forma erotomaníaca. Esto se ve en la experiencia analítica, al comienzo los hombres tienen que resolver la cuestión del fantasma, la forma fetiche que sus fantasías imponen a la pareja, mientras que, en sus comienzos, el parlêtre femenino en análisis tiene que resolver la cuestión del amor, esto es la erotomanía. Y de la misma manera que la Biblia dice “[…] el hombre tendrá Sodoma y la mujer tendrá Gomorra”, podríamos creer que hay una maldición que dice, el hombre tendrá el fetiche y la mujer la erotomanía. El modo de gozar de la mujer exige que la pareja le hable y la ame. Para ella, el amor está tejido en el goce y es preciso fundamentalmente que la pareja sea A; que sea aquel al que le falta alguna cosa, y que esa falta lo haga hablar. Sin duda existe un cambio de época, la mujer tiene hoy más libertad de la que tenía antes, pero nada cambió en la estructura. Para el hombre, su modo de gozar exige que su pareja responda a un modelo y eso puede ir hasta la exigencia de un pequeño detalle, de un detalle pequeño a. El goce masculino puede ser sostenido por el silencio. Es lo que se encuentra realizado con toda claridad en la homosexualidad masculina, en la que la pareja-síntoma puede ser localizada y seducida sin palabras. Esto se realiza también en la relación con la prostituta y también en la masturbación, que ocupa en el hombre un lugar mucho más importante. Para el hombre, el goce tiene siempre algo limitado, circunscripto, localizado, contabilizable. El parlêtre impone a la pareja una forma distinta en función de lo ilimitado del goce. Para entenderlo, pensemos en el papel central de la demanda de amor en la sexualidad femenina, que desempeña un papel no comparable con el masculino. La demanda de amor comporta en sí un

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carácter absoluto y una tendencia hacia el infinito que es manifiesta en el hecho de que el Todo no está formado, el Todo no hace Uno y eso se abre hacia el infinito, más allá de todo lo que pueda ofrecérsele como prueba. Es una demanda que incide sobre el ser de la pareja que deja al desnudo su forma erotomaníaca, la de que el otro la ame. Entonces, para la pareja del parlêtre femenino hay dos axiomas. El primero, que para amar es preciso hablar, el amor es inconcebible sin la palabra, justamente porque amar es dar lo que no se tiene sino es hablando, hablando damos nuestra falta en ser. Tanto mejor cuando hablamos de amor, aunque no sea siempre necesario, ya que hay mujeres que se satisfacen si la pareja las critica, con tal de que les hablen. El problema del lado femenino es forzar al hombre a hablar, en lugar de mirar televisión, leer el diario o ir al partido de fútbol. Además, para el hombre es mejor hablar, porque si él no habla va a ser ella quien lo haga y reclame que él le hable. El segundo, que para gozar es preciso amar. Ésta es verdaderamente una exigencia que se presenta básicamente del lado femenino describiendo la secuencia: hablar, amar, gozar. Decimos entonces que el goce del lado de la mujer se vincula al habla, al habla de amor. El goce del hombre, en cambio, puede prescindir de las palabras, del amor. Continuamos trabajando el lado femenino marcado por el infinito de la estructura del No-Todo. Es por eso que de este lado toma la forma del estrago. Esta caracterización de Miller nos deja la pregunta acerca de qué implica el estrago. Nos introduce en la idea de devastación como un saqueo que se extiende a todo y no conocerá límites y es en función de esta estructura que un hombre puede ser la pareja-estrago de una mujer. ¿Por qué? El término en francés es ravage, que significa tanto estragodevastación como deslumbramiento. El hombre puede ser entonces para una mujer devastación o deslumbramiento.

6. Relato del Caso “Flor de otoño” “Es menos peligroso dormir sobre un lecho de serpientes que tener una enemiga disfrazada de amiga.”

“Flor de otoño” es como titulé este material, considero que condensa maravillosamente a esta mujer que, después de unos pocos meses de entrevistas, interrumpe sus encuentros conmigo y regresa después de diez años –período durante el cual concurre a psicoterapia– para contarme lo que ella llama su “secreto”, aquello que nadie sabe, que ya no puede silenciar. “Flor de otoño” dice haberme llevado en su recuerdo durante estos años, me elige entre sus varios analistas anteriores, tuvo tres. Ante mi

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pregunta de por qué me vuelve a elegir, ya que interrumpió hace diez años, dice lo mismo que ya había dicho en el momento de la interrupción: que yo le resultaba “muy cara, pero al mismo tiempo muy confiable”. Aurora tiene alrededor de 50 años; se presenta como una amiga de una colega, quien la deriva. Es atractiva, esmerada en su arreglo y sensual, a pesar de estar excedida en su peso. Recuerdo que de lo que se trataba en el primer tiempo de sus visitas (a los 40 años), era que tuvo que despedir a su mucama, con la que tenía una relación muy particular. Aurora tiene a sus padres vivos y un hermano menor. Es provinciana, de la zona mesopotámica, vive en Buenos Aires desde joven con una hermana (hija adoptiva de los padres) y su hijo púber (el de la hermana). (Viven juntos y ella se toma atribuciones sobre el chico, que la hermana le permite). Llama a su hermana adoptiva por su nombre, Micaela, y al hijo de ésta lo siente como propio y lo llama “mi hijo”, ya que no sólo no pudo tener hijos, sino que dice no poder ser penetrada porque sufre dolores muy fuertes; siente que en algún punto conserva su virginidad intacta. Está en pareja con un hombre casado “con una loca” –dice–, al que quiere tiernamente; aunque manifiesta su insatisfacción pues todo el “salvataje” de dinero que Adolfo le prodiga nunca alcanza para ordenar su desequilibrio económico. Aurora se ufana de ser nieta de árabes y su discurso gira en torno a sus orígenes. Algo en ella intenta destellar un viejo abolengo; una estirpe de hombres que producen (fábricas, empresas) y al mismo tiempo se reúnen al oscurecer con sus vicios (juegan a las cartas, hablan de mujeres, fuman el narguile). Las mujeres aparecen sosteniendo todos estos rasgos de los hombres, pero al mismo tiempo construyen un mundo paralelo donde crían hijos, trabajan junto a ellos y soportan infidelidades. En este mundo donde su familia es casi una pequeña tribu, aparece otra clase: la de los criollos, los criados, los obreros, los sirvientes, las mucamas, las niñeras. Todo es recordado con una triste añoranza, un tiempo que fue, algo que se perdió. Segundo momento. Diez años después. Recibo un llamado pidiendo una entrevista y un pedido: “que no le cobre mucho, ya que su situación económica es desesperante”. Acepto. Primera entrevista: P: … vengo porque no aguanto más. Tengo que compartir un “secreto”. A: ¿Secreto?

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Me pide que esto debe ser algo sólo de las dos; ella sabe que su amiga, mi colega, supervisa conmigo; y el ver cómo evolucionó Mirta, una paciente de la colega supervisada –que es su vecina– la animó a venir a verme nuevamente. P: Estuve nueve años en terapia con el Dr. X. Los primeros cinco años fueron muy buenos; él me hizo dejar los remedios, era como un dios para mí. Fue el único terapeuta que consiguió que yo soñara, me arrancó mis sueños... (llora). Le subrayo esto último. A: “Le arrancó sus sueños”. ¿Y por qué llora? P: Las sesiones, casi siempre eran de noche. Él está rodeado de alumnos y psicoterapeutas, tiene una institución. Yo le contaba de mi familia, mis abuelos, mi tierra. Era una provinciana en medio de todos esos universitarios. Me atendía a veces dos y tres horas. Yo estaba mal; fui por mi menopausia. Se queda en silencio. A :¿Menopausia? P: Sí, no me sentía bien. Empecé a tener ataques de pánico. Él me ayudó a salir. Pero yo me di cuenta de a poco que él me quería enganchar. Y lo logró. “Hizo abuso de alma”. Yo estaba con muchas pérdidas: la muerte de mi abuela, que fue, vos sabés, más que mi madre; alguien que me enseñó a ser honrada, digna, agradecida. La que me donó su cofre con el oro. A: Sí, recuerdo; el oro que Ud. empeñaba para pagar sus deudas. P: Sí, ahora casi lo perdí todo. Todo por él. A : ¿Por él? P: Por el Dr. Él parecía embobado con mis historias, no entiendo; con tantas universitarias y embobado por mis historias. Yo siempre sentí admiración y curiosidad por los terapeutas - salvadores. Veía en su institución como morían por estar con él. Yo empecé a trabajar allí, ayudé a la obra, a construir la institución; poco a poco me enganchó y fui dejando mi trabajo de peluquera; abandoné mi tiendita árabe, donde vendía joyas, perfumes y belleza. Todo por él. Fue como un Drácula; yo le conseguí las conexiones con los bancos. Él está bien económicamente, lleno de pacientes y yo, en la calle. A: ¿En la calle? P: Sí, hipotecada. Estoy por perder mi casa si no le pago al banco. Cuando él quiso darme lugar, yo escapé. Pensé en su mujer, en su hijito. La mujer –joven, flaca, terapeuta– ya no me miraba con buenos ojos. Él sólo quería tenerme junto a él. Pero no me pagaba por el trabajo que yo hacía para él y me decía que dejara lo mío, que eso que yo hacía era muy vulgar. No entiendo, él tan metejoneado con su mujer hasta que aparezco yo, “la gorda”. De pronto me sentí frente a un loco. Hay cosas REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 715-733

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que no se aprenden en la facultad. Creo que todo fue una pérdida de tiempo para seguir “pobre”. En este tiempo de las entrevistas que ubico en el lapso de un año, la paciente va y viene una y otra vez en el relato de como “El Hombre”, “El Dr.” –como lo llama– se aprovechó de ella, le sacó todo: sus sueños, su alma, su hijo (que también estaba en entrevistas con él, y que se dio cuenta del interés del Dr. por Aurora; ya que le decía que el Dr. en las sesiones preguntaba por ella; y además le daba dinero al niño por información). P: Me costó mucho confiar en alguien. No me gusta el kilombo... nadie sabía mi historia, era un secreto. Ella me relata que en su casa “ había un escudo” en relación al pasado, puesto que la abuela había sido una odalisca que “enganchó” a un millonario, su abuelo, a quien Aurora denominaba el príncipe. Su padre, en cambio, era descripto como un jugador que por ese vicio pierde casi toda la fortuna, digo casi pues ella ubica a su madre como aquella que pudo salvar algo de todo eso. La paciente me hace entrega de tres cartas escritas por ella que se transcriben a continuación. Carta N° 1 dirigida al Dr. X Dr.X: Lo relacionado con mi situación económica hace que tenga la necesidad de suspender, temporalmente, el tratamiento de Maxi. Él progresó mucho, por lo que apenas revierta esto va a continuar. Quiero moverme con más libertad con respecto a la plata. Tomé este camino, porque el chico necesita aprender, que le enseñen a estudiar y muchas otras cosas. No entendí lo que me dijo por teléfono: “Maxi es muy sensible” y “débil”. Sé que mi hijo es sensible, no estoy criando un animal. Con respecto a que es débil, aprendí a respetar los tiempos. Él va a aprender a defenderse. ¿Qué es eso de la fuerza? La espiritual, eso yo no sé. Me preguntó si mi familia está enterada de lo que me pasa, ellos no pueden participar, porque ésta es mi pelea, me metí por boluda, y no quiero involucrar ni comprometer a nadie. Las cosas son así, tengo que tratar de achicarlas, quiero salir. Ud. me dijo que soy diferente, que soy buena gente, etc. Pero que las personas así se quedan por el camino. Sepa que me encanta mi camino, quiero mi camino, sencillo, verde, ni me gustan las montañas, ni estar debajo de la tierra. ¿Sabe una cosa? Las personas como yo no tranzan con las porquerías ni se venden.

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Ud. primero me ayudó, después me lastimó, pero esto me ayudó al cambio, esos que duelen pero que ayudan a conocer a la gente, pero por sobre todas las cosas a protegernos. No hubiera querido hablar de esto, porque siento que es distraer mis energías en cosas que no se refieran a salir de mis problemas. Quiero salir ya. Tengo muchos amores a mi cargo, espiritualmente que necesito estar bien. No puedo seguir saliendo con Ud., no me hace bien. Suerte!, Chau, Aurora. Es en el recorrido de las entrevistas donde entiendo que me debo cuidar mucho de atacar al Dr. X, pero tampoco avalarlo, trato de escucharla, sostenerla, hablando poco y tomando notas. La paciente comienza a traer cartas, escritos, muestras de que es cierto lo que cuenta. Le digo que yo le creo lo que dice, pero al estilo de Freud con sus histerias, la voy arrimando a que tome conciencia de su deseo de seducir al Dr. X, de ser diferente a las seguidoras, de esmerarse en contarle bellas historias, de excitarlo. Aparecen nuevos significantes ser la perra, la sirvienta, la puta y el secreto... ya que cuando él quiso blanquear, ella huyó. Es interesante pues, a diferencia de Breuer con Ana O., aquí la que no quiere concretar es ella. Carta N° 2 dirigida a la analista Querida Analista: El agradecimiento es un galardón del alma. La gratitud es un acto de distinción. Las personas agradecidas son diferentes. Esto ni se puede copiar, ni se puede imitar. Hace poco usted me preguntó: ¿cómo la educaron? Me enseñaron esto del agradecimiento, el respeto, la misericordia, la hidalguía, el señorío y muchas otras cosas que no se aprenden en la facultad. No quiero hacer la esquela tan larga, ya que en honor a la verdad, lo que quiero es decirle: muchas gracias. Por el cuidado, por el respeto y especial cuidado de no lastimarme al recibirme de nuevo. Siento otra vez ganas de seguir empujando la canoa de allá, de mi pueblo. Muchas gracias. Escribo como puedo, como la gente de allá. Un beso. Aurora Octubre 96

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Reflexiono que así como ella guarda su virginidad, ya que Adolfo, su pareja, dice, nunca intentó penetrarla, y es más, cree que él se excita mucho con ella por su problema. Así cuando dijo “mi casa”, también escuché allí un lugar que es lejano, quedó atrás, pero, ella sigue siendo de su madre. A su vuelta esto es trabajado; a pesar del duelo por su padre. Fue una apuesta, temí su melancolización. Lejos de eso comenzó con erupciones en el cuerpo, granos, forúnculos, excemas. Se pregunta: “¿Perdí por un tipo, o por la historia? Agrego: “o por la histeria”. P: El cerco que hicieron mis viejos; no me dejaban salir a la calle. Mi padre mirando mi cuerpo me decía “sos mi guitarrita”. (De víctima del Dr., de violada, ultrajada, arrastrada, pasa al relato de cómo se fue enamorando y el miedo a su mujer, a que ella se enterara.) Como resultado del tratamiento analítico en sesiones venideras me dice: P: El enamoramiento, aturdimiento, empobrecimiento, florecimiento; devorarse como fieras, como bestias, yo tenía ganas de tocarle la mano “sucia”. A veces lo sentía abatido, me dolía el alma. Me fui a Tokio A: ¿A Tokio? P: Me fui de mí. Descuidé mis amores. El encantador de serpientes y yo, su víbora. Pensé: le fui infiel a mi historia. Moría por esa historia. A: Ud. guardó su cofrecito de oro como le enseñaron... hasta quedar hipotecada. Se abre una pregunta. ¿Se puede considerar que la producción analítica está en sintonía con la neurosis? Lacan mismo lo dice a veces, que la neurosis está estructurada como la experiencia analítica, que la neurosis es dirigirse a Otro, que el síntoma es un mensaje, que el síntoma está construido a partir de una estructura semejante a la experiencia analítica de manera que el síntoma mismo, por ser una formación del inconsciente, es una interpretación. Estas palabras expresan el drama de esta paciente que necesitó del encuentro con este Dr. para volver a verme. Y ahora en este segundo momento, poder saber acerca de su síntoma “ser una mujer virgen” como ella se nombra, y en el recorrido de recontar su historia, está intentando infructuosamente dejar de ser “una vieja virgen”, al mismo tiempo que una pregunta ha comenzado a insistir: ¿qué soy para él?

El acontecimiento imprevisto

Recibo una llamada de Aurora anunciándome que no va a venir pues ha muerto su padre. Viaja a “su casa”.

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P: Usted me agarró para ayudarme, me pasó un tren por encima y usted me conmovió. (Se angustia y continúa.) Primero usted no me creyó. ¡¡¡él tuvo que haberme cuidado!!! Me parece que él está enamora-

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do; tiene una mirada de tristeza, de dolor. Un tipo que está allá arriba se fijó en mí. Yo fui atrapándolo. En esta secuencia de dos sesiones se realiza la primera escansión cuando surge la pregunta sobre su posición de objeto o no en el lazo amoroso. En la segunda sesión aparece la verificación de la transferencia sobre la analista al mencionar la creencia y luego un efecto donde la paciente ya no se ubica como objeto sino como sujeto de la acción. La dialectización de su posición amorosa de objeto a sujeto, a través de una clínica bajo transferencia y por efectos de la acción analítica, permiten pensar en la respuesta al tratamiento de una paciente neurótica. El problema del diagnóstico es crucial ya que la hipótesis de este trabajo postula el concepto de erotomanía para la vida amorosa de un sujeto neurótico. La lógica de la cura va confirmando el diagnóstico, pues va apareciendo una combinación de culpa y vergüenza neurótica, como efecto del fantasma. Algunas sesiones después. P: “Yo le dije que me sentí abandonada y que usted me agarró”. “Me deprimo, todo lo que hice con mi vida. Lo sigo culpando. Todo era nuevo para mí; la manera de sentir. Él imperturbable, yo impertinente. Siempre pensé que el día que iba a parir iba a morir. Él me sacó eso. Nadie supo nunca de mi verdad y de mi vergüenza, de mi secreto.” Me cuenta dos sueños: Sueño 1: Estaba en un jardín grande y yo buscaba la salida; con guardapolvo blanco de escuela. Asocia: Me jode no haber terminado de estudiar. Me hubiera gustado ser arquitecta o farmacéutica. Es una asignatura pendiente. Sueño 2 : Estoy en Grecia, en una casa blanca y limpia, miedo a perder la casa, sin puertas, ni cortinas. Me encuentro con un tío mío que se murió. Era un chanta brillante. Mi tío pasa, no me puede ayudar. Asocia: Papá murió como un Rey, nunca vi tanta gente en mi vida. ¿Por qué tuviste que irte ahora viejo? Yo pensé en mi hermano, en su corazón. Tengo inercia, quietud, bronca. El Dr. me sacó de un camino rutinario, tranquilo, ordenado y limpio. Mi papá hizo un cerco de fuego alrededor mío, trató de protegerme. A: ¿De qué? P: De ser una mujer. En el recorrido de la cura mis intervenciones van en el sentido del trabajo de J. Lacan llamado “Intervenciones sobre la transferencia”. En sesiones posteriores tomo un trozo del discurso de la paciente donde habla sobre una salida con el Doctor. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 715-733

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P: Necesidad de él, a él le transpiraba la mano, lo siento muy lastimado, enfermo. Yo quería ver esas debilidades. Me afligía, me ahogaba, me besaba en la boca. Yo quería ver cómo se achicaba ante mí. Yo me sentía la analista, quería que este momento no termine nunca. Me sentía cómoda y él parecía un animal débil. Carta nº 3, para su padre. Me pide que escriba un cuento para Ud. No creo escribir con fluidez, tampoco tener capacidad intelectual para eso. Es simplemente una carta, donde quiero contar que alguien, que quiero mucho, tuvo que partir hacia un país muy lejano. La distancia no separará nuestros corazones. Me visita siempre. Llega despacio, sin hacer ruidos, suavemente. Reconozco su presencia, por el amor que despierta en mi corazón. No me abraza, no toca mis manos. Es mucho más que eso. Siento una gran luz que me ilumina. Es una Idea, me lleva a eso tan hermoso que es volver al lugar de uno. ¿Hay algo más lindo que volver? Si no hubiera vivido ahí, no podría hablar de él. Era el dueño de las noches. Caminábamos por las calles arenosas, con perfume a pueblo, a azahares, a diamelas de tierra. Me preguntaba siempre ¿cuáles son las noches que más le gustan a mi reina? Las frías, las cálidas, las brillantes como sus ojos, la de luna, las tormentosas, llenas de misterios que invitan a muchas cosas. Siempre son diferentes. Las noches con amigos son ricas. No lo entendía, no sabía escuchar; ¿y Ud. cuál prefiere mi reina? Se respondía: las noches de otoño, con sus lluvias suaves. Era difícil explicar lo que siento cuando llueve. Tenía vergüenza, faltaban palabras. Las estrecheces de mi tiempo ahora le diría, que las noches de otoño y la lluvia producen en mi interior alboroto, turbulencias, inquietud. También me gustan las noches que nos bañan de perfume, las primaverales. Quiero que me visite pronto, tengo tantas cosas para contarle, quiero que sepa que sigo cocinando comidas turcas, que sigo con ganas de bañarme en las lagunitas de allá, bajo la luz de la luna. Que estoy feliz con mis años, me veo bien. ¿Inconsciente? Es época de ver y entender con claridad, y siento que me aman más que a una mujer joven. Tiene que saber que tengo un amigo, que me está enseñando juegos nuevos, desconocidos, que me gustan, que disfruto. Me siento asombrosamente libre, dispuesta a seguir. Jugar es arriesgarse y a veces equivocarse. Por primera vez hablé con desvergüenza, con insolencia. La semana pasada jugamos, me sentí cansada, como castigada, como destrozada, pero de felicidad. Estoy aprendiendo la gloria de sentir mi piel. No tomé vinos finos ni champagne pero probé un licor con gusto oriental.

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Si mi día mañana amanece sin sombras, y me da la oportunidad de dibujar otro poco de mi historia, le escribo otra carta. Donde él está no existen huellas, por eso me visita. Alguna vez voy a tener que ir yo también ahí. Sé que va a estar esperándome, el dueño de las noches. Mi papá. No haremos consideraciones acerca del caso ya que estarán evaluados en la conclusión. Sí diremos que luego de la interrupción del tratamiento en torno a la relación particular con la mucama, el gran significante volverá después de diez años reanudado en una transferencia, allí donde fuera interrumpida. La mucama parece ser uno de los nombres secretos (nombres del secreto) con que esta mujer, a quien tanto le duele ser penetrada, apuntará a abrir un agujero de salida en el Otro. 7. Conclusiones

Sabemos por la descripción de De Clérambault que la erotomanía, como cuadro de psicosis pasional, es independiente en su evolución a que se concrete o no el acto sexual (véase “Introducción”). La paciente “Flor de Otoño”, que en los momentos iniciales de la experiencia analítica se presentaba en una posición erotómana (el Dr. X me ama), al acceder al acto sexual por vía del trabajo analítico, abandona dicha posición, para pasar a otro tipo de relación de objeto. Describiré lo que he dado en llamar las tres vertientes de la erotomanía: 1. Vertiente imaginaria Al ser en la psicosis paranoica la fijación al narcisismo, o sea al estadio del espejo, el otro, en ese registro de lo imaginario, coincide con el Otro real. Imaginario y real coinciden: por la no pérdida de la cosa –das Ding. En la neurosis, Freud reconoce tres tipos de objeto: a) El Objekt: el objeto imaginario del amor narcisista. b) El Sache: el objeto simbólico efectivizado por el juego del fort-da. c) La Ding: el objeto de la satisfacción que se pierde (véase “La negación”). En ésta, al poder dialectizar su posición de objeto al estilo del fort-da, demuestra su posición neurótica.

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3. Vertiente real En este plano diré que Aurora fue dejando de gozar, de privarse del pene, a ganarlo, o sea poder gozar de él. Esto acontece durante el tratamiento analítico en el segundo tiempo conmigo, ella se cuestiona su posición virginal cediendo de ella, desligándose así de ser el síntoma de la pareja parental y pudiendo atravesar de este modo el “cerco de fuego”, donde se alojaba. Es así que con este movimiento va perdiendo consistencia su posición erotómana, ganándose como objeto causa del deseo. Por último, sobre el final, se me ocurre pensar que la tan mentada demanda de amor atribuida a la histeria, y que podemos ubicar con relación al estudio que hace Freud y retoma Lacan en su enseñanza respecto de la lógica del deseo de la histérica, es decir el deseo de un deseo insatisfecho. Los psicoanalistas estamos acostumbrados a hacer una lectura desde la clínica, donde tal vez sólo tomamos en cuenta esta demanda de amor de la histeria con relación a la vertiente del deseo, sin tomar la vertiente erotómana, implícita en el campo del amor de un sujeto femenino. Resumen Este trabajo es concebido con la idea de elucidar el costado erotómano de la vida amorosa, recorriendo el término hasta llegar al psicoanálisis. La investigación se inspira en los primeros lineamientos de S. Freud que dejan planteados aspectos diferentes a la psiquiatría de su época. Los autores citados remiten a la pregunta: ¿en qué se distingue el amor del sujeto erotomaníaco del amor llamado normal? Desde esta universalidad, el objeto de investigación se transforma en una formulación diferente que constituye una de las hipótesis: La erotomanía es lo que la mujer ama y el amor femenino es erotómano. Se abordan enfoques que tratan la pasión erotómana o el amor delirante. La paranoia y su componente homosexual. La vida amorosa y su relación con la erótica antigua y moderna. La erotomanía y el masoquismo. La demanda de amor de la sexualidad femenina. El concepto de estrago y de devastación/deslumbramiento. Estos enfoques particularizan la cualidad erotómana que es la curiosidad de esta época, donde el hombre parece retener el goce y la mujer el amor. Es un aspecto central que fundamenta este trabajo, en una dualidad binaria amor – odio, silencio – erotomanía. DESCRIPTORES: EROTOMANÍA / AMOR / OBJETO / MUJER / HOMOSEXUALIDAD / SEXUALIDAD FEMENINA / / GOCE

HABLA

2. Vertiente simbólica Pienso que, en el análisis con el Dr. X, ella acude sesión tras sesión en la búsqueda erotómana bajo la pregunta ¿me amas…? Cada vez, y vez por vez, a escrutar si es amada. Ella pagaba por ello, para que él le hable. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 715-733

Summary THE EROTICISM IS THE LOVE OF THE WOMAN This work is conceived with the idea to elucidate the love madness side (erotomanía) of the loving life, traveling through the term until arriving at the psychoanalysis. The in-

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vestigation is inspired in the first features of S. Freud that states different aspects to the psychiatry of its epoch. The authors cited remit to the question: In what the love of the subject is distinguished erotomaníaco of the normal called love?. Since this universality, the object of investigation is transformed into a different formulation that constitutes one of the hypothesis: The erotomanía is what the woman loves and the female love is erotic (love madness) The undertaken aspects are sex-addicted passion or delirious love, paranoia and their homosexual component, loving life and its relation with old and modern erotic, eroticism and masochism, demand of love of female sexuality, concept of havoc and of devastation/glare (devastación/deslumbramiento). These foci characterize the love madness (erotomanía) quality that is the curiosity of this epoch, where the man seems to retain the enjoyment and the woman the love. It is a central aspect that supports this work, in a duality binary love – hate, silence – eroticism. KEYWORDS: EROTOMANIA / LOVE / OBJECT / WOMAN / HOMOSEXUALITY / FEMALE SEXUALITY / SPEECH / JOUISSANCE

Resumo EROTOMANÍA

É O AMOR DA MULHER

O trabalho do leste conceived com a idéia de elucidar o flanco do erotómano da vida loving, cruzando o termo até chegar no psychoanalysis. A investigação se inspira nos primeiros lineamientos de S. Freud que deixa propostos aspectos diferentes à psiquiatria de sua época. Os autores citados remetem à pergunta : ¿em que se distingue o amor do sujeito erotomaníaco do amor chamado normal ? Desde esta universalidade o objeto de investigação se transforma numa formulação diferente que constitui uma das hipóteses: A erotomanía é o que a mulher ama e o amor feminino é erotómano. Abordam-se enfoques que tratam a paixão erotómana ou o amor delirante. A paranóia e seu componente homossexual. A vida amorosa e sua relação com a erótica antiga e moderna. A erotomanía e o masoquismo. A demanda de amor da sexualidade feminina. O conceito de estrago e de devastação/deslumbramiento. Estes enfoques particularizan a qualidade erotómana que é a curiosidade desta época, onde o homem parece reter o goze e a mulher o amor. É um aspecto central que fundamenta este trabalho, numa dualidade binária amor – odeio, silêncio – erotomanía. PALAVRAS-CHAVE: EROTOMANIA / FEMININA / FALA / GOZO

AMOR

/

OBJETO

/

MULHER

/

HOMOSSEXUALIDADE

/

SEXUALIDADE

Bibliografía Assoun, Paul Laurent. La pareja inconsciente: amor freudiano y pasión postcortés, Nueva Visión, Buenos Aires, 2006. Assoun, Paul Laurent. Lecciones psicoanalíticas sobre masculino y femenino. Nueva Visión, Buenos Aires, 2006.

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Bellomo, L.E. “La erotomanía. La expresión clínica del delirio de ‘ser-amado’”. En Prensa Médica Argentina, Clínica del delirio paranoico, 1996. Freud, Sigmund. Versión electrónica. —: Construcciones en el análisis. 1937 —: El delirio de los sueños en la “Gradiva” de Jensen. —: El problema económico del masoquismo. 1924 —: Introducción al narcisismo, I, II y III, 1914. —: La disolución del complejo de Edipo. 1924 —: Lecciones introductorias al psicoanálisis. Parte III. Lección XXVI. Teoría General de la neurosis. 1916/1917. —: Tres ensayos para una teoría sexual. El hallazgo de objeto. Freud, Sigmund. “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente” [1911], Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1992. Lacan, Jacques. Versión electrónica. —: Seminario 1, Clase 19 Función creadora de la palabra 16.6.1954 —: Seminario 3 Las psicosis: Clase 9 Del sin sentido y de la estructura de Dios 1.2.1956; Clase 25 El faro y el meteoro 4.7.1956; Clase 25 El faro y el meteoro 4.7.1956. Seminario 3: Clase 3 El otro y la psicosis 30.11.1955. —: Seminario 10 La angustia: Clase 16 27.3.1963; Clase 24 26.6.1963; —: Seminario 3: Las psicosis [1955-6]. Clase del 30 de noviembre de 1955, Paidós, Buenos Aires, 1997. Miller, Jacques-Alain. El amor en la psicosis. Paidós, Buenos Aires, 2006. —: El hueso de un análisis. Editorial Tres Haches, Buenos Aires, 1998. Milmaniene José E.: Extrañas parejas. Paidós, Psicología Profunda nº 218, Buenos Aires,1998. —: El goce y la ley. Paidós, Psicología Profunda. Nº 185, Buenos Aires, 1995. Perrier, F.: “Acerca de la erotomanía”. En Aulagnier, P.: El deseo y la perversión, Sudamericana, Buenos Aires, 1984. Soler, Colette. “Estructura y función de los fenómenos erotomaníacos de la psicosis”. En El inconsciente a cielo abierto de la psicosis. JVE Ediciones, Buenos Aires 2004.

(Este trabajo fue seleccionado para su publicación el 8 de noviembre de 2009.)

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Implicación subjetiva del analista en la transferencia: Del “sin memoria ni deseo” en Bion al “deseo del analista” en Lacan *Carlos A. Barredo **Oscar A. Paulucci

Lo que Bion enuncia como “sin memoria ni deseo”, trasunta un estilo enunciativo con efecto de provocación: choca con nociones establecidas que brindan un contexto de seguridad intelectual.(2) Se promueve un sentimiento de incomprensión que puede culminar en un rechazo (como de hecho sucede con algunos de los comentaristas de sus: “Notas sobre la memoria y el deseo”) o en la posibilidad de vislumbrar, en las penumbras que caen sobre las nociones garantizadas, un camino que lleve a esclarecer las especificidades de la tarea del analista. En la lectura de Bion, no nos encontramos ante “textos de placer”, en el sentido que da al término Roland Barthes: el texto que contenta, colma, da euforia; que proviene de la cultura, no rompe con ella y está ligado a una práctica confortable de la lectura. Que se opone entonces en sus efectos al texto de goce: ese que pone en estado de pérdida, desacomoda, hace vacilar los fundamentos históricos, culturales, psicológicos del lector, la consistencia de sus gustos, de sus valores y de sus recuerdos, pone en crisis su relación con el lenguaje.(5) Queremos hacer hincapié en los requerimientos que el estilo de Bion plantea al lector y en su elección de dirigirse a interlocutores analistas: “Dudo que alguien que no sea un analista practicante pueda entender este libro, aunque me he esforzado en tratar de hacerlo simple”.(3)

* Dirección: Armenia 2448, P.B. “A”, (C1425FBJ) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. [email protected] ** Dirección: Avda. Pueyrredón 1546, 10º “B”, (C1118AAS) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. [email protected]

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Encontramos, en estos rasgos, similitudes con lo que experimenta quien se acerca a los textos de Jacques Lacan en lo que hace a las exigencias que demanda su lectura, a lo provocador de sus fórmulas (“El emisor recibe del receptor su propio mensaje en forma invertida”(11), “El inconciente está estructurado como un lenguaje”(12) o “no hay relación –raport– sexual”(10), “La mujer no existe”(10), etc.) y a su reiterada afirmación de estar dirigiéndose constantemente a los analistas. No nos anima la intención de establecer comparaciones o puentes entre modos de concebir la práctica analítica que parten de referencias diversas y que apoyan su consistencia y coherencia teórica en la interrelación y la mutua remisión interna de las nociones que fueron construyendo. Sólo queremos mostrar que, aun tomando su origen en tradiciones filosóficas diferentes y modos singulares y diversos de leer la obra freudiana, coinciden en plantear una orientación común en lo que hace a la especificidad de la experiencia analítica. Especificidad que cada uno intenta delinear con las fórmulas acuñadas que reflejan la afirmación freudiana sobre la estructura de la transferencia y la posición del analista que de ello se desprende como no poseyendo modelo alguno en la vida cotidiana: “Es tan desastroso para el análisis si el anhelo de amor del paciente es gratificado como si es suprimido. El curso que el analista debe seguir no es ninguno de estos, es uno para el cual no hay modelo en la vida real”.(4) De manera coincidente, Bion señala que el modelo de la medicina ha perdido vigencia como punto de comparación para esclarecer la práctica analítica: “Más sabemos de psicoanálisis, más inadecuados se vuelven los modelos para definirlo, dar cuenta de él o aplicarlo”.(3) Para Bion, memoria y deseo derivan de la experiencia sensorial, de lo que se supone ha ocurrido y de lo que todavía no ha sucedido. La “observación analítica”, en cambio, no se ocupa de lo ocurrido ni de lo que ocurrirá, sino de lo que está sucediendo en el transcurrir de una sesión. En este sentido es que cada sesión debe carecer de historia y de futuro, por lo que combatir el impulso a recordar se transforma en un imperativo, ya que la memoria hace imposible observar la evolución que se da en el seno mismo del material asociativo, en el único momento en que es posible hacerlo: mientras tiene lugar. Esta afirmación contiene implícitas consideraciones acerca de la naturaleza de lo inconciente en el material, y de las nociones de tiempo que eso conlleva. La oferta de la palabra al analizante en el dispositivo analítico, siguiendo a Lacan, desdobla el espacio al generar al Otro como lugar distinto del que ocupa el interlocutor, destinatario al que se enfrenta. En REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 735-745

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este eje de reciprocidad se verifican los fenómenos contratransferenciales.(13) En lo dicho emerge ese “saber no sabido” como cadena significante articulada en la palabra. Así queda planteada la existencia del Otro como una exterioridad, se le supone un lugar, una posición a la que la palabra se dirige y donde se inscribe, en tanto el analista, desde ese lugar, la sanciona como un decir en el dicho.(10, 12) Ese lugar Otro, referencia del analista para ubicarse en el dispositivo, es el lugar del inconciente que Freud describía como atemporal. Se presenta como conjunto de elementos extemporáneos: enunciados, imágenes, escenas, actos típicos, condiciones restrictivas para la vida del sujeto, acontecimientos siempre intempestivos, a contratiempo, sin un propósito oportuno, desacordado del resto.(14) La sesión es el ámbito para implicar al analizante con este conjunto destemporalizado que constituye su realidad psíquica, dando lugar a la producción del sujeto del inconciente. Producido a partir de escuchar la enunciación en el enunciado, superficie del discurso, que no es lo superficial.(12) Allí, en la sesión, se debería producir lo que Bion denomina una evolución. Tiene como punto de partida ese conjunto intemporal tomado como “cosa en sí”, realidad última en tanto tal incognoscible, oscuridad sin forma, cuya existencia sólo puede ser conjeturada. Desde allí ha de devenir una constelación, precipitar en una conjunción constante que pueda ser intuida por el analista y dar texto a su interpretación. Concepción con resonancias con lo que J.-A. Miller formulará como: “puesta en forma significante de lo real”, que tiende a poner en evidencia relaciones complejas que desmienten la simplicidad de la sucesión como tiempo lineal y abren a la dimensión del après-coup–nachtraglich, donde algo del pasado puede ser construido, historizado, retemporalizado a partir del presente, adquiriendo así un nuevo contexto de significancia. No se trata para el analista de hacer historiografía. “En este método la experiencia que gana el analista tiene poca similitud con los registros e historia de casos que son familiares en psiquiatría”.(3) La experiencia del psicoanálisis, en cambio, provee ese material imposible de equiparar a cualquier otra fuente. Este material es el que debe ser por completo accesible al analista, y su propio análisis didáctico debe servirle para remover obstáculos que dificulten su participación en la experiencia analítica. Lo que se requiere al analista es una disciplina, un acto positivo de abstenerse de memoria y deseo para hacer posible un estado mental que Bion denomina “acto de fe” en la existencia de una realidad última y

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verdadera, no conocida ni cognoscible, lo infinito sin forma que denomina con una letra-cifra: O. La existencia de esta realidad última es un postulado esencial para la ciencia (a la manera de la hipótesis del inconciente) pero no puede ser científicamente descubierta, en tanto no se la puede formular en términos de experiencia sensible. Aunque sólo puede ser fenomenológicamente conjeturada, ningún descubrimiento psicoanalítico sería posible sin reconocer esa existencia. Está implícito en esa hipótesis una teoría que atribuye a la verdad un núcleo temporal, en lugar de oponerla al movimiento de la historia como algo inmutable.(1) Enfrentamos entonces en el material una verdad que evoluciona, a partir de la oscuridad y falta de forma, hacia una nueva forma de conclusión, que difiere de la conclusión atemporal de la lógica clásica, a la que se accede por deducción desde una visión en simultaneidad de todos los elementos en juego. Esta nueva forma de concluir, en cambio, es intrínsecamente temporal, ligada a un acto. Para alcanzarla, lo que se sabe carece de importancia, es irrelevante, lo único que cuenta es lo desconocido, hacia donde la pasión por la ignorancia debe orientar al analista.(6) El análisis es posible en tanto hay reglas que permiten un cálculo, manteniendo al mismo tiempo lo irreductible del inconciente, que Freud presenta tan incognoscible como lo real exterior y que formulado como “das Ding”, muestra que lo real del sujeto no debe concebirse como correlativo de un conocimiento.1 La ética que ordena la preservación de esta falta en el saber, es lo que guía al analista en esa acción que va al corazón del ser, a ese núcleo del sujeto que no se deja reducir a la palabra.(16) ¿Qué debe ser el analista para sostener esa acción? Entendemos aquí por “ser del analista”, no las características innatas de su persona, sus rasgos o modalidades propias, sino aquello que habiéndose producido en la experiencia de su análisis didáctico, lo habilita para sostener una posición deseante que resulta de “una ética que integre las conquistas freudianas sobre el deseo”, tal como lo formula Lacan.(6) Es un ser relativo a su ubicación en el dispositivo analítico, el que le hará posible sostener eso que recibe en una experiencia discursiva, como una “dialéctica en suspenso”, lo que Walter Benjamin denominaba de esa forma para diferenciarla de la dialéctica hegeliana destinada a cul-

1. Difiere en esto del cálculo en la matemática como una experiencia de verdad fuera del tiempo.

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minar en un saber absoluto y realizado que, en tanto tal, está presente desde un comienzo. Aquí en cambio, ese punto de llegada está en suspenso permanentemente. Desde esa posición le será posible responder a las demandas de su analizante con silencio y presencia, sin intentar saturar con significaciones enunciadas lo que del deseo se evidencia como incompatible con la palabra, es lo que intenta cernir la noción lacaniana del deseo del analista en Lacan.(6, 8) Deberá en cambio, con sus intervenciones, preservar el vacío que lo inarticulable del deseo impone, apuntando a ese “horizonte deshabitado del ser” donde “la interpretación recobra su virtud alusiva”.(6) La figura poética del horizonte: su distancia, la esperanza del acercamiento, la espera implicada, remiten a la estructura del lazo transferencial entendido como anudamiento de amor y saber, riesgo para el analista es quedar ubicado en el lugar del hipnotizador, en tanto por estructura de la transferencia el analista ocupa el lugar del Ideal del yo.(15, 8) Lacan plantea como resorte fundamental de la operación analítica el mantenimiento de la máxima distancia entre el lugar del Ideal y el del objeto que el analista debe encarnar.(8) Bion afirma que sólo focalizando su atención en ese vacío, desconocido e incognoscible, el analista puede sostener un punto de vista, un vértice psicoanalítico. Con esa presencia enigmática el analista no puede estar identificado, pero es posible “ser uno con ella”. Sólo este proceso de “devenir uno con…”; para el que utiliza el término “at-one-ment”, mejorará su receptividad para ejercitar actos de fe que le permitan “intuir” eso que en el material “evoluciona”. La figura del at-one-ment, con sus matices de entrega sacrificial, lo lleva a tomar la referencia a los místicos como los más cercanos a esa experiencia de una alteridad radical que sin embargo se opone a lo religioso y a su efecto homogeneizante de masa. Recordemos que esa misma referencia atraviesa la obra de Lacan, desde Angelus Silesius hasta Santa Teresa pasando por la homofonía entre “Saint homme”, Saint Thome y “Sinthome”.(10,14) Para Lacan será el sostenerse como semblante de ese objeto carente de imagen y por ende de referencias sensoriales, posición que difiere de la de identificación, lo que resultará en la producción de asociaciones, es decir: la emergencia en el material de ese saber no sabido que provoca la caída del saber supuesto. Se moviliza así la dialéctica transferencial que, por vía de la eficacia interpretativa, permite al analizante modificar su relación con lo irreductible de su inconciente.(8) Tanto en uno como en otro autor se presenta como un imperativo ético que el analista “deba ser eso” que da sustento a la experiencia.

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Un relato de la clínica nos ayudará a debatir las formulaciones propuestas. Un analista2 recibe una consulta de Nidia, mujer de 35 años quien quería concurrir con su pareja. Veinte días después, angustiada concurre sola a la entrevista; afirmando que su pareja “no quiso saber nada”. En ese lapso: “había quedado embarazada y perdí el bebé”. “José no quería hacer nada en pareja y entonces decidí hacerlo sola”. Define esa relación como “tormentosa”, “era violento, una vez me pegó”. Hubo varias separaciones en que José “me echaba de su casa, me ponía la ropa en bolsas de basura, tenía que irme con mi hija”. El analista interviene: “Te trataba como una basura”. En los reencuentros luego de las separaciones, ella queda embarazada, luego de tratamientos encarados por José, quien tenía problemas de fertilidad. Él le reprocha que haya perdido el embarazo y la persigue con llamados y apariciones intempestivas. Trabajó durante años con la familia de su primera pareja hasta que al cerrarse esa empresa fue: “a trabajar para una mujer, quien me enseñó mucho”. A.: “¿Qué significa trabajar para una mujer?”. N.: “una mujer que pedía chicas… de prostituta”. Ahora trabaja sola, “no puedo dejar porque gano muy bien”. El analista se sorprende por el trabajo que desarrolla Nidia y los ingresos que obtiene, vacilando en relación al honorario a proponerle. N.: “José me conoció trabajando y se enamoró de mí. No debería haber mezclado, siempre me lo echa en cara. Cuando me echaba, tenía que volver a trabajar en el departamento”. A.: “Te lo echa en cara, pero te induce a que vuelvas a trabajar”. N.: “No lo había pensado así. Es verdad”. Teme ser descubierta en su actividad a través de la página de Internet donde ofrece sus servicios e invita al analista a visitar dicha página. El analista rehusa esa segunda tentación, informándole sus honorarios habituales. Inicia una nueva relación con Manuel, quien rápidamente pretende instalarla en una nueva casa en el country donde el vivía. “Es como una segunda vuelta de lo mismo”. “Demasiado apresurado. Me quiere tener ahí adentro para que cuide a sus hijos, piensa llevarlos a vivir con él. Es como…”. A.: “Como poner el carro delante del caballo…”. N.: “Sí, todo apresurado. Igual me pasó con José. ¡Que apuro! Salimos dos veces nada más, es una fantasía…”.

2. Agradecemos al licenciado A. Córdoba el habernos cedido gentilmente este relato de la clínica.

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A.: “Ya te pasó y mirá como terminó”. N: “Con José no sé si estaba enamorada, pero podía ir a vivir a cualquier lado con él”. A.: “¿Qué tenía José?”. N.: “Parecía que se llevaba el mundo por delante”. A.: “Hasta te llevó por delante a vos con tu hija”. En otra sesión, Nidia no encuentra de qué hablar, se muestra reticente. El analista se siente forzado a introducir temas: “Perdiste el embarazo, la separación con José…”. N.: “Sí… son temas que… el embarazo es un tema que… yo siempre muero por tener un hijo y tocar el tema fue muy doloroso”. A.: “Acá lo pasamos por arriba, tal vez porque es muy doloroso...”. N.: “Yo quería tener un hijo, de José. Me imagino al bebito igual a él y me encantaría”. A.: “Pero me comentaste que se interrumpió”. N.: “Sí, es como… No, no se interrumpió solo. Yo lo interrumpí. Es un tema que no deberías haber tocado. Lo oculté porque fue muy doloroso. No lo podía… sobre-llevar”. A.: “¿Qué pasó que fue intencional? N.: “es que este chico no acompaña lo que yo quiero. Es muy contradictorio… ahora pienso que me gustaría tener un bebé de él. Es muy enfermo lo que estoy diciendo. Si yo misma lo interrumpí. Me encontré en la situación… y… ha habido discusiones, me empujó, eso no lo pude… Su insistencia me despertó las ganas. Fue una sorpresa porque no fue esperado. Y tenía toda la alegría. Lo que vuelve de él es profundamente dañino. No quería tomar la decisión, pero era la decisión que tenía que tomar. Si no, iba a volver a lo mismo.” A.: “Parece que sí, porque si te empujaba embarazada y te maltrataba…”. N.: “Me maltrató una vez, porque a él no se le puede decir nada. Le llegó un mensaje de texto y le pregunté ¿quién es? Algo que no puedo dejar pasar. El puede responder: alguien que conozco, lo que sea… Yo contra eso no puedo... el puede estar con doscientas mil y no estar con nadie. Hubo un mensaje de otra chica que decía: ¿venís a comer? Y él le contestó que estaba conmigo de vuelta. Y por qué con la otra no lo puede hacer. “El me ha vuelto loca con mis amigas, pero él hace lo mismo. Estando embarazada es como que estás comprometida; entonces tuve que decidir… eso es lo doloroso. Piensa que lo perdí, igual me dijo: ‘vos no hiciste reposo’. Convengamos que haberme embarazado así… se me mezcló con mis ganas de tenerlo. Y ahí fue que te llamé para venir… Fue horrible. La verdad que no quería (llora). Imaginate que lo que más quería

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era tener un hijo. Pero creí que era lo mejor. No sé si fue lo mejor. Hay chicas que se aguantan ese tipo de situaciones con sus parejas. Yo no me las puedo aguantar”. “Ese día que tomé la pastilla… todavía lo pienso… y lo provoqué yo. Me pregunto si hice bien o no. Me da bronca, después de la decisión, estoy enojada conmigo, no puedo estar diciendo: quiero tener un hijo de ese tipo… No logro entender cómo no puedo cerrar el capítulo. El otro día miraba las fotos de antes de conocerlo, lo bien que me veía, lo tranquila que estaba. El me generó todas esas ganas de tener un hijo”. A.: “En las fotos anteriores te veías muy bien, y con él comenzaste una vida tormentosa”. N.: “Sí, me veía muy bien. Con él no tanto, pero no puedo cortar con la idea de verlo… me tendría que dar rechazo”. Vamos a centrarnos en torno a la respuesta del analista a los efectos de la transferencia. Un primer aspecto a subrayar es la posibilidad de quedar atrapado en una posición de tentación. Frente a cobrar un honorario equivalente a lo que cobraba la paciente por sus servicios o la de transformarse en voyeur privilegiado ante la invitación de consultar la página de Internet. Situaciones que el analista rehusa, sosteniendo una posición de escucha. Una dificultad central se le presenta al analista al quedar ubicado en un fantasma de salvación, al modo que Freud plantea en su texto “Sobre un tipo especial de elección de objeto en el hombre”. Esto lo verificamos cuando el analista interviene en sucesivas ocasiones señalando lo perjudicial para Nidia de su ‘relación tormentosa’ con José y el subrayado de que era tratada como ‘basura’. Este posicionamiento perturba la escucha del valor libidinal y de sostenimiento de su fantasía inconciente que representa para Nidia el vínculo con José, de quien, a pesar de todo lo que le critica no puede desligarse afectivamente: “no poder cerrar el capítulo”. Al decirle “En las fotos anteriores te veías muy bien, y con él comenzaste una vida tormentosa”, queda elidido que a su vez José “le generó todas esas ganas de tener un hijo”, en otros términos causó su deseo. El analista, desde el lugar del Ideal pretende que el vínculo con José concluya para Nidia al decir “Ya te pasó y mirá como terminó”. Más allá de la captura señalada en el fantasma de salvar a la mujer, en un momento y frente a la reticencia de la analizante, el analista se ve llevado a introducir la temática del embarazo perdido y la separación con José. Como consecuencia de esa intervención se produce una inflexión, emergiendo en el material asociativo el nudo que desestabilizó a la sujeREV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 735-745

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to y la llevó a consultar: su hostilidad hacia J. a partir de su lugar de poseedor de “doscientas mil mujeres”, que él encarna para ella. Al aparecer una que obtiene de José una consideración diferente, queda Nidia caída en la serie de las doscientos mil mujeres, desatándose su furia. Furia que al modo de una venganza se ejerce sobre el embarazo que tanto anhelaba José, decidiendo la concreción de un aborto, que ocultó a su pareja, en una posición que evoca a la tragedia medeica. El fantasma de salvación presentifica una versión del padre del lado del Ideal, mientras la aparición de un hombre que aparenta poseer a todas las mujeres, evoca la figura del padre primordial freudiano. Versión del padre ligado a un goce sin límites, revés obsceno del padre fundador de la ley.(9,17) El analista, al quedar convocado por los efectos de la transferencia a responder desde la posición de un Ideal que ordena, queda comprometido con su subjetividad fantasmática, buscando rescartar a la paciente de su padecer. Intención curativa, que al orientarse en la mira del bien supuesto para su paciente, se aparta de la función deseo del analista para Lacan y del sin memoria ni deseo para Bion. Se corre el riesgo que el analista opere, vía transferencia en la dimensión del “deseo de curar”, conduciendo al analizante a una obturación de su deseo inconciente. Posición que hace obstáculo para escuchar lo que emerge en el relato del analizante como saber no sabido, o en la perspectiva de Bion, lo que evoluciona en el seno del material en la sesión. El devenir de este análisis, como el de cualquier otro, va a depender de la posibilidad de la caída del lugar del Ideal, que implica un saber sobre la manera recta de proceder, lugar equiparado por Freud con el del hipnotizador. Caída, deseo del analista mediante, que posibilita el advenimiento del sujeto del inconciente. Resumen Los autores desarrollan en este trabajo la relación entre la afirmación de Bion “sin memoria y sin deseo” y la noción lacaniana de “deseo del analista”. Ellos destacan que partiendo de estilos con ciertos elementos de provocación que generan incomprensión en el lector, toman su origen en tradiciones filosóficas diferentes y modos singulares y diversos de leer la obra freudiana, aunque planteando una orientación común en lo que hace a la especificidad de la experiencia analítica. Ambos priorizan en su enfoque lo que sucede en el transcurrir de la sesión como lugar para implicar al analizante con ese conjunto destemporalizado que constituye su realidad psíquica. Se señalan las condiciones de una posición, la del analista, que pueda posibilitar la emergencia del sujeto del inconciente. Ejemplificamos a partir de un relato clínico los obstáculos para sostener esa posición del analista que permitiría escuchar en el relato del analizante la emergencia del saber no sabido, esto es: lo que evoluciona en el seno del material en la sesión.

CARLOS A. BARREDO Y OSCAR PAULUCCI

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DESCRIPTORES: PSICOANALISTA / MEMORIA / DESEO / DESEO DEL ANALISTA / SITUACIÓN ANALITÍCA Summary SUBJECTIVE

IMPLICATIONS OF THE ANALYST IN TRANSFERENCE: FROM “WITHOUT MEMORY OR DESIRE” IN

BION TO “THE ANALYST’S DESIRE” IN LACAN

The authors develop the relation between Bion’s statement “without memory and without desire” and the lacanian notion of “the analyst’s desire”. They emphasize that these styles, with certain elements of provocation generate misunderstanding in the reader, originate in different philosophic traditions and singular and diverse modes of reading Freud’s works, even though they propose a common orientation in regard to the specificity of the analytic experience. Both approaches assign priority to what occurs in the course of the session as the place to involve analyzands in that timeless set which constitutes their psychic reality. The authors point out the conditions of a position, the analyst’s, which may allow emergence of the subject of the unconscious. They exemplify with a clinical narration of obstacles preventing the support of this position in the analyst which would allow the analyst to listen to the emergence of knowledge of the unknown in the analyzand’s narrative, that is to say: what is developing at the heart of the material in the session. KEYWORDS: PSYCHOANALYST / MEMORY / DESIRE / ANALYST’S DESIRE / ANALYTIC SITUATION Resumo IMPLICAÇÕES "SEM

SUBJETIVAS DO ANALISTA NA TRANSFERÊNCIA:

MEMÓRIA NEM DESEJO"

- BION

E "DESEJO DO ANALISTA"

- LACAN

Neste trabalho desenvolvemos a relação entre a afirmação de Bion “sem memória e sem desejo” e a versão lacaniana do “desejo do analista”. Salientamos que, partindo de estilos com determinados elementos provocativos que geram incompreensão no leitor, tomam sua origem em tradições filosóficas diferentes e maneiras especiais e formas variadas de ler a obra freudiana, embora propondo uma orientação comum no que diz respeito à especificidade da experiência analítica. No seu enfoque, ambos dão prioridade ao que acontece durante a sessão como o lugar para que o analisado se sinta envolvido nesse conjunto destemporalizado, que constitui a sua realidade psíquica. Mostram-se as condições de um posicionamento - a do analista - que pode possibilitar a emergência do sujeito do inconsciente. Partindo de um caso clínico, exemplificamos os obstáculos para defender essa posição do analista, a qual permitiria escutar, no relato do analisado, a emergência do saber não-sabido, isto é: o que evolui no âmago do material durante a sessão. PALAVRAS-CHAVE: PSICANALISTA / MEMÓRIA / DESEJO / DESEJO DO ANALISTA / SITUAÇÃO ANALÍTICA

Bibliografía Adorno, Th.; Horkheimer, M.: Dialéctica de la Ilustración (1987). Edit. Abal, 2007, Madrid.

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IMPLICACIÓN SUBJETIVA DEL ANALISTA EN LA TRANSFERENCIA [...]

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Bion, W.: “Notas sobre la memoria y el deseo” (1967). REV. DE PSICOANÁLISIS, 1969, 26 (3) —: Attention and interpretation (1970). Karnak, Londres. Freud, S.: “Observations on transference love· (1915). S. E. XII. The Hogarth Press, Londres. Grüner, E.: El fin de las pequeñas historias (2002). Lacan, J. : “La direction de la cure et les principes de sou pouvoir” (1958). Editions du Seuil (1966), París. — : Le Seminaire. Livre VII. L’Ethique de la Psychanalyse (1959). Editions du Seuil. (1966). París. — : Le Seminaire . Livre XI. Les quatre concepts fundamentaux de la Psychanalyse. (1964). Editions du Seuil, (1973), París. — : El Seminario. Libro 17. El envés del Psicoanálisis (1969). Paidós (1992), Buenos Aires. — : El Seminario. Libro 20. Aún (1972). Paidós (1990). — : “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” (1953). Escritos I. Siglo XXI, Buenos Aires, (1976). — : “La instancia de la letra en el inconciene o la razón desde Freud” (1957). Escritos I. Siglo XXI, Buenos Aires, (1976). — : “Seminario sobre ‘La carta robada’” (1955). Escritos II. Siglo XXI, Buenos Aires (1975). — : El Seminario. Libro 26. Le Sinthome (1976). Paidós, Buenos Aires (2006). Moliere: Las mujeres sabias. Edit. Caravaut, Buenos Aires (1927). Soler, C.: La relación con el ser, donde tiene lugar la acción del analista (1986). Lección 22/6/1986, Seminario del Campo Freudiano en Barcelona. Scavino, D.: El señor, el amante y el poeta (2009). Eterna Cadencia Editora, Buenos Aires (2009).

(Este trabajo fue seleccionado para su publicación el 6 de noviembre de 2009.)

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Inconciente, novela familiar, tiempo *Liliana Polaco

Voy a formular algunas notas sobre lo inconciente en relación con la novela familiar. Articulación inconciente-novela de cuya consecuencia subrayaré cuestiones que hacen al tiempo en un análisis en una viñeta clínica. El psicoanálisis relaciona el sufrimiento con la sexualidad... inconciente. Sexualidad que ha de ser reprimida porque en ella hay algo enigmático. Enigmas sobre el origen de un sujeto, su relación con el Otro, enigmas que ligados a los afectos de angustia, dolor, vergüenza y/o culpa, suelen ser inconciliables con la conciencia. El carácter de “inconciliable con la conciencia” hace que lo inconciente se manifieste como lo que tropieza, fisura o quiebra la continuidad lógica del relato de un paciente. Quiebre o fisura que escuchados en transferencia con un analista operan y producen el saber del inconciente. Saber que anudado a otros saberes escriben lo que “no cesa” de no escribirse, lo real. Me refiero que al escuchar lo imaginario del discurso de un paciente, la novela familiar u otras fantasías, puntuamos con nuestra escucha palabras significantes. Palabras que simbolizan distintas versiones de un padre entramado en un mito edípico y delimitan el campo de lo real. Voy a incluir una cita de Lacar donde se infiere la articulación inconsciente-novela familiar. Lo inconciente1… Ese “capítulo de la historia de un sujeto marcado por un blanco... Capítulo censurado, cuya verdad está escrita en otra escena: 1) en los rastros o huellas… del capítulo censurado; 2) en el cuerpo como lugar donde se inscribe el núcleo histérico del síntoma, estructurado con los mecanismos del lenguaje: condensación y desplazamiento;

* Dirección: Beruti 2362, 5º “A”, (C1117AAB) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. [email protected] 1. J. Lacan: “Función y campo de la palabra”. Escritos 1.

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3) en los recuerdos de infancia, y 4) en las tradiciones y leyendas que se trasmiten en su historia y se expresan como novela familiar”

Novela familiar

Me voy a remitir al texto de Freud,2 “La novela familiar del neurótico”, para puntuar y comentar algunas de sus frases. Si bien el escrito mencionado señala que el proceso de la novela3 es necesario para el desarrollo de un sujeto, también intento ubicar en la novela una fantasmática, que configura una relación singular de un sujeto con su padecer. “En el individuo que crece el desasimiento de la autoridad parental es una de las operaciones más necesarias […] y más dolorosas del desarrollo [...] los padres son al principio la única autoridad y la fuente de toda fe”, o sea ambos padres son una unidad, son padres que no tienen opacidades. Luego al ser comparados con otros padres, el hijo tiene con ellos una relación más crítica, no ajena a los problemas de la rivalidad infantil. Son ellos unos padres, ahora criticados, se pierde así la supuesta fantasía de unidad. Son padres con opacidades y/o claroscuros. La idea de ser un hijo menospreciado o adoptado bajo la influencia del deseo inconciente, y con el signo del dolor, la hostilidad, la pena por la supuesta exclusión constituyen otra caída de la unidad de padres. Hay entonces un padre, una madre El conocimiento de la vida sexual entre los padres produce en el niño la idea de que el “padre es incierto y la madre es certísima”. Frase enigmática que condensa las dificultades de elaborar el lazo paterno-filial. Lazo paterno-filial que se expresa en fantasías noveladas que suelen incluir una idea de sustitución de ambos padres o de uno de ellos por otros, habitualmente “personas más grandiosas” y “nobles”. Freud observa que esta sustitución, más que eliminar al padre lo enaltece, ya que la figura que lo sustituye aparece dotada de rasgos provenientes del verdadero. La novela familiar viene entonces al lugar de la falla estructural del padre e intenta taponarla.

2. S. Freud: “La novela familiar del neurótico”. A.E., IX. 3. S. Freud menciona en distintos artículos los acontecimientos... escenas primordiales… o fantasías primordiales, tales como: seducción infantil, escena primaria, castración, novela familiar y retorno al seno materno… tales escenas pertenecen al patrimonio… trasmitido y se refieren a los orígenes.

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La novela introduce una estructura de padres dobles: el padre real y el padre idealizado. Estructura de padres dobles cuya escucha en un análisis puede constituirse en un rodeo necesario para inscribir las dobleces o pliegues interiores inherentes a la función paterna. Así, el relato de las diferentes versiones de la novela familiar posibilita al relator ir cercando una sensación de extrañeza en relación a sus padres. Entonces lo extraño y distinto del padre se empieza a notar con bronca, pena o angustia. La mención a diferentes afectos devela momentos diferentes en el análisis de la novela familiar. Afectos que en su devenir, inscriben la pérdida del supuesto paraíso infantil. Paraíso que creía en los padres como una unidad, como un todo. Esta pérdida de una supuesta unidad mediada por la escucha de un analista, produce en las repetidas y sucesivas vueltas de la repetición en transferencia, pérdida de goce, alivio en el padecer del paciente. El desarrollo y los movimientos que mencioné (sensación de extrañeza, pérdida de los padres como unidad...) posibilita que un sujeto inscriba “la oposición entre generaciones”: padres e hijos. Oposición que tiene paradojas y dificultades que se evidencian como dije antes, en el lazo paterno-filial. Lazo que supone ligaduras y desligaduras en relación al Otro y su inscripción delimita un lazo entre hermanos diferente al lazo con el padre.4 Este lazo entre padre e hijo o la inscripción de las diferencias entre las generaciones no es natural. Me refiero a ciertos dichos de pacientes... “mi hermano es como un padre” o “me siento la madre de mi madre” (...) “la veo muy infantil mi padre me pidió que me ocupe de ella”. Frases que evidencian la inversión de la cadena generacional. Me refiero a las dificultades de la inscripción de la diferencia generacional. Entonces, la inscripción de las “diferencias generacionales” supone un forzamiento para apropiarse, en el mejor de los sentidos, de la “fuer-

4. S. Freud, Tótem y Tabú, págs. 143-145: “El violento padre primordial era el arquetipo envidiado, temido por los hermanos ya que se reserva todas las mujeres… un día los hermanos juntos decidieron matarlo y devorarlo… en el acto de la devoración forzaban la identificación con él, cada uno se apropiaba de un fragmento de su fuerza. El banquete totémico es la primera fiesta de la humanidad sería la repetición y celebración de aquella hazaña memorable… con la cual tuvieron comienzo: organizaciones sociales, limitaciones éticas y la religión”. Tras eliminar al Padre y satisfacer su odio surge lo que antes él había impedido ahora los hermanos se lo prohíben se construye una legalidad… surge la obediencia con efecto retardado (naghtraglich) por el sentimiento de culpa… se constituye así la prohibición del incesto… Los hermanos se apropian en forma forzada de un fragmento de la fuerza del padre.

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za” del padre. Fuerza entendida como las marcas significantes que vienen del Otro, cuya apropiación delimita la función paterna. La aceptación del difícil proceso de desasimiento de los padres como totalidad ocurre una y otra vez, en distintas situaciones y con el nombre de distintos personajes que configuran el mundo de cada sujeto. Proceso de duelo por los supuestos padres ideales que lo trabajamos en relación con el complejo de Edipo articulado con lo complejo de inscribir la castración. Quiero decir que inscribir en el proceso analítico las diferencias con el Otro en un principio ajeno y hostil se manifiestan en una nueva versión de la novela familiar. Podemos decir que Edipo es la escena que articula y vela el vacío de la novela, ya que el padre para Freud aparece entreverado en la tos o afonía de Dora , en las dificultades de andar y caminar de Isabel , en el olor a pastelillos de Lucy, en el suplicio y las dudas del hombre de las ratas en las dificultades de respirar de Katharina. Mi intento es traer la cuestión paterna en una versión que mediada por una novela familiar voy a trabajar en una viñeta clínica.

Viñeta clínica

Juan, 24 años: consulta por dificultades de dar valor a lo que hace, trabajo, estudio. También tiene problemas en encarar a una chica. Piensa que sus amigos pueden mas, se siente un pobrecito. Atribuye muchos de sus problemas a la temprana enfermedad de su madre y la convivencia con la nueva mujer del padre. Mujer que en un principio idealizó con la esperanza de recuperar una armonía familiar. Con el tiempo empieza a pelear con ella , según su decir “quiere aprovecharse del dinero y la casa de su padre.” Tiene una hermana mayor con quien se lleva muy bien. Critica a su padre por sus preguntas siempre molestas. Su abuela paterna representa una mujer-madre muy confiable. La sesión que voy a relatar fue luego de trabajar la importancia que tuvo la pérdida de su madre largamente enferma y el odio a la mujer de su padre a quien atribuye sus problemas . Esa “otra mujer” lo descalificaba y comparándolo con sus hijos biológicos (idealizados). Esa “otra mujer” fue a mi entender quien soportó el lugar dejado por su madre muerta e intocable. Sesión 1 “Juan: tengo varias cosas para contar, me siento aliviado con lo que te voy a contar. No pensé que me pudiera ir tan bien. (...) ¿te acordás la materia que la daba por perdida? (...) me quedé una noche trabajando (...)

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al día siguiente me tentaba salir pero pude terminar (...) presentar los trabajos (...) aprobé para mi sorpresa la materia... e invité a salir a la chica que te había contado. (...) también daba por perdida la ocasión... me parecía que pasó mucho tiempo. (...) salimos un día no sé que volverá a pasar. (...) pude llamar”. Analista: el alivio de que la dabas por perdida y no fue así... Juan: “eso suelo pensar (...) tendrá que ver eso que hablamos alguna vez en relación a mi mama, en una de sus internaciones la daban por perdida, esa escena la tengo muy presente (...) estando internada (...) mamá dijo: “de aquí no salgo más y ésa fue la última vez que la vi. Estaba escuálida (...) sentí un alivio (...) que increíble yo creí que ahí todo terminaba (...) sin embargo (...) muchas veces tengo ese sentimiento (…). Analista: ¿ese sentimiento de escuálido? Juan: “lo decís por la sensación de pobrecito que muchas veces siento?... es habitual que cuando me comparo con otros chicos de mi edad que deben pensar? (...) pobrecito perdió a la mama (...) entonces la mujer de papá? Como actuó (...) sus hijos siempre me parecieron más seguros que yo (...) pero con casi todos mis amigos me pasa igual... comparo sus familias y la mía (...) siempre quedo perdiendo...”. La acción analítica pone en escena el comienzo de la elaboración del duelo de la novela familiar de Juan. El paciente tiene idealizados a otros padres aquellos que vivieron con sus hijos, sintiendo que la ausencia de su madre en épocas tempranas lo deja en estado de desolación. Si bien su madre falleció hace 4 años estuvo muchos años enferma , como si estuviera ausente. La demanda de la transferencia era mirar al muchacho escuálido, sin recursos. Con vaivenes en la transferencia pude no coagular mi escucha en una pobreza de la que el paciente pide salir. La sorpresa analítica de las posibilidades de Juan que puede recuperar alguna materia, alguna salida con una chica. Ambas situaciones que daba por perdida remiten a la posibilidad de hacer algo con su novela familiar que en principio se escuchaba cristalizada. Cristalización que ubico como precariedad negada y con salidas grandilocuentes que negaban su fragilidad. Me refiero a los intentos de Juan de arreglarse sólo sin recurrir a su familia. Su padre solía llamarlo para arreglar los “desarreglos” familiares. Era el “che pibe” de la familia, estaba atento a los reclamos del Otro. Sesión 2 Paciente: aprobé la última materia (...) me quedó un sabor amargo... era

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un trabajo en grupo (...) Cada uno tenía que hacer una parte después nos juntábamos, con la parte de cada uno hecha (...) Era difícil juntarse vivíamos en lugares muy alejados. (...) Propuse un lugar intermedio... cuando vi lo que hicieron mis compañeros( ..)No lo podía creer. (...) me dijeron que si no me parecía bien que lo arregle (...) para eso hubiese necesitado mucho tiempo... me presenté igual al final... hubiera preferido una mejor nota... me quedé medio envenenado. (...) el medio te arrastra (...) mis compañeros no querían arreglar el trabajo (...). Entregué algo que me pareció poco profesional. (...) no me refiero a mi parte pero sí al conjunto (...) los señalamientos de la Prof. tenían razón (...) ¿que podía hacer? era un trabajo grupal (...) no quise decir ‘el problema lo tuvieron los otros’... a mis compañeros no les interesa un trabajo que les quede para mostrar como currículo (...) antes a mí tampoco me interesaba (...) ahora quiero aprovechar los trabajos que hago para la facultad son una posibilidad de mostrar lo que vas haciendo en cada momento. Terapeuta: ¿cómo es eso del medio envenenado que te arrastra? Paciente: en la época que mi vieja estaba enferma sentía mucha agresión con todo el mundo quería patear a la gente me sentía muy aislado (...). Me entendía con mi hermana... temía cualquier contacto con otros (...) me molestaba la mujer de papá y sus hijos. (...) miraba a todas las familias y me sentía un perdedor (...) ahora quiero otra cosa (...) la gente no podía entender lo que me pasaba (...) me sentía muy pobrecito. Analista era difícil juntarte con la gente, encontrar en un punto intermedio donde lo amargo de ese momento no te arrastre. Juan: claro pero ahora es diferente quiero aprovechar juntarme con la gente y sacar provecho... por que no hacer un buen trabajo grupal... ahora puedo decir que las notas son importantes. (...) antes estaba como distraído quizás como veo algunos de mis compañeros que la dejan pasar y sólo quieren zafar (...) sacarse la materia de encima... ¿y después qué? ¿Cómo me ubico con esto? quiero compartir con la gente que me rodea (...) pero no siempre es posible. Juan una vez más es sorprendido por el encuentro con sus compañeros que no tienen los mismos intereses que él, quieren zafar, sacarse la materia de encima. También el paciente, cuando su madre estaba enferma, quería zafar, sacarse una situación de un medio envenenado donde “solo” con su hermana tenía que resolver cosas. Su padre estaba con su nueva mujer y prefería no molestarlo, era una molestia juntarse con el resto de la familia. Pensaba que los hijos de la mujer de su padre tenían madre y no podían entenderlo, lo mismo le pasaba con sus amigos. Ahora la sensación de amargura es una salida, un querer hacer algo distinto, juntarse en un lugar intermedio, ni tan desolado ni tan incomprendido, sin embargo encuentra a sus pares en un momento anterior REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 747-756

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donde también Juan quería zafar. El paciente se pregunta: ¿cómo ubicarse ahora queriendo que se lo note, que hacer con los otros? ¿Cómo encontrar con quien compartir? En el comienzo del relato de su novela familiar Juan se sentía escuálido, pobrecito, excluido deseando tener una familia como la de sus amigos. El pasaje de una imagen de “pobrecito” que lo hacía sentir “medio envenenado” a “sacar provecho” de su estudio, es un comienzo de salida de un “medio envenenado”. Medio envenenado de “tener que hacerse cargo desde adolescente del cuidado de su madre”. Esa salida de ese medio lo hace sentirse extraño, y se pregunta: ¿cómo es eso de juntarse con otros? En la novela hay un permanente trabajo de devenir semejante y extraño. Quiero decir que en el movimiento de contar su historia el relato de Juan es distinto a un momento inicial donde se sentía escuálido .Así como en la novela el sujeto encuentra a sus padres diferentes y los compara con otros padres, ahora él tiene un sentimiento de extrañeza. Esta extrañeza va configurando una alternativa diferente del comienzo del relato de la novela. Al comienzo del relato los otros se presentan hostiles, ajenos y pertenecientes a otro mundo. Un mundo de incomprensión donde el paciente se sentía una víctima. La operación analítica abrió un espacio donde lo ajeno y hostil es registrado como diferencias con los otros. Diferencias que se comienzan a escribir como tal y que en la sesión son relatadas con amargura y dolor. En este movimiento de la novela se articula con el trabajo del tiempo en análisis quedando una cicatriz de la pregunta sobre ¿por qué esa diferencia? Cicatriz que implica una suspensión parcial de respuestas. Me refiero a las preguntas que escuchamos en estas sesiones: ¿Cómo me ubico en esto de no querer zafar? ¿Cómo me junto con los otros? Preguntas que se constituyen en el por-venir de las respuestas o el porvenir de nuevos interrogantes. La cicatriz mencionada, relacionada con la cicatriz5 de lo complejo de la castración, en sus distintas versiones imaginaria, simbólica o real instaura que hay un tiempo que ha pasado y un tiempo por- venir. El tiempo pasado donde el paciente se siente un “pobrecito” sólo quería zafar de un medio envenenado ahora quiere juntarse con los otros en un punto intermedio. El pasado es el comienzo del análisis donde Juan no podía juntarse con su padre y su nueva mujer. Pensaba que ella quería “aprovechar” del dinero de su padre. 5. S. Freud: “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica de los sexos”. A.E., XIX, pág. 272.

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Pasado agujereado en la actualidad de la transferencia con preguntas que inauguran un por-venir. El por-venir son las preguntas en relación a ¿cómo me junto con otros? Como le digo a mi padre que “no quiero zafar”, que no me mire en un momento anterior donde “evitaba encontrarme con él”, ahora “quisiera preguntarle algunas cosas de mamá”. “También quiero juntarme con la familia de mamá y preguntarle a mi tía qué pasó con ella. ¿Cómo hago para que no me rechacen cuando me acerco?, ¿cómo hago para que no me digan: hace el trabajo solo?”. La dirección de la cura produjo distintas operaciones mediadas por la novela familiar donde se pudo historizar un tiempo que ahora es pasado. Me refiero al tiempo de la resignificación (nachtraglich), tiempo que la operación analítica puntúa. Operación que es un efecto de lectura y que se constituye retroactivamente a lo leído en una sesión. Y así el pasado se inscribe como pasado desde el presente y se abre una perspectiva de un futuro. Un tiempo de aprehender lo distinto del otro, lo diferente que en un principio era ajeno y hostil. El tiempo del duelo, de los paraísos infantiles, aquellos que suponen que había una vez, hace mucho tiempo, un Padre Ideal, primitivo. Padre que la neurosis trata de sostener y que la posición analítica de cada uno de nosotros y en cada análisis podrá o no saber hacer con eso inconciente. Eso inconciente que en este trabajo desplegué como novela familiar en sus articulaciones con el tiempo en un análisis. Novela que parte de un punto mítico y consistente a partir el cual un sujeto relata un argumento. Este argumento o tejido se despliega en las idas y vueltas del análisis y en el mejor de los casos el mito de origen vacía su consistencia y se marca un origen enigmático. Nuestra actividad fantaseadora incluye siempre las preguntas acerca de nuestro origen. Preguntas que es necesario recortar en las respuestas siempre fantasmáticas de un sujeto frente al Deseo del Otro. ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué soy para el otro? ¿Qué quiere de mí? Interrogantes que suponen sostener con angustia y/o dolor los enigmas del deseo inconciente… indestructible.

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Se articula la novela familiar y el tiempo en análisis en una viñeta clínica. La importancia de elaborar la noción de tiempo en análisis es una posibilidad de que el pasado se constituya como pasado desde el presente y se abre así a un futuro. El tiempo en un análisis al ser elaborado posibilita al sujeto que consulta renunciar a su posición infantil y abrir una puerta en relación a los otros que en un principio le resultan ajenos y hostiles. Puede entonces aceptar las diferencias con el otro , con los otros. Aceptación y renuncia que implica que la cicatriz dejada por el sepultamiento del complejo de castración se inscriba como tal. Trabajo de análisis y de apertura a interrogantes sobre los enigmas del deseo. DESCRIPTORES: NOVELA FAMILIAR / INCONSCIENTE / RELACIÓN PADRE-HIJO / FUNCIÓN PATERNA / TIEMPO

Summary UNCONSCIOUS,

The author discusses the family romance of the neurotic, its relations to the unconscious and the Oedipus-castration complex. The different phases or moments of this romance are constituted on the basis of a mythical moment from which the subject develops a plot line. This plot line unfolds in transference and allows subjects to work through their difficulties in relation to the Other. The family romance and time in analysis are articulated in a clinical vignette. The importance of working through the notion of time in analysis is the possibility that the past may be constituted as the past in the present, thereby opening a future. When time is worked through in analysis, subjects who consult are enabled to renounce their infantile position and to open a door in relation to others who before seemed foreign and hostile. Thus, they may accept differences with respect to the other and others. Acceptance and renunciation which imply that the scar left by the burial of the castration complex may be inscribed as such. Work of analysis and of aperture to the questioning of riddles of desire. KEYWORDS: FAMILY ROMANCE / UNCONSCIOUS / PARENT-CHILD RELATIONSHIP / PATERNAL FUNCTION / TIME

Resumo INCONSCIENTE,

Resumen El trabajo desarrolla la novela familiar del neurótico, en sus relaciones con lo inconciente y el complejo de Edipo-castración. Las distintas fases o momentos de la novela se constituyen a partir de un momento mítico a partir del cual el sujeto desarrolla un argumento. Argumento que desplegado en transferencia permite a un sujeto elaborar sus dificultades en relación al Otro.

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FAMILY ROMANCE, TIME

DRAMA FAMILIAR, TEMPO

O trabalho desenvolve o drama familiar do neurótico nas suas relações com o inconsciente e o complexo de Édipo - castração. As diferentes fases ou momentos do drama são constituídos a partir de um momento mítico, no qual o sujeito desenvolve um argumento. Argumento que desenvolvido em transferência permite a um sujeito elaborar suas dificuldades em relação ao Outro. Articula-se o drama familiar e o tempo na análise em uma vinheta clínica. A importância de elaborar a noção de tempo na análise constitui uma possibilidade de que o passado seja passado no presente e assim se projete para o futuro.

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O tempo é uma análise a ser elaborado que possibilita, ao sujeito que consulta renunciar a sua posição infantil e abrir uma porta para os outros que inicialmente lhe parecem alheios e hostis. É dessa forma que passa a aceitar as diferenças com o outro e com os outros. Aceitação e renúncia que implica que a cicatriz deixada pelo sepultamento do complexo de castração seja um fato concreto. Trabalho de análise e de abertura de questões sobre os enigmas do desejo. PALAVRAS-CHAVE: DRAMA FAMILIAR / INCONSCIENTE / RELAÇÃO PAI-FILHO / FUNÇÃO PATERNA / TEMPO

Bibliografía S. Freud: “La novela familiar del neurótico”, E.A.,T IX. —: “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica”, E.A.,T XIX. —: La interpretación de los sueños. —: Tótem y Tabú, E.A.,T XIII. —: “El tabú de la virginidad”, E.A., XI, págs. 194-196. J. Lacan: “El mito individual del neurótico”. —: “Función y campo de la palabra”. Luis Campalans Pereda: “El tiempo de la sesión”. Plenario de Secretaría Científica.

(Este trabajo fue seleccionado para su publicación el 9 de octubre de 2009.)

REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 747-756

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30 años de lacan en APA: efectos en la formación y en el lazo institucional Testimonio de un recorrido institucional *Mirta Goldstein

Construir las derivas del discurso lacaniano en APA, sus efectos en relación con la teoría, la clínica y la formación de los analistas, requiere de un proyecto que no abarque solamente el relato de lo acontecido, sino que incluya los testimonios de aquellos analistas movilizados por dicha enseñanza. Desde hace varias décadas se ha articulado un movimiento de pensamiento propio de APA, que ha producido cambios evidentes en la concepción de la posición del analista y en la posición relativa al “hacer institucional”, o sea, hay signos claros de un pasaje del quehacer al bienhacer; este entrecruzamiento constituye una experiencia relevante por varios motivos; el primero porque siendo APA una institución perteneciente a la IPA y a la FEPAL, ha abierto un camino de efectos innumerables en el contexto nacional e internacional. En segundo lugar, porque la producción teórico-clínica de los analistas identificados con el discurso lacaniano, le permitió a la institución establecer nuevos lazos interinstitucionales y ampliar el horizonte de intercambio. Al darnos cuenta que hace ya más de 30 años que APA incluye la perspectiva ética del discurso lacaniano, invitamos desde el Espacio Lacan, en octubre de 2008, a celebrar este acontecimiento. No son pocos los que aún son refractarios a un reconocimiento definitivo del “paradigma” Lacan en APA. Por mi parte sostengo que el discurso de Lacan ha tenido influencia decisiva y ha colaborado en la resolución de obstáculos referentes a la política institucional y a la transmi-

* Dirección: Paunero 2778, P.B., (1425DIB) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. [email protected]

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sión del psicoanálisis; en resumen, ha contribuido a clarificarlas a pesar de las resistencias que generó en sus albores. A esta altura del devenir psicoanalítico en el mundo, considero importante correlacionar las metapsicologías freudianas con las tres dimensiones del Nudo RSI, salir de los paralelismos teóricos para afrontar la clínica denominada actual y contribuir a la propuesta de ejecutar formalmente el retorno de Lacan a IPA; para lograr estos objetivos hay que incluir en el relato histórico el impulso iniciático de APA, de APU y de la Sociedad de Caracas con Rómulo Lander a la cabeza. Esto supone un ejercicio del pluralismo entre los mismos lectores de Lacan y un ejercicio del testimonio retroactivo de “30 años de Lacan en APA” y por ende en la IPA. Dejar de correlacionar lo que ha ocurrido en Latinoamérica con lo que ocurre hoy en el seno de la IPA y aún en la APdeBA, sería desestimar esos 30 años de Lacan en APA y los muchos recorridos transitados desde la FEPAL. Muchos de nosotros, lectores lacanianos, nos encontrábamos en el marco de los congresos de la FEPAL para intercambiar sobre nuestras inquietudes, dudas y proyectos; en tanto lacanianos nos aunaba la inquietud por descubrir los alcances de la estructura Real, Simbólica, Imaginaria y sobre la proyección de la misma a la IPA. Dado que cada institución generó sus propios síntomas, en cada una de ellas la cuestión Lacan pasó de problema a síntoma. Esta transformación y giro en el discurso es de suma importancia, pues un síntoma puede ser leído. El síntoma Lacan se llenó, en primera instancia, de sentido debido a las identificaciones y resistencias imaginarias. Cuando los analistas pudimos desmitificar y desidentificarnos, también pudimos transmitir el discurso y afrontar sus vicisitudes institucionales. Hoy no podemos imaginarnos algún candidato que no haya transitado algún seminario de orientación lacaniana. Tanto el curioso, el conocedor y hasta el detractor, forman parte de la trama interdiscursiva generada en nuestras actividades científicas y de Formación Permanente. Compartir las divergencias y convergencias teóricas y clínicas instaló en APA un nuevo modo de tramitar lo que denomino: la ajenidad relativa de un discurso en sí complejo. Como dije, no es mi intención hacer cronología sino dar testimonio de un tiempo en que pequeños grupos de miembros y candidatos comenzaron la lectura y análisis de los seminarios y escritos de Lacan. Integrantes de los grupos institucionales tales como el de la Bisagra Freud-Lacan comenzaron, en los ochenta, a dictar seminarios y a presentar trabajos. Recuerdo varias de las jornadas Freud-Lacan en APA colmadas de público y con una producción que a la par llevamos fuera de la institución, por ejemplo al Movimiento que se denominó “Reunión Lacaniana de Psicoanálisis”; recuerdo también al grupo “Construcción REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 757-762

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del Caso”, del cual fuimos coordinadores Juan Carlos Gorlero y quien suscribe: MIrta Goldstein, en cuyo espacio sostuvimos la enseñanza de la topología del Nudo Borromeo y su aplicación a la clínica. Testimoniar es recordar y celebrar; testimoniar sobre una época de formación como la inaugurada por Willy Baranger y continuada por Raquel Goldstein; recordar los aportes recibidos de algunos maestros tales como Masotta, Sciaretta, Macci, Sara Glassman, Pascualinni, entre muchos otros que produjeron efectos de enseñanza y promovieron un cambio de rumbo en los análisis didácticos. Nombrarlos testimonia que hay un discurso instalado hace más de tres décadas y que ello no fue sin consecuencias. Desde el año 2001 –bajo la presidencia de Abel Fainstein y la Secretaría Científica coordinada por Andrés Rascovsky–, año de la apertura del Espacio Lacan, un grupo de miembros y candidatos venimos sosteniendo este lugar de encuentro e interlocución, por el cual transitaron numerosos analistas de APA y de otras instituciones lacanianas. Mantuvimos desde entonces intercambios fluidos con la EOL, la Escuela Freudiana Argentina, la Escuela Freudiana de Buenos Aires, el Centro Descartes y muchas otras instituciones. En los años noventa yo misma hablaba del Psicoanálisis Complejo –sobre el cual se publicaron artículos en esta revista–; denominé así a lo inconmensurable de las referencias, determinaciones, asociaciones, conexiones y conceptos que se articulan en la obra lacaniana y que abrieron una preocupación hacia la cultura y hacia la interdisciplina. APA no excomulgó ni rechazó el pensamiento lacaniano, sino que trasformó algunas huellas en posiciones hoy totalmente reconocidas. No todos los lacanianos de APA leemos a Lacan de la misma manera; eso es justamente lo que nos convierte en “lectores” y nos permite no incurrir en un discurso unificado. Celebramos día a día nuestras propias diferencias. Por esta razón quiero testimoniar sobre el importante papel que tuvo la REVISTA DE PSICOANÁLISIS en la difusión de las ideas y producciones lacanianas de APA. Muchos de los que somos reconocidos como “lacanianos” hemos podido publicar nuestros escritos en el órgano oficial de APA, gracias a que no ha habido censura ni discriminación. En este sentido agradezco personalmente a los directores de la REVISTA DE PSICOANÁLISIS el haber publicado muchos de mis trabajos. También deseo nombrar a aquellos analistas lectores de Lacan que ya no están pero cuya herencia recibimos por transferencias directas: Martínez Luque, Osvaldo Apreda, Gustavo Dima, Genoveva Llarin, Diana Inglesini. A aquellos otros que dejaron la institución para transitar otras posibilidades: Jaime Spilka, Jorge Linietzky, Fëlix Contreras, Luis Ruggiero; están aquellos analistas de instituciones amigas que invitamos a participar y con los cuales compartimos transferencias de tra-

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bajo: Néstor Braustein y Frida Saal, Eric Laurent, Isidoro Vegh, Rolando Karothy, Adriana Rubinstein, Oscar Sawike, Eva Lerner, Indalecio Fernández, Ricardo Nepomiachi, Mario Goldenberg, Oscar Zentner, Osvaldo Delgado, Mirta Casas de Pereda, y muchos otros más que seguramente olvido. A todos y a cada uno les agradecemos su estímulo intelectual, pues ser lacaniano en APA supone una implicación freudiana-lacaniana y lacaniana-freudiana, una marca que insiste y nos barra, por ende, que retorna y que seguirá produciendo efectos inanticipables.

Testimonios de una política del psicoanálisis

Al verificar 30 años del pensamiento de Lacan en APA, nos vemos llevados a distinguir sus consecuencias en el trípode; por lo tanto, sus efectos en los análisis, en las supervisiones y en las relaciones del Instituto de Psicoanálisis con las obras de autor, es decir, directamente en la concepción de la currícula de la formación del analista y en el modo de abordar la función didáctica. La política del pluralismo sostenida por nuestra institución, tomó fuerza y trascendencia en relación directa con la inclusión de las controversias que Lacan planteara desde los años cincuenta. En cierto modo debemos invertir los términos y decir que la política del pluralismo se nutrió de las divergencias con esta enseñanza. Sin embargo considero importante señalar que las dificultades y obstáculos no sólo se debieron a factores inherentes a ideologías de gestión en pro o en contra, sino a un elemento concerniente al mismo discurso lacaniano; se produjo un extrañamiento institucional ante un saber no-familiar para la mayoría de los miembros, saber que se diferenciaba en su terminología, en su complejidad conceptual, en su modo de encarar la clínica y en su crítica reiterada a lo estatuido. El mismo psicoanálisis nos ha enseñado los efectos en el lazo social devenidos de la ajenidad, de lo próximo-extraño, efectos mayormente pasionales que conducen a la segregación. A pesar de ello, la enseñanza de Lacan ha sido señalada mas no ha sido segregada. El discurso de Lacan mantuvo y mantiene una ajenidad relativa o una especie de inclusión ajena pues, por un lado, se apoya en la ética de lo no-común, o sea de lo singular y, por otro, hace lazo social aun cuando introduzca críticas a otras teorías psicoanalíticas y a muchos conceptos de las mismas. En síntesis, ningún discurso psicoanalítico le es indiferente, por ello se ha ocupado de la Teoría del Yo, del objeto transicional de Winnicott, de los mecanismos defensivos de Anna Freud, etc. Leer esas teorizaciones, debatirlas y hasta rebatirlas, implica, en primer REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 757-762

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lugar, no rechazar lo producido y, en segundo lugar, no postergar el trabajo que cada analista necesita realizar con los textos psicoanalíticos surgidos en el seno de la diversidad. Me refiero a que hoy ningún analista puede desistir de la responsabilidad de la lectura de la producción psicoanalítica de, por lo menos, los autores más prestigiosos. La polémica sobre el discurso de Lacan y su pertenencia y su pertinencia, se constituyó a su vez en un medio de debate sobre el resto de las teorizaciones, principalmente con la incorporación del concepto de ética del deseo, la escritura de los cuatro discursos: del analista, histérico, universitario y del amo en el seminario El reverso del psicoanálisis, libro 17, y con la promulgación “del retorno a Freud”. La ajenidad relativa, lo no-familiar es una cuestión ética; esta ajenidad también sorprende a aquellos lectores habituados a su terminología, a su clínica, a su argumentación teórica. Sus lectores se sostienen en el tropiezo y en el enredo a fin de despertar de lo conocido, de lo considerado “norma”. Su ajenidad relativa supone la ética de traspasar las barreras de las resistencias a lo nuevo y a no quedar suspendido de la transferencia imaginaria. Retrospectivamente podemos resaltar que sus aportes han sido útiles sobre todo a la hora de debatir la continuidad y vigencia del discurso psicoanalítico, a la hora de pensar la validez de incluir nuevas concepciones psicopatológicas y a la hora de interactuar con las nuevas tendencias tales como las neurociencias y el cognitivismo. Los conceptos de transferencia simbólica e imaginaria, de identificación simbólica y especular, el objeto a, de sujeto barrado y el axioma de “no hay relación sexual“, fueron la fuente de numerosas inflexiones y transformaciones en el modo de concebir las direcciones de la cura analítica y por lo tanto, en el modo de interpretar. Propongo partir del concepto de no relación sexual para ubicar que entre los discursos de Freud y de Lacan no hay total correspondencia y acomodación; si bien ambos están implicados y no pueden leerse sin esta implicación reciproca, a su vez se separan y recorren tramos disímiles de la teorización en psicoanálisis. Esta no acomodación que engendra diferencias, deviene de la introducción del concepto de lo Real en la teoría, concepto cuyos efectos descompletan los saberes, los esquemas generales y le da otro estatuto a la clínica. La inclusión del concepto de Real nos ha llevado a reflexionar sobre los motivos que conducen a que se demanden re-análisis por fuera de la oferta de didactas de APA, o sea, por fuera de la pluralidad y la diversidad que nuestra institución preserva. Pareciera que algo demanda un corte, un vaciamiento productivo; este corte separador es inherente a la implicación subjetiva que trae aparejada la inclusión del concepto de Real.

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Cada dirección de la cura deja caer un resto sin analizar. Si bien el análisis completo es imposible, no menos cierto es que el reanálisis con distintos analistas impone recorridos disímiles por la estructura subjetiva. Esa diferencia implica bordear lo real del inconsciente de manera diferente y, quizás, hasta acercarse de modo insospechado a esa “roca viva” descripta por Freud. Esa roca viva es, en Lacan, lo Real imposible al discurso. También las supervisiones han recibido el efecto rebote del pensamiento lacaniano. El analista de control forma parte del concepto de posición del analista. Tener una “mirada otra” sobre tal o cual dirección de la cura, ha dejado de corresponder a poseer un saber didáctico; más bien en las supervisiones se escuchan las inflexiones en la posición del analista, puntos de giro que reubican y reinstalan la transferencia Sujeto Supuesto Saber, que abren preguntas y muestran la oportunidad de saber hacer con los restos. La posibilidad de pensar el anudamiento borromeo y su desencadenamiento en transferencia para volverse a anudar tras el atravesamiento del fantasma, marca una política de la cura, ahí donde las tácticas y estrategias sólo pueden advenir en pro de la singularidad de cada caso y sus modos de goce. Es indudable que la ocasión de una enseñanza y el encuentro con una institución dinámica, hicieron posibles 30 años de transmisión y de producción.

DESCRIPTORES: TEORÍA LACANIANA / INSTITUCIÓN PSICOANALÍTICA / PLURALISMO KEYWORDS:

LACANIAN THEORY

PALAVRAS-CHAVE: TEORIA

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PSYCHOANALYTIC INSTITUTION

LACANIANA

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PLURALISM

INSTITUIÇÃO PSICANALÍTICA

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PLURALISMO

(Este trabajo fue seleccionado para su publicación el 2 de noviembre de 2009.)

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El Hamlet de Lacan. El duelo por el falo *Carlos A. Basch

Acaso Hamlet sea la tragedia moderna por excelencia. Su horizonte –el del deseo, en la perspectiva eminentemente moderna del inconciente freudiano– le confiere rasgos diferenciales respecto a la tragedia clásica. Hacia fines de la Antigüedad, la emergencia de esta última marca el creciente conflicto entre el habitante de la polis y la sociedad, la cultura, los dioses. El arrancamiento de sus propios ojos por el Edipo rey de Sófocles ilustra el grado cero de esa cierta ceguera en lo visible que sobre el derrumbe del mundo antiguo escinde la mirada en relación a un punto de fuga. Allí habría de enraizar, una vez atravesada la larga noche medieval, esa radical inadecuación del sujeto moderno a su entorno que Freud referiría más tarde a la falta de representación (y concomitante pérdida de satisfacción pulsional directa) experimentada como culpa, por obra de la sujeción a una legalidad simbólica. Hay en eso un verdadero punto de inflexión en la subjetividad, ya que la Antigüedad clásica no conoció lo que hoy llamamos culpa en sentido “psicológico”. Así por ejemplo, en los poemas homéricos, los efectos indeseados de los actos humanos son atribuidos a designios de los dioses. Incluso en Aristóteles, más cerca de la emergencia de la tragedia como género (hacia fines del siglo IV A.C.), las consecuencias desdichadas de las acciones humanas, por más que de algún modo enlazadas ya al franqueamiento de una norma cultural, se enmarcan todavía en una cierta opacidad subjetiva (hybris). Lo que es preciso subrayar, en todo caso, es que, con la tragedia edípica, Freud sitúa, al filo de la Antigüedad en extinción, el margen de “renuncia” pulsional –de algún modo, constitutivo de la pulsión misma– que la experiencia analítica pone de relieve en su eficacia causal de la combinatoria de representaciones que llamamos “inconciente dinámico”. Un

* Dirección: Juan M. Gutiérrez 3993, 2º “B”, (C1425ARE) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. [email protected]

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inconciente cuyos efectos de retorno desde una “interioridad” deseante y culpable –algo inconcebible, cabe repetirlo, en el mundo antiguo–, notorios ya en la moderna tragedia isabelina, dejan ver el contraste entre los perfiles trágicos entre una y otra época. Si Edipo llegó a cometer parricidio sin percibir culpa, por su parte Hamlet, enlazado a la falta del padre por un saber inconciente en el lugar de la causa vacante por el retiro de los dioses, no habiendo incurrido en crimen alguno, sí la experimenta. No debe sorprender entonces que la pieza comience con el relato de su falta por parte del espectro del padre, que pide al hijo que por su acto la redima. Ahora bien, precisamente en ese punto es necesario advertir algo esencial: lo trágico en Hamlet no consiste, justamente, sino en la conformación de las condiciones –no dadas en un principio, referidas de algún modo a la puesta al descubierto del vacío de la causa– necesarias para ello. Fue Lacan, con su “grafo” del deseo como herramienta de lectura, quien más a fondo abordó el recorrido que culmina en dicho resultado.1 En lo esencial, ubicándolo en relación al Untergang (sepultamiento) del complejo de Edipo, en perspectiva no tan sólo de un duelo, sino de un duelo por el falo. Desde este punto de vista (por más que sin dejar de referir a ella) su lectura diverge de la de Freud2 (que reducida a lo esencial puede formularse: Hamlet no puede matar a Claudio, su tío y homicida de su padre, porque éste ha hecho eso mismo que él desea; con un “deseo” que no por inconciente deja de estar ya constituido). El desarrollo de Lacan apunta, en cambio, a lo problemático de la constitución misma de ese deseo, que requiere de un trabajo de duelo que sólo tendrá lugar con el curso de los acontecimientos a lo largo de la obra. De ello se sigue, por de pronto, que no se trata meramente en Hamlet de una “nueva versión” del mito de Edipo, sino de las condiciones de realización del acto, en el marco de una secuencia significante. Esto es, del trabajo de duelo a través de la lectura de las marcas significantes de la falta de objeto hasta “identificar la pérdida real, parte a parte, pedazo a pedazo, signo a signo, elemento I a elemento I, hasta la extinción”.3 Ahora bien, es claro que, desde el comienzo mismo de la pieza, algo impide esa lectura. A diferencia del conocido sueño referido por Freud (el padre estaba muerto pero no lo sabía), el ghost del padre no sólo sabe las circunstancias de su muerte; también hace a su hijo partícipe de ese saber. El hijo sabe, pues, que el padre sabe; y eso pesa sobre todo el de-

1. Cf. Lacan, Seminario VI, “El deseo y su interpretación”. 2. Cf. “Interpretación de los sueños”; y la carta a Fliess del 15/10/97. 3. Cf. Lacan, Seminario VIII, “La transferencia”, clase del 28/6/61.

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sarrollo de la obra, al punto de que Hamlet no podrá actuar hasta tanto articule un saber en pérdida. No podríamos exagerar la importancia de este punto, que más allá de la concepción habitual del acto trastoca la de la eficacia misma de toda intervención psicoanalítica. No se trata, en efecto, de recuperar un saber (recordar para no repetir, según la vulgata “psi”). Esto último sólo cobra valor como un tramo necesario en camino a la castración, entendida en última instancia como la acreditación de un saber en pérdida, en tanto condición del acto que propicia el deseo. Un acto a ser articulado, por vía del agotamiento de la pretendida respuesta a la pregunta “qué me quiere el Otro”, al duelo por el falo. En esa dirección, Lacan opera un giro sobre el clásico punto de vista freudiano y posfreudiano de la pieza, por el cambio de dirección en la lectura del sintagma deseo de la madre como nudo problemático que obstaculiza el acto: el genitivo objetivo (deseo de Hamlet hacia la madre) bascula a subjetivo (deseo proveniente de la madre, esa mujer que de tan “genital” pasó a otro hombre sin dar un tiempo mínimo al duelo) dejando abierta la hipótesis no ya de un mero impulso erótico hacia la madre, sino de la antelación del Otro materno, en la singularidad de sus condiciones deseantes, para la constitución del deseo. Tal predominio de un “deseo” materno que no admite el hueco de la falta (lo que incluso torna problemática su caracterización de tal) confluye con la ya señalada comunidad de saber con el padre (que ocluye asimismo la falta) en la determinación de la procastinación, esencial al duelo irresuelto, y la particular precipitación4 que le es correlativa. La procastinación dice del impasse del deseo por obra del imperativo superyoico. Tras el anoticiamiento por Hamlet de que el padre sabe, la deuda que el pecado del Otro dejara impaga ya no se puede pagar (ya que es el padre mismo quien no opusiera en su momento resistencia ante eso cuyo castigo –que supone por añadidura la intervención sobre la madre– solicita luego al hijo) ni dejar de pagar (sin desoír su demanda). Resulta de ello el holofraseo del par significante: queda impedida la lectura, con la consiguiente afectación de todo movimiento deseante hacia el objeto imposible, simbolizado en el falo. Encarnado éste en principio en Ofelia,5 el desprecio de que Hamlet la hace objeto tras el encuentro con el ghost6

4. Como subrayara en su momento Ella F. Sharpe en un texto de 1929 (señalado, por cierto, por Lacan como antecedente de su lectura), más que una “tragedia de vacilación”, hay en Hamlet una “tragedia de impaciencia” o precipitación, en tanto pone de relieve la falta de tiempo en relación a un duelo no realizado. 5. O-phalos, según una localización de lectura también deudora de Ella F. Sharpe. 6. Se ve aquí otra diferencia con la tragedia de Sófocles: en las coordenadas modernas –no sólo en Hamlet; también en La Traviata de Verdi, o en la trilogía de Claudel– la mujer obstaculizada por el padre no es la madre; sino la otra que la madre.

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testimonia ya la degradación de su función. Pero hay aún otro reforzamiento del imperativo superyoico, cuando la nueva irrupción del ghost en la habitación de Gertrudis convalida de algún modo a esa madre sin lugar para la falta, que termina de desdibujar el semblante fálico del objeto perdido, dislocando el fantasma. Alineando ahora suscintamente las coordenadas que concurren en la determinación de la procastinación, observamos que se potencian entre sí. Comunidad de saber del hijo con el padre muerto e imposibilidad de dar tiempo al duelo en la madre participan de una misma incompatibilidad a la falta, con resultados de difuminación del objeto perdido encarnado en el falo y consiguiente desarticulación del fantasma. Es preciso remontar esa misma lógica en dirección contraria para dar con la clave del viraje que destraba el duelo, con efectos de relanzamiento del deseo y recomposición del fantasma: la escena del cementerio al regreso de Hamlet de su viaje a Inglaterra, cuando la tensión agresiva propia de la rivalidad imaginaria lo lleva hasta el “transitivismo” con Laertes, al oír a éste expresar de viva voz su dolor ante la tumba de Ofelia. Recién entonces, al emerjer de la tumba abierta llevando puesto, en cierto modo, el hueco de la falta, podrá Hamlet simbolizar el objeto en tanto perdido, en perspectiva de la falta del Otro. Que tal desenlace tenga en definitiva por costo la propia muerte indica el precio a pagar cuando el encuentro con los brillos de la identificación narcisista ha sido demasiado logrado. Es lo que subraya Lacan al destacar, de la mención por Hamlet del florete que habría de ser mortal (al inicio del enfrentamiento entre los dos amigos, a modo de halago por las dotes de esgrimista de su rival), su contigüidad por homofonía con feuille (hoja): “I’ll be your foil (yo seré tu florete), Laertes…”, leído en relación al brillo de la hoja (feuille) metálica que colocada bajo las piedras preciosas aumenta su brillo7 sanciona el valor fálico del objeto cuya imposible recuperación induce la Untergang del complejo de Edipo. En eso reside entonces la condición “moderna” de la tragedia en Hamlet: en su convergencia, en tanto duelo por el falo (“sólo estamos de duelo por aquél de quien constituíamos su falta),8 con una posición subjetiva hasta entonces no efectuada, que toca el fundamento (constituido como tal a partir del sepultamiento –ida al fundamento– del complejo de Edipo). Un fundamento cuya cicatriz (la castración simbólica, que articula una privación real) habrá de ser puesta a trabajar por cada pérdida ulterior, con vistas a enlazar los rasgos significantes de lo perdido a la falta del Otro en que ancla el sujeto ecuacionada al valor fálico de (una parte de) sí mismo, res(ins)taurando así la estructura del fantasma que la pérdida dejara temporariamente en vilo.

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EL HAMLET DE LACAN. EL DUELO POR EL FALO

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Resumen En tanto tragedia moderna, Hamlet marca una inflexión en la subjetividad. Si a la condición trágica de Edipo le es esencial el parricidio sin culpabilidad, Hamlet, enlazado a la falta del padre por un saber inconciente que el retiro de los dioses antiguos dejara vacante, sí experimenta culpa, a pesar de no haber cometido crimen alguno. Fue Lacan, con su “grafo” del deseo como herramienta de lectura, quien más a fondo abordó el recorrido que culmina en dicho resultado. Su lectura de Hamlet se centra en relación al Untergang (sepultamiento) del complejo de Edipo, en perspectiva no tan sólo de un duelo, sino de un duelo por el falo. Diverge en eso de la de Freud, para quien la determinación de que Hamlet no pueda matar a Claudio –su tío, y homicida de su padre– se enlaza a que éste ha hecho eso mismo que él desea; con un “deseo” que no por inconciente deja de estar ya constituido. Lacan apunta, en cambio, a la constitución problemática de ese deseo, mediante un trabajo (el duelo) que sólo tendrá lugar con el curso de los acontecimientos a lo largo de la obra. Así pues, Lacan lee en Hamlet no tan sólo una “nueva versión” del mito de Edipo, sino las condiciones de realización del acto, en el marco de una secuencia significante. Lo esencial de su giro de lectura sobre el clásico punto de vista freudiano y posfreudiano de la pieza se sostiene en el cambio de dirección de lectura del sintagma deseo de la madre como nudo problemático que obstaculiza el acto: el genitivo objetivo (deseo de Hamlet hacia la madre) bascula a subjetivo (deseo proveniente de la madre, esa mujer que de tan “genital” pasó a otro hombre sin dar un tiempo mínimo al duelo). Así pues, la hipótesis no es ya la de un mero impulso erótico hacia la madre, sino la antelación, para la constitución del deseo, del Otro materno. En la pieza, una madre sin tiempo posible para el duelo, partícipe de una misma incompatibilidad a la falta con el padre (que sabe de las condiciones de su propia muerte y pide al hijo que ejecute la venganza), con efectos de difuminación del objeto perdido encarnado en el falo; y la consiguiente desarticulación del fantasma. Sólo su recomposición, que supone simbolizar el falo como perdido (en la ocasión, en el entierro de Ofelia), permite retomar el trabajo de duelo, con la consiguiente ida al fundamento del complejo de Edipo, cuya cicatriz simbólica habrá de ser puesta a trabajar en cada nuevo duelo. DESCRIPTORES: SUBJETIVIDAD / DUELO / FALO / DESEO / MADRE / PADRE

Summary LACAN’S HAMBLET. MOURNING

FOR THE PHALLUS

As a modern tragedy, Hamlet signals an inflection in subjectivity. Whereas parricide without guilt is essential for the tragic condition of Oedipus, Hamlet, tied to the lack of a father by unconscious knowledge left vacant by the withdrawal of the ancient gods, does feel guilty although he has committed no crime. It was Lacan, with his “graph” of desire as a tool for reading, who most deeply followed the course which culminated in this result. His reading of Hamlet centers on the Untergang (burial) of the Oedipus complex, in the perspective not just of mourning but of mourning for the phallus. He differs from Freud, for whom Hamlet’s inability to kill Claudius

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–his uncle and his father’s murderer– is linked to the latter having done what he himself desires to do: to a “desire” that is unconscious but nonetheless already constituted. However, Lacan points out the problematic constitution of this desire, through work (mourning) which may only occur in the course of events throughout the play. Thus, Lacan reads in Hamlet not only a “new version” of the Oedipus myth but the conditions for the materialization of the act in the frame of a signifying sequence. The essential point to his twist of reading of the classic freudian and post-freudian view of the play is based on a change of direction in the reading of the syntagm mother’s desire, which is a problematic knot, an obstacle to the act: the genitive objective (Hamlet’s desire for his mother) swings to the subjective (his mother’s desire, a woman so “genital” that she goes on to another man without taking a minimum of time for mourning). Thus, the hypothesis is no longer simply an erotic impulse toward the mother, but the move forward, for the constitution of desire, of the maternal Other. In the play, a mother has no time for mourning and is the father’s accomplice in the same incompatibility with lack (the father knows the conditions of his own death and asks his son to execute his revenge), producing effects of fading of the lost object encarnated in the phallus; and the consequent disarticulation of the fantasm. Only its recomposition, which requires symbolization of the phallus as lost (in this case at Ophelia’s burial), allows him to take up mourning again, with the consequent arrival at the root of the Oedipus complex whose symbolic wound will need to be put to work with each fresh mourning. KEYWORDS: SUBJECTIVITY / MOURNING / PHALLUS / DESIRE / MOTHER / FATHER

DE

LACAN. O

LUTO PELO FALO

Enquanto tragédia moderna Hamlet marca uma inflexão na subjetividade. Se para a condição trágica de Édipo é fundamental o parricídio sem culpabilidade, Hamlet, submetido à falta inconsciente do pai, acha que os deuses antigos se afastaram deixando um lugar vazio e sente culpa apesar de não haver cometido nenhum crime. Foi Lacan, com seu “grafo” do desejo como ferramenta de leitura, quem abordou profundamente esse fato que culmina em dito resultado. A sua de leitura de Hamlet se focaliza na relação de untergang (sepultamento) do complexo de Édipo, como uma perspectiva não só de luto, mas de luto pelo falo. Isso diverge da teoria de Freud, para quem a determinação de que Hamlet não possa matar Cláudio - seu tio e homicida de seu pai- está entrelaçada ao fato de que este fez o que o próprio Hamlet desejava; que mesmo sendo um “desejo” inconsciente não deixa de ser um desejo. Lacan se inclina para a constituição problemática desse desejo, mediante um trabalho (o luto) o que só acontecerá ao longo da obra. Assim sendo, Lacan vê em Hamlet não só uma “nova versão” do mito de Édipo, mas também as condições de realização do ato, dentro de um marco de uma seqüência significativa. A guinada de sua leitura sobre o clássico ponto de vista da obra freudiana e pós-freudiana se apoia na mudança de direção de leitura do sintagma desejo da mãe como um nó problemático que obstaculiza o ato: o objetivo genitivo (desejo de Hamlet pela mãe) báscula o subjetivo (desejo proveniente da mãe, essa mulher que de tão “genital” entregase a outro homem sem respeitar o tempo mínimo de luto). Dessa maneira, a hipótese já

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não é a de um mero impulso erótico pela mãe, mas a antecipação para a constituição do desejo, do Outro materno. Na peça de teatro há uma mãe sem tempo para o luto, que participa de uma mesma incompatibilidade com a falta do pai (que sabe das condições de sua própria morte e pede ao filho que se vingue), com o objetivo de esfumar o objeto perdido encarnado no falo e a conseguinte desarticulação do fantasma. Só a sua recomposição, que pretende simbolizar o falo como perdido (no enterro de Ofélia), permite retomar o luto, com o conseqüente encaminhamento ao fundamento do complexo de Édipo, cuja cicatriz simbólica deverá ser trabalhada em cada novo luto. PALAVRAS-CHAVE: SUBJETIVIDADE / LUTO / FALO / DESEJO / MÃE / PAI

Bibiografía Lacan, J.: Seminario VI, El deseo y su interpretación. —: Seminario VIII, La transferencia, clase del 28/6/61. —: Seminario X, “La angustia”. Freud, S.: La interpretación de los sueños; Carta a Fliess del 15/10/97 Sharpe, E. F.: “The impatience of Hamlet”, en Collected papers on psycho-analysis. Allouch, J.: Erótica del duelo en la época de la muerte seca. (Este trabajo fue seleccionado para su publicación el 20 de noviembre de 2009.)

Resumo O HAMLET

EL HAMLET DE LACAN. EL DUELO POR EL FALO

REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 771-782

Hamlet en la perspectiva contemporánea *Marta Merajver-Kurlat

Al igual que las otras tragedias de Shakespeare, Hamlet no es una creación original, sino que proviene de una historia inserta en la Gesta Danorum [La gesta de los Daneses] escrita por Saxo Gramatico en el siglo XII. H. D. F. Kitto y C. S. Lewis, los críticos y estudiosos de Shakespeare más prominentes del siglo XX, arribaron a conclusiones diferentes de las de sus predecesores. Según estos autores, la obra no se trata de lo enigmático del personaje, sino de un hombre que atraviesa una experiencia: hombre y experiencia son, en este caso, inseparables. Se equivoca quien afirma que se trata de la imposibilidad de decisión, o de razones insondables por las cuales Hamlet, sabiendo lo que debe hacer, se rehusa a llevar a cabo la acción. Es, por el contrario, una obra sobre la muerte y la corrupción: la muerte se presenta tanto como un hecho físico cuanto como un terror metafísico, en tanto la corrupción se manifiesta bajo la forma del empecinamiento en rehuir la comprensión de lo que sucede, la sensualidad grosera, y la maldad deliberada. Antes de penetrar en el pensamiento consciente del protagonista, que domina la mayor parte de la obra, consideremos lo que en ella se desarrolla haciendo caso omiso de la visión de Hamlet a través de la cual se nos presenta. Se sabe que, en todas sus tragedias, Shakespeare define el ‘clima’, que no debe comprenderse como un trasfondo vagamente efectista, sino como parte integral de la estructura de los significados que construyen la obra. En Hamlet, con la economía que caracteriza al autor, se nos advierte de una fría oscuridad que “enferma el alma”. En la quietud que envuelve el comienzo, las voces suenan altas y aprensivas. Hay algo ajeno a lo humano en esta atmósfera, que pronto va a hacer contraste con el brillo, la pompa, y la autocomplacencia de la corte de Claudio. En este co-

* Dirección: Santiago del Estero 690, Piso 1, Depto. “D”, (C1075AAN) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. [email protected]

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mienzo oímos hablar de, para luego ver, el espectro de un muerto. Es necesario enfatizar que la ‘fórmula’ que rige a Hamlet no es “un hombre que debe vengar la muerte de su padre”, sino “un hombre a quien un espectro le ha transmitido un mandato”. Mientras que en otras tragedias del mismo autor muchos de los personajes piensan en la muerte, ninguno reflexiona sobre lo que significa estar muerto. En cambio, en Hamlet el espectador mismo no puede evitar estos pensamientos, ya se trate en términos de lo que ocurre con el cuerpo o con el alma. El espectro del muerto –por tanto, la muerte– desencadena la acción, que finalmente arrastra otras ocho vidas. El recuerdo de aquella primera muerte se encuentra fresco todo el tiempo, desde la primera escena, pasando por la imitación llevada a cabo por los actores, y por la pregunta retórica formulada por Fortinbras al final. Se ejemplifica lo inescapable de la muerte en frases como “tu padre perdió un padre que a su vez perdió el suyo”; el tema que hace ligazón es la muerte del padre. La de Polonio, por ejemplo, expresada en el entierro secreto y compuesta de polvo; en la locura de sus canciones, Ofelia mezcla muerte y sexo, y la elaborada descripción de su muerte en el agua no ahorra detalles. Sobre esta estructura sobresale la escena con los cavadores de tumbas, y los nombres de personajes vulgares y sobresalientes compartiendo un mismo destino. Entonces, por un lado la muerte no da respiro; por el otro, la vida en este ambiente se vive con una autoafirmación vigorosa y brutal. En este mundo al que Hamlet se enfrenta, los hombres, en tanto género humano, saben bien lo que quieren: hartarse de comida y bebida, de sexo, y de poder, tres elementos que obliteran la inevitabilidad de lo que sobrevendrá tarde o temprano. La corrupción moral es notoria, e incluye el asesinato, pero aun antes de enterarnos de que Claudio es un asesino, es evidente que el autor pretende que observemos algo repulsivo en él desde su primera aparición, y esto se desprende de su primer parlamento, compuesto a la manera de Belial, uno de los demonios de Milton en su Paraíso Perdido. No necesitamos enterarnos de lo que Claudio pudo haber hecho antes de conocerlo para reaccionar malamente ante su actitud. Ni la eficacia con que conduce la política del reino ni su ostensible bondad hacia su sobrino logran borrar esa primera impresión negativa. Por añadidura, su matrimonio, incestuoso según la religión vigente, ha sido aprobado unánimemente por el Consejo del Reino. En toda la corte no se levanta una sola voz de protesta contra este acto de corrupción suprema, a excepción de la de Hamlet, ni sería lógico esperarlo, puesto que la vida en el palacio se nos muestra compuesta de placeres groseros y vulgares, en los que encuentran lugar la ceguera moral e intelectual de Polonio, el servilismo de Rosencrantz y Guildenstern, la bajeza de Laertes al aceptar la ayuda del veneno para asegurarse la victoria en REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 771-782

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duelo, y la banalidad sin seso representada por Osric, introducido por Shakespeare en el clímax de la tragedia para algo más que aliviar la tensión dramática. Éste es el mundo que apaña la sensualidad otoñal de Claudio y Gertrude. “Algo está podrido en Dinamarca”, lo cual significa que la humanidad, en este recorte realizado en la tragedia, no sufre de un mal específico, sino del Mal, como principio opuesto al Bien. Con toda su truculencia, Hamlet no es un despliegue de horrores, sino el efecto de tales horrores en un tipo particular de conciencia. Aquí radica el mayor interés, y la pregunta tantas veces formulada (¿por qué no termina de decidirse?) se encuentra por completo subordinada a una pregunta más amplia e inclusiva: ¿Qué impacto produce en la conciencia de Hamlet ese mundo al que se tiene que enfrentar? La supuesta parálisis que lo detiene deriva del hecho que la concentración exclusiva en el mal, a su vez, corrompe. Corrompe la voluntad, la noción del deber, y el ordenamiento de los valores. En este mundo donde todos parecen haberse apartado del camino recto, vigilándose mutuamente, espiándose, complotando, en medio de angustias que los torturan, el príncipe no sería la excepción. Pero, como la atención no se aparta de la senda tortuosa emprendida por un personaje tan superior a los demás, la obra finalmente se convierte en un examen impiadoso del problema de la conciencia y de la propia identidad. Por ello la línea que todos recordamos: “Ser o no ser, he ahí la cuestión”, aunque jamás nos pondremos de acuerdo sobre su significado. El clímax del primer movimiento es el encuentro entre Hamlet y el espectro. Parecería, sin mucho análisis, que Shakespeare se cuida de mantener el estatuto del espectro más o menos neutral. Quienes hablan de él lo hacen en tales términos que los espectadores no pueden menos que preguntarse si se trata de un espíritu ‘bueno’ o ‘malo’. En un análisis cuidadoso, es posible concluir que, aun si las razones del espectro son ‘buenas’ o ‘justas’, no hay ambigüedad en la tentación que le presenta a Hamlet pidiéndole que se asome y contemple, horrorizado y fascinado a un tiempo, un abismo rezumante del mal. Como tal, el mal es bien real, y Hamlet retrocede ante él con violencia (“Oh que esta carne demasiado, demasiado sólida se disuelva” y las líneas siguientes). La pregunta es cómo hará para vérselas con este mundo, no en la acción, sino dentro de su propio ser. El mandato del espectro le exige concentrarse en el mal, y Hamlet se rinde ante este mandato: no ante el pedido de venganza, sino ante el concentrarse en el mal. Al responderle que olvidará todo, y que sólo el mandato vivirá en su cerebro, es estremecedora la magnitud de ese ‘todo’, puesto que significa que Hamlet no sólo ve el mal que lo rodea, no sólo lo detesta y lo rechaza, sino que permite que lo que ha visto active algo en su interior, algo

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que bien podríamos llamar su ahora sensación de corrupción, que le produce ese estado de inercia del que es el primero en sorprenderse. Hasta aquí, los críticos. Ahora mi palabra. Sin duda sólo hemos empezado a devanar la madeja, pero no se comprende una obra de esta magnitud después de una sola lectura, sino que muchas lecturas esparcidas en el tiempo van decantando sentidos que nos conforman más que otros. Me interesa insistir en este aspecto muy poco tomado en cuenta del mal. En las lecturas e interpretaciones posteriores a la segunda mitad del siglo XX, cuando las grandes religiones perdieron la dimensión con que fueron creadas y sostenidas, pasando a convertirse en ritos sociales, en mitos modernos, o en formas supersticiosas de la ignorancia, se perdió también la comprensión de un mundo que creía firmemente en los dos poderes rectores del universo; es decir, los principios antagónicos e igualmente poderosos del bien y el mal como agentes supremos del hacer del hombre. Las palabras que los designan y los conceptos que ellas traducen se banalizaron hasta alcanzar el vaciamiento de su significado, y no es fácil para las últimas generaciones ponerse en la piel de los creyentes de otros tiempos. No debe entenderse que estoy pidiendo ‘fe’. Yo misma la veo como un hecho fenoménico, como un objeto de observación. Sin embargo, no es posible leer estas obras haciendo a un lado lo que preocupaba al hombre en el momento en que fueron escritas. Si no hay registro de la fuerza con que la convicción de aquellos tiempos animaba el pensamiento, todo análisis se desvía de la preocupación esencial que guió la escritura. Parafraseando al gran historiador Arnold Toynbee, de quien tuve el honor de ser discípula, y que afirmaba que es imposible comprender la era atómica con una mentalidad pre-atómica, digo que es imposible comprender la lógica de la tragedia isabelina con una mentalidad post-isabelina. Se requiere el esfuerzo de retroceder en el desarrollo de las creencias –de la falta de creencias– para sumergirse en la aproximación, y sólo en la aproximación, de lo que Shakespeare intentaba transmitir reduciendo la totalidad de su tiempo a un lugar y unos personajes arquetípicos que la representaban. Todo autor pretende dar testimonio de su época. Todo análisis literario debe tener en cuenta ese contexto. Ésa es la roca donde se apoyarán los estudios del lenguaje elegido, de las formas poéticas, de las transmutaciones lingüísticas, de las pasiones en juego, para recién después extrapolar las nuevas ciencias y buscar otros sentidos ajenos a la literatura propiamente dicha. Comenzar al revés es muy mala idea, pues lleva a servirse de un propósito transparente dentro de una lógica encuadrada en un tiempo acotado para dar cuenta de otras problemáticas sostenidas por un afán de ejemplificar los conflictos de hoy rebanando la base sobre la que se construyó la obra original. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 771-782

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Hamlet, al igual que el resto de las grandes tragedias, sigue viva en cualquier clase social de todo tiempo... si aislamos los conflictos que presenta. Pero si la despojamos de la preocupación moral, de la lucha interna entre el Bien y el Mal, y de las manifestaciones externas que la lucha producía entonces, no estamos leyendo la obra real, sino los espejos que quisieron reflejarla fuera del campo literario. Espejos esclarecedores y bienvenidos, desde luego, pero no si ignoran o reniegan de la imagen original. En Hamlet, mediante la exploración de lo que algunos llaman ‘estado de ánimo’ y otros ‘conciencia’, se revelan, mediante el lenguaje, la razón, la emoción, la actitud hacia el mundo (los otros) y la actitud hacia el yo, constituyendo una síntesis. Al igual que ocurre en el mito, la obra en verso se basa en la percepción intuitiva de lo más recóndito de las pasiones y los motivos humanos, ocultos en las profundidades de la mente, aunque Jung diría que se trata del inconsciente colectivo. En una época en que nada parece válido si no se lo comprueba a través de algún método científico/pseudo-científico, es necesario contrarrestar el intelecto ejerciendo una lectura poética e imaginativa, porque no es a través del pensamiento racional que se aprehende toda la riqueza de la obra. Si bien los contenidos sociopolíticos y morales están a flor de letra, en la superficie de la escritura, la poesía, como forma compuesta por los tropos o figuras retóricas, es la que revela en el nivel profundo los abismos oscuros de motivaciones que no pueden formularse en lo pedestre de la prosa. En las traducciones, donde el que trasvasa de un idioma a otro se ve obligado a sacrificar algo, evidentemente lo que queda sacrificado es la poesía (la forma), y lamentablemente eso contribuye a que se pierdan parte de los contenidos. Pero si se optara por lo contrario, el daño sería mayúsculo. Cito una crítica que se hizo a la conservación de la forma poética por sobre el contenido conceptual, expresada irónicamente de este modo: Tomando una vara de membrillo, Le propinó tremendo golpe en el tobillo. Menos mal que no era de enebro, Pues si no se lo daba en el cerebro.

Este autor español, cuyo nombre se me escapa, llama la atención sobre cómo la elección de una palabra (membrillo, por caso) va a subordinar las restantes elecciones en función del verso. Al respecto, y aunque no estoy de acuerdo con mucho de lo que postula, es ilustrativo un libro de Umberto Eco llamado Decir casi lo mismo. Pensemos que si ya en una

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versión original, por la particular relación del hombre al lenguaje, no es posible decirlo todo, el resto no dicho de las traducciones deja agujeros enormes. Y esto es lo que hay que salvar permitiendo que el texto se absorba por las emociones antes que por la razón. Como humanos que somos, parecería que no podemos evitar juzgar a los personajes de ficción, tal como lo hacemos con los seres de carne y hueso. No puede pedírsele al lector/espectador que suspenda la función del juicio, pero sí que use de todos los elementos que la obra le proporciona para potenciar el veredicto. Mientras que en la gran mayoría de las tragedias, clásicas o no, se ve claramente cuál es la causa y cuál el efecto, aun cuando la causa la tengamos que buscar fuera del texto, en los mitos que lo sostienen, en Hamlet es muy difícil separar ambos elementos. Se aprecia, en efecto, un movimiento de apartamiento, repugnancia, renuencia, por parte del protagonista, pero no estamos seguros de si dicho movimiento es el efecto de lo que presencia, la causa desencadenante de su destino, o ambas cosas a la vez. T.S. Eliot, poeta, ensayista, y autor de magníficas comedias dramáticas en verso, ha dicho que la reacción de Hamlet “es exagerada ante los hechos que se presentan”. Lo cierto es que no llega a equilibrarse con movimientos hacia lo positivo, hacia la vida, y se acepta compulsivamente el camino de la muerte, que si bien es inevitable, no tiene por qué ser buscado a destiempo. La ominosa repetición del juramento de ‘recordar’ que Hamlet hace al espectro borra todo lo demás, y la negación de la existencia de ese todo incluye su actitud hacia la muerte. L.C. Knights piensa que “el temor excesivo a la muerte a menudo expresa el temor a la vida”. Es interesante volver sobre el monólogo en el que Claudio dice: “Sí, pero morir y no saber dónde vamos”. No es que Claudio manifieste dudas religiosas, sino que lo atormentan, por un lado, la descomposición del cuerpo si es que el alma o estado de conciencia no lo abandona de inmediato –y no hay modo de saberlo– y, por el otro, a cuánta misericordia divina tendrá derecho si se arrepiente. ¿Purgatorio o Infierno? No hay otro lugar donde ir en su contexto. Hamlet, por su parte, muestra una actitud ambivalente. Hay negación y fascinación en el proceso de corrupción del cuerpo (escena del cementerio, línea en la que afirma que Polonio está ‘en la cena’ –siendo comido por los gusanos, pues ya está muerto, de modo que Polonio es la cena). El famoso monólogo de “Ser o no ser” está construido sobre dos metáforas contrastantes: la vida, entendida como una fuerza hostil, con el poder infinito de infligir dolor, y la muerte, que relaja la tensión, pues cuando te abandonas a la muerte ya no es necesario luchar. Si el mundo se concibe como enteramente hostil, hay que estar siempre a la defensiREV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 771-782

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va y someterse al dolor. ¿Cuál es el límite de tolerancia? Me atrevo a decir que Hamlet se suicida, aunque no por su propia mano. En tanto manifiesta el deseo de retraerse de una etapa adulta de la conciencia, su vida, vaciada de significado, le indica que lo mejor es aceptar la muerte. Confrontado al par complementario vida-muerte, Hamlet compara, sin poder tomar partido. Esta duda fundamental, mucho más importante que la vida-muerte del otro (Claudio), explica el porqué de la vigencia de la obra. Se la ha visto como una imagen de la modernidad, del alma sin creencias sólidas, errante, causando finalmente la catástrofe que arrastra a otros y a sí mismo. Una lectura posmodernista sería sin duda diferente. El posmodernismo –no se asombren– es creyente. Creyente en la materialidad, en la perpetuación de la juventud, en la independencia del individuo respecto del entorno, en la mutación constante. Es otro tipo de creencia, pero tiene bastante éxito en alejar la sombra de la muerte. Hamlet, para su desgracia, era un intelectual. Un intelectual en el verdadero sentido de la palabra, no uno de los así llamados por el marketing de la ‘cultura’. Lo que digo es que su única herramienta para conectarse consigo mismo y con el mundo era el intelecto. Este tipo de personalidad queda en estado de vulnerabilidad pura ante el shock emocional, pues no sabe qué hacer con él. En la relación que sería dable esperar entre el pensamiento y el sentimiento, habría que buscar en el texto la falta de respuesta del intelecto ante ciertos aspectos de la vida emocional. La explosiva escena con la madre es una clave para inferir que cuando el intelecto de esta personalidad queda descolocado porque la escena se juega en el campo de las emociones, es suplantado por la ira ciega. Esto se condice con la observación anterior acerca de la retracción de la etapa adulta. En otras palabras, la reacción, aun si incluye la violencia extrema –o por eso mismo–, es infantil. En esta obra, las emociones dominantes, aquellas con las que no se sabe qué hacer, son activadas por shocks específicos, pero no pueden atribuirse sólo a los shocks. El gran escritor ruso Ivan Turguenev, inscripto en la corriente del realismo ruso del siglo XIX y seguidor de Hegel, afirmó que “Hamlet es analítico y egoísta, y el escepticismo personificado. Vive para sí mismo. Como todo egoísta, no se tiene fe, pues la fe sólo puede ponerse en el afuera y en el arriba. Y sin embargo se aferra a su yo, el yo en el que no cree, el centro al que siempre retorna porque no puede aferrarse a un afuera. Lo que en verdad sopesa es su posición estratégica, no su deber”. Es evidente que, recordando lo que hemos dicho del juicio del personaje, para Turguenev Hamlet es culpable de crímenes morales, ante los cuales este autor no muestra ninguna piedad. Otros autores, sin disentir con la opinión citada, agregan que esta visión desecha dos hechos fundamentales que el texto transluce, como el

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genuino dolor ante la pérdida y la genuina pasión revulsiva contra el Mal, dos elementos que el intelecto no puede tramitar. Max Plowman, por su parte, toma una posición menos severa cuando dice que Hamlet se ha elevado por sobre el puro instinto, que es el nivel en el que viven quienes lo rodean, y donde la venganza es natural de por sí, pero no ha logrado alcanzar un grado suficientemente pleno de conciencia. Hay que aclarar aquí que Plowman es producto de la primera mitad del siglo XX, y por lo tanto, contaminado por el psicoanálisis. Sin embargo, vale la pena enterarse de lo que dice: “Cuando nos ocupamos de la conciencia objetiva, nos damos cuenta que nadie vive para sí mismo. Sabemos que la vida es la interacción entre sujeto y objeto, y que un individuo totalmente aislado no vive; sólo existe, en tanto el completo aislamiento es la falta de interacción con todo aquello externo al yo”.

Hamlet, al ver de muchos, se encuentra en “el más ingrato de todos los estados”. La línea pertenece a la obra, y se interpreta como que se ve a sí mismo en el rol de una conciencia inmersa en un mundo sin conciencia (moral, en ambos casos). Su dilema más profundo es que todo lo que lo ofende y lo asalta desde el afuera y el adentro, incluida la repugnancia ante la crudeza de la sexualidad –nada más lejos del intelecto– es algo con lo que finalmente cualquier individuo necesita reconciliarse y construir a partir de ahí. Es característico de los personajes trágicos de Shakespeare que se vean obligados a enfrentarse con cosas que, mínimamente, los avergüenzan intolerablemente. En el caso de Hamlet, cuando son sus propios actos los que deberían llevarlo a la reflexión y al arrepentimiento, una vez sumergido en la corrupción en la que lo precipitó su promesa al espectro paterno, va a encontrar siempre el modo de sacudirse la culpa o responsabilidad, que es un modo de evitar la vergüenza. Esto se ve claramente en los parlamentos que siguen a la muerte de Polonio, en el que dedica a Laertes en el entierro de Ofelia, y en el terror que llega a inspirar a su madre en la escena de la alcoba, al punto que ella teme que la mate. No está de más recordar la edad del personaje. Por todo lo que hemos leído en la obra misma, por los temores que padece, por la actitud autoexculpatoria, por el horror que le produce lo que el sexo ‘tuerce’ en la mujer, especialmente en la madre, imaginamos que se trata de una persona muy joven. Pero hete aquí que el personaje tiene treinta años. Detenido en algún momento anterior –en el momento del pleno desarrollo del intelecto, no acompañado por el de las emociones– se siente fascinado por lo mismo que condena. Las emociones (que las tiene, como cualquier ser humano, sólo que no han encontrado su rumbo y giran en el vacío) hacen que se refugie en ‘poses’. El indignado, el loco, el filósoREV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 771-782

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fo, el conspirador, el cretino (respecto de Ofelia). Los momentos de sinceridad auténtica aparecen en los monólogos y en los diálogos con Horacio. Todo lo demás es melodrama, calculado, y actuado para dos públicos: los otros personajes, y el que llena el teatro. ¿Por qué? Porque, creo, se va probando las emociones como trajes, a ver con cuál se siente más cómodo, en la medida en que todas le han caído de golpe y no hay experiencia previa. Hamlet, arrojado al mundo real, no se encuentra. Entonces, retomando la pregunta acerca de cuál es el verdadero problema aquí, no hay más remedio que recurrir a la cuestión de los valores. La muerte es un no valor; la vida, tal como se vive en el mundo corrupto, también. Ahí se plantea la pregunta por el ser, por la esencia del ser. ¿Ser para qué? Vamos a darle otra vuelta a la cuestión de la existencia intelectual. El poeta y filósofo S.T. Coleridge, autor de un bellísimo artículo sobre Hamlet, dice que “sólo un hombre capaz de sentimientos profundos puede producir pensamientos profundos, puesto que toda verdad se presenta como revelación”. Claramente, la revelación no proviene de la lógica aristotélica. Para resumir su teoría, el conocimiento es función del ser; de lo que somos se deduce lo que sabemos. Si Hamlet no es, sino que existe en un plano intelectual, todo su sistema de pensamiento gira en el vacío, y no alcanza el conocimiento propio ni ajeno. Antes de hacer, necesita conocer/saber, que en inglés son la misma palabra. Respecto del tema que los convoca a ustedes, Hamlet no es precisamente una obra sobre el amor, sino sobre las desviaciones y estragos de amores que el texto no explicita. Dos leit motiv dan cuenta de esto. Uno es el incesto, que se presenta con relación al matrimonio de Gertrude con su cuñado, en la actitud de Laertes hacia su hermana, a quien se dirige en términos de una connotación sexual innegable, y cuyo cuerpo muerto toma en sus brazos arrojándose a la fosa, y en Hamlet mismo, a través de la manera obsesiva en que se tortura imaginando la vida sexual de su madre con el nuevo esposo. El otro es la misoginia, importante factor inhibidor de las relaciones de Hamlet con las dos mujeres de la obra. Hamlet ha desarrollado una asociación entre la sexualidad femenina y la corrupción moral, y ello explica, en parte, su violencia hacia Gertrude y Ofelia. El personaje de Ofelia es, paradójicamente, uno de los más lineales entre los/las protagonistas de las tragedias a la vez que, probablemente, el más enigmático. En algún momento, antes de partir del reino, Hamlet la amó. Y quizás habría podido seguir amándola, refugiándose en ella, si ella no fuera una hija obediente que accede a sonsacarlo por orden de Polonio, su padre. Hay que decir aquí que tanto su padre como su hermano siempre descreyeron del amor de Hamlet, que tomaban por simple lujuria, y que le llenaron los oídos a la muchacha con advertencias de

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no resignar su virginidad antes de asegurarse el anillo de bodas. De todos modos, a Polonio le importaba poco la cuestión del amor y mucho la del anillo, pues el casamiento de su hija con Hamlet la habría llevado eventualmente al trono si todo fluía normalmente, en cuyo caso el simple consejero se habría convertido en suegro del rey. Dijimos antes que cierta fijación en las ideas de Hamlet explicaba, en parte, su actitud violenta. Veamos otro aspecto en el que ésta se sostiene. Hamlet hace una generalización sobre las mujeres a partir de la conducta de su madre: si Gertrude se conduce como una prostituta, todas las mujeres lo son, y las peores son las que se escudan tras una apariencia inocente y pura, cual sería el caso de Ofelia. Siguiendo este razonamiento, toda prostituta tiene un proxeneta. El de Ofelia es su propio padre, a quien Hamlet evidentemente ha escuchado aconsejarla para que use sus encantos a fin de obtener la información que interesa al rey. Y Hamlet le tira a Polonio la palabra “fishmonger” a la cara, aunque siendo el consejero poco avispado para comprender las metáforas, no percibe el insulto. Kay Stanton, en un ensayo titulado Hamlet’s Whores [Las prostitutas en Hamlet], dice lo siguiente: “[...] Lo que parece enfurecer a Hamlet cuando envía a Ofelia al burdel (la palabra ‘nunnery’, mal traducida como ‘convento’) es que ella ha puesto su amor y sentido del deber en otro hombre –su padre– tal como Gertrude ha preferido a su nuevo esposo, olvidando la devoción que Hamlet entiende le debía al difunto rey. Gertrude elige a un hermano antes que a un Hamlet padre muerto, y Ofelia elige a un padre antes que a un Hamlet hijo vivo. A los ojos de Hamlet, ambas opciones aparecen como perversiones sexuales en tanto se trata, en todo caso, de ‘incestos’”.

Algunos autores suponen, tal vez con razón, que la lascivia de las canciones de Ofelia cuando ya ha perdido la razón señalan que sí entregó su virginidad a Hamlet en algún momento anterior al tiempo de la tragedia. ¿De dónde, si no fue así, conocería la muchacha estos temas? Si esto fuera cierto, reforzaría el argumento que alimenta la furia del príncipe, pues ella también se ha entregado como una prostituta, rebajándolo a él al papel de simple ‘cliente’. Visto desde Ofelia, que se nos presenta como un objeto pasivo de uso y abuso por parte de los hombres que debían protegerla en función del amor, ella los ama a todos, y no alcanza a resolver las traiciones de las que es objeto más que en la vía de escape que le ofrece el aislarse de la realidad que la destroza. En cierto sentido, y para llevarla al colmo de la incomprensión, los tres hombres de su vida la abandonan, pues su padre muere asesinado y su cuerpo es escamoteado de los ritos funerarios, su hermano está ausente cuando más lo necesita, y Hamlet se desentiende

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de ella con una crueldad lacerante, y creo yo que en la ambivalencia entre el odio nuevo y algún vestigio del amor antiguo que desea apartarla de él, hacerse odiar a su vez, para que no la lastime el destino que él ha asumido para sí. A modo de consuelo, pues en mi opinión nuestra búsqueda del amor en Hamlet nos ha mostrado aspectos muy poco amables, digamos que existe una relación de afecto/amor entre Hamlet y Horatio. Sin embargo, Horatio es una necesidad escénica, una creación magistral de Shakespeare para mediar los desbordes de Hamlet ante el público, de modo que éste, confiando en la cordura de Horatio, no se vuelva contra Hamlet, descartándolo como a un ‘loco’ desde el inicio mismo. Él se describe a sí mismo como ‘más un antiguo Romano que un Danés’, es un filósofo, y funciona al modo de un testigo dispuesto a relatar los hechos al mundo. Dentro de la relación misma, Hamlet y Horatio no son pares. Hamlet lo admira y se confía solamente a él; es su ‘cable a tierra’. Horatio ejerce una función semejante a la de un hermano mayor, y su mayor dolor reside en no poder apartar a Hamlet de la muerte que viene buscando con tal insistencia que finalmente la encuentra. Vamos terminando. En una síntesis casi grosera, hemos visto los avances y retrocesos de un personaje perdido en sí mismo y en el mundo que le tocó vivir, pero que hacia el final de la obra ‘encuentra el camino’, o la respuesta, y actúa en consecuencia. Para puntualizar cómo encarar esto, convengamos en que el camino o el acto necesariamente conducen a un fin trágico, o nos equivocamos de género. Un principio fundamental de la tragedia Shakespiriana, y de cualquier obra de arte, es que las partes no significan sino con relación al todo. En el caso particular de Shakespeare, todas las escenas en las cuales sus héroes trágicos encuentran la muerte contienen una dosis de misterio que desafía lo racional. Esto, si las desligamos de lo que ocurrió antes, pues siempre son finales anunciados desde el principio, y debemos aplicar la regla de la comprensión retroactiva. El personaje del que se trate, y en este sentido todos son iguales, llega a la muerte en el preciso momento de la revelación, llamada por algunos autores madurez, que descorre el velo del error o falta fatal que lo venía cegando hasta entonces. El Hamlet que ahora sí, al final, está dispuesto a matar y a desempeñar el rol del vengador, está también dispuesto a morir. No a una cosa o la otra; a ambas. Dejo a ustedes pensar y tratar de dar cuenta de por qué debe ser necesariamente así.

DESCRIPTORES:

HAMLET /

KEYWORDS: HAMLET /

LITERATURA

LITERATURE

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PALAVRAS-CHAVE: HAMLET /

LITERATURA

Bibliografía Coleridge, S. T.: “Recorded by me”, en Lectures and Notes on Shakespeare and Other English Poets. George Bell & Sons, 1904. (La conferencia fue Dictada en 1918). Eliot, T. S.: “Hamlet and His Problems”, en The Sacred Wood Essays on Poetry and Criticism. Methune, 1921. Kitto, H. D.: Form and Meaning in Drama: A Study of Six Greek Plays and Hamlet, 1964 (no se menciona editorial) Knights, L. C.: Some Shakespearean Themes & An Approach to ‘Hamlet’. StanfordUniversiy Press, 1960/1961. Lewis, C. S.: Hamlet, The Prince or The Poem. Folcroft Library Editions, 1973. Plowman, Max: “Some Values in Hamlet”, en Hamlet & Other Shakespearean Essays, L. C. Knights. Cambridge University Press, 1979. Turgenev, Ivan: Hamlet & Don Quixote: An Essay. Folcroft Library Editions, 1975. Stanton, Kay: “Hamlet’s Whores”, en New Essays on Hamlet. AMS Press, 1994.

(Este trabajo fue seleccionado para su publicación el 22 de noviembre de 2009.)

REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 771-782

REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 783-799

Reseña de la vida y obra de Sandor Ferenczi *Juan Carlos Weissmann

Sandor Ferenczi, el terapeuta de los casos difíciles, el “gran visir del psicoanálisis”, el primer titular de una cátedra de Psicoanálisis, el que por sí mismo sustituye una sociedad (Freud, 1914), nació en 1873 como octavo hijo de doce de una familia judío-polaca que emigró a Hungría. Su padre, quien fuera adepto a los revolucionarios liberales en el año1848, colaboró activamente con dicho movimiento y con dieciocho años se alistó en el ejército de voluntarios, que combatían por la independencia de Hungría contra los Habsburgo. Tras la capitulación en 1879, cambió el apellido familiar Fraenkel por el magyarizado Ferenczi, obtuvo la autorización para abrir una librería en Miskolez (pequeña ciudad en el Norte de Hungría) y, durante los años de represión luego de la revolución, se convirtió en editor underground del movimiento de resistencia. Por los estímulos recibidos, los intereses de Sandor fueron múltiples, tanto musicales como literarios. A los diecisiete años comenzó sus estudios de medicina y luego de su graduación se instaló en Budapest. En sus comienzos dentro de la medicina, trabajó en el Hospital San Rochus como médico externo de la sección de prostitutas. En 1900 llegó a la unidad Neuropsiquiátrica del Hospital de pobres San Elizabeth y en 1904 a la Policlínica de una caja de seguros cooperativos. Posteriormente abrió su práctica privada como médico general, además trabajó como neuropsiquiatra y como psiquiatra experto en el Departamento de Justicia. Ejerció la medicina general hasta 1910, año en el que se volcó exclusivamente al psicoanálisis. Siempre fue el preferido de su padre, al que perdió a los quince años. Debido a las circunstancias que le tocaron vivir, idealizó a su padre, mantuvo una relación intensamente ambivalente con su madre y adquirió un fuerte complejo fraterno.

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Cuando contaba treinta y cuatro años de edad, en 1907, conoció a Sigmund Freud y se estableció entre ellos una relación muy estrecha y fructífera, sostenida tanto en forma personal como a través de una correspondencia muy extensa y profunda que abarcó la temática personal, social, familiar y, por supuesto, científica. Ferenczi se analizó con Freud durante tres períodos: 1) En octubre de 1914, análisis que fue interrumpido ya que Ferenczi fue convocado a las fuerzas armadas. 2) Desde el 14 de junio hasta el 5 de julio de 1916, y 3) durante dos semanas a partir del 26 de setiembre de 1916. Resalto dos referencias a Ferenczi efectuadas por Freud en 1914: “Hungría tan próxima a Austria geográficamente, pero tan alejada en lo científico, solo ha proporcionado un colaborador: Sandor Ferenczi, pero un colaborador que por sí solo vale lo que una sociedad” (Freud, 1914).

Más adelante, en 1933, en la nota necrológica sobre Ferenczi, escribió: “… algunos artículos de Ferenczi han convertido en alumnos suyos a todos los analistas” (Freud, 1933).

Ferenczi falleció en 1933 a consecuencia de anemia perniciosa. Me permito recordar brevemente algunas de sus posturas e intereses. Por ejemplo, en “Psicoanálisis y pedagogía” (Ferenczi, 1908) opinó que “... la pedagogía actual constituye un auténtico caldo de cultivo para las neurosis más diversas. Pero el psicoanálisis de nuestros enfermos nos conduce, a pesar nuestro, a revisar también nuestra propia personalidad y sus orígenes; estamos convencidos que incluso la educación guiada por las más nobles intenciones y realizada en las mejores condiciones (fundada sobre principios erróneos aún en vigencia) ha influenciado nocivamente y de múltiples maneras el desarrollo natural […] La neurosis y el egoísmo hipócrita son el resultado de una educación fundada sobre dogmas que olvida la autentica psicología del hombre; y en cuanto a lo último, no es el egoísmo lo que hay que condenar, porque sin él no existiría ningún ser vivo, sino la hipocresía, que constituye uno de los síntomas más característicos del hombre civilizado contemporáneo”.

En 1910 (publicado en 1911) Ferenczi presentó en el Segundo Congreso de Psicoanálisis de Nürenberg, su propuesta de reunir en una asociación internacional a todas las personas que practicaban científicamente el psicoanálisis. En esa ocasión resaltó:

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“Sin duda respondo afirmativamente, y me atrevo a decir que nuestra actividad será más beneficiosa si no se organiza. Conozco bien la patología de las asociaciones y sé perfectamente que a menudo en los grandes grupos políticos, sociales y científicos reinan la megalomanía pueril, la vanidad, el respeto a fórmulas vacías, la obediencia ciega y el interés personal, en lugar de un trabajo concienzudo consagrado al bien común. Las asociaciones, tanto en su principio como en su estructura, conservan ciertas características de la familia…” (Ferenczi, 1911a).

Desarrollando luego la comparación con Tótem y Tabú (Freud, 1913). En 1919 escribió “La técnica psicoanalítica”, en cuyo cuarto capítulo, “Dominio de la contratransferencia” (Ferenczi, 1919), planteó los pasos sucesivos por los que transitan todos los analistas para dominar su propia contratransferencia. En primer lugar mencionó la euforia; luego la resistencia a la contratransferencia y, por último, el dominio de la misma. Son numerosos los trabajos en que efectuó observaciones clínicas de diverso tipo respecto a síntomas, tanto como a patologías determinadas; pero fundamentalmente nunca dejó de lado al analista, prestando atención a la influencia que éste ejerce sobre el paciente (Ferenczi, 1919). Partiendo de los consejos de Freud y del modo en que lo analizó, describió la “técnica activa” (Ferenczi, 1919), luego sus limitaciones, sus prolongaciones (Ferenczi, 1921) y por último sus contraindicaciones (Ferenczi, 1926). En Perspectivas del psicoanálisis (Ferenczi, 1924), insistió sobre el descuido, dentro de la literatura psicoanalítica, del factor técnico-terapéutico en contraste con el desarrollo de la teoría. Partiendo de “Recuerdo, repetición y elaboración” (Freud, 1914), se refirió al factor repetitivo considerando que éste constituía lo esencial del revivir y como, muchas veces, el mero recordar resultaba insuficiente. Luego revisó trece errores frecuentes en los tratamientos psicoanalíticos, que considero mantienen actualidad. Incansable en su estudio, su investigación continuó hasta el fin de sus días presentando trabajos respecto a la técnica. Así lo hizo en “El problema del fin del análisis”, “La elasticidad de la técnica psicoanalítica”, “El proceso de la formación psicoanalítica” (Ferenczi, 1928a, 1928b, 1928c), “Principio de relajación y neocatarsis” y “El tratamiento psicoanalítico del carácter” (Ferenczi, 1930a, 1930b), “Confusión de lengua entre los adultos y el niño” (Ferenczi, 1933). A esto podemos agregar sus notas, que fueron publicadas en su “Diario Clínico” (Ferenczi, 1932), con muy valiosos aportes y experiencias. Por los comentarios y trabajos que Freud y Ferenczi realizaron, muchos en estrecha colaboración, podemos suponer con bastante convicción

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que ninguno superó la relación transferencial-contratransferencial, a tal punto que años después de la muerte de Ferenczi, Freud aun escribió trabajos sobre lo acontecido en la relación entre ambos (Freud, 1937). Por su parte, Ferenczi, tuvo muchas dificultades para desplegar su personalidad frente a Freud sin provocar su intolerancia (Haynal, 1988). El trabajo conjunto no significó que estuvieran en un todo de acuerdo. La historia nos demuestra ciertas controversias como consecuencia natural de las circunstancias, el medio y los pacientes que le tocó atender a cada uno. En este sentido me parece importante recordar las posturas y circunstancias atinentes a cada uno de ellos. Freud, como innovador y con todo el afán de introducir el psicoanálisis en el mundo de la ciencia, propugnaba, discutía y sugería una determinada manera de practicar el psicoanálisis, sus razones eran y son altamente valederas. Pero, por otra parte, encontramos en numerosos lugares comentarios propios y de sus analizandos (Weissmann, 1994) que demuestran que en su práctica difería de sus consejos, (véanse Blanton, Kardiner, Doolitle, Lipton, Money-Kirley, Jeanne Lampel-de-Groot, Ruitenberg, Masud Khan [referido a Alexis Strachey], Kris, Reik, Alexander). Ferenczi no necesitaba efectuar esa tarea, que estaba en manos de Freud, aun cuando colaboraba activamente en ella. Esta diferencia de carácter político, así como las diferencias personales, su particular interés en la técnica y la vertiente terapéutica (que en algún momento llevó a Freud a decir de él que padecía “furor sanandi”), condujo a Ferenczi a una praxis comprometida. Dentro de esta práctica efectuó pruebas en relación con la técnica y las estrategias terapéuticas como intento de llevar a cabo la cura de determinado paciente complejo o particularmente díscolo o de un niño. Debemos resaltar que, en general, estas variantes siempre fueron discutidas entre ellos y en algunas ocasiones incluso fue Freud quien sugirió realizar determinadas pruebas. Esta posición llevó a que fuese conocido y reconocido, incluso por el mismo Freud, como el terapeuta de los casos difíciles. Ferenczi nunca tuvo reparos en reconocer sus errores, ni que determinada variante solo debía aplicarse en ciertos casos. Incluso en ocasiones defendió con vigor su convicción, pero nunca persiguió o intentó una ruptura con Freud, o con el movimiento psicoanalítico del cual siempre fue un acerbo defensor, en cualquier lugar y en la postura que le tocara actuar. Podemos mencionar tres campos en los que estos dos hombres estuvieron en desacuerdo: 1) el primero y más conocido es que Freud estaba a favor de la abstinencia y la frustración; mientras que Ferenczi propugnaba por la satisfacción y consideración. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 783-799

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2) Freud se orientó más por raciocinio y comprensión, mientras que Ferenczi por el corazón y los sentimientos. 3) Por último, Freud propuso una relación autoritaria y asimétrica en el tratamiento, en contrapartida a Ferenczi, quien deseaba establecer con sus pacientes una relación de igualdad de derechos y correspondencia. Con Ferenczi podemos decir que al analista no le corresponde determinar qué sentimientos son auténticos, cuáles infantiles o inadecuados; ya que se trata de colocar la realidad psíquica del paciente en el centro de la tarea. Ferenczi consideraba que la transferencia y la contratransferencia son sentimientos tan auténticos como todos los demás ya que nos permiten obtener una mayor comprensión dentro del espacio en el cual viven analista y analizando, es decir, la propia realidad psíquica. Acentuaba la importancia de la reviviscencia de los traumas tempranos dentro del vínculo psicoanalítico, no sólo del recordar. Por consiguiente subrayaba la extraordinaria significación de esta relación y sus posibilidades de producir modificaciones terapéuticas. Señaló la importante significación de la personalidad del analista en el tratamiento y mostró que la resistencia del paciente y el callejón sin salida analítico podían depender de la contratransferencia. Anticipó las investigaciones actuales del rol de la subjetividad del analista y las ventajas y perjuicios de la interpretación y develamiento de la contratransferencia. En el Congreso de Wiesbaden de 1932, Ferenczi presentó su estudio revolucionario “Confusión de lenguas entre adultos y el niño” (Ferenczi, 1933), que contenía muchas de las ideas de su trabajo pionero con Severn. Reprochaba a los analistas el acentuar exageradamente la fantasía y afirmó que “el trauma sexual como acto que enferma, no puede ser suficientemente tomado en cuenta”.

Propició reformas en la terapia psicoanalítica. El texto fue rechazado y nueve meses después Ferenczi murió. ¿Es necesario recordar la importancia del tema de los abusos sexuales infantiles en este momento? Se puede establecer una relación simétrica muy cercana, entre los estudios actuales y lo efectuado y adelantado por Ferenczi. Ferenczi, que en vida debió enfrentar una encendida crítica, no dejó ningún método o escuela establecida. Sus ideas sólo se podían y pueden encontrar dispersas en sus primeras publicaciones y más tardíamente en sus Obras completas. Pero es de resaltar que los seguidores, sin nom-

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brarlo, continuaron su senda y, por las migraciones que numerosos analistas tuvieron que efectuar, estas ideas fueron llevadas a diversos países. Algunos de sus continuadores (por ejemplo Hollos, Alexander, K. y L. Levy, Imre Hermann, S. Rado, T. Benedek, J. Gado, D. Rapaport, S. Lorand, G. Roheim, C. Thompson, M. Klein, E. Jones, M. y A. Balint) desarrollaron años después sus ideas y muchos de sus trabajos fundamentales apenas si fueron reconsiderados a más de cincuenta años de su muerte. Es importante resaltar que esto fue debido en gran medida a la prohibición de publicar sus trabajos por parte de Ernest Jones, su analizando, por razones que podemos encontrar justamente en la relación transferencial-contratransferencial (Jones depositó en Ferenczi la reacción negativa hacia Freud, quien lo separó de su pareja, entre otras cosas). Uno de los conceptos controvertidos es el de Introyección, que fuera desarrollado tempranamente por Ferenczi y que luego retomó M. Klein, quien planteó la internalización del analista por parte del analizando para llegar a la representación del “analista bueno” (que queda relacionado al “pecho bueno”). El examen del fenómeno introyectivo en el campo analista-analizando se encuentra nuevamente en el trabajo de Richard Sterba (1934), donde plantea que, durante el análisis, el Yo se estructura en dos partes, una está contenida en la experiencia de la sesión, la otra en la comprensión de esta experiencia mediante la identificación con la función analítica del analista. Aun cuando Freud resaltó que la transferencia reside en el centro del análisis, al mismo tiempo permaneció fuertemente ligado a los principios del espíritu científico de la época y veía al analista como investigador empírico que, totalmente neutral, observa su objeto: el analizando. Pero sabemos que fue él quien planteó la contratransferencia y que en su práctica no se comportó en la forma distante que sugería. Pero, ciertamente, prefería las interpretaciones que referían al paciente hacia su pasado. Freud sostuvo a lo largo de su obra dos conceptos de introyección, lo que lo diferencia de Ferenczi. El analista y la situación analítica no eran objeto del postulado interpretativo de Freud. Fue Ferenczi quien acentuó que el análisis es “un proceso eminentemente social”. En el desarrollo de sus experimentos descubrió el significado de la atmósfera insensiblemente producida por el analista como marco para el trabajo común, que podía resultar favorable o no. La modificación en la escucha analítica llevó a cuestionar si verdaderamente hay dos modalidades de análisis, la primera paternal, racional, basada en el recuerdo y la comprensión, es decir la “clásica”, y la seREV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 783-799

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gunda, materna, regresiva, basada en la interacción, experiencia, así como en la comunicación para-verbal. Una tal dicotomía corresponde a una posición espiritual que se refiere a un sistema binario, en el cual en forma automática una queda transformada en “buena” y la otra en “mala”; la una es “nosotros” y la otra “los otros”. Tal tipología oscurece el hecho que haya varios estilos analíticos que están relacionados con diferente sensibilidad, modos educativos, entorno cultural y por supuesto los diferentes requerimientos del paciente. Por supuesto, se puede restablecer la dicotomía entre la técnica clásica, que se adecua a las “neurosis clásicas”, y el análisis de personas fuertemente regresivas, que promoverían la correspondiente “adaptación” en la situación analítica. Pero Ferenczi asegura que todo analizando, “incluso los que se analizan por razones profesionales”, podrían sacar provecho de un análisis profundizado por esta modalidad terapéutica. Quisiera resaltar que Ferenczi describió, con gran acierto a mí parecer, que la actitud óptima del analista debía ser una “oscilación continua entre el libre juego de la fantasía y el examen crítico”. El lector se asombrará al comprobar que es precisamente Ferenczi quien, después de alabar el rol de la intuición, agrega: “Por otra parte, el médico debe examinar lógicamente el material proveniente de él mismo y del paciente y regirse en sus acciones y comunicaciones exclusivamente según el resultado de estas elucubraciones” (Ferenczi, 1919).

Ferenczi fue quien profundizó en la conceptualización y en la utilización clínica de la contratransferencia a lo largo de su vida, pero también aclaró qué significa la atención libremente flotante. En su Diario Clínico (1932, p.1 26) especificó: “Dicho de otro modo, Freud exige tanto la relajación del médico como la del paciente, pero una relajación de una profundidad diferente. Del paciente se espera que se abandone, hasta nueva orden, a la conducción del inconsciente, pero también el médico debe jugar su fantasía en todas direcciones, aun las más absurdas; sin embargo, tiene la obligación, o el deber, de no alejarse demasiado de la superficie de la conciencia, y en ningún momento, por así decir, descuidar su tarea de observar a los pacientes, evaluar el material producido y tomar las decisiones en cuanto a eventuales comunicaciones, etc.”

Otras entradas a su “Diario Clínico” nos permiten conocer más a Ferenczi: “Cuando dos personas se encuentran por primera vez se produce un intercambio de movimientos de afectos no solamente conscientes, sino también inconscientes (diálogo de inconscientes)” (1932, p. 127). “No conocí ningún

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analista que pudiese declarar su análisis teóricamente terminado (el mío menos que los otros). En cada análisis, tenemos pues bastantes cosas que aprender sobre nosotros mismos” (1932, p. 269).

estar a ese servicio. Por lo tanto, aun cuando la relación analítica es parecida en autenticidad y realidad de los sentimientos, así como en la intimidad y unicidad de los mismos, es diferente por la especificidad y unicidad de su meta”.

A más de 60 años de estas agudas observaciones de Ferenczi, estimo que debemos encontrar un modo de estudiar metodológicamente esta poderosa herramienta que es la contratransferencia. Sabiendo que no hay ninguna edad o experiencia que nos garantice el estar a salvo de caer en sus trampas, es necesaria la sensibilidad para entender, comprender el material, y al mismo tiempo es lo que nos expone a sus consecuencias. Una actitud insensible nos mantiene al margen de correr riesgos, ciertamente, pero también nos impide acceder al material más profundo que nos trae el paciente. Estas menciones de Ferenczi permiten comprender en profundidad, su compromiso con el método y la técnica psicoanalítica. Efectuó agudas observaciones sobre la fuerza de la transferencia y la contratransferencia y a partir de ello trabajó con vivencias interactivas y con la represión. Su método de trabajo pasa a la posteridad, incorporado por la mayor parte del mundo psicoanalítico, sin hacer consciente que fue él quien elaboró esta técnica interactiva (que trabaja con la experiencia directa y la intersubjetividad). Dejemos que sea el mismo Ferenczi quien nos cuente y describa el desarrollo técnico-estratégico personal y del psicoanálisis que practicaba. En Madrid, en 1930, pronunció una serie de conferencias entre las que se encuentra “El tratamiento psicoanalítico del carácter” (Ferenczi, 1930b).

En un análisis final significa que las distorsiones respectivas de la transferencia y contratransferencia no las modifica nadie más que ¡uno mismo! Balint (1968), refiriéndose a Ferenczi, resaltó que:

“Al comienzo de mi carrera analítica hacía todo lo posible para no actuar sobre el carácter de los enfermos, por lo contrario, trataba de respetarlos al máximo, de ese modo me ganaba la personalidad del enfermo, es decir su Ego y su Super-Ego. Este pacto de amistad tácito permitía a continuación, tanto al analista como al analizando, colaborar en el descubrimiento del inconsciente. Muchas veces fue suficiente este método para eliminar los síntomas neuróticos, de forma que el problema de un análisis más profundo del carácter no se planteaba siquiera. Pero a menudo me parecía necesario abordar con firmeza este terreno tan delicado, porque el mecanismo de los síntomas se hallaba íntimamente mezclado con rasgos de carácter patológico. Porque el enfermo, durante el tratamiento, utiliza inconscientemente estos rasgos de carácter para la resistencia, en consecuencia hay que descubrirlos y, en su caso, atribuirlos a las experiencias infantiles correspondientes olvidadas, para que el análisis pueda progresar.”

Clara forma de expresar momentos técnicos que fueron compartidos por muchos analistas. Ferenczi se planteó: “¿Es realmente la relación analítica simétrica? Cuando partimos de que el paciente concurre para una auto-investigación y comprensión, el analista debe

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“Llamativamente a Freud y a la mayoría de los teóricos del psicoanálisis se les paso por alto un lado de la regresión, el rol de la regresión en la relación objetal. Tenía que pasárseles por alto ya que la regresión siempre fue estudiada exclusivamente en el marco de la psicología individual”.

Esto es algo que está implícito en las pruebas técnicas e investigaciones realizadas por Ferenczi. La técnica activa que Ferenczi postuló desde 1918/9 consistía en: “... actuar en los impulsos psíquicos del paciente” (tomo III, p. 128), un intento de incrementar la presión pulsional en el paciente a través de ordenes (como por ejemplo reprimir un ritual fóbico de evitación) y prohibiciones (de satisfacción sexual neurótica - subrogados) y de esta manera acelerar el paso del análisis (tomo III, p. 282) y forzar el hacer consciente lo reprimido. Utilizaba la semejanza de: “la espera pasiva del partero que en el `momento crítico` debe estar con la pinza a mano para llevar a conclusión el nacimiento que no progresa en forma espontánea.” (Tomo II, pág. 45)

A mediados de los años veinte, Ferenczi desechó autocríticamente la “técnica activa” fundamentalmente por su carácter autoritario. Con lo cual termina por concordar con Freud, quien no renegó de su uso, pero consideró peligrosa su instrumentación en manos inexpertas. Partiendo del hecho de que el experto no necesitaba de tal indicación, ya que llegaba a ella por adecuación al caso. “La situación analítica: la fría reserva, la hipocresía profesional y las antipatías ocultas detrás contra el paciente, que este siente en todo su ser, no era esencialmente diferente de la situación que entonces, me refiero a la infancia, lo enfermó” (Tomo III, p. 515).

Llega a esta noción luego de una intensa experiencia en cuyo autoanálisis descubre lo certero del reproche de un paciente. Considero necesario resaltar su aguda crítica, su valor para la experimentación consciente y su honestidad para las evaluaciones, ya que Ferenczi fue cuestionado en numerosas ocasiones.

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Freud y Ferenczi, estos dos grandes del psicoanálisis, mantuvieron un profuso intercambio epistolar desde 1908 hasta 1933 en que falleció Ferenczi. Contamos con 1234 cartas en las que encontramos dispersas múltiples observaciones que son una mezcla de lógica, técnica, adecuación estratégica y teoría. En una de estas cartas, Ferenczi dijo: “La enseñanza a sublimar debe manejarse en cada caso especial de otra manera. Si un enfermo tiene capacidad para ello, entonces utiliza esta capacidad instintivamente por sí mismo, no necesita obligación para ello. La cura consiste en llevar al paciente a entregarse a su libido suprimida por sí mismo y sin angustia por consciencia moral, descargar una cantidad en lo posible en forma groseramente sexual; el resto dominarla conscientemente. La tensión por ello abierta encuentra su camino a otros posibles fines, etc.” (1909, p. 173).

Una manera de aceptar que el terapeuta propone, pero ¡¡el paciente dispone!! Ferenczi, luego de mencionar que el autoanálisis es la única cura humana decisiva, expresó: “La gente olvida siempre que el psicoanálisis no es una hipótesis, sino la suma de experiencias empíricas que son unidas en una interrelación de pensamientos” (1910, p. 245) .

Definición interesante que corrobora la colocación del psicoanálisis en el campo de las ciencias, continuando con la postura freudiana. “Se oscila constantemente de aquí para allá entre los intereses homosexuales (públicos-comunes) y los heterosexuales (individuales - privados). Si se frustra acá, se busca consuelo allá y se siente la situación personal anterior aceptada, repentinamente intolerable” (1910, p. 248).

Explicación a observaciones que luego amplía a la humanidad. “Dos personas se toleran fácilmente, recién tres producen una pequeña sociedad con todas las pasiones positivas y negativas de tal. La familia: padre, madre, hijo ó padre y dos hermanos, es el tipo original de sociedad, un ‘microdemos’ y al mismo tiempo escuela de lo posterior social” (1910, p. 270).

Triangulación como fundamento indispensable para la constitución de la sociedad, idea que luego es retomada por varios autores. También es interesante remarcar la forma en que él diferenció la paranoia como enfermedad. “Querido Dr. Profesor, creo que puedo gritar su Eureka con Ud. Ahora mucho se me hace repentinamente claro (mucho que intuía oscuramente,

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pero que no me podía aclarar). Entre mis muchos planes de trabajo hay una notación sobre ‘Formas de enfermar de los histéricos’, en el que parece que tomé consciencia que la ‘represión’ como tal es ‘asintomática’, y que recién la vuelta de lo reprimido significa el comienzo de la enfermedad. Pero recién la comprobación que ‘siempre’ es así, hace a esta idea significativa. ¡¡Pero todo esto es nada e insignificante en comparación al adelanto que significa su teoría para la comprensión de la ‘elección de neurosis’!! La constitución vuelve a perder terreno y lo que queda de ella se volvió palpable. La gran simplicidad habla a favor de la verdad de su teoría” (1910, p. 337)

Sabemos que Freud retomará estas ideas más adelante en sus trabajos metapsicológicos. “Junto a la vigencia de la contratransferencia también hay que prestar atención a ese `ser inducido` por el paciente (quizás con ello se trate solamente de una forma de la contratransferencia)” (1911, p. 350).

Queda claro cuán fundamental consideraba Ferenczi el autoanálisis y de qué manera lo aplicaba en sí mismo ante toda tarea, ya fuera con finalidad científica, como personal. “Es llamativo qué diferente se escuchan las quejas e historias clínicas de los pacientes, según si se está orientado desde el principio o no, sobre las relaciones. Con la queja de los pacientes nos pasa como con el material de los sueños: en principio nunca se sabe si los debemos tomar en sentido positivo o negativo. Y sin embargo pasa a menudo que los pacientes relatan lo opuesto a lo verdadero inconsciente como que es un trozo de auto-percepción real. Si se reconoce la estructura de una neurosis, entonces se diferencia inmediatamente en la primera escucha el trigo (auto-percepción) de la paja (formación reactiva). Si se está desorientado se está inclinado a no creer al enfermo” (1914, p. 277).

¡Qué aguda observación que sirve de consejo a tantos analistas! En 1914 (p. 289) Freud le escribió: “Estoy en medio del Narcisismo, en el cual surgirá mi préstamo de Ud. Naturalmente es muy duro, pero hasta pascua tiene que estar terminado”.

Reconocimiento de los aportes mutuos que los enriquecían y de lo que ambos hacían gala. Ferenczi respondió: “Querido Sr. Profesor, recién leí con admiración el Narcisismo. Hace mucho que no tenia tanto placer en una lectura. Pero también le debo admitir –y Ud. puede considerar esta franqueza como signo de la desinhibida libertad interna que se comienza a desarrollar en mí– que desde hace años no puedo leer correctamente más que sus escritos. Todo lo demás en el fondo me resulta aburrido; Ud. nos mal acostumbró al darnos a leer cosas hermosas y llenas de fuerza, luego de lo cual nada ya gusta. Es imposible resaltar todos los lu-

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gares que me gustaron, por lo tanto lo dejo de lado. Pero según su solicitud señalo algunos lugares que en parte hablamos en común y en otros que quizás ya fueron señalados por mí en otras publicaciones. Naturalmente cíteme solo si Ud. también tiene la impresión que esas cosas surgieron en mi en forma independiente. También es de denominar nuestro trabajo como ‘colectivo’, cada uno de nosotros debe renunciar a una parte de orgullo. 1) Por ejemplo le quisiera señalar los pensamientos en ‘el trabajo de introyección’ (Anuario I.2), en el que el enamoramiento es descripto como incorporación de objetos en el circulo de intereses de la libido originalmente autoerótica. Esto correspondería quizás a las emanaciones del narcisismo. Yo describo las neurosis como exageración de este proceso. 2) En el trabajo ‘niveles de desarrollo del sentido de realidad’ creo haber señalado primero la manifestación infantil de omnipotencia (magia). 3) El señalamiento a la idealización del delincuente creo que proviene de mí. En la oportunidad creo que debo señalarle que quizás no sería superfluo si la ‘Emanación de la libido’ la expresa específicamente, que Ud. bajo eso comprende un proceso intrapsíquico, es decir el desplazamiento libidinal sobre la imagen perceptiva de un objeto real, sino alguien va a creer al final que Ud. sostiene con ello un ‘irradiar’ sobre el objeto mismo” (1914, p. 304).

¿Qué es de quién? Aun cuando Freud lo reconoció explícitamente en su epistolario, este hecho es, en general, poco conocido. Ferenczi agregó: “Pienso mucho sobre el trabajo de Narcisismo, como aun no debe terminar con la corrección, según supongo, quisiera llamar su atención sobre un lugar cuya expresión podría ser mal entendida, pero que con la modificación de una sola palabra se tornaría imposible de mal entender. Ud. habla de dos tipos de ‘Ocaso del mundo’ (el de la demencia y del enamoramiento). Pero el mundo verdaderamente sólo se pierde en la demencia, mientras que en el enamoramiento se trata de un ocaso del Yo, pero que no arrastra tras si ningún cataclismo y psíquicamente puede resultar igualmente revolucionario como la regresión al narcisismo en la demencia. […] En el enamoramiento el mundo no se desmorona, sino que el objeto de amor representa para el enamorado todo el mundo” (1914, p. 305).

Este riquísimo intercambio y generosa disposición es un ejemplo del modo de actuar de estos dos pioneros. Exponente ejemplar de lo que debe ser un intercambio científico franco y estricto, con amplitud para escuchar y aceptar (dado el caso) tanto entre colegas, como entre maestro-alumno, supervisor-supervisando, o terapeuta-analizando. Podemos resumir que dentro de las polaridades que podemos encontrar entre ellos, la más importante se refiere al plano terapéutico: a) la opción de Freud, quien utilizaba el insight (Einsicht) como mecanismo de curación preponderante (aunque en su praxis agregaba la sugestión y la post-educación); b) Ferenczi, en contraposición, optaba clara y fundamentalmente por agregar a su praxis la “vivencia” (la experiencia vivida), y la empatía (Einfühlung). Además encontramos diferencias en otros aspectos, por ejemplo con respecto a los sueños. Freud consideraba que la función de los mismos,

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dentro del tratamiento, era la investigación exclusiva del inconsciente, mientras que Ferenczi acentuaba, además, su función de comunicación. Fue Ferenczi quien remarcó el carácter universal de la transferencia y también quien señaló como tarea fundamental del analista el dominar su contratransferencia. Postulaba: “Teorías y técnicas deben ser constantemente adaptadas a los problemas presentados por el paciente”. Se percató de que muchas reglas se podían constituir en resistencias en determinados análisis. Respecto a sus experiencias técnicas debemos recalcar que sostenía que aun la abstinencia era una actitud activa del analista, razón por la cual debíamos llegar a una cierta “plasticidad” en nuestra técnica. Podemos observar que esto no está alejado de los dichos de Freud, quien siempre resaltó que la técnica que él utilizaba era apta para sí mismo, pero que cada analista debía encontrar la que mejor se adecuara a su propia personalidad. Pero lo que es aún más curioso es que en su praxis frecuentemente empleó las mismas modalidades de Ferenczi, aunque él nunca las sugirió o divulgó públicamente. Algo que no puede extrañarnos sabiendo de la existencia de la identificación con el analista didacta y su praxis. Ferenczi, de todas maneras, indicaba que recién cuando se dominaba la contratransferencia, el analista estaba en condiciones de modificar su postura. Fue él quien remarcó que: “La disposición analítica requiere del analista no solo un riguroso control de su propio narcisismo, sino también la vigilancia rigurosa de las reacciones afectivas de cualquier tipo”.

Para Ferenczi, el “trabajo” de la contratransferencia implica autoanálisis; la contratransferencia es el punto de partida del trayecto autoanalítico: “Tengo la impresión de que cada día convendría pasar el mismo número de horas trabajando con los casos que analizándolas. El terreno es tan virgen que se debería tomar nota y asentar las pequeñas novedades, aunque no se encuentre nada de importancia”.

Freud respondió: “Me satisface comprobar que usted hace lo que yo hacía en mi tiempo, salvo que yo no tenía a quien mostrarle mis notas con sus intuiciones y errores”.

Balint (1958) consideró: “Los últimos escritos de Ferenczi no solo se adelantan en quince o veinte

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años al desarrollo de las técnicas y teorías psicoanalíticas, sino que contienen numerosas aclaraciones sobre los problemas contemporáneos y futuros”.

Ferenczi trabajaba anotando diariamente las ocurrencias teóricas y las observaciones clínicas, y se las enviaba “frescas” a Freud, quien las comentaba, a veces teorizando y otras ayudando a través de una suerte de “supervisión”. Era tal la necesidad de comunicación, que varias veces debió pedirle la devolución de los originales para poder desarrollar y/o publicar las ideas que los mismos contenían. Freud ya no necesitaba esta metodología, si bien la utilizó en la relación con Fliess. En el intercambio epistolar es interesante observar cómo una serie de cartas sobre la Telepatía y la Paranoia hicieron que, a instancias de Freud, Ferenczi escribiera “Transferencia e introyección” (Ferenczi, 1909) y “Papel de la homosexualidad en la patogenia de la paranoia” (Ferenczi, 1911b). Estos trabajos contienen los desarrollos de Ferenczi sobre el concepto de proyección. De la “Omnipotencia del pensamiento”, capítulo de Tótem y Tabú (Freud, 1911), surgirá “El desarrollo del sentido de realidad y sus estadios” (Ferenczi, 1913). Del Chiste y su relación con el inconsciente (Freud, 1905), producirá “Palabras obscenas. Contribución a la psicología en el periodo de latencia” (Ferenczi, 1910). Por otra parte, son muchos los ejemplos que Ferenczi aporta a Freud y que éste incluye luego en diferentes ediciones de sus libros. Por ejemplo, en adendas a Psicopatología de la vida cotidiana (Freud, 1901) es de notar que, en muchos casos, sin mención especial del origen. A través del epistolario también somos testigos de las infidencias de Freud. Comentó con Ferenczi vicisitudes del análisis de una de sus pacientes, Loe Jones (amante de Ernest Jones en ese momento), al mismo tiempo que Ferenczi analizaba a este último. Esta situación dejaría huellas duraderas en todos los participantes, tal como comentó el doctor C. M. Aslan en una reunión del Departamento de Historia en la APA (1995). Entre los colegas circularon comentarios maliciosos sobre la conducta de Ferenczi, surgidos de los dichos de una analizanda, quien en un seminario en Suiza expresó: “A papá Ferenczi lo puedo besar y abrazar tanto como quiero”. Otros factores de índole política, social e institucional, llevaron a que Sandor Ferenczi permaneciera en cierto ostracismo. Sólo muchos años después, Clara Thompson reconoció que sus expresiones se debieron a una venganza contra la figura del padre, que había abusado de ella. Es destacable la conducta ética de Ferenczi, quien jamás efectuó comentario alguno respecto a este hecho. Otro elemento que quisiera resaltar en esta reseña es el referido al análisis mutuo. Esta experiencia que Ferenczi realizó, nació en la clínica de Groddeck, allí se estableció este tipo de trato entre ellos, duró poco

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pues las resistencias de Groddeck impidieron su continuación. La otra experiencia la efectuó con Elizabeth Severn. Éste fue un análisis prolongado y complejo. Se trataba de una paciente sumamente intuitiva e inteligente, pero muy enferma. Ese análisis, que durante los primeros años transcurrió normalmente, llegó a un impasse. En ese momento, la paciente evaluó que tal impasse se debía a aspectos poco elaborados de la relación de Ferenczi con su madre y lo invitó insistentemente a someterse a analizar esos aspectos con ella. En un momento, Sandor aceptó y tomó nota de cómo se efectuaba ese tratamiento en el cual él mantuvo fuera de cuestión ciertos aspectos. La movilización fue muy grande y de parte de ambos surgió material sumamente importante. En Elizabeth, material relativo a sometimientos y violaciones infantiles y, en Sandor, aproximaciones a la conflictiva con la madre, que no había podido analizar con Freud (quien se negaba a ocupar ese lugar en la transferencia) ni con Groddeck, cuando indagaban sobre los problemas de salud de Ferenczi. Estas experiencias consideradas como desvaríos, sumado a su debilidad, debido a la anemia perniciosa que padecía, más los dichos que ya mencionamos, llevaron a algunos colegas a considerar que Sandor Ferenczi padecía una enfermedad mental. Nosotros podemos afirmar con seguridad que no era así, gracias a que Ángel Garma tuvo posibilidades de estar con él en Londres poco antes de su fallecimiento y afirmó en varias ocasiones lo prejuiciosos y/o malintencionados que fueron esos comentarios.

Nota: Todas las citas de Freud, su correspondencia y los textos en alemán e inglés fueron traducidas por el autor.

DESCRIPTORES:

KEYWORDS:

/ HISTORIA DEL PSICOANÁLISIS / / TÉCNICA PSICOANALÍTICA

RELACIONES ENTRE PSICOANALISTAS

/

RELATIONS BETWEEN PSYCHOANALYSTS

/

BIOGRAFÍA

TEORÍA PSICOANALÍTICA

BIOGRAPHY

/

PSYCHOANALYTIC THEORY

PALAVRAS-CHAVE: RIA PSICANALÍTICA

HISTORY OF PSYCHOANALYSIS

/

/ PSYCHOANALYTIC TECHNIQUE

BIOGRAFIA / HISTÓRIA DA / TÉCNICA PSICANALÍTICA

PSICANÁLISE

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RELAÇÕES ENTRE PSICANALISTAS

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TEO-

Bibliografía Aslan C. M. 22/8/95: Comunicación personal en una mesa redonda en el Dpto. de Historia de la APA.

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Dupont, Judith (1994): “Freud’s analysis of Ferenczi as revealed by their correspondence”, Int. J. Psycho-Anal. N° 75, p. 301. Ermann, Michael (1994): “Sandor Ferenczi Aufbruch und Scheitern. Sein Umgang mit der Regression aus heutiger Sicht”. Psyche, N° 8. Ferenczi, S. (1908): Psicoanálisis y pedagogía. Ed. Espasa Calpe S.A., Madrid, España, Tomo I, pp. 53-58. — (1909): Transferencia e introyección. Tomo I, pp. 99-134. — (1910): Palabras obscenas. Contribución a la psicología en el periodo de latencia, Tomo I, pp. 135-148. — (1911a): Sobre la historia del movimiento psicoanalítico. Tomo I, pp.177-188. — (1911b): Papel de la homosexualidad en la patogenia de la paranoia. Tomo I., pp. 189206. — (1913): El desarrollo del sentido de realidad y sus estadios. Tomo II, pp. 53-80. — (1919): La técnica psicoanalítica. Tomo II, pp. 425-438. — (1921): Prolongaciones de la “técnica activa” en psicoanálisis. Tomo III, pp. 137-156. — (1924): Perspectivas del psicoanálisis. Tomo III, pp. 267-286. — (1926): Contraindicaciones de la técnica activa. Tomo III, pp. 427-438. — (1928a): El problema del fin del análisis. Tomo IV, pp.49-58. — (1928b): La elasticidad de la técnica psicoanalítica. Tomo IV, pp. 59-72. — (1928c): El proceso de la formación psicoanalítica. Tomo IV, pp. 267-274. — (1930a): Principio de relajación y neocatarsis. Tomo IV, pp. 91-108. — (1930b): El tratamiento psicoanalítico del carácter. Tomo IV, pp. 275-282. — (1933): Confusión de lenguas entre los adultos y el niño. Tomo IV, pp. 139-152. Sandor, Ferenczi: “Sin simpatía no hay curación”, Diario Clínico, 1932. Amorrortu Editores, Buenos Aires, Argentina, 1997. Fortune, Christopher (1994): “Der Fall ‘R. N.’. Sandor Ferenczis radikales psychoanalytisches Experiment”. Psyche, N° 8. Freud, Sigmund (1901): Psicopatología de la vida cotidiana. — (1905): El chiste y su relación con el inconsciente. — (1914): “Historia del movimiento psicoanalítico”. — (1913): Tótem y tabú. — (1914): “Recuerdo, repetición y elaboración”. — (1933): “Sandor Ferenczi”. — (1937): “Análisis terminable e interminable”. Freud, S. y L. Binswanger (1992): “Briefwechsel 1908-1938”. Fischer Verlag, Franckfurt am Mein, Alemania. Freud, Sigmund y Ferenczi, Sandor: (1993) “Briefwechsel Sigmund Freud – Sandor Ferenczi 1908-1932”, Viena -Colonia - Weimer (Ed. Bohlau). Haynal, Andre (1988): Die Technik-Debatte in der Psychoanalyse, Fischer Verlag. Hoffer, Axel (1993): “Asymmetrie und Gegenseitigkeit in der analytischen Beziehung: Lektionen für heute aus der Beziehung zwischen Freud und Ferenczi”, Psyche, N° 11. Schroter, Michael (1994): “Freud und Ferenczi. Zum ersten Band ihres Briefwechsels”, Psyche, 8, Buchbesprechung S.746. Sterba, Richard (1934): “Destino del Yo en el tratamiento analítico” (falta dato bibliográfico). Weissmann, J.C. (1994): “Contratransferencia, su origen”. REVISTA DE PSICOANÁLISIS. Tomo LI, número 3, p. 561.

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Will, Herbert (1994): “Ferenczi und Groddeck. Eine Freundschaft”, Psyche, N° 8. Wolstein, B. (1988): Essential Papers on Counter transference. Benjamin Wolstein Editor, Nueva York, University Press.

(Este trabajo fue seleccionado para su publicación el 8 de octubre de 2009.)

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Entrevista a Juan David Nasio por Claudia Borensztejn

CLAUDIA BORENSZTEJN: faltan 5 minutos para las 6 de la tarde del día 11 de octubre de 2009. El otoño ha cubiero de hojas la ribera del Sena. Al salir del metro en la estación Retail se cruza el puente sobre el río y la torre Eiffel parece tocarse. Más cerca todavía se ve la Estatua de la Libertad. Estoy caminando por la calle Quai Louis Bleriot, y en el número 44 está el consultorio del doctor Nasio, una puerta de hierro y vidrio. Toco el timbre puntualmente y viene a mi encuentro, calidamente me saluda y me hace pasar por un momento a la sala de espera donde hay revistas y un cajón de juguetes, los colores suaves en las paredes contribuyen a crear un clima muy amigable. Una vez en su despacho, dispone de una mesa para apoyar papeles, y el grabador. Una bebida fresca y dos vasos. Todo está listo para comenzar. Ya me había presentado telefónicamente y le había adelantado la idea de la Revista de hacer el cuarto numero del año 2009 dedicado a Lacan en la Apa y del empeño del Comité Editor para que fuera un número especial, abierto, y no un número de lacanianos para lacanianos, sino de todos para todos reflejando la gran influencia que tuvieron en la APA las ideas lacanianas, y cuánto contribuyeron al pluralismo de nuestra institución. Le agradezco que me recibiera y le cuento que antes de la entrevista había estado viendo en Internet la enorme lista de sus publicaciones y algunas de las entrevistas. En el libro Un psicoanalista en el diván, al final, se transcriben las palabras de agradecimiento en la Casa de los Escritores en París en el año 1999 cuando recibe la distinción de la Legión de Honor, palabras emocionantes donde reconoce su filiación argentina y por allí comienzo, mencionando estas palabras y refiriéndome al “premio”. JUAN DAVID NASIO: Sí, no es un premio. Es una distinción, la más alta en Francia para todos aquellos que contribuyen al desarrollo del país, sea en la cultura, sea en el plano económico, científico… yo tuve ese honor, ya van a hacer diez años, ahora en octubre. Y obtuve ese honor en gran parte debido a mis numerosas traducciones al extranjero. Mis libros han sido traducidos en 13 lenguas, en Corea, en Japón, Turquía, Grecia… En una serie de países en donde la cultura francesa no es muy conocida. Eso fue una de las cosas que más motivó esta distinción.

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CLAUDIA BORENSZTEJN: Y yo entiendo, usted me dirá si está de acuerdo, que también su aporte esencial es difundir las ideas de forma muy clara. Ideas que, verdaderamente, a veces son difíciles de transmitir de manera clara viniendo del campo lacaniano, quizás ésa sería la primera pregunta… de qué modo se inscribe usted dentro del campo lacaniano. JUAN DAVID NASIO: Sí, voy a responderle a eso. Primero quiero decirle que el difundir las ideas no es una misión voluntaria. Ni en mí ni en ningún otro de los colegas. Hay muchos colegas psicoanalistas que han difundido teorías, ideas… Hubo otros que han difundido las teorías y las ideas de los grandes pioneros del psicoanálisis. Eso no es una misión que uno se da. Eso es una especie de gesto espontáneo. Es nuestra manera de sentirnos y de formar parte de la comunidad psicoanalítica en el mundo. Inclusive sería la comunidad psicoanalítica, sin precisar en el mundo… Y además es la manera en que nos sentimos existir, que es nuestra identidad. Si usted me pregunta quién es usted, yo respondería que soy un psicoanalista que aprendí, me han transmitido el psicoanálisis. Aprendí y aprendo permanentemente esta manera de pensar que es el psicoanálisis. Esta manera de actuar, que es psicoanalítica. Y esta manera de orientar el trabajo, que es el mío, que es el psicoanálisis. Entonces hay una identidad. Y la transmisión… Yo diría que los psicoanalistas, a diferencia de otros dominios, como ser la arquitectura, la economía… y dentro de la cultura otros dominios… en realidad los analistas somos unos transmitidores bárbaros. El psicoanálisis existe hoy, un siglo después de haber sido fundado por Freud, gracias al hecho de que en todas las generaciones de analistas ha habido siempre analistas que han querido transmitir a otros más jóvenes la experiencia que han vivido y la teoría que han pensado. Mi camino es un camino complejo y al mismo tiempo puedo sintetizarlo diciendo que yo, ante todo, soy un hijo del psicoanálisis argentino. Antes que nada. [silencio.] Me emociona… [se le quiebra la voz]. [silencio.] CLAUDIA BORENSZTEJN: Usted dice, en su agradecimiento por la distincion recibida de la Legión de Honor, que recuerda al profesor al que escuchó hablar de psicoanálisis por primera vez en la Facultad de Medicina, que era Arnaldo Rascovsky. JUAN DAVID NASIO: ¡Exacto! Yo soy un hijo del psicoanálisis argentino, con una formación extraordinaria. Tengo una suerte muy grande… y debo reconocer que he tenido una formación excepcional. Quiere decir que cuando yo llego a Francia, interesado por la teoría de Lacan… Y yo REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 801-821

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llego a Francia en 1969 y ya estaba estudiando Lacan desde el año 1966, 1967. En ese momento no había nadie en Buenos Aires que conociera Lacan, salvo una o dos personas y nada más. Cuando yo empiezo a estudiar Lacan y llego acá, en realidad las bases de mi formación ya están dadas, gracias, en gran parte, a esa Argentina de los años ’60, ’70. Argentina kleiniana, por supuesto, pero no solamente kleiniana. Es una Argentina kleiniana, americana, francesa, inglesa… Una Argentina muy cosmopolita, muy abierta. El libro de Bleger, Psicología de la conducta, que yo leía cuando era un jovencito y recién empezaba, es un libro enteramente influenciado por Lagache, por ejemplo. O bien nos encontrábamos con libros y conferencias influenciadas por los ingleses, Melanie Klein por supuesto, pero no solamente. Sino también por todos los pioneros de la APA. Y como digo siempre: el primer contacto que yo tuve con el psicoanálisis fue cuando yo tenía 17 años, estaba ya en primero o segundo año de medicina. Había empezado muy temprano, tendría 16 o 17 años y fui a uno de los anfiteatros, no sé si era el anfiteatro principal de la Facultad de Medicina de la calle Paraguay, le digo la verdad... porque a mí me gustaban las chicas… Entré una vez a esa clase y dije: ¡cómo puede ser que haya tan lindas chicas! Había chicas muy lindas, la mayor parte de la facultad y otras que venían de afuera. Y me senté en las últimas gradas y escuché a un señor que hablaba de psicoanálisis. No entendía nada. Después supe que era Arnaldo Rascovsky que iba a la Facultad de Medicina a dar cursos de psicoanálisis. Y es así como fue mi primer contacto, que luego olvidé completamente. El tiempo pasó y ni sabía lo que era el psicoanálisis, y me olvidé completamente. Debería ser por los años ’59, ’60… CLAUDIA BORENSZTEJN: Entonces usted vino aquí con el propósito de estudiar Lacan. JUAN DAVID NASIO: Yo vine aquí con el propósito de estudiar a Lacan, pero ya con una formación, sin que yo me diera cuenta, que me daba bases multidisciplinarias. Una base pluralista. Cuando yo vine acá ya había leído a Bion, ya había leído a la gente de Palo Alto, había controlado parejas, terapia de familia, de esquizofrénicos de familia, controlándolas con la teoría de Palo Alto. Me acuerdo de Carlos Slusky, el que nos controlaba… Venía con una formación muy diversificada. CLAUDIA BORENSZTEJN: ¿Y piensa usted que hay posibilidad de contacto entre distintas teorías? Éste es el problema del psicoanálisis: cuando pa-

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rece que cada uno habla de otra cosa y es una torre de Babel. Especialmente con los analistas lacanianos hay esta dificultad de comunicación, en donde pareciera que el decir más claramente desvirtuara el contenido de lo que desea comunicarse. Como si la esencia del lacanismo fuera esa forma de transmitir, usando una terminología que aveces parece jerga, y explicarse a sí mismos dentro del sistema lacaniano, sin otra posibilidad… JUAN DAVID NASIO: Esto que usted dice no parece que sea solamente con el lacanismo. Es lo propio de toda corriente que tiene que afirmarse. Lacan ha tenido que batallar mucho para llegar a ser Lacan. Y es cierto que una corriente, para abrirse camino, necesita tener muy firmes sus principios, tener una posición a veces hasta sectaria. Y yo reconozco que esto que ocurrió con el lacanismo está cambiando progresivamente. Ocurrió con el lacanismo, se explica por el carácter revolucionario de la posición de Lacan. Pero yo no quiero perder el hilo sobre una cuestión y después vamos a venir al problema de la coexistencia de diferentes teorías, tengo mucho para decirle sobre eso. Pero quiero primero terminar diciendo que en mi presentación, yo te diría que soy ante todo un hijo del psicoanálisis argentino, de la psiquiatría argentina. Y que además me he formado acá, en Francia, con la escuela lacaniana durante muchos años y puedo decir que soy una expresión del lacanismo. Pienso que el anterior período fuerte del desarrollo del lacanismo se sitúa entre los años... digo el desarrollo social e inclusive teórico e institucional. La escuela de Lacan fue fundada en 1964. Y fue cerrada en 1980. O en 1979… Quiere decir que entre 1964 y 1980 han transcurrido unos 16 años. Esos 16 años son los 16 años del apogeo del lacanismo. Yo he vivido esos años y puedo decir que estoy impregnado de Lacan, de la teoría de Lacan, diría que hasta de la manera de comunicar en este grupo que éramos los lacanianos durante todos esos años. Y a partir de ese universo lacaniano, francés, han surgido muchas expresiones. Hay muchas puntas en la estrella del universo lacaniano. Hay muchas radiaciones. Hay radiaciones de aquellos que siguen en el trabajo de elaborar Lacan y de recrearlo. Otros que siguen en un trabajo de insistir para que se entienda lo que decía Lacan. Otros que han preferido renovar la teoría lacaniana y conectarla con otras tendencias… Hay, somos, numerosos hijos, para utilizar esa fórmula, numerosos hijos del universo lacaniano, de la madre lacaniana. Y yo no soy más que una de esas orientaciones. Siempre digo lo que a mí me está pasando, mi evolución, de la cual me siento muy contento, muy satisfecho. Esta evolución tiene que ver no sólo con mi origen argentino y de formación que yo le decía, sino que además tiene que ver con la diversidad REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 801-821

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que significaba Lacan. Lacan era, cierto, muy cerrado sobre algunos puntos, pero al mismo tiempo había toda una apertura, por eso hay tantas orientaciones. Y a veces entramos en conflicto. O se entró en conflicto, ahora ya los conflictos están apaciguados y cada escuela, cada corriente, sigue su camino sin gran emoción ni agresividad y cada uno hace, contribuye a su manera en el plano del psicoanálisis. CLAUDIA BORENSZTEJN: ¿Y desde ese punto de vista usted ve el psicoanálisis lacaniano francés en una evolución muy diferente respecto del argentino? Cómo ve el psicoanálisis argentino en general y en particular en la APA. JUAN DAVID NASIO: Quiero responderle a esto y luego quiero definir al lacanismo, porque estamos hablando de lacanismo y no lo definimos. Hoy, en 2010, que pienso que es el año en que saldra esta Revista, pienso que hay diferencias entre los lacanianos en Argentina, los lacanianos en Francia, los lacanianos en España, los lacanianos en Italia y aun los lacanianos en Estados Unidos. Depende de cada país. Yo debo reconocer, debo decirles a nuestros colegas argentinos, que probablemente los lacanianos argentinos son los más numerosos. Los más numerosos y los más productivos. Y no me sorprende que la APA sea, de todas las asociaciones psicoanalíticas mundiales, aquella que tiene en su seno al mayor número de colegas de orientación lacaniana. Así que yo pondría a Argentina, a Buenos Aires, el número uno en cantidad, y no solamente cantidad en población lacaniana, sino en cantidad de trabajos, de producciones. CLAUDIA BORENSZTEJN: Y también ha habido una evolución en el pensamiento argentino a partir de Lacan. JUAN DAVID NASIO: Sí, sí. Pienso que la Argentina, la comunidad lacaniana argentina, sin hacer distinción de escuelas, debo decir que esa comunidad ha seguido la evolución normal de toda comunidad que va a adherir al pensamiento lacaniano y a la práctica lacaniana y progresivamente va a haber momentos, fases. Hay una fase de no comprensión, de interés, de curiosidad… Luego hay una segunda fase de pasión, de entusiasmo, de estudio. Tercera fase de exceso, de caricatura un poco, de la posición lacaniana. Son fases normales, en Francia también pasó. Y esto hay que decirlo porque no es solamente una cuestión de Argentina, también en Francia estuvo eso. Hay una fase que va a seguir a la de la pasión que es una fase de exceso de idealización, de aplicación del lacanismo a todas las esferas de la cultura. Y además, probablemente, una gran preocupación en lo institu-

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cional, es decir, el lacanismo se convierte en una militancia, casi una militancia política, en donde hay que defenderlo como una bandera. Y luego tenemos otra fase que es, para mí, la fase en la que estamos hoy en día, desde hace ya varios años en Argentina, que es la de la creación. Por los libros que leo y que me llegan de Argentina, hay mucha producción creativa. Independientemente, vuelvo a repetir, de las escuelas y de las orientaciones. Hay mucha búsqueda e investigaciones que se hacen, y pensamiento. Con todo lo frágil que pueden tener las investigaciones. Lo que puedo decir es que en Francia también hubo eso. Quizás con otra historia, porque es una historia en Francia, es también una historia más larga. La impresión de que el lacanismo es una tendencia… yo diría que comienza como tendencia, no como autor. Lacan en los años anteriores a la escisión del año ’53, cuando Lacan va a estar con Lagache, con Doltó y van a dirigir la Sociedad Francesa de Psicoanálisis. Ahí Lacan comienza, realmente. Comienzan sus cursos, sus seminarios, comienza a tener discípulos. Lacan era una figura muy fascinante. Lagache al lado de Lacan no tenía fuerza. Cuando hablaba, Lacan era un hombre que fascinaba. Y usted estaba como hipnotizado. Entonces, evidentemente, empiezan los seminarios y también empiezan los discípulos. Un grupo de discípulos que, con todas las variaciones y las evoluciones, va a confirmarse como escuela en el año 1964, es decir, diez años después. Y allí, después del ’64, se abre la Escuela Freudiana de París, que va a ir realmente a instalarse como una verdadera corriente en el psicoanálisis mundial. Y esa evolución del lacanismo en Francia también tiene esta etapa que yo acabo de decir, la etapa del descubrimiento, la etapa de la incomprensión, la etapa del estudio, la etapa de la pasión, la etapa del fanatismo y la etapa de la creación. CLAUDIA BORENSZTEJN: Llegados a este punto, ¿cuál diría usted que es el aporte esencial y fundamental de Lacan al psicoanálisis? Por ejemplo, se dice que un analista de niños no puede no estudiar a Melanie Klein, porque le da las herramientas esenciales para entender el mundo interno, las fantasías… Hay algunos textos donde lo que usted dice me hace acordar un poco al sistema kleiniano de pensamiento. Así que se corrobora eso que usted dice que sus fuentes están muy claras, porque cuando usted habla de la puesta en acto del fantasma en la realidad, yo pienso en la fantasía inconciente… JUAN DAVID NASIO: Por supuesto. Yo he sido analizado por un kleiniano, pero era un analizado de Bleger. Digamos que en la época en la que yo estaba analizándome estaba bajo la influencia masiva del kleinismo. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 801-821

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Pero vayamos a la pregunta que usted me hace. Yo quisiera responder de dos maneras: primero le voy a responder su pregunta y luego voy a decir mi manera de pensar el lacanismo. Primero la respuesta que le daría es que el aporte mayor que ha hecho Lacan ha sido una tentativa de formalizar, de escribir, de pensar y de conceptualizar los conceptos psicoanalíticos freudianos, para que puedan ellos (esa era la intención de Lacan) transmitirse a otras generaciones. Lacan es un formalista, es una tentativa de formalización del pensamiento freudiano. El aporte es ese. El aporte es, ante todo, una reestructuración formal de la teoría y la práctica psicoanalíticas. Sin embargo quisiera decir que el lacanismo son tres cosas: primero es un dialecto, una lengua. Y si usted quiere ser lacaniana tiene que hablar esa lengua y comprender las palabras y el sentido de las palabras. Si yo le hablo a usted en lacaniano, sobre la fórmula del sujeto [habla en francés], no sé cómo se compone en español… Usted tiene que comprender lo que yo estoy diciendo en esa fórmula. Y tiene que comprender las diferentes interpretaciones de esa fórmula, según el contexto de lo que estamos hablando. Porque una fórmula como esa: sujeto tachado, losange, objeto a. Es una fórmula que primero hay que conocerla y segundo conocer los diferentes sentidos que tiene en la estructura de la teoría lacaniana. Y la relación con la clínica y la relación con la patología. Entonces, primero que nada, el lacanismo es un dialecto. Probablemente el kleinismo también lo sea: mundo interno, objeto bueno, objeto malo… Pienso que el lacanismo es esto, pero esta es la parte más exterior. Probablemente ocurra con todas las teorías, salvo que la teoría lacaniana es una teoría muy rica. Y diría que mucho más rica que la teoría kleiniana, mucho más elaborada, con muchas más articulaciones, muchas más fórmulas, muchos más conceptos. Es un vasto sistema de conceptos, de palabras, de pensamientos… y de sentidos. Es mucho más compleja que la teoría kleiniana. Pero la teoría kleiniana también tiene su dialecto. Entonces, primero: el lacanismo, tal como lo veo yo… que puede ser si esta pregunta usted se la hace a un colega lacaniano, francés o argentino, le va a responder de otra manera. Yo respondo de esta manera. Es, ante todo, un dialecto. Segundo, el lacanismo es una serie de principios. Más exactamente, yo lo pensé para usted, son tres principios. Para mí hay tres principios, que son la base y que guían enteramente la organización del pensamiento lacaniano. Vuelvo a hacer la precisión porque conozco a los lectores lacanianos, que van a decir que esta es una interpretación de Nasio. Está bien.

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Entonces yo digo, como lo dije en el libro Cinco lecciones sobre la teoría de Jacques Lacan, que la imagen de Lacan reflejada por este libro no es la del hombre, sus escritos, o su estilo, sino la de una lógica, un esquema esencial del pensamiento que me guía en la práctica con mis pacientes. Digo que la mejor enseñanza que recibí de Lacan es esta libertad de tratar un autor hasta recrearlo. Cuando usted lee cómo Lacan trata a Spinoza, si usted habla con un especialista en Spinoza, va a decir: ohhh, esto es totalmente una interpretación personal. Muy interesante, va a decir el spinozista. Él va a decir que la interpretación de Lacan de Spinoza es una interpretación muy interesante, pero no es la de los spinozistas. Y cuando usted retoma la interpretación que Lacan hace, la lectura que Lacan hace de Heidegger, un heideggeriano va a decir: muy interesante, pero no tiene nada que ver conmigo, con Heidegger. Y yo he visto gente que ha escuchado… Además, me acuerdo de una anécdota de Lacan, que no le gustaba nada, porque había un señor que se llama Soury, un lingüista que había dicho que lo que Lacan dice de la lingüística es por completo una impresión totalmente personal de la concepción del significante. A Lacan no le gustaba que viniera un lingüista a decirle que lo que él pensaba del significante era una interpretación personal. Pero es cierto que era una interpretación personal. Es una interpretación personal de significante. De lo que es la palabra significante… Lacan recreaba permanentemente al autor que trataba. Y comenzando por Freud. Cuántas veces yo he escuchado lectores muy estrictos y literales de Freud, como Laplanche. Que aunque Laplanche haya sido inicialmente alumno y analizado de Lacan, sin embargo él consideraba que muchas veces Lacan se tomaba muchas libertades con Freud. Y dejaba de lado ciertas cosas de Freud, acentuaba otras y reinterpretaba esto… Lacan dijo: retorno a Freud, pero es el retorno al Freud de Lacan. Entonces, a mí no me pueden pedir que yo haga con Lacan otra cosa que la que él hizo con los autores. Yo hago con Lacan exactamente lo mismo que él hizo con Freud. Para hablar con humildad, yo intento… O naturalmente mi trabajo, mi reflexión, se ha hecho con Lacan, sin buscarlo y sin quererlo, lo que Lacan ha hecho con Freud y con otros autores. Por eso digo que la mejor enseñanza que recibí de Lacan es esta libertad de tratar un autor y recrearlo. Entonces por ahí viene que lo que voy a decir ahora es la interpretación de un Lacan mío, de mi Lacan. De un Lacan que yo tengo dentro mío, al interior de mí mismo, desde la primera línea que he leído de él. Y este Lacan de hoy es el que continúa viviendo en mí a través de la palabra que yo le dirijo a usted. Puede ser que haya otros maestros que viven en mí… No es que puede ser, seguro hay otros maestros que viven en mí. He leído a REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 801-821

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Melanie Klein, he leído a Winnicott, tengo toda la formación de la psiquiatría, del Lanús dentro mío. Hay muchos maestros filosóficos que están dentro mío. Y es este conjunto de maestros, estas voces plurales, que van a concentrar en la voz que es esta, la de hoy, con la que me dirijo a usted. Entonces, estando hecha esta precisión, cuáles son esos tres principios… Lo voy a hacer de esta manera: para decir bien los tres principios voy a decir cómo Lacan definiría al hombre. Esos tres principios mayores de Lacan, quisiera responder bajo la forma de la respuesta a una pregunta intemporal, que es: ¿Cómo definir lo propio del hombre? ¿Qué habría dicho Lacan si, al final de su vida, se le hubiera preguntado, se le hubiera pedido, que definiera el hombre? Muchos pensadores, muy frecuentemente filósofos, han respondido de modo diferente esta pregunta. Algunos han afirmado, por ejemplo, que el hombre era una caña pensante… Ese era Pascal. Otros que el hombre era un animal social. Ese fue Montaigne. Otros, aun, que el hombre es un animal que ríe. O, incluso, un animal del que se ríe. Otros, en fin, han dicho que el hombre era un lobo para el hombre. ¿Y Lacan qué hubiera declarado? He aquí la respuesta que yo hubiera puesto bajo esa pluma. Vuelvo a repetir: que yo hubiera puesto bajo esa pluma. El hombre lacaniano es, ante todo, un hombre que simboliza, que metaforiza. Un hombre en el cual la realidad no existe sino representada en su espíritu. Leonardo Da Vinci decía que la pintura es una cosa mental. Cosa mentale… Lacan hubiera dicho que la realidad es una cosa mental. Leonardo decía que la pintura era una cosa mental porque lo que el pintor pinta es lo que tiene en la cabeza. Y lo que el espectador ve, es lo que tiene en la cabeza… Y yo hubiera agregado: lo que el espectador tiene antes en la cabeza. La Mona Lisa, que usted vio por primera vez en el Louvre, espero que la haya ido a visitar… CLAUDIA BORENSZTEJN: Muchas veces, la primera vez sin vidrio… JUAN DAVID NASIO: La primera vez que usted la fue a visitar, la primera vez que usted la vio en una reproducción… ya la Mona Lisa estaba en su cabeza antes. Antes de verla. Porque la estructura de la percepción es casi anterior al objeto que uno percibe. CLAUDIA BORENSZTEJN: Se parece un poco a la preconcepción bioniana… JUAN DAVID NASIO: No sé, es probable… Entonces Lacan habría dicho que la realidad es una cosa mental.

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Y a partir de ese caso, de esa afirmación fundamental, de que el hombre es un hombre simbólico y simbolizante… ¿Qué quiere decir simbolizante? Quiere decir que en lugar de decir voy a tomar un whisky, uno dice voy a tomar una copa. En francés, un verre quiere decir un verre de whisky. O bien que hay millones de metáforas. Vivimos en la metáfora. Vivimos en lo virtual permanente. Y la realidad siempre es una realidad metaforizada, simbolizada. Estamos siempre subplanteando… supliendo permanentemente la realidad por otras cosas que la designan. Que sean nombres, que sean imágenes, que sean ideas, que sean metáforas… Eso es lo que es un símbolo. El símbolo de la Argentina es la Bandera Argentina. Y eso representa a la Argentina. No hago interpretaciones sobre el valor de la bandera hoy en día… pero es así. Y el hombre, para Lacan, es un hombre simbolizante. Ese hombre simbolizante no puede más que tener un inconciente estructurado como los símbolos, organizado en símbolos. El inconciente de Lacan es un inconciente estructurado como un lenguaje, porque el hombre es un hombre de lenguaje. Y ése es el primer principio, para mí fundamental, del lacanismo. CLAUDIA BORENSZTEJN: Vendría aquí justa la pregunta de qué pasa con lo preverbal, lo no verbal, el lenguaje que no se expresa en palabras. JUAN DAVID NASIO: Lacan nunca confundió… y hay que reconocerlo y darle su prioridad. Lacan nunca desconoció el lenguaje preverbal. Al revés: no solamente lo reconoció, sino que consideraba que formaba parte del lenguaje. Por eso Lacan es uno de los raros psicoanalistas que ha distinguido claramente palabra y lenguaje. El lenguaje incluye toda articulación de los elementos virtuales, formales y simbólicos y es una estructura. Con sus leyes, con su reglas, con sus particularidades. Pero dentro de ese lenguaje está el lenguaje verbal, el lenguaje no verbal, hay muchos lenguajes… Por eso Lacan, a la pregunta que usted hace… Mucha gente cree que Lacan ha dicho que el inconciente está estructurado como una palabra. No. No es la palabra que domina en Lacan. A pesar de la apariencia, como desgraciadamente ocurre con grandes autores y muchos pioneros que crean teorías, se exagera y se ha creído que todo está centrado en la palabra y que han cometido… se comete un error, que a mí me gustaría que esta entrevista por lo menos permitiera corregirlo, que es creer que el significante es la palabra. El significante no es la palabra. El significante es el tono de mi voz. El significante es mi mano que se mueve. El significante es que yo elegí un vaso de color rojo con rayas rojas. El significante que estoy viviendo acá REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 801-821

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en París. El significante es que yo soy argentino. El significante es que usted se llama Borensztejn… Entonces, usted me dice: espere, espere doctor, no entiendo… ¿Qué es el significante? El significante es todo elemento formal que manifiesta un sujeto sin que él se dé cuenta, sin que él sepa y que uno destaca de un conjunto. Así que, cuando yo estoy hablando con un paciente y le miro la mirada, observo su mirada y tiene una mirada de tristeza… Ese reflejo, esa calidad de mirada, si yo estuviera haciendo un texto lacaniano, es un significante. Porque yo lo destaco. CLAUDIA BORENSZTEJN: Justamente ésa es una de las críticas que se hacen, que el afecto no es tomado en cuenta. Los afectos, las emociones… JUAN DAVID NASIO: ¡No! Primero entendámonos. Lacan decía que el inconciente está estructurado como un lenguaje. Yo hubiera dicho, para entendernos en el marco de esta entrevista: el inconciente está estructurado de manera simbólica, con elementos virtuales y con elementos que se componen como si fuera un lenguaje simbólico afuera. Salvo que es un lenguaje simbólico adentro mío. Ésa es mi estructura del inconciente. La expresión del inconciente se hace, siempre pensando en términos lacanianos, ese inconciente estructurado simbólicamente o como un lenguaje… Lacan va a hablar, estructurado como un lenguaje, es decir con sustituciones y desplazamientos. Sustituciones y metonimia, metáforas y metonimias entre cada elemento formal. Esos significantes que componen la red del inconciente, van a expresarse en el exterior del sujeto, por un elemento que es un significante. Ese elemento es un significante porque hubo un terapeuta que lo destacó. O alguien que lo destacó. Capaz que a veces lo hago yo mismo, sujeto. O mi papá me lo destacó. O mi mamá me lo destacó, o mi terapeuta me lo destacó… Alguien me dijo: ¡ahh, vos sos un argentino que vive en París! Y sonamos, ése es mi significante. CLAUDIA BORENSZTEJN: Uno de los significantes… JUAN DAVID NASIO: Uno de los significantes que me caracteriza, por ejemplo, de lo que estamos hablando ahora. Usted viene de Argentina, viene a hacerme una entrevista, estamos hablando en español… Mi significante, ahora, en esta entrevista, entre otros, es ese. El significante es el elemento formal producido por su inconciente y que yo, usted misma o cualquier otro destaca y extrae del conjunto.

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CLAUDIA BORENSZTEJN: Esto nos lleva a algo que estuve pensando mientras leía algunas entrevistas anteriores. Una idea suya que me gusta mucho es la de “dramatización de los conceptos”, que creo que lo estoy viviendo, lo estoy viviendo en este momento. Y es verdaderamente un elemento muy interesante de la transmisión. Hace vivir los conceptos, conecta, llega. JUAN DAVID NASIO: Exacto, exacto. CLAUDIA BORENSZTEJN: Y de lo que usted está diciendo, había pensado también cuánto tiene implicito que es algo que se produce entre dos, en un campo. Me hace evocar la idea de campo bipersonal de los Baranger. El significante no es algo de uno o del otro, sino que surge entre dos. JUAN DAVID NASIO: Para mí no hay significante si no hay otro sujeto. Por eso Lacan decía… y los lectores lacanianos lo van a reconocer fácilmente, un significante representa al sujeto para otro significante. Si usted saca los otros significantes no hay significante. Y ése es un elemento en el que Lacan jamás ha cedido. Un significante emerge en un sujeto, si hay otro sujeto u otros significantes que lo consideran. Yo soy, mi significante es, soy un argentino que vive en París. Hay miles, pero hoy, en nuestra entrevista, es eso: yo soy un argentino que vive en París. Es un significante que me representa como un sujeto, pero para otros. ¿Quiénes son los otros? Primero es usted. Luego van a ser los lectores de la APA, de la Revista. Todos aquellos que reconocen este significante. Y este significante, muy importante para mí, es la clave a condición de que yo no me dé cuenta. Que yo lo porte…

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CLAUDIA BORENSZTEJN: Es un significante en tanto nos demos cuenta ambos de lo que está pasando. JUAN DAVID NASIO: Porque lo ligamos a algo. El significante es un significante si es: uno, la expresión de un humano. Dos, el humano no se tiene que dar cuenta. Tres, el propio humano que se va a dar cuenta, eventualmente de que hay un significante o que yo, terapeuta, lo destaco, tengo que ligarlo a otro significante, que sea la historia del sujeto, que sea la interpretación que yo puedo hacer ligada a otras sesiones… A todo lo que usted pueda ligarlo. CLAUDIA BORENSZTEJN: Esa aparición de significantes, ¿tiene algo que ver con lo que está cuestionado desde teorías no lacanianas, que es el sistema de tiempo en la sesión lacaniana? JUAN DAVID NASIO: Acá ya estamos en otro punto, que vamos a ver, no tengo ningún problema, porque las cosas se pueden hablar bien. Pero quiero mantener los tres principios. Entonces el primer principio es que el hombre, según Lacan, sería un hombre que simboliza. Un hombre que hace permanentemente sustitutos de la realidad en la que vive. A tal punto que la realidad es una realidad representada. Y que lo real, la realidad real, se le escapa. Es un punto al infinito la realidad real. Y que ese hombre que vive la realidad tal como él se la representa, tiene un inconciente estructurado en un lenguaje, estructurado en una red de elementos virtuales de representaciones. Yo le digo que el ser representa la realidad, vive la realidad representada y el inconciente es el conjunto de representaciones organizadas entre sí, del cual él no tiene conciencia.

CLAUDIA BORENSZTEJN: Que sea inconciente… JUAN DAVID NASIO: Que sea un producto de mi inconciente. Porque si yo miento y quiero inventar eso, entonces mi significante es la mentira. Y no es. Tiene que ser algo que sea una expresión del sujeto, del cual el sujeto no es el amo de esa expresión. Porque lo depasa, lo supera, porque va más allá de su intención o de su saber. CLAUDIA BORENSZTEJN: Como la verdad o la realidad: es así más allá de nosotros. JUAN DAVID NASIO: Sí, pero sobre todo si yo hago este gesto así, sin darme cuenta y usted lo destaca, es un significante. Yo que hago este gesto así y usted no destaca nada y yo tampoco, no es un significante.

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CLAUDIA BORENSZTEJN: Algunas de ésas deberían ser abordadas en función de la cura, porque esas representaciones están obstruyendo… JUAN DAVID NASIO: Veo que tengo delante mío una terapeuta, preocupada con los problemas de la terapia. Pero como estamos en un plano de decir los tres principios… Pero le debo decir que sí, que según Lacan, efectivamente, habría que… ahí ya entran mis interpretaciones a un Lacan mío, donde, efectivamente, pienso que el analista tiene que ser como una cuña que entra en ese campo de las representaciones. Pero ése es otro tema que forma parte del problema de la terapia, de la clínica, de la teoría de la técnica. Pero yo quiero ir al segundo principio. Volvamos a preguntar qué es el hombre, qué es lo propio del hombre. ¿Qué es lo propio del hombre? Y Lacan diría que lo propio del hombre es su capacidad de simbolizar.

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Segunda cosa: ¿Qué es lo propio del hombre? Lacan respondería lo propio del hombre es desear. El hombre en Lacan, es un hombre que desea, que quiere, que busca. Que no sabe muy bien qué es lo que busca y que no tiene conciencia de ese deseo que lo anima. Pero está animado por el deseo. Sin que tenga conciencia del deseo. Yo estoy acá con usted, estamos hablando en esta entrevista para la APA, un domingo a las 20 horas… ¿Y qué me anima y qué la anima a usted? No sabemos bien. Y no me pregunte mucho… [se ríe]. No nos preguntemos mucho. Pero estamos animados por un deseo. Hay un deseo que nos anima, que nos sostiene. Unas ganas de… Un querer algo. Sin saber muy bien qué. Primero no sabemos bien que estamos animados por un deseo. Y segundo no sabemos muy bien de qué cosa es ese deseo. CLAUDIA BORENSZTEJN: Pero es vital, tiene algo que ver con la vitalidad. JUAN DAVID NASIO: Absolutamente. Está ligado a las pulsiones de vida y de muerte. Está ligado, ese deseo, a aquello que nos hace estar en vida y sostener nuestra vida. Pero Lacan no se para ahí, el segundo principio no es solamente decir que el hombre desea, que no sabe que él está animado por un deseo y que no sabe muy bien lo que quiere, sino que además… y eso es lacaniano al máximo y es una de las cosas que más gente reconoce en Lacan, es que no logra jamás realizar su deseo. Su deseo no se realiza jamás totalmente. CLAUDIA BORENSZTEJN: Algo sí, porque sino… JUAN DAVID NASIO: Algo sí. Se realiza parcialmente. Eso es muy importante. Con sustitutos. Yo le dije recién que el hombre simboliza. El deseo en el hombre deseante de Lacan, es un hombre que, puesto que el deseo no se realiza totalmente sino parcialmente, ese parcial, muchas veces, por no decir siempre, va a ser sustituto de lo que él hubiera querido tener y que no tiene. CLAUDIA BORENSZTEJN: Y lo mueve a seguir buscando. JUAN DAVID NASIO: Y lo mueve a seguir buscando. Entonces el deseo se realiza con virtualidades parciales y con sustitutos, con supplément, suplementos, no sé cómo se dice en español…Y el deseo se realiza así, y así vamos avanzando en la vida, deseando sin saber qué deseamos, sin saber muy bien lo que queremos. Y sin embargo, con el sentimiento que ese REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 801-821

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deseo nuestro, confusamente sentido, es un deseo que se realiza parcialmente. Y que muchas veces se realiza parcialmente con sustitutos. El hombre de Lacan es el hombre del reencuentro, del encuentro… no sé cómo se dice… Del encuentro perdido. El hombre lacaniano es el hombre del fracaso en la búsqueda de realizar totalmente su deseo. CLAUDIA BORENSZTEJN: Pero no es un hombre amargado por eso… JUAN DAVID NASIO: Bueno… no es un hombre amargado… Claro. Cuando yo lo presento así, clarito, dramatizado como usted me acaba de decir, es cierto. Yo dramatizo el concepto. Evidentemente, piensa uno, que es un hombre amargado con la amertume, con la amargura. Con la boca amarga. CLAUDIA BORENSZTEJN: Un gusto amargo. Como esencial a la vida, la amargura que tiene la vida. Inherente al hecho de que somos mortales, que se nos va a acabar… JUAN DAVID NASIo: Sí, eso. A que hay una dificultad en realizar todos esos deseos nuestros. Pero el hombre en Lacan, es cierto, es el hombre del encuentro fallido, probablemente… CLAUDIA BORENSZTEJN: De aquel en el que las relaciones sexuales no existen, por ejemplo… JUAN DAVID NASIO: Sí, claro. De ahí la frase de Lacan y podríamos meter el Lacan del segundo principio. El primer principio sería el famoso el inconciente está estructurado como un lenguaje. Y el lema del segundo principio sería no hay relación sexual. Porque decir que no hay relación sexual, que es un cachetazo a la vida de los seres humanos, sobre todo a aquellos que son vitales y que adoran, que aman, que se encuentran y que logran… Y que para ellos la relación sexual es un momento vital y de placer. Que me vengan a decir que no hay relación sexual, dan ganas de decirle: pero Lacan… quizás sea usted el que no tiene relación sexual… Además, como digo siempre, no tengo temor a decirlo en este momento, Lacan era muy seductor con las mujeres, le gustaban mucho. Mujeres en el sentido de seducirlas, tratarlas muy bien, etc. Era un hombre muy cortés, muy caballero. Y siempre con una posición muy atenta a la mujer. Así que, seguramente, desde el punto de vista sexual, de Lacan no hay nada para quejarse. Sin embargo, él decía que no hay relación sexual. Pero el no hay relación sexual, es para mostrar que la relación entre el hombre y la mujer es una relación genital en la que no hay encuentro. Que el encuentro es un encuentro fallido, desde el punto de vista de los

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deseos que los llevan a encontrarse. Es cierto, podemos concluir diciendo que este hombre, el hombre lacaniano del encuentro fallido, es un hombre que se puede deducir como un hombre con un sabor amargo en la boca. Ése es uno de los puntos más complejos y de los cuales a mí me interroga mucho y me he interrogado toda mi trayectoria muy asidua de los seminarios de Lacan, de la lectura de Lacan… Siempre, probablemente por mi naturaleza, mi propio significante, que siempre me ha costado esa visión del hombre amargo de Lacan. Esto lo lleva al tercer principio, que es que el hombre lacaniano, es este hombre creador de simbólico, este hombre del deseo, este hombre que está confrontado a la falta. Porque el deseo siempre está confrontado a la falta que se le escapa. Y el deseo sigue esa falta como el burro sigue la zanahoria. CLAUDIA BORENSZTEJN: Como el mismo motor. JUAN DAVID NASIO: Exacto, como el motor. El tercer principio de Lacan es que el hombre está estructurado y dinamizado por la falta. Que el hombre es un hombre que construye su realidad con símbolos y arreglándoselas con los agujeros, tapando agujeros. Si yo tuviera que decir qué es el hombre en Lacan, el hombre en Lacan es un formidable productor de símbolos, que pasa su tiempo tapando los agujeros de la falta que su deseo encuentra. Éstos son los tres principios para mí. Puede haber otros, hay muchos otros más. Pero yo quería, en ocasión de esta entrevista, el número especial, dar una visión y por eso lo preparé particularmente. Quería dar una visión global del lacanismo y decir que es un dialecto, al cual hay que conocer muy bien y que toma mucho tiempo conocer. Hay que estudiar mucho, mucho, a Lacan. Para saber Lacan hay que estudiar mucho, mucho, mucho… Creo que de todas las corrientes psicoanalíticas es la que necesita mayor esfuerzo en tiempo y en concentración. Aún mucho más que Bion, mucho más que otros autores complicados. Lacan necesita esfuerzo. Y él era conciente de eso y se regocijaba, y yo puedo decirlo porque he sido testigo, miles de veces, de que él se reía de nosotros… ¿Cómo se dice…? CLAUDIA BORENSZTEJN: ¿Se burlaba…? JUAN DAVID NASIO: Sí, se burlaba de nosotros, jovencitos, diciendo: ¡ah, la que van a tener que sufrir para aprender…! Pero lo decía bien. No era perverso, no era malo, no era falso, no era humillante. Era como si estuviéramos con un gran maestro que nos REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 801-821

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decía: si quieren aprender, van a tener que trabajar mucho. Yo eso siempre lo escuché de Lacan. Cuando iba a los seminarios y veía a Lacan hablar tan difícil, tan difícil… Hoy ya no, ya no es difícil, ahora los colegas argentinos leen los seminarios de Lacan, los últimos de la época, los nudos borromeanos… lo leen, lo discuten, lo transmiten, lo elaboran… Salíamos del seminario con el sentimiento de que teníamos una parva de cosas para estudiar: Freud, Lacan, autores filosóficos… era una cosa… un trabajo inmenso. Y yo debía estudiar muchísimo en esa época. Horas y horas y horas… Había que estudiar mucho. Y pienso que muchos colegas lacanianos de hoy son grandes estudiosos de Lacan. Y en Lacan era su manera de avanzar. Mucha gente cree que su oscuridad era a propósito. No, no. Para nada. Yo estoy totalmente en desacuerdo. Era oscuro porque no podía ser de otra manera. Porque no sabía ser claro. Y porque no le interesaba ser claro. Es cierto, por ejemplo, cuántas veces me ha pasado a mí comprender un tema que era incomprensible. Y después decirme, volver, comprenderlo, volver al texto de Lacan y decir: pero por qué no lo explicó más claro… Porque a mí me pasaba que él explicaba, por ejemplo el problema de una lógica, pongamos en la lógica del fantasma, donde hay esquemas de lógica muy difíciles. Uno tomaba esas diferentes proposiciones lógicas, complejas, las estudiaba. A veces hasta teníamos un profesor de lógica, que venía y nos explicaba. Y cuando uno entendía, decía por qué él no explicaba las cosas de esa manera, más simple. Cuando yo estudié el cross cap, del cual ahora va a salir el libro. Ya salió: Introducción a la topología de Lacan. Salió ahora, hace poco, en Amorrortu. Cuando estudié cómo se construye el cross cap, qué es, sus funciones, que es una figura topológica, de la topología clásica. Es una superficie de la topología. Cuando uno ve la explicación de Lacan en el seminario sobre identificación o en otros seminarios en donde él lo retoma como la angustia, uno termina de comprender y entendió bien, y vuelve al seminario y dice: pero ¿por qué no fue más claro…? Podía haberlo sido. Pienso que era la manera que tenía de avanzar, y él avanzaba a su modo y con las dificultades de aquel que comprende… CLAUDIA BORENSZTEJN: Quisiera poder hacerle dos preguntas, y son las siguientes: ¿Cuál es la importancia de Lacan para la clínica? ¿Cómo ha impactado en su clínica la teoría lacaniana? Y otra más: ¿tiene críticas a la teoría lacaniana?

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JUAN DAVID NASIO: Primero que nada… Sí, en la clínica, el gran paso, fundamental para mí, que he hecho es… Hablemos de la clínica y de la técnica. En la clínica, esta fórmula, el significante, representa al sujeto para otros significantes. Si usted lo aplica en la clínica, lo va a encontrar en todas las consideraciones clínicas de los psicoanalistas, cualquiera sea su orientación. Que es la idea simple, dicha por Lacan, con una fórmula compleja pero que uno la puede aplicar perfectamente bien, es que un síntoma en un paciente no existe nunca solo. Un síntoma en un paciente no tiene sentido más que en relación al conjunto de las otras manifestaciones del sufrimiento del paciente. Un significante, un síntoma, no existe, representa al paciente, representa al inconciente del paciente, para otros significantes. Otros significantes que son, que pueden ser diferentes cosas. Pero una cosa muy importante es que este síntoma no tiene valor más que en relación con todos los otros síntomas que vienen a marcar, a jalonar en la historia de la vida del paciente o en el presente, sea en un corte longitudinal o sea en un corte transversal. No es síntoma solo. CLAUDIA BORENSZTEJN: Por ejemplo, en un niño con enuresis… JUAN DAVID NASIO: Un niño con enuresis es el síntoma de la enuresis del niño. Esa enuresis representa al inconciente del niño. ¿Qué es lo que representa? Y ahí hice mi interpretación, ya no es Lacan. ¿Pero qué representa la enuresis en un niño? Representa la agresividad. A todo niño enurético hay que tratarlo como un niño agresivo, donde la orina, en la noche, es como la tinta en el pulpo para defenderse. Es una agresividad. Y propongo a los lectores psicoanalistas de niños que verifiquen, o no, esta hipótesis. Esa enuresis no tiene valor si yo no la ligo a la agresividad de los padres. Y vuelvo ahí a decir que todo niño enurético es un niño agresivo. Y todo niño enurético es hijo de una madre o de un padre agresivos. Y ahí ya empieza a relacionar. De ahí yo voy a relacionar. Bien entendido. Además de la enuresis en el niño voy a relacionarlo con otras dificultades, por ejemplo una relación sobreprotegida con la madre, una actitud de rabia con respecto a algo que pasó con un hermano, etc. Pero siempre el síntoma está ligado a otros. CLAUDIA BORENSZTEJN: ¿Esto lo llevaría a tratarlo en conjunto con otros? JUAN DAVID NASIO: Yo trato siempre a los chicos… trato al chico solo en sesión y luego hago entrar al padre o a la madre al final de la sesión, y recibo al niño y al padre o a la madre. Y a veces recibo a los padres solos, fuera de la relación con el niño, a condición de que el niño esté de acuerdo. Y recibo a la madre sola o al padre solo, también a condición de que REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 801-821

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el niño esté de acuerdo. Y trabajo en este tipo de vínculos cruzados con los padres y con el niño. CLAUDIA BORENSZTEJN: esto en el caso del niño como se hace presente en las figuras reales que lo rodean. Pero si fuera un adulto, en donde usted reconoce que un síntoma está relacionado… JUAN DAVID NASIO: Supongamos un adulto deprimido. Si el adulto deprimido me dice que está apático, que no tiene interés por nada, que no tiene deseos de nada… que es lo que yo pienso con la depresión: hay una forclusión del deseo, esa es mi teoría. Estoy preparando actualmente un libro que trata sobre pacientes depresivos. Y llego a esta idea de que en la depresión hay una forclusión del deseo. A este paciente yo le voy a preguntar si duerme bien, por ejemplo. Cómo duerme. Y qué hace si duerme mal durante el insomnio. Si se levanta y va al salón, además de ir al baño y se instala en el salón a las 3 de la mañana, con los ojos abiertos, a pensar. Y ahí le voy a preguntar en qué piensa cuando está recostado en el sofá a las 3 de la mañana sin poder dormir. ¿Qué estoy haciendo? Estoy ligando un síntoma, que es el de la apatía, con otro síntoma, el del insomnio. Y esos síntomas, como yo no soy un psiquiatra, estoy trabajando como analista, me interesa saber el fantasma que está sosteniendo al paciente en esta pluralidad de síntomas. Primero diría, para aplicar la frase de Lacan, un síntoma representa al sujeto para otros síntomas que me van a conducir al fantasma. Ésa sería la fórmula que yo completaría. Llegar al fantasma se hace con una reconstrucción, yo creo que el psicoanalista tiene que reconstruir. Y esa reconstrucción es lo que yo llamo el esquema director de la cura. Pienso que eso orienta la cura. Y que esa orientación de la cura me guía en el trabajo durante las sesiones en la escucha que yo tengo. Qué es lo que me interesa, qué es lo que puedo dejar de lado. Usted me dice: pero doctor, yo creía que un analista lacaniano era silencioso, que no pensaba en nada… ¡Por favor, usted me impresiona! ¿Cómo usted le va a preguntar? Él viene, le dice que está apático y usted le va a preguntar a qué hora se levanta, si tiene insomnio, qué piensa durante el insomnio… ¡pero usted no es un lacaniano, Dr. Nasio…! CLAUDIA BORENSZTEJN: Sí, es una buena pregunta. JUAN DAVID NASIO: Yo soy lacaniano. Y soy y no soy lacaniano. Soy lacaniano porque me he formado, entre otros maestros, con Lacan, y algo de Lacan debe haber ahí adentro. Y al mismo tiempo soy un clínico que me

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interesa bucear adentro del otro, entrar… con respeto, con todo lo que usted quiera pero entrar. Porque yo escucho qué me ha pedido el paciente. Él viene y me dice: Dr. Nasio [golpea la mesa], yo quiero que usted bucée adentro mío, que me acompañe. Y si es posible, como decía Freud, que haya un cambio dentro mío, que me haga cambiar. Y si el paciente se cura con eso, bueno… está bien. Nunca hay una cura completa. Acá empezamos con Lacan y estamos en Nasio… No importa, está bien, porque como le dije, yo también soy una expresión del lacanismo. Por supuesto que Lacan decía que la curación viene como un anexo. En realidad, esa frase no la dijo Lacan sino que la dijo Freud. CLAUDIA BORENSZTEJN: Sí, como por añadidura. JUAN DAVID NASIO: Por añadidura… primero que nada. Y segundo, que en ningún momento dijo que no había curación. Dice que la curación viene por añadidura, pero no dijo que no viene la curación. CLAUDIA BORENSZTEJN: Para que continúe el psicoanálisis como terapia tenemos que ayudar a la gente… JUAN DAVID NASIO: No es para que continúe el psicoanálisis que tenemos que hacer nada. Le corrijo su fórmula. No, no. No es para que continúe. Es porque es la misión para la cual estamos asignados. Yo tengo una misión que me dan mis pacientes. Cada paciente que viene a ver a los lectores, psicoanalistas, de la Revista, cada vez que suena el teléfono y le piden una cita, cuando el paciente se sienta delante suyo, él viene y le dice que va a decir qué es lo que él espera de usted. Entonces le está asignando un rol. Le está dando una misión. Y la misión es, en general… es raro que la misión sea ayúdeme a hacer un trabajo intelectual de meditación… No. Los pacientes vienen porque están mal, sufren y esperan del analista que los ayude a resolver el problema que tienen. CLAUDIA BORENSZTEJN: Usted piensa que el analista lacaniano también lo hace… JUAN DAVID NASIO: Yo pienso que los analistas lacanianos de hoy, 2009, que son y se afirman en esta identidad lacaniana, que yo respeto muy bien, son psicoanalistas que también, aunque no se lo digan a ellos mismos, de todas maneras son sensibles a esta misión de cura que el paciente solicita. ¿Si no qué? Evidentemente, si el psicoanálisis hoy se ha desarrollado tanto, y es un motivo de desarrollo extraordinario. Pero, como en todo desarrollo, REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 801-821

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hay un desarrollo un poco hipertrofiado. En todo caso, en Francia hay un desarrollo hipertrofiado, que quiere decir que hay cada vez más personas que se han formado en análisis y que la formación es frágil y que ya aspiran a ser psicoanalistas. Y que ahí se plantean muchos problemas para gente como yo que, junto con varios colegas, tenemos la responsabilidad de la formación de los analistas. CLAUDIA BORENSZTEJN: Usted tiene un seminario de formación… JUAN DAVID NASIO: Sí, yo tengo un seminario de formación de analistas, yo dirijo una asociación, Seminario Psicoanalítico de París, que es una asociación que ya tiene 24 años de vida, es una asociación que se porta muy bien, tiene mucha audiencia, una gran audiencia dentro del panorama psicoanalítico francés. Es cierto que tenemos una audiencia muy grande sobre todo en los profesionales psicólogos, psiquiatras, estudiantes, que se sienten atraídos por la formación que damos. Una formación con la que yo estoy muy contento pues es una formación de calidad. Es una formación clara… Para ser analista, dentro de nuestra asociación, para ser reconocido analista aunque no haya un reconocimiento oficial, como puede ser en la APA o en algunas asociaciones lacanianas, donde está el famoso pase. Nosotros lo que tenemos es una necesidad de que aquel que quiere ser reconocido como analista en nuestro grupo, tiene condiciones de base: mínimo seis años de análisis con un mismo analista, tres años de supervisión con el mismo supervisor y cuatro años de presencia regular en el seminario de formación para ser analista. CLAUDIA BORENSZTEJN: ¡Merci beaucoup! Ha sido usted verdaderamente amable y le agradezco muchísimo esta entrevista. JUAN DAVID NASIO: He tratado de responder… Usted me dirá después de la transcripción. Nos depedimos. El doctor Nasio me acompañó a la puerta. Eran la 8 de la noche en París. Lloviznaba. Y la torre Eiffel iluminaba con los tres colores de la bandera francesa.

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Entrevista a Madé Baranger Claudia Borensztejn Darío Arce Marcelo Salusky

El Comité Editor acordó que en este número era pertinente el comentario y la opinión de una psicoanalista de la talla de Madé Baranger, historia viva del psicoanálisis. No sólo por el hecho de haber tenido contacto personal con J. Lacan, sino también por ser una profunda conocedora de los movimientos intelectuales más relevantes de nuestra institución y del psicoanálisis internacional. Junto a su esposo, el profesor Willy Baranger, y el doctor Jorge Mom protagonizaron la reforma institucional de la APA del año 1974, a partir de la cual se instaló la libertad curricular en la formación psicoanalítica y el modelo de pensamiento pluralista. Pensamos que su punto de vista podría resultar valioso en su estilo claro y directo, sin ornamentos. Sutil, precisa y despojada de solemnidades. Con la vitalidad inalterada por el paso del tiempo y una lucidez y conocimiento que crece en profundidad con el correr de los años, Madé nos recibe en la pequeña sala de espera, en el tercer piso de su casa. Con una sonrisa amplia y cordial; la economía de gestos y palabras que la caracteriza nos invita a pasar a su consultorio, por el que desfilamos muchos de los analistas que aprendimos con ella. Como siempre se prestó a un diálogo franco y sincero. Con su habitual independencia de pensamiento y su fuerte posición pluralista, que cultivó en nuestra institución, habló de J. Lacan; algunas vicisitudes del movimiento kleiniano y del lacaniano. Transmitimos esta entrevista que fue plena en silencios significativos, énfasis, cambios de voz y gestualidad comunicativa, un clima y una atmosfera que llenó el consultorio y nuestras mentes de mucho más que las palabras que intercambiamos y que a continuación reproducimos...

CLAUDIA BORENSZTEJN: La idea, Madé, es conversar un poco con usted porque el próximo número de la REVISTA DE PSICOANÁLISIS vamos a dedicarlo a las ideas de Lacan en APA, el efecto, el impacto, cómo ingresaron… y en esa historia....

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CLAUDIA BORENSZTEJN, DARÍO ARCE, MARCELO SALUSKY

MADÉ BARANGEr: Nosotros no tuvimos la culpa [risas]. DARÍO ARCE: ¿Cómo fue? MADÉ BARANGER: Creo que fue absolutamente independiente de nosotros que la gente empezó a interesarse por Lacan. Mi marido cuando lo leyó se interesó y empezó a hacer grupos sobre Lacan, evidentemente no debían haber gustado mucho a los lacanianos porque tengo entendido que era un comentario evaluativo y eventualmente crítico de las ideas de Lacan.

ENTREVISTA A MADÉ BARANGER

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fieles seguidores y supongo que si Laplanche, no sé Leclaire porque murió muy rápidamente, y otro que era muy fiel de Lacan, se apartaron de Lacan habrá sido porque un buen día dejaron de aguantar sus insolencias. Si leen los textos de las conferencias de Lacan, y de la discusión, van a encontrar eso a cada rato. MARCELO SALUSKY: ¿Y con ustedes?

MADÉ BARANGER: Porque todos empezaron a hablar de Lacan. Willy pensaba que Lacan era una persona interesante e intentó hacerlo invitar aquí y Lacan altaneramente dijo que si él tenía ganas de venir a Argentina no necesitaba de una invitación. Fue así.

MADÉ BARANGER: Yo hablé muy pocas veces con él. Estuve alguna vez en su casa invitada y me trató muy bien, pero fue más Willy que habló con él alguna vez, en particular cuando lo quería convencer de venir aquí… Cuando volvimos aquí de Montevideo, encontramos que el Agregado Cultural de la Embajada de Francia, era amigo nuestro, lo habíamos conocido cuando estábamos aquí antes de ir a Montevideo, le decía a Willy: “Si necesitas algo...”; “muy bien –dice Willy–”, “...podemos invitar a algunas personas”. “Pero sí, como no –Willy_”. Le decía a Willy de darle una lista de libros interesantes, franceses por supuesto, y se mandaban a la biblioteca todos los años.

CLAUDIA BORENSZTEJN: Entonces vino Leclaire. ¿Cómo fue la visita de Leclaire?

DARÍO ARCE: Entonces ¿Willy empezó a dar los grupos de estudio de Lacan antes de traer a Leclaire?

MADÉ BARANGER: Precisamente, porque Lacan no venía, entonces invitamos a Leclaire, que era el representante más fiel, en aquel entonces, de las ideas de Lacan. Además era un expositor excelente.

MADÉ BARANGER: No sé cuando fue. Yo nunca asistí a las clases de Willy. Los que venían a estudiar con él, supongo estaban bastante satisfechos.

CLAUDIA BORENSZTEJN: ¿Y cómo fue que usted y Willy conectaron con Lacan y con sus ideas?

CLAUDIA BORENSZTEJN: ¿Y cómo tomó usted las ideas de Lacan? CLAUDIA BORENSZTEJN: Y esa fue la primera aparición en APA de un lacaniano. ¿Ustedes tenían contacto con Lacan? MADÉ BARANGER: Alguna vez sí. Alguna vez asistimos a sus clases en un hospital, cuando estábamos en París, lo fuimos a escuchar y hablábamos con él, lo conocíamos.

MADÉ BARANGER: Yo nunca las adopté, lo leía porque me gustaban las ideas que eran nuevas. La novedad siempre me gustaba, era interesante y algunas cosas me sirvieron, incluso alguna idea de Lacan, en algún trabajo mío las usé cuando hacía mis trabajos... DARÍO ARCE: ¿Y qué aspecto valora de la obra de Lacan?

MARCELO SALUSKY: ¿Y qué les pareció? MADÉ BARANGER: Un tipo brillante, insoportable pero brillante en su pensamiento. MARCELO SALUSKY: ¿Y por qué era insoportable? MADÉ BARANGER: ¡¡¡¡Las insolencias!!!! No necesito explicárselo, lean los libros de Lacan, los escritos de Lacan, con el resumen de las conferencias que presentó, la discusión. Las insolencias que mandaba a sus más REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 823-834

MADÉ BARANGER: No lo seguí estudiando y no lo sigo leyendo, pero lo leí en una época en que nadie lo leía… Willy estaba haciendo la formación, se suscribió a la Revista Francesa y, en cada número, había artículos de Lacan, fue así como lo conocí. Yo siempre leo lo que me queda a mano, (sonriendo) porque soy curiosa. CLAUDIA BORENSZTEJN: ¿Y piensa que en APA ahora hay dogmatismo lacaniano?

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MADÉ BARANGER: No sé. Supongo que es muy variable, no me dedico a escuchar y a evaluar eso. Mi impresión general es que hay gente que piensa bastante fielmente con Lacan y trata de seguirle el pensamiento y otros que se conforman con usar vocabulario lacaniano, que es un vocabulario muy especial. MARCELO SALUSKY: ¿A Leclaire no lo trajeron más? MADÉ BARANGER: Lo que pasó es que Leclaire al año siguiente estaba invitado de nuevo porque él gustó mucho, tanto aquí como en Uruguay y dos o tres semanas antes habló por teléfono para avisar que no podía venir porque se iba a hacer, en la misma fecha, el primer congreso en la URSS y que le interesaba asistir a eso. Leclaire murió muy pocos años después, lo vimos una vez en París y la vez siguiente que fuimos ya había muerto, muy joven. Leclaire era un tipo macanudo… Entonces Willy me dice: “¿Qué hago?”. Y en el congreso anterior habíamos conocido a Green y nos entendíamos muy bien con él, entonces Willy dice: “¿Te parece que lo llame a Green?”. A las siete de la mañana, quizás no eran las siete de la mañana en París, pero aquí eran las siete de la mañana [risas]. Entonces lo llama a Green, Green piensa un momento y dice: “bueno, está bien, de acuerdo.” Se utilizaba el pasaje que estaba previsto para Leclaire y Green pasó todo ese día anotando todas sus sesiones con los pacientes para traerlos como material y discutir aquí. A partir de ahí ya lo conocimos más, lo habíamos conocido en el congreso de París, habíamos ido a cenar con él. Le contaba, a no sé quién, esos días una anécdota con Green. Cuando Green vino la primera vez estábamos con todas las críticas a la APA y yo le decía: “hay que modificar eso, no podemos seguir así”. Entonces en la calle, hablando con él, le explicaba mis proyectos y él me decía: “Pero eso es muy peligroso, pero eso es muy peligroso” [risas]. MARCELO SALUSKY: De las reformas del ‘74 está hablando. MADÉ BARANGER: Sí. Le decía: “No podemos seguir con ese sistema, hay que modificar eso”. Entonces le hablaba de los proyectos posibles, de lo que estaba pensando. La formación fue kleiniana durante mucho tiempo y tenía muchas cosas importantes. Yo no reniego de mi formación kleiniana. Creo que aprendí mucho y, probablemente, Willy diría lo mismo, era lo que habíamos recibido y era una base muy importante de nuestro pensamiento, Pero vinieron otras cosas encima (vienen otras cosas encima, también. Willy tampoco era lacaniano, pero le fascinaba el pensamiento de Lacan, pero había otras cosas que no podía tolerar. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 823-834

ENTREVISTA A MADÉ BARANGER

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DARÍO ARCE: ¿Qué cosas? MADÉ BARANGER: Digamos la falta de neutralidad y la política. Porque a partir del momento que Lacan se peleó, se separó de la Sociedad de París y entonces, en consecuencia, también de la Internacional, blandía eso siempre. La mitad de lo que decía era para diferenciarse atacando a esos otros que no sirven para nada. DARÍO ARCE: ¿Y se acuerda hasta dónde le parecían interesantes las ideas de Lacan?, o sea, Willy lo siguió hasta el planeta Matema, como dice Roudinesco. MADÉ BARANGER: Yo no llegué a entender eso, traté de leerlo y no lo entendí. Eso es cierto. Y no sé quién me dijo una vez si quieres te lo explico, bueno, cuando quieras me lo explicas [risas] pero yo nunca lo pude entender, leyéndolo. Y no sé si Willy se había tomado el tiempo de leer eso. Hablaba de los grandes textos iniciales de Lacan. No sé cómo eran los seminarios que hacía él, porque yo no asistía. MARCELO SALUSKY: Me parece que él desarrolló más la primera parte de Lacan, nosotros hicimos esa primera parte con Claudia también. Una de las cosas que nosotros queríamos saber, para Ud., ¿qué es lo que provocó en APA el fenómeno lacaniano? MADÉ BARANGER: (levantándose de hombros y con tono enfático) ¿Y Qué provocó? !!!¿Cómo lo ve usted?... Yo lo aguanto y no me molesta... (Sonríe pícara y sigue más seriamente.) Es el derecho de la gente de ser tal cosa, tal otra. Mire, a los pocos días de volver de Montevideo, había leído cosas de Lacan mucho antes, no era lacaniana, yo en principio era de formación kleiniana, pero asistí a la presentación de un trabajo muy bien hecho, que explicaba todo un caso en relación con la situación edípica… Una persona toma la palabra al final de esa reunión y reconstruyó todo el caso, cuyo material había dado el autor; ella no conocía al paciente, explicó todo el caso en términos de ‘envidia’, porque era lo único que había aparecido aquí, el concepto de envidia de Melanie Klein. Ustedes deben recordar cómo apareció, precisamente a propósito de su pelea con su discípula Paula Heinmann. Incluso, los textos de Melanie Klein sobre la envidia aluden muy directamente a eso. Y había venido poco tiempo antes Frank Phillips para propagandear la última idea de Melanie Klein sobre la envidia. Lo habíamos recibido nosotros en Montevideo, lo habíamos recibido en casa. Lo escuché; a mi la envidia no me interesaba mayormente, además era una cosa tan particular de la historia con la discípula que nunca utilicé mucho la envidia. Yo no dudo que la envidia

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pueda existir aquí, pero no como se describía en aquel entonces. Porque finalmente Melanie Klein pretendía que todo lo negativo venía de esa primera relación de envidia. Me parecía un poco abusivo, porque hay muchas circunstancias en la vida, en la infancia... habían venido a propagandear la última idea de Melanie Klein sobre la envidia, pretendía explicar todo en término de envidia, es lo mismo que pasa con los lacanianos. De pronto tratan de meter la ideas lacanianas que no siempre pegan, otras veces sí. No da cuenta de todo. CLAUDIA BORENSZTEJN: ¿De qué piensa usted que da cuenta especialmente? MADÉ BARANGER: Tendría que poder llegar a formular mi pensamiento o en qué caso lo utilizó. Como la fundamental inadecuación de uno consigo mismo. Eso sí existe y es una idea muy importante... Citar a propósito de cualquier cosa a Lacan diciendo que con eso explica todo, a veces explica algo y a veces no, a veces es una cita nomás, que no cierra, que no agrega un pensamiento para la teoría, para la práctica. Por ejemplo, estoy leyendo un artículo en una revista que recibí, me interesaba porque es un artículo sobre la impostura, de una psicoanalista belga. Quería ver lo que decía sobre la impostura, porque pienso que tiene bastante que ver con la mala fe, yo escribí un trabajo que, por supuesto, ahora no llegaría a la misma conclusión, pero eso es otro problema. Las ideas de Lacan para esa fundamental desubicación de uno consigo mismo era, quizás, lo que a mí siempre me interesó. No sé si él hubiera estado de acuerdo para considerarlo algo esencial. MARCELO SALUSKY: ¿Cuáles son los autores franceses que lee ahora con interés y por qué? MADÉ BARANGER: Green, pero es imposible leerlo todo, pero Green sí piensa muy bien. Laplanche, que era lacaniano, piensa muy bien, es un excelente universitario, es decir, si Laplanche quiere exponer un problema, un tema, es un trabajo universitario perfecto y se esfuerza de aportar alguna idea personal. Cuando dictaba seminarios sobre cualquier tema, siempre empezaba a mirar lo que decía Laplache, porque explicaba a propósito de Freud todo, Freud le servía como punto de partida para cualquier cosa. Green, es muy creador, pero hay otros. Un tipo como D’Muzan, es un tipo formidable, en particular para la relación del cuerpo y la psicosomática, la relación con el cuerpo, es extraordinario. MARCELO SALUSKY: A usted le gusta mucho Roussillion.

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MADÉ BARANGER: Roussillion, sí. MARCELO SALUSKY: ¿Por qué le gusta? MADÉ BARANGER: Porque piensa bien y siempre piensa un poco más allá que lo ya conocido, sin oponerse. No es una pelea, una oposición, sino que agrega algo y agrega mucho y tiene un contacto excelente con sus pacientes. Debe haber otros que me gustan también, que leo cuando me caen entre manos. Ya no compro más revistas porque ya no sé dónde ponerlas. [Pausa] ¿Qué piensan hacer a propósito de Lacan? Yo creo que Lacan es importante, pero ¿por qué sólo Lacan? CLAUDIA BORENSZTEJN: Bueno, el lema de este numero de la Revista es “ni sin Lacan ni sólo Lacan”. Como pensamos que hay un movimiento importante lacaniano en APA… MADÉ BARANGER: Sí, sí. Algunos hablan bien y parecen haber entendido bien y otros usan la palabra sin saber lo que hay detrás de la palabra. ¿Es así, no? (sonríe). CLAUDIA BORENSZTEJN: Es así, pero ¿piensa usted, Madé, que las ideas lacanianas son integrables en el conjunto del pensamiento psicoanalítico? MADÉ BARANGER: No. No. Era mucho más la crítica que hacía Lacan a la Sociedad Francesa, a la Sociedad de París y a la Sociedad Internacional, era mucho más una crítica política, no a nivel de las ideas. Creo, yo por lo menos lo entendí así. CLAUDIA BORENSZTEJN: Y con toda la historia de las sesiones cortas, que eso fue bastante complicado… MADÉ BARANGER: Sí, eso es una cosa que yo no puedo aceptar, yo pienso que es bastante importante un marco firme para que un tratamiento funcione. Piera Aulagnier, que se analizaba con Lacan, nos contaba que una vez lo esperaba, lo esperaba, porque la gente iba y esperaba tres, cuatro horas y Lacan sale de su consultorio y le dice: “¿Usted qué hace aquí?”. P.: “Y yo esperaba su sesión” [risas]. Ella lo contaba con bastante gracia. Dentro de su aspecto insolente e insoportable de Lacan, que se quería distinguir, que no lo confundieran con cualquiera, hay, creo, ideas importantes, una postura como analista frente al paciente y a lo que se puede hacer o no con el paciente... Mire, hay una cosa que yo digo siem-

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pre, incluso alguna vez me lo habían escrito por aquí, que un analista no tiene derecho, o no debería darse el derecho de decir una cosa que no cree que es verdad en el momento que la dice. Ahora, lo que yo considero como verdad depende de mi experiencia, de mi experiencia del paciente, de toda mi formación teórica, evidentemente depende de muchos factores, pero yo no me siento autorizada a decirle en algún momento a un paciente algo que no creo verdad. Eso sí, es una de las cosas sobre las cuales pongo el acento. Y si la gente está convencida de las ideas de Lacan a propósito del material clínico y le parece que aclara algo más, me parece muy bien. Pero lo más importante es que esté el pensamiento propio del analista. Por supuesto que cuando tomamos contacto con otros pensamientos, sea el de Lacan, pero en una época fue el de Klein y hay de muchos otros. Decimos (levantando el índice con expresión de descubrimiento): ¡¡¡¡Ah!!!! Eso es algo que puede integrarse a mi pensamiento teórica o técnicamente. Es así como progresa el psicoanálisis, no encerrándose en un autor… Creo. En los klenianos era igual. Esa tendencia, cuando surge algo que parece nuevo, yo citaba lo de la envidia, recién había venido Frank Phillips a hablar de la envidia, entonces la gente que lo había escuchado bien, esas son las últimas ideas klenianas, metía la envidia en todos lados. Es una tendencia en todas las Sociedades Científicas, si leen libros de metodología sobre las ciencias lo verán denunciado y es cierto. Claro, como analistas pensamos que tendríamos que ser mejor y protegernos de eso. ¡No!, caemos en lo mismo, es inevitable. CLAUDIA BORENSZTEJN: Ahora, Madé, que hay tanto impacto con las ideas del campo psicoanalítico en el mundo, con sus ideas y las de Willy... MADÉ BARANGER: Se entusiasmaron con el concepto de Campo en el congreso de Amsterdam. Antes se había explicado la teoría del campo en un congreso Latinoamericano en México. Willy había presentado algo sobre la teoría del campo y yo había tenido que hacer, con mi grupo, un trabajo sobre femineidad. Los trabajos se presentaron a la mañana y la discusión era de tarde. Los italianos fueron los que enseguida empezaron a hablar de campo, desde entonces creo que todos hablan de campo. No lo entienden exactamente como yo. Lo entienden mucho más como interrelación, interaccionismo y, como dije hace unos días a alguien, lo más opuesto a la teoría del campo es el interaccionismo. Uno dice tal cosa, el otro contesta tal cosa, es lo más opuesto, decir que es lo mismo es no haber entendido nada de la teoría del campo y yo creo que la mayoría no lo ha entendido mucho o no se han interesado mucho para ir más allá. Hay gente que pudo entenderlo y que lo adopta. Aquí en el International Journal hay artículos sobre la teoría del campo. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 4, 2009, págs. 823-834

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MARCELO SALUSKY: Hay un comentario de Bernardi sobre la teoría del campo. MADÉ BARANGER: Bernardi sí, absolutamente. Lo desarrolla, lo explica. Los dos Bernardi lo han entendido perfectamente. Hay bastante gente que entendió y que tiene en cuenta la teoría del campo. Ahora con Lacan, la facilidad de usar los términos lacanianos, que es la tendencia y que, muchas veces, a propósito de muchas cosas hablan en términos lacanianos, pero si le pedimos que expliquen lo que entienden dudo que lo puedan hacer. Hay casos que sí. Primero hay que pedir que la gente explicite suficientemente su pensamiento. Tendría que explicitar el propio pensamiento en vez de usar sólo las palabras y hay mucha gente que no piensa, que usa clichés, muchas veces nos surge el cliché porque lo conocemos y hay casos en que viene bien decirlo. Pero hay gente que no piensa otra cosa que cliché y el vocabulario lacaniano se transformó en cliché y no siempre cuando pretende ser lacaniano hay una pensamiento que sostiene eso. No me dediqué a escucharlos y a estudiarlos. Podría hacerlo pero prefiero hacer otras cosas que me aportan a mí. Porque finalmente es eso, hay que mantener el análisis, lo analítico y que las teorías que vienen sirvan para analizar, para entender más profundamente a un paciente y ayudarlo mejor. El kleinianismo servía bastante y sigue sirviendo. Hay cosas kleinianas que yo uso bastante normalmente, es parte de mi pensamiento. Sigo siendo kleiniana, no reniego de eso, pero no quiere decir que pienso sólo eso. Y en todas partes, en Francia también, supongo que en otras partes del mundo también, dentro de los que se dicen lacanianos, puede haber alguna cosa bastante útil, que da una luz sobre algo, para uno mismo y para el paciente. CLAUDIA BORENSZTEJN: Pero es realmente difícil la integración de teorías... MADÉ BARANGER: Hay cosas que se pueden integrar bien y otras que quedan un poco en suspenso. “¿A ver? voy a ver eso”, si se me puede ocurrir usarlo en algún momento y no quiere decir que esté integrado fundamentalmente a mi pensamiento. El pluralismo es fundamental para no quedar estancado, es fundamental tener contacto con pensamientos nuevos que no están integrados para seguir pensando y yo creo que el psicoanálisis se ha desarrollado porque siempre hubo gente que fuera de la teoría oficial integró cosas nuevas, algunas se descartaron otras se integraron y hacen parte de la teoría oficial... Para seguir a Lacan, yo siempre digo, después de luchar mucho para entender una cosa que ha dicho ya está en otra, no paramos de correr detrás de él. Él se volvió tan crítico con todo lo americano, pero yo vi en

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su casa a americanos que apreciaba mucho. Personalmente nunca discutí con él, teóricamente, y creo que Willy tampoco. CLAUDIA BORENSZTEJN: Y usted decía que buscaba una carta de Lacan, ¿Lacan le escribió a Willy? Porque usted dijo que estuvo buscando una carta que no encontraba. MADÉ BARANGER: Esa carta me la mandó a mí y no la puedo encontrar, cuando fuimos a Uruguay, Willy tenía que tomar a un grupo importante de gente que había quedado en banda porque había muerto el analista y a mí me dijeron: “tú encárgate de organizar la formación”, por eso dirigí la formación en Uruguay 10 años. Entonces, yo sabía cómo funcionaba la APA, porque había vivido todo el sistema del instituto, escribí a varias instituciones explicando que estaba comprometida de tener que formar un instituto, que me interesaría saber cómo se organizaban en sus Asociaciones, me contestaron dos o tres, una que contestó fue la Asociación de París, donde acaba de entrar, como director del instituto, Lacan, era la respuesta de Lacan. CLAUDIA BORENSZTEJN: ¿Sobre cómo organizaba él el Instituto? MADÉ BARANGER: Cómo él lo organizaba y sobre todo los principios de selección y evaluación tratando de apreciar la vocación psicoanalítica en el postulante. Por ejemplo, los títulos, las referencias son bastante secundarias, hay que pedirlas, pero no es eso lo importante, hay que ver si la gente es capaz de analizarse o no. CLAUDIA BORENSZTEJN: Qué curioso que Lacan era el organizador del instituto y luego rompió con todos los parámetros clásicos... MADÉ BARANGER: Sí, él, en esa carta, acababa de entrar como Director del Instituto, decía que la formación, los títulos anteriores, no tenían ninguna importancia. Tenía toda la razón. CLAUDIA BORENSZTEJN: Que lo importante era la capacidad de analizarse. MADÉ BARANGER: Fundamentalmente. Alguien que se niega a analizar un cierto tema… CLAUDIA BORENSZTEJN: Qué curioso que alguien que tenía esa percepción haya decidido cortar sesiones, por ejemplo...

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MADÉ BARANGER: Pero él consideraba que con diez minutos, quince o con una frase era suficiente. ¿Usted no leyó el relato de un analizado de él? Están muy contentos con él. CLAUDIA BORENSZTEJN: Algunos sí, otros no. MADÉ BARANGER: Otros no, pero hay algunos que con toda esa modalidad tan irregular consideran que le ha servido. Probablemente era así, tenía un talento innato él. CLAUDIA BORENSZTEJN: Como clínico, como analista, que en diez minutos se daba cuenta y llegaba justo al punto. MADÉ BARANGER: Quizás. Entonces él no necesitaba cincuenta minutos. DARÍO ARCE: ¿Qué impresión le dio a usted cuando lo conoció? ¿Cómo lo describiría? MADÉ BARANGER: Era un tipo cordial cuando estábamos con él, muy cuidado de su persona y de su vestimenta y, en la época en que se puso muy de moda, toda la gente que estaba con él, supuestamente lacaniana, se vestía como él, y con el moñito en vez de la corbata. Él sabía que tenía esa influencia, no lo imponía pero todos lo imitaban en eso, pensaban que con eso podían absorber su pensamiento. Era muy cuidadoso, muy bien educado, para comer, todo lo que había que hacer lo hacía bien… (levantadose de hombros). No es tan difícil [risas]. Pero ponía un acento especial en eso. Y decía cosas nuevas, habremos seguido dos o tres veces las conferencias de él cuando estábamos en París y eso... ¿Cómo lo ubico yo? De pronto salía algo, yo no lo seguía regularmente, pero llamaba la atención, sabía esforzarse muy bien. Había conocido antes aquí, cuando estábamos en los primeros tiempos aquí, a un colega de Willy en el instituto, lo había conocido y había sido bastante amigo de él en París antes. La mujer de él se había analizado un tiempo con Lacan, pero ella protestaba porque había visto cómo era el análisis aquí después y decía: “no, diez minutos no va”. Ella protestaba que no se había convencido de su análisis con Lacan. En realidad hay un grupo que era muy fiel a él, que se separó y formó el cuarto grupo, Piera Aulagnier estaba en el cuarto grupo, Valabrega que era muy amigo nuestro. Lacan detestaba la homosexualidad. Hablamos una vez en París, con Valabrega que había sido compañero de Willy en la facultad. Él estaba en formación con Lacan, hablaba de los pacientes, decía, hay cosas que les diría a los pacientes, por ejemplo, a un homosexual yo no lo tomo si no se compromete a no

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tener relaciones homosexuales, o sea suponiendo que es una enfermedad, quiere que esté curado antes. Y Leclaire se separó de Lacan, poco tiempo antes de morir, porque había apoyado mucho a una mujer homosexual, una analista, Antonieta Fouque. Lacan no lo toleraba. Yo no sé si tenía razón o no, es algo que yo tengo entre paréntesis. Que diga que el tipo prometa de no tener relaciones antes de analizarlo me parece un poco fuerte. Yo sigo teniendo muchas dudas, es un problema que no está resuelto para mí. En Estados Unidos hay un grupo de analistas homosexuales reconocido. Tengo muchas dudas, cada vez más dudas. Es un tema muy complicado. Se trató en varios congresos; en Barcelona, Green participó bastante en eso. CLAUDIA BORENSZTEJN: Bueno, hemos llegado de Lacan a este tema, por esto que cuenta, Madé, que Lacan no hubiera aceptado homosexuales como analistas… MADÉ BARANGER: Rompió con Leclaire porque Leclaire apoyaba a Antonieta Fouque, que es una persona que practica el psicoanálisis y es homosexual, una mujer homosexual, la ruptura de Leclaire con Lacan, el apartamiento fue por eso y de eso hace veinticinco años. Yo creo que lo que hay que descartar es el fanatismo...

Luego la conversación continuó un largo rato con el tema del pluralismo en APA... mientras una lluvia torrencial golpeaba las ventanas de la casa de los Baranger, casa en la que nos hemos formado tantos analistas con Willy y con Madé... y es a ellos, a Madé ahora, a los dos en nuestros corazones a quienes reconocemos por una vida dedicada a la transmisión, a la enseñanza y a la formación de psicoanalistas, y luego de dos horas nos despedimos agradeciendo a Madé, en nombre del Comité Editor de la REVISTA DE PSICOANÁLISIS, por esta entrevista y por su tiempo generosamente concedido.

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Revista de libros Sección a cargo de Silvia Bajraj

El sujeto escondido en la realidad virtual: De la represión del deseo a la pornografía del goce Diana Sahovaler

En el libro de reciente aparición “El sujeto escondido en la realidad virtual”: De la represión del deseo a la pornografía del goce, Diana Sahovaler de Litvinoff despliega su pensamiento y su clínica transitando un camino que esperaba la mirada del psicoanálisis: las viejas y nuevas modalidades sintomáticas atravesadas por el impacto del desarrollo cibernético. La presentación del libro se llevó a cabo el 27 de Mayo de 2009 en el Salón Butacas de la Asociación Psicoanalítica Argentina, auspiciado por la Biblioteca de la Institución y Letra Viva Editorial. Hicieron uso de la palabra la Dra. Amalia Socci de Gómez (psicoanalista), la Dra. Cristina Ambrosini (filósofa) y el Dr. Oscar Paulucci (psicoanalista), mesa coordinada por la Lic. Ana Suquet (psicoanalista). La Dra. Cristina Ambrosini aportó sus ideas desde la filosofía: “Desde la época en que el hombre primitivo inventó artefactos para navegar, el mar ha sido un puente, el lugar de conexión, de comunicación, de diálogo. El mar está también identificado con el riesgo de enfrentarse a lo desconocido, de allí que el navegante se asimile al aventurero. Como afirma Nietzsche,

los viajes son procesos de descubrimiento, básicamente de autodescubrimiento. El viaje es una experiencia de tránsito, de transición, es un pasaje del que nunca se vuelve tal como se partió. La navegación por Internet expresa una nueva modalidad del viaje que, en los últimos años, es objeto de estudio. Actualmente, asistimos a una resignificación de conceptos claves para repensar el tipo de vínculo social que propician las nuevas tecnologías cuando provocan alteraciones y cambios de hábitos todavía no terminados de evaluar.” La Dra. Amalia Socci de Gómez, recalcó tomando a Sartori, cómo el homo sapiens puede ser destituido por el “homo videns”, pero también vemos en el libro, agregó, cómo la curiosidad, en su rango de pulsión escópica, da lugar a obras como ésta, cuyo valor se desprende del análisis de producciones del inconsciente y del trabajo elaborativo con nuevas ligaduras entre representaciones y afectos. Al resaltar la significación del cuadro del pintor cubano Luis Molina que ilustra la portada, trajo la referencia de la autora en un diálogo vía mail: “Creo que lo elegí porque es atrayente como una pantalla, con colores, movimiento, algo para mirar, pero de donde salen ojos que miran. Es como resulta ser la comunicación a través de este medio, uno se queda encandilado por la pantalla pero también tiene la posibilidad de salir del encandilamiento y aparecer, mirar y ser mirado”.

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Por su parte, el Dr. Oscar Paulucci destacó en el libro la ubicación de la “subjetividad de la época”, eso que todos padecemos por pertenecer a un momento cultural determinado y como la autora toma posición respecto de lo que psicoanálisis ofrece frente a cierta tendencia de la época actual a la “objetalizacion” que conlleva un ataque a la subjetividad, posibilitando la predominancia de los “ataques de pánico”, es decir las viejas crisis de angustia freudianas, en donde cierto desfallecimiento de lo simbólico facilita un retorno de lo que Freud llamaba neurosis actuales. Un tema importante que plantea la autora consiste en el riesgo de demonizar al medio, de unificar al sujeto de Internet. Se trata de diferenciar la subjetividad de la época de la subjetividad de cada uno puesta en juego, el que tiene una posición perversa respecto de Internet, lo tendría en otra época frente a un objeto fetiche, es decir, la estructura del sujeto que trasciende al medio. El libro también remarca que Internet no resuelve el desencuentro estructural de los sexos y señala la idea de los sucesivos fracasos en el intento de colmamiento o el logro de la plenitud por la pantalla hipnotizadora de Internet. Remarca la autora que todo intento de ofertar objetos que parecen colmar la falta terminan mostrando su fracaso, y en realidad lo que producen es un achatamiento del deseo. El psicoanálisis como plantea la autora, y como dice Lacan, es la apuesta mas valedera para entender que “hay que tener paciencia frente a esa incomoda situación de tener que ser hombre” y poder soportar la dimensión subjetiva en términos de inscribir la falta de objeto, de manera que permita relanzarnos en el camino del deseo.

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La Lic. Diana Sahovaler de Litvinoff puntualizó cómo las nuevas formas cibernéticas, tal como ha ocurrido a lo largo de la historia con todo medio de comunicación a distancia y masivo y con toda novedad en general, ha despertado admiración a la vez que resistencia, sospechas, e idealizaciones. La peculiaridad de este estilo de conexión, la mutación de los vínculos interpersonales y de los sentimientos a través de la mediación del ciberespacio en la época actual, merece ser analizada. Así como en las palabras y los hechos del pasado se esconde un tesoro, una manera de estudiar los fenómenos es la que no se limita al saber histórico, sino que transforma cada vez lo histórico en actualidad, mediante la aplicación de ese saber. Entre otros conceptos se señaló que a diferencia de la época en la que vivió el creador del psicoanálisis, la era presente está caracterizada por la oferta sexual y el develamiento de la intimidad. El sexo y la violencia explícitos, editados en las pantallas como divertimento, la exposición de lo íntimo para convertirlo en espectáculo, la aparente falta de angustia que acompaña las imágenes y discursos más descarnados nos muestran que estamos viviendo en una “era pornográfica”. El empuje hacia el objeto y la globalización informática presentan a la vida como un show donde todo puede ser mostrado. Actualmente existe un imperativo a disfrutar de un goce absoluto para lo cual la cultura está pronta a procurar objetos que intentan llenar toda sensación de falta. La consigna de la época parece ser “no te quedes con las ganas de nada” y los grandes avances tecnológicos y científicos provocan la convicción de que “todo lo que se desea podrá ser posi-

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ble”. Pero como nos dice la experiencia, los deseos están para ser enunciados y no para ser cumplidos; el hombre persigue sus deseos pero también teme su realización cuando esto puede equivaler a una falta de freno que amenazaría su integridad psíquica. Por eso ahora asistimos a la proliferación de la fobia, bajo la forma de la considerada “enfermedad de la época”: el ataque de pánico. Es a través de la realidad virtual que estos ideales de goces variados encuentran la oportunidad de ver la luz sin peligro; los vínculos cibernéticos generan erotismo y permiten desplegar fantasías sin el riesgo y la puesta a prueba personal que supone su realización en la realidad. Las relaciones virtuales suelen caracterizarse por el ocultamiento y el disfraz. Sin embargo la subjetividad escabullida siempre pulsa e impulsa y termina por aparecer un sujeto que reclama voz propia y reconocimiento y que ha creado en el ciberespacio, además de un refugio, un escenario privilegiado que al mismo tiempo permite dar rienda suelta a la imaginación y a la afectividad, poblarse de nuevas significaciones, recuperar el erotismo y relanzar el lazo social hacia la realidad. Liliana Gualtieri de Stoliar *** Homoparentalidades, Nuevas Familias, Eva Rotenberg (comp.), Ed. Lugar, Buenos Aires, 2007. Este libro compilado por las Lic. Eva Rotenberg y Beatriz Agrest Wainer, es pionero en la indagación psicoanalíti-

ca acerca de las homoparentalidades, tema que constituye un desafío a ser pensado dentro y fuera de la comunidad psicoanalítica. Esta compilación encara la complejidad acerca del tema que trata la sexualidad y la homoparentalidad, contando con la participación de diversos autores, entre ellos psicoanalistas de distintas perspectivas y regiones. De la Argentina: Mariam Alizade, Leticia Glocer Fiorini, Silvia Bleichmar, Raquel Zac de Goldstein ,A. María Muchnik, Arnaldo Smola, Eva Rotenberg, Beatriz Agrest Wainer, ,Graciela Faiman. De Francia: Alberto Eiguer, Paul Denis y Rosa Jaitin. De Brasil: A M. Andrade Acevedo y Paulo R Ceccarelli. Junto a las colaboraciones de profesionales argentinos: Oscar Machado, pediatra, la especialista en Derecho, Ana M Carrasco y La Dra. en Filosofía., Diana Maffia. Cuenta además con un relevante prólogo de Joyce Mc Dougall. Podemos marcar dos planos de lectura simultáneos y paralelos: uno más cercano a la vivencia emocional que provocan las neorrealidades de la época, y otro ligado a la experiencia intelectual, más allá de una única disciplina. Interesada desde hace mucho por la forma en que se plasman en la vida concreta las libertades individuales y sociales, me identifiqué de inicio con las palabras preliminares de Eva Rotenberg quien sostiene que las diferencias entre los hombres conllevan distintos modos y grados de discriminación y segregación. También con las palabras de Beatriz Agrest quien dice que aspiran con este libro “ abrir a una reflexión mayor entre analistas, a examinar resistencias y prejuicios” acerca del tema. Ambas compiladoras

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nos invitan a pensar respecto de las transformaciones que el ser hablante de este tiempo se ve compelido a tolerar –muchas veces en conflicto con sus ideales y creencias–. Congruente con que la vida humana sólo puede abarcarse aceptando la multiplicidad de todo lo que existe, este libro nos invita a no acatar sin profundizar las morales que circulan y los discursos que nos dirigen. Una cuestión es la determinación del lenguaje y otra muy distinta la hegemonía política de algunas teorizaciones. Por este motivo ante los casos de neosexualidades y homoparentalidades, los analistas no podemos perder la neutralidad. El libro plantea la cuestión princeps de la paternidad; abre la pregunta sobre el ser: ¿se es padre o se deviene padre bajo circunstancias felices, traumáticas, accidentales, y con recursos variados y/o contrapuestos? Algunos textos se dedican a analizar la cuestión del padre real y simbólico, la cuestión de la madre real y simbólica, y a distinguir lo específico de la parentalidad biológica, asistida o adoptante de hoy. Homosexualidad y homoparentalidad, heterosexualidad y matrimonio, son situaciones particulares que interrogan al Psicoanálisis, a la Antropología, al Derecho, a la Política, a la Economía, la Ética y la Filosofía y las religiones. Para Bleichmar urge revisar las posiciones dominantes en las instituciones oficiales respecto del valor patológico o no de la homosexualidad, y del valor teórico o no, del significante fálico como ordenador de la economía psíquica. Un alegato de ribetes éticos se filtra en sus dichos, cito: “ni la homosexualidad ni la heterosexualidad

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garantizan una salida del narcisismo extremo”. Esta afirmación me hizo pensar que el extremismo del narcisismo sólo puede devenir en una subjetividad xenófoba, y, por ende, proclive a volver la pulsión de muerte contra el sí mismo o contra el semejante, ¿qué es el enfermar si no esto? Silvia Bleichmar y Eva Rotenberg en el capitulo “La identidad como Construcción”, aciertan en el meollo, al diferenciar entre el derecho a la identidad y el derecho al resguardo de la verdad. Se preguntan: ¿para quién es necesaria la verdad? S. Bleichmar alerta sobre defender a ultranza una moral de la verdad, Sostiene que “la verdad no está en la realidad sino en el enunciado acerca de la realidad”; idea sagaz pues aquellos enunciados que creen decir toda la verdad, sólo muestran que desmienten la complejidad de la realidad y la no normatividad del deseo inconsciente. La parentalidad, según plantea A. Smola, en “Homoparentalidades”, es una acción de socorro mutuo: no sólo el hijo, adoptado o biológico es auxiliado por los padres en el desamparo infantil, sino cada padre es socorrido por cada hijo en la lucha contra la propia pulsión de muerte. Agrego a esta idea que el socorro mutuo es producido por la inscripción transgeneracional de la castración, vicisitud por la que todo ser humano atraviesa con mayor o menor costo psíquico. También se muestra preocupado por la posición de complicidad de algunos analistas con las tendenciales sociales y científicas dominantes,denunciando el riesgo de banalizarla defensa delos derechos del hombre y las minorías. Dado que los rasgos filiatorios de los padres, aún los desconocidos y hasta anónimos, implican a los hijos,

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el libro se detiene en preguntas que intentan abordar las consecuencias concretas en los lazos sociales de las nuevas realidades eróticas. También el lector se interroga: ¿es lo mismo para un niño decir en la escuela que sus padres se llaman Ana y Santiago, que Juan y Pedro?; ¿cómo escuchan esta situación sus compañeros y los padres de sus compañeros?; ¿qué nos imaginamos sucede en una reunión escolar de padres, en la cual Lidia y Gabriela dicen ser los progenitores de Andrés? En las homoparentalidades, no sólo hay implicación subjetiva de los padres, de los hijos y del medio social, sino implicación colectiva, o sea, hay efectos que no se pueden negar, debates jurídicos que no se pueden desconocer y deseos inconscientes que no siempre se tienen en cuenta. El libro aborda esta complejidad que nos involucra a todos y a cada uno de alguna forma. Leticia Glocer Fiorini, en su capítulo “Parentalidad en Parejas Homosexuales” considera que la homoparentalidad es un tema inseparable de los cambios culturales y los deseos de constituir una familia, sea cual fuese el sexo anatómico de un sujeto, por lo cual aborda el tema desde la teoría de los sistemas abiertos que introduce el pensamiento de la complejidad. A las preguntas qué es un padre y quien puede funcionar cómo tal, se suman, entonces, la cuestión del deseo de familia y de hijo, no sólo desde la asunción del sexo anatómico y del género que se elige, sino desde la asunción simbólica del sexo que configura las posiciones masculinas y femeninas. Propone que el deseo de hijo deberá ser analizado en cada hombre y mujer, en cada pareja y vínculo.

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De la entrevista a Silvia Bleichmar “Las Nuevas cuestiones ponen en crisis viejas teorías” y de los aportes de Glocer Fiorini, se desprenden los problemas inherentes a las identificaciones, las cuales, determinadas por las elecciones de objeto inconscientes, no pueden reducirse a mimetismos transitorios o permanentes; más bien ambas sostienen la diferencia entre identidad e identificación. El psicoanálisis aporta el entrecruzamiento de identificaciones que se sedimentan en el Yo, que pasan a formar los síntomas y determinan los desenlaces de la sexuación. En “Pensando la homoparentalidad”, Mariam Alizade propone un psicoanálisis abierto a los cambios y manifestaciones sociales y a los nuevos adelantos teóricos; dice: “el afuera, espacio donde se inscribe la historia, trepa sobre las ideas convencionales y las desordena… Si la homoparentalidad no produce seres con mayor índice de perturbación psíquica que la heteroparentalidad, entonces las teorías sobre el desarrollo humano necesitan ser modificadas.” Destaca además, que antes los profesionales recargaban la problemática del hijo adoptado, mientras que adhiere al concepto de identidad generativa de Rafael Leff, referido al impulso deseante de criar y tener hijos. Al leer este texto me planteé el dilema siguiente: ¿son los casos reales los que pulsan el debate y la adecuación teórica, o son las teorías las que pulsan las acciones reales? Alizade responde implícitamente a esta pregunta refiriéndose a la importancia de salir al cruce de los casos clínicos, uno por uno pues las homoparentalidades siempre exigen la intervención de un tercero: el prestador de útero, de

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semen, etc. La dificultad mayor que plantea este tercero desconocido y/o anónimo es la manera cómo actúa en la mente de los personajes intervinientes, sean adultos o niños. Sólo el tiempo responderá a este interrogante. La Dra. Raquel Zac en su capítulo “Acerca de la Homoparentalidad”, propone alejarse de conclusiones prematuras y generalizadoras y que deberíamos esperar unos 15 años más para poder evaluar los efectos de la legalización de la adopción homosexual . Enfatiza la afirmación psicoanalítica de que no hay acceso al deseo del sujeto si sólo se considera la normalidad como prefijada o eludiendo la determinación de las fantasías; por lo tanto considera que habrá que esperar a verificar cómo se juega la determinación inconsciente en la vida real de los sujetos implicados. La abogada Carrasco, dice en “El derecho a la identidad”, la identidad dinámica, es decir, aquella que desde lo particular se proyecta socialmente, debe ser protegida por el derecho; no sólo se debe resguardar el derecho a la privacidad de los datos filiatorios de los padres que dan a sus hijos en adopción, sino el derecho de los hijos a acceder a los distintos estratos de la verdad de su filiación, fundamentalmente, como ha ocurrido en la Argentina, en los casos de usurpación de los hijos de desaparecidos. Es un hecho que las nuevas familias que hoy se conforman, rompen con los modelos tradicionales y habituales, por eso el texto de Carrasco me sugirió que paralelamente a los adelantos de las ciencias y avances de las leyes para proteger a los ciudadanos de los mismos, hay un retraso en la opinión pública. Algunas familias siguen ocultando la verdad a sus hijos

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adoptados sobre su nacimiento. En tanto otros adoptan resaltando los rasgos raciales y/o culturales. Se imponen nuevos paradigmas para entender las nuevas posturas subjetivas. Varios autores reflejan esta necesidad y la diferencia entre paternidad y parentalidad. Jaitin, en su trabajo titulado “Homosexualidad, homoparentalidad”, aborda la función del grupo”, los conflictos que acarrea la fertilización asistida, que muchas veces descorporizan la concepción y ocultan los orígenes reales de la fecundación. Nuevamente surge el cuestionamiento sobre las facultades de la ciencia, el Derecho, el Estado, las instituciones y las familias. Beatriz Agrest Wainer, en “Homoparentalidades, Adopción y Filiación”, aborda el tema de la filiación, desde el psicoanálisis planteando que tambien se impone el trabajo interdisciplinario .Considera que “la honestidad, la transparencia y la actitud ética con respecto a la narrativa acerca de los orígenes, como la clave en la construcción de la filiación. ¿Cómo se transitarán los procesos de desindentificación a que nos conduce el análisis del Edipo en los casos de hijos homoparentales? Será importante poder sostener una incertidumbre operativa frente a los interrogantes que surgen en la comprensión de cada caso. Los mismos se abordarán en su singularidad, que pueden conducir a replanteos teórico clínicos. En los procesos analíticos y el après coup se podrán confrontar conceptos y el devenir de la filiación. Paolo R. Ceccarelli, en “Configuraciones edípicas contemporáneas”, se refiere a los profundos cambios de occidente con respecto a los cambios de valores, y mas recientemente a los

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nuevos modos de procreación y paternidad. Se refiere a la posición psicoanálisis frente a la homoparentalidad, en general con debates críticos y normativos. Plantea una compleja discusión acerca de la “reorganización edípica” y la castración. Dice: “Valerse del psicoanálisis para sustentar que sólo hay un modo correcto de paternidad, basado en las organizaciones socieles mas comunes, corresponde a hacer imaginario lo simbólico, lo que es por lo menos perverso.” Plantea, como otros autores,que dada la novedad y complejidad del tema, cierta prudencia asi como sugiere cierta atención a la idealización de la heterosexualidad. Alberto Eiguer, en su artículo “Homoparentalidades, afiliación y vínculo filial”, muestra una posición mas crítica , interrogándose si el niño no es utilizado con fines proselitistas. Realiza comparaciones entre reacciones de familias hetero y homosexuales, encontrando mas situaciones defensivas en estas últimas En cuanto a la evolución del conjunto de las familias homoparentales, también propone la necesidad de dejar pasar cierto tiempo antes de sacar conclusiones. En cuanto a la afiliación, enfatiza en el requerimiento del “interés por el niño, su desarrollo armonioso y su bienestar. Oscar Machado, pediatra, nos introduce en la experiencia del consultorio médico, ahí donde llega el dolor físico acompañado del dolor psíquico. Comenta que recíen hace pocos años, trabajando interdiciplinariamente.se pudo comenzar a hablar de la influencia de los trastornos d e los vinculos familiares en el desarrollo de los niños. Relata el caso que pudo seguir a lo largo de muchos años hasta hoy con su des-

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cendencia, de un niño criado por un tío homosexual y su pareja. Pudo observar solamente ciertas dificultades en la inserción escolar y una lenta maduración para poder construir su primera pareja heterosexual. En “La Homosexualidad y el deseo de un hijo: su impacto en la parentalidad”, capítulo escrito por Eva Rotenberg, encontrarán una reseña de las concepciones psicoanalíticas más destacadas acerca de la homosexualidad, género y elección de objeto, viñetas clínicas y una pregunta que se abre a diferentes sentidos ¿qué es el deseo de hijo? ¿El deseo inconsciente de hijo heterosexual o de hijo homosexual es semejante al deseo homo o heterosexual? Paul Denis en “De la dificultad de estudiar la homoparentalidad” dice que el descubrimiento fundamental de Freud, quien ha demostrado el psiquismo se construye en base al desarrollo de la organización de la sexualidad – es que no podemos describir el psiquismo y sexualidad por separad. Existe una psicosexualidad y esto es escandaloso para los postulados sociales de hoy... Sin embargo, fue Freud mismo quien dio lugar a un profundo cambio de perspectiva sobre la homosexualidad y promovido el respeto que debemos a los modos de vida adoptados por cada individuo. Denis considera políticamente incorrecto el estudio de la homosexualidad, porque se corre el riesgo de negar el sufrimiento del homosexual, no siendo la vocación del psicoanálisis dictaminar lo normal ,de lo que no lo es. Andrade de Azevedo, en “¿Una nueva familia?”, propone algunas hipótesis, una de ellas, que el mundo que vivimos no es más el mismo, por ello todo aquello que hasta la fecha

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regía como leyes, criterios, valores etc., necesita ser revisado y reconsiderado. No pretende criticar o atacar ningún cambio o transformación. Por el contrario, propone pensar la subjetividad y sus vínculos afectivos, intentando describir situaciones y no evaluarlas. Se refiere a la dificultad actual de mantener vínculos duraderos. Junto a este panorama, psiquiatras, y psicoanalistas verifican un crecimiento de perturbaciones relacionadas con vínculos que conllevan fragmentaciones y generan depresión, narcisismo patológico y casos limítrofes. Se pregunta acerca de los cambios vinculares “¿Cómo pensar la cuestión del grupo familiar frente a la posibilidad de gestaciones que pueden ser llevadas a cabo sin la presencia de un padre? ¿Cómo imaginar la posibilidad de un ser igual criado a partir de una célula, fuera de una relación entre dos seres humanos, algunas veces con la función de donar órganos para hermanos o familiares necesitados?”. “¿Estaremos asistiendo al nacimiento de un nuevo sentido para la idea de “materno y paterno?” ¿A la generación de otro modelo familia? Ana María Muchnik, en “Adopción y homoparentalidad”, investiga las consecuencias de la clandestinidad civil a la que muchas familias se ven arrojadas debido a que sus elecciones no están aceptadas por el consenso, En “La parentalidad homosexual”, Graciela Faiman hace hincapié en las resistencias que se erigen a fin de mantener la ilusión de que no hay nada nuevo en el horizonte subjetivo, aunque estas resistencias que van a contrapelo de la realidad de las nuevas formas de vinculación sexual, están sostenidas por políticas conservadoras y ortodoxias religiosas.

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Estamos seguros que la familia cambia lo cual nos demuestra que continúa existiendo. Pienso que esta idea es importante ante los argumentos de que “la familia ha caído”. No ha caído sino que se transforma permanentemente. En “Sobre la homoparentalidad”, Amaría Andrade y M C Pereira da Silva, plantean la metamorfosis en las constelaciones familiares actuales ,y como se va desdibujando la familia tradicinal.Coinciden con los resultados de la interesante investigación de Claudine Santos sobre distintos tipos de familias. En cuanto a la comprensión de la parentalidad, se interrogan con respecto a los hijos, como vivencian el tener padres gays o lesbianas, como se dan sus relaciones sociales y que estrategias crean para lidiar con la homosexualidad materna o paterna y como son acogidas estas familias en la sociedad y en la escuela. Plantean que estas transformaciones imponen reflexionar sobre la posición ética del analista ,su compromiso con la verdad y con el sufrimiento emocional del otro,subrayando la noción de alteridad en la constitución de la subjetividad. La historia de la ciencia contemporánea y sus influencias en la subjetividad sólo se podrá escribir si las concepciones del siglo XX se ponen en tensión con los aún demasiado jóvenes conceptos del siglo XXI. A la moral común se lo podrá limitar a través de contemplar nuevas constelaciones éticas, y al debate científicolegal sobre estos temas, a través de contemplar nuevas constelaciones de sujeto. Estamos inmersos en un círculo epistémico dominado por el paradigma genetista y por la necesidad de ho-

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mologar a las sociedades y a los individuos, por ello considero que este libro nos ayuda a sortear las hegemonías de discurso y a revelar que las causas, las motivaciones y las producciones de sujeto no se ajustan a un solo patrón de medida. Los autores de esta compilación libran una batalla, una defensa y una denuncia; nos involucran en tanto seres de pareja, de familia, en tanto transmisores, psicoanalistas y agentes de salud, y sobre todo, en tanto seres que nos preguntamos por la validez relativa del bien y del mal para el todos. Antes de finalizar mi comentario, recomiendo la lectura de este libro porque nos sacude el peso de ciertos fantasmas que sólo oscurecen el porvenir de los hombres y las ideas, y no dejan lugar ni para la compasión ni para la solidaridad. Compasión y solidaridad aparecen cuando se logra superar el odio a las diferencias radicales. Tolerar las diferencias es algo que Occidente ha incorporado, pero tolerar las diferen-

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cias inexorables es algo que debemos renovar constantemente. Denomino diferencias inexorables a aquellas que están dictadas por la elección inconsciente y se manifiestan en el campo social imponiendo su estado de necesidad lógica para un sujeto particular. Nadie puede convencer a Michel Jackson que no arranque su piel para convertirse en blanco; nadie puede remover la elección de objeto que determina una vida erótica, nada puede contener el deseo de un hijo pues de haber hijo habrá un sustituto del mismo. La ciencia y sus técnicas pueden obtener éxitos insospechados y vertiginosos, pero la ética de sus aplicaciones se construirá paulatinamente y no sin retrocesos. Felicito a todos los autores, argentinos y extranjeros, por sus importantes colaboraciones.

Mirta Goldstein de Vainstoc

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Revista de revistas Sección a cargo de Liliana Noemí Pedrón Martin

The Psychoanalytic Quarterly Volumen LXXVII, 2008, Número 2, págs. 399-703, Número dedicado al Psicoanálisis Aplicado. «Competencia y confrontación de posturas en la vida, los deportes y el tratamiento psicoanalítico –ilustrado clínicamente y relacionado con Vladimir Nabokov–». Leonard Shengold Parte de la evolución postural del niño relacionándola con las etapas de individuación y con la posición del paciente en el diván en el tratamiento (regresión al desamparo infantil). Destaca la importancia de las emociones que pueden evocar las posturas cara a cara y de espaldas. Desarrollando estas ideas, analiza la práctica deportiva y su relación con la sublimación de impulsos pregenitales, ilustrando con un material clínico y con datos de la vida y obra de Nabokov. Destaca la importancia que tiene para el tratamiento la interpretación de las posiciones y sostiene que centra parte de su trabajo en las relaciones con el espacio geográfico del consultorio y en los patrones motores de la dupla terapéutica, considerando el ámbito analítico como símbolo del cuerpo. «La sinfonía fantástica de Berlioz: enriqueciendo las perspectivas psicoanalíticas de la creatividad» Daniel Mollod

El autor, consultor de instituciones de entrenamiento de artistas, plantea la pregunta aún abierta sobre la relación entre psicopatología y creatividad. Considera a Berlioz un artista de aquellos cuyas producciones contienen exceso de estímulos dolorosos que aplastan la naturaleza transicional del arte e inducen en la audiencia su experiencia de dolor psíquico. Sostiene que en la Sinfonía Fantástica, hay reflejos del mapa de la personalidad de Berlioz, que la misma está estructurada como un sueño complejo, un sueño «dentro del trabajo de la fantasía musical». Estudia los movimientos de la obra y concluye que el compositor fracasa en el intento de encontrar alivio en sus relaciones adultas lo que lo conduce a un uso exagerado de los materiales a su disposición: instrumentación no habitual, alejamiento de estructuras organizativas usuales o esperadas. Considera que la ruptura de las convenciones sumado a su angustia, contribuyeron a la compleja recepción de su obra, «detrás de la fantasía y la elaboración hay profundas heridas…» «El poder de la memoria visual: el primer dibujo recordado de Alberto Giacometti, Blancanieves en su ataúd» Laurie Wilson. Wilson sostiene que, como un recuerdo encubridor, el primer dibujo re-

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cordado de Giacometti es una condensación de vívidos sucesos internos y externos, un marcador de fantasías inconscientes (edípicas y preedípicas). Revisa la literatura sobre los recuerdos encubridores, aspectos de la biografía y la obra del escultor y concluye que este dibujo contiene el registro de su necesidad de transformar en arte una experiencia visual aterrorizante. Su estilo posterior resume la transformación final de esta necesidad en obras maestras que permanecen como monumentos de la necesidad de todos de sobrellevar las visiones aterrorizantes y los sucesos de la guerra y el Holocausto. «Perspectivas psicoanalíticas sobre la música: una intersección de la vía oral y auditiva» Julie Jafee Nagel. Nagel, música profesional y psicoanalista, organiza su trabajo sobre dos ideas: la importancia de la música en la vida emocional y el análisis de sus propiedades formales que, según la autora, tiene puntos en común con los principios psicoanalíticos. «Si los sueños con su contenido visual y su análisis verbal, son la vía regia de acceso al inconsciente, la esencia no verbal de la música traza una vía auditiva hacia el mismo destino». Aclara que no equipara modalidades verbales y no verbales, sino que pretende expandir el modelo de Freud y afirma que «las cualidades de la música misma proveen importantes puntos de entrada a los procesos inconscientes». Ilustra sus ideas con dos viñetas clínicas y se pregunta «¿qué hay en la música misma que invita al fenómeno de ´pensar musicalmente´?» Sostiene que los significados acústicos tienen la

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capacidad de evocar fantasías latentes, recuerdos encubridores, sensaciones corporales y la posibilidad de ligar afecto con idea, pasado con presente, sensaciones con significados. Analiza Otelo, de Verdi y utiliza la notación simbólica como «dato» acústico. Afirma que «la música resuena únicamente en la vida interna de cada oyente». El homenaje de Dalí a Rothko: una defensa ante la fusión con la víctima. John Hartman Incluye una reproducción de la segunda versión de la pintura. «Gala contemplando el Mediterráneo, que vista desde veinte metros se convierte en el retrato de Abraham Lincoln Homenaje a Rothko- ». El autor sugiere que mientras la intención manifiesta de la pintura fue homenajear a Rothko y su arte, la intención latente fue recordar a este artista con quien Dalí tuvo una compleja relación inconsciente. Sostiene que el suicidio de Rothko activó en Dalí una identificación con él, lo que a su vez movilizó conflictos personales. Afirma que «Una obra de arte no se puede psicoanalizar como tal, porque la metodología del psicoanálisis clínico no puede ser utilizada sin las asociaciones del sujeto y las reacciones a las intervenciones». Sostiene que en este trabajo el artista nos muestra: la psicología del hijo sustituto (replacement child), los mecanismos psicológicos de la lucha contra la fusión con la víctima muerta y la identificación con el agresor. Examina particularmente las dobles imágenes de la pintura y afirma que esta obra es una expresión de la habilidad creativa de Dalí para luchar contra complejas identificaciones con

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los objetos perdidos, idealizados u odiados que percibió como víctimas de muerte violenta. Concluye que «el genio artístico de Dalí radica en su habilidad de transformar sus conflictos personales en obras de arte…que nos…fascinan de modo diferente de acuerdo a nuestra sensibilidad y subjetividad». Sublimación y «Das Ding» en la sinfonía Nª 8 de Mahler. John Muller. El autor utiliza el concepto de Lacan «Das Ding», la cosa, para entender la sublimación en la sinfonía de Malher. Remarca que la Octava sinfonía es la primera escrita para la voz usada como instrumento, en ella la voz nos envuelve en sonoridad más que en significado. Describe cinco tipos de sublimaciones y las relaciona con una organización psicológica particular. Considera que la contribución de Lacan es útil para pensar la sublimación post-subjetiva y en este nivel estudia la sinfonía. Revisa el concepto de cosa en la filosofía y en la teoría freudiana que luego retomara Lacan. Remarca la diferenciación del concepto de sublimación en otros autores y en Lacan, quien, en su «fórmula más general» de la sublimación afirma que «eleva un objeto…a la dignidad de la Cosa».. Para el autor, en este modo post-subjetivo de encuentro, «la sublimación…compromete la estructura misma del deseo dirigiendo el vacío del deseo a través de la revelación del Das Ding más allá del objeto de arte». ¿Dónde vemos el das Ding en la sinfonía número 8 de Mahler? Nos lleva hasta el límite de los signos comunes e invoca la posibilidad de pura sonoridad, anterior a la diferenciación suje-

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to-objeto de nuestro entorno familiar en el cual, de alguna manera, los signos se presentan como objetos. Estudia minuciosamente las dos partes de la Sinfonía, incluyendo los textos y traducciones de sus temas. El nombre del asistente: una nueva mirada a «Rumpelstilskin » John Rosegrant. El autor remarca que en el cuento, el héroe bondadoso se transforma en cruel villano, pero sigue siendo el personaje más comprensivo en comparación con los otros humanos. El psicoanálisis nos ayuda a entender el relato, pero también nos habla del dilema general del devenir humano que se revive en la transferencia. Resumiendo diferentes versiones de cuentos sobre «El nombre del asistente» los interpreta psicoanalíticamente. Se refiere a las diferentes etapas del desarrollo del sentido de realidad (Ferenczi) y de la psicosexualidad, a la necesidad evolutiva de abandonar el pensamiento mágico para ejercer roles adultos y utilizar el lenguaje, lo que va acompañado de desencanto. Considera que un aspecto de la transferencia es una forma de encantamiento. Esto significa dos cosas: que la transferencia infunde una experiencia con significado y poder, y también, que es una ilusión en la cual el poder y el significado no tienen bases reales. El encantamiento no es una experiencia placentera, puede ser también producto de una brujería peligrosa. Esto es lo que ejemplifica Rumpelstiltskin, el cambio en su magia, que pasa de la generosidad a la avaricia. Hablé con ella a través de los lentes del género. Judith Yanof

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La autora considera que el tema de la plasticidad de género es el motivo destacado de este film. No obstante, subyacente a la narrativa, hay también un subtexto perverso que se apoya en rígidos estereotipos binarios para definir las relaciones entre hombres y mujeres. Ambas posiciones frente al género operan dialécticamente y crean un complejo tapiz en el cual Almodóvar explora los problemas de sus personajes para lograr intimidad. Yanof analiza la obra y se centra, entre otros temas, en la fragilidad de la relación humana, la representación visual de Almodóvar de una incapacidad subyacente para comprometerse, el rol de la mujer en la infancia de un hombre: por un lado deseable y necesaria para la vida y por otro, si es demasiado poderosa, peligrosa para la autonomía del niño. Considera el temor a la intimidad como una compleja formación de compromiso. Cristina Schalayeff ***

Revista de Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica de Madrid, 54, 8, 2008. “Proceso Psicoanalítico”, Elina Wechsler Elina Wechsler, la autora del artículo “El proceso psicoanalítico”, nos introduce en el tema por medio de dos epígrafes; el primero extraído de ¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?, de S. Freud, en el cual se hace un parangón entre el análisis y la confesión, refiriendo que en ésta el pecador dice lo que sabe, “pero en el análisis debe

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decir más”. El otro epígrafe pertenece a María Zambrano, autora de La confesión. En la cita, ella detalla la importancia de padecer un profundo sufrimiento para que el hombre, al hablar, se implique a sí mismo en lo que dice. El texto está segmentado en cuatro partes que llevan los títulos de: “Encuentro con el psicoanalista”; “Las entrevistas preliminares”; “El lugar del analista”; “La interpretación”. En otro apartado, la autora relata un caso clínico, a modo de ejemplificación: “El proceso analítico de Luis”. Elina Wechsler comienza su trabajo enumerando posibles situaciones que pueden llevar a un sujeto al encuentro con un psicoanalista, con la esperanza de que este último le ayude a perder su sufrimiento. Ella remarca que en este proceso, para el sujeto, por su condición de hablante, la palabra analítica reviste un carácter fundamental. Una vez el paciente en entrevistas preliminares, la autora puntualiza algunos de los rodeos que suelen hacerse acerca de las causas del sufrimiento. Generalmente, estas causas son atribuidas a otros, o al destino. Para referenciar esto, ella explica que el neurótico cultiva la castración imaginaria, refiriéndose con este concepto al hecho de que, si bien el paciente concibe que ya no soporta un gran sufrimiento, es casi generalizado que, al principio, lo atribuya a otro o a otros, sin considerar su propia intervención como posibilitadora de un cambio. El paciente va a buscar que el otro, el terapeuta, elimine su mal. En el mejor de los casos –refiere Wechsler–, este sujeto en análisis accederá a la castración simbólica. El psicoanálisis, al penetrar más allá de

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lo imaginario y trabajar en el orden simbólico, puede producir cambios en la posición subjetiva del paciente. En este punto, se alude a Freud, remarcando el punto de inflexión que él realiza a partir del año 1897, al efectuar una revisión de su teoría sobre la etiología de las neurosis, para dar lugar a la fantasía. Elina Wechsler nos dice que el analista, al centrar su escucha en el goce que permanecía enmascarado, puede interpretar “para hacer significar lo que antes de ser dicho para ese Otro privilegiado permanecía mudo”. Así, la convicción consciente que traía el paciente acerca de sus síntomas, puede desarticularse y ponerse en palabras. Solo será posible un análisis cuando en el transcurso aparezca una pregunta que involucre a ese que demanda. Para que esto suceda, es indispensable que se estime que esa pregunta, ese enigma, pueda ser develado por ese analista al que se le supone un saber. Esto da la posibilidad de instalación de una transferencia indispensable para poder rectificar lo que se viene repitiendo. Sería: “Esto me pasó a mí, con Ud. podré averiguar por qué me pasa”. Luego –reseña la autora–, el sujeto, ya instalado en análisis, podrá considerar su desconocimiento en relación a lo reprimido, a las identificaciones y desestimar esto que fue atribuido al fatum, a la mala suerte, para aceptar la castración. Es esta pregunta recientemente referida, la que puede instalarse, haciendo que el paciente se incluya como participante en los hechos de su propia vida y transferencia mediante; esto nos dará la pauta acerca de la posible analizabilidad del paciente. El

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interrogante sería: “Yo, paciente, ¿que tengo que ver con esto que me pasa?”. La autora tiene una apoyatura teórica freudo-lacaniana, que pone de manifiesto mientras avanza en su escrito. Ella alude a los términos de “castración” e “hiancia” para señalar cómo, en un sujeto neurótico, lo que es goce que aliena e invade provocando displacer, puede llegar a ser acotado. El concepto de hiancia es utilizado por J. Lacan al postular que el sujeto está esencialmente dividido. Lacan dice que la relación del sujeto con el Otro es enteramente producida en un proceso de hiancia. Esta escisión es irreductible. Esto refiere a que el sujeto nunca se conocerá completamente, siempre estará separado de su propio conocimiento, lo que implica la presencia del inconsciente. La presencia del analista quiebra el imaginario del paciente, desarticulando el sentido fijo que éste adjudicaba al sufrimiento. Una vez más –resalta la autora–,este acto es posible si está instalada una transferencia que implique suponerle un saber a quien esté en función de analista. Es también fundamental que el analista esté marcado por efecto de su propio análisis para poder interpretar. La autora remarca que el proceso analítico no resulta con la mera instrumentación de la teoría, es necesaria la escucha de la singularidad como algo fundamental, tomando el discurso del paciente para trabajar y desanudar “el enfrentamiento entre deseo inconsciente e imposibilidad de realización”. La atención flotante del analista requiere estar motivada por del deseo de analizar. El trabajo de interpretación se podrá realizar sin remitir al significa-

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do, ni apelando a la interpretación cliché. Se sugiere la posibilidad de sostener la transferencia, por momentos interrogando, realizando construcciones, manteniendo silencios o moviéndose de la transferencia asignada. Wechsler destaca que las interpretaciones del “aquí y ahora” corren el riesgo de establecer una relación imaginaria entre analista y paciente que cierre el paso a la pregunta que da entrada al inconsciente. La autora sigue un modelo por el cual la interpretación es un juego de palabras para acentuar enigmas y sinsentidos, teniendo en cuenta que el argumento principal es una sustitución significante. Uno de los casos que Elina Wechsler presenta a modo de ejemplo,

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tomado de su experiencia clínica, es el de Blanca, quien no podía dejar de comer. La analista no le habla del sobrepeso, sino que le dice lo que ella llama interpretación: “Ud. come por dos”. De esta manera, la intervención trae como consecuencia la aparición de un deseo: el deseo de tener un hijo. En el devenir del análisis, ya sea que éste esté en un proceso avanzado o bien finalizado, el sujeto seguirá deseando, más a resguardo de las tentaciones de la repetición. La autora concluye que, de esta forma, este deseo “desembarazado del embrollo imaginario, podrá pasar al acto como deseo que, ahora sí, quiere”. Silvia Cadile

Los autores Alberto Cabral: Médico. Psicoanalista. Miembro titular en función didáctica de la APA, dicta seminarios en el Instituto Ángel Garma. Profesor invitado en la Universidad de Buenos Aires, en la Universidad del Salvador y en la Universidad de Belgrano, ha dictado también seminarios en la Sociedad Psicoanalítica del Sur y en varias instituciones psicoanalíticas del interior de nuestro país. Es autor de “Cuestiones en psicoanálisis” (Letra Viva, 2000) y de “Lacan y el debate sobre la contratransferencia” (Letra Viva, 2009). Ha colaborado en “60 años de psicoanálisis en la Argentina” (Lumen, 2002) y en “Tiempo, historia y estructura” (Lugar, 2006). El presente trabajo, más desarrollado, forma parte del libro “Itinerari del perdono”: un abordaje multidisciplinario del tema del perdón, coordinado por Renato Rizzi, y editado por Unicopli (Italia) en marzo de 2010. Leonardo Peskin: Médico psicoanalista. Miembro titular, didacta. Profesor titular de seminarios de la Asociación Psicoanalítica Argentina desde 1982 hasta la fecha. Full Member de la API. Profesor de postgrados y doctorados universitarios. Asesor científico, jurado de evaluación de trabajos para varias publicaciones de psicoanálisis. Invitado habitualmente a paneles, mesas redondas, jornadas, simposios y congresos en instituciones psicoanalíticas y hospitales. Numerosos trabajos publicados en diversas revistas de psicoanálisis. Varios libros en colaboración. Autor del libro: “Los orígenes del sujeto y su lugar en la clínica psicoanalítica”, Paidós, reeditado en 2008. José Milmaniene: Médico psiquiatra. Miembro titular didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina y ex Secretario Científico de la misma. Profesor del Instituto de Psicoanálisis de la APA. Autor, entre otros libros, de: “El goce y la Ley”; “La función paterna”; “Extrañas parejas”; “El Holocausto”; “Clínica del texto. Kafka. Benjamin. Levinas”; y la trilogía “El tiempo del sujeto”, “El lugar del sujeto” y “La ética del sujeto”. Jorge Luis Santalla: Médico. Miembro Adherente de la Asociación Psicoanalítica Argentina y de la International Psychoanalytic Association. Profesor del Instituto de psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Profesor de Psicoanálisis en la Universidad de Belgrano. Ex profesor de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad del Salvador. Segundo Premio Baranger-Mom, de la Asociación Psicoanalítica Argentina 1977. Colaborador en los libros Psicoanálisis y cáncer y Desarrollos Postfeudianos. Carlos Weisse: Médico, Psicoanalista, Psiquiatra, Miembro Didacta de APA, Magister en Psicoanálisis, Profesor de la maestría sobre Subjetividad dictada en la APA y la UBA, autor de numerosos trabajos psicoanalíticos publicados en revistas especializadas y especializado en el tema de Cultura y Psicoanálisis. Luis Campalans Pereda: Médico Psicoanalista. Miembro titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Profesor de seminarios y supervisor del Instituto de Psicoanálisis de la APA. Autor de diversos trabajos psicoanalíticos publicados en revistas y libros de Argentina, Uruguay y Brasil.

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LOS

AUTORES

Rubén Zukerfeld: Miembro Titular en función didáctica y fundador de la Sociedad Argentina de Psicoanálisis (SAP). Miembro Titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).Profesor Titular del Master en Psicoanálisis Universidad del Salvador. Profesor Titular del Master de Psiconeuroinmunoendocrinología de la Universidad Favaloro, Miembro Fundador y Profesor del Instituto Psicosomático de Buenos Aires. Premio FEPAL 2002, Premio IPA Researrch Excetional Award 2004 y 2009. Fernando Urribarri: es coordinador del Espacio André Green de la APA. Es Maitre de Conferences del Doctorado de Psicoanálisis de la Universidad de París X (Francia). Es director de la colección “Pensamiento Contemporáneo” en EUdeBA. Desde 1998 trabaja con André Green: en 2001 colaboró en la preparación de su libro “Ideas directrices para un psicoanálisis contemporáneo” (PUF) y en 2010 escribió el Postfacio de su libro “Ilusión y desilusión en la práctica analítica” (2010, Odile Jacob). Es co-editor de “En torno a la Obra de André Green” (PUF, Francia, 2006) surgido de un Coloquio de Cerisy que dirigió en 2005. Entre otras publicaciones, dirigió la revista Zona Erógena (1989-2001), ha contribuido en los volúmenes colectivos Resonante on suffering de André Green (IPA, Londres, 2007) y The dead father, de Lila Kalinich (Routledge, Nueva York, 2008). Raquel Zak de Goldstein: Médica y Psicoanalista. Miembro Titular en Función Didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Profesora titular del Instituto de Psicoanálisis “Ángel Garma” de la APA. Es fundadora de los “Encuentros Latinoamericanos” sobre el pensamiento de Winnicott, que se realizan anualmente desde 1992 en Latinoamérica, y del “Espacio Winnicott” de la APA. Entre sus libros publicados se cuentan: De la erótica; And then… why Lacan?; El objeto en psicoanálisis; Artesanías psicoanalíticas; La psicosexualidad. María Laura Trotta: Licenciada en Psicología. Analista en formación de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Ex docente de las Cátedras: Psicoanálisis I, Psicoanálisis II, Psicología Educacional de la carrera de Psicología en la Universidad de Belgrano (1997-2008). Ex investigadora de Ubacyt para el proyecto ¨Freud y la eficacia del análisis¨ (UBA) (2004-2008). Mención especial del Premio Baranger Mon 2007 por el trabajo “El síntoma en la histeria. La conceptualización freudiana en los albores de su obra”. Alicia Killner: Médica Psicoanalista. Miembro titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Profesora de seminarios de Instituto. Trabajos publicados en revistas argentinas y extranjeras. Ana Esther Krieger: Licenciada en Psicología, Psicoanalista. Miembro titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Egresada de la Universidad de Belgrano. Miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Miembro de la Federación Psicoanalítica de América Latina. Fundadora y co-coordinadora del capítulo Psicoanálisis y Patologías Actuales de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Compiladora y coautora del libro Fragmentos de la historia del psicoanálisis en la Argentina (2003), también es coautora de los libros Nuevas adicciones (2007) y Adolescencia en crisis (2008).

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Carlos Barredo: Psicoanalista. Miembro Titular en función didáctica de APdeBA. Actual Presidente de la APdeBA. Profesor del IUSAM de APdeBA. Coautor de “La misteriosa desaparición de las neurosis”. Oscar Paulucci: Psicoanalista. Médico. Miembro titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Especialista en psiquiatría. Profesor titular del Instituto de Psicoanálisis Ángel Garma de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Integrante del grupo de investigación “Posición del analista”. Integrante del grupo Inter-Institucional “Lacan en IPA”. Conferencista y autor de numerosos artículos de psicoanálisis. Co-autor de “La misteriosa desaparición de las neurosis” y “Saber del límite”. Liliana Polaco: Médica, Psicoanalista. Miembro Titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Profesora del Instituto de Psicoanálisis de seminarios de la obra de Freud y Lacan. Profesora en la Escuela S. Freud. Profesora de la Universidad de Cine donde dicta seminario de Introducción a la obra de S. Freud articulada a la de J. Lacan. Algunos de los artículos publicados y leídos en la institución: “Reacción Terapéutica Negativa y Posición del analista en la cura”; “Clínica de lo real. Inconciente”; “Psicoterapia”; “Amor, duelo y angustia. Sueño”; “Padre ¿no ves que estoy ardiendo?”; “Trauma, repetición y tiempo”; “Relaciones con la ética del psicoanálisis”; “La práctica analítica, obstáculos y límites”. “Resistencias”; “Puntualizaciones en el historial Isabel de R.”; “Encrucijadas del psicoanálisis. Algunas notas sobre la relación entre saber y verdad”; “Inconciente-Novela familiar”. Mirta Goldstein de Vainstoc: Doctora en Psicología (Universidad del Salvador). Miembro titular de la APA. Coordinadora de Formación Permanente y del Espacio Lacan. Presidente de la Asociación Amigos Argentinos de la Universidad de Haifa. Miembro del Comité Académico de dicha Universidad y Profesora afiliada a la misma. Ex Miembro del Comité Académico de la Maestría en Psicoanálisis y Profesora titular de Teoría del Psicoanálisis de la Universidad Kennedy. Autora de los libros: Pensando la institución (2001), La dirección irreversible de La cura (2002), Xenofobias, terror y violencia: erótica de la crueldad (2006), Topología y escritura en clínica psicoanalítica (Cd-Rom, 2003, 2004), Las enfermedades de la cultura: totalitarismo, banalización y antisemitismo (2007), y múltiples artículos publicados en el país y en el extranjero sobre las consecuencias en el sujeto de su inmersión en el lazo de la palabra. Carlos Basch: Médico (UBA), 1972. Ex secretario científico del claustro de candidatos del Instituto de APA. Miembro titular de la APA. Profesor del Instituto de la APA. Miembro del Consejo Editor Internacional de la REVISTA DE PSICOANÁLISIS. Coordinador del grupo de investigación “La Bisagra Freud/Lacan” (1987/1998). Miembro de Ensayo y Crítica del Psicoanálisis. Integra el comité de redacción de la revista Redes de la letra/Escritura del psicoanálisis. Autor de numerosos trabajos en diferentes publicaciones psicoanalíticas y de los libros Sujeto, acto, repetición; El psicoanálisis en los confines del decir filosófico (en co-autoría con R. Yafar, Letra Viva, 1997) y El desvío de la letra. Una lectura de “El Seminario de la carta robada”, de J. Lacan (Letra Viva, 2001). Ha publicado asimismo dos libros de poemas.

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Marta Merajver-Kurlat es traductora, escritora, y docente de lengua y literatura. Su primera novela, Gracias por la muerte (2005), fue vertida al inglés y está en proceso de filmación en USA. Es co-autora de Lacan y los escritores (EFBA) y, entre otras obras, se destacan El Ulises de James Joyce: Una Lectura Posible y la biografía del cineasta coreano Kim Ki-duk On Movies, The Visual Language. Juan Carlos Weissmann: Miembro titular en función didáctica de la APA, Full Member de la IPA, ex miembro del comité editorial de la REVISTA DE PSICOANÁLISIS (APA); co-chair del Commettee Liasson del 37° Congreso Internacional de Psicoanálisis (IPAC 1991); ex Miembro del comité editorial de la Revista Especial Internacional de Psicoanálisis, ex Vocal de Comisión Directiva de la APA; ex Tesorero de la APA; Miembro del Badget and Finantial Committee y del Oversight Financial Committee de la IPA. Publicaciones sobre Contratransferencia, sobre agresión/ violencia y la obra de Sandor Ferenczi. Juan David Nasio: nace en el año 1942, en Rosario, República Argentina. Realizó sus estudios de Medicina en la Universidad Buenos Aires y efectuó su residencia de especialización en Psiquiatría en el Hospital Evita (ex Aráos Alfaro) de Lanús, servicio creado en 1956 por el Dr. Mauricio Goldenberg. En el año 1969 se traslada a Francia, donde toma contacto directo con el Dr. Jacques Lacan y participa de sus seminarios. A pedido de J. Lacan realiza la revisión de la traducción al español de los Escritos. En cuanto a su actividad de enseñanza, es designado docente de L’Université París (VII), Sorbona, y partir de 1978 coordina un seminario en el marco de La Escuela Freudiana de París. A partir de la disolución de la Escuela Freudiana de París, Juan David Nasio funda en 1986 los Seminarios Psicoanalíticos de París, un espacio para la transmisión y la enseñanza del psicoanálisis. Autor de múltiples libros traducidos a varios idiomas, el Dr. Nasio recibió la distincion de la Legión de Honor en Francia en 1999 y en el año 2001 fue declarado Ciudadano Ilustre de la ciudad de Rosario por el Consejo Municipal de la ciudad. Madé Baranger: Francesa, especialista en Letras Clásicas egresada de la Universidad de Toulouse. Formada en el Instituto de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), Miembro Titular de la APA y de la Asociación Psicoanalítica Internacional (API) y miembro de la Federación Psicoanalítica de América Latina (FEPAL). Entre 1954 y 1965, junto con Willy Baranger formaron la Asociación Psicoanalítica Uruguaya. Desde 1966 dicta seminarios y realiza actividades didácticas y administrativas en la APA. Es coautora, junto con Willy Baranger, de Problemas del campo psicoanalítico (Buenos Aires, Kargieman, 1999). Ha publicado numerosos artículos en revistas nacionales y extranjeras.

Fe de Erratas: En el número anterior de la REVISTA DE PSICOANÁLISIS, en la página 548, donde dice “Juan Eduardo Canestri”, debió decir “Juan Eduardo Tesone”. Y en la página 728, primera línea, debió decir: “Considero que el personaje borgeano en parte responde estas preguntas en su poema “El amenazado”,* escrito en 1972, poema que sería en gran medida un lamento de amor, por el amar imposible”.

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Objetivos de la REVISTA

DE

PSICOANÁLISIS

Los objetivos de la REVISTA DE PSICOANÁLISIS son la difusión del psicoanálisis, su desarrollo científico, las investigaciones relacionadas con la práctica y la teoría psicoanalíticas y las contribuciones del psicoanálisis a la salud y a la cultura. Publica artículos y trabajos, en su gran mayoría originales e inéditos, que contengan investigaciones clínicas, teóricas, históricas, experimentales, críticas y metodológicas, cuantitativas y cualitativas, y otros trabajos, ya difundidos (en otras revistas, simposios o congresos), en razón de ofrecer un interés especial. Las extensiones del psicoanálisis a otros campos y los aportes multidisciplinarios que pudieran enriquecer al psicoanálisis también son considerados. La evaluación de los textos enviados es realizada por el Comité Editor y por lectores externos elegidos por su nivel de especialización en el tema que tratan, de modo de asegurar la calidad del proceso de revisión por pares (peer-review). La lectura de los trabajos se lleva a cabo en forma de doble anonimato. La decisión de publicación es responsabilidad exclusiva del Comité Editor. Se edita trimestralmente, en los meses de marzo, junio, septiembre y diciembre, y si bien está dirigida fundamentalmente a psicoanalistas y a otros profesionales de la salud mental, también se propone como referencia para la discusión y el intercambio con todas las disciplinas científicas y académicas

Requisitos para la presentación de los trabajos La REVISTA DE PSICOANÁLISIS publica fundamentalmente trabajos originales. Por eso el autor, al presentar su trabajo a la consideración del Comité Editor, se cerciorará de que no haya sido publicado antes, ni total ni parcialmente, y de que tampoco está siendo considerado por otro comité editor. La extensión máxima será de seis mil palabras. Se enviarán 2 archivos por e-mail –uno, con los datos del autor, y otro, bajo anonimato (evitando que el nombre del autor figure en el texto y la bibliografía)– y 6 ejemplares impresos también anónimos. Deberá incluirse el resumen en castellano, que no ha de superar las trescientas palabras. Notas al pie de página Deben escribirse al pie de la página correspondiente y enumerarse consecutivamente. Citas de otros textos, propios o ajenos Será cuidadosamente garantizada su exactitud. Todo agregado al texto original deberá enmarcarse entre corchetes. Por ejemplo: “esa fuerza [la RTN] que se defiende con todos los medios posibles contra la curación”. El autor mantendrá las bastardillas y otros diacríticos del texto citado. Cuando el autor necesite recalcar una o más palabras, agregará al final de la cita “[las bastardillas son mías]”. Para indicar que se ha omitido algo en el texto citado se emplearán suspensivos entre corchetes. Por ejemplo: “esa fuerza que se defiende [...] contra la curación”. Citas de textos de Freud Se procederá como en el caso de los otros autores pero indicando no sólo de qué edición se tomó la cita (de Santiago Rueda, de Biblioteca Nueva o de Amorrortu), sino también de qué año es la edición (B. N. tiene varias ediciones). Si se citara por la edición inglesa o por alguna de las ediciones en alemán (G. S., G. W. o S. A.), se agregará la página correspondiente de alguna de las versiones castellanas. Si el autor prefiriera su propia traducción del alemán, lo hará constar expresamente. Referencias En general, se tratará de que no sean ni insuficientes ni excesivas. La finalidad es que los lectores puedan distinguir claramente entre las ideas personales del autor y aquellas a

las que hace referencia. En tal sentido, no deberían omitirse los nombres y/o las obras de autores consultados, ni incluirse aquellos que –aunque importantes– no sean específicos. Referencias dentro del texto Se citará entre paréntesis el nombre del autor seguido del año de publicación o sólo el año si el nombre del autor perteneciera a la frase. Por ejemplo: “(Freud, 1918)” o “Freud (1918)”. Si los autores fueran dos, se consignarán los dos nombres: “(Laplanche y Pontalis, 1968)” o “Laplanche y Pontalis (1968)”. Se preferirá la fecha de la primera edición del texto a la fecha del texto que maneja el autor. Si los autores fueran más de dos, se mencionará sólo el primero, seguido de la expresión latina “et al.” (pero escrita sin comillas y no subrayada) o de la castellana “y otros”. Por ejemplo: “Garma y otros (1971)” o “(Garma y otros, 1971)”. O bien “Garma et al. (1971)” o “(Garma et al., 1971)”. Todas las referencias habrán sido trasladadas a la lista que con el título “Bibliografía” el autor incluirá al final de su trabajo. Recíprocamente, los ítems (o entradas) de esta lista corresponderán exactamente a los trabajos citados en el texto; es decir, se evitarán entradas superfluas. En la lista se colocará a los autores por orden alfabético, y a los trabajos (cuando se incluya más de uno de un autor determinado), por orden cronológico. Si se mencionaran dos trabajos del mismo año, el primero agregará a después de la fecha, el segundo b, y así sucesivamente. Cuando determinado autor es mencionado en la Bibliografía por su/s trabajo/s individual/es y por otros en los que es –alfabéticamente– el primero de los coautores, los trabajos individuales antecederán a los colectivos. “Ib.”, “ibíd.”, “ibídem” no serán empleados en la bibliografía (ya que el artículo o el libro se registra allí una sola vez) y en el texto serán evitados en lo posible. Para distinguir dos o más lugares de una misma referencia, colóquense en el texto las páginas que correspondan en cada caso. Los títulos de libros (en castellano) se escribirán en minúscula (excepto la primera letra de la primera palabra y los nombres propios), sin comillas y con bastardillas. Se escribirá a continuación el lugar de edición, el nombre de la editorial y el año de edición. Aunque el autor del trabajo no haya consultado la edición original, puede consignar las dos fechas. Por ejemplo: “Laplanche, J. y Pontalis, J.-B. (1964): Fantasme originaire, fantasmes des origines, origenes de fantasme, París, Hachette, 1985. [Traducción cast.: Fantasía originaria, fantasía de los orígenes, orígenes de la fantasía, Barcelona, Gedisa, 1985.]”. Si se conociera la existencia de una edición castellana pero no se pudiera dar la referencia completa, escríbase: “[Hay trad. cast.]”. En cualquier caso es conveniente que figure la traducción del título al castellano. Los títulos de artículos irán entre comillas y sin subrayar. Se escribirán a continuación el nombre de la revista que lo incluye (sin abreviar y subrayado), el número del volumen y el año. Descriptores Los descriptores son adjudicados por la Comisión de Informática de la Asociación Psicoanalítica Argentina mediante el uso del Tesauro de Psicoanálisis. Importante El Comité Editor no se responsabiliza por las opiniones expresadas por el autor. La presentación de los trabajos a la REVISTA DE PSICOANÁLISIS implica la cesión legal de los derechos de publicación escrita y electrónica por parte de los autores. Suscripciones: contactar a la Secretaria Administrativa: [email protected]

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