Rosemary Beach 13 - Up In Flames.pdf
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Staff Moderadora Marie.Ang
Traductoras Vane hearts Hansel Miry GPE Clara Markov evanescita Daniela Agrafojo Ana Avila Jeyly Carstairs
Dannygonzal Val_17 Mary Warner Nika Trece Victoria. Umiangel Maii Beatrix
Marie.Ang Nickie Julie Mel Wentworth Dama Michelle♡ NnancyC
Correctoras Marie.Ang Anakaren Laurita PI Meliizza Daniela Agrafojo
Daliam Miry GPE Vane hearts Lu Itxi
Revision final Marie.Ang
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DiseÑo Snow Q
Jadasa GypsyPochi Mary Warner Janira Julie
Indice
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Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23
Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27 Capítulo 28 Capítulo 29 Capítulo 30 Capítulo 31 Capítulo 32 Capítulo 33 Capítulo 34 Capítulo 35 Capítulo 36 Capítulo 37 Capítulo 38 Capítulo 39 Capítulo 40 Capítulo 41 Capítulo 42 Capítulo 43 Capítulo 44 Capítulo 45 Capítulo 46 Capítulo 47
Capítulo 48 Capítulo 49 Capítulo 50 Capítulo 51 Capítulo 52 Capítulo 53 Capítulo 54 Capítulo 55 Capítulo 56 Capítulo 57 Capítulo 58 Capítulo 59 Capítulo 60 Capítulo 61 Capítulo 62 Capítulo 63 Capítulo 64 Capítulo 65 Capítulo 66 Capítulo 67 Capítulo 68 Capítulo 70 Agradecimientos Sobre el autor
Bailé alrededor de tu cocina mientras tocabas música con tus ollas y sartenes. Nunca pude derrotarte en el juego Uno porque eras una profesional, sin lugar a dudas, y cuando necesité saber que alguien estuviera rezando por mí, nunca tuve que preguntarlo.
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Te amo, Granny Campbell. No ha pasado un día en que tus palabras de sabiduría no hagan eco en mi cabeza. Eres muy extrañada, pero siempre estarás en mi corazón.
Amar y ser amado es una necesidad humana básica. Antes de él, pensé que mi vida probaba que esa teoría no era cierta. Antes de él, era fuerte… ¿o era débil? Ya no estoy segura. La mayoría de las cosas que pensé que sabía que eran ciertas ahora me las cuestiono. De lo que estoy segura es que después de él, nada fue lo mismo.
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—Nan
Sinopsis La autora #1 New York Times más vendida Abbi Glines regresa a Rosemary Beach una última vez en este altamente anticipado final. Mimada. Egoísta. Niña rica. Villana. Zorra. Como la chica mala vestida en Prada de Rosemary Beach, Nan Dillon ha sido llamada por cada nombre cruel bajo el caliente sol del verano. Algo de su reputación es merecida—nunca se preocupó por nada excepto mantener su perfecta figura y dividir el jet privado de papi con su hermano: Rush. Pero Nan se encuentra lejos de la felicidad. Rush tiene otro niño en camino y no tiene tiempo para pasarlo con su hermana. Grant, el último chico del que verdaderamente se preocupó, escogió estar con su media hermana, Harlow, en vez de ella. Y Harlow, quien nunca superó la forma en que Nan la trató cuando se mudó la primera vez a la ciudad, permanece distante. Así que, cuando Major le pide una cita, salta a la oportunidad de salir con el hermoso encantador. Aunque no sabe mucho del Texano de dulce hablar, y es claro que él no quiere ser exclusivo, salir con él es mejor que pasar el rato con la insípida socialité o mirar Netflix sola en casa. Por un rato, Nan lidia con la manera playboy de Major, pero después de que la rechaza unas cuantas demasiadas veces, se marcha en un fin de semana salvaje e impetuoso a Las Vegas. Ahí, conoce a Gannon, un oscuro, seductor y muy peligroso hombre de negocios que sabe exactamente cómo manejarla. Con Major pidiendo una segunda oportunidad y Gannon acechando sus sueños, Nan tiene que decidir a quién darle su corazón. Pero no se da cuenta de que son jugadores involucrados en un juego mucho más grande—y ya se encuentran dos movimientos por delante de ella.
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Rosemary Beach #13
1 Traducido por Vane hearts Corregido por Marie.Ang
Nan Los hombres me cabreaban. En mi experiencia, siempre querían algo de mí, pero nunca realmente era yo a la que querían. Lo sabía sin darles más que un momento de mi tiempo. Cuando me miraban, veían a la "hija de una estrella de rock" y "dinero". La mayoría de ellos esperaba que los colocara en la portada de una revista barata de chismes. Esto me dejaba con poco o ningún respeto por la especie masculina. Sostenía a un solo hombre en alta estima y ese era mi hermano, Rush. Siempre estuvo ahí para mí cuando lo necesitaba, excepto por un par de veces cuando fui una perra furiosa con su esposa, Blaire. Pero ahora que acabé con mis celos, Rush estaba de vuelta para ser mi roca. Y era suficiente para mí que él estuviera feliz.
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Sabía que era el momento de crecer y pelear mis propias batallas. No hacía un trabajo fantástico con ello, pero tampoco lo hacía tan mal. Estaba manejando las cosas. A mi manera… Mi teléfono vibró en mi mano, y bajé la mirada para ver la cara de Major en la pantalla. Esta era mi más reciente mala idea. Era precioso y casi demasiado dulce para mí—por lo general me gustaba al menos un poco de drama—pero lo que le impedía ser demasiado perfecto era el hecho de que era un jugador. Amaba a las mujeres. Anhelaba la atención que recibía de ellas. Pensó que era demasiado estúpida para saber que cuando no se encontraba conmigo, usualmente estaba con otra persona, pero sus habilidades de actuación no eran tan infalibles como pensaba. Me di cuenta por la forma en que respondía a mis textos si estaba con alguien más o si tenía tiempo para mí. Pensé que trataba con esta realidad bastante bien, pero se hacía más difícil mantener mi corazón bajo control y no caer en sus encantos de niño bonito. Su
bondad comenzaba a llegar a mí, a pesar de que sabía que no era más que otra chica para él. ¿Qué estás haciendo? Este era el tipo de mensaje que por lo general recibía cuando él estaba solo y aburrido. Al principio, pensé que se encontraba realmente interesado en la respuesta, pero después de notar la frecuencia en que las palabras oye cariño y bebé parpadeaban en la pantalla de su teléfono cuando estábamos juntos, sabía que era todo mentira. Todos los hombres eran mentirosos. Incluso los de gran corazón y lindos. No confiaba en los hombres, pero, por desgracia, los necesitaba en mi vida. Deseaba no siempre ser tan necesitada de afecto y atención, pero lo era. Odiaba eso sobre mí, y a menudo trataba de ocultarlo, pero se hacía más difícil hacerlo. Ver a Rush abandonar sus comportamientos de playboy por la mujer correcta y ver a su mejor amigo—y mi amigo de una follada—Grant Carter, convertirse en el hombre perfecto para su esposa, Harlow, no fue fácil. Yo no era una Blaire o una Harlow. No inspiraba a los hombres a querer cambiar por mí. Admitir eso hirió profundamente, pero era algo con lo que llegaba a términos. La ira, el odio a sí mismo, y sentimientos de inadecuación pueden llenar a una persona de odio. Amargo. Un monstruo. Eso es exactamente lo que no quiero llegar a ser. Por mucho que quería ignorar a Major, sabía que no lo haría. Responderle significaba que me daría atención, y entonces podría fingir por un momento que él sentía algo por mí. Que yo valía más. Que era el tipo de chica por la que un chico cambiará. Acabo de despertarme, le contesté, mientras me sentaba en la cama. La burbuja de texto que siempre aparecía cuando alguien estaba en medio de contestar apareció en la pantalla, y mi estómago hizo un pequeño aleteo. Estaba solo. Pensaba en mí. Sí, lo sé, sueno patética, pero estoy siendo honesta aquí.
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Dormilona. ¿A qué hora fuiste a la cama anoche? Una mejor pregunta sería a qué hora él se fue a la cama anoche. No me envió mensajes de texto después de las ocho, y yo siempre tenía demasiado orgullo para enviarle un mensaje o llamarle primero. Su último texto fue distraído, y supuse que estaba con otra persona.
Tarde, fue mi sencilla respuesta. La verdad era que me senté en el sofá, me acurruqué sola debajo de una manta, viendo la tercera temporada de Gossip Girl y comiendo palomitas de maíz que tendría que eliminar corriendo esta mañana. ¿Qué hacías levantada tarde? Ese tipo de pregunta siempre me molestaba. Él sentía como si sólo pudiera preguntarme algo porque sabía que le daría una respuesta real. Pero yo nunca podía directamente preguntarle lo que hacía, porque sabía que sólo conseguiría parte de la verdad—por lo general la parte que no involucraba a otra chica. Viendo la televisión. No me sentía como para mentir para darle celos. Me di cuenta hace mucho tiempo que Major no se ponía celoso en lo que a mí se refería, lo que a veces se sentía como una bofetada en la cara. Sin embargo, esa era otra cosa que siempre le perdoné, simplemente porque era tan condenadamente bueno. ¿Gossip Girl o Grey’s Anatomy? Sabía mis dos programas favoritos. Recordaba todo sobre mí. Lo que era otra cosa que me complicaba las cosas. Gossip Girl. Estoy bien, envió un mensaje, con una cara guiñando. Era el único hombre que conocía que utilizaba emoticones. Al principio, pensé que era raro, pero me lo esperaba ahora. Era sólo Major siendo Major. Podía hacer cosas aceptables que normalmente no eran sexy. ¿Almuerzo hoy? ¿Quizás japonés? Él amaba la comida japonesa. Y yo tenía miedo, tal vez sólo un poco, de que lo amara.
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Por supuesto.
2 Traducido por Vane hearts Corregido por Marie.Ang
Major Dejé escapar el aliento que estaba conteniendo. Nunca podía estar seguro de si Nan se encontraba enojada conmigo. ¿Tenía una razón para estarlo? Realmente no. No éramos exclusivos, y le recordé un par de veces que éramos sólo amigos con beneficios para que no se hiciera ilusiones. Pero no sabía si eso realmente le importaba a una chica como Nan. La mujer que pasó la noche en mi apartamento venía con mucho menos equipaje que Nan. Se reía y era fácil estar con ella. No me preocupaba por hacerla enojar o si ella estaba a punto de tener un cambio de humor que arruinaría la noche. Además, no tenía que preocuparme por no ser capaz de alejarme al día siguiente. Con Nan, estaba atrapado hasta que este trabajo terminara. Tenía que mantenerla feliz. Follarla y alejarme no era una opción. Sarah, por el contrario, conocía el resultado. No era pegajosa o necesitada. No presionaba y era divertida, y me ofreció la liberación que necesitaba. Me gustaba, pero no quería mantenerla en mi vida. No de esa manera. Sólo necesitaba a alguien como ella para equilibrar la presencia abrumadora de Nan.
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Nan tenía una manera de hacerme olvidar que nunca podríamos ser más. Mi trabajo era demasiado importante. Nunca podríamos tener algo real. Ella solo no lo sabía. Todavía. No necesitaba saber lo que hizo anoche. Ya lo sabía. Puede que haya estado ocupado con mi cita, pero su casa se encontraba bajo vigilancia constante. Cope— mi jefe, por así decirlo—observaba cada movimiento suyo cuando yo no lo estaba. Si ella salía, necesitábamos saber dónde. Por suerte, no se movió, y yo conseguí tener una noche de diversión con Sarah. La última vez que intenté salir con Sarah, Nan llamó molesta por algo, y
tuve que ir a su casa para consolarla. Era una bola de emociones y constantemente me mantenía alerta. Un golpe seco en la puerta me hizo gemir de miedo. Sabía quién era, y era demasiado pronto para tratar con él. No había tenido mi café y huevos todavía. Suspirando, salí del calor de mi cama, sacudí un par de pantalones cortos que dejé en el suelo la noche anterior, y me dirigí hacia la puerta. Cope apenas me dejó abrir la puerta antes de entrar forzadamente. Era más alto que yo, aunque no por mucho. Pero no era su altura lo que lo hacía exuberante; era su persona. Entraba en todas las habitaciones como si las poseyera—y si no lo hacía, mataría a cualquiera que necesitara con el fin de poseerla. Era la clase de hijo de puta que no querías cabrear. Era tan brillante como loco, y lo había visto localizar a un objetivo en cuestión de minutos y matar sin ninguna emoción. —¿Disfrutaste tu noche? —preguntó, con un filo en su voz. —Sí, lo hice. Gracias por preguntar —dije con la mayor naturalidad, negándome a dejar que me intimide. No le dije acerca de Sarah, y no iba a empezar ahora. Cope ni siquiera me miró. —Nos llevas a ninguna parte. Ella no confía en ti. Sabe que eres un puto. ¿Puto? ¿Qué mierda sabía? —Si confía en mí. Cope se giró rápidamente, y sus ojos oscuros me traspasaron con una mirada que haría a Superman dar un paso atrás. —Joder si lo hace. La mujer no es estúpida. Lo sabe. Ha estado con suficientes hombres para saber cuando está siendo rechazada. —¡La voy a llevar a comer! —dije de vuelta.
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—No es suficiente. Puede no saber quién es la otra chica, pero yo de seguro sí. Sarah Jergins, 8431 Ravenhurst Drive. Ella sabe que estabas con alguien. Eso significa que no va a confiar en ti lo suficiente como para derramar sus secretos, y necesitamos los putos secretos. Ella es nuestra única oportunidad con Livingston. Se acercó a él. Tiene que saber algo. Necesitamos saber lo que sabe. Cope se dirigió hacia la puerta para salir, y tomé la oportunidad de hacer caras detrás de su espalda, porque era una cosa madura para hacer, obviamente. Cuando puso su mano en el pomo de la puerta, se detuvo. —Tienes una semana para averiguarlo, y luego interferiré. Si no puedes hacer que la chica se enamore de ti, voy a tener que hacerlo yo mismo. —Con eso, abrió de golpe la puerta y la cerró azotándola detrás de él.
El hecho de que sabía el nombre de Sarah y la dirección no me sorprendió, pero la idea de que pensaba que podía hacer que Nan se enamorara de él era hilarante. A Nan le gustaban los hombres con caras de modelos. Caras hechas para el cine. Caras como la mía. También le gustaban coquetos y dulces. Cope no tenía una oportunidad en el infierno. Su cabello era tan largo que lo llevaba recogido en un moño de hombre la mayor parte del tiempo, y su vello facial era demasiado. Necesitaba afeitar esa mierda. Seguro, fue construido como una pared de ladrillos, pero no era en absoluto como yo. Y a Nan le gustaba yo. Le gustaba un infierno de mucho. Podría decirlo. Cope no tenía la oportunidad de que incluso lo regresara a ver. Si no fuera por el hecho de que realmente no quería hacerle daño, la habría presionado un poco más y dejar que me amara. Pero no podía hacerle daño de esa manera. No la amaba. Ella era más de lo que necesitaba en mi vida en este momento. Tenía una misión que cumplir en primer lugar. Recogiendo mi teléfono, le envié otro texto. ¿Quieres pasear por la playa después del almuerzo? ¿O estás dispuesta a una carrera hoy? Podría hacerla hablar sin jugar con su corazón. Sólo tenía que confiar en mí. Pensé que lo hacía o empezaba a hacerlo. Habría sido insolente conmigo esta mañana si hubiera sabido que estuve con Sarah anoche. Podría ir por la carrera, respondió.
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Sonriendo, envié un mensaje de vuelta. Entonces vamos a correr.
3 Traducido por Vane hearts Corregido por Marie.Ang
Nan Algunas mujeres ponían mala cara y se escondían. Otras trataban de poner al hombre celoso. Luego estaban las que hacían la cosa de niña buena y seguían adelante. Yo, bueno, acababa de venir a Las Vegas. El ajustado vestido plateado que compré en una tienda en París en julio pasado abrazó cada curva que tenía, y sabía lo bien que se veía. Aunque no importaba. Esta noche no era sobre amor ni nada real. Bailaría, coquetearía y los olvidaría a todos mañana. Las Vegas era un cura todo para mí, conectándome a la realidad de que las relaciones nunca funcionaban para mí y que debería dejar de intentar. Mi teléfono vibró y vi el nombre de Major en la pantalla. Cambié todos mis ajustes a silencio y luego lo deslicé en mi bolso de mano Prada. Me ignoró por dos noches demasiado. Esta noche lo ignoraría y lo sacaría de mi sistema con otra persona. Un hombre real. Alguien con anchos hombros y brazos grandes. Alguien que pudiera manejarme. Controlarme. Recordarme que no tenía la necesidad de ser la persona más fuerte en la tierra.
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Cuando regresara a Rosemary Beach, la sonrisa y formas de encantar de Major no me obtendrían de vuelta. Me aseguraría absolutamente de ello. No era patética, pero últimamente me hizo sentir de esa manera. Ya no más. Caminé desde mi habitación en el Bellagio a un club llamado Hyde, donde algunos de mis amigos tenían una mesa VIP reservada para las próximas tres noches. Podía sentir las miradas que me seguían, lo que sólo confirmaba que lucía tan impresionante como me sentí cuando me miré en el espejo. Estaba lista para una noche de vodka y olvido. Knox era la razón por la que me encontraba aquí para empezar. Era amiga de mi breve estancia en un internado sueco y salía con Ezra Kincaid, el heredero de
los hoteles Kincaid. Este era el fin de semana de cumpleaños de Ezra y la lista de invitados era exclusiva. Cuando recibí la invitación de Knox, no estuve segura de si quería ir. No quise dejar a Major. Pero durante nuestra cita de almuerzo, sentí como si estuviera siendo forzado a pasar tiempo conmigo. Así que decidí salir de la ciudad, lo que resultó ser una decisión inteligente; dos días más tarde, todavía no oí hablar de Major. Esta noche fingiría que nunca lo dejé engañarme. Para mañana, tal vez ni siquiera recordaría su nombre. —¡Nan! —chilló Knox. Podía decir que estuvo bebiendo durante horas por sus ojos vidriosos, pero todavía lucía fantástica. Su salvaje cabello rubio rizado estaba recogido por una diadema del color de las manzanas rojas acarameladas que combinaba con el vestido que usaba. Necesitaba ponerme al día con su conteo de cócteles. Parecía que tenía un tiempo maravilloso. —¡Winter está aquí, también! Y trajo a Roland. ¡Están comprometidos ahora!—hablaba Know con un ligero arrastre de palabras, mientras enlazaba su brazo con el mío y me llevaba hacia su mesa. Reconocí las caras. Todos ellos eran parte del círculo en el que fui criada cuando vivía con mi madre. Demi Fraser estuvo justo en mi televisor la semana pasada en algún partido de tenis de suma importancia al que no le seguí el ritmo. Se hizo un nombre por sí misma en la cancha y ahora tenía su propia línea de fitness. Su cabello rojo oscuro era corto, y su nariz y hombros se hallaban espolvoreados con pecas de todo el tiempo que pasaba en el sol. Se veía bien. Lo que me molestaba. Si sólo yo luciera tan bien con pecas. Me acerqué a la mesa y dirigí mi atención hacia el camarero. —Vodka de arándano. —Ha pasado un tiempo, Nan. ¿Qué has estado haciendo, aparte de ir de compras a París? —Demi estaba siendo sarcástica, como de costumbre. Le gustaba menospreciar al mundo desde detrás de su nariz perfecta y llena de pecas.
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Esta noche se encontraba destinada a ayudarme a olvidar mis problemas, no sacar más mierda. Examiné el club sin responderle a Demi o incluso reconocer a Winter y Roland. No había suficiente vodka en mi sistema para hacerme jugar lindo todavía. A medida que mi mirada se desvió a la multitud, ya aburrida de la vista frente a mí, chocó con la dura mirada de otra. Un par de ojos fijos en los míos. Ojos que me hacían temblar de miedo y excitación. Analicé un rostro cincelado, sus duros planos evidentes incluso bajo una barba espesa. Mis ojos viajaron más abajo.
Hombros anchos dieron paso a densamente musculosos y venosos brazos y un pecho que parecía a punto de estallar desde la negra camiseta que llevaba puesta. Entonces, empezó a caminar. Hacia mí. Yo era su enfoque. Me quedé parada sin pensar, como si me hubieran hecho señas, y mi respiración se volvió errática. Casi como si no pudiera aspirar suficiente aire. Era alto. Los tacones de aguja que yo usaba me alzaban a un metro ochenta, pero todavía me vi obligada a inclinar la cabeza hacia atrás mientras él se acercaba. —¿Lo conoces? —preguntó Knox, pero sonaba como si estuviera muy lejos. Sin importancia. No respondí. Solo esperé. El oxígeno en la habitación era demasiado delgado para el momento en que se detuvo frente a mí. Estaba segura de que parecía una idiota mientras trataba de tomar una respiración profunda. —Baila conmigo. —Fueron las palabras que fluyeron de su boca. Sonó como una orden, no una petición. No recibía órdenes de nadie, pero no lo iba a rechazar. Quería sentir sus manos en mi cuerpo. Quería estar lo suficientemente cerca para poder absorber su olor con cada inhalación. También quería tocar ese enorme pecho suyo parecido a una pared de ladrillos. Me las arreglé para asentir, y cuando tendió una de sus manos, con entusiasmo deslicé la mía en la de él. El calor y la fuerza de su tacto me hicieron temblar. Si pudiera respirar correctamente, entonces podría estar más preocupada por quedar como idiota. Pero sólo tenía que mantener el equilibrio en los tacones que elegí usar. Me arrastró a la parte densa de la multitud y pareció dividirse ante él. Podía ver a otras mujeres dar vuelta y mirarlo con la misma expresión temerosa y excitada que yo tenía.
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Cuando finalmente se detuvo, se dio la vuelta y su mano se deslizó alrededor de mi cintura para presionarse posesivamente contra mi espalda baja. Me moví contra él, con ganas de gritar de placer cuando las puntas de mis senos rozaron su pecho. No dijo nada, pero comenzó a moverse con una gracia natural que no me esperaba de un tipo construido como él. Esperaba que fuera rígido con todo ese músculo, pero no lo era. Parecía a gusto en la pista de baile. Su cabeza bajó y pude sentir su aliento en mi piel. Mis pezones reverdecieron, y me agarré a sus brazos para mantenerme firme. —Te sientes bien. —Fue todo lo que dijo, en un acento muy marcado y profundo que no podía identificar.
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Quise responder que olía mejor de lo que anticipé, pero no lo hice. Mantuve la boca cerrada y alcé mis ojos para mirar los suyos. No conocía a este hombre. Dudaba que jamás volvería a verlo y eso me hizo sentir despojada. Como si estuviera perdiendo algo que ni siquiera tenía.
4 Traducido por Hansel Corregido por Marie.Ang
Major La vida de club de campo no era tan mala. No sabía por qué a mi primo Mase le disgustaba tanto. Se quejaba cada vez que su hermana pequeña, Harlow, lo arrastraba hasta Kerrington, pero él la consentía al pasar tiempo en su mundo, como un buen hermano mayor. Yo, por el contrario, me sentía atrapado por la pequeña camarera caliente que nos había servido anteriormente. —Shhh, dulzura —dije en voz baja, cuando ella gimió demasiado fuerte en el pequeño baño. Cerramos la puerta, pero cualquiera que pasara por fuera escucharía si se quejaba demasiado alto. Tenía que darme prisa antes de que Mase comenzara a preguntarse por qué había estado fuera del campo de golf tanto tiempo. Tiré de sus bragas hacia abajo y deslicé mi mano entre sus piernas. Sus muslos temblaron un poco, y sonreí. Me gustaba cuando tenían dificultad al quedarse paradas. —¿Te vas a correr en mi pene? —susurré contra su piel, dejando un rastro de besos por su cuello.
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—Sí, por favor —rogó, aferrándose a mis hombros mientras me inclinaba sobre ella, trabajándola hasta un frenesí húmedo. —Vas a tener que estar en silencio, entonces, dulzura. Entierra la cabeza en mi pecho, y grita cuando lo necesites —dije en voz baja, antes de bajarme los pantalones vaqueros y rápidamente deslizar un condón. Le agarré la cintura y la levanté hasta apoyarla sobre el borde de la pileta. Como una profesional, abrió las piernas, y me estrellé contra ella mientras se envolvía a mí alrededor. —¡Oh, Dios! —gritó en mi hombro.
—Mi nombre es Major, bebé, pero Dios también servirá. — Me moví dentro de ella más fuerte. Era estrecha, una distracción perfecta para la tarde. El golf era jodidamente aburrido. Si hubiera tenido que escuchar una historia más sobre los niños de Rush y Grant, habría empujado al club a través de mi pecho y puesto fin a mi sufrimiento. ¿Quién mierda quería hablar de niños cuando había chicas como ésta en todo el maldito lugar? Tiré de su camisa y agarré un puñado de las tetas que había admirado durante el almuerzo. Ella era más que un puñado. Me encantaban las tetas de todos los tamaños, pero las más grandes eran divertidas para jugar. Levantó sus rodillas y se abrió más para mí, inclinándose hacia atrás, así que tuve acceso completo a su cuerpo. Ésta no era nueva en el sexo del baño. Supongo que era una buena cosa que hubiera usado condón. —Eso es, nena, exprime mi pene —murmuré, antes de tirar de un pezón en mi boca y chupar. Iba a tener que pagarle otra visita. Ella sabía cómo trabajar ese coñito. —Yo... Oh Dios... Me voy a venir —jadeó, agitando sus tetas. Tan caliente como se veía, sabía que un grito vendría con el orgasmo. Agarré su cabeza y presioné su boca en mi pecho, mientras la montaba más duro hasta que su grito ahogado fue seguido por su cuerpo temblando. Cuando su orgasmo disminuyó, la seguí justo detrás. Lo más destacado de mi tarde.
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Y ni siquiera recordaba su nombre.
5 Traducido por Hansel Corregido por Marie.Ang
Nan Era de tarde cuando finalmente abrí los ojos. Las persianas opacas hacían maravillas. Todavía se sentía como si fuera de noche. Me di la vuelta para comprobar mi teléfono y vi que tenía una llamada perdida de Major y un texto. Si estás enojada, lo puedo arreglar. He estado ocupado. Llámame. Arrojé el teléfono en la cama junto a mí y suspiré. Eso era lo que siempre hacía. Pensaba que ser lindo y divertido arreglaba el hecho de ignorarme durante días. Después de bailar durante horas anoche con Gannon Roth, no estaba segura de que Major alguna vez sería suficiente para mí. Tenía el sabor de un hombre de verdad, y me gustaba mucho.
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Major actuando frío y caliente era viejo. Gannon era cálido, grande y olía a sexo. No es que hubiéramos tenido. Había bailado conmigo y comprado un par de tragos, y luego nos habíamos sentado en un rincón y hablado por el resto de la noche, antes de que pidiera mi número y se fuera. Ni siquiera trató de ir a mi habitación o conseguir que fuera a la suya. Me sentí casi insultada, hasta que me permití pensar acerca de la noche que pasamos juntos. Había sido un caballero en todo momento. No habló mucho, pero parecía que le gustaba escucharme hablar. Major pensaba que era su trabajo ser entretenido y hacer todo lo de hablar. Pocas veces tuve la impresión de que la conversación trabajaba en ambos sentidos. Mi teléfono vibró de nuevo, y me incliné para recogerlo, ya rodando los ojos y suponiendo que era otro texto de Major. Pero no lo era. Soy Gannon. ¿Tienes hambre? Era mi tipo. Y él me estaba preguntando por el almuerzo.
Tiré las mantas y salté de la cama, antes de darme cuenta de que tenía que responderle. Simplemente despertando. Puedo estar lista en una hora, respondí, con la esperanza de que no fuera una mentira. Una hora no me daba mucho tiempo. Nos encontraremos en el Starbucks de la planta baja. Le sonreí a mi reflejo en el espejo. —Tienes una hora para volverte caliente. Esta noche lo traerás a esta habitación. Nos vemos allí, respondí.
Una hora más tarde, por puro milagro, di un paso fuera del ascensor y me dirigí hacia el Starbucks. Gannon dio un paso adelante, y el resto del mundo se desvaneció. Tenía ese increíblemente intenso aire en él que llamaba la atención. Su barba estaba más corta, y su pelo oscuro recogido en un moño de hombre. Me gustaba eso. Malditamente mucho. Su mirada se encontraba fija en mí, y me hizo sentir hermosa e importante. Me gustó eso, también. Quería más de eso. —Buenos días —dije. —Buenos días. ¿Dormiste bien? —preguntó. —Sí, pero creo que el vodka intervino en eso.
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Sonrió. Me encantó la forma en que su boca lució cuando lo hizo. —Me imagino que lo hizo. —Su mano se posó en mi espalda baja, y empezó a movernos hacia la salida—. Tengo un coche esperando y reservas en mi lugar favorito para el desayuno. —Él estaba en control. Me gustó eso, también. Major y yo siempre discutíamos sobre dónde comer. Esto era diferente. Casi un alivio. Me hacía sentir menos en el borde. —No creo haber desayunado nunca en Las Vegas. ¿Los lugares todavía sirven el desayuno a esta hora del día? Soltó una risita. —Por supuesto. ¿Quién se levanta temprano en Las Vegas? Tenía un punto. Dudé que un lugar de desayuno tuviera mucho negocio antes de las once por aquí. —Creo que tiene sentido —contesté, mientras abría la puerta de un Mercedes todoterreno negro.
—Después de ti. Subí, y él cerró la puerta y entró por el otro lado. El conductor no habló, pero avanzó como si supiera a dónde ir. Un teléfono vibró en el bolsillo de Gannon, pero lo ignoró. En su lugar, se echó hacia atrás y observó por la ventana mientras el coche conducía por Strip. —¿Dónde está ese lugar? —pregunté, curiosa mientras nos desviábamos de Strip. —Vieja Vegas —respondió—. Mi parte favorita.
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Su teléfono comenzó a vibrar de nuevo. Y de nuevo, lo ignoró.
6 Traducido por Hansel Corregido por Marie.Ang
Major Después del quinto intento, dejé de llamarla. Estaba molesta de nuevo, y no se hallaba en casa. Maldita sea, era malhumorada como la mierda. Conseguimos acercarnos demasiado en la playa el otro día, y necesitaba un poco de espacio. Recordé que en el momento en que intenté dar marcha atrás, se paró y corrió. Típico de Nan. Era tan malcriada que me volvía loco. Cuando era divertida y dulce, como hace dos días, mis defensas se venían abajo, y la pasaba muy bien con ella. No quería divertirme con ella. Al final, iba a odiarme, y no podía soportar la idea ahora. Sería más fácil si no dejaba que me importara. Si Cope descubría que la había perdido, iba a estar molesto. La cita que tenía esta noche con la chica del club de campo, Maggie, ya no parecía emocionante. Tenía la esperanza de liberar algo de tensión sexual antes de tener que lidiar con Nan de nuevo. No parecía que pasaría ahora. No con Nan desaparecida.
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Cope tenía vigilancia sobre ella, así que existía una buena probabilidad de que ya supiera dónde se encontraba. Me sentía preocupado, porque no vino detrás de mí y me envió tras ella todavía. Normalmente me dejaba saber el momento en que ella salía de su casa. Pero había pasado casi un día entero de que no podía encontrarla, y él no me dio nada. El estúpido hijo de puta quería que fuera a él y le admitiera que la dejé fuera de mi vista. Joder, odiaba ir a él en busca de ayuda, pero tenía el rastreador en su maldito teléfono. Él sería el único que supiera dónde se ubicaba. También me despedirían de DeCarlo si no me movía en esto. Nan era mi trabajo. Mi único trabajo en este momento. Saqué mi teléfono y marqué el número de Cope. Sin respuesta. Lo llamé una segunda vez. Sin respuesta.
Hijo de puta, ¿estaba enojado conmigo, también? Tenía que encontrar a Nan sin su ayuda. Él tenía razón. No le estaba dando suficiente atención. Si quería completar este trabajo, tenía que centrarme más en ella. Menos sexo salvaje en los baños con calientes camareras y más tiempo besando el arrogante culo de la princesa. A pesar de que tenía uno agradable. Un maldito culo espectacular. Sacando las llaves de mi bolsillo, me dirigí a mi camioneta. Empezaría preguntando a Rush Finlay, el hermano de Nan. Se mantiene normalmente cerca de ella. Era mi mejor apuesta en rastrearla. Dudaba que hubiera salido de la ciudad sin decirle primero. Debería haberle preguntado durante el golf, pero no sabía que estaba desaparecida en ese entonces. Mi teléfono comenzó a sonar, y bajé la vista hacia la pantalla. Era Cope. Gracias maldito Dios. —Hola —dije, pero fui interrumpido. —Estoy con ella —espetó, y luego puso fin a la llamada. ¿Qué carajo? Él estaba con ella. Pues bien, ¿dónde demonios estaba? Y, ¿cómo llegó a ella? ¿Estaba con él de buena gana, o la había llevado? ¡Mierda!
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Cope era un loco hijo de puta. Nan no estaba segura con él. Yo podría estar jugando con ella, pero al menos no era peligroso. Cope lo era. Tenía que averiguar dónde se encontraban. Girando con mi camioneta, me dirigí fuera de la ciudad hacia el hotel donde se alojaba Cope. Me metería a comprobar sus cámaras de vigilancia. Tal vez podría resolver las cosas antes de que Nan saliera herida y tuviera que matar a un hijo de puta.
7 Traducido por Hansel Corregido por Anakaren
Nan El desayuno fue agradable, pero Gannon continuó callado. Hablé, y él escuchó. A veces, ninguno de los dos hablaba mientras disfrutábamos de nuestra comida. Una vez que pedimos, se excusó y salió para hacer una llamada telefónica rápida. Supuse que era el que había estado tratando de llamarlo en el coche. El hecho de que estuvo literalmente en el teléfono durante quince segundos significó que, o bien quería deshacerse de él o sólo necesitaba dejar un mensaje rápido. Fuera lo que fuese, parecía relajado al respecto cuando regresó. Cuando estábamos en el coche su mirada se dirigió de nuevo a Bellagio, mirando sobre mí. —Tengo un poco de trabajo esta tarde, pero me gustaría verte esta noche. En algún lugar no tan intenso como el de anoche. —¿Quieres conocer mi suite para tomar una copa antes de salir? Podemos decidir entonces. —Las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera detenerlas. Debería haber dicho, ven a mi habitación y cógeme toda la noche hasta que ya no pueda ponerme de pie. Asintió. —Me gustaría eso. Oh, ¿Le gustaría? Bueno... bien... De acuerdo.
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—Estoy en la habitación 1801 —contesté, un poco sin aliento. Cuando el coche se detuvo frente al casino, Gannon no salió, pero el conductor lo hizo. Una vez que estuvimos solos, Gannon se acercó y tomó mi cara, luego se inclinó y me besó suavemente en los labios. No había estado preparada para eso, pero era un tipo de beso guau. —Nos vemos a las siete —dijo, dejó caer la mano y se inclinó hacia atrás justo cuando se abrió la puerta.
Logré una inclinación de cabeza y salí del coche con las piernas sorprendentemente tambaleantes. Maldita sea, ¿qué tenía con ese hombre?
Cuatro horas más tarde, y mi corazón latía más fuerte de lo que lo había hecho en mi vida. No conocía a este hombre, y potencialmente podría ser un asesino en serie o simplemente estar recién salido de la cárcel. Sin embargo, lo había invitado a mi habitación como si no fuera gran cosa. Y me encontraba sobria. Estaba haciendo esto sin la ayuda del vodka para que me hiciera estúpida. Tal vez debería haber tomado una bebida, o cinco. Me quedé mirándome en el espejo y decidí que parecía que quería ser follada. No existía manera de que se perdiera mi obvia invitación. Pasé las cuatro horas preparándome para esta noche, lo que podría rayar lo patético. El golpe en la puerta me sorprendió a pesar de que lo esperaba. Mis nervios estaban trabajando horas extras. Tuve que decidir lo que iba a hacer. No era como si nunca hubiera tenido una aventura de una noche, pero este tipo era... diferente. Él era tan aterrador como atractivo. El hecho de que sabía tan poco sobre él y que él sabía mucho sobre mí—tuve que hablar mucho para llenar los espacios de silencio—nos puso en un campo de juego desigual. No estaba segura de que eso me gustara. Tomando una respiración profunda, abrí la puerta y miré a Gannon. Todo el sentido común se escapó al verlo, pero agarré mis sentidos y los sostuve con fuerza. A pesar de que el hombre podía llenar un par de pantalones vaqueros como nadie. Jesús, necesitaba un poco de agua. No, necesitaba vodka. Un montón de vodka.
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No se movió hacia mí, lo que ayudó. Me dio un momento para entender las cosas. Su olor picante jugaba con mi cabeza, haciendo difícil recuperar el sentido común. —Te ves hermosa —dijo, y mi corazón dio un pequeño aleteo. De repente, esas cuatro horas de preparación fueron completamente justificadas. —Gracias —respondí, dando un paso atrás para que pudiera entrar en la suite.
Su mirada recorrió la habitación como si estuviera examinándola rápidamente por peligro. Entonces, me estudió por un momento. —Te ves nerviosa. Sólo podemos tomar un par de copas. Nada más. —Me tranquilizaba. Eso ayudó—. No soy un gran admirador de la escena del club, simplemente. Fruncí el ceño. Había estado en un club la noche anterior. ¿Por qué fue allí si no le gustaban los clubes? —¿Por qué fuiste anoche? Me sonrió mientras cruzaba los brazos sobre su pecho. —Estaba en ese estado de ánimo. Un estado de ánimo. Supuse que estaba en ese estado de ánimo, también. —Si esto te asusta, entonces vamos a olvidarlo. Gannon Roth no debía saber el efecto que tenía sobre las mujeres. ¿Cómo iba a olvidar esto? Negué con la cabeza. —Estoy bien. —Sólo tragos, Nan —dijo, mientras me volvía para caminar hacia el bar. Necesitaba un poco de coraje. Ningún hombre me había hecho sentir nunca tan nerviosa. Tenía miedo de que si trataba de salir, correría y lo taclearía. Lo cual sería un poco escalofriante para él. —¿Qué te gustaría? —pregunté, tratando de alcanzar dos vasos. —¿Tienes whisky? —¿Jack o Woodford? —Jack está bien. Cogí la botella de Jack Daniels y le serví un vaso, y luego me serví un poco de Grey Goose y jugo de arándano. Gannon se acomodó en la sección de cuero blanco junto a la ventana que daba a la vista de las fuentes del Bellagio. Le tendí la bebida. —Aquí tienes.
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—Gracias —respondió, tomando el vaso—. Buen lugar. Era uno de mis hoteles favoritos en Las Vegas. Si no estaba disponible, me quedaba en el Caesars Palace. —¿Te quedas aquí, también? —pregunté, sentándome a su lado, con suficiente espacio entre nosotros para no estar incómoda. —Sí, pero no tan alto o con tanto encuadrado —dijo con una sonrisa. Me eché hacia atrás y crucé las piernas. —Eso es una pena —contesté, decidiendo que si podía ser un culo inteligente, entonces yo también.
Una risa baja de él envió una ola de placer a través de mí. Maldición, incluso su risa era atractiva. —Me gusta la insolencia —fue su respuesta, mientras llevaba el vaso a sus labios y bebía un poco del líquido ámbar. —¿Cuánto tiempo estarás aquí por negocios? —pregunté, con la esperanza de tener tiempo para llegar a conocerlo mejor. Se encogió de hombros. —No estoy seguro todavía. Depende. —¿De qué? Movió su mirada hacia mí, y el fuego en sus ojos hizo que mis partes íntimas se sintieran como si fueran a combustionar. —De ti. Bien. Vaya. Eso fue un poco atrevido.
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Me gustó. Quizá nunca deje Las Vegas.
8 Traducido por Miry GPE Corregido por Anakaren
Major —Deberías saber bien que él no dejó algo detrás que podría ser utilizado en su contra. Suspiré y di la vuelta para ver a Captain, un ex empleado de DeCarlo, de pie detrás de mí con una sonrisa divertida mientras trataba de forzar la puerta de Cope. —En serio, Major, ¿cuándo entenderás que Cope es como Batman? Sólo que más rudo. Empezaba a molestarme que todos creyeran que Cope era el fin de todo, el todo. No era más que un hombre. Un hombre sin conciencia. —Nan huyó con mala cara, y necesito ver el vídeo de vigilancia para averiguar a dónde. Captain negó. —Demasiado tarde. Diría que él creyó que no hacías tu trabajo correctamente y se hizo cargo. Eso no era posible. Él no era el tipo de Nan. Ella nunca lo dejaría acercarse. Por eso DeCarlo me puso en el trabajo. Mi apariencia era una entrada fácil con ella. Además, el que pasara tiempo en Rosemary Beach tenía sentido. Yo tenía familia aquí. —Dudo eso. Es de Nan de quien hablamos.
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Captain señaló hacia la camioneta en la que llegó. —Vamos a tomar un trago y a hablar de cosas. No tenía tiempo para hablar de cosas. Tenía que jodidamente encontrar a Nan. Podría no estar a salvo. —Si la hiere, lo mataré. Captain soltó una carcajada. —Si él piensa que lo quieres muerto, tu vida terminaría antes de saber qué carajo te golpeó. Entiéndelo bien. Cope no es tu igual. Es tu Dios.
—Herirla no es para lo que firmé. —No, y él no le hará daño a menos que sea culpable. En este momento, hace cosas que, estoy seguro, ella disfruta. Ahora, aléjate de su puerta, porque te puedo asegurar que no hay nada que ver, aparte de una cama y muebles de mierda. No me sentía convencido de que estuviera a salvo. —¿Cómo sabes que no le hará daño? Captain alzó una ceja. —Porque le gustan las mujeres, e intentará la manera divertida de conseguir lo que quiere antes de intentar la manera difícil. ¿La manera divertida? ¿Él creía que Cope podría follarla? —Él no tiene oportunidad con ella. —Ahí es donde te equivocas. Me atrevo a decir que él ya estuvo ahí, lo hizo, y lo hace de nuevo. Un nudo enfermizo se formó en mi estómago. Al menos las veces que estuve con Nan fueron porque realmente quería estar con ella. No porque trataba de obtener información—aunque trataba de obtener información. Aun así, la deseaba. Cope sólo la usaría y la tiraría. Demonios, probablemente sería brutal. —Necesito saber dónde está —exigí. No me estaba yendo por las ramas ahora. Quería una respuesta. —Sinceramente, no sé dónde se encuentra. Sólo sé que Cope te tendría por la garganta si ella se le hubiera escapado a él también. Así que puedes superarlo y malditamente calmarte, o correr en círculos buscándola. Le dirigí un resoplido a Captain antes de regresar a mi camioneta. Solía agradarme ese tipo. Ahora no tanto. —¿A dónde vas? No le contesté. Él no necesitaba saber que iría a preguntarle a todos los que conocían a Nan. Empezando por Rush.
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—Permanecería lejos de Rush —gritó Captain tras de mí—. Él piensa que le hiciste daño a su hermana y ella huyó por tu culpa. ¡Por el amor de Dios! No era como si estuviera en una relación con Nan. Jesús, ¿por qué todo tiene que ser tan serio por aquí? ¿Por qué todos no pudimos llevarnos bien? Subí a la camioneta sin responder y me dirigí a la casa de los Finlay. No me importaba lo que dijo Captain. La encontraría. Si tenía que lidiar con su protector y algo enojado hermano, lo haría.
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9 Traducido por Miry GPE Corregido por Anakaren
Nan Mi teléfono comenzó a vibrar de nuevo. El nombre de Major iluminaba la pantalla. Me dejó en paz la mayor parte del día, pero empezó con fuerza ahora. Él necesitaba un poco de su propia medicina. La única diferencia era que, cuando me ignoraba, yo no seguía intentando. Tenía más orgullo que eso. Sus primeros textos trataron de seducirme, pero ahora tenían un tono preocupado. No era feliz al no saber dónde me hallaba. Lo tenía bien merecido. No era el tipo de chica que se sentaba hasta que alguien le daba atención. Iba detrás de ella. —¿Novio? —La voz de Gannon interrumpió mis pensamientos, y dejé mi teléfono. —No. Un amigo. Uno molesto. —Él quería que fuéramos amigos. Estaba obteniéndolo ahora. —¿Responderás? Pensé por un segundo, luego sacudí la cabeza.
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—Bueno —respondió Gannon, y extendió una de sus manos—. Planeé algo para esta noche que pensé disfrutarías. Guau. Bien, así que no vino aquí pensando en sexo. Esa fui sólo yo. Agradable. Acabábamos de terminar nuestras bebidas, y me preguntaba hacia dónde nos llevaría la noche. —¿Qué? —pregunté, poniendo mi mano en la suya y levantándome. —¿Has visto el Gran Cañón a la puesta del sol? Sacudí la cabeza. —Bien. Esta será tu primera vez, entonces.
—¿Cómo? —pregunté, un poco confundida. —Excursión en helicóptero. Oh. Lindo.
El conductor detuvo el Mercedes en un edificio con un cartel afuera que decía Excursiones Maverick. Había varios autobuses llenándose y vaciándose de personas. Gannon me observaba de cerca. —Tenemos programada una excursión privada. No viajaremos con nadie más. —¿Vuelas? —pregunté, confundida. Sonrió. —Lo hago. Ilegalmente, pero eso es otra historia. No te haré pasar por eso esta noche. Tenemos piloto. Mi estómago dio un vuelco nervioso. La forma en que admitió volar un helicóptero ilegalmente como si no fuera algo del otro mundo fue emocionante y aterrador. ¿Quién era este hombre? —¿Estuviste en prisión? —no pude evitar preguntar. No se inmutó. —Varias veces. La puerta a mi lado se abrió, y él asintió para que saliera. —Después de ti. Cuando un hombre admite que se ha ido a prisión “varias veces”, lo más inteligente a hacer es alejarte lo más posible de él. Sin embargo, yo no era muy inteligente. El área entre mis piernas de hecho hormigueó, y me sentí retorcer. Eso absolutamente me excitó.
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Estaba jodida de la cabeza. Me deslicé y salí del Mercedes sin tomar la mano que el conductor mantuvo extendida hacia mí. No necesitaba su ayuda, no quería tocar a otro hombre en este momento. Me sentía más excitada por el hecho de que me encontraba con un hombre que era exactamente lo que sospechaba: peligroso. El gran cuerpo de Gannon se colocó detrás de mí, y su mano se posó en mi cadera. Sentí mis bragas mojarse e inhalé profundamente. Necesitaba controlarme. Esto era ridículo. Estuvo en prisión. Eso no era atractivo; daba miedo... no, sí era
atractivo. Realmente. ¿A quién engañaba? Me sentía completamente caliente por su lado peligroso. —Sigue jadeando de esa manera y tiraré tu trasero de regreso en el auto y te follaré hasta que te vuelvas una con el asiento de cuero. ¿Entiendes? —Su voz estaba en mi oreja; era dura, y el tono de advertencia en ella me hizo temblar. ¿Miedo? Sí. Definitivamente miedo. Mucho miedo, pero mis partes femeninas no recibieron el memorándum de miedo, porque vibraban con un dolor que no sentí antes. Inhalé bruscamente y asentí. No confiaba en mis palabras. Su agarre en mi cadera se apretó, y me acercó a su lado con una fuerza que seguramente dejaría un moretón en mi piel pálida. Luego, aligeró su agarre y frotó suavemente sobre el lugar del que acababa de abusar. —Dulce bebé, no puedes jugar conmigo. No soy un niño. Soy un maldito hombre. ¿Entiendes? Asentí de nuevo, mi respiración era errática. Nada podía hacer al respecto. Me sentía completamente atraída por este sabor a brutalidad. Nunca conocí esto, y no estaba segura de por qué me llamaba la atención. Debería salir corriendo como loca, no acurrucándome más cerca. ¿Estaba así de jodida? Me condujo al interior, y mientras los demás alrededor de nosotros eran pesados y se les daba instrucciones para sus vuelos, nos dirigieron inmediatamente a una puerta trasera. —Señor Roth, por este lado señor —dijo un tipo joven, mirando a Gannon con una expresión temerosa que entendí. El tipo ni siquiera miró hacia mí, como si le hubieran advertido que no lo hiciera, mientras nos llevaba hacia fuera, a la pista y a un helicóptero que esperaba. —Su piloto llegó hace una hora, señor, y ha comprobado el helicóptero a su satisfacción. Él lo espera. ¿Su piloto? ¿Tenía su propio piloto?
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—Bien. Puedo seguir desde aquí. Puedes irte —respondió Gannon, en un tono que indicaba poder total. El chico con el emblema Maverick en su camiseta azul marino pareció aliviado y se giró para volver rápidamente al interior como si no pudiera alejarse de nosotros lo suficientemente rápido. —¿No estamos usando uno de los pilotos de ellos? —pregunté, mirando hacia él. No usaba tacones de aguja esta noche, y era mucho más alto que mi forma de un metro setenta y cinco centímetros.
—Sólo confío en los míos —fue su respuesta. Se acercó al helicóptero, y el piloto dentro asintió hacia él, luego regresó la vista hacia el frente, como si no estuviéramos ahí. Las manos de Gannon se deslizaron alrededor de mi cintura cuando me levantó hacia la última fila de asientos. —Siéntate junto a la ventana lejana — instruyó. Me siguió al interior, tomando el asiento de al lado antes de colocarme los cinturones. Mi respiración aún era errática, y sus ojos se encendieron con una advertencia que ya sabía incluso antes de que hablara. —Cuidado. Te follaré aquí mismo. Él puede ver. ¿Por qué eso me hacía temblar y apretar las piernas una contra la otra? Sus palabras eran enfermizas y retorcidas. Sin embargo, la forma en que sus manos recorrían mi cuerpo y el hecho de que no dudaba de que me tomaría justo aquí, sin preocuparse de quién nos viera, me hacían jadear de necesidad. —Maldita sea, eres salvaje —murmuró, y luego se colocó sus propios cinturones—. No te pongas el auricular. No necesitamos hablar. —Su orden fue brusca. Asentí, a pesar de que no me miraba. Su atención se encontraba justo en frente. —Listo —le dijo al piloto, quien asintió, y poco a poco comenzamos a movernos.
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Cuando el helicóptero empezó a elevarse, vi el suelo debajo de nosotros mientras la gran mano de Gannon se deslizó entre mis piernas, abriéndolas rudamente. Inhalé bruscamente mientras me apretaba el muslo demasiado duro, luego me acunó con más fuerza de la necesaria. Mi falda subió hasta los muslos, y sabía que no se perdió el hecho de que mis bragas se hallaban húmedas. Me preguntaba si otros serían capaces de ver el moretón en mi muslo que su mano sin duda dejó. Incapaz de controlarme, dejé que mis piernas se abrieran a su invasión, mientras observaba las montañas rocosas debajo. Era hermoso y tranquilo ahí abajo. Sin embargo, un grueso nudillo presionado contra mi clítoris me hizo temblar y respirar pesadamente, y no podía ser ignorado. Esto era una locura. Al igual que el hombre a mi lado. Cuando hizo a un lado mi ropa interior satinada de mi entrepierna, pude oler mi esencia a sexo, y supe que invadiría la cabina. El piloto también me olería. Una vez más, debería estar humillada, pero no. Me mecí hacia adelante, tratando
de acercarme a él. Un gran dedo se introdujo en mí con tanta fuerza que grité de dolor, y la vista debajo de mí se convirtió en un borrón. Cada empujón de su dedo fue seguido por una suave caricia sobre mi clítoris. Era brutal y amoroso. Los dos no se mezclaban, pero él hacía que funcionara. Me sentía mareada por la sensación. Sin importarme ya que no estuviéramos solos, me mecí contra su mano. Incluso cuando golpeaba mi sensible dolor para que dejara de moverme, solamente me las arreglé para dejar escapar un gemido.
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Me encontraba cerca de un orgasmo cuando el paisaje cambió debajo de nosotros, estaba segura de que era la presa Hoover de Las Vegas Strip al atardecer. Las luces eran hermosas, y la vista se enfocó justo cuando el orgasmo me llegó.
10 Traducido por Clara Markov Corregido por Anakaren
Major Rush me pasó una cerveza antes de sentarse frente a mí en su balcón con vista al Golfo de México. —Sí, sé dónde está. Siempre me hace saber a dónde se dirige. Lo que no sé, es por qué mierda piensas que te lo diré. Si no te lo dice, entonces no quiere que sepas. Rush Finlay era hijo de otra leyenda del rock, como mi primo Mase. El padre de Rush era el baterista en la banda donde el padre de Mase era el cantante principal. Los chicos crecieron en la sombra de la fama de sus padres, Rush incluso más que Mase. Pero también cosecharon los beneficios, como pruebas estaban sus espectaculares esposas. —Se enojó conmigo, creo. Me gustaría arreglarlo. Rush alzó una ceja y miró hacia el agua antes de beber un trago de su cerveza. —Sí, apuesto que te gustaría —fue su única respuesta.
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Esto no sería fácil, pero ahora que sabía que él podía decirme dónde encontrarla, no renunciaría. —Nan es difícil de entender. Lo intento, pero obviamente no lo llevo bien. Rush no dijo nada al principio, después regresó su atención a mí. —Nan es una mujer. Por supuesto, una difícil, pero es una mujer. Le duele lo que a cualquier otra. Tiene sentimientos que la gente asume que no están ahí por su forma de actuar. Huyó, lo cual significa que te dejó acercarte lo suficiente para afectar sus emociones. Eso no ocurre mucho. Culpa se filtró en mis venas y se extendió a través de mi cuerpo. Este trabajo no se suponía que fuera tan emocional. Sino concreto. ¿Cómo iba a hacerlo si permitía que me afectara demasiado? Nan ya se había vuelto más importante para
mí de lo necesario. Me preocupaba por ella. No era exactamente adorable, así que ahí me hallaba a salvo, pero estaba rota. Vulnerable. Me costaba mucho hacer lo que tenía que hacerse a alguien tan dañada como ella. Me sentía agradecido de que me dieran mi primer trabajo, pero me pedían demasiado. —¿Cómo puedo arreglar esto si no puedo encontrarla? —¿Estás seguro que eres lo suficientemente hombre para arreglarlo? Nan no es fácil. Ella puede masticar y escupir chicos lindos todo el maldito día. No sé con seguridad si tienes lo que se ocupa. Necesita un hombre que sea más fuerte que ella. Que no les tema a sus antecedentes emocionales. Y tú —Me apuntó con la mano que sostenía la cerveza—, tú follaste a tu madrastra. Lo cual me dice que no estás en esta mierda por algo más que una follada. Es lo que haces. Auch. Tendría que agradecerle a Mase por compartir esa pieza de información con Rush. Dormir con la esposa de mi papá no fue mi mejor momento, pero ella se encontraba más cerca de mi edad que la de él, y era guapísima. Y no era como si mi papá no hubiera follado mujeres mayores en su pasado. Mi error fue que elegí la mujer incorrecta. —Ese fue un momento de debilidad. Estaba enojado con mi papá, y ella se me acercaba con mucha intensidad. Me rompí y tomé lo que me ofrecía. No actúes como si no hubieras follado a tu cuota justa de mujeres que no tenías derecho a tocar antes de Blaire. Rush sonrió. —No tenía derecho a tocar a Blaire, pero malditamente agradezco que lo hiciera. Me dio mi vida. Ya había escuchado esta historia. Blaire había sido la única persona que Nan más odiaba en el mundo. Problemas con papá o algo así. Rush se suponía que debía sacar a Blaire de sus vidas cuando ella se apareció para quedarse con su papá, quien acababa de casarse con la mamá de Rush y Nan. Pero en su lugar, se enamoró de ella. Esa mierda no fue bien con su hermana.
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—Sí, todo el mundo puede verlo —contesté. Esperaba que pensar en su esposa lo abriría más para decirme lo que necesitaba saber. —No será fácil. Te hará pagar por cualquier cosa que hiciste. Será un pago brutal. Esa es su manera. ¿Estás preparado para eso? Se iba rompiendo. Contuve el aliento y asentí. Dudó, y comencé a preocuparme de que cambiara de opinión. Necesitaba que hablara. Él era la única persona que podía pensar que sabría la respuesta.
Luego dijo—: Solo te digo esto porque me gustaría saber que está siendo cuidada en donde huyó. He estado preocupado por ella. Es un tornado cuando se molesta. —Sí, lo he notado. Antes de que pudiera responder, pasos golpetearon al subir por las escaleras de la playa. Una pequeña versión de Rush chocó en el piso superior, y los ojos del niño se concentraron en su padre en tanto una sonrisa masiva le iluminó el rostro. — ¡Papi, encontré un cangrejo! —Corrió para lanzarse en el regazo de su papá y procedió a sacar un cangrejo ermitaño del balde que sostenía. Observé mientras el hijo de la estrella de rock sostenía a su propio hijo y escuchaba con extasiado asombro y adoración a todo lo que el niñito decía. Por mucho que nunca quise eso para mí, Rush lo hacía parecer agradable. Nunca tuve una relación con mi propio padre que se asemejara a algo como eso. La nuestra era por mucho lo contrario. —Creo que con ese ya son tres este mes —dijo una voz con un suave acento sureño. Giré mi atención a la hermosa rubia de pie en el rellano. —Creo que sí —concordó Rush—. ¿Te sientes bien? —le preguntó, y ella se tocó su hinchado estómago con una mano y sonrió. —Sí, me siento bien, y también ella. Rush y Blaire iban a tener una niña. La idea era divertidísima, pero no me reí como quería. —Hola, Major —dijo Blaire, a medida que movía la mirada de su hijo y esposo hacia mí—. Veo que Rush te dio un trago. ¿Puedo conseguirte un emparedado? Nos haré un bocadillo ahora. Todo eso de caminar y perseguir me dio hambre.
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Me gustaba Blaire, pero toda la pequeña plática de esta familia me contenía de encontrar a Nan. Necesitaba que Rush se enfocara en mi problema. —No, gracias. Tengo un lugar al que necesito ir —contesté, con una sonrisa que encantaba a la mayoría de las chicas para salir de sus bragas. Sabía que no haría nada en la esposa de Rush, pero aun así se la di. —Las Vegas —dijo Rush, luego se puso de pie con su hijo en brazos—. Se fue a Las Vegas. Diablos. No era lo que quería escuchar.
11 Traducido por Clara Markov Corregido por Anakaren
Nan Mis piernas se sentían débiles, y el área entre ellas dolorida, como si hubiera sido hecha estragos por más que solo una mano. La cara interna del muslo picaba por lo que sería pronto una contusión. Ya había bajado la mirada para mirar la impresión roja de su mano. Sin embargo, de nuevo en vez de asustarme, me excitó. Me gustaba la sensación de ser dominada. Nunca lo experimenté antes, pero hacía que todo se sintiera más profundo, más embriagante. Como una droga de la cual no podías conseguir suficiente.
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Ese no fue mi primer viaje en helicóptero, pero definitivamente fue el más memorable. Nada de lo que jamás había hecho sexualmente se comparaba con lo que acababa de experimentar. El orgasmo que rasgó a través de mí me dejó temblando e incapaz de recuperar el aliento. Eso solo fue por el áspero toque de su mano. ¿Qué pasaría si le permitiera hacer más? ¿Sobreviviría o moriría de puro éxtasis? El viaje de regreso al hotel no fue fácil. Hubo una carga eléctrica entre nosotros que me confundió. No lo conocía lo suficiente como para subirme encima de él en la parte trasera de un coche, pero eso era todo lo que quería hacer. Tuve que cerrar los ojos con fuerza para bloquear los pensamientos perdidos y para no gemir en voz alta por las ideas que mi imaginación hacia correr. Después de lo que habíamos hecho en un pequeño espacio con un testigo para oírlo y olerlo, yo creo que él se encontraba tan sexualmente necesitado como yo. Él no había terminado. Yo sí. ¿Al menos le afecto? Había pasado un tiempo desde que un hombre intentó seducirme abiertamente de forma correcta. La mayoría de los chicos querían irse de fiesta y luego follar. El hecho de que solo bailamos y desayunamos juntos antes de ese momento en el helicóptero, sin que siquiera me pidiera su propia liberación... o debería sentirme especial, o un fracaso por no encenderlo. Temía que fuera este
último. Si había terminado conmigo, podría haber caído de rodillas y rogarle por una oportunidad para complacerlo. El auto se detuvo, y la mano de Gannon se deslizó sobre la mía, tomándola. —Vamos. —Su voz era profunda y rasposa. Me concentré tanto en controlarme en el viaje que no le puse mucha atención. Permití que me sacara del auto de una manera suave pero demandante que solo me volvió más caliente. Caminó dentro del casino y se dirigió directamente hacia la torre en donde se hallaba mi habitación. ¿Esto era todo? ¿Me iba a regresar sin siquiera ir a cenar o algo? Me sentí desanimada y me pregunté si cometí un error. Repasé todo lo que ocurrió y lo que hice. ¿Esperaba hacer más? ¿Me equivoqué en el helicóptero, abriéndole las piernas y permitiéndole tocarme y golpearme? ¿Fue una prueba que fallé? Pensé que él quería dominarme. Cada vez que gemía por su castigo, se volvía más agresivo. No lograba pensar en algo por lo que mereciera su molestia. Dirigí mi mirada hacia él. Su mandíbula lucía apretada, y las venas en su cuello saltadas. Eso también era atractivo. ¿Por qué tenía que ser tan grande y fuerte y... ugh! Las puertas del elevador se abrieron, y oprimió el número de mi piso. Necesitaba decir algo. Se estaba volviendo incómodo. Tal vez no le agradecí por el paseo. No podía recordarlo. Cuando bajamos del helicóptero, mis piernas se hallaban tambaleantes y mi respiración un poco irregular por su toque.
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Me di la vuelta para volverlo a mirar, pero antes de que pudiera hablar, él se encontraba frente a mí, presionándome contra la pared. El calor de su cuerpo me produjo escalofríos en cuanto me tomó de la cintura y aspiró con fuerza. —Dios, estás matándome —susurró, y luego su boca se hallaba en la mía, y no me importó quién nos encontrara, si nos perdimos o si el lugar explotaba. Esto era todo lo que deseaba. Me estiré para agarrarlo de los hombros, esperé y abrí los labios para probar más. La menta fresca en su boca era deliciosa, y me acerqué, intentando conseguir más. Cualquier cosa que se dispusiera a dar, la tomaría. El ding de la puerta llegó demasiado pronto, y me dirigió con su mano en la cintura hacia el corredor y mi puerta. —Llave —casi gruñó, y rápidamente tomé mi bolso y la saqué. La agarró de mi mano y abrió la puerta de mi suite, luego me empujó dentro.
Esperaba que esto significara que no se iría. Con una mano, cerró la puerta de golpe, después me levantó y me llevó al sofá, donde se dejó caer conmigo en su regazo antes de tomar mi rostro y continuar besándome sin sentido. Parecía tan hambriento por mí como yo me sentía por él. Su boca se arrastró de la mía hacia mi oreja y luego se concentró en mi cuello. Me arqueé para darle más acceso, disfrutando de la sensación de sus vellos en mi piel. Cada toque enviaba pequeñas sacudidas a través de mi cuerpo. No podía tener suficiente de él. —Estabas jodidamente retorciéndote en el auto —murmuró—. Viéndote de esa manera me volvía loco. Maldita sea, quería inclinarte en el asiento y follarte mientras el conductor me miraba golpearte el culo. Dios mío. ¿Quién habla de esa forma? ¿Incluso lo decía en serio? Eso era sucio y tabú. Me gustaba la imagen mental en mi cabeza. Su mano subió por mi muslo hasta que sus dedos rozaron mis bragas. — ¿Esto es lo que me ofreces? —preguntó, besándome la clavícula y luego alzando el rostro para mirarme. Los lugares delicados con los que fue demasiado duro antes ahora los aliviaba como si fueran preciosos para él. Mi corazón se derritió, y me apoyé en su contra, abriendo más las piernas de manera que pudiera tocar todo. Todo de mí. Sabía con bastante seguridad que le ofrecería cualquier cosa en este punto si me prometía otro orgasmo. Nunca experimenté uno como el del vuelo. Mi cuerpo perdió toda función, y la sensación me había arrastrado con él. Sin importarme dónde me encontraba, o si alguien me veía o escuchaba. El placer era todo lo que anhelaba entonces. Quería más. —Sí —respondí en un susurro. Mantuvo mi mirada a medida que movía un dedo dentro de la seda y el encaje, y contuve el aliento. El toque suave era casi demasiado. Cuando esperas algo tan mal y finalmente lo consigues, pierdes la cabeza.
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Escuché el grito de placer que rasgó a través de mí en lo que me agarraba de sus hombros fuertemente. —Eso es jodidamente caliente —dijo, y aunque podía sentir sus ojos en mí, todavía no lograba abrir los míos. No con su dedo deslizándose en el calor agrupado entre mis piernas—. Te encendiste cuando tomé duro este coño. Ahora ronroneas como un gatito mientras lo acaricio suavemente. Tan hambrienta de sexo. Lo quieres todo, ¿no es así? Mezquina y necesitada. —Se detuvo y pasó su dedo por mi clítoris—. Quiero que te vengas para mí. De esta manera. Justo aquí
en mi regazo. —El hecho de que sonara como una orden envió mi reacción a un nuevo nivel de intensidad. Si me volvía a decir que me corriera con esa voz gruesa, gritaría con todas mis fuerzas por lo que se construía dentro de mí. Casi temía dejarlo ir. Alcanzar lo que podía darme. Era más de lo que sentí antes, y sabía que sacudiría mi mundo, pero ¿estaba preparada para eso? Movió de vuelta su boca a mi oreja, y con una voz baja y gruñido profundo, dijo—: Vente. Y las luces se apagaron cuando mi cuerpo explotó. Sabía que grité su nombre. Recordaba trazar mis caderas arriba y abajo para encontrarme con su mano mientras la presionaba con más fuerza contra mí. Pero aparte de eso, todo fue un borrón. La dicha era incluso más de lo que temí, y no quería regresar de ella. Quería vivir en este momento por siempre, incluso si me mataba. Sin embargo, como todos los buenos orgasmos hacen, este se desvaneció lentamente, y mis ojos con el tiempo se abrieron. Mi cuerpo se sentía completamente agotado, y no sabía con seguridad si caminaría nuevamente. Cuando mi visión se aclaró, podía ver que Gannon me miraba. La dureza debajo de mí me dijo que esto lo encendió. ¿Tenía la energía para ayudarlo? No estaba segura que pudiera moverme. —¿Dónde está tu cama? —preguntó, su voz tensa y un poco complacida consigo mismo. —A la derecha —dije, sonando exhausta. Se puso de pie y me cargó a la cama. Si íbamos a terminar esto, tendría que darme un momento para regresar de las nubes a las que me mandó. Aún no volvía. Con una delicadeza que no esperaba de un hombre que lucía como él, me recostó en la cama, me quitó los tacones, y me cubrió. —Toma una siesta. Te conseguiremos algo para comer cuando despiertes más tarde.
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Abrí la boca para responder, pero se giró y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de él. ¿No insistiría en que lo libere? Eso no parecía para nada justo. Le habría dicho eso si mis ojos no se me cerraran y mi cuerpo se hundiera lentamente en el sueño.
12 Traducido por evanescita Corregido por Laurita PI
Major Joder, amaba Las Vegas, cuando venía aquí por pura diversión. No cuando tenía trabajo que hacer. Rush no me ofreció más detalles antes de enviarme a empacar, por lo que tendría que registrar con mucha minuciosidad toda la ciudad en busca de la pequeña pelirroja. A sus ojos, él me ponía a prueba. Podía entenderlo un poco, porque crecí viendo a Mase proteger a su hermana pequeña, Harlow. Conozco todas las cuestiones fraternales, aun siendo hijo único. Pero jodida mierda, ¿cómo se supone que debía encontrarla aquí? Todo mi equipo de rastreo era manejado por Cope—que también permanecía desaparecido y era más que probable que se hallara observando cada uno de mis movimientos, al igual que los de ella. Imbécil. No entendía por qué creía que esta era la manera de probar su punto. Lo entendía. Lo jodí. Necesitaba prestarle más atención a Nan y tomar esto en serio. Si no me amaba y no confiaba en mí, entonces nunca podría limpiar su nombre. En honor a la verdad, eso era lo que pensaba hacer. Esa chica no se hallaba metida en esa mierda como Cope pensaba que lo hacía. Lo supe al poco tiempo de pasar algo de tiempo a su lado, era demasiado ensimismada como para que le importara algo como eso.
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Comenzaría por los dos mejores casinos que sonaban como del gusto de Nan: El Caesars Palace y el Bellagio. Si pudiera averiguar en cuál se hospedaba vigilaría el lugar hasta encontrarla. El conductor del taxi se detuvo fuera del Bellagio. El destello de las fuentes me recordó a Nan. Le gustaba la atención. Empezaba a meter la mano en el bolsillo de atrás para sacar mi billetera cuando la puerta se abrió y Cope se subió al taxi. —De vuelta al aeropuerto —ladró al conductor. —¿Qué demonios? —Miré al autoritario hijo de puta.
El conductor miró de mí hacia Cope. —Él se queda en el taxi. Al aeropuerto, ahora. —En ese instante la demanda de Cope fue aún más intimidante. El conductor no discutió. —La tengo cubierta. Vuelve a Rosemary Beach. No te necesito aquí. Ella volverá contigo, y yo no podría acercarme a ella allí. No hay ninguna razón para que permanezca en Rosemary Beach. Ella lo cuestionaría. Aléjate de esta mierda, sácatelo de encima, y prepárate para concentrarte solo en Nan cuando vuelva. Pero no eres necesario aquí. Lo tengo completamente bajo control. Existe una buena probabilidad de que obtengamos nuestras respuestas antes de que se vaya. Tenía la certeza de que jamás lo oí decir tantas palabras a la vez. —¿Cómo lo tienes bajo control? —le pregunté, aunque no sé si me iba a gustar su respuesta—. La quiero a salvo. Cope frunció el ceño. —Se halla más segura ahora de lo que ha estado nunca. Conozco cada uno de sus movimientos, a diferencia de ti. Eso no fue lo que quise decir. —La quiero a salvo de ti. Es inocente en todo esto. Muy pronto lo descubrirás. —Tal vez. Pero a menos que se demuestre lo contrario, se encuentra a salvo conmigo. No quería irme. Sentía que se la cedía. Entregando lo que era mío, aunque simplemente fuera un trabajo. —Quiero verla. Cope pareció divertido. —Apuesto que sí. Pero tuviste tu oportunidad y lo jodiste. Ahora ya no eres necesario aquí. En este momento, en verdad, podría odiar al hombre. Vivía tan fuera de este mundo; y existía tal frialdad en su interior que podías percibirla. Nan lo notaría. No se acercaría a él. —Ella nunca se abrirá a ti.
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Esta vez, sonrío. —Sí lo hará. Acabo de dejarla en su cama después de darle un orgasmo que casi le hizo perder el conocimiento. El nudo que oprimía mi pecho explotó, y necesité toda mi fuerza de voluntad para no atacar al imbécil. Odiaba escuchar lo que decía. No le creía, pero entonces, ¿por qué mentiría? —Mientes —gruñí, enojado porque ella le hubiera permitido acercarse. No negó ni confirmó mi acusación. —Puedes dejarme aquí. Él tiene que regresar al aeropuerto —le dijo Cope al conductor, y arrojó un fajo de billetes en el asiento delantero. Un vistazo a eso, y el conductor se detuvo al final de Strip. Cope salió del auto sin decirme otra palabra.
Cuando la puerta se cerró detrás de él, dejé escapar un gruñido de frustración. —Llévame a Vieja Vegas—le dije al conductor, inclinándome hacia atrás en el asiento. Me gustaría conseguir algo de comida y regresar al Bellagio. No iba a dejar desprotegida Nan. Intentaría enviarle un nuevo mensaje. Tal vez respondería si supiera que me encuentro aquí. Que vine tras ella. Estoy en Las Vegas. He venido a verte. Presioné enviar. Solo podía esperar que Cope mintiera y ella no lo hubiera dejado entrar en su cama. Al menos disfruté mucho de las cosas que hice con ella. Él la usaba solo por trabajo. Ella era mejor que eso. Hijo de puta no se merecía tocarla. —¿Esta será su última parada, señor? —preguntó el conductor, sin duda, para este momento, completamente confundido.
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—Por ahora —contesté, y miré a mi pantalla a la espera de una respuesta.
13 Traducido por evanescita Corregido por Anakaren
Nan El olor a pizza irrumpió en mis sueños, y abrí los ojos e inhalé profundamente. Nunca comía pizza, sin embargo estaba tan hambrienta, y olía delicioso. Mirando alrededor de mi habitación a oscuras, sólo pude ver la luz de la puerta entreabierta que conducía a la sala de estar de mi suite. La pizza se hallaba allí. Con Gannon. Le había entregado la segunda llave de mi habitación antes de que me dejara tomar mi siesta. Una sonrisa tiró de mis labios, y extendí mi cuerpo, sintiéndome contenta y saciada. Sería su turno la próxima vez, y esperaba por ello. Quería tocar su cuerpo y mirarlo mientras se corría. La idea era emocionante. Él era todo lo que un hombre debía ser. Fuerte, feroz, robusto y toscamente guapo. No era nada como los tipos con los que normalmente salía. Rara vez entré en contacto con hombres como Gannon. Ahora me daba cuenta de lo que me estuve perdiendo.
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Retiré las mantas y salí de la cama. Mi cabello probablemente era un lío, y quería cambiarme a algo más cómodo, ya que aparentemente nos estábamos quedando juntos por la noche. No es que tuviera un problema con eso. Me gustaba mucho la idea. Tomé el cepillo de mi neceser de Louis Vuitton, me cepillé el cabello, y me cambié rápidamente a un par de pantalones cortos de color azul pálido de pijama que tenía un volante coqueto en el dobladillo y un camisón a juego. Decidí no ponerme sujetador. Todo el conjunto era sexy pero cómodo. El que quisiera tenerlo era un hecho, sólo no había ocurrido porque estaba exhausta. Cuando mi reflejo en el espejo fue suficiente, me dirigí a la puerta y la abrí lentamente para mirar hacia la habitación. Gannon descansaba en el sofá con los pies apoyados en la otomana y un libro entre sus manos. Sus ojos de inmediato fueron a mí cuando entré en la
habitación tan silenciosamente como pude. Él tenía una audición increíble o gran visión periférica. —Oye —dije a modo de saludo, sintiéndome un poco tímida ahora que apenas estaba vestida y él aun en sus pantalones vaqueros, camiseta y botas. —Pedí pizza. No estaba seguro de cuál te gustaría, así que pedí algunas. Esperando a que te unieras a mí antes de zambullirme. Continuó bebiéndome mientras caminaba hacia el sofá para sentarme a un par de centímetros de él. El brillo en sus ojos me dijo que le gustaba mi elección de ropa. Sabía que me veía bien en ella. Caramba, sabía que me veía bien desnuda. Usaba eso como un súper-poder contra los hombres con regularidad. Aunque, descubrí que mi aspecto y mi cuerpo los atraía, no tenía nada más esencial para mantenerlos. Era un polvo caliente, pero a la mañana siguiente, ellos generalmente lo terminaban. La idea de que esto era todo lo que sería para Gannon dolió un poco. Sin embargo, tenía que superarlo. Los hombres no me mantenían. Era solo un juguete. —No te gusta mucho la pizza. —La voz de Gannon interrumpió mis pensamientos, y levanté la mirada para encontrarme con la suya. Tenía una expresión preocupada. —Oh, no, de hecho me encanta la pizza. El olor me atrajo de mis sueños. Simplemente no estoy despierta todavía, supongo. ¿Cuáles pediste? Cerró el libro que leía y lo colocó en el reposabrazos del sofá. Miré como se puso de pie y se acercó a la mesa del comedor. Era una copia gastada de Mientras Agonizo de William Faulkner. No esperaba algo así, pero entonces, tal vez lo hacía. Gannon no era un hombre de muchas palabras, pero por la forma en la que hablaba y manejaba las cosas, era obvio que era inteligente. Lo miré de pie donde el servicio de habitación había dejado las pizzas cubiertas con tapas de plata en forma de cúpula. Levantó la primera tapa. —Pepperoni. —Luego levantó la siguiente—. Griega. —Esa era mi favorita. Me encantaba el queso feta y aceitunas en mi pizza. Luego me dio a conocer la última—. Buffalo Chicken. —Tenía la sensación de que una era para él. Era del tipo de hombre consumidor de pizza.
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—Griega es mi favorita —contesté. Cogió uno de los platos, y puso una gran rebanada de pizza griega en él, luego se acercó a mí. —¿Vodka de arándano? —preguntó, mientras tomaba el plato que me ofrecía. Me sirvió la comida. Ningún tipo había hecho eso antes. Normalmente tenía a alguien que servía la comida, o yo lo hacía.
—Por favor, gracias. No respondió, pero fue a hacer mi bebida, exactamente como me gustaba, con tres cubos de hielo. Prestaba atención a los detalles. Una vez más, algo que no había experimentado antes. Justo lo que esperaba, tomó tres rebanadas de pizza búfalo chicken y los puso en un plato antes de unirse a mí en el sofá. —Si deseas encender el televisor, puedes, sin embargo no suelo ver televisión prefiero una conversación o el silencio. Estaba de acuerdo con cualquier cosa que quisiera. —Conversación está bien —le respondí, y tomé un bocado de mi pizza. Empezamos a comer en silencio. Quería verlo comer y ver si su mandíbula trabajaba de esa manera atractiva como lo hacía cuando se enojaba. Pero me contuve y no lo miré. Se encontraba relajado, y me gustaba que se sintiera a gusto conmigo. Cuando terminé mi rebanada, realmente quería otra, pero odiaría comer una rebanada más en frente de él. Además, iría a mis caderas. No estaba segura de sí tendría la oportunidad de ir al gimnasio del hotel por la mañana y trabajar para quemarlas. —¿Quieres más? —preguntó, dejando su plato en el suelo y poniéndose de pie mientras alcanzaba el mío. ¿Este hombre podía leer mentes? —Una rebanada más estaría bien — contesté. Tomó mi plato y caminó hacia la pizza. Cogió otro trozo grande y lo trajo de nuevo hacia mí. Quería admirar la forma en que se veía en esos pantalones vaqueros, sin embargo esta era una comida agradable y cómoda, y no estaba segura de sí deberíamos estar actuando como si no me hubiera dado dos de los mejores orgasmos de mi vida o lo que sea. Él era tan confuso.
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Y también ligeramente perfecto. —Sigue mirándome así, y no llegaras a comerte esa pizza —dijo Gannon, con una mirada feroz en mi dirección, la que hizo que mis partes femeninas hormiguearan. Rápidamente tomé un bocado de mi comida, y se rio entre dientes antes de mirar atrás, al libro que había dejado. Una sonrisa tiró de las comisuras de mis labios mientras masticaba. Era una sonrisa de felicidad. No tenía muchas de esas. Reconocerlo me puso triste. ¿Había tenido alguna vez una relación con un chico que realmente me hiciera feliz? No podía pensar en una. Incluso la que tuve con Major que dolía más
que cualquier otra cosa. Este era un chico que conocí en Las Vegas y nunca vería de nuevo. Podría estar casado o comprometido. Y él me hacía feliz. —Estás pensando en cosas profundas —No se perdía nada. Ningún cambio en mi expresión. —¿Estas casado? —pregunté, necesitando saber. Sonrió. —No. —¿Comprometido? —continué. —No. —¿Buscado por un grave delito? Esta vez, se rio entre dientes. —Para futura referencia, es un poco tarde preguntarle a un tipo si es buscado por un delito grave cuando lo tienes en tu suite y confías en él lo suficiente como para que permanezca allí mientras duermes. Buen punto. Asentí y tomé otro bocado de pizza. —¿Eso es todo lo que deseas saber? —preguntó. Terminé de masticar, luego tomé un sorbo de mi bebida. —¿En qué trabajas? Pensó por un momento y luego respondió—: Construcción. ¿Construcción? ¿Cómo es que se hallaba en Las Vegas por negocios si era un obrero de construcción? Y, ¿cómo podía permitirse el Bellagio? —¿De verdad? —De verdad. Soy propietario de una empresa constructora que edifica casinos. Bueno, tenía mucho más sentido. —¿Es tu libro? Parece como si hubiera sido leído muchas veces —dije. Miró el libro, y una sonrisa se dibujó en sus labios. —Lo he tenido más de veinte años. Es mi favorito. Lo he leído treinta y cinco veces.
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Guau. Las capas de este hombre consiguen ser más y más profundas.
14 Traducido por Daniela Agrafojo Corregido por Meliizza
Major Mi encanto de Texas no fue una pérdida total con la recepcionista del Bellagio. Me dio el nombre de la torre en la que se quedaba Nan, pero no me dio un número de habitación. Eso era todo lo que iba a hacer por mí. Al menos, sabía que Nan se encontraba aquí. Lo que significaba que estaría sentado en la barra junto a la banca del elevador, bebiendo y observando por alguna señal de ella. Probablemente Cope ya me había visto y se aseguraba de que no viniera en esta dirección. O eso, o jugaba con mi cabeza. La camarera con el diminuto top halter y las tetas pagadas que me gustaría tomar en mis manos seguía mandándome una sonrisa coqueta. Tan tentador como era, no tenía tiempo para eso. Las chicas como ella eran la razón de que estuviera en este maldito desastre en primer lugar.
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Enfocarme en una chica, especialmente en una tan superficial como Nan, era difícil de hacer. Me gustaba la variedad, pero estoy seguro como el infierno que no me gustaba la idea de que Nan tuviera variedad, entonces, ¿qué significaba eso? ¿Que era un bastardo? Sí, eso era lo que significaba. La llamaba superficial, pero yo era malditamente superficial. La camarera caminó hacia mí y deslizó una servilleta nueva en mi dirección. Esta tenía algo escrito. Vi un número de teléfono y un nombre. Lo hacía bastante fácil para que la follara. ¿Cómo se suponía que iba a trabajar con mierda como esta? Jesús, si fuera como Cope, no tendría este problema. Miré hacia ella y le guiñé. Era sexy como el infierno pero no el sexy que necesitaba esta noche. Tenía que recuperar a otra chica. Si podía encontrarla primero. Para entonces, estaría dirigiéndose a algún club, me imaginé. Solo treinta
minutos para las diez. Necesitaba algo de comida, pero dejar este lugar no era posible. —¿Tienes algo para comer por allá? —pregunté. —Nueces y galletas saladas —ofreció, con una sonrisa esperanzadora. No era comida exactamente, pero ayudaría. —Eso sería estupendo. Rápidamente me arregló un gran bol y lo colocó delante de mí. —Gracias, dulzura —respondí, y la observé sonreír. Sí, pensaba que íbamos a engancharnos esta noche. Eso era una pena. Miré mi teléfono para ver si por alguna casualidad Nan me había devuelto el mensaje y me lo perdí. Nada. Por favor, háblame. Estoy aquí abajo en este bar justo al lado de tu elevador, esperándote. Pensé por un segundo antes de presionar Enviar, porque podría encontrar una manera de evitarme ahora. Pero conocía a Nan, y deseaba mi atención. Si pensaba que me encontraba así de cerca y había luchado tanto por encontrarla, se aseguraría de aparecer. Me recosté y mastiqué la barra mezclada mientras veía las puertas del elevador. Mi teléfono finalmente vibró en mi mano. Estoy ocupada en este momento. No voy a salir. Pero si insistes, podemos encontrarnos mañana alrededor del mediodía. Leí el mensaje dos veces antes de aceptar que en serio me rechazaba. ¿En qué demonios se hallaba tan ocupada si se encontraba en su habitación? Las palabras de Cope volvieron para retorcer mis entrañas, y peleé contra la urgencia de arrojar mi maldito teléfono a través del suelo del casino. Maldito sea. Se encontraba allá arriba con ella. Esa mierda que estuvo vomitando era real. ¿Demasiado ocupada para beber un trago conmigo? Respondí, negándome a creer que escogía a Cope sobre mí.
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Sí, lo estoy. Lo siento. Jódeme. Mi pecho se tensó, y agarré mi whisky y lo bajé, esperando que aliviara la ira y la incredulidad hirviendo dentro de mí. Sabía que era fría, pero esto era peor de lo que me habían advertido. —¿Puedo conseguirte otro trago? —preguntó la camarera, con esos labios rojos que prometían cosas sucias.
—¿Puedes tener un descanso? —Fue mi respuesta. Miró hacia el reloj y asintió. —Sí. ¿Me das cinco minutos? Asentí. Tenía cinco minutos. Luego, ella iba a darme unos buenos treinta en alguna parte de este casino. Tenía vapor que estallar, y sus tetas alegres tenían que estar en mi boca y manos pronto. Cuando salió, me miró con una sonrisa que decía que sabía exactamente lo que quería. Dios, amaba a las chicas de Las Vegas. Tenía que encontrar un maldito trabajo en este lugar. Arreglar todos mis problemas, e irme muy lejos de Nan. —Ven conmigo —dijo, alcanzando mi mano. La seguí hacia un cuarto trasero con una señal de “Solo Empleados” y luego dentro de un armario que se encontraba lleno de sábanas. Cerré la puerta detrás de nosotros, y se sacó el pequeño top halter y dejó que esas tetas rebotaran libres. —Puedes jugar con ellas ahora —dijo, en broma mientras caminaba hacia mí—. Siempre que me folles mientras lo haces. Mi polla se endureció al instante. Subí su falda y encontré que no llevaba bragas. Fácil acceso. Me gustaba esta. Saqué un condón de mi bolsillo y lo abrí con mis dientes antes de bajar mis vaqueros y cubrirme. —Lindas tetas —murmuré, mientras enterraba mi cara en el escote, metía un pezón en mi boca, y lo chupaba con fuerza. Jadeó y haló mi cabello, lo que solo me hizo chupar más fuerte. Me gustaba el dolor cuando me sentía molesto, y me sentía molesto. Podría estar a punto de entrar en un coño caliente y dispuesto, pero eso no iba a cambiar las cosas. Solo me daría una liberación bastante necesitada. La levanté por la cintura, abrió sus piernas, y me enterré en ella con fuerza, mientras envolvía sus piernas a mí alrededor y gritaba. Me gustaban ruidosas. Esto sería bueno. Realmente bueno.
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—Eso es, dulzura. Rebota en mi polla, y déjame ver esas tetas brincar —la alenté. Y como una buena chica, hizo justamente eso.
15 Traducido por Daniela Agrafojo Corregido por Meliizza
Nan Iba a matar a Rush. Esto era su culpa. Nadie sabía a donde había ido excepto mi hermano. Si Gannon no estuviera conmigo, habría llamado a Rush y masticado su trasero. No quería que se preocupara por mí. Fue por eso que le dije. No quería decir que podía darle mi paradero a Major. El hecho de que Major estuviera escaleras abajo esperando a que saliera del elevador me cabreaba aún más. ¿De verdad pensaba que estaría tan agradecida de que viniera a verme y correría a él? Sí. Lo hacía. Porque si no estuviera actualmente sentada en el sofá con Gannon, correría hasta allá como la chica desesperada por atención que era. Me habría convencido de que esto era un gesto romántico y esperaría que fuera suficiente para mantener su atención esta vez. —Ese mensaje te alteró. ¿Quién era? —preguntó Gannon. Alejé mi teléfono y lo miré. —Alguien molesto. Nada importante.
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No pareció comprárselo, pero no presionó como Major lo habría hecho. Me dejaría mentir si lo necesitaba. Otro extra para Gannon. Extendió la mano. —Ven aquí. No era la mujer más obediente del planeta, pero cuando un hombre como ese te dice que vayas a él, simplemente lo haces sin hacer preguntas. Me acerqué más, y tomó mi mano y me haló hasta que estuve sentada a horcajadas sobre su regazo. —Eso está mejor. Habría sido duro sentarme aquí contigo vestida de forma tan malditamente sexy demasiado lejos de mi toque.
Las cosas que me decía me hacían querer decirle que era perfecto. Todas las chicas querían oírlas. Las decía como si fueran ciertas y vinieran con naturalidad. Lo que, mezclado con sus miradas, su voz y sus músculos, era una combinación letal. —Quería dejarte disfrutar tu pizza —dije, con un temblor mientras sus largas manos subían por mis muslos. —Mmmm, ha sido disfrutada. Ahora tengo hambre de algo más. Sonriendo, cerré los ojos anticipando a que sus manos llegaran a donde se dirigían. Justo cuando se deslizaron bajo el satín de mis bragas, recordé que era su turno. Necesitaba ser la que lo tocara. No dejar que hiciera todo el trabajo por mí de nuevo. —Espera —dije. Esa única palabra era tan difícil de decir, porque no quería detenerlo. El orgasmo que me dio más temprano estuvo en una escala épica, y quería hacerlo de nuevo, pronto—. Es mi turno —dije, saliéndome de su regazo y pasando mi mano sobre su muslo cubierto por sus vaqueros hasta que encontré lo que buscaba. Ya se encontraba duro bajo mi mano. Estuvo disfrutando teniéndome en su regazo. —No lleves la cuenta, bebé —dijo, cubriendo mi mano con la suya. Él podía no llevarla, pero yo creía en dar lo que recibías, y se merecía la mejor mamada del planeta.
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—Quiero tocarte —le dije, mientras abría sus pantalones y movía mis rodillas sobre el suelo frente a él—. Bájalos por mí. —No aparté mi mirada de su polla hasta que finalmente levantó sus caderas, se bajó los vaqueros y bóxers, y brotó libre. Se encontraba totalmente erecto ahora, y me lamí los labios con anticipación. Amaba el poder que obtenía de esto. Solo lo hacía si me sentía increíblemente atraída por un hombre y él se lo ganaba. Pero esta noche me hallaba impaciente por ello. —Maldición, pareces excitada por esto. —Gruñó mientras su mano se cerraba alrededor de su longitud. Movió su mano arriba y abajo despacio, mientras lo observaba y él me observaba. Incluso eso era sexy. Comenzaba a pensar que todo lo que hacía este hombre era sexy. Me incliné hacia adelante sobre mis rodillas, deslizando mi mano por encima de donde se encontraba la suya. Pasé mi pulgar sobre la sensitiva cabeza de su polla, y su mano se congeló para después alejarse cuando acomodó sus caderas y se inclinó hacia atrás contra los cojines del sofá. Sus ojos estaban en mí. Podía sentir su calor quemando a través de mí. Quería que esto fuera realmente bueno para él.
Levantando la vista, observé su cara mientras bajaba mi boca hasta que mi lengua recorrió el punto donde mi pulgar había estado. Después, lentamente, llevé la cabeza dentro de mi boca, envolviendo mis labios alrededor y succionando, manteniendo mis ojos elevados y directamente en él. Respiraba con fuerza, y su mano se deslizó en mi cabello, tomando un gran puñado de mis gruesos mechones. Metí su longitud en mi boca hasta que la punta tocó mi garganta, antes de sacarlo de nuevo. Los ojos de Gannon se hallaban entornados con placer. Su agarre en mi cabello se apretó cuando continué mi asalto sobre él, chupando y luego deteniéndome para lamer la longitud burlonamente antes de continuar. —Jodeeeer —gimió, elevando las caderas hacia mi boca con impaciencia. Peleé contra mi sonrisa. Quería saber que lo complacía, y eso me dijo todo lo que necesitaba saber. Cubrí la base con una mano y empecé a trabajar en él. Lo probé con puro disfrute. Cada sonido que hacía y cada maldición que murmuraba me impulsaba más a darle más. A hacerla la mejor que hubiera tenido nunca. —Maldita sea, Nan. —Gruñó y haló mi cabello—. Me voy a correr. — Trataba de alejarme, pero no iba a dejarlo quitarme esto. No hacía esto por la mayoría de los hombres, pero quería hacerlo por él. Lo anhelaba. Profundamente en mi interior, quería quedarme con él. —Jódeme. —Jadeó y acunó el lado de mi rostro—. No tienes que hacerlo — dijo, justo cuando elevaba sus caderas para meterse en mi boca. Se encontraba perdido en el placer, y yo había hecho eso. Solo yo. Agarrando la parte superior de sus muslos, succioné con más fuerza y rocé mis pechos contra él, gimiendo con él en mi boca. Estaba cerca, y todo lo que necesitaba era la visión para dejarse ir. —Joder —murmuró. Eso fue seguido por un rugido.
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Sonreí, sabiendo que nunca me olvidaría.
16 Traducido por Daniela Agrafojo Corregido por Meliizza
Major La alarma que puse en mi teléfono sonó a las diez de la mañana. Me encontraba listo para ver a Nan, así que eso no era un problema. No dormí bien. Después de haber reservado una habitación en el Bellagio, llamé a Nan, pero no contestó. Tuve que hablarme a mí mismo sobre ir a ese bar y sentarme ahí hasta que esa camarera saliera del trabajo. Estuve allí, hice eso, y honestamente, no fue tan memorable. Hoy Nan iba a verme, y arreglaría esto. Volvería en un avión a Rosemary Beach conmigo. Le daría la atención que necesitaba, confiaría en mí, y probaría su inocencia. Luego estaría terminado. Mi trabajo completo. Le envié un mensaje antes de ducharme para preguntarle en dónde quería que nos encontráramos, pero para el momento en que terminé, todavía no respondía. No quería pensar en ella teniendo una larga noche, ya que nunca dejó su habitación. Por qué eso me molestaba tanto, no lo sabía con seguridad. Solo jodidamente lo hacía.
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Cope me molestó más allá de la razón. No sabía si podía trabajar para él. Trabajar para Captain fue fácil. Me agradaba el tipo. Era un tipo duro, pero al menos tenía corazón. Cope era un monstruo sin corazón, y Nan bailaba demasiado cerca de él. Tenía que arreglarlo. Me vestí y fui a conseguir un café cerca de la banca del elevador de Nan en el lobby. Un Starbucks fue lo primero que vi, así que fui directamente hacia allá y compré un pastelito para el desayuno y una golosina para comer con mi café. Me sentía un poco hambriento después de no comer mucho anoche. —No escuchas una mierda. —La voz de Cope vino de detrás de mí mientras recogía mi café.
Maldije en silencio, llamándolo un millón de nombres que deseé poder decir en voz alta. —No tenía ganas de volar. Pensé que podría arriesgarme antes de dirigirme a casa. —Pura mierda —respondió—. Ve a sentarte. Voy a conseguir un café, y luego hablaremos. Ese truco que sacaste anoche podría haber jodido todo. Entonces, había estado con ella. Sabía que le mandé un mensaje. No le gustó jodidamente ni un poco, tampoco, por como sonaba. —Solo la chequeaba. —Anda a sentar tu maldito trasero —espetó, luego se giró para ordenar un café. Quería salir del casino solo para probarle que podía. Pero había visto a este hijo de puta matar personas, y no iba a ser el siguiente en su lista. Cuando se trataba de valores, no tenía ninguno. Mataba cuando le convenía. Maldito fuera, ¿por qué estaba metiéndose con Nan? Yo lo tenía bajo control. Porque era el malvado hijo de puta que era, y casi totalmente seguro que llevaba un arma oculta, me senté como me fue dicho, incluso si me hacía sentir como un completo marica hacerlo. Esta era una parte del trabajo para la que Captain no me había preparado: lidiar con órdenes. No me gustaba mucho. Para nada, en realidad. Cope se dirigió hacia mí, una de sus miradas asesinas en su rostro. Se encontraba supremamente cabreado conmigo. No me defendí ni hablé. Solo esperé que dijera algo. Se tomó su tiempo, bajando su café y escaneando los alrededores antes de mirarme finalmente. —Te dije que la tenía. Estoy consiguiendo lo que necesitamos. Te enviaré con DeCarlo y lo dejaré poner tu obstinado trasero en algún otro lugar si eso es lo que tiene que hacerse. Yo doy las órdenes. Tú las sigues. No tomas tus propias decisiones. —Quiero hablar con ella —fue todo lo que dije en respuesta a su despotricar.
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Me miró. —¿Por qué? Porque… porque quería mi marca de regreso. Quería probar que podía hacerlo. Quería ser el que estuviera en su habitación por la noche. No el loco como la mierda de Cope. —Confía en mí. Puedo conseguir lo que necesitamos. Cope dejó escapar una risa divertida. —No confía en ti. Ya ni siquiera le agradas. Pero confía en mí.
¿Cómo demonios podía confiar en él? Acababa de “conocerla”. Estaba leyendo mal a Nan. —Eres un rebote para ella. La lastimé, y te está usando. No confía en ti. Es a mí a quien necesita, y es a mí a quien va a hablar. Los ojos de Cope se entornaron. No le gustaba lo que acababa de decir, pero podía decir que no había pensado en eso. Me gustaba saber que tenía ventaja sobre él. Entendía algo que él no tenía en cuenta. Así que continué. —Acaba de conocerte. No sabe lo suficiente de ti como para confiar. Si te está follando, es porque quiere recuperarme. Nada más. No tiene nada que ver contigo. Y tú no tendrás nada que ver con ella después de que se vaya de aquí. Quería creer cada palabra que decía. Lo haría una vez que la viera y hablara con ella. —Necesito verla. Si queremos mantener esto, tengo que arreglar las cosas. Cope no respondió. Podía decir que lo pensaba, y no le gustaba ni un poco. Eso me sorprendió. No esperaba que luchara conmigo tan duro por esto. Para él, ella solo era una fuente de respuestas. ¿Cierto? —Este es un trabajo para ti, ¿verdad? Quiero decir, no te interesa, ¿o sí? — Tenía que manejar esto por mi cuenta; preguntarle a un hombre como Cope algo así requiere bolas. Bolas malditamente gigantescas. Me lanzó una mirada fulminante, luego se levantó. —Habla con ella. Estaré observando. Si quiere continuar esta mierda contigo, entonces ve por ello, pero hazlo malditamente bien esta vez. Necesito mis respuestas antes de que el rastro se enfríe. Comencé a decir más, pero se giró y se alejó sin otra palabra. Gané. Recuperé a la chica e iba a conseguir la información y completar mi misión. Primero, tenía que lograr que me respondiera. La llamé esta vez.
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Me contestó en el tercer tono. —Te encontraré en la tienda junto al Starbucks en veinte minutos —fue todo lo que dijo antes de terminar la llamada. Sonriendo, colgué y terminé mi café, mientras ideaba un plan en mi cabeza.
17 Traducido por Ana Avila Corregido por Daniela Agrafojo
Nan Encontrarme con Major después de mi noche con Gannon no era algo que quisiera hacer, pero aparentemente Major me acosaba. Tenía que lidiar con eso ahora. No quería que se me acercara si me encontraba con Gannon. Seguía esperando que Gannon llamara o enviara algún mensaje, pero no supe nada de él en toda la mañana. Lo que apestaba. ¿Tal vez me dejaba dormir? No me esmeré demasiado arreglándome, puesto que iba a ver a Major. Impresionarlo ya no se hallaba en mi lista de cosas por hacer. Intenté todo, y nada de lo que hice fue suficiente para él. No tenía sentido sacar los buenos atributos ahora que ya no lo quería. Un simple vestido corto de verano Prada de tirantes junto con un par de mis más cómodos Louboutins, y estuve lista para enfrentarme a él. Lo dejaría decir la mierda que vino a exponer; y cuando terminara de hacerlo, lo mandaría a seguir su camino. Podía volver a prostituirse por todo Rosemary Beach, y yo podría volver a Gannon y a la vida en Las Vegas. Me gustaba la vida en Las Vegas. Mucho.
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Reconocí la parte posterior de su cabeza y la forma en que se paraba, consecuencia de mirarlo tanto en el pasado. Era ridículamente apuesto; pero, Dios, también era un idiota. Ya había terminado con todo eso. Además, no tenía necesidad de salir con un hombre que era posiblemente más bonito que yo. Cuando oyó el clic de mis tacones, se enderezó y se giró hacia mí. Esa sonrisa fácil que hacía que todo se le diera se extendió en su cara, y por una vez, no quise ni abofetearlo ni besarlo. Había terminado con él. Era un alivio. Uno que necesitaba. El conocimiento hizo el momento mucho menos terrible. —Te ves hermosa —dijo. Puso su mano en mi cintura y me jaló más cerca para besarme, pero me aparté. No estábamos en esos términos. No era de extrañar que pensara que eso era todo lo que necesitaba para llevarnos allí.
Eso en sí, era molesto. Existían tantas cosas en él que resultaban molestas cuando dabas un paso atrás y contemplabas de verdad la imagen completa. Estuve tan envuelta en los pocos momentos preciosos que me dio que casi pasé por alto todo lo demás. No obstante, eso fue antes de Gannon. Ya no era tan fácil de complacer. —Estás enojada conmigo. Me lo merezco, pero quiero solucionarlo. —Se veía completamente destrozado. Lo que casi hizo que me ablandara. No me gustaba ponerlo triste. Parecía tan vulnerable. No importaba el hecho de que me hubiera lastimado tantas veces. —He terminado contigo. Lo intentamos. No funcionó. ¿Por qué seguir haciéndolo? —dije, usando una cara y un tono de perra bien ensayados. Era una profesional en esto. Encubrir mis emociones para que nadie supiera lo herida que me sentía había sido mi súper poder desde que era una niña. —Nan, no digas eso. —Sus ojos parecían realmente desconsolados—. Lo arruiné. Pero te voy a demostrar que soy mejor que eso. Puedo ser lo que te mereces. Quiero. Las demás no importan. Tú sí. Eran palabras bonitas, y tal vez hace una semana, o incluso hace dos días, habría caído por ellas. Pero me encontraba por encima de eso. Major no era suficiente para mí. Empezaba a responder cuando él levantó la mano para detenerme. —Solo siéntate conmigo. Vamos a desayunar y hablar. No puedo perderte. Nunca he hecho eso de las relaciones, y no sé cómo hacer las cosas bien, pero voy a partirme el culo en demostrarte que soy digno de ti. Más palabras bonitas yendo de la mano con su apuesta cara. Quería poner una excusa, pero Gannon todavía no me había llamado ni mandado mensaje. Recorrí con mis ojos la zona en busca de cualquier rastro de él, pero este casino era enorme, y había miles de personas aquí. Sería imposible verlo. Finalmente, miré otra vez a Major. —Está bien, vamos a comer. Pero tú pagas. Me invitaste.
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Rompió en una sonrisa, como si hubiera ganado algo. Odiaba decirle que no había ganado nada más que la oportunidad de comprarme la comida porque tenía hambre. —Por supuesto. No dejaría que pagaras. Ese comentario era una total y absoluta mierda. Me dejaba pagar por sus comidas todo el tiempo. Eso era lo suyo. Rodé los ojos y pasé por delante de él hacia la anfitriona. —Dos, por favor —dije, sin voltear a verlo. No podía creer que estuviera dándole la hora del día.
Me senté en el extremo exterior de mi lado de la cabina, sin dejarle otra opción más que sentarse frente a mí. ¿Por qué cuando los hombres pensaban que te habían perdido, de repente te querían? Era un juego para ellos, y ya me sentía cansada de sus juegos. Lo que Gannon hacía no era jugar. Era franco y tolerante. Me gustaba eso de él. Era refrescante. —¿Vas a darme una oportunidad? ¿O es así como va a transcurrir toda la comida? —preguntó. Me vi obligada a hacer contacto visual con él, lo que fue ciertamente difícil. Tenía los ojos azules más hermosos en la Tierra, y solo era una mujer. Las chicas se encontraban indefensas cuando se trataba de cosas bonitas. —No hay ninguna oportunidad que dar. Si quieres comer, charlar, y seguir siendo amigos, estoy totalmente de acuerdo, pero tuviste tu oportunidad. Fuiste muy cuidadoso al asegurarme que lo de nosotros no era algo serio o exclusivo, y luego me mostraste lo desinteresado que estabas, una y otra vez. ¿Adivina qué? Ya lo comprendí. —Se sintió bien decirle eso. Me había guardado tanto y empezaba a carcomerme. Poder decirlo ahora y que no me importara si no volvía a dirigirme la palabra se sentía como si me hubieran quitado algo pesado del pecho. —Lo arruiné. Soy un idiota. No quería que fuéramos exclusivos porque no sé cómo hacerlo. Las relaciones me asustan. Me asustaste. No quería perder la amistad que teníamos si nuestra relación salía mal. Ya había escuchado esa excusa. Primero del jodido Grant Carter, quien conoció, se enamoró y se casó con mi media hermana. No era una buena guía para que Major siguiera; tenía que ponerse a hacer su propia investigación. Recitaba obras de teatro que ya me habían quemado en el pasado. —Podemos ser amigos. Nunca perdiste eso. ¿Pero en cuanto al sexo y las citas? Eso se acabó. Puedes follar a quien quieras… pero por otra parte, ya lo hacías, de todas formas. —En realidad, soné calmada cuando dije eso. La amargura y la ira habían dejado mi cuerpo. Quería levantar el puño en victoria, pero sabía que iba a quedar como una idiota, así que me abstuve. —No quiero eso. Nos quiero. Te quiero a ti.
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Era un poco demasiado tarde para eso. Esta sería una buena lección de vida para él. La próxima vez que le gustara una chica, no la trataría como algo prescindible. Ahora sabía que si ella tenía algo de auto respeto, se iría y nunca miraría atrás. —Quería eso, también, pero no te sentías de la misma manera. Nuestro tiempo se acabó, pero el hecho es que, ya no lo quiero. Así que, hagamos esta cosa de amigos que querías —le dije.
—¿Qué les puedo traer de beber? —preguntó la camarera. —Un café con leche descremada, por favor —contesté, agradecida por la interrupción. —Café también. Solo negro —dijo Major, pero mantuvo su mirada en mí.
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Realmente era un cabeza dura.
18 Traducido por Ana Avila Corregido por Daniela Agrafojo
Major Esto no iba como esperaba. Era distante. Nunca la vi tan emocionalmente desapegada. Había lidiado antes con sus juegos de rudeza, pero por lo general podía ver una chispa de atracción en sus ojos. En este momento, solo veía molestia. Como si hablar conmigo fuera lo más molesto que tuviera que hacer hoy. —Quiero algo más que amistad —le dije, preguntándome si tal vez era cierto después de todo. —Lo sé. Quieres que seamos amigos con beneficios. Yo no. Ese barco ha zarpado. De acuerdo, auch. —Eso no es a lo que me refiero. Quiero que seamos más. Ya no voy a huir. Lo juro.
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Puso los ojos en blanco, y fue como si me abofeteara. —¿Puedes oír bien? Te dije que no me importaba. Terminé con lo que teníamos. Somos amigos o nada, Major. Ahora, ¿podemos pedir nuestra comida? Mi ego nunca había sufrido tantos golpes en tan poco tiempo. Ella solo seguía evadiéndome. Me dolía el pecho, y quería creer que era porque hirió mi orgullo, pero el hecho de que no quisiera tener nada más que ver conmigo, me entristecía. Tenía buenos recuerdos con Nan. Algunos eran bastante, bastante fenomenales. Después de cada uno de esos colosales recuerdos, sin embargo, siempre me escapaba para conseguir algo de espacio. Me daba pánico que nos acercáramos demasiado. Este era el resultado directo de ser un cobarde y tratar de evitar que las cosas entre nosotros fueran demasiado lejos emocionalmente. Ahora, ella terminó conmigo por completo. ¿Cómo logré que esto se arruinara tanto? Cuando fuimos a correr por la playa a principios de esta semana, fue divertido. Disfruté de mi
tiempo con ella. Me gustaba hacerla reír. Demonios, me encantaba saber que me quería allí para hacerle compañía. Significaba algo. Ahora, lo había perdido todo. —Nan, ¿qué puedo hacer para conseguir que me des otra oportunidad? — pregunté, tan sinceramente como me fue posible. Lo cual era muy, muy sincero, porque me di cuenta de que quería decirlo. Quería más con ella. Maldita sea, no era solo un trabajo. —Nada. No quiero nada de ti, y no siento nada por ti. Lo lamento. No dijo nada más aparte de eso. Fue un rechazo simple, pero su énfasis llevaba mucho peso. Yo lo había causado, y no sabía cómo iba a superarlo. ¿Qué hacías cuando perdías algo de lo que empezabas a depender? Mi tiempo con ella había sido especial y algo que esperaba con ansias. ¿Qué iba a hacer ahora?
Después de un almuerzo lleno de respuestas de una sola palabra de parte de Nan, no me sorprendió cuando terminó su comida, me dijo adiós, y se alejó. La dejé ir porque no había nada más que pudiera decir para detenerla. Intenté todo. Cada truco que sabía fracasó con ella. Era una primera vez para mí. Me recosté en la cabina y dejé que la camarera llenara mi taza de café una vez más. Mi plan no iba a funcionar. Esperé pacientemente que Cope apareciera. Porque sabía que lo haría. Estaba seguro de que había visto todo. Sabía que ella había terminado conmigo y que fallé en el trabajo que DeCarlo me había dado.
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¿Era culpa mía? Me dieron el trabajo por mi aspecto en lugar de mi talento. Podría haber tomado un trabajo más peligroso, uno que no implicara un romance con una mujer. Ponerme en el papel de niño bonito no era exactamente justo. Había empezado a trabajar para DeCarlo porque quería la emoción de la caza. No pretender tener relaciones con mujeres que formaban parte de mi círculo familiar. Es decir, demonios, no era como James Bond. Aunque eso sería totalmente genial, pero no venía al caso. Me pusieron en una situación injusta. La mayoría de los hombres con un corazón la fallarían. Podía matar al malo de la película. Herir a una mujer, por el contrario, no era lo mío. —Vuelve a Rosemary Beach, y dale espacio. Voy a seguir lo que empecé aquí. Después, la enviaré corriendo a casa, lista para que alguien repare su corazón roto, o su ego. Tienes que estar jodidamente listo esta vez —dijo Cope cerca de mi oído, antes de enderezarse y marcharse.
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¿Podría realmente lastimarla? ¿De verdad a ella le gustaba tanto? Maldita sea. Si era así, ciertamente necesitaba mejorar mi juego.
19 Traducido por Ana Avila Corregido por Daniela Agrafojo
Nan Eso fue difícil. Ver la expresión triste de Major hizo que mi estómago se retorciera. Mirarlo directamente no fue fácil, y me mantuve dentro de mis límites tanto como me fue posible. No importaba cuántas veces me había herido o apartado, me gustaba como persona. Tuve momentos de diversión con él, y hubo instantes en los que me hizo sentir especial. Como si fuera la única chica que importara. Luego, por supuesto, al día siguiente, se fugaba a ver a otra y hacía lo mismo con ella. Era ingenua incluso al pensar que lo que acababa de decirle siquiera le importaba. Iba a estar bien. Había mujeres en todas partes a la espera de calmar su ego. Porque eso era a lo que se reducía todo. No se hallaba acostumbrado al rechazo. Con una cara como la suya, dudaba que lidiara con eso a menudo. Ni siquiera una vez.
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Aun así, quería regresar y abrazarlo. Porque realmente parecía que necesitaba un abrazo. Sacudiendo la cabeza por mi propia idiotez, me dirigí de nuevo al ascensor. Gannon todavía no había intentado ponerse en contacto conmigo, y mis emociones se encontraban un poco crudas después de ese encuentro con Major. Si no hubiera, básicamente, rogado por otra oportunidad, habría estado bien. Sin embargo, Jesús, la mendicidad fue intensa. Me merecía un maldito premio por ser fuerte respecto a él. ¿Qué tipo de chica no querría a un tipo como Major pidiendo una segunda oportunidad? Me encontraba bastante segura de que no existía ni una sola con vida en este planeta, o en los demás. Mi teléfono vibró, y vi el nombre de Gannon en la pantalla, seguido por un: Buenas tardes. ¿Almuerzo?
Mi estómago se sentía lleno por mi almuerzo con Major, pero no iba a rechazar una oportunidad de estar con Gannon. Comería ligero. Sí, me gustaría. Esperé fuera del ascensor mientras esté se abría y se cerraba. No me moví. ¿Nos vemos en una hora en el ascensor? Gracias a Dios. Necesitaba una hora para arreglarme mejor y dejar que mi almuerzo con Major se asentara. Perfecto. Me mordí el labio cuando una sonrisa atolondrada se expandió en mi cara. Cuando el ascensor se abrió de nuevo, corrí dentro. Tenía una hora para verme increíble.
Tres cambios de ropa y dos peinados diferentes después, estuve lista para encontrarme con Gannon abajo. Toda la culpa por Major se había ido en su mayor parte, y me sentía entusiasmada por un día más con Gannon. Todavía no tenía hambre, pero solucionaría eso. Cuando se abrió la puerta del elevador, mis ojos fueron directamente a él. Era difícil pasarlo por alto. Las mangas de la camisa blanca que llevaba puesta se encontraban enrolladas hasta los codos, y la costura de sus bíceps parecía a punto de explotar. El blanco contra su piel bronceada era sorprendente. Combina eso con su melena desordenada y la barba que lucía, y maldita sea, se veía caliente. Mi corazón se aceleró. Tenía la esperanza de que todo mi trabajo duro en verme irresistible diera sus frutos. Vi su cara mientras me miraba. Me encantó la forma en que sus ojos recorrieron mi cuerpo. Me hizo sentir como si fuera la única chica en el mundo. —¿Dormiste bien? —preguntó cuándo lo alcancé.
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—Sí, gracias —contesté, recordando que él me había arropado anoche. —Bien. —Extendió su codo para que lo tomara—. Vayamos a comer. —¿Mismo lugar? —pregunté curiosa. Sacudió la cabeza. —No quiero aburrirte. Hice otras reservaciones. Como si pudiera aburrirme. El hombre era fascinante, y olía muy, muy bien. Quería inclinarme y tomar una respiración profunda.
—¿En el Strip? —pregunté. Me guio por el casino antes de responder con un breve vistazo. —Eso sería aburrido, ¿verdad? Quería decirle que nada sería aburrido con él. Nunca sabía qué esperar de su parte, y esa sensación se convirtió rápidamente en algo que me encantaba. La emoción de lo desconocido. Sin embargo, no le dije eso. Me haría vulnerable. — Supongo —dije, esperando que mi curiosidad no fuera completamente obvia por mi tono. Una risa baja desde su pecho me hizo pensar que no había escondido mis pensamientos en absoluto. Eso, o era increíblemente atento. Noté, por su forma de hablar y por la manera en que se mantenía, que era inteligente. Más que cualquier otro hombre que hubiera conocido. Por eso mismo me intrigaba. ¿Un hombre con su peligroso atractivo que amaba leer clásicos en lugar de ver televisión? Maldita sea. —Tengo una comida privada esperando por nosotros en la parte superior del Caesars Palace. La vista es espectacular, y tendremos algo de privacidad. No es el penthouse, pero es lo mejor que pude conseguir. Guau. No era lo que esperaba. Sabía que yo quería privacidad. Mucha de ella. Pero él también, al parecer. Esto era lo que quería. Major me había mantenido a un brazo de distancia durante demasiado tiempo. Estaba bien para mí el seguir adelante con mejores cosas.
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No pensaría en Major de nuevo.
20 Traducido por Jeyly Carstairs Corregido por Laurita PI
Major Las olas chocaban contra la orilla mientras me encontraba sentado desplomado hacia delante con los codos en las rodillas. Una botella de cuello largo colgando de mi mano derecha, un cigarrillo de mi izquierda. No era un fumador. Nunca lo fui. Pero justo en ese maldito momento, lo necesitaba. Me sentía perdido, confundido y tan malditamente deprimido que no sabía qué hacer conmigo mismo. Habían pasado dos días desde que dejé Las Vegas, y con cada momento que pasé lejos de Nan, repitiendo sus palabras en mi cabeza, me deba cuenta de mi error. Como lo eché todo a perder. Cómo mi miedo por sentir demasiado por la inestable, hermosa, perra loca de Rosemary Beach me puso aquí en este triste abismo del infierno.
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Me quiso. Ahora no lo hacía. Eso era lo más difícil de aceptar: no saber lo que tienes hasta que se ha ido. El hecho fue que, Nan me hizo reír. Su soberbia era una máscara que usaba para cubrir la vulnerabilidad interior. Yo la había visto. Jodidamente rompió mi corazón cada vez que bajó la guardia. Pude ver claramente todas las formas en las que fue rota. En lugar de ser el hombre que necesitaba y quería, le fallé. Nos fallé. Joder, Cope la rompería. Planeaba enviarla de regreso a mí destruida, y odiaba esa idea. Ya no necesitaba ser herida. Fue herida una y otra vez. Sin embargo, al bastardo de mierda no le importaba. Solo quería la información que no logré conseguir. —No sabía que decidiste que el cáncer de pulmón era el camino a seguir. — La voz de Mase interrumpió mis pensamientos. Levanté la mirada para ver el ceño disgustado de mi primo.
—Vete a la mierda —dije, y tomé una larga calada antes de regresar mi atención al Golfo. ¿Cuándo llegó a la ciudad de todos modos? Mase pasaba la mayor parte de su tiempo en Texas en el rancho de la familia. —Si fuera inteligente, lo haría. Aunque parece que voy a ser un idiota, y trataré de averiguar que está mal contigo. Genial. Justo lo que necesitaba. Una maldita intervención. —No estoy de humor. Te localizas en el estado equivocado, ¿verdad? —gruñí, luego tomé un trago. Se sentó a mi lado en el banco frente a mi complejo de apartamentos. — Nunca te he visto así. Ni siquiera cuando tu padre te echó por follar a su nueva esposa. ¿Qué pasa? Nan era lo que pasaba. Una jodidamente magnífica, de alto nivel, insegura y sexy como el infierno Nan. —Vuelve a Texas. Mase rio y quería golpear su culo. Si no fuera por mi décima cerveza, habría considerado la posibilidad. Pero en ese momento, quería que me dejara solo. —Vine a la ciudad de visita. El baby shower de Blair se acerca. Por favor, dime que esto no está relacionado con Nan. —No puedo —refuté, molesto. —Mierda —murmuró. Mierda era correcto. Me encontraba metido hasta el cuello en la jodida mierda. Lo eché todo a perder. Nan saldría herida por mi culpa. No podía hacer nada ahora. —¿Por qué decidiste enredarte con Nan? Te advertí que no lo hicieras. No es el tipo de mujer que un hombre toma en serio.
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El hijo de puta no sabía de qué demonios hablaba. Mase apenas la conocía. No era la media hermana con la que creció y que apenas conocía. Y no era la hija que su padre apenas cuidó durante la mayor parte de su vida. Era la que todo el mundo dejo atrás. La que todo el mundo odiaba. —No la conoces —espeté. —Nadie lo hace —respondió al instante —. Es cruel, fría y ensimismada. Dejé caer el cigarrillo de la mano y lo aplasté con el pie. —Ahí es donde te equivocas. Nunca le diste una oportunidad.
Mase dejó escapar una risa dura. —Al diablo. Fue una perra vengativa con Harlow cada vez que pudo, y aterrorizó a Reese. Conocía las dos historias. Grant y Mase me hablaron sobre lo ocurrido y lo mala que era Nan cuando llegué a la ciudad y comencé a mostrar interés. Cuando estaban alrededor de Rush, ninguno sacaba el tema de Nan, porque su hermano no lo habría permitido. Pero cuando no se encontraba allí, la atacaban en cada oportunidad que tenían. Lo que me molestaba era que ninguno de ellos parecía pensar en por qué Nan podría ser tan cruel. ¿No se preguntaban por qué era de esa manera? Hablando de ensimismamiento. —No la conoces. Nunca has tratado de conocerla. Así que no me digas ni mierda de ella. Sé todas las historias, y la conozco. —Sin embargo, te encuentras sentado aquí, fumando un palo de cáncer y bebiendo un paquete de doce cervezas por ella. ¿Qué diablos dice eso sobre ella? Bebí el resto de mi botella. —Dice que no manejé las cosas de la manera correcta. Que no la traté como la frágil flor que es. Ahora conseguirá ser destruida, y eso es mi culpa. Espero poder solucionarlo. Dice lo bastardo de mierda que soy.
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Mase no tenía una respuesta rápida a eso. Asombrosamente. Se sentó a mi lado en silencio. Y vimos el choque de las olas contra la costa. Mis pensamientos se hallaban en Nan y lo que sucedería después. Y si aún conseguiría una oportunidad de ayudarla a sanar antes de que la alfombra fuera arrancada de sus pies una vez más.
21 Traducido por Jeyly Carstairs Corregido por Daliam
Nan No lo escuché entrar en la gran y acristalada cabina, porque mi cabeza se encontraba bajo la lluvia del cabezal de la ducha lavando lo último del champú de mi cabello. Sus grandes manos agarraron mi cintura, sobresaltándome, y mis ojos se abrieron mientras jadeaba. —Date la vuelta y coloca las manos contra la pared —exigió. Sus pupilas estaban dilatadas, a menudo se ponían así cuando estaba encendido. No discutí con él, aunque me gustaba luchar solo lo suficiente para enviarlo al modo dominante. Me hacía insaciable. Di la vuelta y coloqué mis manos sobre la baldosa húmeda y abrí mis piernas antes de levantar el trasero hacia él. Sabía lo que quería, y me encontraba más que dispuesta a dárselo. Nunca conocí el sexo como lo había experimentado con Gannon. Podía hacerlo durante horas sin fin. Enviándome a un orgasmo tras otro. Ansiaba cada toque delicioso y cada momento doloroso.
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Una mano descendió sobre mi culo con fuerza, y grité cuando la picadura hizo que mis ojos se llenaran de lágrimas. —Zorra descarada. Exhibiéndome tu culo así. ¿Crees que quiero esto? —preguntó con voz dura y fría, luego dio una palmada en el mismo lugar con más fuerza mientras lloriqueaba y me retorcía. Su agarre se apretó hasta que sus dedos se enterraron en los huesos de mi cadera. —No hagas ni un sonido. Tómalo como una buena chica —ordenó, mientras su mano se deslizaba entre mis piernas y tres dedos entraban en mí fácilmente—. Joder, estás empapada. Te gusta que te hable así, ¿verdad? Quieres que golpee tu culo y te diga que tomes mi polla. Que te caliente para cogerte. Maldita niña traviesa.
Gemí. Escucharlo burlarse de mí también me encendía. Ningún hombre me había hablado nunca así durante el sexo. Era tan diferente a lo que me encontraba acostumbrada. Lo oscuro y retorcido me hacía algo. Nunca espere eso, pero lo hizo. Agarró la parte superior de mis muslos y apretó tan fuerte que me hizo rogar por liberación. —Abre esos dulces muslos blancos más, y dame ese culo — gruñó. Hice exactamente lo que me dijo, justo antes de que se estrellara contra mí, arrancándome el aliento y enviando ondas de placer y dolor a través de mi cuerpo. —Pídeme que te folle —gruñó en mi oído. —Fóllame —dije, jadeando. —Ruégame, maldición. Suplícame por ello, pequeña zorra —exigió, y mordió mi hombro con tanta fuerza que grité su nombre. —¡Por favor, por favor, fóllame! ¡Fóllame más duro! —supliqué. —Eso es, nena. Grita por mí. Me gusta oírte gritar mientras tomo este coño. Sabía que su charla no debería encenderme y volverme salvaje. Debería sentirme insultada e incluso asustada. Pero no lo estaba. Lo deseaba tanto que me encontraba dispuesta a rogar cada vez que me lo dijera. Los orgasmos que me podía dar sacudían mi núcleo y hacían que mi mundo explotara. Por ese tipo de belleza, aceptaría la oscuridad. Porque para mí, tenía su propio tipo de belleza. Sus manos apretaron mis pechos, y pellizcó mis pezones mientras sus duras embestidas continuaron. —Apretado, coño mágico —murmuró, mientras frenaba su ritmo —. Sigue apretando mi polla con ese coño así, y voy a golpear tu culo. Malditamente no me provoques, mujer. Traté de no apretar, pero cuanto más me acercaba a un orgasmo, más respondía. —No puedo —me atraganté, y una fuerte palmada descendió sobre mi culo. —Haz lo que malditamente te digo.
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Cerré los ojos con fuerza, el orgasmo me golpeó y grité su nombre. —Eso es, cariño — alentó con un susurro en mi oído, antes de arrastrar su lengua en mi cuello. Si solo hubiera sabido que ese momento perfecto tres horas más tarde, se derrumbaría por completo. Este pedazo de paraíso que pensé había encontrado. El hombre que creía que era mi igual en todos los sentidos… no lo era.
¿Lo habría hecho de todos modos? Sí. Probablemente.
Después del sexo, Gannon terminó de bañarme en la ducha e incluso acondicionó mi cabello antes de que saliéramos. Luego, me envolvió en una toalla y me dejó para prepararme. Tenía planes para nuestra cena. Usé tiempo extra poniéndome tan hermosa como fuera posible. Cada comento que compartía con él me hacía querer más. Quería que él me quisiera igual de mal. Me encontré con Gannon abajo en el vestíbulo, pero justo cuando nos íbamos, sucedió. —¡Tú jodido idiota! —Un grito femenino atravesó el vestíbulo. Me detuve mientras una rubia alta de piernas largas que se parecía a una corista de Las Vegas se encontraba repentinamente en la cara de Gannon—. ¡Esto! ¿Esto es lo que estás haciendo? ¿En serio, Gannon? Te digo que vamos a tener un bebé, y ¿esto es lo que haces? ¡No puedo creerlo! —Agitó sus manos de forma dramática, luego volvió su atención a mí. Su mirada subió y bajó por mi cuerpo, traicionando su rostro una mirada de disgusto—. Dinero. Personalidades. Las olfateas como un sabueso. Ella es adinerada. Huele a ello —la chica casi escupió las palabras y me disparó una última mirada de disgusto antes de girarse hacia Gannon—. Te di tiempo. Espacio. Y lo que sea que querías. Pero me prometiste que estarías allí para mí y nuestro bebé. No puedo hacer esto sin ti. —Su voz cayó, y sonaba a punto de llorar ahora.
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Un nudo enfermo creció en mi estómago. Incredulidad se transformó lentamente en aceptación. Gannon parecía demasiado bueno para ser verdad, porque era exactamente eso. Era un fraude. Él no sabía quién era mi padre o el saldo en mi cuenta bancaria, pero me localizó y me atrapó porque me veía acaudalada. Tenía mucho sentido ahora. Ningún hombre me trató tan bien antes. ¿Por qué alguien empezaría ahora? Era desechable. Siempre lo fui. Incluso para mi propio padre. Di un paso fuera de la escena, y Gannon finalmente se giró para mirarme. No dijo nada, pero pude ver la verdad en sus ojos. Ella no mentía. La conocía, y todo esto era muy real. Sólo sacudí la cabeza, porque no tenía palabras para decir lo que quería.
—Lo siento, Nan —dijo. No esperé por más. Me di la vuelta y lo deje allí de pie. El hombre sobre el que construí la idea de que alguien realmente podrías estar conmigo. Pero él era peor que Major. Al menos, Major no me hizo esto. Fue honesto sobre sus maneras de puto. Nunca me prometió más. Era yo y mi estúpida necesidad de ser querida. De pertenecer a alguien. De que un hombre en esta tierra creyera que valía la pena. Quería ser la Harlow de alguien. O la Blaire.
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Pero siempre sería solo Nan. Y Nan no era suficiente. Nunca la había sido, y terminé de intentarlo.
22 Traducido por Jeyly Carstairs Corregido por Daliam
Cope Un dolor desconocido se instaló en mi pecho. Normalmente, no había emoción allí. Desde el momento en que la mujer que me dio la vida me obligó a salir de su casa a las calles a la edad de diez años porque era una boca más que alimentar, dejé de sentir algo por la mayoría de las personas. Las calles te hacen eso, sobre todo cuando eres sólo un niño. Los mechones de color rojo en su cabello se balanceaban mientras se alejaba de mí. Volviendo al ascensor y a la seguridad de su habitación. No confiaba en las mujeres, especialmente en esa. Se ocultaba demasiado. No me sentiría culpable por esto. No me siento como un culpable de mierda. Este era mi trabajo. Era lo que se me daba bien. La perra se iría corriendo hacia Major y estaría de regreso en su cama para esta noche. Sería testigo de todo a través de todas las cámaras de vigilancia plantadas por toda la casa. Cámaras que había plantado mientras dormía.
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Miré hacia atrás a la actriz novata y asentí con la cabeza. Había terminado su trabajo y recibiría un sobre con varios cientos en él dentro de una hora. Se dio la vuelta y se dirigió hacia las puertas del casino. Mis maletas ya estaban llenas y en el auto esperando fuera. Observaría a Nan abordar el jet privado de su padre y regresando a Rosemary Beach antes de seguirla. Deslizándome en el asiento trasero del Mercedes que utilicé en mi tiempo en la ciudad, todavía podía oler una pizca de su perfume. Odiaba eso. Malditamente quería que desapareciera. Saqué el teléfono de mi bolsillo y le envié un mensaje de texto a Major. Ella está corriendo de regreso ahora fue todo lo que escribí. —Necesitaré verla abordar su jet privado. Una vez esté en él, estaré listo para regresar. —Di instrucciones a Amish. Había estado trabajando para DeCarlo
más tiempo que yo. Él era un conductor, escolta, y cocinero ocasional para DeCarlo y sus principales oficiales. Tenía tres hijos, de treinta y tres, treinta y nueve y cuarenta y un años, todos exitosos en el mundo de las inversiones, todas mujeres. DeCarlo había ido a cada una de sus graduaciones de la universidad y les dio sus primeros autos. Amish era un buen hombre. Un buen padre y esposo. Ni una sola vez lo he visto engañar a Henrietta, su esposa por cuarenta y cinco años. Su máximo orgullo y alegría eran sus tres nietos: George, Charlie y Frank. Todos ellos eran menores de diez años, y a Amish le encantaba contar historias sobre ellos. Él era lo que creía que un hombre de verdad debería ser. Lo respetaba de muchas maneras. Simplemente nunca sería como él. No era un buen hombre. Necesitando aclarar mi mente de su persistente olor, apoyé la cabeza contra el asiento y cerré los ojos. —¿Qué es lo último sobre tus nietos, Amish? ¿Charlie sigue jugando futbol? ¿Y George entró en ese concurso de arte? Eso fue todo lo que necesitó Amish para distraerme. Incluso con los ojos cerrados, podía sentir el brillo de orgullo en las palabras del hombre. Eso era lo que un niño necesitaba para tener éxito en la vida. Para crecer y lograr algo más allá de las sombras.
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Sólo conocía las sombras. Nan nunca me vería de nuevo. Sería un recuerdo del que se arrepentiría y pronto olvidaría. Mi existencia se desvanecería lentamente, y yo regresaría a las sombras, donde residiría sin ninguna emoción.
23 Traducido por Dannygonzal Corregido por Miry GPE
Major Una vez que llegó el mensaje de Cope, el peso en mi pecho se levantó. Sabía que mi oportunidad de arreglar las cosas estaba casi aquí. Me debatí si esperar en el aeropuerto privado en el que Nan aterrizaría o ir a su casa, pero supuse que ambas revelarían el hecho de que sabía que se dirigía a casa, lo cual era un mal movimiento. La idea de que estuviera lastimada no me sentaba bien, pero quería la oportunidad de hacer lo correcto. Para mostrarle que podía ser lo que ella necesitaba. Otras chicas ni siquiera me interesaban en este momento. No me gustó el hombre en el que me convertí cuando la perdí. Esta vez, haría las cosas bien. Probaría su inocencia y quitaría a los hombres de DeCarlo de su camino. Teníamos un trabajo que hacer, y perdíamos tiempo en Nan. Ella no necesitaba esto en su vida. Quería saber que se encontraba segura. Quería verla verdaderamente feliz. Mierda, ¿qué estaba mal conmigo?
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No estaba enamorado de ella. Jesús, ¿por qué sonaba como si lo estuviera? Necesitaba jodidamente enfocarme. El jet privado de Slacker Demon salió a la vista mientras comenzaba a descender. Me encontraba escondido en mi camioneta, fuera de vista. El sabor de los cigarrillos aún permanecía en mi lengua. Necesitaba asegurarme de que alcanzaba su vehículo y llegaba segura a casa. Luego le enviaría un mensaje. La comprobaría. Regresaría a su corazón. No estaba seguro de lo que Cope hizo para que viniera corriendo a casa, pero cualquier cosa que fuera, probablemente fue el movimiento correcto. Mirando a través de los binoculares, pude ver su cabello rojo mientras salía del jet. Vestía unos ajustados pantalones grises y una blusa blanca escotada que abrazaba su cintura apretadamente. Ella siempre lucía cara y sexy al mismo
tiempo. Nunca estirada o vulgar. Encontró el término medio y funcionaba. Me encantaba cómo se vestía. Rush caminó hacia ella. No lo esperaba o incluso noté que la esperaba. Demonios, mi cabeza no se hallaba en el juego. Solo asumí que su auto estaría esperando por ella. Escaneé el resto del área por cualquier otro detalle que me hubiera perdido. El Range Rover de Rush se encontraba estacionado detrás de la cerca que rodeaba el perímetro del área de embarque. No miré allí. Ella lo abrazó fuertemente, y él la sostuvo en sus brazos. No pude ver su cara, pero ella asentía a algo que le decía. Él se alejó, envolviendo un brazo alrededor de su hombro, y la llevó hacia su vehículo. Esperaba que esto no significara que se iba a casa con él. Necesitaba verla a solas.
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Una vez arrancaron, les di algunos momentos antes de seguirlos lentamente. Rush no giró hacia casa de Nan, en cambio se dirigió a la suya. Hijo de puta. Esto iba a apestar.
24 Traducido por Dannygonzal Corregido por Miry GPE
Nan Rush metió su auto en la cochera y apagó el motor, luego se inclinó y apretó mi mano. —Blaire ha ahumado salmón, hizo algo de las ensaladas sofisticadas que hace con arándanos, queso de cabra y crema de espinaca. Es todo saludable y esa mierda. Te gustará. Vamos, nos espera. Blaire no era fanática mía. No hice mucho para gustarle. Una vez puso un arma contra mí, pero con toda honestidad, lo merecía. Mi ira y amargura hacia la vida que me dieron había necesitado una salida. Necesitaba a alguien a quien culpar, y escogí a Blaire. Quizá porque era la chica rubia perfecta que pensé que mi padre eligió por encima de mí cuando era niña. Estaba equivocada, dado que ella y yo, de hecho, no compartíamos el mismo padre. Fui engañada por mi madre sobre eso.
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Quizá fue por el hecho de que mi hermano, quien más me había amado en el mundo, se enamoró de ella, y ella se convirtió en su número uno. Siempre encontré consuelo en el hecho de que Rush me amaba. Incluso cuando mi madre no actuaba como tal y mi verdadero padre no me reclamó, sabía que mi hermano me amaba. Blaire me lo robó—o al menos así fue como lo vi. Sin embargo, ver a Rush con su familia—la forma en la que amaba a su hijo, la forma en la que le daba a su esposa y a su niño la vida que nunca tuvo—me hacía estar orgullosa de él. A él no le enseñaron cómo ser un buen padre, aun así era uno fantástico. Finalmente llegué a un entendimiento con su amor por su esposa. Tampoco significaba que él no me amara. Nos amaba de forma diferente, y estaba bien con compartirlo. Aunque eso no quería decir que iba a comenzar a abrazar a Blaire, ser amigas y esa mierda. —Nate está deseando ver a la tía Nan. Ha estado hablando de ello desde que le dije que vendrías para la cena. Espera que duermas en su habitación.
Tener el amor de Nate también me ayudó a aceptar a Blaire. Ella trajo a la vida a un pequeño niño que me amaba. No tenía demasiado amor en mi mundo, mi sobrino era especial. Me amaba sin falta, y yo, en retorno, no podía odiar a su madre. Adoraba a ese niño. —Estoy segura de que cualquier cosa que Nate me pida que haga, la haré — respondí honestamente. Él me poseía. Rush se rio. —Conozco el sentimiento. Entremos. Tomaré tus maletas. Salí del Range Rover, y nos dirigimos hacia la casa. El olor a cena se hallaba en el aire, e hizo que mi estómago gruñera. No había comido en todo el día, y no estaba segura de si sería capaz de soportar algo esta noche, aunque el delicioso olor desde la cocina me daba otras ideas. —¡Tía Nan! —gritó Nate con pura alegría en su voz mientras corría hacia mí. Se veía como si hubiera crecido como siete centímetros desde la última vez que lo vi. Eso me puso triste. Ya no era un bebé. No olía como uno pero sí como un niñito sudoroso. Me agaché y lo envolví entre mis brazos mientras él se aferraba a mí. —¡Hoy conseguí dos cangrejos nuevos! —me dijo alegremente. Rush gruñó detrás de mí. —Vamos a convertirnos en una granja de cangrejos si sigues trayendo nuevos a casa. Nate asintió vigorosamente, como si esa fuera la mejor idea que alguna vez escuchó. —¡Sí! —estuvo de acuerdo. Riendo, lo besé en la frente. —Te extrañé. Él besó la mía con una sonrisa torcida muy parecida a la de su padre. — También te extrañé. —Yo te extrañé más —le dije. —Yo te extrañé hasta la luna y de regreso —fue su respuesta rápida. Riendo, lo apreté más fuerte.
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—Tenemos pescado para comer —me informó—. Y macarrones con queso. —Mamá cedió y te hizo macarrones con queso, ¿eh? —preguntó Rush, sonando entretenido. —Sí. Creo que es mejor que esa cosa de espiaca —respondió arrugando su pequeña nariz. —Tú aún vas a comer esa cosa de “espiaca” —dijo Blaire entrando a la habitación. Levanté la cabeza para verla sonriéndole a su hijo. Luego se encontró
con mi mirada, y su sonrisa permaneció igual de sincera—. Hola, Nan. Me alegra que vinieras de visita. Él ha estado preguntando por ti. Te ha extrañado. Ni una palabra de las que dijo sonó forzada o falsa. Blaire era sincera. Tenía un gran corazón, y perdonaba sin reparo. Entendía por qué mi hermano la amaba. Me alegraba que se enamorara de una mujer como ella. Incluso si la odié. —A ti también te va a hacer comer la cosa de espiaca —me advirtió Nate. La pequeña carcajada que salió de mi interior se sintió bien. Hoy no me sentía con ganas de reír, y estaba segura de que pasaría un tiempo antes de hacerlo de nuevo. Estar cerca de Nate esta noche era exactamente lo que necesitaba. Podía olvidar mis fracasos e ineptitudes. Deseaba poder decir que podría olvidar a Gannon, pero sabía que no sería capaz de hacer eso pronto. Él dejó una marca que sentiría durante mucho tiempo. —Qué tal si tú y yo comemos “espiaca”, y entonces te llevaré por un helado si mamá y papá están bien con eso. Los ojos de Nate se iluminaron y me sonrió. —¡Trato! —gritó, y sus brazos apretaron mi cuello fuertemente. Miré a Blaire para ver si me encontraba en problemas, pero su sonrisa me dijo que estaba bien.
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Quería lo que ella tenía. Nunca lo tuve, y una parte de mí la odiaba por pura envidia. Ella era dueña de una vida que nunca conocí. Mi sobrino y sobrina serían los únicos niños que me mostrarían amor incondicional. Mi pecho dolió, pero hice a un lado esos pensamientos. No tenía sentido sentir pena por mí misma. Ya lo sabía.
25 Traducido por Dannygonzal Corregido por Miry GPE
Major La docena de rosas en mi mano me costaron más de cien dólares. No las conté como un gasto, porque no quería que se sintiera como parte de mi trabajo. Esta disculpa era real. Incluso si ella no conocía la diferencia entre mi trabajo y lo que era sincero, yo sí. Eso importaba. Su auto llegó al camino de entrada, y me puse de pie en el escalón en el que estuve sentado. Supe el momento en el que sus ojos encontraron los míos. Incluso con sus gafas de sol puestas, pude sentir el calor de su mirada. No me quería aquí. Inclusive después de que Cope la lastimara, no estaba lista para regresar a mí. Para perdonarme. Pero arreglaría eso. Se sentó por un momento en el auto, y comencé a preguntarme si retrocedería y se iría sin una palabra. Esperaba que el enorme ramo en mis manos la persuadiera de dar un paso atrás y al menos hablar conmigo. Murmuré las palabras por favor, sabiendo que ella podía ver claramente mi rostro.
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Sus hombros se levantaron y cayeron con un suspiro, se quitó las gafas de sol y abrió la puerta del auto. Éxito. Ahora la siguiente parte de mi plan. Caminó hacia los escalones con una mirada molesta en sus ojos, y casi quise reír. Extrañé esa mirada arrogante. Extrañaba un montón sobre Nan. Me entretenía, e incluso cuando se encontraba en su modo más perra, tenía esa debilidad debajo que no muchas personas lograban ver. Era afortunado. Ella me dejó verlo. —¿Por qué estás aquí? —dijo de golpe, ni siquiera mirando las rosas en mi mano. Las tendí hacia ella. —Lo siento.
No las alcanzó. Las ignoró por completo y rodó los ojos como si yo fuera un niño necesitando un regaño. —No quiero unas malditas rosas. No quiero tus disculpas. No quiero volver a verte frente a mis escalones. Nunca. Auch. No me preparé para la Nan enojada. —Dijiste que podríamos ser amigos. ¿Qué pasó con eso? ¿Eso no significa que tienes que dejar de odiarme? Alzó una mano para detenerme y dejó escapar una risa dura y amarga. — Para, por favor. No quieres que seamos amigos. Lo has dejado claro. Pero no quiero oír tu mierda patética. Me quieres porque piensas que no puedes tenerme. Cuando fui tuya para que me tomaras, me trataste como una opción. Estaba allí cuando te sentías aburrido. Estaba allí cuando querías compañía y no tenías una mejor opción. Te gustaba saber que te quería. Que esperaba tus llamadas. Que estaba allí cuando torcías tu dedo en mi dirección. Amabas que me encontrara cautivada por tu linda cara y tu encanto. Fue fácil para ti, y siempre fui fácil para ti. Pero ahora terminé con eso. Nunca lo quiero de vuelta. No extraño nada que no tengo. Soy libre del agarre que tenías en mí y del dolor por el que constantemente me hacías atravesar. No te quiero, Major Colt. Esta mierda de las flores no es lo que hacen los amigos. La próxima vez llámame, no pases por aquí. Su cara no tenía emoción mientras se paraba aquí con su cabello rojo volando por su rostro con la brisa del Golfo. El fuego que solía ver en sus ojos cada vez que me miraba se fue. La atracción que echaba chispas cuando nuestros ojos se encontraban ya no vivía. Ella quería expresar cada palabra que acababa de decir. No trataba de herirme o sacarme una reacción.
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—Quiero entrar a mi casa, tomar una ducha y ver televisión. Sola. Vete por favor. No regreses a menos que seas invitado. Dejo atrás esto y a ti. Mi corazón ya no está en ello. El juego que jugábamos se terminó. Estoy lista para vivir mi vida sin ti. No lo estaba antes, pero ahora sí. Disfruta a todas tus chicas y todos tus juegos tontos con alguien más. No será difícil encontrar otra mujer lo suficientemente estúpida como para adorarte con nada a cambio. Eso es lo que necesitas para acariciar tu ego, así que ve a encontrarlo. Porque aquí ya no lo hallarás. Nan dio un paso rodeándome, luego miró a las flores en mi mano y las tomó. Las sostuvo y sonrió. —Esta es una forma débil y cliché de suavizar las cosas. La próxima vez que intentes jugar con el corazón de una mujer, trata con una estrategia de chico grande, y no gastes tu dinero en unas flores tontas que no significan nada. Jesús, ¿realmente qué vi alguna vez en ti además de tu linda cara? —Con ese insulto final, tiró las flores al suelo y entró en la casa.
Cuando la puerta se cerró detrás de ella, me quedé allí de pie, inseguro de qué hacer después. Esto no era lo que esperaba. Creí que ella gritaría o lloraría. Supuse que las rosas no serían suficientes, pero quizá la ablandarían lo suficiente para poder hablar con ella. Pero me dejó mudo. No tuve palabras para responder a las cosas llenas de odio que me dijo. Ese lado de Nan nunca lo vi antes. Oí de él pero nunca lo presencié. Mi pecho se sentía vacío, y aun así tenía un dolor agudo donde me disparó, justo allí en el centro. Ninguna mujer me habló antes de esa manera. Pero entonces de nuevo, nunca antes conocí a una mujer como Nan. Me agaché en el suelo de piedrita para recoger las rosas que desechó tan cruelmente.
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Si no fuera un trabajo, podría alejarme y olvidarla. No tenía que tomar este abuso. No tenía que dejar que me lastimara. Pero era trabajo. Comenzó como uno, y terminaría igual. No podía dejar que mis sentimientos por Nan nublaran mi visión en este momento.
26 Traducido por Val_17 Corregido por Miry GPE
Nan No iba a sentarme y enfurruñarme frente a la televisión por más tiempo. Ver One Thee Hill en Netflix todo el día de ayer fue suficiente. Hoy saldría a correr para quemar las calorías de todas las palomitas de maíz, palitos de queso y galletas de mantequilla de maní que comí desde mi encuentro con Major. Entonces, iba a ver si podía llevar a Nate al parque. Ambas cosas ayudarían a alejar mi mente de Gannon y de mi patética existencia.
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Vestida con pantalones cortos de spandex y un sujetador deportivo Lululemon, me dirigí a la playa para correr hasta que mis piernas ya no funcionaran. No era tan delgada y fibrosa como quería ser. Pero cuando a una chica le gustaban las galletas de mantequilla de maní y leche como merienda nocturna, era difícil no tener áreas flácidas en su cuerpo. Mi nueva meta era arreglar eso. Podría no ser perfecta, pero bien podría hacer mi maldito mejor esfuerzo.
27 Traducido por Val_17 Corregido por Miry GPE
Major Él no me llamó. Nunca llamó. Simplemente apareció cuando jodidamente no quería verlo. Lo cual era siempre. —Ella ha estado en casa durante tres días, y todavía no has hecho ningún progreso. ¿De verdad pensaste que las rosas jodidamente conquistarían a Nan? Esta no es una maldita novela romántica. Maldita sea, hombre, piensa. Le di una calada al cigarrillo en mi mano antes de mirar al hombre de pie delante de mí. Él se hallaba más allá de molesto. Se veía realmente enojado, y yo estaba a punto de dejar el trabajo. Tal vez necesitaba dejar este trabajo. Tal vez esta mierda no era para mí. —Las mujeres aman las rosas —respondí, preguntándome si eso era cierto o si él tenía razón y ese tipo de gesto sólo funcionaba en las novelas románticas, las películas y esa mierda. —Las mujeres sólo fingen que les gustan las flores. A los hombres les gusta la idea de que pueden complacerlas al comprar algo tan malditamente fácil. Pero las mujeres son malditamente complicadas. No quieren flores. Quieren pensamientos. Quieren sacrificio. Quieren poseerte. No quieren jodidas flores que sólo se pudrirán y morirán en pocos días.
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Este tipo consiguió que Nan se enamorara de él, y creía que eso lo hacía el maldito Einstein de las mujeres. Qué imbécil. —Aquí, toma estos. —Me entregó seis sobres, cada uno de un color diferente: azul, púrpura, rosa, crema, menta y amarillo—. Cuando te mande un mensaje, irás a donde te diga y le darás el sobre del color que te indique. Entonces sólo te alejas. No trates de hablar con ella. No trates de seducirla con tus miradas idiotas. Ya no funcionan con ella.
Se volteó para irse, y bajé la vista a los sobres. —¿Qué hay dentro de ellos? —pregunté, confundido pero dispuesto a intentar cualquier cosa. Se detuvo. —La disculpa de un hombre. Luego se fue. Cinco minutos más tarde, recibí el mensaje.
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Camina a la playa en frente de tu edificio de apartamentos. Cuando la veas, dale el sobre rosa.
28 Traducido por Val_17 Corregido por Miry GPE
Nan No le prestaba atención a mi entorno, o lo habría visto y me habría alejado. La música sonando en mis oídos ahogaba el mundo exterior, y me enfocaba en presionarme para lograr un kilómetro más. Este era mi noveno kilómetro, pero hoy tenía la intención de correr dieciséis sólo para adormecerme. Pero él ya se encontraba allí, delante de mí, en la playa, justo en mi camino. Tenía que detenerme o arrollarlo. De todos modos, había una buena probabilidad de que fuera tras de mí, y tendría que recordarle una vez más que lo quería fuera de mi vida. Me sacaba los audífonos inalámbricos cuando me di cuenta que sostenía un sobre rosa en mi dirección. Extendí la mano para tomarlo. Una vez que tuve el papel suave entre mis dedos, él lo soltó y se alejó sin decir una palabra. ¿Qué demonios? Bajé la vista al sobre y luego de regreso a él mientras caminaba por el sendero hacia la calle. Podría seguir corriendo y lanzarlo al suelo, o podría leerlo y luego arrojarlo al océano para que él mismo lo presenciara. Decidí que me gustaba la idea de arrojarlo al agua. Abriendo el sobre, vi un pedazo de papel igualmente bonito de color crema con una nota escrita a mano.
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Entrenamiento físico moderado, sin excesos. Una de las cosas que te hacen hermosa. Eso era todo. Nada más. Lo releí para asegurarme de haber entendido, entonces fruncí el ceño y levanté la vista para ver si me miraba. No lo hacía. Eso me confundía y decidí mantener el sobre hasta descubrir qué trataba de decirme.
Al día siguiente, cuando abrí los ojos, vi el sobre rosa con la extraña nota de Major a mí lado en la mesita de noche. La leí una y otra vez anoche, completamente confundida. No me envió un mensaje ni llamó. Nada. Sólo me dio esa nota.
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Ya no seguiría pensando en ello. No quería perder el tiempo en nada que tuviera que ver con Major. Él ya no era importante en mi vida. Su extraña nota pretendía hacerme pensar en él. Era un movimiento inteligente, pero no caería en su trampa.
29 Traducido por Val_17 Corregido por Miry GPE
Major Ella no llamó ni envió un mensaje. La observé desde las sombras, y parecía confundida cuando puso la nota de regreso en el sobre y empezó a correr por donde llegó. Tenía la esperanza de que lo que sea que dijera esa nota la enviara a mi casa, pero no fue así. No ayudó en absoluto. La “disculpa de un hombre” que se le ocurrió a Cope era una mierda. Mi teléfono sonó, y bajé la vista para ver un mensaje de Cope. Ella se encuentra en la casa club almorzando. Obsérvala hasta que se pase la lengua por los labios mientras habla. Lo hace a menudo. No tardará mucho tiempo. Luego te acercas y le entregas el sobre color púrpura. Sin ninguna palabra. Sólo te vas. Otra extraña instrucción al azar. Pero él era mi jefe, y Nan no me hablaba, así que me dispuse a hacer lo que sea que dijera. Era eso o admitir la derrota. No tenía la certeza de que DeCarlo me dejaría en libertad ahora que sabía tanto. Tenía que terminar con esto.
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Me detuve en la entrada del estacionamiento del club y decliné la ayuda del valet para estacionar por mi cuenta. No iba apropiadamente vestido para el lugar, pero era el primo de Mase Colt-Manning, así que me permitieron entrar. Por esa razón, y también porque follé a la mayor parte de las camareras.
30 Traducido por Val_17 Corregido por Miry GPE
Nan Knox estaba de paso, lo que significaba que visitaba a sus abuelos ancianos para recordarles que ella era su única nieta y que los adoraba. Me hallaba segura de que todo esto tenía que ver con su herencia. Cuando llamó para sugerir que almorzáramos juntas, quise rechazar la oferta, pero era una distracción, y la necesitaba. Montones de distracción. Así que aquí me encontraba, sentada en el club, escuchando su charla sobre su futuro maravilloso y lleno de diversión, fingiendo que me importaba una mierda. Sonreí cuando me hizo preguntas y traté de responderlas de una manera en que no le causara curiosidad. Decirle que probablemente pasaría el resto de mi día viendo Gossip Girl no sonaba como una buena idea. Después de responder su última pregunta, levanté la mirada para ver que alguien se acercaba a mí y pensé que era la camarera. Eso esperaba, porque necesitaba otro cóctel de menta. En su lugar, era Major, y el repentino silencio de Knox confirmó que ella también lo vio. Se veía como si acabara de salir de la revista GQ. Se detuvo frente a mí y extendió la mano, esta vez con un sobre color púrpura. Lo tomé. Tenía curiosidad, por supuesto, y me negaba a causar una escena. Forcé una sonrisa y comencé a darle las gracias, como si estuviera esperándolo y supiera lo que era, pero se giró y se alejó antes de que pudiera hacerlo.
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—¿Quién. Era. Ese? —preguntó Knox con asombro. No tenía ganas de explicarlo, por lo que me encogí de hombros. —Nadie importante. Una vez que esquivé sus preguntas con respecto a Major, finalmente volvió a balbucear acerca de sí misma. Me di cuenta que a menudo sus ojos iban al sobre
púrpura, y quise meterlo en mi bolso varias veces con la esperanza de que lo olvidara. Cuando finalmente estuve de regreso en mi auto, a salvo de los ojos y oídos de la gente entrometida, abrí el sobre para encontrar otra nota escrita a mano en el mismo papel. La punta de tu lengua a través de tu labio. Una caricia, no una lamida. Una de las cosas que te hacen hermosa. Eso era todo. Todo lo que decía. Al instante mi lengua fue a mis labios por costumbre, y me congelé, preguntándome si se refería a eso. Y si era así, ¿por qué? ¿Cuál era su propósito?
El sobre púrpura ahora se unía al rosa en mi mesita de noche. Los volví a leer ambos antes de acostarme anoche. Me puse los zapatos de tacón que iba a usar para el baby shower de Blaire en casa de los Carter. Pasar el rato en la casa de mi ex con su perfecta y pequeña esposa que también resultaba ser mi media hermana no era mi idea de diversión. Pero iría por Rush. No tenía ninguna duda de que amaría a esta niña tanto como a Nate cuando llegara aquí. El regalo, que envolví en papel rosa con brillo satinado, no era todo lo que planeaba darle a mi sobrina. Pero este sería su primer regalo de mi parte. Dejando los sobres, agarré el regalo y me miré en el enorme espejo.
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Mi vestido era simple, y la tela color crema abrazaba mi piel. Me hacía aparentar confianza y seguridad. Algo que definitivamente no tenía. Mi ropa, sin embargo, mentiría por mí. Aprendí ese truco desde muy joven.
31 Traducido por Val_17 Corregido por Miry GPE
Major Mase estacionó junto a mí justo cuando subía a mi camioneta. Pensaba que él y Reese habían regresado a Texas. Por lo general, no se quedaban aquí por largos períodos de tiempo. Él tenía un rancho que dirigir y caballos que entrenar. —¿Por qué sigues aquí? —pregunté, contento de verlo. —El baby shower, ¿recuerdas? De Rush y Blaire. Harlow lo organiza, y tuve que ayudar a limpiar. Pensé en venir a verte. Pasar una tarde con Mase hablando sobre cualquier cosa excepto de mi maldito trabajo sonaba bien. —¿Quieres ir por unas cervezas? —pregunté. Asintió. —Síp. Todo ese maldito estrógeno en la casa me tiene estresado. Tuve que hablar con Nan. Siempre me pone tenso. Nunca se sabe cuándo va a explotar esa perra. ¿Sigues fumando esos palillos de cáncer por su culo loco? No quería hablar sobre Nan, pero tampoco quería que nadie hablara de ella. Así no. —Ella no es una perra, y no está loca —dije, cerrando la puerta de mi camioneta un poco demasiado fuerte. Mase se encogió de hombros. —Lo que sea. Puedes estar caliente por ella, pero sigue siendo una mujer loca que te hizo comenzar a fumar.
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—Ella es incomprendida. Yo comencé a fumar. Cometí errores, y estaba estresado. He terminado con los cigarrillos, así que déjalo ir, ¿entiendes? Mase gruñó y me indicó que subiera a su camioneta. —Vamos a tomar una cerveza y discutir mierda que no esté relacionada con Nan. Empecé a abrir la puerta de su camioneta cuando mi teléfono sonó. Ella se encuentra en casa de Harlow Carter. Dale el sobre color crema.
¿Cope quería que irrumpiera en un baby shower lleno de mujeres y le diera otro maldito sobre extraño a Nan? Mierda. Me debatí por un segundo antes de ceder e ir a mi camioneta para agarrar el sobre color crema que tenía en la guantera. —¿Qué es eso? —preguntó Mase cuando subí a su camioneta. —Necesito entregar algo en casa de tu hermana… para tu otra hermana. Vamos a parar allí en primer lugar. —¿Qué? —preguntó, mirándome como si estuviera loco. —Solo hazlo. Por favor. No me tomará más de un segundo.
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Mase sacudió la cabeza y encendió el motor antes de dirigirse a casa de los Carter, donde encontraría a Nan.
32 Traducido por Mary Warner Corregido por Vane hearts
Nan —Ese vestido es fantástico —dijo Bethy cuando se acercó junto a mí. Bethy era la mejor amiga de Blaire. Nunca fuimos amigas, pero últimamente ha sido diferente y me está hablando más. Una vez fue la chica del carrito en el club de campo y ahora era la esposa del dueño del único hotel cinco estrellas de Rosemary Beach. Lo construyeron juntos. De nuevo, otra historia de amor nauseabunda que nunca experimentaría. —Gracias. Es de Milán —respondí, sabiendo que eso la impresionaría, incluso a pesar que la verdad oculta era que mi madre me lo compró tres semanas después de mi cumpleaños este año porque se olvidó de mi verdadero cumpleaños mientras estaba en Italia. —Así lo parece —respondió Bethy—. Me impresiona que estés aquí. Sé que amas a Nate, y tu relación con Blaire ha mejorado mucho últimamente, pero de verdad no esperaba que vinieras. ¿Cómo se suponía que respondiera a eso? Tenía que venir. Esto era por el bebé de Rush. ¿Ninguno de ellos me quería aquí? ¿Mi respuesta a la invitación le causaba problemas a Horlow?
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—No me malinterpretes. Blaire estaba encantada de que vinieras. Harlow incluso dijo más de una vez cuan feliz se sentía de que vinieras —agregó rápidamente Bethy. Asentí, insegura de que decir, y la puerta delantera se abrió. Entraron Mase Colt-Manning y Major. Mi estómago se hundió. No era lo que esperaba. —¿Mase, que estás haciendo aquí? Te dije que cuando termine, puedes regresar con Rush y Grant y comerte todos los sobrantes. —Harlow le frunció el ceño juguetonamente al hermano que compartíamos. Un hermano que la adoraba
y me odiaba. Aparté la mirada de ambos y miré hacia la ventana, esperanzada de lucir aburrida con la vida en general. —Nos estamos yendo, solo necesitábamos dejar algo primero —respondió. Los miré por curiosidad para ver que dejaban, y mis ojos colisionaron con los de Major. Se acercaba a mí y en sus manos se hallaba un sobre de color crema. Bajé la mirada hacia él hasta que alzó su mano y lo sostuvo hacia mí. Rápidamente lo tomé y giré mi atención de vuelta a las olas fuera sin decirle una palabra. Todos los ojos en la habitación estaban en mí. Tanto como me hacían sentir incómoda, lo que realmente quería hacer era abrir el sobre y ver qué cosa extraña escribió esta vez. —Eso será todo. Ahora diviértanse damas. —La voz de Major llenó la habitación. Seguido por un coro de adiós y—: Lo haremos, no te preocupes. Solo miraba hacia mi sobre.
Más tarde, cuando encontré un momento para disculparme y usar el baño, saqué el sobre que metí en mi cartera. Sorprendentemente, nadie me preguntó sobre ello. Obtuve miradas curiosas pero nada más. Deslizando la familiar papelería fuera del espesor del sobre, leí las palabras. Ropa ajustada en todos los lugares correctos. Otra cosa que te hace hermosa.
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Eso era todo lo que decía.
Tres sobres, tres mensajes, uno de ellos insultante. O eso creía. Aún no estaba segura. Él pudo haber mencionado mi personalidad o mi habilidad de hacerlo reír o mi gran corazón. Gruñendo ante ese pensamiento, me di cuenta que pensaba como Rush pensaba de Blaire. No como alguien pensaba de mí. Cuando alguien pensaba en mí, pensaba en ropas ajustadas, no grandes corazones. Arrojé mi cartera en la cama, me cambié la ropa que usé para ir al mercado, y me puse mis pantalones de pijama y una camiseta sin mangas. Era hora de algo de Netflix y palomitas de maíz. Correría después. No me hallaba de humor para quemar calorías ahora mismo. Necesitaba enfurruñarme. Incluso podría agregar
algunos chocolates a las palomitas. Necesitaría hacer unos dieciséis kilómetros después, pero valdría la pena.
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Si no tuviera que pensar en estas malditas cartas y mi falta de cualidades para hacerme hermosa, entonces estaría bien. Apostaría que no me querría en ropas ajustadas si ganaba veinte kilos. Podría ponerme gorda. Eso sería una distracción divertida. Tal vez entonces encontraría un hombre que me amara por mí. No algún estúpido chico lindo a quien le gustara mi ropa ajustada. Imbécil.
33 Traducido por Mary Warner Corregido por Daliam
Major Tres días, tres sobres después, y nada. Ni una maldita cosa. No me envíaba mensajes, o me perseguía. Cope no tenía ni puta idea de cómo conectar con una mujer. Sabía esto mejor que nadie. Yo era el maestro de la manipulación. ¿Por qué pensó que podía enviarme en esta ridícula aventura de entrega de cartas y creer que funcionaria? Aparentemente, lo que sea que estas cartas decían no eran suficiente. Cope era un imbécil, soldado letal de corazón frio. No un casanova. Tenía que encontrar algo mejor, porque su idea era un fracaso. Como si estuviera leyendo mi mente, mi teléfono vibró. Su casa ahora mismo. Toma el sobre azul. Estúpida mierda. No está funcionando en absoluto, respondí, sentado en la encimera de mi cocina con una soda. Hazlo, fue su respuesta. Imbécil. Podría odiar al bastardo.
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Estaba seguro de que odiaba al bastardo. Loco del control.
34 Traducido por Mary Warner Corregido por Daliam
Nan Mi tazón de palomitas de maíz con trocitos de chocolate de leche dispersas se hallaba en mi regazo, y la temporada tres, episodio cinco, de Gossip Girl se reproducía en mi pantalla. Esto era mi escape. Era feliz aquí. De esta forma. No malditas cartas apareciendo, nadie viéndome y juzgándome. Asumiendo que sabían todo de mí cuando no sabían nada. Idiotas de mente estrecha. Necesitaba un Chuck Bass. Él me tendría. Me entendería. Éramos iguales, Chuck y yo. Mi timbre sonó, y coloqué mi tazón de delicias a un lado y suspiré en frustración. Esto tenía que ser mejor que bueno si interrumpía mi tarde perfecta. Debí haber mirado a través de la mirilla o por la ventana. Pero no, tenía prisa por deshacerme de la persona en el otro lado de la puerta. Así que cuando la abrí y Major se hallaba de pie allí con un sobre azul en su mano, quería gritar en frustración. —¿Qué es lo que pasa contigo y esos malditos sobres? ¿No es suficiente perseguirme en público? ¿Tienes que venir detrás de mí en privado también? Tal vez debería empezar a mensajearte mis paraderos diarios así no tienes que malgastar tu tiempo rastreándome. ¿Sería eso de ayuda?
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Le arrebaté el sobre de la mano, esperando que respondiera. Pero no lo hizo. Solo se dio la vuelta y se alejó. De nuevo. Maldito. Abrí el sobre y saqué la misma papelería. La simple vista de él estaba empezando a molestarme. Ocurrencias inteligentes. Otra cosa que te hace hermosa.
Alcé la vista de golpe, esperando encontrarlo aún a la vista así podía gritarle insultos y ver cuán inteligente pensaba que eran esas ocurrencias. Pero ya se hallaba en su camioneta y se marchaba.
Había cuatro sobres ahora, y traté de no mirarlos mientras los pasaba. Traté de pensar en un lugar donde esconderlos o posiblemente arrojarlos. Pero no hice nada. Los mantuve allí; la idea de arrojarlos no me parecía bien. Eran mis cartas. No decían mucho, pero eran mías. Eran sobre mí. Algo que alguien vio en mí y pensó lo suficiente en ello como para escribirlo. Puede que haya terminado con Major Colt, pero las cartas eran importantes. Nadie me había dado cartas antes. Nadie se había tomado el tiempo de señalar cosas sobre mí que hubieran notado. Incluso si mi ropa ajustada era una de esas cosas. Era algo. Algo más de que lo que imaginé que alguien me diría en tal forma única. Las palabras escritas me estaban tocando, y por más que no quería admitirlo, estaban haciendo eco en mí. Hacían que mis paredes se desmoronaran con cada nota. Me hacían sentir menos intocable y más real. No sabía con seguridad cuando se detendrían las cartas. Cuando se rendiría. No quería que pararan. Empezaba a mirar más allá de ellas. Comenzaban a meterse bajo mi piel, y quería que él dijera algo. Lo que sea. Que me dijera por qué hacía esto.
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Pero más que nada, deseaba que fuera Gannon. Y ahí era donde mi problema yacía.
35 Traducido por Mary Warner Corregido por Marie.Ang
Major No iba a hacer eso de nuevo. Ella me había gritado y se hallaba furiosa ayer. Esperar por las instrucciones de Cope no tenía sentido. Iba a ir por él y decirle como esto no estaba funcionado y que necesitaba hacer las cosas a mi manera. No de esta estúpida forma. Aunque, probablemente no lo llamaría imbécil. Quería vivir. Me gustaba la vida. El viejo motel que usaba para vigilancia era rudo, pero a él le gustaba. Pensaba que llamaría menos la atención en lugares como este. También sabía todo sobre el propietario, su familia, y cuanto tiempo había llevado el lugar—toda esa clase de mierda. El dueño no parecía un tipo hablador, pero era curioso sobre otros a su alrededor y les hacía preguntas sobre ellos mismos. Sorprendentemente, le respondían. Toqué una vez, sabiendo que se hallaba al tanto que era yo aquí afuera. Tenía cámaras por todo el lugar y me había visto al momento que llegué. Posiblemente antes.
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La puerta se abrió, y me miró como si ya se hallaba aburrido con mi presencia. —Sugar Shak con Nate en una hora. Dale el menta —dijo, y entonces cerró la puerta en mi cara. ¿Me estaba jodiendo? No manejé hasta aquí para conseguir mis próximas ordenas de marcha. Él sabía eso, también. Toqué de nuevo y traté de frenar mi temperamento. No abrió la puerta de nuevo. Toqué una vez más. Nada. Maldito.
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Odiaba a este hijo de perra.
36 Traducido por Mary Warner Corregido por Marie.Ang
Nan —¿Tía Nan? ¿Por qué está Major poniendo algo en la ventana de tu carro? —preguntó Nate, mientras miraba hacia la calle donde había estacionado mi carro y lamía su helado de chocolate chip. Me giré para ver a Major alejarse de mi carro y de regreso a su camioneta. Un sobre verde pálido fue puesto debajo de mi limpia parabrisas. Interesante. No vino a dármelo personalmente hoy. —Tal vez necesita dejarme una nota y no quería molestarnos —sugerí. —Hubiéramos podido compartir nuestro helado con él. ¿No sabe eso? — respondió Nate sinceramente. —Tal vez la tentación de arruinar su cena era demasiado, así que decidió quedarse lejos. Nate pensó en ello y asintió como si tuviera sentido. —Supongo que los adultos piensan sobre eso. Yo solo quiero el helado. Sonreí y lamí mi sorbete de naranja. —Honestamente, Nate, yo también.
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Nate me sonrió, y el toque de helado en su labio superior era precioso. —Es por eso que somos amigos, tú y yo. Pensamos como el otro. No, no lo hacíamos. Sus pensamientos eran puros y de gran corazón como sus padres. Él amaba con todo lo que tenía. Aceptaba las faltas en otros y no guardaba resentimientos. —Ese es el mejor cumplido que me han dado —le dije. Arrugó su nariz. —¿Qué es un cum-pli-eh-ido? Se me escapó una risa, y me sentí cálida por dentro.
Cuando regresé al auto después de dejar a Nate en casa, tomé el sobre que había arrojado debajo de mi asiento lejos de las manos curiosas de Nate y lo abrí. Actitud. Otra cosa que te hace hermosa. Lo leí tres veces antes de arrojarlo en mi cartera y dirígeme a casa.
Rosa, purpura, crema, azul, y verde menta. Cinco sobres que lentamente se habían metido en mi corazón. No estaba diciendo que amaba a Major. Solo amaba sus palabras. El pensamiento detrás de cada nota. Eran simples. Papeles con palabras escritas en ellos. Eran libres. Sin embargo, el dinero gastado más significativo que cualquier regalo que hubiera recibido, ya que me hicieron sentir como si tal vez yo valía más. Tal vez yo era suficiente. Tal vez podría ser amada. Ni una sola vez hubo una nota que dijera que era hermosa debido a mi apariencia exterior, excepto, por supuesto, por el comentario de la ropa. Pero sin embargo, fue más sobre mi opción en ropa, no el cómo mi cara o cuerpo lucían. Era tiempo de hablar con Major en vez de gritarle. Así fue que debió haber empezado, no con esas ridículas rosas. Esto tenía el pensamiento y la emoción. Si hubiera hecho esto el día que regresé, habríamos estado juntos ahora.
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Una imagen de Gannon destelló en mi cabeza, e hice una mueca por el dolor en mi pecho. No… esto no era suficiente para hacer a este dolor irse. Él no me había llamado o mandado mensajes. Ni siquiera había buscado explicarse. No hizo nada por impedirme de correr ese día. Incluso sabiendo la verdad sobre él, quería que tratara de verme. Quería que luchara por mí. Para Gannor, quería ser suficiente. Solo unas pocas semanas atrás, quise ser suficiente para Major, y cuán rápido eso había cambiado. Demasiado poco y demasiado tarde, dijeron. A menos que pudiera enseñar a mi corazón a dejar ir lo que no podía tener y abrazar lo que me quería. Si solo pudiera intentarlo con Major, entonces el dolor del recuerdo de Gannon y lo que pudimos haber sido desaparecería. Esperaba.
37 Traducido por Nika Trece Corregido por Lu
Major Cuando mi teléfono vibró, quería tirarlo al otro lado de la habitación. Si tan sólo pudiera golpear la cara de suficiencia de Cope. Dios, ese hombre me estaba volviendo loco. Ni siquiera me encontraba despierto aún, y estaba enviando órdenes. Tirando el teléfono hacia mi cara, me froté los ojos y leí el texto. Estoy lista para escuchar. No era Cope. Era Nan. ¡Santa mierda! ¡Los sobres misteriosos funcionaron! ¡Maldito calor! Arrojé las mantas y salté de la cama, entonces me di cuenta que debería llamar a Cope. Marcando su número, tropecé hacia el baño, todavía aturdido por el sueño. —Ella está lista —fue su saludo. ¿Cómo diablos sabía él eso? —Sí —contesté, odiando la forma que arruinó mi confianza.
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—Dale el amarillo hoy. Luego, trátala bien. —La llamada terminó con un clic, y me quedé allí preguntándome por qué siquiera me había tomado la molestia de llamar a ese hombre. Lo sabía todo. Odiaba al bastardo.
38 Traducido por Nika Trece Corregido por Lu
Nan Quería hacerle preguntas a Major acerca de cómo me había tratado antes y que lo hizo decidir que me quería ahora. ¿Era el hecho de que yo era inalcanzable y le gustó el reto? Ahora que el desafío había terminado, ¿terminaría todo esto? ¿Debería abrirle mi corazón a él de nuevo? ¿Siquiera podía hacerlo? ¿Mi corazón estaba demasiado cambiado ahora? Tal vez podríamos realmente ser sólo amigos. Estaba dispuesta a hablar con él. Necesitaba un cierre, si no otra cosa. Mi cabeza y mi corazón se encontraban confundidos. El timbre de la puerta sonó, puse mi vaso de zumo de naranja abajo y fui a abrir la puerta. Major se hallaba parado allí luciendo tan hermoso como siempre. La cara de un modelo, y lo sabía. Lo trabajaba. Una vez que fue todo lo que pensé que necesitaba. Ahora me di cuenta que requería mucho más. —Hola —dije, dando un paso atrás—. Adelante. —Me di cuenta de un sobre amarillo en su mano, y mi pecho se apretó. Incluso si no quería a Major, quería esas palabras. Las necesitaba.
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—Me alegro de que mandaras ese mensaje —dijo, mirándome con sinceridad. Su corazón estaba en sus ojos, y parecía que hablaba en serio. Nada se agitó en mí, sino una tristeza de que mis sentimientos por el podrían haber cambiado tanto. Que él podría haber matado todo allí, y yo no sería capaz de recuperarlo. Incluso ahora, cuando quería, no pude siquiera forzarme a creerlo. —Las notas. Quiero entender su propósito. Pero primero, ¿tienes sed? ¿Puedo conseguirte una bebida? Parecía nervioso e incómodo ahora. Sus ojos se movían en dirección a la cocina. —Sí, eh, me encantaría un poco de agua. Estaba haciendo tiempo. Interesante.
Fui primero y me tomé mi tiempo arreglándole un gran vaso de agua con hielo, y luego miré de forma significativa el sobre amarillo en su mano. —Trajiste otro contigo hoy. Miró hacia abajo como si hubiera olvidado que estaba allí. Asintió lentamente antes de levantar la mirada hacia mí. —Ábrelo —dijo, entregándomelo. Tomé el sobre, ansiosa de leer las palabras que había escrito esta vez. ¿Qué otra cosa acerca de mí encontraba hermosa? Aquellas pequeña notas significaban tanto que aunque no lo amaba, me preocupaba por él simplemente porque se tomó el tiempo para pensar en ellas y escribirlas. Deslizando la pieza de papelería que ahora conocía como la textura de mi propia piel, leí: Movimientos gráciles, equinos. Otra cosa que te hace hermosa.
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Tuve que leer esa varias veces antes de comprender lo que estaba diciendo. Nunca supe que Major usara tan elocuentes palabras para describir cualquier cosa. Era casi como si estas no fuesen sus propias palabras. Como si las hubiese tomado de alguien más.
39 Traducido por Nika Trece Corregido por Vane hearts
Major Realmente necesitaba ver lo que estaba leyendo. Necesitaba alguna maldita pista de lo que la nota decía. Al parecer, eran poderosas, porque se puso en contacto conmigo después decir que no quería volver a verme. ¿Cope pensó en todo menos en esto? ¿Por qué no me informó de las notas que escribió para dárselas a ella? Desde donde me encontraba sentado, podía ver que era un simple mensaje escrito a mano. Pero eso era todo. Ella lo leyó varias veces, luego levantó los ojos para encontrarse con los míos. —¿Tú escribiste esto? Joder. ¿Por qué me preguntaba eso? Odiaba a Cope. No pensó en este escenario. Maldita sea. —Todos y cada uno. —Mentí y sostuve su firme mirada. No desviaría la mirada hacia otro lado; tenía que ser dueño de esto. Las notas me trajeron hasta aquí. Era hora de que hiciera el resto—. Te extraño, Nan. Todo sobre ti. Sus ojos se suavizaron y las preguntas que los oscurecieron parecían levantarse un poco. Sacudió su cabeza y dejó escapar una suave risa. —No tienes sentido. En absoluto.
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—Cometí un error. Infiernos, cometí un millón de errores contigo, quiero una oportunidad para arreglarlos. Bajó la nota y fue todo lo que pude hacer para no recogerla y leerla. —¿Por qué fue tan fácil lastimarme antes? —preguntó. Esto lo podría contestar con sinceridad. —Porque no me di cuenta que te hacía daño hasta que fue demasiado tarde. Pensé que éramos casuales. Tenía miedo de ser más que casual contigo debido a, bueno, tú. Por quien eres, como luces, lo que he oído hablar de ti. No pensé que pudiera hacerte feliz. Así que, manejé todo mal. Quiero otra oportunidad. Por favor.
Suspiró, y su cabeza se inclinó ligeramente hacia la derecha mientras me estudiaba. Sabía que el que ella me tuviera aquí era una buena cosa, pero no terminé de ganar su confianza. Pude verlo claramente. Tenía que actuar con rapidez. —Sal conmigo esta noche. Permíteme enseñarte que tan buenos podemos ser. La lengua de Nan salió y lamió su labio inferior mientras pensaba en ello. Tenía unos labios muy bonitos. El tipo que la mayoría de las mujeres paga por tener. —Está bien. Está bien. Esto era todo. La tenía de vuelta. Resolvería esto. Primero, necesitaba decidir sobre la mágica cita que podría ganarla por completo. No le preguntaría a Cope, tampoco. Su culo vería que yo sabía cómo capturar a una mujer. Con o sin sus malditas notas. —Te recogeré a las siete. Nan me dio una sonrisa y asintió. —Te veré entonces.
En el momento en que salí con mi auto de su entrada, mi teléfono vibró. Apreté los dientes, sabiendo que era Cope. Ignorarlo era inútil y posiblemente peligroso para la vida. Así que, cogí mi teléfono. Ella necesitará más que el promedio. Llévala al club. Todo estará preparado para ti allí. No necesitaba su ayuda y el club no era más que el promedio para ella. Mala idea, Cope. Contesté, El club es común para ella. Eso no es especial. ¿Por qué iba a llevarla allí?
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Esperé una respuesta durante al menos cinco minutos, lo que me molestó. Me estacionaba en mi lote de estacionamiento cuando el teléfono por fin sonó en mi regazo. Sólo haz lo que digo. Imbécil.
40 Traducido por Nika Trece Corregido por Daliam
Nan ¿El club? ¿Hablaba en serio? ¿Aquí era donde él quería tener nuestra primera cita ahora que estábamos tratando de volver a intentarlo? El tipo que me escribió esas notas no era el mismo hombre que me llevaba al club en una cita. Traté de no poner los ojos en blanco, pero era seguro que lo hice cuando llevó su camioneta al puesto de valets en el club. El asistente abrió mi puerta del coche, y recogí mi bolso de mano antes de salir. Tal vez debería haber esperado esto. Major era un chico de campo. Se había criado en Texas, por el amor de Dios. Probablemente pensó que el club era una buena cita. —Buenas noches, Sr. Colt. Tenemos el Bentley esperando justo por aquí. ¿Bentley? ¿Tenía reservado el Bentley? —Oh, sí, gracias —dijo Major, casi sonando tan sorprendido como yo por esta información. Pero cuando se volvió para mirarme, sonreía como si hubiera tenido la mejor idea del mundo. Extendió su brazo para que lo tomara, y caminamos hasta el Bentley. Al parecer, no nos quedábamos en el club. Sólo necesitábamos uno de sus Bentley para nuestra noche.
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Después de que los dos estuvimos en el asiento trasero, me giré hacia Major para preguntarle exactamente a dónde íbamos cuando el conductor tomó la palabra. —Estaremos en su destino en cinco minutos, señor. Major asintió y dijo—: Gracias. —Luego, se volvió de nuevo a mí, una sonrisa de satisfacción todavía en su cara—. Realmente no pensaste que te llevaría al club para la cena, ¿verdad? —Hubo una burla en su tono que me hizo sonreír. Disfrutaba de Major cuando era así. Juguetón y divertido. —Creo que lo hice. Pero estoy muy contenta que no fuera nuestro destino final.
Major sonrió y se echó hacia atrás en su asiento, luciendo con aire satisfecho. Una imagen de Gannon cruzó por mi cabeza. Nunca miraba con aire satisfecho. Lucia seguro de quién era. No necesitaba elogios. O bien lo aceptabas o no lo hacías. Mi pecho se apretó y aparté ese pensamiento. No me permitiría insistir en ese breve romance. Porque era todo lo que había sido. Él supo cómo hacerme desearlo, y jugó bien sus cartas. Estaba casi segura que enamoré de él o tal vez de la idea de quien pensaba que era. Me fascinó el peligro inteligente que poseía. Dudaba que alguna vez experimentara eso de nuevo. Miré por la ventana, decidida a cambiar mis pensamientos, y reconocí exactamente donde estábamos. No había estado aquí en años. No desde que Blaire entró en la vida de Rush. Había dejado de venir aquí entonces. —¿Cómo sabes acerca de este lugar? —pregunté, mientras el coche se detenía. Major parecía un poco sorprendido por mi pregunta. ¿Por qué estaba actuando tan raro esta noche? Esta era su idea de una cita. Si él había pasado por todo esto para hacer frente a mi lugar especial como niña y la mayor parte de mi vida, entonces había cavado profundo. Sólo Rush pudo haberle dicho sobre el jardín. Mi jardín. Era un lugar secreto que encontré como niña un día, cuando había tratado de huir de mi vida. Nunca llegué tan lejos, porque sabía que hubieran pasado días antes de que mi madre se diera cuenta de que me había ido, y podría muy bien ser secuestrada o morir de hambre para entonces.
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El jardín no parecía pertenecer a la ciudad costera de Rosemary Beach. Había sido muy inglés, y en mi imaginación, fue arrancado de uno de mis cuentos de hadas favoritos y colocado aquí sólo para mí para que escapara, donde no existían clubes de campo, clases de tenis, cocteles o una línea sin fin los hombres que desfilan por mi casa a ver a mi madre. Aquí había sido sólo yo. Mi lugar de fingir donde era una princesa amada y mis padres me adoraban. Rush me había encontrado aquí cuando regresaba de un fin de semana con sus padres. Había estado desaparecida durante todo el día, y mi madre no se había dado cuenta. Rush bajó la calle llamando mi nombre con pánico, y cuándo lo oí, todo estuvo bien de nuevo. Alguien se había preocupado por mí. Alguien quería que estuviera segura. Rush había sido mi héroe entonces, y él seguía siéndolo hasta este día. A partir de ese momento, este jardín había sido mi escape, especialmente en los fines de semana en que Rush iba a quedarse con su padre. Siempre vino a
encontrarme aquí, y nos gustaba fingir juntos. Él había seguido mi fantasía tonta de princesa para apaciguarme. Él siempre había tratado de apaciguarme. —Pregunté por ahí —dijo finalmente Major, como si él no estuviera seguro de que era la respuesta correcta Tuvo que preguntarle a Rush. Mi hermano, probablemente, le dijo que no me dijera que le había dado mi lugar especial. Aunque sin duda sabía suponía que fue él. Sonriendo, abrí mi puerta del coche antes de que el conductor pudiera hacerlo por mí y salí. Venir aquí se sentía como volver a casa. Lo había extrañado y ni siquiera me había dado cuenta de cuánto. La idea de Rush no viniendo a unírseme había sido demasiado, así que me mantuve alejada. —Gracias —le dije, mirando hacia atrás por encima del hombro a Major—. Esto es perfecto. —Lideré el camino dentro del refugio secreto, y mi corazón se alzaba con cada paso. —De nada —respondió Major, pero no miré hacia atrás de nuevo. Entré en el lugar que conocía tan bien y aspiré el aroma floral que recordaba, y mi fantasía de princesa volvió a mí como si fuera ayer. El dolor de la infancia perdida se iba cuando me encontraba aquí. Este era mi lugar feliz. Me di cuenta de una mesa puesta para dos, completa con un mantel de lino blanco y velas. Cenaríamos aquí. Había tenido muchos días de campo con Rush aquí en el pasado y fiestas de té con mis muñecas favoritas. Rush debe haberle dicho a Major de aquello. Puso mucho pensamiento en esto, y mi corazón se derritió mientras aceptaba que tal vez él era diferente. Que si era inteligente, le daría otra oportunidad. Vi mientras Major se acercó a una de las sillas y la sacó, luego volvió sus ojos azul celeste hacia mí. Una sonrisa torcida estaba en sus labios, y era obvio que se enorgullecía por esto. Tenía que admitir que me conmovió e impresionó. Nunca tuve a un hombre que fuera tan lejos con el fin de recuperarme.
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—Rush te habló de este lugar —dije simplemente. Major seguía sonriendo y me dio un encogimiento de hombros. —Es un gran lugar. Nunca imaginé que algo como esto existiera en un pueblo de playa. —Es por eso que es mágico —respondí, incapaz de dejar de sonreír como una niña tonta con un enamoramiento.
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Esto me hizo sentir especial en una forma en que nada más lo hizo alguna vez. Nunca lo olvidaría. Major acababa de encontrar su camino de regreso a mi corazón.
41 Traducido por Victoria. Corregido por Daliam
Major No tenía ni puta idea de por qué este jardín hacía que Nan me mirara con estrellas en los ojos, pero lo agradecía como el infierno. Podría odiar al bastardo, pero Cope era un hijo de puta inteligente. No hacía nada a medias. Investigaba y hacía las cosas bien. Para alguien tan malditamente frío, seguro que conocía qué hacer para ganarse a una mujer. Debe ser su inteligencia excesiva. —Esta es mi ensalada favorita... y mi aderezo favorito. —El tono contento de Nan me hizo levantar la mirada del lecho de nueces, algo cuestionable que parecía queso, y las rebanadas de fresa en mi ensalada. Me sonreía radiante mientras cogía el tenedor—. Has pensado en todo. Cope, por supuesto, se había asegurado de que todos sus platos favoritos se sirvieran esta noche, e incluso dispuso a un par de sirvientes que nos atendieran. Esta ensalada lucía asquerosa. Quería queso cheddar, jamón, un poco de huevo cocido, trocitos de tocino, y el buen aderezo del viejo Rancho. Esta mierda no debía estar en una ensalada. ¿Cómo se suponía que iba a comer esto?
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Empecé a preguntarme qué otras cosas le encantaba comer a Nan. Tenía la esperanza en Dios de que fuera algo mejor que esto. —Como no tendríamos un menú aquí para que pudieras elegir, quería asegurarme de que disfrutaras de tu comida —le contesté, preparándome mentalmente para comer la mierda en el plato. ¿Quién demonios comía fresas con lechuga? Eso parecía mal. ¿Dónde estaban unos panecillos buenos y gordos cuando los necesitabas? —Gracias. Esta noche ha sido perfecta hasta el momento. Si a la próxima traes una brocheta de muffuletta con ensalada y aceitunas, podría ser tuya para siempre.
Era de Texas y había vivido cerca de Luisiana la mayor parte de mi vida. Así que sabía qué demonios era un sándwich muffuletta. Sin embargo, no me hallaba seguro de lo que era una brocheta, y casi tenía miedo de averiguarlo. Además, no me gustaban las aceitunas. No me gustaba la forma en que olían ni cómo sabían. Si eso era lo próximo, no me hallaba seguro de ser capaz de masticar y tragar sin tener arcadas. Como si fuera una pista, los garzones aparecieron con bandejas de plata llenas de lo que se parecía a pan tostado con mierda de aceitunas en él. Maldita sea, todos váyanse al infierno. —¡Ahhhh! ¡No puedo creer que lo supieras! —chilló Nan y en realidad aplaudió, a medida que ponían la cosa de aceitunas con olor desagradable en su plato. La sonrisa que intentaba mantener en mi cara se iba cayendo. Comer esa ensalada había sido lo suficientemente duro. Esto iba a matarme. Mientras el mozo venía a mi lado de la mesa, puso la misma cosa de tostadas en mi plato, pero la mía remataba con jamón y queso crema. —Debido a que no come aceitunas, señor —dijo el mesero antes de volver a irse. —¿No comes aceitunas? —preguntó Nan, estudiando mi plato. Podría haberme enamorado de Cope en ese momento. —Uh, no. No lo hago —contesté, con una de las sonrisas que me ganaban los números de teléfono de las mujeres en todas partes—. Pero podría cambiar de opinión después de verte toda emocionada por ellas.
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Nan sonrió y tomó un bocado de su cosa desagradable de aceitunas. Seguí su ejemplo y comí mi cosa segura de jamón y queso sobre mi pan crujiente. Supuse que Cope no quería que me pusiera en evidencia vomitando aceitunas por todas partes. Hombre inteligente. Cuando se llenaron las copas, Nan me sonrió una vez más. El vino tinto que vertieron en la copa era—sin sorprendernos—su favorito, y muy difícil de encontrar en los Estados Unidos. Por supuesto. Nan no bebería un vino fácil de encontrar en el supermercado como el resto de la gente en Florida. El plato principal no era nada que reconociera. Nan, por supuesto, se emocionó cuando el mesero anunció filetes de halibut en una envoltura de hojaldre adornada con salsa de limón y cebolleta. Me encontraba escéptico. Me gustaba el pescado y el limón, pero tenía dudas con lo demás.
—¿Esto fue preparado por Bleu Chevalier? —preguntó, sus ojos llenos de esperanza. El mozo le dio una pequeña sonrisa. —Sí, al igual que el resto de la comida. Nan regresó la mirada asombrada hacia mí. —No sólo elegiste mis comidas favoritas y te tomaste el tiempo para saber cuál era cada una, sino que contrataste a mi chef favorito. Nadie prepara el halibut como Bleu. Maldición, Cope era el hombre. Jesús, incluso consiguió el chef que amaba. ¡Estaba dentro! Estaría enamorada de mí antes de que terminara la noche. Sin contar las otras sorpresas que Cope tenía reservadas para nosotros. —Estoy tratando de mostrar cuán interesado estoy en este momento. Completamente —le dije. Nan me estudió un momento antes de asentir en aceptación. —Eso veo.
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Lo hizo. Conquistó a Nan para mí. Ahora era mía. Podría terminar esto, y todos podríamos seguir adelante con nuestras vidas. Nan estaría segura, y yo viviría una vida de entusiasmo y emociones. Sólo tenía que probarme a mí mismo en esta ocasión. Gracias a Cope, iba a tener esa oportunidad.
42 Traducido por Victoria. Corregido por Vane hearts
Nan A pesar de haber ido muchísimo más allá de lo que jamás experimenté con un hombre, no lo invité a entrar. No iría a la cama con él de nuevo. No confiaba en que mi corazón no se involucrara tan rápido. Y tal vez después del beso que me dio afuera, no me encontraba del todo en el momento. Claro, acababa de darme una noche muy romántica y eso debería haberme puesto ansiosa por quitarle la ropa, pero no. Algo faltaba. ¿Tal vez la oleada de emoción o anticipación? No me encontraba segura. Sólo sabía que no dormiría con Major esta noche. Aún no. Necesitaba quererlo de esa manera primero. No tendría sexo solo para agradecerle por la considerada noche. El beso, simplemente... no lo era. Existía un vacío en él. No podía decir exactamente qué era, pero no sentí lo que quería sentir. Lo que una chica espera sentir. Me sentía sola. Mi corazón se sentía solo.
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Major esperaba una invitación para entrar. Lo vi en su cara y cuando le dije buenas noches y lo dejé en la puerta, se sorprendió. No intentaba castigarlo ni jugar a la difícil de conseguir. Simplemente no quería más esta noche. La comida estuvo deliciosa y la noche fue perfectamente planeada. Aun así, no me sentía lista para pasar a la siguiente etapa. Quería que nuestros besos significaran más. Que los dedos de mis pies se doblaran y que los latidos de mi corazón aumentaran. Quería temer lo que vendría después, pero quererlo al mismo tiempo. Quería lo que probé con Gannon. Él me arruinó. Me mostró algo que era inalcanzable. ¿Esperar eso de otra persona era incluso justo? Él fue un fraude. Iba a ser padre y le hizo a otra chica exactamente lo mismo que a mí, solo que a ella la dejó embarazada y sola.
Gannon no era parte de ningún cuento de hadas. Pero tenía miedo de que hubiera puesto un listón tan alto que nadie nunca volvería a alcanzarlo. Tenía que dejar ir su recuerdo y aceptar la realidad. La que donde un chico me llevó a un jardín privado que amé y me sirvió todas mis comidas favoritas. Esa era mi realidad y aunque sus besos no me volvían loca de necesidad, eran reales. Ese fue mi último pensamiento mientras me quedaba dormida.
La oscuridad me cubrió, y aunque no podía verlo ahí, lo sentía, lo olía. Mi cuerpo reaccionó a él. Debería estar aterrada o por lo menos preocupada, pero no sentí miedo. Mi corazón dio un salto ante la idea de verlo, de sentirlo cerca de mí. Un dolor que reconocí empezó a construirse y traté de alcanzarlo en el espesor de la noche. —Shhh —respondió una voz profunda, y me quedé quieta. Haría lo que sea que me pidiera. Para que así no me dejara. Sabiendo todo lo que sabía de él, todavía lo quería en mis sueños. Era seguro tenerlo aquí. Sostenerlo cerca de mí. Inhalar su aroma, que ansiaba tan profundamente fuera una parte de mí. —Por favor —lloriqueé cuando no se movió más cerca. —¿Me extrañas? —preguntó, en un susurro que fue destinado a infundir miedo, aunque solo trajo anticipación por lo que estaba por venir. —Sí —le respondí con honestidad. No había ninguna razón para mentir en un sueño. Aquí podría ser honesta con él. Podría ser honesta conmigo. Ninguna opinión o realidad nublaba mis opciones. —Lo besaste —dijo, en un tono casi de condena. Como si estuviera molesto.
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Quería recordarle que él no tenía derecho a detenerme. Me dejó ir muy fácilmente. Pero no lo hice. Tenía miedo de que desapareciera. —Fue amable. Me hizo sentir especial. Eso jamás lo tengo. Nunca. —La condena en mi propio tono era demasiada. Un largo dedo pasó lentamente desde mi sien hasta mi barbilla, y luego la yema de su dedo trazó un camino por mi cuello. Me arqueé hacia él, hambrienta de cualquier contacto que me diera. Ninguna cantidad de romance se comparaba con la forma en que este hombre hacía que mi cuerpo se retorciera. Gravité hacia él con cada pequeño toque.
Su mano se deslizó por mi garganta, y apretó suavemente. —Puso sus labios sobre lo que es mío. ¿Suyo? ¿Era suya? Debería estar gritándole que no era de nadie. No pertenecía a ningún hombre. Sin embargo, mi cuerpo vibró de placer y me estremecí. No tensó su agarre ni dificultó mi respiración, sino que su mano se quedó en mi garganta en un acto de control—¿o era posesión? Me gustaba la idea de ambos. Gannon exudaba poder. Me dieron ganas de inclinarme hacia él y dejar que se hiciera cargo. Ni una sola vez en mi vida fui capaz de confiar en alguien para que me protegiera, para que me complaciera, para que me quisiera. Lo hice con él. Incluso si era una fantasía provocada por mis deseos. Su otra mano recorrió mi pecho hasta el espacio entre mis senos y luego encima de mi ombligo, antes de llegar a mis bragas de encaje. Contuve la respiración a medida que mi pecho comenzaba a subir y bajar rápidamente a la espera de que su mano que me tocara... ahí. —Me deseas. Puedo olerlo —susurró, bajando la cabeza hasta mi oído y aplicando más presión en mi cuello, esta vez haciendo que me mareara antes de retroceder—. Dime qué quieres que te toque. Alcancé su mano para moverla más abajo. —¡No! —gruñó, agarrando mi muñeca y ubicando mi mano sobre mi cabeza en la almohada—. Dime —exigió—. ¿Dónde quieres mi mano? Quería que hablara sucio. No me tocaría hasta que jugara su juego. Jugaría cualquier juego que quisiera si pudiera hacer que su mano estuviera entre mis piernas. —Quiero que toques mi coño —respondí, sintiendo mi piel ardiendo de vergüenza.
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Dejó salir una risa baja, profunda y me dio un beso en la sien. —Eso es todo lo que necesitaba escuchar —me dijo, luego bajó ambas manos y tiró de mis bragas hasta los tobillos—. Abre las rodillas —gruñó. Antes de que pudiera abrirlas por completo, su boca estaba sobre mí. La aspereza de su barba solo aumentó la necesidad. —¡Ahhh! —grité, mientras su lengua se deslizaba dentro de mí una y otra vez, antes de trazar círculos alrededor de mi clítoris y sumergirse una vez más. El gemido de su pecho vibró en mi contra. Enterré mis manos en su cabello y me aferré a él mientras mi orgasmo se alzaba a tal extremo que pensé que podría dejar de respirar. Mi corazón podría no ser lo suficientemente fuerte, pero no me importaba. Mientras me perdiera con el tacto de este hombre, iba a ser feliz.
Se echó hacia atrás y gimió. —¿Quieres más? —Su tono era casi brutal. —Sí. —Jadeé, lista para decir o hacer lo que me pidiera. —¿Este coño es mío? —preguntó. —Sí —concordé, sin hacer pausa. —Dilo. Una vez más, quería que jugara su juego. Y yo quería la belleza que solo él me podía traer. Iba a jugar a este juego. —Mi coño es tuyo.
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Su boca se encontraba al instante de vuelta en mí y me lamió y me probó hasta que estuve gritando su nombre, el nombre de Dios y otras cosas que ni siquiera recuerdo, antes de que la oscuridad me envolviera una vez más y estuviera sola.
43 Traducido por Victoria. Corregido por Vane hearts
Major Me había corrido. Pensé en eso casi toda la noche y me encontraba convencido de que fue una corrida—y no del tipo que me gustaba. Fue del tipo que terminaba con ella cerrando la puerta en mi cara después de un rápido buenas noches. ¿Qué demonios? La llevé a un jardín secreto que amó y la alimenté con todos sus alimentos preferidos preparados por su chef favorito. Debí haber sido invitado a entrar, maldición. El mensaje de Cope diciendo que me reuniera con él en su habitación en cinco minutos no mejoró mi estado de ánimo. Él también esperó más. Este sería mi fracaso, por supuesto. Me organizó la cita perfecta, pero en algún lugar a lo largo del camino, perdí el ritmo. Me comí esa ensalada extraña por ella. ¿Qué más podía pedir? Levanté el puño para llamar a la puerta cuando ésta se abrió y Cope se giró para caminar de vuelta hacia los monitores en la pared de la derecha, donde actualmente observaba dormir a Nan. Espeluznante como el infierno, pero era lo que hacíamos. Nan era preciosa y se veía tan tranquila cuando dormía. Su lengua afilada no funcionaba. —No te invitó a entrar. ¿Por qué?
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Como si supiera la respuesta a esa pregunta de mierda. —No lo sé. Hice todo lo que hago normalmente, e incluso comí esa horrible ensalada. Aunque gracias por la brocheta libre de aceitunas. No creo que eso se hubiera quedado en mi estómago. Cope no apartó la mirada de las pantallas. —Me pasé horas investigando para hacer la última noche más fácil para ti. Algo que hiciste mal te impidió que te dejara entrar. No conseguiremos nuestra información si tú jodidamente no entras en su cama. —Su voz se convirtió en un rugido fuerte al final, y tuve que admitir
que odiaba cuando hacía eso. Siempre esperaba que sacara su arma y dijera—: A la mierda —y luego me disparara entre los ojos o alguna mierda así de loca. —Trabajaré en ella hoy. Creo que se sintió abrumada por la cita de su vida anoche y no sabía qué hacer ni qué pensar. —El beso. ¿Se acercó a ti? No, no exactamente. Casi se sintió como si no estuviera allí. Estuvo distante. —Sí, seguro. Como siempre. Cope me disparó una mirada afilada, no creyéndome, luego volvió a mirarla. —Entra en su cama. Sí, señor. Imbécil. Odiaba al hijo de puta. No me importaba que me hubiera conseguido la cosa de pan sin aceitunas. Todavía era un bastardo.
Tan pronto como dejé al Capitán Imbécil, le envié un mensaje a Nan. Sabía que se encontraba despierta, porque la vimos levantarse justo antes de que Cope me ordenara salir y arreglar las cosas. No la vi levantarse de la cama, pero la vi abrir los ojos y estirarse. Maldición, era preciosa. Me preguntaba si su aliento por la mañana incluso olía bien. Probablemente no. Nadie tiene buen aliento por la mañana. Buenos días. ¿Quieres ir a una carrera matutina por la playa? pregunté. Sabía que amaba correr en la playa. Pensé que si le sugería sus cosas favoritas, me querría más a su alrededor.
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Diez minutos más tarde, finalmente respondió. Seguro. Estaré lista en quince. Anotación. Quince minutos y la tendría toda para mí de nuevo. Necesitaba un plan. Para empezar, necesitaba instarla a hablar de su pasado reciente. Como cuando estuvo en París el pasado mes de julio con un hombre llamado Franco Livingston. Dudaba que tuviera una pista sobre el pasado del hombre. Si hubiera sabido que salía con un narcotraficante abusador de niños, habría estado horrorizada. Antes de que pensara más en eso, necesitaba pasar unos días con ella, absorbiendo su tiempo tanto como fuera posible. Hasta que casualmente llegáramos a una conversación sobre nuestras relaciones pasadas. Le podría
preguntar a Cope cómo abarcar ello, pero no quería más de su ayuda. Liberaría a Nan de cualquier conexión con Livingston y entonces seguiría adelante. Dejé mi hogar temporal esta mañana, listo para correr en la playa. Este era mi plan antes de que me fuera a dormir anoche. No fui en busca de alguna mujer después de salir con Nan, y una parte de mí pensó que merecía un puto premio por eso. Fui solo a casa y tomé notas en la noche, y luego bebí un poco de whisky antes de dormir.
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Este trabajo no iba a terminar mi carrera antes de que comenzara. Captain lo hizo durante años y fue muy bueno en ello. Yo era tan rudo como él. Podía hacer esta mierda. Lo haría. ¡Tenía notas! ¡Un montón de notas de mierda!
44 Traducido por Umiangel Corregido por Itxi
Nan El sueño me inquietaba. No podía concentrarme. No podía comer. No podía enfocarme en nada de lo que Major decía. Incluso revisé mis bragas esta mañana para ver si todavía se hallaban en su lugar. Se sintió tan real. La decepción cuando las toqué hizo que mi corazón se hundiera. Por supuesto, todavía permanecía en esa fase medio dormida, medio despierta, cuando la idea de un hombre que apenas conocía, entró en mi habitación por la noche mientras dormía y me diera el mejor sexo oral que jamás tuve, sonaba como una muy buena idea. No escalofriante en absoluto. Sí. Era una fantasía. Del tipo que se mete con tu cabeza y en tu realidad, haciendo que ambas apesten. Porque en este momento, si Major hablaba acerca de una cosa más sin sentido, iba a tirarle el sándwich de ensalada de pollo que comía directamente en su cara.
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Sugerí ir al club para comer, porque sabía que tres de las camareras que se había follado, se encontraban aquí. Solicité que nos pusieran en una de sus áreas sólo para verlo retorcerse, para ver si acabaría tomando un extenso “descanso al sanitario” como rápidamente se hizo conocido por toda la ciudad. No se retorcía o mantenía contacto visual con la camarera. Y ella se encontraba claramente molesta. Probablemente herida. Bueno, no sabía qué hacer con eso. Porque si no hubiera ido a Las Vegas y experimentado con Gannon, estaría sonriendo con suficiencia en su cara en ese momento como si hubiera ganado. ¿Pero ganado qué? ¿Major? No lo quería. Incluso con todas esas cosas dulces que hizo, un sueño sobre Gannon, y recordaba lo que le faltaba a Mayor. Y esa lista era seriamente larga. Tal vez el niño bonito era lo que la mayoría de las chicas querían, pero hasta que habían estado
con un hombre cuya única meta en la vida no era hablar de sí mismo, entonces no sabían lo que se perdían. Major se amaba a sí mismo. Hablaba de sí mismo todo el tiempo. Me volvía loca. Nunca me di cuenta antes. Me limité a sonreír y a estar de acuerdo con él. Sí, su pelo estaba más largo. Sí, se veía bien en azul. Sí, sus bíceps parecían más grandes. Bla, bla, bla. Uf. —¿Verdad? —preguntó, y alcé la vista hasta su cara perfecta y no sentía ni una maldita cosa. —¿Eh? —pregunté, sin saber lo que decía. Pude ver irritación en su rostro. Ups. —¿Quieres jugar un partido de tenis después de terminar nuestra comida? —Sus palabras sonaron cortantes esta vez. Mi evidente falta de interés en la conversación lo ponía de los nervios. —Hoy no. Creo que voy a ir a visitar a mi sobrino esta tarde. —Lo cual no era originalmente mi plan, pero quería hablar con mi hermano, y algún tiempo con Nate lo haría mejor. Major casi pareció aliviado. Intentaba entretenerme y fallaba. No podía concentrarme en él o en la vida en este momento. No con mi sueño rondando de nuevo en mi cabeza. ¿Me hallaba obsesionada con Gannon? ¿Era eso? ¿Había tenido alguna extraña fascinación que era poco saludable? —¿Cena esta noche? ¿Tal vez ordenar algo y ver una película en tu casa? Quería decir que no otra vez, pero me sentí culpable después de todo lo que hizo para llamar mi atención esta semana. Podría haber sido una persona diferente, dispuesta a estar con él en cada momento, si ese sueño no me recordara por qué estaba cansada de él para empezar. —Por supuesto. Estaré en casa y lista cerca de las seis. ¿Quieres pedir la comida? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta. Major le gustaba ser atento. Tenía que estar agotado después de una semana de ser atento conmigo.
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—¡Sí, muy bien! —sonrió. Típico. Era una cita. Fantástico.
Le dije a Rush que me dirigía a su casa. Cuando conducía por el largo camino de entrada, pude verlo de pie en el porche trasero mirándome. No le llamé y pregunté si quería hablar en un largo tiempo… o posiblemente nunca. Probablemente pensaba que tenía una enfermedad terminal o que estaba embarazada. La preocupación grabada en su cara era obvia desde mil kilómetros de distancia. Aparqué y me dirigí hacia él. Bajó unos escalones y me encontró a mitad del camino. —¿Qué pasa? —Fueron las primeras palabras que salieron de su boca. —¿No puedo querer venir a ver a mi hermano y visitar a mi sobrino? — pregunté, con una ceja arqueada. —No. Es decir, claro, pero ya no lo haces. Llevas a Nate a citas de juego, pero no vienes a verme. Era cierto. Rara vez salía con la familia y los visitaba. Tampoco pedía hablar con Rush de algo grave. Siempre le informaba de mi vida por medio de mensajes y dejaba que llenara los espacios en blanco. Normalmente le parecía bien. —Solo vine a visitarlos —le aseguré—. ¿Nate sigue durmiendo la siesta? Rush me estudiaba como si no creyera una palabra de lo que decía. —Sí — dijo lentamente—. Con Blaire. —¿Quieres caminar hacia el agua? —pregunté. Eso lanzó sus cejas. —¿Por qué? ¿De qué se trata, Nan? —Su tono severo me hizo sonreír. —No me estoy muriendo, y no estoy embarazada. ¿Podemos ir a hablar? Su tensión disminuyó un poco, y finalmente se relajó. —Por supuesto. Pregunté por Nate y el embarazo. Mientras Rush comenzaba a hablar de su familia, quería mantener la concentración, pero mi mente se perdía de nuevo con Gannon. Regresando al tiempo que pasé con él. —Cuando conociste a Blaire, ¿sabías que cambiaría todo para ti? —pregunté cuando se quedó en silencio.
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—Sí. Me asustó como la mierda pero lo sabía. Lo imaginaba. Nunca fue el mismo desde la noche en que ella entró en su casa. Por mucho que la odié en ese momento, vi la forma en que hizo que sus ojos se iluminaran. ¿Era así como se sintió? ¿Cómo yo lo sentía? ¿Querer a alguien que no podía tener?
45 Traducido por Umiangel Corregido por Itxi
Major No sabía lo que hice mal, pero lo jodí de alguna manera. Nan no se encontraba mentalmente conmigo. Se hallaba en otro lugar, como lo estuvo todo el día, y no sabía cómo traerla de vuelta. Lo peor era que sabía que Cope podía ver donde estábamos sentados actualmente. Sabía que fallaba. —La cena estuvo genial. Gracias. Aunque iba a pagar todo —dije, preguntándome si el hecho de que pagara la cena le molestaba. Ella la ordenó y llegó antes que yo, así que no me encontraba cerca para pagar. Sería tonto si ese fuera su problema. —No, está bien. Me alegro de que te haya gustado —dijo con una sonrisa forzada, y luego volvió su atención a la película. Era algo con armas de fuego y acción. La eligió para mí, lo sabía, y la mayoría de las veces me encantaba ver películas. Esta noche, sin embargo, intentaba enamorar a Nan, y no funcionaba. Ni siquiera intentaba acurrucarse como solía hacer. No estaba acostumbrado a este comportamiento.
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Aparté mis ojos de la cámara oculta que nos apuntaba y se sintió como apagar al imbécil. Ver la película aquí era una mala idea. Era como si Cope estuviera juzgándome. —¿Disfrutas de la película? —pregunté, dándome cuenta que sonaba estúpido y patético tratar de llamar su atención. —Sí, claro, es genial —dijo, sin siquiera voltear a verme esta vez. Era como si estuviera mentalmente contando los minutos hasta que me fuera. Eso dolió como una estaca en el corazón. Maldita sea, no le interesaba en absoluto.
Mi ego era inexistente en este punto. No podía seguir con esto. Necesitaba otro plan. Si Nan no hablaba casualmente conmigo, seguro como el infierno que no me diría nada de sus novios anteriores. Me di por vencido tratando de hacer que se ablandara o al menos que supiera que estaba allí. Inclinándome hacia atrás, vi la película, y no era mala. La disfruté. Nan se durmió.
Después de arroparla y cerrando la puerta detrás de mí, me fui de la casa. Esta noche fue un fracaso. Podría haber sido mi culpa por no planificar las cosas mejor. Debería haber ido con un plan de juego. Cope habría improvisado algo. Por eso era el mejor. Maldito sea. Tal vez debería haber dejado que él lo terminara. Tal vez esto con Nan no era más que querer demostrarme lo que valgo. Demonios, si la mujer no me quería, entonces no me quería. Si fuera un hombre cualquiera, me gustaría tomar el rechazo y caminar. Pero yo era Mayor jodido Colt, y le daba la bienvenida a los desafíos. Los disfrutaba. Tomaba lo que me lanzaban y lo destruía. Podía entender a Nan. Era una mujer, después de todo.
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Antes de ir, elaboré un nuevo plan de juego, aunque me iba a encontrar con esa camarera del club. Hannah o Tabitha, o ¿era Tammy? Oh, demonios, ¿a quién le importaba? Sabía cuál era su apariencia. Lo averiguaría.
46 Traducido por Umiangel Corregido por Itxi
Nan La pesadez del sueño me retuvo mientras sentía que mi cuerpo era levantado y llevado. Era su olor. Inhalando profundamente, me aferré, volviéndome hacia lo que sabía era la gran fuerza de su pecho. Esto era lo que esperaba. Dormir. Él venía a mí entonces, y lo necesitaba. Cada pensamiento centrado en él. El sueño era mi amigo, mi santuario. El único lugar donde encontraba felicidad. No había gente superficial que se hacían llamar mis amigos, sin necesidad de fingir, sólo nosotros. Gannon y yo. En un mundo que no podía existir realmente, pero que lo quería tanto. Envolví una mano alrededor de su grueso brazo cuando empezó a bajarme a mi cama. No quería que me soltara. ¿Iba a desaparecer ahora? ¿Era esto todo lo que conseguiría esta noche? No era suficiente. Quería probar su piel, sentir su cuerpo duro moverse sobre el mío. Quería que ejerciera un control total sobre mí y lamiear mi cuerpo, cerca de dolor, pero con el toque de una pluma. Murmuré una súplica y mantuve mis ojos bien cerrados, esperando no despertar para darme cuenta de que se había ido.
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—Shhh, dulce bebé. No te voy a dejar todavía. —Su oscuro susurro me hizo temblar, y casi lloré de alivio. Todavía permanecía aquí. Oí el crujido de la ropa, y quería verlo, pero temía despertarme. Así que me negué a la belleza de su cuerpo con la esperanza de mantenerlo más tiempo. El dorso de su mano acarició mi brazo desnudo y continuó hasta la cintura. Me hallaba desnuda. Mis sueños se manipulaban a sí mismos para complacerme. Estábamos más cerca de lo que pensaba.
—Date la vuelta. —Su tono era duro y frío. En vez de asustarme, me excitaba. Algo que sólo tenía sentido con Gannon. Confiaba en él, aunque una parte de mí también le tenía miedo. La combinación era embriagadora. Era diferente a cualquier cosa que hubiera probado. Mi fantasía. Arqueé la espalda, y su mano apretó hacia abajo. —No lo hagas. Te diré cuándo mover este hermoso cuerpo. —Su dedo continuó trazando mi cuerpo. Cada toque una caricia tan caliente que quemaba mi piel—. No te muevas, o voy a tener que abofetearte. Tan oscura y retorcida como sonaba la amenaza, era aún más demencial porque me excitaba. Justo cuando la mezcla de expectación y el miedo comenzó a crecer, su mano se deslizó entre mis piernas y me cubrió sólo con la presión suficiente para causarme llorar con alivio. Me dolía allí. Su tacto era todo lo que podría aliviar ese dulce dolor. —Alza tu culo —dijo, bajando la voz en un susurro ronco. No discutí; hice exactamente lo que me dijo. Una risa grave llenó la habitación. —Maldita sea, esperaba que me dieras una razón para poner la mano en esta piel pálida. Para ver mí huella en tu carne. Oh. Tal vez una palmada no era tan mala después de todo. Sería su marca de posesión. Me gusta eso. Lo quería. Así que, moví mi culo y contuve la respiración. La dura bofetada, que supuse sería en mi culo, fue en la cara interna de mi muslo en su lugar, y picó. La segunda bofetada fue en mi espalda, y la aguda picada de dolor fue aún más intensa. Me aparté de él, y gruñó antes de tirarme sobre la espalda y deslizar su mano entre mis piernas, llenándome con varios dedos. Mis ojos se abrieron, y el negro de sus pupilas ahora escondía cualquiera color avellana de sus ojos. Eran oscuros y peligrosos, y no me había despertado. Él todavía estaba aquí, y podía verlo.
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Había maldad en esos ojos negros, y quería acercarme. Su mano me trabajó hasta que lloré su nombre y sacudí mis caderas más cerca de él. La bofetada en mi cara me asustó y me hizo gritar su nombre al mismo tiempo. No era que dolía, porque en el momento fue erótico. La fuerza detrás de eso fue suficiente para llamar la atención, sin hacer daño. —No te muevas. —Soltó su orden, y asentí.
Insegura si quería ser abofeteada de nuevo o no. Nadie me abofeteó en la cara alguna vez. La acción casi hería mis sentimientos, pero también hizo moverme de nuevo. ¿Eso me hace tan retorcida como él obviamente era? —Abre esas hermosas piernas. —Su demanda era suave, y mi cuerpo respondió antes de que mi cerebro pudiera registrar el sonido de miel caliente de sus palabras. »Te gusta cuando te doy bofetadas. —Su voz parecía ahora tan excitada como oscura. Asentí. —Estás tan mojada. Joder, eres una niña mala. Luego, con una sacudida de sus caderas, se hallaba dentro de mí. Gritando su nombre, me aferré a sus hombros. Nadie me consumió como él. Arañé su espalda, necesitándolo más cerca, temiendo que me despertaría. Levantando ambas rodillas, lo acerqué hasta doler. Su grosor y longitud eran más de lo que mi cuerpo experimentó jamás. El dolor que vino con su invasión era impresionante, pero quería más. Hasta Gannon, nunca entendí el placer con dolor. Cuando salió de mí, nunca me sentí tan vacía en mi vida. Lo agarré y me lanzó sobre mi estómago de nuevo. —Culo arriba —gruñó, mientras sus manos agarraban mis caderas, jalándome antes de entrar en mí otra vez—. Fóllame, Nan. Mueve ese culo hacia mí, y fóllame —ordenó. Dolió. Fue mucho más profundo, pero lo quería. Así que, hice exactamente lo que me dijo, hasta que el orgasmo atravesó mi cuerpo y colapsé sobre mi estómago.
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Su rugido de liberación se desvaneció en la distancia mientras la oscuridad me llevaba de nuevo.
El sol que entraba por las cortinas no me calentaba. Era una sensación de frío. Sabía que cuando abriera mis ojos, estaría sola en esta habitación. Mi sueño fue tan real. Toqué suavemente mi cuerpo, sintiendo la opresión del uso. Mi mente jugaba conmigo. Mis bragas se encontraban en su lugar, y aunque me sentí saciada, sabía que todo se hallaba en mi cabeza. El dolor en mi corazón del vacío a mí alrededor estaba allí. Persiguiéndome. Recordándome lo sola que me hallaba. Estar
sola antes de Gannon fue fácil. Antes de saber lo que se sentía estar completa, era fuerte.
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Nada me rompió. Ni tener un padre que no me quería o me amara, ni perder mi único héroe por otra mujer, ni siquiera ver a mi hermana convertirse en una mujer adorada por el hombre que pensé que amaba. Me mantuve fuerte. Fui mi propia roca. Pero ahora… No quería eso. Quería algo que nunca tendría. Doblándome en una bola, traté de aliviar el vacío y la depresión que venía con eso.
47 Traducido por Maii Corregido por Jadasa
Major Su nombre era Jill. Ni siquiera había estado cerca. Rodando en la cama, fruncí el ceño y cerré los ojos cuando me di cuenta que ella seguía aquí. Todo su cabello rubio se derramaba en mis almohadas, no era algo malo para mirar o despertar con ella, sino el hecho de que no debería estar en mi cama. Era una distracción. Una malditamente linda distracción. Y me gustaba su acento. Era profundo. No era de por aquí. Por su acento tan pronunciado, suponía que podría venir desde Mississippi o Alabama. Cuando se venía, gemía en un tono ronco que ponía dura mi polla solo al recordarlo. Quería eso. Demonios, ¿qué tan malo sería tenerla una vez más? Me tendría que concentrar en una mujer a quien no podía importarle menos si respiraba o no. Seguro como el demonio que debía disfrutar de una a la que le gustara gritar mi nombre en ese sexy y ronco acento.
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Inclinándome sobre ella, besé su hombro desnudo e inhalé su dulce aroma. Usaba una fragancia de vainilla que me hacía recordar a galletas, y yo amaba las malditas galletas. Especialmente las de azúcar. Hice un camino de besos por su brazo hasta llegar a su estómago plano. Lamí su ombligo y comenzó a moverse. Una lenta sonrisa se apoderó de su cara somnolienta, y me gustó. Lo necesitaba. Sobre todo mi ego. Claro, ella no era como Nan. No muchas mujeres eran así, tampoco, pero ella era malditamente linda. Podía disfrutar lo lindo, y después volver a la difícil de mantener y sexy como el demonio Nan. —Buenos días —dije, con un susurro ronco que sabía que le gustaba. Comencé a besar más abajo, y como una buena chica, separó sus piernas para mí. Todo su olor a vainilla se desvaneció por el aroma al sexo. Eso era más caliente que la vainilla.
Metiendo la mano en el cajón de la mesita de noche, agarré otro condón y sonreí al ver dos paquetes vacíos en el piso de anoche. Yo hubiese terminado ahí, pero se hallaba lista para más. Pequeña y linda zorra. Ni siquiera sabía su nombre, pero se encontraba lista para follarme. Su papi debería haberle enseñado que valía más que eso. Pero no lo hizo, y tomaría ventaja sobre eso. —Ah —gimió, mientras mi lengua se deslizaba a través de sus rosados y carnosos pliegues—. Sí. —Fue su siguiente palabra y movió las caderas. No iba a ser capaz de continuar con esto por mucho tiempo. Necesitaba mi propia liberación. Un par de lamidas más, me acomodé , me puse el condón y sumergí en su interior, cerrando los ojos mientras me empujaba más profundo en su estrechez. Amaba el sexo. Jodidamente mucho. —¿Te gusta eso, bebé? — pregunté, sabiendo que lo amaba por la forma en que se movía y gemía. —Sí —dijo, abriendo más las piernas y ajustando sus rodillas en mi cadera— . Fóllame más fuerte, cómo lo hiciste anoche. Sonriendo, comencé a golpear dentro de ella una y otra vez, mientras gritaba mi nombre una y otra vez como un canto. Me gustaba mucho eso. Hice que se viniera perdiendo un poco de mi propio control. Probablemente estaría dolorida luego, pero me recordaría.
No hacía mucho que Jill se había marchado cuando la puerta del apartamento se abrió y Cope entró. No lucía contento. Qué gran sorpresa. Siempre estaba enojado. Con la vida. —¿Disfrutaste eso? —preguntó, con tono disgustado.
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¿El tipo nunca conseguía algún coño? ¿Cuál era su problema? Un hombre necesitaba follar. —De hecho, malditamente lo amé. Ella era una gata salvaje. Clavando sus uñas en mi piel y gimiendo en voz alta. Incluso gritó un poco. Cope no se veía divertido o siquiera como si me hubiera escuchado. —No serás capaz de solucionar esto con Nan. Ella es fría contigo, incluso indiferente. Hablé con DeCarlo y te enviará hacia otro trabajo. Ya has jodido este. Empaca tus cosas, inventa tus excusas y alístate para marcharte a las tres del día de hoy. — Entonces el bastardo de mi jefe se volteó, listo para marcharse.
—¿Qué? ¡Espera! —dije, bajando mi taza de café aún vacía. —¿Necesito hablar más despacio? —preguntó, deteniéndose y volteándose para mirarme—. Tu cara no es lo suficientemente bonita. Ella necesita algo más que belleza. —Tengo un plan. —Mentí, porque follé con Jill toda la noche en lugar de hacer un plan, como se suponía que debía. —No, no lo tienes. Yo sí. Te irás a las tres. Abrí la boca para hablar nuevamente cuando su mirada se oscureció. A pesar de que no le tenía miedo a muchas cosas, ese hijo de perra era malditamente escalofriante. —A las tres —dijo sencillamente, entonces se giró y dejó el apartamento. Jódeme. Había fallado en mi primer trabajo. Mierda. Jill fue buena, pero no tanto. Quería tener éxito y demostrarles a estos hijos de puta que podía hacerlo. Nan debería haber sido la cosa más fácil de hacer en toda mi vida. Sin embargo, fue la mujer más malditamente difícil que alguna vez encontré. Si empacaba y me marchaba, significaba que me rendía. Les probaría que era un marica. Y malditamente, no lo era. Nan no me arruinaría esto. Maldita sea su terco y malhumorado trasero. Le entregué notas y la llevé en una cita romántica. ¿La noche anterior fue mi gracias? Seguro como el demonio que no.
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Tenía hasta las tres de hoy. Podía arreglar esta mierda. Me amaría de nuevo. O al menos me desearía. Solo necesitaba un jodido plan. Tenía, veamos, seis horas para conseguir uno. Demonios, estaba jodido.
48 Traducido por Maii Corregido por Jadasa
Nan Tenía dos mensajes de Major, pero esta mañana no me sentía de humor. Anoche me encontraba tan lista para él que me quedé dormida durante la película. Fue lindo sentirlo cargándome hasta mi habitación, pero aun así sentía que Major era una pérdida de tiempo. Nunca sería Gannon, sino el único hombre que podría hacerme olvidar a Gannon, sería un Gannon. Me senté en la barra del desayuno usando mi bata roja de seda, con un vaso de jugo de naranja y yogurt griego. Era mi opción de desayuno antes de ir a correr. Mi cuerpo se sentía exhausto esta mañana, como si hubiese pasado la noche haciendo el amor—no, tacha eso—como si hubiese tenido sexo caliente y salvaje con Gannon.
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Me ruboricé, preguntándome sobre el dolor entre las piernas y pensando si en realidad me toqué mientras dormía. Pensé que debí de haberme masturbado, porque me sentía como si lo hubiese hecho. Me sentía un poco adolorida. Me reí, pensando en que estaba enloqueciendo. La próxima vez, cambiaría de roles en mi sueño. Necesitaba ayuda. Esta mañana, recostada en la cama, consideré volver a Las Vegas y buscarlo. No tenía mucha moral. ¿Me debía importar que estuviera con otra chica? Quiero decir, dudaba que fuera a casarse con ella, y sólo necesitaba sacarlo de mi sistema. Si pudiera probar que mis recuerdos eran más fantasías que realidad, podría ayudarme. Pero luego, decidí que no quería arruinar este sueño. Incluso si solo sucedía mientras dormía, aún era mío. Seguía manteniéndolo cerca. Me pertenecía entonces, y me hacía muy feliz. Mi vida se encontraba llena de decepciones, no quería más. Si tenía que encontrar la felicidad en mis sueños, ¿cómo eso lastimaría a alguien? Era mi vida. No le afectaba a nadie más.
El timbre de la puerta interrumpió mis pensamientos, y suspiré, odiando que el mundo real estuviera a punto de entrar a mi vida y la noche, ahora, desapareciera. Tenía que vivir en la realidad. Me paré, dejando el yogurt griego en la mesa para atender la puerta. Eran las diez de la mañana. Nadie debería estar despierto y visitándome a las diez de la mañana. ¿No saben que duermo hasta tarde? Abrí la puerta sin comprobar antes quién era, porque, honestamente, esto era Rosemary Beach, y estábamos seguros aquí. Excepto por los tipos molestos como Major, quien se hallaba determinado a no largarse al demonio de aquí. —Es temprano —le dije, incapaz de ocultar mi molestia. ¿No había sentido la falta de química entre nosotros durante la noche? Éramos tan aburridos y desinteresados como pan integral tostado. —Es tu hora de correr. ¿Quieres compañía? —Sonrió, y ni siquiera pensé en que era lindo. Estaba arruinada. —Eh, bueno, supongo que sí —contesté, sin saber si debía ser grosera y decirle que no o darle una última oportunidad, y que entendiera que terminamos con esto. Sonrió y entró, su mirada viajó a través de mi bata roja y mis piernas desnudas, luego subió de vuelta como si apreciara la vista. —Luces hermosa a primera hora de la mañana. ¿De verdad coqueteaba? ¿Después de lo incómoda que fue la noche anterior? —Gracias —respondí, luego regresé a mi yogurt y jugo. —¿Tienes una cafetera? ¿Si tengo una cafetera? ¿Es que aún vive en la década pasada? —Tengo una Keurig1, Major. No tengo una “cafetera” —respondí, rodando los ojos.
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Rio como si yo estuviera intentando ser graciosa, y empezó a buscar una taza. Lo dejé buscar. Había pasado suficiente tiempo en mi casa para saber dónde encontrar las malditas tazas ahora. ¿De verdad era tan estúpido? —Podrías pensar que para ahora ya sabría dónde están las tazas —dijo, con su tono de voz alegre. —Puede ser —coincidí con molestia. No respondió a mi actitud o incluso reconoció que no estaba siendo amable. Lo cual me molestaba aún más.
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Máquina de café realizado con cápsulas.
—¿Vienes aquí a probar que puedes arruinar la poca amistad que nos queda? Porque no estoy segura de por qué sigues viniendo e intentando. No hay nada entre nosotros. —Ahí está, lo dije. Podía ponerse sus pantalones de niño grande y lidiar con eso. Major bajó su taza, que encontró luego de abrir cinco gabinetes. —¿Es eso lo que piensas? ¿No nos queda nada? —Lo sé. No hay nada que pensar. Se veía triste, pero era bueno con toda la cosa triste. Lo utilizaba para salirse con la suya. También lo hacía parecer débil, y no me gustaba lo débil. Yo no lo era, y no quería a nadie a mí alrededor que lo fuera. —Me preocupo por ti. Si no estuvieras tan ocupada siendo fría e indiferente, verías que tenemos algo aquí. Si no hubiéramos tenido nada, no te habrías sentido herida antes. Ahora, no puedes perdonarme y darnos una oportunidad. Si eso fuera verdad, podría aceptarlo y trabajar en ello. Pero se equivocaba. Completa y totalmente. —Me encontraba sola. Viniste y pensé que estar contigo llenaría ese agujero. No fue así. No fuiste suficiente. Nunca lo serás. Eres débil, tienes demasiado amor propio y eres el centro de tu universo. No puedo amar eso, y no puedo llenar mi vacío con eso. No le gustó. El enojo en su mirada fue el primer signo de fuerza que vi de ese chico. —¿Y tú no lo eres? —preguntó, su voz una nota más fuerte de lo normal. —No soy débil. Las otras cosas pueden ser, pero me pertenecen. Me conozco, pero tú pretendes ser perfecto. Crees que tus miradas harán que todo esté bien. Pero no, no eres perfecto. Eres molesto. Parecía fuera de eje, como si no tuviera idea sobre qué hacer o decirme. Era más inteligente que él. Otro punto en mi tablero. —Eres débil. Si fueras fuerte, no buscarías a un hombre que te complete. Eso es debilidad, Nan.
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Dejé que sus palabras se hundieran en mí, porque tenía razón. Punto para Major. —Entonces somos parecidos. ¿Nunca escuchaste que los opuestos se atraen? Nos gustamos tan poco que mataríamos al otro. Está bien, lo dejé expresar su punto. No iba a negar mis errores. Los conocía mejor que nadie. Una vez, inventé todo tipo de excusas para justificarlos, pero dejé de hacerlo. Comenzaba a molestarme. Dudaba que él se hubiese alterado en lo absoluto. Se iría a mirar a un espejo y arreglaría su cabello, admirando su rostro y olvidando que tenía serios y molestos defectos.
—Escuché a personas hablar acerca de tu frialdad. No les creí cuando me advirtieron. No creí que alguien que lucía como tú pudiese ser tan mala. Debías tener algo en ti que valiera la pena amar. Pero tenían razón. Todos ellos, especialmente Mase. Me dijo que había una razón por la que nunca te amó o quiso tener algo contigo. Tienes hielo en tus venas, y no importa cuán hermosa seas, porque eso no puede arreglar esa mierda, Nan. Morirás vieja y sola. Sin hijos o un esposo que te amen. Porque eres una perra. Una rabiosa y cruel perra con tanta amargura que no es capaz de reconocer un buen hombre cuando lo ves. Su cara fue tiñéndose de rojo al tiempo que me decía todas esas cosas, e iba subiendo el tono de voz más y más. Pronto estuvo gritándome. ¿Pensó que me lastimaba? ¿Que otros, antes, no me dijeron las mismas palabras? Tal vez él no sabía que a pesar de que tenía momentos de debilidad, no era una completa débil. Tenía una fuerte coraza para todos los ataques verbales. Tuve que soportarlos toda mi vida, comenzando con mi madre. —¿Terminaste? —pregunté después de tomar mi yogurt. Realmente me gustaba. Tenía fruta en el fondo, lo cual le daba un sabor realmente dulce. Solo ciento treinta calorías. No podía ser mejor para mi figura. —Sí, Nan. Estoy malditamente terminando —dijo, su tono de voz volviendo a la normalidad—. Contigo —finalizó, como si eso fuera a herirme. Chico tonto. No sabía nada. Me observó fijamente, y desvié la mirada de mi taza de yogurt del que de pronto me encontraba enamorada y sonreí. Era una fría perra, tal como me acusó. No quería o necesitaba a Major Colt. Dios ayude a la mujer lo suficientemente estúpida para amar su culo. Nunca amó a nadie tanto como se amaba a sí mismo. Si supiera cuanto trabajo necesitaría en la habitación. Podía bostezar al pensar en cómo sería el sexo vainilla con él. —Entonces, ¿esto es? ¿Esta es la forma cómo quieres terminarlo? — preguntó, bajando su taza luego de un pequeño sorbo.
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—Ha estado terminado. Solo te tomó algo más de tiempo comprenderlo. Entrecerró sus ojos y sacudió la cabeza como si no pudiera creer ni una palabra de lo que decía. —Perra loca —murmuró. Me cansé de escucharlo llamarme perra en mi propia casa. Si quería decirme eso, podía hacerlo; pero por el amor Dios, no en mi casa. ¿El chico no tenía modales en lo absoluto? —Llámame perra una vez más en mi casa, y golpearé tu cabeza con una sartén hasta romper tu perfecta nariz —le advertí, con un tono de
voz calmado y aburrido. Entonces tomé mi yogurt nuevamente, porque era delicioso. Abrió su boca, y levanté una ceja mientras lo miraba haciéndole ver que no bromeaba. Miró hacia una esquina de la cocina, sacudió su cabeza y caminó fuera.
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Esperé hasta que la puerta de entrada se cerró tras él, y dejé salir la respiración que estuve conteniendo. —Gracias a Dios ese idiota se marchó. Jesús, eso fue extenuante. Necesito otro yogurt.
49 Traducido por Beatrix Corregido por GypsyPochi
Cope Gracias a Dios ese idiota se marchó. Jesús, eso fue extenuante. Necesito otro yogurt. Había cosas que podríamos hacer con aquel yogur que parecía amar tan jodidamente tanto. La sonrisa que trajo a mis labios ya no era extraña. Ella me hacía sonreír malditamente tanto últimamente que la esperaba. La disfrutaba. Sin embargo, no volvió por otro yogur. Debatió un momento mientras miraba en el refrigerador, luego se volvió y fue a ponerse su ropa de entrenar. Los pequeños pantalones cortos ajustados que llevaba era mi artículo de vestir favorito de los que tenía. La azotaría por eso después. Tal vez envolver mis manos alrededor de su cuello y apretar suavemente. Jugaba conmigo y con cualquier otra persona que viera su cuerpo. Haciéndome sentir violento, sin embargo, la quería al mismo tiempo.
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Mi teléfono vibró, y era Major. No le hice caso. Él sabía que podía ver el estúpido movimiento que acababa de hacer. Fue en contra de las órdenes. Podría enviar un mensaje, y en cuestión de segundos, su teléfono sería cortado. Le ordenarían evacuar el apartamento en el que vivía de forma inmediata. Y yo me habría ido. No sería capaz de encontrarme. Major no continuaría su trabajo con nosotros. Tomó la decisión equivocada. Sin embargo, él sobreviviría. Al menos, si DeCarlo decía que sí. Si DeCarlo ordenaba un asesinato, no podría detenerlo. Nunca estuvo hecho para este mundo. Captain se equivocó. Pero entonces, Captain en realidad tampoco era como yo. Había estado en busca de la revancha. O la venganza, como él la llamaba. A mí, simplemente me gustaba la matanza. La sensación de control y saber que estaba corrigiendo un error.
Nan salió de su casa, y sabía que era el momento para iniciar el nuevo plan. Mayor se encontraba fuera, y Gannon se hallaba de vuelta. Porque Nan amaba lo que le daba él, y sería capaz de aclarar la información por parte de ella sin el drama que venía con Major.
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Esta noche Gannon, la llamaría perra durante su sesión somnolienta de sexo. Vería si utiliza esas insolencias en él. Dios, esperaba que lo hiciera.
50 Traducido por Beatrix Corregido por GypsyPochi
Nan Una parte de mí se preocupada que Major fuera tan estúpido como para aparecer en esta carrera. Pero cuando terminé mi undécimo kilómetro sin verlo, me hallaba segura de que finalmente se había marchado. Ahora evitaría el ir a casa y encerrarme en una habitación oscura para dormir con la esperanza de otro sueño. Eso oficialmente me haría una psicópata. Por el momento no iría allí. Podría ir a Las Vegas. Si realmente quería… Sólo podría ir. Existía una buena probabilidad de no encontrarlo de nuevo, por la chica embarazada, lo que fuera de él, que trabajaba allí. Llevaba un traje de corista. Por lo menos podría encontrarla. Ella podría golpearme, y yo no sería capaz de golpearle de vuelta, porque estaba embarazada y eso es simplemente incorrecto. Escuchen. Ella se encontraba embarazada de su hijo y yo me hallaba considerando la posibilidad de ir a buscar al hombre. Estaba loca. Él necesitaba estar centrado en la mujer que dejó embarazada. Yo no era ella. Mi mano fue a mi estómago de forma automática, y sentí un dolor allí porque eso era cierto. No estaba embarazada de su hijo y nunca lo estaría. Ella tendría una conexión con él que yo nunca tendría.
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Dios, era un desastre. —Buenos días, Nan. —El acento sureño de Blaire me tomó por sorpresa, y levanté la vista para verla caminando hacia mí desde su coche. Tenía un plato de lo que parecían ser galletas en una mano y sostenía la mano de Nate con la otra. —¡Tía Nan! —Soltó a su madre y corrió hacía mí—. Mamá y yo te hicimos galletas. Las de harina gánica de avena con pasas de uva. Son buenas para ti, y tienen un sabor delicioso. Debe ser la gánica.
Blaire se rio entre dientes. —Lo que quiere decir es orgánica. Sonreí, tirando de él hacia mí. Deduje lo mismo. Era buena en hablar el lenguaje de Nate. Pero no se le dije a Blaire. Sonaría grosero, y me trajo a Nate e hizo galletas. —Muchas gracias. Amo las galletas gánicas —le dije, y besé su pequeña cabeza. Entonces levanté la mirada hacia Blaire—. Necesitaba galletas y a Nate hoy. Gracias. Sonrió y asintió. —Rush mencionó que era posible que necesitaras un poco de compañía. Pensamos en que podíamos hacerte una golosina y traértela. Su estómago se hallaba en la forma perfecta de una pelota de baloncesto en su pequeño cuerpo. Era cuidadora de comer solo de forma saludable con alimentos no procesados, y alimentar igual a Nate. Incluso Rush cedió y empezó a comer más sano. Necesitaba decirle sobre mi yogur. A ella le encantaría. —Incluso tengo un poco de leche de almendras en la nevera que tendrá un sabor delicioso, con estas galletas. Necesito un bocado después de mi carrera. ¿Quieres compartir una conmigo? —pregunté a Nate. Pareció desgarrado por un minuto, luego se inclinó hacia mí. —¿Podríamos conseguir cada uno la nuestra? Me gusta la galleta entera. Riendo, me puse de pie y tomé su mano. —Sí, podemos. Necesito derrochar. Toda una galleta será. —¡Yupi! —Se animó, y se aferró a mi mano con fuerza. Seguimos a Blaire y al plato de galletas a dentro de la casa. Si me decidiera ir a Las Vegas, no iría tras Gannon. Solamente vería si él me encontraría. Eso era sano. ¿Verdad? —¿Pensamientos profundos? —preguntó Blaire, mirándome cuando entré en la casa.
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Podría hablar de esto con ella. Tenía mucho sentido saber su opinión. O la opinión de alguien. Pero me encontraba preocupada de que la opinión fuera que lo dejara solo y siguiera adelante, y no me gustaba esa opinión. Ni siquiera un poquito. —Es un chico —solté, sorprendiéndome a mí misma y a Blaire, a juzgar por su expresión con amplios ojos abiertos. No éramos cercanas. Habíamos aprendido a convivir porque amábamos a Rush y a Nate. Pero en cuanto a ser amigas, nunca vi que eso ocurriera. Algunos puentes estaban demasiado quemados para reconstruir.
—¡Entonces tiene que ser especial! —respondió, cerrando la puerta detrás de Nate y de mí. Nate soltó mi mano y corrió hacia la cocina, gritando que él conseguiría la leche. —Lo es —confirmé. Blaire asintió. —Bueno. Es hora de que encontrara a uno especial. Te lo mereces.
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Esas palabras no eran todopoderosas o mágicas ni nada. Pero me preguntaba si el puente entre nosotras no era tan insalvable como pensaba.
51 Traducido por Beatrix Corregido por GypsyPochi
Major Se movió rápidamente. El arrendador se situó en la puerta de mi apartamento con dos policías, esperando mientras hacía las maletas. Parecía que me encontraba siendo desalojado por una serie de razones que eran falsas, pero no tenía ningún sentido discutir. Esto era lo que Cope se encontraba haciendo. No el inocente casero. Llamé a Cope, pero mi servicio de teléfono también terminó. Esto no era para mí. No me gustaba Cope. Odiaba al hijo de puta. Seguiría mi camino. Ellos no querían que trabajara para ellos. Demonios, jodí un trabajo fácil. Si Nan no hubiera estado tan maldita necesitada al principio, habría sido capaz de recuperarla. La mujer me quería sólo para ella misma. No era un hombre de una sola mujer. Nunca lo sería. No podía ser obligado cuando solo quería una aventura.
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Tenía que haber un montón de operaciones como las de DeCarlo por ahí. Preferiblemente una sin un Cope en el medio. Arruinó toda la diversión. Cada milígramo lo arruinaba. Dudaba que el hombre hubiera tenido sexo en diez malditos años. DeCarlo necesitaba conseguirle a su mano derecha una stripper para que le aliviara algo. Liberar esa tensión que irradiaba de él. Recogiendo mí bolsa de lona, le di a mi casa una pequeña inclinación de cabeza y me dirigí a la puerta. —Bueno, fue divertido, amigos. No permitan que toda esta excitación y peligro en Rosemary Beach se vuelva demasiado para ustedes —les dije en broma mientras salía del lugar con una sonrisa. Eran marionetas, y ni siquiera lo sabían. Yo no era un títere, sin embargo. Ya no más. Este trabajo se esfumó. Necesitaba algo mejor. Uno con armas de fuego y mierdas. No hembras que se hallaban demasiado necesitadas.
Cuando miré hacia mi camioneta, vi un espacio vacío donde antes estuvo estacionado. Mierda. Me quitaron mi vehículo, también. ¿Qué esperaban que hiciera, andar? Una camioneta familiar se detuvo, y pude ver a Captain al volante. Lo llamaron y enviaron a buscarme. Estupendo. Supuse que ellos imaginaron que él tenía que limpiar su propio desorden. Yo. Caminé hacia el lado del pasajero y subí. —Hola, supongo que eres el comité de bienvenida —dije mientras ponía mi bolsa entre nosotros. —Iban a enviar a otra persona. Me ofrecí a venir. Te dije que esto no era algo que te gustaría. —Me advirtió un par de veces, pero él sentía que yo era lo bastante fuerte para manejarlo y ser un arma mortal con mi cara bonita. Esas fueron sus palabras, no las mías. A pesar de que me gustaba mi cara. No se hallaba equivocado en suponer eso. —No se puede trabajar con Cope —dije. —Cope es un maestro. Tú fallaste porque no podías mantener la concentración en el trabajo. Bien. Amaba al jodido Cope. Lo que sea. —Nan es una perra. Trata de mantener la concentración en una mujer que es una perra rabiosa. Captain me miró. —No era una perra la última vez que hablé contigo. Ella estaba interesada en ti. La cabreaste con tus formas de mujeriego, y la perra salió como lo hace en todas las mujeres. Así que, fallaste. No tenía ganas de discutir. Él iba a ganar. —Este no era el tipo de trabajo para el que me inscribí —me quejé. Captain se echó a reír. —Claro que sí, lo fue. Te gustaba la idea de perseguir a chicas lindas. Pensaste que sonaba divertido. Fallaste, Major. Admite esa mierda.
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Bien. Fallé. Tuve que comer eso y aceptarlo. —No tiene importancia. Nunca sería capaz de trabajar con Cope. Es un bastardo. Captain asintió. —Eso es. Nunca conoció a su padre y su madre adicta lo echó a la calle a los diez. Eso es todo lo que DeCarlo me ha hablado de Cope. Y eso no fue hasta hace poco. Cope es un misterio para todos. Él no tiene alma. Sin embargo, es un dios en este mundo. No puede morir. Puede rastrear como un hijo de puta, y es brillante. Habla diez idiomas diferentes y los aprendió mientras vivía entre los contenedores de basura. Es el único tipo duro de verdad. Te has vuelto para él su enemigo. No deberías haber hecho eso.
Excelente. Ahora tenía que preocuparme por el genio multilingüe psicópata matándome. —¿Si desaparezco como él me dijo, no habrá nadie salvándome? Captain se encogió de hombros. —No lo sé. Nadie sabe lo que Cope va a hacer a continuación. Pero deja de cabrearlo. DeCarlo se sorprendió de que te dejara vivir lo suficiente. Ahora, he terminado con este mundo. Sólo vine a buscarte porque se lo debía a ellos. Te traje a este mundo, y era hora de sacarte. Te encontrarán y te darán un ultimátum. Haz lo que tengas que hacer para vivir, y luego aléjate. ¿Ese era su consejo? Estupendo. —Lo tengo. ¿A dónde voy ahora? —México —respondió Captain, y luego se detuvo justo fuera de los límites de la ciudad de Rosemary Beach—. Buena suerte. Con el ceño fruncido, lo miré. —¿Me estás echando? Asintió. —Sip. Te dije que ya no participo en este mundo. —¿Cómo diablos llego a México? Se encogió de hombros. —No es mi problema. Estoy seguro de que aparecerá algo, con el tiempo. Por ahora, empieza a caminar. —¿En serio?
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—Totalmente —fue su única respuesta.
52 Traducido por Marie.Ang Corregido por Daniela Agrafojo
Nan Ir a la tienda de comestibles no era algo que normalmente hacía. Tenía a gente que hacía eso por mí. Así que, cuando entré a Whole Foods, me sentí un poco perdida. Quería más yogurt, pero también quería caminar por ahí y agarrar cosas por mí misma por un cambio. Estar enjaulada dentro de mi casa todo el tiempo me estaba volviendo loca. Necesitaba un descanso de las cuatro paredes en las que me escondía. Mis pensamientos permanecían centrados en Gannon cada vez que me quedaba sola. Con el fin de preocuparme por mí, decidí que ir la tienda de comestibles era algo que necesitaba hacer. En realidad, nunca lo había hecho antes, y honestamente, todas las opciones eran abrumadoras. Mi mente no iba a tener tiempo de pensar en saltar a un avión hacia las Vegas. Se encontraba demasiado ocupada asimilando todo esto.
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Las opciones de vegetales orgánicos tenían mi cabeza girando, así como las frutas. Escogí unas pocas que sabía que me gustaban y un par que quería probar. Pensé en empezar a cocinar. Esa sería una gran forma de distraerme. Especialmente si quemaba la casa, lo cual era una posibilidad. Me salté las nueces, porque aunque eran deliciosas y saludables, tenían más grasa de la que me encontraba dispuesta a poner en mi cuerpo. Aun si era buena grasa. Nadie podía discutir conmigo sobre ello. Era un no-no para mí. Las opciones de yogurt griego eran más de las que podría haber esperado. Pasé más tiempo ahí que en cualquier otro lugar. Mi calcio iba a estar bien. Compré lo suficiente para mantener a la ciudad con yogurt si venían a visitarme. Lo que no sucedería, porque probablemente los echaría a patadas.
Volví a dirigirme al pasillo de los cereales cuando divisé a un hombre al final del pasillo, justo cuando giraba en la esquina. Lo reconocí. El color familiar de su cabello recogido en un moño masculino. La barba. Sus vaqueros eran ajustados como los recordaba, y se movía como Gannon. No tenía sentido que estuviera aquí en Rosemary Beach en la tienda Whole Foods, pero lo había visto. ¿No? Dejé mi carro justo en frente del cereal y corrí por el pasillo por cinco filas para pillarlo. Ningún hombre podía ser así de similar a él. Era único. Mis largas piernas se comieron el suelo con rapidez, y era consciente de que la gente me miraba, pero no me importaba. Cuando alcancé el pasillo, se encontraba vacío excepto por una mamá yogui con un bebé llorando en su carro. Ningún hombre. Ningún Gannon. Lo había imaginado. Eso tendría más sentido. Pero no me sentía lista para rendirme aún, así que corrí por el pasillo y luego procedí a revisar todos los otros pasillos. —Disculpe, señorita, ¿puedo ayudarla? —Uno de los chicos de reposición de estantes detuvo mi búsqueda frenética, y me di cuenta que había estado en eso por un rato. Gannon no se hallaba en Whole Foods, y yo perdía la cabeza. Negué y me fui a encontrar el carro que había dejado. El pasillo de los cereales ya no me llamaba la atención. Me sentía lista para irme. Tomé todo mi yogurt y unas pocas frutas y vegetales, y pagué. La cajera seguía mirándome como si estuviera a punto de hacer una loca carrera hacia la puerta. Supongo que me había visto registrando el lugar como una maniática. Pagué mi comida y me fui. Demasiada distracción para mí. No iba a ir a Las Vegas a encontrarlo, así que aparentemente iba a quedarme en Rosemary Beach y alucinar. Pero estaba tan segura de que lo había visto. Este había llevado mangas largas y gris. ¿Era normal que tu cabeza creara cosas así?
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Durante toda la conducción a casa, reproduje lo que vi e intenté decirme que no me encontraba loca. Tuvo que haber sido un hombre que se le parecía en ese pasillo. No inventé eso. El yogurt llenó más de mi refrigerador de lo que anticipé, y dejé afuera uno de mango y agarré una cuchara. Era hora de que viera algo de Gossip Girl. Solo algo para alejar mi mente de Gannon. Estaba arruinándome. Necesitaba un cierre, pero, ¿cómo lo conseguiría si nunca lo veía de nuevo? La idea de nunca verlo otra vez hacía que mi pecho doliera. No quería pensar en eso. Pero era la verdad. Él sería un recuerdo en poco tiempo, y encontraría una forma de seguir adelante. Existía alguien afuera que podía ayudarme a dejarlo ir. Unos días con un hombre, y se había vuelto más difícil de
sacar que cualquier chico con el que alguna vez estuve en una relación de verdad. Dios, deseaba nunca haberlo conocido. Eso era mentira. Aunque podría estar perdiendo la cabeza por él, me sentía contenta de que me hubiera encontrado. Porque hasta él, nunca había sentido el rayo. Ahora sabía lo que era y que era real.
La luz de la televisión aun lanzaba un brillo sobre la habitación oscura. Cuando su cuerpo se movió sobre el mío, me tensé por un momento, pensando que me encontraba despierta y este era él. Hasta que me di cuenta que no podía serlo. Estaba durmiendo y él se hallaba aquí. Incluso en la sala de estar. La televisión se encontraba en silencio, y sabía que me había quedado dormida con el volumen encendido. Mi mente solo corregía las cosas que podían arruinar mi fantasía. Debería agradecer eso. Viendo cómo hoy me hizo pensar que podría estar loca al ver un atisbo de él. Gemí mientras su mano levantaba mi camisa, y estiré mi cuerpo, ansiosa de más. —No te dije que podías moverte —dijo. Su voz tenía un matiz juguetón que no acostumbraba a escuchar—. Pero me place verte. Aunque mi mano pica por golpear tu trasero por usar esos pantalones de correr. Mostrando cada centímetro seductor de tu forma. Oh. De acuerdo. Todavía no abriría los ojos. Disfrutaba de su cercanía. Cuando era así conmigo, era como si fuéramos un ser en vez de dos. Me hacía sentir segura y querida en una forma que nunca lo fui antes.
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—Te gustan mis manos sobre ti independientemente de si es con placer o con dolor, ¿no? —preguntó, aunque conocía la respuesta. Me moví de nuevo y mordí mi labio, justo antes de que su mano palmeara mi estómago. Hizo un pequeño sonido de placer, después arrancó mi camisa y golpeó mis pechos desnudos antes de que su boca cubriera un pezón y empezara a chuparlo. El picor suavizado por su boca caliente envió electricidad a través de mi cuerpo. Me hallaba tan cerca de un orgasmo ya, que bromeó conmigo y apenas me lamió. Empujó su mano entre mis piernas con rudeza, y no se movió con suavidad cuando sus dedos entraron con fuerza. Su ataque agresivo solo me hizo temblar
con excitación por más. Me hacía sentir tan retorcida como él. Sabía eso, pero no me importaba. —Chupa mi pene… perra —dijo, lo último como si me probara. Como si supiera que me habían llamado perra hoy en mi casa y no me gustó en absoluto. Este era mi sueño, así que quería eso de él. Ser mandada así me hizo algo que nunca había esperado. Gannon, o la fantasía de Gannon, me mostró lo que se encontraba en mi psique que no sabía que había enterrado ahí. Agarró un puñado de mi cabello, luego me sacó del sofá y me puso de rodillas frente a su alta, enorme y musculosa forma. Mis ojos estaban abiertos ahora, y el halo de luz alrededor de él desde la televisión lo hacía parecer como un antiguo dios que vino para apropiarse de mí y luego destruirme. Aun con ese pensamiento, quería complacerlo. Quería que me manejara con rudeza. Tomándolo en mis manos, lentamente deslicé mi boca sobre la gruesa cabeza de su erección. Nunca entraría por completo en mi boca, pero me atragantaría intentándolo. Con la primera arcada, gimió y agarró mi cabeza, presionando más profundo hasta que no pude respirar y pensé que de verdad podría vomitar. Entonces, me liberó, y me alejé, jadeando por aire mientras mi saliva corría entre él y mi boca. Mis ojos se aguaron, y alcé la mirada hacia él, preguntándome si esto era lo que quería ver. Acunó mi rostro con su mano. —Dios, eres tan jodidamente hermosa. Aquellas palabras eran suficientes. Empecé a succionarlo más profundo, y no volvió a tocar mi cabeza, excepto para pasar los dedos a través de mi cabello y felicitarme. Mi determinación creció y me excité con cada una de sus palabras, sin notar cuando su polla empezó a crecer y la vena de un lado comenzó a palpitar, advirtiéndome que se hallaba a punto de correrse.
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De pronto, fui arrancada de golpe y arrojada sobre el sofá. —Sácate las bragas —ordenó, y me las bajé mientras se cubría con un condón. —Buena chica. Ahora, ponte de rodillas y date la vuelta —dijo, moviéndose hacia mí. Me di la vuelta y me incliné contra el respaldo del sofá, de rodillas. Levanté mi trasero hacia él, sabiendo que era lo que quería, y esperé la palmada que vino después. —Sacude ese culo para mí de nuevo, y lo follaré —gruñó. Entonces, con una embestida, se hundió profundamente dentro de mí. Su respiración caliente se
encontraba en mi cuello—. El coño más apretado que alguna vez he tenido. — Metió un mechón de mi cabello detrás de mí oreja—. A tu dulce culo le gusta molestarme —dijo, mientras empezaba a follarme. Agarró mis hombros y los apretó casi al punto del dolor, y se movió dentro de mí una y otra vez. Más duro cada vez. Quería gritarle que parara, pero en vez de eso, empecé a rogar por más. —Si duele, grítame. —Su oscura voz hizo toda la escena más erótica, y grité a causa del inminente orgasmo que su fuerza producía. —Me voy a correr. —Jadeé, sabiendo que las únicas lágrimas que vería serían las que vinieran del éxtasis puro. —Entonces, hazlo. ¡Ahora! Y lo hice. Mi cuerpo se sacudió, y sus manos envolvieron mi cuello mientras apretaba hasta que mi cabeza se volvió liviana y mi placer alcanzó nuevas alturas. No sabía si iba a vivir a través de esto. Era más de lo que los humanos podían soportar. Estaba segura. Las malas noticias eran que esto era un sueño, y despertaría sin haberlo experimentado en absoluto. Las lágrimas vinieron entonces, justo antes de que su cuerpo me tirara hacia él. Susurró palabras que eran dulces, pero me sentía demasiado cansada para entenderlas.
Las Vegas siempre era lo mismo. Cada vez que venía.
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Sí, me hallaba en Las Vegas. No me juzguen. Tampoco le había contado la verdad a Rush. Cuando dejaba la ciudad, siempre le decía a dónde iba. Esta vez, no quería explicar que iba a encontrar a un chico que acechaba mis sueños y que había dejado en Las Vegas con su novia corista embarazada pero, lo que sea. Sí… no iba a contarle eso a Rush. No necesitaba que me dijeran que era una mala idea. Sabía que era una mala idea, pero buscaba un cierre. Esta mañana, desperté con un moretón en mi hombro izquierdo y una vagina muy sensible. Eso no pudo suceder por un sueño, así que estaba perdiendo la cabeza. Esa era la única otra explicación. Este hombre me estaba enloqueciendo.
Tenía que encontrarlo. Superarlo y definitivamente, seguir adelante. Terminar con estos locos sueños en donde aparentemente me golpeaban hasta la mierda mientras dormía. Así que, mi hermano mayor pensaba que me dirigía a Barcelona con amigos por un par de semanas. Eso era creíble. Amaba España. Ni siquiera lo cuestionó. Solo me dijo que me mantuviera en contacto, de modo que supiera que me encontraba a salvo. Mi meta era encontrar a Gannon, conseguir mi cierre, y salir endemoniadamente de Las Vegas. Entre más me quedara aquí, más difícil sería esto. Todo me lo recordaba. No eran malos recuerdos, tampoco. Eran buenos recuerdos. Cosas de las que quería más. Cosas que no podía tener. Bueno, quizás podía, pero el hecho de que tuviera a una mujer embarazada como que le ponía un impedimento a las cosas. Pero entonces, él no la amaba, obviamente, y la gente cometía errores. Sacudiendo la cabeza para evitar que mis pensamientos fueran en esa dirección, terminé de desempacar mi ropa y fui al minibar para conseguir una botella de agua. Volar siempre me deshidrataba. Bebería medio litro mientras me relajaba en el sofá en forma de L y planeaba mi siguiente movimiento. Porque ahora que me encontraba aquí, no sabía cómo encontrarlo. Quedarme en el Bellagio era mi único plan, por mucho. No era como si Gannon viviera allí. Muy probablemente se encontraba de regreso en cualquiera que fuera el estado en donde vivía, y podría no encontrarlo en absoluto. Mi primera idea era ir a cada espectáculo con coristas en el Bellagio y en el Caesars hasta que encontrara a la chica. Eso sonaba loco, pero ¿cómo más la encontraría? Y ella era mi única forma de encontrarlo. Sabía que vivía y trabajaba aquí. Lo que me daba la esperanza de que Gannon debiera estar aquí un montón, habiendo embarazado a una corista. Su compañía de construcción construía casinos, después de todo. Tenía sentido que estuviera aquí a tiempo completo o por largas estancias. Era una locura. Estaba loca. Pero entonces, es por eso que había venido a Las
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Vegas.
Consideré ir al Hyde. Ahí fue donde lo conocí, después de todo. Pero dijo que no le gustaban mucho los clubes, y solo había ido esa noche. No estaría ahí de
nuevo. Encontrar a la mujer era la mejor idea. Qué le preguntaría una vez que la encontrara, aun trabajaba en eso. El mini vestido negro que llevaba atraía la atención a mis piernas, y siempre me gustó la forma en que mi piel pálida y el cabello rojo lucían contra el color medianoche. Me sentía confiada y lista para hacer esto. Había un espectáculo a las siete esta noche en el Bellagio que iría a ver. Tenía un asiento en la fila principal para poder ver las caras claramente, y me sentía tan nerviosa como lista. Había llegado lejos; tenía que terminar esto. Sin embargo, mis planes y estrategias fueron todo para nada. Cuando salí del elevador, ahí se encontraba él de pie, mirándome. Casi como si esperara encontrarme. La conmoción que sabía se encontraba claramente en mi rostro no se veía en el suyo. Era como si estuviera esperándome. —Nan —dijo, con una pequeña sonrisa levantando las comisuras de su boca. Se sentía complacido, pero había un sentido de peligro en esa mirada que conocía de mis sueños. Mi corazón se aceleró. —Gannon —respondí, casi insegura de si me imaginaba todo esto y mi locura simplemente había encontrado un nuevo nivel. —Estoy feliz de que volvieras. —Su sonrisa complacida era casi petulante ahora. Maldito. —No fue por ti —espeté, en el tono más altivo que pude manejar en ese momento.
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Eso lo hizo reír entre dientes. Un profundo y rico sonido que envió vibraciones a través de mi cuerpo. —Todavía estoy feliz de que volvieras. Oh. Bueno. Oh. No sabía qué decir a eso. Me encontraba lista para una pelea de palabras. El problema con que estuviera justo aquí, tan fácil de encontrar, era que no había preparado lo que le diría. No había esperado encontrarlo así. — Tienes una novia embarazada —fue lo que mi boca decidió soltar a continuación. No podía confiar en mi boca. Siempre decía exactamente lo que pensaba. No tenía filtro, y no me había servido bien en mi vida. Hice muchos enemigos por decir exactamente lo que pensaba en el momento. No era justo, en verdad, que la gente encontrara difícil perdonarme por decir las cosas sin pensar. Al menos, nunca se tenían que preguntar lo que pensaba. El resto del mundo mentía un montón. No compartían sus sentimientos y se tragaban las cosas que eventualmente los amargaban más. Se veía casi arrepentido. —No. Ella fue una cosa de una sola noche. Nunca una novia. Nos llegamos a conocer a través de conocidos mutuos y entonces, una
noche, con demasiados tragos, dormimos juntos. No se encontraba en control de natalidad, y el condón se rompió. La semana pasada, tuvo un aborto espontáneo y perdió al bebé. No sabía qué decir a eso. —¿Puedo llevarte a cenar? ¿O ya tenías otros planes? —preguntó, sin esperar a que respondiera. Dejé que se asentara el hecho de que no tuviera una novia o un bebé en camino. Asentí. —Me gustaría. Sonrió de nuevo. —Entonces, ¿te arreglaste por nada? Me miré, recordando que estaba, de hecho, yendo a un espectáculo con la esperanza de encontrar a la madre de su hijo. Sin embargo, no admitiría eso. —Eh, sí, supongo que sí. Alzó el brazo, y deslicé mi mano en el hueco de su codo. —Bien. Odiaría hacerte cancelar tus planes. Pero lo haría. La finalidad y poder en su tono deberían haberme molestado. Era tan mandón y seguro de sí mismo. Pero en cambio, me excitaba. Me había vuelto loca.
La cabina en la esquina posterior tenía forma de U y se hallaba apartada del resto del ocupado restaurante. Cuando entramos, la anfitriona ni siquiera le preguntó a Gannon para cuántos o en dónde quería sentarse. Lo miró como si lo conociera y sonrió, luego agarró dos menús y nos guio hacia la mesa. Debía vivir en Las Vegas parte del tiempo. Aquellas eran preguntas que nunca le hice antes. Cosas que quería saber.
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—¿Vienes a Las Vegas a menudo? —pregunté, cuando la anfitriona se alejó, asegurándonos que nuestro camarero, Greg, estaría enseguida con nosotros. Se encogió de hombros. —Ocasionalmente. —No era mucho de compartir. Quería saber más sobre el hombre que vino en mis sueños y arruinó mi cabeza para todos los otros hombres. —¿Vives en Las Vegas? ¿O cerca de aquí? —pregunté, necesitando más. —No —fue todo lo que dijo.
Sentí como crecía la frustración. La gente normal seguiría eso diciendo en dónde vivían. Esto era extremadamente difícil. —Entonces, ¿en dónde vives? — pregunté, esta vez con más agudeza, ya que eso era lo que iba a requerir. —Diferentes lugares. Dependiendo de mí trabajo en ese momento. ¿Bromeaba? ¿Esto era una prueba para hacerme estallar? Suspirando en derrota, me incliné hacia atrás y crucé los brazos sobre mi pecho. —Bien. No quieres decirme sobre ti. Solo me sentaré aquí en silencio y te dejaré tranquilo. Su gran y fuerte mano estuvo en mi muslo al instante, sosteniéndolo con un firme y casi doloroso agarre. Contuve la respiración, insegura de qué botón presioné pero esperando ver si era uno sexual o uno verdaderamente furioso, en donde me golpearía como el infierno y luego me arrojaría a una zanja al lado del camino. Con este hombre, no podía estar segura. Infiernos, ni siquiera sabía en dónde vivía. —No me faltes el respeto con esa hermosa y jodida boca. —Su voz estaba enlazada con una advertencia y una tentación, todo al mismo tiempo. Debería regresarle más insolencia de la que podía manejar, pero no sabía si era bueno hacerlo. Y en una forma extraña, quería complacerlo. Así que asentí y respondí—: Sí, señor. Antes de poder estar asqueada conmigo misma por mi sumisa respuesta, empezó a acariciar el muslo que probablemente magulló. —Eso está mejor — susurró, luego se inclinó para reclamar mi boca en un beso. Justo en frente de todo el maldito lugar. Bueno, nos hallábamos un poco ocultos, pero Greg el camarero podía aparecer en cualquier momento para tomar nuestra orden.
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Rompió el beso tan rápido como lo inició y se echó hacia atrás, su mano aun en mi muslo como si fuera su dueño y quisiera recordármelo. Un alto y desgarbado chico con un cabello naranja brillante y muchas pecas apareció. Debía ser Greg. Parecía estar sonrojado, y me pregunté si había intentado acercarse a nosotros segundos antes cuando nuestros labios estuvieron sellados apasionadamente. No me miraba a los ojos, así que supongo que ese fue el caso. Esperaba que sí, porque de lo contrario, sería una pena que su piel siempre estuviera así de roja. Ya tenía todas esas pecas y ese horrible cabello naranja. Un buen estilista podía arreglarlo y darle un color más castaño que haría al menos que sus pecas fueran menos ofensivas. —Buenas tardes. Mi nombre es Greg, y seré su camarero esta noche. ¿Qué puedo conseguirles para beber? —Sonaba nervioso.
—Una botella de Chave Hermitage del 1990 —ordenó Gannon, como si estuviera seguro de que este lugar tendría tal vino francés desconocido. Sucedía que también era mi vino tinto favorito. Greg llenó nuestros vasos de agua mientras miraba a Gannon, tratando de decidir si era una broma. —Sí, señor —respondió, y se alejó. —¿Acabas de ordenar una botella de Hermitage en un restaurante de un casino? —pregunté, tratando de decidir si pude haberlo escuchado mal. Gannon me miró y sonrió. —Sí. —Por supuesto, eso era todo lo que iba a decir. —Es un vino tinto francés, que es mi favorito, pero no puedes encontrarlo tan fácilmente en el país y definitivamente no en un restaurant así. Ordenaste un Hermitage antiguo. Se veía molesto, y su mano se tensó en mi muslo. Cuando hacía eso, sabía que había sobrepasado la línea que invisiblemente mantenía dibujada entre nosotros. Algo que debería molestarme, pero no. Me gustaba la idea de la línea provocándome a cruzarla. —No necesito una lección de vino. Soy consciente de lo que ordené. Maldita mujer cara de mantener —terminó con un exasperado murmullo. —¿Acabas de llamarme “cara de mantener”? —pregunté, enderezando mi postura y lanzándole una mirada que definitivamente cruzaba la línea. Se giró hacia mí tras tomar un sorbo de su agua y casi rio. —Sí, dulzura, lo hice. Eres la mujer más cara de mantener que alguna vez conocí. Eso no sonaba bien en lo absoluto. Pero probablemente se hallaba en lo correcto en esa suposición. Era terriblemente cara de mantener. Aun así, era grosero de su parte decirlo. —Eso es grosero —le dije.
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—Al igual que tú, querida. Abrí la boca para decir algo brillantemente mal educado cuando el camarero apareció con el vino. Me sentía un poco más que excitada de que tuvieran el Hermitage. Encontré difícil de creer que Gannon hubiera escogido mi vino favorito al azar. No era fácil de adivinar. —¿Cómo supiste que era mi favorito? —pregunté. —Porque me importa —dijo con simplicidad, y entonces empezó a ordenar nuestro primer plato sin consultarme. Estuve aliviada de escuchar que era atún con salsa tártara, así que no me preocupé. Pero una parte de mí quería. Solo porque sí.
Entre bromas y cháchara, saqué muy poco de Gannon. Él, sin embargo, descubrió que vivía en Rosemary Beach, que mi padre era la leyenda del rock Kiro Manning, y que tenía dos hermanos por el lado de Kiro, ninguno de ellos tenía que ver mucho conmigo; un hermano por el lado de mi madre con quien era muy cercana, y un sobrino al que adoraba.
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De alguna manera, se las arregló para mantenerme hablando mientras evadía todas las preguntas dirigidas a él. Hombre terco.
53 Traducido por Beatrix Corregido por Jadasa
Major Esta era, posiblemente, la cosa más tonta que hice alguna vez, pero me encontraba borracho y enojado. No me iba a ir a México. Joder, no. ¿Quién en su sano juicio pensó que era tan estúpido? A la puta con esa mierda. Yo iba a donde quería ir. Justo después de entregarle esta pequeña nota a Nan. Me detuve en los escalones de su entrada principal y abrí la puerta utilizando el código que me sabía de memoria, luego desactivé la alarma. Una vez que fue seguro entrar, bajé la mirada hacia mi ropa de color negro, sonriendo ante mi allanamiento de morada. Lo tenía todo pensado. Tras más de ocho chupitos de tequila. Allí mismo, en su encimera de la cocina, puse una nota. Era simple y no tan elegante como los sobres de colores que Cope me dio para entregarle. Éste no tendría ningún soneto de amor o lo que demonios fueran. No… éste tendría la verdad. Lo que necesitaba saber.
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Porque, maldita sea, si ella no era inocente. Era demasiado superficial y preocupada por su próxima manicura y viaje a París para estar con un criminal. Esa no era Nan. Si Cope no veía eso aún, entonces no era tan genial como todo el mundo pensaba que era. Él necesitaba trabajar. La cuestión era que, no pensaba que él creía que Nan se encontraba involucrada con cualquier cosa. La estuvo observando mientras comía, dormía, veía la puta televisión, se duchaba, y lo que demonios demás hiciera durante dos meses. Sabía que ella era inocente. Por qué se encontraba decidido a demostrar lo contrario, no estaba seguro. Pero ella necesitaba saberlo. Miré alrededor de su casa por última vez y sentí una punzada de tristeza. Extrañaría a Nan. Los momentos divertidos que pasamos antes de que todo se fuera a la mierda. Tal vez podría haber sido la indicada para mí. Quizás si la
hubiera amado cuando también me deseaba, ella podría haber cambiado mi vida. Pero no lo hice, y ahora se hallaba fuera de mi alcance. Le debía esto. Tenía que saber la verdad. Lo que ellos le hacían, estaba mal. Nan era especial. Toda su vida fue incomprendida, y esto era sólo una crueldad más que tendría que superar. Nunca me lo perdonaría, y a mí diciéndoselo haría que sólo me odiara más. Pero me importaba lo suficiente como para que quisiera que lo supiera. Probablemente ella sería la única que se me escapó, la que recordaría años a partir de ahora y sobre la que me preguntaría. Ahora, todo terminó. Todo ello.
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Ya era hora de que me largara.
54 Traducido por Nickie Corregido por Mary Warner
Nan Mi cuerpo estaba bellamente agotado cuando me estiré a la mañana siguiente. La luz del sol entraba en mi suite, y brazos fuertes me rodeaban, empujándome contra un amplio pecho que me hacía sentir segura. Luego de nuestra deliciosa comida y dos botellas de vino, volvimos a mi habitación y tuvimos sexo increíble y caliente durante horas. Nunca había tenido sexo durante dos horas seguidas. No sabía que fuera posible. Eso era sin contar el juego previo, en cualquier caso. Puro sexo que duró por dos horas. Perdí la cuenta de mis orgasmos. Él era mejor que mis sueños, pero tan parecido. Toqué mi mejilla. La bofetada que me había dado me sorprendió, porque pensé que sólo ocurrió en mis sueños. Al parecer, estaba equivocada. No escocia, y sabía que no dejaría ninguna marca. Moví la mano para tocar mi hombro, que me golpeé por culpa de mi muy-real sueño y todavía estaba sensible. Gannon ni siquiera lo mencionó aunque se había mostrado algo preocupado.
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—Estás en control de natalidad —Era más una declaración que una pregunta, pero aun así asentí. Él ni siquiera sonaba como si hubiera estado durmiendo. Su voz era profunda y suavemente oscura como siempre. »Estoy limpio. Me hago chequeos regularmente, y desde la última vez que me examiné, no he estado con una mujer. Nos dejamos llevar anoche, y el condón se rompió. Ninguno de los dos pareció prestarle atención y continuamos después de que se lo quitó y tiró. Esta mañana, ni siquiera me había preocupado por eso. Confiaba en él. Probablemente era estúpido, pero no podía evitarlo. Así era. —Yo también —le dije—. Aunque nunca tuve sexo sin protección. Hasta ahora.
Sus brazos se apretaron alrededor de mí. —Bien. No quiero tener nada entre nosotros de nuevo. Mi corazón dio un tonto vuelco, y envolví mis brazos alrededor de los suyos y sonreí. Estaba feliz. Completa y totalmente feliz. Nunca en mi vida me había sentido así. Sabía que él me quería. Que me protegería. Y me enamoré de este loco, brillante y sexy hombre. No era mi intención. Nunca dejé que mi corazón de verdad amara, pero esta vez sí. Le permití amarlo porque confiaba en él. No estaba segura de que él pudiera amarme también, pero disfrutaría de lo que me diera. Hasta que se marchara. Cerrando los ojos con fuerza, traté de mantener alejada la tristeza de ese pensamiento. Era feliz, y lo disfrutaría. Cada momento que tuviera. —¿Quieres ir a correr después del desayuno? —preguntó cerca de mi oído, y me estremecí por el cosquilleo caliente de su aliento. —Sí —contesté. Si él iba a hacerlo, quería estar ahí. —Conozco un buen lugar. Es donde corro cuando estoy en la ciudad. Sonriendo, me acurruqué más cerca de él. —Sigue frotando ese culo caliente contra mí, y vamos a follar antes del desayuno. Iba a darle un descanso a ese pequeño coño apretado esta mañana, pero estás pidiendo que te follen. La forma obscena en que hablaba del sexo me hacía desear más de eso. Tenía razón. Estaba dolorida, pero cuando hablaba así, no me importaba. Quería más. Así que hice lo que cualquier mujer en mi posición haría. Contoneé mi trasero.
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Me había dado vuelta, alzando mi trasero con un fuerte agarre en mi cintura, antes de que pudiera respirar otra vez. Dos almohadas fueron puestas debajo de mi estómago, y luego su mano abofeteó mi nalga izquierda. —Quieres que te follen. Yo lo haré. Era duro pero no tanto como la noche anterior. El hecho de que pusiera almohadas debajo de mi estómago para tratar de ponerme más cómoda y la forma en que se deslizó dentro de mí en vez de estrellarse contra mi cuerpo hicieron que mi corazón se derritiera. Se preocupaba. Estaba cuidando de mí. Incluso con su boca sucia y actitud amenazante, no se hallaba dispuesto a hacerme daño. Eso en sí fue suficiente para hacerme alcanzar mi primer clímax rápidamente. La manera dulce en que pasó sus manos por mi espalda y agarró mi trasero fue todo lo que se necesitó para enviarme al segundo. Iba a morir a causa
de muchos orgasmos y demasiado sexo con este hombre, pero no me importaba. Era una buena forma de irse.
El Cañon Red Rock era impresionante. Disfrutaba de mi corrida por la playa cada mañana en casa, pero esto era diferente. Era un sendero de cañones, picos, y cornisas. Quería admirar el paisaje, pero también quería disfrutar de la forma en que el cuerpo de Gannon lucía cuando corría. Especialmente sus musculosas piernas en esos pantalones cortos. Me distraían de la belleza de la naturaleza. No hablamos mucho mientras corríamos, lo que era bueno. No quería correr y hablar. Mi mente deambulaba cuando lo hacía, y se sentía casi como si estuviera aquí sola con mis pensamientos. No era así, por supuesto, porque la presencia de él siempre se hallaba ahí tentándome a mirar en su dirección. Fastidiosamente, no me había mirado ni una vez, y tenía puesto los pantalones cortos ajustados y el sujetador deportivo que mencionó en mi sueño. Parecía que el Gannon de la vida real no se sentía motivado al sexo furioso por la visión de mí con este atuendo. Maldita fantasía. Excursionistas nos pasaron cuando comenzamos a trotar en vez de correr cerca del final. Estaba acostumbrada a una superficie plana, incluso si era arena, y eso era más fácil que este terreno. Respiraba con dificultad, y el sudor corría por el medio de mi espalda desnuda. Levanté la mano y me limpié el sudor de la frente con mi brazo y exhalé un suspiro de alivio cuando llegamos otra vez a donde habíamos comenzado.
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Se dirigió al auto y sacó nuestras botellas de agua y toallas de mano y me dio una de cada una. Me sequé el sudor y terminé la botella antes de sentirme lista para moverme de nuevo. Salimos de ahí y fuimos al primer lugar donde me había llevado a desayunar en la vieja Vegas. Me encantaban las opciones saludables y disfruté la comida, mientras me hacía más preguntas sobre mi vida. Renuncié a preguntarle cosas y decidí que me diría cuando estuviera listo. De alguna forma, llegamos a este perdedor con el que salí por un tiempo en Paris la primavera pasada, llamado Franco algo—no podía recordarlo. Me había acosado, pero era lindo y tenía un montón de dinero para malgastar. Por no hablar de sus conexiones. Me gustaban sus contactos y los lugares a los que era capaz de llevarnos. Pero al final, el hombre me ponía los pelos de punta, y descubrí algunas
cosas sobre él que eran grandes señales de advertencia, así que lo dejé y volví a casa. Cuando terminé de hablar de ese episodio en Villaperdedor, levanté la vista de mis huevos con tostadas para ver que tenía su completa atención. No me hallaba segura de por que lucía tan serio. Como si tratara de leer más en mis palabras de lo que estaba ahí. Yo sólo contestaba sus preguntas y hablaba de cosas sin importancia. —¿Me estás juzgando por abandonarlo? ¿Nunca decidiste que una mujer era una pérdida de tu tiempo y te fuiste? —le pregunté con una sonrisa que esperaba que lo ablandara—. No te sientas mal por Franco. No estaba enamorado o algo. Fue una pequeñas aventura. Eso es todo. Un error de mi parte, porque creo que el hombre se hallaba metido en algunas cosas sórdidas. Cuando comencé a tener esa sensación, volví volando a casa. Gannon tomó la servilleta de su regazo, la puso sobre la mesa y dejó un billete de cien dólares. —Vamos —dijo con un dominante tono de no discutas. Así que lo seguí.
La puerta de mi suite se cerró de un golpe en el momento en que entramos, y me di la vuelta, sorprendida. —Quítate esa ropa provocadora ¡Ahora! —dijo Gannon mientras se quitaba la camisa y comenzaba a trabajar en los cordones de sus pantalones cortos deportivos.
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Me gustaba el rostro de sexo furioso, y lo estaba viendo ahora. Sus pupilas estaban dilatadas, y la oscuridad en sus ojos era abrumadora. Me agaché para desatar mis zapatos, y antes de que pudiera terminar con uno, me agarró y me empujó contra la pared. —Usas maldita ropa de zorra y me vuelves loco con ella. Los hombres te miran y te quieren, cuando yo soy el único que consigue llevarte de vuelta a tu habitación y follarte. Pero me hiciste esperar por eso. No me gusta esperar, demonios. La ferocidad de su tono me hizo jadear como una perra en celo. Su boca invadió la mía, y envolví mis brazos alrededor de su cuerpo mientras inhalaba su
olor y devoraba su sabor. Me encantaba todo de él. La forma en que me trataba, como me miraba, la manera en que me hacía reír, en la que se preocupaba por mí y me hacía sentir segura. Apartó su boca de la mía, tiró de mi sujetador deportivo por encima de mi cabeza y lo arrojó a un lado antes de bajar la boca para chupar mi pecho. Adoraba su cabello y enterrar mis manos en él. Disfruté del calor y la humedad rodeando mis pezones, junto con los mordiscos que le daba a mi carne sensible. Ya tenía muchas marcas en el pecho y estómago por sus dientes, pero las quería ahí. Me hacía sentir que en verdad era de él. Empujó mis pantalones cortos y las bragas hasta mis tobillos y me dio la vuelta. —Las manos en la pared —gruñó. Hice lo que me dijo, y el entró en mí. Llenándome hasta que grité por la intrusión. —Tómalo, Nan. Tómalo como una buena chica —gruñó en mi oído, entonces me llevó al cielo y me dejó caer. Tomaría lo que sea que me estuviera dando. Cuando actuaba así, me conducía a la locura que ansiaba. Nunca creí que un hombre podría ponerme cachonda comportándose de la forma en que él lo hacía. Había una inestabilidad en él que no era segura. Aunque nunca me sentí tan a salvo como cuando me encontraba en sus brazos. Incluso cuando me hacía daño, me amaba de todas formas. Nada se podía comparar con esto. Nunca. —Alardeas tu cuerpo porque quieres esto —dijo, tirando de mi cabello por lo que mi cuello se arqueó hacia atrás—. Esto es lo que estás buscando, lo que necesitas. —Sí —coincidí, porque tenía razón. Definitivamente esto era lo que necesitaba. Lo que quería. —Sólo yo —gimió en mi oído—. Sólo el maldito yo. Nadie más puede darte esto.
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De nuevo, estaba completamente en lo cierto. Sólo quería esto con él. —¡Dilo! —gritó, jalando mi cabeza con fuerza—. Dímelo. Lo dejé tirar lo suficientemente fuerte como para que el ardor hiciera que mis ojos se aguaran, y luego sonreí. —¡Sólo tú! —grité justo antes de venirme.
Son esos momentos justo antes de despertar cuando sabes que algo está fuera de lugar. Que las cosas no están del todo bien. El sueño profundo que disfrutaste se disipa, y el desasosiego a tu alrededor se instala. Quieres volver a meterte bajo las sábanas y dejar que la seguridad del sueño te reclame un poco más, pero tienes que abrir los ojos y enfrentar la verdad. Cualquiera sea, tienes que aceptarla. Odiaba esos momentos. Eran demasiado reales en mi vida, pero sabía que esta vez, no volvería a ser la misma. Me cambiaría. Cambiaría mi vida, y nunca sería capaz de volver a lo que era antes. Así que me quedé allí con los ojos cerrados, sintiendo el frío a mí alrededor. Dejando que la realidad se filtrara por mi piel y me preparara para lo que estaba por llegar. Porque cuando abriera los ojos, sabía, sólo sabía, que él se habría ido. Podía sentirlo. Lo sabía muy dentro de mí cuando había pasado de follarme a en verdad hacerme el amor como si no pudiera llegar dentro de mí lo suficiente. Como si quisiera vivir debajo de mi piel. Sabía que esto era diferente. La fuerza que había visto en él fallaba, y estaba mostrando debilidad. No debería haber cedido al agotamiento y quedado dormida en sus brazos. Tendría que haber permanecido despierta y enfrentarlo. Confrontarlo. Pero estúpidamente esperaba que mi instinto se equivocara. Que no estuviera diciendo adiós. Lentamente, abrí los ojos en la habitación ahora iluminada con el sol de la tarde, y estaba vacía excepto por mí. Podía saltar y buscar frenéticamente una nota o esperar que regresara, pero nada de eso pasaría. Se había marchado, y no dejó ninguna nota.
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Gannon no era así. Un guardián. Huía cuando llegaba el momento. Para él, ese tiempo llegó hoy. Lo había visto en sus ojos y en la forma en que trató de memorizar cada uno de mis rasgos. Mi corazón intentó prepararme, y lo ignoré. Enfrentaría las consecuencias de eso ahora. Lo cierto era que, amaba a un hombre que nunca me amaría. No era suficiente para él, o se habría quedado. Perseguirlo era inútil. No quería ser encontrado. Me dio lo que vine a buscar aquí: un cierre. Lo conseguí y él tuvo el suyo. Encontrar una forma de superarlo sería difícil. Quizá nunca lo lograría. No iba a perseguirlo, pero lloraría por él. Como si estuviera muerto, mi corazón se
debilitaría, y abrazaría el dolor y la tristeza. Hasta Gannon, nunca había sido feliz de verdad. Nadie me hacía sentir completa o como si encajara. En sus brazos, encontré un hogar que no podía tener, porque nunca fue realmente mío. Me senté en la cama y miré por la ventana a las fuentes, recordando como lucían cuando me llevó a un orgasmo la noche anterior. Era una imagen que encerraría en mi memoria y mantendría allí. Era mi confirmación de que él era real y había sido mío muy brevemente. Me acerqué al neceser sobre el tocador del baño y saqué el disco de mis pastillas anticonceptivas. Ayer por la mañana, olvidé tomar una, o lo había hecho a propósito. Estaba comenzando a creer lo último. Está mañana, convenientemente decidí olvidarlo otra vez. Con un pequeño movimiento, las píldoras cayeron en el cubo de basura de color plata, para ser abandonadas y olvidadas. No era algo seguro, pero era todo lo que tenía. Una oportunidad de tener una parte suya siempre conmigo. Nunca amaría a otro hombre como lo amaba a él. Nadie más encajaría en mí a la perfección. Así que estaba haciendo lo que muchos considerarían malo, bajo, engañoso o cruel. No me importaba. Quería un niño. Quería a su hijo. Si tenía la suerte de quedar embarazada con su bebé, entonces lo adoraría y le daría el amor que nunca tuve. El mundo podía irse a la mierda. Esta era mi elección. Nuestro hijo sería más amado que cualquier niño en este planeta. No había nada malo con que hiciera eso.
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Si lo había, simplemente no me importaba.
55 Traducido por Julie Corregido por Janira
Cope Se fue hace más de dos horas, pero la habitación aún conservaba su olor. Me quedé mirando a la cama, recordando cómo lucía al dormir, la forma en que se sintió acurrucada en mis brazos. Esta era la forma en que tenía que terminar. Yo tenía la información que necesitaba, y sabía que era la verdad. Me dijo todo lo que sabía. Ya era hora de que sigamos adelante. Franco Livingston no intentó contactarla, ni ella trató de buscarlo en los meses que la tuvimos bajo vigilancia. No sabía que estuvo jugando con un capo del crimen cuando pasó tiempo con él. Estaba limpia. Lo que no esperaba era el dolor en el centro del pecho. O tal vez sí. Nan se convirtió en una parte de mí, incluso antes de tocarla por primera vez. Al verla, poco a poco empecé a sentir cosas por la hermosa mujer que estaba tan sola y sin embargo, era tan fuerte. Comencé a estimar las cosas pequeñas que nadie vio.
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Alejarme de Nan fue como arrancar mis propias extremidades y tirarlas, sin embargo, tuve que hacerlo. No tenía tiempo en mi vida para una mujer. Especialmente una como Nan. Alguien que necesitaba ser amada correctamente. Yo no era un hombre entero. Era un bastardo retorcido con un lado oscuro, que no se hallaba destinado a tocar la suavidad de una mujer como ella, y sin embargo lo hice. Abrazó el mal que se filtró de mi alma como si quisiera estar más cerca de la oscuridad. Nadie nunca se abrió a mí de esa manera, tan llena de confianza y necesidad. Llegó a mí. A mí. Me eligió. Esta sería la última vez que sentiría su aroma. Esta habitación conservaría los últimos recuerdos que tendría de ella. Quería acurrucarme en esa maldita cama e impregnarme con lo que quedó. Mi corazón comenzó a latir de nuevo debido a Nan.
Cogí la almohada sobre la que durmió y la inhalé, sin estar dispuesto a dejarlo ir. Si me hubiera quedado un minuto más, nunca habría podido irme. Pero no me necesitaba. Necesitaba más de lo que yo podía ofrecerle. Quería que consiguiera su cuento de hadas. El que construyó en su imaginación como una niña en su jardín secreto. Donde un hombre la salvaría y le cumpliría los sueños que guardaba. Los sueños que un hombre como yo no podía hacer realidad. Un día, conseguiría lo que quería. Había tanta belleza en su alma que aún no veía. La boca astuta y el temperamento intermitente no era todo lo que había en Nan. El hombre que viera a través de estas cosas a la belleza dentro recibiría el regalo que no se me permitía tocar. No quedaba nada para llevar conmigo. Ni una nota ni un recuerdo. Recorrí la habitación en busca de algo, y luego me acerqué al bote de basura plateado y vi un disco pequeño de plástico. Agachándome, alcancé el interior y lo saqué. Supe, sin abrirlo, lo que contenía; pero lo abrí, no obstante. Pasaron varios momentos, mientras permanecía inmóvil, con la mirada fija en las pastillas en la mano, antes de que la comprensión me alcanzara. No podía enojarme. Probé sentirme violado de alguna manera, pero nada de eso podía siquiera comenzar a echar raíces. Todo lo que sabía era que esto no había terminado. En aproximadamente cuatro semanas, volvería a visitar a Nan. Este no era el final después de todo.
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Una ligereza en mi pecho alivió algo del dolor, tan tonto como podía ser, y deslicé las pastillas en el bolsillo, pensando que tal vez el destino iba a cambiar mi camino de todos modos.
56 Traducido por Julie Corregido por Janira
Nan El vuelo a casa fue solitario y doloroso. No volvería a Las Vegas nuevamente. Eso fue todo. Nunca sería capaz de mirar a esa ciudad de la misma manera. Tenía un pedazo de mi corazón que no fui capaz de tomar cuando salí de esa suite. Me llevé los recuerdos, y se quedó algo más. Por lo menos, mi casa no contenía ningún recuerdo de mi tiempo con Gannon. Solo vino a buscarme en mis sueños aquí. Luché contra la urgencia de correr a mi habitación e ir a la cama con la esperanza de que me visitara. Aunque en el fondo, supe que, también, se ha ido. Mi corazón fue aplastado, y con él mis sueños. Me encontraba rota oficialmente. Cada pecado que cometí en el pasado, cada palabra hiriente que expresé, cada acción cruel que llevé a cabo regresaba a mí. Esta era mi devolución. Esta era la cosecha de lo que sembré. Todos a los que les hice daño creerían que merecía que todo el dolor y la pena me comieran viva, y tendrían razón. Lo merecía. Esta era mi penitencia, y, o bien sobreviviría a ella o me destruiría.
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De cualquier manera, sabía que no había nadie a quién le importara. Yo no era la hija, hermana ni amiga favorita de nadie. Simplemente me toleraban. Era la vida que hice para mí, y ahora tenía que vivirla.
Cuatro semanas más tarde… Correr se apoderó de mi vida. Lo hacía todas las mañanas al despertar para aliviar el vacío, todas las tardes para superar la soledad, y luego, otra vez en la noche con la esperanza de perderme y todo esto terminaría. Así fue como le hice frente a las últimas cuatro semanas. Esta mañana, sin embargo, fue diferente. Me levanté para correr, pero en su lugar corrí al baño a vomitar. Sorprendentemente, me sentí mejor después, por lo que me fui a beber un poco de jugo de naranja y a hacerme un sándwich de huevo blanco para acompañar un poco de yogur griego. Pero cuando olí el huevo cocinándose, se me revolvió el estómago y una vez más corrí al baño a vomitar. Ahora me encontraba de pie en la cocina, mirando a la estufa como si fuera mi enemiga, a pesar de que tenía hambre. Quería mi yogur, pero el huevo me asustó. Cubriéndome la nariz, me lancé a agarrar el yogur, luego me apresuré hacia la puerta para salir de la casa, lejos del olor a huevo, porque a partir de esta mañana, odiaba ese olor. Abriendo de golpe la puerta, grité con sorpresa, luego me congelé, mirando hacia arriba a un rostro que no veía hace mucho tiempo. Uno que nunca esperé volver a ver. No podía pensar en una buena razón para que estuviera aquí, cómo llegó hasta aquí o cómo sabía dónde vivía. No había alegría en esta reunión. Nunca lo esperé. La preocupación de que vendría un día detrás de mí siempre estuvo escondida en el interior, pero la ignoré. Hasta ahora. Tendría que enfrentarme a esto. Ocultarme no era una opción.
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—¿Franco? —Su nombre salió de mis labios con bastante facilidad, pero su rostro no era bienvenido. Yo lo dejé en París. Donde tenía que estar. Un pequeño nudo de miedo se instaló dentro de mí, mientras por mi cabeza pasaban un millón de razones de por qué este hombre se hallaba en mi casa casi un año después de que lo vi por última vez. —Hola, Nan. Luces, eh, mal, en realidad. ¿Estás bien? —El timbre suave y culto de su voz me intrigó una vez. Ahora, le tenía miedo. Sabía que era más que una cara bonita y la riqueza. Era peligroso. No se encontraba aquí porque me echaba de menos. —¿Qué haces aquí? —le pregunté, deseando tener mi teléfono a mano para poder llamar a Rush. Sabía de Franco y porqué hui de él. Fue un error en mi pasado que no estaba segura de poder superar. Por mucho que intenté fingir que
este hombre era solo una aventura ocasional, mi secreto era que yo sabía cosas que no quería saber. Cosas que podían muy probablemente matarme. —Te extrañé, bella. —Usó el término cariñoso que usaba conmigo cuando me llevó a su mundo sin que yo lo supiera. —No, Franco, no es cierto. Estabas aburrido de mí. Tú mismo lo dijiste. Así que, ¿qué haces aquí? —le pregunté, deseando frenar el descaro en mi voz, porque este hombre no era cualquiera. Era un psicópata. Una cruel sonrisa curvó sus labios, y yo sabía que eso significaba que pronto le seguiría el dolor. Tal vez podría vomitarle encima. O hacer que se enfermara. Que tuviera un virus estomacal sonaba atractivo, sin embargo, casi imposible. Franco era intocable. —Estás sola. Te he vigilado. —Dio un paso hacia mí, y quise huir, pero me mantuve firme. Moverme le daría acceso a mi casa. Y le daría intimidad conmigo. —Rush está viniendo para llevarme a desayunar —mentí. Franco se río y meneó la cabeza, en tanto el brillo maligno en sus ojos envió escalofríos por mi espina dorsal. —No, querida, no es cierto. Se encuentra en el club de campo desayunando con su dulce familia. Tomé precauciones. Ya lo sabes. Mierda, mierda, mierda. Necesitaba un plan. —¿Qué quieres de mí? — pregunté, haciendo frente a mi miedo. No tenía otra escapatoria. Franco pasó el pulgar por su barbilla con un pellizco fuerte que yo recordaba y odiaba. —Lo mismo que quise la última vez que nos vimos, bella. Llévame a ver a tu querido papito —dijo, con su suave acento exigente que me dieron ganas de escupirle en la cara.
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Kiro. Quería reunirse con Kiro. Quería una reunión de drogas con Kiro que le daría un poder que no entendía ni quería entender. Todo lo que sabía era que Franco tenía la mayor parte de la industria musical del Reino Unido en el bolsillo trasero, metiéndolos en el mundo de la droga, lo que lo hizo un hombre rico. Ahora quería entrar al mercado de Estados Unidos y quería a mi padre como su boleto de ingreso. Cuando se enteró quién era mi padre, vino a buscarme para encantarme antes de mostrarme la fealdad de su mundo. Una vez me di cuenta de cuán profundo me metí en su vida, ya era demasiado tarde. Huir de él fue aterrador, pero con la ayuda de Rush, logré alejarme. —Kiro no consume más. Ya te lo dije. —Lo cual era cierto. Se había limpiado y empezó a pasar todo su tiempo con su esposa, la madre de Harlow, quien dependía de constante atención debido al daño cerebral causado por un accidente de coche hace años.
Franco se rio, echando la cabeza hacia atrás como si yo fuera graciosísima. Esperé hasta que su risa loca terminó. —Lo digo en serio. Ya ni siquiera sale de gira. ¿No te has dado cuenta? Se acercó a mí, y tragué saliva, tratando de no gemir. —No me importa un carajo. Quiero que me presentes. Eso es todo lo que pido, Nanette. —No —respondí, sin pensar en cómo iba a reaccionar ante mi negativa. Su mano se envolvió alrededor de mi brazo mientras me acercaba a su cuerpo hasta que su rostro estuvo a centímetros del mío. —Sí, lo harás, o te llevaré dentro de esta casa y te rebanaré un bonito dedo mientras gritas y sangras por los suelos caros. Cuando por fin hayas tenido suficiente, voy a poner fin a tu patética existencia de un solo disparo. Justo —colocó el dedo medio en el espacio entre mis cejas— aquí. —Aléjate de ella, o yo voy a poner una bala en tu maldita nuca. —La voz de Major salió de la nada, y por un breve momento, me pregunté si en realidad soñaba todo esto. ¿El vómito? ¿Franco? ¿Major? Todo esto era cada vez más increíble por el momento. Los ojos de Franco se estrecharon. Me miró como si fuera mi culpa. Yo me encontraba tan confundida como él. No se suponía que Major estuviera aquí. Dejó la ciudad hace más de un mes sin un adiós. No es que esperaba uno. No dejamos las cosas en buenos términos.
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Franco se movió, y grité cuando un tiro fue disparado, justo antes de que Franco maldijera y se alejara de mí para hacer frente a Major.
57 Traducido por Julie Corregido por Janira
Major El arma de Franco cayó al suelo mientras se agarraba la mano ensangrentada. Yo tenía un disparo certero. Si no lo tuviera, nunca habría disparado tan cerca de Nan. Saber que se encontraba a punto de presionar un arma contra Nan fue el único aviso que necesité para detenerlo. No iba a esperar un mejor momento. El tonto arrogante vino aquí solo. Pensando que no necesitaba a su guardaespaldas y un pelotón de armas de fuego a su alrededor. Mal movimiento, Franco. Jodido mal movimiento. Podría haber sido reasignado por DeCarlo, pero no iba a rendirme tan fácilmente. Conseguí una ventaja sobre Franco una vez que entró en los Estados Unidos, y sabía que se dirigiría por esta dirección. Así que, esperé. Esta era mi tarea, y la llevaba a cabo. Franco empujó hacia atrás a Nan con una sola mano, con fuerza suficiente para provocar que se cayera. Eso me molestó. Ella no le hizo una mierda a este bastardo insensible. Así que cuando me enfrentó, apunté a su hombro. No quería matarlo fácilmente. Prefería que se desangrara hasta la maldita muerte con los varios agujeros de bala que depositaría en él. El hombre había violado a niñas y vendido sus cuerpos al mejor postor. Se merecía una muerte dolorosa por lo que hizo.
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—¿Qué demonios? —rugió mientras me enfrentaba. No le respondí. Disparé en su hombro derecho, maldijo y cayó sobre su culo por el impacto. —¡OHPORDIOS! —gritó Nan mientras se abría paso hacia atrás. La miré durante un segundo y le di un asentimiento para darle seguridad antes de cambiar mi atención de nuevo al hombre en el suelo. Había alcanzado su teléfono pronto, y debía asegurarme de dispararle a eso también. No iba a venir ayuda para Franco. Hoy no.
Acercándome lentamente, vi como sostuvo su hombro con la mano sangrante y rodó de un lado a otro con dolor. Fue entretenido de ver. Nunca pensé en mí mismo como un hombre cruel y duro, pero cuando me enfrentaba a alguien que merecía la muerte, me di cuenta que disfrutaba de impartir el castigo. Captain tenía razón cuando dijo que estaba hecho para esto. —¿Estás bien, Nan? —dije en voz alta, manteniendo los ojos fijos en Franco mientras me le acercaba. —Sí —respondió, sonando más frenética—. ¿Qué haces? —Tratar de no matar a este hijo de puta hasta que vengan a buscarlo — respondí con calma. Franco me miraba con una mezcla de dolor y odio en los ojos—. Pero lo mataré si se mete conmigo —terminé. —¿Quién viene a buscarlo? ¿La policía? Es un narcotraficante, Major. Uno muy, muy peligroso. No sabes en lo que acabas de meterte. Así que sabía. Interesante. Nan tenía conocimiento de Franco, sin embargo, nos engañó tanto a Cope como a mí. Tenía que concederle que era buena en cubrir. Nunca habría imaginado que tenía alguna idea de quién era Franco. —Nos engañaste, Nan. Felicitaciones —dije con toda honestidad—. Ahora, consigue tu teléfono y llama a Cope, cariño. Dile exactamente lo que acaba de ocurrir. —¿A quién? —preguntó, con el ceño fruncido, y me di cuenta de mi error. —Mi error. A Gannon. Llama a Gannon —contesté—. Todavía tiene el teléfono con tu número. Apostaría mi huevo izquierdo por ello. Nan no se movió. Podía sentir su mirada fija en mí, y me pregunté por qué no sabía ya todo esto. Le dejé la maldita nota. ¿Por qué estaba tan confundida?
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—Las cámaras, Nan. La nota que te dejé. Acerca de Cope. Digo, Gannon. Mierda, Nan, simplemente llámalo. Si este hijo de puta se mueve, voy a tener que dispararle de nuevo, y prefiero que no se desangre hasta que Cope llegue aquí. Franco se movió ligeramente, le apunté a la rodilla y disparé, simplemente porque quería oírlo gritar. Nan también gritó. La distancia entre la casa de Nan y sus vecinos podría enmascarar los disparos, gracias a los sonidos del Golfo, pero no me encontraba seguro de por cuánto tiempo. Eventualmente, alguien iba a oír la conmoción. Nan dio un salto y corrió a buscar su teléfono—eso esperaba. Si llamaba a la policía, esto iba a ser más difícil de explicar. Cope estaría molesto, también. Metí la mano en el bolsillo y saqué mi propio teléfono. Sería mejor que me ocupara de ello.
Cada número que probé se hallaba ahora desconectado. Excepto, por supuesto, el de Captain. Tenía la sensación de que él fue la única razón por la que me dejaron vivir. Cuando no fui a México y nadie vino a buscarme, supe que era todo gracias a Captain. —Sí —dijo Captain en el otro extremo de la línea. —Tengo a Franco desangrándose a mis pies en la puerta delantera de Nan. Díselo a Cope —dije, luego colgué la llamada y deslicé mi teléfono en el bolsillo. Volviendo a mirar a Franco, sonreí—. Cope es el hombre que te matará. Yo solo soy el comité de bienvenida. Es un loco hijo de puta. No puedo decir que me agrade mucho, pero me gusta más que tu lamentable culo. Franco se movió, gimiendo suavemente, y yo hice un sonido de desaprobación. —A menos que quieras que te dispare en la otra rodilla, yo me quedaría quieto. Después de eso, voy a volarte las pelotas, y ahí es donde debí haber comenzado, maldito enfermo. Meterte con los niños. —No respondió —dijo Nan, de pie en la puerta con su teléfono en la mano, luciendo aterrorizada y pálida como un fantasma. —Está bien, ya llamé yo. Ve adentro y bebe un poco de jugo o algo así. Esto va a terminar pronto. —Llamé a Rush. —Parecía como si ya se arrepintiera. Como un niño justificándose a sí mismo. Mierda. Rush no debía meterse en esto. —Bien. Voy a ocuparme de él cuando llegue aquí. Ve adentro y mantente a salvo. Vas a tener que responder a las preguntas cuando llegue Cope. La vigilancia y todo eso, ¿recuerdas?
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Me frunció el ceño, aun luciendo confundida y aterrada. —¿Qué vigilancia? —preguntó. Con un suspiro, levanté la mirada de Franco de nuevo, y esta vez, yo le fruncí el ceño a ella. —La nota que te escribí y puse en tu encimera explicando todo antes de irme de la ciudad. Donde te advertí sobre las cámaras, Gannon y esas cosas. Continuó con el ceño fruncido. —¿Qué? Franco se movió, y por fin pude dispararle en las bolas. Su grito me hizo reír. —Supongo que no va a tratar de moverse otra vez —bromeé, muy divertido.
58 Traducido por Mel Wentworth Corregido por Laurita PI
Nan Muchas cosas no tenían sentido. Pero me pellizqué cinco veces, intentando despertarme, y finalmente acepté que me hallaba completamente despierta. Major acababa de dispararle a Franco varias veces en mi pórtico. Major conocía a Gannon, pero lo llamó Cope. ¿Y había vigilancia en algún lugar por aquí? Me sentía confundida. También iba a volver a vomitar. Corriendo hacia el inodoro más cercano, me arrepentí de haber llamado a Rush. Él no necesitaba involucrarse en esto. Este era mi error, no suyo, y Major tenía un arma. Al igual que Franco, hasta que Major se la quitó con un disparo. Golpeando mis rodillas magulladas contra el suelo, hice una mueca y luego me levanté el cabello mientras comenzaba a vomitar nada en el inodoro. —¡Nan! —resonó la voz de Rush dentro de la casa, y esperé otro segundo para asegurarme que las náuseas terminaron, antes de tirar la cadena y ponerme de pie.
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Todavía no tenía la energía para responderle. Salpicándome agua fría sobre la piel sudorosa, inhalé profundamente, luego me di la vuelta saliendo del tocador para ver a mi hermano buscándome con una mirada frenética en el rostro. —Nan —dijo, jalándome hacia sus brazos con fuerza—. Está bien. Estoy aquí. Major se encuentra aquí, y obviamente está loco como una cabra y ocupándose de las cosas. —Enterró la nariz en mi cabello—. Esta pesadilla ya casi termina. Solo ve a tu habitación y quédate ahí. No salgas hasta que te busque. ¿Bien? No iba a dejar que Rush saliera, dónde se hallaban los tipos locos y con armas. —No. Quédate conmigo.
—Estarás a salvo. Quédate en tu habitación. Major me aseguró que los refuerzos se encuentran en camino. —No te quiero allí fuera, cerca de eso —le dije con honestidad—. Blaire y los niños. Te necesitan a salvo. Quédate conmigo. Hizo una pausa, y por un momento, supe que pensaba en lo que le dije. Fui honesta. Lo necesitaba, sí, pero ellos lo necesitaban más. —De acuerdo, déjame ir a decirle a Major dónde estaré. Ve arriba. Bien por mí. —Apúrate. —Lo haré. Mi habitación parecía un lugar diferente al que era una hora atrás. Ya no era un lugar seguro. Ya nada se sentía seguro. Dudaba que alguna vez volvieran a serlo. De pie en medio de la familiaridad de mis cosas, comencé a tener hambre nuevamente. ¿Cómo podía ser que tuviera hambre en un momento como este? ¿No me enfermé? Nunca tuve ningún virus estomacal como este. Enferma un momento, hambrienta al siguiente. Sin mencionar que acaba de presenciar cómo le disparaban a un hombre más de una vez y sangraba en los escalones de la entrada. ¿Podía ser todo un sueño? ¿Lo de pellizcarse en realidad no funciona? Quiero decir, ¿quién se ha pellizcado en un sueño y despertado? Si estás soñando, entonces técnicamente no te estás pellizcando, entonces no tiene sentido. Y si se supone que sientes el pellizco, entonces puedes inventar en tu sueño que sientes el dolor, ¿cierto?
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Sentada en el borde de la cama, decidí que me volví loca. Había un hombre afuera que era un capo de la droga, con disparos y sangrando en mi pórtico. Major lo retenía a punta de pistola y diciéndome que llame a Gannon, como si fueran mejores amigos. Esto tenía que ser un sueño. Me rugió el estómago como si estuviera muriendo por comida. ¿El estómago gruñe en sueños? ¿Mi estómago no sabía que estaba enferma y acaba de ver cómo le disparaban a un hombre? Otro gruñido fuerte. Me toqué el estómago para callarlo, y fue en ese momento, mientras me sentaba allí con un estómago ruidoso y enojado, que se me ocurrió. La pesadilla acababa de dar otro giro. Uno que no era una pesadilla sino una luz al final del túnel. Algo para hacer que mi vida valiera la pena. Algo que me mantendría cuerda y me amaría, así como yo lo amaría también. Poniendo una mano en el estómago, no tenía dudas. Mi período debería haber venido hace más de dos semanas. No lo hizo. Me encontraba tan obnubilada por el dolor y la pena que no lo noté.
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Estaba embarazada. Eso era, si de verdad me hallaba despierta.
59 Traducido por Mel Wentworth Corregido por Daniela Agrafojo
Major Observar a un hombre desangrarse hasta morir era nuevo para mí. Gimió y maldijo mucho. Eso era bastante disfrutable. Sabía que necesitaba mantenerlo vivo el tiempo suficiente para hacerlo hablar, pero tenía miedo de que la pérdida de sangre fuera demasiado para él. El sonido del motor de un vehículo atrapó mi atención, y me giré, con el arma lista en caso de que este fuera el refuerzo para Franco. El ver la familiar camioneta negra que le pertenecía a Cope fue un alivio, ya que Franco podría estar dando sus últimas respiraciones. —¿Me vas a decir que rayos está ocurriendo? —preguntó Rush, mientras volvía a salir de la casa después de haber entrado a toda prisa buscando a Nan y ahora encontrándome aquí hablando con un hombre moribundo. —Nop. No puedo —le dije sobre el hombro, mientras giraba mi atención hacia Cope—. Puede que quieras apurarte. No creo que dure mucho más. Cope murmuró una maldición y cerró la puerta de la camioneta antes de dar grandes zancadas hacia donde nos encontrábamos. —¿Por qué está Finlay aquí? —me ladró.
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—Nan lo llamó. —¿En dónde está? ¿Se encuentra bien? Asentí hacia Rush. —Pregúntale. —Está aterrorizada, enferma, y en su habitación. ¿Qué mierda está pasando? —demandó Rush.
Pensé en decirle que no le hablara de esa forma a Cope, porque era un bastardo malvado, pero era yo quien tenía el arma cargada, así que pensé que todo se encontraba bien. —¿Enferma? —preguntó Cope de repente, sonando un poco demasiado preocupado. ¿Se olvidó de que teníamos a un hombre moribundo con información que necesitábamos? Jesús. —Sí, pero eso es de esperarse después de presenciar todo esto. ¿Qué ocurre? —respondió Rush. Cope puso su atención en Franco. —Ponlo en la parte trasera de la camioneta. No quiero que sangre sobre mi mierda. —Luego, se giró hacia la puerta principal como si le perteneciera. —¿Quién carajos eres tú? —Ahora Rush estaba enojado. Nunca nadie ignoraba a Rush, y esta era la primera vez. —Un amigo. Me gustaría ver a Nan —respondió Cope, calmado y razonable. —Ella no va a querer verte. Sabe sobre la vigilancia y esa mierda. Me enojé y le dejé una nota. Cope me disparó una mirada. —Y cuando limpié el lugar, la nota fue destruida, idiota. Nunca la vio. Bueno, maldición. No pensé que todavía tendría cámaras y cosas de esas que quitar para entonces. —Eso explica su confusión cuando me referí a ti como Cope. Ella no sabe que tu nombre es Cope y no Gannon. Se giró hacia Rush. —Necesito ver a Nan. —Primero me tienes que decir quién mierda eres —dijo Rush. —¿Gannon? —dijo Nan mientras salía de detrás de Rush. Joder, las cosas iban a ponerse feas.
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—Es Cope, Nan. Mi nombre es Cope. Esa era una forma fría de decirle que le mintió. No me sentí muy feliz con el dolor y la decepción que le cruzó el rostro. Ella ya había sufrido suficiente en la vida. Era incomprendida y odiada por aquellos que no la entendían. Aquí, por primera vez en su vida, pensó que podía confiar en alguien, y le mostraron que no podía. Pero no, el idiota no pensó en cómo esto podía lastimarla. Cómo podía destruirla. Simplemente lo soltó allí.
Al menos mi carta fue más amable. Explicaba las cosas, y me aseguraba de que supiera que era de parte mía. Que era especial y que una pieza de mi corazón se volvió suya aun cuando intentaba no preocuparme por ella. Me atrapó de igual forma. —¿Cope? —dijo el nombre como si lo preguntara, pero la forma en que el entendimiento se hundió en ella, me lastimó el corazón. —Sí. Mi nombre es Cope. He estado trabajando con Major. Bueno, hijo de puta. La mirada destrozada en su rostro me hizo enojar como la mierda. —¡Cierra la maldita boca, Cope! —le grité, antes de que pudiera decir alguna otra estupidez que pudiera causarle más dolor. —Necesita saberlo ahora —dijo simplemente, sin apartar la mirada de ella. —No de esta forma, no. ¡Joder! Solo saca lo que necesites de este hombre antes de que se desangre. Cope giró la mirada hacia mí. —Ya lo obtuve. Hace dos semanas. Por eso es que está aquí. —¿Qué? —Me sentía confundido como el infierno. Estuve rastreando al maldito bastardo. ¿Cómo es que Cope ya tenía lo que necesitaba? Comenzó a responder cuando lo vi estirarse por su arma. Sus ojos se enfocaron en algo sobre mi hombro, y me preparé. Lo sabía. No necesitaba girarme para ver a lo que miraba.
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Oí el disparo antes de que el mundo se oscureciera a mí alrededor.
60 Traducido por Mel Wentworth Corregido por Laurita PI
Nan No podía dejar de gritar. Era el sonido del dolor desgarrando desde mi alma. Las manos de Rush se encontraban en mis hombros mientras me sacudía, mi voz chillona diciéndole que se detenga. Que me dejara en paz. Se fue. Major se fue. Ese hermoso rostro y sonrisa engreída borrados. No. Nonononononono… Recité las palabras una y otra vez, mientras mi corazón se partía dentro de mí. Esto no estaba sucediendo. Major no murió. —¡Despierta! —grité, lanzando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos con fuerza. Quería despertar. Rush me decía algo. Lo oía, pero no podía centrarme. Solo veía a Major desplomarse, una y otra vez en mi mente. Sentí el impacto de tristeza sacudirme en ese momento. —Necesito despertarme —le dije a Rush frenéticamente cuando Major seguía muerto frente a mí. —No estás durmiendo, cariño. Ven aquí. —La voz de Rush era gentil mientras me jalaba hacia sus brazos, y esta vez fui. Porque no sabía con seguridad si podía mantener la compostura. Me rompía en un millón de pedazos, y necesitaba que un par de brazos me sostuvieran.
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—¡Está muerto! —lloriqueé en su pecho. Rush no respondió. Solo me abrazó con más fuerza. Nos quedamos de esa forma por un rato, y luego, Rush me levantó en sus brazos, y lo dejé. No miré hacia Major. No podía volver a ver eso. Quería recordar su hermoso rostro riendo. Haciendo que lo perdonara con los encantos que él sabía podían sacarlo de problemas.
—Mantenla dentro. Van a limpiar y lidiar con esto. Tengo refuerzos en camino. —Gannon… No, Cope. Su nombre era Cope. Ha estado trabajando con Major. No me encontró por casualidad. No me ha hecho el amor. Me usó. Fui una herramienta. Tenía sentido. Alguien como Gannon habría sido demasiado bueno para mí. Ese hombre no era real. Fue una actuación. Rush no le respondió. Las sirenas comenzaron a sonar en la distancia, y enterré más la cabeza en el pecho de mi hermano. El patio delantero era una escena del crimen. La oscuridad cayó en mi vida de una forma en que nunca lo esperé. Encontrar la alegría de nuevo no iba a ser posible. Luego, lo recordé. Mi mano fue a mi estómago, y las lágrimas me quemaron los ojos. Tenía un bebé allí dentro. El hijo de un hombre que ni siquiera conocía. Ella tampoco iba a tener un padre. Al igual que yo. No… mi bebé no iba a ser como yo. Le daría todo el amor y devoción que mi madre nunca tuvo el tiempo de darme o no le importó. No necesitaría un padre, porque yo sería suficiente. Iba a ser su todo, y ella nunca se preguntará, ni una sola vez, si fue amada. No iba a repetir mi vida. Me aseguraría de ello. Ella tendría más. Todo lo que nunca me dieron. —Toma esto —dijo Rush, mientras me arropaba en la cama. Bajando la mirada hacia el sedante en su mano, supe que no podría escapar de esto tan fácilmente. Ahora tenía un bebé que proteger dentro de mí. —No. Solo déjame —le dije, girando la cabeza lejos de la píldora. —Te ayudará a descansar. —Dije que no —repetí. Asintió. —De acuerdo. Voy a ver cómo va todo fuera. Volveré para ver cómo estás en un ratito. —Llama a Captain. Tiene que saberlo de ti —le dije, pensando en todas las vidas que tocaría la muerte de Major.
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—Esa es la primera llamada que haré —me aseguró. Cerré los ojos, pensando que tal vez me despertaría y todo esto sería un sueño, pero sabiendo que los sueños iban a ser mi único escape de la realidad.
61 Traducido por Mel Wentworth Corregido por Vane hearts
Cope DeCarlo envió a los federales que tenía en el bolsillo para limpiar el desastre. Nos preparamos para esto cuando vimos a Franco dirigirse hacia aquí, con Major detrás de él. Sabíamos que se venía esta confrontación y lo planeamos como corresponde. Aunque no pensé que iba a matar a un hombre. Eso no fue parte de los preparativos. Ahora teníamos a Franco Livingston y a su mano derecha, ambos dirigiéndose hacia la morgue. No fue un mal día. DeCarlo estaba complacido y este trabajo cerrado. El funeral de Major tendría lugar mañana en Fort Worth. Había un cementerio para los Colt. Un poco arrogante y eso, pero allí era donde me dirigiría luego. Después de eso, tenía cosas más importantes de las que ocuparme.
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Nan. Vio más de lo que podía manejar. Eso era parte de mi mundo. El vacío y la firmeza que me controlaban hicieron que ayer fuera más fácil para mí. Incluso sabiendo que ella se derrumbaba, fui capaz de mantenerme centrado y terminar el trabajo que empecé. Le prometí a DeCarlo que lo haría bien incluso si Nan se encontraba en medio. Tenía que estar allí para asegurarme que se encontraba a salvo. Cuando nos enteramos que Franco se dirigía a casa de Nan, no estuve lo suficientemente cerca, pero sabía que Major lo perseguía. Eso fue lo único me mantuvo cuerdo mientras llegaba a ella. Él podía protegerla, en eso confiaba. Quería que esto sucediera lejos de ella, pero Franco fue directo a su puerta principal y todos fuimos obligados a reaccionar. La habría lastimado y no podía permitir eso. Major tampoco lo hubiera permitido. No lo dijo, pero la amaba. Podía verlo en sus ojos cuando la herí con la verdad. Se enfureció conmigo. No podía mirarlo, porque tenía miedo de matarlo por amar lo que era mío. Sabiendo que ella
podía tener algo en su corazón por él me mataba. Escucharla gritar su nombre todavía me atormentaba. Tanto como dolía pensar en ello, tal vez ella necesitaba saber que él la amó. Lo que vi en esos últimos minutos con él fue amor. No se dio cuenta, pero lo vi por lo que era. Sólo que yo la amaba más. Porque lo hacía, no podía decirle cómo se sentía él. Nunca supo que él la amaba. No tuvo la oportunidad de aceptarlo y decirle. Yo no iba a cometer el mismo error. Ahora ella sufría. Le daría tiempo, pero no mucho. Me cansé de esperar. DeCarlo necesitaba este trabajo cerrado. Eso estaba hecho. Yo era libre. Esta vida se terminaba para mí. Habría otro que tomara mi lugar. Alguien más poderoso, porque se movía en las sombras, sin ser detectado. Cumplí con mi tiempo. Ahora deseaba otra vida. No me lo merecía, pero la quería. No me iría sin ello. Nan se convirtió en todo lo que podía pensar. Nuestra vida juntos fue mi luz en lo más profundo del infierno desde el momento en que puse la mirada en ella por primera vez. Ella ni siquiera me conocía cuando me enamoré. En todos mis años, no creí en esa emoción. No era real. No me tocó o siquiera me rozó. Luego, en un momento, me golpeó con tanta fuerza que cambió cada aspecto de mi vida. Liberarla era mi única meta. Protegerla y luego tenerla fue lo que me permitió seguir hasta el final. El sacrificio para protegerla fue algo que Major no entendió. Su amor fue joven y sincero. Él pensaba que decirle la verdad fue duro y frío. Fue lo que necesitaba ser dicho para que cuando pasara por el dolor, ella recordara mi honestidad. Necesitaba confiar en mí, y en ese momento, planté la primera semilla de confianza. Dejé de usar su vulnerabilidad como ventaja, y le dije lo que necesitaba saber. Lo que merecía saber. Eso fue sacrificio.
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Porque ganar su amor ahora iba a ser incluso más difícil. Pero nunca perdí un desafío. Ella era el desafío más grande y el más importante de mi vida. Esa mujer era la dueña de mi corazón, y dentro de ella, llevaba nuestro futuro. Ellos eran mi familia. La primera y última que alguna vez he tenido.
62 Traducido por Dama Corregido por Julie
Mase Mientras que el ministro habló, mis pensamientos estaban en otro lugar. Mirando por encima de las tumbas, un lugar en donde Major y yo habíamos jugado a las escondidas cuando fuimos niños, en realidad nunca me imaginé estar aquí y enterrar su cuerpo. Uno se prepara para la muerte de sus abuelos e incluso la de sus padres, pero nunca la de un hermano o mejor amigo. No era solo mi primo; era como mi hermano y mi mejor amigo. Todo mezclado, medio loco, fue la única persona a la que le había dicho mis secretos, con la que violé la ley, y perdonado por casi todo.
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Era salvaje y siempre buscaba una aventura. Aunque había un vacío en su interior, y nada lo llenaba. Quizá llegué a entenderlo antes de Reese, pero nunca al nivel que parecía sentirlo. Su padre era la raíz de todo esto. Lo sabía. La necesidad de encontrar algo por lo que valiera la pena vivir. Quería odiar a mi tío, pero eso sería simplemente porque necesitaba a alguien a quien culpar. Eso no era justo. Major iluminaba un lugar cuando estaba allí. Se convirtía en el centro de la atención, y la gente disfrutaba estar cerca de él. Sin embargo, nunca lo entendió. Que nunca se encontraba satisfecho. Mi madre lloró suavemente a mi lado, con el pañuelo que mi padrastro le había entregado anteriormente, lo apretó contra su nariz y cubrió su boca. Major había sido como otro de sus hijos. Había estado tan encantada por él como la mayoría de las mujeres en el planeta. Cuando necesitó un santuario, le abrió sus brazos y su casa. Aunque no fue suficiente. Ella le dio el amor de una madre, pero no lo era. Sin embargo, ese fue otro vacío en su vida. Alguien más a la que quería echarle la culpa. Reese se hallaba metida contra mi otro costado, sollozando cuando el ministro habló, sosteniendo firmemente mi brazo como si me estuviera sosteniendo. Conocía a Major desde hace tan poco, pero también la conquistó. Él
llamó la semana pasada, con la promesa de pasar esta semana a visitarnos. Ella le dijo que le haría brownies con glaseado en la parte superior en la forma en la que a él le gustaban. Sabía que iba a ligar con mi esposa solo para molestarme. Reese se ruborizaría, y entonces todos nos sentaríamos riendo y hablando alrededor de la chimenea.
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Volvió, bien, pero no de la manera en la que lo habíamos previsto. Nunca en la forma prevista. Su necesidad de aventura, finalmente, había sido demasiado. Saber que murió protegiendo a mi hermana hizo que mi corazón se hinchara de tristeza y orgullo. Incluso al final, fue un hombre de honor.
63 Traducido por Dama Corregido por Julie
Captain Tomé la mano de Addy firmemente y a Franny en la otra. Mis dos niñas de pie a mi lado, cuando nos reunimos en una ladera en Texas, viendo a un niño al que no se le dio la oportunidad de ser un hombre ser enterrado. Ese podría haber sido yo. Tantas veces, debería haberlo sido. Me habían dado más indultos que a cualquier ser humano. Balas que deberían haber terminado con mi tiempo en la tierra fallaron milagrosamente. Apretando sus manos en las mías, ahora sabía por qué. El destino no estaba listo para llevarme, porque tenía un mundo del que no sabía que existía. Tenía una familia por la que vivir. Una familia que me necesitaba y una familia que me iba a cambiar. Major nunca conseguiría esa vida. Más excitante de la que perseguíamos. El peligro no era la emoción que él necesitaba para llenar el vacío. Todos teníamos un vacío. Habíamos nacido con ello. Encontrar el relleno para ese vacío no era fácil. A veces se trataba de nosotros y no lo notábamos, a veces lo habíamos perdido desde antes, otras no sabíamos qué buscar. Si teníamos suerte, no se daba por vencido con nosotros. Yo fui uno de los afortunados.
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Major no. La vida era injusta. Una llena de dolor que en realidad nadie entiende. Sabía que Major buscaba llenar ese vacío. Yo, una vez, también lo hice. Incluso sabía que no iba a llenarlo con la pistola en la mano mirando hacia abajo, a otro hombre. Nunca fue suficiente para mí. Eso casi me quitó todo, hasta que Addy me encontró y me salvó… de nuevo. Las lágrimas llenaron los ojos de las personas que rodeaban la tumba de Major al ser enterrado. Fue amado por muchos. Si yo hubiera muerto a su edad, el
funeral no habría tenido lugar. DeCarlo lo habría cubierto, y al día siguiente, sería lo de siempre. No tenía un grupo de amigos y familiares. Él había sido egoísta y no consideró este fin. El dolor que causaría si esto llegara a suceder. Pero entonces, creyó que era invencible, incluso cuando le dije muchas veces que no lo era. Nadie lo era. Ninguno de ellos sabría la verdad. Ni Mase ni su padre. No podían saberla. La verdad sería cubierta, pero al menos era un héroe. Salvó a la hermana de su primo. Iban a recordar eso. Agradecía que él se haya ido de esta manera. Si las cosas hubieran sido de otra manera, con un caso diferente, nunca se podría haber tenido la oportunidad de enterrar a Major.
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Esto le dio a nuestra familia el cierre que necesitaban y que se merecían.
64 Traducido por Dama Corregido por Julie
Nan Ya no quedaban más lágrimas dentro de mí. Mi pecho dolía, mi cabeza palpitaba. Todo esto era muy real; nunca despertaría para encontrar que todo esto era un sueño. Major murió. Había estado trabajando con los federales para protegerme de mi breve tiempo con un capo del crimen. Si hubiera sabido exactamente lo peligroso que era Franco, habría sido más cuidadosa. No me habría quedado con él por ese corto período de tiempo. A causa de mi tonta torpeza, Major se encontraba muerto. Cope estaba vivo, pero también había estado protegiéndome. Sobrevivió. Cerré los ojos, bloqueando el terror que venía junto a la idea de Cope muerto. A pesar de que todo lo que hizo fue para protegerme, todavía no podía odiarlo. No lo quería muerto. Sin embargo, en su trabajo estaría en peligro todos los días. Podría irse, y nunca más lo volvería a ver. Nunca sabría cuando un arma de fuego acabara con su vida.
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Mi respiración se volvió superficial cuando el temor se apoderó de mí y sentí a Blaire deslizar su brazo alrededor de mi cintura. Ella había estado junto a mí siempre que Rush no podía estar en los últimos días. No dijo mucho, pero me trajo té y se fijó en mi alimentación. Cuando no quería comer, no me obligaba. Sostuvo mi cabello detrás cuando vomité esta mañana, luego me dio un paño frío y húmedo para limpiar mi cara. Cuando la miré, esperaba compasión, pero no vi nada de eso. Simplemente, un estímulo silencioso. Me recordó que era fuerte sin usar palabras. El puente que nunca creí podría formarse lentamente se fue construyendo entre nosotras, y no la odiaba. Ya no. La vida era corta. No se nos prometía un
mañana. Perder el tiempo que teníamos en odiarnos unos a otros o los caminos que se nos dieron era inútil. Debemos aceptarlos y hacer lo mejor de ello. Me recosté en ella, haciéndole saber que apreciaba que estuviera allí. Ella no tenía que aceptarme ni preocuparse por mí. Rush la amaría de todas formas. Yo merecía su odio. Mi hermano la amaba por muchas razones. Sabía que lo que me encontraba experimentando era una de las razones más grandes. El corazón de Blaire era más grande que el de cualquiera que haya conocido. Agradecí que fuera la mujer que amaba a mi hermano, la madre de mi sobrino y futura sobrina. Levanté la mirada, la cual posé en las rosas sobre el ataúd de Major, y vi a Cope. No habíamos hablado. Su parte en todo esto me lo explicaron los agentes federales que me preguntaron lo qué pasó y mi conexión con Franco. Entendí lo que Major estuvo tratando de decirme sobre Cope. La vigilancia tenía sentido. Habían estado protegiéndome desde el principio. Mi necesidad por ser amada era tan controlada y patética que creí que Gannon era algo que no era. No lo podía odiar por esto. Era solo yo y mi estúpida necesidad de ser querida lo que creó esta angustia que necesitaba vencer. Major se fue. Eso era más importante al hecho de que creía amar a un hombre que nunca existió. Decidí quedarme embarazada de su hijo, y ahora me superaría por ser la mejor madre en el mundo. Cope sostuvo mi mirada, y quise leer cosas en esa mirada oscura que no se hallaban allí. Nunca estarían allí. Se terminó ahora. Él se iría. Mis recuerdos de ese tiempo siempre estarían empañados por el dolor y la tragedia de la muerte del Major.
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Era fuerte. Era autosuficiente. Iba a estar bien.
65 Traducido por Dama Corregido por Julie
Cope No conocía a Blaire Finlay, pero mirarla consolar a Nan cuando yo no pude, hizo que me agradara esa mujer. Ella había sufrido a manos de una amarga y enojada Nan. Sabía las historias. Estudié a fondo. Sabía de cada uno con relación a Nan. La mayor parte de los amigos en este entierro se hallaban aquí prestando su apoyo a Mase, Captain, y Nan. Podría clasificar a cada uno y poner en una lista las interacciones y conexiones que habían tenido con Nan durante los años. La ausencia de la madre de Nan a lo largo de este episodio decía lo que yo esperaba que vieran los otros—los que no se encontraban dispuestos a perdonar a Nan por sus pecados pasados. Los villanos eran creados, no nacían así. Fue algo que llegué a conocer como un hecho. Lo había visto una y otra vez. Aunque Nan nunca fue una verdadera villana, se hallaba profundamente dañada y herida, ¿había algo más peligroso que eso? Lo dudaba.
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Finalmente, apartó su mirada de la mía y la frialdad que sentía antes se filtró nuevamente dentro de mí. La echaba de menos. La extrañaba a cada momento desde que se fue de Las Vegas. Deslicé mi mano derecha en mi bolsillo y sostuve el paquete circular de pastillas que dejó atrás. Lo mantuve conmigo porque eran de ella, un recordatorio de que me había amado. Esta era mi prueba. Si alguien me hubiera dicho hace un año que una mujer iba a atraparme con un embarazo, habría gruñido y creído que fue una estúpida, porque eso no me mantendría. Nada lo lograría. Hasta que vi a Nan salir de su coche por primera vez, y lo supe. La vida cambió a partir de ese momento. Todos mis proyectos, mis decisiones, mis creencias y el odio hacia la especie humana dieron un vuelco. Y nunca quise volver.
66 Traducido por Dama Corregido por Marie.Ang
Major Mi papá no lloraba. ¿Eh? Pensé que lo haría. Aún lo esperaba. Duro como un hijo de puta. Me preguntaba si todavía sostenía mi aventura sexual con mi madrastra contra mí. La mujer había sido un par de años mayor que yo. Podría haber sido su hija. Cabra vieja pervertida. Lo salvé de otro feo divorcio, junto con la mitad de su dinero. Debería haberme dado las gracias por eso. Además, no había sido muy memorable en la cama. Seguro, tenía unas tetas asesinas y todo, pero eso fue todo. Su culo necesitaba ser más regordete. Cope se veía más desgarrado por todo esto. Quiero decir, "morí" y todo. Estaba demasiado preocupado por Nan y volverla a conquistar para que se concentrara en mí. Sabía a dónde se dirigía eso. Básicamente me lo dijo anoche. Independientemente de que los sentimientos que tuve por ella ahora eran inexistentes, al igual que yo. Nunca llegué a decirle cómo realmente me sentí. Que una parte de mí la amaba. Cuando nunca esperé amarla en absoluto. Amar a una mujer, sin embargo, no estaba en mi plan de vida. Tenía demasiadas cosas que perseguir. Ahora era tiempo para eso. No más drama, sólo acción. Volví mi atención hacia mi primo.
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Por quién más sentía culpa era por Mase. Parecía devastado y maldita sea, no debería ser así. Esperaba que no hiciera un lío por mi muerte. Parecía estar cumpliendo mis expectativas. Incluso vi lágrimas en sus ojos. Odiaba hacerle eso. Contemplé al resto de ellos, y estaba bien saber que fui amado y sería echado de menos. La mayor parte de las personas no conseguía ver sus propios entierros. Bien, supuse que no podían. No estaba realmente muerto. Mierda, la gente muerta podría ponerse a perder el tiempo y mirar. ¿Quién sabía? Esperé a que lo hicieran, porque esto era un buen sentimiento. Te hacía apreciar a la gente y la vida que viviste. Conocer a la gente y echarla de menos. Ver las lágrimas en sus
ojos también se sintió malditamente bien. Excepto que, realmente sentí un poco de culpa por esto. Cope cambió su mirada, y la poso en mí. Esa fue mi señal. Ya era hora.
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Lo saludé solo para enojarlo y, a continuación, me metí por el bosque y dirigí hacia donde el auto negro me esperaba. Mi vida como una mortífera sombra había comenzado. La vida me estaba dejando atrás, estaba muerto. Acababa de dejar todo. La mejor parte era que sería el jefe ahora. Cope estaba fuera, y yo dentro. Maldito tonto se había ido y enamorado. Sacudí mi cabeza, reí y subí al interior, para desaparecer en la oscuridad y comenzar mi vida de crimen.
67 Traducido por Michelle♡ Corregido por Marie.Ang
Nan Reduje mi ritmo cuando su silueta se hizo visible en el sol de la mañana. Conocía esa forma de cuerpo. No esperaba volver a verlo, pero lo reconocía. Cuanto más cerca troté hacia él, más preguntas se apilaban en mi cabeza. —Hola. —Eso fue lo primero que salió de mis labios cuando me detuve a varios metros de él. —Tenemos que hablar. —Esas fueron las primeras palabras de Cope. Mucho más al grano que mi “Hola”. —Lo sé todo. No tienes que explicar —dije, esperando sonar más inteligente esta vez. —Tú no sabes nada —respondió él, y dio un paso hacia mí. Inmediatamente, di un paso atrás. Él estaba en lo correcto. No sabía nada de él, de verdad. La fantasía que había creado para atraerme así podía protegerme mientras estaba lejos de Major era sólo eso, una fantasía. Era Gannon.
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Este era Cope. Un hombre que no conocía en absoluto. —Sé todo lo que necesito saber —le respondí secamente. Sentí la ira que traté de mantener a raya cuando pensaba en todo lo que había sucedido. No quería odiar al padre de mi hijo. Frunció el ceño. —No sabes lo importante. Así que no, no sabes todo lo que necesitas saber. Él no sabía lo único que era importante. —No estoy de acuerdo —dije, cruzando los brazos sobre el pecho y levantando la barbilla. No le mostraría que me daba miedo.
—¿De verdad? Vamos a empezar con esto, entonces. —Sacó la mano de su bolsillo y lo que parecían ser mis viejas pastillas anticonceptivas. Las había dejado en el bote de basura de la habitación del hotel en el casino. Había sido un agente privado; por supuesto, que volvió y buscó por la habitación una vez que me había ido. Eso tenía sentido. Mierda. —¿Qué pasa con eso? —dije, encogiéndome de hombros como si las pastillas no significaran nada. Pero vi a mi médico esta semana, y significaban que llevaba a su bebé. —¿En serio no vas a admitir que estás embarazada de mi bebé? ¿Crees que es justo mantener el secreto después de que quedaste embarazada a propósito? Está bien, supuse que lo sabría. —¿Has estado siguiéndome? ¿Todavía estoy bajo vigilancia? —pregunté, de repente sintiéndome desnuda delante de este hombre a quien mi corazón quería aferrarse mientras que mi cerebro gritaba que era un extraño. —No. No estás bajo ninguna vigilancia. Pero te observé después. Lo he hecho desde el momento en que te vi. Sí, sé que olvidaste las píldoras la última vez que tuvimos sexo, y sé que has estado enferma en las mañanas y algunas tardes, y sé que fuiste a ver a tu médico y confirmó que estabas embarazada. Eso es lo que hago... hacía. Observar personas. He seguido observándote desde una distancia segura mientras te lamentabas la pérdida de alguien que te importaba. Pero es hora de que hablemos ya. No puedo posponerlo, y no puedo mantener mi distancia por más tiempo.
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El tono profundo de su voz era el mismo que todavía se me aparecía en sueños y, a menudo durante el día cuando me permitía recordar. Tenía un adictivo tono en él. Uno que me tenía un largo tiempo temblando. Al escucharlo ahora, quería hacer lo que me pidiera. Para complacerlo. Para olvidar que él no era quien yo pensaba que era. —Pensé que estaba manteniendo una parte del hombre que amaba. Ese hombre que no existía. En cierto modo, eso hace que su desaparición de mi vida sin ni siquiera una despedida fuera más fácil de tratar, y de otra manera, me hace anhelar lo que nunca fue. Pero este bebé va a ser mío. Será amado. Voy a proveer para él, y nunca voy a requerir una moneda de ti. No creas que esto fue una trampa. No lo fue. Ni jamás lo llamaré un error. Sus dos largas zancadas fueron rápidas, y no tuve tiempo de reaccionar antes de que él estuviera directamente en frente de mí. Sus manos agarrando mis brazos. El calor de su cuerpo mezclándose con el mío. Inhalé sin pensar, porque quería olerlo. Lo extrañaba. Incluso si él no era quien yo creía que era. —Este bebé
me conocerá. Yo voy a proveer para él, y lo amaré. No me digas que no me necesitas. No me digas que este bebé no me necesita, porque cada niño necesita a su padre. No es una declaración justa de hacer. Tú, más que nadie, sabe lo importante que es un padre en la vida de un niño. La ausencia de su padre y el desapego de tu madre te marcaron y te formaron. ¿Quieres eso para nuestro hijo? ¿En serio, Nan? ¿Está bien para ti? Lo odiaba en ese momento. Lanzar mis temores en mi cara. Acusándome de hacerle daño a mi bebé por mis decisiones, cuando no sabía nada de mi vida. —No sabes nada de mí y de mi vida. —Mis palabras arremetieron mientras las lágrimas me escocían los ojos. —Sé más de lo que crees. Conozco tu odio, conozco tu crueldad, conozco tus errores, conozco tu odio a ti misma, y conozco tu dolor y tus remordimientos. Conozco todo, Nan. He oído, sido testigo de ello, y aún te amo tan jodidamente mucho que no puedo alejarme de ti. La vida que viví antes de ti se ha acabado para mí. Así que, no te pares aquí y me digas que no me necesitas. Que nuestro bebé no me necesita. Debido a que los dos hacen. Los dos me necesitan, y me quieres. —Se detuvo y suspiró como si estuviera agotado—. Y yo los necesito y quiero a los dos. No había esperado eso. No estaba en mis fantasías o incluso mis sueños reales. Tenía miedo de esas dos palabras. Nunca las había oído de un hombre. Mi hermano no contaba. No estaba segura de si podía confiar en esas palabras. — ¿Cómo? —Las palabras eran honestas y salieron sin pensar. Si sabía todo de mí, ¿cómo podía amarme? Él sonrió entonces, y recordé la primera vez que lo había visto sonreír. Una parte de mí se enamoró en ese momento. —¿Cómo no iba a hacerlo? Esa es la mejor pregunta.
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Sacudiendo la cabeza, traté de retroceder. Esa no era una respuesta. Él estaba esquivándola. No había manera de que supiera todo lo que dijo que sabía y todavía me amara. Sus manos apretaron mis brazos, pero no dolorosamente. —Porque me capturaste. Eres real. No hay nada falso acerca de ti. Lo que la mayoría de las mujeres esconden, tú haces alarde al mundo. Nos disimulas tu lado feo; lo muestras. El problema es que la mayoría de las personas no están preparadas para ver esa realidad que se pierden de la belleza que tampoco escondes. Está allí, pero no haces alarde de ello. Tú no pretendes querer algo o estar bien con algo cuando no lo estás. No disimulas tu dolor; atacas y causas daño a otros por igual. —Se acercó y colocó un mechón de pelo detrás de mí oreja—. Eres real, Nan. Más real que cualquier persona que he conocido. Así que cuando digo que te amo, sé que lo hago. Amo todo.
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La emoción que me golpeó en el pecho era demasiada. Cuando me liberó de su agarre, me dejó. Cuando me di la vuelta y escapé... me dejó.
68 Traducido por Michelle♡ Corregido por Marie.Ang
Cope Cuando abrió la puerta, se detuvo. Esperaba eso. También me esperaba una pelea. Luego de dejarla huir la semana pasada, luego de permanecer fuera de su vista durante siete días, ella estaba más allá de molesta conmigo. Lo pude ver en su postura y la forma en que interactuaba con los demás. Sabiendo que se encontraba en esa casa lidiando con las náuseas del embarazo fue difícil. Quería estar allí, pero no iba a entrar a la fuerza por esa puerta. Ella la abriría y me dejaría entrar. Eventualmente. Hoy era su cita con el médico para escuchar los latidos del bebé. Lo sabía, así como sabía que ella no dormía bien por la noche, pero tomaba varias siestas durante el día, últimamente. Ya no podía soportar el jugo de naranja, y el olor de los huevos la enviaba al baño a vomitar. Bebía ginger ale en las mañanas, junto con un puñado de galletas de jengibre. Eso era lo único que podía mantener hasta después del almuerzo, normalmente alrededor de las dos, cuando iba al club de campo y pedía una hamburguesa de queso con patatas fritas. Lo que la hacía sentir culpable de inmediato, por lo que iría a correr en la playa después.
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Todo lo que hice fue estar cerca. Asegurándome de que estaba a salvo y manejara las cosas sin ayuda. Me encontraba esperando en el extremo, con la esperanza de que me llamaría. Pero era terca. Una de las muchas cosas que me encantó de su culo loco. —¿Qué quieres? —me espetó mientras caminaba por las escaleras y se dirigía hacia su coche, no a mí. —Voy a escuchar los latidos de nuestro bebé contigo —contesté, moviéndome para seguirla hacia su coche ridículamente caro.
—¿Cómo lo sabes? —Se dio la vuelta, sus ojos dilatándose con ira y atracción. Trató de ocultarlo, pero allí estaba. —Porque que me importa. —Me agaché y tomé las llaves de su mano—. Yo manejaré. Eres una pésima conductora. —Sabía que se iba a enojar, pero me gustaba molestarla. —¡No lo soy! ¡Este es mi coche, y voy a conducirlo! —Pisoteó para dar énfasis. Di un paso hacia ella y sostuve su mirada altiva. —Entra al puto coche. Estoy conduciendo. —No dejé espacio para discusión, y como esperaba, se echó atrás ante mi tono, y sus hombros se aliviaron de su posición tensa. —Bien —murmuró, luego se volvió para entrar en el asiento del pasajero. Esperé hasta que me di la vuelta para sonreír. Dudaba que le gustara mi diversión ahora. Subiendo a su pequeña excusa de vehículo, miré a ella. —Vas a necesitar un vehículo más grande y más seguro para el bebé. Suspiró. —Lo sé. ¿Por qué estás haciendo esto? Cambio de tema. —Te lo dije hace siete días, cinco horas y veintidós minutos atrás. No me digas que ya lo has olvidado. Nan hizo otro suspiro de frustración. —Sí, lo hiciste. Pero te has ido desde entonces, así que supuse que habías cambiado de opinión. Y ¿de verdad me acabas de dar la cantidad exacta de tiempo que ha pasado desde que dijiste dijo eso? ¿Cambiado de opinión sobre amarla? ¿Piensa tan poco del amor? Su daño era profundo. Tenía que tener cuidado con eso. —Sí, lo hice. Veintitrés minutos ahora.
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Me observaba mientras sacaba su carro a la calle y conducía fuera de la ciudad y hacia Destin, donde sabía que estaba la oficina de su médico. No la miré. La dejé asimilar. El hecho de que yo estaba aquí. El hecho de que ella estaba a punto de darse cuenta de que sabía a dónde íbamos y no le estaba pidiendo direcciones. El hecho de que la amaba y no iba a ninguna parte. Incluso cuando ella corrió de mí. —¿Estás mentalmente estable? —Fue su siguiente pregunta. Ésta me hizo reír. —Probablemente no —le respondí con total honestidad. —No lo creo.
Una vez más, me reí. Algo que no había hecho en mucho tiempo. Nan trajo un montón a mi mundo. Incluyendo una razón para reír. Algo que había tenido muy poco en mi vida. —No sé qué hacer contigo. Pensé que amaba a Gannon, pero él no existe. Era un papel que estabas interpretando. No te conozco. Vamos a tener un hijo juntos, y a lo mejor no me gustas en absoluto. Puede que te odie. —Su honestidad era parte de su encanto que la gente no podía manejar. —El hombre que conociste es el yo que nadie ha conseguido más que tú. Era real. No pretendí ser alguien más que yo mismo. Te di el hombre que nunca le he dado a nadie. Me confié a ti. Como sabía que haríamos, hicimos clic. Bloqueados en su lugar como dos piezas perdidas en espera de su pareja. No respondió a eso. Conduje en silencio durante un tiempo. La dejé pensar en ello y que trabajara eso en su cabeza. No tenía la necesidad de forzarla a aceptar lo que le estaba diciendo. Necesitaba que ella creyera en mí y que me permitiera mostrarle que esta era la verdad. Gannon había tenido más de mí que el hombre que estuve mostrando al mundo desde que tenía diez años de edad. El único acoso que haría con ella sería cuando tuviera citas con el médico y cuando necesitara ayuda. Me gustaría estar allí para aquello. Ella ya no estaba sola. Con el tiempo, se daría cuenta de eso. Era paciente. Tenía tiempo. —Sabes dónde está mi médico —dijo simplemente, cuando entré en el estacionamiento. —Sí. Me aseguro de saber todo lo importante. Esto es importante. No se movió para salir cuando aparcamos. En su lugar, se sentó con las manos en su regazo. —Amé a Gannon. —Lo sé.
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Asintió, pero no me miró. Mantuvo la mirada fija al frente. —Necesito tiempo para llegar a conocer a Cope. —Es el mismo hombre, pero lo entiendo. Estoy aquí para cuando estés lista para darme una oportunidad. —Estoy lista. —Bien.
69 Traducido por NnancyC Corregido por Marie.Ang
Nan Me quedé dormida cuando regresábamos de escuchar los latidos del bebé. Fueron fuertes, y el médico estuvo complacido. El alivio debió ser suficiente para relajarme, porque tomé una siesta, completamente despreocupada, con Cope al volante. Me despertó cuando llegamos a casa, entonces me metió en la cama. El sueño vino una vez más, acurrucándome y atrayéndome. Tomar siestas nunca fue tan delicioso. Lo hacía a menudo en estos días. Cuando abrí los ojos, olí algo interesante subir por las escaleras desde la cocina. Un vaso de ginger ale se encontraba al lado de la cama, y tomé un gran trago antes de levantarme. Supo que querría esto cuando despertara. Lo sabía todo. No estaba segura si eso era espeluznante o encantador.
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La forma en que sostuvo mi mano mientras escuchábamos el latido llenar la habitación hizo que mi corazón se estrujara. Esperé hacer eso sola, pero en ese momento, había estado tan agradecida de tener a alguien allí quien se sentía tan emocionado y asombrado como yo. Conseguí compartirlo con él. Dijo que era el mismo hombre que Gannon, pero había cosas sobre él que me hacían discrepar. Cope era más suave que Gannon. Mostraba amor donde Gannon no lo hacía. Me di cuenta que Cope me hacía sentir segura en una forma que Gannon no lo hizo. Siempre sentí que Gannon se desvanecería en cualquier momento, pero confiaba en que el hombre que se presentó como Cope se quedaría. Aunque luchaba contra el hecho que lo quería aquí, sabía que no se marcharía. No quería que lo hiciera. Poniéndome de pie, me dirigí a la puerta y luego a la planta baja. Quería verlo en mi casa. Cocinando en mí cocina. Estos eran los sueños que nunca experimenté porque tuve miedo. Esto no era lo que conocía en los hombres. Era
algo que los hombres hacían por las Blaire y las Harlow de este mundo. No por las Nan. Pero nadie le explicó ese hecho a Cope. Ya que se hallaba junto al fregadero, lavando los platos que ensució. Su mirada estuvo en la mía al momento que entré en el cuarto. —Estoy horneando pollo con espagueti. ¿Dormiste bien? Seguro sonaba así. —¿Sonaba? —pregunté, frunciendo el ceño. —Roncas. Fuerte. Rodé los ojos y me acerqué para sentarme en la banqueta al otro lado de él. —No, no lo hago. —Como el infierno que no lo haces. Roncas como una maldita sierra. No estaba segura si bromeaba o hablaba en serio. —¿De verdad? —Oh, sí. —Nunca me han dicho que ronco. —Lo haces. Confía en mí. —Debe ser el embarazo. —Sigue diciéndote eso si te hace sentir mejor. Te he observado roncar por meses. —Eres un imbécil —murmuré. Entonces, me paralicé. ¿Me observó?—. ¿Cómo me observaste por meses? —Mi corazón se aceleró, y sentí un poco de pánico.
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No se movió de donde permanecía, y lo miré fijamente, sabiendo que sería honesto, sin importar lo mucho que no quería escucharlo. —Vigilancia. Santa madre de Dios. ¿Me había visto dormir? ¿Qué más? ¿Bañarme? ¿Vestirme? Me sentí expuesta en una manera que nunca me sentí. —¿Quiénes me vieron? —pregunté, necesitando sentarme, correr y ocultarme, envolverme en una bola y llorar. Esta era mi casa. Mi lugar seguro. No me di cuenta que la vigilancia significaba que me observaban dentro de mi casa. —Yo. Solo yo. Desde el día uno. Solo él. El hecho calmó algo del pánico, pero no todo. Mi mente se apresuró a todas las cosas que vio. Toda la privacidad que ahora era arrancada de mí. —Me enamoré de ti antes de que te conociera. Observándote. Supe cada cosa de ti.
Oh, Dios. Iba a vomitar. Retrocedí, sacudiendo la cabeza. —Tú me observaste —dije, permitiéndome asimilarlo más. Asintió. —Y fui yo quien te hizo el amor aquellas noches. Los sueños… no fueron sueños. El mundo que acepté estaba ahora explosionando en frente de mí con colores e imágenes para las que no me encontraba lista. En el fondo, ¿supe que esos no eran sueños y que aceptándolo me hacía sentir mal en alguna forma? ¿Tenía arruinada la cabeza? —Viniste a mí en la noche. —Tuve que decirlo en voz alta. Saborear las palabras en mi lengua. Enfrentar la verdad. Decidir si podía manejarla. —Sí. Después de tenerte en Las Vegas, no puede mantenerme alejado. La noche que Major te besó, perdí la cabeza. Aquellas notas eran mis palabras. Yo planeé esa cita, y él consiguió todo el crédito. No hizo nada, aparte de comprarte unas malditas rosas. Así que, vine a ti. Necesitando asegurarme que era yo a quien querías. Fue egoísta, pero me recibiste sin miedo. Tan fácilmente. Lo hice. Creer que era un sueño fue fácil. Aquellas notas provenían de él. Era lógico. Major no pensaría en algo así. El jardín secreto y la comida parecieron tan sorprendentes para Major como para mí. Eso me confundió, pero ahora tenía sentido. —Quería ser el único contigo. No él. Lo alenté a acercarse a ti, todo el tiempo aterrorizado de que lo haría. Me le quedé mirando, dejando que sus palabras se reprodujeran en mi cabeza. Asimilando la realidad de todo esto. Entendiendo que mucho de lo que pensé, no era cierto. Había sido engañada en tantas formas. Engañada muchísimo, pero ¿para qué? ¿Para que me protegieran? ¿Para que probaran mi inocencia? ¿Era este hombre, cuidando de mí, cocinando para mí y mostrándome más amor que ningún hombre jamás mostró, digno de perdonar? Era un montón para perdonar. Sin embargo, sabía la respuesta.
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Sí. Lo era. Era imperfecta. Estaba embarazada debido a mis elecciones egoístas. Fui tras él cuando pensé que dejó preñada a otra chica y que no cuidaría de ella. Le rogué que me follara una y otra vez, sabiendo nada sobre él. Mantenía sus secretos bien ocultos, pero lo quería de todos modos. No obstante, él me amaba. Con toda la locura que sabía sobre mí. Todavía me amaba. Aceptaba mis defectos, mis errores y mi egoísmo. Lo tomó todo y lo amó. Encontró belleza en ello. En mí. Cuando nadie más jamás lo hizo. Él era mi
regalo en este mundo. Mi único golpe de suerte. Claro, él estaba arruinado y posiblemente demente, pero también yo. Encajábamos a la perfección. Combinábamos, como él dijo. Si me dejaba ahora, nunca me recuperaría. Lo poco que tenía de él no era suficiente. Lo quería todo. Viéndolo, dije todo eso sin palabras. Sabía que podría verlo en mis ojos. Él sería mi razón para despertar cada día y sonreír por el resto de mi vida. No podía perder esto. No ahora que lo había encontrado. Se secó las manos mientras me observaba. Dejé caer la mirada y actué como si no estuviera mirándolo, pero era difícil no hacerlo. Me gustaba la forma en que lucía y como su cuerpo se movía. Era difícil no mirar. Era difícil no quererlo. Terminé con intentar fingir que no lo hacía. Pensé que nos probé a ambos que lo quería demasiado. Cuando comenzó a rodear la barra, me tensé, insegura de lo que iba a hacer a continuación. El espacio entre nosotros había sido mi última red de seguridad. Ahora que mi decisión fue tomada, necesitaría confiar en él sin dudas. Se detuvo a centímetros de mí y acunó mi rostro entre sus manos. —Te amaré hasta que respire mi último aliento. Nada cambiará eso. Ni siquiera tú. La sinceridad en su voz y la forma en que me miró derrumbaron el pequeño muro que todavía intentaba mantener en esperanza de protegerme. No había motivo. No podías proteger a tu corazón de todo. Amar a Cope podría ser la oportunidad más grande que jamás tendría, pero sería una de la que nunca me arrepentiría. Con él, me sentía completa. —Te amo —susurré, necesitando decir las palabras en voz alta.
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—Lo sé.
70 Siete meses, dos días y cinco horas después… Traducido por NnancyC Corregido por Laurita PI
Cope Él tenía diez dedos perfectos en los pies y diez dedos perfectos en las manos. La cabeza repleta de cabello rubio y las mejillas rosadas casi lo hacían demasiado bonito para ser un niño. Pero entonces, mirando a su madre, no tenía opción, excepto ser hermoso. Nan dormía después de diez horas de contracciones y treinta minutos de pujar activamente. Ella fue tan fuerte como esperé, aunque podía notar la fatiga en su rostro cerca del final. Cuando el médico colocó a Copeland Finlay Roth, alias Finn, en sus brazos por primera vez, sonrió tan brillantemente que juraría que no existía nada tan impresionante en esta tierra.
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Nunca llevé mi apellido con orgullo. Una vez que hice mi camino en el mundo, lo dejé, no necesitando más que un simple nombre. Hasta que necesité una pantalla en Las Vegas, no había usado mi apellido. Cuando Nan y yo nos paramos frente a un ministro, con la familia y los amigos rodeándonos, y le di mi apellido, se volvió importante una vez más. Algo de lo que me sentía orgulloso, porque le daba a Nan todo lo que yo era. Ahora, mientras sostenía a mi hijo en mis brazos mientras mi esposa dormía, mi nombre significaba incluso más. Era parte de él. El hombre que me dio ese apellido no fue un padre. Nunca fue más que un donante de esperma. Pero ese nombre era mío, y también lograría que mi esposa e hijo se sintieran orgullosos de llevarlo. Mi pasado era parte del hombre que era hoy. No podía cambiarlo, y no quería hacerlo.
Me fue otorgada una vida que los hombres soñaban tener, y si la carretera por la que tuve que viajar era lo que se necesitó para traerme aquí, la apreciaría. Porque todo esto valía la pena. Finn abrió los ojos y me miró con ojos azules pálidos. Podía ver partes de mí en él, pero principalmente, él era su mamá. Eso solo lo hizo incluso más especial, si siquiera fuera posible. Tenía dos padres que no fueron criados con el amor paternal. Ambos estábamos dañados a nuestra manera, pero juntos encontramos la felicidad que merecíamos. Nos curamos el uno al otro. —Serás amado incluso cuando pintes las paredes de la sala, rompas una ventana jugando béisbol y consigas una multa por exceso de velocidad que no puedas pagar. Estoy deseando que llegue cada momento —susurré, antes de presionar un beso en su nariz y luego uno en su frente. —Mejor que no pinte mis paredes —dijo Nan con una sonrisa en su voz. Levanté la mirada, mis ojos fijándose en los suyos. —Tal vez hará algo peor que eso. Soy su papá. Se rio en voz baja. —Buen punto. Necesito prepararme, supongo. Teníamos una vida de recuerdos ante nosotros. No podía esperar a experimentarlos todos con ella a mi lado. —Al igual que yo, ¿no? —pregunté. —Un poco —respondió.
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La vida no podía ponerse más perfecta.
Agradecimientos Para escribir un libro, necesitas respaldo. Mientras escribía este libro, tuve el mejor equipo de apoyo alrededor de mí que alguien pudiera alguna vez esperar. Mi abuelita se enfermó, y al mismo tiempo que yo trabaja en Up in Flames, pronto descubrimos que ella tenía cáncer. No era solo mi única abuela todavía con vida, era la más cercana a mí. Perderla me asustó, y sin los amigos que me rodearon y animaron, no podría haber escrito este libro y entregado cuando se suponía. Monica Tucker: No sé qué habría hecho sin ti. Mantuviste mi mundo en orden estos últimos meses, y no hay suficientes palabras para agradecerte adecuadamente. Heather Howell: Cuando pensé que iba a perder la cabeza, me mantuviste cuerda. O tal vez, solo me mantuviste riendo. De todos modos, funcionó. Jane Dystel: No eres solo la mejor agente literaria en el mundo, has sido de gran apoyo y compresiva a través de todo esto. Estoy agradecida de tenerte. Jhanteigh Kupihea: No creo que ningún otro editor me habría aguantado de la forma que lo hiciste. Has sido muy importante en hacer de esta serie en lo que se ha convertido. Gracias por todo. Ariele Fredman: En lo que se refiere a los publicitas, eres la mejor. Sin dudas. Lauren Abramo: Gracias por siempre estar allí cuando tengo preguntas sobre mis libros extranjeros y peticiones de viajes. Nadar a través del confuso mundo de las publicaciones internacionales sería imposible sin ti. Judith Curr: Por ver mi visión para la serie Rosemary Beach y hacerla incluso más grande de lo que esperaba. Saber que estás allí para avanzar y tratar cosas nuevas hace emocionante ser parte de Atria.
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El resto del equipo Atria: Son buenísimos. Austin Glines: Por entender que necesito escribir y que la basura no se saca a sí misma. Annabelle Glines: Por darme más ideas de drama femenino de lo que cualquier escritora podría alguna vez necesitar. Ava Glines: Por hacerme sonreír a diario con tu imaginación.
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JBS: Sin ti, esta historia nunca habría sido escrita. Eres la inspiración detrás de ella, y nunca me he sentido más orgullosa de una de mis novelas de lo que me siento con esta. Gracias.
Sobre el autor
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Abbi Glines puede ser encontrada saliendo con estrellas de rock, paseando en su yate los fines de semana, haciendo paracaidismo o surfeando en Maui. Está bien, quizás ella necesita mantener su imaginación solo enfocada en su escritura. En el mundo real, Abbi puede ser encontrada acerrando a niños (que siempre suelen parecer que no le pertenecen a ella) a todos sus eventos sociales, escondida bajo las sábanas con su MacBook con la esperanza de que su marido no la descubra viendo Buffy en Netflix de nuevo, y escabulléndose en Barnes & Noble para pasar horas perdida en libros.
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