Rosa Luxemburg y el estancamiento actual del marxismo

October 26, 2017 | Author: Rafael Rodriguez Cruz | Category: Marxism, Capital (Economics), Karl Marx, Capitalism, Socialism
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Descripción: La teoría de Rosa Luxemburg acerca de la dinámica de progreso y estancamiento del marxismo....

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Rosa Luxemburg y el estancamiento actual del marxismo

Rafael Rodríguez Cruz

I. Introducción: La “crisis” actual del marxismo

Es hora de reconocerlo. El marxismo vive en 2011 una de sus peores “crisis”. Hablemos con franqueza. Es una situación de estancamiento. Afecta de manera particular al análisis económico. Luego de aproximadamente medio siglo de crecimiento desacelerado de la economía mundial, en que se han registrado movimientos tremendamente convulsivos de este modo de producción, el pensamiento teórico del socialismo no ha logrado producir ni una sola obra económica comparable a la de cualquiera de los revolucionarios clásicos. Nos referimos a trabajos de análisis concreto, de la calidad de los efectuados por el propio Marx, Engels, Lenin y Rosa Luxemburg.

La literatura de propaganda y agitación de hoy en día no se queda muy atrás. En vano ha de buscarse, en la montaña de artículos que hoy se publican, algo que exprese verdaderamente la creatividad del marxismo, su fuerza para comprender la realidad objetiva. Se cita a los clásicos de manera rutinaria, sin entender que el núcleo del marxismo consiste en el rechazo de la repetición de principios e ideas que no sean constantemente puestas a fuego por los hechos objetivos. Se habla de la necesidad de romper con la “ortodoxia”, pero se nos ofrece a cambio el vacío. Seguimos halando del método ad nauseam. Celebrando congresos y congresos para hablar de lo mismo. 1

El lenguaje “marxista”, propiamente científico, también ha caído en un desuso enorme. Hoy la izquierda “piensa” con conceptos tomados a préstamo de la academia liberal. Nociones como “neoliberalismo”, “doctrina del shock”, “globalización”, “capitalismo salvaje”, “capitalismo desordenado” etc., han adquirido una difusión general sin haber sido sometidas nunca a una crítica rigurosa por parte del movimiento. También se da el fenómeno de que hoy se puede ser “marxista” sin hablar del materialismo dialéctico, del materialismo histórico, y sin haber asimilado mínimamente el andamiaje conceptual de esta fabulosa doctrina. La mayor parte de las veces se rechaza buena parte de ella. De la dialéctica, ni decir. Está esencialmente echada al olvido. Pensadores que otrora fueran faros de luz para la juventud curiosa de aprender las teorías de Marx, hoy nos anuncian que el futuro pertenece al capital, a un supuesto “capitalismo de Estado”, donde hay que luchar por “encontrar regímenes políticos que permitan este diálogo constante entre los estados y los pueblos”.i

Se rechaza la teoría marxista de la transición al comunismo. Se anuncia con trompetas la llegada de una nueva “fase” o “etapa” de expansión del capitalismo y de grandes reformas estructurales. Dühring, Kautsky, Bernstein, como muertos vivos, asoman la cabeza en los argumentos de algunos autores “progresistas”. La izquierda marxista revolucionaria permanece, ante ello, callada; vive absorta en el mundo abstracto de los fetichismos y el doble aspecto de la mercancía.

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Lo cierto es que si el marxismo no logra salir de esta “crisis” de estancamiento, ponerse a tono con las exigencias del momento, está condenando a jugar un papel secundario en las luchas que se avecinan. Y con eso, hablamos de consecuencias mayores, pues lo que se pone en juego es la posibilidad de que estas luchas transciendan las meras reformas y resulten en el advenimiento de una sociedad verdaderamente socialista. Es mucho lo que está sobre el tapete. Sería un desastre no comprenderlo.

II. Historia de las crisis del marxismo

La buena noticia es que no es ésta la primera “crisis” que vive el marxismo. Eso sí, aquí no nos referimos a la “crisis del marxismo” en el sentido en que se hablaba de esto en la década de los ochenta del siglo XX, es decir, como parte de una “crítica” situada al exterior de la doctrina creada por Marx. No se trata para nosotros de reemplazar al marxismo con versiones aguadas de pensamiento liberal, llámese epistemología, postmodernismo o lo que sea. Aquí se trata del concepto de “crisis” del marxismo, entendido al interior de la doctrina misma y de su defensa.

Lo anterior tiene una larga historia en el movimiento socialista revolucionario. Marx fue el primero en lanzar el reto al marxismo, al proclamar que él no era marxista. Engels hizo lo mismo después de la muerte de Marx, como queda evidenciado en sus prólogos al Segundo y

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Tercer Tomo de El capital (así como en sus diferendos con Kautsky). Ambos, Marx y Engels, denunciaron la “crisis” del marxismo y lucharon por superarla.

Naturalmente, al hablar de la lucha en contra del estancamiento y fosilización del pensamiento revolucionario, se piensa en Lenin. El líder bolchevique sintió que el marxismo — entendido como el cuerpo teórico adoptado por la mayoría de los pensadores socialistas— entraba a menudo en situaciones de “crisis”, momentos en que dominaban las tendencias al dogmatismo y la repetición rutinaria de fórmulas abstractas. Fue una batalla que él libró hasta sus últimos días, no siempre de manera exitosa, pues continuamente se quejaba de que le alteraban sus artículos antes de ser publicados (y de que a menudo no se los leían).

Mas fue, en realidad, Rosa Luxemburg la primera que intentó dar una explicación racional a la cuestión de la “crisis” del marxismo. Al igual que con todo objeto social de estudio, Rosa Luxemburg no se limitó a una mera descripción superficial del fenómeno, sino que buscó ofrecer una captación conceptualmente científica del problema. Pero, ¿cómo hacer esto con la misma doctrina que uno profesa? ¿Cómo valorar lo que le sirve a uno de instrumento del pensar?

Para Rosa Luxemburg no cabía duda de que el marxismo vivía a principios del siglo XX una profunda situación de estancamiento. Esta “crisis”, según ella, era ante todo de naturaleza teórica: “El hecho real es que —aparte de una o dos contribuciones independientes que significan un avance teórico— desde la publicación del último tomo de El capital y de los 4

últimos trabajos de Engels no ha aparecido nada, sino algunas excelentes difusiones y exposiciones de la teoría marxista. La substancia de esta teoría permanece justamente donde los dos fundadores del socialismo la dejaron”.ii

Antes de proseguir, rompamos con otra visión equívoca. Lenin tiene la fama de ser el polémico implacable del marxismo, el que confrontaba la “autoridad” establecida sin miramientos. Nada más hay que citar su disputa con Plejanov y Kautsky, los dos “grandes” del marxismo a principios del siglo XX. Pero Rosa Luxemburg también mostró, desde bien temprano, una completa independencia de criterio frente al dogma. Ya en 1910, en una época en que Lenin todavía citaba a Kautsky con respeto, Rosa Luxemburg lo declara una traba para el movimiento revolucionario de masas. Y no sólo eso: traza las fallas de Kautsky a su visión del marxismo.iii En su estilo polémico único, muestra precisamente que Kautsky sabe menos de marxismo que ella, y lo aguijonea con su cinismo: “El camarada Kautsky es un académico marxista más cualificado que yo: Por tanto debería saber mejor”.iv

Ahora bien, Luxemburg no era la única que hablaba en 1903 de una “crisis” del marxismo. El tema tenía una amplia difusión y era materia de controversia. Por eso, ella comienza su análisis haciendo un inventario de los puntos de vista y polémicas prevalecientes. Por un lado estaban los que, buscando ser más fieles que el Sumo Pontífice, afirmaban que el marxismo era una doctrina acabada, que todo lo que había que decir había sido expresado por Marx, particularmente en el Primer Tomo de El capital. En este bote, según Luxemburg, “estaba

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prácticamente todo el mundo socialista”. Ella admite que Bernard Shaw, el exponente del socialismo semifabiano, se había encargado de refutar efectivamente —desde una visión contraria al movimiento socialista— la idea de que bastaba con conocer el Primer Tomo para lograr un entendimiento cabal de la doctrina marxista. Engels mismo proclamó, en el prefacio al segundo tomo, que el primer libro, con su teoría del valor, “había dejado sin resolver un problema económico fundamental, cuya solución no sería expuesta hasta la publicación del tercero”.v

Por otro lado, estaban los que afirmaban que el problema era lo opuesto, o sea, la naturaleza no acabada de la obra teórica de Marx y Engels. Luxemburg les contesta con una referencia a la historia del socialismo utópico en Francia y Bélgica, y a lo que esa experiencia ilustra sobre los sistemas teóricos acabados vs. los no acabados: “Sin duda alguna, un sistema de ideas que está meramente esquematizado en un bosquejo general demuestra ser mucho más estimulante que una estructura simétrica y acabada, que no deja nada para ser añadido y no ofrece amplitud para el esfuerzo independiente de una mente activa”.vi

Finalmente, estaban los que reducían todo el asunto a una cuestión de personalidades. Había que esperar supuestamente a que surgieran de nuevo pensadores del talento de Marx y Engels para poder hablar de un posible desarrollo mayor de la doctrina. Por supuesto, Rosa Luxemburg desestima este punto como ilógico y pueril. Si en un período hay una necesidad

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genuina de exponentes teóricos de altura, “el mismo período se encarga de crear las fuerzas requeridas para la satisfacción de la necesidad”.

¿Cuál es pues, según la revolucionaria polaca, la explicación del estancamiento innegable del marxismo en 1903? Ella lo atribuye a tres factores: la historia del marxismo, la estructura lógica de El capital, y la interacción de esos dos factores con la lucha real de clases. Desde el punto de vista de la historia del marxismo, lo fundamental es que al momento de publicarse el Tercer Tomo de El capital —que sin duda vino a completar la crítica del capitalismo presentada en 1867— ya la doctrina se había popularizado y adquirido aceptación exclusivamente sobre la base del Primer Tomo. El éxito de la teoría marxista “incompleta” era fenomenal, y nadie estaba consciente entonces de que hubiera lagunas en los preceptos: “Cuando el Tercer Tomo finalmente salió a la luz pública, aunque atrajo alguna atención en círculos restringidos de expertos y provocó cierta cantidad de comentarios —en lo que toca al movimiento socialista en conjunto, el nuevo tomo prácticamente no causó impresión alguna, en las amplias regiones en que las ideas expuestas en el libro original se habían hecho dominantes. La conclusión teórica del Tomo 3 hasta el momento no ha generado ningún intento de popularización ni ha alcanzado amplia difusión. Por el contrario, incluso entre los socialdemócratas, en el presente a veces escuchamos ecos de los „desencantos‟ con el Tercer Tomo de El capital tan frecuentemente vociferados por los economistas burgueses — y de ese modo los socialdemócratas meramente muestran cuán completamente han aceptado la exposición „incompleta‟ de la teoría del valor presentada en el Primer Tomo”.vii

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Lo anterior se vio favorecido igualmente por la propia estructura del conjunto de la obra económica de Marx. Contrario al libro original, la importancia principal del Tercer Tomo es de naturaleza “estrictamente teórica”. Los problemas que plantea y resuelve, según Rosa Luxemburg, son comparativamente irrelevantes desde la perspectiva práctica de la lucha de clases: “En lo que toca a la lucha de clases, el problema teórico fundamental es el origen de la plusvalía, o sea, la explicación científica de la explotación; en conjunto con la elucidación de la tendencias hacia la socialización del proceso de producción, esto es, el esclarecimiento de la base objetiva de la revolución socialista […] Estos dos problemas fueron resueltos en el Primer Tomo de El capital, que deduce la „expropiación de los expropiadores‟ como el resultado último e inevitable de la producción de plusvalía y de la progresiva concentración del capital. Con lo anterior, y en lo que concierne a la teoría, la necesidad esencial del movimiento obrero está satisfecha. Los trabajadores, estando directamente envueltos en la guerra de clases, no tienen un interés directo en la cuestión de cómo se distribuye la plusvalía entre los respectivos grupos de explotadores; o en el asunto de cómo, en el curso de esta distribución, la competencia provoca nuevos arreglos de la producción”.viii

La resultante de la combinación de estos tres factores, nos dice Luxemburg, fue lo que no puede denominarse sino como el “extraño destino” del Tercer Tomo de El capital. Todavía en 1903, hablando de los socialistas en general, el Tercer Tomo de El capital es un libro que no ha sido leído.ix Y aunque lo mismo puede decirse del estudio riguroso de la concepción materialista y dialéctica de la historia, “nada es más indicativo del destino general de la investigación teórica

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en el movimiento, de su estancamiento, que el „extraño destino‟ del Segundo y del Tercer Tomo de El capital”.x

Naturalmente, lo que sucede en el interior del movimiento socialdemócrata refleja, en general, el lugar del marxismo en la sociedad contemporánea. Bajo el régimen burgués de producción, continúa Luxemburg, es absurdo hablar de una cultura propiamente proletaria. Esta última presupone el más libre desarrollo cultural de la humanidad y, por tanto, la participación activa de las masas en la creación científica y artística. La única cultura general que existe en la sociedad capitalista es la cultura burguesa: “Aunque algunos profesores „socialistas‟ puedan proclamar la vestimenta con corbatas, el uso de tarjetas de presentación y el correr bicicletas por proletarios, como ejemplos notables de participación en el progreso cultural, la clase trabajadora como tal permanece al margen de la cultura contemporánea. A pesar de que los trabajadores crean con sus manos toda la base social de esa cultura, sólo son admitidos en su disfrute en la medida en que tal inclusión es necesaria para la ejecución satisfactoria de sus funciones en el proceso económico y social de la sociedad capitalista […] La clase trabajadora no estará en posición de crear un arte y una ciencia propia hasta que no haya sido emancipada de su presente posición de clase”.xi

La propia lucha de clases, en su dimensión ideológica, determina por ende las prioridades culturales de la clase trabajadora y del movimiento socialista. La energía creativa del proletariado está centrada en las ciencias sociales, o sea, en la comprensión del engranaje

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económico y en las implicaciones que esto tiene para la lucha práctica. Haciendo esa salvedad, no es errado hablar del marxismo como el monumento mismo de la cultura proletaria moderna. Pero la creación de Marx, que como logro científico es una totalidad inmensa, trasciende las demandas de la lucha de clases proletaria para cuyos fines fue fundada: “Tanto en su análisis detallado y abarcador de la economía capitalista, como en su método de investigación histórica, con su campo inmensurable de aplicación, Marx ha ofrecido mucho más que lo que es directamente esencial para llevar a cabo la guerra de clases”.xii

¿Cómo se resuelve esta contradicción entre el potencial inmenso del marxismo, en cuanto al desarrollo de una cultura propiamente proletaria, y la realidad objetiva subordinada de la clase trabajadora? ¿Qué factor espuela el esfuerzo de los revolucionarios para acortar la brecha entre el marxismo como instrumento de lucha inmediata y su lugar en la evolución de la cultura intelectual de la humanidad? Rosa Luxemburg, dialéctica y materialista como pocos, nos dice que la solución está presente en la definición del problema: “Sólo en la medida en que nuestro movimiento avanza y exige de soluciones a los nuevos problemas prácticos, regresamos al tesoro del pensamiento de Marx, para extraer de él, y utilizar, nuevos fragmentos de su doctrina. Sin embargo, dado que nuestro movimiento, como todas las campañas centradas en la vida práctica, se inclina a proseguir discurriendo por los viejos senderos de pensamiento, y a aferrarse a principios luego de que éstos han dejado de ser válidos, la utilización teórica del sistema marxista ha procedido de manera verdaderamente lenta”.xiii

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El punto central es que con Rosa Luxemburg llegamos a una definición científica, rigurosamente exacta de la “crisis del marxismo”. No se trata aquí de la crisis en el sentido que la definen los detractores de Marx, como un apego exagerado a la primacía de lo económico, sino de un conflicto que expresa por un lado, la funcionalidad inmediata del marxismo vs. su desarrollo hasta alcanzar la plena capacidad funcional. En este sentido, la “crisis” del marxismo, es algo que acompaña periódicamente a la lucha de los trabajadores y los esfuerzos del movimiento socialista por ayudar a la revolución. Se trata del fuego vital que aguijonea, usando la expresión de Engels, el interés de la clase trabajadora en las cuestiones teóricas. No puede ser de otro modo, nos dice Luxemburg, hasta que el proletariado no haya sido liberado de las actuales condiciones de existencia, y que el método de investigación marxista haya sido —junto a los demás medios de producción— completamente socializado para el beneficio de la humanidad.xiv Mientras haya capitalismo, el conjunto del pensamiento de Marx permanecerá subutilizado, pues en no poca medida, “es inaplicable a la cultura de clase burguesa, o sea, trasciende grandemente las necesidades de la clase trabajadora en lo que concierne a instrumentos para la lucha inmediata”.xv

Mas esta explicación científica de la “crisis” del marxismo, no niega el papel importantísimo del factor subjetivo. El conflicto no se va a resolver mecánicamente, sin la intervención de la voluntad revolucionaria. Al igual que el Che décadas después, Luxemburg pone énfasis en la necesidad del estudio riguroso de la doctrina marxista por los socialistas: “Si, entonces, hoy detectamos un estancamiento en nuestro movimiento en lo que concierne a estas cuestiones teóricas, esto no se debe a que la teoría marxista, en que nos hemos desenvuelto, sea

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incapaz de desarrollo o sea obsoleta. Por el contrario, se debe a que no hemos aprendido todavía a hacer uso adecuado de las armas mentales que hemos tomado del arsenal marxista en función de nuestra urgente necesidad de ellas en las etapas iniciales de la lucha”.xvi

El camino de salida de la “crisis” es, pues, el que siguieron Luxemburg y Lenin: el estudio riguroso del marxismo y su aplicación creativa al conocimiento (y transformación) de la realidad objetiva. De manera concreta, esto exige un acercamiento totalizador a la obra de Marx, en especial a El capital. La única idea superada por el pasar del tiempo es la noción de que basta con estudiar el Primer Tomo para tener una formación rigurosa en el marxismo (o de que el resto de la obra es una mera ampliación de lo dicho en el primer libro). La verdad es el todo, no las meras partes. Hay que adentrase en el Tercer Tomo, captarlo en todo su significo y en su particular lógica. La salida de la “crisis” también exige una visión grande de la doctrina, de su papel en la creación de las condiciones necesarias para una futura cultura verdaderamente libre. En la sociedad actual, el marxismo —y, en particular, la concepción materialista y dialéctica— es la esencia de la cultura proletaria. Pero algún día todo esto será realmente superado por la historia, refutado, en el decir de Hegel, por la propia labor emancipadora de la humanidad. Sólo entonces podremos valorar en todo su calibre la inmensa aportación del marxismo a la capacidad creadora de los seres humanos: “Gracias a las ideas de Carlos Marx, la humanidad aprendió por primera vez el secreto de su propio progreso social. Más importante aún, el descubrimiento de las leyes del desarrollo capitalista reveló el camino por el cual transita hoy la sociedad —desde las etapas espontáneas e inconscientes, en que los seres humanos hacían la historia a la manera en que las abejas hacen sus colmenas, a la etapa histórica genuinamente consciente, creativa y

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humana, esa etapa en que la voluntad de la sociedad y la realidad social estarán por primera vez armoniosamente correlacionadas una con la otra, en que las acciones de la persona social producirán por primera vez los resultados que ésta desea”.xvii

III. Parámetros de la “crisis” actual

¿En qué compara la situación actual de la doctrina marxista con la descrita por Rosa Luxemburg en 1903? Se ha difundido el estudio del Tercer Tomo del El capital entre los seguidores de Marx? ¿Participan hoy —en la época de la Internet, las computadoras y los teléfonos móviles — más activamente las masas trabajadoras en la creación del arte y la ciencia? ¿Hemos aprendido, las personas que defendemos la revolución socialista, a hacer un uso adecuado del arsenal de armas teóricas que nos legó el marxismo clásico? Consideremos estas preguntas una a la vez.

En cuanto a lo primero, es innegable que el estudio del Tercer Tomo de El capital está hoy más descuidado que en 1903. Después de la muerte de Ernest Mandel, en particular, es muy poco el esfuerzo que se ha hecho, entre los seguidores de Marx, por lograr una captación totalizadora de las leyes de movimiento del modo de producción capitalista.xviii Esto exige fundamentalmente situar el análisis al nivel del Tercer Tomo de El capital, o sea, comprender el momento de la economía capitalista en su totalidad, lo que es el objeto precisamente de ese

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tomo.xix Pero incluso en América Latina, continente en que el marxismo se encuentra más avanzado que en el resto del planeta (habría que decir que es uno de los pocos lugares en que se defiende la riqueza del pensamiento marxista clásico), hay una cierta tendencia a colapsar —a pesar de las advertencias explícitas del propio Marx— el Tercer Tomo en el Primero. De hecho, a menudo se colapsa toda la obra económica de Marx en el Capítulo 1 del Primer Tomo, como si la totalidad no fuera “más que un despliegue y desarrollo subsecuente” del punto de partida. xx Este reduccionismo es una vuelta a la concepción que tenía Kautsky en 1903 de la estructura lógica de El capital y que dominaría toda la producción económica marxista hasta la llegada en 1915 de Nuevos datos sobre las leyes que gobiernan el desarrollo del capitalismo en la agricultura.xxi

La riqueza en el capitalismo moderno se nos presenta, parafraseando a Marx, como un inmenso arsenal de la mercancía-capital.xxii Las mercancías ordinarias circulan funcionalmente como exponentes del capital que rinde interés, tanto en el consumo productivo como en el personal.xxiii Pero el movimiento del capital que rinde interés, aunque depende de las leyes inmanentes de la producción capitalista, está determinado directa e inmediatamente por factores que escapan a la relación trabajo asalariado y capital. Esto incluye, según Marx, la propia competencia, la cultura, el sistema jurídico, así como el conjunto de creaciones artificiales del modo de producción capitalista (sistema monetario, sistema bancario, sistema crediticio, etc.), que no son ni remotamente un simple “despliegue y desarrollo subsecuente” del fetichismo de la mercancía.xxiv Sin teoría marxista del Estado no hay comprensión cabal del capital financiero ni, mucho menos, del imperialismo, como bien entendió Lenin.xxv Y es que el objeto de estudio de El

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capital es la ley del valor (no el fetichismo), y ésta, en su desarrollo pleno, se ve condicionada por factores de la superestructura crediticia, que no sólo son la verdadera base del Estado burgués, sino que nada tienen que ver directamente con el doble aspecto de la mercancía.

En resumen, hoy como en 1903, podemos decir que la substancia de la teoría económica marxista permanece considerablemente estancada. Es muy poco lo que ha evolucionando conceptualmente desde la gran ampliación que hiciera de la misma Lenin.

Moviéndonos a la participación real de las masas trabajadoras en la creación artística y científica, hay que reconocer también que la situación en 2011 es mil veces peor que en 1903. La amplia difusión del uso de la Internet y de los nuevos aparatos electrónicos de “obtener” información rápida y a la mano, esconden, particularmente en lugares como Estados Unidos, la caída general de la cultura científica y de la educación de la población en general. Mas en los barrios urbanos de gente pobre, que vienen a suplir la gran masa de los empleados de tiendas como WAL-MART, SEARS, MACY‟S, etc., la situación es mucho peor. Allí, florecen las tiendas de móviles, los “I-Pads”, etc., pero ¾ de los estudiantes negros e hispanos en EE. UU. abandonan la escuela sin terminar ni siquiera la educación intermedia. El espacio de una educación científica y cultural, mínimamente en correspondencia con los avances de la “civilización”, viene a ser llenado por un paquete prefabricado de información pueril y de entretenimiento, que excluye en realidad las ciencias, el arte y las humanidades. Multinacionales como MAC DONALD‟S, que “proyectan” ante el mundo la gran inventiva norteamericana,

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operan en casi todo el país con cajas registradoras sin números, pues los empleados —como simios en un experimento— sólo reconocen dibujos de los productos que venden. Es decir, no saben sumar y restar. La subcultura de enajenación que hoy prevalece en los barrios negros de ese país —que antiguamente fueran los lugares del desarrollo del jazz y de innumerables aportaciones musicales y culturales — es un invento racista y clasista de los grandes bancos e intereses comerciales. Lo que expresa, a pesar de toda la supuesta difusión electrónica de la información, es la exclusión, a niveles nunca antes conocidos, de la población trabajadora del proceso de creación cultural. Esto, en un país en que el jazz, la opera e incluso la música clásica eran componentes básicos del entretenimiento de la población en general, incluyendo los asalariados.

Por último, tenemos el tema de si hay un uso adecuado o no por la izquierda del “arsenal de armas teóricas” que nos legó el marxismo clásico. Aquí la situación es penosa. Con todo lo malo que se pueda decir de Kautsky, hoy no podemos hablar, ni remotamente, de un debate de la calidad del que confrontaba Luxemburg en 1910. Peor aún, la gran masa de lo que pasa como literatura de izquierda en lugares como Estados Unidos (aunque no solamente aquí) está limpio de “impurezas marxistas” y adolece de una falta de uso real, con propósitos analíticos, del aparato conceptual de El capital. Antiguos marxistas nos exhortan hoy, a lo Kautsky, a alejarnos de la “ortodoxia” y a mantener la “mente abierta” a las posibilidades de un desarrollo democrático del capitalismo.xxvi Pero estos ataques, que van al meollo del pensamiento de Marx, no han recibido contestación alguna por parte de la izquierda revolucionaria marxista. Este silencio es para abochornarse.

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Sólo la complacencia más miope puede llevar a la conclusión de que el marxismo no atraviesa hoy sino por una “crisis” mayor, una situación de estancamiento y academicismo sin precedentes en la historia del movimiento revolucionario internacional. Estamos como un boxeador sin esperanzas, en la esquina, recibiendo golpes, pero proclamando que no está pasando nada.

Si la teoría marxista en todas sus dimensiones, no sólo la económica, no es capaz de convertirse hoy, como decía Rosa Luxemburg, en el monumento de la cultura de masas, bien nos haría tirar de una vez por toda la toalla y reconocer, monda y lirondamente, que hemos perdido.

III. El momento de la superación

Como en toda contradicción viva, los términos de la solución están presentes en el conflicto interno. No se trataba en 1903, nos dice Luxemburg, de que la teoría marxista estuviera superada por los acontecimientos de la época, sino de que los marxistas “no habían aprendido a hacer un uso adecuado de la misma”. Esto, a pesar de que los progresos del movimiento exigían la solución de nuevos problemas prácticos.

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¿Qué mejor imagen que la presentada por Rosa Luxemburg para captar los retos teóricos fundamentales que nos plantea a los marxistas la lucha revolucionaria práctica en 2011? Nunca antes el progreso (e incluso la sobrevivencia) de nuestro movimiento planteó con tanta urgencia la necesidad de regresar al “tesoro de Marx para extraer de él y utilizar nuevos fragmentos de la doctrina”. Sin embargo, seguimos regurgitando los mismos viejos argumentos, dándole vueltas a los mismos problemas.

Se dice, por ejemplo que buena parte de la dificultad surge del hecho de que Marx no nos dejó, entre otras cosas, una teoría del Estado acabada. Ante esto, hay que preguntarse con sinceridad qué es exactamente lo que nos impide formularla nosotros mismos, en conformidad con lo expuesto por él en la Parte V del Tercer Tomo de El capital. ¿Acaso es que los marxistas de hoy estamos esperando la llegada mágica de “personas de talento que puedan ser capaces de elaborar ulteriormente las teorías de Marx”? A ello habría que contestar, al modo en que Rosa Luxemburg lo hizo en 1903, de que “si bien la falta de talento ha durado por demasiado tiempo, su misma ausencia exige de una explicación y no puede adelantarse como respuesta a la cuestión principal”.xxvii

Mencionamos la cuestión de una teoría marxista del Estado en la producción capitalista porque hoy más que nunca es una laguna importantísima que hay que rellenar.xxviii El capitalismo moderno es hoy un gran arsenal de la mercancía capital. Esto quiere decir que el capital que rinde interés ha extendido sus tentáculos absorbentes sobre todos los circuitos, esferas y formas

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del capital: sobre el capital industrial, sobre el mismo capital financiero y sobre el capital comercial. También se ha apoderado del Estado. Con ello —con el desarrollo pleno del sistema crediticio moderno— se han cumplido todos los requisitos que Marx enumeró para que el modo de producción capitalista llegara a su forma más elevada y final posible.xxix Hoy podemos decir, incluso con más certeza que Lenin, que estamos ante un capitalismo moribundo, que la transición al comunismo es un proceso que ha alcanzado un elevadísimo nivel de desarrollo. Pero esa conceptualización está ausente en la mayor parte de los planteamientos socialistas contemporáneos.

Marx insistió en la Parte V del Tercer Tomo de El capital que, al llegar a la consideración del sistema como una totalidad, había que distinguir entre las condiciones de la producción capitalista (división del trabajo, propiedad privada sobre los medios de trabajo, reproducción de la relación trabajo asalariado y capital) y las creaciones orgánicas de este modo de producción.xxx Estas últimas son productos completamente artificiales y elaborados que, aunque permanecen completamente al margen de la economía real, ejercen un tremendo poder sobre la industria y el comercio. De todas las creaciones orgánicas, la más artificial y la más importante es el sistema crediticio y bancario, por su organización y su centralización.xxxi Éste constituye, a su vez, el nervio central del Estado burgués en su función económica (que hay que distinguir de la represiva y la ideológica).

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La contradicción surge de que, en primer lugar, estas creaciones artificiales —cuyo movimiento permanece completamente al exterior de la reproducción y circulación real del capital—, se convierten, sobre la base del moderno sistema de maquinaria, no meramente en una palanca, sino en la palanca más poderosa para llevar a la producción capitalista alocadamente más allá de sus propias barreras, o sea, al comunismo.xxxii Y surge, en segundo lugar, de que se convierten, simultáneamente, en una gigantesca barrera para que se complete el tránsito a una nueva forma de organización económica y social. Las fuerzas productivas materiales se han socializado hasta el punto en que esa socialización no es compatible, más que en estrechos límites, con la explotación de la clase trabajadora y la extracción de plusvalía. De ahí la severidad e universalidad de las crisis modernas. El papel reaccionario, para usar la expresión de Lenin en El imperialismo: Fase superior del capitalismo, recae hoy ante todo sobre las propias creaciones orgánicas y artificiales que han permitido, paradójicamente, esa socialización real y tremenda de la actividad productiva humana.

Entonces, nuestro análisis debe centrarse hoy de manera urgente en el estudio de los sistemas crediticios y bancarios modernos, como una vía para hacer avanzar, e incluso formular, una teoría marxista del Estado adecuada al siglo XXI. Continuar girando exclusivamente en torno al estudio de la “condiciones de producción” (e incluso del origen de la ideología fetichista burguesa), es condenar al marxismo a seguir jugando un papel secundario en las luchas sociales y políticas.xxxiii

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Podría objetarse, como se objetó en la época de Rosa Luxemburg, que Marx tampoco nos dejó un tratado completo sobre metodología de investigación marxista. Bueno, quien no quiere hacer las cosas, siempre encuentra excusas. A nosotros nos parece patético, por ejemplo, que no haya hoy —117 años después de publicado el Tercer Tomo de El capital— un estudio marxista riguroso de la evolución crediticia y monetaria de Estados Unidos, así como de los principales países capitalistas (al menos). Los trabajos más importantes han sido realizados por pensadores burgueses, que sí le han prestado atención al tema. En todo caso, la ausencia de un “tratado” completo de metodología marxista, no le impidió a Luxemburg hacer contribuciones importantes al estudio de los problemas económicos más complejos de su tiempo.xxxiv

Rosa Luxemburg concluyó su escrito de 1903 con un llamado a que el movimiento se eduque en el arte de “hacer un uso adecuado” del arsenal teórico del marxismo. Pero ella no se limitó a hacer un llamado abstracto, sino que vivió conforme a lo que predicaba, hasta costarle la vida misma. Eso, aunque, al igual que Lenin, Luxemburg no contaba ni remotamente con los recursos financieros ni los medios de comunicación con que hoy cuenta la inmensa mayoría de la intelligentsia de izquierda, incluyendo la marxista (sin mencionar la terrible represión que ella sufrió como militante comunista). Su ejemplo está vivo, tanto en lo que representa para la práctica militante como para el desarrollo de la concepción científica del socialismo. Aprendamos, pues, de Rosa Luxemburg, que se nos está haciendo tarde, y del estancamiento no se sale con meras frases.

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Hoy, en que desde el interior mismo de las fuerzas progresistas, se reanudan los cantos de sirena acerca de las “posibilidades” de una nueva gran fase capitalista (o imperialista o como se llame) y de supuestos espacios para las “reformas estructurales” favorables al movimiento, conviene recordar las palabras de Luxemburg en 1898: “Precisamente porque no cedemos ni una pulgada en nuestra posición, forzamos al gobierno y los partidos burgueses a concedernos los pocos éxitos inmediatos que pueden obtenerse. Pero si comenzamos a correr detrás de lo que es „posible‟, de acuerdo con los principios del oportunismo, sin preocuparnos por nuestros propios principios, entonces, y por medio de los trueques de estadistas, pronto nos encontraremos en la misma situación del cazador que no sólo ha fallado en capturar la presa, sino que ha perdido también su instrumento de cacería en el proceso”.xxxv

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Ver: Dos Santos, Theotonio. ¿Se puede comprender el caos? Rebelión. 19 de agosto de 2011 [En línea] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=134260. Aparte del estancamiento del marxismo, el conjunto de la obra económica de Marx es objeto de un ataque solapado por parte de algunos pensadores “progresistas” de América Latina. Este ataque consiste en un rechazo a la idea, central a El capital, de que el modo de producción capitalista posee límites inmanentes absolutos, de que está cruzado por una tendencia fundamental al colapso. Sorpresivamente este ataque no ha recibido contestación alguna por parte del marxismo contemporáneo. Decimos “sorpresivamente”, porque sería una buena oportunidad para demostrar cómo el “fetichismo del capital que rinde interés” nubla incluso la visión de algunos críticos del sistema. Para Marx, el rechazo de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, tiene como corolario la aceptación acrítica del fetichismo del capital financiero. En este último, el movimiento del capital se nos presenta, de manera pura, como valor que se autovaloriza, un automaton, que se mueve al infinito incrementándose él mismo. De ahí, la idea completamente falsa de que siempre encontrará caminos económicos para su acumulación. ii

Luxemburg, Rosa. Estancamiento y progreso del http://www.marxists.org/archive/luxemburg/1903/misc/stagnation.htm. iii

Ibídem.

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Ibídem.

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Ibídem.

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marxismo.

(1903)

[En

línea]

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Ibídem.

vii

Ibídem.

viii

Ibídem.

ix

Ibídem.

x

Ibídem.

xi

Ibídem.

xii

Ibídem.

xiii

Ibídem.

xiv

Un aspecto central del pensamiento de Luxemburg es la crítica de la labor intelectual separada del movimiento de masas. xv

Luxemburg, Rosa. Estancamiento y progreso del http://www.marxists.org/archive/luxemburg/1903/misc/stagnation.htm. . xvi

(1903)

[En

línea]

[En

línea]

Ibídem.

xvii

Luxemburg, Rosa. La teoría marxista y el http://www.marxists.org/archive/luxemburg/1903/03/14-abs.htm. xviii

xix

marxismo.

proletariado.

(1903)

Mandel, Ernest. El capitalismo tardío. Verso, 1978.

Mandel, Ernest. Introducción al Tercer Tomo de El capital. Penguin Books, 1993.

xx

Kohan, Néstor. El capital: Historia y método. Universidad Popular Madres de Mayo, 2003, pp. 223-251. Marx es claro en cuanto a la importancia de no colapsar el análisis el capital que rinde interés en el análisis de la circulación de mercancías. Esto atañe, como pocas cosas, a la estructura lógica no lineal de El Capital. Así, en la Parte V del Tercer Tomo, Marx hace dos aclaraciones metodológicas importantes que, en nuestra opinión, no se toman en cuenta. La primera es que el análisis del capital que rinde interés (en particular, los capítulos 21 al 24) está planteado a un nivel exclusivamente general: “Está fuera del ámbito de nuestro plan el dar un análisis detallado del sistema crediticio y de los instrumentos que éste crea (dinero crédito, etc.). Aquí sólo pondremos el énfasis en algunos puntos necesarios para caracterizar el modo producción capitalista, en general. En esta conexión, estaremos tratando simplemente el crédito comercial y bancario. La relación entre el desarrollo de todo esto y el crédito del estado permanece fuera de nuestra discusión”. [Marx, Carlos. El capital. Tomo III, Capítulo 25 (El crédito y el capital ficticio) En línea http://www.marxists.org/archive/marx/works/1894-c3/ch25.htm.]. Aquí están las claves para la ampliación de la teoría marxista del Estado en la producción capitalista.

La segunda advertencia es que la Parte V del Tercer Tomo nos obliga a retomar la idea de Hegel de que la ciencia se configura como un círculo de círculos, en que cada miembro particular, “por ser animado por el método, es la reflexión sobre sí, que, por cuanto vuelve al comienzo, es al mismo tiempo el comienzo de un nuevo miembro”. [Hegel, G. W. F. Ciencia de la lógica. Editorial Solar, 1968, p. 740]. De lo que se trata no es, pues, de colapsar la totalidad en el comienzo simple, o sea, de definir el Tomo I como posterior al III, sino de expandir,

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generalizar y elaborar el análisis de la ley del valor (o si se quiere, de la unidad del valor de uso y el valor, la verdad primera y fundamento de todo lo posterior), moviéndonos de lo simple a lo complejo, pero sin saltar los niveles diferenciados de lo lógico: “Ya demostré (Tomo I, Capítulo 3, 3, b) cómo la función del dinero como medio de pago se desarrolla a partir de la circulación simple de mercancías, de modo que se forma una relación de acreedor y deudor. Con el desarrollo del intercambio y del modo de producción capitalista, que produce exclusivamente para la circulación, esta base espontánea del sistema de crédito se expande, generaliza y elabora. En gran medida, el dinero funciona ahora únicamente como medio de pago, es decir, las mercancías no se venden por dinero, sino por una promesa escrita para pagar en una fecha futura determinada. Con el objeto de ser breves, podemos referirnos a todas estas promesas de pago como letras de cambio. Hasta el momento en que expiran y están maduras para el pago, estas letras mismas circulan como medios de pago; y ellas forman el verdadero papel comercial. En la medida en que al final se cancelan unas con otras, por el ajuste de deudas y cobros, funcionan únicamente como dinero, aunque aquí no hay una transformación final al dinero propiamente. Como estos adelantos mutuos de parte de productores y mercaderes forman la base real del crédito, así su instrumento de circulación, la letra de cambio, forma la base del dinero crediticio propiamente, o sea, las notas de bancos, etc. Éstas no están basadas en la circulación monetaria, la de dinero metálico o papel emitido por el gobierno, sino más bien, en la circulación de las letras de cambio”. [Ibídem] Estamos aquí, pues, ante un nivel lógico diferenciado en el análisis del capital. Si bien toda la superestructura del crédito depende del capital industrial (y de la circulación real), su análisis no es susceptible de ser colapsado en el segundo. Además, todo este andamiaje que constituye el crédito comercial y bancario, se expande, generaliza y elabora aún más con la tercera revolución tecnológica y las computadoras. Lo que antes, por ejemplo, integraba el cuerpo jurídico conocido como leyes de pago, es ahora conceptualizado por la burguesía como las leyes de transferencias electrónicas. [Ver: Whaley, Douglas J. Ley de pagos. Little, Brown & Company, 1995]. El punto central es que la expansión, generalización y elaboración del análisis presentado por Marx en la Parte V del Tercer Tomo de El capital —el “libro olvidado”, como la hemos bautizado— nos obliga a proceder no tanto por el camino de la derivación dialéctica, como por el procedimiento histórico, o sea, la cribación de una masa de datos acerca del tema. No puede ser de otro modo, cuando se trata de procesos económicos situados al nivel de la apariencia.

En resumen, son dos los obstáculos a que presenta el estudio marxista de la evolución crediticia y monetaria de países como Estados Unidos. El primero es el obvio atraso de la teoría marxista del crédito, comparada con otras aéreas de la doctrina económica inaugurada por Marx. Desde la época de Lenin, hay que aceptarlo, ningún marxista ha intentado formular una teoría global del crédito, con el rigor con que lo hizo Marx en la Parte V del Tercer Tomo de El capital. Pero el objetivo del líder bolchevique, en el Imperialismo: Fase superior del capitalismo, no era dejarnos un tratado sobre el tema, sino un “panfleto de difusión popular”. Por eso, Lenin — que conocía bien el Tercer Tomo de El capital y la complejidad del tema del crédito— terminó, bajo la presión de los eventos, haciendo de tripas corazones y amarrando los planteamientos fundamentales de Marx con los trabajos, bien conocidos en esa época, de Hilferding y Hobson. Fuera de ese contexto, o sea, de la tremenda presión de la Primera Guerra Mundial (y la traición de la Segunda Internacional), así como de la urgencia de la difusión popular del tema, quizás no habría ocurrido así. Ni la obra de Hobson ni la de Hilferding presentaban una conceptualización clara del tema del crédito. Lenin lo sabía muy bien, como se hace patente al leer sus notas en los Cuadernos acerca del imperialismo. Hilferding no entendía la teoría marxista del dinero y Hobson —que conectaba efectivamente la concentración en la industria y los monopolios— concluía su libro con argumentos disparatados acerca de la vuelta a la época pacífica y moral del capitalismo (al modo en que lo hacen hoy algunos pensadores “progresistas” en América Latina). En fin, había que mover el tema hacia adelante, defender e impulsar la revolución y Lenin, siempre práctico, aró con los bueyes que tenía a la mano. No podía esperarse otra cosa de él. Por tanto, en un sentido estamos hoy como a principios del siglo XX, en lo que toca a la consideración teórica del tema. El núcleo de la teoría marxista del crédito está contenido en la Parte V del Tercer Tomo de El capital. A ello hay que añadir tres cosas: El Suplemento al Tercer Tomo de El capital, redactado por Engels en 1895, la sección titulada Adenda a la Parte III de las Teorías de la plusvalía, redactada por Marx en 1863 y, finalmente, el Capítulo 2 de El imperialismo: Fase superior del capitalismo, escrito por Lenin en 1916 (en que se conecta el capital financiero con la dominación moderna de los monopolios). Dejando de lado el hecho conocido de que Marx sólo dejó notas sueltas y fragmentos (los famosos manuscritos) que Engels utilizó para editar (y ampliar) la Parte V del Tercer Tomo, el punto es que no hay un trabajo que conecte lógica y teóricamente estos escritos entre sí. Peor aún, no hay uno que los actualice para

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el mundo contemporáneo (excepción hecha de las reflexiones concretas de Ernest Mandel en El capitalismo tardío, hoy un libro apenas citado en la literatura de izquierda).

El segundo obstáculo es de naturaleza metodológica. Con el crédito, o sea, con el capital que rinde interés, ocurre como con la agricultura. Aquí el elemento histórico es tan importante como el dialéctico. Esto, por dos razones. En primera instancia, porque el crédito antecede al modo de producción capitalista por siglos y siglos en la historia de la humanidad. Únicamente sobre la base de la producción mecanizada logra el capital industrial instaurarse como la forma dominante del capital. Pero esto es el resultado de una larga transición, en la que entra sobresalientemente la lucha de la burguesía industrial en contra de la usura. Esta transición tiene que estudiarse como lo hizo Marx en El capital, empíricamente. En segunda instancia, porque aun cuando el capital industrial haya logrado someter al capital que rinde interés, el movimiento de este último no está determinado, de manera directa e inmediata, por las leyes inmanentes de la producción capitalista. Aquí lo empírico, lo fortuito y lo accidental, son la regla. Esto lo resume Marx en el señalamiento de que, si bien hay una tasa “natural” de ganancia, no hay una tasa “natural” de interés. Por ende, al hablar del capital que rinde interés nos vemos obligados a situarnos en el nivel más exterior de las relaciones capitalistas de producción, en que las leyes de las apariencias muestran una autonomía extraordinaria, inexistente en tal grado en los demás procesos y relaciones económicas bajo este modo de producción. La cultura, la tradición e incluso todo el aparato jurídico de la sociedad burguesa, nos dice Marx, entran en la consideración o estudio económico del capital que rinde interés. De lo anterior se desprende que para avanzar en el estudio de este tema no hay otro camino que el de amasar y cribar una masa gigantesca de datos, al modo como lo hizo Lenin en Nuevos datos sobre la leyes que gobiernan el desarrollo del capitalismo en la agricultura. xxi

Ver nuestro trabajo: La evolución del pensamiento económico de Lenin, 1896-1916. [En línea] http://www.scribd.com/doc/46140982/La-evolucion-del-pensamiento-economico-de-Lenin-1896-1916. Nótese que nos referimos a una época en que Kautsky todavía era marxista. Pero el conjunto del pensamiento metodológico marxista estaba dominado por los esquemas metodológicos simples de la Contribución a la crítica de la economía política. xxii

Marx, Carlos. El capital. Tomo III, Capítulo 21 (El capital que rinde interés) [En línea] http://www.marxists.org/archive/marx/works/1894-c3/ch21.htm. xxiii

Ver nuestro trabajo: La verdadera refutación: Lenin y el concepto de Marx acerca de una fase más elevada y final del capitalismo. Agosto 2011 [En línea] http://www.scribd.com/doc/61830305. xxiv

Marx, Carlos. El capital. Tomo III, Capítulo 36 [En línea] http://www.marxists.org/archive/marx/works/1894c3/ch36.htm. xxv

Para in intento fallido de “refutar “a Lenin ver: Katz, Claudio. ¿Etapa final o temprana del imperialismo? [En línea] http://www.argenpress.info/2011/07/etapa-final-o-temprana-del-imperialismo.html. xxvi

Dos Santos, Theotonio. ¿Se puede comprender el caos? http://www.rebelion.org/noticia.php?id=134260. xxvii

Luxemburg, Estancamiento y progreso http://www.marxists.org/archive/marx/works/1894-c3/ch36.htm. xxviii

Rebelión. 19 de agosto de 2011 [En línea]

del

marxismo,

[En

línea]

Nos referimos al estudio del Estado en la producción capitalista, en el plano de lo económico (sistema bancario nacional, sistema crediticio, deuda pública, sistema monetario, etc.). Estos temas fueron tratados marginalmente por Marx en el Tercer Tomo de El capital, y así él mismo lo expresa. Pero hoy desempeñan un papel protagónico y su estudio, desde una perspectiva marxista, no debe posponerse.

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xxix

Marx, El capital, Tercer Tomo, Capítulo 36, [En línea] http://www.marxists.org/archive/marx/works/1894c3/ch36.htm. xxx

Ibídem.

xxxi

Ibídem.

xxxii

En ese sentido, constituyen, a pesar de su carácter artificial, una de las precondiciones necesarias de la transición a un modo de producción superior: “El sistema crediticio moderno presupone la posesión monopolista de los medios sociales de producción (en la forma de capital y propiedad sobre la tierra) de parte de individuos privados; y es él mismo, de un lado, una forma inmanente de la producción capitalista y, del otro, una fuerza conductora de su desarrollo hasta alcanzar la más elevada y última forma posible”. Ibídem. Y surge, en segundo lugar, de que estas creaciones devienen, simultáneamente, un obstáculo mayor al tránsito al comunismo. Lenin entendió que en 1916 el conflicto entre estas dos fuerzas contradictorias había llegado a su madurez. Ciertamente, él no pudo ver el nivel de desarrollo grotesco que ha alcanzado hoy el capital que rinde interés ni el modo aplastante en que ha efectuado la socialización formal de todas las esferas económicas e incluso del Estado mismo. Pero su valoración del capitalismo, a partir de 1901, como un capitalismo moribundo no ha sido refutada en lo más mínimo.

xxxiii

Hoy el marxismo es objeto de un ataque por parte de pensadores que llaman a buscar la creatividad fuera de la “teoría económica no ortodoxa” (o sea, fuera de El capital). Es el viejo argumento de Kautsky en 1916, de que Lenin no contemplaba “las posibilidades”, de que era muy terco. Esto, en el medio de una crisis que afecta a millones y millones de personas, particularmente en el Tercer Mundo. La “crisis” actual en nuestro movimiento sirve de acicate a los detractores del marxismo para mostrarse al mundo como los de “mente abierta”. Tiran recetas acerca del futuro que no son sino una invitación al pasado. Esconden que el capitalismo que tenemos al frente es un régimen moribundo, que merece ya de una vez por todas pasar al museo de la historia. Nuestra América, en particular, no tiene nada que ganar con el sueño un capitalismo “mejorado”, sea bajo la hegemonía de quién sea, China o Brasil. xxxiv

Ya en La evolución del pensamiento económico de Lenin, 1896-1916, expresamos nuestro punto de vista acerca de qué metodología seguir en un estudio marxista de la evolución crediticia y monetaria de Estados Unidos. El modelo lo dio Lenin, particularmente, en sus escritos económicos de 1915-1916: Nuevos datos acerca de las leyes que gobiernan el desarrollo del capitalismo en la agricultura (diciembre de 1915) y El imperialismo: Fase superior del capitalismo (junio de 1916). [Ver: La evolución del pensamiento económico de Lenin, 1896-1926: Agricultura y capital. [En línea] http://www.scribd.com/doc/46140982/La-evolucion-del-pensamiento-economico-de-Lenin-18961916. En ese último trabajo intentamos demostrar la contribución que puede hacer el marxismo a la discusión del tema de la agricultura moderna. Estados Unidos es, probablemente, el único país del mundo que ha resuelto por completo, desde una perspectiva capitalista, la cuestión de la producción de alimentos para su población. Pocos factores han jugado un papel tan importante en “poner de rodillas” los intentos de construir el socialismo, como la dificultad de producir alimentos variados en masa y a bajo costo. xxxv

Luxemburg, Rosa. Oportunismo y el arte de lo posible. (1898) En línea http://www.marxists.org/archive/luxemburg/1898/09/30.htm. Por trueques de estadistas, Luxemburg entiende la adopción de políticas de alianzas con los partidos burgueses para alcanzar supuestas reformas que nunca llegan, en realidad, a nada. Ver: Luxemburg, Rosa. Reforma o revolución. Capítulo 5 (Las consecuencias del socialreformismo y la naturaleza general del reformismo) En línea, http://www.marxists.org/archive/luxemburg/1900/reformrevolution/ch05.htm.

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