Rol del escritor y el lector en la interacción comunicativa
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Rol del escritor y el lector en la interacción comunicativa Escritor: emisor Se denomina escritor, en sentido amplio, a quien escribe o es autor de cualquier obra escrita o impresa; en sentido estricto, el término designa a los profesionales de la escritura, ya sea literaria o no. Lector: receptor Es decir el de definir a una persona que lee en silencio o en voz alta, también se lo utilizaba y se lo utiliza corrientemente para designar a las personas que leen en voz alta Interacción comunicativa Cuando hablamos con otro y nuestras palabras conllevan un significado y, por ende, estamos haciendo uso de un código lingüístico, podemos hablar de una interacción comunicativa. Esto no sólo se da entre un emisor a un receptor, sino que también la situación puede ser entre dos o más interlocutores. La lectura se identifica muchas veces como una actividad personal. Su consideración como medio para la recreación, basada en la complicidad entre escritor y lector que comparten pasión, ilusiones, emociones e intereses, para la relajación, al identificarse con un tranquilizante, un analgésico, que nos ayuda cuando nos invaden preocupaciones, o para la autoafirmación, que nos permite encontrarnos con nosotros mismos o con el pensamiento a través de las sugerencias del texto (que transmite tranquilidad, sosiego…) y de su materialidad (sonido del papel, olor de la tinta, tacto de las páginas…), así lo avalan. La lectura y su correlato la escritura tienen, además, otra dimensión social, relacionada con el acceso y la utilización de la información y con los mecanismos de comunicación, creación y desarrollo del conocimiento. Permite compartir espacios, tiempos y contenidos entre padres e hijos, entre compañeros, entre ciudadanos y entre personas que participan de un proceso formativo. No hablamos de un mero intercambio de información sino –y también– de un proceso de contrastación que puede dar origen a nuevas ideas, a nuevos conocimientos. Leer y escribir no son sólo procesos cognitivos y personales, también apoyan una forma de interacción con otras personas. El compartir lo leído, sea de manera oral, escrita o con otros soportes, trasciende lo individual y da sentido a la lecto-escritura como medio de comunicación. Hablamos no sólo de saber elegir la lectura, de autocontrolar lo que se lee o de avanzar en mayores niveles de dificultad, sino también de proporcionar mecanismos y estrategias para compartir lo reflexionado y aprendido en un marco social que se engrandece a partir de las aportaciones y matizaciones de sus miembros. Procuramos así que los estudiantes comprendan y descubran la realidad, y la transformen al incorporar a ella nuevas ideas y propuestas contrastadas. La escritura está a menudo formulada como complemento al juego de la reflexión, especialmente la poesía, que con el uso de imágenes, metáforas, y todo tipo de herramientas que conforman el arte del poeta, descubre a través del lenguaje lírico, de la subjetividad, los efectos de las emociones en el marco de lo que se escribe. Salen a flote sentimientos, que motivados por el deseo y la tendencia de transcribir las ideas, dan origen a una forma, digamos más libre de expresión. Libertad de expresar sentimientos, aunque paradójicamente esté sujeta a reglas de lenguaje, de sintaxis gramatical, de
género literario, y también al estilo; y es aquí donde toma sentido la exigencia, aquello que nos mueve a mejorar lo escrito y que a veces nos lleva a cuestionarnos con respecto al resultado. Valoramos el tiempo de quien hace suya la palabra leída; hecho que estimula y redunda en una mayor aplicación al trabajo, y que a su vez beneficia la relación con el lector, pero también valoramos la buena crítica. El escritor, además de su propio lector, es también lector; debe, por ende, ser su propio crítico llamado a formar parte del constante aprendizaje que nace de ambas actividades. Muchos sienten el llamado de la escritura, pero no todos tienen la suerte de escribir guiados por una inspiración excepcional, incluso por una no tan excepcional, sin embargo les motiva y les nutre la certeza de saberse leídos, de no quedar al desamparo de la escritura en soledad, y es por ello que escritor y lector crean esa connivencia que genera además un nuevo vínculo: una articulación entre el lector y el texto, que hoy día se facilita en una mayor proporción debido a la propagación y difusión de este tipo de trabajo y de todo arte en general, por la utilización de un medio veloz y de gran alcance, como lo es la Internet. Si bien sabemos que la escritura es un acto de comunicación; la lectura, es complemento indispensable para esta comunicación. El lector es parte activa y vital que corona o aplasta lo escrito, que añade su propio punto y sabor. Y la escritura, que no es otra cosa que una invitación a la lectura, tal vez provocación a la misma, logra desentrañar, muchas veces con estricta limpieza, los pensamientos y los debates internos de quien escribe, y despertar otro tanto en quien los lee. Todo acto de comunicación está matizado emocionalmente y pasa, de forma inevitable, por el filtro de subjetividad, tanto de quien emite el mensaje como de quien lo recibe. En la interrelación escritor-lector, la peculiaridad de la función comunicativa o el modo en que el receptor debe tomar el texto, no es exclusiva del texto literario; cada cual obedece a una función comunicativa específica que conlleva a un conjunto de particularidades, reguladas a su vez por principios dilucidados en su condición de fenómeno de interacción social y de actividad cognoscitiva. Tanto quien escribe como quien lee, aportan su ración al producto, por lo que el fruto del acto de escribir, en un plano subjetivo de comunicación tiene de uno y de otro; recoge, en las más íntimas vivencias, un resultado de esta comunicación, que a su vez origina un nuevo producto que pasa directamente a influir en el lector de manera que lo articula con episodios creados expresamente para ello. Esta comunicación subjetiva, ánima elemental que interrelaciona al lector con el texto, y a su vez con quien lo escribe, no es otra cosa que la fusión de dos actos y el acto de leer, pasa a formar parte del acto de escribir desde el punto en que es concebida la escritura, una vez que incluye al lector en el proyecto del escritor.
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