Rodrigue, Emilio - 14. La Cura Por La Palabra

October 4, 2017 | Author: Juan Pablo Carrascal | Category: Sigmund Freud, Wellness, Psychology & Cognitive Science, Science, Philosophical Science
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CAPÍTULO 14 LA C URP-'" POR LA PALABRA Kraepelin pinta el siguiente retrato de la

histérica :

Ella e s esbelta y pálida. Parece algo m elanc óli ca , con l a mirada baja. Sus dedos, pri,morosamente cuidados, se enredan en un lin­ do pañuelo . Habla en voz baj a, hastiada. Al cabo de un tiempo, sus párpados se cierran espasmódicamente, inclina la cabeza y parece haber caído en un sueño profund o . Sus brazos cuelgan inertes paralizados1. ,

En una noche sofocante de ese verano caluroso de 1883 , Freud le escr:ibe a su amada en WandSbek:

Hoy fue el día más caluroso, más torturante de toda la tempora­ da� realmente quedé agotado. Necesitaba algo que me levantase el ánimo, y por lo tanto fui a casa de Breuer, de donde acabo de llegar. Lo primero qu.e él hizo fue empuj arme a una bañera de la que salí rejuvenecido. lVIientras acepta9a esa hospitalidad acuáti­ ca, pensé que si mi pequeñ a 1\'Iartha estuviese aquí, diría : "Esto exactamente lo que nosotros necesitamos" . Claro, mi niña, y no importa cuántos años pasen� pero v amos a tenerla; el único milagro con el que estoy contando es que continúes amándome tanto tiempo2. es

Los Breuer vivían en Brandstatte No 8, en el centro de la ciudad. Breuer� desde su apartamento, ubicado dos pisos más arriba que el de Samuel Hamm.erschlag� podía ver la espiral de la catedral de San Esteban, con su enorme campanario, punto turístico de la ciudad. La acomodada familia Breuer:: entre otros luj os tenía, como vimos , una bañera, artefacto anhelado por Martha, y ausente tanto en la casa de ,

ella como en la de Freu> alucionatorias se pres ent a b an p l agadas de figur as

te rrorífic as , c ob ras y esqueletos"2 � . Por existir riesgo d e suicidio, se pensó e n internarla. Anna 0 . , e n realidad, pasó a vivir e n un régimen de hospital d e día , e n una "Villa

a la clínica de Inzersdorf, ''don d e se beneficiaba de la supervi­ sión del staff de la clinica'"''25 . Breuer continuaba siendo su médico.

j unto

Poco a poco, Anna fue recuperándose en Inzersdorf; estaba bien, sobre todo en los días que Breu e r la visitaba. S u c on di ci ó n, una v e z más, mejoró . . . hasta las vac a ci ones de Breuer. C uando éste v olvi ó , cinco semanas después, de nuevo encontró a la paciente en el mundo de las cobras. El tr atamiento se inte n s ifica. Cambia la naturaleza de las historias contadas en las "nubes", que abandonan el estilo feérico y pasan a abordar "el contenido de las aluc in acio n e s y las cosas que la contrariaron en el transcurso del dí a "26 . Estos relatos se alineaban con la historia conocida de la paciente, lo que fue decisivo para la ela­ boración del método catártico: la n ar ración de la s circunstancias ori­ ginarias de la aparición de los síntomas provocaba su desaparición. El ejemplo más notable fue un paroxismo de hidrofobia. Aunque des'"" hidratada y muerta de sed, en el rigor del verano, Anna no podía be­ ber ni una gota; el problema se solucionó en el mOinento catártico en que recordó que había visto a su detestable dama de compañía dej ar que un perro bebiese de su vas o . Con la exteriorización del asco re­ primido, la hidrofobia d.esapareció27 . En esos "diálogos experimenta­ les" comienza lo que Arma denmninó "cura por la palabr a" , o también "limpieza de chimenea"'; Breuer le dio a este método el nombre erudi­ to de "catarsis" o "purgante del ahna". Día a día ella hablaba de un trastorno tras otro, y de esa manera la chimenea se iba destapando. Lo esencial de esta limpieza anímica era la emoción expulsada. Una lectura ingenua del historial de Anna O. p u e de dar la idea engañosa de_ que la cura se desarrolló de un modo relativamente g-ra­ dual y benigno, sembrada de intuiciones sensacionale s . No fue así. B asta leer los "Documentos de Kreuzlingen" para cambi;3.r de ópti­ ca *7. El progreso fue lento y discontinuo, como a través de un campo minado. En más de una. oportunidad Breuer desespera y piensa en ti­ rar la toalla28. En 1882 Ann.a entra en la última fase de su enfermedad, caracte­ rizada por la disociación temporal. Este período no está cubierto por los "Documentos de Kreuilingen". La principal tarea terapéutica era la reproducción de los síntomas del período de incubación. Se realiza,.

*7. Notas del caso tomada-s en el Hospital Bellevue.

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han por lo gen er al dos sesiones diarias, dada la gra..n cantid ad de ma­ terial pro duci d o . Junto a la "hipnosis vesperal espontánea", por prime ­ ra vez se emplea el pro ce di m ie nto hipnótico también por la mañana 2 9 . Dedicar varias horas diarias durante más de � a ño -sobre todo en esa época- significaba, pür lo menos . cualidades raras de pacien­

cia, curios ida d y comprensión:30 . Bre u er era un genuino inv estiga d o r del alma. Los síntomas fueron conjurados, uno tras otro, junto con la descarga de lo s afectos c oncomit an tes . Aquí encontramos el para d i g­ ma de la cura catártica: "En el último día . . . [Anna] rep rodu ce la te­ rrorífica alucinación arriba descrita y que constituye la raíz de t o da su enfermedad. Inmersa en la escena original, sólo puede p ensar y re­ zar en inglés; después de la catarsis, comienza a hablar alemán flui­ damente . . .. Desde entonces goza de perfecta salud"31. Breue:r remata la historia diciendo: "El síndrom.e des ap areció pa­ ra siempre a partir de su descripción"32. C a s o curado y acabado . En la mej or tradición de Andersen, la Princesa Anna O. descendió de s u cloud, de la mano de su salvador, para vi0u feliz en la Tierra. A esta altura del relato, J ones "trabaj a" la historia, contando un desenlace diferente. El happy end se co nviert e en la pesadilla d,e un caso fracasado, o casi. Sabemos que Mathilde, la muj er de Breuer, desconfiaba de esa histérica aparatosa y llena de artilugios que tanto tiempo le tmnaba a su marido. El biógrafo oficial opina que esos celos eran justificados: "Parece ser que Breuer incubó lo que hoy en día se denominaría una fuerte contratrans ferencia en relación con su intere­ sante paciente"33• Mathilde, entonces "pasa a tener oscuros celos. No los demostró abiertamente, pero se volvió infeliz y malhumorada"34. Breuer, sensible a la tormenta conyugal, decidió poner fin al trata­ miento. Anna 0 . , que estaba entonces bastante recuperada, queda anonadada con la noticia. Ya vimos cómo reaccionaba ante las vaca­ ciones del terapeuta, y esa vez el corte era definitivo_ La misma noche de la despedida Breuer fue lla1nado de nuevo a la casa de la p aciente , encontrándola en un estado de gran excitación, aparentemente peor que nunca. Esa joven que "parecía ser una criatura asexual se encon­ traba retorciéndose con los dolores de un parto histérico (pseudocie­ sis) , culminación dramática de una gravidez fantasmática que venía desarrollándose en respuesta al intenso trabajo catárti.co"35. Breuer, profundamente chocado, "procuró calmarla, hipnotizán­ dola, y después volvió a su casa sudando frío", exagera Jones. Al día siguiente, él y su muj er partieron hacía Venecia, para una segunda luna de miel, de la que resultó la concepción de una hij a. El biógrafo oficial agrega que "la niña que nació en esas extrañas circunstancias (llamada Dora [! !] Breuer) se suicidaría en Nueva York, casi 60 años después"36• Dicha Dora de triste fin, según Lacan, revela que el deseo de embarazars e era de Breuer. Consecuente1nente, él habla de la "transferencia muy m arcada de Breuer", porque, "es claro, Breuer ama a su paciente". El viaj e a Venecia fue "la típica salida burguesa para insuflar nueva vida al matrim.onio"37• 23 9

critical review

267-79.

mito intenta dar forma disociar verdad de hecho y fantasía no disiento de Helene l.J 'C' '-'- "'"''-·'-í considera indiferente que el "Diario de una adolescente" de hli!!·-h.ett. Retomaremos este faLr.4ficación, puesto que «es

frase

Fausto de

verano de 1895, Breuer afirmó: "El intelecto de Freud está operando con toda su fuerza. Yo me siento . . . como una gallina que pretende seguir a un halcón"50. Adviértase que éste es el máximo elogio posi­ ble . Hirschmüller dice que en cierta oportunidad Breuer lamentó es­ tar dominado por el Dernonio "Pero" 5 1 . Él nunca dudó de la geniali­ dad de F'reud . En una carta a Forel , le es cribi ó : "Yo tuv e el único mérito de haber reconocido la importancia de la histeria, tan poco considerada desde el punto de vista médico y científico . . . y de haber perseverado en mis investigaciones , sin haber permitido que los pre­ juicios interfiriesen en el examen directo de los datos . "52. Lo que es .L.Yl.ucho, si lo pensamos bien. No me caben dudas de que un ángel justiciero debería conceder a Breuer una mejor imagen en el panteón psicoanalítico . Él mismo, al hablar de su fantasma "Pero" y al homologarse con una gallina, con­ tribuyó a hacerse la fama de respetable burgués bonachón, medroso, sin cojones teóricos, que deja caer la llave maestra a la hora de la de­ finición . S ucesivas generaciones de a1J.alistas forj aron la imagen de "un" Breuer que, tímida y un poco bobamente, acompaña las intuicio­ nes }:!..i. stéricas de Anna O . La watsonicia de Breuer · re alza el brillo sherlockiano de Freud. Por otra parte, el happy end que Breuer da al caso es mentiroso, aunque la palabra pueda parecer demasiado fuerte. Los "Documentos de Kreuzlingen" presentan un epílogo muy diferente del descrito en los Estudios . A partir de marzo de 1882 -o sea, después del "alta"­ Anna comenzó a padecer una neuralgia "tenaz y torturante" del trigé­ m in o53 , junto con '1Uertes ataques que comenzaban con temblores co­ reicos para terminar en graves convulsiones atetoides"54. Dada la in­ tensidad del dolor se le administró morfina, lo que luego degeneró en morfinomanía. Por todos estos síntomas, Anna O. fue internada en el Hospital Bellevue el 12 de julio de 1882, poco más de un mes después que Breuer cerrara su historial. En esa época, Bellevue era considerado un hospital psiquiátrico modelo. Fundado por Ludwig Binswanger cuand� Freud tenía un año, pasó a ser dirigido por su hijo Robert en 1880. Este, hablando de la filosofía psiquiátrica del padre, pinta una institución que anticipa las comunidades terapéuticas de la segunda mitad del siglo XX. Se­ gun Robert, el padre "daba cursos de lenguas antiguas y trabaj aba con pacientes en el taller de carpintería y en la huerta" . Trataba de "'hacer de la institución una gran familia que dirigía como un verda­ dero patriarca"55• *12 . .

_

* 12. Austen Riggs, fundador de la comunidad terapéutica que lleva su nombre, en Stockbridge, Massachusetts, se inspiró en el Hospital Bellevue (E. Rodrigué, Biografía de una comunidad terapéutica, 1965, Buenos Aires ,

Eudeba}. 242

Pers onaj es famosos pas aron por s u pu erta: Nijinski , Hus serl , Iv'I artin Buber, Karl J as p ers , para rnencionar los m ás destacados56 . Conocernos la evolución de Anna O . .cr:. Bellevue gracias al informe del Dr. Laupus57 "Durante las prüneras s emanas el cuadro clínico mejoró sensiblemente. Fue posible disminuir la dosis de morfina, lle­ gando a suprimirla'"'58 . El síntoma más � ac apacitante era la neuralgia que tornaba la forma de un tic doloroso . Para dicho fin se empl e aron "sanguijuelas en los puntos de emergencia de la zona infraorbitaria, electricidad c ontinua y far ádic a , s e gu i da de tratamiento de ar s é nico durante varias se m an a s . Sin ningún resultado" 59 . Hubo que volver a

emple ar la morfina. Necesitaba dosis diarias de 70 a 100 mili gra mos cuando dej ó el hospital, por iniciativa m atern a . Es de notar que , poco antes de salir del Bellevue, Be rth a Pappenheim expresó el deseo de visitar la tum.ba de su padre y, al II.lismo tiempo, maniff)stó su inten­ ción de seguir estudios de asistente social, punto de partida de un gi­ ro radical en su vida, y boc ad o de cardenal -para la teoría kleiniana de la reparación . Bertha Pappenheim, además de inteligente, era también muy atractiva. Dos décadas des pués de ser tratada por Breuer, se diplomó como la primera asistente social de Alemania, convirtiéndose en una de las figuras prominentes del movimiento feminista mundial de fin de siglo . En e stos últimos tiempos, Bertha se convirtió en un ídolo de las "eco-feministas", particularmente después del best-seller de Lucy Freeman, The story of Anna O . 60. Fundó asimismo un orfanato en Francfort, y organizó una liga de mujeres judías y una casa de ma­ dres solteras . Como homenaje pó s tumo se emitió un sello conmemo­ rativo con su eñgie61. Es una ironía del destino que una muj er que hi­ zo t ant as cosas importantes en la vida s ea más conocida por las cobras y lagartos de sus delirios . Estamos en el inlperio de la catarsis. Como señala Jones, "Binet había obs erv?-do que la terapia sugestiva era más eficaz cuando la atención del sujeto estaba dirigida hacia el momento en que el sínto­ ma apareció p or pri m e ra vez, p ero, como vimos, nadie antes de Breuer rela cionó ese retroceso asociativo con la abreacción propia del procedimiento catártico"62. La mejora sintomática, en todo caso, era notable aunque pa sajera , y s ólo se mantenía por algunas hor as . Breuer· d a entonces el siguiente paso, instruyendo al paciente para que focalice la escena precisa en que aparecieron los síntomas , pero junto con las e m oci one s concomitant e s . Gr acias a est a innovación consigue que la supresión de los síntomas sea más duradera. La catarsis (purgación, en griego) es una ahreacción en acto , o sea la descarga de una emoción sofocada. Pero el concepto de catarsis es m ás que eso, implica un p osicionamiento frente a las pasiones. Aristóteles tomó el término de la medicina de su tiempo, para edificar su filosofía estética. La manifestación trágica en escena tenía el efec­ to de purgar las pasiones. Anna 0 . , en esa purificación ritual por la palabra, "expectoraba las mucosidades de sus · síntomas"63. 243

Histerias, comp. de

Saurí, Co-

59.

obra

de Sigr..vtu n d

San op .

pág.

pág.

Lacan, Le transfert

Antoine Sarkis,

París , l'amour, 1993, Pa-

Séminaire, li u re

48. P.-L. Assoun, "Los grandes descubrimientos del psicoanálisis", His­ toria del psicoanálisis, comp. por R. Jacard, I , 1982, Barcelona, Granica 1 , pág. 151.

49. J ohn Sullivan, "From Bre u e r tu F re u d ", 1959, Psychoanal. Re u . , XLVI, págs. 69-90. 50 . Carta de Breuer a Fliess del 5 de junio de 1895, cit ada por Ernest Jo­ nes , op. cit. , I, pág. 248. 51. Albrecht Hirschmüller, Physiologie und Psychoanalyse in Leben und Werke Josef Breuer, 1978, Berna, Hans Huber, p ág . 256. 52. Carta de Breuer a Forel del 21 de novie mb re de 1907, c it ada en C ra­ nefield, '"'Breuer's Evaluation"', págs . 3 19-20 . 53. "Documento 34 de Kreuzlingen", Albrecht, Hirschmüller, op. ci t . , pág. 385 . 54. Ibíd., pág. 378. 55. Robert Binswanger, manuscrito sin fecha de 1890, P...rchivos del Belle­

vue, citado por Albrecht Hirschmüller,

op. cit. , pág. 154-5. 56-. "'Documento 26 de Kreuzlingen", .A..lbrecht Hirschmüller, op. cit. , pág.

372. 57. Notas tomadas en el Hospital Bellevue. 58.. Albrecht Hirschmüller, ibíd., pág. 156 . 59. "Documento 26 de Kreuzlingen", Albre c ht Hirschmüller, ibíd ., págs. 373-4. 60. Lucy Feeman, The story of Anna O. , 1972. Nueva York. 61. Ibíd., I, pág. 233 . 62. Ernest Jones, op. cit. , I, pág. 279. 63. J. -B ernays , Zwei Abhandlungen über die Aristotelische Theorie des

Drama (Elementos de un escrito

perdido de Aristóteles sobre la teoría de Drama del teatro), 1880. 66. A. Hirschmüller, Ph.isiologie und Psychoanalyse in Leben und Werk JosefBreuers, 1978, pág. 207n. 61.. Frank J .. Sulloway, Freud, biologiste de l'esprit, 198 1, París, Fayard,

pág.. 50. 68. Pierre Janet, "Les actes inconscients et le dédoublement de la perso­ nalité pendant le sonamboulisme provoqué", Reuue Philosophique de France. 1886, .XXII, págs. 536-40. 69. Henri Jea:n Barraud, Freud et Janet.

Privat, pág. 23.

Étud.e comparé,

197 1, 'foulouse ,

70 . .Albrecht H:L rschmüller, op. cit., pág . 249. 11. Peter Gay, op. cit. , pág. 75. 72 .. Carta de Breuer a Augusto Forel del 21 de noviembre de 1907, citada en Cranefield, "'Joseph Breuer evaluation - of his own contribution to psychoa­ nalysis"', en lnt. J. Psycho-Annl; xxx:r:L'{, 1958, pág. 320.

246

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