Rockdelux - ABRIL 2017

February 28, 2018 | Author: psyk00 | Category: Rock And Roll, Blues, African American Music, Popular Music, American Styles Of Music
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Rockdelux - ABRIL 2017...

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RDL 360 / ABRIL 2017 / 4,90 €

Mark Eitzel Andrea Motis Cloud Nothings Tamikrest Crudo Pimento Gener

Especial 10 páginas

THE MAGNETIC FIELDS Entrevista con Stephin Merritt: su vida en 50 canciones

ROSALÍA ORCHESTRA BAOBAB THE JESUS AND MARY CHAIN FUTURE ISLANDS MAX RICHTER SPOON

BRUCE SPRINGSTEEN “Nebraska” vs. “The Ghost Of Tom Joad”

GRACE JONES Revisión

JAMES COTTON Armónica blues

VALTONYC Tom McCarthy Loo Hui Phang

Manifesto!

FESTIVALES: MUD, EMERGÈNCIA! CONCIERTOS: BLONDE REDHEAD, TEENAGE FANCLUB, TINARIWEN, JOHN MAYALL, NATHAN FAKE, BONOBO, RUSSIAN CIRCLES, CHARLIE MUSSELWHITE, ALEJANDRO ESCOVEDO DISCOS: EXQUIRLA, LOS PLANETAS, BALA, FUTURE, DIRTY PROJECTORS, RENALDO & THE LOAF, SON VOLT, RYAN ADAMS REEDICIONES: LYRES, MIDLAKE, SOUNDGARDEN, KONIEC

EDIT Por JESÚS ORDOVÁS Director editorial Santi Carrillo Director de redacción Juan Cervera Director ejecutivo / Publicidad Francesc Vaz Publicidad Madrid David Galbete Coordinación de redacción Miquel Botella Diseño Gemma Alberich Scanner Juan Sala Administración Inma Piñero Secretaria de dirección Anna Bentz Producción general Jaume Vallverdú Han colaborado en este número: Ricardo Aldarondo, Alfredo Arias, Daniel Ausente, Àlex d’Averc, Ramón Ayala, Barracuda, Vicenç Batalla, Jordi Bianciotto, Adrian Boot, Buddhy, Aïda Camprubí, Quim Casas, Gerard Casau, Javier de Castro, Salvador Catalán, José Manuel Caturla, Mario Cobo, Luis Costa, Alejandro Díaz Castaño, Begoña Donat, Francesc Fàbregas, Vicente Fabuel, Esteve Farrés, Álvaro Feito, Laura Fernández, Eloy Fernández Porta, Fernando Fernández Rego, F-Mhop, Juan Manuel Freire, Xavier Gaillard, Óscar García, Álvaro García Montoliu, Marcos Gendre, Pooneh Ghana, Òscar Giralt, Jaime Gonzalo, Isabel Guerrero, Eduardo Guillot, Cesc Guimerà, Steve Gullick, Dezo Hoffman, JuanP Holguera, Mark Holthusen, Arnau Horta, Eulàlia Iglesias, José Fajardo, Marcelo Krasilcic, Laperla y Morán, Luis Lapuente, Youri Lenquette, Leo López, César Luquero, Yulia Mahr, Joseba Martín, Ricard Martín, Alex Martínez, Miguel Martínez, Alfonso Méndez, Andrea Miner, Juan Monge, David Morán, David S. Mordoh, Marc Muñoz, Maite Nieto, Jesús Ordovás, Marta Pallarès, Anna Peletero, Mireia Pérez, Pepo Pérez, Joan Pons, Donat Putx, Miquel Queralt, Sebastien Rieussec, Alicia Rodríguez, Cristian Rodríguez, Dimas Rodríguez, Oriol Rodríguez, Jesús Rodríguez Lenin, Jason Frank Rothenberg, David Saavedra, Juanjo Sáez, Xavi Sánchez Pons, Belén Segarra, Alex Serrano, Félix Suárez, Ramon Súrio, Víctor Trapero, Luis Troquel, Jordi Vidal, Gerardo Vilches, Juan Vitoria, Rachel Wright y Txema Yeste.

Ronda Universitat, 33, Pral. 1ª B 08007 Barcelona Tel.: 93 487 92 88 - Fax: 93 487 91 25 www.rockdelux.com REDACCIÓN: [email protected] ADMINISTRACIÓN: [email protected] SUSCRIPCIONES: [email protected] PUBLICIDAD: [email protected] PUBLICIDAD MADRID: [email protected] Impresión: LITOGRAFÍA ROSÉS Tel.: 93 633 37 37 Distribución: Logista Publicaciones; Calle del Trigo, 39 - Edif. B, Pol. Ind. Polvoranca; 28914 Leganés (Madrid); Tel.: 91 665 71 58 Depósito Legal: 25.176-81 EDICIONES RDL/ ROCKDELUX, S.L. / ISSN: 1138-2864 ROCKDELUX no se hace necesariamente responsable de la opinión de sus redactores y colaboradores. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación sin la autorización escrita del editor. Precio para Canarias, Ceuta y Melilla, el mismo de la cubierta incluido transporte.

Chuck Berry La máquina de hacer canciones “Chuck Berry fue, posiblemente, el mejor rockero de todos los tiempos. También es mi letrista de pop favorito. Sus letras trataban de interminables romances de ‘teenagers’ y las cantaba con un cinismo vicioso y maligno que le daba todo su encanto”. Así retrataba el escritor Nik Cohn a Chuck Berry (1926-2017), fallecido el pasado 18 de marzo. Probablemente, Keith Richards, Bob Dylan, Ray Davies, Bruce Springsteen, John Lennon y una interminable lista de autores del mejor pop y rock de las últimas cinco décadas suscribirían esas palabras. Y si no lo hicieran, mentirían. De hecho, Lennon declaró que, si hubiera que ponerle un nombre al rock’n’roll, sería el de Chuck Berry, un chaval de raza negra que seguramente nació el 18 de octubre de 1926 en San Luis (Misuri); y es casi seguro que fue así, aunque Cohn afirmaba que lo hizo en California en 1931. Creció en San Luis y cuando fue algo mayor se hizo peluquero. Algunos datos no están contrastados, porque Berry siempre se negó a contar su vida; sobre todo, intentó ocultar que cuando era menor de edad había sido internado en un reformatorio por robar en tiendas y coches. Pero lo realmente importante es que un día decidió dejar San Luis e ir a Chicago, donde conoció a Muddy Waters, quien le aconsejó que presentara sus composiciones al sello Chess. A Leonard Chess le gustó una titulada “Maybellene”. La grabó, se la llevó al DJ Alan Freed para que la “pinchara” y acabó convirtiéndose en el gran hit de 1955.

El gran rocker: espejo de muchos músicos.

A partir de entonces Berry fue una máquina de hacer canciones que revolucionaron el panorama de la música norteamericana. En tan solo cinco años escribió un centenar, entre las que figuran algunas de las mejores gemas de la historia del rock’n’roll: “Roll Over Beethoven”, “Too Much Monkey Business”,”School Days”,”You Can’t Catch Me”,”Sweet Little Sixteen”o “Johnny B. Goode”. Ahí estaban magníficamente expresados los sueños de los teenagers (chicas, coches y dinero), sus frustraciones (tener que estudiar para convertirse en adultos) y sus aspiraciones. Pero su meteórica carrera quedó truncada el día que fue acusado de inducir a la prostitución a una chica de 14 años que trabajaba en su club. Condenado a tres años de prisión, cuando salió tuvo la suerte de ver cómo The Beatles, The Rolling Stones y otros muchos grupos británicos interpretaban sus temas. Y él, además, había escrito en su celda “You

Never Can Tell”, una preciosa canción de cadencia cajun/zydeco y aire francés (también es conocida como “C’est la vie”) que editó en 1964 en el LP “St. Louis To Liverpool”. Posteriormente la cantaría Emmylou Harris con gran éxito, además de Bruce Springsteen, Jerry Garcia y Bob Seger. Pero no solo había expresado en sus canciones los sentimientos y las aspiraciones de una generación, sino que les había dado un arma con la que hacer rock’n’roll: la guitarra eléctrica. Y, gracias al cine y a la televisión, miles de chicos y chicas que habían visto cómo había que tocar ese instrumento aprendieron a hacer lo propio, empezando sus conciertos con “Rock & Roll Music” –como The Beatles–, y acabándolos con “Johnny B. Goode” –como los Burning y miles de bandas en todo el mundo–. En las letras de sus canciones, en su forma de tocar la guitarra y de mirar, de moverse y de cantar, estaba el futuro. „

ROCKDELUX 360 03 Edit: Chuck Berry 04 Manifesto!: Valtonyc 06 James Cotton 08-15 Especial Chuck Berry 17 Agenda 18 Conciertos 22 Festivales 24 Libros pop 25 Libros 26 Cómic: Loo Hui Phang 28 Series TV: Tom McCarthy 30 Cine 32 DVDs pop 35 Discos 52 The Magnetic Fields 57 Mark Eitzel 58 The Jesus And Mary Chain 60 Rosalía 62 Andrea Motis 63 Gener 64 Max Richter 66 Tamikrest 68 Future Islands 70 Crudo Pimento 72 Spoon 74 Orchestra Baobab 76 Cloud Nothings 78 Revisión: Grace Jones 80 Hit emocional 82 Versus: Bruce Springsteen RDL 360 ABRIL 2017

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MANIFESTO! Por F-MHOP

Valtonyc Josep Miquel Arenas Beltrán es un joven mallorquín de 23 años que el pasado 22 de febrero fue condenado a tres años y seis meses de prisión. Los delitos a los que atiende esa condena son “enaltecimiento del terrorismo y de sus autores y de humillación a las víctimas” y “calumnias e injurias graves a la Corona”. También se enfrenta a ocho años de inhabilitación y a la obligación de pagar una indemnización de 3.000 euros al presidente de la asociación Círculo Balear, por el delito de amenazas, además de hacerse cargo de las costas del juicio. Una sentencia muy contundente para alguien que, en su cuenta de Twitter, se autodefine así: “Técnico informático, trabajo en una frutería. También hago rap”. Ahí está precisamente el origen de esta historia. Con el sobrenombre de Valtonyc, comenzó a hacer rap en el año 2010. Canta principalmente en catalán y, tras una primera maqueta de temática personal, empezó a escribir letras de contenido reivindicativo y a plasmar su afinidad con planteamientos políticos de extrema izquierda. En 2012 grabó “Residus d’un poeta”, maqueta en la que inclu-

La rutina se impone: otro artista condenado Los casos judiciales por enaltecimiento del terrorismo se suceden, afectando a artistas y personas anónimas. Si hace unos meses César Strawberry era condenado por seis tuits, ahora es el turno de Valtonyc, un MC mallorquín de reducida popularidad. ¿Nuestra democracia será más saludable con este cantante entre rejas? yó la canción “Circo balear”, donde arremetía con furia contra Jorge Campos, presidente de Círculo Balear, y contra la Corona de España. El 22 de agosto de ese año fue detenido debido a una denuncia interpuesta por Campos. Como resultado de la investigación de aquella denuncia, el caso evolucionó hasta llegar a la Audiencia Nacional y ser acusado de la retahíla de delitos por los que ahora ha sido condenado. A diferencia de otros casos recientes, en sus raps Valtonyc no utiliza el humor negro, sino que emplea una rabia desatada, con unas letras que han servido al tribunal para argumentar su veredicto.

Soy ídolo tuyo Por LAPERLA Y MORÁN

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Algunas frases, tal y como aparecen en la sentencia, son: “Jorge Campos merece una bomba de destrucción nuclear” (“Circo balear”), “que explote un bus del PP con nitroglicerina cargada” (“Deberían tener miedo”) o “para todos aquellos que tienen miedo cuando arrancan su coche, que sepan que cuando revienten sus costillas, brindaremos con champán” (“Espanya 0 goma 2”). En una simple lectura, esas frases no resultan nada edificantes, si bien la Plataforma en Defensa de la Libertad de Información (que reúne a colegios de abogados, asociaciones de periodistas, medios de comunicación y profesiona-

les independientes) considera “inaudito que el Tribunal, como en el caso de César Strawberry, se limite a valorar la literalidad de las letras, sin entrar a considerar ni el contexto artístico de los mensajes, ni la intencionalidad, ni la relación con actividades efectivamente terroristas, al contrario de lo que exige el Tribunal Constitucional cuando se trata de restricciones a un derecho fundamental”. Así las cosas, Valtonyc era un artista minoritario que está viendo cómo se multiplica su repercusión y acumula muestras de apoyo. No se ha producido una alarma social por sus letras, sino que crece la preocupación por el impacto de estas sentencias sobre el derecho a la libertad de expresión, y muchas son las voces críticas que denuncian un uso ideológicamente sesgado de la justicia. Y, para rematar, tenemos el peligro de una “sentencia” mucho más peligrosa en ciernes. La que se producirá el día en que situaciones como esta dejen de ser noticia a fuerza de ser habituales. Ese día la libertad de expresión estará condenada definitivamente. „

James Cotton Una vida cosido a una armónica La introducción de instrumentos ajenos y el paso de subalterno a relevante favorecen la evolución de las músicas. En 1960, a partir de “I’ve Got My Mojo Working”, el blues hizo clic. La armónica fue la protagonista del cambio. Soplaba James Cotton (1935-2017), creador de un panorama sonoro único, que murió el pasado 16 de marzo. Por MIQUEL QUERALT Con James Cotton hay un antes y un después. Como alumno aventajado de Sonny Boy Williamson II, que fue su mentor, desde siempre tocó y cantó como si le fuese la vida. Una neumonía provocó su fallecimiento el pasado 16 de marzo. Vivía en Austin, Texas, y aún estaba en activo. Desde mediados de los sesenta era conocido como Mr. Superharp. Existe una fotografía, de febrero de 2012, tomada durante el ensayo del homenaje al guitarrista Hubert Slim, fallecido dos meses antes (el 4 de diciembre de 2011) y compañero de Cotton, en que la mirada entrecruzada de este con la de Keith Richards habla por sí sola. Contar historias, provocar una sonrisa o, sencillamente, seguir el ritmo a gusto de cada cual suponen la esencia de muchas cosas. Entre ellas, el blues. A pesar de ser uno de los escasos héroes capaces de transformar un sonido, Cotton no deja de ser, en cierto modo, un tapado del blues. Tal vez por ello su reconocimiento ha sido tardío. Su magisterio tomó altura en 1966 al formar The James Cotton Blues Band. A Cotton le gustaba acomodarse muy cerca del micrófono y así recubrir la armónica con las manos. Mike Bloomfield le produjo un disco homónimo para Verve en 1967. El sonido resultante fue sólido y contundente, lo que llamó la atención

de la escena blues-rock de Chicago, caso de Paul Butterfield, cuyo mánager –también lo era de Dylan–, Albert Grossman, decidió representarle. Por el contrario, su discografía es desigual. Grabó para Vanguard, Buddah y Capitol en los años sesenta y setenta; luego se vinculó a Alligator y Antone’s, entre otros sellos. Más tarde, Telarc y Verve, y, de nuevo, Alligator. Aun así, su legado entre músicos de rock se mantuvo constante. Su interés por explorar nuevos sonidos le permitió compartir escenario con Gregg Allman, Grateful Dead, Janis Joplin, Steve Miller, Todd Rundgren y Santana, entre otros. La biografía de Cotton es similar a la de aquellos que nacieron cerca del río Misisipi y optaron por emigrar al industrializado norte, no tan solo en busca de un futuro, sino porque se sabían diestros con un instrumento en las manos; en el caso de Cotton, entre los labios, que también le ayudaban a mostrar una voz cavernosa. Su manera de cantar se vio afectada por un cáncer de garganta, detectado en los años noventa. Circunstancia que, tiempo después, lo llevó a comentar que “como supongo que nací con el blues, no conozco otra cosa que no sea el blues”. Cotton nació el 1 de julio de 1935 en Tunica, Misisipi, una plantación de algodón. Con apenas 9 años empezó a tocar

Armónica en modo blues.

la armónica, un regalo que costó quince centavos de la época. Acompañó a Sonny Boy Williamson II, su mentor, en numerosos espacios radiofónicos. También siguió a Howlin’ Wolf y participó en distintas sesiones en los estudios de Sun Records, en Memphis. En 1954, con solo 19 años, su vida dio un giro sustancial al traspasar la puerta del 2120 de la avenida South Michigan, de Chicago, sede de Chess Records, cuando le ofrecieron sustituir a Junior Wells en unas grabaciones. Desde entonces, compartió doce años al lado de Muddy Waters. En 1960, este se presentó en el festival de Newport, el mismo al que asistiría Bob Dylan entre 1963 y 1965. A partir de aquel éxito, algunas cosas cambiaron para bien en el blues eléctrico y urbano de Chicago.

Como todo líder, Waters tenía malas pulgas. Pero Cotton aprovechó la oportunidad. Así lo recordaba el armonicista en la serie documental de la televisión pública PBS “American Roots Music” (2001). “Muddy quería que yo fuera igual que Little Walter. Le dije: ‘Oye, nunca seré como él, pero puedo tocar tu música, así que tienes que darme una oportunidad’. Supongo que me escuchó”. Años después, ambos ya como líderes de sus propios proyectos, se reencontraron bajo el patrocinio de Johnny Winter para registrar el álbum de Waters “Hard Again” (Blue Sky, 1977). En 2006, el menor de ocho hermanos e hijo de aparceros ingresó en el Blues Hall Of Fame. Además, Cotton ganó un Grammy, seis Living Blues Awards y diez Blues Music Awards. „

Seis décadas de blues MUDDY WATERS “At Newport 1960” (CHESS, 1960)

Como sideman. Álbum seminal. En la séptima edición del Newport Folk Festival, el guitarrista se acompaña de Cotton, Otis Spann, Pat Hare, Andrew Stevenson y Francis Clay. La armónica vuela en “I Got My Brand On You”, “I’m Your Hoochie Koochie Man” y en las dos partes de “Got My Mojo Working”. En 2001, MCA edita una versión remasterizada, más un bonus monoaural de cuatro canciones de estudio.

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JAMES COTTON “High Compression”

JAMES COTTON “Mighty Long Time”

JAMES COTTON “Cotton Mouth Man”

(ALLIGATOR, 1984)

(ANTONE’S, 1991)

(ALLIGATOR, 2013)

Considerado el mejor disco servido por The James Cotton Blues Band para el histórico sello de Chicago. La reunión no deja de ser un allstars de blues del momento en que destacan el pianista Pinetop Perkins, el guitarrista Magic Slim y la sección de metales. Temas propios y ajenos en la voz rota y la armónica rotunda del líder. Todos bailan con garbo entre tonalidades y midtempos de rhythm’n’blues y funk.

Cotton se explaya con su armónica y se sumerge en un repertorio Top Of The Blues, donde Pinetop Perkins marca el terreno para el lucimiento de guitarristas del gusto, talento y swing de Wayne Bennett, Matt Murphy, Luther Tucker, Hubert Sumlin y Jimmie Vaughan. Cotton graba en casa, en Austin, brillando en piezas propias de los años cincuenta, como “Hold Me In You Arms” y “Straighten Up Baby”.

Despedida de la banda. A la postre, último álbum de Cotton, pleno de repertorio propio que rinde pleitesía al blues de Chicago, con aromas sureños. El gran Chuck Leavell comanda el proyecto y desmonta la paradoja a partir de la valía de Gregg Allman, Colin Linden, Warren Haynes, Ruthie Foster, Delbert McClinton y Keb’ Mo’. Guitarras resonantes como un tren de mercancías. Grande “Bonnie Blue”. „

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CHUCK BERRY (1926-2017)

Chuck Berry (1926-2017)

La lírica agridulce del rock’n’roll Pese a que Fats Domino, Little Richard y Jerry Lee Lewis siguen en pie, la muerte de Chuck Berry el 18 de marzo certifica el agotamiento biológico de la generación que alumbró el rock’n’roll, una música que permanece viva en todos sus afluentes y que en sus canciones encontró el pináculo de la lírica adolescente que preparó el camino a la revolución de costumbres de la década prodigiosa. Por LUIS LAPUENTE

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de Nat King Cole, quien escribió, casi con 30 años cumplidos, decenas de pequeñas epopeyas de amor adolescente, historias instantáneas sobre coches, romances rotos e ilusiones inocentes, que conectaron con jóvenes blancos y negros de todo el mundo antes de que Berry Gordy, el capo de Motown, patentara su modelo de soul universal, el Sonido de la Joven América. Además, Chuck era un guitarrista de raza, como su mentor Muddy Waters, y ese instrumento, central en su legado, ha jugado desde entonces un papel protagonista en la historia del rock: los riffs inventados por él en sus piezas más legendarias (“Johnny B. Goode”, “School Days”, “Roll Over Beethoven”, “Brown Eyed Handsome Man”, “Sweet Little Sixteen”, “Promised Land”) pertenecen al canon del género, y han sido imitados y emulados en decenas de discos firmados por Keith Richards, Dave Davies, Jimmy Page y en los locales de ensayo de una legión de jóvenes ansiosos por triunfar en el Planeta Pop. Chuck Berry, sí, fue el poeta, a ratos agridulce, siempre brillante, que inventó el rock’n’roll tal y como hoy lo conocemos. UN ADOLESCENTE PENDENCIERO En realidad, los orígenes personales, familiares, geográficos incluso, de Berry no se corresponden con el arquetipo del artista militante del rhythm’n’blues surgido tras la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos. Apenas un puñado de jazzmen (Grant Green, Oliver Nelson, Clark Terry, Lester Bowie) y soulmen (Donny Hathaway, Ann Peebles, John Edwards, Billy Davis Jr.) proceden de San Luis, la patria chica de Berry, una ciudad populosa situada en el centro del país, alejada de los puntos neurálgicos del blues y el soul (Memphis, Nueva Orleans, Alabama, Chicago, Detroit),

unida con alguno de ellos tan solo (¡tan solo!) por la corriente del río Misisipi. Allí, en aquella ciudad de origen francés, con mayoría de afroamericanos (casi el 50% de la población), nació Charles Edward Anderson Berry el 18 de octubre de 1926, hijo de una profesora de colegio y un pastor baptista. Pronto aprendió a tocar la guitarra, iniciándose en el rhythm’n’blues, el jazz bailable y el swing tan en boga en la inmediata posguerra, lejos del góspel que sirvió de cantera a casi todos los cachorros de la música negra de la época. Quizá fue esa querencia por la llamada “música del diablo” la que propició sus tempranos enfrentamientos con la justicia: a los 17 años fue detenido por haber participado en varios robos a punta de pistola con un par de amigos, y condenado a pasar diez años en el reformatorio de Algoa, cerca de Jefferson City, la capital de Misuri. Salió en libertad condicional en 1947 y, meses después, se casó con su novia, Themetta “Toddy” Suggs, que le acompañaría toda la vida. Tuvo entonces que compatibilizar su temprana afición musical, poco a poco más que una afición, con distintos trabajos que dieran de comer a su familia (en 1950 nació su primera hija, Darlin Ingrid Berry), desde carpintero y conserje hasta fotógrafo y dueño de su propio negocio de peluquería y cosmética. LOS AÑOS CINCUENTA: LA ECLOSIÓN DEL ROCK’N’ROLL Mediada la década de los cincuenta, Berry ya era un consumado guitarrista, dueño de su propio estilo, pulido en la orquesta del pianista Johnnie Johnson, donde se referían a él como el “black hillbilly” por su afición a hermanar el country con el rhythm’n’blues. Pronto, Chuck, un tipo elegante, bien parecido y con un talento desbordante, le arrebató el liderazgo del grupo

FOTO: FRANCESC FÀBREGAS

“S

i tuvieras que referirte al rock’n’roll con otro nombre, tendrías que llamarlo Chuck Berry”. John Lennon dejó bien claro lo que pensaban aquellos pioneros que reinventaron el pop anglosajón a principios de los sesenta. En aquel excitante cóctel preparado por artistas como The Beatles, The Rolling Stones, The Kinks, The Animals, The Beach Boys y Bob Dylan se paladeaba el sabor del soul de Ray Charles, Sam Cooke, Ike Turner y Arthur Alexander, el delicioso aliento melódico de Buddy Holly, la pasmosa vitalidad rítmica de Fats Domino y el rhythm’n’blues de Nueva Orleans y, muy especialmente, el sabor a blues sincopado, feliz, rabiosamente pegajoso, de Chuck Berry. Él, Chuck Berry, fue el auténtico catalizador del rock’n’roll, más incluso que Buddy Holly, Fats Domino, Little Richard o Jerry Lee Lewis. El primero, de formación country y tex-mex, malogrado a destiempo, no pudo culminar una obra que entroncaría directamente con The Beatles, muy especialmente con Paul McCartney. El segundo y el tercero, aún en activo y dueños de una herencia prodigiosa, fueron siempre, a pesar de sus éxitos circunstanciales, demasiado negros para el mercado del pop, y además tocaban el piano, que jugaría casi siempre un papel secundario en el rock. El cuarto, que protagonizó varios sonados enfrentamientos con Berry en conciertos y giras, enseguida derrapó hacia el country salvaje y su legado no caló con tanta fuerza entre los cachorros del Merseybeat. Fue Berry, una personalidad omnívora y proteica, quien acertó a aunar en su figura y en sus canciones ese gusto por contar historias del country y el blues rural con la inmediatez rítmica y melódica del pop surgido a principios de la década prodigiosa. Fue Berry, un vocalista de timbre dulce y profundo, educado en la escuela

CHUCK BERRY (1926-2017)

Johnny B. Bad Por Jaime Gonzalo En 1947, el día que cumplía 21 años, Chuck Berry saldó su primera cuenta con la justicia, dos años y medio de internamiento en un reformatorio por robar un coche y asaltar a mano armada tres establecimientos de Kansas City. Dura experiencia: juró no volver a repetirla. Sin embargo, en diciembre de 1959, ya en la cresta de la ola y con tres álbumes, el último irónicamente titulado “Chuck Berry Is On Top”, lo arrestaron en San Luis por violar la Ley Mann. Esta concernía al transporte interestatal de “cualquier mujer o muchacha con propósitos inmorales”. La denuncia la formuló Janice Norine Escalante, adolescente de 14 años a la que conoció en un bar de Juárez, llevándosela de vuelta a San Luis para emplearla legalmente en el Bandstand, su club nocturno. Al poco, mientras Berry se hallaba de gira, Escalante, exuberante apache pura sangre huida del hogar paterno que le dijo tener 21, resultó arrestada por ejercer la prostitución. Según contó a la policía, Berry era su amante y proxeneta. En un primer proceso en 1960, el jurado desestimó la versión de aquel, condenándolo a cinco años y una multa de cinco mil dólares. Interpuesto recurso por los comentarios racistas del juez, volvió a ser juzgado y condenado en 1961 a tres años y a una sanción de diez mil dólares. Berry negaría luego ese período carcelario, hasta que en su autobiografía de 1987 finalmente lo admitió. El tiempo entre rejas lo mató escribiendo futuros éxitos como “Promised Land” y estudiando empresariales y contabilidad. A pesar de su dedicación a los números, en 1979 volvió a ser condenado por deberle al fisco doscientos mil dólares en concepto de impuestos atrasados. Al admitir los cargos, su sentencia se redujo a cuatro meses, durante los cuales le acompañaron en la celda su guitarra, dos diccionarios y lápiz y papel con los que pergeñar un primer boceto autobiográfico. También se le requirieron mil horas de servicio a la comunidad, que cumplió ofreciendo conciertos benéficos. Una cuarta estancia a la sombra estuvo a punto de suceder en 1990, al ser descubiertas en los servicios femeninos de su restaurante The Southern Air varias cámaras ocultas. Sus empleadas y más de doscientas clientas fueron filmadas aliviando necesidades fisiológicas. Clausurado el restaurante, el FBI encontró en su casa armas de fuego, marihuana y una pila de videocasetes con filmaciones de menores en poses sexuales. Muy crudo lo tenía Berry, pero sucedió lo imposible: el fiscal se vio envuelto en un escándalo financiero y el caso quedó sobreseído a condición de que Berry compensara económicamente a sus denunciantes. „

al pianista y decidió viajar a Chicago, donde según recordaría años después el propio hervía una vibrante escena musical negra, al Phil Chess, fue una melodía pegajosa de calor de los artistas emigrados desde el Sur aires country que Chuck había escrito en su mayoría, que habían electrificado sus inspirada en una vieja canción titulada “Ida instrumentos y grababan en sellos locales Red”, popularizada por el rey del western de prestigio como Vee-Jay y, sobre todo, swing, Bob Wills: “Leonard y yo sabíamos Chess Records. La carta de presentación que aquella canción, ‘Maybellene’, tenía algo que necesitaba Berry para presentarse ante distinto, interesante, desde la primera vez que el todopoderoso Leonard Chess, el genuino la escuchamos. Pero la reacción de los disccazatalentos de la compañía, le llegó de manos jockeys, ¡guau!, fue tremenda. La ponían una y del siempre generoso Muddy Waters. “Puedo otra vez. Recuerdo que fui a visitar a mi hija a un describir al detalle muchas de mis sesiones de campamento de verano cuando apareció el disco grabación en Chess porque y tuve que regresar inmediatamente Chuck Berry hice bastantes a lo largo de mi a la oficina para coger un montón carrera. Fui allí por primera vez, de ejemplares para sus amigas. No fue el auténtico en mayo de 1955, tras haberme sé cuántas veces en la vida puedes catalizador pasado la noche anterior por una enfrentarte a un éxito tan excitante del rock’n’roll, de las actuaciones de Muddy como aquel”. “Maybellene” vendió más incluso que Waters en un garito del sur un millón de copias, subió como la de Chicago, muy cerca de las espuma en las listas, llegando hasta Buddy Holly, oficinas de la compañía. Muddy el Top 1 en las de rhythm’n’blues y Fats Domino, me dejó tocar una canción hasta el Top 5 en las de pop; toda Little Richard o con él y me animó a ir a ver a una hazaña para un neófito. Jerry Lee Lewis. Leonard (quien quiera que fuese Chuck iba a cumplir 30 años, el Leonard aquel, porque yo no pero, de repente, sus canciones lo sabía) y a convencerle para que me grabara se erigieron en la fabulosa plataforma poética porque, según me dijo, ‘yo tocaba algunas de una generación de adolescentes sedientos cosillas bonitas’. Así que me dio la dirección y por cambiar el aspecto de la sociedad gris fui y lo hice. Y Leonard me dijo: ‘Tráete algún y cobarde creada por sus mayores; eran los material y te lo grabaremos’. Y como yo tenía un jóvenes que querían olvidar la guerra, disfrutar magnetofón monoaural que me había costado de un coche nuevo, enamorarse, ilusionarse con setenta y nueve dólares, pues fui y grabé nuevas experiencias vitales, bailar y liberar su seis canciones con la ayuda de unos músicos sexualidad: la generación del rock’n’roll. cojonudos (bueno, digo músicos cojonudos porque ni siquiera me acuerdo ahora de sus MÁS DURA SERÁ LA CAÍDA nombres) y me llevé la cinta a Chess Records, y Berry, un treintañero padre de familia, acertó a Leonard hizo el resto...”. interpretar aquellos sueños, compartidos por En realidad, Berry pensaba que a los blancos, negros e hispanos, y los plasmó en una hermanos Chess iba a interesarles su material pasmosa sucesión de melodías inolvidables, más entroncado con el blues eléctrico. Sin parábolas instantáneas de una intensidad lírica embargo, lo que les volvió locos de verdad, inédita en el género: “Maybellene” y “Wee Wee

La raíz del idioma Por RICARD MARTÍN El término “berry” (baya) es una rareza de la lengua inglesa: es de las pocas raíces de palabra que se utilizan siempre como compuesto, casi nunca como raíz. Puedes decir “cranberry” (arándano rojo), “elderberry” (baya del saúco) o “loquequierasberry”, pero un inglés casi nunca utilizará “berry” a secas. Es una raíz pura que tiene que derivar siempre, y en cada derivación sale algo nuevo, diferente. Lo mismo podemos aplicar a las versiones del genio del riff. Es obvio mencionar que, como uno de los creadores de la gramática del rock’n’roll, Chuck Berry es uno de los artistas más versionados de la historia del género, desde Nina Simone hasta Motörhead, pasando por Peter Tosh, Jimi Hendrix, The Beach Boys, Jerry Lee Lewis, Elvis Presley, Bruce Springsteen, Emmylou Harris, Grateful Dead, The Doors, Jay Farrar, The

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Animals y muchos más. Lo que no es tan usual es la trascendencia que tuvieron las versiones de Berry en las carreras de The Beatles y The Rolling Stones, las dos bandas más influyentes de la historia, que decidieron empezar su trayectoria grabando canciones de su maestro. La adaptación de Berry a su personalidad sería la plantilla que malearía sus inicios y marcaría su futuro. Los de Liverpool incluyeron “Roll Over Beethoven” y “Rock & Roll Music” en sus primeros discos, con voces desgañitándose, con guitarras espartanas y sin florituras. Esa sería la crujiente y orgánica manera de entender el rock’n’roll de John Lennon hasta su muerte; bien fuera con The Beatles o en solitario (“Rock’n’Roll”, su disco de versiones añejas, de 1975). Jagger y compañía marcaron más tierra estilística entre su versión del “Come On”

y la original que las respetuosas traslaciones al acento británico que hicieron The Beatles. “Come On” agarra el perezoso tumbado jungle beat y lo traslada a un nervioso beat rhythm’n’blues de guitarras ácidas que sería la vara sonora para medir el repertorio de sus tres primeros álbumes (una canción que, por cierto, engrosa los discos de grandes éxitos de Berry por ser la primera que grabaran los Stones; el single de Berry, de 1961, no se comió un torrado, mientras que en manos de Mick y los suyos alcanzó el número 21 en el Reino Unido). Paradójicamente, a medida que avanzaba la carrera de las dos bandas británicas y abandonaban las versiones en estudio, la influencia del guitarrista se hizo más evidente en The Beatles; algunos de sus mejores temas, como “The Ballad Of John And Yoko” o “Back In The U.S.S.R.”, son puro

Berry, rocanroles melódicos que no necesitan más que cuatro notas para clavarse en tu mente, llenas de socarronería cálida e imágenes memorables. La visión de su cancionero por parte de otros colosos británicos, Faces, es también digna de mención: su “Memphis, Tennessee”, soul-rock de ojos azules, marcaría el tono en solitario de Rod Stewart. Si hay algún género que se lleve mal con el legado de Berry es el heavy metal: con la excepción de Motörhead, la adaptación de sus composiciones al gremio de la mano cornuda ha originado muchos despropósitos: el más gordo, la ridícula autopsia de “Johnny B. Goode” a manos de Judas Priest. El idioma de Berry pide calidez y proximidad a las raíces, algo que la electrificación marcial y extrema del metal asesina. „

Rock′n′roll vs. rock Por DAVID S. MORDOH

El rock’n’roll no ha muerto el 18 de marzo de 2017 con Chuck Berry. El rock’n’roll murió el 25 de julio de 1965 mientras paría el rock. Hasta entonces, su alma se había incrustado en la de toda una generación de jóvenes a través de axiomas definidos. Era su seña de identidad para diferenciarse y reivindicarse a golpe de insumisión ante sus progenitores. Las notas de guitarra de “Johnny B. Goode” o los acordes de “Roll Over Beethoven” –título explícito–, moldeadas desde el rhythm’n’blues y ensuciadas a propósito, divertidas y provocadoras, supuraban una energía distinta a las canciones dominantes, marcando así un territorio nuevo idóneo para la sangre caliente proclive a la transgresión. No tardó esta música en ser fagocitada por un establishment incomodado con ella. A medida que la comercializaba, fueron inoculándose elementos musicales disuasorios –el pop– para entrar en los mercados populares hasta extirparle la rebeldía. Por muchas barreras que rompiesen las composiciones de The Beatles y The Rolling Stones en 1963-1964, solo se convertían en peligrosos cuando recurrían a una versión de blues... o a una de Chuck Berry. Entre sus acordes fluía la rabia juvenil y el escapismo militante; los del primer autor merecedor de ostentar la sentencia “sexo, drogas y rock’n’roll”. Sin embargo, el paso del tiempo, con un mundo sumido en una etapa evolutiva sin precedentes, jugó en su contra. Era necesario proveerse de una descendencia no bastarda. Así que echó un vistazo al lado a la linda moza del folk, protestona ella. Hizo de sacerdote Bob Dylan, cuando aquel 25 de julio de 1965 volvió a subir al escenario de Newport con una guitarra eléctrica. El hedonismo y la conciencia política habían engendrado un nuevo ser que esgrimía, mástil en mano, el poderío de una ráfaga de Chuck Berry en la selva de Vietnam. Había nacido el rock. „ El original lenguaje del rock'n'roll.

Hours” (1955); “Roll Over Beethoven”, “Too Much Monkey Business”, “Brown Eyed Handsome Man” y “You Can’t Catch Me” (1956); “School Day” y “Rock & Roll Music” (1957); “Sweet Little Sixteen”, “Johnny B. Goode”, “Carol” y “Run Rudolph Run” (1958); “Almost Grown”, “Little Queenie”, “Back In The U.S.A.” y “Memphis, Tennessee” (1959), y “Let It Rock” (1960). Todas ellas con Willie Dixon en el bajo, Fred Below en la batería y Johnnie Johnson en el piano. Berry era el indiscutible rey del rock’n’roll: se atrevía a coquetear con la música fronteriza (maravillosa “La Juanda”), arrasaba en los conciertos colectivos organizados por el DJ Alan Freed, participó en el festival de jazz de Newport, hizo sus pinitos en el cine –“Rock, Rock, Rock!” (Will Price, 1956), “Mister Rock And Roll” (Charles S. Dubin, 1957), “Go, Johnny Go!” (Paul Landres, 1959)– y popularizó su famoso duck walk, el baile del pato, marca de la casa durante décadas.

Parecía invulnerable, inalcanzable. Cuando, de repente, la historia se torció. El 23 de diciembre de 1959 fue arrestado en su domicilio de San Luis y acusado de haber violado la llamada Ley Mann, encargada de castigar la prostitución organizada, una ley que también se había aplicado en 1913 al campeón de los pesos pesados Jack Johnson, otro negro que había ido demasiado lejos, demasiado deprisa. Al parecer, Berry había contratado como camarera en uno de sus clubes, el Bandstand, a una joven apache que se había traído desde Juárez hasta San Luis. Poco después, la despidió y ella, detenida al ser sorprendida en un hotel como prostituta, le denunció a la policía. La joven, según la defensa de Berry, le había asegurado que tenía 21 años, pero ante la policía confesó que apenas acababa de cumplir 14. El cantante fue condenado en 1960 por un jurado compuesto por hombres de raza blanca a cinco años de prisión (una pena

rebajada a poco más de dos años por un tribunal de apelaciones en 1961) y a pagar una multa de cinco mil dólares. Berry salió libre en 1963, pero su carácter se había agriado: desconfiaba de todo el mundo, había perdido su característica jovialidad, se sentía perseguido y maltratado. Su viejo amigo y colega Carl Perkins constató esa transformación en alguna entrevista: “Nunca vi a un hombre tan cambiado. Antes era un tipo tranquilo, la clase de persona que bromea a todas horas, pero la cárcel lo destruyó, lo convirtió en una persona fría, distante, calculadora”. De ahí viene quizá buena parte de su legendaria reputación de tacaño, desagradecido, misántropo y malhumorado, rasgos de su carácter que tuvieron que padecer incluso rendidos admiradores como Keith Richards durante el rodaje del filme “Hail! Hail! Rock’n’Roll”, dirigido por Taylor Hackford en 1987. RDL 360 ABRIL 2017

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CHUCK BERRY (1926-2017)

El arquetipo

El poder de la palabra y la música.

Sin embargo, la buena noticia es que los cachorros del pop y el rock anglosajón ahora lo veneraban como a un maestro intocable. Sus discos volvían a venderse, lo reclamaban en conciertos por todo el mundo y sus nuevas grabaciones gozaban de una gran reputación. De esa época, mitad de los años sesenta, datan álbumes memorables como “St. Louis To Liverpool” (Chess, 1964), que incluyó dos de sus canciones emblemáticas, “Promised Land” y “You Never Can Tell”, probablemente sus obras maestras. En 1965, Berry se despidió de Chess Records con el single “Dear Dad” y fichó por el sello Mercury, donde publicaría discos tan sobresalientes como “From St. Louie To Frisco” (Mercury, 1968), de cuyo proceso de producción renegaría, pero donde se disfrutan piezas de rock contemporáneo, casi en la estela de los Beatles psicodélicos. ABAJO EL TELÓN Instalado en el circuito de las viejas glorias, en 1970 regresó a la disciplina de Chess Records, donde obtuvo un único éxito en las listas con el single “My Ding-A-Ling” (1972), una cancioncilla de aire novelty que no hacía honor a su reputación, y donde registró al menos otro álbum soberbio de tono autobiográfico, “Back Home” (Chess, 1970). Desmantelada la discográfica Chess, Berry aún tuvo arrestos para grabar un último trabajo en el subsidiario ATCO

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ABRIL 2017 RDL 360

Chuck Berry fue un arquetipo que moduló y dio sentido a una música que nació para esfumarse al mismo tiempo que desaparece el acné. Para situarlo en el universo del rock’n’roll, ‘The New York Times’ ha dicho de Charles Edward Anderson Berry que “fue su maestro teórico y genio conceptual, el compositor que entendió lo que los jóvenes querían antes de conocerse a sí mismos”. Entre 1955 –con “Maybellene”– y 1964 –con “Nadine (Is It You?)”, según muchos el mejor artefacto pop nunca escrito–, Berry articula un género que tiene margen de mejora. Admirador de Muddy Waters, Nat King Cole y acérrimo fan del guitarrista de blues T-Bone Walker, de quien depura la técnica de doblar dos cuerdas a la vez y conseguir así un sonido más áspero y convertirlo en rock’n’roll, Berry se explica a partir de su repertorio, que se entiende como esencial. Berry echa un vistazo atrás y entiende que en “Wee Baby Blues” de Big Joe Turner hay material para “Wee Wee Hours”, el blues que conforma la cara B de “Maybellene”, su primer éxito. Leonard Chess es responsable del título, cuyo nombre aparece en una marca de lápiz de labios. “Maybellene” tampoco surge sola, pues arranca de “Ida Red” (1938), un hit del western swing en manos de Bob Wills And His Texas Playboys. El éxito es dar con el lenguaje, la métrica y el contenido –baile, chicas y coches– precisos. El guitarrista condensa en sus singles riffs, energía y estribillos en menos de tres minutos, ideales para ser radiados. Es la pócima que define lo que está por venir. “Hail, hail, rock’n’roll!”, canta en “School Days” (1957). Mientras tanto, un tal

de Atlantic, un disco portentoso, sorprendente, titulado “Rockit” (ATCO, 1979), hermosa colección de canciones que sonaban a clásicas, como la descomunal “Oh What A Thrill” (que luego recrearían Rockpile), el formidable canto del cisne de una vieja gloria de la que casi nadie esperaba ya tamaña demostración de talento. A partir de entonces, alternó las giras y actuaciones por todo el mundo, casi siempre secundado por bandas locales o de músicos desconocidos, con sus negocios en San Luis y sus encontronazos con la justicia y con el fisco. En 1990 fue denunciado por varias mujeres que lo acusaban de haber colocado cámaras de vídeo en los cuartos de baño femeninos de uno de sus restaurantes en San Luis. Además,

Por MIQUEL QUERALT

Elvis se atusa el tupé. En “Brown Eyed Handsome Man” (1956) se intuye el conflicto racial a partir de no mencionar a nadie en concreto, pero deslizando que un buen mozo, de ojos marrones, no tiene por qué ser blanco. La sátira también alcanza a “Too Much Monkey Business” (1956) y “Promised Land” (1964), sendas radiografías de las tensiones raciales y de clase. “You Can’t Catch Me” (1956) va de coches e influye en “Come Together” (1969) de The Beatles. “Roll Over Beethoven” (1956) y “Rock & Roll Music” (1957) ensalzan la música, cualquiera, y Berry apuesta por la suya. De la segunda, en 1975, Humble Pie capta el espíritu, motivo que se echa en falta en la versión de The Beach Boys, cuando convirtieron “Sweet Little Sixteen” (1958) en “Surfin’ U.S.A.” (1963). Les tocó aceptar, previa demanda, a Berry como coautor. “Johnny B. Goode” (1958) encuentra antecedentes en “Ain’t That Just Like A Woman (They’ll Do It Every Time)” (1946) de Louis Jordan. Berry cambia la temática para que no afecte su emisión en las radios. Donde aquella decía “colored boy” ahora dice “country boy”. El hecho de cantar que se puede tocar una guitarra “como una campana” es... muy Berry. En las páginas de la revista ‘Rolling Stone’ en 2010, Joe Perry, guitarrista de Aerosmith, escribe que la canción lo tiene todo: “Letra, melodía, tempo y ‘riff’”. “Carol” (1958) y “Little Queenie” (1959), que sigue el patrón de “Johnny B. Goode” a golpe de “go!, go!”, suponen la quintaesencia de la lascivia juvenil, a partir de un doble lenguaje y el baile. Canciones juveniles como “You Never Can Tell”, “No Particular Place To Go” –un cuento de libertad y frustración sexual–, y “Nadine (Is It You?)”, todas de 1964, son producto de tener mucho tiempo libre, pues Berry las compone mientras cumple condena en Springfield, Misuri. En esa época, los Stones lo proclaman el cronista de la época. El repaso del cancionero de Berry incita a pensar que el premio Nobel otorgado a Bob Dylan no es un capricho. Es más gremial de lo que parece. Hay una tradición de calidad en la lírica de este género. También un propósito de explicar, de narrar y de influir que comportará transformaciones socioculturales. Ambos son letristas y músicos, cronistas tanto de su tiempo como de Los Tiempos, con mayúsculas. Con motivo de la concesión a Berry y a Leonard Cohen del PEN New England Song Lyrics Of Literary Excellence Award en 2012, Dylan dijo de Chuck que era el “Shakespeare del rock’n’roll”. „

recibió una citación por posesión de marihuana, pero consiguió negociar una condena menor por el uso de estupefacientes, accediendo a indemnizar extrajudicialmente a sus acusadoras. Diez años después, otro juez desestimó una demanda de su expianista Johnnie Johnson, que le acusaba de haberse apropiado de algunas de sus composiciones (entre ellas, “Roll Over Beethoven” y “Sweet Little Sixteen”). El año pasado, al cumplir los 90, anunció la inminente publicación de un nuevo álbum, el primero original desde 1979, en el sello Dualtone. Ese trabajo, titulado “Chuck”, se publicará el 16 de junio, precedido del single “Big Boys”. El poeta del rock’n’roll falleció en su casa de St. Charles County, Misuri, el 18 de marzo de 2017. „

“Hail! Hail! Rock’n’Roll”, acto justiciero Por Jordi Bianciotto Chuck Berry vio cómo, durante décadas, los riffs de rock’n’roll que inventó se convertían en el combustible de un fenómeno de masas. Él era el pobre diablo que pasó parte de su juventud en el reformatorio, el negro que creció en tiempos de segregación racial, el músico al que timaron. Lo evoca en una de las primeras escenas de “Hail! Hail! Rock’n’Roll”, en animada charla con Bo Diddley y Little Richard, a propósito de la jugada de Chess Records cuando, en los créditos de autoría de su primer single, “Maybellene”, se colaron los nombres de Alan Freed y de un tal Russ Fratto, tipo con el que la compañía tenía cuentas pendientes. “Sabía quién era Freed, el disc-jockey de Nueva York, pero ¿y ese Fratto?”, se pregunta Berry, aún maravillado. Miserias de los días de la payola con las que esta cinta de Taylor Hackford de 1987 (que en 1980 había dirigido “Forjador de ídolos”, inspirada en el mánager Bob Marcucci) salda cuentas colocando a Berry por encima de las estrellas a las que inspiró. Hay que ver a Bruce Springsteen recordando con impresión la noche que lo teloneó, y a Keith Richards prestando atención cuando le enseña a tocar el riff de “Carol”. Jugosas imágenes de los ensayos previos al gran acontecimiento, un concierto en el que, arropado por su viejo pianista Johnnie Johnson, los músicos del clan Stones e invitados vip (Eric Clapton, Linda Ronstadt, Etta James), Berry celebra su 60º cumpleaños entre los suyos, en San Luis, Misuri, recorriendo clásicos hasta un “School Days” en el que parece exorcizar sus fantasmas. “Hail, hail, rock’n’roll / Líberame de los viejos tiempos”. Quizá tarde, pero lo consiguió. „

Bo Diddley, Little Richard, Berry y el director Taylor Hackford.

Berry, Keith Richards y Eric Clapton.

Admiración. FOTO: DEZO HOFFMAN

Bye Bye Johnny El guitarrista, compositor y productor Mario Cobo, ex Nu Niles y componente de la banda de Loquillo y de Los Locos del Oeste, comenta en este artículo la influencia de Chuck Berry en su carrera. Por MARIO COBO

H

ace poco me pidieron que escribiera para las redes sociales de Loquillo acerca de una canción que me hubiera marcado. Elegí “Johnny T.” de Slaughter And The Dogs, un single que rondaba por casa y que me volaba la cabeza cuando era tan solo un niño. No tengo muy claro si el título hace referencia a Johnny Thunders, pero lo que sí es evidente es que estos tipos, antes de nada, tuvieron que pasar un buen rato escuchando y practicando “Johnny B. Goode” u otros temas similares de Chuck Berry. Y ese camino de vuelta hacia el genio de San Luis se repite y repite en la historia del rock’n’roll. The Beatles, Led Zeppelin, The Beach Boys, Stray Cats, The Rolling Stones, Elvis y un sinfín de nombres más son algunos de los que le han homenajeado, versionado o incluso plagiado. Cuando empecé a tocar la guitarra no había duda de que uno de los momentos en que pasabas de nivel era el día en que podías tocar alguna de las intros o solos de Berry. Y, si practicabas el paso del pato, eras aún mas molón. Cuando llegaba el turno de las letras, la cosa ya era más complicada... Tenías que estudiar demasiado. Con los años te das cuenta de que el tipo fue un genio escribiendo. Tuve varias ocasiones para poder verle en directo y siempre me negué. Era uno de los pocos

artistas que quise mantener puro en mi cabeza y, por supuesto, en mi corazón. Quería que siguiera siendo uno de mis últimos héroes del rock’n’roll y nunca quise dar opción alguna a que me defraudara o quedarme con alguna experiencia negativa en la memoria. Bastante tenía con las historias que conocía para no querer jugármela. Desde que formé mi primera banda he tocado sus canciones “Thirty Days”, “Havana Moon”, “Together (We’ll Always Be)” o “Brown Eyed Handsome Man”, y sé que aquí no va a acabar mi relación con Chuck, ya que siempre habrá una buena razón para volver a él. Sin duda, es uno de los pilares de la música moderna y uno de los héroes del siglo XX. Su música seguirá viajando por el espacio en representación del ser humano –su canción “Johnny B. Goode” está incluida en un disco con otros temas y sonidos de la Tierra que viaja a bordo de las sondas Voyager lanzadas en 1977, como parte de un mensaje para el encuentro con otra forma de vida extraterrestre–, y lo merece. Desde estas líneas le doy las gracias por el legado musical que nos ha dejado. Siempre habrá en mis canciones notas que lleven algo suyo: su música forma parte de mi ADN y eso no se pierde. Bye Bye Johnny. „ RDL 360 ABRIL 2017

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CHUCK BERRY (1926-2017)

Discografía Poseedor de una suculenta y vasta discografía, Chuck Berry se inició con singles de inmediato éxito, que le proporcionaron un nombre incontestable a mediados de los cincuenta. Ello le hizo firmar rápidamente para editar álbumes completos. A pesar de estar básicamente en dos sellos, sus 19 LPs en estudio se movieron en terrenos tan cambiantes como atrevidos. Aquí están sus credenciales. Por JUAN VITORIA

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“After School Session”

“One Dozen Berrys”

“Berry Is On Top”

(CHESS, 1957)

(CHESS, 1958)

(CHESS, 1959)

La irrupción del primer álbum de Berry es, simplemente, una consecuencia de los éxitos obtenidos por sus primeros singles, publicados desde un par de años antes. Leonard Chess, propietario del sello, no sabe muy bien cómo etiquetar a su nueva estrella, porque el country-blues que plasma aquí descoloca a primera vista. Pero el disco es rotundo, con “Schoolday (Ring Ring Goes The Bell)” como arma arrojadiza y temperamentales odas juveniles en “Too Much Monkey Business” o la provocadora “Brown Eyed Handsome Man”. Blues rockerizado.

La transición encuentra a nuestro héroe coqueteando con ambientes fronterizos, rhythm’n’blues de alto calibre y canciones fulminantes. “Sweet Little Sixteen” (The Beach Boys la plagiaron en “Surfin’ U.S.A.”) es una declaración de su peligrosa adicción a las adolescentes. También logra momentos que certifican su personalidad y su sonido futuro –“Reelin’ And Rockin’”–, además de su himno “Rock & Roll Music”, eterno en las mentes de los jóvenes que formarán grupos en UK la siguiente década. Las partes instrumentales siguen demostrando vigor.

La piedra filosofal del sonido Berry cuenta con algunas grabaciones que dejó en forma de single en sus comienzos; ahí está el hillbilly electrizado de “Maybellene”, su mayor impacto en ventas. Aparcó de alguna forma la ortodoxia del blues y localizó las historias cinematográficas en momentos irrepetibles como “Almost Grown”, “Carol”, “Little Queenie” y, más concretamente, “Johnny B. Goode”, oda al chico malo reconvertido. Para colofón, la canción que dota de identidad al rock como símbolo y actitud, “Roll Over Beethoven”. Claro que sí, apártate...

“Rockin’ At The Hops”

“Juke Box Hits”

“Two Great Guitars”

“St. Louis To Liverpool”

(CHESS, 1960)

(CHESS, 1960)

(CHESS, 1964)

(CHESS, 1964)

Volviendo al origen, recordando algunos clásicos que le influenciaron, su cuarto álbum está plagado de guiños a sus ídolos, sobre todo a Muddy Waters y Elmore James. “Worried Life Blues” es un tema de Big Maceo, y se pasea por clásicos negros que ya había interpretado con big bands diez años antes. Lo más sobresaliente de su aportación consiste en una secuela del “Johnny B. Goode”, la excitante “Bye Bye Johnny”, y la tormentosa “Let It Rock”, otra composición para inspirar a futuras generaciones.

¡Cuántas canciones firmadas por Berry participan en la evolución de otras tendencias! “I’m Talking About You” se convierte en otro punto de partida para los beats ingleses. Aun así, este es un disco agrio, grabado durante un período turbulento. A pesar de mantener el nivel, se muestra discreto en sus composiciones; por eso, recurre a ambientes de Nueva Orleans en “Thirteen Question Method” o a evidencias como “Route 66” y “Rit It Up”, que pertenecían a repertorios ajenos (The Everly Brothers y Little Richard).

Bo Diddley y Berry no eran especialmente amigos y, sin embargo, coinciden en un LP instrumental apasionante, dando rienda suelta a su talento como guitarristas. En este caso, tanto uno como otro muestran sus instintos más rock, abandonando el germen blues, que se perfila muy por debajo de las estructuras de un disco pensado para divertirse. Muy corto, cuatro canciones, menos de treinta minutos. Decir que es una de las más claras influencias del surf es una idea peregrina. Casi es la antesala de la psicodelia.

El idilio con Inglaterra comienza tras su primer viaje a las Islas y la grabación de este LP, cargado de canciones memorables que lo inmortalizarán ante las miradas de los ingleses que explosionaban con el Swingin’ London. Rozando la perfección creativa en “No Particular Place To Go”, “Promised Land” (con la sorna sobre el lugar que admira y que le condena por su color), “You Never Can Tell” y “Liverpool Drive”, un instrumental basado en la creciente devoción europea por el rhythm’n’blues.

“Chuck Berry In London”

“Fresh Berry’s”

“Chuck Berry’s Golden Hits”

“Chuck Berry In Memphis”

(CHESS, 1965)

(CHESS, 1965)

(MERCURY, 1967)

(MERCURY, 1967)

Exento de canciones emblemáticas, grabado en Londres y arropado por músicos que lo adoran, su ego se multiplica en un disco robusto que regresa al blues para armarlo de una dosis no exigua de ritmo beat. Un cóctel resultón y eficaz para los consumidores del Berry más auténtico. Su implacable riff de guitarra deja mella en “She Once Was Mine” (otra vez Elmore James sobrevolando), algo que dosifica en “I Got A Booking”, en “My Little Love-Lights” y, sobre todo, en “Butterscotch”. Con todo, es un trabajo soberbio.

Como es habitual, sus escarceos con sonidos antagónicos –mexicanos, caribeños e incluso indios– van repartiéndose a medida que graba discos sin la repercusión de antaño. Aquí se muestra generoso en la batidora latina: “Run, Joe” y “Vaya con Dios” son ejemplos de esos caprichos. Chuck se da cuenta de que su papel protagonista pasa a otro estrato, y este no es otro que el de compositor de estilo. Para ello, entrega las contagiosas “Every Day We Rock & Roll”, “It’s My Own Business” y “My Mustang Ford”.

Finalizado el contrato con Chess, Mercury se apropia de los derechos de los siguientes discos de Berry y le exige hacer un recopilatorio de éxitos. Al no poder usar los masters originales, se les ocurre la idea de regrabar todas las canciones. Él acepta, pero no de muy buena gana, algo que afecta al resultado. El álbum contiene grandes momentos inolvidables recuperados con más fuerza en la instrumentación, pero vocalmente más cansinos. Solo una novedad, “Club Nitty Gritty”. Solo por esto ya vale la pena el LP.

Si su música fue emblema en la Inglaterra de mediados de los sesenta, algo similar ocurre en el florecimiento hippie californiano. Reivindicado por Grateful Dead, Chuck se enfrenta a la grabación de su primer material nuevo tras dos años sin componer. Y le sale un disco refulgente, vibrante y sin fisuras. No obtendrá el nivel de ventas de antaño, pero le permitirá ser reconocido de nuevo, gracias a un trabajo homogéneo e instrumentalmente imponente. No hay hits, ni falta que le hacen.

ABRIL 2017 RDL 360

“From St. Louie To Frisco”

“Concerto In B Goode”

“Back Home”

“San Francisco Dues”

(MERCURY, 1968)

(MERCURY, 1969)

(CHESS, 1970)

(CHESS, 1971)

Dejándose contaminar positivamente por nombres como Charlie Musselwhite, Paul Butterfield y Mike Bloomfield, regresa al mundo discográfico con otro magnífico álbum. Posiblemente con una de las mejores portadas de su carrera, planifica una serie de canciones que aúnan todo su bagaje: el clasicismo obvio de “Louie To Frisco”, Nueva Orleans de nuevo perfumando “Ma Dear”, la chispa de su guitarra en “Soul Rockin”, el blues perezoso de “I Can’t Believe” y la magia agitada en “Misery”. Las ventas siguen siendo moderadas.

Considerado un trabajo menor, gana peso con los años. Es la gota que colma el vaso de la paciencia de Mercury, expectante ante el revivalismo de su persona en los grupos de moda, tanto norteamericanos como europeos, una expectación que no se cristaliza en ventas. Pero el disco es un atrevimiento suicida: a pesar de comenzar con una cara A solventada por cuatro buenas muestras de su saber hacer, la cara B es una oda (una canción de casi diecinueve minutos) que advierte la independencia de un músico que decide progresar hacia otras facetas.

Regreso al redil. Chess vuelve a acoger sus discos y él responde con un tratado de personalidad definida en torno a canciones carnosas que devuelven a Berry a su mundo, tras la experiencia psicodélica de su anterior LP. Comenzando con un rock marca de la casa, “Tulane”, y concluyendo con un blues amparado en Chicago, “Some People”, el repertorio es fiel a lo que de él se espera, teniendo en cuenta las vicisitudes que le han torturado, especialmente sus visitas a los juzgados, con dedicatoria incluida (“Have Mercy Judge”).

Denso y cargado de emociones, este disco nace de una singular colección de recuerdos que afloran para componer nuevas canciones. Intentando adaptarse a nuevas formas sin perder su identidad, sigue consecuente en esa intersección de blues y rock calibrada con mesura. El inicio no puede ser más prometedor, “Oh Louisiana”, pero no camina en solitario; ahí están “Your Lick”, inquietante y malsana, o “Festival”, jugosa referencia a los lugares para tocar en directo, en una especie de vistazo hacia sus primeros tiempos.

“The London Chuck Berry Sessions”

“Bio”

“Chuck Berry”

“Rockit”

(CHESS, 1972)

(CHESS, 1973)

(CHESS, 1975)

(ATCO, 1979)

Contra todo pronóstico, estas grabaciones en Inglaterra devuelven a Berry a la cima comercial, y eso que tampoco se publicita demasiado la participación de lumbreras británicas como Ian McLagan y Kenny Jones, de los Faces. Una cara en estudio y otra en directo, con una palpable solidez en los dos grupos de acompañamiento, retratan con brillantez el talento de Berry, un guitarrista efectista y nervioso, un vocalista sobrio de blues que se embadurna de rock en los momentos más insospechados.

Autobiográfico y fallido, la remembranza no es buena compañera de la vejez. Hasta las fotos de portada y contraportada muestran años que no retornan, y eso que su corrección como músico solventa el disco con más o menos brío. Quizá la canción que da título al LP sea lo más interesante; lo demás parece hasta pueril. Falto de créditos y sin el apoyo de Leonard Chess, que ya no se encuentra allí, el álbum deambula entre reflejos inconsistentes de su pasado, ese que no volverá jamás.

Buena voluntad y poco más. Este disco sirve, en todo caso, para presentar en sociedad a su hija Ingrid, que le viene acompañando en las últimas giras. El álbum no es malo (eso sería tarea imposible viniendo de él), pero es rutinario. Parece que alguien usurpa su personalidad y hace un disco como Chuck Berry... pero sin serlo. Con una dosis inusualmente mayor de country, las canciones se pierden en un conjunto sin solidez. Como mucho, destaca la curiosa adaptación en clave funk de “My Babe”.

Es posible que la producción de este álbum no sea la más ajustada a los intereses creativos del artista, pero lo cierto es que las canciones que ha creado para este canto del cisne son bastante buenas. Un trabajo de rock costumbrista que, lógicamente, desentona con el momento nuevaolero de la época. En las manos adecuadas, este disco hubiera resultado mucho más que digno (la portada es otro patinazo de la época), ya que hay composiciones de buen nivel. Adiós a los estudios de grabación. „

“On Stage” (Chess, 1963), que retrata uno de esos conciertos con excesivo griterío, aunque pletórico de fuerza por la presencia de un grupo que contaba con la participación de Matt "Guitar" Murphy y Johnnie Johnson, palabras mayores en Chicago. Una sucesión de clásicos de su repertorio en una más que correcta puesta en escena, pese al rugido de las masas. La segunda grabación para Mercury era otro

concierto en directo, seguramente el más interesante de su carrera, emparentado por decisión contractual con The Steve Miller Band, que arropaba con un tinte de psicodelia las composiciones de Berry, un hallazgo apabullante que tuvo lugar en San Francisco, en pleno éxtasis del flower power: “Live At The Fillmore Auditorium With The Miller Band” (Mercury, 1967), con sorprendentes rendiciones a Joe Turner o Willie Dixon, amén de sus propias gemas. Un disco temperamentalmente glorioso... y parte de la culpa la tenía el momento que estaba atravesando Miller con su banda. El tercer gran álbum en directo tuvo lugar en Toronto, en 1969, aunque tardó muchos años en ser publicado: “Live In Concert” (Bellaphon, 1978). Un acontecimiento que reivindicó algunos de los mejores nombres de la década de los cincuenta en un mundo caleidoscópico hippie. En realidad, se trata de una secuencia de himnos que dejaban

constancia de unos años y una rebelión juvenil que se estaba disipando en el olvido. Muchas otras ediciones de vinilos o CDs intentaron captar la euforia que protagonizaban las canciones de Berry sobre un escenario, pero fueron malos ejemplos de discos para grandes superficies, de ínfima calidad y nula información. De todos ellos, posiblemente un pirata legalizado en Japón, “Tokyo Session” (Eastworld, 1981), se escapa de la norma, pero se trata de otra maniobra para rentabilizar ediciones baratas, ya que ese álbum no está grabado en Japón, como su nombre indica fraudulentamente. También existió un bootleg, “Live!” (Columbia River Entertainment Group, 1994), de difícil localización por su valor arqueológico, pero poco más. Quedémonos, pues, con esos tres discos que desvelan el poder en escena de un monstruo, como compositor, intérprete y personaje. „

En escena: los discos en directo Por Juan Vitoria Al contrario que la mayoría de sus congéneres, Chuck Berry era un excelente músico; sus conciertos eran orgiásticos, ya que, además de su matemática forma de tocar la guitarra, resaltaban sus clásicos pasos de baile y su altiva presencia como maestro de ceremonias. Con una carrera tan dilatada es normal que tengamos una presencia de discos en vivo considerable, pero él no era muy proclive a publicar sus actuaciones y se enfrentó a los numerosos sellos diminutos que ponían en circulación algunos de aquellos directos, bastantes de dudosa calidad, algo injusto para un creador y animal escénico como él. En 1963, período conflictivo entre rejas, se edita su primer disco grabado en público,

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AGENDA Coordina MIQUEL BOTELLA ROMERÍA Y DESENGAÑO Centro Cultural Manuel Benito Moliner, Huesca, 29 de abril

En su quinta edición, este pequeño festival continúa en su exploración de las raíces y su contextualización en la cultura contemporánea, con una oferta de folclore sin purismos ni categorizaciones, que busca desempolvar y afirmar el carácter lúdico de la tradición. Este año contará como cabeza de cartel internacional con TAMIKREST, representantes del rock tuareg. La programación se completará con el folk-rock con guitarra y bandurria de los oscenses LOSDOOS, con un repertorio que combi-

na sus creaciones con adaptaciones al castellano de temas de The Doors, Pink Floyd, Nick Cave o Bob Dylan; el tecnofolk del asturiano RODRIGO CUEVAS, con su segundo espectáculo en solitario, “El mundo por montera”; el folk alternativo de la mallorquina JOANA GOMILA, y el proyecto del catalán Daniel Magallón, FLAMARADAS. „ CARTEL:

Tamikrest, Joana Gomila, Flamaradas, Rodrigo Cuevas y LosDoos.

Yves Tumor.

ELECTRÓNICA EN ABRIL La Casa Encendida, Madrid, del 30 de marzo al 2 de abril www.lacasaencendida.es/conciertos/electronica-abril-2017-7088

Joana Gomila.

EL DIA MINIMÚSICA Poble Espanyol, Barcelona, 2 de abril eldiaminimusica.com

El Dia Minimúsica, el evento coproducido por Minimúsica y Primavera Sound, se traslada en su quinta edición a un nuevo espacio para crecer y ofrecer una experiencia innovadora al público. Uno de los objetivos de este proyecto, concebido como un festival para toda la familia, es programar conciertos de proximidad de estilos muy diversos para acercar la música a la audiencia infantil. Este año el cartel incluye las actuaciones de, entre otros, EL PETIT DE CAL ERIL, MAÏA VIDAL, PAU RIBA, LOS GANGLIOS, PAVVLA, LLIBERT FORTUNY –con el conciertotaller “Electro-Magic”– y CANDELA Y

LOS SUPREMOS, que se despiden de los escenarios y ofrecerán su último concierto. Además del apartado musical, el festival contará con una oferta de juegos al aire libre y de talleres educativos muy variados (música, cocina, ciencia, tecnología, lectura y arte). „ CARTEL:

El Petit de Cal Eril, Maïa Vidal, Los Ganglios, Pau Riba, Llibert Fortuny i Magalí Sare, PAVVLA, Candela y Los Supremos, Big Band de l’Escola de la Concepció, Brighton 64, Jamaikids, Esperit!, Always Drinking Marching Band, Miqui Puig DJ...

Los Ganglios.

Electrónica en Abril celebrará su 15º aniversario con una edición centrada en la crítica de la realidad política internacional. Por eso, presentará algunas de las propuestas más interesantes de la electrónica contemporánea con sonidos globalizados que permiten entender qué está sucediendo en el mundo. En el cartel encontramos los estrenos en escenarios españoles de la multinstrumentista australiana CARLA DAL FORNO y del enigmático productor y performer norteamericano YVES TUMOR. Por su parte, los mancunianos DEMDIKE STARE presentarán su último trabajo, “Wonderland” (2016)

La programación se completará con las actuaciones de la norteamericana HOLLY HERNDON, la suiza de ascendencia tibetana AÏSHA DEVI, los británicos LONE, GAIKA (en formato DJ set) y SAMUEL KERRIDGE y el catalán STEVE LEAN. El festival acogerá también actividades para compartir en familia como el concierto de JHON MONTOYA y el taller de sonidos electrónicos para jóvenes. „ CARTEL:

Holly Herndon, Carla dal Forno, Aïsha Devi, Yves Tumor, Steve Lean DJ, Jhon Montoya, Samuel Kerridge, Gaika DJ, Habibi Funk DJ, Demdike Stare, Lone...

LAPSUS CCCB, Barcelona, 1 de abril www.lapsusfestival.cat

Lapsus reafirma su apuesta como escaparate de los artistas más relevantes del underground electrónico de vanguardia nacional e internacional. Entre las presentaciones exclusivas de la cuarta edición del festival encontramos el nuevo show del proyecto norteamericano TELEFON TEL AVIV, los directos por primera vez en España de la belga SKY H1 y la rusa MACHINE WOMAN, y el estreno en Barcelona del británico MNLTH. Además, también contará con la primera actuación del valenciano AIRABOI y con el nuevo material del portugués MANTA. Por otra parte, Lapsus dedicará una atención especial a los artistas amantes de los sintetizadores modulares, con virtuosos de la programación como el norteamerica-

Steve Hauschildt.

no STEVE HAUSCHILDT y los catalanes ATZAR y CLIP. „ CARTEL:

Telefon Tel Aviv, SKY H1, Machine Woman, MNLTH, Airaboi, Atzar, Clip, Luca Lozano, Manta, Prisma y Steve Hauschildt. RDL 360 ABRIL 2017

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CONCIERTOS Coordina MIQUEL BOTELLA BLONDE REDHEAD Razzmatazz 2, Barcelona, 25 de febrero

Ola fría. FOTO: ÒSCAR GIRALT

TROPIC OF CANCER CaixaForum, Barcelona, 24 de febrero

El público ha tomado la mala costumbre de plantearse los shows de DNIT como una previa en la que comentar la jugada que acometerá posteriormente en algún club, lo que torpedea el disfrute de unas actuaciones difíciles de ver fuera de los festivales. Tampoco ayuda la mejorable acústica de una sala que no está diseñada para la música en directo. Costó meterse en la propuesta gélida y minimalista de Camella Lobo aka Tropic Of Cancer, que propuso un directo en formato dúo acompañada por la guitarrista Taylor Burch (DVA Damas), con quien repasó “Restless Idylls” (2013) a partir de densas interpretaciones entre synth y cold wave, pero con un contrapunto ensoñador. Al menos esta vez, y a diferencia del reciente pase por CaixaForum de Raime, compañeros en Blackest Ever Black, sí se apostó por unos visuales obra del portugués Pedro Maia que complementaron la estética de la banda angelina, entre romántica y sórdida. ÁLVARO GARCÍA MONTOLIU

Blonde Redhead hicieron escala en Barcelona para convencernos de que aún poseían el mojo de su etapa más fecunda, la que va de “Melody Of Certain Damaged Lemons” (2000) a “23” (2007). No se preveía una noche memorable, entre otras cosas porque la capital catalana es una plaza raramente visitada por el grupo, en la que no se les suponía una parroquia particularmente fiel. Como para demostrar este hecho, Kazu Makino y Amedeo y Simone Pace atravesaron la sala de punta a punta sin que brotasen muestras de reconocimiento ni asaltos caza-selfies. Sin embargo, cuando la banda subió al escenario se produjo una súbita modulación en el aire que acalló casi todas las conversaciones y fijó la atención en este insólito trío de emigrantes: dos gemelos milaneses y una estudiante de arte de Kioto que hace más de dos décadas fundaron en Nueva York su particular isla de rock elusivo. Arrancaron con “Falling Man”, hechizo fracturado de “Misery Is A Butterfly” (2004), y “Bipolar”, rescatada del baúl noise noventero. Pero el despegue llegó a la altura de la larga travesía motori(k)zada de “Mind To Be Had”, que obligó a revaluar el poco querido “Barragán” (2014), y reivindicó el presente de la banda, bien defendido en las novísimas “3 O’Clock” y “Where Your Mind

TEENAGE FANCLUB Kafe Antzokia, Bilbao, 24 de febrero

Caos milimetrado. FOTO: ALFREDO ARIAS

TOY El Sol (SON Estrella Galicia), Madrid, 5 de marzo

El larguísimo chequeo de sonido previo al concierto lo dejaba claro: el discurso musical de Toy, como sus cabelleras, es descuidado solo en apariencia. El caos está, en realidad, milimetrado. Tiene que serlo si ellos mismos no quieren ser engullidos por la maraña que proponen sobre las tablas, ya mucho más abierta a matices que en su irrupción a rebufo de The Horrors. Como ellos, Toy también han dejado que las guitarras cedan terreno a sintetizadores y teclados, que en vivo lo sobrevuelan todo, lo viejo (“Motoring”, “Kopter”) y lo nuevo (“Another Dimension”, “Dream Orchestrator”). “Clear Shot” (2016), su tercer y más reciente trabajo, los convierte en un proyecto algo más difícil de etiquetar y en una experiencia infinitamente más sorprendente en directo. Ahora tienen más de una velocidad. Ejercicios de delicadeza y (relativa) claridad como “Fast Silver” o “I’m Still Believing” quizá agüen la fiesta a los buscadores de pogos, pero son una bendición entremezclados con sus miméticos dos primeros discos. VÍCTOR TRAPERO

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En una sala abarrotada, con todo vendido un par de meses antes gracias al equipo solidario de Walk On Project, el quinteto de Glasgow presentó lo mejor de su última entrega, “Here” (2016) –“Hold On”, “Thin Air”, “I’m In Love”, “I Was Beautiful When I Was Alive”–, junto con una revisión panorámica de sus veintisiete años de vida, a base de tiempos medios y algunos acelerones (“Radio”, “It’s All In My Mind”) como pura esencia de ese power pop melódico que los define. Tres cantantes que se alternan o respaldan en las armonías, dos guitarristas (tres, en ocasiones) que trenzan acordes, arpegios y solos con una facilidad pasmosa en mitad de un trasiego de Gibsons y Fenders, un teclista con sus momentos (“Dumb Dumb Dumb”, “I Need Direction”) y una sólida sección rítmica hicieron del concierto una fiesta de más de cien minutos.

Algo para recordar. FOTO: ÒSCAR GIRALT

Wants To Go”, esta última acompañada por las espontáneas palmas del público. En este punto, los músicos se liberaron de su timidez inmóvil, permitiéndonos disfrutar del codificado ritual romántico-guitarrero entre Makino y Amedeo Pace, y conduciéndonos al corazón del recital: una “Dr. Strangeluv” perfectamente escenificada por las sinuosas convulsiones de la vocalista nipona, seguida de “Doll Is Mine”, la canción que conmovía hasta las lágrimas a Asia Argento en el corto de Bertrand Bonello “Cindy: The Doll Is Mine” (2005) y que sintetiza la rara emotividad que Blonde Redhead son capaces de alcanzar a partir de una estética aparentemente desafecta. El respetable respondió a la hazaña con calor y vítores, logrando arrancar un “¡os quiero!” de los labios de la poco efusiva Makino. En efecto, algo para recordar. GERARD CASAU

La recta final fue esplendorosa (“Sparky’s Dream”, “The Concept”) y el regreso con cinco piezas más (entre ellas, “Star Sign” y “Everything Flows”) rozó el éxtasis. Los bises se abrieron con “Easy Come, Easy Go”, su particular homenaje a Grant McLennan (The GoBetweens), muy bien recibido. Hubo quien se quejó del sonido, pero el problema fue otro: esa parte del público que insiste en hablar durante las canciones o que se dedica a hacer tonterías en las primeras filas. JOSEBA MARTÍN

JESSY LANZA Moby Dick, Madrid, 11 de marzo

Fue mérito de la plataforma Valle Eléctrico el traer por primera vez a Jessy Lanza a Madrid. Concretamente, al Café La Palma en 2013, cuando la canadiense acababa de publicar su primer álbum, “Pull My Hair Back”. Cuatro años después, y ya con el padrinazgo del Primavera Sound, llenó el mayor aforo de

Moby Dick con alta expectación y concentración en las primeras filas de cuerpos en movimiento, tarareos y móviles al aire. Desafortunadamente, el concepto de directo de la autora de “Oh No” (2016) no ha experimentado la misma progresión exponencial. Sigue siendo un one woman show tipo karaoke: ella lanza las programaciones mientras canta por el micro. Es verdad que, en vivo, su voz de soprano suena igual de sedosa, elegante y seductora, y que se ha soltado más a la hora de escenificar las canciones con su cuerpo, pero lo cierto es que aún está bastante falta de carisma para sostener por sí sola un concierto de estas características (desde el estatismo, Molly Nilsson le da mil vueltas en ese sentido). Los temas con más pegada rítmica (“Never Enough”, “VV Violence”, “Oh No”) fueron los más celebrados en un set pírrico de apenas cincuenta minutos, y que no mejoró, en absoluto, la experiencia de escuchar sus discos o ver sus videoclips. DAVID SAAVEDRA

TINARIWEN Badalona, Teatre Principal, 16 de marzo

La llegada del combo nómada a Badalona, en el marco del Blues & Ritmes, despertó tal curiosidad que mucha gente se quedó sin entrada. Y la ilusión se hizo realidad desde el mismo instante en el que Abdallah Ag Alhousseyni, acompañado por otros cinco miembros del colectivo tuareg, pisaba el Teatre Principal. A partir de ese momento, cien minutos que parecieron días, donde cada segundo estuvo bañado en oro. Al igual que otra clase de formaciones, como Konono Nº1, Tinariwen conciben sus actuaciones como un ritual de sus raíces, celebradas durante el concierto por una significativa comunidad árabe. Así, la comunión entre grupo y respetable floreció con la misma intensidad con la que Ag Alhousseyni se ganaba a la audiencia con su guitarra parlante o emergía una sensación de ingravidez total cuando sonaba “Tiwàyyen” en modo ralentizado, profundizando en la genética blues de su parlamento sonoro. De principio a fin, no hubo tregua; has-

ta la habitual facción de moscardones parlanchines sellaron sus labios ante el vigoroso mantra invocado. La inercia emocional aumentaba canción tras canción, hasta que, tras una hora exacta, hicieron el primer parón. Lo que vino a continuación fue, sencillamente, memorable. Nadie pudo escapar del éxtasis alcanzado a través de “Sastanàqqàm” y “Chaghaybou”, dos explosiones de baile y desenfreno con las que cerraron su actuación. O, al menos, eso era lo planeado antes de que el respetable se uniera en una estruendosa petición de bis que, para mayor gloria de todo lo vivido anteriormente, tuvo respuesta positiva. Tras este último presente, Tinariwen no regresarían, pero su recuerdo pervivirá como la infinita arena del desierto. MARCOS GENDRE

Simon y Szjerdene: baile selecto. FOTO: ÓSCAR GARCÍA

BONOBO Razzmatazz, Barcelona, 15 de marzo

Memorable. FOTO: JORDI VIDAL

John Mayall, a vueltas con su leyenda

FOTO: JORDI VIDAL

Por MIGUEL MARTÍNEZ

Con la sala a rebosar, John Mayall (conocido como “el padrino del blues británico” o “el padre blanco del blues”, entre otros alias) se presentó en Apolo en formato de trío (él, teclados, armónica y guitarra; al bajo, Greg Rzab, y a la batería, Jay Davenport), en una de las paradas de un intenso tour que en febrero lo llevó por nueve ciudades españolas en once días, y que recaló en Barcelona el día 21. A sus 83 años, el que fuera líder de los Bluesbreakers, aquella escuela del blues sesentero donde ejerció de mentor de –por orden de llegada– John McVie, Eric Clapton, Peter Green y Mick Taylor, sigue siendo un animal de carretera. Y un calendario abierto de muchas páginas, alguien con tanto tiro pegado que, cuando introduce

una canción explicando que la compuso sobre una experiencia que tuvo en el ejército, se está refiriendo a su estancia en la Guerra de Corea (y aquel conflicto acabó en 1953): es de los pocos bluesmen en activo (o tal vez el único) que puede decir eso. Igual que uno de sus grandes ídolos, J.B. Lenoir (otros dos podrían ser Otis Spann y Sonny Boy Williamson II), a John siempre le ha gustado escribir sobre su vida y su tiempo. Lenoir también estuvo en Corea y cantó sobre ello. Desconozco si lo hizo sobre relaciones lésbicas, pero Mayall sí, en “Another Kinda Love”, de 1967. En Apolo interpretó esa (y la presentó; las presentaba todas, didáctico) y también la queja ecologista “Nature’s Disappearing”, de 1970. Y es que pasan las décadas, pero no según qué reivindicaciones. Las hay tan

vigentes que esas canciones le sirvieron para hablarnos de un par de ellas en tiempo real. Otras que tampoco caducan son la pasión y el coraje del entrañable Mayall (quien tras dos horas de concierto se fue a vender discos al puesto de merchandising), pero sus facultades, castigadas, no son las mismas y le costaba transmitir más allá de la hábil corrección. Sobre todo con la voz. Mejor con la armónica, como en “Blue Midnight”, única mención de la noche a su último trabajo, “Talk About That”, publicado el pasado enero. En las distancias cortas de un club esa sensación hubiera sido otra, porque la conversación pide menos focos que el discurso y él está ahora más para lo primero. Pero hay demanda y cuelga el cartel de “no hay entradas”. Las leyendas venden, sin duda. „

En una época en que los directos de electrónica con banda ya no son vistos como una rareza, Simon Green (Bonobo) quiere ir un paso más allá al proponer una big band para desmarcarse de la concurrida competencia. Lo explica que el jazz siempre haya sido una obsesión del británico. En la disposición sobre el escenario él ocupa un lugar central, como si quisiese desempeñar unas labores similares a las de un director de orquesta. Y, a su alrededor, un abrumador despliegue de batería, teclistas, vocalista y hasta una sección de vientos. Es un planteamiento cálido, orgánico y exuberante en lo instrumental que puede interpretarse como una respuesta a todos los tópicos de lo que el género representa. Y también acertado, a falta de más inspiración en el estudio, pues esa mutación que caracterizó la primera mitad de su carrera ya no se plasma en sus dos acomodaticios últimos discos (entre los 4hero más downtempo y esa electrónica emocional que impulsaron Four Tet o Caribou hace una década). Son referentes que se suponían superados, aunque la expectación –dos shows en Barcelona y Madrid agotados desde hacía semanas– demuestra lo contrario. En cierto modo, tampoco extraña, pues Bonobo se ha ganado la reputación de tener uno de los mejores directos de la electrónica. En casi todo momento, el engrasado conjunto sonó límpido, siempre obstinado con la perfección. Fue epatante, aunque el primer tramo, que aglutinó el material más introspectivo y melifluo, con frecuentes apariciones de una Szjerdene a quien la charlatanería impidió brillar, exigía una concentración que el público no quiso conceder. Sin embargo, en cuanto se desvió de esa hoja de ruta, se vislumbró el potencial evolutivo que se le debería exigir. “Cirrus” sigue siendo un vibrante ejercicio de club; la épica “Bambro Koyo Ganda” suena rutilante en directo; con sus aires garage house, “Flashlight” debería ser más que una rareza, y el extático funk de “We Could Forever” tiene unos breaks y unas guitarras prestadas vía sample de Gábor Szabó por las que mataría David Holmes. Fueron estos momentos, cara a la pista, los que por contexto sonaron más solventes. Claro que ¿para eso se necesitaba mucho más que una portentosa batería? ÁLVARO GARCÍA MONTOLIU

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CONCIERTOS

BEAR’S DEN El Sol, Madrid, 16 de marzo

Por sus barbudas pintas, uno casi puede imaginar por dónde se mueven Bear’s Den musicalmente. O, al menos, por dónde se movían en sus primeros pasos: su debut, “Islands” (2014), fue una de las muchas réplicas tras el terremoto Mumford & Sons. Quizá ese camino les tenía reservado parte del pastel neofolk para las masas que después se han comido The Lumineers o The Head And The Heart, pero su sucesor, “Red Earth & Pouring Rain” (2016), acercó a los londinenses a un rock planeador y reverberado a la americana en la estela de The War On Drugs. Su primer concierto en sala en Madrid (aunque Andrew Davie, vocalista principal, agradeció la acogida al público de Barcelona en un lapsus) estuvo mucho más cerca de lo segundo, tendencia a día de hoy, visto lo visto: los teloneros, BANFI, también parecían pasados por el filtro Granduciel. Cierta sensación repetitiva se extendió, por lo tanto, durante toda la noche. No se la pudieron sacudir de encima unos Bear’s Den en formato sexteto que, eso sí, sonaron cristalinos

tanto en los momentos más eléctricos (“Emeralds”, “Dew On The Vine”) como en los más austeros (“Her Tears”, “Gabriel”), aunque demasiado académicos e inofensivos. Tan difícil es ponerles grandes pegas como recordarlos pasadas un par de horas. VÍCTOR TRAPERO

HINDI ZAHRA BARTS, Barcelona, 16 de marzo

Hay un club de jazz en un Quartier Latin imaginario que no está en París, sino en las montañas del Atlas. En él, rodeada de seis músicos de insultante talento multinstrumental, una mujer que canta a un desierto pop ni en inglés ni en francés –que también–, sino en la cadencia milenaria del tamazight bereber. Y, siete años después de la última instalación de este local itinerante en Barcelona, una Hindi Zahra crecida en tablas lo afinca por una noche en el marco del festival Guitar BCN para presentar “Homeland” (2015) y su repertorio entre el estándar fino, el rock de guitarra arenosa y el lamento moruno. Acostumbrados como estamos al alarde, cuesta entrar en una propues-

Solera blues. FOTO: ÓSCAR GARCÍA

MARTA PALLARÈS

DOM FLEMONS + KAIA KATER Teatre Principal, Badalona, 17 de marzo

Si esta reseña tuviese un título, bien podría ser “misterio”: desde el corolario musical y social que supone el hillbi-

lly hasta la pericia y pasión de los oficiantes. Abrió la noche la voz redonda y aguda de Kaia Kater, que comentó que su cancionero trata de “amor, asesinatos y venganza”. Luego, Dom Flemons, antiguo componente de Carolina Chocolate Drops, llenó la sala de humor. Si la autora de Montreal canta contra el ejercicio arbitrario que se esconde tras una placa y un uniforme, Flemons apela a la visualización de los cowboys negros. Por ello, es plausible entender que el artífice de “Prospect Hill” (2014) se presente como un “comedy and cowboy music singer” mientras que a Kater, autora de dos álbumes, se la percibe como trovadora. Por su parte, Flemons es el cronista trashumante en una geografía sin fin. A partir de una voz oscilante y rotunda, sin sonar estridente, el cantante de Phoenix, a las cuerdas de una National, se ganó a la audiencia, ya prendada de Kater. La excelente sonorización del concierto, reconocida por ambos, propició una breve fanfarria de banjo de cuatro cuerdas (ella) y percusión de huesos de vaca (él) que puntearon de ritmo y orgullo un patrimonio cultural que sienten propio. MIQUEL QUERALT

Choque free. FOTO: ALFREDO ARIAS

Justito. FOTO: ALFREDO ARIAS

CHARLIE MUSSELWHITE

PETER BRÖTZMANN & HEATHER LEIGH

NATHAN FAKE

Jamboree, Barcelona, 8 y 9 de marzo

Café Berlín (SON Estrella Galicia), Madrid, 10 de marzo

Shoko (SON Estrella Galicia), Madrid, 17 de marzo

El 50º aniversario de su primer álbum, “Stand Back! Here Comes Charley Musselwhite’s Southside Band”(1966) ha devuelto al músico de Kosciusko (Misisipi) a la carretera. Una gira detenida dos noches en el Jamboree barcelonés que ya han quedado marcadas con hierro de “blues” candente en los muros de la cava. El armonicista, a sus 73 años, conserva un estado físico y vocal espléndido, permitiéndole seguir demostrando su categoría ilimitada. Musselwhite no canta: frasea historias porque tiene cosas que contar y, cuando estas cesan, su armónica sigue hablando, llorando, estremeciendo. Flanqueado por un trío solvente, con el heroico y versátil guitarrista Matthew Stubbs de principal bastión, utilizó el material de sus dos últimas grabaciones: “Juke Joint Chapel” (2013) y “I Ain’t Lyin’...” (2015), completado con perlas pretéritas del calado de “Help Me” o “Blues Why Do You Worry Me?”, finalizando sus pases con “Christo Redemptor”. Al concluir la celebración, el afable Charlie me mostró el contenido de su inseparable maleta metálica. Estaba repleta de armónicas, amuletos y utensilios varios. Toda su vida. BARRACUDA

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ta en la que la artista marroquí-francesa no le entra al juego de la expansión. Sea por la potencia de la banda –mención a David Dupuis a los metales y teclado– o por decisión propia, en los compases de arranque se echó de menos que esa voz diera un buen puñetazo en la mesa. Pero cuando se soltó –literalmente– la melena y entró en el trip arabesco, el spoken word y el post-rock tuareg, el bucle se convirtió en pura hipnosis. Con mención a los refugiados, cabeceos derviches y la sala BARTS palmeando una muy revolucionada “Set Me Free”, bajó el telón este ensemble errante que se crece cuanto más bestial se encarna Zahra, su motor y eje. A la próxima, y que no pase más de un lustro, la esperamos menos pop y más atávica. La locura le sienta bien.

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Primero está la figura histórica: 76 años y un currículo mareante explorando los límites del saxo tenor o el clarinete desde la improvisación, el free jazz, el avant-garde y hasta el metal. Luego está su momento actual, que nada tiene que ver con la nostalgia o glorias pasadas. Hoy, dentro del ciclo 100% Psych, se trata de un duelo-conversación en plano de igualdad con la norteamericana Heather Leigh y su pedal steel guitar, ese instrumento horizontal de cuerda que ella raramente hace sonar a pedal steel guitar: drones siniestros o ambientales, arpegios que podrían ser de arpa, clavicordio o... guitarra. Lechos sonoros que Leigh tiende para que Brötzmann apure la capacidad de sus pulmones soplando líneas melódicas, bocanadas de graves abruptos, hirientes agudos. A veces temes por su salud y otras te sientes culpable porque todo parece iluminarse en los interludios en que ella se queda sola. Pero ves que él sigue empeñado en forzar por terrenos incómodos y no puedes evitar ponerte de su lado. Del de ambos. FÉLIX SUÁREZ

Se anunciaba el nuevo espectáculo de Nathan Fake como un show audiovisual en el que, al menos en la sala Shoko (en el marco del ciclo 100% Psych), las proyecciones estuvieron bastante deslucidas. Simplemente se limitaron a reproducir el universo digital ya expuesto en “Providence” (2017). Por lo demás, el británico se parapetó tras un ordenador portátil y algo más –como suele suceder en este tipo de directos, no pudimos ver lo que hacía con las manos– para partir de los momentos más abigarrados de este cuarto álbum e ir tirando hacia aquellos que le hicieron más grande en la escena electrónica (especialmente los temas lanzados en Border Community entre 2003 y 2006). En aquel limbo temporal siguen residiendo los mayores encantos del productor, que incitó al baile elegante con hits como el inevitable “The Sky Was Pink”, pero que, más allá de eso, se entregó lo justito. Un set apañado, de una hora aproximada, que habría sido perfectamente intercambiable por una buena sesión de Spotify. DAVID SAAVEDRA

ROSIE FLORES CON MARIO COBO Y LA BARCELONA BIG BLUES BAND

Los directos de...

Teatre Principal, Badalona, 11 de marzo

Un país donde un patán seudo-DJ recibe discos de oro, donde el pop insustancial es el rey y donde el rock de esencia norteamericana es invisible, no es digno de músicos talentosos como Mario Cobo o Ivan Kovacevic. Por suerte, aunque huela a anécdota, la texana Rosie Flores les ha echado el ojo compartiendo con ellos y la Barcelona Big Blues Band, dirigida por el contrabajista de origen serbio, el concierto inaugural del Blues & Ritmes 2017. Con solo dos días de ensayo lograron confeccionar un show robusto, un torbellino rítmico donde country, rockabilly y swing se abrazaron de manera idílica: un logro al alcance de muy pocos. La de San Antonio, que lució unas llamativas gafas de cristales rojos, empezó suavemente con “Honky Tonk Moon” (soberbio Cobos con su slide guitar) para ir acelerando paulatinamente con “His Rockin’ Little Angel”, “Bring It On”, “Get Rhythm” o “Hot Dog”, en la que Kovacevic descargó toda su artillería haciendo temblar su contrabajo. Uno de los pocos parones llegó con su peculiar versión del “While My Guitar Gently Weeps” de The Beatles, ineludible en sus conciertos. Flores es menuda y no tiene una voz poderosa, pero es aguerrida, el ritmo hierve en sus venas y su sentido musical es de lujo. Esperemos que la colaboración con Mario e Ivan tenga continuidad. Los necesitamos. BARRACUDA

RUSSIAN CIRCLES Shoko, Madrid, 9 de marzo

Si hubiera que usar un único titular para resumir lo vivido en la sala Shoko el pasado 9 de marzo, podría ser algo como “pocas sorpresas y muchas satisfacciones”. Lo primero que no sorprendió fue ver, rodeando las inmediaciones del recinto, una larguísima cola de público esperando entrar. Y es que, aunque las visitas a nuestro país del trío de Chicago son habituales, cada una de ellas se ha solventado con un rotundo éxito de asistencia. Esta vez, inaugurando la segunda edición del ciclo 100% Psych, Russian Circles llegaban acompañados de otro trío, CLOAKROOM, que ejercieron con solvencia como teloneros. Esta banda de Indiana, experta en manejar ambientes que pasan del slowcore al stoner sin despeinarse, ofreció un set interesante, pese a que la melodía de la voz quedó demasiado enterrada por la distorsión. Aun así, solventó su actuación con rotundidad, dejando al público con ganas de sa-

ALA.NI Teatro del Arte (SON Estrella Galicia), Madrid, 16 de marzo

borear de nuevo su propuesta en una posible futura visita. Lo mejor de la noche estaba reservado para Russian Circles, que en directo son siempre una apuesta segura en términos de profesionalidad y profundidad musical. Además, en esta ocasión venían a presentar el que muy probablemente sea su mejor trabajo hasta hoy, “Guidance” (2016). El álbum, repleto de nuevos rincones sonoros a añadir a su particular paleta de sonidos entre el post-metal y el post-rock instrumental, ha logrado atraer a un nuevo público que se hizo notar en su cita madrileña. Haciendo una utilización inten-

siva del looper (para añadir capas adicionales de guitarra) y parapetados tras un juego de luces tan sencillo como efectivo, incluyeron, en una actuación de algo más de una hora de duración, cuatro de los siete cortes del nuevo disco (impresionantes los iniciales “Asa” y “Vorel”; impecable el intenso “Afrika”) junto con otros de su repertorio anterior (“Mládek” nos dejó boquiabiertos justo antes del bis). A la salida, caras de satisfacción tras la impactante descarga sónica ofrecida por los tres músicos; una descarga que no por esperada resultó menos convincente. Sobresaliente. JUANP HOLGUERA

Alejandro Escovedo: actitud punk Por BARRACUDA

FOTO: JORDI VIDAL

La primera sorpresa fue que, a los asistentes, se nos entregara a la entrada un papel para escribir lo que quisiéramos en inglés. La británica Alani Charal aprovechó algunas de esas frases del público para improvisar sobre la marcha, en compañía de su guitarrista, un par de canciones en la recta final del concierto. Es significativo porque, por encima de su divertida interpretación, acababa mostrando cuál era la visión de su público sobre su música (básicamente, más ideas sobre el amor de apariencia sencilla, pero preparadas para alzar el vuelo de modo libre). El Teatro del Arte es casi como el salón de una casa, y Ala.ni, que no está precisamente corta de personalidad ni carisma, aprovechó el emplazamiento para acomodarse y compartir con los asistentes todas las virtudes de su cancionero. Comenzó con “Cherry Blossom” –apertura de su único álbum, “You & I” (2016)– y acabó entregando casi todo su repertorio con una desafiante elegancia. Especial protagonismo tuvo “Darkness At Noon”, que interpretó alejándose del micro e internándose en la penumbra de la sala. Completó su cancionero con versiones de Richie Havens y Jimmy Webb y se mostró sobradísima en unas interpretaciones vocales cargadas de intimidad y sentimiento. Un concierto mayúsculo. DAVID SAAVEDRA

Círculos eléctricos. FOTO: MAITE NIETO

No debemos obviarlos, pero tampoco hace falta recrearse en sus arduos 66 años vividos. Los inquietos ya saben que Alejandro Escovedo no ha viajado por una alfombra roja, conocen los duros momentos pasados durante su enfermedad o la luna de miel de 2014, arruinada por un huracán. Le contaba a Ramón Fernández Escobar en 2005 (Rockdelux 229): “Soy afortunado. He hecho, visto y experimentado mucho. Solo pienso en escribir nuevas canciones”. Eso ha hecho, y con ello nos quedamos. “Burn Something Beautiful” (2016), producido por Peter Buck y Scott McCaughey, es la prueba fehaciente de un resplandeciente horizonte. Muchos guitarrazos han sonado desde sus comienzos

punk con The Nuns, Rank And File o True Believers en las décadas de los setenta y ochenta. Por el camino, iniciado en solitario con “Gravity” (1992), su sonido ha ido depurándose, aunque siempre con un aliento salvaje incorruptible, que no cesó ni en la madurez de “A Man Under The Influence” (2001) ni con el brillantísimo “Street Songs Of Love” (2010), penúltimo disparo de su lúcida trayectoria. John Cale o Howe Gelb no le idolatran por capricho. Con su flamante trabajo llegó al Blues & Ritmes de Badalona (Teatre Principal, 18 de marzo) para confirmar las mayoritarias adulaciones. Escovedo ha recuperado “Castanets”, despreciada en el desván, después de saber que George W. Bush la llevaba en su iPod. Pasado el odio, la retomó con energía, la misma infun-

dida a todas sus piezas, que corrieron desatadas y libres cual jaguar en la selva. Una bestia apaciguada cuando homenajeó a David Bowie (fallecido el día de su cumpleaños) con la sentida “Sister Lost Soul”. No nos atribulamos si la banda de origen italiano, escogida para la gira, desafinaba en los coros; tampoco al escuchar su voz por momentos resquebrajada, porque el imponente repertorio pudo con cualquier obstáculo. La veterana audiencia se rindió al entonar “Down In The Bowery” –dedicada a su hijo–, se incendió con el fuego de “Sally Was A Cop” y enloqueció mientras el texano apretaba las tuercas con “Luna de miel” y rompía los frenos en el cierre: “Like A Hurricane” (Neil Young). “Fuck Donald Trump!” es el actual grito de guerra de un batallador nato. Sufrimiento y gloria. „

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FESTIVALES Coordina MIQUEL BOTELLA MUD (Músiques Disperses) DIVERSOS ESCENARIOS, LLEIDA, DEL 9 AL 12 DE MARZO

Más que folk Por JAVIER DE CASTRO y VICENTE FABUEL

Sin apenas aspavientos, pero con suma generosidad, un manto psicodélico de nombre MUD suele galvanizar Lleida en clave folk cada año por estas mismas fechas... El programa ha vuelto a dar en el clavo con un cartel tan variado como atractivo y batiendo récord de asistentes,

incluyendo sendos sold out, hito nunca alcanzado antes. A saber, respectivamente, el show de arranque y el que clausuró el evento. Para empezar, una eufórica y locuaz MAIKA MAKOVSKI se metió al público en el bolsillo en un periquete gracias

El encantamiento: Constantine. FOTO: ALEX MARTÍNEZ

Emergència! CCCB, BARCELONA, 11 DE MARZO

Artistas revelación Por XAVI SÁNCHEZ PONS

Nueve años de Emergència! y nueve ediciones donde el festival ha dado visibilidad a grupos noveles y a propuestas arriesgadas que necesitan un empujón extra. De su última edición, en global, cabe destacar dos cosas: la poca presencia femenina (apenas dos artistas de un total de nueve; algo que habría que corregir) y el conservadurismo de algunas bandas jóvenes que, más que matar a sus mayores –o, al menos, ponerlos en duda–, se dedican a seguir sus enseñanzas sin riesgo. Vamos, una pena. El Emergència! se inició con arrojo y frescura con el divertidísimo pase en el Hall del CCCB de SPACE SURIMI. El dúo de rap DIY de Jerez de la Frontera reivindicó con acierto el hip hop humorístico lleno de referencias pop de The Movidas y Kentucky Fried Niggaz. Tras la feliz verbena de los jerezanos llegó la calma de MARESME y su electrónica paisajística de aires pop. Su propuesta es atractiva, pero en el Auditori del CCCB pecó de linealidad y de falta de sorpresas. De

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vuelta en el Hall, algo más de fuerza tuvo el live act de GÜIRO MEETS RUSSIA, dúo valenciano de música electrónica que tan pronto guiñaba el ojo a Orbital como al krautrock más bailable y musculoso. No se puede decir lo mismo de GRANDE DAYS, que ofreció en el Auditori una ración anémica de emocore, escuela Jeremy Enigk-Ben Gibbard, llena de lugares comunes. Después de los donostiarras, la noche se recondujo con la primera propuesta del día comisariada por el festival Lapsus en el escenario del Vestíbulo del CCCB. MANS O, nombre tras el que se esconde el joven músico barcelonés Roman Daniel, convenció con su electrónica colorista de glitches y beats poderosos que, en su tramo final, incluyó partes vocales pregrabadas. Acto seguido, a ALL LA GLORY se le quedó grande el Hall con su pop-rock de manual que mezclaba el power pop clásico con la parte menos atractiva de Roxette. El mal sabor de boca que dejaron los sevillanos se arregló con la poderosa y telúrica pedal steel guitar de HEATHER LEIGH. La norteamericana, actualmente afincada en Escocia, llenó el Auditori de disonancias eléctricas –a ratos repletas de distorsión– con su particular fingerpicking, en una especie de misa pagana y rito de exorcismo personal en el que

a esa intensidad interpretativa suya tan característica, alcanzada en esta ocación merced a las buenas canciones de su reciente “Chinook Wind” (2016) y, claro, al sedoso nuevo ropaje de cuerdas tejido con primor por el BROSSA QUARTET, que también aporta juegos vocales pero que muy meritorios. El sexteto AYWA de Montpellier es pura excitación sonora. Su colorista ensalada de música magrebí, rai, reggae y rock, animada con los aires de libertad interpretativa que aporta la improvisación jazz, es una auténtica bomba de relojería capaz de estallar una y otra vez. El acústico protagonizado por el barcelonés PIGMY (ex-Carrots) en Grans Records sirvió para medir de nuevo la grandeza de este folksinger, cuyo personal barroquismo repleto de tentaciones oníricas no encuentra parangón en nuestro panorama musical actual. Su repertorio de sábado matinal consistió en gemas de los celebrados “Miniaturas” (2007) y “Hamsterdam” (2014) y algún avance de “Manifestación”, su nueva joya en ciernes. La presencia este año del griego-americano CONSTANTINE, reuniendo celeridad y oportunidad en la que ha sido una de las grandes sorpresas de la temporada, ha confirmado la capacidad del cantautor de Chicago para que su cautivador álbum de debut, “Day Of Light”

(2015), trippy, místico y atmosférico, luzca en directo toda su rara intensidad lisérgica. Así lo confirmó plenamente con un amplio despliegue sobre el escenario con su quinteto: voz femenina adicional, melotrón, sitar, guitarras, pedales varios y vestimenta medievalista. Mucho más que un encanto. Un encantamiento. El dúo barcelonés CÁLIDO HOME abrió la velada final con autoridad. Rodados y a bordo de una peculiar propuesta folk jugando entre la intensidad y el silencio, el camino que señala su último álbum “Tones And Shapes” (2016) parece abrir perspectivas futuras de verdadero calado. Tras ellos, el plato fuerte llegó con DONOVAN. Conmueve el legítimo orgullo que este mítico escocés amable transmite al defender con dignidad y algo más su envidiable songbook hippie y pacifista, obviamente sin la dinamita poética que los grandes chamanes del folk 60s manejaban, pero dotado de un prodigioso talento melódico que hará eternas muchas de sus melodías. El show actual mostró sus poderes intactos: todas sus canciones son contagiosas. Servido a modo de first years acoustic greatest hits, lo que necesariamente excluye el lado eléctrico de las producciones con Mickie Most, ni aun con esas logró palidecer la eterna “Season Of The Witch”. Gracias, Mr. Leitch. „

Belleza incómoda: Heather Leigh.

Bala: furia. FOTOS: ÒSCAR GIRALT

repasó algunas de las canciones recogidas en el estupendo “I Abused Animal” (2015). No fue un concierto fácil (la gente abandonó la sala asustada), pero sí exigente y de una belleza casi del más allá. La recta final del Emergència! se inició con la sesión de DJ de STAYHIGH, la segunda y última propuesta del festival apadrinada por el Lapsus. El granadino mezcló drum‘n’bass y sonidos africanos en un set sudoroso que hizo bailar a un público joven entregadísimo. El fin de

fiesta continuó con BALA, que se encargó de despedir la noche. El dúo gallego de rock duro, cercano a las versiones más brutas del grunge de los noventa, descargó su furia en el Hall con un concierto breve de una intensidad bárbara. Y es que, en directo, Anxela Baltar y Violeta Mosquera, trasuntos efectivos y jovencísimos de Joan Jett y Lita Ford, son capaces de insuflar nueva vida al hard rock patrio a base de entrega –extrema– y feminismo. „

SOLO EN

ÁLEX GONZÁLEZ

LIBROS POP Coordina SANTI CARRILLO JUAN J. VICEDO

BOB DYLAN

“Kate Bush. Los dominios de lo invisible”

“Tarántula” “Crónicas I”

66 RPM

MALPASO

NIÑO DE ELCHE “No comparto los postres” BANDAÀPARTE

Kate Bush inspira por primera vez en castellano: iniciativa de riesgo, dado no solo su incierto contingente de seguidores en España, sino también la complejidad de desentrañar claves de su obra. Material tan exuberante como, a menudo, críptico, con puntos de fuga de aventurada interpretación, en el que Vicedo se sumerge tomando como guía sus canciones, recorridas una a una a partir del orden cronológico de los álbumes. La lectura te hace revivir el mundo de sueños y abstracciones, con sus desnudos emocionales, sus tratos con Dios (“Running Up That Hill”, ese clímax) y, también, sus pasos en falso. Intenso y documentado viaje, a sabiendas de que, como desliza el autor, Bush es como el número Pi, en el que siempre nos quedará un decimal por desvelar. JORDI BIANCIOTTO CANCIÓN A CANCIÓN

BRUNO MONSAINGEON “Glenn Gould. No, no soy en absoluto un excéntrico” ACANTILADO

Frente a la imagen de Glenn Gould (1932-1982) como genio majara y pianista sublime repleto de manías, su colaborador y amigo Bruno Monsaingeon se ha propuesto demoler algunos de los pilares que sustentan la leyenda del canadiense y, picoteando de aquí y de allá y hurgando en las palabras que Gould dejó dichas y escritas antes de morir, concluye que lo que unos ven como excentricidad no es más que compromiso radical y fidelidad inalterable. Y es que todo, nos dice Gould desde el más allá, tenía su razón de ser y no era más que “las consecuencias visibles de una actividad sumamente subjetiva”, una de las muchas sentencias subrayables de un libro que, a fuerza de mezclar apuntes biográficos y reflexiones artísticas, humaniza un poco más al inalcanzable Gould. DAVID MORÁN ENSAYO BIOGRÁFICO

ERIC SPITZNAGEL “En busca de los discos perdidos (Old Records Never Die)” CONTRA

La premisa del periodista freelance Eric Spitznagel (Michigan, 1969) es tan absurda como atractiva: en plena crisis de los cuarenta, y por consejo de Questlove, se lanza a recuperar los discos que malvendió en su juventud. Pero no busca reediciones, sino las copias exactas de su colección. En esta quijotesca aventura en la que, sí, recupera unos cuantos vinilos, conecta con los lugares y las personas de su pasado para finalmente arreglar su presente y alcanzar una tardía madurez. Entre noches bañadas de vino con exnovias, épicas crónicas de su reencuentro con The Replacements en su gira de reunión o un exorcismo –casi literal–, el autor se sirve de esa erudición rock, humor y autocrítica tan propias de “Alta fidelidad” (1995), novela de Nick Hornby con la que se le compara. ÁLVARO GARCÍA MONTOLIU MEMORIAS

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Cuando la Academia Sueca premió a Bob Dylan con el Nobel en 2016, estaba homenajeando la literatura primigenia, pues las primeras historias de la humanidad, antes de la escritura, existieron a través del canto. Su manera de componer es mirar a los ojos de la verdad en la canción: “Expresar en unos pocos versos lo mismo que un libro entero” con “protagonistas que posean un carácter franco, íntegro y abierto, así como cierto arrojo”. En su libro “Crónicas I” (2004) –reeditado por Malpaso, con la traducción de Miguel Izquierdo que hizo para la edición en 2005 de Global Rhythm– se sitúa frente a sí mismo, un personaje seguro ante su destino cuando visita por primera vez Nueva York. Luego, ahogado en la fama, tratando de encontrarse en sus reuniones con The Grateful Dead o grabando con Daniel Lanois. Vemos la importancia de una mirada honesta incluso en “Tarántula” (1971), novela de prosa y poesía de calaña beatnik –con la traducción de Alberto Manzano que hizo para la edición de 2007 de Global Rhythm–, reeditada ahora por Malpaso. En ella se interna en las cuencas octogonales de la araña, poniendo una mirada estrábica que le permite entender la pluralidad de los significados con los que trabaja. Es un continuador del purismo de la emoción, otro espíritu como los de Robert Johnson y Woody Guthrie, dilatado a través del tiempo. AÏDA CAMPRUBÍ DYLAN

VALENTÍN LADRERO

CONVEXACIONES

Francisco Contreras Molina (Elche, 1985) afirma que no comparte los postres porque simplemente no le gusta. Aun así, en este libro sí que invita a diferentes personas cercanas a reflexionar –”convexaciones”, las llama– con el fin de construir un discurso abierto en el que su voz se entrecruza con las de otros para tratar diferentes temáticas: flamenco, cultura popular, poesía, política..., y, de paso, hacernos descubrir su evolución artística y personal entre líneas. Partimos de un joven atado a los formalismos del cante que crece adentrándose en otras músicas y descubriendo las figuras de Miguel Hernández y Francis Bacon. Exploramos su rupturista estancia en Sevilla junto con los procesos creativos unidos a la performance y la electrónica. El lado más íntimo lo expone al relatar una infancia que denomina como “ex-vida”, por pertenecer a un pasado casi olvidado. Imprescindible para conocer (re-conocer) a Niño de Elche. ALFONSO MÉNDEZ

“Músicas contra el poder. Canción popular y política en el siglo XX”

FRANÇOISE HARDY

LA OVEJA ROJA

ENSAYO Obra básica para reconocer la vinculación de las músicas populares con su compromiso político y social. Siguiendo la ideología de Dick Hebdige con su “Subcultura. El significado del estilo” (1979), aquí se evidencia que la música “comprometida” lo es no tan solo por sus letras (si no, ¿qué valor social tendrían el dub o el house?), sino por su actitud, y por lo que calla o censura. Y que la música popular sirvió tanto para reafirmar como para cuestionar el orden social. Con atractivos apartados sobre la música negra, acierta en su crítica al gangsta rap como mala interpretación del rap primigenio, por su individualismo y su voluntad de ostentar. Un ejemplo más de cómo muchos estilos acababan siendo absorbidos por la sociedad de consumo. También es interesante el bloque dedicado a los coplistas y a los flamencos: adeptos o no a Franco, el régimen acabó por estilizar y edulcorar sus mensajes. Sin olvidarnos de la canción latinoamericana y de la apropiación de su discurso social por parte de las clases dirigentes. Resulta muy divertido recordar cómo las garras del nacionalismo catalán arrasaron con el contenido de la nova cançó (y no pasó así en Madrid). Con menor profundidad (por falta de perspectiva histórica) se detallan “al fin” músicas populares más actuales que intentan, con menor o mayor éxito, concienciar y transformar Woody Guthrie: el icono protest song. realidades. ALICIA RODRÍGUEZ

“La desesperación de los simios... y otras bagatelas” EXPEDICIONES POLARES

La figura de Françoise Hardy sigue asociada principalmente a la joven musa yeyé de los sesenta, así que su autobiografía –publicada originalmente en Francia en 2008– puede defraudar a quien espere que se centre en cotilleos de aquella era. A cambio, nos transmite reveladores detalles sobre una extensa y poliédrica trayectoria con peculiares obsesiones como la astrología. Hardy hace gala de una prosa amena y exquisita, así como de una prodigiosa memoria: recuerda nítidamente momentos, títulos y nombres, oculta con elegancia aquellos que no debe pronunciar y no elude sus opiniones sociopolíticas y culturales, por bordes o incorrectas que puedan parecer. Pero el eje fundamental del relato es otra obsesión: la de su amor atormentado por Jacques Dutronc, explicada en parte por una historia familiar disfuncional y por su enfermiza falta de autoestima. La ejemplar traducción de Felipe Cabrerizo es un valor añadido. MEMORIAS

DAVID SAAVEDRA

LIBROS Coordina JUAN CERVERA

VIRGINIE DESPENTES “Vernon Subutex 2” LITERATURA RANDOM HOUSE

NOVELA Más allá de ese equilibrismo constante entre la provocación y el activismo, entre la incontinencia deslenguada y la literatura de combate, si algo ha conseguido Virginie Despentes (Nancy, 1969) con su serie protagonizada por el calamitoso Vernon Subutex, eco lejano de aquellos noventa hoy revisitados con nostálgica fruición, es convertir el rock’n’roll y sus alrededores en una inmejorable excusa para ofrecer un afilado y demoledor retrato de la alienación social, la desintegración de las expectativas y, en fin, la precariedad emocional y económica como

desesperante way of life. Esto, para entendernos, es como si la francesa hubiese arrojado una granada dentro del “Alta fidelidad” de Nick Hornby y anduviese la mar de entretenida recogiendo los restos humeantes mientras las víctimas de la onda expansiva intentan averiguar qué diablos ha pasado. En esta ocasión, y después de estrenar la trilogía capDe combate. turando el momento exacto en que la vida de Vernon, ese antiguo vendedor de discos con un imán para las desgracias, empieza a ir de mal en peor, la autora francesa abre plano y aprovecha que más bajo no se puede caer –Vernon, desahuciado, sobrevive en la calle como buenamente puede– para retorcer un poco más las miserias de esa realidad que se empeña en abatirse a plomo sobre Subutex y su orquesta de coristas. Una intriga secundaria –dónde están las cintas personales que grabó el fallecido rockero Alex Bleach y, más importante aún, qué diantres dice en ellas– ayuda a tensar la trama, pero lo realmente valioso aquí es ese elenco de personajes repletos de taras que Despentes doblega un poco más mientras ahonda con sorna y claridad quirúrgica en las desigualdades de clase, la tiranía de lo digital, el auge de la extrema derecha y el egoísmo como mecanismo definitivo de supervivencia. DAVID MORÁN

ALI ESKANDARIAN “Sexo, exilio y rock and roll” MALPASO

NOVELA AUTOBIO-

Ali Eskandarian (Pensacola, Florida, 1978) creció en Teherán y Dallas, y fue asesinado en Nueva York el 11 de noviembre de 2013 (junto a dos miembros del grupo de Teherán The Yellow Dogs, uno de los documentados en el filme de 2009 “Nadie sabe nada de gatos persas”), sin ver publicada esta novela (“Golden Years”, 2016). El músico había declarado que quería que “Sexo, exilio y rock and roll” fuera la gran novela iraní-norteamericana, su particular versión de “En la carretera” (1957) de Jack Kerouac. Y algo (bastante) de ese monumento de la generación beat recorre sus páginas, enfebrecido relato novelado sobre cimientos autobiográficos que se mueve geográficamente entre Nueva York, Teherán, París, Dallas, Shiraz, Toronto y Los Ángeles. GRÁFICA

Escrito con ruido y furia, pero sin arrinconar alucinados arrebatos poéticos, el libro es el recuento de una “generación perdida” –la de la juventud iraní exiliada en suelo norteamericano– que vive a salto de mata entre trabajos basura, colocones narcóticos a destajo y sexo rápido como vía de escape existencial. Y, por supuesto, el rock’n’roll way of life –con sus giras interminables en locales de mala muerte y con escasa (o nula) recompensa económica–. Eskandarian –que publicó en 2006 el álbum “Nothing To Say”– ve en la música y la escritura un bote de salvación en contraposición a la vida castradora que propone la sociedad “normalizada” y lanza sus flemas de no future con pasión volcánica entre nubes de alcohol, cocaína y sábanas manchadas. El libro se completa con un epílogo de Oscar Van Gelderen, responsable de la edición del manuscrito. JUAN CERVERA

JIM DODGE “No se desvanece” ALPHA DECAY

NOVELA Siempre es una grata noticia que la traducción al castellano de un buen libro no se pierda o se quede atrapada en el limbo editorial. Tratándose de “Not Fade Away” (1987), segunda novela del autor norteamericano Jim Dodge (Santa Rosa, California, 1945), la presente edición de Alpha Decay bajo el título “No se desvanece” es motivo para venirse tan arriba como el protagonista del relato, George Gastin, al volante de un Cadillac Eldorado del 59. Quienes tengan la colosal suerte de no haber leído este libro se toparán con una delirante road novel, con Gastin inmerso en su largo periplo por carretera, como parte de un emotivo y loco plan relacionado con ese coche. Un Caddy que una ricachona admiradora adquirió como regalo para The Big Bopper, el tercer rocker que falleció en aquel fatídico accidente aéreo que terminó con su vida, la de Ritchie Valens y la de Buddy Holly, un triste 3 de febrero de 1959. En su prólogo de la edición inglesa de “Stone Junction” (1990), tercera novela de Dodge, Thomas Pynchon, confeso admirador de Dodge, diría que su lectura “es como estar en una fiesta sin fin donde se celebra todo lo que importa de veras”. Idéntico escenario al de “El cadillac de Big Bopper”, título de la primera edición española de 2007 de El Aleph. La presente reactivación mantiene la traducción de Ana Herrera, pero prescinde de la presentación de Kiko Amat, donde nos hablaba de la envidia que sentía en ese momento, hace ahora ya diez largos años, por el lector que le hincara el diente por primera vez a la novela, de la que decía que es “uno de mis libros favoritos, y uno de los mejores libros de la historia, y la mejor película no filmada de la galaxia”. LUIS COSTA

SUKETU MEHTA

ANTHONY DOERR

“La vida secreta de las ciudades”

“Un año en Roma”

LITERATURA RANDOM

DEBOLSILLO

HOUSE

Mehta (Kolkata, India, 1963), autor de la monumental “Ciudad total. Bombay perdida y encontrada” (2004), se adentra en la geografía emocional, social y política de las ciudades con este breve ensayo (“The Secret Life Of Cities”, 2016) que habla de emigración y pobreza, de efervescencias culturales y de progreso, de aglomeraciones y gentrificación: las grandes urbes como organismos vivientes y cambiantes que conforman la vida, los deseos y las esperanzas de millones de personas, un ecosistema determinante que genera desigualdades y solidaridad, creatividad y riqueza. Migrantes y opulencia, economía y memoria colectiva en unas páginas brillantes y esclarecedoras. JC ENSAYO

MEMORIAS Premio Pulitzer por “La luz que no puedes ver” (2014), Doerr (Cleveland, 1973), recopila en “Un año en Roma” (“Four Seasons In Rome”, 2007) las experiencias de la temporada que pasó, becado, en la capital italiana. El firmante de “Sobre Grace” (2004), instalado en el palacete de la Academia Americana, rememora una estancia marcada por sus hijos gemelos, casi recién nacidos, y el libro es más el dietario de su aprendizaje como padre que una guía turística por los highlights de la Ciudad Eterna. Retazos de vida cotidiana en un día a día en el que se superpone su faceta de creador, el descubrimiento de la cotidianidad de una ciudad desconocida y su afirmación de la paternidad. Delicioso es poco. JC

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CÓMICS Coordina PEPO PÉREZ RICHARD APPIGNANESI / OSCAR ZÁRATE “Histeria” ECC

Entre 1862 y 1893 el sanatorio parisino de la Salpêtrière fue, bajo la dirección de Jean-Martin Charcot, fundador de la neurología, un infatigable y extraordinario centro de creación. CREACIÓN, sí. Esta tesis, apuntada por su principal discípulo, Sigmund Freud, quien le atribuyó “temperamento artístico”, y desarrollada por Georges Didi-Huberman en su estudio “La invención de la histeria”, es la fuerza motriz de esta fascinante novela gráfica sobre Freud y el nacimiento del psicoanálisis. Anfitrión de una ciudadela de supuestas enfermas mentales, Charcot dedicó su vida a la mayor “ficción MEDICINA MULTIMEDIA

de género” creada por la Clínica: la histeria. Refutó la idea de su origen uterino, pero no la sustituyó por una verdad científica, sino por una fábula aún más elaborada, para la cual se sirvió de todos los medios expresivos a su alcance. Usó el dibujo anatómico para capturar cada gesto y cada contorsión del ataque histérico. Empleó el daguerrotipo para desarrollar una tipología del cuerpo en paroxismo, contribuyendo a inventar, de ese modo, el género del retrato fotográfico. Esa “pasión de ver” lo llevó a ser atrapado, quién sabe si a conciencia, por el talento dramático de sus pacientes, quienes solían preparar para él radiantes ataques simulados: sonoras expansiones de teatro pánico que servirían, a su vez, de inspiración para Sarah Bernhardt y, más tarde, para los surrealistas. Tarde o temprano esta historia de la ciencia como una de las Bellas Artes tenía que llegar también al Noveno, y lo ha hecho superando, con mucho, el modelo al uso de biografía de pensador. ELOY FERNÁNDEZ PORTA

El Congo Belga y la memoria imaginaria Por DANIEL AUSENTE Con “Arsène Schrauwen 3” (2015; Fulgencio Pimentel, 2017) se cierra una trilogía en lo formal, por modo de publicación, pero cuyo sentido es el de obra unitaria. La oportunidad de una lectura integral confirma su condición de indiscutible clásico contemporáneo y multiplica un ya apabullante caudal de matices narrativos. Olivier Schrauwen (Brujas, 1977) subvierte la recuperación de la memoria familiar, temática que robustece la novela gráfica actual, afrontando la aventura africana de su abuelo desde una disolución de fronteras entre lo real y lo imaginario que, paradójicamente, refuerza el verdadero relato: la crónica interior y sensorial de una empresa delirante, la construcción de una utópica ciudad futurista en medio de la selva, en la que se ve envuelto un protagonista atormentado por miedos irracionales y pasión adúltera en una atmósfera de ensueño etílico. El uso de tinta azul y

roja –nunca negra– que evoca temperaturas exteriores o calores interiores, textos que se evaporan o trazan renglones torcidos, metáforas plasmadas desde su literalidad gráfica, perspectivas de tosco tiralíneas o rasgos faciales que se difuminan según el ánimo del observador son algunos hallazgos de un despliegue impresionante de recursos. La experimentación –al servicio de la historia– y la influencia de la historieta pionera de la prensa estadounidense simulan un rechazo a la tradición del cómic belga que no es tal. Ironía y surrealismo distinguen parte de su cultura tanto como el dibujo diáfano. Incluso admite una lectura como reflejo retorcido de “Tintín en el Congo” (1931): protagonistas inocentes, viajes en barco, fauna peligrosa y ninguna crítica al colonialismo atroz. También hombres leopardo, aunque aquí de sexualidad inquietante como colofón al sutil entramado homosexual que rodea a Arsène Schrauwen. „

JESSE JACOBS “Safari Honeymoon” DeHAVILLAND

Déjese llevar por “Safari Honeymoon”. Esta es la propuesta ideal para todas aquellas personas amantes de lo exótico y las expediciones gourmet a otros planetas. Zoología alienígena, riesgo extremo y una oportunidad única para experimentar situaciones incómodas rodeados de plantas carnívoras, extraños parásitos y simios telépatas. Aprovechen esta ocasión para escrutar en los recursos narrativos del medio como nunca antes lo habían hecho. Jesse Jacobs (Nueva York, 1981) los acompañará en esta aventura que también tiene algo de espiritual, con una agradable atmósfera de ilustración pop, pero llena de pildoritas de humor ácido, que les hará reflexionar sobre la futilidad de nuestro día a día y sentirse como en casa a pesar de encontrarse perdidos en el corazón de una selva siniestra. MIREIA PÉREZ EXPEDICIÓN GOURMET

SHIN’ICHI SAKAMOTO “Innocent” MILKY WAY

El devenir de Charles-Henri Sanson, el verdugo más famoso de la excesiva Francia del siglo XVIII, resulta escenario propicio para que se desmelene Shin’ichi Sakamoto (Osaka, 1972). Es, desde luego, un período gourmet para el género que trabaja, el seinen, cuyos ingredientes son la intriga, el sexo y el drama. Con su dibujo minucioso y exuberante, el autor baila sobre el filo de una espada, en equilibrio entre la cuidada recreación de una época y la fascinación poco disimulada y un tanto morbosa por los detalles y metodologías de las ejecuciones. Una sabrosa receta de cocina fusión para la que, ciertamente, es necesario educar el paladar. WASABI ROCOCÓ

ALEX SERRANO

RUBÉN DEL RINCÓN & MANOLO CAROT

KELLY SUE DeCONNICK / VALENTINE De LANDRO

PABLO HELGUERA

“El boxeador”

“Bitch Planet. Libro uno”

CONSONNI

LA CÚPULA

ASTIBERRI

“Artoons”

Desde que Ad Reinhardt inventó la sátira dibujada sobre arte contemporáneo, a mediados de los cuarenta, en este género la parodia y la didáctica han sido muy buenas amigas. Para explicar el funcionamiento de ese sector y sus disfunciones estructurales hacen falta recursos de la caricatura gráfica, como el tema del mundo invertido, el costumbrismo de salón o la traducción guasona de las jergas curatoriales. En estas labores se emplea Pablo Helguera (México, 1971), que decididamente tiene calados –sé dónde vives– al artista emergente y a la vieja gloria, al bienalista sin causa y al mercachifle trapacero de galería pop-up, sin olvidar –sabe dónde vivo– al crítico meapilas que necesita una frase altisonante (“su estilo parece muy ‘New Yorker’, pero tiene más de fanzine de feria”) porque es incapaz de decir simplemente “léanlo”. ELOY FERNÁNDEZ PORTA AHÍ ME HA DAO

Forjados en la revista erótica ‘Kiss Comics’, Rubén del Rincón (Olesa de Montserrat, 1978) y Manolo Carot (Mollet del Vallès, 1976) han transitado en paralelo el mercado francobelga del encargo sin estímulo creativo. A ese sinsabor profesional responde esta obra que, queriéndose libre, se encadena al ejercicio de estilo y a un deporte hoy marginal pero antes legendario. Ambos autores se reparten, por separado y desde cada extremo, la historia de dos boxeadores muy diferentes (técnico y pijo uno, bruto y arrabalero otro) condenados a enfrentarse allí donde confluyen sus relatos: en las páginas centrales de un cómic que busca en el formato apaisado una huida del corsé del álbum europeo. DANIEL AUSENTE DRAMA DEPORTIVO

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Cualquier feminista verá poco exagerado el carácter distópico de “Bitch Planet”: los patriarcados duros, existentes en la mayor parte del globo, podrían llegar a generar un presidio extraterráqueo para toda aquella mujer disconforme y rebelde con la subalternidad de cuna. El volumen contextualiza esta situación en varias entregas, con excelentes portadas-reclamo todas ellas: anticipo gráfico de una aventura donde cada fémina es un individuo. Feminismo de nota para un cómic trepidante, muy pop art en su estética, que parece rendir tributo a la comicidad borde de SCUM (esos anuncios por palabras, reiterativos, meterán el dedo en algunas llagas). La secuenciación de las viñetas se ajusta a una trama y subtramas que invitan a la expectación. VIOLENT FEMMES

ISABEL GUERRERO

TOM GAULD

Loo Hui Phang

“Un policía en la Luna”

Los fantasmas del exilio y la identidad

SALAMANDRA GRAPHIC

CIENCIA FICCIÓN

Las obras del escocés Tom Gauld (Aberdeenshire, 1976) siempre juguetean con la recodificación de los géneros clásicos, para romper las expectativas del lector y transmitirle un relato inesperado. Este libro es un excelente ejemplo: un policía que patrulla por una colonia lunar del futuro debería ser el protagonista de una trepidante aventura espacial. Sin embargo, lo que encontramos es un agente aburrido en un satélite casi abandonado tras el pinchazo de una burbuja económica, como si de un nuevo Detroit se tratase. Con su trazo minimalista y un ritmo que recuerda al del noruego Jason, rico en silencios y pausas, Gauld realiza un retrato de la soledad y la naturaleza autodestructiva de la especie humana. Y, aunque pueda parecer que se aleja de la ciencia ficción ortodoxa, en realidad cumple con el objetivo de esta: hacer crítica de nuestro tiempo.

INTROSPECTIVA

GERARDO VILCHES

RIAD SATTOUF “Los cuadernos de Esther. Historias de mis 10 años” SAPRISTI

Esther tiene 10 años, vive en París, va a un colegio privado –porque es más seguro para las chicas, o eso dice su padre–, adora a TAL, su cantante favorita –una tipa bastante inalcanzable–, tiene dos amigas nerds con las que juega a mamás con bebés y niñas adolescentes a la vez, y un hermano muy feo que escucha música guarra. Todo lo que Esther sabe del mundo lo sabe porque ocurre, de una forma u otra, en su colegio. El día en el que algo o alguien llamado Charlie es atacado –sí, Charlie Hebdo–, un tipo gris con pinta de presidente que, además, habla en político, les da una pequeña charla y descubre que una niña de su clase había sido musulmana durante todo ese tiempo sin que nadie lo supiera. Riad Sattouf (París, 1978) borda, a golpe de ingeniosa y brillante ingenuidad de doble e inteligentísimo filo, un álbum que muestra lo fabuloso del mundo antes del paralizante y asesino prejuicio. LAU-

NAUGHTY MEMOIR

RA FERNÁNDEZ

Como guionista de cómics, la francesa nacida en Laos Loo Hui Phang aún no es demasiado conocida. Sin embargo, su gran actividad la está llevando a trabajar con algunos de los dibujantes más inquietos del momento y ahora empieza a traspasar fronteras. Como con el libro “El olor de los muchachos voraces”, junto con Frederik Peeters. Por VICENÇ BATALLA

“El olor de los muchachos voraces” (Astiberri, 2016), entre los mejores álbumes de cómic de Rockdelux del año pasado, cuenta la historia de tres personajes después de la Guerra de Secesión estadounidense a la conquista del Oeste con tres deseos diferentes: el nordista protestante con su planes, germen del capitalismo moderno; el fotógrafo bohemio homosexual que conserva la sensibilidad europea, y el chico/chica que adelanta los futuros conflictos de identidad de género, mientras los indios aparecen como la proyección de todos ellos. Un western contemporáneo. Es el primer libro traducido al castellano de Loo Hui Phang, que ya cuenta en su haber con una decena como guionista, además de sus inicios para cómics infantiles. En el Festival de Angulema de enero pasado se le dio incluso carta blanca para una exposición interactiva. La menuda y sigilosa Loo se escurría sin llamar demasiado la atención de un escenario a otro. “El western es un género definido y muy popular. A Frederik y a mí nos gusta jugar con los códigos para pervertirlos. Ya lo hice con los cómics de superhéroes norteamericanos, donde me desviaba para explicar una historia más íntima”. De hecho, el recorrido por la decena de álbumes de esta mujer de 42 años que llegó con su familia a Francia cuando solo tenía 1, en una huida del genocidio camboyano, es en buena parte autobiográfica. Ella misma lo reconoce. “Aunque provenga de hace doscientos años, el western mantiene sus resonancias. Se trata de la construcción de la mentalidad occidental. Es el nacimiento de Estados Unidos y el fantasma de la modernidad. Y, además, es verdad que el western reúne unos temas que están íntimamente ligados a mi historia familiar: el exilio, el genocidio y la cuestión de la doble cultura”. Y, en un momento en que para ella “Estados Unidos muestra su esquizofrenia”, hay ecos con la actualidad. “Es una tierra sometida a un conflicto cultural. La cuestión de quién es el salva-

je y quién es el civilizado depende del punto de vista”. Un conflicto político y económico que se desdobla, a su vez, en la cuestión de la identidad sexual. El empresario es, en este caso, asexual. El fotógrafo y el chico/chica tienen una historia de amor. “Ya me han preguntado si no es reaccionario contar que un homosexual se enamora de una mujer. Como si fuera un retorno al orden moral. También puede ser en parte reaccionario decir que los homosexuales han de mantenerse como tales y no tienen el derecho de enamorarse de una mujer. Yo pienso que no existen fronteras”. Por el mismo motivo, Loo pasa de un dibujante a otro sin querer encerrarse en un tipo de representación fija de sus textos. Para esta experiencia en el lejano Oeste, contó con el suizo Peeters y su mayor expresividad en los rostros. Para otro álbum publicado también en 2016, “Nuages et pluie”, volvió a recurrir al cada vez más libre Philippe Dupuy, con quien ha realizado tres libros más extensos que hablan del seguimiento de las

elecciones estadounidenses en 2004, de travestis fronterizos y de un mundo apocalíptico: “Une élection américaine” (2006), “Les enfants pâles” (2012) y “L’art du chevalement” (2013). En los dos primeros tomos de una trilogía sobre la confusión de los sentimientos –”Panorama” (2004) y “J’ai tué Geronimo” (2007)– trabajó con el belga Cédric Manche. Y ya prepara con él el tercero. Y para su obra más autobiográfica sobre el genocidio camboyano –los dos volúmenes de “Cent mille journées de prières” (2011-2012)– se hizo con los servicios del francés Michaël Sterckeman. Por esta razón, la comparación entre el exilio familiar francés y la situación actual en el país también aparece en la conversación. “Es más duro ahora que cuando mi familia llegó hace cuarenta y dos años. Hay una gran regresión de las relaciones humanas respecto a la inmigración. Los migrantes casi son considerados como personas fuera de la ley. La gente está condenada. Es atroz”. Ante un mundo tan cruel y una sensibilidad especial, Loo busca en otros artistas que traspasan fronteras y disciplinas una inspiración. Es el caso del cineasta tailandés Apichatpong Weerasethakul. “Provenimos de la misma parte del mundo. Laos está al lado de Tailandia. Además, las dos lenguas se parecen mucho. Puedo ver los filmes de Apichatpong sin leer los subtítulos. Su visión del mundo, poblada de cosas invisibles, es como la mía”. „

Redefiniendo géneros.

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SERIES TV Coordina JOAN PONS “Crashing” (T1) La vida del comediante “Crashing” (HBO, 2017), la nueva serie cómica apadrinada por Judd Apatow, se pone al servicio de Pete Holmes, un cómico cuyo perfil no encaja en el imaginario típico de la stand-up comedy. De educación y estilo de vida religiosos, Holmes se casó joven con su novia de la universidad al mismo tiempo que iniciaba su carrera en las filas del humor. Como mandan los cánones de la autoficción humorística, la serie se alimenta en buena parte de la biografía de su creador. Y así, en el primer capítulo de “Crashing” (nada que ver, por cierto, con la serie homónima británica con Phoebe Waller-Bridge), el protagonista, encarnado por el mismo Holmes, descubre a su esposa en la cama con otro hombre, lo que acaba con su matrimonio... y su vida de cómico en ciernes mantenido por la mujer. Holmes inicia un periplo como actor recién separado por los circuitos de los locales de stand-up. Su

talante más bien conservador y bonachón choca con la faceta bohemia y salvaje de la mayoría de sus colegas, que, sin embargo, le echan una mano durante esta etapa de su vida.

Así, “Crashing” se convierte en un retrato de la escena de la stand-up contemplado desde las bambalinas, con sus aspirantes a cómicos que trabajan en condiciones más que precarias, la competencia salvaje, los responsables de club sin demasiados escrúpulos ni compasión, los humoristas crueles con los novatos, las funciones que no acaban de llenarse... y las apariciones de algunos nombres célebres interpretándose a ellos mismos. Sin embargo, bajo la premisa aquella de que Dios aprieta pero no ahoga, la serie no llega a adoptar un tono deprimente y más bien entronca con la narrativa de la lucha por alcanzar el propio sueño y las dificultades que ello comporta, más en una ciudad tan hostil como Nueva York. Este cierto optimismo en la panorámica por la escena stand-up menos consagrada resulta el rasgo más significativo de una comedia televisiva por momentos demasiado naíf. Para retratos mucho más mordientes de la vida laboral de un humorista siempre queda recurrir a películas como “Entertainment” (2015) de Rick Alverson. EULÀLIA IGLESIAS

“Billions”

“Una serie de catastróficas desdichas” (T1)

Justicia vs. Capital

Contra el mundo adulto Comparada con “Harry Potter”, la colección de novelas infantiles “Una serie de catastróficas desdichas” de Lemony Snicket (de nombre real Daniel Handler) resulta más sofisticada. Quizá por eso, y por su melancolía y sorprendente oscuridad, apela también a adultos. Tras una fallida adaptación cinematográfica, Netflix le da nueva vida con el propio Handler como guionista y Barry Sonnenfeld, su primera opción, en la dirección. La temporada inaugural (2017), que abarca las cuatro novelas iniciales, introduce a los niños Baudelaire, que pierden a sus padres en un incendio y pasan de guardián en guardián en un mar de catastróficas desdichas y organizaciones secretas. Uno de ellos es el pérfido conde Olaf, interpretado histriónicamente por Neil Patrick Harris para alivio de los fans de la miniserie online de Joss Whedon “Dr. Horrible’s Sing-Along Blog”.

Lo mejor se encuentra, sin embargo, en su aspecto visual. Aunque podía caer en la trampa de replicar los trucos de Tim Burton, Sonnenfeld bebe más del humor negro, los brillantes juegos de palabras y la imaginativa estética color pastel de otra de las series en las que estuvo involucrado, “Criando malvas”. En el inicio de cada capítulo una advertencia sugiere mirar a otro lado, pero es imposible hacerle caso. ÁLVARO GARCÍA MONTOLIU

“Star contra las fuerzas del mal”

La diversidad está en los dibujos Por JUAN MANUEL FREIRE

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Empecemos por una obviedad: queda mucho, demasiado, por hacer en cuanto a la normalización de la diversidad de géneros y la fluidez. La prueba está en esos mensajes nocivos lanzados desde autobuses naranjas, pero también en la escasa representación de estas posibilidades en la ficción audiovisual. Curiosamente, algunas de las excepciones no han de buscarse en los canales de premium cable, sino en las programaciones de Disney XD o Cartoon Network. En el primer canal se emite “Star contra las fuerzas del mal”, una serie histórica por varios motivos:

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por ser un derroche de creatividad –es lo más parecido al cómic “Scott Pilgrim” que ha existido en animación– y por contener el primer beso gay en la historia de Disney. O los primeros: en el concierto de Love Sentence se ve cómo se dan besos una pareja masculina y, después, al menos, un par de parejas de chicas. La creación de Daron Nefcy no es la primera serie de dibujos supuestamente infantil que muestra con naturalidad y sin dramatismos, sin prestar atención ni al supuesto peligro ni a las posibles represalias, un mundo más allá de la heteronorma. En la maravillosa “Steven Universe” (Cartoon Network), su héroe titular, mi-

tad humano, mitad Gema de Cristal, canta sobre querer convertirse en una Mujer Gigante o se fusiona con su mejor amiga Connie en un personaje andrógino bautizado ¡Stevonnie! Y si esta serie habla esencialmente de qué significa ser un niño con tres madres, “Clarence” (también en Cartoon Network) presenta con total naturalidad a un personaje principal, el coleccionista de fobias Jeff Randell, no con papá y mamá, sino mamá y mamá. Ahora es cuando alguien se echará las manos a la cabeza y buscará el modo de desenganchar a sus niños de estas series. Déjenles verlas si quieren que sus hijos sean gente de este siglo. „

¿Tiene alguna cosa que ver Andrew Ross Sorkin, cocreador de “Billions” junto con Brian Koppelman y David Levien, con Aaron Sorkin? Pues, no, ninguna. Pero seguro que al primero le gusta pensar que su escritura para televisión se parece a la de los años dorados del segundo (cuatro primeras temporadas de “El ala oeste de la Casa Blanca”, para entendernos). Es decir, que esta serie estrenada en Showtime en 2016 (aquí, en Movistar Series las dos primeras temporadas; 2016 y 2017) aspira a ese estándar de ficción televisiva popular y a la vez culta, que se encripta en jerga muy profesional (en este caso, judicial y empresarial), pero no pierde la elevación grácil del entretenimiento. Ross Sorkin, periodista, escritor, tertuliano y analista financiero, sabe que habla de cosas serias: titanes corporativos investigados por la fiscalía, maniobras entre bambalinas en los despachos de las multinacionales y en los pasillos de los guardianes de la legalidad, pulso entre el poder económico y el judicial... Y, como confía en que durante estos años de crisis todos nos hemos familiarizado tanto con el argot jeroglífico del dinero como con el de los tribunales, usa también palabras serias. Demasiadas. Porque “Billions” pesa mucho. Habla de nuestro tiempo, sí, pero ¿habla claro? JOAN PONS

Tom McCarthy Claroscuros en el instituto Tras coronarse en los Óscar del año pasado con “Spotlight”, Thomas McCarthy aparca el cine por la televisión. El director produce y dirige los dos primeros capítulos de la serie “Por trece razones”, estrenada por Netflix el 31 de marzo. Thriller y drama se entretejen para sondear los motivos que condujeron al suicidio a una estudiante de instituto. Por BEGOÑA DONAT Una vez repuesto del reciente y atribulado Óscar a la mejor película concedido a “Moonlight” (2016), su director, Barry Jenkins, planea dirigir la adaptación del best seller “The Underground Railroad” (2016) de Colson Whitehead. Pero el relato de la huida de una esclava negra de una plantación de algodón será de largo formato, concebido para televisión. Las cadenas por cable van a rifarse los derechos de emisión. Es el signo de los tiempos audiovisuales. Otro tanto le sucedió a Thomas McCarthy tras el triunfo de “Spotlight” (2015) en los apartados de mejor guion original y película en 2016. El relevo a su drama moral sobre el trabajo de investigación del ‘Boston Globe’ acerca de la pederastia en el clero es una serie para televisión basada en un libro multiventas, “Por trece razones” (2007) de Jay Asher. La serie original de Netflix llegó a la plataforma online el 31 de marzo y, entre sus productores ejecutivos, además de McCarthy, está Selena Gomez, que en un principio iba a ser la protagonista. El relevo fue tomado, al final, por una actriz desconocida, Katherine Langford. Su personaje, Hannah Baker, es una joven estudiante de instituto que, tras quitarse la vida, deja tras de sí una colección de trece casetes donde expone las razones de su suicidio. La compilación de

sus reproches es remitida a uno de sus compañeros, Clay Jensen. Su pesadilla en las aulas se va revelando a los espectadores a partir de flashbacks en un relato dual en el que la voz de la suicida se alterna con la del custodio de sus cintas. “Me impliqué en este proyecto porque pensé que, si lo hacíamos bien, sería una manera adecuada de abrir una discusión con los adolescentes sobre temas como el suicidio, los abusos sexuales y emocionales, el ‘bullying’, el ciberacoso... Hemos dado forma a una propuesta sofisticada, real, honesta y elegante para así llegar a una audiencia más amplia. Nuestro objetivo ha sido darle un estilo muy exaltado con el que los jóvenes puedan identificarse, para así promover un debate acerca de asuntos difíciles de hablar”, adelantaba McCarthy en la primera edición del Festival de Macao, donde acudió a impartir una clase magistral el pasado diciembre. El dramaturgo Brian Yorkey, ganador de un Pulitzer por su trabajo en el musical de Broadway “Next To Normal”, firma la adaptación audiovisual de esta obra literaria que aborda de manera honesta y cruda los claroscuros de la etapa de instituto. Entre los elementos que visten la trama de suspense y drama destaca la esmerada banda sonora, con temas de The

McCarthy (derecha): razones para concienciar. FOTO: ANDREA MINER

Cure, Woodkid, Chromatics, Ctznshp y Joy Division. Y el talento a espuertas de un elenco de jóvenes actores desconocidos, aunque el ojo de McCarthy en el pasado les augura proyección. Como botón de muestra, el protagonista de su ópera prima, “Vías cruzadas” (2003). En aquella ocasión puso en órbita a Peter Dinklage, hoy conocido por su personaje en la famosa “Juego de tronos”, Tyrion Lannister. En “Por trece razones” hay, no obstante, tres actores de rostro familiar. Los padres de la adolescente fallecida son Kate Walsh, secundaria en “Anatomía de Grey” y protagonista de su spin off, “Sin cita previa”, y Brian D’Arcy James, uno de los protagonistas de “Spotlight”. El actor que interpreta a Jensen es Dylan Minnette, que ya ha contado con papeles destacados en las series “Salvando a Grace” y “Perdidos”, y en las películas “Déjame entrar” (Matt Reeves, 2010) y “Prisioneros” (Denis Villeneuve, 2013). “Los aludidos escuchan los audios y se hacen una idea de lo que su compañera ha vivido, así como de cuán implicados han estado en su muerte. Tengo dos hijas jóvenes y pensé que hay que mantener viva esta conversación, y no

“Cuatro estaciones en La Habana” Noir tórrido Tras el saqueo de despensa en Movistar+, coincidiendo con el aterrizaje de Netflix y HBO en suelo español, el gigante de las telecomunicaciones sigue obligado a escudriñar los cuatro puntos cardinales de los mercados audiovisuales para que su catálogo no sucumba al de sus más inmediatos competidores. Y, curiosamente, en uno de esos acuerdos internacionales antinaturales, lo reabastece parcialmente con una producción cubano-española de la que Netflix tiene la licencia internacional. “Cuatro estaciones en La Habana” (2016; Movistar Series Xtra, 2017) lo componen ocho capítulos de una hora alrededor de las pesquisas criminales del inspector Mario Conde (interpretado por Jorge

Perugorría), eje rotor de la tetralogía escrita por el novelista Leonardo Padura (el propio Padura, con la ayuda de su mujer Lucía López Coll, traslada sus cuatro primeras novelas del popular detective a razón de dos capítulos por libro) en lo que supone una suerte de entidad homóloga del Carvalho de Vázquez Montalbán. Mediante historias independientes, pero con cierto

solo con las chicas, sino también y en muchos casos, sobre todo, con los chicos jóvenes, por su responsabilidad para actuar desde un buen comportamiento”, expuso McCarthy en el festival asiático. A medida que la serie va avanzando, el argumento se va volviendo más oscuro. Como viene siendo constante en su cine como autor y director, los personajes han de enfrentarse a sus propios errores. En títulos cinematográficos pasados, el realizador abordó asuntos de calado político y social como la inmigración, el cuidado de los ancianos y la pedofilia, y ahora mete el dedo en la llaga del acoso escolar y el suicidio juvenil, pero en televisión. No es un novato en el medio, aunque sí como director. Tom arrancó su carrera como intérprete. En cine, ha trabajado bajo las órdenes de Clint Eastwood y George Clooney; y en televisión, su personaje más conocido es el periodista corrupto de la quinta temporada de “The Wire”. “Es una gran época para la televisión, pero cada vez que el país pasa momentos difíciles me gusta refugiarme en las películas, por su humanidad, su tolerancia, su mundanidad... Son de una gran ayuda. Así que volveré a dirigir cine”. „

progreso alrededor del estado emocional de sus personajes clave, la ficción se inscribe en la escenografía clásica del género negro: un policía perdedor, errático, mujeriego, bebedor, nostálgico y tremendamente desencantado con la decrepitud del régimen castrista –aunque no se aborde directamente desde una posición disidente–, y muy resolutivo en casos de mayor o menor interés dramático y desenlace previsible. Aunque aquí lo valioso es presenciar cómo los métodos aparatosos del procedural norteamericano se reemplazan por la metodología del raciocinio. Eso, más el singular escenario –una Habana decadente pero libinidosa, recreada bajo una fotografía atractiva– y las pasiones latinas que laten bajo las pieles sudadas del carrusel de personajes, es lo que le aporta ese plus de exotismo y estímulo frente a otras producciones en las antípodas climáticas, cuya presencia resulta excesiva (por no decir cansina) para el seriéfilo. MARC MUÑOZ

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CINE Coordina QUIM CASAS “YO NO SOY MADAME BOVARY” Feng Xiaogang

INGO HAEB “La camarera Lynn” CAMEO

Realizada en 2014, estrenada de tapadillo en septiembre de 2015 y editada ahora en DVD, “La camarera Lynn” es una curiosa película alemana sobre el voyeurismo y la transgresión amorosa. En consonancia con el tema tratado, se caracteriza por una exposición aséptica de las emociones de su protagonista y de los escenarios (las habitaciones del hotel que limpia, su espartano apartamento), de modo que el filme hace de la frialdad explícita uno de sus rasgos más determinantes. Puede que le falte un punto de perversión y acabe siendo más amable de lo que inicialmente parecía indicar, pero las andanzas de Lynn tienen miga. La joven es tímida y solitaria y está obsesionada por la limpieza, por lo que desarrolla su trabajo en el hotel mejor que nadie. Pero, carente de verdaderas relaciones afectivas más allá de una aventura con el gerente, se esconde debajo de las camas de las habitaciones a su cargo y, desde allí, espía los actos de los clientes. Una cosa lleva a la otra y, fascinada por una dominatrix a la que observa desde su escondite, mantiene una relación sadomasoquista con ella. Exploración de los límites tras los cuales se atisba la locura, del acto de ver o espiar sin aparentemente intervenir como otra forma de devoción amorosa. Filme inestable y sugerente, rodado a ras de suelo en más de la mitad de su metraje. QUIM CASAS

DRAMA

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DRAMA En el cine de Jia Zhangke el formato panorámico permite plasmar el contraste de escala entre unos procesos sociales, políticos o industriales que en China siempre toman dimensiones mastodónticas y la pequeñez a la que acaban reducidos los seres humanos que los sufren. Feng Xiaogang juega con la forma del encuadre de “Yo no soy Madame Bovary” en otro sentido. Buena parte de este drama en que una mujer se enfrenta a la burocracia de su país a lo largo de diez años está presentado a través de una máscara de pantalla circular. A priori, este insólito encuadre parece remitir a algún tipo de tradición iconográfica china, como si el relato se situara en un territorio más propio de la narrativa popular. A medida que avanza el filme (y también las variaciones del encuadre, que en buena parte de los episodios situados en Pequín adopta una forma cuadrada), esta circunscripción de la imagen provoca otros efectos añadidos. Cuando se centra en las tribulaciones de la protagonista, Li Xuelian (Fan Bingbing), le otorga un tono de intimidad claustrofóbica. En el caso de seguimiento de las reacciones

de las autoridades chinas, da la sensación de que estemos espiando por el ojo de una cerradura unas decisiones oficiales que no siempre se dirimen en el espacio público. Lo mejor que se puede decir de la opción de Feng es que trasciende el mero capricho. Por otro lado, esta alteración radical de una convención de formato no se traduce en una película igualmente heterodoxa.

“GOLD”

“LOGAN”

“EL FUNDADOR”

Stephen Gagham

James Mangold

John Lee Hancock

A veces uno se plantea si al cine yanqui le gustan los personajes que encarnan el sueño americano o el análisis económico del mismo, sus vicios y sus virtudes. El encumbramiento al altar heroico del fracasado o la denuncia de un sistema enfermo. “Gold” juega a las dos cosas en las carnes de un Matthew McConaughey pasado de rosca en modo Actor’s Studio. Puro histrionismo. Pero, además, también juega a la fábula conradiana de la tenebrosa selva asiática, a la comedia de estafadores de poca monta y al triunfo del loser. Juega a tantas cosas y bajo tantos registros que se queda a medias en todo. La fotografía de Robert Elswit y el buen hacer de los secundarios no hacen cuajar un guion que anda perdido desde los primeros borradores. RAMÓN AYALA

DRAMA SUPERHEROICO

“El protegido” (M. Night Shyamalan, 2000) podría haber dado pie a una larga serie de películas en las que superpoderes rimaran con verosimilitud, pero pocos se atrevieron a explorar esa senda. Lo hace ahora tardíamente James Mangold en una “X-película” como no existe otra; ni siquiera su propia “Lobezno inmortal” (2013) era del todo exitosa en su persecución de un cine superheroico humano, dramático y apegado a algo parecido a la realidad. Combinando la historia “El viejo Logan” de Mark Millar, el western clásico y dosis de George Miller y James Cameron, este director a reexplorar logra ahora romper las reglas de un género víctima de los excesos de todo tipo. “Logan” es una bestia única. JUAN

BIOPIC

MANUEL FREIRE

EDUARDO GUILLOT

Xiaogang es lo más próximo a un cineasta académico que ha dado el nuevo cine chino. “Yo no soy Madame Bovary” es un drama penetrante, pero también bastante convencional, en torno a la lucha de una mujer modesta contra el gran aparato de poder. El juego con el formato se acaba convirtiendo también en la única marca autoral del filme. EULÀLIA IGLESIAS

“LAND OF MINE. BAJO LA ARENA” Martin Zandvliet

DRAMA

Hancock, habituado a filmar historias “basadas en hechos reales”, se fija esta vez en Ray Kroc, el hombre que transformó una hamburguesería de pueblo en la franquicia alimentaria de comida rápida más grande del mundo. Eso sí, llevándose por delante a los legítimos creadores del invento. Un paseo por el sueño americano en su doble versión: la del hombre hecho a sí mismo que triunfa gracias a su tesón, pero también la del arribista sin escrúpulos que no se detiene ante nada para lograr su objetivo. Porque el capitalismo salvaje es un gran invento, pero solo si estás en el bando correcto. El fundador lo explica de manera funcional, mostrando tanto la parte dulce como su reverso más desagradable.

Ya solo por ofrecer una mirada distinta a la angloamericana de un episodio ignoto de la Segunda Guerra Mundial (o más bien de su posguerra), “Bajo la arena” merece atención. Pero es que, además, la peripecia de doce jovencísimos prisioneros alemanes, obligados tras el conflicto a limpiar de minas una playa danesa, toma la forma de un relato de suspense agónico y preciso. Y si bien es cierto que busca la complicidad sin fisuras del espectador, a quien nunca se plantean dilemas muy elaborados sobre responsabilidades y culpas, y que se presiente desde el principio un desenlace obvio y catártico, tanto por su preciosismo formal como por su emotividad nada impostada el balance final con ella nos sale a deber. ÀLEX D’AVERC

BÉLICO

“Certain Women”.

Americana 2017 Por MARC MUÑOZ Barcelona, como otras grandes ciudades europeas, cubre el vacío de un festival de referencia mundial con muestras cinematográficas enfocadas a todo tipo de nichos, la mayoría de ellos confluyentes. Entre estas se encuadra una de las citas noveles más asentadas, el Americana (celebrado entre el 1 y el 5 de marzo pasados), un certamen que gravita alrededor del cine indie estadounidense alérgico al cineplex, el resultante de festivales como Telluride, SXSW, Tribeca y, cada vez menos, un Sundance volcado en su rol satélite de Hollywood, cómodo en servir de mesa de negociación entre majors, gigantes VOD y nuevos talentos sin reparos a la hora de poner el pie en el sistema de estudios.

De hecho, bajo esa nomenclatura se podría dividir el estado actual del cine indie norteamericano: por un lado, las figuras persistentes, francotiradores incorruptibles; y por el otro, la carne fresca moldeable que, a la salida de las escuelas de cine, se entrenan en los márgenes con la idea de dirigir proyectos de gran envergadura a la segunda o tercera tentativa. En la cuarta edición del evento barcelonés se impusieron los primeros: la bilis corrosiva de Todd Solondz en la tragicómica “Wiener-Dog” y el lirismo y la desnudez de artificios de la siempre estimable Kelly Reichardt en los tres relatos feministas de “Certain Women”. Hicieron también acto de presencia dos terceras partes del triunvirato de la productora Borderline Films: Antonio Campos,

con su exploración psicológica de la tristemente célebre Christine Chubbuck en “Christine”, y Josh Mond, debutando con la cruda y amarga “James White”, con un superlativo Christopher Abbott. Otro nombre a considerar fue el de la documentalista Alma Har’el, que, con su docuficción “LoveTrue”, desveló una personalidad sugerente. Propuestas que convivieron en la parrilla con otras de menor impacto que no vislumbran un camino plácido para sus autores: “Goat” (Andrew Neel) y “Donald Cried” (Kris Avedisian). Quizá los Daniels, bajo el impulso laureado de su “Swiss Army Man” y su definitorio estilo, sean los que tengan más factible un salto prematuro a Hollywood. Ambas opciones son válidas. Y, gracias a iniciativas como el Americana, visibles. „

“SAFARI” Ulrich Seidl

La ambigüedad y la provocación, en su sentido más elevado, son marca de la casa en el cine del austriaco Ulrich Seidl, cuya sólida trayectoria le ha convertido en una figura indiscutible del panorama del cine contemporáneo. En su última obra, etiquetada engañosamente por él mismo como un mero “documental”, su cada vez más apreciable recurso al humor negro, unido a su habitual y deliberada falta de discursividad, terminan modelando un trabajo capaz de entusiasmar por igual tanto a partidarios a ultranza de la caza como a sus detractores acérrimos. El clásico retrato “seidliano” de especímenes humanos que personifican la decadencia del logos occidental se completa con la mostración del poco distinguido trabajo que los safaris turísticos africanos aún reservan a la población negra. Y en su tramo final, las imágenes desprenden algo inédito hasta ahora en su cine: una suerte de halo panteísta. ALEJANDRO DÍAZ CASTAÑO

NO FICCIÓN

“UNCLE HOWARD” Aaron Brookner

“CRUDO” Julia Ducournau

Dentro de un marco de análisis válido, aunque también estrecho, que mapee la nueva generación de mujeres directoras de cine de fantástico y de terror (Jennifer Kent, Ana Lily Amirpour, Karyn Kusama, Patricia Rozema...), “Crudo” se destaca como un título absolutamente clave. El primer largometraje en cine de la francesa Julia Ducournau abre las puertas del género a un punto de vista femenino muy poco trillado sobre las transformaciones del cuerpo, sobre las pulsiones animales y sobre las metáforas en torno a la atracción de la carne. Pero, como hay tanto talento cinematográfico en este debut (brillante la planificación de la primera secuencia sobre el asalto a un coche al amanecer, fabulosa la puesta en escena del momento de la depilación fraternal, muy imaginativa representación de ritos de paso a la edad adulta mediante novatadas universitarias...), este nicho delimitado por el ángulo

COMING OF AGE CANÍBAL

de género puede que se quede corto. “Crudo” es gran cine fantástico y de terror como “Suspense” (1961) de Jack Clayton, “Carrie” (1976) de Brian De Palma o “Suspiria” (1977) de Dario Argento también lo son. Con estos tres títulos insignes del género comparte Ducournau algunas similitudes. También es una película sobre la formación de la identidad adolescente desde el descubrimiento de la diferencia; también trata de ambientes académicos cerrados que enferman progresivamente hasta sacar de quicio a sus protagonistas, y también plantea el sueño de la sexualidad reprimida como generadora de monstruos. Este relato sobre la iniciación a la barbarie, pues, es mucho más que un filme sobre el canibalismo, y de un verismo tan explícito que causó desmayos en alguna proyección (eso solo es metralla para promocioneros): es, directamente, uno de los más estimulantes debuts del cine contemporáneo. JOAN PONS

DOCUMENTAL Entrar en un movimiento artístico a través de un personaje secundario o terciario aporta un punto de vista único; descubrir a gentes con talento cuya obra se frustró y quedó oculta por alguna circunstancia ajena resulta tan revelador como conmovedor. El tío Howard de Aaron Brookner cumple esas dos facetas, y más. El sobrino indaga en la vida de Howard Brookner, un cineasta que apenas pudo completar un documental sobre William S. Burroughs y una película de ficción. Pero en aquel encuentro con el escritor trabajaron unos jovencísimos Jim Jarmusch (ahora productor de “Uncle Howard”) y Tom DiCillo. Y recientemente reaparecieron las latas de esa película olvidada. Tirando a la vez del hilo familiar y sentimental de admiración e intriga hacia su tío, y del retrato del Nueva York artístico y efusivo de los ochenta en que estuvo inmerso el cineasta antes de morir de sida en 1989, Brookner consigue un sencillo y emotivo homenaje personal y un apasionante retrato de toda una generación. RICARDO ALDARONDO

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DVDsPOP Coordina SANTI CARRILLO FRANK ZAPPA NICK CAVE & THE BAD SEEDS “One More Time With Feeling” KOBALT-POPSTOCK!

Aunque empezó a gestarse antes, “Skeleton Tree” (2016) es la consecuencia del trágico final de Arthur, el hijo de 15 años de Nick Cave que se precipitó por un acantilado en julio de 2015 tras una inocente ingesta de LSD. El disco es una constante reflexión sobre la muerte a través de imágenes fragmentadas que no siguen un hilo narrativo, pero sí reflejan y transmiten un dolor contenido que hace evidente la desolación, el pesar y, obviamente, el amor. Son canciones en las que, entre aleteos de desencanto mundano y referencias directas o indirectas a la religión, la superstición y el sexo, se implora piedad y también –¿locura de fe, desesperación?– resurrección, a la usanza de “La palabra” de Dreyer; pocas veces Cave ha sonado tan demoledor como en la tremulosa y simple “I Need You”, un mantra casi religioso que consigue que el sentimiento de pérdida nos acongoje. Fue escogido el mejor álbum del año pasado en Rockdelux por razones emocionales, no sentimentales; como obra conmovedora, no como objeto de compasión. Y “One More Time With Feeling” (2016), filme dirigido por Andrew Dominik –con quien Cave ya había trabajado en la notable “El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford” (2007); compuso la música junto con Warren Ellis–, que en un principio iba a ser el reflejo de la grabación de ese disco, se convirtió en el documento que, irradiando luz desde su estilizado blanco y negro, testimoniará para siempre este momento. Proyectado originalmente en un único pase el 8 de septiembre de 2016 en 650 pantallas de todo el mundo –tras su estreno en el festival de Venecia tres días antes–, llegan ahora las ediciones en DVD y Blu-ray –con el extra de tres sobrantes de la película: reflexiones de Cave– para cerrar el círculo de este oratorio profano. Apoyado en Ellis, su brazo armado musical y amigo del alma, y en Susie Bick, su mujer y compañera, y con la presencia de su hijo Earl, gemelo de Arthur, como comodín sorpresa, “One More Time With Feeling” infunde respeto desde el tono sosegadamente triste de un estado de ánimo abatido; un Cave inconsolable habla pausadamente, razonando, buscando las palabras justas que amparen su condición de padre roto, en un tono muy diferente al de la anterior “20.000 días en la Tierra” (Iain Forsyth y Jane Pollard, 2014); allí era un Cave pletórico y ufano, con su hijo todavía vivo. Sobre los créditos, el golpe de efecto del “Deep Water” de Marianne Faithfull (de su último álbum, “Give My Love To London”, 2014) cantada por los hermanos Arthur y Earl, compositores de la música de la canción junto con el propio Nick Cave. Final demoledor: “Who will calm my fears? / Who will drive my tears away?”. SANTI CARRILLO DOCUMENTAL

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“Eat That Question. Frank Zappa en sus propias palabras” SONY PICTURES HOME ENTERTAINMENT

Lo más habitual en un documental sobre un artista clásico es intercalar el metraje de conciertos y entrevistas vintage con declaraciones actuales de amigos, conocidos o admiradores. En algunos casos, una voz en off puede guiarnos por la historia. La propuesta del veterano documentalista Thorsten Schütte es más sencilla y también más efectiva a la hora de acercarnos al personaje: crear un collage de apariciones televisivas con el que, pieza a pieza, se vaya componiendo un retrato tanto del artista como de su obra. ¿Retrato fidedigno? Bueno, al menos hasta cierto punto. Frank Zappa (1940-1993) asegura en uno de los primeros documentos aquí recogidos: “No creo que nadie haya visto al verdadero Frank Zappa, porque entrevistarlo es una de las cosas más anormales que puedas hacerle a alguien; está a dos pasos de la Inquisición”. Todas las interviús con el autor de “Freak Out!” (1966) parecían moverse en estos niveles de rotundidad, entre el descreimiento hacia los poderes establecidos (ya fuera el gobierno o los medios) y un DOCUMENTAL

sarcasmo nunca barato, sino cargado de lucidez. Conocerlo en sus propias palabras es realmente la mejor forma de conocerlo. Lo más sorprendente del documental de Schütte es la variedad de formatos en los que se desarrollan esos encuentros con el líder de The Mothers Of Invention: desde algo tan normal como una charla en ámbitos domésticos hasta un concurso, un intenso programa de debate o un vídeo de la policía de Pensilvania para una campaña antidrogas. Las entrevistas se complementan con fragmentos musicales, haciendo honor a un artista al que molestaba ser más conocido por sus pintas que por sus discos. Brillan la toma de “Cosmik Debris” en la televisión sueca en 1973 y, por supuesto, ese “Concierto improvisado para dos bicicletas, cinta pregrabada y músicos” en el programa de Steve Allen. También se le puede ver jugando en casa con su Synclavier. El DVD (sin versión doblada, solo V.O.S.E.) incluye como extras declaraciones de antiguos compañeros de grupo, grabadas unos meses después de la muerte de Zappa, y la entrevista completa (treinta y cuatro gloriosos minutos) con el policía del estado de Pensilvania; todo ello también subtitulado. JUAN MANUEL FREIRE

ARCADE FIRE

ROY ORBISON

“The Reflektor Tapes”

“Black & White Night 30”

EAGLE VISION-UNIVERSAL

ROY’S BOYS-LEGACY-SONY

DOCUMENTAL + CONCIER-

Tenía sentido que Arcade Fire, un grupo de masas que nunca ha renunciado a la pretenciosidad, lanzase algo como “The Reflektor Tapes”, donde tratan de dar la vuelta al documental musical para acercarse a la experimentación. El filme de Kahlil Joseph, estrecho colaborador de Flying Lotus y Kendrick Lamar –estrenado en el festival de Toronto de 2015 y posteriormente en salas de cine de todo mundo–, se edita ahora en Blu-ray y DVD. De lo frustrante del documental y los halos megalómanos de la pareja formada por Win Butler y Régine Chassagne (parece como si Arcade Fire fuesen solo ellos dos) ya habló en su momento la crítica. Ni es un “cómo se hizo” ni un concert film, sino un ejercicio de estilo con algunas imágenes potentes pero generalmente vacías, pese a que mezclen estampas impresionistas de Haití con citas a Kierkegaard. La queja más insistente, sin embargo, fue que el metraje de las actuaciones era escaso. Para esta edición compensan al sufrido fan con un segundo disco que reproduce casi al completo –inexplicablemente, falta su versión junto con Ian McCulloch del “The Cutter” de Echo & The Bunnymen– su concierto del 6 de junio de 2014 en el Earls Court, la primera de dos noches multitudinarias en el espacio londinense. A la dirección repite Kahlil Joseph, y hace bien, esta vez, en reducir los trucos de cámara al mínimo (frecuentes primeros planos, cambios al blanco y negro, pantalla partida) para no ensombrecer la grandeza épica de los canadienses, que, si algo tienen, es un directo de otro mundo. ÁLVARO GARCÍA MONTOLIU TO

Con los años, la cálida voz de Roy Orbison (1936-1988), ese refugio para solitarios y bálsamo curativo para cualquiera con las orejas en su sitio, se ha ido diluyendo entre gorgoritos de cantautores cada vez más homologables, razón de peso para celebrar a lo grande cualquier oportunidad de reivindicar al rompecorazones de las gafas de pasta. Máxime cuando lo que emerge es una edición conmemorativa del legendario concierto que el autor de “Only The Lonely” ofreció en 1987 en el Cocoanut Grove de Los Ángeles, acompañado nada menos que por Bruce Springsteen, Elvis Costello, Jackson Browne, T Bone Burnett, Tom Waits, k.d. lang y Bonnie Raitt, entre otros. Una alineación estelar para arropar el breve renacimiento de Orbison en los ochenta y alimentar un repertorio de lujo que, treinta años después, sigue deslumbrando en esta nueva versión corregida y aumentada. Y es que, mientras que la grabación original ya había pasado a la historia como uno de los mejores conciertos registrados por The Big O, esta reedición incluye abundantes golosinas, como una aterciopelada “Blue Angel”, inédita en DVD hasta la fecha, y el despendolado y vibrante fin de fiesta “secreto” que firmaron Orbison y sus compinches cuando se suponía que las cámaras habían dejado de grabar –“Uptown” se queda a medias, justo donde se acabó la cinta–. Otro de los tesoros rescatados –y del que hasta hace no mucho se dudaba incluso de su existencia– es un minidocumental de cuarenta minutos con declaraciones –casi todas laudatorias– y reveladoras imágenes de cómo Orbison manejaba los ensayos y los preparativos de su cita con la historia. DAVID MORÁN CONCIERTO

ROCKDELUX

ÁLBUMES

vocoderizadas. Aunque en canciones como “Alles Verboten” (“todo prohibido”) palpitan las sonoridades anabolizantes que la banda ha venido cultivando desde “Futureworld” (1999), este es uno de los discos más reposados y cinemáticos de Trans Am. “Ship Of Imagination” encajaría a la perfección en una banda sonora de John Carpenter, y tanto el tema titular, “California Hotel”, como “Rules Of Engagement” parecen remitir al universo sonoro de thrillers y películas de ciencia ficción estrenadas directamente en VHS. ARNAU HORTA

Coordina JUAN CERVERA

EXQUIRLA “Para quienes aún viven” SUPERBALL MUSIC



P OST-ROCK AFLAMENCADO

Quienes hayan seguido, con más o menos atención, los pasos de Francisco Contreras ya saben que Niño de Elche no es un cantaor al uso. Siempre haciendo equilibrios sobre proyectos de riesgo, lo mismo le canta a Miguel Hernández que a Francis Bacon, propone elaboraciones de raves con sustrato subversivo o se merienda sin cocinar el “White Rabbit” de Jefferson Airplane. El alicantino no quiere oír hablar de límites en el arte y siempre está dispuesto a meter su voz en las colaboraciones más insospechadas. La nueva prueba la tenemos en este “Para quienes aún viven”, un mano a mano con Toundra, el cuarteto madrileño que, desde su debut en largo en 2008, se ha ido haciendo un hueco cada vez más amplio en

LAURA MARLING “Semper Femina” KOBALT-POPSTOCK!



FOLK-POP Empezó a despuntar

siendo todavía adolescente –acaba de cumplir 27–, pero Laura Marling es uno de los valores seguros del folk británico en la última década. Su trayectoria, siempre entre lo notable y lo excelente, mantiene un estándar de calidad al alcance de muy pocos. Por eso es admirable que a la altura del sexto álbum sigamos encontrando argumentos –canciones estupendas, queremos decir– para mantenerla en su merecidísimo altar. En esta ocasión, Marling ha situado a las mujeres en el centro de gravedad de la obra, quizá impelida por el espíritu del proyecto “Reversal Of The Muse”, serie de podcasts que exploraba la creatividad femenina en el ámbito de la música con

el panorama del rock instrumental. La idea de este colaboración se empezó a gestar en El Puerto de Santa María en la edición 2015 del Monkey Week y se ha ido cociendo sin prisas y sin aspavientos. El disco se grabó en los Ultramarinos Costa Brava durante el otoño del año pasado, con el siempre fiable Santi Garcia en tareas de producción. La base lírica parte de “La marcha de los 150.000.000”, un monumental poema en cinco partes del valenciano Enrique Falcón que tuvo su edición definitiva en 2009 y que acaba de ser reeditado por la editorial Delirio. La voz del propio Falcón –uno de los poetas presentes en “Voces del Extremo” (2015), el anterior largo de Contreras– se encarga de abrir el pórtico de un disco que se nutre de unos versos de denuncia que dan voz a los desheredados de la Tierra, lírica de conciencia crítica y comprometida que mira de frente a los postulados de la Teología de la Liberación. El marco sonoro para las declamaciones del Niño se concreta en largos desarrollos instrumentales –cinco de los ocho cortes superan los ochos minutos de duración; los dos últimos rebasan los diez– con las guitarras de David López y Es-

la propia Laura ejerciendo de anfitriona. La de Berkshire también ha dado un buen giro al timón sonoro de sus temas, pero el rumbo escogido para los mismos no puede ser más acertado. Ha recurrido a moldes clásicos del folk setentero –Joni Mitchell y Nick Drake no tardan en venir a la memoria– y ha tenido la valentía de recrearse en la suerte de los arreglos sin miedo a pasarse de rosca. La profusión de cuerdas y las soluciones de cariz jazzístico nunca empañan la belleza serena y contenida de composiciones como “Always This Way”, “Wild Once”, “Nothing Not Nearly” o “Wild Fire”. Y el disco te va atrapando de igual manera, suavemente y sin ademanes. CÉSAR LUQUERO

PETER DOHERTY “Hamburg Demonstrations” CLOUDS HILL-BMG



ROCK La r, se supone, imprime ca-

rácter y madurez. Porque Pete Doherty, el desastrado y casi desahuciado vocero de los Libertines y los Babyshambles, es Peter en solitario. Sí, con r. Como si una letra de más pudiese hacer sombra a una década de equilibrismo politoxicó-

DISCOS

Hijos del agobio. FOTO: ANNA PELETERO

teban Girón guiando los subidones climáticos de las composiciones, muy en consonancia con “IV” (2015), el disco de Toundra donde la depuración de su sonido llegó, por ahora, a su expresión máxima. Entre inmensos panoramas sonoros que remiten a los sospechosos habituales –Mogwai, Explosions In The Sky, Pelican...–, la voz se integra en un segundo plano –algo que dificulta, en primeras escuchas, la comprensión de los textos–, convirtiéndose en una especie de eco casi religioso que nos envuelve y acongoja con sus proclamas de violencia, pobreza y represión. Hay cumbres de una intensidad aterradora: “Hijos de la rabia”, las detonaciones noise

mano, pillaje indiscriminado y canciones beodas que, más que avanzar, han tropezado y trastabillado desde que el británico empezó su carrera en solitario. El problema es que con r o sin ella, a Doherty hace tiempo que se le empezó a agotar el mojo, y sus canciones son, en el mejor de los casos, voluntariosos esbozos marcados por algún ocasional golpe de magia. Ocurrió con “Grace/Wastelands” (2009), su anterior trabajo en solitario y presentación oficial de Peter, y ocurre también con este “Hamburg Demonstrations”, colección de temas compuestos en la última década que el británico recupera ahora entre guitarrazos deslavazados, voces somnolientas y un acabado como de maqueta casera que contrasta con los seis meses que pasó encerrado en un estudio de Hamburgo. La sombra de Ray Davies sigue sobrevolando todo lo que toca y añadiendo un plus de pedigrí inglés a sus composiciones, pero casi todo parece a medio hacer, como si a medio camino se le agotasen las fuerzas y no supiese muy bien cómo seguir con la canción. Solo la luminosa “Birdcage”, a medias con Suzi Martin, o la delicada “Flags From The

de “Un hombre”, la apoteosis final de “Europa muda” (escrita sobre el sitio de Sarajevo, revela toda su angustia contemporánea en versos como “Europa muda, el cementerio blanco donde puede terminar el ahogado sus cánticos dormidos”). Olvídense de comparaciones con “Omega” o los ensayos flamencos de Los Planetas y entren sin prejuicios en este lienzo de rigurosos vaivenes climáticos: “Para quienes aún viven” es otra cosa, al mismo tiempo familiar y nueva, la feliz simbiosis de unos músicos que han encontrado la alquimia de una belleza fuertemente anclada en las heridas de su tiempo, de nuestro tiempo. JUAN CERVERA

Old Regime”, su oda a la desaparecida Amy Winehouse, sobreviven a la desgana general de un disco que añade pocos amarres a una carrera a la deriva. DAVID MORÁN

TRANS AM “California Hotel” THRILL JOCKEY



SYNTHROCK TRANSFORMISTA

“Volume X” (2014), el décimo álbum de Trans Am, no terminó de cumplir las expectativas y desaceleró la tendencia al alza de la música del trío después de “Sex Change” (2007) y “Thing” (2010). “California Hotel”, el último trabajo de Nathan Means, Philip Manley y Sebastian Thomson, convence cualitativamente, pero sabe a poco. Con una duración inferior a la media hora, el undécimo trabajo de los de Maryland cuenta con ocho canciones, de las cuales ninguna alcanza los cinco minutos. Dejando de lado la brevedad, nos reencontramos aquí con el inconfundible sonido de Trans Am: un ejercicio de transformismo rebosante de ironía donde la concisión rítmica del math rock se entrelaza con la energía del heavy, el retrofuturismo kosmische, la fluorescencia glam y las voces

FUTURE ISLANDS “The Far Field” 4AD-POPSTOCK!



MELODRAMA SYNTHPOP Con la

piedra filosofal que fue “Singles” (2014), Future Islands dejaron resuelta la asignatura de la depuración estética. Tomando el relevo de estilo al último tema de aquel álbum, “A Dream Of You & Me”, ahora se afirman con un trabajo continuista y resonante que cincela su huella sonora a base de apasionantes dinámicas. “The Far Field” muestra una disciplina que los hace sonar definitivamente únicos, retumbar confiados en su tracklist más extenso hasta la fecha y moverse como bestias a la caza del siguiente título por devorar. Es su colección de canciones de mayor aliento, con una ambición ergonómica que apenas deja espacio a la agradecida “Candles” para destensar el nutrido metraje. La fórmula es redundante y, por momentos, parece anclada en la misma canción una y otra vez. Pero los ganchos son irresistibles: los sintetizadores tan OMD de Welmers, el bajo New Order de Cashion y el carisma de Herring encauzando el drama. Este último ha domado particularmente su pulsión interpretativa y también sus letras, claras y físicas (“Through The Roses”), que sustituyen las imágenes del aire, el agua y la luz de anteriores trabajos por una poética terrenal de continuas referencias al camino, la velocidad y el horizonte (“Ran”, “Beauty Of The Road”). Un opulento drama que encuadra perfectamente sus ansias de avance y conquista, iluminando la senda que va de la deslumbrante “Aladdin” a estelares destinos floridos (“North Star”) y nocturnos (“Shadows”, glamuroso broche a dúo con Debbie Harry). Un disco hermoso de épica contagiosa y corazón salvaje. CRISTIAN RODRÍGUEZ

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DISCOS ROCKDELUX

Pop celestial. FOTO: TXEMA YESTE

ME AND THE BEES “Menos mal” LA CASTANYA



POP REDONDO Menos mal que,

ante tanta desazón general, quedan aventureros que aún rastrean el Santo Grial del pop, la canción de corazón perfecto. El trío infalible Me And The Bees se ha reunido con la cumbre nacional de la melodía, Joan Colomo y Mau Boada (Esperit!) –a los mandos de la grabación– y Guillem Caballero (Els Surfing Sirles) e Inés Martínez de Albornoz (La Célula Durmiente) –a los teclados y los coros, respectivamente–, para continuar con su afán depurador de la música popular de tintes celestes. Su tercer álbum, “Menos mal” –continuación de “Fuerza bien” (2010) y “Mundo fatal” (2014)–,

más que un larga duración es una colección de sencillos sin caras B; una recopilación de best of con la sorpresa añadida de que son todo cortes inéditos y la suma asciende a quince. Entre sus melodías sixties con arranque indie noventero hay un despliegue de armonías vocales que rivalizarían con el muro de sonido marca Spector. Esther y Carlos, bajo y guitarra, se atreven por primera vez con los duetos (“True Bypass”), que se elevan a canto coral cuando los backing vocals de Verónica, la batería, se suman al primer término. Han invitado a todos sus amigos, y los que no estaban presentes tienen su propio himno (“Los Junquera”). Un disco que desde la primera pieza (“Feel Good”) aboga por la felicidad y el disfrute compartidos. AÏDA CAMPRUBÍ

acabarían conformando este “He’s Got The Whole This Land Is Your Land In His Hands”, su primer álbum como tal desde que en 2012 publicaron el homónimo “Joan Of Arc”. Hasta aquí, nada extraordinario, si no fuera por los espacios donde Kinsella ha decidido grabar su nueva colección de temas. Proyecto relevo de los héroes del emocore Cap’n Jazz, la trayectoria de Joan Of Arc siempre se ha caracterizado por buscar salir de las zonas de confort sonoras. En “He’s Got The Whole This Land Is Your Land In His Hands” ese ímpetu experimental los ha impulsado a hacer de, entre otros, una galería de arte, una pista de baloncesto o una nave industrial sus improvisados estudios de grabación. ¿El resultado? Si bien el disco está arropado por una atmósfera un tanto especial, la suma de estos once temas, por momentos demasiado obsesionados por no parecer excesivamente comunes y usuales, no da como rédito el mejor disco de Joan Of Arc. ORIOL RODRÍGUEZ

TIM DARCY “Saturday Night” JAGJAGUWAR-POPSTOCK!



ROCK-ART PUNK El cantante y

SOFT ERROR “Mechanism” VILLAGE GREEN



PAISAJES SONOROS Es un preciso ejemplo de serendipia encontrarse con este debut. Presentándose únicamente con sus nombres de pila, Tim y Rupert dejan en el anonimato una serie de obras previas en el terreno de la producción clubber y la composición de bandas sonoras para audiovisuales; con la seguridad de que esta alhaja de soundscapes electroacústicos –grabada en el Greenhouse Studio de Valgeir Sigurdsson en Reikiavik– lucirá sin ninguna duda. Ese error de cálculo con el que han bautizado el proyecto tiene que ver con los inesperados virajes que toman las canciones, como si un afortunado fallo durante la composición las llevase a finales inesperados en otros terrenos interesantes. Por ejemplo, cómo los acordes de piano mutan en una melodía sintética en “Silverblick”, o esos arreglos de cuerdas del último tramo de la electrónica “Hyena”. Juegan también con los contrastes de sintetizadores cristalinos, con la contundente base

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rítmica de “You Caught Up”, o con esa balada de piano digna de la película “Casablanca” –“Southend After Everyone Has Left”– enfrentada a la kosmische musik de “Turncoat”, para luego desencadenar un final de euforia lo-fi al estilo de Dan Deacon en “Everybody Runs”. Bajo el secretismo de Soft Error y alejados del ego de autor, se permiten experimentar en un vasto campo de trucos y atracciones que transforman la épica en realidad. AÏDA CAMPRUBÍ

JOAN OF ARC “He’s Got The Whole This Land Is Your Land In His Hands” JOYFUL NOISE-POPSTOCK!



ROCK El pasado 2016 Joan Of Arc celebraban el 20º aniversario de su formación. El grupo de Tim Kinsella, indiscutible impulsor creativo y único superviviente de la formación original de los de Chicago, conmemoró la efeméride pillando la furgona y pateándose los Estados Unidos de costa a costa. Durante ese periplo Kinsella aprovechó el tiempo libre para dar forma a los temas que

guitarrista de Ought ha bautizado su álbum de debut aludiendo a las noches y fines de semana durante los que fue registrado, de forma paralela al segundo álbum de su grupo, “Sun Coming Down” (2015). Y le ha dado contenido a través de una lectura más abierta de su inventario de influencias. Sí, aquí también se detectan rastros de Television, Violent Femmes o Pavement, aunque su canalización sea menos turbulenta y urgente, marcada en algunos capítulos por gestos de reverencia a The Velvet Underground. En realidad, “Saturday Night” quiere mostrarse como un álbum con diversas capas donde su autor ha evitado una propuesta homogénea para decantarse por un espacio cambiante y tornadizo, alimentado por alegóricos textos que nos trasladan sus luchas y dudas vitales. De ahí que encontremos vibrantes citas que remiten a su trabajo junto con el grupo residente en Montreal (Canadá) –“You Felt Comfort”– conviviendo en armonía con líricos himnos como “Still Waking Up”, instrumentales de corto recorrido –”First Final Days”–, movimientos de disonante introspección –“Beyond Me”–o ásperos ejercicios con el modelo art

punk en la trastienda como el que bautiza el disco. Pese a puntuales logros, “Saturday Night” termina mostrando sus costuras, más preocupado por la forma que por el fondo y con visos de desembocar en una resaca dominguera, producto de la limitada consistencia de sus ingredientes. SALVADOR CATALÁN

HOUSE OF WOLVES “House Of Wolves” MOONPALACE



DRAMERICANA El disco con el que

cierra sus puertas el querido sello Moonpalace Records, que tantas cosas nos ha descubierto y tantas sensibilidades nos ha despertado, es perfectamente representativo de su hacer artesanal, mimado, comunicativo. Por un lado, porque House Of Wolves es quizá el mejor ejemplo de lo mucho que ha servido Moonpalace para que conociéramos considerables talentos que, de otra manera, hubieran quedado perdidos en la maraña digital; por otro, porque este es un gran disco, y representativo del tipo de indagaciones que ha hecho Juanra Prado, dentro de la gran diversidad de estilos y formas que ha tocado: intimismo, sensibilidad y emoción con un vade retro a la ñoñería pop. Este tercer álbum (sin título) del estadounidense Rey Villalobos, o sea, House Of Wolves, da mayor espacio que los dos anteriores a la intensidad instrumental a través de la batería y las cuerdas, que engalanan la solemnidad acogedora de la inicial “I’m Here You’re There” y el mecedor broche con “Holy Roller Coaster”. Canciones en busca de asideros afectivos que Rey acomete con absoluta entrega en la voz, hecha de lamento recio y a veces sobrecogedor, como en esa nueva joya para su repertorio que es “Alabama”, un medio tiempo levemente country y derrotado. Un gran cantautor que merece estar entre los importantes contemporáneos del dramatismo norteamericano. RICARDO ALDARONDO

HALF JAPANESE “Hear The Lions Roar” FIRE-POPSTOCK!



LO-FI Escuchando discos como “Hear The Lions Roar”, salta a la vista que Half Japanese siempre han sido mucho más que los sumos portavoces de la ortodoxia lo-fi. En su

caso, cada LP es un nuevo capítulo dentro de su atolondrada reescritura de la historia del rock. Tales intenciones vuelven a hacerse patentes en cada uno de los trece cortes que integran su nuevo álbum: el tercero desde que en 2014 Jad Fair volvió a dar vida discográfica al grupo. Ya sea a través de la psicodelia kraut que guía “It Never Stops”, el exultante colorido pop que luce “Hear The Lions Roar”, la atmósfera hipnótica que inunda “On The Right Track” o el deje caribeño que desprende “On Top”, las variables instrumentales parecen inagotables. Asimismo, la voz de Fair sigue conservando ese encanto a lo Lou Reed prepúber. Da igual que su hermano, David, ya no lo acompañe en la banda nodriza; en todo momento, las canciones se suceden como el reflejo de un Jad que parece abonado a una segunda juventud perpetua. Y que la capacidad de sorpresa siga intacta después de más de cuatro décadas solo puede ser obra de alguien que, lejos de repetirse sin más, va ganando matices con el paso de los años. MARCOS GENDRE

DEAD BRONCO “Bedridden & Hellbound” DEAD BRONCO-GRAN SOL



COUNTRY & PUNK Forajidos cada uno a su manera, el punk y el country (o viceversa; en este caso el orden de los factores no altera el producto) han encontrado en Getxo un refugio a medida desde el que atrincherarse tras una vibrante y acerada orquesta de maderas y metales. Madera por el regusto añejo y tradicional que respiran unas canciones maceradas en la marmita del rockabilly y el blues pantanoso, y metales por las sacudidas eléctricas y el ímpetu acorazado con el que los de Matt Horan arremeten contra todo lo que circula por este “Bedridden & Hellbound”. Tres años después de “Penitent Man” (2014), el cambio es más que evidente: más velocidad, mayor tensión eléctrica y un aura punk que los lleva a atropellarse con ademanes desquiciados en “Keg Stand” y a ahondar en la densidad del blues en la envolvente “Stop Killing All My Friends”. No desaparecen ni los guiños hillbilly de “Florida Grown” ni el country más o menos clasicista de “My True Love”, pero los fichajes de Daniel Merino, Daniel Marín y el virtuoso y volcánico guitarrista Manu Heredia parecen haberle sen-

ROCKDELUX

tado de maravilla a una banda que, siempre con la vista clavada en el directo, sigue utilizando el sudor y la cerveza como pegamento para conectar lo mejor de los dos mundos. DAVID MORÁN

THE BLACK ANGELS “Death Song” PARTISAN-[PIAS] IBERIA & LATIN AMERICA



PSYCH ROCK The Black Angels

nunca han tenido problema en rendir homenaje explícito a los héroes de la psicodelia. Al contrario. Si lo hacen con mayor o menor fortuna, siempre será según se le pregunte a seguidores o a detractores –los mismos que se ensañaron con “Indigo Meadow” (2013), acusado de cursi y pretencioso–. Pero con “Death Song”, más referenciales que nunca –ese clásico de The Velvet Underground que da nombre tanto a la banda como a su nuevo disco–, parecen querer tapar bocas. Abrasivos, aparcando los Farfisa en favor del fuzz y subiendo densidad en formación de a cinco. Menos cercanos a Fleetwood Mac y más a Led Zeppelin. La mano del productor Phil Ek (tierna en Fleet Foxes, punzante con Mudhoney) aquí afila el característico sonido psych rock del grupo para destilarlo, venenoso y soñador. La línea (re)abierta por el grupo en su anterior EP, “Clear Lake Forest” (2014), se adentra más en la guarida del lobo de la mano de melodías mántricas (“I Dreamt”, la oscura apertura con “Currency”) y leves escarceos con la melancolía post-rockera y el stoner. En Austin, que presume de ser un oasis en la ultraconservadora Texas, también hay tradiciones que quieren preservarse. Como si fuera la California de los sesenta hoy, hogar de raros, “catarsis emocional en un clima dominado por la división y la ansiedad”. Sin descubrir nada ni pretenderlo, desde allí los Ángeles Oscuros cabalgan lentos reafirmando que la psicodelia sigue siendo útil como evasión (y, a menudo, también victoria). MARTA PALLARÈS

RICHARD PINHAS “Reverse” BUREAU B-GRAN SOL



SPACE ROCK Richard Pinhas se

define como materialista en el sentido filosófico –y no económico– del término. Aun así, y coincidiendo con

un momento difícil en su vida, tras la muerte de sus padres, una ruptura sentimental y un cambio de piso y ciudad, aceptó que le leyeran las cartas del tarot. De todo ello, de la diáspora emocional, del tarot, del cambio obligado y la fractura impuesta, ha surgido “Reverse”. El título admite varias traducciones al castellano y todas son válidas dado el contexto en el que se gesta el disco: inverso, opuesto, contrario, dar marcha atrás... También significa revés, y varios reveses personales son los que han generado sus cuatro largos temas. Otro dato, otra pista si se quiere: es una producción de Heldontyrell, una palabra de ciencia ficción que amalgama el nombre del grupo de Pinhas en los setenta, Heldon y su rock espacial, y la corporación que creaba y aniquilaba replicantes en “Blade Runner” (Ridley Scott, 1982), Tyrell Corporation. Nada traiciona estas pistas y estados de ánimo. Los cuatro temas auscultan la electrónica sideral mezclándola con las enseñanzas de la cábala a la que Pinhas es adicto. Largos pasajes, derivas o devaneos instrumentales conducidos por el autor y Oren Ambarchi, secundados por las baterías y percusiones fantasmáticas de Arthur Narcy y William Winant y los sintetizadores analógicos registrados en Tokio de Masami Akita (Merzbow). Puestos a escoger un tema, me quedaría con “The End”, que no es el último sino el segundo: hipno-ambient-noise-spacepsicodelia de la buena. QUIM CASAS

SOUTHERN CULTURE ON THE SKIDS “The Electric Pinecones” KUDZU-PROMOLA!



“Grey Skies”, que parece emular a los Doors). Y, por supuesto, el humor sigue desatado, como en la socarrona y muy “zappeana” “Midnight Caller” o la saltimbanqui “Rice And Beans”. El álbum logra, en su totalidad, esparcirse estilísticamente y no resultar reiterativo: nada conmociona, pero el conjunto hace gala de una producción envolvente y una diversidad sónica refrescante. XAVIER GAILLARD

pasión por el diseño y el factor experiencial de la música de club a su máxima expresión, Aubin-Dionne se rinde ante el imperio absoluto de la estética y el placer. “I Won’t Judge”, “You Can’t Deny” y “To Say” son puro MDMA digital y “Fall”, “Dundas Collapse” y “You See All My Light” se adueñan del rumor de una gran ciudad a altas horas de la madrugada. Aubin-Dionne demuestra un dominio total de las voces sampleadas y alteradas, inyectando una sensualidad extraña en sus temas. Tom Krell (How To Dress Well) pone el contrapunto humano a esas trazas de R&B robotizado con el registro nervioso y casi adolescente de su voz en “True”. JUAN MONGE

DISCOS

teto germano posee un abecedario propio. Así sucede en su percepción de la electrónica orgánica expuesta en “Totem”, un prodigio de EBM en modo Barry Adamson. Lo mismo ocurre en “Spark”, un cruce neutro entre High Places y Björk. Desde otros prismas, la ferocidad post-punk se impone en “Terms.”, mientras que “Sinus Tarot” está insuflada de polirritmia alucinada. En cualquier caso, la amplitud del espacio sonoro está marcada por el protagonismo central de la batería. Entre golpeo y golpeo, el margen de acción es donde la carismática Zooey Agro se revuelve entre un caudal expresionista de inflexiones vocales, como en “Rattle” y “.Terms”, piezas que cobran vida a través de turbadoras demostraciones a capela. En una palabra, inagotable. MARCOS GENDRE

JACQUES GREENE MULATU ASTATKE & BLACK JESUS EXPERIENCE

“Feel Infinite” LUCKYME-MUSIC AS USUAL



HOUSE UX Hay algo inconmensurable en la energía que se libera en el club: con los graves sacudiéndote la pared abdominal, el bombo rebotándote en la nuca, la mirada perdida en el vacío y un halo que te rodea haciendo brillar tu silueta mientras todo se desvanece a tu alrededor. Philippe Aubin-Dionne –ese es el verdadero nombre de Jacques Greene– conoce esa sensación. Su sonido es como una simulación en 3D de esa explosión de oxitocina. A lo largo de los últimos siete años, el productor de Montreal ha ido definiendo una marca de fábrica que alcanza su mejor factura en “Feel Infinite”. Es una síntesis perfecta entre el éxtasis house y el misterio opresivo de una forma evolucionada de pop. Llevando esa

“Cradle Of Humanity” BJX

13 YEAR CICADA “Totem Tongue” GANDULA



OUT ROCK Banda procedente de

Berlín, 13 Year Cicada se estrenan de largo con un trabajo que reivindica la magnitud de su propuesta. “Totem Tongue” es un esfuerzo monumental donde, al usar vibráfono en vez de guitarras, le dan una vuelta de tuerca al concepto postrock: tocar con instrumentos rock mediante texturas y timbres ajenos al género. El cuerpo musical se nutre de pioneros como Bark Psychosis, lo cual se hace evidente en “Teeth” y “Vertigo”. No obstante, este cuar-



E THIO-JAZZ-HIP HOP El grupo australiano Black Jesus Experience, originario de Melbourne, experimenta con el jazz etíope y la música afroamericana. Su quinto álbum lo comparten con Mulatu Astatke, el pope del ethio-jazz, con el que llevan tiempo colaborando en directo. Participa al vibráfono, piano eléctrico, congas y timbales para reproducir el característico sonido pentatónico, en el que tiene también un protagonismo destacado el rap de Liam Monkhouse. Otro que aporta rimas es Tibor Bacskai; ambos se turnan en los tres primeros temas, “Wubit”, “Sabye” y “Until”, colándose entre arreglos jazz y funk. La encargada de

ROCK El ritmo trepidante, las palma-

das, la guitarra procesada y la lírica espiritosa de “Freak Flag” plasman a todo trapo las piñas eléctricas que presiden el nuevo álbum del trío de Chapel Hill, una imagen que además se adhiere a la perfección a su consolidada línea musical: el encuentro semijocoso entre el rock y las raíces. El disco no abre nuevos caminos, pero reboza energía y vivacidad, a veces de una forma abiertamente retro (las seudocasposas “I Ain’t Gonna Hang Around” y “Given To Me” parecen salidas del Nashville de los sesenta). La fórmula, si bien parecería manida, divierte gracias a un siempre entretenido trabajo guitarrero, la furtiva aparición de pegadizas melodías (“Waiting On You” y su bajo decidido) y la guasa generalizada. Musicalmente, prosiguen su deconstrucción del rockabilly y géneros circundantes, lo que deriva en pistas de instrumentación ebria o tambaleante (el cowpunk discreto de “Swamp Fox”; el piano de “Downward Mobility”, propio de un barucho nocturno, o la pantanosa

BALA “Lume” MATAPADRE



ROCK INCENDIARIO Hay grupos capaces de hacerte estallar la cabeza en un concierto. Bala son uno de ellos. Su directo es arrollador, y su sonido remite a los años noventa, al grunge, a bandas como Hole, Kyuss, Nirvana, Melvins o Babes In Toyland. Contundencia rítmica aderezada con un dúo de voces demoledor. Tras el impacto de “Human Flesh” (2015), Anxela y Violeta vuelven a la carga con un segundo larga duración más visceral, más potente y, si cabe, más intenso. No hay ni el más mínimo respiro: nueve cortes que son una auténtica deflagración. Nueve cortes de hardcore aliñado con punk, metal y grunge que son capaces de hacer que salten trozos de metralla y que consiguen su objetivo

Queman. FOTO: LEO LÓPEZ

principal: atronar. Aparte del inglés, la gran novedad que nos encontramos es que Bala se lanzan a cantar también en castellano y en gallego. Su sonido desprende energía y crudeza, pero está mucho más definido que en su anterior entrega. Canciones como “Omertá” nos llevan a un reino de rabia y oscuridad en el que Sepultura no están

muy lejos. También nos encontramos con carreras por la supervivencia –“Vives”–, con ecos grunge anfetamínicos –“Vitamina”– y con el olor a napalm por la mañana –“Humo”–. El incendio se extiende por Japón y Australia, países que visitarán en la próxima gira de presentación. ¡Lume! FERNANDO FERNÁNDEZ REGO

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DISCOS ROCKDELUX

poner acento etíope es la cantante Enushu Taye. Y el folclore resplandece con la intro del masenqo –rústico violín de una cuerda– en “We Pray”, lograda sinergia que integra canto etíope, spoken poetry y rap. La importancia de los vientos en el sonido se resalta en una producción dirigida por Peter Harper (saxo tenor) y Ian Dixon (fiscorno). De la mezcla se cuida Jono Podmore, el yerno de Irmin Schmidt, con un gusto por el revivalismo cuyo prototipo son los ocho minutos de “Netsanet”, con beat funk, Mulatu luciéndose al vibráfono y MCs en clave old school primero y luego jamaicana. Es un nuevo subestilo que añade al acid jazz canónico matices pentatónicos, algo que reafirma el postrero “It’s Time”, con el mullido colchón de un teclado Rhodes y la mirada puesta en Etiopía y el hip hop concienciado, hasta recuperar el esencial masenqo para recordar que el mood abisinio viene de los antiguos juglares azmaris. RAMON SÚRIO

PIGS PIGS PIGS PIGS PIGS PIGS PIGS “Feed The Rats” ROCKET



ULTRAHEAVY El punto de partida del quinteto de Newcastle podría encontrarse en el heavy oscuro y cazurro de Black Sabbath, pero el

paso del tiempo ha hecho posible que la definición actual que más les casa sea el del cruce entre los Dinosaur Jr. de “Don’t” (ningún otro tema que tenga que ver con J Mascis alcanzó esas cotas de ultraviolencia y desesperación), los Unsane de los comienzos y los Die Haut de “Dumb Europe” (uno de los pocos cortes cantados de la trayectoria de los berlineses, interpretado de forma desasosegante por un Nick Cave antes de la desintoxicación). Su álbum de debut –antes hubo un maxi compartido con The Cosmic Dead, en 2013– son tres únicos temas –dos de más de quince minutos, “Psychopomp” e “Icon”, y uno que no llega a cinco–, abrasivos, atosigantes, catárticos, primitivos hasta el límite... Para entender qué quiere decir esto basta con escuchar “Sweet Relief”, la canción corta, y tener la sensación de que el fantasma de Lemmy está pidiendo auxilio desde allí donde se encuentre. El “fantasma” es, en realidad, Matt Baty, el vocalista del quinteto, quien explica que su forma de cantar le viene impuesta por la mera necesidad de hacerse oír sobre el grupo en el diminuto local de ensayo con que cuentan. Sí, realmente brutos, carentes de la más mínima delicadeza, tocando sin cuartel como si la vida les fuera en ello y se tratara de no dejar ni un testigo vivo. JESÚS RODRÍGUEZ LENIN

I AM DIVE “Music For Silent Running” WE ARE WOLVES



BANDA SONORA Aseguran I Am

Dive que, tras nueve referencias en poco más de seis años, se estrenan en el mundo de las bandas sonoras con “Music For Silent Running”. Habrá que creerles, aunque cuesta. Traiciona el subconsciente por la ya contrastada capacidad evocativa de la música de los sevillanos: imposible disociarla del carrusel de imágenes que siempre desencadena su escucha. Ahora, por primera vez, el acompañamiento visual viene dado. Como hiciera Nicolas Jaar hace un par de cursos con “El color de la granada”, I Am Dive rescatan una antigua cinta y le dan una nueva vida sonora. El experimento, interesantísimo, debería cundir. La escogida en su caso es “Silent Running” (1972), película de ciencia ficción dirigida por Douglas Trumbull (responsable de efectos especiales de “2001: Una odisea del espacio” o “Blade Runner”) y estrenada en

DIRTY PROJECTORS “Dirty Projectors” DOMINO-MUSIC AS USUAL



ART POP ALIENADO Sus declara-

ciones tildando al indie rock actual de irresponsable y poco innovador muestran a un artista desencantado, decidido a predicar con el ejemplo de una música sin complejos que sacrifique lo que sea necesario. Dave Longstreth abre el trabajo más polarizador de su carrera colocando la integridad del proyecto ante todo y parafraseando a Gene Simmons con aquello de “a band is a brand”. Lo hace en la cibernética balada “Keep Your Name”, donde asoman los primeros reproches de un disco que narra su ruptura con Amber Coffman y la desintegración de un grupo del que ya se había descolgado Angel Deradoorian. De Dirty Projectors solo queda un hombre triste, de sombra silueteada sobre fondo multicolor, que desvía el foco universalista de sus letras hacia su mundo interior. Allí abundan enajenadas citas a su repertorio, descarnadas confesiones sobre su expareja (la exfoliante “Up In Hudson”) y moralejas sobre el arte, la soledad y el amor como competición. Sus habituales

Catarsis personal. FOTO: JASON FRANK ROTHENBERG

diagramas de Venn ilustran nuevamente el artwork, esta vez en madera resquebrajada, mientras que las burbujas art pop se enfrían con una melancolía digital deudora del “808s & Heartbreak” (2008) de Kanye West. El sonido lo ha diseñado junto con Elon Rutberg y Mike Dean (acólitos de Ye), con Tyondai Braxton y Mauro Refosco cosiendo un tapiz de found sounds que embellece el glitch a lo Bon Iver, y Solange y Dawn Richard como nuevas musas en la samba “Cool Your Heart” (pura envidia para Vampire Weekend). Las vomitonas de expresividad rozan lo protésico en canciones como “Death Spiral”, “Work Together” y “Ascent Through Clouds”, que

suenan irónicamente esdrújulas, demasiado conscientes de sí mismas. En otros tramos, el acabado multicapa se decora con bucólicos arreglos de cámara y epifanías de órgano (reveladora “I See You”). “Dirty Projectors” suma, por tanto, dos crisis de identidad: una personal y otra estética. Doble catarsis para un Longstreth autista y superdotado, tan ansiolítico como rematadamente entretenido, tan acusador como vulnerable (“Little Bubble”). Un productor-bisagra cuya mano maestra sabe conectar a These New Puritans con Procol Harum, a Rick Rubin con Paul Simon y a Timbaland con Robert Wyatt. Aunque la carambola lo coloque al filo de sí mismo. CRISTIAN RODRÍGUEZ

España como “Naves misteriosas”. Uno puede imaginársela casi sin verla gracias al dúo: en un futuro posapocalíptico, con la vida vegetal y animal agonizando, el hombre empieza a ser un extraño en su propia casa. Quizá por eso no hay rastro de la característica voz de Esteban Ruiz, pero poco importa. Este minucioso ejercicio instrumental entre el postrock (“Opening Title”), la IDM (“Rebirth”) y el ambient (el díptico “Sunrise” / “Sunset”), con entidad propia más allá del filme que acompaña, se basta y se sobra para remover. VÍCTOR TRAPERO

VARIOS “T2 Trainspotting” POLYDOR-UNIVERSAL



BANDA SONORA El mito genera-

cional de “Trainspotting” (1996) se explica a partes iguales por la bofetada de realidad que supuso la entrega de Irvine Welsh, Danny Boyle y John Hodge y por una banda sonora que definía una época y de la que, además, fue su última celebración. El canto del cisne. Ahí estaba un line up con IGGY POP, Brian Eno, Primal Scream, Sleeper, New Order, Blur y Damon Albarn –a solas–, Lou Reed, Pulp, Bedrock, Elastica, Letfield y UNDERWORLD, en el que solo faltaron Oasis, quienes declinaron participar al creer que la película trataba, precisamente, sobre la decadente y arraigada afición de observar trenes. Todo, poco antes de que la producción discográfica del 97 acabara con la fiesta. Si la secuela “T2 Trainspotting” (Danny Boyle, 2017) peca de ejercicio nostálgico en pleno revivalismo –échenle la culpa a la incapacidad de la cultura popular de crear nuevos fenómenos–, su banda sonora rescata “Lust For Life” (ahora remezclada por THE PRODIGY) y “Slow Slippy”, las canciones más asociadas a la película en la memoria colectiva. Repiten BLONDIE (“Dreaming”) y reinan YOUNG FATHERS con “Get Up”, “Only God Knows” y “Rain Or Shine”. Así suena la Edimburgo del siglo XXI. También figuran WOLF ALICE, HIGH CONTRAST, THE RUBBERBANDITS, RUN DMC, THE CLASH, FAT WHITE FAMILY, FRANKIE GOES TO HOLLYWOOD y QUEEN con “Radio Ga Ga”, lo que suena algo a broma (véase la escena). Y es que uno visualiza más a Welsh trapicheando por el Leith ochentero al ritmo de los Fire Engines que al de Mercury. CESC GUIMERÀ

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BOSS HOG “Brood X” BRONZE RAT-POPSTOCK!



ROCK Cristina Martínez, la jefa de

Boss Hog, decidió parar máquinas sine die una vez terminó la gira del estilizado “Whiteout” (1999) para centrarse en la crianza de su primogénito y, más tarde, compatibilizar dicha responsabilidad con su trabajo como directora de producción en la revista culinaria ‘Bon Appétit’. Ahora que el mozo va camino del campus, ha decidido reanudar la actividad secundada por la formación clásica de mediados de los noventa y Mickey Finn –Heavy Trash, The Left Banke– sustituyendo frente a los teclados a Mark Boyce. El año pasado Amphetamine Reptile reeditó su debut, “Drinkin’, Lechin’ & Lyin’”, original de 1989, mientras que In The Red ponía en circulación “Brood Star”, competente EP que propiciaba el reencuentro con el grupo neoyorquino casi dos décadas después. Se barruntaba que Boss Hog volvía por la voltaica senda de “Boss Hog” (1995), hecho que se confirma al escuchar “Brood X”. Entre estándares propios, como “Billy” o “Elevator”, encontramos partituras que encajarían en el repertorio de los últimos Black Mountain –caso de “Black Eyes”–, pasajes de índole surfera –“Formula X”– e incursiones en la zona oscura, como “Sunday Routine”. Concisas y viscerales, aunque no exentas de filigrana instrumental, las nuevas canciones de Martínez y su equipo calan desde la primera escucha y crecen exponencialmente en los sucesivos barridos de láser. Regreso a celebrar. CÉSAR LUQUERO

DROPKICK MURPHYS “11 Short Stories Of Pain & Glory” BORN & BRED-[PIAS] IBERIA & LATIN AMERICA



ROCK Los chicos están de vuelta

tras cuatro años de silencio editorial, los que han transcurrido desde la publicación de su anterior largo, “Signed And Sealed In Blood” (2013). Hay bandas a las que, por su personalidad y razón de ser, debemos exigirles que vayan evolucionando trabajo a trabajo. Otras, por los mismos motivos, deben permanecer estancadas en lo que mejor saben hacer. Dropkick Murphys forman parte de este segundo grupo. Y, afortunadamente, su noveno álbum de estudio plantea muy pocas alternativas a su sonido de siempre, esa “hooliganes-

ROCKDELUX

ca” encrucijada en la que confluyen punk y folk irlandés. Lo que no quiere decir que no plantee ninguna. El primer cambio es un detalle aparentemente intrascendente, pero que seguro que ha acabado por influir, de un modo u otro, en el sonido del álbum: por primera vez, Dropkick Murphys se han trasladado hasta un rincón en el culo de Texas en lugar de grabar el disco, como habían hecho siempre, en su Boston natal. Un aislamiento que ha derivado en una colección de once temas donde aflora el lado más clásico de los norteamericanos. Sí, siguen siendo una banda de punk (ahí está la rabiuda “I Had A Hat”), pero en algunos instantes de “11 Short Stories Of Pain & Glory”, como en “Paying My Way”, se asemejan más a la versión más exaltada de su padrino Bruce Springsteen que a sus colegas Rancid. ORIOL RODRÍGUEZ

RENALDO & THE LOAF “Gurdy Hurding” KLANGGALERIE



VANGUARDIA JUGUETONA Hay una forma de ser vanguardia que engloba únicamente a tres representantes: los californianos The Residents y los británicos Snakefinger (ya fallecido) y Renaldo & The Loaf (Brian Poole y David Janssen). Música como de juguete, sofisticada en su pura sencillez; sin pretensiones, pero que convierte en esnob a quien manifiesta afinidad por esos sonidos pegadizos y resbaladizos a partes iguales... Renaldo & The Loaf han permanecido en silencio treinta años, desde que en 1987 –el año en que murió su compatriota Snakefinger– publicaron “The Elbow Is Taboo”. El tiempo transcurrido no ha modificado su esencia: siguen siendo los más raros de la clase (un patólogo y un arquitecto como profesiones de las que viven) y siguen entendiendo su música como una performance

varios pasos por delante, pero también que esa red de colaboradores funciona bidireccionalmente. ÁLVARO GARCÍA MONTOLIU

Iconoclastas.

surrealista no exenta de humor a lo Monty Python. En realidad, Renaldo & The Loaf son “los caballeros que dicen ‘ni’” del pop, unos amantes del folk medieval (de la Edad Media de otro planeta, todo hay que decirlo) que titulan su álbum de rentrée dándole la vuelta al nombre inglés de la zanfona –hurdy-gurdy, instrumento

modos casi cándidos con momentos de electricidad contenida, con el nexo común del buen gusto por encima de todo. JUANP HOLGUERA

KINGDOM “Tears In The Club” FADE TO MIND

WESLEY STACE

POST-CLUB En la última década,

“Wesley Stace’s John Wesly Harding”



Kingdom ha estirado los límites de la música de club (del post-dubstep al house de divas; del dancehall a la bass) entre los sellos hermanos Fade To Mind y Night Slugs. Por su cuenta, pero especialmente en colaboración con vocalistas R&B como Kelela o Dawn Richard, ha conseguido que esta corriente avanzada llegue prácticamente al mainstream. Alguien como él, que tan bien lee la pista de baile y sus renovadas necesidades, era el productor perfecto para titular un disco “Tears In The Club”, jugando inteligentemente con la ambivalencia: ¿son lágrimas de emoción o producto de esa violencia reciente generada en espacios supuestamente seguros? Llega en un momento crucial para él, que tiene un pie metido en ese underground del que emergió y esa radiofórmula a la que parece destinado, lo que lastra un trabajo con frecuentes destellos de genialidad. Encuentra en SZA y Syd (componente de The Internet) dos aliadas perfectas para su toma de asalto al mainstream. Incluso la entente que establece con el casi desconocido rapero Shacar es un éxito entre emocional e infeccioso, pero los tracks instrumentales, a pesar de sus rítmicas estimulantes, reclaman un vocalista para huir de su estética de demo. Demuestra con este disco que como investigador del club va

YEP ROC-POPSTOCK!



CANCIÓN ROCK Para que no quede

duda, Wesley Stace quiere dejar claro desde el mismo título de su nuevo disco que él es el artista antes conocido como John Wesley Harding. Tras casi veinte años utilizando el seudónimo como notable y chisposo cantautor, Stace comenzó una nueva carrera como novelista en 2004 utilizando su nombre de nacimiento, que ahora usa también en su faceta de músico. Y, aunque pueda parecer lo contrario, este no es el primer disco con su nombre y apellido reales, sino el segundo, ya que le precede un disco homónimo aparecido sin estruendo ni pompa en 2011. En esta ocasión, este también profesor universitario ha echado el resto aliándose con The Jayhawks, que ejercen como banda de acompañamiento de lujo. Juntos han dado forma a un álbum que aúna lo mejor de ambos proyectos: por un lado, está el humor lírico y el tino melódico de las canciones del músico inglés (afincado en Estados Unidos desde 1991), y por otro, la clase indiscutible de un grupo veterano pero bien engrasado como son los de Gary Louris –quien también produce el disco junto a Stace–. Y la magia surge en esta docena de preciosas canciones de rock adulto para paladares exigentes que combinan con acierto

RHIANNON GIDDENS “Freedom Highway” NONESUCH-WARNER



que suena de vez en cuando a lo largo del disco– y que igual mezclan violines con yodel tirolés absurdo (“A Convivial Ode”) o se sacan de la manga a alguien que canta con la locura de Yoko Ono en el estribillo (improbablemente) funk de “Scent Of Turnip”. Si no lo entiendes, ríete... Da igual: se trata de dejarse manipular. JESÚS RODRÍGUEZ LENIN

popular norteamericana: la trompeta con sordina y aire de speakeasy de “Hey Bébé”, el hoedown seudo bluegrass con violín rampante de “Julie”, el pantano a tres voces de “Baby Boy” (donde destaca el chelo de Leyla McCalla) o el duelo juglaresco huesos-banjo de “Following The North Star”. Aunque, por supuesto, la estrella aquí, más que la producción, es la voz de Giddens, cuyo rango realmente arrebata: emotividad, desenfado, serenidad, pesadumbre. Una adaptación chocante a cada tonalidad que dota de color a un material que, bajo otras cuerdas, podría sonar inerte e incluso pedante. XAVIER GAILLARD

FOLK-BLUES En su primer álbum,

“Tomorrow Is My Turn” (2015), la líder de los Carolina Chocolate Drops quizá pecó de eclecticismo, construyendo una colección de versiones interesante pero heterogénea en exceso. Aquí reina un ambiente más unitario, probablemente porque son en su mayoría composiciones propias, exceptuando los coros y órgano (que suenan poco sureños) de “Birmingham Sunday” –un tema popularizado por Joan Baez–, la minimalista versión de Mississippi John Hurt y una triunfante revisitación del soul-góspel de los Staple Singers. La variación en los sonidos sigue fluctuando, pasando de lo eléctrico (los vientos rítmicos de “Better Get It Right The First Time”) a lo seco (el blues Piedmont de “The Angels Laid Him Away”), aunque de forma más controlada y orgánica. “Freedom Highway” es también un ejercicio de instrumentación excelente, un recorrido por la diversidad de matices de la música

MIQUEL VILELLA “La línia màgica” MET



POP “La línia màgica” es el primer disco entero que Miquel Vilella graba en catalán, el segundo a su nombre –“Després del món/Farewell, Dear Towermen” (2014) era bilingüe– y el tercero de su carrera –debutó, como The Mighty Fools, con “You’re So Good To Me” (2011)–. Que su primer álbum en su idioma gire en torno al amor y sus circunstancias debe ser todo menos casual: ya en el tema titular se lanza al vacío porque cree en la existencia

DISCOS

de esa “línea mágica”, metáfora alpinista de un camino tan imposible a priori como real en el día a día. A esa toma de contacto, puro pop clásico y atemporal, le sigue un temazo con sabor a 80s como “Tot meu”, sobre el tópico del amor platónico: “Sé que me esperas, pero no sé quién eres”. En cambio, “Aixopluc” trata del amor no correspondido: “Tu nunca es para siempre. (...) Si no puedes ser mía, aquí me quedaré”. Y así, cada tema toca un aspecto distinto del amor: “Els amants salvatges”, “L’orgull i el perdó”, la separación (“Què fem amb la canalla?”; o sea, “¿Qué hacemos con los niños?”)... Es la primera vez que Vilella lo graba todo en estudio y con banda, y se nota: tan delicado como intenso, suena alto y claro, con pegada. Las fotos florales de Carles Fargas y el luminoso diseño de Ovni dan empaque a un concepto que no sería nada sin esas once canciones como soles, con ecos de XTC, Joe Jackson, Nacha Pop, Els Pets, Love Of Lesbian y tantos otros, pero con mucha, mucha personalidad... y mucho amor. ESTEVE FARRÉS

PETIT POP “Surf en la bañera” SONIDÓPOLIS



POP Lo que parecía un simple diver-

timento para sacar partido maternal a la capacidad de componer y cantar, y encontrar una nueva etapa en la difícil etapa de madurez del músico indie, se ha convertido en un cometido con entidad propia, casi una necesidad de interés social. Nadie quería señalarlo, pero muchos padres han sufrido en silencio el horror vacui a la hora de elegir música infantil: algo que no les haga daño, que les inocule el buen gusto melódico, que les divierta y apasione. Lo bueno de Petit Pop, además de cumplir todo eso, es que han logrado dignificar el género hasta convertirlo en una rama más del pop, con canciones que se sostienen por sí solas. Y con rimas inteligentes y reflexivas, con chispa pero sin chiste, adoptando el imaginario temático de los niños como pensadores e indagadores, no como adictos a la risoterapia. Absorbiendo todos los géneros populares sin ir cambiando de disfraz, este cuarto álbum transita por el rap florido de los primeros De La Soul (“Chuta el balón”), el rock’n’roll ramoniano (“Familias de ciudad”) o la sesentera canción veraniega (“Barbaridá”), con sus estupendos vientos y órganos, para introducir temas como el amor sincero o la llegada de un nuevo miembro a la familia, tomado en positivo (la berlanguiana “El hermanín”). Hay mucha sabiduría musical y vital en Petit Pop para niños y mayores, juntos y por separado. RICARDO ALDARONDO

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DISCOS ROCKDELUX

Western urbano.

SON VOLT “Notes Of Blue” THIRTY TIGERS



ROCK Según Jay Farrar, este es

su álbum más bluesero hasta la fecha, y ciertamente algunas de las canciones lo demuestran: el aporreo eléctrico urbano a lo Junior Kimbrough de “Cherokee St.” o el blues-country pastoral “The Storm”, donde se vuelca en el fingerpicking. Pero su imaginario sigue conectado a una mentalidad western. En efecto, algunas pistas logran un resultón cruce de caminos entre el blues y la crudeza sureña: “Sinking Down” combina una severidad eléctrica bottleneck con pasajes ensoñadores a medio tiempo, y “Cairo And Southern” es un frágil retrato de un pueblecito de Misuri. Incluso líricamente se encuentran lugares comunes (por

AMARAL “Nocturnal Solar Sessions” DISCOS ANTÁRTIDA-SUPERBALL MUSIC



R EVISIÓN ACÚSTICA Aunque Amaral llevan años instalados en el éxito masivo, su espíritu parece seguir siendo el de una banda de local de ensayo con la mente puesta en la tradición de los grandes de la reciente historia del rock: de Tom Petty a The Smiths o R.E.M. “Nocturnal Solar Sessions” complementa a su última referencia, “Nocturnal” (2015), y debería entenderse como un ejercicio de estilo o un divertimento inteligente con mucha miga. Aunque pasará a contar como una obra menor dentro de la discografía del dúo de origen maño –o una continuación mejorada de la misma jugada que ya hicieran en el anterior “Hacia lo salvaje” (2011), salvo que entonces la versión acústica del disco se ofreció como extra en la edición deluxe y esta vez se ofrece por separado–, hay motivos para considerarlo un lanzamiento inesperadamente interesante. Despojadas del revestimiento eléctrico y el efectismo sonoro del álbum original, la instrumentación acústica y la mezcla dotan de una importancia extra a las melodías y

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ejemplo: “I’ve spent all my money on whiskey and women”). La slide guitar que abre “Promise The World” conjura automáticamente un cálido paisaje crepuscular, configurándose como sólida entrada en el repertorio de baladas de Farrar, incluso más cercano al folk inglés que a las raíces norteamericanas. Ligeramente, el trueno guitarrero se va infiltrando; primero en “Back Against The Wall”, donde estila un soleo a lo Crazy Horse; y finalmente estalla en “Static” y “Lost Souls”, piezas rockeras de pocos acordes y distorsión rampante. Estas agresivas subidas de tono resquebrajan la desolada atmósfera de tugurio y poco aportan al conjunto. Si bien el fuzz bruto al estilo R.L. Burnside refresca el sonido de la banda, quizá en su totalidad el álbum peca de disperso. XAVIER GAILLARD

las letras de cada una de las trece canciones, que redoblan su efectividad emocional. El acierto es especialmente significativo en títulos como “La ciudad maldita” y “Chatarra”, que renacen con fuerza y madera de clásico. En general es una obra notable que merecería su traslación al directo. JUANP HOLGUERA

VITALIC “Voyager” CLIVAGE MUSIC-CITIZEN-MUSIC AS USUAL



ELECTRO Esperar que en 2017 Vi-

talic aún sea relevante cuando lleva una eternidad sin entregar algo del nivel de “OK Cowboy” (2005) es de ilusos. También porque el formato grabado nunca ha sido su fuerte, sino una excusa para seguir ofreciendo sudorosos directos. En este sentido, “Voyager” no muestra la segunda juventud de Pascal Arbez, pero sí contiene buenas ideas, que no se encuentran, precisamente, en sus escasos bangers, ni cuando pretende retomar la excentricidad pretérita (“Sweet Cigarette”, homenaje a “Warm Leatherette”, resulta inofensiva viniendo de un tipo que cantaba “prefieres la cocaína para bailar como una máquina”). Vitalic, de hecho, ha reducido la in-

tensidad maximalista en favor de la exploración de los subgéneros disco y, cuando abraza más explícitamente el pop mediante colaboradores vocales –algo nuevo en su carrera–, se muestra más inspirado. Con Miss Kittin propone un matrimonio entre Moroder y Air; con Mark Kerr justifica ese revival electro de los 2000 que empieza a llamar a la puerta, y con David Shaw ofrece un vitaminado batido space disco listo para irrumpir en las listas de ventas. Este retrofuturista choque de referencias en el que cabe hasta una versión de Supertramp es cuanto queda del artista que irrumpió en la escena a principios de siglo para insuflar nuevos aires a la electrónica francesa. ÁLVARO GARCÍA MONTOLIU

MAX RICHTER “Three Worlds: Music From Woolf Works” DEUTSCHE GRAMMOPHON-UNIVERSAL



NEOCLÁSICA El nuevo álbum de

Max Richter recoge su música para el ballet “Woolf Works” de Wayne McGregor, una producción del Royal Ballet (premiada en 2015, volvió al editarse el disco) inspirada en tres novelas de la gran autora inglesa Virginia Woolf: “La señora Dalloway” (1925), “Orlando” (1928) y “Las olas” (1931). El autor del aclamado “Sleep” (2015) recurre a varios tipos de instrumentación: él toca el piano y un sintetizador modular, y cuenta con un quinteto de cuerda y con la Deutsches Filmorchester Babelsberg, dirigida por Robert Ziegler. Cada bloque empieza con las palabras de Woolf, declamadas cada vez por una voz distinta. Así, el disco se inaugura con “Words”, donde oímos a la propia autora en la única grabación que se conserva de su voz, emitida por la BBC en 1937: “Las palabras del inglés están llenas de ecos, de recuerdos, de asociaciones...”. El bloque de “Orlando” lo abre “Memory Is The Seamstress”, recitado por Sarah Sutcliffe; y al principio de “Tuesday”, la pieza de veintidós minutos inspirada en “Las olas”, Gillian Anderson lee la nota de suicidio que la autora dejó a su marido (el 28 de marzo de 1941) con el ruido de las olas de fondo. Calma y serenidad, pese a todo, ponen digno broche a un bonito ciclo melódico, entre el neoclasicismo y el minimalismo, con momentos muy delicados y otros más dramáticos, pero apto para todo tipo de oídos, incluso los inexpertos en clásica. ESTEVE FARRÉS

CHRISTINE OTT “Tabu” GIZEH



B ANDA SONORA La alsaciana

Christine Ott, formada en el conservatorio, se ha hecho un nombre como pianista y especialista de las ondas Martenot, un teclado electrónico vintage que es la versión francesa y en sofisticado del theremin. Célebre por sus colaboraciones con Yann Tiersen, es una compositora y arreglista con tres álbumes a su nombre, el último una nueva banda sonora para “Tabu: A Story Of South Seas” (1931), postrero clásico del cine mudo que F. W. Murnau rodó en Bora-Bora. En su faceta de cineconcierto, también ha puesto música al documental “Nanuk el esquimal” (1922) de Robert J. Flaherty. Alternándose al piano, ondas Martenot y percusiones, construye una fantasía ambiental con dieciocho cortes y casi ochenta minutos de música, que entre la experimentación vanguardista y el neoclasicismo refleja el misterio de unas tierras lejanas y aún vírgenes, lugares remotos de naturaleza indómita y creencias sobrenaturales. Un periplo que pasa del idealizado Edén inicial al descenso a los infiernos que supone la civilización, reflejado por “Paradise Lost”. Con la colaboración de Torsten Böttcher al hang, protagonista absoluto en “Sorrow/Lover’s Dance”, la pieza más extensa, diez minutos de brillante exotismo contemporáneo; oscilando de los breves apuntes de un minuto a desarrollos como la pavorosa “Tempête/ The Tabu” final que ya había incluido en su anterior álbum, “Only Silence Remains” (2016). RAMON SÚRIO

AQUASERGE “Laisse ça être” ALMOST MUSIQUE-CRAMMED-KARONTE



POP VINTAGE Quinteto formado

por el batería de Tame Impala, Julien Barbagallo, Aquaserge es mucho más que un proyecto reminiscente de la pátina psicodélica de la banda madre. Con un pulso tan deudor de Morphine como de las fabulosas bandas sonoras jazz-pop de Serge Gainsbourg, el arco de sonoridades concentradas entre estas ocho canciones es tan amplio como inspiradora la fantasía con la que han sido ensambladas. A esto hay que sumar el brillante uso de las voces, siempre canalizadas como un instrumento melódico sumergido en un océano

donde post-rock, jazz, krautrock, samba, polirritmia, psicodelia y latido progresivo se equilibran en una desbordante variación libre y supercromática de Tame Impala, incluso más imaginativa. Barbagallo no tiene por qué rendir cuentas con el mainstream, lo cual le permite jugar con las texturas y atmósferas a niveles como los expuestos en las alocadas “Virage sud” y “Si loin, si proche”. Los de Toulouse se han lanzado a una aventura sónica de altos vuelos para la que, de verdad, hay que tener los oídos más abiertos que nunca; cualquier descuido podría hacer que se perdiera alguno de los ingredientes tan bien sazonados entre este gran carrusel de megapop vintage. MARCOS GENDRE

GÉRARD DEPARDIEU “Depardieu chante Barbara” BECAUSE



CHANSON Amigo íntimo y cola-

borador (esporádico: acudan a “Lily Passion”, espectáculo live que quedó inmortalizado en 1986 en un doble álbum hoy descatalogado) de la Dama de Negro, Depardieu le rinde tributo a Barbara (1930-1997) a los veinte años de la desaparición de la cantante, compositora y pianista. Lo hace desde la máxima cercanía posible: el disco se ha grabado en el domicilio de la artista en Précysur-Marne, con el piano de Barbara y con el pianista de esta durante más de diecisiete años, Gérard Daguerre. Un acto de amor ejecutado con honestidad brutal, intensidad que quema y escasos adornos: ocasionalmente, se unen al piano acordeones, percusión y cuerdas. El mundo trágico y fundamentalmente pesimista de la parisina resurge intacto en la voz grave y seca del actor francés, ya sea recitando o semicantando. Una selección de trece piezas (más una coda-homenaje final, “Précy prélude”, firmada por Daguerre) que se detiene en esos picos que nunca deberían faltar en una antología de la historia de la chanson francesa (y universal): están “Une petite cantate”, “Le soleil noir”, “La solitude”, “L’aigle noir” –aquí versionada por Maria del Mar Bonet en 1981–, “Nantes”, “Ma plus belle histoire d’amour”, “Göttingen”... En París, este homenaje lo han podido degustar en directo durante diez días (dientes largos: entradas agotadas en minutos) en Bouffes du Nord. ¿A qué espera Marc Almond, que ya ha hecho alguna intentona,

ROCKDELUX

para grabar un álbum completo con el imponente repertorio de la autora de “Dis, quand reviendras-tu?”? El mundo (anglosajón) lo necesita. JUAN CERVERA

ç

LES SUEQUES “Moviment” EL GENIO EQUIVOCADO



RIOT POP El tercer álbum de Les

Sueques continúa de modo lógico la evolución emprendida con “Educació física” (2015) respecto a “Cremeu les perles” (2013). El cuarteto catalán se desprende definitivamente –hasta donde yo sé– de aquellas libérrimas apropiaciones de canciones ajenas (de The Velvet Underground a Ella Baila Sola) y alcanza mayor unidad en un sonido más rítmico, eléctrico y contundente. A ello ha contribuido la producción de la británica Margo Broom, quien ha trabajado con grupos como Goat Girl, y que les descubre un nuevo terreno por explorar (de hecho, junto con el disco en catalán, se han planteado grabar otra versión en inglés para el mercado internacional). Las letras de Blanca Lamar mantienen su obsesión por el movimiento y el ejercicio físico, la fricción real y metafórica de los cuerpos. Como cantaba Antonio Vega, la física es un placer, y ellas así lo sienten (además de reflexionar sobre la relatividad del tiempo en “Temps”). De hecho, el disco es una tensión constante entre esa acción positiva y el rechazo de aquellas actitudes cansinas que conducen al marasmo. Nunca sonaron tan punk, tan “te lo digo en tu cara”, como en “Res”, “Merda” o “Tu parles molt”, tres de los grandes hits del álbum junto con la ultraadictiva “Acció”. También muestran caminos novedosos en ellas en “Heroïna de Montserrat” y en “Dones antigues” (que recuerda bastante a Mary Timony). Un trabajo movilizador, revitalizador, para un grupo que hay que tomar cada vez más en serio. DAVID SAAVEDRA

THIEVERY CORPORATION “The Temple Of I & I” ESL-MUSIC AS USUAL



REHABILITACIÓN DOWNTEMPO

Sin duda, uno de los recursos más reconocibles, infalibles y, digámoslo claramente, facilones para el pop ha sido siempre el de la música jamaicana en sus diferentes avatares.

Como el blues. O el jazz. Condición si quieren necesaria, pero no suficiente, como en las matemáticas. Es decir, con la misma materia prima a unos les sale un churro y a otros algo sublime. ¿Ven ‘Master Chef’? Thievery Corporation, es decir, Rob Garza y Eric Hilton, llevan más de veinte años flirteando con el easy listening (su música no suele entrar con dificultad, dejémoslo aquí), con resultados más que apreciables cuando lo que se pretende no es revelar, o sí, el sentido de la vida (Howard Devoto lo hizo hace tiempo, aunque, según él mismo, no le sirvió absolutamente para nada). ¿Qué se bebe en Port Antonio, Jamaica? Una cuestión más pertinente tendría que ver con qué se fuma. La música de “The Temple Of I & I” es en realidad ideal para dejar de hacerse preguntas y, como se dice ya hasta en la puerta de los servicios públicos gracias a la decadente influencia norteamericana, disfrutar de la experiencia. Diferentes colores y sabores caribeños combinados por el dúo estadounidense con gusto, mucho gusto, acompañado de múltiples vocalistas y temas apasionantes como la psicoelectrónica instrumental del mismo corte “The Temple Of I & I”, hacen del gozoso noveno álbum de Thievery Corporation un infalible must have para tu terraza de distrito favorita este próximo verano. JOSÉ MANUEL CATURLA

de las obras de culto de los setenta. El soundtrack, apenas veinticinco minutos de música, no se editaría hasta 2004 (CD en Blast First Petite); en 2012 Scissor Tail lo recuperaría en vinilo. Y, desde entonces, la admiración por esta colección instrumental –que, de alguna forma, anticipa al Ry Cooder de “Paris, Texas” (1985)– no ha parado de crecer. Scissor Tail son, también, los impulsores de este homenaje, un hermoso doble CD –con anotaciones de Byron Coley– que convoca a varios guitarristas –LEE RANALDO, LOREN CONNORS, TIM RUTILI (Califone), ALAN LICHT, TOM CARTER (Charalambides), SUSAN ALCORN, PAUL METZGER, NATHAN BOWLES (Pelt)...– para que reinterpreten piezas del score y del repertorio de Langhorne. También acuden EUGENE CHADBOURNE, ELLIOTT SHARP, BOXHEAD ENSEMBLE, WHITE OUT, DANIEL BACHMAN... Se incluyen cortes que nacieron bajo su influencia (“Red Cross, Disciple Of Christ Today” de JOHN FAHEY) y varios tributos específicos (la batería indomable de CHRIS CORSANO en “For Bruce Langhorne”; la maestría acústica de STEVE GUNN en “For Bruce”). Gravemente enfermo desde 2015, esta reverencia con fines benéficos brilla como la necesaria reivindicación de, Greil Marcus dixit, uno de esos “rastros de carmín” que pueblan la música popular, figuras ocultas cuya influencia se desvela y agiganta con el paso del tiempo. JUAN CERVERA

NUU “Gloom” CYDONIA-BCORE



POP ELECTRÓNICO Formado por los polifacéticos Aida Oset y Guillem Llotje, desde su debut este dúo barcelonés ha entendido la música como una herramienta heterogénea, ampliándola a través de la danza y el videoarte. Su ambiente de trabajo es la penumbra que da título a “Gloom”, donde nada llega a definirse y los límites –y disciplinas– se confunden suavemente. Sus melodías, como si de una imagen gráfica de tratase, emergen de la calima con un preciosismo desnudo y delicado, lleno de matices tan conceptuales como sonoros. Entre las antítesis que su primer larga duración propone, encontramos recuerdos que vuelven a la vida a ritmo kraut en “Taxidermia”, momentos de espera a que emerja la luz natural tras una noche de neón en “Lights”, música que busca el silencio en “Ophelia” y juegos de espejos en la cadenciosa “Refraction” y en “OITMACTTA” (“Objects In The Mirror Are Closer Than They

DISCOS

Appear”), en la que incorporan un Omnichord y un Yamaha PS 20 a los aparentemente frágiles esqueletos de sus estructuras. Nada va a romperse, pero parece que NUU disfrute haciendo equilibrios en el punto de fractura del sonido y de la psique. El manifiesto del conjunto, curiosamente, les salió improvisando en el estudio con la ambient “Dhers”. Una canción que conduce a experimentar, a atreverse, e invita a un discurso que, a pesar de la ambigüedad, no busca confundir, sino resultar liberador. AÏDA CAMPRUBÍ

SINKANE “Life & Livin’ It” CITY SLANG-MUSIC AS USUAL



FAKE JAZZ Para explicar la música

que hace Sinkane hay que conocer al personaje que se esconde detrás. Ahmed Gallab es hijo de una pareja de profesores universitarios de Sudán que salieron de su país por la guerra. Tras un breve periplo en Londres emigraron a Provo (Utah, Estados Unidos), y durante esta última década el músico se ha asentado en Brooklyn (Nueva York). Él llama a su sonido “fake jazz”: una forma como cualquier otra de definir este feliz batiburrillo de funk setentero, pop negro, afro-rock, electrónica y free jazz con espíritu indie. En su tercer álbum ha buscado grabar feel-good music, melodías alegres y pegadizas para comba-

ROSALÍA “Los Ángeles” UNIVERSAL



VANGUARDIA FLAMENCA Rosa-

VARIOS “The Hired Hands. A Tribute To Bruce Langhorne” SCISSOR TAIL



FOLK/BANDA SONORA Figura importante (pero oculta) de la escena folk de los sesenta, el guitarrista Bruce Langhorne (Florida,1938) puso su talento al servicio de nombres punteros de la escena de Greenwich Village como Joan Baez, Richard & Mimi Fariña, Odetta, Tom Rush, Peter La Farge y, atención, Bob Dylan: búsquenlo en los créditos de clásicos como “Love Minus Zero/No Limit”, “Subterranean Homesick Blues”, “Maggie’s Farm” o “Mr. Tambourine Man” (él inspiró, además, la canción: Langhorne utilizaba en esa época un tambor turco). En 1971 Peter Fonda le encargó la banda sonora de “The Hired Hand” (aquí, “Hombre sin fronteras”), su debut como director, un western no muy bien considerado en su momento y que hoy es una

lía Vila posee un talento voraz, la clase de fuerza arrebatadora que trasciende géneros, dogmas y épocas, pero respeta la tradición por encima de todas las cosas. Sin esa tozudez con la que los puristas tratan de preservar el acervo flamenco como un cofre estanco, ella –nacida en Barcelona y sin ningún lazo con el cante en su entorno más cercano– no habría tenido nada que aprender. Lo hizo junto con Chiqui de la Línea, quien alimentó su curiosidad natural con el ansia del conocimiento y una técnica colosal. Así, Rosalía empezó a escarbar en la inagotable herencia del cante, iniciando un trayecto que halla en “Los Ángeles” su primera escala. Es un viaje que tiende puentes entre tradición y vanguardia con una sensibilidad pop y un tratamiento del flamenco en la guitarra y la producción de Raül Fernandez (Refree) que convierten cantes antiguos popularizados por cantaores como Manuel Vallejo, Manolo Caracol o La Niña de los Peines

Del dolor y la vida. FOTO: ÓSCAR GARCÍA

en canciones. Porque Rosalía es una moneda de dos caras: el año pasado tiñó su voz de R&B junto a C. Tangana y aquí elige cerrar con una versión descarnada de “I See A Darkness” de Bonnie ‘Prince’ Billy. Ese equilibrio entre ortodoxia y heterodoxia es vital para “Los Ángeles”. La guitarra de Raül es un telar, una balsa en medio de las corrientes de un dolor atávico que empieza a brotar con ese zurcido hecho de letras flamencas como “Del mundo leguas y leguas”, “Toma este puñal dorao”, “Que pases por mi pena” y “La chiquita picone-

ra” con que “Si tú supieras compañero” abre el álbum. “Los Ángeles” huele a sangre y saliva, a tomillo y romero. Es un disco sobre la muerte, pero sobre todo sobre el duelo: sobre la pérdida, el vacío y el dolor cuando resulta imposible articularlos. Es, por tanto, un álbum henchido de vida. Rosalía la derrocha en cada lamento hondo, en cada quejío seco, del susurro al desgarro imposible con que se rompe una voz tan permeable al dolor que hace temer que su propio cante pueda llegar a consumirla. JUAN MONGE

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DISCOS ROCKDELUX

tir unos tiempos oscuros y difíciles. Sinkane ha tocado con Yeasayer y Caribou, pero su gran ídolo es el nigeriano William Onyeabor, el sugar man del funk africano fallecido a principios de año. Ahmed Gallab lidera el supergrupo The Atomic Bomb! Band, con el que rinde tributo al legado de Onyeabor junto con el resto de músicos de Sinkane (bajo, batería y guitarra) y miembros de Hot Chip, LCD Soundsystem, Beastie Boys y Antibalas. Esa misma pretensión de disfrute en directo y fusión desprejuiciada es la que engrandece su proyecto en solitario, apoyado en canciones deliciosas como “Favorite Song”. JOSÉ FAJARDO

VÍCTOR HERRERO “Astrolabio” FEEDING TUBE



GUITARRA PORTUGUESA De Víctor

Herrero, gran instrumentista y cantante oculto, se ha escrito mucho en estas páginas. Espíritu libre, casado con la hierofante folk Josephine Foster, pasado escolástico, presente morador del río Barbate, mendrugo

como pitanza. Se le vio en el pasado Primavera Sound acompañando a Baby Dee. Dice que “Astrolabio” surgió, como casi todos sus proyectos, de manera casual. Grabado en Londres, en julio de 2015, no tenía pensado publicarlo, pero se dejó llevar por el entusiasmo de otros. Desde luego es un trabajo difícil de clasificar, como todo lo que hace Herrero. Desconozco la tradición que su instrumento favorito (guitarra portuguesa) encarna, aunque esa forma de lágrima lo hace ideal para el fado. Con él parece retornar a los planteamientos de “Anacoreta” (2009), su origen discográfico más conocido, aunque desde una perspectiva libre y expansiva. Así se muestran los dos cortes de inicio, ambos rondando los diez minutos: el más contemplativo “Tibi seris, tibi metis” (“cosechas lo que siembras”) y la vertiginosa “Lila”, pieza percusiva, también experimental, que rezuma Robbie Basho. Pocos le habrán sacado tantos matices y disonancias al instrumento ibérico como en “Fulgor”. “Trémulo” y “Ondulina” dulcifican la improvisación anterior, todas ellas aguzando la vista hacia la

Largo recorrido.

SIX ORGANS OF ADMITTANCE “Burning The Threshold” DRAG CITY-POPSTOCK!



FOLK PSICODÉLICO ¿Han tenido que pasar veinte años para que Ben Chasny se destape como un gran compositor de canciones? ¿Es injusto decirlo? Probablemente. La noción lineal de tiempo, aunque la circular tampoco consuele demasiado, es uno de los más catastróficos timos de la cultura occidental. El creador de los esotéricos Six Organs Of Admittance, como buen aficionado a la alquimia, lleva más de cuatro lustros dedicado, desde una inquebrantable modestia, a desencuadrar los cánones del acid folk, freak folk o folk psicodélico, como quieran llamarlo, si quieren llamarlo. No será el primero, pero sin duda es actualmente uno de los mejores por su maestría y delicadeza con la guitarra (pare-

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ce Bert Jansch quien ejecuta la instrumental “Around The Axis”), su originalidad como compositor (su punta de lanza sería una complicada técnica aleatoria para los dos álbumes de 2015, “Hexadic” y “Hexadic II”), su fondo teórico (es un lector insaciable de filosofía, aunque afirma que lo hace para combatir el aburrimiento; otros se drogan), y desde luego, su perseverancia (ya no me molesto en recontar su discos). Todo para llegar a la cercanía de “Burning The Threshold”, equilibrio sublime entre factores tan contrapuestos como la abstracción natural de Chasny, la repetición y la melodía. Tampoco encontrarán deriva en ninguno de sus surcos. Sí éxtasis revelador en maravillas como “Adoration Song”, “Under Fixed Stars” (con Damon y Naomi) o “Taken By Ascent”. ¿Nada nuevo bajo el sol? Probablemente. Pero brilla más que nunca. JOSÉ MANUEL CATURLA

vigorosa “Zarpar”, última pieza donde ya se ha hecho imprescindible su “Astrolabio”. JOSÉ MANUEL CATURLA

GABRIEL GARZÓN-MONTANO “Jardín” STONES THROW-POPSTOCK!



NEOSOUL Una brisa de cosmopo-

litismo parece recorrer el pop de un tiempo a esta parte, con ritmos latinos y caribeños como principales beneficiados. En su mayoría, experimentos que huelen a oportunismo. No es dudoso, en cambio, Gabriel Garzón-Montano, neoyorquino de padre colombiano y madre francesa: la fusión lo eligió a él. Su propuesta se mueve a un lado y al otro del ecuador. Esa combinación sobrevuela de forma natural “Jardín”, primer largo de una voz ya familiar: Drake, amigo de lo ajeno, le sampleó hace un par de años en la célebre “Jungle”, aunque ahí se acabaron prácticamente todas las conexiones entre ambos. Garzón-Montano esquiva terrenos hip hop y, más allá de esa “The Game” en la que resuena Timbaland, evita seguir la senda urbana impuesta por el de Toronto. Lo suyo es funk y, sobre todo, soul de salón en perfecta sintonía con la tradición, en la onda de actualizadores como Janelle Monáe, Justin Timberlake o un Pharrell Williams que podría aparecer en los créditos como productor y no sería una sorpresa. Pero ni él ni nadie: el propio Garzón-Montano se ha encargado de idear un barniz orgánico muy característico, especialmente en la sección rítmica, que convierte a “Jardín” en una experiencia absolutamente integral, coherente, homogénea. Quizá demasiado: en su escucha se termina echando en falta algún sobresalto. VÍCTOR TRAPERO

DUNE RATS “The Kids Will Know It’s Bullshit” RATBAG



ROCK La varita mágica del punk-

pop se tiene o no se tiene. Es difícil de explicar. Hay mil grupos que practican el género (melodías pegadizas, letras simples y guitarras poderosas), pero pocos que suenen realmente frescos o que sean capaces de conectar con el zeitgeist del momento. Pues bien, contra todo pronóstico Dune Rats la tiene. Y hace nada llegaron al primer puesto de la lista de ventas australiana. Lo

de contra todo pronóstico va porque solo hace falta ver una foto de la banda para que a uno le asalten todos los prejuicios de clase: tres zoquetes de Brisbane enamorados de la cerveza y los porros que posan al lado de plantas de marihuana. Vamos, el colmo de lo grosero y la obviedad para los amantes del buen gusto y la elegancia. Ahora bien, la sorpresa viene al escuchar las canciones de “The Kids Will Know It’s Bullshit” y comprobar que todas son hits. Una colección de estribillos cerveceros de alma power pop capaz de devolverte a tu adolescencia más alocada. El trío australiano recupera el espíritu del pop vitaminado yanqui de los noventa (aquellos grunges a los que les gustaban las melodías cazurras) con una facilidad que asusta, y casi sin proponérselo. Y es que “Braindead”, “6 Pack”, “Bullshit”, “Like Before” o “Demolition Derby” se acercan mucho a la idea de perfección del género. XAVI SÁNCHEZ PONS

GIRMA BÈYÈNÈ & AKALÉWUBÉ “Mistakes On Purpose” BUDA MUSIQUE



ETHIO-JAZZ El volumen 30 de la

colección Éthiopiques significa el retorno de Girma Bèyènè, un pionero del ethio-jazz. Compositor, arreglista, cantante y teclista autodidacta, originario de Addis Abeba, fue clave en la edad de oro de la música etíope, luego exiliado en Estados Unidos, donde llegó para actuar con la Walias Band de Hailu Mergia. Lo invitó el productor Amha Eshèté, para quien había grabado cuatro temas como solista en 1969, después reunidos en “Swinging Addis”, el volumen 8 de Éthiopiques. Tres de ellos se recuperan en su álbum compartido con el grupo francés AkaléWubé –con tres recomendables discos de neo ethio-jazz en su haber–, responsable de los arreglos. La producción de Francis Falceto contribuye a inmortalizar una resurrección que rememora las esencias, pero sin obviar la contemporaneidad. El mejor ejemplo es el tema “Tewèdjign Endèhu (Ahun Negèrign)”, ofrecido en dos versiones muy diferentes y complementarias, una lounge y otra rockera, que abren nuevas perspectivas al género. Otro hito son los nueve minutos de “Bèmèlkesh Aydèlèm”, mezclando spoken poetry con jazz y funk. Y para los amantes de lo más conciso, el single “Enkèn Yèlélèbesh”

es como trasladar a James Brown y el acid jazz a Etiopía. En “Muziqawi Silt” la música pentatónica se cruza de nuevo con el rock, y “For Amha” es un homenaje al visionario productor que se inventó un sonido tan elástico que les permite oscilar del recitado ambiental de “Sét Alamenem” al swing de “Tsegérèda”. RAMON SÚRIO

VARIOS “Bob Stanley & Pete Wiggs Present English Weather” ACE



ROCK/FOLK LLUVIOSO Los dos

tercios de Saint Etienne se descuelgan con otra de esas deliciosas recopilaciones temáticas que de tanto en tanto se sacan de la manga (Mr. Stanley es el más proclive a ello). “English Weather” le quiere poner banda sonora al mood del otoño británico, el de cielos grises y lluvia melancólica. Y lo hace rebuscando en las estanterías de muchos discos olvidados (y otros no tanto), fechados en el filo de los primeros setenta, antes de que el punk empezara a llamar a las puertas del infierno thatcherista. Son dieciocho cortes de rock impregnado de barro folk y colores psicodélicos, guiados por voces dulces, flautas campestres, armonías angelicales, guitarras locuaces y melotrones en espiral. Abren CARAVAN con “Love Song With Flute”, un corte de su álbum de debut (1969), y le siguen rarezas de THE ROGER WEBB SOUND, THE PARLOUR BAND, SCOTCH MIST y THE ORANGE BICYCLE (“Last Cloud Home” es una de las gemas del paquete). Entre los nombres que han pasado con más o menos fortuna el filtro del reconocimiento, piezas de BILL FAY, VAN DER GRAAF GENERATOR (“Refugees”, de lo que fue su segundo largo), JOHN CALE (con una muestra de “Vintage Violence”: “Big White Cloud”), DAEVID ALLEN y MATCHING MOLE (Robert Wyatt sigue estrujando el corazón con “O Caroline”). Música para escuchar con mantita, estufa y taza de te humeante, “English Weather” –que también fue el nombre de una tienda de discos londinense, según explica Stanley en las eruditas notas de libreto– chorrea belleza y añoranza; y lo hace acudiendo a piezas que generalmente serían despreciadas por los guardianes del buen gusto de temporada. Abríguense y abran las orejas. JUAN CERVERA

ROCKDELUX

ALGORA “Folclore del rascacielos” EL GENIO EQUIVOCADO



INDIE Víctor Algora siempre ha si-

do un compositor, además de francamente infravalorado, insólito en el indie español. Y no solo por la naturalidad con que ha introducido en esa escena un costumbrismo homoerótico ajeno a otras inercias establecidas, sino también por el magnífico acabado de sus canciones y por una voz que está por encima de la media. Podríamos considerar su aventura con el proyecto La Evolución del Hombre al Pájaro como un punto de inflexión que lo ha llevado a conseguir que este cuarto álbum sea el más logrado de su carrera. Algora combina el sonido electrónico y bailable de aquel trabajo con sus orígenes más pop-rock, en una síntesis que no puede disimular el influjo de New Order. “Canción de amor a Satanás”, de hecho, recuerda bastante a “Your Silent Face”, mientras que los bajos aportados por David Carratalá (otro de los grandes valores del disco) son reminiscentes de los de Peter Hook. También podría remitir a Family –o, al menos, a una de sus canciones– la omnipresencia del rascacielos como símbolo permanente del álbum. Puede ser una metáfora vital más o menos facilona, pero la combina muy bien con su reimaginación de una mitología clásica con invocaciones a la belleza, a las deidades grecorromanas, a lo apolíneo y lo dionisíaco, en un mundo urbano contemporáneo de noches eternas, cuartos oscuros, resacas y camas deshechas. “Me acosté con dioses y amanecieron hombres”, canta a fuego en “Dioses y hombres”; o “pienso en la paternidad / la biología lo impide” en “Círculo”. Pero, sobre todo, entrega un himno mayúsculo contra la homofobia en “Europa y el bosque enamorado”, cima épica de un disco a reivindicar. DAVID SAAVEDRA

SHERWOOD & PINCH “Man Vs. Sofa” ON-U SOUND/TECTONIC



DUBSTEP Segunda colaboración

intergeneracional entre Adrian Sherwood (capo de On-U Sound) y Rob Ellis (capo de Tectonic) tras el excelente “Late Night Endless” de hace dos años. En realidad, todo apunta a pareja estable y dispuesta a engendrar discos de todo menos incidentales. El título “Man Vs. Sofa”

sugiere a la vez una intención bien diferente a su trabajo de 2015, evolución lógica tras la pasión inicial del noviazgo. El dub como materia aglutinante sigue presente, como no podía ser de otra forma, pero la amalgama de influencias bajo un prisma más exploratorio o experimental, si cabe, predomina sobre la vertiente bailable, con excepciones como el 4x4 de “Retribution”, a lo LFO. Los temas vocales se limitan a dos, con un Lee “Scratch” Perry en plena forma, dando cuenta de la polirritmia espiritual de “Lies” y el grime de “Gun Law” para clausurar con potencia asesina una secuenciación global bien meditada por el dúo, uno de sus principales valores añadidos. Antes, el jazz-funk de “Roll Call” precede sutilmente a cortes de vibración cinemática como “Itchy Face”, la futurista “Juggling Act” o, leen bien, “Merry Christmas Mr Lawrence”. La línea melódica introductoria del clásico de Ryuichi Sakamoto es demasiado evidente aquí para eludir su título original. Pequeño gancho que no supera en emoción a la pieza madre, pero que evidencia la sensibilidad de un dúo en plena inspiración, asistido por más nombres de postín como Martin Duffy (Felt, Primal Scream), Taz (Def Jam) y el guitarrista Skip McDonald (The Sugarhill Gang). JOSÉ MANUEL CATURLA

THE BATS “The Deep Set” FLYING NUN



KIWI POP Como si para ellos el

tiempo no avanzara, los neozelandeses The Bats siguen editando discos y siguen haciéndolo con Flying Nun. Será porque ya pasaron más de tres décadas desde que Robert Scott se emancipara de The Clean (aunque siga tocando con ellos) y los de Christchurch firmaran “Daddy’s Highway” (1987) con el sello que define el Dunedin Sound y, por extensión, casi todo el pop facturado y por facturar en Nueva Zelanda. O quizá porque el grupo mantenga su formación original, que completan Kaye Woodward, Paul Kean y Malcolm Grant. La cuestión es que “The Deep Set”, noveno disco de The Bats, llega seis años después de “Free All The Monsters” (2011) con su habitual y deliciosa sencillez. Como marca la tradición de la casa, más melódicos –casi cercanos a sus vecinos The Go-Betweens– que los destartalados The Clean y los más

DISCOS

FUTURE “FUTURE” “HNDRXX” A1-FREEBANDZ-EPIC



TRAP Si ahora buscas “prolífico” en cualquier diccionario, es probable que al lado aparezca una imagen de Nayvadius DeMun Wilburn, alias Future, soltando barras en una cabina. Desde finales de 2014 el trapper es una máquina expendedora de álbumes y mixtapes que, sin estar siempre pulidos al cien por cien, hablan de un artista con estilo y mundo propios, tan propios que el crossover pop –a pesar de ya estar colaborando con Maroon 5 y Ariana Grande y de algo como “Selfish”– parece todavía un poco lejos. Future no está tan interesado en crear canciones redondas como en lanzar párrafos impresionistas sobre bases, a ser posible, mínimamente atrevidas. Él sabe que hay un público esperando, pero no parece interesado en acomodar su estilo a las fórmulas: “FUTURE” es un álbum oscuro, de sonido abrasivo, cuyos ganchos claros son menos melódicos que líricos. “Rent Money” tiene indirectas –casi derechazos– para Scottie Pippen, a cuya mujer se

complejos y arty The Verlaines. Lo evidencian desde la melancólica “Rooftops”, con sus guitarras mucho más limpias, herederas de su etapa escocesa. También en “Walking Man” y “No Trace”. “Antlers” es un viaje directo a sus pletóricos ochenta, y “Looking For Sunshine” y “Diamonds”, pretextos para los que los clasifican como ¿el grupo folk de Flying Nun? Sean lo que sean, son un referente de la época y un espejo para grupos posteriores como Scott & Charlene’s Wedding (australianos) y su “Mid Thirties Single Scene”, exquisito pop olvidado de 2016. CESC GUIMERÀ

EL PARDO “¡Europa sí!” AUTOEDITADO



INDIE ROCK POLÍTICO Aquella ex-

trema urgencia con que El Pardo debutó en “2013” parece haber sido consumida por el propio transcurso de los tiempos. La frenética realidad se ha adelantado al ritmo de grabación del combo madrileño, y así nos encontramos con que can-

Trapper atareado.

ligó, o para su ex, Ciara; temas como “Super Trapper” o “I’m So Groovy”, con títulos que hablan por sí solos, son ejercicios de alarde que abrazan una gozosa autoparodia. La melancolía llega en la parte final con canciones más cercanas al suelo que a la vida de lujo: “When I Was Broke” y “Feds Did A Sweep”. Publicado solo una semana después, “HNDRXX” es más melódico, pop y club-friendly, aunque no deja de ser rabiosamente personal. Aquí Future se alía con Rihanna y The Weeknd en sendos duetos: el primero, “Selfish”, quizá lo más cercano a un hit al uso que haya hecho nunca, y el segundo, “Comin

ciones como “PDRSNCHZ (NLNST)” suenan obsoletas en el momento de su publicación. Podríamos añadir que “Un yerno ideal”, sátira burda y poco ingeniosa sobre Albert Rivera, jamás podría competir con los memes de hace dos años en las redes sociales. Tampoco parece muy justificada la regrabación de cuatro temas ya incluidos en “2015” (aunque entre ellos figure el logradísimo y feroz “Nestlé”). Por lo demás, la banda mantiene ardiendo a pleno rendimiento su llama crítica, mucho mejor cuando esta se aleja de lo más obvio. Y, además, arriesga al apartarse del estilo más noisepunk de sus inicios para entregar canciones como “Skasta”, un frenético ska antipatriarcal en el que Raúl Querido canta “los señores de izquierdas también somos la casta” de un modo no exento de autocrítica (paradójicamente, la han grabado en el momento en que no hay ninguna mujer en el grupo). La más críptica “Amor, pureza y salvación” recuerda a Sr. Chinarro, aunque cortada por un giro más visceral; en “Europa sí” reflexionan sobre “los desastres de la paz” entre el metal y el spoken word, mientras que “Dinero gratis” es más glam metal. “Nuevo plan de jubilación” es una versión de Esquimales, grupo olvidado del infra underground madrileño y que ellos podrían haber firmado perfectamente, y “Un día más” sigue la tendencia de “La charla final” y “Somos todas”, en este ca-

Out Strong”, un pequeño asalto a los medios, entre otras cosas: “Es difícil separar las historias reales de las falsas / porque ahora si no tienen algo se lo inventan”. La pobre Ciara vuelve a recibir pullas en “My Collection” (“no sé qué te parecería si no tuviera millones”), aunque él no tiene ningún problema en culparse por el fin del romance en “Turn On Me”. Si nos creemos la animada “Incredible”, Future ya ha superado esta historia y disfruta de su vida y sus sesiones de yoga. En unos días, sabremos si mantiene el ánimo en otros tropecientos minutos de álbum o mixtape. JUAN MANUEL FREIRE

so con un poso de desesperación existencial: “Otros lo llaman distopía / tú lo llamas día a día”. Con la salvedad de las excepciones citadas al principio, sus canciones siguen siendo vigentes y necesarias. DAVID SAAVEDRA

TEENGIRL FANTASY “8AM” PLANET MU



TECHNO INTELIGENTE Teengirl

Fantasy siempre han tenido ojo para las colaboraciones, ya que pusieron en el punto de mira a Kelela o Lafawndah cuando apenas eran conocidas y hasta rescataron del olvido a Romanthony, la voz del french touch. Quizá por eso, y porque en estas conexiones es cuando más inspirados se han mostrado, sorprende que para su primer trabajo largo en cinco años el único invitado sea Khalif Jones, del proyecto de rap vanguardista Le1f. Claro que todo cobra sentido vista la propuesta de este nuevo disco, que recoge ideas de su debut, pues les gusta describirlo como la banda sonora para ese terreno de nadie que hay entre la salida del sol y el momento en que coges la cama tras una noche de fiesta. Atrás queda la vibración Chicago house o la sugestión R&B para encontrar una música que se intuye deudora del ambient psicotrópico y el techno inteligente y cósmico de los no-

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DISCOS ROCKDELUX

Poeta libre. FOTO: BUDDHY

LULA PENA “Archivo pittoresco” CRAMMED-KARONTE



CANCIÓN La cantautora, guitarrista y poeta portuguesa Lula Pena es una curiosa anomalía que trasciende géneros, con la única ayuda de su voz y una guitarra acústica que utiliza combinando el rasgueo de

venta. Cuesta creer que su anterior casa, R&S, les haya dejado escapar. El dúo, que siempre maneja con soltura texturas y humores, es el cómplice idóneo para emprender un viaje tan espacial como temporal, nutriéndose de recuerdos desdibujados, melodías balsámicas, beats templados y demás artimañas para generar un estado alucinado. Es un periplo nostálgico que no inventa nada, pero suscita pequeños estallidos de felicidad que ayudan a poner broche a la noche. ÁLVARO GARCÍA MONTOLIU

las cuerdas con la percusión en la madera. Se puede hablar, por hacer referencia al título, de un pintoresco metaestilo que incorpora elementos de folk, blues, flamenco, chanson, bossa nova, morna y phado –tal como a ella le gusta decir– en un temario con canciones propias y versiones. Es su tercer disco e incluye una

ría decir sonambulismo. La inventé como se inventan palabras y personas en los sueños, combinando varios componentes y uniéndolos, creando algo nuevo que no existe, pero que en su momento tiene todo el sentido”, apunta. Un disco dedicado a la noche dormida y soñada, que surge de un intenso brote de inspiración, de un encierro de dos semanas en su piso de Gijón durante el verano de 2016. Predominan los ritmos narcóticos y evocadores salpicados por poesía –“La noche cae”–, desvelos con alma de narcocorrido astur-alemán en clave slowcore –“Tequila”–, experimentaciones acertadas –“Niebla”, “Te contagié con mis sueños”– y ese folk mínimo e intimista que termina atrapándote por completo –“Tú cocinas”–. FERNANDO FERNÁNDEZ REGO

relectura de “Ausencia” de Violeta Parra, “Come Wander With Me” –sacada de un episodio de “The Twilight Zone”– y “Rose”, tributo al cantautor bahiano Ederaldo Gentil, llevándolas todas con su granulosa voz a un terreno introspectivo. Brasil tiene un peso específico importante al poner música a poetas y ensayistas contemporáneos en “Breviário” y “Pesadelo da história”. Pena autodefine su música como existencialista y rinde tributo en “Poema/Poème” al surrealista belga Louis Scutenaire. También muestra empatía por el Mediterráneo haciendo suya “Pes mou mia lexi” del griego Manos Hadjidakis y la canción sarda “A diosa (no potho reposare)”. La tradición es una fuente de la que se nutre, tal como demuestran “Las penas”, aproximación a una canción mexicana de la época de los primeros fonógrafos, o “Cantiga de amigo”, en la que evoca a los trovadores del medioevo. RAMON SÚRIO

avant metal de enorme complejidad rítmica que, en todo caso, ha añadido más crudeza a su agresividad explícita y nada latente (y eso no quiere decir menos elaboración, sino formas más compactas). Si antes bebían de la intelectualidad del sonido Canterbury y, sobre todo, de las maneras free rock de Henry Cow y Art Bears, ahora tienden, sin complejos, a un metal que orbita en torno al krautrock más experimental a lo Faust, a los momentos más desquiciados de King Crimson –“21st Century Schizoid Man”, “Larks' Tongues in Aspic”– o a una forma de psicodelia ultra que encuentra en tres temas entre los nueve y diez minutos –“The Gift”, “Undestroyed” y “Oxen Of The Sun”, esta con la voz de Dawn McCarthy– su definición wagneriana del rock. JESÚS RODRÍGUEZ LENIN

FREE SALAMANDER EXHIBIT FEE REEGA

“Undestroyed”

“Sonambulancia”

WEB OF MIMICRY

HUMO



FOLK ALUCINADO Fee Reega con-

sigue con sus trabajos que nos sumerjamos en ellos como quien se tira a los fondos marinos sin bombona de oxígeno. Sus canciones remueven las entrañas y captan toda nuestra atención hasta la asfixia. Como ya ocurría en “La raptora” (2014), nos lleva a su propio universo, inquietante y cargado de imágenes impactantes y oníricas. “Sonambulancia” se mueve entre el sueño y la vigilia, es el fármaco al que recurrir cuando te encuentran tirado en el suelo de casa dormido, pero con los ojos abiertos. “Inventé la palabra sin querer, cuando realmente que-

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PROG ROCK WAGNERIANO Los multinstrumentistas Nils Frykdahl, Dan Rathbun, Michael Mellender y David Shamrock, cuatro exintegrantes (no todos al mismo tiempo) de Sleepytime Gorilla Museum –una de las bandas estadounidenses de rock progresivo más interesantes del siglo XXI–, crearon en 2013 Free Salamander Exhibit –con la incorporación de Drew Wheeler–, así que, a priori, no debía por qué esperarse cambios notables entre ambas formaciones. Y, efectivamente, no los hay, salvo en matices. La ausencia de Carla Kihlstedt y su peculiar voz y su violín no se echa de menos, porque la esencia sigue inalterable:

DUKE GARWOOD “Garden Of Ashes” HEAVENLY-[PIAS] IBERIA & LATIN AMERICA



BLUES Colaborador habitual de Mark Lanegan, junto al que entregó en 2013 el hogareño y enigmático “Black Pudding”, el británico Duke Garwood sigue buscando nuevas maneras de traerse el blues al siglo XXI y aplicándose la máxima de que, por muy furioso que esté, lo que necesita el mundo es músi-

ca hermosa. Canciones de belleza retorcida como las que habitan en este “Garden Of Ashes”, un disco de apariencia grisácea que el de Kent colorea con paciencia y dedicación picoteando de ese blues herrumbroso que plantó bandera en los noventa y al que añade altas dosis de intriga, coros a un paso del góspel y guitarras con el mástil orientado hacia el espacio. Como un David Eugene Edwards despojado de amargura y misticismo o un Tim Buckley con el ceño fruncido, Garwood teje con dedicación un tapiz de temas aparentemente simples en el que la voz arenosa y los ritmos arrastrados van calando poco a poco, hasta que la belleza desnuda de “Sleep” y la parsimonia de “Coldblooded The Return” amenizan los últimos coletazos de ese apocalipsis que el británico recibe con los brazos abiertos y con un puñado de canciones de amor torcido como único escudo. Porque ya se sabe que donde hay amor y belleza también hay dolor y fealdad. DAVID MORÁN

CRUDO PIMENTO “Teleiste mouska” EVERLASTING



AVANT FOLK EXTREMO El dúo

murciano es una de las propuestas actuales más interesantes de la música en nuestro país, y con este “Teleiste mouska”, su tercer largo, merecen ser tenidos en cuenta como tales de una vez por todas. Siempre estilísticamente libres, su propuesta ya nadaba entre las aguas del punk, el folclore, el ruidismo, el calipso, el rock, el avant-garde y cualquier cosa que cupiera dentro de una canción. Pero ahora, en este primer disco cantado en castellano, suenan más seguros que nunca, más certeros y más electrizantes. Grabado con la improvisación como principal fuente de inspiración, cada canción esconde vericuetos inesperados. Hay tantas cosas que decir de estas doce imprevisibles obras de arte que cualquier texto está condenado a quedarse corto. Lo mejor es escuchar de primera mano cualquiera de estas brutales muestras de originalidad desbocada, que van del folk gore de la inicial “El guiso de tu hueso” al preciosismo africanista de “Mano santa”. En “Salve de los siete dolores” parecen una versión retorcida de Eliseo Parra, y en la extraña “Pesadilla rara” unos Café Tacvba de las cavernas. Cada una de estas canciones es un

argumento para colocar este álbum como una de las obras más imaginativas y valientes de la presente temporada. JUANP HOLGUERA

TALISCO “Capitol Vision” ROY MUSIC-FREELASTICA



POP Tres años después su debut, “Run” (2014), el trotamundos francés Jerôme Amandi retorna con un catálogo pop de viajes que no lo es tanto. De hecho, lo que él considera como una materialización sónica de sus excursiones no deja de ser una variación menos cromática de M83, al menos en la primera parte de este álbum, donde intenta dotar a cada corte de matices personalizados, como el funk ligero que asoma en “Thousand Suns” o los mínimos detalles tropicalistas que emergen al final de “Before The Dawn”. Por desgracia, los atributos de Amandi distan mucho de los de su compatriota Anthony Gonzalez. Asimismo, todo suena tremendamente homogeneizado bajo las mezclas de Jaycen Joshua, cuya labor con Justin Timberlake o Usher no hace más que refrendar los actuales tópicos de producción derivados de la gran fábrica de hits. Por la parte aprovechable, el último tercio del LP remonta el vuelo gracias a la subida de tensión folkrock que recorre “Sitting With The Braves”, al sabroso guiño a Talking Heads en “The Race” y a estallidos melódicos como los que nos depara “The Martian Man”, sin duda uno de los momentos más sugerentes del lote. Son piezas de este calibre las que consiguen iluminar la percepción hacia el futuro musical de Amandi; eso sí, plagado de sombras. MARCOS GENDRE

VALERIE JUNE “The Order Of Time” CONCORD-CAROLINEMUSIC AS USUAL



F OLK VARIADO Estéticamente

parece una versión remozada de Erykah Badu. Michelle Obama se encuentra entre sus admiradoras más acérrimas. Han llegado a decir de ella que es un Van Morrison del siglo XXI en versión femenina. O que Bob Dylan debería haber caído ya rendido ante su calidad como compositora. El caso es que Valerie June recibió todos estos elogios con su anterior disco, “Pushin’ Against A Stone” (2012), producido y compuesto a medias con Dan Auerbach (The Black Keys) y, aunque de cara a esta nueva entrega podría haber cedido a la presión ante la responsabilidad, no solo ha salido indemne del envite, sino reforzada como artista. Pero con matices. Porque aunque estamos ante una

ROCKDELUX

excelente colección de canciones con envoltorio country, rock añejo, blues y jazz elegante, no es menos cierto que el conjunto suena con cierto corsé con respecto a la libertad y el desparpajo que mostrara en su obra precedente. Esto convierte a “The Order Of Time” en una obra más estándar y menos arriesgada en lo formal, pero más sobria y con momentos de innegable acierto. Además, en esta ocasión también cuenta con colaboraciones de relumbrón (Norah Jones), sumando argumentos para hacer de este un álbum harto interesante. Un nuevo escalón en la escalera hacia la gloria de esta artista con gran presente y muy esperanzador futuro. JUANP HOLGUERA

CARMEN LINARES “Verso a verso. Canta a Miguel Hernández” SALOBRE-ALTAFONTE



FLAMENCO El espectáculo “Oa-

sis abierto” –antecedente escénico de este álbum que recorre vida y obra de Miguel Hernández (19101942)– fue concebido hace más de un lustro, pero apenas tuvo recorrido. Carmen Linares no quería que el esfuerzo depositado en él se echara a perder y se propuso registrarlo para la posteridad, confiando en el mismo equipo artístico y cuidando al máximo los detalles de la edición. El fruto de tan cariñoso empeño, este “Verso a verso” que se presenta en formato libro-disco, no puede ser más exquisito. La selección de textos ofrece inmejorables vistas a la obra del poeta alicantino desde varias perspectivas. Las ricas partituras –firmadas casi siempre por la cantaora jienense o por Luis Pastor– eluden todo exceso, cualquier demostración innecesaria, apostando por la contención antes que por el ornato, confiando en patrones preexistentes –Lole y Manuel, Morente– cuando el corte es difícilmente mejorable. Las colaboraciones frente al micro –Sílvia Pérez Cruz y Arcángel, muy finos en sus respectivos turnos– trascienden la mera suma de créditos de cara a la galería, multiplicando expresividades de forma exponencial. Y Linares, siempre emocionante, más que acostumbrada a lidiar con los mejores versos de nuestra poesía contemporánea, ya sean del 14, del 27 o del 36, despliega un sensacional abanico de cantes con efectos balsámicos. CÉSAR LUQUERO

REAL ESTATE “In Mind” DOMINO-MUSIC AS USUAL



ROCK Es una pesadilla recurren-

te para los fans del género. ¿Quién llevará en el futuro el estandarte del pop de guitarras que importa? Muchos nos hemos levantado con sudor frío en la frente en medio de la noche pensando en los sustitutos naturales en el siglo XXI de The Feelies, de los arpegios de Dean Wareham y Richard Lloyd, o hasta de la sofisticación a las seis cuerdas de un Lindsey Buckingham. Un susto que se nos va cuando grupos como Real Estate entregan nuevas obras. Y es que la banda de Nueva Jersey lleva en las venas ese ADN que, sobre un trabajo de guitarras cuidadísimo, construye unas canciones preciosistas de estructuras similares en pos de una misión clara: buscar la tonada pop perfecta. Como hacían los antes mencionados The Feelies o Holiday (banda de twee de culto y referencia clarísima de Real Estate) y los Stereolab de Tim Gane y Lætitia Sadier. En ese sentido, “In Mind” quizá sea el trabajo más depurado del quinteto norteamericano (ojo a la desarmante sencillez de “White Light” y “Diamond Eyes”); el que se acerca más a la idea que tenían en mente Alex Bleeker, Matt Mondanile, Martin Courtney (los tres capitanes de este barco indie pop) cuando empezaron en esto de la música: dejar su impronta. Algo que ya han conseguido con creces. XAVI SÁNCHEZ PONS

STRAND OF OAKS “Hard Love” DEAD OCEANS-POPSTOCK!



ROCK En su anterior álbum, “Heal” (2014), Timothy Showalter daba la sensación de ser uno de esos interlocutores que abruman con sus problemas, monotemático y para nada interesado en los ajenos. La cornamenta con que le coronó su esposa mientras se encontraba de gira y un trágico accidente automovilístico eran algunas de las experiencias personales que, trasladadas a canción en dicha obra, incomodaban al oyente por su explicitud, desprendiendo detalles demasiado íntimos. Se agradece la verosimilitud de esa primera persona, pero quizá resulte excesiva cuando se normaliza. Su quinto trabajo plantea una perifrástica secuela de “Heal” que vuelve a abundar en las vicisitudes

maritales del autor y sus excesos a la hora de apagarlas en alcohol y otras sustancias. Con cierta tendencia esta vez a la magnificación, vienen envueltas esas diatribas en un rock melódico de guitarras, con alguna propensión a la épica ochentera, matices psicodélicos y deje mesiánico a lo U2. Lo convencional y predecible de las formas manejadas no impide que “Hard Love” depare dos momentos clave, precisamente aquellos en los que más desnudo se muestra: “Cry”, una balada de perturbador latir, y “Taking Acid And Talking To My Brother”, donde rememora el casi fatal paro cardíaco de su hermano mientras remonta cascadas lisérgicas. JAIME GONZALO

TAYLOR DEUPREE “Somi” 12K



AMBIENT Después de un largo pe-

ríodo dedicado a la colaboración con diversos artistas (Ryuichi Sakamoto, Marcus Fischer o Stephen Vitiello,

entre otros) y de publicar la recopilación de material inédito “Lost & Compiled” (2014), Taylor Deupree presenta “Somi”, su primer trabajo en solitario en cinco años. Este álbum, explica su autor, retoma algunas de las ideas apuntadas en “Stil.” (2002) y las recontextualiza dentro de su actual forma de trabajar, más intuitiva y menos dependiente del software. La transfiguración musical de Deupree empezó a hacerse evidente en “Northern” (2006). “Shoals” (2010) y “Faint” (2012) confirmaron el giro hacia un sonido cada vez más cálido y orgánico. Donde antes había texturas pixeladas, ahora hay grabaciones de campo; donde antes había glitches cristalinos, ahora hay somnolientas notas de glockenspiel, guitarra y piano; y donde antes había algoritmos, ahora hay rudimentarios loops realizados con cinta magnética. Aunque “Somi” es un impecable disco de ambient, algunos ya empezamos a echar de menos al Deupree entregado a la exploración

DISCOS

del lado más delicado y resonante del sonido propiamente digital. Al fin y al cabo, “Occur” (2001), “Stil.” o “January” (2004) siguen siendo algunos de los títulos más destacados de su discografía. ARNAU HORTA

KING GIZZARD AND THE LIZARD WIZARD “Flying Microtonal Banana” HEAVENLY-[PIAS] IBERIA & LATIN AMERICA



ROCK La espiral de la psicodelia es infinita. Y King Gizzard And The Lizard Wizard lo saben bien. Es más, solo se necesitan unas cuantas ideas y saber crear una imaginería propia para dejar marca en el género. Algo que los australianos llevan hacien-

LOS PLANETAS “Zona Temporalmente Autónoma” EL EJÉRCITO ROJO-EL VOLCÁN MÚSICA



ROCK Así como existe una vieja

creencia científica que sostiene que el cuerpo humano se regenera por completo cada siete años, Los Planetas también han necesitado ese tiempo, esos siete años apenas amortiguados por el nutritivo aunque escaso EP “Dobles fatigas” (2015), para marcar distancia consigo mismos, poner de los nervios a unos seguidores acostumbrados a una dinámica más o menos fija de disco nuevo cada dos años y, ahora sí, regenerarse a conciencia desde ese búnker granadino en el que la psicodelia y el pop espacial han aprendido a dialogar de manera fluida con el flamenco. El adelanto de “Espíritu olímpico”, gozosa explosión de pop cristalino a medias con La Bien Querida, ya hacía presagiar que ni la receta ni las proporciones serían las mismas que las de “La leyenda del espacio” (2007) y “Una ópera egipcia” (2010), trabajos en los que el duende y lo jondo llevaron la voz cantante. Pero “Zona Temporalmente Autónoma” es mucho más que un simple cambio de cromos estilístico. Este es, de hecho, el álbum que equilibra el pulso entre los viejos y los nuevos Planetas y estrecha la colaboración entre los alquimistas del laboratorio mágico y los discípulos accidentales de Morente. Este es, en fin, el disco que más y mejor funde las dos al-

Nuevo amanecer. FOTO: ALFREDO ARIAS

mas de la banda granadina y el que aporta a su corpus teórico un plus de belicosidad. La enésima mutación de Los Planetas arranca a lo grande, con un J más andaluz que nunca apropiándose con la escalofriante “Islamabad” del “Ready pa morir” de Yung Beef –transmutada aquí en una hipnótica y descarnada letanía mística–, y se cierra varios palmos por encima del suelo con los casi diez minutos de densas nebulosas y vapores tóxicos de “Guitarra roja”, himno libertario que apuntala el subtexto subversivo del disco y refuerza con hormigón armado las paredes de esta “Zona Temporalmente Autónoma”. Entre ambos extremos, los granadinos tocan casi todos los palos, exprimen a conciencia el cambio de marchas y, sin perder en ningún momento el hilo narrativo, brincan de los rescoldos flamencos con vistas a “Omega” de “Una cruz a

cuestas” (voces de Soleá Morente incluidas) a los densos diálogos de guitarras de “Seguiriya de los 107 faunos”, y de ahí a la sencillez desarmante de “Por que me lo digas tú”, “Amanecer” y “Hay una estrella”, probablemente las canciones en las que J se exhibe con mayor fragilidad. No faltan los himnos marca de la casa, con las radiantes “Hierro y níquel”, “Libertad para el solitario” e “Ijtihad” a la cabeza, ni explosiones de psicodelia jonda como “La gitana”. Pero el secreto aquí, una vez más, está en la mezcla, en ese diálogo a dos bandas que Los Planetas han perfeccionado hasta tal punto que han acabado por convertirlo en un idioma propio y en un lenguaje casi secreto en el que las canciones de amor no siempre significan lo que parecen y cada verso encierra una llamada a la resistencia y a la acción. DAVID MORÁN

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do desde hace unos años. Desde el caleidoscópico arte de sus discos hasta sus vídeos galácticos y, claro, unas canciones que dialogan con los clásicos sin caer nunca en el revival sin sustancia. Una buena muestra de ello es “Flying Microtonal Banana”, un trabajo que se sitúa en algún lugar entre los 13th Floor Elevators de “Easter Everywhere” (1967) y el ritmo motorik de Neu! (“Sleep Drifter” es Klaus Dinger en estado puro). El líder de la banda, Stu Mackenzie, una especie de John Dwyer de las antípodas, se erige aquí como el gurú lisérgico de una propuesta (compone y escribe todos los temas) que también remite a las melodías de juguete del bubblegum californiano de los sesenta, pasadas, eso sí, por un filtro oriental y rock que no suena rancio, sino más bien todo lo contrario; aquí se respira desparpajo y vida. El noveno álbum de estudio de King Gizzard And The Lizard Wizard también se atreve a experimentar con la música microtonal: frecuencias tonales que evitan las que, tradicionalmente, se pueden escuchar en la música rock de Occidente. XAVI SÁNCHEZ PONS

HOMESHAKE “Fresh Air”

raro encanto. Nunca en la primera escucha, más allá de un puñado de piezas instantáneas que sacan del ensimismamiento temporalmente (proto-hits como “Call Me Up”, “Every Single Thing” o “Serious”). Hay bordes de pizza roídos en el escritorio, alguna mancha sospechosa en las sábanas y el olor está por descifrar, pero uno está bien aquí sin saber muy bien por qué. VÍCTOR TRAPERO

sus más recientes conciertos en España coincidirán en que sus actuaciones destilan esa sabiduría pícara que no se aprende en los libros. “Talk About That” es ya su trigésimo quinto disco de estudio (también cuenta con numerosos directos). En él no hay nada nuevo, y tampoco nadie debería esperarlo. Pero sí contiene un puñado de canciones en la mejor tradición del blues-rock añejo y sin destilar, interpretadas con solvencia por algunos de los mejores músicos del género y con un artista a la cabeza que ya no necesita demostrar nada y, aun así, prefiere seguir dándolo todo con una vitalidad y un saber hacer envidiables. JUANP HOLGUERA

JOHN MAYALL “Talk About That” FORTY BELOW



BLUES-ROCK Si hay un superviviente en el duro y salvaje mundo de los músicos de blues, ese es John Mayall. Y es, además, un superviviente atípico: un bluesman blanco e inglés. Pero puede presumir de haber moldeado con mano dura y disciplina las mejores virtudes de algunos de los guitarristas más relevantes para la historia más blanca del género (fue principalmente a mediados de los sesenta, durante su experiencia al frente de los Bluesbreakers y con nombres tan relevantes como los de Eric Clapton y Mick Taylor). Hoy en día, con 83 años a la espalda, este incansable músico sigue recorriendo escenarios. Aquellos que tuvieron la oportunidad de verlo en alguno de

conseguido envasar al vacío en “Defensa zebra”, vibrante y colorista debut que anuda pop y psicodelia al compás de la polirritmia africana. Habrá quien quiera compararlos con Animal Collective o incluso quien intente jugar la carta Vampire Weekend, pero si algo consigue el trío mallorquín en su debut es espantar el fantasma del exotismo turístico y dinamitar la idea de safari pop para empaparse a conciencia de los sonidos africanos. No faltan, claro, los ganchos pop, pero “Defensa zebra” es, ante todo, color, luz cegadora y ritmo imparable. Guitarras en espiral, punteos cristalinos, metales desquiciados y, en fin, piezas tan redondas como “Agumga Family”, “Girafa coure”, “Bamboo Position” y “Mogambo”, canciones con las que consiguen sublimar la idea de la música como alimento para el alma y carburante inagotable para los pies. Una delicia. DAVID MORÁN

FERNANDO 14 ICED BEARS / ABERDEEN / THE JUNE BRIDES

“Save Me” DECOR-POPSTOCK!

ZULU ZULU “Defensa zebra” FOEHN



AFRICANISMO POP Ni siquiera ne-

cesitan letras: les basta con un puñado de onomatopeyas generosas en musicalidad para completar su excursión transoceánica y abrir una reserva espiritual de ritmos africanos en medio de la isla de Mallorca. Un exótico viaje de ida y vuelta que Miquel Mesquida, Miquel Perelló y Pep Toni Ferrer, sospechosos habituales de la escena balear, han



ROCK Concebido para apoyar la gira europea en la que se embarcó hace unos meses este bonaerense instalado en Portland, “Save Me” es un CD de siete canciones, cuyas quinientas copias se han distribuido únicamente en la Unión Europea. Además de la pieza que lo titula, extraída de su octavo álbum, “Leave The Radio On” (2015), transporta otras seis que tampoco ponen al día su cancionero, pues son excedentes de archivo. Y es que, desde que se recuperara de una grave afección vocal con el

SINDERLYN



SYNTHPOP Peter Sagar sigue vien-

do la sombra de Mac DeMarco adosada a su chepa, aunque quizá por poco tiempo. Que el uno tocó la guitarra en la banda del otro hasta 2013 comienza a ser poco más que un anecdótico gancho para notas de prensa. Y es que el tercer disco de Sagar bajo su alias Homeshake, “Fresh Air”, marca más distancia que nunca entre los dos. Puede que sigan compartiendo aspiraciones (ambos defienden proyectos estéticamente desaliñados y despreocupados, casi maqueteros), pero ahora parecen querer alcanzarlas de formas notablemente distintas. Salvo alguna excepción –“Getting Down Pt. II (He’s Cooling Down)”, “So She”–, se olvida del instrumento que le unió a DeMarco y se entrega a un universo de sintetizadores y cajas de ritmos de baratillo que, pese al título del álbum, aturde como un dormitorio adolescente sin ventilar. Dicho en el buen sentido, que resulta que lo tiene: “Fresh Air”, con sus melodías de teclado de juguete, sus bases R&B de segunda mano y sus voces aflautadas, termina envolviendo con su

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VISIBLE CLOAKS “Reassemblage” RVNG INTL.



EXOTISMO DIGITAL El sonido del dúo Visible Cloaks empezó a fraguarse bastante antes de la publicación de su miniálbum de debut en 2015. Ryan Carlile venía de colaborar en proyectos electrónico-psicodélicos como Sun Araw o Eternal Tapestry. Spencer Doran, por su parte, ya contaba con diversos trabajos publicados en Japón, además de un par de mixtapes en las que (bajo el alias DJ Spencer D) había seleccionado algunas de las composiciones más exquisitas del pop-ambient, la new age y el minimalismo nipón de mediados de los ochenta. Es en estas mixtapes de sonoridades intrincadas y delicadas donde se adivina la genealogía musical de Visible Cloaks. Sumergiéndose en las aguas más cristalinas y coloristas del medio digital, Carlile y Doran rinden homenaje a la música de YMO,

mencionado álbum, no ha soltado prenda nueva, ya que “Live At The Belly Up” (2016) repasaba en directo temas previamente publicados. La mayor parte del material inédito alojado en “Save Me” procede de las llamadas Justicia Sessions (2001), y el resto lo constituyen sobrantes de “Enter To Exit” (2006) y el mencionado “Leave The Radio On”. Cantado en castellano e inglés, una vez fundido dicho material redunda en unos pocos episodios de musculosa languidez, una evocación de Doug Sahm y tres incursiones en un rock que, tradicional –“Neutral Zone” parece un guiño a The Move– o contemporáneo, exhibe una corajuda complexión. La impecable calidad de las producciones y los músicos implicados –Luther Russell, Peter Buck, Richmond Fontaine– salvaguardan la reputación adquirida en círculos neoamericanos por Fernando Viciconte, pese a su discreta voz y simplista poética. JAIME GONZALO

Exotismo digital.

Midori Takada, Hiroshi Yoshimura o Yasuaki Shimizu (entre muchos otros), retomando su tecno-exotismo repleto de gamelanes somnolientos, glissandos sinuosos y timbres imposibles. “Reassemblage” despliega las ideas esbozadas en el primer disco homónimo de Visible Cloaks para convertirlas en un universo sonoro burbujeante, extraño y sensual. Y, aunque el

sonido de estas once composiciones (quince contando los bonus tracks en CD) pueda recordar a ratos las distopías muzak en ultradefinición de James Ferraro, la música de Doran y Carlile no contiene ni un ápice de ironía. Su particular exotismo digital es bonito y delicado porque sí, sin bromas ni chascarrillos. World music hipermoderna. ARNAU HORTA

“Three Wishes: Part Time Punks Sessions” USEDBINPOP MUSIC



INDIE POP Grupo favorito de Morrissey en 1985, versioneados por los Manics y el alma de las fiestas de The Living Room... aunque Alan McGee luego no los fichara para Creation. “¡Nunca nos lo pidió!”, clama Phil Wilson, en la carretera de nuevo con The June Brides desde 2011. De ese mismo año son estas sesiones en el Part Time Punks, el club indie del Echo de Los Ángeles, junto con 14 Iced Bears y los locales Aberdeen (California es más que noise y hardcore). Rescatando material grabado para Cherry Red, Pink, Frank, Slumberland y Sarah, de la mano de Rob Campanella –productor de cabecera de Anton Newcombe para The Brian Jonestown Massacre– llegan estas doce canciones en directo, puro pop de alma punk de aquella primera oleada indie británica pre-C86 en la que The June Brides firmaron su único LP, “There Are Eight Million Stories...” (1985), del que aquí rescatan “I Fall”. Deliciosas guitarras y el toque único de las trompetas que adoptaron de Josef K y los Teardrop Explodes de Julian Cope como factor diferencial. También interpretan “In The Rain”, “Small Town” y “Three Days”. Lo de 14 Iced Bears se acerca por momentos al shoegazing. Aquí recuperan el single “Balloon Song” y tres cortes de su homónimo primer LP de 1988: “Cut”, “Dust Remains” y “Surfacer”. Aberdeen, los únicos norteamericanos del catálogo de Sarah, cierran las sesiones con “Sink Or Float”, “When It Doesn’t Matter Anymore”, “Byron” y “Snapdragon”. CESC GUIMERÀ

ROCKDELUX

MIKE COOPER “Reluctant Swimmer/ Virtual Surfer” DISCREPANT



POST-EXOTICA El exotismo expe-

rimental del británico Mike Cooper merece ser reivindicado. Este veterano y visionario artista entrega un abstracto y ambiental disco que fue grabado en directo en un festival de música improvisada en Roma en 2003. Es una pieza que evoluciona lentamente en cuatro movimientos y que se edita en formato digital y vinilo. Se abre con “Reluctant Swimmer”, interpretado con una guitarra lap steel National de los años veinte, aunque nadie lo diría, dada la deconstrucción a la que es sometida. Solo se atisba que lo que suena es un primitivo dobro cuando, a partir del minuto once, empieza a cantar “Movies Is Magic” de Van Dyke Parks, incrustando la melodía en la parte final, sobre flotantes efectos electrónicos. Lo mismo sucede con “Virtual Surfer”, en este caso con una lap steel eléctrica vietnamita. La deformación que le aplica solo permite intuir qué suena, entre borbotones de ruido, crujidos, efectos electrónicos y otros que imitan la naturaleza. Es como estar a medio camino de la selva y la estratosfera, en un paisajismo ambiental que solo es armónico cuando intercala “Dolphins” de Fred Neil entre los veintitrés minutos de experimentación pura y dura. Quizá no sea la mejor manera de introducirse en el mundo onírico y conceptual de Cooper, pero es una demostración preclara de su insobornable creatividad, capaz de lo más radical y también de recrear el folk-blues de antaño. RAMON SÚRIO

TENNIS “Yours Conditionally” MUTUALLY DETRIMENTAL-MUSIC AS USUAL



POP Para su cuarto disco, el ma-

trimonio Tennis ha propuesto una vuelta a los orígenes a medias, no porque regresen al lo-fi, sino más bien porque, tras ceder la producción de su anterior largo a un trío estelar (Patrick Carney, Jim Eno y Richard Swift), han retornado al mar para crear canciones en una travesía por la Baja California que, dicen, fue casi idéntica a las exploraciones de John Steinbeck en los cuarenta. “Pensamos que revisitar nuestro pasado y el origen de nuestro primer disco quizá ayudaría a recupe-

rar parte de la inocencia inicial de nuestra escritura”. Unas palabras de Alaina Moore que suenan a segunda luna de miel, pero no todo es tan idílico. Tennis dista de ser una banda política, aunque sí es reivindicativa. Si en el anterior álbum cantaban que nunca trabajarían gratis, muchas de las canciones de este “Yours Conditionally” tienen en común el feminismo y los roles de género en las dinámicas de pareja. Sus letras, siempre socarronas, van del sarcasmo de la vida doméstica de “Modern Woman” a la parodia de los estereotipos de mujer histérica en “My Emotions Are Blinding”. Y, aunque a estas alturas no se pueden esperar novedades notables en su pop cosmopolita y atemporal, bienvenida sea esa nueva vía acústica que exploran más decididamente aquí y que apenas se intuía en sus anteriores trabajos. Autoeditarse por primera vez les ha sentado bien. ÁLVARO GARCÍA MONTOLIU

THE YEARNING “From Dawn Till Dusk (2011-2014)” ELEFANT



POP 60s Amante del pop sesentero, Joe Moore comenzó a componer y a grabar en un armario bajo las escaleras de su casa en Farringdon, inspirado por Phil Spector, los girl groups y Brian Wilson. Encontró en Maddie Dobie, entonces con 14 años, la voz que anhelaba para “Baby Me Mine”, y junto con Justyna Halas firmaron un primer surtido de singles, EPs y mini-LPs (muchos de ellos descatalogados, avisan desde Elefant) hasta su primer largo, “Dreamboats & Lemonade” (2014), que dan forma a este “From Dawn Till Dusk (2011-2014)”. Un total de veintidós canciones que llega pocos meses después de su segundo largo, “Evening Souvenirs” (2016). El sixties pop de The Yearning, elegante y romántico, adornado de arreglos y coros de encuadre puramente sentimental, es mucho más que Spector con las Shirelles, las Ronettes, las Supremes o Martha & The Vandellas. Moore reconoce también su devoción por Burt Bacharach y Hal David y la suerte de haber encontrado en Dobie a su Françoise Hardy a la británica. La colección rescata también canciones escondidas en recopilatorios, como “I Just Wanna Hold Your Hand (On Christmas Day)” –aparecida en “A Christmas Gift For You”, el regalo de Elefant en las Na-

DISCOS

vidades de 2012– o “Too Shy” –del single “Kingfisher Bluez Split Singles Club” que compartieron (¿cómo no?) con The School–, además de las inéditas “Dusk”, “Love Is Like A Rollercoaster” y “Dawn”.CESC GUIMERÀ

BARDO POND “Under The Pines” FIRE-POPSTOCK!



SPACE ROCK Tras experimentar re-

cientemente con los géneros (transformando cortes de Albert Ayler o Funkadelic en gruesos sablazos de psicodelia ruidosa), los de Filadelfia regresan a un formato más tradicional y asequible. Aunque angustiante, la inevitable sensación de primitivismo presente en toda su obra, sea esta más o menos alocada, sigue inmanente, transformando el ambiente ácido en una experiencia mística. A veces amable –la marcada melodía y sentida emotividad de “Crossover”, el tema “pop” del disco; o la languidez distorsionada relativamente convencional de la canción titular–, otras severa –la ventisca espacial y droneante de “My Eyes Out”–. Decir que algunas pistas se cuecen a fuego lento sería quedarse corto: el potaje corrosivo “Out Of Reach”, con su ritmo babosa, los ecos mareantes de la voz de Isobel Sollenberger y el muro guitarrero, perdura seis minutos antes de acelerar y estallar espinosamente. La también extensa “Moment To Moment” es un bienvenido respiro de hibridación con el folk, condimentado con el sabor oriental que aporta la flauta. En el álbum, a pesar de alguna pista redundante (“Effigy”), reluce la experiencia psicodélico-pesada de Bardo Pond, hasta cierto punto diseñada para atragantar. Pero los destellos de belleza, así como la sensación de calidez que acaba imponiéndose en las orejas, hacen de su ambientspace rock cacofónico algo estructuralmente único y musicalmente trascendente. XAVIER GAILLARD

GIGANTO “Látigo, canta” BCORE



ROCK Facturar rock instrumental

eludiendo los estilemas acuñados por autores de referencia y esquivando lugares comunes de los géneros que le suelen asociar por defecto no debe ser cosa fácil. Giganto lo han conseguido en “Látigo, canta”, segundo episodio de lar-

Prisionero del corazón. FOTO: RACHEL WRIGHT

RYAN ADAMS “Prisoner” PAX-AM/BLUE NOTE/UNIVERSAL



ROCK En “Amy”, una de las canciones estandarte de “Heartbreaker” (2000), Ryan Adams preguntaba en un susurro lo mismo que ahora –en la apertura de “Prisoner”– inquiere a voz en grito: “Do You Still Love Me?”. La respuesta en ambos casos es la misma; lo que ha cambiado radicalmente es el tono del interrogatorio. Hace diecisiete años, el norteamericano partía peras con la publicista musical Amy Lombardi y se sacudía el lodo de la ruptura con un primer álbum a su nombre difícil de olvidar. Ahora levanta acta del doloroso divorcio de la actriz y cantante Mandy Moore con su decimosexto trabajo en estudio, recurriendo a una estética

ga duración en una discografía que gotea sin prisa alguna desde hace casi una década. Al margen de estas prejuiciosas consideraciones, aplicables a cualquier estilo de las músicas populares, cabe decir que el nuevo álbum del trío madrileño –formado por viejos conocidos de la escena punk-core mesetaria– es valioso per se y que se perfila como uno de esos discos llamados a dejar huella entre quienes tengan la suerte de prestarle atención. “Fuego amigo” (2013) ya avisaba de la singularidad del grupo, pero ni las composiciones ni el sonido tenían la enjundia del trabajo que nos ocupa. Con ayuda de los hermanos Santi y Víctor Garcia, quienes se han encargado de la grabación y master, respectivamente, Giganto han destilado unas partituras que hacen honor a la onomástica de la banda. Toms que resuenan desde las profundidades abisales, bajos de grosor inusitado y cáusticos riffs de guitarra. Rítmica algebraica, ataque paleo-metal y habilidosas soluciones melódicas. Abriendo gas a tope: “Esqueleto horizontal”. Recreándose en la descripción del paisaje: “El nadador”. Buscando y encontrando: “Una túnica para el líder”. CÉSAR LUQUERO

bien distinta, pero tocando fibra sensible la mayoría de las veces. Adams regresa con material de cosecha propia tras refugiarse hace un par de años en el chispeante cancionero de Taylor Swift para reinterpretar a su antojo “1989”. Y cabe decir que lo hace en plena forma. Producción y sonido remiten al rock adulto de los ochenta y, más concretamente, a Bruce Springsteen en “Shiver And Shake”, “Outbound Train” y “Tightrope”. Algunos textos, por ejemplo los del tema titular, le salen rana. Otros, sin ir más lejos los de “Anything I Say To You Now”, son realmente buenos. Y el aparejo melódico de que dispone siempre resulta efectivo, casi nunca efectista. Más que suficiente para concluir que estamos ante uno de sus trabajos más conseguidos. CÉSAR LUQUERO

BRIDGET KEARNEY “Won’t Let You Down” SIGNATURE SOUNDS-POPSTOCK!



POP Nacida en Iowa City, compo-

sitora y contrabajista, la treintañera Bridget Kearney lleva estudiando e interpretando música desde la niñez, especializándose en jazz pero sin poner reparos a rock, folk, pop y otros estilos. Componente de bandas como Lake Street Dive, Joy Kills Sorrow y Cuddle Magic, ha colaborado con The Fundies y con el multinstrumentista Benjamin Lazar Davis, por citar solo un par de sus múltiples conexiones. “Won’t Let You Down” es su primer trabajo en solitario y en él se presenta en su faceta más pop, aparcando las pulsiones experimentales para confeccionar un ejercicio de sabor clásico –“Wash Up” remite a Fleetwood Mac– pero atemporalmente modulado; templado y depurado monumento a la serenidad interpretativa. Una espartana producción, no obstante fibrosa, enmarca las diez eternas reflexiones que a propósito del amor y el desamor fluyen aquí como trémula llama de vela, iluminando solo lo preciso. Kearney levita prudente bajo esa crepuscular luz,

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despegando con alegres retazos de pop tristemente entonados y adoptando posición fetal en los episodios más introspectivos. Que afortunadamente son numerosos, pues es en esa tesitura, tibia, subrepticiamente mística, impregnada de tenues filtraciones soul, donde más réditos produce un disco que acaso peque de ortodoxo. JAIME GONZALO

TEN FÉ “Hit The Light” SKL-[PIAS] IBERIA & LATIN AMERICA



Tampoco es que necesiten esconderlas, pero viendo cómo se acercan sin disimulo a The Killers y a Simple Minds (“Twist Your Arm” y “Overflow”), a “I’m On Fire”–vía Chromatics– y a Duran Duran (“Another Way”), a U2 (“In The Air”) e incluso a INXS (“Make Me Better”), cuesta un mundo no ver a los londinenses como un producto de ingeniería tecnológica en el que cada línea melódica y cada injerto electrónico ha sido previamente diseñado y testado en un laboratorio. Mucho himno, sí, pero poca miga. DAVID MORÁN

POP Para el diario británico ‘The

Guardian’ son como un cruce entre la épica de Bruce Springsteen y el furor tornasolado del Madchester más desquiciado, pero el apaño estilístico que se traen entre manos Ben Moorhouse y Leo Duncan, a la sazón cabezas parlantes de Ten Fé, tiene más que ver con los ochenta plastificados de Simple Minds y a-ha y con el brío superventas de The 1975. Con semejantes credenciales, no extraña que los británicos, error ortográfico incluido y producción de lujo a cargo de Ewan Pearson, hayan hecho de su debut una carrera contrarreloj en busca del hit inmediato y la canción adhesiva; un objetivo tan noble como cualquier otro, que, sin embargo, los hace sonar algo obvios y recorrer este “Hit The Light” cargados de pancartas y carteles en los que se leen, en gigantescas letras mayúsculas, todas y cada una de sus influencias.

TORI SPARKS “La huerta” GLASS MOUNTAIN



ESTEVE FARRÉS

COUNTRY FLAMENQUITO Cinco

años hace ya que Tori Sparks dejó Nashville y se instaló en Barcelona, y ahí sigue. En 2014 grabó su quinto disco, “El mar”, con Calamento (Pepe Camacho, Javi García y Ramon Vagué), en inglés y castellano, y giraron por Europa y América, teloneando a Las Migas y a Joe Satriani. Ahora vuelven con “La huerta” y, con la incorporación de Francisco Guisado

Trío torcido.

MIGOS “Culture” QUALITY CONTROL-300 ENTERTAINMENT



TRAP Migos se han tomado su tiempo, según sus estándares, para lanzar “Culture”, el disco de la verdad, aquel que debía afianzar del todo su fenómeno tras el tiro mejorable de “Yung Rich Nation” (2015). Con un hit de la talla de “Bad And Boujee”, otro álbum oficial poco menos que definitivo habría sido un error. Pero “Culture” es un acierto tras otro, la colección más depurada hasta la fecha –ya en formato álbum o mixtape– del

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“El Rubio” (08001, Color Humano...) a la guitarra eléctrica, el cuarteto se convierte en quinteto y ya son tres las guitarras que aquí suenan (eléctrica, española y acústica), imprescindibles para la fusión de estilos que proponen. El repertorio combina originales y versiones: abren con toda una “Nature Boy”, más bien respetuosa, pero más adelante juegan a vestir grandes canciones de aquí y de allí con nuevos ropajes, y así tocan “La leyenda del tiempo” en clave de blues o se marcan un “Kashmir” (Led Zeppelin) por bulerías. Tampoco faltan el “Vete” de Los Amaya ralentizado hasta el sopor ni los “Veinte años” de la cubana María Teresa Vera (el acento tampoco ayuda). Las canciones de Tori también alternan inglés (“Bitter Seeds”, “Until Morning”...) y castellano (“Malena” y la titular). Impecablemente cantado (menuda voz), tocado y producido, suena muy bien, pero si en futuras temporadas recogen más frutos de su propia cosecha, la semilla que han plantado crecerá con más fuerza.

trío de Quavo, Offset y Takeoff, o, en otras palabras, el Implacable, el Introspectivo y el Escurridizo. “Culture” es un evidente sucesor de lo que vino antes: no busquen claros flirteos pop y esperen (y gocen) la camaradería de unos chicos que siguen completándose los versos entre ellos con algún cántico u onomatopeyas tipo “skrt skrt”, “frrr” y “uh-uh”. Pero, conscientes del gran momento que se plantaba ante ellos, han rebajado un poco la locura sin mucha dirección de otros lanzamientos para apostar por rapeados más depurados y el refuerzo del ingrediente melódico,

LORI MEYERS “En la espiral” GRABACIONES PIMODÁN-UNIVERSAL



POP-ROCK El sexto álbum de Lori

Meyers puede ser el que mejor suena de ellos... y el que contiene sus peores canciones. Los granadinos continúan la caída libre composi-

muy presente en el tema titular, la pieza central “Big On Big” o en la colaboración con Travis Scott “Kelly Price”, la del “ella se va a zampar este éxtasis como si fuera arroz”. Poco que añadir a la adoración general por la trap-pop “Bad And Boujee”, himno al sexo con groupies. Pero “Culture” no acaba ahí: igual de efectivas e incorrectas son “Call Casting”, “Get Right Witcha” –con flautas que parecen salidas del “Pagan Poetry” de Björk– o la citada “Big On Big”, enorme producción de Zaytoven que se resume líricamente en una pregunta honesta dirigida a sus competidores: ¿cómo diablos pensáis conseguir lo que hemos conseguido nosotros? “Tratando al gay con respeto”, contestarán algunos. La polémica por su rechazo a la homosexualidad de iLoveMakonnen –al que acompañaron en un histórico remix de “Whip It”– estuvo a punto de fastidiarles la fiesta, o quizá ninguna publicidad sea realmente mala publicidad. Sea como sea, los chicos se han encargado de emitir un comunicado conciliador sobre el respeto a las personas. JUAN MANUEL FREIRE

tiva que comenzó en “Cuando el destino nos alcance” (2010) y que aquí logra momentos especialmente sonrojantes (sus ripios en “on”, “ía” y “ones” parecen ya marca de la casa, así como las frases peliculeras del tipo “de aquí a la eternidad”). Alternan temas sentimentales más bien cursis con algunos intentos de abordar la actualidad social de modo forzado, leve o incluso frívolo: en “Zona de confort”, por ejemplo, esgrimen la palabra “revolución” atentando contra su significado, mientras que “Siempre brilla el sol” es el típico himno buenrollista para corear en festivales, con un mensaje que viene a decir que los problemas ya se resolverán solos. También sigue a la baja la voz de Noni, aquí insoportable tanto en su registro más pusilánime como en el más desquiciado. Muy lejos se han quedado ya aquellos sutiles juegos vocales de “Hostal Pimodán” (2005). Los Lori, sin embargo, han tenido siempre una amplia cultura musical, que exhiben en detalles instrumentales que funcionan de modo desigual, pero donde ya arriesgan más. Han citado como inspiración a Talk Talk, el prog pop de grupos como ELO, Supertramp o los contemporáneos Tame Impala, mientras que en la lograda “Océanos” recuperan su influjo sesentero. También destacaría el bajo funk de “Organizaciones peligrosas” y la expresividad de la parte final instrumental de “Evolución”, que plasma el sentimiento de desolación de modo mucho más inspirado que todas las palabras del disco. DAVID SAAVEDRA

BLANCK MASS “World Eater” SACRED BONES-POPSTOCK!



E LECTRÓNICA Durante la Guerra Fría hubo bandas que hicieron saltar el aviso, y ahora esta alarma cultural está sonando de nuevo. El “Leviatán” de Thomas Hobbes vuelve a cobrar sentido en títulos como “World Eater”, el tercer LP del Fuck Buttons Benjamin John Power. Hay una ansiedad global, pero también una respuesta noble a los acontecimientos, y este contraste se registra en sus pistas de electrónico caos sonoro frente a momentos de viva luminosidad. “Acostumbro a buscar la comodidad en los espacios adversos”. Esa intención se puede percibir desde la enardecedora melodía enlatada de “John Doe’s Carnival Of Error”

hasta el estallido de violencia antropoide de “Rhesus Negative”, llegando a cúspides de speed metal para luego calibrarse con pistas como “The Rat”, herederas del “Tarot Sport” (2009) de Fuck Buttons, o “Silent Treatment”, que evoluciona de la explosión a la calma. Grabado en su estudio casero de Edimburgo, presenta algunas de las pistas más remarcables de su carrera: desde el tríptico “Minnesota / Eas Fors / Naked”, donde incluye grabaciones de campo de una cascada o una batería rodando por las escaleras, hasta “Hive Mind”, el mantra recitado a través de un collage digital preciosista que pone un punto final pacificador. Tendremos que creerle cuando dice que en este álbum motivado por las convulsiones presentes ha escrito sus primeras canciones de amor. AÏDA CAMPRUBÍ

ALICIA ÁLVAREZ “Pulgarina” LA FABRIQUINA



LIBRO-DISCO La de la música (y la literatura) infantil es una veta aún por explotar para muchos de los representantes de nuestra generación indie. Pioneras en este aspecto han sido las hermanas Álvarez (Pauline En La Playa, Undershakers). Mientras Mar sigue siendo parte importante de ese cuasi fenómeno social que es Petit Pop, Alicia debuta en solitario con “Pulgarina”, un CD de siete canciones que, en realidad, nació para acompañar al libro del mismo título, escrito por ella, con ilustraciones de Alicia Varela y ediciones en castellano y asturiano. Se trata de un cuento sobre una niña de pequeño tamaño que aprende a ver las cosas con perspectiva y a maravillarse ante el mundo que la rodea. Las canciones siguen la misma narrativa del libro y, estilísticamente, no distan demasiado de lo que Alicia ha hecho con Pauline En La Playa. La principal diferencia es que voz y guitarra se acompañan de la presencia de un sintetizador (produce, por cierto, Daniel Fletcher, de Ginferno) y puede llamar la atención el tono serio y el semblante reflexivo de todo el disco, que nunca se aparta del medio tiempo. En este sentido, parece más orientado a un oyente adulto, a quien podría incitar a recordar con viva melancolía al niño que una vez fue y a recuperar su capacidad de asombrarse ante la naturaleza y la vida. DAVID SAAVEDRA

ROCKDELUX

JIMMY SCOTT “I Go Back Home. A Story About Hoping And Dreaming” EDEN RIVER



JAZZ Película documental y disco

que intenta hacer justicia al cantante Jimmy Scott (1925-2014), leyenda del jazz que fue ninguneado en vida y que en el crepúsculo de su existencia fue objeto de este emotivo homenaje por parte del productor alemán Ralf Kemper. Subtitulado “A Story About Hoping And Dreaming”, reúne a una constelación de admiradores que lo acompañan en unas sesiones que tuvieron lugar en 2009 cuando, a los 84 años y postrado en una silla de ruedas, su salud ya era muy frágil. A pesar de las dificultades, la magia de su peculiar y femenina voz sigue emocionando en un repertorio de temas favoritos arreglados con primor orquestal: el blues “Motherless Child” y el tributo a Hoagy Carmichael “The Nearness Of You” –a dúo con el actor Joe Pesci, que repite en el estándar “Folks Who Live On The Hill”–, la bossa y los aromas brasileños de “Love Letters” –mano a mano con Oscar Castro Neves– y “I Remember You” –con Monica Mancini y la trompeta de Arturo Sandoval–, la balada “For Once In My Life” –junto con su admiradora Dee Dee Bridgewater– e incunables de Irving Berlin y George Gershwin. En total, doce delicias a las que también aportan su savoir faire instrumental Joey DeFrancesco al órgano, Kenny Barron al piano y Peter Erskine a la batería. Tal como indica la letra de “Poor Butterfly”, puntuada por la armónica de Gregoire Maret, la voz de Scott es como una sonrisa entre lágrimas. RAMON SÚRIO

JOAN AS POLICE WOMAN & BENJAMIN LAZAR DAVIS “Let It Be You” REVEAL



INDIE JUGANDO A SONAR MAINSTREAM Parece que fue ayer, pero

han pasado ya casi once años desde que Joan Wasser debutara como Joan As Police Woman con el sorprendente “Real Life” (2006). Entonces parecía que la carrera de la estadounidense estaba llamada a convertirse en una de las más interesantes del rock femenino del nuevo siglo, pero ella ha continuado moviéndose por los márgenes del underground. Aquí la encontramos

uniendo fuerzas con Benjamin Lazar Davis, inquieto multinstrumentista neoyorquino en cuyo currículo destaca su contribución como componente de Okkervil River. La colaboración entre ambos viene de 2013, cuando debutaron en formato single con una de las canciones que ahora encontramos en este disco, “Broke Me In Two”. En “Let It Be You” juegan a explorar las posibilidades de la canción en términos de accesibilidad pop, y el resultado del experimento es desigual. Los logros más notables se encuentran en el primer tramo (“Overloaded”, “Magic Lamp”, “Let It Be You”), y en el lado menos interesante se encuentran títulos que se agolpan en la parte central (“Hurts So Bad”, “Satellite”), que termina por hacerse larga. Por suerte, al final remonta con “Station”, que inclina la balanza hacia el notable y deja con ganas de más. Ojalá esta sea tan solo la primera de varias entregas. JUANP HOLGUERA

HAND HABITS “Wildly Idle (Humble Before The Void)” WOODSIST



POP Toda una veterana de la es-

cena DIY de Albany, Meg Duffy era conocida hasta ahora, sobre todo, como guitarrista de las bandas en directo de Kevin Morby y Mega Bog. Ahora se apropia de los focos con su primer disco como Hand Habits, después de un 10” compartido con Peg (“Small Shifts”/”Living With Abbreviation”) hace tres años. Si aquellas canciones eran delicadas, estas lo son más todavía y apuestan a muerte por valores anacrónicos como la paciencia y la calma. La cantante-compositora se ha marcado uno de los mejores discos de pop “de dormitorio” en mucho tiempo, con melodías de suave emotividad, guitarras de inspirado vagabundeo y efectos espaciales adornando su-

to esa doble ración de genialidad que hace de este álbum uno de los más personales entre la presente mandanga electrónica. LUIS COSTA

TALABOMAN “The Night Land” R&S



ELECTRÓNICA Frente a esa tediosa, escasamente imaginativa y repetitiva música electrónica que clona manidos patrones sin sentido y por doquier, se ha venido configurando determinada tendencia por sonoridades más orgánicas y percal folclórico, procedente de algunos sellos del underground. Un terreno que continúa explorando el dúo Talaboman, formado por el catalán John Talabot y el sueco Axel Boman, quienes, tras su estreno en 12” con “Sideral” en 2014, reaparecen ahora con “The Night Land”, su álbum de debut para R&S. Un compendio de ocho canciones donde ritmos tribales, cascadas fluviales y sonidos de la fauna se funden con ambient, IDM y acid noventeros. Con todo, se percibe una mayor continuidad del sonido africanista de Talabot en detrimento de ese house crujiente y gamberro de Boman, que se deja ver con mayor claridad en “Samsa” y en “The Ghosts Hood”, uno de los temas más redondos, en clave de acid épico. Por eso, “The Night Land” casi podría recibirse como un nuevo disco del catalán con la intensa colaboración de Boman, si bien tampoco puede decirse que suene a Talabot, sino que consolida el sonido Talaboman. La combinación de talentos le aporta al conjun-

Independiente.

tilmente el ambiente. La voz puede recordar a Camera Obscura o Alvvays, pero el estilo de experimentación sónica resulta más fácil de ligar con Grouper. Grabado entre los Catskills y Los Ángeles con ayuda de Peg, Keven Lareau de Quilt (al que Meg Duffy acompañó en conciertos de su otra banda, The Yawns) y M. Geddes Gengras, este primer disco de in-

y la gema “No Complaints”. Pero sabe que la felicidad no es cuestión de estar solo, sino de estar rodeado por gente a la que quieres y que te quiere: “Cuida de la familia con la que llegaste”, canta en “All About Me”, en la que, no por casualidad, produce Steve Lacy de The Internet, también presente (guitarra incluida) en la sexy “Dollar Bills”, la que, según comentó Syd en Twitter, su madre llama “the stripper song”; no hace falta elaborar una reseña más complicada. JUAN MANUEL FREIRE

SYD “Fin”

SOVIET GYM

COLUMBIA-SONY



“Bacaladdero”

go grande. Revelada como elemento discordante en la troupe Odd Future –DJ en lugar de rapera, mujer, lesbiana–, Sydney Bennett ganó seguridad como líder/cantante de The Internet y ahora se atreve a ir por libre en un disco importante, tan corto como intenso, afinado al extremo. Si su anterior banda era conocida por irse (gloriosamente) por las ramas (psicodélicas), aquí Syd va al grano en todos los sentidos: a nivel lírico, es a menudo una clara declaración de independencia, mientras que a nivel compositivo apuesta por el minimalismo y la estructura concisa. “No Complaints”, uno de los hits, dura tan solo 1’13”. “Esto no es para tu diversión / esto no es ‘pay per view’ / es la vida que he elegido”, canta/habla en una inicial “Shake Em Off”, con mucho de banda sonora de una separación. “Fin” parece un disco compuesto como forma de superar una ruptura y afianzar el poder de uno. De hecho, Syd compone (y produce) ella sola varios de los temas: la jam lenta “Smile More”, “Nothin To Somethin”

RETRO WAVE Ahora que el pop lo

R&B “Fin” suena a principio de al-

AUTOEDITADO



ha digerido todo, “la única salida para el punk es volverse bacala, una manera de poner otra vez ‘la basura’ sobre la mesa”, dice el alicantino Arturo Daniel Marín Ramos, quien ha bautizado su proyecto Soviet Gym en homenaje a los “liuberos” y a los fármacos que usaron los deportistas soviéticos durante algunas Olimpiadas. Al fin y al cabo, la estética del bakalao es deudora de la new wave europea, cincelada por los cataclismos sociales. Con la intención de reforzar este nexo de unión, en su debut ha escarbado en las ruinas sonoras de internet para reivindicar el new beat belga, la minimal wave, la EBM, el Hi NRG, el bleep británico o el trance alemán, embalsamados en líquido kosmische. Más de una hora de la energía oscura y macarra presente en todas sus influencias, con sonidos explícitos y estructuras cuadriculadas. Dispuesto a aturdir a los oídos holgazanes, dirige el faro hacia conexiones insospechadas: samplea

DISCOS

solente madurez elude la velocidad –el absurdo horror vacui– de estos tiempos para proponer una experiencia tan plácida como liberadora. Destacar solo unos pocos momentos es difícil. La inicial “Flower Glass”, minimalista mezcla de guitarras acústicas y eléctricas, abraza con una calidez envolvente; “All The While” es la viva definición del “to rock without rocking”, una muestra de poder frágil; “Sun Beholds Me” pone énfasis en la atmósfera cósmica... Pero todo fascina, todo refuerza el fabuloso conjunto, incluyendo esos interludios poéticos leídos –con sus voces distorsionadas– por las propias autoras de los versos: Kayla Ephros, Catherine Pond y Lucy Blagg. Música de una belleza y una libertad casi orgullosas, ráfagas de poesía: exactamente lo que el mundo necesita ahora. JUAN MANUEL FREIRE

a Iko en “Tokyo Station”, a los portugueses Persona en “Más máscaras que enigmas” –cuyo título remite a Alphaville–, con otras alusiones a Polanski Y El Ardor o a Carlos Cutaia (“Operativo en cósmico-rotor”). Y termina con el ineludible guiño a Delia Derbyshire en “Amor sin sonido”. Jorge Ilegal dijo que el rock es una señal eléctrica que induce a la violencia. Soviet Gym pretende conseguir lo mismo con la electrónica. AÏDA CAMPRUBÍ

ÍNDICE DISCOS: 13 YEAR CICADA (37), 14 ICED BEARS (46), ABERDEEN (46), RYAN ADAMS (47), AKALÉWUBÉ (42), ALGORA (43), ALICIA ÁLVAREZ (48), AMARAL (40), AQUASERGE (40), MULATU ASTATKE (37), BALA (37), BARDO POND (47), BATS (43), GIRMA BÈYÈNÈ (42), BLACK ANGELS (37), BLACK JESUS EXPERIENCE (37), BLANCK MASS (48), BOSS HOG (38), MIKE COOPER (47), CRUDO PIMENTO (44), TIM DARCY (36), BENJAMIN LAZAR DAVIS (49), DEAD BRONCO (36), GÉRARD DEPARDIEU (40), TAYLOR DEUPREE (45), DIRTY PROJECTORS (38), PETER DOHERTY (35), DROPKICK MURPHYS (38), DUNE RATS (42), EXQUIRLA (35), FERNANDO (46), FEE REEGA (44), FREE SALAMANDER EXHIBIT (44), FUTURE (43), FUTURE ISLANDS (35), DUKE GARWOOD (44), GABRIEL GARZÓN-MONTANO (42), RHIANNON GIDDENS (39), GIGANTO (47), JACQUES GREENE (37), HALF JAPANESE (36), HAND HABITS (49), VÍCTOR HERRERO (42), HOMESHAKE (46), HOUSE OF WOLVES (36), I AM DIVE (38), JOAN AS POLICE WOMAN (49), JOAN OF ARC (36), VALERIE JUNE (44), JUNE BRIDES (46), BRIDGET KEARNEY (47), KING GIZZARD AND THE LIZARD WIZARD (45), KINGDOM (39), CARMEN LINARES (45), LORI MEYERS (48), LAURA MARLING (35), JOHN MAYALL (46), ME AND THE BEES (36), MIGOS (48), NUU (41), CHRISTINE OTT (40), PARDO (43), LULA PENA (44), PETIT POP (39), PIGS PIGS PIGS PIGS PIGS PIGS PIGS (38), RICHARD PINHAS (37), PLANETAS (45), REAL ESTATE (45), RENALDO & THE LOAF (39), MAX RICHTER (40), ROSALÍA (41), JIMMY SCOTT (49), SHERWOOD & PINCH (43), SINKANE (41), SIX ORGANS OF ADMITTANCE (42), SOFT ERROR (36), SON VOLT (40), SOUTHERN CULTURE ON THE SKIDS (37), SOVIET GYM (49), TORI SPARKS (48), WESLEY STACE (39), STRAND OF OAKS (45), SUEQUES (41), SYD (49), TALABOMAN (49), TALISCO (44), TEENGIRL FANTASY (43), TEN FÉ (48), TENNIS (47), THIEVERY CORPORATION (41), TRANS AM (35), MIQUEL VILELLA (39), VISIBLE CLOAKS (46), VITALIC (40), YEARNING (47), ZULU ZULU (46), VARIOS: “BOB STANLEY & PETE WIGGS PRESENT ENGLISH WEATHER” (42), “THE HIRED HANDS. A TRIBUTE TO BRUCE LANGHORNE” (41), “T2 TRAINSPOTTING” (38).

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DISCOS ROCKDELUX

REEDICIONES Coordina SANTI CARRILLO

MIDLAKE “The Trials Of Van Occupanther” (2006) BELLA UNION-[PIAS] IBERIA & LATIN AMERICA



FOLK-ROCK Siempre me fascina-

ron las bandas con la capacidad de sonar atemporales. No por ser clásicas, sino atemporales en su sentido más literal. Si nadie os hubiera dicho, escuchando las canciones de estos texanos, que “The Trials Of Van Occupanther” era un álbum de 2006, hubiera colado como gestado en los setenta, por esos reiterados ecos a Neil Young época “After The Gold Rush” (1970), y esas armonías vocales tan a lo Crosby, Stills, Nash & Young, con un ojo siempre puesto en The Band. A su vez, podrían pertenecer a inicios de siglo por su bucolismo, sus originales letras inspiradas en la naturaleza y ese regus-

LYRES “Lucky 7” (2017) MUNSTER



GARAGE ROCK Más que una caja, este es un testimonio vivo del garage rock norteamericano, como lo son los de Boston. Aquí se incluyen siete sencillos con dieciséis canciones que representan sus diferentes etapas musicales. Nadie niega que, en un momento dulce para el garage, Munster ha acertado con este repaso de los primeros doce años de carrera de la banda (1979-1991). Un imprescindible testimonio de su transición primigenia desde los últimos años del punk –recogidos en el primero de los cortes, su aclamado “How Do You Know?”, en versión nunca antes publicada, grabada en directo tan solo dos semanas después de su primer ensayo– hasta el predominio de su garage rock

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to clásico y casi victoriano a lo The Divine Comedy en canciones como “Branches”. Pero también dan rienda suelta a su vertiente psicodélica y se tornan más contemporáneos, y entonces resultan cercanos a los viajes sonoros de The Flaming Lips o incluso a los de Super Furry Animals era “Rings Around The World” (2001). Once años hace y su escucha sigue discurriendo por un cauce repleto de heterogéneas texturas y riqueza estilística. Y lo consiguen sin perder su unidad. Estamos en 2017 y aún saboreo con cada escucha matices nuevos. Y comprendo por qué este disco los consagró, y por qué entre sus seguidores hay músicos de procedencias variopintas (de Thom Yorke a Beck o Paul Weller). Esta reedición para celebrar su décimo aniversario incluye letras escritas a mano y dos bonus tracks inéditos, representativos tanto de la cara más delicada y melódica de los norteamericanos (“The Fairest Way”) como de su más enrevesada faceta psicodélica (“Festival”). En definitiva, un cálido reencuentro con canciones repletas de belleza y perfección, pero no exentas de emoción. ALICIA RODRÍGUEZ

de corte más indie. Joselito Gómez detalla en el libreto interior, con fotos, los pormenores de cada grabación, en ocasiones prescindibles y en otras evidentes muestras del carácter naíf de esta destartalada formación. También hay lugar para la pegadiza “Don’t Give It Up Now”, muestra de la cercanía de los Lyres al rock’n’roll, con ese toque de farfisa que sería hilo conductor de la mayoría de sus canciones, obra del gran Jeff Conolly. Le siguen más temas inéditos en el formato 7”, como “Buried Alive”, y otros escritos en los ochenta, como el exitoso “Help You Ann”. Y no obvia momentos más dados a la experimentación, como “Someone Who’ll

CAVERN OF ANTI-MATTER “Blood-Drums” (2013) DUOPHONIC ULTRA HIGH FREQUENCY DISKS



FREE LAB MUZIK Resulta una evo-

lución lógica para muchos artistas renunciar en un momento dado a lo convencional, introducir nuevo equipamiento, intercambiar canción por pieza instrumental, olvidarse del pop. De McCarthy a Stereolab a Cavern Of Anti-Matter (nombre de una tienda de golosinas de la infancia de Tim Gane) sería, a grandes rasgos, el (titánico) itinerario que hasta la fecha ha desarrollado el de Ilford en ese mismo sentido. También en esa incansable pesquisa suya tras el beat psicodélico perfecto, aunque sea por la vía de la permutación y la ayuda de viejos conocidos como Joe Dilworth.

Treat You Right Now”. Una síntesis acertada que detalla el caos de sus directos atropellados, pero que no resta maestría a una formación que fue lo-fi y melódica (con The Kinks bien presentes) a la par que descarnada y disfuncional, como los mismísimos Stooges. Nacidos de las semillas de DMZ, cabe decir que por las filas de Lyres han pasado músicos ilustres, tanto en sus directos –en los que han contado con Miriam Linna, batería de The Cramps– como en estudio, donde el mismísimo Stiv Bators se unió para versionar “Here’s A Heart” en el último de los 7”. Y ojo, que se trata de una edición limitada de setecientas unidades. ALICIA RODRÍGUEZ

Boston, DMZ, garage...

El inadvertido “Blood-Drums” (2013), cuya solitaria edición en vinilo doble de hace cuatro años a cargo del sello alemán Grautag (con diferente portada e idénticos temas) ya se cotiza como los calzones de Cassius Clay, fue el primer intento largo en esta nueva etapa de Gane al que le siguió el más tecnificado y congruente “Void Beats/Invocation Trex” (2016). Caracterizado por la improvisación, variedad de texturas y ritmos y, sobre todo, por la búsqueda de una nueva identidad, lo que no deja de tener mérito después de treinta años de experimentación, “Blood-Drums” contiene una gama de trazos industriales (“Silver Dust”), enigmas científicos (“Rotation And Particle Density In D”), humor distópico (“Lament For Cement”), delicadezas (“Solar Diamond”), habitual relectura motorik (“Irradiated Dream Mouth”) y títulos idiosincráticos (“Sound-Magic’s Death Ray Destroys The Vortex And Has Union With Infinity”) de suficiente entidad para dar sentido al regreso de uno de los personajes más inquietos, tozudos y, por qué no decirlo, geniales del pop de las últimas tres décadas. ¿Quién habló de amor? JOSÉ MANUEL CATURLA

OK” (1988) nunca les convenció y, al cotejarla con la que ha destilado ahora el veterano Jack Endino, es fácil recordar por qué. Al repertorio inicial –en el que encontramos estándares como “Flower”, “Beyond The Wheel” o su densa relectura de “Smokestack Lightning” de Howlin’ Wolf– se le suman seis versiones primigenias grabadas por el propio Endino y Chris Hanszek –de C/Z Records– durante las sesiones de “Screaming Life”. Todavía con Hiro Yamamoto al bajo, el cuarteto de Seattle releía el impío credo escrito por Tommy Iommi y Jimmy Page quince años antes, con inesperado garbo y agradecido ataque punk. Aquí empezó a vislumbrarse algo realmente grande. CÉSAR LUQUERO

KONIEC “Koniec” (2017) LA OLLA EXPRÉSS



E XPERIMENTAL Koniec (1979-

SOUNDGARDEN “Ultramega OK” (1988) SUB POP-POPSTOCK!



ROCK Soundgarden fueron la más guapa en los primeros bailes de la era grunge. Formaron parte del iniciático recopilatorio “Deep Six” (1986), jugaron un papel decisivo en la alianza sellada por Bruce Pavitt y Jonathan Poneman al frente de Sub Pop y, aunque su explosión comercial se hizo de rogar, llamaron la atención de las multinacionales mucho antes que otras prima donnas de la nación alternativa. Tras publicar los EPs “Screaming Life” (1987) y “Fopp” (1988), Sub Pop tuvo que darse mus a la espera de liquidez. El cortejo se hizo más intenso y SST –el monolito editorial del punk-core estadounidense– entró en la puja, llevándose el gato al agua. Publicado en octubre de 1988, solo tres meses después de “Fopp”, el primer álbum de Soundgarden llevaba más de un cuarto de siglo esperando una reedición en condiciones, como la que nos ocupa. El guitarrista Kim Thayil hace notar en las prolijas notas de la misma que la mezcla original de “Ultramega

1995), la más intergeneracional de las formaciones que insuflaban vida al experimentalismo barcelonés de los ochenta y noventa, protagonizaron una ejemplar evolución, actualizando los postulados de un pasado reciente originado en la aparición del rock progresivo. En sintonía con el free, la improvisación, el laietanismo, el prog jazz y la electrónica, el cuarteto instrumental quedó constituido por miembros de Blay Tritono, Perucho’s, Tropopausa y el Taller de Músics; todos con una personalidad muy bien definida, que supieron conglomerar orgánicamente. Joan Saura (teclados y samples), Oriol Perucho (batería), Xavier Maristany (vientos) y Josep Palomas (bajo) grabaron en 1984 “Senza parole”, un deconstructivo retablo de creativas y humorísticas costuras que solo tiene parangón en el primer álbum de Perucho’s, y que los afianzaría entre crítica y público, pero no en un mercado con presupuestos estéticos distintos a los suyos. Ya sin Perucho, sustituido por Quicu Samsó –lo cual revertiría en un endurecimiento del sonido–, publicaron dos nuevos trabajos, “Ad Livingstone” (1992) y “Silenci en bla” (1993), sin perder su complejidad. Esta caja de la serie Barcelona Documents Musicals rescata la producción de Koniec salvo su segundo álbum, engordándola con veinticinco temas extra, vídeos, documentos y un esclarecedor libreto. JAIME GONZALO

Autoexploración emocional

THE MAGNETIC FIELDS Stephin Merritt vuelve a ofrecer sus composiciones ambiguas e ingeniosas en pack familiar: “50 Song Memoir” es una autobiografía en cincuenta canciones, repartidas en cinco discos, que dura dos horas y media. En la próxima edición del Primavera Sound las tocará todas, pero divididas en dos conciertos (los días 2 y 3 de junio), claro. Hablamos con él sobre este álbum épico. Por JUAN MANUEL FREIRE

“6

9 Love Songs” (Merge, 1999) marcó un severo antes y después en la carrera de The Magnetic Fields. De no ser reconocido por la calle, su mastermind Stephin Merritt pasó a recibir gritos de “¡69!” en cada esquina. Una de sus canciones (“The Book Of Love”) fue versionada por Peter Gabriel para una película de Hollywood, “Shall We Dance? (¿Bailamos?)” (Peter Chelsom, 2004), lo que sirvió a Merritt para hacer el primer pago de su casa de Los Ángeles. La crítica ya adoraba antes a The Magnetic Fields, pero ahora llegaba la devoción extrema. Fue inevitable pensar en “69 Love Songs” cuando se supo que el disco de Merritt para 2017 sería una colección de cincuenta canciones, a razón de una por cada año de su vida. (En el momento de concebir la obra; ahora ya tiene 52). El proyecto sonaba a suave golpe sobre la mesa de este Noël Coward moderno, un nuevo tour de force tras algunos álbumes que no han acabado de capturar las imaginaciones, como “Realism” (Nonesuch, 2010) y “Love At The Bottom Of The Sea” (Merge, 2012). Merritt no ha sentido la presión de “69” solo al preparar este nuevo disco. La ha sentido con cada uno de los que ha publicado desde 1999: “Da igual lo que haga”, murmura con su voz grave, de la que puede costar discernir el tono; incluso cuando habla en broma parece serio como un ninja. “Todo lo que hago va a ser comparado con ‘69’. Siempre ha sido así, de modo que no sentí presión especial al grabar el nuevo álbum”. Merritt no es el hombre más fácil de entrevistar, en parte por esa voz seria, en parte por sus largas pausas... Y, a finales de los noventa, por un humor a veces cortante, como sabrá cualquier periodista que tratara de entrevistarlo. Con el tiempo se ha ido ablandando un poco. Él lo admite en cierto modo en la contraportada de “50 Song Memoir”

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(Nonesuch-Warner, 2017): “Soy Stephin Merritt y esta es mi autobiografía en cincuenta canciones, una por cada año de mi vida. Sobre todo es amor y música, así que no busquen demasiada trama. Y si las cosas se suavizan cuando se avecinan los 50, así es la vida”. UNA PROPOSICIÓN TRASCENDENTE “50 Memoir Song” no es, en realidad, un proyecto soñado, sino una especie de encargo. O una provocación: “¿Serías capaz de hacer un disco con una canción por cada año de tu vida?”. Esa pregunta, no con esas palabras, pero algunas parecidas, fue la que lanzó Robert Hurwitz (presidente de Nonesuch Records) a Merritt en una comida en el Oyster Bar de la neoyorquina Grand Central Station.

“Todo lo que hago va a ser comparado con ‘69’. Siempre ha sido así, de modo que no sentí presión especial al grabar el nuevo álbum” El problema no estaba en hacer cincuenta canciones, sino en hacer cincuenta canciones sobre uno mismo. Merritt no es el autor más autobiográfico del mundo, sino sobre todo un hábil constructor de historias y personajes y un analista del pop en sí mismo. Busca antes el ingenio que la epifanía. Depurar una rima antes que provocar una catarsis. Es un tipo privado incluso de cara a sus amigos. En la larga entrevista con Merritt de las notas interiores de “50 Song Memoir”, su viejo aliado musical Daniel Handler (compañero en The Gothic Archies, por ejemplo) dice: “No hay mucha gente que haya conocido durante tanto tiempo

(unos veinte años) de la que sepa tan poco”. ¿Por qué alguien así acepta contar su vida en canciones? “Pensé que podía ser divertido”, asegura. “Acababa de poner música y canciones a la historia real de un hombre en el programa radiofónico ‘This American Life’. Se llamaba Will Ream. Había crecido como parte de un grupo religioso fundamentalista, pero se fue en busca de un futuro mejor para sus hijas, a las que al final no pudo cuidar. Había mucho drama en esa historia. Tenía que cantar cosas que Ream había dicho en realidad, convertir sus palabras en versos. Fue divertido pero difícil. Hurwitz creyó que debía hacer algo parecido con mi propia historia. Y era ahora o nunca, porque si no me daba prisa cumpliría 51 y entonces no sería todo tan redondo”. ¿Cuándo tuvo lugar esa conversación, Stephin? Porque en un artículo de ‘Rolling Stone’ de 2015 declarabas: “Ya no me imagino teniendo los bemoles de convencer a una discográfica para un disco de tres volúmenes”. ¡Y has hecho uno de cinco! (Stephin ríe): “¡En realidad, tampoco es que tuviera que convencer a nadie! Fueron ellos los que vinieron a por mí. En cuanto a los cinco volúmenes... En realidad, el asunto cabe en dos CDS. Pero los CDs tan largos nunca van bien. Y no queríamos devoluciones”. LA FÁBRICA DE RECUERDOS Según me contó en una entrevista para Rockdelux de hace, glups, dieciesiete años, en los días de “69 Love Songs” era capaz de hacer sin problema tres canciones al día. En esta ocasión el ritmo de trabajo fue diferente: “Algunas me llevaron unos minutos mientras que otras me llevaron décadas”, explica de forma algo críptica; la segunda parte se explica más adelante. “Pero ninguna salió tan rápido como las de finales de los noventa. En aquel triple disco podía conformarme con escribir letras a partir de

FOTO: MARCELO KRASILCIC

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tres palabras –así es: no hay más en “Punk Love”, del primer volumen, o “Experimental Music Love”, del tercero–. O hacer canciones de medio minuto –“Roses”–. Aquí debía explicar algo, lo que fuese, en cada tema”. ¿Es más fácil escribir sobre las historias del pasado remoto que sobre las del pasado reciente, cuyo final quizá todavía esté por llegar? “No, nada es fácil”. Si hubiera tenido diarios... “Pero no los tenía. Al principio del proceso, no paré de llorar a mi madre y a mi mánager Claudia (Gonson; también compañera de banda) porque era incapaz de recordar cuándo había pasado nada. Así que mi madre tuvo que escribirme cronologías”.

“Solo hablé con la gente que podía sentirse insultada. No escribí nada potencialmente doloroso sin preguntar primero a los implicados” Merritt encuentra un cierto relajo, sea como sea, en el hecho de contar con un marco preestablecido de restricciones, como demuestra no solo “69 Love Songs”, sino prácticamente toda su discografía: en “i” (Nonesuch, 2004), todas las canciones (todas historias románticas) empezaban con la letra “i”; “Distortion” (Nonesuch, 2008) se bañaba en lo que indica el título y “Realism” era su negativo acústico. “Tener un marco es perfecto para la productividad”, dice. “La canción ya no es algo que puede ser un montón de cosas, sino un trabajo que has de completar”. A TRAVÉS DE LAS DÉCADAS “50 Song Memoir” empieza, al estilo Merritt, de forma ambigua, con un narrador que no acierta a señalar su origen (“’66 Wonder Where I’m From”). Durante su infancia, no dejó de moverse de un lado a otro por culpa de las búsquedas espirituales de su madre, una “fanática religiosa budista”. Merritt

lamenta que un gato familiar no le devuelva su amor (“’68 A Cat Called Dionysus”); acude a un concierto de Jefferson Airplane en 1970 y, cuando Grace Slick condena Vietnam diciendo “están matando niños por ahí”, cree que la matanza tiene lugar en el propio concierto (“’70 They’re

Merritt y el cine Cuando entrevisté a Merritt por primera vez, a colación de “69 Love Songs”, me aseguró que prefería escuchar a otra gente interpretando sus canciones que cantarlas él mismo. Y todavía es así: “Creo que mis mejores temas están en The 6ths, pero quizá sea solo porque no los canto yo”, explica. Hace casi dos décadas su sueño era convertirse en una especie de Diane Warren y componer temas para títulos de crédito finales. Se mudó a Los Ángeles para fortalecer una relación con el cine que nunca fructificó: en la entrevista del libreto con Handler, se refiere a “cierto musical de los Muppets por el que no gané el Óscar y moriré resentido”. Quien ganó fue Bret Mc-

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Kenzie (Flight Of The Conchords) por “Man Or Muppet” en 2012. Pese a todo, no ha abandonado el sueño de, por ejemplo, componer musicales de cine (ya ha escrito para varias óperas chinas y el musical del off Broadway “Coraline”): “No me desanimo porque acabo de ver que algo como ‘La La Land’ tiene catorce nominaciones al Óscar. Igual es un buen momento para hacer ‘The Song From Venus’”, musical sci-fi que preparaba con Handler a principios de la década pasada. Tres canciones de ese musical se colaron en “Obscurities”, su disco de rarezas de 2011, firmado con su nombre. En “50 Song Memoir” podemos escuchar “’00 Ghosts Of

The Marathon Dancers”, un corte del remake de un musical francés que iba a dirigir Ang Lee. Y otro tema tan cinematográfico como “’10 20,000 Leagues Under The Sea”, tomado de su banda sonora para la película muda de 1916. El repertorio de Merritt no se acaba nunca, pero en Hollywood siguen obsesionados con “The Book Of Love”. El romance no acabó con la versión de Peter Gabriel. “Ahora ha salido una película llamada ‘The Book Of Love’, con Justin Timberlake como director musical. Ha pedido a alguien (The Shadowboxers) que haga una versión de la canción. Así que en el próximo disco de The 6ths igual debería estar Justin Timberlake”. „

Killing Children Over There”); intenta formar uno de sus primeros grupos, One And A Half, en una comuna en Vermont (“’78 The Blizzard Of ‘78”); viaja por primera vez a Londres mientras su madre visita un retiro budista en Escocia (“’80 London By Jetpack”)... “El verano de 1980 fue un tiempo glorioso para estar en Londres. No sabía hasta qué punto, en realidad. Ni siquiera era consciente de que estaba sucediendo la explosión new romantic”. De hecho, ni siquiera era consciente de que tenía edad suficiente para que le dejaran entrar en los clubes. Se desquitó al mudarse a Nueva York, donde pasó seis noches de cada semana en la mítica Danceteria de Manhattan (“’84 Danceteria!”) y también frecuentó el nightclub con espectáculos drag The Pyramid (“’87 At The Pyramid”), donde se pilló por un chico al que nunca habló. Los noventa empezaron con los achaques de la depresión, un mal bastante común en comparación con los recogidos en “’92 Weird Diseases”, como la hiperacusia, sensibilidad especial al ruido cotidiano que empezó a afectarle en 1992. En esos años comparte un apartamento de una habitación con su novio y dos más (“’93 Me And Fred And Dave And Ted”) y trata a duras penas de ganarse la vida como músico (“’94 Haven’t Got A Penny”). El amor no siempre es la salvación, sino el peor colofón (“’98 Lovers’ Lies”). Merritt podría haber escrito después sobre cómo empezaron a ir bien las cosas, al menos en cuanto a su carrera, pero prefirió recordar su canción

Dos discos-monumento músico Scott Fagan, ha tenido menos problemas, esencialmente porque lo vio por primera vez con 40 años y no ha cultivado la relación. La madre no puso ninguna objeción a las canciones, ni siquiera a “’74 No”, en la que Merritt dice que ella está convencida de que “este universo físico es un gran espectáculo holográfico”. “Bueno, esa es la única canción sobre la que hemos discutido un poco. Ella sigue empeñada en sus ideas y, además, lo mejor de todo es que dice tener pruebas”. En “’75 My Mama Ain’t” sabemos que esta mujer única dio todo su dinero y todos los muebles para beneficiar a los conejos y todos los seres sensibles. Si no avisó a Sasha Frere-Jones de la próxima llegada de “’06 Quotes”, es porque aquí no daba nombres. En esos días de 2006 el crítico acusó a Merritt de racismo por sus gustos musicales. “Um, ¿debería comentar esto? (una de sus largas pausas). Bueno, yo también dije algunas cosas. Y algunas se sacaron de contexto, sin que yo tuviera oportunidad de retractarme”. Si Merritt parece más suave que hace diez años, así es la vida.

Merritt y la liga de colegas magnéticos. FOTO: MARCELO KRASILCIC

sobre el 11-S (“’01 Have You Seen It In The Snow?”, compuesta para el dúo drag Kiki And Herb) o rendir un homenaje al Dick’s Bar (“’02 Be True To Your Bar”). “Ahora está cerrado y es una pena. Tiempo después, me arrepentí de no haberle dedicado otra canción basada en los días que pasé escribiendo ‘69’ en aquellas mesas”. El disco llega hasta el presente inmediato entre amor y música y música y amor, sin referencias claras a la carrera de su autor. CON SU PERMISO Es una autobiografía hecha de fogonazos, al igual que en “Dublineses” James Joyce rechazaba la idea de un principio y un final. Pequeños relatos de absurdo delicioso y lamentos personales en los que apenas hay nombres. Pese a no identificar héroes ni víctimas, Merritt avisó previamente a todo el mundo de sus planes de publicar canciones sobre ellos. ¿A todos les pareció correcto? ¿O tuvo que dejar algún tema fuera? “En realidad, solo hablé con la gente que, bueno, podía sentirse insultada. No escribí nada potencialmente doloroso sin preguntar primero a los implicados. Y a mi madre le puse todas las canciones en las que salía”. Son una barbaridad; la mayoría de la recta inicial. Merritt tiene una relación complicada con su madre, hippy de categoría. En parte, por el mal gusto de la mujer con los novios: “’77 Life Ain’t All That Bad” habla de uno –ahora muerto– que obligaba a Stephin a trabajar en su camión de helados mientras él se dedicaba a privar. Con su padre, el

ORGÍA MUSICAL En el aspecto estrictamente musical, “50 Song Memoir” hace a menudo referencia a las épocas de las que habla, aunque él niegue haber hecho ningún esfuerzo al respecto. “’76 Hustle 76” tiene beat disco; las canciones de los primeros ochenta tiran de formas frías, sintéticas; “’97 Eurodisco Trio” recuerda a todos los niveles a su proyecto synthpop Future Bible Heroes... “En algunos casos, si la música evoca a esa época, es porque se grabó entonces”, recuerda Merritt. La intro electrónica de “’87 At The Pyramid” forma parte de los experimentos que hizo con Claudia Gonson por esa época. “‘88 Ethan Frome” se compuso originalmente en 1988 y luego añadió el verso de cómo lee esta novela de Edith Wharton cada día por su cumpleaños. (Hay más ejemplos, como puede verse en el despiece “Merritt y el cine”). Impredecible a nivel de sonido, la colección puede saltar del pop barroco de “‘71 I Think I’ll Make Another World” a la jazzística “‘72 Eye Contact”, a la medio hawaiana “‘73 It Could Have Been Paradise” o a la góspel “‘74 No”. Los créditos reúnen una artillería electrónica y acústica infinita. Lanzo a Merritt la propuesta de hacer todo un disco como “’81 How To Play The Synthesizer”: “No había pensado antes en algo parecido, pero ahora que lo dices... Todo un álbum sobre instrumentos musicales. Me parece buena idea. Este es un concepto del que tirar”. En principio se lleva casi todo el arsenal de gira, además de cincuenta años de objetos y gadgets de su casa que tienen que ver con las canciones, “pero no demasiado literales. Es decir, no hay cucarachas ni gatos. Hay muchas casas de muñecas, algo que me he dedicado a coleccionar estos años. Conforme avanza la acción, las casas de muñecas se vuelven más y más relevantes”, explica. ¿Habrá corte extra, Sr. Merritt? ¿De qué habría ido la canción de 2016, la del año que ganó Trump? No revela simpatías claras por nadie: “Esa canción, sin duda, habría girado en torno a monstruos gigantes que pelean entre ellos”. „

“69 Love Songs” (MERGE, 1999)

Casi tres horas de duración, repartidas en tres discos separados en su formato físico. Lo que lees en el título es lo que hay: “69 canciones de amor” en torno a todas sus caras, o quizá sería mejor decir todas las caras posibles de las canciones de amor. El repertorio incluye desde el tema más famoso de su autor (la balada con ukelele “The Book Of Love”) hasta pequeñas (geniales) anécdotas. Musicalmente no puede ser más variado: suenan canciones al estilo de Irving Berlin (“A Pretty Girl Is Like...”), New York Dolls (“Punk Love”), Fleetwood Mac (“No One Will Ever Love You”), Erasure (“Long-Forgotten Fairytale”)... Un santoral explotado con personalidad. Se supone que, en contraste con “50 Song Memoir”, esto es pura ficción y, por tanto, no tan revelador, pero las canciones de amor son ficción hasta cierto punto. No es como escribir de aliens.

“50 Song Memoir” (NONESUCH, 2017)

Dos horas y media de duración, repartidas en cinco discos separados en su formato físico, sobre todo para que los CDs funcionen bien. Lo que lees en el título es lo que hay: “Memorias en 50 canciones”, cincuenta viñetas entre el humor absurdo, la expurgación sentimental y el tributo a los poderes extraños de la música. El amor aparece aquí en todas sus caras, pero sobre todo la más huraña. Y sin embargo el final es feliz: “Todo el mundo es el fetiche de alguien”, canta en “’15 Somebody’s Fetish”, la correspondiente a la última, la de 2015. Siempre hay un roto para un descosido, en otras palabras. Todo el mundo liga al final. Se supone que, en contraste con “69 Love Songs”, esto es la pura verdad y por tanto una fuente de gossip puro y sin cortar, pero la autobiografía es un género muy construido. Además, las canciones de Merritt nunca van a tener un único claro significado. „ RDL 360 ABRIL 2017

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Mark Eitzel Nubes y claros los temas más tristes, dolorosos y oscuros. Pagan para verme y tener una experiencia y a veces las toco porque es lo que quieren. Cada día me encuentro con gente que me dice que mis canciones le han salvado la vida, le han sacado de lugares oscuros y le han permitido seguir adelante”. En los últimos años, un par de hechos han afectado la manera de componer de Eitzel. El primero fue su segunda colaboración con el dramaturgo Simon Stephens, con quien había trabajado en la obra “Marine Parade” (2010) y repitió en “Song From Far Away” (2015). “Escribir para el teatro te obliga a centrarte de manera más objetiva, pensando en el efecto que va a tener la canción. Ha cambiado un poco mi forma de enfocar el tema”. El segundo, un ataque al corazón que sufrió hace cinco años. “Cambió mi perspectiva de la vida. Obviamente, también la manera de escribir. Te das cuenta de que no hay tiempo que perder, que no es cuestión de andar haciendo tonterías”. El bonus track del disco, “The Singer”, está dedicado, Contra el derrotismo. FOTO: MARK HOLTHUSEN precisamente, a un compañero fallecido: Jason Molina (1973-2013). “Hay una grabación suya hermosísima, El líder de American Music Club publica “Hey Mr Ferryman”, un donde la mitad del público está hablando. También un vídeo en YouTube, de un concierto en Carolina décimo álbum oficial en solitario que supone su intento más evidente del Sur, solo con la guitarra acústica; es el show de aproximarse a territorios pop. La producción de Bernard Butler más increíble que he visto nunca, perfecto de ha sido decisiva para orientar las canciones hacia lugares más principio a fin. Me pareció un cantante puro y quise hacer una canción para celebrar su vida”. luminosos, aunque el sempiterno pesimismo de Mark Eitzel termina Eitzel también se encuentra a menudo con por imponerse de manera irremediable. Por EDUARDO GUILLOT audiencias más bulliciosas de lo deseable. “Constantemente; y no puedes hacer nada al respecto. La diferencia es que hay veces en que ecía Einstein que el azar no existe, pero de a la bossa nova en “An Angel’s Wing Brushed la gente habla porque odia lo que estás haciendo, no haberse producido una concatenación de The Penny Slots”. “Los arreglos de las canciones pero en otras ocasiones charlan porque lo están circunstancias casuales, “Hey Mr Ferryman” estaban hechos hace mucho tiempo. Esa fue escrita pasando bien. Es complicado. A mí me resulta difícil (Merge-Decor-Popstock!, 2017), el décimo álbum un año antes de grabar y la idea era que tuviera un tocar así, me distrae mucho, pero pagan su entrada oficial en solitario de Mark Eitzel, sería muy aire muy Las Vegas. Bernard dijo que probáramos a y pueden hacer lo que quieran. No te lo puedes diferente. “Había grabado las canciones varias usar la caja de ritmos y funcionó”. tomar como algo personal”, comenta. “Soy viejo y veces y no me satisfacía el resultado”, confiesa Tampoco conviene equivocarse. “Hey Mr feo. Que haya gente que venga a verme actuar ya por teléfono. Entonces apareció Bernard Butler, Ferryman” no destierra del todo el tono triste y es una suerte”. exguitarrista de Suede. “Escuchó las maquetas y le melancólico que ha marcado siempre la carrera de Así se lanza Eitzel por la pendiente del derrotismo, gustaron. No sabía nada sobre mí o American Music Eitzel, hasta el punto de convertirse en un cliché y el resto de la conversación va cuesta abajo como Club. He trabajado con gente que cuando piensa en que no acaba de gustarle. “Soy consciente de ello. una bola de nieve negra que no para de crecer. un disco mío tiene muchas ideas preconcebidas; él Pero hace mucho que no escucho a Billie Holiday. “Odio ir de gira. Son veintitrés horas de infierno por venía limpio”. Y se ofreció como productor. “Pensé Nunca he potenciado esa imagen. Simplemente solo una buena; el resto es una mierda”. Aun así, que sería una grabación acústica, porque no había hago lo que hago. Y no creo que mis composiciones y pese a que ni siquiera tiene agente en Estados presupuesto para más. Nos habíamos gastado un sean oscuras, pero tengo que escribir lo que me Unidos, se ve obligado a salir a la carretera cada dineral mezclando dos temas con un ingeniero sale. Tampoco planeo las cosas, no sé qué haré en año. “No tengo otra opción. Ahora estoy girando famoso, y solo podíamos permitirnos hacer un el futuro. Me gustaría seguir tanteando territorio para poder devolver el dinero invertido a la gente álbum a base de guitarra y voz. Pero Bernard dijo pop, pero ignoro si voy a componer otra canción que hizo el disco. Es un tour en el que no voy a que ni de coña”. como ‘The Last Ten Years’ o no”. De algún modo, ganar nada; de hecho, perderé algo de dinero, pero La intención de ambos era conseguir un disco está preso de la imagen que ha proyectado a tengo que hacerlo para reembolsar la inversión del pop, y con “The Last Ten Years”, el tema de lo largo de su trayectoria. “Dices que la música sello”. Una situación triste que, además, comienza apertura, han dado en el clavo. “Quería que sonara melancólica puede caer en el cliché, pero yo me a ser demasiado habitual. “Así es. Pero, ya sabes: optimista”, asegura Eitzel, que incluso se aproxima subo al escenario y el público me sigue pidiendo somos artistas, somos idiotas”. „

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William y Jim Reid: hermanos carnales. FOTO: STEVE GULLICK

The Jesus And Mary Chain La larga espera

Los hermanos Reid pusieron patas arriba (literalmente) los escenarios durante los ochenta. La vorágine tensó la cuerda hasta la ruptura en 1999. Reconciliados, casi diez años después regresaron con el anuncio de un nuevo disco por el que hemos tenido que esperar una década más. Durante este tiempo han seguido girando y han celebrado los treinta años de su icónico “Psychocandy”. Con “Damage And Joy” recién estrenado, hablamos con Jim Reid. Por CESC GUIMERÀ

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ntre lo leído y releído sobre The Jesus And Mary Chain, el periodista británico Dorian Lynskey es quien más ha dado en el clavo: “Eran una banda sin un punto medio”. “Me gusta. Había un extremo... y otro extremo. Creo que describe al grupo en muchos sentidos. También a aquellos años. Fueron muy locos, muy intensos. Quizá demasiado”. Palabra de Jim Reid. Los Mary Chain se separaron en 1999 y regresaron en 2007, restablecida la relación entre Jim y William Reid. Los excesos y la violencia de sus directos –la más célebre de todas sus trifulcas fue la de la North London Polytechnic el 15 de marzo de 1985– ya solo eran parte del mito. En su retorno en el festival de Coachella en 2007, Scarlett Johansson subió al escenario para cantar “Just Like Honey”. La culpa la

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tuvieron Sofia Coppola y “Lost In Translation” (2003). Pero, por fortuna, la memoria es selectiva y los de Glasgow siguen fascinando por su concepción dilatada del pop, su porte y sus peinados encrespados. Recién lanzado “Damage And Joy” (ADA-Warner, 2017), el pequeño de los hermanos Reid responde al teléfono desde Devon. Le recuerdo a Jim aquel Summercase de 2007 en el que presentó ante el público de Barcelona “All Things Pass” como la primera de las nuevas canciones al caer. Poco más se supo hasta hace unos meses. “Por varias razones”, explica. “Supongo que fue por mi culpa. En 2007 no me sentía con ganas de meterme en el estudio porque todavía recordaba lo duro que fue hacer nuestro último disco –“Munki” (Creation, 1998)– y no

quería volver a aquello. William insistía, pero yo le iba dando excusas. Siempre me lo preguntaban en las entrevistas. La verdad es que ha pasado mucho tiempo. No me di cuenta hasta que finalmente volvimos al estudio”. Y lo hicieron, aprovechando la actual buena relación entre ambos. “De momento va bastante bien, durante el último año y pico... Espero que siga así”. En el estudio el tiempo, en parte, se detuvo. “Grabar ahora es bastante similar a lo que solía ser antes. La tecnología ha mejorado y te permite hacer las cosas más deprisa, pero es el mismo proceso. Cuando tienes una idea puedes probarla de forma instantánea. Hace veinte años, si querías intentar algo nuevo, empleabas todo el día y a lo mejor no funcionaba, lo que te hacía perder todo ese tiempo.

Dulces y punzantes “Psychocandy” (BLANCO Y NEGRO, 1985)

Si cuentas con un buen ingeniero, puede llevarte veinte minutos o media hora tener completamente listo algo nuevo. La tecnología facilita la cosas, pero la esencia del proceso es el mismo”. El resultado es un disco que conecta con el legado del grupo. “Es un álbum de los Mary Chain. Esta era la idea, hacer un clásico de los Mary Chain”. Lo es. Conocíamos “All Things Pass” y durante los últimos meses el grupo adelantó “Amputation” y una “Always Sad” muy a lo “Sometimes Always”, de “Stoned & Dethroned” (Blanco y Negro, 1994), canción en la que colaboró Hope Sandoval; en ese trabajo también aparecía Shane MacGowan apartado de sus propios Pogues (“God Help Me”) y tenía que contar con la participación de Bob Dylan en “Save Me”, desestimada porque el ahora Nobel quería escribir su propia canción.

"Estoy satisfecho de todos nuestros discos. En esencia, han soportado muy bien el paso del tiempo, siguen sonando bien" (Jim Reid) The Jesus And Mary Chain empezaron a girar en marzo pasado, dos años después de hacerlo por última vez para celebrar el trigésimo aniversario de “Psychocandy” (Blanco y Negro, 1985), que interpretaron de forma íntegra. “Acabamos muy satisfechos. Mucha gente nos decía que debíamos tocar ese disco, pero nunca encontrábamos el momento. Al final coincidió con el 30º aniversario. Nos dimos cuenta de que quizá no habría otra oportunidad, que era el momento idóneo, que lo hacíamos entonces o ya no lo haríamos. Así que nos pusimos a ensayar para intentar recrear el sonido de ese álbum. Trabajamos durante varias semanas y fue bastante satisfactorio. Había algunas canciones, quizá cuatro o cinco, que nunca habíamos interpretado en directo. Así que, además de todo, fue interesante probar y realmente lo disfruté mucho”. Durante aquella gira, Reid habló de “Psychocandy” como “un milagro”. “¿Lo dije?”. Lo dijo. “No lo recuerdo”. Se referiría a cómo surgió un disco así. En aquel entorno. En aquel momento. “Odiábamos toda la música que se estaba haciendo. Encendías la radio, leías la prensa y había grupos terribles de los que todo el mundo hablaba. Nos gustaban algunos: Cocteau Twins, Orange Juice, Echo & The Bunnymen, The Birthday Party... El resto era mierda. Eso quizá fue una inspiración. Todos aquellos ‘new romantics’ eran repugnantes. Recuerdo pillar un día el ‘NME’ y el grupo de la portada era Kid Creole & The Coconuts. Pensamos: ‘¡Basta ya! ¡A la mierda, hay que hacer algo con todo esto!’. Y nos pusimos a ello”. Y, una vez revolucionado el universo pop, llegó “Darklands” (Blanco y Negro, 1987). ¿Un intento deliberado de no grabar un “Psychocandy 2”? “No queríamos otro ‘Psychocandy’. Era complicado darle

continuidad. Estoy seguro de que todos esperaban un álbum como aquel, pero era demasiado obvio, así que nos pusimos a hacer algo completamente opuesto. Todo el mundo hablaba mucho del sonido de ‘Psychocandy’ y queríamos grabar un trabajo en el que lo más importante fueran las canciones. Y eso fue lo que hicimos. Estoy satisfecho de todos nuestros discos. Recuerdo perfectamente las razones que nos llevaron a realizar cada uno de ellos. Siempre se pueden cambiar cosas, pero, en esencia, todos han soportado muy bien el paso del tiempo, siguen sonando bien”. Tan impactantes en la historia del pop son sus dos primeros discos como el desenfreno que rodeó al grupo durante aquella época. Un desenfreno cobijado en el label más apropiado. “Creation y los Mary Chain se necesitaban el uno al otro. Sin ellos nada de lo nuestro habría pasado; y sin nosotros el sello no habría sido lo que fue”. Tres décadas después, Alan McGee y Simon Fletcher siguen manejando la carrera de la banda. “Alan es grande. Es el mismo Alan, igual de entusiasta. Nunca perdimos el contacto, siempre hemos sido amigos más allá del negocio. Él no trabajaba en nada relacionado con la música y decidió dedicarse a hacer de mánager (Creation Management). Se puso en contacto con nosotros y aquí estamos”. McGee, amigo de colegio de los Reid, siempre ha presumido de visionario con los Mary Chain. Su maqueta recorrió todas las discográficas hasta que recordaron que tenían un amigo que se había marchado a Londres. La reconocida escena de Glasgow no fue lugar para ellos. “No pudimos conseguir un bolo allí y nuestro primer concierto tuvo que ser en Londres porque nadie nos quería escuchar en Glasgow. Tuvimos que irnos para recibir algo de reconocimiento. La escena de esa ciudad era muy estrecha y cercana a grupos como The Pastels, Orange Juice o Strawberry Switchblade. Mejoró cuando nos fuimos. Mala suerte para nosotros”. De aquellos años y de sus casi tres décadas de carrera, Jim Reid tiene pocos reproches. Uno, reconocido: no haber firmado por Rough Trade. Y hay algunos otros. “Lo que más lamento es no haber conocido a más gente. Mi principal problema en ese momento es que era muy tímido. Estaba en la misma compañía que todos mis ídolos y no fui capaz de hablar con ellos. Recuerdo coincidir en una fiesta con los Ramones y ser incapaz de decirles nada. Años más tarde, Alan era el mánager de Joey Ramone y nos volvimos a encontrar y me reconoció que pensaba que los Mary Chain odiábamos a los Ramones por aquello... Esto es triste porque me encantan los Ramones. También recuerdo participar en un festival en el que tocaba Lou Reed y teníamos el mismo agente. Me lo quería presentar y no quise, por timidez. Hay mucha, mucha gente que podría haber conocido y no lo he hecho por mi timidez. También me pasó con David Bowie...”. Para no lamentarse... „ THE JESUS AND MARY CHAIN ACTUARÁN EL 29 DE ABRIL EN BARCELONA (RAZZMATAZZ) Y EL 30 EN MADRID (LA RIVIERA;

Lanzaron el single “Upside Down” en 1984 y, tras la expectación generada, Alan McGee decidió permitir su traspaso al sello Blanco y Negro para que les dejaran en paz. La expectación no era en vano. Sobre el disco se ha teorizado muchas veces. En Rockdelux fue elegido el número 10 entre los 300 mejores discos seleccionados del período 1984-2014 para celebrar el 30º aniversario de la revista. Sea lo que sea, supone el salto de la adolescencia a la edad adulta en el consumidor de pop.

“Barbed Wire Kisses (B-Sides And More)” (BLANCO Y NEGRO, 1988)

Esta recopilación describe a los Mary Chain seminales de forma tan fidedigna como sus primeros LPs. Psicóticos (“Kill Surf City”), bruscos (“Hit”), arrebatadores (“Head”) y violentos (“Cracked”). Al mismo tiempo dulces (“Psycho Candy”) y accesibles (“Everything’s Alright When You’re Down”). El paroxismo de su juego de antítesis y la muestra de su paleta de influencias con versiones de Bo Diddley, The Beach Boys y Can.

“Barrowlands Live” (DEMON, 2015)

No había otro lugar más indicado que la más emblemática sala de Glasgow –en la que iniciaron el tour– para plasmar en un disco repleto de extras en su versión LP la gira de aniversario de su álbum franquicia. Con capacidad para menos de dos mil espectadores, por el Barrowland Ballroom han desfilado grupos locales y vacas sagradas. Bowie sobrevivió a una estrella de cerámica desplomada del techo y Stiff Little Fingers tocan cada San Patricio.

ZOË HOWE “Barbed Wire Kisses. The Jesus And Mary Chain Story” (POLYGON, 2014)

La devoción adolescente por el grupo, musical pero también estética (totalmente comprensible; vayan a por los libros de Sam Knee), culpa de la colección de discos de su padre, DJ, llevó a la periodista, buena amiga de John Moore (el batería que cubrió la vacante dejada por Bobby Gillespie) a escribir un libro que “merecían” y en el que contó con la colaboración del propio Jim Reid. “Nos encontramos un par de veces”, explica. ¿Y le gustó? “No lo he leído... No leo estas cosas”. „

SON ESTRELLA GALICIA).

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Rosalía Cantar a la muerte en la flor de la vida

La primera vez que Pepe Habichuela la escuchó, dijo de ella lo mejor que un flamenco cabal puede apreciar: que canta como una vieja. Y, para más inri, con voz aniñada. Como si los cantes pretéritos se acabaran de inventar. Hay quien define a Rosalía como cantaora millennial, pero ella prefiere beber de las milenarias fuentes del arte jondo y subvertirlo, mano a mano con Refree, en el rompedor “Los Ángeles”. Por LUIS TROQUEL

L

os Ángeles downtown. Una joven mira escaparates en el llamado “distrito de las joyerías”. Por su atuendo parece reflejarse en las cantantes de R&B. Empieza a andar, desnortada, por las desoladas calles angelinas. Una guitarra flamenca suena tenaz, invocando casi a Black Sabbath. Y cuando irrumpe la voz de ella, como el hilo que enhebra una aguja, descubrimos que en realidad se trata de seguiriyas puras y duras... A juzgar por las turbadoras imágenes de este inminente videoclip, parece que el fenómeno Rosalía no ha hecho más que empezar. De la noche a la mañana, pocos nombres suenan tan cool como el suyo. Llena hasta la bandera ahí donde actúa. Tiene 23 años y lleva más de media vida cantando, aunque los últimos meses han marcado un antes y un después. “Con todo lo que está pasando me siento como bendecida, claro, pero tampoco sorprendida. Siempre he considerado que estaba predestinada para la música, con la certeza de que cosas como estas iban a ocurrir un día u otro”, asegura ella sin atisbo de arrogancia. Antes de que saliera su recién editado primer

disco ya se hablaba de él. “Los Ángeles” (Universal, 2017), se titula. “Puede referirse tanto a una ciudad como a esos seres que median entre lo divino y lo humano... Y que tal vez son los que te esperan también cuando mueres”. Este debut discográfico de Rosalía no esconde su carácter de dúo, al alimón con Raül Fernandez Refree, encargado de los arreglos, la producción y el único instrumento que la acompaña: la guitarra.

"Me gustaría poder seguir sobre los escenarios de aquí a cincuenta años, poder mirar atrás y estar orgullosa de todo lo que ahora está ocurriendo" Flamenco con f de folk, l de lisérgico, a de antiguo, m de minimalista, e de experimental, n de nuevo, c de canción, o de osado... O de ortodoxo también, aunque puedan parecer conceptos antagónicos. Cantes añejos, la mayoría de anónima autoría,

La mano que mece la guitarra Refree se ha encontrado literalmente entre las manos con un sonido diferente. “Para un guitarrista de folk, o pop o rock, como podía ser yo, la mano derecha de la guitarra flamenca es una concepción totalmente distinta; no te sirve lo que ya sabías”, confiesa Raül Fernandez Refree. Sin púa, con los dedos, aunque sin pretender en ningún momento pasar por “tocaor”. “Me di cuenta de que me gustaba el sonido sucio en determinados rasgueos, pero no era algo que buscara; más bien al contrario”. Tanto el disco como los directos de “Los Ángeles” los ha hecho va-

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liéndose casi exclusivamente de una sola guitarra. “Porque es la única guitarra flamenca que tengo, y me gusta mucho como suena: nada brillante, muy oscura...”. Una Ramírez de los años sesenta, de las llamadas “de segunda” (que, por tener una pequeña tara en el acabado, a veces simplemente ornamental, se venden más baratas). “Me encanta tocar con guitarras de segunda. Tienen una vida especial y como yo tampoco me considero ningún guitarrista de primera me siento especialmente cómodo con ellas”, añade Raül riendo. Entre su apabullante currículo como productor, hay dos referencias de

inevitable mención en lo que a “Los Ángeles” respecta: “granada” (2014) con Sílvia Pérez Cruz y “El Niño” (2014) de Rocío Márquez. “Dos discos sin los cuales este no existiría. Con Sílvia, sobre todo, por la revisión que hicimos de varias piezas de Morente; me abrieron una perspectiva nueva. Y Rocío ha sido la persona que me ha hecho morder la manzana del flamenco, me ha dado a conocer cosas muy antiguas con las que conecto mucho mejor”. También el trato con Kiko Veneno sería determinante. O con Pepe Habichuela. “La primera vez que lo escuché por seguiriyas pensé: esto es rock’n’roll”. „

recreados desde una inusitada perspectiva. “Al hacer tal o cual palo flamenco me concentro mucho en el cante en sí mismo, pero no por ello impido que salgan otras influencias musicales que pueda tener. Respeto mucho todo lo que vertebra las melodías, su esencia; soy bastante rigurosa en esto. Y también las letras”, afirma Rosalía. “Después, en cuanto a intención, dinámica o manera de interpretar, me dejo llevar por la intuición”. Parece increíble que una propuesta tan radical campe en las listas de éxitos y provoque semejante delirio en vivo. Como si fuese un recital “por derecho”, ellos actúan sentados, casi ensimismados, aunque el público termine siempre en pie. Precisamente, el videoclip del tema “De plata”, rodado en las calles de Los Ángeles por el colectivo Manson, muestra una faceta de Rosalía para muchos desconocida: no solo canta como los ángeles (valga la redundancia), sino que baila también con encendido embrujo y exuberante impronta. “Pero en estos conciertos la propia temática del repertorio pide algo más sobrio y austero”. Que Rosalía canta de muerte, en el sentido más exclamativo de la expresión, era un secreto a voces. Lo que pocos esperaban es que se daría definitivamente a conocer con una obra conceptual de letras mortuorias. Y ella las interpreta en la flor de la vida. “Soy muy consciente de lo temporal que es todo, de que el tiempo pasa y no seré siempre joven. Incluso es algo que supongo que me ha condicionado en la manera de afrontar esta profesión. Me gustaría poder seguir sobre los escenarios de aquí a cincuenta años, poder mirar atrás y estar orgullosa de todo lo que ahora está ocurriendo”. Que no es poco. Y por todos los flancos. A mediados del pasado 2016, con este proyecto ya encarrilado, el nombre de Rosalía brillaba inesperadamente también en otros ámbitos. El videoclip de una de sus colaboraciones con C. Tangana, el viral “Antes de morirme”, ronda ya los nueve millones de reproducciones en YouTube. Y de nuevo con la muerte como telón temático. “Pero en este caso fue absoluta casualidad, ya que aunque la canción la compusimos juntos, en el propio estudio, esa parte de letra era suya”. Casi al mismo tiempo, con motivo de otra colaboración (junto

Un futuro que mira al pasado. FOTO: ÓSCAR GARCÍA

con el guitarrista flamenco Alfredo Lagos en varios conciertos), uno de los dominicales más leídos del país la incluía, a lo grande, en un vistoso reportaje entre seis de las más representativas cantaoras del momento. Todas gitanas, menos ella. Si el debut de Rosalía es extremo, su creciente público también lo es. Profanos y, entre ellos, también eruditos del arte jondo. Sin casi medias tintas. “Los Ángeles” remite a un momento histórico en que el disco como objeto físico era, como ahora, una anomalía. Si hoy está a punto de morir, entonces nacía. Cantes tratados como si fueran canciones, grabados originalmente en viejos discos de pizarra por figuras como Manuel Vallejo, La Niña de los Peines, El Niño de la Huerta o Manolo Caracol. “Si tú supieras compañero” eran cantiñas. “De plata”, seguiriyas con cabal. “Nos quedamos solitos”, malagueñas. “Catalina”, tangos. “Día 14 de abril” pasa de la taranta a la malagueña y remata por verdiales. “Que se muere, que se muere” era un fandango natural inspirado en una jota. “Por mi puerta no lo pasen”, tientos. “Te venero”, guajira. “Por castigarme tan fuerte”, fandangos a compás. “La hija de Juan Simón”, milonga. “El redentor”, una saeta, y “I See A Darkness”, una versión de Bonnie ‘Prince’ Billy ajena al flamenco. “Es como una declaración de principios. Fue la primera canción que cantamos juntos”.

Rosalía y Refree se habían conocido por un espectáculo que puso en pie un servidor que estas líneas escribe: “Rumba surreal”, en el Mercat de les Flors, y como parte de la edición 2014 del festival Ciutat Flamenco de Barcelona. Giraba en torno a la colosal figura de Maruja Garrido. Yo había invitado a Raül y se quedó tan prendado con la intervención de Rosalía que quiso conocerla. Un día quedamos los tres, y cuando empezaron a charlar de su mutua pasión por Kendrick Lamar y James Blake descubrieron que tenían mucho más en común de lo que pensaban. Al final se habló más de subgraves, trap y R&B que de casi ninguna otra cosa. Esbozaron un anglófilo proyecto electrónico, pero decidieron quemar las naves tras una actuación muy diferente, ya con Refree a la guitarra, en el Heliogàbal barcelonés. Lo suyo con la guitarra flamenca no es propiamente una conversión. En todo caso, un maravilloso sacrilegio. Altera acordes sacrosantos sin miramientos e inventa una manera de acompañar que no cualquier cantaor aceptaría, pues igual le da alas como le obliga a reptar entre octosílabos. “Me impulsa a cantar de una manera más visceral de lo que estoy acostumbrada. Raül es muy libre tocando, se lo permite todo, y eso hace que tú también te permitas cosas que, de otra manera, nunca harías como cantaora”. Se llevan casi una generación. En los años

noventa, cuando Refree asomaba la cabeza en grupos underground, Rosalía Vila venía al mundo. En un pequeño municipio del Baix Llobregat, próximo a Barcelona: Sant Esteve Sesrovires. Hija de asturiano y catalana y con una hermana mayor. De voz prodigiosa e inabarcable formación. Su primer flechazo flamenco fue con Camarón. “Era lo que escuchaban mis amigos en el parque. Abrían las puertas de los coches, ponían la música fuerte y oían a Camarón. Y me gustó tanto que me volví loca. Me dije: ‘Yo quiero ser cantaora’”. Ella tenía solo 13 años y sus amigos, a juzgar por tan vehicular escena, bastantes más. “Siempre iba con gente mayor que yo”. Encontró al maestro ideal, José Miguel Vizcaya “El Chiqui”, quien además la animó para hacer la carrera de música que justo este año está finalizando. Mayte Martín, pionera indiscutible de la escena en que Rosalía se inscribe como cantaora, fue de las primeras personas en proclamar su talento. Estudió también en el Taller de Músics, que propició colaboraciones de eco internacional con Chicuelo o el compositor clásico Enric Palomar. Entre melismas de ensueño, Rosalía ha adquirido una vertiginosa velocidad vocal. Y a esa misma velocidad vital parece ir. Mirando al pasado para proyectarse en un futuro que no se podría vislumbrar mejor. „ RDL 360 ABRIL 2017

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Andrea Motis Primeras cosas

Tiene solo 21 años, pero muchos tiros pegados. Seis discos con Joan Chamorro y una amplia agenda de directos –Sudáfrica, Japón, Brasil, Francia, Polonia, Estados Unidos...– jalonan la trayectoria de la cantante y trompetista de jazz Andrea Motis. Todo empezó en el barrio barcelonés de Sant Andreu, cuando llamó la atención de su profesor y socio. Ahora es el legendario sello Impulse! el que se ha fijado en ella. Por DONAT PUTX

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uando se dio a conocer a principios de esta década, muchos quisieron ver a Andrea Motis (Barcelona, 1995) como una niña prodigio. Su biografía invitaba a calificarla así, ya que empezó su formación como trompetista con tan solo 7 años de edad, y a los 12 ya colaboraba con la Sant Andreu Jazz Band. Cuando tenía 14, el disco “Joan Chamorro presenta Andrea Motis” (Temps Record, 2010) llamó la atención de muchos gracias a sus prestaciones como vocalista. Tras otros cinco álbumes firmados al alimón con Chamorro, Motis rubrica en solitario “Emotional Dance” (Impulse!Universal, 2017). No es que nuestra cantante se haya separado de su amigo, profesor y mentor. El núcleo duro que desfila por el álbum está integrado por la banda que ha marcado sus últimos siete años de vida artística, en la que, además de Andrea (voz, trompeta) y Joan Chamorro (contrabajo, saxo), militan Ignasi Terraza (piano), Josep Traver (guitarra) y Esteve Pi (batería). Lo que ocurre es que ha asumido más responsabilidades. “Cuando empezamos era Joan quien llevaba el peso, pero con el tiempo ha dejado más en mis manos las decisiones. Él siempre está ahí, me ayuda y me aconseja. Es mi aliado, pero ahora ya me encargo bastante del quinteto, de seleccionar los temas, etcétera”, señala Motis, coproductora junto con Brian Bacchus y Jay Newland. Por lo demás, en este disco el grupo se ha visto reforzado con un buen número de artistas invitados: los saxofonistas Scott Robinson, Joel Frahm y Perico Sambeat, Warren Wolf (vibráfono), Gil Goldstein (acordeón), y Café Da Silva (percusión). El nuevo lanzamiento de Motis profundiza lo suyo en la interpretación de clásicos, su marca de la casa más distintiva. “Al principio planteamos limitar este apartado al swing y la bossa nova –indica–, pero finalmente nos ha salido más ecléctico”. “Emotional Dance” abre fuego con “He’s Funny That Way”, tema popularizado por Billie Holiday. Entre otras piezas, incluye el “Chega de saudade” del imbatible binomio Jobim/Vinicius, o el estándar de Cole Porter “You’d Be So Nice To Come Home To”, que eligió “porque era un tema con el que me sentía cómoda improvisando y pensaba que esto me permitiría dar lo mejor de mí. Me gusta la armonía que

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Tomando impulso. FOTO: ÒSCAR GIRALT

tiene y también estoy contenta con el arreglo que pensamos”. En cuanto al “Señor Blues” de Horace Silver, destaca que “es espectacular. La versión original me pareció impresionante por ese punto superafro, superétnico. Me apetecía hacer una pieza energética como esta”. Admiradora de Sarah Vaughan y Ella Fitzgerald –aunque también de Amy Winehouse–, Andrea indica que el de los clásicos es un ámbito en el que se siente especialmente bien: “Es básicamente lo que he hecho hasta ahora, y estoy muy relajada, como en casa. Me interesa probar cosas nuevas, por supuesto, pero pienso que cantando temas antiguos puedo aportar algo, nuevos matices. Me gusta reinterpretar los clásicos, y creo que el público lo percibe como un aspecto de mi trabajo bien asentado. Pensaba que en un disco de proyección internacional como ‘Emotional Dance’ eran muy importantes estas referencias”. Aun así, el contenido del álbum va más allá. Motis enfatiza que se abre “una nueva etapa”, caracterizada por varias “primeras cosas”. La primordial, que muestra sus cartas como compositora en cuatro piezas. “La discográfica propuso que hubiera originales y me lancé, porque ganas no me faltaban”, revela. En dos de estos temas, “If You Give Them More Than You Can” y “I Didn’t Tell Them Why”, habla de sentimientos como el agobio o el amor, por lo que cabe preguntarse

cuánto hay de introspección en su trabajo compositivo: “Sí que hay introspección sentimental, pero sobre todo a nivel musical, en lo relativo a la melodía... La letra acompaña, pero lo más importante es la música”. Andrea sitúa la parte lírica en un segundo plano de importancia “incluso cuando canto canciones de otros. Ocurre lo mismo cuando compongo. Me considero más músico que letrista; manda la melodía por encima de las palabras”. Así, no es de extrañar que otra de sus piezas sea un instrumental –el único de todo el álbum–, que camina por el hard bop y se titula “Save The Orangutan”. “Con los instrumentales tienes menos condicionamientos y, además, yo pienso muy ‘trompetísticamente’ cuando escribo”, puntualiza. Completando la entrega –y asimismo por primera vez en una grabación–, Motis ha versionado varias canciones en catalán. Se trata de la preciosa “Matilda” de Perico Sambeat –con letra de Carles Alberola–, “La gavina” de Frederic Sirés, que hizo famosa Marina Rossell, y el tema de Els Amics de les Arts “Louisiana o els camps de cotó”. Junto con los clásicos y las canciones propias, esta tríada apuntala el juego de equilibrios con el que la joven intérprete pretende abrir nuevos caminos. „ ANDREA MOTIS & JOAN CHAMORRO QUARTET ACTUARÁN EL 6, 7 Y 8 DE ABRIL EN BARCELONA (JAMBOREE).

Gener Exuberancia emocional César, Pasqual, Enric, Carles y Vicent: el canto universal. FOTO: BELÉN SEGARRA

El primer e interesante “El temps del llop” no nos había preparado para la sorpresa del segundo disco de Gener, “Oh, germanes!”, el proyecto del valenciano Carles Chiner, ya como grupo, que orbita al nivel de Alabama Shakes o de Fleet Foxes sin dejar de ser profundamente mediterráneo. Palabras mayores. Por ÓSCAR GARCÍA

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bigarrado, ambicioso, exuberante. Tras su debut “El temps del llop” (Mésdemil, 2014), la inmersión de Carles Chiner y los suyos –César Castillo (guitarra y violín), Pasqual Rodrigo (bajo), Enric Alepuz (batería) y Vicent Todolí (teclados)– en el soul-pop ha dado como fruto “Oh, germanes!” (Mésdemil, 2016), un disco con once canciones que bucean en el universo femenino y en la visión masculina de la femineidad. La intención original no era crear un álbum conceptual, sino que las canciones eligieron el tema. Chiner, animoso, cercano y gran conversador, lo explica telefónicamente, entre cigarrillos: “Inicialmente compuse cinco o seis canciones y vi que hablaban todas sobre mujeres. Eso me ayudó a seguir esa senda, a ver a dónde me llevaba. Me parece muy productivo, porque enfoca el tema no de una manera predeterminada, sino a través de la emoción y de experiencias personales. La idea no era tanto hacer un disco feminista, sino uno sobre cómo los hombres nos relacionamos con las mujeres y sobre esta eterna contradicción de los sexos que casi siempre se debe a una opresión”. No hay grandes proclamas en “Oh, germanes!”, pero sí historias que parten de lo personal para dirigirse a lo universal. Chiner sigue a sus maestros en la conversión de la anécdota a categoría: “Mis autores y mis músicos favoritos parten de la emoción, porque quieren hacer llegar a los demás sus propias dudas sobre sus propias ideas. Pero creo que es importante partir de una experiencia personal para que la cosa sea vivida y no transcurra únicamente en la cabeza o en la intelectualidad”. Las letras están subordinadas a la música porque, para Chiner, lo importante es su capacidad de

emoción cuando suenan, no cuando se leen: “Me da igual como queda un verso. Creo que muchas veces es un estorbo dejarte llevar por los giros literarios; se ha de buscar más la inmediatez”. Al hablar de la música, no se puede obviar la enorme riqueza instrumental que transpira el disco, grabado en directo durante nueve días con Paco Loco tras los controles. Multiplicidad de capas y texturas difíciles de comparar a otros proyectos cercanos, si bien Chiner puede hermanar su sensibilidad a la de El Petit de Cal Eril. Las canciones, con arreglos fijados en los ensayos y en las maquetas, requerían, según su autor, de un tratamiento orgánico: “Hemos acudido a Paco Loco porque no queríamos ni Auto-Tune, ni cuantizar batería –se refiere al proceso de corregir, mediante software, las desviaciones en el ritmo– ni todas estas costumbres que se han impuesto poco a poco en la industria de una manera que creo que hace mucho daño a ciertos tipos de música, como la acústica, que llega por la vibración de las ondas. He grabado tanto pista a pista como en directo y no quiero volver a hacer lo primero; no me interesa, porque es mucho más cerebral. En cambio, cuando grabas en directo te acostumbras a los fallos, y el resultado es una compenetración de los músicos, en lugar de tener a cinco personas en cinco cabinas pendientes de unos cascos”. Y, al registrar en directo, se puede jugar con la interacción entre el sonido y el aire: “Hay momentos en el disco en los que suenan nueve voces al mismo tiempo haciendo cuatro o cinco líneas de armonía, que se suman a otros instrumentos. O tienes una noción del espacio acústico muy fina o se te va de madre. Las voces están todas alrededor de un micro

porque la música se une al aire. Quien mezcla se encuentra mucho más preso de la toma original, pero, al mismo tiempo, es una virtud porque te tienes que preocupar de que el sonido que entra sea el que quieres. Después no puedes variar el volumen de las voces, pero, si has hecho bien tu trabajo, es mucho más vivo. Discos de los sesenta o setenta que me gustan mucho se grababan de esta manera”. “Oh, germanes!” es vitalista y expansivo, pero esa dinámica alegre se rompe, y de qué manera, en su último corte, “La reina de l’oceà”. Cuando acaba, un conjunto de voces atonales, un coro de Nereidas, da voz a los muertos del Mediterráneo y hiela la sangre a quien las escucha. Chiner reconoce que la canción es tan triste que no suele tocarla en directo, porque impide que la actuación remonte. El ejemplo del coro es pertinente para explicar el esfuerzo vocal de su compositor, guitarrista y cantante a lo largo del disco, a la manera de sus referentes: “Jeff Buckley y su padre son dos maestros que admiro mucho, que me han cambiado la manera de entender qué es cantar. Jeff, junto con Nina Simone, me ha hecho comprender que la voz es una vibración emocional y que, a partir de la emoción, puedes utilizarla como un instrumento, no solo para dibujar una melodía, sino para aportarle intensidad y texturas. El canto nos permite comportarnos como cuando éramos niños y gritábamos y llorábamos. A través del proceso de depuración de la técnica, intentas que esa emoción no se pierda, que llegue mejor”. „ GENER ACTUARÁN EL 21 DE ABRIL EN BARCELONA (FESTIVAL BORN DE CANÇONS).

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Max Richter El cielo es el límite

Este compositor neoclásico tiene adicción al desafío. Es lo que le hace salir de la cama cada mañana. En su último disco, banda sonora de un espectáculo del Royal Ballet londinense, se atreve a convertir en sonido la literatura, vida y muerte de Virginia Woolf. Hablamos con este músico codiciado también por el cine y la televisión sobre variar constantemente sin dejar de ser fiel a uno mismo. Por JUAN MANUEL FREIRE

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ras la buena experiencia de “Infra” en 2008 –editado en disco con el mismo título, “Infra” (FatCat, 2010)–, Max Richter volvió a unirse al coreógrafo Wayne McGregor y el ballet de la Royal Opera House para un espectáculo más ambicioso, la primera narrativa larga de McGregor para la compañía: “Woolf Works”, un tríptico basado en algunas novelas esenciales de Virginia Woolf (1882-1941). Tras su estreno en 2015, ahora ha visto la luz su banda sonora bajo el título de “Three Worlds: Music From Woolf Works” (Deutsche Grammophon-Universal, 2017). Los trabajos de McGregor no suelen tener trama, pero es que este ballet tampoco sigue coordenadas narrativas tradicionales: usa a Woolf como “algo dentro de lo que nadar”, en sus propias palabras para ‘The Guardian’. Y la música de Richter tampoco es la típica banda sonora para un biopic de escritora célebre, sino otro ejemplo de la capacidad del compositor inglés para unir los puntos, a veces salvajemente, entre clásica contemporánea y música electrónica.

Richter ya había leído a Woolf en el colegio, pero volvió a la autora para recordar y entenderlo todo de otra manera: “Una de las cosas agradables de trabajar en el ballet –nos explica a través de Skype– fue releer sus obras. Los libros son siempre los mismos, pero nosotros cambiamos y con nosotros también lo hacen los libros”. ¿Por dónde empezar a construir una obra de ballet en tres actos sobre una autora como Woolf? ¿Qué se recoge y qué se deja fuera sin alienar a alguna porción de su legión de devotos? ¿Quién pone la primera piedra, compositor o coreógrafo? McGregor y su dramaturga Uzma Hameed decidieron reducir el espectro a “La señora Dalloway” (1925), “Orlando” (1928) y “Las olas” (1931), cada uno en el centro de un acto. Después había que hablar con Richter. Hablar y hablar. “Nuestro modo de trabajo no posee mucha estructura –admite el músico–. Tenemos ideas, hablamos de ellas, leemos libros, volvemos a hablar. Cuando empieza a haber música empieza a haber baile”. ¿Y Richter sugiere pasos? “¡No sé nada de

Cuatro obras clave

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“Memoryhouse”

“The Blue Notebooks”

(LATE JUNCTION, 2002)

(130701, 2004)

Publicado originalmente en la efímera compañía discográfica del programa de BBC3 “Late Junction”, el debut de Max Richter sentó las bases de lo que actualmente algunos denominan “indie classical”, la apertura de la música clásica a otros lenguajes alternativos contemporáneos. Sin "Memoryhouse", tal vez las carreras de Nico Muhly u Owen Pallett no habrían sido las mismas. Tardó un tiempo en ser reconocido como se merecía, pero hoy ya es texto sacro.

"The Blue Notebooks" es el álbum que incluye “On The Nature Of Daylight”, esa pieza que impele a llamar, uno por uno, a todos tus seres queridos. Richter habla de él como un “disco de protesta sobre Irak, una reflexión sobre la violencia”. La actriz Tilda Swinton (tiempo después de dar vida a Orlando para la realizadora Sally Potter en la película de 1992) lee fragmentos de los “Cuadernos en octavo” de Kafka y de dos libros de Czesław Miłosz. Un clásico classy de la clásica.

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“Recomposed By Max Richter. Vivaldi - The Four Seasons”

“Sleep”

(DEUTSCHE GRAMMOPHON, 2014)

Otra obra de Richter llamada a crear titulares: una “nana para un mundo frenético” de ocho horas de duración, la pieza continua más larga que la BBC ha emitido en directo (en la actuación no había butacas, sino camas). Existe en descarga digital y en versión de ocho CDs más Blu-ray. Además, derivó en un CD estándar con temas adicionales –“From Sleep” (Deutsche Grammphon, 2015)– y un disco de remezclas en 2016 con aportaciones de Mogwai y Kaitlyn Aurelia Smith, entre otros. „

Entre los desafíos aceptados por Richter, uno de los más atrevidos debe ser esta visión posminimalista de “Las cuatro estaciones” de Vivaldi, cuya elaboración ha comparado con “lanzar moléculas del original a un tubo de ensayo con muchas otras cosas y esperar una explosión”. Algunos todavía sentimos escalofríos al recordar la (doble) presentación del proyecto en el Sónar 2013 con BCN216. Los días 12, 13 y 14 de mayo volverá a sonar en L’Auditori de Barcelona.

(DEUTSCHE GRAMMOPHON, 2015)

las palabras y su viveza, y parte de este texto final trata sobre su desconexión del lenguaje: no podía leer, no podía escribir... Todo se rompió en pedazos para ella”. Es la voz de Gillian, algunas cuerdas y olas al fondo. Cuando acaba la lectura, las olas siguen sonando en forma musical: “La composición está hecha a partir de ellas: todas las líneas simulan su movimiento a diferente velocidad; es como un mosaico de olas diferentes”. De la parte más anónima del sexteto Piano Circus, Richter ha pasado a convertirse en superestrella de la clásica moderna. Su sentido trágico del minimalismo ha sido requerido, en versiones preexistentes u originales, por el cine y la televisión, de los que ahora es inseparable. Para él trabajar en proyectos ajenos no es un trámite ni un lastre, sino un disfrute. “Componer es un proceso experimental. Un conjunto de interrogantes. Y no me gusta hacerme las mismas preguntas todo el tiempo, porque si es así obtendré siempre las mismas respuestas. Me excitan las nuevas experiencias. Esa especie de sentimiento de qué vendrá ahora, qué es lo siguiente, qué pasaría si... Eso es lo que hace que salga de la cama por la mañana”.

"La música es un lenguaje narrativo en sí mismo. Y nosotros, como oyentes, al escucharla solemos imponer una narrativa en las obras"

Partituras como novelas. FOTO: YULIA MAHR

danza! (risas). Me encanta, pero no tengo ni idea”. En el primer tema, “Words”, se escucha la voz de la propia Woolf hablando sobre las palabras en 1937. “No esperaba dar con esta grabación. Y cuando la escuché, pensé que debíamos empezar aquí. Con la escritora hablando de palabras”. Hay otras partes de spoken word leídas por Sarah Sutcliffe y Gillian Anderson. Es una táctica habitual para Richter, quien tuvo a Tilda Swinton leyendo a Kafka en “The Blue Notebooks” (130701, 2004) y a Robert Wyatt leyendo a Murakami en “Songs From Before” (130701, 2006). En alguna ocasión ha dicho que usa la palabra leída para recordar las historias de las que parten sus composiciones. “Pero la música es un lenguaje narrativo en sí mismo. Y nosotros, como oyentes, al escucharla solemos imponer una narrativa en las obras, lo queramos o no; hacemos asociaciones, nuestros cerebros unen elementos”. “Woolf Works” va más allá de la lectura de fragmentos literarios con música al fondo: traslada a las composiciones el espíritu, las técnicas, los temas de la escritora modernista. En el primer acto, basado en “La señora Dalloway”, Richter se introduce en el espacio de la memoria, sus sedimentos y reflejos: “Es una obra que sucede en el recuerdo. La protagonista se habla a sí misma sobre su biografía. En algunos casos idealiza, en

otros se muestra arrepentida o tiene esperanzas de reconectar y salvar cosas... La música opera en este espacio de la memoria. Hay muchos materiales compartidos entre los temas y, desde un punto de vista técnico, la música se refiere a ella misma todo el tiempo de maneras muy diferentes”. Tras este acto de familiar –pero sublime– música de cámara llega el dedicado a “Orlando”, en el que Richter aplica el motor narrativo de la novela –la transformación– a la composición. “Mi idea fue tomar una melodía de orígenes isabelinos, como Orlando, y hacer variaciones. Mi elección fue la folía, melodía muy famosa, española en realidad. Quería incrustar la trayectoria de Orlando en esta especie de ADN musical”. Y aquí va la explicación de cómo logró la magia vibrante de algo como “Modular Astronomy”: “Parto de la folía, con la que genero patrones en un secuenciador analógico. Después cojo esos patrones y se los doy a la orquesta para que los grabe; suena como un sintetizador analógico, pero de verdad, orgánico. A continuación llevo el resultado al dominio digital y lo vuelvo a reprocesar todo. El material vive un viaje transformativo”. “Tuesday”, única pieza del disco dedicada a “Las olas”, se abre con una lectura de la actriz Gillian Anderson de la carta de suicidio que Woolf escribió para su marido, Leonard. “El primer texto es sobre

Entre las películas que han ganado majestuosidad gracias a Richter encontramos “Vals con Bashir” (Ari Folman, 2008), “Lore” (Cate Shortland, 2012), “Testamento de juventud” (James Kent, 2014), “En el bosque” (Patricia Rozema, 2015) y, por supuesto, “La llegada” (Denis Villeneuve, 2016), que, a pesar de contar con score de Jóhann Jóhannsson, afianzaba su clímax emocional en la famosa “On The Nature Of Daylight”, ya empleada por Martin Scorsese en “Shutter Island” (2010) y por Henry Alex Rubin en “Disconnect” (2012). “Fue todo un poco complicado porque no estaba seguro de querer que se volviera a usar. Esa pieza tiene su propia razón de ser, que son las circunstancias políticas y humanitarias de la guerra de Irak. Por otro lado, conozco a Jóhann desde hace diez años y sé lo difícil que esto sería para él. Me lo imaginaba trabajando en esa música durante meses para que después mi tema se convirtiera en el más emblemático de la película. Pero al final, por muchos motivos, parecía lo mejor”. Richter acaba de inaugurar un sello propio, StudioRichter, precisamente con un 12” de “On The Nature Of Daylight”. Es decir, todavía no se ha hartado del tema. Después llegarán “otras cosas mías, de artistas con los que trabajo, gente que me gusta...”, dice. “Pienso en el sello como una especie de laboratorio”. Sus seguidores también celebran la llegada, este mismo mes, de la tercera y última temporada de “The Leftovers”, cuya banda sonora es una parte tan importante de la serie como la no-sonrisa de Justin Theroux. “Es una especie de mosaico: hay muchos arreglos distintos de música ya existente... Se trataba de hacer que todo pareciera parte del mismo mundo. En términos musicales, la tercera será muy parecida a las anteriores, aunque habrá algunas ideas nuevas”. Nadie esperaba menos. „ RDL 360 ABRIL 2017

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Tamikrest Orgullo tuareg

Ousmane Ag Mossa (centro): expandiendo la cultura de Azawad. FOTO: SEBASTIEN RIEUSSEC

Aunque ya veterano, el grupo malí Tamikrest forma parte de la nueva hornada de bandas tuareg que conectan su música tradicional con el rock, en lo que se ha convenido en llamar blues del desierto. Tras abrirse al funk y al reggae, ahora incluyen sonoridades africanas y del folclore magrebí en su flamante quinto álbum, “Kidal”, cuyo título hace referencia a la capital de la efímera república de Azawad. Por RAMON SÚRIO

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or Tamikrest han pasado varios componentes, siempre bajo el liderazgo del guitarrista, compositor y cantante Ousmane Ag Mossa, quien responde vía correo electrónico a nuestro cuestionario. Aunque no a todo, ya que obvia temas políticos como la lucha fratricida entre tuaregs en la reciente guerra que asoló el norte de Malí, el papel del grupo islamista Ansar Dine –liderado por el rebelde tuareg Iyad Ag Ghaly, responsable de la destrucción de Tombuctú– o la organización político-militar MNLA (Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad). La manera de reivindicar su orgullo tuareg es llamar al nuevo disco “Kidal” (Glitterbeat, 2017), el nombre de una ciudad de 25.000 habitantes en pleno desierto, cerca de Níger y Argelia. Su patria chica. “Kidal ha sido y es”, afirma, “el bastión de todas las sublevaciones, una ciudad de resistencia que es un símbolo para los tuareg. El 6 de abril de 2012 el MNLA proclamó la independencia de Azawad, un estado integrado por las regiones de

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Gao, Kidal y Tombuctú, pero enseguida asistimos al ascenso de manos oscuras con el objetivo de perjudicar el advenimiento, lo que condujo a la intervención francesa en 2013. El acuerdo de Argel, bajo supervisión de la comunidad internacional, se suponía que garantizaba una nueva forma de descentralización, pero, tres años después, no ha habido ningún avance. Las fuerzas extranjeras siguen instaladas entre nosotros, reina la inseguridad y las poblaciones están atenazadas. Esto demuestra que fue un acuerdo lamentable para un pueblo que no pide nada más que tener libertad en su propia tierra”. Su frustración la canalizan con lo que llaman rock’n’roll tuareg. “Las guitarras tienen un papel fundamental en nuestra música, son mis instrumentos principales. Entre mis influencias puedo citar a Ibrahim Ag Alhabib de Tinariwen, la música cabilia de Matoub Lounès –cantautor asesinado en 1998– y también Ali Farka Touré por la parte africana. En lo que respecta al resto son Mark

Knopfler, Eric Clapton, B.B. King y Pink Floyd. El rock clásico, el blues y el country son una inspiración”. Y por la sonoridad acústica de canciones como “Tanakra” o “Adad Osan Itibat”, también se puede hablar de folk tuareg. Por el camino han perdido a la cantante Wonou Walet Sidati y ahora son un grupo masculino. “Lo hemos compensado incluyendo coros femeninos en algunas canciones”, aclara, y añade: “La mujer, por su importancia matriarcal en la sociedad tuareg, es indispensable en nuestra sensibilización, en todos sus aspectos, incluida la música. Esta es la razón por la que los coros resultan determinantes”. Sus dos primeros discos, “Adagh” (2010) y “Toumastin” (2011), fueron editados por Glitterhouse, y el resto –“Chatma” (2013), el directo “Taksera” (2015) y el actual “Kidal”– por la filial Glitterbeat, donde comparten catálogo con Noura Mint Seymali y Aziza Brahim. “La lucha del pueblo saharaui y de los tuareg es la misma, como prácticamente la de todos los oprimidos”, matiza, “pero tenemos dos culturas e identidades estrictamente diferentes”. El nuevo álbum “lo hemos grabado en Bamako, y gracias a nuestro productor, el escocés Mark Mulholland (AfroHaitian Experimental Orchestra), pudimos contar con Yacouba Sissoko, un virtuoso del n’goni, instrumento tradicional cuyo sonido me gusta mucho. También hemos añadido una mandolina a ‘Ehad Wad Nadorhan’ que toca un amigo cabilio llamado Nassim”. ¿Puede que esta canción tenga influencias del flamenco? “Es una mezcla de música tuareg y bereber de Tizi Ouzou (segunda ciudad de la Cabilia después de Bugía), realizada con guitarras, solista y ‘slide’, mandolina, bajo y cajón. Quizá por eso pienses en el flamenco, pero mi intención era hacer una canción cabilia tuareg”. A diferencia de su anterior “Chatma”, en el que se abrían al reggae, al funk y a la experimentación, en la nueva entrega, mezclada por David Odlum, que ha trabajado con Tinariwen, “el objetivo es modernizar la música tuareg y hacerla más asequible a otras culturas. Por eso hemos introducido sonoridades africanas y del folclore magrebí. Lo más importante es que nuestro mensaje llegue al mayor número posible de personas”. Una figura fundamental para el grupo ha sido Chris Eckman (ex The Walkabouts y actual miembro de Dirtmusic), al que conocieron en el mítico Festival au Désert y que les produjo los tres primeros discos, se los llevó de gira por Europa y los invitó a tocar con Dirtmusic, colaborando en su segundo álbum, “BKO” (2010), y en el cuarto, “Lion City” (2014). “Es un buen amigo que nos ha ayudado mucho y, sí, se puede decir que es un mentor”. No es extraño, pues, que en “Atwitas”, una mezcla blues-rock que suena africano y progresivo, parezca que por momentos estemos escuchando a Dirtmusic, un grupo en el que también militan Hugo Race (The Bad Seeds) y Chris Brokaw (Come, Codeine). „ TAMIKREST ACTUARÁN EL 29 DE ABRIL EN HUESCA (CENTRO CULTURAL MANUEL BENITO MOLINER; ROMERÍA Y DESENGAÑO), EL 30 EN VALENCIA (RAM CLUB DE LA RAMBLETA) Y EL 1 DE MAYO EN BARCELONA (BIKINI; FESTIVAL MIL·LENNI).

Future Islands El camino a casa Aguantar el fortísimo tirón de la sobrexposición mediática no es tarea fácil. Future Islands lograron trascender un inesperado pelotazo televisivo a fuerza de buenas canciones. Ahora, con todo el mundo pendiente de ellos, se preparan para la reválida con “The Far Field”, otro álbum sobrado de argumentos a favor. Imposible no quererles bien. Por CÉSAR LUQUERO

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ara el común de los mortales, Future Islands existen desde el 3 de marzo de 2014. Su actuación en el programa televisivo de David Letterman –la actuación del cantante y letrista Samuel Herring, queremos decir– trazó una ineludible divisoria en la carrera del trío que completan el bajista William Cashion y el teclista Gerrit Welmers. Antes de aquel inusual tour de force catódico –Herring mira al público con los ojos abiertos de par en par, se golpea fortísimo en la pechera, cimbrea el caderamen de acá para allá, invoca al cielo brazo en alto, frasea en clave gutural–, el grupo de Carolina del Norte radicado en Baltimore apenas se había comido un colín. Disfrutaba, eso sí, de una estupenda reputación entre la prensa especializada y los buscadores de gemas alternativas, pero había abierto camino costeando sus grabaciones y contratando conciertos desde el salón de casa. Conciertos a los que, en algunas ocasiones, no iban más de diez personas. La aparición en el show de Letterman interpretando “Seasons (Waiting On You)” lo cambió todo. El vídeo de esa actuación se extendió como una plaga, allanando el camino al lanzamiento de “Singles” (4AD, 2014), su cuarto álbum, que llegaría

tres semanas después de la emisión. El disco entró por los pelos en el Top 40 de la lista oficial estadounidense y certificó sesenta mil copias en el Reino Unido. La televisión, de cuando en cuando, puede ser nutritiva. “Lo mejor de encontrar el éxito es que estuvimos trabajando juntos desde mucho tiempo atrás antes de conseguirlo”, explica Herring, sentado frente a la grabadora en las oficinas de su distribuidora española en Madrid, flanqueado por Welmers y Cashion. “Future Islands cumple once años ahora, pero llevamos escribiendo canciones juntos desde hace catorce. El caso es que nos topamos con el éxito haciendo aquello que siempre habíamos hecho. La cuestión era seguir adelante asumiendo la presión y siendo nosotros mismos. Cuando hice la letra de ‘Through The Roses’ podía ver al público, imaginarlo en mi cabeza, y eso es guay. Podía ver diez mil manos arriba, algo que hace cuatro o cinco años era impensable. Eso cambia tu perspectiva, te hace sentir más libre al escribir, sientes que de verdad puedes decir lo que quieres porque va a haber gente escuchándote”. “The Far Field” (4AD-Popstock!, 2017) –no hay desmentidos ni medias tintas al respecto– fue concebido bajo presión. Pero no se nota. El grupo

era consciente de que este nuevo trabajo iba a generar muchas expectativas y decidió ir probando las canciones en sucesivos conciertos de carácter exclusivo o secreto. Una metodología distinta a la habitual que, no cabe duda, ha dado los frutos esperados. “Ir tocando los nuevos temas en directo te permite comprender mejor de qué manera funcionan”, confirma Cashion. “Ves cómo reacciona el público, te permite analizar qué necesita un estribillo o si ciertos sonidos precisan de tal o cual dinámica. La forma en que interpretas está determinada por el directo. Así que fue bueno tener esa experiencia, porque queríamos trasladar esa energía del directo al disco, ese sonido. Ha sido una parte muy importante en el proceso”. Producido por John Congleton, el quinto álbum de Future Islands es un trabajo de gran intensidad sentimental. Minucioso, rico en detalles, depura el lenguaje establecido por su antecesor en doce canciones que prometen conciertos vehementes y emotivos. El amor, su ausencia o permanencia, así como la factura emitida por la vida en la carretera son asuntos recurrentes en los textos firmados por Herring. Textos conjugados en primera persona del singular la mayoría de las veces, aunque a salvo de todo egotismo. “No tengo un plan cuando

Aprendo de mis pasos

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“Wave Like Home”

“In Evening Air”

“On The Water”

“Singles”

(UPSET! THE RHYTHM, 2008)

(THRILL JOCKEY, 2010)

(THRILL JOCKEY, 2011)

(4AD, 2014)

El ataque del post-punk y la accesibilidad del synthpop confluyen en un álbum dominado por las agresivas líneas de bajo de Cashion y los agrestes riffs de teclado de Welmers. La voz, sin duda distintiva, todavía lucha por encontrar su lugar en el mundo. Se agradece la caña burra de “Seize A Shark”, pero es en canciones como “Heart Grows Old” donde empieza a establecerse su lenguaje.

La apabullante energía del primer disco se encauza a través de un discurso que va creciendo en enjundia, basado en la manipulación de patrones synth con utillaje retro. “Inch Of Dust” es buen ejemplo de ello. Herring rebaja más de un tono y gana credibilidad. En “Walking Through That Door” se vislumbra su futuro, mientras que en la plantilla kraut de “Swept Inside” se adivina un pasado.

Cada vez más seguro en su papel de crooner, Herring se consolida como intérprete. Lo hace desde la apertura –subyugante “On The Water”, ritmo Spector incluido– hasta el cierre, meciéndose sobre las melodías de “Grease”. Sus compañeros no le andan a la zaga y entregan composiciones expansivas y ambiciosas, que amplían de forma inesperada una gama de registros hasta entonces escasa.

Lo produce Chris Coady, un valor seguro, tras finalizar su relación con Thrill Jockey. Las canciones son más accesibles y por primera vez presentan un álbum de enfoque unitario –en cuanto a sonido, lírica e intenciones– que termina haciendo honor a su ambivalente título. “Seasons (Waiting On You)”, “Back In Tall Grass” y “A Dream Of You & Me” son solo tres brillantes muestras de su imparable avance. „

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William Cashion, Gerrit Welmers y Samuel Herring: caminando hacia la cima. FOTO: ALFREDO ARIAS

me pongo a escribir”, indica el cantante. “Lo hago guiándome por el corazón y por los sonidos que William y Gerrit van creando. Apelo a mi experiencia, pero ellos contribuyen con su trabajo a que todas esas historias vayan saliendo de mí. ‘Aladdin’, por ejemplo, va sobre algo que estaba sucediendo cuando la escribía. La primera estrofa surgió en un momento en que todo parecía derrumbarse, pero la últimas palabras llegaron meses después”. Una de las mejores canciones del disco es “Beauty Of The Road”. Melodía seductora y bajos de corte Gallup-Hook elevan hacia el infinito e incluso más allá una letra que se pregunta por aquello que podemos perder buscando cosas que quizá no sean tan especiales como parecen. “Habla de una persona muy importante en mi vida que ha terminado siendo muy importante en nuestras canciones”, confiesa Herring. “Es una especie de relación que vive a través de nuestros temas y que, de forma un poco extraña, termina siendo también parte de la vida de otras personas. Empieza con el verso ‘Left out on the road eight years ago’: una mención a lo mucho que hemos girado y a que en su momento no pudimos despedirnos. Tiene que ver con el hecho de que hemos estado trabajando, trabajando y trabajando. Con todos los recuerdos, con las cosas buenas y las cosas tristes. Y ese fragmento en el estribillo, ‘at last you are here in my arms again’, es completamente real, se refiere a mi vida y a esa persona. Y es una de las experiencias más fuertes que he vivido, uno de los sentimientos

más bonitos y tristes a los que he cantado. Refleja esas situaciones que apenas puedes plasmar con palabras. Al final lo haces junto a estos tíos y te rompe el corazón”.

"Lo mejor de encontrar el éxito es que estuvimos trabajando juntos desde mucho tiempo atrás antes de conseguirlo" (Samuel Herring) Simpático y parlanchín, el frontman de Future Islands se ríe al recordar los tiempos en que juraba que nunca escribiría canciones de amor. Normal, porque en su nuevo trabajo hay unas cuantas. “North Star”, entre las mejores, invita a plantearse la potencia revolucionaria de ese sentimiento. “Si piensas en las cosas que la gente hace por amor, lo que somos capaces de sacrificar por él, las locuras que cometemos... Definitivamente, es algo revolucionario. Están pasando un montón de cosas locas y tristes en el mundo. Y en nuestro país, también. Pero lo más bonito es que las personas son capaces de unirse por amor y que la música también tiene esa fuerza. Si escribo es por amor, y por eso es importante para nosotros compartir todas estas historias y darle vida a la gente”. Al hablar de “The Far Field” es imposible obviar “Shadows”, tema en el que escuchamos nada

menos que a Debbie Harry. No se trata de un cameo decorativo. Si la jefa de Blondie no hubiera accedido a colaborar, quizá no habríamos llegado a disfrutar de la canción. Y ellos, no podía ser de otra forma, están encantados con el resultado. “La escribí en 2012 o 2013, pero no encontrábamos a la cantante adecuada para ella”, advierte Herring. “De hecho, tenía que haber entrado en ‘Singles’, esa era la idea, pero no había manera. Lo hablábamos con John Congleton: ‘¿Qué pasa con esta canción, si está guay?’. A él le encantaba y nos preguntaba qué íbamos a hacer con ella. Decíamos: ‘Necesita a alguien que encaje verdaderamente, necesitamos encontrar a una leyenda’. Estábamos en el punto de ‘a la mierda con este tema, nunca vamos a encontrar a la cantante que le va’. Pero John, que había trabajado con Blondie, en un momento dado preguntó: ‘¿Por qué no llamamos a Debbie?’. Y nosotros: ‘¿A Debbie... Harry, dices? ¿La llamarías?’... El caso es que ella dijo que sí, que le gustaba, que adelante y que íbamos a hacer que funcionara. Así que le mandé unos ‘mails’ explicándole qué significaba para mí la canción, dándole ‘background’ sobre sus cualidades emocionales. Fue encantadora. Es muy loco que esté ahí. Creo que sí, que hay una buena química. ¡Encontramos a la leyenda!”. „ FUTURE ISLANDS ACTUARÁN EL 5 DE MAYO EN MURCIA (FESTIVAL WAM ESTRELLA DE LEVANTE) Y EL 6 EN BARCELONA (RAZZMATAZZ).

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Crudo Pimento Los juegos del hambre “Teleiste mouska”, tercer álbum del dúo murciano, tiene un título que no significa nada, aunque ellos lo traducen como “vino de ojo de gaviota”. De ese espíritu lúdico y malrollero, combinado con la improvisación, el inconsciente, el sample y las músicas de raíz más primitivas surge uno de los discursos más radicalmente inclasificables de nuestra música popular. Por DAVID SAAVEDRA

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aúl Frutos e Inma Gómez son pareja y residentes en Murcia. En concreto, en un pequeño apartamento en la céntrica calle del Carmen que utilizan como hogar, estudio de grabación, local de ensayo y almacén de todos sus instrumentos customizados. “Ya casi no podemos entrar en casa. El síndrome de Diógenes se queda corto para esto”, relatan en un café madrileño cercano a su nueva distribuidora, donde se han desplazado un viernes de febrero para comenzar a promocionar “Teleiste mouska” (Everlasting, 2017), un tercer álbum aún más aventurado en el ya inclasificable estilo del dúo. Ambos viven de y para el arte, aunque más o menos indirectamente. Raúl da clases en una escuela de música moderna y a niños. “Trabajar con ellos te obliga a ser muy creativo, a estar constantemente inventando algo para llamar su atención y que les pique el gusanillo”, apunta. Inma es fotógrafa y diseñadora y también hizo sus pinitos como promotora en la escena murciana. Así se conocieron y así fue como él la tentó a formar Crudo Pimento, cuyo nombre, por cierto, aúna el pasado de Raúl trabajando junto a su padre como mecánico envasador de pimentón y el influjo del mento, un estilo jamaicano anterior al reggae. “Yo toco instrumentos desde que tenía 3 años”, relata la mitad masculina del dúo. “Toda mi vida he tenido relación con músicos, grabando y tocando con todo el mundo, y de cara a este proyecto no me cuadraba hacerlo con un profesional. Quería la esencia de alguien que se acerca por primera vez a un instrumento, digamos rústico o primitivo, ejecutando columnas vertebrales muy escuálidas, y sobre eso montar toda la locura”. Inma era su apuesta, ya que nunca había hecho música. “Me di cuenta de que ella tenía una facilidad tremenda para asimilar todo lo que iba transmitiendo con mis instrumentos raros de una cuerda, de dos o de lata, y lo entendía todo, incluso estructuras complejas que se utilizan en el rock progresivo. Me parecía interesantísimo unir esos dos mundos, lo complejo rítmica y armónicamente con una raíz primitiva, y para ello necesitaba a alguien que no estuviese contaminado por ningún tipo de técnica o conocimiento previo”. Lo de los instrumentos citados es importante. Raúl se autodefine como una suerte de “lutier cacharrero” que usa o manipula todo lo que encuentra o tiene a mano para conseguir las extrañas sonoridades de sus discos y conciertos.

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“Yo, sobre todo, utilizo un bajo de una cuerda que percuto con una baqueta”, explica Inma, mientras que Raúl destaca la reciente incorporación de una marímbula caribeña, “como una lata con hojas de sierra”. “Pero hay que verlo en directo. Ahí busco una fusión entre estos instrumentos con el uso de ‘samples’, pero no como secuencias que recoges y disparas. En el disco grababa los temas, los cortaba en trocitos muy pequeños y, con esas mismas tomas, los autosampleaba”, informa. “Después el proceso se lleva al directo, con lo cual es muy difícil de montar. Tocamos los instrumentos y vamos lanzando los ‘samples’ entre los dos. Para eso he tenido que aprender a tocar el teclado con los dedos de los pies, descalzo. El problema que veo muchas veces en los conciertos es que le das al botón, el ‘sample’ se queda sonando y haces karaoke encima, pero nuestra forma de trabajar es más parecida a la de J Dilla, combinando secuencias muy pequeñas y haciendo trabajo de ejecución”. Un aspecto también importante en Crudo Pimento es su forma de desfigurar sonidos procedentes de

tradiciones de diversos lugares del mundo: desde el metal escandinavo hasta el blues del Delta del Misisipi y los folclores de Jamaica, República Dominicana, el son jarocho mexicano, el flamenco más ancestral o la tradición rural murciana. Como elemento troncal está el primitivismo de los instrumentos utilizados, pero también cierta idea de la música que emana de la miseria. “Nosotros también hemos sido siempre más pobres que las ratas y todo parte de la necesidad, primero la de generar un concepto musical, un timbre y un sonido diferente, y después la económica”, sostiene Raúl. “Jamás he tenido una Fender porque no me la podía permitir. La guitarra que utilizo con esa afinación tan rara y que he cortado con una sierra la encontré en un trastero; era una coreana que en los noventa te la comprabas por cinco mil pesetas. Te encuentras con algo y lo reciclas. La pobreza genera realmente que el canto del pueblo sea más angustioso, más real, más visceral, y eso está presente en esta música. Quizá hoy en día hay una asepsia que se ha comido todo eso. Hay una parte de rabia, de insatisfacción o de hambre que ya no existe, o se ha perdido un poco, pero en las grabaciones que nos gusta escuchar, esos sonidos de raíz que registró gente como Alan Lomax, sigue estando vivo. Hay cosas allí que son mucho más punk que el punk”, concluye. „ CRUDO PIMENTO ACTUARÁN EL 1 DE ABRIL EN GUADALAJARA (ÓXIDO).

Inma y Raúl: primitivismo y miseria. FOTO: ALFREDO ARIAS

Spoon Sexy madurez Fieles amantes del notable y amantes ocasionales del sobresaliente, Spoon se resisten a dar ese comprensible patinazo que los convierta en carne de (imponente) “Best Of”. Los de Austin, tras dos décadas de trabajo, todavía son puro presente: en “Hot Thoughts”, su noveno álbum, no hay rastro de anquilosamiento. Es, de hecho, uno de los discos más inquietos y valientes de su carrera. Pocas guitarras, pero ninguna duda: siguen siendo ellos. Por VÍCTOR TRAPERO

A

estas alturas, Spoon viene a ser ese padre objetivamente molón que arrasa a la salida del colegio. Ya orbitando alrededor de la cincuentena, podría dejarse ir y, sin embargo, luce barba canosa arreglada, sale a correr tres veces por semana, cambia de colonia cada tres por cuatro. Ese tío. Dos décadas y nueve discos después, la banda texana sigue sin querer hacer uso del derecho a acomodarse que ya se ha ganado. El asunto tiene mérito. No hay más que revisar el presente de sus compañeros de generación, mina de oro en su día para la banda sonora de la serie “The O.C.”: si no están lejísimos de su mejor nivel (The Shins, Death Cab For Cutie, Grandaddy), se encuentran directamente en paradero desconocido (Broken Social Scene, Wolf Parade). Ellos aguantan el tirón, todavía elásticos y permeables. Más aventureros, incluso, con el paso de los años. Los cambios no les asustan, quizá porque Britt Daniel y Jim Eno, sus dos miembros capitales, han podido experimentar fuera del entorno del grupo. Uno, divirtiéndose con Divine Fits; el otro, produciendo a !!! o Poliça. “No tenemos un plan preestablecido de probar cosas nuevas con cada álbum, solo hacemos lo que nos apetece. Desde dentro no somos muy conscientes de nuestras

transformaciones”, aclara un Daniel que también ejerce de líder en esta conversación en un hotel madrileño. Posiblemente porque, en el fondo, Spoon son siempre Spoon. Habla, yogur en mano, antes de las diez de la mañana, en la que posiblemente sea la estampa menos rockera que pueda imaginarse. Curiosamente, su banda atraviesa la etapa menos rock de su trayectoria. En “Hot Thoughts” (Matador-Popstock!, 2017), su nuevo LP, los sintetizadores y teclados han acorralado a las guitarras. Hay pocas y, en muchos momentos, ni siquiera suenan como guitarras. Los ritmos, otrora angulosos, han ganado en sensualidad; su vena funk, siempre latente, se ha hecho más evidente. Parece el paso lógico tras el estupendo “They Want My Soul” (Loma Vista, 2014), que ya los introducía en novedosos terrenos sintéticos. Especialmente en “Inside Out”, el último corte que grabaron para aquel trabajo. La transición estaba en marcha. “Supongo que no es casualidad. Ha pasado bastante tiempo, pero esa quizá fue la semilla de ‘Hot Thoughts’. Fue un punto de partida para explorar nuevos territorios. Es mi canción favorita de ‘They Want My Soul’; sigo estando muy orgulloso de ella. Podría ser la más bonita que hemos hecho nunca”.

Ahí empezó a germinar, pues, el primer LP de Spoon sin guitarras acústicas, un desafío para fans de toda la vida. “Ha sido raro, la verdad. Empezamos liberando de guitarra acústica un par de cortes y, al final, lo hicimos con todos. Terminó siendo como una especie de reto”. Esas novedades introducidas contrastan con su vuelta a Matador, el sello que publicó su debut, “Telephono”, en 1996. Precisamente, una casa de amplia tradición guitarrera. El regreso, tras media vida en Merge y un paso fugaz por Loma Vista, parece ser casi una sorpresa hasta para sus propios protagonistas: “Siempre hemos estado hablando con ellos desde entonces, no hemos perdido el contacto en ningún momento. Son muy buenos chicos y han publicado a muchas de mis bandas preferidas; realmente admiro lo que hacen. Puedo decir que somos amigos, aunque, si te soy sincero, nunca pensé que volveríamos a trabajar con ellos. Pero aquí estamos. Nos convencieron y ahora me alegro mucho por ello”. Para este raro momento entre el pasado y el futuro, Spoon vuelven a grabar con Dave Fridmann, un equilibrista entre la experimentación y la inmediatez pop. Maestro a la hora de refrescar viejos conceptos, ya estuvo presente en los

Cucharadas para llegar hasta aquí

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“Kill The Moonlight”

“Gimme Fiction”

“Ga Ga Ga Ga Ga”

“They Want My Soul”

(MERGE, 2002)

(MERGE, 2005)

(MERGE, 2007)

(LOMA VISTA, 2014)

Spoon aprenden a sacudirse de encima la alargada sombra de Pavement con su cuarto álbum, primera pista de un cuidado por los detalles (en cada palmada, en cada arreglo de viento, en cada zumbido de sintetizador) que siempre los acompañará. “The Way We Get By”, quizá su primer gran himno, la punkoide “Jonathon Fisk”, la cabaretera “Someone Something”... El futurible greatest hits comienza a tomar forma.

Se superan los cuarenta minutos de minutaje, caso raro en Britt Daniel y compañía. Aunque no precisamente porque sus canciones amontonen más elementos que de costumbre: su producción es ligera y espaciosa. Podría pasar por una obra menor por culpa del nivel de antecesores y sucesores, pero es clave en la construcción de su nada evidente visión del rock. Y puede permitirse esconder maravillas como “Sister Jack” y “The Infinite Pet” en mitad de su tracklist.

Queda completada una trilogía difícilmente igualable dentro del rock contemporáneo. Su dadaísta título no miente: ya consagrados como geniales creadores de canciones pop, ahora los texanos quieren jugar y experimentar con una fórmula que ya casi es marca registrada. Y, sin embargo, no pierden accesibilidad. Contiene flirteos con sonoridades caribeñas y, por primera vez, una versión de un tema ajeno (“Don’t You Evah” de The Natural History).

El impasse de cuatro años tras “Transference” (Merge, 2010) está justificado. La versión 8.0 de Spoon incluye los mismos ganchos de siempre (sencillez en las formas, gusto por los sonidos negroides, producción disimulada), pero también alguna actualización que solo suma: los elementos sintéticos nunca habían tenido tanto peso en sus anteriores entregas. Imprescindible para entender el valiente y progresista “Hot Thoughts”. „

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Jim Eno, Britt Daniel y Alex Fischel: ficción y compromiso. FOTO: ALFREDO ARIAS

créditos de “They Want My Soul”. “Después de tanto tiempo juntos, tenemos dinámicas de trabajo muy definidas, pero diría que no somos un grupo cerrado. Estamos abiertos a trabajar con otras personas; es importante tener una aportación externa. Recuerdo que autoproducirnos –en “Transference” (Merge, 2010)– no fue una experiencia divertida; acabé completamente agotado. Fridmann ha producido algunos de mis discos favoritos de los últimos años, así que no me sorprende que nos entendamos tan bien. Seguro que volvemos a coincidir”.

"Tener a un matón fascista como presidente nos ha hecho más políticos a todos. No queda otra alternativa" (Britt Daniel) El proceso de gestación se dividió entre su Austin natal y el estudio que Fridmann tiene en Cassadaga (Nueva York), “una cabaña en el bosque”. El resultado es sorprendentemente bailable, especialmente en el tema titular o en otros momentos poseídos por el groove como “Can I Sit Next to You” o “Shotgun”. “Ya nos lo ha dicho más gente y no estoy en absoluto de acuerdo, aunque me gusta que nuestra música genere sensaciones

diferentes dependiendo del oyente. De hecho, creo que no somos capaces de hacer música para bailar. Lo intentamos una vez –se refiere a “Gimme Fiction” (Merge, 2005)–, y acabó saliendo algo que no es precisamente un álbum de baile”, difiere Daniel, que parece tener toda su carrera perfectamente archivada en la cabeza. Habla del pasado de Spoon casi con la naturalidad del espectador. Las autorreferencias son numerosas, quizá porque hace tiempo que buscar comparaciones fuera está de más con ellos. Ya se las han sacudido todas, incluida aquella que les hacía llevar adosado el nombre de Pavement allá donde fueran. Confiesa, eso sí, que escucharon sin parar a Talking Heads y el “Lodger” (1979) de David Bowie durante la grabación de este “Hot Thoughts”, que en lo lírico vuelve a colocarlos por encima de la media. Relaciones malditas, postales nocturnas y lamentos que la vergonzante actualidad de su país ha convertido en terriblemente oportunos. “Que construyan un muro alrededor de nosotros / no me importa, voy a derribarlo / son solo ladrillos y malas intenciones / no tienen ninguna posibilidad, lo derribaré”, canta Daniel en “Tear It Down”, candidato a himno anti-Trump involuntario. “No fui consciente de la coincidencia hasta hace poco. ‘Hot Thoughts’ no es para nada un disco político, pero tener a un matón fascista como presidente nos ha hecho más políticos a todos. No queda otra alternativa en los tiempos que corren. Nadie sabe

qué va a pasar porque este momento no se parece a ningún otro en la historia reciente. Pronto se estrenarán películas sobre todo esto”. Este encuentro llega justo un par de días después de que el estreno como segundo single de adelanto de la citada “Can I Sit Next to You” traiga consigo una genial revelación: ya llevaba meses sonando de forma subliminal en los programas de Stephen Colbert y Jimmy Kimmel, en algunos clubes o en la flota de aviones de American Airlines. Una campaña sorprendente (“fue cosa de nuestro mánager, pero nos encantó la idea”) que poco tiene que ver con ese concepto clásico de sentarse con un desconocido con una grabadora que ha escuchado tu último trabajo y tiene unas cuantas preguntas para ti. “Nosotros seguimos creyendo en la manera tradicional de promocionar música. Llegamos anoche y nos vamos en unas horas. Esto es tan cansado como una gira o más, pero disfrutamos del contacto directo, creemos que es importante”. El 7 de julio volverán a la ciudad para actuar en la segunda edición del Mad Cool Festival, dentro de una gira que parece motivarles especialmente. “Ha sido un álbum muy divertido de hacer y creo que va a ser muy divertido de tocar. Llevo desde el principio de nuestra carrera pendiente de las melodías de guitarra y los pedales en los conciertos y ahora puedo concentrarme en las letras y mi voz. Estoy muy contento, ya estoy mayor para hacer bien varias cosas a la vez”. Quién lo diría. „ RDL 360 ABRIL 2017

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Orchestra Baobab El retorno del árbol musical más resistente

Tras un silencio prolongado, la Orchestra Baobab regresa al primer plano de la actualidad. Esta agrupación guadianesca, que aparece y reaparece a lo largo de su trayectoria, habla en exclusiva desde Glasgow de su turbulento pasado y de un futuro prometedor. Pero, sobre todo, de un presente que los lleva de gira mundial. Con la reciente aparición, además, de su última grabación de estudio, “Tribute To Ndiouga Dieng”. Por ÁLVARO FEITO

E

n un marco aparentemente tan poco propicio como el festival Celtic Connections de Glasgow, el pasado 2 de febrero la Orchestra Baobab –que venía de obtener un nada sorprendente y masivo éxito en Londres, saludado con alborozo por publicaciones como ‘The Guardian’–, logró lo que en principio parecía improbable: levantar a todo el público presente en el Glasgow Royal Concert Hall, después de que este abandonase sus prejuicios y saliera a bailar a los pasillos laterales. “Todas las audiencias del mundo que conocemos se comportan del mismo modo con nuestra música”, confiesa el batería y percusionista Mountaga Kouyaté, uno de los asistentes a la entrevista. “En Europa, la recepción del público está siempre repleta de respeto, primero, y cariño, después. Quizá las audiencias africanas, especialmente las de nuestro país, Senegal, sean más espontáneas en un principio. Después, al calor de la danza, todas se igualan”. El concierto de Glasgow, como todos los de su actual gira europea, comenzó con un momento

emocionante, melancólico (pero no triste), con la canción homenaje a Ndiouga Dieng (1947-2016), el veterano vocalista de la banda fallecido el pasado 10 de noviembre. “No podía ser de otro modo –señala ahora el saxo Thierno Kouyaté, tan expresivo y sonriente como el resto–. Él fue un valor decisivo en la historia y evolución de la Baobab, y ahora que volvemos a los circuitos internacionales no podíamos dejar de recordarlo. Él da título a nuestro nuevo disco” –se refiere a “Tribute To Ndiouga Dieng” (World Circuit, 2017), en su edición inglesa internacional, u “Hommage à Ndiouga Dieng”, en su versión francófonasenegalesa–. “Es un álbum diferente a los anteriores” –“Specialist In All Styles” (World Circuit, 2002) y “Made In Dakar” (World Circuit, 2007)–, confiesa Latfi Bengeloum, uno de los excelsos guitarras eléctricos y rítmicos de la banda, de rasgos faciales que denotan una cierta procedencia arábiga. “Igual que aquellos, pero al mismo tiempo diferente (risas). ¡Va a ser Orchestra Baobab PLUS! ¡Ya

Una discografía rocambolesca La discografía de la Orchestra Baobab es tan caótica y dispersa como la propia historia del grupo. Sus primeras grabaciones proceden de 1972, cuando muchos de sus componentes militaron en la Star Band de Dakar. Con ese nombre publicaron “Saf Mounadem”. Pero fue en 1975 cuando la banda echó el órdago de hasta cinco discos: “Xalaat Laay Mbuup”, “Bawobab 75”, “Guy Gu Rey Gi”, “Senegaal Sunugaal” y “Visage du Senegaal”. Los editó el sello local Disques Buur. Dos años después lanzaron el que habría de ser su primer super hit, omnipresente en radios y discotecas: “NDeleng NDeleng”, que titularía su siguiente LP (Musicafrique, 1978). Siguió un disco grabado en directo,

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donde la Orchestra muestra todo su esplendor, “Une nuit au Jandeer” (Musicafrique, 1978), registrado en el club dakariano del mismo nombre. A partir de ahí vino una sucesión de obras procedentes de diferentes fuentes: los dos volúmenes de “Baobab à Paris” (Ledoux, 1978), “Gouygui Dou Daanou” (DiscafriqueSalsa Musique, 1979) y el excelente “Mouhamadou Bamba” (Jambaar, 1980), dedicado al marabú (líder espiritual) Cheikh Ahmadou Bamba. Ese mismo año vio la luz “Sibou Odia” (Jambaar), seguido de “Ken Dou Werente” (MCA, 1983), promocionados ambos por Syllart Records, fundada por Ibrahima Sylla en París. No sería hasta una década después cuando la Orchestra Baobab resol-

vería sus problemas internos. A ello ayudó la edición de “On verra ça. The 1978 Paris Sessions” (1992), ya en World Circuit. El recopilatorio “Bamba” (Stern’s Africa, 1983) confirmó la resurrección. A partir de ahí, toda la retahíla incontestable de grandes triunfos: los ya mencionados “Pirates Choice”, “Specialist In All Styles” y “Made In Dakar”, siempre con World Circuit. En medio de ellos, “A Night At Club Baobab” (Oriki Music, 2006), enfocado hacia la diáspora senegalesa. En 2009 se recuperaron viejas grabaciones de la primera época en el antes citado “La belle epoque”. Y ahora, por fin, llega “Tribute To Ndiouga Dieng”, con “Foulo” como primer single. „

lo veréis! En nuestros conciertos actuales solo tocamos unos pocos temas de él. Pero habrá otros que van más allá del mero mbalax –el ritmo bailable contemporáneo más popular en Senegal– o de la salsa cubana. Estamos explorando nuevas sensaciones, sin olvidar de dónde venimos”. EL PASADO Y de dónde viene la Orchestra Baobab es una historia conocida, pero no tanto. Para los públicos blancos, esa historia fue desvelada por el periodista Pierre René-Worms, de Radio France Internationale, en las notas del disco “La belle epoque” (Syllart, 2009): “En sus comienzos, hacia los primeros años setenta del pasado siglo, la Orchestra hacía bailar a los políticos y hombres de negocios de Dakar en el club Baobab, situado a dos pasos de la Asamblea Nacional, en la época del poeta presidente Léopold Sédar Shengor. La Baobab tocaba aún para las personas VIP, no para el pueblo”. Quizá esa discutible orientación artística fuera la que provocó la primera desbandada en el seno del colectivo. Eso, y la irrupción imparable en la escena dakariana de grupos como la Super Étoile de un jovencísimo Youssou N’Dour, o la Super Diamono de Omar Pene e Ismael Lô. Todo ello unido, más la misteriosa desaparición del carismático vocalista Abdoulaye Mboup en 1974, que fue reemplazado por el adolescente Thione Seck, de tan solo 15 años. Issa Cissokho, el torrencial saxofonista de la Orchestra, despliega sentido del humor cuando rememora esa oscilante etapa: “Nuestro grupo era una multinacional pansenegalista. El sur del país estaba representado por el cantante Rudy Gomis, procedente de la región de Casamance. El Senegal del centro, por Abdoulaye. El norte del país por Medoune Diallo (voz) y Sidath Ly, hoy totalmente olvidado”. Habiendo tomado ya carrerilla, el divertido Cissokho –siempre tocado con un espectacular gorro cónico y vestimentas tradicionales y coloristas ad hoc– prosigue: “Yo poseo fuertes raíces malís, lo mismo que Thierno y Mountaga Kouyaté. Teníamos a un nigeriano, Peter Udoh, clarinetista, y a un joven estudiante de Derecho de Togo –Barthélemy Atisso (guitarra)–, que sigue aportando hoy día un estilo de música congoleño, un toque panafricanista”. Issa, a

Así pues, tras tantas vicisitudes y andanzas por medio mundo, festivales en los cuatro puntos cardinales, giras interminables y conciertos por doquier, el futuro de la Orchestra Baobab parece halagüeño al cien por cien. “En España hemos actuado muchas veces: Madrid, Barcelona, el festival Pirineos Sur, el WOMAD en las islas Canarias... –recuerda amistosamente Balla Sidibe (voz, timbales)–. Con el apoyo del gran productor Nick Gold y el soporte esencial de la discográfica World Circuit, esperamos seguir en el cotarro mucho tiempo, sin mayores cortes, contratiempos ni secesiones” (risas). “Nuestra música tiene la fuerza del árbol baobab. Es el más resistente de Senegal, el más antiguo, el que tiene las raíces más profundas. La muerte de uno de nuestros griots, Dieng, nos ha dado ahora más energía, más fuerza. Su hijo –Alpha Dieng– está ahora integrado también en la banda. La historia se sucede a sí misma”.

"En Europa, la recepción del público está siempre repleta de respeto, primero, y cariño, después" (Mountaga Kouyaté) Institución made in Senegal. FOTO: YOURI LENQUETTE

quien sus compañeros (y él mismo lo reivindica con carcajadas) le llaman Issa Saxo, era un gran seguidor del estilo de tocar del norteamericano Dexter Gordon, y siempre ha aportado a la Baobab una “mirada mandinga”, profundamente africana. En cuanto a las influencias de la música cubana en el seno de la orquesta, siempre han sido evidentes. En los primeros años, el conocimiento personal y musical de Ibrahim Ferrer, el gran pianista, arreglista y productor de la isla, fue muy importante para ellos. Thierno lo recuerda con admiración: “Era una bellísima persona y un gran músico. Un maestro. Para nosotros fue muy enriquecedor conocerlo. Nos introdujo en la salsa cubana, que allí muchos denominan ‘pachanga’. Canciones como ‘El son te llama’ proceden de esa época, con su aleccionador estribillo: ‘Guajira, el son te llama / a gozar, a bailar’”.

EL FUTURO En los primeros años ochenta, las razones ya apuntadas y el cansancio personal de algunos componentes llevaron a la primera disolución de la banda. “Teniamos proyectos individualizados” –señala el percusionista Yahya Fall. “Hacia 20002001, el británico Peter Gabriel nos llevó varias veces al gran festival WOMAD, y ahí comenzó nuestra segunda gran época”. La edición del disco “Pirates Choice” (World Circuit, 1989; reeditado en 2001) también ayudó. “Peter es una persona muy humilde, un hombre honesto, un gran músico. Youssou N’Dour también nos apoyó mucho. Tiene una bella voz. Es una personalidad de las músicas, no solo africanas, sino a nivel mundial. Y hoy día es un gran impulsor de negocios de todo tipo: estudios de grabación, medios de comunicación, producciones cinematográficas y sonoras...”.

“¿En qué somos especialistas? En todas las salsas –rubrica Mountaga–. Cada uno de nuestros músicos cocina un plato especial, auténtico, una guarnición diferente. Así, un compañero elabora un guiso exquisito, otro una ‘thieboudienne’ –“pescado” en lengua wolof, el plato estrella de la cocina senegalesa–, aquel de allá es experto en especies picantes, o no... y el de más allá sabe mucho de cebollas o de tomates... Y de ahí, de todo ese conglomerado, sale nuestro estilo. Nuestro nuevo disco enseña más cosas que los anteriores. Es más complejo técnicamente. Tiene más salsas”. Curiosamente, la fecha de edición de “Tribute To Ndiouga Dieng” ha coincidido con la aparición en el mercado mundial del triple disco de Bob Dylan, “Triplicate”. “Es un honor”, se regocijan los músicos de la Baobab. “¡Compartimos con él esa fecha, qué bueno! Dylan es extraordinario, ha llevado la gran poesía al rock. ¡Muy merecido, su Nobel de Literatura!”. Pero ellos parecen preferir a Bob Marley: “Él fue histórico, genial. Fundamental para las músicas africanas actuales”. „ RDL 360 ABRIL 2017

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Cloud Nothings Pureza rock contra el desamor

Tras una gira frenética y una dolorosa ruptura amorosa, Dylan Baldi sintió la necesidad de resetearse. Pero, pese a una transformación interna, a sus 25 años rechaza la madurez. En lugar de eso, para su cuarto disco, el primero en el que admite saber lo que estaba haciendo, regresa a la emoción, intensidad y energía jovial que ha engrandecido su obra. Por ÁLVARO GARCÍA MONTOLIU

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n título como “Life Without Sound” (Carpark-Wichita-[PIAS] Iberia & Latin America, 2017) sugiere muchas ideas, pero Dylan Baldi, alma de Cloud Nothings, más que proponer una vida sin música se refiere a no hacer caso al ruido exterior. Así pasaba sus días cuando se mudó a Massachusetts con una novia que le dejó poco tiempo después. Se encontró en medio del proceso de escritura en una ciudad donde apenas conocía a nadie. “Ahí viví una vida, literalmente, sin sonido. El título tiene que ver con saber encontrar lo que realmente te importa, aprender a priorizar lo que quieres hacer en lugar de lo que la gente te fuerza a hacer”, comenta. De esa época recuerda que iba mucho en bicicleta y salía a hacer senderismo por la imponente geografía que le aportaba Massachusetts. Actividades solitarias, en fin, que le ayudaron a reconectar consigo mismo. “Me sentía muy solo mientras escribía estas canciones. Trataba de encontrar las cosas que me hicieran sentir bien para recuperar así el optimismo”, revela Baldi. Uno de los motivos por los cuales las guitarras se han desacelerado en este disco. “Los anteriores álbumes eran muy rápidos y mostraban un único estado de ánimo. Esta vez, el estar tan aislado me permitió escribir con mucha más facilidad. Estaba calmado y no había tiempos de entrega que me preocupasen”. Por primera vez en su carrera dio importancia a los textos. “Todas las bandas que me gustan tienen letras chulas y las de las que no me gustan suelen ser estúpidas”, admite entre risas. También se obsesionó con la idea de que el disco propusiese “un viaje dinámico en lugar de ser una mera colección de canciones”. Una motivación que surgió de la repetida escucha de cintas perdidas de new age de los ochenta. Quería que este trabajo fuese su versión del género. “Me gusta pensar que te mueves de un lugar a otro cuando empiezas y terminas el álbum”, sostiene. Otra de sus obsesiones era que estos temas pudiesen acompañarle en sus viajes en coche por los suburbios de Cleveland, donde creció, para así devolverle memorias de la infancia. “Cuando estaba en el instituto me saqué el carnet de conducir y cogía el coche para ir a mitad de ninguna parte. Me ponía CDs sin importar el tipo de música que fuese. Lo que busco en mis discos es que puedan cumplir esta función”, recuerda. A Baldi no le gusta repetirse y para cada uno de sus tres últimos álbumes ha querido trabajar con un productor distinto. Tras Steve Albini y John

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Dylan Baldi (derecha): el sonido del desamor. FOTO: POONEH GHANA

Congleton, esta vez acabó con otro genio del estudio, John Goodmanson, detrás de trabajos de Blonde Redhead, Sleater-Kinney o Los Campesinos! ¿Por qué? “Simplemente porque me lo puedo permitir. A John le gustan los sonidos muy claros y directos. Pero también le encanta trabajar con las capas, así que terminamos haciendo más ‘overdubs’ que de costumbre”, aporta para entender las novedades técnicas que ha introducido. Más allá de eso, lo más importante es que con él se volvió al formato cuarteto con la mente claramente puesta en el directo. “Quería tener dos guitarras. El modo en el que estas pueden conectar es estimulante. Es otro de los motivos por los que esta vez las canciones son más lentas: tenía que escribir de manera que todos los patrones y esa buena calidad de sonido no se perdiesen”. En otras palabras, ahora sonarán “más completos, locos y ruidosos en directo”. Lo que no cambia, en lo que ya es una constante evidente en sus trabajos, es la corta duración del disco: nueve canciones en treinta y siete minutos. “En cierto sentido fue intencionado. Cuando voy a ver una banda, por mucho que sea una de mis favoritas, no la quiero ver tocar más de treinta

minutos. Eso ya es suficiente. Quizá por eso hago los álbumes tan cortos, porque no quiero que el oyente se aburra”, confiesa socarronamente. Muy claro también tiene que el regreso al lo-fi de sus orígenes no es una opción. “Aún hago cosas así con otras bandas, pero creo que en el punto en el que estoy con Cloud Nothings voy a seguir trabajando en estudios. Es un elemento que antes no tenía la oportunidad de considerar. ¿Por qué iba a rechazar la posibilidad de contar con un productor?”, argumenta. Tampoco se plantea salir del formato de banda de guitarra, bajo y batería. “Ya toco el saxo en otros grupos. Me resulta muy estimulante encontrar las distintas cosas que podemos hacer con esta formación”, revela. Resulta lógico, pues, que se muestre contrario a afirmaciones como “el rock está muerto”. “Es un poco absurdo dar por muerto a algo. Parece que los que escriben este tipo de artículos se aburren. Es más, ahora mismo hay más música de guitarras que nunca. Hay sellos como La Vida Es Un Mus que sacan punk ‘underground’ alucinante. Y muchas buenas bandas de rock de guitarras desconocidas son mejores que cualquiera de las populares”. Palabra de Dylan Baldi. „

REVISIÓN Por LUIS LAPUENTE

Grace Jones La mujer pantera

“Fue una época muy extraña... Estuve muy deprimida algunos años. Muchos de mis mejores amigos enfermaron y murieron en poco tiempo. Como dije en la gala que hice en 2003 en memoria de Keith Haring y en beneficio de la organización ACT UP, implicada en la lucha contra el sida, entonces me sentía como si de verdad estuviera muriendo poco a poco”. Grace Jones encarna mejor que ningún otro artista, salvo quizá el malogrado Sylvester, la formidable efervescencia artística y la libertad de costumbres de los años de gloria de la música disco, cuando la vida se consumía a bocanadas en una interminable noche de fiesta. Por eso, ella fue una de las grandes damnificadas del abrupto derrumbe de una manera de entender la música y las relaciones humanas, laminada por el sida y por la imparable marea conservadora impuesta en todo el mundo por la administración Reagan a principios de los años ochenta. Educada en su Jamaica natal, y luego en Nueva York, de acuerdo con las más estrictas normas de la fe pentecostal, acertó a reciclarse en actriz y modelo gracias a una atractiva imagen andrógina cuidadosamente cultivada por ella misma y su primera pareja, el fotógrafo francés Jean-Paul Goude, entonces uno de los responsables de edición de la revista ‘Esquire’. Enseguida se erigió en la musa de una nueva generación perdida, el formidable espejo en que se contemplaban cada noche negros, latinos y homosexuales, la tropa de desheredados que alumbró aquella revolución hedonista al calor de las pistas de baile de discotecas como la famosa Studio 54, donde un día no dejaron entrar a Nile Rodgers y Bernard Edwards, a pesar de que manejaban el mejor de los salvoconductos: haber sido citados allí por la mismísima Grace Jones. “No soy una diva, soy una Jones”, escribió en su autobiografía publicada en 2015, un libro titulado “I’ll Never Write My Memoirs” (“Nunca escribiré mis memorias”), donde no elude ninguno de los grandes temas (el sexo, la moda, las relaciones personales, la familia, la fama, las drogas, la religión, la música) omnipresentes en su vida, un panorama que se despliega ante el lector con sentido del humor, transparencia y apenas una

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Esclava del ritmo.

pizca de autocomplacencia, aunque al final quede la sensación de que faltan anécdotas jugosas, opiniones controvertidas, confidencias reveladoras. “No podía contarlo todo”, confesó a ‘The Guardian’, “he dejado adrede muchas cosas en el tintero; me encanta, necesito envolverme en cierta imagen misteriosa”. Una imagen que aún hoy pervive como estereotipo para el público que sigue

identificándola como la compañera de Arnold Schwarzenegger en “Conan el Destructor” (Richard Fleischer, 1984) o la malvada May Day que se enfrenta a Roger Moore/James Bond en “Panorama para matar” (John Glen, 1985). Pero Grace Jones es mucho más que esa imagen acuñada en sus años como modelo y en su primera etapa como cantante y actriz. Sin duda, y por encima de

todo, es una mujer inteligente, dueña de sus palabras y de sus silencios, que ha sabido moldear su carrera con una rara ductilidad; una superviviente de los años más duros del sida; una actriz de raza mal aprovechada en papeles de segunda; una vocalista de maneras clásicas y refinada educación musical, que sabe calibrar su obra con sentido crítico: “Escucho ahora mis primeras grabaciones, como ‘La vie en rose’ y pienso ‘¡Jesucristo, cómo pude desafinar tanto!’”. Fiel a sus convicciones de juventud, Grace sigue abanderando las causas quizá perdidas de quienes le fueron fieles en los albores de su carrera: “Sigo actuando asiduamente en locales para gays, incluso si estoy enfrascada en algún gran proyecto internacional o trabajando en alguna película. No dejo de mirar atrás, a mi pasado. Entonces era cuando me divertía de verdad. Los gays me aprecian más que cualquier otro colectivo”. No, a estas alturas de su trayectoria vital, Jones no reniega de sus anclajes ni se marca grandes metas futuras. Sigue haciendo lo que le gusta: visitar París cuando puede, dejarse mimar de vez en cuando por las nuevas generaciones que la descubren en festivales con pedigrí, responder con amabilidad a los periodistas que le preguntan sobre viejos compinches que se fueron (Keith Haring, Andy Warhol, Yves Saint Laurent), despejar balones, en fin, cuando alguien la recuerda en su papel de icono de otra época: “Para algunos soy un símbolo, pero yo me veo solo como la madre de Paulo. Él es mi única certeza”. „

Cronología 1948. Nace en Spanish Town, Jamaica, el 19 de mayo, hija del reverendo pentecostal Robert Jones y su esposa Marjorie, una familia afrocaribeña de clase media que, años después, emigrará a los Estados Unidos. 1973. Tras su paso por la Universidad de Siracusa donde se gradúa en teatro, se estrena como actriz con un papel secundario en la película “Gordon’s War”, dirigida por Ossie Davis. 1977. Edita su debut en Island, “Portfolio”, que incluye una de sus recreaciones más memorables, “La vie en rose”. En el mismo sello aparecerán los álbumes que cimentarán su fama: “Fame” (1978), “Muse” (1979), “Warm Leatherette” (1980), “Nightclubbing” (1981), “Living My Life” (1982) y “Slave To The Rhythm” (1985).

1979. La revista ‘Ebony’ publica un extenso reportaje sobre ella, que la consagra como la gran musa de la Era Disco, acentuando esa ambigua belleza andrógina, que disparó los rumores sobre su sexualidad. 1986. Aparece “Inside Story”, su primer álbum para el sello Manhattan Records. Su carrera entra en barrena. Tres años después, es absuelta en un juicio donde se la acusa de posesión de cocaína. 1989. Publica “Bulletproof Heart”. 2008. Reivindicada por artistas como Massive Attack y Brian Eno, regresa a la música con el álbum “Hurricane”. 2017. El 3 de junio actuará en el Primavera Sound de Barcelona.„

Su mejor canción Discos recomendados

“Warm Leatherette”

“Nightclubbing”

“Hurricane”

(ISLAND, 1980)

(ISLAND, 1981)

(WALL OF SOUND, 2008)

Chris Blackwell quedó tan fascinado al ver el famoso retrato (Samurai Sissy, firmado por Goude) de aquella Grace Jones andrógina y salvaje del año 1979 que preparó enseguida las mejores galas de sus estudios Compass Point, con Sly & Robbie como maestros de ceremonias y con un único objetivo: “Quiero un disco de ella que suene como esa foto”. Y así se forjó la leyenda de una artista prodigiosa y única, la Dietrich negra, una diosa de ébano que transitaba con la elegancia de una pantera todos los géneros y era capaz de engarzar a Chrissie Hynde (“Private Life”) con Bryan Ferry (“Love Is The Drug”), Tom Petty (“Breakdown”), Smokey Robinson (“The Hunter Gets Captured By The Game”) y Jacques Higuelin (“Pars”).

Obligada, imprescindible secuela del aclamado “Warm Leatherette” y, desde luego, aún más embriagadora. “Nightclubbing”, con el primer trabajo de la Dr. Buzzard’s Original Savannah Band, es el epítome de la música disco, un álbum mesmerizante prologado por esa soberbia foto de portada de Jean-Paul Goude, que cuenta con al menos tres obras maestras absolutas: “Walking In The Rain”, prodigiosa revisión del tema de Flash And The Pan en clave de pop bailable y atmosférico; “Pull Up To The Bumper”, una pegajosa celebración del sexo engalanada con irresistibles ritmos latinos, y “I’ve Seen That Face Before (Libertango)”, la recreación del famoso “Libertango” de Astor Piazzolla que arrasó en las pistas de baile.

Aunque parezca más jugosa la antología “Private Life. The Compass Point Sessions” (1998), que incluye clásicos de la época dorada de Grace Jones y oscuridades y descartes de las fructíferas sesiones con Sly Dunbar y Robbie Shakespeare en los estudios Compass Point de Nassau, merece la pena degustar el pasmoso renacer artístico de la cantante jamaicana, explicitado en este último álbum, donde colaboran Brian Eno, Tricky, Tony Allen y de nuevo Sly & Robbie, y donde Jones rememora su infancia y adolescencia, su formación musical (similar a la de los viejos grandes del soul: la iglesia) y sus propias vivencias una vez difuminado el resplandor de su figura icónica, tras el declive de la disco music. „

“Pull Up To The Bumper” (1981) Quizá la canción que mejor describe el esplendor artístico y comercial de la Era Disco, la pasmosa libertad de costumbres de una época marcada por la promiscuidad racial y la epifanía del sexo sin barreras, antes de la maldición del sida. Negros, latinos y homosexuales poblaron las pistas de baile donde reinaba Grace Jones con esta luminosa ceremonia festiva del sexo anal: “Si quieres hacerlo de ese modo, por favor hazlo, hazlo de cualquier manera que te apetezca...”. Hay otras grandes canciones en el repertorio de la Nefertiti jamaicana, pero ninguna tan salvaje, cautivadora y memorable en todos sus mimbres como esta gema, una de las cumbres del disco-funk latino y de la música de baile de todos los tiempos.„

Ecos “He ido demasiado lejos con las drogas, el sexo y el alcohol, pero he salido bastante bien parada” (Grace Jones) “Solo me arrepiento de una cosa: no haber hecho más cine y, sobre todo, no haber aceptado el papel que me ofreció Ridley Scott en ‘Blade Runner’” (Grace Jones) “Grace Jones era una diosa cuando nosotros empezábamos. Un día nos llamó por teléfono para que fuéramos a verla al Studio 54. Al parecer, estaba interesada en que Bernard Edwards y yo le produjéramos su nuevo disco. Fue lo máximo. Sentimos que tocábamos el cielo” (Nile Rodgers) “Durante el rodaje de ‘Conan el Destructor’, Grace Jones se metió tanto en su papel que le hizo daño a un montón de actores, más de los que puedas imaginar” (Arnold Schwarzenegger) „

Nunca escribiré mis memorias Una de las canciones más rabiosas del álbum “Nightclubbing” era “Art Groupie”, escrita por Grace Jones después de una pelea con Jean-Paul Goude. Jones, que se confesaba enganchada a su papel de groupie del arte, empezaba cantando: “Nunca escribiré mis memorias, no hay nada en mi libro...”. Una declaración de principios tan salvaje y libertaria como la actitud que siempre mostró la diva en público, y que solo traicionó al darse cuenta de que si ella no las redactaba, alguien lo haría tarde o temprano. Y no, la autobiografía de la Bowie femenina no defrauda, a pesar de lo que inevitablemente calla. Aparte del sentido del humor (el capítulo de agradecimientos se titula “Nunca escribiré mis agradecimientos”), las páginas del libro destilan una sinceridad descarnada, desde el ajuste de cuentas con su familia, sus estrictas normas religiosas y un sentido de la disciplina limítrofe con la crueldad y el abuso (“no disfruté de una auténtica infancia; tuve que vivirla en la vida adul-

Peligro en el club. FOTO: ADRIAN BOOT

ta”) hasta el relato pormenorizado de sus aventuras sexuales (“siempre fui una tigresa; la verdad es que me habría sido imposible convivir con alguien como yo, y creo que habría deseado matarme”). Tampoco elude hablar de las drogas,

especialmente las psicodélicas (“el LSD era increíble para hacer el amor, y no solo para eso: también para acariciarse en grupo o a una misma; no pude con la heroína porque las agujas siempre me dieron miedo; y nunca me aficioné a la

cocaína: no entiendo cómo me endosaron esa reputación; cuando estaba en alguna fiesta en París y se me ocurría ir a los lavabos, me seguía todo el mundo”), y de sus amigos y mentores (las bacanales, empapadas de drogas y sexo, en la villa jamaicana de Chris Blackwell; las discusiones con su vieja amiga Jerry Hall sobre su conocida aversión a la cirugía estética; el afecto mutuo con Jean-Paul Goude, que sobrevivió a sonadas disputas y a la separación). Y, aunque no recuerde a uno de sus deportistas favoritos (Rafa Nadal), sí le dedica algunas líneas a esa legión de admiradores (Rihanna, Miley Cyrus, Lady Gaga) que a veces no saben distinguir el aprecio del plagio: “A Andy Warhol le habrían fascinado. Son estupendas, salvo que cantan todas igual: no se distinguen unas de otras. Pero no entiendo la cara dura de Lady Gaga, que salió de gira con el mismo modelo de sombrero que estaba utilizando yo antes que ella y en mi propia gira”. „ RDL 360 ABRIL 2017

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HIT EMOCIONAL Por JUANJO SAÉZ

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TINARIWEN + ROSALÍA RAÍCES AL VIENTO “Los Ángeles” (Universal) es el esperado debut de ROSALÍA, una cantaora que ha llegado para darle un hermoso revolcón a los aires flamencos. Con la complicidad de Raül Fernandez Refree, la catalana ha firmado, sin duda, uno de los debuts más intensos y arrebatadores del año. Mucho más veteranos, pero sin perder su mojo del desierto, son TINARIWEN, emblema del rock tuareg, que regresan con un “Elwan” preñado de ritmos hipnóticos y embriagadores. Si te suscribes a Rockdelux, a cambio de 65 euros recibirás 11 números de la revista, además de los CDs “Elwan” de TINARIWEN y “Los Ángeles” de ROSALÍA. Además, un extra: SUSCRIPCIÓN DIGITAL DURANTE TODO UN AÑO.

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ROUND

15 Bruce Springsteen Y Bruce se adentró solo en su niebla. En 1982, con los fantasmas de su pasado, de regreso mental a su Rosebud. En 1995, con el fantasma de Tom Joad, desde el desierto californiano, persiguiendo voces de la frontera. Por MIGUEL MARTÍNEZ

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u origen puede situarse en una frase de “The River” (1980): ¿es mentira un sueño si no se hace realidad o es algo peor? Los personajes de “Nebraska” responden que sí, que es algo peor. Bruce no sabía entonces si el suyo se estaba cumpliendo. Así que, poco después de la gira de “The River”, entró en barrena psicológica, atrapado en la malla de sus recuerdos y en asumir el nuevo contexto de su vida. Era un apremio que le giraba la cabeza hacia las voces de su padre, de su madre, a la suya propia cuando era niño. Freehold, Nueva Jersey: su Rosebud. La metáfora sobre la infancia añorada, adonde conducía durante la noche. Aislado. ¿Es mentira un sueño si no se hace realidad o es algo peor? Los personajes de “Nebraska” responden que sí, que es algo peor

En paralelo, profundizó en flamantes influencias musicales, añejas pero descubiertas hacía poco (Hank Williams, Robert Johnson, John Lee Hooker, Woody Guthrie, Jimmie Rodgers, la “Anthology Of American Folk Music” de Harry Smith). También literarias (Flannery O’Connor, James M. Cain) y cinematográficas (“Malas tierras”, “La noche del cazador”, “Sangre sabia”). Profundizó tanto que empezó a ver su país con nuevos ojos. En las Navidades de 1981 ya había compuesto todas las canciones de “Nebraska” y algunas que acabaron en “Born In The U.S.A.” (1984). Las registró en su casa el 3 de enero de 1982, con una grabadora japonesa de cuatro pistas: una para la voz, otra para la guitarra, dos para arreglos (otra guitarra, armónica, pandereta, coros...). De algunas solo hizo una toma, caso de “Highway Patrolman” y “State Trooper”. Maquetas. Pero no hubo manera de enriquecerlas luego en el estudio con la E Street Band: cuanto mejor sonaban, peor sonaban. Perdían el halo de autenticidad. Diez de esas maquetas serían el disco que iba a suceder a “The River”, y que podría haber titulado “Born To Lose”. El retrato de la infancia perdida (tan autobiográfico en “Mansion On The Hill” o “Used Cars”) fundido con el reaganismo, aquel devorador de sueños. Diciéndole sí a la nada. „

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D ebraska” y “The Ghost Of Tom Joad” son dos estudios de personajes construidos desde la minuciosidad y el detalle, con los que Bruce Springsteen, con poco más que voz y guitarra, exploró profundamente sus demonios. En el primero, sometiéndose a una cavilación instintiva, a fantasías que partían de su infancia en las calles de Freehold. El resultado de esta cápsula del tiempo, un ectoplasma silencioso que sacó a la superficie canciones de nihilismo opresivo sobre la predestinación, la fatalidad y la ambigüedad moral. Y sobre sentirse solo, en un reflejo, inconsciente pero conectado a él, de un momento en el que su país implantaba e impulsaba el aislamiento. En el segundo, resolvió otro debate interior –¿cuál era su papel de hombre rico?– reconvirtiendo antiguos personajes de su cancionero y recuperando el impacto de “Las uvas de la ira” en narraciones creíbles y precisas pobladas de emigrantes y seres en tránsito, con varios, como en “Nebraska”, en la encrucijada moral. Aquí la cápsula del tiempo perfilaba el futuro de unos Estados Unidos en construcción. Una nueva oscuridad al borde de la ciudad. El álbum le reconcilió con su rol y le hizo sentirse otra vez en su pellejo. „

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VEREDICTO Es irrefutable que “Nebraska” cuenta con mayor beneplácito, algo que suele ocurrir de manera demasiado automática con cualquier comparación que se haga con una obra de Bruce previa a 1984 y otra posterior. Uno de esos tics (uno de tantos) de hechos consumados y verdades asumidas, que ha provocado que muy reivindicables álbumes suyos hayan sido rebajados a la segunda división. “The Ghost Of Tom Joad” es uno –también su disco-hermano, “Devils & Dust” (2005)–. Llama más la atención el desatino al comprobar la relevancia actual de su visión. De publicarse ahora, tal y como salió hace veintidós años, sin tocar ni una coma, sería recibido, sin duda, como esa-gran-respuesta-del-Bossa-Donald-Trump. „ NEXT ROUND

LOS PLANETAS

Por LLORENÇ ROVIRAS

“Super 8” vs. “La leyenda del espacio”

espués de “Streets Of Philadelphia”, Springsteen estuvo grabando nuevos temas en 1994 con miembros de su banda de directo del período 1992-1993 y sondeando vías. Finalmente, aquello se aparcó. Poco después reunió a la E Street Band para las sesiones de “Greatest Hits” (1995), pero no era el momento de retomar la relación. La cicatriz de la separación de 1989 no se había cerrado. Tras el doble descarte, de regreso a California, donde entonces vivía la mitad del año, apeló al espíritu de “Nebraska” para perfilar canciones acústicas inspiradas en sus excursiones en moto al parque nacional de Joshua Tree y al desierto de Mojave. Esos viajes por el suroeste iban a impregnar la atmósfera de su próximo álbum, fascinado por la vida en tensión que allí observó, en áreas de moral turbia y choque de culturas, con gente (Bruce dixit) buscando y escondiéndose, intentando y escapando.

En sintonía con sus historias desoladas sobre tiempos duros, el álbum devino una obra musical sobria, minimalista, árida La emigración, la frontera, México. Los nuevos estadounidenses frente a los que iban a adoptarlos. Impactado por las noticias que leía sobre eso en los diarios, se documentó a conciencia. También recuperó como fuente el libro “Journey To Nowhere. The Saga Of The New Underclass” (1985) de Dale Maharidge y Michael Williamson, y eso amplió el gran angular del disco hasta abarcar la desindustrialización del país y sus brutales consecuencias, de San Diego a Ohio, desde Stockton hasta Pensilvania. En sintonía con sus historias desoladas sobre tiempos duros y malas decisiones, que dejaban poco espacio para el alivio, el álbum devino una obra musical sobria, minimalista, árida, de melodías elementales. Con instrumentistas de postín añadiendo alguna pincelada alrededor, escasas y a conciencia: aunque contraindicadas para su público mayoritario, eran ejemplares para retratar la aflicción de esa moderna Gran Depresión, un desolation row de figurantes parcos para quienes la vida ni fue ni será una caja de bombones.„

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