Rick Riordan - Percy Jackson - S Greek Gods (Por CDL) PDF

December 13, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Esta traducción se ha hecho sin fines de lucro, con el único de propósito de compartir la obra del autor. Puedes apoyar al autor comprando sus libros y siguiéndolo en sus redes sociales. ¡Disfruta tu lectura!

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Staff Moderadora Rashel Melbourne

Traductores

Correctores

Riku Jones Anii Maldonado Angelline Ramos Miriam Hernández Belitza Troconiz Sol Torruella Hiram J. Romyss Makaεїз Cami Montenegro Guillermina Lopez Angie Koncurat Cami Russmann Rashel Melbourne

Cami Montenegro Miriam Hernández Guillermina Lopez Anii Maldonado Angelline Ramos Andre Perez Romyss Hiram J. Belitza Troconiz Riku Jones Virginia Salinas Angie Koncurat Rashel Melbourne Rubén Thogo

Revisión y Edición Rashel Melbourne

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LIBROS ESCRITOS POR RICK RIORDAN Percy Jackson y los Dioses del Olimpo libro uno: El ladrón del rayo

Percy Jackson y los Dioses del Olimpo libro dos: El mar de monstruos

Percy Jackson y los Dioses del Olimpo libro tres: La maldición del titán 5

Percy Jackson y los Dioses del Olimpo libro cuatro: La batalla del laberinto

Percy Jackson y los Dioses del Olimpo libro cinco: El último héroe del Olimpo

Los archivos del semidiós

Percy Jackson’s Greek Gods, ilustrado por John Rocco

El ladrón del rayo: La novela gráfica El mar de monstruos: La novela gráfica La maldición del titán: La novela gráfica

Las crónicas de Kane libro uno: La pirámide roja

Las crónicas de Kane libro dos: El trono de fuego

Las crónicas de Kane libro tres: La sombra de la serpiente

Guía de supervivencia de Las crónicas de Kane

La pirámide roja: La novela gráfica

Los héroes del Olimpo libro uno: El héroe perdido

Los héroes del Olimpo libro dos:

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El hijo de Neptuno

Los héroes del Olimpo libro tres: La marca de Atenea

Los héroes del Olimpo libro cuatro: La casa de Hades

Diario del semidiós

El hijo de Sobek El báculo de Serapis

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Derechos de autor del texto © 2014 por Rick Riordan Derechos de autor de ilustración © 2014 por John Rocco Diseño de tapa por Joann Hill

Todos los derechos reservados. Publicado por Disney • Hyperion Books, imprenta de Disney Book Group. Ninguna parte de este libro debe ser reproducida o transmitida bajo ninguna circunstancia, formatos electrónicos y mecánicos, incluyendo fotocopiado, o de ninguna clase de almacenamiento, sin el permiso de la editorial. Para más información comuníquese con Disney • Hyperion Books, 125 West End Avenue, New York, New York 10023.

ISBN 978-1-4847-0218-5 8

Visita www.DisneyBooks.com www.percyjacksonbooks.comContents

Índice Portada Libros por Rick Riordan Derechos de autor Dedicatoria Introducción El comienzo y esas cosas La era de oro del canibalismo Los olímpicos patean algunos traseros Zeus Hesita escoge al soltero número cero Deméter se convierte en Maizilla Perséfone  se casa con su acosador A Hera se le pierde un tornillo Hades mejora su hogar Poseidón se vuelve salado Zeus los mata a todos Atenea adopta un pañuelo Tienes que amar a Afrodita Ares, el macho MÁS macho

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Hefesto me hace una llama dorada (en realidad no, pero realmente debería) Apolo canta, baila y le dispara a la gente Artemisa libera a los Cerdos de la Muerte Hermes va al reformatorio Dionisio conquista el mundo con una bebida refrescante Epílogo Listado de ilustraciones Sobre el autor y el ilustrador

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A mi padre, Rick Riordan, Sr., quien me leyó mi primer libro de mitología. —R.R.

A mis héroes de la ilustración: N. C. Wyeth, Maxfield Parrish, Arthur Rackham y Frank Frazetta —J.R.

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Introducción Un editor en Nueva York me pidió que escribiera todo lo que sé sobre dioses griegos y yo le dije "¿Podríamos mantenerlo en el anonimato? Porque no quiero que los olímpicos se enojen conmigo otra vez". Pero, si les sirve de algo aprender sobre dioses griegos y cómo sobrevivir a un encuentro con ellos si alguna vez se aparecen frente a ustedes, entonces, creo que escribir esto será mi buena acción de la semana. Si no me conocen, mi nombre es Percy Jackson. Soy un semidiós moderno — mitad dios, mitad mortal, hijo de Poseidón — pero, no voy a decir mucho sobre mí. Mi historia ya ha sido escrita en algunos libros que son pura ficción (guiño, guiño) y donde yo soy únicamente un personaje de la historia. (cof — sí, seguro — cof). Ténganme paciencia mientras les cuento sobre los dioses ¿si? Hay como millones de versiones diferentes de cada mito, así que no se pongan en modo "¡Bueno, yo lo escuché de otra forma, estás EQUIVOCADO!" Voy a relatarles las versiones que creo tienen más sentido. Juro que no inventé nada de esto. Tomé todas estas historias de las versiones que escribieron los antiguos tipos griegos y romanos. Créanme, no podría inventar algo tan raro. Entonces, aquí vamos. Primero les diré sobre la creación del mundo. Luego, enlistaré a algunos dioses y les daré mi opinión de cada uno de ellos. Espero no hacerlos enfadar al punto de incinerarme, oh no— ¡AGGHHHHHHHH! Estaba bromeando. Sigo aquí. Como sea, comenzaré con la historia griega de la creación que, por cierto, es bastante confusa. Colóquense sus gafas de seguridad y sus impermeables. Habrá mucha sangre.

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El comienzo y esas cosas

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L PRINCIPIO, yo no estaba allí. Tampoco creo que los antiguos griegos estuviesen ahí. Nadie tenia una birome y papel para tomar notas, entonces, no puedo asegurar lo que sigue, pero puedo contarles lo que los griegos creen que pasó. Había prácticamente nada en el comienzo. Mucha nada. El primer dios, si pueden llamarlo así, era Caos — una niebla espesa, sombría y melancólica con toda la materia del cosmos flotando a su alrededor. Aquí hay un dato para ustedes: Caos literalmente significa espacio vacío, en inglés, y no me refiero a la marca de ropa deportiva1. Eventualmente, Caos dejó de ser tan caótico. Quizás se aburrió de ser tan denso y sombrío. Parte de la materia a su alrededor se solidificó, formando la tierra que, desafortunadamente, cobró vida y desarrolló su propia personalidad. Se llamó a sí misma Gaia, La Madre Tierra. 1

Juego de palabras entre “Gap” que significa espacio vacíoen español y “Gap” la marca de ropa deportiva.

Ahora bien, Gaia era la tierra en sí misma — las rocas, los acantilados, los valles, la mismísima enchila. Pero, también podía tomar aspecto humano. Le gustaba caminar alrededor del mundo —lo que significa, básicamente, alrededor de sí misma— en forma de una mujer matriarcal con un ondeante vestido verde, cabello negro enrulado y una sonrisa serena en su rostro. La sonrisa que escondía un temperamento asqueroso. Eso lo verán muy pronto. Luego de pasar un largo periodo de tiempo sola, Gaia observó la niebla llena de nada que flotaba sobre la tierra y dijo: “¿Sabes lo que sería bueno? Un cielo. Realmente apostaría por un cielo. Y sería muy bonito también que hubiera un hombre atractivo del cual enamorarme, porque estoy un poco sola aquí abajo, en compañía de estas rocas”. O Caos la escuchó y cooperó, o Gaia simplemente lo deseó con fuerza suficiente para hacerlo suceder. El cielo se formó sobre la tierra —un domo de protección que era azul en el día y negro por la noche. El cielo se llamó a sí mismo Ouranos, otra forma de escribir Urano. —Sí, no hay forma de pronunciarlo sin que la gente se ría2. Simplemente suena mal. No sé por qué no escogió un mejor nombre —como Matador o José — pero eso podría explicar porque estaba siempre de mal humor. Al igual que Gaia, Urano era capaz de tomar forma humana y visitar la tierra — lo que era bueno, porque el cielo está muy arriba, y las relaciones a distancia nunca funcionan. En su forma física, se veía como un hombre alto, robusto y con cabello negro medianamente largo. Vestía únicamente con un taparrabos y su piel cambiaba de color. —A veces azul con estampado de nubes en sus músculos, a veces oscuro con estrellas brillantes. Oigan, Gaia soñó que se vería así. No me culpen. En ocasiones, verán dibujos suyos sosteniendo la rueda del zodiaco, representando las constelaciones que cubren el cielo cada noche, por la eternidad. Como sea, Urano y Gaia se casaron. ¿Felices para siempre? No exactamente. 2

Ouranous en inglés suena igual que “urinario”.

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Parte del problema fue que Caos se emocionó con sus creaciones. Pensó para su espesa, sombría y melancólica persona: Oigan, Tierra y Cielo. ¡Eso fue divertido! Me pregunto qué más puedo hacer. Pronto, creó todo tipo de problemas —y, por problemas me refiero a dioses. El agua se reunió fuera de Caos y se estancó en las partes mas profundas de la tierra, formando los primeros mares que, naturalmente desarrollaron su propia conciencia — el dios Ponto. Luego, Caos se volvió loco y pensó: ¡Ya sé! ¡Podría crear otro domo, al igual que el cielo, pero debajo de la tierra! ¡Eso sería grandioso! Por ello, otro domo apareció. Era oscuro, turbio y, en general, no muy agradable; dado que permanecía oculto de la luz del cielo. Este era Tártaro, el Hoyo de la Maldad. Como supondrán, luego de haber leído aquel nombre, cuando él formó su personalidad divina, no ganó ningún concurso de popularidad. El problema mayor era que ambos, Ponto y Tártaro se enamoraron de Gaia, lo que puso un poco de presión en la relación de ésta con Urano. Otro montón de dioses primordiales aparecieron pero, si intentara nombrarlos todos, podría estar escribiendo por semanas. Caos y Tártaro tuvieron un hijo (no me pregunten cómo, no tengo idea) llamado Nyx, que era la materialización de la noche. De alguna forma, Nyx tuvo una hija sin ayuda de nadie y la llamó Hemera. Era el día. Esas dos nunca se llevaron muy bien por que eran tan diferentes como… bueno, ustedes me entienden. De acuerdo con algunas historias, Caos también creó a Eros, dios de la procreación… en otras palabras, mamitas diosas y papitos dioses pudieron tener muchos bebés diosecitos. Otras leyendas dicen que Eros era hijo de Afrodita. Ya llegaremos a eso más adelante. No sé qué versión sea la real pero, puedo afirmar que Urano y Gaia comenzaron a tener hijos — con resultados bastante variados. Primero tuvieron una tanda de doce —seis niñas y seis niños llamados Titanes. Estos chicos se veían como humanos pero, eran mucho más altos y poderosos.

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Ustedes pensarían que doce hijos serían suficientes para cualquier pareja ¿Verdad? Digo, con una familia tan numerosa podrías armar tu propio reality show en la televisión. Además, una vez que todos los titanes hubiesen nacido, las cosas comenzaron a complicarse en el matrimonio de Urano y Gaia. Urano comenzó a pasar mucho más tiempo paseando por el cielo. No bajaba a visitar. Tampoco ayudaba a criar a sus hijos. Gaia estaba resentida y ambos esposos comenzaron a pelear. Mientras los titanes crecían, Urano les gritaba, actuando como un padre horrible. Un par de veces, Gaia y Urano intentaron enmendar la relación. Gaia pensó que, quizás, si tenían otra camada de niños, su esposo y ella se sentirían más unidos…. Lo saben ¿No? Fue una pésima idea. Gaia tuvo trillizos. El problema: estos niños eran la definición de FEALDAD. Eran tan grandes y poderosos como los titanes pero, brutos y con una terrible necesidad de conseguir cera depilatoria. Lo peor era que cada uno de ellos tenía un único ojo en medio de su frente. A veces, se dice que hay caras que sólo una madre puede amar. Bueno, Gaia amaba a estos niños. Ella los llamó Cíclopes y, eventualmente, los niños expandirían su raza, teniendo varios otros hijos que son considerados cíclopes menores. Pero eso viene mucho después. Cuando Urano vio a los cíclopes trillizos, se espantó. — ¡Estos no pueden ser mis hijos! ¡No se parecen a mí! — ¡Ellos son tus hijos, holgazán! — le respondió Gaia, gritándole— ¡No te atrevas a abandonarme para que los críe yo sola!

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—No te preocupes, no lo haré —gruñó Urano.

Él desapareció envuelto en una tormenta y regresó con gruesas cadenas oscuras hechas de cielo nocturno. Ató a los cíclopes y los tiró dentro del Tártaro, que era la única porción de creación donde Urano no podría verlos. Fue muy duro. ¿No? Gaia gritó y lloró pero, Urano se negó a liberar a los cíclopes. Nadie se atrevía a contradecir sus órdenes porque, para ese entonces, aquel díos estaba ganando reputación como un tipo bastante escalofriante. — ¡Yo soy el rey del universo! —bramó— ¿Cómo podría no serlo? Estoy literalmente por encima de todo lo demás. — ¡Te odio! —sollozó Gaia. —Harás lo que yo ordene. Soy el primero y el mejor de los dioses primordiales. —Yo nací antes —protestó Gaia—. Tú no estarías aquí si no fuera por mí. —No me pongas a prueba —rugió Urano—. Tengo muchas otras cadenas de oscuridad. Como ustedes se pueden imaginar, Gaia inició un terremoto total pero, no sabía qué más podría hacer. Sus primeros hijos, los titanes, se sintieron mal por su madre. No les agradaba mucho su padre —Gaia siempre hablaba mal de él, por una buena razón.— Pero, los titanes le tenían miedo a Urano y se sentían inútiles al no poder detenerlo. “Tengo que mantener la calma, por los chicos”. Pensó Gaia. “Tal vez, podría intentar solucionar las cosas una vez más”. Ella organizó una tarde romántica —con velas, rosas, música suave, etc. Seguramente usó magia antigua. Unos meses después, Gaia tuvo otro set de trillizos. Como si necesitara mas pruebas de que el matrimonio con Urano ya había muerto… Los nuevos niños eran incluso más monstruosos que los cíclopes. Cada uno de ellos tenía cien brazos alrededor del pecho, como espinas marinas; y cincuenta pequeñas cabezas apiñadas en sus hombros. Gaia los llamó Centímanos. Sin embargo, no tuvo tiempo de darles nombres individuales. Cuando Urano los vio, los arrancó de los

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brazos de su madre. Sin decir palabra alguna, los envolvió en cadenas y los arrojó al Tártaro como si fueran bolsas de basura. Claramente, el tipo del cielo tenía problemas. Bueno, creo que eso es todo sobre Gaia. Ella lloró y gimió y causó tantos terremotos que los titanes corrieron a ver que le ocurría. — ¡Su padre es un completo ******! No sé cómo lo llamó pero, tengo la sensación de que esa fue la primera maldición jamás inventada. Gaia explicó lo sucedido y alzó sus manos causando que la tierra se abriera a sus pies. Invocó la sustancia más dura que pudo encontrar en sus dominios y la moldeó con su ira, creando la primera arma de la historia —una cuchilla curva de casi noventa centímetros. Le agregó una empuñadura de madera, realizada con la rama de un árbol cercano, y les mostró su creación a los titanes— ¡Observen, mis niños! El instrumento de mi venganza. ¡Lo llamaré guadaña! Los titanes murmuraron: ¿Para qué es eso? ¿Por qué es curvo? ¿Cómo se deletrea guadaña? — ¡Que uno de ustedes de un paso al frente! — gritó Gaia—. Urano no merece ser el rey del cosmos. Uno de ustedes lo matará y tomará su lugar. Los titanes se miraron con incomodidad. — Entonces… explica todo ese asunto de matar —dijo Océano. Era el mayor de los titanes pero, solía pasar el tiempo en mares lejanos con el dios primordial del agua, a quien llamaba Tío Ponto—. ¿Qué significa matar? —Ella quiere que exterminemos a nuestro padre —acertó a decir Temis. Ella era una de las más inteligentes y comprendió velozmente el concepto de castigar a alguien por sus crímenes—. Hagamos que deje de existir. — ¿Es eso posible? —preguntó su hermana Rea—. Creí que éramos todos inmortales.

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Gaia gruñó, frustrada. — ¡No sean cobardes! Es muy simple. Toman este afilado cuchillo y cortan a su padre en pequeños trozos, así no nos molestará más. ¡Quien lo haga se convertirá en el nuevo gobernante del universo! Además, les cocinaré esas galletas que tanto les gustan. En tiempos modernos, tenemos un término para este tipo de comportamiento. Lo llamamos psicópata. Sin embargo, en ese entonces, las reglas de comportamiento eran considerablemente más flexibles. Quizás ahora te sientas mejor con respecto a tus parientes, sabiendo que la primera familia en toda la creación fue, también, la primera familia disfuncional. Los titanes comenzaron a murmurar y a señalarse entre ellos diciendo—: Oye, tú serías la mejor opción para matar a nuestro padre. —No, creo que tú deberías hacerlo. —Me encantaría matarlo pero, honestamente, tengo otras cosas que hacer, así que… — ¡Yo lo haré! —dijo una voz. El más joven de los doce se acercó al frente. Cronos era más pequeño que sus hermanos y hermanas. No era tampoco el más inteligente, o el más fuerte, o el más rápido. Pero, era quien más ansiaba tener poder. Yo supongo que cuando eres el más pequeño entre doce hijos, siempre intentas llamar la atención para que te noten. El titán mas joven amaba la idea de dominar el mundo, especialmente, si eso significaba convertirse en el jefe de sus hermanos. La oferta de galletitas tampoco le molestaba. Cronos medía aproximadamente dos metros con setenta centímetros, lo cual era poco para un titán. No se veía tan peligroso como sus hermanos pero, el chico era realmente deshonesto. Ya se había ganado el apodo de “El deshonesto” entre sus hermanos, porque jugaba sucio en sus competencias y nunca estaba donde esperaban encontrarlo. Tenía la sonrisa de su madre y el cabello negro, enrulado. Había heredado la crueldad de su padre. Cuando Cronos te miraba, no podías adivinar si estaba a punto de golpearte o de contarte un chiste. Su barba también era perturbadora. Él era muy joven

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pero, ya se había dejado crecer el vello facial en una única púa que caía desde su mentón, como el pico de un cuervo. Cuando cronos vio la guadaña, sus ojos centellaron. Deseaba poseer esa cuchilla de hierro. Comprendió cuánto daño sería capaz de hacer con el arma. En lo que refería a matar a su padre — ¿Por qué no? Urano casi ni lo notaba. Tampoco Gaia. Sus padres posiblemente no recordaban su nombre. Cronos odiaba ser ignorado. Estaba cansado de ser el mas pequeño y de vestir esos estúpidos taparrabos de titanes. —Yo lo haré —repitió—. Yo cortaré a nuestro padre. — ¡Mi hijo favorito! —alabó Gaia—. ¡Eres impresionante! ¡Sabía que podría contar contigo! Emm… ¿Cuál de todos eras tú? —Cronos. —Forzó una sonrisa. Oigan, por una guadaña, galletitas y la oportunidad de matar a alguien, Cronos era capaz de ocultar sus sentimientos—. Estoy honrado de poder matar para ti, madre. Pero, voy a hacerlo a mi manera. Quiero que engañes a Urano para que te visite. Dile que lo sientes. Dile que todo ha sido tu culpa y que vas a cocinarle una cena especial para redimirte. Sólo has que venga esta noche y actúa como si aún lo amaras.

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—Ew —musitó Gaia—. ¿Estás loco? —Sólo pretende —insistió—. Lo atacaré cuando tome forma humana y se siente a tu lado. Necesitaré ayuda. Se volteó hacia sus hermanos, que aparentemente sintieron un repentino interés en sus pies. —Chicos —dijo Cronos—, si esto no funciona, Urano va a tomar venganza sobre todos nosotros. No podemos cometer ningún error. Necesito que cuatro de ustedes lo sostengan para asegurarnos que no escape hacia el cielo antes que yo lo mate. Los demás titanes se mantuvieron en silencio. Probablemente estuvieran intentando imaginarse a su pequeño hermano Cronos intentando atacar a su gran y violento padre; no veían ninguna posibilidad de triunfar. — ¡Vamos! —chilló Cronos—. Yo me encargaré de descuartizarlo. Cuatro de ustedes estarán reteniéndolo. Cuando yo sea rey, recompensaré a esos cuatro. Le daré a cada uno de ellos un rincón de la tierra para gobernar —norte, sur, este y oeste. Es una oportunidad única en la vida ¿Quién está conmigo? Las chicas eran demasiado astutas como para formar parte del plan. Se excusaron y abandonaron el lugar. El mayor de los titanes, Océano, se mordió el pulgar, nervioso. —Yo tengo que regresar al mar, para hacer… algunas cosas acuáticas, lo siento. Eso solo dejaba a cuatro de los hermanos. Ceo, Jápeto, Crío y Hyperion. Cronos les sonrió. Tomó la guadaña de manos de Gaia y probó el filo de la punta, pinchando su propio dedo hasta que una gota de sangre dorada emanó. —Entonces, cuatro voluntarios ¡genial! Jápeto se aclaró la garganta. —Emm… en realidad. Hyperion le dio un codazo a Jápeto. —Estamos contigo —prometió—. Puedes contar con nosotros. —Excelente —dijo Cronos. Esa fue la primera vez en la historia que un genio maligno dijo “excelente”3. Cronos les explicó el plan.

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Referencia a personajes como Mr. Burns de Los Simpsons.

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Esa noche, increíblemente, Urano apareció. Caminó por el valle donde solía encontrarse con Gaia hasta que vio la imponente cena que descansaba sobre una mesa. —Recibí tu nota ¿Enserio quieres disculparte? —Absolutamente. —Gaia llevaba su mejor vestido verde, sin mangas. Su cabello enrulado estaba adornado con joyas (que le resultaban fáciles de obtener, siendo la madre tierra). Olía a rosas y jazmín. Se reclinó sobre un sofá bajo la tenue luz de unas velas e invitó a su marido a acercársele. Urano se sintió mal vestido con su taparrabos. No se había cepillado el cabello ni nada. Su piel de noche era oscura y estaba cubierta de estrellas pero, probablemente eso no contaba como una “corbata negra” para una cena elegante. Comenzó a pensar que debería, al menos, haberse lavado los dientes. ¿Sospechaba? No lo sé. Recuerden, nadie en la historia del cosmos había descuartizado a alguien aún. Él iba a ser el primero. Además, se sentía solo paseando por el cielo. Su única compañía eran las estrellas, el dios del aire, Éter (quien era, de hecho, un cabeza hueca) y Nyx y Hemera, madre e hija, quienes discutían todos los amaneceres y atardeceres. —Entonces, —las manos de Urano sudaban. Había olvidado que tan bella era Gaia cuando no le estaba gritando— ¿Ya no estás enfadada? —Para nada —aseguró ella. —Y… ¿estás de acuerdo con todo eso de encadenar a nuestros hijos y tirarlos al abismo? Gaia presionó sus dientes con fuerza y forzó una falsa sonrisa. —Puedo aceptarlo. —Bien —dijo Urano—, porque esos chicos eran realmente HORRIBLES. Gaia palmeó el sofá. —Ven, siéntate conmigo, mi querido esposo. Urano se acomodó a su lado. Tan pronto como se sentó, Cronos susurró desde detrás de una roca—: ¡Ahora!

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Sus cuatro hermanos saltaron desde sus escondites. Crío se había disfrazado de arbusto. Ceo había cavado un hoyo para sí mismo y lo había cubierto con ramas. Hyperion se había acomodado detrás del sofá (era un sofá enorme) y Jápeto intentaba verse como un árbol, con sus brazos como ramas. Por algún extraño motivo, había funcionado. Los cuatro titanes atraparon a Urano. Cada uno lo sostuvo de un brazo o una pierna, manteniéndolo recostado con el rostro contra el suelo. Cronos emergió de las sombras. Su guadaña de hierro brillaba bajo las estrellas. —Hola, padre. — ¿Qué significa esto? —protestó Urano—. ¡Gaia, diles que me suelten! — ¡Ja! —Gaia se puso de pie—. No tuviste compasión de nuestros hijos, mí querido esposo; tú tampoco mereces compasión. Además ¿Quién se pondría un taparrabos para una cena elegante? ¡Estoy decepcionada! Urano se retorció, en vano. — ¿Cómo se atreven? ¡Soy el rey del cosmos! —Ya no. —Cronos alzó la guadaña. — ¡Ten cuidado! Si haces esto, emm… ¿Cuál era tu nombre? — ¡CRONOS! —Por hacer esto, Cronos —dijo Urano—, ¡te maldigo! Un día, tus propios hijos te destruirán y tomarán el trono, de la misma forma que estas haciéndolo tú, en este momento. Cronos rió. —Déjales intentarlo. Dejó caer la guadaña. Cortó a Urano justo en… bueno ¿Saben qué? No tengo el valor de decirlo. Si son hombres, imaginen el lugar más doloroso donde puedan lastimarte. Exactamente. Justo allí. Cronos siguió cortando mientras Urano aullaba de dolor. Fue algo así como la más asquerosa escena de una película de terror de bajo presupuesto que puedan imaginarse, con sangre por todos lados. —Con la diferencia de que la sangre de los dioses es dorada, y se llama Icor.

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Algunas gotas se derramaron sobre rocas cercanas. Era una sustancia poderosa y, cuando nadie estaba viendo, algunas criaturas surgieron del Icor. — tres siseantes demonios alados llamados Furias, los espíritus del castigo que, inmediatamente, volaron hacia la oscuridad del Tártaro. Otras gotas de sangre celestial cayeron sobre tierra fértil, de donde nacieron salvajes pero gentiles criaturas llamadas ninfas y sátiros. En realidad, había sangre de todos lados. En serio, esas manchas nunca pudieron ser limpiadas de la camisa de Cronos. —Bien hecho, hermanos —Cronos gritó, sonriendo de oreja a oreja, Su guadaña chorreaba gotas doradas. Jápeto se sentía enfermo. Los demás reían y se palmeaban las espaldas. —Oh, mis niños —dijo Gaia—. Estoy tan orgullosa de ustedes ¡Haré galletas y ponche para todos! Antes que la celebración comenzara, Cronos reunió los restos de su padre y los envolvió con el mantel. Quizás, resentido por la cobardía de su hermano Océano, Cronos arrojó el paquete al mar. La sangre se mezcló con el agua y, bueno… ustedes se imaginan lo que ocurrió. Ahora seguro me preguntaran “Bueno, si mataron al cielo ¿Por qué cuando alzo la vista aun puedo verlo?” Respuesta: no tengo idea. Supongo que Cronos mató únicamente la forma física de Urano. Entonces, la parte celestial del cielo no puede aparecerse más sobre la tierra y reclamarla. Prácticamente lo exiliaron al aire. Por lo tanto, no está exactamente muerto pero, ya no puede hacer nada mas que actuar como un inofensivo domo cernido sobre el mundo. Como sea. Cronos regresó al valle y los titanes estaban celebrando con una fiesta. Gaia nombró a Cronos “Señor del universo”. Lo convirtió en una figura dorada de coleccionista, con corona de oro y todo.

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Cronos mantuvo su promesa y entregó a los cuatro titanes que ayudaron un rincón de la tierra. Jápeto se convirtió en el titán del oeste. Hyperión obtuvo el este. Ceo tomó el norte y Crío el sur. Esa noche, Cronos alzó una copa de néctar, que es la bebida preferida de todos los inmortales. Intentó mostrar una sonrisa confiada, como cualquier otro gobernante, aunque, en el interior, le preocupaba la maldición de Urano —que algún día sus hijos lo destronarían. A pesar de eso, gritó—: ¡Disfruten, mis hermanos! ¡Hoy comienza una Era de Oro! Si les gustan las mentiras, robos, traiciones y canibalismo, entonces, sigan leyendo porque, esta fue, definitivamente, la era de oro de todo aquello.

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La era de oro del canibalismo

A

L PRINCIPIO, CRONOS NO ERA TAN MALO. Tuvo que esforzarse para convertirse en un asqueroso líder sin escrúpulos.

Liberó del Tártaro a los cíclopes y a los centímanos, alegrando a Gaia. Los grandotes eran útiles. Habían pasado mucho tiempo en el abismo, aprendiendo a forjar metales y trabajar la piedra (supongo que no tenían nada mejor que hacer allá abajo) y, para demostrar su gratitud, le construyeron a Cronos un enorme palacio en la cima del Monte Otris que, en ese entonces era la montaña más alta de Grecia. El palacio estaba hecho de reluciente mármol negro. Altísimas columnas y vastos salones resplandecían bajo la luz de antorchas mágicas. El trono de Cronos lo esculpieron de un bloque de obsidiana, adornado con oro y diamante—sé que suena impresionante pero, posiblemente fuera incómodo. A Cronos le daba igual. Se podía

sentar allí todo el día, inspeccionando el mundo debajo de él mientras decía en tono maligno “¡Mío! ¡Todo es mío!”. Sus hermanos titanes no discutían con él; ya se habían adueñado de sus territorios preferidos —además, luego de haber visto a Cronos blandiendo la guadaña, no querían hacerlo enfadar. A eso de ser rey del cosmos Cronos le sumó el convertirse en titán del tiempo. No podía aparecerse en cualquier época como Doctor Who ni nada de eso, pero era capaz de ralentizar o acelerar el tiempo. Cuando te encuentras en medio de una clase increíblemente aburrida que parece no terminar jamás, culpa a Cronos. O cuando tu fin de semana se siente muy corto, eso también es culpa suya. El titán estaba interesado especialmente en lo que respecta al poder destructivo del tiempo. Él no podía creer lo que unos pocos años hacían a los mortales. Para divertirse, solía viajar alrededor del mundo, acelerando la vida de árboles, plantas y animales, viendo como se marchitaban y morían. Nunca se aburría de hacer eso. En lo que a sus hermanos respecta, los cuatro que lo ayudaron a asesinar a Urano recibieron los rincones de la tierra —lo que es raro, ya que los griegos creían que el mundo era un circulo chato, como un escudo, sin esquinas. Pero, da igual. Crío era el titán del sur. Adoptó el cuerno como su símbolo, ya que la constelación de Tauro brillaba en el cielo del sur. Su armadura era de color azul marino, adornada con estrellas. Los cuernos de su armadura sobresalían del yelmo. Crío era oscuro y silencioso. Podía pararse en el extremo sur del mundo, observando las constelaciones y pensando profundamente — o, quizás, simplemente pensaba en conseguir un mejor empleo. Ceo, el titán del norte, vivía en el lado opuesto del mundo (obviamente). A veces lo llamaban Polo, porque controlaba el polo norte. Esto fue mucho antes que Santa Claus se mudara allí. Ceo fue el primer titán en obtener el don de la profecía. De hecho, Ceo significa “pregunta”. Podía hacerle preguntas al cielo y, a veces, el cielo les susurraba las respuestas. ¿Aterrador? Sí. No sé si se comunicaba con el espíritu de Urano o qué, pero sus predicciones eran muy útiles y los otros titanes comenzaron a hacerle preguntas estúpidas como: ¿Cómo estará el clima el sábado? ¿A quién matará

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Cronos hoy? ¿Que debería lucir en la fiesta que organiza Rea? Ya saben, ese tipo de cosas. Eventualmente, Ceo le transmitió el don de la profecía a sus hijos. Hyperion, titán del este, era el más llamativo de los cuatro. Dado que la luz del día aparece por el este cada mañana, él se llamó a sí mismo “Señor de la luz”. A sus espaldas, todos lo llamaban Cronolito porque hacia todo lo que Cronos le decía. Como sea, Hyperion se vestía con una llamativa armadura dorada que era famosa por prenderse fuego esporádicamente. Era el alma de las fiestas. En contrapartida, Jápeto era el más relajado. El titán del oeste. Un buen ocaso siempre te hace desear resguardarte del frío y descansar. A pesar de eso, no quisieran que este chico se enfadara con ustedes. Es un excelente luchador y sabe cómo usar una lanza. Jápeto significa, literalmente, “el perforador” y estoy seguro que no recibió ese nombre por perforar orejas para colocarles pendientes a las niñas en el centro comercial. El último hermano, Océano, escogió dominar el agua que rodeaba al mundo. Ahora comprenden por qué toda esa masa líquida se llama océano. Podría haber sido peor. Si Jápeto hubiese dominado ese territorio, hoy en día hablaríamos de “Jápeto Atlántico”, “Jápeto Indico” y cosas así. Ahora lo entienden, no sonaría tan bien. Antes de comenzar con las titanes femeninas, permítanme quitarme un último asunto de encima. Verán, eventualmente estos titanes comenzaron a pensar cosas como “Oigan, papá tenía a Gaia por esposa ¿Con quién podríamos casarnos nosotros?” entonces, miraron a sus hermanas y pensaron “Mmm…..” Lo sé, lo sé. Seguramente están gritando “¡ESO ES ASQUEROSO! ¿Intentaron casarse con sus hermanas?” Sí. Yo también creo que es algo repugnante pero, piensen que los titanes no tenían el concepto de una familia normal. Ellos ven las cosas de otro modo y, como ya les he dicho, las reglas de comportamiento eran más permisivas en esa época. Además, no tenían muchas otras opciones. No existía una web del estilo encuentrauntitan.com para buscar a tu alma gemela.

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Es importante recordar que los inmortales son diferentes a los humanos. Viven para siempre, o algo así. Tienen poderes geniales. Tienen icor en vez de sangre y ADN, así que no les molesta mezclarse con otros miembros de su familia. Por todo eso, no ven el matrimonio entre hermanos como un problema. Si fueran inmortales, ustedes y sus hermanos, a pesar de haber nacido de una misma madre, dejarían de ser hermanos al convertirse en adultos. Al menos, esa es mi teoría. Sino, tal vez los titanes sean simplemente raros. Lo dejo a su criterio. Volviendo al tema, no todos los titanes desposaron a sus hermanas. Sólo algunos. La mayor era Tea. Si querías que te prestara atención, simplemente necesitabas poner algo brillante frente a ella. Amaba las cosas brillantes y los paisajes escénicos. Cada mañana, bailaba felizmente ante la salida del sol. Trepaba a las montañas sólo para admirar el vasto paisaje. En ocasiones, excavaba para conseguir piedras preciosas que luego pulía con su magia. Tea es quien dio lustre al oro y chispas a los diamantes. Ella se convirtió en la titán de la claridad. Porque su vida podía ser resumida como brillos y destellos. 31

Se casó con Hyperion, señor de la luz. Podrán imaginarse que se llevaban de maravilla, aunque no comprendo cómo podían dormir con Hyperion brillando toda la noche y Tea murmurando “¡Brilla! ¡Brilla!” ¿Qué pasaba con su hermana Temis? Era totalmente diferente. Una mujer tranquila y pensativa que nunca intentó llamar la atención. Se vestía siempre con un largo manto blanco que cubría incluso su cabello. Desde pequeña supo distinguir entre lo bueno y lo malo, comprendiendo el concepto de justicia. Si alguna vez dudaba, pedía consejo a la tierra. Sinceramente, no creo que se refiriese a Gaia. Esa señora no tiene ni idea de lo que es bueno o malo. Como sea, Temis tenía muy buena reputación entre sus hermanos. Solía mediar en los peores argumentos. Se convirtió en la titán de las leyes de la naturaleza. No se casó con ninguno de los otros titanes. Eso demuestra cuán sabia era. Tercera hermana: Tetis. Prometo que es la última cuyo nombre empieza con “T” porque, hasta a mí me confunden. Ella amaba los ríos, las aguas termales y cualquier tipo de agua que fluyese naturalmente. Era muy amable y siempre ofrecía a sus

hermanos algo para beber. Aunque a los demás les molestaba que ella siempre les dijera que necesitaban veinticuatro grandes vasos de agua por día para no deshidratarse. Tetis se consideraba a sí misma la enfermera del mundo, ya que todo ser viviente requería agua. Se casó con Océano, un descerebrado. Imagino que habrá sido algo así como “Oye ¿Te gusta el agua? ¡A mí también! ¡Deberíamos casarnos!” Febe, la cuarta hermana, vivía en el centro geográfico del mundo que, para los griegos se traducía como El Oráculo de Delfos — aguas termales sagradas donde podías oír voces susurrándote el futuro, siempre y cuando estuvieses dispuesto a escucharlas. Los griegos se referían a este sitio como “ónfalo”, lo que literalmente significa “el ombligo del mundo”. Pero nunca especificaron si era un ombligo sobresaliente o hundido. Febe fue la primera en comprender el método para escuchar voces en el oráculo. Pero, ella no era de esas sombrías y misteriosas adivinas. Su nombre significa “brillo” y Febe siempre veía el lado positivo de las cosas. Sus profecías eran como galletas de la fortuna —sólo cosas buenas. Eso estaba bien, creo, si no querías escuchar las malas noticias. Ahora bien, si tu intención era saber algo así como “¿Voy a morir mañana?” ella te contestaría “Oh, yo preveo que no tienes que preocuparte por el próximo examen de matemática”. Febe se casó con Crío, el tipo del norte que también había recibido el don de la profecía. Desafortunadamente, se veían poco ya que vivían muy lejos. Bonus: mucho después, el nieto de Febe, un hombre llamado Apolo, se apoderó del oráculo ya que también había heredado el don. A veces a Apolo le decían Febo Apolo. La hermana titán numero cinco era Mnemosina — con mi dislexia tuve que escribir eso como veinte veces hasta que me quedó bien; y quizás aún está mal. Estoy seguro que se pronuncia algo así como NEMO-sina. Ella había nacido con memoria fotográfica, mucho antes que alguien supiera lo que era una foto. Enserio, se acordaba de todo— los cumpleaños, la tarea, sacar la basura, alimentar al gato. En cierto modo, era algo bueno. Se hacia cargo de los datos familiares y jamás olvidó nada. En otro sentido, tenerla cerca era una molestia ya que se la pasaba recordándote cosas. ¿Has olvidado ese momento vergonzoso de cuando tenías ocho años? Ella se acordaba. ¿Y el préstamo que te dio hace cientos de años y nunca le pagaste? Se acordaba. La peor parte es que Mnemosina esperaba que todos tuvieran su memoria. Para ayudar a sus hermanos, inventó letras y escritura para que los pobres cabezas huecas pudieran

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anotar cosas importantes. Mnemosina se convirtió en la titán de la memoria, especialmente de la memorización. La próxima vez que tengas que estudiar para un examen de gramática o de geografía (de esos donde tienes que aprender los cincuenta estados y sus capitales), agradézcanselo a ella. Estoy seguro que fue su idea. Nadie quiso casarse con Mnemosina. Imagínense el motivo. Finalmente, hemos llegado a la hermana numero seis: Rea. Pobre Rea, era la mas dulce y hermosa de las titanes. Lo que claramente significa que su suerte era pésima y su vida muy dura. Su nombre significa “fluir” o “aliviar”. Cualquiera de las definiciones sirve. Rea siempre fluía con la corriente y aliviaba a los demás. Deambulaba por los valles de la tierra, visitando a sus hermanos y hermanas, hablando con ninfas y sátiros que habían nacido de la sangre de Urano. Rea amaba a los animales. Su favorito era el león. Si buscan imágenes de Lea, casi siempre está rodeada de leones. Asumo que se sentía segura caminando, incluso, en los peores vecindarios. Rea se convirtió en la titán de la maternidad. Adoraba a los bebes y ayudaba a sus hermanas a cuidarlos. Eventualmente la apodaron Gran Madre cuando tuvo sus propios hijos. Desafortunadamente, para eso había tenido que casarse. Allí comenzaron sus problemas. Todo iba bien hasta que ¿Qué pudo haber pasado? Gaia pensó lo siguiente: le encantaba ver a sus hijos dominando el mundo y había decidido retirare a la tierra y descansar. Había tenido ya dieciocho hijos. Merecía el descanso. Confiaba en que Cronos se encargaría del asunto y seria un buen rey por siempre (si, seguro). Conforme con lo que sucedía en la superficie, Gaia se tomó una siesta que, en términos geológicos duro un par de milenios. Mientras tanto, los titanes habían comenzado a tener sus propios hijos que eran la segunda generación de titanes. Océano y Tetis, Sr. y Sra. Agua, tuvieron una hija llamada Climent, diosa de la fama. Supongo que se interesó por los famosos porque creció en medio del mar donde no sucedía absolutamente nada. Lo único que podía hacer era leer revistas y ponerse al tanto de las novedades de Hollywood… o lo habría hecho, si Hollywood existiera. Al igual que los adolescentes obsesionados con la fama, ella se fue al oeste, enamorándose del titán que dominaba aquel territorio, Jápeto. Sí, ya se. Técnicamente era su tío. Desagradable pero, como dije antes, los titanes eran diferentes. Les recomiendo no darle muchas vueltas al asunto.

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Entonces, Jápeto y Climent tuvieron un hijo llamado Atlas, un excelente luchador y también un patán. Cuando creció, se convirtió en la mano derecha de Cronos y en su general. Luego, Jápeto y Climene tuvieron un hijo llamado Prometeo, quien era casi tan inteligente como Cronos. Según algunas leyendas, Prometeo inventó un tipo de ser viviente inferior del que deben haber oído hablar —humanos. Un día, Prometeo estaba aburrido junto al río, construyendo cosas con arcilla y esculpió un par de figuras de aspecto chistoso que se parecían a los titanes pero, más frágiles. Tal vez, algo de sangre de Urano se había mezclado con esa arcilla o, quizás, Prometeo sopló vida en las figuras— No lo sé. Pero las figuras de arcillas cobraron vida y se convirtieron en los primeros seres humanos.

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¿Le dieron una medalla por eso? Nah. Los titanes veían a los humanos de la misma forma que nosotros vemos a los hámsteres. Algunos titanes, sin embargo, creyeron que los humanos eran adorables, aunque morían muy rápido y no servían para nada. Otros titanes pensaban que los humanos eran repulsivos. Algunos no les prestaban atención. Mientras tanto, los humanos se escondían en cuevas e intentaban no ser pisados. Los grandes titanes continuaron teniendo bebés titanes. No los nombraré a todos. SI lo hiciera, podríamos estar aquí tanto tiempo como la siesta de Gaia. Sin embargo, Crío y Febe, la pareja de las profecías, tuvo una niña llamada Leto, quien se convirtió en la protectora de los pequeños. Algo así como la primera niñera de la historia. Todos los titanes que eran padres la amaban. Hyperion y Tea, Sr. y Sra. Brillantes, tuvieron gemelos llamados Helio y Selene. Ellos estaban a cargo del sol y la luna. Tiene sentido ¿No? Es imposible brillar tanto como esa familia. Helio conducía su carruaje llevando al sol a través del cielo cada día, incluso si eso sumaba muchas millas al vehículo. Helios se consideraba un hombre ardiente y tenia el mal habito de llamar a su carruaje de sol “el imán de chicas”. Selene no era tan llamativa. Conducía su carro de luna a través del cielo durante la noche. Le gustaba la soledad aunque, una vez se enamoró. Ese fue el romance más trágico de la historia. Pero lo cuento más tarde. Un titán en particular no quería casarse ni tener hijos, Cronos, el rey del cosmos. Él se sentaba en su trono del palacio en el Monte Otris, de mal humor, viendo como los demás eran felices. ¿Recuerdan esa maldición de Urano que decía que, algún día, los hijos de Cronos lo traicionarían? Bueno, Cronos no podía sacarse la idea de la cabeza. Al principio, pensó que sería fácil y se dijo a sí mismo: “Simplemente no me casaré ni tendré hijos”. Pero es doloroso estar solo cuando todos tus hermanos están formando hermosas y felices familias. Cronos había ganado el trono justamente pero, esa maldición arruinaba el orgullo de haber matado a su padre. Ahora, debía preocuparse por no ser destronado mientras el resto de los titanes disfrutaban de la vida. Injusto.

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Sus parientes ya no lo visitaban. Desde que mamá Gaia estaba durmiendo, la cena familiar de los domingos había sido cancelada. Todos ponían excusas, decían estar ocupados. Cronos sospechaba que todos le temían, lo cual no era extraño. El chico tenía el temperamento y la crueldad de su padre, la guadaña era intimidante y solía gritar “¡Los mataré a todos!” cada vez que se enojaba. No era culpa suya. Una mañana, Cronos se despertó sobresaltado. Había un cíclope martillando bronce justo fuera del palacio ¡A las siete de la mañana de un domingo! El líder había prometido a su madre que liberaría a los cíclopes y a los centímanos pero, eran realmente molestos y se volvían cada día más feos. Olían como pañales sucios, nunca se aseaban y se pasaban el día haciendo ruido —construyendo, martillando, golpeando piedras. Habían sido de utilidad a la hora de construir el palacio pero, ahora simplemente molestaban. Un día, Cronos llamó a Atlas, a Hyperion y a algunos otros de la pandilla. Rodearon a los cíclopes y a los centímanos. Les dijeron que iban a ir de paseo pero, los encadenaron y los devolvieron al Tártaro. 37

Si Gaia despertaba se enfadaría — ¿Y qué? Cronos era el rey de todo. Mamá tendría que aceptar su decisión. Las cosas estaban tranquilas en el palacio pero al rey le molestaba no poder tener novia. Especialmente, a la chica que le gustaba. Secretamente, se había enamorado de Rea. Ella era hermosa. Cada vez que la familia titán se reunía, Cronos la observaba. Si notaba que algún otro titán coqueteaba con ella, los amenazaba con su guadaña. Cronos amaba la risa de Rea. Su sonrisa era mas brillante que el imán de chicas de Helios… quiero decir, que el carro del sol. El rey amaba como el cabello oscuro caía sobre los hombros de la chica. Sus ojos eran tan verdes como cualquier prado y sus labios… bueno, Cronos soñaba con besarla. Además, Rea era dulce y amable. Todos la amaban. Cronos pensó: Si tuviera una esposa así, mi familia no me temería tanto. Vendrían al palacio mas seguido y me ayudarían a ser un buen titán ¡La vida seria mucho mejor!

Pero, otra parte de el pensó: No, no puedo casarme por culpa de esa estúpida maldición. Cronos estaba frustrado. Era el rey del maldito universo. Podía hacer lo que quisiera. Quizás Urano sólo intentaba asustarlo y no había ninguna maldición. A parte, quizás nunca tendría hijos a pesar de estar casado. Nota mental: Si no quieres tener hijos, no te cases con la chica que es la diosa de la maternidad. El rey intentó contenerse pero, no pudo. Invitó a Rea a una cena romántica y le confesó sus sentimientos. Esa misma noche, pidió su mano. No sé si Rea amaba a ese tipo o no. Si no lo hacia, imagino que tendría mucho miedo de rechazarlo. Es decir, Cronos era un asesino, después de todo— quien mató a su propio padre, el anterior rey del universo. Si nunca ayudó a su imagen personal el tener la guadaña contra la pared, a su lado. El hecho de verla brillar a la luz de unas velas habrá sido terrible para la pobre Rea. Ella aceptó el compromiso. Quizás Rea creyó que podría cambiar a su esposo. Tal vez Cronos también pensó que podría convertirse en alguien mejor. No importa. La feliz pareja tuvo una linda luna de miel. Un par de semanas mas tarde, cuando Cronos se entero que (sorpresa, sorpresa) Rea estaba embarazada, intentó convencerse de que todo estaba bien. Fue feliz. Él no sería un mal padre como Urano lo había sido. No importaba si el bebé era niño o niña. Cronos amaría a sus hijos y olvidaría la vieja maldición. Entonces nació. Una hermosa titán bebé. En secreto, Rea temía que el bebé pudiese ser un cíclope o un centímano. Quizás Cronos también temía que eso ocurriera. Pero, NOP. La niña era perfecta. De hecho, quizás demasiado perfecta. Rea la llamo Hestia. La envolvió en suaves sábanas y se la mostró a su orgulloso marido. Al comienzo, Cronos sonrió. La pequeña no era un monstruo — ¡dulce! Pero, al mirarla a los ojos notó que no era una titán. Era muy pequeña, aunque pesada y

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perfectamente proporcionada. Irradiaba poder. El rey entendía de tiempo y pudo vislumbrar el aspecto de la niña al crecer. Ella sería más chica que un titán, pero capaz de lograr grandes hazañas. Podría vencer a cualquier titán. Hestia era una versión mejorada de los titanes —titán 2.0, la nueva generación. De hecho, no era realmente titán, era una diosa —la primera de una nueva rama de inmortales. Al mirarla, Cronos se sintió como un celular viejo observando al smartphone más moderno. Supo que sus días estaban contados. El padre abandonó su sonrisa orgullosa. Esa niña no debía crecer, o la profecía de Urano se convertiría en realidad. Cronos tenía que actuar rápido. Sabía que Rea no le permitiría matar a la niña (además, estaban esos estúpidos leones que la protegían). Tenía que deshacerse de Hestia inmediatamente. Cronos abrió su boca —muy muy muy muy abierta. Más abierta de lo que nadie podría. Su mandíbula parecía la de esas serpientes que se pueden comer una vaca. Se puso a Hestia en la boca y la tragó. Fue como: GULP. Se ha ido. Como pueden imaginarse. Rea se sobresaltó. — ¡Mi bebé! —gritó—. Tú, tú... —Oh, perdón —se disculpó Cronos—. Fue un accidente. Los ojos de Rea se llenaron de lágrimas. Gritó. Quería golpear a Cronos con sus propios puños y lanzarle a los leones, pero temía herir a la pequeña que estaba en el interior del rey. — ¡Escúpela! —demandó. —No puedo. Mi estómago es muy poderoso. Cuando trago algo, no sale nunca más. — ¿Cómo pudiste tragarte a tu hija? —le gritó Rea. —Sobre eso… —Cronos intentó parecer triste—. Escucha, cariño. Las cosas no hubieran funcionado bien con esa niña.

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— ¿A qué te refieres? —Hay una maldición —le contó la verdad—. Es decir, ¡vamos, cariño! La beba ni siquiera era titán, era problemática. El próximo bebé será mejor, lo sé. Eso sonaba perfectamente razonable para Cronos, pero por algún motivo, Rea no parecía satisfecha. Enfureció. Pensarías que Rea nunca lo perdonaría. Es decir, tu esposo se come al bebe como si fuera una hamburguesa. Una madre normal no lo perdonaría. Sin embargo, la situación de Rea era complicada. Para empezar, Cronos se trago a la bebé entera. Hestia, como sus padres, era inmortal. No podía morir, ni siquiera en el estómago de su padre ¿Asqueroso? Sí ¿Causa claustrofobia? Seguramente ¿Fatal? No. Hestia seguía viva y eso era suficiente consuelo para Rea quien se propuso hallar el modo de rescatarla. Sabía que era posible aunque no tenía un plan. O podía usar fuerza física para lograrlo. Rea era una diosa gentil. Aunque intentara pelear, los titanes más poderosos, como Hyperion y Atlas, ayudarían a Cronos. Tampoco podía arriesgarse a atacar con un cuchillo o con la guadaña porque podría herir al bebé. Posiblemente ustedes estén pensando “Espera un minuto ¿Si la niña es inmortal por qué Rea teme lastimarla?” Verán, los inmortales pueden recibir heridas o ser mutilados. Quizás no mueran pero, a veces, son incapaces de curarse completamente. Ya verán algunos ejemplos de esto más adelante. Rea no quería arriesgarse a mutilar a su hija. Estar cortada en pedazos no es una buena forma de pasar el resto de la eternidad. Tampoco podía divorciarse de Cronos. El divorcio no había sido inventado aún y, de todas formas, Rea no habría tenido el valor. No pueden culparla. Habrán notado que Cronos estaba un poco loco y Rea lo sabía, desde el día en que Urano fue descuartizado, cuando Cronos entró en la celebración con su ropa manchada de sangre diciéndole a sus hermanos “¡Que buen asesinato! ¡Choquen los cinco!”

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Rea no podía escapar porque Cronos era el rey del mundo. Salvo saltase al Tártaro (no lo hizo). No tenía a donde ir. Lo mejor que podía hacer era quedarse donde estaba, pasar el tiempo y esperar hasta encontrar la forma de recuperar a Hestia. Cronos intentó ser bueno con ella. Le compró regalos y organizó cenas románticas, como si eso pudiese eliminar lo del bebé que se había tragado. Cuando el rey pensó que había pasado suficiente tiempo —tres o cuatro días— insistió en intentar tener más hijos. ¿El motivo? Quizás tenía un secreto deseo de muerte. Tal vez estaba tan obsesionado con la maldición de Urano que quería comprobar si el próximo niño sería un titán normal u otro de esos pequeños y poderosos mini dioses. Rea tuvo otro bebé. Una niña incluso más adorable que la primera. La llamó Deméter. La madre tuvo esperanzas. Deméter era tan adorable que el corazón de Cronos se compadecería de ella, incapaz de verla como una amenaza. El rey tomó a la niña en sus brazos y vio que se trataba de otra diosa. Su aura brillaba con más poder que la de Hestia. Era un problema con “P” mayúscula. Sin dudar, abrió la boca y se la tragó. A eso le siguieron los gritos de Rea y las disculpas de Cronos. La madre deseaba llamar a sus leones pero, temía lastimar a ambas pequeñas. Si, sé que deben estar pensando cuán grande es ese estómago. Hay dioses que son bastante flexibles en cuanto a su tamaño. A veces son enormes, otras tantas tienen nuestra estatura. Nunca estuve dentro del estómago de Cronos, gracias al cielo, pero me imagino que las pequeñas inmortales se habrán encogido para no tener problemas. Siguieron madurando, pero sin aumentar su tamaño. Eran como pequeños brotes enredándose, esperando florecer. Y rezando cada día para que Cronos no le pusiera salsa a su cena. Pobre Rea. Cronos insistió en intentarlo nuevamente. —El próximo niño será mejor —prometió—. No volveré a tragar un bebé. ¿El tercer bebé? también fue una niña. Rea la llamó “Hera” y fue la que menos parecido tenía con los titanes. Rea era simplemente demasiado buena como madre.

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Cada niña era más poderosa que la anterior. Rea no quería mostrársela a Cronos pero, tenia que hacerlo. El padre debía sostener a los recién nacidos. Era una de esas leyes de la naturaleza que Temis había creado (También había una que prohibía comerse a tus propios hijos pero, Temis temía mencionársela a Cronos) Entonces, Rea juntó suficiente coraje —mi señor, le presento a su hija, Hera. GULP. Está vez, Rea abandonó la sala del trono sin decir una sola palabra. Se sentía demasiado miserable. No podía creerlo. Se había casado con un mentiroso patológico que era, además, un asesino y un caníbal come niños ¿podría empeorar esa situación? ¡ESPEREN! también era el rey del universo y superpoderoso. Sí, las cosas podrían ponerse peor. Otras dos veces, Rea dio a luz. Hermosos bebés. El cuarto fue llamado Hades. Rea creyó que Cronos lo dejaría vivir en paz porque todo padre desea tener un niño con quien jugar a la pelota ¿No? No. Adentro y hasta el fondo del estómago. El quinto también fue un niño, Poseidón. Misma historia. GULP. Llegado este punto, Rea huyó del palacio. Gimió y lloró sin saber que hacer. Se acercó a sus hermanos y hermanas, sobrinos y sobrinas, cualquiera que la escuchara. Rogó por su ayuda. Algunos titanes le temían a Cronos (como Temis) y otros lo adoraban (como Hyperion), quien le dijo que dejara de lloriquear. Finalmente, Rea visitó a su hermana Febe en el Oráculo de Delfos. Pero, ni siquiera el oráculo pudo darle consejo. Rea corrió al bosque más cercano, se arrojó al suelo y comenzó a llorar. Repentinamente, escuchó el susurro de la tierra. Era la voz de Gaia, aún dormida. A pesar de estar soñando, no podía soportar escuchar llorar a su hija. —Cuando tengas que dar a luz a tu próximo hijo —susurró— ve a Creta, allí te ayudarán. El niño será diferente ¡Salvará a los demás! Rea suspiró e intentó calmarse— ¿Dónde queda Creta?

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—Es una isla al sur— contestó la voz de Gaia—. Debes ir por el Mar Jónico hacia el sur, pasando Kalamata. Ahí doblas a la izquierda y... ¿sabes qué? No importa, la encontrarás. Cuando la panza de Rea comenzó a crecer, respiró hondo e ingresó a la sala del trono —mi señor, viajaré a la isla de Creta y regresaré con el bebé —dijo. — ¿Creta? ¿Por qué? —preguntó. —Ehm…Bueno, sabes que Crío y Febe pueden ver el fututo ¿Verdad? —Sí… —No quiero arruinar la sorpresa pero, ellos profetizaron que nuestro hijo nace en Creta, nada malo ocurrirá y seremos felices con nuestro pequeño titán —mintió. Cronos dudó. Sospechaba pero seguramente pensó: Oigan, ya me comí a cinco de mis hijos y Rea sigue a mi lado. Si realmente quisiera vengarse ya lo habría hecho hace tiempo. Plus, sus pensamientos estaban debilitándose. Tenía cinco pequeños dioses en su estómago, peleando por obtener más espacio. Cronos se sentía siempre como si hubiese comido una gran cena y necesitara tomar una siesta. Es decir, cinco dioses en un solo estómago. Seguramente estaban deseando que su padre se tragara un mazo de cartas o un tablero de Monopolio. — ¿Me traerás al bebé inmediatamente? —preguntó Cronos, mirando a Rea con desconfianza. —Por supuesto. —Entonces, vete ¿Dónde está Creta? —No estoy segura —admitió Rea—. Pero la encontraré. Lo logró. Una vez allí, se encontró con amigables ninfas que la ayudaron porque también habían oído la voz de Gaia. Llevaron a Rea a una cueva escondida en la base del Monte Ida. Un arroyo pasaba cerca, por lo que Rea tendría siempre agua fresca y comida del bosque.

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Sí, lo sé. Los inmortales prefieren alimentarse con néctar y ambrosia pero, cuando están en apuros, pueden comer otras cosas. Ser un dios no sería divertido si no pudieses saborear una pizza ocasionalmente. Pasado algún tiempo, Rea dio a luz a un niño. Era el mas hermoso y perfecto hasta el momento. Lo llamó Zeus que, dependiendo a quien le preguntes, puede significar “cielo” o “resplandor” o, simplemente “ser vivo”. Personalmente, opto por la última. Creo que Rea puso toda su esperanza en este niño —para mantenerlo con vida y alejado de estómagos hostiles. Zeus comenzó a llorar, tal vez, al sentir la ansiedad de su madre. El sonido hizo eco en la cueva y alcanzó el mundo entero — tan fuerte que todos, incluyendo Gaia, supieron que el bebé había nacido. —Genial —murmuró Rea, con sarcasmo—. Prometí regresar inmediatamente. Es hora de que Cronos trague bebés. El suelo de la cueva tembló. Una larga piedra surgió de la tierra —una suave roca ovalada, del mismo peso y tamaño que el niño. Rea no era estúpida. Sabía que eso era un regalo de Gaia. Normalmente, ninguna mujer se alegrara si su madre le regala una roca, pero Rea comprendió el motivo. Envolvió la roca en mantos y le entregó el bebé a las ninfas para que lo cuidasen. Simplemente esperó que, una vez en el palacio, aquel señuelo funcionara. —Vendré de visita con la mayor frecuencia posible —prometió a las ninfas—. ¿Podrían cuidar al bebé? —No te preocupes —dijo Nedea, una de las ninfas—. Lo alimentaremos con miel y leche de cabras inmortales. Así, las ninfas trajeron a Amaltea, la cabra capaz de producir excelente leche mágica en varios sabores que incluían: descremada, chocolate y especial para bebés. —Esa es una cabra interesante pero ¿Por qué llora el bebé? —Rea estaba preocupada. Cronos tiene excelente oído y sospechará.

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Nedea ya había pensado en ello. Se dirigió a la entrada de la cueva y llamó a Gaia — Oh, Gaia. Sé que estás durmiendo y todo eso. Perdón por molestarte, pero nos vendría bien un poco de ayuda para cuidar a este niño. Preferentemente ayuda ruidosa. La tierra tembló. Tres ayudantes emergieron, nacidos de la tierra y contagiados con sangre de Urano (como dije antes, esa cosa está en todos lados). Los nuevos seres eran altos y parecían humanos. Estaban vestidos con pieles, plumas y cuero, como si se dirigiesen a un festival primaveral en el bosque de la lluvia. Iban armados con escudos y lanzas que le daban el aspecto de cazadores, no de enfermeros. — ¡SOMOS LOS CORIBANTES! —gritó uno—. ¡HEMOS VENIDO A AYUDARLOS! —Gracias —murmuró Rea—. ¿Es necesario que griten tanto? —ESTA ES MI VOZ MÁS SUAVE— gritó el guerrero. Zeus comenzó a llorar una vez más. Los tres coribantes iniciaron una especie de danza tribal, agitando sus lanzas y escudos y gritando. Eran tan ruidosos que nadie podía oír al bebé. Por algún motivo, a Zeus le gustó aquel horrendo sonido y se quedó dormido en brazos de Nedea. —Está bien —admitió Rea, aturdida—, parece que tienen la situación bajo control. — Tomó la piedra en brazos—. Deséenme suerte. De regreso en Monte Otris, Rea entró a la sala del trono con el falso bebé. Le aterrorizaba pensar que su plan podría fallar. Al menos, sabía que, luego de pasar tantos años casada con Cronos, había aprendido a ser una buena actriz. Se acercó al rey caníbal y gritó— ¡Este es el mejor bebé hasta el momento! Un fuerte pequeño llamado, uh, Rocky4 ¡Tan poderoso que seguramente lo tragarás!

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Juego de palabras. Rocky en inglés significa roca.

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Cronos estaba decepcionado. Honestamente, no tenía ganas de tragarse otro dios pero, él era el rey y debía hacer lo que cualquier otro rey en su lugar haría. —Lo siento cariño —dijo—, sabes cómo es eso de la profecía. — ¡Te odio! —contestó Rea— Urano era un padre horrible pero, al menos no nos tragó. Cronos se enfadó— ¡Dame el maldito bebé! — ¡No! Cronos rugió y abrió su gran mandíbula — ¡AHORA! — sin siquiera mirar al supuesto niño, se tragó la piedra. El plan de Rea había funcionado. En el estómago del rey, cinco jóvenes dioses oyeron lo que sucedía. — ¡En camino! — gritó Poseidón cuando notó que algo se aproximaba desde el esófago. Los chicos se acomodaron para hacerle lugar a su hermano — Rocky aterrizó en medio de ellos. — ¡Esto no es un bebé! —notó Hades—. Parece una roca. Mientras tanto, en la sala del trono, Rea armó un escándalo con el que podría ganarse el premio Oscar a la mejor actriz. La reina gritó y pataleó, insultando a Cronos en todos los idiomas que conocía. — ¡RO-O-CCCKY! —gritó con desesperación— ¡NO-O-O-O-O-O-O-O! A Cronos comenzó a dolerle el estómago. —Ese niño me cayó pesado ¿Con qué lo estabas alimentando? — ¿A quién le importa? —contestó Rea—. No volveré a tener hijos contigo. El rey consideró que eso era una buena idea. Estaba lleno. Rea salió corriendo del palacio, gritando, y su esposo simplemente la observó.

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El palacio tuvo paz. Cronos estaba convencido de haber superado la maldición de Urano. Ninguno de sus hijos seria capaz de traicionarlo. Él podía controlarlos. Cronos era el rey del cosmos y nunca sería desplazado. Mientras, Rea comenzó a frecuentar el Monte Ida. Su bebé estaba creciendo, y ella amaba contarle horribles historias sobre su malvado padre y los cinco niños que había tragado. Como saben, cuando Zeus alcance cierta edad, habrá una pelea familiar de grandes proporciones. Si esperan que Cronos y sus titanes terminen “felices para siempre”, les recomiendo que dejen de leer. En el próximo capítulo, Zeus se torna nuclear.

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Los olímpicos patean algunos traseros

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Z

eus tuvo una buena infancia en el Monte Ida. Pasó sus días brincando por el campo con ninfas y sátiros, aprendiendo a luchar con sus amigos ruidosos, los Coribantes. Comía hasta hartarse de miel y leche de cabra mágica (¡ñam!), y por supuesto, nunca iba a la escuela, porque la escuela todavía no había sido inventada. En el momento en que era un dios joven adulto, se había convertido en un chico de buena apariencia, todo bronceado y alto del tiempo que pasaba en el bosque y en la playa. Tenía el cabello negro y corto, su barba bien recortada y ojos azules como el cielo, aunque podrían nublarse a fuego bastante rápido cuando se enfadaba. Un día su madre, Rea, vino de visita en su carruaje tirado por leones. —Zeus —dijo—, necesitas un trabajo de verano.

Zeus se rascó la barba. A él le gustaba la palabra verano. No estaba tan seguro de la palabra trabajo. — ¿Qué tienes en mente? Los ojos de Rea brillaban. Ella había estado planeando su venganza contra Cronos durante mucho tiempo. Ahora, viendo a su hijo tan confiado, fuerte y guapo sabía que el tiempo había llegado. —Hay una vacante en el palacio para coperos —dijo ella. —Pero no tengo experiencia llevando copas —dijo Zeus. —Es fácil —prometió Rea—. Cada vez que el rey Cronos pida de beber, se lo llevas. La paga no es grande, pero el trabajo tiene buenos beneficios secundarios, como derrocar a tu padre y convertirte en señor del cosmos. —De acuerdo ―dijo Zeus—. ¿Pero Cronos no me reconocerá como un dios? —He estado pensando en eso —dijo Rea—. Tus hermanos han sobrevivido en el estómago de Cronos todos estos años y, como tú, están totalmente grandes ahora. Eso significa que deben tener el poder de cambiar su tamaño y forma. Tú deberías tener ese poder, también. Ve si puedes hacer que te vean menos dios, más...Titánesco. Zeus lo pensó. Él ya había descubierto su capacidad para cambiar de forma. Una vez, había asustado a sus ninfas cuidadoras transformándose en un oso. En otra ocasión había ganado una carrera a pie contra algunos sátiros transformándose en lobo. Los sátiros afirmaron que había hecho trampa, pero definitivamente no fue cierto. Fue una carrera a pie. Los lobos corren en sus pies. No es como si se hubiera convertido en un águila (lo cual también podía hacer). El único Titán que Zeus había visto de cerca era a su madre, pero sabía que los Titanes eran generalmente más grandes que él. Ellos no irradian energía como él lo hacía. Ellos despedían un ambiente ligeramente diferente —más violento y áspero.

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Se imaginó a sí mismo como un Titán. Cuando abrió los ojos, era más alto que su mamá por primera vez. Se sentía como si hubiera dormido mal después de un día muy duro estrangulando a sus enemigos. — ¡Bien hecho! —dijo Rea—. Ahora, vamos a ir a tu entrevista de trabajo. Cuando Zeus vio el Monte Otris por primera vez, se quedó boquiabierto. El palacio era enorme. Sus relucientes torres negras se elevaban por las nubes como dedos codiciosos aferrándose a las estrellas. La fortaleza estaba destinada a inspirar miedo. Zeus se fijó de eso inmediatamente. Pero también lucía solitario y triste, no era un lugar divertido para ser rey. Zeus decidió que si él alguna vez tenía su propio lugar, sería mucho más impresionante que Otris. No iría tan fuerte con la apariencia del "Señor de la Oscuridad". Su palacio sería brillante, un blanco cegador. Una cosa a la vez, se dijo. Primero tengo que ser copero. Rea acompañó a su hijo al salón real, donde el antiguo rey Caníbal dormía en su trono. Los años no habían sido amables con Cronos. Era irónico, ya que él era el señor del tiempo. No había envejecido, exactamente, pero parecía cansado y apático. Pisar humanos ya no lo hacía reír como antes, a pesar de sus tiernos y pequeños gritos. Había engordado por comer y beber tanto. Los cinco dioses en su estómago no ayudaban. Se habían hecho más grandes y más pesados en los últimos años. Trataban constantemente de escapar trepando por la garganta de Cronos. Sus intentos no tuvieron éxito, pero le dieron a Cronos un terrible reflujo ácido. Rea se acercó al trono. —Mi señor, traje a alguien para que lo conozca. Cronos resopló y abrió los ojos. — ¡No estaba dormido! ―Parpadeó ante el apuesto joven Titán que estaba de pie delante de él—. ¿Quién...? El joven inmortal hizo una profunda reverencia.

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— Soy Zeus, mi señor.―Zeus había decidido utilizar su verdadero nombre, porque ¿por qué no? Cronos nunca lo había oído—. Me gustaría ser su copero. Cronos estudió la cara del recién llegado. Había algo en él que le parecía vagamente familiar. El brillo de sus ojos, la forma torcida en la que sonreía. Por supuesto, todo los Titanes estaban relacionados. Tal vez eso era todo. Cronos tenía muchas sobrinas y sobrinos actualmente, no podía llevar la cuenta de todos ellos. Sin embargo, encontraba a este joven inquietante.... Miró a su alrededor, tratando de recordar exactamente quién le había presentado al chico, pero Rea ya se había desvanecido entre las sombras. El estómago de Cronos estaba demasiado lleno y sus pensamientos eran demasiado lentos para sospechar durante un largo tiempo. —Bueno ―le dijo al muchacho—, ¿Tienes experiencia alguna para servir copas? Zeus sonrió. —No, mi señor. Pero aprendo rápido. También puedo cantar, bailar, y contar chistes sátiros. Zeus se desencadenó en una canción que las ninfas le habían enseñado. Luego dio demostración de algunos movimientos de baile de Coribantes. Era la cosa más interesante que había sucedido en el Monte Otris desde hace mucho tiempo. Otros titanes se reunieron en la sala del trono para ver. Pronto estuvieron animando y riendo. Incluso Cronos tenía una sonrisa en su rostro. — Estás contratado —dijo Cronos—. De hecho, tengo sed. — ¡Una copa andando! ―Zeus se apresuró a buscar en la cocina, donde llenó un cáliz dorado con néctar helado. En poco tiempo, Zeus se convirtió en el siervo más popular en el palacio. Él servía copas como nadie. Su canto era tan claro como los arroyos en el Monte Ida. Su chistes sátiros eran tan fuertes, que no los podría decir en un libro familiar.

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Él siempre sabía exactamente lo que Cronos quería beber, néctar caliente con especias, néctar frío con un toque de limón, néctar y agua mineral con un poco de jugo de arándano. También introdució a los Titanes en concursos de bebida, que eran muy populares entre la sátiros allá en el Monte Ida. El bebedor más rápido ganaba. ¿Qué ganaba? Bueno, nada —pero fue una gran manera de lucirse, porque nada parece más varonil (o Titán) que tener néctar goteándote por la barbilla hasta lo largo de tu camisa. Estos concursos reavivaron el espíritu competitivo de Cronos. Claro, él era el rey del universo, pero todavía era el más joven entre doce niños. No podía permitir que sus hermanos o sobrinos fueran mejor que él en nada. A pesar de su siempre lleno estómago, llegó al punto en que podía beber una copa llena de néctar en tres segundos, y las copas de Titán son del tamaño de jarras de agua. Confió en Zeus para que llenase su vaso con cualquier cosa que lo tranquilizase. Lo cual era exactamente el plan de Zeus. Una noche, cuando Cronos cenaba con sus comandantes favoritos, Zeus mezcló algunas cervezas especiales para el concurso de bebidas. Las ninfas del Monte Ida le habían enseñado mucho sobre hierbas y esas cosas. Él sabía cuales plantas podían causar somnolencia, cuáles podrían causar mareos, y cuales podían hacer que te sintieras tan terrible, que tu estómago querría salir de tu cuerpo. Para los huéspedes del rey, Zeus mezcló un poco de néctar que los hiciera marearse y dormir. Para Cronos, creó una mezcla especial de néctar y mostaza. Algunas versiones de la historia dicen que Zeus utilizó vino, pero eso no es real, porque el vino no se había inventado aún. Ya llegaremos a eso más adelante. De todos modos, las cosas en la copa de Cronos eran sumamente desagradables. Zeus la puso a un lado y esperó el momento adecuado. La cena comenzó como de costumbre, con un montón de bebida, comida, y noticias actuales de los Titanes. Zeus mantuvo el néctar fluyendo. Recibía a los huéspedes con sus bromas y su canto. Hacia el final de la noche, cuando todo el mundo estaba feliz, relajado y con sueño, Zeus comenzó a hacer alarde de la habilidad de beber del rey.

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— ¡Cronos es el jefe bebiendo! —proclamó—. Deberían verlo. El hombre es una locura. Me refiero a su récord es, ¿qué? ¿Tres segundos? —Urg —dijo Cronos. Él ya estaba lleno y había tenido la esperanza de evitar un concurso de bebida. —Si él quisiera —dijo Zeus—, ¡podría beber más rápido que todos ustedes! Apuesto a que establecería un nuevo récord mundial esta noche ¿No les encantaría ver eso? Atlas, Hyperion, Koios, y los demás se animaron y pidieron un concurso. Cronos realmente no estaba de humor, pero no lo podía rechazar. Su honor de súper bebedor estaba en juego. Le hizo un gesto a Zeus para que trajera otra ronda. Zeus corrió a la cocina y fue a buscar sus brebajes especiales. Les ofreció a los invitados su néctar para dormir, entonces le sirvió a Cronos de último, no dando al rey tiempo para oler su cerveza antes de gritar. — ¡En sus marcas, listos, fuera! 54

Los Titanes se tragaron sus sabrosas bebidas. Cronos se percató inmediatamente de que su néctar sabía extraño, pero era un concurso. No podía dejar de beber. El objetivo era vaciar la copa. Tal vez sus papilas gustativas estaban un poco adormecidas. Después de todo, Zeus nunca había hecho algo malo. Cronos se bebió su néctar en dos segundos y medio. Golpeó la copa boca abajo sobre la mesa y gritó: — ¡Gané! ¡Ga… El siguiente sonido que salió de su boca fue como una morsa tratando de conseguir la maniobra Heimlich. No hay manera agradable de decirlo. Cronos vomitó. Vomitó un vómito digno del rey del universo. Fue un vómito real. Su estómago trató de impulsarse fuera de su garganta. Su boca articulada totalmente abierta disparó cinco dioses, una roca muy viscosa, un buen montón de néctar, unas galletas, y una matrícula de carruaje. (No, no sé cómo todo llego ahí adentro).

Los cinco dioses vomitados inmediatamente crecieron de tamañoa adultos allí mismo, en la mesa del comedor. Los huéspedes Titanes miraban con asombro, sus mentes trabajando lentamente debido al néctar para dormir. En cuanto a Cronos, todavía estaba tratando de catapultar sus entrañas a través del salón del trono. — Atrapen... —vomitó—…los. Atlas fue el primero en reaccionar. Gritó — ¡Guardias! ―Y trató de levantarse, pero estaba tan mareado que cayó derecho en el regazo de Hyperion. Zeus quería lanzarse a la guadaña de su padre. Quería cortar en pedazos al caníbal, pero los otros Titanes estaban empezando a recuperarse de su estado de shock. Podrían haber estado lentos y con sueño, pero tenían armas. Mientras que, la única arma de Zeus era una bandeja de servir. Su ejército se componía de cinco dioses viscosos, desarmados y que habían pasado muy poco tiempo fuera de un estómago, mucho menos combatiendo. Los guardias comenzaron a llegar al salón del trono. Zeus se volvió hacia sus hermanos confundidos. —Soy su hermano Zeus. Síganme, y les daré libertad y venganza. También miel y leche de cabra. Eso fue suficientemente bueno para los dioses. Mientras Cronos daba arcadas y sus combatientes perdían el control de sus armas, Zeus y sus hermanos se convirtieron en águilas y se dispararon fuera del palacio. — ¿Y ahora qué? —preguntó Hades. Los seis dioses se habían reunido en la guarida secreta de Zeus en el Monte Ida, la cual sus hermanos se negaron a llamar Cueva de Zeus. Zeus les había informado sobre lo que estaba ocurriendo en el mundo, pero todos sabían que no podían permanecer en el Monte Ida por mucho tiempo. Las ninfas habían oído rumores susurrados a través

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de la tierra: Cronos estaba enviando a sus Titanes a recorrer el mundo en busca de los fugitivos. Él quería que los trajeran de vuelta, así fuera encadenados o en trozos pequeños. No era específico. —Ahora luchamos —dijo Zeus. Poseidón gruñó. Sólo había estado fuera del estómago de Cronos por un día, pero ya estaba empezando a detestar a su hermano menor, este presuntuoso Zeus, que creía que debía estar a cargo sólo porque los había rescatado. —Estoy a favor de la lucha contra papá —dijo Poseidón―, pero necesitamos armas. ¿Tienes alguna? Zeus se rascó la oreja. Realmente no había pensado en eso antes. —Bueno, no... —Tal vez podamos hacer las paces ―sugirió Hestia. Los otros la miraron como si estuviera loca. Hestia era la mayor y más apacible de los dioses, pero sus hermanos no la tomaron en serio. Hay que preguntarse cómo el mundo pudo haber sido si Hestia hubiera estado a cargo, pero por desgracia, no era así. —Uh, no ―dijo Deméter—. Nunca perdonaré a nuestro padre. Quizás podríamos robar su guadaña. ¡Podríamos cortarlo en pedacitos como lo hizo con Urano! Entonces podría usar la guadaña para algo mejor, ¡como cortar trigo! ¿Viste esos hermosos campos sobre los que volamos? Hera frunció el ceño a su hermana. — ¿Qué pasa contigo y los cultivos? Todos estos años en la barriga de Cronos y de todo lo que hablabas era de plantas, las cuales nunca habías visto antes de hoy. Deméter se sonrojó. —No lo sé. Siempre sueño con campos verdes. Son tan tranquilos y hermosos y… — ¡Mis hijos! —dijo una voz desde el bosque.

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Mamá Rea se paró en la luz. Abrazó a cada uno de sus preciosos hijos e hijas, derramando lágrimas de alegría por su libertad. Luego se les unió y dijo: —Sé dónde pueden conseguir armas. Ella les contó la historia de los Cientímanos y los Cíclopes mayores, a quienes Cronos había exiliado al Tártaro por segunda vez. —Los Cientímanos son canteros increíbles ―dijo Rea—. Construyeron el palacio de Cronos. —Eso es bastante impresionante —admitió Zeus. —Son fuertes, y odian a Cronos —continuó Rea—. Ellos serían buenos en la batalla. En cuanto a los Cíclopes, son talentosos herreros, y si alguien puede forjar armas más poderosas que la guadaña de su padre, son ellos. Los ojos oscuros de Hades brillaron. La idea de bajar hacia la más peligrosa y vil parte de la creación de alguna manera le atraía. 57

—Entonces vayamos al Tártaro, y traigamos de vuelta a los Cíclopes y a los Cientímanos. —Pan comido —dijo Hera. Ella sabía del pan, porque Cronos había comido un montón del mismo. Las migas y el betún siempre estaban quedándose en su cabello—. Vámonos. Una escapada hacia el Tártaro quizá no suene como una cosa fácil para ti o para mí, pero seis dioses pueden lograr mucho cuando ponen sus mentes en ello. Hades encontró un sistema de cuevas que conducía al Inframundo. Él parecía tener un don para la navegación en los túneles. Él llevó a sus hermanos a lo largo del curso de un río subterráneo llamado Estigia hasta que se derramaba sobre un acantilado en el vacío del Tártaro. Los dioses se convirtieron en murciélagos (podrías argumentar sobre ellos estando locos5 desde un principio, pero ya sabes lo que quiero decir) y volaron hacia el abismo.

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Juego de palabras entre “bats”, murciélago y “bats”, que significa estar loco o demente.

En la parte inferior, se encontraron con un paisaje sombrío de púas de roca, residuos grises, pozos ardientes, y niebla venenosa, con todo tipo de monstruos repugnantes y espíritus malignos vagueando. Al parecer, el Tártaro, el espíritu de la fosa, había estado criando a dioses ahí abajo, en la oscuridad, y estos habían estado teniendo sus propios hijos. Los seis jóvenes dioses se arrastraron alrededor hasta que encontraron la zona de máxima seguridad, rodeada por un alto muro de bronce y patrullada por demonios. En forma de murciélago los dioses podían volar sobre la pared fácilmente; pero una vez dentro, vieron al carcelero y casi perdieron los nervios. Cronos había contratado personalmente al monstruo más horrible en el Tártaro para asegurarse de que sus prisioneros de alto valor nunca lograran escapar. Su nombre era Kampe. No sé si Cronos la encontró en Craigslist6 o qué, pero si las criaturas de tus pesadillas tuviesen pesadillas, probablemente soñarían con Kampe. De la cintura para arriba, era una hembra humanoide con serpientes en lugar de pelo. (Si esto suena familiar, es porque el peinado realmente estuvo de moda entre otros monstruos más adelante.) De la cintura para abajo, era un dragón de cuatro patas. Miles de víboras brotando de sus piernas como las faldas de hierba. Su cintura estaba rodeada de cincuenta cabezas de bestias horribles: osos, jabalíes, uombats, lo que sea, siempre gruñendo, tratando de comerse la camisa de Kampe. Grandes alas oscuras de reptil salieron de sus omóplatos. Su cola como la de un asombroso escorpión de ida y vuelta, goteaba veneno. Básicamente, Kampe no había sido invitado a muchas citas. Los dioses observaban desde detrás de una pila de rocas como el monstruoso carcelero caminaba de allá para acá, azotando los Cíclopes mayores con un látigo de fuego y picando a los Cientímanos con su cola de escorpión cuando se salían de la línea.

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Craigslist es un sitio web de anuncios clasificados con secciones dedicadas al empleo, vivienda, contactos personales, etc.

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Los pobres prisioneros eran obligados a trabajar sin descanso, sin agua, sin poder dormir, no había comida, no había nada. Los Cientímanos pasaban el tiempo en el otro extremo del patio, extrayendo bloques de piedra desde el duro suelo volcánico. Los Cíclopes trabajaban en el extremo más cercano. Cada uno tenía una fragua donde se fundían metales y elaboraban hojas de bronce y hierro. Si los Cíclopes trataban de sentarse, o incluso hacer una pausa larga lo suficiente como para recuperar el aliento, Kampe dejaría frescas marcas de látigo a lo largo de sus espaldas. Peor aún, a los presos no se les permitía terminar nada de lo que empezaban. Tan pronto como Los Cientímanos tenían una buena cantidad de bloques de construcción, Kampe los obligaba a romperlos en escombros. Siempre que los cíclopes estaban a punto de terminar un arma o un escudo o incluso una herramienta que podía ser peligrosa, Kampe las confiscaba y las arrojaba a cajas burbujeantes de magma. Probablemente estarás pensando: Hey, pero si hay seis grandes tipos y sólo un Kampe ¿Por qué no dominarla? Pero Kampe tenía el látigo. El veneno de su cola podría incapacitar incluso a uno de los Ciclopes Mayores durante horas, dejándolo retorciéndose de dolor. La mitad mujer mitad dragón era aterradora, y los prisioneros tenían los pies encadenados para que no pudieran escaparse. Además, los Cientímanos y los Cíclopes eran almas gentiles. A pesar de su aspecto, eran constructores y no combatientes. Si les dabas a estos tipos un cubo de Legos, ellos estarían felices por días. Zeus esperó hasta que Kampe se marchase hacia el extremo más alejado del patio de la prisión. Luego se acercó furtivamente hasta los Ciclopes más cercanos. ― ¡Psst! —llamó. El Ciclope bajó su martillo. Se volvió hacia Zeus, pero su único ojo había fijado su mirada en las llamas durante tanto tiempo, que no podía ver quién estaba hablando. —Yo no soy Psst —dijo el cíclope—. Soy Brontes. Oh, hombre, pensó Zeus. Esto puede tomar un tiempo.

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—Oye, Brontes ―Zeus habló despacio y alegremente, como si estuviera tratando de convencer a un cachorro salir de su caja—. Soy Zeus. He venido a rescatarte. Brontes frunció el ceño. —He escuchado eso antes. Cronos nos engañó. —Sí, lo sé —dijo Zeus—. Cronos es mi enemigo también. Juntos, podemos conseguir venganza y arrojarlo hasta aquí abajo. ¿Qué te parece? —Suena bien —dijo Brontes―. Pero, ¿cómo? —Primero necesitamos armas —dijo Zeus—. ¿Puedes hacer alguna? Brontes negó con la cabeza —Kampe siempre está mirando. Ella no nos dejará terminar ninguna. — ¿Qué tal si cada uno hace una parte diferente de cada arma? — Zeus sugirió—. Luego las reúnen en el último segundo y las arrojan hacia nosotros. Kampe nunca se dará cuenta. —Eres muy inteligente. —Lo sé, ¿verdad? Diles a tus amigos ―Zeus gateó de regreso hacia atrás de las rocas. Brontes susurró el plan a sus hermanos Arges y Estéropes. Luego golpearon sus martillos en sus yunques en un código secreto que habían desarrollado, enviando el mensaje a través del patio hasta los Cientímanos, Briares, Cotto y Gyes. Sé que esto es un montón de nombres horribles, pero recuerda, Gaia no tuvo mucho tiempo de cargar en sus brazos a sus monstruosos trillizos antes de que Urano los arrojase al Tártaro. Al menos no terminaron llamándose Huey, Dewey y Louie. Los dioses esperaban en la oscuridad mientras los Cíclopes forjaron piezas de la nueva armas, haciendo que cada una pareciera una cosa incompleta e inofensiva. No sé si hubiera conseguido pasar a través de la seguridad del aeropuerto, pero era lo suficientemente bueno como para engañar a Kampe.

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La próxima vez que la dragona le dio la espalda y se dirigió hacia el otro extremo del patio, Brontes instaló rápidamente la primera arma mágica y se la lanzó a Zeus. Parecía un cohete de bronce, de unos cuatro metros de largo, con conos de ojiva en ambos extremos. La mano de Zeus se ajustaba perfectamente alrededor del centro. Tan pronto como se levantó, su cuerpo entero estremeció con el poder. Poseidón frunció el ceño. — ¿Qué es eso? No es una guadaña. Saltaron chispas de los puntos. La electricidad se arqueó de un extremo al otro. Zeus apuntó la cosa a una roca cercana, y mil tentáculos de relámpago la convirtieronen polvo. —Oh, sí —dijo Zeus—. Puedo trabajar con esto. Afortunadamente, Kampe no pareció darse cuenta de la explosión. Tal vez las cosas explotaban mucho en el Tártaro. Unos minutos más tarde, Brontes les arrojó una segunda arma, una lanza con tres dientes. Poseidón la atrapó. De inmediato se enamoró del tridente. ¡Le gustaban las cosas puntiagudas!, él también podía sentir el poder de las tormentas tarareando a través de la lanza. Cuando se concentraba, un tornado en miniatura se arremolinaba en torno a sus tres puntos, cada vez más rápido y más grande entre más se concentraba. Cuando plantó la lanza en el suelo, el suelo de la fosa comenzó a agitarse y agrietarse. —La mejor arma ―anunció—. Justo aquí. Brontes les arrojó un tercer elemento. Hades la atrapó. Un reluciente casco de guerra decorado con escenas de muerte y destrucción. —Ustedes consiguen armas —Hades se quejó―. Yo me pongo un sombrero. Él se la puso y desapareció.

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—Hombre, eres invisible —dijo Zeus. —Sí ―Hades suspiró miserablemente—. Estoy acostumbrado a ello. —No, quiero decir que eres realmente invisible. —Huh. ―Hades se obligó a hacerse visible de nuevo. —Ese es un sombrero de miedo —dijo Deméter. —Sí ―Hades accedió—. Lo es. Decidió probar otra cosa. Miró a sus hermanos, y olas de terror irradiaron del casco. Zeus y Poseidón se pusieron pálidos. Ellos comenzaron a sudar. Zeus casi dejó caer su nueva máquina de rayos. — ¡Deja de hacer eso! —Dijo Zeus—. ¡Me estás volviendo loco! Hades sonrió. —Bueno, tal vez el sombrero no es tan malo. Hera se cruzó de brazos y lo olió con desdén. —Los niños y sus juguetes. No creo que nosotras consigamos armas. ¿Se supone que simplemente daremos un paso atrás y animaremos mientras que estos tres pelean? Zeus le guiñó un ojo. —No te preocupes, nena. Yo te protegeré. —Creo que voy a vomitar ―dijo Hera. Es posible que el Cíclope hubiera hecho las armas para las mujeres. Pero en ese momento Kampe se dio la vuelta y se dirigió de nuevo hacia los Cíclopes. Tal vez ella notó el humo de la explosión del rayo de Zeus o los remolinos de nubes del tridente de Poseidón. Tal vez ella pudo saborear el miedo residual en el aire por el casco de Hades. Lo que sea que la haya alertado, detectó la presencia de los dioses. Ella levantó su látigo y gritó.

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— ¡RAWRGGGGWRRR! Se dirigió hacia su escondite, su cola azotando, miles de víboras alrededor de sus piernas goteando veneno. —Genial —murmuró Hera. —Lo tengo controlado —prometió Zeus.

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Se puso de pie y levantó su rayo de bronce. Concentró toda su energía en el arma. ¡KA-BLAM! Una columna de poder blanco y caliente se disparó hacia Kampe, la luz más cegadora que jamás se había visto en el Tártaro. Kampe sólo tuvo tiempo de pensar “Uh-oh”, antes de que el rayo la hiciese estallar en un millón de piezas de reptil hecho confeti. — ¡Eso es de lo que estoy hablando! —Zeus gritó alegremente. Poseidón bajó su tridente. —Hombre, danos al resto de nosotros una oportunidad. —Ustedes liberen a los Cíclopes y a los Cientímanos —sugirió Zeus. Poseidón se quejó, pero usó su tridente para desatar las oscuras cadenas de los pies de los presos. 65

—Gracias —dijo Brontes—. Vamos a ayudarlos en la lucha contra Cronos. — ¡Excelente! —dijo Zeus. Hera se aclaró la garganta. —Sí, pero sobre esas armas para las damas… Afuera de los muros de bronce, rugidos monstruosos reverberaban a través de la fosa. Cada espíritu y bestia del Tártaro, probablemente, habían visto el destello de un relámpago, y ahora se acercaban a investigar. —Tenemos que salir ―dijo Deméter—. Ahora. Esa fue la mejor idea no relacionada con el trigo que Deméter había tenido nunca, por lo que Hades llevó a sus hermanos a volver al mundo superior, junto con sus seis grandes nuevos amigos.

Cronos no era un hombre fácil de derrotar. Según la mayoría de las cuentas, la guerra de Titanes llevó diez años o tal vez Cronos sólo utilizó sus trucos de tiempo para hacer que pareciera que duró tanto, con la esperanza de que los dioses se rindieran. Si es así, no le funcionó. Rea la Gran Madre visitó a cada Titán que pudo, tratando de convencerlos de que se pusieran del lado de Zeus. Muchos escucharon. Después de todo, Cronos no era el líder más popular. Casi todos los titanes femeninos o ayudaron a Zeus o se quedaron fuera de su camino. Prometeo, el creador de los seres humanos, fue lo suficientemente inteligente como para permanecer neutral. Océano se mantuvo a sí mismo en las profundidades del océano. Helios y Selene, el sol y la luna, acordaron no ponerse de lado de nadie, siempre y cuando mantuvieran sus puestos de trabajo. Eso dejó a Cronos y a la mayoría de los otros titanes masculinos, con Atlas como su general y luchador campeón. Los dioses y los titanes se enfrentaron unos contra otros. La voladura de una isla aquí, vaporizar un mar allá. Los Titanes eran fuertes y estaban bien armados. Al principio, tenían ventaja. Incluso con armas de Cíclope mágicas, los dioses no estaban acostumbrados a pelear. Era difícil no dejar caer tu tridente y correr cuando Atlas se lanzaba sobre ti, gritando y blandiendo su espada. Pero los dioses aprendieron a luchar. Los Cíclopes eventualmente armaron a todos los dioses con armas de última tecnología. Los Cientímanos aprendieron a bombardear piedras como catapultas vivientes. Estarás pensando, ¿Qué tan difícil puede ser tirar piedras? Bueno, intenta tirar piedras con las dos manos al mismo tiempo y golpea tu objetivo. No es tan fácil como parece. Ahora, imagina la coordinación de un centenar de manos libres, todas tirando piedras del tamaño de refrigeradores. Si no tienes cuidado, lanzarías rocas a todas partes y aplastarías a tus aliados.

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Una vez que los dioses aprendieron a luchar, la guerra duró mucho tiempo, porque ninguno de los combatientes de ambos lados podía morir. No podías apuñalar a un hombre, dispararle, o tirarle una casa en él y darlo por terminado. Había que capturar en realidad a cada enemigo y asegurarse de que estaba herido, tanto que nunca sanaría. Luego habría que averiguar qué harían con su cuerpo paralizado. Como Zeus sabía, incluso tirar a alguien al Tártaro no era una garantía de que se quedaría perdido para siempre. Pequeñas peleas no iban a decidir nada. Finalmente Zeus encontró un gran plan. —Tenemos que asaltar el Monte Otris ―dijo a sus hermanos en su reunión de guerra semanal—. Un asalto frontal a sus cuarteles. Si hacemos eso, los Titanes hostiles se unirán para proteger a Cronos. Entonces podremos derribar a todos de una sola vez. —En otras palabras —dijo Hades —, quieres que cometamos un suicidio. Poseidón se apoyó en su tridente. —Por una vez, estoy de acuerdo con Hades. Si marchamos hasta las laderas del Monte Otris, Atlas estará listo para nosotros. Sus tropas tendrán cubierta la parte más alta. Ellos nos van a aplastar. Si intentamos volar, vamos a recibir un disparo en el aire. Ellos tienen un montón de misiles y armas anti-dioses. Los ojos de Zeus brillaron. —Tengo un plan diferente. Vamos a distraerlos atacando desde un lado de la montaña más cercana. — ¿Hacer qué? ―preguntó Deméter. Parecía incómoda en su armadura, incluso aunque la había diseñado ella misma. Había pintado una gavilla de cebada y una margarita en su escudo, y como su principal arma había elegido una temible pala de jardín. Zeus dibujó un mapa de la península griega en la tierra. Cerca del Monte Otris había otra montaña griega no tan alta ni tan conocida. Se llamaba Monte Olimpo.

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—Nosotros escalaremos el Olimpo—dijo Zeus—. No estarán esperando eso, pero Otris estará dentro del alcance de nuestros proyectiles. Los Cientímanos lanzarán andanadas de piedras. Yo el rayo. Poseidón convocará tormentas y terremotos. —Y yo me haré invisible —Hades murmuró. Zeus dio una palmada a su hermano en el hombro. —Tienes un trabajo muy importante, también. Enviarás ondas de terror a las filas enemigas. Una vez que hayamos destruido sus defensas, todos volaremos hacia allá. — ¿Incluyéndonos a nosotras las tres diosas? —solicitó Deméter—. Podemos luchar también, ¿sabes? — ¡Claro! ―sonrió nerviosamente Zeus—. ¿Creías que las había olvidado? —Sí —dijo Deméter. —Uh, de todos modos ―Zeus continuó—, volamos a Monte Otris, aplastamos a cualquiera que esté de pie, y los llevamos a todos prisioneros. Hestia se envolvió en su chal de color marrón claro. —Sigo pensando que deberíamos hacer la paz. — ¡NO! —gritaron los demás. Hera golpeó el mapa. —Es un plan muy loco. Me gusta. Así que esa noche, bajo el amparo de la oscuridad, los dioses y sus aliados subieron el Monte Olimpo por primera vez. A la mañana siguiente, mientras Helios montaba su carruaje atractor de chicas en el cielo, el rey Cronos despertó a un sonido parecido a un trueno. Probablemente debido a que era un trueno. Nubes de tormenta llegaron desde todas las direcciones. Zeus lanzó un rayo que convirtió a la torre más alta en esquirlas de mármol negro. Los Cientímanos arrojaron

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tantas piedras al Monte Otris que cuando Cronos vió por su ventana, parecía que estuvieran lloviendo grandes electrodomésticos. La hermosa cúpula del palacio explotó en nubes de polvo. Paredes desmenuzadas. Las columnas cayeron como fichas de dominó.Los Cientímanos habían construido el Monte Otris, y sabían exactamente cómo destruirlo. El palacio se sacudió, Cronos agarró su guadaña y llamó a sus hermanos a atacar. Pero la cosa era: a) las guadañas realmente no hacen mucho contra rayos y relámpagos, b) nadie podía oírlo por encima del ruido, y c) el palacio se desintegró alrededor él. Justo cuando él decía, “Titanes, ¡vamos!”, una sección de tres toneladas del techo se derrumbó sobre su cabeza. La batalla fue una masacre, si es que puedes tener una masacre donde nadie muere. Algunos Titanes trataron de contraatacar, sólo para ser enterrados en una avalancha de escombros y rayos. Tras el asalto inicial, los dioses volaron y se opusieron a la resistencia. Poseidón convocó terremotos para tragar a sus enemigos. Hades apareció en lugares al azar y gritó “¡Boo!”. Su casco del terror (o su Gorra Boo, como los demás lo llamaban) envió a los Titanes que estaban huyendo directamente a los lados del acantilado, o a los brazos de los Cíclopes Mayores. Cuando el polvo se asentó y las nubes de tormenta se esfumaron, incluso los dioses tenían temor de lo que habían hecho. No sólo el palacio de Cronos se había ido, toda la parte superior del monte Otris había sido esquilada. ¿Ya te dije que Otris solía ser la montaña más alta de Grecia? Pues ya no lo es. Hoy los es el Monte Olimpo, que solía ser la montaña más pequeña, mide más de nueve mil pies de altura. El Monte Otris sólo cinco mil. Zeus y los Cientímanos habían prácticamente dividido la montaña por la mitad.

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Los Cíclopes sacaron a los Titanes de los escombros y empezaron a encadenarlos. Ninguno de ellos se les escapó. El General Atlas y los cuatro hermanos que controlaban las esquinas de la tierra se arrastraron ante Zeus y rogaron. —Ah, mis queridos tíos—rió Zeus—. Koios, Crío, Hiperión, Jápeto, ustedes cuatro van directamente al Tártaro, donde permanecerán para siempre. Los cuatro hermanos bajaron la cabeza avergonzados, pero el general Atlas se rió de su captores. — ¡Dioses enclenques! ―bramó. Incluso envuelto en cadenas, era intimidante—. No saben nada de cómo funciona el universo. Si lanzas a estos cuatro al Tártaro, ¡todo el cielo caerá! Sólo su presencia en las cuatro esquinas de la tierra mantiene la amplia extensión de Urano de derrumbarse sobre nosotros. —Tal vez. —Zeus sonrió—. Pero, afortunadamente, Atlas, ¡tengo una solución! Siempre estás glorificando lo fuerte que eres. ¡A partir de ahora, tú vas a sostener todo el cielo solo! — ¿Qué? —Brontes, Arges, Estéropes —dijo Zeus—. Es todo suyo. Los Cíclopes Mayores arrastraron a Atlas a una montaña lejana donde el cielo estaba muy cerca. No sé cómo lo hicieron, pero lograron que el cielo formara un pilar de soporte central—una única nube enbudo, como el punto final de un cono. Encadenaron a Atlas a la montaña y lo obligaron a cargar todo el peso del cielo sobre sus hombros.

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Ahora piensas, ¿Por qué no simplemente se negó a sostenerlo, y dejó que el cielo cayera? Mencione las cadenas, ¿cierto? Él no podía huír sin ser aplastado. Además, es difícil de apreciar a menos que lo hayas hecho (cosa que he hecho), pero sostener el cielo es un poco como estar atrapado bajo una barra durante un press de banca7. Toda tu concentración se centra en evitar que esa cosa te aplaste. No puedes levantarla, porque es demasiado pesada. No puedes soltarla, porque va a aplastarte cuando caiga. Todo lo que puedes hacer es mantenerlo en su lugar, sudando, aguantando y gimiendo “¡Ayuda!” con la esperanza de que alguien vaya a caminar por el gimnasio, notando que estás siendo aplastando lentamente en un panqueque, y que te quite el peso de encima. Pero ¿y si nadie lo hace? Imagínese estar atrapado en esa situación para toda la eternidad. Ese fue el castigo de Atlas. Todos los otros titanes que lucharon en la guerra se libraron fácilmente. Fueron lanzados de cabeza al Tártaro. Lo que nos deja con la pregunta del millón de dracmas : ¿Qué pasó con Cronos? Hay un montón de historias diferentes. La mayoría coincide en que él fue excavado de los escombros y llevado ante Zeus. Otros dicen que fue atado con cadenas como los otros Titanes y arrojado al Tártaro. Según algunas tradiciones posteriores, y me gusta esta versión, Zeus tomó la guadaña de su padre y cortó en pedazos a Cronos en la manera que él había cortado a Urano. Cronos fue arrojado al Tártaro en pedacitos. Supuestamente, de ahí es donde se obtiene la idea del Padre Tiempo con su guadaña, siendo depuesto todos los primeros de enero por un bebé de Año Nuevo8 —aunque es difícil imaginar a Zeus en un pañal y sombrero de fiesta. Algunas versiones afirman que Zeus liberó del Tártaro a Cronos muchos años después bien para que viviese su retiro en Italia, o para que gobernase las Islas de los Bienaventurados en

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El press de banca, press de pecho, fuerza en banco o fuerza acostado, es un ejercicio con pesas que trabaja principalmente la zona superior del cuerpo. 88 El bebé de Año Nuevo es una personificación del inicio del Año Nuevo comúnmente visto en las caricaturas editoriales. Él simboliza el "nacimiento" del próximo año y el “paso" del año anterior; en otras palabras, un "renacimiento" El mito más asociado con él es que es un bebé al principio de su año, pero el bebé de Año Nuevo del bebé rápidamente envejece hasta que tiene una edad avanzada (como el Padre Tiempo, con el que se asocia a menudo) al final de su año.

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Elysium. Personalmente, no creo eso. No tiene sentido si crees que Cronos fue cortado en pedazos. Y sabes que Zeus no es exactamente el tipo de los que perdonan y olvidan. De todos modos, Cronos estaba terminado. La era de los titanes había terminado. Los titanes que no lucharon contra los dioses se les permitió quedarse. Algunos, como Helios y Selene, mantuvieron sus puestos de trabajo. Algunos incluso se casaron con los dioses. Zeus se nombró el nuevo rey del cosmos, pero él era más inteligente que Cronos. Se sentó junto a sus hermanos y dijo: —Mira, yo quiero ser justo en esto. ¿Qué tal si tiramos los dados por el control de diferentes partes del mundo? Número mayor escoge primero. Hades frunció el ceño. —Tengo mala suerte. ¿Qué partes estamos hablando? —El cielo, el mar, y el Inframundo —Zeus ofreció. — ¿Quieres decir Tártaro? ―preguntó Poseidón―. ¡Guacala! —Me refiero al Inframundo superior —dijo Zeus—. Ya sabes, la parte agradable más cerca de la superficie. Eso no es tan malo: grandes cuevas, un montón de joyas, junto al río Estingia. —Huh—dijo Hades—. ¿Qué pasa con la tierra misma? ¿Grecia y todas las otras tierras? —Eso va a ser un territorio neutral ―Zeus sugirió—.Todos podemos operar en la Tierra. Los hermanos estuvieron de acuerdo. Observe cómo no se invitó a las hermanas a este pequeño juego de dados. Lo sé. Totalmente injusto. Pero así es como pasó. No es de extrañar, Zeus se quedó con el puesto más alto. Eligió el cielo para su dominio, que tenía sentido debido a los relámpagos y eso. Poseidón con el segundo puesto más alto. Él eligió el mar y se convirtió en el dios supremo de las aguas, sobre Océano, quien fue empujado cada vez más hacia los limites del mundo, y de Ponto, quien se la pasaba mayormente dormido en el barro todo el tiempo.

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Hades obtuvo el peor puesto, como esperaba. Tomó el inframundo como su dominio, pero le convenía a su personalidad sombría, por lo que no se quejó (mucho). Los Cientímanos construyeron para Zeus un palacio reluciente del que siempre había soñado en la parte superior del Monte Olimpo. Entonces Zeus los envió de vuelta al Tártaro, pero esta vez como carceleros para vigilar a los Titanes. A los Cientímanos realmente no les importó. Por lo menos ahora ellos eran los que tenían los látigos. Los Cíclopes Mayores fueron a trabajar para los dioses. Construyeron un taller en el fondo del mar cerca de la isla de Lemnos, donde había mucho calor volcánico para encender sus fraguas. Hicieron toneladas de armas especiales y otra diversidad de objetos de colección, y tenían un buen paquete de salud con una semana de vacaciones pagadas cada año. En cuanto a los dioses, Zeus los invitó a todos a vivir con él en el Monte Olimpo. Cada uno de ellos tenía un trono en la sala principal, por lo que a pesar de que Zeus estaba a cargo, era más como un consejo que una dictadura. Se hacían llamar Los Olímpicos. Bueno ... yo diría que eran todos bienvenidos en el Olimpo: pero Hades, no tanto. El chico siempre había asustado a sus hermanos. Ahora que él era el señor del Inframundo, parecía traer perdición y oscuridad con él a dondequiera que iba. —Tú entiende —Zeus le dijo en privado—, no podemos tener un trono del Inframundo aquí arriba en el monte Olimpo. Haría que los otros dioses se incomodaran, y las calaveras y la piedra negra realmente no irían con la decoración. —Oh, claro ―se quejó Hades—. Veo lo que pasa. De todos modos, así es como las cosas empezaron con los dioses del Olimpo. Eventualmente habría doce tronos en la sala del consejo, y un montón de otros dioses que no tenían tronos. Los olímpicos creyeron que ahora podían establecerse y dominar el mundo en paz. Sólo había un problema. ¿Recuerdan que la Madre Tierra Gaia había estado tomando una siesta todo este tiempo? Bueno, con el tiempo se despertaría. Y cuando llegara a casa y

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descubriera que sus hijos preferidos, los Titanes, habían sido arrojados al Tártaro, Zeusie iba a tener que dar algunas explicaciones. Pero eso es una historia para otro día. Ahora es el momento de conocer a los dioses, de cerca y personalmente . Sólo ten cuidado, algunas de sus historias podrían hacerte sentir como Cronos después de un gran vaso de néctar de mostaza.

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Zeus

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¿P

or qué siempre Zeus en primer lugar?

Es en serio, todos los libros acerca de dioses griegos tienen que empezar con este tipo. ¿Acaso estamos haciendo un orden alfabético inverso? Sé que él es el rey del Olimpo y todo, pero confía en mí, el ego de este tipo no tiene por qué ser más grande. ¿¡Sabes qué!? Olvídate de él. Vamos a hablar de los dioses en el orden en que nacieron, las mujeres primero. Toma asiento, Zeus. Empezaremos con Hestia.

Hestia escoge al soltero número cero

E

n cierto modo, Hestia fue muy parecida a su madre, Rea.

Ella tenía una sonrisa sincera, unos ojos cálidos y un cabello negro que enmarcaba su rostro en rizos. Ella era muy gentil y bondadosa. Ella nunca hablaba mal de nadie. Si tú entrabas a la fiesta del Monte Olimpo, Hestia no sería la primera persona en la que te percatarías. No era muy llamativa, fuerte o loca. Ella era más como la diosa de al lado, —dulce, bonita y sin pretensiones. Usualmente escondía su cabello bajo un manto de lino. Usaba sencillos y modestos vestidos y nunca usaba maquillaje. Antes dije que nadie la tomaba en serio, y es verdad que otros dioses no eran buenos tomando sus consejos. Cronos se había tragado a Hestia primero, así que había sido vomitada de última, debido a esto sus hermanos tienden a pensar en ella como la más joven en vez de la mayor, ya que fue la última en salir. Era más tranquila y pacífica que sus hermanos, mas eso no significa que ellos no la querían. Como Rea, Hestia era una persona difícil de no amar.

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En cierto modo, sin embargo, Hestia no era como Rea, porque su madre fue conocida por ser…. Bueno, una mamá. La Gran Madre. La Mamá Ultimate. La Madre Grande. Hestia no quería saber nada con ser madre. Ella no tenía problemas con la gente de otras familias. Amaba a sus hermanos, y una vez que ellos comenzaron a tener niños, los amó también. Su más profundo deseo era que toda la familia Olimpia se llevara bien y que pasaran la mayor parte del tiempo juntos en su hogar, conversando, cenando o jugando Twister —realmente cualquier actividad sana. Hestia sólo no quería casarse. Si piensas en ello, puede que veas el porqué. Hestia había pasado años dentro de las entrañas de Cronos. Tenía una buena memoria e incluso podía recordar cuando Cronos la tragaba al nacer. Recordaba el sonido de su madre gimiendo en desesperación. Hestia tenía pesadillas, soñaba que lo mismo podría sucederle a ella. Ella no quería casarse sólo para descubrir que su marido era en realidad un caníbal traga bebés. No estaba siendo paranoica, tampoco. Tenía pruebas de que Zeus podía ser tan malo como Cronos. Veamos, después de la guerra con Cronos, Zeus decidió que iba a ser una buena idea para él casarse con un Titán, como una forma de demostrar que no había resentimientos. Se casó con una de las hijas de Océano, una chica llamada Metis, que fue la Titán de buenos consejos y planificación –una especie de entrenadora en la vida de los titanes. Metis era inteligente aconsejando a otros, pero al parecer ella no era tan brillante cuando se trataba de su propia vida. Cuando estuvo embarazada de su primer hijo, le dijo a Zeus: —Mi marido, tengo buenas noticias, preveo que este hijo será una niña. Pero si tenemos otro hijo juntos, será un niño. Y —vas a amar esto—, ¡él estará destinado a gobernar el universo algún día! ¿No es increíble? Zeus entró en pánico. Pensó que iba a terminar como Urano y Cronos —picado en pequeños pedacitos— por lo que tomó una página del libro de jugadas de Cronos.

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Abrió su boca muy amplia y creó un tornado que succionara a Metis derechito a su garganta, comprimiéndola tan pequeña como para poder tragársela entera. Este tipo de cosas espantaba a los otros Olímpicos, especialmente a Hestia. ¿Qué pasó con Metis y su hijo no nacido allí abajo en el estómago de Zeus? Ya llegaremos a eso más adelante. Pero Hestia vio todo, y se dijo: ¡Casarse es PELIGROSO! Zeus pidió disculpas a los titanes y dioses por tragarse a Metis. Prometió no volver a hacerlo de nuevo. Decidió casarse con otra Titán, pero como pueden adivinar, no había una gran cantidad de voluntarias. Sólo una aceptó: Themis, la titán de la ley divina, que resultó ser la tía favorita de Hestia. Themis se había puesto de parte de los dioses en la guerra. Ella entendía el bien y el mal, y sabía que los dioses serían mejores gobernantes que Cronos. (Nota que dije mejores, no más buenos). Al igual que Hestia, Themis era modesta y reservada, no estaba interesada en el matrimonio, sobre todo después de lo que pasó con Metis; pero en nombre de la paz, aceptó casarse con Zeus. (Y sí, Themis era técnicamente la tía de Zeus, así que eres libre de sentir nauseas pensando sobre ellos casándose. Pero sigamos). El matrimonio no duró mucho. Themis tuvo dos grupos de trillizos. El primer grupo no fue tan malo —tres hermanas llamadas las Horas, que terminaron estando a cargo de los cambios de estación. (Estarás pensando: Espera, ¿sólo tres estaciomes? Pero recuerda, esto fue Grecia, creo que ellos nunca habían tenido un invierno). El segundo conjunto de trillizos, eran las que ponían a todos los pelos de punta. Ellas eran llamadas las Moiras, las Tres Parcas, y nacieron viejas. Nada más al sacarlas de la cuna, pasaron de tres bebés arrugadas a tres abuelitas bien arrugadas. A ellas les gustaba sentarse en la esquina y ponerse a hilar en una rueca mágica. Cada vez que cortaban un hilo, algún mortal en el mundo moría. Los Olímpicos se dieron cuenta rápidamente que las tres Parcas no sólo podían ver el futuro sino que también podían controlarlo. Ellas podían atar la vida de alguien en sus

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mágicos hilos —haciéndolo literalmente una cuerda de su vida. Y ¿Cuándo se cortaba esa pieza? ¡Sayonara! Nadie estaba seguro si podrían hacer lo mismo con los inmortales. Incluso Zeus tenía miedo de esas chicas. Después de engendrar a las Parcas, Zeus apartó a Temis y le dijo: — ¿Sabes qué? No estoy seguro de que este matrimonio vaya a funcionar. Si seguimos teniendo más niños como las Parcas, todos vamos a estar en problemas. ¿Qué vendrá después —las Tres bombas del juicio final? ¿Los Tres Cerditos? Temis fingió estar decepcionada, pero en realidad se sentía aliviada. Ella no quería más hijos, y definitivamente no quería dejarse atrapar por el tornado de la garganta de Zeus. —Tiene razón, mi señor —dijo ella—. Con mucho gusto doy un paso al costado y le dejo tomar a otra mujer. Hestia fue testigo de todo esto, y estaba pensando: No quiero que me pase esto a mí. Con la suerte que tengo, me casaría con algún dios y daría a luz a los Tres Chiflados. No, la posibilidad es demasiado horrible. Ella decidió que era mucho mejor quedarse soltera y concentrarse en ayudar a sus hermanos a criar a sus familias. Ella podría ser la tía genial. La única tía. Aquella que no tenía bebés viejitas arrugadas y aterradoras. Sólo había un problema: uno de los dioses tenía otras ideas. Poseidón había estado mirando a Hestia y pensando “Hey, ella es bonita –Buena personalidad, fácil de tratar. Debo casarme con ella”. Sí, regresamos al asunto de que el hermano se casa con la hermana. Vamos a dejar todo fuera de nuestros sistemas —Ahora todos juntos: Uno, dos, tres: "¡ASCO!" Un olímpico más joven, Apolo, también quería casarse con Hestia. Hablaremos de él después, pero hubiera sido un partido extraño, ya que Apolo fue uno de los más llamativos dioses. ¿Por qué quería casarse con la tranquila y sincera Hestia?, no sé. Tal vez quería una esposa que nunca lo opacara.

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Resulta que, ambos dioses se acercaron a Zeus el mismo día y le pidieron permiso para casarse con Hestia. Parece raro que preguntaran a Zeus en lugar de Hestia pero, como te habrás dado cuenta, los hombres no eran sensibles en cosas como esas. Zeus, el rey del cosmos, tenía la última palabra en todos los matrimonios. Mientras tanto, Hestia estaba sentada ante la gran chimenea que se encontraba en el centro del salón del trono, sin prestar mucha atención. En aquel entonces, se necesitaba una chimenea central, como un anillo de fuego, en la sala principal, ya que proporcionaba calor en los días fríos. También era donde cocinaba, ponía su agua a hervir, en donde conversaba, tostaban del pan, calentaba malvavisco, y donde secaban su calcetín. Básicamente, este era el centro de la vida familiar. Hestia siempre se la pasaba allí. Había tomado en cierto modo la responsabilidad de vigilar que el fuego de la chimenea siguiera siempre encendido. Le hacía sentirse bien, sobre todo cuando su familia se reunía para la comida. Zeus le gritó: — ¡Hey, Hestia! Ven aquí. —Ella se acercó a su trono con cautela, mirando a Poseidón y Apolo, quienes le sonreían, sosteniendo unos ramos de flores y cajas de dulces. Ella pensó: Uh-oh. – Buenas noticias –dijo Zeus–, estos son dos grandes dioses que quieren casarse contigo. Debido a que yo soy un realzado rey y un tipo versátil y reflexivo, voy a dejar que escojas. Al soltero número uno, Poseidón, le gusta dar largos paseos por la playa y el buceo. El Soltero número dos, Apolo, disfruta de la música y la poesía, y pasa su tiempo libre leyendo profecías del Oráculo de Delfos. ¿Quién te gusta más? Hestia sollozó con horror, algo que sorprendió a los solteros. Se arrojó a los pies de Zeus y exclamó: — ¡Por favor, mi señor! —¡No-o-o! ¡Ninguno de los dos! Apolo frunció el ceño y revisó su aliento. Poseidón se preguntó si se había olvidado de ponerse desodorante de nuevo. Antes de que se enfadaran, Hestia se contuvo y trató de explicar. —No tengo nada en contra de estos dioses —dijo—, ¡Pero no quiero casarme con nadie! Quiero estar sola para siempre.

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Zeus se rascó la cabeza. Esa idea simplemente no cuadraba. —Así que... ¿nunca te casarás? ¿No quieres tener niños? ¿No quieres ser una esposa? —Eso es correcto, mi señor —dijo Hestia— Yo…yo me haré cargo del hogar todo el tiempo. Voy a cuidar de las llamas. Voy a preparar las fiestas. Cualquier cosa que pueda hacer para ayudar a la familia. Sólo, ¡prométame que nunca tendré que casarme! Apolo y Poseidón estaban un poco molestos, pero era difícil estar enojado con Hestia. Ella era tan dulce, sincera y servicial. Le perdonaron por las mismas razones por la que querían casarse con ella en primer lugar. Ella era realmente agradable. Entre los Olímpicos, la amabilidad era un bien escaso y valioso. —Yo anulo mi propuesta de matrimonio —dijo Poseidón—, además, protegeré el derecho de Hestia de no casarse. —Yo también —dijo Apolo—. Si eso es lo que ella quiere, voy a honrar sus deseos. Zeus se encogió de hombros. —Bueno, yo todavía no lo entiendo. Pero está bien. Ella mantiene un excelente hogar. Nadie más sabe cómo hacer unos malvaviscos tan buenos —ni demasiado suaves, ni demasiado crujientes. ¡Hestia, su deseo es concedido! Hestia soltó un gran suspiro de alivio. Ella se convirtió en la diosa oficial de la chimenea, que puede no parecer un gran cargo, pero era exactamente lo que quería Hestia. Más tarde, la gente hizo una historia sobre cuando Hestia solía tener un trono en el Monte Olimpo y lo dejó cuando llegó un nuevo dios llamado Dionisio. Es una buena historia, pero no está realmente en los viejos mitos. Hestia nunca quiso un trono. Ella era demasiado modesta para eso. Su chimenea se convirtió en el centro de la calma de la tormenta cada vez que los Olímpicos peleaban. Todo el mundo sabía que la chimenea era un territorio neutral. Podrías ir allí por un respiro, una taza de néctar, o una conversación con Hestia. Podrías recuperar el aliento sin ser abordado por alguien —algo así como la "base" en el juego de la mancha.

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Hestia cuidaba de todos, y todos cuidaban de ella. ¿El ejemplo más famoso? Una noche, la madre Rea tuvo una gran fiesta en el Monte Ida para celebrar el aniversario de la victoria de los olímpicos sobre Cronos. Todos los dioses y los Titanes amigables fueron invitados, junto con docenas de ninfas y sátiros. Las cosas se pusieron bastante salvajes —muchos bebían el néctar, comían ambrosía, y danzaban el baile loco con los Curetes. Los dioses incluso convencieron a Zeus para contar algunas de sus bromas sátiro infames. Hestia no estaba muy acostumbrada a festejar. Cerca de las tres de la mañana, se levantó mareada del baile y el néctar y se perdió en el bosque. De casualidad se tropezó con un burro que estaba atado a un árbol; probablemente uno de los sátiros lo había montado para ir a la fiesta. Por alguna razón, Hestia encontró esto muy divertido. — ¡Hola, Sr. burro! —ella se rió. ¡Voy a — ¡hip!—…voy a recostarme justo aquí y, uh, tomar una siesta! Cuida de mí, ¿de acuerdo? Bueno… La diosa cayó sobre la hierba y comenzó a roncar. El burro no estaba seguro de qué pensar sobre eso, pero se mantuvo en silencio. Unos minutos más tarde, un dios menor de la naturaleza llamado Príapo llegó deambulando por el bosque. No escuchas mucho acerca de Príapo en las viejas historias. Francamente, no es muy importante. Era un dios del pueblo que protegía las huertas. Lo sé —qué emocionante, ¿no?—. ¡Oh, gran Príapo, protege mis pepinos con tus grandes poderes! Si alguna vez has visto esos tontos gnomos de yeso en el jardín, aquellos que la gente pone en sus patios, eso es un señal de los días que las personas colocaban estatuas de Príapo en sus jardines para proteger sus productos. De todos modos, Príapo estaba en todas las fiestas y coqueteaba con las damas. Él había bebido mucho esa noche. Estaba vagando por el bosque en busca de alguna ninfa o diosa desprevenida que consiguiera encantarlo. Cuando llegó a un espacio libre y vio a una diosa encantadora descansando en el césped, roncando de manera seductora a la luz de la luna, pensó, ¡SÍ!

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Él se colocó junto a Hestia. No sabía qué diosa era, pero no le importaba. Estaba seguro de que si él se acurrucaba a su lado, ella estaría encantada cuando se despertara, porque oye, ¿quién no querría ser romántico con el dios de las verduras? Se arrodilló a su lado. Olía a humo de madera —tan delicioso como los malvaviscos tostados. Le pasó su mano por el cabello oscuro y dijo: —Oye, nena. ¿Qué te parece si nos acurrucamos un poco? En la cercana oscuridad, el burro aparentemente pensó que sonaba como una idea excelente y bramó, “¡HHAWWWWW!” Príapo gritó—: ¡Ahhh! Hestia se despertó sobresaltada, horrorizada de encontrar un dios de verduras inclinado sobre ella, con la mano en su cabello. Gritó: — ¡Ayuda! En la fiesta, los otros dioses escucharon sus gritos. Inmediatamente dejaron de hacer lo que estaban haciendo y corrieron a ayudarla —porque simplemente no te podías meter con Hestia. Cuando se enteraron de Príapo, todos los dioses comenzaron a golpearlo, a lanzar copas en su cabeza, atacándolo, llamándole por nombres. Príapo apenas salió de allí con vida. Más tarde, él afirmó que no tenía ni idea de que estaba coqueteando con Hestia. Él pensó que era sólo una ninfa, o algo así. Aún así, Príapo ya no era bienvenido en las fiestas del Olimpo. Después de eso, todo el mundo se hizo aún más protector con Hestia. Ahora, hay una parte más de la historia de Hestia que es algo importante, pero voy a tener que hacer algunas especulaciones aquí, porque no encontrarás esto en los viejos mitos. Al principio, sólo había un hogar en el mundo, y pertenecía a los dioses. El fuego era como su propiedad de marca registrada. Los débiles humanos no sabían cómo hacerlo.

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Todavía estaban acobardados en sus cuevas, gruñendo y agarrando sus narices, golpeándose unos a otros con palos. El titán Prometeo, que había hecho esos pequeños tipos de arcilla, se sentía muy mal por ellos. Después de todo, él los había creado para parecerse a los inmortales. Estaba muy seguro de que también los seres humanos eran capaces de actuar como inmortales. Sólo necesitaban un poco de ayuda para empezar. Cuando Prometeo visitó el Olimpo, observaba a los dioses que se reunían en el hogar de Hestia. El fuego era la cosa más importante que hizo del palacio una casa. Podrías utilizar el fuego para mantener el calor, podías cocinar con él, hacer bebidas calientes, encender antorchas por la noche. Podría jugarse cualquier cantidad de bromas divertidas en los carbones calientes. Si sólo los humanos hubieran tenido fuego... Finalmente Prometeo se armó de valor y habló con Zeus. —Hey, Señor Zeus —dijo—. Uh, pensé que debía mostrar a los humanos cómo hacer fuego. Zeus frunció el ceño. — ¿Los seres humanos? ¿Te refieres a esos pequeños individuos sucios que hacen chillidos divertidos cuando caminas sobre ellos? ¿Por qué necesitarían el fuego? —Podrían aprender a ser más como nosotros —dijo Prometeo—. Podrían construir casas, hacer ciudades, todo tipo de cosas. —Esa —dijo Zeus—, es la peor idea que he oído. Después, querrás dale armas a las cucarachas. Dale a los humanos el fuego y dominarán mundo. Recibirán todo desdeñosamente y decidirán que son tan buenos como los inmortales. —No, lo prohíbo terminantemente. Pero Prometeo no podía dejarlo así. Él se quedó mirando a Hestia sentada junto a su fuego. Admiraba la forma en que mantuvo a la familia olímpica junta con sus fuegos sagrados. Simplemente no era justo, Prometeo decidió volver. Los seres humanos merecían la misma comodidad.

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¿Qué pasó después? Varias versiones de la historia dicen que Prometeo robó las brasas de la chimenea. Los escondió en el tallo vacío de un hinojo, aunque pensarías que alguien se daría cuenta que él salía a escondidas del palacio con una planta de combustión lenta que olía como regaliz quemándose.

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Ninguna de las historias nos dicen que Hestia ayudó a Prometeo. Pero la cuestión es, ¿cómo podría no haberse dado cuenta de lo que estaba haciendo? Ella siempre estaba en la chimenea. No hay manera de que Prometeo podría haber robado el fuego sin que Hestia se diera cuenta. Personalmente, creo ella que tenía simpatía por Prometeo y esos pequeños seres humanos. Hestia era de buen corazón. Creo que ella tampoco ayudó a Prometeo o al menos se hizo de la vista gorda y dejó que le robara las brasas. Cualquiera que fuera el caso, Prometeo se escabulló del Olimpo con su secreto palo de regaliz ardiendo y se lo dio a los seres humanos. Le tomó un tiempo para que ellos aprendieran a utilizar el llameante material caliente sin matarse a sí mismos; pero finalmente lo lograron, y la idea se extendió como... bueno, un reguero de pólvora. Por lo general, Zeus no prestaba mucha atención a lo que sucedía sobre la tierra. Después de todo, el cielo era su dominio. Pero una noche clara se puso de pie en el balcón del monte Olimpo y se dio cuenta de que en el mundo había unas pecas luminosas —en casas, pueblos, incluso algunas ciudades. Los seres humanos habían salido de sus cuevas. —Ese pequeño fuego —Zeus se quejó—. Prometeo armó a las cucarachas. Junto a él, la diosa Hera dijo—: Uh, ¿qué? —Nada —Zeus murmuró. Le gritó a sus guardias—: Encuentren a Prometeo y tráiganlo aquí. ¡AHORA! Zeus no estaba contento. No le gustaba que alguien desobedeciera sus órdenes, sobre todo cuando ese alguien era un titán que Zeus generosamente había perdonado después de la guerra. Zeus estaba tan disgustado, que decidió castigar a Prometeo de una manera que nadie pudiera olvidar. Encadenó al titán a una roca en el monte Cáucaso al borde oriental del

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mundo, luego convocó a una enorme águila, que era el animal sagrado de Zeus, para que picoteara a Prometeo abriéndole el vientre y se alimentara de su hígado. Oh, lo siento. Eso fue un poco asqueroso. Espero que no estuvieras estaba a punto de almorzar. Todos los días, el águila podría desgarrar a Prometeo y devorárselo. Y cada noche, Prometeo sanaría, creciéndole un hígado nuevo, justo a tiempo para que el águila pudiera devorárselo al día siguiente. Los otros dioses y titanes dieron el mensaje—: No desobedezcan a Zeus, o cosas malas te pasarán, implicando probablemente, cadenas, hígados o águilas hambrientas. En cuanto a Hestia, nadie la acusó de nada; pero ella se debe haberse sentido mal por lo de Prometeo, porque se hizo cargo de que su sacrificio no fuera en vano. Ella se convirtió en la diosa de todos los hogares, en todo el mundo. En cada hogar mortal, la chimenea central era sagrada para ella. Si necesitabas protección, ya sea si alguien te persiguiese o te quisiera dar una paliza, corrías al hogar más cercano y nadie te podía tocar estando allí. El que vivía en esa casa estaba obligado ayudarte si estabas buscando refugio. Las familias tomaban sus juramentos importantes en la chimenea, y cada vez que quemaban una parte de su comida como un sacrificio a los dioses, una parte de ese sacrificio iba para Hestia. A medida que los pueblos y ciudades crecían, estas operaban como casas individuales. Cada ciudad tenía una chimenea central que estaba bajo la protección de Hestia. Si eras un embajador de otra ciudad, siempre visitabas la chimenea primero para proclamar que habías venido en son de paz. Si estabas en problemas e ibas a la chimenea central de la ciudad, nadie podría hacerte daño. De hecho, los ciudadanos eran obligados por su honor a protegerte. Resultó que Prometeo tenía razón. Los humanos comenzaron a actuar como los dioses, para bien o para mal. Con el tiempo, los dioses se acostumbraron a esto e incluso lo aceptaron. Los seres humanos construyeron templos para ellos, quemaron sacrificios

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de dulce aroma, y hablaban sobre lo impresionante que eran los olímpicos. Eso ciertamente ayudó. Sin embargo, Zeus no perdonó a Prometeo por desobedecer sus órdenes. Finalmente Prometeo consiguió liberarse, pero eso es otra historia. En cuanto a Hestia, ella fue capaz de mantener la paz en el Olimpo la mayor parte del tiempo, pero no siempre. Por ejemplo, una vez su hermana Deméter se enojó tanto con sus hermanos, que casi provoca la Guerra Mundial Cero…

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Deméter se convierte en maizilla

O

h, sí ¡Deméter!

Trata de no emocionarte demasiado, porque este capítulo tiene que ver con la diosa del trigo, el pan y los cereales. Deméter sólo lo reducía a rocas cuando se trataba de carbohidratos. No estoy siendo justo con ella, creo. Claro, ella era la diosa de la agricultura, pero había otras cosas que sucedían con ella. Entre las tres diosas mayores, ella era la hermana del medio, por lo que combinaba la dulce personalidad de Hestia con el atractivo de su hermana menor Hera. Deméter tenía el cabello largo y rubio de color trigo maduro. Llevaba una corona de hojas de maíz tejidas —No era una moda fashionista que la gente pudiera lograr, pero ella se las arregló. Le gustaba adornarse con amapolas, que a menudo crecen en los campos de cereales —o eso me han dicho. Yo no camino por todos los campos de cereales. Un manto oscuro cubría su vestido verde brillante, por lo que cada vez que se movía, parecía una planta fresca abriéndose camino a través de la tierra fértil. Olía como una tormenta sobre un campo de jazmín.

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Desde que Hestia decidió no casarse, Deméter era la primera diosa que llamó seriamente la atención de los jóvenes dioses. (Hera también era hermosa, pero su actitud... bueno, vamos a llegar a eso más adelante). Deméter no era sólo bonita, también era de buen corazón (en su mayoría), sabía cómo hacer increíbles panes y galletas, y llevaba una figura sorprendentemente bélica a dondequiera que iba. Montaba una carroza dorada tirada por dragones gemelos. A su lado brillaba una espada de oro. De hecho, uno de sus nombres griegos era Deméter Khrysaoros, es decir, la Señora de la Espada de Oro. Suena como un buen título para una película de artes marciales. Según algunas leyendas, su espada era en realidad la guadaña de Cronos, que ella forjaba como la herramienta de recolección más mortal del mundo. Generalmente lo utilizaba para cortar el trigo, pero si se encontraba enojada, podía luchar con él... De todos modos, los jóvenes dioses la querían. Zeus, Poseidón y Hades, todos ellos, le propusieron matrimonio. Pero Deméter les rechazó rotundamente. Prefería vagar por la tierra, convirtiendo llanuras áridas en campos fértiles, alentando a los huertos a florecer y dar frutos. Un día, Zeus seguía persistente. Acababa de divorciarse de Themis y no se había vuelto a casar todavía. Estaba solo. Por alguna razón, estaba obsesionado con Deméter y decidió que absolutamente tenía que ser para él. La encontró en un campo de trigo (no se sorprendió). Deméter le gritó que se fuera, pero él seguía siguiéndola. — ¡Vamos! —dijo—, sólo un beso. Luego tal vez otro y después quizás… — ¡No! —gritó—, ¡Eres tan molesto! — Yo soy el rey del universo —dijo Zeus—. Si nos juntamos, ¡serías la reina! —No estoy interesada. —Deméter estaba siendo tentada a sacar su espada de oro, pero Zeus era el dios más poderoso, y la gente que se le oponían se metía en un montón de problemas.

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(Ejem, Prometeo, ejem.) A parte de eso, su carroza de oro estaba aparcada al otro extremo del campo, por lo que ella no podía saltar ni huir. Zeus seguía molestándola. —Nuestros hijos serían poderosos y sorprendentes. —Vete–. —Hey, nena. No seas así. Finalmente Deméter se disgustó, así que se transformó en una serpiente. Pensó que podía perder a Zeus escondiéndose en los campos y deslizándose lejos. Mala idea. Zeus podría transformarse en un animal también. Se transformó en una serpiente y la siguió. Eso fue fácil, ya que las serpientes tienen un gran sentido del olfato; y como he dicho antes, Deméter tenía un olor muy distintivo de lluvia-sobre-jazmín. Deméter se deslizó por un agujero en la tierra. Otra idea bastante terrible. Zeus se deslizó detrás de ella. El túnel era estrecho, así que una vez Zeus bloqueó la entrada, Deméter no podía salir. Ella no tenía espacio para cambiar de forma. Zeus la atrapó y no la dejaría ir hasta que... Bueno, usa tu imaginación. Meses más tarde, Deméter dio a luz a su primer hijo —una niña llamada Perséfone. Ella fue una dulce bebé muy linda, Deméter casi perdonaba a Zeus por engañarla siendo un reptil y hacerle chiqui-chiqui. Casi. Ellos no se casaron, y Zeus era un padre muy negligente; pero la niña se convirtió en luz de la vida de Deméter. Más sobre Perséfone en un segundo... Me gustaría decir que esa fue la única vez que Deméter se metió en una mala situación con un hombre. Pero por desgracia, no fue así. Unos años más tarde, Deméter se fue de vacaciones a la playa. Ella estaba caminando a lo largo de esta, disfrutando de la soledad y el aire fresco del mar, cuando Poseidón, pasó a vigilarla.

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Al ser un dios del mar, solía percibir bellas mujeres caminando por la playa. Él apareció de las olas en sus mejores túnicas verdes, con su tridente en su mano y una corona de conchas marinas en la cabeza. (Estaba seguro de que la corona le hacía ver irresistible). — Hey, nena —dijo, moviendo las cejas—, debes ser una contracorriente, porque me barres a tus pies. Había estado practicando ese piropo durante años. Así que estaba encantado de que finalmente llegara a utilizarlo. Deméter no estaba impresionada. —Vete, Poseidón. —A veces el mar se va —Poseidón estuvo de acuerdo—, pero siempre vuelve. ¿Qué dices si tú y yo tenemos una cena romántica en mi palacio submarino? —Deméter hizo una nota mental de no estacionar su carro tan lejos. Realmente podría haber utilizado sus dos dragones para que la apoyasen. Decidió cambiar de forma y alejarse, pero ella sabía que sería mejor no convertirse en una serpiente esta vez. Necesito algo más rápido, pensó. Entonces miró por la playa y vio una manada de caballos salvajes que galopan a través de las olas. ¡Eso es perfecto! Deméter pensó. ¡Un caballo! Instantáneamente se convirtió en una yegua blanca y corrió por la playa. Se unió a la manada y se mezcló con los otros caballos. Su plan tenía serias fallas. En primer lugar, Poseidón también podría convertirse en un caballo, y lo hizo —fue un fuerte semental blanco—. Corrió tras ella. En segundo lugar, Poseidón había creado a los caballos. Sabía todo acerca de ellos y podía controlarlos. ¿Por qué un dios del mar crearía un animal terrestre como el caballo? Ya llegaremos a eso más adelante. De todos modos, Poseidón llegó a la manada y comenzó su corrida, en busca de Deméter —o más bien olfateando su dulce y distintivo perfume. Era fácil de encontrarla. El camuflaje aparentemente perfecto de Deméter en la manada resultó ser una trampa perfecta. Los otros caballos abrieron paso a Poseidón, y cercaron a Deméter dejándola inmóvil. Ella entró en pánico, temiendo ser pisoteada, y que ni

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siquiera pudiera cambiar de forma en otra cosa. Poseidón se acercó a ella y relinchó algo así como: “Hey, hermosa. ¿Galopando por mi camino?” Para gran horror de Deméter, Poseidón se hizo mucho más mimoso de lo que ella quería. En estos días, Poseidón podría ser arrestado por ese tipo de comportamiento. Quiero decir... suponiendo que no se encontrase en forma de caballo. No creo que se pueda detener a un caballo. De todos modos, en aquellos días, el mundo era un lugar más rudo, más severo. Deméter no podía denunciar exactamente a Poseidón ante el rey Zeus, porque Zeus era muy malo. Meses más tarde, Deméter muy avergonzada y enojada dio a luz a unos gemelos. ¿La cosa más extraña? Uno de los bebés era una diosa; el otro era un semental. No voy a intentar siquiera llegar a comprender eso. La niña fue nombrada Despoine, pero no se oye mucho sobre ella en los mitos. Cuando creció, su trabajo era cuidar el templo de Deméter, como la alta sacerdotisa de la magia de maíz o algo así. Su hermano bebé, el semental, fue nombrado Arión. Él creció para ser un caballo inmortal súper rápido. Fue quien ayudó a Hércules y algunos otros héroes, también. Era un caballo bastante impresionante, aunque no estoy seguro de que Deméter estuviera muy orgullosa de tener un hijo que necesitaba nuevas herraduras cada pocos meses y que estuviera constantemente acariciándola con su hocico por manzanas. Hasta este punto, podrías pensar que Deméter habría renunciado a esos brutos y repugnantes hombres para siempre y se habría unido a Hestia en el Club de la Soltería Permanente. Pero curiosamente, un par de meses más tarde, se enamoró de un príncipe humano llamado Lasion (Se pronuncia AY-son, creo). Sólo te muestro lo lejos que los humanos habían llegado desde que Prometeo les dio fuego. Ahora podían hablar y escribir. Podrían cepillarse los dientes y peinarse. Vestían ropa y de vez en cuando se bañaban. Algunos de ellos eran aún lo suficientemente guapos para coquetear con las diosas. Este tipo Lasion (no Jason, ese es un tipo diferente) era un héroe de Creta. Era guapo y bien educado, y siempre vigilaba a sus agricultores locales, lo cual fue un camino seguro hacia el corazón de Deméter. Un día Lasion estaba inspeccionando algunos campos recién arados cuando Deméter pasó bajo la apariencia de una doncella mortal. Empezaron a hablar: “Oh, me encanta el trigo”, “¡A mí también!”, “¡El trigo es el mejor!” O algo por el estilo; y se enamoraron.

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Se encontraron en los campos varias veces más. En pocas semanas, Deméter estuvo locamente enamorada. Por supuesto, algo tenía que ir mal. La próxima vez que Deméter visitó los campos, Zeus pasó a mirarla desde el Monte Olimpo. Vio a Deméter estar muy acogedora con este chico mortal —abrazos y besos y hablándose de trigo—, lo que llevó a Zeus estar sumamente celoso. Algo totalmente injusto, ¿no? Zeus y Deméter ni siquiera estaban juntos. Aun así, cuando Zeus vio a un héroe mortal pasando tiempo con "su" chica, se puso muy furioso. Lo bueno de enfadarse con los mortales —es que son mortales. Lo que significa que puedes matarlos. Deméter le estaba dando a Lasion un gran beso cuando el cielo retumbó. Las nubes rompieron abriéndose, y los relámpagos destellaron. ¡KER-ZAP! De repente Deméter se hallaba sola en el campo de trigo, su ropa ardía. Un montón de cenizas del héroe yacía a sus pies. Ella gemía y gritaba maldiciendo a Zeus, pero no había nada que pudiera hacer. Ella se fue enfurruñando a su apartamento privado en el Monte Olimpo y permaneció allí durante meses. Cuando por fin salió, sostenía el último niño que daría a luz, un niño llamado Pluotos. (No Plutón. Ese es otro hombre diferente). No se oye mucho sobre Pluotos en los antiguos mitos tampoco, pero se convirtió en el dios menor de la riqueza agrícola. Deambuló por Grecia, en busca de agricultores exitosos para recompensarlos por su arduo trabajo con bolsas de dinero en efectivo —algo así como la Patrulla del Premio de Old McDonalds. A esta altura, Deméter decidió que ya era suficiente. Tenía citas ocasionales, pero nunca se casó, nunca tuvo otro hijo, y sus relaciones con los dioses fueron siempre tensas. Sus experiencias también agriaron esa personalidad dulce que tenía. Es posible que no creas que una diosa del grano podría dar miedo, pero maldición. Deberías haber visto lo que le hizo a ese tipo, Erisikhthon. Lo sé. Sin duda el nombre más estúpido. Creo que se pronuncia Err-ISS-ick-thon, pero diablos, sólo estoy adivinando. De todos modos, este tipo era un príncipe local que pensaba que era la cosa más genial desde el bronce. Él quería construir una mansión enorme con la madera de los bosques cercanos. ¿El problema? Los árboles —los únicos grandes y buenos que creía que eran lo suficientemente buenos para su mansión— estaban en una arboleda que era sagrada

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para Deméter. Estos enormes robles y álamos surcaban los cielos a más de cien metros de altura, y cada uno tenía un espíritu de la naturaleza, una dríada, que los controlaban. Las dríadas bailaban alrededor, cantaban canciones acerca de Deméter y hacían collares de flores, o cualquier cosa en sus tiempos libres. Todo el mundo en todo el país sabía que la arboleda era sagrada para Deméter, pero a Eric Cualquiera-que-fuesesu-nombre, no le importó. (Sabes, creo que sólo lo llamaré Eric.) Así que Eric reunioócomo cincuenta de sus más grandes y fuertes amigos. Él les dio unas hachas de bronce afiladas, y se dirigieron a la arboleda. Tan pronto como las dríadas los vieron venir, gritaron alarmadas y llamaron a Deméter para que las protegieran. Debieron haber tenido una señal de alerta, porque ella estuvo allí en un flash. Deméter tomó la forma de una doncella humana y apareció en el camino, justo delante de Eric y su ejército de matones que manejaban sus hachas. — ¡Oh, mi! —dijo—, ¡Tales hombres grandes y fuertes! ¿A dónde van? — Fuera del camino, muchacha —se quejó Eric–, tenemos que hacer algunas taladas. —Pero ¿por qué te atacan estos pobres árboles indefensos? — ¡Necesito la madera! —Eric bramó—, ¡Voy a hacer la mansión más grande en el mundo! Sus amigos aplaudieron y ondearon sus hachas amenazadoramente. —Debería elegir otros árboles —dijo Deméter, tratando de mantener la calma—. Esta arboleda es sagrada para Deméter. — ¡Bah! —dijo Eric—, estos son los árboles más altos de la tierra. Necesito árboles altos para mi gran salón. Mis amigos y yo tenemos la intención de festejar allí toda la noche. ¡Tendremos excelentes fiestas, seré el más famoso en toda Grecia! Sus amigos gritaron, “¡Mmm!” E hicieron ruidos relamiéndose los labios. —Pero este es el hogar de muchas dríades inocentes —persistió Deméter. —Si las dríadas intentan detenerme —dijo Eric—, ¡voy a cortarlas también! Deméter apretó la mandíbula. — ¿Y si Deméter intenta detenerte?

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Eric se rió. —Que se atreva. No tengo miedo a una tonta diosa de cosecha. Ahora, a un lado, o te cortaré a ti también, muchacha. Empujó a la diosa a un lado y se dirigió hacia el árbol más grande —un enorme álamo blanco. Cuando balanceó su hacha, una ráfaga de viento caliente le golpeó en el trasero. Deméter creció a una gran altura, elevándose sobre los árboles como Maizilla en sus túnicas de color verde y negro, con la corona de hojas de maíz que echaban vapor en sus cabellos de oro, su guadaña lanzando una sombra sobre todo al grupo de los mortales.

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—ASÍ QUE —la gigantesca Deméter resonó—, ¿NO TIENES MIEDO? Los cincuenta matones de Eric dejaron caer sus hachas y corrieron gritando como niñas. Eric trató de levantarse, pero sus rodillas temblaban. —Yo… eh, yo sólo... uh… — ¡QUERÍAS SER FAMOSO POR TUS FIESTAS! —Deméter rugió—. ¡Y FESTEJARÁS, ERISIKHTHON! — ¡CADA NOCHE, UNA GRAN FIESTA, COMO TÚ QUERÍAS! SOY LA DIOSA DE LA COSECHA, LA DUEÑA DE TODO EL ALIMENTO.VAS A COMER Y COMER HASTA EL RESTO DE TUS DÍAS, ¡PERO TU HAMBRE NUNCA SERÁ SATISFECHA! Deméter desapareció en un destello de luz esmeralda. El pobre Eric huyó sollozando y jurando a los dioses que nunca tocaría esa arboleda sagrada. Pero eso no importó. Esa noche, cuando terminó la cena, él seguía tan hambriento como cuando empezó. Comió una segunda cena, y luego una tercera; pero no se sentía mejor. Bebió como, un galón de agua; pero no pudo saciar su sed. A los pocos días, el hambre y la sed se convirtieron insoportables. Sólo consiguió un gran alivio durmiendo, pero incluso ahí, soñaba con comida. Cuando despertaba, estaba muerto de hambre de nuevo. Eric era un hombre rico, pero en pocas semanas había vendido la mayor parte de sus bienes sólo para comprar alimentos. Comía constantemente, durante todo el día, todos los días. Nada lo ayudaba. Con el tiempo perdió todo lo que poseía. Sus amigos lo abandonaron. Él estuvo desesperado, incluso trató de vender a su propia hija como esclava para conseguir dinero para comer. Afortunadamente, Deméter no era tan cruel como para dejar que eso sucediera. La hija imploró para que alguien la rescatara, y Poseidón acudió en su ayuda. Tal vez pensó que le debía un favor a Deméter por el incidente que tuvo con sus caricias de caballo. Quizás no le importaba ayudar a una joven mortal. De todos modos, él tomó a la niña bajo su protección e hizo de ella un ama de casa en su palacio bajo el agua. En cuanto a Erisikhthon, se consumió y murió en agonía. Final feliz.

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Se corrió la voz. Los mortales decidieron que tal vez deberían tomar en serio a Deméter. Cualquiera que controle los alimentos puede bendecirte —o maldecirte, muy pero muy severamente. Después de todo, Deméter supuso que había conseguido expulsar la ira fuera de su sistema. Decidió relajarse y disfrutar de la vida, y lo que le trajo la mayor felicidad en el mundo fue su hija mayor, Perséfone. Oh, claro, amaba a sus otros hijos; pero Perséfone fue su favorita. —Ya he terminado con el drama —Deméter se dijo a sí misma—. ¡Sólo voy a descansar y disfrutar pasando tiempo con mi maravillosa hija! Como probablemente puedes adivinar, esto no salió tan bien.

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Perséfone se casa con su acosador (O Deméter – la secuela)

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unca comprendí qué hacía de Perséfone alguien tan importante. Quiero decir, para una chica que casi destruyó el universo, me parece alguien no tan increíble.

Claro, era bella. Tenía el largo y rubio cabello de su madre y los ojos azul cielo de Zeus. Nada en el mundo le importaba. Estaba segura de que todo el mundo fue inventado para complacerla. Supongo que cuando tus padres son ambos dioses, puedes llegar a creer eso. Amaba estar al aire libre. Pasaba los días vagando por el campo con sus amigas ninfas y diosas, atravesando arroyos, recogiendo flores en prados iluminados por el sol, comiendo fruta fresca recién cortada del árbol, bueno, estoy inventándome todo eso,

pero supongo que eso es lo que las diosas adolescentes habrían hecho antes de la invención de los teléfonos inteligentes. La cosa es que Perséfone no tenía mucho que hacer. No era tan inteligente. No era valiente. No tenía realmente metas u hobbies (a parte de lo de recoger flores). Simplemente estaba ahí, disfrutando de la vida y siendo una niña consentida, protegida y con demasiados privilegios. Supongo que está bien si puedes tenerlo, pero yo no crecí de esa forma, así que no le tengo mucha simpatía a ella. Aun así, Deméter vivía para su hija, y no puedo culparla por ser sobreprotectora. Deméter había tenido suficientes malas experiencias con esos dioses furtivos. Después de todo, Perséfone había llegado al mundo por una emboscada de serpientes. La niña tenía suerte de no haber salido de un huevo. Por supuesto, ya que Perséfone había sido declarada fuera de alcance, todos los dioses la notaron y pensaron que era increíblemente guapa. Todos querían casarse con ella, pero sabían que Deméter nunca lo permitiría. Siempre que cualquiera de ellos se acercaba, Deméter aparecía de la nada con su carro de combate de dragón y su tenebrosa espada dorada. La mayoría de los dioses la dejaron ir. Decidieron buscar diosas con las que fuera más seguro salir. Pero un dios no pudo sacarse a Perséfone de su cabeza. Un dios llamado Hades, el señor del Inframundo. Pareja perfecta, ¿no? Un hombre viejo y sombrío que vivía en la cueva más grande del mundo llena de las almas de los muertos, y se enamora de una bella joven que ama la luz del sol, las flores y el aire libre. ¿Qué podía salir mal? Hades sabía que no valía la pena. Perséfone estaba completamente fuera de su alcance. Además, Deméter no dejaría que ningún dios se acercara a su hija. No había manera en el Tártaro que ella dejase que Hades saliera con Perséfone. Hades trató de superarla. Pero se sentía solo allá abajo en el Inframundo sin compañía más que de los muertos. Siguió poniéndose su casco de invisibilidad y se colaba a

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hurtadillas al mundo de los mortales para ver a Perséfone divertirse por ahí. En otras palabras, fue el primer acosador del mundo. No sé si alguna vez alguien te haya gustado tanto, pero Hades se obsesionó. Guardaba dibujos de Perséfone en su bolsillo. Grabó su nombre en su mesa de obsidiana con un cuchillo, lo que le costó mucho trabajo. Soñaba con ella y tenía conversaciones imaginarias donde él admitía su amor y ella confesaba que siempre había sentido algo por espeluznantes chicos mayores que vivían en cuevas llenas de gente muerta. Hades se distrajo tanto que ni siquiera se podía concentrar en su trabajo, que era clasificar las almas de los muertos una vez que llegaran al Inframundo, pero los fantasmas comenzaron a escapar al mundo mortal, o merodeaban en los vecindarios espirituales incorrectos. El tráfico en las puertas del inframundo era ridículo. Finalmente, Hades no pudo soportarlo más. A su favor, no trató de engañar a Perséfone o de llevársela a la fuerza, al menos no al principio. Pensó: “Bueno, Deméter nunca me escuchará. Tal vez deba hablar con el papá de Perséfone”. No era fácil para Hades visitar el Monte Olimpo. Sabía que no era bienvenido ahí. Definitivamente no quería pedirle ningún favor a su molesto hermanito Zeus, pero puso su cara de valiente y se encaminó hacia el cuarto del trono Olímpico. Sucedió que atrapó a Zeus de buen humor. El rey de los cielos había terminado todo su trabajo de dios por la semana, organizar las nubes y los vientos y haciendo lo que sea que un dios del cielo tenga que hacer. Ahora estaba sentado, bebiendo néctar y disfrutando del hermoso día. Estaba fantaseando acerca de otra bella dama con quien tenía la intención de casarse, llamada Hera; así que cuando Hades entró a verlo, Zeus tenía una sonrisa perdida en su cara. ―Señor Zeus. ―Se inclinó Hades. ― ¡Hades! ―chilló Zeus―. ¿Qué hay, amigo? ¡Mucho tiempo sin verte! Hades estaba tentado a recordar a Zeus que era “mucho tiempo sin verte” porque Zeus le había dicho que no era bienvenido en el Monte Olimpo; pero decidió que era mejor no mencionarlo.

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― Uh, en realidad…―Hades tiró nerviosamente de su túnica negra―. Necesito un consejo. Sobre una chica. Zeus sonrió ― Has venido al lugar indicado ¡Las chicas me aman! ― Está bien…― Hades comenzó a preguntarse si esto era una buena idea. — Es sobre una chica en particular, tu hija, Perséfone. La sonrisa de Zeus vaciló. ― ¿Qué dices? Hades había callado sus sentimientos tanto tiempo, que colapsó. Confesó todo, hasta las cosas de acosador. Prometió que sería un excelente esposo para Perséfone. Sería devoto y le daría todo lo que ella pidiera, si tan solo Zeus le diera permiso de casarse con ella. Zeus acarició su barba. Usualmente, se habría enojado con una propuesta tan ridícula. Habría sacado sus relámpagos y enviado a Hades de vuelta al Inframundo con su túnica en llamas y su cabello en picos y quemado. Pero hoy Zeus estaba de buen humor. En realidad estaba algo conmovido de que Hades hubiera acudido a él con su problema y que hubiera sido tan honesto. Se sintió mal por su raro hermano acosador, y definitivamente comprendía como un hombre podía obsesionarse con una mujer. Claro, Perséfone era su hija; pero Zeus tenía muchas hijas de muchas mujeres diferentes. No era como si Perséfone fuera su favorita o algo por el estilo. Estaba inclinado a ser generoso y ofrecerla. Tamborileó sus dedos en el descansabrazos de su trono. ― El problema es Deméter. Uh…es la hija de Deméter, ¿verdad? Lo olvido. ― Sí, mi Señor ―dijo Hades. ― Su hija favorita ―recordó Zeus. La luz de su vida, a quien nunca pierde de vista, etcétera.

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― Sí, mi Señor. ―Hades comenzaba a sentirse incómodo―. ¿Debería hablar con Deméter? Tal vez si rompieras el hielo y la hicieras que prometiera escuchar. O ¿Tal vez debería declararle mi amor a Perséfone? ― ¿Qué? ―Zeus parecía horrorizado―. ¿Ser honesto con las mujeres? Eso nunca funciona, hermano. Toma lo que quieres. ― Uh… ¿En serio? ― ¡Siempre me funciona! ―dijo Zeus—. Sugiero secuestrarla. Cuando nadie esté viendo, captura a Perséfone y llévatela a tu lugar. Deméter no sabrá qué sucedió. Para cuando lo resuelva… ¡demasiado tarde! Perséfone será tuya. Tendrás suficiente tiempo para convencer a Perséfone que se quede contigo en el Inframundo. Hades comenzaba a dudar de la sabiduría de Zeus. ― Uhm, ¿estás seguro de que es una buena idea? ― ¡Totalmente! ―dijo Zeus. 105

Hades se mordió el labio. Todo le de secuestrarla parecía muy riesgoso. No estaba seguro si a Perséfone en realidad le gustaría ser secuestrada, pero no sabía mucho de mujeres. Tal vez Zeus estaba en lo correcto. (Que conste: NO, NO LO ESTABA). ― Hay un problema, mi Señor ―dijo Hades. Perséfone nunca está sola. O está con Deméter o con chaperonas ninfas y diosas. ¿Cómo puedo raptarla en secreto? Incluso si uso mi casco de invisibilidad, no puedo hacerla invisible a ella o evitar que grite. Los ojos de Zeus brillaron maliciosamente. ― Déjamelo a mí. Ve a dejar tu carro listo. Zeus esperó a que Deméter estuviera ocupada haciendo cosas de agricultura en el lado lejano del mundo, como cosechando cebada en Libya o algo. No estoy seguro de qué.

De cualquier forma, Perséfone estaba bajo el cuidado de sus ninfas chaperonas. Usualmente eso funcionaba bien, pero las ninfas no estaban hechas realmente para ser guardaespaldas. Podían ser distraídas fácilmente, igual que Perséfone. Como siempre, las chicas fueron a los prados. Pasaron la mañana explorando los montes y salpicando en el agua del rio. Después de un agradable y perezoso lonche, dejando que sus vestidos se secaran bajo los rayos del sol, Perséfone decidió ir a recoger flores. ― ¡No vayas muy lejos! ―dijo una de las ninfas. ― No lo haré ―prometió Perséfone. No estaba preocupada. ¡El mundo era su parque de juegos! Todos la amaban, y además, ¿qué podía salir mal mientras ella recogía flores en un prado? Las ninfas estaban somnolientas, calientes y llenas por el almuerzo, así que se acostaron a tomar una siesta. Perséfone vagó por la ladera hasta que juntó un ramo completo de los rosales más cercanos. Por alguna razón, las rosas no tenían espinas. Su olor intoxicante mareaba a Perséfone. Caminó penosamente un poco más lejos y divisó un gran campo de violetas. ― ¡Oh! ¡Qué bello! Caminó por entre las violetas, recogiendo las mejores y soltando las rosas, porque ahora se veían pálidas en comparación a estas. Bueno, probablemente debes saber en qué termina todo esto, pero Perséfone no tenía ni idea. No se daba cuenta que Zeus causaba que las flores crecieran, cada grupo más colorido y con más fragancia que el anterior, llevando a Perséfone a alejarse más y más de sus chaperonas. Así que, ¿cómo podía Zeus, dios del cielo, hacer crecer las flores? No lo sé. Mi mejor apuesta es que aún tenía influencias con Gaia, la Madre Tierra, aunque estuviera dormida. Tal vez no cosas tan grandes como hacer una montaña. Pero, ¿hacer crecer flores? No era un gran problema.

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Perséfone vagó de flor en flor susurrando: “¡Oh, que hermoso! ¡Qué lindo!” mientras recogía sus favoritas. Antes de que pudiera darse cuenta, estaba a kilómetros de sus dormidas amigas ninfas. Serpenteó hacia un valle aislado lleno de jacintos. Se estaba agachando para recoger una hermosa flor roja cuando la tierra retumbó. Una grieta se abrió a sus pies, y cuatro caballos negros jalando un gran carro corrieron hacia la luz del sol. El conductor estaba vestido con una túnica flotante. Vestía guantes de hierro, con una gran espada en su costado y un látigo en su mano. Su cara estaba cubierta con un elaborado casco de bronce con imágenes de tortura y muerte grabadas.

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En retrospectiva, Hades se preguntó si era buena idea usar su casco del terror en una primera cita, pero ya era demasiado tarde. Perséfone gritó y cayó de espaldas en el pasto. Debió haber corrido, pero estaba en shock. Ni siquiera podía descifrar qué estaba pasando. Todo siempre había girado en torno a ella, siempre había sido a su manera. No podía estar en peligro. Pero estaba bastante segura que no había pedido un chico demoniaco en un gigantesco carro negro que viniera a pisotear sus jacintos. A decir verdad, Perséfone ocasionalmente soñaba despierta con un apuesto chico que la enamorara perdidamente. Ella y las ninfas pasaban mucho tiempo cuchicheando sobre eso. Pero esto no era lo que había previsto. Hades se quitó su casco. Su complexión era aún más pálida de lo usual. Tenía un mal cabello por el casco. Estaba sudando y nervioso y parpadeaba como si tuviera algo en sus ojos. ― Soy Hades ―dijo en una voz chillona―. Te amo. Perséfone volvió a gritar, esta vez mucho más fuerte. Sin saber qué más hacer, Hades tomó su brazo, la jaló hacia el carro, y hecho a andar a los caballos. Su vehículo oscuro desapareció dentro de la tierra. El abismo se cerró detrás de él. La única persona que en realidad vio el secuestro fue el Titán Helios, muy arriba en su carro atractor de chicas, ya que tenía un buen panorama y podía ver prácticamente todo. Pero, ¿piensas que tomó el teléfono en El Olimpo y reportó un secuestro? No. En primer lugar, no tenían teléfonos. Segundo, a Helios no le gustaba entrometerse en dramas de los dioses. Después de todo, era un Titán. Supuso que era suertudo sólo de tener un trabajo y no ser lanzado al Tártaro. Además, este secuestro no había sido lo más loco que había visto mientras cruzaba el cielo cada día. Los dioses siempre estaban haciendo cosas salvajes. Hombre, las historias que podía contar. Algún día debería escribir un libro.

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Así que Helios siguió su camino. Y acerca de las ninfas que cuidaban a Perséfone: durmieron durante todo el secuestro. La única persona que escuchó gritar a Perséfone era la persona que menos te podías imaginar En una cueva en una ladera cercana, una Titán llamada Hécate se preocupaba por sus asuntos. A Hécate le gustaban la magia y los caminos escalofriantes a media noche, y los fantasmas. Era como la primera súper fan del Halloween. Normalmente sólo dejaba su cueva cuando estaba oscuro, así que ese día estaba sentada adentro leyendo libros de hechizos o lo que sea cuando escucho a una chica gritar. Tal vez Hécate era una diosa de la magia negra, pero no era mala. Inmediatamente corrió a ayudar. Para cuando llegó al prado, todo había terminado. La magia de Hécate era débil de día. Podía percibir que la tierra se había abierto y que alguien había sido secuestrado en un carruaje y jalado al Inframundo, pero no tenía idea de quién había realizado el secuestro ni de quién había sido secuestrado. Hécate no estaba segura de qué hacer. No era como si pudiera llamar al 911. Ya que no conocía los hechos, decidió regresar a su cueva y esperar a que cayera la noche, para poder realizar mejor los hechizos y esperaba obtener más información. Mientras, las ninfas despertaron de su siesta y buscaron a Perséfone, pero ella literalmente había desaparecido de la faz de la tierra. Las ninfas habían empezado a entrar en pánico para cuando regresó Deméter y se dio cuenta que su preciada hija había desaparecido. No estoy seguro de qué hizo Deméter para castigar a las ninfas, pero no podía ser algo bueno. De cualquier forma, Deméter estaba aterrada. Vagó por los alrededores gritando el nombre de Perséfone, hasta quedarse sin voz. Preguntó a todo quien conocía si habían visto algo. Durante nueve días Deméter no se cambió de ropa ni tomó un baño. No comía ni dormía. No hacía nada más que buscar a Perséfone. Debió haber comenzado a buscar en la dirección equivocada, porque al décimo día finalmente dio la vuelta y llegó al área cercana a la cueva de Hécate.

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Hécate escuchó a Deméter gritando por Perséfone. Inmediatamente la diosa de la magia unió las piezas. Cada noche, Hécate había intentado descifrar el secuestro, pero sus hechizos no le decían nada. Había magia muy fuerte interviniendo, cubriendo el secuestro. Hécate tenía el presentimiento de que un dios muy poderoso estaba detrás de todo, o tal vez más de uno. Hécate corrió para encontrarse con Deméter. Le dijo a la diosa de la agricultura acerca de los gritos que había escuchado, y su creencia de que un dios desconocido había secuestrado de Perséfone. La angustiada madre no se tomó bien la noticia. Gritó y chilló tan fuerte que todas las plantas dentro de un radio de cinco millas marchitaron y murieron. Pro cientos de millas en cada dirección, cada grano de maíz de tierra Griega explotó haciéndose palomitas. ― ¡Encontraré a quien sea que se la haya llevado! ―se lamentó Deméter―. ¡Lo asesinare! ¡Y luego lo asesinaré de nuevo! En este punto, la mayoría se habrían alejado de la loca mujer, pero Hécate se sintió mal por ella. ―Te ayudaré a buscar esta noche ―le dijo―. Tengo antorchas, y soy muy buena viendo en la oscuridad. Buscaron desde el atardecer hasta el amanecer pero no tuvieron suerte. Hécate regresó a su cueva para descansar, prometiendo volver a ayudar cuando cayera la noche, pero Deméter no podía parar. Ella prosiguió sola hasta que llegó la noche y llegó a un reino llamado Eleusis. En este punto, incluso la diosa inmortal estaba exhausta. Decidió visitar la ciudad, descansar sus pies por unos minutos y mezclarse entre los habitantes. Tal vez habían visto o escuchado algo. Deméter se disfrazó de una vieja mujer mortal. Se encaminó hasta el centro de la ciudad, porque ahí es donde los foráneos normalmente iban cuando querían pedir ayuda a los locales. Había una multitud en el cuadrado. Una dama de finas ropas y

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corona dorada estaba dando una especie de discurso. Siendo una diosa inteligente, Deméter pensó: ―Debe ser la reina. Resultó que la reina Metaneira estaba allí con su familia y con los guardias de su casa, ofreciendo sacrificios a los dioses en celebración del nacimiento de su hijo menor, Demofonte. (O tal vez estaba allí para pedir disculpas a los dioses por darle a su hijo un nombre tan ridículo.) De cualquier forma, cuando Deméter despertó, la reina Metaneira estaba ofreciendo una oración a Deméter. Incluso en el estado tan desesperado de Deméter, eso fue algo muy extraño, escuchar a alguien ofrecerle una oración mientras no sabían que ella estaba en la multitud. Si hubiera sido yo, habría esperado a que la reina dijera “Oh, gran Deméter”. Y luego habría entrado de un salto diciendo “¿ME LLAMASTE?” Probablemente fue algo bueno que nadie me hiciera dios. De todas formas, Deméter pensó que esto era una buena señal. Esperó a que la reina terminara de bendecir a su nuevo bebé, quien era muy lindo. Cuando la multitud se separó, Deméter se dirigió hacia la reina, pero Metaneira la vio primero. ― ¡Mujer anciana! ―llamó la reina. Deméter parpadeó. Miro a su alrededor, preguntándose a quién le estaba hablando Metaneira. Después recordó que estaba disfrazada. ― ¡Oh, cierto! ¿Sí, mi reina? ―dijo Deméter en su mejor voz de mujer anciana. La reina estudió la cara de Deméter y sus ropas andrajosas. Incluso disfrazada, Deméter debía verse muy cansada. Después de diez días, no olía a dulce jazmín, como siempre. ― No te conozco ―dijo la reina. Su familia y guardias se reunieron. Deméter se preguntó si iba a tener que convertirse en un monstruo de 100 metros para asustarlos, pero la reina sólo sonrió.

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― ¡Bienvenida a Eleusis! Siempre damos la bienvenida a los extraños, porque nunca se sabe cuándo uno pueda ser un dios disfrazado, ¿eh? Los guardias de la reina rieron por lo bajo. Probablemente estaban pensando: “Sí claro, esta anciana es una diosa”. Deméter hizo una reverencia. ― Muy sabio, mi reina, muy sabio. ― ¿Necesita de un lugar donde quedarse? ―preguntó la reina―. ¿Necesita comida? ¿Cómo podemos ayudarla? “Vaya”, pensó Deméter. “Habla en serio”. Después de días de ansiedad, corriendo frenéticamente alrededor de Grecia buscando a su hija, Deméter estaba estupefacta al recibir tanta amabilidad. Estos enclenques mortales no sabían que ella era más que una simple mendiga, pero aún así la reina se tomó el tiempo de ser amable, más amable incluso que la mayoría de los compañeros dioses de Deméter habrían sido. Deméter estaba tan cansada y emocionalmente debilitada que se soltó llorando. ― Mi hija ―sollozó―. Me han robado a mi hija. La reina jadeo. ― ¿Qué? ¡Esto es indignante! Un apuesto joven caminó hacia el frente y tomó las manos de Deméter. ― Anciana mujer, yo soy Triptólemo, el hijo mayor de la reina. Prometo ayudarle a encontrar a su hija ¡como pueda! La reina Metaneira asintió en acuerdo. ― Pero ven, querida invitada. Claramente estás exhausta. No ayudará en nada a tu hija si mueres de cansancio y hambre mientras tratas de encontrarla. Por favor quédate en

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mi palacio esta noche. Cuéntanos tu historia. Descansa y come. En la mañana, decidiremos la mejor manera de ayudarte. Deméter quería declinar. Quería seguir. Ya que era inmortal, obviamente no estaba en riesgo de morir. Pero estaba cansada. Estas personas eran agradables. Y después de diez días buscando, en sus ropas sucias habían comenzado a crecer especies de moho y hongos que ni siquiera la diosa de la agricultura podía reconocer. Agradeció a la reina y aceptó su hospitalidad. Después de tomar un agradable baño caliente y ponerse ropas nuevas, Deméter se sentía mucho mejor. Se reunió con la familia real para cenar y les platicó de sus problemas, aunque dejó de fuera pequeños detalles, como que era una gran diosa. Explicó que su hija había desaparecido mientras salía al prado con sus amigas. Una mujer que vivía cerca la había escuchado gritar, por lo que era claro que su hija había sido secuestrada, pero Deméter no tenía idea de quién se la había llevado o dónde podría estar. La familia real dio una lluvia de ideas con sugerencias para ayudar: ofrecer una recompensa, poner la cara de Perséfone en cartones de leche, poner posters de “SE BUSCA” por la ciudad. Finalmente Triptólemo tuvo la idea ganadora. ― Enviaré jinetes a las cuatro direcciones. Recaudaremos noticias y esparciremos la voz de su secuestro. Quédate con nosotros y descansa unos días, invitada de honor. Sé que estás ansiosa, pero esta es la manera más rápida de buscar por el campo. Cuando mis jinetes regresen, sabremos más. De nuevo, Deméter quería protestar. Estaba horriblemente preocupada por su hija, pero no podía pensar en una mejor idea, y estaba agradecida por la hospitalidad de esta familia. A parte, le vendrían bien unos días de descanso. Desde su pánico inicial por el secuestro, el humor de Deméter se había transformado a fría determinación. En su corazón, sabía que Perséfone estaba en algún lugar, capturada pero ilesa. Sus instintos maternos se lo decían. Sin importar el tiempo que tomara, ella la encontraría. Y cuando pusiera sus manos sobre el secuestrador…oh, su venganza sería terrible. Lo cubriría en fertilizante, causaría que creciera cebada por

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todos sus poros, y reiría de sus horrorizados gritos mientras se transformaba en la Chia Pet más grande del mundo. Deméter sonrió al Príncipe Triptólemo. ― Gracias por su amabilidad. Acepto la oferta. ― ¡Excelente! ― Goo ―dijo el recién nacido Demofonte, gorgoteando en los brazos de la reina. Deméter contempló al bebé. Su corazón se llenó de calor y nostalgia ¡Parecía que sólo el siglo pasado Perséfone había sido así de pequeña! ― Permítanme pagar su amabilidad ―dijo Deméter a la reina―. Soy una excelente niñera, y sé lo que es ser mamá ¡Te vendría bien dormir un poco! Permíteme cuidar de tu bebé esta noche. Prometo mantenerlo seguro ¡lo bendeciré con hechizos especiales contra el mal para que crezca y sea un guapo y fuerte héroe! Nunca he sido madre, pero creo que sería bastante sospechoso si una mujer anciana de la calle se ofreciera a cuidar a mi bebé por la noche. Pero como podrás adivinar, la reina Metaneira era una persona confiada y de buen corazón. Se sentía terrible por esta anciana mujer que acababa de perder a su hija. Además, era cierto que Metaneira no había dormido mucho desde que llegó el bebé. ― Sería un honor ―dijo la reina mientras entregaba a Demofonte a Deméter. Esa noche, la diosa meció al bebé cerca de la chimenea. Le canto canciones de guardería del Monte Olimpo, como “itzy bitzy sátiro” y “Soy un pequeño cíclope”. Le dio a Demofonte néctar, la bebida de los dioses, mezclada con su leche de siempre. Le susurró poderosas bendiciones para mantenerlo protegido. ”Te hare inmortal, pequeño”, pensó Deméter. Es lo menos que puedo hacer por tu buena madre. Te haré tan fuerte que nadie te podrá secuestrar de la forma en que mi pobre hija fue secuestrada. Cuando el niño ya se había dormido, Deméter lo colocó en la ardiente chimenea. Probablemente estás pensando: “¡Ah! ¿Quemó al pequeño chico?”

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No, está bien. El niño estaba bien. La magia de Deméter lo protegió, así que las llamas sólo se sentían cálidas y placenteras. Mientras Demofonte dormía, el fuego comenzó a quemar su esencia de mortal y comenzó el proceso de convertirlo en dios. En la mañana, la reina Metaneira no podía creer cuánto había crecido su bebé. Subió mucho de peso durante la noche. Sus ojos eran más brillantes y era más fuerte. ― ¿Qué le diste de comer? ―preguntó la reina sorprendida. Deméter rió. ― Oh, nada especial, pero prometí cuidarlo. ¡Va a ser un fuerte y apuesto joven! En el desayuno, Triptólemo anunció que sus jinetes ya se habían ido. Esperaba noticias en uno o dos días. Deméter estaba ansiosa. Estaba medio tentada a seguir su búsqueda por su cuenta, pero accedió a esperar a que los jinetes regresaran. Esa noche, Deméter cuidó de nuevo al bebé Demofonte. Le dio de comer más ambrosía y lo recostó a dormir en el fuego. En la mañana, estaba contenta de ver que se estaba inmortalizando muy bien. ― Una noche más deberá hacerlo ―decidió. Cuando le regresó al bebé a la reina en el desayuno, Metaneira no estaba tan feliz. Su bebé de pronto parecía un bebé de cuatro meses más que un recién nacido. Se preguntó qué clase de magia Deméter estaba usando, y si había pasado el examen de seguridad para bebés. Tal vez la anciana mujer estaba mezclando alguna hormona de crecimiento en la leche de Demofonte. En unos días, tal vez el bebé tendría abdominales y vello en las axilas. Aún así, la reina era demasiado educada como para gritarle a su invitada o lanzarle acusaciones sin pruebas. Se quedó con sus dudas para sí misma. En secreto deseaba que los jinetes regresaran ese día, y que la mujer siguiera su camino. Desafortunadamente, los jinetes no regresaron.

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― Estoy seguro que regresarán en la mañana ―prometió Triptólemo―. Entonces debemos tener más información. Deméter accedió quedarse una noche más. Esta vez, cuando la cena terminó, tomó al bebé de los brazos de la reina sin siquiera preguntar, asumiendo que estaba bien. El corazón de Metaneira latió fuerte en supecho. Vio como Deméter cargaba a Demofonte a su cuarto de invitados, y la reina trató de convencerse de que todo estaba bien. La anciana mujer era inofensiva. No convertiría a su recién nacido en un monstruo de esteroides de una noche a otra. Pero la reina no pudo dormir. Le preocupaba que fuera a perderse toda la infancia de su bebé. Despertaría en la mañana y vería a este gigantesco niño de tres años con vello facial corriendo hacia ella, gritando en una voz profunda “¡Hola mamá! ¿Qué onda?” Finalmente Metaneira no pudo soportarlo más. Se deslizó por el pasillo al cuarto de Deméter para vigilar al bebé. La puerta del cuarto estaba entreabierta. La luz de fuego brillaba en el alféizar de la ventana. Metaneira escucho a la anciana cantar una canción de cuna dentro, pero el bebé no hacia ningún sonido. Tal vez eso era bueno. Dormía profundamente. Pero, ¿qué si estaba en peligro? Sin tocar, abrió la puerta…y luego gritó con todos sus pulmones ¡La anciana estaba sentada tranquilamente en una mecedora, observando como el bebé Demofonte se quemaba en el fuego! Metaneira se dirigió a la chimenea, y arrebató al bebé de las llamas, desatenta a cuanto había quemado sus manos y brazos. El bebé comenzó a lamentarse, no muy feliz de despertarse de una siesta tan cálida y agradable. Metaneira se giró hacia Deméter, lista para darle una paliza, pero la anciana le gritó primero.

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― ¿Qué estás PENSANDO? ―gritó Deméter, levantándose de la silla con los puños cerrados―. ¿Por qué hiciste eso? ¡Arruinaste todo! Metaneira estaba aturdida y sin habla. Mientras, el príncipe Triptólemo y varios guardias trastabillaron al cuarto a investigar los gritos. ― ¿Qué pasa? ―demandó Triptólemo. ― ¡Arresten a esta mujer! ―chilló Metaneira, agarrando a su bebé en sus brazos quemados―. ¡Trató de matar a Demofonte! ¡Se estaba quemando en la chimenea! Los guardias se acercaron, pero Triptólemo gritó. ― ¡ESPEREN! Los guardias dudaron. Triptólemo le frunció el ceño a su madre, luego a la anciana. Era lo suficientemente inteligente para darse cuenta que algo no estaba bien ahí. El bebé lloraba, pero se veía ileso. No se veía quemado. La cobija ni siquiera parecía chamuscada. La anciana parecía más exasperada que culpable o asustada. ― ¿Qué significa esto? ―preguntó a su invitada. ― Significa ―gruñó Deméter―, que tu madre acaba de arruinar las cosas para el bebé. La anciana mujer comenzó a brillar. Su disfraz se quemó y se paró enfrente de ellos como una diosa de cabello dorado, su túnica brillando con luz verde, su guadaña brillando a su lado. Los guardias soltaron sus armas y se retiraron. Tal vez habían escuchado la historia de Eric. La reina jadeó. Como una mujer piadosa, sabía cómo reconocer a sus dioses. ― ¡Deméter!

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― Sí ―dijo la diosa―. Estaba intentando hacerte un favor, boba mujer ¡Unas cuantas horas más en el fuego y tu bebé habría sido inmortal! Habría crecido para ser un guapo joven dios y te habría otorgado honor eterno. Ahora has arruinado la magia. Simplemente será humano, un gran héroe, sí, fuerte y alto, pero condenado a una vida mortal. ¡Solamente será Demofonte, cuando habría podido ser “Totalofonte”! ¡Fonte el grande! Metaneira tragó saliva. No estaba segura si debía disculparse o agradecerle a la diosa o qué. Estaba tan aliviada de tener a su bebé de regreso ileso, sin quemaduras ni vello en las axilas, que no le importaba si era inmortal. Un gran héroe sonaba lo suficientemente bien para ella. Aun, no creía que fuera la mejor idea decirle eso a la diosa. ― Debí…debí de haber confiado en ti ―murmuró Metaneira―. Por favor, gran Deméter, castígame por mi falta de fe, pero no dañes a mi familia. Deméter hizo a un lado el comentario. ― No seas tonta, no te castigaré. Sólo estoy molesta. Ustedes han sido útiles en mi búsqueda y… ― ¡Oh! ―Triptólemo levanto su mano como si fuera a hacer una pregunta. ― ¿Si? —preguntó Deméter. ― Eso me recuerda ―dijo Triptólemo―. Uno de mis jinetes acaba de regresar con noticias. ― ¿Sobre mi hija? ―Deméter olvido completamente que estaba molesta y tomó los hombros del príncipe―. ¿Ya la encontraron? Triptólemo no estaba acostumbrado a ser sacudido por una diosa inmortal, pero trató de mantenerse calmo. ― Uh, no exactamente, mi dama. Pero, el jinete dice que conoció a alguien que conoció a alguien que conoció a un chico en una taberna lejos al este. Este chico decía que era el Titán del sol, Helios. Estaba intentando impresionar a la mujer con sus historias, al parecer.

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Deméter estrechó los ojos ― ¿Coqueteando con una mujer desconocida en una taberna? Eso suena como Helios. Bueno, suena como la mayoría de los dioses, en realidad. ¿Qué fue lo que dijo? ― Aparentemente estaba contando una historia sobre tu hija Perséfone. Dijo haber visto el secuestro y que sabía quién lo había hecho. Pero, eh, no dijo al culpable. ― ¡Claro! ―Deméter se emocionó tanto que comenzó a crecer pasto en la playera de Triptólemo―. Oh, lo siento... ¡pero éstas son excelentes noticias! Debí haber ido a visitar a Helios antes, ¡él observa todo! Besó a Triptólemo en la mejilla. ― Gracias, mi querido chico. No olvidaré tu ayuda. Una vez que recupere a mi hija, te recompensaré enormemente. Triptólemo intentó sonreír pero no pudo. Le preocupaba que Deméter fuera a hacer que durmiera en una chimenea encendida. 120

― Está bien, en serio. ― No, insisto, pero ahora ¡debo volar! Deméter se transformó en una tórtola, que era una de sus aves sagradas, y voló por la ventana, dejando a la muy confundida familia real de Eleusis. Helios sabía que estaba en problemas en cuanto vio a Deméter entrar en su salón del trono. Al Titán del sol siempre le gustaba relajarse en las últimas horas de la noche, antes de tener que ensillar a sus caballos de fuego y ponerse a trabajar. Estaba relajándose, pensando en todas las cosas locas que había visto en su camino el día anterior. De verdad debería escribir un libro. De pronto, las puertas de bronce de su cámara de audiencia se abrieron volando, y Deméter entró con su carruaje de dragones justo hacia los escalones de su trono. Los dragones gruñeron y mostraron sus colmillos, babeando sobre los zapatos dorados de Helios. ― Uh, ¿hola? ―dijo nervioso.

― ¿Dónde está mi hija? ―La voz de Deméter era calma y muy seria. Hades hizo una mueca de dolor. No quería involucrarse en desacuerdos de dioses. No le pagaban lo suficiente para eso. Pero decidió que ahora no era el momento para callarse información. ― Hades se la llevó ―le dijo. Le dijo todo lo que había visto. Deméter contuvo su grito. No quería volver a causar una epidemia de palomitas. ¿Pero Hades? De todos los repugnantes, horribles dioses varones que se la podrían haber llevado, Hades era el más repugnante y horrible de todos. ― ¿Y por qué no me dijiste eso antes? ―Su voz era tan filosa como su guadaña. ― Bueno, uhm… ― ¡No importa! ―espetó―. Me encargare de ti luego. Cuando Zeus escuche cómo Hades deshonró a su hija, ¡estará furioso! Salió del palacio del sol y fue directamente hacia el Monte Olimpo. Como podrás adivinar, su conversación con Zeus no fue de la manera que había planeado. Se encaminó al salón del trono y gritó. ― ¡Zeus! No podrás adivinar lo que pasó. Le contó toda la historia y demandó que hiciera algo. Extrañamente, Zeus no parecía furioso. No miraba a Deméter a los ojos. Se mantenía jugando con su rayo. El sudor comenzó a caer por su cara. Un sentimiento frio envolvió a Deméter. Una especie de enojo que era mucho más profunda que cualquier cosa que había sentido antes. ― Zeus, ¿qué hiciste? ―Bueno…―Zeus se encogió de hombros tímidamente―. Hades posiblemente mencionó que quería casarse con Perséfone.

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Las uñas de Deméter se clavaron en sus palmas hasta que sus maños goteaban icor dorado. ― ¿Y? ― ¡Son una buena pareja! Hades es poderoso. Es guapo…o, uhm, bueno, es poderoso. ― Quiero a mi hija de regreso ―dijo Deméter―. AHORA. Zeus se retorció en su trono. ― Mira, bebé… ― NO me llames bebé. ― No puedo deshacer mis palabras. Ya está hecho. Esta abajo en el Inframundo. Están casados. Fin de la historia. ― No ―dijo Deméter―. No es el final de la historia. Hasta que tenga a mi hija de regreso, nada crecerá en la tierra. Los cultivos morirán. La gente morirá de hambre ¡Cada criatura viviente compartirá mi dolor hasta que hagas lo correcto y regreses a Perséfone!

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Deméter hizo tronar el salón. (Tronar usualmente era trabajo de Zeus, pero ella estaba más que molesta.) Regresó a Eleusis, el único reino donde las personas la habían ayudado. Permitió que los cultivos siguieran creciendo, pero en el resto de la tierra, todo se marchitaba y moría justo como había amenazado. Zeus se dijo: “Sólo está haciendo un berrinche. Dale unos días y se le pasará”. Pasaron semanas, luego meses. Miles de humanos morían de hambre. Y cuando los humanos morían de hambre, no podían hacer ofrendas a los dioses. No podían construir nuevos templos. Todo lo que podían hacer era llorar en agonía, rezando a los dioses todos los días, a todas horas: “¡Ayúdennos! ¡Morimos de hambre!” Lo que causaba a Zeus un gran dolor de cabeza. También los dioses estaban limitados a alimentarse de ambrosía y néctar, lo que los aburrió pronto. Sin granos, no podían tener nada de pan o esos increíbles brownies que Hera hacía a veces. Finalmente Zeus cedió. Convocó a su mensajero principal, un dios llamado Hermes, y dijo: ― Hey Hermes, baja al Inframundo. Dile a Hades que debe mandar a Perséfone de regreso ahora mismo o nunca tendremos algo de paz…o brownies. ― Ya mismo, jefe. ―Hermes viajó hacia el Inframundo. Por mientras, Perséfone había estado en el palacio de Hades todo este tiempo, y estaba aprendiendo de una dura manera que el mundo no giraba a su alrededor. Sin importar cuántas veces pateara, contuviera la respiración o gritara por su madre, no podía obtener lo que quería. Hizo algunos berrinches épicos. Rompió su cama (lo que hacía algo difícil dormir); pateó las paredes (lo que lastimó sus pies); y cuando los sirvientes fantasmales de Hades le llevaban comida, se rehusaba a comer, aunque moría de hambre. Lo de “no comer” era importante. Ves, en tiempos griegos, comer algo en casa de otra persona era como firmar un contrato. Significaba que aceptabas su casa como su invitado. Debían de tratarte apropiadamente, pero también debías comportarte

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adecuadamente. Básicamente, significaba que tú y quien te hospedaba estaban en buenos términos. Perséfone no quería firmar ese contrato. Para nada. Los primeros días se rehusaba a dejar su cuarto. Hades no la obligaba, aunque trataba de hablar con ella a veces. ― Mira ―decía―, tu padre accedió al matrimonio. Lo siento por el secuestro, que por cierto fue su idea, pero honestamente, te amo. Eres increíble y hermosa y prometo… ― ¡Lárgate! ―Lanzaba lo que fuera que encontrara, que sucedió que fue una almohada. La almohada rebotó en el pecho de Hades. Hades se veía triste y la dejó sola. Cerca del cuarto día, Perséfone se aburrió y salió de su cuarto. Nadie la detuvo. Pronto comprendió por qué. Fuera del palacio del rey, no había a dónde ir. Estaba atrapada en el inframundo, sin nada en ninguna dirección más que grises y sombríos llanos llenos de gente muerta, y sin cielo arriba, más que niebla oscura. Incluso si huyera del palacio, no quería tener que caminar por esos campos llenos de almas muertas, y no tenía idea de cómo llegar al mundo superior. ¿Qué era lo más exasperante? Hades se rehusaba a enojarse con ella, sin importar cuántos platos lanzaba o cuántas sábanas rompía, o cuántos horribles apodos le decía, aunque honestamente no se sabía tantos insultos. Había crecido en una vida feliz y protegida, y llamar a Hades cabeza de chorlito no sonaba muy fuerte que digamos. Hades aceptó su abuso y le dijo que sentía mucho que estuviera tan molesta. ― De verdad te amo ―prometió―. Eres lo más brillante en todo el inframundo. Contigo aquí, no extrañaré la luz del sol jamás. Eres más cálida que el sol por ahora. ― ¡Eres un estúpido! ―gritó Perséfone. Cuando Hades se fue, Perséfone se dio cuenta que lo que había dicho era algo dulce, sólo que en una manera rara y patética, por supuesto.

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Los días pasaron, y entre más Perséfone vagaba por el palacio, más se maravillaba. La mansión era enorme. Hades tenia cuartos enteros hechos de oro y plata. Cada día, sus sirvientes colocaban nuevos ramos de flores hechos de piedras preciosas, una docena de rosas de rubí con tallos de diamantes, girasoles de oro y platino con hojas de esmeraldas. Incluso en el Monte Olimpo, Perséfone nunca había visto riquezas tan deslumbrantes. Comenzó a darse cuenta que aunque fuera raro y horrible, Hades tenía un tremendo poder. Controlaba miles de almas. Comandaba horripilantes monstruos y criaturas de la oscuridad. Tenía acceso a todas las riquezas del Inframundo, lo que lo hacia el dios más rico del mundo. Sin importar que destruyera Perséfone, Hades podía reemplazarlo instantáneamente con algo mejor. Aún así, odiaba el lugar. ¡Claro que lo hacía! Extrañaba el sol y los prados y las flores frescas. El inframundo era tan frio y húmedo que nunca podía entrar en calor. La penumbra constante le daba un serio caso de trastorno afectivo estacional. Luego, un día tropezó con el salón del trono de Hades. Él estaba sentado en un extremo, en un trono esculpido por cientos de huesos, hablando con un fantasma brillante. Perséfone supuso que era un alma recién llegada del mundo mortal, ya que parecía que le estaba dando a Hades las últimas noticias. ― Gracias ―le dijo Hades al espíritu―. ¡Pero nunca cederé! ¡No me importa cuántos mortales mueran! Perséfone se acercó a la tarima. ― ¿De qué hablas, horrible persona? ¿A quién estás matando ahora? Hades parecía aturdido. Le agitó la mano al fantasma y este desapareció. ― No…no quiero decirte ―dijo Hades―. Te traería dolor. Lo cual sólo hizo que quisiera saber más. ― ¿Qué está pasando? Hades respiró profundamente.

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― Tu madre está enojada. Sabe que te tomé para que fueras mi esposa. ― ¡Ja! ―El corazón de Perséfone palpitó velozmente―. Oh, estás en un gran problema. Está de camino justo ahora con un ejército de ninfas enojadas y espíritus de los cultivos, ¿no? ― No ―dijo Hades. ― ¿No? ―pestañeó Perséfone. ― Ella no cruzará el inframundo ―dijo Hades―. Odia este lugar. Me odia a mí. ― ¡Claro que lo odia! ―dijo Perséfone, aunque un poco decepcionada. Contaba con que su madre la rescatara. Seguramente Deméter vendría por ella personalmente, odiara o no el Inframundo―. Pero…estoy confundida, ¿qué decías de mortales muriendo? Hades hizo una mueca. ― Tu madre está tratando de forzar a Zeus para que te recupere. Deméter está matando de hambre al mundo entero, permitiendo que miles de personas mueran hasta que tú le seas devuelta. Perséfone casi se cae. ¿Qué su madre estaba haciendo qué? Deméter siempre había sido tan linda y gentil. Perséfone no podía imaginar a su mamá dejando que una planta de maíz muriera, mucho menos miles de personas. Pero algo le dijo que Hades no mentía. Los ojos de Perséfone le picaban. No sabía si estaba triste, enojada o simplemente con el estómago revuelto. ¿Miles de mortales estaban muriendo por ella? ―Debes regresarme ―dijo Perséfone―. Inmediatamente. Hades apretó la mandibula. Por primera vez no parecía deprimido o débil. La miro a los ojos. Sus ojos oscuros brillaron con llamas púrpura. ― Tú lo eres todo para mí ahora ―dijo Hades―. Eres más preciada para mí que todas las joyas debajo de la tierra. Siento mucho que no me ames, pero seré un buen marido

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para ti. Haré todo lo que pueda por mantenerte feliz. No te regresaré. Si tengo que hacerlo, contraatacare a Deméter. ¡Abriré las puertas del Inframundo y dejare que los muertos inunden al mundo antes que liberarte! Perséfone no sabía qué hacer con esa información. Su corazón se sentía como si lo estuvieran comprimiendo en una pequeña joya, tan brillante y duro como un diamante. Se dio la vuelta y huyó. Corrió por un corredor que nunca había explorado, abrió una puerta y salió…a un jardín. No podía respirar. Era el lugar más increíble que jamás había visto. Luces fantasmales flotaban, ¿tal vez las almas de personas particularmente felices? No estaba segura, pero el jardín era más cálido e iluminado que cualquier otro lugar en el Inframundo. Hermosas flores subterráneas brillaban en la oscuridad. Había huertos de árboles cuidadosamente podados de los que emergían flores con aromas deliciosos y brillante fruta. Los caminos estaban esculpidos con rubíes y topacios. Abedules blancos se elevaban en el aire como fantasmas congelados. Un arroyo abría su camino hasta el medio del jardín. En una mesa cercana había una charola de plata con licor congelado de néctar, junto con las galletas y frutas frescas favoritas de Perséfone. No podía entender lo que estaba viendo. Todas las flores y árboles que amaba de la tierra estaban en este jardín, de alguna manera creciendo y floreciendo en la oscuridad. ― ¿Qué?...―Ni siquiera podía formar una oración―. ¿Cómo?... ― ¿Te gusta? ―Hades habló por detrás de ella. La había seguido afuera, y por primera vez, su voz no la hizo encogerse. Perséfone se dio la vuelta y vio una ligera sonrisa en su rostro. No se veía tan horripilante cuando sonreía. ―Tú… ¿hiciste esto por mí? Se encogió de hombros.

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― Siento que no estuviese listo antes. Reuní a los mejores jardineros del Inframundo. ¡Ascálafo! ¿Dónde estás? Un delgado hombre apareció de entre los arbustos. Tenía tijeras de jardinero en sus manos. Obviamente era uno de los muertos, a juzgar por su piel pálida y tinte amarillento en los ojos, pero logró esbozar una sonrisa. De alguna manera se veía más alerta que los otros zombies que Perséfone había conocido. ―Sólo estoy podando las rosas, mi Señor ―dijo Ascálafo―. Mi dama, un placer conocerla. Perséfone sabía que debería decir algo, como hola, pero estaba demasiado aturdida. Justo en ese momento una gárgola alada voló al jardín. Susurró algo en el oído de Hades, y su cara creció severamente. ― Un visitante ―dijo―. Discúlpame, querida. Cuando se fue, Ascálafo hizo un ademán a la mesa del jardín. ― Mi dama, ¿le gustaría algo de comer? ― No ―dijo Perséfone automáticamente. A pesar de todo, sabía que no debería aceptar la hospitalidad de un dios que la había secuestrado. ― Sírvase a su gusto ―dijo el jardinero―. Acabo de recoger estas granadas madura. Están increíbles. Tomó uno de sus overoles y lo puso en la mesa, luego cortó la fruta en tres partes con su cuchillo. Cientos de semillas purpura rojizo brillaban por dentro. Ahora, en lo personal no soy un gran fan de las granadas, pero Perséfone las adoraba. Le recordaban sus momentos más felices sobre la tierra, jugueteando en los prados con sus amigas ninfas. Observó la deliciosa fruta y su estómago rugió protestando. No había comido nada en días. Era inmortal, por lo que no moriría, pero se sentía como si muriera de hambre. “Un poco no dañará a nadie”, se dijo a sí misma.

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Se sentó, puso una semilla en su boca y no podía creer lo bien que le sabía. Probablemente habría comido más si Hades no hubiera regresado con su visitante, el dios Hermes. ― ¡Amor! ―llamó Hades, y su voz sonaba como si hubiera llorado. Perséfone se levantó disparada. Escondió sus pegajosos dedos púrpura detrás de ella y esperó no tener jugo escurriendo de su boca. ― ¿Mmm-hmm?―balbuceó, jugueteando con unas semillas a medio masticar dentro de su boca. ― Él es Hermes ―Su cara lucia rota por la desesperación―. Él…ha venido a llevarte de regreso. Perséfone tragó saliva. ―Pero... dijiste… ― Zeus lo ordena. ―Hades sonaba tan triste que Perséfone olvido que estas eran buenas noticias―. Con gusto pelearía contra cualquier dios por ti, pero ni siquiera yo puedo pelear contra el consejo del Olimpo. Estoy…estoy forzado a dejarte ir. Perséfone debería estar gritando de la emoción. ¡Esto era lo que quería! ¿Entonces por qué se sentía mal por eso? No podía soportar la cara devastada de Hades. Él había hecho este jardín sólo para ella. La había tratado bien…al menos después del secuestro inicial, y eso había sido idea de Zeus. Hades había estado dispuesto a abrir las puertas de los muertos por ella. A Hermes no parecía molestarle nada de eso. ― Bien, ¡excelente! ―le sonrió a Perséfone― ¿Lista para irnos? Sólo hay unas preguntas de rutina que debo preguntarte primero, ya sabes, para cruzar la frontera. ¿Has estado en contacto con algún animal vivo? Perséfone frunció el ceño. ―No.

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― ¿Visitado alguna granja? ―inquirió Hermes―. ¿Cargas contigo más de mil dracmas en moneda extranjera? ― Uh…no. ― Última pregunta ―dijo Hermes―. ¿Has comido algo en el Inframundo? ―levantó sus manos disculpándose― Sé que es una pregunta tonta. Digo, obviamente eres más inteligente que eso. Si comiste cualquier cosa en el Inframundo, deberás quedarte aquí para siempre. Perséfone se aclaró la garganta. ― Uh… No sé si habría mentido o no, pero antes de que pudiera contestar, el jardinero Ascálafo dijo: ― Muéstreles sus manos, mi dama. Perséfone se sonrojó. Sacó sus manos, manchadas de morado. ― Un tercio de granada, eso es todo. ― Oh ―dijo Hermes―. Ups… ― ¡Puede quedarse! ―Hades bailó en círculos, sonriendo de oreja a oreja, luego se dio cuenta que no se veía muy digno que digamos. ―Eh…digo…debe quedarse. Lo…lo siento querida, si eso te hace triste. Pero no puedo pretender que no me alegra. Estas son maravillosas noticias. Las emociones de Perséfone estaban tan revueltas que no sabía cómo se sentía. Hermes se rascó la cabeza. ― Esto complica las cosas. Debo de ir a reportar para recibir nuevas órdenes. Voló al Monte Olimpo y les dio a los dioses la noticia. Cuando Deméter escuchó el problema, le dio un ataque de rabia. De alguna manera logró mandar una poderosa maldición a través de la tierra, al jardín del inframundo de

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la mansión de Hades. Convirtió a Ascálafo en una lagartija por haber delatado a Perséfone. ¿Por qué una lagartija? No tengo idea. Supongo que, en su cabeza, una lagartija zombi era la peor maldición en la que podía pensar. Deméter amenazó con dejar que el mundo siguiera muriendo de hambre a menos que recuperara a su hija. Hades mando un nuevo mensaje por Hermes, amenazando que los muertos causarían un apocalipsis zombi a menos que Perséfone se quedara con él. A Zeus le estaba dando un dolor de cabeza, imaginando a su hermoso mundo desmoronarse, hasta que Hestia llegó a una solución. ― Permitan a Perséfone dividir su tiempo ―sugirió la diosa del Hogar―. Comió un tercio de la Granada. Permitan que pase una tercera parte del año con Hades y dos terceras partes con Deméter. Increíblemente, todos los dioses estuvieron de acuerdo. Hades estaba feliz de tener a su esposa, aunque fuera por una tercera parte del año. Deméter estaba encantada, aunque nunca superó estar molesta con Hades. Siempre que Perséfone estaba en el Inframundo, Deméter se volvía fría y enojada y no permitía que crecieran las plantas. Según las viejas historias, esa es la razón de por qué hay tres distintas estaciones en Grecia, y durante los meses más fríos del otoño, los cultivos no crecen. Y en cuanto a Perséfone, toda esta experiencia la hizo madurar. Se enamoró de Hades y se hizo un lugar en el Inframundo, aunque aún disfrutaba pasar tiempo en el mundo arriba con su mamá y sus viejas amigas. La Titán de la magia Hécate, quien había ayudado en la búsqueda de Deméter, fue al Inframundo y se convirtió en una de las asistentes de Perséfone. Eso estaba bien para Hécate. El Inframundo era mucho más oscuro, y un mejor lugar para practicar magia que una cueva con corrientes de aire. Deméter incluso recordó su promesa a Triptólemo, el príncipe de Eleusis. Le dio su propio carruaje con ruedas de serpiente y lo hizo el dios de la agricultura. Le dijo que recorriera el mundo y enseñara a las personas sobre agricultura. No suena como un trabajo muy ostentoso, pero supongo que le gustaba más que ser lanzado a una cama de fuego.

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Después de eso, Deméter en serio se calmó. No hizo más rabietas, lo que era bueno, porque una vez que su hermana Hera comenzó, el temperamento de Deméter parecía noble.

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A Hera se le pierde un tornillo

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E

mpecemos con la buena noticia: Hera era muy guapa. De verdad hermosísima.

Tenía cabello de un brillante negro caramelo. Su cara era tan majestuosa como la cara de una supermodelo en una pasarela. Los griegos describían sus ojos como “ojos de bisonte”. Aunque no lo crean, eso era un cumplido. Significaba que tenía enormes y generosos ojos en los que te podías perder. Supongo que los griegos pasaban mucho tiempo mirando a los bisontes. De cualquier manera, en los inicios del Monte Olimpo, todos los dioses y Titanes estaban enamorados de Hera. Lo cual nos lleva a la mala noticia. Hera tenía un mal temperamento y un carácter muy fuerte. Cuando un chico se le acercaba, ella lo interrumpía y alejaba tan rápido, señalando sus defectos, criticándolo como si ella fuera la mejor —tanto que el chico saldría corriendo y jamás volvería a buscarla.

Rea decidió que Hera iría a un internado para niñas donde podría crecer y aprender a ser menos agresiva. Desafortunadamente nadie había inventado los internados para niñas aún. Así que Rea tomó su segunda mejor opción. Mandó a Hera a vivir con su tío Océano y su tía Tetis al fondo del mar más lejano. Durante un tiempo Hera desapareció del radar. Pasó unos años felices con sus tíos, que eran una pareja muy estable comparada con las de otros dioses. Hera decidió que quería un matrimonio así. Ella esperaría al chico correcto. No se casaría con cualquier viejo dios que se apareciera, a menos que pudiera probar que sería un buen esposo. Había escuchado sobre los problemas de su hermana Deméter. Poseidón, Zeus y Hades eran unos completos idiotas. Hestia había tomado la mejor decisión al quedarse soltera. Hera no iba a ser universitaria para siempre. Quería un esposo, hijos, una casa en los suburbios, todo completo. Sólo debía ser cuidadosa sobre cuál marido escoger. Después de algunos años volvió al Monte Olimpo y al fin tuvo su propio apartamento en el palacio. Su mal temperamento estaba más controlado pero aún así a los dioses les era difícil conquistarla. Si intentaban ir demasiado lejos, Hera hallaba la manera de deshacerse de ellos. ¿Besar a Hera? No lo creo, perdedor. A menos que le enseñes un anillo de bodas y pruebes tener una estabilidad económica que te permita mantener una familia. Eventualmente, la mayoría de los dioses y titanes decidieron que Hera era demasiado trabajo, aunque fuera indudablemente la diosa más hermosa creada (hasta el momento). Pero un día, un dios la vio como un reto. Zeus no aceptaría un no como repuesta. Probablemente te hayas percatado de eso. Se deslizaba a su lado en la cena y le contaba sus mejores chistes. Le cantaba en la chimenea. La veía caminando por el pasillo, y de pronto empezaría a hacer un baile de los Coribantes sólo para hacerla sonreír.

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En secreto, ella disfrutaba de la atención que Zeus le daba. Zeus era gracioso cuando quería serlo. Era guapo con sus cabello oscuro y ojos azules, y le gustaba caminar por ahí sin su camisa, casualmente enseñando sus músculos. Estaba en buena forma, no cabía duda. Y sí, era el rey del universo, así que la mayoría de las mujeres lo considerarían una buena pareja. Pero no Hera. Sabía que Zeus era un mujeriego. Ya había estado casado al menos dos veces. Tenía una hija con Deméter. Había rumores de muchos otros amoríos con diosas, Titanes e incluso mortales. Hera no iba a ser una conquista más. No era un trofeo. Sabía que incluso si cedía a Zeus, él perdería el interés inmediatamente, dejaría de ser tan encantador y se iría a ligar con otras mujeres. Hera no podía soportar esa idea. Una noche en la cena dijo una broma particularmente graciosa. Algo sobre un burro, un dios y un Cíclope entrando a un templo, y Hera no pudo evitar reír. Tenía lágrimas en los ojos y no podía respirar. Miró a través de la mesa y se encontró con la mirada de Zeus por un largo momento. Se aclaró la garganta y apartó a vista, pero Zeus había vislumbrado sus sentimientos. ― Te gusto ―dijo―. Y lo sabes. ― Definitivamente no ―dijo Hera―. ¡Eres un tonto, un mujeriego, un villano y un mentiroso! ― ¡Exactamente! ¡Esas son mis mejores cualidades! Hera trató de no reír. Nunca había conocido a un chico que fuera tan inmune a sus insultos. Zeus era casi tan terco como ella. ― ¿Cuándo te rendirás? ―demandó―. NO estoy interesada. ― Nunca me rendiré ―dijo―. Y sí estás interesada. Tu y yo…rey y reina del cosmos. ¡Imagínalo! Seríamos una pareja invencible. Claramente, eres la diosa más bella creada. Y yo, por supuesto, soy diabólicamente guapo.

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Flexionó sus músculos. Era ridículamente presumido, pero Hera debía admitir que se veía bien. Hera sacudió su cabeza. ― ¿Cómo puedo convencerte de que estás perdiendo tu tiempo? ― No puedes. Te amo. Hera resopló. ―Amas cualquier cosa con vestido. ― Esto es diferente. Eres la diosa correcta. Lo sé. Tú también lo sabes. Solo di “te amo”. Puedes hacerlo. Te sentirás mejor si eres honesta. ― Nunca ―dijo―. No te diré eso nunca. Jamás. ― Oh, ¡suena como un desafío! ―Zeus sonrió―. Si puedo hacer que admitas que me amas, ¿te casarías conmigo? 137

Hera puso los ojos en blanco. ― Claro, Zeus. Como eso nunca pasará, puedo decirte segura que si alguna vez admitiera que…ya sabes, lo que dijiste….entonces claro, me casaría contigo. Lo cual puedo prometer porque ¡NUNCA PASARÁ! Zeus parpadeó. ― Desafío aceptado. Zeus se levantó de la mesa, y Hera comenzó a preguntarse si de alguna forma había cometido un error. Unas noches después, Hera casi había olvidado la conversación. Extrañamente, Zeus no lo había mencionado. De hecho, no le había prestado mucha atención a Hera desde esa noche, lo que la debía de aliviar, pero de cierta manera la desanimaba. ”Olvídalo”, se dijo a sí misma. “Finalmente entendió el mensaje. Probablemente se está acercando a otra pobre diosa.”

Trató de convencerse de que estas eran buenas noticias. No estaba celosa. Eso sería ridículo. Durante la noche, una gran tormenta azotó el Monte Olimpo, lo que debió haber hecho sospechar a Hera, ya que Zeus era el dios del cielo y todo eso, pero estaba demasiado ocupada cubriendo sus ventanas para evitar que entrara la lluvia. Corrió a su cuarto y estaba cerrando las últimas persianas cuando un pequeño pájaro voló y colapsó, exhausto, en el piso. ― ¡Vaya! ―Hera retrocedió alarmada― ¿Cómo llegaste aquí? El pájaro aleteó sin poder hacer nada en el piso de mármol. Su pecho pesaba, su cuerpo entero temblaba de frio. Hera se puso de rodillas y vio que era un cuco. ¿Alguna vez has visto un cuco real? (No de esos tallados en madera que salen de los viejos relojes) Yo no. Lo tuve que investigar. Es un extraño pequeño animal. Tiene una especie de copetillo indio en sus plumas de la cabeza, que no coinciden con sus elegantes alas color marrón con blanco o su larga cola. Básicamente, parece que su cabeza fue lanzada a una máquina de algún científico loco, así que puedo darme cuenta de por qué cuco es otra palabra para loco. De cualquier forma, Hera se hincó y tomó al pájaro. Podía sentir los latidos de su corazón en la palma de su mano. Una de sus alas estaba doblada. Hera no comprendía como un pájaro tan pequeño podía haber volado tan alto hasta el Monte Olimpo. Usualmente sólo las águilas volaban hasta allí, ya que el aire alrededor del Olimpo estaba restringido. Por otra parte, Hera sabía que las tormentas tenían poderosos vientos. Posiblemente el pobre pajarito sólo había sido barrido. ― Es un milagro que estés vivo ―le dijo Hera al pajarito―. No te preocupes, pequeñuelo. Me haré cargo de ti. Creó un nido de sábanas enseguida de su cama y gentilmente colocó al pajarito dentro. Secó sus alas y le dio de comer unas cuantas gotas de néctar, lo que pareció ayudarlo. El cuco hinchó sus plumas. Cerró sus ojos y comenzó a hacer sonidos de silbidos y

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ronquidos, como notas suaves tocadas en una flauta. Hera encontró el sonido placentero. ― Sólo me lo quedaré esta noche ―se dijo a sí misma. (Decidió que era un chico)―. Si está mejor en la mañana, lo dejaré ir. En la mañana, el cuco no intentó volar. Se sentaba constantemente en el dedo de Hera, comiendo trozos de semilla y nueces de su mano. Hera nunca había tenido una mascota, y la hacía sonreír. ― Eres un buen amigo ¿no? ―le murmuró al pajarito. ― Coo ―le contestó el cuco. El corazón de Hera se enterneció mientras miraba sus confiados ojos naranjas. ― ¿Debería conservarte? ― Coo ―El cuco acarició su pico en el dedo de Hera de una manera amorosa. Hera rió deleitada. ― Está bien, entonces sí. También te amo. Inmediatamente el cuco brincó al piso. Comenzó a crecer. Al principio Hera tenía miedo de haberle dado demasiado néctar y que el pájaro fuera a explotar, lo que habría sido angustiante y desastroso. En su lugar, el pájaro tomó forma de dios. De pronto, Zeus estaba parado en sus brillantes túnicas blancas, su corona de oro reluciendo en su cabello negro, que aún estaba revuelto en un peinado al estilo cuco. ― Que dulces palabras, mi dama ―dijo Zeus―. Yo también te amo. Ahora, creo que tú y yo tenemos un trato. Hera estaba tan pasmada que no podía responder. El enojo la abrumaba. Pero también sentía una extraña admiración por lo increíble sinvergüenza que Zeus era. No estaba segura si debía golpearlo o reír o sólo besarlo. Era horriblemente lindo. ― Una condición ―dijo firmemente.

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― Dila. ― Si me caso contigo, serás un buen y fiel esposo. No más juegos. No más amoríos con bellas mortales. No seré un hazmerreír. Zeus contó con sus dedos. ― Eso parece más de una condición, ¡pero no importa! ¡Acepto! Hera debió haberlo hecho prometerlo en el Río de Estigia, que era el juramento más serio que los dioses pueden hacer. Pero no lo hizo. Aceptó casarse con él. Después de eso el cuco se convirtió en uno de sus animales sagrados. Usualmente verás imágenes de Hera con un bastón con un cuco o una flor de loto arriba, que era su planta sagrada. En caso de que te lo preguntes, su otro animal sagrado era la vaca, por ser un animal tan maternal. Personalmente, si alguien me dijera “bebé, me recuerdas a una vaquilla” no lo tomaría como un cumplido; pero no parecía molestar a Hera. Lo que sea que suene tu cencerro, supongo. Zeus y Hera anunciaron las buenas noticias, y los dioses comenzaron a preparar la boda más grande en la historia de las bodas. Hay que compadecernos de Hermes, el dios mensajero, que tuvo que entregar las invitaciones. Cada dios, Titán, mortal, ninfa, sátiro y animal del mundo fue invitado a unirse a la fiesta. Espero que los caracoles hayan recibido su invitación con anticipación. Les debió haber tomado mucho tiempo llegar hasta ahí. Diferentes personas te contarán diferentes historias acerca de dónde se llevó a cabo la boda. Iremos con la de la isla de Creta, porque tiene sentido. Ahí fue dónde Zeus se escondió en el Monte Ida cuando era bebé, así que el lugar tenía un buen karma. Aunque aún estoy intentando descifrar la lógica…si invitas a un conejo silvestre que vive en Italia a una fiesta en la Isla de Creta, ¿qué se supone que hará? ¿Nadar hasta ahí? Su pequeño traje se mojaría. De cualquier forma, todos los invitados fueron, excepto por una muy estúpida ninfa llamada Quelona. Vivía en Arcadia, en tierra Griega, en una choza cerca de un río, y sólo tiró su invitación.

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―Meh ―dijo―. Estúpida boda, mejor me quedo en casa. Cuando Hermes descubrió que no había ido, se molestó. (Supongo que también era su trabajo revisar la lista de invitados.) Voló hasta la casa de Quelona y la encontró bañándose en el río. ― ¿Qué pasa? ―demandó―. Ni siquiera estás vestida. ¡La boda ya comenzó! ― Uh… ―dijo Quelona―. Soy, uhm…soy un poco lenta. ¡Estaré ahí! ― ¿En serio? ¿Esa es tu excusa? ― Está bien, no ―admitió―. Sólo quería quedarme en casa. La mirada de Hermes se ensombreció. ― Bien. Marchó hacia la choza de Quelona y la levantó, al estilo Superman. ― ¿Quieres quedarte en casa? ¡Quédate en casa para siempre! Le lanzó la casa encima, pero en lugar de morir, Quelona cambió de forma. La casa se encogió en su espalda, convirtiéndose en un caparazón, y Quelona se convirtió en la primera tortuga del mundo, un animal que es siempre lento y que carga su casa en su espalda. Es por eso que Quelona significa tortuga en griego. Hey, uno nunca sabe, ¡tal vez necesites esa información comprometedora! Algún día… El resto del mundo fue inteligente y fue a la fiesta. Los novios entraron al huerto sagrado en un carruaje dorado conducido por Eos, la Titán del amanecer, así que una luz color de rosa y rojo se extendía ante la multitud mientras Zeus y Hera se acercaban, señalando el amanecer de un nuevo día. Las tres Moiras oficiaron la ceremonia, lo cual me habría puesto nervioso. Esas extrañas ancianas podían controlar el futuro y recortar tu vida, por lo que debías tomarte tus votos muy en serio. Hera y Zeus se convirtieron en marido y mujer, rey y reina del universo. Todos les dieron increíbles regalos, pero el último era el favorito de Hera. La tierra retumbó y un pequeño árbol brotó de la tierra, un joven manzano que daba como

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frutos manzanas de oro sólido. No había tarjeta, pero Hera sabía que era un regalo de su abuela Gaia, quien aún estaba dormida, pero quien debió haber sentido que había una fiesta por ahí. Hera ordenó que el árbol fuera llevado al rincón más lejano del oeste de la tierra, donde fue replantado en un hermoso jardín justo a los pies del Titán Atlas, quien seguía sosteniendo el cielo. Hera envió a un dragón inmortal llamado Ladón para que cuidara del árbol, junto con un grupo de las hijas de Atlas, las Hespérides, las ninfas del cielo de la tarde.

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Por qué Hera había plantado su árbol hasta allá en lugar de haberlo dejado en el Monte Olimpo, no lo sé. Tal vez sólo quería hacer más difícil a los héroes robar sus manzanas. Si era así, su plan funcionó, en su mayoría. Zeus y Hera se quedaron felizmente casados por 300 años, lo que no es mucho tiempo para los dioses pero es mejor que las parejas promedio de Hollywood. Tuvieron tres hijos juntos: un niño, Ares, quien era lo que se le llamaría un niño problema; una niña, Hebe, quien se convirtió en la diosa de la juventud eterna; y otra niña, Ilitía, quien se convirtió en la diosa del nacimiento. Un poco de mala planeación, tener a la diosa del nacimiento al último, después de haber tenido dos hijos. Fue como si Hera hubiera pensado “Vaya”, ¿esto de tener hijos? ¡Duele! Deberíamos tener una diosa para esto. Después de que el tercer hijo naciera, Zeus comenzó a tener esa inquietud de los cuatrocientos años. Recordaba los viejos tiempos cuando estaba soltero, acechando diosas en nidos de serpientes y cosas divertidas como esas. Comenzó a mirar a otras mujeres y a coquetear de nuevo. Él había prometido ser un buen esposo, y lo había sido….por un tiempo. Pero cuando eres inmortal, esos votos sobre “hasta que la muerte nos separe” pasan a otro nivel. Entre más coqueteaba, Hera se enojaba y sospechaba más. Lo que más odiaba eran los hijos que Zeus tenía con otras mujeres. Aparecían como maleza. Zeus decía que eran de relaciones previas, pero esa excusa no funcionaba mucho. Algunos de estos niños eran mortales y definitivamente no parecían de más de 300 años. Cada vez que uno aparecía, Hera imaginaba a los otros dioses secreteándose a sus espaldas, hablando de lo tonta que había sido al confiar en Zeus. Finalmente se cansó. Le gritó a Zeus: ― ¡Sigues teniendo bebés sin mí! ¿Crees que es gracioso? ¿Crees que me gusta que no cumplas tu promesa? Zeus frunció el ceño. ― ¿Es una pregunta capciosa?

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― ¡¿Ves cómo te gusta?! ―Hera lloró―. ¡Voy a tener un hijo sin ti! ¡Sin un hombre! ¡Tendré un bebé totalmente por mí misma! Zeus se rascó la cabeza. ― Uh, amor, no creo que funcione así. ― ¡Bah! ―Hera se marchó del salón del trono. No sé cómo lo hizo. Desde su boda con Zeus, Hera se había convertido en la diosa del matrimonio y la maternidad, así que supongo que tenía ciertos poderes. De cualquier forma, de pura fuerza de voluntad, algunos ejercicios de respiración bastante efectivos, posiblemente meditación oriental y una dieta apropiada, Hera se embarazó mágicamente, sin ayuda de absolutamente nadie. Esas eran las buenas noticias. ¿Las malas? Cuando el bebé llegó, parecía que le habría venido bien un poco de ayuda. Su cabeza era deforme. Todo su cuerpo estaba cubierto con parches de cabello rizado y negro. Tenía un gran pecho y brazos voluminosos, pero sus piernas estaban arrugadas y dobladas, una un poco más larga que la otra. En lugar de llorar, hacía unos gruñidos como si realmente necesitara ir al baño. Era el niño más feo que Hera jamás había visto. Incluso aunque era su propio bebé, no sentía conexión maternal para nada, nada de amor, sólo vergüenza. Personalmente, no me sorprende que las cosas salieran mal. Digo, ¿tener un bebé por venganza? Esa es una razón bastante mala, pero no era culpa del niño. Hera se dijo a si misma: no puedo enseñar este bebé a los otros dioses. Seré ridiculizada. Se dirigió a la ventana abierta de su habitación y miró hacia abajo del Monte Olimpo. Era un largo camino abajo. ¿Quién se enteraría que el bebé había desaparecido? Siempre podía decir que nunca había estado embarazada. Falsa alarma. Antes de pensar dos veces esta terrible idea, lanzó al bebé por la ventana.

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Lo sé. Totalmente frívola. Como si un hijo fuera algo que simplemente pudieras lanzar. Pero Hera era así de complicada. Un día era la madre perfecta, y al siguiente estaba lanzando bebés por la ventana. Oh, pero el niño no había desaparecido. Su nombre era Hefesto, y veremos qué pasó con él más tarde. Por mientras, Hera tenía otros problemas en los cuales pensar. La primera vez que un héroe mortal visitó el Monte Olimpo fue un gran suceso. Su nombre era Ixión, y aparentemente era el primer humano en darse cuenta que podías matar otros humanos en una batalla. ¡Felicidades! ¡Tienes un premio! Los dioses estaban tan impresionados de que hubiera aprendido a pelear contra otros humanos con una verdadera espada en lugar de lanzar rocas y gruñirles, que invitaron a Ixión a un banquete en el Monte Olimpo. Pensarías que el chico tendría modales, pero no. Tuvo mucho de comer y de beber. Toda esa alabanza se le subió a la cabeza. Comenzó a pensar que los dioses eran en serio sus amigos, sus compañeros, sus camaradas. Gran error. Sin importar qué tan bien te traten los dioses, nunca te verán como su igual. Recuerda, para ellos somos jerbos con fuego, cucarachas que pueden usar armas. Somos una especie de entretenimiento. Ocasionalmente les somos útiles, si los dioses necesitan matar pequeñas cosas en la tierra. ¿Pero mejores amigos? No. Toda la tarde, Ixión le hizo ojitos a Hera, ya que era la mujer más bella de la mesa. Zeus estaba demasiado ocupado en la fiesta como para notarlo, mucho menos que le importara. Finalmente, Hera se sintió demasiado incómoda y se levantó. Ixión supuso que era una señal para que la siguiera. El chico había aprendido a matar gente, pero aparentemente tenía mucho que aprender sobre dioses. Después de que Hera se fue, Ixión esperó en la mesa unos minutos y luego anunció a los dioses: —Hey, toda esta bebida me está afectando. ¿Dónde está el baño? Uh, ¿los dioses siquiera tienen baños?

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― En el pasillo ―dijo Zeus―. Primera puerta a la izquierda. Están marcados “dioses” y “mortales”. Solo asegúrate de usar el correcto. Ixión se dirigió a la dirección por la que se había ido Hera. La encontró parada en un balcón, observando las nubes. ― Hola, hermosa ―dijo. Hera se estremeció. Probablemente lo habría convertido en un caracol o algo baboso, pero estaba demasiado aturdida porque este mortal se había atrevido a hablarle. Ixión tomó su silencio como timidez. ― Sí, sé que me has estado viendo. Creo que eres maravillosa también. ¿Qué tal si nos besamos? La rodeó con sus brazos y trató de besarla. Hera tenía tanto pánico que todo lo que pudo hacer fue empujarlo y correr. Lo perdió en los corredores del palacio, se encerró en su cuarto y esperó a que su pulso recuperara la normalidad. 147

¿Por qué no lo había incinerado? ¿O al menos transformado en una babosa? Estaba demasiado en shock. Además, también, tal vez estaba un poco confundida por el coqueteo. Hacia cientos de años que no tenía que lidiar con eso. Una vez que se casó, puso a otros hombres fuera de su mente totalmente. Cualesquiera que fueran los defectos de Hera, ella no era infiel. No tenía un solo hueso de infidelidad en su inmortal cuerpo. De verdad y honestamente creía que el matrimonio era para siempre, para bien o para mal, por lo que las pequeñas aventuras de Zeus le causaban mucha rabia. Una vez que se calmó, comenzó a planear su venganza. Podía castigar a Ixión por sí misma, seguro. ¿Pero por qué no mejor decirle a Zeus? Dejarlo ser el celoso para variar. Tal vez si tenía que defender su honor, se tomaría más en serio sus votos de matrimonio.

Hera se calmó y regresó a la mesa. Ixión estaba sentado platicando, como si nada hubiera pasado. La pequeña comadreja. Hera le sonrío, sólo para demostrarle que no estaba afectada. Después se inclinó hacia Zeus y susurró: ― Mi Señor, ¿podemos hablar en privado? Zeus frunció el ceño. ― ¿Estoy en problemas? ― Aún no ―dijo Hera dulcemente. Ella lp guió hacia el pasillo y le explicó lo que había pasado. Zeus frunció el ceño y se acarició la barba pensativo. Hera esperaba que se dirigiera inmediatamente al comedor y golpeara a Ixión, pero no lo hizo. ― ¿Me escuchaste? ¿Por qué no te molesta? 148

― Oh, te escuché. ―Zeus se aclaró la garganta―. Es solo que, bueno, es un invitado en mi casa. Comió de nuestra comida. No puedo incinerarlo sin una buena razón. ― ¿SIN BUENA RAZÓN? ―lloró Hera―. ¡Trató de coquetear conmigo! ― Sí, sí, y eso es muy serio, pero aún necesito pruebas indiscutibles. ― ¿Mi palabra no es suficiente? ―Hera estaba a punto de lanzar a Zeus por el balcón y encargarse de Ixión ella misma, pero Zeus alzó los brazos para aplacarla. ―Tengo un plan ―dijo―. Veremos si Ixión realmente intentó deshonrarte, o si solamente cometió un estúpido error ebrio. Una vez que tengamos pruebas, ningún dios se opondrá a que lo castigue, aunque sea mi invitado. Confía en mí, si es culpable, su castigo será espectacular. Hera cerró los puños. ― Haz lo que tengas que hacer.

Zeus se dirigió a la barandilla y bajó una nube. Se condensó y se convirtió en un pequeño tornado blanco, convirtiéndose en una figura humanoide. Se convirtió en una exacta réplica de Hera, pero pálida y fría. Olviden eso. Era una réplica exacta de Hera. Hera Falsa observó a Hera Real. ―Hola. ― Esto es raro ―dijo Hera Real. ― Sólo espera aquí ―dijo Zeus a la Hera verdadera. Se llevó a la falsa Hera a la fiesta. Ixión retomó su movimiento justo donde lo dejó, coqueteándole a la falsa Hera. Para su deleite, Hera le coqueteó también. Le hizo un ademán para que la siguiera por el pasillo. Una cosa llevó a la otra. En la mañana, los adormilados dioses caminaron dando trompicones al comedor para desayunar. Estaban sorprendidos al enterarse que Ixión había pasado la noche, y cuando preguntaron por qué, Ixión les dijo que la reina del cielo lo había invitado a quedarse en su apartamento. Guiño, guiño, guiño. ―La tengo justo en la palma de mi mano ―presumió―. Dijo que era mucho más guapo que Zeus. Me va a hacer inmortal solo para que pueda estar conmigo para siempre. Continuó jactándose de lo atractivo que Hera y de cuánto Hera quería dejar a Zeus y casarse con él. Mientras tanto, Zeus entró al comedor y caminó silenciosamente detrás de Ixión. Finalmente Ixión notó que todos los dioses en la mesa habían guardado silencio. Se tambaleó. ― Está justo detrás de mí, ¿verdad?

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― Sí, ¿por qué? ―dijo Zeus alegremente―. Y si vas a robarle la esposa a alguien más, de verdad no deberías presumirlo en su propia casa. A parte, deberías asegurarte que de verdad te robaste a la esposa, no a una doble de nube. Ixión tragó saliva. ― Creo que estoy en problemas. ― Sólo un poco ―concordó Zeus. Ninguno de los otros dioses se opuso a que Zeus castigara a su invitado. Zeus pidió por una rueda de un carruaje y ató a Ixión al radio, jalando sus extremidades tan fuerte que estaban a punto de romperse. Después prendió fuego a la rueda y la lanzó al cielo como un disco volador. Ixión se hizo inmortal, sí, pero sólo para que pudiera sufrir agonía eterna. Aún sigue en el aire, girando, quemándose y gritando “¡Hera! Creí que te gustaba”.

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¿Lo más raro de la historia? Hera falsa tuvo un bebé. ¿Cómo es que una nube tiene a un bebé? No tengo idea, pero su hijo fue un chico llamado Centauro, quien se enamoró de una yegua, de nuevo, ni idea. Sus hijos crearon la raza de los centauros, mitad humanos, mitad caballos. Como les dije al principio, no podría inventarme cosas tan raras. Hera esperaba que Zeus fuera un esposo más atento después del incidente de Ixión, pero se decepcionó. En su lugar, Zeus parecía pensar que había defendido a Hera satisfactoriamente, así que ahora merecía de tiempo para jugar. Si tratara de decirte la cantidad de veces que Hera se vengó de las novias de Zeus, estaríamos aquí durante un siglo. Prácticamente se convirtió en el trabajo de tiempo completo de Hera. Pero particularmente le molestaba una mortal. Sémele era una princesa de la ciudad Griega de Tebas, y aunque nadie se atrevía a decirlo, todos sabían que era la mortal más bella de su generación, tan bella como una diosa, tal vez más bella que la misma Hera. 152

Zeus comenzó a hacer muchos “viajes de compras” a Tebas. Hera sospechaba, por supuesto, pero Zeus era inteligente. Hera nunca podía atraparlos a él y a Sémele juntos. Luego un día estaba flotando sobre Tebas como una nube dorada cuando sucedió que vio a Zeus (disfrazado de mortal, pero aún lo podía reconocer) salir de una casa de la mejor área de la ciudad. Un momento después, Sémele apareció en la puerta y lo despidió con la mano. La chica sólo salió por un segundo, pero una cosa era obvia: estaba inmensamente embarazada. Hera gruñó y se murmuró a sí misma, pero no podía simplemente matar a la chica abiertamente. Incluso aunque Zeus fuera un patán, era un poderoso patán. Si se enteraba que Hera había matado a una de sus novias, podía infligir todo tipo de dolor y sufrimiento en ella. Tendría que utilizar algunos trucos. Hera flotó a Tebas en su nube dorada y tomó la forma de una mujer anciana. Tocó la puerta de Sémele, pensando en fingir que era una mendiga o una vendedora.

Sémele abrió la puerta y se sorprendió. ― Beroe, ¿eres tú? Hera no tenía idea de lo que la chica estaba hablando, pero le siguió el juego. ― ¡Sí, mi querida! Soy yo, Beroe, tu… ― ¡Mi niñera de la niñez! ― ¡Exactamente! ― Oh, has envejecido tanto. ― Gracias ―murmuró Hera. ― Pero igual te reconocería en donde fuera. ¡Pasa! Le dio a Hera un tour por la casa. Hera estaba indignada de que fuera tan bonito, si no es que más, que su apartamento en el Monte Olimpo. 153

Preguntó inocentemente cómo había obtenido tal mansión, que se veía increíble, incluso para una princesa. ― Oh, es mi novio ―dijo Sémele radiante de orgullo―. Es tan maravilloso. Me da lo que sea que quiera. Mira este collar que me acaba de traer. Le mostró un collar de jade, oro y rubí mucho más fino que cualquier cosa que Zeus le hubiera dado a Hera jamás. ― Encantador. ―Hera resistió el impulso de darle un puñetazo a la princesa en sus perfectos dientes―. ¿Y quién es este chico? ¿Es local? ― Oh, no se supone que lo diga. ― ¡Pero soy tu antigua niñera, Beryl! ―dijo Hera. ― Beroe ―dijo Sémele. ― Eso fue lo que quise decir. ¡Claro que puedes contármelo!

Sémele explotaba de la emoción. Moría por contarle a alguien, así que no le costó mucho convencerla. ―Bueno…es Zeus ―confesó―. El Señor del cielo. El rey de la creación. Hera la observó, fingiendo incredulidad. Luego suspiró en simpatía. ― Oh mi pobre niña. Mi pobre, pobre niña. Sémele parpadeó. Esa no era la reacción que esperaba. ―Pero… ¡Estoy saliendo con el rey del universo! Hera resopló. ― Eso dice él. ¿Cuántos chicos no han usado esa línea ya? ¡Todos! ¿Cómo sabes que en realidad es un dios, y no un raro riquillo pretendiendo ser un dios? La cara de Sémele se enrojeció. ― Pero él dijo que era Zeus, y parece muy “dios”. ― ¿Ha hecho algo para probarlo? ― Uh, bueno, no. Hera fingió pensar en el problema. ― Él es el padre de tu hijo. Debes estar segura. ¿Dijiste que haría lo que fuera por ti? ― ¡Si! ¡Lo prometió! ― Hazlo que jure ―sugirió Hera―. Luego pídele que aparezca ante ti de la forma que aparece ante Hera, su esposa. En su forma real de dios. Esa es la única manera en la que sabrás con certeza. Sémele reflexionó. ― Suena peligroso. ― No si realmente te ama. ¿Acaso no eres tan buena como lo es Hera?

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― Por supuesto. ― ¿Y tan hermosa? ― Más hermosa. Zeus me lo dijo. Hera apretó la mandíbula tan fuerte que rompió uno de sus dientes de mortal. ― Ahí tienes entonces. Si Hera puede lidiar con la forma de dios de Zeus, ¡entonces tú también! De verdad espero que sí sea Zeus, querida. ¡Honestamente! Pero debes estar segura. El futuro de tu hijo está en juego. ¿Cuándo regresará? ― Muy pronto, de hecho. ―Bueno, ¡mira la hora que es! ―dijo Hera―. Fue maravilloso verte, pero debo irme. Tengo…cosas de anciana que hacer. Hera se fue. Una hora después, Zeus regresó a casa de Sémele. ―Hola, bebé ―dijo mientras entraba. 155

Inmediatamente notó que algo estaba mal. Sémele no corrió a abrazarlo y besarlo como era usual. Estaba enfurruñada en el sofá con sus brazos cruzados sobre su vientre de embarazada. ―Uh… ¿Qué pasa? ―preguntó Zeus. Sémele hizo unamueca. ― Dijiste que harías lo que fuera por mí. ― ¡Y lo hare! ¿Quieres otro collar? ― No ―dijo―. Quiero otro favor. Sólo una cosa me va a hacer feliz. Zeus rió. Tal vez Sémele quería un vestido esta vez, o un par de esas nuevas cosas que los humanos acababan de inventor… ¿cómo se llamaban? ¿Zapatos? ― Lo que quieras ―dijo Zeus.

― ¿Lo prometes? Abrió sus brazos magnánimamente. ― Lo juro por el Río Estigia. Pídeme lo que sea y será tuyo. ― Bien. ―Se permitió sonreír―. Quiero que aparezcas ante mí en tu verdadera forma de dios, de la misma forma que apareces ante Hera. Zeus contuvo el aliento. ― Uh, mala idea bebé, pídeme otra cosa. ― ¡No! ―Sémele luchó―. Dijiste que lo que fuera. Quiero pruebas de que de verdad eres un dios. ¡Soy tan buena como Hera! Quiero verte de la misma manera en que ella te ve. ― Pero…la forma verdadera de un dios…no es algo para que los mortales vean. Especialmente mortales embarazadas a las que les gustaría vivir más que unos segundos. ― Lo puedo soportar ―dijo―. Sé que puedo. Zeus no estaba tan seguro de eso. Nunca había intentado aparecerse ante un mortal en su forma de dios, pero imaginaba que para el mortal era como ver directo al sol sin protección, o ver a un actor recién levantado sin maquillaje. Peligroso. Por otro lado, Zeus había jurado sobre el río Estigia, y no podía zafarse de eso. Además Sémele era una mujer tenaz. Era la hija del famoso héroe Cadmo. Si pensaba que podía manejar ver a un dios en su forma verdadera, tal vez podía. ― Bien. ¿Lista? ―peguntó Zeus. ―Lista. El disfraz de mortal de Zeus desapareció. Zeus apareció en todo su esplendor como un pilar arremolinándose de fuego y truenos, como una supernova, en la sala de Sémele. Los muebles se quemaron. Las bisagras de la puerta volaron. Las persianas de las ventanas explotaron.

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Sémele no lo pudo tolerar. Se evaporó, dejando una sombra chamuscada en la pared de la sala. Pero el bebé dentro de ella sobrevivió, probablemente porque era en parte dios. El pobre pequeño estaba de pronto flotando en el aire donde su cómoda madre solía estar. Zeus regresó a su forma física justo a tiempo para atraparlo antes de que tocara el suelo. Claro que Zeus estaba en shock con la muerte de Sémele, pero se dio cuenta que lo más importante en ese momento era el bebé. El pequeño no había crecido lo suficiente aún. Obviamente necesitaba unos meses más de desarrollo antes de estar listo para nacer. Zeus tuvo que pensar rápido. Sacó su rayo y se hizo una incisión en su muslo derecho. Debió haber dolido mucho, pero Zeus colocó al bebé en su muslo como si lo estuviera metiendo en el bolsillo de unos pantalones. Después cosió su piel para cerrarla. Chicos…no intenten esto en casa, no funcionará. Pero supongo que los dioses son diferentes. De alguna manera el niño se mantuvo vivo ahí dentro y siguió creciendo hasta que estaba listo para nacer. No se sabe si los otros dioses se dijeron “Hey Zeus, ¿Por qué tu muslo derecho es tan grande, hombre? Deberías de revisarlo”. Cuando el bebé estuvo listo, Zeus lo sacó; y el niño se convirtió en el dios Dionisio. Llegaremos a su historia más adelante. Su nacimiento es lo menos extraño sobre él. De cualquier forma, Hera obtuvo su venganza contra Sémele, y desearía poder decirte que eso era lo peor que había hecho. Desafortunadamente, sólo estaba haciendo calentamiento. Otra de las novias de Zeus era una muchacha llamada Egina. Aparentemente ella había escuchado la historia de Sémele, ya que no estaba muy ansiosa por ser la “amiga especial” de Zeus, aunque este constantemente le coqueteaba y la colmaba de regalos. Finalmente Zeus la convenció de que fueran a una isla secreta. ― Nadie lo sabrá jamás ―prometió.

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― ¿Qué hay sobre Hera? ―preguntó Egina. ― Ella especialmente. Zeus se convirtió en un águila y volaron a una isla que ahora lleva su nombre: Egina. Zeus casi se sale con la suya. Hera no se enteró del engaño hasta años después, cuando Egina ya había muerto. Para entonces, el hijo de Zeus y Egina era el rey de la isla donde había nacido. No sé cómo es que Hera se enteró, pero cuando lo hizo, le molestó de sobremanera que no podía castigar a Egina personalmente. ― ¿¡Cómo se atreve a morir para que yo no la pueda matar!? ―gruñó Hera―. Bueno, sacaré mi enojo con su hijo. Su nombre era Rey Éaco (creo que necesita unas vocales más en su nombre. No tengo idea de cómo pronunciarlo, así que diré “heaco”9.) De cualquier forma, sucedió que el Rey Éaco estaba a punto de salir a la guerra. Estaba juntando a sus tropas para defender su reino. Hera convocó a una gran serpiente y la soltó en la cabecera del único río de la isla. El veneno se esparció por toda el agua de la isla y pronto la mayoría de los habitantes habían muerto. Hey, eso es justo, ¿no? Zeus se acuesta con una mortal, así que Hera encuentra a su hijo y mata a todos en su reino. No, eso no es psicótico para nada. Como podrás imaginar, Éaco entró en pánico. Fue al jardín de su palacio, desde donde podía ver el cielo. Se hincó y oró a Zeus. ― Papá, estoy a punto de ser invadido, y tu esposa prácticamente mató a todos en mi ejército y a la mayoría de mis civiles. La voz de Zeus retumbó desde los cielos. ― Que fastidio. ¿Cómo puedo ayudar?

9

En inglés, su nombre se escribe “Aeacus”, por ello Percy dice sarcásticamente que necesita más vocales.

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Éaco pensó en eso. Miró hacia abajo hacia sus flores y vio hormigas caminando, miles de pequeñines, incasables e industriales, como…como un ejército. ― ¡Hecho! ―Tronó Zeus. Inmediatamente la colonia entera de hormigas creció y se convirtieron en hombres. Miles de guerreros en brillantes armaduras rojas y negras, ya entrenados para marchar en filas y pelear con perfecta disciplina. No le temían a ningún enemigo. Eran increíblemente fuertes. Se llamaban los mirmidones, y se convirtieron en la unidad de pelea élite más famosa de Grecia, como los SEAL o los Boina Verde del mundo antiguo. Después, tendrían a un famoso comandante llamado Aquiles. Tal vez has escuchado hablar de él, o de su tobillo. La última cosa sobre Hera, algo que en verdad no entiendo, es lo rápido que podía cambiar de ser enemiga de alguien a ser su amiga, o viceversa. Poseidón, por ejemplo. Al principio no se llevaban bien. De hecho, ambos tenían su ojo puesto en el mismo reino griego, Argos. Ves, era algo muy importante ser el dios patrón de una u otra ciudad. Como, era un gran honor si podías decir que eras el Dios de Nueva York. Si eras el dios de Scranton, Pennsylvania, no tanto. (Está bien, lo siento por todos en Scranton, pero entienden el punto.) Supongo que Argos era un lindo lugar, porque ambos Poseidón y Hera querían ser su patrón. El rey decidió irse por Hera. Probablemente no quería que su población muriera por veneno de serpiente. Hera estaba deleitada, Poseidón no tanto. Inundó todo el reino, y cuando Hera se quejó, Poseidón dijo: ― Bien, les quitaré el agua. Toda. El mar retrocedió, y todos los muelles y ríos se secaron. Hera se quejó de nuevo. Los dos estaban al borde de una confrontación épica. Finalmente Poseidón cedió y permitió que algo de agua regresara, pero Argos es aún un lugar muy árido. Muchos de los ríos no tienen agua a menos que llueva. Hera se convirtió en la patrona de Argos, lo cual fue de ayuda después para un tipo llamado

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Jason, quien lideró a un grupo de gente llamados los Argonautas. Pero esa es otra historia. Mi punto es que Hera cambió de tono poco después. Ella y Poseidón hablaron y decidieron que Zeus se estaba saliendo de control como líder. Planearon la primera rebelión Olímpica. Pero llegaremos a eso cuando hablemos de Poseidón. Ahora visitaremos el Inframundo para ver cómo le va a nuestro acosador favorito, el dios de la muerte, Hades.

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Hades mejora su hogar

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N

o, en serio.

Hades quizás sea detestable pero no hay duda de que obtuvo la peor parte del universo. A pesar de ser el hijo mayor de Rea, siempre fue visto como el más joven, debido a que los dioses se guiaron por el orden en el que fueron vomitados de las tripas de Cronos. Como si eso no fuera suficientemente malo, cuando los dioses tiraron el dado para dividirse el mundo, Hades recibió la parte menos deseable –El Inframundo. Por supuesto, Hades era un tipo tenebroso para empezar, así que se podría argumentar que estaba destinado a andar bajo tierra. Siempre estaba caviloso y vestido de negro. Su cabello oscuro cubría sus ojos como uno de esos tipos emos de manga japonés.

Una vez que se volvió el señor del Inframundo, todo el color desapareció de su tez porque estaba dejando atrás el mundo mortal. Incluso si los otros dioses querían mantenerse en contacto con él (que no querían), el Inframundo tenía un servicio telefónico muy malo y cero wi-fi. Cuando Hades estaba allí abajo, no tenía idea de lo que sucedía en el mundo exterior. Sus únicas noticias venían de los espíritus de los muertos recientes, quienes lo ponían al tanto de los últimos chismes. De hecho, en el tiempo de los Antiguos Griegos, cada vez que invocabas el nombre de Hades tenías que golpear con el puño el suelo porque esa era la única manera de atraer su atención. Algo así como “¡Hey, te estoy hablando!” ¿Por qué querrías atraer la atención de Hades? No estoy seguro. Finalmente, todo el Inframundo sería llamado Hades por el dios Hades, lo que confundió un poco las cosas pero, en realidad el Inframundo existía desde hace mucho antes que su dios. Su nombre original era Erebos y cuando Hades asumió el poder, el lugar era un completo desastre. Empecemos con las tuberías. Cinco ríos diferentes desembocaban por el Inframundo y no querrías usar ninguno de ellos para tomar un baño o cepillarte los dientes. El menos peligroso era el Cocito, El Río de los Lamentos, que lucía lo suficientemente manso. Sus aguas azul oscuras zigzagueaban pacíficamente a través de las llanuras de Erebos, con muchos lugares agradables en la ribera para ir de picnic; pero si te acercabas demasiado, oirías los gritos de almas torturadas chapoteando en la corriente. Verás, el Cocito era alimentado de las almas de los condenados. Sólo estar cerca de él te llevaría a un estado de depresión. De hecho, si tocabas el agua…bueno, créeme, no querrías hacer eso. Ninguna cantidad de videos de lindos cachorritos en el internet levantaría tu ánimo otra vez.

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El segundo río era el Flegetone, el Río del Fuego. Bramaba a través de las cavernas del Inframundo como un torrente de gasolina ardiendo, abriendo canales a través de la negra roca volcánica, iluminando todo con un color rojo sangre, llenando el aire de candelas y humo hasta que finalmente el río caía en picada, como una cascada ardiente, en el profundo abismo del Tártaro, que era como el sótano del sótano. Así que, si…Hades abría el agua caliente en su ducha, su cara se llenaba del ardiente Flegetone. Por eso, no me sorprende que el tipo siempre anduviera de mal humor. Lo más loco era que el agua del Flegetone no te mataría aunque fueras mortal. Claro, arderías como chilis radiactivos sofritos en ácido. Te haría desear estar muerto. Pero el río fue realmente diseñado para mantener a sus víctimas vivas para que pudieran sufrir por siempre — ¡yupi!— Muchas almas condenadas tenían que nadar a través de él por toda la eternidad o estar atascadas hasta el cuello en el agua ardiente. De acuerdo con algunas leyendas, el Flegetone podía eventualmente quemar tus pecados y dejarte ir libre si estabas realmente, realmente arrepentido por las cosas que habías hecho. Si quieres probar esa teoría, ve y salta. Yo, creo que paso. Río número tres, el Aqueronte, era el Río del Dolor. Si adivinaste que era doloroso, te ganaste una galleta. El Aqueronte empezaba en el mundo mortal, cerca de un templo de la muerte en Epirus. Quizás es por eso que los fantasmas estaban atraídos a él y llenaban el río con su propio dolor y sufrimiento. El Aqueronte serpenteaba hasta que se precipitaba bajo tierra y caía en Erebos. Ahí se ensanchaba en una oscura, vaporosa y pantanosa extensión que causaba dolor a cualquiera que tuviera la mala fortuna de tocar sus aguas o incluso oír su corriente. Después de un tiempo, el Aqueronte se dividió en dos ríos más pequeños —el Cocito y el Estigia— que fluían en direcciones opuestas hasta el Tártaro. El río número cuatro era el que, personalmente, menos me gustaba: El Lete, el Río del Olvido. (He tenido algunas malas experiencias con la amnesia. Es una larga historia.) De cualquier manera, el Lete parecía inofensivo. En la mayoría de los sitios, era un gentil tramo de agua blanca como la leche que giraba alrededor de una cama de piedras poco profunda, borboteando suavemente de una manera que te hacía sentir los

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ojos pesados. Quizás podrías pensar que se podría cruzar este río, no hay problema. ¿Mi consejo? No lo hagas. Una sola gota de agua del Lete borraría tu memoria de corto plazo. No recordarías nada de lo que pasó la semana pasada. Toma un trago completo o sumérgete en esas aguas y tu mente estaría completamente en blanco. No recordarías tu propio nombre, de dónde vienes o incluso que los Yankees de Nueva York son, obviamente, mejores que los Medias Rojas de Boston. Lo sé —aterrador ¿cierto? Para algunos de los espíritus; sin embargo, el Lete era en realidad una bendición. Multitudes de fantasmas estaban siempre reunidos en las orillas, bebiendo del río para así poder olvidar sus antiguas vidas porque, no puedes extrañar lo que no recuerdas. A veces, a los espíritus se les permitía incluso reencarnar —renacer en el mundo mortal para otra vida. Si te arriesgabas a eso, tenías que beber antes del Leteo y así, no recordarías tu vida anterior. Porque, en serio, ¿quién querría pasar doce años de aburrido colegio otra vez si recordabas haberlo hecho antes? Las amapolas crecieron a lo largo de las orillas del Lete, y es por eso que el jugo de amapola tiene el poder de poner a la gente a dormir y aliviar su dolor. (Eso lo llamamos Opio10, niños. Y no consuman drogas por que LAS DROGAS SON MALAS. Okey, tenía que poner eso ahí.) En un momento, el Lete cruzaba a la entrada de una oscura cueva donde el dios Hipnos vivía —el dios del sueño. ¿Cómo era adentro? Nunca nadie lo ha descrito, probablemente porque cualquiera que fuera lo suficientemente estúpido para entrar ahí, se quedaría dormido y nunca más saldría.

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E l opio es una mezcla compleja de sustancias que se extrae de las cápsulas verdes de la adormidera (Papaver somniferum), que contiene la droga narcótica y analgésica llamada morfina y otros alcaloides.

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El quinto río del Inframundo era el Estigia, el Río del Odio. Definitivamente, era el río más famoso pero, solo el nombre frustraría cualquier posibilidad para el turismo. “¡Hey, chicos, vamos al Río del Odio por las vacaciones de primavera!” “¡Yay!” El Estigia fluía a través de las partes más profundas y oscuras del Inframundo. Algunas leyendas sostenían que fue creado por el Titán del agua, Tetis, y era alimentado por los manantiales salados del fondo del océano. El Estigia rodeaba el Erebos como una zanja, así que prácticamente tenías que cruzarla para entrar al Inframundo. (Algunas historias dicen que el Aqueronte era el río que tenías que cruzar pero, ya que el Estigia desembocaba del Aqueronte, supongo que las dos versiones son correctas.) La corriente era oscura y lenta, siempre envuelta en una pestilente niebla y el agua era corrosiva para los mortales. Mezcla ácido sulfúrico con aguas residuales, un poquitín de odio líquido y obtendrás el Estigia. Así que te estarás preguntando: ¿Por qué alguien querría entrar al Inframundo? No lo sé. Pero desde que los humanos fueron creados, siempre que mueren, sus almas como que instintivamente bajan a Erebos, como lemings saltando de un acantilado o turistas yendo en tropel hacia Time Square. Podrías decirles todo lo que quisieras, como que era una idea estúpida pero, simplemente seguirían haciéndolo. El problema era que las almas no tenían una forma segura de cruzar el Río Estigia. Algunos se las arreglaban para nadarlo. Otros lo intentaban, sólo para disolverse en el agua. Muchos, simplemente deambulaban a lo largo del lado mortal del río gimiendo y señalando al otro lado como diciendo: ¡Quiero ir en esa dirección! Finalmente, un daimon trabajador llamado Caronte decidió entrar al negocio. ¿Qué es un daimon? No es el demonio tipo diablo con una horca, una cola y de piel roja. Los Daimons eran espíritus inmortales, algo como deidades menores. Algunos lucían como monstruos o mortales. Algunos eran buenos. Y otro sólo holgazaneaba.

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Este tipo, Caronte, era un hijo de Nix, la diosa de la noche. Caronte podía tomar diferentes formas pero la mayoría del tiempo aparecía como un hombre viejo y feo en túnicas harapientas, con una barba grasienta y un sombrero en forma de cono. Si yo fuera él y pudiera cambiar de forma, andaría por ahí luciendo como Brad Pitt; pero supongo que a Caronte no le importaba impresionar a los fantasmas. En todo caso, un día Caronte se dio cuenta de que todas esas almas mortales clamaban por llegar a Erebos, así que se construyó un bote y empezó a llevar a las personas a la otra orilla. Por supuesto, no fue gratis. Aceptaba oro, plata y mayormente tarjetas de crédito. Puesto que el Inframundo no tenía normas, Caronte simplemente cobraba lo que él quería. Si le caías bien, quizás te dejaba cruzar por un par de monedas. Si no le caías bien, exigía una fortuna. Si eras lo suficientemente desafortunado para ser enterrado sin dinero — ¡oh, bueno! Tendrías que deambular en el lado mortal del Estigia para siempre. Incluso, algunos de los muertos se devolvían al mundo de los vivos para aparecérseles a estos como fantasmas. 167

Incluso si cruzabas el Estigia, encontrarías Erebos en un completo caos. Los fantasmas se “suponía” que estaban divididos en diferentes grupos, de acuerdo a qué tan buenos habían sido en sus vidas. Si fueron unas verdaderas escorias, iban a los Campos de Castigo a disfrutar de la tortura especial por toda la eternidad. Si fueron buenos, iban a Elysium, que era como el Paraíso, Las Vegas y Disney juntos. Si los espíritus no habían sido particularmente buenos o malos en la vida pero, habían como que simplemente existido (que eran la mayoría de las personas) eran forzados a deambular en los Campos de Asfódelo por siempre, que no era un sitio horrible —sólo increíble y mortalmente aburrido. En teoría, así es como los espíritus eran clasificados. Desafortunadamente, antes de que Hades lo asumiera, nadie vigilaba el Inframundo. Era como un día de escuela en el que todos tus profesores están enfermos y no hay más que suplentes que no conocen las reglas, así que naturalmente los niños aprovechan por completo. Las almas condenadas al Castigo entraban a hurtadillas en Asfódelo y nadie las detenía. Los espíritus de Asfódelo arruinaban la fiesta en Elysium y algunos espíritus realmente

tontos pero nobles destinados a Elysium, daban un mal giro y terminaban en Castigo y no podían salir o eran demasiado buenos para quejarse por eso. Para empeorar las cosas, incluso los espíritus que iban a donde se suponía que debían ir, no siempre merecían estar allí porque, antes que Hades asumiera el puesto, eras juzgado para lo que te deparaba aun estando vivo. ¿Cómo funcionaba ese sistema? No tengo idea. Aparentemente un panel de tres jueces vivos te entrevistaba justo antes de morir y decidían si merecías los Campos de Castigo, Elysium o Asfódelo. No me preguntes cómo los jueces sabían que estabas a punto de morir. Quizás adivinaban. Quizás los dioses les decían. Quizás los jueces simplemente gritaban a personas al azar “¡Oye, tú! ¡Ven aquí! ¡Es tú turno de estirar la pata!” En fin, los jueces escuchaban tu testimonio y decidían tu destino para la eternidad. Adivina que pasaba. La gente mentía. Sobornaban a los jueces. Aparecían en sus mejores ropas, sonreían, adulaban y se hacían los buenos para que los jueces pensaran que “eran” buenos. Hacían pasar testigos que decían “Oh, sí. Este tipo vivió una vida totalmente increíble. Rara vez torturó a nadie”. Cosas como esas. Muchas personas malas lograban manipular su entrada en Elysium y muchas personas buenas que no seducían a los jueces, terminaban en los Campos de Castigo. Tú entiendes… el Inframundo era un desastre. Cuando Hades se hizo cargo, miró a su alrededor y dijo “Naa, esto no va a funcionar”. Así que fue al Olimpo y le explicó la situación a Zeus. Tener que obtener la aprobación de Zeus para lo que planeaba hacer le molestaba pero, sabía que necesitaría la aprobación del Jefe para cualquier cambio significativo, para la vida después de la muerte, especialmente porque los humanos estaban involucrados. Los dioses consideraban a los humanos propiedad compartida. Zeus escuchó y frunció el ceño pensativo.

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—Entonces, ¿qué propones? —Bueno —dijo Hades—. Podríamos mantener el panel de los tres jueces pero... — ¡La audiencia podría votar! —adivinó Zeus—. ¡Al final de cada temporada el mortal ganador podría ser coronado Ídolo Elysiano! —Um, no —dijo Hades—. En realidad, estaba pensando que los jueces podrían ser espíritus en lugar de personas vivas. Y cada alma mortal sería juzgada sólo una vez que entre al Inframundo. —Así que… ¿sin formato de competencia? Umm, muy mal. Hades intentó mantener la calma. —Verás, si los jueces son espíritus que están bajo mi control, será imposible influenciarlos. Las almas que vengan ante la corte serán despojadas de todo menos de su esencia. No podrán contar con buenas apariencias o ropa elegante. No podrán sobornar a los jueces o llamar testigos. Todos sus actos buenos y malos serán dejados al descubierto, porque los jueces podrán literalmente, ver a través de ellos. Mentir será imposible. —Me gusta —dijo Zeus—. ¿A quiénes escogerás para jueces? —Tres mortales difuntos que hayan sido reyes en el mundo de arriba —dijo Hades—. Los reyes están acostumbrados a dictar sentencias. —Bien —Zeus acordó—. Siempre que los reyes sean todos hijos míos. ¿De acuerdo? Hades apretó sus dientes. No le gustaba que su hermano se inmiscuyera en todo, pero dado que casi todo rey griego, era hijo de Zeus, habría muchos reyes entre los que elegir—. De acuerdo. Zeus asintió. — ¿Cómo te asegurarás de hacer cumplir las sentencias y de que las almas vayan a dónde se supone deben ir?

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Hades sonrió fríamente. —Oh, no te preocupes. Eso lo tengo cubierto. Cuando volvió a Erebos, Hades nombró a tres antiguos reyes, todos hijos semidioses de Zeus, como sus célebres jueces: Minos, Éaco y Radamantis. Luego reunió a las tres Furias —esos espíritus de venganza que habían sido formados de la sangre de Urano siglos atrás. Hades las contrató para ser sus ejecutores. Lo que fue una buena idea ya que nadie querría contrariar a una abuela demoníaca con mal aliento y un látigo. Como la mayoría de los daimons, las Furias podían tomar diferentes formas pero, normalmente aparecían como señoras viejas y feas con un largo cabello fibroso, túnicas negras y harapientas y gigantescas alas de murciélago. Sus fuertes látigos podían causar un dolor insoportable a vivos y muertos y podían volar de forma invisible, así que nunca te darías cuenta cuándo se lanzarían sobre ti. Hades los usaba para mantener a los muertos en línea. A veces las dejaba volverse locas y diseñar nuevas torturas para las peores almas condenadas. Incluso podía enviar a las Furias detrás de los vivos si estos cometían un crimen verdaderamente horrendo —como matar a un miembro de la familia, profanar un templo o cantar canciones de Journey en una noche de karaoke. La siguiente mejoría de Hades al Inframundo: hizo más fácil a los espíritus de los muertos encontrar su camino a Erebos. Convenció a Hermes, el dios mensajero, de estar atento a las almas perdidas del lado mortal del Estigia. Si Hermes veía algún fantasma que parecía confundido, él lo llevaría en la dirección correcta y le facilitaría un práctico y colorido mapa, cortesía de la Cámara de Comercio del Inframundo. Una vez que las almas de los muertos llegaban al Río Estigia, el daimon Caronte las llevaba a la otra orilla por el pago estándar de una moneda de plata. Hades lo había convencido (léase: amenazado) de cobrarle a todos el mismo precio. Hades también corrió la voz a los mortales de arriba que mejor tomaran sus ritos funerarios en serio o no serían admitidos en el Inframundo. Cuando morías, se suponía

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que tu familia haría ofrendas a los dioses. Tenían que darte un entierro decente y colocar una moneda bajo tu lengua para que pudieras pagarle a Caronte. Si no tenías una moneda, terminarías rondando el mundo mortal como un fantasma para siempre, lo que era sin sentido y aburrido. ¿Cómo Hades corrió la voz entre los mortales? Él tenía un ejército de seres alados negros y asquerosos llamados oneiroi, o daimons del sueño, quienes visitaban a los mortales mientras dormían, repartiendo visiones o pesadillas. ¿Alguna vez has tenido uno de esos sueños de los que despiertas asustado porque sentiste que estabas cayendo? Esos son los oneiroi metiéndose contigo. Probablemente te cogieron y te dejaron caer, sólo por molestar. La próxima vez que eso pase, golpea el piso con tu puño y grita: “Hades, dile a tus estúpidos daimons que paren”. Otra mejora que Hades hizo: reforzó la seguridad en las puertas de Erebos. Bajó a la Sociedad Humana del Tártaro y adoptó el perro más grande y malo que puedas imaginar —un monstruo llamado Cerbero, que era como un cruce entre pitbull, rotteweiler y un mamut rabioso y lanudo. Cerbero tenía tres cabezas, así que si eras un héroe mortal tratando de entrar a hurtadillas en el reino de Hades o un muerto tratando de escabullirse, tenías tres veces la posibilidad de ser visto y devorado. Además de colmillos y garras muy afilados, supuestamente, Cerbero tenía una crin hecha de culebras y una serpiente por cola. No puedo garantizar eso. Sólo me encontré con Cerbero una vez. Estaba oscuro, y estaba principalmente concentrado en no lloriquear y mojar mis pantalones. En fin, una vez que los espíritus pasaban las puertas, eran clasificados por los tres célebres jueces y eran conducidos a sus respectivos lugares. Como dije antes, la mayoría de las personas, en realidad, no habían hecho mucho con sus vidas, bueno o malo, así que terminaban en los Campos de Asfódelo. Allí existían como tenues sombras que sólo podían parlotear como murciélagos y flotar alrededor sin un rumbo fijo, tratando de recordar quiénes eran y qué estaban haciendo —algo así como los profesores durante la primera hora, antes de haber tomado suficiente café.

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Si habías llevado una buena vida, ibas a Elysium, que era lo más agradable que podías obtener en el oscuro Inframundo, conseguías una mansión propia, comida y bebida gratis, y prácticamente servicio cinco estrellas para lo que fuera que necesitaras. Podías pasar el rato con las otras afortunadas buenas personas y relajarte por toda la eternidad. Si Elysium se ponía aburrido, podías elegir beber del Río Leteo y renacer en una nueva vida mortal. Algunas almas eran “tan” buenas que se las arreglaban para vivir tres vidas virtuosas seguidas. Si ese era tu caso, podías retirarte a las Islas de Blest, que eran islas privadas del tipo caribeño en un lago en medio de Elysium. No muchas personas eran así de afortunadas o virtuosas. Era algo así como ganar el premio de la lotería de Personas Buenas. Si habías vivido una vida malvada, tendrías escabroso maltrato especial —hervir en aceite por siempre, tener tu piel desollada, ser perseguido por demonios hambrientos sobre un campo de vidrios rotos o deslizarte por una hoja de afeitar gigante a una piscina de jugo de limón. Tú sabes, lo usual. La mayoría de los castigos no eran muy creativos; pero si lograbas molestar a Hades de verdad, él siempre podría aparecerse con nuevas e interesantes maneras de torturar tu alma inmortal. ¿Un par de ejemplos? Tántalo. Ese tipo tenía problemas. Fue un rey griego –un hijo de Zeus, no te sorprendas— quién fue invitado a compartir una ambrosía y néctar en el Monte Olimpo con los dioses. Un gran honor ¿cierto? Pero Tántalo se volvió codicioso. —¡Vaya! —dijo después de la cena, sobándose la barriga—, ¡Eso estuvo bueno! ¿Podría llevarme en una bolsita las sobras para compartir con mis amigos en casa? —Bendito sea yo —juró Zeus—. ¡Absolutamente no! Esta ambrosía y este néctar son cosas raras y mágicas. ¡No puedes ir compartiéndolas con cualquiera! —Oh… —Tántalo forzó una sonrisa—. Por supuesto. Veo cómo es la cosa. Bueno…la próxima vez, una cena en mi casa ¿no?

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Tántalo debió haberlo dejado así. Debió haber recordado lo que le pasó a Prometeo cuando trato de robar cosas a los dioses y compartirlas con los mortales. Pero Tántalo estaba molesto. Se sintió insultado. Los dioses no confiaban en él. No querían que se volviera famoso por ser el mortal que había llevado ambrosía a la tierra. Mientras más lo pensaba, más se molestaba. Invitó a los dioses a un festín en su palacio pero, para vengarse de ellos, decidió que serviría la comida más insultante que pudiera pensar. Sólo que no sabía qué. Estaba parado en su cocina viendo a las ollas vacías, cuando su hijo Pélope entró. — ¿Qué hay para cenar, papá? —preguntó Pélope. A Tántalo nunca le había agradado su hijo. No sé por qué. Quizás Tántalo sabía que el niño se apoderaría de su reino algún día. Los reyes griegos siempre estaban paranoicos por cosas como esas. En fin, Tántalo sonrió maliciosamente a su hijo y sacó un cuchillo de carnicero — ¡Qué curioso que lo preguntes! 173

Esa noche los dioses se reunieron en el palacio de Tántalo para cenar y les sirvieron una olla de un exquisito estofado. — ¿De qué es esta carne? —preguntó Deméter tomando el primer bocado—. Sabe a pollo. Tántalo pretendía esperar a que todos los dioses hubieran comido pero no pudo contener las risitas tontas. —Oh, solo es una receta familiar. Zeus frunció el ceño y bajo su cuchara. —Tántalo… ¿qué has hecho? Hera apartó su tazón. —Y ¿dónde está tu hijo Pélope? —En realidad —dijo Tántalo—. Ese es él, está en el estofado. ¡Sorpresa, idiotas! ¡Ja, ja, ja ,ja!

Honestamente, no sé qué estaba esperando. ¿Pensó que los dioses reirían y le darían palmaditas en la espalda? Oh, Tántalo, tú, viejo bromista. Buena esa. Los Olímpicos estaban horrorizados. Después de todo, todavía sufrían de estrés posttraumático por haber sido tragados por su padre, Cronos. Zeus sacó un rayo, redujo a Tántalo a cenizas y le transfirió su alma al rey a Hades. —Crea un castigo especial para este —dijo Zeus—. Algo que tenga que ver con comida, por favor. Hades estaba feliz de complacerlo. Hundió a Tántalo hasta la cintura en una piscina de agua fresca, sus pies estaban atascados en el lecho del río como si fuera cemento. Sobre la cabeza de Tántalo colgaban ramas de un árbol mágico que daba todo tipo de frutas fragantes y jugosas. El castigo de Tántalo era simplemente permanecer allí por siempre. 174

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Bueno, pensó, esto no está tan mal. Luego, le dio hambre. Intentó agarrar una manzana pero las ramas se alzaban fuera de su alcance. Intentó con un mango. Sin suerte. Intentó saltar pero, sus pies estaban atascados. Intentó pretender estar dormido para así poder lanzar un ataque sorpresa a los melocotones. Otra vez, sin suerte. Cada vez, Tántalo estaba seguro de que podría conseguirse un pedazo de fruta pero, nunca pudo. Cuando le dio sed, recogió agua pero, en el momento en que sus manos alcanzaron su boca, el agua se había evaporado mágicamente y sus manos estaban completamente secas. Se agachó esperando tragar directamente del lago pero toda la superficie del agua retrocedió lejos de él. No importaba lo que intentara, no pudo conseguir una sola gota. Sólo le dio más hambre y más sed, aunque la comida y el agua estuvieran tan cerca —tentadoramente11 cerca, la cual es una palabra que viene de su nombre. La próxima vez que quieras algo desesperadamente pero, que esté fuera de tu alcance, has sido tentado. ¿Cuál es la moraleja de la historia? No sé. Quizás: No piques a tu hijo y se lo des de comer a tus invitados. Me parece obvio pero, como sea. Otro tipo que recibió un castigo especial fue Sísifo12. Con un nombre como SissyFuss13 tendrías que imaginarte que el hombre tenía problemas pero, al menos él no convirtió a sus hijos en estofado. El problema de Sísifo era que él no quería morir. Puedo identificarme con eso. Me levanto cada mañana pensando: ¿Sabes que sería bueno hoy? No morir. Pero Sísifo llevó las cosas demasiado lejos. Un día, la Muerte apareció en su casa. Y por Muerte, quiero decir Tánatos, el dios de la muerte, el ángel de la muerte, quien era uno de los principales lugartenientes de Hades.

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Se refiere a tantalizing que se parece a Tántalo y significa “tentadoramente” Sisyphus en el original. 13 Juego de palabras: Sissy-fuss que significa Marica escandalosa en inglés. 12

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Sísifo abrió la puerta y se encontró con un gran tipo con negras alas plumosas cerniéndose sobre él. —Buenas noches. —Tánatos consultó su cuaderno de notas—. Tengo una entrega para Sísifo. Una dolorosa muerte, requiere firma. ¿Eres Sísifo? Sísifo trató de ocultar su miedo. —Este… Bueno, sí. Entre. Déjeme conseguir un bolígrafo. Tan pronto como Tánatos pasó bajo la puerta, Sísifo agarró el objeto pesado más cercano que pudo encontrar – un mortero de piedra que usaba para moler su harina– y golpeó al dios de la muerte en la cabeza. Tánatos se desmayó. Sísifo lo ató, lo amordazó y lo metió debajo de la cama. Cuando la Sra. Sísifo llegó a casa, estaba como: ¿Por qué hay un ala negra gigantesca sobresaliendo por debajo de la cama? Sísifo explicó lo que había sucedido. Su esposa no estaba contenta. —Esto nos va a meter a los dos en problemas —dijo—. Simplemente deberías haber muerto. —Yo también te amo —murmuró Sísifo—. Estaré bien. Ya verás. No estaba bien. Sin Tánatos trabajando, la gente dejó de morir. Al principio, nadie objetó. Si se supone que morirías y no lo hiciste ¿por qué te quejarías? Luego ocurrió una gran batalla entre dos ciudades griegas, y Ares, el dios de la guerra, sospechó. Sobrevoló el campo de batalla como siempre lo hacía, listo para un excitante día de matanza. Cuando los dos ejércitos chocaron, ningún soldado cayó. Simplemente siguieron atacándose, apuñalándose entre sí hasta quedar en pedazos. Las cosas se pusieron sucias, con mucha sangre e inmundicia, pero nadie murió. — ¿Dónde está la Muerte? —gritó Ares—. ¡Esto no es divertido sin Muerte!

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Voló desde el campo de batalla y empezó a preguntar por todo el mundo—: Disculpe, ¿ha visto a la Muerte? Un tipo grande con alas negras plumosas. Le gusta cosechar almas. Finalmente, alguien mencionó que había visto un tipo como ese, dirigiéndose a la casa del viejo Sísifo. Ares derribó la puerta principal de Sísifo. Empujó al viejo a un lado y vio el ala izquierda de Tánatos sobresaliendo por debajo de la cama. Ares sacó al dios de la muerte, le quitó las pelusas y cortó sus ataduras. Luego ambos dioses miraron a Sísifo. Sísifo retrocedió a una esquina. —Este, miren, chicos, puedo explicarlo… ¡BOOM! Ares y Tánatos lo volatilizaron con una doble ráfaga de furia divina. 178

Una vez que el alma de Sísifo encontró su camino al Inframundo, Sísifo de alguna manera logró conseguir una audiencia con el mismísimo Hades. El viejo hizo una reverencia ante el trono del dios. —Señor Hades, sé que hice algo malo. Estoy listo para enfrentar mi castigo. Pero mi esposa. Ella no hizo los ritos funerarios adecuados para mí. ¿Cómo puedo disfrutar de la eterna condenación sabiendo que mi señora no honró a los dioses con los sacrificios como tú lo has mandado? Por favor, permíteme volver al mundo el tiempo suficiente para regañar a mi esposa. Volveré directamente aquí. Hades frunció el ceño. Por supuesto que desconfió pero, siempre había tenido la impresión de que los espíritus no podían mentir. (Estaba equivocado). Además, la historia de Sísifo lo indignó. Hades odiaba cuando las personas no tomaban los ritos funerarios en serio. ¿Y los sacrificios para los dioses? Esos eran incluso, más importantes.

—Bien —dijo Hades—. Ve a regañar a tu mujer pero no tardes demasiado. Cuando vuelvas, tendré listo un castigo especial para ti. — ¡No puedo esperar! —dijo Sísifo. Así que su espíritu regresó al mundo. Encontró sus restos volatilizados y de alguna manera los volvió a unir en un cuerpo regular. Puedes imaginar la sorpresa de su esposa cuando Sísifo entró por la puerta principal, vivo como nunca. —Cariño, estoy en casa. Después de que su esposa despertó del desmayo. Sísifo le contó cómo, astutamente, había vuelto a escapar de la muerte. Su esposa no estaba contenta. —No puedes engañar a Hades por siempre —le advirtió—. Estás buscando problemas. 179

—Ya he sido condenado a los Campos de Castigo —dijo Sísifo—. ¿Qué puedo perder? Además, Hades está ocupado. Ve cientos de almas todos los días. Ni siquiera sabrá que me fui. Por años, el plan de Sísifo realmente funcionó. Mantuvo un perfil bajo. Permaneció en casa la mayor parte del tiempo y cuando tenía que salir, usaba una barba falsa. Hades estaba ocupado. Olvidó todo acerca de Sísifo hasta que un día Tánatos preguntó—: Oye, ¿qué hiciste con el degenerado que me metió debajo de su cama? —Oh… —Hades frunció el ceño—. ¡Oops! Esta vez, Hades envió al dios mensajero a buscar a Sísifo. Hermes usó un casco y así no podría ser golpeado en la cabeza tan fácilmente. El dios mensajero arrastró a Sísifo de nuevo al Inframundo y lo lanzó a los pies del trono de Hades.

Hades sonrió fríamente. — ¿Te atreves a mentirme? Oh, tengo algo “muy” especial para ti. Llevó a Sísifo al centro de los Campos de Castigo, a una colina árida con ciento cincuenta metros de altura y cuyos lados se inclinaban cuarenta y cinco grados, perfecta para montar en monopatín. Al pie de la colina, había una piedra grande y redonda del tamaño de un auto compacto. —Aquí tienes —dijo Hades—. Tan pronto como logres empujar esta roca a la cumbre de esa colina, puedes irte. Tu castigo habrá terminado. Sísifo suspiró con alivio. Había estado esperando algo mucho peor. Claro, la piedra parecía pesada. Empujarla a lo alto de la colina apestaba, pero al menos no sería imposible. —Gracias, Sr. Hades —dijo Sísifo—. Eres misericordioso. —Claro. —Los oscuros ojos de Hades centellearon—. Misericordioso. El dios desapareció en una nube de oscuridad y Sísifo se puso a trabajar. Desafortunadamente, pronto descubrió que su trabajo era imposible. Empujar la roca le costó toda su fuerza y tan pronto como llegó a la cumbre de la colina, perdió el control. No importaba lo que intentara, la roca rodaría al pie de la colina. O lo atropellaría y luego rodaría al pie de la colina. Si Sísifo se detenía para descansar, una de las Furias iba y lo azotaba hasta que se moviera otra vez. Sísifo estaba condenado a hacer rodar la roca cuesta arriba por toda la eternidad, sin nunca alcanzar la cumbre. ¡Otro final feliz! Ares, el dios de la guerra, vio gente morir otra vez. La Sra. Sísifo consiguió algo de paz y tranquilidad. Y Tánatos, el dios de la muerte, decidió no tocar

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el timbre de nadie y solicitar una firma nunca más. Desde entonces, se acercaba invisible y sigilosamente y tomaba las almas de sus víctimas sin avisar. Así que si planeabas vivir eternamente atando al dios de la muerte y metiéndole debajo de tu cama, estás perdido. Así es como Hades organizó el Inframundo. Construyó su oscuro palacio a las afueras de los Campos de Asfódelo y, una vez que se casó con Perséfone, más o menos sentó cabeza y fue tan feliz como un dios del Inframundo puede ser. Comenzó a criar una horda de ganado negro para poder tener carne fresca y leche, y nombró a una daimon llamada Menoete para cuidar a las vacas. También plantó un huerto de mágicos árboles de granada en honor a su esposa. Los dioses Olímpicos rara vez los visitaban —a excepción de Hermes que tenía que llevar mensajes y almas— pero si llegabas a estar en el salón del trono de Hades un día cualquiera, podrías encontrar a Tánatos pasando el rato, o a las Furias, o a los tres célebres jueces. Los mejores artistas y músicos fallecidos de Elysium eran, a menudo, convocados al palacio para entretener al rey. ¿Eran Hades y Perséfone una pareja feliz? Es difícil decirlo. Las viejas historias no son, ni siquiera, claras sobre si tuvieron algún hijo. Aparentemente, Perséfone tenía una hija llamada Melinoe, quien era la daimon encargada de los fantasmas y las pesadillas, pero Hades podría o no haber sido el padre. Algunas historias dicen que en realidad el padre era Zeus disfrazado de Hades, lo que nos lleva a un nuevo nivel de asco. Algunos poemas mencionan a Macaria, la hija de Hades y Perséfone. Era la diosa de las muertes bienaventuradas, en oposición a las muertes dolorosas, terribles y horrorosas pero, realmente no hay historias sobre ella. En todo caso, Hades no fue siempre fiel a Perséfone. Es un dios. ¿Qué esperabas? Una vez, estaba Hades visitando al Titán Océano en el fondo del mar. Qué estaba haciendo allí, no tengo idea. Quizás estaba revisando las fuentes termales saladas que

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alimentaban el Río Estigia. Como sea, mientras deambulaba, conoció una hermosa ninfa marina llamada Leuke, una de las hijas de Océano. Era alta, pálida y encantadora y, aparentemente le causó una gran impresión. Al final de la visita, Hades la secuestró y se la llevó al Inframundo. Era sólo una aventura, una locura momentánea, pero puedes adivinar cómo reaccionó Perséfone cuando descubrió que su esposo había traído una chica de recuerdo a casa con él. —Se va ella o me voy yo —gruñó Perséfone—. Y no sólo la envíes de vuelta al océano. ¡Me robó a mi esposo! ¡Debe morir! —Este…okey —dijo Hades—. Quiero decir, sí. Por supuesto, cariño. ¿En qué estaba pensando? Hades corrió a los Campos de Asfódelo, donde Leuke estaba esperando por él. — ¿Bueno? —preguntó Leuke—. Me secuestraste y me trajiste aquí. ¿Qué planeas hacer conmigo? —En realidad, no va a funcionar —dijo Hades—.Mi esposa no lo aprueba. — ¡Qué sorpresa! —murmuró Leuke—. Bien. ¡Llévame a casa! —No puedo —dijo Hades—. Perséfone te quiere muerta. Leuke palideció aún más. —Eso…eso no está bien. ¡Tú me robaste! —Está bien —le aseguró Hades—. Tengo una idea. En vez de matarte, sólo te transformaré en algo —como una planta. Entonces vivirás por siempre y siempre podré recordarte.

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— ¡Esa es una idea horrible! —Quizás un árbol —dijo Hades pensativo. —No. —Un árbol alto, pálido y blanco —decidió Hades—. Un árbol tan hermoso como tú. —Yo… POOF. Leuke se convirtió en el primer álamo y Hades abrazó su tronco. —Gracias por entender. Siempre te recordaré. El álamo se multiplicó rápidamente, hasta que los Campos de Asfódelo estuvieron cubiertos –un poco de belleza en los sombríos Campos de Asfódelo. El álamo se convirtió en uno de los árboles sagrados de Hades y tendía a crecer especialmente tupido a lo largo de las orillas de los ríos del Inframundo, quizás para que Leuke recordara haber venido del mar y tratase de labrarse camino de vuelta. Buena suerte con eso, Leuke. Luego de su fallido romance con la chica álamo, Hades se deprimió. Un día decidió dar un largo paseo a lo largo del Río Cocito, el Río de los Lamentos, que es un extraño lugar para caminar si estás tratando de animarte. Hades vio una adorable joven con un vestido verde claro sentada cerca del agua. Su fragancia flotó hacia él en la brisa subterránea —un dulce y sutil perfume, diferente a cualquier cosa que alguna vez hubiese olido. Se acercó y la miró fijamente con asombro. Hades tendía a sorprender a las personas, siendo tan oscuro, sigiloso y todo eso; así que cuando la chica finalmente lo notó, se estremeció alarmada.

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— ¿Qué quieres? —preguntó. —Este… —a Hades se le hizo difícil pensar. Los ojos de la mujer eran verde claro como su vestido—. Soy Hades. Hueles bien. ¿Quién eres? La chica arrugó la nariz. —Soy Menta, por supuesto. Hija del Río Cocito. Hades frunció el ceño. — ¿Los ríos del Inframundo tienen náyades? Nunca supe eso. —Bueno, quizás no estamos orgullosas de eso —murmuró Menta—. No es fácil ser el espíritu de la naturaleza de un río de lamentos, ¿sabes? Preferiría estar en el mundo de arriba, donde podría disfrutar de la luz del sol y la brisa fresca. —Te llevaré allí —soltó Hades—. Sólo dame un beso y te llevaré al mundo de arriba. Menta frunció el ceño. — ¿Por qué lo harías? 184

—Te amo —dijo Hade tontamente pero, no conocía muchas mujeres hermosas. Además, era primavera. Perséfone había ido a visitar a su madre en el mundo mortal y Hades estaba sólo. Menta se levantó. No estaba segura de qué pensar de este dios oscuro pero, un viaje al mundo de los mortales sonaba bien. —Está bien —dijo. Ella lo besó. Hades la rodeó con sus brazos y juntos desaparecieron entre sombras. Aparecieron al lado de una colina cerca de la ciudad griega de Pylos. Menta dio un grito ahogado cuando vio el cielo azul y el sol, las colinas verdes extendiéndose hasta donde alcanzaba la vista. Sonrió, rodeó a Hades con sus brazos y por al menos veinte segundos estuvieron muy enamorados. La fragancia de Menta era embriagadora.

Luego, algo cambió. Hades se puso tensó. Quizás el aire fresco le aclaró la mente. — ¿Qué estoy haciendo? —se quejó Hades empujando a Menta a un lado—. Es primavera. Mi esposa estará por aquí, en algún lado, haciendo que las plantas crezcan y qué sé yo. ¡Nos encontrará! — ¿A quién le importa? —preguntó Menta—. Dijiste que me amabas. —Yo… yo… —Hades balbuceó. Los ojos verdes de Menta eran preciosos. Era muy linda y olía bien, pero ahora Hades se daba cuenta de que su amor era imposible. Recordó la mirada asesina de Perséfone cuando se enteró de Leuke. —Tengo que volver al Inframundo —dijo—. Disfruta el mundo superior. —Volverás, ¿cierto? —preguntó Menta. 185

—Este… —Hades se acobardó y se disolvió en sombras. Menta debió haberlo olvidado. ¡Había logrado llegar al mundo mortal! Podría haber encontrado un río nuevo al que unir su fuerza de vida. Pudo haber vivido por siempre en los hermosos bosques y colinas de Grecia. Pero no. ¡Demasiado fácil! Ser abandonada en la ladera la hizo enojar. Se dio cuenta de que había tenido al dios Hades en sus manos sin siquiera intentarlo. Debía ser realmente bella. Y sí, olía bien. Merecía ser una reina. — ¡Hades me ama! —gritó al viento—. Volverá a buscarme y me hará la reina del Inframundo. Soy más bella que Perséfone, maravillosa y huelo mejor y…

La ladera retumbó. Pasto y flores se arremolinaron en un enorme tornado de pétalos. La diosa Perséfone apareció como un gigante de 15 metros de altura. En ese momento, Menta se dio cuenta de que había cometido un gran error. — ¿TÚ, MÁS BELLA QUE YO? —bramó Perséfone—. SÍ, CLARO. SÍ, HUELES MEJOR QUE YO. ¡QUIZÁS PUEDA ENCONTRARTE UN USO ENTRE LAS PLANTAS! Perséfone levantó su enorme pie calzado con sandalia y aplastó a Menta. Cuando arrastró su pie sobre la ladera, diminutas plantas verdes brotaron. Sus hojas olían de maravilla cada vez que eran aplastadas. Perséfone decidió llamarlas plantas de menta y, la colina cercana a Pylos donde crecieron por primera vez, todavía es llamada Montaña de Menta. Así que la próxima vez que comas un helado de chocolate con chispas de menta, agradécele a Perséfone, a pesar de que puede ser difícil comerse eso cuando te das cuenta de que ha sido hecho de ninfa de río aplastada. Después de eso, Hades no tuvo muchos amoríos. Mayormente, permanecía en su palacio y se ocupaba de sus propios asuntos. Sin embargo, los héroes mortales no siempre lo dejaban en paz. Seguían apareciéndosele pidiendo cosas. Un héroe quería su perro, Cerbero. Otro héroe quería que Hades le devolviera su amor a la vida. Incluso, otro héroe intentó secuestrar a Perséfone. Quizás te contaré esas historias en otro momento pero, toda esta cosa sombría del Inframundo me está causando claustrofobia. Necesito un poco de aire fresco. Saltemos al Mediterráneo y te presentaré a mi papá —el único e incomparable Poseidón.

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Poseidón se vuelve salado

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P

ero, si vas a tener un dios griego por padre, no hay nadie mejor que Poseidón. Por supuesto, he tenido mis problemas con él. No es el padre más atento. Pero, oye, ninguno de los dioses griegos lo es.

Al menos Poseidón tiene unos poderes alucinantes y una actitud tranquila (la mayor parte del tiempo). Es increíblemente tranquilo, considerando lo difícil que fue para él serlo cuando era joven. Era el hijo del medio. Siempre siendo comparado con sus hermanos, como: ¡Guau, eres casi tan atractivo como Zeus! ¡Eres casi tan poderoso como Zeus! O, a veces: ¡No eres un perdedor como Hades! Eso le pondría los pelos de punta a un chico después de algunos siglos. Antes cuando Zeus, Poseidón y Hades lanzaron los dados para dividir el mundo, Poseidón obtuvo el segundo mejor puesto. Tuvo que aceptar que su hermano se

volviera el señor del universo y que le dijera qué hacer por toda la eternidad pero, Poseidón no se quejó. Había ganado el mar. Para él estaba bien. Le gustaba la playa. Le gustaba nadar. Y le gustaba la comida de mar. Cierto, Poseidón no era tan llamativo o poderoso como Zeus. No tenía relámpagos, que eran como el arsenal nuclear del Monte Olimpo. Pero Poseidón tenía su tridente mágico. Podía provocar huracanes, invocar maremotos y hacer un batido bestial. Puesto que los mares envolvían la tierra, Poseidón podía también ocasionar terremotos. Si estaba de mal humor, podía arrasar ciudades enteras y hacer que islas se hundieran bajo las olas. Los griegos lo llamaban el Sacudidor de la Tierra y pasaban por muchos problemas para mantenerlo feliz, porque no importa si estabas en la tierra o en el mar, no querías a Poseidón enojado contigo. Afortunadamente, Poseidón usualmente estaba calmado. Su humor se reflejaba en el Mar Mediterráneo, donde vivía, y la mayoría del tiempo el Mediterráneo estaba en calma. Poseidón dejaba a los barcos navegar a donde querían. Bendecía a los pescadores con buenas capturas. Se relajaba en la playa, bebiendo a sorbos su bebida desde la cáscara de un coco con un pequeño parasol de papel. En los días buenos, Poseidón paseaba en su carruaje dorado a través de las olas, tirado por un grupo de blancos hipocampos, que eran caballos con crines doradas, pezuñas de bronce y colas de pez. Dondequiera que iba, las criaturas marinas se acercaban a jugar alrededor de su carruaje, así que veías tiburones, ballenas asesinas y calamares gigantes jugueteando y canturreando todos juntos “¡Hurraaa, Poseidón está en casa!” O lo que fuera. Pero, a veces el mar se embravecía y Poseidón igual. Cuando eso pasaba, era un tipo completamente diferente.

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Si eras el capitán de un navío y olvidabas el sacrificio a Poseidón antes de zarpar eras un estúpido de grandes ligas. A Poseidón le gustaba, al menos, un toro sacrificado en su honor por navío. No me preguntes por qué. Quizás, en algún momento Poseidón le había dicho a los griegos, Sólo sírvanme un Red Bull14 y estaremos a mano, y los griegos pensaron que quería un toro rojo real. Si olvidabas el sacrificio, había una buena probabilidad de que tu nave se hiciera pedazos en las rocas o fuera comida por un monstruo marino o capturada por piratas con mala higiene personal. Incluso si nunca viajabas por mar, eso no significaba que estuvieras a salvo. Si tu ciudad de alguna manera ofendía a Poseidón, bueno… di hola al Huracán Distraído. Aún así, Poseidón mantenía la calma la mayoría del tiempo. Trataba de seguir las órdenes de Zeus, a pesar de que Zeus lo molestaba constantemente. Siempre que esos dos comenzaban a discutir, los otros dioses se abrochaban los cinturones porque, una pelea entre el cielo y el mar podría destruir el mundo. 189

La Madre Rea debió haber sentido la tensión desde antes. Poco después de que los dioses tomaron posesión del mundo, sugirió que Poseidón saliera del Olimpo y explorara su nuevo dominio. Lo envió a vivir en los fondos marinos con una tribu de “raritos” acuáticos llamados los telquines. Esta fue una extraña sugerencia ya que los telquines eran unos pequeños individuos retorcidos. Alguna vez fueron habitantes de la tierra, hasta que hicieron algo que hizo enojar a Zeus; así que este echó a los peores al Tártaro y exilió al resto en el fondo del mar. ¿Qué hicieron? No estoy seguro; pero los telquines eran conocidos por brujería y por la elaboración de cosas peligrosas. Podían invocar aguanieve, lluvia e incluso la nieve (que no se ve mucho en Grecia) y, provocar lluvia sulfurosa que destruía las plantas y quemaba la carne, lo cual era genial de una manera asquerosa y maloliente.

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Red Bull: bebida energética que traducida al español es “Toro Rojo”.

Algunas historias dicen que los telquines inventaron la metalurgia e incluso hicieron la guadaña de Cronos a petición de Gaia. Podría ser cierto. Eran codiciosos y hacían lo que fuera por el precio justo. Luego de que Zeus los tiró al océano, sus formas cambiaron, de modo que lucían como un cruce entre perros, focas y humanos con caras caninas, piernecitas atrofiadas y manos mitad aleta que eran lo suficientemente hábiles para la metalurgia pero, aún así, hacían de buenas raquetas de Ping-Pong. Cuando Poseidón fue a vivir con ellos, los telquines le mostraron los alrededores y le enseñaron las costumbres del océano: ¡Estos son peces! ¡Eso es un coral! Un truco especialmente desagradable que le enseñaron fue cómo usar su tridente como palanca. Poseidón aprendió cómo clavar las puntas del tridente bajo la base de una isla y tirar para que toda la masa terrestre desapareciera bajo el mar. En combate, podía hacer esto con montañas en tierra firme. Un par de veces tiró montañas justo encima de sus enemigos, aplastándolos. Ves, te dije que él mandaba. Eventualmente, Poseidón se cansó de los telquines y decidió construir su propio palacio. (Buena jugada, Papá.) Fue al fondo del mar Egeo y usó sus poderes para remover mar y tierra, levantando así una enorme mansión hecha de perla, piedra marina y conchas de abalón. Sus jardines estaban repletos de exóticas plantas marinas, con medusas luminiscentes que se paseaban como luces de navidad. Tenía enormes tiburones blancos por perros guardianes y tritones por sirvientes; y sus puertas eran enormes porque de vez en cuando las ballenas y los monstruos marinos flotaban a través de ellas para presentar sus respetos. Si me preguntan, la casa de Poseidón era mucho mejor que la de Hades o la de Zeus, y cuando Poseidón estaba sentado en su elegante trono de coral, se sentía bien consigo mismo. El mar entero estaba bajo su control. Los peces lo adoraban. Todos los marineros en el Mediterráneo le hacían ofrendas y rezaban por un paso seguro. Todos parecían amarlo.

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Así que Poseidón pensó: ¡Oye, debería ir arriba y ofrecer ser el patrón de una de las ciudades mortales! Como dije antes, esto era algo importante para los dioses. Mientras más mortales te rezaran, más fuerte te volvías. Si podías tener una ciudad entera dedicada a ti –con estatuas, templos y franelas de recuerdo en todas las tiendas para turistas –eso era lo último en fanfarronerías. Poseidón decidió intentar con la capital de Ática en la Grecia continental, que era una de las ciudades más grandes e importantes en Grecia. Oye, hazlo a lo grande o no lo hagas, ¿cierto? Se apareció en la acrópolis de la ciudad, que era la fortaleza principal en la cima de la colina más alta. La tierra se sacudió. Poseidón apareció en un remolino de sal y niebla. Chocó su tridente contra la roca más cercana, abriéndola y creando así un géiser de agua salada. 191

— ¡Contemplad! —gritó a las multitudes—. Soy Poseidón, ¡he venido para convertirme en el patrono de su ciudad! Una entrada bastante buena. Desafortunadamente, Atenea, la diosa de la sabiduría, había aparecido segundos antes exactamente con la misma oferta. Estaba parada cerca de ahí con sus ropas grises, su casco de batalla metido bajo el brazo, realizando las negociaciones con los viejos de la ciudad. —Ah —murmuró Poseidón—. Incómodo. Los viejos de la ciudad miraron asombrados al dios del mar con su brillante tridente y al enorme géiser de agua salada que ahora brotaba de la cumbre de la colina. —Señor Poseidón —dijo uno—. Oh…um…

Los pobres mortales miraron de un dios al otro. No puedo culparlos por estar nerviosos. Nunca quieres ser forzado a elegir entre dioses. No importa cuál escojas, es probable que el otro te pisotee como si fueras una cucaracha. Poseidón tampoco estaba seguro de qué hacer. ¿Cómo se atrevía esta presuntuosa diosa Atenea, esta Olímpica de segunda generación, a robar su idea? Estuvo tentado a ahuyentarla con su tridente, pero antes que pudiera hacerlo, Atenea gritó—: ¡Sé que podemos resolver esto pacíficamente! Típico. Atenea siempre tenía alguna idea truculenta. Poseidón no estaba interesado en la paz en ese momento pero, los mortales parecían aliviados y él no quería comportarse como un aguafiestas ante sus futuros seguidores. — ¿Y bueno? —refunfuñó—. ¿Cuál es tu plan? —Un concurso —dijo Atenea—. Tú y yo crearemos un regalo para la ciudad. Los viejos decidirán entre ellos. El dios que le dé a la ciudad el regalo más valioso será su patrón. El otro dios aceptará la decisión de los viejos y se irá en paz. ¿De acuerdo? Cientos de ojos mortales giraron hacia él. Aún quería estampar a Atenea dentro del mar pero, ella lo había puesto en un aprieto. No podía simplemente decir no. —Sí —gruñó—. Vale. Atenea le indicó con la mano cortésmente. —Los caballeros primero. Poseidón frunció el ceño. ¿Qué sería un regalo valioso para estos mortales? ¿Una caja de perlas? ¿Algunas medusas de mascotas? ¿Quizás una cuadra de ballenas entrenadas que pudieran montar? Mmm. Estacionar las ballenas en el centro de la ciudad podría ser un problema. ¿Quizás otro tipo de animal… algo fuerte y rápido, pero adaptado a la forma de vida terrestre de los humanos?

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Poseidón miró fijamente a las olas rompiendose en la playa a lo lejos. En cuanto las crestas de las olas rompieron, tuvo una idea. —Miren esto —dijo. Apuntó su tridente y las olas empezaron a tomar forma. Cuando alcanzaron la orilla, se convirtieron en majestuosos animales con cuatro largas patas y suaves crines. Corrieron directamente a la playa, relinchando y haciendo cabriolas.

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—Los llamo caballos —gritó Poseidón—. Son rápidos y fuertes. Pueden llevarlos a cualquier lado. Pueden cargar cosas pesadas, arrastrar arados y carretas. Incluso, pueden llevarlos a la guerra y pisotear a sus enemigos. Además, lucen muy bien. Los mortales murmuraron y aplaudieron cortésmente. Obviamente, los caballos eran un regalo valioso; sin embargo, unos pocos ciudadanos parecían decepcionados, como si hubieran estado esperando por las medusas de mascota. Todos giraron hacia Atenea. La diosa alzó su mano. Un arbusto de aspecto enfermizo brotó de las rocas cercanas. Tenía hojas verde oliva y frutas verdes de aspecto nudoso del tamaño de unas verrugas. Poseidón no pudo evitar reír. — ¿Qué espumas es eso? —Es un árbol de olivo —dijo Atenea. Los mortales se movieron inquietos. El árbol de olivo no parecía muy impresionante pero, nadie quería decirle eso a Atenea. Poseidón se rió. —Okey, bueno, buen intento. Supongo que sabemos quien ganó este concurso. —No tan rápido —dijo Atenea—. El árbol de olivo puede que no parezca gran cosa pero, pueden cultivarlo sin mucho esfuerzo. Se esparcirá por todo el campo hasta que las aceitunas sean la comida más importante en Grecia. — ¿Esas cosas nudosas y negras? —protestó Poseidón—. ¡Son diminutas! —Crecerán por miles —dijo Atenea—. ¡Y son sabrosas en la pizza! ¡Los mortales de la ciudad exportarán las aceitunas por todo el mundo y se volverán ricos! Pueden utilizar el aceite de oliva para cocinar y encender lámparas. Incluso pueden añadirle

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perfume al aceite y usarlo para bañarse o humectarse o limpiar esas manchas difíciles de sacar de los mostradores de la cocina. Se volvió a la multitud de mortales. — ¿Cuánto pagarían por eso ahora? Pero, no respondan. Es mi regalo para ustedes, gratis. Y si lo encargan hoy, tendrán también mi patronato para su ciudad, que incluye toneladas de sabiduría, consejos en artes militares y todo tipo de oficios útiles. Serán la ciudad más rica e importante en Grecia. Sólo les pido que nombren su ciudad en mi honor y me construyan un templo que puede hacerse en tres cómodos plazos. La confianza de Poseidón comenzó a desmoronarse. —Pero espera…mis caballos… Los mortales ya no estaban escuchando. Estaban mucho más interesados en hacer dinero y mientras el campo que rodeaba la ciudad era bueno para cultivar olivos, era muy accidentado y escarpado como para que los caballos fueran de gran utilidad. Era algo irónico. Las personas de la ciudad se volverían famosos marinos mercantes, exportando su aceite de oliva; pero rechazaron el patronato del dios del mar, Poseidón. Quizás lo hubiese hecho mejor si les hubiera ofrecido ballenas entrenadas. Así que Atenea ganó el concurso y es por eso que la ciudad se llama Atenas, por ella, cuando pudo haber tenido un nombre genial, algo como Poseidonopolis. Poseidón desapareció en medio de una tormenta, literalmente. Olvidó su promesa de no tomar venganza y casi destruyó la parte más baja de la ciudad con una gran inundación hasta que los atenienses acordaron en construir un templo en la acrópolis honrando a ambos, Atenea y Poseidón. El templo aún está allí. Si vas, puedes ver las marcas dejadas por el tridente de Poseidón donde golpeó la roca para hacer brotar el agua salada. Probablemente aún haya árboles de oliva a los alrededores, también. Pero, dudo que veas algún caballo. Después de eso, Poseidón se obsesionó con conseguir una ciudad para apadrinar pero, no tuvo suerte. Luchó con Hera por la ciudad de Argos. Hera ganó. Luchó con Zeus

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por la ciudad de Egina. Zeus ganó. Luchó con Helios por la ciudad de Corintio y casi ganó pero, Zeus dijo—: No, chicos, divídanla. Helios puedes quedarte con la ciudad principal y la acrópolis. Poseidón, ¿ves aquella pequeña y delgada franja de tierra al lado de la ciudad? Puedes quedarte con eso. Poseidón siguió siendo engañado —o golpeado por rayos u olivos. Mientras más veces lo pasaba más gruñón se ponía. Eso era lo malo, porque cuando Poseidón se ponía susceptible, era más probable que castigara a quien él pensara que lo estaba insultando. Por ejemplo, estaba muy orgulloso de esos cincuenta espíritus de mar llamados Nereidas, cuya belleza era conocida en todo el mundo. Tenían cabello largo, suelto y tan oscuro como la media noche, ojos verdemar, vestidos blancos de gasa que ondulaban a su alrededor en el agua. Todos sabían que eran absolutamente alucinantes y tenerlas en su poder era algo que a Poseidón le deleitaba, como vivir en una ciudad con un equipo de futbol de campeonato. 197

En fin, una reina mortal llamada Casiopea en la parte baja de África del Norte, comenzó a alardear de que ella era mucho más hermosa que las nereidas. Poseidón no tenía paciencia para esas tonterías. Llamó a una serpiente marina carnívora y bebedora de sangre, de unos trescientos metros de largo, con una boca que podría tragarse una montaña y la envió a aterrorizar la costa de África. El monstruo propagó su furia de arriba abajo, devorando navíos, haciendo que las olas hundieran aldeas y rugiendo tan alto que nadie podía dormir. Finalmente, para parar los ataques, Casiopea acordó sacrificar a su propia hija, Andrómeda, al monstruo marino. Como: Oh, sí, Es mi culpa. No debí haber alardeado. ¡Ten, puedes matar a mi inocente hija! Por si te preocupa, mi papá no dejó que eso pasara, en realidad. Permitió que un héroe rescatara a Andrómeda y matara al monstruo marino (que es toda una historia) pero, incluso después de que Casiopea murió, Poseidón nunca olvidó su insulto. La puso en

el cielo nocturno como una constelación y como mintió sobre ser más hermosa que las nereidas, parecía estar girando hacia atrás. También, es una constelación de aspecto ridículo.

Luego de eso, las nereidas estuvieron agradecidas con Poseidón por defender su honor. Quizás ese era su plan, después de todo. No puedes rechazar tener cincuenta mujeres pensando que eres genial. La mayoría de las Nereidas hubieran estado felices de casarse con Poseidón pero, una Nereida lo evitaba porque era tímida y no quería casarse. Naturalmente, ella fue la que atrajo la atención de Poseidón. Su nombre era Anfítrite y su idea de paraíso era vivir una vida tranquila en el fondo del mar sin dioses invitándola a salir o probando sus frases cursis en ella cuando iba al centro comercial submarino. Desafortunadamente, Anfítrite era preciosa. Mientras más intentaba evitar a los dioses, más la perseguían. Su cabello negro iba recogido en una red de perlas y seda. Sus ojos eran tan oscuros como la moca. Tenía una sonrisa tierna y una risa hermosa. Usualmente, lucía un vestido blanco, su única pieza de joyería, una diadema de pinzas de cangrejo rojo pulidas a través de su frente —lo que no me parece muy atractivo pero supongo que estaba de moda entre las Nereidas. Poseidón intentó de todo para ganar su corazón: caramelos de agua salada, una serenata de canciones de ballena, un bouquet de pepinos de mar, una medusa adornada con lindos lazos rojos. Anfítrite rechazó todos sus acercamientos. Cuando él se acercaba demasiado, ella se sonrojaba y se alejaba nadando. Finalmente, se asustó tanto que huyó para siempre. Poseidón la buscó por todos lados, sin suerte. Comenzó a pensar que no la volvería a ver. Su corazón se hundió más

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profundo que un navío sumergible. Vagó por su palacio, llorando como un rorcual, confundiendo a todos los mamíferos y dándoles migrañas a todos los calamares. Finalmente, las criaturas marinas eligieron a un dios llamado Delfín para que hablara con Poseidón y viera qué estaba mal. Delfín era el rey inmortal de los delfines y un buen amigo del dios del mar. ¿Cómo lucía Delfín? Como un delfín. Daah. Así que Delfín nadó hasta la habitación del trono y habló en delfinés: — ¿Qué pasa, Pchico? ¿Por qué esa cara? —Oh. Es Anfítrite —Poseidón suspiró—. La amo. ¡Pero ella se fugó! —Eh —Delfín pensó que esa era una razón un poco estúpida para vagar—. ¿Sí te das cuenta de que hay otras cuarenta y nueve Nereidas, verdad? —No me importa —Poseidón sollozó—. Quiero a Anfítrite. —Sí, bueno, eso es una pena —dijo Delfín—. Mira, tus gemidos y quejidos están arruinando el sonar de todos. Justo esta mañana dos ballenas azules tuvieron un choque frontal y retrasaron el tráfico matutino en el Egeo por varios kilómetros. Así que, ¿qué tal si encuentro a esta chica Anfítrite y la convenzo de que se case contigo? Las lágrimas de Poseidón se secaron inmediatamente, lo que era impresionante ya que estaba bajo el agua. — ¿Harías eso por mi? —Soy un delfín —dijo Delfín—. Tengo un gran cerebro. Vuelvo pronto. A Delfín le llevó un tiempo, pero al final, localizó a Afítrite en el extremo occidental del Mediterráneo, cerca de donde el Titán Atlas sostenía el cielo. Anfítrite estaba sentada en una saliente de coral, mirando la apuesta de sol filtrarse a través de las aguas profundas y dibujarse rayas rosáceas en los bosques de algas. Una corvina yacía en su palma abierta, completamente en la gloria porque, Anfítrite

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realmente tenía un don con los peces. Normalmente, no pienso en las corvinas como algo tierno pero ellas la amaban. Delfín podía ver porqué a Poseidón le gustaba. Ella irradiaba una especie de amabilidad y ternura que no ves en muchos de los inmortales. Usualmente los dioses, mientras más vivían, más se comportaban como niños malcriados. Delfín no estaba seguro de por qué pero ¿toda esa cosa de hacerse más sabio mientras más se envejecía? No le parecía. Delfín flotó hacia Anfítrite. —Oye, ¿qué tal? Anfítrite no intentó huir. Nunca se había sentido amenazada por Delfín, quizás por su sonrisa delfínica. —Oh, Poseidón sigue molestándome —suspiró Anfítrite—. Quiere que me case con él. La corvina nadó en un círculo vago alrededor de la mano de Anfítrite, luego se posó en su palma. Delfín tuvo que resistir la urgencia de agarrar el pez. Las corvinas eran sabrosas. —Poseidón no es un chico malo —ofreció Delfin—. Podría ser peor. — ¡Pero no me quiero casar con nadie! —protestó Anfítrite—. Es demasiado problemático y es aterrador. He oído historias sobre los dioses y la forma en que tratan a sus esposas… —La mayoría de los dioses son unos imbéciles —acordó Delfín—. Y tienen muchas novias, incluso después de estar casados. —Ah —dijo Anfítrite—. Eso no me importaría. No soy del tipo de chica celosa. Simplemente no quiero ser maltratada. ¡Quiero ser yo misma, hacer mis cosas sin tener un hombre mandándome!

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—Oh, ¿eso es todo? — Delfín chilló aliviado—. Porque Poseidón es muy tolerante. No puedo garantizar que te sea fiel por siempre pero, definitivamente te tratará bien y te dejará hacer lo que sea que quieras. Puedo hablar con él, hacerlo prometer. Si no cumple con su palabra, se las verá con Sr. Delfín. Delfín flexionó sus aletas, lo que pensó le hacía lucir intimidante. — ¿Harías eso por mí? —preguntó Anfítrite. —Claro —dijo Delfín—. Y lo mejor es: si te casas con Poseidón, ninguno de los otros dioses podrá coquetear contigo o molestarte más. Tendrán que dejar de molestarte porque Poseidón es muy poderoso. Podrías tener hijos, también. Los niños son increíbles. Incluso mejores que las corvinas. — ¿En serio? —Anfítrite estudió a la corvina girando alrededor de su mano, como si no pudiera creer que algo podría ser mejor que eso—. Bueno, supongo que si hablas con Poseidón primero y, él promete… 201

— ¡Confía en mí! —dijo Delfín—. El dios de los delfines te cubre la espalda. Así que Delfín regresó a Poseidón y le explicó el trato. Poseidón estaba contentísimo. Aceptó inmediatamente. Su casamiento con Anfítrite fue la fiesta más grande que alguna vez se vio celebrada bajo el océano. Dioses, monstruos marinos, todas las cuarenta y nueve nereidas hermanas de Anfítrite… todo el mundo estaba en la lista de invitados. Las ballenas nadaron por lo alto, escupiendo nubes brillantes de krill que deletreaban FELICITACIONES POSEIDÓN, cosa que no era tarea fácil ya que las ballenas no sabían deletrear muy bien. Los delfines montaron un espectáculo de acrobacias. Las medusas brillaron por encima de los patios del palacio mientras las ninfas marinas y la gente de mar bailaron toda la noche. Poseidón y Anfítrite hacían una buena pareja. Eran felices juntos y tuvieron hijos dioses. El primero era Tritón que parecía una sirena pero, tenía dos colas de pescado en vez de una. Sirvió como el heraldo de Poseidón. Siempre que Poseidón estaba de

viaje, Tritón nadaba adelante soplando su cuerno de caracol para despejar el camino como diciendo: “Viene el jefe. Parezcan ocupados”. El segundo hijo de Poseidón y Anfítrite era Roda. Una ninfa marina que se volvió la diosa patrona de la isla de Roda (llamada así por ella, por supuesto). Terminó casándose con el Titán del sol Helios. Su tercer crío fue, una hija llamada Cimopolea, era grande, torpe, ruidosa y nunca recibió tanto amor como sus hermanos. Siempre sentí lástima por ella. Su nombre significaba Wave Ranger15, lo que la hace sonar como un vehículo utilitario deportivo, aunque lucía más como un enorme camión. Con el tiempo, encontró la felicidad. Se convirtió en la diosa de las violentas tormentas marinas y se casó con Briareo, uno de los Centímanos que también era grande y ruidoso y no le importaba una esposa que pareciera un enorme camión. Con el paso de los años, Anfítrite descubrió que Delfín tenía razón. Amaba a sus hijos incluso más que a las corvinas y, la mayoría del tiempo Poseidón era un buen esposo. Sí, tuvo muchos amoríos con ninfas y mortales y qué sé yo pero, por extraño que parezca eso no le molestaba mucho a Anfítrite. Siempre que Poseidón no intentara adueñarse de ella y decirle qué hacer y siempre que fuera bueno con sus tres hijos, Anfítrite estaba bien. Incluso era buena con los niños semidioses de Poseidón, a diferencia de otras diosas que podría nombrar (cof, Hera, cof). Un día el héroe Teseo fue a visitarlos y Anfítrite lo trató como un invitado de honor. Incluso, le dio un manto morado para que lo usara, que era señal de dignidad real. También ha sido muy buena conmigo. No enloquece cuando dejo mi ropa sucia en la habitación de huéspedes. Hace galletas para mí. Nunca ha intentado matarme, que yo sepa. Prácticamente todo lo que podrías pedir de una madrastra inmortal.

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“Protectora de olas” en español.

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En cuanto a Poseidón, es bueno que tuviera una esposa tolerante porque tuvo tantas novias e hijos de otras relaciones… Quiero decir, ¿crees que Zeus estaba ocupado? Poseidón tiene el récord de más niños semidioses. Si intentara contarte sobre todas las otras damas con las que salió, necesitaríamos trescientas páginas extras con índices separados y tabla de contenidos. Lo llamaríamos El Pequeño Libro Negro de Poseidón. Pero sería muy extraño para mí hablar de todas las novias de mi padre, así que sólo voy a resaltar los puntos importantes. Primero estaba una princesa griega llamada Coronis. Tenía una cabellera negra y siempre usaba vestidos oscuros como si fuera a un funeral pero, por alguna razón Poseidón pensó que era increíblemente atractiva. Un día la estaba siguiendo a lo largo de la playa, tratando de coquetear con ella, cuando ella se asustó y huyó. Poseidón no quería que se escapara como lo había hecho Anfítrite así que, corrió tras ella. —Hey, vuelve. Sólo quiero un beso. ¡No te mataré! Lo que probablemente no sea lo que debes decir si estás persiguiendo a una chica. Coronis se dejó llevar por el pánico y gritó—: ¡Auxilio! ¡Alguien que me ayude! Corrió hacia las puertas de la ciudad pero, estaban muy lejos. Supo que nunca lo lograría. Echó un vistazo al horizonte y sucedió que se vio el reluciente techo del templo de Atenea en la distancia. Puesto que Atenea fue el primer Olímpico en el que pensó, Coronis gritó con todas sus fuerzas: — ¡Atenea, sálvame! ¡No me importa cómo lo hagas! Lo que de nuevo, probablemente no sea lo más sabio que decir. Arriba en el Monte Olimpo, Atenea escuchó a Coronis gritar su nombre. Los dioses tienen un oído increíble cuando se trata de sus nombres. La diosa observó a la pobre e indefensa chica siendo perseguida por Poseidón y se enojó.

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—Ni lo pienses, barba de percebe —murmuró. Chasqueó sus dedos y abajo en la playa, Coronis inmediatamente se convirtió en un pájaro con plumas negras —el primer cuervo, que es por lo que Coronis significa cuervo en griego. El cuervo voló lejos y dejó a Poseidón en la playa, con el corazón roto y sólo con una pluma negra enredada en su cabello. Por supuesto, Poseidón se dio cuenta de que Atenea era la responsable de transformar a Coronis en un cuervo. Él ya estaba resentido con Atenea por el concurso por Atenas. Ahora, estaba empezando a odiarla. Decidió buscar cualquier oportunidad para insultar a Atenea. No le tomó mucho tiempo. Al poco tiempo se obsesionó con otra hermosa chica llamada Medusa. A diferencia de Coronis, Medusa estaba encantada de gustarle al dios del mar. Juntos tuvieron una agradable cena a la luz de las velas y caminaron por la playa. Al final, Poseidón dijo: “Hey, ¿por qué no vamos a un lugar más privado?” Medusa se sonrojó—: Oh… no sé. Mis hermanas me advirtieron sobre dioses marinos como tú. — ¡Ah, vamos! —dijo Poseidón—. Conozco un lugar tranquilo. Te encantará. Medusa debió haber dicho que no, pero, Poseidón podía ser muy encantador cuando se lo proponía. La llevó a la ciudad, directo al templo de Atenea. Por la noche, estaba cerrado pero Poseidón abrió las puertas fácilmente. — ¿Estás seguro de que esto es una buena idea? —susurró Medusa. —Claro —dijo Poseidón—. Tendremos el lugar sólo para nosotros.

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Ahora, no voy a justificar el comportamiento de Poseidón. Él sabía muy bien que Atenea se enojaría. Estaba usando a Medusa para vengarse. Perdió de vista el hecho de que “Hey, quizás Atenea descargaría su ira sobre esta pobre chica mortal”… Poseidón y Medusa se pusieron cómodos y románticos a los pies de la estatua de Atenea, lo que era un enorme insulto para esta –algo así como, alguien dejando una bolsa de popo de perro ardiendo en tu porche, tocando el timbre y huyendo. No es que yo, personalmente, haya hecho algo como eso, por supuesto. Atenea miró hacia abajo desde el Olimpo y vio lo que estaba sucediendo. Quiso vomitar. —Esa es la cosa más asquerosa que he visto—gruñó—. Creo que le mostraré a Poseidón algo incluso más asqueroso. Conjuró la maldición más horrenda y creativa en que pudo pensar –y es que Atenea podía ser muy creativa. Abajo en el templo, a Medusa le crecieron alas de murciélago y garras de metal. Su cabello se convirtió en un nido de víboras venenosas retorciéndose. Su cara se transformó en algo tan horrible que una mirada convertiría a cualquiera que la viera en piedra. Los ojos de Poseidón estaban cerrados. Se estaba inclinando para otro beso, sus labios todos fruncidos hacia arriba, cuando escuchó un silbido. —Cariño, ¿tuviste una fuga? —bromeó. Entonces, abrió sus ojos. Saltó hacia atrás más rápido que las ballenas saliendo a la superficie—Santo… ¿qué…¡OH, DIOSES! Yo besé eso… ¡AHHH! ¡ENJUAGUE BUCAL! ¡ENJUAGUE BUCAL! Cómo era inmortal, no se convirtió en piedra pero, gritó un montón de cosas que no puedo escribir y salió rápido de allí, sin siquiera disculparse con la pobre Medusa.

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Medusa rápidamente se dio cuenta de cómo lucía. Cubrió su cabeza con su chal y se escabulló. Con el tiempo terminó viviendo en una cueva lejos de la civilización, sólo con sus dos hermanas por compañía. Juntas, las tres fueron llamadas las Gorgonas. Con el pasar de los años, sólo por estar cerca de ella, las hermanas de Medusa se transformaron en unos monstruos tan feos como ella. No podían convertir a las personas en piedra pero, los dioses decidieron volverlas inmortales –quizás por lástima, quizás como una maldición– para que las hermanas pudieran cuidar a Medusa sin petrificarse. Las Gorgonas causaron todo tipo de pena a los héroes con el pasar de los años, pero eso es otra historia. Al final, la cabeza de Medusa se volvió uno de los símbolos de Atenea, como diciendo: ESTO ES LO QUE PASA SI TE METES CONMIGO. No todas las relaciones de Poseidón terminaron tan mal. Salió con una chica llamada Eurínome16, quién era realmente atractiva. Por cierto, su nombre se pronuncia como “tu enemigo”17 y no sé cómo Poseidón podía decir eso sin reír. Oh, tu enemigo, ¡dame un beso! ¡Mi novia es tu enemigo! ¡Saldré con tu enemigo! En fin, tuvieron un hijo llamado Belerofonte, quién se convirtió en un gran héroe. 206

Otra de las novias de Poseidón, Etra, dio a luz a un héroe aún más grande llamado Teseo. Así que no creas que todos los héroes importantes eran hijos de Zeus. Eso es sólo la máquina de RRPP18 de Zeus trabajando. ¿Mi parte favorita sobre Poseidón? Si realmente le gustabas, podía concederte poderes metamórficos. Hizo eso con una de sus novias, Mestra, y así podía convertirse en el animal que quisiera. También le dio ese poder a uno de sus nietos semidioses, Periclímeno, quién podía luchar como una víbora o un oso e incluso un enjambre de abejas. Yo, yo no puedo cambiar de forma. Muchas gracias, papá.

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Eurynome en el original. Juego de palabras: El nombre (Eurynome) en inglés se pronuncia como “your enemy” que en español quiere decir “tú enemigo”. 18 Relaciones Públicas. 17

Por otro lado, algunos de los hijos de Poseidón no resultaron muy buenos. Quizás dependía de qué humor estaban, o de qué habían cenado pero, a veces Poseidón engendraba verdaderos monstruos. Uno de sus hijos era un cíclope devorador de hombres llamado Polifemo. Otro, era un horrendo gigante llamado Anteo, a quién le gustaba partir a las personas en dos. ¡Y tú crees que tus hermanos son malos! En otra oportunidad, Poseidón se enamoró de una princesa llamada Teófane, quién era tan hermosa que todo hombre en su reino quería casarse con ella. Simplemente no la dejaban en paz. La seguían en la calle. Irrumpían en el palacio, demandando verla. Incluso, intentaron seguirla al baño. Era como una superestrella rodeada de paparazzi. Sin paz o privacidad alguna. Finalmente, todo se volvió tan malo que le oró a Poseidón, quién había intentado salir con ella, también: —Si puedes alejarme de mis otros pretendientes —dijo Teófane—. Seré tu novia. Sólo sácame de aquí. 207

La tierra retumbó. Una voz profunda dijo—: NO HAY PROBLEMA. ESTA NOCHE VE AL REDIL DE LAS OVEJAS. Para Teófane eso no sonaba mucho como a un plan, pero cuando la noche cayó, se puso un velo sobre su cara y trató de salir a hurtadillas del palacio. Fue vista inmediatamente. Sesenta tipos se arremolinaron a su alrededor con ramos de flores, gritando—: ¡Cásate conmigo! ¡Cásate conmigo! Teófane corrió al redil de ovejas. Esquivó una multitud de hombres con cajas de chocolate, luego doce tipos con guitarras intentando darle una serenata. Para cuando llegó a los rediles, alrededor de unos cien pretendientes le estaban pisando los talones. Teófane estaba tan desesperada que entró directo a los rediles. ¡POOF!

Instantáneamente se convirtió en una oveja y se perdió en el rebaño. La multitud de hombres perdidamente enamorados se detuvo y miraron a su alrededor desconcertados. Registraron los rediles pero, no pudieron encontrar a Teófane por ningún lado. Al final, se dieron por vencidos y se devolvieron a vigilar el palacio imaginando que Teófane regresaría allí tarde o temprano. — ¡Gracias a los dioses! —berreó Teófane. —De nada —dijo un gran carnero a su lado.

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Teófane tragó saliva. (¿Las ovejas pueden tragar?) — ¿Poseidón? El carnero le guiñó el ojo. — ¿Te gusta mi nuevo abrigo de lana? Porque me gusta la oveja19, ¿entiendes? ¿Tú? Teófane empezó a sentirse mareada. — ¿Supongo que ahora tengo que ser tu novia? —Un trato es un trato —dijo Poseidón. Pasaron un buen tiempo juntos como ovejas, en el que no voy a profundizar, o yo mismo me marearé. Unos meses después, la oveja Teófane dio a luz a un carnero mágico llamado Krysomallos, quién por alguna razón tenía su lana hecha de oro. Eventualmente, Krysomallos sería despellejado por su lana, que se conoció como la Lana de Oro, lo que significa que soy pariente de un tapete de piel de carnero. Es por eso que no quieres pensar mucho sobre con quién estás relacionado en los mitos griegos. Te volvería loco. La última historia sobre Poseidón es un dramón: cómo por poco se apodera del universo y terminó como un albañil de salario mínimo. Sucedió así: a Hera se le metió en la cabeza que los dioses deberían hacer una rebelión contra Zeus. No puedo culparla, en serio. Zeus podía ser un completo pañal desechable. Decidió que el universo estaría en muchísima mejor forma si fuera dirigido por todo el Consejo Olímpico como en una democracia, así que reunió algunos de los otros dioses – Poseidón, Atenea y Apolo, el dios de la arquería– y les dijo su plan.

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Juego de palabras: Ewe (oveja) en el original, se pronuncia como you (tú).

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—Atamos a Zeus —dijo Hera. —Poseidón frunció el seño. — ¿Ese es tu plan? —Hey, duermo en la misma habitación con él —dijo Hera—. Cuando esté en un sueño profundo, roncando muy alto, los llamaré para que entren. Lo atamos fuerte. Luego lo forzamos a renunciar a su trono para que podamos gobernar el cosmos juntos, como un consejo de iguales. Los otros parecían indecisos, pero todos tenían razones para tenerle antipatía a Zeus. Era errático y se enfadaba con facilidad y su debilidad por las mujeres hermosas les había causado dolores de cabeza a todos. Además, cada uno de los dioses estaba secretamente pensando: Hey, yo podría gobernar el universo mejor que Zeus. Una vez que se vaya, yo podría tomar el poder. Definitivamente, Poseidón estaba tentado. ¿Por qué no? Con su hermano mayor atado, sería el dios más fuerte del mundo. —Un consejo de iguales —dijo Poseidón—. Seguro. Me gusta. —Bien —Atenea miró a Poseidón con desconfianza—. Un consejo. —Genial —dijo Hera—. Consigan algo de cuerda, la del tipo mágico autoajustable. — ¿Dónde se puede comprar eso? —se preguntó Apolo—. ¿Home Depot20? —Yo tengo un poco —dijo Atenea. —Por supuesto que tienes —murmuró Poseidón.

20

Home Depot: es una empresa minorista estadounidense de mejoramiento del hogar, bricolaje y materiales de construcción.

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—Suficiente —espetó Hera—. Esta noche, ustedes tres se esconden en el pasillo y esperan mi señal. Cuando Zeus esté dormido, los llamaré como un cuco. Poseidón no estaba seguro de cómo sonaba un cuco pero figuró que lo sabría cuando lo escuchara. Esa noche, Hera se aseguró de que Zeus comiera una cena pesada y bebiera sólo néctar descafeinado. Cuando estuvo profundamente dormido, llamó a los otros. Entraron a toda prisa y ataron al rey de los dioses. —Umm —bufó Zeus—. ¿Qu-qué es esto? Empezó a forcejear. Trató de alcanzar sus rayos, pero sus brazos fueron rápidamente atados. Sus rayos estaban en el vestidor al otro lado de la habitación. —TRAICIÓN —rugió—. SUÉLTENME. Tiró e intentó cambiar de forma para liberarse de la cuerda pero, la cuerda se apretaba más, cada vez más que intentaba cambiar de forma. Gritó a los otros dioses y los llamó de todo tipo de cosas poco halagadoras. — ¿QUÉ QUIEREN? —preguntó. Incluso completamente atado, Zeus era aterrador. Los dioses se alejaron de la cama. Al final, Poseidón se armó de valor. —Zeus, eres un mal líder. Queremos que te resignes para que podamos gobernar el cosmos como un consejo de iguales. — ¿Qué? —Zeus gritó—. ¡NUNCA! Hera suspiró exasperada. — ¡Bien! ¡No te necesitamos! Convocaremos el consejo nosotros mismos y te dejaremos aquí para que te pudras. —Tú, pequeña traidora…

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—Vamos —dijo Hera a los otros—. Veremos cómo está en unos días y si ha entrado en razón. Poseidón no estaba seguro que fuese una buena idea dejar a Zeus sin vigilancia pero, tampoco quería quedarse en la habitación con un dios del rayo gritón. Los dioses pasaron a la habitación del trono y tuvieron su primera (y última) reunión de la República Popular del Olimpo. Rápidamente se dieron cuenta de que votar por todos era complicado. Tomó mucho tiempo. Sólo decidirse por un diseño para la nueva bandera Olímpica, les tomó horas. Mientras tanto, una nereida llamada Tetis estaba paseándose por el salón cercano al cuarto de Zeus. ¿Qué hacía una ninfa marina en el Olimpo? Quizás, sólo estaba pasando la noche o visitando amigos. No sabía qué estaba sucediendo con la rebelión pero, cuando escuchó a Zeus gritando por ayuda, irrumpió en la habitación, lo vio atado y dijo—: Uh, ¿es un mal momento? —Tetis, ¡gracias al destino! —gritó Zeus—. ¡Sácame de aquí! Rápidamente le dijo lo que los otros dioses habían hecho. —Por favor —suplicó—. Eres una ninfa marina sensible. Déjame salir, y te deberé una de verdad. Tetis pasó saliva. Si Poseidón era parte de la rebelión… bueno, él era el señor del mar y por ende su jefe. Pero Zeus era el señor de todo. No importaba lo que hiciera, ganaría un enemigo poderoso. —Si te dejo libre —dijo Tetis—, prométeme que serás misericordioso con los otros dioses. — ¿MISERICORDIOSO?

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—Sólo no los tires en el Tártaro o no los cortes en pequeños pedazos, ¿okey? Zeus echó humo pero, a regañadientes prometió ser “misericordioso”. Tetis cogió unas tijeras del vestidor y trató de cortar las cuerdas pero, no tuvo suerte. Los lazos mágicos eran muy fuertes. — ¡Destrúyelas con mi rayo! —dijo Zeus—. Espera… estoy en las cuerdas. Pensándolo bien, no las destruyas. —Espera —dijo Tetis—. Conozco a alguien que quizás pueda ayudar. Se convirtió en una nube de agua salada y se apresuró al mar, donde encontró a Briareo el Centímano. Briareo le debía una a Zeus por haberlo dejado salir del Tártaro, así que estaba feliz de ayudar. De alguna manera, Tetis logró meter de contrabando al enorme tipo en el Olimpo sin que los dioses lo notaran y, con sus diestras manos, Briareo desató las cuerdas mágicas rápidamente. 214

Zeus saltó de la cama, agarró sus rayos y entró resueltamente en el cuarto del trono, donde los otros dioses aún intentaban diseñar su nueva bandera. ¡BOOM! Zeus cortó toda discusión con los otros dioses. Cuando terminó de hacer volar las cosas y de usar a los Olímpicos como blanco de práctica, castigó a los rebeldes por su traición. Mantuvo su promesa a Tetis. No cortó a los dioses en pequeños pedazos o los tiró al Tártaro. Pero ató a Hera y la suspendió en una cuerda sobre el abismo del Caos, para que pudiera contemplar cómo sería caer en la nada y ser disuelta. Cada día, Zeus la visitaba con sus rayos en mano y decía—: ¡Sip, hoy podría ser un buen día para destruir esa cuerda y verte caer!

Ese es el tipo de relación amorosa que tenían. Hera, eventualmente fue liberada pero, llegaremos a esa historia más tarde. En cuanto a Atenea, se libró sin castigo. Totalmente injusto, ¿cierto? Pero Atenea era una hábil oradora. Probablemente convenció a Zeus de que no tenía nada que ver con el complot, y de que estaba haciendo tiempo para poder liberarlo. Como un idiota, Zeus le creyó. Apolo y Poseidón obtuvieron los peores castigos. Fueron temporalmente despojados de sus poderes inmortales. Ni siquiera sabía que Zeus podía hacer cosas como esa pero, aparentemente podía. Para darles una lección a los dos antiguos dioses, Zeus los hizo trabajar como obreros para el rey de Troya, un tipo llamado Laomedonte. Apolo se convirtió en su pastor y echó un ojo al rebaño real. Poseidón tuvo que construir muros alrededor de la ciudad por sí sólo. 215

— ¿Es una broma? —protestó Poseidón—. Eso tomará años. El rey Laomedonte sonrió. —Sí, bueno… prometo recompensarte por tu trabajo duro pero, será mejor que empieces. En realidad, Laomedonte no tenía intención de pagarle a Poseidón. No le gustaba el dios del mar. Sólo quería obtener tanto trabajo gratis de Poseidón como fuera posible, por tanto tiempo como fuera posible. Ya que Poseidón no tenía opción, se puso a trabajar. Incluso sin sus poderes divinos, Poseidón aún era bastante impresionante. Era más fuerte que cualquier mortal y podía transportar cinco o seis enormes bloques de piedra al mismo tiempo. El proyecto le tomó años pero, finalmente construyó los

muros más poderosos que ninguna ciudad mortal haya tenido, haciendo de Troya casi invencible. Al final, cansado, adolorido e irritado, Poseidón marchó a la habitación del trono del Rey Laomedonte. —Terminé —anunció Poseidón. — ¿Con qué? —Laomedonte levantó la mirada del libro que estaba leyendo. Habían sido tantos años que se había olvidado de Poseidón por completo—. ¡Oh, claro! ¡Los muros! Sí, lucen genial. Puedes irte ahora. Poseidón pestañeó. —Pero…mi recompensa. —Esa es tu recompensa. Puedes irte. Le dejaré saber a Zeus que cumpliste tu juramento y te hará un dios de nuevo. ¿Qué mejor recompensa podría haber? Poseidón gruñó. —Hice de tu ciudad la más fuerte de la tierra. Hice muros que resistirán cualquier ejército. Me prometiste compensación ¿y ahora no pagarás? — ¿Todavía estás aquí? —preguntó Laomedonte. Poseidón salió hecho una furia del cuarto del trono. Zeus lo hizo dios otra vez pero, Poseidón nunca olvidó cómo Laomedonte lo había insultado. No podía destruir Troya por completo, Zeus lo prohibió. Pero Poseidón sí envió un monstruo marino para aterrorizar a los troyanos. También, se esmeró especialmente en hundir los navíos troyanos cada vez que tenía la oportunidad. Y cuando un pequeño evento llamado la Guerra Troya ocurrió… bueno, Poseidón no estaba del lado de Troya. Y ese es mi papá, amigos: un tipo calmado y tolerante la mayor parte del tiempo. Pero si lo hacías enojar, tenía una memoria muy, muy buena.

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El único dios que sostenía viejas rencillas… sí, lo adivinaste. El mismísimo Viejo Pantalones de Trueno. Supongo que lo hemos pospuesto lo suficiente. Es momento de hablar de Zeus.

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Zeus los mata a todos

¿Q

uieres asustarte?

Considera esto: Zeus fue el dios de la ley y el orden. El tipo que azarosamente tiró rayos cuando estuvo enojado y no pudo mantener sus votos de boda, este era el tipo a cargo de asegurarse de que los reyes actuaran sabiamente, los consejos de ancianos fueran respetados, que las promesas fueran mantenidas y que a los extranjeros se les brindara hospitalidad. Eso me haría el dios de las tareas y las buenas notas. Supongo que Zeus no era tan malo. A veces se aparecía en la casa de los mortales disfrazado como vagabundo para ver si le dejaban entrar y le ofrecían comida. Si tratabas con amabilidad al visitante, ¡bien por ti! Ese era tu deber como ciudadano griego. Si le cerrabas la puerta en las narices…bueno, Zeus volvería más tarde con sus rayos. Sólo saber que cada viajero o vagabundo podría ser Zeus disfrazado mantenía a los griegos en ascuas.

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Lo mismo con los reyes. Zeus era el dios del poder de la realeza, así que él vigilaba a los gobernantes mortales para asegurarse de que no abusaran de su posición. Obviamente, un montón de reyes se salieron con la suya con cosas terribles (probablemente Zeus estaba ocupado persiguiendo a alguna chica y no se dio cuenta); pero siempre había una posibilidad de que si hacías algo terriblemente malo o estúpido, Zeus traería sus benditos rayos y truenos y te sacaría de inmediato del trono. ¿Un ejemplo? Salmoneo. Ese tipo debió haber ganado el premio al más idiota. El era uno de los siete hermanos, todos príncipes de un reino griego llamado Tesalia. Dado que había muchos príncipes frecuentando el palacio sin nada que hacer excepto jugar videojuegos y esperar a heredar el reino, su padre el rey dijo “¡Chicos, salgan de aquí! ¡Hagan algo de ejercicio! ¿Por qué no van a iniciar nuevos reinos o algo así? ¡Dejen de holgazanear y consíganse un trabajo!” Los siete príncipes no se sentían dispuestos a fundar nuevos reinos. Eso era mucho trabajo. Pero su padre insistió y lo mismo hicieron sus guardias completamente armados. Cada uno de los príncipes tomó un grupo de colonos y atacaron el desierto del sur de Grecia. El príncipe Salmoneo era muy vanidoso. Nombró a su reino Salmonea. Puso a sus colonos a trabajar para construir la ciudad capital, pero se enojó porque la gente quería construir templos para los dioses antes de comenzar un palacio para él. ―Su majestad―dijeron―, tenemos que honrar a los dioses primero. ¡De otro modo se enfadarán! El nuevo rey se quejó. Él no creía en los dioses. Estaba muy seguro de que esas historias eran un puñado de basura que los sacerdotes habían inventado para mantener a la gente en línea. Esa noche Salmoneo se sentó en su palacio a medio construir, viendo a sus ciudadanos trabajar hasta tarde, poniendo los detalles finales en el templo para Zeus, con su techo de oro y sus suelos de mármol. Podía oler toda la comida sabrosa que fue quemada en los fuegos ceremoniales.

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―Ellos no me traen comida sabrosa a mí ―murmuró para sí mismo Salmoneo—. Le tienen tanto miedo a los dioses, ¿pero no le temen a su propio rey? No me tratarían así si yo fuera un dios. A Salmoneo de repente se le ocurrió una maquiavélica idea. Recordó los juegos que él y sus hermanos solían jugar en Tesalia cuando eran niños. Ellos se vestían y pretendían ser héroes y dioses. Salmoneo fue siempre el mejor actor. Llamó a su consejero más leal y le dijo: ― Fiel consejero, tenemos trabajo que hacer. Necesitamos accesorios y disfraces. Su consejero frunció el ceño. ― ¿Haremos una obra de teatro, su Majestad? ―Algo así―sonrió Salmoneo. Unos días después Salmoneo estaba listo. Se puso su traje, se metió en su carroza recién decorado y entró a caballo en las calles de su capital. ― ¡Contemplad! ―gritó con fuerza―. ¡Soy Zeus! Un granjero se quedó tan sorprendido que dejó caer una cesta de aceitunas. Una señora se cayó de su burro. Otros ciudadanos gritaron y salieron corriendo porque tenían miedo de ser pisoteados por los caballos del rey. Salmoneo parecía bastante impresionante. Vestía ropas blancas bordeadas de oro. Una corona de oro brillaba en su pelo. Dado que el águila era el ave sagrada de Zeus, Salmoneo había pintado águilas en los costados de su carroza. Montado detrás de él, oculto bajo una lona, dos tambores de latón. Cuando él levantó la mano, su consejero (que estaba escondido debajo de la lona y no se sentía muy cómodo) golpearía los tambores y haría un sonido como de trueno sordo. Salmoneo cabalgó por las calles gritando: ― ¡Soy Zeus, denme comida sabrosa!

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Finalmente se detuvo en los escalones del nuevo templo a Zeus y volvió el carroza hacia la multitud reunida. ― ¡Me adorarán!―ordenó― ¡Porque yo soy un dios! Uno de sus súbditos más valientes gritó: ― ¡Usted se parece a Salmoneo! ― ¡Sí!―Salmoneo estuvo de acuerdo―. ¡Pero también soy Zeus! He decidido habitar el cuerpo de su rey. Lo adorarán como me adoran a mí. Este templo será mi palacio. Me traerán todas sus ofrendas. Pero no las quemen más. Eso es un desperdicio. Yo me las comeré. Unos cuantos súbditos tímidos comenzaron a obedecer, dejando cestas de comida cerca del carroza. Un hombre gritó: ― ¿Por qué tiene pollos pintadas en su carroza? ― ¡Son águilas!―gritó Salmoneo. ― ¡Parecen pollos!―insistió el hombre. ― ¡Silencio, mortal!―Salmoneo pateó a su consejero bajo la manta. El consejero comenzó a golpear sus tambores. ― ¿Ven?―dijo Salmoneo―. ¡Puedo convocar truenos! Una mujer en la parte de atrás dijo: ― ¿Quién es el que está bajo la manta detrás de usted? ― ¡Nadie!―gritó Salmoneo, una gota de sudor caía por su cuello. Esto no estaba saliendo como él había esperado, por lo que decidió usar sus refuerzos. Sacó una antorcha de su cubo de antorchas flamantes (99,99 dólares en Walmart) y le arrojó una a la señora en la multitud. La gente gritó y se escabulló lejos de la antorcha, pero esta aterrizó sin causar daño sobre el pavimento.

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― ¡Ahí!―rugió Salmoneo―. ¡Les he lanzado un rayo! ¡No me pongan a prueba o los derribaré! ― ¡Eso es una antorcha!―gritó alguien. ― ¡Tú lo pediste, mortal!―Salmoneo comenzó a lanzar antorchas a la multitud y patadas a su consejero bajo la lona para que golpeara sus tambores, pero pronto la novedad se acabó y la gente se enfadó. ― ¡Boo!―gritó alguien. ― ¡Impostor!―bramó otro―. ¡FALSO ZEUS! ― ¡EL ZEUS REAL!―gritó Salmoneo de vuelta―. ¡Yo soy Zeus! ― ¡No eres Zeus!―gritó la multitud. Tanta gente estaba gritando el nombre de Zeus que él mismo en persona, sobre el Monte del Olimpo, se dio cuenta. Miró hacia abajo y vio a un rey mortal con un disfraz pésimo, montando sobre una carroza pintada con pollos, lanzando antorchas y llamándolos relámpagos. El dios del cielo no supo bien si reírse o enfadarse. Se decidió por el enfado. Nubes de tormenta se reunieron sobre la nueva ciudad de Salmonea. Un trueno real sacudió los edificios. La voz del dios del cielo resonó desde lo alto: YO SOY ZEUS. El rayo dentado de un relámpago partió el cielo, golpeando con fuerza a Salmoneo y a su pobre consejero convirtiéndolos a ambos en manchas de grasa. Cuando el humo se disipó no quedaba nada excepto una carrozaza quemándose y un tambor de metal medio derretido.

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Los mortales de Salmonea aplaudieron. Ellos habrían organizado una fiesta en honor de Zeus por deshacerse de su idiota rey, pero Zeus aún no terminaba. Su voz rugió desde el cielo: ― ¡ALGUNOS DE USTEDES LE TRAJERON OFRENDAS! ¡ALGUNOS DE USTEDES SÍ LE CREYERON A ESE IDIOTA! ― ¡No!―gritaron los mortales, acobardándose humillados―. ¡Por favor! ― NO PUEDO PERMITIR QUE ESTA CIUDAD EXISTA ―retumbó Zeus―. DEBO HACERLES UN EJEMPLO PARA QUE ESTO NO VUELVA A OCURRIR OTRA VEZ. RELÁMPAGOS EN 5, 4, 3… Los mortales rompieron filas y corrieron, pero Zeus no les dio mucho tiempo. Algunas personas lograron salir de Salmonea con vida, pero cuando los relámpagos empezaron a llegar, la mayoría de los mortales fueron volados en pedazos o enterrados bajo los escombros. Zeus sacó la ciudad de Salmonea del mapa. Nadie se atrevió a repoblar la zona por otra generación, todo por culpa de un hombre con un mal disfraz de Zeus, una carroza de pollo, y un cubo de antorchas. Una matanza exagerada. Literalmente. Pero no fue el peor castigo de Zeus. Una vez decidió destruir a toda la raza humana. Ni siquiera sé por qué. Aparentemente los humanos se estaban portando mal. Tal vez no estaban haciendo los sacrificios apropiados, o no creían en los dioses o estuvieron maldiciendo demasiado y conduciendo sobre el límite de velocidad permitido. Como sea. Zeus se enfadó y decidió terminar con toda la raza. Quiero decir, vamos. ¿Qué tan malos pudieron ser los humanos? Estoy seguro de que no hacían nada que no hubieran hecho siempre. Pero Zeus decidió que ya era suficiente. Actuó como uno de esos maestros que te dejan salirte con la tuya todo el semestre y luego un día, sin una razón aparente, decide tomar serias reprimendas. Como: ¡Ok, ya está bueno! ¡Todos a detención ahora! ¡Toda la clase! Es como: “Amigo, por favor”. Hay opciones entre nada y una guerra nuclear. Como sea, Zeus reunió a los dioses y les dio la noticia.

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― ¡Los humanos son repugnantes!―lloriqueó―. ¡Los destruiré! El salón del trono estaba en silencio. Finalmente, Demetrio dijo: ― ¿A todos? ―Sí ―dijo Zeus. ― ¿Cómo? ―preguntó Ares. El dios de la guerra tenía un brillo ansioso en los ojos―. ¿Fuego? ¿Relámpagos? Podríamos conseguir un montón de motosierras y… ―Bombas de pesticidas ―dijo Zeus―. Fijamos algunos de esos bebés fuera, dejamos el mundo por unos días, y… ―Nadie ha inventado las bombas de pesticida todavía ―señaló Hera. ―Oh, cierto. ―Zeus frunció el ceño.― ¡Entonces un diluvio! ¡Voy a abrir los cielos y descargar lluvias torrenciales hasta que todos los seres humanos se ahoguen! Poseidón gruñó. 225

―Las inundaciones son mi departamento. ―Puedes ayudar ―ofreció Zeus. ―Pero sin humanos ―Hestia preguntó desde el fondo de su corazón―, ¿quién va a adorarte, mi Señor? ¿Quién va a construirte templos y a quemarte ofrendas? ―Pensaremos en algo ―dijo Zeus―. Después de todo, esta no es la primera raza de humanos. Siempre podemos hacer más. Según historias antiguas, esto era técnicamente cierto. Los seres humanos en el tiempo de Cronos habían sido llamados la raza de oro. Supuestamente todos ellos murieron y fueron reemplazados por la raza de plata. Los que estuvieron en los primeros días del Olimpo fueron llamados la raza de bronce. ¿Qué hizo a esos humanos diferentes de nosotros? Hay muchas historias, pero lo principal es: ellos se extinguieron y nosotros no…todavía.

―Además ―continuó Zeus― un diluvio es genial. Tenemos que dar a la tierra un lavado a presión adecuado de vez en cuando para eliminar toda la mugre de las aceras. A regañadientes, los dioses accedieron a su plan, pero muchos de ellos tenían seres humanos favoritos por lo que en secreto enviaron advertencias en forma de sueños o presagios. Debido a esto, unas cuantas personas sobrevivieron. Los más famosos fueron el rey y la reina de Tesalia al norte de Grecia: un tipo llamado Deucalión y su esposa Pirra. Deucalión era humano, pero su padre fue Prometeo, el Titán, aquel que había traído fuego a los hombres y ahora estaba encadenado en una montaña lejana, con su hígado siendo picoteado por un águila. No sé cómo Prometeo se las arregló para tener un hijo mortal con todo lo otro que le estaba ocurriendo. No puedes ingresar a un programa de citas cuando estás atado a una roca y siendo torturado. Como fuera el caso, de alguna manera Prometeo escuchó el plan de Zeus y todavía tenía un montón de amor por la humanidad. Especialmente, no quería que su propio hijo Deucalión se ahogara, porque era un buen tipo. Él siempre fue respetuoso con los dioses y trató bien a sus súbditos. Así que Prometeo le alertó en un sueño: ― ¡SE VIENE UNA DILUVIO! JUNTEN RESERVAS EN EL COFRE MÁS GRANDE QUE PUEDAN ENCONTRAR. ¡RÁPIDO! Deucalión despertó con un sudor frío. Le contó a su esposa sobre el sueño y ella recordó un gran cofre de roble que tenían guardado en el ático. Cogieron algo de comida y agua de la cocina y corrieron escaleras arriba, advirtiendo a todos sus sirvientes en el camino: ―Reúnan a sus familias. ¡Se viene un diluvio! ¡Busquen terrenos altos! Porque Deucalión y Pirra eran de esas buenas personas. Desafortunadamente, la mayoría de los sirvientes no escucharon. El rey y la reina estaban envejeciendo, así que los sirvientes pensaron que se estaban poniendo seniles. Deucalión y Pirra sacaron las ropas viejas y los adornos fuera del cofre para dejar espacio para sus provisiones. La lluvia comenzó a caer. En minutos, el cielo no era

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más que láminas de agua gris. Los relámpagos destellaban. Un trueno sacudió la tierra. En menos de una hora, todo el reino de Tesalia fue tragado por el diluvio. Deucalión y Pirra cerraron su cofre lleno de suministros, tirándose sobre la tapa y flotando directamente por la ventana del ático. No fue un viaje cómodo, disparados hacia arriba y abajo en oleajes de doce metros, mientras que la tormenta arreciaba, más allá trozos de escombros se arremolinaban y todo el mundo se estaba ahogando. Al rey y a la reina les entró agua con sal en la nariz como un millón de veces. Pero el cofre de madera actuó como un salvavidas y les impidió hundirse. Luego de lo que pareció ser un tiempo eterno, la lluvia se detuvo. Las nubes se abrieron y el sol salió. La diluvio retrocedió lentamente, y Deucalión y Pirra aterrizaron su cofre en las laderas del monte Parnaso. A este punto, debes estar pensando: “Hey, un tipo escapó de un gran diluvio y flotó a salvo mientras el resto de la malvada raza humana se ahogó. ¿No había otra historia así? ¿La de un tipo llamado Noé? 227

Sí, bueno, todas las culturas antiguas parecen tener una historia de un diluvio. Supongo que fue un desastre bastante masivo. Diferentes personas lo recuerdan de diferentes maneras. Tal vez Noé y Deucalión se cruzaron en el mar, y Deucalión dijo algo como: ― ¡Un arca! ¡Dos animales de cada tipo! ¿Por qué nosotros no pensamos en eso? Y su esposa Pirra diría: ― ¡Porque no hubieran cabido en este cofre, idiota! Pero es sólo una suposición. Finalmente las aguas se hundieron de nuevo en el mar, y la tierra comenzó a secarse. Deucalión miró a su alrededor a las colinas vacías de Grecia y dijo: ―Genial. ¿Qué hacemos ahora?

―Primero ―dijo Pirra―, hacemos un sacrificio a Zeus para pedir que no vuelva a hacer esto otra vez. Deucalión estuvo de acuerdo de que era una buena idea, porque otro diluvio apestaría. Sacrificaron todo lo que quedaba de comida junto con su cofre, en un gran fuego y rogaron a Zeus para evitarles más lavados a presión. Arriba en el Olimpo, Zeus estaba complacido. Estaba sorprendido de que alguien hubiera sobrevivido, pero dado que lo primero que hicieron Deucalión y Pirra fue honrarlo, él estaba bien con eso. ―NO MÁS DILUVIOS―su voz retumbó desde arriba―, PORQUE USTEDES SON PERSONAS PIADOSAS Y ME GUSTAN, PUEDEN PEDIR CUALQUIER COSA Y SE LOS CONCEDERÉ. Deucalión rogó apropiadamente. ― ¡Gracias, Señor Zeus! Te rogamos, por favor dinos, cómo repoblar la tierra. Mi esposa y yo somos muy viejos para tener hijos y no queremos ser los últimos humanos vivos. Deja que los humanos regresen y esta vez se comportarán. ¡Se lo prometo! El cielo retumbó. ―VE HACIA EL ORÁCULO DE DELFOS. ELLOS TE ACONSEJARÁN. Fue una gran distancia, pero Deucalión y Pirra caminaron todo el camino hacia el oráculo. Dio la casualidad de que el pueblo de Delfos había sido advertido sobre la inundación por un montón de lobos aullando. Cuál dios mandó a los lobos, no lo sé, pero la gente había escalado la montaña más alta cerca de Delfos y sobrevivieron a la inundación por lo que ahora habían vuelto a la rutina, dispensando profecías y otras cosas. Deucalión y Pirra fueron a la cueva del Oráculo donde una anciana estaba sentada en un taburete de tres patas, envuelta en una niebla verde. ― ¡Oh, Oráculo!―dijo Deucalión―. Por favor, dinos cómo repoblar la tierra. ¡Y no me refiero a tener hijos, porque estamos muy viejos para eso!

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La voz del Oráculo fue como el silbido de las serpientes: ―Al salir de este lugar, cubran sus cabezas y lancen los huesos de su madre detrás de ustedes a medida que avanzan y no miren hacia atrás. ― ¿Los huesos de mi madre? ―Deucalión estaba indignado―. Ella está muerta y enterrada. ¡No cargo sus huesos conmigo! ―Sólo pronuncio las profecías ―murmuró el Oráculo―. No las explico. ¡Ahora, shoo! Deucalión y Pirra no quedaron satisfechos, pero dejaron al Oráculo. ― ¿Cómo se supone que lancemos los huesos de mi madre detrás de nosotros? ―preguntó Deucalión. Pirra no estaba segura, pero se cubrió la cabeza con un chal, luego le dio a su marido una bufanda extra que tenía, para que pudiera hacer lo mismo, tal como el Oráculo había ordenado. Mientras se alejaban, con las cabezas agachadas, Pirra se dio cuenta que con su chal sobre su cabeza sólo podía ver el suelo justo delante de ella, el cual estaba lleno de rocas. Se congeló. ―Esposo, tengo una idea. Los huesos de nuestra madre. ¿Qué tal si la profecía no se refería literalmente a los huesos de nuestra madre? Puede ser que sea un... ¿cómo se llaman esas cosas? ¿Quintillas? ―No, una quintilla es un poema picaresco ―dijo Deucalión―. ¿Quieres decir una metáfora? ― ¡Sí! ¿Qué tal si los huesos de nuestra madre es una metáfora? ―Está bien. ¿Pero una metáfora de qué? ―La madre de todo…la Madre Tierra ―sugirió Pirra―.Y sus huesos… ― ¡Podrían ser las rocas! ―gritó Deucalión―. ¡Wow, que inteligente eres! ―Por eso te casaste conmigo.

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Entonces Deucalión y Pirra comenzaron a recoger rocas y arrojarlas sobre sus hombros mientras caminaban. No miraron atrás, pero podían oír las rocas agrietándose como huevos al caer al suelo. Más tarde, el rey y la reina se enteraron de que cada roca se había convertido en un ser humano. Cuando Deucalión arrojó una, se convirtió en un hombre. Cuando Pirra lanzó otra, se convirtió en una mujer. Así, Zeus permitió a la raza humana repoblarse a sí misma. No estoy seguro de si eso significa que seguimos siendo la raza de bronce, o si somos la raza de piedra, ¿o tal vez los roqueros? De cualquier modo, Zeus estaba contento de dejar que los seres humanos regresaran al mundo, porque sin ellos, no habría tenido ninguna chica mortal bonita para perseguir después. No puedes ir por la Antigua Grecia y no cruzarte al menos una vez con una de las ex novias de Zeus. Ya hemos cubierto una gran cantidad de sus romances, así que no creo que tengamos que hablar de muchas de ellas aquí. Voy a mencionar que Zeus no tuvo absolutamente ninguna vergüenza y que era infinitamente creativo a la hora de cortejar a las mujeres. Con cada novia, cambió a alguna forma extraña para llamar su atención. Rara vez apareció con el mismo disfraz dos veces. Una vez se puso cariñoso con una chica mientras estaba transformado en cisne. En otra ocasión, visitó a su novia como una lluvia de luz dorada. Acorraló a otras mujeres en formas de una serpiente, un águila, un sátiro, y una hormiga. (En serio, ¿cómo puedes acorralar a alguien cuando eres una hormiga? y ¿cómo ... no importa.) Zeus incluso engañó a algunas mujeres al aparecer como sus maridos. Eso es caer bajo. Un truco particularmente astuto fue cuando secuestró a esta mujer llamada Europa. Ella era una princesa. (Naturalmente. ¿No son siempre princesas?) Zeus la espió un día en la playa, disfrutando con sus amigos. Zeus no quería aparecer ante ella en su forma divina real, porque a) Hera podía darse cuenta y enfadarse, b) cuando los dioses se presentan, las niñas tienden a huir para siempre, y c) realmente quería hablar con Europa a solas. ¿No odias cuando quieres hablar con una chica a solas, pero siempre parece que viaja en manadas, como los lobos? Es muy molesto.

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Así que Zeus se transformó en toro y galopó por la playa. Aunque no daba miedo como un toro. Tenía los ojos grises y suaves y una piel dorada amarillenta con una mancha blanca en la frente. Sus cuernos eran de color blanco nacarado. Se detuvo en una ladera cubierta de hierba cerca de la playa y empezó a pastorear, como, Ho―hum. No me hagas caso. Todas las chicas lo notaron. Al principio, no estaban seguras de qué pensar. Pero el toro no hizo nada amenazante. Se veía muy lindo y suave, tanto como podía serlo un toro. ― ¡Vamos a verlo!―dijo Europa―. ¡Se ve lindo! Así que las chicas pulularon en torno al toro y empezaron a acariciar su espalda y le dieron de comer puñados de pasto. El toro hizo pequeños sonidos de bramido. Miró a Europa con unos ojos suaves y tiernos y actuó dulce y cariñoso. ― ¡Aaaaawww!―dijeron las chicas. Europa se dio cuenta de que el toro también olía maravilloso―como una combinación de cuero y Old Spice. Tenía un impulso irresistible de adoptarlo y llevarlo a casa. Zeus, el toro, acarició su vestido y luego bajó la cabeza, hundiéndose hasta las rodillas delanteras. ― ¡Oh dios mío!―gritó Europa―. ¡Parece que quiere llevarme a dar un paseo! En términos generales, las princesas no debían montar toros, pero este toro parecía tan dulce y manso que Europa se subió directo en su espalda. ― ¡Vamos chicas!―Europa las llamó― ¡Vamos a whoaaaa...! Antes de que pudiera ayudar a sus amigas a subir a bordo, el toro corrió directamente hacia el océano. Europa se aferró a su cuello, aterrorizada de salir lanzada. Tenía demasiado miedo como para intentar escalar fuera del toro mientras estaba arrasando con el camino. En poco tiempo, el toro estaba cien metros mar adentro. Los amigos de Europa la llamaron desesperadamente, pero la playa estaba cada vez más lejos y ella no era una

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buena nadadora. No tenía ni idea de a dónde el toro la estaba llevando; su única opción era aguantar y esperar lo mejor. Zeus nadó hasta llegar a la isla de Creta. Una vez allí, se volvió en un dios y le dijo: ― ¡Finalmente estamos solos! ¿Cómo estás? Soy Zeus. Bueno, una cosa llevó a la otra y como Europa no podía volver a casa, terminó quedándose en Creta, donde tuvo tres hijos con Zeus. Como nadie en casa sabía dónde había desaparecido Europa su nombre finalmente significó, aquellas tierras de las que no sabemos mucho. Los griegos comenzaron a llamar a las tierras del norte de ellos Europa, y, finalmente, el nombre se quedó como Europa. A pesar de esto, Zeus no siempre se salió con la suya respecto a las mujeres. Después de esa pequeña rebelión, cuando los dioses trataron de derrocarlo, pasó algún tiempo coqueteando con la Nereida Tetis, la que le había liberado de sus cadenas. Entonces Zeus escuchó una profecía en que Tetis estaba destinada a dar a luz a un hijo que era más grande que su padre. Esto asustó bastante a Zeus. ― ¿Un niño superior a mí? ―murmuró para sí mismo―. ¡No lo creo! Así que interrumpió su coqueteo con Tetis y su relación nunca llegó a ninguna parte. Tetis finalmente se casó con un gran héroe llamado Peleo y tuvieron un hijo que era un héroe muy superior a su padre. De hecho, resultó ser el héroe más poderoso y famoso de toda la historia griega. Su nombre era Aquiles. Así que podemos estar agradecidos de que Zeus no se casara con Tetis. Ninguno de nosotros necesita a un Zeus Júnior súperpoderoso corriendo por ahí. Zeus por sí mismo era lo suficientemente poderoso para manejar cualquier cosa...bueno, casi cualquier cosa. La única vez que lo vencieron, engañaron y fue totalmente usado fue cuando se enfrentó a un monstruo llamado Tifón. Las historias sobre él son bastantes confusas. Ni siquiera pueden ponerse de acuerdo con el nombre. A veces es Typhoeus, otras Tifón. A veces Tifón y Typhoeus son

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tratados como dos monstruos diferentes. Para simplificar las cosas, vamos a llamarlo Tifón. ¿Qué aspecto tenía? Difícil decirlo. Él siempre estaba envuelto en nubes de tormenta. GRANDE, de seguro. Tan grande que la cabeza parecía raspar la parte superior del cielo. Su forma era más o menos humanoide de la cintura para arriba, pero sus piernas eran como los cuerpos de las boas constrictoras. En cada mano, tenía un centenar de dedos que terminaban en cabezas de serpientes, cada uno de las cuales tenía ojos ardientes y escupían veneno, por lo que cuando se enojaba, él simplemente esparcía veneno por todo el lugar. Esto también hizo que fuera totalmente imposible para él obtener una manicura. Tenía alas de cuero enormes, el pelo largo y enmarañado que olía a humo volcánico y una cara que estaba en constante cambio de modo que parecía que tenía un centenar de diferentes caras, cada una más fea que la otra. Ah, y respiraba fuego. ¿Mencioné eso? Tifón nació y se crió en el foso del Tártaro. El espíritu de la fosa―el dios primordial Tártaro―era su papá. Su madre era la Madre Tierra. Supongo que eso explica por qué Tifón era a la vez grande y malo. Sus padres deben haberse sentido tan orgullosos. En la fosa, Tifón tenía una esposa encantadora llamada Equidna. Bueno, ella no era realmente encantadora. Era una monstrua espantosa y sucia, pero deben haberse conformado, porque tuvieron muchos niños juntos. De hecho, prácticamente todos los monstruos horribles que se puedan imaginar fueron hijos de Tifón y Equidna. A pesar de esto, un día Tifón se puso inquieto y decidió dejar su cómoda casa en el pozo de la condenación eterna. ―Cariño ―le dijo a Equidna―. Voy a subir para destruir a los dioses y apoderarme del universo. Voy a tratar de estar de vuelta para la cena. ― ¿Esta es idea de tu madre, no? ―se quejó Equidna―. ¡Ella siempre te está diciendo qué hacer! Deberías quedarte en casa. Hidra necesita a su padre. ¡La Esfinge necesita a su papá! Tifón se estremeció. Era verdad que la Madre Tierra siempre le estaba hostigando con destruir a los dioses. Gaia odiaba a los dioses desde que derrotaron a los Titanes. Pero

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este viaje fue idea de Tifón. Necesitaba unas vacaciones de sus hijos monstruosos y de su esposa monstrua. Tomar el universo sonaba sólo como el billete. ―Volveré ―prometió―. Si me demoro no me esperes despierta. Así que la gigante tempestad de Tifón irrumpió en el mundo de arriba y comenzó a destruir todo a su paso. Fue patéticamente fácil. Arrancó una montaña y estrelló una ciudad. Convocó un huracán y ahogó una isla entera. ― ¿Esto es todo lo que tienes? ―gritó Tifón hacia el Monte Olimpo, lejos en la distancia―. ¿Dónde están los dioses? Los dioses, de hecho, se estaban reuniendo para la guerra... hasta que vieron el tamaño de Tifón y cómo él hacía estragos en toda la tierra, aplanando las naciones, convirtiendo en antorchas los bosques, transformando los océanos en veneno con los dedos de cabeza de serpiente. ― Uh...―Poseidón tragó saliva―. Ese tipo es enorme. ― Macizo ―dijo Atena, por una vez, estando de acuerdo con el dios del mar―. No me gustan estas probabilidades. ― ¡Chicos! ―protestó Zeus―. ¡Hay doce de nosotros y sólo uno de él! ¡Hemos derrotado a los Titanes, podemos hacer esto! En realidad, Zeus estaba temblando en sus sandalias. Quería correr también, pero él era el rey de los dioses, por lo que tuvo que dar un buen ejemplo. ―Vamos ―dijo, alzando su mejor rayo―. ¡A la carga! Los dioses se subieron a sus carros voladores y lo siguieron a la batalla. Ellos gritaron “¡A la carga!”, pero estaban tan nerviosos, que sonó más como "¿A la carga?” Cuando Tifón los vio venir, él experimentó algo que nunca había sentido antes... alegría. ¡Los dioses eran ridículamente pequeños! Ellos serían tan fáciles de destruir que le hizo sentir vértigo. Ya podía imaginarse a sí mismo tomando el trono de Zeus en el Olimpo y gobernando el universo, a pesar de que probablemente tendría que conseguir un trono más grande.

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— ¡MUERAN, INMORTALES! ―bramó, lo que no era un desafío lógico, ya que técnicamente los inmortales no pueden morir; pero supongo que Tifón planeaba convertirlos en pequeños montones de polvo y espolvorearlos en el abismo, lo que es bastante cerca de estar muertos. De todos modos, la tempestad gigante arrojó veneno y eructó fuego y se levantó hasta su completa altura, por lo que su cabeza rozó el cielo. Nubes de oscuridad se arremolinaba a su alrededor. La tierra se derritió y los mares hirvieron alrededor de sus pies de reptil. Los dioses cambiaron su grito de guerra a: ¡CORRAN! ¡AYUDA! y ¡MAMI! Todo el mundo excepto Zeus dio la vuelta y huyó. No fue su mejor momento. Algunas historias dicen que se convirtieron en animales para esconderse de la ira del gigante. Una de las historias, incluso aseguran que se escondieron en Egipto. Mientras estuvieron allí, en las formas de animales, originaron todos esos mitos egipcios sobre dioses con cabeza de animal. No estoy seguro de lo que los egipcios dirían de eso, viendo cómo sus mitos son miles de años más viejos que los griegos, pero esa es la historia griega. Cualquiera que sea el caso, Zeus se quedó solo para hacer frente a Tifón. El dios del cielo gritó después de que los Olímpicos huyeran: ― ¿Es una broma? ¡Vuelvan aquí, cobardes! Pero su voz fue ahogada por la risa de Tifón. ―Pobre Zeus, ¡todo solo! ¡Será mejor que huyas también, pequeño dios, antes de que te aplaste como a una hormiga! Zeus se había transformado en una hormiga una vez para cortejar a una de sus amigas, por lo que tuvo una afición por las hormigas. ¡Tifón no podía insultar a las hormigas así! La ira le dio coraje. ― ¡Vas a caer grandote! ―gritó Zeus. Y cargó a matar.

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Lanzó un rayo que impactó en el pecho de Tifón como una bomba de hidrógeno de cincuenta megatones. La tempestad gigante se tambaleó hacia atrás, pero no cayó. Zeus atacó al gigante una y otra vez. Las explosiones frieron el aire, vaporizaron el agua y formaron ampollas en la superficie de la tierra, pero Tifón aún seguía viniendo. El gigante golpeó el carro de Zeus y este salió disparado fuera del cielo. A medida que Zeus caía, Tifón le cogió una mano entre sus dedos de serpiente y empezó a apretar. Zeus cambió de tamaño, creciendo tan grande como le fue posible, lo que todavía era muy poco en comparación con Tifón. Luchó para liberarse, pero incluso el dios de la enorme fuerza era inútil contra el gigante. ― ¡Déjame ir! ―bramó Zeus. ―Claro ―Tifón gruñó, vomitando fuego tan cerca de la cara de Zeus que le quemó su barba―. Pero no puedo tenerte causando problemas, así que voy a necesitar un depósito de seguridad. ― ¿Un qué? Los dedos de serpiente de Tifón se envolvieron alrededor de los brazos y las piernas de Zeus. Las cabezas de serpiente hundieron sus colmillos venenosos en sus antebrazos y sus pantorrillas y... Bueno. Prepárate. Esto es asqueroso. ... Arrancaron los tendones de Zeus. ¿Qué significa eso? Bueno, los tendones sostienen a los músculos de los huesos, ¿no? Al menos eso es lo que me dijo mi entrenador de baloncesto. Son bandas extremadamente fuertes de tejido conectivo ―como cinta adhesiva natural del cuerpo. Y sin cinta adhesiva nada funciona. Tifón arrancó los tendones inmortales, brillantes, blancos y viscosos de piadoso tejido conectivo, (te lo advertí era horrible), y Zeus quedó flojo como una muñeca. Él no podía mover sus brazos o piernas. Estaba completamente indefenso, y con tanto dolor, que ni siquiera podía ver bien. ― ¡Ahí vamos! ―gritó Tifón―. Oh, y voy a tomar estos rayos. ¡Hacen excelentes palillos!

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El gigante cogió los relámpagos que colgaban del cinturón de Zeus. Luego se agachó y recogió los extras del carro destrozado que yacían echando humo en una isla cercana. ― ¡Eso es bueno! Ahora eres libre de irte. Puedes disfrutar observándome destruir el Olimpo y conquistar el mundo. Luego, voy a volver y te pondré un pie encima. Tifón lanzó a Zeus a un lado como a un terrón de tierra. El señor del universo aterrizó en un montón irregular en la ladera de una montaña y gimió: ― ¡Ouch! Tifón salió corriendo en dirección al Olimpo, con los rayos de Zeus y los asquerosos tendones a buen recaudo en su bolsa (o bolso de hombre, o lo que fuera la moda de las malas tempestades gigantes que se llevara en ese entonces). Bueno, pandilla, en este momento las cosas no se veían demasiado buenas para los dioses, o para los seres humanos. O para todo el que viviera sobre la faz de la tierra. Zeus estaba tendido en la ladera indefenso y en agonía, viendo como Tifón se marchaba a destruir el Olimpo. Zeus pensó: ¿Por qué quise ser rey? Esto apesta. Mientras tanto, los otros dioses se escondían y Tifón arrasaba la creación, casi sin oposición. Un ejército de monstruos marinos y ballenas de Poseidón intentó detenerlo, pero Tifón los pateó fuera del camino y envenenó sus aguas. Algunos de los dioses del cielo intentaron pelear con él, los espíritus de las estrellas y Selene, Titán de la luna. De hecho, los griegos creían que las cicatrices y cráteres de la luna fueron creados cuando Selene montó el carro de la luna en la batalla. Nada ayudó. Los mares siguieron hirviéndose. Islas enteras fueron destruidas. El cielo estaba convertido en una masa hirviente de rojo y negro. De vez en cuando Tifón pisotearía la tierra abriendo una enorme grieta y alcanzando el interior para alguna yema―magma como desde el interior de un huevo. Tiraría globos ardientes de lava en la tierra, haciendo campos de fuego, fusionando ciudades y escribiendo graffitis ardientes en las laderas de montañas, cosas como: ZEUS APEZTA y TIFÓN ESTUBO AQUÍ. Él habría llegado al Olimpo, sin problema, pero afortunadamente un par de dioses decidieron darse la vuelta y ver lo que había pasado con Zeus.

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Eran los dioses más valientes. Fueron sólo los más disimulados. Uno era Hermes el Mensajero, que podía volar muy rápido y era bueno quedándose fuera del radar. El otro era un dios sátiro menor llamado Aegipan, que tenía las piernas peludas y pezuñas como una cabra y generalmente parecía un sátiro regular excepto que era inmortal. Aegipan había logrado esconderse de Tifón convirtiéndose en una cabra con la cola de un pez. (¿Por qué ese raro disfraz? Tal vez se asustó. No lo sé.) De todos modos, se zambulló en el mar y se escapó. Ahora se sentía mal por ser un cobarde, así que fue a examinar con Hermes y volaron alrededor hasta que vieron a Zeus tirado en un montón. ―Ouch ―dijo Hermes cuando aterrizaron―. ¿Qué te pasó? Zeus quería masticarlos por huir y dejarlo peleando solo con Tifón, pero estaba sufriendo mucho y necesitaba su ayuda. Apenas podía hablar, pero se las arregló para decirles sobre los relámpagos desaparecidos y los tendones que Tifón le había arrancado de sus brazos y piernas. Aegipan parecía que quería vomitar. ―Así que estamos acabados. Se acabó el juego. ―No podemos rendirnos ―dijo Zeus―. Necesito mis tendones y rayos de vuelta. Si puedo hacer caer a Tifón, y golpearlo a quemarropa, creo que podría vencerlo. Pero cómo recuperar mis armas y mis tendones... Se quedó mirando la flauta colgando alrededor del cuello de Aegipan. Traer un instrumento musical a la batalla puede sonar tonto, pero Aegipan siempre llevaba sus flautas. Él tenía una reputación por tocar muy bien. De repente, Zeus tuvo una idea descabellada. Recordó cómo había engañado a Cronos para que vomitara a los otros Olímpicos años atrás, cómo había posado como un copero y ganado el premio de los Titanes cantando y bailando. ―Cuando la fuerza no funciona ―dijo Zeus―, el engaño podría.

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―Me gusta el engaño ―dijo Hermes. Zeus les contó su plan.

Afortunadamente, Hermes era un volador rápido. Recogió a Aegipan y a la muñeca de trapo Zeus y se dirigió a toda velocidad hacia el camino de destrucción de Tifón. Los dioses aterrizaron en el continente griego cerca del pie del Monte Olimpo, directo donde el gigante de la tempestad tendría que caminar. Hermes depositó a Zeus en una cueva cercana, donde tendría al señor del cielo esperar como un saco inútil de rocas mientras el plan fallaba o funcionaba. Hermes se escondió fuera de vista en la arboleda más cercana, mientras que Aegipan, el dios sátiro, se ponía cómodo en una amplia pradera, donde posiblemente no podría ser ignorado, y comenzó a tocar sus flautas. Muy pronto el cielo se oscureció. La tierra tembló. El aire olía a ácido y a veneno y los árboles comenzaron a arder. Aegipan seguía tocando sus dulces melodías. La forma oscura de Tifón apareció en el horizonte, como King Kong, Godzilla y uno de esos tipos malos de Transformer, todo en uno. Él bramó su victoria mientras se acercaba al Olimpo. Toda la tierra se estremeció.

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Aegipan siguió tocando. Sus melodías eran como la luz del sol en la mañana, una corriente fresca corriendo por el bosque y el olor del cabello recién lavado de tu novia… Lo siento. Me distraje. ¿Qué estaba diciendo? Bien... el dios sátiro. Su música evoca todo lo bueno y hermoso. Cuando Tifón estuvo cerca, escuchó la canción dulce flotando en el aire y se detuvo en total confusión.

―Eso no suena como un grito ―murmuró el gigante para sí mismo―. No es una explosión, tampoco. ¿Qué es? Puedo decir con seguridad que no tenían un montón de música en el tártaro y si acaso era más del tipo de cantos fúnebres y death metal. Tifón finalmente vio al dios sátiro relajado en el prado, tocando sus flautas. Tifón podría haberlo pisoteado hasta aplanarlo, obviamente, pero Aegipan parecía completamente indiferente. Tifón estaba desconcertado. Se arrodilló a echar un vistazo más de cerca al sátiro. En unos pocos momentos, el mundo quedó en silencio excepto por la ardiente estela de destrucción tras el gigante y la dulce música de las flautas. El gigante de las tempestades nunca había escuchado nada tan hermoso. Sin duda fue mejor que la persistente voz de su esposa monstrua y el llanto de sus hijos monstruosos. Sin siquiera proponérselo, Tifón exhaló un suspiro de satisfacción profunda, que fue tan de gran alcance que partió el cabello de Aegipan y perturbó su canción. El dios sátiro finalmente lo miró, pero no pareció asustado. (De hecho, Aegipan estaba aterrorizado, pero lo ocultó bien, posiblemente porque sabía que Hermes estaba presente, listo para una escapada rápida si las cosas iban mal). ―Oh, hola ―dijo Aegipan―. No te había visto. Tifón inclinó su cabeza enorme.

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―Soy tan alto como el cielo, envuelto en oscuridad y he estado destruyendo el mundo. ¿Cómo no me notaste? ―Supongo que estaba ocupado con mi música ―Aegipan comenzó a jugar otra vez. Inmediatamente, Tifón sintió que su corazón se elevaba con alegría, que era casi mejor que cuando contemplaba destruir a los dioses. ―Me gusta tu música ―decidió Tifón―. Quizás no te mate. ―Gracias― dijo Aegipan con calma y volvió a tocar. ―Cuando destruya a los dioses, tomaré el mando del Olimpo. Te voy a hacer mi músico de la corte para que puedas tocar para mí. Aegipan seguía tocando con su alegre y suave canción. ―Necesito buena música ―decidió Tifón―. Puedes escribir una gran balada sobre mí, ¡una canción de cómo conquisté el mundo! Aegipan se detuvo y de repente parecía triste. ―Mmm…si sólo...no, es imposible. ― ¿Qué? ―retumbó Tifón. Fue muy duro para Aegipan recordar el plan y mantener la calma con una tormenta gigante cerniéndose sobre él, con los cientos de dedos cabeza serpiente goteando veneno y mirándolo con los ojos rojos. Hermes está cerca, recordó Aegipan. Puedo hacerlo. ―Bueno, me encantaría escribir una canción sobre ti ―dijo Aegipan―. Pero una melodía tan majestuosa no se debe tocar en una flauta. Necesitaría un arpa. ―Puedes tener cualquier arpa del mundo ―prometió Tifón. ―Muy amable, mi señor ―dijo Aegipan―, pero necesitaría cuerdas hechas de algunos tendones increíblemente resistentes... mucho más fuertes que los de vaca o caballo. De lo contrario, las cuerdas estallarían cuando intentase tocar una canción

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acerca de su poder y majestad. ¡Ningún instrumento mortal podría soportar una canción así! Esto tuvo mucho sentido para Tifón. Luego, tuvo un pensamiento. ― ¡Ya lo sé! ―Tifón dejó su mochila en el suelo y sacó los tendones de Zeus―. Puedes utilizar estos para hacer tu arpa. ― ¡Eso es perfecto! ―dijo Aegipan, aunque en realidad quería gritar: ¡Eso es asqueroso! ―. Tan pronto como conquistes el universo, voy a hacer un arpa digna de su canción. ―Aegipan levantó sus flautas y tocó unas pocas notas de una soñolienta canción de cuna suave―. Pero eso debe ser un trabajo muy duro, conquistar el mundo, incluso para un ser tan incomparable como tú. Aegipan tocó un poco más, invocando una tarde perezosa, la fresca sombra de un árbol en un arroyo, el suave balanceo de una hamaca. Los ojos de Tifón comenzaron a caer, pesados.

―Sí... un trabajo agotador ―Tifón estuvo de acuerdo―. ¡Nadie aprecia cómo trabajo! ―Se sentó, sacudiendo las montañas―. La destrucción de las ciudades. Océanos envenenados. Luchar con la luna. ¡Es agotador! ―Sí, mi señor ―dijo Aegipan―. Si desea, tocaré un poco de música mientras descansa por un momento, antes de su agotador ascenso a la victoria en el Monte Olimpo. ―Hmm. Música. ―Los párpados de Tifón caían―. Tal vez sólo una corta... Zzzzzz. Su enorme cabeza se desplomó contra su pecho y el gigante de la tormenta empezó a roncar. Aegipan tocó su canción de cuna más dulce para mantener al gigante soñando felizmente. Mientras tanto, Hermes escapó y tomó los tendones. Entonces sigilosamente hurgó en el bolso de hombre de Tifón hasta que encontró los rayos de Zeus. Él asintió con la cabeza a Aegipan, como diciéndole: ¡Sigue tocando! Luego, voló a la cueva de Zeus.

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Era un trabajo complicado, metiendo los tendones de nuevo en los brazos y las piernas del dios del cielo, utilizando los toques eléctricos de los rayos cuidadosamente para volver a unir todo. Un par de veces Hermes puso los tendones al revés. Cuando Zeus trató de mover su brazo, se golpeó a sí mismo en la parte posterior de la cabeza. ― ¡Perdón! ―dijo Hermes―. Puedo arreglar eso. Finalmente, Zeus volvió a la normalidad. Al ser un dios inmortal, sanó rápido; y una vez que recuperó sus relámpagos de nuevo, la ira se apoderó de él, haciéndole sentir más fuerte que nunca. ―El momento de la revancha —refunfuñó. ― ¿Qué puedo hacer yo? ―preguntó Hermes. ―No te metas en el camino ―dijo Zeus. ―Puedo hacer eso. Zeus marchó desde la cueva y creció en tamaño hasta que tuvo casi la mitad de alto que Tifón —que era enorme para un dios. Tan pronto como Hermes arrancó con Aegipan y lo trasladó a un lugar seguro, Zeus le gritó: ― ¡DESPIERTA! Golpeó a Tifón en la cara con un rayo, que era algo así como tener una estrella supernova justo en tus fosas nasales. Tifón cayó en el suelo, pero Zeus le atacó de nuevo. El gigante se tambaleó, tratando de levantarse. Todavía estaba medio dormido, aturdido, confundido y preguntándose qué había pasado con el buen sátiro y con la música bonita. Zeus estaba golpeándolo con un rayo... pero eso era imposible, ¿no? ¡BLAM! ¡KA-BOOM!

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El gigante entró en retirada. Los relámpagos crujían a su alrededor y voló las serpientes justo fuera de sus dedos, triturando su nube de oscuridad y cegándole una y otra vez. Antes de que Tifón pudiera recuperarse, tropezó en el mar. Zeus arrancó una montaña de la tierra y la sostuvo sobre su cabeza. ―¡CÓMETE A ETNA! ―bramó Zeus. (Ya que ese era el nombre de la montaña). Él aplastó a Tifón bajo el peso del volcán Etna y el gigante de la tormenta está atrapado allí desde entonces, retumbando bajo megatones de rocas y de vez en cuando causando explosiones volcánicas. Así que así es como Zeus salvó el universo, con un poco de asistencia de Hermes y Aegipan. No estoy seguro de si Hermes obtuvo una recompensa, pero a Aegipan le dieron una constelación para honrar su valentía. Está en la forma de una cabra con cola de pez, para conmemorar la forma que tomó cuando escapó de Tifón. Más tarde, la constelación se convirtió en un símbolo del zodiaco. Lo llamamos Capricornio. Y, por último, hurra, puedo dejar de hablar de Zeus. La mala noticia: es el momento de hablar de una diosa a la que no le gusta mi papá y no me quiere mucho a mí, tampoco. Pero voy a tratar de ser justo, porque después de todo, ella es la mamá de mi novia, Annabeth— buena y astuta Atenea, aterradora e inteligente.

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Atenea adopta un pañuelo

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H

ace un millón de páginas te hablé de la primera esposa de Zeus, la Titán Metis. ¿Lo recuerdas? Yo tampoco. Tuve que volver a ver. Todos estos nombres: Metis, Tetis, Temis y queso Feta— tengo un dolor de cabeza tratando de no perder el hilo. De todos modos, este es un resumen: La semana pasada en The Real Dioses del Olimpo: Metis estaba embarazada del hijo de Zeus. Decía una profecía que éste hijo sería una niña, pero si Metis y Zeus tenían otro hijo después de éste, sería un niño que crecería y llegaría a ocupar el lugar de Zeus. Al oír esto, Zeus hizo lo natural. Entró en pánico y se tragó a su esposa embarazada. ¡Dun-dun! ¿Qué pasó después?

Bueno, no pueden morir, aun cuando ellos son ingeridos por otros inmortales, así que Metis dio a luz a su hija allí en el intestino de Zeus. (Siéntete libre de enfermarte ahora. O puedes esperar. Se pone peor...). Metis finalmente se desvaneció volviéndose un pensamiento puro, ya que de todos modos, era el titán de los pensamientos profundos. Convirtiéndose en nada más que una voz persistente en el fondo de la mente de Zeus. En cuanto a su hija, ella se crió en el cuerpo de Zeus, de la misma manera que los Olímpicos anteriores habían crecido en el estómago de Cronos. Una vez que la niña llegó a ser una adulta (una pequeña, súper-comprimida, adulta muy incómoda) comenzó a buscar una manera de escapar al mundo. Aunque ninguna de sus opciones parecía buena. Si ella brotaba de la boca de Zeus, todo el mundo se reiría de ella y diría que había sido vómito. Eso era indigno. Si seguía el tracto digestivo de Zeus hacia otro lado — — ¡No! Eso era incluso más grosero. Ella era una diosa joven y fuerte, por lo que podría haber sido capaz de romper el pecho de Zeus, pero entonces todo el mundo pensaría que era uno de los monstruos de las películas de Alien, y otra vez, no era el tipo de entrada que estaba buscando. Finalmente, se le ocurrió una idea. Se disolvió en pensamiento puro —un pequeño truco que su madre, Metis, le había enseñado—, viajó hasta la médula espinal de Zeus, y fue directamente a su cerebro, donde se volvió a formar. Empezó a dar patadas, a golpear y gritar dentro del cráneo de Zeus, haciendo tanto escándalo como pudo. (Tal vez no tuvo un montón de espacio para moverse por allí, ya que el cerebro de Zeus es muuuy pequeño. No le digas que dije eso). Como te puedes imaginar, esto dio a Zeus un dolor de cabeza terrible. No pudo dormir en toda la noche con los golpes en el cráneo. La mañana siguiente se tropezó en el desayuno y trató de comer, pero siguió haciendo muecas, gritando y golpeando el tenedor sobre la mesa, diciendo, "¡Basta! ¡Basta!" Hera y Deméter intercambiaron miradas de preocupación.

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— ¿Uh, esposo mío? —preguntó Hera— Está todo... ¿bien? — ¡Dolor de cabeza! —Zeus bramó—. ¡Un mal, mal dolor de cabeza! Como para probar su punto, el señor del universo golpeó su cara en sus panqueques, lo que demolió las tortitas y el plato e hizo una grieta en la mesa, aunque no ayudó nada con el dolor de cabeza. — ¿Aspirina? — sugirió Apolo. (Él era el dios de la curación). — ¿Una buena taza de té? —sugirió Hestia. —Yo podría abrir su cráneo —ofreció Hefesto, el dios herrero. — ¡Hefesto! —gritó Hera—. ¡No le hables a tu padre de esa manera! — ¿Qué? —exigió Hefesto—. Está claro que él tiene un problema allí. Podía abrir el capó y echar un vistazo. Podría aliviar la presión. Además, es inmortal. No le pasara nada. —No, gracias... —Zeus hizo una mueca. —Yo... —De repente manchas rojas bailaban ante sus ojos. El dolor se acumuló en su cuerpo, y una voz en su cabeza gritó: ¡DÈJAME SALIR! ¡DÈJAME SALIR! Zeus cayó de su silla, retorciéndose de dolor. — ¡Córtame el cráneo! —se lamentó— ¡Sácalo de mí! Los otros Dioses se pusieron pálidos de miedo. Incluso Apolo se congeló, y eso que tuvo como una docena de insignias de los Boy Scouts en primeros auxilios. Hefesto se levantó de su asiento. —Claro, voy por mi punzón. — (Lo cual era básicamente un pica-hielo de potencia industrial para hacer agujeros en superficies gruesas, como el metal, o cabezas de dioses) —. El resto de ustedes, lleven a Zeus a su trono y manténganlo ahí. Los olímpicos prepararon el sector para la cirugía cerebral de emergencia. Arrastraron a Zeus a su trono y le mantuvieron estable, mientras que Hefesto recogía sus

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herramientas. El dios herrero no perdió el tiempo. Marchó hasta Zeus, estableció el punto del punzón en el medio de la frente del dios del cielo, levantó su martillo, y ¡BANG! Después de eso, lo llamaron Hefesto el de Un Solo Golpe. Él usó la fuerza suficiente para penetrar el cráneo sin volver a Zeus un dios vegetal. Desde el punto de punzón hasta el puente de la nariz de Zeus, una fisura se extendiópor un costado suficiente para que Atenea encontrase su salida. Ella surgió de la frente de Zeus y, justo en frente de sus ojos, creció hasta volverse una diosa adulto totalmente formada, vestida con túnicas grises y armadura de batalla, llevaba un casco de bronce, una lanza y un escudo. No estoy seguro de dónde sacó el traje. Quizás Atenea mágicamente lo creó, o tal vez Zeus se comió la ropa y armamento como aperitivos. En cualquier caso, la diosa causó una gran entrada. —Hola a todos —dijo con calma—. Soy Atenea, diosa de la guerra y de la sabiduría. Deméter se desmayó. Hera miró escandalizada, ya que su marido acababa de dar a luz a un niño de su propia frente, y ella estaba bastante segura de que Atenea no era su hija. Ares, el dios de la guerra, dijo: — ¡No puedes estar a cargo de la guerra! ¡Ese es mi trabajo! —Dije de la guerra y de la sabiduría —explicó Atenea—. Voy a supervisar el tipo de combate que requiere planificación, astucia, y una gran inteligencia. Tú todavía puedes estar a cargo de los aspectos estúpidos y sangrientos; de los aspectos varoniles de la guerra. —Oh, está bien —dijo Ares. Luego frunció el ceño—Espera... ¿qué? Hefesto cosió la grieta en la cabeza de Zeus. A pesar de las dudas de los otros dioses, Zeus insistió en que dieran la bienvenida a su hija Atenea en sus filas.

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Así fue como se convirtió en uno de los dioses del Olimpo. Tal como lo oíste, ella era la diosa de la sabiduría, lo que incluyó buenos consejos y habilidades útiles. Ella dio a los griegos el olivo, pero también les enseñó sobre el cálculo de los números, la confección textil, usando bueyes para tirar de sus arados, usar hilo dental después de cada comida, y un montón de otros consejos útiles. Como la diosa de la guerra, ella se inclinaba más por estar a la defensiva que ser ofensiva. No le gustaba el combate, pero sabía que a veces era necesario. Siempre trató de ganar a través de una buena estrategia y con trucos disimulados. Trató de minimizar las víctimas, mientras que a Ares le encantaba la violencia y le gustaba tener un campo de batalla sembrado de cadáveres mutilados. (Sí, es un amor ese tipo). La planta sagrada de Atenea era el olivo, ya que era su gran regalo a los atenienses. Sus animales sagrados eran el búho y la serpiente. Supuestamente, el búho era un símbolo de la sabiduría de los cielos y la serpiente simboliza la sabiduría de la tierra. Yo, yo nunca entendí eso. Si los búhos eran tan sabios, ¿por qué se van por ahí preguntando ¿Quién?21 todo el tiempo, como si no pudieran recordar su propio nombre. Las serpientes nunca me han parecido muy inteligentes tampoco; pero al parecer los griegos pensaban que cuando las serpientes silbaban, susurraban secretos importantes. Sí, es cierto, señor griego. Mantenga esa serpiente de cascabel un poco más cerca de su oído. Tiene algo que decirte. Atenea es fácil de detectar en las antiguas estatuas y pinturas griegas. Ella casi siempre lleva el mismo atuendo. Su casco está decorado con carneros, caballos, grifos, esfinges, y tiene un gran penacho de tipo Mohawk de lujo en la parte superior. Normalmente lleva su escudo y su lanza, y lleva un vestido del estilo espartano sin mangas con una capa mágica llamada Aegis sobre los hombros. Según las leyendas, el manto está forrado en piel de serpiente y es cubierto con la cabeza de bronce de Medusa, como una especie de ramillete. A veces escucharás al Aegis descrito como el escudo de la diosa en lugar de su capa. Supongo que nadie ha mirado lo suficientemente cerca para decir con seguridad cuál “Who” es el sonido que hacen los búhos al ulular, y “who” en inglés significa “¿Quién?” 21

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afirmación es correcta, ya que con la cabeza de Medusa no...Bueno, el punto es hacerte salir corriendo y gritando. En muchas historias, Atenea da la Aegis a Zeus como un regalo, por lo que es técnicamente suyo; pero ella lo toma prestado de vez en cuando como, “Oye, papá, ¿puedes prestarme la cabeza cortada de Medusa esta noche? Voy a salir con mis amigos”. “Bueno, cariño, sólo lo tienes que traer de vuelta a la medianoche, sin petrificar a nadie”. Uno de los mayores misterios sobre Atenea es por qué la llaman Palas Atenea. Durante mucho tiempo, pensé que la gente estaba diciendo Palace, como si fuera un hotel en Las Vegas, o tal vez la guarida secreta de Atenea. Incluso los griegos no podían ponerse de acuerdo sobre por qué su diosa favorita tenía el apodo de Palas, pero aquí está la forma en que lo escuché. Cuando Atenea era una diosa joven, recién salida de la frente de Zeus, su padre la envió a vivir con las ninfas del Lago de los Tritones en Libia, en la costa del norte de África. —Ustedes se van a gustar —prometió Zeus—. Son mujeres guerreras, como tú. ¡Puede ser que incluso te enseñen algunos trucos de combate! —Lo dudo —dijo Atenea—. ¿Por qué me estás enviando lejos? Zeus trató de sonreír, lo cual no fue fácil, ya que su frente todavía le dolía. —Mira, mi pequeña guerrera-pastelito… — ¡No me llames así! —Has estado atrapada dentro de mis entrañas toda tu vida —dijo Zeus—. Esto te dará la oportunidad de aprender acerca del mundo. Y les dará tiempo a los Olímpicos para acostumbrarse a la idea de que estés en el consejo de dioses. Honestamente, eres un poco intimidante para ellos. Eres inteligente y poderosa. Atenea estaba halagada, por lo que accedió pasar algún tiempo en África.

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A ella le encantó allí, tal como Zeus había predicho. Las ninfas del Lago de los Tritones eran excelentes luchadores y atletas, tal vez porque vivían en un ambiente tan duro. Atenea aprendió todo tipo de técnicas súper-secretas de combate de ninfa ninja. Las ninfas pensaban que Atenea era la mejor cosa desde la ambrosía en rodajas. Su mejor amiga era Palas, la única ninfa que ocasionalmente podría superar a Atenea en el combate cuerpo a cuerpo. Compartían el mismo gusto por la armadura y las armas. Tenían el mismo sentido del humor. Pensaban tan parecidos que podían terminar las frases de la otra. En muy poco tiempo, se convirtieron en mejores amigas. Entonces, un día, Atenea y Palas estaban entrenando en la orilla del lago cuando a Zeus se le ocurrió mirar hacia abajo para ver cómo le estaba yendo a Atenea. Zeus se sorprendió. Atenea y Palas luchaban con tal velocidad e intensidad, que Zeus no podía creer que fuera un combate simulado. ¡Atenea parecía que estaba a punto de ser asesinada! (Y, sí, sé que ella era inmortal por lo que no podía en realidad ser asesinada, pero Zeus era un padre sobreprotector. En el calor del momento, se le olvidó.) Palas metió la jabalina en el pecho de Atenea y Zeus reaccionó de forma exagerada. Apareció en el cielo detrás de Atenea y levantó el Aegis (que él mantenía en ese momento) por lo que Palas no pudo dejar de verlo.

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El busto de bronce de Medusa sorprendió a la ninfa. Atenea golpeó un lado de jabalina de su amiga y contraatacó, apuñalando con su lanza a la derecha en el intestino de Palas. Normalmente, Palas no hubiera tenido problemas esquivándolo. Atenea esperó que Palas se moviera. Pero esta vez, Palas fue demasiado lenta. La lanza de Atenea fue directamente a través del estómago de la ninfa y por el otro lado. Palas se desplomó en el suelo. Las ninfas son criaturas mágicas. Pueden vivir mucho tiempo y resisten mucho, tal vez incluso a la vista de Medusa, pero no son inmortales. Si empalas una ninfa con una lanza, ella morirá. Palas murió. Atenea cayó de rodillas, sollozando en estado de shock y de horror. Ella acunó el cuerpo sin vida de su pobre amiga y miró a Zeus, aún flotando en el aire con el Aegis. — ¡PAPÁ! —gritó Atenea—. ¿POR QUÉ? Mirando los tormentosos ojos grises de su hija, Zeus se sintió casi tan asustado como lo había estado cuando se había enfrentado al gigante Tifón. —Yo pensé... No fue mi intención... Vaya. Él desapareció y huyó de vuelta al Olimpo. Atenea se sentía miserable en su dolor. El cuerpo de su amiga se disolvió de nuevo en las aguas del Lago de los Tritones, en la forma en que las ninfas de agua lo hacen, pero Atenea decidió honrar a Palas con un monumento sagrado. La diosa construyó una réplica de madera de Palas y la pintó con tanta habilidad que parecía casi real. Entonces, Atenea cortó una pequeña sección de la capa Aegis (que, siendo un dios grande, era bastante grande) y la puso sobre los hombros de la réplica de Palas. La estatua se convirtió en un artefacto importante. Con el tiempo terminó en la ciudad de Troya, donde se encontraba en un santuario especial llamado el Palladium, que significa el lugar de Palas. Las mujeres podían ir allí y reclamar el santuario de

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Atenea. Nadie permitiría hacerles daño. A los hombres, por otra parte, ni siquiera se les permitía mirar la estatua. El castigo por hacerlo era la muerte. La estatua de Palas se parecía tanto a Atenea que la gente comenzó a llamarlo el Palas/Atenea. Entonces, la gente se confundió y empezó a llamar a la diosa Palas Atenea. Atenea estaba bien con eso. En cierto modo, tomando el nombre de su amiga, la diosa guardaba viva la memoria de Palas. Así que no dudes en llamarla Palas Atenea, pero no le preguntes si puedes reservar una habitación en el Palace Atenea. Te puedo decir por experiencia personal, que no cree que eso sea gracioso. Ahora que lo pienso, ella... Atenea no tiene un gran sentido del humor en general. La forma en que trató a Aracne, ¿por ejemplo? Muy duro. Aracne comenzó su vida con ninguna ventaja en absoluto. Ella vivía en un reino llamado Lydia, que estaba en el país que ahora llamamos Turquía. No era nada especial, una especie de Dakota del Sur de la Antigua Grecia. (Lo sentimos, Dakota del Sur.) Los padres de Aracne eran tintoreros de lana de clase baja, lo que significaba que pasaban todo el día revolviendo rollos de tela en baldes con un vapor púrpura apestoso, una especie de sopa. Algo equivalente a voltear hamburguesas en el McDonald’s. Murieron cuando Aracne era joven, dejándola sin amigos, familia o dinero. Sin embargo, Aracne se convirtió en la chica más famosa en el reino debido a pura habilidad. Podía tejer como nadie. Yo sé, estás pensando, “Wow. Tejer. Dakota del Sur está empezando a sonar interesante”. Pero, amigo, intenta tejer. ¡Es difícil! Quiero decir ¿alguna vez has mirado en la tela de una camisa de cerca? La próxima vez que estés en una conferencia de química, aburrido, échale un vistazo. La tela está hecha de millones de hilos que van arriba y abajo, adelante y atrás.

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Alguien tenía que llevar el material, como la lana o el algodón o lo que sea, cepillarlo a cabo para que todas las fibras fueran en la misma dirección; a continuación, girar y girar en esos pequeños hilos. Entonces tienen que alinear un trillón de hilos de costado, todos paralelos entre sí como cuerdas de guitarra, y tejer los hilos hacia arriba y hacia abajo en ellos. Claro, ahora tenemos máquinas que hacen eso. Pero imagínate, de vuelta en el tiempo, haciendo todo a mano. Cada centímetro cuadrado de tela llevó horas y horas para hacerse. La mayoría de las personas sólo podían permitirse una camisa y un par de pantalones, porque eran muy difíciles de hacer. ¿Cortinas o sábanas? ¡Olvídate de eso! Y eso si sólo lo hacías de un color, como el blanco. ¿Qué si querías un patrón? Entonces tendrías que planificar cómo se enroscaría la tela para teñirlo a color y que este llegara a todos aquellos lugares en el lugar exacto, como un enorme rompecabezas. Con mi ADHD22, nunca podría hacer eso. El tejido era la única manera de conseguir cosas hechas de tela. A no ser que quisieras correr desnudo todo el tiempo, era mejor que te encontraras una buena tejedora. 256

Aracne hizo que pareciera fácil. Podía hacer una camisa hawaiana con imágenes de flores y ranas y cocos tejidos en la tela, y ella podía hacerlo en unos cinco minutos. Podía hacer cortinas con hilos de plata y azul de modo que cuando el tejido crujiera, pareciera que las nubes reales se movían a través de un cielo azul. Su parte favorita era hacer tapices —que eran grandes obras de arte de tela que se pueden colgar en las paredes. Eran sólo como decoración, y eran tan difíciles para la mayoría de los tejedores que nadie más que los reyes y los jugadores profesionales de baloncesto podían pagarlos, pero Aracne los hacía por diversión y los repartía a los invitados en las fiestas. Eso la hizo popular y muy famosa. Muy pronto, la gente local se estaba reuniendo en la cabaña de Aracne todos los días para ver su trabajo. Incluso las ninfas salieron de sus bosques y sus arroyos para mirar boquiabiertos su tejido, porque sus tapices eran aún más hermosos que la naturaleza.

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ADHD: Síndrome de déficit de atención.

Las manos de Aracne parecían volar. Cogía un mechón de lana, lo hilaba en el hilo, lo teñía de cualquier color que quería, y lo ataba en el marco de su telar en menos de un segundo. Cuando ella tenía toda una fila de hilos que subían y bajaban, ponía otro hilo de lado a una larga pieza de madera llamado lanzadera, que era algo así como una aguja de coser gigante. Deslizaba la lanzadera de ida y vuelta tan rápido como una pelota en una cancha de juego, tejiendo los hilos juntos en un sólido pedazo de paño, y como ella había planeado sus colores tan perfectamente, una imagen aparecía en la tela como por arte de magia. Lanzadera, lanzadera, lanzadera, lanzadera: ¡Wham! De repente, mirabas una escena del océano tejido en tela, tan realista que las olas parecían romper en la playa. El agua brillaba en azul y verde hilo metálico. Las personas tejidas en la orilla eran hechas a mano tan cuidadosamente que se podían distinguir las expresiones en sus rostros. Si sostenías una lupa sobre las dunas de arena, se podía distinguir cada grano individual de arena. Aracne básicamente había inventado la alta definición en el tejido. Una de las ninfas se quedó sin aliento. —Aracne, ¡son increíbles! —Gracias. — Aracne se permitió una sonrisa de suficiencia mientras se preparaba para tejer su próxima obra maestra. — ¡La propia Atenea debe haberle enseñado a tejer! —dijo la ninfa. Ahora, este fue un gran cumplido. Aracne debería haber sólo asentido con la cabeza, darle las gracias, y dejarla ir. Pero Aracne estaba demasiado orgullosa de su propio trabajo. No tenía ningún uso para los dioses. ¿Qué habían hecho por ella? Aracne se había construido a sí misma de la nada. Sus padres habían muerto y dejado sin un centavo. Nunca había tenido un poco de buena suerte. — ¿Atenea? —resopló Aracne—. Aprendí sola a tejer. La multitud se arrastró nerviosamente.

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—Pero, sin duda —dijo un hombre—, usted debe agradecer a Atenea por su talento, ya que la diosa inventó el tejido. Sin ella… — ¡No hay tapiz para usted! —Aracne golpeó al hombre en la cara con una bola de estambre—. El tejido es lo mío. Si Atenea es tan grande, que venga aquí a probar sus habilidades contra las mías. Vamos a ver quién consigue enseñarlo. Pueden adivinar lo que pasó. Atenea se enteró de este desafío. Cuando eres una diosa, no puedes dejar que alguien te rete de esa manera. Al día siguiente, Atenea descendió a la tierra, pero en lugar de entrar con lanzas ardiendo, ella decidió visitar a Aracne en modo oculto y comprobar las cosas. Atenea se cuidó de esa manera. Le gustaba tener sus cosas claras, y ella creía en dar a la gente una segunda oportunidad. Después de todo, ella había matado accidentalmente a su propia mejor amiga Palas. Sabía que los errores ocurrían. Tomó la forma de una anciana débil y cojeando llegó a la cabaña de Aracne, uniéndose a la multitud que se había reunido para ver al a tejedora hacer sus cosas. La mortal era buena. No había duda de ello. Aracne tejió escenas de montañas y cascadas, ciudades brillantes en el calor de la tarde, animales que merodeaban en los bosques y monstruos marinos tan terribles que parecían a punto de saltar fuera de la tela para el ataque. Aracne produjo los tapices con una velocidad inhumana, arrojándolas a la multitud como premios, disparando desde su cañón de camiseta, haciendo a todos los espectadores felices con valiosos regalos de despedida. La chica no parecía codiciosa. Ella sólo quería compartir su trabajo con el mundo. Atenea respetaba eso. Esta mortal, Aracne, no procedía de una familia rica o ido a una escuela de lujo. No tenía ventajas, y había hecho algo de sí misma por su habilidad. Atenea decidió darle a Aracne el beneficio de la duda. La diosa se abrió paso entre la multitud y comenzó a hablar a Aracne mientras la joven trabajaba.

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—Sabes, querida — dijo la vieja señora Atenea—. Puedo ser vieja, pero he ganado algo de sabiduría con mi edad. ¿Aceptarías un consejo? Aracne sólo gruñó. Estaba ocupada con su tejido y no quería ninguna palabra de sabiduría, pero no dijo nada. —Eres muy talentosa —continuó Atenea—. No hay absolutamente nada de malo en ganar elogios de los demás seres humanos. ¡Te lo has ganado! Pero espero que hayas dado a la diosa Atenea el crédito adecuado por tu talento. Ella inventó el tejido, después de todo, y otorga el talento a los mortales como usted. Aracne detuvo su tejido y miró a la anciana. —Nadie me ha concedido nada, abuela. Tal vez sus ojos estén malos, pero mire este tapiz. Yo lo hice. ¡No necesito agradecerle a alguien más por mi trabajo duro! Atenea trató de mantener la calma. —Eres orgullosa. Veo eso. Y con razón, pero estás deshonrando a la diosa. Si yo fuera tú, le pediría perdón ahora mismo. Estoy segura de que te lo concederá. Ella es misericordiosa con todos… — ¡Piérdete, abuela! —espetó Aracne—. Guárdese su consejo para sus hijas e hijastras. Yo no lo necesito. Si usted ama tanto a Atenea, ¡dígale que venga a buscarme y veremos quién posee el arte de tejer! Eso fue todo. El disfraz de Atenea se quemó en una explosión de luz. La diosa se puso delante de la multitud, su escudo y su lanza reluciente. —Atenea ha llegado —dijo—. Y acepta tu reto. Consejo rápido: Si eres un mortal y una diosa aparece justo al lado tuyo, y quieres sobrevivir los próximos minutos, lo correcto es inclinarse y rogar. La multitud hizo eso exactamente, pero Aracne tenía agallas. Por supuesto, ella estaba aterrada por dentro. Su rostro se puso pálido, y luego se puso rojo, luego palideció de

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nuevo. Pero se las arregló para ponerse de pie y mirar a la Diosa. ——Está bien. ¡Vamos a ver lo que tienes, vieja! — ¡Oooooh! —dijo a la multitud. — ¿Lo que tengo? —replicó Atenea—. ¿La niña de Lydia va a enseñarme a tejer? ¡Cuando acabe, esta gente va a usar tus tapices como papel higiénico! — ¡Qué ataque! —dijo la multitud. — ¿Oh, sí? —se burló Aracne—. Debe haber estado muy oscuro en la cabeza de tu padre si crees que puedes tejer mejor que yo. Zeus se tragó probablemente a tu mamá para evitar que nacieras y le avergonzaras. — ¡Oh Dios mío! —gritó la multitud. — ¿Ah, sí? — gruñó Atenea—. Bueno, tu madre... — La Diosa respiró profundo—. ¿Sabes qué? Ya es suficiente de hablar basura. Es hora de tejer. Un tapiz cada una. La ganadora se lleva los derechos de fanfarronear. 260

—Uh-huh. —Aracne puso los puños en las caderas. — ¿Y quién decide el ganador? ¿Tú? —Sí —dijo Atenea simplemente—. Por el río Estigio, te prometo un juicio justo. A menos que quisieras que estos mortales decidan entre nosotras. Aracne miró a los aterrorizados mortales y se dio cuenta que estaba en una situación desesperada. Obviamente, los mortales decidirían por Atenea no importa lo bueno que el tejido de Aracne fuera. No querrían ser convertidos en cenizas o en jabalíes por enojar a la diosa. Aracne no creyó por un momento que Atenea sería justa, pero tal vez los dioses realmente tenían que mantener sus promesas si juraban por el río Estigio. Aracne decidió que no tenía otra opción, por lo que bien podría salir con estilo. — ¡Que comience, Atenea! ¿Quieres que te preste mi telar, o necesita un especial con ruedas de entrenamiento? Atenea apretó los dientes.

—Tengo mi propio telar. Gracias. La diosa chasqueó los dedos. Un telar brillante apareció justo al lado de Aracne. La Diosa y la mortal ambas se sentaron y comenzaron a trabajar furiosamente. La multitud coreaba, — ¡Tejer! ¡TEJER! —Y elevaban sus puños en el aire. Los lidios deberían haber vendido la publicidad y conseguido patrocinadores corporativos porque tuvo que haber sido el tejido de mayor audiencia en la antigua historia de la televisión griega. Al final resultó que la charla basura de Atenea y Aracne continuó —pero en el lenguaje de tapices. Atenea tejió una escena de los dioses en toda su gloria, sentados en la sala del consejo del monte Olimpo, como diciendo: Somos los mejores. No te molestes con el resto. Representado los templos de la Acrópolis de Atenas para mostrar a los mortales cómo sabiamente debían honrar a los dioses. Luego, por si acaso, Atenea tejió pequeños avisos en la tela. Si lo mirabas de cerca, se podían ver a todos los diferentes mortales famosos que se habían atrevido a compararse con los dioses y se habían convertido en animales o habían sido aplanados en un atropello. Mientras tanto, Aracne tejió una historia diferente. Ella representó todo lo ridículo y las cosas horribles que los dioses habían hecho a lo largo de la historia. Mostró a Zeus convertido en toro para secuestrar a la princesa Europa. A Poseidón como semental persiguiendo a Deméter como una yegua blanca, y luego a la pobre Medusa, una chica inocente cortejada por Poseidón que fue convertida por Atenea en un monstruo horrible. Ella hizo que los Dioses parecieran estúpidos, malos, infantiles, y no buenos para los mortales... y siento decirlo, tenía un montón de material para elegir. Cuando terminaron los tapices, la multitud estaba en absoluto silencio, porque ambos estaban increíbles. El de Atenea era majestuoso e impresionante y te hacía sentir el poder de los dioses del Olimpo. La crítica de Aracne sobre los dioses fue la más mordaz jamás creada, y daba ganas de reír y llorar y enojarse, todo al mismo tiempo, pero aun así era hermosa.

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Atenea miró hacia atrás y adelante entre los tapices, tratando de juzgar cuál era mejor. Algunas historias te dirán que Atenea ganó el concurso, pero eso no es cierto. De hecho, Atenea se vio obligada a admitir que los dos tapices eran exactamente iguales en calidad. —Es un empate —dijo ella a regañadientes—. Tu habilidad, tu técnica, tu uso de colores... Aunque lo quiera, no puedo encontrarle ninguna falta. Aracne intentó ponerse de pie en alto, pero el trabajo había tomado algo de ella. Sus manos le dolían. Su espalda estaba dolorida y se inclinó por el esfuerzo. — ¿Y ahora qué, entonces? ¿Una revancha? A menos que tengas miedo... Atenea finalmente perdió los estribos. Tomó su telar de madera —de un largo de un autobús—como un bate de béisbol cuadrado. — ¡Ahora, te limpiaré a golpes la capa de basura que tienes por insultar a los Dioses! ¡PELEA! ¡PELEA! ¡PELEA! 262

La Diosa golpeó a Aracne en la cabeza mientras la tejedora mortal se escabullía alrededor, tratando de ocultarse. Al principio, la gente estaba horrorizada. Así que hicieron lo que los humanos hacen a menudo cuando están asustados y nerviosos y otra persona está recibiendo una paliza...comenzaron a reírse y a burlarse de Aracne. — ¡Atrápala, Atenea! —gritó uno. —Sí, ¿quién es el jefe, ahora, niña? —dijo otro. Los mismos mortales que había mirado con asombro la obra de Aracne y habían estado alrededor de su choza por días con la esperanza de tener tapices gratis, ahora se habían vuelto contra ella, llamándola nombres y burlándose mientras Atenea la golpeaba. ¿Cruel? Ya lo creo. Pero si me lo preguntas, esa revoltosa pintó un cuadro de los seres humanos que es tan cierta y tan mordaz como el tapiz de Aracne acerca de los Dioses.

Finalmente, la cólera de Atenea se calmó. Se volvió y vio a todos los mortales que se reían y que señalaban a Aracne y Atenea se dio cuenta de que tal vez había ido demasiado lejos con el castigo. — ¡Basta! —gritó la diosa a la multitud—. ¿Se vuelven contra uno de los suyos tan rápidamente? ¡Al menos Aracne tenía algo de talento! ¿Qué les hace a ustedes especiales? Mientras Atenea estaba ocupada masticando a la multitud, Aracne se retorcía a sus pies. Cada parte de su cuerpo estaba herido, pero la mayor parte del daño fue a su orgullo. Tejer era su única alegría, y Atenea le había quitado eso. Aracne nunca sería capaz de disfrutar de su trabajo de nuevo. La gente del pueblo a la que había intentado tan duro complacer se había vuelto contra ella también. Sus ojos ardían de vergüenza, odio y autocompasión. Corrió al telar y recogió una fila gruesa de hilos, suficientes para formar una cuerda improvisada. Se ató una soga y la puso alrededor de su cuello, luego la tiró del otro extremo de la cuerda por encima de la viga encima de ella. 263

En el momento en que Atenea y la multitud se dieron cuenta, Aracne colgaba del techo, tratando de suicidarse. —Niña tonta —dijo Atenea. Se llenó de piedad, pero también odiaba el suicidio. Era un acto de cobardía—. No voy a dejarte morir. Vas a vivir, y tejer para siempre. Convirtió a Aracne en una araña, y desde entonces, Aracne y sus hijos no han dejado de tejer telarañas. Las arañas odian a Atenea y Atenea los odia de vuelta. Pero las arañas también odian a los seres humanos, porque Aracne nunca olvidó su vergüenza y su enojo por haber sido ridiculizada.

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¿Cuál es la moraleja de la historia? Los antiguos narradores sermonearán: “No te compares con los dioses, porque no puedes ser tan bueno”. Pero eso no es cierto. Aracne era así de buena. Quizás la lección es: “Saber cuándo alardear y cuándo mantener la boca cerrada”. O: “A veces la vida no es justa, incluso si eres tan talentoso como Atenea”. O tal vez: “No regalar tapices”. Voy a dejar que ustedes decidan. Atenea rompió los tapices de ese concurso, tan hermosos como eran. Porque, sinceramente, creo que nadie salió de ese encuentro muy bien parado. Podrías tener la idea de que Atenea... bueno, ¿cómo decirlo delicadamente? Ella podría haber sido la diosa de la sabiduría, pero no siempre escogía la opción más inteligente. Por un lado, era consciente de sí misma. Por ejemplo, la forma en que se inventó la flauta. Ella estaba caminando en el bosque cerca de Atenas un día cuando oyó un nido de serpientes silbando, y pensó, “Huh, un montón de cosas tubulares largas que hacen ruido”. Y así nada más ella tuvo la idea de un nuevo instrumento musical. Ahuecó una caña, hizo algunos agujeros en ella, sopló en un extremo y la hermosa música salió. Al principio estaba muy orgullosa de su flauta. Ni siquiera era la diosa de la música y aquí había inventado un nuevo sonido fresco. Ella llevó su flauta al Olimpo, ansiosa por mostrársela a los otros dioses, pero tan pronto como empezó a tocar, las otras diosas comenzaron a reírse y a susurrarse entre sí. Atenea se detuvo a media canción. — ¿Qué es tan gracioso? —Nada —dijo Afrodita, la diosa del amor. —La música es preciosa, querida —dijo Hera, tratando de no reírse. Ahora, honestamente, las otras diosas estaban intimidadas por Atenea, porque era tan inteligente y fuerte. Naturalmente, se burlaban de ella a sus espaldas y trataban de

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sacarla del club. A Atenea no le gustaban las otras diosas. Pensaba que la mayor parte de ellas eran tontas y superficiales. Pero también quería encajar, y eso la hacía volverse loca cuando que se burlaban de ella. — ¿Por qué se ríen? —exigió saber Atenea. —Bueno... — Deméter reprimió una sonrisa. —Es sólo que cuando tocas la flauta, tus ojos se cierran y tus mejillas se inflan, y haces esta forma divertida con la boca. —Así... —Afrodita le mostró, haciendo su mejor imitación de la cara de Atenea tocando la flauta, que parecía algo así como un pato estreñido. Los dioses y diosas rompieron a reír. Atenea huyó en la humillación. Pensarías, siendo la diosa de la sabiduría, que ella sería capaz de reírse de ello y no dejar que se metieran bajo su piel; pero se sentía tan amargada que arrojó la flauta lejos, dejándola caer a la tierra. Ella incluso emitió una maldición. —Quien se atreva tocar esa cosa otra vez —murmuró para a sí misma—, ¡que le acontezca la peor fortuna! Eventualmente, la flauta sería recogida, pero eso es una historia para después.... Después de eso, Atenea se hizo aún más consciente de sus miradas. Como diosa guerrera, ya había decidido que nunca se casaría. No quería que ningún hombre dijera que era su amo, y no tenía tiempo para esa tontería sin sentido del amor del que Afrodita siempre estaba chismeando. Debido a esto, Atenea era muy sensible acerca de su privacidad. Una noche ella decidió ir a una piscina23 en el centro de Grecia, sólo para relajarse. Se bañó desnuda, y mientras estaba lavándose en la cascada, disfrutando de la paz y la tranquilidad, oyó un gimoteo, como un sonido asfixiado. Miró a la orilla del río y vio a este viejo mortal mirándola con la mandíbula abierta colgando y los ojos tan grandes como dracmas24. Atenea gritó. 23 24

Piscina natural, como una terma. Moneda griega antigua.

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El tipo gritó. Atenea le echó agua en los ojos y gritó: — ¡Ceguera! Al instante, el hombre perdió la vista para siempre. Sus ojos se volvieron de color blanco puro. Se tambaleó hacia atrás, tropezó con un árbol, y se cayó sobre su trasero. — ¡Señorita! —se lamentó—. ¡Yo…yo lo siento! No quise… — ¿Quién eres tú? —exigió saber Atenea. El pobre hombre explicó que su nombre era Tiresias. Él acababa de salir a dar un paseo desde la ciudad más cercana, Tebas. No tenía idea que Atenea estaba allí, y lo sentía realmente. La cólera de Atenea se enfrió, porque obviamente el hombre estaba diciendo la verdad. —Debes permanecer ciego —dijo—, porque ningún hombre puede verme desnuda sin ser castigado. Tirésias trago saliva. —Um... bien. —Sin embargo —continuó Atenea—, ya que esto fue un accidente, le compenso la ceguera y le doy otros regalos. —Como... ¿otro par de ojos? —preguntó Tiresias. Atenea consiguió esbozar una sonrisa. —Más o menos. A partir de ahora, serás capaz de entender el lenguaje de los pájaros. Te daré un palo, y con la ayuda de los pájaros, serás capaz de caminar casi como si tuvieras visión. No estoy seguro de cómo funcionaba, exactamente. Habría estado preocupado de que las aves me jugaran bromas, como decirme, “Un poco más lejos”. “Gira a la

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izquierda”. “¡Ahora, corre!” Y que me lanzaran por un acantilado, o darme de cabeza contra una pared de ladrillos. Pero al parecer el arreglo funcionó bien para Tiresias, y los pájaros se encargaron de él. También muestra cómo Atenea podía calmarse y moderar sus castigos. La única cosa que no podía soportar, sin embargo, eran chicos coqueteando con ella. Lo qué nos lleva a la historia de ella y Hefesto. Vale, respiren profundo, porque las cosas están a punto de ponerse raras. Hefesto era el dios herrero lisiado. Hablaré sobre él más tarde. En este momento, todo lo que necesitas saber es que desde que él ayudó a salir a Atenea de la frente de Zeus, Hefesto había estado enamorado de ella. Esto tenía sentido, porque los dos estaban en la artesanía y las herramientas. Ambos eran pensadores profundos y disfrutaban de la solución de problemas mecánicos. El problema era que Atenea odiaba el romance y ni siquiera quería tomarse de la mano con un hombre, mucho menos casarse con uno. Incluso si Hefesto hubiera sido guapo, lo habría rechazado. Pero Hefesto era definitivamente feo: Un diez en la escala industrial de fealdas con Extra Asquerosidad. Trató a su manera de coquetear con ella, como, “Hey, nena, ¿quieres ver mi colección de martillos?” Y cosas por el estilo. Atenea se alejaba de él, pero Hefesto cojeaba detrás de ella. Ella no quería gritar y correr, porque no era una chica mortal indefensa, o una de esas tontas diosas "princesa rosa" que se desmayaban y agitaban sus pestañas o lo que sea. ¡Ella era la diosa de la guerra! Ella seguía alejándose de Hefesto, tratándolo mal para que la dejara en paz. Por último, el pobre hombre terminaba sudando y jadeando como un loco, porque no era fácil para él moverse así con sus piernas lisiadas. Se arrojó sobre Atenea, envolviendo sus brazos alrededor de su cintura. —Por favor —rogó—. ¡Tú eres la mujer perfecta para mí!

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Hundió la cara en su falda, sollozó, sorbió parte de su piadoso sudor y sus mocos cayeron sobre su pierna desnuda, donde la falda dejaba un espacio, y Atenea se sentía como, "¡Qué asco!" Pateó lejos a Hefesto y cogió la pieza más cercana de tela que pudo encontrar —tal vez un pañuelo o una servilleta o algo así. Se limpió la humedad piadosa de su pierna y tiró la pieza de paño fuera del Olimpo, donde ondeó lentamente hacia la tierra. Entonces escapó. Eso debería haber sido el final de la historia, pero algo raro pasó con ese pedazo de tela. Contenía la esencia tanto de Atenea como de Hefesto, y de alguna manera, cuando golpeó la tierra, se convirtió en un niño mortal. Incluso en el Olimpo, Atenea oyó el llanto del bebé. Ella trató de ignorarlo, pero para su sorpresa, el instinto maternal se agitó dentro de ella. Voló hacia la tierra y tomó al niño. Ella entendía cómo había nacido, y aunque todo estaba siendo totalmente asqueroso para ella, no podía culpar al niño. —Supongo que técnicamente eres mi hijo —decidió—, a pesar de que sigo siendo una diosa virgen. Te voy a reclamar como mío, y nombrar Erikthonius. (Ella tiene la oportunidad de nombrar a un niño, ¿y eso es lo que escoge? No me preguntes). —Si voy a criarte —continuó—, debería primero hacerte inmortal. Sé cómo se hace… Consiguió un cofre de madera y puso al bebé en el interior. Luego creó una serpiente mágica y la puso allí también. (Por cierto, esto realmente no es algo que debiera intentarse en casa). El bebé Erikthonius durmió contento con la serpiente enroscada alrededor de él. —Unos días en esa caja —dijo Atenea—, y la serpiente va a mejorar sus cualidades divinas. ¡Va a dejar de ser mortal y se convertirá en uno de los dioses! Cerró el cofre y se lo llevó a la Acrópolis de Atenas, que era, por supuesto, su lugar más sagrado. Le dio la caja a las hijas de Cécrope, el primer rey de Atenas.

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— ¡No abran esta caja! —advirtió a las princesas—. Tiene que permanecer cerrada, o cosas malas van a suceder. Las princesas lo prometieron, pero después de sólo una noche, les dio curiosidad. Era bastante seguro que hubieran escuchado a un bebé allí —arrullos y gorjeos—, y tuvieran miedo de que el chico estuviera en problemas. — ¿Qué clase de diosa pone a un bebé en una caja? —uno de ellos murmuró—. Mejor nos aseguramos. Las princesas abrieron la caja y vieron la serpiente enroscada alrededor del bebé. No estoy seguro de por qué ellos se asustaron tanto. Tal vez vieron la luz divina allí o algo, pero las chicas se volvieron locas. Dejaron caer la caja y corrieron directamente hacia los acantilados de la Acrópolis, cayendo hacia sus muertes. En cuanto al bebé, estaba bien, pero el hechizo se rompió antes de que pudiera ser inmortal. La serpiente se deslizó lejos y Atenea llegó a la cuna del niño. Ella estaba loca de rabia, pero como no podía regañar a las princesas, ya que estaban muertas y eso, se vengó contra su padre, el rey Kekrops. Una vez Erikthonius creció, echó a Kekrops y asumió su papel como rey de Atenas. Es por eso que a los reyes atenienses les gustaba decir que eran descendientes de Hefesto y Atenea, a pesar de que Atenea era una virgen eterna. Así que no me digas que Atenea no puede tener hijos, porque no es lo que dice la historia de todos modos. Además, estoy saliendo con una de las hijas de Atenea, y estoy bastante seguro de que ella no surgió de un pañuelo sucio. Hmm. En realidad, nunca le he preguntado. Nah, olvídalo. No quiero saber.

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Tienes que amar a Afrodita

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N

o, en serio. Es una orden. Mira, Afrodita tenía un cinturón mágico que podía hacer que cualquier persona se enamorara de ella con solo verlo. Si la veías y ella quería que la amaras, lo harías.

Yo, soy afortunado. La he visto, pero supongo que no estaba interesada en ganar mi alabanza o lo que sea. Así que sigo odiando sus entrañas. Algunos de ustedes están pensando: “¡Dios Mío! ¡Es tan hermosa! ¿Por qué la odias?” Claramente, no han conocido a la dama. Ella fue problemas desde el momento en que se arrastró fuera del mar. Y quiero decir que literalmente se arrastró fuera del mar.

Afrodita no tenía padres. Tiempo atrás cuando Cronos lanzó los pedazos picados de Urano al mar, la sangre inmortal del dios del Cielo se mezcló con el agua salada y formó una mancha espumosa que se solidificó en una diosa. En otras palabras, Afrodita nació a raíz del primer asesinato. Lo cual te dice algo sobre su verdadera esencia. Después de flotar a la deriva a través del Mediterráneo por un tiempo, buscando un buen lugar para arribar a la costa, finalmente se decidió por la isla de Chipre. Eso fue un alivio para los peces y delfines, porque la diosa desnuda flotante con su aura resplandeciente estaba comenzando a enloquecerlos. Afrodita se levantó del océano y caminó a través de la playa. Flores crecían a sus pies. Pájaros se reunían en las ramas cercanas a cantar dulces canciones. Pequeños conejitos, ardillas, hurones y otros animales jugueteaban a su alrededor. Era como una caricatura de Disney. Describir a Afrodita es difícil, ya que fue la mujer más hermosa en la creación. Eso podría significar diferentes cosas para diferentes personas. ¿Rubia, morena o pelirroja? ¿Tez blanca u oscura? ¿Ojos azules, verdes o marrones? Escoge lo que quieras. Solo imagina a la mujer más hermosa que puedas imaginar, y así es como luciría. Su apariencia podía cambiar a voluntad para atraer a cada persona que posaba la mirada en ella. Ese día, las tres Horas, las diosas de las estaciones, asistieron a su junta en Chipre, quizás planificando cuáles productos conseguirían colocar en el pasillo “estacional” del supermercado. No estoy seguro. Vieron a Afrodita caminando hacia ellas y se olvidaron por completo de todo lo demás. —Oh, guau, ¡eres hermosa! —dijo Verano. — ¿Lo soy? —preguntó Afrodita, aunque ya lo sabía. Solo quería escucharlas decirlo. — ¡Deslumbrante! —dijo Primavera—. Deberíamos llevarte a conocer a los dioses del Olimpo.

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— ¿Hay otros dioses? —Afrodita estaba asombrada—. Soy la diosa del Amor y la Belleza. ¿Para qué necesitarías a otros dioses? Otoño y Primavera intercambiaron una mirada cautelosa. —Uh… un montón de cosas —dijo Otoño—, pero deberíamos vestirte antes de llevarte al Olimpo. ¿No tienes frío? —No —dijo Afrodita—. ¿Por qué me cubriría a mí misma? Otoño quiso gritar: ¡Porque eres desquiciadamente hermosa y estás haciendo que el resto de nosotras se sienta mal! En su lugar dijo: —Si apareces así, volverás locos de deseo a los dioses. Quiero decir… literalmente se volverán locos. —Oh —Afrodita puso mala cara—. Pero no traje nada para usar. Las Horas se hicieron cargo de eso. Convocaron algunas ropas mágicas y tuvieron un desfile de modas. Primavera ofreció a Afrodita un traje de Conejo de Pascua. Otoño pensó que Afrodita luciría bien como una bruja de Halloween. Esos planes fueron vetados. Finalmente, Verano fabricó un bello vestido de gasa blanco. Las Horas colocaron una delicada corona de oro en la cabeza de Afrodita, colgaron pendientes de oro en sus orejas y cubrieron con un collar de oro la base de su garganta. Afrodita lucía aún más sorprendente con ropa, lo cual Otoño encontró exasperante; pero las Diosas de las Estaciones forzaron una sonrisa. — ¡Perfecto! Vamos a llevarte al Olimpo. A estas alturas probablemente sabes suficiente sobre los Dioses del Olimpo para imaginar lo que pasó cuando Afrodita apareció. Las mujeres estaban inmediatamente como: La odio. Los chicos se caían sobre sí mismos, tropezando con sus lenguas y tratando de no babear.

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—Será mi honor casarme contigo —dijo Apolo, Dios de la Poesía y la Arquería. —No, ¡mi honor! —ladró Ares, Dios de la Guerra. — ¡Mi honor! —gritó Poseidón. —Ya estás casado —espetó Zeus—. Será mi honor. — ¡Ya estás casado! —protestó Hera—. ¡Conmigo! — ¡Maldición! —dijo Zeus— Er, quiero decir, por supuesto, querida. Los dioses discutieron y se empujaron unos a otros, y ofrecieron a Afrodita varios regalos por su mano en matrimonio. Poseidón convenientemente olvidó a su esposa Anfítrite y prometió a la diosa del amor todos los mariscos que pudiera comer, un grupo de caballos y un conjunto a juego de tridentes suyos para ella. Apolo compuso algunos malos haikus en su honor y prometió darle a Afrodita lecciones gratis de arquería. Ares se ofreció a llevarla en un romántico paseo en carruaje sobre los cuerpos aplastados de sus rivales. Las otras diosas llegaron a disgustarse. Comenzaron a gritar a los hombres que maduraran y pararan de actuar como tontos. Todo el Consejo Olímpico estaba al borde de una guerra civil. Mientras tanto, Afrodita solo estaba allí parada batiendo sus pestañas, como: ¿Todo esto por alguien como yo? Pero por dentro estaba amándolo. Finalmente, Hera dio un paso atrás, respiró hondo y se dio cuenta de que su familia divina estaba a punto de separarse. Siendo la diosa de la vida familiar, no podía permitir eso, aunque la mitad del tiempo quisiera estrangular a los otros dioses ella misma. Miró hacia la esquina más lejana del salón del trono, donde un dios no estaba participando en la discusión. Él se sentó en las sombras, tranquilo y abatido, sabiendo que no tenía oportunidad de competir por Afrodita.

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Hera sonrió. Tenía una idea, y puedo decirte por experiencia propia que cuando Hera tiene una idea, debes huir tan rápido como sea posible. Levantó los brazos y gritó: — ¡Silencio! Los dioses estaban muy sobresaltados, pararon de pelear. —Tengo una solución —dijo Hera—. Como la diosa del matrimonio, soy la responsable de buscar el mejor esposo para nuestra nueva querida amiga Afrodita. Estoy seguro que mi esposo, el señor Zeus, apoyará mi decisión… con la fuerza, si es necesario. — ¿Lo haré? —dijo Zeus—. Quiero decir… sí querida, ¡por supuesto que lo haré! —Bueno, ¿entonces? —preguntó Ares—. Y debo decir, madre, que hoy luces hermosa. ¿Quién se casará con Afrodita? —Mi hijo… —comenzó Hera. Ares sonrió con alegría. Luego Hera apuntó hacia el lado opuesto del salón. —Hefesto, el dios de la herrería. Hefesto estaba tan sorprendido que se cayó de su trono, sus muletas traquetearon por el suelo. Mientras se esforzaba por levantarse, Ares explotó. — ¡¿Qué?! ¿Cómo puede ése casarse con esto? Gesticuló hacia la radiante Afrodita, quien estaba contemplando con horror al dios de la herrería, con sus piernas retorcidas, su cara deforme, sus overoles manchados y los restos de varias comidas en los rizos de su barba. —Son perfectos juntos —dijo Hera—. ¡Una hermosa mujer necesita un esposo trabajador, franco y sensato para que la mantenga con los pies en la tierra!

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Estoy bastante seguro que es la primera ocasión en que la frase mantener los pies en la tierra se ha utilizado alguna vez para referirse a un castigo. —Además —continuó Hera—, Afrodita debe casarse en seguida, o la pelea por ella nunca terminará. No podemos permitir que el Consejo de los Dioses esté en caos por una mujer. ¿Podemos, Señor Zeus? — ¿Hmm? —Zeus estaba distraído, examinando los adorables brazos de Afrodita—. ¡Oh! No, en efecto, mi querida. Tienes toda la razón. Atenea estaba parada, sus ojos grises brillando con diversión cruel. —Creo que es una gran idea. Después de todo soy la diosa de la sabiduría. — ¡Sí! —intervino Deméter—. Afrodita merece un buen esposo como Hefesto. Los dioses masculinos dejaron de quejarse. Todos querían casarse con Afrodita pero tenían que admitir que Hera estaba en lo correcto. Si algún dios decente se casara con ella, los otros chicos nunca dejarían de luchar y sentirse ofendidos por eso. Pero si Afrodita se casaba con Hefesto… bueno, era una hazmerreír. No podrían estar celosos de él. También, si Afrodita era atrapada en un matrimonio infeliz, eso desplegaba todo tipo de posibilidades para convertirse en su novio secreto. —Entonces, está decidido —dijo Zeus—. Hefesto, ¡ven aquí! El dios de la herrería se tambaleó a lo largo. Su cara del color de los Cheetos Picantes. —Hefesto, ¿tomas a esta mujer, etc.? —preguntó Zeus. Hefesto aclaró su garganta. —Mi señora Afrodita, sé que no soy, um, muy apuesto… Afrodita no respondió. Estaba muy ocupada intentando parecer hermosa y sublevada al mismo tiempo, lo cual no era fácil.

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—No soy un gran bailarín —los apoyos de metal de la pierna de Hefesto crujieron—. No soy ocurrente o encantador. Y no huelo muy bien. Pero prometo ser un esposo amoroso. Soy muy útil en arreglar las cosas alrededor de casa, y si alguna vez necesitas una llave de tuercas o una lijadora eléctrica… —Urgh —dijo Afrodita, tragando su náusea. —Bueno, ¡eso fue suficiente para mí! —dijo Zeus—. Ahora los declaro marido y mujer. Así que Afrodita se casó con Hefesto y la relación romántica de las celebridades Afrofesto dominó por completo las noticias sensacionalistas olímpicas como por unos cien años. ¿Vivieron felices para siempre? JAJAJAJAJA. No. Afrodita se mantuvo alejada de su esposo tanto como fue posible. Nunca tuvieron niños. Afrodita tuvo un montón de hijos… sólo que no con Hefesto. Inmediatamente después de casarse, comenzó una aventura con Ares, el dios de la guerra, que se convirtió en el secreto peor guardado en el Monte Olimpo. Cuando no estaba ocupada escondiéndose detrás de la espalda de su marido, Afrodita pasaba el tiempo haciendo miserables a todos los dioses y mortales, uh, quiero decir, ¡ayudándoles a descubrir las alegrías del amor! Afrodita tomó su lugar entre los Olímpicos como la Diosa de la belleza, placer, persuasión, telenovelas, novelas románticas calientes y (por supuesto) amor. Cuando tenía que viajar, montaba un carruaje dorado tirado por una bandada de palomas nevadas, aunque algunas veces cuando los dioses iban a la guerra, Afrodita viajaba con su novio Ares en su carruaje de guerra y hasta tomaba las riendas mientras él estaba ocupado matando gente. Tuvo un montón de asistentes llamados erotes, dioses alados miniatura del amor. Su líder era Eros, hijo de Afrodita, quien fue el dios de la atracción física y asesino a sueldo de ésta. Cada vez que ella quería que alguien se enamorara locamente, enviaba a Eros a disparar a los pobres idiotas con su flecha mágica. Más adelante, Eros llegó a

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ser conocido como Cupido. Todavía aparece en esas cursis exhibiciones del Día de San Valentín. Puede sonar tonto, pero si Afrodita lo envía detrás de ti, no es ninguna broma. Puede hacer que te enamores de cualquiera. Si le gustas a Afrodita, podría hacer que te enamoraras de alguien atractivo y agradable. Si está molesta, podría hacer que te enamoraras de la persona más repulsiva que conoces, o de un caniche de juguete, o un poste de teléfono. El truco favorito de Afrodita era hacer que alguien se enamorara de una persona que no correspondía su amor. Creía que era lo más divertido de todos los tiempos. Si alguna vez has tenido algún flechazo con alguien que no se fija en ti, es culpa de Afrodita. Supongo que la diosa imaginó que de esa manera, más personas le rezarían, como: Oh, por favor, ¡deja que él/ella se fije en mí! Te ofrendaré una bonita caja de chocolate, ¡lo prometo! En realidad, no tienen chocolates en la Antigua Grecia, pero Afrodita era aficionada a las manzanas. Era su fruta sagrada, quizás porque era bonita y dulce, al igual que ella. (Inserta sonido de risas aquí.) 278

Tenía docenas de plantas, animales y cosas sagradas, algunas de las cuales tenían sentido, algunas no mucho. La rosa era una de sus flores, es por ello que todavía la usamos como regalo romántico. También le gustaban los narcisos, y… espera esto… la lechuga. Sí. Esa fibra alimenticia increíblemente romántica era considerada por Afrodita un ingrediente sagrado de la ensalada. Hay una razón para ello, a la que vamos a llegar en un momento. Pero si algún día estás revolviendo una ensalada César y empiezas a sentirte muy amoroso mientras cortas la lechuga romana, entonces sabrás por qué. La piedra sagrada de Afrodita era la perla, ya que viene del mar, al igual que ella. Sus animales favoritos eran el conejo (¡porque tenían montones y montones y montones de conejitos bebés!) y el ganso, que algunas veces verás en pinturas a Afrodita montando al estilo Amazona. ¿Por qué un ganso? No sé. Debe haber sido un gran ganso.

Todo lo que sé es que sialguna vez viera a Afrodita montando uno, me echaría a reír a carcajadas. Entonces probablemente me maldijera, y terminaría comprometido con un Impala del 72 o algo así. Afrodita era una diosa popular porque todos querían amor, pero no siempre se llevaba bien con los mortales o sus compañeros dioses. Por ejemplo, una vez estuvo celosa de Atenea porque todos estaban alabando sus habilidades para tejer. A Afrodita no le gustaba cuando el centro de atención era otra persona, dejándola fuera a ella. —Oh, la tejeduría no es nada —dijo Afrodita—. Podría hacer eso si quisiera. — ¿De verdad? —sonrió Atenea—, ¿te interesa desafiarme?. ¿Nunca escuchaste sobre la gran competencia de tejido entre Atenea y Afrodita? Eso es porque no fue tan magnífica. Fue un desastre. 279

La diosa del amor no sabía nada sobre tejido. No era Atenea o incluso Aracne. Nunca había hecho algo con sus propias manos, a excepción de problemas. Mientras Atenea tejió un hermoso tapiz, Afrodita se las arregló para envolverse a sí misma en el hilo, con su pie atado a la silla y su cabeza atrapada en el telar. —De todos modos, ¡no me gusta tejer! —resopló mientras su esposo Hefesto cortaba su atadura. Desde entonces, Afrodita intentó no criticar a las otras diosas. De hecho, incluso las ayudó algunas veces. ¿Mencioné su cinturón mágico? A veces es llamado una faja, porque lo llevaba bajo su vestido, así los chicos no se darían cuenta que estaban siendo embrujados. Pero no era una faja como uno de esos mantos de tela y metal que exprimen la grasa. El cinturón de Afrodita era una delicada faja bordada con escenas de cortejo, romance y bellas personas haciendo hermosas cosas. (Obviamente, Afrodita no lo bordó por sí misma porque sino hubiese parecido un proyecto del jardín de infantes.)

De todos modos, una vez Hera lo pidió prestado, tuvo las agallas, teniendo en cuenta que no se llevaban demasiado bien. —Oh, querida Afrodita —dijo Hera—. ¿Me harías un gran favor? Afrodita sonrió hermosamente. —Por supuesto, ¡mi maravillosa suegra! ¿Después de todo lo que has hecho por mí? ¿Cómo podría negarme? Los ojos de Hera se crisparon. —Genial. Me gustaría pedir prestado tu cinturón. Afrodita se inclinó cerca. — ¿Tienes algo por algún bello humano? — ¡No! —Hera se ruborizó. Era la diosa del matrimonio. ¡Nunca hizo trampa! Se las arregló para calmarse—. Quiero decir… no, por supuesto que no. Zeus y yo tuvimos una discusión. Está siendo imposible, negándose a hablarme o incluso estar en la misma habitación. Pero si uso tu cinturón… — ¡Serías irresistible! —acordó Afrodita—. Oh, querida suegra, estoy tan contenta de que hayas venido a mí por ayuda. He estado queriendo ofrecerte algunos consejos de belleza desde hace un tiempo, pero no quería sobrepasar mis límites. Debe ser difícil ser una diosa matrona sin lucir… matrona. Hera rechinó sus dientes. —Sí, bueno… ¿El cinturón? Afrodita le prestó a Hera la mágica faja del amor y Hera no tuvo problema para lograr que Zeus hiciera las paces con ella. La forma en que el poeta Homero lo puso, “engañó su cerebro”. Personalmente, no me gusta tener mi cerebro engañado. Pero en caso de que te sientas mal por Zeus, no lo hagas. De vez en cuando, incluso él acudía a Afrodita por ayuda, pero no era para algo hermoso o amoroso.

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¿Recuerdas que en los primeros días de los mortales, el Titán Prometeo les dio a los hombres el fuego? Bueno, incluso después de que Zeus castigó a Prometeo encadenándolo a las rocas y dándole un águila come hígado por compañía, el señor del cielo aún estaba molesto. Miró a su alrededor a las otras personas por castigar. Entonces decidió. — ¿Saben qué? Los castigaré a todos. Todos los mortales sufrirán por haber aceptado el don del fuego. Y encontraré una forma disimulada para hacerlo, así no me van a culpar de sus problemas. Lo arreglaré, por tanto culparán a la familia de Prometeo… ¡Eso hará mi venganza aún más dulce! Resulta que Prometeo tenía un hermano menor, Epimeteo, que no era exactamente el crayón más afilado en la caja. Justo antes de que Zeus sacara a Prometeo de Villa Tortura, Prometeo había advertido a su hermano. —Epimeteo, permanece alerta. Zeus probablemente intentará castigarte sólo porque estás relacionado conmigo. ¡No aceptes ningún regalo de los dioses! — ¿Hombres de nieve? —dijo Epimeteo—. Me gustan los hombres de nieve25. —Eres irremediable —refunfuñó su hermano—. ¡Sólo ten cuidado! Tengo que irme. Tengo un asunto con una roca y un águila… Zeus decidió enviar a Epimeteo un regalo explosivo. Si podía engañar a Epimeteo para que abriera el regalo, un montón de espíritus malignos escaparían y causarían todo tipo de problemas a los mortales. Éstos buscarían respuestas con el Oráculo, como siempre hacían. El Oráculo diría: —Oh, todo esto es culpa de Epimeteo. Y Zeus echaría una buena carcajada.

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Juego de palabras. Prometeo le dice “Stay frosty” (Frosty significa atento) y Epimeteo lo asocia con Frosties, que significan “hombres de nieve”.

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El problema era, que Zeus no podía conseguir que Epimeteo aceptara algún regalo. Epimeteo recordaba la advertencia de su hermano y se negaba a tomar paquetes de extraños o dioses. Zeus envió a Hermes a la casa de Epimeteo con dulces. Sin suerte. Hefesto se vistió como un chico de la televisión por cable y ofreció a Epimeteo un decodificador gratis de televisión en alta definición con todos los canales premium de deportes. Epimeteo le dio la espalda. Zeus quedó tan exasperado que se quejó con los otros dioses. —Este chico, Epimeteo. Sólo quiero que acepte un estúpido regalo, lo abra, ¡y desate miseria y muerte sobre la raza humana! ¿Es mucho pedir? Pero es tan obstinado, ¿alguna idea? Los dioses se movieron incómodos en sus tronos. Finalmente, dijo Afrodita. —Señor Zeus, quizá debería probar un enfoque diferente… algo que ningún hombre pueda rechazar. —Ya intenté con televisión por cable gratis —dijo Zeus—. ¡Con los canales deportivos premium! —No, mi señor —Afrodita pestañeó—. Quiero decir, amor. Quizás Epimeteo necesita una esposa. Si pudieras colocar una esposa en su hogar, ella podría aceptar el regalo que deseas enviar. Si todo es manejado correctamente… — ¡Me encanta esa idea! —En realidad, Zeus no había escuchado una palabra de lo que había dicho. Estaba muy ocupado contemplándole y pensando: Guau, es muy bella. Pero todos los otros dioses estaban asintiendo, así que Zeus imaginó que su plan debía ser bueno. Con la dirección de Afrodita, los dioses crearon a la mujer perfecta desde cero. Hefesto proporcionó la arcilla y la destreza técnica para construir su cuerpo. Atenea la dotó con inteligencia y curiosidad. Lo más importante, Afrodita le inculcó belleza y encanto para hacerla irresistible.

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La llamaron Pandora, la que se puede traducir libremente como todos los regalos o el paquete completo. Algunas historias dicen que Pandora es la primera mujer, y de que antes que se presentase, todos los humanos eran hombres. No sé. Eso suena un poco flojo y aburrido para mí. De todas formas, era un “10” perfecto. Afrodita se aseguró de ello. Pandora sería la mejor arma de los dioses para hacer travesuras. Dejaron a Pandora en el porche delantero de Epimeteo, tocaron el timbre y escaparon riendo. Cuando Epimeteo abrió la puerta, vio a la hermosa mujer sonriéndole. —Hola, soy Pandora, y te amo —dijo Pandora—. ¿Puedo entrar? —Sí —dijo Epimeteo. Olvidó totalmente la advertencia de Prometeo. ¡De ninguna manera podría esta hermosa dama ser parte de algún truco! Epimeteo y Pandora se comprometieron antes de poder decir “Boda estilo Las Vegas”. Los dioses no fueron invitados a la ceremonia, pero Afrodita dejó un regalo. Como estaba a nombre de Pandora, Epimeteo no pudo rechazarlo. Fue un gran Pithos de cerámica, un gran jarrón de almacenamiento, con un corcho en la parte superior y un gran lazo de seda blanca atado alrededor de la manija. —Oh, cariño, ¡mira! —dijo Pandora—. ¡Es perfecto para guardar nuestro aceite de oliva! Epimeteo gruñó, todavía desconfiado. —Yo no lo abriría. —Tu esposo tiene razón —asintió con seriedad Afrodita—. No, Pandora… el jarrón es solo para contemplar. Nunca lo abras. No querrías conocer lo que está dentro. Después de que Afrodita se fue, Pandora ardía con curiosidad. No era su culpa, fue creada para ser curiosa. Todo sobre lo que podía pensar era abrir ese jarrón. Pandora logró resistir por varios días, pero una mañana, cuando su esposo estaba afuera en el jardín, se sentó en frente del jarrón y lo miró, intentando imaginar qué

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había dentro. ¿Por qué los dioses le enviarían un regalo y luego le dijeran que nunca lo abriera? ¡Eso estaba mal! —Tengo que ver qué hay dentro —murmuró—. Oh, ¡esto será impresionante! Ella quitó el corcho. No era impresionante. Zeus lo había llenado con muchísimos espíritus malvados. Salieron y se esparcieron por todo el mundo, causando miseria, enfermedad, pie de atleta, hambre, mal aliento y muerte a la raza humana. De pronto, un humano era mil veces peor de lo que era antes, y nunca había sido fácil. Los humanos probablemente se habrían matado a sí mismos de la desesperación, saltando de acantilados como locas princesas atenienses, pero un espíritu bueno permaneció en el jarrón, tal vez porque Zeus tuvo un cierto sentido de vergüenza. Elpis, el espíritu de la esperanza, se quedó con los humanos para que no se rindieran por completo. Siempre podrían creer que las cosas estarían mejor. 284

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Si alguna vez te has preguntado por qué los humanos sufren mucho, es debido a ese estúpido jarrón. Momento en el cual debemos decir: “¡Así se hace, Pandora! ¡Muchísimas gracias!”

De vuelta en los viejos tiempos, los escritores (quienes eran todos chicos) dirían: “¿Ves? ¡Esta historia te demuestra que las mujeres son alborotadoras! ¡Todo esto es su culpa!” Epimeteo y Pandora. Adán y Eva. Ese juego de la culpa ha estado ocurriendo por mucho tiempo. Pero no estoy seguro de por qué estamos criticando a Pandora por ser entrometida, o no seguir órdenes, o lo que sea. Fue hecha para abrir ese jarrón… por los dioses. Mi verdadera pregunta: ¿Qué estaba pensando Afrodita? Si sabía que toda esta cosa de Pandora daría a las mujeres una mala reputación para la eternidad, ¿por qué continuó con eso? Yo, creo que simplemente no se preocupó por las consecuencias. Quería hacer a Pandora hermosa. Quería probar que el amor podía triunfar donde los otros dioses habían fallado, incluso si causaba un desastre global. ¡Así se hace, Afrodita! ¡Muchas gracias! Para ser justos, sus creaciones no siempre resultaron tan malas. Una vez Afrodita se apiadó de este escultor llamado Pigmalión, que vivía en Chipre, su isla favorita. Este hombre no estaba interesado en las mujeres locales, porque todas éstas eran toscas y groseras con él. Habían salido con cualquier persona que tenía dinero y un buen carruaje. No creían en el verdadero amor. De hecho, muchas de ellas no creían que Afrodita existía, y eso hizo enojar a Pigmalión. Estaba orgulloso de su diosa “local”, aunque no había encontrado su pareja perfecta todavía. Definitivamente creía que había alguien perfecto para todo el mundo ahí afuera. En su tiempo libre, Pigmalión talló una estatua de marfil tamaño real de Afrodita, porque era su ideal de lo que debería ser una mujer. Hizo una estatua tan hermosa que trajo lágrimas a sus ojos. En lo que se refiere a Pigmalión, todas las mujeres lo miraron feo en comparación. Oh, ¡por qué no puedo encontrar una mujer como ésta! Pensó para sí mismo. Sería tierna, amable, amorosa y maravillosa, al igual que Afrodita. Supongo que no conocía muy bien la verdadera personalidad de Afrodita.

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Cuando la fiesta de Afrodita se acercó, Pigmalión fue al templo de la diosa y ofreció una gran ofrenda de rosas y perlas (y probablemente alguna lechuga). Estaba muy avergonzado para admitir su deseo real: quería casarse con su chica de marfil. Pero sabía que era estúpido. ¡No puedes casarte con una estatua! En su lugar, rezó: —Oh, Afrodita, ¡déjame encontrar una mujer tan maravillosa como tú, tan bella como la estatua de marfil en mi taller! Arriba en el Monte Olimpo, Afrodita escuchó sus plegarias. Dejó escapar un gran suspiro. —Oh, ¡eso es tan lindo! Cuando Pigmalión llegó a casa, contempló a su estatua de marfil por un largo tiempo. Poco a poco, desarrolló un incontrolable impulso de besarla. —Eso es tonto —se reprendió a sí mismo—. Es sólo una estatua. 287

Pero no pudo evitarlo. Se aseguró de que nadie estaba mirando, luego se levantó hacia la estatua de marfil y estampó un gran beso directo en su boca. Para su sorpresa, sus labios estaban calientes. La besó de nuevo, y cuando retrocedió, su chica de marfil ya no era de marfil. Era un ser vivo, una mujer muy hermosa, eso hizo que el corazón de Pigmalión doliera. —Te amo —dijo ella. Después de que Pigmalión volvió a estar consciente, pidió la mano de su mujer perfecta. Se casaron, tuvieron algunos niños y vivieron felices para siempre. Lo extraño, sin embargo, es que las historias ni siquiera nos dicen cuál era el nombre de la chica de marfil. Probablemente Afrodita dijo: —Oh, ¡eso no importa! Ella luce como yo. Es todo lo que necesitan saber. Bien.

Así que Afrodita era una de esos Olímpicos de los “no-puedo-vivir-con-ellos”, “nopuedo-vivir-sin-ellos”. Ayudaba a los dioses y mortales de vez en cuando, pero también causaba una tonelada de problemas. En un momento, Zeus se hartó de su intromisión. La culpó por todos los asuntos que había tenido con mujeres mortales, lo cual era mucho más fácil que culparse a sí mismo. Él se sentó en su trono, refunfuñando para sí mismo: —Estúpida diosa del amor, ¡metiéndome de nuevo en problemas con mi esposa! Afrodita siempre está haciendo que otras personas se enamoren cuando no es conveniente. Debo hacer que se enamore de un mortal humilde y ver qué tanto le gusta. Esa idea hizo que Zeus se sintiera mucho mejor. Puso un hechizo sobre Afrodita. No sé cómo. Tal vez echó algo en su néctar, o intentó terapia de choque con su rayo. Cualquiera que sea el caso, hizo que Afrodita se enamorara locamente de un mortal llamado Anquises. Anquises era guapo, pero sólo un pastor, por lo que Afrodita estaba fuera de su liga. Sin embargo, Afrodita miró hacia abajo desde el Olimpo, un día, vio a este hombre tumbado en la hierba, simplemente gélido y viendo a sus ovejas, y la diosa estaba completamente enamorada. —Oh, ¡santo yo! —exclamó—. ¡Los pastores son tan calientes! ¿Por qué no me di cuenta antes? Tengo que reunirme con el pastor, como sea, en este momento. Pensó en usar a su hijo Eros como mensajero. Tal vez podría llevarle a Anquises una nota que dijera: “¿TE GUSTA AFRODITA? ___SI ___NO” Pero decidió no hacerlo. Anquises podría tener demasiado miedo de salir con una diosa del amor. Incluso peor, si se le aparecía en su verdadera forma, podría asustarlo o matarlo accidentalmente. Su pobre corazón podría fallar, o él estallaría en llamas. Eso arruinaría su primera cita. Decidió disfrazarse de una doncella mortal.

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Tomó un baño caliente, se puso un vestido sedoso, y se roció perfume floral. Voló hacia la tierra y se acercó a Anquises como: La-dee-da, sólo estaba caminando a través de un pastizal en mi mejor traje. Los ojos de Anquises se desorbitaron cuando la vio. —Guau. Debes ser una diosa. ¿Quién eres? ¿Atenea? ¿Artemisa? ¿Quizás incluso Afrodita? La diosa se sonrojó. Estaba contenta de ser reconocida, pero no se atrevía a admitir que era ella. —No, tonto. Sólo soy una increíblemente hermosa doncella mortal. Pasé a dar un paseo y… oh, ¡guao! ¿Eres Anquises? ¡He oído acerca de ti! Anquises parpadeó. — ¿Lo has hecho? — ¡Totalmente! Soy una gran fan. ¡Deberíamos casarnos! Anquises debió haberse imaginado que algo estaba pasando. Normalmente no había chicas increíbles caminando hacia él y proponiéndosele. Pero se sentía solo, y sus padres estaban siempre regañándole para que se casara. ¡Imagina qué pensarían si llevaba a casa a esta dama! —Bueno, ¡seguro! —dijo—. Te voy a presentar a mis padres. Viven justo ahí. Una cosa llevó a la otra. Anquises se casó con la misteriosa dama mortal, y tuvieron una luna de miel maravillosa. Entonces, una mañana Afrodita despertó, y el hechizo de amor de Zeus se había roto. Se dio cuenta de lo que había hecho y se sentía muy avergonzada. ¡No se suponía que te toman en matrimonio humildes mortales! Eso fue lo que ella le hizo a otros dioses. Se vistió a toda prisa, pero Anquises despertó cuando estaba atando sus sandalias. Se dio cuenta de que su nueva novia estaba radiante. —Uh… ¿cariño? —preguntó—. ¿Estás segura que no eres una diosa?

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—Oh, Anquises —exclamó Afrodita—. ¡Lo siento mucho! Debo haber sido hechizada. De lo contrario nunca me hubiera enamorado de alguien como tú. —Caramba… gracias. —No es por ti. ¡Soy yo! No puedo casarme con un mortal. Seguramente entiendes. Pero no te preocupes. Cuando nuestro hijo haya nacido… — ¿Nuestro hijo? —Oh, sí —dijo la diosa—. Soy extremadamente fértil. Estoy segura de que estoy embarazada. En cualquier caso, el bebé será un niño. Lo criaré hasta que tenga cinco años, luego te lo traeré. Se convertirá en un gran príncipe de tu pueblo y te hará muy orgulloso. ¡Sólo prométeme que nunca le dirás a nadie la verdadera identidad de su madre! Anquises lo prometió. Él estaba un poco disgustado por ser desechado y se divorció, pero mantuvo el secreto de Afrodita. Cinco años más tarde, su hijo llegó del Olimpo. Se llamaba Eneas y, de hecho, se convirtió en un gran príncipe de la ciudad de Troya. Más tarde, después que Troya cayó, Eneas navegó a Italia y se convirtió en el primer líder de un nuevo pueblo. Se llamaron los romanos. En cuanto a Anquises, un día, cuando era más viejo y no tan cuidadoso, estaba de fiesta con sus amigos y se le escapó que la madre de Eneas en realidadera Afrodita. Se corrió la voz. La diosa del amor estaba mortificada. Se quejó con Zeus: — ¡Esto es todo culpa tuya, para empezar! Para hacer las cosas bien, Zeus sacó un rayo y estalló a Anquises en cenizas por romper su promesa. ¡Otro final feliz! ¿Crees que Afrodita no prestó atención a hombres mortales después de eso? Si pensaste que no, estás aprendiendo.

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He aquí una última historia sobre ella, lo que demuestra cómo las propias maldiciones de Afrodita podrían volverse contra ella. Había una princesa griega llamada Esmirna que se negó a adorar a Afrodita, y la diosa se puso tan enojada con ella, que la maldijo con… ¿sabes qué? Es demasiado horrible y repugnante. No puedo entrar en ello. Digamos que Esmirna quedó embarazada, y fue una mala, mala situación. Tan mala que cuando su padre, el rey, se enteró, terminó persiguiéndola a través de los bosques con una espada y gritando: — ¡Te voy a matar! ¡Te voy a matar! Esmirna clamó a los dioses. — ¡Por favor! ¡No es mi culpa! ¡Sálvenme! ¡Vuélvanme invisible! Los dioses no hicieron eso, pero la convirtieron en un árbol de mirra. Estoy seguro de que Esmirna estaba muy agradecida. 291

Nueve meses más tarde, el árbol se abrió, y un pequeño bebé cayó fuera. Cuando Afrodita escuchó el llanto del niño en el bosque, se sintió un poco culpable. Bajó y lo recogió. Era tan lindo, que decidió quedarse con él y criarlo en secreto. ¿Por qué en secreto? Afrodita era del tipo celosa. El chico era adorable. La diosa no quería compartir sus afectos con nadie más. Pero ya que los bebés son un montón de trabajo, y Afrodita tenía un calendario social muy activo, rápidamente se dio cuenta de que no podía quedarse con el bebé todo el tiempo. Decidió que tenía que confiar en alguien para ser su niñera. Escogió a Perséfone, diosa del inframundo. Esto puede parecer una extraña elección, pero Perséfone vivía en Erebo, por lo que nadie en el Olimpo alguna vez tendría que saber sobre el bebé. Perséfone era bastante solitaria. Se alegró de tener un bebé lindo para animarla. Y Afrodita pensó que Perséfone no era una amenaza, quiero decir, ¡por favor! ¿Has visto su cabello? ¿Su atuendo? Afrodita no tenía nada de que estar celosa. Le puso por nombre Adonis y lo mantuvo en una caja, que sirvió como su cámara de incubación. (Otra historia acerca de un bebé en una caja. No estoy seguro de qué se

trata, pero de nuevo, no traten de hacer crecer bebés en cajas en casa. No funciona.) Las dos diosas compartieron la custodia, arrastrando al niño de ida y vuelta entre la guarida secreta de Afrodita en Chipre y el palacio de Perséfone en el Inframundo; así fue como Adonis creció, siempre estaba olvidando dónde dejaba su tarea y en cuál casa estaban sus zapatos de fútbol. Eventualmente, se convirtió en un hombre joven y guapo. No, eso es un eufemismo. Adonis creció hasta convertirse en el chico más guapo que jamás haya vivido. ¿Qué aspecto tenía exactamente? No lo sé. No presto atención a otros tipos, lo siento. Imagínate al más genial, más elegante, más impresionante de la lista A de celebridades que te puedas imaginar. Adonis era más caliente que eso. En algún punto, simultáneamente, Perséfone y Afrodita se dieron cuenta de que Adonis no era un niño. Era un novio potencial. Fue entonces cuando comenzaron los enfrentamientos. —Es mío —dijo Perséfone—. Lo crié la mayor parte del tiempo. — ¡De ninguna manera! —dijo Afrodita— ¡Lo encontré en ese árbol! Además, es obvio que le gusto más. ¿No lo crees, pastelito? Adonis tragó saliva. —Uh… No había respuesta correcta. Quiero decir, ¿a quién elegirías? Afrodita era la diosa más bella del mundo, pero, bueno… era Afrodita. Todo el mundo quería estar con ella, y si fueras su novio, cualquier otro tipo en el mundo te odiaría. También, Afrodita no era conocida por su fidelidad. Perséfone era hermosa a su manera, sobre todo en la primavera, cuando se le permitía vagar por el mundo; pero sus años en el inframundo la habían hecho fría, pálida y daba un poco de miedo. Rara vez se enamoró de los mortales. Definitivamente amaba a Adonis, pero no estaba seguro de que quería ser su novio si eso significaba permanecer en el oscuro palacio del Erebo, rodeado de fantasmas y mayordomos zombies. Adonis también estaba bastante seguro de que a Hades no le gustaría esa disposición.

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—No-no puedo decidir —dijo Adonis—. Ambas son maravillosas. Así que las dos diosas llevaron a Adonis hasta el Monte Olimpo y le pidieron a Zeus que resolviera el problema. Los ojos de Zeus brillaron. —Eres un tipo con suerte, Adonis. Adonis no se sentía muy afortunado. Se sentía como el último pedazo de pastel en una fiesta de cumpleaños con una docena de niños hambrientos, pero asintió con nerviosismo. —Sí, señor. —La solución es simple —dijo Zeus—. ¡Un tiempo compartido! Afrodita frunció el ceño. — ¿Puedes hacer eso con un novio? 293

— ¡Por supuesto! —dijo Zeus—. Adonis pasará un tercio del año contigo, otro tercio con Perséfone, y el último tercio del año por su cuenta, haciendo lo que le plazca. — Zeus dio una palmada en el hombro de Adonis—.Un hombre tiene que tener un tiempo para relajarse, lejos de las damas. ¿Estoy en lo cierto, hermano? —S-supongo… hermano. La expresión de Zeus se ensombreció. —No llames al señor del universo hermano. De todas formas, ¡creo que estamos resueltos! El plan funcionó por un tiempo, pero la cuota de cada año de Perséfone pasó a caer durante el invierno, por lo que se llevó la peor parte del trato; y a Adonis no le gustaba el inframundo. Tuvo que pasar la mayor parte de su tiempo escondido en los armarios o metiéndose bajo la cama de Perséfone siempre que Hades llamaba a su puerta, ya que Hades no sabía nada del novio secreto de Perséfone.

Finalmente, Afrodita se ganó a Adonis con su persuasión y su encanto. Lo convenció para pasar su porción libre del año con ella también, por lo que obtuvo los dos tercios y podía mirar a Perséfone con aire de suficiencia y saber quién era la mejor diosa. Durante un tiempo, Afrodita y Adonis hicieron una pareja feliz. Incluso tuvieron una hija, una chica llamada Beroe. ¿Cómo terminó la relación? Mal, por supuesto. Un día, Adonis estaba cazando en el bosque, lo que le gustaba hacer cuando no estaba con Afrodita. Sus perros captaron el olor de un animal y fueron corriendo por delante. Adonis los siguió con su lanza. En el momento en que los encontró, estaba cansado y sin aliento. Por desgracia, sus perros habían acorralado a un jabalí, estaba alrededor del animal más desagradable y más vicioso que te puedas encontrar. Algunas historias dicen que el jabalí fue puesto allí por el dios de la guerra, Ares. Eso tiene sentido, ya que el jabalí era su animal sagrado, y Ares era el novio divino de Afrodita. Otras versiones dicen que Artemisa, la diosa de la caza, puso al jabalí en el camino de Adonis. O tal vez era Perséfone, ya que ella se sentía celosa y despechada. Podría haber sido cualquier dios, porque como dije, cuando estás saliendo con Afrodita, todo el mundo te odia. Cualquiera que sea el caso, el jabalí se abalanzó sobre Adonis y lo apuñaló con sus colmillos justo en el lugar más doloroso que puedas imaginar, podría haber sido divertido, a excepción de que Adonis se desangró y murió. Un poco más tarde, Afrodita llegó volando en su carruaje potenciado por palomas. Vio el cuerpo sin vida de Adonis y corrió a su lado. — ¡No! —se lamentó—. Oh, ¡Mi pobre y hermoso hombre! Incluso en la muerte, eres increíble. Ella puso su cuerpo en un gran parche de lechuga, por lo que la lechuga se convirtió en su planta sagrada. Los griegos la llamaron “la comida del hombre muerto”. Pensaban que si comías demasiado, te volverías apático e incapaz de experimentar el amor, al igual que Adonis muerto.

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De todos modos, Afrodita roció néctar divino sobre el cuerpo de Adonis, y él se disolvió en flores de color rojo sangre. Fueron llamadas anémonas, que proviene de la palabra griega anemoi, que significa los vientos. Cada vez que la brisa las atrapaba, los pétalos rojos se deshojaban con un olor dulce que recordaba a Afrodita la fragancia de Adonis. Afrodita estuvo triste por su muerte durante casi un día entero. Luego volvió con su novio divino Ares, el mismo que podría haber sido el responsable. ¿Estaba Afrodita enojada con él? No. Es sólo la forma en que era Ares. Si quieres conocer al tipo, está en el siguiente capítulo. Pero lleva tu chaleco antibalas y tu rifle de asalto. Ares no toma prisioneros.

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Ares, el macho MÁS macho

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A

res es ese tipo.

Aquel que te roba el dinero del almuerzo, te molesta en el autobús, y te hace un calzón chino en el vestuario. Aquel que rompe los huesos de otros niños en las ligas de football y se saca una D en todas las clases, pero aun así sigue siendo popular porque es muy divertido cuando mete de cabeza en el inodoro a los niños desvalidos. Si los agresores, mafiosos y matones rezaran a un dios, le rezarían a Ares. Tan pronto como nació, sus padres supieron que él era malas noticias. Hera y Zeus querían amarlo, porque era su primer hijo. Pero en vez de ser lindo o decir gogo-gaga o incluso llorar pidiendo por mami, el bebé se presentó furioso y sacudiendo sus pequeños puños. Hera difícilmente podía mantenerlo controlado mientras lo sostenía para que Zeus lo viera.

—Mi señor —dijo—, su hijo recién nacido. Zeus se agachó para hacerle cosquillas a la barbilla del bebé. Ares agarró el dedo de su padre con las dos manos y lo retorció. ¡SNAP! El bebé se golpeó el pequeño pecho y gritó: — ¡RARR! Zeus examinó su dedo inmortal, que ahora estaba colgando en un ángulo divertido. —Sabes…tal vez deberíamos conseguirle al chico una niñera. —Buena idea —dijo Hera. —Una niñera grande y fuerte. Con mucha paciencia…y un buen seguro médico. Contrataron auna dama llamada Thero. Debe haber sido una ninfa de la montaña, o algo así, porque era dura y fuerte y nada le molestaba. Llevó a Ares a la tierra de Tracia, un lugar rocoso y áspero al norte de Grecia, lleno de nieve, montañas escarpadas ybelicosas tribus; el lugar perfecto para un bebé dios del combate. Mientras Ares crecía, nunca lloró por su tetero o su chupete. Rugía por sangre. A temprana edad, aprendió a tirar piedras a los pájaros y derribarlos del cielo. Les quitaba las alas a los insectos para practicar sus habilidades de motricidad fina. Se reía y reía mientras aprendía a caminar pisando flores o aplastando pequeños animales. Mientras tanto Thero se sentaba en una roca cercana, leyendo su revista de chismes del Olimpo y gritando. — ¡Tranquilízate, pequeño delincuente! Sí, esos fueron días felices. Finalmente Ares creció y regresó al Monte Olimpo para ocupar su legítimo lugar en el consejo Olímpico. Por supuesto, se volvió el dios de la guerra (y sólo como una amistosa advertencia: si le preguntas si es el tipo del videojuego “God Of War” te arrancará el brazo y te dará en la cabeza con éste). También se convirtió en el Dios de la violencia, la sed de sangre, armas, bandidos, saqueo, ciudades pobres y de la buena y antigua diversión familiar.

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Era el dios de la fuerza y el valor masculino también, lo que era un poco gracioso, dado que las pocas veces que en realidad se metió en un combate uno contra uno con otro dios, salió corriendo como un cobarde. Supongo que eso es típico de los bravucones. Ares fue el primero en huir cuando el gigante de la tempestad Tifón llamó a la puerta. En otra ocasión, durante la guerra de Troya, fue apuñalado en el abdomen por la lanza de un mortal griego. Rugió tan fuerte, que sonó como si fueran diez mil hombres. Entonces regresó al Olimpo, llorando y quejándose con Zeus. — ¡No es justo! ¡No es justo! Zeus le dijo que se callara. —Si no fueras mi hijo —el dios del cielo se quejó—, te habría arrancado tu divinidad y pateado a la calle años atrás. ¡No eres más que problemas! Conmovedor como la familia olímpica se llevaba. A pesar de su ocasional cobardía, Ares era un mal tipo para hacer enojar. Cuando se metía en la batalla, usaba una armadura de oro que ardía con deslumbrante luz. Sus ojos estaban llenos de llamas, y con su casco de guerra puesto, era demasiado atemorizante de ver para la mayoría de los mortales, mucho más para luchar. Su arma preferida era su lanza de bronce. Su escudo siempre cubierto de sangre y piel, porque ése era el tipo de hombre amistoso que era. Cuando no tenía ganas de caminar, Ares montaba una carroza de guerra tirada por cuatro caballos lanza llamas. Sus hijos gemelos, Fobos y Deimos (Miedo y Pánico), eran sus habituales aurigas26, sosteniendo las riendas y divirtiéndose viendo cuántas personas podían atropellar: ¡Cincuenta puntos si puedes aplastar esa línea de arqueros! ¡Cien puntos si puedes llegar a ese viejo! Puedes ver por qué el animal sagrado de Ares era el jabalí, el cual puede arrasar cualquier cosa, es casi imposible de matar, y tiene una actitud difícil. Una de sus aves sagradas era el buitre, ya que se hacía un festín con los cadáveres después de una batalla. Su reptil favorito era la serpiente venenosa. En una gran 26

Conductores de las carrozas de las antiguas Grecia y Roma.

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cantidad de imágenes, verás a Ares sosteniendo una, o teniendo una pintada en su escudo. Ares no tenía una flor sagrada. Imagínate por qué. Además de su apartamento en el Olimpo, donde le gustaba pasar el rato con su novia Afrodita, Ares tenía su propia fortaleza en las montañas de Tracia. Fue la primera y última cueva del hombre. El castillo estaba hecho enteramente de hierro, paredes de metal negro, portones de metal, torres oscuras, torretas de defensa y una central con rejas en todas las ventanas. La luz solar apenas se filtraba al interior, como si tuviera miedo de entrar. Los pasillos y las habitaciones estaban tapadas hasta lo alto con botines de varias guerras, algunos trofeos que Ares había reclamado para sí mismo, algunos que habían sido dados como sacrificios a él por guerreros mortales. Tenía como diez millones de espadas y escudos, suficientes armaduras para dotar a toda la población de India, un montón de carrozas rotas y equipos de asedio, viejas banderas, lanzas y aljabas de flechas. Si hicieras un programa televisivo sobre acaparadores, quienes también eran supervivencialistas del fin del mundo, el equipo de cámaras querría filmar la fortaleza de Ares. Tenía una gran cantidad de objetos de valor allí. Tan solo su colección de armas debe haber valido millones. Pero la fortaleza estaba custodiada por decenas de dioses guerreros de menor importancia como Travesura, Ira, Amenaza, Frustración y Gestos Groseros. Ares también tenía uno de esos carteles en la puerta de entrada que decía: OLVÍDESE DEL PERRO GUARDIÁN. ¡CUIDADO CONEL PROPIETARIO! Los griegos no adoraban mucho a Ares. Sentían lo mismo que Zeus por él. Ares era parte de la familia olímpica. Tuvieron que tolerarlo. A veces le tenían miedo. Pero era irritante y molesto, y siempre terminaba con gente muerta. Claro, hubo excepciones. ¿La ciudad de Esparta? Amaban a Ares. Por supuesto, eran los machos de Grecia que comían clavos y esteroides para el desayuno, así que supongo que tenía sentido.

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En el centro de la ciudad tenían una estatua de Ares encadenada, teniendo como creencia que si mantenían a éste con grillete sno podía abandonarlos, por lo que los espartanos siempre tendrían el coraje y la victoria. Aun así. ¿Encadenar al Dios de la Guerra? Eso es intenso. Los espartanos también hacían sacrificios humanos en honor a Ares, así que puedes ver por qué se llevaban tan bien con él, aunque los sacrificios cortaron el turismo espartano. Hasta en Tracia, en las tierras del norte, donde Ares fue criado, los mortales le adoraban en la forma de una espada. Tal vez pintaron una cara sonriente en la cuchilla y la llamaban Sr.Ares. No estoy seguro. Pero cuando llegaba el momento de sacrificar ovejas, vacas o personas, afilaban la espada sagrada y hacían un gran lío. ¿Otro de los clubes de fans de Ares? El reino de Amazonas. En su cultura, las mujeres estaban a cargo, y esas damas sabían cómo pelear. La primera de ellas era hija semidiosa de Ares. Él dio a la reina amazona original un cinturón mágico que otorgaba súper asombrosas habilidades para el combate. Las reinas amazonas lo fueron pasando de generación en generación. Ares siempre vigilaba a las amazonas cuando iban a la guerra. A esas guerreras les gustaba mucho el papi dios de la guerra, le construyeron un templo en una isla cercana, la cual estaba custodiada por algunos de los pájaros sagrados de Ares. Imagina una bandada de seis millones de cuervos, cada uno con plumas como afilados dardos que podían ser disparadas con la suficiente fuerza para perforar el casco de un barco. Si… la isla estaba bien resguardada. Si eso no es suficiente amor para el dios de la guerra, Ares también tenía dos arboledas sagradas: una en Grecia central y la otra en una tierra llamada Cólquida, muy al este de las costas del Mar Negro. Cada arboleda era un oscuro bosque de árboles de roble donde podías ir a rezar por la victoria en la batalla; pero tenías que ser valiente, porque cada arboleda estaba custodiada por un dragón. Estos dos grandes monstruos eran hijos de Ares. ¿Quién era la madre? ¿Cómo un Dios tuvo dragones como hijos? No lo sé, pero los dragones definitivamente compartían la personalidad ganadora de papá. Atacaban cualquier cosa que se moviera, y amaban

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hacerse un festín con carne humana. Si podías ingeniártelas para conseguir un diente de dragón, los cuales se caían todo el tiempo, como los dientes de tiburón, podrías plantarlo en la tierra y cultivar tú mismo unos spartoi, o esqueletos guerreros. Aunque, ¡buena suerte consiguiendo los dientes! Los dragones nunca dormían. Escupían veneno. Tenían una excelente audición. Y odiaban cuando los mortales entraban, buscando recuerdos y sin ni siquiera gastar dinero en la tienda de la Arboleda Sagrada. Eventualmente, ambos dragones fueron asesinados, lo que fue triste para… bueno, casi nadie más que Ares.

La bestia en el centro de Grecia fue tomada en primer lugar. Este tipo llamado Cadmo estaba deambulando por los alrededores, liderando a un montón de colonos para fundar una nueva ciudad. El Oráculo de Delfos le había dicho que siguiera a cierta vaca, y que cuando la vaca cayera por agotamiento, ése sería el mejor lugar para construir su ciudad. No sé. ¿Seguirías a un tipo que estaba siguiendo a una vaca? Al parecera los fieles de Cadmo no les importaba. Se quedaron con éste hasta que su vaca especial cayó, y todo el mundo aplaudió. — ¡Éste es el lugar! —dijo Cadmo—. ¡Vamos a empezar a construir! Ah, y ¿qué tal si matamos a la vaca y la sacrificamos a los dioses? En ese momento, la vaca probablemente deseó haber seguido andando, pero, ¡demasiado tarde! Los colonos se pusieron a trabajar. Después de unas horas, Cadmo y sus constructores tuvieron calor y sed. — ¡Necesito un trago! —dijo uno de los chicos—. ¿Has traído una hielera o algo? Cadmo frunció el ceño. Sabía que debería haber traído una hielera. Y ellos no habían visto una tienda de conveniencias en millas. Recorrió el horizonte hasta que vio un espeso bosque de robles en la distancia.

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—Los árboles necesitan mucha agua —dijo—. Tiene que haber un río o un manantial más allá —señaló a algunos de sus chicos—. Ustedes cinco entren en esos bosques con algunos baldes y traigan un poco de agua. Y si ven un KFC27 o algo así, sería bueno también. Como te puedes imaginar, los bosques eran la arboleda sagrada de Ares. Está bien, había un manantial. Se adentraba dentro de una cueva justo en medio de la arboleda, alimentando una linda piscina de agua fresca que también acaecía ser el lugar para beber del dragón. Los cinco hombres se metieron en el bosque con sus baldes. Encontraron la cueva. — ¿Qué son todas estas cosas puntiagudas y blancas en el suelo? —preguntó uno de ellos. — ¿Cabezas de flechas? —supuso otro. 302

—No, lucen como dientes de dragón —dijo un tercero. Todos se rieron nerviosamente. No hay tal cosa como dragones, ¿verdad? Entonces el dragón emergió de la cueva y se los comió. Sólo uno de los hombres escapó, probablemente porque el dragón estaba demasiado lleno como para ir tras él. El hombre se tambaleó hacia el lugar de trabajo, gritando con horror: — ¡DRAGÓN! ¡GRANDE! ¡COME GENTE! Mientras los colonos se reunían alrededor, Cadmo calmó al superviviente lo suficiente para captar la historia completa. Luego agarró su confiable lanza. —Ningún dragón se va a comer a mis trabajadores. 27

Kentucky Fried Chicken (traducible al español como Pollo frito de Kentucky), más conocido por sus siglas KFC, es una franquicia de restaurantes de comida rápida especializada en pollo frito.

Al fondo de la multitud, un sacerdote se aclaró la garganta. —Um, ¿Señor? Esta arboleda suena muy parecida a un lugar sagrado de Ares. Si mata al dragón del dios de la guerra… — ¡Debo matarlo! —dijo Cadmo—. La vaca me dijo que construyera una ciudad aquí, y no puedo tener a un dragón viviendo al lado. ¿Niegas la sabiduría de la vaca muerta, viejo? —Oh…no. No, señor. —El cura decidió callarse. Cadmo marchó hacia la arboleda con su lanza, y ya que era como un jefe, caminó directo hacia el dragón (quien de verdad estaba demasiado lleno como para ofrecer una buena pelea) y condujo su lanza directamente a su cabeza. Instantáneamente, una luz brilló junto a Cadmo, y la diosa Atenea apareció. — ¡Bien hecho, Cadmo! —dijo la diosa—. ¡Has matado el dragón de Ares! Cadmo parpadeó. — ¿Así que… no estoy en problemas? — ¡Oh, estás en terribles problemas! —dijo Atenea alegremente—. Algún día Ares tendrá su venganza. Pero por ahora tú estás bajo mi protección. Necesito que fundes una gran ciudad llamada Tebas. — ¿En el lugar donde la vaca cayó? Porque el oráculo fue bastante específico. —Sí, sí, está bien. Pero primero lo primero. Necesitarás unos buenos combatientes para defender tu nueva ciudad. Toma los dientes de este dragón y siémbralos en la tierra como semillas. Riégalos con un poco de sangre y, ¡observa lo que sucede! Atenea desapareció. Cadmo no estaba seguro de si debía robar la dentadura del dragón, especialmente si ya estaba en la lista negra de Ares, pero hizo lo que Atenea ordenó. Cuando acabó de sembrar los dientes, un grupo de esqueletos guerreros de súper élite surgió del suelo, y éstos se convirtieron en los primeros soldados en el nuevo ejército de Tebas.

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Cadmo construyó su ciudad. Por un tiempo, todo fue completamente satisfactorio. Los dioses incluso le concedieron una diosa menor como esposa, Harmonía, quien era una hija de Afrodita y Ares. Harmonía se volvió mortal para compartir su vida con Cadmo, lo que era un honor bastante grande. Ares no estaba complacido. Primero este tipo, Cadmo, mata a su dragón. Luego los otros dioses están como: “Oh, no, ¡no puedes matarlo! ¡Cadmo está destinado a fundar una ciudad importante!”. ¡Como si Tebas fuera importante! ¡Por favor! ¿Qué clase de nombre es Tebas? No es tan genial como Esparta. Además, ya había una ciudad llamada Tebas en Egipto, así que tener una en Grecia iba a confundir a la gente. Luego, encima de todo lo demás, los otros dioses decretaron que el imbécil mata dragones se casaría con la hija de Ares. Para nada gracioso. Por el bien de su hija, Ares trató de mantener la calma; pero odiaba a su yerno. Finalmente, un día divisó a Cadmo en su sagrada arboleda, observando el lugar donde había matado al dragón años atrás. Por alguna razón, esto retorció a Ares. El dios de la guerra apareció frente a él. — ¿Qué estas mirando, renegado? ¿El lugar donde mataste a mi dragón? ¿Odias a los reptiles? Bueno, ¿adivina qué? ¡Tú eres uno! ¡ZAS! Ares convirtió a Cadmo en una serpiente. Desafortunadamente, la reina Harmonía había estado justo caminando para ver a su esposo. Vio lo que sucedió y gritó: — ¡Padre!, ¿qué has hecho? — ¡Se lo merecía! —gruñó Ares. — ¡Lo amo! ¡Conviértelo! —Oh, ¿lo eliges a él por sobre mí? ¿Así es cómo es? ¡Quizás te gustaría unírtele!

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¡BLAM! Convirtió a su propia hija en una serpiente, y el rey y la reina de Tebas se deslizaron hacia lo lejos. Así fue como Ares obtuvo su venganza. Pero cuando las serpientes Cadmo y Harmonía murieron, Zeus envió sus almas a los Campos Elíseos para que pudieran vivir juntos en paz y felicidad eterna. (Sólo no se lo digas a Ares. Él probablemente iría allí y los sometería de nuevo). En cuanto a la otra arboleda sagrada de Ares, la que estaba en Cólquida, las cosas sucedieron algo diferentes allí. El rey era un hombre llamado Eetes28 (Hasta donde puedo entender, se pronuncia como: “Como Camisetas” en inglés29). Su gran salto a la fama fue cuando el vellocino de oro, aquella alfombra de piel de carnero con la que estoy relacionado, terminó en su reino, lo que hizo al lugar inmune a las enfermedades, invasiones, desplomes de la bolsa, visitas de Justin Bieber, y básicamente cualquier otro desastre natural. Eetes no era un hijo de Ares, pero sí uno de sus grandes adoradores. Se saldría de sus estándares para empezar guerras y matar tanta gente como fuera posible, sólo para obtener puntos extras en el programa de recompensas de Ares. Muy pronto el rey Eetes había conseguido todo tipo de botín. Ares envió a su segundo hijo dragón a proteger el vellocino de oro, que colgaba en un árbol de roble en la arboleda sagrada. El dragón sólo era amistoso con Eetes, lo que permitía al rey juntar sus dientes. Entonces Eetes iría a los especiales Campos de Ares y plantaría los dientes para hacerse con un nuevo grupo de esqueletos guerreros cuando fuese necesario. Pero él no tenía un viejo tractor John Deere. Ares le dio al rey una aradora tirada por unos bueyes metálicos lanza llamas. Y para mantener al rey a salvo del fuego, Ares le dio una armadura a prueba de fuego, a prueba de balas, a prueba de todo, que había ganado durante la guerra con los gigantes. (La cual es toda otra historia).

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Aeetes en el original. Originalmente “I Eat Tees”. Es un juego de palabras entre “Aeetes” y “I Eat Tees”, que significa “Como Camisetas”.

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Como si los bueyes de metal, los esqueletos guerreros y el dragón no fueran suficiente seguridad, Eetes también construyó un muro alrededor de toda el área para que nadie pudiera acercarse al campo o a la arboleda. Teniendo en cuenta que su reino de Cólquida estaba más o menos en el final del mundo conocido, las posibilidades de que cualquiera llegara a robar su vellocino de oro eran muy escasas. Por supuesto, alguien llegó a robarle el vellocino de oro. El nombre del tipo era Jason. Pero esa también es una larga historia para otro momento. Por ahora, vamos a dejar a Eetes en Cólquida, todo él con aire satisfecho, confiado y adorando a Ares; pensando, “Sí, soy genial”. Pero incluso el dios de la guerra no podía salirse con matar gente todo el tiempo. A veces Ares tenía que explicarse ante los demás dioses. De hecho, fue el acusado en el primer y único juicio por asesinato divino, el episodio piloto para la Ley y el Orden: Olimpo. Sucedió así: Había un idiota hijo semidiós de Poseidón llamado Halirrotio. Yo no voy a reclamar al tipo como a un hermano. Sólo su nombre debería decirte que no era nada bueno. Suena como alguna enfermedad de garganta. Creo que sólo lo llamaré Hal. De todos modos, Hal vivía en Atenas. Se enamoró de esta hermosa princesa ateniense llamada Alcipe, quien resultó ser la hija de Ares; pero Alcipe no quería tener nada con él. ¿Un hijo de Poseidón? ¡Qué asco! Hal no se rendiría. Seguía a Alcipe a todas partes, la acosaba en Facebook, saboteaba sus citas, y básicamente actuaba como un cretino. Entonces, una noche Hal arrinconó a Alcipe en un callejón. Cuando ella trato de escaparse, la arrojó al suelo. Ella comenzó a gritar y patalear: — ¡Ayuda! Finalmente pensó en decir: — ¡Padre!¡Ares! Eso hizo el truco.

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Ares se manifestó en carne y hueso, y tiró al joven hombre lejos de Alcipe. — ¿Te metes con mi hija? —Ares gritó tan fuerte, que hacia chatas las mejillas del chico por la fuerza de su voz. — ¡Lo siento, señor! —dijo Hal—. ¡Me rindo! ¡No me lastime! —Oh, no voy a lastimarte —prometió Ares—. ¡TE MATARÉ! El dios de la guerra sacó un cuchillo y convirtió a Hal en un queso suizo de semidiós. Arrojó bruscamente al joven al suelo y pateó su cuerpo sin vida un par de veces para asegurarse. La escena tan horrible fue noticia durante semanas. Todos los comentaristas mortales se preguntaban: “¿La violencia divina contra los mortales se ha ido demasiado lejos?”, y básicamente dieron al monte Olimpo un montón de mala prensa. Poseidón exigió que Ares enfrentara un juicio por asesinato, ya que Hal era su hijo. Ares explotó. — ¡Fue en defensa propia! Poseidón resopló. — ¿Defensa propia? El muchacho se entregó a ti.Entonces lo apuñalaste seiscientas veces y le pisaste el rostro. ¿Cómo es eso defensa propia? — ¡Estaba defendiendo a mi hija, ballena barbuda! ¡Tu hijo bandido estaba tratando de violarla! Poseidón y Ares se arremangaron las camisas para pelear, lo que hubiera sido dulce, porque mi padre hubiera superado totalmente a ese idiota, pero Zeus los detuvo. — ¡Suficiente! —espetó—. Tendremos un juicio, como se lo requirió. Yo seré el juez. Los otros dioses serán los jurados. Tuvieron un juicio contra Ares en una colina en Atenas. Zeus hizo un gran alboroto sobre llamar testigos y examinar las evidencias. No estoy seguro qué habría pasado si

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Ares hubiera sido condenado. Quizás Zeus lo arrojaría al Tártaro, o lo sentenciaría a miles de años de servicio comunitario, recogiendo basura al costado de la carretera. Pero al final, los dioses decidieron que Ares era inocente. Claro, se sobrepasó un poco, manejando al cuerpo de Hal de esa manera, pero el tipo había estado sometiendo a la hija de Ares. Eso no estaba bien. ¡Sólo los dioses podían salirse con cosas así! La colina donde mantuvieron el juicio todavía está allí. Si alguna vez estás en Atenas, búscala. Es llamada el Areópago, la colina de Ares, y en tiempos ancestrales los atenienses construyeron un tribunal de justicia en la cima para todos sus juicios por asesinato. Supongo que pensaron que si el lugar era suficientemente bueno para juzgar a Ares, era lo suficientemente bueno para los psicópatas mortales, asesinos con hachas o lo que sea. Yo, concuerdo con que Ares tenía el derecho de defender a su hija, pero aun así, pienso que Poseidón debería haberlo molido a golpes, sólo porque hubiera sido algo impresionante de ver. Una historia más sobre el dios de la guerra, porque quiero terminar con algo que lo haga ver como un completo perdedor. (Lo cual, sinceramente, no es difícil de hacer.) Una vez, estos dos hermanos gigantes llamados Oto y Efialtes decidieron que iban a destruir a los dioses. ¿Por qué? Probablemente Gaia, la Madre Tierra, les dio la idea, o tal vez sólo estaban aburridos. Los hermanos gemelos eran llamados los Alóadas, que significa los Trituradores. No sé si tenían trajes a juego de luchador, o qué. Como la mayoría de los gigantes, eran… bueno, gigantes. Comenzaron desgarrando montañas y apilándolas una encima de otra, tratando de hacer una torre de asalto desde la cual podrían destruir el Olimpo con bloques de piedra, de la misma manera en que Zeus destruyó el monte Otris allá en los viejos tiempos. Los dioses miraron hacia abajo desde su palacio y vieron a estos dos gigantes apilando montañas, acercándose cada vez más, y Zeus dijo: —Alguien debe detenerlos. —Sí —estuvo de acuerdo Hera.

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Nadie se ofreció. Esto fue poco después del fiasco con el gigante de la tempestad Tifón, y todos los dioses estaban todavía un poco en shock. La idea de luchar contra dos masivos gigantes no era muy atractiva. Finalmente, Hera dijo: —Ares, eres el dios de la guerra. Tú deberías ir a luchar con ellos. — ¿Yo? —La voz de Ares salió chillona—. Quiero decir… obviamente, podría destruirlos si quisiera. Pero, ¿por qué yo? Atenea es una diosa de la guerra. ¡Envíala a ella! —Ah, pero soy sabia —dijo Atenea—. Lo suficientemente sabia para hacer que tú lo hagas. Ares maldijo, pero no podía discutir con su lógica. Se puso su armadura, saltó en su carruaje y se fue rodando por el lateral del monte Olimpo, gritando y blandiendo su lanza. Los gigantes no estaban impresionados. Habían estado esperando un ataque. De hecho, habían traído algunas cadenas súper fuertes sólo por esta ocasión y tendieron una trampa, colocándolas a lo largo del suelo justo en el camino de la carroza, cubriéndolas con ramas, grava y esas cosas. Mientras Ares avanzaba, los gigantes saltaron a cada lado, tiraron de los extremos de la cadena, e hicieron una línea de tropiezo que sus caballos no podían evitar. ¡ZAS! Los caballos salieron volando. El carruaje explotó en mil pedazos. Ares no estaba usando cinturón de seguridad, por lo que voló a unos cien metros, se estrelló contra el suelo, y se habría roto el cuello de ser mortal. Aún estaba aturdido, los gigantes lo ataron con sus enormes cadenas y lo arrastraron lejos. —Oh, que malo —señaló Atenea, mirando hacia abajo desde el Monte Olimpo—. Están secuestrando a Ares. —Guao, eso es una pena —Poseidón bostezó.

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—Deberíamos ayudar —dijo Hera, pero incluso ella sonaba poco entusiasmada. Antes de que los dioses pudieran decidir qué hacer, los Alóadas desaparecieron en la montaña. Llevaron a Ares a una cueva lejana y lo metieron en un gran jarrón de bronce, donde se asfixió y sofocó durante trece meses. Ares trató de romper las cadenas, pero eran demasiado fuertes para él. Gritó y chilló y amenazó, pero se volvía más débil cada vez, sin néctar para beber o ambrosía para comer, él solo gemía en la jarra y rogaba para que le dejaran salir. Zeus no podía molestarse en poner en marcha una misión de rescate. Los Alóadas seguían enviando peticiones de rescate. — ¡Abre tus puertas o destruiremos a tu hijo! ¡No, de verdad! ¡Lo decimos en serio! Bien, ¿qué tal un millón de dracmas de oro? En serio, ¡le haremos daño! ¡Vamos, chicos! ¡Tenemos a su hijo en un jarrón! ¿No lo quieren de vuelta? Los gigantes no consiguieron ninguna respuesta desde el Monte Olimpo.Ares podría haberse marchitado a nada, lo que estaría bien por mí; pero los gemelos gigantes tenían una madrastra llamada Eriboea, que era de buen corazón y se apiadó de Ares. O tal vez sólo estaba cansada de oírle gemir en el jarrón. Una noche, se deslizó fuera de la cueva y encontró al dios mensajero Hermes. —Oye —dijo ella—. Puedo mostrarte dónde está Ares. Puedes entrar y rescatarlo. Hermes arrugó la nariz. — ¿Tengo que hacerlo? —Bueno… si no lo haces, mis hijastros van a cansarse de intentar hacer que lo rescaten —dijo Eriboea—. Entonces van a terminar su torre de asedio montañosa y destruirán el Olimpo. Hermes suspiró. —Oh, está bien.

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Así que Hermes se coló en la cueva y rescató a Ares. Volaron de regreso al monte Olimpo, donde la vista de la forma pálida y enfermiza de Ares hizo a los otros dioses enojarse y avergonzarse. Ellos odiaban a Ares, pero nadie debe permitir que se trate de esa manera a un Olímpico. Los dioses se reunieron y, finalmente, lograron destruir a los gemelos Alóadas. En cuanto a Ares, volvió a su peso de pelea y fingió que el incidente nunca ocurrió; pero después de eso siempre tuvo como punto débil a los prisioneros de guerra. Si maltratabas a tus cautivos, Ares te encontraría y tendrían una charla seria. Además, Ares desarrolló un serio miedo a los jarrones. Creo que voy a darle uno lindo para Navidad.

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Hefesto me hace una llama de oro (no realmente, pero debería)

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S

i quieres ver fotos de Hefesto cuando era bebé, no es tu día de suerte.

Cuando nació era tan feo que su amorosa madre Hera lo arrojó fuera del Monte Olimpo como si fuera una bolsa de basura. Si alguien hubiera tomado una foto suya de bebé, habría mostrado un Hefesto feo y pequeño cayendo de las nubes con una mirada de sorpresa en su cara como, “MAMÁ, ¿POR QUÉ?” ¿Qué pasó después? Bueno, Hera esperaba no volver a ver al chico de nuevo. Pero con el tiempo Hefesto volvió, como un boomerang y la golpeó en la cabeza. Me encanta ese tipo. El Hefesto bebé cayó en el mar, donde fue rescatado por la líder de las cincuenta espíritus Nereida del mar: Tetis. Ella es la chica que más tarde liberó a Zeus cuando los dioses lo ataron.

En fin, Tetis se sintió mal por ese pobre y pequeño bebé. Decidió criarlo en una cueva submarina secreta. A Tetis no le importaba su fealdad. Vivía con medusas, anguilas y rapes por lo que, Hefesto no le parecía tan mal. Claro, sus piernas eran deformes y era demasiado escuálido para apoyar su peso sin muletas o aparatos ortopédicos. Tenía demasiada piel de hombre, por lo que tenía que afeitarse como cinco veces al día, incluso cuando era un bebé. Tenía la cara roja y llena de bultos como si durmiera en una colmena de abejas asesinas africanas. Pero su parte superior del cuerpo era fuerte y saludable. Tenía unas manos hábiles y una inteligencia aguda. A medida que el joven dios creció, desarrolló talento para la construcción y la artesanía, al igual que los Cíclopes Mayores. Dale al chico un balde de Legos, vuelve en una hora y habrá hecho un largo y completamente funcional misil balístico. Lo bueno es que Tetis no quería dominar el mundo. Lo único que quería era joyería. Puso a Hefesto a trabajar haciendo complejos collares de oro, pulseras de perlas y coral de lujo, y coronas neón que se encendían y mostraban distintos mensajes como FELIZ AÑO NUEVO y SU ANUNCIO AQUÍ, por lo que siempre tuvo la mejor ostentación cada vez que iba a fiestas. Hefesto pasó nueve años en el océano como herrero personal de Tetis. Él disfrutaba de su trabajo y amaba a su madre adoptiva, pero siempre en lo profundo de su mente, quiso vengarse de Hera. En su tiempo libre, él trabajó en un mueble especial —un peligroso regalo para su peligrosa madre— y soñaba con el día en que volviera al Olimpo. Finalmente terminó su proyecto y le dijo a Tetis adiós. —Amada madre adoptiva —Hefesto se arrodilló a sus pies, lo cual no era fácil, ya que sus piernas estaban torcidas, marchitas y sujetas por soportes ortopédicos dorados—. Debo volver a casa y tomar mi lugar entre los dioses. Tetis siempre había sospechado que este día llegaría pero, de todas formas lloró. —Ellos no te apreciarán —le advirtió—. Sólo te juzgarán por la forma en que te ves.

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—Entonces, ellos son unos idiotas —dijo Hefesto—. No me importa lo que piensen los demás. Mi madre me tiró. Debe pagar por ese insulto. Tetis no pudo discutir. Le deseó suerte a Hefesto y el dios se embarcó en su viaje al Olimpo. Subió la montaña montando en un burro, porque le gustaban los burros. Eran feos y obstinados, cómicos, pero fuertes y resistentes. Hefesto podía relacionarse con ellos. Y si subestimabas o maltratabas a un burro, era probable que obtuvieras en tus dientes una patada. Detrás de Hefesto caminaban toda una caravana de mulas de carga, transportando regalos especiales para los dioses. Hefesto montó directamente hasta la sala del trono del Olimpo, y los otros dioses callaron de asombro. — ¿Quién es ese? —preguntó Ares. Hera hizo un sonido estrangulado con su garganta. —No puede ser. — ¡Madre! —Hefesto sonrió—. ¡Soy yo, Hefesto! Zeus se atragantó con su néctar. — ¿Acaba de llamarte madre? Hefesto se bajó de su burro, los soportes de sus piernas chirrearon. —Oh, ¿ella no me mencionó, padre? (En realidad, Zeus no era realmente su padre, ya que Hera había creado el bebé por sí misma; pero Hefesto decidió no pensar demasiado en los aspectos técnicos.) —Probablemente fue sólo un descuido —Hefesto sonrió grotescamente—. Verás, Hera me tiró del Olimpo cuando era un bebé. Pero tranquilos. Como pueden ver, queridos padres, ¡sobreviví! —Oh —dijo Hera—. Qué... agradable. Hefesto contó su historia sobre crecer en el fondo del mar. — ¡Y he traído regalos! — desempacó los paquetes grandes de sus mulas. — ¡Nuevos tronos para todo el mundo! — ¡Tronos! —Ares saltó y bailó con entusiasmo.

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Los otros dioses eran un poco más cautelosos, pero se les notó bastante emocionados cuando vieron la mano de obra de Hefesto. Zeus obtuvo un asiento de oro macizo con posa copas en los brazos, soporte lumbar y un estante incorporado para rayos. El trono de Deméter estaba hecho de tallos de maíz de oro y plata. A Poseidón le tocó una silla de capitán de barco con un lugar para su tridente y su caña de pescar. El trono de hierro de Ares estaba tapizado con cuero con un montón de picos incómodos y alambre de púas en los posa brazos. —Me encanta —dijo Ares—. ¿Es cuero corintio? —Piel de hombre, en realidad —dijo Hefesto. Los ojos de Ares se llenaron de lágrimas. —Este es el mejor regalo... No... No puedo ni... Todos los nuevos tronos de los dioses eran totalmente ajustables con ruedas por lo que, en poco tiempo estuvieron rodando alrededor del palacio y girando en sus asientos. — ¿Tú hiciste esto? —Apolo pasó la mano por la espalda de su silla, que era en forma de arpa gigante—. ¡Son impresionantes! —Sí —dijo Hefesto—. Yo soy el dios de los herreros y artesanos. Puedo hacer casi cualquier cosa —sonrió a Hera—. Madre, ¿no probarás tu trono? Hera estaba junto a su nueva silla, que estaba hecha de diamantina, un metal súper fuerte que brillaba con un blanco traslúcido, una especie de cruce entre la plata y los diamantes. El trono era la cosa más hermosa que Hera había visto nunca, pero tenía miedo de sentarse en él. No podía creer que Hefesto estuviera siendo tan amable con ella. Sin embargo, todos los demás dioses daban vueltas por la habitación, pasando un buen rato, por lo que finalmente tuvo que ceder. —Muy bien, hijo... er, hijo mío. El trono es hermoso.

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Ella se sentó. Inmediatamente, cables invisibles se ataron alrededor de ella con tanta fuerza que no podía respirar. —Agghhh —se quedó sin aliento. Trató de cambiar de forma. No hubo suerte. Cuanto más se resistía, los cables más se apretaban. Intentó relajarse. Los cables invisibles la exprimieron hasta que su cara se puso totalmente pálida, con los ojos desorbitados, y todo el icor de su cuerpo se agrupó en sus manos y pies. — ¿Madre? —preguntó Ares—. ¿Por qué estás sentada tan quieta? ¿Y por qué tus pies y manos están tan hinchados y resplandecientes de oro? Hera sólo podía gemir. —Ayuda. Los dioses se volvieron a Hefesto. —Muy bien —se quejó Zeus—, ¿qué hiciste? Hefesto alzó sus tupidas cejas. —Por qué, padre, pensé que lo aprobarías. Tendrás una esposa mucho más tranquila ahora. De hecho, no volverá a salir de esa silla de nuevo. Hera chilló alarmada. —Me abandonaste —le recordó Hefesto—. Yo era feo y lisiado, por lo que me lanzaste lejos del monte. Quiero que pagues por eso, querida madre. Piensa en todas las cosas que podría haber hecho para ti, si me hubieras tratado bien. Entonces, tal vez, comprenderás que tiraste algo valioso. Nunca se debe juzgar a un dios por la forma en que se ve. Con eso, Hefesto cojeó hacia su burro y lo montó para irse. Ninguno de los otros dioses intentó detenerlo. Quizás estaban preocupados de que sus propios trono explotaran, o que de sus asientos brotaran cuchillas como una licuadora Vitamix. Hefesto viajó hasta el mundo de los mortales y se instaló en una de las ciudades griegas. Allí hizo herraduras, clavos y otras cosas sencillas que no lo harían pensar

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mucho. Había esperado que su venganza lo hiciera sentir mejor, pero no fue así. Se sintió incluso más vacío y furioso que antes. Mientras tanto, en el Olimpo, los otros dioses se cansaron de escuchar a Hera gemir. Lo intentaron todo para liberarla: cortadores de tornillo, rayos, grasa de tocino, WD40. Nada funcionó. Finalmente, Zeus dijo—: Ya es suficiente. Ares, anda a buscar a tu hermano Hefesto y convéncelo de liberar a tu madre. Ares sonrió cruelmente. —Oh, voy a convencerlo, está bien. Ares preparó su carro de guerra. Se puso su armadura de oro ardiente, consiguió su lanza ensangrentada y su escudo que goteaba sangre. Sus hijos Fobos y Deimos engancharon los caballos que escupían fuego y se fueron. Viajaron a través de la ciudad de los mortales, causando pánico, pisoteando todo a su paso. Irrumpieron en el patio del taller de herrería de Hefesto, donde el dios mutilado estaba reparando una tetera. Los caballos se erguían y respiraban fuego. Fobos y Deimos desataron oleadas de puro terror que causaron sesenta y cinco infartos en los alrededores del vecindario. Ares apuntó con su lanza a Hefesto. — ¡TÚ LIBERARÁS A HERA! Hefesto levantó la vista. —Vete, Ares —y siguió martillando su tetera.

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Fobos y Deimos intercambiaron miradas confusas. La lanza de Ares vaciló. Él había estado esperando una reacción diferente. Lo intentó de nuevo. — ¡LIBERA A HERA O ENFRETA MI IRA! Sus caballos soplaron fuego sobre Hefesto, pero las llamas sólo le hicieron cosquillas. El dios herrero suspiró. —Ares, en primer lugar, no respondo bien a las amenazas. En segundo lugar, ¿crees que eres fuerte porque luchas a menudo? Intenta trabajar en una fragua durante todo el día. Amenázame de nuevo, y yo te mostraré lo que es ser fuerte —Hefesto flexionó sus brazos y el pecho, que se ondulaba con los músculos—. En tercer lugar —continuó—, yo soy el dios del fuego. Tengo que serlo, ya que derrito metal para ganarme la vida. He forjado armas de hierro y bronce en el corazón de los volcanes submarinos, así que no intentes asustarme con tus pequeños ponis. Hefesto hizo un gesto hacia Ares como si estuviera espantando una mosca. Un muro de fuego rugió desde el suelo y se apoderó de la carroza del dios de la guerra. Cuando las llamas murieron, las crines de los caballos se quemaron también. Las ruedas de la carroza se habían convertido en óvalos. Los cascos de Deimos y Fobos se fundieron en sus cabezas como huevos fritos y su piel estaba cubierta de una fina capa de carbón. La armadura de Ares se evaporó. La hermosa cresta de su casco de guerra ardía. —Última oportunidad —dijo Hefesto—. Vete. Ares se volvió y huyó, su carro desequilibrado sobre las ruedas derretidas, dejando un olor a dios de la guerra carbonizado en el aire. Los dioses del Olimpo probaron diferentes tácticas para convencer a Hefesto de que liberara a su madre. Enviaron diferentes embajadores. Hefesto no fue persuadido. Arriba en el Olimpo, Zeus abrió las manos y suspiró. —Bueno, supongo que Hera tendrá que permanecer en ese trono maldito para siempre. — ¡Mrpphh! —dijo Hera, con el rostro ruborizándose en dorado icor.

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Entonces el héroe más improbable dio un paso adelante: Dionisio, el dios del vino. —No te preocupes —dijo—. Puedo manejar a Hefesto. Los otros dioses lo miraron. — ¿Tú? —demandó Ares—. ¿Qué vas a hacer? ¿Amenazar a Hefesto con un buen Chardonnay?30 Dionisio sonrió. —Ya lo verás. Dionisio voló hacia la tierra. Empezó dando vueltas por la tienda del herrero. No hizo ninguna demanda a Hefesto. No lo amenazó o tiraría a la basura cualquier posibilidad. Sólo conversó, contó historias divertidas, y actuó amigablemente. Ahora, mi experiencia con el Sr. D fue muy diferente, pero al parecer podía ser bastante encantador cuando quería. Una vez había sido un chico mortal y se había convertido en un dios recientemente, así que él no era grande y poderoso como cualquiera de los otros dioses del Olimpo. No le importaba mezclarse con los humanos y los herreros feos. Se llevaba bien con Hefesto. Después de semanas de salir juntos, Dionisio dijo—: Hombre, estás trabajando demasiado duro. ¡Necesitas un descanso! —Me gusta el trabajo —murmuró Hefesto. La verdad era que la herrería borraba el dolor de su mente. A pesar de su exitosa venganza contra Hera, Hefesto no podía deshacerse de su ira y amargura. Todavía era un paria entre los dioses, no era más feliz de lo que había sido antes. —Te llevaré afuera esta noche —le dijo Dionisio—. Visitaremos las tabernas y te presentaré esta cosa que he creado. Se llama vino. Hefesto frunció el ceño. — ¿Es una máquina? Los ojos de Dionisio brillaron. —Bueno... tiene sus usos. Ya verás. Ahora, niños... el vino es alcohol. Eso es una bebida para adultos. 30

Tipo de vino, hecho a partir de uva blanca.

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Caramba, Sr. Percy Jackson, ¿dice que no podemos tener un poco de vino? No, no, chicos. El vino es peligroso. No quiero que ninguno de ustedes beba alcohol hasta que tenga por lo menos treinta y cinco años. Incluso entonces, deberían tener una nota del médico y el permiso de sus padres, beban responsablemente (como un trago por mes), ¡y nunca operen maquinaria pesada mientras estén bajo su influencia! Bueno... creo que eso cubre mis bases legales. Sigamos con la historia. Esa noche, Dionisio llevó a Hefesto a beber. De repente, Hefesto estaba llorando sobre su vaso, derramando su historia de vida ante Dionisio. —Te…te quiero, hombre —Hefesto sollozó—. Nadie más me entiende. Bueno... excepto estos chicos —Hefesto señaló su plato de maníes salados. —Ellos me entienden. Pero... pero nadie más. —Mmm... —Dionisio asintió con simpatía—. Debe haber sido duro, vivir en el fondo del mar, abandonado por tu propia madre. —No tienes idea. Fue... —Hefesto sollozó de nuevo, buscando la palabra adecuada—. Fue muy difícil. —Exactamente —dijo Dionisio—. ¿Sabes lo que te haría sentir mejor? — ¿Más vino? —adivinó Hefesto. —Bueno, posiblemente. Pero también perdonar. — ¿Qué, ahora? —Hera puede ser una bruja —dijo Dionisio—. Créeme, lo sé. Pero somos una familia, somos dioses. Tenemos que manteneros unidos. Hefesto fulminó con la mirada a su vaso. —Ella me tiró como una bujía mala. —No estoy seguro de lo que sea eso —dijo Dionisio—. Pero aun así, no se puede guardar rencor por siempre. Si lo mantienes dentro, bueno... hasta el vino más fino se convierte finalmente en vinagre. ¿Tu venganza te hizo sentir mejor?

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—En realidad, no. —Hefesto frunció el ceño—. Necesito más vino. —No —dijo Dionisio firmemente, lo que no era propio de él, negarle a alguien una bebida. —Debes volver al Olimpo conmigo ahora mismo y liberar a Hera. Sé el chico bueno. Muéstrales a todos que eres mejor que ella. Hefesto se quejó y murmuró y maldijo su tazón de cacahuetes, pero decidió que Dionisio estaba en lo cierto. Montó su burro de vuelta al Monte Olimpo, lo que era muy peligroso, porque pudo haber sido detenido por BEE (burro en estado de ebriedad). Afortunadamente, llegó allí con seguridad, Dionisio caminando a su lado. Hefesto se acercó a Hera, y los otros dioses se reunieron alrededor. —Madre, te perdono —dijo Hefesto—. Voy a liberarte, pero debes prometer: no más bebés tirados. Todo el mundo tiene dones, no importa cómo luzcan. ¿Estás de acuerdo? —Mrhph —dijo Hera. Hefesto golpeó el interruptor de desactivación secreto en la parte posterior del trono, y Hera fue liberada. Según algunos relatos, Hefesto exigió un precio por la liberación de Hera. Supuestamente Poseidón (que odiaba a Atenea) sugirió que Hefesto le pidiera a Zeus la mano de la diosa de la sabiduría en matrimonio, y es por eso que Hefesto se fue tras ella en el infame incidente del pañuelo. No puedo confirmar eso. Personalmente, creo que Hefesto simplemente se cansó de guardar rencor contra su madre. Después, él y Dionisio se hicieron muy buenos amigos, y Hefesto y Hera dejaron de lado su resentimiento. De hecho, la próxima vez que Hefesto se metió en problemas, fue por ayudar a su mamá.

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Avancemos hasta cuando los dioses se rebelaron contra Zeus. Como recordarán (o tal vez no), una vez que Zeus se liberó, castigó a la escoria rebelde. Apolo y Poseidón perdieron su inmortalidad por un tiempo. Hera quedó atada y colgó sobre el abismo. Durante todo eso, Hefesto no había tomado partido. Pensó que la rebelión era una idea estúpida, pero nadie se molestó en preguntarle su opinión. Como resultado, Zeus no lo castigó. Aun así, el dios herrero no aprobaba que su madre estuviera colgando atada sobre el abismo como cebo vivo. Hefesto podía oírla gritar día y noche. Le molestaba que Zeus pudiera atar a Hera y que nadie se opusiera pero, cuando Hefesto la había atado, todo el mundo actuó como si fuera un villano horrible. Y tal vez, sólo tal vez, Hefesto estaba empezando a amar a su madre un poco. Al menos lo suficiente para no querer verla colgando sobre las fauces de Caos. Una noche, no pudo soportarlo más. Se levantó de la cama, agarró su caja de herramientas, y fue a salvar a su madre. Con la ayuda de unos garfios, un arnés de seguridad, un podador de árboles, una cuerda, y por supuesto un poco de cinta adhesiva, se las arregló para cortar las cuerdas que la sostenían y ponerla en un lugar seguro. Hera estaba increíblemente agradecida. Sollozó y abrazó a Hefesto y le prometió que nunca lo llamaría feo o desagradable de nuevo. Zeus estaba menos que satisfecho. Cuando se enteró de lo que había ocurrido, se dirigió a la habitación de Hefesto con un crepitar de electricidad a su alrededor y su rostro tan oscuro como una nube de tormenta. — ¿SIN MI PERMISO? —bramó Zeus—. ¡Aprenderás a respetar mi autoridad! La mayoría de los padres simplemente gritarían mucho, o te castigarían, o te quitarían tu Xbox. Zeus agarró a Hefesto por el tobillo, lo tiró y lo arrastró hasta la ventana más cercana. Ahora, Hefesto era fuerte, pero sus piernas eran débiles. Una vez que estaba fuera de balance no podía defenderse muy bien.

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También, Zeus era musculoso. Hacía como seis horas de entrenamiento superior en el gimnasio cada semana. El gritó—: ¡Sayonara, chico herramienta! —y lo arrojó lejos del Monte, de nuevo. A Hefesto le tomó un día entero la caída, lo que le dio un montón de tiempo para contemplar por qué había terminado con unos padres tan horribles. Finalmente, golpeó la tierra en la isla Lemnos con un enorme ¡ka-blam! El impacto no hizo mucho por su cuerpo deforme o por sus piernas tullidas o por su fea cara. Se rompió cada hueso de su cuerpo inmortal y se quedó allí por mucho tiempo, sin poder hacer nada, excepto experimentar ceguedad, ardor y un dolor punzante. Finalmente, fue descubierto por una tribu llamada los Sintians, gente no-griega que se ganaba la vida como piratas a lo largo de la costa del mar Egeo. Ellos tenían mala reputación entre los griegos, pero fueron amables con Hefesto. Lo llevaron a su pueblo y cuidaron de él lo mejor que pudieron. Debido a eso, Hefesto se convirtió en su dios patrono. Estableció un nuevo taller sobre Lemnos, que se convirtió en su sede principal. Siglos después, los griegos visitaron Lemnos para ver el lugar donde Hefesto había caído a la tierra por segunda vez. Creían que el suelo del lugar del accidente tenía propiedades curativas increíbles, tal vez debido a todo el icor divino que se había infiltrado en la tierra. Un poco de barro de Lemnos en tu piel, y tus golpes se desvanecerían. Tus heridas se curarían. El suelo incluso curaba el veneno de serpiente, se suponía. Así que la próxima vez que seas mordido por una cobra, ¡no te preocupes! Sólo tienes que reservar un vuelo a Lemnos y comer un montón de suciedad. Estarás bien. Hefesto sanó. Eventualmente volvió al Olimpo. Después de eso, Zeus y él desconfiaban el uno del otro, pero ambos fingían que el incidente Sayonara, chico herramienta nunca pasó. Supongo que Zeus estaba arrepentido de haber reaccionado de manera exagerada, y Hefesto no quería presionar su suerte. Estaba cansado de ser arrojado fuera del Monte. Hefesto pasó la mayor parte de su tiempo en sus diferentes talleres en Lemnos, o bajo el océano, o en otras islas esparcidas al otro lado del Mediterráneo. Dondequiera que

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vieras un volcán burbujeando, humeando y escupiendo lava, había una gran probabilidad de que Hefesto estuviera en aquel lugar, calentando sus fraguas. Debido a que utilizó volcanes para alimentar sus talleres, Hefesto era el dios de los volcanes. De hecho, la palabra volcán proviene de su nombre romano, Volcanus, o Vulcan. Y no, él no es uno de esos tipos de orejas puntiagudas de Star Wars. ¿O es Star Trek? No puedo seguir esas cosas directamente. Su animal sagrado era el burro, por supuesto, pero también le gustaban los perros. Su pájaro favorito era la grúa, probablemente porque tenía extrañas piernas flacas que no concordaban con el resto de su cuerpo, como cierto herrero. Sobre todo, Hefesto era conocido por su artesanía. Lee los antiguos escritores griegos y verás como ellos escribieron y escribieron páginas sobre cada escudo o pieza de armadura que Hefesto hizo, describiendo todos los colores y la decoración, el tamaño ocupado para los ojales, cuántos clavos y zzzzzzzzzzz. Lo siento. Me dormí de sólo pensar en ello. Sólo te daré lo básico, pero Hefesto ha hecho un buen trabajo. Hizo tronos para todos los dioses, ¡y la mayoría de ellos ni siquiera eran una trampa explosiva! Hizo una flota de tablas mágicas, trípodes de tres patas que tenían ruedas y corrían alrededor del Monte Olimpo, llevándole a la gente bebidas y aperitivos y lo que sea. Si te quedabas en el Monte Olimpo y decías: "Ahora, ¿dónde puse mi iPhone?", seguramente, pronto tendrías a un trípode frente a ti, con tu teléfono dentro de su cajón. Muy útiles esos pequeños individuos. Hefesto también hizo las mejores armaduras y armas. Claro, los Cíclopes mayores y los telkhines eran buenos artesanos, pero nadie podía contra el dios herrero. ¿Hércules, Aquiles, todos los grandes héroes griegos? Sólo utilizaban equipo marca Hefesto. Ni siquiera creo que Hefesto les haya pagado una comisión por patrocinio. Hizo carros para todos los dioses del Olimpo con mejor suspensión en las cuatro ruedas, cuchillas giratorias en las ruedas, y todo tipo de paquetes de actualización opcionales. Diseñó todo, desde joyas a palacios. Le hizo a este chico, el rey de Chios, una mansión subterránea entera, como un búnker secreto.

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Pero la especialidad de Hefesto eran los autómatas –unas criaturas mecánicas, que fueron básicamente los primeros robots. En el taller de Hefesto, tenía un montón de mujeres asistentes mecánicas hechas de oro. Hizo a mano cuatro de aquellas para el templo de Apolo, también, así podían cantar las alabanzas de Apolo en armonía de cuatro partes. Para el rey Alcínoo, Hefesto hizo un par de perros guardianes metálicos –uno de oro y otro de plata– que eran más inteligentes y feroces que los perros reales. Para el rey Laomedonte, hizo una enredadera de oro que realmente crecía. Para el rey Minos, hizo un soldado de metal gigante llamado Talos, que patrullaba las fronteras del palacio día y noche. Caballos, toros y gente de metal. Lo que sea. Si alguna vez me convierto en un rey, definitivamente le pediré un ejército de llamas de oro gigantes que escupan ácido. Bueno, lo siento. Me distraje de nuevo. Luego debería decir cómo reaccionó Hefesto cuando se enteró de que su esposa, Afrodita, lo engañaba. Es una historia un poco triste, y no hay llamas involucradas, pero Afrodita y Ares son humillados, lo que siempre es una cosa buena. Afrodita nunca quiso casarse con Hefesto. La diosa del amor era todo acerca de la buena apariencia, y Hefesto no la tenía. Hefesto intentó ser un buen marido. No importaba. Tan pronto como se casaron, Afrodita comenzó a tener un romance con el dios de la guerra Ares, y parecía que Hefesto era el único que no sabía nada al respecto. ¿Por qué estaba tan despistado? No lo sé. Tal vez quería creer que Afrodita lo podía amar. Tal vez pensó que si él hacía lo correcto, lo haría. Claro, él notó que todos los demás dioses andaban cuchicheando y riéndose a sus espaldas, pero Hefesto estaba acostumbrado a eso. Empezó a sospechar que algo andaba mal cuando Afrodita tuvo a su primer hijo. Hefesto había estado esperando que el bebé naciera lisiado como él, o que por lo menos tuviera alguna de sus características: cabeza deforme, cara verrugosa, quizás una barba.

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Pero el bebé, Eros, era perfecto. Guapo y en forma. También tenía un sorprendente parecido con Ares. Huh, pensó Hefesto. Eso es raro. El próximo hijo de Afrodita fue una chica llamada Harmonia, y de nuevo no se parecía en nada a Hefesto. El herrero comenzó a incomodarse. Cada vez que se refería a Harmonia como "mi hija", los otros dioses parecía que intentaran contener la risa. ¿Y por qué Afrodita y Ares seguían dándose miradas cómplices? Finalmente, el Titán del sol Helios se apiadó de Hefesto. Helios lo veía todo desde su posición en el cielo, incluso las cosas que no quería ver, así que por supuesto que había sido testigo de que Afrodita y Ares eran mucho más que "sólo amigos". Una noche llamó a Hefesto aparte y le dijo—: Amigo, no hay manera fácil de decir esto. Tu esposa te está engañando. Hefesto se sentía como si le hubieran golpeado en la cara con un martillo de tres libras, uno de los realmente buenos con el puño de fibra de vidrio y la cabeza de acero forjado en fuego. — ¿Engañándome? —preguntó—. ¡Imposible! —Posible —dijo Helios sombríamente—. Los vi yo mismo. ¡Yo no lo estaba buscando! Pero, bueno, fue un poco difícil de evitar. El titán del Sol explicó que Afrodita y Ares a menudo se colaban en el apartamento de Hefesto, mientras el dios herrero estaba trabajando en las fraguas. Allí mismo en su propio dormitorio se ponían muy traviesos. El corazón de Hefesto se sentía como si se estuviera reforjando. Se fundió con la miseria. Se súper calentó con ira. Entonces se enfrió y se endureció en algo más fuerte y más filoso. —Gracias por el dato —dijo a Helios. — ¿Algo que pueda hacer por ti? ¿Quieres que les dé una quemadura desagradable? —No, no —dijo Hefesto—. Yo me encargo.

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Hefesto volvió a sus fraguas e hizo una red muy especial. Creó filamentos de oro tan delgados como telarañas, pero tan fuertes como cables de puente. Los encantó para que se pegaran a lo que cogieran, endurecieran más rápido que el cemento, y mantuvieran a su presa inmóvil. Fue cojeando a su dormitorio y tejió la red sobre los cuatro postes de la cama, para que colgaran como un dosel invisible. Luego, colocó una trampilla accionada a presión conectada a un cable, debajo de las sábanas. Entró cojeando a la sala de estar, donde Afrodita estaba leyendo la última novela romántica. —Cariño, ¡me voy a Lemnos! —anunció Hefesto—. Quizás esté allí un par de días. — ¿Oh? —Afrodita levantó la vista de su novela—. ¿Un par de días, dices? —Sip. Te extrañaré, ¡adiós! Afrodita sonrió. —Bueno, ¡diviértete! 329

Hefesto llenó su caja de herramientas, ensilló el asno, y salió. Mientras tanto, Ares estaba mirando desde un balcón cercano. Una vez que el dios de la guerra se aseguró de que Hefesto realmente se iba a Lemnos, corrió hasta la casa del herrero, donde Afrodita lo estaba esperando. —Hola, bebé —dijo Ares—. ¿Me extrañaste? Se retiraron a la habitación, pero no tuvieron tiempo de hacer travesuras. Tan pronto como se desnudaron y se subieron a la cama, la trampa se accionó. La red de oro cayó sobre ellos y se pegó a sus cuerpos como papel matamoscas. Ambos dioses lucharon y gritaron. En serio, Ares tenía un grito más agudo que Afrodita. Pero estaban pegados a la cama, incapaces de moverse o cambiar de posición. Hefesto, quien se había devuelto, irrumpió en el dormitorio con un hacha en las manos. —Papá está en la casa —gruñó.

Se imaginó volverse Cronos sobre ellos y transformar el dormitorio en una escena de película de terror, pero decidió no hacerlo. Para la mente de Hefesto, no había nada más vergonzoso y escandaloso que dejar a los amantes como se encontraban — atrapados en el acto, Afrodita con su maquillaje corrido y el cabello desordenado, sus extremidades aplanadas torpemente contra la cama como si hubiera chocado con el parabrisas de un coche. Gritando y gimiendo a su lado, Ares llevaba nada más que un par de calcetines rojos y sus calzoncillos G.I. Joe. Hefesto entró en la sala de tronos del Olimpo, donde los dioses estaban reunidos para almorzar. —No coman todavía —dijo a todos—. Tengo algo que enseñarles, y probablemente hará que todos vomiten. Intrigados, los dioses le siguieron al dormitorio, donde se quedaron mirando la nueva pieza de performance artística que Hefesto había creado. — ¿Lo ven? —exigió el dios herrero—. Esto es lo que me pasa por ser un buen marido. En el momento en que me voy, estos se empiezan con sus tejemanejes. Mi propia esposa me odia porque soy lisiado y feo, así que se escapa a mis espaldas con... con este imbécil. Me pone enfermo. Me dan ganas de vomitar. ¿No es ésta la cosa más repugnante que hayan visto? Los otros dioses estaban en silencio. Hermes empezó a temblar, intentando no perder el control. Zeus se dijo a sí mismo, no me voy a reír. No me voy a reír. Entones se encontró con los ojos de Deméter, y todo terminó. — ¡BWA! ¡BWA-JA! —se dobló, riéndose tan fuerte que pensó que sus costillas se romperían. Todos los otros dioses se le unieron. — ¡Boxers de G.I. Joe! —gritó Apolo—. ¡OH, oh! Ni siquiera puedo... ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJ! —Afrodita —Atenea soltó una risita—. Te ves simplemente encantadora.

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Los dioses no podían dejar de reír. Pronto estuvieron rodando por el suelo, limpiando las lágrimas de sus ojos, tomando fotos con sus teléfonos para publicarlas en Tumblr. Al principio, Hefesto se puso furioso. Quería gritarles que tomaran el asunto en serio. Él estaba sufriendo. ¡Había sido humillado! Luego respiró hondo y se dio cuenta: no, Afrodita y Ares habían sido humillados. Los otros dioses estarían contando esta historia por siglos. Cada vez que los dos amantes entraran en la sala de tronos, los dioses del Olimpo sonreirían e intentarían no reírse, recordando el pelo desordenado de Afrodita y los estúpidos boxers y medias rojas de Ares. Cada vez que las personas contaran historias embarazosas en las reuniones familiares, esta sería la Historia Vergonzosa #1. Después de mucho tiempo, los dioses lograron reponerse. —Está bien —dijo Poseidón, secándose los ojos—. Esto fue muy gracioso. Pero debes dejarlos ir ahora, Hefesto. —No —Hefesto se quejó—. ¿Por qué no dejarlos aquí en exhibición permanente? Zeus se aclaró la garganta. —Hefesto, pensé que habíamos decidido no atarnos más entre nosotros. Ya has obtenido tu venganza. Ahora libéralos. Hefesto miró a su padre. —Bien. Afrodita puede irse... tan pronto como tú pagues por todos los regalos que le di para su dote. No la quiero más en mi apartamento. No la quiero en mi vida. No es digna de ser mi esposa. Zeus se puso pálido. En aquellos días, si querías casarte con una mujer, tenías que darle a su familia un montón de regalos llamados dote. Ya que Afrodita, técnicamente, no tenía un padre, Zeus la había entregado, lo que significaba que él había recibido todos los asombrosos bienes hechos por Hefesto. Si Hefesto exigía la dote de vuelta, eso significaba que el matrimonio había terminado. También significaba que Zeus tendría que devolver la tostadora de bronce, el conjunto de palos de golf, la TV de plasma, y un montón de otras cosas divertidas. —Uh... bueno —dijo Zeus—. Supongo que Afrodita podría quedarse en la red.

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— ¡Zeus! —Hera lo reprendió. No le gustaba Afrodita, pero ella tampoco estaba de acuerdo con encarcelar a las diosas. —Está bien, está bien —dijo Zeus—. Hefesto puede tener la dote de vuelta. Afrodita es oficialmente pateada fuera de la vida de Hefesto. —Como si alguna vez hubiera estado en ella —murmuró Hefesto. Poseidón todavía parecía preocupado. A pesar de sus diferencias pasadas con Ares, por lo general ellos dos se llevaban bien. Él sintió que debía hablar por el dios de la guerra, ya que nadie más lo haría. —Debes dejar ir a Ares también —dijo Poseidón—. Es lo correcto. — ¿Correcto? —bramó Hefesto—. Él me hizo un tonto en mi propio dormitorio, ¿y quieres hablar de lo que es correcto? —Mira —dijo Poseidón—, lo entiendo. Pero pon cualquier precio a pagar para saldar la deuda. Personalmente, doy fe de que Ares pagará. 332

Ares gimió, pero no se atrevió a objetar. La red de oro estaba empezando a irritar su delicada piel. —Muy bien —dijo Hefesto—. Si Poseidón garantiza el pago, lo acepto. Quiero cien carretadas de las mejores armaduras, armas y botín de guerra de la Fortaleza de Ares, y me dará a elegir las cosas. Ese era un precio de castigo, porque Ares amaba su botín de guerra, pero asintió de acuerdo. Hefesto dejó que los dos amantes se fueran. Como esperaba, la historia se contó y recontó alrededor de la mesa del comedor del Olimpo por siglos, por lo que Ares y Afrodita eran la culata de las bromas de todos. Afrodita y Hefesto nunca volvieron a vivir juntos de nuevo. ¿Estaban técnicamente divorciados? No lo sé. Pero no es como si alguna vez estuvieran más que casados por el nombre.

Después, Hefesto se sintió libre para tener relaciones con otras mujeres. Tuvo niños con un montón de ellas. También, a partir de entonces, odió a los niños que Ares y Afrodita habían tenido juntos, incluso si no lo merecían... Caso en cuestión: Harmonia. La mencioné antes. Ella fue la diosa menor que se convirtió en mortal y se casó con aquel rey Cadmo, y más tarde los dos fueron convertidos en serpientes. Como si eso no fuera suficiente mala suerte para toda una vida, Harmonia también recibió un regalo de bodas maldito de Hefesto. La odiaba, porque era un constante recuerdo de la aventura de Afrodita con Ares. No era culpa de Harmonia, pero bueno, incluso los dioses más agradables como Hefesto podían ser unos idiotas. Cuando Harmonia se casó con Cadmo, Hefesto le hizo un collar de oro como regalo de bodas. Era la pieza de joyería más hermosa que podrías imaginar, todo salpicado con piedras preciosas en un delicado encaje de oro, pero también estaba hechizado con un grave caso de juju31. Le trajo mala suerte a Harmonia (lo que es un poco evidente, ya que se convirtió en serpiente), pero también se transmitió a sus descendientes. 333

Todo aquel que usó el collar en generaciones posteriores tenía alguna horrible tragedia. No vamos a entrar en detalles, pero eso muestra que Hefesto tenía un lado muy oscuro. Si alguna vez te encuentras uno de sus collares, asegúrate de revisar el grabado. Si dice, ¡Felicidades, Harmonia!, tira esa cosa lejos. Después de Afrodita, la primera relación de rebote de Hefesto fue con una diosa llamada Aglaia. Ella era una de las Caridades. Y por Caridad, no me refiero a la buena voluntad o al ejército de salvación. Las Caridades eran tres hermanas divinas encargadas de la gracia y el placer. Se desempeñaban como criadas de Afrodita, por lo que debió irritar mucho a la diosa cuando Hefesto comenzó a salir con una de ellas. Como, Sí, te dejé y voy a salir con tu criada. Lidia con eso. En fin, Hefesto y Algaia tuvieron varias hijas divinas. Luego, Hefesto salió con un montón de princesas mortales y tuvo un montón de hijos semidioses que se convirtieron en reyes de esta o aquella ciudad griega. 31

Significa “Magia” o “suerte”.

Incluso, tuvo una aventura con una ninfa llamada Etna, que era la diosa del Monte Etna en Sicilia. Si me sigues, esa es la montaña que Zeus usó para hacer añicos al gigante de la tempestad Tifón. No estoy seguro de por qué Hefesto quería salir con la ninfa de una montaña un poco despedazada, pero tuvieron algunos niños llamados palikoi, quienes eran los espíritus de las aguas termales y géiseres. Si alguna vez vas a Yellowstone Park para ver al Old Faithful32 haciendo lo suyo, asegúrate de gritar "¡Hefesto les manda saludos! ¡Llamen a su padre más a menudo!" Los hijos más interesantes de Hefesto eran unos gemelos que tuvo con una ninfa del mar, llamada Kabeiro. Ellos eran llamados Kabeiroi, por su madre, pero sus verdaderos nombres eran Alkon y Eurimedón. (Y no, no tendrás que recordar esto para la prueba. Si tu profesor dice algo diferente, tu profesor está EQUIVOCADO.) Los Kabeiroi se parecían mucho a Hefesto, lo que significaba que eran buenos en metalurgia e increíblemente feos. A veces eran descritos como enanos, aunque tal vez sólo parecían pequeños al lado de su padre. Ellos podrían ayudar a su padre en las fraguas en Lemnos e incluso ir a la guerra en su nombre. Una vez cabalgaron al este con Dionisio cuando se marchó a la India. Entonces se metieron en problemas, y Hefesto tuvo que rescatarlos. ¿No sabías que el dios del vino había declarado la guerra a la India? Claro. Vamos a llegar a eso en un momento. Pero en este momento, me siento como un poeta. ¿No sientes la poesía? ¿No? Bueno, MUY MAL. Apolo se está impacientando. Él quiere que escriba su capítulo, y puesto que él es el dios más agradable del Olimpo (aunque lo diga él mismo), sólo puedes posponer al Chico de Oro por cierto tiempo.

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El Old Faithful, traducido al español como Viejo Fiel, uno de los géiseres más conocidos del Parque Nacional de Yellowstone, en Wyoming. Estados Unidos.

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Apolo canta, baila y le dispara a la gente

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T

IENES QUE COMPADECERTE DE LA MAMÁ DE APOLO.

Estar embarazada es lo suficientemente duro. (No es que yo lo sepa, pero mi mamá me lo ha dicho un millón de veces.) La madre de Apolo, la Titán Leto, estaba embarazada de gemelos, y ella no podía ir al hospital cuando empezó su labor de parto. En cambio, ella tuvo que correr por su vida, viajando de una isla a otra, perseguida por una diosa vengativa y una serpiente gigante. ¿Te sorprendería saber que todo era culpa de Zeus? El viejo calzones de trueno se enamoró de Leto y la convenció de que todo estaría bien si tenían hijos juntos. — ¡Hera nunca se nterará! —prometió.

Zeus había dicho esa mentira a tantas mujeres diferentes, que probablemente incluso él se la creía. Por supuesto, Hera se enteró. Ella miró hacia abajo desde el Monte Olimpo a la hermosa Leto embarazada, que estaba rebosante de salud, sentada en un prado y acariciando su barriga hinchada, cantando a sus hijos no nacidos. Hera refunfuñó para sus adentros. — ¿Cómo se atreve a ser feliz? ¡Veamos que tan feliz está con eterno dolor! —La reina del cielo abrió los brazos y se dirigió a toda la tierra por debajo de ella—. ¡Escúchame, mundo! ¡Escúchame, Madre Gaia! Prohíbo a cualquier tierra fecunda en el planeta recibir a Leto cuando sea el momento que ella dé a luz. ¡Cualquier prado que se atreva a oponerse, lo maldeciré por toda la eternidad! ¡Leto no podrá estar en la cama, no habrá lugar para descansar! ¡Se verá obligada a vagar sin un lugar para dar a luz, se quedará embarazada y en la labor de parto para siempre, sufriendo por el delito de llevar a los vástagos de mi marido! ¡JAJAJA! Sí, Hera definitivamente canalizó su Malvada Bruja interior del Este ese día. Retumbó el suelo. Todos los espíritus de la naturaleza con raíces en la tierra prometieron no ayudar a Leto. Ahora, te estás preguntando, “¿Por qué Leto no compró un barco y dio a luz en el mar? ¿Por qué no podía estar bajo el agua, o hacia abajo en Erebo, o alquilar un helicóptero y dar a luz mil pies en el aire?” Por lo que puedo entender, Hera incluye todo lo que mencioné en la maldición. Ella creó una situación imposible, donde Leto sólo podía dar a luz en tierra firme, pero a todo terreno sólido le fue prohibido aceptarla. Hera era inteligente en ese aspecto. Cuando Leto estaba embarazada de siete meses, se puso en labor de parto, antes de tiempo. —Oh, genial —se quejó—. ¡Estos niños no van a esperar! Ella trató de acostarse, pero la tierra tembló. Los árboles estallaron en llamas. Fisuras se abrieron en el suelo, y Leto tuvo que correr por su seguridad. No importaba a dónde se movía, no podía encontrar un lugar seguro para descansar. Ella tomó un barco a otra isla, pero pasó lo mismo. Trató en una docena de lugares diferentes en toda Grecia y más allá. En cada lugar, las ninfas se negaron a ayudarla.

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—Lo siento —dijeron—. Hera nos maldecirá por toda la eternidad si dejamos que llegues a tierra. No se puede dar a luz en cualquier terreno, con raíces en la tierra. — ¡Pero eso significa que no existe un lugar seguro! —Leto protestó. —Sí, esa es la idea —las ninfas le dijeron. Leto viajó de un lugar a otro, con su cuerpo atormentado por el dolor, con sus hijos cada vez más y más impacientes. Leto se sentía como si se hubiese tragado una pelota de playa inflada y un par de gatos salvajes. En su desesperación, fue a Delfos, que una vez había sido el lugar sagrado de su de Febe, su madre. Leto pensó que el oráculo le daría alojo en su santuario. Por desgracia, la cueva del Oraculo había sido tomada por una serpiente gigante llamada Pitón. ¿De dónde ha salido? Te va a encantar esto. La palabra pitón proviene de la palabra griega “Pytho”, que significa descomposición. El monstruo llamado Pitón nació del limo podrido sobrante de la gran inundación cuando Zeus ahogó el mundo. ¡Encantador! De todos modos, Pitón se había mudado a la zona pensando “¡Hey, esta es una buena cueva y tiene un montón de mortales jugosos para comer!” Pitón procedió a tragarse a los sacerdotes, a los adivinos y a los peregrinos que iban en busca de ayuda. Luego se enrolló para tomar una siesta. Cuando Leto visitó la cueva, se sorprendió al encontrar a una serpiente de centenares de metros y el grosor de un autobús escolar. — ¿Quién eres? —Leto exigió. —Soy Pitón y tú debes ser el desayuno. La serpiente se abalanzó sobre ella. Leto huyó, pero se veía tan apetitosa, estando redonda, embarazada y lenta, que Pitón la persiguió por millas. Un par de veces casi la atrapó. Leto apenas pudo llegar de nuevo a su barco.

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¿Dónde estaba Zeus todo este tiempo? Cómo ocultarlo. Hera estaba en su corte real, y Zeus no quería ser el blanco de su ira, así que dejó que Leto se ocupara de todo. Simpático chico. Leto mantuvo la vela hasta que finalmente tuvo una idea loca. Le pidió al capitán de su barco navegar hacia la isla de Delos. —Pero, mi señora —dijo el capitán—. ¡Delos es una isla flotante! Nadie sabe dónde está hoy en día. — ¡SÓLO BÚSQUENLA! —Leto gritó. El dolor del parto hizo que sus ojos brillaran de color rojo con agonía. El capitán tragó saliva. —¡Isla de Delos, allá vamos! Varios angustiosos días después, encontraron el lugar. Se veía como una isla con playas, colinas, árboles, etc. —pero Delos no estaba apegada a la tierra. Flotaba sobre las olas como un salvavidas gigante, a la deriva en el Mediterráneo, en ocasiones aplastaba otras islas o se movía sobre ballenas desprevenidas. A medida que la nave se acercaba, Leto se obligó a permanecer en la proa. Sentía tanto dolor que apenas podía pensar; pero llamó al principal espíritu de la naturaleza de la isla: — ¡Oh, gran Delos, sólo tú puedes ayudarme! ¡Por favor, déjame ir a tierra y dar a luz en tu isla! La isla retumbó. Una voz se hizo eco de las colinas: —Hera será muy dura conmigo si hago eso. — ¡Ella no puede hacerte daño! —gritó Leto—. Su maldición especifica a todo territorio con raíces en la tierra ¡Tú no tienes raíces! Además, una vez que hayan nacido mis hijos, ellos te protegerán. Dos dioses del Olimpo a tu lado. Piensa en eso. Delos se convertirá en su lugar santo. Tendrás grandes templos en tu isla. Podrás finalmente establecerte en un sólo lugar. ¡El turismo hará que ganes millones!

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Delos pensó en eso. La isla estaba cansada de la navegar a la deriva. Las ninfas del bosque se sentían constantemente mareadas por el balanceo sobre las olas. —Muy bien —dijo la voz—. Ven a tierra. Tan pronto como Leto encontró un lugar para acostarse, todo el mundo se estremeció con anticipación. No todos los días nacen dos nuevos dioses del Olimpo. Todas las diosas —excepto Hera, se apresuraron a llegar al lado de Leto para ayudarla a dar a luz. Leto tuvo dos hermosos bebés—un niño llamado Apolo, y una niña llamada Artemisa. Ellos nacieron en el séptimo día del séptimo mes, cuando Leto estaba embarazada de siete meses, por lo que su número sagrado era trece. (Es broma. Es siete.) Hablaremos de Artemisa en un rato, pero Apolo no perdió el tiempo tomando el foco de la atención. Tan pronto como él había saboreado el néctar de su biberón, saltó de los brazos de su madre, se levantó sobre sus propios pies, y sonrió. — ¿Qué fue, gente? —dijo—. ¡Mi nombre es Apolo, y necesito un arco y flechas, ahora! Además, un instrumento musical sería bueno también. ¿Alguien ha inventado la lira ya? —Las diosas se miraron confundidas. Incluso los atletas olímpicos no estaban acostumbrados a ver bebés que hablaban oraciones completas y exigían armas. —Eh, yo nunca he oído hablar de una lira —admitió Deméter. De hecho, la lira se inventaría más tarde, pero esa es otra historia. Apolo se encogió de hombros. —Está bien. Una guitarra estará bien. O un ukelele. Pero no un banjo, por favor. No se me dan bien los banjos. Las diosas se apresuraron a buscar lo que quería el chico. Hefesto le proporcionó un hermoso arco dorado y un carcaj de flechas mágicas. El mejor instrumento musical que pudo ser creado fue un keras, que era parecido a una trompeta. Por un momento las diosas regresaron a Delos. Apolo había crecido tanto que se parecía a un niño de cinco años de edad, a pesar de que no tenía ni siquiera un día de edad. Llevaba el cabello largo y dorado, con piel color bronceado y ojos que brillaban

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como el sol. Además, había encontrado una túnica griega tejida de oro, por lo que era demasiado llamativo a la vista. Se colgó el arco y el carcaj sobre sus hombros y agarró el keras. Tocó una hermosa melodía en la trompeta, y luego comenzó a cantar a capela. — ¡Oh, yo soy Apolo, y soy tan genial! ¡—La—la—la, algo que rima con genial! — En realidad no tengo idea de lo que cantaba, pero él anunció que él sería el dios de la arquería, del canto y la poesía. También anunció que se convertiría en el dios de la profecía, e interpretaría la voluntad de Zeus y las palabras del oráculo para todos los pobres mortales. Cuando su canción acabó, las diosas aplaudieron educadamente, aunque todavía pensaban que la escena era un poco rara. La isla de Delos se regocijó de tener un nuevo dios patrono. Delos echó raíces y se ancló en el mar, así que no iba a moverse más. La isla se cubrió con flores de oro en honor al dios Apolo. Si visitas Delos hoy, todavía se pueden ver los campos de flores silvestres extendiéndose entre las ruinas, aunque por suerte Apolo no toca la trompeta allí muy a menudo. 340

Apolo creció con súper velocidad. En alrededor de una semana, se había convertido en un dios de tamaño adulto, lo que significaba que sin haber ido a la escuela, consiguió un diploma de honor, y se detuvo su envejecimiento cuando cumplió veintiún años de edad. Luego se quedó así para siempre. No es un mal negocio, si me preguntan. Su primer acto fue vengar a su madre por el dolor y sufrimiento que pasó cuando estaba tratando de encontrar un lugar para dar a luz. Lamentablemente, no pudo destruir a Hera, ya que ella era la reina del cielo y todo, pero cuando se enteró de la existencia de Pitón, la serpiente gigante que había perseguido a su madre fuera de Delfos, Apolo se enfureció. —Ya regreso —dijo a Leto. Apolo voló a Delfos (sí, podía volar) y llamó a Pitón. — ¡Tú, la serpiente! Pitón abrió los ojos. — ¿Qué deseas?

— ¡Deseo cantar una canción sobre mi genialidad! —Oh, por favor. Mátame ahora. — ¡Está bien! —Apolo sacó su arco y disparó a la serpiente entre los ojos. Luego cantó una canción sobre su genialidad. Arrojó el cuerpo de la serpiente en una grieta debajo de la cueva, donde se pudrió eternamente y arrojó todo tipo de olores frescos.

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Apolo se hizo cargo del Oráculo de Delfos. Dio la bienvenida a los sacerdotes y a los peregrinos. Debido a que el oráculo una vez había pertenecido a su abuela, Febe, a veces era llamado Febo Apolo. La principal sacerdotisa que predecía el futuro se hizo conocida como la Pitonisa, después de la serpiente Pitón. O tal vez se llamaba así porque olía mal. De todos modos, conseguiría sus profecías directamente del dios Apolo, y las líneas siempre serían de adivinanzas o mala poesía, o ambos. Ella habitó en la cueva donde había muerto la serpiente. Por lo general, se sentaba en un taburete de tres patas al lado de una de las grandes fisuras que ventilaban gas volcánico bruto y olían a serpiente muerta. Si hacías una ofrenda, la pitonisa te decía tu fortuna o respondía a cualquier pregunta. Eso no significaba que entenderías la respuesta. Y si lo hacías, es probable que no te agradara. Apolo reclamó su lugar entre los dioses del Olimpo, e incluso Hera no se atrevió a objetar. Él sólo se veía tan... piadoso. Era alto, con músculos de bronce como un salvavidas de Guardianes de la Bahía. Mantenía su cabello largo y rubio, pero recogido en un moño para que no interfiriera con su arco a la hora de disparar. Se paseaba alrededor de Olimpo en sus relucientes trajes con su arco y flecha, guiñándoles un ojo a las señoras y chocando cinco con los tipos, o, a veces guiñando el ojo a los tíos y chocando cinco con las damas. A Apolo no le importaba. Se imaginó que todo el mundo le quería. Él era genial, con la poesía y la música... o por lo menos, a alguna gente le gustaba. Yo soy más como un tipo de persona rock and roll, pero lo que sea. Apolo siempre fue popular en las fiestas, porque podía entretener con canciones, predecir la fortuna, e incluso hacer disparos limpios y trucos con su arco, como la interceptación de una docena de pelotas de ping pong a la vez o tirar un vaso de vino de la cabeza de Dionisio. Apolo también se convirtió en el dios de los pastores y vaqueros. ¿Por qué? Obviamente a Apolo le gustaban los cortes de carne de primera calidad. Crió al mejor ganado del mundo. Todos le quería robar, pero Apolo lo mantenía bajo vigilancia constante. Si alguien se acercaba a su rebaño sagrado, era probable que empezara una Guerra Mundial (por una vaca).

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Cuando Apolo se enoja, no pierde el tiempo. Él puede castigar a cualquier mortal en cualquier parte del mundo simplemente tensando su arco y disparando. La flecha forma una curva a través del cielo y encuentra su blanco, no importa lo lejos que estuviera. Si Apolo esta en Grecia y un tipo en España murmura, "¡Apolo es estúpido!" ¡... BAM! Un tipo español muerto. La flecha es invisible, también —por lo que los demás mortales nunca sabrían qué lo golpeó. En la antigua Grecia, cuando alguien caía muerto de forma inesperada, asumían que Apolo le había herido de muerte —tal vez como un castigo, tal vez como un premio por uno de los enemigos del tipo. Esto va a sonar extraño: Apolo era también el dios de la curación. Si querías curitas o una aspirina, Apolo podría ayudarte. Pero también tenía poder sobre plagas y epidemias. Podía curar o matar a un ejército entero o toda una nación. Si se enojaba, dispararía una flecha especial que explotaba en un vapor fétido y extendía la viruela o la peste negra o un ántrax. Si un apocalipsis zombie viene por ahí alguna vez, ya sabes a quién culpar. Apolo era el dios de muchas cosas diferentes, incluso los griegos se confundían. Era algo así como, "Hmm, me olvidé quien es el dios de la cestería. ¡Debe ser Apolo!" Tal vez por eso, más tarde, los griegos y los romanos empezaron a llamar a Apolo, el dios del sol. Eso era en realidad el trabajo de Helios, pero los mortales se olvidaron de Helios y decidieron poner a Apolo en su lugar, sobre un carro del sol. Apolo era llamativo y dorado como el sol, tenía sentido. En este libro, sin embargo, no pensemos en él como el dios del sol. El tío tiene bastantes otros problemas en su plato. Además, la idea de Apolo conduciendo el carro del sol me asusta, porque ya se sabe que estaría hablando por su teléfono celular la mayor parte del tiempo con la radio al máximo, y los parlantes sacudiendo todo el carro. De todos modos, sus símbolos eran el arco y la flecha —no es de extrañar. Más tarde, cuando se inventó la lira (es como una pequeña arpa), se convirtió en su símbolo también.

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Lo más importante a saber sobre Apolo: nunca subestimes al chico. Un día es el dios de quintillas y canciones estúpidas y clases de primeros auxilios. Al día siguiente, es el dios de las armas químicas y las plagas que destruyen el mundo. Y pensabas que Poseidón tenía una doble personalidad. Apolo no te mataría sin motivo. Pero consigue esos motivos velozmente. Ejemplo: En una ocasión su madre, Leto, venía a verlo a Delfos. En el camino fue hostigada por un gigante llamado Ticio. Lo sé. Nombre terrible, Ticio. No puedo hacer nada al respecto. De todos modos, Ticio era una mala pieza. Fue uno de los niños más monstruosos de Zeus. Su madre era una princesa mortal típica, Elara; pero cuando ella estaba embarazada, Zeus tuvo la brillante idea de ocultar su hijo de Hera metiendo a la mujer en una cueva subterránea. Algo acerca de los vapores de la cueva hizo que el feto de Elara creciera feo y tan grande que el cuerpo de su madre simplemente no podía contenerlo. Es un poco asqueroso, pero... bueno ¡KA—BLAM! Elara murió. Sin embargo, el niño fue creciendo hasta que toda la cueva se convirtió en su cámara de incubación. Entonces Gaia, diosa de la vieja y sucia superficie llamada tierra, decidió ser madre sustituta de Ticio. Completó su formación en el lado oscuro. Cuando Ticio finalmente emergió de la tierra, se veía menos como el hijo de Zeus y más como el hijo del monstruo Frankenstein. De todos modos, Hera se apoderó de él y pensó que podía usar este gigante para conseguir su ansiada venganza sobre Leto. —Hey, Ticio —Hera le dijo un día. — ¡Sangre! —gritó Ticio—. ¡Carne y sangre!" —Sí —dijo Hera—. Eso es muy agradable. Pero ¿qué tal una bonita esposa para ti también? — ¡Carne! —Bueno. Tal vez más tarde. Una mujer va a pasar por aquí muy pronto, rumbo a Delfos. A ella simplemente le encanta cuando grandes gigantes fuertes tratan de secuestrarla y arrastrarla a su guarida subterránea. ¿Estás interesado? Ticio se rascó la gigante cabeza. — ¿Sangre?

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— ¿Por qué no, sin duda? —Hera sonrió—. ¡Si se resiste, derrama toda la sangre que quieras!" Ticio estuvo de acuerdo, así que Hera le dio una galleta por buena conducta y lo dejó al acecho en el camino a Delfos. Pronto Leto llegó, y Ticio saltó para agarrarla. Gracias a su experiencia con Pitón, Leto tenía mucha práctica huyendo de monstruos, y esta vez no estaba embarazada. Esquivó el gigante y se fue a toda velocidad para Delfos. — ¿Oye, hijo mío? —gritó—. Necesito un poco de ayuda aquí. Apolo escuchó el llamado de su madre. Cogió su arco y disparó. THWACK. Ticio mordió la tierra con una flecha de oro clavada directamente en su corazón. Pero esa venganza era demasiado rápida para Apolo. Bajó a ver Hades en el inframundo y dijo: —Este tipo Ticio... supongo que todavía cuenta como un semidiós mortal. No estoy seguro. De todos modos, si su espíritu aparece, torturarlo para mí. Algo fresco... como Zeus hizo con Prometeo. Salvo no con un águila. Tal vez buitres, o algo así. — ¿Buitres, o algo así? —preguntó Hades. — ¡Sí! ¡Perfecto! Hades no se debe haber sentido muy creativo, porque siguió la sugerencia de Apolo. Cuando el espíritu de Ticio se presentó, el gigante fue declarado culpable de agredir a Leto. Fue enviado a los campos de castigo, donde fue encadenado, le dieron un hígado que se regeneraría por toda la eternidad, y lo cortaron para que los buitres pudieran disfrutar del festín para siempre. (Creo que Prometeo presentó una demanda por infracción de derechos de autor más adelante.) En otra ocasión, Apolo vengó un insulto cometiendo asesinatos en masa. Eso parece justo, ¿no? La reina de Tebas, una mujer llamada Niobe, tuvo catorce hijos —siete niños y siete niñas. Los niños estaban todos sanos y atractivos y tenían buenas calificaciones en la escuela, por lo que Niobe siempre se jactaba de ello. Probablemente has conocido a madres como esas. Tú dices: "Sí, he marcado un gol en

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el partido de fútbol de anoche." Y ella dice, "Oh, eso es bueno. Todos mis catorce hijos son los capitanes de sus equipos, y hacen las mejores calificaciones y pueden tocar el violín". Y contienes las ganas de golpearla. Bueno, Niobe era esa señora. Un día la ciudad de Tebas tenía una fiesta en honor a Leto. Los sacerdotes estaban alabando a la Titán por ser tan hermosa y valiente y dar a luz a no uno, sino dos dioses increíbles, Apolo y Artemisa. Como las oraciones iban una y otra vez, la reina Niobe no podía soportarlo más. — ¡Oh, eso no es tan especial! —le dijo a la audiencia—. No creo que Leto sea más bella o valiente que yo. Además, ella sólo tuvo dos hijos. ¡Yo tuve catorce hijos increíbles! O—o—o—o—kay. Mal movimiento. Desde otro lado del mundo, Apolo y Artemisa oyeron el insulto y llegaron volando con sus arcos en ristre. Descendieron en Tebas y una ola de terror se extendió por toda la ciudad. Todo el mundo se convirtió en piedra a excepción de la reina y su familia. — ¿Orgullosa de sus hijos? —bramó Apolo—. Tal vez tenemos que poner las cosas en otra perspectiva para usted. Le disparó siete flechas de oro y asesinó a todos los hijos de Niobe en el acto. Artemisa derribó a las siete hijas. El marido de Niobe, el rey, se lamentó con indignación, sacó su espada, y cargó contra Apolo, por lo que el dios lo hirió también. El corazón de Niobe se hizo añicos. Ella huyó a una montaña en Asia Menor—el país al que llamamos Turquía—y lloró durante años y años, hasta que finalmente se transformó en roca. Los griegos solían visitar el lugar en el Monte Sípilo donde una figura de piedra arenisca erosionada de una mujer estaba, con agua filtrándose desde sus ojos. Tal vez el espíritu de Niobe todavía está allí. En cuanto a su familia muerta, no fue enterrada durante nueve días. Los cuerpos se quedaron en las calles de Tebas, atrajeron a las moscas y se desfiguraron, volviéndose más como, um, Pitón, mientras que el resto de la gente del pueblo quedó congelada como estatuas.

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Finalmente, Zeus se apiadó de Tebas. Descongeló al pueblo y les permitió enterrar a la familia real. Nadie en Tebas nunca insultó a Leto de nuevo, pero estoy bastante seguro que Apolo y Artemisa no eran muy populares allí, tampoco. Apolo siempre puede encontrar nuevas y horribles maneras de castigar a la gente. La cosa más horrible que hizo fue al sátiro Marsias. Este tipo patas de cabra vivía en Frigia, en Asia Menor, cerca del lugar donde Niobe fue convertida en piedra. Un día, Marsias trotaba a lo largo del río, pensando en sus cosas, cuando vio un extraño instrumento tumbado en el césped. Resulta que esa era la flauta que Atenea había hecho, la primera de todas en el mundo. Tal vez recuerdes que las otras diosas se burlaban de ella por el aspecto que tenía cuando tocaba la flauta, así que la arrojó fuera de Olimpo y juró que cualquiera que la tocara sufriría un terrible destino. Bueno, el pobre Marsias no sabía eso. No era como si Atenea hubiera puesto una etiqueta de advertencia sobre el instrumento. El sátiro cogió la flauta y comenzó a tocar. Como se había llenado con el espíritu de una diosa, la flauta sonaba increíble. En ningún momento, Marsias había dominado la digitación y estaba tocando tan bien, que todas las ninfas de la naturaleza de kilómetros a la redonda fueron a escucharle. Muy pronto estaba firmando autógrafos. Anotó seis primeros puestos en el ranking Billboard, su canal de YouTube atrajo a siete millones de seguidores, y su primer álbum fue disco de platino en Asia Menor. Bueno, tal vez estoy exagerando. Pero él se hizo popular por su música. Su fama se extendió. A Apolo no le gustaba eso. Sólo tenía cinco primeros puestos en el ranking Billboard. No quería ver a algún sátiro estúpido en la portada de la revista Rolling Stone. Apolo bajó a Frigia y flotó, invisible, por encima de la multitud que se había reunido para escuchar la interpretación Marsias. El chico era bueno, sin duda. Eso hizo que Apolo estuviera aún más furioso. Esperó y escuchó, a sabiendas de que era sólo una cuestión de tiempo.... Muy pronto, una ninfa soñadora en la primera fila gritó — ¡Marsias, eres el nuevo Apolo!

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La alabanza fue derecho a la cabeza de Marsias. Él le guiñó a la ninfa. —Gracias, nena. ¿Pero en serio, cuál música te gusta más —la mía o la de Apolo? La multitud aplaudió salvajemente hasta que Apolo apareció en el escenario en un resplandor de luz dorada. Todo el mundo hizo un silencio absoluto. — ¡Qué gran pregunta, Marsias! —exclamó Apolo—. ¿Fue un reto? Porque sonaba como un desafío. —Uh... Señor Apolo ... no lo dije —yo no quise decir… — ¿Un concurso de música, dijiste? —Apolo sonrió de oreja a oreja—. ¡Acepto! Vamos a dejar a la gente elegir quién es mejor, y sólo para hacer las cosas interesantes, el ganador puede hacer lo que quiera con el perdedor sin importar el precio, ¡podrá infligir cualquier castigo! ¿Qué te parece? Marsias palideció, pero las personas aplaudieron y gritaron en señal de aprobación. Es curioso cómo rápidamente un concierto de flauta se puede convertir en una ejecución pública. Marsias no tenía mucha elección, por lo que tocó lo mejor que pudo. Su música de flauta trajo lágrimas a los ojos de las ninfas. Los sátiros en la audiencia gritaron, celebraron con antorchas en el aire, y bailaron como cabras bebé. Apolo siguió con una canción en su lira (que había sido inventado por… TIEMPO FUERA hablaré sobre esto más adelante). Él tocaba, cantaba y bailaba. Las niñas en la primera fila se desmayaron. El público rugió con entusiasmo. Era imposible saber quién había ganado el concurso. Ambos músicos fueron igualmente talentosos. —Bueno... —Apolo se rascó la cabeza—. Desempate, entonces. Vamos a ver quién puede hacer el mejor truco. Marsias parpadeó. —¿Truco? —Claro, ya sabes. ¡Movimientos de lujo! ¡Lucirse! ¿Puedes hacer esto?

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Apolo puso su lira detrás de la cabeza y tocó una melodía sin mirar siquiera a las cuerdas. La multitud se volvió loca. Apolo giraba sus brazos. Se deslizó por el escenario en sus rodillas mientras que interpretaba semicorcheas, y luego presionó el botón de reverberación en su lira y saltó sobre la multitud, arrancando un solo cuando parte del público lo empujó de nuevo en el escenario. Los aplausos se calmaron después de aproximadamente una hora. Apolo sonrió a Marsias. — ¿Puedes hacer eso? — ¿Con una flauta? —gritó Marsias—. ¡Por supuesto que no! ¡Eso no es justo! — ¡Entonces yo gano! —dijo Apolo—. Tengo sólo el castigo para ti. Mira, Marsias, piensas que eres especial, pero eres una moda pasajera. Yo voy a ser famoso para siempre. Yo soy inmortal. ¿Y tú? Todo brillo, nada de oro. Arañando la superficie, y por dentro eres un mortal sátiro—carne y sangre. Voy a demostrárselo a la multitud. Marsias se tambaleó. Su boca sabía a fango de pitón. —Señor Apolo, permítame disculparme… — ¡Te voy a desollar vivo! —dijo Apolo alegremente—. ¡Voy quitar tu piel, por lo que todos podremos ver lo que hay debajo! ¿Te causa repugnancia? Sí. Fue bastante horrible. Marsias sufrió una muerte espantosa sólo porque se atrevió a hacer música tan buena como la de Apolo. El cuerpo del sátiro fue enterrado en una cueva cerca del sitio del concurso de música, y su sangre se convirtió en un río que se derramó por la ladera de la colina. Apolo salió en la portada de la Rolling Stone. Detrás de su rostro sonriente, tenia cortinas hechas con la piel del sátiro. Lo último sobre Apolo: era un soltero empedernido y un mujeriego real ¿Hey, un psicópata asesino en masa que toca la lira? ¡No hay nada más encantador que eso! Según algunos relatos, salió con cada una de las musas —las nueve diosas que supervisaron los diferentes tipos de arte, como la tragedia, comedia, drama documental, y lo que sea.

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Apolo no podía decidir entre ellas. Todas eran demasiado preciosas; por lo que juró nunca casarse, hasta la fecha de hoy. Sólo una vez se tentó a romper esa promesa. Se enamoró y consiguió su primer corazón roto —y fue culpa suya. Una tarde Apolo estaba caminando por el palacio en el Monte Olimpo, cuando se topó con Eros, hijo de Afrodita. El asesino a sueldo de amor estaba sentado en una repisa de la ventana encordando su arco. El chico parecía tan joven, su arco tan pequeño, que Apolo se echó a reír. — ¡Oh mi dios! —Apolo limpió una lágrima de su ojo—. ¿Llamas a eso un arco? Esas flechas parecen dardos. ¿Cómo puedes dañar a alguien con eso? Eros era un hervidero en el interior, pero se las arregló para sonreír. —Lo hago bien. — ¡Esto es un arco, niño! —Apolo sacó su arco de oro, hecho por Hefesto—. ¡Mis enemigos tiemblan cuando me ven llegar! ¡Puedo destruir a cualquiera con una sola flecha desde cualquier distancia! Tú... bueno, supongo que serás un cazador de jerbos temible. Apolo se alejó, sin dejar de reír. Eros apretó los dientes. Murmuró para sí: "Ya veremos quién es mejor, Sr. Gran Tirador. Tal vez puedes hundir a tus enemigos, pero yo te puedo hundir a ti". A la mañana siguiente Apolo estaba caminando por la orilla del río, en Tesalia, simplemente tocando su lira y disfrutando del sol, cuando Eros disparó una flecha directamente al corazón de Apolo. Por casualidad, una náyade se estaba bañando cerca—una de las hijas del espíritu del río. Su nombre era Dafne. Según los estándares, Dafne era hermosa. La mayoría de las náyades lo eran. Pero en el momento que Apolo la vio, pensó que era aún más sexy que Afrodita. Todas las otras mujeres con las que había salido de repente parecían perdedoras completas. Apolo decidió que tenía que casarse con Dafne.

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Por desgracia, al igual que una gran cantidad de ninfas inteligentes, Dafne había renunciado a tener citas con dioses, porque siempre sucedían cosas malas a sus novias. No siempre, tal vez. Simplemente, como, 99,9% de las veces. — ¡Hey! —gritó Apolo—. ¿Cuál es tu nombre? Dafne saltó fuera del agua y se envolvió en una bata. —Soy Dafne. Por favor, vete. —Oh, Dafne Por-Favor-Vete —dijo Apolo—, ¡te amo! Cásate conmigo, y te haré la náyade más feliz del universo. —No. — ¡Insisto! Ven; déjame besarte. Te voy a demostrar mi afecto y... Oye, ¿a dónde vas? Dafne corrió. Apolo era rápido, pero Dafne era más rápida. Apolo tenía la carga de su arco y la lira y estaba aturdido con el amor, por lo que se detenía continuamente a componer nuevos haikus33 en su honor. Eventualmente, Dafne comenzó a cansarse. Llegó a un acantilado que daba a un cañón. Apolo subió la ladera detrás de ella. No había manera que Dafne pudiera echarse atrás. Eso la dejó con dos opciones: saltar a su muerte, o aceptar la propuesta de casarse con Apolo. Al oírlo recitar una poesía del amor, pensó que saltar por el acantilado sonaba muy bien. En su desesperación, intentó una última cosa: —Oh, Gran Gaia, protectora de todos los espíritus de la naturaleza, ¡escúchame! ¡Sálvame de convertirme en la novia de este dios! Gaia se apiadó de Dafne. Cuando Apolo llegó al acantilado y echó los brazos alrededor de la náyade, Dafne se transformó en un árbol de laurel. Apolo se encontró abrazando el tronco del árbol, acariciando los brazos que se habían convertido en ramas, pasándole las manos por el pelo que se había convertido en hojas. 33

Es un tipo de poesía japonesa.

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Apolo lloró desesperado. — ¡Oh, hermosa náyade! Nunca me olvidaré de ti. Fuiste mi único y verdadero amor. ¡Debiste haber sido mi esposa! No pude ganar tu amor, pero a partir de ahora y, hasta el final de los tiempos, serás un símbolo de la victoria. ¡Tus hojas adornarán mi cabeza, y juntos empezaremos una nueva tendencia de la moda! Es por eso que en general se ven imágenes de los griegos y los romanos llevando coronas de laurel en la cabeza. Apolo lo hizo con estilo. El laurel se convirtió en un signo de honor. Si ganas un concurso o un evento deportivo, tienes que llevar los laureles. Si has conquistado una nación enemiga, ¡más laureles! ¡Si te cansas de hacer obras sorprendentes y tienes suficientes coronas para rellenar un colchón, puedes retirarte y descansar en tus laureles! Todo porque Apolo se jactó de su gran arco dorado. Eros se rió de último, pero en términos generales, Apolo tenía derecho a presumir. Él era el mejor arquero del mundo. Sólo una persona fue tan buena como él, tal vez incluso mejor. Esa era su hermana Artemisa. Si quieres leer sobre ella, bien. Pero, por favor ofrece tu mejor comportamiento. Te lo advierto ahora: Artemisa no tiene un sentido del humor.

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Artemisa libera al Cerdo de la Muerte

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N

o es que Artemisa odiara a todos los hombres, sólo a la mayoría de ellos. Desde el momento en que nació, supo un hecho crítico: Los chicos son algo brutos.

Por supuesto, había pasado esos siete meses en el vientre con su hermano mellizo, Apolo, esperando nacer. Todo ese tiempo a solas con Apolo le daría a cualquiera una mala impresión del género masculino. Artemisa nació primero, probablemente porque estaba ansiosa por salir. Inmediatamente creció al tamaño de una niña de seis años y miró alrededor a las otras mujeres que habían ayudado a Leto. —Bueno —dijo Artemisa—. Ayudaré con el nacimiento de mi hermano. Será una molestia. ¡Hiervan algo de agua! ¡Traigan sabanas extra! Yo lo lavaré.

Suficientemente segura, Artemisa ayudo con el parto de su propio hermano mellizo. De ese momento en adelante, se convirtió en una diosa del nacimiento, la protectora de los recién nacidos y pequeños niños. (Junto con la otra diosa del nacimiento, Ilitía, compartieron las tareas). Una vez que Apolo nació y comenzó a cantar y bailar sobre cuan sorprendente él era, Artemisa sólo dio un paso atrás y puso sus ojos en blanco. —Siempre es así —le confió a Hestia—. Siete meses en el vientre y no se calló. Hestia sonrió amablemente. — ¿Y tú querida? ¿Bailas y cantas? —Uh, no. Pero tengo planes. ¿Podrías llevarme a ver a mi padre? Hestia llevó a la joven Artemisa al Monte Olimpo, donde su padre, Zeus, estaba sentado en su trono, escuchando a los dioses del viento dar su reporte semanal sobre las formaciones de nubes. Era tan aburrido que Zeus estaba encantado de tener una distracción. — Hey, mira —dijo Zeus, interrumpiendo la presentación de PowerPoint del Viento del Sur sobre zonas de baja presión—. Es Hestia y… y alguna niña. ¡Pasen! Hestia entró a la habitación del trono, llevando a Artemisa de la mano —Señor Zeus, ella es su nueva hija, Artemisa. Podemos volver más tarde si está ocupado. — ¿Ocupado? —Zeus aclaró su garganta—. ¡No, no! Son cosas importantes, reportes del clima, pero maldita sea, ¡tendrán que esperar! Echó a los dioses del viento y lanzó sus brazos hacia Artemisa. — ¡Ven con papá, pequeña! ¡Vamos a darte un vistazo! Artemisa usaba un quitón34 hasta la rodilla, una especie de camiseta-vestido sujeto con una cuerda en la cintura; tenía el cabello hasta los hombros, negro como un cuervo y ojos gris plata, impresionantemente hermosos. Uso la palabra impresionantemente35 34

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Es una túnica llevada tanto por los hombres como por las mujeres de la Antigua Grecia. Originalmente, un juego de palabras entre strikingly y strike, impresionantemente y golpear, respectivamente.

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porque te dan la sensación que esos ojos podrían golpearte hasta la muerte si Artemisa se enfadara. Tenía menos de un día de vida, pero ya parecía de escuela primaria. Incluso para una niña de nueve o diez años, hubiese sido alta. Podría haber dominado el equipo de basketball de cuarto grado totalmente. Mientras se acercaba al trono, le dio a Zeus una brillante sonrisa que derritió su corazón. — ¡Papi! —Se arrojó a sus brazos—. ¡Te amo, te amo! ¡Eres el mejor padre! Quizás no le gustaran mucho los chicos, pero sabía exactamente cómo envolver a su padre con sus pequeños dedos. Zeus soltó una risita. —Bueno, me sorprendes. Eres la pequeña diosa más linda que jamás haya visto. Dile a papá Zeus qué es lo que quieres como regalo de cumpleaños, dulzura, y es tuyo. Artemisa agito sus pestañas. 356

— ¿Cualquier cosa? — ¡Lo que sea! ¡Lo prometo por el Río Estigia! Boom. Palabras mágicas. Creerías que los dioses serían más listos de no hacer promesas impulsivas por el Río Estigia, pero Zeus nunca pareció aprender. Ahora debería darle a Artemisa lo que sea que quisiera. Algunas chicas hubiesen pedido un pony, o un nuevo teléfono, o una salida de compras con amigas en el mall. Algunas hubiesen pedido boletos de primera fila para el concierto de la banda de chicos más caliente, o una cita con alguien realmente asombroso, como, no lo sé, Percy Jackson, o alguien. (¿Qué? Podría ocurrir). A Artemisa no le importaba nada de eso. Ella sabía exactamente lo que quería. Quizás fue porque su madre, Leto, viajó todo el tiempo mientras intentaba dar a luz, vagando de isla a isla. Quizás fue por la serpiente Pitón que casi devora a Leto antes de que los mellizos pudieran nacer. Cual fuera el caso, Artemisa tenía un espíritu inquieto. Quería vagar por el mundo y cazar criaturas peligrosas, y definitivamente, jamás

quería quedar embarazada. Había visto cuanto problema le había traído eso a su madre. Artemisa era feliz asistiendo los nacimientos, pero no quería pasar por eso ella misma. —Déjame ser soltera por siempre, padre —dijo Artemisa, girando su dedo en la barba de Zeus—. Nunca quiero casarme. Quiero un arco y flechas, espera. ¿Sabes qué? Olvídalo. Si tú me dieras el arco y las flechas no serían de la mejor calidad. Iré a ver a los Cíclopes y hacer que me hagan mis armas personalizadas. Pero tú podrías concederme una cantidad de seguidores: ninfas oceánicas, ninfas de río, ninfas de los bosques, ¿qué diablos? ¿Qué tal chicas mortales también? Cualquier chica que quiera unirse puede ser mi seguidora, mientras permanezca soltera como yo. Podrían, probablemente, tomar la decisión cuando tengan alrededor de nueve años, antes de que se interesen en los chicos, porque después de eso, estarán distraídas, y no serán útiles para mí. Creo que podemos empezar por ochenta seguidoras, ¿okay? Veremos cómo funciona. Ellas pueden cazar conmigo, limpiar mis matanzas, cuidar mis perros de caza. ¡Oh, eso me recuerda! Quiero perros de caza. —Tomó un respiro profundo—. También quiero el derecho de cazar cualquier animal peligroso en cualquier parte del mundo. Quiero que todas las montañas sean sagradas para mí, porque allí es donde pasaré la mayor parte del tiempo, en la naturaleza. Igual de lejos que las ciudades… no lo sé. Sólo escoge cualquier vieja ciudad para ser mi lugar especial. Sólo visitaré pueblos cuando las mujeres necesiten ayuda con los partos, o cuando los niños pequeños necesiten una protectora —le sonrió a Zeus con sus enormes ojos color plata—. Y…sí, creo que eso es todo. Zeus pestañeó, momentáneamente impactado. Luego soltó una carcajada. — ¡Tú eres mi hija, sí! ¡Piensas en grande! —Besó la frente de Artemisa y la puso de pie—. Sabes, cuando tengo niños como tú, vale totalmente la pena lidiar con la ira de Hera. Te daré todo lo que pediste, mi dulce. No sólo eso, te daré muchas ciudades. ¡Tengo la sensación de que serás muy popular! Zeus tenía razón. Artemisa era adorada por todo tipo de personas: embarazadas, niños pequeños, padres, jóvenes solteras que querían protección de los hombres groseros, y por supuesto cualquiera que cazara, lo cual en ese momento era un montón de gente. Chico o chica, si cazabas, Artemisa estaba de tu lado, mientras no dañaras la naturaleza, y realmente usaras lo que cazabas. Pero también era la diosa de los

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animales salvajes, entonces si te volvías loco y matabas muchos animales por ninguna buena razón, Artemisa tendría unas cosas que decirte. Luego de hablar con Zeus, Artemisa fue a ver a los Cíclopes, quienes estaban trabajando en una de las forjas de Hefesto en la isla de Lipara. Hizo que le hicieran un arco de caza de plata especial y un carcaj lleno de flechas de plata y oro encantado. Luego fue a visitar a Pan, el dios sátiro de la selva. Ella adoptó sus mejores perros para su jauría de caza. Algunos eran blanco y negro, algunos rojizos, algunos tenían manchas como los dálmatas, pero todos eran feroces. Corrían mas rápido que el viento, cada uno era lo suficientemente fuerte para derribar un león adulto. Imagínense lo que podrían hacer como jauría. Luego, Artemisa reunió a su grupo de seguidores. No fue difícil. A muchas ninfas y chicas mortales les gustó la idea de vivir libremente en la naturaleza, sin tener que preocuparse nunca por casarse. Quizás estén pensando, Oh, ¡pero yo quiero casarme algún día! Sí, pero en esa época, la mayoría de las chicas no elegían con quien casarse. Su padre sólo decía “Hey, ve y cásate con ese chico. Me ofreció el dote más grande”. No importaba si el tipo era gordo, viejo, feo, y olía como queso de hace un mes. No tenían mas opción que casarse con él. Las seguidoras de Artemisa nunca debían lidiar con eso. Tampoco tenían que ver sobre su hombro, pensando si un dios enfermo de amor iba a emboscarlas. Los cazadores de Artemisa estaban fuera de los límites. Cualquiera que intentara secuestrarlas, o incluso coquetear con ellas, se encontraría en el lado equivocado del arco plateado de Artemisa. Usualmente Artemisa sólo llevaba veinte seguidores a cazar con ella por vez. No puedes acercarte sigilosamente a tu presa con ochenta chicas. El resto de las seguidoras cazarían en diferentes grupos o se quedarían en el campamento a carnear las matanzas, o curar el cuero, o hacer fogatas… o lo que sea que la gente de la naturaleza hace cuando acampa. Yo soy de Manhattan. No sé de esas cosas. Más temprano, Artemisa se dio cuenta que viajaría largas distancias y se movería rápidamente, a veces más rápido que lo que incluso una diosa puede moverse a pie. Decidió que sería una buena idea conseguir un carro. Sólo no estaba segura de qué

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tipo de animales deberían empujarlo. Los caballos eran cosa de Poseidón. Además, estaban domesticados. Artemisa quería algo salvaje y rápido. Un día detectó el sonido de un ciervo. Estás pensando, “Wow, ciervo. Me llena de entusiasmo”. Pero el sonido del ciervo incluía cinco enormes ciervas, hembras adultas del tamaño de toros, con pezuñas y astas echas de oro sólido. ¿Cómo sabía Artemisa que era realmente oro y no pintura en spray? Es la diosa de los animales salvajes. Sólo pudo saberlo. Se volteó hacia sus seguidoras y susurró. —Esas nobles ciervas serían asombrosas empujando mi carro. ¡Esta será nuestra primer gran captura, chicas! Artemisa prefería no matar animales inofensivos como los ciervos. Mayormente mataba animales que hieren a los humanos, como osos, leones o tejones encolerizados. Pero tenía muchas formas inteligentes de atrapar animales sin herirlos. Entre sus seguidoras estaba una ninfa llamada Britomartis, quien era tan buena haciendo redes que Artemisa eventualmente la haría una diosa menor, “La Dama de las Redes”. (¿Jugaba Basketball? No lo sé). Britamartis puso algunas trampas y encubrió las redes. Luego las seguidoras de Artemisa comenzaron a hacer ruido. Así como saltaban, la mayoría de las ciervas de tamaño normal escaparon, pero las ciervas gigantes con los cuernos dorados voltearon a enfrentar al enemigo y proteger a su manada. Cuatro de ellas cargaron derecho hacia las redes y fueron capturadas, pero la más lista de las cinco volteo en el último segundo y frenó por seguridad. —Mi señorita —dijo Britomartis—, ¿deberíamos ir tras esa? Artemisa sonrió.

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—No. Cuatro ciervas son suficientes para tirar de mi carro. Esa quinta se ha ganado su libertad. ¡Es una cierva inteligente! De ahora en más, tendrá mi bendición. Prohíbo que cualquier cazador le haga daño. Esa cierva afortunada vivó un gran tiempo. Se hizo famosa por salir de un área de Grecia llamada Cerinea, así que era conocida como la Cierva Cerinea. Más adelante, Hércules tuvo la orden de capturarla, pero esa es otra historia. Artemisa ahora tenía todo lo que necesitaba: sus armas, sus seguidoras, sus perros de caza, y su carro tirado por ciervas mágicas con cuernos de catorce kilates. La diosa pasó su tiempo deambulando por las montañas, cazando monstruos, castigando a cualquiera que fuera innecesariamente cruel con los animales o la naturaleza. Ocasionalmente hacía una escala rápida en los pueblos para ver a los niños, ayudar a las madres a dar a luz, y quizás hacer un pequeño reclutamiento entre las niñas jóvenes que quisieran unirse a la caza. En algunos aspectos, ella y su hermano Apolo eran muy parecidos. Ambos eran peculiarmente buenos arqueros. Mientras Artemisa era la protectora de las jóvenes solteras, Apolo era el protector de los hombres jóvenes. Ambos tenían poderes curativos. Ambos podían castigar a los mortales irrespetuosos con una repentina flecha mortal o una horrible plaga. Más adelante, Artemisa se hizo conocida como la diosa de la luna, relevando al Titán Selene, de la misma manera que Apolo relevó a Helios, el Titán del Sol. A veces verás a Artemisa con un emblema de forma creciente plateado en su vincha, lo cual significa que es la diosa de la luna, o que tiene un boomerang pegado con cinta en su frente. Vayamos con la primera opción. En otros aspectos, Artemisa era totalmente diferente a su hermano. Apolo salía con todas. Artemisa no tenía tiempo para esas cosas sin sentido. Era absolutamente inmune a la magia del amor. A su hermano Apolo le gustaba hacer música. Artemisa prefería los sonidos de los grillos por las noches, el crujir de una fogata, el ulular de los búhos, y el gorgoteo de los ríos. A Apolo le gustaba llamar la atención. Artemisa prefería deslizarse entre la naturaleza y ser dejada sola, sólo con sus seguidoras. ¿Sus símbolos? No hay sorpresas: el arco, el ciervo, y a veces también la luna creciente.

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Pensaran que sólo las mujeres la adoraban, pero los chicos la respetaban también. Los espartanos solían rezarle por buena caza y éxito con la arquería y demás. Alerta de repugnancia: para honorarla, solían atar a un hombre joven al altar de Artemisa y darle latigazos hasta que sangrara por todo el lugar. Por qué creían que eso haría feliz a Artemisa, no lo sé. ¿Mencioné que los espartanos eran completos locos? Otros griegos sacrificaban cabras por ella, incluso perros. Lo sé. ¿Perros? Artemisa amaba a los perros. Por qué alguien sacrificaría perros para ella, no lo sé. Por suerte, Artemisa hizo conocer su descontento enviando una plaga a esos idiotas. Era popular en toda Grecia, pero su templo más grande estaba en la ciudad de Éfeso en Asia Menor. Las Amazonas fundaron el lugar, lo cual tiene sentido. ¿Una nación de mujeres guerreras? Tenían totalmente lo que era Artemisa. Seguro, Artemisa estaba mayormente en la caza, pero era una excelente guerrera cuando debía serlo. Por ejemplo, cuando esos dos mellizos gigantes, los Alóadas atacaron el Olimpo, apilando montañas para hacer una torre de asedio. Fue Artemisa quien los derrotó. Pasó así. Después que Ares, el dios de la guerra salió de la jarra de bronce, los gigantes mellizos comenzaron a alardear sobre cómo iban a tomar Olimpo y hacer a los dioses sus esclavos. Efialtes quería a Hera como su esposa. Oto quería obligar a Artemisa para que se casara con él. Cuando algo de eso llegó a Artemisa, ella dijo: —Okay. Esos dos necesitan morir ahora. Quizás pudo haberlos derribado a la distancia con su arco, pero ella quería ir cerca y personalmente así podía ver el dolor en sus caras. Atacó bajo la montaña y los atormentó con flechas, tirándoles en las piernas, manos, y algunas partes muy sensibles. Los gigantes mellizos intentaron atravesarla con sus enormes lanzas, pero ella era muy rápida.

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Finalmente corrió entre los gigantes. Ambos la apuñalaron pero los esquivó a último momento, y los gigantes se atravesaron entre ellos. Gigantes muertos. Problema resuelto. Eso incluso fue un buen vídeo de blooper en Las Batallas más Graciosas del Olimpo. Aunque la mayor parte del tiempo, Artemisa dejó a los animales hacer el trabajo por ella. Una vez en la cuidad griega de Calidón, este tipo, el Rey Eneo se olvidó de hacer ofrendas apropiadas a Artemisa. Era tiempo de cosecha. Se suponía que los Calidónianos ofrecerían las primeras frutas de su labor a los dioses. Vertieron aceite de oliva para Atenea. Quemaron cereal para Démeter. Sacrificaron bastones de pescado con salsa tártara para Poseidón. Pero se olvidaron de Artemisa. Todo lo que quería era unas pocas manzanas del huerto de frutas. Incluso se habría conformado con unos limones. Pero su altar continuaba vacío. —Okay —se quejó para sí misma—. Seré deshonrada pero ¡seré vengada! Convocó al cerdo más feroz de la historia de los cerdos. Este jabalí salvaje tenía el tamaño de un rinoceronte. Sus ojos eran rojo sangre y resplandecientes de fuego. Su pellejo grueso como el acero estaba cubierto con pelo tan rígido como mangos de lanzas, así que incluso si sólo te rozara, te haría jirones como a una costilla de res. Su boca despedía relampagueantes y amargas nubes de ácido, marchitando y quemando todo en su camino, y sus enormes colmillos en forma de navajas… bueno, si estás lo suficientemente cerca para ver sus colmillos, ya eres casi tostada. Era, en síntesis, el Cerdo de la Muerte.

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Artemisa lo liberó en los campos de Calidónia, donde arrancó de raíz los frutales, pisoteó los campos, y mató todos los animales, granjeros, y cualquier soldado lo suficientemente estúpido como para intentar luchar con él. En este punto, el Rey Eneo realmente deseaba haberle dado a Artemisa algunas manzanas. Volteó hacia su hijo Meleagro y dijo: — ¡Eres el mejor cazador en el reino, hijo mío! ¿Qué debemos hacer? — ¡Cazar al jabalí! — dijo Meleagro—. Artemisa es la diosa de la caza, ¿no? La única forma de que nos perdone es que lancemos la más grande y peligrosa caza de la historia. Si derrotamos al jabalí con valentía y habilidad, seguramente nos perdonará. El Rey Eneo frunció el ceño. —O se enojará aún más. Además, ¡no tienes posibilidad de matar ese monstruo tú solo! —No solo —asintió Meleagro—. ¡Reuniré a los mejores cazadores de Grecia! El rey divulgó las palabras y ofreció recompensas. Pronto cazadores de todo el mundo acudieron a Calidónia. Se anotaron en la Primera y con Suerte Última Caza del Cerdo Anual. Artemisa no se las hizo fácil. Un tipo llamado Mopsos, quien era el más fuerte lancero en Grecia, arrojó la lanza al cerdo con la suficiente fuerza de romper una armadura de bronce. Artemisa hizo que la punta de la lanza cayera a mitad del vuelo. El mango de la lanza sólo rebotó en el monstruo sin causar daño. Otro cazador llamado Anceo se rio de él. — ¡Esa no es forma de luchar contra el Cerdo de la Muerte! ¡Mira y aprende! — Levantó su hacha de doble hoja— ¡Te mostraré como pelea un hombre real! ¡El cerdo de la niña diosa no es competencia para mí! Atacó, levantando su hacha por sobre su cabeza, y el jabalí embistió su colmillo justo en la entrepierna de Anceo. Anceo murió, y fue siempre recordado como La Maravilla sin Entrepierna.

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Finalmente el propio príncipe Meleagro mató al cerdo con mucha ayuda de sus amigos. Eso fue valiente y todo, pero Artemisa no estaba satisfecha. Llenó a los otros cazadores con envidia. Meleagro despellejó al cerdo y colgó su cuero en el palacio como el gran premio de la caza, pero pelear destapó quien realmente merecía el crédito por la matanza. La discusión se volvió una guerra civil a gran escala. Cientos de personas murieron, todo porque el rey olvidó darle a Artemisa algo de fruta. En serio, sólo son doce dioses. La próxima vez haz una lista, Eneo.

Entonces, sí. Si olvidabas hacer sacrificios, Artemisa te mataría. Pero si realmente querías garantizarte una muerte dolorosa, invade su espacio personal. Un cazador llamado Acteón cometió ese error. Lo extraño fue que realmente respetaba a Artemisa. Siempre hacia sus sacrificios para ella a tiempo. Dedicaba sus mejores cazas a la diosa e intentaba ser un buen cazador. Había sido criado y entrenado personalmente por Chiron, el famoso Centauro que enseñó a los mejores héroes griegos. (Ejem, yo, ejem). Acteón mantenía una jauría de cincuenta perros. Cuando no estaba en la caverna de Chiron aprendiendo cosas de héroe, Acteón estaba fuera con sus perros, persiguiendo criaturas y llevando a casa el tocino de cerdo salvaje. Una noche estaba en las montañas, exhausto de un duro día de caza. Se recostó en una roca para dormir mirando hacia un lago con una cascada. Sus perros se acurrucaron en la pradera detrás de él. Empujó su cobertor sobre su cabeza y se durmió, hasta despertar en la mañana por el sonido de unas voces.

Acteón se restregó los ojos. Miró hacia el lago y creyó que estaba soñando. Un montón de damas hermosas se estaban bañando en la cascada, así como, sin ropa. La más bella lucia exactamente como las estatuas de Artemisa que Acteón había visto en los templos. Era alta de cabello oscuro y ojos plata brillantes. La vista de ella bañándose hizo que el rojo rugiera en los ojos de Acteón. Ahora, si sólo se hubiera deslizado lejos justo allí, él habría estado bien. Artemisa no se dio cuenta que estaba allí. Acteón podría haberse escabullido y vivir hasta una edad

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madura y vieja con su secreto y considerado afortunado. Digo… no estaba siendo un acosador aun. No había intentado espiar. Pero no. Por supuesto que no. Acteón debía ponerse codicioso. Continuó mirando. Se enamoró de Artemisa. Decidió que debía casarse con ella. Sabía que era una eterna soltera, obvio. ¡Pero ella aun no lo había conocido a él! Acteón la respetaba. Siempre se había sacrificado por ella. Amaba cazar y a los animales… Tenían tanto en común. ¡Por qué no había pensado en eso antes! Salió de su lugar de sueño y gritó: — ¡Perdóname, mi dama! Las seguidoras de Artemisa gritaron y salieron en desbandada hacia la orilla para recuperar sus ropas y arcos. Artemisa entrecerró sus ojos. No intentó cubrirse. Caminó hacia Acteón sobre la superficie del agua. — ¿Quién eres? —exigió. —Acteón, mi dama. Soy un gran cazador, y siempre te he venerado. — ¿En serio? —Artemisa no sonó impresionada— ¿Y aun así me espías mientras me estoy bañando? —Eso…eso fue un accidente. —El cuello de Acteón comenzó a picar, como si estuviera cubierto de pulgas. No se sentía tan seguro ahora, pero era muy tarde para retirarse. —Tu belleza… Me ha inspirado para hablar. ¡Debo tenerte! ¡Cásate conmigo! Artemisa ladeó la cabeza. Un aura plateada brilló alrededor de todo su cuerpo. —Tú debes tenerme —dijo—. ¿Crees que soy tu presa? —N-no, mi dama.

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— ¿Crees que tú eres el cazador, y yo soy algún tipo de premio para derribar con tu jauría de perros? —Bueno, no. Pero… —Déjame iluminarte, Acteón —dijo la diosa—. Yo soy la cazadora. Siempre soy la cazadora. Tú eres la presa. Ningún hombre que me haya visto desnuda puede vivir. El cuerpo de Acteón se retorció de dolor. Justo sobre sus ojos, su frente se abrió y brotaron dos astas pesadas. Sus dedos se fusionaron en pezuñas hendidas. Su espalda se dobló y estrechó. Sus piernas se volvieron más finas. Sus botas se endurecieron y encogieron en pezuñas. Acteón se convirtió en ciervo, un hermoso macho de dieciséis puntos. Artemisa emitió un ruido de silbido muy alto. La jauría de cincuenta perros de Acteón despertó de su sueño. No olían a su amo por ninguna parte, pero wow, ¡ese enorme ciervo olía muy bien! Acteón intentó mandar a sus perros para que se quedaran quietos, pero no tenía voz. No lo reconocieron. Se echó a correr, como usualmente hacen los ciervos, pero los perros eran muy rápidos. Rasgaron a su viejo amo en pequeños pedazos. Cuando los perros terminaron, buscaron a Acteón. No pudieron encontrarlo por ningún lado. Aullaron y lloriquearon y se pusieron muy tristes, pero finalmente encontraron su camino de vuelta a casa a la caverna de Chiron. El centauro vio las partes de la ropa de Acteón metida entre los dientes y la sangre en su pelaje, y calculó lo que debía haber ocurrido. Le había advertido a ese estupido niño no meterse con Artemisa. Para hacer sentir mejor a los perros, hizo un muñeco falso de Acteón con las ropas viejas del cazador, como un espantapájaros, así los perros creerían que su amo aun estaba alrededor. Supongo que eso fue bueno de Chiron, para el bien de los perros, pero me hace pensar un poco si tiene un espantapájaros de Percy Jackson guardado en un placar en algún lugar, por emergencias. No estoy seguro de querer saber.

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Esa no fue la única vez que un chico encontró a Artemisa bañándose. La vez siguiente fue un chico llamado Sipriotes, quien sólo estaba merodeando y terminó en el lugar incorrecto y el momento incorrecto. Cuando vio a la diosa desnuda, aulló de sorpresa, pero sólo era un niño. No le pidió que se casara con él. Sólo cayó sobre sus rodillas y rogó piedad. —Por favor dama —lloriqueo—. No fue mi intención. ¡No me conviertas en un ciervo y me hagas destrozar por perros! Artemisa se sintió mal. Ella era la protectora de los niños después de todo. —Bueno, Sipriotes —dijo—, he aquí el problema. Ningún hombre puede verme desnuda y vivir. —Pero… pero… —Como eres hombre, debo matarte. Al menos que, por supuesto, no fueses hombre... Sipriotes parpadeo. —Te refieres a… espera. ¿Qué? —Muerte o cambio de género. Tú eliges. No había mucho que elegir. Sipriotes no quería morir, así que ¡Shazam! Artemisa lo convirtió a él en ella, y la niña Sipriotes vivió feliz por siempre con las cazadoras de Artemisa. ¿Suficientemente extraño para ustedes? ¡Oh, se pone aun mas extraño! Otra vez una de las seguidoras de Artemisa, una chica llamada Calisto, captó el ojo de Zeus. Ahora, se suponía que las seguidoras de Artemisa estaban fuera de los límites, pero es Zeus de quien estamos hablando. También Calisto era un real bombón. Era la seguidora favorita de Artemisa en ese momento. Eran muy parecidas, ambas veloces y fuertes, totalmente desinteresadas en los chicos. Se hicieron mejores amigas tan pronto como Calisto se unió a la Caza. Como todas las seguidoras de Artemisa, Calisto había jurado ser soltera por siempre, pero Zeus tenía otras ideas.

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Un día miró hacia abajo desde el Olimpo y vio a Calisto en un claro, relajándose y disfrutando los rayos del sol. — ¡Esta es mi chance! —se dijo a sí mismo—. Sólo debo encontrar una forma de acercarme sin que huya. Esa chica es rápida. Hmm… Zeus cambió de forma hasta parecerse exactamente a Artemisa. Lo sé, un movimiento totalmente asqueroso, ¿no? Pero como dije, el tipo no tenía vergüenza cuando se trataba de tomar mujeres. Incluso pretendería ser su propia hija. La Falsa Artemisa fue paseando hacia el claro. —Hey, Calisto. ¿Qué estás haciendo? — ¡Mi dama! —Calisto se puso de pie—. Sólo estaba descansando. — ¿Puedo unirme? —preguntó la Falsa Artemisa. Calisto notó algo extraño en la mirada de los ojos de la diosa, pero dijo—: Emm, seguro. La Falsa Artemisa se acercó. Tomó la mano de Calisto. —Eres muy hermosa, sabes. La Falsa Artemisa la besó, y no estoy hablando de un amistoso beso en la mejilla. Calisto luchó e intentó apartarse, pero Zeus la sostenía apretada, y era más fuerte. — ¡Mi dama! —Calisto chilló—. ¿Qué estás haciendo? Zeus cambio a su verdadero yo, y Calisto gritó más fuerte. —Ya, ya —dijo el dios del cielo—. Artemisa no necesita saber, mi querida. ¡Será nuestro pequeño secreto! Así que Zeus probó una vez más ser un sucio divino. Sí, seguro, si me escuchara se volvería loco. No sería la primera vez que corra el riesgo con el Sr. Relámpago. Pero, hey, los llamo como los veo.

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Si la Artemisa real hubiese estado al alcance del oído, hubiese ido corriendo a ayudar a Calisto. Desafortunadamente, Calisto estaba sola. Zeus siguió su camino. Después de eso, Calisto estaba muy avergonzada para decir nada. Temía que fuese de alguna forma su culpa. Consejo: Si eres atacada por un asqueroso, nunca es tu culpa. Dile a alguien. Pero Calisto mantuvo su secreto lo más que pudo. Intentó hacer como si nada hubiese pasado. Tristemente, estaba embarazada. No podía ocultar eso por siempre. Unos meses después, luego de un día caluroso cazando monstruos, Artemisa y la banda querían ir a nadar. Todas saltaron al lago excepto Calisto. — ¿Qué ocurre? —llamó Artemisa—. ¡Ven! Calisto se sonrojó. Puso su mano en su vientre, el cual estaba comenzando a crecer. No se atrevió a quitarse la ropa, o Artemisa lo notaria. Artemisa se dio cuenta del problema, de todas formas. De repente se dio cuenta porque Calisto había estado tan distante y triste últimamente. El corazón de la diosa se hundió. — ¿Tú, Calisto? —preguntó—. De todas mis seguidoras, ¿tú rompiste tu voto? — ¡Yo– yo no quise! —dijo Calisto. Una lágrima rodó por su mejilla. — ¿Quién fue? —demandó Artemisa—. ¿Un bello guerrero? ¿Un héroe meloso? ¿Mi hermano, Apolo? Oh, no… por favor dime que no fue él. —Fuiste… ¡fuiste tú! —gimió Calisto. Artemisa la miró fijamente. —Repíteme eso. Calisto le contó la historia de cómo Zeus había aparecido con la forma de Artemisa.

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La diosa ardió de rabia. Quería estrangular a su padre Zeus, pero sólo hay tanto que puedes hacer cuando tu padre es el rey del universo. Miró a Calisto y sacudió su cabeza con pena. —Eras mi favorita —dijo Artemisa—. Si hubieses acudido a mí inmediatamente, podría haberte ayudado. Te hubiese encontrado un esposo guapo y rico, y dejarte asentar en una nueva vida en la ciudad de tu elección. Hubiese permitido que te retiraras de la Caza con honor. Podrías haberte ido en paz. El ataque de Zeus no fue tu culpa. Calisto sollozo. — ¡Pero no quería perderte! ¡Quería quedarme! Artemisa sintió como si su corazón se partiera, pero no podía demostrarlo. Tenía reglas sobre sus seguidoras. No podía permitir que esas reglas se rompieran, ni siquiera por su mejor amiga. —Calisto, tu crimen fue ocultar el secreto de mí. Me deshonraste y a tus hermanas de la Caza, por no ser honesta. Ensuciaste nuestra compañía de señoritas al no ser una señorita tú. Eso no lo puedo perdonar. —Pero…pero...Artemisa. — ¡No más charla! —Artemisa señaló a Calisto, y la joven dama comenzó a cambiar. Creció de tamaño. Sus miembros se volvieron más cortos y gruesos. Sus ropas, que habían ayudado a esconder su condición, se volvieron un sofocante abrigo grueso de pelaje marrón. Calisto se volvió un oso pardo. Cuando intentó hablar, sólo pudo rugir. —Vete, ahora —dijo Artemisa, intentando no llorar—. Tu nueva forma te recordará que nunca puedes estar a mi vista. Si te veo de nuevo, debo matarte. ¡VETE! Calisto se fue brincando entre los bosques. Dio a luz a un humano llamado Arcas, quien volvió al mundo de los mortales y eventualmente se convirtió en rey. Pero poco después, la pobre Calisto fue asesinada por los cazadores. Zeus sintió algo de remordimiento. Volvió a Calisto una constelación, La Osa Mayor, o La Gran Osa, como si eso compensara por haber arruinado su vida.

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Un poco raro: después del incidente con Calisto, los dos siguientes mejores amigos de Artemisa fueron ambos chicos. No estoy seguro de por qué. Quizás pensó que no podían herirla peor que lo que Calisto lo había hecho, o si lo hicieran, al menos no estaría sorprendida, ya que los chicos son naturalmente unos idiotas. O quizás estaba intentando probarse a sí misma que nunca volvería atrás con su voto de soltería, incluso con el chico mas interesante que encontrase. Su primer amigo hombre fue Orión, quien tenía un pasado oscuro. Por una cosa, él era un gigante. Pero era bajo para ser gigante, quizás siete pies de alto, y parecía lo suficientemente humanoide que casi podría pasar por mortal. Por un largo tiempo trabajó para el rey de Chios como cazador real. Luego Orión se metió en un pequeño problema con la hija del rey. Cuando el rey lo descubrió, cegó a Orión con un abrasador hierro caliente. Luego lo pateó fuera de su reino. Orión vagó alrededor de Grecia hasta que por casualidad se encontró con el dios herrero Hefesto. Orión le contó su trágica historia. El gigante parecía genuinamente arrepentido, así que Hefesto, quien sabía mucho sobre tragedia y segundas oportunidades, diseñó ojos mecánicos que permitieron que Orión vea de nuevo. Orión se retiró a Delos, donde conoció a Artemisa. Ella pensó que era un tipo lo suficientemente agradable. No intentó ocultar sus crímenes pasados. Incluso tenía increíbles habilidades de caza. Sus años de ceguera habían agudizado sus otros sentidos, y sus ojos mecánicos le daban todo tipo de increíbles habilidades de visión nocturna y objetivo. Se convirtió en el primer hombre en unirse a los Cazadores de Artemisa. No estoy seguro de cómo las otras seguidoras se sintieron sobre eso. Las Cazadoras nunca habían sido un grupo mixto antes. Pero Orión no intentó nada gracioso. Mantenía su distancia cuando las chicas se bañaban. Ayudaba con las labores como todas las demás. Pronto se hicieron rápidos amigos con Artemisa. El único problema: Orión era un poco demasiado bueno cazando. Un día, estaba fuera solo, y se dejó llevar. Le disparó a dieciséis osos, doce leones y varios monstruos que ni siquiera él podría nombrar. Luego comenzó a dispararle a animales inofensivos: ciervos, conejos, ardillas, aves, wombats. Quizás sólo colapsó. Quizás Apolo lo volvió

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loco, porque a Apolo no le gustaba mucho que este tipo pasara tiempo con su hermana. De todas formas, Orión tenía una pila de cadáveres de wombats a su alrededor. Pintó su cara con sangre de ardilla y puso hojas en su cabeza, y comenzó a gritar. — ¡Mataré a todos los animales del mundo! ¡Todos ellos! ¡Muere, estúpido bicho peludo! Esto no encajaba en la misión amigable con la naturaleza de las Cazadoras. Tampoco le gustó a Gaia la Madre Tierra. Orión estaba gritando tan fuerte que llamó su atención, incluso cuando ella estaba durmiendo, y Gaia balbuceó para sí misma — ¿Quieres matar algo, vándalo? Intenta con esto. Justo detrás de Orión salió un escorpión enorme de una grieta en la tierra. El gigante volteó y obtuvo un aguijón venenoso justo en el pecho.

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Ese fue el fin de Orión. Artemisa fue a buscarlo, y cuando encontró su frío cuerpo sin vida, rodeado (por alguna bizarra razón) por miles de bichitos peludos muertos, su corazón se rompió de nuevo. Esta vez Artemisa hizo una constelación. Puso a Orión en el cielo, con un escorpión cerca, así su historia viviría por siempre. Supongo que la moraleja es: no intentes masacrar conejitos, ardillas ni wombats. No te hicieron nada, y podrías descubrir que tienen un amigo escorpión muy grande. El último mejor amigo de Artemisa fue un príncipe llamado Hipólito. El chico era guapo y encantador y no tenia interés alguno en el romance. Sólo quería pasar todo su tiempo cazando. En otras palabras, era el hombre perfecto de Artemisa. Lo aceptó en la Caza, lo que debe haber sido un desafió para algunas de las seguidoras. El tipo era muy atractivo para su propio bien. Aun así, Hipólito era un seguidor modelo. Mantuvo sus votos y nunca les dio una segunda mirada a las damas. Aunque no a todo el mundo le gustaba eso. Arriba en el Olimpo, Afrodita la diosa del amor estaba indignada. — ¿Están bromeando? —lloriqueó—. ¿Un tipo ardiente como ese, pasando el rato con ochenta mujeres hermosas, y no está interesado? ¡Esto es un insulto! ¡Esto no está bien! La siguiente vez que Hipólito fue a casa a visitar a su padre, Teseo (quien es otra completa historia, ese tipo) se envolvió en esta enorme discusión. El padre quería que Hipólito se casara así podría tener hijos y continuar el nombre la familia cuando se convirtiese en rey, blah, blah, blah. Hipólito dijo: — ¡No! ¡Quiero quedarme con Artemisa y la Caza! Teseo gruño con frustración. —Si tú la amas tanto, ¿por qué no te casas con ella? — ¡Es una diosa soltera, papá! ¡Nunca escuchas!

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La discusión se volvió más y más acalorada, porque arriba en el Olimpo, Afrodita inflamaba sus pasiones. Seguro, ella era la diosa del amor, pero realmente no hay mucha diferencia entre el amor y el odio. Ambos se salen de control fácilmente, y se vuelven uno contra el otro. Créanme. Lo sé. Finalmente Teseo sacó una espada y mató a su propio hijo. ¡Ups! Por supuesto el rey estaba horriblemente avergonzado. Puso el cuerpo del príncipe en las criptas reales y corrió a llorar en privado. Mientras tanto, Artemisa oyó la noticia y fue corriendo a la tumba. Llorando con rabia, tomó el cuerpo de Hipólito. — ¡No, no, no, no! ¡No voy a perder otro amigo! ¡No lo haré! Voló fuera de la cuidad llevando el cuerpo de Hipólito. Buscó por toda Grecia hasta que encontró al mejor físico del mundo, un hombre llamado Asclepios. Era un hijo de Apolo, el dios de la curación, pero Asclepios era aun mejor curando que su padre. Probablemente porque Asclepios pasaba todo su tiempo realmente curando, mientras que Apolo coqueteaba y daba conciertos en el parque. — ¡Tía Artemisa! —dijo Asclepios—. ¡Qué bueno verte! Artemisa apoyó el cuerpo de Hipólito en pie. —Asclepios, necesito que cures a Hipólito. ¡Por favor! Esto está incluso más allá de mis poderes. —Hmm… —dijo Asclepios—. ¿Qué está mal con él? —Está muerto —dijo Artemisa. —Esa es una condición seria, casi siempre es fatal. Pero veré lo que puedo hacer. Asclepios mezcló algunas hierbas, cocinó una poción, y alimentó forzosamente al príncipe muerto, que instantáneamente despertó.

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— ¡Gracias a las Moiras! —Artemisa dijo— ¡Asclepios, tú eres el mejor! —Hey, no hay problema. En realidad, era un problema. Afrodita se quejó con Zeus. Era muy mala perdedora. Luego Hades se quejó. Asclepios no podía ir por ahí devolviéndole la vida a los muertos. Eso causaría un caos en el mundo mortal y en el Inframundo. Zeus estaba de acuerdo. Azotó a Asclepios con un rayo y lo mató, es por lo cual no puedes ir hoy al doctor y pedir que resucite a tus familiares muertos. Zeus declaró ese tipo de medicina fuera de los límites. Sobre Hipólito, Artemisa se aseguró que estuviese a salvo. Lo llevó hacia Italia, donde se hizo cura en uno de sus santuarios sagrados y vivió hasta una edad vieja y madura. Después de eso, Artemisa decidió no acercarse demasiado a sus seguidores. Era muy peligroso para ellos. También se volvió precavida sobre invitar más hombres a la Caza. Eso está bien por mí. Me gusta Artemisa, pero no me llevo bien con la naturaleza. Tampoco me gusta cazar. Me gustan las chicas, pero mi novia no estaría bien conmigo paseando con ochenta mujeres bellas en la naturaleza. Es un poco posesiva en ese sentido.

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Hermes va al reformatorio

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S

ería más fácil listar las cosas de las que Hermes no era dios, porque ese hombre tenía mucho que hacer.

Él era el dios del viaje, por lo que era el patrón de todo aquel que utilizaba las carreteras. Eso significaba comerciantes, mensajeros, embajadores, artistas itinerantes, y pastores trayendo su ganado al mercado. También significaba bandidos, ladrones, vagabundos y esas molestas caravanas de jubilados en casas rodantes dirigiéndose hacia el sur para el invierno. Hermes era el encargado de guiar almas de los muertos al Inframundo. Era el servicio FedEx personal de Zeus, llevando los mensajes de su jefe por todo el globo con la entrega más rápida garantizada. También era el dios de (toma una respiración profunda) el comercio, los idiomas, los robos, las hamburguesas con queso, las trampas, el habla elocuente, los festines, hamburguesas con queso, la hospitalidad, los

perros guardianes, las aves de presagio, la gimnasia, los concursos de atletismo, las hamburguesas, las hamburguesas con queso, y adivinar la fortuna con los dados. Bueno, solo solté lo de las hamburguesas con queso para ver si estaban prestando atención. Además, estoy hambriento. Básicamente, Hermes estaba a cargo de todo aquello y todo aquello que podrías encontrar mientras viajas ―lo bueno y lo malo. Así que si tomas un viaje, mejor reza por que esté de buen humor. Por lo contrario terminarás durmiendo en el aeropuerto, o atrapado del otro lado de la carretera con una llanta averiada. Dado que todos en la Antigua Grecia necesitaban viajar en un momento u otro, Hermes era un importante y muy respetado hombre. Es difícil de creer que nació en una cueva y fue arrestado cuando tenía sólo doce horas de edad. Su madre, Maia, trató de mantenerlo fuera de problemas. Ella era un Titán, la hija de Atlas; y cuando quedo embarazada del bebe de Zeus (Lo que la hace que, ¿su novia #458? ¿Está alguien llevando la cuenta?), trató de protegerse a sí misma para no terminar como la mayoría de las novias de Zeus ―maldecida y acosada por Hera. Maia se escondió en una cueva en el Monte Cilene en Grecia central, donde dio a luz al pequeño y tierno Hermes. Se dio cuenta de que su hijo era un dios, así que decidió que era mejor tener cuidado. Nunca se sabe cuando un bebé dios comenzará a bailar y cantar y disparar a la gente. (Había escuchado historias sobre Leto). Maia cuidó al bebé Hermes y lo envolvió apretado en sus mantas para que no pudiera moverse o meterse en problemas. Lo colocó en una cesta tejida como cuna y comenzó a cantar una nana sobre los diferentes dioses y sus animales preferidos, porque incluso en ese entonces, las canciones de bebés eran sobre animales de granja y esas cosas. Cantó acerca de Artemisa y sus perros, Poseidón y sus caballos, Apolo y su rebaño de vacas sagradas ―el ganado mas fino y sabroso en el mundo. Pronto Hermes estaba durmiendo pacíficamente. Maia tropezó hasta su cama y se desmayó, porque dar a luz era un trabajo duro. En cuando Hermes escucho a su madre roncando, abrió los ojos. El joven dios, luchó entre sus pañales y mantas.

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— ¿Es en serio? —murmuró—. Nacido por treinta minutos, ¿y ya estoy en una camisa de fuerza? Mamá en verdad no confía en mí. Mujer inteligente. Se liberó y salto de la cuna. Hermes todavía se veía como un recién nacido, pero sólo porque no estaba preparado para empezar a crecer todavía. Se imaginó que un bebé podría salirse con la suya en cosas que un niño mayor no podría. Estiró los brazos, hizo un par de saltos, y se subió los pañales. ―Toda esa canción sobre vacas me abrió el apetito ―dijo―. ¡Podría ir por un filete! Salió lentamente de la cueva, pensando que no sería demasiado difícil encontrar el ganado de Apolo. Sólo había dado unos pasos cuando tropezó con algo duro. ― ¡Ay! ―Hermes se arrodilló y se dio cuenta de que había tropezó con una tortuga. ―Oye, amiguito ―dijo Hermes―. ¡Eres el primer animal que me he encontrado! Supongo que serás una de mis criaturas sagradas. ¿Te gustaría eso? La tortuga se limitó a mirarlo. 380

―Es un buen caparazón el que tienes. ―Hermes envolvió con sus dedos la espalda de la tortuga―. Todo moteado y bonito. ¿Qué tal si te llevo dentro de la cueva donde puedo darte un mejor vistazo? No te voy a hacer daño. Hermes era fuerte para ser un bebé. En realidad, era fuerte para cualquiera. Cogió la tortuga y la llevó dentro. Mirando su caparazón, tuvo una idea repentina. Recordaba la forma en la que la voz de su madre había hecho eco a través de la cueva cuando cantó su canción de cuna, llegando a ser más fuerte y más rica. Hermes lo había disfrutado. El caparazón de esta tortuga podría amplificar el sonido de la misma manera, como una cueva en miniatura ―si no había tortuga en el interior. ― ¿Sabes qué, amiguito? ―dijo Hermes―. He cambiado de idea. Me temo que sí voy a hacerte daño. Alerta de daños psicológicos. Hermes le cortó la cabeza y las piernas a la tortuga. Recogió el resto con la cuchara de sopa de su mamá. (Hey, lo siento. En aquel entonces, las personas masacraban animales todo el tiempo por la carne o la piel o el caparazón o lo que sea. Por eso mi amiga Piper se hizo vegetariana.)

De todos modos, una vez que Hermes vació el caparazón, sopló en él. El sonido resonó profundamente, pero no era exactamente lo que quería. Fuera de la cueva, podía oír los búhos, grillos, ranas, y un montón de otros bichos haciendo sonidos en diferentes tonos, todo al mismo tiempo. Hermes quería algo así ―un montón de sonidos al mismo tiempo. Cerca del fuego, vio los largos y fibrosos tendones de una oveja que Maia había dejado fuera para que se secaran para coser o lo que sea. Hermes pensó, “Hmm”. Estiró un tendón entre el pie y la mano. Lo punteo con su mano libre alzada, y la cuerda de tripa vibró. Cuanto más firme tiraba de la cuerda, mayor era la nota. ―Oh, sí ―dijo―. Esto va a funcionar. Miró a su madre para asegurarse de que seguía durmiendo. Entonces se puso a trabajar. Desde el telar de su madre, tomó un par de pasadores de madera y los pasó por el caparazón de la tortuga para que sobresalieran del agujero del cuello en forma de cuernos. Luego sujeto un tercer pasador a través de la parte superior, entre los dos apoyos, por lo que parecía una especie de portería de fútbol. Corrió siete cuerdas desde la parte superior del cuello hasta la base del caparazón de la tortuga. Luego sintonizo las cuerdas a diferentes tonos. Cuando tocó el instrumento, el sonido fue increíble. Hermes había inventado el primer instrumento de cuerdas, al que decidió llamar lira36. (¿Por qué? Tal vez porque era un mentiroso, no lo sé) Si hubiese pasado unas cuantas horas más trabajando, probablemente podría haber inventado la guitarra acústica, el contrabajo, y la Fender Stratocaster también; pero ahora estaba realmente hambriento. Escondió su nueva lira entre las mantas de la cuna y se dispuso a encontrar esas deliciosas vacas mágicas.

Se subió a la cima del Monte Cilene ―hey, para nada un gran esfuerzo para un bebé recién nacido― y miró a través de Grecia, observando y escuchando. Apolo mantenía sus vacas bien escondidas durante la noche, en un prado secreto en Pieria, que estaba a 36

Esta palabra en inglés tiene un sonido parecido a “liar”, que es mentiroso/a.

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unos trescientos kilómetros al norte de Cilene, pero Hermes tenía excelentes sentidos. En nada de tiempo, oyó un distante―: Mooo. Otra vaca dijo: ―Shhh. ¡Nos estamos escondiendo! La primera vaca respondió: ―Lo siento. Arriba, en la cima de la montaña, Hermes sonrió. ― ¡Ja! Ahora las tengo, vacas. ¿Trescientos kilómetros? ¡No hay problema! Hermes corrió hasta allí en aproximadamente una hora―lo que se debe de haber visto muy extraño, un dios recién nacido corriendo precipitadamente a través de Grecia, con las manos aún cubiertas de sangre de tortuga. Afortunadamente era de noche y nadie lo vio. Cuando llegó a la pradera secreta, babeó ante la vista de tantas deliciosas y grandes vacas saludables, cientos de ellas pastando en la alta hierba entre la base de la montaña y la arena a orillas del Mediterráneo. ―No quiero ser codicioso ―se dijo―. Tal vez sólo debería tomar unas cincuenta. ¿Pero cómo podría cubrir mis huellas? No podía sólo meter cincuenta vacas en un saco y escabullirse. Y si él las conducía, Apolo fácilmente sería capaz de seguir las huellas de los cascos de tantos animales. Hermes se quedó mirando la playa, pensando. Luego examinó unos árboles de Júpiter cercanos. Sin estar seguro de lo que estaba haciendo exactamente, rompió algunas ramas y ramitas de los árboles. Y recordando que en la cueva de Maia su cuna había sido una cesta tejida, comenzó a tejer las ramas y ramitas en grandes paletas. Las puso alrededor de sus pies y creó las primeras raquetas de nieve ―que fue bastante sorprendente, ya que nunca había nevado en Grecia.

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Hermes dio unos pasos en la hierba, a continuación, en la arena. Las raquetas de nieve dejaban impresiones amplias, vagas que enmascaraban completamente el tamaño de sus pies. Perfecto, pensó. Eso me cubre a mí. Y ahora para las vacas... Dio vueltas por el prado en sus zapatos nuevos. Se las arregló para separar el rebaño, espantando cincuenta de las vacas más gordas y jugosas a una gran distancia del resto. Llevó a esas cincuenta hacia un lado de la playa. Una vez que llegaron a la arena, Hermes chasqueó los dedos y silbó para llamar la atención de las vacas. Cuando las cincuenta lo estaban mirando, con sus colas enfrentando el mar, dijo: ―Muy bien, chicas. Ahora un paso atrás. Un paso atrás. ¿Alguna vez trataste de hacer retroceder a cincuenta vacas? No es fácil. Hermes mantuvo su atención en él, silbando y haciendo ruidos para que retrocedieran, como, ― ¡BEEP, BEEP, BEEP!― Mientras agitaba los brazos y avanzaba hacia el agua. El ganado se echó hacia atrás, derecho hacia el agua. Entonces Hermes les dio vuelta al sur y los condujo unos cuantos cientos de metros a través de las olas antes de llevarlos a tierra firme de nuevo.

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Cuando miró hacia atrás, tuvo que apreciar su propio engaño. Parecía como si cincuenta vacas hubiesen marchado fuera del mar y se hubiesen unido al ganado principal. Nadie sería capaz de decir adónde se habían ido las vacas desaparecidas. Hermes no había dejado huellas que podrían ser conducidas hacia él. Lideró las vacas al sur a través de los campos de Grecia. Para ese momento ya era más de medianoche, por lo que Hermes pensó que no sería visto. Por desgracia, un viejo granjero mortal llamado Bato estaba tendiendo sus enredaderas. Quizás Bato no podía dormir, o tal vez siempre podaba sus uvas en la noche; pero cuando vio a este pequeño bebé liderando el camino de cincuenta vacas, los viejos ojos del tipo salieron de su cabeza. ― ¿Qué? ―trinó―. ¿Cómo? Hermes forzó una sonrisa. ― ¿Qué tal? ―Consideró matar al viejo. No quería ningún testigo. Pero Hermes era un ladrón, no un asesino. Además, ya tenía la sangre de una tortuga inocente en sus manos. ―Sólo estoy llevando a mis vacas a tomar un paseo. ¿Cuál es tu nombre, viejo? ―Bato. ―Bato no podía creer que estaba teniendo una conversación con un bebé. Tal vez todavía estaba durmiendo en su cama, soñando. ―Bueno, Bato ―dijo Hermes―, sería mejor para ti si olvidas haberme visto. Si alguien pregunta, yo nunca estuve aquí. Haz eso, y me aseguraré de que consigas increíbles bendiciones cuando tome mi lugar en el Monte Olimpo, ¿de acuerdo? ―Ehh... está bien. ―Genial. Y, oye, ¿es ese un cuchillo, el que llevas en tu cinturón? ¿Te lo puedo pedir prestado? Bato le dio al dios bebé su cuchillo de podar, y este llevó su ganado hacia adelante. Finalmente encontró una bonita cueva donde podría ocultar las vacas robadas. Encerró cuarenta y ocho de ellas en el interior para poder comerlas más tarde, o tal vez para

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venderlas en el mercado negro. Todavía no lo había decidido. Luego usó el cuchillo del viejo hombre para descuartizar las dos últimas. Una vez más, una bonita y espeluznante imagen ―un dios bebé con un cuchillo matando vacas― pero Hermes no era muy aprensivo. Construyó un fuego y sacrificó los mejores cortes de carne a los dioses del Olimpo (incluyéndose a él mismo, por supuesto). Luego puso más carne en el asador, lo asó y se atiborró con la sabrosa carne. ― ¡Oh, eso estuvo bueno! ―Hermes eructó en reconocimiento―. Hombre, sí que se hizo tarde. O temprano, supongo. Mejor me voy a casa. Se limpió en un arroyo cercano, porque no creyó que su madre querría ver a su hijo recién nacido cubierto de sangre. Entonces, sólo por diversión, tomó un par de huesos de vaca, los ahuecó en forma de flautas, y las ató juntas en un extremo en forma de V para poder tocar las dos al mismo tiempo (porque una flauta sola es aburrida). Se contoneó a casa con el estómago lleno, reproduciendo música suave en su nueva flauta doble para mantenerse despierto. Llegó a la cueva de Maia justo antes del amanecer, se metió en su cuna, y metió la flauta bajo las mantas junto con su lira. Luego se desplomó. Incluso para un dios bebé, había sido una larga primera noche.

A la mañana siguiente, Apolo voló a Pieria a contar sus vacas. Siempre le gustaba empezar el día admirando su ganado. Cuando se dio cuenta de que cincuenta de ellas habían desaparecido, se asustó. Corrió por el lugar gritando. ― ¡Aquí, vacas! ¡Aquí, vacas! Encontró huellas de cascos que salían del mar, como si su ganado se hubiese ido a nadar y luego regresado, pero no tenía sentido. Vio unas enormes muescas poco profundas en la arena, como si un tipo muy delgado con zapatos tamaño veinticinco hubiese estado caminando alrededor―pero una vez más, no tenía sentido.

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Apolo buscó la mayor parte de la mañana, hasta que se encontró con el viejo granjero Bato, que todavía se encontraba podando sus viñedos. Después del incidente del "bebé que habla", Bato no había podido dormir. ― ¡Viejo! ―dijo Apolo―. ¿Has visto cincuenta vacas pasando por este camino? ¿Posiblemente llevadas por un gigante bastante delgado con pies pequeños? Bato hizo una mueca. No era bueno mintiendo. Apolo noto en el momento que el agricultor estaba tratando de ocultar algo. ―Debería añadir ―dijo Apolo―, que soy un dios. Sería una muy buena idea que me dijeras la verdad. Bato exhaló un suspiro. ―Era un bebé. Apolo frunció el ceño. ― ¿Eh? Bato le contó la historia, que era tan rara que Apolo decidió que debía ser cierto. Apolo sabía de un solo dios recién nacido. Había oído rumores de que la Titán Maia había dado a luz ayer por la noche en el Monte Cilene. (Él siempre trataba de mantenerse al día con los últimos chismes.) Parecía poco probable que un niño recién nacido fuera el responsable de un robo de ganado a 300 millas de distancia, pero el propio Apolo había comenzado a cantar y bailar tan pronto como salió del vientre de su madre, por lo que no era imposible. Él voló a la cueva de Maia y despertó a la mamá Titán. ― ¡Tu hijo robó mis vacas! ―le dijo. Maia se frotó los ojos. Miró al bebé Hermes, todavía acostado en su cuna, envuelto en mantas... aunque su vientre se veía mucho más grande, y, ¿era eso un hilillo de salsa en su barbilla? ―Uh, debes de tener al bebé equivocado ―dijo Maia―. Él ha estado aquí toda la noche.

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Apolo resopló. ―Tiene que ser él. ¡Mira la salsa en su barbilla! Mis vacas están probablemente escondidas por aquí. Maia se encogió de hombros. ―Eres bienvenido a buscar. Apolo atravesó la cueva, buscando dentro de ollas, detrás del telar, bajo los sacos de dormir. Sorprendentemente, cincuenta vacas no estaban ocultas en cualquiera de esos lugares. Finalmente se dirigió a la cuna del bebé. ―Muy bien, chico. Confiesa. ¿Dónde está mi ganado? Hermes abrió los ojos y trató de parecer tan lindo como fue posible. ― ¿Goo Goo? 388

―Buen intento ―se quejó Apolo―. Puedo oler la carne de vaca en tu respiración. Hermes ahogó una maldición. Sabía que debería haber comido algunas mentas para el aliento. ―Querido primo Apolo ―dijo alegremente―, ¡buenos días a ti! ¿Crees que me he robado tu ganado? ¿No puedes ver que sólo soy un bebé? Apolo cerró los puños. ― ¿Dónde están, mocoso? ―No tengo idea, ―dijo Hermes―. ¿Cómo podría un pequeño niño como yo ocultar cincuenta vacas? ― ¡Já! ―exclamó Apolo―. ¡Nunca dije que había cincuenta! ―Ah, caca de tortuga ―murmuró Hermes.

― ¡Estás bajo arresto por robo! ―dijo Apolo―. ¡Te voy a llevar al Monte Olimpo para ser juzgado por Zeus! Apolo recogió la cuna entera y voló al Monte Olimpo. Cuando puso la cuna delante de Zeus y explicó que ese bebé recién nacido era un ladrón de ganado, los otros dioses comenzaron a reírse; pero Zeus los hizo callar. ―Este bebé es mi hijo ―dijo Zeus―. Estoy seguro de que es capaz de cualquier cosa. Bueno, Hermes, ¿robaste vacas de Apolo? Hermes se puso de pie en la cuna. ―No, Padre. Zeus levantó una ceja. Casualmente tomó uno de sus rayos y probó su punta ―Te voy a dar un momento para reconsiderar tu respuesta. ¿Robaste las vacas de Apolo? ―Sí, Padre. Pero para ser justos, sólo maté a dos de ellas. El resto están sanas y salvas. Y cuando maté a las vacas, sacrifique la primera carne a los dioses. ― ¡Y luego te la comiste tú mismo! ―gruñó Apolo. ―Bueno, ¡yo soy uno de los dioses, también! ―dijo Hermes―. Pero todos ustedes tuvieron una parte, ¡por supuesto! Nunca me olvidaría de honrar a mis parientes. Los dioses murmuraron entre sí y asintieron. El bebé podría ser un ladrón, pero al menos era un ladrón respetuoso. ― ¡Esto es ridículo! ―exclamó Apolo―. Padre Zeus, me robó. ¡Ponlo en el reformatorio! ¡Mételo en la cadena de presos! Zeus reprimió una sonrisa. Él sabía que tenía que ser justo, pero tampoco podía dejar de admirar la audacia de Hermes. ―Hermes, le mostrarás inmediatamente a Apolo dónde has escondido sus vacas. Entonces, tendrás que pagar cual sea el precio que Apolo exija por las dos vacas que mataste.

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― ¡Lo tiraré al Tártaro! ―gritó Apolo―. ¡Ese va a ser mi precio! Zeus se encogió de hombros. ―Tendrán que trabajar en eso entre ustedes. Ahora, váyanse. Hermes suspiró. ―Como desees, padre. Apolo, tú maneja. Yo navegaré. Apolo tomó la cuna y voló con Hermes. El dios bebé lo dirigió a la cueva secreta donde había escondido el ganado, pero tomó la ruta más larga. Estaba furioso pensando en cómo podía evitar el castigo. Cuando Apolo vio las vacas que le faltaban, se calmó un poco, pero aún estaba enojado con Hermes. ―Es hora del Tártaro ―gruñó Apolo―. Te voy a tirar tan lejos en el abis… Hermes sacó su lira de entre las mantas de la cuna y empezó a tocar. 390

Apolo escuchó, embelesado. No se atrevió a interrumpir hasta que Hermes hubo terminado. ― ¿Qu-qué-cómo? ―Oh, ¿esto? ―dijo Hermes casualmente―. Lo llamo lira. La inventé anoche. Sus dedos volaban sobre las cuerdas, creando una cascada de notas hermosas. ―Debo tenerla ―dijo Apolo―. Yo soy el dios de la música. ¡Por favor! ¡De-Debo tenerla! ―Oh, pero tú me vas a echar en el Tártaro ―dijo Hermes tristemente―. Voy a necesitar mi lira para animarme allí abajo, en la oscuridad. ―Olvídate del Tártaro ―dijo Apolo―. Dame la lira, y lo llamaremos un empate. ―Hmm ―dijo Hermes―. ¿Y me quedaré con el resto de las vacas?

― ¿Qué? ―demandó Apolo. Hermes tocó otra melodía, tan brillante como la luz del sol a través de los árboles. ― ¡Sí, sí! ―dijo Apolo―. Está bien, mantén las vacas. Sólo dame la lira. ― ¡Maravilloso! ―Hermes le lanzó la lira a Apolo. Entonces, el dios bebé sacó su flauta doble, que había decidido llamar siringe. Empezó a tocarla, y la boca de Apolo voló abierta. ― ¡No me digas que te inventaste eso, también! ― ¿Hmm? ―Hermes se detuvo―. Oh, sí. Sólo es algo que pensé después de la cena. Está a la venta... por el precio correcto. Hermes tocó un poco de Mozart y algunas de One Direction, y Apolo gritó: ― ¡Tengo que tenerlo! ¡Las chicas se volverán locas por eso! Te ofrezco... bueno, tengo algunos geniales objetos mágicos en mi apartamento: un bastón de heraldo que no estoy usando, unos zapatos voladores, y una espada. ¡Puedes tener los tres! Hermes lo consideró. ―Agrega el poder de la profecía, y es un trato. Apolo frunció el ceño. ―No puedo hacer eso. La profecía es mi especialidad. Te diré una cosa: te daré el poder de adivinar el futuro con los dados. No es nada especial, pero es un buen truco de fiesta, y puedes hacer una cantidad decente de dinero de esa manera. ―Trato hecho. ― ¡Trato hecho! Al final Apolo y Hermes terminaron convirtiéndose en grandes amigos. Apolo se olvidó del robo del ganado. Ni siquiera le importaba que había sido totalmente estafado con en el precio de la lira y la flauta siringa. Hermes obtuvo su propio rebaño de ganado, que fue cómo se convirtió en el dios de los pastores. Consiguió un par de

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sandalias aladas que lo hicieron más rápido que cualquier otro dios. Una espada hecha de diamantina y oro, con una hoja tan afilada, que podría cortar a través de casi cualquier cosa. Y un bastón de heraldo, como los que llevaban los mensajeros humanos cuando viajaban de ciudad en ciudad para mostrar que tenían inmunidad diplomática, salvo que el de Hermes era mágico. Normalmente, un bastón de heraldo tiene dos cintas blancas entrelazadas alrededor de él. Pero el de Hermes tenía dos serpientes vivas en su lugar. También tenía el poder de poner a cualquiera a dormir, o despertarlos, lo que era muy útil para el dios de los ladrones. El bastón llegó a ser conocido como el caduceo ―sólo porque sabía que necesitabas una nueva palabra complicada de recordar. Ah, ¿y el viejo tipo, Bato, que mandó al frente a Hermes? Hermes voló de vuelta a la granja y lo convirtió en una estatua de piedra. Bato todavía está de pie allí con vistas a la carretera, con el deseo de nunca haber visto a ese estúpido bebé ladrón de ganado. Hermes se convirtió en un adulto (en un par de días, siendo un dios y eso). Por lo general se hizo ver como un chico adolescente guapo con el pelo negro rizado y tan sólo el comienzo de un bigote. Por supuesto, siendo un dios, podía aparecer de cualquier manera que él quisiera. Se convirtió en el mensajero de Zeus, y a veces incluso hizo algunos sucios actos secretos para el jefe. ¡Y esa fue su parte favorita del trabajo!

Un ejemplo de ello: Una vez, Zeus se enamoró de una ninfa del río llamada Io. (Sí, ese era su nombre. Sólo I y O. Supongo que ella provenía de una familia pobre que no podía permitirse el lujo de consonantes.) Ella era increíblemente hermosa, pero Zeus tuvo un momento realmente difícil para convencerla de salir con él. Siempre estaba rodeada de un grupo de sus amigos ninfa, así que no pudo emboscarla. Ignoraba totalmente sus textos. Él le enviaba flores y dulces. Incluso envió una hermosa tormenta para impresionarla. Trabajó en impresionarla durante semanas y semanas y se obsesionó totalmente. Finalmente ella accedió a reunirse con él solos en el bosque, y Zeus estaba como: “¡SÍ!”

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Desafortunadamente, Hera se enteró de lo que estaba pasando. Tal vez una de las otras ninfas le dijo. De todos modos, Zeus apareció en el claro donde Io lo estaba esperando con un vestido blanco brillante. Ella sonrió y dijo: ―Oye, guapo. Zeus casi gimió entusiasmado, pero justo cuando le tomó la mano, escuchó una voz familiar en el bosque. ― ¡Zeus! ―Gritó Hera―. ¿Dónde estás, fracaso de infiel? Zeus lanzó un grito y convirtió a Io en lo primero que se le ocurrió: una vaca. No es muy agradable convertir a tu novia en una vaca. Es como la asociación de palabras: el chocolate―delicioso. La luz del sol―calor. Io― ¡vaca! O tal vez la voz de Hera lo hizo pensar en vacas, ya que esa era su criatura sagrada. De todos modos, cuando Hera irrumpió en el claro, se encontró con Zeus inclinado casualmente contra una gran vaca blanca. Hera entrecerró los ojos. ― ¿Qué estás haciendo? ― ¿Hmm? ¡Oh, hola, querida! Nada. Nada en absoluto. ― ¿Qué pasa con esa vaca? ― ¿Vaca? ―Zeus pretendió notarla por primera vez―. Oh, ¿esta vaca? Um, nada. ¿Por qué? Hera apretó los puños hasta que los nudillos se le pusieron blancos. ― ¿Esa vaca no será una de tus novias transformada hábilmente? ― ¡Ja, ja! Oh, vamos, querida. Sabes que yo no... Um ... No, por supuesto que no. ― ¿Entonces por qué esta la vaca aquí?

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Una gota de sudor corría por un lado de la cara de Zeus. Él se asustó y soltó: ― ¡Es un regalo! ¡Para ti! ―Un regalo. ―Bueno, sí. ―Zeus trató de sonreír―. Desde que... las vacas son sagradas para ti, ¿verdad? Quería que fuera una sorpresa. Pero, eh, si no te gusta, puedo devolverla a la tienda de vacas. Hera se imaginó que Zeus estaba más lleno de estiércol que la vaca. Pero decidió seguirle el juego. ―Bueno, gracias, querido, ―dijo ella―. Es maravillosa. Me la llevo conmigo ahora mismo. ―Tú-¿en serio? ―Sí. ―Hera sonrió fríamente. Convocó una cuerda mágica y la puso alrededor del cuello de la pobre Io―. Creo que la voy a poner en mi bosque sagrado en Micenas, donde estará a salvo y bien vigilada. ¿Cómo se llama? ―Um... Io. ―Vamos, entonces, Io. ―Hera llevó a la vaca lejos, cantando suavemente―. Io, Io, vamos al bosque sagrado. Tan pronto como se fue, Zeus maldijo su mala suerte. Pateó algunas rocas y convocó a un rayo para hacer volar los árboles. ― ¡Estaba tan cerca! ―gritó―. Tengo que conseguir esa vaca de vuelta. ¿A quién conozco que puede robar vacas...? Por supuesto, llamó a Hermes. Cuando Zeus le explicó el problema, Hermes sonrió. ―No te preocupes, jefe. Voy a colarme en ese bosque y…

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―No va a ser tan sencillo ―advirtió Zeus―. Hera dijo que la vaca iba a estar bien custodiada. Me temo que sé a qué se refería. Ella tiene este nuevo gigante trabajando para ella, un tipo llamado Argos. Hermes frunció el ceño. ― ¿Y? Puedo, o bien colarme, o matarlo. Tengo una espada. Zeus negó con la cabeza. ―Este tipo es enorme, fuerte y rápido. No podrás vencerlo en una lucha justa, incluso con tu espada. Y en cuanto a esconderse... de ninguna manera. El tipo tiene ojos en la espalda, y… Hermes se echó a reír. ―He escuchado eso antes. ―No. Quiero decir, él literalmente tiene ojos en la espalda. Y en los brazos y las piernas y por todo el cuerpo. Cien ojos. ― ¡Eso es asqueroso! ―Lo sé, ¿ok? Pero él nunca descansa, y siempre está mirando en todas direcciones. Si es quien está vigilando a Io... Hermes se rascó la cabeza. ―No te preocupes, jefe. Ya se me ocurrirá algo. Entonces voló lejos. Cuando llegó al bosque sagrado de Hera, vio a la vaca blanca atada a un árbol de olivo. De pie junto a ella estaba el gigante Argos. Tal como Zeus había dicho, Argos estaba cubierto de ojos, parpadeando y mirando a su alrededor de una manera que hizo a Hermes marearse. Medía unos tres metros de altura, y el tío obviamente trabajaba los músculos. Tenía en la mano un gran garrote de madera con clavos de hierro en los extremos. Hermes se preguntó si Argos tenía ojos en las manos, y si era así, si veía siempre negro por sostener el garrote todo el día.

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Hermes cambió de forma de manera que parecía un sencillo pastor mortal. Su caduceo se transformó en un bastón de madera regular. Entró en el bosque, silbando casualmente, y actuó sorprendido cuando vio a Argos. ― ¡Oh, hola! ―Hermes sonrió―. ¡Vaya que eres alto! Argos parpadeó varios cientos de veces. Estaba acostumbrado a que la gente se burlase de él en su propio rostro, pero este pastor no parecía horrorizado o disgustado. El gigante no estaba seguro de qué hacer con ello. Hermes se secó la frente. ―Un día caluroso, ¿no es así? ¿Te importa si me siento a descansar? Sin esperar por su permiso, Hermes se puso cómodo en el prado. Dejó su bastón junto a él y en secreto lo quiso para comenzar a trabajar su magia en Argos. El caduceo enviaba olas de somnolencia ―haciéndolo sentir algo así como lo haría en el sexto período después del almuerzo en un día caluroso. DUERME, parecía decir el caduceo. Pero Argos era un tipo grande con un montón de ojos. Había sido criado específicamente para no dormirse. Hermes pensó que tomaría un tiempo. Tenía que ganar tiempo. ―Hombre, ¡qué día largo he tenido! ―le dijo al gigante. Sacó una jarra de agua―. ¡Únete a mí, amigo, y te lo contaré! ¡Estoy feliz de compartir esta agua helada contigo! Argos realmente estaba sediento. Había estado de pie en el sol ardiente durante todo el día, viendo esa estúpida vaca, como Hera le había mandado. Pero la vaca era aburrida. Sin embargo, estaba de servicio. Negó con la cabeza, que era lo único que podía hacer. No le gustaba hablar, ya que revelaría los ojos dentro de su boca y por toda su lengua. Hermes comenzó a charlar. Era el dios de los viajes, por lo que sabía un montón de buenas historias. Había oído chistes de todo el mundo. Y los mensajeros tenían que ser

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buenos hablando, por lo que Hermes sabía cómo entretener. Entretuvo a Argos con los últimos chismes acerca de los dioses. ― ¡Escuché sobre como el dios Hermes le robó el ganado a Apolo! ―dijo Hermes con una sonrisa. Luego procedió a contar la historia como si le hubiera pasado a otra persona. Mientras tanto, el caduceo se mantuvo latiendo con magia, llenando el aire con una gruesa capa de somnolencia, como una manta cómoda. Después de media hora, Argos se dejó caer. Se sentó junto a Hermes y aceptó un poco de agua. Hermes siguió bromeando con él, contándole historias, hasta que Argos se sintió como si fueran viejos amigos. DUERME, decía el caduceo. Después de una hora, los ojos de Argos comenzaron a sentirse pesados. Sabía que se suponía que debía estar en servicio, pero no podía recordar por qué. Su imaginación estaba a la deriva a través de las historias maravillosas que Hermes contaba. Finalmente Hermes comenzó a cantar una canción de cuna. ―Esta es la que mi madre me cantaba cuando era apenas un bebé ―entonó la misma canción que había escuchado desde su cuna la noche en que nació, sobre los perros de Artemisa y los caballos de Poseidón y las vacas de Apolo. Argos cabeceó una vez, dos veces ―y bam. Todos sus ojos se cerraron, y comenzó a roncar. Hermes siguió cantando. Muy lentamente se puso de pie y sacó su espada. Se deslizó detrás y le cortó la cabeza al gigante. ― ¡Buenas noches! ―dijo alegremente. (Me retracto de lo que dije antes. Hermes era un asesino). Desató a la vaca Io y se la llevó de nuevo a Zeus. Hera se enfureció, pero no pudo probar lo que había sucedido. Zeus estaba encantado. Hermes obtuvo un pequeño y

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agradable bonus en su próximo cheque. Pobre Io... una vez que Zeus se cansó de salir con ella, Hera la convirtió en una vaca permanentemente y envió a un tábano a picarla durante el resto de su vida, así que Io tuvo que estar constantemente en movimiento, viajando de país en país. Pero, ¡c'est la vaca! Al menos Hermes tuvo la satisfacción de un trabajo bien hecho.

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Dionisio conquista el mundo con una bebida refrescante

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P

orque es muy probable que me convierta en una mariposa si llego a decir algo malo de él. Y honestamente, no estoy seguro de poder decir algo bueno.

Aquí va nada… ¿Les he contado hace un tiempo sobre esta princesa Semele a quien vaporizaron mientras estaba embarazada de Zeus? ¿No? de cualquier forma, Zeus tuvo que rescatar al bebé prematuro y coserlo a su muslo izquierdo para mantenerlo con vida. (Sí, lo sé, es solo otro día aburrido para la vida de un dios). Algunos meses después, el niño se volvía grande y se hallaba incómodo en la pierna de Zeus, así que este se figuró que ya estaba listo para nacer. Éste deshizo las costuras. Increíblemente, el niño sobrevivió y nació saludable.

Lo envolvió en una manta, pero no sabía nada acerca de criar bebés, por lo tanto llamó a Hermes. —Oye —dijo Zeus—, llévate este bebé al mundo de los mortales. Creo que Semele tenía una hermana o algo. Encuéntrala y pídele que cuide a este niño hasta que sea mayor. —Desde luego, jefe. —Hermes cargó al bebé y le echó un vistazo—. ¿Es un dios, un semidiós o qué cosa? —Todavía no estoy seguro —respondió Zeus—. Tendremos que esperar y ver. Pero no quiero estar cambiando pañales mientras tanto. —De acuerdo. ¿Cómo se llama? El bebé comenzó a gritar y llorar. —Por ahora —decidió Zeus—, vamos a llamarlo Baco. Hermes sonrió. — ¿El ruidoso? Genial. —Una cosa más: Hera lo estará buscando. No le ha sido posible meterse con el niño mientras se hallaba pegado a mi pierna, pero notará que el gran bulto desapareció. —Sí… ese bulto era bastante obvio. —Tal vez, lo mejor para Baco sería que su tía lo criara como si fuese mujer, sólo por un tiempo. Quizás eso despiste a Hera. Hermes frunció el ceño. No entendía cómo podría ser de ayuda criar al niño como si fuese del género opuesto. A Hera no se le engañaba tan fácil, pero sabía que sería mejor no discutir con el jefe. —Vale —dijo— ¡Me voy! No tuvo ningún problema en encontrar a la tía del bebé, Ino, y su marido, Atamante. Ellos acordaron criar a Baco junto a sus otros hijos, y el niño creció a una velocidad normal —no súper acelerada, como los dioses. Todos coincidieron en que era un semidiós, pero eso sólo incrementó el miedo de Zeus, Hera intentaría destrozarlo.

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Como se había pedido, Ino y Atamante vistieron a Baco con ropas de niña para mantener su identidad en secreto. Los primeros años de su vida, Baco estaba muy confundido. No entendía por qué sus padres adoptivos lo trataban de “él” en privado y de “ella” en público. Al principio pensó que era igual con todos los niños. Luego, cuando tenía tres años, Hera apareció de golpe. De alguna manera, descubrió su hogar, y voló desde el Olimpo, en un intento de venganza. Cuando Zeus se enteró de lo que sucedía, apenas le quedaban unos segundos para entrar en acción. Se las arregló para convertir a Baco en una cabra así ella no lo notaría, pero sus padres adoptivos no tuvieron tanta suerte. Hera los identificó y les infirió una violenta forma de locura. El tío Atamante pensó que su primogénito, Learco, era un ciervo, y lo mató con arco y flecha. La tía Ino pensó que su hijo menor, Melicertes, necesitaba un baño caliente — realmente caliente, así que lo ahogó en una palangana con agua hirviendo. Luego se dieron cuenta de lo que habían hecho. En la desesperación, saltaron de un precipicio y se desplomaron hacia sus muertes. Esa Hera… siempre se preocupa por los sanos valores familiares. Zeus logró devolver a Baco su forma de niño, pero la experiencia lo acosó. Entendió que la locura podía ser usada como un arma. Había aprendido que las cabras eran buenas. (De hecho, la cabra se convirtió en uno de sus animales sagrados). Y también que no podías esconder quién eras con sólo ponerte diferentes ropas. Más tarde, se convirtió en el dios de cualquiera que se sintiese confuso respecto a su propio género, porque Dionisio podía relacionarse con ambos. De cualquier modo, Zeus buscó un nuevo par de padres postizos. Tuvo una sorpresa: no muchas personas se ofrecieron voluntarias después de escuchar lo que Hera les había hecho a Ino y Atamante. Finalmente, Zeus voló hacia el monte Nisa, en Grecia continental, y convenció a las ninfas de allí para que criasen a Baco. Prometió que las volvería inmortales si cumplían este favor, y eso era algo difícil de rechazar. El joven Baco se hizo conocido como “el hijo del dios Zeus que vive en Nisa”, lo cual fue acortado en: “dios de Nisa”, y eventualmente se convirtió en su nuevo nombre: Dionisio, aunque continuó siendo llamado Baco, el ruidoso, especialmente después de comer frijoles o repollo. Esto es mucho más de lo que querías saber.

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Dionisio creció en el Monte Nisa con las ninfas como sus madres adoptivas y los sátiros como sus padres. Los últimos son bastante salvajes y caóticos (sin ofender a mis amigos sátiros) por lo que no sorprende que Dionisio resultase algo fuera-de-locomún. Ocasionalmente, jugaba con los niños de las granjas cercanas, y se volvió popular por sus trucos de magia con las plantas. Descubrió de forma temprana que podía obtener néctar bebible sólo con triturar cualquier tipo de materia vegetal —ramas, hojas, cortezas, raíces, lo que sea. ¿Miel de ciprés? No hay problema. ¿Jugo de hinojo? ¡Yumi! Los otros niños lo retarían, algo como: “¡Apuesto que no puedes hacer un brebaje de ese espino!” Dionisio tomaría una piedra, trituraría algunas ramas, y savia dorada brotaría de la planta maltratada. La recogería en unas copas, la mezclaría con un poco de agua, añadiría unas sombrillitas, y ¡voilà! Bebida espumosa y helada de espino para todos. Un truco entretenido —pero ninguna de las primeras recetas de Dionisio se hizo conocida. El jugo de hinojo no era tan popular después de todo. Luego, un día se hallaba en el bosque con su mejor amigo, un joven sátiro llamado Ampelos. Vieron una gruesa parra enrollada sobre la rama de un olmo a unos sesenta y cinco metros por encima de sus cabezas. Dionisio se quedó helado. — ¿Qué sucede?— preguntó Ampelos. —Esa parra allá arriba —dijo—. ¿Qué clase de planta es? Su amigo frunció el ceño. La planta no le parecía para nada especial. Era gruesa y espinosa, con grandes hojas verdes y ninguna flor o fruto a la vista. —Bueno, no es hiedra ni madreselva. No sé. Jamás la había visto. ¡Vamos! Pero Dionisio se mantuvo estático. Había algo importante en esa planta —algo que podría cambiar el mundo. —Debo mirarla más de cerca. —Intentó escalar el tronco del olmo, pero era un malísimo trepador. Se cayó de culo en las hojas. Ampelos rió.

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—Si es tan importante para ti, la conseguiré. Deja la escalada para los sátiros. Dionisio experimentó un repentino escalofrío de temor. No quería que Ampelos subiera. Pero deseaba la parra. —Ten cuidado —le advirtió. El sátiro rodó los ojos. — ¡He trepado en árboles más altos que este! Pronto se encontró a horcajadas de la rama del olmo. — ¡Tranquilo muchacho! Comenzó a desenrollar la parra de la rama, soltando el final como una cuerda para Dionisio. — ¿Lo tienes? Este se estiró y la tomó.

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Lo que sucedido después no está muy claro. Quizás Dionisio tiró de la parra demasiado fuerte. Tal vez Ampelos iba soltando muy despacio. Cualquiera fuera el caso, el último perdió el balance y cayó, enredado en la parra. Sesenta y cinco metros no es demasiada altura, pero fueron suficientes. Ampelos se golpeó la cabeza contra una roca con un desagradable crack. Dionisio se lamentó horrorizado. Abrazó a su amigo, pero los ojos del joven sátiro ya estaban apagados y vacíos. No respiraba. Sangre pegajosa enmarañaba su pelo y manchaba las hojas de la parra. Estaba muerto. Dionisio sollozó. Si no hubiese querido esa estúpida parra, su amigo todavía estaría con vida. Su tristeza se mezcló con ira. Observó la sangre del sátiro en las hojas verdes. Gruñó: “Pagarás por esto, parra. Producirás el más dulce de los frutos para compensar esta amarga pérdida. ¡¡PAGARÁS CON FRUTOS!!” La parra tembló. El cuerpo de Ampelos se disolvió en bruma. Su sangre empapó la planta, y racimos de pequeños frutos aparecieron, madurando instantáneamente a un rojo oscuro. Dionisio había creado la primera vid. Se secó las lágrimas. Debía hacer que la muerte de su amigo no fuera envano. Aprendería a utilizar esta nueva creación. Las uvas parecían llenas de jugo, por lo que Dionisio tomó varias de ellas. Las cargó hasta el lecho de un cercano arroyo y encontró dos rocas largas y planas. Aplastó las uvas entre las rocas, inventando el primer lagar. Recolectó el jugo en su copa, la cual siempre mantenía en su cinto. Sostuvo el líquido a la luz del sol e hizo su magia, revolviendo el jugo de uva hasta que fermentó en… otra cosa. Algo nuevo. Tomó un sorbo y sus papilas gustativas casi explotaron. —Esto —dijo—, esto es cosa de dioses.

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Dionisio lo llamó vino. Preparó suficiente como para llenar su frasco, luego echó una mirada nostálgica hacia atrás, al lugar donde había muerto Ampelos. Las vides se estaban volviendo locas, esparciéndose por todo el bosque, aflorando con venganza y produciendo más uvas. Asintió, satisfecho. Si fuera por él, todo el mundo estaría lleno con las vides en honor a Ampelos. Regresó a la cueva que habitaba en el Monte Nisa. Mostró su descubrimiento a una de sus madres postizas, una ninfa llamada Ambrosía. (Sí, le pusieron ese nombre en honor al alimento de los dioses. No sé por qué. Al menos es mejor que Cookie o Galletita de Avena). Ella tomó un sorbo. Sus ojos se abrieron de par en par. — ¡Delicioso! ¿Dónde está Ampelos? —Oh… —Dionisio bajó la cabeza—. Murió, cayendo de un árbol. — ¡Eso es terrible! —Ambrosía probó otro trago—. ¡Pero esto es de lo bueno! Pronto se hallaba compartiendo vino con todas sus amigas. Los sátiros se acercaron para ver qué causaba tanto revuelo. Un tiempo después, la montaña entera era una fiesta gigantesca, con baile, canto, antorchas encendidas y montones de vino. Dionisio continuó haciendo el brebaje y pasándolo a los demás. No daba abasto. Al final, les enseñó a ninfas y sátiros cómo prepararlo ellos mismos, y para el final de la noche, cada individuo de la montaña era un experto en crear vino. Rápidamente, los sátiros descubrieron que si bebían demasiado, se ponían ebrios. No podían pensar o ver claro, ni caminar derechos. Por alguna razón, encontraron esto graciosísimo. Siguieron bebiendo. Un sátiro mayor, Silenos, abrazó a Dionisio por los hombros. —Tú, señor, ¡eres un dios! Lo digo en serio. El dios de… ¿Cómo se llamaba esta cosa? —Vino —dijo Dionisio.

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— ¡Dios del vino! —Silenos hipó—. ¿Tienes un poco más? Ahora, niños, este es otro buen momento para recordarles que ¡el vino es para los adultos! Sabe horrible y de veras te podría causar problemas serios. ¡Ni siquiera se dejen tentar hasta, como mínimo, ¡los cuarenta! Aw, pero Percy, tú lo dijiste37(¿entienden?¿dijiste?), ¡suena a que los sátiros se divirtieron tanto bebiendo! Quizás parezca que sí, niños. Pero los sátiros pueden ser bastante estúpidos. (Una vez más, sin ofender a mi amigo Grover). Ustedes no los vieron a la mañana siguiente, cuando padecieron terribles jaquecas y estaban dando tumbos en el bosque, vomitando. Aun así, las ninfas y los sátiros se quedaron tan impresionados con Dionisio que decidieron pensar en él como un verdadero dios. Su invento era así de asombroso. Tal vez estés pensando… De acuerdo, vino. Gran cosa. ¿Cómo es que una bebida espectacular hace a Dionisio un dios? Si yo inventara la ensalada de atún ¿sería un dios también? Pero el vino era algo supremo y novedoso en la industria de los brebajes. Claro, la gente bebe agua, pero el agua podía matarte. Especialmente en las ciudades, estaba llena de bacterias, la basura de otras personas y… no iré a ahí. Vamos sólo a decir que el agua era asquerosa. Nadie había creado las latitas de refrescos, ni siquiera el té o el café, por lo que estabas bastante atado de manos entre el agua y la leche. Incluso con la leche, debías tomarla rápido antes de que se estropease, teniendo en cuenta la ausencia de refrigeradores. Entonces apareció Dionisio e inventó el vino. No se ponía malo mientras lo tuvieses embotellado. A veces, incluso sabía mejor si lo dejabas reposar unos años. Se podía rebajar con agua para no resultar tan fuerte. Hasta podías ajustar el sabor haciéndolo un poco más dulce con miel, o variarlo con las diferentes tipos de vides. Básicamente, era el súper-brebaje de la Antigua Grecia.

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Juego de palabras. En inglés vino se dice “wine” y decir algo, se dice “whine”.

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Y no sólo eso, si bebías un poco, te reconfortaba. Con mucho, te ponía loco y mareado. Algunas personas incluso pensaban tener visiones de los dioses si tomaban a largo y tendido. (De nuevo: no intenten esto en casa. No verás a los dioses griegos. Quizás sí obtengas una mirada más cercana de tu inodoro cuando estés vomitando, pero no verás dioses.) Los comentarios acerca de la nueva bebida se esparcieron rápido. Ninfas y sátiros del Monte Nisa viajaron al campo, contándole a cualquiera que quisiese escuchar sobre lo asombroso que era el vino y el dios que lo hizo, Dionisio. Establecieron muestrarios a los lados de los caminos. Ofrecieron kits para principiantes, incluyendo una vid en maceta, un manual de instrucciones para construir un lagar, y acceso a una línea directa de atención al consumidor gratuita. Dionisio se volvió famoso. Incluso mortales regulares comenzaron a reunirse en el Monte Nisa cada noche para la gran fiesta. Por supuesto, bebieron demasiado y se pusieron salvajes, pero no era sólo por diversión. Los seguidores de Dionisio se consideraban a sí mismos gente religiosa. Se hacían llamar “Los Bacos” —los seguidores de Baco— y andar de farra era su manera de asistir a la iglesia. Creían que eso los ponía más cerca de los dioses, porque Dionisio estaba destinado a ser el doceavo Olímpico. ¿Cómo se sentía Dionisio respecto de esto? Un poco nervioso. Todavía era joven e inseguro. No tenía claro si era un dios o no. Por otro lado, le ponía contento ver a la gente disfrutando su brebaje. Al esparcir el conocimiento del vino, creyó que estaba haciendo algo bueno para el mundo, lo cual lo hacía sentir mejor por todo el sufrimiento que había estado pasando —su madre fallecida antes de que naciera, Hera volviendo locos a sus padres adoptivos, y obviamente su mejor amigo Ampelos muriendo en el bosque. Un día, sus seguidores se reunieron a su alrededor y propusieron una idea. — ¡Debemos ser tendencia! —explicó uno de los sátiros—. Tendríamos que ir a la ciudad grande más cercana y poner al rey de nuestra parte. Puedes ofrecerle convertirte en su dios patrón. ¡Te construirán un templo, y tu fama se esparcirá todavía más rápido!

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El rey más cercano era un tipo llamado Licurgo, quien dirigía una ciudad costera en la base del Monte Nisa. Los sátiros sugirieron comenzar allí, para apoyar a los negocios locales y esas cosas. Dionisio no estaba seguro de estar listo para las horas de audiencia, pero sus seguidores eran entusiastas. No iban aceptarían un “no” como respuesta. — ¡Es una gran idea! —le prometieron. Como pronto lo descubrió, era una idea terrible.

Licurgo era todas las clases de maldad. Disfrutaba azotar animales como perros, caballos, hámsteres y cualquier cosa que se interpusiese en su camino. Cabe notar que tenía un látigo especial, hecho únicamente para ese propósito —varios metros de cuero negro con pinchos de hierro ensartados y pedazos de vidrio irregulares. Si no había hámsteres cerca, lo utilizaría con sus sirvientes. Algunas veces, por diversión, azotaría a sus súbditos cuando viniesen al trono con una petición o ese tipo de cosas. —Mi señor, ¡AHHH! Mi vecino mató a mi caballo y ¡AHHH! Me gustaría que pagase por los daños. ¡AHHHH! ¡AHHHH! Esto hacía que sus audiencias transcurriesen mucho más rápido. Dionisio y sus seguidores no sabían nada acerca de esto. Se la habían pasado de fiesta en el Monte Nisa. Marcharon hacia el pueblo en feliz desfile, regalando uvas, vides, copas de vino, sonando platillos, cantando canciones y tropezando con los peatones. Dionisio notó los rostros nerviosos de los habitantes. Muchos de ellos llevaban cicatrices de azotes. No le gustó, pero sus seguidores ya estaban anunciándolo como un dios, cantando sus alabanzas y bailando a su alrededor. Lo habían enfundado en costosos ropajes púrpuras y le habían colocado una corona de hojas de hiedra en la cabeza. Supuestamente, era el más nuevo Olímpico, el maestro del vino y el señor de la fiesta. Si salía corriendo, probablemente arruinaría todo el efecto.

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Recorrieron el camino al palacio real. Normalmente, Licurgo no recibía un montón de sátiros y ninfas irrumpiendo en su casa con ánimo de fiesta. Por un momento, estaba demasiado aturdido como para hacer algo. Dionisio se acercó al trono, repasando sus líneas mentalmente. —Rey Licurgo —dijo—. Yo soy Dionisio, el dios del vino, y estos son mis seguidores. El hombre lo observó. El chico no aparentaba más de catorce o quince años, con largo cabello negro y una cara bonita —casi de niña, pensó. —Tú eres un dios —dijo el rey de modo rotundo—. Ya veo. ¿Y qué es exactamente el vino? Los seguidores de Dionisio alzaron sus copas para brindar. Algunos dejaron plantas de vid en macetas y botellas de vino en los escalones del trono. 410

—El vino es una nueva bebida— explicó Dionisio—. Pero es más que eso. ¡Es una experiencia religiosa! Comenzó a explicar otras virtudes, pero Licurgo levantó su mano pidiendo silencio. — ¿Por qué estás aquí? —demandó saber—. ¿Qué quieres de mí? —Simplemente queremos compartir los conocimientos del vino —respondió—. Si permites a tu gente aprender el arte de cosechar vid y hacer el vino, tu reino florecerá. Además, seré el dios patrón de tu ciudad. Todo lo que pido es que me construyas un templo. Las comisuras de los labios de Licurgo se elevaron. Hacía mucho que no era tentado a reír. — ¿Un templo? ¿Eso es todo? Dionisio se miró los pies.

—Em… sí. —De acuerdo, joven dios, yo también inventé algo. ¿Te gustaría verlo? Lo llamo el nuevo y mejorado látigo. ¡Lo uso para deshacerme de la GENTE QUE MALGASTA MI TIEMPO! El rey comenzó a azotar a todo el mundo. Lo que veía, lo azotaba. Lo hacía muy bien. Los seguidores de Dionisio se dispersaron. No habían esperado una pelea, y no podían defenderse con uvas y vasos. Varios de ellos usaban túnicas muy ligeras por lo que los azotes realmente dolían. Ambrosía, la madre adoptiva de Dionisio, recibió un golpe en el rostro y cayó muerta a sus pies. — ¡NOOOOO! —gritó Dionisio. Los guardias del palacio cerraron los lados, reteniendo a los sátiros y a las ninfas y arrestándolos. Dionisio huyó, perseguido por ellos. Casi lo capturan, pero saltó al océano desde un balcón, donde la Nereida Tetis vino convenientemente a su rescate. Le permitió respirar bajo el agua y curar sus heridas mientras esperaba a que los soldados del rey dejaran de buscarlo. Dionisio lloró amargamente mientras la ninfa del mar lo sostenía. — ¡Tetis, no puedo hacer nada bien! ¡Todo el que se vuelve cercano a mí muere o es castigado por creer en mí! Ella le acarició el cabello con ternura. —No te rindas, Dionisio. Serás un dios, pero no puedes dejar que mortales celosos se metan en tu camino. Vuelve con Licurgo y enséñale que no puede faltarte el respeto así. — ¡Tiene un látigo! —Tú también tienes armas.

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Dionisio sopesó esa idea. Fuego comenzó a arder en su estómago, como lo había hecho la primera vez que tomó un sorbo de vino. —Tienes razón, gracias, Tetis. —Ve por ellos, campeón. Dionisio salió del mar y fue directo al palacio de Licurgo. ¿Fue ese el momento en que cambió de semidiós a dios completo? Nadie lo sabe con certeza. Su evolución fue gradual, pero definitivamente se volvió más poderoso a la par que aumentaban sus seguidores, y cuando decidió confrontar a Licurgo, creo que esa fue la primera vez en la que él creyó en sí mismo tanto como Los Bacos lo hacían. El Rey Licurgo estaba sentado en su trono, hablando con su primogénito, el Príncipe Dryas, quien acababa de llegar y se preguntaba por qué había un montón de ninfas y sátiros muertos en el suelo. 412

Dionisio irrumpió en ese momento, chorreando agua y con un brillo de determinación en sus ojos. Licurgo se sorprendió más todavía que la primera vez. — ¿Tú de nuevo? —preguntó—. Tus seguidores están muertos o encarcelados. ¿Te gustaría reunirte con ellos? —Liberarás a los que todavía quedan de inmediato —dijo Dionisio. Licurgo rió. — ¿O qué? —O tu reino se volverá estéril. Ninguna parra crecerá. No madurarán las frutas. No florecerá planta de tipo alguno. — ¡JA! ¿Eso es todo?

—No —Dijo Dionisio con un tono helado—. Además, te verás afectado de locura. ¿Te niegas? — ¡SÍ! –gritó Licurgo—. ¿Así que dónde está la locura—¡ACK! Se dobló de dolor, luego se paró de un salto y gritó un falsete. Su hijo lo tomó del brazo con preocupación. — ¡Papá! ¿Te encuentras bien? Licurgo miró al príncipe, pero todo lo que vio fue un pilar de vides retorciéndose. El rey retrocedió aterrorizado. — ¡Las uvas! ¡Están por todas partes! ¡Se están apoderando de todo! Licurgo tomó un hacha de doble filo del guardia más cercano y atacó al pilar de vides. — ¡Papá! —protestaron las vides. 413

— ¡Mueran, uvas! — cortó y tajó hasta que las protestas se acabaron. Las plantas yacían en pedazos alrededor de sus pies. La visión del rey se aclaró, y entonces vio lo que había hecho. Licurgo lloró envuelto en miseria y cayó sobre sus rodillas, la sangre de su hijo brillando en el hacha. Si Dionisio se sintió arrepentido, no lo demostró. Después de todo, Hera le había enseñado cómo utilizar la locura para castigar a sus enemigos. Había aprendido de la mejor. —Licurgo, este es el precio de tu insolencia —dijo el dios del vino—. Hasta que sueltes a mis seguidores y me reconozcas como un dios, todo tu reino sufrirá. — ¡Mátenlo! —gritó el rey. Los guardias se aparecieron delante de él, pero Dionisio simplemente les echó una mirada y retrocedieron. Podían ver el poder y la ira divina en sus ojos.

—Su rey nunca se inclinará ante mí —les habló—. Su tierra sufrirá hasta que él sea… eliminado. Piensen en esto. Dionisio se fue del palacio con mucha presencia. En los días que siguieron, los campos se secaron. En la ciudad, todas las plantas se marchitaron. Las frutas se pudrieron. El pan se llenó de hongos. El agua de los posos se volvió caliente y espumosa. Los granjeros no podían hacer crecer nada. La gente del pueblo era incapaz de alimentar a sus familias. Finalmente, al cabo de dos semanas, los guardias reales irrumpieron en el palacio y capturaron al rey Licurgo. Nadie protestó. Tampoco les había simpatizado mucho nunca. Lo arrastraron hasta la plaza del pueblo mientras daba patadas y gritos. Ataron sus extremidades a cuatro caballos, luego los aporrearon y los mandaron en cuatro direcciones distintas. Sí. La muerte del rey fue problemática. La gente del pueblo liberó a los seguidores de Dionisio. Inmediatamente la vegetación volvió a crecer. Brotaron las flores. Las vides se esparcieron por las paredes del palacio largando montones de uvas. Aprendieron a hacer vino. Comenzaron a construir el primer templo a Dionisio. Y así fue como obtuvo su primera victoria. Luego de eso, decidió llevar su show de gira. Reunió a sus seguidores y empezó La Gira Mundial de Locura y Catar Vinos de Dionisio. (El Señor D no lo admitirá, pero todavía conserva en su armario algunas de las camisetas del evento que no fueron vendidas—todas las tallas de adulto pequeño). Algunos pueblos aceptaron a Dionisio y su ejército de ebrios Bacos sin pelear. Cuando eso sucedía todo el mundo era un sol y tenía cara feliz. El pueblo recibía vino gratis y el conocimiento para hacerlo. Los Bacos daban una fiesta buenísima. Todo el mundo honraba a Dionisio, y a la mañana siguiente el ejército seguía su camino, dejando unos cuantos vasos rotos, sombreros de fiesta aplastados y gente con resaca. Sin embargo, no a todo el mundo le gustaba este nuevo dios y sus seguidores. El rey Penteo de Tebas no confiaba en Dionisio. Su ejército de borrachos parecía peligroso y

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apenas bajo control. Pero Penteo había oído lo sucedido a Licurgo, así que aparentó estar tranquilo cuando le llegó el turno de visita. —Dame un poco de tiempo para pensar en tu oferta —dijo el rey. Dionisio le hizo una reverencia. —No hay problema. Estaremos en el bosque, hacia el este, celebrando nuestras juergas nocturnas. Te invitaría a reunirte con nosotros, pero… —El dios sonrió misteriosamente—. No son para descreídos. Igual, confía en mí. ¡Te estás perdiendo toda una fiesta! Volveremos mañana para recibir tu respuesta. El ejército se fue en paz y acampó en el bosque. El rey Penteo estaba ardiendo de curiosidad. ¿De qué iba este nuevo dios? ¿Tenía armas secretas? ¿Por qué sus jolgorios prohibían a los de afuera? Sus espías le informaron que muchos de sus ciudadanos ya habían aceptado a Dionisio como un dios sin importarles el permiso del rey. Cientos estaban planeando escaparse de la ciudad y unirse a la fiesta en el bosque esa noche. —Tengo que saber más de esta nueva amenaza —Penteo refunfuñó—. Y no puedo confiar en los reportes de segunda mano. ¡Muchos de mi propia gente ya creen este nuevo dios! Debería de espiar el campamento de Dionisio yo mismo. Sus guardias le advirtieron de que era una mala idea, pero el rey no los escuchó. Se puso su traje negro de ninja, pintó su rostro con grasa y cenizas, y se escapó del pueblo. Cuando alcanzó el borde del campamento, se trepó a un árbol y observó la juerga con horror y fascinación. Las fiestas de Los Bacos se habían vuelto bastante salvajes con el paso del ejército por Grecia. Algunos de los mortales, ninfas, y sátiros se contentaban con beber vino y escuchar música. Otros llevaban a cabo alborotadas obras cómicas, porque Dionisio se había vuelto el dios patrón del teatro. Pero muchos de sus seguidores se pusieron más locos. Construían grandes fogatas y las saltaban por encima por diversión. Otros se emborrachaban y escenificaban combates de lucha libre hasta la muerte. Algunos… bueno, deberé dejarlos usar su

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imaginación. Personalmente, nunca fui a una de las fiestas del Señor D. Si lo hiciera, mi mamá me castigaría por toda la eternidad. Pero había cosas bastante alocadas sucediendo. Las seguidoras más fiesteras de Dionisio eran un grupo de ninfas llamadas ménades. Durante las juergas se ponían tan frenéticas que no sentían dolor alguno y estaban absolutamente fuera de control. Hacían cualquier cosa que se les ocurriera. Debías ser cuidadoso cuando las ménades estaban en la zona, porque podían cambiar de súperfelices a súper-furiosas en un segundo. Eran tan crueles y tenían tanta fuerza… Imagínense treinta Hulks mujeres borrachas con uñas afiladas y te harás una idea general. Actuaban como las guardaespaldas de Dionisio y su tropa de asalto, por lo que nadie se atrevería jamás a azotar al dios de nuevo. Esa noche, danzaban alrededor de Dionisio mientras este se hallaba sentado en su trono de madera, bebiendo vino y brindando con sus seguidores. Usualmente, se ponía el mismo atuendo —túnica púrpura y una corona de hojas de roble. Como símbolo de su poder, cargaba un cetro especial llamado Tirso, tenía una piña en la punta y estaba envuelto con vides. Si eso no suena como una buena arma, entonces probablemente nunca han sido golpeados en la cabeza con una piña ensartada en un palo. De todas formas, Penteo observó la fiesta desde el árbol. Comenzó a darse cuenta de que este nuevo dios Dionisio era mucho más poderoso de lo que había supuesto en un principio. Cientos de los habitantes de su pueblo estaban danzando entre la multitud. Luego vio a una mujer mayor sentada junto a una fogata conversando con unos sátiros, y su corazón se hizo de plomo. — ¿Madre? — gimió. No lo dijo demasiado fuerte, pero de alguna manera, el dios sintió su presencia. Al otro extremo del claro, Dionisio se puso de pie casualmente. Se terminó su copa de vino y se acercó al árbol. Penteo no se atrevió a moverse. Sabía que si intentaba huir corriendo, nunca lo lograría. Dionisio se estiró y agarró una gran rama. Era más pesada de lo que un ser humano podría levantar, pero él la tiró hacia abajo fácilmente. El rey Penteo estaba completamente expuesto.

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La música se detuvo. Cientos de Los Bacos clavaron su mirada al espía del árbol. —Miren esto —dijo—, el rey nos está allanando, haciendo una burla de nuestros sagrados rituales. —Se volvió hacia las ménades y el resto de la gente—. ¿Qué les hacemos a los allanadores, mis amigos? ¡Muéstrenle! La multitud se apretó alrededor del árbol. Bajaron a Penteo y literalmente lo desgarraron en piecitas. Incluso su madre, sobrecogida del espíritu de fiesta, se unió a la diversión. Así que, sí… vino, música, danzas, horribles asesinatos casuales. Dionisio definitivamente sabía cómo armar un show. Después del incidente, no muchas ciudades se metieron en su camino. Tuvo un pequeño problema en Atenas, pero una vez explicada la situación (enojando a un montón de mujeres atenienses), la ciudad lo recibió y organizó un festival anual en su honor. Dionisio incluso viajó a Siria y Egipto, esparciendo el buen nombre del vino. Seguro, tuvo algunos inconvenientes aquí y allá, pero si les cuento todas las veces en las que volvió a un rey loco o lo desolló vivo, estaríamos aquí todo el día. Dionisio era una fiesta interminable de diversión. Hera hizo un último intento de destruirlo y casi triunfa. Lo separó de su ejército y lo volvió loco, pero Dionisio había mejorado. Montó un burro parlanchín hasta un oráculo en Dodoma, donde Zeus lo curó. (Larga historia, y no me pregunten de dónde obtuvo el burro parlanchín). Un día, Dionisio contrajo matrimonio. Sólo sucedió porque lo capturaron unos piratas. La noche anterior, Los Bacos habían dado una fiesta especialmente grande en la costa de Italia. La mañana siguiente, Dionisio se despertó con una migraña masiva. Mientras el resto del campamento dormía, se dirigió a la playa para ir al baño. (Sí, claro que los dioses van al baño. Em… por lo menos creo que sí. ¿Saben? Mejor continuemos). Realmente debía ir. Se paró allí por un largo rato haciendo sus necesidades, mirando el océano. Eventualmente, un barco apareció en el horizonte. Se acercó más y más, sus velas negras ondeando y un banderín negro en la punta del mástil. Mientras Dionisio

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miraba, bajaron el ancla. Un bote de remos se acercó a la playa. Se bajó media docena de feos tipos que marcharon hacia él. — ¡Arrrg! —dijo uno, blandiendo una espada. Dionisio sonrió. — ¡Genial! ¿Ustedes son piratas, chicos? Había oído de ellos, pero nunca había conocido ninguno. Estaba súper entusiasmado. Los piratas se miraron entre sí, momentáneamente confundidos. —Así es, bribón —dijo el que sostenía la espada–. Soy el capitán de estos perros marinos. Y tú obviamente eres un joven y rico príncipe, ¡te llevaremos como nuestro invitado! (Memorándum para mí: Conseguir alguien que chequeé mi jerga de pirata antes de que publiquemos esto. Ya ha pasado un tiempo desde que vi “Piratas del Caribe”). Dionisio aplaudió con entusiasmo. — ¡Oh, es fabuloso! —Echó un vistazo hacia las dunas de arena—. Mi ejército todavía duerme. Probablemente tenga algunas horas antes de que despierten. El capitán achicó los ojos al oír la mención de un ejército, pero no podía ver a nadie en la cima de las dunas, por lo tanto, decidió que el joven príncipe debía estar engañándolo. Dionisio ciertamente se veía adinerado. La gente pobre no lleva túnicas púrpuras o coronas de hojas de roble. Tampoco tenían lindas manos con manicura, largo y fluido cabello negro y buenos dientes. De hecho, el capitán nunca había visto a un chico que luciese tan bien. — ¡Pónganse en marcha entonces! —ordenó—. ¡Al bote! — ¡Wiii! —Dionisio se apuró para llegar al bote de remos—. ¿Me darán un tour por su barco? ¿Podré caminar en el tablón? Los piratas subieron a bordo a Dionisio y navegaron lejos. Intentaron atarlo, pero la túnica seguía cayéndose sin importar qué.

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El capitán le preguntó a Dionisio quién era su padre, así podían pedir un rescate valioso. — ¿Hmm? —dijo este examinando el aparejo del barco—. Oh, mi padre es Zeus. Eso hizo a los piratas ponerse muy incómodos. Finalmente, el navegante no pudo seguir soportándolo. — ¿No pueden ver que es un dios? Me refiero a que ningún mortal luciría tan… lindo. — ¡Gracias! —Dionisio sonrió—. Mi secreto es vino todos los días y muchas fiestas. El navegador frunció el ceño. —Deberíamos devolverlo y dejarlo ir. Esto no terminará bien. — ¡Claro que no! —gritó el capitán—. Él es nuestro prisionero y nos lo quedaremos. — ¡Los amo, muchachos! —dijo Dionisio—. Pero tanto entusiasmo me ha dejado muy cansado. ¿Puedo tomar una corta siesta? Luego quizás podríamos limpiar la cubierta o algo. Dionisio se acomodó en una pila de cuerdas y comenzó a roncar. Como los piratas no podían atarlo, lo dejaron dormir. Cuando finalmente despertó, el sol estaba alto en el cielo. —Oh, em, ¿muchachos? —Se puso de pie y se frotó los ojos para quitarse el sueño—. Se me está haciendo tarde. Mi ejército estará preocupado. ¿Podemos volver? — ¿Volver? —el capitán rió—. Eres nuestro prisionero. Como no nos quieres decir quién es tu padre real, ¡te estamos llevando a Creta para venderte como un esclavo! Dionisio estaba cansado de jugar con los piratas. Además, se despertaba bastante molesto de las siestas. —Te dije que mi padre era Zeus. Ahora, da vuelta el barco. — ¿O qué? —preguntó el capitán— ¿Me embellecerás hasta la muerte?

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El barco comenzó a traquetear. Vides brotaron de la cubierta y subieron hasta el mástil. Los piratas se pusieron a gritar mientras las plantas cubrieron completamente las velas y comenzaron a serpentear por el aparejo. La tripulación comenzó a correr en círculos con pánico, resbalándose en montones de uvas.

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— ¡Cálmense! —gritó el capitán—. Son sólo plantas —luego gruñó a Dionisio—: Eres más problemático de lo que vales, joven príncipe. ¡Hora de morir! El capitán avanzó con su espada. Dionisio nunca antes había intentado cambiar de forma, pero ahora estaba encantando de descubrir que podía. De repente, el capitán se encontró a si mismo enfrentando un oso de quinientas libras. Dionisio El Oso le rugió y con eso soltó su espada y huyó, sólo para resbalar con unas uvas. El resto de la tripulación escapó en dirección a la proa, pero un tigre fantasma apareció en la cubierta de proa, gruñendo y listo para atacar. Era solo una ilusión, pero los piratas estaban aterrados. Cada lugar al que se volteasen, Dionisio creaba un nuevo depredador fantasma —un león, un leopardo, un jackalope38; tú sigue. Finalmente, los piratas se lanzaron por la borda. Dionisio decidió que el océano era un buen lugar para quedarse, así que los convirtió en delfines, y lejos nadaron. Si alguna vez ves un delfín con un parche en el ojo, charlando —Arrr, ¡bonachón!—, ahora sabrás la razón. El único pirata que quedó fue el navegador, quien se había quedado al timón, demasiado aterrorizado como para moverse. Dionisio le sonrió. —Tú eres el único que me reconoció como un dios. ¡Me agradas! El hombre emitió un chillido. — ¿Podrías regresarme, por favor? —pidió Dionisio. —M-m-mi Señor —se las arregló para decir—. Lo haría, pero sin tripulación no puedo ir muy lejos. Además están las vides en el aparejo… —Oh, claro. —Dionisio se rascó la cabeza—. Lo siento por eso.

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El jackalope o lebrílope es un animal imaginario con origen en el folclore de Norteamérica, que parece un cruce entre una liebre y un antílope.

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El dios contempló el agua. A una milla hacia el este, más o menos, señaló una isla. — ¿Qué tal hasta allí? —Emm, eso sería Naxos, mi Señor. Creo que… —Perfecto. ¿Podrías bajarme ahí? Encontraré una forma de volver con mi ejército. Dionisio terminó en la Isla de Naxos, deshabitada excepto por una hermosa joven, a quien se encontró llorando junto al borde de un arroyo en el bosque. Sonaba tan descorazonada que Dionisio se sentó a su lado y le tomó la mano. —Cariño, ¿qué pasa? Ni siquiera pareció sobresaltarse, como si nada le importase ya. —M-mi novio me botó —dijo. El corazón de Dionisio se retorció como un pretzel. Sin contar sus ojos hinchados y rojos, y su cabello revuelto, lucía absolutamente hermosa. 423

— ¿Quién, en toda la tierra, sería tan estúpido como para dejarte? —Su… nombre era Teseo —explicó—. Por cierto, soy la princesa Ariadna. Le contó a Dionisio su triste historia —cómo había ayudado a este apuesto chico, Teseo, a escapar del Laberinto de su padre. Teseo había matado al Minutario, bla, bla, bla. Esa es otra historia. Al final, le había prometido a Ariadna un hogar en Atenas. En el camino, se detuvo en Naxos por agua fresca, la dejó en la playa, y se fue navegando. Y tú pensabas que romper con alguien por mensaje de texto era caer bajo. Dionisio estaba furioso. Si Teseo hubiese estado cerca, lo convertiría en un montón de uvas y lo pisotearía. El dios confortó a Ariadna. Convocó un poco de vino y frutas, y comenzaron a charlar. Dionisio era una buena compañía. Después de un tiempo, Ariadna empezó a sonreír. Incluso rió cuando Dionisio le contó de las fiestas. (Creo que tenía un extraño sentido del humor).

Así de rápido, ambos se enamoraron. —Te llevaré conmigo, querida —prometió Dionisio—. Yo nunca te dejaré. Cuando asuma mi trono en el Monte Olimpo, serás mi reina por toda la eternidad. Dionisio cumplió con su promesa. Se casó con Ariadna, y cuando finalmente lo reconocieron como el doceavo Olímpico, la convirtió en su esposa inmortal. Oh, claro, todavía tenía aventuras ocasionales con mortales. Después de todo, era un dios. Pero en cuanto a lo que dicen las historias griegas, vivieron felices para siempre. La última aventura de Dionisio en la tierra, antes de convertirse en un dios de tiempo completo: invadir India. ¿Por qué? ¿Por qué no? Había viajado por todo el Mediterráneo y había estado en Egipto y Siria, pero cualquier vez que intentó esparcir la buena noticia del vino más al este, siempre lo detuvieron locales muy enojados. Tal vez porque la Mesopotamia es el lugar en el que se inventó la cerveza. Quizás no querían ninguna bebida de competencia. De cualquier modo, decidió hacer un último intento para expandir las fronteras de su negocio. Hasta donde a los griegos les concernía, India era prácticamente el fin del mundo, por lo tanto Dionisio decidió ir allí, enseñarles sobre vino, y regresar, con preferencia para la cena. Sus ebrios seguidores se reunieron de a miles. Algunas historias cuentan que Hércules se unió a Dionisio para la expedición, y tuvieron algunos grandes concursos de bebida durante el camino. Otras dicen que los hijos gemelos de Hefesto, los Cabiros, fueron a la batalla en un carro mecánico y lucharon con valentía. Un par de veces, emplearon demasiada valentía, y fueron rodeados de enemigos, a tal punto que el mismo Hefesto tuvo que bajar, pulverizar a los enemigos con su lanza llamas divino, y poner a sus hijos a salvo. Dionisio iba al frente de su ejército en un carro dorado tirado por dos centauros. Un montón de pueblos se rindieron ante él en Siria. El ejército de borrachos hizo todo el

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camino hasta el río Éufrates y construyó un puente para cruzarlo —primera vez que los griegos llegaban tan lejos. El puente ya no está ahí. ¿Qué esperabas? Estaba hecho por un montón de gente ebria. Probablemente se destruyó en eso de una semana. Todo estaba saliendo de maravilla —hasta que el ejército alcanzó a la India. Esos, sí que sabían cómo pelear. Tenían su propia magia, sus propios dioses, su propio montón de sucias armas secretas. Sus hombres sagrados, los brahmanes, se sentarían en el campo de batalla, luciendo muy pacíficos, y el ejército de Dionisio los pasaría, pensando que el enemigo se había rendido. Apenas se acercaban, los hindúes dispararían cohetes al medio de ellos —chorros de fuego y luz cegadora, explosiones masivas que causaban pánico en las tropas. Luego de algunas luchas muy duras, Dionisio finalmente logró llegar al río Ganges, el río sagrado de India. Asaltó un último fuerte —un gran castillo en una colina tan alto como la Acrópolis de Atenas. Sus centauros y sátiros intentaron un ataque frontal, trepando las rocas, pero los hindúes hicieron algunas explosiones mágicas que fueron tan poderosas que vaporizaron el frente de los griegos. Supuestamente todavía se pueden ver las imágenes residuales de los sátiros y centauros quemados en los acantilados donde la batalla tuvo lugar. A ese punto, Dionisio decidió que ya era suficiente. Habían llegado hasta la India. Habían introducido el vino. Había recogido un buen surtido de exóticos gatos predadores, como tigres y leopardos. Incluso había tomado a los leopardos como su nuevo animal sagrado y comenzado una moda loca por usar sus pieles como capa. El ejército había recogido muchos tesoros. Habían conocido nueva e interesante gente, matado a la mayoría de ellos, y en general la habían pasado bien. Construyó un par de pilares a las orillas del Ganges para probar su paso por allí. Ordenó a los hindúes una llorosa despedida y se marchó a Grecia. Dejó una gran carga de tesoros en el Oráculo de Delfos en honor a los dioses, y por un largo tiempo, solía haber un gran tazón de plata en la sala del tesoro que rezaba: TOMANDO A LOS HINDÚES POR DIONISIO, HIJO DE ZEUS Y SEMELE. (Uno de los viejos escritores griegos lo vió. No lo estoy inventando).

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Dionisio ascendió finalmente al Monte Olimpo y se convirtió en el último de los Grandes. ¡Corten la música! ¡Corten los créditos de cierre! Alejen la cámara de la habitación del trono, donde yacen los 12 dioses sentados en sus tronos redondos. ¡Y CORTE! Fiuf. Lo hicimos, gente. Doce Olímpicos —completamos todo el set, ¡además de algunos dioses como bono extra tales como Perséfone y Hades! Ahora, si me disculpan, me iré a dormir. Siento como si acabara de llegar de las juergas de Dionisio, y tengo una tremenda jaqueca.

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Epílogo

A

sí que, eso fue lo básico.

Sé que muchos de ustedes se quejarán, como, Ah, ¡te olvidaste sobre Cheez Whiz39, el dios de los ratones! Te olvidaste de mencionar a Bumbritches40, el dios de los fallos de la moda. O lo que sea. Por favor. Hay alrededor de cientos de miles de dioses por allí afuera. Padezco un poco bastante de ADHD41 como para incluir a cada uno de ellos en un sólo libro. Claro, podría decirte cómo Gea levantó un ejército de gigantes para destruir el Olimpo. Podría contarte cómo Cupido consiguió a su novia, o cómo Hécate obtuvo su gran flatulencia. Pero eso tomaría todo un libro entero. (Y por favor no le den al editor ninguna idea. ¡Esta cosa de escribir es DIFÍCIL!)

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Marca de queso untable. Se refiere a ropa holgada malgastada. 41 Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad. 40

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Hemos cubierto a la mayoría de los más importantes. Probablemente sabes suficiente como para evadir ser enviado a una pila de cenizas si alguna vez te topas con alguno de los doce Olímpicos. Probablemente. Yo, por otro lado, estoy retrasado para encontrarme con mi novia. Annabeth me va a matar. Espero que hayan disfrutado las historias. Cuídense, semidioses. Paz desde Manhattan,

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LISTA DE ILUSTRACIONES (Da click en el título de una imagen para ser redirigido a esa imagen).

Página de título: Monte Olimpo El comienzo: Caos “El primer dios, si pueden llamarlo así, era Caos — una niebla espesa, sombría y melancólica con toda la materia del cosmos flotando a su alrededor”. El comienzo: Urano, Gea y algunos de sus hijos. “Sin decir palabra alguna, los envolvió en cadenas y los arrojó al Tártaro como si fueran bolsas de basura”. El comienzo: Cronos 429

“Cuando Cronos vio la guadaña, sus ojos brillaron”. La edad de Oro: El palacio de Cronos “…para demostrar su gratitud, le construyeron a Cronos un enorme palacio en la cima del Monte Otris”. La edad de Oro: Prometeo crea seres humanos a partir de arcilla " Un día…y esculpió un par de figuras de aspecto chistoso que se parecían a los titanes pero, más frágiles”.

La Edad de Oro: Cronos con el bebé falso de Rea

“Se acercó al rey caníbal y gritó— ¡Este es el mejor bebé hasta el momento! Un fuerte pequeño llamado, uh, Rocky" Los olímpicos: Monte Ida "Zeus tuvo una buena infancia en el monte Ida". Los olímpicos: Zeus confrontando a Kampê "Ella levantó su látigo y gritó, '¡RAWRGGGGWRRR!'" Los olímpicos: Atlas sosteniendo el cielo "Ellos encadenaron a Atlas a la montaña y forzaron todo el peso del cielo sobre sus hombros". Zeus: Zeus 430

"Sé que él es el rey del Olimpo y todo, pero confía en mí, el ego de este tipo no tiene por qué ser más grande". Hestia: Hestia “Ella era más como la diosa de al lado, —dulce, bonita y sin pretensiones”. Hestia: Prometeo robando fuego de Hestia “…Prometeo se escabulló del Olimpo con su secreto palo de regaliz ardiendo y se lo dio a los seres humanos”. Deméter: Deméter “Deméter no era sólo bonita, también era de buen corazón (en su mayoría), sabía cómo hacer increíbles panes y galletas…”

Deméter: Deméter castigar a los mortales que amenazaban su bosque sagrado “Deméter creció a una gran altura, elevándose sobre los árboles como Maizilla…” Perséfone: Perséfone “Estaba segura de que todo el mundo fue inventado para complacerla”. Perséfone: Hades acercándose a Perséfone desde el inframundo “Se estaba agachando para recoger una hermosa flor roja cuando la tierra retumbó”. Perséfone: Deméter maldice la tierra “…en el resto de la tierra, todo se marchitaba y moría justo como había amenazado”. Hera: Hera “…en los inicios del Monte Olimpo, todos los dioses y Titanes estaban enamorados de Hera”. 431

Hera: Árbol de manzanas de oro de Hera “Hera envió a un dragón inmortal llamado Ladón para que cuidara del árbol…” Hera: El castigo de Ixión “Zeus pidió por una rueda de un carruaje y ató a Ixión al radio, jalando sus extremidades tan fuerte que estaban a punto de romperse”. Hades: Hades “…Hades era un tipo tenebroso para empezar, así que se podría argumentar que estaba destinado a andar bajo tierra”. Hades: Los cinco ríos del inframundo El Cocito, el río de los Lamentos "Sólo estar cerca de él te enviaría a un estado de depresión".

El Flegetonte, el río de fuego "Rugió a través de las cavernas del Inframundo como un torrente de gasolina ardiendo..." El Aqueronte, el río del Dolor "... Se ensanchaba en una vaporosa, oscura y pantanosa extensión, que causó dolor a cualquiera con la mala suerte de tocar sus aguas o incluso escuchar su corriente". El Lete, el río del Olvido "Una sola gota de agua Leteo borraría su memoria a corto plazo". El Estigia, el río del Odio "Mezcla ácido sulfúrico con aguas residuales y un chorrito de odio líquido, y obtienes el Estigia". Hades: El castigo de Tántalo 432

“Cada vez, Tántalo estaba seguro de que podría conseguirse un pedazo de fruta pero, nunca pudo”. Poseidón: Poseidón "A él le gustaba la playa. Le gustaba nadar. Le gustaban los mariscos”. Poseidón: Poseidón creando caballos "Él señaló con su tridente, y las olas comenzaron a tomar forma". Poseidón: Teófano conoce a Poseidón "El carnero le guiñó un ojo. "¿Te gusta mi nuevo abrigo de lana? Porque a mí me gustan las ovejas. ¿Entiendes? ¿Tú?42'" Zeus: Zeus 42

Juego de palabras. Teófano le dice: “Because I like ewe”—Ewe: significa oveja al traducirlo, pero al pronunciarlo se escucha como “You” que es “tú” en español.

"... Zeus era el dios de la ley y el orden". Zeus: Zeus saca la ciudad de Salmonea del mapa "... Cuando los relámpagos empezaron a dispararse, la mayoría de los mortales eran volados en pedazos o enterrados bajo los escombros". Zeus: El sátiro dios Aegipan calma la tormenta del gigante Typhoeus "'Me gusta tu música', Typhoeus decidió. 'Puede que no te mate'." Atenea: Atenea "'Yo superviso el tipo de combate que requiere planificación, astucia, y alta inteligencia'". Atenea: Zeus distrae a la ninfa Pallas mientras ella se pelea con Atenea "La cara bronceada de Medusa sorprendió a la ninfa". Atenea: Arachne "Ella transformó a Aracne en una araña, y desde entonces, Arachne y sus hijos no han dejado de tejer telarañas". Afrodita: Afrodita "Si la viste y ella quería que la amaras, lo harás". Afrodita: Pandora tira del corcho "'Tengo que ver lo que hay dentro", ella murmuró. 'Oh, ¡esto va a ser maravilloso!'" Ares: Ares "Si los matones, mafiosos y maleantes le oraran a un dios, le orarían a Ares". Ares: Uno de los regalos de Ares a Eetes, rey de la Cólquida

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"Entonces Aeetes iría al Campo Especial de Ares y plantaría los dientes para conseguir para sí mismo una nueva cosecha de soldados esqueletos cada vez que los necesitara". Hefesto: Hefesto "Nació tan feo que su amorosa madre Hera lo arrojó fuera del Monte Olimpo... ". Hefesto: Ares enfrentándose a su hermano Hefesto “Irrumpieron en el patio del taller de herrería de Hefesto, donde el dios mutilado estaba reparando una tetera”. Apolo: Apolo "'Apolo es mi nombre, y necesito un arco y flechas, ¡ahora! Un instrumento musical también sería bueno.'" Apolo: Apolo venga a su madre matando a la serpiente pitón gigante "Apolo sacó su arco y disparó a la serpiente justo entre los ojos". Artemisa: Artemisa "Quería recorrer el mundo y cazar criaturas peligrosas, y definitivamente nunca quería quedarse embarazada". Artemisa: Artemisa convoca a un jabalí gigante "Fue, en síntensis, el Cerdo de la Muerte". Artemisa: Gea castiga el gigante Orión por cazar excesivamente "Justo detrás de Orión, un escorpión gigante emergió de una fisura en el suelo". Hermes: Hermes "Él era el servicio FedEx personal de Zeus, llevando mensajes de su jefe alrededor de todo el globo…”

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Hermes: Hermes roba vacas de Apolo "Se las arregló para separar el ganado, espantando cincuenta de las más gordas y jugosas vacas del resto". Dionisio: Dionisio "... Dionisio se hizo popular por sus trucos de magia con las plantas." Dionisio: El sátiro Ampelos recupera una enredadera para su amigo Dionisio "Dionisio levantó la mano y agarró la enredadera." Dionisio: Dionisio es capturado por piratas "Las enredaderas brotaron desde la cubierta y se arrastraron hasta el mástil." Epílogo: Percy Jackson

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Lectura de ayuda LIBROS: The Aeneid, Virgil, Robert Fagles, trans., Penguin Classics, 2008 Apollodorus’ Library and Hyginus’ Fabulae, Hackett Publishing Co., 2007 The Argonautica, Apollonius of Rhodes, Oxford University Press, 2009 Dictionary of Greek and Roman Biography and Mythology, William Smith, ed., Tauris & Co. Ltd., 2007 Dionysiaca, Nonnus, Harvard University Press, 1984 The Iliad, Homer, Robert Fagles, trans., Penguin Classics, 1997 Metamorphoses: A New Translation, Ovid, W.W. Norton, 2005 The Odyssey, Homer, Robert Fagles, trans., Penguin Classics, 1997 Theogony & Work and Days, Hesiod, Focus Classical Library, 2008

SITIOS WEB: 436

Enciclopedia mítica: www.pantheon.org Perseus Digital Library: www.perseus.tufts.edu/hopper Theoi: www.theoi.com

Las ilustraciones de este libro se crearon con grafito sobre papel, luego, se colorearon digitalmente utilizando diversas manchas y texturas.

RICK RIORDAN es el autor de The New York Times # 1 best-selling, Los Héroes del Olimpo. Primer libro: El héroe perdido; Los héroes del Olimpo, Segundo libro: El Hijo de Neptuno; Los héroes del Olimpo, Tercer Libro: La marca de Atenea; Los héroes del Olimpo, Cuarto libro: La Casa de Hades; el New York Times #1 bestselling Las Crónicas de Kane, Primer libro: La Pirámide Roja; Las crónicas de Kane, Segundo libro: El Trono de fuego; Las crónicas de Kane, Tercer libro: La Sombra de la Serpiente; el New York Times #1 en ventas El Hijo de Sobek; así como los cinco libros de la serie #1 del New York Times best-selling de Percy Jackson y los Dioses del Olimpo. Sus novelas para adultos incluyen la popular serie Tres Navarre, ganador de los tres premios más importantes en el género de misterio. Él vive en Boston, Massachusetts, con su esposa y dos hijos. Para obtener más información, vaya a www.rickriordan.com.

JOHN ROCCO estudió ilustración en la Escuela de Diseño de Rhode y en la Escuela de Artes Visuales. Además de escribir e ilustrar sus propios libros de imágenes, incluyendo Super Hair-o y el Barbero de Doom y el ganador de una medalla Caldecott y #1 New York Times best-seller— Blackout. Él ha creado todo el arte de la cubierta para los best-selling de Percy Jackson por Rick Riordan, las Crónicas de Kane y las series de Héroes del Olimpo. También ha ilustrado libros de Whoopi Goldberg y Katherine Paterson. Antes de convertirse en creador de libros infantiles a tiempo completo, trabajó como director de arte en Shrek de DreamWorks, y para Disney Imagineering. Vive en Los Ángeles con su esposa e hija. Visítelo en www.roccoart.com.

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