Richard Wiseman - Nadie Nace Con Suerte

December 25, 2017 | Author: javier_romeu | Category: Harry S. Truman, Luck, Ronald Reagan, Nancy Reagan, Psychology & Cognitive Science
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Descripción: Del autor de 59 segundos...

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temas'de hoy.

Dr. Richard Wiseman

Nadie nace con suerte El primer estudio científico que enseña a atraer y aprovechar la buena fortuna

temas'de hoy.

El contenido de este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el previo permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados.

® Richard Wiseman, 2 0 0 3 ® de la traducción: Rosa Cifuentes, 2003 © Ediciones Temas de Hoy, S. A. (T. H.), 2 0 0 3 Paseo de Recoletos, 4. 28001 Madrid www.temasdehoy.es Diseño de cubierta: Paso de Zebra Ilustración de cubierta: Photonica Primera edición: febrero de 2003 ISBN: 8 4 - 8 4 6 0 - 2 5 9 - 1 Depósito legal: M - 3 . 7 9 1 - 2 0 0 3 Compuesto en J. A. Diseño Editorial, S. L Impreso y encuadernado en Artes Gráficas Huertas, S. A. Printed in Spain-lmpreso en España

ÍNDICE

Agradecimientos Introducción El cuaderno de la suerte

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1. Investigación inicial I. El poder de la suerte II. Vidas con suerte y sin suerte

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2. Los cuatro principios de la suerte III. Principio número 1: maximice s u s oportunidades IV. Principio número 2: siga s u s corazonadas V. Principio número 3: sea positivo en s u s expectativas VI. Principio número 4: cambie el signo de su suerte

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3. Cómo atraer la suerte VII. La escuela de la suerte VIII. Aprender a tener suerte IX. El día de la graduación

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Apéndice Citas Notas

225 227 229

7

55 89 117

Si un hombre sin suerte vendiera paraguas, dejaría de llover; si vendiera velas, el sol no se pondría; y si vendiera ataúdes, la gente no se moriría. Refrán judío Tira al mar a un hombre con suerte y saldrá con un pez en la boca. Proverbio árabe

AGRADECIMIENTOS

Quiero manifestar mi gratitud a las siguientes personas, que t a n t o me han ayudado a llevar a cabo la investigación descrita en estas p á g i n a s y a escribir este libro: Dra. Caroline Watt, Dr. M a t t h e w Smith, Dr. Peter Harris, Dra. Emma Greening, Dra. Wendy Middleton, Clive Jeffries y Helen Large. También deseo expresar mi agradecimiento a las organizaciones que h a n subvencionado y apoyado este trabajo —el Leverhulme Trust, la Universidad de Hertfordshire, y la BBC—, que no habría visto la luz sin el consejo y los conocimientos de mi agente Patrick Walsh, y de los editores Kate Parkin y J o n a t h a n Burnham. Por último, deseo dar las gracias a los cientos de personas con suerte y sin suerte que h a n aceptado participar en mi investigación y compartir sus siempre fascinantes experiencias vitales.

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INTRODUCCIÓN

Las personas con suerte encuentran la pareja perfecta, realizan sus ambiciones más queridas, hacen brillantes carreras y viven u n a vida plena y feliz. Su éxito no se debe a que trabajen mucho, t e n g a n un talento extraordinario o sean m u y inteligentes. Sencillamente, tien e n u n a e x t r a ñ a habilidad p a r a estar en el sitio a d e c u a d o en el m o m e n t o oportuno y disfrutan de más golpes de suerte que el c o m ú n de los mortales. Este libro quiere ser el relato del primer estudio científico dedicado a investigar por qué la gente con suerte disfruta de u n a vida llena de satisfacciones y pretende ofrecer ideas p a r a que los que no se e n c u e n t r a n en ese g r u p o privilegiado p u e d a n mejorar su b u e n a fortuna. El trabajo de investigación duró varios años e implicó la realización de entrevistas y experimentos con cientos de personas enormemente a f o r t u n a d a s y desafortunadas. Los resultados h a n puesto de m a n i f i e s t o u n a n u e v a f o r m a de e n t e n d e r la suerte y el papel fundamental que j u e g a en nuestra vida. La gente no nace con suerte. Lo que hace es utilizar, sin ser consciente de ello, cuatro principios básicos para atraerla. Comprender esos principios es comprender la suerte. Y lo que es más importante: también se pueden utilizar para mejorarla e incrementarla. En definitiva, este libro ofrece el más elusivo y escurridizo de los santos griales: u n a forma científicamente probada de entender, controlar y aumentar la suerte. Siempre he sentido un gran interés por lo insólito. Cuando era niño me fascinaba la magia y el ilusionismo. A los diez años, hacía desaparecer pañuelos y barajaba las cartas sin alterar su orden. De ado-

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lescente, ingresé el Magic Circle, de Londres, una de las sociedades de magia más conocidas entonces. Y a los veinte años, la prestigiosa Magic Castle ya me había invitado a actuar en varias ocasiones en Hollywood. Pronto descubrí que para ser un mago de éxito se necesita conocer muy bien lo que pasa por la cabeza de la gente. Los buenos magos saben distraer la atención de las personas, evitar que una audiencia sospeche o que encuentre la solución al truco. A medida que pasaba el tiempo mi interés por los principios psicológicos que se esconden tras la prestidigitación creció más y más. Esto me llevó a licenciarme en Psicología en el University College de Londres y, más tarde, a doctorarme en la Universidad de Edimburgo. Poco después, fundé mi propia unidad de investigación en la Universidad de Hertfordshire, donde hemos investigado una amplia gama de fenómenos psicológicos. Quizás debido, precisamente, a mis conocimientos del mundo de la magia, he dirigido a mi equipo hacia áreas de la psicología poco habituales. Parte de esta labor ha implicado trabajar con médiums que pretenden hablar con los muertos, con detectives psíquicos que aseguran ayudar a la policía a resolver crímenes y con sanadores que se consideran capaces de curar enfermedades sólo con sus poderes psíquicos.1 También hemos examinado cómo cambia el comportamiento de la gente cuando miente, hemos explorado cómo utilizan los magos la psicología para engañar a sus audiencias, hemos investigado formas de detectar mentiras y supercherías, y realizado cursos para quienes desean mejorar su habilidad para descubrir fraudes. 2 He publicado los resultados y hallazgos de estos trabajos en revistas científicas y los he presentado en conferencias a universitarios y profesionales, explicando también sus aplicaciones al mundo académico y de la empresa. No hace muchos años, me pidieron que diera una conferencia sobre mi trabajo. No era, ni mucho menos, la primera vez que lo hacía; pero no me imaginaba cuánto iba a afectar esta vez al futuro de mis investigaciones. Decidí incorporar un sencillo truco de magia a la presentación. La idea era pedir un billete de diez libras a alguien de la audiencia, introducirlo en uno de los veinte sobres idénticos que tendría ante 16

mí y mezclarlos. Luego, pediría a la misma persona que eligiera uno y a continuación prendería fuego a los diecinueve restantes. Finalmente, abriría el sobre elegido, extraería el dinero y felicitaría a mi colaborador, o colaboradora, por su buena elección. Pero la actuación de esa noche iba a apartarse un tanto de lo habitual. Pedí un billete a una mujer del público, lo coloqué en uno de los sobres, los mezclé y los puse en fila. Yo no había perdido en ningún momento la pista del billete y sabía que estaba en el primer sobre de la izquierda. Le pedí a la mujer que eligiera uno y, por supuesto, quedé encantado de que se decidiera por el que contenía el dinero. Reuní el resto de los sobres y los quemé. Cuando ya sólo quedaban las cenizas, abrí el elegido y extraje el dinero de la mujer. Aunque toda la audiencia reía y aplaudía, la protagonista del truco no parecía nada sorprendida. Le pregunté qué pensaba de lo sucedido y con toda tranquilidad me explicó que estaba acostumbrada a que le ocurrieran este tipo de cosas. Estaba siempre en el lugar adecuado en el momento oportuno, y toda la vida había tenido mucha suerte tanto en lo personal como en lo profesional. No sabía por qué le pasaba, simplemente, lo achacaba a la buena suerte. Me quedé bastante intrigado por la confianza que tenía en su suerte y pregunté si alguno más de los presentes se consideraba una persona con suerte o sin suerte. Una mujer de la primera fila levantó la mano y nos contó que su buena fortuna le había permitido hacer realidad la mayoría de sus ambiciones. Un hombre de las últimas filas dijo que siempre había tenido mala suerte y que estaba convencido de que, si yo se lo hubiera pedido a él, el dinero habría acabado hecho cenizas. Sin ir más lejos, el día antes de esta charla, había visto una moneda en el suelo y al agacharse para cogerla se golpeó la cabeza contra una mesa y casi perdió el conocimiento. Tras la conferencia, pensé en lo sucedido y me hice múltiples preguntas. ¿Por qué razón las dos mujeres parecían estar tocadas de manera especial por la suerte? ¿Qué le pasaba a mi infortunado interlocutor? ¿Era simplemente una persona torpe, o lo sucedido se debía, sobre todo, a su mala fortuna? ¿Se debía todo a la suerte más que a la pura causalidad? Decidí hacer algunas investigaciones sobre el tema. En ese momento no tenía ni idea de lo que me esperaba. Pensé que quizás tendría que hacer unos cuantos experimen17

tos con unas cuantas decenas de personas. La realidad fue muy distinta: el proyecto tardaría ocho años en finalizar y conllevó trabajar con cientos de hombres y mujeres excepcionales. Este libro ofrece un relato exhaustivo de mi investigación. Comienza poniendo de relieve cómo la suerte tiene el poder de transformar nuestra vida. Cómo unos pocos segundos de buena suerte pueden traernos éxito y felicidad duraderos, mientras que un breve encuentro con la mala fortuna puede tener como consecuencia el fracaso y la desesperación. A continuación, se ocupa de mi trabajo inicial en el tema y de cómo me llevó a descubrir los cuatro principios que son el elemento fundamental de una vida con suerte. Tras analizar cada uno de ellos en detalle, sugiere una serie de técnicas y ejercicios útiles para lograr que la suerte nos favorezca. Pero, antes de seguir adelante, me gustaría que respondiera a unas sencillas preguntas relativas a su persona.

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EL CUADERNO DE LA SUERTE

A lo largo del libro voy a pedirle que responda a varios cuestionarios y haga diversos ejercicios. Muchos están basados en tests psicológicos que realicé durante mi investigación a personas con suerte y sin suerte. Vaya anotando todas sus respuestas en un cuaderno especial - e l tamaño Din A5, rayado y con un mínimo de 40 páginas, sería el a d e c u a d o - al que llamaremos «Cuaderno de la Suerte». Sus contestaciones le mostrarán cuál es su relación con los distintos principios y le ayudarán a encontrar el camino para mejorar su suerte.

Ejercicio 1 El Perfil de la Suerte El primer cuestionario es muy sencillo. Escriba en la primera página de su cuaderno el título: «El Perfil de la Suerte.» Debajo, trace una línea vertical en el centro de la página y en la parte izquierda de la misma escriba en u n a columna los números del 1 al 12. A continuación, lea cada u n a de las propuestas del cuest i o n a r i o siguiente y escriba un n ú m e r o del 1 al 5 en la columna de la derecha para indicar su grado de acuerdo o desacuerdo con cada u n a de ellas, utilizando la siguiente escala:

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1. 2. 3. 4. 5.

Muy en desacuerdo En desacuerdo Dudoso De acuerdo Muy de acuerdo

Lea cada frase cuidadosamente. Si no está muy seguro de la respuesta que más se ajuste a su personalidad, no dedique demasiado a pensarla, simplemente responda de la manera más sincera posible.

EL PERFIL DE LA SUERTE Propuesta 1

A veces, cuando estoy en la cola del banco o del supermercado, hablo con desconocidos.

2

No suelo preocuparme ni sentirme ansioso por lo que me vaya a suceder en la vida.

3

Estoy abierto a nuevas experiencias, por ejemplo, probar nuevos tipos de comida o bebida.

4

A menudo escucho lo que dice mi «voz interior».

5

He probado varias técnicas para estimular mi intuición, por ejemplo, la meditación o retirarme a un lugar tranquilo.

6

Casi siempre confío en que me sucedan cosas buenas en el futuro.

7

Trato de conseguir lo que quiero en la vida, incluso si las posibilidades de éxito parecen escasas.

8

Creo que la mayoría de la gente que voy a conocer va a ser amable y simpática conmigo.

9

Tiendo a ver la parte positiva de todo lo que me sucede.

10

Creo que las cosas que hoy son negativas pueden ser positivas a largo plazo.

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No suelo recrearme en las cosas que no me han ido bien.

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Trato de aprender de los errores que he cometido en el pasado.

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Puntuación 11-5)

Volveremos a sus respuestas varias veces a lo largo de este libro y las utilizaremos para conocer su propio «Perfil de la Suerte», que le servirá para valorar cómo utiliza la suerte y, lo que es más importante, qué puede hacer para mejorar y aprovechar toda la que le salga al paso.

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1.

INVESTIGACIÓN INICIAL

I.

EL PODER DE LA SUERTE

La gente se exige demasiado en su intento de hacer dinero. Sin embargo, es algo que no requiere mucho cerebro. Conozco a unos cuantos hombres muy locos pero también muy ricos. En realidad, creo que el éxito depende en un 95 por ciento de la suerte y en un 5 por ciento del talento. Tomemos como ejemplo mi propio negocio. Sé que entre mis empleados hay unos cuantos que podrían dirigir la empresa tan bien como yo. La única diferencia es que ellos no han tenido la posibilidad de hacerlo.1 Julius Rosenwald, antiguo presidente de Sears, Roebuck and Company.

La suerte ejerce una enorme influencia en nuestra vida. Unos pocos segundos de infortunio pueden esconder años de lucha, mientras que un momento de fortuna puede conducirnos al éxito y la felicidad. La suerte tiene el poder de transformar lo improbable en posible; marca la diferencia entre vida y muerte, entre riqueza y ruina, entre felicidad y desesperación. John Woods, socio de un importante bufete de abogados, escapó de una muerte segura al abandonar su oficina situada en una de las Torres Gemelas de Nueva York segundos antes de que se estrellara contra ella uno de los aviones secuestrados. Ésta no ha sido la única vez en la que le ha acompañado la suerte. Se encontraba en el piso 39 del World Trade Center cuando en 1993 estalló una bomba en el edificio, pero salió ileso. En 1998, tenía billete para coger el vuelo de la Pan-Am que explotó en el aire sobre Lockerbie, en Escocia, pero lo canceló en el último minuto porque le convencieron sus compañeros para que asistiera a una fiesta que se celebraba en su empresa. 2 Los efectos de la buena y la mala suerte no tienen que ver sólo con la vida y la muerte. También afectan a la riqueza y la pobreza. En junio de 1980, Maureen Wilcox compró unos billetes de lotería de Massachusetts y de Rhode Island, y aunque ambos números eran idénticos a los premiados, no consiguió ni un céntimo: el billete de Massachusetts tenía el número ganador de Rhode Island y el de Rhode Island el correspondiente al de Massachusetts. 3 A otros jugadores de lotería, sin embargo, les ha sonreído la diosa fortuna. En 25

1985, Evelyn Marie Adams ganó 4 millones de dólares en la de Nueva Jersey y cuatro meses más tarde obtuvo otro premio de 1,5 millones. Todavía tuvo más suerte Donald Smith que ganó tres veces - e n mayo de 1993, en junio de 1994 y en julio de 1 9 9 5 - jugando a la lotería de Wisconsin, consiguiendo 250.000 dólares en cada una de las ocasiones. Las posibilidades de obtener un premio en esta lotería son, más o menos, de una entre un millón. 4 Sin embargo, no se trata sólo de dinero. La suerte también juega un papel fundamental en nuestra vida personal. Alfred Bandura, psicólogo de Stanford, ha analizado el impacto de los golpes de suerte en la vida de las personas. 5 Llegó a la conclusión de que «...alguno de los factores más determinantes de lo que nos ocurre en la vida surge de las circunstancias más triviales». Y apoya esta afirmación con algunos ejemplos, uno de ellos extraído de su propia experiencia personal. Un día, cuando estaba haciendo el doctorado, aburrido de leer unos trabajos que tenía entre manos, decidió acercarse con un amigo al campo de golf local para romper con la rutina del estudio. Por pura casualidad, se encontraron jugando detrás de dos atractivas chicas, y pronto la pareja se convirtió en doble pareja. Cuando terminaron la partida, Bandura quedó con una de ellas que, finalmente, se convertiría en su mujer. Así pues, un encuentro fortuito en una partida de golf alteró el curso de su vida. En otro ejemplo, Bandura describía cómo un simple error postal sirvió para que Ronald Reagan conociera a su futura esposa, Nancy. En el otoño de 1949, Nancy Davis vio su nombre en una lista de simpatizantes con el comunismo que aparecía en un periódico de Hollywood. Nancy, que no había prestado tal apoyo, se dio cuenta del equívoco y descubrió que el nombre correspondía a otra actriz que se llamaba igual que ella. Como estaba preocupada por las consecuencias que podría tener para su carrera, pidió a su director que lo hablara con el entonces presidente del Screen Actors Guild (SAG), Ronald Reagan. Éste le aseguró que comprendía la situación y que el SAG defendería a la artista si alguien actuaba contra ella a causa de su supuesta filiación comunista. Nancy pidió reunirse con Reagan para discutir el asunto más a fondo. Se conocieron, se enamoraron y no mucho tiempo después se casaron. De nuevo, un encuentro fortuito cambió el curso de dos vidas. 26

Una serie de investigadores han analizado también el efecto de la buena y la mala suerte a la hora de elegir carrera y de tener éxito en la vida profesional. 6 De nuevo, llegaron a la conclusión de lo lejos que está de ser trivial el impacto del factor suerte. La información obtenida demostraba hasta qué punto esos encuentros casuales y esos golpes de fortuna inciden de manera significativa en la promoción profesional. Este poderoso efecto de la buena o mala fortuna ha hecho que uno de los más importantes asesores profesionales estadounidenses asegure lo siguiente: «Todos podríamos contar historias de hasta qué punto hechos imprevistos han tenido un gran impacto en la vida profesional de alguna persona y de cómo miles de situaciones fortuitas han tenido, cuando menos, alguna incidencia. La influencia de este tipo de situaciones no es rara; sucede todos los días y en todas partes. La serendipitividacd es ubicua.» 7 Este tipo de factores ha influido incluso en mi propia carrera. A los ocho años, tuve que hacer en la escuela un trabajo sobre la historia del queso. Como era un niño muy diligente, decidí ir a la biblioteca pública para buscar algún libro sobre el tema. Por error, me indicaron una estantería dedicada a la prestidigitación. Una vez allí, mi curiosidad me llevó a leer los secretos que los magos utilizan para conseguir lo que parece imposible. Esta introducción en el mundo de la magia influyó en toda mi vida. No tengo ni idea de qué habría pasado si me hubieran mandado a la estantería correcta y hubiera encontrado los libros sobre el queso. Quizás nunca me habría interesado por la magia, no habría hecho psicología, ni habría dirigido la investigación que ha dado lugar a este libro. La suerte ha ejercido también una considerable influencia en la carrera de muchos importantes hombres de negocios.

* Serendipitividad: Facultad de hacer descubrimientos afortunados por pura casualidad que poseían las protagonistas del cuento de hadas «Las tres princesas de Serendip». (N. de la T.)

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Joseph Pulitzer se convirtió con el correr del tiempo en un empresario de éxito y en un gran filántropo. Fue propietario de uno de los más importantes periódicos de Estados Unidos, consiguió fondos para construir el pedestal donde se asienta la Estatua de la Libertad y creó el famoso Premio para escritores que lleva su nombre. Nada de esto hubiera sucedido de no ser por un golpe de suerte. Josep Pulitzer nació en Hungría. Cuando era adolescente no gozaba de buena salud y veía muy mal. A los diecisiete años emigró a América. No tenía un céntimo y no encontraba trabajo. Su tiempo libre, que entonces era mucho, lo pasaba en la biblioteca local jugando al ajedrez. En una de sus visitas conoció al director de un periódico local. De este encuentro fortuito surgió una oferta para trabajar como reportero júnior. Después de cuatro años le ofrecieron comprar acciones del periódico, cosa que él aceptó. Fue una decisión inteligente: el diario tuvo mucho éxito y el joven obtuvo pingües beneficios. Pulitzer continuó tomando decisiones acertadas a lo largo de toda su vida. Se convirtió en director del periódico y más tarde en propietario de dos de los diarios más importantes de su época. Al final de su vida profesional, el hombre que comenzó siendo un pobre inmigrante se había convertido en una de las personas más influyentes de Estados Unidos. Su vida habría tomado seguramente una dirección muy distinta si no hubiera sido por un encuentro fortuito en la sala de ajedrez de la biblioteca local. 8 Muchos otros hombres de negocios deben gran parte de su éxito a encuentros casuales y a la buena suerte. Veamos el caso de Barnett Helzberg Jr. En 1994 era propietario de una cadena de joyerías de gran éxito en Estados Unidos, con unos ingresos anuales que rondaban los 300 millones de dólares. Un día que estaba paseando junto al Hotel Plaza de Nueva York oyó a una mujer dirigirse a un hombre que pasaba a su lado llamándole «Mr. Buffet». Helzberg se preguntó si el tal Mr. Buffet no seria Warren Buffett - u n o de los hombres más ricos de Estados Unidos. No le conocía, pero sí sus criterios financieros a la hora de comprar una empresa. Barnett acababa de cumplir sesenta años, estaba pensando en vender sus joyerías y creía que era el tipo de negocio que podría interesar a Buffett. Valoró la situación y, sin pensarlo dos veces, se acercó al desconocido y se presentó. El hombre resultó ser, en efecto, Warren Buffett y el encuentro tuvo 28

consecuencias muy afortunadas porque un año más tarde llegaron a un acuerdo y Buffett compró la cadena de joyerías. Y todo porque un día Helzberg estaba paseando cerca de una mujer que llamó a un tal Mr. Buffet en una esquina de una céntrica calle de Nueva York.9 ¿Y cómo consiguió Buffett convertirse en uno de los hombres más ricos de Estados Unidos? En una entrevista publicada en la revista Fortune, explicaba el importante papel que la suerte había jugado en su carrera. A los veinte años, intentó ingresar en la Escuela de Negocios de Harvard, pero fue rechazado. Inmediatamente se informó sobre otras escuelas del mismo tipo y vio que dos profesores que él admiraba mucho enseñaban en Columbia. Hizo la solicitud en el último momento y fue aceptado. Uno de esos profesores se convertiría en su mentor y le ayudaría enormemente a iniciar su carrera de éxitos. Como Buffet señalaría más tarde: «Probablemente nunca he tenido tanta suerte como cuando mi solicitud para entrar en Harvard fue rechazada.» El importante papel que juega la suerte en el terreno profesional no se limita al mundo de los negocios. En 1954, Shirley MacLaine, todavía una actriz desconocida, formaba parte del coro de un nuevo musical llamado The Pyjama Game. Se le pidió también que se preparara para suplir a la protagonista, Carol Haney, aunque el director le informó de que seguramente nunca tendría la oportunidad de hacerlo porque la Haney tenía fama de cumplir siempre a pesar de cualquier enfermedad o problema que pudiera surgir. La función se estrenó y los críticos pusieron por las nubes a Carol Haney. Pasó un tiempo y, cuando Shirley ya estaba pensando en despedirse y participar en otra obra, una noche, al llegar al teatro, se encontró con que la Haney se había roto una pierna y no podía actuar. Shirley MacLaine asumió su papel. A pesar de la falta de ensayos la reacción del público fue muy positiva. La noche siguiente, un conocido productor de Hollywood, Hal Wallis, que estaba entre la audiencia le ofreció un contrato de siete años. Poco tiempo después, un representante de Alfred Hitchcock la vio y le ofreció un papel en una película que el famoso director iba a filmar próximamente. 10 MacLaine está lejos de ser la única celebridad que ha llegado al éxito a través de la suerte. En 1979, el productor hollywoodiense 29

George Miller estaba buscando un hombre duro y con las huellas de la lucha en su rostro para el papel protagonista de Mad Max. La noche antes del casting, Mel Gibson, entonces un desconocido actor australiano, había sufrido el ataque de tres borrachos en plena calle. Llegó a la audición con un aspecto cansado y lleno de magulladuras, sin embargo Miller le ofreció el papel inmediatamente. 11 La supermodelo Kate Moss también tuvo mucha suerte. En una ocasión, a principios de los años noventa, se disponía a ir de vacaciones con su padre y estaba haciendo cola para facturar en el aeropuerto JFK de Nueva York, cuando un cazatalentos que pasaba por allí se fijó en su impresionante aspecto. Moss se convertiría en una de las modelos más famosas y solicitadas del mundo. Y todo por un encuentro fortuito. 12 Pero la suerte no es tampoco un factor determinante sólo en las carreras de los actores o de las modelos famosas. También influye en el éxito de científicos y políticos. Quizás el ejemplo más conocido es el descubrimiento de la penicilina por Sir Alexander Fleming. En 1920, el científico estaba trabajando en la búsqueda de un antibiótico más eficaz. Parte de su trabajo consistía en el examen microscópico de una bacteria creada artificialmente en unos contenedores planos de cristal llamados petri dishes. Fleming dejó, sin darse cuenta, uno de ellos sin cubrir y, por ese motivo, cayó en su interior un trocito de moho. Casualmente, el moho contenía una sustancia que destruyó la bacteria del contenedor. Intrigado por el efecto causado, no paró hasta identificar la sustancia responsable de acabar con la bacteria. Así, descubrió por azar el antibiótico que llamó Penicilina, que salvaría innumerables vidas y que sería considerado como uno de los más grandes avances de la historia de la medicina. De hecho, la suerte y los descubrimientos accidentales han alterado frecuentemente el curso de la ciencia y han jugado un papel importante en muchos descubrimientos e inventos famosos, entre ellos la pildora anticonceptiva, los rayos X, la fotografía, los cristales de seguridad, los edulcorantes, el velero, la insulina y la aspirina. 13 Un buen ejemplo del papel que juega la suerte en la política lo tenemos en la carrera del presidente Harry Truman. Cuando era joven, Truman tuvo muy mala suerte. Quería cursar estudios uni30

versitarios pero su padre perdió casi toda su fortuna en un desgraciado negocio, así que se vio obligado a cambiar el campus universitario por la granja de su abuelo en donde ayudaba en las labores agrícolas. Cuando acabó la Primera Guerra Mundial, abrió una tienda de tejidos en Kansas City, pero vino la época de recesión económica y la mala fortuna le llevó, esta vez a él, a la bancarrota. Por fin, muy entrado ya en la treintena, tuvo su primer golpe de suerte: un amigo le animó a presentarse a juez del condado y, de forma inesperada, resultó elegido. A los cuarenta y dos años, optó al puesto de juez presidente y ganó de nuevo. Pocos años más tarde, fue nominado para el Senado de Estados Unidos y triunfó en las elecciones. En 1944, los demócratas dejaron caer la candidatura de Henry Wallace a la vicepresidencia de la nación y presentaron en su lugar a Truman, que salió vencedor j u n t o con Franklin D. Roosevelt. A los ochenta y dos días de mandato, el presidente Roosevelt falleció repentinamente, lo que convirtió a Truman en el siguiente presidente de los Estados Unidos. La buena suerte no acabó aquí. En 1948, protagonizó uno de los más sorprendentes acontecimientos de la historia política de su país al derrotar a Thomas E. Dewey en las elecciones a la presidencia y, pocos años más tarde, sobrevivió al intento de asesinato llevado a cabo por dos nacionalistas puertorriqueños. En sus memorias, Truman escribe: «Popularidad y glamour son factores que influyen a la hora de ganar unas elecciones, pero la suerte es uno de los más importantes. En mi caso, siempre me acompañó.» 14 En resumen, la suerte juega un papel muy significativo en muchos aspectos de nuestra vida, tanto en el terreno personal como en el profesional. A muchas personas esta idea les aterra. Prefieren creer que pueden controlar su futuro. Luchan por conseguir algunas cosas y evitan otras. Pero, en buena medida, esta sensación de control es sólo una ilusión. La suerte se burla incluso de nuestras mejores intenciones. Tiene la capacidad de cambiarlo todo, para bien o para mal, en décimas de segundo. En cualquier momento, en cualquier lugar, y sin previo aviso.

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El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 2 El papel de la suerte en su vida En una nueva página de su Cuaderno de la Suerte, elija un número de la siguiente escala entre el 1 y el 7 para indicar el grado en el que cree que la suerte ha influido en su vida: Nada en absoluto

1

2

3

4

5

6

7

Mucho

Ahora, escriba más abajo unas cuantas frases breves describiendo... ...cómo conoció a su pareja. ...cómo llegó a conocer a su mejor amigo. ...los principales factores que han influido a la hora de elegir su carrera o profesión. ...un acontecimiento importante que haya tenido efectos positivos en su vida. A continuación, piense en cómo influyó la suerte en estos acontecimientos. En cómo ciertos cambios aparentemente sin importancia - p o r ejemplo, no ir a determinada fiesta, girar a la izquierda en vez de a la derecha o abrir una revista en una página concreta— han podido afectar a estos hechos e incluso han podido cambiar el curso de su vida. Finalmente, vuelva a la pregunta sobre qué papel ha j u g a do la suerte en los hechos citados y respóndala por segunda vez. Elija de n u e v o un n ú m e r o del 1 al 7 para indicar el grado en el que ahora cree que la suerte ha influido en su vida. Al h a c e r este ejercicio, la m a y o r í a de la g e n t e se da cuenta del i m p o r t a n t e papel que la suerte j u e g a en su vida y, la s e g u n d a vez, elige un n ú m e r o m á s alto q u e la primera.

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Durante más de cien años, los psicólogos han estudiado la forma en que la inteligencia, la personalidad, los genes, el aspecto y la educación influyen en nuestra vida. Pocas dudas puede haber sobre lo que ha significado este trabajo para el conocimiento de la condición humana. Sin embargo, a pesar de la enormidad del esfuerzo, se ha investigado poco sobre la buena y la mala suerte. Sospecho que los psicólogos han evitado el tema porque prefieren —algo comprensible por otra p a r t e - examinar factores que puedan medir y controlar más fácilmente. Medir la inteligencia y catalogar la personalidad es relativamente sencillo, pero ¿cómo cuantificar la suerte y cómo controlar el azar? La situación es semejante a la vieja historia del hombre que sabe que perdió algo muy valioso en un lado concreto de la calle pero busca en el otro porque hay más luz. Los psicólogos han decidido no investigar la suerte porque es más fácil examinar otros temas. Sin embargo, yo siempre he estado interesado en aspectos poco comunes de la psicología, en áreas que otros tienden a evitar. El resultado es que he encontrado tesoros en lugares que otras personas han ignorado. En la introducción de este libro describo cómo empecé a interesarme por el tema de la suerte tras conocer el importante papel que jugaba en la vida de las personas que habían ido a escuchar una de mis conferencias. Pronto me decidí a iniciar una investigación para descubrir el porcentaje de gente que se consideraba afortunada o desafortunada, y si su suerte tendía a concentrarse en uno o dos aspectos de su vida, o por el contrario abarcaba otros muchos. Con un grupo de mis estudiantes visité un centro comercial de Londres a diferentes horas del día y preguntamos a un elevado número de compradores elegidos al azar sobre el papel que la suerte había jugado en sus vidas. La encuesta tenía dos partes. En la primera, les preguntamos si se consideraban afortunados o no. Es decir, si acontecimientos aparentemente fortuitos habían actuado a favor suyo o en contra. En la segunda, si habían tenido suerte o no en ocho aspectos concretos entre los que estaban la profesión, los amigos, la vida familiar, la salud y los asuntos financieros. Estudiamos una amplia gama de personas: hombres y mujeres, jóvenes y viejos, oficinistas y empresarios, amas de casa y profesionales, policías y abogados. 33

Los resultados revelaron que el 50 por ciento se consideraba tocado por la buena suerte y un 14 por ciento por la mala suerte. En otras palabras, un 64 por ciento, casi los dos tercios, creían que eran personas con suerte o sin suerte. Y algo muy interesante, descubrimos una fuerte tendencia a que la gente que decía que había tenido suerte en algún aspecto de su vida también lo tenía en otros. Las personas que se consideraban afortunadas en los negocios también lo eran en su vida familiar, y las que no tenían suerte en su vida profesional tampoco la tenían en su vida social. 15 Porcentaje de personas que se consideran sin suerte, con suerte y neutrales en mi encuesta inicial

Este sencillo trabajo puso de relieve que la mayoría de los encuestados mostraba un impresionante nivel de persistencia a la hora de experimentar la buena y la mala suerte. Ciertas personas parecían capaces de atraer la suerte una y otra vez, mientras que otras eran un imán para la poca fortuna. Otro aspecto interesante fue que la mayor parte de los que entrevistamos estaba convencida de que todo se debía a una mera casualidad. A unos les parecía que su vida estaba salpicada de encuentros positivos propiciados por la suerte, y a otros que los accidentes y la mala fortuna eran igualmente producto del azar. Yo no estaba nada seguro. Toda una vida 34

dedicada a estudiar la psicología de lo mágico me había llevado a darme cuenta de que las cosas no son casi nunca lo que parecen y que la realidad es a veces más extraña, y más interesante, que la fantasía. La suerte no podía ser el simple resultado de hechos casuales. Demasiada gente experimentaba repetidamente sus efectos como para que todo se debiera al azar. Por el contrario, debía haber alguna causa para que las cosas les fueran bien a determinadas personas y mal a otras. Dada la importancia del factor suerte, parecía vital profundizar para comprender a qué se debía esto. ¿Estaban estas personas realmente destinadas a tener éxito o condenadas al fracaso? ¿Formaban parte de algún vasto plan cósmico? ¿Se valían de alguna forma de habilidad psíquica para atraer la buena o la mala suerte? ¿O había una explicación en base a la diferencia de creencias y comportamientos? Y lo más importante de todo: si pudiéramos entender mejor lo que está sucediendo, ¿podríamos también mejorar la suerte de la gente? Mi trabajo había suscitado muchas preguntas interesantes. Ahora tenía que encontrar las respuestas.

35

II.

VIDAS CON SUERTE Y SIN SUERTE

Los resultados de mi encuesta habían demostrado que un gran número de personas se consideraban con buena o mala suerte y que esa buena o mala fortuna se extendía a diversos aspectos de su vida. Este hallazgo alimentó mi avidez por saber más sobre la naturaleza de la suerte. Decidí que la mejor forma de seguir adelante sería la de llevar a cabo algún tipo de investigación científica con grupos de gente excepcionalmente afortunada o desdichada. Los psicólogos utilizan muy a menudo este enfoque. Por ejemplo, para conocer el funcionamiento de la memoria, examinan a gente muy buena o muy mala a la hora de recordar cosas. Los descubrimientos más importantes sobre la coordinación entre manos y ojos han sido el resultado de estudiar a grandes atletas y malabaristas. Algunos de los misterios de la vista se han descubierto por el trabajo con artistas y con ciegos. Pero yo sabía que iba a ser difícil encontrar gente con suerte y sin suerte que quisiera hacer de conejillo de Indias. Ni siquiera era fácil saber por dónde empezar. Por fortuna, había unos cuantos periodistas que conocían mi trabajo y me sugirieron la posibilidad de escribir algún artículo sobre él. Les pedí que mencionaran que estaba intentando llevar a cabo una serie de investigaciones y que me gustaría saber si personas con suerte y sin suerte estarían interesadas en participar. Cada artículo significó unas cuantas llamadas más al laboratorio y poco a poco pude formar dos grupos de voluntarios: con suerte y sin suerte. A lo largo de los últimos ocho años, he conseguido incrementar el número de participantes con personas de las mismas características 37

que supieron de mi trabajo a través de la televisión, la radio o Internet. En total, forman un grupo extraordinario de varios cientos de hombres y mujeres. El más joven es un estudiante de dieciocho años y el más viejo un contable retirado de ochenta y cuatro. Su extracción social y profesional es muy variada: empresarios, universitarios, obreros, profesores, amas de casa, médicos, informáticos, secretarias, vendedores y enfermeras. Son tan amables que me permiten poner su vida y su mente bajo el microscopio. A unos les he hecho larguísimas entrevistas y a otros les he pedido que lleven un diario. He invitado a algunos a mi laboratorio para tomar parte en experimentos y a otros les he pedido que contesten a complicados cuestionarios psicológicos. La investigación ha proporcionado una gran cantidad de información. Con la ayuda de este grupo excepcional, poco a poco, he descubierto los secretos de la suerte. Uno de mis primeros objetivos fue conocer cómo se vive con suerte y sin ella. Decidí preguntar a los participantes sobre cuestiones clave de su vida, y sus historias me proporcionaron pruebas notables del poder de la buena y la mala fortuna. Jodie es una poetisa de treinta y seis años de edad que vive en Filadelfia. Se considera una persona muy afortunada ya que la suerte le ha ayudado a hacer realidad muchos de sus sueños. Hace unos pocos años, decidió seguir lo que su corazón le pedía y cambiar de vida: desde pequeña había querido ser escritora y poeta. Buscó en Internet y encontró una organización que promocionaba y ayudaba a las mujeres escritoras. Justo en ese momento estaba celebrando su anual reunión de verano. Jodie acudió, se quedó encantada con el ambiente y pensó que le gustaría mucho participar. Pocos días más tarde se encontró, por casualidad, con el fundador de la organización. Comenzó a hablar con él y le comentó que vivía en Filadelfia. Él le dijo que precisamente iban a celebrar allí una conferencia de un día, y le preguntó si le gustaría presentar una ponencia. Aceptó, por supuesto. Todo salió bien y la invitaron a la reunión del verano siguiente. Jodie también visitó otro sitio en la red con información sobre acontecimientos relacionados con la poesía en diferentes ciudades de Estados Unidos. Se dio cuenta de que nadie informaba sobre Filadelfia, así que empezó a hacerlo ella. Su colaboración le hizo mantener 38

contactos regulares con Bill, el organizador del sitio web. Un día, en una lectura de poesía en Nueva York, le vio. Jodie se presentó y empezaron a charlar. Al final de la conversación, Bill le preguntó si no podía venir a Nueva York a ayudarle a coordinar un encuentro de poesía que iba a organizar. A Jodie le encantó la propuesta, el único problema era que no tenía dónde quedarse. Se lo dijo y él hizo circular un mensaje en su correo electrónico. A los pocos días, Jodie recibió un e-mail en el que le ofrecían una habitación en una zona estupenda a un precio bajísimo. Se trasladó a Nueva York y ahora se gana la vida en esta ciudad como poeta y escritora. Jodie explicaba así el efecto de la buena suerte en su vida: «Tengo una suerte excepcional que me ha ayudado a realizar muchos de los más acariciados e importantes proyectos de mi vida. La sensación de control es absoluta. Todo lo que quiero que suceda, ha sucedido. Y una vez que decido actuar de una manera determinada, todo va sobre ruedas. Es alucinante.» La vida de Susan, de treinta y cuatro años, es muy diferente. Su mala suerte comenzó muy pronto. De pequeña, se partió la cabeza con una roca cuando estaba cogiendo margaritas; en otra ocasión, los bomberos la tuvieron que rescatar porque se le quedó un pie enganchado entre las rejas de una barandilla, y más tarde recibió un gran golpe en la cabeza con un tablón que se cayó del frontal de un edificio. Pero la cosa no quedó aquí. Ya de adulta, no tuvo suerte en el amor. En su primera cita a ciegas, él sufrió un accidente de moto y se rompió las dos piernas. Su siguiente pretendiente se destrozó la nariz al tropezar con una puerta de cristal cuando iba a encontrarse con ella. La iglesia en la que se iba a casar se quemó dos días antes de su boda a causa de un incendio provocado. Susan tiene en su haber un extenso catálogo de accidentes que a menudo están lejos de ser triviales. En una ocasión cayó y se rompió un brazo. Poco después le tocó a una de sus piernas. El día del examen para obtener el carnet de conducir se estrelló contra una pared y tuvo que pagar los daños causados porque el coche no estaba debidamente asegurado. La conducción le trajo más problemas. Una vez, en un recorrido que no llegaba a los 70 km, sufrió hasta 39

ocho accidentes. En una entrevista, Susan explicaba casi entre lágrimas: «No hay mucha gente que quiera montar en un coche conmigo y si voy a casa de alguien, suelen decirme: "Siéntate ahí y no te muevas."» Al entrevistar a gente con tan mala suerte como Susan me entraba una gran tristeza. Trataban de hacer todo lo que podían para vivir felices, pero el destino parecía conspirar contra ellos. La situación no tenía nada que ver con la del grupo de afortunados a quienes el azar les había proporcionado una vida feliz y llena de éxitos. Una de las personas con más suerte de las que participaron en mi investigación ha sido Lee, un director de ventas de cuarenta y dos años. La buena fortuna le ha acompañado a lo largo de su vida. A los dieciséis años se puso a trabajar ayudando en las faenas de una granja en el pueblo donde vivía con su familia. En una ocasión, cuando se encontraba sentado en la parte de atrás de un tractor que estaba aparcado y conectado a un gran arado mecánico - u n a máquina con aspecto terrible, destinada a remover la tierra antes de la siembra-, un compañero decidió cogerlo para dar una vuelta, pero no se dio cuenta de que el movimiento del tractor empujaba a Lee hacia delante, directo a las enormes palas del arado. En una entrevista, Lee explicaba así lo que sucedió después: «No me podía agarrar a nada. A mi izquierda y a mi derecha no tenía más que las ruedas del tractor moviéndose a toda velocidad. Me di cuenta de que iba a caer, y recuerdo que miraba a uno y otro lado y pensaba que no podría saltar porque las ruedas eran demasiado anchas. Estaba convencido de que los dientes del arado me iban a descuartizar. En el momento en que iba a caer, una fuerte sacudida me lanzó hacia atrás. El eslabón de acero inoxidable que unía al tractor con el arado se había roto repentinamente. El jefe no se podía explicar lo sucedido, lo había comprado la semana anterior. Yo me dije a mí mismo: "¡Dios mío, Lee, qué suerte has tenido!" Y desde entonces sigue conmigo.» El padre de Lee era jardinero. Lee, que era un buen hijo, solía ayudarle en muchas ocasiones. Una vez le pidió ayuda en una tarea 40

especialmente difícil. No le apetecía mucho pero consideró que tenía que hacerlo. Lo hizo y... encontró a la mujer de sus sueños. Se enamoró al instante. Enseguida se dio cuenta de que estaban hechos el uno para el otro. Y no se equivocó. Llevan veinticinco años de feliz matrimonio. Lee también ha tenido mucha fortuna en los negocios y cree que la suerte ha jugado un papel muy significativo en su éxito: «He estado trabajando en ventas más de veinte años. Ahora soy jefe de marketing de una importante cadena de tiendas de juguetes educativos. He ganado muchos premios y he tenido puestos de responsabilidad debido a mi actuación profesional. La suerte ha jugado un papel muy, muy importante en mi éxito. Creo que siempre he estado en el momento oportuno en el lugar adecuado. No sé lo que me hace llegar a una empresa determinada en el momento en que están pidiendo a gritos algo que yo les puedo dar, pero me sucede continuamente.» La suerte le proporcionó a él y a su empresa muchos éxitos en el terreno financiero. Otros participantes en mi investigación no han sido tan afortunados. Por ejemplo, Stephen, un modesto editor de prensa, de cincuenta y cuatro años de edad, que ha tenido siempre muy mala suerte con los temas de dinero. A veces, en asuntos relativamente triviales; otras, con graves consecuencias. Stephen ganó una gran suma de dinero en el típico concurso de «rascar la cartulina» que venía dentro de un diario nacional. Pero debido a un error de imprenta, resultó que en lugar de un ganador hubo más de 30.000, con lo que el periódico decidió repartir el premio entre todos. Tocaron a unos pocos dólares cada uno. En otra ocasión, ganó un montón de acciones de una conocida empresa. Poco después, la Bolsa sufrió una baja inesperada y, de la noche a la mañana, las acciones perdieron casi todo su valor. Más tarde, Stephen alquiló parte de su oficina a un abogado que se ofreció ayudarle a llevar todos los temas legales. Los primeros meses todo iba bien pero, de repente, empezó a recibir reclamaciones de facturas impagadas. Finalmente, descubrió que el abogado en lugar de pagar las cuentas se quedaba con el dinero. Stephen 41

trabajó para sacar a su empresa a flote, pero el estrés que sufrió se cobró su peaje: un grave ataque al corazón le hizo liquidar el negocio. Desde entonces está sin trabajo. Stephen resumía así su situación: «Me he quedado sin negocio y sin dinero. Siempre he dado el 101 por ciento y a veces creo que el que está allá arriba podría haberme tratado un poco mejor..., que merezco algo más de lo que se me da, pero me temo que las cartas ya están repartidas.»

Lynne y la suerte La suerte de Lynne comenzó cuando leyó en un periódico que una mujer había ganado varios premios importantes en una serie de concursos. En ese momento pensó que debía tentarla. Participó en un concurso de crucigramas y ganó 25 dólares. Unas semanas más tarde, probó con otro y ganó tres excelentes bicicletas. Poco después, fue a una entrevista para optar a un trabajo como profesora en u n a escuela de diseño para adultos. Cuando la persona que la estaba entrevistando le ofreció amablemente un café, se fijó en que la cafetera tenía u n a pequeña etiqueta con un cupón para participar en un concurso. Sin dudarlo ni un momento preguntó si se lo podía quedar. La entrevistadora le preguntó, a su vez, que por qué la quería y ella le contestó explicándole que había g a n a d o varios premios con este sistema. Lynne consiguió el trabajo y no para dar u n a sola clase, sino dos: u n a de diseño y otra sobre cómo ganar concursos. Sus golpes de suerte continuaron y ganó muchos más premios, entre ellos dos coches y varios viajes a Italia y Grecia. La historia continúa y, lo que es más interesante, estos premios permitieron a Lynne realizar su más querida ambición: convertirse en escritora. En 1992, escribió un libro sobre cómo ganar concursos. Para publicitario, la editorial envió una nota de prensa al diario local. Al día siguiente, la historia fue reco-

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gida por la prensa nacional y la invitaron a participar en varios programas de televisión. Su fama creció, sus artículos cada vez tenían más difusión y en 1996 recibió una llamada telefónica de un importante periódico. Habían visto su trabajo y le ofrecían una columna diaria. Su columna, «Gane con Lynne», tuvo mucho éxito y se mantuvo por muchos años. Lynne ha conseguido realizar la mayoría de sus deseos, lleva más de cuarenta años de feliz matrimonio, rodeada de su marido y sus hijos. Como muchos otros de los que han participado en este trabajo, atribuye gran parte de su éxito a la buena suerte.

He entrevistado a cientos de participantes con suerte y sin suerte y luego he revisado sus comentarios para comprobar de una manera fehaciente cómo la buena o la mala fortuna ha influido en su vida. Tras ello, llegué a la conclusión de que hay cuatro diferencias importantes entre la gente con suerte y la que carece de ella: «Las personas con suerte encuentran constantes oportunidades a lo largo de su vida. Bien sea porque conocen a gente que, de una forma u otra, les favorecerá con sus actuaciones o porque descubren en periódicos y revistas oportunidades interesantes, la casualidad siempre les es favorable. En cambio, las personas sin suerte rara vez tienen estas experiencias o si las tienen, como en el caso de Stephen, son negativas. La gente con suerte también toma excelentes decisiones sin saberlo. Simplemente, sabe cuándo un negocio es bueno o cuándo no debe confiar en alguien. La gente sin suerte tiende a tomar decisiones con resultados nefastos o negativos. La gente con suerte tiene una extraña facilidad para hacer realidad sus sueños, ambiciones y objetivos. De nuevo, la gente sin suerte está en el extremo opuesto: sus sueños y ambiciones se quedan en poco más que una ilusión difícil de conseguir. La gente con suerte tiene también la capacidad de convertir su mala fortuna en buena. La gente sin suerte carece de esta habilidad y su mala fortuna sólo les produce dificultades y desgracias.» 43

Las diferencias entre los dos grupos eran impresionantes. Pero ¿por qué tendría que ser así? ¿Por qué todo tiene que salir bien en un caso y mal en el otro? Algunos escritores han especulado sobre la posibilidad de que la gente utilice su habilidad psíquica para atraer la buena y la mala fortuna. 1 Es fácil ver el porqué de esta sugerencia. Tomemos los casos de Susan y Lynne. Quizás Lynne gana concursos porque, sin darse cuenta, es capaz de utilizar sus poderes psíquicos en sentido positivo. Susan quizás tiene la misma capacidad, pero en sentido negativo: siempre provoca que los acontecimientos vayan en contra suya. Era una idea interesante, y había que investigarla a fondo. Pero descubrir si la gente con suerte tiene más poderes psíquicos, o los utiliza de manera más positiva que la que carece de ella, es una tarea que está lejos de ser fácil. Tuve que utilizar un elevado número de personas con mucha y poca suerte en el experimento de predecir el resultado de un hecho que depende del azar. Poco antes de comenzar mi investigación, dio la casualidad de que recibí una llamada de un productor de televisión que estaba montando un programa científico para el prime time y quería que fuera interactivo. No buscaba meros espectadores, sino participantes. Organicé una reunión con el que por entonces era mi ayudante, Matthew Smith, y con otro psicólogo que se había interesado en el estudio de la suerte, el Dr. Peter Harris, y se nos ocurrió una solución muy sencilla: ¿Por qué no pedirles a unos y a otros que predijeran la combinación ganadora del próximo sorteo de la loto? Era perfecto: tendríamos millones de espectadores. Así que cualquier llamada a la colaboración de gente con especial buena o mala suerte tendría como resultado un gran número de participantes. El sorteo es totalmente aleatorio, y todos iban a estar muy motivados para hacer un buen trabajo. El número de telespectadores estimado era de unos trece millones. El programa finalizaba con un pequeño documental sobre el proyecto en el que estábamos trabajando. En él aparecían Susan y Lynne, y se daba a conocer un breve perfil de su vida. También se pedía a todos aquellos que creyeran que estaban tocados por la buena o la mala fortuna y pensaran jugar a la loto esa semana que se 44

pusieran en contacto con nosotros. Esperábamos llamadas de unos cuantos cientos de personas. En pocos minutos, la cifra estimada era de un millón. Enviamos a los primeros mil que llamaron un sencillo formulario. Para j u g a r a la loto hay que comprar un boleto y seleccionar seis números entre el 1 y el 49. Cada boleto cuesta 1 libra y se pueden comprar tantos como se desee. Pedimos a los participantes que rellenaran un cuestionario, que nos permitiría incluirles en la categoría de «Personas con suerte» o «Personas sin suerte» (véase el recuadro), y que nos dijeran qué números creían que iban a salir en el siguiente sorteo.

El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 3 Cuestionario de la Suerte Mis colegas y yo ideamos el sencillo cuestionario que figura a continuación para clasificar de manera fiable a los participantes en tres categorías: con suerte, sin suerte y neutrales (es decir, ni con suerte ni sin ella) 2 . Dedique unos minutos a realizarlo y a anotar su puntuación en el Cuaderno de la Suerte, comprobando luego cuál es la categoría que le corresponde. Para completar el cuestionario, lea los perfiles que vienen a c o n t i n u a c i ó n y valore hasta qué p u n t o se a j u s t a n a su persona, asignando a cada uno un número en la escala del 1 al 7: No se ajusta en absoluto 1 2 3

4

5

Se ajusta mucho 6 7

El perfil de la buena suerte Las personas con suerte parece que tienen la capacidad de hacer que los acontecimientos actúen u n a y otra vez en su favor. Por ejemplo, si juegan a la lotería o participan en un

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sorteo, ganan más veces de lo que podríamos considerar normal; suelen conocer a gente que les ayuda a conseguir lo que quieren y, por último, su buena fortuna juega un papel importante a la hora de hacer realidad sus ambiciones y objetivos. ¿Hasta qué punto le describe? El perfil de la mala suerte A las personas sin suerte, les sucede todo lo contrario: parece que los acontecimientos se empeñan en desarrollarse una y otra vez en contra suya. Por ejemplo, nunca, o casi nunca, ganan concursos o sorteos, se ven envueltos en accidentes sin comerlo ni beberlo, son desgraciados en el amor y no tienen mucho éxito en su vida profesional. ¿Hasta qué punto le describe?

Puntuación La gente queda clasificada como con suerte, sin suerte o neutral, con un método muy sencillo. Hay que crear la «Puntuación de la Suerte» hallando la diferencia entre ambos perfiles. Por ejemplo, si ha obtenido un 5 en el Perfil de la buena suerte y un 1 en el de la mala suerte, su Puntuación de la Suerte sería +4. Sin embargo, si hubiera conseguido un 2 en el primer perfil y un 7 en el segundo, obtendría un -5. Alternativamente, si su puntuación en el primer caso hubiera sido de 5 y de 4 en el segundo, su Puntuación de la suerte sería de +1. Si el resultado final es igual o superior a +3, puede considerarse una persona con suerte; si es igual o inferior a -3, la clasificación le encuadra entre la gente sin suerte. Por último, si obtiene otra puntuación distinta de las anteriores, estará entre los considerados neutrales (ni con suerte ni sin ella). En resumen, un +4, un -5 y un +1 serian clasificados como con suerte, sin suerte o neutral, respectivamente.

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Los formularios nos fueron devueltos con mucha rapidez. El sorteo se celebraría dos días más tarde; por tanto, tendríamos que actuar también rápidamente. Recibimos unas 700 respuestas de gente que iba a comprar, en total, unos 2.000 boletos. Cuando procesamos los datos, justo un día antes del sorteo, nos dimos cuenta de la gran cantidad de información que habíamos recopilado. Imaginemos que existe una verdadera relación entre la suerte y la habilidad psíquica, que la gente con suerte elige más números premiados que quienes carecen de ella. Si ése fuera el caso, los números elegidos por la gente con suerte - p e r o no por la gente sin suerte- tendrían más posibilidades de ser ganadores. En consecuencia, para descubrir los números premiados todo lo que había que hacer es saber los números escogidos por la gente con suerte y evitados por la gente sin suerte. No se nos había ocurrido antes, pero si la teoría era cierta, los datos recogidos podían hacernos millonarios. Primero discutimos los aspectos éticos del asunto. Luego, comenzamos a analizar los datos. Comprobamos que algunos números habían sido elegidos por gente con suerte y evitados por gente sin suerte. A menudo las diferencias eran pequeñas, pero potencialmente fundamentales. Examinamos los datos y llegamos a la conclusión de que los números ganadores tendrían que ser los siguientes: 1, 7, 17, 29, 37 y 44. Por primera y única vez en mi vida jugué a la loto. En Inglaterra, el sorteo de la loto se celebra los sábados por la noche y se emite en directo por televisión. Como de costumbre, se introdujeron en los bombos giratorios las 49 bolas y se extrajeron al azar 6 de ellas, más otra para un premio especial. Los números ganadores fueron el 2, 13, 19, 21, 45, 32. No había acertado ni uno. Pero, ¿le había ido mejor a la gente de nuestro experimento? De los 700 participantes, sólo 36 ganaron algo de dinero y éstos se encontraban repartidos casi por igual entre ambos bandos. Sólo dos personas consiguieron acertar cuatro números, ganando 58 libras cada una. Una de ellas se había clasificado previamente como «con suerte», la otra se había incluido entre la gente «sin suerte». Por término medio, ambos grupos habían comprado tres boletos, habían acertado un número en cada boleto y perdido unas 2,50 libras. 3 El experimento había involucrado a cientos de personas. La loto es un juego de azar y sus resultados son imprevisibles. Todos esta47

ban muy motivados para ganar. Si la gente con suerte tuviera más poderes psíquicos que la gente sin suerte, habría tenido que acertar más números y ganar más dinero. Al final, a la gente con suerte no le fue ni mejor ni peor que a sus contrarios. Prácticamente todos los que participaron en el experimento, incluido yo, perdieron una pequeña suma de dinero. Los resultados, ciertamente, no sustentan la teoría de que la suerte se debe a una determinada habilidad psíquica.

El Cuaderno de la Su Cuestionario sobre su nivel de satisfacción en la v i d a Este ejercicio trata de descubrir lo satisfecho que usted se encuentra con su vida. En una nueva página de su Cuaderno de la Suerte, escriba las siguientes frases en una columna: - Mi vida en general -

Mi Mi Mi Mi Mi

vida familiar vida personal situación financiera salud vida profesional

A continuación, escriba al lado de cada frase un número entre el 1 y el 7 para indicar lo satisfecho que se encuentra con ese particular aspecto de su vida, utilizando la siguiente escala: Muy insatisfecho

1

2

3

4

5

6

7

Muy satisfecho

Puntuación Los trabajos realizados previamente con este tipo de cuestionario demuestran que el nivel de satisfacción de la gente

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es relativamente estable a lo largo del tiempo, y que está relacionado con su nivel de felicidad y su calidad de vida. 4 Sume los resultados y utilice la escala siguiente para conocer si su nivel de satisfacción es bajo, medio o alto. - Bajo: entre 6 y 26 puntos. - Medio: entre 27 y 32 puntos. - Alto: entre 33 y 42 puntos. Durante mi investigación pedí a unas 200 personas incluidas en los tres grupos - c o n suerte, sin suerte y n e u t r a l - que contestaran a este cuestionario. Los resultados se muestran en el gráfico siguiente. 5 La gente con suerte es la que se muestra más satisfecha con todos los aspectos de su vida y la gente sin suerte la más insatisfecha.

Satisfacción en la vida y suerte

Vida en general

Vida familiar

vida

personal

Situación financiera

Salud

Vida profesional

Aparte de la capacidad psíquica, ¿qué otra cosa podría explicar la diferencia entre la gente con suerte y sin ella? Me preguntaba: ¿si la diferencia sólo estriba en la inteligencia, quizás Joddie y Lee son, lisa y llanamente, más inteligentes que Susan y Stephen, y esto es lo que les hace tener más éxito en la vida? Decidí averiguarlo. Para ello pedí a los participantes en el experimento que rellenaran 49

el Cuestionario de la Suerte y que hicieran una serie de tests que miden las dos clases de inteligencia. Estos tests, muy utilizados en miles de experimentos realizados en todo el mundo para predecir la respuesta de determinadas personas en la escuela, en la universidad y en algunos tipos de trabajo, nos mostraron la capacidad de razonamiento, verbal o no, de los participantes. Calculé el número de respuestas correctas y, tras analizar su procedencia —de la gente con suerte y sin suerte-, pude comprobar que ambos grupos obtenían prácticamente la misma puntuación en los tests de inteligencia. 6 Luego comparé los resultados con los obtenidos por los «neutrales» y, una vez más, no había diferencias sustantivas. Los resultados del experimento eran claros: tener suerte o carecer de ella no tiene nada que ver con la inteligencia.

HACIA LOS CUATRO PRINCIPIOS Aunque mi investigación había demostrado que la suerte no está conectada con la capacidad psíquica o la inteligencia, comencé a preguntarme si la mente podría influir, de alguna otra forma, en la suerte. ¿Enfocan la vida de la misma manera las personas con suerte que las que carecen de ella? Si no es así, ¿son los distintos puntos de vista los responsables de crear los acontecimientos positivos y negativos? Creemos que la suerte es una fúerza externa: a veces tenemos suerte y a veces no. Pero, ¿y si fuéramos nosotros los que fabricamos nuestra propia suerte, o los responsables, en gran parte, de la buena o la mala fortuna que encontramos a lo largo de nuestra vida? El experimento de la lotería nos proporcionó u n a buena clave para encontrar la respuesta. En los formularios utilizados pedimos a la gente que valorara su confianza en que le tocara la loto eligiendo un número en la escala del 1 al 7. El 1 indicaría que no tenían ninguna confianza y el 7 que tenían mucha. Cuando analizamos los resultados descubrimos algo sorprendente que se muestra en el siguiente gráfico: las expectativas de ganar de la gente con suerte eran más del doble que las de la gente sin suerte. 7

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Confianza de las personas sin suerte, neutrales y con suerte en que les toque la lotería

Cuando se trata de acontecimientos aleatorios, como la lotería, tales expectativas cuentan poco. Alguien que tenga mucha confianza en que va a ganar obtendrá los mismos resultados que el que no tiene ninguna. Pero la vida no es como la lotería. A menudo, nuestra actitud influye en los acontecimientos. Cuando tratamos de conseguir algo cobra importancia nuestra resistencia al fracaso; también es importante la forma en que nos relacionamos con los demás o cómo los demás se relacionan con nosotros. Era esencial comprobar esta idea. Así que, en los siguientes años, concentré mis esfuerzos en comprender las diferentes formas de pensar y de comportarse de la gente con suerte y sin suerte. Finalmente, conseguí identificar los mecanismos psicológicos que se esconden tras las cuatro grandes diferencias entre una vida con suerte y sin suerte: ésos son los cuatro principios de la suerte. Cada uno de ellos se subdivide, a su vez, en varios subprincipios: doce en total. Conocer estos principios y subprincipios nos permitirá conocer también lo que es la suerte. Los siguientes cuatro capítulos desarrollan estos principios y subprincipios en detalle. Hablan también de las investigaciones que dirigí para llegar a descubrirlos y para descubrir también su impacto. Además de conocer los muchos ejemplos de la vida real que me 51

proporcionaron todos los que amablemente se prestaron a colaborar en mi trabajo, tendrá oportunidad de evaluar el papel que juegan estos principios en su vida y, al final de cada capítulo, encontrará varios ejercicios que le ayudarán a incrementar su suerte. Es hora de comenzar. Es hora de descubrir lo secretos que se esconden tras una vida con suerte.

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2 . LOS CUATRO PRINCIPIOS DE LA SUERTE

III. PRINCIPIO NÚMERO 1: MAXIMICE SUS OPORTUNIDADES

PRINCIPIO: LAS P E R S O N A S CON SUERTE PROPICIAN SU BUENA ESTRELLA La vida de la gente con suerte está llena de oportunidades. En el capítulo anterior describí la vida profesional de Jodie, la poetisa, a la que la casualidad ha ayudado a hacer realidad muchos de sus sueños y ambiciones. También les presenté a Lee, el director de marketing que tiene la extraña habilidad de estar en el sitio adecuado en el momento oportuno. Conoció a su futura esposa por casualidad y debe mucho de su éxito en los negocios a sus golpes de suerte. Luego está Lynne, la ganadora de concursos en serie. Lynne vio alterado el curso de su vida cuando cayó en sus manos un periódico en el que leyó un artículo sobre una mujer que había ganado varios premios en diversos concursos. Lynne, Lee y Jodie son un ejemplo típico de la gente que ha participado en mi investigación: parece que las oportunidades se cruzan en su camino sin buscarlas. Las personas con suerte están casi siempre convencidas de que lo que les sucede se debe a la pura casualidad. Abren el periódico por la página adecuada, visitan el sitio de Internet que más les conviene, caminan por la calle en el momento justo, o van a una fiesta, y allí conocen a la persona que necesitan en ese momento. Pero mi trabajo reveló que estas casualidades providenciales son el resultado de la actitud psicológica de este tipo de personas. La forma en que piensan y se comportan las hace ser más propensas a crear oportunidades, a verlas, o a forzarlas. He desvelado las técnicas, hasta ahora ocultas, que la gente con suerte utiliza para maximizar su valor. Descubrí 55

que estar en el sitio adecuado en el momento oportuno tiene mucho que ver con gozar del adecuado estado de ánimo. Wendy es un ama de casa de cuarenta años que se considera una persona con suerte en muchos aspectos de su vida, sobre todo en lo que se refiere a ganar concursos. Consigue, por término medio, tres premios a la semana. Algunos son pequeños, pero muchos otros son importantes: en los últimos cinco años ha ganado bastante dinero y algunas vacaciones en países exóticos. Desde luego, parece que nadie puede poner en duda que Wendy tiene la sorprendente habilidad de ganar concursos. Y no es ella la única. En el capítulo anterior, describí cómo Lynne había conseguido importantes premios: coches, vacaciones, etc. Lo mismo se puede decir de Joe. Como Wendy y Lynne, se considera una persona afortunada. Lleva cuarenta años de feliz matrimonio y tiene una maravillosa familia. Pero, sobre todo, tiene suerte en los concursos. Su lista más reciente de éxitos incluye la obtención de televisores, la participación en conocidos seriales de TV y vacaciones pagadas. ¿Qué hay detrás de estos ganadores? Su secreto es muy sencillo: participan en muchos concursos. Cada semana, Wendy prueba su suerte en unos 130: 60 por correo y 70 por Internet. Lynne y Joe no le van a la zaga: hacen un mínimo de 50 cada uno. Sus posibilidades de ganar se incrementan en la misma medida que incrementan su participación. Los tres son conscientes de que su suerte se debe, en realidad, al gran número de veces que lo intentan. Como Wendy explicaba, «Tengo suerte, pero la suerte hay que buscarla. Gano muchos concursos y premios, aunque también me esfuerzo mucho en el empeño». Por su parte, Joe me comentaba: «Mis amigos siempre me dicen que tengo mucha suerte porque gano muchos concursos. Luego veo que ellos no participan en casi ninguno y pienso... "bueno, si no lo intentan no tendrán la posibilidad de ganar". Me consideran un tipo afortunado, pero creo que uno se fabrica su propia suerte... Como suelo decirles, "Tenéis que concursar para ganar".» Me preguntaba si esta idea podría aplicarse a todas las oportunidades que la vida le ofrece una y otra vez a la gente con suerte 56

Si podría explicar también por qué este tipo de personas conoce a gente interesante en las reuniones a las que acude, o por qué lee artículos en los periódicos que cambian su vida. Decidí levantar el telón y descubrir la realidad que s^ esconde detrás de la ilusión. Lo que vi es que todo podía resumirse en una sola palabra: personalidad. La gente que tiende a pensar y comportarse de la misma forma se dice que tiene la misma personalidad. El concepto de personalidad es capital en la psicología moderna. Se ha invertido una gran cantidad de tiempo y esfuerzo en encontrar la forma más adecuada de clasificar la personalidad y, aunque está lejos de ser tarea fácil, los resultados han sido impresionantes. Durante muchos años, los psicólogos se ha dedicado a desarrollar fórmulas para clasificar a los individuos en función de su personalidad. Tras muchas investigaciones, la mayoría de ellos han llegado a la conclusión de que sólo hay cinco rasgos propios de nuestra personalidad en los que todos variamos y que se encuentran en jóvenes, viejos, hombres y mujeres con independencia de su raza o cultura. Estos cinco rasgos suelen conocerse como sociabilidad, control emocional, extraversión, neuroticismo y receptividad. 1 Por mi parte, he comparado la personalidad de la gente con suerte y sin suerte en base a esos cinco rasgos definitorios de la personalidad. El primero que examiné fue el de sociabilidad, que mide el grado de simpatía que despierta una persona por su comportamiento y actitud positiva hacia los demás. Me preguntaba si la causa de que la gente con suerte recibiera tantos regalos de la vida sería la justa contrapartida a su tendencia a ayudar al prójimo. Pero la puntuación de uno y otro grupo, en este caso, fue prácticamente similar. El segundo rasgo que examiné fue el control emocional, que mide el grado de autodisciplina, voluntad y determinación de una persona. Quizás la gente con suerte tiene mejor fortuna, lisa y llanamente, porque trabaja más y con más firmeza que la gente sin suerte. Pero, de nuevo, fueron pocas las diferencias entre la puntuación de uno y otro bando. 2 Los grupos, sin embargo, obtuvieron puntuaciones muy distintas en lo que se refiere a los tres rasgos restantes de la personalidad: 57

extraversión, neuroticismo y receptividad. Estas diferencias explicaban por qué la gente con suerte encuentra tantas oportunidades a lo largo de su vida, cosa que no le ocurre a sus contrarios. Cada una de ellas constituye un subprincipio.

SUBPRINCIPIO 1: LA GENTE CON SUERTE CREA Y MANTIENE UNA SÓLIDA «RED DE LA S U E R T E » A lo largo de mi investigación pude comprobar que la gente con suerte obtenía u n a puntuación mucho más elevada que la gente sin suerte en el rasgo conocido como extraversión. 3 Los extravertidos son m u c h o m á s sociables que los introvertidos. Disfrutan visitando a los amigos y asistiendo a fiestas y prefieren los trabaj o s que implican la relación con otras personas. Los introvertidos miran mucho más a su interior, son felices estando solos y se sienten mejor realizando actividades en solitario, como leer un buen libro. También llegué a la conclusión de que hay tres vías en las que las personas extravertidas incrementan de manera significativa sus encuentros a f o r t u n a d o s : son proclives a conocer a mucha gente, tienen un cierto «magnetismo social» y mantienen relaciones duraderas. Nivel de extraversión de las personas sin suerte y con suerte 35

-

33 31 29 27 25 23 21

-

19 17 15 Sin suerte

Con suerte

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En primer lugar, de la misma forma que Lynne, Joe y Wendy aumentan sus posibilidades de obtener premios porque participan en muchos concursos, los extravertidos también incrementan la posibilidad de tener encuentros provechosos porque conocen a mucha gente nueva en el día a día. Es muy sencillo: cuantas más personas conocen más oportunidad tienen de tropezar con alguien que produzca efectos positivos en su vida. Veamos el caso de Robert, un mecánico de vuelo de cuarenta y tres años que vive en Inglaterra. Robert tiene mucha suerte y su vida está salpicada de encuentros afortunados. Hace unos pocos años, voló con su esposa a Francia para celebrar el Año Nuevo. Pasadas las fiestas se dispusieron a regresar, pero una gran nevada hizo que se suspendieran todos los vuelos. Después de varios días sin que la situación se resolviera, decidieron volver a su país en el ferry. Pero todavía había otro problema. El ferry llegaría a un puerto que estaba a considerable distancia de su casa y los transportes públicos también estaban suspendidos en Inglaterra a causa de la nieve. Cuando Robert y su esposa estaban dándole vueltas al asunto, se abrió la puerta y apareció otra pareja inglesa que también iba a coger el ferry. Robert empezó a hablar con ellos y cuál no sería su sorpresa al descubrir que vivían muy cerca de su casa. La pareja se ofreció inmediatamente a llevarles en coche. En unos minutos sus problemas se habían resuelto. En otra ocasión, se querían cambiar de casa. Habían mirado varias sin encontrar ninguna que les gustase. Un día, Robert iba caminando por la calle principal y vio a un agente inmobiliario que conocía salir de su oficina. Podría haber pasado de largo, pero decidió preguntarle si sabía de alguna casa en venta con las características que a él le convenían. La respuesta en principio fue negativa. Sin embargo, unos segundos más tarde el agente recordó algo, se volvió hacia él y le dijo que fuera a ver una que acababa de ponerse a la venta. Robert, no perdió ni un minuto. Se acercó inmediatamente y quedó encantado nada más verla. La compró ese mismo día. Era la casa de sus sueños y la pareja vivió feliz en ella durante más de veinte años. Cuando le entrevisté, Robert se describió como sociable y locuaz. Me dijo que en la cola del supermercado suele charlar con las per59

sonas que están j u n t o a él. Le encanta hablar con desconocidos. Disfruta haciendo nuevas amistades y, por supuesto, piensa que a mayor número de conocidos mayores oportunidades tiene de entrar en contacto con alguien que puede reportar algún beneficio a su vida. Joseph, un estudiante ya madurito (tiene treinta y cinco años), también ha tenido muchas oportunidades para introducir cambios en su vida. En sus tiempos de instituto le costaba mucho adaptarse, faltaba a clase y tenía constantes problemas con los profesores y tutores, incluso con la policía. A los veinte años había visitado ya la cárcel varias veces por faltas leves y había ido dando tumbos de un trabajo a otro. En ese momento, un encuentro fortuito cambió su vida. Iba en un tren a Virginia cuando el convoy se paró entre dos estaciones. Joseph estaba aburrido y se puso a charlar con una mujer que iba sentada a su lado. Era psicóloga y pronto entablaron una interesante conversación sobre las tendencias autodestructivas de Joseph. La mujer quedó impresionada de su perspicacia y de su capacidad de comunicación y le dijo que podría llegar a ser un excelente psicólogo. Cuando el tren llegó a su destino, cada uno siguió su camino, pero la idea había quedado prendida en la mente de Joseph. Se enteró de los estudios que tendría que hacer y decidió cambiar por completo su vida ingresando en la Southern University para licenciarse en Psicología. En su entrevista me dijo: «He aprendido que puedes sacar mucho partido de una conversación. En lo que a mí respecta, me ha ayudado enormemente a mejorar mi suerte.» Muchas otras personas con suerte también han informado de cómo han experimentado sus efectos simplemente por contactar con gente que han conocido en el día a día. Veamos el caso de Samantha. Hace unos pocos años trabajaba como secretaria en un despacho de abogados neoyorquino, esperando secretamente alcanzar horizontes más altos en el mundo del cine. Su único problema era que no tenía contactos ni relaciones importantes que la ayudaran. Una tarde lluviosa salía de una visita al médico y decidió coger un taxi junto al Central Park dado lo mucho que llovía. Justo cuando se detuvo, un hombre mayor se le acercó y le preguntó si podía compartir el taxi con ella. Samantha, extravertida por naturaleza, le contestó afirmativamente y, una vez en el coche, entablaron una animada conver6o

sación. Así descubrió que su compañero de viaje era un importante ejecutivo de una compañía cinematográfica. Le habló de su secreto deseo de formar parte del mundo del cine y le dijo que aceptaría un trabajo, por nimio que fuera, con tal de entrar. Él le ofreció organizarle una entrevista con el jefe de personal de su empresa, y así fue como Samantha empezó a trabajar como secretaria de uno de los abogados, pero enseguida pasó al departamento de adquisiciones cinematográficas. Cinco años más tarde, se ha convertido en una atareada ejecutiva en Los Ángeles que reconoce que tuvo la suerte de aprovechar la oportunidad que le ofreció el estar en el sitio adecuado en el momento oportuno. Otra forma en la que la gente con suerte aumenta sus posibilidades de tener este tipo de encuentros reside en lo que llamaremos «magnetismo social». Los psicólogos han llegado a la conclusión de que hay personas que atraen más que otras. 4 Esta especie de «imanes sociales» suelen encontrarse con que muchos se acercan a charlar con ellos en fiestas y reuniones. Tampoco es raro que cuando van por la calle les pregunten por una dirección o por la hora. Por alguna extraña razón, la gente se siente atraída por ellos. Y algo que no es nada sorprendente: son muchos más los extravertidos que los introvertidos los que tienen este don tan especial. Las investigaciones han puesto de relieve que estas personas adoptan un tipo de lenguaje corporal y de expresión facial que las hace atractivas e incitantes. Y, lo que es interesante resaltar, la gente con suerte muestra el mismo comportamiento. Le pedí a algunos colegas que examinaran las cintas y vídeos de las entrevistas que había realizado. Quité el sonido para que no pudieran averiguar a qué bando pertenecían los entrevistados a la hora de analizar su aspecto y su actitud durante la entrevista. Contaron el número de veces que sonreían, y el número de veces que miraban a los ojos de su interlocutor y tomaron nota de todos sus gestos. Las diferencias entre uno y otro grupo eran enormes. La gente con suerte sonreía el doble de veces que la gente sin suerte y su mirada era mucho más franca y directa. Quizás los mayores contrastes surgieron a la hora de examinar su lenguaje corporal «abierto» o «cerrado». Las personas exhiben un lenguaje corporal cerrado cuando cruzan los brazos y las piernas, o no se encaran con quien están 61

lenguaje abierto es exactamente lo contrario: la pers o n a mira de frente, no cruza los brazos ni las piernas y a menudo hace gestos con las manos abiertas. La gente con suerte tiende a utilizar un lenguaje abierto el triple de veces que la gente sin suerte. El lenguaje corporal y facial de las personas con suerte resulta muy atractivo. Esto ayuda a que se den esas felices casualidades que tanto les favorecen. Por ejemplo, cuantos más contactos establezcan en una fiesta, más posibilidades tendrán de encontrar a la persona de sus sueños. Cuanto más hablen de negocios, más posibilidades tendrán de encontrar un nuevo cliente o de conocer a alguien que produzca efectos beneficiosos en su carrera. Pero la cosa no acaba aquí. Además de hablar con mucha gente, y tener esa especie de magnetismo social, este tipo de personas extravertidas también encajan en un tercer comportamiento que incrementa las probabilidades de que su vida esté plagada de casualidades providenciales y que, seguramente, juega el papel más importante en su carrera de éxitos. Son eficaces a la hora de establecer lazos seguros y duraderos y no tienen dificultades para entablar nuevos conocimientos y amistades. En consecuencia, mantienen un grupo mucho más numeroso de amigos y conocimientos que la gente sin suerte. Esta red de contactos contribuye a incrementar sus oportunidades. hablando. Un

Veamos el caso de Kathy, una administrativa de cincuenta años de edad. Kathy se considera una persona con mucha suerte en todos los aspectos de su vida. Lleva veintitrés años de feliz matrimonio y tiene dos hijos. Cree que ha estado siempre en el lugar adecuado en el momento oportuno. Hace unos años decidió reincorporarse al trabajo después de estar un tiempo dedicada al cuidado de sus hijos, pero no estaba segura de que su capacidad y conocimientos fueran las mismas de antes. Llamó a un viejo amigo vinculado al mundo profesional al que no veía hacía tiempo para pedirle consejo. Cuando comenzaron a hablar de su deseo de reingresar en el mundo laboral, él le comentó que iba a poner un anuncio porque necesitaba un asistente personal. Kathy le dijo que le gustaría empezar de nuevo en ese puesto y él le sugirió que lo pidiera. Así lo hizo y lo consiguió. Tras seis años de trabajo en la empresa está encantada con lo que hace y cree que buena parte de su suerte se deriva de su actitud: 62

«Colecciono gente. Me gusta, y no tengo problemas para hacer nuevos amigos. Procuro mantener el contacto con ellos. Aunque resulta difícil estar en contacto con todo el mundo, yo hago todo lo que puedo.» Kathy ha conseguido tener una impresionante red de contactos a través de amigos y compañeros que conserva desde su época de estudiante. Para celebrar su cumpleaños organizó una cena a la que invitó a sus cincuenta amigos más íntimos. Se relaciona con gente de todas partes del mundo y de todas las épocas de su vida. Kathy no fue la única persona que hizo hincapié en la importancia de mantener el contacto con amigos y colegas. En el capítulo anterior, conocimos a Jodie, una poetisa que ahora vive en Nueva York. En los dos últimos años ha tenido mucha suerte y la casualidad la ha ayudado a hacer realidad muchos de sus sueños y ambiciones. Jodie incrementa la posibilidad de que se produzcan esas fructíferas casualidades charlando con la gente y manteniéndose en contacto con ella. También está muy bien relacionada dentro de su círculo de escritores y poetas. Le pregunté sobre este aspecto de su vida: «No me cuesta ningún trabajo conectar con la gente. A la hora de relacionarme soy sincera y auténtica. No me gusta encerrarme en mi casa. Me gusta comunicarme y tener un hogar, pero no es una cuestión de geografía: nuestros compañeros, nuestros vecinos, nuestros amigos son nuestros hogares. Así que cuando me doy cuenta de quiénes son los que realmente me apoyan, de dónde y con quién me siento como en familia, me entrego y procuro mantener el contacto.» Estas técnicas son especialmente eficaces porque ayudan a crear y mantener una vasta «red de la suerte». Los sociólogos han estimado que, por término medio, todos conocemos a unas 300 personas más o menos íntimamente. Cuando nos presentan a alguien y comenzamos a hablar, estamos sólo a un paso, a un apretón de manos, de la gente que a su vez conoce esa persona. Supongamos que está en 63

una reunión y que empieza a charlar con una chica que se llama Sue. Nunca la ha visto antes, pero parece agradable. En un momento dado, menciona que está pensando en cambiar de trabajo. No parece probable que Sue le pueda ofrecer un contrato, pero quizás conozca a alguien que sí puede hacerlo. Charlando con ella, está sólo a un paso de «sus» 300 personas. Quizás le presente a alguien que seguramente conoce a alguien que esté interesado en contratarle. Usted está sólo a dos pasos de u n a s 90.000 posibilidades (300 x 300 personas) de tener un encuentro providencial. Y, todo ello, sólo por saludar a Sue. Pero volvamos al cincuenta cumpleaños de Kathy y a sus 50 invitados. Asumamos que cada u n o de ellos conoce, por término medio, a otros 300, y que cada uno de esos 300 conoce, a su vez, a 300 más. En su fiesta de cumpleaños ¡¡Kathy estaba a sólo un paso de 15.000 personas y a dos de 4,5 millones!! Teniendo en cuenta todo este potencial de contactos, no parece sorprendente que estos encuentros jueguen un papel tan importante y positivo en su vida. Sin darse cuenta, las personas con suerte se comportan de un modo que maximiza su haber de golpes de fortuna y de casualidades providenciales. Hablan con montones de personas y pasan tiempo con ellas; atraen a la gente y mantienen las relaciones. El resultado es una vasta red de contactos y grandes posibilidades de tentar la suerte. Y sólo se necesita uno de estos encuentros fortuitos para cambiar una vida.

Cómo fabricar una «red de la suerte» Jessica es un antropóloga forense de Chicago que ha tenido suerte durante toda su vida: «Tengo el trabajo que deseo, dos maravillosos hijos y un marido al que adoro. Es increíble, cuando echo la vista atrás y repaso mi vida, me doy cuenta de que he tenido suerte en todo. En los estudios, con los amigos, con la gente

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que he conocido, estando en el sitio adecuado en el momento oportuno. No se me ocurre ningún aspecto concreto en el que no haya sido afortunada.» Jessica ha tenido suerte sobre todo en su vida amorosa. Siempre le ha sido fácil encontrar pareja. Actualmente lleva siete años con un hombre al que considera «perfecto». En una entrevista, le pedí que describiera cómo había conocido a su pareja actual. «Le conocí por casualidad en una fiesta. Una noche, una amiga me llamó para preguntarme si quería ir a una cena con ella. No pensaba salir, pero la oferta parecía interesante, así que accedí. Y encontré al hombre de mi vida. A él también le había llevado a la fiesta un amigo suyo. Empezamos a hablar y enseguida quedamos para tomar un café al día siguiente. Así empezó todo.» También le pedí que explicara cuál creía que era la causa de su suerte: «En gran parte es el resultado de no dormirse. Si eres una persona activa, conoces a mucha gente y entras en otros círculos. A mí me gusta charlar con los desconocidos y creo que es ese aspecto de mi personalidad el que me ha aportado muchos de mis amigos y parejas. Prefiero buscar a gente interesante que estar aburrida. Si voy a algún evento o a alguna fiesta, procuro encontrar a alguien con quien hablar que merezca la pena. Pero no se trata sólo de eso. Mis amigos me han dicho que la gente se acerca a mí porque yo me intereso por ella. Hablo, pero también escucho. Hay que compartir la información. Me interesa la vida de los demás, hago esfuerzos por conectar con otras personas. »También organizo muchas fiestas. Los que asisten me dicen cosas como: "¡Qué bien lo hemos pasado. Ha sido una noche estupenda, haces unas fiestas maravillosas!"

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Bien, son divertidas, pero hay que planificarlas. Suelo invitar a mucha gente diferente. Las fiestas con las mismas personas son un tanto predecibles. Por otra parte, es una manera de hacer que surjan nuevas amistades y conocimientos. Celebro una cada dos meses y, la verdad, me da buena suerte en los temas profesionales, o a la hora de encontrar apoyos... Se trata de compartir conocimientos y experiencia. »Es un juego de probabilidades. Si conoces a 20 personas en una semana, tendrás más oportunidades de encontrar a alguien interesante que si conoces sólo a 5. En resumen, se trata de tener más posibilidades de que te pasen cosas buenas, de tener encuentros agradables... Creo que sería muy difícil tener suerte si no lo haces.»

SUBPRINCIPIO 2: LA GENTE CON SUERTE ADOPTA UNA ACTITUD RELAJADA EN LA VIDA Hay también otra serie de técnicas que la gente con suerte utiliza sin tener conciencia de sus ventajas. Estas técnicas no se refieren tanto a la creación de golpes de fortuna, sino a la capacidad de ver y aprovechar las oportunidades que surgen espontáneamente. Un sencillo truco de cartas nos servirá para ilustrar mi teoría. Imagínese que he invitado a varias personas a cenar y que he colocado cinco cartas boca arriba sobre la mesa. Le pido a uno de mis invitados que mire las cartas, que elija una y la recuerde. Después, le ruego que salga de la habitación unos minutos. Cojo las cartas, las miro y guardo en mi bolsillo la que creo que mi invitado eligió. Luego dejo las otras cuatro sobre la mesa. A continuación, invito a mi amigo a que vuelva a la habitación, que mire las cartas y me diga si la elegida por él no está. He hecho este juego montones de veces y nunca me falla. Pensé que sería divertido traerlo aquí. Hacer un truco de cartas en un libro no es fácil, pero v a m o s a intentarlo. He reproducido cinco cartas en la siguiente página. Mírelas, elija una, recuérdela y vuelva de nuevo aquí. 66

¿Ya lo ha hecho? Bien. Ahora imagine que ha salido de la habitación y yo he guardado en mi bolsillo la carta que creo que usted ha elegido. Le invito a volver, y le muestro las otras cuatro. La suya no está. Las cuatro cartas están en el Apéndice A. Vaya y compruebe si su carta ha desaparecido. ¿Cómo lo he hecho? ¿Estaba su carta allí? Tengo que ser sincero con usted. Como habrá imaginado, el juego no tiene nada que ver con mis habilidades mágicas sino con la psicología. Este truco funciona debido a un sencillo principio psicológico: sólo tendemos a fijarnos en las cosas que nos importan de verdad. Si no ha descubierto todavía el secreto que se esconde detrás del truco, eche una segunda mirada a las cartas. En vez de elegir sólo una, fíjese en todas ellas. Ahora, vuelva al Apéndice A y mire las cartas que hay allí. Como habrá podido comprobar, todas son diferentes. Cualquiera que sea la carta que elija de la selección de la página anterior, nunca estará entre las del Apéndice 1. Le pedí que se concentrara y que recordara sólo una carta. A los efectos del truco, esta carta se convierte en importante y las otras cuatro no. Cuando mira las cartas del Apéndice, la mayoría de la gente se da cuenta de que la suya no está, pero no repara en que el resto ha cambiado también. Es una sorprendente demostración de cómo tendemos a concentrar nuestra atención en lo que nos importa exclusivamente y solemos ignorar otros aspectos circundantes. Es una idea muy simple, pero tiene mucho que ver con las oportunidades y la suerte. A menudo sucede que no nos damos cuenta de las oportunidades que nos ofrece la vida porque estamos demasiado preocupados en buscar otras cosas. Hice un experimento muy sencillo para comprobar este fenóme67

no. Le di a una serie de personas un periódico y les pedí que le echaran un vistazo y me dijeran cuántas fotografías contenía. Aparentemente no había ninguna segunda intención. Yo sólo quería saber el número de fotografías que había en el periódico. A todos les pareció muy fácil y a la mayoría sólo les llevó unos dos minutos averiguarlo. Hubo algunos que tardaron un poco más porque dieron una segunda pasada para comprobar la cifra. En realidad, todos podrían haber contestado en unos pocos segundos y sin tomarse el trabajo de contar las fotografías. ¿Por qué? Sencillamente porque en la segunda página del periódico había un mensaje que decía: «NO SIGA CONTANDO, HAY 43 FOTOGRAFÍAS EN ESTE PERIÓDICO.» Y no era un anuncio pequeño colocado en una esquina. Ocupaba media página y estaba escrito con un tipo de letra grande. Realmente llamaba la atención, pero nadie lo vio porque todos estaban demasiado preocupados en buscar las fotografías. También se dejaron en el tintero algo más importante: la oportunidad de ganar 100 libras. Hacia la mitad del periódico coloqué un segundo anuncio, también bastante llamativo. Igual que el anterior, ocupaba media página y proclamaba, en un tipo de letra grande: «NO SIGA CONTANDO. DIGA A LA PERSONA QUE DIRIGE EL EXPERIMENTO QUE HA VIS-

100 LIBRAS.» Una vez más, no hubo nadie que reparara en el mensaje. Igual que antes, todos estaban demasiado preocupados buscando las fotografías. Es interesante analizar su reacción al final del experimento. Les pregunté si habían visto algo raro en el periódico. Cuando dijeron que no, les pedí que le dieran una segunda pasada. En pocos segundos vieron el primer mensaje. La mayoría se echaron a reír y dijeron que no podían entender cómo no se habían dado cuenta. Cuando vieron el segundo mensaje, la sorpresa fue mayúscula, y sus palabras todavía más expresivas.

TO ESTE ANUNCIO Y GANE

Todos los que tomaron parte en el experimento fallaron a la hora de ver las interesantes y obvias oportunidades que tenían ante sí porque no las estaban buscando. La cuestión es saber qué clase de gente es la que se da cuenta de este tipo de cosas. ¿Quién percibe que todas las cartas han cambiado en el truco mágico? ¿Quién ve que puede ganar 100 libras en un experimento de un periódico? La respuesta está en un segundo rasgo de la personalidad en el que difieren las personas con suerte 68

y sin suerte: el neuroticismo. Los que obtienen una baja puntuación en este rasgo son personas tranquilas, con una actitud relajada, mientras que los que la obtienen alta suelen tener también un grado elevado de tensión y ansiedad. Como muestra el gráfico, la puntuación de la gente con suerte en lo que se refiere al neuroticismo es mucho más baja que la de la gente sin suerte 5 y esto puede ser algo importante a la hora de ver las oportunidades que la vida nos ofrece. Nivel de neuroticismo de las personas sin suerte y con suerte 30 i 25 -

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Sin suerte

Con suerte

Los psicólogos han realizado muchos estudios sobre los efectos de la ansiedad en nuestra capacidad de percepción. En un experimento muy conocido, se pidió a una serie de personas que se fijaran en un punto que se movía en el centro de la pantalla de un ordenador. Sin previo aviso, los experimentadores hicieron aparecer grandes puntos en los bordes de la pantalla. Casi todos los participantes los vieron. Los psicólogos llevaron a cabo el mismo experimento con un segundo grupo de personas, esta vez les ofrecieron un premio importante en metálico si descubrían el punto central. En estas condiciones, la gente estaba mucho menos relajada y su preocupación por encontrar el punto central era tal que una tercera parte no percibió los que aparecieron alrededor de la pantalla. Cuanto más miraban, menos veían. 69

De igual forma, las personas con suerte tienden a estar más relajadas que la mayoría de la gente y, por tanto, están más predispuestas a que no se les escapen las oportunidades que el azar les ofrece, incluso cuando no están a la expectativa. Serán quienes verán también los anuncios en el experimento del periódico y los grandes puntos alrededor de la pantalla del ordenador. Y esta capacidad suya tiene un importante y positivo efecto sobre su vida. Para ilustrar este punto, comencemos por analizar la influencia de este factor en algo tan simple como encontrar dinero en la calle, que también tiene que ver con la suerte. Como Huckleberry Finn señaló, disfrutamos más del billete que encontramos en la calle que del que ganamos con nuestro trabajo. Richard, un hombre de sesenta y siete años, suele encontrar monedas, e incluso billetes, cundo sale a dar un paseo. Hace ocho años decidió poner este dinero aparte, en un bote con un letrero que dice «dinero encontrado». Guarda el bote en su cocina y está sorprendido de lo rápido que se llena. En una entrevista, contaba cómo se había dado cuenta de un extraño fenómeno: la cantidad de dinero encontrado estaba en relación directa con lo feliz que se sentía en ese momento. Richard ha llegado a esta conclusión porque, durante algún tiempo, tomó nota de su estado de ánimo - f e l i z , relajado, ansioso o t r i s t e - y el dinero que encontraba. Los resultados le demostraron el papel tan importante de estos factores a la hora de percibir las oportunidades que surgían a su alrededor: «No encontraba dinero cuando estaba un poco bajo de tono o pensando: "¡No puedo estar así de preocupado! ¡Tengo que levantar el ánimo!" Si estaba de buen humor, relajado, paseando, tenía muchas más probabilidades de encontrarlo porque mis sentidos estaban agudizados. Es curioso. La verdad es que no voy buscando dinero pero, precisamente por ello, lo encuentro.» La habilidad de la gente con suerte para ver las oportunidades es el resultado de su forma relajada de enfocar la vida. No es que esté al acecho, más bien es que se da cuenta de ellas cuando se cruzan en su camino. Por contra, la gente sin suerte tiende a estar en un mayor estado de ansiedad. Es ese tipo de personas que está tan ocu70

pado contando las fotografías del periódico que no ve el anuncio que ofrece ganar cien libras en un momento. En la vida real, puede concentrarse en llegar a tiempo a una reunión, encontrar un nuevo trabajo o darle vueltas a cualquier problema. El resultado es que su radio de atención se estrecha, provocando la pérdida de las oportunidades que surgen diariamente a su alrededor. La gente con suerte a menudo comenta cómo ha encontrado, en periódicos y revistas, en anuncios y en Internet, las oportunidades que tanto han hecho cambiar su vida. En el Capítulo I, describí la vida afortunada de Lynne. Todo cambió para ella cuando cayó en sus manos un artículo de un periódico que hablaba de una mujer que había ganado montones de premios en concursos. Muchas otras personas con suerte narraron la misma experiencia. Veamos el caso de Diana, profesora de la Universidad de Cambridge, de treinta y nueve años. Me contó cómo un episodio muy importante de su vida llegó a través de un artículo del periódico que leyó por casualidad: «Cuando leí una referencia en la prensa sobre alguien que hablaba de los problemas relativos a la educación preescolar en Gran Bretaña escribí y dije que no podía estar más de acuerdo con la opinión de esta persona. Inmediatamente recibí una invitación para hablar con ella. La acepté, y dio la casualidad de que estaba relacionada con un comité asesor del Gobierno en materia de educación. Lo siguiente que supe es que me nombraron directora de un programa del Gobierno para la educación preescolar.» Otras personas me contaron que encontraron su oportunidad en la televisión y en la radio. Elizabeth, una profesora de yoga de sesenta y dos años, achaca buena parte de su buena fortuna a su «radio mágica»: «Enciendo la radio y más veces de lo que parece verosímil oigo algo sobre un tema que es justo lo que necesito. No hace mucho tiempo, estaba en plenos trámites de divorcio y mi abogado me aconsejó que contratara a un detective privado. Al día siguiente, escuché en la radio una entrevista con el presidente de la asociación de detectives privados. Le telefoneé y le pedí consejo. Me 71

recomendó uno que vivía cerca de mi casa. Contacté con él y le contraté. Resultó excelente. En otra ocasión, en un momento de mi vida en el que sentía la necesidad de ampliar mis conocimientos, escuché un programa en el que una mujer hablaba de un fascinante curso de sociología que acababa de hacer. Llamé a la emisora, pedí detalles y unas pocas semanas después estaba matriculada en un amplio curso de sociología en un maravilloso campus. Mi radio mágica consigue muchas cosas como éstas.» La actitud relajada no sólo ayuda a las personas con suerte a encontrar dinero en la calle, a descubrir cosas interesantes en los periódicos, en las revistas, o en la radio. El mismo principio se aplica a las relaciones sociales. No van a fiestas y reuniones pensando en encontrar a la pareja de su vida o a alguien que les va a ofrecer el trabajo perfecto. Simplemente van relajadas y, por tanto, más predispuestas a aprovechar cualquier coyuntura. Escuchan a la gente, ven lo que hay, no tratan de encontrar lo que quieren ver. El resultado es que son mucho más receptivas a cualquier oportunidad que suija de manera natural. John, un afortunado contable de Nevada, también comentaba todas las ocasiones que había aprovechado por estar relajado en vez de tenso a la hora de buscar algo: «Creo que parte de mi suerte se debe a que estoy más relajado y receptivo. No busco ansiosamente cosas muy concretas. Hace algún tiempo, quería un coche bueno de verdad; un modelo reciente, con pocos kilómetros. Si yo hubiera pensado: "Quiero un Mercedes usado, con pocos kilómetros, y un montón de cosas más", seguramente no lo habría encontrado. Compré un gran coche mirando los anuncios por palabras. No es un Mercedes, pero es perfecto para mí. Cuando me trasladé a Las Vegas, en febrero, tenía que buscar casa. Vi sólo dos y conseguí también la que deseaba. Si hubiera empezado por poner muchas exigencias, no habría tenido esa suerte. En cambio, como estaba muy relajado las cosas se me dieron bien. Me he dado cuenta de que si busco algo muy concreto, no tengo tanta suerte. Sin embargo, si estoy tranquilo y dejo el tema abierto todo va mucho mejor.» 72

En resumen, las personas con suerte son expertas en darse cuenta de las oportunidades que surgen a su paso. No las buscan directamente, pero su actitud relajada les ayuda a ver, a darse cuenta de lo que sucede a su alrededor. Es un tanto irónico, pero al no buscar las cosas con demasiado interés, a c a b a n por ver m u c h o más.

El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 5 ¿Qué ocasiones providenciales ha desaprovechado a lo largo de su vida? Piense en una situación reciente en la que haya tenido ocasión de charlar con alguien que le hubiera gustado conocer mejor y la ha desaprovechado. Quizás en una reunión vio a una persona que le pareció especialmente atractiva o agradable, y su timidez le impidió iniciar un acercamiento. O quizás escuchó una fascinante charla, pero no fue capaz de hablar con el conferenciante. Puede que haya asistido a una reunión en el trabajo y viera a u n a serie de gente de la que había oído hablar mucho, pero desapareció justo antes de que usted pudiera presentarse. Posiblemente alguien llamó su atención en una tienda, pero no era ni el momento ni el lugar para iniciar una conversación.. O un amigo o colega le iba a presentar a una tercera persona que usted tenía interés en conocer, pero tenía tanta prisa en ese momento que no pudo detenerse unos minutos más para iniciar ese contacto. Tómese unos momentos, cierre los ojos y repase los hechos. La forma en que la persona estaba vestida, cómo se comportaba y la razón por la cual usted perdió la oportunidad de conocerla. Haga una breve descripción de estos detalles en su Cuaderno de la Suerte. Ahora, quiero que se dé una segunda oportunidad e imagine que sucede algo completamente diferente. Usted conoce a una o más personas y no deja pasar la ocasión de charlar

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con ellas. Quizás hasta tiene el coraje de ser el primero o la primera en romper el hielo en esa fiesta. O es posible que se dé de bruces con el conferenciante en el rellano de la escalera, después de su fascinante charla. O bien, usted y la persona de la tienda compraron la misma cosa al mismo tiempo y comenzaron a charlar. Quizás se haya presentado antes de que sus colegas abandonaran la fiesta. O puede que usted no tuviera tanta prisa cuando su amigo le presentó a esa persona y se fueron a tomar un café. Anote en el Cuaderno de la Suerte los detalles de ese primer contacto. Después, imagine que ha encontrado a alguien accesible y abierto con quien es fácil hablar; que la reunión fue tan bien que ha tenido un efecto muy positivo en su vida. Quizás encontró a su pareja ideal y se han enamorado perdidamente. Quizás el encuentro en la escalera resultó ser una increíble oportunidad para su carrera profesional. O la persona de la tienda puede haberse convertido en uno de sus mejores amigos. Quizás la conversación en la fiesta de trabajo acabó siendo la base de un estupendo negocio. Deje volar su imaginación y piense cómo podría haber cambiado su vida ese encuentro casual. Luego, apunte en su cuaderno una breve descripción de sus efectos. Este ejercicio está concebido para ilustrar el poder de estas casualidades providenciales, de estas oportunidades. Para que veamos cómo los más pequeños acontecimientos y decisiones, si se aprovechan, pueden tener un gran impacto en nuestra vida. No hay forma de saber lo que habría sucedido si hubiera conocido a esa persona misteriosa. Obviamente, no podemos volver al pasado y cambiarlo. Sin embargo, es posible cambiar el futuro. Hay varias técnicas que incrementarán enormemente la posibilidad de que experimente el tipo de encuentro providencial que ha descrito en su Cuaderno de la Suerte. El primer paso hacia la incorporación de estas técnicas en el día a día es conocer a fondo las teorías, sencillas pero altamente eficaces, que hay tras de ellas. Y estas teorías se describen en detalle en este capítulo.

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SUBPRINCIPIO 3: LA GENTE CON S U E R T E ES RECEPTIVA Y ESTÁ ABIERTA A NUEVAS E X P E R I E N C I A S Hay también un tercer y último conjunto de técnicas ocultas, utilizadas por la gente con suerte de manera inconsciente para provocar su buena fortuna, que se centra en torno a otro rasgo importante de su personalidad: su receptividad, su carácter abierto. A quienes obtienen una puntuación elevada en este rasgo les gusta introducir cambios y novedades en su vida. Son receptivos a nuevas experiencias, a probar nuevas comidas y nuevas formas de hacer las cosas. No se sienten atados por las convenciones y les gusta la idea de lo imprevisible. En cambio, los que obtienen una baja puntuación tienden a ser más rutinarios, son menos permeables. Les gusta hacer las cosas como se han hecho siempre y que el día de mañana sea igual al de hoy y al de ayer. No son precisamente amantes de las grandes sorpresas. Como se muestra en el gráfico siguiente, la gente con suerte obtiene unos resultados mucho más elevados en los tests de personalidad que la gente sin suerte en lo relativo a la receptividad. 6 Y esto seguramente ayuda a elevar el número de ocasiones propicias para mejorar su vida. Nivel de receptividad de las personas sin suerte y con suerte 34 32 30 28 26 2U -

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Sin suerte

Con suerte

Al comienzo de este capítulo conocimos a Robert, nuestro afortunado mecánico de vuelo cuyos encuentros con la suerte siempre 75

le han dado resultado. En una entrevista, Robert recalcó su preferencia por la variedad: «No me gusta la rutina. Cuando vamos de vacaciones, dejamos las cosas al albur. Nunca reservamos con antelación, volamos sin pensarlo mucho y alquilamos un hotel cuando llegamos.» Eugenia es un ama de casa de treinta y dos años. Toda su vida está guiada por su actitud receptiva y abierta a nuevas experiencias. Ha probado diferentes trabajos y nunca va dos veces de vacaciones al mismo sitio. Es miembro del club local de artesanía y mientras la mayoría de la gente hace siempre la misma cosa, ella ha probado suerte con todo: desde la cerámica hasta la costura, pasando por la pintura sobre porcelana o el macramé. También prueba nuevos productos, ya sean los cereales para el desayuno, el jabón para la lavadora, o la pasta de dientes. Según me contó, este planteamiento afecta incluso a sus excursiones semanales por los grandes almacenes: «Si me pidiera que fuera a la misma tienda todas las semanas y que comprara exactamente los mismos treinta productos, exactamente los mismos, me volvería loca. Tengo que ir una semana a un supermercado y la siguiente a otro y a un tercero la próxima.» Muchos de mis afortunados participantes hicieron considerables esfuerzos para introducir la variedad y el cambio en sus vidas. Antes de tomar una decisión importante, uno de ellos haría una lista de las posibles opciones y tiraría un dado para decidir cuál iba a escoger. Otra persona describió una técnica especial que había creado para forzarse a conocer a diferentes clases de gente. Se había dado cuenta de que cuando iba a una fiesta siempre tendía a hablar con el mismo tipo de personas. Para ayudarse a romper esta rutina, piensa en un color antes de llegar a la reunión y luego decide que ¡sólo hablará con la gente que lleve ropa de ese color! Por ejemplo, en algunas ocasiones, elige mujeres vestidas de rojo; en otras, exclusivamente hombres vestidos de negro. 76

Aunque pueda parecer extraño, bajo determinadas circunstancias, este tipo de comportamiento incrementa las posibilidades de encontrarnos con esas oportunidades que parecen salir al paso de la gente con suerte. Imagine que vive en medio de un huerto lleno de manzanos. Cada día va y recoge una gran cesta de manzanas. En las primeras visitas no importa dónde se dirija, todos los árboles están cargados de fruta. Pero a medida que pasa el tiempo será más difícil encontrar manzanas en los sitios donde ya ha estado. Y cuanto más vuelva al mismo lugar, más difícil le será encontrarlas. Sin embargo, si decide ir a sitios en los que no ha estado antes, o incluso lo deja al azar, las posibilidades de encontrar manzanas aumentarán enormemente. Lo mismo pasa con la suerte. Es fácil agotar las oportunidades si sigue hablando con las mismas personas, si sigue siempre las mismas rutas, o si va al mismo sitio cada verano. Pero el estar receptivo a nuevas experiencias, o incluso el dejar las cosas al azar, introduce la posibilidad de toparse con nuevas oportunidades, de recibir sorpresas. Es como visitar una parte nueva del huerto. De repente, se encontrará rodeado de cientos de manzanas.

IGUALES OPORTUNIDADES Y DIFERENTES RESULTADOS A lo largo de mi investigación he celebrado innumerables entrevistas con personas con suerte y sin suerte, o dicho de otro modo, con buena suerte o con mala suerte. Las más insólitas fueron las que celebré con la desdichada Brenda y el afortunado Martin. Brenda es propensa a los accidentes. Hace unos años tropezó con su perro y cayó sobre la esquina de un sofá. Al día siguiente, tenía un dolor en un costado. El dolor fue a más y comenzó a sufrir serios problemas respiratorios. Una visita al doctor mostró que el pequeño golpe con el sofá le había provocado un traumatismo pulmonar. Esta clase de sucesos no son del todo raros en la vida de Brenda. Se considera una persona con muy mala suerte; en sus propias palabras, «un desastre andante». Martin es m u y diferente. Hace unos años compró un billete de lotería. Estaba tomando un baño y escuchando tranquilamente los resultados del sorteo, cuando se dio cuenta de que los tres primeros números del primer premio coincidían con

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el suyo. Corrió a comprobar el resto y no podía creer lo que estaba viendo: también coincidían el cuarto, el quinto y el sexto... Ganó el premio gordo, unos siete millones de libras. Así pues, no es sorprendente que Martin se considere un hombre de suerte. Al comienzo de nuestras conversaciones les pedí a Brenda y a Martin que me contaran las cosas buenas y malas que les habían pasado recientemente. Esta pregunta se la había hecho a mucha gente en anteriores ocasiones. Pero esta vez era diferente: yo ya conocía las respuestas. De hecho, sabía de su vida más que ellos. Aunque no tenían ni idea, habían estado participando en un experimento secreto para examinar la relación entre suerte y oportunidad. En esta ocasión, no realicé este experimento en el laboratorio de la universidad, sino en la vida cotidiana. Incluso les habíamos filmado. El metraje y los comentarios de ambos durante las entrevistas fueron muy reveladores para conocer por qué unos encuentran más oportunidades que otros a lo largo de su vida. Unas semanas antes, había tenido un encuentro con una productora de televisión que estaba haciendo un programa sobre la suerte. Me dijo que diversas personas - e n t r e ellos Brenda y Martin- habían aceptado participar en el programa y estaban deseando hacerlo también en algún experimento. Me pareció una idea excelente ilustrar cómo la gente con suerte aprovecha y propicia las ocasiones presentando las reacciones de Brenda y Martin ante las mismas oportunidades. Pero no quise hacerlo en el laboratorio, sino en el mundo real. Aunque la idea era muy sencilla, exigía una gran planificación, una serie de billetes de 5 libras, cuatro cómplices y montones de cámaras ocultas. El experimento tuvo lugar en una cafetería cerca de mi universidad. El equipo de televisión montó varias cámaras a lo largo de la calle que daba a la cafetería, y también en el propio local. Se pidió a Martin y a Brenda que acudieran a la cafetería a distintas horas y esperaran hasta que se encontraran con determinada persona implicada en el proyecto. Creamos dos posibles «oportunidades» para Martin y Brenda. Pusimos un billete de 5 libras en el suelo, justo en la puerta de la cafetería. Tenían que pasar por allí para entrar, pero ¿verían el dinero? También reorganizamos la cafetería de modo que sólo tuviera cuatro mesas y sentamos a un cómplice en cada una de ellas. Uno era 78

un empresario de éxito, los otros no. A todos se les había dado instrucciones para que se comportaran de igual modo con independencia de que fuera Martin o Brenda quien estuviera en el café. ¿Aprovecharían al máximo la ocasión? Colocamos las cámaras y esperamos su llegada. Martin f u e el primero en hacerlo. Enseguida vio el billete, lo cogió y entró en la cafetería. Una vez dentro, pidió un café y se sentó j u n t o al empresario. En pocos minutos, se había presentado y le había ofrecido a su vecino de mesa un café. El hombre aceptó y poco después los dos estaban hablando amigablemente. Tan pronto como Martin hubo salido, colocamos otro billete de 5 libras en el suelo y esperamos la llegada de Brenda. Sin embargo, las cosas no se desarrollaron según lo habíamos planeado. En vez de Brenda, apareció una mujer llevando un cochecito con un bebé. Vio el billete, lo cogió y siguió caminando. Estoy seguro de que era alguien con suerte, aunque nunca lo sabremos. Colocamos otro billete y esperamos. Unos minutos más tarde apareció Brenda que entró directa en la cafetería sin apercibirse del dinero. Fue a la barra, pidió un café y se sentó j u n t o al empresario, pero, a diferencia de Martin, no abrió la boca. Por la tarde, les pedí a ambos que me contaran las cosas buenas que les habían sucedido ese día. Brenda me miró inexpresivamente y me dijo que había sido una mañana de lo más normal. Martin me contó entre bromas que había encontrado un billete de 5 libras en la calle y luego había tenido una charla muy agradable con un empresario de éxito en una cafetería. ¡Las mismas oportunidades y qué resultados tan diferentes!

El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 6 Su Perfil de la Suerte: Principio n ú m e r o 1 Volvamos al Perfil de la Suerte de la página 20. Las tres primeras propuestas del cuestionario se refieren a los subprincipios que tratamos en este capítulo. La número 1 es la

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medida de su extraversión; la 2, se refiere a su nivel de ansiedad, y la 3 su receptividad a nuevas experiencias. Puntuación Compruebe la puntuación que ha asignado a cada uno de estos aspectos y sume las tres cifras para obtener el total (vea el ejemplo siguiente). Ésta será su puntuación para el primer principio de la suerte. Puntuación [1-5]

Propuesta 1

A veces, cuando estoy en la cola del banco o del supermercado, hablo con desconocidos.

5

2

No suelo preocuparme ni estar ansioso por lo que me vaya a suceder en la vida.

4

3

Estoy abierto a nuevas experiencias, como por ejemplo, probar nuevas comidas o bebidas.

3

Total primer principio de la suerte

12

Ahora mire la escala que viene a continuación para saber si la puntuación obtenida es alta, media o baja. Apunte en su cuaderno de la suerte ambas cosas -puntuación y categoría- ya que será importante a la hora de ver cómo mejorar su suerte. Puntuación baja 3

4

5

6

7

Puntuación media 8

9

10

11

Puntuación alta 12

13

14

15

X

12 = Alta He pedido a mucha gente con suerte, sin suerte y neutral, que conteste a ese cuestionario. Las personas con suerte suelen obtener una puntuación mucho más elevada que el resto. Por el contrario, los que tienen mala suerte obtienen los resultados más bajos (véase el gráfico que figura a continuación).

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Puntuación media de las personas sin suerte, neutrales y con suerte en el Cuestionario Perfil • Sin suerte

Neutrales

" C o n suerte

A veces hablo con desconocidos en la cola del banco o del supermercado.

No suelo preocuparme por lo que me vaya a suceder en la vida.

Estoy abierto a nuevasexperiencias, por ejemplo a probar nuevas comidas o bebidas. 2

3

4

5

R E S U M E N DEL CAPÍTULO Las personas con suerte son más proclives a crear, a ver, o a aprovechar las oportunidades que surgen a su alrededor. Lo hacen de varias formas. Atraen a la gente, debido a.su magnetismo social, y entablan conversación con gran facilidad a causa de su extraversión. Son, pues, excelentes a la hora de relacionarse socialmente. Por otra parte, adoptan una actitud más relajada que las personas sin suerte, lo que les hace ser más receptivas y estar más abiertas a nuevas experiencias y a la variedad. Esto les ayuda también a incrementar sus posibilidades de aprovechar, y maximizar, las oportunidades que les salen al paso.

PRINCIPIO NÚMERO 1: MAXIMICE S U S OPORTUNIDADES La gente con suerte propicia su buena estrella. Subprincipios: 1. La gente con suerte crea y mantiene una sólida «red de la suerte». 81

2. La gente con suerte adopta habitualmente una actitud relajada. 3. La gente con suerte es receptiva y está abierta a nuevas experiencias.

A U M E N T E SU SUERTE Eleve al máximo sus oportunidades Las siguientes técnicas y ejercicios le ayudarán a mejorar su capacidad de crear oportunidades, o de verlas y actuar sobre ellas. Lea detenidamente y piense cómo incorporarlos a su rutina diaria. En el Capítulo VIII, incluyo un programa sistematizado que explica la mejor forma de hacerlo para, en definitiva, propiciar la suerte. 1. Cree y mantenga una sólida «red de la suerte» Recuerde a Robert, el afortunado mecánico de vuelo que constantemente se topa con personas que tienen efectos positivos para su vida. El secreto de su éxito es que disfruta estando con la gente. Le gusta pasar el rato con los amigos, ir a fiestas y reuniones y charlar con desconocidos, incluso en la cola del supermercado. Y cuantas más personas conoce, más posibilidades tendrá de encontrar esa «oportunidad» caída del cielo. Además, la gente como él también tiene esa especie de «magnetismo social», es decir, atraen a causa de su actitud y su lenguaje corporal. Reflexione sobre cuál es la suya en su vida social y profesional. Haga de la sonrisa un hábito. Sonría cuando vea a alguien que conoce, o a alguien con quien desea contactar. No trate de e n g a ñ a r con una falsa sonrisa. Piense en cómo se siente. Fuércese a adoptar una actitud «abierta». No cruce brazos ni piernas y mantenga las manos lejos de su rostro. Inicie y m a n t e n g a u n a mirada directa y amistosa. Diviértase tratando de atraer a la gente. Finalmente, recuerde que las personas con suerte invierten tiempo y esfuerzos en mantenerse en contacto con sus amigos y conocidos. Recuerde que la afortunada Kathy se describe a sí misma como una «coleccionista de gente», y que fue capaz de reunir a una cincuentena de amigos procedentes de todas las partes

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del mundo para celebrar su cumpleaños. Haga lo mismo. Esfuércese por conectar con más gente, utilice su lenguaje corporal para atraerla y manténgase en contacto con amigos y compañeros.

Ejercicios Formas de conectar Cada semana del mes próximo me gustaría que entablara una conversación con, al menos, una persona que no conozca muy bien, o que no conoce en absoluto. Aunque esto es relativamente fácil para la gente con suerte, la mayoría de las personas lo encuentran difícil. A continuación, le muestro algunos trucos para ayudarle a hacerlo lo mejor posible: - No trate de hablar con personas que, en principio, no le atraen; hágalo con quien le parezca afable y accesible. - Trate de evitar que su estrategia inicial parezca artificial. Ármese de naturalidad y aproveche situaciones que propicien la conversación. Por ejemplo, la cola de un cine, la búsqueda de un libro, un viaje en tren o en avión. - Para romper el hielo, pida a la persona algún tipo de información o ayuda. En unos grandes almacenes, por ejemplo, pregunte por la hora de cierre; si está en la calle, por una dirección o por un buen sitio para comer o para tomar algo. Otra posibilidad es preguntar sobre algo que lleva o tiene la persona que le cae bien o le parece interesante. En una fiesta, puede preguntarle dónde ha comprado el traje que lleva. En una cafetería, si ve a alguien que le interesa leyendo un libro puede acercarse y preguntarle qué piensa sobre él. Utilice preguntas que requieran respuestas abiertas. Las preguntas cerradas pueden contestarse con un simple «sí» o «no», y no anim a n a la conversación. Las abiertas exigen respuestas más amplias y descriptivas y suelen servir de trampolín para la interacción. Por ejemplo, «¿Le gusta Tolkein?» es una pregunta cerrada; por el contrario, «¿Qué piensa de Tolkein?» es abierta.

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- Si la persona parece cordial, no dude en decirle por qué necesita saber a qué hora cierra la tienda, por qué quiere determinada dirección, o por qué desea leer un libro en concreto. Si ve que hace claros progresos, sugiera encontrarse de nuevo. No tenga miedo de su franqueza, y pregunte directamente si le gustaría, o les gustaría, quedar para tomar un café, ir al cine o a una fiesta con el resto de sus amigos. - Y lo más importante de todo: no tenga miedo del rechazo. Sus primeros intentos puede que queden sólo en eso. No lo tome por lo personal; quizás la persona estaba ocupada o, sencillamente, no le apetecía charlar. Siga adelante. Hay montones de gente esperando y seguro que gran parte de ella estará encantada de que usted haga el esfuerzo de hablarle. El juego del contacto Cada semana, me gustaría que contactara con una persona con la que no se ha relacionado desde hace algún tiempo. Mucha gente lo encuentra difícil, así que aquí están algunas ideas sobre cómo hacerlo: - Repase su agenda y haga una lista con los nombres y números de teléfono de todas aquellas personas a las que no haya visto desde hace algún tiempo: amigos, compañeros de estudios o de trabajo y vecinos. Haga una lista lo más larga posible. Luego, cada semana juegue a los «diez minutos de contacto». Concédase esos minutos para, hablar con alguna de esas p.ersonas. Elija un nombre, coja el teléfono y llame. Si le responde, charle un rato, explique que no le gusta estar tanto tiempo sin saber de ella, pregúntele qué tal está y qué es de su vida. Si no responde, busque rápidamente otro candidato o candidata. Tiene diez minutos para charlar con esa persona con la que no ha hablado desde hace algún tiempo. Y el reloj ya se ha puesto en marcha. Es su turno.

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2. Adopte una actitud más relajada Hemos visto que las personas ansiosas suelen tener poca concentración y no se percatan de las oportunidades que surgen a su alrededor. Recuerde el experimento del periódico que he descrito en páginas anteriores: los participantes perdieron la oportunidad de ganar 100 libras sólo porque no vieron un anuncio al estar demasiado preocupados en contar las fotografías. Pero no se trata sólo de ver o de mirar, sino de cómo y dónde mirar. Seguramente recuerda cómo la gente con suerte se topa con oportunidades que cambian su vida en periódicos y revistas. Ése fue el caso de Lynne cuando, por casualidad, leyó un artículo en un periódico local sobre una mujer que había ganado unos cuantos concursos. Ese artículo la llevó a ganar varios premios importantes a nivel nacional y a conseguir su más preciada ambición: convertirse en una escritora autónoma y de éxito. Otras personas con suerte nos contaron las ocasiones que les salieron al paso navegando en Internet o escuchando la radio. Me gustaría que incorporara técnicas para relajarse y ser receptivo a las muchas oportunidades que le rodean en el día a día. Trate de mirar el mundo a través de los ojos de un niño, sin expectativas ni prejuicios. Vea lo que está ahí, más que lo que usted desea ver. Relájese. Diviértase. Sea creativo. No permita que sus expectativas limiten su visión. Si va a una fiesta con la sola intención de encontrar la pareja perfecta, puede que pierda la oportunidad de descubrir a un gran amigo. Recuerde que está rodeado, o rodeada, de oportunidades. Se trata sólo de mirar en los sitios adecuados y ver lo que está allí.

Ejercicio Primero relájese, luego hágalo Mucha gente con suerte nos ha contado que utiliza técnicas de relajación para reducir su nivel de estrés. Este ejercicio es uno de los mejores, y le ayudará a rebajar la tensión de su mente y de su cuerpo. Realícelo ahora, y repítalo cada vez que sienta que la ansiedad puede dominarle.

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En primer lugar, busque una habitación o un lugar tranquilo. Luego, cierre los ojos y respire profundamente unas cuantas veces. A continuación, imagínese en un escenario relajante. Quizás tumbado en una playa bañado por el sol. Quizás caminando por el claro de un bosque en un día de verano o frente a un lago de aguas tranquilas y silenciosas. Cree en su mente cualquier escena que le haga sentirse tranquilo y feliz. Imagínese cómo seria, qué escucharía si realmente estuviera allí. El arrullo del mar. El canto de los pájaros. El sonido del viento entre los árboles. Imagine los granos de fina arena entre sus dedos. El fresco olor a yerba. Suponga que se percata de todo lo que le rodea. No de lo que usted quiere ver o escuchar, sino de todo lo que está allí: los sonidos, las formas, los colores, los olores. Ahora deje que se vaya toda la tensión de su cuerpo. Imagínela deslizándose lentamente y saliendo a través de pies y manos. Comience por la cabeza. Relaje los músculos de su rostro a medida que la tensión y el estrés descienden. Mueva suavemente la cabeza de un lado a otro y luego arriba y abajo. Relaje los hombros. Mueva también con suavidad brazos y manos, a la vez que se imagina la tensión fluyendo por las puntas de sus dedos. Aspire profundamente y relaje la parte superior de su cuerpo. Ahora, preste atención a sus piernas. Muévalas con cuidado e imagínelas también relajadas. Finalmente, dedique unos momentos a que una sensación de calma total discurra por todo su cuerpo. Cuanto más repita el ejercicio, más rápido conseguirá ese estado de relajación. Siempre que se sienta estresado y ansioso, busque unos momentos de calma y haga el ejercicio completo. Se sorprenderá de los resultados.

3. Ábrase a nuevas experiencias Muchas personas con suerte elevan al máximo sus posibilidades de encontrar nuevas oportunidades por su actitud receptiva y abierta ante la vida. Hay quien va y viene del trabajo por diferentes rutas, o quienes incluso se divierten tomando determinadas decisiones al azar, en función del resultado de los dados. Recuerde la recogida de manzanas 86

en el huerto. Es un ejemplo que explica muy bien cómo este tipo de comportamientos puede incrementar el número de esas ocasiones providenciales que parecen salir al paso de determinadas personas. Utilice estas técnicas y compruebe lo que sucede. Abrase a nuevas experiencias, varíe sus rutinas y considere la posibilidad de tomar decisiones de menor importancia en función del lado en que cae un dado. Visite nuevas zonas del huerto y verá cuántas manzanas encuentra.

Ejercicio El j u e g o de los dados Haga una lista de seis nuevas experiencias, de cosas que nunca ha hecho antes pero que no le importaría hacer. Algunas pueden ser extremadamente sencillas: por ejemplo, probar un nuevo tipo de comida, o ir a un nuevo restaurante. Otras, más arriesgadas: como hacer puenting o volar con ala delta.

O simplemente divertidas, com ra. No se deje en el tintero las que requieren un esfuerzo prolongado, como aprender un idioma, apuntarse a un gimnasio o hacer algún trabajo para una ONG. Puede elegir otras que, en principio, le echen para atrás: por ejemplo, ir a clase de natación si antes no lo ha hecho por su miedo al agua. O quizás se decida por realizar algún secreto deseo, como unirse a la troupe de un circo. En este caso, comience por apuntarse a un curso de fin de semana para iniciarse como payaso. Escriba en una lista las que le parezcan mejor y numérelas del 1 al 6. A continuación, busque un dado. Ahora llega el momento verdaderamente importante: tiene que prometerse que tirará el dado y llevará a cabo lo que salga. No le estará permitido cambiar, pero todavía está a tiempo. Ahora bien, una vez que haya hecho la lista definitiva, tiene que aceptar la suerte y cumplir lo prometido. ¡Decídase! Haga la lista, tire el dado y disfrute de la experiencia.

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IV. PRINCIPIO NÚMERO 2: SIGA SUS CORAZONADAS

PRINCIPIO: LAS P E R S O N A S CON S U E R T E TOMAN DECISIONES ACERTADAS SIGUIENDO LOS DICTADOS DE SU INTUICIÓN Y S U S CORAZONADAS Marilyn, u n a agente de ventas irlandesa de veintiséis años, es uno de los típicos casos de gente sin suerte estudiada en mi investigación. Su mala fortuna se manifiesta sobre todo en su vida amorosa. Marilyn conoció a su primer novio, Scott, cuando estaba trab a j a n d o de c a m a r e r a en España. Scott tenía diecinueve a ñ o s y acababa de llegar de Inglaterra para pasar dos semanas de vacaciones. En su primera noche, entró en el b a r d o n d e t r a b a j a b a Marilyn y empezaron a charlar. Se encontraron a gusto y contin u a r o n viéndose a lo largo de las dos s e m a n a s . Al final de las vacaciones, Scott le dijo a Marilyn que se había e n a m o r a d o de ella y que estaba d e s e a n d o v e n i r a España p a r a estar con ella. Unas s e m a n a s m á s tarde, volvió con t o d a s sus p e r t e n e n c i a s y empezaron a vivir juntos. Marilyn pensó que había encontrado la pareja perfecta. Parecía un cuento de hadas y, al principio, todo iba m u y bien. Sin embargo, después de unos meses de relación, comenzaron a aparecer los primeros nubarrones. Scott empezó a tratarla mal; se convirtió en un hombre egoísta, insultón y arrogante. Ella creía que los problemas eran debidos a que Scott estaba m u y lejos de su entorno, y sugirió que volvieran a Inglaterra. Unos meses más tarde se trasladaron a Londres. Marilyn esperaba que su relación mejoraría, pero todo fue de mal en peor. Scott le seguía propinando el mismo trato 89

y la situación se deterioró rápidamente. Acabó cortando la relación cuando descubrió que él se estaba viendo con otra mujer. Poco después, Marilyn conoció a John. La relación iba bien y se fueron a vivir juntos pero, de nuevo, todo acabó en desastre. Al cabo de pocos meses, John perdió su empleo y era ella quien mantenía la casa con su pequeña beca de estudiante. Cuando él encontró un nuevo trabajo no demostró mucho interés en cumplir en el mismo. Por otra parte, comenzó a pedirle sumas de dinero cada vez más elevadas que raras veces le devolvía. Cuando por fin acabó la relación, Marilyn acabó también con varios miles de libras menos en su cuenta corriente. La búsqueda de pareja de la gente con suerte suele tener bastante más éxito. Como muchos otros afortunados que participaron en mi investigación, Sarah había tenido suerte en su vida amorosa. En la universidad, ingresó en el Officer Training Corps y, ya en la primera reunión, hizo amistad con un joven instructor que le enseñó inmediatamente a desmontar y limpiar un rifle. Pronto se dieron cuenta de que estaban hechos el uno para el otro. Rompió el compromiso que tenía con otro joven y se casó con el instructor. Fue una decisión valiente y Sarah estaba convencida de que era correcta. El correr del tiempo se encargó de demostrarlo: llevan felizmente casados más de veintisiete años. Es interesante ver que la habilidad de determinadas personas para tomar decisiones y hacer elecciones acertadas se manifiesta también en su vida profesional, ya sea a la hora de elegir una salida, en sus relaciones con los clientes o en los asuntos financieros. Las personas sin suerte son el polo opuesto. En los negocios, tienden a tomar decisiones poco acertadas, confían en quien no lo merece, compran acciones justo cuando la Bolsa cae y no apuestan precisamente por el caballo ganador. Cuando le pedí a la gente con buena y con mala suerte que me contara lo que había detrás de sus decisiones nadie sabía muy bien cómo explicarlo. Ninguno de los dos bandos tenía mucha idea de cómo justificar su sino. Los afortunados decían que sabían cuándo una decisión era la correcta, pero no tenían ni idea de por qué. En contraste, la gente sin suerte veía en muchas de sus decisiones una prueba más de su condena al fracaso. Decidí investigar para descu90

brir por qué las decisiones de las personas con suerte les conducen al éxito y a la felicidad con mucha más frecuencia que las que toma la gente sin suerte Los resultados iban a mostrar las notables habilidades de nuestro inconsciente. Comencemos con una demostración poco habitual. A continuación verá una ilustración con los rostros de seis analistas financieros imaginarios y breves descripciones de los mismos. Todos han pasado muchos años invirtiendo en Bolsa. Unos han tenido éxito, otros no. Me gustaría que leyera cada una de las descripciones, mirara la ilustración correspondiente y dedicara unos segundos a imaginar qué tipo de persona sería cada analista. Una vez que lo haya hecho, vuelva a esta página.

John es multimillonario debido a su habilidad para prever de manera certera y fiable el funcionamiento del mercado bursátil.

Norman ha perdido grandes s u m a s de dinero a causa de su poca habilidad a la hora de analizar los movimientos del mercado de valores.

Durante los últimos 10 años, las prediciones de Bill relativas a la Bolsa han sido siempre acertadas y ha obtenido grandes beneficios.

Jack tiene una rara habilidad para conocer qué valores irán bien y ha conseguido muchos millones con s u s excelentes inversiones.

L a s previsiones de Eric sobre el mercado de valores han fallado una y otra vez por lo que no tiene buena reputación como analista bursátil.

David está pensando seriamente en cambiar de profesión porque s u s predicciones sobre el funcionamiento del mercado han fallado una y otra vez.

¿Ya lo ha hecho? Ahora le voy a presentar a otros dos. Imagine que ambos le van a asesorar a la hora de invertir sus ahorros. Nun91

ca los ha visto antes y no sabe nada acerca de ellos. Me gustaría que echara un vistazo a sus rostros y escogiera a uno como asesor financiero. No lo piense mucho. Cuando haya tomado la decisión vuelva a esta página. La ilustración que muestra a estos dos analistas está en el Apéndice B. Recuerde cuál de los dos ha seleccionado. Antes de ver el significado de su elección, tenemos que volver a mi investigación inicial sobre el misterio de por qué la gente con suerte toma decisiones acertadas.

SUBPRINCIPIO 1: LA GENTE CON SUERTE ESCUCHA A SU «VOZ INTERIOR» He examinado los diferentes aspectos sobre la forma de tomar las decisiones de las personas con suerte y sin suerte. Cómo valoran la situación, las distintas opciones y cómo eligen una alternativa u otra. Al principio no encontraba diferencias entre los dos grupos. Luego decidí examinar si diferían en un aspecto un tanto misterioso de la toma de decisiones: la intuición. Los sentimientos, en general, son fáciles de definir. Sabemos lo que quiere decir alguien c u a n d o asegura que es feliz, que está triste, enfadado o tranquilo. Pero es mucho más difícil saber exactamente a qué se refiere cuando habla de intuición. Parte del problema reside en que unos utilizan el término en un sentido y otros en otro. Algunas personas, cuando hablan de intuición se están refiriendo a descubrimientos repentinos. Por ejemplo, podemos estar pensando en un problema durante horas, días, y quizás años y, cuando menos lo esperamos, la respuesta viene a nuestra mente. Para ésos, la intuición es responsable de ese momento Eureka que nadie sabe de dónde surge. Otros, utilizan la misma palabra para referirse a una forma de creatividad. Los artistas, poetas y escritores suelen referirse a sus habilidades intuitivas cuando hablan del proceso creativo que está detrás de sus obras. No estaba interesado en este tipo de intuición. Lo que quería era e x p l o r a r la m a n e r a en la que u t i l i z a m o s la intuición para t o m a r decisiones relevantes. Esa curiosa sensación de que algo 92

que hemos hecho, o que vamos a hacer, es correcto o equivocado. Si la persona que acabamos de conocer es la pareja perfecta o un perfecto charlatán. Si un negocio arriesgado irá bien o será un completo desastre. Me p r e g u n t a b a también si la gente con suerte utiliza su intuición más a menudo que la gente sin suerte. Si es así, ¿lo hacen en todos los aspectos de su vida o sólo en cierto tipo de decisiones? Para descubrir las respuestas a estas preguntas decidí llevar a cabo una encuesta. Envié un breve cuestionario relativo al papel que juega la intuición en la vida. 1 El cuestionario pedía a todos que indicaran si utilizaban su intuición cuando t o m a b a n decisiones en cuatro aspectos concretos: la vida profesional, las relaciones personales, los negocios y los asuntos financieros. Los resultados fueron fascinantes. Como muestra el gráfico siguiente, un gran porcentaje de la gente con suerte se vale de su intuición a la hora de tomar decisiones en dos de los cuatro aspectos mencionados en el cuestionario. Casi el 90 por ciento dijo que confiaban en su intuición a la hora de las relaciones personales, y 80 por ciento que jugaba un papel vital en sus elecciones profesionales. Y lo que es quizás más importante, un mayor porcentaje de gente con suerte que sin suerte dijo que confiaba en su intuición en los cuatro aspectos. A menudo estas diferencias están lejos de ser triviales. Un 20 por ciento más de gente con suerte que sin suerte se basaba en su intuición cuando tomaba importantes decisiones financieras, y por encima del 20 por ciento lo hacía a la hora de tomar decisiones en asuntos profesionales. Estos resultados nos sugirieron la existencia de un importante vínculo entre la suerte y la intuición. La gente con suerte confía mucho más en su intuición a la hora de tomar decisiones que la gente sin suerte. El mensaje era sencillo: en lo que se refiere a la suerte, la intuición es importante. Pero este hallazgo dio lugar también a más preguntas. ¿Eran las corazonadas de la gente con suerte especialmente certeras? Si esto era cierto, ¿a qué se debía? Y ¿por qué la gente sin suerte utilizaba con menos frecuencia su intuición para tomar decisiones? Para encontrar respuestas, era necesario explorar más profundamente el inconsciente. 93

Más de cien años de investigaciones psicológicas han descubierto mucho sobre la forma en que pensamos, sentimos y nos comportamos. 2 Algunos de los más sorprendentes y curiosos hallazgos se han centrado en torno al papel que juega el inconsciente en nuestra vida diaria. Igual que sucede con «intuición», no es fácil definir lo que significan palabras tales como «consciente» e «inconsciente». En este momento, probablemente usted es consciente de que está leyendo las palabras que contiene esta página. Ahora, piense en la presión de su cuerpo sobre la silla en la que está sentado. Ya no será consciente de las palabras de la página y, en cambio, lo será de su cuerpo. De igual forma, también nos parece que somos conscientes de por qué hemos tomado determinadas decisiones. Si yo le preguntara por qué decidió comprar determinado jersey, o pintar su habitación de un color concreto, probablemente me dará una buena razón en ambos casos. Quizás compró el jersey porque le gustaba el modelo. Quizás eligió ese color porque hacía la habitación más cálida y agradable. Usted sabe por qué hizo lo que hizo con independencia de la importancia de la decisión. O, al menos, es lo que cree. Pero ¿qué sucedería si sólo fuera una mera ilusión? ¿Qué sucedería si muchas de las decisiones importantes de su vida hubieran estado influenciadas por factores de los que usted no es consciente? Puede sonar a conspiración, pero los resultados de cientos de experimentos psicológicos nos hacen llegar 94

a esta conclusión. La mayoría de las veces es nuestro inconsciente quien nos mueve a actuar de una forma determinada. Sólo somos conscientes de un minúsculo fragmento de los factores que influyen en nuestra forma de pensar, de decidir o de comportarnos. Veamos con un sencillo ejemplo cómo influye el inconsciente en las decisiones de algunas personas. Todos tenemos deseos y necesidades. A la mayoría de la gente le gustaría encontrar la pareja perfecta o descubrir una forma fácil de hacer mucho dinero. Para esas personas, estos deseos pueden ejercer una poderosa influencia en su forma de ver el mundo, e incluso hacer que vean lo que quieren ver en vez de lo que realmente está sucediendo enfrente de sus narices. Su deseo de encontrar la pareja perfecta puede hacerles pasar por alto señales obvias de superchería o incompatibilidad. Y su necesidad de hacer dinero fácil puede llevarles a invertir en algo que, a todas luces, es una estafa. En el fondo, saben que hay algo raro. Una especie de voz interior les dice que se están engañando a sí mismos. Algunos la escuchan y otros deciden seguir adelante con sus ilusiones y autonegación. En cualquier caso, éste es un claro ejemplo de cómo el inconsciente tiene el poder de influir en lo que pensamos, sentimos o hacemos. Pero está lejos de ser toda la historia. De hecho, sólo es la punta del iceberg.

El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 7 El papel de la intuición en su v i d a Este ejercicio está diseñado para valorar hasta qué punto su intuición, sus corazonadas y su instinto han jugado un papel importante en su vida. Al principio de esta nueva página de su Cuaderno de la Suerte, escriba el encabezamiento: «Veces en las que he estado satisfecho de seguir mi intuición.» Trate de recordar las veces que ha tenido una fuerte intuición acerca de una persona o una situación, ha actuado en consecuencia y está satisfecho de haberlo hecho. Quizás cuando

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conoció a su pareja, solamente sabía que estaban hechos el uno para el otro y luego han disfrutado de una larga y feliz relación. O quizás ha tenido de repente la sensación de que no podía confiar en un aparente amigo íntimo, se abstuvo de compartir una información delicada con él o con ella y más tarde se dio cuenta de que había estado chismorreando a sus espaldas. Puede que su intuición haya tenido que ver con algún hecho de su vida profesional. Quizás le pareció que determinado cambio era el adecuado y, a pesar de que alguien le aconsejó que no lo hiciera, siguió su corazonada y encontró el trabajo de su vida. Haga una breve descripción de cada uno de estos hechos en su Cuaderno de la Suerte. Ahora, al principio de la siguiente página, escriba el título «Veces en las que no seguí mi intuición y me arrepentí de ello». A continuación, piense en las veces que ha tenido determinada impresión sobre una persona o situación, no hizo nada en consecuencia y se ha dado cuenta de que hubiera querido actuar de otra manera. Quizás su sexto sentido le dijo que su pareja le estaba engañando y más tarde se enteró de que él o ella le había sido infiel. 0 puede que siguiera adelante con un negocio, a pesar de haber tenido la extraña sensación de que algo no iba bien, y ahora hubiera deseado haber escuchado a esa voz interior. Revise los hechos que ha escrito en cada página de su cuaderno. La mayoría de la gente, cuando hace este ejercicio, se da cuenta de que su intuición ha jugado un papel vital en alguna de las decisiones más importantes que ha tomado. Muchas personas también se dan cuenta de que algunos de sus mayores fallos se han debido a su reticencia a escuchar a su voz interior. Imagine cómo seria una vida en la que las intuiciones fueran más frecuentes y acertadas. Una vida en la que sus corazonadas actuaran como una segura alarma, una señal de que algo está bien o mal.

Volvamos al ejemplo de la compra del jersey o de la elección de la pintura. Parece que tiene claro por qué compró lo que compró. Has96

ta cierto punto, probablemente sea verdad. Compró el jersey porque le gustaba el modelo. Escogió la pintura porque le gustaba el color. Pero ¿por qué le gustaba este jersey más que los otros? ¿Por qué prefirió la pintura roja a la rosa? ¿Hasta qué punto están estas preferencias determinadas por su inconsciente? Buena parte de las investigaciones llevadas a cabo se han dedicado a este tema con resultados sorprendentes. En un conocido estudio, se mostró a los participantes en un experimento una serie de papeles con garabatos sin sentido alguno. Un poco después, se les mostraba una larga lista de garabatos. Algunos eran los mismos que ya habían visto, otros eran nuevos. Se les pidió a todos que trataran de identificar cuáles eran los que habían visto antes y cuáles eran nuevos. Los experimentadores descubrieron que los garabatos son difíciles de recordar: nadie era capaz de identificarlos. A continuación, pidieron a cada persona que dijera cuál prefería. Había para todos los gustos. Pero cuando los experimentadores comprobaron cuáles eran los preferidos, se encontraron con algo sorprendente. Sin darse cuenta, todos elegían una y otra vez los garabatos que habían visto en la primera parte del experimento. No eran conscientes de haberlos visto; sin embargo, por alguna razón, los preferían. Y lo más interesante era el hecho de que los participantes encontraban toda clase de argumentos para justificar sus decisiones. Algunos decían que habían elegido determinado garabato porque les parecía más estético; otros sencillamente «tenían la sensación» de que les gustaba más. Por increíble que parezca, ninguno cayó en la cuenta del factor real que había influido en sus decisiones: fundamentalmente, que los garabatos que preferían eran los que ya habían visto antes. 3 Este hallazgo no puede despacharse como una simple casualidad. Los psicólogos se han tropezado con este fenómeno una y otra vez, tanto dentro como fuera del laboratorio. Este efecto de «familiaridad» no se limita a los garabatos. Funciona también con colores, formas, dibujos, rostros y objetos. Sin darnos cuenta, preferimos las cosas que hemos visto antes. 4 El fenómeno afecta a muchos aspectos de nuestro comportamiento. Es parte de la razón por la que las empresas gastan millones en campañas publicitarias: mantener los productos en la retina del gran público. Cuanto más los vemos, más 97

nos gustan. Nuestro inconsciente guía muchas de nuestras elecciones diarias. Desde los jerseys que compramos a los colores con que pintamos nuestra habitación. Desde los alimentos que compramos hasta los supermercados a los que acudimos. ¿Alguna vez le han presentado a alguien y al instante ha tenido una sensación especial? No sabe muy bien lo que es, pero es algo. Ese «algo» puede ser positivo. Le puede gustar inmediatamente esa persona. 0, alternativamente, esa sensación es negativa. No sabe por qué, pero no le inspira confianza. Esta clase de impresiones a menudo dictan cuánto tiempo hablamos con alguien, si nos gustaría volver a verle, si confiamos en él o en ella, o si querríamos hacer algún negocio en su compañía. Y los resultados de recientes investigaciones sugieren que este tipo de decisiones también depende de la oculta labor de nuestro inconsciente. Algunas se han llevado a cabo muy recientemente. De hecho, uno de los estudios se ha hecho en los últimos quince minutos. ¿Recuerda a los analistas financieros que vio al comienzo de este capítulo? Bien, era una sencilla prueba destinada a descubrir si sus impresiones sobre la gente pueden estar influenciadas por su inconsciente. Le pedí que mirara las ilustraciones de seis imaginarios analistas financieros. Algunos eran profesionales de éxito y otros no. Después, le pedí que mirara los dibujos de otros dos y decidiera cuál elegiría como su asesor si necesitara invertir sus ahorros. Mire de nuevo la ilustración en el Apéndice B. Mi predicción es que usted habría aceptado el asesoramiento del analista 1 y rechazado el del 2. Esta decisión está basada en un experimento similar que llevé a cabo en mi laboratorio: el 90 por ciento de los participantes seleccionó al analista 1. Los resultados mostraron que el test funciona con la mayoría de la gente. También, que la mayor parte no sabe por qué hace esa elección. Era una corazonada. Esta prueba está basada en un ingenioso experimento llevado a cabo por el psicólogo Thomas Hill y sus colegas de la Universidad de Tulsa. 5 Al principio de este capítulo demostramos la relación existente entre los seis rostros de los analistas financieros y su éxito profesional. Los de las caras largas fueron catalogados como profesionales de éxito y a los de las caras más pequeñas se les puso la etiqueta de lo contrario. Sin que se haya dado cuenta, el incons98

cíente puede haber detectado estas diferencias y luego haber influido en la forma en que ha evaluado a los dos nuevos analistas. El analista 1, al que la mayoría de la gente prefiere, tenía el rostro largo. El anterior analista de rostro alargado que usted vio era considerado un triunfador y esta circunstancia puede haber influido en su elección sin que usted sea consciente de ello. Quizás crea que lo adivinó, o que tuvo el instinto suficiente para saber que uno era más competente que otro. En realidad, estas decisiones dependen mucho de la habilidad de su inconsciente para detectar los rasgos distintivos de una determinada personalidad. 6 Por supuesto, estos experimentos se han realizado sobre la base de esquemas muy sencillos y hasta cierto punto artificiales. En mi prueba, los analistas financieros de éxito tenían el rostro alargado y los otros pequeño. En la vida real, no es así de sencillo, sería un error juzgar a una persona sólo por el aspecto de su cara. De hecho, el experimento dirigido por Thomas Hill y sus colegas fue diseñado, en parte, para mostrar cómo este planteamiento puede llevarnos por mal camino. Sostenían que tras ver a unas pocas personas que casualmente encajan en un modelo, puede suceder que generalicemos y apliquemos el mismo esquema a otras de similares características que conozcamos en el futuro. Lo mismo ocurre, aunque con resultados más precisos, con las intuiciones. En realidad, determinado tipo de gente se comporta de determinada manera. Y nuestro inconsciente tiene una notable habilidad para detectar estos patrones de comportamiento y poner en marcha una alarma intuitiva cuando una situación, o una persona, nos produce buenas o malas vibraciones. Mis entrevistas pusieron de relieve que la gente con suerte sigue sus corazonadas e intuiciones casi siempre con buenos resultados. En contraste, la gente sin suerte a menudo las ignora y luego lamenta su decisión. Antes mencioné a la desdichada Marilyn. Ha tenido dos relaciones formales, la primera con Scott, la segunda con John. Ambas han sido un desastre. Le pregunté si su intuición le había dicho algo al respecto. Me respondió que su intuición no le había hablado, le había gritado. Cuando Scott vino a España, fue al aeropuerto a esperarle. Marilyn describía cómo su voz interior le había dado un aviso: 99

«Le vi caminar con su carrito y mi primera reacción fue: "Escóndete, que no te vea, vuelve atrás." No me vio y pensé: "No, no vayas; no te acerques a él... vuelve al coche."» Marilyn ignoró su sexto sentido y ahora se arrepiente. Curiosamente tuvo la misma sensación durante todo el tiempo que estuvo con Scott en España. Pero en lugar de actuar en consecuencia, continuó viviendo con la esperanza de que cambiara y madurara: «Le quería, pero no por lo que era sino por lo que yo quería que fuera y lo que yo creía que podría ser. Miraba al futuro esperando que él madurara.» A pesar de todo, permaneció junto a Scott durante casi un año y medio. Su relación con John también acabó mal. De nuevo, Marilyn se da cuenta de que su intuición era acertada, pero no la escuchó: «Sabía cómo era John, y que me estaba mintiendo. Le encantaba contar todas esas historias estrafalarias que yo sabía que no eran ciertas. Nunca confié en él, no confié en él desde el primer día que le vi... pero seguí con la relación porque estaba sola. Londres puede ser un lugar horroroso para vivir y supongo que le necesitaba.» Marilyn no es la única persona que describe cómo desoyó lo que le decía su intuición y luego se arrepintió. Dorothy es una auxiliar administrativa de treinta y cuatro años que vive cerca de Boston. Desde muy pequeña ha tenido una vida desdichada y cree que debe buena parte de ello a su reticencia a confiar en su intuición. «Suelo decir bromeando que si alguna vez me tatuara me pondría una diana en la espalda. En serio, en los últimos cinco años me han dado por detrás en el coche por lo menos una vez cada invierno. Tengo también una increíble mala suerte en mi vida amorosa. En dos palabras, soy "carne de cañón". No me estoy poniendo dramática, es verdad. Tengo una lista de novios muy limitada porque he estado con el primer chico casi diez años. 100

Básicamente, éramos demasiado jóvenes cuando comenzamos a salir y cuando me di cuenta de quién era supe que no iba a aguantarle hasta los ochenta años. Mi última relación fue hace tres años. Parece que atraigo a tipos que se inventan nuevas e imaginativas formas de usar y abusar de mí y de romper mi corazón. Lo achaco todo a mi falta de intuición. En mi primera relación, la ignoré porque sólo buscaba llenar un vacío en mi vida. Ahora, la oigo y elijo ignorarla. No es nada inteligente: sé que no estoy equivocada, pero no me permito confiar en ella.» Y no todo se reduce al amor. Mucha gente sin suerte describía cuánto se ha arrepentido de no seguir su intuición en otros aspectos de su vida. La gente con suerte es el polo opuesto. Frecuentemente describe cómo confía en su intuición con buenos resultados. En el Capítulo II, conocimos a Lee. Ha salido bien de posibles accidentes en varias ocasiones y tiene mucho éxito como director de ventas. Lee recuerda con nitidez la gran corazonada que tuvo cuando conoció a la que hoy es su esposa. Inmediatamente sintió que estaban hechos el uno para el otro. Y esa sensación, por extraño que parezca, fue cierta: llevan casados veinticinco años. Lee no es la única persona con buena suerte implicada en mi trabajo que narra este tipo de experiencia. Al comienzo del capítulo, describí cómo Sarah supo al instante que había conocido al hombre de sus sueños en el Offícer Training Corps. Linda nos contó una experiencia similar. Cuando tenía poco más de veinte años se comprometió con un hombre que había conocido en Kenia. Regresó a Inglaterra para coger sus pertenencias antes de casarse en África. El viaje tendría que haber durado sólo unas pocas semanas, pero la inesperada clausura del canal de Suez supuso que quedara atrapada en el barco durante un mes. Eso le dio la oportunidad de conocer a un pasajero que, nada más verle, supo que era el hombre de su vida. Canceló la boda de Kenia y se casó con su nuevo amor. Llevan j u n tos muchos años. La intuición, las corazonadas y el instinto juegan un papel muy importante en la vida de las personas. Tanto que, en ocasiones, puede significar la diferencia entre la vida y la muerte. 101

Eleanor es una bailarina de California, de veinticuatro años de edad. Está convencida de que una de sus corazonadas le salvó la vida. Una noche que iba a casa de sus padres conduciendo su propio coche, se dio cuenta de que una moto la seguía. Por las cosas raras que el motorista iba haciendo dedujo que estaba perdido. Cuando se detuvo enfrente de la casa de sus padres, el motorista se paró a su lado. Eleanor contaba así lo sucedido: «Yo sé que esto suena muy extraño, pero cuando bajé la ventanilla supe inmediatamente que algo no iba a ir bien. No puedo decir por qué, pero tenía una sensación muy rara. Esto me ha sucedido pocas veces en mi vida, pero es así. De repente sentí un frío intenso. El motorista no levantó el visor de su casco. Había algo amenazador en su aspecto y luego estaba ese frío que no puedo explicar. Tampoco lo puedo explicar, pero sabía que tenía un rifle y que quería matar.» No estaba muy segura de qué hacer, pero algo le decía que no debía bajarse del coche. Con lentitud, cogió las llaves y encendió el motor. El motorista pareció ponerse nervioso y se alejó. Una vez en casa, llamó a la policía y explicó lo sucedido. Dos días más tarde, un agente resultó muerto cuando intentaba detenerle en una ciudad vecina. El hombre llevaba un rifle y le disparó. Cuando por fin lo cogieron, la policía comprobó que el misterioso motorista pertenecía a una banda a quien le importaba poco la vida de los demás. Eleanor está convencida de que su decisión intuitiva de poner en marcha el coche le salvó la vida. David, de treinta y dos años, ha pasado gran parte de su vida trabajando como obrero de la construcción. En una entrevista, describía de qué manera su instinto le salvó de un grave accidente y, quizás, de la muerte: «Estaba trabajando en el tejado de una casa de Chicago; era un gran tejado, con torres y torreones. Era pleno invierno y había estado nevando, pero vi que el tejado tenía una caja de unos 2 metros cuadrados. Estaba cubierta con unos 8 centímetros de nieve y situada unos 2 metros por debajo de la parte más eleva102

da del tejado. Ya estaba a punto de saltar sobre ella, cuando, de repente, rae detuve. No sé por qué, pero no lo hice. Me quedé quieto, sin poder moverme. Cuando bajé, entré en el interior del edificio y miré hacia arriba, me di cuenta de que la caja era, en realidad, un gran lucernario. La nieve la había cubierto por completo y por eso no pude ver el cristal. Si hubiera saltado, mi cuerpo lo habría atravesado y habría caído 20 metros más abajo, en una escalera de caracol. Lo más sorprendente es que no haber saltado sobre esa pequeña caja es algo totalmente contrario a mi naturaleza. Una vez que decido una cosa, la hago. No sé por qué, pero algo me detuvo.» Sin saberlo, David, experto en edificios, puso a trabajar su inconsciente con el resultado de una corazonada que le salvó la vida. Ha habido más personas afortunadas que nos han contado cómo se valen de su intuición para mejorar en el trabajo. Lee atribuye gran parte de su éxito profesional a sus corazonadas sobre posibles clientes y sobre la gente en general. Me contó que, una vez, estaba tan convencido de lo acertado de su intuición que incluso actuó contra la opinión de sus compañeros: «Teníamos una llamada telefónica de un posible cliente que quería determinada información, y todo el mundo pensó que no merecía la pena ni siquiera tratar el asunto. Hablé con el hombre, y había algo - a l g o que estaba buscando, que no tengo ni idea de qué e r a - que me hizo pensar «Tengo que seguir adelante y conseguir lo que quiere». Así que puse manos a la obra para satisfacer su pedido, que era de poca importancia. Todos me dijeron qué estaba perdiendo el tiempo, pero yo estaba decidido a atenderle. De hecho, trabajé durante toda la noche para conseguirlo y, hacia la una de la tarde, yo mismo se lo entregué. En los próximos doce meses sus pedidos ascendieron a unos 250.000 dólares. Mi empresa, por supuesto, estaba encantada. Soy un buen conocedor de la personalidad humana y he aprendido a confiar en mi intuición. He dado cursos de formación a nuevos miembros del equipo de ventas y marketing, y ninguno de los que pensé que iban a ser buenos me ha decepcionado.» 103

En el capítulo anterior, conocimos a Robert. Trabaja como mecánico de vuelo y una de sus responsabilidades es la de detectar los fallos en los aviones. Las grandes aeronaves son, obviamente, máquinas muy complejas y encontrar los problemas es, a veces, un proceso largo y difícil. Pero Robert tenía una especie de don innato para saber lo que iba mal en un avión: «Trabajo en aviónica-instrumentos, electricidad, radio, transductores, transmisores, cajas negras, y cosas así. A veces, cuando las cosas son muy complicadas, te rascas la cabeza y te preguntas que dónde demonios está el problema. Tras muchos años de trabajo con los aviones, no sé si es el hecho de que estoy muy familiarizado con ellos, pero a menudo tengo la sensación de que voy a ir directo a por lo que no funciona. Localizo con toda precisión las cosas que no van bien.» Sus colegas suelen pasar horas buscando la averia en los complejos mecanismos de la aeronave. Robert confía en su intuición sobre dónde mirar primero. Una y otra vez sus corazonadas son increíblemente acertadas. Se basan en años de trabajo con complejos sistemas. Su inconsciente ha aprendido más sobre ellos de lo que es capaz de explicar. John trabaja para un gran banco y negocia préstamos corporativos a gran escala. Sus colegas le consideran un hombre de suerte y, en una entrevista, explicaba que gran parte de su buena fortuna se debe a que confía en su intuición: «He estado haciendo este trabajo durante mucho tiempo y tengo una gran experiencia. En bastantes ocasiones he de tomar decisiones importantes sobre la concesión de grandes préstamos y suelo confiar en mi intuición. Generalmente la utilizo como una especie de alarma, una razón para desaparecer y pensar más en el tema. Recuerdo un caso concreto de una empresa que vino a pedirme un préstamo importante. Sobre el papel no había ningún problema y sus negociadores salían bien parados de todas las reuniones. Pero algo me dio mala espina. No sé lo que fue, pero me hizo ser reticente a la hora de firmar el contrato. Todo el 104

mundo me aconsejaba que concediera el préstamo, sin embargo decidí retrasarlo un par de días y hacer que mi equipo realizara algunas investigaciones. Miramos cuidadosamente un montón de documentación más y llevamos a cabo un rastreo detallado de la empresa. De repente, surgió una imagen muy diferente. Tenían graves problemas financieros que habían intentado esconder. Les denegué el préstamo. Fue una de las mejores decisiones de mi carrera puesto que, unas semanas más tarde, la información que descubrimos salió a la luz y la compañía se hundió.» La intuición ha jugado también un importante papel en mi propia vida. Hace unos pocos años me pidieron que hablara en una conferencia que iba a tener lugar en un gran banco. El horario de mi presentación me obligaba a pasar la noche en el hotel inmediato al lugar del evento. Cuando llegué, el empleado de la recepción me pidió que le dejara imprimir el número de mi tarjeta de crédito como garantía para pagar la cuenta. Me lo han pedido cientos de veces y, generalmente, entrego la tarjeta casi sin pensarlo. Esta vez, sin saber muy bien por qué, tenía la sensación de que no debía hacerlo. De hecho, la intensidad de la sensación fue tan fuerte que tomé la decisión de pagar con un talón, algo muy poco habitual. Al día siguiente, después de mi presentación, regresé a casa. Unas pocas semanas más tarde tenía en mi contestador un mensaje bastante misterioso del organizador de la conferencia pidiéndome que comprobara si había alguna irregularidad en las cuentas de mi tarjeta de crédito. Así lo hice y después de ver que todo estaba bien le llamé y se lo dije. Lleno de curiosidad, le pregunté qué era lo que sucedía. Me explicó que habían detenido a un empleado del hotel donde habíamos estado alojados los ponentes por participar en un fraude a gran escala con las tarjetas de crédito. De hecho, varios conferenciantes habían sido víctimas del fraude: habían cargado incorrectamente grandes sumas de dinero en sus tarjetas de crédito. Sospecho que mis años investigando la psicología de la mentira han propiciado esa capacidad inconsciente de detectar la forma en que se comporta la gente poco honrada y de ahí la sensación que tuve con el empleado que me atendió en el hotel. En definitiva, mi intuición me ahorró problemas, tiempo y, lo más seguro, dinero. Curio-

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sámente, la conferencia trataba sobre ¡cómo detectar el engaño en los negocios! Las entrevistas realizadas a la gente con suerte pusieron de relieve que está más preparada para tomar decisiones intuitivas que la gente que no la tiene. Muchas veces estas decisiones tienen que ver con personas relacionadas con su vida personal y profesional. Otras, con asuntos del trabajo. El instinto y las corazonadas de estas personas a menudo sorprenden por su agudeza y fiabilidad. Y lo que es más increíble, ellas no tienen ni idea de lo que hay detrás de sus aciertos. Desde su punto de vista sólo se trata de suerte. Lo cierto es que todo se debe al notable trabajo de su inconsciente. Tras dedicarme a examinar de manera exhaustiva por qué la gente con suerte parecía estar más preparada para usar su intuición, llegué a la conclusión de que, en realidad, cualquier persona puede aprender a tomar decisiones afortunadas.

SUBPRINCIPIO 2: LA GENTE CON SUERTE DA LOS PASOS N E C E S A R I O S PARA ESTIMULAR SU INTUICIÓN Al comienzo del capítulo, resumí los resultados de mi encuesta sobre la suerte y la intuición. Le pedí a personas con suerte y sin ella que me dijeran cuántas veces y para qué tipo de decisiones utilizaban más su intuición. Los resultados mostraron que la gente con suerte la utiliza con más frecuencia que la gente sin suerte en aspectos tan importantes como los negocios, los asuntos financieros, y la vida profesional. Cuando preparé el cuestionario para la encuesta me di cuenta de que saber la frecuencia con la que la gente usa su intuición es parte del puzzle que hay que resolver. También era importante descubrir si los afortunados hacían algo para fomentar su sexto sentido, sus corazonadas. Antes de redactar el cuestionario, revisé los libros más conocidos y también los documentos académicos existentes sobre el tema, e hice una lista de las prácticas utilizadas con más frecuencia para estimular la intuición. Iban desde una serie de técnicas, como limpiar la mente de otros pensamientos o hacer meditación, hasta buscar un lugar tranquilo para relajarse o imaginar escenarios positivos. En la segunda parte de mi encuesta pre-

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senté esta lista a la gente con suerte y sin suerte y les pedí que indicaran cuál de las técnicas, si ése era el caso, utilizaban regularmente. De nuevo, los resultados fueron interesantes. El gráfico siguiente muestra que un porcentaje bastante más elevado de personas con suerte que sin suerte utilizan todas las técnicas listadas. Algunas de las diferencias eran un tanto sorprendentes; por ejemplo, que un 20 por ciento más de gente con suerte que sin suerte afirmó que hacía meditación. Porcentaje de personas sin suerte y con suerte que utilizan diversas técnicas para fomentar su intuición • Sin suerte

B C o n suerte

Mis entrevistas a gente con suerte ilustraron el gran impacto que estas técnicas tenían en su vida. Nancy es una enfermera de sesenta y cuatro años que vive en Las Vegas. Ha sido afortunada en muchos aspectos de su vida. Creció en Wisconsin, tuvo una niñez feliz, y disfrutó de un buen colegio. Le concedieron una beca para estudiar enfermería y siempre tuvo suerte en su vida profesional: «Cuando vine a Las Vegas encontré el trabajo perfecto. Como responsable de un programa dedicado a mejorar la calidad de vida de las personas mayores, yo era mi propio jefe. Fijaba mi propio horario y hacía las cosas a mi manera. Estuve en el puesto más de diez años. En los dos últimos, pregunté a la dirección del 107

hospital si podía montar también una unidad dedicada a niños con problemas de aprendizaje, y me contestó que por supuesto. Me dieron total libertad. Así que tuve mucha suerte. Creo que era la única entre varios miles de personas con las que contaba la organización que podía, literalmente, hacer lo que quería, dando cuenta de mi actuación, por supuesto.» Sin embargo, no ha vida. De hecho, Nancy refiere al amor. Ahora, reticencia a confiar en

sido tan afortunada en otros aspectos de su ha tenido bastante mala suerte en lo que se volviendo la vista atrás, lo achaca todo a su su intuición:

«Conocí al que sería mi marido nada más terminar los estudios. Al principio no me gustaba, pero iba todo el tiempo detrás de mí, y acabé por aceptarle. Cuando le miraba, mi intuición me enviaba muchas señales de alarma. Sabía que las cosas iban a ir mal incluso el día que me casé. No sé qué fue lo que me produjo esa sensación, pero lo sabía. Pero en ese momento pensé: «Las invitaciones están enviadas, todo está organizado, todas mis amigas se han casado...», así que seguí adelante. Y, efectivamente, las cosas no fueron bien. Estuvimos juntos treinta y siete años, y tuvimos cinco hijos. Hubo muchos momentos en los que me sentí muy mal y, a pesar de ello, seguía con él. "¿Dónde vas a ir con cinco hijos?", me decía. Finalmente, encontré la fuerza para encarar la situación: "Sabes, esto no funciona." Y me fui. Fue una buena decisión y he tenido mucha suerte con mis hijos. Me llevo muy bien con ellos. Después de la ruptura de mi matrimonio tuve varias relaciones. De nuevo, sonaron todas las alarmas y una vez más las ignoré. No me fue bien con ninguna de mis parejas. Ahora las cosas son diferentes. He comenzado a prestar atención a mis corazonadas. Empecé a enseñar salud mental y he leído mucho sobre psicología. Por eso ahora soy más consciente de todo que antes. Tengo más conocimiento, más sabiduría. Mis juicios y decisiones son mejores. He aprendido la lección. Escucho a mi intuición y creo que ahora sé exactamente cómo van a ir las cosas.» 108

Nancy no sigue a ciegas lo que le dicta su intuición, lo que hace es utilizarla para actuar con cautela: «La intuición ha propiciado mi suerte de muchas maneras diferentes. Por ejemplo, me siento al lado de alguien en una reunión y sé si puedo confiar en esa persona. De igual manera, a la hora de comprar un coche de segunda mano, sé en quién puedo confiar y en quién no. También descubro a la gente que está muy necesitada y procuro eludirla porque me roba energía. Pero no todo se reduce a la gente. Dos veces me he detenido ante una señal de ceda el paso, cuando lo normal hubiera sido que siguiera adelante. Me detuve a pesar de que no venía nadie. Mi intuición me hizo parar. De repente, pensé: "Puede que alguien venga en este cruce." Y en ambas ocasiones apareció un coche y yo habría estado en medio de la carretera si hubiera seguido. Estoy convencida de que las dos veces mi intuición me salvó la vida.» Nancy nos contaba que utiliza diversas técnicas para estimular su intuición y sus corazonadas: «Si la señal de alarma ha sonado, me detengo y analizo la situación. También hago un poco de meditación. No siempre es fácil concentrarse, pero me digo "¡Qué diablos, lo haré de cualquier forma!" y trato de encontrar la quietud en mi interior. A menudo descubro en sueños las claves para actuar. Hace poco que acepté ese trabajo en el hospital, que, bien pensado, es un paso atrás. Bueno, pues hace unos días, tuve un sueño en el que conocí a una mujer que era asesora política. Me llamaba la atención la vida tan interesante que había tenido y pensaba que me gustaría escribir sobre ella porque habría gente interesada en conocerla. De repente, me desperté y el sueño se me quedó grabado. El año pasado había ido a clase, a un taller de escritura. Pensé, "¿Por qué estoy haciendo esto si en el fondo de mi corazón no lo deseo?" Creo que mi intuición trata de decirme que voy por el camino equivocado. Así que estoy pensando en dejar el hospital y dedicar más tiempo a escribir.» 109

Nancy no ha sido la única persona con suerte que utiliza estas técnicas. Jonathan es otro afortunado que lo hace. Tiene cuarenta años y es director de una empresa internacional de publicidad. Ha tenido mucha suerte en su carrera, y lleva veinte años felizmente casado. Tiene bien ganada su reputación de tomar decisiones profesionales acertadas gracias a su capacidad intuitiva: «Hace unos dos años y medio tuve una idea que pensé que iba a funcionar. Era para el lanzamiento de un nuevo concepto para la gestión de planes de pensiones e inversiones. Me di cuenta de que había un hueco en el mercado e hice una propuesta. Tenía la fuerte sensación de que había demanda para ello. Había tenido muchas ideas diferentes, pero sabía que ésta iba a triunfar. Y tenía razón. Después de alguna reticencia inicial, la lanzamos y la respuesta del mercado fue soberbia.» Durante la entrevista, Jonathan también describió cómo había descubierto que la meditación le ha ayudado a mejorar su intuición: «Comencé a hacer meditación trascendental, animado por un amigo, hace unos años. Desde entonces la practico con regularidad dos veces al día durante 20 minutos. Lo que me atrae de este tipo de meditación es que no encierra ningún dogma, ninguna religión; es sólo una forma de estar en contacto con nuestro yo más profundo. Te proporciona muchos beneficios: energía, concentración, fuerza física... Pero creo que lo más importante que ha hecho por mí es incrementar mis niveles de intuición y suerte. Me ayuda a utilizar las corazonadas para toda clase de temas, desde cómo tratar a un determinado cliente a cómo tomar decisiones en el trabajo. Me ayuda a seguir mi intuición. Y no sólo en el trabajo, también en otros aspectos de mi vida. Hace poco, por ejemplo, íbamos a comprar una casa y algo me dijo que abandonara la idea en el momento justo.» Milton, un profesor de San Diego, de treinta y cuatro años, también describió el importante papel que la intuición jugó en su vida y cómo la estimulaba mediante la meditación: 110

«Lo único negativo de la intuición es que no la sigas. Es como una mariposa que cruza por tu mente. Si eres de los que no le prestan atención, las cosas irán mal. Y piensas, "¿Y por qué demonios tengo que hacerlo?" Tienes que cazarla como a una mariposa. Siempre he hecho meditación. Ayuda porque dejas volar la imaginación y haces cosas que no harías normalmente en la vida real. Eso te anima a estar relajado y sentirte libre. Te hace conocer mejor a la gente y te ayuda a ser más intuitivo y, en definitiva, más afortunado.»

El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 8 Su Perfil de la Suerte: Principio número 2 Es hora de volver al Perfil de la Suerte de la página 20. Los puntos 4 y 5 de este cuestionario se refieren a los subprincipios de los que hablamos en este capítulo. El 4 le pregunta hasta qué p u n t o escucha a su voz interior y el 5 si toma las medidas necesarias para incrementar su capacidad intuitiva. Puntuación Compruebe la puntuación que ha asignado a cada uno de estos aspectos, y luego sume los resultados para obtener el total (vea el ejemplo siguiente). Ésa será la puntuación obtenida en el segundo principio de la suerte.

Propuesta

Puntuación [1-5]

4

A menudo escucho lo que dice mi «voz interior»

2

5

He probado varias técnicas para estimular mi intuición. Por ejemplo, la meditación o retirarme a un lugar tranquilo.

1

Total segundo principio de la suerte

3

111

Ahora mire la escala que viene a continuación para comprobar si su puntuación es alta, media o baja. Apunte en su cuaderno ambas cosas —puntuación y categoría— ya que serán importantes a la hora de ver cómo mejorar su suerte. Puntuación baja 2

3

4

Puntuación media 5

6

Puntuación alta 7

8

9

10

X

3 = Baja He pedido a mucha gente con suerte, sin suerte y neutral, que conteste a este cuestionario. Las personas con suerte suelen obtener una puntuación mucho más elevada que el resto. Por el contrario, los resultados más bajos corresponden a los que no la tienen (véase el gráfico que figura a continuación).

R E S U M E N DEL CAPÍTULO Las personas sin suerte tienden a tomar decisiones poco acertadas: confían en quienes no deben y se equivocan a la hora de elegir sus salidas profesionales. Por el contrario, las personas con suerte tienen 112

una curiosa habilidad para depositar su confianza en gente honesta y para tomar decisiones provechosas y eficaces. Estas diferencias dependen de la distinta forma en la que unos y otros utilizan su intuición a la hora de tomar decisiones importantes. Los primeros, no suelen confiar en su instinto, intuición o corazonadas. No es que carezcan de todo ello, sino que no lo «fomentan», no escuchan a esa voz interior cuando les dice algo. La gente con suerte es el polo opuesto. La escucha y la utiliza como un timbre de alarma, como una buena razón para pararse a reflexionar. Al hacerlo, recoge los beneficios de una vida con suerte llena de decisiones acertadas.

PRINCIPIO NÚMERO 2: SIGA S U S CORAZONADAS Las personas con suerte toman decisiones acertadas siguiendo los dictados de su intuición y sus corazonadas. Subprincipios: 1. La gente con suerte escucha a su «voz interior». 2. La gente con suerte da los pasos necesarios para estimular su intuición.

A U M E N T E SU SUERTE Principio número 2: Siga sus corazonadas Las siguientes técnicas y ejercicios le ayudarán a elevar el número de decisiones acertadas haciendo lo que le dicta su intuición y sus corazonadas. Lea detenidamente y piense cómo incorporarlos a su rutina diaria. En el Capítulo VIII, incluyo un programa sistematizado que explica la mejor forma de hacerlo para, en definitiva, propiciar la suerte. 1. Escuche a su «voz interior» Recuerde la encuesta que hice sobre la suerte y la intuición. Nos mostró que la gente con suerte confía en su intuición a la hora de 113

tomar decisiones relativas a su vida profesional, trabajo, finanzas y relaciones personales. Recuerde que Lee, el director de marketing, conseguía un importante pedido para su empresa actuando según una corazonada. Y que el instinto de Eleanor la previno y la salvó de morir a manos de un motorista que, en principio, podía parecer inofensivo. La gente sin suerte es el polo opuesto. A menudo nos cuenta que no sigue su intuición y luego se arrepiente. Tenemos el ejemplo de Marilyn, que mantuvo unas relaciones nefastas a pesar de lo que le gritaba su «voz interior». No haga lo mismo: escúchela y piense en lo que está tratando de decirle. Considérela un timbre de alarma, una razón para detenerse y revisar cuidadosamente una situación o una decisión.

Ejercicios Visite al anciano de la cueva Cuando se e n f r e n t e a u n a decisión y desee escuchar lo que su voz interior tiene que decirle, haga el siguiente ejercicio. Busque un lugar tranquilo y confortable. Siéntese, cierre los ojos y respire profundamente. Imagínese que por arte de magia se encuentra en una remota montaña, en la entrada de una cueva. Se adentra en su interior y, a medida que lo hace, se encuentra relajado y contento. Se siente seguro y totalmente aislado del mundo exterior, tranquilo y en paz consigo mismo. Imagine que hay un anciano sentado en un rincón. Que le invita a sentarse enfrente de él y le pide que le hable de las distintas opciones que tiene ante sí. Pero no quiere oírlas en términos de hechos y cifras. De pérdidas y ganancias. De lógica y razonamientos. Tampoco quiere saber lo que otros piensan que usted debería hacer, o lo que usted cree que debería hacer bajo el punto de vista del deber o de sus obligaciones. No. Lo que quiere es que le diga lo que piensa de cada una de las opciones. Con cuál se siente cómodo y con cuál

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incómodo. La conversación será confidencial, así que puede ser sincero. No piense en lo que va a decir, sencillamente dígalo. Ahora. En voz alta. Dígale al anciano lo que siente. Luego, abra los ojos lentamente. ¿Qué fue lo que dijo? ¿Cuál de las opciones le parece bien y cuál mal? ¿Cuál es el resultado de compararla con lo que la evidencia le dice de cada una de ellas? Si la evidencia está en línea con lo que siente, habrá encontrado la respuesta. Si descubre que está incómodo con la opción elegida, a pesar de que la evidencia le diga que es correcta, quizá sea mejor reconsiderar la situación. Tómese algún tiempo y piense antes de actuar. Puede que decida seguir su intuición. Puede que decida ignorarla. Cualquiera que sea su decisión, al menos habrá escuchado a su voz interior. Tome una decisión, luego deténgase Para descubrir lo que realmente siente sobre cada una de las opciones, escoja una y escriba su decisión en un papel. Por ejemplo, si está indeciso sobre si acaba con una relación, escriba una carta a su pareja explicándole que todo se acabó. Si está pensando en dejar su trabajo y no lo tiene claro, escriba una carta de renuncia. Ahora deténgase. ¿Cómo se siente? Tiene el futuro en sus manos. ¿Quiere de verdad enviar esa carta o hay algo en su interior que le está diciendo que no lo haga? ¿Es su intuición o será que tiene miedo del cambio? Cuando llega el momento de la verdad, ¿qué le dice su voz interior?

2. Dé los pasos necesarios para estimular su intuición Mi encuesta sobre la suerte y la intuición también puso de relieve cómo actúa la gente con suerte para mejorar su capacidad intuitiva. Algunos, sencillamente, procuran dejar su mente en blanco; otros invierten tiempo en meditaciones más serias, se retiran unos momen115

tos a un lugar tranquilo, o aparcan el problema para volver a él más tarde. La mayoría de estas técnicas son muy sencillas e incorporarlas a nuestra vida diaria no requiere un gran esfuerzo. Ponga en práctica las que le parezcan más atractivas y vea lo que sucede.

Ejercicio Haga meditación Muchas personas con suerte, como Jonathan, creen que la meditación es la forma más sencilla de estimular la intuición. No se trata de desarrollar esa capacidad intuitiva durante la meditación. La meditación sólo es un vehículo para limpiar nuestra mente de otros pensamientos que nos distraigan. Será tras ella, tranquilo y relajado, cuando su intuición funcionará mejor. Busque un lugar tranquilo y un sillón confortable. Cierre los ojos y haga el ejercicio de relajación descrito en la página 85. Una vez que esté relajado, repita mentalmente la misma palabra o frase una y otra vez. No importa cuál sea. Puede ser el nombre de un amigo, un trozo de canción o el título de este libro. Lo importante es que lo repita constantemente; de esta forma limpiará su mente de otros pensamientos. Centre su atención en la palabra y trate de evitar que su mente vague por otros temas. Al principio, no será fácil. Pero insista y recuerde que es una práctica perfecta. Con el tiempo, le resultará más y más fácil concentrarse y conseguir esa sensación de quietud. Después de unos diez minutos más o menos de concentración, abra los ojos lentamente. Haga este sencillo ejercicio tres veces por semana, durante unos veinte minutos, y compruebe el efecto que tiene en su suerte.

116

V.

PRINCIPIO NÚMERO 3: SEA POSITIVO EN SUS EXPECTATIVAS

PRINCIPIO: LAS EXPECTATIVAS DE LAS P E R S O N A S CON SUERTE LES AYUDAN A HACER REALIDAD SUS SUEÑOS Y AMBICIONES Todos tenemos sueños y ambiciones. Hay quien busca triunfar en los negocios, ganar mucho dinero en la lotería o viajar alrededor del mundo. Otros abrigan el secreto deseo de convertirse en escritores famosos, en artistas o en estrellas de cine. La mayoría de la gente quiere tener un amor, encontrar un trabajo en el que disfrutar y todo el mundo desea gozar de buena salud. Mi investigación puso de relieve que los sueños y ambiciones de las personas con suerte se hacen realidad la mayoría de las veces, mientras que la gente sin suerte raramente lo consigue. La mala suerte de Clare comenzó cuando era muy joven: «Mi padre estaba siempre muy ocupado y mi madre se pasaba la vida en el hospital. Mi abuela cuidaba de nosotros y yo tenía que encargarme de la casa cuando no estaba en el colegio, así que mientras el resto de los niños estaba j u g a n d o yo tenía que trabajar. Prácticamente no tenía amigos. Pensaba que estaba desperdiciando toda mi niñez y que mi abuela era demasiado estricta conmigo. Casi nunca tenía tiempo para jugar. Creo que me parecía que aquello no era justo.» Clare ha tenido mala suerte en muchos aspectos de su vida, sobre todo en el terreno afectivo y en el profesional. Siempre ha deseado 117

encontrar un trabajo que la llene y ha probado uno tras otro, pero lo cierto es que no ha conseguido triunfar ni disfrutar en ninguno. Se casó a los veinte años y tuvo dos hijos. Algún tiempo después, la relación comenzó a ir de mal en peor: su marido la trataba mal e iba con otras mujeres. En 1988, murió en un accidente de paracaidismo. Durante mucho tiempo le resultó difícil hacer nuevas amistades y relaciones pero, finalmente, conoció a Dick. Por desgracia, estaba en el paro, así que Clare tuvo que trabajar por los dos para mantener la casa. Hace tres años la abandonó por otra mujer. Después de otro periodo de soledad, conoció a Donald. La relación comenzó bien, pero pronto él se convirtió en un hombre obsesivo y difícil. Clara y Donald ya no están juntos aunque siguen siendo amigos. Ella está de nuevo sola y se siente muy desdichada. En cambio, Erik, de cincuenta y un años, es un hombre de suerte. Como Clare, ha tenido muchos trabajos diferentes - h a sido botones, minero, taxista y croupier— pero a diferencia de ella ha disfrutado en todos: «Me encanta todo lo que hago. Una de las cosas que más me gusta es conducir y cuando era taxista me pagaban por llevar a otros en un coche estupendo. Otra cosa que me gusta es jugar a las cartas. También trabajé en un casino como croupier, eso me permitía jugar con el dinero de los demás sin ningún riesgo para mí. Era perfecto. En realidad, no recuerdo ningún trabajo en el que no haya disfrutado.» Igual que Clare, Erik también ha deseado siempre tener una pareja maravillosa y una feliz vida familiar. Una vez más, sus sueños se han hecho realidad y no los de ella. Erik conoció a la que hoy es su mujer hace cuarenta años e inmediatamente supo que estaban hechos el uno para el otro. Hoy tienen tres hijos, siete nietos y una vida muy feliz: «Nuestros nietos son una delicia, nuestra vida está llena por completo. Siempre le digo a la gente: "Soy el hombre más feliz del mundo." Estoy seguro de que tengo un ángel de la guarda que vela por mí.» 118

Clare y Erik son dos casos típicos de la gente sin suerte y con suerte que ha pasado por mis encuestas. Aunque han tenido los mismos deseos y ambiciones, los sueños de ella se h a n quedado en poco más que una mera fantasía, mientras que los de él se han convertido en realidad. Mis investigaciones me han permitido llegar a la conclusión de que ni hay una conjura del destino contra los primeros, ni los segundos consiguen las cosas por pura casualidad. Muy al contrario, lo que sucede es que hay una diferencia fundamental en la manera de encarar la vida entre la gente con buena y mala fortuna.

SUBPRINCIPIO 1: LA GENTE CON S U E R T E E S P E R A QUE SU BUENA FORTUNA CONTINÚE EN EL FUTURO Todo el mundo tiene expectativas para el futuro. Unos piensan que van a ser felices y tener buena salud, otros están convencidos de que no les espera otra cosa más que la miseria y la tristeza. No faltan los que creen que van a encontrar la pareja perfecta, o los que se anticipan cambiando de persona si con la que están no les va bien. Hay otros que piensan que v a n a triunfar en el trabajo y, por el contrario, los que sólo esperan quedarse en el escalón más bajo. Ahora, déjeme hacerle unas cuantas preguntas sobre su futuro. En una escala del 0 al 100 por ciento, en la que el «0 por ciento» indica que lo que le pregunto n u n c a va a suceder y el «cien por cien» la absoluta certeza de que sí sucederá: ¿Qué posibilidades cree usted que tiene de conseguir una de sus más anheladas ambiciones? ¿El 20 por c i e n t o ? ¿El 50 por c i e n t o ? ¿El 70 por ciento? Por ejemplo, ¿cree que alguien le va a dar 100 euros para darse un capricho? ¿0 que va a pasárselo en grande en sus vacaciones? Cuando planteé estas cuestiones en mis encuestas recibí algunas respuestas que me parecieron sorprendentes. Estaba deseando descubrir y comparar las expectativas de la gente con suerte y sin suerte, así como las de los que no se consideraban ni lo uno ni lo otro. Así pues, planteé una serie de preguntas sobre las posibilidades que unos y otros creían que tenían de experimentar diversos hechos positivos en el futuro. Algunas se referían 119

a acontecimientos muy generales; por ejemplo, si pensaban que iban a conseguir realizar sus ambiciones. Otras eran más concretas: como las posibilidades de pasar unas buenas vacaciones o de recibir una visita inesperada de un viejo amigo. Finalmente, habia otras relativas a situaciones controlables - p o r ejemplo mantener buenas relaciones con la f a m i l i a - y otras a hechos fuera de su control, como el que alguien le diera 100 euros para gastar en un capricho.

El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 9 Buenas expectativas Éste es el cuestionario utilizado para valorar las expectativas positivas de las personas que han participado en el Proyecto Suerte. Tómese unos momentos para contestarlo y comparar su puntuación con la de la gente con suerte, sin suerte y también con la de los neutrales; es decir, con la de los que no se consideran especialmente afortunados o desafortunados. Al principio de esta nueva página del Cuaderno de la Suerte, escriba el encabezamiento «Expectativas positivas». Luego, trace una línea vertical en el centro de la página. En la parte izquierda, escriba las letras de la A a la H en una columna. A continuación, lea cada una de las propuestas del cuestionario y escriba un número del 0 al 100 en la parte derecha de la columna para indicar las posibilidades que cree que tiene de que lo que se indica en la propuesta le suceda. 0 significará que piensa que nunca sucederá y 100 que tiene Todas las posibilidades de que suceda. Puede utilizar cualquier número del 0 al 100, pero recuerde que cuanto más alto sea el número, mayores son las probabilidades que usted cree que tiene el hecho de suceder y cuanto más bajo, menores serán esas probabilidades. No dedique demasiado tiempo a pensar en cada propuesta, simplemente responda de la manera más sincera posible.

120

Propuesta

A

Alguien le va a decir que es inteligente.

B

Alguien le va a decir que parece más joven de lo que es en realidad.

C

Va a pasarlo muy bien en sus vacaciones.

D

Le van a dar 100 euros para un capricho.

E

Va a realizar al menos una de sus más deseadas ambiciones.

F

Va a tener muy buena relación con su familia.

G

Un viejo amigo le va a visitar.

H

Va a ser admirado por sus logros.

Posibilidades de que le suceda (0-100)

Puntuación Para conocer su puntuación, sume los números que ha escrito en la parte derecha de la página y divida el total entre 8 (vea el ejemplo que sigue a continuación). Propuesta

Posibilidades de que le suceda [0-100]

A

Alguien le va a decir que es inteligente.

85

B

Alguien le va a decir que parece más joven de lo que es en realidad.

12

C

Va a pasarlo muy bien en sus vacaciones.

55

D

Le van a dar 100 euros para un capricho.

48

E

Va a realizar al menos una de sus más deseadas ambiciones.

80

F

Va a tener muy buena relación con su familia.

80

G

Un viejo amigo le va a visitar.

95

H

Va a ser admirado por sus logros.

75

Total

530

Puntuación (Total dividido entre 8)

66,25

Mi agradecimiento al Dr. Peter Harris y a Mark Surman por su permiso para reproducir este cuestionario.

121

Este cuestionario ha sido respondido por un elevado número de personas. — Puntuación baja: 0 a 45. — Puntuación media: 46 a 74. — Puntuación alta: 75 a 100. ¿Cuáles son sus expectativas para el futuro?

Como se muestra en el gráfico que viene a continuación, la gente con suerte tenía muchas más esperanzas de que le sucedieran cosas buenas que la gente sin suerte. 1 Por término medio, el 90 por ciento de las personas con suerte creía que iba a tener unas excelentes vacaciones, el 84 por ciento creía que iba a realizar al menos una de sus más ansiadas ambiciones y, aproximadamente, un 70 por ciento pensaba que le iban a dar 100 euros para un capricho. Su confianza en el futuro era mucho mayor que la expresada por las personas sin suerte. Además, las altas expectativas de los afortu-

Posibilidad estimada por las personas sin suerte, neutrales y con suerte de que les sucedan cosas positivas • Sin suerte

Neutrales

Alguien le va a decir que es inteligente. , Alguien le va a decir que parece más joven de lo ! que es en realidad. • Va a pasarlo muy bien en sus vacaciones. , Le van a dar 100 euros para un capricho, j Va a realizar al menos una de sus más deseadas E ambiciones. ' Va a tener muy buena relación con su familia. , Un viejo amigo le va a visitar. Va a ser admirado por sus logros. j¡

0 122

• Con suerte

nados no se circunscribían exclusivamente a aspectos concretos o bajo su control, sino a todos en general. De hecho, demostraron tener unas asombrosas expectativas respecto a todas las propuestas del cuestionario. En resumen, estaban convencidos de que su futuro iba a ser fantástico. También quise conocer las expectativas de la gente respecto a acontecimientos de tipo negativo, desde ser víctima de un atraco hasta padecer insomnio, pasando por tener problemas con el alcohol.

El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 10 Malas expectativas Éste es el cuestionario utilizado para valorar las expectativas negativas de las personas que han participado en el Proyecto suerte. Tómese unos momentos para contestarlo y comparar su puntuación con la de la gente con suerte, sin suerte y también con la de los neutrales. Al principio de esta nueva página del Cuaderno de la Suerte, escriba el encabezamiento «Expectativas negativas». Luego, trace una línea vertical en el centro de la página. En la parte izquierda escriba las letras de la A a la H en una columna. A continuación, lea cada una de las propuestas del cuestionario y escriba un número del 0 al 100 en la parte derecha de la columna, para indicar las posibilidades que cree que tiene de que lo que se indica en la propuesta le suceda. «0» significará que piensa que nunca sucederá y «100» que cree que tiene todas las posibilidades de que suceda. No dedique demasiado tiempo a pensar en cada propuesta, simplemente responda lo más sinceramente posible.

123

Propuesta

A

Va a engordar mucho.

B

Va a padecer de insomnio.

C

Va a elegir una carrera equivocada.

D

Va a tener problemas con el alcohol.

E

Va a sufrir una grave depresión.

F

Va a intentar suicidarse.

G

Va a ser víctima de un atraco.

H

Va a contraer meningitis.

Posibilidades de que le suceda [0-100)

Puntuación Para conocer su puntuación, sume los números que ha escrito en la parte derecha de la página y divida el total entre 8 (vea el ejemplo que sigue a continuación). Propuesta

Posibilidades de que le suceda (0-100)

A

Va a engordar mucho.

15

B

Va a padecer de insomnio.

25

C

Va a elegir una carrera equivocada.

40

D

Va a tener problemas con el alcohol.

2

E

Va a sufrir una grave depresión.

3

F

Va a intentar suicidarse.

5

G

Va a ser víctima de un atraco.

H

Va a contraer meningitis.

30 5 125

Total Puntuación (Total dividido entre 8)

15,62

Este cuestionario ha sido cumplimentado por un elevado número de personas.

124

- Puntuación baja: 1 a 10. - Puntuación media: 11 a 25. - Puntuación alta: 26 a 100. ¿Cuáles son, en este caso, sus expectativas para el futuro?

De nuevo pedimos a los participantes que puntuaran con un número del 0 al 100 las posibilidades que creían que tenían de experimentar cada una de las propuestas, y de nuevo hubo grandes diferencias entre ambos grupos. Esta vez, fue la gente sin suerte la que estaba convencida de que le iban a suceder todas estas cosas, desde padecer insomnio hasta el posible intento de suicidio, pasando por la elección de una carrera equivocada o engordar. De hecho, las expectativas de las personas sin suerte resultaron, en este caso, mayores que las de las personas con suerte. 2 Esta serie de preguntas puso de relieve la diferente forma de mirar el mundo que tenían las personas con suerte y sin suerte. Las primeras pensaban que la vida les iba a sonreír y las segundas veían el futuro muy negro.

125

Al comienzo del capítulo, mencioné a la desafortunada Clare y al afortunado Erik. Como muchas otras personas que han participado en mi investigación, los dos tenían los mismos sueños y ambiciones. Ambos han deseado siempre encontrar la pareja perfecta y un trabajo que les satisfaga. Sin embargo, para Clare, los sueños se han quedado en eso, en una mera fantasía, mientras que Erik los ha hecho realidad casi todos como por arte de magia. Clare y Erik cumplimentaron los cuestionarios sobre las expectativas de futuro. Clare estaba convencida de que iba a experimentar todo tipo de acontecimientos negativos, mientras que Erik estaba igualmente seguro de todo lo contrario. Las diferencias entre ambos eran asombrosas. Clare decía que sus posibilidades de tener sobrepeso eran del 60 por ciento, y Erik pensaba que esto nunca le iba a suceder. Por último, Erik dijo que creía que lo iba a pasar muy bien en sus próximas vacaciones, y Clare sólo concedía un 10 por ciento a esta posibilidad. Iguales diferencias salieron a la luz en las entrevistas que realicé con ambos. Como mucha gente sin suerte, Clare estaba convencida de que había nacido con mala estrella y que su futuro era más bien negro: «En una ocasión fui a la consulta de una vidente y me dijo que yo había nacido en el lado negativo de Libra. Libra es el único signo del Zodiaco que tiene una parte positiva y otra negativa. Creo que todo lo que yo emprenda irá mal. Cada vez que quiero jugar a la lotería, me digo "Para qué, si no me va a tocar". A mediados de los años ochenta escribí dos libros y ahora estoy con otro. Lo comencé hace algo más de año y medio, y lo he dejado durante casi un año. Espero que se publique, aunque no tengo muchas esperanzas de encontrar un editor.» Por el contrario, Erik era mucho más optimista sobre su futuro: «Siempre enfoco las cosas de manera positiva. Estoy convencido de que todo va a ir estupendamente. Desde luego que he tenido fracasos, pero incluso un fracaso puede tener buenas consecuencias. Algunas personas no ven que la suerte está ahí, en cualquier momento. Miran por la ventana y dicen: "¡Vaya por Dios, 126

está lloviendo!" Yo veo la lluvia y me digo: "¡Estupendo, mañana tendré flores en el jardín!"» Las personas con suerte y sin suerte tienen expectativas completamente diferentes respecto al futuro. Las primeras están convencidas de que todo van a ser éxitos y felicidad, mientras que las segundas están igualmente convencidas de que sólo les esperan fracasos y tristezas. Esta actitud juega un papel fundamental a la hora de explicar por qué un grupo hace realidad sus sueños con sorprendente facilidad, -mientras que el otro raramente obtiene lo que quiere de la vida. Antes de explicar la razón de esa importancia, es necesario comprender por qué unos y otros tienen ideas tan diferentes sobre lo que les va a deparar el futuro. Imagine que hace unas semanas solicitó el trabajo de sus sueños y poco después recibió una carta invitándole a hacer una entrevista. Tras abrir la carta, seguramente pasará unos minutos reflexionando sobre las posibilidades que tiene de conseguir el trabajo. Puede que piense en si va a ser capaz de contestar adecuadamente a las preguntas que le hagan, si tendrá el nivel requerido para el puesto o si llevará bien la entrevista. Es probable que no encuentre muy difícil responder a esas preguntas y que sepa si es usted bueno a la hora de prepararse para una entrevista, si está cualificado para el puesto o para realizar una buena presentación. Otros factores que también influirán en sus posibilidades de conseguir el trabajo son mucho más difíciles de predecir. Quizás llegue tarde a la entrevista a causa de un imprevisto, o llegue calado hasta los huesos porque le ha caído un chaparrón y no está en las mejores condiciones para una prueba de ese tipo. Quizás provoque una mala impresión porque tropiece con la esquina de una alfombra y caiga justo delante de su entrevistador... Este tipo de sucesos es bastante imprevisible. Ahora imagine lo que pasaría si tuviera una suerte excepcionalmente buena o mala. En el primer caso, todos estos factores, aparentemente impredecibles, jugarían a su favor. Llegaría a tiempo, el sol brillaría y las esquinas de las alfombras estarían pegadas al suelo. En el segundo, todo iría en su contra. Llegaría tarde, llovería a cántaros y las esquinas de las alfombras estarían levantadas. En 127

realidad, los resultados negativos de estos hechos impredecibles serian una de las pocas cosas seguras de su vida. Ésta es una de las razones de por qué unos y otros tienen pensamientos tan diferentes sobre su futuro. La gente con suerte está convencida de que esta clase de hechos impredecibles e incontrolables actuará a su favor, mientras que la gente sin suerte piensa todo lo contrario. Como vimos en el Capítulo II, la suerte afecta a todos los aspectos de nuestra vida. No se trata sólo de tenerla o no cuando vamos a realizar una entrevista para conseguir un trabajo. La suerte afecta también a la salud, a la profesión y a las cuestiones financieras. Las personas con suerte están convencidas de que el sol siempre brillará para ellas, mientras que los que no están tocados por la fortuna ven el futuro oscurecido por muchos nubarrones de tormenta. Hay una segunda razón que explica esas diferencias. La mayoría de la gente tiende a basar sus expectativas para el futuro en lo que ha sucedido en el pasado. Si usted ha tenido siempre buena salud o si ha hecho siempre bien las entrevistas, probablemente esperará lo mismo para el futuro. Las personas sin suerte piensan exactamente lo mismo, sólo que en sentido contrario. Si les ha salido mal una entrevista en el pasado pensarán que seguirán fallando en el futuro. Pero ¿qué sucede cuando una persona sin suerte se encuentra ante un hecho afortunado y una con suerte ante un hecho desgraciado? ¿Haría esto un poco menos extremadas sus expectativas de cara al futuro? En realidad, no es así. La gente con suerte no da importancia a las cosas negativas que le suceden. No permiten que afecten a sus expectativas. Sin embargo, sus contrarios están convencidos de que si la suerte aparece, durará muy poco y le seguirá su regular dosis de mala suerte. En páginas anteriores hemos visto lo que le sucede a Clare. No ha sido afortunada en amores y tampoco ha encontrado un trabajo que le guste. Le pregunté si no creía que en el futuro le iba a suceder algo bueno: «Creo que si sucede algo bueno, a continuación viene algo malo. Estaría realmente preocupada por lo que me pasara después. Creo que si ganara mucho dinero a la lotería, pensaría que alguien me 128

lo iba a quitar, o descubriría que todo había sido un error, o algo por el estilo. La sensación que te embarga es que cuando has tenido mala suerte todo el tiempo, las cosas no van a cambiar.» Este enfoque lo han compartido prácticamente todos mis entrevistados sin suerte. Como decía otro de los desafortunados: «Me parece que si las cosas me van bien, alguien vendrá a darme una gran patada diciendo: "¡Esto no puede ser, se lo está pasando demasiado bien!" Si empiezo a disfrutar, creo que no va a durar mucho. Siempre me pregunto qué me espera a la vuelta de la esquina. Supongo que no se debe pensar así, más bien todo lo contrario... "¡Oh, esto es estupendo, espero que dure!"... pero yo no lo puedo hacer.» En resumen, las personas albergan muy distintas expectativas respecto a su futuro porque unos y otros creen que su buena o mala suerte afectará a casi todo lo que les suceda en la vida -incluidas situaciones casi siempre impredecibles- aunque de muy distinta forma. Unos están convencidos de que lo bueno no durará mucho, y de que su futuro será sombrío y triste. Otros restan importancia a cualquier acontecimiento desafortunado de su vida por breve y transitorio. De esta manera mantienen sus expectativas para un futuro brillante y feliz. ¿Qué incidencia tienen estas expectativas tan extremadas en la vida de las personas? La respuesta es que influyen, y mucho, en la forma en que pensamos, sentimos y actuamos. También en la salud, en cómo nos comportamos con los demás y cómo los demás se comportan con nosotros. Mis investigaciones pusieron de relieve que la forma tan especial en que la gente con suerte encara el futuro favorecía unos buenos resultados a la hora de hacer realidad sueños y ambiciones. De igual manera, las expectativas negativas de sus contrarios favorecían su incapacidad para conseguir lo que deseaban de la vida. Todo contribuye a que ambas clases de expectativas se conviertan en auténticas profecías que se harán realidad debido a su propia naturaleza. 129

Imagine que la depresión se cierne sobre usted porque se acaba de trasladar a una nueva ciudad y no le resulta fácil conocer a gente. Un poco por curiosidad y un poco por divertirse, decide ir a la vidente local para descubrir qué es lo que le alberga el futuro. Ella coge su dinero, mira la bola de cristal, sonríe y dice que su futuro aparece brillante; que en unos meses estará rodeado, o rodeada, de un montón de buenos amigos. Las predicciones de la vidente le reafirmarán, y saldrá de la consulta mucho más feliz que cuando entró. Como ahora se siente mejor, sonríe más y le resulta más fácil contactar con la gente. En resumen, comienza a comportarse de manera que incrementará sus posibilidades de hacer nuevas amistades. A las pocas semanas tendrá ya unos cuantos y será usted quien recomiende a otros que visiten a la vidente. En realidad, es muy posible que nuestra amiga no adivine el futuro sino que ayude a crearlo. Sus comentarios fueron proféticos ya que hicieron que se comportara de forma que aumentó las posibilidades de hacer realidad sus expectativas. Las investigaciones han puesto de relieve que este tipo de profecías influye en muchos aspectos de nuestra vida. En un famoso experimento realizado en una escuela de Estados Unidos, los psicólogos dijeron a los profesores que determinados niños iban a tardar en madurar, pero que les iba a ir especialmente bien en el futuro. En realidad, eran muchachos como los demás, habían sido escogidos al azar. Los investigadores examinaron, a lo largo de los meses siguientes, el efecto que las nuevas expectativas de los profesores tenían sobre estos alumnos. Sin darse cuenta, su actitud fomentaba el coraje y el orgullo de estos chicos y les permitió, por ejemplo, hacer más preguntas de lo normal en la clase. El resultado fue que obtuvieron mejores calificaciones y puntuaciones más elevadas en los tests de inteligencia que el resto de sus compañeros. Las esperanzas que habían puesto en ellos los profesores hicieron que se comportaran de un modo que ayudó a hacerlas realidad. 3 Este ejemplo puede aplicarse también a lo que sucede con nuestra salud, con nuestro comportamiento en el trabajo o con nuestras relaciones con los demás. 4 De hecho, nuestra forma de encarar el futuro afecta casi siempre a muchos aspectos de nuestra vida. Mi trabajo mostró que las expectativas tan diferentes de la gente con suerte 130

y sin suerte tenían la posibilidad de transformarse en una poderosa profecía capaz de cumplirse por el efecto que producen y esto, a su vez, explicaba por qué la gente con suerte frecuentemente consigue hacer realidad sus sueños, mientras que a la gente sin suerte le sucede todo lo contrario.

El poder de la esperanza Nuestras expectativas afectan a nuestro pensamiento y comportamiento. Eche un vistazo rápido a la frase que viene a continuación: PARÍS DURANTE LA LA PRIMAVERA La mayoría de la gente lee «París durante la primavera». En realidad, si lee con cuidado verá que dice «París durante la la primavera». Sin embargo, como no esperamos ver dos «la» seguidos en la frase, leemos lo que esperamos ver, en vez de lo que está escrito en realidad. Otro experimento igual de ingenioso demostró que las expectativas de la gente pueden afectar a su capacidad de reacción. Se dividió a los participantes en dos grupos. A los del primero se les dijo que presionaran un botón cada vez que vieran una luz. A los del segundo, se les dijo primero que imaginaran que eran pilotos de caza con reacciones muy rápidas. Luego se les ordenó que ejecutaran la misma tarea que el primer grupo; es decir, que presionaran un botón cada vez que se encendiera una luz. Por sorprendente que parezca, la gente del segundo grupo reaccionó con mucha mayor rapidez que la del primero. Todos esperaban cumplir bien con su papel pero sus expectativas afectaron a su comportamiento. De la misma forma, la gente con suerte espera hacer las cosas bien en la vida y esta actitud es muy importante para alcanzar el éxito.

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SUBPRINCIPIO 2: LA GENTE CON SUERTE TRATA DE ALCANZAR S U S OBJETIVOS, AUNQUE S U S POSIBILIDADES DE ÉXITO S E A N ESCASAS, Y NO SE DEJA VENCER POR LOS FRACASOS Veamos cómo influyen esas expectativas en la vida de las personas con suerte y sin suerte. En la sección anterior describí cómo estas últimas tienen la convicción de que su vida va directa al fracaso. Están seguras de que no pasarán los exámenes o no encontrarán el trabajo que buscan. Todavía peor, creen que no hay nada que puedan hacer para cambiar el signo de las cosas, que no tienen suerte y que siempre será así. Este convencimiento puede hacer que pierdan las esperanzas y tiren la toalla. Un sencillo ejemplo nos ayudará a ver hasta qué punto esto es posible. En páginas anteriores hemos conocido a Lynne, Joe y Wendy. Todos son ganadores de concursos y creen que, en buena medida, se debe a que prueban suerte en gran número de ellos. Como dijo Joe, «Tienes que participar para ganar». Muchas de las personas sin suerte nos contaron que nunca participaban en concursos ni j u g a ban a la lotería porque estaban convencidas de que su mala suerte les impediría ganar. Como Lucy, una estudiante de veintitrés años que me decía lo siguiente: «Desde muy pequeña no participaba en ningún concurso porque pensaba que nunca iba a ganar. Recuerdo que cuando tenía siete años y estaba en la escuela primaria, había una fiesta de fin de curso y mi madre que estaba allí participó en un sorteo en mi nombre. Cuando cantaron el nombre del ganador, era el mío, pero si hubiera sido yo quien lo hubiera hecho, no habría ganado.» Está claro que las pobres expectativas de la gente sin suerte tienen muchas posibilidades de convertirse en realidad. Al no participar, es obvio que eliminan sus posibilidades de ganar. Y pasa lo mismo con otros muchos aspectos importantes de su vida. La falta de intentos de cambiar, puede hacer que las negras expectativas sobre su futuro se conviertan en una triste realidad. 132

Otra estudiante poco afortunada que tenía tras de sí todo un historial de exámenes suspendidos, describía así su estado de ánimo ante las pruebas que tendría que pasar dentro de unos meses: «Estoy convencida de que voy a suspender. Soy un desastre. Muchas veces cuando me enfrento a un examen empiezo a pensar: "No tiene sentido que esté aquí. Voy a suspender." Y no aparezco por miedo al fracaso. Tampoco voy a las repescas por la misma razón.» Tenemos también el caso de un hombre que nos contaba que nunca encontraba trabajo. Le pedí que nos dijera cuáles eran sus expectativas de cara al futuro: «Sé que nunca encontraré un trabajo y por eso ya no lo voy a intentar más. He tirado la toalla. Solía mirar los anuncios por palabras todas las semanas, pero creo que he dado con la clave del problema: nunca voy a encontrar nada interesante y si lo encontrara, algo iría mal. Tengo mala suerte. En realidad, el problema soy yo.» Estos comentarios proporcionan una impresionante perspectiva de cómo la gente se fabrica su propia suerte. Si no vas a un examen es seguro que no lo vas a pasar. Si no buscas un trabajo seguirás sin empleo. Y si estamos reacios a quedar con alguien, reduciremos nuestras posibilidades de encontrar pareja. Una vez más, vemos que la suerte, o la mala suerte, se propicia. Los que se consideran con mala suerte está tan convencidos de que van a fracasar, que no van a conseguir esas, a veces, ansiadas metas. Esto hace que sus negras expectativas se conviertan en realidad. En un momento dado de mi investigación llevé a cabo un sencillo experimento para comprobar cómo influyen las expectativas de la gente que dice no tener suerte en el grado de consecución de sus objetivos. Les mostré a dos grupos de personas - c o n suerte y sin suert e - los ^nismos puzzles, consistentes en dos piezas de metal entrelazadas. Les expliqué que en uno de ellos era posible liberarlas y en el otro no, pero no los identifiqué. Luego les dije que había lanza133

do una moneda al aire para ver cuál le tocaba a cada grupo. En realidad, a los dos les entregué el mismo puzzle. Les pedí que lo miraran para ver si les parecía que era posible o imposible abrirlo. Los resultados fueron sorprendentes. Más del 60 por ciento de la gente sin suerte dijo que era imposible; mientras que sólo el 30 por ciento de la gente con suerte dijo lo mismo. Como en muchos otros aspectos de la vida, los que no se consideran tocados por la varita de la fortuna abandonan incluso antes de haber empezado. También tenía curiosidad por ver si las expectativas de las personas con suerte influían en su comportamiento. Cabía la posibilidad de que al estar convencidas de que les iba a ir muy bien en una entrevista, por ejemplo, se confiaran y no se preocuparan de prepararla. Pues bien, no pude probar esta suposición. Sus esperanzas respecto al futuro no les hacían correr ningún riesgo, muy al contrario, les motivaban para controlar lo más posible sus actos. Intentaban conseguir lo que querían, incluso en el caso de que sus posibilidades de éxito fueran pocas. Esta idea tan sencilla sustenta uno de los mayores golpes de suerte de mi vida profesional. Poco después de que iniciara mi primer trabajo en la universidad, recibí un e-mail que cambió mi vida. Este correo había sido enviado a casi todos los profesores de las universidades británicas. Procedía de un grupo de productores de televisión y periodistas que deseaban promocionar la ciencia organizando un gran experimento en el que pudiera participar el público. Explicaban que sería realizado por la BBC y el diario The Daily Telegraph; calculaban una audiencia de unos 18 millones de personas y , pedían ideas para el mismo. Inmediatamente pensé que sería muy interesante llevar a cabo un amplio estudio sobre la detección del engaño. Rápidamente tracé un esquema de cómo podría discurrir. Se podía mostrar a los televidentes una serie de flashes con personas mintiendo y diciendo la verdad y pedir que dijeran por teléfono si pensaban que la persona estaba siendo sincera o no. También pensé que sería interesante presentar las imágenes del film en el periódico y pedir la opinión de los lectores. Estuve a punto de no enviar mi idea porque me parecía que habría miles de profesores que harían lo mismo y que la mía no tendría muchas probabilidades de ser elegida. Luego lo pensé dos veces y llegué a la conclusión de que si

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no lo intentaba, n u n c a lo conseguiría. Unas s e m a n a s m á s tarde, estaba feliz de ver que mi propuesta había resultado vencedora. El experimento se realizó en la BBC, en directo, y en el diario The Daily Telegraph. Respondieron miles de personas; fue todo un éxito. Luego publiqué los resultados en u n a de las revistas científicas más prestigiosas del m u n d o y fui invitado a llevar a cabo otros experimentos a gran escala. Y todo porque decidí presentar mi idea, a pesar de que creía que las posibilidades de triunfar eran escasas.

Suerte, predicciones y salud Este tipo de predicciones puede tener serias repercusiones en otra importante faceta de la vida de la gente: su bienestar físico. En la encuesta anterior vimos c u á n t a s personas sin suerte creían que iban a sufrir u n a serie de problemas de salud, como el sobrepeso, el insomnio, o los relacionados con el alcohol. Pero lo peor de todo es que casi siempre están convencidas de que no pueden hacer nada por cambiar las cosas. Han nacido sin suerte y creen que están destinadas a una vida enfermiza y con negras perspectivas. En contraste, las personas con suerte creen que, igual que en otros aspectos, les va a ir muy bien y van a gozar de buena salud. Las investigaciones llevadas a cabo permiten afirmar que estos planteamientos tienen un impacto significativo en el bienestar de la gente. 5 Igual que muchos de los que no tienen suerte no se presentan a los exámenes porque están convencidos de que no lo van a hacer bien, o no intentan buscar un trabajo porque están seguros de no lo van a encontrar, no tiene sentido para ellos llevar una vida saludable porque están seguros de que van a enfermar. En consecuencia, no dejan de fumar, no se preocupan de hacer ejercicio o de llevar una dieta equilibrada. Tampoco toman muchas precauciones, ni visitan al médico cuando se sienten mal. Están convencidos de que están destinados a estar enfermos y no hay nada que puedan hacer para evitarlo.

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Pero, ¿qué pasa con la gente que tiene expectativas mucho más positivas? ¿Es posible que su actitud la lleve a correr ciertos riesgos? Quizás muchos están tan convencidos de que no van a contraer un cáncer que no les preocupa ser fumadores empedernidos. O quizás están tan convencidos de que no van a coger una enfermedad de transmisión sexual que no se protegen en sus relaciones. Nada más lejos de la verdad. Mis investigaciones han probado que a mayor optimismo ante el futuro mayor es la adopción de medidas para asegurarse una vida sana. Hacer más ejercicio, llevar una dieta equilibrada, tomar las medidas preventivas adecuadas o prestar atención a lo que le dice el médico son algunas de ellas. La incidencia de esta actitud y comportamiento está lejos de ser trivial. Investigadores finlandeses clasificaron a más de 2.000 personas en tres grupos: uno «negativo», que veía el futuro muy negro; otro «positivo», que lo veía con buenos ojos, y un tercero «neutral», es decir que no se inclinaba ni a un lado ni a otro. Hicieron un seguimiento de los grupos durante un periodo de seis años y llegaron a la conclusión de que las personas del grupo «negativo» tenían mucho más riesgo de morir de cáncer, de una enfermedad cardiovascular o de un accidente, que los «neutrales». Por el contrario, los del grupo «positivo» exhibían una tasa de mortalidad mucho más baja que los anteriores. 6 En el Capítulo III, vimos cómo la gente sin suerte presenta un nivel de ansiedad mucho más elevado que los neutrales o que la gente con suerte. Estas diferencias pueden repercutir en igual medida en el bienestar de unos y otros. Las personas con ansiedad son propensas a los accidentes, tanto en su casa como en su lugar de trabajo 7 , y tienen dificultad para concentrarse, ya que piensan más en sus problemas y preocupaciones que en lo que están haciendo o en lo que está sucediendo a su alrededor. Por tanto, no es soprendente que tengan más accidentes. Además, se ha demostrado que este nivel de ansiedad puede afectar a su sistema inmunológico y rebajar sus defensas. La gente con suerte es el polo opuesto. Su acti-

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tud relajada ante la vida la hace menos propensa a los accidentes y a sufrir menos enfermedades relacionadas con la ansiedad. En resumen, la falta de confianza de las personas sin suerte les provocan un elevado nivel de ansiedad, y esta ansiedad propicia a su vez una cuota más alta de lo normal de accidentes y enfermedades. También sus creencias y supersticiones contribuyen a aumentar su ansiedad en determinadas circunstancias. Un reciente artículo publicado en la revista British Medical Journal informaba de que los chinos y los japoneses residentes en Estados Unidos tienen un 7 por ciento más de tasa de mortalidad el día 4 de cada mes. Este pico no se produce en el caso de los americanos nativos. Como el número 4 es el de la mala suerte para chinos y japoneses, los investigadores han llegado a la conclusión de que la mortalidad a causa de enfermedades cardiacas aumenta con el estrés que les produce ese día. Curiosamente han bautizado este efecto con el nombre de «El perro de los Baskervilles» debido a que en la novela del mismo nombre, de Arthur Conan Doyle, el personaje Charles Baskerville sufre un fatal ataque al corazón a causa del estrés. 8 No estoy diciendo que nuestro nivel de bienestar dependa de nuestra actitud ante la vida —hay algunas enfermedades que no tienen nada que ver con nuestras creencias ni nuestro c o m p o r t a m i e n t o - pero sí que puede tener una incidencia importante en la salud.

Las elevadas expectativas de las personas con buena suerte también les motivan para seguir esforzándose frente a la adversidad. Al comienzo de este capítulo conocimos a Erik, que había conseguido la mayoría de sus objetivos en la vida: una pareja de la que estaba enamorado, una familia con la que vivía feliz, y un trabajo con el que se sentía satisfecho. Erik nos ha explicado lo importante que es para él tratar de que sus ambiciones se hagan realidad: «Cada uno se fabrica su propia suerte. Si te quedas en casa sentado y no haces nada, nada sucederá, pero si te lo trabajas, la 137

cosa cambia. Creo que tengo suerte. Aunque a veces el panorama esté un poco negro, sé que al final todo irá bien. Siempre y cuando sigas luchando. Siempre que no tires la toalla por complicado que sea el problema, o que trates de encontrar una solución, tendrás esa pizca de suerte que te ayuda a conseguir lo que quieres.» Es lo mismo que expresaron muchos otros de los afortunados participantes. Entre ellos, Marvin, un detective privado de treinta y tres años, que ha logrado realizar muchas de sus ambiciones a pesar de que no lo tenía todo a su favor. Atribuye gran parte de su buena fortuna a su confianza en el futuro y enfatiza la importancia de hacer un esfuerzo para conseguir lo que uno desea en la vida: «Sé que al final todo va a ir bien. Que me tocará la lotería. Quizás no un millón de dólares, pero sé que voy a conseguir una cantidad importante. Hay que intentarlo. Si no compras un billete nunca te va a tocar. Si crees que vas a tener suerte, la tendrás; es un estado mental. Yo se lo debo a mis padres. Ellos me transmitieron la idea de que puedes conseguir lo que quieres si crees lo bastante en ti y eres positivo.» La perseverancia de Marvin ha dado sus frutos. A pesar de suspender los exámenes de ebanistería en la escuela, solicitó un trabajo de carpintero en un gran astillero. Fue a la entrevista lleno de energía y esperanza. Con su entusiasmo, se ganó las simpatías de su entrevistador y también el puesto. Más tarde, decidió que quería trabajar como detective privado. A pesar de no tener formación ni experiencia, escribió a todas las agencias de la ciudad aunque sin conseguir ni una respuesta. En vez de dejarlo, se puso su mejor traje y fue a visitar la oficina de una de las más importantes de la región. Dio la casualidad que el director de la compañía estaba en el vestíbulo cuando él llegó y se pusieron a charlar. Le cayó bien y le ofreció un trabajo. Unas horas más tarde, Marvin salía de la agencia con su cartera, sus taijetas de visita y su trabajo soñado en el bolsillo. Quise hacer un experimento para saber cómo afectaban las expectativas de la gente con suerte y sin suerte a su perseverancia a la 138

hora de resolver un puzzle. Logré que formara parte de un programa de televisión relacionado con mi trabajo sobre la suerte. Invité a mi laboratorio a personas encuadradas en uno y otro tipo, todas al mismo tiempo. Les mostré el puzzle que la televisión había creado especialmente para el experimento. Consistía en una serie de formas que encajaban unas con otras hasta formar un gran cubo. Les expliqué que cuando salieran de la habitación desharía el cubo y luego les iría llamando una por una para que trataran de montarlo de nuevo. Podían tomarse todo el tiempo que quisieran, aunque yo sabía que, en realidad, era casi imposible de resolver. Me preguntaba cuánto tiempo aguantarían intentándolo. Había tres personas con suerte y tres sin suerte. Dos de ellas - M a r t i n y Brenda- ya son viejos conocidos por haber aparecido en el Capítulo III. Ambos participaron en el experimento que realicé para demostrar la influencia de la personalidad en la creación y la percepción de las oportunidades. En ese experimento, Martin, millonario gracias a la lotería, había encontrado el billete de 5 libras que colocamos en la calle a la entrada de la cafetería y luego había iniciado una agradable conversación con un importante empresario. Pero ¿cómo le iría con los puzzles? Su compañera de experimento, la desafortunada Brenda, no había visto nuestro billete de 5 libras en la acera, ni había entablado conversación con nadie en la cafetería. ¿Cuánto tiempo duraría con el puzzle? Martin y Brenda estaban con otros cuatro participantes más. Craig, que tenía una acreditada reputación de ser propenso a sufrir accidentes y de tener mala suerte con las vacaciones. Sam, una atractiva bailarina desgraciada en amores que había tenido muchos novios pero no había encontrado al hombre de sus sueños. Bernard, un escalador profesional que había escapado por los pelos a avalanchas y caídas en diversas montañas de todo el mundo y, por último, Peter, que había ganado dos veces grandes cantidades de dinero en sendos sorteos. Yo observaba en un circuito cerrado de televisión cómo se enfrentaba cada uno de ellos al puzzle. El primero fue Martin, el ganador de premios en la lotería. Como era una persona con suerte pensé que perseveraría en el intento. Nada más entrar en el laboratorio, contó el número de bloques y decidió que faltaba uno, por lo que se 139

dijo que no merecía la pena seguir, ¡era imposible resolverlo! Las habilidades constructoras de Martin debían estar un poco oxidadas porque se equivocó al contar los bloques y por tanto también al pensar que era imposible. Era un mal comienzo para mi teoría. Afortunadamente, todos los demás confirmaron mis predicciones. Craig, Sam y Brenda, todos ellos con el cartel de la mala suerte a sus espaldas, abandonaron a los veinte minutos, mientras que sus contrarios Bernard y Peter continuaron mucho más tiempo. De hecho, después de media hora, estaba claro que no iban a renunciar. Fui al laboratorio y les pregunté si querían dejarlo. Ambos dijeron que no. Finalmente, decidí poner fin a sus esfuerzos no sin antes preguntarles cuánto tiempo creían que habrían aguantado. Su respuesta fue que hubieran seguido hasta terminar el puzzle aunque les hubiera llevado horas. Mi investigación había demostrado que las expectativas de las personas sin suerte y con suerte eran responsables de que consiguieran, o dejaran de conseguir, muchos de sus objetivos y ambiciones. Las primeras esperaban que las cosas fueran de mal en peor y muchas veces abandonaban incluso antes de comenzar. Raramente insistían ante un fracaso. Las segundas esperaban que las cosas fueran bien y, por tanto, estaban más predispuestas a intentar conseguir sus objetivos, y a perseverar, a pesar de que las posibilidades de éxito fueran escasas. Estas diferencias de comportamiento eran la causa de la aparente buena suerte o mala suerte. Significaban tanto como ganar o perder competiciones, pasar o no pasar exámenes, y tener éxito o no en el amor.

SUBPRINCIPIO 3: LA GENTE CON SUERTE E S P E R A QUE SU RELACIÓN CON LOS D E M Á S SEA FLUIDA Y POSITIVA Hasta aquí he descrito cómo influyen las diferentes expectativas de la gente con suerte y sin suerte en sus pensamientos, sentimientos y comportamiento. Cómo los del primer grupo tienen más posibilidades de conseguir sus objetivos y superar los fracasos. Sin embargo, hay una pieza que falta para completar el rompecabezas y que explica, una vez más, por qué las personas con suerte consiguen con tanta frecuencia lo que quieren, cosa que no les sucede a las perso140

ñas sin suerte. Se trata de cómo se relacionan socialmente y de la respuesta que obtienen. Un sencillo ejemplo puede ilustrar, de nuevo, mi teoría. Imaginemos que acude a una cita a ciegas. Se ha puesto de acuerdo para encontrarse en un restaurante con una persona amiga de un amigo. No la conoce, pero su amigo le ha dicho que es simpática, agradable y receptiva. Analicemos la influencia de estas expectativas en su comportamiento. Imagine que entra en el restaurante, ve a la persona y se sienta enfrente de ella. Rápidamente, sucederá lo siguiente. Primero, como espera que su acompañante sea agradable, se siente feliz y sonríe. Segundo, su acompañante parece sonreír y supone, correctamente, que le ha caído bien. Tercero, su sensación hacia usted es muy positiva, porque usted parece compartir ese sentimiento. Cuarto, como se siente tan bien le devuelve la sonrisa. Quinto, el ver su sonrisa le refuerza en la idea de que es una persona simpática. Todo esto sucede, tras el encuentro, en el lapso de unos pocos segundos. Ninguno de los dos ha abierto la boca ni es consciente de todo ello. Es un claro ejemplo de cómo nuestras expectativas pueden hacer que determinado comportamiento las convierta en realidad. Usted esperaba que su pareja fuera simpática. Esto provocó, primero, su sonrisa, y luego un comportamiento recíproco por su parte, lo que la hizo aparecer, a su vez, agradable y simpática. Pero todo podría haber sido diferente. Imagínese que le han dicho que la persona tiene fama de ser bastante antipática. Si hubiera sido éste el caso, no hubiera esperado con ilusión la cita y no hubiera sonreído al encontrarse. Como resultado, tampoco él le hubiera sonreído a usted, lo que reforzaría la sensación de que no era una persona agradable. Es bastante convincente. Nuestras ideas preconcebidas sobre otras personas influyen en nuestra forma de actuar y en la respuesta que obtenemos. Y sus efectos van mucho más lejos que el recibir o no una amable sonrisa cuando nos encontramos con alguien por primera vez. Analicemos un poco más su cita a ciegas. Tras intercambiar las sonrisas iniciales, comienzan a charlar. De antemano le habían dicho que la otra persona era muy sociable y extravertida. Una vez más sus prejuicios, en este caso positivos, influyen en su actitud. Puede que le pregunte si ha estado en alguna fiesta divertida o si le gusta 141

charlar con la gente. De esta forma influirá también en la otra persona. Esta clase de preguntas anima a hablar sobre fiestas y sobre gente, y disuade de decir, por ejemplo, que le gusta mucho leer libros o pasar el rato a solas pensando. De nuevo, sus expectativas incrementan las posibilidades de que su pareja las haga realidad. Exactamente lo mismo sucede con las relaciones sociales. Las personas con suerte esperan conocer a gente interesante y divertida y que la comunicación sea buena. Las personas sin suerte están en el polo opuesto. Creen que su destino es conocer a gente triste y aburrida. Estas ideas preconcebidas influyen en la respuesta de los demás y, a largo plazo, juegan un importante papel en la consecución del éxito y la felicidad de unos y otros. En el trabajo, la gente con suerte espera que los que están a su alrededor sean productivos y competentes, que sus relaciones profesionales sean provechosas y vayan por buen camino. En contraste, la gente sin suerte no espera que sus compañeros sean especialmente competentes, o que su relación con los clientes sea precisamente buena. Las investigaciones realizadas han demostrado que esta suerte de expectativas tiene especial importancia en lo que se refiere a los negocios. En un estudio se mostró a los entrevistados una serie de formularios de solicitud de trabajo presentados por los candidatos a un determinado puesto y se les pidió que, de antemano, los calificaran como buenos o malos. Luego se les filmó entrevistando a cada candidato. Cuando el entrevistador tenía ante sí a un candidato del que esperaba mucho, se mostraba afable y simpático, su reacción era muy positiva y su actitud alentadora. Cuando era flojo, su reacción, sin darse cuenta, era mucho menos cordial y su actitud desalentadora. Estas diferencias provocaban que los aspirantes al puesto se comportaran de muy diferente forma. A quienes les tocó un entrevistador que les miraba de manera positiva desarrollaron una mejor relación, se rieron más y causaron mucha mejor impresión. 9 En resumen, las expectativas de los entrevistadores influyeron en el comportamiento de los solicitantes del trabajo. Las buenas expectativas les ayudaron a extraer lo mejor de la gente, mientras que las negativas sacaron lo peor. Una y otra vez los estudios han mostrado que la actitud de los dirigentes tiene una gran incidencia en la productividad del perso142

nal a sus órdenes. Los jefes que esperan mucho de sus subordinados los motivan a actuar bien, mientras que los que esperan poco o nada hacen que se desanimen y sean improductivos. Es un fenómeno comprobado en diferentes niveles y tipos de trabajo, desde los seguros hasta las telecomunicaciones, desde los presidentes de consejos de administración hasta los puestos más bajos del escalafón. En el mundo de los negocios, hay expectativas que tienen el poder de convertirse en auténticas profecías. 10 Pero su influencia no se limita al mundo de los negocios. En otro estudio, se pidió a los hombres que participaban en el mismo que mantuvieran una conversación telefónica de diez minutos con una mujer. Anteriormente se les había mostrado una fotografía y se les dijo que era la mujer con la que iban a hablar. En unos casos era muy atractiva y en otros no. Lo cierto era que todos iban a hablar con la misma mujer. Pues bien, los que creían que estaban conversando con una belleza fueron mucho más amables y abiertos que los que pensaban que lo estaban haciendo con una fea. Y no sólo eso, sino que su actitud influyó en la respuesta de la mujer. Más tarde, los investigadores hicieron escuchar parte de la conversación a otras personas y les pidieron que dijeran si se imaginaban a una mujer atractiva o no. Todos tendieron a calificar a la mujer como atractiva cuando había estado hablando con un hombre que pensaba que era atractiva y como poco atractiva cuando lo hacía con un hombre que pensaba que era poco atractiva. Las expectativas de los hombres repercutieron en su comportamiento y provocaron, a su vez, que sus interlocutoras se comportaran de forma que las hicieran realidad, que se convirtieran en verdaderas profecías. 11 Igual que las expectativas de los hombres del experimento influyeron en su forma de hablar a las mujeres, y en la respuesta de éstas, las diferentes expectativas de la gente sin suerte y con suerte ejercen una gran influencia en sus relaciones con los demás. Veamos el caso de Jill, una desempleada de veintitrés años que vive en Carolina del Norte. Ha tenido mala suerte en muchos aspectos de su vida, pero sobre todo a la hora de buscar trabajo: «Siempre he tenido mala suerte. Últimamente he estado buscando un empleo decente que me permita vivir y al mismo tiempo tener 143

una carrera profesional. Pero la economía pasa por un mal momento, por eso, cuando terminé mis estudios hace un año, no había muchas ofertas de empleo y, aunque he estado buscando algo sin parar, no encuentro nada. Sé que soy buena, que trabajo mucho y bien. Que tengo mucho que ofrecer y que decir. Que mis relaciones con la gente son estupendas. Hice más de 25 entrevistas para los puestos más diferentes que uno pueda imaginar, ventas, marketing, administración... pero no he conseguido nada. A veces esta situación me hace pensar que las cosas no van a mejorar, que la vida es así. Poco a poco empecé a sentirme cada día más desgraciada y a pensar que nunca conseguiría un trabajo. Esto influía en mi comportamiento en las entrevistas, me preguntaba incluso por qué acudía si no me iban a contratar. Me obligaba a pensar que tenía que esforzarme y ser mejor que la persona que me había precedido. Cada vez estaba más estresada, y esto la gente lo nota. Mis respuestas no eran las adecuadas, quizás estaban allí pero yo no las encontraba porque era un manojo de nervios.» Las personas con suerte son el polo opuesto. Muchos nos han descrito cómo su optimismo les ayudaba a tener éxito en múltiples aspectos de la vida. En lo que se refiere al ámbito profesional, nos contaban que pensaban que todo iba a ir bien y que esperaban mucho y bueno de sus clientes y colegas. Tenemos el caso de Lee. Hemos visto lo afortunado que es. Ha escapado, por poco, a varios accidentes y ha conocido a su esposa casi por casualidad. Pero la suerte está con él sobre todo en el trabajo: es agente de ventas y director de marketing y ha ganado varios premios y galardones. En el capítulo anterior, comprobamos que debe mucho de su éxito a su capacidad intuitiva. Pero ésta no es toda la historia. También eleva su nivel de confianza en el futuro utilizando una técnica que él denomina «sueños-deseo»: «Si quiero algo, lo sueño. Solía hacer esto cuando trabajaba en ventas y la empresa hacía una especie de competición para premiar al que más vendiera. Soñaba que era el mejor y que recibía el premio. A veces faltaban seis meses para la final y yo ya estaba soñando. Entonces planificaba llamadas telefónicas, me imagina144

ba charlando con el posible comprador y su actitud receptiva ante mi oferta. Con independencia de que conociera a la persona o no, la veía diciendo cosas positivas. En muchos cursos de formación he mencionado esta técnica y la gente seguramente pensaba que estaba loco. Pero todas las veces que la he practicado, las ventas han comenzado a subir, así que he seguido haciéndolo. Dado el éxito obtenido, estoy seguro de que hay algo de cierto en ella.» Los «sueños-deseo» de Lee le ayudan a esperar lo mejor de su relación con los demás. Esto influye de tal manera en su actitud que los convierte en verdaderas profecías. La gente con suerte también decía que esperaba conocer a personas interesantes y atractivas y que sus relaciones fueran buenas. Estas expectativas pueden convertirse en auténticas profecías. Quizás el ejemplo más curioso, y a la vez convincente, sea el de Andrew, un joven de veinticinco años, de profesión administrador, que vivía en Napa, California. En una entrevista, Andrew describía así su vida: «Es extraño. Las cosas siempre me han ido bien. Sé que vaya a donde vaya, siempre encontraré un trabajo y un sitio agradable para vivir. Toda la vida me ha sucedido así, sin preocuparme, sin más ni más. Desde que tenía dieciséis años, siempre que pido un trabajo me contratan inmediatamente. Esto me da mucha confianza a la hora de viajar y de moverme. Pero gran parte de mi suerte se ha concentrado en mi vida amorosa. Empecé a salir con chicas a los quince años. No estoy mal, pero así y todo me parece que me relaciono con mujeres que, en principio, estarían más allá de mis posibilidades. Todo lo que tengo que hacer es sentarme y hablar; da igual que piense que es una chica que no está al alcance de mi mano: empiezo a charlar y casi siempre la cosa termina bien. He salido con lo mejor, con la flor y nata de mi pueblo. Ahora tengo novia formal y es una mujer increíble. ¡Parece imposible que alguien como yo esté con una chica como ella!» Parecía que Andrew establecía, como por arte de magia, unas excelentes relaciones con la gente. Le pregunté qué es lo que esperaba 145

de las personas en general. Como mucha gente con suerte me dijo que esperaba que fueran personas abiertas, amables y simpáticas. Lo más curioso de todo es cómo se forjó en él esta forma de relacionarse con los demás: «Mi madre murió cuando yo tenía siete años. Se piensa que es lo peor que le puede pasar a un niño. Y es lo que yo pensé durante mucho tiempo. Ahora, cuando recuerdo su muerte, me doy cuenta de que en el fondo fue una extraña bendición. Todos mis profesores pensaban que debían ser amables conmigo, así que me proporcionaban una ayuda extra. Los adultos me trataban con mucho cariño y respeto. Así fueron mis primeras impresiones en el trato con los mayores, y así mi vida transcurrió tranquila y feliz. Me acostumbré a esperar lo mejor de todos los que me rodeaban. Por eso ahora veo, al menos en principio, el lado bueno de todo el mundo. Lo contrario tienes que probarlo.» La desgraciada pérdida de su madre a tan temprana edad hizo que Andrew tuviera una serie de encuentros positivos con los mayores. Estas experiencias le llevaron a esperar lo mejor de las personas que fue conociendo en su vida de adulto y, en consecuencia, esta actitud tan positiva ha hecho que la gente le pagara con la misma moneda. Es un ejemplo llamativo de cómo las expectativas de la gente con suerte pueden convertirse en auténticas profecías y ayudarla a hacer realidad muchos de sus sueños y ambiciones más queridas.

El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 11 Su Perfil de la Suerte: Principio n ú m e r o 3 ¿Recuerda el Perfil de la Suerte que cumplimentó en la página 20? Los puntos 6, 7 y 8 de este cuestionario se refieren a los subprincipios de los que hablamos en este capítulo. El 6 le pregunta hasta qué punto espera que el futuro sea bondadoso con usted, el 7 si trata de conseguir lo que desea en la vida,

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incluso cuando sus posibilidades son escasas, y el 8 se refiere a sus relaciones con la gente. Puntuación Compruebe la puntuación que ha asignado a cada uno de estos aspectos, y sume las tres cifras para obtener el total (vea el ejemplo siguiente). Ésta será su puntuación para el tercer principio de la suerte. Puntuación (1-51

Propuesta 6

Casi siempre confío en que me sucedan cosas buenas en el futuro.

3

7

Trato de conseguir lo que quiero en la vida, incluso si las posibilidades de éxito parecen escasas.

4

8

Creo que la mayoría de la gente que voy a conocer va a ser amable y simpática conmigo.

4

Total del tercer principio de la suerte

11

Ahora mire la escala que viene a continuación para saber si la puntuación obtenida es alta, media o baja. Apunte en su cuaderno ambas cosas -puntuación y categoría- ya que serán importantes a la hora de ver cómo mejorar su suerte. Puntuación media

Puntuación baja 3

4

5

6

7

8

9

10

11

Puntuación alta 12

13

14

15

X

11 = Media He pedido a mucha gente con suerte, sin suerte y neutral que conteste a este cuestionario. Las personas con suerte suelen obtener una puntuación mucho más elevada que el resto. Por el contrario, los que tienen mala suerte obtienen los resultados más bajos (véase el gráfico que figura a continuación).

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R E S U M E N DEL CAPÍTULO Las personas con suerte y sin suerte parece que viven en mundos diferentes. Por mucho que lo intenten, estas últimas parecen incapaces de conseguir lo que desean, mientras que las primeras hacen realidad sin ningún esfuerzo sus sueños y ambiciones más queridas. Mi investigación ha revelado que uno y otro grupo tiene muy diferentes expectativas para el futuro. Los que se consideran sin suerte están seguros de que se presenta muy negro y de que no pueden hacer nada para cambiar la situación. Por el contrario, los que se sienten afortunados son el polo opuesto. Están seguros de que todo va a ser maravilloso y de que les aguardan grandes cosas. Esta visión tan distinta ejerce una influencia considerable en el pensamiento y comportamiento de las personas: determina su afán de lucha para conseguir lo que desean, hasta qué punto van a persistir ante los fracasos o cuál va a ser su actitud ante los demás y la respuesta de éstos. Todo ello, a su vez, transforma lo que son simples expectativas en auténticas profecías que afectan a la vida personal y profe-

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sional. Ni la gente con suerte logra sus objetivos por casualidad, ni la que no la tiene está destinada a no conseguir nada en la vida. Al contrario, sus planteamientos extremados son responsables de buena parte de sus éxitos y fracasos. Porque tanto unos como otros tienen profundas convicciones y expectativas respecto al futuro, y estas expectativas tienen el poder de crear ese futuro.

PRINCIPIO NÚMERO 3: SEA POSITIVO EN S U S EXPECTATIVAS Las expectativas de las personas con suerte les ayudan a hacer realidad sus sueños y ambiciones. Subprincipios: 1. La gente con suerte espera que su buena fortuna continúe en el futuro. 2. La gente con suerte intenta lograr sus objetivos, aunque sus posibilidades de éxito sean escasas, y no se deja vencer por los fracasos. 3. La gente con suerte espera que su relación con los demás sea fluida y positiva.

A U M E N T E SU SUERTE Principio número 3: Sea positivo en sus expectativas Las siguientes técnicas y ejercicios le ayudarán a ser más optimista respecto al futuro y a lograr sus sueños y ambiciones. Lea detenidamente y piense cómo puede incorporarlos a su rutina diaria. En el Capítulo VIII, incluyo un programa sistematizado que explica la mejor forma de hacerlo para, en definitiva, propiciar la suerte. 1. Confíe en el futuro La gente con suerte mira con buenos ojos al futuro. Espera que la fortuna la acompañe siempre, incluso en situaciones que no están bajo su control. Estas expectativas ejercen gran influencia en su vida: 149

se convierten en verdaderas profecías anunciando lo que más tarde se hará realidad. Recordemos a Marvin, el afortunado detective privado, y cómo su confianza le ayudó a conseguir el trabajo de su vida. O a Erik, que tenía mucha suerte en el amor y disfrutaba en todos los trabajos que había tenido. Erik siempre piensa en positivo respecto al futuro. Si mira por la ventana y está lloviendo, se dice a sí mismo: «¡Estupendo, m a ñ a n a tendré flores en el jardín!» Me gustaría que dedicara un rato al comienzo de cada día a pensar en la forma en que Marvin y Erik propician la buena suerte a lo largo de su vida. Recuerde que las personas con suerte no se arriesgan a pesar de que crean que la buena fortuna persistirá en el futuro. Convénzase de que el suyo se presenta brillante y lleno de presentes. Fíjese expectativas realistas, pero de altura. Avance paso a paso y vea lo que sucede.

Ejercicios Reafirme su suerte Unas simples afirmaciones pueden tener efectos muy beneficiosos sobre nuestra forma de sentir y de pensar. Muchas personas con suerte comienzan el día recordándose su buena fortuna. Durante las próximas semanas me gustaría que al comienzo de cada día repitiera en voz alta las siguientes frases: «Soy una persona con suerte y hoy me va a acompañar una vez más.» «Sé que en el futuro todavía voy a tener más suerte.» «Me merezco la suerte y hoy la voy a tener.» Al principio le parecerá un poco raro, pero no a b a n d o n e y verá la diferencia. Fije sus objetivos Este ejercicio trata de que fije sus expectativas en la dirección correcta, identificando los objetivos adecuados. Escriba

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los siguientes encabezamientos en una nueva pagina de su Cuaderno de la Suerte: - Objetivos a corto plazo - Objetivos a medio plazo ...Objetivos a largo plazo Ahora haga tres listas. La primera contendrá sus objetivos a corto plazo, los que quiere conseguir el próximo mes, por ejemplo. La segunda, los que quiere alcanzar durante los próximos seis meses, más o menos. Finalmente, su lista a largo plazo incluirá los objetivos que se proponga lograr el próximo año o más adelante. La mayoría de la gente encuentra esto un poco complicado. Para paliar esta dificultad aquí tiene algunos consejos que le servirán de ayuda Piense en objetivos que cubran cualquier aspecto de su vida, tanto en lo que se refiere a lo profesional como a lo personal. Trate de que sean lo más concretos posible. En vez de escribir fiases de tipo general como, por ejemplo, «Me gustaría ser feliz», procure reflexionar un poco y elaborar una frase que refleje lo que le haría feliz. Por ejemplo, tener un amor o encontrar un trabajo que le guste. Luego vaya aún más lejos, piense en el tipo de pareja que le gustaría tener, o en el trabajo que le resultaría más satisfactorio. El fijar metas concretas resulta mucho más eficaz que quedarse en objetivos generales. Y lo más importante de todo: fíjese objetivos alcanzables. La gente con suerte alberga grandes expectativas para el futuro, pero no espera conseguir lo imposible. Y recuerde que debe volver a su lista y revisarla cada vez que haya conseguido alguno de sus propósitos. Vaya poco a poco. Puede que le resulte de ayuda anotar una fecha tope para alguno de sus objetivos más importantes. Sea también realista con las fechas. La lista representa sus expectativas para el futuro, los objetivos que intenta conseguir con su buena suerte. Léalos de vez en cuando y controle sus progresos.

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2. Intente alcanzar objetivos y no temer al fracaso Anteriormente, hemos visto cómo las expectativas tan poco positivas de las personas sin suerte les hacen abandonar a veces incluso antes de que se hayan puesto manos a la obra. No acuden a las citas que han concertado y por eso les resulta más difícil encontrar u n a pareja. No se presentan a los exámenes y, en consecuencia, están seguras de que no van a pasar. No actúe ni piense como ellas. Deje que su visión positiva le motive para intentar conseguir lo que quiere, incluso si las posibilidades de victoria son escasas. Recuerde el experimento en el que pedí a una serie de personas que resolvieran los puzzles. La gente con suerte estaba preparada para perseverar, incluso frente a la adversidad. Siga su ejemplo. Esté abierto a la idea de tomarse un descanso o de buscar otra forma de llegar a su meta, pero prepárese para intentarlo una y otra vez hasta que lo logre.

Ejercicio Análisis coste-beneficio Algunas personas con suerte reconocieron que automotivarse para perseverar ante un fracaso es, a veces, difícil. Para ayudarse, algunas hacían el siguiente ejercicio cuando les parecía que estaban a punto de tirar la toalla. Primero, escriba el objetivo que quiere alcanzar en su Cuaderno de la Suerte. Luego, trace una línea vertical en el centro de la página y en la columna de la izquierda ponga el título «Beneficios» y en la de la derecha «Costes». A continuación, piense que la suerte le va a ayudar a conseguir su objetivo. Imagínese que lo ha logrado y que ha hecho realidad lo que más deseaba. Como por arte de magia, su sueño ha dejado de serlo, es ya algo tangible. En la columna de «Beneficios» anote todos los que se derivan de la meta alcanzada. Por ejemplo, cómo haberlo logrado le hace sentirse mejor y enriquece su vida personal o profesional. 0 cómo

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incrementa su nivel económico, añade sentido a su vida, o ayuda a los que dependen de usted. No se deje nada en el tintero, escriba todo lo que se le ocurra. Ahora, en la columna de «Costes» anote algunas de las cosas que tendrá que hacer para conseguir su objetivo o insistir hasta que lo consiga. Quizás tenga que escribir algunas cartas, enviar algún fax o e-mail, o hacer llamadas telefónicas. Posiblemente deba acudir a varias reuniones o cambiar de hábitos. Finalmente, vuelva la vista atrás y revise las dos listas. Una vez más, imagínese que ha conseguido lo que quería y compare los costes asociados a los beneficios. Cuando la gente hace este ejercicio se da cuenta de que los beneficios superan con mucho a los costes y decide que ha llegado el momento de actuar.

3. Procure que s u s relaciones sean fluidas y positivas La gente con suerte tiene también grandes expectativas sobre sus relaciones con los demás. En el terreno personal, espera que la gente de su entorno sea interesante y divertida. ¿Recuerda a nuestro amigo Andrew? La fortuna le ha acompañado siempre y ha tenido relaciones con mujeres que, en palabras suyas, son «lo mejor de lo mejor». El secreto de su éxito no tiene nada que ver con su aspecto o con su cuenta bancaria. Sólo tiene que ver con la forma tan positiva con la que encara el futuro. Espera que la gente que va a conocer sea agradable y simpática. Una y otra vez sus expectativas se hacen realidad. Y aplica la misma técnica en su vida profesional. La gente con suerte espera que sus relaciones con los compañeros y con los clientes sean productivas y agradables. ¿Recuerda a Lee? Es un gran director de marketing y de ventas a causa de su habilidad con los «sueños-deseo». Imagina hasta las llamadas telefónicas y reuniones que tendrá que hacer antes de que sucedan y que la gente implicada va a ser receptiva. Una vez más, sus expectativas tan positivas tienen el poder de convertirse en realidad; son verdaderas profecías. Trate de adoptar la misma actitud que Lee y que Andrew: Puede que se sorprenda de sus efectos. 153

Ejercicio Visualice la b u e n a suerte A lo largo de mi investigación, los participantes con suerte se referían, en más de una ocasión, a cómo se ven a sí mismos experimentando las consecuencias de esa buena suerte que les acompaña. Siempre que se enfrente a una situación importante - y a sea una entrevista de trabajo, una cita amorosa, o una reunión c l a v e - trate de hacer el ejercicio siguiente y compruebe lo que sucede. Busque un lugar tranquilo y un sillón confortable. Cierre los ojos y relájese. Respire profundamente. Imagínese en una situación que está por venir. Piense en el entorno, en la gente que estará allí, en el paisaje y en los sonidos. Ahora imagínese feliz en esa situación. Si visualiza la entrevista de trabajo, véase como una persona competente y con conocimientos. Piense en las preguntas que le harán e imagínese dando buenas respuestas. Si lo que le espera es una cita, véase como alguien confiado y relajado. Si está ante una reunión complicada, imagine a todo el mundo afable y cooperador. Trate de visualizar hasta el mínimo detalle. Piense en lo que le gustaría llevar y en cómo querría comportarse. Trate de anticipar lo que otras personas puedan decir y lo que usted respondería. Puede ser hasta divertido ponerse en el lugar de los otros y luego volver al suyo. Y lo más importante de todo: concéntrese en lo que espera de su buena suerte y trabaje para conseguirlo. Por último, abra los ojos lentamente y convierta en realidad sus expectativas.

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VI. PRINCIPIO NÚMERO U: CAMBIE EL SIGNO DE SU SUERTE

PRINCIPIO: LA GENTE CON SUERTE ES CAPAZ DE POSITIVAR SU MALA FORTUNA Hasta aquí, hemos explorado tres principios de los que se valen las personas con suerte para propiciarla. Pero su vida no es siempre un camino de rosas. A veces, la mala suerte también se cruza en su camino. Mis investigaciones para conocer la manera en que se enfrentan a ella y a cualquier situación negativa sacaron a la luz un cuarto principio: u n a manera muy peculiar de t r a n s f o r m a r la mala fortuna, que también la tienen, en sorprendente buena suerte. En Japón hay un amuleto de la suerte conocido con el nombre de Daruma Dolí. Se llama así por el nombre de un monje budista que, según la leyenda, estuvo tanto tiempo sentado haciendo meditación que sus brazos y piernas desaparecieron. El Daruma Dolí tiene forma de huevo, con la base pesada y redondeada. Cuando se le golpea siempre recupera su posición, nunca llega a caerse. La gente que tiene suerte es igual que el Daruma Dolí. No es que no se tope con la mala fortuna, sino más bien que, cuando ésta aparece, es capaz de mantenerse firme y no dejarse abatir. Mi investigación descubrió el porqué. Fue igual que si desenroscara el Daruma Dolí, mirara en su interior y descubriera por qué se balancea pero no se cae. El secreto de su habilidad para cambiar el signo de la suerte, para cambiar la mala suerte en buena, reside en cuatro técnicas. En c o n j u n t o f o r m a n un escudo invencible que defiende a las personas con suerte contra los embates de la extravagante fortuna

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SUBPRINCIPIO 1: LA GENTE CON SUERTE PROCURA VER S I E M P R E EL LADO POSITIVO DE LAS COSAS Eche un vistazo a la siguiente ilustración. Muestra a dos personas que parecen no ser muy felices. Sin embargo, como tantas cosas en la vida, todo es según cómo se mire. Si le da la vuelta al libro y observa de nuevo a los personajes los verá más felices. La situación no ha cambiado, pero sí la forma en cómo los mira. La gente con suerte hace lo mismo cuando se topa con la mala fortuna: le da la vuelta a la situación y ve las cosas desde otra perspectiva.

Imagine que ha sido elegido para representar a su país en los Juegos Olímpicos. Compite, lo hace muy bien y gana una medalla de bronce. ¿Cómo cree que se sentiría? La mayoría de nosotros, sospecho que estaría orgullosa y no cabría en sí de contento. Ahora, imagínese que tiene una segunda oportunidad y que está compitiendo de nuevo en los Juegos Olímpicos. Esta vez, lo hace todavía mejor que la primera y gana una medalla de plata. ¿Cómo se siente? La mayoría de nosotros se sentiría todavía más feliz ganando la medalla de plata en vez de la de bronce. No es sorprendente. Después de todo, las medallas son el reflejo de lo que hemos hecho, y la de plata indica una mejor actuación que la de bronce. Pero la investigación sugiere que los atletas con medalla de bronce son más felices que los que ganaron la de plata. Y la razón reside en la forma en la que los atletas enfocan su actuación. Los que obtuvieron la plata piensan que si hubieran estado un poco mejor, seguramente habrían conseguido el oro. Por el contrario, los que consiguieron el bronce se consuelan pensando que si hubieran estado un 156

poco peor no habrían ganado nada. 1 Los psicólogos denominan a nuestra habilidad para imaginar lo que podría haber sucedido, en vez de lo que en realidad ha pasado, «pensamiento contra-factual».

El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 12 Califique su suerte Lea cada uno de los posibles escenarios que describo a continuación e imagínese como protagonista. En u n a nueva página de su cuaderno, califique el hecho como desafortunado o afortunado, asignándole un número de la siguiente escala, y explique en unas líneas el porqué de su puntuación. Escenario 1: Imagine que ha frenado bruscamente su coche porque el semáforo se ha puesto rojo y que le golpea el vehículo que estaba detrás. Su coche sufre serios desperfectos y usted un traumatismo cervical de carácter leve. ¿Cómo calificaría este hecho si le hubiera sucedido realmente? Desafortunado

-3

-2

-1

0

+1

+2

+3

Afortunado

¿Por qué? Escenario 2: Imagine que necesita un préstamo. Acude a su banco y explica al director la situación. Éste rehúsa prestarle toda la cantidad que pide, pero dice que no hay ningún problema en concederle la mitad. ¿Cómo calificaría este hecho si le hubiera sucedido realmente? Desafortunado

-3

-2

-1

0

+1

+2

+3

Afortunado

¿Por qué? Escenario 3: Imagine que pierde su cartera con algo de dine-

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ro en efectivo, sus taijetas de crédito y unos cuantos objetos personales de valor sentimental. Al día siguiente, la policía la encuentra y se la entrega. Cuando examina su interior se da cuenta de que han desaparecido el dinero y las tarjetas de crédito, aunque sus objetos personales siguen allí. ¿Cómo calificaría este hecho si le hubiera sucedido realmente? Desafortunado

-3

-2

-1

0

+1

+2

+3

Afortunado

¿Por qué? Puntuación Compruebe las calificaciones que ha asignado a cada uno de los tres escenarios. Las personas con mala suerte tienden a dar dos o más puntos negativos, mientras que las que la tienen buena suelen dar dos o más puntos positivos. A continuación, eche un vistazo a las razones que ha dado para justificar sus calificaciones. ¿Qué revelan sobre su manera de enfocar lo que le sucede en la vida? Una vez más, la gente que se considera sin suerte tiende a concentrarse en los aspectos negativos y a escribir sobre lo que habría pasado si las cosas hubieran ido mejor. En cambio, la gente que se considera afortunada ve las cosas de manera más positiva y lo refleja imaginando qué habría pasado si lo sucedido hubiese sido mucho peor. Este capítulo explica cómo estas formas tan diferentes de encajar la mala fortuna están muy relacionadas con nuestra capacidad para cambiar el signo de la suerte. Es decir, para transformar la mala suerte en buena.

Me preguntaba si las personas con suerte utilizarían el pensamiento contra-factual para mitigar el impacto emocional cuando les toca bregar con la mala fortuna. 2 Si, cada vez que sufren algún golpe de mala suerte, se plantearían que las cosas podrían haber ido peor y, en consecuencia, se sentirían bien a pesar de todo. Para descubrirlo, decidí enfrentar a gente con buena y mala suerte a escenarios negativos y estudiar sus reacciones. Este trabajo lo llevé a 158

cabo con la colaboración de mi entonces asistente, Matthew Smith, y otro psicólogo de la Universidad de Hertfordshire, el Dr. Peter Harris. Recurrimos a algunas de las experiencias que nos habían descrito en las entrevistas y en las cartas e ideamos unos cuantos escenarios. El primero se basaba en una carta que yo había recibido al comienzo de mi investigación. Era de un hombre llamado Ronald, y describía una serie de acontecimientos extraños y desafortunados. Meses atrás, estaba en un andén de la estación cuando un desconocido se le acercó y le disparó a bocajarro con una escopeta de aire comprimido. Ronald trató de detenerle pero, en la refriega, el hombre en cuestión sacó una navaja y le rajó la cara. Fue un ataque despiadado y al azar. Ronald estaba en .el lugar y en el momento equivocados. En su carta decía que pensaba que había tenido la mala suerte de haber sufrido ese ataque, pero que si hacía balance se sentía satisfecho porque el balín atravesó su laringe por la izquierda, y no por la derecha, donde habría dañado gravemente sus cuerdas vocales. Utilizamos una versión simplificada de la experiencia de Ronald como base para el primer escenario del experimento. Pedimos a cada uno de los participantes con suerte y sin suerte que imaginaran que estaban haciendo cola en un banco a la espera de ser atendidos. De repente, entra un ladrón armado y dispara. La bala atraviesa su brazo. Luego, les pedimos que indicaran hasta qué punto les parecía que habían tenido buena o mala suerte, eligiendo un número de la siguiente escala: Mala suerte

-3

-2

-1

0

+1

+2

+3

Buena suerte

Las diferencias entre ambos grupos fueron sorprendentes. En el capítulo anterior conocimos a la desafortunada Clare, que arrastra una larga serie de rupturas en sus relaciones de pareja y nunca ha disfrutado en ninguno de los muchos trabajos por los que ha pasado. Clare consideró que el ser herida en el brazo por un atracador mientras esperaba en el banco era un hecho muy desafortunado y lo calificó con un «-3», comentando que la culpa de todo la tenía su mala suerte que siempre la hacía estar en el lugar y momento equivocados. 159

En el Capítulo II, he descrito la triste vida de Stephen, el publicitario. Ha tenido mala suerte en los asuntos financieros - u n abogado poco digno le llevó casi a la bancarrota- y ha perdido con frecuencia oportunidades de hacer buenos negocios. Stephen calificó el escenario con un «-2» y comentó: «No me imagino a nadie calificando esta situación como afortunada, a menos que se trate de un masoquista que disfrute recibiendo balazos.» La gente con suerte veía lo sucedido con ojos mucho más positivos y comentaba espontáneamente que la situación podría haber sido mucho peor. En anteriores capítulos hemos conocido a Lee, nuestro afortunado director de marketing, que suele estar en el lugar adecuado en el momento oportuno. Su intuición es excelente y utiliza lo que él llama «sueños-deseo» para crear expectativas positivas para el futuro. Cuando le preguntamos cómo calificaría la situación que estamos comentando, inmediatamente dijo que si la hubiera vivido le habría parecido que había tenido mucha suerte y lo calificó con un «+3». Luego comentó: «La bala podría haberme matado. Si sólo me hiere en un brazo, todavía puedo dar las gracias.» En el capítulo anterior, describí cómo el optimismo con el que Marvin, el detective privado, se planteaba su futuro le había ayudado a conseguir muchos de sus sueños y ambiciones. Igual que Lee, Marvin pensaba que, en el fondo, puedes considerarte con buena suerte si un ladrón te dispara y sólo te da en un brazo. Le asignó también un «+3». Sus comentarios revelaban su forma positiva de ver la vida: «Pues es una suerte porque te podían haber disparado a la cabeza. Además, así tienes algo que contar a los periódicos y puedes sacar algún dinero.» En otro escenario les pedimos a los participantes que imaginaran que habían resbalado y caído por una escalera, torciéndose un tobi160

lio. Una vez más, les pedimos que calificaran la situación aplicando la escala que hemos visto en el caso anterior. De nuevo hubo muchas diferencias de enfoque entre la gente sin suerte y con suerte. Clare le dio un «-3», y comentó: «Algo parecido me sucedió en la fiesta de unos amigos. Resbalé, caí sobre otra persona y le planté el zapato encima de la cara. Cuando íbamos camino del hospital, el coche se salió de la calzada y volcó. Acabamos en Urgencias.» En cambio, tanto Lee como Marvin calificaron el hecho como afortunado y le dieron un «+3». Dijeron que les parecía una suerte salir de esa caída con sólo una torcedura de tobillo, ya que lo más fácil era romperse una pierna o la cabeza. Las diferencias entre unos y otros fueron asombrosas. Las personas sin suerte no veían más que el lado negativo de la situación, mientras la gente con suerte se colocaba en el polo opuesto. Insistía en la parte positiva y se decía que las cosas podrían haber ido peor. Esto les hacía sentirse mejor y les ayudaba a mantenerse firmes en la idea de que eran realmente gente con suerte. La manera tan diferente en que unos y otros contemplan su sino sale a flote en muchas de mis entrevistas. Agnes, una enfermera de California, es feliz tanto en su vida familiar como en la profesional. Se ha enfrentado a la muerte en varias ocasiones. Cuando tenía cinco años, resbaló y cayó de cabeza en una hoguera. A los siete, la tubería de gas de la casa de al lado explotó y el gas se filtró en su habitación cuando estaba durmiendo. Unos pocos años después, estaba jugando a la orilla del mar y casi se ahoga al caer en una gruta escondida por las rocas. Por último, cuando era adolescente la atropello un coche. Por sorprendente que parezca, Agnes no ha dejado que esta serie de accidentes y lesiones pueda con ella. Su habilidad innata para imaginar cómo cada una de las situaciones podría haber sido mucho peor le ha ayudado a mantener un buen estado de ánimo y verse como una persona de suerte. Cuando me contó cómo había caído en la hoguera, señaló que su abuelo la había apartado rápidamente y así evitó que las quemaduras fueran más graves. Con respecto al 161

episodio de la fuga de gas, dijo que su costumbre de dormir con las mantas tapándole la cabeza la salvó de inhalar cantidades letales. Por lo que respecta al accidente de automóvil, destacó que, por suerte, acababa de pasar una curva y no iba a mucha velocidad. En fin, para Agnes no fue una mala suerte haber tenido todos estos accidentes, sino que valora positivamente el haber sobrevivido a todos ellos. Las personas con suerte tienden a imaginar que la mala suerte con la que se topan podría haber sido mucho peor y, al hacerlo, se sienten mejor consigo mismas y con su vida. Esto les ayuda, a su vez, a mantener sus optimistas expectativas para el futuro e incrementa sus posibilidades de continuar teniendo suerte. Esta utilización del pensamiento contra-factual no es la única fórmula de la que se valen para ver el lado positivo de las cosas. También les sirve compararse con otros que han tenido todavía peor fortuna. Una sencilla ilusión óptica nos ayudará a comprender mejor esta idea. Eche un vistazo a las ilustraciones siguientes:

Figura 2

El círculo gris de la Figura 1 parece mayor que el gris más oscuro de la Figura 2. En realidad, los dos son idénticos. Parecen de diferentes tamaños porque nuestro cerebro compara automáticamente cada uno de ellos con lo que le rodea. El círculo de la izquierda está rodeado de pequeños círculos y, por eso, en comparación pare162

ce relativamente mayor. El de la derecha lo está de grandes círculos, y por tanto parece más pequeño. Lo mismo sucede con las comparaciones que hacen las personas para ver si tienen buena o mala suerte. Imagine que los círculos representan su salario y el de sus colegas en dos trabajos diferentes. Los círculos gris oscuro representan su salario y los gris claro el de sus colegas. Los de la Figura 1 representan su primer trabajo y los de la Figura 2 representan su segundo trabajo. En ambos casos usted gana la misma cantidad de dinero, como lo muestra el hecho de que los dos círculos gris oscuro son del mismo tamaño. Sin embargo, no lo vive así. En el primer trabajo gana más que sus colegas y por eso, psicológicamente, se siente más satisfecho con la situación. En el segundo, ellos ganan más que usted y, en consecuencia, está más predispuesto a sentirse menos satisfecho. Lo mismo sucede con la mala suerte. La gente entra en este juego de las comparaciones. Hemos visto que Clare sólo se fijaba en el lado negativo de los escenarios que imaginamos. Además, también magnificaba su mala suerte comparándose con la gente que parecía tener mejor fortuna. En una entrevista, me dijo que se sentía muy mal en su actual trabajo: «Las cosas parece que sólo van mal para mí. Veo que los demás se cambian de coche, de casa, salen, se divierten, y yo no puedo ni siquiera ir de vacaciones. Así que pienso: ¿Qué es lo que me pasa? ¿Por qué siempre me toca a mí?» En contraste, la gente con suerte tiende a quitar importancia a su mala fortuna comparándose con otros a los que les ha ido mucho peor. Un ejemplo especialmente convincente surgió cuando hablaba con Mina, una de las personas que participaban en mi programa. Mina nació en Polonia. Su infancia transcurrió durante la Segunda Guerra Mundial. Las fuerzas de ocupación cogían a grandes grupos de gente en la calle y se los llevaban a las prisiones y campos de concentración. Ella escapó por muy poco a una de estas cacerías porque pudo esconderse en un pequeño patio cercano. Desgraciadamente, muchos de sus amigos y familia no tuvieron esa suerte. El 163

recuerdo de estos sucesos la ha acompañado toda su vida y todavía le afecta a la hora de encarar su suerte: «Siempre que pasa algo malo me acuerdo de la gente que estaba, o está, mucho peor que yo; de los que llevaron a los campos de concentración, o que la guerra dejó inválidos. Por un momento, puedo pensar que tengo mala suerte por esto o por lo otro, pero enseguida me acuerdo de todo lo que les ha pasado y me doy cuenta de que, en el fondo, soy una afortunada.» En resumen, las personas con suerte eluden gran parte del impacto emocional provocado por el infortunio que a veces sale a su encuentro, imaginando que podría haber sido peor y comparándose con quienes han pasado por experiencias mucho más negativas.

S U B P R I N C I P I O 2: LA GENTE CON SUERTE ESTÁ CONVENCIDA DE QUE LA MALA SUERTE DE HOY PUEDE SER LA BUENA SUERTE DE M A Ñ A N A Existe también u n a segunda técnica fundamental, basada en u n a filosofía milenaria, que pone de relieve la capacidad de las personas con suerte para sacar partido incluso de la mala suerte. Hay una antigua parábola sobre un sabio granjero que se dio cuenta de que muchos de los acontecimientos, aparentemente desgraciados, de la vida no son tal a largo plazo. Un día el granjero estaba montando a caballo cuando, de súbito, el animal le lanzó al suelo. El hombre aterrizó de mala manera y se rompió una pierna. Unos pocos días después un vecino vino a compadecerle por su mala suerte, pero él replicó: «¿Por qué sabes que he tenido mala suerte?» Una semana más tarde, la gente del pueblo celebraba un gran festival, pero el granjero no pudo ir a causa de su pierna rota. De nuevo, su vecino expresó su simpatía hacia él por su mala fortuna y, una vez más, nuestro granjero le replicó: «¿Cómo lo sabes?» Se celebró el festival y un terrible incendio acabó con la vida de muchos de los asistentes. El vecino se dio cuenta entonces de que la aparente mala suerte del granjero le había salvado la vida, y que había

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tenido razón cuando le preguntaba que por qué creía que lo que le había pasado era una mala suerte. Mucha gente con suerte comparte la actitud del granjero y se centra en los beneficios que se han podido derivar de su supuesta mala fortuna. En el Capítulo III conocimos a Joseph, un estudiante ya maduro de treinta y cinco años de edad, que había experimentado una cuota más elevada de lo normal de golpes de suerte. Joseph también tiene una increíble habilidad para cambiar el signo de la suerte cuando es mala. Actualmente está estudiando Psicología y vive una vida tranquila que no tiene nada que ver con la de su juventud. En aquel entonces, sus problemas con la policía eran constantes y llegó a ser detenido cuando entraba a robar en un edificio de oficinas. Cuando vuelve la vista atrás, Joseph piensa que ésa fue una de las mejores cosas que le pudieron pasar en la vida. «A los veinte años, yo me dedicaba con otros dos colegas a cometer pequeños robos y fechorías. Una noche decidimos entrar en un edificio de oficinas. Subí al tejado y, no sé muy bien por qué, de repente, me entró terror a las alturas y me quedé paralizado. La alarma sonó y los otros huyeron, pero yo seguía allí. Lo siguiente que recuerdo es que la policía llegó y me echó el guante. Me cayeron cuatro meses de prisión tras el correspondiente juicio. Cuando estaba en la cárcel, supe que a mis dos amigos les pillaron confundiéndoles con miembros de una banda que solía ir armada. La policía les disparó. Uno de ellos cayó gravemente herido y ahora está en una silla de ruedas; el otro murió. El que me mandaran a la cárcel probablemente ha sido una de las mejores cosas que me han podido pasar en la vida.» Curiosamente, a mí me ha sucedido algo similar en mis tiempos de prestidigitador. Algo que, en principio, era muy negativo, me trajo una gran suerte a largo plazo. Me habían invitado a actuar en un prestigioso club de California - T h e Magic Castle, de Hollywood- y yo estaba bastante impresionado porque era muy importante para mi carrera. Emprendí viaje y decidí pasar antes por Nueva York. Todo lo que necesitaba para la función cabía en una pequeña maleta que, por razones obvias, llevaba siempre con165

migo. En un momento dado, decidí ir a tomar algo en un restaurante de comida rápida y puse el maletín en una silla a mi lado. Algo pasó en el restaurante que llamó mi atención y miré para ver qué estaba sucediendo. Fue cuestión de segundos, los suficientes para que mi maletín desapareciera. Me habían robado. Todo lo que tenía para actuar estaba en él y, lo que era todavía peor, la mayoría de las cosas eran irreemplazables. No tenía más remedio que c a m b i a r la f u n c i ó n . Fui a c o m p r a r u n a s c u a n t a s b a r a j a s y volví al hotel. Esa noche descubrí el significado de la frase «La necesidad es la madre de todos los inventos». Trabajé hasta bien entrada la m a ñ a n a inventando nuevos trucos y recordando otros con el material que tenía a mano. Finalmente, preparé algunos que no hacía desde años atrás e inventé otros dos. Mi nueva actuación era mucho mejor que la primitiva y los dos nuevos trucos fueron premiados por mis colegas por su originalidad. Nunca me hubiera tomado la molestia de crearlos si no me hubieran robado la maleta. Aunque en ese momento no fui consciente, el robo fue una de las mejores cosas que me han pasado en toda mi época de prestidigitador. Las personas con suerte adoptan esta actitud para relativizar el impacto de la mala fortuna en su vida. Mirando atrás y centrándose en lo positivo que se ha derivado de su aparente mala suerte, encaran mejor el futuro y se sienten mejor. No son cortas de miras y esperan que las cosas acaben bien.

SUBPRINCIPIO 3: LA GENTE CON SUERTE NO SE REGODEA EN SU MALA FORTUNA Las personas sin suerte tienden a obsesionarse cuando algo les va mal. Como dijo una de ellas: «Es como si arrastrara una maldición. Llega un momento que no sé qué hacer para luchar contra ello. He perdido montones de horas de sueño dándole vueltas a cosas que me h a n salido mal sin poder hacer nada para evitarlo. Me pregunto qué habré hecho para merecer esto.» 166

La gente con suerte hace todo lo contrario. Se olvida del pasado y se concentra en el futuro. En el Capítulo IV, vimos que la meditación ayuda a Jonathan a mejorar su capacidad intuitiva y su vida personal y profesional. Jonathan tiene también una bien ganada reputación en lo que se refiere a transformar la mala suerte en buena: «Algo que mi jefe ha insinuado más de una vez es que yo siempre caigo de pie. No siempre es así, pero de una forma u otra me recupero y al final las cosas me salen bien.» Jonathan también nos contaba cómo la meditación le había ayudado a evadirse de las cosas negativas que le habían pasado en la vida: «Creo que la meditación me ayuda a tener otra perspectiva. Puedes desconectar, relajarte y cuando vuelves a la vida diaria estás desestresado, lo ves todo de forma diferente. Te hace darte cuenta de que no puedes cambiar las cosas, por tanto no tiene sentido agobiarte. Si puedes hacer algo, hazlo. Si no es posible —igual que cuando estás en medio de un atasco en una autopist a - , olvídalo y relájate. A mí se me da bastante bien, no soy una persona obsesiva. La mayor parte de las veces consigo lo que quiero, pero si no es así al día siguiente me despierto y lo aparco. Pienso: "¡Vale!, no puedo hacer nada, por tanto no tiene sentido que le dé más vueltas." Y me dedico a resolver los asuntos del día.» Jonathan no era el único en reseñar la importancia de dejarse llevar. Pregunté a Linda —que ha disfrutado de una vida feliz, ha cumplido muchos de sus objetivos y hecho realidad sus s u e ñ o s - cómo se las arreglaba cuando las cosas le iban mal y, una vez más, me habló del papel tan importante de la meditación a la hora de olvidarse de las cosas negativas: «Solía acudir a la meditación budista y eso me ayudaba mucho. Dejaba las cosas correr si no iban bien o me preocupaban. Hay 167

que verlas como una experiencia más, que no ha sido precisamente buena, pero no debemos darle muchas vueltas ni preocuparnos por ello. No me resulta difícil. Yo no me regodeo en todo eso.» Seth es un abogado de Nueva York. Se ha dado cuenta de que mucha de su buena suerte en la vida es una consecuencia directa de una aparente mala suerte. De pequeño era un niño gordito y sus compañeros le tomaban el pelo. Ya de joven ingresó en los Weight Watchers. En la primera reunión conoció a una chica que le pareció que podía ser el ideal que buscaba. Así fue. Se casaron años más tarde y viven felices desde entonces. Éste no es el único ejemplo de la habilidad de Seth para sobrevivir, e incluso prosperar, en medio de la mala suerte: «Si echo la vista atrás, me doy cuenta de que casi siempre he aprendido mucho de mi mala suerte. A veces, es lo único que sacas de estas situaciones. Los últimos años han sido múy negativos para la Bolsa. Tomé varias decisiones equivocadas y perdí unos dos millones de dólares. Pensé que iba a ser terrible. La verdad es que lo aguanté, no fue el fin del mundo. Me ayudó a poner en su sitio al dinero. Conservo mi trabajo, tengo salud, una familia y una mujer a la que quiero y me quiere. Todo eso es lo más importante. Raras veces me preocupo por el pasado. En cambio, busco el tesoro entre la montaña de basura y casi nunca me dejo hundir por lo negativo de las cosas que me pasan. Normalmente, me centro en lo bueno y en cómo sacarle partido.» La manera tan diferente de afrontar lo negativo de la vida tiene importantes consecuencias en el sentir y en el pensar de la gente con suerte y sin suerte. Las investigaciones han puesto de relieve que cuando nos obsesionamos con las cosas negativas nos invade la tristeza. Cuando pensamos en lo positivo, nos sentimos mucho mejor. No se trata sólo de que los recuerdos influyan en el humor. El humor influye en los recuerdos. En un inteligente experimento, el psicólogo James Laird y sus colegas de la Clark Uni168

versity estudiaron los efectos del humor en los recuerdos. 3 Pidieron a una serie de personas que leyeran dos pasajes cortos. El primero era un editorial muy sesudo sobre la absurda matanza de delfines durante la pesca del atún y el segundo una divertida historia de Woody Alien. Durante el experimento se utilizó una técnica muy ingeniosa. Se pidió a la mitad de los participantes que sujetaran un lápiz entre los dientes sin que tocara los labios. Sin que se dieran cuenta, se veían forzados a sonreír. A la otra mitad se le pidió que sujetara el lápiz con los labios, y no con los dientes. Estos últimos, también sin darse cuenta, fruncían el ceño. Cuando la gente se fuerza a sonreír se siente feliz. De igual forma, cuando frunce el ceño está triste. Se les pidió a todos que escribieran lo que recordaban de los dos pasajes. Los resultados fueron muy interesantes. Los que habían estado forzados a sonreír recordaban mucho de la historia de Woody Alien y menos del sesudo editorial. Los obligados a fruncir el ceño recordaban poco de Woody Alien y mucho más del editorial. Su humor había afectado a la información que retenían. De la misma forma, cuando volvemos la vista atrás con buen humor, tendemos a recordar todo lo que nos ha ido bien. Cuando lo hacemos de mal humor, nos quedamos con todo lo negativo. La relación entre humor y recuerdos explica cómo la reticencia de las personas con suerte a quedarse con cualquier hecho negativo de su pasado les ayuda a conservar esa perspectiva tan positiva de la vida. Si nos dedicamos a rumiar la mala suerte que nos ha tocado nos sentiremos todavía peor y más tristes. Entramos en una espiral que nos lleva más y más a una visión negativa del mundo. Los recuerdos afectan al humor y éste a su vez afecta a los recuerdos. Las personas con suerte son capaces de evitar este proceso al olvidar lo negativo y centrarse en lo positivo. Sus recuerdos les hacen sentirse felices y dichosas y esto, a su vez, les induce a recordar las otras ocasiones en las que las cosas les han ido bien. En vez de una espiral hacia lo negativo, sus recuerdos y su humor se unen para hacerles sentirse más y más afortunadas. 169

El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 13 Actitudes f r e n t e a la m a l a f o r t u n a Este ejercicio trata de conocer su respuesta ante los problemas y los fracasos. En esta nueva página del Cuaderno de la Suerte conteste con sinceridad sobre cuál sería su actitud ante los siguientes casos. No escriba lo que le gustaría hacer. Piense un poco en la situación, imagínese como protagonista y conteste con sinceridad indicando lo que realmente haría. Caso 1: Ha suspendido por cuarta vez el examen para sacar el carnet de conducir. ¿Qué haría si esto le sucediera realmente? Caso 2: Durante los últimos tres años, ha intentado u n a y otra vez conseguir un ascenso en el trabajo y siempre se le ha negado. ¿Qué haría si esto le sucediera realmente? Caso 3: Su habitación está cada vez más i n u n d a d a por el agua que cae de una tubería rota que ha intentado arreglar y que empeora cada vez que la toca. ¿Qué haría si esto le sucediera realmente? Interpretación: He planteado a gente con suerte, sin suerte y neutral estas cuestiones. Sus respuestas son del siguiente tenor: La gente sin suerte intenta convivir con el problema, no se plantea descubrir por qué ha fallado y se aferra a formas poco eficaces de solucionarlo, por ejemplo, refugiándose en la superstición. La gente con suerte está en el polo opuesto. No tira la toalla, sigue adelante a pesar de todo y procura aprender de los errores, tratando de encontrar nuevas formas de afrontar los problemas. Por ejemplo, meditando, relajándose o consultando a los expertos.

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SUBPRINCIPIO U-. LA GENTE CON SUERTE ACTÚA DE M A N E R A CONSTRUCTIVA PARA EVITAR M A L E S FUTUROS Imagine que ha tenido tres citas con personas que le interesaban y que las tres han acabado mal. O que ha tenido cuatro entrevistas de trabajo, pero nunca le han llamado. 0 que ha ido de compras, ha encontrado el traje que le interesaba y, a la hora de ir a pagar, se encontró con que había una cola enorme. ¿Cuál seria su reacción? ¿Insistiría o tiraría la toalla? He planteado estas situaciones tan sencillas a la gente implicada en mi investigación. Quería descubrir cómo se comportarían unos y otros frente a escenarios poco favorables. Les pedí a todos que me dijeran cómo se sentirían y, lo que es más importante, qué es lo que harían. Los resultados pusieron de relieve aspectos muy interesantes de la psicología de la suerte. En el capítulo anterior, vimos hasta qué punto las expectativas de la gente están relacionadas con la perseverancia f r e n t e a la adversidad. Las personas sin suerte estaban c o n v e n c i d a s de que iban a fracasar, por tanto no se preocupaban mucho de intentarlo de nuevo. En cambio, la gente con suerte pensaba todo lo contrario. Estaba segura de su éxito, por eso perseveraba una y otra vez. Lo mismo ha sucedido cuando he preguntado a ambos grupos por su reacción ante u n a racha de mala suerte. Los primeros dijeron casi todos que tirarían la toalla. Tras imaginarse que después de tres citas no había conseguido nada, una de estas personas comentó: «No haría nada. Supongo que pensaría que las cosas son así y que no hay dos sin tres.» Cuando se imaginaba que estaba en una tienda y había encontrado el traje que necesitaba pero tenía mucha prisa y había mucha gente en la cola, comentaba: «Lo más seguro es que me estaría lamentando durante una semana y luego lo olvidaría, o esperaría en la cola, sabiendo que cuando llegara mi turno la caja se estropearía y yo no podría hacer nada para evitarlo. Luego me cogería una buena rabieta.» 171

Las personas con suerte eran mucho más persistentes. En su fuero interno estaban convencidas de que no están destinadas a ser desgraciadas. Muy al contrario, la desgracia era un reto que tenían que superar, que puede tener buenos resultados en el futuro. Tras fracasar después de haber acudido a tres citas, una de estas personas explicaba cómo perseveraría: «Lo intentaría una y otra vez. No hay que desistir por los malos resultados. No lo puedes dejar tan pronto. La vida te depara estas tareas y tu obligación es sacarlas adelante.» En un posible escenario con tres fracasos en entrevistas de trabajo, otra decía: «Me encogería de hombros y seguiría adelante. Escribiría a más sitios. Seguramente el mismo día; así tendría la sensación de estar haciendo algo positivo.» Las respuestas de unos y otros revelaron otra diferencia importante. El grupo de afortunados veía las situaciones negativas de una manera constructiva. Sin embargo, la gente sin suerte raramente se preguntaba por qué no había tenido éxito. No parecía tener interés en aprender de los errores, por eso era mucho más probable que volviera a caer en ellos. En contraste, la gente con suerte decía que trataría de ver sus fallos para aprender de ellos y madurar. En lo referente a las tres citas fallidas, una persona de este grupo afirmó: «Trataría de mejorar mi suerte preguntando a la última cuáles eran mis defectos o cuáles fueron mis errores... si es que había alguno.» Otra persona del mismo grupo adoptó la misma postura cuando describía lo que haría tras el fracaso de las entrevistas de trabajo: «Probablemente escribiría al entrevistador y le preguntaría qué había hecho mal; le pediría información y luego me aseguraría de que no me volviera a ocurrir en la próxima entrevista.» 172

Por tanto, la gente con suerte insiste frente al fracaso y de esta forma convierte la mala suerte en buena. Sin embargo, esta respuesta no es la única. Hay otra que quizás se comprende mejor si la ilustramos con un juego. Imagine que le doy una vela, una caja de chinchetas y una caja de cerillas. Tiene que fijar la vela en la pared de forma tal que se pueda encender y utilizar como una luz. Algunos clavan las chinchetas en la pared y tratan de sujetar con ellas la vela. Otros pasan una cerilla por la base de la vela y tratan de pegarla a la pared. Ninguna de estas soluciones funciona. De hecho, sólo unos pocos dan con la solución correcta: sacan las chinchetas de la caja, utilizando dos para fijarla a la pared. Luego, es fácil colocar la vela en la caja y encenderla. Para ellos la caja que contiene las chinchetas no es sólo una caja, sino también un portavelas. Encontraron la solución por su habilidad para salirse de los caminos trillados. Por su creatividad y flexibilidad para ver los objetos de manera muy distinta a la que han sido concebidos. Mi investigación reveló que muchos de los considerados afortunados utilizaban los mismos recursos cuando la mala suerte les bloqueaba el camino para conseguir sus objetivos: exploraban otras vías para solucionar el problema. Tras imaginarse que le habían dado calabazas en tres citas, una de las participantes señalaba: «Probablemente dejaría descansar un poco el tema de los hombres y me dedicaría a mis amigas, o a la gente que conozco bien. Dejaría las cosas correr en vez de intentar quedar una y otra vez con alguien que no conozco.» En cuanto a las colas a la hora de pagar, otros aportaron también soluciones imaginativas. Por ejemplo: «...vas al cajero y dices: "¿Puedes guardar esto hasta mañana que volveré a por ello?" Es algo muy sencillo que a veces funciona.» A la gente sin suerte no se le ocurren estas cosas porque se bloquea y no busca alternativas. De hecho, sólo uno de los pertenecientes a este grupo respondió de manera creativa o innovadora. Cuando le pregunté cuál sería su respuesta ante tres citas fallidas, meditó un 173

momento, luego levantó los ojos, sonrió y dijo: «Probablemente me metería a cura.» Su solución era modificar sus propios objetivos para eludir la mala suerte. El mismo tipo de respuesta surgió en mis entrevistas sobre hechos de la vida real. La gente sin suerte no trataba de aprender de sus errores o explorar nuevas formas de encarar su sino. Muy al contrario, estaba convencida de que no podía cambiar la situación, sólo empeorarla. Veamos el caso de Shelly, la enfermera. Tuvo una niñez feliz, estudió su carrera en una buena escuela y en un hospital de renombre. Cuando acabó, pasó unos años estupendos viajando alrededor del mundo. Luego conoció al que sería su marido, Paul, al que, según ella, la mala suerte le había acompañado siempre. Shelly cree que se la traspasó. Desde entonces, su vida ha estado plagada de problemas de salud, de trabajo y, en definitiva, de tristeza. Shelly compró su primer coche en 1983. Desgraciadamente, su marido murió semanas más tarde y poco tiempo después del funeral tuvo su primer accidente. El trauma de la muerte de su marido, combinado con el del accidente, le produjo una pérdida de memoria durante un mes, por eso sus recuerdos de los hechos eran un tanto vagos. Pero está segura de que la culpa no fue suya, sino del coche, que estaba gafado. Sin embargo, se acuerda perfectamente de lo que pasó cuando adquirió su segundo coche. De nuevo, nos cuenta la historia: «El primer accidente que tuve fue porque el coche que estaba delante de mí giró a la izquierda de repente y sin previo aviso. Me declararon culpable porque según la ley yo estaba demasiado cerca. En el siguiente, choqué con el vehículo que tenía delante cuando pegó un frenazo brusco. En el accidente número tres, acabé en el terraplén del ferrocarril. No sé lo que pasó. Fui a coger algo del asiento de al lado y me salí de la carretera. Me cargué varios semáforos y choqué contra una valla antes de volcar. No podía más. Me libré del coche.» La mayoría de la gente se cuestionaba la habilidad de Shelly a la hora de conducir. Los accidentes ocurrieron con tres coches dife174

rentes y parece que ella tenía la culpa. Sin embargo, insiste en que es cosa de mala suerte y que los coches estaban gafados. En conclusión, cree que no puede hacer nada, o casi nada, para solucionarlo. Que la vida es así. La gente sin suerte suele incurrir en comportamientos que están lejos de arreglar sus problemas incluso cuando trata de cambiar su sino. En vez de intentar mejorar su forma de conducir, Shelly trataba de mejorar su suerte remediando los males ajenos: «Hay muchas veces que el desastre te golpea hagas lo que hagas o que parece que no sabe cuándo detenerse. Es como si las fuerzas que provocan esta clase de cosas tuvieran tu nombre apuntado. Me parecía que me estaban castigando por algo y yo trataba de enmendar mi comportamiento. Me ocupaba de mi madre, muy mayor y enferma durante muchos años. Recogía animales perdidos y hacía caridad. Pero hiciera lo que hiciera, todo seguía igual. Durante años, me dediqué a escribir en un diario todo lo que me sucedía con la esperanza de que las cosas cambiaran en cualquier momento. Pero nunca lo hicieron y lo dejé por imposible.» Shelly no es la única persona que ha tratado de cambiar su suerte y ha fracasado. En el Capítulo V, describí la desafortunada vida de Clare. Ha tenido que luchar contra muchas enfermedades, no ha disfrutado en casi ninguno de los trabajos en los que ha estado y tampoco ha tenido mucha fortuna en el amor. En una entrevista, le pregunté si había hecho algo para luchar contra esa mala suerte. Me explicó que había encontrado la salida en la superstición: «Hace tres o cuatro meses recibí una carta de una vidente ofreciéndome ayuda. Me decía, entre otras cosas, que yo no había tenido una infancia muy feliz. La verdad es que me impresionó. Yo me preguntaba: «¿Cómo lo sabe?» Luego, llegué a la conclusión de que seguramente era una carta modelo que encajaría en la vida de muchas personas. Pero piqué, le mandé los 50 dólares que pedía y ella a su vez me envió una serie de números que, según 175

decía, iban a resultar premiados en la lotería. Por supuesto, no fue así a pesar de que me dijo que me proporcionarían riquezas incalculables. Los utilicé, de hecho todavía lo sigo haciendo, aunque, desde luego, sin ningún éxito. No he ganado ni un centavo.» Este tipo de comportamiento es, en principio, inofensivo. Sin embargo, hay otros casos más dramáticos y con repercusiones muy negativas en la vida de las personas. Veamos el caso de Paul, un agente de ventas retirado de setenta y cinco años de edad. Cuando era adolescente comenzó a interesarse por la superstición. Cayó en sus manos un viejo libro de astrología en el que leyó que su número de la «suerte» era el 3 y decidió poner a prueba la información. Acudió a las carreras de caballos, miró la lista de ese día y apostó por varios caballos que corrían en tercer lugar en cada carrera. Paul contaba así lo sucedido: «Con gran asombro por mi parte, ganaron tres de los caballos por los que había apostado. Conseguí una importante suma de dinero: el equivalente a más de un año de mi salario. En aquel momento pensé que era la persona con más suerte del mundo. Ahora creo que fue el día más desgraciado de mi vida. Pero en aquellos tiempos yo era muy supersticioso y estaba convencido de que el 3 era mi número de la suerte.» En las siguientes semanas, Paul siguió apostando por los caballos que aparecían en el número tres de la lista. Cuando empezó a fallar, se dedicó a las carreras de galgos. Iba todas las noches y apostaba siempre por los que corrían en tercer lugar. En sólo un mes perdió todo lo que había ganado. Pero en vez de aprender de sus errores, continuó confiando en la «suerte» y siguió reincidiendo. Apostaba importantes cantidades de dinero en los hipódromos y tenía que encontrar la forma de afrontar sus deudas. Su situación llegó al extremo de que le desahuciaron por falta de pago. Al cabo de los años Paul es capaz de echar la vista atrás y de reconocer que la superstición es la causa de su supuesta mala suerte. Todavía sigue jugando, pero ahora toma sus decisiones en base a criterios más objetivos y no a números «de la suerte». 176

Intrigado por estas entrevistas, llevé a cabo una encuesta sobre las supersticiones de todos los participantes en mi investigación. Quería saber si afectaban a la gente sin suerte más que a la gente con suerte. Les pedí que me dijeran si pensaban que el número 13 traía mala suerte, si se sentían mal cuando rompían un espejo o si creían que ver un gato negro era un mal presagio. Los resultados mostraron que las personas sin suerte eran mucho más supersticiosas 4 y menos eficaces a la hora de alterar el curso de esa mala suerte que dicen encontrar en la vida.

Mis entrevistas también me permitieron comprobar que la gente con suerte adoptaba un enfoque mucho más constructivo en situaciones problemáticas. Recordemos lo que dice Marvil, nuestro detective privado, que cree que hay que buscar otros caminos cuando las cosas te van mal: «Cuando la gente comenta que odia su trabajo, le digo: "Si no te gusta lo que haces, márchate." Pero algunos contestan: "No puedo, es muy complicado. En realidad, lo que pasa es que tengo mala suerte. No hay nada que hacer." No creo en este tipo de actitud. Me parece que si no te encuentras cómodo tienes que cambiar. Si lo haces, te sentirás mejor y cambiarás también tu suerte.» 177

Hilaiy es una toxicóloga de cuarenta y seis años que reside en Berkeley, California. Ha tenido muy mala suerte a lo largo de su vida pero, a pesar de todo, se considera afortunada: «Ni me ha tocado la lotería ni me he encontrado con la suerte en cada esquina. Sin embargo, en lo verdaderamente importante, siempre me ha ido bien. Y me he dado cuenta de que, con pocas excepciones, las cosas negativas que me han sucedido, al final han resultado positivas. A pesar de una niñez difícil, siempre he procurado actuar positivamente y no he tratado de achacar las cosas a la mala suerte. Prefiero actuar en vez de dejar las cosas correr. Precisamente los años de mi niñez me han hecho buscar con más ahínco lo que quiero en la vida. Cuando acabé la carrera de Medicina hice la residencia en Stanford, Yale y Johns Hopkins. En 1984, terminé y firmé un contrato para trabajar como patóloga en un pequeño hospital. Una semana antes de comenzar, cuando ya había vendido la mayor parte de mis muebles y había trasladado el resto a l n k nueva casa, recibí una llamada del director diciéndome que una gran empresa había adquirido el hospital y que el contrato que había firmado ya no tenía validez. Me encontraba sin contrato y sin trabajo. Me sentía fatal. Pero me enteré de que otro hospital de la zona estaba buscando un toxicólogo y, a pesar de que no había pensado cambiar de especialidad, pedí la plaza. Me la concedieron y ahora no me veo haciendo otra cosa. He llegado a la conclusión de que la patología no era lo mío y de que lo hubiera pasado fatal si hubiera seguido por ese camino. Así que algo que en principio era desastroso se convirtió en maravilloso.» Muchos de los entrevistados estaban de acuerdo en que la gente con suerte explora nuevas formas de solucionar los problemas. En el capítulo anterior, vimos que Jonathan utilizaba la meditación para mejorar su intuición. También, que tenía una reputación bien ganada de transformar la mala suerte en buena, y que era capaz de pasar de las cosas negativas que le sucedían. Cuando le entrevisté, 178

también me contó cómo le plantaba cara a los fracasos y cómo disfrutaba tratando de encontrar soluciones a los problemas: «Mi abuelo, que era alemán, repetía mucho una frase que, traducida libremente, decía algo así: "Para nuestra familia las cosas resultan difíciles pero, finalmente, resultan." Yo siempre les digo a los chicos que no abandonen, que h a y que luchar. Creo que siempre tengo presente la actitud de mi abuelo; aunque sólo haya un 1 por ciento de posibilidades, sigo adelante. También soy bastante flexible. No me considero muy creativo desde el punto de vista artístico, pero siempre trato de ver las cosas desde distintos enfoques y no con una visión estrecha. Me encantan los retos y no busco necesariamente la solución más fácil o ramplona sino la más interesante, aunque no sea la más sencilla.» La gente afortunada adopta enfoques mucho más constructivos cuando la mala suerte se cruza en su camino. Actúa, insiste y contempla soluciones alternativas. Todo ello ayuda a disminuir las probabilidades de sufrirla en el futuro.

La historia de Emily Quizás el ejemplo más sorprendente de cómo la mala suerte puede trocarse en buena lo constituye el de Emily, una mujer de cuarenta años de edad, nacida en British Columbia y que actualmente trabaja en u n a agencia de publicidad de San Francisco. Emily está convencida de que gran parte de su buena suerte se deriva de alguno de los acontecimientos más desafortunados de su vida. «Cuando era adolescente, mis padres me obligaban a ir a los actos organizados por un grupo de chicas parecido a las girl scouts. En una ocasión había que ascender por una pared de la iglesia local de unos 10 metros de altura. Decidí afrontar el reto y demostrar a todo el mundo lo que era capaz de hacer. Justo cuando llegué arriba, me di cuenta de que los clavos estaban saltando de la pared. Fue como

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una película de terror: cuatro clavos fuera y yo en el suelo. Me podía haber matado, pero sólo me destrocé un pie. Estuve seis meses escayolada, pero sigo viva.» Cuando Emily tenía treinta y dos años, trabajaba en una galería de arte. Una noche que venía de vuelta a casa en su bicicleta, al atravesar un callejón un tanto retirado, vio que un coche sin luces salía de la oscuridad y se abalanzaba sobre ella. Le golpeó en la rueda delantera, la lanzó por los aires y se dio a la fuga. Emily sufrió heridas de consideración; sin embargo, una vez más, le dio la vuelta a la suerte: «En British Columbia, el Gobierno se hace cargo del seguro de los coches, así que pude pedir una indemnización a pesar de que no conseguí ni la matrícula del coche ni el número de licencia del conductor. Me dieron 30.000 dólares canadienses que me permitieron hacer los cambiós que estaba deseando desde hacía mucho tiempo. Dejé Canadá y me fui a vivir a Estados Unidos. Allí encontré trabajo en publicidad y, como el ave Fénix, resurgí de mis cenizas después de una experiencia que casi me lleva a la muerte.» Hechos de estas características se repiten en la vida de Emily. Parece que le persigue la mala suerte. Sin embargo, su actitud y comportamiento le hacen sacar partido de lo que, en principio, tiene todos los visos de ser algo muy negativo: «Igual que la primavera pasada, cuando me rompí la rótula. Casi no podía caminar, estuve con muletas durante cinco meses, Todo el mundo decía, "¡Qué mala suerte, además vives en un tercer piso!" Mi respuesta era: "No importa. Ahora podré estar tranquila unos cuantos meses. No está mal. Si queréis venid a visitarme y veremos una película o charlaremos." En vez de lamentarme por no poder ir a bailar o montar en bici, disfruté de lo que la vida me ofrecía.

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Tengo varias formas de enfrentarme a mi mala suerte. Pienso: "Bueno, puedo quedarme aquí dándole vueltas al problema o puedo pensar qué hacer para positivar lo que me ha pasado." A lo largo de todos estos años, si la ansiedad me hubiera ganado la partida, la experiencia habría sido terrible. Miedo, insomnio... y luego al día siguiente no habría podido hacer nada. Pero ha sido un proceso de aprendizaje. Si me despierto con un ataque de pánico, me digo: "No hay nada que puedas hacer a las cuatro de la m a ñ a n a , nada que repercuta positivamente en lo que te pasa. Así que respira hondo y duerme. Déjalo correr." Algunas de las mejores cosas que me h a n sucedido h a n sido consecuencia de las peores. Como me v o y haciendo mayor, ya no tengo tanta fuerza - n o estoy tan dispuesta a comerme el m u n d o - pero también he aprendido que si abandono mi espíritu aventurero quizás pierda esa propina que le acompaña. Por eso, procuro encontrar el término medio entre mi deseo de aventura y el de aprovechar el lado bueno de las cosas. La suerte es así. No es sólo cuestión de tenerla buena o mala. Yo creo que es uno mismo quien elige el lado bueno o el malo de todo lo que nos sucede en la vida.»

El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 14 Su Perfil de la Suerte: Principio número 4 Es hora de volver al Perfil de la Suerte de la página 20. Los puntos 9, 10, 11 y 12 de este cuestionario se refieren a los subprincipios de los que hablamos en este capítulo. El 9 le preguntaba si ve el lado positivo de la vida; el 10 si cree que las cosas negativas pueden, a largo plazo, convertirse en positivas; el 11 si se dedica a darle demasiadas vueltas a sus problemas, y el 12 si trata de aprender de los errores cometidos.

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Puntuación Compruebe la puntuación que ha asignado a cada uno de estos aspectos, y luego sume los resultados para obtener el total (vea el ejemplo siguiente). Ésa será la puntuación obtenida en el cuarto principio de la suerte. Puntuación (1-51

Propuesta

9

Tiendo a ver la parte positiva de todo lo que me sucede.

5

10

Creo que las cosas que hoy son negativas pueden ser positivas a largo plazo.

4

11

No suelo recrearme en las cosas que no me han ido bien.

5

12

Trato de aprender de los errores que he cometido en el pasado.

4

18

Total cuarto principio de la suerte:

Ahora mire la escala que viene a continuación, para comprobar si su puntuación es alta, media o baja. Apunte en su cuaderno ambas cosas -puntuación y categoría- ya que serán importantes a la hora de ver cómo mejorar su suerte.

Puntuación baja 4

5

6

7

8

9

Puntuación media 10

11

12

13

14

15 16

Puntuación alta 17

18

19 20

X

18 = Alta He pedido a mucha gente con suerte, sin suerte y neutral, que conteste a este cuestionario. Las personas con suerte obtienen una puntuación mucho más elevada que el resto. Por el contrario, los resultados más bajos suelen corresponder a los que no la tienen, como muestra el gráfico que ilustra este ejercicio.

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Puntuación media de las personas sin suerte, neutrales y con suerte en el Cuestionario Perfil

Creo que las cosas que hoy son negativas pueden ser positivas a largo plazo Tiendo a ver la parte positiva de todo lo que me sucede No suelo recrearme en las cosas que no me han ido bien

Trato de aprender de los errores que he cometido en el pasado

R E S U M E N DEL CAPÍTULO La gente no nace con una varita mágica para cambiar el signo de su suerte. Lo que sucede es que, casi sin darse cuenta, hay muchas personas que emplean cuatro técnicas psicológicas para superar la mala fortuna cuando les sale al paso, e incluso para sacar partido de ella. En primer lugar, imaginan que todo podría haber ido peor y tratan de compararse con los que h a n tenido m e n o s f o r t u n a en idéntica situación. En segundo lugar, no son cortos de miras y creen que de su mala suerte se pueden derivar cosas positivas. En tercer lugar, no se regodean en lo que les ha pasado. Y en cuarto y último lugar, creen que pueden hacer algo para arreglarlo: persisten en sus objetivos, buscan salidas indirectas y aprenden de sus errores. Todas estas técnicas explican esa sorprendente habilidad para enfrentarse a la mala suerte y salir airosos de situaciones difíciles y comprometidas. 183

PRINCIPIO NÚMERO 4: C A M B I E EL SIGNO DE SU SUERTE La gente con suerte es capaz de transformar la mala suerte en buena. Subprincipios: 1. La gente con suerte ve el lado positivo de las 2. La gente con suerte está convencida de que hoy puede ser la buena suerte de mañana. 3. La gente con suerte no se regodea en su mala 4. La gente con suerte toma medidas para evitar

cosas. la mala suerte de fortuna. males futuros.

A U M E N T E S U SUERTE Principio número U-. Cambie el signo de su suerte Las siguientes técnicas y ejercicios le ayudarán a aumentar el número de decisiones acertadas siguiendo lo que le dicta su intuición y sus corazonadas. Lea detenidamente y piense en incorporarlos a su rutina diaria. En el Capítulo VIII, se incluye un programa sistematizado que explica la mejor forma de hacerlo para, en definitiva, propiciar la suerte. 1. Vea el lado positivo de las cosas La gente con suerte tiende a ver el lado positivo de todo lo que le sucede. Se imagina que todavía podría haber sido peor o se compara con otros que han tenido todavía menos suerte. Recuerde a Marvin, que creía que caerse por las escaleras y torcerse un tobillo era, en el fondo, una suerte porque podría haberse roto el cuello. 0 a Mina, que relativiza su mala fortuna comparándose con los familiares y amigos que tanto sufrieron en la Segunda Guerra Mundial. Trate de pensar como ellos, y vea el lado bueno de todo lo que le sucede.

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Ejercicio Busque el tesoro escondido He pedido a la gente con suerte que describa las técnicas que utiliza para ver el lado positivo de las cosas. Aquí están tres ideas que njencionó la mayor parte de los encuestados: - Pensar en que la situación podría haber sido mucho peor. Puede que haya tenido un accidente de automóvil, pero ha sobrevivido. Puede que haya llegado tarde a una cita importante, pero por lo menos ha llegado. - Preguntarse si es tan importante lo que le ha ocurrido. Puede que le hayan olvidado en esa promoción de su trabajo, pero ¿afecta realmente a lo más importante de su vida, como es la salud o sus relaciones personales? Puede haber perdido su cartera y las taijetas de crédito, pero ¿qué significa eso en el conjunto de su vida? - Compararse con los menos afortunados. Puede haber tenido mala suerte, pero hay mucha gente en el mundo sufriendo de males mucho mayores. Comparada con la de ellos, su mala suerte es algo completamente trivial. Cuando la mala suerte golpea, utilice estas técnicas para sentirse mejor.

2. Recuerde que la mala suerte puede tener buenas consecuencias La g e n t e con suerte no es corta de miras. Si la m a l a suerte se cruza en su camino, espera que al final todo termine bien. ¿ R e c u e r d a q u e J o s e p h c o n s i d e r a b a su e s t a n c i a en la p r i s i ó n c o m o u n a de las m e j o r e s cosas q u e le h a b í a n s u c e d i d o en la v i d a ? Piense c o m o él, t e n g a v i s i ó n de f u t u r o y r e c u e r d e q u e su mala f o r t u n a de h o y p u e d e c o n v e r t i r s e en la b u e n a suerte de m a ñ a n a .

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Ejercicio Resurja como el ave Fénix Mucha gente que se ha enfrentado a situaciones terribles dice que, a largo plazo, le han ayudado a reconsiderar su vida y a darse cuenta del valor de lo que realmente importa: por ejemplo, la familia o los amigos. Cuando llegue la mala racha, dedique algunos momentos a pensar en lo bueno que puede surgir de lo que ahora le parece fatídico. Sea creativo y busque formas de convertir su mala fortuna en un trampolín para la suerte. Imagine que acaba de hacer una entrevista para un puesto que le interesaba y ha sido un auténtico desastre. El hecho de que siga en el mercado de trabajo le da la oportunidad de encontrar algo mucho mejor que lo que ha dejado atrás. Ahora hágase dos preguntas: ¿Qué posibilidades hay de que estas cosas positivas no le sucedan? Y ¿qué posibilidades hay de que no le suceda algo todavía mejor? La respuesta a ambas cuestiones es «ninguna». Y todo ello como consecuencia de su «mala suerte». No tiene ni idea d e j o q u e el futuro tiene guardado para usted. Lo único cierto es que las cosas irán mejor si no permite que la mala suerte le gane la partida.

3. No se regodee en su mala fortuna La gente con suerte no se dedica a pensar en lo malo que le ha sucedido en el pasado, sino en la buena suerte que ha encontrado y en todo lo bueno que le va a suceder en el futuro. Si pasa por una mala racha no se quede dándole vueltas, piense en otra cosa, ponga manos a la obra.

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Ejercicio Distráigase Algunos de los que se encontraban en el grupo de los afortunados decían que, cuando pasaban por una mala racha, les ayudaba dedicar treinta minutos más o menos a dar rienda suelta a sus sentimientos, a desahogarse. Algunos lloraban, otros golpeaban un saco de arena cual boxeador preparándose para un combate y, finalmente, había quienes se dedicaban a gritar en pleno campo. Pero todos estaban de acuerdo en que lo más importante era no quedarse dándole vueltas al asunto. A continuación, encontrará u n a s cuantas opciones para alejar sus pensamientos de los problemas que le acontezcan: Vaya al gimnasio: el ejercicio es también m u y útil para olvidarse de sus problemas y elevar su moral. Vaya a ver una película divertida, que le haga reír, y métale en la historia. Dedique unos minutos a pensar en cosas positivas que le hayan pasado, en cosas que le hayan hecho feliz. Si es posible, mire alguna fotografía de esos momentos y revívalos. Escuche música. Escoja algo que le relaje y trate de hacer lo posible por dejarse llevar. Procure ver a sus amigos y hable con ellos sobre qué tal les van las cosas.

4. Tome medidas para evitar males futuros La gente con suerte enfoca los problemas de manera constructiva. En vez de dejarse llevar por la superstición, aprende de sus errores y busca formas de enfrentarse a lo sucedido por negativo que sea. Así pues, no haga lo que Shelly, que tras varios accidentes de automóvil no se dedicó a mejorar su forma de conducir porque todo lo achacaba a que los coches estaban gafados. Imite a la gente con suerte que aprende de sus errores. Controle la situación y enfréntese al problema con imaginación. 187

Ejercicio Cinco pasos p a r a e n c o n t r a r la solución Una forma constructiva de resolver un problema conlleva cinco pasos básicos. Sígalos y vea los resultados. Primero: no piense que no hay nada que usted pueda hacer para resolver la situación. Decídase a tomar el control y no sea una víctima de la mala suerte. Segundo: haga algo ya. No la semana que viene, ni mañana. Hágalo ahora. Tercero: haga una lista de sus opciones. Sea una persona creativa. Trate de ver la situación desde diferentes puntos de vista. Haga una sesión de brainstorming consigo misma. Maneje todas las soluciones posibles, no importa lo irracionales o absurdas que le puedan parecer en ese momento. Pida consejo a sus amigos y siga añadiendo soluciones. Cuarto: decida hacia dónde va a dirigir sus pasos. No deje nada en el tintero. ¿Cuánto tiempo le va a llevar? ¿Tiene la habilidad que exige la solución por la que ha optado? ¿Cuáles serán sus consecuencias si la lleva adelante? Por último, lo más importante es -ponerse manos a la obra. A veces, la solución obliga a esperar en vez de hacer las cosas deprisa y corriendo. Si su inacción es parte de un plan y no el resultado de la indecisión, ¡estupendo! Prepárese también para adaptar su propuesta a los cambios que vayan surgiendo. El dominio de sí mismo y la flexibilidad son aspectos importantes para propiciar la suerte. Sin embargo, lo fundamental es que comience a concentrarse en encontrar una solución en vez de quedarse estancado en el problema.

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RESUMEN LOS CUATRO PRINCIPIOS DE LA SUERTE Y SUS DOCE SUBPRINCIPIOS PRINCIPIO NÚMERO 1: MAXIMICE S U S OPORTUNIDADES Principio: Las personas con suerte propician su buena estrella. Subprincipios: 1. La gente con suerte crea y mantiene una sólida «red de la suerte». 2. La gente con suerte adopta una actitud relajada en la vida. 3. La gente con suerte es receptiva y está abierta a nuevas experiencias.

PRINCIPIO NÚMERO 2: SIGA S U S CORAZONADAS Principio: Las personas con suerte toman decisiones acertadas siguiendo los dictados de su intuición y sus corazonadas. Subprincipios: 1. La gente con suerte escucha a su «voz interior». 2. La gente con suerte da los pasos necesarios para estimular su intuición.

PRINCIPIO NÚMERO 3: S E A POSITIVO EN S U S EXPECTATIVAS Principio: Las expectativas de las personas con suerte les ayudan a hacer realidad sus sueños y ambiciones. Subprincipios: 1. La gente con suerte espera que su buena fortuna continúe en el futuro. 2. La gente con suerte trata de alcanzar sus objetivos, aunque sus 189

posibilidades de éxito sean escasas, y no se deja vencer por los fracasos. 3. La gente con suerte espera que su relación con los demás sea fluida y positiva.

PRINCIPIO NÚMERO U-. C A M B I E EL SIGNO DE SU SUERTE Principio: La gente con suerte es capaz de positivar su mala fortuna. Subprincipios: 1. La gente con suerte procura ver siempre el lado positivo de las cosas. 2. La gente con suerte está convencida de que su mala fortuna de hoy puede convertirse en la buena suerte de mañana. 3. La gente con suerte no se regodea en su mala fortuna. 4. La gente con suerte actúa de manera constructiva para evitar males futuros.

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3.

CÓMO ATRAER LA SUERTE

VII. LA ESCUELA DE LA SUERTE

Mi investigación me había obligado a realizar un gran número de experimentos, cientos de entrevistas y miles de cuestionarios. Al tratar de descubrir los verdaderos secretos de la suerte había constatado que no es algo mágico o un don de los dioses. Es un estado mental. Una forma de pensar o de actuar. La gente no nace con suerte o sin suerte, sino que, en buena medida, se la gana con su forma de actuar. Pero el gran descubrimiento fue que una vida con suerte podía explicarse a través de cuatro sencillos principios psicológicos. El primero nos demuestra que la personalidad de la gente con suerte le ayuda a crear, ver y actuar sobre esas oportunidades, aparentemente casuales, que la vida le brinda. El segundo revela que las decisiones acertadas tienen mucho que ver con seguir la intuición y confiar en las corazonadas. El tercer principio explica cómo las expectativas positivas tienen el poder de convertirse en auténticas profecías, y de hacer que los sueños se conviertan en realidad. El cuarto y último principio se refiere a cómo la actitud flexible y la fortaleza de espíritu de este tipo de personas pueden cambiar la mala suerte en buena. Cuanto más pensaba en mi investigación, más convencido estaba de que todavía faltaba una pieza para completar el puzzle. La psicología no consiste sólo en comprender cómo piensan, sienten y se comportan las personas. Se refiere también al cambio y la transformación; a cómo ayudar a la gente a vivir más feliz y más satisfecha. ¿Podrían servir los cuatro principios que había descubierto para aumentar la suerte de la gente? ¿Seria posible no sólo explicar la suerte sino también crearla? 193

El ser humano ha indagado durante muchos siglos la manera de mejorar o de atraer la suerte. 1 Se han encontrado dijes, amuletos y talismanes prácticamente en todas las civilizaciones. Tocar madera procede de los rituales paganos creados para obtener la ayuda de los magnánimos y poderosos dioses. El número trece se considera que da mala suerte porque había trece personas en la última cena de Cristo. Cuando una escalera está apoyada en una pared forma el triángulo que simboliza la Santísima Trinidad. Caminar bajo la escalera rompería la Trinidad y traería mala suerte. Muchas de estas creencias y comportamientos siguen con nosotros. Algunos jugadores creen que tendrán suerte si cortan la baraja con su mano derecha o soplan los dados antes de lanzarlos. Los actores suelen estar convencidos de que tendrán mala suerte si desean, a su vez, suerte a otros intérpretes, silban entre bastidores o dicen las líneas finales de una obra durante los ensayos. 2 Los deportistas también son muy supersticiosos. Investigaciones realizadas a jugadores de baloncesto canadienses mostraron que un 90 por ciento empleaba algún ritual de este tipo; un 80 por ciento creía que era importante encestar la última canasta con espíritu positivo, y el 75 por ciento decía que siempre botaba el balón el mismo número de veces antes de un tiro libre. 3 Incluso los estudiantes, por brillantes que sean, no parecen inmunes a tales comportamientos. Muchos alumnos de Harvard admiten tocar la estatua de John Harvard para que les dé buena suerte antes de entrar en un examen 4 , mientras que los del Instituto de Tecnología de Massachusetts tratan de atraerla acercándose a la escultura del inventor George Eastman y acariciando su nariz. 5 En 1996, Gallup realizó una encuesta entre 1.000 estadounidenses en la que les preguntaba si eran supersticiosos. El 53 por ciento afirmó que lo era un poco, y un 25 por ciento admitió que lo era bastante o mucho. 6 Otra encuesta reveló que el 72 por ciento de los interrogados decía que tenía por lo menos un amuleto de la suerte. 7 Hay también razones para pensar que estos elevados niveles de superstición son sólo la punta del iceberg. Las investigaciones realizadas sugieren que hay mucha gente reacia a admitir que se aferra a estas creencias. Por ejemplo, varias encuestas han mostrado que sólo un 12 por ciento dice que evita caminar bajo una escalera. Un inves194

tigador británico se preguntaba si esto reflejaba la realidad. Para descubrirlo, puso una escalera contra un muro en una calle del centro de una bulliciosa ciudad y cuál no sería su sorpresa al descubrir que más del 70 por ciento de la gente se arriesgaba a caminar en medio de la calle antes que pasar bajo la escalera. 8 Un curioso tributo a la superstición procede del Tesoro de Estados Unidos. En febrero de 2002, decidió emitir una tirada especial de billetes de un dólar con números de serie «de la suerte», por ejemplo los que contienen tres sietes. Estos billetes contenían una inscripción que decía: «Que este dinero de la suerte le traiga éxito y buena fortuna.» Y ¿cuál era el precio de estos «billetes de la suerte» de un dólar? Sencillamente, cinco dólares. 9 Las creencias y los comportamientos supersticiosos han pasado de generación en generación. Nuestros padres nos hablaron de ello y nosotros lo hacemos a nuestros hijos. Y ¿cuál es la causa de esta persistencia? La respuesta está en la suerte. A lo largo de la historia, la gente ha reconocido que la buena o la mala suerte puede cambiar su vida. Que unos pocos segundos de mala suerte pueden tener como consecuencia largos años de lucha, y que esos momentos de buena suerte pueden ahorrarnos una gran cantidad de trabajo y sufrimientos. La superstición es un intento de controlar y mejorar estos factores tan escurridizos, y su perdurabilidad refleja hasta qué punto nos parece importante. En resumen, las supersticiones se crearon y han sobrevivido porque prometen el más escurridizo de los santos griales: una forma de mejorar la suerte. Sólo hay un problema: que no funciona. En el capítulo anterior, vimos que era la gente sin suerte la que tendía a aferrarse a creencias supersticiosas. Hay investigadores que han probado la inutilidad de estas antiguas creencias. Mi experimento favorito en este sentido es un curioso trabajo llevado a cabo por un estudiante llamado Mark Levin. En algunos países, un gato negro que se cruza en tu camino es símbolo de suerte; en otros, todo lo contrario. Levin quería descubrir si la suerte de la gente cambiaba realmente cuando veía un gato negro. Para ello, pidió a dos personas que probaran suerte tirando monedas a cara y cruz. A continuación, soltaba un gato negro para que pasara delante de los participantes y estos jugaban una segunda vez. Luego repetía el experimento utilizando un gato 195

blanco. Tras muchas monedas al aire y muchos gatos pasando por delante, llegó a la conclusión de que ninguno de los animales había tenido efecto alguno sobre la suerte de los participantes. 10 La superstición no funciona porque se basa en ideas antiguas y obsoletas. Procede de un tiempo en el que se creía que la suerte era una extraña fuerza que sólo podía controlarse mediante rituales mágicos y comportamientos estrafalarios. Mi investigación había puesto de relieve los auténticos secretos que se esconden tras una vida con suerte, y yo me preguntaba si servirían para aumentarla. ¿Sería posible hacer que tengan suerte una serie de personas que hasta el momento no la han tenido? ¿Sería posible, incluso, hacer que los afortunados lo sean todavía más? En la Nochevieja de 1999 me encontraba en Londres, en las orillas del Támesis. Estaba rodeado de miles de personas que se habían reunido allí para celebrar el nuevo milenio. A medida que se acercaba la medianoche, me preguntaba si no habría llegado la hora de explorar una manera más científica de enfocar el problema que nos ha preocupado durante miles de años. ¿Sería posible encontrar nuevas formas de tener más suerte? Las ideas que me venían a la mente no eran del tipo de cruzar los dedos, tocar madera o evitar escaleras. Muy al contrario, se trataba de que la gente aplicara los cuatro principios de la suerte. Ya era hora de animarla a sacar los amuletos de sus bolsillos y ponerlos en su mente. Decidí embarcarme en un proyecto para descubrir si seria posible mejorar la suerte de las personas haciéndolas pensar y comportarse como si la tuvieran. Quería enviarles a la Escuela de la Suerte y ver si podían mejorarla poniendo en práctica los principios y las técnicas aparecidas en los capítulos anteriores. Mi proyecto constaba de dos fases. En la primera, me reuní con cada uno de los participantes y les hablé de lo poco corriente del proyecto. También les proporcioné un Cuaderno de la Suerte conteniendo muchos de los cuestionarios y ejercicios que hemos visto a lo largo de este libro y les pedí que rellenaran los cuestionarios. El primero fue el Perfil de la Suerte, de la página 20, que les preguntaba hasta qué punto estaban de acuerdo con cada una de las afirmaciones relativas a los subprincipios de la suerte. El segundo, el Cuestionario de la Suerte, de la página 45, que incluía las típicas 196

descripciones de gente con suerte y sin suerte y les pedía que indicaran hasta qué punto estas descripciones les retrataban. El tercero, les hacía reflejar su grado de satisfacción en la vida, en conjunto y en cinco importantes subáreas: la vida familiar, la personal, las finanzas, la salud y la vida profesional. Si ha seguido los ejercicios que aparecen en los capítulos de este libro, también los habrá contestado. Los dos últimos cuestionarios me proporcionaron una medida objetiva y fiable de los niveles de suerte y de satisfacción con la vida antes de que incorporaran los principios de la suerte a su día a día. A continuación, entrevisté a los participantes para conocer su opinión sobre el papel de la suerte en su vida. Charlamos sobre muchos temas. Entre otros, si se consideraban con suerte o sin suerte, si la suerte afectaba a aspectos concretos de su vida, si eran receptivos, intuitivos, etc. También les pedí que hicieran algunos de los ejercicios descritos en este libro, como por ejemplo «Califique su suerte» (página 157) o «Actitudes frente a la mala fortuna» (página 170). Por último, les describí los cuatro principios y los doce subprincipios de la suerte. Les expliqué que había personas, aparentemente favorecidas por ella, que los utilizaban precisamente para atraerla. Vimos cómo su personalidad les ayudaba a crear, ver y actuar sobre las oportunidades que el azar les deparaba (Principio número 1). Cómo sus decisiones acertadas eran consecuencia de seguir su intuición y confiar en sus corazonadas (Principio número 2). Cómo sus expectativas para el futuro se convertían en auténticas profecías que luego se harían realidad (Principio número 3). Y, finalmente, cómo su flexibilidad y fortaleza frente a la mala fortuna la transformaban en buena (Principio número 4). Esbocé las teorías que respaldan cada principio y las ilustré con extractos de mis entrevistas y los resultados de mis encuestas y experimentos. En definitiva, presenté un resumen de toda la información que usted ha encontrado a lo largo de este libro. En la segunda fase, transcurrida una semana aproximadamente desde la primera reunión, me entrevisté de nuevo con cada uno de los participantes. Les expliqué las técnicas que aparecen después de cada principio y les pedí que las incorporaran a su vida en el plazo 197

de un mes. Creo que éste fue uno de los aspectos más importantes de la Escuela de la Suerte. Para proporcionar una visión clara y directa de cómo se ha estructurado y desarrollado esta parte de mi proyecto, en el próximo capítulo haremos como si usted fuera uno de los alumnos.

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VIII.

APRENDER A TENER SUERTE

Bienvenido a la Escuela de la Suerte. Ya conoce los principios y subprincipios en los que se basa una vida con suerte, así como las técnicas que le ayudarán a pensar y a comportarse como una persona con suerte. Ahora me gustaría que incorporase esas técnicas a su vida diaria y que compruebe sus efectos. Con objeto de que aproveche al máximo su estancia en la Escuela voy a tratar de dirigir sus pasos a través de una serie de etapas que le ayudarán a progresar paulatinamente.

FASE UNO: DECLARACIÓN DE INTENCIONES En la primera fase del proceso debe comprometerse firmando lo que llamaremos «Declaración de la suerte», que consiste en una sencilla declaración de intenciones en la que promete p o n e r en práctica algunas de las técnicas que ya conoce. Esta declaración se basa en una pregunta muy sencilla: ¿Está preparado para invertir una cantidad razonable de tiempo y esfuerzo en incrementar su suerte? Si la respuesta es negativa, no tiene sentido que siga adelante. No tengo una varita mágica para hacer que se convierta, de repente, en una persona de suerte. Las cosas no son así de sencillas. Sin embargo, si está preparado para intentar llevar a cabo alguno de esos cambios, copie la frase que aparece a continuación en una nueva página de su Cuaderno de la Suerte: «Quiero tener más suerte. Por eso estoy dispuesto a cambiar mi forma de pensar y de actuar con tal de conseguirlo.» 199

Selle su compromiso estampando su firma al final de la declaración.

FASE DOS: CREACIÓN DE SU PERFIL DE LA SUERTE Hace poco ha rellenado el formulario correspondiente a su Perfil de la Suerte (ver página 20) y ha calculado su puntuación en cada una de las cuatro secciones del cuestionario (ver final de los Capítulos 3, 4, 5 y 6). Ahora, en una nueva página de su Cuaderno de la Suerte, rellene el cuadro que aparece más abajo copiando los datos correspondientes a dichas puntuaciones y siguiendo el modelo que incluyo a continuación para facilitarle el trabajo. Principio

Su puntuación

Baja/Media/Alta

Su puntuación

Baja/Media/Alta

12

Alta

3

Baja

3. Sea positivo en sus expectativas

11

Media

4. Cambie el signo de su suerte

18

Alta

1. Maximice sus oportunidades 2. Siga sus corazonadas 3. Sea positivo en sus expectativas 4. Cambie el signo de su suerte

Ejemplo: Principio

1. Maximice sus oportunidades 2. Siga sus corazonadas

200

Con este cuadro podrá ver rápida y fácilmente cuál es su p u n tuación en cada u n o de los cuatro principios que son el f u n d a mento de una vida con suerte. También podrá comprobar en cuál de ellos flojea y, en consecuencia, qué aspecto debe mejorar. A la hora de intentar cambiar su suerte, esta información le ayudará a centrarse en las técnicas que más le conviene practicar. Por ejemplo, si su puntuación es baja en el Principio número 2, tendrá que prestar más atención a su intuición. Si obtiene u n a p u n t u a c i ó n media en el Principio número 3, le vendrá bien ejercitarse en confiar más en el futuro. Por el contrario, si es elevada en los Principios 1 y 4, seguro que no necesita mucha ayuda para tener más encuentros con la suerte ni tampoco para cambiar su signo, pues ya la tiene.

FASE TRES: INCORPORACIÓN DE LAS TÉCNICAS Después de cada principio se incluyen una serie de ejercicios y técnicas que le ayudarán a pensar y a actuar como una persona con suerte. Examínelas de nuevo y compruebe cuál o cuáles le convienen para afianzarse en todos los principios. Piense también en cómo puede aplicarlas en el día a día, a lo largo de las siguientes cuatro semanas. Por ejemplo, si quiere mejorar su intuición (Principio número 2) practique las técnicas dedicadas a escuchar a su voz interior realizando los ejercicios titulados «Visite al anciano de la cueva» (página 114) y «Tome una decisión, luego deténgase» (página 115). También puede hacer algo para mejorar su intuición practicando el denominado «Haga meditación» (página 116). Si, por el contrario, necesita mejorar sus expectativas de futuro (Principio número 3), quizás le venga bien revisar los ejercicios asociados con cada uno de los subprincipios (por ejemplo, «Reafirme su suerte» en la página 150 y «Visualice la buena suerte» en página 154) e incorporarlos a su vida diaria. A continuación, encontrará un listado de las técnicas y ejercicios que aparecen a lo largo del libro para ayudarle a identificar con rapidez los que le parezcan más útiles y eficaces. 201

Listado de ejercicios Principio número 1: Maximice sus oportunidades 1. Cree y mantenga una sólida «red de la suerte» Formas de conectar (página 83) El juego del contacto (página 84) 2. Adopte una actitud más relajada Primero relájese, luego hágalo (página 85) 3. Ábrase a

nuevas

experiencias

El juego de los dados (página 87) Principio número 2: Siga sus corazonadas 1. Escuche su «voz interior» Visite al anciano de la cueva (página 114) Tome una decisión, luego deténgase (página 115) 2. Dé los pasos necesarios para estimular la intuición Haga meditación (página 116) Principio número 3: Sea positivo en sus expectativas 1. Confíe en el futuro Reafirme su suerte (página 150) Fije sus objetivos (página 150) 2. Intente alcanzar objetivos y no temer al fracaso Análisis coste-beneficio (página 152) 3. Procure que sus relaciones sean fluidas y positivas Visualice la buena suerte (página 154)

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Principio número 4: Cambie el signo de su suerte 1. Vea el lado positivo de las cosas Busque el tesoro escondido (página 185) 2. Recuerde que la mala suerte puede tener buenas consecuencias Resuija como el ave Fénix (página 186) 3. No se regodee en la mala fortuna Distráigase (página 187) 4. Tome

medidas para

evitar males futuros

Cinco pasos para encontrar la solución (página 188)

FASE CUATRO: SU DIARIO DE LA SUERTE Hasta ahora hemos recorrido las tres primeras etapas de la Escuela de la Suerte. En la número 1, le he pedido que firme u n a breve declaración en la que se compromete a cambiar. En la número 2, hemos revisado su perfil de la suerte e identificado en cuál o en cuáles de los principios debe mejorar. En la número 3 hemos revisado las técnicas necesarias para cambiar y los ejercicios que le ayudarán a pensar y actuar como una persona con suerte. Ahora, llegamos a la fase 4. Es u n a parte vital del proceso en la que le invito a llevar un diario detallado de todo lo bueno que le ocurra a lo largo del próximo mes. Numere las páginas de la 1 a la 30. Al final de cada día dedique unos minutos a anotar las cosas positivas que le hayan ocurrido. No necesita hacer grandes alardes, sólo tiene que escribir unas cuantas frases para dar cuenta de sus encuentros con la suerte. Anote todo lo que recuerde, desde lo más importante a lo que le parezca más trivial. No se deje nada en el tintero. Cada mañana, dedique unos momentos a revisar todo lo que le ha sucedido en el día anterior.

203

FASE CINCO: REFLEXIONES FINALES Para terminar, dos reflexiones fundamentales. La primera, que vaya paso a paso. Comience por conectar con más gente, escuchar a su voz interior y confiar más en el futuro. Después de una semana más o menos, seguro que comprobará que su suerte se ha incrementado. Esto le servirá de catalizador para seguir adelante. Estas pequeñas cosas le ayudarán a darse cuenta de que su suerte va en aumento. Y esto, a su vez, le hará dar un paso más para integrar en su vida los principios y las técnicas que mejorarán su suerte. De esta forma, el proceso continúa. Lento, pero seguro, usted se dirige hacia su meta: convertirse en una persona con más suerte. La segunda, que la fortuna que experimentan las personas con suerte no es el resultado de que los dioses les miren con buenos ojos, o de que hayan nacido con buena estrella. Muy al contrario. A lo largo de estos años he podido comprobar que su forma de pensar les hace felices, tener éxito y estar satisfechos con su vida. Pero no se preocupe. Son gente normal. Son personas como usted y como yo. Y ahora que conoce las técnicas que utilizan, estoy seguro de que podrá ser como ellas. Y todo lo que le costará será ese pequeño esfuerzo al que se ha comprometido en su declaración de intenciones.

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IX.

El DÍA DE LA GRADUACIÓN

Me reuní con cada uno de los participantes en la Escuela de la Suerte transcurridas cuatro semanas desde que les pedí que modificaran su forma de pensar y de actuar y tuve una larga charla con ellos. Durante esta entrevista final, les puse como deberes que revisaran su Cuaderno de la Suerte y respondieran con franqueza a la pregunta de si creían que su suerte había aumentado, disminuido o estaba en el mismo nivel que antes de pasar por la Escuela. También les pedí que rellenaran el Cuestionario de la Suerte y el Cuestionario sobre el Nivel de Satisfacción en la Vida. De esta forma pude analizar los resultados del proyecto desde varios puntos de vista. En la entrevista final, me contaron su impresión personal sobre la influencia de los principios de la suerte. Por otra parte, también tuve la oportunidad de comparar la puntuación obtenida en los cuestionarios en la primera sesión y en la última para medir objetivamente si mis alumnos se habían convertido en personas con más suerte y estaban más satisfechos con los distintos aspectos de su vida. Este capítulo resume, en líneas generales, los resultados de la Escuela de la Suerte. Algunos de los nombres de los participantes y sus experiencias ya se han mencionado, pero se incluyen también otros nuevos casos que usted todavía no conoce.

LA HISTORIA DE PATRICIA Patricia, una joven de veintiocho años de edad, fue una de las primeras participantes en la Escuela de la Suerte. En nuestra primera reunión nos contaba que siempre había tenido mala suerte. 205

No hacía muchos años que trabajaba como azafata en una conocida compañía aérea y ya tenía una bien ganada reputación de gafe. En uno de sus primeros vuelos, una familia se emborrachó armando tal lío que el comandante se vio obligado a tomar tierra para expulsarla del avión. Poco después, otro vuelo tuvo que atravesar una terrible tormenta. Unas semanas más tarde, su aeronave sufrió una averia en el sistema de frenado cuando estaba aterrizando, con la consiguiente alarma y llegada de los bomberos. La mala suerte de Patricia no se queda ahí, también afecta a otros aspectos de su vida. Por ejemplo, cuando toma algún medio de transporte: sea el que sea, siempre llega con retraso. Está convencida de que es gafe y transmite su mala suerte a los que le rodean. No se atreve a desear a nadie buena suerte, pues cree que cuando lo ha hecho sólo ha conseguido que tengan malos resultados en entrevistas y exámenes. En mi entrevista inicial, le pedí que me explicara qué sentía cuando le sucedían estas cosas: «Pues pienso: "¡Oh Dios mío, otra vez no! ¿Por qué no me sucede algo bueno?" Estoy harta. Me paso la vida tocando madera, diciendo "¡Por favor, que me pase algo bueno!". También tengo mala suerte a la hora de comprar. Me suele pasar que si veo algo que me gusta, nunca hay mi talla o, si la hay, alguien me la quita de las manos.» También le pregunté a Patricia si creía que su suerte cambiaría alguna vez. Se mostró bastante escéptica, y me dijo que creía que algunas personas nacen con mala suerte y poco se puede hacer para modificar la situación. Su puntuación en los cuatro principios de la suerte era bastante baja, según se desprendía de su perfil y de la entrevista realizada. Cuando le pregunté cómo le iba en el tema de hacer amigos me explicó que procedía de otra parte del país y, por tanto, todavía no conocía a mucha gente. De todas formas me dijo que era bastante solitaria y también bastante mala a la hora de mantener el contacto con la gente. Como muchas otras personas con mala suerte, Patricia tampoco seguía muy a menudo los dictados de su intuición y... ¡bien que lo sentía! El ejemplo más llamativo de lo poco positivo de esta actitud tenía que ver con su primera relación importante: 206

«Conocí a un hombre que ojalá nunca hubiera encontrado. Seguramente cuando lo hice yo estaba en el lugar equivocado y en el momento menos oportuno. Mi relación con él duró cuatro años y medio. Era un obseso del poder y llegaba al extremo de no dejarme elegir ni lo que quería ponerme: él lo hacía por mí. Su reputación no era precisamente buena. Cuando llevaba sólo dos semanas saliendo con él, mis amigos me advirtieron de que las cosas nunca iban a ir bien; siempre insistieron en que lo dejara. Mi intuición funciona pero no soy capaz de seguirla. No tengo la suficiente confianza en mí misma para hacerlo.» Patricia no esperaba que su suerte cambiara en el futuro; tampoco se las arreglaba muy bien a la hora de enfrentarse con las dificultades o con lo que ella consideraba mala suerte. Le hice las mismas preguntas que a otros muchos de los participantes en mi investigación. Por ejemplo, le pregunté que cómo respondería si hubiera tenido tres citas y todas le hubieran salido mal. Su respuesta fue la típica de las personas sin suerte: «Estaría echa un ovillo gimoteando y pensando: "¡Soy un fracaso, que alguien me ayude!" Suelo ver siempre la parte negativa de todo lo que me sucede. Le doy muchas vueltas a las cosas. Me despierto por la noche pensando en algo que me sucedió hace diez años y todavía sigo diciendo: "¡Ojalá no lo hubiera hecho...!"» Al final de la entrevista inicial le pedí que contestara al Cuestionario de la Suerte. Como recordarán, el cuestionario presenta dos perfiles de personas, con suerte y sin suerte. Le pedí que indicara hasta qué punto se ajustaban a su persona cada una de estas descripciones, asignando a sus respuestas un número en la escala del 1 al 7: entendiendo que el 1 no se ajusta en absoluto y el 7 se ajusta mucho. Le dio un «2» a la descripción de la persona con suerte y un «6» a la de sin suerte. Para obtener su perfil de la suerte, hice la correspondiente sustracción con el resultado de - 4 . Por tanto, su clasificación como persona sin suerte no ofrecía dudas. Luego completó el Cuestionario sobre el Nivel de Satisfacción en la Vida, 207

en el que se le pedía que indicara hasta qué punto estaba satisfecha con el conjunto de su vida y con los diferentes aspectos de la misma, como por ejemplo, la salud, las finanzas, la vida familiar, etc., asignándole un número entre el 1 (muy insatisfecha) y el 7 (muy satisfecha) a cada área. Su puntuación, como podemos comprobar en el gráfico adjunto, mostró claramente lo poco satisfecha que se encontraba con su vida. Puntuación de Patricia en el Cuestionario sobre el Nivel de Satisfacción en la Vida • Antes de la Escuela de la Suerte

En nuestra segunda sesión le expliqué algunas ideas sobre la suerte y analizamos conjuntamente cómo podría poner en práctica algunas de las sencillas técnicas «de la suerte» que se muestran en este libro. Hablamos sobre la importancia de escuchar a su voz interior (Principio número 2: Subprincipio 1), de tener buenas expectativas (Principio número 3: Subprincipio 1) y de evitar regodearse en la mala suerte (Principio número 4: Subprincipio 3). Un mes más tarde, Patricia vino a verme. Se mostraba mucho más satisfecha y feliz y me explicó, muy animada, que su suerte había experimentado un gran cambio. Por una vez, las cosas le iban estupendamente: «Estoy impresionada, muy impresionada. La verdad es que no creía que esto iba a funcionar, pero todo ha cambiado para mí. Es sorprendente: soy otra persona. Todo me sale bien. 208

Nuestra charla me hizo darme cuenta de que algunas personas piensan de manera muy distinta sobre la suerte. Es algo en lo que antes no había caído. Nunca se me había ocurrido pensar en que hay gente que cree en su propia suerte. Eso me abrió los ojos, me hizo reflexionar y decir: "Bueno, pues no hay ninguna razón para que yo no lo haga también." Y a medida que ha ido pasando el tiempo, me han ido sucediendo más cosas buenas. Al principio, eran cosas sin importancia, pero me hicieron sentir más segura y esa nueva actitud empezó a ser lo normal en mi vida. En la primera semana, salí a comprar un abrigo que había visto hacía unas semanas en un escaparate y me había gustado. Suelo tener mala suerte a la hora de ir de compras, me da verdadero terror. Me parecía que tenía pocas posibilidades de que el abrigo siguiera allí, pero hice un esfuerzo y fui a verlo. Para mi sorpresa, seguía en el escaparate. Sólo quedaba ése y era mi talla. Lo compré. Nunca me había pasado, era algo sin precedentes. Otra cosa: casi siempre pierdo el autobús, es como si lo ahuyentara. Pero esa semana parecía que estaba esperando que yo llegara para aparecer. Es realmente sorprendente. Después, pensaba si todo esto sería algo pasajero, pero cuál no fue mi sorpresa al comprobar que la cosa seguía. Ni siquiera tenía que pensar en ello. Todo va sobre ruedas. Ha sido un cambio muy importante. Como el otro día, que mis padres me regalaron por sorpresa un ordenador. Me di cuenta de que había una pequeña pieza que faltaba. Normalmente, lo hubiera dejado, no hubiera hecho nada. Esta vez decidí cambiar el signo de mi suerte y no lo dejé pasar. Fui a la ciudad a buscar la pieza que faltaba. Era una tarde de sábado con mucha gente en la calle y al minuto encontré un aparcamiento. Cuando entré en la tienda me di cuenta de que no llevaba dinero. Salí y justo allí había un cajero, y ¡funcionaba! Cuando volví, ya casi era la hora de cerrar pero hablé con el encargado y me dejó pasar. Encontré lo que buscaba, de hecho era la última pieza que les quedaba. Es alucinante. Parecerá una tontería pero todo esto nunca me había pasado antes. Me apetecía contárselo a todo el mundo.» 209

Patricia había conseguido incorporar también los Principios 2 y 3. Había descubierto la importancia de prestar atención a lo que le dice su voz interior y a ser optimista ante la vida y describía así los resultados: «He tratado de ser más intuitiva. De tomarme algún tiempo para escuchar lo que dice mi voz interior. Al día siguiente de ir a la tienda de ordenadores se me encendió una lucecita. Algo me decía que tenía que salvar lo que tenía entre manos. Así lo hice y, poco después, el ordenador... ¡hizo crack! Pero mi trabajo estaba a buen recaudo y yo muy contenta. El mirar positivamente al futuro también me ha ayudado. Al principio, tenía que esforzarme en pensar: "Hoy va a ser un gran día" y cosas parecidas. Poco tiempo después ya no me hacía falta. Se había convertido en algo automático, en algo subconsciente. Mis padres y mi novio notaron el cambio. Ahora miro al futuro con mucho más optimismo y esto ha tenido un efecto sorprendente. Ya no me considero una persona sin suerte.» Patricia también había descubierto que no regodearse en su mala suerte, mirar el lado positivo de las cosas, relativizar la importancia de las cosas negativas y adoptar una actitud más constructiva le habían sido especialmente útiles: «He tratado de restar importancia a las cosas negativas que me han pasado y de no recurrir a la superstición para librarme de ellas. Me siguen pasando cosas que no me gustan - m i coche se ha estropeado y la televisión no f u n c i o n a - , pero ya no les doy tanta importancia. Están ahí, la diferencia estriba en que no me obsesionan. Antes, si perdía el autobús, ya me parecía que todo me iba a ir mal ese día. Ahora, creo que no tiene importancia, comparado con otras cosas de mi vida. No le doy muchas vueltas y tengo la sensación de que soy yo quien controlo los acontecimientos y no ellos a mí. Cuando se estropeó mi coche, si hubiera sido antes de participar en este proyecto, lo primero que se me habría pasado por la 210

cabeza hubiera sido: "¡Claro, esto siempre me tiene que pasar a mí!" Ahora me digo: "¡Bueno, qué le vamos a hacer, lo voy a arreglar lo antes posible!" Creo que es lo más positivo y constructivo. No tiene sentido hacer otra cosa. Hace unas semanas necesitaba un vestido para ir a una fiesta. Fui de compras y encontré lo que me gustaba, pero no lo compré. Pensé: "Si vuelvo dentro de una semana y sigue aquí es que tengo suerte." Así lo hice y cuando fui ya no estaba. Antes, hubiera puesto el grito en el cielo, me hubiera lamentado de mi mala suerte y no hubiera ido a la fiesta. Ahora, lo tomé positivamente y me dije: "Seguro que habrá algo mejor." En efecto, miré y encontré un traje que me gustaba mucho más y que era más barato. Fui a la fiesta y lo pasé estupendamente.» Al finalizar el curso le pedí a Patricia que valorara hasta qué punto su suerte había mejorado. Me dijo que había aumentado por lo menos en un 75 por ciento. Finalmente, le pedí que hiciera de nuevo el Cuestionario de la Suerte y el del Nivel de Satisfacción en la Vida. Antes de pasar por la Escuela su puntuación en el primero era de -4. Después, se había elevado a +3. Patricia se había convertido en una persona con suerte y, además, satisfecha con todos los aspectos de su vida Puntuación de Patricia en el Cuestionario sobre el Nivel de Satisfacción en la Vida

211

La historia de Carolyn Durante su primera semana en la Escuela de la Suerte, Carolyn contaba hasta qué punto la mala suerte la había acompañado durante toda su vida: «No es que las cosas me hayan ido mal una, dos o tres veces. No. Me han ido mal, nueve, doce, dieciséis, veinticuatro... En u n a ocasión, no dejaron de pasarme cosas horribles d u r a n t e tres días. Estaba j u g a n d o con mi hija de trece años, metí el pie en un agujero - q u e yo sabía que estaba ahí— y me di un golpe en la cabeza. Pensando que no tenía importancia, cogí el coche y nos fuimos a pasar el fin de semana a unos 300 km de distancia. Me desmayé y me golpeé de nuevo en la cabeza con el resultado de una conmoción cerebral. La medicación que tenía que tomar exigía comer tres veces al día. A la m a ñ a n a siguiente, se me cayó un diente comiendo una bolsa de patatas fritas pero, precisamente por causa de la medicación, no me pudieron reponer la pieza. Y después vino la tercera. El domingo no me podía mover; resultó que tenía problemas también en la base de la columna vertebral. No me había enterado porque lo que tomaba para la conmoción hacía que no me doliera. Tuve que pasar tres semanas en la cama. También tengo mala suerte en el amor. Mi primera pareja era un hombre violento. Todo el m u n d o pensaba que las cosas no iban a ir bien. Le dejé c u a n d o estaba e m b a razada de tres meses porque no a g u a n t a b a más la situación. Cuando le dije que esperaba un hijo, me contestó que me fuera con el niño a otra parte. No le he visto n u n ca más. Conocí a otro h o m b r e del que t u v e otro hijo. Era un tipo encantador, pero a la hora de convivir se convirtió en u n a especie de animal. Como regalo de c u m pleaños me rompió la nariz. Con el dinero me ocurre lo mismo. Mi tía padecía un cáncer y la estuve cuidando d u r a n t e cuatro años. Está-

212

bamos muy unidas y le pedí que me vendiera su casa a un buen precio. Le pareció muy bien y pedí una hipoteca en el banco. El día que íbamos a formalizar la venta tuvo una recaída que no le permitió acudir a la cita. Dos semanas más tarde, lo intentamos de nuevo y esa mañana entró en un coma del que nunca se recuperó. El resultado es que he perdido a mi tía, la casa y tengo una hipoteca que amortizar. Mi mala suerte no se detiene ahí. También afecta a las personas e incluso a los animales que me rodean. A finales del año pasado, mi mejor amigo murió de un linfoma de Hodgkins, y a mi gato le atropello un camión. El día de Nochevieja pensé: "Bueno, es la última noche del año, ya no me pueden pasar más cosas y estoy segura de que ahora todo va a ser distinto." A última hora de la noche recibí una llamada telefónica diciéndome que mi primo acababa de fallecer de repente a causa de una trombosis.» Al final de la cumplimentara el Satisfacción en la de -3 y su grado

entrevista le pedí también Cuestionario de la Suerte y Vida. Obtuvo en el primero de satisfacción era también

a Carolyn que el del Nivel de una puntuación muy bajo.

Carolyn y yo analizamos las formas en las que podría incorporar las técnicas relativas a los cuatro principios de la suerte. Cómo podría adoptar una actitud más relajada (Principio número 1: Subprincipio 2), tener más optimismo de cara al futuro (Principio número 3: Subprincipio 1), mirar el lado positivo de las cosas (Principio número 4: Subprincipio 1) y tomar las medidas necesarias para evitar males futuros (Principio número 4: Subprincipio 4). Cuando Carolyn volvió, un mes más tarde, era otra persona: «Estoy realmente sorprendida. Cuando empecé no estaba nada segura de que las cosas fueran a ir así. Pero sólo han pasado u n a s pocas semanas y todo ha cambiado. Soy u n a persona con más suerte. Hasta mis amigos han notado la diferencia. Sonrío más, soy más positiva y no voy por ahí lamentándome de mi sino. Es muy agradable no tener el cartel de eterna perdedora. Soy más feliz y estoy encantada de cómo han cambiado las cosas. Si vuelvo la vista atrás todo me parece muy extraño, parece que todo aquello ya no tiene nada que ver conmigo.» Carolyn cree que gran parte de su buena suerte reside en su optimismo de cara al futuro (Principio número 3: Subprincipio 1): «Comencé por acostumbrarme a tener expectativas más positivas. Me las decía a mí misma y luego las escribía y me lo imaginaba. Me convencí de que iba a salir con éxito de casi todo. Una tarde fui al bingo y gané. La semana siguiente volví y gané de nuevo. ¡Dos semanas seguidas! Antes eso me había pasado cada seis meses más o menos. Unas pocas semanas más tarde, lo intenté de nuevo y volví a ganar. Mi mejor amigo tenía muy mala suerte, así que le pasé la lista que tareas que usted me había dado para que probara aunque no fuera más que durante una semana. Apostamos bastante en el bingo y ganamos, también en las máquinas. Lo mismo pasó en las carreras de caballos. Estaba como loca. Era fantástico, lo mejor que me había sucedido en muchos años.»

214

Como a Patricia, a Carolyn le habían parecido muy bien las diversas técnicas para aprender a ver el lado bueno de las cosas (Principio número 4: Subprincipio 1) y para enfocar de manera más positiva la mala suerte cuando sale a nuestro encuentro (Principio número 4: Subprincipio 4): «Ver el lado positivo me ha hecho sentir mucho mejor. Incluso a la hora de conducir, no estoy tan tensa y he podido evitar más de un accidente. Todos los días tengo que ir a llevar y a recoger a mi hija al colegio. Pues bien, esta mañana una mujer casi me da un golpe y en vez de empezar a vociferar le resté importancia y pensé: "¡Vaya, he tenido suerte, no ha pasado nada!" Al estar más relajada, mi forma de conducir también lo es y me siento mucho mejor. Hace unas semanas decidí que tenía que controlar mis problemas. Que tenía que pensar en resolverlos en vez de achacarlos a la mala suerte. Mi casa se estaba cayendo a pedazos, así que llamé a la junta del barrio para hablar con la persona encargada del tema. No me devolvió la llamada. Insistí, pero no podía hablar conmigo porque estaba muy ocupada. En vez de dejar las cosas correr, seguí intentándolo. Pensé que valía la pena que me tomara la molestia de hacer unas cuantas llamadas aunque tuviera que perder tiempo. Como no me hacía caso, decidí preguntar por la persona ayudante del director y le expuse todas mis quejas. Se puso en contacto con la responsable del tema y la cosa funcionó. En un par de días estaban en casa y dieron el visto bueno para que se procediera a efectuar los arreglos necesarios. Ya está todo en marcha. Llevaba tres años y medio en esta situación y la he resuelto en pocos días. Y todo por pensar que tengo buena suerte en vez de creer que nada puede cambiar.» Al final de la entrevista, Carolyn dijo que su suerte había mejorado en un 85 por ciento. Su puntuación en el cuestionario final mostró que su nivel de suerte había pasado de un -3 a un sorprendente +6, y la referente a su satisfacción en la vida también dio cuenta de grandes mejoras en todos los aspectos. 215

OTROS GRADUADOS Patricia y Carolyn sólo eran dos de los muchos ejemplos de gente que ha pasado brillantemente por la Escuela de la Suerte. Al comienzo del curso, Robert se consideraba una persona con poca suerte. Había tenido experiencias negativas en sus vacaciones y nunca ganaba ningún concurso. Estaba decidido a darle más oportunidades a la diosa fortuna (Principio número 1: subprincipios 1, 2 y 3). A su vuelta, semanas más tarde, describía cómo lo consiguió: «Lo de aprovechar las oportunidades parece que funcionaba. Así que no dejé pasar ni una. Pensaba: "¿Por qué no intentarlo?" El otro día, que estaba escuchando la radio y había un concurso, dijeron que a la novena persona que llamara se le haría u n a pregunta muy sencilla y que si la contestaba ganaría un CD. La primera vez no llamé. Cuando lo escuché la segunda, pensé: "Bueno, ¿y por qué no? ¡Es una oportunidad!" Sabía que no tenía muchas bazas, pero al mismo tiempo me decía: "Sólo te va a costar el precio de una llamada y... será tan bonito oírse en la radio..." Así que llamé y, por pura casualidad, fui la novena persona en hacerlo. El locutor me hizo la pregunta, la contesté correctamente y gané un disco de Cher. Fue muy divertido. Iba a salir en antena cinco minutos más tarde. Así que me dediqué a llamar a mis amigos para decirles que, si querían, podían escucharme. La semana siguiente oí el programa otra vez. En esta ocasión no dude ni un instante en llamar. La primera vez que lo hice era el segundo de la lista. Lo intenté de nuevo y fui otra vez el noveno. Me hicieron la correspondiente pregunta, contesté bien, conseguí otro disco y volví a salir en la radio. Éste es el tipo de cosas que no hubiera hecho antes. Ahora son oportunidades que no dejo pasar.» Al nada: En había

final del proyecto, Robert se consideraba una persona afortusu suerte se había incrementado en un 40 por ciento. el Capítulo IV, describí la vida de Marilyn. Recordemos que mantenido dos relaciones desastrosas a pesar de que su voz 216

interior le advertía del peligro. Aceptó participar en la Escuela de la Suerte. Tras unas pocas semanas, Marilyn estaba mucho más animada y afirmaba que su suerte había mejorado en un 40 por ciento. Gran parte de este avance se debía a su mayor capacidad para aprovechar las oportunidades (Principio número 1) y para desarrollar mejores expectativas respecto al futuro (Principio número 3): «Decidí asumir el control de mi vida e introducir algunos cambios. Inicié una nueva etapa profesional como consultora para asuntos publicitarios en una revista y estoy encantada. También voy a organizar reuniones para vender productos Tupperware. Haré la primera el próximo fin de semana. Por otra parte, me animé a enviar una solicitud para participar en un reality show de la televisión. Me pidieron que hiciera un vídeo y se lo mandara. Empecé a pensar en algo que les resultara atractivo. Al final, opté por aparecer saliendo de u n a enorme caja de cartón atada con un gran lazo, exclamando: "¡Sorpresa! Han tenido suerte. Han conseguido el vídeo ganador y yo soy la primera del equipo." Duraba sólo unos minutos, los j u s t o s para contar algo sobre mí y justificar mi deseo de participar en el programa. Me apetece conseguir una entrevista. Creo que lo voy a hacer bien. El año pasado también lo intenté, aunque de mala manera. Debido a mi falta de confianza, tanto la petición para participar como el vídeo fueron horribles. También me va estupendamente en el frente amoroso. Por primera vez escucho lo que me dice mi intuición y me he dado cuenta de que me siento muy bien con él. Vamos a ir a París y hace poco me preparó una fiesta sorpresa el día de mi cumpleaños. Es fantástico. Si tuviera que calificar nuestra relación le daría un 10 sobre 10.»

LA HISTORIA DE JOSEPH Tenía interés en descubrir si se podría incrementar aún más la suerte de los que ya la tienen, así que estaba encantado cada vez que alguna persona afortunada se interesaba por participar en el proyecto. 217

En los Capítulos III y VI conocimos la vida de Joseph, un afortunado estudiante de treinta y cinco años. Como recordarán, cuando era adolescente, Joseph tuvo muchos problemas con la policía. Luego, su vida cambió gracias a una conversación que mantuvo en un tren con una profesora de Psicología que quedó impresionada por la capacidad de análisis del joven y le dijo que estaba segura de que podría ser un buen psicólogo. Joseph reaccionó positivamente, hizo las gestiones oportunas e ingresó de nuevo en la universidad. También aprendió a cambiar el signo de su suerte, relativizando el impacto de las cosas negativas y valorando sus efectos a largo plazo. Todos recordamos cómo afirmaba que su estancia en la cárcel había sido una de las mejores cosas que le habían sucedido en la vida. Cuando aceptó participar en la Escuela de la Suerte, estaba a punto de acabar su licenciatura y esperaba trabajar como terapeuta. Cuando nos reunimos para hablar del proyecto, le pedí que rellenara el Cuestionario de la Suerte y el del Nivel de Satisfacción en la Vida. No creo que haya sido por casualidad el que haya obtenido un +5 en el primero y que afirmara que su grado de satisfacción en los distintos aspectos era muy elevado. Pero, ¿sería posible hacerle todavía más feliz? Puntuación de Joseph en el Cuestionario sobre el Nivel de Satisfacción en la Vida • Antes de la Escuela de la Suerte

218

Cuando revisamos las técnicas que la gente con suerte utilizaba para atraerla, Joseph pronto se dio cuenta de ya estaba utilizando alguna, pero estuvo de acuerdo en que tenía que hacer un esfuerzo para mejorarlas todavía más. En concreto, pensó que podía beneficiarse de reducir el impacto de la mala suerte (Principio número 4; subprincipios 1, 2, 3 y 4). También hablamos de cómo podría incrementar su capacidad de ver y aprovechar las oportunidades que surgen naturalmente (Principio número 1: subprincipios 1, 2 y 3). Un mes más tarde me reuní de nuevo con Joseph y me contó sus adelantos. Comenzó por describir cómo se las había arreglado para mejorar su capacidad de ver el lado positivo de las cosas (Principio número 4: Subprincipio 1): «Me pasaron un par de cosas bastante malas y me hubiera venido abajo si no hubiera sido capaz de ver que, a la larga, sus resultados podían ser positivos. Una de ellas se refiere a mi hijo. El otro día llegué a casa y mi mujer me dijo que tenía que hablar con él porque le habían cogido robando comida en la cafetería de la escuela. Es la primera vez que lo hace y, afortunadamente, le han pillado. De esta forma puedo reforzar el mensaje de que ése no es un buen camino a seguir. Es una suerte el que lo hayan visto; ése no fue mi caso. Yo seguí adelante pensando que era invencible y me lo tomé como un reto. Luego pasó lo que pasó. La otra tiene que ver con una compañera de clase a la que no conocía mucho pero con la que hablaba de vez en cuando. Le diagnosticaron un cáncer y estaba recibiendo quimioterapia. El martes pasado murió. Estaba muy triste, pero me consolé pensando que quizás era un mensaje para que dejara de fumar. Ella era una gran fumadora y murió de cáncer, posiblemente había llegado la hora de que yo tomara cartas en el asunto. Estoy pensando muy de veras en no fumar ni un cigarro y cuidar más mi salud.» Joseph también había conseguido aprovechar más las oportunidades que se le presentaban (Principio número 1: subprincipios 1, 2 Y 3): 219

«Gran parte de mi buena suerte se ha concentrado en las oportunidades que me han salido al paso. Parecen cosas sin importancia, pero en realidad la tienen. El otro día caminaba junto a un compañero. No le conozco mucho pero pensé que estaría bien hablar con él. Le saludé y le pregunté qué tal le iban las cosas. Luego le comenté que estaba preparando la estadística y que el profesor me había recomendado un libro que era bastante caro. Tuve la suerte de que él lo tenía y me lo regaló porque ya había aprobado la asignatura. Hace unas pocas semanas, me dirigía al garaje a coger el coche cuando vi un papel en el suelo. Normalmente no le hubiera prestado atención, pero esta vez pensé: "¿Y si es una oportunidad, un billete de lotería o algo por el estilo?" Lo cogí y con gran sorpresa descubrí que debajo había un billete de 20 dólares. Cuando lo voy a retirar del suelo me doy cuenta de que no es uno sino... ¡cinco billetes de 20 dólares! y abandonados en medio de la calle. Pero lo mejor de todo es que me ha llamado un cazatalentos. Colaboro de manera voluntaria con una ONG que ayuda a la integración social de gente discapacitada mentalmente. Otra organización que conocía lo que hacía se ha interesado por mí y me ha hecho una oferta para un puesto del mismo tipo, pero remunerado. Mi trabajo consistirá en analizar los casos de personas discapacitadas con mayor posibilidad de integración y valorarlos. Inicialmente trabajaré a tiempo parcial, pero es perfecto porque podré compaginarlo con mis clases en la universidad. Es justo lo que estaba deseando encontrar. En fin, todo ha ido fenomenal. Mucho mejor de lo que yo esperaba. Siempre he sido positivo, pero ahora mucho más. La gente ha notado el cambio en mi actitud y también me ha respondido bien.» Joseph dijo que su suerte había aumentado en un 50 por ciento. Los resultados obtenidos en su Puntuación de la Suerte han pasado de +5 a +6. Los del Cuestionario sobre el Nivel de Satisfacción en la Vida también avalaban la realidad de esta impresión subjetiva. 220

En total, un 80 por ciento de las personas que participaron en la Escuela afirmó que su suerte había aumentado. Por término medio, el porcentaje de aumento era de un 40 por ciento. Tras pasar por la Escuela, sus puntuaciones revelaban que los que no tenían suerte o la tenían mala habían pasado a convertirse en personas afortunadas y los que ya la tenían, lo eran todavía más. Quizás lo más importante, como se muestra en el gráfico de la página siguiente, es que estaban mucho más satisfechos con todos los aspectos de su vida. 1 Las investigaciones realizadas previamente habían demostrado que la gente podía incrementar su suerte comportándose como lo hacen las personas que ya la tienen. Mi Escuela ha probado que el pronóstico era correcto. La gente sin suerte ha cambiado su signo y la gente con suerte ahora tiene más. Sólo en el curso de un mes, los efectos han sido sorprendentes. Todos han sabido aprovechar mejor las oportunidades que se les presentan, han tomado decisiones provechosas, han dado pasos importantes para la consecución de sus objetivos o para la realización de lo que consideraban un sueño. Han encontrado formas de cambiar el signo de su suerte, de hacer que las cosas que en principio parecen negativas sean positivas. Y quizás lo más importante de todo: están mucho más satisfechos con los distintos aspectos de su vida. 221

HACIA UN FUTURO CON MÁS SUERTE Al comienzo del libro describí cómo mi pasado como profesional de la magia me había llevado a interesarme por la psicología académica. Necesitaba entender la manera en que mi público percibía el mundo para poder crear trucos que le subyugaran y entretuvieran. Ahora, al final de mis investigaciones, he llegado a la conclusión de que existe u n a profunda conexión entre mi antiguo trabajo y mi investigación. Antes parecía que podía hacer posible lo imposible. Los objetos desaparecían y desafiaban las leyes de la gravedad. Aserraba a una persona por la mitad y aparecía sin daño alguno. Durante unos minutos, o unas horas, el mundo se transformaba en algo m u y diferente. De igual forma, mi investigación sobre la suerte demuestra la capacidad de transformación que encierra nuestra actitud. Demuestra hasta qué punto la gente puede aumentar su suerte. Cómo cambia y crece. Cómo puede dejar atrás el pasado e ir al encuentro de un futuro más afortunado y satisfactorio. Pero, a diferencia de mis trucos de prestidigitador, esta transformación no es u n a ilusión fugaz creada por la destreza de u n a s manos hábiles, es un cambio permanente y genuino basado en cuatro poderosos principios. Tampoco requiere conocimientos arcanos o 222

años de práctica. Lo único que precisa es un conocimiento sólido de las ideas descritas en este libro y un auténtico deseo de incorporar los cuatro principios y de tener una vida con más suerte. Descubrir los ocultos secretos de la suerte ha sido un viaje largo pero gratificante. Durante miles de años, la humanidad ha reconocido su importancia, pero ha creído que era una especie de fuerza mística sobre la que sólo pueden influir rituales supersticiosos. Ha tratado de aumentarla mediante amuletos y fórmulas mágicas, como tocar madera o evitar el número 13. Nada de esto ha funcionado porque son procedimientos que se caen por su propio peso: están basados en un falso entendimiento de la suerte. La investigación científica ha revelado que la solución está en cuatro principios básicos de orden psicológico. A lo largo de estas páginas hemos visto tanto la teoría en la que descansan esos principios como la práctica para incorporarlos a su vida con objeto de hacerle afortunado si no lo es, o de darle más suerte si ya la tiene. Por supuesto, la decisión es suya: sólo usted puede cambiar su forma de pensar y de comportarse. Antes de tomarla, piense en las repercusiones que puede tener en su vida personal y profesional algo más de suerte. En cómo aprovecharla para ser más feliz con su familia y con sus amigos. Cómo le podría ayudar a encontrar el trabajo de su vida o la pareja perfecta. Cómo le haría llevar una vida más saludable, más feliz y con más satisfacciones. Hacer los cambios necesarios no será difícil ni le costará mucho tiempo. Todo lo que necesita es un auténtico deseo de cambiar y una forma radicalmente distinta de entender la suerte. Su futuro no está escrito. Nadie está destinado a experimentar una cantidad determinada de buena o mala suerte. Usted puede cambiar. Puede propiciar auténticos golpes de suerte e incrementar de forma masiva las veces que se encuentra en el lugar apropiado en el momento oportuno. En lo que se refiere a la suerte, el futuro está en sus manos. Y comienza en este momento.

223

APÉNDICE

CITAS

No sé exactamente cuándo, pero en algún momento mi mente hizo click y comencé a ver la parte positiva de las cosas y no la negativa. Ahora miro a mi alrededor y pienso en lo afortunada que soy.

Michelle Pfeiffer La

suerte

consiste

en

considerarse

afortunado.

Tennessee Williams La diligencia es la

madre de la

buena suerte.

Benjamín Franklin Los que han sí

tenido éxito y no

mencionan

la suerte se están burlando de

mismos.

Larry King Creo que la mayoría de los artistas se preguntan en su fuero interno si su éxito se debe a que son buenos o a que tienen suerte.

Katharine Hepburn La

suerte

es

una

cuestión

de

prepararse

para

un

encuentro

con

las

oportunidades.

Oprah Winfrey No suficiente

basta

la

para

suerte tener

de

tener

talento;

debemos

tener

también

el

talento

suerte.

Héctor Berlioz Corre

a

despertar

tu

suerte.

Proverbio persa 227

No hay nadie con

más suerte que el que cree que la

tiene.

Proverbio alemán No existe la justicia.

Sólo

la buena o la

mala suerte.

Orson Wells En

la vida

todo es cuestión de suerte.

Donald Trump Todos mala na

tenemos

suerte suerte

mala

-quien

y

sigue

cuando

buena

su

suerte.

rumbo-

Quien

estará

persevera

preparado

a

para

pesar

de

recibir la

la bue-

llegue.

Robert Collier Creo firmemente en bajo,

más

suerte

la

suerte y

me doy cuenta

de que cuanto

más

tra-

tengo.

Thomas Jefferson En de

los

crucial

asuntos

exteriores,

importancia;

la preparación,

pero

la

suerte

es

el

buen juicio y

el poder son

esencial.

Dean Acheson, ex secretario de Estado de Estados Unidos Al hombre le gusta ta

ilusión.

mundo,

creer que controla su

El factor X siempre

pero

sin

suerte

no

vas

está a

ahí.

vida,

Puedes

pero sólo es tener

todo

el

una

maldi-

talento

del

ninguna parte.

Kirk Douglas El suerte

corazón

de león

de poder dar el

estaba

en

el pueblo y su

coraje.

Yo sólo

tuve

la

rugido.

Winston Churchill, noviembre de 1954 (discurso con ocasión de su ochenta cumpleaños) Sí,

en

mi profesión

existe eso

que

llamamos suerte pero

sólo

aparece a

las tres de la madrugada. Por eso me encontrarán a esas horas en la biblioteca

tratando

de

encontrarla.

Louis Nizer, abogado La cosas

suerte está nos

dentro

de

nosotros.

Hay

que

exteriorizarla,

hacer que

las

sucedan.

Robertson Davies, novelista

228

NOTAS

Introducción 1

Véase, por ejemplo: Wiseman, R., Deception and self-deception: Investigating psychics, Prometheus Press, Buffalo, Nueva York, 1997. 2

Véase, por ejemplo: Wiseman, R., «The MegaLab Truth Test», Nature, 373, 391, 1995. Lamont, P., y Wiseman, R., Magic in Theory: An introduction to the theoretical and psychological elements in conjuring, Hermetic Press, EE.UU., 1999.

I. El poder de la suerte 1

Bechtel, S., y Stains, L. R., The good luck book, Workman Publishing, Nueva York (1997), pág. 195. 2 The Fortean Times, 153, diciembre 2001, pág. 6. 3

Life's losers, ob. cit., pág. 60. The good luck book, ob. cit., pág. 203. 5 Bandura, A., «The psychology of chance encounters and life paths», American Psychologist, 37(7), 1982, 747-755. 6 Véase, por ejemplo: Williams, E. N., y otros, «Perceptions of serendipity: Career paths of prominent academic women in counseling psychology», Journal of Counseling Psychology, 45, 1998, 379-389. Krumboltz, J. D., «Serendipity is not serendipitous», Journal of Counseling Psychology, 45(4), 1998, 390-392. Mitchell, K. E., Levin, A. S., y Krumboltz, J. D., «Planned happenstance: 4

229

Constructing unexpected career opportunities», Journal of Counseling 8t Development, 77(2), 1999, 115-124. 7 Krumboltz, Ob. cit., pág. 391. 8 Véase Brian, D., Pulitzer: a life, Wiley, John ft Sons, Nueva York, 2001. 9 Wreden, N., How to make your case in 30 seconds or less, Harvard Management Communication Letter, 2002, pág. 3. 10 MacLaine, S., Don't fall off The mountain, W. W. Norton, Nueva York, 1970. 11 The good luck book, ob. cit., pág. 141. 12 Hoy, 13 de octubre, 1995, pág. 7. 13 Roberts, R. M., Serendipity, John Wiley 8t Sons, Nueva York, 1989. 14 The good luck book, ob. cit., pág. 176. 15 Información adicional sobre el tipo de preguntas utilizadas en: Wiseman, R., Harris, R, y Middleton, W., «Luckiness and Psi: an initial survey», Journal of the Society for Psychical Research, 60 (836), 1994, 1-15. Este artículo también describe un experimento que insinúa la posible relación entre la suerte y la habilidad psíquica. Desgraciadamente, este hallazgo no fue desarrollado en posteriores investigaciones.

II. Vidas con suerte y sin suerte 1

Véase, por ejemplo: Greene, F. M., «The feeling of luck and its effect on PK», Journal of Parapsychology, 24, 1960, 129-141. Ratte, R., «Comparison of game and standard PK testing techniques under competitive and non-competitive conditions», Journal of Parapsychology, 24(4), 1960, 235-244. Para una revisión de los trabajos existentes sobre la relación entre la suerte y la habilidad psíquica, véase: Smith, M. D., Wiseman, R., Harris, P., y Joiner, R., «On being lucky: The psychology and parapsychology of luck», European Journal of Parapsychology, 12, 1996, 35-43. 2

Este trabajo fue llevado a cabo en colaboración con el Dr. Matthew Smith y el Dr. Peter Harris. 3 En el experimento participaron 728 personas (245 con suerte, 295 neutrales y 188 sin suerte). Todas rellenaron un cuestionario en el que se preguntaba cuántos boletos compraron y qué números seleccionaron. Tras 230

el sorteo, calculamos sus ganancias o pérdidas y cuántos números habían acertado, haciendo promedio con el número de boletos comprados. Dos tests t no pareados revelaron que entre los grupos con suerte y sin suerte no había diferencias significativas (ganancia/pérdida: df = 431), valor de t (no pareado) = ,41: valor de p (contrastado bilateralmente) = ,68: Media de números contrastados; df = 431, valor de t (no pareado) = ,24, valor de p = (contrastado bilateralmente) = ,1). Este trabajo fue realizado para el programa de televisión de la BBC, Out of this world. 4 Para una puesta al día y una revisión de lo que se ha hecho hasta ahora en relación con la medición del grado de satisfacción en la vida, véase: Argyle, M., The Psychology of Happiness, Routledge, Londres, 2001. 5 En este estudio participaron 50 personas con suerte, 115 neutrales y 35 sin suerte. Se llevaron a cabo seis tests Kruskal-Wallis para comparar las puntuaciones de los tres grupos en cada uno de los temas del Cuestionario sobre el Nivel de Satisfacción en la Vida. Los valores de H resultantes y los valores de p asociados se muestran en el cuadro siguiente: Valor de H (normalización)

La vida en general

38,72

Valor de P (contrastado bilateralmente) ,0001

Vida familiar

8,78

,01

Vida personal

9,25

,01

Situación financiera

21,56

,0001

Salud

13,48

,001

Vida profesional

21,96

,0001

6

Para más detalles, véase: Wiseman, R., y Watt, C., Belief in the paranormal, cognitive ability and extrasensory perception: the role of experimenter effects, Actas de la 45 Convención Anual de la Asociación de Parapsicología, París, 2002. 231

7

Se pidió a los participantes que respondieran a la pregunta: «¿Hasta qué punto confía usted en que le toque la loto esta semana?», con un número de la escala entre el 1 (No confían en absoluto) y el 7 (Confían totalmente). El análisis Kruskal-Wallis comparando las puntuaciones de los tres grupos fue muy significativo (df = 2, valor de H (normalización) = 216,70, valor de p (contrastado bilateralmente) < ,0001).

III. Principio número 1: maximice sus oportunidades 1

Excelente introducción a la investigación de la personalidad: Furnham, A., y Heaven, P., Personality and social behaviour, Arnold, Londres, 1999. 2

El NEO PI fue entregado a 19 personas con suerte ya 14 sin suerte. Unpaired t-tests pusieron de relieve que sus puntuaciones no diferían ni en el nivel de sociabilidad (df = 31, valor de t (no pareado) = -,11, valor de p (contrastado bilateralmente) = ,91) ni en el de control emocional (df = 31, valor de t (no pareado) = 1,06, valor de t (contrastado bilateralmente) = ,30). 3

Un test t no pareado puso de relieve que la gente con suerte tenía un nivel de extraversión significativamente más elevado que la gente sin suerte (df = 31, valor de t (no pareado) = 4,11, valor de p (contrastado bilateralmente) = ,0003). 4 Para una introducción a la investigación psicológica sobre la comunicación no verbal, véase: Aigyle, M., Bodily communication, Routledge, Londres, 1988. 5 Un test t no pareado puso de relieve que la gente con suerte tenía un nivel de neuroticismo significativamente más elevado que la gente sin suerte (df = 31, valor de t (no pareado) = 5,16, valor de p (contrastado bilateralmente) < ,0001). 6 Un test t no pareado puso de relieve que la gente con suerte tenía un nivel de receptividad significativamente más elevado que la gente sin suerte (df = 31, valor de t (no pareado) = 2,09, valor de p (contrastado bilateralmente) = ,04).

IV. Principio número 2: siga sus corazonadas 1

Mi agradecimiento al The Independent On Sunday por su ayuda en esta investigación. 232

2

Para una buena visión de conjunto de este trabajo, véase: Claxton, G., Haré brain tortoise mind, Fourth Estate, Londres, 1998. 3 Moreland, R. L. y Zajonc, R. B., «Exposure effects in person perception: Familiarity, similarity and attraction», Journal of Experimental Social Psychology, 18, 1982, 395-415. 4 Bomstein, R. F., «Exposure and affect: Overview and meta-analysis of research, 1968-1987», Psychological Bulletin, 106, 1989, 265-289. 5 Hill presentó rostros manipulados para asegurar que la distancia entre los ojos y la barbilla fuera lo suficientemente pequeña o grande. Cuando la distancia era pequeña, el rostro parecía pequeño y, cuando era grande, alargado. Se informó de que los rostros correspondían a profesores de la universidad cuyo trato a los estudiantes era muy distinto. A la mitad de los participantes se les dijo que los profesores con el rostro alargado proporcionaban un trato justo y que los dos de rostro pequeño proporcionaban un trato injusto. A la otra mitad se les dijo todo lo contrario: que los profesores con el rostro alargado eran injustos y los del rostro pequeño eran justos. A continuación, se les proporcionaron nuevos rostros anónimos y se les pidió que los calificaran por su aspecto. Uno de ellos era alargado y el otro pequeño. Los resultados fueron sorprendentes. Los participantes a los que se les había dicho que las caras alargadas correspondían a profesores justos estimaron que la persona con cara alargada era mucho más justa que la de rostro pequeño. Por el contrario, los participantes a los que se les había dicho que las caras alargadas correspondían a profesores injustos calificaron a la persona de rostro alargado como menos justa que la de rostro pequeño. Cuando se les pidió que explicaran la razón de su decisión, ninguno mencionó la posibilidad de estar influido por los rostros indicíales. Parecía que su respuesta estaba guiada por su intuición. Pero, sin saberlo, habían detectado inconscientemente un modelo en los rostros iniciales y lo habían aplicado a los nuevos. Sin darse cuenta, su inconsciente les había hecho tener una corazonada sobre estas nuevas personas y verlas de una forma predeterminada. Para más información, véase: Hill, T., Lewicki, P., Czyzewska, M., y Schuller, G., «The role of leamed inferential encoding rules in the perception of faces: effects of nonconscious self-perpetuation of a bias», Journalof-Experimental-Social-Psychology, 26(4), 1990, 350-371. 233

6

He llevado a cabo también este experimento mostrando a los analistas de rostro alargado como los fracasados y los de rostro pequeño como los de éxito. Con estas premisas, el número de personas que eligieron al analista 1 desciende del 90 por ciento al 50.

V. Principio número 3: sea positivo en sus expectativas 1

166 personas participaron en este estudio (39 con suerte, 99 neutrales y 28 sin suerte). Se les pidió que valoraran la posibilidad de que les sucediera en un futuro los hechos de la lista, asignando a cada uno un número entre el 0 (Nunca sucederá) y el 100 (Seguro que sucederá). Los resultados de los análisis Kruskal-Wallis comparando los grupos se muestran en el cuadro siguiente. Los datos iniciales para este estudio fueron recogidos en colaboración con los doctores Matthew Smith y Peter Harris.

Va a ser admirado por sus logros

Valor de H (normalización]

Valor de P (contrastado bilateralmente)

17,02

,0002

Un viejo amigo le va a visitar

7,01

,03

Va a tener muy buena relación con su familia

7,68

,021

Va a realizar al menos una de sus más deseadas ambiciones

13,52

,001

Le van a dar 100 euros para un capricho

14,26

,0008

Va a pasarlo muy bien en las vacacions

28,74

,0001

Parece más joven de lo que es

4,56

,10

Alguien le va a decir que es usted inteligente

15,08

,0005

Puntuación media

23,41

,0001

234

J

2

Los resultados de los análisis Kruskal-Wallis comparando los grupos se muestran en el cuadro siguiente: Valor de H (normalización)

Valor de P (contrastado bilateralmente)

Va a ser víctima de un atraco

1,92

,38

Va a intentar suicidarse

7,32

,03

\

Va a sufrir una grave depresión

11,08

,004

Va a tener problemas con el alcohol

2,27

,32

Va a elegir una carrera equivocada

1,54

,46

Va a padecer insomnio

9,90

,007

Va a engordar mucho

7,32

,03

,26

,88

8,17

,02

Va a contraer meningitis Puntuación media

3

Rosenthal, R., y Jacobson, L. F., Pygmalion in the classroom Holt, Rinehart, ft Winston, Nueva York, 1968. 4 Para una revisión de este trabajo, véase: Snyder, M., «When belief creates reality», en L. Berkowitz (Ed.), Advances in experimental social psychology, vol. 18, Academic Press, Nueva York, 1984, 248-306. 5 Para una revisión de este trabajo, véase: Scheier, M., y Carver, C., «Dispositional optimism and physical well-being: the influence of generalised outcome expectations on health», Journal of Personality, 55, 1987, 169-210. Kavussanu, M., y McAuley, E., «Exercise and optimism: are highly active individuals more optimistic?», Journal of Sport and Exercise Psychology, 39, 1995, 1.031-9. Taylor, S. T., y Armor, D. A., «Positive illusions and coping with adversity», Journal of Personality, 64(4), 1996, 873-898. 6 Everson, S., Goldberg, D., Kaplan, G., y otros, «Hopelessness and risk 235

of mortality and incidence of myocardial infarction and cancer», Psychosomatic Medicine, 58, 1996, 113-21. 7 Véase, por ejemplo: Hansen, C., «A causal model of the relationship among accidents, biodata, personality and cognitive factors», Journal of Applied Psychology, 74, 1989, 81-90. Furnham y Heaven, ob. cit., págs. 194-196. 8 Phillips, D. P., y otros, «The Hound of the Baskervilles effect: natural experiment on the influence of psychological stress on timing of death», British Medical Journal, 323, 2001, 1.443-1.446. 9 Dougherty, T. W., Turban, D. B., y Callender, J. C., «Confirming first impressions in the employment interview: A field study of interviewer behaviour, Journal of Applied Psychology, 79(5), 1994, 659-665. 10 Livingston, J. S., «Pygmalion in management», Harvard Business Review, septiembre-octubre, 1988, 121-130. 11 Snyder, M., Tanke, E. D., y Berscheid, E., «Social perception and interpersonal behaviour: on the self-fulfilling nature of social stereotypes», Journal of Personality and Social Psychology, 35, 1977, 656-666.

VI. Principio número U\ cambie el signo de su suerte 1

Medvec, V. H., Madey, S. F., y Gilovich, T., «When less is more: counterfactual thinking and satisfaction among Olympic medallists», Journal of Personality and Social Psychology, 69 (4), 1995, 603-610. 2

Para información adicional sobre la relación entre el pensamiento contra-factual y la suerte, véase: Teigen, K. H., «How good is good luck? The role of counterfactual thinking in the perception of lucky and unlucky events», European Journal of Social Psychology, 25, 1995, 281-302. 3

Laird, J. D., Wagener, J. J., Halal, M., y Szegda, M., «Remembering what you feel: effects of emotion on memory», Journal of Personality and Social Psychology, 42(4), 1982, 646-657. 4

En este estudio participaron 60 personas (17 con suerte, 32 neutrales y 11 sin suerte). Se les pidió a cada una de ellas que rellenara un cuestionario que contenía tres temas relacionados con conocidas supersticiones («Los gatos negros traen mala suerte», «Romper un espejo trae mala suerte» y «El número 13 trae mala suerte»). Los participantes valoraron cada aseveración con un número de la escala del 1 (en desacuerdo) al 7 (de acuer236

do). Sus respuestas se sumaron para crear una puntuación única; el posterior análisis Kruskal-Wallis reveló que las diferencias entre los grupos eran significativas (df = 2, valor de H (normalización) = 5,39: valor de p (contrastado bilateralmente) = ,07).

VII. La escuela de la suerte 1

Encontrará las viejas raíces de muchas supersticiones en Gwathmey, E., Lots of luck: legand ft lore of good fortune. Angel City Press, California, 1994. 2

Para una revisión de estas supersticiones, véase: Haining, P., Superstition, Sidgwick ft Jackson Ltd., Gran Bretaña, 1979. 3

Buhrmann, H., Brown, B., y Zaugg, M., «Superstitious beliefs and behaviour: a comparison of male and female basketball players», Journal of Sports Behaviour, 5, 1982, 175-185. 4

Vyse, S. A., Believing in magic: the psychology of superstition, Oxford University Press, Nueva York, 1997. 5

Wen, P., «Superstition casts a widening spell», The Boston Globe. Moore, D. W, «One in four americans superstitious», Gallup Poll News Service, 13 octubre 2000. 6

7

Epstein, S., «Cognitive-experiential self theory: Implications for developmental psychology», en M. Gunnar y L. A. Sroufe (Eds.), Self-processes and development. Minnesota symposia on child psychology, vol. 23, Hillsdale, Nueva Jersey, 1993, 79-123. 8 Garwood, K., «Superstition and half belief», New Society, 31 enero 1963, 13-14. 9 RuMarvinstein, S., «What a deal: $ 1 for $ 5. Treasuiy offers "collectible" dollars at rare grennbacks sale in S. F.» San Francisco Chronicle, 6 de febrero de 2002. 10 Levin, M., Do black cats cause bad luck? Ganador del concurso de ensayos Joel Serebin Memorial organizado por los Escépticos del Área de Nueva York, http://www.liii.com/~nyask/cat-report2.html.

IX. El día de la graduación 1

Se pidió a los participantes que rellenaran el Cuestionario de la Suerte y el Cuestionario sobre su Nivel de Satisfacción en la Vida antes y des237

pués de participar en la Escuela de la suerte. Se utilizaron dos tests Wilcoxon para comparar su puntuación antes y después del estudio. Ambos resultados fueron significativos (Puntuación de la suerte: Z (normalización) = -2,51, valor de p (contrastado bilateralmente) = ,01: puntuación media en la escala de satisfacción en la vida: Z (normalización) = -2,04, valor de p (contrastado bilateralmente) = ,04).

238

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