Ribeiro Exclusion Problematizacion de Un Concepto
Short Description
Download Ribeiro Exclusion Problematizacion de Un Concepto...
Description
Exclusión: problematización del concepto1.
Marlene Ribeiro Facultad de Educación – Universidad Federal Federal de Rio Grande do Sul
Resumen
Este trabajo resulta de indagaciones sugeridas por la investigación “Pedagogías de Esperanza en los Movimientos Sociales Populares: Perspectivas para el trabajo, la política y la educación proyectadas por el MST”, que viene siendo desarrollada en la UFRGS. En este texto, se problematiza el uso de la categoría exclusión en lo que atañe a su potencia para identificar si los movimientos sociales populares son capaces de romper procesos de exclusión y encontrar alternativas de trabajo, de relaciones sociales y de educación. Entre las posibilidades de uso de la categoría, se encuentra tanto el respaldo en Marx, cuando éste retrata la génesis de la relación capital-trabajo, como la denuncia sobre la pobreza y la intolerancia en tanto constituyentes de la “nueva cuestión social”. El sesgo sesgo cultur culturali alista sta,, la filiac filiación ión a la sociol sociologí ogíaa durkhe durkheimi iminia nianay nay la imprec imprecisi isión ón conceptual, entretanto, imponen límites a la categoría, que no consigue llegar a la comprensión de la pobreza y del desempleo como producidos por la lucha de clases. Por lo tant tanto, o, no cons consig igue ue apre aprehe hend nder er a los los movi movimi mien ento toss soci social ales es popu popula lare ress como como productores de alternativas alternativas solidarias solidarias para el trabajo, la sociedad sociedad y la educación. educación. Palabras clave: Exclusión – Movimientos Sociales Populares – Educación. Hay casi un consenso, en estos últimos tiempos, en referencia a tratar los problemas de los sectores populares – desempleo, pobreza, desescolarización – como derivados de la exclusión, sea del mundo del trabajo, sea de la protección del estado, sea de las posibilidades de acceso a la escuela y de permanencia en ella. La cuestión que me propongo es entonces: entonces: La categoría exclusión tiene potencia explicativa para el análisis de la realidad de los sector sectores es pop popula ulares res,, princi principal palme mente nte para para identi identific ficar ar si los movimi movimient entos os social sociales es populares están siendo capaces de romper procesos de exclusión y de encontrar alternativas de trabajo, de relaciones sociales y de educación? Me propon propongo go en este este trabaj trabajoo proble problemat matiza izarr la categ categorí oríaa sociol sociológi ógica ca de exclu exclusió sión, n, incorporando al debate lo que me parecen ser algunas posibilidades y límites de uso de esta categoría para la comprensión de procesos que se configuran como una nueva “cuest “cuestión ión social social”. ”. Mas espec específi íficam camen ente, te, conoc conocer er su poten potencia ciall exp explic licati ativo vo para para la comprensión de las acciones que los sectores populares emprenden en el sentido de enfrentar situaciones caracterizadas como de exclusión del trabajo, de la sociedad y de la escuel escuela. a. Mi interé interéss de invest investiga igació ciónn está está orien orientad tadoo a los movimi movimient entos os socia sociales les populares, principalmente a las alternativas que éstos crean para enfrentar la expulsión de la tierra, del empleo y de la escuela. Por el momento, mi propósito no es analizar 1
Traducido por Marcela Woods para uso de la Cátedra “A” de la asignatura Antropología Sistemática I, Organización Social y Política , FFyL-UBA. Artículo publicado en la revista Educacao e Pesquisa , San Pablo, vol. vol. 25, nro.1, nro.1, pp. 35-49, 35-49, ene/jun ene/jun de 1999. 1
esos movimientos ni las posibles alternativas por ellos creadas, porque ello me alejaría mucho del objetivo pretendido para este texto; me propongo solo averiguar si el concepto de exclusión alcanza a explicar, mas allá de las situaciones de exclusión social, las acciones que los movimientos sociales populares desarrollan en el enfrentamiento de tales situaciones. 2 No pretendo agotar el tema, sino incorporar algunos elementos que permitan abrir el debate sobre el concepto de exclusión que, en el análisis de la escolarización / no escolarización de los sectores populares, vino a sustituir los conceptos de marginalidad (de la sociedad y de la escuela) y de fracaso escolar. En cuanto al de marginalidad, usado, entre otros, por Saviani (1983), se explica que este concepto estaría limitado porque el creciente aumento de la pobreza, en vista del desempleo estructural y tecnológico, habría obstruido los poros que permeabilizaban la relación sistema/margenes, “despotencializando”, también, el concepto referido a esa relación. En cuanto al de fracaso escolar, también concebido en el ámbito de la posibilidad de inserción social, es rechazado tanto porque es cada vez mas nítido el agotamiento de esa posibilidad, cuanto porque el término parece señalar a las poblaciones expulsadas en y de la escuela como autoras de su “fracaso”, a pesar de los esfuerzos en la dirección de caracterizar la “producción social del fracaso escolar” (Patto, 1990). Tampoco me propongo revisar toda la vasta literatura, principalmente francesa, que usa la noción de exclusión para comprender la cuestión social, teniendo como referencia el aumento de la pobreza. Voy a situar un poco el surgimiento del concepto y destacar algunos enfoques sobre la cuestión de la exclusión, en los que pretendo fundar mi pretensión inicial de problematizar el uso de la categoría exclusión, apuntando sus posibilidades y límites. En principio, el estado de exclusión es viejo como la humanidad y se refiere a procesos de segregación justificados bajo diferentes motivaciones. Por cuestiones religiosas, ha sido explicada la segregación milenaria de los parias en la India y, mas recientemente, de los católicos en Irlanda; por cuestiones de salud, ha sido explicada la segregación de los leprosos en la antigüedad y de los HIV-positivos en la modernidad; por cuestiones políticas, han sido explicados el ostracismo entre los griegos y el exilio de subversivos modernos; por cuestiones étnicas, han sido explicadas la segregación y la subordinación del pueblo Maku entre el pueblo Tukano 3, de los judíos alemanes entre los alemanes pretendidamente arios, y de los pueblos africanos negros entre los pueblos descendientes de europeos blancos; por cuestiones económicas, ha sido explicada la segregación de los “vagabundos” en la sociedad inglesa del siglo XVIII y de los “no empleables” en la sociedad contemporánea globalizada, estos últimos colocados como objetos privilegiados de estudios sobre procesos de exclusión. En el sentido actual que la sociología le confiere, hay indicios de que el concepto exclusión ha aparecido en Francia, ya en las décadas 50/60, cuando los cientistas sociales vieron sacudida su atención por el aumento de las poblaciones situadas fuera del mundo del trabajo, constituyendo una pobreza que los economistas clasificaban como “residual”. En esa época, empieza a tornarse visible el empobrecimiento acentuado de una parte considerable de la población francesa en relación a la prosperidad de otra parte. Hélene Thomas (1997) hace referencia a la obra de René Lenoir 4, que había despertado mucha atención, dando inicio a un cambio en la representación del fenómeno de la pobreza en 2
La investigación se encuentra en la fase de construcción de conceptos, en la que se traba una relación dialéctica entre las referencias teóricas adoptadas y los sujetos participantes de la investigación. Con su avance serán abordadas algunas alternativas que los trabajadores asentados elaboran para la sobrevivencia y que implican nuevas concepciones/prácticas de trabajo, de relaciones sociales y de educación escolar. 3 Pueblos indígenas que habitan el estado de Amazonas. 2
la Francia desarollada. El autor citado por Thomas mostraba esa pobreza como un hecho que ya no podía mas ser ignorado e, inclusive que los mecanismos de seguridad del estado-providencia no eran adecuados al aumento creciente de un determinado tipo de personas pobres. El autor criticaba ciertas interpretaciones que caracterizan la “nueva pobreza” como un caso de inadaptación social (Lenoir, 1974, apud Thomas, 1997, p. 35). En Brasil, Luciano Oliveira (1997), al intentar caracterizar la realidad que da contenido a la exclusión social, identifica obras en las que, ya en los años 70, aparecía la denuncia sobre la exclusión vista como derivada sea del modelo económico, sea de la mirada etnocéntrica que discrimina pobres y determinadas etnias y razas. Oliveira también reconoce situaciones de discriminación y opresión identificadas con excluyentes; por lo tanto, resalta la pobreza resultante del desempleo y del subempleo, con todas sus consecuencias, como el fenómeno central dentro de la categoría exclusión. Con referencia a la educación, Miguel Arroyo (1987) cuestiona procesos que excluyen a los sectores populares de la ciudadanía con la justificación de que esos sectores no estarían preparados o “esclarecidos” para ejercerla. En el ámbito de tales procesos pueden ser comprendidas, según Arroyo, las “luchas del pueblo por la escuela y por el saber, tan legítimas y tan urgentes” (1987, p. 79). La noción de exclusión, por un lado, está fundamentalmente ligada a lo que algunos autores llaman la “nueva cuestión social”, referida a una pobreza que, bajo ciertos aspectos, es igual; bajo otros es diferente, por eso nueva, de aquella que, en el siglo XVIII, mereció estudios bajo las rúbricas de “vagabundeo” y “proletarización”. Pero, por otro lado, como veremos, ella está marcada por movimientos contestatarios a las instituciones presidiarias, pedagógicas y psiquiátricas, en los años 60 y 70, que desembocaron en el Movimiento de Análisis Institucional 5, produciendo estudios que contribuyeron a un proceso de reformulación del tratamiento psiquiátrico, de la formación escolar y de la reeducación de los presos. Destaco, principalmente, las investigaciones de Michel Foucault sobre el nacimiento de la clínica psiquiátrica y sus esfuerzos, por aproximadamente diez años, para validar tales investigaciones que le respaldarían el ingreso y el ejercicio de la docencia en el College de France 6, donde, en su discurso inaugural, caracteriza tres formas de exclusión del discurso .7 La obra de Foucault pone a nuevo el proceso de constitución de las llamadas ciencias humanas y ciencias sociales, desenmascarando la relación entre el control de las poblaciones y la producción de saberes que hacen del hombre, a partir del sigloXVIII, sujeto y objeto de conocimiento (Foucault, 1987a; 1987b). Hay todo un contexto explicativo para las cuestiones de la discriminación, de la opresión y de la dominación, que encuentra sus referencias tanto en el movimiento iniciado en Francia, que, a partir de mayo de 1968, se extendió por Europa, desbordándose hacia otros países fuera de este continente, como en los llamados “nuevos movimientos sociales” de los años 70. Michelle Perrot (1998) y Jacques Donzelot (1993) son autores que trabajan la cuestión de la exclusión, aquella en la perspectiva de privilegiar, en la investigación histórica, la voz de los excluidos y los saberes silenciados de las luchas, este último preocupado con lo nuevo social, ambos motivados por cuestiones instaladas por Michell Foucault acerca 4
Este autor es una referencia para el surgimiento de la categoría sociológica de exclusión, apareciendo tanto en la obra de Castel (1998), como en la de Thomas (1997). LENOIR, Rene. Les exclus. Un francais sur dix. Paris: Ed. du Seuil, 1974. p.28 (apud. Thomas, 1997. p. 35). 5 Ver: Baremblitt (1992); Lapassade (1983). 6 Consultar: Rabinow & Dreyfus (1995). 7 El autor resalta los “tres grandes sistemas de exclusión que refieren al discurso, la palabra prohibida, la segregación de la locura y la voluntad de verdad”. Foucault (1996, p. 19). 3
de la relación entre poder y verdad en el discurso de las ciencias y en las prácticas institucionales. Las investigaciones eran alimentadas por las luchas de liberación de la dominación colonial, por las denuncias contra el totalitarismo comunista y por las críticas dirigidas a la industria cultural, al modelo americano de “sociedad administrada”, masificada y consumista8 y la burocratización del estado social 9. Hay, en esa época, todo un cuestionamiento tanto al rumbo autoritario que tomó la Revolución Rusa como a la teoría en que pretendidamente se fundamentaba el estructuralismo marxista, que, estratificado en categorías estáticas y mecánicas, no daba cuenta de cuestiones localizadas y específicas concernientes a las poblaciones excluidas del discurso oficial de las ciencias y de las prácticas políticas de participación democrática y de protección social. Esas cuestiones de la dominación, de la discriminación y de la opresión, principalmente de las mujeres, de las razas y de las etnías, dan contenido y forma a los llamados “nuevos movimientos sociales” que ponen en cuestión los movimientos obreros tradicionales, las ideas que los sustentaban y, al mismo tiempo, las políticas burocráticas del estado social.10 En grandes trazos, este es el contexto en que se construyó el concepto de exclusión que retrata una realidad de surgimiento de “nuevos pobres”, de luchas libertarias, de desencanto con el vaciamiento de la utopía comunista que alimentó la Revolución Rusa, de insuficiencia tanto de las categorías funcionalistas como de las marxistas para la comprensión de esta realidad compleja. En ese contexto, la presencia de las llamadas “nuevas clases medias” (Goldmann, 1978; Offe, 1992; Santos, 1994) explica, de cierto modo, el desplazamiento de las cuestiones que anteriormente eran dirigidas a lo económico (explotación), hacia lo político (dominación y opresión), y las experiencias de autogestión (Lapassade, 1983, y Goldmann, 1978). El fracaso del “socialismo real” que se completaría en el período 1989/91, y el desvelamiento de las relaciones de poder, sobre las cuales se afirman los modelos de conocimiento tornados “regímenes de verdad”, colocan bajo sospecha los conceptos marxistas de clases sociales, lucha de clases e ideología. Tales conceptos son acusados de no captar realidades nuevas muy fuertes, tales como: a) la discriminación racial; b) la opresión presente en las relaciones de género; c) la subordinación étnica; d) el surgimiento de una población trabajadora heterogénea que modifica la composición del sujeto revolucionario clase obrera; e) la concentración/dilución de los sujetos del capital en corporaciones comerciales, industriales y financieras. De manera que, la realidad que hace al término exclusión afirmar su estatuto sociológico es el desempleo en masa asociado a la reestructuración productiva, a la globalización económica y a la destrucción del estado social, cuyo mejor retrato fue hecho por Viviane Forrester (1997) en Horrror Económico, prescindiendo de mayores comentarios. Por lo tanto, la noción de exclusión, tal como se afirma en la reciente sociología, está impregnada: a) por la emergencia y la afirmación del enfoque culturalista en las luchas de liberación y en los “nuevos movimientos sociales”; b) por las experiencias de autogestión que critican las formas tradicionales de poder; c) por la oposición a la utopía socialista, a la teoría revolucionaria y al sujeto único (marxismo y clase obrera) como conductores de los procesos de transformación social. El cuestionamiento teórico viene 8
Consultar: ADORNO, Theodor W. y HORKHEIMER, Max. Dialética do esclarecimento . Rio de Janeiro: Jorge Zahar, 1997, donde en la página 46 ya aparece la expresión “estar excluido del trabajo” con el sentido de mutilación, tanto para los desempleados como para los empleados, que, como piezas, se vuelven sustituíbles en cualquier momento, según el autor. Atiéndase a que la obra fue escrita en 1944. 9 Ver sobre el asunto: Habermas (1975 y 1987); Goldmann (1978); y Castel (1998). 10 Sobre los “nuevos movimientos sociales” y sus relaciones con el estado, ver : Offe (1992) y Ribeiro (1998). 4
asociado con las denuncias sobre la forma de estado totalitario y burocrático que asumió el comunismo soviético, culminando con el fracaso del “socialismo real”. El descrédito de la llamada “clase revolucionaria” tiene varias explicaciones, entre ellas: el aumento de las clases medias acompañado por la relativa disminución de los obreros no calificados; la configuración reformista y burocratizada que adoptaron los sindicatos y partidos social-demócratas europeos; la combinación de elementos como el desempleo y la “precarización” de las relaciones de trabajo, que fragilizaron a las organizaciones obreras sofocadas por el avance del capitalismo neoliberal globalizado. El retorno de una pobreza expropiada de medios e instrumentos de producción, viviendo en condiciones de miseria absoluta, como en el siglo XVIII, sin embargo sin las perspectivas de proletarización que se afirmaban en el siglo XIX, ni de la seguridad social conquistada en el siglo XX, asume contornos tan visibles al punto de configurar una “nueva cuestión social” que desafía a los científicos sociales. Éstos parecen no tener más a mano una utopía, una teoría y una clase revolucionaria capaces de explicar el presente y de predecir el futuro de esos “nuevos” pobres. Es en el interior de esta “nueva cuestión social” que gana fuerza el concepto de exclusión. No obstante, es justamente en ese contexto y en esa singularidad del concepto, vinculado a la realidad de la pobreza, que me parecen encontrarse sus mayores límites. Comienzo la deconstrucción del concepto por el enfoque del potencial explicativo de la categoría sobre determinados procesos sociales a partir de algunos autores, para, en un segundo momento, abordar lo que pienso que son los límites de la categoría exclusión para una comprensión mas radical de la crisis del modelo neoliberal de escuela, crisis esta que juzgo ser potencializadora de alternativas planteadas por los movimientos sociales populares para la educación. La categoría de exclusión, conforme ya vimos, adquirió visibilidad y fuerza explicativa asociada a la realidad del aumento de la pobreza producido por el desempleo. Como muestra Ferraro (1998), la categoría de exclusión, cuando está referida a la obra de Marx11, tiene una potencia explicativa para la comprensión de procesos históricos de expulsión de la tierra y pérdida de los instrumentos de trabajo, comprensión esta que, según el autor, puede extenderse al examen de procesos escolares. Con un sentido bastante cercano al que le confiere Ferraro, la categoría referida viene siendo trabajada por José de Souza Martins, desde el inicio de los años 80, al tratar los movimientos sociales en el campo dentro de procesos de modernización de la agricultura y de intensificación de los procesos que definen la propiedad de la tierra como reserva de valor, contraponiendo “la tierra de trabajo a la tierra de negocios”(Martins, 1982). En Los Campesinos y la Política en Brasil , el autor afirma que el campesino como un excluido está “ausente en la apropiación de los resultados objetivos de su trabajo, que aparece como si no fuese necesario, de un lado, y como ajeno del otro (Martins, 1983, p.25). En una obra mas reciente, el autor se opone a la noción vaga e imprecisa de exclusión, usada para la comprensión de situaciones de intensificación de la pobreza. Tal noción, de acuerdo con el autor, no sustituye la idea sociológica de procesos de exclusión. En ese sentido, Martins confirma la actualidad de la categoría sociológica exclusión para el análisis de procesos sociales contemporáneos, de carácter mas amplio y permanente, que van mas allá de la pérdida de empleo para volverse “un modo de vida” en que se “crea una sociedad paralela que es incluyente desde el punto de vista 11
La exclusión aparece ya en los estudios clásicos sobre procesos de expropiación de la tierra asociada a la proletarización del campesino. Marx (1982, p. 828-894) hace este análisis en el capítulo “La Llamada Acumulación Primitiva”; la expresión aparece también en análisis sobre los mismos procesos, en la obra de KAUTSKY, Karl. La Custión Agraria. V. I, en que el autor reconstituye procesos de expropiación/proletarización del campesino medieval europeo. 5
económico y excluyente desde el punto de vista social, moral y hasta político” (Martins, 1997, p.34). Haciendo una crítica semejante a la de Martins, Paul Singer (1998) diferencia la realidad de la exclusión, evidenciada por situaciones de desempleo y de aumento de la pobreza, de los procesos históricos fundadores del sentido de la categoría sociológica que explica las diferentes formas y niveles bajo los cuales se efectiviza la exclusión en la actualidad. Luciano Oliveira (1997) también critica el uso indebido e indiscriminado del concepto exclusión, que ocasiona “una cierta dilución retórica de su especificidad”(p. 50). Admitiendo, sin embargo, la realidad de la exclusión, juzga que tanto una visión antidualista, la cual va a las causas del fenómeno, principalmente de naturaleza económica, como una visión ética y política, que nos interroga sobre el tipo de civilización que estamos construyendo, son necesarias para la comprensión de esa realidad. En cualquiera de los casos, parece que los autores, Ferraro, Martins y Singer, fundamentaron la categoría exclusión en procesos históricos que le dan contenido, y por lo tanto potencia, para explicitar los mencionados procesos. Sin embargo, mas allá de las críticas que le hace Martins, la categoría se ha desgastado en análisis superficiales de la escuela, presuponiendo, en sus horizontes conclusivos, luchas por la inclusión que tanto desmerecen el papel de los sujetos de esas luchas, como mantienen el modelo social productor de la exclusión. Hasta hace poco tiempo, la categoría exclusión me parecía la mas apropiada para la comprensión de la crisis de la educación y de algunas alternativas para la escuela que pienso que están siendo propuestas por los movimientos sociales populares. Como los autores anteriormente citados, Feraro, Martins y Singer, buscaba su referencia en el proceso original de constitución de las relaciones capital versus trabajo, analizado por Marx en El Capital (1982). Hoy, a pesar de concordar con la argumentación de estos autores sobre la indicación de los procesos de exclusión como constitutivos de la génesis de la relación capital versus trabajo, pienso que la categoría que ha predominado en la literatura se aleja de tales procesos, de tal forma que corre el riesgo de ser más un concepto funcional a las justificaciones de las políticas públicas compensatorias, como fue el caso de la marginalidad y del fracaso escolar de los sectores populares y como está siendo, en la actualidad, el concepto de renta mínima. (Castel, 1998). Bajo esta óptica, planteo algunas cuestiones sobre los límites de la categoría, comenzando por la definición léxica de la palabra, que aparece en el Diccionario de Lengua Portuguesa, de Aurelio Buarque de Hollanda – exclusión: acto por el cual alguien es privado o excluido de determinadas funciones -, en que en su composición está el prefijo ex (fuera), que separa, corta, inviabiliza la relación. Quiere decir, el sentido, la imagen y la realidad de los excluidos muestran contingentes humanos colocados del lado de afuera de una sociedad cuyos mecanismos de impermeabilización de sus fronteras no permite el retorno o la posibilidad de establecer relaciones con los que están adentro, los incluidos, éstos aterrorizados ante la amenaza constante de ser los próximos a quedar del lado de afuera. La expresión mas concreta de lo que ha sido caracterizado como exclusión, o desempleo, puede ser entendido como expulsión cada vez mas intensa del trabajo vivo de hombres y mujeres, sustituidos por la máquina, como preveía Hegel, que, en 1820, ya usaba el término “excluido” 12. Marx (1982) apuntó la virtualidad contradictoria de la ausencia del trabajo asalariado tanto como expulsión cuanto como liberación del “trabajo alienado”. Recordemos que los trabajadores desempleados actuales, a los 12
“la abstracción de la producción lleva a mecanizar cada vez más el trabajo y, al final, es posible que el hombre sea excluido y la máquina lo sustituya”. Hegel (1990, p. 188). El subrayado es mío. 6
cuales nos estamos refiriendo, (sobre)viven en una sociedad capitalista. En ella, los seres, inclusive los humanos, se encuentran universalizados bajo la forma de mercancías; la relación entre las mercancías es mediada por la mercancía dinero, que el capital estipula como moneda universal para el cambio. Pero, la mercancía fuerza de trabajo que no encuentra comprador en el mercado, es excluida de la posibilidad del movimiento que la pone en relación con las otras mercancías, al ser cortada su relación con el capital en el proceso de trabajo, por lo cual recibe un salario bajo la forma de moneda, para continuar reproduciéndose como obrero. Esa pretendida “liberación” del trabajo es, por lo tanto, contradictoria. Es decir, el obrero todavía permanece en la relación puesto que sus necesidades básicas lo obligan a adquirir mercancías; pero está excluido de la relación puesto que ha sido apartado de la posibilidad de establecer un contrato de trabajo por el cual pueda recibir un salario y comprar aquellas mercancías. En ese caso, la “liberación”, tal como ocurre en la fase de expropiación de la tierra y de los instrumentos de trabajo, analizada por Marx, es mas un despojamiento, del vínculo con el capital por medio del trabajo que le permite reproducirse como trabajador sin que, con esto, esté desvinculado del mundo de las mercancías que necesita para sobrevivir. Mas preso que nunca, el trabajador se encuentra en el límite de su despojamiento, aquel en que parece no haber otra alternativa sino la muerte, en acuerdo con la necesidad de la “quema del estock excesivo de mercancía mano-de-obra” para garantizar los índices de productividad y competitividad exigidos por el proceso de acumulación del capital. Aceptará el trabajador ese designio, este segundo despojamiento que significa la expropiación, no de la tierra y de los instrumentos de trabajo, sino de la propia vida por la eliminación de la vía de la proletarización? Es en el sentido de reconstituir el vínculo roto por el capital por medio de los procesos de reestructuración productiva, de “precarización” de las relaciones de trabajo, de destrucción de políticas de seguridad social, de masacre del sindicalismo, o es en la dirección de aceptar tales condiciones que deben orientarse los movimientos sociales populares y sus propuestas para la educación? Con esta argumentación y preguntas pienso comenzar a mostrar algunas de las dificultades de uso de la categoría exclusión. A mi entender, ésta no llega a captar la relación contradictoria que los sujetos del trabajo continúan manteniendo tanto con el mercado de trabajo, en la inútil búsqueda de empleos perdidos y en la constitución de nuevas alternativas de trabajo, como con el mercado de bienes de sobre vivencia. La categoría exclusión, en ese caso, no solamente pierde la perspectiva de la relación y del movimiento, sino que también asigna a los excluidos un papel de meros observadores, seres amorfos que aceptan la inexorabilidad de su exclusión, obliterando de ese modo, su actuación como sujetos que presionan, que reivindican y que, principalmente, construyen nuevas formas de relaciones entre sí, con la naturaleza y con la producción, por lo tanto, nuevas prácticas/concepciones de educación. Exclusión, en esa perspectiva, me parece frágil por dos razones. Primero, porque la realidad de hoy es diferente de aquella sobre la cual indagó Marx para la comprensión de las relaciones contradictorias que están en la génesis del Capital; o sea, la categoría de exclusión explica, hasta cierto punto, los procesos de expulsión de los empleos, pero se podría decir metafóricamente que es corta para abarcar la contradicción que expulsa al trabajador del mercado de producción y lo mantiene preso al mercado de bienes de consumo, que Thomas (1997) señala como un doble distanciamiento en relación a los sistemas productivo y de consumo. Segundo, porque el uso de la categoría puede implicar la aceptación del orden que excluye, ya que la lucha por la inclusión es también una lucha para mantener a la sociedad que produce la exclusión.
7
Otro límite se refiere al vínculo del concepto con la realidad y con su tratamiento por medio de políticas sociales. Ese tratamiento aparece principalmente en la literatura francesa. Según Thomas (1997), la exclusión propone una nueva forma de problematización de la cuestión social y, consecuentemente, de su tratamiento, que necesita de categorías prácticas para definir las políticas públicas y las respectivas acciones sociales. Como el estado de exclusión que afecta a determinadas poblaciones segregadas, las situaciones que hoy dan contenido y visibilidad al concepto tampoco son nuevas. La miseria, el desempleo, la amenaza de ruptura social por procesos revolucionarios fueron presencias constantes en los siglos que prepararon las condiciones para el capitalismo; estas situaciones se mantuvieron en el siglo XIX cuando el capitalismo se consolidó; se impusieron en el inicio del siglo XX cuando la continuidad de este sistema fue puesta en riesgo después de la Revolución Rusa de 1917 y la gran crisis del período de 1929 a 1933. Esta crisis fue alimentada por la depresión económica, por el desempleo y por la pobreza, componentes bastante actuales. El enfrentamiento de esa crisis puso fracciones de la burguesía en confrontación, teniendo, de un lado, los partidarios de las políticas keynesianas, que fundamentaron la institución del estado social, y del otro lado, los doctrinarios del neoliberalismo13. Estos esperaron cerca de tres décadas para que nuevas condiciones de crisis de acumulación fuesen propicias a la eliminación de un fondo público destinado a la reproducción de la fuerza de trabajo, manteniendo, no obstante, el fondo público destinado a la reproducción del capital (Francisco de Oliveira, 1998). No hay mas interés por el financiamiento público de la reproducción de la fuerza de trabajo, por lo tanto, por su formación, porque, con la aplicación de nuevas tecnologías a los procesos productivos, el obrero pasa a tener un peso cada vez menor en la producción. Se produce, así, el desempleo tecnológico aliado al desempleo estructural, que resulta en la pobreza caracterizada como exclusión de los procesos productivos económicos y sociales, procesos estos de los cuales hace parte la educación pública. Es decir, la realidad de la exclusión o la dimensión de la pobreza que hace visible no puede ser disociada de los procesos de destrucción de un política de derechos de ciudadanía –salud, educación, seguridad, vivienda, regulación del trabajo- instituidos con el estado social. Es para esa pérdida de lugares sociales, garantizados por empleos, por derechos y por reconocimiento, que los científicos sociales la mayoría de las veces dirigen sus críticas, cuando no a los propios organismos estatales de asistencia que definen a los “excluidos”como objetos de políticas de inserción (Castel, 1998). Eso quiere decir que la exclusión está amarrada, en una punta, al desempleo estructural y tecnológico, en que una política de lucro delibera sobre la transformación de los trabajadores en “basura industrial”, y en la otra punta, a la destrucción de toda una legislación de amparo al trabajador, el cual, tornado basura, se presume que no necesitará de ella 14. La exclusión, vuelta instrumento de análisis por la sociología actual tiene el mérito de contribuir a denunciar la intolerancia para con la diferencia, la pérdida de derechos conquistados por la institución del estado de bienestar y, en el límite, la pérdida del derecho a tener derechos (Nascimento, 1994). Ella pone en evidencia la transformación 13
HAYEK, VON MISES, FRIEDMAN, POPPER et al. Sobre el origen y la trayectoria del neoliberalismo, consultar: DIXON, Keith. Les évangelistes du marché . Paris: Raisons D’Agir, 1998; ANDERSON, Perry. Balance del Neoliberalismo . SADER, Emir y GENTILI, Pablo. Pós Neoliberalismo. As Políticas Sociais e o Estado Democratico. Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1995. p. 09-23; y FERRARO, Alceu R. O movimento neoliberal: génese, natureza e trajetoria. In: Sociedade em Debate . Pelotas/RS: Educat/UCPel, 1997. p. 33-58. 14 Castel (1998, p. 519) llega a afirmar que las empresas funcionan cada vez más como “máquinas de excluir”. 8
de la ciudadanía en mercado, y del ciudadano en un consumidor por la negativa, que necesita consumir-se a sí mismo, por no disponer de moneda que le permita hacer cambios en ese mercado. Sin embargo, como reconocen algunos autores, si el concepto de exclusión ofrece plasticidad para mostrar las diferentes facetas bajo las cuales se muestra la “cuestión social”, en esa misma plasticidad encuentra sus límites, principalmente en la indeterminación (Martins, 1997 y Castel, 1998) y en la liquidación de tratamientos específicos adoptados en las políticas sociales que tornan problemática la unidad de la categoría (Thomas, 1998). El vínculo con la pobreza que marca la mirada culturalista sobre la exclusión si, desde un ángulo, contribuye a llamar la atención sobre las diferencias, sobreponiéndose al totalitarismo de la unidad de pensamiento, de raza, de género masculino, de etnía, desde el otro, se detiene mas sobre la problematización de los procesos primarios o secundarios de socialización (filiación/desafiliación y socialización/dessocialización 15), y deja en segundo plano, o inclusive no aborda, las relaciones sociales contradictorias en las cuales están presos los sujetos excluidos y los sujetos que controlan o deciden imponer a los primeros el estado de exclusión. Así como otros conceptos funcionales para la explicación de la cuestión social – marginación, fracaso, carencia, inadaptación – el concepto de exclusión define a los sectores populares por la negativa, ocultando su condición de sujetos sociales que obligan al capital a reaccionar, en la tentativa de librarse de la relación contradictoria que mantiene con el trabajo. La relación de capital se efectúa por la marginación y por la expulsión de los trabajadores de los procesos de trabajo y de participación política. De este modo, la exclusión, como un foco de luz lanzado en dirección a la pobreza, se desvía de los procesos sociales productores de la pobreza y oscurece las acciones de los movimientos sociales como acciones de lucha y de construcción de nuevas relaciones sociales. La categoría exclusión se presta a la compasión, evidenciando una “ideología perversa” que tanto oculta una política deliberada de producción de exclusión, como divide al sujeto ético en dos, colocando de un lado, la víctima sujeta a la exclusión, y del otro el sujeto de compasión. Con el análisis que hace sobre la forma que toma la ideología, en que la ética asume la forma de compasión, Chauí (1999, p. 3) muestra que la victimización de la mayoría de la personas, vueltas “innecesarias y descartables” por la organización de los procesos contemporáneos de trabajo, “hace como que el actuar o la acción queden concentrados en las manos de los no-sufridores, de las no-víctimas que deben traer, de afuera, la justicia para los injusticiados. Éstos, por lo tanto, pierden la condición de sujetos éticos para tornarse objetos de nuestra compasión...” Los límites que percibo en el término exclusión, llevado a la condición de categoría analítica por la sociología francesa desafiada por lo que intitula “la nueva cuestión social”, por lo menos en los autores en que busqué fundamentar mis críticas, pueden ser, de modo general, remitidos a su proximidad con el pensamiento clásico de Durkheim. Esto aparece, por ejemplo, en algunos conceptos como marginación (Touraine y Castel), desafiliación (Castel) y dessocialización (Thomas). Se observan, como trasfondo de sus análisis, los movimientos rebeldes y depredadores de jóvenes de los suburbios parisienses y una pobreza insolente, que remite principalmente a los pueblos migrantes y que se obstina en crecer y mostrarse, ambos desafiando las autoridades, las políticas gubernamentales y los conceptos sociológicos. Estos conceptos no son funcionales para interpretar fenómenos cuya relevancia no cabe en la “inadaptación común”, porque ya no hay un lugar, un empleo, una forma de vida tradicional, una comunidad a la cual “integrarse”. Como en un pase de magia, Touraine (1991) dispone las diferencias, que 15
La autora traduce el término al portugués del francés déssocialzation. 9
antes separaban a las clases entre “los de arriba y los de abajo”, superadas por una sociedad horizontal que separa los que están adentro ( in) de los que están afuera ( out ), sin explicar el movimiento que provoca tal milagro. Su preocupación es que, en la sociedad francesa, la segregación dé origen al ghetto existente en la sociedad americana. El concepto de exclusión focaliza la pobreza en el sentido del asujetamiento como paciente de las acciones del capital y de las políticas de bienestar. Así, coloca al estado social en el horizonte de las luchas por la inclusión (derechos) sin considerar la historia de este estado o las relaciones de fuerza que, en la crisis del período entre guerras, eran favorables a los movimientos sociales y arrancaron conquistas, como reconoce Galbraith16, un liberal keynesiano todavía vivo. Bajo ese enfoque, la categoría exclusión oculta el vaciamiento del estado social y sustenta el discurso justificador de políticas inocuas, como denuncia Forrester (1997). Tal vez sería de buen tino seguir la sugerencia de Jameson (1996) sobre la necesidad de pensar históricamente el presente, principalmente en lo que se refiere a la comprensión del papel del estado en su relación con la sociedad civil, para alcanzar mas claridad sobre los procesos productores de exclusión como “potenciadores” de alternativas de trabajo, de sociedad y de educación gestadas en los movimientos sociales populares. Enmascarando la guerra de clases, la perspectiva de la exclusión confiere la iniciativa de la acción al capital, designando la defensiva o la “resistencia” a los sectores populares. Serán esos sectores sujetos sociales que reaccionan? No se podría leer la exclusión desde el ángulo de la defensiva del capital al avance de los movimientos sindicales, que, históricamente, le vienen imponiendo una constante disminución de las ganancias? Tomando su contrario, la inclusión, la exclusión no es ni pretende ser una categoría móvil. Para ver eso vasta remitirla a la metáfora en que se inspira. De manera que no permite la síntesis, puesto que es una categoría dura, diferente de expropiación/proletarización, cuya síntesis es hecha por el tercer elemento, la organización como negación de la negación (Ribeiro, 1987). Contrariando a Touraine, sugún el cual vivimos en este momento “le passage d’une société verticale, que nous avions pris l’habitude d’appeler une société de classes avec des gens en haut et des gens en bas, á une société horizontale oú l’import est de savoir si on est au centre ou á la périphérie” 17, pienso que mas que nunca, vivimos el momento de la lucha de clases en que la correlación de fuerzas está favorable al capital. Eso no presupone que los sectores populares hayan perdido la capacidad de luchar y de tomar iniciativas. En este sentido, será que el enfrentamiento al capital coniste en la lucha por subempleos, por limosnas del estado social, que hoy son apenas promesas vacías? No serían los movimientos sociales populares capaces de crear sus propias alternativas, subvirtiendo las actuales relaciones de producción, que son relaciones de exclusión?
16
“No seamos reticentes: nosotros los socialmente contratados ( engajados) somos los guardianes de la tradición y de la acción política que salvaron al capitalismo clásico de sí mismo, aunque esa salvación se haya efectuado contra la oposición tenaz y muchas veces vehemente de los que se salvaron”. GALBRAITH, John Kennet. El empleo social hoy ( O engajamento social hoje ). Folha de São Paulo . San Pablo, 20 dic. 98. Cuaderno Mais, p. 4-5. 17 “el pasaje de una sociedad vertical, que teníamos el hábito de llamar una sociedad de clases con personas arriba y personas abajo, a una sociedad horizontal donde lo importante es saber si estamos (se está) en el centro o en la periferia” (Touraine, 1991, p. 8). 10
Algunas experiencias de socio-economía popular y solidaria 18 y la organización de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) – sujetos/objetos privilegiados en mi investigación- están intentando hacer y pensar cosas nuevas, entre ellas, una escuela que reconozca la dignidad del trabajo del hombre y de la mujer rurales 19. Consigue la exclusión captar esta nueva realidad en toda su plasticidad y contradicciones? Pienso que no, y que el viejo, gastado y eclipsado concepto de lucha de clases todavía es pleno de contenido, como algunos análisis van mostrando 20. Es en esta dirección que concluyo este trabajo, afirmando que los límites del concepto exclusión social, identificado con la “nueva pobreza” derivada del desempleo, son, al mismo tiempo, la imprecisión conceptual y el sesgo (bies) ideológico. Apresuradamente, muchos cientistas sociales se adaptaron al realismo conformado contemporáneo y, identificando la obra de Marx como el modelo adoptado por el estado soviético, caracterizaron el marxismo como una meta-teoría. Divergiendo de un posicionamiento hegeliano de “fin de la historia”, veo en la crítica a la economía política hecha por Marx, la posibilidad tanto de concordar con el uso del concepto exclusión para explicitar los procesos originales de expropiación/proletarización, como de refutar el uso de la categoría exclusión para la comprensión del desempleo, productor del estado de pobreza o de exclusión social y educacional. Marx (1982) demuestra, con riqueza de detalles, en los capítulos “Cooperación”, “División del Trabajo y Manufactura” y “La Maquinaria y la Industria Moderna”, el proceso de transformación en la base técnica y en la gestión del trabajo, que constituye y consolida la división social del trabajo. Este proceso es atravesado por una violenta lucha para mantener/romper la relación contradictoria capital versus trabajo a la que están dialécticamente vinculadas las clases sociales. Es, por lo tanto en relación a la producción específicamente capitalista que el concepto exclusión social muestra su imprecisión y su sesgo ideológico. Primero, su imprecisión, porque la dinámica del sistema, tal como explicita Marx en los capítulos arriba referidos, presupone la exclusión cada vez mayor de trabajadores expulsados por la tecnología – conocimiento y ciencia expropiados a los trabajadores – transformada en fuerza productiva que concentra trabajo muerto en la máquina, y, en el mismo movimiento, expulsa el trabajo vivo, o sea, a los trabajadores. Por lo tanto, la exclusión está incluida en la propia dinámica del proceso de producción capitalista, de allí que Hegel (1990), ya antes de Marx, no hizo mas que aprehender esta dinámica. Segundo, su bies ideológico, porque desvía la atención de la lucha de clases, que se da en el corazón de la producción capitalista, hacia la lucha por políticas sociales compensatorias (de inserción y/o de inclusión). En ese sentido, deja de considerar tanto la concepción del estado como árbitro de los conflictos sociales, referida a la sociedad capitalista, como el papel que este estado, históricamente, ha desempeñado en tales conflictos, resolviéndolos de modo de garantizar que las conquistas de los trabajadores 18
Para no escapar al tema, indico publicaciones sobre socio-economía solidaria producidas para asesoría a los movimientos sociales populares y a los trabajadores organizados en cooperativas, por el Instituto de Políticas Alternativas para el Cono Sur (PACS), en la calle Joaquim Silva, 56/8º piso. Rio de janeiro/RJ. Ver sobre el asunto: THERRIEN, Jacques & DAMASCENO, Maria Nobre (org.). Educación y Escuela en el Campo . Campinas/SP: Papirus, 1993; CALDART, Rosell. Educación en Movimiento . Petrópolis: Vozes, 1997; CAMINI, Isabella. Formación del profesor en la perspectiva popular: Contribución para el medio rural; y FILPE, Jane. Nuevas perspectivas para un escuela infantil en los asentamientos de Rio Grande do Sul. In: FISCHER, Nilton Bueno et al. Educación y clases populares . Porto Alegre: Mediacao, 1996. p. 43 – 78. 19 Ver, por ejemplo, CHOMSKY, Noam. Nuevos y viejos ordenes mundiales . San Pablo: Scrita, 1996; CHOMSKY, Noam. La lucha de clases. Porto Alegre: Artes Médicas, 1999; CHESNAIS, Francois. 20 “Rumbo a un cambio total de los parámetros económicos mundiales de los enfrentamientos políticos y sociales”. En: Octubre (1). San Pablo: Xamá, 1998. p. 07-32. 11
se vuelvan, concomitantemente, conquistas del capital. El estado de bienestar social se realiza como un fondo público que garantiza, al mismo tiempo, la acumulación del capital y la reproducción de la fuerza de trabajo (Oliveira, 1998). Algunos pensadores liberales21 se han rendido ante esas evidencias que tenemos dificultades en percibir. Por esa razón, el concepto de exclusión tiene un sesgo ideológico que conduce los movimientos y las luchas en la dirección de políticas sociales, entre las cuales está la educación pública, que, pronunciadas en discursos y hasta reglamentadas en leyes y decretos, no llegan a materializarse en prácticas. El concepto exclusión y sus derivaciones políticas consigue desviar la atención que debería centrarse en la comprensión de la guerra que el capital, en su faceta neoliberal, desata contra el trabajo. Dificulta de ese modo, la formulación de estrategias para el enfrentamiento a la realidad de y al estado de exclusión. Movimientos sociales populares y trabajadores excluidos de los procesos productivos muestran en la práctica, con la creación de alternativas cooperativas y solidarias de producción y consumo, que apuntan hacia una formación/educación diferente, algo que los cientistas sociales y educacionales están con dificultades de captar. Puede ser que sus experiencias de socioeconomía solidaria sean, también, cooptadas por el dinamismo del capital. No lo puedo anticipar; en todo caso, pienso que estas experiencias también proyectan nuevas prácticas/concepciones de escuela que el concepto de exclusión no permite visualizar, o al menos no consigue captar el potencial de cambio contenido en esas experiencias. Esa convicción me autoriza a concluir, retomando el propósito planteado para este trabajo, que el concepto de exclusión no tiene potencia ni para explicar procesos de pobreza y “precarización” de las relaciones de trabajo que inviabilizan el acceso a la escuela y/o la permanencia en ella de los sectores populares, ni para comprender las alternativas que los movimientos sociales populares crean para enfrentar la expulsión de la tierra, del empleo y de la escuela.
21
Me estoy refiriendo en particular a Galbraith, que aparece en la nota al pié nro. 16, y a Keynes. Sobre este último, ver edición conmemorativa del cincuentenario del “hombre que pretendía humanizar el capitalismo”. John Maynard Keynes (1883 – 1946). El último profeta de la economía. Folha de São Paulo, San Pablo, 21 abr. 96. Cuadernos Mais. 12
View more...
Comments