Rezar 15 Días Con Etty Hillesum

March 9, 2017 | Author: Santi Obiglio | Category: N/A
Share Embed Donate


Short Description

15 momentos de oración con Etty Hillesum...

Description

Rezar 15 días con

ETTY HILLESUM

Pierre Ferrière, Isabelle Meeûs-Michiels

REFERENCIAS BIOGRÁFICAS Esther (Etty) nació el 15 de enero de 1914 en Middelburg, Zélande, (Países Bajos), dentro de una familia judía no practicante. Su padre, Luis Hillesum, profesor de lenguas antiguas, luego director del liceo, y su madre Rebeca Bernstein (Riva), la cual hacía poco había emigrado de Rusia con su familia. Dos hermanos le siguieron: Jacobo (Jaap) que llegará a ser médico y Miguel (Mischa), pianista con genio, pero afectado de una fragilidad psíquica (crisis de esquizofrenia). En 1932, Etty comenzó en Amsterdam estudios de derecho. Vivirá allí con sus dos hermanos. Recordemos el contexto de la gran historia, que se hará cada vez más invasivo: en 1933, Hitler es canciller del Reich y hace abrir los primeros campos de concentración en Dachau… Paralelamente a su formación jurídica, Etty estudia la lengua de su madre, el ruso, el cual comprenderá perfectamente y enseñará en privado a algunos estudiantes. Hacia el final de sus estudios, en 1937, Etty se ubica, siendo todavía estudiante, dentro de la mansión de Han Wegeriff, un contador holandés, viudo, no judío, del cual ella será la amante. En julio de 1939, Etty obtiene su licencia en derecho. Pero el contexto histórico se hace envolvente y opresor: el 10 de mayo de 1940, Alemania invade los Países Bajos. La insignia nazi poco a poco va a entrar y controlar la vida de Etty. Desde el 29 de noviembre de 1940, su padre es revocado de su cargo de director del liceo a causa de su afiliación judía. Al comienzo de 1941, el Stadtkommissar de Amsterdam obliga a los judíos notables a constituir un Consejo judío para transmitir sus decretos.

1

Sin embargo, la vida de Etty no parece ser demasiado afectada y sigue su curso. Si vive con sobresaltos, estos resuenan en su afectividad y en su cuerpo. Para remediar estos males, va a consultar a un psicoquirólogo, Julius Spier, judío alemán nacido en 1887 que había debido huir de Berlín y se había refugiado en Amsterdam hacía dos años. El 3 de febrero de 1941 se desarrolla esta primera consulta. Este contacto con Spier hace que Etty salga poco a poco de su crisis. Spier alienta a Etty a escribir para calmar sus fluctuaciones. Pero esta terapia se vincula con una atracción mutua que el uno y la otra viven con pasión y como un verdadero desafío, una tarea enorme. Etty allí nacerá a su genuina personalidad. Su relación, compleja y bella a la vez, continuará hasta la muerte de Spier, el 15 de septiembre de 1942. Los Cuadernos de Etty, que comienzan el 8 de marzo de 1941, aparecen al principio como una simple relectura de sus consultas en lo de Spier.

El mismo día en que Etty se pone a escribir es también el mismo en que se hace censar como judía. El nudo se aprieta sobre los judíos y hay rumores que muestran un plan concertado de exterminio a través de toda Europa: se habla aún de aniquilación y de convoyes que llevan allí…De hecho, desde mayo-junio de 1942, las leyes anti-judías de Nuremberg se aplican estrictamente en los Países Bajos. El Consejo judío pronto es informado de inminentes deportaciones. El campo de Westerbork, al noreste de los Países Bajos, se organiza como campo de tránsito de donde parten los convoyes de deportados. En julio de 1942, Etty dirige una carta de candidatura al Consejo judío, empujada por su hermano Jaap. Casi inmediatamente después de su incorporación, pide su traslado al campo de tránsito de Westerbork, donde tendrá cuatro estadías de trabajo, entrecortadas por vueltas a Amsterdam, necesarias por un agotamiento crónico completo. En el último de esos viajes, tendrá 2

arresto domiciliario en ese siniestro campo, ya no más como “asistente social” de hombres y mujeres demacrados que deambulan por ahí, sino también ella estará a la espera de un convoy. Intentará evitar ese convoy a sus padres y a su hermano Mischa, internados con ella en Westerbork, pero será en vano. Etty, Mischa y sus padres serán embarcados el 7 de septiembre de 1943 en un convoy de 987 personas de las cuales sólo 8 sobrevivirán. Ese 7 de septiembre ella arrojará su última carta, por una ranura del vagón. El 30 de noviembre de 1943, morirá en Auschwitz. Con algunos meses de intervalo, toda su familia conoce la misma suerte. Jaap no será una excepción.

En Westerbork, Etty continuó escribiendo sus Cuadernos. A toda prisa, había puesto los últimos en su bolso de deportada. Los Cuadernos que llevó de Westerbork a Auschwitz se han perdido irremediablemente. En cuanto a los Cuadernos escritos anteriormente, Etty había tenido cuidado de confiárselos a una de sus amigas el 5 de junio de 1943, en el momento de su partida definitiva hacia Westerbork. Así, después de múltiples avatares, nos han podido llegar. El último de esos Cuadernos termina con la fecha del 13 de octubre de 1942. Más allá de esa fecha, y hasta su partida para Auschwitz, disponemos de un grupo de cartas dirigidas por Etty a diversas personas amigas, desde ese campo de Westerbork.

Así hemos esbozado a grandes trazos la trama visible de la vida de Etty. En esta trama se nos invita a tejer nuestra oración al “Dios amigo de la vida” (cf. Sab 11, 26)

3

4

REZAR CON ETTY DURANTE UNOS DÍAS

Un itinerario singular Etty es, después de Gandhi, la segunda figura no-cristiana acogida en esta colección. La audacia de la elección está suficientemente justificada por su itinerario espiritual asombroso y fulgurante. A partir de un sentimiento religioso inicialmente bastante vago y poco consciente, Etty llega a vivir en una presencia de Dios casi ininterrumpida. Como si algo en mí hubiese sintonizado con una oración continua. “Algo reza en mí”, aun cuando río o estoy bromeando. La originalidad de su experiencia y el tono tan particular que ella demuestra, hacen decir a algunos que es “inclasificable” o que “bajo su pluma el nombre de Dios parece despojado de toda tradición”. Si bien su itinerario es atípico y Etty no se ha vinculado nunca a ninguna Iglesia o confesión religiosa, eso no quiere decir, sin embargo, que se haya construido fuera de toda tradición o influencia. Judía y nieta de un gran rabino, aunque pareciera poco instruida en la religión de sus mayores, Etty será muy consciente de su judaísmo y estará vinculada a esa realidad. Especialmente esa adhesión la conducirá a vivir con su pueblo una comunión en nombre de la cual participará en sus sufrimientos. Además, Etty frecuenta también amigos y grandes autores cristianos (Agustín, Dostoïevski,…), lee regularmente la Biblia, siempre al alcance de la mano y del corazón, y cita varias veces palabras tomadas de uno y otro Testamento. Lo que al comienzo no fue en ella más curiosidad o simpatía, con el paso del tiempo se convirtió en una gran proximidad con la herencia del cristianismo. Sin embargo, eso no lleva a concluir que ella hiciese suya esta fe. En efecto, es importante preservar el testimonio de Etty de toda vinculación ilegítima. Si bien es justo con la verdad histórica 5

reconocer su deuda con relación a las tradiciones religiosas judía y cristiana, es necesario al mismo tiempo señalar la independencia que mantuvo con respecto a toda institución religiosa, Iglesia o Sinagoga. Es uno de los aspectos que vuelve sorprendente y poco convencional su itinerario. Y toda conjetura en la que podríamos ser tentados de caer acerca de “lo que hubiese sido de Etty si hubiese sobrevivido a la Shoah” está condenada a no ser sino ficción. Quizá su iniciación espiritual vivida al margen de las grandes tradiciones la vuelven cercana a tantos contemporáneos que parecen conducir su búsqueda a una distancia respetuosa de las religiones “establecidas”… El 5 de junio de 1943, Etty deja definitivamente Amsterdam hacia el campo de Westerbork: boleto “solo de ida”. Entre sus efectos personales, una pequeña maleta rota contiene el Corán y el Talmud… El 7 de septiembre de 1943, Etty sube al vagón número 12 del convoy de la muerte. Deja Westerbork, dirigiéndose a Auschwitz. Su bolso de partida preparado precipitadamente contiene la Biblia… “Ensancha el espacio de tu carpa, despliega las lonas de tu morada, alarga tus cuerdas”, nos dice la palabra de Dios en el libro de Isaías (54, 2). ¡La vida de Etty es un luminoso testimonio de este despliegue!

Etty, maestra de oración Esto la haría seguramente sonreír… Ciertamente, tendremos mucho para aprender escuchando las palabras de su oración. Tantos pasajes, dignos de una antología, son de una belleza impresionante, y sobre todo con un gran aliento para impulsar. Algunos de ellos guiarán también nuestros pasos durante quince días.

6

Sólo que ahora, ¿dónde comienza y donde se detiene la oración de Etty? Cuando Etty dice querer quedarse humildemente disponible, como un pequeño campo de batalla donde puedan serenarse los problemas de su tiempo, ¿reza? Cuando intenta discursos extravagantes a la luna eterna, cuando tanto bien como mal busca cómo vivir las subidas y bajadas que atraviesa, ¿reza? Cuando Etty se expone al riesgo de no descuidar nada, de no eludir las preguntas perturbadoras que a veces la acompañan; cuando se atreve, con un hombre que llega a ser su amigo íntimo, a gustar la alegría de la relación “que la hace sentir plena”, ¿reza? Cuando en el barullo de una sala llena de máquinas de escribir, Etty alcanza interiormente a sustraerse del ruido del ambiente, ¿reza? Cuando está allí para acoger las palabras que, con voz apagada y desgastada, pronuncia una mujer con el vientre redondo por los nueve meses de embarazo y a punto de ser deportada, ¿reza? Permanecer disponible, buscar la manera de vivir, exponerse, sustraerse, estar ahí, ¿es rezar? Más aún llorar, disfrutar, dudar bailar, esperar, cantar, luchar, transpirar, escribir, nacer, ¿es rezar? Un día, en un impulso de todo su cuerpo, Etty se encuentra encorvada por la fuerza de una necesidad interior que la sorprende a ella misma: de rodillas sobre la alfombra de sisal del cuarto de baño y el rostro entre las manos, va a vivir una experiencia íntima, de la cual tendrá pudor de hablar. Y la palabra “oración” parece de repente anodina para describir ese gesto de arrodillarse, cuyo recuerdo toca lo más íntimo de lo más íntimo que se pudiera vivir (NG 334). Porque finalmente, ¿existe algo más íntimo que la relación de un ser con Dios?

7

Lo más íntimo de lo más íntimo: con este giro inclusivo y doblemente superlativo Etty intenta traducir el corazón sagrado de una experiencia. Con dudas y reservas, evoca un momento tan fuerte, que la insuficiencia de las palabras le hacen temer estropearle la belleza. Por eso, adivinamos que rezar con Etty será algo diferente a aprender de ella palabras prolijas, gastadas, convencionales o trilladas; algo diferente también a un piadoso crucero con escalas debidamente anunciadas. En la escuela de Etty, rezar será una aventura, una invitación, desconcertante por momentos, a ofrecer el espacio de todo lo que somos a la íntima Presencia, a no excluir a Dios de nada de lo que nos sale al encuentro. Tampoco nos admiremos demasiado de que el itinerario de oración propuesto por este libro evoque realidades tan diversas como las relaciones con nuestros padres, con nuestro cuerpo, con la muerte, etc. No están lejanas del tema que nos ocupa más que en apariencia. Sí, rezar, ciertamente es programarse pausas de atención y elegir reservar espacios de nuestro tiempo para la escucha interior, para el corazón a corazón del Encuentro. Pero es también permanecer en una disposición en la que la vida toda entera, poco a poco, es tomada por los misterios que ella contempla. A veces decimos “hacer las oraciones”. La vida de Etty nos habla de hacerse oración. Dondequiera que nos encontremos con este libro en las manos, Etty nos dice: ¿No es verdad que se puede rezar en todas partes, tanto en una cabaña de madera como en un monasterio de piedra, y más generalmente, en esta época atribulada, en cualquier lugar de la tierra donde Dios quiera arrojar a sus creaturas? (263) ¿Dispuesto a seguir el camino de Etty? 8

¡En la escuela de una maestra mujer, no dudamos que la lección de oración será especial!...

9

10

DÍA 1: MI CERRAZÓN INTERIOR Estoy en lo de él, yo y mi “cerrazón del corazón”. Él irá volviendo a poner orden en este caos interior, orientando él mismo las fuerzas contradictorias que actúan en mí. Me tomará de la mano, por así decirlo, diciendo: “mira, así hay que vivir.” Toda mi vida he tenido este deseo: si sólo alguien viniese a tomarme de la mano y se ocupase de mí. Tengo energía, no cuento más que conmigo misma pero sería terriblemente feliz de poder entregarme. Y este perfecto desconocido, este Sr. S., este hombre de rasgos complicados, se ocupaba de mí, y en una semana ya había hecho milagros. Gimnasia, ejercicios respiratorios, algunas palabras luminosas, liberadoras, sobre mis depresiones, mis relaciones con los otros, etc. De repente, tenía una vida diferente, más libre, más fluída, se desvanecía la sensación de bloqueo, dentro mío se asentaba un poco de paz—toda esta mejoría bajo la sola influencia, por el momento, de su mágica personalidad, pero no tardará en fundarse psíquicamente, en llegar a ser un acto consciente (12-13). Escuchando como Etty recuerda el punto de partida de su camino de restauración y del despertar a la vida, no podemos más que admirarnos de este rápido recorrido, un recorrido de menos de tres años: desde el 3 de febrero de 1941, día de su primera consulta en lo de Julius Spier, al cual ella designa por una simple “S.” en sus escritos, al 30 de noviembre de 1943, fecha probable de su muerte en el campo de exterminio de Auschwitz, según un comunicado de la Cruz Roja Si bien a Etty no le falta ni finura ni inteligencia, no hay nada que nos advierta a priori acerca de la fulgurante maduración que tendrá. Me creen especial-mente informada sobre muchos problemas de la vida, escribe. Sin embargo, en el fondo de mí, hay una pelota aglutinada, algo que me retiene con mano de hierro, y toda mi 11

claridad de pensamiento no me impide ser, muchas veces, más que una pobre tímida tonta (9). Así comienzan los Cuadernos de Etty. Tenía entonces veintisiete años. A veces, es comparada por su padre con un “Don Quijote con faldas” o por un pase de Suiza a una “Carmen rusa”, a veces ella misma se compara con una “salvaje joven de Kirguistán. Etty es vivaz y dotada pero también inestable y sujeta a frecuentes períodos depresivos. Por cierto, lleva una vida rica en relaciones, pero éstas son vividas dentro de un gran desorden: múltiples vínculos, relaciones tumultuosas con sus padres… Este desorden— ¿eco a su modo del nuestro?—no deja de recordarnos la primera página de la Biblia y ese primer relato de la creación, en el cual vemos que el proyecto de Dios toma forma a partir del caos. La lengua hebrea expresa este caos por la palabra “tohu-bohu” transcripto a nuestra lengua. ¿En realidad, no es a partir de un tohu-bohu que Dios crea a cada uno y cada una de nosotros: caos evidente de nuestro mundo, de ciertos aspectos de la cultura en la que nadamos, y también de nuestra historia personal? ¿No es separando, que Dios crea la verdadera persona que llego a ser, como lo hace en el Génesis? Después de haber sido separado de mi madre por primera vez en el nacimiento, lo continúo siendo a lo largo de mi existencia, emergiendo poco a poco de un magma indistinto. Y es salvándome de la confusión de ese magma que Dios, pacientemente y con mi colaboración, me suscita a la vida. Etty va a abrirse desde su desorden a un cierto Julius Spier. Estoy en lo de él: primer encuentro con este psicoquirólogo autodidacta seguidor de Jung que, a partir de este segundo rostro, que son para él las palmas de la mano, afirma volver a ponerte en sintonía contigo mismo. Spier, un judío de cincuenta y cinco años, que habiendo obtenido en Alemania un cierto éxito como terapeuta, había debido huir del antisemitismo nazi y se había refugiado en Amsterdam. Este encuentro no es “uno” de los numerosos encuentros de los cuales está entretejida la vida de Etty. Se trata 12

“del” encuentro que marca un punto de la evolución de este vínculo, siendo para ella un hito del recorrido de Etty y de los escritos que nos deja. Por la meditación de esta relación con Spier, el iniciador, el partero de su alma como ella bien lo dirá, Etty fundará y desplegará su libertad y dulcemente la abrirá a su fuente: Dios. Sin duda, como toda realidad humana—y las más bellas no son una excepción— esta relación tiene su aspecto de ambigüedades y también sus derivados: de terapéutica, se convierte rápidamente en afectiva y apasionada. Tiene sus zonas de celos. Pero nunca se agota en uno u otro de esos desvíos. Aún la muerte de Spier, cuando sobrevenga, lejos de poner fin a esta relación, confirmará lo que Etty había ya comenzado a vivir en ella: un despertar a sí misma, a los otros y a Dios, dentro de la estela de un único movimiento. Desde su primer encuentro con Spier, en Etty comienza a habitar un poco de paz y de orden. ¡Es mágico, reconoce! Pero ella quiere ser protagonista de ese cambio inesperado al cual se entrega: esta mejoría no tardará en fundarse psíquicamente, en llegar a ser un acto consciente. Misteriosa alquimia de nuestras relaciones creadoras de vida: tengo energía, no cuento más que conmigo misma pero sería terriblemente feliz de poder entregarme…Asumirse resueltamente y saborear al mismo tiempo la alegría de entregarse: ¿Cómo desplegar este doble y único deseo aparentemente contradictorio? ¿Cómo vivirlo sin oscilar, como un péndulo, de un extremo al otro, sin dejarse extraviar a merced de las inconstancias e intermitencias de nuestros corazones? Si fuese un abandono en Spier y a la influencia que ejerce su personalidad, tal abandono la conduciría a alienarse en esa relación. Pero Etty no sólo nunca sacrificó su libertad sino que esta relación fue precisamente lo que la hizo crecer. Ayudada por Spier, ella va a encontrarse conducida por un camino de acogida y de abandono progresivo hacia Aquel que poco a poco se atreverá a llamar Dios. Le será necesario trazar ese camino paso a paso. Y la belleza de su vínculo con Spier vivido en la aspereza cotidiana, no será extraña a 13

la manera en que ella avanzará. Los capítulos siguientes nos lo harán descubrir. * * * Ahora, el malestar que puso a Etty en camino interroga nuestras insatisfacciones, nuestras turbulencias. Su tohu-bohu cuestiona el nuestro. ¿Puedo acoger mis errores, mi caos, mis dificultades como una invitación a plantear los primeros escalones de un trabajo sobre mí mismo? ¿Cómo puede resonar en lo íntimo de mi propia experiencia, el diagnóstico de cerrazón del corazón que Etty se plantea? Mi desorden y mis estorbos pueden deprimirme, pero pueden también ser una oportunidad para emprender un camino. ¿Puede hacer la apuesta y reconocer la necesidad de ser acompañado? Corro un riesgo al acogerme con la constatación de fuerzas contradictorias que obran en mí. Etty lo ha hecho antes que nosotros. Su testimonio nos asegura misteriosamente que aquel que se atreve a hacer este camino, no se compromete solo en eso.

14

DÍA 2: UNA HORA DE PAZ, ESO SE APRENDE Creo que lo voy a hacer: todas las mañanas, antes de ponerme a trabajar, me “volveré hacia mi interior”, me quedaré media hora a la escucha de mí misma. “Volver a uno mismo.” Podría también decir: meditar. Pero la palabra me repugna un poco todavía. Sí, por qué no: media hora de paz en uno mismo. Por la mañana se agitan los brazos, las piernas y los otros músculos en el baño; pero eso no alcanza. El hombre es cuerpo y espíritu. Media hora de gimnasia y media hora de “meditación” pueden brindar una buena base de concentración para todo el día. Pero una “hora de paz”, no es tan simple. Se aprende (35). Etty decide abandonar lo periférico donde da vueltas, indefinidamente, y entra resueltamente “en su ciudad”. Se descubre llevada en lo cotidiano por una suerte de efervescencia, de vibración que desdibuja las formas y contornos, y que le impide reunirse consigo misma. ¿Es vida ser lanzado como un trompo? Por eso se fija una prioridad: todas las mañanas, media hora para volver sobre sí misma… para meditar, aun cuando esa palabra tenga un sonido extraño a sus oídos. La determinación de Etty es volver sobre sí misma, pero ¿qué es ese “sí mismo” y dónde se lo puede descubrir? Etty intenta no descuidar ningún nivel de su ser: ni el cuerpo, ni el corazón profundo, ni esa selva frondosa del psiquismo en la que frecuentemente nos extraviamos y que el lenguaje común designa con palabras tan ambiguas como “alma” o “espíritu”. “Que el mismo Dios los santifique totalmente, y que todo su ser, corazón profundo, alma y cuerpo se guarden íntegramente para la gloriosa venida de nuestro Señor Jesucristo”, escribía ya Pablo en el año 51 (1 Tes 5, 23), invitando a no ignorar ninguna de las dimensiones de nuestro ser. Y tal es el propósito de Etty al comenzar su camino. 15

¿Cómo Etty podría olvidarse de su “cuerpo”? Ella se acuerda de él sin cesar: Antes pensaba que las molestias de orden físico: dolores de cabeza, de estómago, dolores reumáticos, no eran más que físicos. Hoy debo constatar que están, sobre todo, condicionados por lo psíquico. El cuerpo y el alma están muy estrechamente vinculados en mí. Cuando algo falla psicológica o espiritualmente, esto obra igualmente sobre el cuerpo… (NG 128). Poco a poco, llega a no poder ya más adjudicar al cuerpo la responsabilidad de su malestar. Para poder vivir más conscientemente esta interpenetración “psicosomática”, Etty hará preceder su media hora de meditación cotidiana por media hora de ejercicios corporales en el baño. Una hora de paz, ¡se aprende! En cuanto al “espíritu” o al “alma” de Etty, este nivel psíquico de su ser donde a menudo lucha y se ahoga, designa tanto lo afectivo, con sus sentimientos, su energía como su aspecto intelectual. Y Etty detalla: recuerdos, pensamientos grandiosos, intuiciones fulgurantes, orgías de vida interior…un remolino que frenéticamente la arrastra y donde se pierden todas las referencias, un océano que amenaza sin cesar con sumergirla. Cada mañana, Etty consagra una hora de su tiempo a hacer un gran arreglo interior. Se trata de entrar en un desembarazo progresivo, en una lenta decantación. Un primer sentido de la palabra decantar, es dejar depositar las partículas sólidas y turbulencias suspendidas en un líquido. Así se clarifica un buen Bordeaux… En nosotros se descargan un pandemónium de emociones, una acumulación de stress que, con frecuencia a pesar nuestro, nos da vuelta. ¡Sin evocar ese shock de informaciones que arriesgan con producir en nosotros una implosión! Hoy más que nunca, hay una necesidad vital de seguir el camino de Etty que induce a poner distancia de este flujo de emociones, a distenderse, al desprendimiento.

16

Poco a poco este trabajo de clarificación emprendido por Etty la conduce, más allá de los escombros que le estorban y obstruyen, al umbral de un pozo muy profundo que elige llamar “Dios” (55). Una hora de paz, se aprende…y no es tan simple, confiará a sus Cuadernos. Crear dentro de sí una grande y vasta planicie, despejada de malezas furtivas que nos tapan el camino, debería ser el fin de la meditación. Hacer entrar un poco de “Dios” dentro de la Novena de Beethoven. Hacer entrar también un poco de “Amor” en uno, no un amor de lujo de media hora que te regalas, orgulloso de la elevación de tus sentimientos, sino un “Amor”, el cual se puede dar dentro de la modesta práctica cotidiana (36). ¿No podría Etty sumergirse en la Biblia que Spier le ha descubierto y le ha hecho gustar? Ella observa finamente que no ha llegado aún el momento para ella, pues se arriesgaría a abordar ese libro de un modo demasiado cerebral. Pronto, en ese lento trabajo de restauración de ella misma, el disgusto y el cansancio que aquejan aún a Etty, lo mismo que los dolorosos recordatorios que le dirige su cuerpo, no van ya a abatirla. Puede sostener el impacto con lo mejor de sus fuerzas. Entra en el país de la semejanza, desde el país de la desemejanza en que giraba sin cesar: se realiza de este modo la obra creadora de Dios. * * * Para Etty, volver sobre sí misma es una decisión que implica presencia de ánimo, prioridad, iniciativa, determinación, energía, buena voluntad y la complicidad del cuerpo… ¿Puedo verificar que esta “decisión” es ya un poco mía y se ha podido traducir en mi vida y en mi combate de la oración?

17

18

Día 3: HINEINHORCHEN: “ESCUCHAR EN LO INTERIOR” ...Continuar amando, estando a la escucha de uno mismo, de los otros, de la lógica de esta vida, y de ti. Hineinhorchen, “escuchar en lo interior”, querría disponer de un verbo bien holandés para decir lo mismo. De hecho, mi vida no es sino una perpetua escucha “en lo interior” de mí misma, de los otros, de Dios. Y cuando digo que escucho “en lo interior”, en realidad es más bien Dios en mí el que está escuchando. Lo más esencial y profundo en mí, escucha la esencia y la profundidad del otro. Dios escucha a Dios (207-208) Etty ha decidido detener el “loco tren” de su vida: una hora cada mañana será consagrada a apaciguar sus turbulencias, a arreglar sus enredos, a agilizar sus entorpecimientos interiores. Concretar semejante decisión, ya implica haber hecho un buen trecho del camino y no caer en esa tentación de exterioridad permanente que Pascal llamaba la “diversión”: “...la única cosa que nos consuela en nuestras miserias, y sin embargo, la más grande de nuestras miserias. Porque eso mismo es lo que nos impide especialmente reflexionar sobre nosotros y nos hace perder insensiblemente”. ( Pensées, 128, Lafuma). Ahora que Etty vive decididamente orientada hacia su corazón profundo, ¿qué nuevos paisajes van a desplegarse a su mirada? Una palabra le surge: Hineinhorchen. Etty no encuentra ningún equivalente holandés para dar el sentido de este verbo alemán tan denso y contundente. Escuchar en lo interior: es una escucha que no se identifica ni con la lectura, ni con el estudio, ni con el pensamiento, ni con la acción. Etty está ya muy acostumbrada a estos “ actos del espíritu”. Esta pseudo “vida interior” ya la ha trabado suficientemente en lo que ella llama ¡desarreglos y ruidos del espíritu! Me identifico, quizá demasiado, con 19

todo lo que leo o estudio. Por ejemplo, no sé cómo, Dostoïevski puede llegar a abrumarme. (...) No es pensando como resolveré esto. (5758). Hineinhorchen, es otra cosa: una escucha de todo el ser que se despliega hacia lo real, sin que este movimiento se curve sobre sí mismo en todas las sutilezas del amor propio. Para tomar en cuenta la totalidad de la realidad, esta escucha elige permanecer en la percepción de los seres y de las cosas. Qué más natural que esta percepción sensorial del oído, del tacto, de la vista, del gusto y del olfato; también la percepción espiritual, cuando nos concedemos el experimentar tal o cual sentimiento, en cuyo caso hablamos mejor de toma de conciencia. Así, en nuestra existencia habitual el “permanecer en la percepción” es algo extraño. Lo que hemos percibido, nos apuramos por clasificarlo, analizarlo, planificarlo o simplemente rumiarlo. “Pensamos” lo real para intentar cambiarlo y entrar en “acción”. La percepción se reduce así a un aspecto parcial. Es una actitud poco frecuente en Occidente el percibir las cosas sin procurar espontánemente cambiarlas. El “hacer” al cual estamos tan inclinados, tiene el riesgo de ser una excusa donde caemos, debido a la incapacidad de acoger la realidad, en toda su complejidad y en lo agobiante de asumirla. La oftalmología nos enseña que hay una laguna en nuestro campo visual debido a la insensibilidad de ciertos puntos de la retina: escotoma. Este término ha pasado a la psicología para señalar que excluimos inconscientemente del campo de la conciencia algunas áreas enteras de la realidad. Es una experiencia cotidiana que ciertas percepciones contrarias a la pasión o a nuestras opciones se neutralizan en nosotros: no logran alcanzar el umbral de la conciencia o sólo lo logran siendo datos insignificantes y sin el menor relieve. Al escuchar en lo interior, Etty aprende a no reducir lo real en sus sinceridades sucesivas que no son más que vistas parciales. Ella aprende a no limitarlo a su dimensión de avidez y de impaciencia. ¡Aprendizaje difícil, si lo hay! A su modo, 20

ella podría dar a sus Cuadernos el título magnífico que Gandhi reservó para su autobiografía: Mis combates con la verdad. Todo lo que existe, ¿no tiene derecho a existir? Con esta disposición de receptividad integral que es la escucha en lo interior, Etty está atenta a su afectividad, pues está dotada de una porosidad, de una permeabilidad que la hace adherirse a todo lo que toca. En ella algunas fallas se ponen al descubierto, se abren algunas brechas que podrían disgregarla: alma sin epidermis a la que lastima la más fugaz de las impresiones (56). En lo cotidiano es conducida a distinguir la diferencia entre dos actitudes subrayadas por los verbos prepararse para la lucha y endurecerse: creo que me preparo para la lucha cada día... pero no me endurezco probablemente nunca (197). Abriéndose a toda la realidad, Etty debe habituarse a las cosas dolorosas, adquirir una epidermis, volverse como el acero caliente templado en un baño frío. Debe prepararse para la lucha, ella que se descubre enérgica y sin fuerza a la vez, permaneciendo, sin embargo, vigilante para no endurecerse, es decir, para no blindarse.

Salomón no había encontrado nada más bello para pedirle a Dios que el rogarle: “Dale a tu servidor un corazón que escuche”. Tal es el camino de Etty. Y Dios no está nunca lejos de una libertad que surge. ¿No está cerca de aquellos y aquellas que lo buscan?

* * * ¿Cómo vivimos con nosotros mismos? Los pensamientos van y vienen, se atropellan. Algunos tienen la banalidad de las preocupaciones cotidianas. Otros están cargados de angustia... ¿Los alejo a golpes de voluntad? ¿O comportándome conmigo mismo sin violencia, con paciencia libre de complacencia, no los alejo ni tampoco los cultivo?

21

22

DÍA 4: PERDONAR LOS LÍMITES A MIS PADRES Mischa me ha anunciado la visita de papá para el sábado a la tarde. Primera reacción: “¡qué molestia! Mi libertad amenazada. ¡qué contrariedad! ¿qué voy a hacer con él?” (...) De hecho, lo amo mucho, pero con un amor complicado (o que lo ha sido): forzado, crispado y mezclado con piedad,que llega a quebrar mi corazón (...) Ahora debo perdonarlo desde lo más profundo de mí. Diciéndome (y pensándolo verdaderamente): “¡Qué oportunidad para que él pueda cambiar sus ideas por unos días!” Esta es una oración de la mañana que bien vale por otra(83-84). Mamá. Un aluvión repentino de amor y de piedad se ha llevado todas mis pequeñas irritaciones. Estas naturalmente volvieron a los cinco minutos. Pero más tarde durante el día y mismo a la noche, tengo este sentimiento: llegará un día, quizá, (cuando seas muy vieja) en que me quedaré un momento contigo y podré explicarte todo lo que hay en ti y liberarte así de tu angustia, pues poco a poco comienzo a comprender como eres (96). Amar a los padres profundamente. Perdonarles todas las dificultades que te han hecho sufrir por el solo hecho de su existencia: por la dependencia, el desagrado, el peso de la complejidad de su vida, además de la carga ya pesada de tus propias dificultades. Creo que escribo las peores tonterías. En fin, no es grave (83-84). Escucharse en lo interior, implica entender de dónde uno viene y ponderar todas nuestras dependencias. El origen de todas esas dependencias, así como la fuente de las faltas de libertad que nos afectan y estorban nuestro camino de crecimiento, se encuentra a menudo en el vínculo con nuestros padres. Porque esta relación primordial puede mostrarse como una trampa en la que quedamos 23

atados, a pesar nuestro. Así pasa con Etty. Desde entonces estamos comprometidos en un proceso cuya causa, más que nuestros padres reales, es la relación con el padre interior que conservamos en nuestra memoria afectiva, a menudo herida, como Etty misma lo señalará (85).

Etty nació de la unión de un hombre descripto como reservado, erudito, lleno de humor y de una mujer, que la introducción de la edición completa de los escritos de Etty presenta como atareada, caótica, extravertida y dominante. Para un panorama más preciso de la constelación familiar de Etty, los reenviamos a la nota biográfica del comienzo del libro. Las relaciones de Etty con sus padres han permanecido mucho tiempo caracterizadas por crispaciones, fricciones, por una sorda irritación. Principalmente con su madre: intento verla objetivamente y amarla un poco, pero no puedo impedir de decirme en lo profundo de mi corazón: “¡qué pobre vieja punzante!” Pero también con su padre, aunque con más complicidad y connivencia: mi padre ha llegado inesperadamente. Mucho nerviosismo de una parte y de otra... Frente a estos episodios, ¿cómo reacciona Etty? Siendo fiel a su principio de no huir de lo que le ocurre. Ella no niega sus sentimientos negativos; más aún, los nombra y los supera poco a poco, hasta transformar sus movimientos de humor en una buena oración para sí. Así, a raíz de la venida de su padre: ... “¡Qué oportunidad para que él pueda cambiar sus ideas por unos días!” Esta es una oración de la mañana que bien vale por otra. Palabras originales que nunca son prestadas porque nacen de la densidad de su experiencia singular. De este modo, los vínculos con aquellos de quienes hemos recibido la vida raramente son simples. Muchas veces están marcados por expectativas frustradas y reproches. Y vemos que Etty no escapa a la complejidad de esa madeja. Pero en esta materia 24

como en otras, emprende un camino exigente, elige un sendero escarpado que vamos a considerar más de cerca. Antes que todo, y es un primer paso, es conducida a reconocer y a reactualizar el clima de la casa de sus padre en Deventer: lo que te mata ahí, señala después de volver de su casa familiar, son los problemas no resueltos, la inestabilidad de la atmósfera, una situación caótica y aflictiva que se refleja en el desorden ... La vida en esta casa se hunde en los detalles insignificantes ... Acabaría neurasténica profesional si me quedara mucho tiempo allí. No se puede hacer nada: ni ayudar ni intervenir (49). Después, un segundo paso: Etty supera la sola constatación para comprometerse en comprender. Comprender como esas dos personalidades tan disímiles de sus padres se chocan: a los ásperos gritos de su madre el padre responde con portazos para rencontrarse con sus queridas lecturas. Comprender también, como ella lo subraya en la misma página de sus Cuadernos, qué parte le toca en ese contexto: esos dolores de estómago no me son muy agradables a mí tampoco. Y se exhorta: ¡Vamos, Etty, recupérate! Ella de ese modo llega a comprender que sus padres se han dejado hundir por la complejidad infinita de la vida y no han sabido nunca hacer una opción. Han dejado a sus hijos una extemada libertad de movimiento, no pudiendo nunca dar puntos de referencia ya que ellos mismos no los habían encontrado (95). Más profundamente, Etty constata dolorosamente que ciertas palabras o actitudes de sus padres son como el eco del vacío y el caos que ella encuentra en sí misma, pero del cual ella busca precisamente desprenderse. Etty ve que su misión se define cada vez más nítidamente: dar a sus pobres talentos errantes, que no han sido jamás reconocidos ni delimitados, la posibilidad de crecer, de madurar y de encontrar su forma en ella (id.), llevar a cabo las potencialidades que han quedado como esbozos o abortadas en la vida de sus padres. 25

Esta comprensión la conecta de manera viva con sus raíces, en una interdependencia y aún una solidaridad activa. Hacia el fin de su diario, las palabras de su oración se convertirán: Señor, vuélveme menos deseosa de ser comprendida y haz que yo comprenda. El tercer paso de Etty hacia sus padres es de perdón, de comunión profunda y de apaciguamiento. Antes que todo, pasaje obligado del perdón, del cual se leyeron las palabras fuertes a las que ella se arriesga: Perdonar a sus padres todas las dificultades que ellos te han hecho sufrir por el solo hecho de su existencia: por la dependencia, el disgusto, el peso de la complejidad de su vida, agregado la carga ya pesada de tus propias dificultades (84). Esta etapa difícil supone haberse autorizado a vivir las precedentes: reconocer y comprender. Una maduración interior se obra en Etty que la lleva a no machacar a sus padres con reproches, aún legítimos, que podría dirigirles. A partir de aquí ella puede comenzar a asumir sin huidas la responsabilidad de su propio itinerario y entrar en la serenidad de vínculos que han renunciado a fundamentarse en la exigencia o el resentimiento. Pronto ella sufrirá por no poder reunirse con sus padres, los que viven sólo a dos horas de tren de su casa. Los judíos están obligados a residencia en su ciudad y en su barrio. Y más tarde, cuando se encuentra con sus padres en Westerbork, el siniestro campo por el cual los judíos de los Países Bajos han “pasado”, Etty quedará impactada por su capacidad de reaccionar a los acontecimientos: Mis padres actuaron con un corajo sublime, estoy orgullosa de ellos. Después compartirá uno de sus últimos paseos con su padre a través del campo, en un paisaje que Etty compara a un verdadero desierto, con su tormenta de arena que corta la respiración, las malvas, los claveles y graciosos pájaros que parecen gaviotas: ¡Los judíos en el desierto! ¡Hace tanto tiempo que conocemos este paisaje! Etty estará allí para escuchar el suspiro de

26

ese pequeño papá encantador y tan gentil, vencido por la tentación de claudicar. Tal es, a su manera, el camino de reconciliación de Etty con ella misma, hasta las raíces que la sostienen: “No eres tú quien lleva a la raíz, sino la raíz quien te sostiene” (Rm 11,18). Etty ha entrado en una gratitud respetuosa capaz de devolver a cada uno a su propia historia. Estas dos direcciones bíblicas esenciales: “dejar al padre y a la madre” y “honra a tus padres”, las ha encontrado para unirlas a su manera siempre tan personal. El 7 de septiembre de 1943, Etty embarcará para Auschwitz en el mismo convoy que sus “queridos” padres. *

*

*

Etty da testimonio: nuestros padres son para nosotros “transmisores de vida”, pero “el pasaje puede ser accidentado y dejar algunas secuelas” (S. Pacot) Reconocer, comprender, perdonar a nuestros padres forman parte plenamente de un proceso espiritual. Hasta que este trabajo no ha comenzado, nuestro corazón profundo no puede encontrar reposo. ¿Cómo este trabajo emprendido por Etty resuena hoy en mi propia historia?

27

28

DÍA 5: SOLA. ESTOY CONFIADA A MI ÚNICO CUIDADO El nacimiento a una verdadera independencia interior es un proceso lento y doloroso. La certeza cada vez más firme de no tener que esperar nunca de los otros la ayuda, el sostén ni el refugio. Los demás son tan inciertos, tan débiles, tan desprovistos como uno mismo. Deberás ser siempre la más fuerte. No creo que esté en tu naturaleza el encontrar en otros las respuestas a tus preguntas. Siempre volverás a remitirte a ti misma. No hay nada de eso en los otros. El resto es una ficción. Pero el ser llevada una y otra vez a esa verdad es duro (...) Y mientras se descubre a los vientisiete años estas “verdades” tan duras, eso te llena por momentos de desesperación, de soledad y de angustia, pero te da también un sentimiento de independencia y de valor. Estoy confiada a mi único cuidado y deberé bastarme a mí misma. El único criterio del cual dispongo, es a mí misma. No ceso de repetirlo. Y la única responsabilidad de la cual podrás cargar en esta vida es la de tu persona. Pero entonces será necesario hacerlo plenamente. Y ahora voy a llamar por teléfono a S. (69) Etapa llamativa e indispensable en el camino de Etty como en toda vida espiritual: aprender a estar solo. Sin ese aprendizaje, nuestras relaciones con los otros y con Dios están infectadas por la posesividad. ¿De dónde proviene esa sutil atadura que arrojamos sobre los seres, esa voluntad de mantener constantemente al otro en nuestro campo visual o de querer que nos mantenga en el suyo? De un temor visceral, inaudito, el de encontrarse solo y abandonado, pero también casi todo pánico es el reverso de un deseo de una sed absolutamente insaciable, la de ser amado. Nuestro miedo al abandono se alimenta con frecuencia de heridas antiguas vividas en la infancia. La angustia de ser rechazado y la expectativa frustrada de seguridad y de simpatía que la acompañan 29

pueden empujarnos a sostener una dependencia enfermiza con los otros: la duda, la culpabilidad, las frustraciones alteran así nuestras relaciones con los demás. Etty sabe de esto ... Reconociendo este tormento ella comienza a salir de allí. Ella hace esta constatación al comienzo de su Diario: Un ligero cambio de la escala de valores en mi vida. Y precisa que de ahora en adelante, el rostro de Spier aparecería constantemente en sobreimpresión con los autores que estudia, aunque ella no pueda continuar su tarea; en tanto que para continuarla, ese rostro estará siempre allí pero como un paisaje amado y familiar en el trasfondo. De ahora en adelante, cuando ella encuentre bella una flor, ella querrá estrecharla sobre su corazón o comerla. Y del mismo modo, al contemplar el follaje de un árbol en el crepúsculo: lo que encuentre bello, desea tenerlo, engullirlo. Reconoce que esto la agota... Una especie de placer egoísta, advierte, es decir, una manera de excitarse indefinidamente para producir un gozo estéril que no puede más que exacerbarse sin apaciguarse jamás. Pero de pronto todo cambia. Ella ignora por qué caminos interiores. Pero el cambio está allí, evidente. Así lo demuestra la capacidad de análisis con la que puede retrospectivamente releer un acceso de celos hacia Spier: Me ha tocado en lo más profundo de mi ser... No querría que estuviera en mí, y yo odiaba todas esas mujeres con las que él había hablado,... ¿Qué me queda para mí? Me sentía desdichada y solitaria ... (23). Etty se da cuenta de que la misma escritura puede ser una manera secreta de buscar apropiarse de las cosas por medio de las palabras y de las imágenes. De ese modo se obra en ella el comienzo de un nacimiento a una verdadera independencia interior. Ella se experimenta liberada de su afán posesivo y se alegra de constatar ese progreso, aún cuando no siempre lo haga sin dolor. A pesar de las oleadas de soledad, de desesperación y de angustia que a veces refluyen , levanta la cabeza sobre su libertad naciente, descubriendo que el único criterio del cual ella dispone, es de sí misma. No es para vivir en una autosuficiencia amurallada que no 30

sería más que un soberbio aislamiento el corazón que ella descubre está, por el contrario, lleno de pasión, pero nunca para un solo ser sino más bien para desplegar la única responsabilidad que ella descubre en sí, la de su propia persona. Solamente ..., precisa, será necesario asumir plenamente esta responsabilidad. Y abrir el campo de su responsabilidad aquilatando su elección libre en toda dirección: llamar por teléfono a Spier, no dejarse contaminar por el abatimiento por las personas con que se encuentra en ese tiempo de humillaciones, concederse una media hora de depresión y de angustia pero no más, guardar por escrito las novedades cuyos títulos ya la habitan, adivinar el origen de sus accesos de gula... Pero debajo de este fondo de independencia interior creciente, se dibuja en ella una decisión más importante: el “casamiento” con Spier lo que los buenos burgueses llaman matrimonio no lo quiero. Es precisamente la idea de tener que hacer sola mi camino lo que me da un sentimiento de fuerza. Una fuerza alimentada paso a paso por el amor que experimento por él y por los otros ... Prefiero estar sola, pero estar allí para todos (197). Sola, pero para todos ... Cuando para Etty llegue la hora de vivir hasta el extremo este descubrimiento, la encontraremos capaz de enfrentarlo. En nombre de la apertura de su capacidad de amar que surge en ella hacia la humanidad entera, tendrá la fuerza de alejarse de Spier, debilitado por un cáncer de pulmón, en un momento en el que una compasión demasiado sentimental le habría aconsejado permanecer cerca de él en Amsterdam. Ella hará su camino, segura de que la distancia más corta entre dos seres pasa por la fidelidad de cada uno a sí mismo. Este alejamiento que no parece nada y ¡del cual ella experimentará afectivamente lo que le va a costar! lo podrá aceptar, no por una superación estoica, sino por la inagotable Presencia en la que ella se sumerge sin cesar. Estoy confiada a mi solo cuidado, le gustaba decir a Etty. ¡No es una verdad que siempre sea fácil de sobrellevar! De este modo,

31

después de diez días de trabajo abrumador en el Consejo judío de Amsterdam, además de la tristeza , que como una oleada la invadía en un momento, surge el pensamiento del suicidio. Pero de repente brota burbujeante hacia la superficie, proveniente de pozos escondidos, una fuerza que me enseña que no estoy en el límite; y que al mismo tiempo le asegura: tú lo puedes. Una fuerza proveniente de pozos escondidos ... Ella que escribía Se debe ser su propia patria (212), por medio de ese diálogo con Dios, sostenido contra viento y marea, se enraíza cada vez más sólidamente en su tierra. * * * ¿No pedimos a los demás, a menudo inconcientemente, lo que no nos pueden dar? Cuando nuestros amores se muestran incapaces de apagar el grito de nuestra soledad esencial, ¿no es el índice de que es necesario, sobre todo, profundizar en esta Presencia íntima, que sin pretender llenar nuestra soledad, nos ayuda a habitarla?

32

DÍA 6: COMPARTIR EL DESTINO COLECTIVO Nos queda mucho por soportar. Se nos va a despojar y si esta situación se prolonga, harán de nosotros una masa miserable. Ya nuestras fuerzas declinan cada día, no sólo por el aumento de la angustia y de la incertidumbre, sino también por el hecho de pequeñas incomodidades como la prohibición de entrar en las tiendas y la obligación de hacer a pie largos trayectos – lo que es desde ya agotador para mucha gente que conozco. Por todos lados se van viendo signos que presagian nuestra aniquilación, pronto el círculo se irá cerrando sobre nosotros, impidiendo toda ayuda eficaz de la gente de buena voluntad. Todavía hay muchas puertas de salida, pero serán clausuradas una a una (159). Cada uno intenta aún salvarse, sabiendo muy bien que si no se va, otro lo reemplazará. ¿Es muy importante que sea yo u otro, tal o cual? Se ha convertido en un destino masivo, común a todos y lo debemos saber. Jornada muy dura. Pero me vuelvo a encontrar a mí misma cada día en la plegaria. Y siempre podré rezar, aún en el lugar más exiguo. Y este pequeño fragmento de destino colectivo que estoy dispuesta a llevar, lo ato sobre mis espaldas como un hatillo con nudos cada vez más fuertes y cada vez más cerrados, me uno firmemente a él y lo llevo por las calles. (168). La segunda guerra mundial ya quedó muy distante de nosotros. Sin embargo, podemos, haciendo una mirada retrospectiva, dimensionar los acontecimientos que han compuesto esas páginas de la historia y sacar algunas conclusiones. Etty no tenía esa distancia que tenemos ahora. Vivió minuto a minuto la guerra, especialmente el aumento del antisemitismo, sin que se dejara presagiar en toda su amplitud la tragedia que iba a sufrir su pueblo. Los extremismos son todos terribles desde el comienzo, 33

pero no revelan sino progresivamente las consecuencias prácticas de su malicia. ¿Cómo podía el profundo humanismo de Etty, a través de indicios, y después con alarmas cada vez más fuertes, concebir la intención perversa y exterminadora que se estaba llevando a cabo? ¿Cómo podía enfrentar el hecho de que se rechazaba el derecho a vivir a todo un pueblo del cual ella provenía, de que su misma vida se encontrase cada día más amenazada? El mal siempre es motivo de asombro para la consciencia humana. Sea que se dé a pequeña o gran escala, siempre nos impacta, como si nuestro ser no pudiera admitir su existencia sino con un retraso de sorpresa y de incredulidad. Tanto podemos constatar los efectos del mal y decodificar sus mecanismos, cuanto la malicia y perversidad como tales parecen escapar a los recursos de nuestro entendimiento. Etty ha conocido este sobresalto de estupefacción, lapsus donde la consciencia se resiste a creer lo que ve. Pero frente al giro de los acontecimientos, ella fue progresivamente conducida a comprender el alcance exacto de lo que estaba ocurriendo. Y sus palabras se despliegan una a una sobre el papel, sobriamente y con una precisión final: Se nos va a despojar…Por todos lados se manifiestan signos que presagian nuestra aniquilación… aún hay muchas puertas de escape, pero se irán clausurando una a una… De ahora en adelante, forzada a reconocer el carácter irremediable de este episodio de la historia como nunca lo ha habido hasta ahora, Etty forja una expresión para hablar de eso. Se ha vuelto un “destino colectivo”, dirá. Una sola palabra alemana en el texto original, como para sellar su nueva toma de consciencia: ¡“Massenschiksal”! En adelante Etty está adherida a lo que ocurre. Nunca se había visto una persecución bajo esta forma totalitaria, organizada a una escala colectiva, incluyendo toda Europa. ¡Palabras con fecha 10 de julio de 1942! Etty presiente – y los hechos le darán la razón—que esta persecución no dejará mucha oportunidad a los

34

judíos para escapar. ¡Todo un pueblo, su pueblo, arrastrado por el vórtice alucinado de una ideología asesina! El año siguiente, hundida en la miseria impresionante del campo de Westerbork, Etty volverá a contar: …Me he encontrado el otro día con una jovencita que comenzó a decirme que si ella estaba en Westerbork, era un hecho del azar. Y Etty comenta: Hay aquí un fenómeno generalizado realmente asombroso: cada uno piensa que “su” caso se debió a un azar desafortunado, estamos todavía muy lejos de una consciencia histórica común (267). Esta “consciencia histórica común” se hará cada vez más fuerte en Etty. En una carta estremecedora del 24 de agosto de 1943, dirá que se siente permanentemente los ojos y oídos de una parte de la historia judía. Para Etty, superar ese salto de consciencia que la va poco a poco desde la historia individual hacia la historia colectiva, la hace solidaria con el género humano. Esta etapa es capital. Confirma la autenticidad del camino espiritual de Etty. En efecto, es uno de los problemas de todo itinerario espiritual auténtico: superar el mirarse el ombligo inherente a una búsqueda inicial para alcanzar el crecimiento del ser que universaliza y compromete en la comunión… Vivir este “paso” supone elecciones. En torno a ella, Etty ve a algunos que no dudan en salvar su pellejo al precio del de los otros, tomando el menor palo como tabla de salvación. No quiero esos papeluchos por los que los judíos se pelean a muerte, dirá con relación a las “listas cerradas”, pensadas para proteger a ciertas categorías de judíos de la deportación, pero que no les ofrecían en realidad más que una seguridad ilusoria. Querría estar en todos los campos, de los cuales Europa está sembrada… no quiero en absoluto estar segura, quiero estar en el teatro de las operaciones, despertar una tímida fraternidad entre estos “enemigos”… (235). Presionada a ponerse en un lugar seguro por sus amigos, que aluden a su gran potencial, Etty se opone: es sobreestimarse particularmente creerse de demasiado valor para compartir con los otros un “destino colectivo”. Entonces, ¿fatalidad común o fatalidad 35

de Etty? ¡No es verdad que quisiera ir hacia mi aniquilación con una sonrisa de sumisión en los labios, responde firmemente Etty a los que le atribuyeran ardores de kamikaze!(174). Etty reconoce que experimenta dificultades para traducir exactamente en palabras el sentido del camino que emprende. Cuando digo a los otros: no sirve de nada huir o esconderse, no escaparemos de esto, vayamos e intentemos hacer aun lo que podamos por los otros—doy quizá la impresión de resignarme. Pero es otra cosa lo que quiero decir (166). Hay un momento en la vida en que la necesidad interior que nos impulsa a “ir” supera a la necesidad exterior que parece imponérsenos. Etty lo descubre. ¿Este momento no es aquel en que, contra toda apariencia, ejercemos máximamente nuestra capacidad de resistencia y de libertad? Vivir esta vida hasta mi último aliento con toda la consciencia y la convicción posibles... ¿No es una manera de trabajar para la posteridad? Para que ésta no tenga que recomenzar de cero y encuentre menos dificultades? Etty se preguntaba previsoramente (144-145). Solidaridad humana horizontal a través del espacio y vertical a través del tiempo… Cargar con su pequeño fragmento del destino colectivo introduce a Etty en una fraternidad mucho más amplia que la que la consciencia puede inmediatamente captar…  * * * Jornada muy dura… Pero me vuelvo a encontrar siempre en la oración, nos confía Etty. Son estos reencuentros de la oración los que la ayudan a atar sobre su espalda con nudos cada vez más fuertes este pedacito de destino colectivo que está dispuesta a cargar. Uno de los criterios de una oración auténtica, es que abra nuestra responsabilidad, hasta ayudarnos, a veces, a no sustraernos de situaciones pesadas en las que estamos involucrados. ¿Rezar me ayuda verdaderamente a no sustraerme a la realidad de mi vida? 36

DÍA 7: CADA DÍA DIGO ADIÓS Hace algunos días, pensaba: lo peor, para mí, será estar privada de papel y lápiz para hacer un balance de vez en cuando— para mí, es una necesidad absoluta, sino, a la larga, algo estallará en mí y me aniquilará desde adentro. Hoy tengo una certeza: cuando se comienza a renunciar a las propias exigencias y deseos, se puede también renunciar a todo. Lo he aprendido en pocos días.[…] Voy a poner mis papeles en regla; cada día digo adiós. El verdadero adiós no será más que una pequeña confirmación exterior de lo que se habrá ido cumpliendo en mí día a día.[…] ¿Soy yo misma que ha escrito con tanta paz y madurez? ¿Me sabrán comprender si digo que me siento admirablemente feliz […]? Apenas me atrevo a continuar escribiendo: se diría que es extraño, el que vaya demasiado lejos en mi desprendimiento de todo aquello que en la mayoría, produce un verdadero atontamiento. Si sé con certeza que voy a morir la semana próxima, soy capaz de pasar mis últimos días en mi escritorio con toda tranquilidad; pero no sería una huida, sé ahora que vida y muerte están unidas la una a la otra con un vínculo profundamente importante. Será un simple deslizamiento, aún si el fin, en su forma exterior, deba ser lúgubre o atroz (158-159). Clarividencia admirablemente premonitoria de Etty. En el momento en que el terror avanza, o la pinza se cierra, Etty vive cada día con la consciencia de terribles posibilidades que pueden ocurrir en cualquier momento para ella misma o para ellos que ama. Ya nada es improbable. El horror orquestado tiene tal dimensión que atrapa a hombres, mujeres y niños, sin que nada parezca poder resistírsele. La lucidez de Etty es total, sin concesiones: pronto el círculo se cerrará sobre nosotros.

37

Presionada por esta amenaza cuyos contornos se precisan cada día más, Etty podría vivir como un animal desesperado, atrincherándose en el estupor y el abatimiento. Pero si bien Etty es presionada por los cercenamientos de la aceleración de las medidas antijudías, no es para hacer del miedo y la postración sus compañeros. Al contrario, está atenta a la dulzura y a la confianza que siente crecer en ella día a día. Etty es feliz, capaz de dejarse conmover por una orgía de gritos de pájaros o por un geranio que continua día a día enrojeciendo el decorado. Ninguna huida, ninguna exaltación en su felicidad, sólo la consciencia de todo el bien que ha existido en su vida. Lejos de ser reprimida por todo el resto, esta consciencia la impregna cada vez más y le da fuerza. Con ella aumenta también la intuición de que esta fuerza la hará capaz, tal vez un día, de asumir todo, de soportar todo. Como la muerte avanza, alargando por todas partes la sombra de su marcha funesta, Etty la mirará de frente. Aún mejor, decidirá hacerle un lugar en ella. Ensanchará su aceptación de la vida, integrando en ella su aceptación de la muerte. Ninguna morbosidad en esta actitud, sino al contrario, un deseo de vivir que rechaza el dejarse apagar, aún por la amenaza de una muerte inminente. Como la desmesura del horror es tal que todo lo que se pudiera intentar para sustraerse parece irrisorio y condenado al fracaso, Etty se esforzará por integrar en su vida la eventualidad de la muerte. Elegir más bien que sufrir. Etapa decisiva en su recorrido. A nuestro fin, probablemente lamentable, que ya desde ahora se esboza en las pequeñas cosas de la vida corriente, le he hecho un lugar en mi sentimiento de la vida, sin que por eso se vea disminuido. […] Esto parece una paradoja: excluyendo la muerte de nuestra vida nos privamos de una vida completa, y acogiéndola, la ensanchamos y enriquecemos la vida (145-146).

38

Esta decisión de Etty constituye un verdadero punto de apoyo sobre el cual se fundará su disponibilidad a lo que venga, y no sólo a las posibilidades extremas que encierre este futuro. Esta aceptación nueva, lejos de ser abstracta, implica para Etty una manera concreta de vivir lo cotidiano. Ya que la muerte se insinúa desde ahora por mil privaciones y vejaciones, ella va desde ahora a acostumbrarse a un cierto desprendimiento, convencida que aquello que obtenemos libremente de nosotros mismos está más sólidamente fundado y es más duradero que lo que se realiza bajo coacción. Poco a poco se despide de ciertos bienes. Así, ella que sabe apreciar una taza de verdadero cacao Van Houten y comer con pasión una tostada con miel, va a conformarse con un desayuno más frugal y va a acostumbrarse a una cierta escasez…me haré mejor a la idea de mi partida si concretizo este adiós en una serie de pequeños actos, de modo que no reciba el “vencimiento fatídico” como un golpe mortal (164). Etty le recomienda a una amiga escandalizada por estar privada del contacto tan necesario con la naturaleza—prohibición hecha a los judíos de circular en los parques y jardines públicos: procura vivir con los tres árboles que están frente a tu casa como si fuese una selva. Ni cinismo, ni humor negro en este consejo. Mucho menos una resignación. Sino más bien una invitación a oponer al mal los recursos activos de nuestras profundidades más indestructibles, a encontrar y desarrollar en nosotros nuevas facultades. Lo contrario precisamente a cualquier resignación. Si alguien se zambulle en el mal que le hace la injusticia, es como si dejase que la injusticia lo golpee dos veces: una primera vez, porque es alcanzado por su carácter injusto; una segunda vez, porque instalándose en el mal que se le ha hecho, lo sufre aumentado. Buscar desprender su atención del daño sufrido, ejercitar la mirada en ver en tres árboles una selva, en lugar de dejarse aniquilar por leyes ignominiosas, cuyo fin es precisamente 39

hacer callar al hombre en el hombre: esto resume la actitud puesta en práctica por Etty. ¿Cómo no intuir la dulce y lenta educación del corazón necesaria para poder poco a poco entrar en tales disposiciones? Tomar lo precario, la privación, lo provisorio, lo incierto como ocasiones para concentrarse en lo esencial. Cada día nos despoja de un poco de mediocridad, confía Etty…Siento que millares de fibras me atan aún a todo lo que está aquí. Deberé cortarlas una a una, subir a bordo todos mis tesoros de tal modo que no deje nada detrás de mí cuando leve anclas (195). Promesa aguda de la determinación valiente de Etty. Otro contexto, otros tiempos que los nuestros. Sin embargo, estas palabras pueden resonar de un modo particular. ¿La hora de levar anclas no sonará un día para cada uno de nosotros? A veces se escucha que cada día que pasa nos acerca al último. Cada día que pasa nos prepara, por poco que nosotros lo consintamos. Cada día digo adiós. El verdadero adiós no será sino una pequeña confirmación exterior de lo que se habrá ido cumpliendo en mi día a día. A riesgo de exceder el pensamiento de Etty, ¿no podemos evocar el a-Dios en su sentido original y atrevernos a esta esperanza: cada día que pasa nos acerca al primero?  * * * ¿Cómo desmenuzar plenamente la vida que nos es dada, volviéndonos atentos en lo cotidiano a lo que nos recuerda que “no tenemos aquí morada permanente” (Hb 13, 14)?

40

DÍA 8: TRANSFORMAR LA ADVERSIDAD Para humillar, hacen falta dos. El que humilla y aquel a quien se quiere humillar; pero, sobre todo, alguien que acepte dejarse humillar. Si falta este último o, dicho de otro modo, si la parte pasiva está inmunizada contra todo tipo de humillación, las humillaciones infligidas se deshacen en humo. Lo único que queda son las medidas vejatorias que trastornan la vida cotidiana, pero no esa humillación o esa opresión que agota el alma. Hay que educar a los judíos en este sentido. Esta mañana, bordeando en bicicleta el Stadionkade, me encantó contemplar el vasto horizonte que se descubre en los lindes de la ciudad y respirar el aire fresco que todavía no nos han racionado. Todo está lleno de carteles que prohíben a los judíos todos los senderos que conducen a la naturaleza. Pero por encima de este trozo de camino que sigue abierto para nosotros, se extiende todo entero el cielo. Nada pueden hacernos, verdaderamente nada. Pueden hacernos la vida demasiado dura, despojarnos de ciertos bienes materiales, quitarnos cierta libertad de movimiento completamente exterior, pero somos nosotros mismos quienes nos despojamos de nuestras mejores fuerzas mediante una actitud psicológica desastrosa. Sintiéndonos perseguidos, humillados, oprimidos. Experimentando odio. Fanfarroneando para tapar nuestro miedo. Todo el mundo tiene derecho a estar triste y abatido de vez en cuando por lo que nos hacen sufrir. Es humano y comprensible. Y, sin embargo, somos nosotros mismos quienes nos infligimos el verdadero espolio. Encuentro hermosa la vida y me siento libre (132) Al juez romano que le decía: “¿sabes que tengo el poder de matarte?”, un mártir habría respondido: “sabe que tengo el poder de dejarme matar”. Etty nos hace recordar esto. ¡Extraña lógica que contraría a todos nuestros razonamientos! Permanecemos libres de la aceptación que guardamos para con el mal que nos es infligido, 41

libres sobre todo de nosotros mismos: mensaje a priori desconcertante. Y Etty agrega, como si esto no alcanzase: somos nosotros quienes nos infligimos el verdadero espolio. Estas fuertes palabras nos parecen totalmente imposibles de escuchar. Podemos también equivocarnos en su sentido. Intentemos comprender bien a Etty. En esta guerra que ocupa los titulares de los diarios, Etty descubre que se juega otra guerra que a cada uno corresponde librar en sí mismo y que no deja de estar relacionada con la primera. Para conseguirlo, el corazón del hombre debe ser educado. Debe aprender a “desactivar” las humillaciones, como se haría con una bomba, para que no subsistan más que medidas vejatorias que trastornan la vida cotidiana, pero no pueden agotar el alma. Porque es esto lo que realmente cuenta: la manera de cargar, de soportar, de asumir un sufrimiento consustancial a la vida y conservar intacta un pedacito del alma a través de las pruebas (167). ¿Ideal más admirable que imitable? Etty nos da aquí el fruto de un descubrimiento conquistado por una lucha consigo misma renovada sin tregua... Febrero de 1942, actualidad dramática: no pasa un día sin que Etty se entere de que tal ha muerto por la tortura, que tal profesor o antiguo condiscípulo con que se encontró la otra vez ha desaparecido o ha sido encerrado. Sin embargo, en una mañana de invierno, mientras espera un tranvía con un amigo con las manos moradas por el frío, comentan entre ellos: “este deseo de venganza es muy fácil”. Etty registra esto en su diario como el resplandor de esperanza de la jornada: esta capacidad de rechazar el ceder al deseo de venganza, a pesar de los innumerables motivos de angustia que pudieran empujarla a eso. Cerca de un año atrás ya le había venido repentinamente esta idea: ¿No habrá al menos un alemán respetable que sea digno de ser defendido contra toda la horda de los bárbaros, y cuya existencia nos quite el derecho a derramar nuestro odio sobre todo este 42

pueblo? Y señala en este sentido: es un pensamiento liberador que ha hecho nacer como una joven brizna de hierba, aun vacilante en medio de una jungla de dificultades. ¡Qué metáfora! La jungla de dificultades nos es bien conocida: rebelión, réplica, puja con violencia, acusación simplista y juicio unilateral, resentimiento, o hasta odio, pero también tristeza y abatimiento. Tales son casi todas las reacciones primarias espontáneas del ser humano frente a lo que le es contrario u hostil. Así, Etty está cada vez más persuadida que este camino más fácil y más transitado, es estéril. Aún peor, contribuye a propagar la gangrena del mal. Y el oscuro aluvión descargado sobre nuestras pantallas no desmiente esta constatación. Para Etty, existe una única solución: trabajar para erradicar en sí todo sentimiento de odio. Pues una convicción se hace cada vez más íntima en ella: la menor partícula de odio agregada a este mundo lo vuelve más inhóspito que lo que ya es. Ella llega también a considerar que nuestra única obligación moral consiste en desmontar en nosotros mismos vastos claros de paz y extenderlos progresivamente, hasta que esta paz irradie hacia los otros. Porque cuanta más paz haya en los seres, más paz habrá en este mundo en ebullición (227). Desmontar en nosotros mismos vastos claros de paz...puede revestir formas inesperadas. Un día, Etty se sorprende dejando escapar varias veces la frase: aquí es una verdadera basura... Después, como si lo reconsiderara, se interpela: porque al emplear tan frecuentemente esta palabra, se instala en la atmósfera donde prolifera y la echa a perder (188). ¿Hay palabras, pensamientos que ensucian? En un mundo que se muestra tan sensible a la polución en todos los órdenes, ¡esta reflexión de Etty tiene mucho que aportar! Guardar el corazón, los pensamientos, los labios de todo los que los arruina, y por eso arriesgan con dañar la belleza del mundo: no sólo misión de salubridad pública cuanto deber de higiene personal. Pero, ¿cómo alcanzarlo? 43

Para ayudarse, Etty cultiva una cierta manera de contemplar la realidad. En efecto, la educación del corazón pasa por guardar la mirada. ¿Y qué ve Etty? Contempla, más allá de los carteles de prohibición para los judíos instalados por todas partes, está el cielo. El cielo se expande plenamente por encima de ella…Con el paso del tiempo, va a constituirse para ella en el símbolo de la libertad intrínseca, el llamado de su condición inalterable: nada nos pueden hacer, realmente nada. Pues incluso cuando la despojaran de todo, no podrían despojarla del cielo, porción de aire libre omnipresente que la cobija. Justo un mes antes de su deportación, Etty escribirá aún: A lo lejos, desde mi catre, veo volar las gaviotas en un cielo uniformemente gris. Se asemejan a pensamientos libres en el espíritu (307). ¡El día anterior, un arco iris por encima del campo y el sol reflejándose en los charcos habían bastado para llenarla de alegría! Así captamos a Etty en el ejercicio práctico de esta actitud interior dolorosamente aprendida, dulcemente adquirida: con los pies en el barro, pero con el corazón abierto. Entre los polos contrastantes de la realidad, se mantiene de pie, en una tensión de la cual no se escapa. ¡Nada que ver con una apología cursi de las nubes y los pajaritos! En una vida, los motivos de decepción o de amargura son numerosos. La realidad puede ser hiriente, somos confrontados a muchas formas de contrariedad, por momentos aún de hostilidad. Hay una manera negativa de reaccionar que constituye una verdadera hemorragia de lo mejor de nuestras fuerzas, y que Etty llama una actitud psicológica desastrosa. En el combate en el que estamos comprometidos, podemos educar la mirada de nuestro corazón, “orientarla” hacia los Cielos que no son sólo materiales…Es poco y ya es mucho. Por cierto, el resultado de este combate no es nuestro totalmente. Pero cultivar un deseo, aún frágil y embrionario, de no dejar que nuestro corazón se infecte por aquello que lo afecta depende de nuestra libertad.

44

* * * Invitación a encontrar la paz del corazón, en un concierto de sentimientos, palabras, encuentros o acontecimientos que a menudo nos la hacen perder… ¿Y si rezar fuese disponerme a dejar-Lo disponer de mí, allí donde esta paz estuviera más amenazada?...¿Me atrevería a decir Le cuál es mi tormento?

45

46

DÍA 9: VOY A AYUDARTE

A QUE NO TE APAGUES EN MÍ.

Voy a ayudarte, Dios mío, a que no te apagues en mí, aunque no puedo asegurar nada de antemano... Una cosa, sin embargo, me aparece cada vez más claramente: no eres Tú quien puede ayudarnos, sino nosotros quienes podemos ayudarte a Ti – y haciendo esto, nos ayudamos a nosotros mismos. Es todo lo que se puede salvar en esta época y es también lo único que cuenta: Un poco de Ti en nosotros, Dios mío. Puede ser que nosotros podamos también contribuir a hacerte nacer en los corazones martirizados de los otros. Sí, Dios mío, pareces bastante poco capaz de modificar una situación que, a fin de cuenta, es indisociable de esta vida. Pero no te pido cuentas de ello. Eres Tú, al contrario, el que nos llamará un día a rendir cuentas. Me parece cada vez más claro, a cada latido de mi corazón, que Tú no puedes ayudarnos, sino que somos nosotros quienes debemos ayudarte y defender hasta el final la morada que te cobija en nosotros. Hay personas que -¿se puede creer?- en el último momento tratan de poner a salvo la aspiradora, los tenedores y las cucharas de plata, en lugar de protegerte a Ti, Dios mío. Y hay quienes intentan proteger su propio cuerpo que, sin embargo, no es más que el receptáculo de mil angustias y de mil odios. Dicen: “¡No caeré bajo sus garras!”, olvidando que mientras estemos en tus brazos no estaremos en las garras de nadie. Esta conversación contigo, Dios mío, comienza a devolverme un poco la calma. Por eso habremos de tener otras muchas en el futuro, y de ese modo impediré que me esquives. Sin duda, conocerás también momentos de escasez en mí, Dios mío, en que mi confianza no te alimentará con tanta abundancia. Pero, créeme, yo seguiré trabajando para Ti, te seguiré siendo fiel y no te echaré de mi recinto. (175-176) A fines de junio de 1942, el gobierno polaco exiliado en Londres hace saber por la radio británica que 700.00 judíos fueron 47

asesinados en Polonia y en los territorios ocupados: Etty anota esta información en sus cuadernos el 29 de junio. La deportación de los judíos de Holanda y de Europa hacia Polonia está programada, la duda ya no es más posible. El 3 de julio, cuatro días más tarde, Etty comprende esta información en su totalidad: Está en juego nuestra pérdida y nuestro exterminio, allí no hay que hacerse ninguna ilusión. “Ellos” quieren nuestro total exterminio… (143) Toda una cantidad de medidas anti-judías han encerrado ya como en unas tenazas sus idas y venidas. Desde el 29 de abril de 1942 deben llevar una estrella amarilla. Desde mayo-junio de 1942 Etty se ve coaccionada a vivir bajo toque de queda, a no hablar más por teléfono y a comprar frutas y verduras sólo en los comercios “reservados a los judíos”. Luego vendrán las redadas que llevarán a miles de judíos de Amsterdam al campo de transición en Westerbork. El 11 de julio de 1942, recoge de entre los rumores divulgados, que en Alemania los judíos son sepultados vivos o exterminados con gases asfixiantes. “¿Dónde está tu Dios?” (Sal 42,11) se preguntan para entonces los contemporáneos frente al silencio y la ausencia de Dios. Es, en efecto, la pregunta lacerante que la tragedia de la Shoah le hace a nuestra fe como a nuestra cultura y que se impone con una agudeza siempre nueva en cada tragedia. Etty se hace esta pregunta y nos la hace y la aborda con inteligencia y nitidez. Ella comienza por desbaratar el recurso a todo simplismo acusador: No es Dios quien debe rendirnos cuenta de las locuras que cometemos. ¡Somos nosotros quienes debemos dar cuenta! (139) En efecto, si la vida se ha vuelto lo que es, no es por obra de Dios sino nuestra. (166) ¡El horror no acusa a Dios, sino que cuestiona al hombre! Se le revela con una evidencia cada vez mayor… que el infierno es un invento de los hombres. (241) Pero Etty no se queda aquí a pesar de que sus cuestionamientos la llevan a franquear un paso más en su descubrimiento de Dios. Desde el “Dios de su interioridad más profunda encontrado entre los escombros de su pozo” la vemos de 48

repente con un “Dios incapaz de modificar el curso de esos tiempos de espanto”. Este Dios en presencia del cual permanece, se revela más impotente que ausente de la tragedia de su pueblo. Si el hombre renuncia a los dioses que no cesa de crearse: un dios necesario, un dios como coartada de sus miedos o de sus cobardías, ¿qué queda? Es lo que Etty trata de entrever: un fuego misterioso amenazado de extinguirse si el hombre cesa de alimentarlo por su confianza. Yo voy a ayudarte, Dios mío, a que no te apagues en mí. Danza frágil de una llama, vacilante y obstinada, signo en el corazón de Etty de una grandeza que la sobrepasa. Así ella llega a una percepción completamente nueva de la relación con Dios: no más un Dios al que recurrimos para mendigar ayuda sino un Dios al que nosotros podemos ayudar: Somos nosotros quienes debemos ayudarte, Dios mío, y quienes debemos defender hasta el fin la presencia que te cobija en nosotros... Este hallazgo enorme se convierte en un leitmotiv en sus cuadernos: Y si Dios cesa de ayudarme, seré yo quien ayude a Dios… Cinco días antes de que se ponga en marcha hacia Auschwitz el convoy fatal, Etty le confía a una amiga: Nos hemos vuelto seres marcados por el sufrimiento, por la vida. Y a pesar de esta vida, en su profundidad inasible, es sorprendentemente buena, María, yo vuelvo siempre aquí. Por poco que hagamos en esto, a pesar de todo, que en nosotros Dios esté en buenas manos. (343) “¡Por poco que!” Y sí, es por este poco que Etty vela con un cuidado celoso. Por la noche, cuando se recuesta, estirada sobre su cama, le sucede que los ojos se le llenan de lágrimas de gratitud, desbordes que rompen los diques, repletos de una emoción que le inunda el rostro. Es mi oración, ella dirá muy simplemente. Su plegaria: punto sagrado en donde se reencuentran y se intercambian, entre Dios y Etty, dos vulnerabilidades ofrecidas. Ya que Dios es también vulnerable, él sufre esta oleada de violencia que subleva a los hombres los unos contra los otros. Su amor renuncia al poder que impondría su ley y se expone al riesgo de ser 49

rechazado y de sufrir. No es ese sufrimiento, al cual estamos frecuentemente familiarizados, de probar nuestra impotencia de amar, sino el sufrimiento inherente a la naturaleza misma del Amor, que ofrece su libertad al otro sin cesar. Puede suceder que de una manera y en un momento inesperado, seamos asociados a este sufrimiento. Etty lo estuvo. Aquel a quien Etty ha ofrecido albergar en ella en buenas manos, se vuelve entonces Aquel cuyos brazos la sostienen: no estamos jamás bajo los garras de nadie sino que estamos en tus brazos. Estos brazos, nosotros lo sabemos, no serán capaces de preservar a Etty de la muerte física, sino de esa muerte que Etty sabe más temible todavía: la de Dios en el corazón del hombre. En efecto es la única cosa que interesa salvar: un poco de Ti en nosotros, Dios mío. ¡Qué novedad pasar del Dios que todo lo puede y a quien nosotros pedimos todo, al Dios que se encuentra indefenso, vulnerable; del Dios al que le suplicamos al Dios que nos suplica! De hecho, Etty escucha y responde a la plegaria de Dios. Ella no cesará de salir al encuentro de angustias nocturnas y soledades, y de acercarse a todo ser humano para contribuir a dar a luz a Dios dentro de sus corazones martirizados. Esta compasión, Etty la vivirá no como una empresa voluntarista, ni como un simple proyecto filantrópico o una militancia sino como una sobreabundancia, la reciprocidad de un amor: Ninguna ilusión heroica… Renuncio, incluso, a pretender ayudar a los otros. Ayudar a Dios tanto como sea posible y, si lo logro, entonces allí estaré también para los demás. En absoluto Etty nos comparte un secreto banal: ayudar a Dios, en cuanto sea posible, para que no se apague en ella, Allí donde el pensamiento ateo encuentra argumentos para desestimar a Dios “inútil” – en efecto, ¿cómo encontrar una diferencia entre la noción de una trascendencia impotente y la constatación de su

50

inexistencia? – Etty, por el contrario, encuentra allí una fuerza inédita. * * * En la entrada de una ciudad de Francia, hay un viejo Cristo mutilado en el cruce de dos rutas. No tiene brazos y sus dos piernas están rotas. Tiene una inscripción que comienza a borrarse, en la cual se lee: “Dios ya no tiene más brazos… No tiene otros brazos más que los tuyos.” ¿Y si el Dios al que rezo, en realidad, fuese el Dios que me suplica que lo ayude a no apagarse en mí y alrededor de mí?

51

52

DÍA 10: A CADA DÍA LE BASTA SU PENA Oración del domingo a la mañana. Son tiempos de terror, Dios mío. Esta noche, por primera vez, me he quedado despierta en la noche, con los ojos ardiendo, con imágenes de sufrimiento humano desfilando sin cesar delante de mí. Te prometeré una cosa, Dios mío, una tontería: me guardaré de mantenerme en el día presente, con tanta fuerza, cuanta sea la angustia que me inspire el futuro; pero eso exige un cierto entrenamiento. Por el momento, a cada día le basta su pena (175). Un amigo inolvidable—cuyo final pacífico me llena cada día de gratitud—me enseñó hace un tiempo esta lección de Mateo 24 [en realidad Mt 6, 34]: “no se inquieten por el mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su pena.” Es la única actitud que te permite afrontar la vida aquí. De este modo, con cierta tranquilidad de ánimo, cada día, entrego mis muchas preocupaciones a los pies de Dios. Muchas veces son inquietudes de una gran trivialidad, por ejemplo, cuando me pregunto cómo llegaré a hacer el lavado de toda la familia, etc. Las verdaderas, las grandes inquietudes han cesado totalmente de existir—se han vuelto un Destino al cual estamos de ahora en adelante atados (302). La primera cita está tomada de la gran “oración del domingo a la mañana” escrita el 12 de julio de 1942. Otro párrafo elegido de esta oración ha sido señalado en el capítulo precedente. Este texto merece verdaderamente que el lector que tenga la posibilidad lo lea o lo relea integralmente en el Diario de Etty. Recordemos el contexto en que esta oración ha surgido, para sacarle más jugo. Julio de 1942: mes capital en todos los aspectos para Etty, ya sea que se trate de su evolución personal o de los problemas históricos que marcan este período. A su modo, Etty se ha 53

preparado para esos tiempos de terror. ¿Pero se está preparado alguna vez para lo peor? Muy pronto había presentido que su resistencia sería de una naturaleza particular: Luchar, no en política o en un partido, sino en sí misma (76). Hoy la resistencia existencial la entrena para no huir de una suerte que adivina probable. Difícil para hacerlo comprender a su entorno. Frente a el agravamiento dramático de los acontecimientos, su hermano Jaap la presiona para que se postule para un empleo de “cobertura” en el Consejo judío, lo que la eximiría provisoriamente del “trabajo obligatorio”. Tal planteo repugna a Etty que desconfía de ese extraño órgano-tampón de rol más que ambiguo. Ella lo lleva a cabo el 14 de julio, pero de mala gana y con culpa. En esa tormenta de total incertidumbre en cuanto a su porvenir, Etty redacta su oración del domingo a la mañana. Allí evoca esa terrible noche de angustia donde las imágenes de sufrimiento han desfilado sin parar delante de ella. ¡Porque a veces la angustia es tan grande que se sugiere en una proyección infernal en el corazón de nuestros insomnios! Etty se levanta de esta lucha desigual contra las tinieblas probada pero no vencida, con una pequeña promesa matinal en los labios: me mantendré en el día presente, con fuerza, evitando de las angustias que me inspira el futuro. Etty dice: Una tontería. ¿Es verdad? Una resolución que toma su fuerza, en todo caso, no de ella misma sino del impulso que hace de esto una oración. ¡Y lo que inspira una oración nunca es una tontería! Cuidarse de no agravar el presente con sus angustias: ¡Qué bella imagen! ¡Cómo si cada una de nuestras jornadas fuere un dirigible que pudiéramos aligerar del peso de nuestras inquietudes para dejarlo elevar! En su hablar siempre lleno de imágenes, Etty utilizará esta comparación: Las mil pequeñas preocupaciones que nos inspiran los días futuros y que corroen nuestras mejores fuerzas creativas, debemos eliminarlas cada día como pulgas (227). ¿Ya hemos detectado en nosotros mismos de qué modo la inquietud extiende sus estragos? Hay en nosotros luces tan vivaces 54

que las creemos capaces de iluminarnos por años. Luego, de repente, una estampida: un obstáculo, un grano de arena, y caemos en el abatimiento, el derrotismo. Nuestras hermosas claridades ya no son más que un lejano reflejo, del cual comenzamos a dudar. Alcanza un hecho, una palabra, una fatiga repentina sobre algo en que estamos, tal vez, demasiado apoyados, para que nuestra paz se vuele. ¡Y poco a poco todo nuestro espacio interior queda acaparado por aquello que, a menudo en los comienzos, no era más que un detalle insignificante! Etty ha experimentado el perjuicio de esto. Ha medido cuán dañina es la inquietud para la vida espiritual. Advierte que pone en peligro la morada. ¡Peligro para la morada de Dios, que es el corazón de cada hombre! Por eso hace esta recomendación: Debemos abstenernos de dejarnos contaminar por las mil pequeñas angustias que son tantas mociones de desconfianza hacia Dios (227). ¡Más fácil decirlo que hacerlo! En la práctica, a Etty no le faltan motivos de preocupación: tickets de racionamiento, molestias de salud, trajines administrativos. Con un poco de entrenamiento, aprende a no dejarse invadir. Pero más allá de las preocupaciones que tocan “a su persona”, hay inquietudes más temibles que la tocan “en persona”: angustias insidiosas que anidan en los huecos de sus afectos más queridos. La inquietud que nos inspiran nuestros prójimos te corroe más que nada, reconoce Etty. El estado crítico de salud de Spier forma parte de esas angustias que someten a Etty a una dura batalla interior. Dios mío, de todos modos, no me dejarás partir mientras esté aún enfermo (NG 539). De hecho, aquel cuya fuerza a toda prueba impresionó a Etty hasta darle envidia, se encuentra muy disminuido. Etty ya lo acompañó a una consulta al pneumonólogo, el 31 de diciembre de 1941. Pero nada dejaba prever un debilitamiento tan rápido. Sin embargo, con todo lo legítimas que sean las razones de Etty para preocuparse, escribirá: debemos desprendernos aún de la inquietud que experimentamos por los seres queridos (161). 55

Pero se puede saber que, la voluntad más firme no alcanza para obtener de sí tal desprendimiento, tal entrega del otro en la confianza. Un año después de la muerte de Spier, Etty se acordará con emoción de esta gran lección que él no sólo le había enseñado sino que de un modo totalmente particular, le había ayudado a poner en práctica: no te inquietes por el mañana…a cada día le alcanza su pena. ¡A veces, las circunstancias, acogidas día a día, obran en nosotros un sosiego, del cual no nos habríamos creído capaces! Cada mañana al saltar de la cama o a la noche al acostarnos, y por qué no a cualquier hora del día, Etty me invita a depositar las grandes angustias y las pequeñas preocupaciones a los pies de Dios. Lo peor no siempre es seguro… Así todo podrá, según su ritmo propio, recuperar la armonía…de la confianza.

56

DÍA 11: ¡ENCUENTRO LA VIDA TAN BELLA! Hay aquí unos despojos mortales en la cama que son conocidos (...) ¿Se espera de mí que tenga un rostro triste o de circunstancia? ¡Pero no estoy triste! Querría juntar las manos y decir: “Hijos míos, estoy llena de felicidad y de gratitud, encuentro la vida tan bella y tan plena de sentido. Pero sí, bella y plena de sentido, en el mismo momento en que estoy a la cabecera de mi amigo muerto – muerto demasiado joven—y cuando me preparo a ser deportada de un momento a otro hacia regiones desconocidas. Dios mío, estoy tan agradecida por todo.” (206) Es como una pequeña ola que irrumpe cada tanto en mí y me reconforta, aun después de momentos difíciles: “¡Sin embargo, cuán bella es la vida!” Es un sentimiento inexplicable. No encuentra ningún apoyo en la realidad que estamos viviendo en este momento. ¿Pero no existe otra realidad además de aquella que nos ofrece el diario y en las conversaciones irreflexivas y exaltadas de gente enloquecida? Está también la realidad de esta pequeña flor y aquella del vasto horizonte que terminamos por descubrir más allá de los tumultos y el caos de la época (221). Encuentro la vida tan bella. ¿ acaso es un estribillo cantado por un impulso de convicción forzada? ¿Una fórmula conjuratoria? ¿Un slogan martillado para convencer a quien lo dice de su eficacia? ¿O acaso una suerte de pensamiento positivo practicado para ilusionarse sobre una vida “no más bella que eso” en realidad? No. Nada de todo eso. Y siendo más que un refrán querido para Etty, será necesario que para hablar de eso encontremos palabras matizadas y respetuosas. Lo que Etty llama, con una emoción cargada de ternura, su querido, grande y buen amigo, no está más. Tuvo el privilegio de 57

poder leer hasta la última página la vida de ese gran descifrador, buscador y descubridor de Dios. La pérdida de aquel que tanto contaba para ella podría aniquilarla. No la aniquila. Encuentra, por el contrario, a Etty en una llamativa disposición de paz y de gratitud. Etty hace una confesión tan insólita como irrefrenable: encuentro la vida tan bella y rica de sentido. Este credo no es una certeza intelectual. Un impulso interior que va creciendo y se afianza en ella con el paso del tiempo, aún en el momento de prueba de la partida del amigo, un sentimiento de la belleza indestructible de la vida. Sin embargo, en el exterior, la cruda realidad está allí, con un horror impresionante que parece contradecirla. Encuentro la vida tan bella. ¿Etty está ciega a esta realidad? ¿se hace una ilusión? ¿ O bien, tiene un secreto que nos haría felices conocerlo? Un esbozo de respuesta está, quizá, en esa maravillosa breve frase tomada de sus notas: Hemos pasado delante de jeringuillas, de rositas y de centinelas alemanes. La mirada panorámica de Etty considera lo real en su conjunto. No excluye nada, ni exagera nada. ¡Y de golpe la palabra centinelas nos haría casi creer en una nueva esencia floral!

Muy pronto en su diario, Etty dirá que un poema de Rilke es tan real, tan importante como un muchacho que cae de un avión, no para despreciar el valor de la vida humana, sino como una invitación a no privilegiar la parte trágica u oscura de lo real a expensas de la parte luminosa, ni tampoco lo contrario. La vida forma un todo, no es necesario querer separar los elementos. Etty nos dice una idea querida que enuncia de manera paradojal en estos términos: La vida es bella y plena de sentido en su absurdidad, por difícil que sea ubicar un lugar para todo y asumirla integralmente en su unidad; así la vida, de una manera o de otra, forma un todo perfecto (...) cuando el conjunto se pierde, todo se vuelve arbitrario (149). 58

No entendamos mal. Para Etty no es cuestión de adornar la realidad ni de negar su dureza para defenderse de ella. Todo lo que ocurre le concierne y su manuscrito está plagado de referencias a miles de exacciones y vejaciones que les fueron relatadas o que ella ha tenido que sufrir. Por ejemplo, no poder subir más a un tranvía o sentarse con un amigo en la terraza de un café en una bella jornada soleada. Plenamente humana, Etty encierra duramente y en todo su ser fatiga, angustia, tristeza, enfermedad. Pero precisamente porque es humana, Etty descubre también progresivamente que se desliza en todo lo que ella vive una pizca de eternidad gracias a la cual se siente en solidaridad con las multitudes a través del espacio y del tiempo. El frío o el calor, los experimenta en unión con los otros, consciente de ocupar su lugar en el inmenso fluir de la Vida. Esta conciencia es más que un simple contacto momentáneo. Es una mirada capaz de distinguir en todo, comprendiéndolo dentro de la dificultad cotidiana, la emergencia de un sentido que “vuelve a vincular”(re-liga) a los hombres más allá de sí mismos. ¿No es acaso, según una etimología posible, la esencia de la experiencia “religiosa”? ¡Qué bella es la vida!: este leitmotiv aparentemente tan simple se ensancha y se enriquece de una sustancia más y más densa a medida que Etty progresa. Se amplifica creciendo hasta volverse un murmullo ensordecedor. Galileo de rodillas, obligado a abjurar de su tesis sobre el heliocentrismo había murmurado: Eppur, si muove! –y sin embargo, se mueve. Así Etty, acorralada hasta el espanto insiste en decir: Sin embargo, qué bella es la vida. Fuerza indestructible que hasta el fin la impulsa a decir este refrán, hasta hacerlo la firma de su vida. Justo cuatro semanas antes de su deportación, cuando no tenía más casa que un catre de hierro sobre un pedazo de tierra encerrado por rejas, Etty había experimentado la necesidad de explicarse sobre este tema. Escuchando a veces decir que ella ve siempre el lado bueno de las cosas y saca la mejor parte de todo , expresa su rechazo por este género de expresiones muy alejadas de 59

lo que ella quiere decir: Nunca he tenido la impresión de deber forzarme para ver el lado bueno de las cosas, todo es siempre perfectamente bueno, tal cual existe. Toda situación, por deplorable que sea, es un absoluto, y reúne en sí lo bueno y lo malo (313). Tulipanes, girasoles, gladiolos, orquídeas, narcisos, las flores abundan en Etty. “El arte supremo de un escritor no está en olvidar, borrar el problema volviéndose hacia las flores, sino extraer de lo peor un perfume” escribe Philippe Jaccottet. Etty seguramente hubiera suscripto estas palabras. Pero ella va más lejos. Anémonas, rosas, geranios, lirios, ciclámenes, las flores brotan tanto bajo su pluma, para invitarnos a agudizar nuestros sentidos hasta percibir que toda la belleza y la bondad que nos ofrece la vida está allí para solicitar nuestra adhesión a ella. Si la fealdad y el mal existen “bello y bien”, no nos pueden impedir este injerto de la vida en nosotros más que si le damos el poder para eso. El 22 de julio de 1942, a pesar de la lluvia, las ampollas en los pies, el peso del día, Etty se acercó a una carretilla de un florista y allí compró un gran ramo de rosas. Muchos me dicen: ¿Cómo puedes todavía soñar con flores? escribe al día siguiente. La respuesta de Etty, vasta y simple a la vez, oculta más allá de las palabras, lo íntimo de las profundidades de su ser: orientación consentida y renovada sin cesar, de su libertad hacia la Vida... Ya he sufrido mil muertes en mil campos de concentración (...) De un modo o de otro, ya sé todo. Y sin embargo, encuentro esta vida bella y plena de sentido. A cada instante (140). *

*

*

Vivir en este mundo es hermoso y bueno a pesar de lo que los humanos nos infligimos mutuamente (202). ¡Grito del corazón y oración de alabanza de Etty!

60

¡Cómo podemos ejercitar nuestra mirada para descubrir esta belleza y esta bondad, a pesar de que no todas circunstancias nos llevan al reconocimiento! Así como Etty se acerca a un vendedor de flores, ¿qué gesto concreto y simple, en este sentido, me es posible hacer hoy?

61

62

DÍA 12: NO QUERER LAS COSAS, SINO DEJAR QUE OCURRAN Querría gozar de buena salud. Me preocupo demasiado por mi salud, y eso no es bueno. Debería ser conquistada por esa impasibilidad que impregnaba esta mañana tu aurora grisácea .Debería superar en mi jornada, finalmente, la preocupación de mi cuerpo. Mi último recurso siempre ha sido saltar de la cama y arrodillarme en un rincón protegido de la pieza. No pretendo obligarte, Dios mío, a curarme en dos días. Sé que todo debe ocurrir orgánicamente, según un proceso lento. Son casi las siete. Voy a hacer mi higiene, me lavaré con agua fría de la cabeza a los pies, después me volveré a acostar, y no me agitaré más, para nada, no escribiré más en mi cuaderno, me esforzaré por mantenerme extendida y por no ser más que oración. A menudo ha ocurrido ya que estaba segura de no poder volver a ponerme en pie por semanas—o al cabo de algunos días se había acabado. Pero, por el momento, no vivo como se debe, busco torcer el destino. Sin embargo, si tuviese la menor posibilidad de hacerlo, me gustaría mucho partir el miércoles. Sé que en mi estado, no sería de gran ayuda para la colectividad, querría mejor recuperar un poco la salud. Pero no es necesario “querer” las cosas, hay que dejar que se realicen en mí, y precisamente es lo que me olvido de hacer en este momento. Que se haga tu voluntad y no la mía (236). Cuando Etty escribe estas palabras, ya ha conocidos dos cortos episodios de trabajo en el campo de tránsito de Westerbork. No cesa de volver sobre esa escena desnuda y abierta a los cuatro vientos para hacerse presente en medio de las barracas pobladas de gente acosada y perseguida. Pero su estado de salud le impone volver a Amsterdam. Inquieta por el estado en que está, Etty se exhorta y hace la promesa de que su jornada supere la preocupación de su cuerpo. 63

Más que un voto piadoso, este deseo es ya la substancia de una verdadera oración. Toda su vida conserva la preocupación por arreglárselas con un cuerpo que se las trae. Su diario está adornado con notas que lo confirman. Regularmente su organismo se lo recuerda por medio de diversos síntomas: malestares del estómago, fatigas, náuseas, vértigos, dolores de cabeza hasta romper el cráneo, eczemas, frío, indigestión, vesícula caprichosa. Para estar mejor Etty no duda en recurrir a lo que llama ayudas artificiales. Su diario evoca en este sentido una abundante farmacopea. Con el tiempo, llegará a decir que a veces es necesario evitar el recurso tan ligero los medicamentos. Además, el alivio de los medicamentos no nos dispensa de encontrar cómo atravesar los malos momentos… Especialmente todo su “ser mujer”, por los ciclos a los que la somete, está unido a su aventura interior. Así, Etty lleva un informe acerca de ciertos estados de ánimo y la menstruación. Hay un cierto misterio en esa interacción del cuerpo y el alma, reconoce (76). (…) Deberé notar primero, con toda franqueza: eran las vísperas de mis reglas y esos días no soy más que responsable a medias […] Todo en mí está revolucionado y en movimiento. Impaciencia, dispersión, intrepidez por momentos, son las señales de este fenómeno femenino que se repite en mí, desgraciadamente, cada tres semanas (131). Honra a Etty y es bastante raro como para que lo subrayemos, el que un itinerario espiritual reconozca lo que vive el cuerpo hasta en su íntima realidad sexuada. Etty observa que cuando el cuerpo está mal, todo el ser es absorbido por sus turbulencias. Toda la energía de la que disponemos se requiere para superar la sensación de molestia o de dolor. ¡Querríamos tanto no tener que depender de estas fluctuaciones de la salud, no ver nuestras fuerzas tragadas hasta tal punto, que nuestros humores se encuentren afectados o nuestra moral socavada!.. Etty ha conocido muy bien esta prueba. Nosotros, que en defensa de nuestra cuerpo, algunas veces luchamos con las mismas dificultades, ¿Qué tenemos que aprender 64

del modo en que ella las enfrenta? Que la vida interior no se juega ni fuera ni al costado de la vida “orgánica”. Etty experimenta aún cada vez más finamente, los reflejos de uno sobre otro, hasta poder relativizar ciertos problemas diciendo: no es tu cuerpo, es tu pequeña alma maltratada la que hace de las suyas. Efectivamente, el cuerpo no es un receptáculo. Traduce, advierte, recuerda. El cuerpo no miente. Tiene—arriesgando esta fórmula—“un buen sentido espiritual” independiente de nuestra cabeza. De esa manera, es un maestro tan eficaz cuanto se lo reconozcamos. Etty no dejará en el misterio las señales que le dirige el suyo, las decodificará tanto como se pueda. Y si con el paso del tiempo su salud permanece inestable, por otro lado progresa su capacidad de evocarlo sin detenerse demasiado. Poco a poco aprendió a no otorgarle un valor tan absoluto a los malos momentos que atraviese, admitiendo que “hay días positivos” y “días negativos” y que para vivir estos últimos, no hay receta milagrosa. De hecho, los consuelos de la razón tienen poca fuerza cuando el cuerpo está roto por la fatiga, enfermo o limitado. Asumir el propio mal con paciencia… y apoyarse en el fundamento de la confianza por haber podido emerger muchas veces ya de ese tipo de detenciones: ¡por momentos, es lo mejor que se puede hacer! Me prometí no hablar más de mi salud, es un desperdicio, escribe Etty en julio de 1942. Le estamos agradecidos por no haber podido cumplir esta promesa, y porque por medio de sus palabras hizo vivir bajo nuestra mirada ese desafío permanente de “arreglárselas consigo misma”. Por habernos concedido reconocer que nuestro cuerpo, aún doloroso, sigue siendo camino hacia Dios, camino de Dios… Octubre de 1942: postrada en cama en el número 6 de la Gabriel Metsustraat y prisionera de una caparazón de debilidad, a Etty le cuesta aceptar que su estado le impide recuperar la colmena angustiada de Westerbork. Está tentada por hacer violencia al Cielo: ¡que le obtenga una sensible mejoría de su salud! Allí verá el signo 65

de una luz verde para su partida. Sin embargo, ¡Etty sabe que no se trata con Dios como con un vendedor de alfombras! Si pretendió negociar con él, fue sólo para ayudar a aplazar y a soportar esa espera que le parece interminable. En verdad, lo real no obedece a sus deseos y—lo que es más—la deja a merced de un horizonte estrecho en el cual todo proyecto parece excluido. La impotencia que Etty experimenta, la obliga a tomar una actitud: o bien forzar el destino, es decir, no tener en cuenta su fragilidad por la decisión de una partida prematura para Westerbork, o bien consentir a lo que ocurre, es decir, aceptar el presente tal cual se ofrece. Pero ¿elegir permanecer en Amsterdam forzada a decidirse así por un debilitamiento completo, es aún hacer una elección? Aceptar lo que evidentemente no puede modificar no es una claudicación. Tal vez incluso sea el único medio para transformar la necesidad en acto de libertad. Y Etty lo realiza precisamente permaneciendo en Amsterdam, constreñida y paradojalmente apaciguada. Querría, desearía, podría: cuántos deseos frustrados contra la muralla de una realización diferida, o hasta improbable, se convierten así en un “dejarse” acentuado. La realidad nos va puliendo, pero ahonda también lo infinito de nuestro deseo. Y aún el cuerpo, cuando se acuerda de nosotros. Etty deja suavizar en ella esa voluntad de imprimir al tiempo el ritmo de sus intenciones. Todo debe desarrollarse orgánicamente… Se deja incorporar a este lento proceso. Paciente crecimiento del ser que la conduce a las puertas de un consentimiento, cuyo verdadero alcance se le escapa y la excede: Que se haga tu voluntad y no la mía.  * * * Este día, ¿qué trata de decirme mi cuerpo—que aún no haya escuchado? ¿Y a qué mi oración podrá hacerse un libre consentimiento?

66

DÍA 13: DARTE A LUZ EN EL CORAZÓN DE LOS OTROS ¡Qué grande es la angustia interior de tus creaturas terrestres, Dios mío! Te agradezco el haberme acercado tanta gente con toda su miseria. Mientras me hablan tranquilamente, sin darse cuenta, de repente se manifiesta toda su angustia con plena desnudez. Y he aquí delante de mí un pequeño despojo humano, desesperado y sin saber cómo continuar viviendo. Allí comienzan mis dificultades. No alcanza con predicarte, Dios mío, para darte a luz en el corazón de los otros. Hay que despejar en el otro el camino que conduce hacia Ti, Dios mío, y para hacerlo, es necesario ser un gran conocedor del alma humana. (...) Y te agradezco el haberme dado el don de leer en el corazón de los otros. Las personas son, a veces, para mí, casas con las puertas abiertas. Entro, paseo por los corredores, las piezas: en cada casa, el arreglo es algo diferente, sin embargo, todas se parecen y se debería poder hacer de cada una de ellas un santuario para Ti, Dios mío. Y te lo prometo, te lo prometo, Dios mío, te buscaré un aposento y un techo en el mayor número posible de casas. Es una imagen alegre: me pongo en camino para buscarte un techo. Hay tantas casas deshabitadas donde te haré entrar como invitado de honor. Etty exclama: ¡Qué grande es la angustia interior de tus creaturas! Tantos rostros, en efecto, se perciben huraños, lívidos. Parecen casas deshabitadas: detrás de sus fachadas, un gran vacío donde hace falta dolorosamente una presencia. ¿Podrá ser la presencia de ellos mismos, de los otros, de Dios?... El secreto deseo de Etty es hacer de cada una de estas “casas” un santuario donde Dios sea invitado como huésped de honor, tal. Más allá de la belleza de la imagen, ¿de dónde le viene esta aspiración y cómo hizo para llevarla a cabo?

67

La partida de un convoy se anuncia en el campo de tránsito de Westerbork. El tren saldrá a las 11. Un extremo de ese “boulevar de deportados”, la arteria principal del campo que conduce a la vía férrea, se empieza a llenar de gente y bolsos. Etty anda errante, entre gritos y llantos, para dar un último gesto o una palabra reconfortante, en medio de la luz fantasmagórica de las barracas. De repente reconoce a una de sus colegas cuyo rostro pecoso ha adquirido un gris ceniciento, de rodillas, a la cabecera de su madre moribunda, la cual ha tomado un veneno. En ese momento de confusión demasiado grande para soportarlo sola, Etty está allí. Pero no sólo las víctimas atraen sus miradas, sino también los verdugos, los que organizan y los que ejecutan. Detrás de la ventana de una barraca observa, uno tras otro, los rostros de soldados de uniforme verde de la escolta armada, ¡Dios mío, esos rostros! Nunca nada me ha espantado tanto como esos rostros. Y sentir en ella como esas miradas frías, inconscientes o inhumanas, se chocan con violencia con esa palabra-clave, el hilo conductor de su vida: “Y Dios creó al hombre a su imagen”. Sí, esta palabra conoció en mí un comienzo difícil, confiesa. La desfiguración de la Imagen es lo que pone en camino a Etty en medio de ese infierno, más allá de la confusión total y la absoluta miseria de la que es testigo. Su corazón es tocado por esto. Se esboza en filigrana lo que se transformará en su misión, una misión de alumbramiento: dar a luz a Dios, prepararle una morada en todos los corazones destrozados y degradados. Porque Etty descubre en ella un don: acompañar con profundidad a todo el que viene. Puedo leer el corazón abierto de todas las personas angustiadas que encuentre en mi camino, subraya. Esencialmente, el corazón de los otros se le vuelve familiar en el mismo nivel en que se encuentra y donde habita su propia vida. El regalo que presiente está de ese modo vinculado con todo ese trabajo que se obra en ella desde hace meses. Pero a fin de afinar ese don y de alcanzar más precisamente los corazones sufrientes que la rodean, Etty experimenta la 68

necesidad de formarse previamente, desde que se le aclara el horizonte, en lo que hoy se llamaría la escucha pastoral y la psicología: No se conoce la vida de alguien si sólo se saben acontecimientos externos. Para comprender la vida de alguien, es necesario tener en cuente sus sueños, las relaciones con sus padres, sus estados de ánimo, sus desilusiones, su enfermedad y su muerte. Frente a los rugidos de un miserable de la Gestapo con aspecto atormentado ella arde de deseos por preguntarle: ¿tuviste una infancia muy infeliz o tu novia se fue con otro? ¡Sin tardar, habría con gusto desplegado un tratamiento psicológico respecto a él! Así, a raíz de otra figura con la que se cruzó en el campo: querría tocar este hombre en sus angustias, buscando su origen y entablando con él una suerte de batida, volviéndolo hacia sus propios dominios interiores. Esta es, en una primera aproximación, lo esencial de la reflexión de Etty en este texto. Pero hay aún más en esas líneas. Prestemos atención al vocabulario empleado por Etty: casa abierta, corredor, pieza, techo, santuario, arreglo. Por otra parte, en cinco ocasiones en pocas líneas, se escucha esta denominación: Dios mío... Conviene subrayar aquí no solamente el movimiento espontáneo de un corazón sensible. La participación de Etty en los dolores y miserias de sus contemporáneos está mucho más profundamente enraizada. Muy pronto en sus Cuadernos, aparece el descubrimiento de un tesoro que lleva con ella, cuando los demás se preocupan por salvaguardar valores materiales. Llevar a Dios, intacto y preservado, por todos lados dentro de sí en medio del sufrimiento y el tráfago de ese tiempo, ser para él una morada hospitalaria: es lo que cuenta para Etty – y no vivir un idilio con Él en la atmósfera preservada de un escritorio...-- o en el ambiente resguardado de un retiro espiritual. Con el impulso de esta primera preocupación se pone en búsqueda de una morada para Dios en el corazón de aquellos a los 69

que su presencia parece ocultarse baja una niebla espesa de miseria e inhumanidad. Es una misión grande y delicada. Para llevarla a cabo, Etty evita las ideas preconcebidas, sobre todo las durezas de los prejuicios, que espontáneamente proyectamos sobre las personas que pasan. Ella se propone algunas reglas de oro: no encasillar a las personas con las que se encuentre en lo que con anterioridad haya supuesto que serían, mirar más lejos y más profundo para ver lo que pudiera venir de bueno desde allí. Así se dispone a acoger mejor a los que se encuentre, de modo que pueda abrirse para Dios un camino dentro de su corazón; mientras que en su corazón, hay una fuente de solicitud descubierta desde hace tiempo que continúa brotando: un torrente de energía para escuchar más adentro y más allá de sí misma. Para albergar también todo ese dolor que, incansablemente, viene a romper a sus orillas. Despejar el camino que conduce a Dios en los corazones desamparados no está siempre destinado al éxito. El que se aventura a eso, lleva por delante decepciones y también la tentación de dejar caer los brazos. Etty, habiéndolos conocido, sin embargo no ha dejado de acompañar a las personas que encuentra en su camino, siempre en busca de una habitación de Huésped para su Dios. Pero se entreabre en ella un último descubrimiento: en la carta que desliza por una hendija del vagón del tren que se dirige hacia Auschwitz, garabatea esas palabras espigadas con apuro en la pequeña biblia escurrida en su bolso: El Señor es mi morada alta. Dios se descubre a ella como se manifestaba al rey David, que deseaba construirle un templo en Jerusalén (2 Sm 7, 11) y en un murmullo le susurra al corazón: “quieres abrirme una casa en el corazón de los hombres. Déjame decirte: soy Yo mismo el que se ocupa de construir una casa para ti... Yo soy tu fortaleza, tu refugio, tu puerto de salvación, tu lugar de anclaje, más aún, ese espacio de intimidad y de intercambio que tanto y tanto deseas...”

70

¡Qué largo itinerario desde aquella que se encarga de cobijar a Dios a aquella que se descubre cobijada en Él! Te buscaré un amparo en el mayor número posible de casas. Lo que puede aparecer como una “resolución” en Etty se transforma en una oración, perdiendo así todo rasgo de voluntarismo. Te lo prometo...No son las palabras de un comerciante, sino la promesa de una mujer que lentamente se ha despertado a su misterio: Dios en ella busca a Dios en el otro. En el día que comienza, me cruzaré con muchos rostros. ¡Qué camino a recorrer desde el contacto al encuentro! ¿Cómo disponer hoy mi corazón para franquear esos espacios hacia el deseado encuentro?

71

72

DÍA 14: DEL AMOR DE LA ESCRITURA A LA ESCRITURA DEL AMOR Esta tarde, estuve mirando unas estampas japonesas con Glassner. Impactada por una evidencia repentina: Así quiero escribir. Un amplio espacio en torno a pocas palabras. Odio el exceso de palabras. Querría escribir sólo palabras engarzadas orgánicamente en un gran silencio, y no palabras que están allí para dominar y desgarrar el silencio. En realidad, las palabras deben acentuar el silencio. Como esa estampa con una rama florida en el ángulo inferior. Algunas pinceladas delicadas—pero ¡lo que hizo el más pequeño detalle!—y en derredor un gran espacio, no un vacío, sino digamos mejor: un espacio inspirado. Odio la acumulación de palabras. Hacen falta tan pocas palabras para decir las grandes realidades que importan en la vida. Si algún día escribo (¿y qué escribiré exactamente?), querría trazar de esa manera algunas palabras con un pincel, sobre un gran fondo de silencio (121). El 26 de mayo de 1942, Etty escribía: volviendo a casa por la tarde, en la noche cálida, al mismo tiempo ligera y pesada por haber bebido un Chianti blanco, volví a encontrar de repente, fugazmente, la certeza de que, en este momento preciso, el tener una lapicera ha desaparecido otra vez: un día seré escritora (116). Etty escribe regularmente desde el 8 de marzo de 1941, en que comenzó a redactar las primeras palabras de su diario. Con el paso del tiempo, comprobó los beneficios de este “método” que consiste en conversar con uno mismo y con su Dios sobre el camino trazado por algunas líneas azules. Necesidad de las palabras a la que se somete, no para hacer una obra literaria, sino para extraer del magma los contornos de su propia forma.

73

Pero, cuando encuentra poco a poco esta forma gracias a sus Cuadernos, Etty siente cada vez más que en ella crece un sentimiento de obligación con respecto a su talento creador, tal como ella lo llama. Descubre en ella la misión de escribir y de ser así fiel a lo mejor de sí. Pero hete aquí que este deseo poderoso de escribir busca a tientas el camino de su realización. Oh Dios, tómame con tu mano grande y haz de mí tu instrumento, hazme escribir […] Ignoro cómo realizar mi deseo de escribir. Todo es aún demasiado caótico, y me falta la confianza en mí, o más bien, la necesidad urgente de decir algo (41). Etty presiente que la fidelidad a su talento de escribir debe ir más lejos que sus notas del diario, aun cuando ignore de qué manera. Dedicarse a esa tarea no le resulta fácil. Me divido y me ofrezco para compartir una multitud de simpatías, de impresiones, de seres y de emociones que se fundan en mí. […] No me alcanza el vivir de todo eso. Es necesario agregarle algo de mi invención (229). Cuando leemos a Etty, acogemos las palabras que nos ha dejado. Pero alrededor de esas palabras, descubrimos su aspiración a escribir otras palabras, aquellas que nunca escribirá. Noticias, novelas, crónicas, historias, están aquí y allá remotamente vislumbrados, pero en definitiva no pondrá en práctica ninguna de esas formas literarias. Y nos encontramos en presencia de un misterio. Las palabras que Etty no había a priori destinado a la publicación nos salen al encuentro y las que habría soñado escribir nunca han visto la luz, haciendo decir agradablemente a Sylvie Germain: “los relatos vislumbrados han quedado en los limbos de la tinta, se han deslizado en lo concreto de los días, en lo profundo de su carne, y es en ese espacio inspirado que ha construido en ella, donde la obra se llevó a cabo.” ¿Por qué caminos misteriosos esta obra se cumplió? Un misterio se contempla más que se explica. Algunas palabras pueden al menos intentar ayudarnos… Etty tiene la escritura trenzada a su cuerpo. La perspectiva de ser un día totalmente privada de papel y lápiz le cuesta. Tan 74

grande es su necesidad de hacer regularmente un balance consigo misma. Al mismo tiempo, a medida que la carga dramática de los acontecimientos aumenta, presiente confusamente que sus proyectos de escritura podrían ser cortados de raíz. Y escribe, a menos de dos meses de su deportación, estas palabras tan profundamente significativas: Puede ser que no llegue nunca a ser la gran artista que querría ser… Esta toma de consciencia que tiene no es sólo guiada por la aceleración trágica de los hechos, aunque ésta evidentemente se incluya. Diríamos que se alcanza una nueva etapa, como si Etty accediera a un nivel en el que el crecimiento interior que experimenta implicase una tal ganancia que hiciese palidecer los proyectos que más quería. Se da cuenta de que todo intento de expresión está como absorbido en el orden de un descubrimiento que no encuentra más su medida en el lenguaje. Su energía creativa se transforma así en intercambios con el Huésped interior: dulces tuteos de corazón a corazón. Una palabra, siempre la misma, se le hace presente a su espíritu y nos da testimonio de que todo su ser se unifica y se simplifica en un solo impulso: Dios. Querría a veces escribir pequeños aforismos y pequeñas historias vibrantes de emoción, pero la palabra primera que me viene al espíritu, es siempre la misma: Dios; contiene todo y hace que todo el resto sea inútil. Y toda mi energía creativa se convierte en diálogos interiores conTigo (317). Paradoja de una gran belleza: constatamos que Etty no renunciará a estar dentro de una dinámica prospectiva y creadora con relación a la escritura. Al contrario, tan lejos como podemos avanzar, la vemos escribir. Desde Westerbork envía a sus íntimos cartas agudas, crónica de una realidad que supera la ficción; y aún en el tren de la deportación, desde el cual arrojará su última carta por una ranura del vagón, atestigua así su deseo de comunicar hasta el fin.

75

Sencillamente, su aspiración a escribir ha comenzado a revelar su verdadera amplitud. Desde ahora, la obra continuará con la tinta de su vida: tintas roja y blanca. De sangre y silencio. Entra, desde este momento, en una dimensión que se escurre inalcanzable, allí donde sólo el Amor accede. Un día, admirando unas estampas, Etty había sido repentinamente impactada por la evidencia del despojo de estas: Así quiero escribir. Un amplio espacio alrededor de pocas palabras. Después de casi cuarenta años, las palabras de Etty serán como una alhaja engarzada en un estuche de gran silencio. Luego, de repente, por los avatares de curiosas peripecias editoriales, saldrán de la noche para irradiar su fuerza de luz viva, haciendo de nosotros el “buen puerto” de una palabra, que no nos estaba destinada… Si escribo algún día…querría trazar de esta manera algunas palabras con un pincel sobre un gran fondo de silencio. Camino inesperado de un cumplimiento que sobrepasa lo que el deseo de Etty había soñado… *

*

*

¿Tengo un deseo personal profundo que no logra realizarse o cuya realización, al menos a primera vista, no toma el camino esperado? ¿Puedo pedir a Dios esta confianza y esta libertad de corazón que dice a la vez y con la misma fuerza: querría… y… puede ser que nunca…?

76

DÍA 15: UN DIÁLOGO ININTERRUMPIDO CONTIGO Dios mío, tómame de la mano, te seguiré con valentía, sin mucha resistencia. No me sustraeré de ninguna de las tormentas que arreciarán sobre mí en esta vida, soportaré el impacto con lo mejor de mis fuerzas. Pero dame de tiempo en tiempo un breve instante de paz. Y no creeré, en mi inocencia, que la paz que descienda sobre mí vaya a ser eterna, aceptaré la inquietud y el combate que vengan después. Me encanta resguardarme en el calor y la seguridad, pero no me rebelaré cuando tenga que afrontar el frío, siempre que me guíes de la mano. Te seguiré a todos lados e intentaré no tener miedo. Donde esté trataré de irradiar un poco de amor, de ese verdadero amor al prójimo que hay en mí. (...) No quiero ser nada especial. Quiero solamente intentar llegar a ser aquella que ya existe en mí, pero que busca aún su pleno desarrollo (78). Tú que me has enriquecido tanto, Dios mío, permíteme también dar a manos llenas. Mi vida se ha transformado en un diálogo ininterrumpido contigo, Dios mío, un largo diálogo (316317) Dios mío, tómame de la mano, te seguiré con valentía, sin mucha resistencia... soportaré el impacto con lo mejor de mis fuerzas. Sólo los escritos surgidos de las profundidades del ser tienen la capacidad de anticipación que cargan las palabras de un despliegue que las excede. Te seguiré con valentía... Te seguiré a todos lados... Promesa. Pacto sellado en lo íntimo del corazón de Etty, donde Dios se encuentra misteriosamente comprometido. “Ponme como un sello sobre tu corazón” dice la amada del Cantar de los Cantares (8, 6). Contra ese sello, ¿qué pueden encontrar los infiernos sino el amante y la amada cada vez más unidos? Es el 7 de setiembre de 1943, en Westerbork. Etty recorre el “boulevard de convoys” que ha descripto hace apenas 15 días con 77

su estilo inimitable. Charla alegremente, ríe, tiene una palabra agradable para todos los que se encuentra. Se deshace en humor, un humor, por cierto, ligeramente teñido de melancolía, pero finalmente es Etty tal cual los cercanos la han conocido. Sin embargo, el anuncio repentino de la decisión de su deportación le ha hecho el efecto de un golpe en la cabeza, dejándola literalmente abrumada. En menos de una hora, no obstante, se rehace y enfrenta la nueva situación con una rapidez increíble. Esto lo conservamos, palabra por palabra, gracias al testimonio de uno de sus amigos de la última hora, Jopie Vleeschhouwer (cf. NG 712). Confía a este amigo que lleva consigo sus últimos cuadernos. En el tren de carga que la arrastra allí donde las palabras enmudecen, Etty lleva, sin embargo, sus últimas notas. El secreto que encierran estará bien guardado para siempre. Para adivinarlo, quizá será necesario familiarizarnos con el silencio en el que desde ahora se sumergirá. Última certeza material: el silbido agudo de un tren que comienza a moverse y un “adiós” final de Etty. Quedándonos “en el andén” nos sentimos un poco como sus amigos cercanos, aturdidos y despojados. El mismo día, Jopie, sin embargo, escribe: “Experimentamos un sentimiento de pérdida, pero no nos sentimos con las manos vacías”. Y también: “Una amistad como la suya no se pierde”. Nuestra mirada intenta seguir el surco dejado por su partida. Vamos a viajar tres días, dice en su última carta. Horas de transporte en la exigüidad, el frío, las fiebres, las angustias de unos y de otros, y una ausencia total de higiene... En realidad, no podemos hacernos sino una pálida idea de ese “tren infiernal” arrojado hacia Polonia. ¿Qué vivió Etty en las once semanas de su vida: entre el 7 de septiembre y el 30 de noviembre de 1943, fecha en la que morirá según un comunicado de la Cruz Roja? ¡Estamos obligados a no saberlo, aún cuando el lugar de su destino nos lo deje imaginar! Auschwitz, dos sílabas que golpean en nuestra memoria como el recuerdo de la infamia y la abyección más innombrable. ¡Auschwitz-

78

Birkenau, el campo de concentración nazi más grande, donde hasta 20.000 hombres, mujeres y niños eran incinerados por día! Un horror tan absoluto al que los superlativos no llegan a describir. A causa de una maquinación innoble y premeditada del hombre contra el hombre, cientos de millares de personas fueron muertas . Los cómplices: el hambre, el frío, las epidemias, los “experimentos médicos”, los trabajos forzados. En las cámaras de gas, vidas humanas son exterminadas por racimos. Cuántas existencias particulares y rostros únicos llevados a la máquina de triturar de un sistema orientado hacia la destrucción metódica de un grupo humano. Genocidio, ¡“solución final”, dicen también las palabras en su frialdad vertiginosa! Entre esas muchedumbres inocentes, una joven mujer judía, llena de sol en su interior: Esther Hillesum, 29 años. Esther anónima, Esther de nobleza real, como su hermana judía de las Escrituras del primer Testamento... Se puede cambiar su nombre por un número, despojarla de sus palabras y de sus libros, arruinar su salud a fuerza de un trabajo agotador, aplastar su sonrisa bajo la bota del cinismo y las humillaciones, aniquilar a los suyos, pero no se podrá quitar ese tesoro sin precio que ella lleva en sí y que tiene cuatro letras que lentamente ha aprendido a pronunciar: DIOS. En cualquier lugar de la tierra donde sea llevada, ella sabe que Él es transportado en ella, como en esos innumerables rostros con los que se cruza alrededor de ella. Cuando toque la hora del mayor despojo y en la cual todos sus apoyos humanos le sean quitados, ¿cómo continúa avanzando? Nos faltan las palabras. Quizá la expresión de un poeta que conoció los horrores del secuestro pueda suplir nuestra indigencia… “Mi alma está desasida De toda cosa creada Y sobre sí levantada Y en una sabrosa vida Sólo en su Dios arrimada. 79

Por eso ya se dará La cosa que más estimo Que mi alma se ve ya Sin arrimo y con arrimo.” (Juan de la Cruz, glosa “A lo divino”) ¿“Quién es esa que sube por el desierto, apoyándose en su amado?” canta el coro en el Cantar de los Cantares. En medio de una noche de octubre de 1942, un año antes de su deportación, Etty de repente constató que no permanecerían más que Dios y ella, solos. Por dos veces ella lo señala. Dios y yo solos ... En el presente totalmente sola para Él solo (NG 577-578). He aquí que la precipitación de los hechos acaba por despojarla y de exponer su fe al riesgo de esa soledad desnuda. Hora crucificante donde el corazón se dobla como una caña sin romperse, aun cuando no se siente, cuando no se comprende... “Sin arrimo y con arrimo, sin luz y a oscuras viviendo, todo me voy consumiendo” dice el poeta. Mi vida se ha transformado en un diálogo ininterrumpido contigo... Un largo diálogo, del cual es bueno que los últimos intercambios permanezcan en el secreto de Etty y su Dios. Siempre que guardemos para nosotros la preciosa confidencia de los caminos de ese diálogo: Una vida transformada en oración, una oración transformada en vida... He roto mi cuerpo como el pan Y lo he repartido entre los hombres. Etty Hillesum, Martes 13 de octubre de 1942 Última página de su diario.

80

ÍNDICE

Referencias biográficas..................................................................................... 1 Rezar con Etty durante unos días............................................................... 5 Día 1: Mi cerrazón interior .......................................................................... 11 Día 2: Una hora de paz, eso se aprende ............................................... 15 Día 3: Hineinhorchen: “escuchar en lo interior”.............................. 19 Día 4: Perdonar los límites a mis padres ............................................ 23 Día 5: Sola. Estoy confiada a mi único cuidado ............................... 29 Día 6: Compartir el destino colectivo .................................................... 33 Día 7: Cada día digo adiós............................................................................. 37 Día 8: Transformar la adversidad ........................................................... 41 Día 9: Voy a ayudarte a que no te apagues en mí. ......................... 47 Día 10: A cada día le basta su pena......................................................... 53 Día 11: ¡Encuentro la vida tan bella!...................................................... 57 Día 12: No querer las cosas, sino dejar que ocurran ................... 63 Día 13: Darte a luz en el corazón de los otros .................................. 67 Día 14: Del amor de la escritura a la escritura del amor........... 73 Día 15: Un diálogo ininterrumpido contigo ...................................... 77

81

View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF