REYES 2007 El ABC de La Pragmatica

April 26, 2017 | Author: Carlos Wagner | Category: N/A
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Descripción: ABC de la pragmática...

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CUADERNOS DE LENGUA ESPAÑOLA 23

Graciela Reyes

El abecé de la pragmática

ARCO/LIBROS,S.L

Graciela Reyes

El abecé de la pragmática

ARCO/LIBROS,S.L.

CUADERNOS DE

Lengua Española Dirección: L. Gómez Torrego

1. a edición, 2.a edición, 3.a edición, 4.a edición, 5.a edición, 6.a edición, 7.a edición,

1995. 1996. 1998. 2000. 2002. 2003. 2007.

© by Arco Libros, S.L., 2007 Juan Bautista de Toledo, 28. 28002 Madrid ISBN: 978-84-7635-169-7 Depósito legal: M. 156-2007 Printed in Spain - Impreso por Lavel, S. A. (Madrid)

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

Pág-

1. Pragmática eres tú 2. El significado del hablante CAPÍTULO I.

1. 2. 3. 4.

Oración y enunciado La codificación del contexto Qué hacer con el exceso El contexto, los contextos

CAPÍTULO I I .

1. 2. 3. 4. 5. 6.

L o D I C H O Y L O I M P L I C A D O : E L M O D E L O DE G R I CE ...

El principio de cooperación Ejemplos de implicaturas Tipos de implicaturas Lógica y conversación

C A P Í T U L O IV. VANCIA

1. 2. 3. 4.

¿ Q U É ES LA PRAGMÁTICA?

Definiciones La sinfonía, los músicos y sus ejecuciones defectuosas El lenguaje no es siempre gramatical ni siempre lógico ... La teoría de los actos de habla El significado intencional La pragmática actual

CAPÍTULO III.

1. 2. 3. 4.

E L SIGNIFICADO C O N T E X T U A L

7 8 13

13 15 17 19 23

23 26 27 30 34 35 38

38 41 43 48

L o D I C H O Y L O I M P L I C A D O : L A TEORÍA D E L A RELE-

El concepto de relevancia Interferencias y contexto La explicatura La relevancia de las metáforas

53

53 56 58 61

EJERCICIOS

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BIBLIOGRAFÍA

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INTRODUCCIÓN

1. PRAGMÁTICA ERES TÚ

Usamos el lenguaje todos los días, lo usamos descuidadamente, dificultosamente, placenteramente, artísticamente. Tenemos conciencia de usarlo con mayor o m e n o r corrección o efectividad, pero rara vez nos paramos a pensar en el mecanismo oculto que hace funcionar la comunicación , es decir, en los principios que guían el empleo del lenguaje en nuestros diálogos con los demás. Las palabras significan p o r sí mismas, y, sin embargo, la comunicación exige m u c h o más que intercambiar significados preestablecidos. Piénsese en la diferencia entre preguntar "¿Qué quiere decir esa palabra?" y "¿Qué quieres decir con esa palabra?" En el p r i m e r caso estamos pidiendo una i n f o r m a c i ón sobre el lenguaje, que se encuentra, por ejemplo, en el diccionar i o . En el segundo caso, estamos planteando un p r o b l e ma de interpretación que tiene que ver con la i n t e n c i ó n del hablante al usar la palabra: estamos preguntando p o r el significado que debemos interpretar en ese contexto. La pragmática lingüística estudia esa segunda dimensión del significado, analizando el lenguaje en uso, o, más específicamente, los procesos p o r medio de los cuales los seres humanos producimos e interpretamos significados cuando usamos el lenguaje. En estos últimos años, la pragmática se ha afianzado y extendid o de manera notable, como atestiguan varios congresos internacionales multitudinarios, nuevas revistas especializadas, y un n ú m e r o creciente de libros, manuales, artículos y tesis doctorales. El estudio del uso del lenguaje no es nada nuevo (lleva, probablemente, más de dos milenios), pero la pragmática es el p r i mer i n t e n t o de hacer, dentro de la lingüística, una teoría del

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EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

significado de las palabras en su relación con hablantes y contextos. El programa de la pragmática es muy provocativo: se trata de explicar, entre otras cosas, en qué consiste la interpretac i ón de un enunciado, cuál es la f u n c i ó n del contexto, qué relación hay entre el significado literal y el significado comunicado, p o r qué hablamos con figuras, cómo afecta la funció n comunicativa a la gramática de las lenguas. Para estudiar estos fenómenos es preciso volverse hacia el usuario y observar sistemáticamente qué hace con el lenguaje. Somos nosotros los que nos comunicamos, no nuestros mensajes, y por eso puede decirse que la pragmática trata de nosotros, los hablantes. La pregunta ¿qué es la pragmática?, que es una de las que debemos contestar en estas páginas, tiene algo en com ú n con aquella del poema de Bécquer: ¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas? Poesía eres tú. (Rima X X I )

A "¿Qué es la pragmática?" podría contestarse también "Pragmática eres tú". Lo bello, fascinante y complejo de la mujer que pregunta, en el poema de Bécquer, cualidades que la asimilan, para el poeta, a la poesía misma, se transforma, en nuestra versión prosaica, en lo bello, fascinante y complejo de nuestra capacidad para comunicarnos p o r medio del lenguaje. 2.

EL SIGNIFICADO DEL HABLANTE

La pragmática se ocupa de estudiar el significado lingüístico, pero no el significado de las palabras aisladas de contexto, ni de las oraciones aisladas de contexto, sino el significado de las palabras (u oraciones, o fragmentos de oraciones) usadas en actos de comunicación. El significado del lenguaje usado se suele llamar "significado del hablante", y se caracteriza por ser intencional y depender de las circunstancias en que se produce el acto de la palabra. Las palabras que usamos constituyen casi siempre un esbozo, un dibujo aproximado, una guía imprecisa y cambiante según la ocasión, guía que tiene la v i r t u d , sin embargo, de suscitar ciertas imágenes mentales en nuestros interlocutores. Si esas imágenes coinciden aproximadamente con las que queríamos provo-

INTRODUCCIÓN

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car, consideramos que nos hemos comunicado . El proceso es m u y complicado y cuanto más se lo analiza más se admira u n o de que la comunicació n se realice con tanta frecuencia y fortuna. Si al volver a casa después de unos días de vacaciones encontramos un mensaje en el contestador que dice algo como Soy Juana, y quería decirte que el martes salgo para Roma

entendemos, entre otras cosas no dichas, que Juana no hablaba desde Roma, que el día que l l a m ó era cualquiera menos el l u nes anterior a su salida (porque en ese caso hubiera dicho "mañana" o "mañana martes"), y también entendemos, o deberíamos entender, entre otras cosas posibles, quién es Juana y para qué nos da esa i n f o r m a c i ó n . La pragmática estudia los p r i n c i pios regulares que guían los procesos de interpretación lingüística. Al estudiar esos principios, la pragmática estudia también la naturaleza del lenguaje como instrumento de comunicación. La n o c i ó n de significado del hablante se opone a la de significado convencional, a veces llamado literal, que es el que las expresiones poseen p o r convención, el que comparte toda la com u n i d a d de hablantes y suele estar registrado en gramáticas y diccionarios. Este nivel de significado es estudiado p o r la semántica. Problemas c o m o la ambigüedad y la polisemia de ciertas expresiones corresponden al campo de estudio de la semántica. En un sentido más estricto, la semántica estudia la correspondencia entre las oraciones y el m u n d o , es decir, las condiciones veritativas que deben cumplirse para que una oración sea verdadera o falsa. Al usarse el lenguaje se produce n significados que desbordan el valor veritativo de las oraciones; estos significados residuales, no preestablecidos, deben ser teorizados p o r la pragmática, que muchos lingüistas ven como un complemento de la semántica y p o r lo tanto como una parte de la l i n güística. El proceso de entender literalmente una expresión lingüística es ya bastante complicado, sobre todo cuando el mensaje, aunque explícito, es difícil de descifrar p o r su tema, p o r su vocabulario, y a veces p o r q u e no conocemos suficientemente al emisor o a las circunstancias en que fue e m itido . En otros casos, el significado convencional de las palabras no es suficiente. Algunas expresiones como, p o r ejemplo, yo, este, allá, mañana, solo significan cuando se las pone en un contexto. Si alguien

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EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

golpea la puerta y dice Abre, soy yo debo reconocer la voz para decidir a quié n le abriré o no la puerta, ya que la palabra yo no remite a ninguna persona específica, sino que meramente señala al que habla. Yo y otras expresiones similares dejan de referirse al m u n d o cuando se las saca de contexto: sin un p u n t o de origen ( u n hablante en su lugar y tiempo, dotado de intenció n comunicativa) resultan vacías. Otras expresiones tienen pleno significado, pero este varía según quién las use, cuándo, y con qué intención. Cuando decimos no, a veces queremos decir quizá, e incluso sí, y decirle que sí a un n i ñ o no es lo mismo que decirle que sí al juez. La referencia al m u n d o de ciertas palabras puede también cambiar. Tibio no significa lo mismo en El biberón está tibio y en La cerveza está tibia: en cada caso la palabra tibio se refiere a una temperatura diferente e implica una serie de cosas diferentes (entre estas, p o r ejemplo, que el bebé ya puede tomar el biberón, y que es imposible beber la cerveza). La expresión el libro de Rosa no es fácil de descodificar, ya que la relación entre "el l i b r o " y "Rosa" (si Rosa es la autora o es la dueña del libro) depende de principios pragmáticos. C o m o veremos en los capítulos m y rv, para seleccionar la interpretación correcta de una expresión como esta el oyente debe partir del supuesto de que el hablante está diciendo algo pertinente y comprensible, es decir, debe partir de principios pragmáticos para establecer el significado de la expresión. Pero una vez que se llega a entender lo que alguien ha dicho (lo explícito) falta todavía un gran paso para completar la interpretación de un enunciado. El significado que el hablante quiere comunicar tiene una parte explícita y una parte i m p l í c i ta, lo que no se dice pero también se comunica. Por "significado del hablante" debemos entender el significado completo de un enunciado, constituido por lo que el hablante quiere comunicar explícita e implícitamente. La interpretación de este significado es el resultado de una operación de descodificación (descodificamos los signos lingüísticos usados) y de la derivación de inferencias: inferimos lo que se nos quiere decir, que no suele estar totalmente explícito. En las páginas que siguen intentaré explicar cómo estudia la pragmática actual el funcionamiento del lenguaje. Me he propuesto hacerlo de la manera más sencilla y menos técnica posible, para que la exposición resulte de algún provecho a quienes se inician en la pragmática, y también a los lectores sin prepa-

INTRODUCCIÓN

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ración en lingüística, que solo tengan interés por ver cómo se estudia hoy en día el uso del lenguaje. D e b i do a la falta de espacio, quedarán sin tratarse unos cuantos temas. En la Bibliografía final se encontrará una lista de introducciones generales a la pragmática, seguida de otra lista que incluye dos tipos de estudios: los citados en el texto y otros que son recomendables. La finalidad de los Ejercicios no es tanto comprobar los conocimientos adquiridos cuanto estimular la práctica de cierto t i po de reflexiones sobre el lenguaje. Estos ejercicios admiten diferentes respuestas correctas o adecuadas, p o r lo cual no se encontrarán aquí las soluciones. Quisiera que el lector tomara este l i b r i t o no solamente como una guía, sino sobre todo como una invitación a seguir estudiando pragmática.

CAPÍTULO I

E L SIGNIFICADO C O N T E X T U A L

1.

O R A C I Ó N Y ENUNCIADO

Hemos distinguido, en la Introducción, dos tipos de significado, el significado de la oración y el significado del hablante, y hemos dicho que la semántica estudia el p r i m e r tipo de significado, y la pragmática, en cambio, el segundo. El significado del hablante es el que expresan sus enunciados. El enunciado es una u n i d a d comunicativa que equivale a la i n t e r v e n c i ó n o c o n t r i b u c i ó n de un hablante en un a conversación, y que puede consistir en una oración completa o en un fragmento de oración. Los enunciados se puede n d e f i n ir así: unidades lingüísticas (habladas o escritas) que están inherentemente contextualizadas (cf. Schiffrin, Approaches to discourse, pág. 41). A u n q u e no siempre tengan f o r m a de oración, suele decirse, para simplificar, que los enunciados son oraciones puestas en uso, es decir, puestas en contexto. Los ejemplos que suelen analizarse en pragmática son casi siempre representaciones de enunciados, no verdaderos enunciados, ya que carecen de contexto; para interpretarlos debemos imaginar algún contexto, aunque sea m í n i m o . En los ejemplos de este l i b r i t o (que proceden, en su mayor parte, de diálogos reales) p o n d r é entre paréntesis, cuando me parezca necesario, algunos datos del contexto. Las oraciones tienen significados convencionales (o gramaticales). Véase la siguiente oración: (1)

El n i ñ o está enfermo.

Esta oración está compuesta p o r una serie de elementos léxicos (el, niño, etc.), y estos elementos se h a n c o m b i n a d o según las

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EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

reglas de la gramática. Las reglas de concordancia exigen que el sujeto y el verbo concuerden en n ú m e r o y persona, las reglas sobre o r d e n de palabras estipulan que el artículo preceda al nombre, etc. (1) reproduce una oración bien formada porque respeta las reglas gramaticales del español. Si no las respetara, diríamos que la oración es agramatical. La versión siguiente de (1), por ejemplo, tiene una anomalía sintáctica, y así lo indicamos p o n i e n d o un asterisco: (1') *Niño el está enfermo.

Tanto los significados de los elementos léxicos como el conj u n t o de reglas para combinarlos son convencionales, es decir, no naturales, lo que significa que no obedecen a leyes físicas ni a principios de lógica, sino que son arbitrarios y se han i d o consolidando a lo largo de la práctica del lenguaje en una c o m u n i dad. "Convencional" significa 'acordado', 'preestablecido'. Por supuesto muchas de esas convenciones están motivadas precisamente por las necesidades comunicativas de los hablantes, y esa motivación se percibe mejor en los procesos de cambios l i n güísticos. Pero una vez que el cambio se ha impuesto, la nueva forma o construcción pasa a formar parte de un sistema de regularidades, y estas son convencionales. Las lenguas humanas son convencionales, no "naturales". En efecto: aunque la facultad del lenguaje es natural a la especie humana y parte de su herencia biológica, las lenguas que hablamos son productos culturales y por lo tanto convencionales en sus estructuras fónicas, sintácticas y semánticas. No hay que dejarse confundir p o r la expresión "lenguas naturales", que se aplica a las lenguas humanas para distinguirlas de las lenguas artificiales. N i n g u n a ley física nos obliga a pronuncia r de cierta manera y no de otra una palabra, o nos obliga a mantener la concordancia entre sustantivo y adjetivo, o nos obliga a decir la sartén en lugar de el sartén (cuando lo decimos). La gramática (en la que incluyo fonología, morfosintaxis y semántica) es la disciplina lingüística que estudia las estructuras convencionales de sonidos, combinaciones de morfemas y significados. La pragmática, a su vez, estudia la p o r c i ó n de significado que no es convencional o gramatical, es decir, que no está codificado por reglas. Esta distinción es válida, pero, como veremos enseguida, no es tan nítida como u n o quisiera.

EL SIGNIFICADO CONTEXTUAL

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Volvamos a la oración (1). Para la semántica, que estudia el significado lingüístico, este consiste en la relación entre las expresiones y el m u n d o , o, más exactamente, en las condiciones veritativas de la oración: las que deben cumplirse para que una expresión describa una situación de manera verdadera. Así, para explicar el significado de (1), hay que verificar la relación entre la situación descrita y el m u n d o : el c o n t e n i do de la oración, llamado proposición, es verdadero si el n i ñ o está enfermo. Un hecho curioso y sin duda digno de estudio (por eso lo estamos estudiando) es que los hablantes no usan la oración (1) exclusivamente para decir que el n i ñ o está enfermo, que es lo que la oración significa semánticamente. (1), como parte de un diálogo, es decir, convertida en enunciado, puede tener otros significados. Si una madre, por ejemplo, usa esa frase cuando la invita una amiga suya a salir de compras, su enunciado puede implicar, entre otras cosas, que no puede salir esa tarde. Las oraciones, una vez puestas en uso, se llenan de significados nuevos, incluso algunos que contradicen los significados semánticos (como veremos en el ejemplo (7), abajo). La semántica relaciona unas formas lingüísticas con los objetos del m u n d o que esas formas representan, y no se pregunta para qué le sirve a un hablante emiti r esas formas en un contexto comunicativo: esa es tarea de la pragmática.

2.

LA CODIFICACIÓN DEL CONTEXTO

No siempre son nítidas, como hemos dicho, las diferencias entre el significado semántico y el pragmático. Obsérvese, por ejemplo, la siguiente oración: (2)

Un librito así va a interesarles.

Tenemos aquí un a oración b i e n formada, de acuerdo con las reglas de la gramática española. No es fácil, sin embargo, establecer el significado o representación semántica de (2), porque algunas de las palabras de la oración no significan nada, o no significan fuera de contexto. Esas palabras son así y les. ¿Qué quiere decir así? ¿Qué quiere decir les? Por supuesto, todos los hablantes de español reconocemos esas formas; las podemos encontrar, incluso, en el diccionario, pero el diccionario no nos va

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EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

a ayudar a entender la oración (2), porque tenemos que saber algo más: necesitamos datos del contexto. Las lenguas humanas poseen elementos gramaticales que codifican algunos aspectos del contexto. Entre estos elementos se encuentran los deícticos. El funcionamiento de los deícticos no se puede estudiar sin acudir a la n o c i ó n de contexto, p o r q u e los deícticos hacen conexiones entre lo que se dice y entidades del contexto. Les, en el ejemplo (2), se refiere a ciertas personas presentes en el contexto. Para asignar referencia a les debemos saber quiénes son esas personas. Lo mismo pasa con el adverbio así: no tiene significado si no se lo asocia a un contexto. Son deícticos los pronombres personales, que identifican a los participantes del acto comunicativo; también lo son expresiones como aquí, allí, ahora, ayer y los tiempos verbales, que relacionan la acción del verbo con un t i e m p o m e d i d o desde el presente del hablante. El futuro va a interesarles solo puede entenderse a p a r t i r del presente del hablante que pr o duj o el enunciado: el presente del hablante (y por lo tanto el hablante) f o r m a n parte del significado temporal de los verbos. De m o d o que para interpretar semánticamente (2), que contiene deícticos, debemos insertar la oración en un contexto. Lo mismo pasa con (3) y (4): (3) Yo peso 60 kilos. (4) No, este no, prefiero aquel.

Si no sabemos a q u i é n remite yo, en (3), mal podemos comprender la oración y por lo tanto hacer n i n g ú n j u i c i o sobre su valor de verdad. Igualmente vacíos de significado, fuera de contexto, resultan las formas este, aquel, y el m o r f e m a de p r i m e r a persona en (4). Los deícticos están en el límite entre la semántica y la pragmática. ¿Hasta dónde llega la semántica, y dónde empieza la pragmática? Para muchos lingüistas, la pragmática empieza con los deícticos y otros elementos similares, que f o r m a n parte de la gramática de una lengua, pero no son independientes del contexto. A partir del m o m e n t o en que, para asignar significado a expresiones lingüísticas, debemos r e c u r r i r al contexto, estamos haciendo pragmática. El ejemplo (2) de arriba reproduce algo verdaderamente dicho (en este caso, escrito), cuando el director de esta serie y yo

EL SIGNIFICADO CONTEXTUAL

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empezamos a discutir la idea de un cuaderno dedicado a la pragmática. Así quería decir, en ese diálogo, un l i b r i t o con ciertas características ya comentadas antes p o r nosotros, y el pron o m b r e personal les se refería a los profesores de lengua y a otras personas interesadas en u n librit o de esas características; toda esa i n f o r m a c i ó n formaba parte de nuestro contexto. Lo que parece una oración oscura e incomprensible es, como enunciado, perfectamente interpretable. A l l á lejos y hace tiempo, cuando las líneas telefónicas se unían, no era raro levantar el tubo del teléfono y escuchar una conversación entre desconocidos. Q u i e n haya tenido tal experiencia sabe que es m u y difícil entender la conversación ajena. ¿Quién es " m i cuñado", qué pasó el lunes, a quién vio ella, por qué Juan dijo eso, qué significa "eso", y, en todo caso, quié n será Juan? Tampoco sabemos bien de qué se ríen cuando se ríen. Adivinamos algunas cosas, pero no sabemos "de qué va", realmente, porque nos faltan los contextos. Toda la semántica del m u n d o no nos sirve para curiosear la vida verbal ajena. En otros intercambios lingüísticos el contexto se hace explícito para evitar malentendidos. En la "conversación" con el caj e r o automático, por ejemplo, nos queda poco que inferir, casi todo lo pertinente a la transacción está previsto de antemano y enunciado. Pero esas conversaciones son las menos interesantes, son las menos humanas, precisamente. El problema entre semántica y pragmática es un p r ob le ma de límites, que podrí a plantearse así: ¿dónde empiezan los significados contextúales? Las expresiones referenciales como el niño, por ejemplo, en nuestra oración (1), ¿no r e m i t e n también a un contexto que hay que conocer para asignar a la orac i ó n valor de verdad? ¿Dónde termin a la semántica? ¿Hasta dónde llega el contexto? 3.

Q U É HACER CON EL EXCESO

Dije arriba que muchos lingüistas creen que la pragmática comienza en los deícticos y otras expresiones similares cuyo significado depende del contexto. Debo agregar ahora que muchos de esos lingüistas creen que la pragmática empieza y termina en esas expresiones. Su argumento es más o menos así: si se quiere considerar a la pragmática una de las subdisciplinas de la l i n güística, debe asignársele un objeto lingüístico. Digamos que ese

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EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

objeto es la p o r c i ó n sobrante de significado, lo que no puede ser analizado p o r el criterio del valor de verdad. Esa sobra, ese exceso, está parcialmente incorporado a la gramática en los d i ferentes subsistemas deícticos (pronombres, adverbios, tiempos verbales) y en fenómenos convencionales, o parcialmente convencionales, como ciertas implicaciones (que veremos en el cap í t u lo I I I ) . Lo que no está en la gramática no es lingüístico, y por lo tanto no puede ser objeto de una ciencia lingüística. Esta postura es válida, pero deja fuera de la lingüística m u chos fenómenos que, sin embargo, tienen que ver con el lenguaje, con su estructura y su significado. El siguiente enunciado, p r o d u c i d o durante una comida, tiene un significado pragmático que no está relacionado directamente con su significado semántico: (5) Estas sopas de verdura quedan siempre un poco sosas, ¿no?

Q u i e n hace tal observación mientras toma la sopa no pretende, quizá, i n f o r m ar a sus oyentes de las cualidades generales de ciertas sopas, sino indicar que su sopa está sosa y que le gustaría ponerle sal. La finalidad del enunciado (5) podría ser pedir sal (sin ofender al que hizo la sopa, por ejemplo), algo que cumple de manera bastante indirecta, pero efectiva si obtiene como consecuencia que alguno de los comensales lo tome como una petición. Ni siquiera (6) significa lo mismo literal que pragmáticamente: (6) ¿Podrías pasarme la sal?

Semánticamente, la pregunta indaga sobre lo que el interlocutor puede o no puede hacer. Pero, pragmáticamente, (6) f u n ciona como un pedido o una orden de pasar la sal. En (7) el desnivel es todavía más n otor i o. Supóngase, para seguir con la sopa, que Mafalda, que odia ese alimento (puntualmente presente, p o r lo menos una vez al día, en las mesas de todos los niños del país de Mafalda), lo prueba y dice, con claras manifestaciones de náusea: (7) ¡Qué rica sopa!

El significado de Mafalda no tiene m u c h o que ver con el valor de verdad de la oración que usa. Si Mafalda dijera la verdad,

EL SIGNIFICADO CONTEXTUAL

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e m i t i r ía algo como "¡Qué asquerosa sopa!". Pero no se trata aquí de decir la verdad, sino de usar el lenguaje de cierta manera, de m o d o que signifique otra cosa que lo que convencionalmente significan las palabras empleadas. Ejemplos del tipo de (5), (6) y (7) muestran desniveles entre el significado literal y el significado que podríamos llamar "real", el que el hablante realmente quiere transmitir. No se trata de un mero exceso de significado, sino de un verdadero desplazamiento. El hablante quiere decir algo que está más allá de sus palabras. Y esto sucede todos los días, es parte de nuestra r u t i n a de hablantes. No hay, sin embargo, señales gramaticales que nos orienten . No hay un m o r f e m a especial, p o r ejemplo, que indique a la madre de Mafalda que Mafalda está hablando con ironía, ni tampoco esa señora necesita la ayuda del morfema: le basta con conocer a su hija. (La ironía puede marcarse con ciertos elementos lingüísticos como la entonación o el vocabulario, pero estas marcas no son indispensables. Ni siquiera los gestos lo son.) La pragmática de los últimos años tiende a presentarse como una teoría sobre la p r o d u c c i ó n e interpretación de los significados lingüísticos gramaticalizados y tambié n y sobre todo los no gramaticalizados. La pragmática se propone estudiar todo el exceso posible, pero, como no es fácil delimitar el exceso, tenemos en estos momentos (mediados de 1994), tendencias diferentes d e n t ro de la pragmática. Antes de pasar a una caracterización de esos modelos, lo que haremos en el capítulo siguiente, debemos ver, aunque sea sumariamente, qué problemas presenta la n o c i ó n de contexto.

4.

EL CONTEXTO, LOS CONTEXTOS

Hemos hablado hasta ahora de contexto, sin d e l i m i t a r esa n o c i ó n , tan comprensible intuitivamente, y sin embargo tan d i fícil de definir, porque cada teoría lingüística le da un significado diferente, y los significados técnicos se superponen a los del lenguaje corriente, que también varían. En general, se entiende p o r contexto, en lingüística, el conjunto de conocimientos y creencias compartidos p o r los interlocutores de un intercambio verbal y que son pertinentes para p r o d u c i r e interpretar sus enunciados.

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EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

Los intentos de teorizar el exceso de significado han llevado a varias teorías sobre el contexto. Se suelen deslindar tres üpos de contexto: el lingüístico, el situacional y el sociocultural. El p r i m e r o está formado por el material lingüístico que precede y sigue a un enunciado, y se lo llama a veces cotexto. El segundo tipo, o contexto situacional, es el conjunto de datos accesibles a los participantes de una conversación, que se encuentran en el c o n t o r n o físico inmediato. Por ejemplo: para que el enunciado Cierre la puerta, por favor tenga sentido, es necesario que haya ciertos requisitos contextúales que son parte de la situación de habla: que haya una puerta en el lugar donde ocurre el diálogo, y que esté abierta, entre otras cosas. Finalmente, el contexto sociocultural es la configuración de datos que proceden de condicionamientos sociales y culturales sobre el comportamiento verbal y su adecuación a diferentes circunstancias. Hay regulaciones sociales sobre cómo saludar, p o r ejemplo, o sobre qué tratamiento o registro lingüístico usar en cada tipo de situación. No todos los pragmatistas están dispuestos a i n c l u i r en sus teorías los contextos socioculturales (como se verá revisando los manuales de pragmática, donde a veces ni se los menciona) . Pero estos contextos contribuyen activamente a la interpretación de enunciados. Hasta las instituciones mismas funcionan como contextos: el lenguaje legal, el religioso, el burocrático, han estandarizado formas lingüísticas que p e r m i t e n el funcionamiento de esas mismas instituciones. U n o de los aspectos más interesantes del contexto sociocultural está constituido por los marcos de referencia {frames): los enunciados se interpretan siempre dentro de un marco metacomunicativo que clasifica la situación de habla y el papel de los participantes. Así, por ejemplo, el marco puede indicar "hablamos en serio" o "hablamos en broma". Los marcos generan expectativas y presuposiciones sin las cuales sería imposible el trabajo de p r o d u c i r e interpretar lenguaje. Otras veces, los frames nos proveen de una serie de datos necesarios para la comunicación: son, cognoscitivamente, estructuras estereotípicas sobre situaciones o conceptos, que nos p e r m i t e n asociar unos significados con otros, de m o d o que si decimos, por ejemplo, "biblioteca", se cristalizará automáticamente un contexto constituido por entidades como "libros", "estantes", "bibliotecarios", etc. En situaciones de habla ritualizadas, el valor de verdad de las oraciones que usamos pasa a segundo plano. La institución del regalo, por ejemplo, exige en algunas sociedades que el que

EL SIGNIFICADO CONTEXTUAL

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regala debe restar valor a lo que ofrece, y el que lo recibe debe exagerar el valor de lo recibido. En esas sociedades, cualquier transgresión a esta n o r m a se penaliza, al margen de la verdad sobre el valor del obsequio. Del mismo m o d o , en nuestra sociedad no se puede decir a la flamante madre, con todo cariño y verdad, "¡Qué bebé tan feo, por Dios!", salvo en broma (jamás escuché tal broma, sin embargo). En cada ocasión decimos lo que queremos decir pero también lo que se espera que digamos, porque nuestra vida lingüística está fuertemente codificada p o r normas sociales. Y estas codificaciones son parte del contexto, ya que determina n el significado de los enunciados. A veces puede pasar que las condiciones sociales que rigen el uso del lenguaje sean más fuertes que las reglas de la gramática, m a l que les pese a los gramáticos. Un buen ejemplo son expresiones como la catedrático, la médico, la ingeniero, de uso norma l en España. Tales expresiones son monstruos sintácticos, ya que violan la sacrosanta concordancia de género entre el sustantivo y la persona a quie n designan, que es una mujer, como muestra el artículo la. Los hablantes que dicen la catedrático jamás dirían la secretario o la enfermero. En el Diccionario de uso del español de María M o l i n e r se lee lo siguiente: catedrático, -a (Admitida por la R. A. la forma femenina, se considera incorrecto el empleo de la masculina con el artículo femenino) .

El hecho de que la Real Academia de la Lengua haya tenido que admitir la f o r m a femenina indica que tal f o r m a es una relativa novedad en los usos lingüísticos. C o m o sabemos, ciertas profesiones son tradicionalmente masculinas y los hablantes siguen usando el masculino por inercia. También hay que recordar que las formas femeninas arrastran una connotación peyorativa, como si lo femenino fuera intrínsecamente inferior. De ahí que algunas poetisas, contribuyendo a mantener los estereotipos misóginos, no quieran ser llamadas poetisas, sino poetas, ya que aceptan el hecho ratificado p o r la sociedad (y reflejado en el lenguaje) de que lo femenino es inferior o cursi. El pobre m o r f e m a -isa significa pues, en ciertos casos, no sólo 'género femenino', sino, pongamos, 'cursi'. Quizá a ciertas mujeres ser ingenieras les suene también peyorativo, o, en todo caso, raro, demasiado marcado, excepto cuando se aplica (pero es desusado) a la cónyuge del que tiene el título en cuestión.

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Por estas razones, que no son lingüísticas, poca gente ha hecho caso a la Real Academia en lo de la catedrático. Personas cultas dicen, en Castilla, Carmen es médico, o Su mujer es arquitecto, oraciones que deberían llevar el asterisco que las excluye de la gramática española. ¿Deben o no llevarlo? Ambas oraciones son agramaticales, pero así se usan normalmente, es decir, son enunciados que los castellanohablantes consideran correctos y adecuados. Es difícil resolver el problema de cómo una expresión puede estar fuera de la gramática y a la vez servir para los usos normales y aceptados del lenguaje. C o m o es fácil imaginar, este tipo de dilema da lugar a discusiones no siempre cordiales entre los lingüistas. Algunos o p i n a n que el concepto de oración bien formada no sirve, teóricamente, para mucho . Otros opinan que si vamos a prestar atención a cómo habla la gente, jamás podremos describir las estructuras básicas de la lengua, descripción que, dicen, es lo que debe interesar al lingüista. Sin contar a los puristas, que piensan que todos hablamos mal, y cada vez peor, además, de Cicerón acá (¿qué es esto de estudiar cómo usa la gente el lenguaje, si la gente usa mal el lenguaje?). Como muestran la catedrático y la poeta, la influencia de los condicionamientos sociales es tan fuerte como para mover los pilares de la gramática. ¿Debemos dejar estos condicionamientos fuera de la lingüística? O, para volver a lo que decíamos al p r i n c i p i o de este apartado, ¿hasta dónd e llega el contexto, y, por lo tanto, cuál es el alcance de la pragmática? Desgraciadamente, no podemos contestar a esta pregunta dentro de los límites de este l i b r i t o . Pero quiero dejarla planteada desde el p r i n c i p i o , porque así el lector ponderará mejor los méritos y limitaciones de las soluciones que da la pragmática a los problemas que vamos a tratar en los capítulos siguientes.

CAPÍTULO I I

¿QUÉ ES LA PRAGMÁTICA?

1.

DEFINICIONES

Cuando se empezó a hablar de pragmática se la asociaba, m e d i o en b r o m a y medio en serio, con un cubo de basura donde la lingüística tiraba los problemas de semántica e incluso de sintaxis que no podía resolver satisfactoriamente (algunos de los contenidos del cubo de basura se verán en este capítulo). Hasta cierto punto, el problema de que la pragmática carece de u n i dad teórica y metodológica y de que es difícil definirla (aunque haberla, la hay) sigue sin resolver. En un l i b r o panorámico sobre la lingüística moderna, p u b l i cado en 1988, el autor del capítulo dedicado a la pragmática, Laurence H o r n , comenta la d i f i c u l t a d de dar un a d e f i n i c i ó n , c o n t r a p o n i e n do esta dificulta d al hecho de que la pragmática ya es, por derecho p r o p i o , una disciplina académica, con un i m presionante caudal de estudios realizados y ciertas líneas o tendencias bien claras de investigación en curso. Pero el campo de la pragmática sigue siendo muy amplio, y todavía se discute si debe ser considerada una subdisciplina dentro de la lingüística, si es otra lingüística (¿la lingüística alternativa del fin del siglo?), o si es una ciencia social distinta de la lingüística, como quieren algunos investigadores europeos. La posición tomada en este l i b r i t o es que la pragmática es una subdisciplina lingüística, y su objeto el significado del lenguaje en uso. Hasta aquí me he valido, para caracterizar la pragmática así entendida, de metáforas que sugieren un cambio de enfoque en el estudio del significado: he dicho, p o r ejemplo, parodiando a Bécquer, que la pragmática "eres tú", el hablante, y también que la pragmática estudia el exceso de significado, el que desborda a la semántica. Estas metáforas sugieren apertura, incluso apertura ilimitada, y es hora de acotar esa apertura. Para

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eso nos resultarán útiles algunas definiciones o caracterizaciones recientes de la pragmática. El lector puede quedarse con la que más le guste (decisión que puede postergar hasta terminar de leer este cuaderno). Stephen Levinson, autor del más celebrado de los manuales de pragmática, dice lo siguiente (cito por la versión española): a partir de sucesiones de enunciados, junto con asunciones de fondo acerca del uso del lenguaje, podemos calcular inferencias muy detalladas acerca de la índole de las asunciones que hacen los participantes y de los propósitos para los que se utilizan los enunciados. Para participar en el uso ordinario del lenguaje, uno tiene que ser capaz de hacer tales cálculos tanto en la producción como en la interpretación. Esta capacidad es independiente de creencias, sentimientos y usos idiosincráticos [ . . . ] y se basa en su mayor parte en principios bastante regulares y relativamente abstractos. La pragmática puede entenderse como la descripción de esta habilidad (Pragmática, pág. 46).

Nótese que si no tuviéramos esa capacidad a la que se refiere Levinson, de nada nos valdría saber perfectamente la gramática de nuestra lengua o de cualquier lengua: el c o n o c i m i e n t o de las reglas gramaticales no es suficiente para usar el lenguaje efectivamente, ni siquiera en diálogos sencillos. Nuestra capacidad pragmática nos permite construir enunciados, es decir, textos que son parte de redes de textos, y nos permite interpretar los enunciados ajenos. La caracterización de Levinson sugiere que una lingüística concentrada en nuestra competencia l i n güística, o conocimiento de las reglas de la gramática, sería una lingüística incompleta. Para Georgia Green, hablar y escribir, y aún más comunicarse (palabra, dice ella, que muchos usan como equivalente a hablar o escribir, como si todo uso del lenguaje alcanzara a cump l i r la meta de la comunicación) son actos de fe, y la pragmática es "el estudio de los mecanismos que sostienen esa fe" (Pragmatics and Natural Language Understanding, pág. 1). Para Green, la pragmática "está en la intersección de una cantidad de campos, dentro y fuera de la ciencia de la cognición: contribuyen a su d o m i n i o no solo la lingüística, la psicología cognitiva, la antropología cultural y la filosofía (lógica, semántica, teoría de la acción), sino también la sociología (dinámica interpersonal y convención social) y la retórica" (pág. 2; trad. mía). H o r n , en el artículo de 1988 mencionado arriba, comenta

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que la pragmática es todavía un conjunto de investigaciones d i fíciles de unificar, y afirma: "la pragmática se ha convertido en depósito de todo tipo de consideraciones extragramaticales y de los efectos de esos factores en la f o r m a gramatical y léxica" ("Teoría pragmática", pág. 147). Unos años después escribe, citando a Stalnaker, que la pragmática contemporánea "es el estudio de los actos lingüísticos y de los contextos en que se realizan", y continúa: "abarca los aspectos del significado que dependen del contexto; estos aspectos son abstraídos sistemáticamente p o r la semántica p u r a que trata de la f o r m a lógica" ("Pragmatics, Implicature, and Presupposition", pág. 260, trad. mía.) Para Dan Sperber y Deirdre Wilson, autores de la teoría de la relevancia, que veremos en el capítulo rv, la pragmática es "el estudio de la interpretación de los enunciados" (Relevance, pág. 10). "La tarea de la pragmática", escribe Diane Blakemore, proponente de la misma teoría, "es mostrar cómo el oyente es capaz de convertir el blueprint [esbozo de significado ofrecido por la oración] en una proposición completa, basándose en conocim i e n t o contextual" (Understanding Utterances, pág. 43; trad. mía). Jacob Mey nos da la siguiente definición: El lenguaje es el medio principal por el que la gente se comunica. El uso del lenguaje para diferentes propósitos está gobernado por las condiciones de la sociedad, en la medida en que esas condiciones determinan el acceso del usuario a ese medio de comunicación, y el dominio que tiene de él. Por lo tanto la pragmática es el estudio de las condiciones del uso humano del lenguaje en cuanto determinados por el contexto de la sociedad [subrayado en el original]. (Pragmatics, pág. 42; trad. mía) Mey se distancia de los estudios centrados exclusivamente en los mecanismos psicológicos de interpretación (véanse las definiciones de Sperber y Wilson y de Blakemore, especialmente) para insistir en las condiciones sociales, políticas, culturales, históricas, que determinan nuestro uso del lenguaje, o, como él dice, determinan "de quién es" el lenguaje.

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2. IA SINFONÍA, LOS MÚSICOS Y SUS EJECUCIONES DEFECTUOSAS

Hay algo en c o m ú n en las definiciones anteriores y en otras que no he citado: en todas se reconoce, explícita o implícitamente, la existencia de un significado lingüístico contextual, que p o r eso parece estar a caballo entre lo propiamente l i n güístico (lo gramaticalizado) y lo extralingüístico. A la lingüística del siglo xx le ha costado m u c h o a d m i t i r que lo extralingüístico deba formar parte del objeto de la lingüística: es como abrir la puerta al desorden y al r u i d o de la calle y desbaratar la preciosa homogeneidad de lo solamente lingüístico. Ferdinand de Saussure, padre de la lingüística moderna, distinguió tajantemente la lengua, o sistema gramatical virtualmente existente en los cerebros de todos los individuos de una com u n i d a d , del habla, actualización voluntaria de ese sistema en actos lingüísticos individuales. Para Saussure el único objeto posible de la lingüística es la lengua, que, dice, "puede compararse con una sinfonía cuya realidad es independiente de la manera en que se ejecute; las faltas que puedan cometer los músicos no c o m pr o m e t en lo más m í n i m o esa realidad" (Curso de lingüística general, pág. 63). Saussure reconoce que no hay lengua sin habla y que esta es la fuerza motriz del lenguaje, pero elige la lengua, sistema autónomo de signos, independientes de su uso, como objeto bien deslindado y homogéneo de la lingüística. Al eliminar todo lo que le parecía teóricamente intratable, expulsa de la lingüística al hablante: para estudiar la sinfonía, Saussure tiene que poner a los músicos de patitas en la calle, ahorrándose así sus ejecuciones quizá defectuosas. La lingüística generativa y transformaciona l fundada por Chomsky, sin duda la más importante e influyente de las teorías lingüísticas modernas, se propone hacer una caracterización forma l de las propiedades sintácticas del lenguaje, abstrayendo el lenguaje, para ello, de las ejecuciones (más o menos defectuosas) de los hablantes, y concentrándose en la descripción del sistema ideal o conjunto de conocimientos que posee un hablante sobre su p r o p i a lengua. El corpus de enunciados de una lengua sirve, en esta teoría, para confirmar (o no) la gramática internalizada o conocimiento innato de esa lengua. Saussure, Chomsky y todos los lingüistas que han observado el lenguaje seriamente saben que este es un fenómeno extraor-

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dinariamente complejo que no se puede explicar solamente como un conjunto de propiedades inscritas en el cerebro, aisladas de toda situación real de empleo. La decisión de amputar el lenguaje de estas situaciones no significa que nieguen la i m p o r t a ncia (obvia) del uso de la lengua, sino que no le dan cabida en su teoría, que pretende explicar rasgos sistemáticos, generales y universales del lenguaje. Es esta voluntad teórica la que ha i d o cambiando en los últimos treinta años, a medida que crece el desengaño por las formalizaciones que pretenden explicar propiedades sintácticas fundadas, en ú l t i m a instancia, en las intuiciones de los mismos lingüistas acerca de la aceptabilidad de esta o aquella frase, sin r e c u r r i r nunca a lo que la gente dice realmente todos los días. Actualmente n i n g ú n lingüista puede poner en duda que hay regularidades lingüísticas que no dependen solamente de reglas gramaticales, sino de la manera en que usamos el lenguaje. De ahí que, mientras en los principios de la lingüística "científica" el hablante salía por una puerta, tres o cuatro décadas después, a fines de los sesenta, entraba p o r otra: casa con dos puertas mala es de guardar, y el indeseable hablante fue invitado a entrar p o r la puerta de atrás del edificio teórico de la lingüística, cuando esta se vio en dificultades para explicar ciertos fenómenos que solo pueden explicarse acudiendo a la noción de contexto. El valor explicativo del contexto para describir regularidades y generalidades del lenguaje se verá mejor con algunos ejemplos. 3.

EL LENGUAJE NO ES SIEMPRE GRAMATICAL NT SIEMPRE LÓGICO

El caso de la catedrático, visto en el capítulo anterior, pone en cuestión una n o c i ó n básica de la lingüística generativa, la noción de oración bien formada. Según Chomsky y sus seguidores, una lengua consiste en una serie de oraciones b i e n formadas; de acuerdo con este criterio, las oraciones m a l formadas no pertenecen a la lengua o el dialecto estudiado. Para explicar que la catedrático es un caso diferente que la enfermero hay que recurrir, forzosamente, a nociones no lingüísticas, ya que esta aberración gramatical no se puede explicar dentro de los confines

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teóricos de un sistema gramatical a u t ó n o m o , i n d e p e n d i e n t e del uso. Un ejemplo clásico de fenómeno gramatical que no puede explicarse satisfactoriamente sin acudir a información pragmática es el del o rd en de palabras o distribución de la información en la oración. Obsérvense los dos ejemplos siguientes: (1) No hay tomates. (2) Tomates no hay.

Las condiciones de verdad de (1) y (2) son idénticas, de m o d o que si es cierto que no hay tomates, tanto (1) c o m o (2) son verdaderos. Pero (1) y (2) no se pueden usar indistintamente; el o r d e n de palabras del español es muy flexible, pero elegimos un o r d en en lugar de los otros posibles p o r razones contextúales, no al azar. Para explicar la estructura comunicativa de (1) y de (2) tenemos que r e c u r r i r al contexto en que ambos textos pueden producirse. L i m i t é m o n o s a (2), que tiene u n a construcción más llamativa que (1). Para e m i t i r (2), necesitamos un enunciado anterior, cercano, en el que se hayan mencionado los tomates, por ejemplo Voy a preparar salsa de tomates, a lo cual puede contestarse con (2). O bien se precisa un frame o marco de referencia ( u n conjunto de ideas estereotípicas sobre algo; cfr. capítulo I, § 4) como, p o r ejemplo, el marco de referencia "ensalada". Si se está hablando de una ensalada, si se están enumerando, pongamos, los ingredientes que hay en la nevera para hacerla, resulta n o r m a l e m i t i r (2), aunque los tomates no. se hayan mencionado antes, p o r q u e estos suelen asociarse automáticamente con la ensalada, lo que los hace presentes, disponibles, en el contexto. En términos de pragmática, la relevancia de nombrar los tomates al p r i n c i p i o de la oración, donde suele estar el tema del que se habla, lo ya conocido, se debe a que el concepto 'tomate' se recupera más o menos automáticamente a partir del de 'ensalada'. Y esto explica que la oración esté construida como está: la pragmática explica la gramática. Tampoco puede considerarse exclusivamente como un problema gramatical independiente la fluctuación del p u n t o de vista del hablante, que lo lleva a proferir enunciados como el siguiente:

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[ A l encontrar las llaves, después de haberlas buscado un buen rato] ¡Aquí estaban las malditas!

El hablante ha elegido el pasado en lugar del presente, que también podía haber usado. El uso de un pasado como reacción a una situación presente (la aparición de las llaves) es consecuencia de un desplazamiento del p u n t o de vista: el hablante se refiere al presente indirectamente, enfocando el pasado en el cual estuvo buscando las llaves. Lo desconcertante es que el pasado estaban equivale, lógicamente, a un presente, es decir, parecen anularse distinciones muy básicas del sistema gramatical de la lengua, en beneficio de lo que podemos llamar apropiadamente el significado del hablante. Los tratamientos nos dan un b u e n ejemplo de elementos gramaticales que no aportan nada al valor estrictamente semántico de la oración, pero que sin embargo codifican i n f o r m a c i ó n important e sobre los interlocutores y su comunicación. El empleo de tú y usted no altera las condiciones de verdad de un enunciado, de m o d o que (4) y (5) tienen el mismo valor lógico: (4) Tú eres el nuevo jefe, ¿verdad? (5) Usted es el nuevo jefe, ¿verdad?

Ambos enunciados son lógicamente equivalentes, pero todo hablante de español sabe que no tienen el mismo significado. Tú transmite, entre otras cosas posibles, simpatía, familiaridad, pertenencia al mismo g r u p o , o bien muestra falta de respeto. La elección de tú en lugar de usted (o viceversa) modela de cierta manera la situación de habla y la relación entre los participantes, y depende de una serie de presuposiciones socioculturales. El traductor anónim o de la novela Jane Eyre, que leí con fascinación en la adolescencia, decidió en el m o m e n t o apropiado cambiar el tratamiento con que Mr. Rochester se dirigía a Jane Eyre: de usted pasó a t ú . Com o el inglés no tiene esa distinción, y el traductor quería ser fiel a ambas lenguas, reprodujo la versión original neutra siguiendo las normas de uso del español: cuando Mr. Rochester ya no es el patrón, sino el amante, puede tutear a la institutriz Jane Eyre. Pues bien, el m o m e n t o del paso de usted a tú es memorable, y cambia drásticamente el frame de los protagonistas y el curso de la novela, y le corta la respiración a una lectora jovencita e impresionable. Un tú bien

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usado vale más que m i l discursos, en ciertas circunstancias. Y en el uso del lenguaje, todo es cuestión de circunstancias. El lenguaje no es ni üene p o r qué ser "lógico". La conjunción y, por ejemplo, no es equivalente a la conjunción lógica &. De acuerdo con la lógica, dos proposiciones p y q pueden coordinarse en cualquier orden, sin que se altere su equivalencia: p & q es lo mismo que q & p. Según esto, Las rosas son rojas y los claveles son blancos tiene el mismo valor de verdad que Los claveles son blancos y las rosas son rojas. Pero la conjunción y puede adq u i r i r otros valores, como 'y después', 'y en consecuencia', etc. Los siguientes ejemplos de enunciados no son equivalentes: (6) Decidí descansar un rato y terminar el trabajo. (7) Decidí terminar el trabajo y descansar un rato.

En ambos casos la conjunción y significa 'y después', y p o r eso (6) y (7) tienen condiciones veritativas distintas; esto es así no porque el ítem léxico y quiera decir a veces una cosa y a veces otra, sino porque hay un p r i n c i p i o pragmático según el cual contamos las acciones o sucesos en o r d en cronológico, salvo que indiquemos lo contrario. C o m o este p r i n c i p i o guía la interpretació n de (6) y (7), resulta que no podemos asignar valor veritativo a estas oraciones sin i n t r o d u c i r un p r i n c i p i o pragmático. La consecuencia de lo que venimos diciendo es que las explicaciones pragmáticas son necesarias para describir una serie de regularidades lingüísticas, y que es mu y difícil (y quizá teóricamente errado) estudiar el lenguaje como un sistema de reglas autónomo, es decir, independiente del uso.

4.

LA TEORÍA DE LOS ACTOS DE HABLA

Las explicaciones pragmáticas de algunos fenómenos gramaticales (del tipo de las que acabamos de esbozar en los ejemplos ( l ) - ( 7 ) ) empezaron a interesar a los lingüistas a finales de los años sesenta, cuando se i n t e n t ó ampliar el m o d e l o de la l i n güística generativa, centrada en la sintaxis. Surgieron por esos años varias subespecializaciones o doctrinas (la semántica generativa, el análisis del discurso, la lingüística textual, entre ellas) que intentaban dar cabida al hablante en la teoría de la lengua.

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Algunos proyectos sucumbieron (la semántica generativa, p o r ejemplo), pero el intent o tuvo éxito, como muestra la lozanía presente de la pragmática. Los lingüistas innovadores de los años sesenta encontraron el campo ya cultivado p o r los filósofos d e l lenguaje que estudiaban, desde hacía tiempo, los actos de habla. El pionero, entre los filósofos, fue J o h n Austin, a quien suele considerarse el iniciador de la pragmática moderna. Su teoría fue perfeccionada y consolidada por un discípulo suyo, J o h n Searle. La idea central de la teoría de los actos de habla es que el lenguaje no solamente sirve para describir el m u n d o , sino tamb i é n para hacer cosas. En una serie de conferencias dadas en H a r v a r d en 1955 y publicadas postumamente en 1962, Austin analizó p o r primer a vez los usos del lenguaje corriente, y echó las bases de la teoría de los actos de habla. A u s t i n distinguió dos tipos de enunciados: los asertivos o constatativos, estudiados durante dos m i l años p o r la filosofía, que se caracterizan por admitir asignaciones de verdad o falsedad, y los performativos, a los que solo pueden asignárseles condiciones de "felicidad". (8) es un constatativo, y (9) un performativo: (8) Está nevando. (9) Sí, j u r o .

En los enunciados performativos se hace exactamente lo que se dice, en el caso de (9) jurar. En este tipo de emisión hablar es, literalmente, hacer. Las lenguas poseen cientos de verbos que cumplen la función de performativos explícitos, es decir, que n o m b r a n la acción que se hace precisamente cuando se la n o m bra y solamente mediante la palabra: Juro, prometo, declaro, niego, pido, ordeno, bautizo, etc. Al concepto de verdad (correspondencia entre la afirmación de un estado de cosas y ese estado de cosas) se opone, en la teoría de los actos de habla, el de felicidad, o sea, el de acción llevada a buen término. La verdad de las oraciones con performativos, como (9), es inverificable, porque los performativos no pueden ser ciertos ni falsos, sino solo ser afortunados o desafortunados, según salgan bien o mal. El i n f o r t u n i o procede no de la mala correspondencia entre el lenguaje y la verdad, sino de una insatisfacción (infelicidad):

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la falta de coincidencia entre lo que el enunciado dice que hace y lo que en realidad hace. Para que haya m a t r i m o n i o, debe decir Sí, quiero el contrayente y no el testigo, y no un actor que hace el papel de contrayente en el escenario, etc., ni un contrayente a quien todavía no se lo han preguntado, etc. El performativo hace lo que dice siempre y cuando lo use quien debe, como se debe, donde se debe, cuando se debe, y con quien se debe. Después de diseñar su teoría de los infortunios, Austin desconstruyó su oposición inicial entre actos performativos y actos constatativos, a d m i t i e n do que todas las oraciones, también las que afirman verdades o falsedades, sirven para c u m p l i r actos, aunque no tengan performativos explícitos. Así, Está nevando es una afirmación, aunque no contenga el verbo afirmar. Esto nos permit e distinguir significado de fuerza: significado del enunciado - l o que las palabras dicen- y fuerza de la enunciación - l o que las palabras hacen, p o r ejemplo afirmar, jurar, pedir, ordenar-. El acto por el que se produce significado es locucionario (locutionary act); la fuerza, en cambio, es el poder de hacer, y proviene del acto ilocucionario {illocutionary act). A esto se agrega un tercer acto posible pero no siempre identificable, el perlocucionario (perlocutionary act), p o r el cual se p r o d u c e n efectos en el interlocutor (convencerlo, sorprenderlo, asustarlo). Para Searle, los actos de habla son las unidades de la comunicación lingüística, y se realizan de acuerdo con reglas: "hablar consiste en realizar actos conforme a reglas" (Actos de habla, pág. 31). A g r u p a n d o los actos de habla p o r géneros (por ejemplo prometer, ordenar, saludar, agradecer, etc.), Searle se propone enunciar las condiciones que hacen posible realizar esos actos de habla, y de las condiciones extraer reglas. Estas reglas son reglas semánticas constitutivas, que determinan qué tipo de emisión lingüística, en qué circunstancias, cuenta como tal acto de habla. Entre las condiciones que p e r m i t e n la realización afortunada de un acto lingüístico como, p o r ejemplo, el de pedir, tenemos algunas de tipo general: las que hacen posible la comunicación (por ejemplo, hablar inteligiblemente), y las condiciones de contenido proposicional (en este caso, que el contenido de la emisión se refiera a un acto f u t u r o del oyente). Otras son preparatorias (en la petición, que el oyente sea capaz de hacer lo que se le pide, y que no parezca estar dispuesto a

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hacerlo espontáneamente). La condició n de sinceridad estipula que el hablante desea sinceramente que su interlocutor haga lo que le pide, y la condició n esencial es la que hace que una petición sea una petición y no otro acto: dadas las condiciones anteriores, el acto de habla cuenta como un intento de que el oyente haga lo que se le pide. Las reglas correlativas de estas condiciones sirven para defin i r los actos de habla. Estas reglas no son meramente regulativas, son constitutivas, porque crean o definen una forma de comportamiento. Las reglas constitutivas del fútbol, por ejemplo, no solamente regulan la manera de j u g a r al fútbol, sino que crean la posibilidad misma de juga r al fútbol; esas reglas determinan que, dadas ciertas condiciones, algunos movimientos cuenten como goles, como faltas, etc. Hablar una lengua es también actuar según reglas constitutivas, de m o d o que la emisión de ciertas formas lingüísticas, dadas las condiciones necesarias, cuente como determinado acto de habla en el marco institucional en que se desarrolla nuestra actividad lingüística. La regla constitutiva del acto de pedir, por ejemplo, extraída de la condición esencial, es que la emisión de una determinada f o r m a lingüística (nunca la f o r m a misma, sin ser usada, claro) cuenta como el intento de que el oyente haga algo. Searle afirma que hay una correlación entre la f o r m a l i n güística y el acto de habla, de m o d o que las afirmaciones se hacen usando formas declarativas, y las preguntas usando interrogativos, etc., cuando el lenguaje se usa literalmente. Pero son tantos los casos en que los hablantes usan el lenguaje de manera indirecta, no literal, que la teoría debe proporcionar una explicación adecuada. Recuérdese nuestro ejemplo del comensal que pedía sal, en el capítulo anterior. Su p e t i c i ó n era, literalmente, en un caso una afirmación sobre las sopas, y en el otro una pregunta (esta ú l t i m a típica: ¿Me quieres pasar la sal?). Searle explica los actos de habla indirectos como la superposición de dos actos, u n o l i teral y el otro no. El oyente interpreta el "verdadero" acto de habla (el no literal) gracias a su c o n o c i m i e n to del contexto institucional y particular en que se realiza el acto, y a su capacidad para interpretar (según principios que veremos en el capítulo siguiente) la intenció n del hablante al hacer la preguntapetición. La teoría de los actos de habla influyó m u c h o en las nuevas

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corrientes de lingüística que veían el lenguaje no solamente como la asociación de unos sonidos y unos significados, según quería la t r a d i c i ó n saussureana, sino como acción. A u n q u e Searle no desarrolla una teoría de los contextos (problema que, dijimos al final del capítulo anterior, sigue siendo nebuloso), es evidente que las condiciones y reglas de los actos de habla solo se cumplen en ciertos contextos, tanto institucionales como particulares. El hecho de que un porcentaje tan alto de actos de habla no lleve i n t e n c i ó n de literalidad nos advierte que el papel del contexto sobrepasa al de las reglas mismas. Piénsese, sin ir más lejos, en las ironías y metáforas de la conversación, o en las "amenazas" e "insultos" tan frecuentes en los diálogos de la i n t i m i d a d (Te voy a comer a besos, Tú lo que eres es un sinvergüenza); en estos y tantos casos semejantes, es el contexto el que da su justo significado a las formas usadas. En el contexto operan, como veremos en el capítulo siguiente, una serie de expectativas sobre la conducta lingüística de nuestro interlocutor, que contribuyen a diseñar el significado de lo que nos quiere decir.

5.

EL SIGNIFICADO INTENCIONAL

Hemos dicho, a propósito de los actos de habla indirectos, que la posibilidad de interpretarlos depende del reconocimiento de la intenció n del hablante. Esto es válido para todos los actos de habla, sean indirectos o directos. U n o de los pilares teóricos de la pragmática es la n o c i ón de significado intencional. En otra parte he tratado la diferencia entre decir, querer decir y decir sin querer (véase La pragmática lingüística, cap. 2), que aquí me l i m i t o a esquematizar. Lo que decimos tiene un significado que depende de las expresiones usadas y está sujeto a un análisis de sus condiciones veritativas; lo que queremos decir tiene fuerza pragmática y es la pragmática la que conjetura cuáles son los principios que nos p e r m i t e n interpretar esa fuerza. Lo que decimos sin querer queda fuera de la lingüística, en p r i n c i p i o , aunque no es un tema ajeno a nuestra disciplina, pues forma parte del significado. Si alguien nos dice Qué frío hace aquí interpretaremos naturalmente no solo el significado de sus palabras, sino la intención con que las dice, lo que nos llevará, por ejemplo, a cerrar la ventana o encender la calefacción. Comunicarse es lograr que

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el interlocutor reconozca nuestra intención, y no solamente el significado literal de lo que decimos. Lo que la persona en cuest i ó n comunica sin querer, en el ejemplo, podría ser que está enferma o cansada, o que se siente i n c ó m o d a p o r estar donde está, etc. Lo que decimos sin querer, los lapsus linguae y otras gracias y desdichas de la comunicación interesan, sobre todo, a los psicólogos. La pragmática estudia el significado intencional, lo que u n o quiere decir. El filósofo Paul Grice, que elaboró dos teorías claves para la pragmática, la del significado "no natural" y la de las implicaturas, describe el significado intencional, que él llama no natural (meaning-nn), con la siguiente fórmula, donde H significa 'hablante', O 'oyente', E 'enunciado' y z 'creencia o acto de voluntad de O' (traduzco la versión, ligeramente modificada, de Levinson, Pragmatics, pág. 16): H quiere decir no naturalmente z cuando profiere E si y solo si: (i) H intenta que E cause un efecto z en O. (ii) H intenta que (i) se cumpla simplemente porque O reconoce la intención ( i ) .

Según esta fórmula, el significado no natural es un tipo especial de intención destinada a ser reconocida como tal p o r quien la recibe. La significación "natural" se produce, en cambio, sin i n tervención alguna de intencionalidad, como cuando decimos Esta fiebre significa que hay infección; Está su abrigo en el perchero, lo que significa que ha llegado. Interpretar lo que otr o dice es reconocerle una intención comunicativa, y esto es m u c h o más que reconocer el significado de sus palabras. La comunicació n parte de un acuerdo previo de los hablantes, de una lógica de la conversación que permite pasar d e l significado de las palabras al significado de los hablantes. De esa lógica hablaremos en los dos capítulos siguientes.

6.

LA PRAGMÁTICA ACTUAL

Recapitulando lo anterior, vemos que la pragmática surgió de un descontento dentro de la lingüística, que llevó a la búsqueda de mejores explicaciones para ciertos fenómenos. Esa

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búsqueda coincidió con las nuevas teorías de los filósofos sobre la relación entre la f o r m a lingüística, el significado y el contexto. En los sesenta y los setenta los nuevos gramáticos reivindicar o n todo lo que quedaba "más allá" de la oración, y escribieron manifiestos sobre la centralidad teórica del discurso frente a la centralidad tradicional de la oración. Florecieron la lingüística textual y las diversas corrientes de análisis del discurso, surgier o n teorías funcionalistas en gramática, y se propuso el trabajo interdisciplinar en conjunción con la psicología, la filosofía, la sociología. La retórica (que muchos consideran la más antigua de las lingüísticas del texto) y la teoría literaria fueron graciosamente invitadas a formar parte de la lingüística. Como es de suponer, algunos lingüistas opinaban que de esa mezcolanza no podía salir nada bueno. La pragmática adquiere status de subdisciplina lingüística (o, para algunos, disciplina independiente) cuando Grice presenta una teoría m u y influyente sobre cómo inferimos los hablantes el significado i m p l í c i t o . De esa teoría, que veremos en el capítulo siguiente, han derivado las reflexiones más interesantes y más fecundas sobre los procesos mediante los cuales los hablantes producimos e interpretamos significado l i n güístico. H o y en día, la pragmática sigue confundida con otras ciencias que estudian el discurso, y está en la intersección de una serie de enfoques sobre la comunicación y la cognición, como nota Green en la definición citada arriba. La pragmática comparte el interés por la relación entre lenguaje, sociedad y cultura con otras disciplinas del discurso, sobre todo con dos de ellas: con la sociolingüística (especialmente la que estudia los procesos de interacción lingüística), y con el análisis de la conversación. Tanto la pragmática como la sociolingüística y el análisis de la conversación estudian la c o m u n i c a c i ón lingüística en la complejidad de sus contextos. Sin embargo, la pragmática trabaja con enunciados construidos, como ya hemos notado, y tiende a concentrarse en el estudio de los procesos inferenciales p o r los cuales comprendemos lo i m p l í c i t o . No todos los pragmatistas, sin embargo, están dispuestos a descartar el tratamiento directo de las condiciones sociales del uso del lenguaje, y sigue vigente la pregunta sobre el alcance teórico de la n o c i ó n "significado c o n t e xtua r , la pregunta que planteamos al final del capítulo anterior. La pragmática parece concentrarse, en estos últimos años,

¿QUE ES LA PRAGMÁTICA?

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en dos conjuntos de problemas interconectados. El p r i m e r conj u n t o está f o r m a d o por asuntos relacionados con la estructura de la lengua, y el segundo p o r los mecanismos inferenciales que hacen posible la comunicación. Los ejemplos ( l ) - ( 7 ) vistos en este capítulo ilustran algunos problemas del p r i m e r tipo: se trata de fenómenos lingüísticos como el o r d e n de palabras, el uso de los deícticos, y también la estructura de los actos de habla, que no pueden explicarse correctamente sin ayuda de un análisis pragmático, y que por lo tanto suelen aducirse para dar validez a la existencia de la pragmática dentro de la lingüística. Podríamos hablar, en este caso, de una pragmática entendida como c o m p l e m e n t o de la gramática, que se pregunta, sobre todo, cómo afecta la función comunicativa a la estructura gramatical de las lenguas. Algunos de los ejemplos que vimos en la i n t r o d u c c i ó n y en el capítulo i ilustraban, en cambio, el p r o b l e m a de la discrepancia entre el significado lógico o gramatical y el significado contextual, y ponían de relieve los procesos p o r los cuales nos entendemos. La ironía, como vimos en el ejemplo de la sopa de Mafalda, consiste en decir una cosa y querer decir otra: ¿por qué confiamos en que nuestro interlocutor va a entender lo que no le decimos, p o r qué nuestro i n t e r l o c u t o r efectivamente lo entiende (cuando lo entiende), y p o r qué elegimos esa manera complicada de comunicarnos? Si se compara el problema de la ironía con el problema del o r d e n de palabras en la oración, por tomar dos ejemplos entre tantos, se verán, contrapuestas, las dos tendencias de la pragmática actual. Por un lado, una pragmática interesada en analizar la lengua en relación con su función comunicativa. Por otro, una pragmática interesada en estudiar el contexto en que se produce el enunciado y que determina en gran parte lo que ese enunciado significa (los principios que guían la comprensión de lo que se comunica implícitamente, como el significado i r ó n i co). En el p r i m e r caso, el análisis va del lenguaje al contexto, con la i n t e n c i ó n de describir más adecuadamente la estructura del código lingüístico. En el segundo caso, se analizan sobre todo los mecanismos de la comunicación, que p e r m i t e n explicar el significado de los signos lingüísticos puestos en uso. En los capítulos restantes veremos las dos teorías más i m portantes de la segunda tendencia en pragmática.

CAPÍTULO I I I

LO DICHO Y LO IMPLICADO: E L M O D E L O D E GRICE

1. EL PRINCIPIO DE COOPERACIÓN

Lo que queremos comunica r cuando hablamos puede ser más que lo que decimos. Lo que decimos está determinado p o r las condiciones de verdad literales de nuestro enunciado. Lo que queremos comunicar con lo que decimos depende del contenido de lo dicho y de otro tipo de factores. C o mo hemos visto, u n a de las tendencias más importantes de la pragmática actual es la que estudia la relación entre lo dicho y lo comuni cado por implicación. Hay dos teorías en competencia, en estos momentos: la teoría de Grice, a la que dedicaremos este capítulo, y la teoría de la relevancia, que veremos en el capítulo siguiente. Si la comunicación es un acto de fe (como dice Green, seg ú n vimos en el capítulo anterior, §1), es un acto de fe en el lenguaje, pero, sobre todo, en el interlocutor. Tenemos confianza no solo en las personas que conocemos, sino también en interlocutores desconocidos e incluso hostiles. Sabemos que, en circunstancias normales, cualquier desconocido va a prestarnos atención si le dirigimos la palabra, y probablemente va a contestarnos. Pero además sabemos que nuestro interlocutor, conocido o desconocido, amigo o enemigo, va a tratar, por lo general, de entender lo que intentamos comunicarle. Y esto es así, según la teoría de Grice, porque entre los hablantes hay un acuerdo previo, tácito, de colaboración en la tarea de comunicarse. Grice llama a este acuerdo "principio de cooperación". En u n a famosa conferencia de 1967 ("Logic a n d Conversation", incluida ahora en Studies in the Way of Words), Grice sostuvo que hasta ese m o m e n t o no se había prestado debida atención a la naturaleza e importancia de las condiciones que

LO DICHO Y LO IMPLICADO: EL MODELO DE GRICE

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g o b i e r n an la conversación. Supóngase, dice Grice, que A y B están hablando de un amigo c o m ú n C, que trabaja en un banco. A le pregunta a B qué tal le va a C en su trabajo, y B responde: Bien, creo; le gusta trabajar allí, y todavía no lo han metido en la cárcel. Según Grice, lo que B quiere decir, implica, o sugiere mediante sus palabras es diferente de lo que dice: lo que dice literalmente, p o r medio del significado convencional de las palabras, es simplemente que C todavía no ha i d o a la cárcel. Lo que quiere decir puede ser, p or ejemplo, que C es el t i p o de persona a q u i e n tienta demasiado el dinero. Este significado adicional es una implicatura de lo dicho. La implicatura ( t é r m i n o acuñado por Grice) es un tipo de implicación pragmática, que Grice intenta contrastar con las implicaciones lógicas, los entrañamientos y las consecuencias lógicas; estos tipos de implicación, a d i ferencia de las implicaturas, se infieren exclusivamente del contenido lógico o semántico de una expresión. También debe distinguirse la implicatura de otro tipo de inferencia, la presuposición, que se deriva más directamente del significado semántico de las expresiones, como veremos abajo, en § 3. Hay, sin embargo, implicaturas que están asociadas al significado de las expresiones, aunque no al valor de verdad de esas expresiones, como explicaré en su momento. A las implicaturas que (como en el ejemplo que acabamos de ver) no dependen del significado convencional de las palabras emitidas, Grice las llama implicaturas conversacionales. Para explicar las implicaturas conversacionales, por lo tanto, no hay que analizar las propiedades semánticas de las palabras, sino los principios que regulan la conversación. Vamos a concentrarnos, por ahora, en las implicaturas conversacionales. Dice Grice que nuestros intercambios comunicativos corrientes no consisten en una sucesión de observaciones desconectadas, ya que esto no sería racional. La conversación comporta, normalmente, un esfuerzo por colaborar con nuestro interlocutor: los hablantes tienen por lo general algún propósito común , más o menos definido, y tratan de alcanzarlo. El p r i n c i p i o de cooperación es el p r i n c i p i o general que guía a los interlocutores en la conversación, y que vale también para otros comportamientos. Grice lo f o r m u l a así: "Su aporte a la conversación debe ser, en cada etapa de esta, tal como lo exija la finalidad o la dirección del intercambio verbal aceptada por ambas partes". "Debemos" comportarnos así porque es lo que los demás es-

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EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

peran de nosotros, y nosotros de los demás. Tan fuerte es esa expectativa, que, si el hablante parece no c u m p l i r con el p r i n cipio de cooperación, el oyente, en lugar de pensar que efectivamente el hablante no cumple, va a pensar que el hablante quiere decir otra cosa. Esa otra cosa será una implicatura, es decir, un significado adicional comunicado p o r el hablante e infer i d o p o r el oyente. Esta pirueta de la comunicación (comunicar sin decir, y contar con que el oyente va a inferir lo implicado) es posible siempre y cuando los hablantes descuenten el cump l i m i e n t o del p r i n c i p i o de cooperación. Este comprende ciertas categorías que Grice llama máximas, que a su vez contienen submáximas. Siguiendo a Kant, Grice enumera las máximas de cantidad, de cualidad, de relación y de manera, y asigna a cada una submáximas específicas. Estos p r i n cipios de comportamiento son los siguientes (cf. Grice, "Logic and conversation"): M Á X I M A DE CANTIDAD: 1. Que su contribución sea todo lo informativa que requiera el propósito de la conversación. 2. Que su contribución no sea más informativa de lo requerido. M Á X I M A DE C U A L I D A D : que su contribución sea verdadera. 1. No diga nada que crea falso. 2. No diga nada de cuya verdad no tenga pruebas. M Á X I M A DE R E L A C I Ó N: sea relevante ['relevante', que tomamos en préstamo del inglés, significa 'pertinente', 'que viene al caso']. M Á X I M A DE MANERA: sea claro. 1. 2. 3. 4.

Evite la oscuridad de expresión. Evite la ambigüedad. Sea breve (evite la prolijidad innecesaria). Sea ordenado.

(Nótese que la submáxima 3 parece contravenirse a sí misma, ya que es innecesariamente prolija. La máxima de manera está enunciada en el o r i g i n a l c o n la expresión be perspicuous, "sea perspicuo", expresión algo oscura, de m o d o que también parece contravenirse a sí misma. ¿Chistes de Grice?)

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Pese a la enunciación imperativa de estas categorías, lo i m portante para la teoría de Grice no es tanto el c u m p l i m i e n t o de estos supuestos mandatos como el hecho, m u c h o más interesante, de que los interlocutores actúan como si descontaran su c u m p l i m i e n t o . Sin esta actitud de los hablantes, no habría i m plicaturas, y quizá no habría conversación posible. Las implicaturas conversacionales son supuestos que se originan en que el hablante diga lo que dice en determinado contexto compartido por los interlocutores, y en la presunción de que está observando el p r i n c i p i o de cooperación. La implicatura se produce en los siguientes casos: a) cuando el hablante obedece las máximas, b) cuando parece violarlas pero no las viola, c) cuando tiene que violar una para no violar otra a la que concede mayor importancia, y d) cuando viola una máxima deliberada y abiertamente. Veamos algunos ejemplos. 2.

EJEMPLOS DE IMPLICATURAS

a) Obediencia a las máximas Los casos de implicatura por obediencia a las máximas son los que requieren menos cálculo por parte del oyente. Supóngase que me doy cuenta, antes de ir a clase, de que se me ha aflojado un b o t ó n del abrigo, y lo comento con la secretaria. Si ella me dice: (1) Yo tengo aguja e hilo

entiendo que me los está ofreciendo, pues no sería cooperativo, ni racional, mencionar esos elementos para no ofrecérmelos. En este caso, simplemente amplío lo que dice la secretaria y saco la implicatura correspondiente. Recuérdense los casos de actos de habla indirectos que vimos en el capítulo anterior, que son semejantes, ya que requieren un cálculo m í n i m o p o r parte del oyente. Más abajo, al considerar una subclase de implicaturas conversacionales, las que Grice llama "generalizadas", veremos cómo en algunos casos no se requiere n i n g ú n cálculo para sacar una implicatura, cuando las máximas son observadas por el hablante.

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b) Violación aparente A veces el hablante parece violar las máximas, lo que puede dar lugar a implicaturas, si el oyente cree, como es n o r m a l , que el hablante obedece las máximas, o al menos que respeta el p r i n c i p i o de cooperación. Grice da, entre otros ejemplos, el de una carta de recomendación que contiene i n f o r m a c i ó n insuficiente sobre el recomendado. A l t e r á n d o l o un poquito, es como sigue. El profesor de filosofía escribe una carta de recomendación para su alumno, que aspira a ingresar en un programa doctoral. La carta dice, en síntesis, algo así: (2) El Sr. X asiste siempre a clase, hace puntualmente todos sus trabajos, y se expresa con propiedad.

La carta da menos informació n de la esperada, ya que no i n d i ca si el alumno tiene talento para la filosofía. El destinatario sacará la implicatura de que el señor X no tiene n i n g ú n talento filosófico, porque de lo contrario tendría que pensar que el autor de la carta no quiere cooperar, y esto es improbable, ya que se ha molestado en escribir la carta. c) Choques entre máximas A veces no podemos dar una información sin m e n t i r porque no la sabemos, y por lo tanto damos información aproximada, violando la m á x i m a de cantidad para no violar la de calidad. Así, por ejemplo, si me preguntan dónde queda la biblioteca y no lo sé con exactitud, diré algo como (3) Queda más al sur, pasando el parque.

El oyente, al recibir esta i n f o r m a c i ón insuficiente, puede pensar que no quiero cooperar, o, más probablemente, puede sacar la i m p l i c a t u ra de que eso es todo lo que sé sobre el asunto. A u n q u e la máxima de calidad, "Diga la verdad", parece ser de jerarquía más alta que las otras, es decir, es la que tendemos a obedecer primero, hay algunos hablantes que prefieren m e n t i r a pasar p o r poco cooperativos. Si pedimos instrucciones sobre cómo llegar a un sitio, p o r ejemplo, a alguien que debería sa-

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berlo (por vivir en el lugar o por otro motivo) pero no lo sabe, puede pasar que recibamos i n f o r m a c i ó n insuficiente e incluso equivocada, si esa persona es incapaz de admitir su ignorancia. d) Violación ostentosa Finalmente, podemos calcular implicaturas si advertimos que el interlocutor está violando las máximas con deliberación. Imagínese un diálogo como el siguiente: (4)

N I Ñ O (por décima vez): -¿Cuándo comemos, mamá? MADRE : -Cuando esta señora que ahora está escribiendo termine de hacer su trabajo y se levante de esta silla y vaya a la cocina y ponga a calentar la cena...

La prolijidad de la respuesta (en abierta violación de una de las submáximas de manera) tiene por misión que el n i ñ o infiera la actitud de la madre ante su insistencia. 3.

TIPOS DE IMPLICATURAS

Grice distingue tres tipos de implicaturas: las implicaturas convencionales, las implicaturas conversacionales particularizadas, y las implicaturas conversacionales generalizadas. Para caracterizar estos tipos de implicaturas, Grice tiene en cuenta si son convencionales, si son calculables, si son cancelables, y si son separables. La propiedad "convencional" se opone, como sabemos, a la propiedad "conversacional". La propiedad que Grice llama "calculabilidad" se aplica a las implicaturas que resultan de un proceso inferencial en el que el oyente ha sopesado tres factores: lo que el hablante dice, los datos del contexto, y el acuerdo m u t u o de respetar el p r i n c i p i o de cooperación. Las implicaturas son cancelables cuando pueden eliminarse sin que haya contradicción. Son, finalmente, separables, si desaparecen al enunciarse la expresión de otra manera. Veamos caso por caso, incluyendo las presuposiciones, que pertenecen también al grup o de las implicaciones pragmáticas.

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I. IMPLICATURAS CONVENCIONALES Y PRESUPOSICIONES

Las implicaturas convencionales f o r m a n parte del contenido de ciertas expresiones lingüísticas. Son significados adicionales, pero no se calculan, pues vienen incorporados en el contenido de las expresiones. Véase este ejemplo: (5) María logró terminar la tesis.

Este enunciado significa que María t e r m i n ó la tesis, y que le costó algún esfuerzo terminarla, por la razón que fuera. La idea de esfuerzo o dificultad está implícita en la construcción lograr + infinitivo, es una implicatura convencional de esa expresión. Como todas las implicaturas, la implicatura convencional es un significado adicional implícito. Pero las implicaturas convencionales se diferencian de las conversacionales en que no requieren n i n g ú n contexto específico, ya que están adheridas a las construcciones lingüísticas. Por otra parte, como son i m p l i caturas, y no implicaciones lógicas, no ejercen ninguna influencia sobre el valor de verdad de la oración en que aparecen. Nótese que (5) tiene el mismo valor veritativo que (6): (6) María terminó la tesis.

(5) y (6) significan, estrictamente, lo mismo, pero en (5) hay un significado extra, la implicatura convencional 'tuvo que hacer un esfuerzo para terminar la tesis' o algo semejante, que no afecta la proposición básica 'María t e r m i n ó la tesis'. Las expresiones subrayadas en los siguientes ejemplos provocan también implicaturas convencionales: (7) Elisa es porteña, por lo tanto es pedante.

(8) Son pobres, pero honrados.

En (7), si Elisa es porteña y pedante la oración es verdadera, sin necesidad del significado implícito añadido p o r por lo tanto, que señala que ser pedante se sigue de ser porteña. En (8), igualmente, las condiciones de verdad se satisfacen si los individuos de los que se habla son pobres y honrados; pero añade una oposición independiente del valor veritativo de la oración. Las implicaturas convencionales l i m i t a n lo apropiado del uso

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de una expresión, ya que no su valor de verdad. (9), por ejemp l o , es un enunciado anómalo, como señala el signo de interrogación puesto al principio : (9) ?Juanita es inteligente, pero escribió un libro buenísimo.

Por supuesto, si Juanita es inteligente y escribió un l i b r o buenísimo, (9) es una proposición verdadera, pese a la contradicción aportada p o r pero. Él uso de pero, sin embargo, convierte el enunciado en poco aceptable pragmáticamente. También son convencionales otras implicaciones estudiadas desde hace muchos años p or la semántica: las presuposiciones. Vale la pena que las consideremos aquí un momento, antes de pasar a las implicaturas conversacionales. Las presuposiciones son significados adicionales que están implícitos en ciertas expresiones, y que cuentan para evaluar la verdad de la oración; esto ú l t i m o las diferencia de las implicaturas convencionales. La expresión dejar de + infinitivo acarrea, por ejemplo, una presuposición: (10) Gutiérrez dejó de llamarme.

En (10) hay una proposición presupuesta, 'Gutiérrez me llamaba', que debe ser cierta para que (10) sea cierto. La presuposición subsiste incluso si se niega la oración, como en (11): (11) Gutiérrez no dejó de llamarme.

Otros ejemplos de presuposición son los siguientes: (12)

Lamento que sea difícil ('es difícil').

(13) Cuando me propuso casamiento, me eché a reír ('me propuso casamiento').

Las presuposiciones y las implicaturas convencionales, p o r ser significados convencionales de las expresiones, no se pueden anular fácilmente, es decir, no se pueden eliminar del contexto sin que el hablante se contradiga, como sucede en (14), ejemplo de presuposición, y en (15), ejemplo de implicatur a convencional (el asterisco indica que hay una anomalía semántica) :

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EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA (14) *Gutiérrez dejó de llamarme, pero nunca me llamó. (15) *María logró terminar la tesis, pero no la terminó.

Ambos tipos de implicación admiten, sin embargo, ser suspendidos: (16) Qué bien que Luis haya dejado de fumar, si es que en realidad ha dejado. (17) Julián es capricorniano, y por lo tanto perseverante, si es cierto lo que dicen los astrólogos.

A lo largo de una conversación se van p r o d u c i e n d o significados más flexibles, más matizados y sujetos a cambios que los que admiten las oraciones aisladas de los lógicos, de m o d o que, en el contexto adecuado, tambié n las implicaciones convencionales puede n quedar anuladas sin que el hablante se contradiga o se contradiga totalmente. Pero, a los efectos de distinguir lo convencional de lo conversacional, es ú t i l , en principio, considerar que las implicaciones convencionales tienen la propiedad de ser no cancelables, j u n t o con la de ser no calculables. Para distinguir las presuposiciones de las implicaturas convencionales hay que tener en cuenta otra propiedad, la separabilidad. Para Grice, las implicaciones, en general, no son separables cuando se infieren del significado y no de la f o r m a de una expresión, de m o d o que, si se dice lo mismo con otras palabras, la implicación persiste. Las presuposiciones no son separables, como muestran los ejemplos siguientes: (18) Luis dejó de fumar ('antes fumaba'). (19) Luis ya no fuma ('antes fumaba'). (20) Luis no fuma más ('antes fumaba').

Las implicaturas convencionales, en cambio, son separables, porque al decir algo con el mismo valor de verdad, usando una expresión diferente, la implicatura desaparece: (21) Son pobres, pero honrados (una condición se opone a la otra). (22) Son pobres y honrados (no hay oposición).

LO DICHO Y LO IMPLICADO: EL MODELO DE GRICE

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I I . IMPLICATURAS CONVERSACIONALES PARTICULARIZADAS

Se trata de las implicaturas que hemos ejemplificado arriba, en § 2. Sus propiedades son las siguientes: son calculables, cancelables y no separables. Precisamente porque dependen de un contexto específico, las implicaturas conversacionales particularizadas pueden cancelarse o anularse. En el caso de la carta de recomendación, bastaría que el alumno descrito tan mezquinamente por su profesor no aspirara a ingresar en un programa de filosofía, sino en algún otro que requiriera precisamente las cualidades mencionadas. Otra manera de anular la implicatura sería simplemente agregar algo como Y además es muy bueno en filosofía. Estas implicaturas no son separables, pues no están adheridas, como las convencionales, a ciertas expresiones lingüísticas. Si en lugar de lo indicado en (2) el profesor dijera lo mismo con otras palabras, p o r ejemplo: (23)

El Sr. X es aplicado, puntual, y escribe con gran corrección,

la implicatura 'no sirve para la filosofía' seguiría vigente. III.

IMPLICATURAS CONVERSACIONALES GENERALIZADAS

Estas implicaturas, p o r ser conversacionales, se pueden cancelar, pero se diferencian de las otras en que no dependen de un contexto específico. El ejemplo clásico es el del artículo un, usado como en el ejemplo siguiente: (24) Marta va a encontrarse con un hombre esta noche.

Un implica que ese h o m b r e no es su marido, ni n i n g ú n miembro inmediato de su familia, ni siquiera, diría Grice, un amigo platónico. El artículo un, en muchos de sus usos, implica que no hay una relación cercana entre la entidad a la que se refiere el artículo y el individuo pertinente del contexto. Lo mismo sucede en (25): (25) Entré en una casa.

Aquí una casa no puede ser ' m i casa'.

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Las implicaturas generalizadas surgen de una asociación frecuente entre una expresión y los contextos posibles de esa expresión. Entre las implicaturas conversacionales particularizadas y las generalizadas hay, solamente, una diferencia de grado en cuanto a su dependencia del contexto. La observación de la máxima de cantidad provoca implicaturas conversacionales generalizadas. Véase el siguiente ejemplo: (26) Julia escribió tres libros.

La p r i m e r a submáxima de cantidad ("que su c o n t r i b u c i ó n sea todo lo informativa que requiera el propósito de la conversación") nos obliga a dar la cantidad de i n f o r m a c i ó n exacta, ni más, ni menos. C o m o descontamos que el hablante c u m p l i r á con esa máxima, entendemos, en el caso de (26), que Julia escribió tres libros, y no dos, ni cinco. Pero ese significado ('exactamente tres') es una implicatura. La expresión tres, por sí misma, no significa 'exactamente tres', sino que significa, estrictamente, 'por lo menos tres'. Nótese que si Julia escribió siete libros, sigue siendo verdad que escribió tres. Pero sería muy poco cooperativo decir que escribió tres si escribió más de tres; una información tan insuficiente se tomaría, en la conversación, por equivalente a una mentira, aunque lógicamente no lo sea. El numeral tres pertenece a un conjunto de expresiones que pueden ordenarse en una escala, de m e n o r a mayor valor i n formativo. Las expresiones de este tipo son ambiguas, pues significan 'por lo menos x' y 'exactamente x'. En la conversación, sin embargo, solo vale el segundo significado, debido a la exigencia de c u m p l i r la máxima de cantidad. Como se ve, la lógica p r o p i a de la conversación desambigua las expresiones l i n güísticas. En el cuadro i se resumen las características de los tipos de implicaciones que hemos visto. 4.

LÓGICA Y CONVERSACIÓN

La lógica, dice Grice, acepta sin discusión que hay una d i vergencia de significado entre las expresiones del lenguaje form a l , como A, v, y sus contrapartidas en el lenguaje natural (y, o). Las expresiones lingüísticas carecen de la precisión de las no lingüísticas, a las que se ha dotado de u n a interpretació n

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LO D I C H O Y LO IMPLICADO: EL M O D E L O DE GRICE

IMPLICACIONES PRAGMÁTICAS Tipos

Propiedades

PRESUPOSICIÓN

no calculable no cancelable no separable

Ejemplos

Juan dejó de fumar.

IMPI.ICATURA CONVENCIONAL

no calculable no cancelable separable

Es pobre pero honrado.

IMPI.ICATURA CONVERSACIONAL

calculable

X es aplicado y puntual

PARTICULARIZADA

cancelable

no separable

IMPLICATURA CONVERSACIONAL GENERALIZADA

calculable

Entré en una casa.

cancelable

no separable

CUADRO I

con dos valores que es inequívoca e invariable. C o m o muchas expresiones lingüísticas son, por el contrario, equívocas y variables, resulta d i f í c i l asignar valor de verdad a las oraciones en que aparecen. Para quienes ven el lenguaje natural como defectuoso, es decir, no totalmente inteligible, lo p r o p i o sería, dice Grice, const r u i r un lenguaje ideal, cuyas oraciones fueran claras, determinadas en cuanto a su valor de verdad, libres de implicaciones metafísicas; de este m o d o , los fundamentos de las ciencias serían filosóficamente seguros, ya que las afirmaciones de los científicos se podrían expresar usando este lenguaje ideal. Para los que, en cambio, confían en que el lenguaje natural sirve para hacer ciencia, la exigencia de un lenguaje ideal descansa en presupuestos equivocados, entre ellos que el rasero para medir el grado de adecuación de una lengua es su capacidad para servir a la ciencia. El lenguaje tiene muchas funciones i m -

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EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

portantes aparte de las que se relacionan con la investigación científica; sabemos perfectamente bien lo que significa una expresión sin necesidad de analizarla. Según Grice, el presupuesto, c o m ú n a las dos partes, de que hay una divergencia entre las expresiones de un lenguaje formal y las de las lenguas naturales es erróneo, y deriva de una falta de atención a las condiciones que gobiernan el uso del lenguaje en la conversación corriente, y a la importancia de esas condiciones. Como hemos visto, Grice se propuso elaborar un modelo que explicara esas condiciones. El concepto de significado intencional (meaning-nn) y el reconocimiento de que existe un contrato que se cumple o se espera que se cumpla en todos los intercambios comunicativos, contribuyen a reivindicar el lenguaje natural, acusado de ambigüedad e imprecisión. Hay una lógica en el uso del lenguaje, articulada por las máximas del p r i n c i p i o de cooperación: la comunicación intencional obedece a una lógica según la cual producimos e interpretamos significado lingüístico de un m o d o muy eficiente. Para los lingüistas, una consecuencia interesante de la teoría de Grice es que permite hacer descripciones menos engorrosas o incompletas de los significados de numerosas expresiones: en lugar de atribuir a esas expresiones varios significados posibles, se puede considerar que los diferentes significados son implicaturas producidas de un m o d o perfectamente previsible al usarse las expresiones en la comunicación. Volvamos a un ejemplo ya visto en el capítulo anterior, el de la conjunción copulativa. Como dijimos, y puede significar solamente adición, o recubrirse de otros significados: (27) Elena enseña lingüística y Pedro enseña historia. (28) Llegamos a casa y encendimos la calefacción. (29) No le aumentaron el sueldo y presentó la renuncia.

En (27) y significa solo adición, el valor básico de la conjunción copulativa. En (28), en cambio, significa 'y luego', por lo que resultaría inaceptable cambiar el orden de los dos sucesos. En (29) y significa ' c o m o consecuencia', lo que i m p i d e también que se cambie el orden y se mantenga el valor de verdad. Se puede considerar, por lo tanto, o bien que la conjunción y es ambigua, o bien que los significados de las palabras son, en general, vagos, y dependen de las normas de uso del lenguaje.

LO DICHO Y LO IMPLICADO: EL MODELO DE GRICE

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En el p r i m e r caso, la semántica tiene que p r o d u c ir inacabables listas de significados posibles para las palabras de apariencia más inocente. Habría que prever casos como el siguiente: (30)

a. Compré un pañuelo azul. b. Compré un pañuelo azul y rojo.

En (30a), azul significa 'totalmente azul'; en (30b), azul significa 'parcialmente azul'. ¿Debemos asignar al adjetivo azul estos dos significados, aparte de otros posibles? Si tomamos esa decisión, la semántica tendría que habérselas con numerosos significados para cada expresión, en contra del p r i n c i p i o de econ o m í a o parsimonia teórica, que exige no m u l t i p l i c a r las entidades más allá de lo necesario. Un enfoque pragmático es, como corresponde, un enfoque económico. La n o c i ó n de i m plicatura justifica teóricamente que las expresiones del lenguaje natural tienden a tener significados simples, unitarios y estables, que, u n a vez que las expresiones se p o n e n en contexto, pueden recubrirse de otros significados o matices: una sobrecarga pragmática fácil de ser concebida como un conjunto de implicaturas. En el modelo de Grice, el acto de comunicarse crea ciertas expectativas que los hablantes aprovechan de un m o d o racional y eficiente. Por eso la i n d e t e r m i n a c i ó n de las expresiones l i n güísticas no es un obstáculo para la comunicación. Un comportamiento lingüístico bastante frecuente y siempre bien visto parece contradecir este p r i n c i p i o , sin embargo: la cortesía. Por cortesía, el hablante se comporta a veces de un m o d o que parece irracional y poco eficiente. Se ha propuesto resolver el problema agregando al conjunto de máximas del p r i n c i p i o de cooperación otr o conjunto de máximas, las correspondientes a un "principio de cortesía". Leech, autor de la propuesta, distingue una serie de máximas en acción, entre ellas la de Tacto, la de Generosidad, la de Aprobac i ó n , la de Modestia (Leech, Principies of Pragmatics). Sostiene Leech que muchas veces decimos, de una manera perfectamente apropiada, cosas que son falsas o menos informativas que lo requerido. Esto es verdad, y también que la cortesía está regulada socialmente y que contribuye a la buena fortuna de la comunicación. Sin embargo, los comportamientos corteses, aunque necesarios y efectivos, no se dan automáticamente p o r descontados para avanzar en la conversación, como parece su-

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ceder siempre con los principio s básicos de cooperación de Grice: es muy difícil socavar la suposición de que nuestros i n terlocutores son cooperativos; la de que siempre son, p o r añadidura, corteses, es, en cambio, una suposición m u c h o más déb i l . Resulta difícil no ser cooperativo en una conversación, pero no es tan difícil ser descortés: esto revela que se trata de p r i n cipios de índole diferente. En el paradigma actual de la pragmática que se conoce como "neogriceano", las máximas del p r i n c i p i o de cooperación se han reducido, no amplificado. Remito al lector a dos versiones recientes del m o d e lo de Grice, el de Levinson ( " M i n i m i z a t í on and Conversatíonal Inference") y el de H o r n ("Toward a New T a x o n o m y for Pragmatic Inference: Q-based and R-based I m p l i cature"). Otra revisión, que no es fiel al maestro, es la que veremos en el capítulo siguiente.

CAPÍTULO

IV

LO DICHO Y LO IMPLICADO: L A T E O R Í A D E L A RELEVANCIA

1.

EL CONCEPTO DE RELEVANCIA

La teoría de la relevancia, expuesta p o r sus autores, Dan Sperber y D e i rd re W i l s o n , en un l i b r o publicado en 1986 (Relevance. Communication and cognition), no fue b i e n recibida p o r el establishment de la pragmática. A u n q u e muchas de las críticas siguen siendo válidas (véanse Levinson, "A Review of Relevance", y Mey y Talbot, "Computation and the Soul"), este modelo ha i do ganando aceptación en los últimos años, y hoy en día puede considerarse, j u n t o con el modelo neogriceano, una de las dos teorías más influyentes en pragmáüca. A u n q u e está inspirada en Grice, la teoría de la relevancia no puede tratarse como una mera extensión del programa de Grice, ya que p r o p o n e u n a manera diferente de explicar el proceso de la c o m u n i c a c i ó n lingüística. Muchos lingüistas consideran que el m o d e l o de la relevancia supera al de Grice en poder explicativo, y que además satisface la i n t u i c i ó n que tenemos, c o m o usuarios d e l lenguaje, acerca de los procesos de c o m u n i c a c i ó n verbal (véase W i l s o n y S m i t h, Relevance Theory). La relevancia (palabra técnica cuya versión más cercana en el lenguaje corriente sería pertinencia) es el p r i n c i p i o que explica todos los actos comunicativos lingüísticos, sin excepción alguna: porque descontamos que nuestro interlocutor es relevante le prestamos atención. Grice nos enseñó que, para que la comunicació n sea posible, los hablantes deben tener ciertas expectativas sobre la conducta de sus interlocutores. Según Grice, los hablantes damos por descontado que, en la conversación y en otras tareas que hacemos en compañía, somos cooperativos. Pero ¿por qué so-

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mos cooperativos? Según Sperber y Wilson, porque tenemos algo que ganar: conocimiento del m u n d o . En efecto, a cambio del esfuerzo de dedicar atención, tiempo, memoria, para entender lo que nos dicen, recibimos, o, p o r lo menos, descontamos que siempre vamos a recibir, "efectos cognoscitivos", es decir, una modificación o enriquecimiento de nuestro conocimiento del m u n d o . Lo que esperamos de nuestro i n t e r l o c u t o r es que tenga la i n t e n c i ó n de ser relevante, o sea, de decirnos algo que contribuya de algún m o d o a enriquecer nuestro conocimiento del m u n d o , sin exigirnos un esfuerzo desmedido de interpretación, porque tendemos a equilibrar ganancia y esfuerzo. Cuantos más efectos cognoscitivos produzca un enunciado, y menos esfuerzo de interpretación exija, más relevante será. Cada enunciado lingüístico i n t e n c i o n al viene con una garantía de relevancia. Como, según Sperber y Wilson, todas nuestras actividades informativas se orienta n hacia la meta general y abstracta de mejorar nuestro c o n o c i m i e n t o del m u n d o , la garantía de relevancia permite contar con que, si una persona produce un estímulo verbal deliberado, ese estímulo merece nuestra atención y el esfuerzo de interpretarlo, ya que p r o d u ce los efectos cognoscitivos que nos interesan, a corto o a largo plazo. En nuestro e n t o r no cognoscitivo hay i n f o r m a c i ó n inmediatamente accesible, que no necesita ser procesada, y hay información totalmente desconectada, que exigiría un gran esfuerzo de procesamiento, quizá en buena parte i n ú t i l . Un tercer tipo de i n f o r m a c i ó n es nueva pero conectada con la que ya tenemos: la c o n e x i ó n provoca más i n f o r m a c i ó n nueva, que no se hubiera p o d i d o inferir sin la conexión. Esta i n f o r m a c i ó n es la más relevante, pues produce un efecto de m u l t i p l i c a c i ó n , con menos coste de procesamiento. Los resultados de esta m u l t i p l i c a c i ón se llaman "efectos contextúales". U n a nueva i n f o r m a c i ó n puede tener efectos contextúales de dos maneras: a) la i n f o r m a c i ó n nueva p e r m i t e reforzar i n f o r m a c i ó n ya existente en la memoria; b) la i n f o r m a c i ó n nueva contradice o debilita i n f o r m a c i ó n anterior. Cuando un íte m i n f o r m a t i v o tiene efectos contextúales en

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un determinado contexto, Sperber y Wilson lo consideran relevante- en ese contexto. El de relevancia no es un concepto absoluto: hay grados de relevancia. Para medir la relevancia de un enunciado, debe calcularse la relación entre efectos contextúales y coste de procesamiento. La relevancia puede representarse como una fracción: Relevancia =

Efectos cognoscitivos Esfuerzo de procesamiento

Según la teoría de la relevancia, lo que quiere decir el hablante está determinado por su intención de ser relevante, y la interpretación del oyente está guiada exclusivamente por la presunción de que lo que se le dice es relevante. La relevancia es el engranaje oculto que pone en relación lo dicho y lo transmitido p o r i m p l i c a c i ó n , y, del o t ro lado del circuito, la relación entre lo transmitido y lo interpretado por el oyente. Sperber y Wilson consideran que la pragmática es la teoría de la interpretación de los enunciados, y destacan el papel fundamental de la inferencia en ese proceso de interpretación. Entender un enunciado tiene dos aspectos: por un lado, se descodifican los signos lingüísticos; por otro, se salta el escalón que va entre lo dicho y lo i m p l i c a d o , y esto no se hace mediante más descodificación, sino mediante inferencias. A Grice debemos la p r i m e r a elaboración de un modelo del proceso inferencial. Sperber y Wilson han querido llegar más lejos, y explicar la comunicación mediante un p r i n c i p i o no solo ú n i c o sino también más general y más explicativo que las máximas de Grice, el p r i n c i p i o de relevancia. Este p r i n c i p i o , p o r ser cognoscitivo, puede postularse como universal. U n a vez que se propone que la conducta lingüística de los seres humanos está fundada en un p r i n c i p i o cognoscitivo u ni versal que incluye toda forma de cooperación, las máximas del p r i n c i p i o de cooperación resultan superfluas: el p r i n c i p i o de relevancia basta para explicar la comunicació n lingüística. Este p r i n c i p i o , a diferencia de las máximas, no admite ser seguido o ser violado: los hablantes no "respetan" el p r i n c i p i o de relevancia, ni lo pueden violar por más que quieran, ni tienen que conocerlo, ni aprenderlo: se aplica a todos los actos de comunicación intencional, sin excepción. Por supuesto el hablante puede fracasar en su intento comunicativo y no ser relevante. Lo que

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basta es que transmita, con su enunciado, la presunción de que este es óptimamente relevante, porque esa relevancia determina la interpretación de dicho enunciado. 2.

INFERENCIAS Y CONTEXTO

La inferencia es un proceso de razonamiento deductivo. Se parte de ciertas premisas para llegar a una conclusión que se sigue lógicamente de esas premisas. Lo interesante es cómo seleccionamos las premisas en nuestro trabajo interpretativo, que es, como queda dicho, una búsqueda de relevancia. Véase un ejemplo. (1) A. -¿Vas a comprar el diccionario? B. -Gasté todo el dinero que tenía.

En el esquema griceano, la respuesta de B parece violar la m á x i m a de relevancia, pero el oyente hace un breve razonamiento y descubre su relevancia: B no va a comprar el diccionario porqu e no tiene dinero . Para Sperber y W i l s o n , esta es una explicación post fado, y además insuficiente, ya que deja a oscuras por qué se hace la conexión entre comprar el diccionar i o y haber gastado el dinero. Según la teoría de la relevancia, para interpretar la respuesta de B, A construye un contexto, que es, más o menos, el que B esperaba que construyera. En este contexto figuran ciertos conocimientos y creencias, por ejemplo que se necesita cierta cantidad de dinero para comprar un diccionario y que B no tiene dinero. De estas premisas B saca la implicatura "B no va a comprar el diccionario". El contexto constituido por las premisas es un subconjunto de las creencias y conocimientos de toda índole que probablemente posee A; tal conjunto está formado por conocimientos científicos, culturales, sociales, religiosos, p o l í t i cos, económicos, lingüísticos, y conocimientos que surgen de la situación, conocimientos sobre el interlocuto r y su historia pasada, sobre el m o d o en que gasta el dinero, sobre por qué gana poco, sobre la relación entre ellos, etc. El contexto que el oyente tiene a su alcance puede i n c l u i r también conocimientos sobre los diccionarios, sobre cuáles son los mejores, sobre cómo se hacen, sobre por qué son caros, etc. Nótese que toda esa i n formación está a disposición del hablante, y sin embargo este

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sólo selecciona el subconjunto de conocimientos que le sirve para interpretar lo que dice B. Y esto es así porque A sabe que B quiere ser relevante, y la única interpretación consistente con el p r i n c i p i o de relevancia es que B no puede comprar el diccionario. Esa es, pues, la interpretación más plausible, y por lo tanto la implicatura más importante del enunciado de B. Digo "la más importante" porque la respuesta de B es más rica en información que un simple "No voy a comprar el diccionario", y perm i te i n f e r i r otras implicaturas también, es decir, se liga con otros subconjuntos de conocimientos del oyente y produce más efectos contextúales (por ejemplo, que a B no le alcanza el d i nero, o que B es una persona derrochona, etc.). Volveremos enseguida sobre este fenómeno. El contexto, en la teoría de la relevancia, se define en términos psicológicos, no sociales, culturales, o discursivos, de modo que la definición es unitaria, y evita las dificultades que hemos visto en el capítulo i. Las creencias operativas que f o r m a n el contexto de cada interacción pueden derivar de la percepción inmediata de la situación, de lo que se ha dicho antes, o provenir de la memoria. Lo importante es que los interlocutores comparten o creen compartir una versión parecida del contexto. La comunicación exitosa depende de cierto conocimiento mutuo : de lo que cada interlocutor sabe y sabe que el otro sabe. Véase el siguiente caso: (2)

(Quique se acerca a la autora, que está sentada frente a la computadora, trabajando.) Quique: -¿Estás ocupada? GR: - N o . Estoy jugando a un video game. (Quique se ríe y se va.)

(Permítaseme decir, ya que viene al caso, que Quique y yo nos comunicamos en dos lenguas, como millones de personas. También nos comunicamos en dos dialectos del español, y en varios registros. Al lado de nuestras conversaciones, los ejemplos de los libros de pragmática resultan irreales, por la homogeneidad lingüística, cultural, social, generacional, que sugieren como n o r m a ejemplificante. Que tal homogeneidad no se dé siempre y que quizá sea atípica es también un p r o b l e ma de pragmática, u n o de los que se dejan de lado en las teorías inferenciales que estamos tratando.) En (2) Quique, para construir el contexto en que debe i n -

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terpretar mi respuesta, extrae algunos elementos de la situación. Ve, p o r ejemplo, que en la pantalla de la computadora hay un texto, no un juego. Por otra parte, él sabe (y sabe que yo sé que él sabe) que yo uso la computadora solamente para trabajar, de m o d o que interpreta mi respuesta como el enunciado no literal que es, haciendo ciertas inferencias. Infiere, sobre todo, que yo le he transmitido que estoy ocupada y no quiero i n t e r r u p c i ones. Por supuesto, mi enunciado i r ó n i co exige de él cierto esfuerzo extra de procesamiento, ya que contiene una crítica a su pregunta (es evidente que estoy ocupada, y él sabe que yo sé que lo sabe), pero también indica que yo sé que él sabe que estoy hablando cariñosamente, y que, quizá, no me ha molestado su i n t e r r u p c i ó n , y que los dos nos entendemos bien. Todos estos significados b i e n valen el esfuerzo extra de entender una afirmación absurda, y la risita del n i ñ o expresa, entre otras cosas, que es mi cómplice en la buena comunicación. C o m o ya vimos para el caso (1), la respuesta de (2) produ ce más de una implicatura. N i n g u n o de los dos casos es anómalo, ya que nuestros enunciados cotidianos suelen tener una gama, a veces muy amplia, de significados posibles. Antes de ver cómo explica este fenómeno la teoría de la relevancia, debemos considerar cuál es el papel que Sperber y W i l s on asignan a la inferencia en la interpretación de enunciados lingüísticos. 3.

LA EXPLICATURA

Grice distinguió entre lo dicho y lo que se transmite mediante implicaturas; por "lo d i c h o" se ha de entender aquella parte de la comunicación que puede evaluarse según el criterio de verdad. Todo lo demás es implícito . Así, en (3), (3)

Le ruego que se vaya de aquí,

el uso de usted puede implicar que el hablante quiere poner distancia con la persona con la que habla. Como el uso de tuteo (Te ruego que te vayas de aquí) satisfaría las mismas condiciones veritativas, la implicatura convencional provocada por el empleo de usted no afecta el valor de verdad de (3). Sin embargo, la i m plicatura convencional b i e n puede considerarse parte de lo dicho en (3). En el esquema de Grice, esta distinción queda borrosa.

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Grice es consciente, sin embargo, de que lo dicho no está determinado p o r el contenido semántico de la oración. Hay elementos de lo dicho que adquieren significado solamente al emitirse la oración en una situación concreta de habla. Ya hemos visto el caso de los deícticos, que requieren un contexto para ser interpretados. D e l mismo m o d o , hay palabras ambiguas cuya desambiguación es necesaria para recuperar lo dicho, y otras que tienen significados insuficientes, imprecisos, que solo se completan en el contexto. En la teoría de la relevancia, de manera más clara que en la teoría de Grice, se considera que lo dicho está f o r m a d o no solamente por los significados convencionales, sino p o r el resultado de la asignación de referencias, la desambiguación y el enriquecimiento de algunas expresiones. De m o d o que podemos distinguir tres niveles de significado: Nivel 1: el significado convencional de la oración. Nivel 2: lo dicho. Nivel 3: lo comunicado. El nivel 3 resulta, como sabemos, del resultado de los procesos de descodificación e inferencia, incluyendo la inferencia de implicaturas conversacionales. En el m o d e l o griceano y en el neogriceano se ha enfocado de preferencia el paso del nivel 2 al nivel 3, que consiste en recuperar significados implícitos. La teoría de la relevancia intenta explicar cómo llegamos a interpretar el nivel 2, lo dicho, p r o p o n i e n d o que el paso del p r i m e r nivel al segundo se cumple mediante un proceso inferencial semejante al requerido para el paso de lo dicho a lo comunicado. En esta teoría, lo dicho es la explicatura del enunciado, es decir, la proposición completa que expresa el hablante. Debe considerarse parte de lo dicho, p o r lo tanto, la porción de significado que no se manifiesta explícitamente, sino que es el resultado de procesos de desambiguación, asignación de referencia y e n r i q u e c i m i e n t o. Estos procesos son inferenciales. En (4), por ejemplo, para reconstruir la explicatura es necesario desambiguar el contenido de la palabra muñecas: (4)

(Una anciana a otra): -¿Y qué tal van tus muñecas?

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Para asignar a muñecas el significado 'parte del brazo' es preciso seguir un i t i n e r a r i o inferencial semejante al que se sigue para derivar implicaturas, y guiado también por el p r i n c i p i o de relevancia. La oyente intepreta la pregunta en un contexto en el cual figura, por ejemplo, su artritis, los comentarios anteriores sobre su d o l o r de muñecas, etc. Veamos ejemplos de asignación de referencia y de enriquecimiento: (5) (Por el portero eléctrico): A: -¿Quién es? B: -Yo. A: -Pasa. (6) (Eligiendo pañuelos de seda.) Compradora: -¿Estos son los de 1.990 pesetas? ¿Y aquel verde, cuánto cuesta? Vendedora: -Bueno, ese es un poquito caro. (7) Luisa ya tiene cierta edad.

En (5) A debe asignar referencia al p r o n o m b r e personal antes de abrir la puerta. La explicatura de yo es, por ejemplo, "Soy Pepe", proposición que debe reconstruir el oyente a partir de la forma deíctica y datos provenientes del entorno (la voz del hablante, la hora, etc.). En (6) y (7) los enunciados no son tan parcos como en (5), pero el oyente tiene que hacer ciertas inferencias para reconst r u i r lo "dicho". En (6), hay que completar el significado que tiene la palabra poquito en este contexto, para recuperar una explicatura como "el pañuelo verde es bastante más caro", o "ese pañuelo es más caro de lo que usted parece dispuesta a pagar". Por supuesto, ese no es el significado básico o semántico de poquito, pero lo adquiere en algunos contextos, y ese significado extra es parte de la explicatura, pues contribuye a conformar la proposición completa expresada por la vendedora. El ejemplo (7) nos muestra otra vez la indeterminació n de algunas expresiones y la necesidad de enriquecerlas para recuperar la explicatura. Cierto quiere decir, por ejemplo, 'determinado', como en ciertas palabras, cierto día, pero cuando se habla de una persona d'une certain age las cosas cambian: en esos casos, cierto significa que la persona en cuestión es 'ya mayor', "de-

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masiado vieja como para hacer algo', 'mayor de lo que u n o pensaría', o algo semejante. La explicatura de un enunciado es, pues, la proposición que resulta de lo expresado convencionalmente y de los procesos de desambiguación, e n r i q u e c i m i e n to y asignación de referencia. Solo una vez que cumple con estas operaciones, cuando son necesarias, el oyente tiene una proposición completa, de la cual extraerá las implicaturas que correspondan. Este análisis amplía el campo de la pragmática, que ya no se l i m i t a a ofrecer una explicación de cómo recuperamos implicaturas, sino también de cómo entendemos lo explícito, aplicando el mismo p r i n c i p i o de relevancia que aplicamos para inferir implicaturas. 4.

IA RELEVANCIA DE LAS METÁFORAS

Según la teoría de Sperber y W i l s o n , para comunicarse lo que i m p o r t a es ser relevante, y no, en cambio, decir la verdad literal. Supóngase la siguiente situación. Yo vivo en un suburbio de Chicago, Evanston, exactamente a una manzana de distancia de la calle que marca el límite de la ciudad. No hay ningun a d i ferencia entre mi calle y la siguiente, que ya f o r m a parte de Chicago, pero yo tengo otro código postal, otro prefijo telefónico, etc. U n a persona que acabo de conocer en M a d r i d , digamos que Julia, me pregunta dónde vivo. Mi respuesta n o r m a l sería la siguiente: (8)

Vivo en Chicago.

Si dijera la verdad literal, es decir, que vivo en Evanston, Julia no podría obtener efectos contextúales. Mi respuesta es relevante porque lo que quiero comunicar a Julia es un subconjunto de implicaciones acarreadas p o r (8): que vivo en Estados Unidos, que hago vida de ciudad, que esa ciudad está en el centro de los Estados Unidos (o que no está en California, o que no es Nueva York), que puede ir a visitarme a Chicago. Lo que garantizo es la verdad de esas implicaciones, no la verdad literal del enunciado que uso para comunicarlas. Si fuera, en cambio, a registrarme para votar, y me preguntaran lo mismo, mi respuesta sería "Vivo en Evanston", pues en este caso la verdad l i teral es lo relevante. El enunciado (8) es un ejemplo de lo que Sperber y Wilson

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llaman loóse talk, o lenguaje aproximado. Las metáforas son, según Sperber y Wilson, un subtipo de loóse talk, y pueden analizarse de la misma manera. En el modelo de Grice, cuando un significado literal parece inapropiado, el oyente deriva una implicatura. El significado l i teral de las metáforas es siempre inapropiado. Véase el siguiente ejemplo (tomado de Sperber y Wilson, "Loóse talk"): (9)

(La madre al niño): -Eres un cerdito.

El significado principa l de este enunciado no es el literal, como bien sabe el n i ñ o , sino algo así como 'eres un n i ñ o sucio'. Un problema que queda sin resolver en la teoría de Grice y que resulta clave para entender el lenguaje figurado es el siguiente: p o r qué las figuras no pueden parafrasearse sin que pierdan casi todo su sentido. En (9), no es lo mismo que la madre le diga al n i ñ o "cerdito" que "niño sucio". Según Sperber y Wilson, los hablantes comunicamos pensamientos complejos, es decir, pensamientos formados de varias proposiciones, algunas de las cuales sobresalen más que otras. U n a sola de esas proposiciones, la que esté disponible inmediatamente y cumpla con la presunción de relevancia óptima, será la proposición más importante de todas las que se transmiten o se intentan transmitir. En (9), la proposición transmitida es, probablemente, 'eres un n i ñ o sucio', y a esta la consideramos, por lo tanto, la implicatura más fuerte. Pero (9) transmite también otras implicaturas más débiles, por ejemplo que el n i ñ o es adorable pese a ser sucio. En casos como (8) y (9), y también (2), arriba, los hablantes producen enunciados en donde no se dice la verdad literal, con la intención de que los oyentes extraigan solamente un subconj u n t o de las implicaciones acarreadas p o r ese enunciado. En esos casos los hablantes no garantizan la verdad literal de lo que dicen, sino que garantizan la verdad del subconjunto de i m p l i caciones que quieren transmitir y que son relevantes en ese contexto. Estas implicaciones tienen diferente fuerza: como las ondas que se f o r m a n en el agua al arrojar una piedra, algunas implicaturas son más y más débiles y borrosas según vayan quedando más lejos de la intención comunicativa central del enunciado. Los enunciados figurados exigen, sí, más esfuerzo de proce-

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Sarniento, pero también producen mayor ganancia cognoscitiva: un solo enunciado p e r m i t e derivar un significado m u c h o más complejo que su paráfrasis literal. Decirle al n i ñ o "cerdito" transmite, condensadamente, much o más significado que decirle "sucio". Por eso las metáforas e ironías no son adornos de la conversación, sino medios de comunicar gamas muy amplias de implicaturas de diferente rango. Entre las implicaturas débiles así comunicadas, algunas son tan débiles que ni siquiera están totalmente presentes en la conciencia del que habla, por lo cual el oyente es más responsable de ellas que el hablante. (Sobre los tipos de implicatura en la ironía, desde esta misma perspectiva teórica, puede verse el análisis que he hecho en otro cuaderno de esta colección: Los procedimientos de cita: citas encubiertas y ecos, capítulo IV.) El lenguaje figurado, tanto en la conversación como en la l i teratura, exige más esfuerzo inferencial, pero lo compensa con más efectos cognoscitivos. Su interpretación, según esta teoría, no se diferencia en nada de la interpretación del lenguaje literal, ya que se explica p o r el mismo p r i n c i p i o de relevancia.

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Sarniento, pero también producen mayor ganancia cognoscitiva: un solo enunciado permite derivar un significado m u c h o más complejo que su paráfrasis literal. Decirle al n i ñ o "cerdito" transmite, condensadamente, much o más significado que decirle "sucio". Por eso las metáforas e ironías no son adornos de la conversación, sino medios de comunicar gamas muy amplias de implicaturas de diferente rango. Entre las implicaturas débiles así comunicadas, algunas son tan débiles que ni siquiera están totalmente presentes en la conciencia del que habla, por lo cual el oyente es más responsable de ellas que el hablante. (Sobre los tipos de implicatura en la ironía, desde esta misma perspectiva teórica, puede verse el análisis que he hecho en otro cuaderno de esta colección: Los procedimientos de uta: citas encubiertas y ecos, capítulo IV.) El lenguaje figurado, tanto en la conversación como en la l i teratura, exige más esfuerzo inferencial, pero lo compensa con más efectos cognoscitivos. Su interpretación, según esta teoría, no se diferencia en nada de la interpretación del lenguaje literal, ya que se explica por el mismo p r i n c i p i o de relevancia.

EJERCICIOS 1. N O C I Ó N DE CONTEXTO. E n la I n t r o d u c c i ó n se da comienzo a un diálogo real entre la autora y los lectores. ¿Cuáles son los contextos de este diálogo, y c ó m o van modificándose a lo largo de la lectura de este librito? I n d i q u e p r i m e r o los conocimientos, expectativas y presupuestos previos de las dos partes al comenzar la escritura y la lectura, y pase luego a los contextos que se van creando. ¿Cuántos niveles contextúales son operativos en este caso? ¿Puede imaginar mis propios marcos de referencia, y compararlos con los suyos? No siempre los interlocutores comparten los contextos. ¿Puede señalar malentendidos o ambigüedades en su interpretación de nuestro diálogo, y analizarlos? ¿Cuáles son las diferencias fundamentales, en cuanto a los contextos, entre las conversaciones cara a cara y la interacción escritor-lector? Puede atenerse a una comunicación como la nuestra, o extender su análisis a textos de otro tipo, p o r ejemp l o una carta personal, una novela, un artículo periodístico. 2. N O C I Ó N DE CONTEXTO. Se ha d i c h o que el contexto de una conversación es el m u n d o entero. ¿Le parece una observación correcta? ¿Le parece aceptable desde el p u n t o de vista de la pragmática? ¿Por qué sí o no? Compare esa n o c i ó n de contexto con la de Sperber y Wilson. 3. A C T O S DE HABLA. Compare la teoría de los actos de habla con las teorías inferenciales vistas en los dos últimos capítulos. Saque todas las conclusiones posibles sobre la u t i l i d a d de una y otras para explicar la comunicación lingüística. 4. A C T O S DE HABLA. El enunciado "¿Quieres bajar a tomar un café?", dicho p o r un compañero de trabajo al otro a la hora del café (en un sitio donde se acostumbre a tomar un café a media mañana, p o r ejemplo), se interpreta naturalmente como una invitación , que tiene la f o r m a (literal) de una pregunta. I n d i q u e otros enunciados, c o n diferente f o r m a (que no sean

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preguntas, por ejemplo) que cumplan la misma función, y analice las condiciones que se requieren para que sean interpretados como invitaciones. 5. A C T O S DE HABLA. Intente esbozar las condiciones preparatorias y la condició n esencial del acto de habla de prometer. (Puede comparar su descripción con la de Searle, Actos de habla, capítulo III.) 6. PRAGMÁTICA Y GRAMÁTICA. Hay fenómenos gramaticales que solo se pueden explicar de manera satisfactoria acudiendo a i n f o r m a c i ó n pragmática. El imperfecto español significa, semánticamente, 'acción pasada vista en su transcurso', pero, en enunciados concretos, puede adquirir otros significados. Analice los usos del imperfecto en los siguientes ejemplos, e indique de qué factores depende la interpretación de estos casos: a) Buenas tardes. Quería una docena de sobres. b) (Tratando de componer un aparato.) Qué difícil era arreglar esto. c) Y mañana volvía su marido, Dios santo. d) Este jueves cantaba Pavarotti, pero no voy a poder ir a verlo. 7. DEFINICIONES DE PRAGMÁTICA. Elija una de las definiciones de pragmática que se dan en el capítulo n, y explique por qué le parece buena (o mala). 8. M O D E L O DE GRICE. Explique p o r qué el operador lógico V y su contrapartida en el lenguaje natural, la conjunción o, no tienen diferencias de significado, sino diferencias de uso. 9. M O D E L O DE GRICE. L O S siguientes enunciados, semejantes a los que vimos en el capítulo I I I , dan lugar a implicaturas. En algunos casos, va entre corchetes la c o n t i n u a c i ón posible del enunciado, para facilitar el análisis. En cada ejemplo, indique el contenido aproximado de la implicatura más probable, y clasifíquela (convencional, conversacional particularizada, conversacional generalizada). a)

-¿Qué quieres que te regale para Navidad? - L o que más necesito es una computadora portátil.

EJERCICIOS

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b) -¿Has visto mis gafas? -Fíjate en la cocina. c) - L o s Gómez tienen tres coches. [ E n realidad tienen cuatro, si contamos el Rolls Royce antiguo que tienen guardado.] d) (Diálogo entre dos automovilistas, en la calle): - M i coche se ha quedado sin batería. -¿Lleva el cable para conectar baterías? e)

(La mujer al m a r i d o , en u n a fiesta, después de comprobar que son las tres de la mañana): - ¿ T ú sabes qué hora es?

f)

-Rodríguez se las arregló para quedar bien con el jefe.

g) -¿A qué hora vuelve tu padre? - N o antes de las 8 o las 9. h) - C o n esta máquina fotográfica, hasta tú vas a sacar buenas fotos. i)

- T u v i e r o n dos hijos y se casaron.

j)

- A n a vivió en Londres más de quince años. [Y todavía vive.]

10. T E O R Í A DE L A RELEVANCIA. Intente reconstruir el proceso deductivo p or el que A infiere la implicatura principal más probable de la respuesta de B en el ejemplo siguiente. I n d i q u e cuáles serían las premisas implicadas, y cuál la conclusión: A: -¿Has visto la película que estrenaron ayer? B: - N u n c a voy a ver melodramas. 1 1 . T E O R Í A DE L A RELEVANCIA. E n los tres enunciados siguientes hay metáforas. ¿Cuál es la implicatura más fuerte y cuáles son algunas de las implicaturas débiles que pueden p r o d u c i r estas metáforas, cuando se utilizan efectivamente en la conversación o en un poema? a) Juan es un cerdo. b) El dueño es un verdadero mafioso. b) (Dicho de un bosque): Era u n a catedral.

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1 1 . M O D E L O S INFERENCIALES. C a r m e n y Amalia, que se acaban de conocer, hablan sobre las ventajas y desventajas de tener una carrera y atender simultáneamente una familia. Amalia:

- B u e n o , no creo que yo vaya a tener hijos, de todos modos.

Carmen:

-Sí, mujer, por qué no.

Amalia:

-Pues así como me ve..., ya he c u m p l i d o los 40.

Carmen:

- B u e n o , todavía puede tenerlos.

¿Cuántos años tiene Amalia? ¿Cómo sabe usted eso? Suponga que a Carme n le cuentan, luego, que Amalia tiene 47 años, y Carmen se queja de que Amalia le ha mentido. ¿Se queja con razón? ¿Por qué sí o no? Tanto Grice como Sperber y W i l s on sostienen que la comunicación es posible porque los hablantes tenemos ciertas expectativas sobre la naturaleza de los enunciados. Explique esto partiendo del ejemplo de Carmen y Amalia. Proponga algún ejemplo semejante, si es posible extraído de su propia experiencia.

BIBLIOGRAFÍA I.

INTRODUCCIONES

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Graciela Reyes es catedrática de lingüística hispánica en la Universidad de Illinois, Chicago, y ha sido profesora invitada en varias universidades americanas y europeas. Entre sus libros figuran los siguientes: Polifonía textual. La citación en el relato literario ( M a d r i d , Credos, 1984), Teorías literarias en la actualidad ( M a d r i d , El A r q u e r o , 1989), La pragmática lingüística (Barcelona, Montesinos, 1990), Los procedimientos de cita: estilo directo y estilo indirecto ( M a d r i d , A r c o / L i b r o s , 1993), Los procedimientos de cita: citas encubiertas y ecos ( M a d r i d , A r c o / L i b r o s , 1994), El abecé de la pragmática ( M a d r i d , A r c o / L i b r o s , I a ed. 1996), Cómo escribir bien en español. Manual de redacción ( M a d r i d , A r c o / L i b r o s , 1998), y, en colaboración, Ejercicios de pragmática (Iy II) ( M a d r i d , A r c o / L i b r o s , 2000). Ha publicado también libros de poemas y de cuentos.

ARCO/LIBROS,S.L

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