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El cisne negro El impacto de lo extremadamente improbable por Nassim Nicholas Taleb

RESUMEN EJECUTIVO Nuestro cerebro está hecho para ver más orden del que realmente hay. Y aunque esto pudo ser de mucha ayuda en las circunstancias en las que vivieron nuestros más remotos antepasados, no nos sirve de mayor cosa a la hora de predecir, por ejemplo, una drástica caída de los precios accionarios. Estamos programados para crear historias simples sobre fenómenos muy complejos y variados; de modo que siempre terminamos falseando la realidad. El resultado de esto es que perdemos control de la realidad y nos volvemos incapaces para predecir cualquier anomalía estadística. En este texto, el autor presenta su teoría de los cisnes negros para ilustrar el modo en que la mayoría de nosotros cae en la trampa de pasar por alto las anomalías con el fin de uniformar cualquier modelo mental o teoría. Entre los temas tratados están: la falacia narrativa, pronósticos falsos y cómo entablar amistada con los cisnes negros.

Cuando todos los cisnes eran blancos Antes de 1697, los maestros europeos le enseñaban confiadamente a los estudiantes que todos los cisnes eran blancos. Tenían pocas razones para pensar lo contrario, pues todos los cisnes examinados tenían el mismo plumaje blanco. Fue entonces cuando el explorador holandés Willem de Vlamingh llegó a Australia. Entre las extrañas criaturas que encontró en la región (marsupiales saltarines llamados canguros, ornitorrincos peludos y con pico de pato, osos koalas) estaban unas aves negras sorprendentemente parecidas a los cisnes. ¿Eran cisnes negros? Por supuesto que sí. Estos eran tan reconocibles como inimaginables. Así que los europeos tuvieron que cambiar para siempre su concepto de “cisne”. Con el tiempo, los cisnes negros se volvieron muy comunes. Este patrón es común. Partiendo del hecho de que nunca hayamos visto un cisne negro, no se puede asumir que no existan cisnes negros. Los hechos poco probables parecen imposibles cuando pertenecen a lo desconocido o al futuro. Pero cuando estos tienen lugar, la gente los asimila como parte de su concepción del mundo. Lo extraordinario se vuelve común, y los “expertos” (en política o pronósticos de mercado) lamentan no haber previsto el (ahora tan obvio) acaecimiento del (entonces) poco probable evento. Piense en las guerras Resumido.com selecciona,

mundiales, en los ataques terroristas del 2001, en la explosión de la burbuja accionaria de la Internet en los años noventa o en inventos tan revolucionarios como el motor de combustión interna, la computadora personal o la Internet. Sucede lo mismo con novedades culturales como los libros de Harry Potter. Estos eventos e invenciones parecieran haber salido de la nada; pero, retrospectivamente parecieran haber sido inevitables. ¿Por qué? La mente humana es muy hábil para simplificar el bombardeo de información al que estamos sometidos hoy en día. Esto tiene mucho sentido. Después de todo, el cerebro es producto de la evolución, que trabaja con lo que tiene. Así pues, no ha creado un nuevo mecanismo cognitivo. El cerebro humano es una maravilla; pero está creado para la vida de los grupos de cazadores y recolectores de las sabanas africanas de hace 200 mil años. Por tanto, el cerebro sólo tiene que ser lo suficientemente bueno como para permitirles a los humanos llegar a su edad reproductiva. Las simplificaciones, los esquemas mentales, los métodos, los prejuicios, etc., no son deficiencias del sistema cognitivo sino funciones muy útiles que le permiten a la mente humana concentrarse en una tarea sin sentirse abrumada por la ingente cantidad de información a la que está expuesta. Pero el mecanismo de simplificación del ser humano tiene sus costos.

La falacia narrativa Las historias permiten recordar y darle sentido al pasado. Piense en el típico perfil del hombre de negocios en una revista de negocios. La historia comienza en el presente después de que se ha vuelto rico. Luego, la historia regresa a los humildes orígenes del hombre en cuestión. Este no tenía nada y quería ser rico (está es la “necesidad dramática” en la estructura de la historia). Enfrentó toda clase de obstáculos (tal vez tenía un rival; este es el “antagonista”). Tomó buenas decisiones y se burló de la sabiduría de las casandras, que aconsejaban prudencia (“¡Idiotas!”). Y, tras éxito y éxito, logra amasar una fortuna. Se retira temprano, se casa con una modelo y ahora tiene hijos brillantes que tocan Chopin con una venda en los ojos y asistirán a las mejores universidades. Sus virtudes serán exaltadas en las escuelas de negocios. Los estudiantes de MBA se sentarán con los ojos bien abiertos cuando este visite sus escuelas para dar conferencias sobre su último libro. Es un modelo a seguir.

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El cisne negro 2 Ahora consideremos una hipótesis alternativa: tuvo suerte. Sus virtudes “putativas” no tuvieron nada que ver con su éxito. Es, en esencia, el ganador de una lotería. La gente fabrica una historia sobre lo brillante que fue esta persona, cuando, en realidad, no se trata más que de suerte. Esta es la “falacia lúdica” (ludus significa juego en latín): la gente subestima la buena suerte, si bien irónicamente la sobreestima en ciertos  juegos de azar. Hasta el hombre de negocios cae presa de esta argumentación falaz cuando se coloca a sí mismo como ejemplo. Se ve a sí mismo y saca la siguiente conclusión: “Si yo lo puedo hacer, cualquiera lo puede hacer”. Nótese que se podría aplicar el mismo razonamiento si simplemente hubiera ganado la lotería. “Soy un genio por haber escogido el 3293927. Las probabilidades no significan nada aquí. Es decir, después de todo, gané”. No todos los triunfos dependen de la suerte. En ciertas profesiones es muy importante la experiencia (por ejemplo, en la odontología); pero, en otras, la suerte es lo fundamental. Volvamos al caso del hombre de negocios. ¿Dónde están todas las personas situadas en el mismo lugar, que empezaron igual que él y tienen las mismas características? ¿También son ricas? No tienen ni siquiera donde vivir. El éxito artístico ofrece un buen ejemplo de esto. A pesar de que Balzac es famoso hoy en día, innumerables personas igual de talentosas estaban escribiendo obras de la misma calidad en aquella época. Sin embargo, sus obras se perdieron porque no tuvieron éxito. Su “fracaso” esconde la evidencia que hubiera acabado con el “éxito” de Balzac como escritor genial. Dicha evidencia es silenciosa; está perdida en el cementerio de la historia. La mente se vale de muchos otros esquemas simplistas que pueden conducir a error. Una vez que las personas crean una teoría, buscan evidencias que la confirmen. Este es el “prejuicio de la confirmación”. Caen presa de una “arrogancia epistémica”, que las imposibilita para tomar en cuenta el azar. Para lograr que sus teorías funcionen, las personas “descartan” cualquier “salto” que haya en una serie temporal o secuencia histórica, en busca de patrones que no existen. Su visión está limitada por sus categorías conceptuales. Están como en un túnel. Buscan la ayuda de “expertos”, pero, por lo general, la opinión de estos no es mejor (y a veces es peor) que lanzar una moneda al aire o contratar a un chimpancé entrenado para lanzar dardos a la lista de acciones. Y lo peor de todo es que la gente sigue sin tomar en cuenta a los “cisnes negros”; es decir, los eventos raros que impulsan a la historia.

“Mediocristán” o “Extremistán” La mente humana tiende a dejar de lado los rasgos más ásperos de la realidad. ¿Tiene esto alguna importancia? Puede tener mucha importancia dependiendo de si estamos en “Mediocristán” o en “Extremistán”. ¿Dónde están estos extraños lugares? En ningún lugar. Son metáforas para recordar dos tipos de fenómenos naturales muy distintos. Mediocristán se refiere a los fenómenos que se pueden descri-

bir con conceptos estadísticos comunes, como la distribución gaussiana, conocida por todos como la “curva de campana”. Extremistán se refiere a los fenómenos en los que un único evento o persona distorsionan radicalmente la distribución. Imagine citar a Bill Gates en una comparación de los sueldos de ciertos ejecutivos. Para entender esta diferencia, piense en la altura de los humanos y en las ventas de boletos de cine. Mientras que una muestra de seres humanos puede contener algunas personas muy altas y algunas personas muy bajas, nunca encontraremos a nadie que mida mil metros de altura o un centímetro de alto. La naturaleza limita las alturas en la muestra. Ahora veamos el caso de los boletos de cine. Una película popular puede lograr ventas que excedan la media de tal modo que si se representara una muestra en una curva gaussiana, el resultado sería confuso. El concepto de “media” perdería su significado. Es mejor utilizar otro tipo de curva para este tipo de información, como la curva de indiferencia de Pareto. En este tipo de curvas, los eventos extremos no son considerados anómalos. Los eventos sociales no pueden ser representados con la curva de distribución de Gauss porque dichos fenómenos presentan demasiados “contagios sociales”; es decir, hay demasiada retroalimentación. Por ejemplo, una razón para ir a ver una película popular es que todo el mundo la ha visto y está hablando de la misma. En esta situación, el “rico se hace más rico”. La película se vuelve cada vez más popular gracias a su popularidad hasta que un ingente número de personas la ha visto. Y, hablando de riqueza, esta sigue el mismo patrón. La gente extremadamente rica no es sólo un poco más rica que la gente rica, sino que es tan rica que distorsionan la distribución. Si usted y Bill Gates compartieran un taxi, el promedio de riqueza en el taxi sería de US$ 25 mil millones de dólares. Pero la distribución no tendría forma de campana. Cuando esto sucede, lo más probable es que usted ya n o esté en Kansas sino en Extremistán.

Pronósticos falsos Extremistán no sería tan mala si fuera posible predecir el acaecimiento y la magnitud de las anomalías. Pero nadie es capaz de hacer esto precisamente. Volvamos al ejemplo de las películas populares. El guionista William Goldman es famoso por describir el “secreto” del éxito de Hollywood: Nadie puede predecir el éxito. De igual modo, nadie puede saber si un libro sobre un niño mago será un fracaso o hará multimillonario a su autor. Los precios de las acciones funcionan del mismo modo. Cualquiera que se considere capaz de predecir el precio que tendrán las acciones dentro de unos años no es más que un charlatán. Y, sin embargo, las revistas están repletas de consejos provenientes de los mejores “expertos”. Y lo mismo se puede decir de la tecnología. ¿Quién sabe cuál será el próximo éxito? Nadie lo sabe. Los pronosticadores suelen pasar por alto los eventos importantes; es decir, los cisnes

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El cisne negro 3 negros que impulsan a la historia. Apúntele esta victoria a los nerds y a la manada. Los nerds son personas que sólo pueden pensar mediante las herramientas que les enseñaron a usar. Cuando sólo tenemos un martillo, todo se vuelve un clavo. Si todo lo que tenemos es la curva de Gauss, la desviación típica y el azar común, todo lo que veremos serán curvas que pasarán por alto la información no esperada por “anómala”. Por otra parte, los humanos suelen seguir a la manada y buscar la opinión de los “expertos”. Sin embargo, en ciertas áreas no puede haber expertos porque los fenómenos son inherentemente azarosos. Está claro que este panorama tan poco alentador requiere de un paliativo; es decir, pensar que el mundo es mucho más ordenado y uniforme de lo que parece. Esta cómoda creencia le funciona muy bien a la gente. Luego se desploman los precios de las acciones o tiene lugar el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 (en el peor de los casos) o estrenan  La guerra de las galaxias o crean la Internet (en el mejor de los casos) y la curva no puede explicar nada.

Entablar amistad con los cisnes negros A pesar de este sombrío panorama, es posible amaestrar los cisnes negros cultivando una serie de “virtudes epistémicas”: 1. Mantenga los ojos abiertos en busca de cisnes negros: vea a su alrededor y dese cuenta cuando ya no está en Mediocristán sino en Extremistán. Los fenómenos de contagio social y del “rico se vuelve más rico” constituyen pistas de que hemos llegado a Extremistán. 2. Las creencias son pegajosas, pero no se quede pegado a estas: revise sus creencias cuando se enfrente a hechos que las contradigan. Atrévase a decir: no lo sé, estaba equivocado o no funcionó.

3. Identifique las situaciones en las que puede actuar como un tonto y aquellas en las que no: ¿está tratando de adivinar qué torta de cumpleaños quiere su hija o el precio del petróleo en 17 años después de haber invertido los ahorros de toda la vida en bonos petroleros? 4. Reconozca que en muchos casos no hay forma de saber el resultado: vaya más allá de sus categorías conceptuales comunes. Elimine alternativas que sean incorrectas en vez de tratar siempre se saber qué es lo correcto. 5. A medida que el período de pronósticos se alarga, los errores crecen exponencialmente: suspenda el juicio donde falten evidencias y tenga cuidado con las predicciones demasiado precisas. Concéntrese más en las consecuencias que en predicciones demasiado precisas. 6. Expóngase usted mismo a “cisnes negros positivos”: y, al mismo tiempo, evada a los negativos. “Apueste centavos para ganar dólares”. Busque asimetrías en las que las consecuencias favorables sean mayores que las desfavorables. Aumente su suerte, por ejemplo, viviendo en una ciudad en la que cuente con muchos amigos y socios comerciales. 7. Busque lo que no es obvio: busque contraejemplos de las teorías más aceptadas. ¿Qué evento refutaría esta teoría? En vez de apilar información que confirme la teoría y la vuelva consistente, busque evidencias que la contradigan. En otras palabras, recopilar evidencia no probará una teoría o modelo mental. 8. Evite los dogmatismos: recuerde que las historias son engañosas. Piense por usted mismo. Evite a los nerds y a la manada. El universo, este planeta y su vida eran de los más improbables, y sin embargo tuvieron lugar. Disfrute de su buena fortuna y recuerde que usted es un cisne negro

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Título original: The Black Swan Editorial: Random House Publicado en: abril de 2007

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