Resumen Puntualizaciones Sobre El Amor de Transferencia Freud

February 6, 2018 | Author: matias cordova | Category: Psychoanalysis, Love, Mental Health, Psychotherapy, Psychology & Cognitive Science
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Descripción: Freud amorrortu...

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Resumen: Freud: Puntualizaciones sobre la transferencia de amor El manejo de la transferencia es muy importante dentro de la interpretación psicoanalítica, dentro de ellas seleccionaré una: me refiero al caso en que una paciente declara que se ha enamorado del médico que la analiza. Esta situación es seria, por lo que, su estudio ha sido una necesidad vital dentro de una técnica psicoanalítica. Se produce una gran contradicción en relación a la discreción médica y la bibliografía psicoanalítica, ya que esta última usa casos de la vida real, que va en contra del deber y ética del analista. Si la paciente se ha enamorado del médico, tenemos tres posibles desenlaces: (1) La unión legítima y permanente de ambos. (2) Médico y paciente se separarían, abandonando el recién iniciado trabajo. (3) El anudamiento de relaciones amorosas ilegítimas, y no destinadas a ser eternas {esta última es imposible por moral civil y dignidad médica}. Si optamos por la (2) la cura es resignada, porque la paciente buscará a otro médico y de nuevo se enamorará del segundo médico y así sucesivamente. Para el médico significa un esclarecimiento valioso y una buena prevención de una contratransferencia acaso aprontada en él. Tiene q discernir que el enamoramiento ha sido impuesto por la situación analítica. La paciente, se plantea que debe renunciar a todo tratamiento psicoanalítico o consentir su enamoramiento del médico como un destino inevitable. Según he sabido, ciertos médicos preparan a sus pacientes mujeres para la aparición de la transferencia amorosa. “que se enamoren del médico solo para que el análisis marche adelante”. A primera vista no parece que del enamoramiento en la transferencia pudiera nacer algo auspicioso para la cura. La paciente ha perdido toda inteligencia del tratamiento y todo interés por él, no quiere hablar, ni oír más que de su amor. Demanda que le sea correspondido; ha resignado sus síntomas o los desprecia y hasta se declara sana. El médico por su lado, puede creer que el tratamiento efectivamente ha llegado a su fin, luego sospechará: cuanto estorbe proseguir la cura puede ser la exteriorización de una resistencia. Esto suele sobrevenir con toda regularidad en un punto temporal en que fue preciso alentarla a admitir o recordar un fragmento muy penoso y fuertemente reprimido de su biografía. Vale decir, el enamoramiento existía desde antes, pero ahora la resistencia empieza a servirse de él para inhibir la prosecución de la cura, apartar del trabajo todo interés y sumir al médico analista en un penoso desconcierto.

Hay un afán de la paciente por asegurarse de que es irresistible, de quebrantar la autoridad del médico rebajándolo a la condición de amado y el atractivo de la satisfacción amorosa.

Desde la resistencia, la declaración de amor es un medio para poner a prueba la rigurosidad del médico, quien si cae recibiría una reconvención (regaño). La resistencia acrecienta el enamoramiento a fin de justificar la acción eficaz de la represión. Según Alfred Adler es lo esencial del proceso (el psiquismo no se reduce a lo consciente). El analista jamás tiene el derecho a aceptar la ternura que se le ofrece ni a responder a ella. Al contrario, debe defender ante la mujer el reclamo ético y la necesidad de renuncia, conseguir que abandone su apetencia y prosiga el trabajo analítico (venciendo la parte animal de su yo, el analista). Pero, exhortar a la paciente, tan pronto como ella ha confesado su transferencia de amor, a sofocar lo pulsional, a la renuncia y a la sublimación, no sería para mí un obrar analítico. Es como haber llamado lo reprimido a la conciencia solo para reprimirlo de nuevo. Como resultado la paciente sólo sentirá el desaire y no dejará de vengarse. Tampoco puedo aconsejar un camino intermedio: que sería afirmar corresponder a los sentimientos tiernos y esquivando los quehaceres corporales de esa ternura, hasta que pueda guiar la relación por sendas más calmas, porque el tratamiento psicoanalítico se edifica sobre la veracidad y es peligroso abandonar ese fundamento. Ya he dejado deducir que la técnica analítica impone al médico el mandamiento de denegar a la paciente carente de amor la satisfacción apetecida. La cura tiene que ser realizada en la abstinencia, no me refiero a la privación corporal, pues ningún enfermo lo toleraría. Hay que dejar subsistir en el enfermo necesidad y añoranza como unas fuerzas pulsionantes del trabajo y la alteración, y guardarse de apaciguarlas. Si el médico aprovechara corresponder al amor de la paciente y sacia sus necesidades de ternura, la paciente alcanzaría su meta, pero nunca él la suya. Sería un gran triunfo para la paciente y una total derrota para la cura. En la trayectoria de la relación de amor ella sacaría a relucir todas las inhibiciones y reacciones patológicas de su vida amorosa sin que fuera posible rectificarlas en algo, todo concluiría en arrepentimiento y en un refuerzo por seguir reprimiendo. La relación pone término a la posibilidad de influir mediante el tratamiento analítico. Consentir la apetencia amorosa de la paciente es entonces tan funesto para el análisis como sofocarla. Uno debe guardarse de desviar la transferencia amorosa, de ahuyentarla o de disgustar de ella a la paciente, mientras que uno se abstendrá de corresponderle. Se retiene la transferencia de amor como una situación que debe ser reorientada hacía sus orígenes inconscientes y ayudará a llevar a la consciencia lo más escondido de la vida amorosa de la enferma, para así gobernarlo. La paciente, cuya represión de lo sexual no fue cancelada, sino empujada al trasfondo, se sentirá muy segura para traer a la luz todas las condiciones de amor todas las fantasías sexuales, los caracteres de su condición de enamorada, abriendo desde aquí el camino hacia los fundamentos infantiles de su amor. Cabe señalar que el intento de mantener el amor de transferencia sin satisfacerlo fracasará con una clase de mujeres, ante ellas tenemos dos opciones: mostrarles correspondencia de amor o cargar con toda hostilidad de la mujer desairada. En ambos caso no se percibe la cura. Un enamoramiento real y efectivo volvería dócil a la paciente y acrecentaría su buena voluntad para solucionar los problemas de su caso, aunque sólo fuera porque el hombre amado se lo demanda y así podría completar la cura. En vez de ello la paciente se muestra obstinada, terca e indócil. Produce entonces una resistencia en la forma de manifestación de enamoramiento.

El trabajo cuya meta será descubrir la elección infantil de objeto y las fantasías que trae proyectadas. La resistencia no ha creado el amor; lo encuentra ahí, se sirve de él y exagera sus exteriorizaciones. Este enamoramiento consta de reediciones de rasgos infantiles, pero ese es el carácter esencial de todo enamoramiento, pasa hasta en la vida normal. Su carácter compulsivo, que recuerda a lo patológico, procede de su condicionamiento infantil. No hay ningún derecho a negar el carácter de amor al enamoramiento que se da en el tratamiento analítico. (1) es provocado por la situación analítica; (2) es empujado hacia arriba por la resistencia que gobierna a esta situación, y (3) carece en alto grado del miramiento por la realidad objetiva, es menos prudente, menos cuidadoso de sus consecuencias, mas ciego en la apreciación de la persona amada de lo que querríamos concederle a un enamoramiento normal. Pero no olvidemos que estos rasgos que se desvían de la norma constituyen lo esencial de un enamoramiento. El médico tendió el señuelo a ese enamoramiento. El tiene que saber que la enferma no estaba preparada para ningún otro mecanismo de curación. Ella confiesa la fantasía-expectativa con que ingresó a la cura: si se portaba bien, al final sería recompensada por la ternura del médico. El amor sexual es uno de los contenidos principales de la vida, y la reunión de satisfacción anímica y corporal en el goce amoroso, uno de sus puntos más altos. Por otra parte, es penoso para el varón hacer el papel del que rechaza y deniega mientras la mujer lo corteja; y una noble dama que confiesa su pasión irradia un encantamiento incomparable a pesar de la neurosis y la resistencia. Son las mociones de deseo más finas y de meta inhibida, de la mujer las que conllevan el peligro de hacer olvidar la técnica y la misión medica a cambio de una hermosa vivencia. Ella tiene que aprender de él a vencer el principio de placer, a renunciar a una satisfacción inmediata a favor de otra más distante e incierta, pero intachable tanto en lo psicológico como en lo social. Debe ser llevada a través de su desarrollo anímico y adquirir por aquel el plus de libertad anímica en virtud del cual la actividad consciente se distingue de la inconsciente.

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