RESUMEN Metrópolis y Vida Mental

February 27, 2019 | Author: Francisca Mena | Category: Psyche (Psychology), Space, Economics, Nature, Money
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LA METRÓPOLIS Y LA VIDA MENTAL (G. Simmel) Problemas de la vida moderna derivados de la lucha entre la autonom ía de los individuos y las fuerzas sociales (herencia hist órica, cultura externa, etc). El SXIX además demandó la especializaci ón funcional del hombre y su trabajo lo que convierte a los individuos en seres indispensables e incomprensibles para el resto. Cualquier análisis sobre el significado interno de la vida moderna tiene que entender la influencia de estructuras como la metr ópolis en los contenidos individuales de la vida. Hay una individualidad propia de las metr ópolis. Ésta exige del individuo una "cantidad" de conciencia diferente de la que se exige en la vida rural, donde los ritmos de vida son m ás tranquilos y homog éneos y la vida ps íquica sucede mas como relaciones emocionales, mientras que en la metr ópoli el individuo utiliza el intelecto. La metr ópoli es la sede de la econom ía monetaria, donde se produce el intercambio econ ómico. La econom ía monetaria y el predominio del intelecto est án conectados. El dinero y su valor de cambio reducen toda individualidad a una pregunta: ¿cuánto cuesta? Las relaciones emocionales se basan en la individualidad, pero en las relaciones racionales el individuo es equiparable con un n úmero. En las metr ópolis modernas, tanto consumidor como productor no se conocen, por lo que los intereses de cada uno se vuelven casuales al ser tambi én anónimos. Esta es la econom ía que impera en la ciudad metr ópoli. No se puede saber si fue la econom ía monetaria la que impuls ó la mentalidad intelectualizante o vice versa, pero el tipo de vida metropolitano es, sin duda, el terreno m ás f értil para que se de esta reciprocidad. La naturaleza calculadora del dinero ha logrado que todas las relaciones entre los elementos que componen la vida del individuo adquieran: 1. Nueva precisi ón. Las condiciones de la vida metropolitana son a la vez su causa y efecto. La t écnica de esta vida es inimaginable sin la puntualidad integral de sus actividades y relaciones. 2. Certeza en la definici ón de identidades y diferencias. 3. Falta de ambig üedad en pactos, compromisos y contratos. La puntualiza, exactitud y el c álculo se imponen a la vida por la inmensa complejidad de la vida metropolitana y no s ólo por su conexi ón con la econom ía monetaria y el car ácter intelectualizante. Para pensadores como Nietszche, la vida tiene valor sólo cuando no puede ser definida con precisi ón de la misma manera para todos, de donde radica su odio por la metr ópolis y las otras caracter ísticas de ésta. La actitud "blas ée" (hast ío) tiene su origen fisiol ógico en un proceso ps íquico exclusivo de la vida metropolitana que resulta del est ímulo a los nervios constantes y cambiantes y se manifiesta, por ejemplo, en una b úsqueda ilimitada de placer, ya que esto "sacude" los nervios y los lleva a su punto m ás alto de reactividad, lo que genera una incapacidad para reaccionar con la energ ía suficiente ante nuevas sensaciones. A esto debemos sumar otro factor que surge de la econom ía monetaria y es el entorpecimiento de la capacidad de evaluaci ón, en tanto que el significado diferencial de los casos (lo subjetivo) es ignorado al no considerarse importante; nada parece tener preferencia sobre otra cosa, por lo que es el dinero el que termina por expresar las diferencias cualitativas en t érminos de la misma y reduccionista pregunta ¿cuánto cuesta? La evaluaci ón exclusivamente pecuniaria de los objetos se ha extendido de manera considerable. Las grandes ciudades contribuyen a la mercantilizaci ón de las cosas, por eso son el entorno de la actitud blas ée. En este caso los nervios encuentran en el rechazo a reaccionar ante est ímulos la posibilidad de acomodo frente a las formas de la vida metropolitana. La auto conservaci ón del sujeto frente a este tipo de existencia demanda

de él reservarse, que implica dejar de responder a todas las personas con que se tiene contacto en la ciudad, porque de no hacerlo el sujeto se ver ía atomizado internamente. Como consecuencia de ello, nos volvemos fr íos e indiferentes. La antipat ía nos protege de dos cosas t ípicas de la metr ópoli: la indiferencia, puesto que promueve las distancias, y la extrema susceptibilidad a las sugerencias mutuas.  Además esta reserva aparece como un fen ómeno mental mas general, que le concede al individuo mayor libertad y espacio. La metr ópolis tiene una tendencia de desarrollo de la vida social y formaci ón social cuya fase inicial suele ser grupos cerrados y pequeños, donde a cada individuo se le permite un estrecho margen de individualidad para el libre movimiento. A medida que el grupo crece, su rigidez se suaviza por la relación con el exterior y el individuo alcanza un mayor espacio de movilidad individual y una individualidad espec íficaen tanto que esta es necesaria para la divisi ón del trabajo del grupo. Este esquema es tambi én identificable con la vida en la urbe. El rasgo caracter ístico de la metr ópoli es la extensi ón de sus l ímites más allá de sus fronteras f ísicas, se constituye por la suma de los efectos que emanan de ella, donde se expresa su existencia. En este sentido la libertad individual debe ser entendida como la particularidad y la incomparabilidad expresada de alguna manera en el estilo de vida de los individuos. Las ciudades son ante todo la sede de las divisiones econ ómicas del trabajo. En la medida en la que el c írculo crece, tambi én lo hace la divisi ón y la variedad de servicios que ofrece. La vida urbana transform ó la lucha con la naturaleza por la sobre vivencia en una lucha contra los hombres por la ganancia, pero la especializaci ón no surge sólo de la competencia, sino de la necesidad del vendedor de encontrar cosas nuevas para atraer clientes, lo que promueve la especializaci ón y el refinamiento de los servicios que uno otorga. Una de las causas por las que la metr ópoli impulsa la individualidad es que el desarrollo de la cultura moderna se caracteriza por la preponderancia del "esp íritu objetivo". De hecho, si hacemos una comparaci ón histórica veremos como en algunos casos se notan retrocesos culturales en cuanto a espiritualidad e idealismo. Por una parte, la vida se hace infinitamente m ás f ácil, pero por otro la vida se va conformando cada vez m ás con el desplazamiento de la individualidad, lo que trae como consecuencia que los individuos deban exagerar al m áximo estas singularidades para poder escucharse a s í mismos. La arttrofia de la cultura individual como causa de la hipertrofia de la cultura objetiva.

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