Resumen Md 1 de Ética
Short Description
Descripción: lectura...
Description
Módulo 1
1.1 Análisis genealógico e histórico del discurso ético. La Ética como
filosofía práctica tendiente a especificar y fundamentar el mundo de la vida. Para los griegos la Ética consistía en la búsqueda de la vida buena o la felicidad, para los modernos, en cambio, y de acuerdo con los postulados de Immanuel Kant, la Ética se ocupaba de todo aquello vinculado con nuestros deberes u obligacione. Por su parte, para la filosofía anglosajona contemporánea, el campo de la Ética se reduce al estudio del lenguaje moral. Por otro lado, consideramos importante aclarar ¿de qué hablamos cuando nos proponemos un análisis genealógico e histórico del discurso ético? De acuerdo con Albano (2004), “el método genealógico procura describir los funcionamientos del poder, sus dispositivos, el complejo espesor de relaciones que surgen a partir de su práctica efectiva” Y es inseparable del método arqueológico, esto es, aquel que procura “establecer el espacio preciso de la producción discursiva en el marco mismo del discurso, es decir, sin apelar a ninguna formación meta-discursiva” (Albano, 2004). En nuestro caso, aplicaremos la genealogía al estudio de la Ética como discurso normativo. Y ¿Qué es un discurso? Llamamos discurso al “conjunto de todos los enunciados en tanto dependen de una misma formación discursiva”, mientras que por formación discursiva entendemos: [El] conjunto de reglas, enunciados y objetos que responden a un régimen propio de formación, emergencia, aparición y constitución. La formación discursiva no es inmóvil, sino que se encuentra expuesta a una permanente transformación, fruto de la interacción e intercambio con otros discursos con los que establece un sistema de intercambio, interconexión, atravesamiento, superposición y ruptura. ¿Por qué considerar a la Ética como un discurso? Porque la Ética apela al lenguaje como “el intermediario mediante el cual se formula públicamente aquello en que consisten las obligaciones de cada uno” (Guariglia y Vidiella) Pero, ¿son lo mismo Ética y Moral? ¿Cuáles son sus diferencias? Aunque ambas comparten una etimología común y en el uso corriente solemos utilizar ambos términos como sinónimos, en el plano de la Filosofía debemos diferenciarlos. De acuerdo con Maliandi, reservamos el término Ética para referirnos a la 1
“tematización sobre el ethos”, mientras que la Moral refiere a lo tematizado (el ethos en sí mismo). Y ¿qué es el ethos? En palabras de Maliandi (2009), “en el lenguaje filosófico general, se usa hoy ‘ethos’ para aludir al conjunto de actitudes, convicciones, creencias morales y formas de conducta, sea de una persona individual o de un grupo social”. El ethos, es un fenómeno ineludible de la vida humana; forma parte de lo que Maliandi llama la “facticidad normativa”.Entre los elementos ineludibles del ethos se encuentran las normas y los valores, entendiendo por normas a “las reglas y expectativas sociales a partir de las cuales una sociedad regula la conducta de sus miembros” (Macionis y Plummer; y valores a los “modelos culturalmente definidos con los que las personas evalúan lo deseable, bueno o bello, que sirven de guía para la vida en sociedad” (Macionis y Plummer) Esta facticidad normativa, expresada en normas y valores, es un hecho fácil de verificar en nuestra vida diaria, como así también lo es su diversidad y las divergentes maneras que existen de juzgar una misma conducta como buena o mala, correcta o incorrecta, dependiendo del contexto social y cultural de que se trate. De esta pluralidad fáctica del ethos surgen la duda y la reflexión, sostiene Maliandi (2009). Si volvemos a nuestra pregunta inicial acerca de las diferencias entre el discurso ético y el discurso moral, podríamos decir entonces que, mientras la Moral nos brinda una respuesta a la pregunta ¿qué debo hacer? Sobre la base de las costumbres, normas y valores vigentes en una sociedad en un momento determinado de su historia, por su parte, la Ética reflexiona acerca de los fundamentos de la Moral, es decir, procura dar respuesta a la pregunta ¿por qué debo obedecer? En este esfuerzo reflexivo de la Ética por fundamentar las normas y valores morales, el discurso ético busca no sólo afirmar, consolidar, sostener y legitimar nuestros principios morales, sino también cuestionar, develar y esclarecer tales principios. Es por ello que la reflexión ética es inseparable de la crítica. Fundamentación y crítica son, en opinión de Maliandi (2009), tareas opuestas pero complementarias, para Michel Foucault, la crítica debe ser genealógica en su finalidad y arqueológica en su método. Por su parte, los autores Guariglia y Vidiella distinguen las fronteras entre la Ética y la Moral apelando a la diferenciación conceptual entre moral positiva, moralidad y moral crítica, por moral positiva al conjunto de preceptos y reglas de conducta que afectan a un grupo humano determinado. En este sentido, el término moral estaría restringido al ámbito de un grupo o institución social. Por moralidad, en cambio, entienden nuestra capacidad para juzgar acerca de la adecuación o no de una acción determinada a la concepción moral 2
del grupo. Finalmente, por moral crítica comprenden el conjunto de principios y normas universalmente válidos a partir del cual juzgamos dichas conductas. Es decir que la moral crítica, a diferencia de la moral positiva, sería aquella que apela a ciertos criterios objetivos y universalmente válidos y que exceden los marcos restrictivos de las distintas morales positivas. En tal sentido, podríamos concluir que la moral crítica es equivalente a la Ética, en tanto esfuerzo por fundamentar racionalmente las normas y valores morales. En un sentido similar, Aranguren (1994) distingue entre moral vivida, lo que aquí hemos llamado moral a secas o moral positiva, y moral pensada que sería el término equivalente al de la Ética como reflexión acerca de lo moral. Por lo expuesto, podríamos concluir que la Ética es aquella disciplina filosófica “que pretende acceder de modo discursivo y reflexivo al fenómeno moral” (Guariglia y Vidiella). La Ética parte de un tipo de saber pre-reflexivo, el saber moral, y como éste ya es parte del ethos, la Ética con su tematización reconstruye al ethos. ¿En qué sentido la Ética es normativa y práctica a la vez? La Ética normativa es “la búsqueda de los fundamentos de las normas y valoraciones” (Maliandi) y corresponde al segundo nivel de reflexión ética, luego de la reflexión moral (que es pre-filosófica). Sin embargo, la Ética es normativa sólo de un modo indirecto, ya que ella misma no prescribe las normas morales sino sólo reflexiona acerca de ellas. Dicho en términos de Hartmann (citado por Maliandi, 2009) “la Ética no establece los principios éticos, sino que ayuda a descubrirlos”En cuanto a su sentido práctico, ya en el siglo IV a. C. Aristóteles ubicaba a la Ética entre las ciencias prácticas junto a la Economía y la Ciencia Política, diferenciándolas de las ciencias teóricas, entre ellas la Metafísica, la Física y la Matemática. Las ciencias prácticas son aquellas que:
Se preocupan por el hombre, en su capacidad de autoconocimiento o como fuente de acción; Su método es el dialéctico (parte de premisas que forman parte de la opinión común de los hombres acerca de la acción y busca mejorarla por medio de la argumentación); y Su propósito es mejorar la acción o praxis.
Mientras que las ciencias teóricas:
Tienen como objeto las cosas que no cambian o cuyo principio de cambio se encuentra en ellas mismas; Su método es el análisis de los principios o causas de estas cosas; y Su propósito es el conocimiento demostrativo o teórico (Lord, 1996)
3
La Ética “no se ocupa de aplicar las normas sino de determinar cómo y cuándo esa aplicación es válida” (Maliandi) es práctica no porque indique lo que hay que hacer en una situación concreta sino porque ayuda al hombre a orientar racionalmente su acción. En síntesis, podríamos concluir que la Ética tiene tres funciones: 1) Aclarar qué es el ethos, indagando acerca de su estructura general, es decir, aquello que es común a los distintos tipos de ethos. 2) Fundamentar las normas (o cuestionar su fundamentación) mediante argumentos racionales. 3) Aplicar “a los distintos ámbitos de la vida social los resultados de las dos primeras” En su intento por aclarar qué es el ethos, Maliandi (2009) identifica ciertas dicotomías que están siempre presentes, más allá de la variabilidad espacial y temporal del ethos. Intraéticas: la “dicotomía deontoaxiológica (horizontal)” (p. 35) y la “dicotomía axiológica (vertical)” (p. 35); y una extraética, la “dicotomía ontodeóntica” (p. 35) La dimensión deontoaxiológica comprende las normas y valores y busca dar respuestas a dos preguntas esenciales para la Ética “¿qué debemos hacer? y ¿qué es lo valioso en sí mismo?” Ya hemos hecho referencia que las normas y los valores son dos de los componentes esenciales del ethos y que es tarea de la Ética fundamentar esas normas y valores. A su vez, éstos también han dado lugar a dos corrientes teóricas: la Deontología (o Ética del deber) de Kant y la ética material de los valores, representada por autores como Hartmann y Scheler. Por lo tanto, los opuestos binarios norma-valor, deber-bien, imperativojuicio de valor, right-good (correcto-bueno en la filosofía anglosajona) y conciencia moral-conciencia de lo moral, forman parte de esta dimensión horizontal del ethos. La dimensión axiológica es una dimensión vertical porque tiene como característica distintiva que: Separa lo mejor de lo peor (jerarquía) y lo positivo de lo negativo (polaridad axiológica). La ley por la cual a todo valor positivo se le opone un valor negativo (disvalor) –a lo bueno se opone lo malo, a lo bello lo feo, a lo sagrado lo profano, a la salud la enfermedad, etc.- es lo que se conoce como polaridad axiológica. Una tercera dimensión que no es interna a la Ética, sino que da cuenta de la bipolaridad entre lo ético y lo extráetico y que el autor denomina ontodeóntica. De esta dimensión destacaremos la oposición entre el carácter normativo, prescriptivo y evaluativo del discurso ético, frente al carácter descriptivo o neutral del discurso de la ciencia. 4
De acuerdo con Guariglia y Vidiella (2011), desde un punto de vista lingüístico la Ética se ocupa de proposiciones prescriptivas y evaluativas o valorativas. Por oposición a las proposiciones descriptivas, que son aquellas que expresan propiedades universales y pueden ser comprobadas empíricamente, las proposiciones prescriptivas, no describen un objeto o acción, sino que prescriben el modo a seguir. Es decir, “imponen que se realice o que se deje de realizar la acción que se enuncia”.Es por ello que el status lógico de ambos tipos de proposiciones es también diferente, ya que sólo podré predicar la verdad o falsedad de una proposición descriptiva en función de esa correspondencia que exista o no con el mundo exterior; mientras que las proposiciones prescriptivas sólo podrán ser correctas o incorrectas. Finalmente, existe un tercer tipo de proposiciones que denominamos evaluativas o valorativas. Son aquellas que expresan valoraciones o evaluaciones y “reflejan siempre la valoración o punto de vista del hablante con respecto a un estándar de valores”
1.2 Niveles de reflexión ética: de la moralidad y el ethos a la ética normativa. Moral personal y ethos social: entre lo correcto y lo bueno. La autonomía como problema de reflexión ética Si seguimos a Maliandi (2009), podemos identificar cuatro niveles de reflexión ética que se diferencian entre sí por el tipo de pregunta que intentan responder:
En el Nivel 1 encontramos la reflexión moral que responde a la pregunta “¿Qué debo hacer?” El Nivel 2 es el de la Ética normativa tal como la hemos definido y responde a las preguntas “¿Por qué debo obedecer?” o “¿cuál es el fundamento de la moral?” En el Nivel 3 encontramos la Metaética que responde a preguntas del tipo “¿Está bien planteada la pregunta anterior? (y ¿por qué sí o por qué no?)”, o bien: “¿Qué carácter tiene una expresión lingüística como ´debo hacer X´?” Aquí encontramos algunas diferencias entre los dos textos básicos que hemos citado hasta ahora, ya que, por un lado, Maliandi , la Metaética es uno de los niveles de la reflexión ética, para Guariglia y Vidiella la Ética (contemporánea) se reduce principalmente al estudio del lenguaje moral. En el Nivel 4 encontramos la Ética descriptiva, la cual responde a preguntas como “¿cree A que debe hacer X? (donde A puede ser un agente individual, un pueblo, una cultura, un grupo religioso, una época, etc.)”
Nivel 1: la reflexión moral
5
Nos encontramos con la normatividad pura, aún no cuestionada por la razón. Es lo que Maliandi llama el “ethos prereflexivo”, el cual trata sobre el conjunto aún no tematizado de creencias, normas o valores morales. Ahora bien, desde este piso se pasa, casi espontáneamente, al primer nivel de reflexión, por ejemplo, cuando juzgamos si una determinada conducta se ajusta o no a lo que prescriben las normas establecidas. La reflexión moral, nos dice Maliandi (2009), es propia del moralista, es decir, de aquel que pretende persuadirnos acerca de lo que debemos hacer o dejar de hacer. La reflexión moral es siempre un saber situacional, es decir, que reclama respuestas a situaciones concretas a diferencia del segundo nivel de reflexión (Ética normativa) que es un tipo de reflexión sistemática y crítica, que busca dar respuestas universalmente válidas. Nivel 2: La ética normativa En el segundo nivel nos encontramos con el discurso ético normativo, es decir, incluyendo aquí en la expresión normativo tanto a las normas como a los valores. En este segundo nivel, abandonamos el ethos prereflexivo y pasamos de la reflexión moral al esfuerzo sistemático y metódico por fundamentar o criticar las normas y valores morales. Ya hemos visto que fundamentación y crítica son dos tareas inseparables de la Ética normativa; por lo tanto, en este segundo nivel nos movemos en el conocimiento estrictamente filosófico y ya no en el saber moral espontáneo, aunque éste sea su base y su sustento. Sin embargo, Ética normativa y reflexión moral no sólo se diferencian entre sí, sino que también comparten algunas características. Como, por ejemplo, el hecho de que ambas sean reflexiones normativas, es decir que reflexionan acerca de normas y valores, que se expresan en un lenguaje normativo o prescriptivo. Finalmente, tanto la reflexión moral como la Ética normativa son endógenas con respecto al ethos.
6
Repasemos sus diferencias y similitudes con la ayuda de la siguiente tabla:
7
Nivel 3: Metaética Si bien hasta ahora nos hemos referido al ethos en su dimensión fáctica -lo que hemos llamado su facticidad normativa-, lo cierto es que el ethos posee también una dimensión semiótica o lingüística (semiosis del 8
ethos) y de ella se ocupa la Metaética. Cuando hablamos de la semiosis del ethos estamos haciendo referencia al lenguaje específico en el cual se expresan las normas y los valores. Es por ello que para reflexionar sobre ese lenguaje debemos utilizar un metalenguaje.De acuerdo con Brandt, las funciones de la Metaética son dos: “establecer el método correcto para fundamentar los enunciados ético-normativos” y “establecer el significado de los términos y enunciados éticos” Si comparamos el nivel de la reflexión moral con la Metaética, las principales diferencias que aparecen entre ellas son (como podemos observar en la Tabla 3) que la reflexión ética es netamente normativa, es decir, examina las propias creencias morales desde adentro del ethos y es un tipo de reflexión espontánea o asistemática (y por tanto, prefilosófica), mientras que la Metaética, en cambio, es un tipo de reflexión filosófica que examina estrictamente el lenguaje moral (no sus normas y valores) desde fuera del ethos y posee una pretensión de neutralidad valorativa del cual la reflexión moral carece. Tabla 3: Confrontación de la reflexión moral y la Metaética.
Si comparamos la Metaética con la Ética normativa observamos que, mientras la Ética normativa es interna al ethos y busca fundamentar normas y valoraciones, la Metaética no se preocupa por los fundamentos para juzgar acerca de la moralidad de un determinado acto, sino que establece los criterios para juzgar la validez de los enunciados éticos desde el punto de vista del lenguaje. Sin embargo, a pesar de sus diferencias (ver Tabla 4), ambas coinciden en que son un tipo de saber filosófico, en contraposición con la reflexión moral que es un saber prefilosófico.
9
Nivel 4: Ética descriptiva La reflexión ético-descriptiva es propia de disciplinas como la Antropología, la Sociología y la Psicología. La finalidad de este nivel de reflexión no es orientar nuestro recto obrar, ni discutir acerca de los fundamentos de nuestras normas y valores, sino simplemente describir aquello que se observa, en lo que la gente cree o deja de creer, pero no se emiten juicios sobre esas creencias ni se exponen las creencias propias del investigador. Por lo tanto, a diferencia de la reflexión moral, la Ética descriptiva describe las creencias de un individuo o grupo social sin participar en ella.
10
En relación con la Ética normativa, la Ética descriptiva se interesa por la vigencia de las normas y valoraciones morales, a diferencia de la primera, que se interesa por la validez de tales normas y valores. Por lo tanto, mientras la Ética descriptiva analiza la moral positiva, es decir, las creencias, normas y valoraciones de un colectivo social como su objeto de estudio, la Ética normativa se ocupa de fundamentar y criticar esas normas y valoraciones.
11
En síntesis, la Ética descriptiva convierte a la facticidad normativa en su objeto de estudio, la examina desde afuera, utilizando para ello la metodología y el instrumental propio de las ciencias sociales. De allí que sea un tipo de reflexión científica antes que filosófica.
12
La autonomía como un problema de reflexión ética Para Kant, la persona humana en tanto ser racional no está sometida a la ley de la causalidad que rige al mundo de los fenómenos, “sino que puede determinarse a actuar según una ley que emana de su propia razón, dicho en otros términos, la persona posee una voluntad autónoma. La autonomía de la voluntad constituye, según Kant, el principio supremo de la moralidad” Guariglia y Vidiella. La Ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!: he aquí el lema de la Ilustración. (Kant, 1994, p. 1). 1.3 Presupuestos epistemológicos y antropológicos del discurso ético: sobre los métodos filosóficos implicados en la reflexión ética
¿Qué puedo saber y qué no? A esta pregunta trata de contestar la Epistemología, que es la disciplina encargada del estudio de las condiciones de posibilidad del conocimiento y de su proceso en sí; ¿Qué me es permitido hacer y qué no? A esta pregunta pretende contestar la Ética como reflexión acerca del actuar humano.
13
¿Qué me cabe esperar y qué no? A esta pregunta respondería la metafísica. Retomaremos entonces estas preguntas de Kant para plantearnos la cuestión de los presupuestos epistemológicos y antropológicos del discurso ético. Si en los apartados anteriores definimos a la Ética como aquella disciplina filosófica que reflexiona acerca del obrar humano, se derivan de esta definición una serie de preguntas como, por ejemplo:
¿Qué es el obrar propiamente humano? ¿qué diferencia al hombre de los demás seres? ¿qué relación existe entre su ser humano y su hacer? ¿cómo puedo estar seguro que conozco lo que es ser humano cuando yo también soy humano? ¿es ese conocimiento objetivo? ¿cómo es posible alcanzar ese conocimiento? Estas son algunas de las preguntas que intentaremos responder en el presente apartado. Los presupuestos epistemológicos y antropológicos Comencemos planteando la cuestión epistemológica. Al inicio de la lectura comentamos que la reflexión ética es una “intentio obliqua, un acto por el que el sujeto se convierte en objeto de sí mismo” (Maliandi, 2009, p. 45). Sin embargo, esta relación entre el ser y el conocimiento es una “relación opaca”, en términos de Ricoeur (citado por González Martínez, 2006, p. 51), ya que nuestro conocimiento acerca de nosotros mismos es un conocimiento indirecto, al que sólo podemos acceder por medio de los símbolos y demás objetos culturales sobre los que nos proyectamos, como en un espejo. Por lo tanto, la respuesta a la pregunta ¿Qué es la Ética? estará condicionada por la manera en que respondamos, a su vez, a las preguntas: ¿Puede el hombre conocerse a sí mismo? ¿existe realmente el conocimiento moral? Respecto de la primera pregunta, encontramos en el campo de la Filosofía dos posturas extremas: por un lado, aquella que afirma el conocimiento directo del ser humano sobre sí mismo, expresada por Descartes en su famosa frase “Pienso, luego existo (cogito, ergo sum)” (González Martínez, 2006, p. 52). Y, por el otro, encontramos aquella que niega absolutamente tal posibilidad de conocimiento como en el caso de Nietszche, quien relativiza todo conocimiento objetivo a los intereses del sujeto que conoce y su voluntad de poder. “Para Nietzsche, el conocimiento sería la manifestación de los intereses de la vida, de modo que lo único que importa en cada caso es cómo se manifiestan esos intereses de la vida o de la voluntad del poder” (Guariglia y Vidiella, 2011, p. 76). A esta postura nietzschiana, en tanto opuesta al sujeto racionalista de Descartes, Ricoeur la denomina el “cogito herido” o “cogito quebrado” (citado por González Martínez, 2006, p. 53), en tanto evidencia de las estrategias discursivas ocultas o enmascaradas de la filosofía racionalista. 14
En el caso del conocimiento moral, podemos identificar también dos grandes grupos de teorías, que vamos a denominar, siguiendo a Guariglia y Vidiella (2011), el cognitivismo moral y el no cognitivismo. El no cognitivismo afirma que no hay conocimiento moral posible y su fundamentación puede seguir dos líneas: una metodológica y otra psicológica. A su vez, dentro del no cognitivismo metodológico podemos distinguir entre el no cognitivismo empirista y semántico, como podemos ver en el siguiente cuadro.
El filósofo escosés David Hume es el principal exponente de la postura empirista. De acuerdo con el autor, nuestras distinciones morales (sobre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto) no derivan de la razón, sino de nuestros sentimientos y pasiones. De las enseñanzas de Hume se deriva también la postura no cognitivista semántica, representada por los seguidores del Círculo de Viena, como Carnap y Wittgenstein.Según estos autores, los únicos términos del lenguaje con sentido son los términos descriptivos, propios del lenguaje de la ciencia, ya que sólo de ellos podemos afirmar su verdad o falsedad, en tanto términos referidos a hechos empíricamente comprobables en el mundo. Como los términos morales no son descriptivos sino prescriptivos, es decir, no pertenecen a la esfera del ser sino del deber ser, para estos autores carecen de sentido y tienen el mismo status que los términos metafísicos, teológicos o poéticos. “Hablar de que algo es bueno o malo, correcto o incorrecto, es lo mismo que hablar del sexo de los ángeles o expresar una metáfora poética”
15
Por su parte, Wittgenstein sostiene que, dado que los valores no están en el mundo, no es posible hablar de ellos, sino sólo tener una experiencia “mística” Un representante contemporáneo de la corriente semántica es el emotivista “quien distingue dos clases de significados: el descriptivo y el emotivo” . El significado descriptivo es la representación que un enunciado produce en el oyente o lector, El significado emotivo, en cambio, provoca en el oyente o lector un estado de ánimo que lo induce a realizar o dejar de realizar una determinada acción. La otra corriente no cognitivista es lo que Guariglia y Vidiella (2011) denominan no cognitivismo psicológico. Se refiere a cierta interpretación de la ética aristótelica, según la cual la moral no es totalmente ajena a la razón, pero destaca su aspecto pedagógico antes que intelectual. Un representante moderno de esta corriente es el neoaristotélico MacIntyre (2001) quien destaca que la virtud “es una cualidad humana adquirida, cuya posesión y ejercicio tiende a hacernos capaces de lograr aquellos bienes que son internos a la práctica” La fiolosofía moral de MacIntyre es conocida también como comunitarista, en tanto destaca que el bien moral es definido por la comunidad en la práctica. Mi bien como hombre es el mismo que el bien de aquellos otros que constituyen conmigo la comunidad humana. No puedo perseguir mi bien de ninguna manera que necesariamente sea antagónica del tuyo, porque el bien no es ni peculiarmente mío ni tuyo, ni lo bueno es propiedad privada. (MacIntyre, citado por Guariglia y Vidiella.
16
Veamos con mayor detenimiento las diferencias entre estas dos formas de cognitivismo: la corriente teleológica y la deontológica. Dentro de la corriente teleológica podemos encontrar teorías diferentes como el eudemonismo, el hedonismo y el utilitarismo. Como representante de la primera tomaremos al ya citado filosófo griego Aristóteles. Dijimos, siguiendo a Guariglia y Vidiella (2011), que podíamos interpretar a Aristóteles como uno de los representantes del no cognitivismo, en tanto niega que el conocimiento moral sea puramente teórico, para enfatizar que se trata de un tipo de saber práctico cuya finalidad es forjar nuestro carácter. Sin embargo, en tanto no niega absolutamente la posibilidad del conocimiento moral también podemos decir que la ética aristótelica es cognitivista. Para Aristóteles todos los seres tienden a un fin; en el caso del ser humano, ese fin era la felicidad o eudemonía. Si bien la felicidad no se puede elegir, ya que viene dada por naturaleza, sí se pueden escoger lo smedios más apropiados para alcanzarla. Por su parte, Epicuro (341-270 a. C.), uno de los primeros representantes de la corriente hedonista, afirma también que todas nuestras acciones tienden a la felicidad, pero entendía por tal la ausencia de dolor (en el plano físico) y la conservación de un alma tranquila (en el plano espiritual.De este modo, los criterios de virtud y justicia propios de la ética aristótelica son reemplazados por los criterios de placer y utilidad propios de la ética hedonista.
17
Una variante moderna de esta corriente filosófica es el utilitarismo, cuyos máximos representantes son J. Bentham, J. Mill, J. Stuar Mill y H. Sidgwick. De acuerdo con esta corriente, la corrección de una acción se evalúa en función de su utilidad. Dicho en otros términos, una acción será moralmente buena cuando produzca la mayor felicidad al mayor número de personas. Finalmente, las teorías éticas deontológicas se diferencian de las anteriores en tanto no hacen énfasis en el fin de la acción moral, sino en el cumplimiento del deber por el deber mismo. En el caso de Rawls (1978), este procedimiento denominado del equilibrio reflexivo “consiste en postular unos pocos principios universales y luego examinar a la luz de esos principios generales los casos particulares y nuestros juicios intuitivos acerca de esos casos particulares.Por su parte, Habermas (1997) hace hincapié en que el ámbito propio de la moral es el de racionalidad argumentativa. Cerraremos este apartado siguiendo a Guariglia y Vidiella (2011), quienes destacan las implicancias para la Ética de asumir una posición cognitivista o no cognitivista acerca del conocimiento moral. En el primer caso, se trata de reconocer que la reflexión moral es una capacidad de la razón y de admitir, al mismo tiempo, que los fenómenos morales tienen sus reglas propias que pueden ser conocidas o reconstruidas y que tienen una validez universal. Por el contrario, las posturas escépticas caen en un relativismo moral al reducir los fenómenos morales a otros fenómenos, como las pulsiones libidinales o los impulsos vitales. Las tres preguntas que nos planteamos con Kant, al inicio de este apartado (qué puedo conocer, qué me está permitido hacer y qué puedo esperar), pueden resumirse en una sola: ¿quién soy? Reduciremos por una cuestión de espacio las posibles respuestas a esta pregunta a dos concepciones antitéticas acerca del hombre: la concepción racionalista y la vitalista. Dentro de la corriente racionalista encontramos a autores tan dísimiles entre sí como Platón, Aristóteles, Descartes o Kant. Sin embargo, todos coinciden en la naturaleza racional del hombre y en que es ésta capacidad racional la que lo convierte en un ser superior a los demás seres sensibles. De acuerdo con esta concepción, sólo el ser humano plenamente consciente de sí mismo, con libertad y responsabilidad, puede consituirse en un sujeto moral. En la concepción vitalista encontramos también un plexo muy heterogéneo de filosófos entre los que podríamos nombrar a Hume, Mill, Schopenauer o Nietzche, podemos afirmar que la concepción vitalista se caracteriza por negar 18
que la facultad racional del hombre sea su potencialidad hegemónica. Más bien conciben al hombre como un ser natural, dominado por sus pasiones e instintos, a los que ninguna fuerza racional puede controlar, ya que la mayoría de ellos son inconscientes. Los métodos filosóficos implicados en la reflexión ética En tanto tematización del ethos, dijimos que la Ética es un tipo de conocimiento, sistemático y métodico acerca del ethos. Sin embargo, así como no hay una única manera de definir qué es la Ética, tampoco existe un único método filosófico, sino distintos caminos (tal el sentido etimológico del término) para llevar a cabo la reflexión ética. La adopción de un método u otro dependerá de los presupuestos epistemológicos y antropológicos de los que partimos y sobre los que discutimos más arriba. A modo esquemático, podemos identificar, siguiendo a Maliandi (2009), cinco métodos filósoficos empleados por la Ética:
El El El El El
método método método método método
fenomenológico analítico dialéctico trascendental hermenéutico
El método fenomenológico hunde sus raíces en los aportes del filósofo E. Husserl (1859- 1938) y se propone describir los fenómenos tal como se dan a la conciencia, es decir, libres de todo supuesto, prejuicio o teoría previa, que pueda condicionar la mirada del observador. En cuanto al método analítico podemos definirlo, siguiendo a Maliandi, apelando a la segunda regla del método de Descartes, según la cual el método analítico consiste en “dividir cada dificultad en tantas partes como fuera conveniente para resolverla” Sin lugar a dudas, el método analítico es indispensable para la Ética normativa, ya que la tematización del ethos supone descomponer, ordenar y sistematizar cada una de sus partes complejas. Sin embargo, este método ha sido particularmente utilizado por la metaética para reflexionar acerca del lenguaje moral. El método dialéctico es otro de los métodos filosóficos aplicables a la reflexión ética. En la Antigüedad este método ha sido utilizado por autores como Platón, Aristóteles, los estoicos o los escépticos. Sin embargo, su formulación más famosa es la relizada por W. Hegel, quien lo aplica a la evolución de la idea. Hegel entiende que la realidad es un puro devenir y que el devenir ocurre por medio de la superación de los contrarios .Tiempo después, K. Marx, discípulo de Hegel, aplicará este mismo método ya no a la idea absoluta sino al estudio del mundo material, de allí que su método sea conocido como materialismo 19
dialéctico. El método diálectico de análisis no contempla una única y unidireccional relación de causa y efecto entre las diversas partes del mundo, sino que, por el contrario, concibe al mundo social como una totalidad donde las distintas unidades (actores y estructuras sociales) guardan entre sí relaciones recíprocas, multidireccionales, donde pasado, presente y futuro se encuentran interrelacionados Figura N° 7: Representación esquemática del método dialéctico
El método hermenéutico puede ser definido apelando a la etimología del término hermenéutica como “el arte de interpretar los textos” (Maliandi, 2009, p. 89). Al promediar el siglo XIX, Dilthey contribuyó al desarrollo de este método a través de la distinción entre las ciencias explicativas y las ciencias comprensivas. Aplicada al estudio del ethos, la hermenéutica implica que no podemos analizar o describir al ethos como un objeto de la ciencia, sino que debemos comprenderlo desde su particular horizonte de sentido, esto es “interpretar las pretensiones de obligatoriedad contenidas en cada ethos particular” Por úlitmo, el método trascendental consiste en la “búsqueda sistemática de las condiciones de posibilidad del obrar moral, desarrollada por K. O. Apel, aplicada al análisis del lenguaje, el método consiste en preguntar acerca de las condiciones de posibilidad de la argumentación moral y apela a dos criterios o reglas de la fundamentación: que lo fundamentado no pueda ser negado cometiendo una contradicción pragmática o performativa y que lo fundamentado no pueda ser fundamentado sin que se comenta en ese intento un “círculo lógico”.
20
View more...
Comments