Resumen La Educacion de Las Virtudes Humanas y Su Evaluacion

June 25, 2019 | Author: Raul Gurritto | Category: Tomada de Decisões, Justiça, Crime e justiça, Informação, Virtude
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La Educación de las Virtudes Humanas y su Evaluación

La Educación de las Virtudes Humanas y su Evaluación, 14ª edición, David Isaacs.

Virtudes, Edades y Motivos: "Teniendo en cuenta que cada familia es diferente, y que cada hijo y cada padre requiere una atención diferente , vamos a considerar con brevedad , un esquema de virtudes por edades, teniendo en cuenta los rasgos estructurales de las edades y la naturaleza de las virtudes.

Hasta los 7 años

-Obediencia -Siceridad -Orden

Antes de los siete años los niños apenas tienen uso de razóny, por tanto, lo l o mejor que pueden hacer es obedecer a sus padres a sus educadores, intentando vivir este deber con mayores. Sencillamente significa que como van pasando los años, el discernimiento personal deberá mejorar de tal modo que cada uno actuará correctamente correctamente por voluntad y decisión propia sin recibir tantas indicaciones concretas ajenas. De todas formas, en todas las edades el mérito está en obedecer a la persona con autoridad en todo lo que no va en contra de la justicia. La obediencia se produce por una exigencia operativa razonable por parte de los padres. Habrá que exigir mucho, pero en pocas cosas, dando indicaciones muy claras, sin confusión.

Los niños pueden obedecer por miedo, o porque no hay más remedio que cumplir. Estos son motivos muy pobres. Se tratará de animarles a cumplir por amor, para ayudar a sus padres, y así comenzar unos primeros pasos en relación con la virtud de la generosidad.

A la vez, debemos desarrollar en los hijos la virtud de la sinceridad, porque esta exigencia en el hacer tiene que traducirse paulatinamente en una exigencia en el pensar –una orientación-, y únicamente tiene sentido esta orientación de los padres si se hace en torno a una realidad conocida. De hecho, la sinceridad tiene mucho que ver con el pudor y volveremos a insistir en

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esta virtud ya en la adolescencia.

Por otra parte incluimos también la virtud del orden por varios motivos: 1) si no se desarrolla desde pequeños, es mucho más difícil después; 2) es una virtud necesaria para permitir una convivencia feliz; 3) tranquiliza a las madres de familia. Y eso, sin broma es importante.

Los motivos para ser ordenados pueden ser de tipo racional –ver la convivencia del acto ordenado-, aunque suele ser más razonable basarse en el cariño otra vez, apoyado en el deseo que el niño pequeño tiene de agradar a sus padres. También puede ser por sentido del deber como sería en el caso de desarrollar el orden utilizando un sistema de encargos.

Desde los 8 hasta los 12 años

-Fortaleza -Perseverancia -Laboriosidad -Paciencia -Responsabilidad -Justicia -Generosidad

Como se verá, aquí nos encontramos con cuatro virtudes en torno a la virtud cardinal de la fortaleza: dos, en torno a la justicia, y una, en relación con la virtud teologal de la caridad.

Los chicos de estas edades pasan por una serie de cambios de tipo biológico con la llegada de la pubertad, y parece conveniente desarrollar de un modo especial la voluntad, para hacer más fuertes su propio carácter. Ahora los hijos empiezan a tomar más decisiones personales, pero necesitan criterios para saber si se dirigen bien al objeto de su esfuerzo.

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Complementamos las virtudes relacionadas con la fortaleza con la introducción de unas virtudes directamente relacionadas con las demás –o sea, la responsabilidad, la justicia y la generosidad.

De todas formas, lo lógico es que los niños de esta edad se centren más en el acto que en el destinatario. Todavía no son muy conscientes de su intimidad. En este sentido, se trataría de conseguir que los hijos sean perseverantes, no en relación con la atención a una persona, por ejemplo, sino más bien, por la satisfacción de haber superado algún obstáculo. Es la edad de los retos (pero razonables). Como el niño es muy consciente de las reglas del juego en relación con sus compañeros y en relación con los demás en general, seguramente será conveniente estimular a los hijos a desarrollar virtudes por sentido del deber ante sus compañeros, por ejemplo, pero sin olvidarse de entusiasmarles con algún ideal que, valga la pena. Así, encontrarán la satisfacción de un esfuerzo de superación personal.

En todas estas virtudes hace falta el uso de la voluntad. Al leer las descripciones, verán que se trata de "soportar molestias", de "esforzarse continuamente para dar a los demás", de "alcanzar lo decidido", de "resistir influencias nocivas", etc. Para realizar estas cosas, hará falta elevar la vista y no estar atado a unos intereses pobres, casi mezquinos.

ésta es una edad clave para "tirar hacia arriba". Y con esto quiero decir elevar la vista de los niños hacia Dios y conseguir que estas virtudes humanas reviertan en el bien de la fe en desarrollo.

Quizá parezcan muchas virtudes para conseguir simultáneamente. Pero están muy relacionadas. En caso de centrarse en una o dos de ellas es muy probable que el niño mejore en las demás también.

A medida que van pasando los años, los jóvenes van a necesitar más razonamientos, mejores razones para cumplir con el esfuerzo que supone adquirir un hábito operativo bueno.

Con el despertar de la intimidad, entramos en la adolescencia, un período en el que el joven tiene que volver a tomar como suyo cosas que ha realizado por imitación o por simple exigencia externa. Ahora se compromete consigo mismo y todo lo que hace adquiere una nueva dimensión.

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Desde los 13 hasta los 15 años

-Pudor. -Sobriedad. -Sencillez. -Sociabilidad. -Amistad. -Respeto -Patriotismo.

Desde los ocho años hasta los doce años, aproximadamente, hemos destacado virtudes relacionadas con la fortaleza y con la justicia, en cuanto supone la adaptación del comportamiento a unas indicaciones concretas. Desde los trece hasta los quince años, parece conveniente, de acuerdo con el descubrimiento más claro de la propia intimidad, insistir de un modo preferente en unas virtudes relacionadas con la templanza, en primer lugar. Y eso para no peder de vista el Bien a causa de las pasiones incontroladas. Los padres pueden ver con gran claridad cómo muchas personas que viven en la sociedad actual dan un ejemplo nefasto para los jóvenes dejándose llevar a cualquier extremo en busca de un placer superficial.

Si anteriormente hemos insistido en la fortaleza, ahora se trata de utilizar esa fuerza para proteger lo más precioso de cada ser: su intimidad. Y con la intimidad me refiero al alma, a los sentimientos, a los pensamientos y no sólo a aspectos del cuerpo. Las virtudes del pudor y de la sobriedad podrían resumirse en llegar a conocer el valor de lo que uno posee para luego utilizarlo bien –de acuerdo con criterios rectos y verdaderos.

¿Qué motivos podemos proporcionar a los hijos? Creo que hay que darles razones. No es una solución nueva. Pero nosotros, los padres, normalmente hemos aprendido a comportarnos como lo hacemos, imitando a nuestros educadores. Y ahora nuestros hijos no están dispuestos a imitarnos. Piden por lo menos, de un modo que puedan ser captadas adecuadamente. Ya sabemos que no hay recetas en la orientación familiar. Pero, respecto al modo en que se debe dar información a los jóvenes, yo me atrevería a dar una. Se trata de dar la información de acuerdo con cuatro ces –una información clara, corta y concisa-, y cambiar de tema.

Aparte de estas virtudes, relacionadas con la templanza, también parece conveniente insistir en

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otras que tienen que ver con la intimidad de la persona y con sus relaciones con los demás. Por este motivo, se destacan la sociabilidad, la amistad, el respeto y el patriotismo. Las cuatro virtudes suponen interesarse por la propia intimidad y por el bien de los demás de un modo muy concreto. Seguramente aquí encontraremos la ayuda principal que pueden aportar los padres. Me refiero a la orientación a los jóvenes para que lleguen a concretar sus inquietudes hacia los demás en actos concretos de servicio. Debemos tener en cuenta que el adolescente, por su misma naturaleza, es idealista y también necesita vivir nuevas experiencias. Si los padres no les ayudamos, es probable que las influencias externas intencionadas y perjudiciales enlacen este modo de ser.

Hemos incluido una virtud más para esta edad. La sencillez, porque es lo que necesita el adolescente para comportarse congruentemente con sus ideales y también para que llegue a aceptarse tal como es.

Desde los 16 hasta los 18 años

-Prudencia. -Flexibilidad. -Comprensión. -Lealtad. -Audacia. -Humildad. -Optimismo. Las primeras virtudes que destacamos para esta edad, se basan en una capacidad de razonar inteligentemente. Es decir, será casi imposible desarrollar las virtudes plenamente sin una cierta capacidad intelectual. Me refiero a las virtudes de la prudencia, la flexibilidad, la comprensión, y también a la lealtad y a la humildad. En las descripciones operativas, el lector puede ver qué tipos de actividad supone la realización de estas virtudes. Por ejemplo: "proteger un conjunto de valores"; "reconocer distintos factores que influyen en una situación"; "reconocer las propias insuficiencias", etc. Por eso, parece conveniente insistir en estas virtudes cuando los jóvenes tienen más capacidad intelectual. En la edad anterior, hemos destacado la importancia que tiene dar una información a los jóvenes respecto al significado de estos conceptos. Y, ahora, habrá que repetir lo mismo, pero con mayor insistencia. Si antes los peligros venían por "dejar hacer" en relación con las pasiones, ahora vendrán seguramente, por unas ideas erróneas. Aquí, hace falta la flexibilidad para poder aprender de distintas situaciones pero sin abandonar los criterios de actuación personal. También es importante la prudencia. Supone que el joven abre los ojos a su entorno y busca una información adecuada, ponderando las consecuencias antes de tomar decisiones. Los padres deben darse cuenta de que, en estas edades, ya es muy difícil exigir a sus hijos para que hagan cosas, ni es muy

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conveniente hacerlo. Más bien se tratará de exigirles mucho para que piensen antes de tomar sus propias decisiones, recordándoles continuamente la importancia de establecer unos criterios en torno a los cuales se puede decidir razonablemente. Hay que obligar a los jóvenes a plantearse seriamente el porqué de sus propias vidas, para que lleguen a actuar coherentemente con unos valores. Aquí la importancia de la lealtad.

El lector verá que, después de tres virtudes relacionadas con la prudencia, destacamos una de  justicia, otra de fortaleza y otra de templanza. Ya estamos en una edad más madura y buscamos en el desarrollo de las virtudes un equilibrio entre un sólido apoyo en lo permanente, un reconocimiento realista de las posibilidades propias como persona, y una actuación audaz para conseguir un auténtico bien. Es decir la lealtad, la humildad y la audacia.

Pero no quisiéramos terminar sin hacer referencia a una virtud más. Una virtud muy importante para una sociedad caracterizada por el odio y la desesperación. Me refiero al optimismo. ésta es una virtud que hay que desarrollar en niños pequeños y en todas las edades, pero lo incluimos de un modo preferente ahora, porque es posible, con la voluntad, adquirir el hábito de ver lo positivo en primer lugar, con tal de saber lo que es "bueno". Y además, se trata de ver lo mejor en los demás y así es posible ayudarles a mejorar. A estas edades el joven debería volcarse en servicio de los demás animado por la esperanza sobrenatural, sabiendo que vale la pena.

ISAACS David, La Educación de las Virtudes Humanas y su Evaluación, 14ª edición, pp 40-47

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