Resumen - José Sazbón (2010) "¿Para qué estudiar la Revolución Francesa?"
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Historia Moderna - Revolución Francesa...
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José Sazbón (2010)
¿PARA QUÉ ESTUDIAR LA REVOLUCIÓN FRANCESA? No hay en la historia universal un hecho que haya suscitado tal cantidad de miradas analíticas y críticas, desde el punto de vista del estudio, y de pasiones, de incitaciones a la acción, de paradigmas y modelos de comportamiento político y cultural como la Revolución Francesa. El autor va a establecer una secuencia de aspectos que son muy significativos, pero que además tienen una especie de trabazón interna y, por otro lado, también una especie de secuencia cronológica referida al proceso de la Revolución Francesa. Cada uno de los puntos a los que alude tiene que ver con formas muy significativas de encuadramiento de las temáticas relativas a la Revolución Francesa. La más general de todas, aquella que llama la atención por la discontinuidad que establece con el pasado y que al mismo tiempo es una prefiguración del futuro, está en lo que se puede llamar la toma de la palabra. La toma de la palabra es el hecho de que por primera vez, en una gran nación como la Francia del siglo XVIII, se da la oportunidad formal y material de que el gran conjunto de la población se exprese, y lo haga de una manera que tiene que ver con incitaciones basadas en la situación propia de cada capa de la población. Después de ciento cuarenta años, se van a reunir los Estados Generales para dar una respuesta de la opinión a los problemas que plantea el reino de Francia. Los Estados Generales son los tres estamentos que formalmente componen componen la población de Francia: el clero, la aristocracia y el pueblo llano o Tercer Estado. Esos Estados son llamados “generales” en este tipo de convocatorias, porque a través de todo el país se convoca a sus delegados para manifestar sus rec lamos. Esos reclamos toman la forma de cuadernos de quejas. En un momento en el que la escritura comienza cundir como expresión de demandas sociales, un modo más articulado y formalmente más rico de su formulación. Esa toma de la palabra no es solamente la posibilidad de la expresión. Existe algo todavía más importante. Ya en los meses iniciales de la revolución, los Estados Generales tienen una constitución determinada, que es que cada orden o estamento nombraba a sus representantes, y después cada orden debía deliberar por separado. separado. La gran revolución revolución inicial anterior a la revolución es es que el Tercer Estado se niega a ese tipo tipo de compartimentación y se declara “Asamblea Nacional” y obliga a los restantes órdenes a sumarse a ellos. En ese proceso lo que se va cumpliendo es una toma de conciencia, una especie de expansión de la conciencia sumamente significativa, significativa, porque ya en los primeros tramos de la Revolución aparece la palabra Revolución. La expansión de la conciencia está también basada en una expansión de los medios expresivos de las opiniones, como la prensa. La revolución, el proceso revolucionario se produce en la penúltima década del siglo XIX, pero hay consenso en que está precedida y fomentada por el cambio de conciencias que se produce en las décadas anteriores. Las décadas anteriores son aquellas de la difusión de la prédica ilustrada, es decir, las de las ideas que expanden los intelectuales. Una gran cuestión que siempre atareó a los historiadores es saber de qué manera conectar esas dos instancias. Por un lado, la Revolución que tiene una concreción, un margen histórico bastante visible por la secuencia de acontecimientos; por el otro, los antecedentes intelectuales y políticos que puedan aducirse como favorables a que se haya producido esa revolución, que resultan más difusos. La cuestión es si todo aquello que precedió a la Revolución Francesa realmente llevaba a ella. Si uno recorre con una mirada analítica el conjunto del material ideológico preexistente preexistente a la Revolución Francesa, ¿se puede decir que en él hay algo así como un hilo conductor que llevaría en cierto momento a que se desaten esas pasiones políticas y se arremeta contra los poderes establecidos? No es fácil contestar esta pregunta. En el medio entre una cosa y otra están las formas atenuadas de transición, que son lo que los historiadores conocen con el n ombre de “despotismo ilustrado”. Este despotismo ilustrado parecía ser una vía determinada por la cual las ide as ilustradas, las ideas racionales, podrían haber sido adoptadas y canalizadas por los poderes establecidos sin que se produjera lo que se produjo, exitosamente, sólo en Francia: la revolución. Entonces, no se puede pasar de manera deductiva muy rápida de la Ilustración del siglo XVIII a la Revolución, como si esta última derivara necesariamente de la primera. Pero por otro lado tampoco se puede decir que fueran compartimentos estancos, la Ilustración por un lado, la Revolución por el otro, porque todo el vocabulario, las maneras de pensamiento, las formas de discurrir, todo eso estaba preparado ya en los libros, en los panfletos, en las expresiones que los filósofos y los teóricos políticos habían tenido en su momento, en las décadas anteriores. La Revolución introduce una novedad total, se produce a partir de un encadenamiento de hechos, que uno de los protagonistas va a llamar la fuerza de las cosas , que hace que signifique un salto respecto a aquello que las formulas políticas de los libros podían indicar, por la emergencia de formas nuevas, experimentales, inéditas de organización, de gobierno y de poder. Dado que el conjunto de los demás poderes monárquicos de Europa ven con aprensión estos acontecimientos, la invención revolucionaria francesa se hace en condiciones desfavorables desfavorables en cuanto al contexto en que está situado ese proceso. proceso. Todo ese proceso es algo que busca expresarse en parte con el lenguaje radical que los ilustrados habían legado, y en parte con la emergencia de nuevos conceptos. Eso es lo que puede indicarse como una transformación de las mentalidades, en la conexión que hay entre el discurso ilustrado anterior a la coyuntura revolucionaria revolucionaria y las formas de pensamiento que genera esa coyuntura. Si se tiene en cuenta esto, aparece entonces el modo en que ante la necesidad de inventar, surge también la conveniencia de apoyarse en antecedentes. Y el antecedente que podría tenerse era la 1
Revolución Inglesa del siglo anterior. Durante un tiempo existe por parte de un sector de los revolucionarios el apremio por terminar la revolución. Esta es la variante que va a ser derrotada, ya que va a predominar la más intransigente, aquella que va a terminar con la monarquía y va a introducir introducir nuevas formas de gestión del Estado Estado y de la sociedad. Lo que ya se había producido hacia la época en que la monarquía finalmente cae es que se ha ido acumulando una serie de demandas mucho mayores que aquellas con las que se había iniciado el proceso. En un principio, lo que la Revolución concede son derechos civiles para todos y garantías de la persona, de la propiedad, de la libertad de conciencia, etc. Pero de ahí no se derivaba que pudiera ejercitarse una forma de representación y de gestión política extendida a sectores más amplios. Por lo tanto, en el plano siguiente de la ampliación de derechos surge la exigencia de que los derechos civiles sean una base sobre la cual se establezcan otros, referidos referidos al terreno político. En la etapa jacobina se cumple este punto, ya que efectivamente los derechos políticos se ampliaron y de esa manera se avanzó muchísimo respecto de las fases iniciales de la Revolución. En esta secuencia, secuencia, después de los derechos políticos están los derechos sociales. La masa del pueblo no había quedado satisfecha con una ampliación de sus capacidades sólo limitada a los derechos políticos, ya que la subsistencia seguía siendo cara. Fue un sector jacobino el que enfrentó la cuestión, y de esa manera es como se establece una alianza entre los jacobinos y el pueblo, motivada por la necesidad que tenían los revolucionarios revolucionarios de mantener la revolución, y el pueblo de que fueran escuchadas sus demandas. En todo este tipo de ampliación de demandas hubo un sector que no fue satisfecho en sus requerimientos, y que adquirió voz suficiente como para establecer una mirada retrospectiva y crítica sobre la Revolución: es el sector de las mujeres. Por lo tanto, otro gran legado de la Revolución Francesa es el hecho de que ya en el interior de su proceso se establece un reclamo feminista que va a tener una herencia prolongada a través de los siglos posteriores. La ampliación de derechos conduce a la problemática de la igualdad. ¿Cuál igualdad es la que hacia 1789 tiene posibilidades de ser admitida? La igualdad civil, la igualdad de derechos en general, pero que no toca el terreno de la representación política, y mucho menos el terreno de las necesidades sociales. Dentro de d e las tantas cosas que la Revolución Francesa ofrece como modelo de tensiones futuras, está la cuestión de qué se debe preservar o a qué se le debe dar mayor peso si uno tuviese que elegir: a la libertad, o sea al garantismo, por un lado, o a la igualdad. Otra gran ampliación es el hecho de que en pocos años se presentan todos los tipos de regímenes que en el futuro van a tener lugar en la escena política mundial. Estas formas de sucesión de regímenes es una gran concentración de elementos que el proceso francés brinda. Entonces, ante la pregunta “estudiar la Revolución Francesa ¿para qué?”, una de tantas respuestas es el hecho de que al examinar la Revolución Francesa se encuentran todas las formas que la modernidad política va a establecer como alternativas de gobierno. Otro de esos paradigmas está ofrecido por el hecho de que del proceso revolucionario francés emergen determinados tipos políticos. Tal vez el más conocido sea el tipo del jacobino, que es una forma determinada de agente político, de forma de pensar la urgencia de la gestión política. Por lo tanto, la significación de la Revolución Francesa, entre tantas otras dimensiones, se establece también en el sentido sentido de dejar una herencia o un legado que transmigra de su propio propio medio de realización, realización, de una revolución burguesa, a la posibilidad de una conexión de sus formas de promesa emancipatoria y las que el futuro podría asignar: pasar a la revolución socialista a partir de la revolución burguesa del siglo XVIII. Karl Marx, en las primeras páginas de El dieciocho Brumario acerca de cómo entender la relación entre entre los dos tipos de revolución, las revoluciones burguesas burguesas de Luis Bonaparte , da indicaciones acerca y las que él llama revoluciones del siglo XIX, que son las revoluciones revoluciones obreras. Esa diferencia está en la conciencia conciencia admisible para cada uno de esos tipos de revolución. La tesis de Marx es que los revolucionarios franceses deben disimularse el fin limitado de sus objetivos revolucionarios tras un velo poético tomado de paradigmas del pasado, mientras que las revoluciones obreras no solamente no necesitan revestirse de una poesía del pasado sino que, por el contrario, deberían tener presente solamente los impulsos que el futuro les indica como posible. La Revolución Francesa plantea plantea también la cuestión del comparatismo. Se trata trata de aquella revolución que no puede dejar de tenerse en cuenta en el momento de cotejar cualquier proceso revolucionario futuro o cualquier proceso en general que aspire a ser revolucionario. Esta cuestión fue tácitamente retomada como crítica y evaluada por E. P. Thompson , cuando discutió con Perry Anderson y Tom Nairn a propósito de la visión de estos últimos acerca de las limitaciones de la historia social y política inglesa, en e n cuanto a una falta de maduración de las perspectivas de maduración. La tesis general de Anderson es que la burguesía inglesa nunca llegó a desafiar el poder de la aristocracia, y de esa manera fue una clase subordinada. En cambio, lo que plantea Thompson es que allí está la Revolución Francesa funcionando como el gran paradigma del modo en que se deben dirimir las cuestiones de los intereses clasistas enfrentados. La posición tácita de Anderson es que otras revoluciones deben evaluarse a la luz de la francesa. Esta es una posición típicamente comparativista. comparativista. Thompson plantea en cambio la conveniencia de la singularización de los procesos. En ese sentido, además, hay que recordar que la Revolución Revolución Francesa se inserta dentro de la serie de las revoluciones en los estudios comparativos más relevantes. Es significativo significativo también el uso de los análisis sobre la Revolución Francesa como modelo para el pasado inglés. Una de las grandes conquistas de Christopher Hill fue el hecho de introducir la asimilación de la Revolución Inglesa con la francesa. El hecho de afirmar de que no fue una revolución puritana, no fue sólo guerra civil, sino que fue una revolución de alcance y contenidos parangonable a la francesa. 2
Tanto la Revolución Francesa como la Revolución Rusa tuvieron derivaciones que de ninguna manera estaban prefiguradas en sus comienzos. Existe una especie de puente imaginario, imaginario, pero sobre todo de convicciones ético-políticas que une el presente con aquello que comenzó a plantear modernamente la Revolución Francesa y que es justamente lo que quiere impedir una corriente opositora a la herencia de la revolución. El título de un artículo de François Furet, que es el orientador de la corriente, es bastante significativo: La Revolución Francesa ha terminado . El autor se ubica dentro de una tendencia u orientación que diría lo contrario, diría que la Revolución Francesa no ha terminado. Ya se sabe que la revolución tuvo una duración determinada en su momento, pero que “ha terminado” quiere decir que ha terminado la estela de esperanzas, expectativas y promesas que dejó, afirmación que el autor r echaza.
qu é ? [José Sazbón, “¿Para qué estudiar la Revolución Francesa?” en Jorge Cernadas - Daniel Lvovich, en H i stor i a, ¿par a qué Revisitas Revisitas a una vi eja pr egunt egunt a , Prometeo LibrosLibros- Universidad Nacional de General General Sarmiento, Buenos Aires, Aires, 2010, pp. 165181.]
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