Resumen. Guha, Ranajit. (2002) Las Voces de La Historia y Otros Estudios Subalternos

May 2, 2018 | Author: Rodrigo Javier Muñoz Quiroz | Category: Woman, Colonialism, State (Polity), Marxism, Historiography
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Guha, Ranajit (2002) Las voces de la historia en Las voces de la historia y otros estudios subalternos . Barcelona, Crítica. En este texto Ranajit Guha comienza preguntándose sobre qué es lo que hace que un suceso sea considerado histórico, estos criterios de elección provienen de una ideología a la que denomina estatismo “la que autoriza que los valores dominantes del estado determinen determinen el criterio de lo que es histórico” (pp.17). Esta ideología se desarrolla a partir del pensamiento histórico moderno del Renacimiento italiano y con el ascenso de la burguesía europea se consolida gracias a la institucionalización de la historia como una ciencia normal. “La institucionalización del estudio de la historia tuve el efecto de asegurar una base estable al estatismo dentro de las disciplinas académicas y de promover la hegemonía” (pp. 18-19). 18 -19). La introducción del conocimiento de la historia en la India mediante la educación, principal arma del Raj para normalizar su estudio, tenía un escaso alcance en la población por lo que no fue un elemento para conseguir la hegemonía. Pese a esto la pequeña elite colonizada que se logra beneficiar de la introducción del estudio de la historia es educada bajo una visión de mundo y una concepción de la historia que se centraba en el estudio de ella como un sistema de estados, es por esto que la interpretación oficial de la historia de la India se hacía como la de un Estado colonial sin más pero esta interpretación suponía la existencia de ciudadanos en una India “donde es el derecho de conquista más que el consenso de los súbditos lo que representa su constitución (…)  (…)  En consecuencia no tenía sentido alguno equiparar el estado colonial con la India tal y como estaba constituida por la sociedad civil. ” (pp. 19-20). Para Guha la implantación descontextualizada del estatismo en la historiografía india tiende a “impedir cualquier interlocución entre nosotros y nuestro pasado. ”; es la voz del Estado la que “con la pretensión de escoger para nosotros lo que debe ser histórico, no nos deja elegir nuestr a propia relación con el pasado” (pp.20), esto provoca que las voces bajas de la historia sean ignoradas, y para que sean escuchadas es necesario generar nuevas habilidades y tener otra disposición. Luego de estas consideraciones el autor realizará el ejercicio de escuchar   las voces de la historia, las voces subalternas en cuatro episodios de la historia colonial de la India. Se suele decir que en la sociedad colonial india la colonización había logrado extirpar de la mente de los nativos estas creencias, a través de la introducción de la higiene y la medicina, estas medidas fueron grandes logros que probaban la superioridad moral de los benefactores. “El jabón y la Biblia fueron los dos motores gemelos de la conquista cultural europea” (pp.21). La ciencia y la medicina intentaron generar un imperio de segundo orden al sujetar los cuerpos colonizados, pero es posible encontrar resistencia en las voces bajas  de la India rural. Para mostrarlas Guha recurre a las peticiones que, en 1850, recibían los brahmanes de campesinos enfermos que habitaban pueblos del oeste de Bengala, quienes buscaban la absolución del pecado de tribulación, que se suponía demostrado por la manifestación de enfermedades, y la purificación de los cuerpos. En este contexto la ciencia chocó con la tradición, los pacientes recurrían a la autoridad que representaba la fe y no a la que representaba la razón. La absolución era tan importante como la curación, además la expiación ritual podía alcanzar a quienes estaban contaminados por el pecado por asociación. Esta historia nos muestra las limitaciones del colonialismo, las relaciones de poder existentes y sus resistencias, situaciones que son accesibles al relato estatista, pero que son explicadas arbitrariamente desde la contradicción entre colonizador y colonizado, negando así la complejidad existente. El estatismo está presente en la historiografía india en sus variantes tradicional, nacionalista y marxista. La diferencia entre los discursos estatistas marxista y nacionalista con el discurso tradicional es que el último historia sobre la base de un régimen existente, el régimen colonial, pero los dos primeros sobre la base de un régimen de poder que aún

no ha sido alcanzado, desde un sueño de poder. “En cada caso la his toriografía está dominada por la hipótesis de una contradicción principal que, una vez resuelta, transformaría la visión de poder en su sustancia” (pp.24 -25). Dicho esto Guha se refiere a la variante marxista, con el ejemplo histórico de la insurrección Telangana, porque considera que su articulación con el estatismo es más compleja teóricamente hablando. La insurrección en Tengalana (1946 1951), región del sudeste indio, fue un levantamiento de masas campesinas y trabajadores agrícolas, liderada por el partido comunista indio, que tomó el camino de la lucha armada primero contra el principado local y posteriormente contra el gobierno indio, a pesar de lograr algunas victorias importantes en sus inicios fue liquidada por el ejército indio. P. Sundarayya, líder de la insurrección, publicó veinte años más tarde una descripción de los acontecimientos, en este relato es el poder el elemento que articula la descripción. La lucha por la tierra sueldos dignos, a pesar de sus limitaciones, se enmarcan en una disputa de poder contra el principado terrateniente del Nizam y contra el estado burgués de la India independiente. La solución a los problemas de los insurrectos de Tengalana, para la dirigencia del partido comunista, se encontraba en la creación de un estado embrionario mediante la lucha armada. En el relato de Sundarayya predominan la exacerbación de valores como el heroísmo y el sacrificio, hecho que no sorprende pues fue escrito para defender el carácter ejemplar de la lucha. Los aspectos que articulan el relato de Sundarayya  –“una anticipación de poder estatal, las estrategias y programas diseñados para su consecución, y los valores correspondientes” (pp.26)–   lo hacen coherente con la condición de que existe una singularidad entre los diferentes actores que participan de la insurrección y los objetivos que buscan cumplir. La unidad y coherencia discursiva del relato de Sundarayya se ve puesta en entre dicho cuando son escuchadas las voces de las mujeres que participaron de la insurrección, trabajo que realizaron las feministas indias Vasantha Kannabiran y K. Lalita al publicar su ensayo That Magic Time.   Escuchar(se), en este caso, entre generaciones distintas de mujeres entrega la posibilidad para la crítica del relato de Sundarayya. “La voz que habla en un tono bajo, como dolorida, se enfrenta, en este caso, contra el modo peculiar del discurso estatista, un ruido de mando característicamente machista en su «incapacidad de escuchar lo que las mujeres estaban diciendo»” (pp.27). Entonces ¿qué era lo que tenían que decir las mujeres insurrectas de Tengalana? Junto con sus compañeros comparten la decepción de la derrota y el no poder mejorar sus condiciones de vida, pero su propia desilusión dice relación con la incapacidad de los dirigentes para honrar las perspectivas de liberación de la mujer que estaban presentes en el programa de lucha y que eran las que las habían llevado a movilizarse, “Habían visto en ellas la promesa de la emancipación de una servidumbre ancestral que, con toda la diversidad de sus instrumentos y códigos de sujeción, estaba unificada por un único ejercicio de autoridad  – esto es, el predominio masculino” (pp.27) , este estaba consagrado en la política parlamentaria india, pero a la larga las mujeres movilizadas constataron que también formaba parte de la política de la insurrección. Las perspectivas de liberación de las mujeres generaron cierta tensión en el movimiento pues se enfrentaron concepciones distintas de liberación, para los líderes consistía simplemente en una igualdad de derechos, que podía llegar mediante reformas, promesa que inicialmente atrajo a las mujeres al movimiento, pero que cambió con el desarrollo del levantamiento. La emancipación no podía ser pensada ya como un conjunto de beneficios ganados para las mujeres por el designio y la iniciativa de los hombres. En adelante la idea de igualdad de derechos tendería a ir más allá del legalismo para exigir que consistiera en nada menos que la autodeterminación de las

mujeres. La emancipación había de ser un proceso y no un fin, y las mujeres debían ser sus autoras, más que sus beneficiarias. (pp.28) Estas cuestiones no son reconocidas bajo ninguna forma, ni discursiva ni con hechos, en el trabajo de Sundarayya. Guha analiza el discurso producido por el líder de la insurrección para demostrar lo que encubre . “Si nosotros nos tomásemos alguna molestia para ayudar a que saliera del caparazón de las costumbres tradicionales y procurásemos canalizarlo en la adecuada dirección revolucionaria, qué poderoso movimiento podría producirse”1. Estas palabras en la obra Sundarayya nos dan a conocer que él y otros líderes masculinos no se dan cuenta de que reproducen las “costumbres tradicionales” , lo que no les impide a asumir tres papeles en la lucha por las mujeres: ayudarlas en su condición de sexo débil; liberarlas en su condición de sujetos atadas a las tradiciones; canalizar sus energías sin dirección política. Muestra clara del carácter machista de la dirección del movimiento. Las veces en que el movimiento insurreccional de Tengalana se vio cuestionado por problemas relacionados con el dominio masculino, las decisiones para zanjarlos fueron evitadas o simplemente descartadas en nombre de la disciplina partidista o de la opinión de la mayoría, situación que reafirma la condición patriarcal de la dirección insurreccionalista Las reglas de escritura de la historia que están presentes en la narrativa de Sundarayya se adaptan de manera clara al patriarcado. Los principios de selección y evaluación comunes a toda historiografía están de acuerdo aquí con una perspectiva estatista prefabricada en que una visión jerarquizada de la contradicción sostiene una visión jerarquizada de las relaciones de género, sin ningún reconocimiento del papel activo de las mujeres en el movimiento. (pp.29) La crítica de los discursos estatistas no producen historiografía alternativa, lo que lo hace es la re-escritura de la historia. En este caso la re-escritura de la historia del movimiento de Tengalana deberá desafiar la univocidad del discurso estatista, destruyendo la  jerarquización que privilegia a un conjunto de contradicciones como principales  –en el caso de Tengalana la contradicción entre colonizador y colonizado – para definirlas en su nivel de urgencia para los sujetos sociales. En segundo lugar es necesario reintegrar la cuestión del protagonismo activo y la instrumentalización, en este caso el rol de las mujeres en la insurrección recobraría su papel activo, su agencia, movilizando la igualdad de derechos desde una mirada legalista a una que la haga constitutiva del proceso de autoemancipación de las mujeres. En tercer lugar el ejercicio de escuchar las voces bajas, en este caso de las mujeres, hará emerger otras voces invisibilizadas e instrumentalizadas. Finalmente es necesario romper con la narrativa de la historia, romper con su estructura coherente y lineal. Pues es este ordenamiento, estos criterios de inclusión y exclusión, el que dicta lo que debe incluirse en la historia, de qué forma se desarrollan el argumento y el desenlace y cómo se controlan la diversidad de acontecimientos en relación con uno principal. Debido a que el orden impera en el discurso estatista, el desorden es quien puede ayudar para la revisión historiográfica. Es difícil predecir y precisar qué forma debe adoptar este desorden. Tal vez, en lugar de proporcionarnos una corriente fluida de palabras, obligará a la narrativa a balbucear en su articulación; tal vez la linealidad de su progreso se disolverá en nudos y enredos; tal vez la cronología misma, la vaca sagrada de la historiografía, será sacrificada en el altar de un tiempo caprichoso, casi-puránico, que no se avergüence de su carácter cíclico. Todo lo que se puede decir en este punto es que el derrocamiento del régimen de la narratología burguesa será la condición de esta nueva historiografía sensibilizada ante la

1

 Citado por Guha pp.28, cursivas en el original.

sensación contenida de desespero y determinación en la voz de las mujeres, la voz de una subalternidad desafiante comprometida a escribir su propia historia. (pp.31)

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