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UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE CHILE FACULTAD DE HUMANIDADES DEPARTAMENTO DE HISTORIA DOCTORADO EN HISTORIA
ANA CAROLINA GÁLVEZ COMANDINI
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INFORME DE LECTURA Santiago, 31 de marzo de 2014 Texto: La historiografía del silgo XX. Desde la objetividad científica al desafío posmoderno. Autor: George G. Iggers Editorial: Fondo de Cultura Económica, Chile, 2012. 277pp.
Hipótesis del autor: El tránsito de la historiografía moderna desde la profesionalización de la historia y el objetivismo científico de Ranke en el siglo XIX, hasta la escuela posmoderna de finales del siglo XX, nos ha llevado, según Iggers, a un límite no deseable de la disciplina histórica, donde su calidad científica social ha sido cuestionada por una corriente de pensamiento liderada por intelectuales lingüistas posmodernos y que recibió el nombre de “giro lingüístico” de la historia, siendo considerado por parte del autor como una amenaza al enfoque científico social de la historia. A partir de los postulados posmodernos del “giro lingüístico” propuestos por White y Barthes, y en gran medida por Geertz con su “descripción densa” en antropología cultural, entre otros, Iggers define su postura, y es que no se puede entender la historia como sinónimo de la literatura, ya que si bien reconoce que la historia posee cualidades literarias o narrativas en su escritura, no son éstas precisamente las que la definen como disciplina. El acercamiento del relato histórico a la ficción literaria despojaría a la historia de toda su tradición científica social, lo que pondría en serio cuestionamiento lo real y la verdad en el relato historiográfico, asimilando la disciplina histórica a la misma categoría que la poesía. El autor plantea que la historiografía posmoderna se ha caracterizado por asignar un papel metafórico y no referencial al texto histórico, lo que a su juicio es errado, ya que de acuerdo con Chartier, si bien reconoce que no es posible la objetividad absoluta en la investigación histórica, ésta tiene métodos de validación de las fuentes que permiten acercarse somera o medianamente a la realidad pasada, realidad que efectivamente existió y ocurrió y no está solamente en la imaginación o ficción de la mente del historiador. Iggers propone que la filosofía del leguaje o el análisis lingüístico puede ser usado como herramienta complementaria de la historia, pero nunca como único método de construcción del relato histórico.
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Análisis metodológico: El autor ordena la obra en tres grandes secciones, las que en total suman 11 capítulos, más una Presentación, Introducción que es prácticamente un resumen de la obra, Consideraciones Finales y Epílogo. En la primera sección describe el surgimiento de la historia como disciplina profesional marcando su origen con Ranke y la escuela alemana; en la segunda plantea los desafíos que tuvo que sortear la historia como ciencia social en el siglo XX frente a las demandas sociales de nuevas temáticas y nuevos actores; y en la tercera se posiciona críticamente frente a los desafíos que el posmodernismo le ha planteado a la disciplina histórica en los últimos años.
Análisis teórico: El análisis teórico gira principalmente en torno a la posibilidad de la objetividad en el conocimiento histórico y la amplitud de las temáticas de la disciplina desde un exceso de Estado hasta la ausencia total de éste. La historia de los grandes personajes e instituciones del siglo XIX, con centralidad en el Estado, sirvió para asentar el orden social y fue fundamental para la formación de identidad nacional y social, sin embargo, prontamente a comienzos del siglo XX se observa la necesidad de expandirse hacia temáticas sociales, económicas y culturales, todo esto sin abandonar la concepción científica de hacer historia y buscando alinear la metodología de investigación con otras ciencias sociales sistemáticas, como la sociología y la economía, teniendo como sustrato ideológico la idea de progreso y avance constante de la humanidad hacia un futuro mejor, es decir, un concepto evolucionista de la historia y la sociedad. Esta nueva historia con carácter científico social tomó cuatro caminos, a decir: 1) La tradición alemana económico social y la sociología, 2) La tradición estadounidense de historia social, 3) La escuela francesa de los Annales, y 4) La historia social alemana posterior a la Segunda Guerra Mundial. Ninguno de los cuatro caminos cuestionó jamás la verdad, la realidad y la objetividad de la disciplina (obtenida siempre por medio del trabajo de fuentes), pero si se abrieron a nuevas temáticas y metodologías de investigación, abandonando por un largo periodo la historia política centrada en el Estado como eje articulador de los procesos históricos (con excepción de la primera que fue heredera del historicismo clásico). La historiografía marxista, que más bien representa una ideología política frente a la modernidad postindustrial de la sociedad occidental, es transversal a estas escuelas,
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pues encontramos adherentes a ella en casi todas, pero tiene especial afinidad con la escuela de los Annales. Podemos destacar dentro de estas escuelas a los Annales, puesto que hicieron grandes aportes a la disciplina, ofreciendo un nuevo concepto de tiempo histórico (pluralidad de tiempos que coexisten), incorporando nuevas temáticas, promoviendo el análisis desde los aportes de otras “ciencias del hombre” y enfatizando el concepto de estructura. Toda esta estructura historiográfica montada en el siglo XX se vio emplazada a revisar sus creencias y paradigma científico cuando en la década de los ’80 se comienza a establecer un “renacer la narrativa”, donde intelectuales posmodernos, principalmente lingüistas, comienzan a cuestionar el principio de verdad y objetividad del conocimiento histórico. Ni el modelo científico social ni el materialismo histórico respondían en ese entonces a la crisis en torno a la idea de progreso y desarrollo. Los nuevos tiempos exigían cada vez más a la historia acercarse a la experiencia humana, a la vida cotidiana, a las emociones de las personas, campos se subjetivación del conocimiento donde era preciso establecer una conexión discursiva o lingüística con el sujeto de estudio. Es en este contexto que surge una nueva corriente de análisis histórico, la Nueva Historia Cultural, que tensionará las creencias sobre la búsqueda de conocimiento objetivo en la historia. La incorporación de dimensiones subjetivas al análisis histórico permitirá que los posmodernistas cuestionen la distinción entre hecho y ficción, historia y poesía. Sin embargo con la Nueva Historia Cultural cambiaron los temas de estudio, más no los métodos, trasladándose de las macroestructuras y procesos hacia la experiencia existencial de la gente común. En este contexto surge la escuela de la Microhistoria, teniendo sus principales exponentes en Italia (Ginzburg y Poni), los que emigraron del estudio de los grandes centros de poder a los márgenes, transformándose en historiadores de la vida cotidiana. Sin embargo los microhistoriadores sostienen que a pesar de de la subjetividad de las emociones y experiencia humana, el método histórico debe basarse en métodos rigurosos de análisis empírico, y que el historiador trabaja con una temática real y no ficcional, mostrando los procesos por los cuales el historiador llega a sus conclusiones. Sin embargo el episodio más temido o tensionado de estos cambios en la historiografía del siglo XX estará dada por el “Giro Lingüístico”, donde intelectuales del mundo de las letras cuestionarán fuerte y sostenidamente que la escritura de la historia haga referencia
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a un pasado “real”. En este sentido Hayden White planteaba que “Las narrativas históricas son ficciones verbales cuyos contenidos son más inventados que descubiertos y cuyas formas tienen más en común con sus contrapartidas literarias que con las científicas”1. Si bien este planteamiento radical tuvo adeptos, no tuvo mayor impacto en los métodos de investigación histórica, más si en la forma en que se analiza o filtra la información de las fuentes, reconociendo que todo texto puede ser leído o interpretado de diferentes formas, porque las intenciones que expresa no carecen de ambigüedad. En este sentido la idea de Foucault de desconstruir los textos para desnudar sus elementos ideológicos son importantes para el análisis histórico.
Conclusión: Pareciera ser que Iggers, y otros historiadores, ven en el posmodernismo, la antropología cultural y la lingüística una amenaza al modelo científico social de la historia, ya que se sitúan bajo el supuesto del “Giro Lingüístico” de que “Lo real es tan imaginario como lo imaginario”2, sin embargo y desde otro enfoque, después de haber realizado mi tesis de magíster utilizando literatura como fuente de investigación para indagar sobre los imaginarios sociales de la prostitución yo señalaría que las representaciones sociales y las construcciones de lo imaginario en la historia son “tan reales como lo real”. Por otra parte no puedo dejar de notar que no se mencionan los avances de la historiografía latinoamericana, si bien el autor se plantea críticamente frente al eurocentrismo historiográfico del siglo XIX, en su texto tampoco se consideran otras regiones culturales, someramente habla sobre la India y sobre Asia. Considero que la historia desde abajo latinoamericana ha sido un gran aporte para la comprensión de los “sin historia” en los países de la región, y ha servido a su vez para una descolonización de la identidad latina, reposicionando lo originario, lo americano y lo mestizo en la reconstrucción de nuestras raíces, poniendo en evidencia la importancia en la emancipación en la producción y construcción del pasado.
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Georg. G. Iggers. “La historiografía del siglo XX. Desde la objetividad científica al desafío posmoderno”. Fondo de Cultura Económica, Chile, 2012. Pág. 194. 2 Lawrence Stone, “History and Post-Modernism”, Past and Present 131 (agosto 1991), 217-218. Citado por Iggers, ibídem. Pág. 217.