Resumen - François-Xavier Guerra (1992)
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François-Xavier Guerra (1992)
Introducción: Un proceso revolucionario único A partir de 1808 se abre en todo el mundo hispánico una época de profundas transformaciones. En España comienza la revolución liberal, en América el proceso que va a llevar a la Independencia. Fenómenos que plantean varios problemas explicativos. 1- Su relación recíproca. Estas profundas rupturas han sido estudiadas como si se trataran de dos fenómenos independientes. Pronto olvido de la estructura política que había precedido su existencia como Estados separados, la Monarquía hispánica, con sus dos pilares, el español y el americano. Los dos fenómenos aparecen continuamente imbricados imbricados en todas las fuentes. Se trata de hecho de un proceso único que comienza con la irrupción de la Modernidad en una monarquía del Antiguo Régimen, y va a desembocar desembocar en la desintegraci desintegración ón de ese conjunto político político en múltiples múltiples Estados Estados soberanos, soberanos, uno de los cuales será la España España actual. 2- El segundo problema atañe a la naturaleza de ese proceso. Para sus protagonistas y para una larga tradición historiográfica se trata de un proceso revolucionario. revolucionario. Cierto para sus protagonistas, protagonistas, el carácter revolucionario del período período tiende a difuminarse y llega a ser problemático, cuando la revolución se ve ante todo, como una radical transformación de las estructuras sociales y económicas, o como el acceso al poder de una nueva clase social. La revolución de independencia ha pasado a ser considerada por muchos autores como un fenómeno “puramente político” y por tanto de importancia relativamente secundaria con respecto a las permanencias estructurales. En España, el carácter revolucionario del proceso abierto en 1808 sigue siendo aceptado, pero muchas veces el adjetivo “liberal” viene en cierta manera a disminuir la fuerza de la palabra revolución, como indicando una revolución limitada. Pero este tipo de interpretaciones es cada vez más difícil de sostener. Reducir estas revoluciones a una serie de cambios institucionales, sociales o económicos deja de lado el rasgo más evidente de aquella época: la conciencia que tienen los actores, y que todas las fuentes reflejan, de abordar una nueva era, de estar fundando un hombre nuevo, una nueva sociedad y una nueva política. Considerar sólo las medidas concretas de reforma institucional, social o económica conduce a relativizar su novedad y también su eficacia. Lo radicalmente nuevo es la creación de una esfera pública cuando este nuevo sistema de referencias deja los círculos privados en los que hasta entonces había estado recluido, para irrumpir en plena luz. Triunfa entonces una nueva legitimidad, una nueva política con actores de una clase nueva que pueden ser llamados políticos, en tanto que se constituyen precisamente para conquistar esa nueva legitimidad. La victoria de estas mutaciones -modernidadson las que crean esa ruptura profunda de la que dejaron constancia los propios actores. Problema de la identidad de los actores. ¿Puede decirse que el nuevo sistema de referencias y las medidas concretas que él inspira, esté elaborado e impuesto por un grupo social determinado y que este grupo sea un grupo burgués? La respuesta está en gran parte dada. Cuando se examinan de cerca los medios en que progresa el nuevos sistema de referencias y los principales actores del proceso revolucionario, se encuentran ciertamente algunos burgueses, pero sobre todo nobles y patricios, clérigos, profesores y estudiantes, empleados públicos…; todo un conjunto de hombres cuyo rasgo común no es una común situación socio-económica, socio-económica, sino su pertenencia al mismo mundo cultural. Por eso se ha adoptado una óptica voluntariamente política y cultural. Política en el sentido más fuerte de la palabra, es decir el de las relaciones de alianza y oposición, de autoridad y de subordinación entre actores sociales. Pero la relación entere actores no está sólo regida por una relación mecánica de fuerza, sino también, y sobre todo, por códigos culturales de un grupo o de un conjunto de grupos sociales, en un momento dado. Toda relación social posee un contenido cultural fundamental; ¿Cómo está pensada o imaginada la sociedad? ¿Qué es lo que constituy constituyee el vínculo vínculo social? social? ¿Qué tipo de autoridad autoridad se considera considera legitima? legitima? ¿Cuáles son sus funciones? funciones? ¿Qué poderes se le atribuyen comúnmente? ¿Cuáles son los derechos y deberes recíprocos entre gobernantes y gobernados? Existe ahí un vasto campo de estudio: el del imaginario social y político, el de los valores y comportamientos. comportamientos. 3- Queda un tercer problema: la relación entre la revolución hispánica y la Revolución Francesa que sólo 20 años separan. Tema que ha sido objeto de un debate apasionado. En ambos casos, el fondo de la polémica fue el oponer lo francés, identificado con lo moderno, a lo español, identificado con lo tradicional. En España el tema llega a convertirse en polémico precisamente en la época revolucionaria, puesto que los que estaban siguiendo los pasos de la Revolución Francesa eran los mismo mismoss que estaba estaban, n, a la vez, vez, luchan luchando do contra contra su herede heredero, ro, Napol Napoleón eón Bonap Bonapart arte. e. El modelo modelo era incon inconfes fesabl ablee pues pues proporcionaba a sus adversarios un argumento muy eficaz dado el carácter nacional de la guerra. En América, el debate fue más tardío y surgió con signo contrario al español. Los liberales de la segunda mitad del siglo XIX reivindicaron su filiación con la Francia revolucionaria. revolucionaria. Se construye entonces una interpretación de la Independencia Independencia hispanoamericana que tendrá un vigor considerable. La Independencia americana es hija de la Revolución Francesa y consecuencia de la difusión en América de sus principios. Sea cual sea la posición adoptada es conceptualmente imposible el identificar una posición ideológica o un supuesto “espíritu” nacional: ni todo lo francés es moderno, ni todo lo español tradicional, ni inversamente. Pero, más allá de las cuestiones son fin de las “influencias” es posible, sin duda, intentar una comparación entre los procesos revolucionarios; no para desembocar en
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un juicio moral o en una reivindicación de primacía, primacía, sino como una exigencia de mayor inteligibilidad. inteligibilidad. La óptica comparativa puede entonces intentar explicar, dentro de una tipología general de fenómenos análogos, el por que de un caso particular. Aquí, por ejemplo: ¿Por qué el paso a la Modernidad se hizo por vías diferentes en el mundo latino y en el mundo anglosajón? ¿Y cuáles fueron sus consecuencias? No hay que dejar de lado la perspectiva global, pues, ni lo económico-social, ni lo local, explican de manera satisfactoria la característica esencial de las independencias: es decir su simultaneidad y la semejanza de los procesos, a pesar de lo diversas que son las economías y las sociedades americanas. Lo que todas las regiones de América tienen entonces en común es su pertenencia a un mismo conjunto político y cultural. Es por tanto en el campo de lo político y de lo cultural donde habrá que buscar buscar las causalidades causalidades primeras. primeras. De ahí también viene, la importanci importanciaa fundament fundamental al que hay que dar a la cronología, cronología, insoslayable en toda la historia política y muy particularmente en las épocas revolucionarias. Las rupturas exigen el “tiempo corto”. En estos períodos, triunfa el acontecimiento singular que, por su carácter único, modifica de modo irreversible las situaciones políticas. [François-Xavier [François-Xavier Guerra, “Introducción. “Introducción. Un proceso revolucionario único”, en Modernidad Modernidad e independencias. independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, hispánicas, Editorial Mapfre, Madrid, 1992, pp. 11-18]
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