Resumen del dialogo de Fedón

October 8, 2020 | Author: Anonymous | Category: N/A
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RESUMEN DEL DIÁLOGO FEDÓN Equécrates y Fedón se encuentran en Fliunte, pequeña ciudad del Peloponeso, al suroeste de Corinto. Equécrates pregunta a Fedón si conoce las circunstancias de la muerte de Sócrates y éste le responde que estuvo presente en el momento de su ejecución y que puede hacerle un relato detallado. Así se inicia el diálogo. De entrada Fedón le advierte que no sintió compasión por Sócrates sino que le pareció en todo momento un hombre afortunado. Equécrates pregunta quiénes estuvieron presentes en la muerte de Sócrates. Fedón responde que "Apolodoro, y Critobulo y su padre, y además Hermógenes, Epígenes, Esquines y Antístenes. También estaba Ctesipo el de Peania, y Menéxeno y algunos más de sus paisanos. Platón estaba enfermo, creo" Es curioso observar cómo Platón se cita a sí mismo. Entre los ausentes se halla Cleómbroto que tras leer el Fedón se suicidó convencido de los argumentos de Platón en favor de la inmortalidad del alma. Antes de comenzar su discurso Sócrates, incómodo por los lloros de Jantipa, su esposa, dice a Critón que busque a alguien que se la lleve a casa. Sócrates, tras desprenderse de los grilletes, reflexiona sobre la necesidad con que se suceden los contrarios: primero el dolor de los miembros agarrotados por donde vuelve circular la sangre y luego el placer del miembro restablecido. Cebes le pregunta por qué se ha dedicado a componer fábulas y Sócrates se justifica refiriéndose a un sueño que ha tenido donde se le incita a purificarse componiendo música. En principio, se conformó con saber que cultivando la filosofía, cultivaba la más alta música pero, dado el ocio de que disponía por el retraso de la ejecución, decidió componer auténticos poemas. Y como se sabe inexperto en mitos decide versificar las fábulas de Esopo. Eveno, poeta conocido de Cebes que temía la competencia de Sócrates, quería que Cebes le informase del por qué de esa vocación poética de Sócrates. Sócrates, como hemos visto, explica sus motivos y pide a Cebes que le diga a Eveno que le siga lo antes posible, aunque sin quitarse la vida, porque eso no está permitido. Cebes y Simmias dudan de que Eveno vaya a hacer caso a Sócrates así que Sócrates pregunta si Eveno es filósofo y, si lo es, dice que está seguro de que preferirá la muerte a la vida. Simmias y Cebes le preguntan la razón de ese querencia de la muerte en el filósofo. Aquí comienza Sócrates un discurso acerca de la actitud del verdadero filósofo ante la muerte que incluye la exposición de los motivos que tenemos para la confianza en la inmortalidad del alma. Este discurso, explica Sócrates, será como una segunda apología pero no ante los jueces sino ante los amigos. Continúa argumentando Sócrates que el filósofo se caracteriza principalmente por apartarse del cuerpo en vida y dirigir su atención hacia "lo que es". Actuando así los filósofos se caracterizan por su valentía, al no temer morir, y templanza, al apartarse de los placeres del cuerpo, de modo que cuando llegan al Hades están preparados para habitar entre los mejores. Del mismo modo que lo caliente surge de lo frío y lo rápido de lo lento, así la vida ha de tener su origen en la muerte (argumento de los contrarios), pues de lo contrario el universo entero se estancaría. Sócrates se pregunta cómo podemos decir de dos cosas que son iguales si la percepción de un individuo de que dos maderos son iguales puede diferir de la opinión de otro. A pesar de que en el mundo sensible el concepto de igual se de de manera imperfecta somos capaces de imaginar lo igual en sí mismo. ¿De dónde hemos sacado ese conocimiento? Tenemos que haberlo recordado a partir de las imperfectas imitaciones sensibles de lo igual, y para haberlo recordado eso significa que nuestra alma ha presenciado lo que verdaderamente es antes de unirse a nuestro cuerpo. Este argumento (argumento de la reminiscencia) puede afectar no sólo a los conceptos matemáticos como igual, mayor, menor sino también a la belleza, la justicia... Cebes objeta a Sócrates que si bien está claro que el alma existe previamente al nacimiento cómo sabemos que perdurará tras la muerte. Sócrates, irónico, se compadece se su miedo. Para aliviar el miedo de Simmias y Cebes, Sócrates elabora otra prueba basada en la afinidad del alma con las Ideas. El punto de partida es la existencia de dos mundos, uno visible y cambiante y otro inteligible e inmutable. El primero lo conocemos oscuramente mediante los sentidos. Sócrates concluye que mientras que el cuerpo humano pertenece al mundo visible y está condenado a descomponerse el alma es semejante en todo a lo inteligible y, por tanto,

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habrá de perdurar. Si en Egipto consiguen que tras la muerte el cuerpo se conserve durante años, qué duración no obtendrá el alma para marchar al Hades y vivir con los mejores. Sin embargo, no todas las almas hacen el tránsito de igual modo. Las almas que hayan cultivado la filosofía y, por tanto, se hayan ido separando en vida del cuerpo para volverse hacia lo que es, se separarán sin dificultad, mientras que aquellas que vivieron siempre apegadas a las pasiones terrenales permanecerán vagando por los cementerios como "malos espíritus" Llegará el momento en que hayan de unirse de nuevo a un cuerpo. En ese momento las glotonas y lujuriosas se encarnarán en asnos, las propias de tiranos en lobos o halcones, las que hayan practicado la virtud política en abejas o avispas. A la estirpe de los dioses sólo tendrán acceso los amantes del saber pues ellos se han apartado del cuerpo y han reconocido "el más grande y extremo de los males" Simmias y Cebes dudan de hacer objeciones a los razonamientos de Sócrates dado lo delicado de la situación. Pero Sócrates los anima argumentando que si no es capaz de convencerlos a ellos que son amigos no podrá convencer a nadie. Además, dice que están colocando su talante adivinatorio por debajo del de los cisnes. Estos, que son de Apolo, entonan sus más bellos cantos al morir pues saben las venturas que van a disfrutar. Pues lo mismo, dice Sócrates, ocurre con él. Así que Simmias plantea su objeción: Según la medicina de la época el alma es como la armonía que emana de una lira, el cuerpo. Una vez que desaparece la lira desaparece también la armonía y, por tanto, el alma. La objeción de Cebes consiste en que, aun admitiendo que el alma es previa al nacimiento y que puede sobrevivir a la muerte, es posible que tras un número de nacimientos se extinga para siempre. ¿Cómo demostrar que el alma, además de sobrevivir a la muerte, es indestructible? Sócrates advierte que no es correcto desconfiar de la razón, volvernos misólogos, porque haya fallado un razonamiento. A veces ocurre que personas con poca pericia en asuntos humanos confían a la primera en otras para darse cuenta luego del error. Lo mismo ocurre con los argumentos filosóficos. Algunos, sin la debida formación, dan por válidos argumentos que luego se tornan falsos, lo cual provoca una desconfianza general en la razón. Pero esta desconfianza no se debe a las posibilidades de la razón sino a la falta de preparación de aquellos. En primer lugar, Sócrates obliga a Simmias a elegir entre el argumento de la reminiscencia y, por tanto, la preexistencia del alma respecto al cuerpo, o la idea del alma como armonía, cuyo origen es el equilibrio de los "humores" corporales. En pocas palabras Sócrates obliga a Simmias, de un modo algo violento, a elegir entre la teoría de las ideas y el materialismo. A Sócrates le preocupa la objeción de Cebes pues le obliga a tratar en profundidad el tema de las causas de la generación y corrupción de las cosas, es decir, temas de "física". Para refutar a Cebes Sócrates le propone relatarle su experiencia personal respecto a la "investigación de la naturaleza", el conocimiento de las causas de las cosas. Sócrates se mostró esperanzado cuando oyó hablar del Nous que Anaxágoras había propuesto como causa última de los seres, "la mente lo que lo ordena todo y es la causa de todo". Sin embargo, quedó decepcionado al leer el libro de Anaxágoras pues este se centra principalmente en la "causa eficiente" dejando de lado otras como la "causa final". Es decir, Anaxágoras explica las causas del "caminar" recurriendo a la acción de músculos y tendones mientras que Sócrates clama que eso no explica en el fondo nada pues es su convicción de respetar las leyes la que le obliga a permanecer en prisión y no sus músculos y tendones. Si extrapolamos este ejemplo al terreno cosmológico, Sócrates ve absurdo investigar las causas del universo recurriendo a torbellinos y despreciando la idea del Bien. Tras esta decepción Sócrates decide emprender una "segunda navegación" que consiste prácticamente en la elaboración de un nuevo método filosófico. En primer lugar, el método requiere el abandono de los sentidos como instrumento del conocimiento pues dañan la inteligencia como les ocurre a los ojos de "los que observan el sol durante un eclipse". En segundo lugar, el método busca como apoyo firme las ideas, "lo que es en sí mismo": "lo bello en sí, y lo bueno y lo grande, y todo lo demás de esa clase". A continuación, Sócrates expone los fundamentos de la teoría de las ideas: algo es bello, pequeño o grande porque participa de las ideas correspondientes.

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Aplicado a las matemáticas diríamos que algo es uno o dos no por adición o división sino por participar de la Unidad o la Dualidad. Además, no cabe la confusión de que una Idea albergue en sí misma términos contrarios. Por ejemplo, no es posible que la Idea de Grandeza incluya también la de Pequeñez, pues los "contrarios en sí" se excluyen. Una vez aclarada la cuestión de cómo los contrarios en sí se excluyen mutuamente Platón construye la última prueba de la inmortalidad del alma. Del mismo modo que la nieve o el tres no pueden seguir siendo lo que son si admiten lo caliente o lo par, Sócrates afirma que el alma no puede admitir la muerte. Dado que el alma es inmortal tenemos que prestarle suma atención durante este tiempo que llamamos vivir pues el peligro de despreocuparnos de ella es tremendo. Mucha suerte tendrían los malos si el alma fuese mortal, pues no tendrían que pagar por sus injusticias. Una vez llega la muerte el alma viaja al más allá. En su viaje necesita guías pues el camino a través del Hades es arduo y difícil. Las almas de los criminales no hallarán quien las acompañe mientras que las que han vivido "pura y moderadamente" harán su camino fácilmente y bien acompañadas. La Tierra esférica se sostiene en el centro del Universo. Nosotros habitamos en una de sus grutas o cavernas. Lo que llamamos cielo es lo mismo que para los peces el mar. El verdadero cielo está más allá de nuestras posibilidades y está formado por el maravilloso éter. Esta Tierra, contemplada desde el cielo, es como una "pelota con doce franjas de cuero" y coloreada: púrpura, dorado, blanca. Nada hay en ella corrupto o que pueda corromperse y las piedras preciosas están por doquier. Otros seres la habitan, aventajándonos en todo. La Tierra está atravesada por simas muy profundas. La más profunda es conocida como el Tártaro desde Homero. Hacia allí confluyen todos los ríos y desde él parten. Cuatro son las corrientes principales: Océano, Aqueronte (que lleva a la laguna Aquerusíade donde permanecen las almas de los difuntos, más o menos tiempo, antes de volver al mundo de los vivos), Piriflegetonte (un río de fuego que desemboca en la parte más profunda del Tártaro) y el río Cocito, el río del lamento. Quienes hayan vivido moderadamente permanecerán algún tiempo en el Aqueronte purificándose. Los criminales irremediables serán arrojados al Tártaro de donde nunca saldrán. Los que hayan cometido pecados grandes pero todavía puedan recuperarse caerán al Tártaro de donde saldrán arrastrados por el Cocito, si fueron criminales, y por Piriflegetonte si maltrataron al padre o la madre. Cuando estos ríos llegan a la laguna Aquerusíade las almas gritan para que aquellos a quienes ofendieron y que están en la orilla los rescaten. Si no los rescatan vuelven al Tártaro. Los que se han dedicado a la Filosofía tienen el destino más feliz. Sócrates decide bañarse antes de tomar el veneno para que luego las mujeres no tengan que lavar el cadáver. Critón le pregunta si tiene algún encargo para ellos. Sócrates les pide que perseveren en la filosofía. Critón le pregunta qué como quiere que le entierren, entero o sólo las cenizas. Sócrates protesta de que Critón le salga con esas después de llevar un buen rato hablando de la inmortalidad y pide a los demás que lo convenzan de que se dirige a un destino feliz. Tras lavarse y despedir a sus hijos y las mujeres de su familia vuelve a sentarse entre ellos. El encargado del veneno llega con la cicuta y alaba a Sócrates como el "hombre más noble, más amable y mejor" de los que habían pasado por allí. Sócrates decide a tomar el veneno y Critón le pide que lo retrase pero Sócrates insiste en que de nada sirve apegarse al vivir cuando lo que está por venir es mejor. Tras una libación a los dioses toma la copa y todos rompen a llorar. Sócrates se queja: "Ciertamente por ese motivo despedí a las mujeres, para que no desentonaran." Antes de morir Sócrates pronuncia la enigmática frase: "Critón, le debemos un gallo a Asclepio. Así que págaselo y no lo descuides".

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