Resumen 1º Parcial Practico

February 1, 2018 | Author: mai_lopezz | Category: Karl Marx, Science, Sociology, Latin America, Knowledge
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Identidad, estado y sociedad • Juan Estévez •

1º parcial Práctico 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13

Taquigrafiando lo social Renato Ortiz Pensar la historia Jacques Legoff Ideología y teoría sociológica Irving M. Zeitlin Genealogía del racismo Michel Foucault La vida de los hombres infames Michel Foucault ¿Por qué recordar? Varios autores ¿Desde qué “nosotros” pensar la modernidad? Alcira Argumedo Varios textos Manuel Ugarte Varios textos José Carlos Mariátegui Las otras ideas en América Latina Alcira Argumedo Palabras Varios autores Inteligencia y barbarie Rodolfo Kusch Facundo Domingo Faustino Sarmiento

Teórico 14 15 * * * 16 17 * 18 19 20

Estrategias represivas de la dictadura militar Mignone y McDonel Carta abierta Rodolfo Walsh ¿Por qué recordar? Varios autores Pensar la historia Jacques Legoff ¿Desde qué “nosotros” pensar la modernidad? Alcira Argumedo Microfísica del poder (capítulos 1 y 2) Michel Foucault Civilización y barbarie Esvampa Inteligencia y barbarie Rodolfo Kusch El modelo agroexportador de la generación del 80 Cárdenas Modelos de acumulación en Argentina 1945-1983 Susana Torrado Las primeras transformaciones del mundo obrero Esvampa

* también está incluído dentro de los textos para el práctico.

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Taquigrafiando lo social Renato Ortiz

Las ciencias sociales viven de los conceptos

vilegia la fijeza en detrimento del riesgo.

Los pasos iniciales de toda práctica sociológica se basan en la investigación empírica y bibliográfica, empleo de las fuentes primarias, lecturas, notas, selección del material que será utilizado, elaboración de los conceptos y la escritura.

La antropología clásica se inició con el estudio de los pueblos indígenas, pero, como pertenecían a una cultura iletrada, difícilmente podrían ser considerados interlocutores serios y legítimos. El panorama cambió con las guerras de descolonización, la alfabetización de los líderes indígenas, la escritura y el surgimiento de los movimientos políticos.

Los procedimientos metodológicos pueden variar: testimonios, documentos, textos periodísticos, entrevistas, otros libros, fotografías, imágenes, datos estadísticos. Los números son técnicas en la construcción del objeto sociológico. El oficio intelectual puede ser comparado con un tipo específico de quehacer doméstico: la costura. Coser requiere habilidad y cierto conocimiento. Y es sólo con la práctica como se llega a confeccionar satisfactoriamente una prenda, una toalla, un adorno. La expresión “hilvanar las ideas” revela algo inherente al trabajo intelectual. Se dice que un texto está “deshilvanado” de la misma manera en que se sugiere que una prenda está mal ajustada, inacabada. Weber decía que incluso los grandes institutos científicos tendían a funcionar como empresas capitalistas, alienando al trabajador de los medios de producción. Autores como Lazarfeld soñaban con institutos de investigación en los cuales existiría una gran división del trabajo, una organización jerárquica, racional y eficaz, una estandarización de los conceptos y de las técnicas. Todo pensamiento opera con conceptos, incluso el lenguaje más simple del día a día. Lo que diferencia a las ciencias sociales es que ellas deben liberarse de las nociones del sentido común, deben depurarlas para transformarlas en abstracciones más complejas. La ruptura con el sentido común es fundamental para el razonamiento científico. Las ciencias sociales no viven sólo de abstracciones. Los conceptos y las teorías, por más abstractos que sean deben encarnarse en instituciones. Durante el sigo XX, las ciencias sociales se desarrollaron y se expandieron de forma excepcional. Su movimiento de autonomización se fue generalizando y abarcó los continentes y países más diversos. A comienzo del siglo XXI, las ciencias sociales se encuentran en una posición bastante diferente. Ya no se trata de separarse de otros saberes, de delimitar un territorio, sino que es la misma lógica de algunos saberes. El texto sociológico se torna muchas veces periodístico, o una mera descripción administrativa. Pierde así en comprensión, en densidad analítica. Ruptura con el sentido común Hubo un intenso proceso de fragmentación. Las especialidades –sociología, antropología, ciencias políticas- se han multiplicado en pedazos desconectados. Se estimulan las redes de investigación, los intercambios académicos, y se olvida a menudo el contenido que debería ser tratado. El tema de la investigación es propuesto desde afuera, esto es, desde las instituciones financiadoras. La hiperespecialización acaba por contradecir los propósitos anteriores. Sucede como si la parte sustituyese al todo. La dificultad para innovar es el resultado de una estructura que pri-

Antropólogos y sociólogos se hallan ante un problema análogo: cómo distanciarse de lo inmediatamente dado, de la experiencia comprendida y percibida por las personas. Por eso, las ciencias sociales son una tentativa permanente de distanciamiento de la realidad inmediata. Para “comprender la realidad” es necesario alejarse de ella. Éste es el sustrato al que Durkheim llamaba hecho social. Si los hombres hacen la historia pero no tienen conciencia de ello, como decía Marx, es porque las explicaciones dadas por los actores sociales son insuficientes para comprender los acontecimientos. Esto es lo que diferencia a las ciencias sociales del discurso político, religioso o mediático. Ellas consideran a lo inmediatamente dado como algo sospechoso y no como la prueba de lo que “realmente pasó”. La historicidad de los conceptos Las ciencias sociales son históricas. Esto significa la restricción a cualquier pretensión de universalidad total de la explicación. Como el objeto sociológico se encuentra históricamente delimitado, las categorías de interpretación de lo real no pueden constituirse en leyes genéricas cuya validez sería atemporal. La interpretación se encuentra así sujeta a las realidades concretas. La historia de las ideas es simultáneamente historia conceptual y de los contextos en los cuales se producen las categorías analíticas. El objeto sociológico, al ser histórico, significa además que se transforma en el curso de los procesos sociales. La imaginación sociológica consiste en percibir los cambios y forjar instrumentos conceptuales capaces de analizarlos. El trabajo intelectual se nutre de una situación ambivalente: el rigor y el control científico y una vinculación visceral con las cosas del mundo.

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Pensar la historia Jacques Le Goff

Te lo debo.

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Ideología y teoría sociológica Irving M. Zeitling

El Iluminismo: sus fundamentos filosóficos Los hombres del Iluminismo adherían firmemente a la convicción de que la mente puede aprehender el universo y subordinarlo a las necesidades humanas. La razón se convirtió en el dios de estos filósofos, quienes se inspiraron principalmente en los avances científicos de los siglos precedentes. Tales avances los llevaron a una nueva concepción del universo basada en la aplicabilidad universal de las leyes naturales. Utilizando los conceptos y las técnicas de las ciencias físicas, emprendieron la tarea de crear un mundo nuevo basado en la razón y la observación. Esta última fue el objetivo fundamental de los intelectuales de dicha época. Por ello, estos pensadores hicieron una guerra constante a lo irracional, y la crítica se convirtió en su arma más importante. El pensamiento del Iluminismo tiene tanto un aspecto negativo y crítico como un aspecto positivo. Lo que da una cualidad nueva y original no es tanto la peculiaridad de sus doctrinas, axiomas y teoremas, sino el proceso de criticar, dudar y demoler, así como el de construir. Con el tiempo, esta unidad de tendencias negativas y positivas se quebró, y después de la Revolución Francesa ambas se manifiestan como principios filosóficos separados y antagónicos. La razón y la ciencia permitían al hombre alcanzar grados cada vez mayores de libertad y, por ende, un creciente nivel de perfección. El método científico llegó a ser una herramienta indispensable para el estudio de todos los fenómenos.. Los pensadores del siglo XVIII conocían dos tendencias filosóficas e intelectuales del siglo anterior que habían permanecido relativamente aisladas una de otra y que, por ende, no se habían influido recíprocamente de manera significativa: la filosofía racionalista (con Descartes) por una parte, y la filosofía empirista (con Galileo) por la otra. Al estudiar la naturaleza se puede conocer no solo que es, sino también lo que es posible. Estos pensadores eran negativos en cuanto mantenían siempre una actitud crítica frente al orden existente, el cual, según opinaban, ahogaba las potencialidades del hombre y no permitía que lo posible emergiera del “es”. Estudiaban científicamente el orden fáctico existente para aprender a trascenderlo.

Montesquieu (1689-1755) Fue el primer pensador de los tiempos modernos que intentó construir una filosofía de la sociedad y de la historia. Vico decía que la naturaleza de las cosas no consiste más que en el hecho de que ellas surgen en ciertas épocas y de ciertas maneras. Siempre que se hallan presentes las mismas circunstancias, ocurren los mismos fenómenos y no otros.

Auguste Comte (1798-1857) El término “positivo”, tal como Comte lo empleó en su filosofía positiva, era explícitamente polémico y pretendía ser un arma ideológica capaz de combatir el legado filosófico del Iluminismo y la Re-

volución. Debían desacreditarse y repudiarse los principios críticos y destructivos de la filosofía negativa, para poder reemplazarlos por los principios afirmativos y constructivos de la filosofía positiva. Comte veía un deplorable estado de anarquía en su tiempo, y juzgaba que su física social, al abordar directamente las necesidades y dolencias principales de la sociedad, contribuiría a poner orden al caos. El orden y el progreso, que los antiguos consideraban irreconciliables, deben unirse de una vez por todas. Para Comte, la gran desgracia de su época era que se consideraban contradictorios los dos principios y que estuvieran representados por partidos políticos opuestos. El partido que él llamaba retrógrado estaba por el orden, mientras que el partido anárquico estaba por el progreso. Las clases sociales existentes tendían a polarizarse y a apoyar a uno y otro. El resultado era el conflicto de clases, el desorden y la anarquía. La ciencia y la industria fueron las causas principales de la declinación del orden teológico-feudal. Los principios de los metafísicos (pensadores del iluminismo) eran esencialmente críticos y revolucionarios. Contribuyeron al progreso, pero sólo en un sentido negativo. La etapa metafísica fue necesaria porque resquebrajó el viejo sistema y preparó el camino para la etapa siguiente, la positiva, que pondría fin al período revolucionario mediante la formación de un orden social capaz de unificar los principios de orden y progreso. La crisis social se mantendrá mientras las dos doctrinas antagónicas, la teológica y la metafísica, prevalezcan. No es posible ningún orden hasta tanto ambas no sean superadas por la etapa positiva, que será más orgánica que la teológica y más progresista que la metafísica. El advenimiento de la filosofía positiva Comte elaboró su doctrina positiva con un propósito en la mente: evitar la revolución y lograr que la multitud se resignara a las condiciones del orden existente. El espíritu positivo tiende a consolidar el orden mediante la elaboración racional de una sabia resignación ante los males políticos incurables. La prolongada y difícil preparación preliminar debe disgustar y desanimar a las mentes vulgares y mal preparadas, y subyugar a las más rebeldes. El método positivo y su aplicación a los fenómenos sociales El orden y el progreso son los aspectos estático y dinámico de una sociedad. El orden se refiere a la armonía que prevalece entre las diversas condiciones de la existencia, mientras que el progreso apunta al desarrollo ordenado de la sociedad, de acuerdo con leyes sociales naturales. La mejora acompaña al desarrollo, pero no es ilimitada. Se abandona así la noción de perfectibilidad ilimitada. La tendencia a mejorar es espontánea y, por ende, no exige ninguna acción política especial dirigida hacia el cambio. Ella es superflua, porque cada etapa es todo lo perfecta que puede ser. Hay desarrollos que, aunque naturales, pueden amenazar la existencia misma de la sociedad, en particular su consenso y su solidari-

dad. Bajo este aspecto considera Comte la división del trabajo, que se estaba haciendo cada vez más compleja. Parece ser un proceso inexorable, el principio mismo del desarrollo social; pero paralelamente, a su extensión parece ir descomponiendo y fragmentando la sociedad. En el esquema de Comte la sociedad lo es todo y el individuo nada.

El manantial marxista Si con Comte se produce un renunciamiento completo al legado del Iluminismo (y la Revolución Francesa), con Marx se vuelve a una vehemente refirmación de ese legado. Marx restablece y emplea hábilmente las mismas premisas filosóficas que Comte detestaba con tanta intensidad. La primera de esas premisas era la de perfectibilidad del hombre. Marx sustentaba un concepto del “hombre natural”, del ser humano individual, de sus necesidades y de su potencialidad para el desarrollo. El hombre, creía Marx, es infinitamente perfectible. Las facultades esenciales del hombre tienen una capacidad ilimitada de desarrollo. Si el hombre es ahora nada más que una bestia de trabajo, no es necesario que permanezca en esta situación; puede alcanzar las formas más altas de la creatividad, el pensamiento y la acción. Marx contemplaba la deshumanización del hombre como una consecuencia de la alienación; proceso que comienza con la separación de los hombres con respecto a sus medios de producción y subsistencia. Las dos partes (el capitalista y el trabajador) entran así en una relación esencialmente instrumental basada en intereses antagónicos y condiciones de vida fundamentalmente diferentes. Para Hegel, al igual que Marx, la forma en que una cosa se manifiesta directamente no constituye aún su forma verdadera. Lo que se ve en primera instancia es una condición negativa, no las potencialidades reales de la cosa. El ideal de Marx era invertir la relación prevaleciente entre el ser social y la conciencia social. En efecto, lo que él quería decir cuando hablaba de abandonar el dominio de la “necesidad” para entrar en el de la “libertad” era que los hombres podían entonces comenzar a determinar de una manera consciente su propio destino. Marx no consideraba al socialismo y/o comunismo como fines en sí mismos. La abolición de la propiedad privada y la socialización de los medios de producción son los primeros pasos en la abolición del trabajo alienado. Las necesidades y la libertad del individuo tienen una importancia básica en su ideal; condena por ello a toda sociedad que imponga una división del trabajo sin considerar la necesidad de bienestar y de máxima realización de todos y cada uno de los individuos. Una clase posee los medios de producción, mientras que la otra no los posee; esta es la base de las diversas dormas de conflicto entre ellas. Marx considera al sistema capitalista en su totalidad como basado en principios y tendencias antagónicos: existen contradicciones entre el carácter social de la producción uy la institución de la propiedad privada, o entre el crecimiento de las fuerzas productivas y las relaciones de producción existentes; entre la producción para el uso y la producción para el beneficio; entre la producción y el consumo. De la filosofía social a la teoría social Marx elaboró su propia teoría de la relación entre la existencia social y la conciencia social (la llamada concepción materialista de la

historia) en oposición directa a la concepción idealista que sustentaba Hegel de dicha relación. La teoría general El hombre vive y actúa en dos mundos simultáneamente: el artificial y el natural. Para Marx, el proceso de trabajo no es solo natural sino también social; los hombres no producen aislados unos de los otros, sino interactuando y cooperando entre sí. La naturaleza de los individuos depende de las condiciones materiales que determinan su producción. El modo de producción es el concepto general que empleó Marx para abarcar el complejo proceso por el cual los hombres interactúan simultáneamente con la naturaleza y entre sí. Hay una relación dialéctica entre los dos tipos de condiciones: la interacción de los hombres con la naturaleza determina el carácter de sus relaciones sociales, mientras que el carácter de sus relaciones sociales determina su modo de interacción con la naturaleza. En la producción social que llevan a cabo, los hombres entran en relaciones definidas, que son necesarias e independientes de su voluntad; estas relaciones de producción (los hombres trabajan con otros hombres, pero también para otros hombres) corresponden a una etapa determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas (actividades productivas de los individuos reales en sus relaciones de cooperación). La suma total de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, el fundamento real sobre el cual se elevan las superestructuras jurídicas y políticas y al cual corresponden formas definidas de conciencia social. Las relaciones de propiedad (o producción) pueden promover o trabar el crecimiento de las fuerzas productivas. La división del trabajo era para Marx una condición negativa, pues ni bien aumentaba la fuerza productiva de los hombres, también los aprisionaba en estrechas esferas de actividad de las que no podían escapar sin perder sus medios de vida. La sociología marxista del trabajo alienado La primera fase del desarrollo de las fuerzas productivas en el modo capitalista de producción es la cooperación simple; un número mayor de operarios que trabajan juntos, al mismo tiempo y en el mismo lugar, para producir el mismo tipo de mercancía bajo las órdenes de un capitalista. La fase siguiente se basó en una división del trabajo más compleja. La manufactura; división del trabajo entre muchos obreros, cada uno de los cuales tiene su operación especializada. Todo su cuerpo se convierte en una herramienta automática y especializada para esa operación. Este proceso tiene como consecuencia la alienación del obrero de sus facultades creadoras humanas. En contraste con la manufactura, donde el proceso productivo se adaptaba a las habilidades del obrero, el sistema mecánico obligó al obrero a adaptarse a la máquina. Desaparece el principio subjetivo y se examina objetivamente todo el proceso. Se divide la producción en una sucesión de fases y se resuelve cada una de estas fases por medio de máquinas.

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Genealogía del racismo Michel Foucault

Los saberes En este período se puede notar dos fenómenos bastante interesantes: Por una parte, lo que hemos vivido fue un período caracterizado por la eficacia de las ofensivas dispersas y discontinuas; desde hace diez o quince años lo que emerge es la proliferante criticabilidad de las cosas, de las instituciones, de las prácticas, de los discursos. Este carácter esencialmente local de la crítica indica algo que sería una especie de producción teórica autónoma, no centralizada, es decir, que no necesita para afirmar su validez del beneplácito de un sistema de normas comunes. Por otra parte, la crítica local se efectuó a través de retornos del saber, es decir, que en los años recientes se encontró a menudo, al menos a nivel superficial, toda una temática de este tipo: no más el saber sino la vida, no más conocimientos sino lo real, no más libros sino dinero. Estamos en presencia de una insurrección de los saberes sujetos, entendidos en primer lugar como estos bloques de saber históricos que estaban presentes y enmascarados dentro de conjuntos funcionales y sistemáticos, y que la crítica ha podido hacer reaparecer a través del instrumento de la erudición; y en segundo lugar, entiendo toda una serie de saberes que habían sido descalificados como no competentes o insuficientemente elaborados. La genealogía Se podría llamar genealogía al redescubrimiento meticuloso de las luchas y memoria bruta de los enfrentamientos, al acoplamiento de los conocimientos eruditos y de las memorias locales: el acoplamiento que permite la constitución de un saber histórico de las luchas y la utilización de este saber en las tácticas actuales. Las genealogías son anti-ciencias. Se trata de la insurrección de los saberes. Y no tanto contra los contenidos, los métodos y los conceptos de una ciencia, sino contra los efectos de poder centralizadores dados a las instituciones y al funcionamiento de un discurso científico toma cuerpo en una universidad o , de modo más general, en un aparato pedagógico, en una institución teórico-comercial como el psicoanálisis, o en un aparato político con todas sus implicaciones como en el caso del marxismo: la genealogía debe conducir la lucha justamente contra los efectos de poder de un discurso considerado científico. La genealogía sería entonces una especie de tentativa de liberar de la sujeción a los saberes históricos, es decir, hacerlos capaces de oposición y de lucha contra la coerción de un discurso teórico, unitario, formal y científico. El poder Hay algo que se podría llamar la funcionalidad económica del poder en la medida en que el poder tendría el rol de mantener al mismo tiempo las relaciones de producción y al dominación de clase que el desarrollo y la modalidad específicos de la apropiación de las fuerzas productivas ha hecho posible. El poder no se da, no se intercambia ni se retoma, sino que se ejerce y sólo existe en el acto. El poder es esencialmente el que reprime;

reprime por naturaleza, a los instintos, a una clase, a individuos. Hay una primera hipótesis según la cual la mecánica del poder es esencialmente represiva, y una segunda hipótesis que consiste en decir que el poder es guerra, la guerra continuada con otros medios. Esta hipótesis invierte así la afirmación de Clausewitz. Esto quiere decir tres cosas: En primer lugar: que las relaciones de poder que funcionan en una sociedad como la nuestra se injertan esencialmente en una relación de fuerzas establecida en un determinado momento de la guerra. El poder político, en esta hipótesis, tiene de hecho el rol de inscribir perpetuamente la relacón de fuerzas en las instituciones. En segundo lugar: dentro de la paz civil, o sea en un sistema olítico, las luchas políticas deberían ser interpretadas sólo como la continuación de la guerra y de este modo no se escribiría otra cosa que la historia de la guerra. En tercer lugar: la decisión definitiva sólo puede venir de la guerra, es decir de una prueba de fuerzas en la cual, finalmente, sólo las armas deberán ser los jueces. Sólo la última batalla suspenderá el ejercicio del poder como guerra continua. El esquema de lucha-represión fue llevado a considerar porque en toda una serie de puntos está aun insuficientemente elaborado y porque las mismas nociones de represión y de guerra deben ser considerablemente modificadas. La necesidad de considerar mejor la represión nace de laimpresión de que esta noción, tan corrientemente usada hoy para caracterizar los mecanismos y los efectos del poder, es totalmente insuficiente para su análisis.

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La vida de los hombres infames Michel Foucault

Te lo debo.

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¿Por qué recordar? Varios autores

Transmisión de la memoria Transmisión espontánea: es lo que se conoce como tradición oral, y está referida a una memoria esencialmente privada (recuerdos personales o familiares de carácter fundamentalmente anecdóticos, de episodios que dejan un recuerdo perdurable, el recuerdo de acontecimientos de la historia común). Desde la perspectiva de la historia, esta forma de transmisión y su contenido adolecen de dos debilidades: la primera es su carácter inevitablemente fragmentario, y la segunda el silencio de los testigos. A su vez, la transmisión tropieza con el obstáculo de la incomunicabilidad (cuando lo vivido no encuentra la expresión justa en las limitaciones del lenguaje). Asimismo, las sociedades han creado instituciones cuya finalidad es garantizar la transmisión de la memoria: Archivo: tienen por objeto su conservación. Investigación: para el establecimiento de hechos. Educación: cuyo fin es la transmisión de la memoria. Esta forma de transmisión tampoco está exenta de vicios: es incompleta y generadora de injusticias (en general favorece a los vencedores y se ensaña con los vencidos; olvida retazos completos de la historia, en la medida que ignora a ciertos grupos como el de los pobres y de las mujeres). Medios de comunicación masiva: es el modo de transmisión más potente y eficaz de todos, son verdaderos intermediarios entre la memoria erudita y el conocimiento vulgar, al igual que entre las distintas generaciones. Difunde toda clase de errores o de aproximaciones que exasperan a quienes se dedican profesionalmente al establecimiento de la verdad.

Tipos de olvido Nivel profundo: tiene su asiento la oposición entre un olvido pasivo (aquel en el que todos pensamos: es el olvido inexorable, la desaparición de todas las huella) y otro activo (la superabundancia de lo memorable en relación con nuestra capacidad de rememorar).

vivir permanentemente en un estado de cólera contra una parte de ella misma, por ello es preciso salir de la parálisis provocada por el exceso de memoria)

La memoria en la política La memoria es inherente a la existencia de toda colectividad histórica, ya se trate de una nación o de un grupo particular. En una época de naciones y nacionalismos triunfantes, el relato de los acontecimientos del pasado, establecidos científicamente, tenía por función afirmar la identidad colectiva y alentar a los contemporáneos a prolongar la herencia del pasado y a continuar la acción común. Cuando se invoca o impone el deber de memoria con excesiva frecuencia, puede tener efectos perversos; sobre las colectividades históricas pesa también un deber de olvido. La politización de la memoria colectiva es inevitable, pero tal reconocimiento no anula su dimensión moral. Los debates colectivos sobre el pasado ayudan a construir una democracia, que debería ser capaz de reconocer sus errores, sus faltas o sus crímenes. También la política tiene una dimensión moral. Es necesario asumir su pasado para fundar una verdadera democracia.

Memoria y futuro La mecánica individual que nos impide olvidar no existe tratándose de colectividades. La memoria colectiva ha sido delegada en especialistas, en los historiadores, en los archiveros, en los periodistas, que pueden elegir entre el silencio, la reticencia, la censura. No siempre es la razón la que hace que las colectividades olviden. El olvido metafórico no se trata de la supresión de algo que ellas ya sabían, sino de una ausencia de saber. Este bloqueo de la memoria colectiva parece afectar cada vez más a las nuevas generaciones e incluso a los adultos. La causa del fenómeno es el exceso de información que merece ser almacenada en la memoria. El saber histórico nos abruma. Saber demasiado es lo mismo que no saber nada. Igual cosa ocurre con el saber histórico. La historia no nos enseña a actuar, no obstante, es la memoria del pasado la que nos dice por qué nosotros somos lo que somos y nos confiere nuestra identidad.

Nivel intermedio: todas aquellas cosas que alguna vez se han experimentado, sabido o aprendido, pero que no están actualmente disponibles o accesibles.

Nuestro deber maldito y nuestro privilegio no querido será decidir, de alguna manera, qué es lo que merece la pena de ser recordado.

Nivel superficial: se produce una distribución entre un polo pasivo (no podemos recordarlo todo; una memoria integral sería insoportable, por lo que existe una necesidad de olvido que es muy saludable) y un polo activo (se trata de un olvido selectivo).

Tiempo de la ciencia, memoria e historia

Olvido institucional: aquí encontramos en primer lugar el olvido ligado a la sanción, a la pena (la rehabilitación de pleno Derecho del que ha cumplido su condena); en segundo lugar las rehabilitaciones solemnes (lo que se olvida es la pena, la cual incluso se borra activamente; y en tercer lugar la amnistía (una sociedad no puede

El tiempo de la ciencia moderna se presenta como el de una eliminación sistemática y regular de su historia. La ciencia coloca la capacidad de proyectarse hacia el futuro en el centro de su actividad racional, porque su finalidad esencial sería la aplicación práctica. Nada o casi nada esencial de lo que nos ha sucedido se había previsto; nada o casi nada esencial que se había previsto ha sucedido.

Todo conocimiento científico no es sino el fruto de un proceso de rectificación de ideas que aparecen como erróneas. La memoria racional es una memoria viva que sólo busca en el pasado las razones que dieron origen a un impulso que aspira a renovar. El progreso deslumbrante de las nuevas técnicas de información uy de comunicación les paree como un don del cielo. Las capacidades de almacenamiento y puesta al día, el acceso potencialmente universal a los datos, la interacción entre la máquina y los usuarios, serían, para algunos, la prueba de una verdadera revolución intelectual. Lo único que podemos aprehender de lo desconocido es lo que nosotros mismos determinamos como cognoscible en función de lo ya conocidos. El progreso científico logra ponernos en alerta, para ver desde lejos lo que se anuncia y estar sobre aviso.

El tiempo del mundo El tiempo largo: investigación a nivel de la historia que evoluciona, que cambia lentamente de infraestructuras, conjuntos y capas profundas, tanto materiales como mentales. Es un concepto del ritmo, no de la duración numérica. Reglas del tiempo del mundo: 1. Espacio que varía lentamente: consiste en oponerse a otorgar la primacía al mero recuento de los hechos, al enfoque de corto plazo, al ritmo superficial de los fenómenos de alcance limitado. 2. El tiempo del mundo se rige por “dominaciones urbanas más o menos completas: debe haber en el centro una ciudad dominante. 3. Las diversas zonas están jerarquizadas: la importancia relativa de las ciudades se determina conforme a una división de los espacios en zonas definida por su lejanía del centro.

Memoria, historia, futuro La memoria representa también la liberación de los pobres y de los dominados respecto a la historia escrita por los dominadores. El ejemplo más patente es el de las mujeres. La historia, tal como ha sido contada, es la historia de los hombres, puesto que ellos dominaban la vida pública, que producía muchos más documentos que la vida privada. Ha sido sólo el disentimiento de las mujeres, alimentado por la memoria individual y colectiva, lo que ha obligado a explorar la historia de las mujeres y a dejar constancia de la visión femenina de la sociedad. Si admitimos que la memoria es una fuerza de resistencia y una herramienta para la construcción del actor como sujeto, es preciso dar un paso más y decir que la memoria está dirigida más bien hacia el porvenir que hacia el pasado. El hilo que conduce Edel pasado al porvenir protege al actor contra las fuerzas que tienden a moldearlo según las normas y jerarquías dominantes. Sólo hay porvenir si tomamos una cierta distancia respecto al presente, lo que únicamente es posible gracias a la memoria. Las categorías dominadas han jugado, según el modelo hegeliano, el papel más activo en la superación de las contradicciones y la bipolaridad introducida por el racionalismo triunfante.

El deber de gobernar La memoria y la historia deben revisarse y corregirse mutuamente a intervalos regulares. La Política, lejos de impedirlo, debe favorecer este encuentro. Debe presentar este inventario a la colectividad, observar incesantemente no sólo un deber de conservación respecto a los hechos y a su transmisión, sino también un deber de verificación de los mismos. Para esto tiene que estimular gestos concretos, ampliar las redes de bibliotecas, permitir un mayor acceso a los archivos, facilitar la investigación histórica, apoyar los trabajos, favorecer la discusión de sus adquisiciones en materia de educación y de medios de comunicación de masas.

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¿Desde qué nosotros pensar la modernidad? Alcira Argumedo

Distintos movimientos políticos en América Latina horadaban el poder de los sectores privilegiados y los intereses imperiales. Los procesos de liberación en el Tercer Mundo promovían una soberanía integral y la dignificación de sus identidades culturales. Querían construir un orden mundial equilibrado para revertir los dominios coloniales y neocoloniales, que sistemáticamente drenaban los recursos de Sur hacia los países centrales. Al igual que en otros países del continente, se implantó en la Argentina una dictadura militar que ejerció un terror indiscriminado y aberrante. Cárceles, muertes, desapariciones, exilios, invadieron nuestra cotidianidad. La represión nos obligó a alejarnos unos de otros.

La cuestión del “nosotros” latinoamericano En la constitución de la historia como historia universal a partir del siglo XVI, el ingreso de las sociedades americanas a la Modernidad iba a producir un mapa socio-cultural de características desgarrantes. En este proceso lento y complejo, se van conformando los grandes actores del escenario político latinoamericano. Será una coexistencia conflictiva, de confrontaciones sociales uy étnico-culturales. Manifestaciones de una resistencia cultural, que en el período colonial, se acompañaría de diversas formas de rebeldía abierta, insurrecciones y movimientos de protesta ante condiciones de expoliación que las masas de estos territorios nunca aceptaron pasivamente. América Latina estaba lejos de sentirse expresada en las ideas eurocéntricas absorbidas por las capas dominantes de origen blanco. Es posible y necesario reconocer la existencia de una matriz propia, autónoma, de interpretación de los fenómenos sociales. Esta matriz autónoma de pensamiento expresada en las manifestaciones de resistencia social y cultural, en el legado de ideas de las capas mayoritarias, no pretende una autarquía teórica. Por el contrario, su sistematización requiere elaborar respuestas críticas frente a los paradigmas eurocéntricos demostrando el carácter parcial que los impregna, en tanto se revelan incapaces de dar cuenta de la totalidad de los fenómenos. La fluida articulación de las corrientes liberales con las clases dominantes de América Latina en sucesivas formas históricas de expoliación neocolonial. Las mutaciones que sufriera el pensamiento político de influencia rousseauniana al ser absorbido por los movimientos independentistas, como en los casos de Artigas y Bolívar, o la incapacidad del marxismo para expandirse ideológicamente entre las grandes masas del continente dan cuenta de las dificultades de traducción de las alternativas europeas a las reivindicaciones populares latinoamericanas. Al margen de los niveles de sistematización teórico-conceptual alcanzados por las diferentes vertientes de este pensamiento en América Latina, es significativa la continuidad histórica y el peso político-cultural que exhiben en el presente determinados valores y tradiciones populares ligados con las poblaciones originarias y con los mestizajes y aportes de los vastos contingentes negros y

europeos que fueron poblando estas tierras a partir de la conquista. Desde esos troncos originarios, entremezcladas con las posteriores corrientes inmigratorias se procesará en sucesivas generaciones la historia social subterránea latinoamericana.

Algunas vidas paralelas a. La emancipación americana y la restauración europea En el mismo período en que Hegel va madurando su sistema filosófico, Simón Bolívar lidera la epopeya de la emancipación americana. Son dos contemporáneos que piensan el pasado, el presente y el futuro desde latitudes y perspectivas disímiles. Y en tanto Hegel define a esta parte de América como pueblos sin historia, incapaces de contarse entre los elegidos que aportan al despliegue universal del Espíritu, Bolívar junto a Artigas, Hidalgo o Morelos, entre otros líderes latinoamericanos, buscaban convertirlos en protagonistas de una historia independiente. El Espíritu Universal se despliega en un doble movimiento: por una parte, el aspecto sincrónico mostrará la existencia de ciertas configuraciones históricas particulares, irrepetibles, compuestas por un conjunto de formas culturales que reciben su significación más profunda del espíritu que rige a cada una de ellas. Las costumbres, la religión, el derecho, la filosofía, el arte, el comercio tienen como base común ese espíritu que los colorea. Por otra, una visión diacrónica indica que cada configuración histórica corresponde a un pueblo, que es la expresión más elevada, en una determinada etapa, del desarrollo del Espíritu hacia formas de conciencia que lo van acercando, mediante un proceso evolutivo de florecimiento y decadencia de cada uno de esos pueblos protagónicos, hacia su realización absoluta. Dentro de los múltiples conflictos e interrogantes que impone la independencia latinoamericana; en un mundo signado por el retroceso de la Revolución Francesa y por la restauración conservadora europea, Simón Bolívar formula las coordenadas de una matriz autónoma de pensamiento que habría de recuperar los relatos de resistencias a la expoliación colonial. La masiva incorporación de los sectores populares en las guerras independentistas abre las compuertas para la expresión de sus propias demandas. Bolívar va a hacer un intento desesperado por conciliar esas grandes corrientes antagónicas, ante el proceso de atomización continental que se va imponiendo luego de alcanzada la independencia. Durante los años 1815, en la banda oriental del Río de la Plata el movimiento artiguista será la expresión más claramente popular de las políticas que inicialmente promueven el proceso de emancipación. Los documentos políticos de Artigas recogen muchos de los conceptos del pensamiento contractualista europeo, en especial de Rousseau. Hablan de ley, razón, contrato social, constitución, libertad, propiedad; sin embargo, es posible observar las profundas mutaciones que en ellos se operan al insertarlos en el contexto de las raigambres culturales y de las demandas de las masas artiguistas. La distribución de tierras promovida por Artigas favorecía ampliamente a esas capas que conformaban las huestes revolucionarias; se

trataba de establecer una redefinición de la propiedad que anticipa el principio agrarista de la posesión vinculada con el afincamiento y el trabajo. El proyecto de Artigas (una república democrática, igualitaria, independiente, susceptible de integrar a las capas étnicas y sociales marginadas por el dominio colonial, con fuerte inserción en las tradiciones, creencias y culturas populares) encontrará la drástica oposición del patriciado de las ciudades con su racionalismo ilustrado y mercantil, cuyos intereses conforman el sustento del orden estamentario blanco de la enajenación oligárquica a las prebendas del mercado exterior y al reconocimiento del mundo “civilizado”. Las propuestas de Bolívar, de Artigas o de Hidalgo y Morelos entre otros, van a conformar las primeras expresiones políticas de esas otras ideas de Américas Latina que, hasta entonces, se alimentaran subterráneamente en las rebeliones, en las resistencias culturales y en la vida cotidiana de una vasta población del continente a quien el esquema colonial les había negado su condición humana. Así, entre 1810 y 1830, mientras la visión del mundo burgués europeo adquiría con Hegel la expresión más elevada que tal vez ella podía alcanzar. b. El mundo de fines del siglo XIX La consolidación de Alemania como potencia mundial y, por lo tanto, como metrópolis colonial, constituye un hilo conductor en el pensamiento weberiano. Weber apunta de esta forma a uno de los nudos centrales de la problemática de América Latina: el tiempo que considera necesario reconocer el honor y la dignidad de los pueblos civilizados, plantea como una locura la posibilidad de que 350 millones de hombre “extranjeros”, sometidos y explotados por el dominio colonial, puedan expresarse en una libre consulta electoral acerca de si desean constituirse como estados autónomos. El período de la Paz Armada entre las potencias mundiales facilita una nueva etapa de expansión imperial en las regiones de Asia y África y refuerza en América Latina el poder de las clases dominantes criollas a través de alianzas neocoloniales. El proyecto modernizante y europeísta de los ochenta es ya una realidad en muchos territorios, mientras el decadente imperio español sólo ha logrado conservar sus colonias en Cuba y Puerto Rico. Mientras tanto, en la Argentina, luego de varias décadas de enfrentamiento de las oligarquías porteñas y del interior contra las alternativas federales, ha logrado consolidarse un régimen republicano con aspiraciones modernizantes articulado con los intereses neocoloniales de Inglaterra y fuertemente excluyente de las mayorías. El nuevo poder dominante se erige a partir de la derrota y las políticas de exterminio ejercidas entre 1960 y 1880 contra las tres regiones donde se asentaban los núcleos originarios indígenas del país. En la represión que siguió, murieron unos 40.000 gauchos. Finalmente, la Campaña del Desierto dirigida por Roca, quiebra la resistencia mapuche que había durado más de tres siglos. Por entonces, al puerto de Buenos Aires arribaban cientos de miles de hombres y mujeres provenientes de Europa que van a conformar nuevas clases media y sectores populares. Eran los desheredados del Viejo Mundo, artesanos y campesinos, españoles, italianos, alemanes, inservibles en el nuevo paradigma productivo de la madura Revolución Industrial; y asimismo polacos y rusos perseguidos por los pogroms, sirios y libaneses, algunos eslavos. Protagonistas de una aventura desgarrante, portadores de una aguda melancolía, llegaban buscando una tierra menos hostil, con la esperanza, tal vez, de “hacer la América”.

c. La década infame europea y latinoamericana La Primera Guerra ha conmocionado al mundo y su resultado producirá un reordenamiento geopolítico de gran magnitud, un nuevo equilibrio de poder entre las principales potencias capitalistas. El triunfo de la Revolución Rusa evidencia la posibilidad de destrucción del capitalismo y motoriza una reformulación en las realidades políticas de los principales países europeos. Durante la segunda mitad de los años veinte y a lo largo del decenio de los treinta, ya signado por la crisis mundial, el crecimiento arrasador del fascismo en Italia y el nazismo en Alemania imponen nuevas líneas de reflexión al pensamiento marxista europeo acosado además por el sectarismo stalinista. La crisis del racionalismo y la emergencia de expresiones culturales que daban espacio a la irracionalidad se conjugaban en Alemania con las primeras manifestaciones del movimiento nazi. Una historia diferente se va escribiendo en este mismo período en América Latina. La revolución agraria de México cuestiona agudamente los fundamentos del poder del régimen estructurado con la independencia. La derrota y el posterior asesinato de los líderes campesinos más importantes frenará el impulso revolucionario mexicano. En Argentina, la intransigencia de Hipólito Yrigoyen había logrado la Ley Saenz Peña y en 1916 accede al gobierno en las primeras elecciones libres con voto masculino de la historia del país. Desde comienzos de los años veinte y en el transcurso de la década de los treinta, mientras los pensadores en la escuela de Frankfurt se enfrentaban al nazifascismo, en América Latina se van desplegando, a través de distintas experiencias, los contenidos fundamentales de una matriz nacional-popular autónoma. Con un sentido decididamente antagónico, en su concepto de lo nacional respecto del nacionalismo aberrante con vocación imperial que se estaba consolidando en Alemania, Italia y Japón; y también de los nacionalismos democráticos que en Inglaterra, Holanda, Francia, Bélgica o los Estados Unidos fundamentaban la legitimidad de sus propias vocaciones imperiales.

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Varios textos Manuel Ugarte

1. La patria grande En el campo nacional como en el dominio internacional, urge reaccionar contra los localismos individuales y geográficos. Se debe hacer que cada una de las naciones hispanoamericanas desarrolle su esfuerzo máximo para elevarse y facilitar la marcha hacia la democracia verdadera y hacia la patria final, la América Latina grande, por la convicción de su unidad.

2. La raza del porvenir A medida que se expande el pensamiento y se unifica la atmósfera de las diferentes repúblicas, a medida que la ilustración se difunde y surgen hombres de tendencias altas, a medida que nos damos cuenta de nuestra situación general y de los intereses finales, empieza a urgir un alma colectiva, una conciencia continental. Nos encontramos en presencia de una extensión de más de veinte millones de kilómetros cuadrados, donde se acumula una raza que es, en conjunto, una resultante de la fusión latina. El grueso de nuestra población está compuesto de raza blanca de origen hispano y esa raza blanca es el núcleo esencial, la base primera alrededor de la cual se van agrupando los materiales multicolores que han traído todos los países desde los cuatro puntos cardinales. Lo que fortifica a las naciones es la unidad de la raza. Antes de hacer nada grande, los hombres necesitan tener la convicción de pertenecer a un conjunto homogéneo. La reeducación nacional que se impone rectificará los rasgos de la raza, cuyas primeras características dejan sospechar desde ahora lo que el siglo CC le reserva. Si se mantiene la integridad étnica, política y territorial del conjunto y si continúa si tropiezo la elaboración en que estamos empeñados, se puede decir que el nuevo grupo que se incorpora a la fermentación mundial alcanzará una importancia inverosímil a causa de su número y de la amplitud de la zona en que desarrollará su acción. Lo que va a nacer de él no puede delimitarse aún. Pero los cien millones de latinoamericanos que poblarán dentro de poco la parte inferior del Continente tendrán que defender la tradición, el ideal y las características que los distinguen. La cálida América de origen español, de influencia italiana y de cultura francesa, que ha fraternizado con las razas aborígenes, ostenta una unidad y una fisonomía excluyente que la separa de una manera fundamental de la fría América del Norte, donde al margen de todas las promiscuidades y contra otras tendencias filosóficas se ha robustecido el espíritu de Inglaterra, Holanda y los países escandinavos.

3. Las dos Américas Desde el punto de vista étnico, político y social, florecen dos Américas. Así como hay dos lenguas y dos tradiciones, hay también dos grupos de orientación diferente: el que fue colonizado por Inglaterra, y que forma con sus cien millones de almas una de las na-

ciones más poderosas del globo, y el de origen hispano, que reúne alrededor de ochenta millones de hombres, trabajados a veces por sacudimientos inútiles uy disueltos en una veintena de repúblicas desiguales. Los motivos de alejamiento se pueden sintetizar en pocas líneas. Primero, el origen; segundo, la educación y las costumbres, aquí ásperas, imperiosas y brutales en una sociedad trepidante de actividad y de vida, y allá inseguras, escépticas y bulliciosas, con un conjunto soleado y negligente, y tercero, la locura imperialista. Los Estados Unidos sobrepasan las cúspides del progreso, y experimentan la necesidad de derramar su producción sobre las tierras vecinas. La América hispana sólo importa productos manufacturados y sólo exporta materias primas. Nada nos atrae hacia los vecinos del Norte. Por su origen, su educación y su genio, la América del Sur es esencialmente europea. Nos sentimos cerca de España, a la que debemos la civilización y cuyo fuego llevamos en la sangre; de Francia, fuente y origen del pensamiento que nos anima; de Alemania, que nos brinda los brazos de sus hijos para arrancar al suelo la riqueza que debe derramarse sobre el mundo.

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Varios textos José Carlos Mariátegui

1. ¿Existe un pensamiento hispanoamericano?

2. La unidad de la América indo-española

El espíritu hispano-americano está en elaboración. El continente, la raza, están en formación también. Los aluviones occidentales en los cuales se desarrollan los embriones de la cultura hispano o latinoamericana, no han conseguido consustanciarse ni solidarizarse con el suelo sobre el cual la colonización de América los ha depositado.

Los pueblos de la América española se mueven, en una misma dirección.

Mientras el íbero-americanismo se apoya en los sentimientos y las tradiciones, el panamericanismo se apoya en los intereses y los negocios. El modelo yanqui, el estilo yanqui, se propagan en la América indo-ibérica, en tanto que la herencia española se consume y se pierde. Al íbero-americanismo le hace falta un poco más de idealismo y un poco más de realismo. Le hace falta consustanciarse con los nuevos ideales de la América indo-ibérica. Le hace falta insertarse en la nueva realidad histórica de estos pueblos. El pan-americanismo se apoya en los intereses del orden burgués; el íbero-americanismo debe apoyarse en las muchedumbres que trabajan por crear un orden nuevo. El íbero-americanismo oficial será siempre un ideal académico, burocrático, impotente, sin raíces en la vida. En el terreno de la literatura y del arte, quienes no gusten de aventurarse en otros campos percibirán fácilmente el sentido y el valor nacionales de todo positivo y auténtico vanguardismo. Lo más nacional de una literatura es siempre lo más hondamente revolucionario. La nación vive en los precursores de su porvenir mucho más que en los supérstites de su pasado.

El proceso del desarrollo de todas las naciones sigue la misma dirección; pero en unas se cumple más rápidamente que en otras. Pero lo que separa y aísla a los países hispanoamericanos, no es esta diversidad de horario político. Es la imposibilidad de que entre naciones incompletamente formadas, entre naciones apenas bosquejadas en su mayoría, se concerte y articule un sistema o un conglomerado internacional. Entre los pueblos hispanoamericanos no hay cooperación; algunas veces, por el contrario, hay concurrencia. No se necesitan, no se complementan, no se buscan unos a otros. Funcionan económicamente como colonias de la industria y la finanza europea y norteamericana. La exigüidad de las comunicaciones y los transportes es, en América indo-española, una consecuencia de la exigüidad de las relaciones económicas. La América española se presenta prácticamente fraccionada, sin embargo, los hombres que hacen la historia hispano-americana no son diversos. Su identidad encuentra una expresión en la vida intelectual. Ahora la emoción revolucionaria da unidad a la América indo-española. Los intereses burgueses son concurrentes o rivales; los intereses de las masas no.

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Las otras ideas en América Latina Alcira Argumedo

1. El punto de vista popular latinoamericano En América Latina, el punto de vista popular recupera los relatos de las alteridades excluidas por las corrientes eurocéntricas. Impone el reconocimiento del otro históricamente menospreciado, de los significados y tradiciones que alimentan la visión de los vencidos, la otra cara de la conquista. Considera que las concepciones de esos bárbaros más fanáticamente hostiles a los extranjeros contienen potenciales teóricos, emergentes de las experiencias vitales y de las expresiones culturales de un sujeto social heterogéneo, que encuentra sus puntos de unidad en una historia común de resistencias y desgarramientos, de sueños de dignidad y autonomía. La posición nacional latinoamericana, significa concebir la historia y el futuro desde un sujeto colectivo, compuesto por múltiples fragmentos sociales, rico en expresiones particulares y en yuxtaposiciones. Al situar en la figura del esclavo a las clases populares de América Latina se hace evidente la presencia de una doble coaflictualidad, de un doble acoso: la expoliación social y la subordinación cultural. La pérdida de autonomía en el “tener” y en el “ser” entendido como la pertenencia a una comunidad cultural.

de expoliación de los pueblos autóctonos que, junto con las pestes y la desestructuración de los equilibrios ecológicos y sociales, producirían la muerte de una proporción alucinante de la población originaria. Un ensayo diferente, de colonización y evangelización pacífica, inicia Fray Bartolomé de las Casas a partir de 1537 en Tezulutlán. El Papa Pablo III había establecido que los indios estaban capacitados para recibir la fe cristiana aunque no se dudaba de que eran seres amentes, inferiores a la gente de razón. Asimismo pretendían realizar una conversión pacífica al cristianismo. Al promediar el siglo XVI agoniza la primera gran resistencia americana; de los 80 millones de habitantes americanos que se estima existen a la llegada de los españoles a fines del siglo XV y comienzos del XVI, a mediados de éste sólo quedan 10. Genocidio. De esta manera, el primer siglo del dominio hispano-portugués iba a significar brutales trastocamientos sociales y culturales para los pueblos originarios y los esclavos africanos que, junto a las nuevas líneas de mestización de estos dos troncos principales entre sí y con los pobladores blancos, refundarían sobre bases altamente traumáticas las estirpes populares latinoamericanas.

La evaluación de la modernidad requiere algo más que una autocrítica de las concepciones europeas. El balance debería escuchar las versiones largamente negadas que se diferencian de las corrientes hegemónicas del saber y el conocimiento occidental. Se trata de incorporar la totalidad de las ideas y disputas que emergieron como resistencias y como una crítica a ese otro rostro de la modernidad.

c. La etapa del dominio colonial

Los fenómenos de la historia desbordan las opciones entre Kant y Hegel o entre Weber y Marx si se incorporan otras voces. Si se asume una perspectiva diferente de la totalidad que incluye a vastas capas sociales de las regiones periféricas.

A lo largo del siglo XVII, junto a múltiples insurgencias, fugas en masa o conspiraciones, se producen movimientos de mayor envergadura, como las guerras calchaquíes.

El conflicto entre saber parcializado o totalización sólo se reformula a partir del reconocimiento de la legitimidad de otros saberes, que significa una ruptura con la tutela cientificista y también con la transepisteme eurocéntrica. Sólo a partir de tal ruptura es posible establecer los límites de una visión abstractamente homogeneizante de la “naturaleza humana universal”, de la “cultura universal”, del etnocentrismo occidental que, en nombre del progreso y la civilización, reclamara para sí el derecho de imponer sus intereses a los pueblos de ultramar.

2. Orígenes de las ideas nacional-populares en América Latina

En los siglos XVII y XVIII, las secuelas de las derrotas y la mortandad, unidas a una agobiante expoliación del mundo subordinado, disminuyeron el vigor de las protestas y rebeliones. Aparentemente resignados y pasivos, esos seres volverán cada vez a mostrar su rebeldía en formas colectivas o como mera venganza individual.

La ofensiva indiana llegará hasta las principales ciudades, que deben ser abandonadas, se acosan e incendian las antiguas fincas y los fortines son arrasados. Sólo con el arribo de refuerzos desde Charcas, Bs As y Chile, logran los españoles dominar la rebelión. La paz no duraría mucho tiempo. En 1660, los hijos de quienes participaron en la primera insurgencia protagonizan un nuevo estallido. En esa misma época, los esclavos en Brasil inician huidas individuales o en masa hacia la selva brava de Pernambuco y Alagoas, donde formaron poblaciones y lograrían utilizar inteligentemente las defensas naturales para detener las expediciones militares holandesas y portuguesas. Pero cuando ya no fue posible continuar luchando, los sobrevivientes afrontaron una opción de hierro: el retorno a la esclavitud o la muerte.

b. La conmoción del “encuentro”

Este ciclo de resistencias se cierra con el levantamiento de Tupac Amaru II en 1780 y con la revolución negra, que proclaman en ese dominio francés del Caribe la primera república independiente de América Latina. Contemporáneos de la Revolución Francesa, los haitianos llevarán hasta sus últimas consecuencias los postulados de igualdad, libertad y fraternidad. En 1791, una insurrección de los 500.000 esclavos que trabajaban en la colonia destruye las plantaciones e incendia la ciudad de Puerto Príncipe. Poco después se decreta la abolición de la esclavitud.

Las guerras de conquista iniciaron un período de aniquilamiento y degradación, donde convergieron derrotas devastadoras y formas

En el transcurso de ese período, las soberbias civilizatorias, las ambiciones e intereses, las experiencias vitales límite, las tradiciones

a. Las culturas precolombinas En primer lugar, la existencia de numerosos pueblos que habían alcanzado diverso grado de desarrollo y refinamiento según las zonas en el momento de la llegada de españoles y portugueses.

étnico-culturales, las nuevas condiciones de producción e intercambio, las afluencias poblacionales y los trastocamientos sociales, van constituyendo dos grandes patrones socioculturales. Por una parte, el patrón socio-cultural de corte oligárquico-señoral; por otra su contrapartida popular. El primero estará asentado en las nuevas aristocracias formadas en América, que mantendrán la convicción de su superioridad racial y cultural y un complementario desprecio hacia las poblaciones autóctonas y de origen negro. Por otra parte el patrón sociocultural popular se irá forjando como una elaboración colectiva que se procesa en las distintas regiones a partir del siglo XVI. Junto a las culturas indianas, los africanos constituyeron un aporte fundamental en la conformación popular americana. A lo largo del siglo XVIII los mestizos crecen demográficamente y van creando agregados sociales con perfiles más definidos. En este despliegue inabordable de manifestaciones sociales y culturales del mundo popular en América Latina, resaltan ciertas aspiraciones y valores comunes que establecen los puntos mínimos de cohesión por encima de tales diferencias. d. Los procesos político-culturales a partir de la emancipación La crisis del imperio español y las luchas por la independencia harán emerger estas fuerzas subterráneas que, en la nueva etapa, adquieren formas decididamente políticas, con mayor grado de sistematización en sus formulaciones. Las articulaciones económicas, políticas, sociales y culturales que se procesan desde entonces, van constituyendo las dos líneas más gravitantes que han de confrontar en los doscientos años siguientes, como expresión de mundos que conviven conflictivamente en América Latina. De un lado una fuerza americana, territorial, que da primacía y respeta el desarrollo interior, que prefiere los modos mentales y sentimentales propios, esencialmente constituyente, autonomista, federalista. De otro lado una fuerza europeizante metropolista, apegada a los vínculos ideológicos y económicos externos a quienes concede primacía. Estas corrientes habrán de reproducirse bajo distintas propuestas políticas. En esta etapa es posible distinguir diversas coyunturas donde puede apreciarse el carácter sincrónico que van adquiriendo los avances y retrocesos de las luchas populares; de las vertientes que buscan construir un continente autónomo y justo, de amplia integración y participación social, frente a los intentos de consolidación de los dominios neocoloniales. La modernización pretendida por occidente es la modernización liberal y capitalista que intenta llevar a su término la absorción cultural, económica y política. Dicha modernización es no sólo la que nos instala en la dependencia, sino que se orienta a consumar la dependencia en la integración a occidente.

3. Sustratos culturales y consensos El pensamiento europeo o norteamericano sólo logó penetrar en delgadas capas dominantes en América Latina; con escasa capacidad de convocatoria persistente entre los estratos populares. Para desentrañar la lógica del procesamiento de estas otras ideas es preciso entonces eliminar el prejuicio eurocéntrico de despreciar las versiones de las mayorías sociales latinoamericanas. Con estas ideas, las clases cultas europizantes en América Latina van a plantear la necesidad del genocidio, de las soluciones finales, de la expurgación de estas tierras, del cambio de las sangres nativas

por razas trabajadoras e inteligentes de origen blanco. Complementariamente, las rebeldías populares iban a ser interpretadas como manifestaciones regresivas de oposición al progreso, como fuerzas irracionales de inferioridad genética. En el siglo XX, el crecimiento de las ciudades como consecuencia de las migraciones internas que se produce a lo largo de América Latina, incorporó en la cultura urbana nuevos elementos de mixturación provenientes de las tradiciones rurales que, a su vez, se conjugan con la implantación masiva de los medios de comunicación, dando lugar a procesos de fuerte interpretación social y cultural. A su vez, el nacionalismo aristocratizante tuvo dos manifestaciones principales en el continente y en especial en la Argentina. Por una parte, hacia los inicios de este siglo, las vertientes del regionalismo oligárquico comenzarían a esbozarse como una expresión reaccionaria frente a las corrientes migratorias. Por otra parte, el nacionalismo integrista comienza a cobrar presencia alrededor de 1930 con decisivas influencias del fascismo italiano. Convencidos de la superioridad de las elites, plantean la necesidad de garantizar por cualquier medio el gobierno de aristocracias naturales y evitar las demagogias frente al pueblo que posee un pensamiento difuso. De esta forma, el nacionalismo aristocratizante descalifica a las clases subalternas, pretendiendo imponerles una subordinación frente a otro tipo de “elegidos”. La idea de que América era un vacío cultural o que las culturas paganas debían ser exterminadas para impostar la Verdad, permaneció en las concepciones occidentales. Romper el encarcelamiento de los sistemas de ideas y las corrientes ideológicas predominantes, era el modo de expresar nuevas opciones sociales y culturales, de cuestionar los patrones de dominio oligárquico imperial que pretendían imponerse. Significaba reconocer la legitimidad de esas fuerzas resistentes, cuyas expresiones intelectuales habían sido distorsionadas o silenciadas. Se trataba de elegir un camino que debía interpretar y escuchar antes que imponer o negar, buscar las otras razones contenidas en los saberes populares, haciendo estallar esa mezcla de soberbia y subordinación típica de las capas intelectuales oficiales en nuestro continente.

4. ¿Matrices de pensamiento o eclecticismos ideológicos? Los comunes entretejidos de condiciones sociales y nacionales, de aspiraciones y valores, construidos en el transcurso del largo período que se abre con la conquista, otorgan los puntos de contacto y la similitudes más consistentes entre los sucesos políticos sincrónicos de masas en América Latina indicando que, en los contenidos de estos movimientos, se hace presente una concepción más abarcadora que cada uno de ellos aisladamente considerado. Una vertebración conceptual y de valores, una matriz autónoma latinoamericana de orientación nacional y popular, se ha ido construyendo predominantemente bajo formas políticas antes que como discursos teóricos. Tomando este marco, consideramos absurda la afirmación de que las tradiciones político-culturales de las clases desposeídas en América Latina tienen una conformación ecléctica. El pensamiento popular latinoamericano no es una mera mezcla de ideas de diverso origen. Sin desconocer sus múltiples influencias en una perspectiva histórica de su desarrollo resaltan las coordenadas que contienen esas vertebraciones culturales fundantes como matriz de sus diferentes expresiones. En síntesis, la capacidad de enriquecimiento y actualización de las vertientes nacional-populares a partir de relaciones dinámicas con las corrientes ideológicas presentes en una coyuntura histórica dada, no debe confundirse con la simple emulación o la adopción acrítica de las ideas de moda.

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Palabras Varios autores

1. La soledad de América Latina Gabriel García Márquez El dorado, nuestro país ilusorio tan codiciado, figuró en mapas numerosos durante largos años, cambiando de lugar y deforma según la fantasía de los cartógrafos. No es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos. Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. La interpretación de la realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios. Tal vez la Europa venerable sería más comprensiva si tratara de vernos desde su propio pasado. Muchos dirigentes y pensadores europeos han creído que la justicia social que ellos tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes. Con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los grades dueños del mundo. Este es el tamaño de nuestra soledad.

2. Sin título José María Arguedas El autor no tuvo más ambición que la de volcar en la corriente de la sabiduría y el arte del Perú criollo el caudal del arte y la sabiduría de un pueblo al que se consideraba degenerado, debilitado o “extraño” e “impenetrable” pero que, en realidad, no era sino lo que llega a ser un gran pueblo, oprimido por el desprecio social, la dominación política y la explotación económica en el propio suelo donde realizó hazañas por las que la historia lo consideró como gran pueblo: se había convertido en una nación acorralada, aislada para ser mejor y más fácilmente administrada y sobre la cual sólo los acorraladotes hablaban mirándola a distancia y con repugnancia o curiosidad. Dentro del mero aislante y opresor, el pueblo quechua bastante arcaizado y defendiéndose con el disimulo, seguía concibiendo ideas, creando cantos uy mitos.

3. La búsqueda del presente Octavio Paz Las lenguas nacen y crecen en el suelo; las alimenta una historia común. Arrancadas de su suelo natal y de su tradición propia, plantadas en un mundo desconocido y por nombrar, las lenguas euro-

peas arraigaron en las tierras nuevas, crecieron con las sociedades americanas y se transformaron. En América la excentricidad hispánica se reproduce y se multiplica. Los españoles encontraron en México no sólo una geografía sino una historia. La búsqueda de la modernidad nos llevó a descubrir nuestra antigüedad, el rostro oculto de la nación. Inesperada lección histórica que no sé si todos han aprendido: entre tradición y modernidad hay un puente. Aisladas, las tradiciones se petrifican y las modernidades se volatilizan; en conjunción, una anima a la otra y la otra le responde dándole peso y gravedad. La idea de modernidad es un sub-producto de la concepción de la historia como un proceso sucesivo, lineal e irrepetible. Aunque sus orígenes están en el judeocristianismo, es una ruptura con la doctrina cristiana. El cristianismo desplazó al tiempo cíclico de los paganos: la historia no se repite, tuvo un principio u tendrá un fin. Nosotros adoramos al Cambio, motor del progreso y modelo de nuestras sociedades. El Cambio tiene dos modos privilegiados de manifestación: la evolución y la revolución, el trote y el salto. El progreso se realiza gracias a la doble acción de la ciencia y de la técnica, aplicadas al dominio de la naturaleza y a la utilización de sus inmensos recursos.

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Inteligencia y barbarie Rodolfo Kusch

El intelectual argentino es negativo porque su postura inteligente surge como de un control de la vida, como una defensa con el miedo original de vivir. De las dos maneras de superar este hecho animal de vivir – la sublimación en el espíritu o el control inteligente de la vida- el intelectual opta por la inteligencia. La inteligencia es más simple, más reducida y más elemental que el espíritu porque sus valores son relativos. Mientras el espíritu implica afirmación, fe, valores absolutos, aceptación de la realidad; la inteligencia, en cambio, supone negación y rechazo de la realidad en nombre de valores relativos estrictamente personales. El intelectual no ve la realidad. A lo más supone alguna de sus partes, la acepta y deduce todo el resto, precisamente la que más le conviene a su afán de dominio. Sepulta la vida en una realidad simplificada y contraída por él mismo. El intelectual es arbitrario y suicida en América, porque ella es todo aquello que más se opone a la inteligencia. Sólo en una parte es auténtico el intelectual, y ella es Europa. En ella coordina la conciencia con la integridad por vía natural. Allá se trata de aclarar el mundo interior en las normas, de las que nosotros en cambio carecemos. La diferencia entre nuestro intelectual y el europeo estriba en que el nuestro es más arbitrario y aquél lo es menos y además el nuestro es radicalmente anacrónico, porque no hay que conectar ninguna clase de totalidad con individuo alguno. El intelectual argentino es un desarraigado porque carece de misión. La realidad que nos rodea nada tiene que ver con la inteligencia y la verdad última del continente es dramáticamente irracional. En un continente, en el que aún hay que solucionar un problema de existencia, la actitud científica no es más que la pantalla a través de la que poblamos con fórmulas simplificadoras un mundo absolutamente evasivo. Como intelectuales estamos fatalmente divorciados con la vida, somos unos desarraigados y nuestra intelectualidad es una paradoja. El tiempo habrá de ajustar nuestro anacronismo –o del país- para obligarnos a reconocer dolorosamente nuestra barbarie, aun, con el riesgo de ser “invisibles” para el Occidente.

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Facundo Domingo Faustino Sarmiento

Te lo debo.

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