Reseña de la Dominación Masculina

August 15, 2017 | Author: Alexandra Riveros Rueda | Category: Subjectivity, Feminism, Ethnicity, Race & Gender, Symbols, Woman
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Descripción: En la presente reseña trataré las principales temáticas del libro siguiendo un orden relacional y no por ca...

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA MAESTRÍA EN ESTUDIOS DE GÉNERO TEORÍAS FEMINISTAS I PROFESORA: MARÍA HIMELDA RAMÍREZ RODRÍGUEZ RESEÑA: Bourdieu, Pierre. La Dominación Masculina. Anagrama, Barcelona, 2007. Alexandra Riveros Rueda

A Pierre Bourdieu se le ha llegado a considerar el “sociólogo más famoso del mundo”, nació el primero de agosto de 1930 en la población de Denguin situada en la región de Béarn en los Pirineos Atlánticos de Francia, estudió filosofía en la Escuela Normal Superior de París que finaliza en 1954. Prestó el servicio militar en Argelia de 1955 a 1958 para posteriormente trabajar en la facultad de letras de este país hasta el 60. De su estadía en Argelia surgen algunas de sus primeras investigaciones que luego concretará en reconocidas obras. Hacia 1960 regresa a Francia donde lleva a cabo su mayor producción intelectual, en principio no asumía posturas políticas militantes, pero que posterior al movimiento de mayo del 68 acentuó una postura política clara contra el neoliberalismo no sólo desde la academia sino acercándose a los sindicatos y los movimientos sociales. La obra del sociólogo francés Pierre Bourdieu “La Dominación masculina”, publicada por primera vez en 1998 y publicada en español en el 2001 en la primera edición de Anagrama, aborda los mecanismos que subyacen la relación de dominación de los hombres sobre las mujeres por medio del análisis etnográfico de la sociedad mediterránea de la Cabilia, de las reflexiones de Virginia Wolf y de varias reflexiones sobre las relaciones de género en la sociedad francesa. El autor se pregunta por cuáles son los mecanismos históricos responsables de la naturalización y eternización de las estructuras de la división sexual que posibilitan las relaciones de dominación sobre las mujeres.1 El libro está dividido en tres partes, la primera Una imagen aumentada, esboza los planteamientos sobre las condiciones que dan lugar a la dominación masculina, 1

Bourdieu, Pierre. La Dominación Masculina. Anagrama, Barcelona, 2007, p 8.

situando el análisis en las representaciones simbólicas de lo femenino y lo masculino que constituyen los cuerpos, las mentalidades y actitudes de dominadores y dominados. La segunda parte, La amnesia de las constantes ocultas, señala los mecanismos de invisibilización histórica de los dispositivos de dominación ejercidos por los hombres y el modo en que son asimilados de modo “natural” por las mujeres. Este capítulo revela el modo en el que la naturalización de las prácticas inscritas en la división sexual del trabajo tienen su sustento en los rasgos androcéntricos de las estructuras simbólicas a partir de las cuales las sociedades interpretan, dan sentido y viven la realidad y sus relaciones. La última parte, Permanencias y cambios, afirma que las posibilidades de emancipación de las mujeres no puede centrarse en reivindicaciones materiales de derechos, sino que debe asumir el análisis de las estructuras simbólicas que dan origen y naturalizan las desigualdades materiales teniendo en cuenta que al estar inscritas en las formas de percibir la realidad de los sujetos hacen parte de una fuerte estructura de dominación no fácilmente distinguible. Finalmente además de la Conclusión en donde resume los aspectos tratados, Bourdieu hace un Apéndice en el que analiza las implicaciones de las estructuras simbólicas de dominación en la lucha de gays y lesbianas. En la presente reseña trataré las principales temáticas del libro siguiendo un orden relacional y no por capítulos, de este modo, analizaré seis aspectos de la dominación masculina que considero reiterativos en la obra y finalmente enunciaré los debates que la obra suscitó en el momento de su publicación y su actualidad académica. Para Bourdieu la dominación masculina es un orden establecido que ha normalizado unas

condiciones

de

existencia

intolerables

para

las

mujeres,

pero

que

paradójicamente son aceptadas y reproducidas por éstas. Esta situación de sometimiento ha producido unas formas binarias de interpretación de la realidad en la que las mujeres asumen las tareas privadas, pormenorizadas, indignas, segundarias, en las que su existencia no tiene valor por sí misma sino en relación con los principios

androcéntricos que le asignan a los hombres los escenarios de poder y de decisión, este panorama excluye a las mujeres de los espacios públicos, individuales, políticos y de valor simbólico ¿Por qué las mujeres se someten a estas condiciones de sociabilidad que las oprimen? Para analizar esta problemática Bourdieu plantea que los padecimientos de las mujeres son mayoritariamente simbólicos, pues si todas las formas de dominación fueran explícitas y concretas y no se fundamentaran en un marco simbólico que las justificara no se normalizarían con tanta facilidad. La hipótesis de la que parte su análisis denuncia que la dominación masculina es invisible para sus víctimas, se ejerce por caminos simbólicos de comunicación y conocimiento que se funden en las más intimas formas de participar de la realidad social que tienen las mujeres, es decir, estas formas de dominación constituyen la subjetividad de las mujeres, su forma de percibir el mundo, de asimilarlo y vivir en él. La lógica de la dominación se ejerce en nombre de un principio simbólico conocido y admitido por el dominador, pero sobre todo por el dominado. Por esta razón la tarea que la obra se plantea es la de entender la dimensión simbólica de la dominación masculina por medio de una análisis materialista de la economía de los bienes simbólicos y no solo de las realidades concretas, pues estas últimas son consecuencia de la estructura simbólica que produce la división de los sexos en la sociedad androcéntrica. La violencia simbólica como forma de construcción de los cuerpos Del anterior análisis emerge la noción de violencia simbólica, que es el ejercicio de dominación por medio de estructuras de significado social y culturalmente establecidas, que hace que el dominado asuma las posturas del dominador sin cuestionarlas. Las mujeres constituyen su subjetividad a partir de los preceptos del dominador, pues “la dominación masculina tiene todas las condiciones para su pleno ejercicio. La preeminencia universalmente reconocida a los hombres (…) se basa en una división

sexual del trabajo de producción y de reproducción biológica o y social que confiere al hombre la mejor parte, así como en los esquemas inmanentes a todos los hábitos”2. Los roles impuestos a las mujeres son asimilados por ellas en las interacciones con la cultura, ésta figura simbólicamente la realidad de forma binaria dando honorabilidad a lo masculino y diferenciando lo femenino antagónicamente, de este modo lo pequeño, frágil, flexible, penetrable, privado, doméstico, penetrable, superficial es objeto e instrumento, esto es lo femenino que se encuentra frente a lo grande, fuerte, recto, penetrador, público, productivo, profundo es sujeto y agente de la realidad, a saber, lo masculino. Estas simbologías binarias son el estado objetivo de las cosas, es decir, la estructura de las condiciones de existencia de los sujetos que producen habitus, es decir, estructuras predispuestas para funcionar como principios generadores y organizadores de prácticas y representaciones son los dispositivos de dominación y sumisión que se incorporan en los sujetos. 1. El estado objetivado de las cosas: Habitus En otras palabras lo que el sociólogo francés afirma, es que las costumbres, el lenguaje, los rituales y las prácticas de la cotidianidad en las que se desenvuelven las personas

están

impregnadas

por

las

estructuras

simbólicas

binarias

arriba

mencionadas que constituyen las subjetividades de hombres y mujeres diferenciada mente y que privilegian a los varones en detrimento de las mujeres. Lo interesante de este planteamiento es que esta construcción de subjetividad y de división sexual de roles al estar inmersa en las prácticas habituales de las personas son asumidas como cosas naturales, y por esta razón la dominación se normaliza y es asumida por las mujeres, pues como afirma Bourdieu: “La violencia simbólica se instituye a través de la adhesión que el dominado se siente obligado a conceder al dominador”3.

2 3

Ibíd., 49. Ibíd., 51.

2. La estructura de la subjetividad La fuerza de los argumentos de Bourdieu dan cuenta de que no es fácil la resistencia a la dominación masculina para las mujeres porque su subjetividad se ha constituido a partir de estructuras simbólicas de dominación que hacen parte del inconsciente cultural e histórico de las sociedades. Considero que este aporte señala que las luchas de las mujeres no solo deben centrarse en un escenario físico concreto de reivindicaciones sociales y políticas como es la construcción de sujetos de derecho, pues a pesar de ser un aspecto vital para la emancipación de las mujeres no la garantiza, pues el sustento de la dominación, de la opresión y dominación de las mujeres reside en las condiciones objetivas de existencia que siendo materiales se fundamentan en estructuras simbólicas androcéntricas que le dan sentido, de aquí la necesidad que plantea Bourdieu de llevar a cabo un análisis materialista de la economía de los bienes simbólicos. 3. Relaciones de dominación Continuando con el análisis que realiza el autor de La Dominación masculina los dispositivos de dominación y sumisión que se incorporan en los sujetos por medio de las prácticas y representaciones cotidianas, son las estructuras de subjetividad que reproducen las relaciones de dominación que son en sí mismas las formas de sociabilidad de los sujetos. De este modo se hace evidente que si las formas en las que socializan los sujetos están enmarcadas en relaciones de dominación, lo que las personas aprenden es a ubicarse como dominadores o dominados de forma “natural”, pues el orden de cosas en el que nacen, crecen y se desenvuelven los sitúa de manera casi invisible en alguno de estos roles. 4. La violencia simbólica y capital simbólico La construcción de la subjetividad como dominada en este escenario en el que las relaciones de dominación están “naturalizadas” y “normalizadas” es lo que se denomina “violencia simbólica”, es una violencia fuerte y contundente que se inscribe en lo más

profundo de las dominadas y que por lo tanto se hace imperceptible, pues “los actos de conocimiento son de reconocimiento práctico (de asimilación de las opresiones)” 4. Esta violencia simbólica hace parte del capital simbólico propio a los grupos humanos, sus representaciones, su lenguaje y sus formas de interpretar y entender el mundo están marcados por esta violencia, así las sociedades y las culturas no pueden ver que sus representaciones simbólicas son en sí mismas violentas pues hacen parte de sus categorías de percepción y de apreciación de la realidad. 5. Categorías de percepción de la realidad Si la forma en la que se aprender a participar de la realidad, de percibirla y actuar en ella está constituida por formas simbólicas violentas no es posible percibir la violencia que en la realidad ejercen o padecen los sujetos, para entenderlo mejor me permito utilizar como ejemplo el daltonismo, los ojos de una persona daltónica que no tiene los fotoreceptores retinianos del rojo no va a poder distinguir éste color en la realidad y lo va a ver verde; de mismo modo el sujeto que tiene incorporados los símbolos que contienen la dominación masculina y percibe la realidad a través de ella no la puede distinguir porque le es “natural” o “ normal”. 6. Naturalización del orden social Las estructuras simbólicas de la dominación masculina que están presentes en las formas de percibir, apreciar y actuar (subjetividad) la realidad social naturalizan el orden binario y desigual de ésta reproduciendo las prácticas sociales de dominación. Es por esta dinámica cíclica y cerrada en la que el (1) estado objetivado de las cosas, incorporado en hábitos a partir de los cuales se generan las (2) estructuras de subjetividad, que constriñen (3)relaciones de dominación, que ejercen (4)violencia simbólica, que a su vez hace parte de las (5) representaciones simbólicas sociales y culturales por medio de las cuales los sujetos (6) perciben la realidad, configuran la naturalización del orden social basado en principios androcéntricos en los que se fundamenta el (1) estado objetivado de las cosas, que Bourdieu señala que la 4

Ibíd., 49.

diferencia anatómica que fundamenta la división social de los sexos no es natural, sino que es producto de la visión social androcéntrica. Por lo anterior la diferencia sexual no es biológica sino socialmente establecida, y por lo tanto los fundamentos de la dominación masculina, a saber, la diferencia anatómica, no es algo presente en la realidad, sino producto de la misma dominación. Esta obra ha merecido amplios debates académicos que han producido un gran número de reseñas a las que se pueden acceder por la red y ensayos críticos por parte del movimiento feminista, a propósito encontré un interesante ensayo de Yuliuva Hernández García titulado El “recelo feminista” a propósito del ensayo la dominación masculina de Pierre Bourdieu. Este ensayo reconoce los aportes de la obra, su agudeza al identificar los referentes simbólicos que fundamentan las dominaciones materiales y posibilita situar el debate en otros escenarios que permitan hacer una crítica epistemológica al pensamiento androcéntrico en el que a juicio del autor muchas de las luchas feministas se sostienen. Como aspecto problemático de la obra de Bourdieu, es que no logra escapar de las categorías masculinas de análisis que acusa, pues no cuestiona el androcentrismo en la ciencia ni reconoce las “otras” formas de producir conocimiento social en las que se encuentra la epistemología feminista mostrando un desconocimiento de las teorizaciones que las mujeres han llevado a cabo sobre el tema. Dirigiendo la mirada al momento de publicación de La dominación masculina, la historiadora feminista francesa Michelle Perrot quién lamenta que la obra no entrara en diálogo con las teóricas del feminismo, pues reconociendo los aportes de otros autores varones como Foucault, Veyne y Hérirtier manifiesta que es un Motivo para alegrarse, sobre todo las mujeres, que no reivindican ningún "monopolio" en este sentido, contrariamente a lo que insinúa el autor (refiriéndose a Bourdieu) quien, si bien le acredita un "inmenso trabajo crítico" al movimiento feminista en general, desconfía de las feministas en particular5.

5

Tomado de http://www.cotidianomujer.org.uy/1999/bufin.htm

Perrot identifica que es una postura epistemológica androcéntrica la que dirige las reflexiones de Bourdieu, en tanto que desconoce la voz de las mujeres, de sus aportes que no sólo se han centrado en reivindicaciones materiales, sino sobre todo en análisis epistemológicos profundos sobre las relaciones de saber-poder de las que emergen las dominaciones concretas sobre las mujeres. De aquí que la obra de Bourdieu deje la sensación de que la permanencia de las estructuras de dominación es casi inamovible, pues termina justificando los privilegios masculinos en estructuras que los varones no pueden transformar en tanto que no pertenecen a su campo de acción individual, de uno u otro modo esto legitima las formas de relación patriarcales sobre las mujeres. Por su parte Rosamaría Messén Fajardo, feminista italiana, cuestiona la originalidad de abordaje teórico de Bourdieu y señala como sospechosa la linealidad de las dominaciones padecidas por las mujeres de la Cabilia y las contemporáneas francesas como si no hubieran espacios de agenciamiento y transformación de las mujeres. Por mi parte considero que si Bourdieu hubiese conocido los aportes del Black feminism, por mencionar un ejemplo, daría cuenta de que en medio de las estructuras de dominación las mujeres han llevado a cabo acciones de resistencia que precisamente la historia y el pensamiento androcéntrico se ha ocupado de invisibilizar, y en este sentido, la obra de Bourdieu hace un aporte a la subalternización de las mujeres al señalar que no tienen voz, en vez de intentar hacerles eco y dar cuenta de que han hablado, han actuado y han transformado.

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