Reportaje Doris

August 4, 2017 | Author: carlos | Category: N/A
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Descripción: Texto de Caretas....

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INFORME

DORIS GIBSON

Estampa de una Mujer Moderna (1910 - 2008)

Emisión postal del 2000. 12

CARETAS / AGOSTO 28, 2008

FOTO: PERCY GIBSON ALCANTARA

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En El Suizo, de La Herradura.

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La playa en los años 40.

Retrato de una Nereida Rebelde

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La propia Doris jamás se hubiera imaginado semejante ceremonial. La dueña de la flota, la voluntariosa y rebelde mujer que podía imponer condiciones con su personalidad y encanto, era también tímida y modesta. Nosotros no planeamos todo lo que aconteció. Hubo elementos de improvisación y sorpresa, y estos generalmente resultan acertados en nuestro país. En esta edición personas cercanas a Doris cuentan de sus encuentros y desencuentros. Se incluye una conversación con Mario Polar en 1986 que es un retrato de su humor socarrón. A todos, sin embargo, se les ha escapado esta anécdota. En el curso de un allanamiento de su apartamento en el Centro de Lima, operación que buscaba ejemplares de cierta edición proscrita por el velascato, el jefe del grupo policial expresó su admiración por un piano charango pintado que ella tenía allí. “¿Se toca alguito?”, lo invitó Doris. El oficial era musical y el registro se convirtió en un breve interludio social acompañado con algo de pisco. Las revistas siguieron escondidas bajo la cama y en un par de baúles. ¿Qué hacía Doris en redacción, fotografía o diagramación? Resulta impertinente preguntar sobre semejantes detalles a una deidad. Digamos que en sus mejores momentos y en los peores de esta empresa editora hacía lo que nadie más podía hacer. Ahora, con amplitud y generosidad, muchos medios le han dedicado grandes y elogiosos reportajes que aquí se aprecian mucho. Pero, en síntesis, ¿cuál era su especialidad periodística? Margot Palomino lo dijo más o menos todo cuando, hacia finales del sepelio, cantó el ya famoso yaraví de Marino Martínez a su madre modificando levemente la letra para aludir a “Dorischa, la sembradora”.

Enrique Zileri Gibson

Desafiante doña Doris con su desnudo, el que le pintó Sérvulo Gutiérrez y ella expropió de un comprador.

FOTO: VÍCTOR CH. VARGAS

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DMITÁMOSLO. Doris Gibson ha adquirido a estas alturas dimensiones prácticamente míticas. Su nombre de pila debió dar la clave hace tiempo: Doris, hija de Océano y Tetis en la mitología griega. No tengo idea de por qué se bautizó a más de una Doris en la parentela arequipeña, en una ciudad que algunos emplazan en la cuesta si no en la costa, pero que queda a muchos cerros del mar. Esta Doris, sin embargo, casi nace sobre las olas. El episodio ha sido contado antes. Su madre encinta iba camino al Callao para embarcarse rumbo al sur cuando le sobrevinieron dolores de parto. Una media vuelta de emergencia la condujo a la calle Orejuelas, en Monserrate, donde nació la niña. Muy poco después, Percy Gibson Moller y Mercedes Parra del Riego, sus jóvenes progenitores, reemprendieron el viaje a Arequipa, donde vivió toda su infancia y adolescencia, cuajando en sillar parte de su personalidad y querencia. Descubrir, sin embargo, una afinidad oceánica en Doris no es tan difícil. Nació para navegar con mano firme frente a oleaje tempestuoso y los eventuales maremotos de su carácter siempre se sosegaron cerca del agua salada, en La Herradura, la Costa Verde y Playa Hermosa, donde una casita algo dilapidada hacía las veces de Montecarlo. Resulta, por lo tanto, significativo que su cortejo fúnebre, al dar una vuelta al ruedo en la Plaza Mayor el domingo pasado, con parientes, colegas y amigos cargando el féretro, fuera acompañado en su recorrido por una banda de la Marina de Guerra. ¿Fue una casualidad o alguien promovió ese gesto? Si fue el presidente Alan García, quien tuvo la especial deferencia de situarse a la cabeza de la marcha y pronunciar sentidas palabras en la ceremonia que se realizó frente al local de la revista, hay que expresarle un reconocimiento adicional. Aun en el ambiente encabritado entre periodistas y políticos se pueden dar las gracias.

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Antología y testimonio de Teresina Muñoz- Nájar, arequipeña, en torno a la independencia de espíritu y rebeldía characata de Doris Gibson. Escribe: TERESINA MUÑOZ-NAJAR

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UÉ intensa puede convertirse la vida de una mujer que seguramente, desde que tuvo uso de razón, decidió que sería como realmente fue. No cualquiera camina por este mundo como si los atributos fueran prendas de vestir. Doris lo hizo. Y en el caso de ella el mérito es enorme. Porque lo hizo en épocas en que la gran mayoría de las mujeres seguía sin inmutarse –porque así era– las indicaciones que el destino tenía para ellas: esposo, hijos, hogar, estabilidad. Y porque lo hizo en tiempos, qué duda cabe, en los que ejercer el derecho a la libertad de expresión en el Perú tenía un precio tan alto como el exilio o la cárcel. Releyendo los textos que aparecieron en el catálogo “Doris Gibson –Una Pasión por el Perú”, editado en el 2005, a propósito de la exposición/homenaje que realizó en su honor el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú, justo el 28 de abril, día en que cumplió 95 años –gran acierto hacerlo cuando estuvo viva–, se puede encontrar que las frases y anécdotas que la describen son tan formidables que a muchos de quienes tuvimos la oportunidad de estar cerca de ella en ciertos momentos, nos habría fascinado conocerla más. En ese catálogo, su gran amigo Lucho Jochamowitz, César Lévano y su hijo Enrique Zileri, rescatan recuerdos de algunas aventuras vividas con Doris y encuentran, definitivamente, que para ellos estas tienen, a la distancia, un sentido mucho más profundo que cuando ocurrieron. Jochamowitz hace una divertida referencia a esa vez que Doris entró sin pedir permiso a la casa de Hernando Hernández Agüero, en Trujillo, y se llevó el desnudo pintado por Sérvulo que todos atribuían a ella. Mucha gente conoce esta historia pero a pocos se les debe haber ocurrido reflexionar como a Lucho: Bajo la apariencia incontestable de los he-

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chos –escribe él– ocurría una historia más simbólica y delicada, asistíamos a la escena en que una mujer, mediante un golpe de mano, recuperaba el objeto de su pasado, mezcla de desnudez, intimidad e integridad, en un acto que secretamente la restituía. El texto de Jochamowitz titulado “Almorzando con Doris”, evoca además esa hora favorita de la señora, en la que una vez elegidos los comensales, se escogía el lugar del almuerzo: El Suizo de La Herradura, La Pizzería de la Diagonal o el Hotel Maury: La maravilla de almorzar con Doris –sigue Lucho– es que podías asomarte a gente que nunca encontrarías, gente de otra época, de otro mundo…A la distancia de una palabra juro que yo he visto a César Vallejo que se reía con una hilera perfecta de dientes y el pelo negro, compacto, lustroso, color ala de cuervo; a José Santos Chocano, que olía a agua florida y resoplaba al respirar, la noche en que su padre las despertó para que conocieran al poeta… Doris mantuvo intactos sus recuerdos de infancia y adolescencia, que por la manera como los traía a la memoria demostraba cuánto habían significado para ella. La admiración que sintió por su padre, el poeta Percy Gibson, no tuvo límites. Como si las cosas hubieran ocurrido ayer, ella contaba detalles, por ejemplo de sus días en Arequipa cuando tendría 12 ó 13 años, de los artistas e intelectuales que visitaban la casa familiar

Un Estilo Indeleble

Las diversas facetas de Doris Gibson eran la expresión de un talento e inquietudes múltiples.

El Rímac, 1963. Doris encuentra en el "Café de los

y por quienes ella siempre tuvo una profunda admiración y respeto. A eso, justamente, se refiere a su turno y en ese mismo catálogo César Lévano. Dice él: Su independencia, quiero decir, su rebeldía, se traducía en la amistad que la ligaba con lo más granado de nuestra inteligencia: el pintor José Sabogal, director de la Escuela de Bellas Artes; el poeta Juan Ríos, que había combatido con el fusil en la mano en las filas republicanas de la guerra civil española; el histo-

riador Raúl Porras, que allá por 1948 inspiró la notable revista Gala, en la que parece haber colaborado Doris… Lévano publicó su primer artículo en CARETAS en enero de 1956. Acababa de salir de prisión –a donde había ido a parar gracias al dictador Odría–, debido a una amnistía arrancada por la rebelión de Arequipa. Publicar mi artículo –anota don César– fue una demostración de la valentía de los directores de la revista Doris Gibson y Francisco Igartua.

La impronta mistiana de Doris en el recuerdo de sus amigos más cercanos.

Valientes". Dibujos de Sérvulo arañados en la pared. Retrata el Chino Domínguez.

Doris fue valiente, nadie lo cuestiona. Pero releer las palabras de Lévano permite, a quienes tuvimos la suerte de trabajar en CARETAS (la que suscribe, en tiempos de democracia), enorgullecernos con toda justicia: He sido testigo de la lucha de Doris Gibson por mantener la revista, enfrentándose más de una vez a clausuras y deportaciones de Enrique Zileri Gibson. No conozco en la prensa peruana otra mujer que haya demostrado tanta bravura para enfrentarse

a los esbirros de las dictaduras… Es que Doris siempre tuvo una curiosa propensión –afirma Enrique Zileri en el texto que él llama “Recuerdos del hijo de una mujer muy especial”–, arequipeña supongo, a merodear cerca de los disturbios callejeros, como si los gases lacrimógenos fueran un perfume de categoría. Sin embargo a Doris –y ese detalle lo recordó el propio Enrique emocionado, el domingo pasado durante su entierro- no le gustaba hablar de ella

misma. Rehuía los homenajes, era modesta y hasta tímida. Por eso, según Mario Campos –autor, en 1990, de una de las más entrañables entrevistas que se le hicieran–, Doris siempre tenía un abanico entre las manos: Doris Gibson se abanicó la sonrisa cuando le pregunté si era cierto que había sido una de las mujeres más bellas de Lima…escribió Campos. A él, Doris le habló por ejemplo de Sérvulo Gutiérrez. Y Mario Campos estuvo felicísimo. Era al primer periodista a quien Doris le decía que le era muy difícil tocar el tema, que Sérvulo había sido su amigo y su amante: Me hizo un desnudo, y lo tiró por la ventana, que era como lanzarme por la ventana. Era muy apasionado, terrible. El me pintaba, pero yo no era la protagonista. El protagonista era él. Yo era, tal vez la motivación. sus cuadros son él, sus pasiones, su locura, su maravillosa ternura. Y a Campos también le contó sobre Manlio Zileri, su único esposo con quien se casó a los 19 años, y le confesó por qué su matrimonio solo duró siete: Manlio (diplomático de carrera) tenía que ir a la Argentina… Yo cambié de opinión; bueno, yo siempre cambio de opinión. Doris era fántastica. Cuántas veces hemos conversado sobre ella las periodistas mujeres que alguna vez trabajamos en CARETAS. Con admiración, con cierta envidia por su lograda independencia, por saber exactamente qué era lo que quería. Por

"Su independencia, su rebeldía, se traducía en la amistad que la ligaba con lo más granado de la inteligencia". hacer siempre lo que le venía en gana. Ayer no más que íbamos al Parque del Recuerdo, nos acordábamos de esos vestidos estupendos y llamativos que se ponía, de sus pañuelos de seda, de sus enormes lentes, de su voz poderosa. De su casa llena de objetos y artesanías peruanas, del color azul de sus paredes. Antes de bajarnos del carro para despedirla, Kela León me miró y me dijo: “Ella nos ha marcado, ¿no crees?”. Sí, claro que ■ nos ha marcado. Qué suerte. CARETAS / AGOSTO 28, 2008

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FOTO: CARLOS BENDEZU

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Un Mundo Para Doris

No buscó los reflectores, éstos la encontraron a ella.

En 1981, entrevistada por Mario Vargas Llosa para el programa de cierre de la "Torre de Papel". Abajo, acababa de fundar CARETAS en 1950.

Con Fernando Belaunde el día que fue condecorada con la Orden del Sol, 1981. Derecha, con Percy Gibson, reacción ante clausura, 1969.

En 1935, sus hermanas Martha, Marcela y Mercedes.

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FOTO: VÍCTOR CH. VARGAS

Con Alejandro Toledo, en 2002.

Con el "Tucán" Bedoya durante la fiesta por los 35 años de CARETAS, 1985. CARETAS / AGOSTO 28, 2008

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Escribe: FERNANDO AMPUERO

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A decisión de trabajar, ese gran paso para Pedro José, tomó cuerpo gracias a la persistencia de Doris, un ser mitológico, una señora con bríos, la tempestuosa Doris Gibson, quien desde un principio asumió la tarea de enseñarle a eludir los vientos que soplaban en contra. Trabajar puede ser algo espantoso cuando uno hace lo que no le gusta, pero cuando uno hace lo que le gusta, cuando se tiene la suerte de encontrar una faena que realmente captura nuestro interés –y ese fue el gran descubrimiento de Pedro José–, el tiempo pasa sin que te des cuenta. Y escribir en Caretas, en aquellos días, fue para él una delicia. Para empezar, Caretas todavía no era una revista semanal, sino un relajado quincenario. Tan relajado que, en ocasiones, con el pretexto de redondear un reportaje, salían a la venta cada veinte días en vez de cada quince. Su fuerte, y lo que le daba salsa picante y enorme personalidad, era el tipo de periodismo combativo que allí se hacía, mezcla de denuncia y de humor irreverente. Enrique Zileri, su director, solía ser un jefe acucioso y trabajador, el periodista más agudo y el más quisquilloso, pero al mismo tiempo un individuo solar, que rara vez desdeñaba los guiños de la buena vida. El almuerzo y el buen vino los celebraba con todos los honores, observando un protocolo casi ceremonial, y sabía darles un remate sagrado en las largas charlas de sobremesa con dos o tres copitas de Fernet Branca. Sin embargo, más que el director, la madre del director, Doris Gibson, se asoció con el ángel guardián de Pedro José para que éste se afianzara en el periodismo. Ella, durante casi dos años, lo llamaría diariamente por teléfono a su casa. –¡Despierta, Pedrito! –le increpaba a través del hilo con la voz cascada de quien da órdenes desde el Paleolítico. Ella solía decir: “Doy órdenes desde que cuidaba a mis hermanos menores, pues mis padres, tan lindos mis padres, no sabes lo lindos que eran, sólo tenían tiempo para amarse”–. ¡Ya son más de las diez de la mañana, caramba! ¡A trabajar, Pedrito! ¡Es hora de que vengas a trabajar! Por entonces el tren de vida de Pedro José conspiraba contra sus propósitos laborales. Trasnochaba seguido, ora porque se iba de bares, ora porque

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La Voz del Carácter EL texto que aquí presentamos en exclusiva, donde se habla de Doris Gibson, es un fragmento de la todavía inconclusa novela inédita “El peruano imperfecto”, que escribe Fernando Ampuero, quien por siempre se autodenominó “el más fiel admirador de Doris”. Ampuero trabajó en CARETAS en dos etapas y este texto se refiere a la primera, cuando debutó en el periodismo.

El autor y Doris en emblemática Plaza Mayor.

"¡Ya son más de las diez de la mañana, Pedrito, caramba! ¡Es hora de que vengas a trabajar!".

cordial y tolerante, llamará la atención de quienes sólo han conocido de ella sus rabietas y sus malhumores lunáticos. Pero la Doris de fines de los años 70, con algo más de sesenta años, era una mujer de contrastes. Sus aversiones podían ser tan arbitrarias y explosivas como abruptas e incondicionales eran sus simpatías. No le gustaba la gente que no sabía bailar. En innumerables fiestas, ya fueran en su casa o en las de

amigos comunes, Pedro José y Doris, sentados juntos, dedicaban un rato a mirar cómo bailaba la gente. “Ese muchacho no lleva el ritmo”, ella empequeñecía los ojos, frunciendo la boca. “Debe ser un idiota”. Y, para su asombro, esa misma noche o al cabo de un tiempo, Pedro José constataba que la infalible Doris había dado en el clavo. Nacida en el seno de una familia rica, Doris había tenido la suerte (o bien

la desgracia, según como se viera) de ser hija de poeta. Su padre, Percy Gibson, la educó en un ambiente de exaltación del espíritu, que no conjugaba bien con los negocios, pero sí con gente muy interesante. El trepidante poeta Chocano visitaba la casa paterna, así como el tímido y delicado José María Eguren, también ilustre poeta, además de acuarelista e inventor de miniaturas fotográficas, siempre corto de dinero (por ahorrarse unas monedas caminaba desde Barranco hasta el centro de Lima), asomaba en el sopor de las tardes con andares de perro apaleado. Víctima de un amor no correspondido, Eguren, enamorado eterno de la niña de la lámpara azul, requería a Mercedes Gibson, hermanita menor de Doris, pidiéndole a ésta que intercediera a su favor. Y Doris, que tenía un enorme corazón para todos los seres que cultivaban pasiones inútiles, accedía en apoyarlo. A todo ello, vestida o desnuda, la fundadora de Caretas engalanaba mansiones. En los salones de Lima, y en museos y colecciones privadas, se exhibía su belleza legendaria, plasmada con maestría y trazo apasionado por el más importante pintor peruano de la primera mitad del siglo XX, Sérvulo Gutiérrez, artista genial, boxeador e in-

se quedaba leyendo hasta las cinco de la madrugada, y, en las mañanas, naturalmente, dormía como un tronco. Así que, en un primer momento, Pedro José convenció a Zileri para que le cambiara el yugo de los horarios por el rigor de un plazo de entrega. “¿Quieres este reportaje para tal día y tal hora?”, le decía. “No te preocupes, lo tendrás”. Y siempre cumplía. Pero Doris, a quien no le gustaba aquel trato, se propuso ordenarle la vida. El día en que conoció a Pedro José, lo miró de frente a los ojos y, como una vidente, dijo: “Sí, tú eres periodista”. (La mirada de Doris era infalible. De un rápido vistazo, como una adivina, sabía quiénes eran las personas, para qué servían y si tenían buena o mala entraña). Con enorme paciencia, y a veces hasta con ternura, Doris ayudaría a que Pedro José se forjara una disciplina. –¡Despierta, Pedrito! –era la ineludible cantinela de todas las mañanas, y Pedro José se despertaba desperezándose como un oso polar y se duchaba y corría hacia la oficina. Esta faceta de Doris, persona dulce,

"La mirada de Doris era infalible. De un rápido vistazo, como una adivina, sabía cómo era una persona".

FOTO: VÍCTOR CH. VARGAS

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La cultura popular, una de sus grandes pasiones. Doris en amateur sesión de grabación.

Doris Gibson, durante casi dos años, llamaría diariamente al autor por teléfono a su casa.

signe falsificador de huacos. Sérvulo la amó y la seguirá amando a perpetuidad desde la colorida exuberancia de sus óleos. Pedro José recordaba haber oído a su abuelo comentar el impacto que producía la juvenil belleza de Doris. “Cuando ella paseaba por el jirón de la Unión, la gente enmudecía”, decía su abuelo. “Todos, hombres y mujeres, deteniendo el paso y en actitud reverente, se volvían a mirarla”. Pero incluso muchos años más tarde, con sus sendos pisco sour dobles y sus elegantes cigarrillos que fumaría hasta los noventa, Doris siguió atrayendo miradas. Quizá porque, en esencia, no era una persona, sino un carácter. O bien porque el magnetismo en cierta gente ■ sobrevive a las apariencias. CARETAS / AGOSTO 28, 2008

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La Producción Arequipeña

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UÉ produce Arequipa? Una vez con Doris Gibson conversamos sobre el particular. Descubrimos que el lindo distrito de Tiabaya produce peras, hortalizas, trigo y, además, vocales para el Poder Judicial (...) que han llenado con honor las Cortes, llegando muchos de ellos a la Suprema. Caima produce, según Doris, papayas, maíz, hortalizas, curas y médicos. ¿Y Characato? Futbolistas. Debo confesar, sin embargo, con pena, que Characato, en ese deporte, no ha alcanzado los blasones logrados por Cañete o Chincha. Pero, ¿qué produce la ciudad? Con Doris descubrimos que el 90% de los caricaturistas peruanos es de Arequipa, desde Málaga Grenet hasta Fairlie, Osorio, Núñez Ureta o Mendívil. En Arequipa la caricatura es también oral y los apodos son notables.

Abogado y político, Elías comenzó a ser abogado y terapeuta del optimismo de CARETAS hace casi 40 años, en tiempos bravos de Velasco.

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ORIS Gibson constituye una de aquellas extrañas personas que pueden mostrar, a lo largo de su vida, la conjunción de virtudes habitualmente antagónicas: la ternura y la energía; la autoridad y la humildad; la valentía y la ponderación; la alegría y la seriedad; la vinculación con el arte y la alegría de vivir. Tuve la suerte de conocerla en los momentos difíciles de la dicta-

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Una selección de las numerosas cartas recibidas, escogidas en base a la vinculación con Doris.

Mario Polar, vicepresidente e ilustre cronista arequipeño, en sabrosa conversación regional con Doris*.

Autor Mario Polar. Arriba, Doris al pie del Misti en Club Hípico de Socabaya, 1969.

Pero Arequipa produce asimismo, en gran escala, renombrados siquiatras como Honorio Delgado o Seguín. No obstante, su mayor producción es

El Espejo de CARETAS Escribe: ELÍAS MENDOZA HABERSPERGER

NOS ESCRIBEN… Y CONTESTAMOS

dura velasquista que derrocó en 1968 a Fernando Belaunde Terry, quien, dicho sea de paso, acababa de designarme, 24 horas antes, su ministro de Justicia. Reincorporado tan rápida y violentamente a la vida privada, organicé de inmediato, con amigos muy queridos, un estudio de abogados, el que fue honrado con el encargo de asumir, frente a la dictadura, la defensa legal primero de la revista CARETAS y luego de Enrique Zileri Gibson, su director, inicialmente perseguido y después deportado. En esos momentos, Doris Gibson asumió con solidaridad ejemplar la tarea de encontrar recursos para asegurar la subsistencia de los trabajadores de su revista clausurada. Fundó, para ello, una nueva publicación aséptica-

de políticos. Según Doris, los siquiatras, los caricaturistas y los políticos ejercen profesiones especializadas en sacarle la mugre a la gente. ■

* Pasaje de “La Leyenda de Arequipa”, 1986, versión corregida de una conferencia, que Ana Valverde Ayala gentilmente hiciera llegar a CARETAS. mente apolítica, Espejo, la que, sin embargo, sugería con su título ser un reflejo del medio proscrito. Doris se entrevistó en una tarde cualquiera, acompañada de Daphne, la esposa de Zileri, en el propio despacho presidencial, con el general golpista, obteniendo, sin concesiones ni pidiendo favores, la reapertura de CARETAS y la transitoria suspensión de la primera deportación de su director. Doris Gibson constituye, sin duda, el otro nombre de CARETAS, una publicación que, añadiendo jacarandosa y burlona alegría, es una tribuna peruana al servicio de la justicia, de la democracia, de la igualdad. Ha partido ya, recorriendo finalmente, con honores, nuestra Plaza de Armas. Enrique, su hijo, y Marco, su nieto, son los encargados de continuar la patriótica ruta de Doris ■ Gibson.

Barcelona, 25 de agosto, 2008 Acaba de llamarme Lotta Burenius, desde Asturias, para comunicarme la muy triste noticia del fallecimiento de Doris. Simultáneamente recibo varios mails de Lima con idéntico motivo. Me ha llenado de tristeza y al mismo tiempo, del imborrable recuerdo que siempre conservo de ella. Mucho antes de conocerla, ya en Buenos Aires y cuando yo era estudiante de derecho y periodismo, sabía de su vida y de su extraordinaria personalidad en el Perú. Después tuve el privilegio de trabajar a su lado en Caretas. Siempre guardé de Doris el más profundo respeto y la admiración que se otorga a seres fuera de serie, por su valentía, su personalidad, su iniciativa luchadora en defensa de la libertad. Nadie quedaba indiferente después de estar a su lado. Elsa Arana Freire Santiago de Chile, 25 de agosto, 2008 Leo el diario La Tercera y me entero de que se nos fue Doris. La veo clarito, llegando a la Pizzeria de Miraflores con un ayudante, que la acomoda en una mesa de primera línea. Cuando queda sola voy a saludarla. Qué me va a recordar, ya está muy viejita, pienso. Algo así le digo cuando le presento mis respetos. Y ella me escruta concienzudamente. Al cabo de unos segundos me mira con cariño seco y su voz ronca de fumadora me dice: –Tu eres Elizondo, pues. ¿Y cuándo volviste?

Ahora que descansa, tras batir el récord de mi madre que se me fue a los 96, los peruanos comenzaran a recordarla como lo que fue: una gran mujer del continente, no solo de su país ni de la familia. José Rodríguez Elizondo Lima, 25 de agosto del 2008 Doris Gibson fue una mujer valiente y talentosa, creativa y adelantada a su tiempo e incluso a la realidad actual. Excepcional, admirable (y guapísima): un verdadero paradigma difícil de alcanzar. Armando Pillado Matheu DNI 06654536 Lima, 25 de agosto del 2008 Quisiera expresarle mi más sentido pésame por la muerte de Doris Gibson. Ella fue una mujer excepcional, de una inteligencia, un coraje y una simpatía poco comunes. Haberla conocido y tratado fue un privilegio. José Belaunde Moreyra Miami Beach, EE.UU., 24 de agosto del 2008 Mis sentimientos están con la familia Gibson y CARETAS. Recuerdo con mucho cariño a Doris. Están vivas en mi memoria invitaciones a su espléndido departamento en el centro de la ciudad. Allí estaba ella con su inteligencia, sentido del humor, garbo, simpatía y elegancia rodeada de personajes limeños en tardes imposibles de olvidar. Efraín Montero Risco Lima, 24 de agosto del 2008 Con la muerte de Doris Gibson desaparece una época. Tuve el honor y el placer de trabajar en la casa que ella inventó: CARETAS. Fue el ser humano más solidario, sensible y decidido que he conocido. Oscar Málaga Escritor DNI 6534288

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