Reflexiones Acerca de La Teoría de Los Quanta - Simone Weil
September 3, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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REFLEXIONES ACERCA DE LA TEORÍA DE LOS QUANTA [1] (Simone Weil, 1942) Dos nociones han abierto un abismo entre lo que se entendía por ciencia desde la antigua Grecia y lo que hoy entendemos con ese nombre; dichas nociones son las de relatividad y de quanta. La primera tuvo mucha repercusión en el gran público; el nombre de la segunda apenas es conocido. Ambas nociones datan de comienzos de este siglo y fueron subversivas de la misma manera, es decir, introduciendo en la ciencia una contradicción aceptada y afirmada. En lo que respecta a la relatividad, no se trata en este caso de la relatividad generalizada, que consiste en extender a todos los movimientos posibles la noción de relatividad que la mecánica clásica sólo aplicaba a los movimientos rectilíneos y uniformes; idea que por cierto es apropiada al menos para suministrar temas de reflexión extremadamente fecundos. Se trata de la relatividad restringida, mal llamada así, porque no tiene relación con la noción de relatividad del movimiento. Es una teoría muy simple si se renuncia a comprenderla. Por una parte, los trabajos de Copérnico, Kepler, Galileo, Newton condujeron a atribuir determinados movimientos a la tierra y a los diferentes cuerpos celestes; por otra parte, una serie de experimentos desembocó en determinada medición de la velocidad de la luz; finalmente, ciertos experimentos de finales del siglo XIX llevaron a considerar la velocidad de la luz como constante en todas las direcciones. Tales resultados son contradictorios; una velocidad finita no puede ser constante en todas las direcciones si se la mide a partir de un sistema que a su vez se encuentra en movimiento en una dirección determinada. No obstante, Einstein tradujo en fórmulas algebraicas esas conclusiones inconciliables entre sí, combinó las fórmulas como si pudieran ser verdaderas al mismo tiempo y obtuvo unas ecuaciones. Pero resulta que en dichas ecuaciones la letra que representa el tiempo y cada una que corresponde a las tres coordenadas del espacio figuran de manera simétrica. La traducción de tales ecuaciones al lenguaje común produjo las paradojas que le valieron a Einstein un renombre bastante dudoso, al igual que el del tiempo considerado como una cuarta dimensión. La paradoja de los quanta no es menos violenta – quizá quizá lo sea más, aunque a primera vista parezca menos sorprendente — ; por otra parte, es de una fecha anterior. La teoría de los quanta, cuyo primer autor es Planck, y que todavía hoy constituye la preocupación principal de los físicos, se refiere a la noción central de la ciencia, la noción de energía. Consiste en considerar la energía o la acción, producto de la energía por el tiempo, como una magnitud que varía de manera discontinua, mediante saltos sucesivos, y tales saltos son lo que se denomina quanta. Pero todo el esfuerzo de la ciencia desde Galileo consistió en reducir todos los fenómenos sin excepción a cambios en las relaciones relaciones de espacio y tiempo, tiempo, admitiendo como factores variables sólo las distancias, las velocidades y las aceleraciones; el espacio y el tiempo no pueden representarse sino como magnitudes continuas; y la energía es precisamente la noción por medio de la cual se reduce todo al espacio y al tiempo. Si estoy a dos kilómetros de un lugar y después de haber caminado me encuentro ya sólo a un kilómetro, sea cual fuere el camino que haya tomado, los rodeos que haya 1
podido dar, he pasado por todas las distancias intermedias entre dos kilómetros y un kilómetro, sin ninguna excepción. Se puede poner en duda esta afirmación, como cualquier otra, pero es imposible representarse la afirmación contraria. Y la ciencia concierne a los fenómenos, por lo tanto, contrariamente al pensamiento metafísico o místico, está en el nivel de la representación o inmediatamente sobre él; una explicación científica que no es representable de ninguna manera está vacía de significación. Podemos persuadirnos abriendo cualquier manual de que la noción de energía deriva de la noción de trabajo y se remite a ella, y que el trabajo se define por la elevación de un determinado peso a una determinada altura. Decir que hay una diferencia de energía entre tal y cual estado de un sistema es decir que podemos representarnos una transformación donde, por una parte, el sistema pasaría de un estado al otro, y donde, como contrapartida, dicho peso ascendería o descendería de dicha altura. Ya en el primer estudio de los fenómenos mecánicos, se halló una invariante definida por el producto convencional de una fuerza y una distancia. Arquímedes fundó la mecánica demostrando que una balanza simétrica permanece en equilibrio si se modifica el peso de un lado del punto de apoyo pero cambiándolo de lugar, a condición de que el producto del peso por la distancia con respecto al punto de apoyo permanezca invariable. Galileo mostro que si una bola se deja caer de una misma altura sobre planos de diferente inclinación, el producto de la distancia que recorre por la fuerza que la impulsa siempre es el mismo. Planteó como ley general del equilibrio que cuando dos cuerpos, arrastrados por distintas fuerzas, se mantienen en reposo por su mutua relación, los productos respectivos de la fuerza y la distancia que se recorrería sin dicha relación son iguales. Hizo ver, y luego también Descartes, que dicho producto es asimismo la clave de las máquinas simples que, aun cuando les ahorren trabajo a los hombres, nunca modifican, en ningún caso, el producto de la fuerza que hay que vencer por el desplazamiento que hay que realizar. Además la balanza, con el nombre de d e palanca, es una máquina simple, al igual que el plano inclinado cuando se hace subir un peso en él. Más adelante, se utilizó el mismo producto como clave de todos los fenómenos de dinámica, con el nombre de energía cinética o fuerza viva. La fórmula del movimiento uniformemente acelerado o retardado muestra un queplano cuando una bola que hasta rueda determinada a velocidad uniforme sobre un plano horizontal encuentra inclinado y sube altura, el trabajo realizado, es decir, el producto de esa altura por el peso de la bola, es igual a la mitad del producto de su masa por el cuadrado de la velocidad con la que rodaba sobre el plano horizontal. De modo que la energía cinética de un cuerpo en movimiento, vale decir, esa mitad del producto, es el trabajo que dicho cuerpo puede realizar en determinadas condiciones únicamente en virtud de su velocidad. La energía potencial es el trabajo que un cuerpo puede realizar únicamente en virtud de su posición por medio de un empuje infinitamente pequeño, como cuando una bola está sobre una mesa; el teorema de la conservación de la energía plantea que, en un sistema puramente mecánico, la suma de la energía cinética y de la energía potencial permanece constante en tanto que no se realice ningún trabajo exterior sobre el sistema o del sistema sobre el exterior. ex terior. La gran idea del siglo XIX fue asimilar con trabajos, por medio de equivalencias numéricas, otros cambios que no fueran desplazamientos. Joule comenzó. Si se deja caer 2
desde un metro un peso de un kilo que en su caída, por medio de una polea, hace girar un pequeño molino de paletas colocado coloc ado en un recipiente lleno de agua, la temperatura tem peratura del agua se eleva; la energía calórica que produce dicha elevación de la temperatura es igual a un kilográmetro. Joule verificó que varios procedimientos mecánicos diferentes, mediante el mismo gasto de energía mecánica, permiten siempre elevar la misma masa de agua de 0º a 1º. Tras muchas experiencias análogas, los científicos del siglo XIX plantearon que en todo fenómeno hay crecimiento o disminución de una energía equivalente a la energía mecánica; dicho principio tiene un gran número de aplicaciones exitosas en el estudio de los fenómenos químicos y eléctricos. El principio fundamental de la ciencia del siglo XIX es que se debe poder representar al menos teóricamente, con respecto a cualquier fenómeno, o bien la producción de tal fenómeno por medio del desplazamiento de un peso, o bien el desplazamiento de un peso por medio de dicho fenómeno. La palabra energía no tiene otro sentido, y por tal razón cualquier clase de energía se mide en ergs, unidad definida por la elevación de un peso. Un peso no puede tener primero determinada altura y luego otra, sin pasar por todas las alturas intermedias sin excepción. La distancia es una magnitud continua; ninguna geometría la representa de otro modo, ni siquiera las no euclidianas. El tiempo, que para los físicos se representa mediante el movimiento uniforme, es decir, mediante la distancia, es una magnitud continua. Lo mismo ocurre con la velocidad, la relación de la distancia con el tiempo, y con la aceleración, la relación de la velocidad con el tiempo. En ninguna definición de energía mecánica ingresan otros valores que la distancia, la velocidad, la aceleración combinadas con la masa; la acción es un producto de la energía y del tiempo. La energía no mecánica es aquello que se plantea como equivalente a la energía mecánica en todos los fenómenos no mecánicos. A partir de ahí resulta fácil percibir cuán extraordinario es hablar de quanta de energía o de acción. Lo más singular es que cuando Planck afirma: ―La materia no puede emitir la energía radiante sino por cantidades finitas proporcionales a la frecuencia‖, no fue llevado a tal proposición por el estudio de los fenómenos microscópicos donde la experiencia permite medir esos umbrales, sino por un fenómeno macroscópico, la radiación negra. La noción de irreversibilidad había sidoel introducida el concepto de principio energía por el segundo principio de la termodinámica, principio deen Clausius, llamado de la degradación de la energía. Tal noción había llevado a la probabilidad, mediante la simple idea de que el pasaje de un estado más probable a un estado menos probable es prácticamente irreversible; si uno tomara con la mano los caracteres de imprenta que formaban un verso de Valéry, los desordenara, y si los mezclara de nuevo con la mano un gran número de veces, no se volvería a formar un verso de Valéry. El físico Boltzmann, contemporáneo de Planck, había interpretado así los fenómenos irreversibles como la transformación de la energía mecánica en energía calórica por el frotamiento. Planck intento reconstruir, por medio de probabilidades y de acuerdo con los datos de la experiencia, el fenómeno llamado de radiación negra. En las fórmulas de tales probabilidades encontró la discontinuidad; introdujo la discontinuidad en la energía porque dichas probabilidades son funciones de la energía.
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No podemos dejar de preguntarnos si hubiera podido obrar de otro modo. La experiencia por cierto no lo forzaba a ello pues, pu es, dado que las medidas no eran microscópicas, no podían proporcionar umbrales, sino solamente puntos de referencia entre los cuales había que hacer interpolaciones. Siempre es posible hacer interpolaciones por medio de funciones o bien discontinuas, o bien continuas. Pareciera pues que Planck en verdad hubiera podido encontrar otras funciones distintas de la mecánica clásica, puesto que éstas estaban en desacuerdo con la experiencia, pero aun así continuas. Nos vemos tentados de preguntarnos si no fue la misma naturaleza del cálculo de probabilidades, cuyo punto de partida es el juego de dados, y por consiguiente relaciones numéricas, lo que condujo a Planck a introducir números enteros en sus fórmulas. Ciertamente, sería un origen muy extraño para una revolución tan grande. En todo caso, introdujo la discontinuidad en la energía, con respecto al caso particular de la radiación negra, por una comodidad de cálculo. Su innovación tuvo un éxito asombroso, ya que luego se admitió que sus fórmulas son válidas para todos los intercambios de energía que ocurren en los átomos y las radiaciones, es decir, en todas partes. De modo que la palabra energía ya no tiene ninguna relación con los pesos y velocidades; velo cidades; pero p ero tampoco tiene relación con otra cosa, porque no se elaboró otra definición de la energía; no tiene relación con nada. Lo cual no impide que se siga hablando de energía cinética. El papel puede decirse que soporta todo. El uso diferente del álgebra abre el abismo que separa la ciencia del siglo XX de la ciencia de los siglos anteriores. El álgebra en física no fue en principio sino un procedimiento para resumir las relaciones establecidas entre las nociones físicas por medio del razonamiento basado en la experiencia, un procedimiento extremadamente cómodo con respecto a los cálculos numéricos necesarios para las verificaciones y las aplicaciones. Pero el papel del álgebra no dejo de crecer en importancia; finalmente, en lugar de que el álgebra constituyera el lenguaje auxiliar y las palabras el lenguaje esencial, como sucedía antes, hoy pasa exactamente lo contrario. Algunos físicos tienden incluso a hacer del álgebra casi el único lenguaje, de manera que en el límite, un límite por supuesto imposible de alcanzar, ya no habría más que cifras extraídas de las mediciones experimentales y letras combinadas en fórmulas. Pero el lenguaje ordinario y el lenguaje algebraico no siguen las mismas exigencias lógicas; las relaciones entre nociones no se reflejan íntegramente por medio de las relaciones entre letras; en particular, unas afirmaciones incompatibles pueden ser equivalentes a ecuaciones que nolaslo relaciones son en absoluto. Cuando seteniendo manipulan las fórmulas, tras haber traducido al álgebra entre nociones, solamente datos numéricos de la experiencia y leyes propias del álgebra, se pueden obtener resultados que choquen violentamente contra el sentido común una vez traducidos de nuevo al lenguaje hablado. De donde resulta una intensa apariencia de profundidad; porque las profundas meditaciones filosóficas o místicas también implican contradicciones, extrañezas y una dificultad insuperable en la expresión verbal. Sin embargo en el caso del álgebra se trata de algo muy distinto. Si un pensamiento profundo es inexpresable, es porque abarca a la vez varias relaciones verticalmente superpuestas y porque el lenguaje común no diferencia bien las diferencias de nivel; pero el álgebra es aún menos apropiada para ello, porque pone todo en el mismo plano. Demostraciones, verificaciones, conjeturas casi arbitrarias, aproximaciones, consideraciones referidas a la conveniencia, la comodidad, la probabilidad, todas estas cosas, una vez traducidas a letras, cumplen el mismo papel en las 4
ecuaciones. Si el álgebra de los físicos produce los mismos efectos que la profundidad, es solamente por ser totalmente plana; la tercera dimensión del pensamiento está ausente en ella. Esa falsa profundidad tiene efectos bastante cómicos, algunos de los cuales divertían a Rabelais o a Molière. Porque los filósofos, llenos de un celo respetuoso, se agotan en interpretar lo que no pueden comprender y en traducir las ecuaciones a la filosofía. En general, los comentaristas profanos e incluso algunos científicos buscan con una perseverancia conmovedora la significación profunda, la concepción del mundo contenida en la ciencia contemporánea. Vanamente, porque no la tiene. La ciencia en ese aspecto se parece al emperador del cuento de Andersen; dos artesanos le prometieron un traje hecho de una tela invisible para los necios, de manera que caminó desnudo por las calles de su capital sin que ninguno de los espectadores ni tampoco él mismo se atreviese a reconocer que estaba desnudo. Cualquier hombre con algo de cultura temería pasar por tonto admitiendo ante los demás o ante sí mismo que es incapaz de vislumbrar la menor significación filosófica vinculada con las innovaciones de la ciencia contemporánea; prefiere inventarles una, necesariamente poco clara. El último ú ltimo libro de Planck traducido al francés, con el título de ―Iniciación a la física‖, repleto de consideraciones filosóficas filo sóficas en más de tres cuartas partes, ha brindado un nuevo ejemplo del cuento de Andersen. Puesto que algunos críticos, confiando en el renombre científico del autor, han creído ver en ese libro un pensamiento profundo; han elegido algunas citas para sostener su juicio, y dichas citas eran lugares comunes de una infrecuente banalidad. Si hiciéramos abstracción de la persona del autor, en verdad ese libro, exceptuando algunas páginas, estaría prácticamente desprovisto de interés. Todo lo que en él se refiere a la filosofía general, Dios, el alma humana, la libertad, el conocimiento, la existencia del mundo exterior, es bastante mediocre, generalmente sensato, pero banal, vago y superficial. Podemos ver con ello de modo evidente que Planck no era una mente excepcional. Podemos ver también, cosa bastante curiosa, que el autor responsable de una revolución tan grande no solamente era un hombre muy honesto, sino también lo que suele llamarse un hombre bien pensante, muy apegado a la religión y a todo lo que tradicionalmente es objeto de respeto. Pero las páginas verdaderamente apreciables del libro son aquellas en donde Planck, ingenuamente sin pensarlo, hace determinadas confesiones que ofrecen singulares aclaraciones sobre el ymisterioso proceso de elaboración de la ciencia y destruyen por completo el lugar común, a menudo repetido con énfasis por el mismo Planck, según el cual la ciencia sería algo universal que planea por encima de los científicos de todos los tiempos y de todos los países. He aquí algunos extractos extractos de esas páginas: ―Contrariamente a lo que se sostiene de buen grado en determinados ámbitos de la física, no es cierto que para la elaboración de una hipótesis solamente se puedan utilizar nociones cuyo sentido pueda ser definido por mediciones, independientemente independientemente de toda teoría…No hay absolutamente ninguna magnitud que pueda ser medida directamente. Por el contrario, una medición no adquiere su sentido físico sino en virtud de una interpretación que es obra de la teoría… Aún en los casos de las mediciones más directas y más exactas, por ejemplo las del peso o la intensidad de una corriente, los resultados no pueden ser utilizables sino después de haber sufrido numerosas correcciones cuyo cálculo es deducido de una hipótesis‖. hipótesis‖. 5
Las siguientes formulaciones formulaciones son aún más reveladoras: ―El creador de una hipótesis dispone de posibilidades prácticamente ilimitadas, y está tan poco ligado al funcionamiento de los órganos de sus sentidos como lo está al de los instrumentos que emplea… Incluso podemos decir que crea una geometría con su fantasía. Con instrumentos de una exactitud ideal… puede realizar en el pensamiento las mediciones más delicadas y extraer de sus resultados las conclusiones más generales; tales conclusiones, al menos directamente, no tienen nada que ver con las mediciones verdaderas. Por tal motivo asimismo es que nunca unas mediciones podrán confirmar o invalidar directamente una hipótesis; solamente podrán poner de relieve su mayor o menor conveniencia‖. conveniencia‖. Pero lo mejor es lo siguiente: ―Las grandes g randes ideas científicas no suelen conquistar el mundo debido a que sus adversarios terminen adoptándolas poco a poco y terminen convenciéndose de su verdad… Lo que sucede con más frecuencia es que los adversarios de una idea nueva terminan muriéndose y la generación siguiente ya se ha acostumbrado a ella‖. Así, las teorías científicas desaparecen a la manera de las modas masculinas en el siglo XVII: los trajes de estilo Luis XIII desaparecieron cuando murieron los últimos ancianos que habían sido jóvenes bajo Luis XIII. Quien haya reflexionado acerca de estas aserciones no dirá nunca: ―La Ciencia afirma que…‖. La Ciencia es muda, quienes hablan son los científicos. Ciertamente, lo que dicen no es independiente de la época, puesto que, según admite Planck, los partidarios de tal o cual manera de ver se callan en el preciso momento en que la muerte les impone silencio. silencio. En cuanto a los lugares, es verdad que los científicos pertenecen a diferentes países. Pero los viajes, la correspondencia, las comunicaciones en nuestros días son tan fáciles y tan rápidas en tiempos de paz que los científicos de una misma especialidad, aunque dispersos a través del globo terrestre, conforman una aldea minúscula donde todo el mundo se conoce, donde se está al tanto de la vida privada de cada uno, donde circulan incesantemente anécdotas que en otros ámbitos se llamarían chismes. En las ciudades donde se encuentran varios de ellos, se ven siempre, salvo que estén peleados, y también sus mujeres se frecuentan entre ellas. Esa aldea es cerrada; no es posible entrar desde el exterior. Aunque hayamos estudiado por veinte años los libros de los científicos, si uno mismo no es un científico de profesión, uno sigue siendo un profano con respecto a la ciencia; y las opiniones de los excepto profanospara no tienen validez dentro de lafórmulas aldea, nadie les presta la menor atención, tomar ninguna prestadas a veces algunas que entretienen y agradan. Un lector culto, un artista, un filósofo, un campesino, un polinesio están todos en el mismo nivel, es decir, absolutamente afuera de la ciencia, y los mismos científicos están excluidos también de todas las especialidades diferentes de las suyas. Rara vez se sale de la aldea; muchos científicos, dejando aparte su especialidad, son obtusos y poco cultivados, o bien, cuando se interesan en algo más allá de su trabajo científico, es muy raro que pongan ese interés mentalmente en relación con el que dirigen a la ciencia. Los habitantes de la aldea son afectos al estudio, brillantes, excepcionalmente dotados; pero hasta una edad en que la mente y el carácter se han formado en gran parte, en la escuela son como los demás y se alimentan de manuales mediocres. Nadie se dedicó nunca particularmente a desarrollar su espíritu crítico. En ningún momento de sus vidas se los prepara especialmente para situar el puro amor a la verdad por encima de los otros intereses; ningún mecanismo de eliminación establece como condición de ingreso a la aldea 6
una disposición natural en ese sentido. Hay mecanismos de eliminación, entre los cuales están los exámenes y concursos, pero no apuntan a la intensidad o a la pureza del amor hacia la verdad. Ese amor, el gusto por la exactitud y el trabajo bien hecho, el deseo de que se hable de uno, la avidez de dinero, de consideración, de reputación, de honores y títulos, las antipatías, los celos, las amistades, todos esos intereses y otros más se mezclan entre los habitantes de la aldea, como entre todos los hombres, en proporción variable. Esa aldea, como todas las demás aldeas, está formada por una humanidad media, con algunas diferenciaciones hacia arriba y hacia abajo. Pero tiene rasgos singulares, como el hecho de ser periódicamente trastocada por los cambios de la moda; aproximadamente cada diez años una nueva generación se entusiasma por nuevas opiniones. Como en otros sitios, la lucha de las generaciones y de las personas produce en cada momento una opinión media. No es otra cosa el estado de la ciencia en un momento determinado; es la opinión o pinión media en la aldea de los científicos. Ciertamente, dicha opinión se basa en experiencias; pero siempre se trata de experiencias realizadas dentro de la aldea sin ningún control externo, con aparatos costosos y complejos que sólo allí se encuentran; experiencias preparadas, reiniciadas, rectificadas sólo por los habitantes de la aldea, y sobre todo interpretadas solamente por ellos, con una libertad cuyo alcance permiten medir las frases de Planck anteriormente citadas. Por lo tanto, no es verdad que la ciencia sea un especie de oráculo sobrenatural, una fuente de sentencias diferentes, por cierto, de año en año, pero necesariamente cada vez más sabias. Puesto que así es como por lo común se la imagina actualmente, y la embriaguez que sentimos al exclamar: ―La Ciencia dice que…‖ ni siquiera es mitigada por la certeza de que ya no lo dirá dentro de cinco años. Se diría – en en este aspecto como en muchos otros — que para nosotros la actualidad tiene un valor de eternidad. El mismo Valéry más de una vez habló de la ciencia siguiendo la superstición común. En cuanto a los científicos, por supuesto, son los primeros en hacer pasar sus opiniones como si fueran sentencias de las que ellos no serían responsables, de las que no tendrían que dar cuenta, emanadas de un oráculo. Tal pretensión no es tolerable porque no es legítima. No hay ningún oráculo, sino solamente las opiniones de los científicos, que son hombres. Afirman lo que creen tener que afirmar, en lo cual tienen razón, pero ellos mismos son los autores responsables de todo lo que afirman y deben dar cuenta de ello. Como no dan cuenta de ello, se equivocan, y se equivocan en primer lugar sobre sí mismos, porque tampoco se dan cuenta ellos mismos. Ante todo, deben dar cuenta de su ruptura con la ciencia clásica. No porque sea una desgracia. La ciencia clásica, tras llegar a su apogeo y suponerse capaz de explicar cualquier cosa sin excepción, se había vuelto intelectualmente irrespirable, y por tal motivo Bergson, Einstein, todos aquellos que perforaron violentamente ese recinto cerrado fueron saludados como liberadores. Por otra parte, las nociones primarias de la ciencia clásica, inercia, movimiento uniforme, fuerza, aceleración, energía cinética, trabajo, resultan oscuras apenas se las examina con atención. ¿No es extraño que el movimiento rectilíneo uniforme, el más simple de todos los movimientos en virtud del principio de inercia, no pueda ser medido en cuanto al tiempo sino por el movimiento diurno de las estrellas, es decir, un movimiento circular, y no pueda ser representado sino con el ejemplo de una bola que rueda sobre un plano, un movimiento que implica una rotación? ¿No es extraño que ese movimiento, que se realiza sin la intervención de ninguna fuerza, contenga una energía? ¿No es curioso que la noción de trabajo, tomada de la experiencia humana, se defina de tal manera que un hombre que lleva cincuenta kilos durante diez kilómetros no realiza ningún 7
trabajo? ¿Y que cuando dos cuerpos idénticos atraviesan la misma distancia rectilínea en el mismo tiempo haya trabajo trabajo en un caso y no en el otro, cuando el movimiento de uno es uniforme y no el del otro? Podríamos encontrar muchas otras peculiaridades. Pero lo más grave es que la ciencia clásica pretendió resolver las contradicciones, o más bien las correlaciones de contrarios, que forman parte de la condición humana y de las cuales no le está permitido al hombre librarse. La ciencia creyó lograrlo suprimiendo uno de los términos. Por ejemplo, lo continuo y lo discontinuo nos son dados; pensamos el espacio y el número; no podemos pasar de un lado al otro de un río sin cruzarlo y no conocemos un término medio entre el hierro y el oro. La física clásica quiso suprimir lo discontinuo; era necesario que se quebrara, y en su mismo centro, en su rama principal, en el estudio de la misma noción de energía que debía servir para tal supresión, vale decir, en la termodinámica. No concebimos claramente más que transformaciones susceptibles de reproducirse en sentido contrario y sin embargo estamos sometidos a un tiempo cuyo transcurso es irreparable; envejecemos, morimos, la ceniza no vuelve a ser madera, la herrumbre no se convierte en hierro, y en general las cosas destruidas fácil y rápidamente son o bien imposibles, o bien difíciles y costosas de reconstruir o reemplazar. El intento de explicar un mundo hecho así mediante un mundo de átomos sometidos sólo a la energía mecánica, que no implica ninguna irreversibilidad, irreversibilidad, debía resultar imposible. La ciencia clásica quiso tener en cuenta solamente la ciega necesidad y abolir por completo la noción de orden, que reapareció bajo el ropaje de la probabilidad de la que se sirvió Boltzmann para pasar de lo reversible a lo irreversible; porque mirando la cuestión de cerca, no es posible definir la poca probabilidad más que por un orden. Dentro de la doble relación que subordina el conjunto a las partes y las partes al conjunto, la ciencia clásica sólo quiso conservar lo primero, pues lo segundo, como la noción de orden, parecía manchado de finalismo; y actualmente la matemática, la física y la biología se orientan hacia el estudio de los conjuntos considerados como tales. En sí mismos, tales cambios son felices, porque las esperanzas de la ciencia clásica eran a la vez absurdas e impías. Absurdas porque no se puede esperar razonablemente dar cuenta de un mundo donde hallamos contrarios en correlación por medio de la supresión de un término de cada dos; aunque el otro fuera considerado una ilusión, aún habría que dar cuenta de esa ilusión y no es posible hacerlo por medio del término contrario; el hombre no puede suprimir ninguna de las nociones nocione s que le dadas, solamente reubicarlas.sino E impías porque está uso permitido al como hombre en son la tierra librarse de laspuede contradicciones, tan sólo hacerno unlebuen de ellas; lo sabía Platón, todo lo que la inteligencia humana puede representarse encierra contradicciones que son la palanca con la cual se eleva por encima de su ámbito natural. Lo que constituye una desgracia no es el abandono de la ciencia clásica, sino la forma en que se la abandonó. Aquélla se creía erróneamente capaz de un progreso ilimitado, pero se topó con sus límites hacia 1900; los científicos, en lugar de detenerse con ella para contemplar esos límites y reflexionar, intentar describirlos, definirlos, dar cuenta de ellos y extraer visiones de conjunto, pasaron de largo en furioso impulso, dejando la ciencia clásica detrás de sí. ¿Qué tiene de sorprendente? ¿No les pagan para ir siempre hacia adelante? No se obtiene un avance, ni una reputación, ni un premio Nobel deteniéndose. Para detenerse voluntariamente, un científico brillantemente dotado necesitaría alguna clase de santidad o de heroísmo, ¿y por qué habría de ser un santo o un héroe? Los hombres de otras profesiones, salvo raras excepciones, tampoco lo son. Los científicos entonces corrieron 8
hacia adelante sin revisar nada, pues toda revisión hubiese parecido un regreso hacia atrás; solamente agregaron cosas. Cuando se toparon con lo discontinuo, no renunciaron por ello a reducir todo a variaciones de energía; simplemente pusieron pusieron la discontinuidad dentro de la misma energía, quitándole así toda significación, aunque sin embargo siguieron ubicándola en el centro de todo estudio bajo el efecto del impulso adquirido en el curso de los siglos anteriores. La dificultad de establecer un puente mediante la noción de probabilidad entre el mundo que nos es dado y el mundo hipotético y puramente mecánico de los átomos no los detuvo; las consecuencias de la teoría de los quanta, que tiene su fuente en el estudio de la probabilidad, los condujo a situar la probabilidad dentro de los mismos átomos. De modo que las trayectorias de las partículas atómicas ya no son necesarias, sino probables, y la necesidad no está en ninguna parte. Sin embargo, la probabilidad no puede definirse sino como una necesidad rigurosa donde ciertas condiciones son conocidas y otras son desconocidas; la noción de probabilidad no tiene ningún sentido separada de la noción de necesidad. La probabilidad así separada no es más que el resumen de las estadísticas, y la misma estadística no se justifica con nada, excepto por su utilidad práctica; se les da la razón a mil hechos he chos contra un hecho, por una un a especie de trasposición del sufragio o del plebiscito. Ya no queda entonces más que la experiencia en bruto, aun cuando cuand o la ciencia, como todo esfuerzo de pensamiento, consista en interpretar la experiencia. Por lo demás, nunca se ha interpretado tanto como actualmente; nunca se han hecho tantas hipótesis; nunca se ha permitido hacerlas con tanta licencia. Por extraña que pueda parecer actualmente la expresión de una incertidumbre así, resulta dudoso que los científicos puedan seguir avanzando por mucho tiempo en tales condiciones. Pues ya no tienen casi nada que los controle en los derroteros de sus pensamientos. No tienen más que el álgebra, que solamente controla algo como puede hacerlo un mero instrumento al que uno se adapta para manejarlo, y que es un instrumento muy flexible. Es erróneo creer que la experiencia humana puede servir para ello, porque todo pensamiento humano, incluyendo las creencias que nos parecen más absurdas, tienen la experiencia por objeto y encuentra en ella una base y una confirmación. El prestigio de los hechiceros se basa en la experiencia; una creencia no verificada experimentalmente no resulta viable en ningún ámbito humano. Todo pensamiento es un esfuerzo de interpretación de la experiencia, interpretación para la cual la experiencia no suministra un modelo, ni una regla, niniuntampoco criterio; de allíformularlos. se encuentran los datos losdemás, problemas, no la manera de resolverlos Como todosdelos dichopero esfuerzo necesita estar orientado hacia algo; cuando el hombre no va hacia alguna parte, se queda inmóvil. No puede prescindir de valoraciones. Con respecto a cualquier estudio histórico, el valor se denomina verdad. Los hombres hechos de carne y sobre la tierra no pueden tener sin duda una representación de la verdad que no sea defectuosa, pero les hace falta una: imagen imperfecta de la verdad no representable que hemos visto, como dijo Platón, del otro lado del cielo. Los científicos del período clásico tenían una representación de la verdad científica ciertamente muy defectuosa, pero tenían una; y los actuales no tienen en mente ninguna cosa, aunque sea vaga, remota, arbitraria, imposible, hacia la cual remitirse y llamarla verdad. Con mayor razón, no tienen la imagen imagen de un camino que llevaría llevaría a ella y con con el cual comparar cada paso de su pensamiento para controlarlo. Todavía están empujados por el impulso de las generaciones anteriores y por una velocidad adquirida siguen direcciones 9
que hoy no responden más a nada; pero ese impulso se agotará. La licencia es algo embriagador y estamos borrachos de ella en todos los ámbitos, pero la licencia absoluta frena mucho más seguramente que cualquier cadena. Hay que prever entonces que en un tiempo bastante próximo, tal vez dos o tres generaciones, tal vez menos, los científicos se detendrán. Hay que preverlo, pero no temerlo. ¿Por qué desearíamos para la ciencia un progreso sin obstáculos? No tenemos ninguna dicha que esperar del desarrollo de la técnica, mientras no sepamos impedirles a los hombres que empleen la técnica para la dominación de sus semejantes y no de la materia; en cuanto a nuestros conocimientos, el progreso científico no puede añadirles nada, puesto que se reconoce actualmente que los profanos no pueden comprender nada de la ciencia y que los mismos científicos son profanos fuera de su ámbito especializado. Tal vez una detención forzosa haga que los científicos realicen un trabajo de recapitulación y de revisión, que constituyan una axiomática de la físico-química según el modelo inmortal de Arquímedes; no para fabricar una coherencia artificial, sino para hacer honestamente el balance de los axiomas, los postulados, las definiciones, las hipótesis, los principios, sin omitir los que están implicados dentro de la misma técnica experimental, por ejemplo en el uso de la balanza. Semejante labor tal vez hiciera de la ciencia un conocimiento, dejando que aparezcan claramente las dificultades, las contradicciones, las imposibilidades, que actualmente se apuran en disimular en forma de soluciones detrás de las cuales la inteligencia ya no puede percibir nada. Pero habría que empezar pronto con este trabajo. De otro modo, la detención de la ciencia puede provocar no una renovación, sino la desaparición del espíritu científico del globo terrestre por varios siglos, como sucedió cuando el imperio romano eliminó la ciencia griega. Algo infinitamente más valioso que la misma ciencia está comprometido en esta crisis, y es la noción de verdad, que el siglo XVIII y sobre todo el XIX vincularon muy estrechamente con la ciencia; erróneamente, pero hemos conservado esa costumbre. La desaparición de la verdad científica ha hecho desaparecer para nosotros a la verdad en sí misma, pues estábamos habituados a tomar una por la otra. Apenas desaparece la verdad, de inmediato la utilidad ocupa su lugar, porque el hombre siempre dirige su esfuerzo hacia algún bien. Pero la inteligencia ya no tiene entonces la aptitud para definir ni para juzgar dicha utilidad, solamente tiene licencia para pública servirla.seDe árbitro se hay vuelto sierva y los deseos le dan órdenes. Además, la opinión vuelve dueña soberana de los pensamientos en lugar de la conciencia, porque el hombre siempre somete sus pensamientos a un control superior, ya sea en valor, ya sea en poder. Allí estamos en la actualidad. Todo ha virado hacia lo útil sin que sepamos definirlo; la opinión pública reina soberanamente, tanto en la aldea de los científicos como en las grandes naciones. Hemos como vuelto a la época de Protágoras y de los sofistas, la época en que el arte de persuadir, cuyo equivalente moderno constituyen los eslóganes, la publicidad, la propaganda por medio de reuniones públicas, diarios, cine, radio, ocupaba el lugar del pensamiento, decidía la suerte de las ciudades, realizaba los golpes de Estado. De modo que el libro IX de la República la República de de Platón pareciera describir los hechos contemporáneos. Pero hoy no es Grecia, sino el planeta entero lo que está en juego. Y nos faltan Sócrates, Platón, Eudoxo, la tradición pitagórica, la enseñanza de los Misterios. Tenemos la tradición cristiana, pero no puede hacer nada por nosotros mientras no haya vuelto a estar viva en nosotros. 10
Ya hace mucho tiempo, en todos los ámbitos sin excepción, los custodios titulares de los valores espirituales los habían dejado degradarse, por sus propias carencias y sin ninguna coerción externa. Una especie de temor nos impide reconocerlo, como si así corriéramos el riesgo de afectar a esos mismos valores; pero lejos de ello, en el período quizá más largo de dolor y de humillación en que estamos sumidos, sólo podemos recuperar alguna vez lo que nos falta si sentimos con toda nuestra alma hasta qué punto hemos merecido nuestra suerte. Vemos que la fuerza de las armas sojuzga cada vez más a la inteligencia, y que hoy el sufrimiento hace perceptible para todos ese sometimiento; pero la inteligencia ya se había rebajado al estado de servidumbre antes de que hubiera nadie a quien obedecer. Si alguien va exponerse como esclavo en el mercado, ¿qué tiene de sorprendente que encuentre un amo? La tormenta que nos envuelve ha desarraigado los valores, deshizo su jerarquía y los puso a todos en cuestión para pesarlos en la balanza siempre falsa falsa de la fuerza. Al menos nosotros, durante este tiempo, pongámoslo también a todos en cuestión, cada uno de nosotros por su cuenta, pesémoslo en nosotros mismos con el silencio de la atención, y anhelemos que nos sea concedido hacer de nuestra conciencia una balanza justa.
[1] Max Planck, Initiations Planck, Initiations à la physique physique,, Flammarion, 1941. No podemos dejar de señalar aquí ciertos descuidos en la edición: no se indica ninguna fecha y las fórmulas algebraicas en las notas están colmadas de erratas. (Nota de S.W.)
(Simone Weil, en Sobre la ciencia, ciencia, Editorial El Editorial El cuenco de plata, plata, 2006).
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