Rebelión en La Granja
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Rebelión en la granja George Orwell
Introducción a Rebelión en la granja Rebelión en la granja (título original en inglés: Animal farm) es una fábula satírica escrita por George Orwell en 1945 acerca de una granja donde los animales toman el poder y forman su propio gobierno, que acabará convirtiéndose en una tiranía brutal. Se considera una crítica velada de la Revolución Rusa y a la corrupción del socialismo soviético en los tiempos de Stalin. El tema principal de la obra es el abuso de poder, y cómo este corrompe a los que lo poseen, llevando a la avaricia, la discriminación y la traición. Así, los cerdos de Rebelión en la granja usan su poder para manipular y engañar a los otros animales y afianzar su dominio sobre ellos. Rebelión en la granja supone también una fuerte critica al gobierno de la URSS y generalmente se considera una fábula que describe los fallos del comunismo. Después de la Segunda Guerra Mundial, el respeto hacia el comunismo ruso como forma de gobierno había crecido considerablemente, y George Orwell trató de mostrar a través de su libro que Rusia no era una sociedad socialista verdadera, sino una tiranía despiadada. A pesar de ello, dado el caracter abierto y universal de su mensaje , la fábula transciende ese marco y resulta una crítica efectiva a la corrupción que supone el abuso de poder en cualquier sociedad. Aborda también la crítica contra los totalitarismos de cualquier especie (tema frecuente en las obras de George Orwell) y examina los desplazamientos y manipulaciones que sufre la verdad histórica en los momentos de transformación política. Otro tema frecuente en la obra de George Orwell y que va a estar presente en Rebelión en la granja es el uso de la fuerza y la violencia como medio de control social, como se puede ver en el capítulo VII del libro, donde se describen las persecuciones y el exterminio de la oposición interna dentro de la
granja. Es importante conocer los acontecimientos históricos que rodearon al establecimiento de laURSS para poder apreciar la sátira que hace George Orwell sobre la degeneración de laRevolución rusa en tiranía y sus protagonistas. En 1917 se inicia la llamada Revolución Rusa que llevó a la caída del gobierno del Zar Nicolás II, y al establecimiento del comunismo en Rusia (la cual pasó a denominarse Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas o URRS a partir de 1922). Este régimen duró hasta 1991. Líderes de la Revolución fueron Vladímir Ilich Uliánov (más conocido como Lenin) y León Trotsky, que tomaron el poder mediante las armas, y establecieron un Estado obrero, bajo la dictadura del proletariado, basado en los ideales del Marxismo y la eliminación de la propiedad privada. Sin embargo, tras la muerte de Lenin, Iósif Stalin asumió el control de la URSS y del Partido Comunista de la Unión Soviética estableciendo un modelo de reformas desde arriba y de "socialismo en un solo país" en detrimento de la teoría de la revolución permanente de Trotsky . Esto significó un sistema de purgas políticas, y León Trotsky, sus simpatizantes, y otros comunistas democráticos y anarquistas, fueron perseguidos, encarcelados y asesinados. George Orwell conocía de cerca el partido comunista y sus doctrinas y sabía lo que estaba pasando en Rusia. Sin embargo, en aquella época las críticas al comunismo soviético no eran populares, ya que la URSS se consideraba un bastión contra el nazismo, y mantenía buenas relaciones con el gobierno inglés. Rebelión en la granja fue escrita durante la Segunda Guerra Mundial, se publicó en 1945, pero no comenzó a ser conocida por el público hasta finales de los años 50. Tuvo en su tiempo numerosos problemas de crítica y censura, ya que por aquella época Inglaterra era aliada de la Unión Soviética, y la despiadada crítica al gobierno de Stalin que suponía el libro no gustó al gobierno inglés que no quería tensiones con Rusia. Rebelión en la granja se considera una de las novelas más importantes del siglo XX. Ha sido traducida a quince idiomas y fue elegida entre las 100 mejores novelas en habla inglesa por la revista Time, además de ganar de forma retrospectiva el premio Hugo de literatura fantástica en 1996.
La obra ha sido adaptada en dos ocasiones. En 1954 se realizó una versión animada británica dirigida por Halas and Batchelor, y en 1999 se realizó una película para televisión con imagen real, dirigida por Joseph Stephenson.
Resumen del argumento de Rebelión en la granja
El libro cuenta la historia de la granja Manor cuyo dueño, el señor Jones, es aficionado a la bebida y descuida a los animales. Estos se reúnen a escuchar el discurso del que consideran el animal más sabio de la granja, el cerdoViejo Mayor. Mayor les habla de su sueño de libertad donde todos los animales serán iguales y tendrán los mismos derechos y les dice que para conseguir ese sueño, deben librarse del yugo opresor de los humanos. En su discurso, Mayor les enseña una vieja canción de su infancia, "Bestias de Inglaterra" que habla de un mundo en que los animales son libres, y no tienen que trabajar para los humanos. En ese mundo los animales disfrutan del fruto de su trabajo, y si hay abundancia, es para todos, y ya no pasarían hambre ni frío. Después del discurso, los cerdos hacen una votación, donde deciden que todos los animales son amigos, y el hombre, enemigo.
Un día, después de que el señor Jones deje de darles de comer, los animales se rebelan y hay una pelea en la granja. Dirigidos por dos cerdos jóvenes Snowball y Napoleón, los animales ganan y expulsan al granjero Jones y a sus empleados de la granja. Sin embargo, el Viejo Mayor muere antes de ver el triunfo. Tras la victoria, los animales se organizan bajo las ideas del Viejo Mayor, a las que llaman"Animalismo" y los cerdos se establecen como líderes. Aprenden a leer y a escribir y cambian el letrero de la granja por el de Granja de los animales. En la pared escriben las siete reglas que estableció el Viejo Major antes de morir, y que consideran los siete mandamientos de la granja: Todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo. Todo lo que camina sobre cuatro patas, o tenga alas, es un amigo. Ningún animal usará ropa. Ningún animal dormirá en una cama. Ningún animal beberá alcohol. Ningún animal matará a otro animal. Todos los animales son iguales. Al princicipio todo funciona mejor que antes. Los animales trabajan más porque no están esclavizados, saben que disfrutarán del los frutos de su trabajo y tienen una buena cosecha. Sin embargo, pronto empiezan los problemas con los cerdos, que se han autoerigido los líderes y empiezan a abusar de su poder. Se quedan con lo mejor de la cosecha y se comen todas las manzanas y la leche, diciendo que las necesitan para pensar. Entonces se produce un ataque a la granja por parte del señor Jones, que quiere recuperarla. Los animales se defienden, y detienen el ataque. Boxer, el fuerte caballo de tiro, y Snowball reciben medallas por su valentía en la batalla. Sin embargo, pronto comienzan las peleas por el poder entre Napoleón y Snowball. Por un lado, Snowball quiere construir un molino de viento para que haya electricidad en la granja. Napoleón se opone y durante la reunión que organiza Snowball para explicar su plan a los otros animales, Napoleón, que ha criado a los perros de la granja para obedecerle, los lanza sobre él con la intención de matarle, aunque Snowball logra escapar y huye de la granja. En el siguiente año, Napoleón se convierte en un auténtico dictador,
utilizando a los perros como su policía personal contra todo el que se le oponga, y rompiendo cada vez más los mandamientos que iniciaron la revolución. Ordena construir el molino de viento que inventó Snowball, y cuando una tormenta lo destruye, hace responsable a Snowball y le culpa de lo sucedido delante de todos los animales, acusándole de traidor. Napoleón ordena reconstruir de nuevo el molino, tarea en la que resulta fundamental el caballo Boxer y su fuerza. La tiranía de Napoleón aumenta hasta el punto de forzar a animales inocentes a "confesar" falsos delitos de traición y hacer que sus perros los maten delante de toda la granja. Después él y los otros cerdos comienzan a dormir en camas y a beber alcohol. Los mandamientos empiezan a ser modificados para justificar el comportamiento de los cerdos, así "Ningún animal beberá alcohol" se convierte en "Ningún animal beberá alcoho en exceso". Después de que el molino esté terminado, la granja sufre un ataque por parte del granjero vecino Frederick, con el que Napoleón había estado comerciando. Los animales ganan la batalla, pero el molino es nuevamente destruido. Boxer ofrece de nuevo su fuerza para construir de nuevo el molino, pero el trabajo agotador al que se somete le provoca un colapso y, finalmente, el excesivo esfuerzo que ha realizado le provoca la muerte. Napoleón decide entonces venderlo a una fábrica donde fabricarán pegamento con su cadaver. Ante las protestas indignadas de los otros animales, el cerdo Squealer, portavoz de Napoleón les cuenta que Boxer fue llevado a una clínica veterinaria donde murió pacíficamente, y todos deciden creerle. Los años pasan y la Granja de los Animales se expande con la compra de Napoleón de dos campos a otro granjero vecino, Pilkington. Sin embargo la vida para los animales que no sean cerdos es cada vez más dura, ya que estos se llevan la mejor comida, y todas las comodidades. Los cerdos pronto comienzan a andar a dos patas, imitando a los humanos, y llevan ropa humana. Los antiguos mandamientos han desaparecido y se han reducido a una sola ley: "Todos los animales son iguales, pero unos más iguales que otros" La novela termina con Pilkington y los cerdos bebiendo en la casa de Jones. Napoleón ha cambiado el nombre de la granja a Granja Manor y juega a las cartas con Pilkinton, ambos intentando hacerse trampas mutuamente.
El resto de animales mira por la ventana, y son incapaces de distinguir a los cerdos de los humanos.
Personajes de Rebelión en la granja Los personajes principales de esta novela son los siguientes:
Viejo Mayor Es un cerdo sabio que deseaba un mundo donde los animales vivieran dignamente. La rebelión de los animales se basa en sus ideas, pero muere antes de ver su triunfo. La figura de Mayor, el lider respetado por todos, se ha asociado frecuentemente con Lenin, con referencias claras en la novela como el relato del desentierro de cráneo de Mayor para su exposición pública, en clara referencia a la momificación y exposición de Lenin. Su caracter afable y en busca de un mundo más justo también ha hecho que se le relacione con Karl Marx, el ideólogo del comunismo, cuyas ideas de igualdad y defensa del proletariado fueron poco a poco degenerando bajo el gobierno de Stalin.
Snowball Es el otro aspirante a lider de la granja, brillante, valiente y lleno de proyectos, se le suele comparar con León Trotsky, que lideró al ejército rojo en la URSS, al igual que Snowball lidera a los animales contra el granjero Jones. De manera semejante a la huida de Snowball de los perros que Napoleón manda tras él,Trotsky sufrió la persecución por parte de la policía de Stalin, acusado de traidor, siendo finalmente asesinado en el exilio.
Napoleón Es uno de los cerdos, de fuerte personalidad y que tiende a salirse con la suya. Junto a Snowball lidera la rebelión contra Jones. Después del triunfo de la revolución, comienza a controlar todos los aspectos de la granja hasta que se
convierte en un tirano despiadado. George Orwell le dá, incluido el nombre, todas las características de los dictadores totalitarios, aunque su semejanza con el dictador ruso Stalin es la más clara. Al igual que él, la falta de brillantez de Napoleón no le impide ser un gran conspirador y tener un caracter fuerte y cruel, que finalmente le llevan al poder. A partir de ahí, como haríaStalin, acomete una serie de medidas de planificación (similares los planes quinquenales en Rusia) de la economía de la granja, personificadas sobre todo en la construcción de un molino (idea de Snowball que Napoleón primero rechaza y después se apropia), y persigue y asesina a los que considera un peligro para su gobierno, como en las tristemente famosas purgas durante el gobierno de Stalin.
Squealer Uno de los cerdos que se convierte en el lugarteniente y portavoz de Napoleón. A través del libro se muestra su habilidad para manipular a los demás animales con su convincente retórica. Representa los mecanismos de propaganda que solía utilizar el gobierno de Stalin, al que, al igual que a Napoleón, se le presentaba como un idealista buscando siempre el bien del pueblo.
Boxer Un caballo de tiro, trabajor, fuerte y dedicado, que sirve con todo su ser a la revolución de los animales, solo para ser vendido por Napoleón a una fábrica de pegamento tras morir de puro agotamiento trabajando para reconstruir el molino. Boxer representaría al proletariado de Rusia, los trabajadores que se suponía eran el alma de la revolución y que para George Orwell habrían sido engañados y traicionados por los líderes del partido comunista.
Mollie Es la yegua que se encargaba de tirar del carro del señor Jones. Presumida y superficial, prefiere lazos y azucar antes que ideas revolucionarias, y finalmente abandona la granja con la promesa de una vida más agradable.
Representa a la clase media de Rusia, que aceptaron los excesos del gobierno con tal de mantener una posición privilegiada.
Clover Es una yegua de tiro, amiga de Boxer y que intenta ayudarle cuando cae rendido de agotamiento.
Benjamín Es un burro, amigo de Boxer. Cínico y pesimista, no cree en la Revolución. Representa a los intelectuales. Se muestra siempre cáustico y muy negativo respecto a las intenciones de los cerdos, pero al final no se opone a ellos y consiente sus excesos.
Los perros Al principio hay tres perros en la granja, Bluebell, Jessie, y Pincher. Napoleón se queda con sus cachorros, y los cría y entrena para ser sus perros guardianes. Los perros de Napoleón representan a la KGB, la policía secreta de Stalin, que utilizó para perseguir y asesinar a la oposición.
Moisés, el cuervo Era la mascota del señor Jones, y cuenta historias a los animales acerca de una tierra paradisiaca llamada "Monte azucar", al que van los animales cuando mueren, y donde no existe el sufrimiento. Representa a la religión y sus promesas de un mundo mejor en la otra vida.
Las ovejas y las gallinas
Son la mayoría de la granja y representan al campesinado ruso, el 85% de la población. Se caracterizan por ser estúpidas y totalmente acríticas respecto a las medidas de los cerdos. Aunque no se pueda considerar estúpido al campesinado ruso, sí que es cierto que en su mayoría era una población analbafeta y desideologizada.
El señor Jones El dueño de la granja Manor, bebedor y descuidado con la granja, es expulsado de la misma por sus propios animales. Representaría al Zar Nicolás II de Rusia, que, del mismo modo que el granjero Jones tenía dominio completo sobre la granja, se consideraba el lider único de Rusia. En la Revolución de 1917 el pueblo se subleva contra él, culpándole del hambre y la miseria que sufrían y de la destrucción provocada por la 1ª Guerra Mundial.
Frederick y Pilkington Son los otros granjeros, y representar a Adolf Hitler y a Wiston Churchill, respectivamente. Al igual que los granjeros respetan a la granja de los animales por su prosperidad y fuerza, pero en el fondo la odian, el mundo alrededor de la URSS, admiraba su progreso económico y temían su poder militar, aunque la mayor parte de Europa y EEUU se oponían al comunismo.
Comentario a Rebelión en la granja Rebelión en la granja pertence al género literario de la Narrativa, y se suele incluir en el subgénero de fábula o alegoría, aunque también se considera una sátira política. A nivel de fábula la obra posee un marcado caracter pedagógico, y alerta sobre los peligros del abuso de poder. A nivel de sátira, supone una obvia crítica a la Revolución Rusa y a sus protagonistas. Consta de 10 capítulos, y se puede dividir en dos partes: en la primera se narran las bases de la revolución de los animales, desde la introducción de la ideología libertaria por parte de Mayor hasta la conquista de la granja. En la segunda parte se muestra el deterioro de las ideas igualitarias del
comienzo, y cómo la granja de los animales vuelve lentamente a su estado inicial de tiranía bajo el yugo de los cerdos, y la traición completa de estos a la revolución. George Orwell utiliza el recurso de usar animales como protagonistas de la historia, mecanismo tradicional de las fábulas para poner distancia entre los acontecimientos reales y los satirizados, y así aprovechar al máximo las posibilidades humorísticas de los personajes (los tiranos son cerdos, los trabajadores ignorantes están representados con un burro, etc.) Una constante a lo largo de la obra es el uso del humor satírico, resultando cruel y despiadado en la mayoría de las caracterizaciones, así la mayoría de los personajes son risibles, estúpidos y/o malvados, una característica frecuente de los personajes de las sátiras. Además, la obra supone un claro análisis de la corrupción que engendra el poder, expresado con un lenguaje sencillo y directo, consiguiendo que el mensaje transcienda el caso particular del régimen soviético y sea entendido por todos los lectores, aunque no conozcan la historia de la URSS. Estas cacterísticas han llevado a que sea un libro frecuentemente utilizado en las escuelas como herramienta educativa. El Marxismo Totalitario de "Rebelión en la Granja" por George Orwell Rebelion en la Granja - George Orwell Rebelión en la granja (en inglés Animal Farm) (1945) es una novela satírica de George Orwell acerca de un grupo de animales en una granja que expulsan a los humanos y crean un sistema de gobierno propio que acaba convirtiéndose en una tiranía brutal. Orwell, un socialista democrático y un miembro del Partido Laborista Independiente por mucho años, fue un critico de Joseph Stalin. La novela fue escrita durante la segunda guerra mundial y, aunque fue publicada en 1945, no comenzó a ser conocida por el público hasta finales de los años 50. Rebelión en la granja constituye una sátira sobre la corrupción del socialismo soviético en los tiempos de Stalin. Además, la obra constituye un análisis sencillo a la vez que formidable de la corrupción que engendra el poder, en cualquier nivel. Así, la obra posee un doble nivel de profundidad, lo que hace posible que el mensaje del libro trascienda el caso particular del régimen soviético y sea captado incluso por niños que ni siquiera conocen la historia de la URSS. Esto ha llevado a que el libro haya sido utilizado como herramienta educativa aún en los primeros años de la escolaridad Significado Orwell satiriza el régimen zarista con el señor Jones y la monarquía con los
humanos, posteriormente ironiza la revolución rusa hasta el periodo del estalinismo. Cronológicamente hablando, El "cerdo mayor" (Mayor), representa a Lenin pues él se cuestiona sobre la situación de su país y crea una doctrina propia, el es el idealista; siguiendo lo que antes se planteó como la doctrina socialista de Karl Marx; teniendo en cuenta además que la revolución se produce después de la muerte de Mayor y que este murió apaciblemente (Lenin murió antes de que la revolución rusa de 1917 se viera consumada). El señor Jones sería Nicolás II de Rusia. "Napoleón", con sus medidas para administrar la granja (apropiadas de Snowball) que servirán para llevar a ésta a la prosperidad (aunque esta sólo mejorará su propia situación y la de los demás cerdos), y su política de restricción de libertades, representa a Stalin. Snowball sería Trotsky, líder militar que posteriormente huye de la granja al ser violentamente perseguido por Napoleón y cuya sola mención constituye un delito grave. Una vez establecido el poder de Napoleón, todo animal que se considerara peligroso sería ejecutado bajo la acusación de ser seguidor de Snowball. "Boxer", el caballo, siempre convencido de trabajar más y traicionado por Napoleón a pesar de ello, representaría al proletariado o Stajanov. Las ovejas, analfabetas y acríticas con el régimen, personifican al campesinado. El cuervo Moses representa a la Iglesia Ortodoxa, pues habla del cielo de los animales y recibe trato favorable de los humanos ya que cumple una labor de apaciguamiento al servicio del señor Jones. El burro "Benjamín" representa a la clase intelectual, quien es consciente de las manipulaciones de Napoleón pero no toma cartas en el asunto, limitándose a observar sin intervenir. Los perros representan la policía secreta y su brutalidad. En tanto que el cerdo Mínimus, el poeta, representa a Vladímir Mayakovski. También muestra de una manera muy cruda la relación entre animales y seres humanos, dándole a los primeros una personalidad, y poniéndolos al mismo nivel intelectual y racional que el hombre, para así representar la brutalidad sufrida por ellos en la Granja. LITERATURA '1984': El ojo del siglo
Al cumplirse los 30 años de la fecha en que el escritor británico situó la pesadilla del Gran Hermano, su obra recobra actualidad como denuncia contra los totalitarismos y la manipulación política.
ANTONIO LUCASMadrid Actualizado: 12/03/2014 03:26 horas De entre todas las batallas necesarias, la que se libra en favor de la libertad es la única que justifica una entrega sin retorno. Así fue para Eric Arthur
Blair, George Orwell para el mundo, consciente de que tal expedición empujaba, de algún modo, hacia los márgenes. Al lugar más extremo de la vida. Al territorio de todas las sospechas, donde él decidió instalarse por vía de la denuncia. Orwell entendió pronto que la libertad no acepta el control ocular. El control en sí mismo. Los protocolos furtivos de la escucha. El sometimiento disfrazado de confort. La abolición de la disidencia. La condena de la insumisión. Es decir, no acepta los ingredientes que integran la masa madre de todas las dictaduras. Esas que el escritor británico se esforzó en descifrar y señalar a lo ancho de una obra que hoy vuelve a tomar sentido y vuelo, y reactiva su potencia. Ensayos, artículos, guiones radiofónicos, novelas... La escritura no como punto de fuga, sino como arcabuz contra El Gran Hermano. Porque el Gran Hermano te vigila. Orwell (1903-1950) sintetizó en la mejor de sus narraciones, '1984', una de las más feroces utopías negativas de la literatura del siglo XX (sin olvidar 'El cero y el infinito' de Arthur Koestler). En aquellas páginas estableció el final del Hombre libre igual que Nietzsche, un siglo antes, había dibujado la muerte de Dios. El libro apareció en 1949 y generó rechazos feroces y entusiasmos inquebrantables. Ahora se cumplen 30 años de aquel 1984, año real y bisiesto que comenzó en domingo. Esta fue la fecha elegida por el escritor británico para desovar su distopía, aquella sociedad ficticia -indeseable en sí mismadonde todo estaba sometido a una ultratiranía tecnológica de la que no era posible escapar. Fue la crónica de un mundo eliminado donde la autonomía del individuo había sido expulsada sin piedad por las formaciones del orden. Y, mientras, en el 1984 real sucedían cosas de este pelaje: la URSS despliega misiles SS-20 en Alemania Oriental; Ronald Reagan es reelegido presidente de EEUU; el transbordador espacial Challenger aterriza en Cabo Cañaveral tras 11 días de permanencia en el espacio... Los ramalazos de la Guerra Fría y las últimas bocanadas del Muro de Berlín y de la lamentable sinfonía comunista. Reedición La editorial Lumen celebra el acontecimiento de aquella historia con la reedición de la novela, precedida por el certero prólogo que Umberto Eco trazó para la edición italiana del libro en aquel 1984 de todos los demonios. Ese futuro estremecedor que ya hemos atravesado empieza a revelarse como trampa para el hacendoso funcionario del Ministerio de la Verdad, Winston Smith. Tras años de expediente impecable, empieza a sospechar que su misión
real es contribuir a la gran farsa sobre la que se cimenta el gobierno del Partido Único. Se acerca a La Hermandad, el grupo presuntamente opositor fundado por el siniestro y ubicuo Emmanuel Goldstein, en realidad otra herramienta de control del Partido... El lavado de cerebro, la creación de un neolenguaje, la alteración de la historia, la abolición de la intimidad (el único amor posible es hacia el Gran Hermano) y del pensamiento libre son las armas del poder. El Ministerio del Amor genera odio. Y la Policía del Pensamiento, mentes huecas. Así funciona todo, con el prodigio tecnológico como aliado para la confección de los más eficaces instrumentos de opresión.Los eslóganes de la sociedad perfecta de 1984 son claros: "La guerra es la paz"; "La libertad es la esclavitud"; "La ignorancia es la fuerza". El lenguaje como confusión y anestesia. "Lo más característico de la vida moderna no era su crueldad ni su inseguridad, sino sencillamente su vaciedad, su absoluta falta de contenido", escribe Orwell en la novela. ¿Exageró o adivinó? De algún modo estableció un paisaje fatídico en una presunta fecha lejana que nosotros hemos superado hace ya tres décadas. ¿Exageró o adivinó? "Digamos que el libro tiene muy poco de profético. Al menos las tres cuartas partes de lo que explica no es utopía pesimista, es historia", sostiene Eco. Y es que aquel socialista convencido que fue Orwell, antiestalinista, marcado fuertemente por su experiencia en la Guerra Civil (donde trazó su 'Homenaje a Cataluña' denunciando la ferocidad de los comunistas contra las filas amigas de las FAI y el POUM), el intelectual corajudo y leal, el revolucionario decepcionado y el combatiente traicionado apuntó con determinación uno de los peores espejismos de los Estados modernos: la manipulación y el sometimiento. "Lo que hace no es tanto inventar un futuro posible pero increíble, como realizar una labor de 'collage' sobre un pasado creíble porque ya ha sido posible", sostiene Eco. "E insinuar la sospecha de que el monstruo de nuestro siglo es la dictadura totalitaria y que, con respecto al mecanismo fatal del totalitarismo, las diferencias ideológicas en el fondo cuentan muy poco". Orwell habla de todo aquello que hoy sucede. Del espionaje. De la delación. De la abolición del pensamiento crítico. Del inmenso panóptico que es para el Estado postcontemporáneo la vida de los ciudadanos: permanentemente televigilados, con la biografía y sus movimientos al trasluz, vertidos en una gran marmita de información donde todo ser es vulnerable hasta la extinción, pues los actos están siempre en el lugar de los hechos (de los peores hechos). "Es la idea del control a través del circuito cerrado que se pondría en práctica en las cárceles, en las fábricas, en los locales públicos, en los supermercados y en las comunidades fortificadas de la burguesía acomodada", apunta Eco. Es esta idea, a la que hoy estamos acostumbrados, la que Orwell agita con
energía visionaria, anticipadamente. Aquello que Wikileaks apuntó con su papelería de baja intensidad, lo que Snowden remató con su escándalo sin consecuencias... El libro es un grito de alarma, una llamada de atención y una denuncia. Atlas de agravios Y, claro, falta el héroe silencioso, el bucle melancólico de la denuncia que nunca se concreta. Cuando un individuo (Wilson en este caso) decide replantearse la verdad del sistema que le gobierna, éste lo logra someter. Wilson termina abrazando el totalitarismo de la vigilancia perpetua y acepta su derrota. Su innovación es la verdad y ésta no tiene salida. Porque '1984' no habla exactamente de lo que ya había sucedido o de lo que estaba por suceder. '1984' habla puramente de lo que está sucediendo. Es un libro, un atlas de agravios, un faro de costa que arremete contra el comunismo y el fascismo. Pero aún con más fuerza y longevidad, contra la civilización burguesa de masas. Contra la información canalizada para convertir a la sociedad en cardumen. En bulto átono que se mueve a compás de la corriente que atiza. La moralidad se aplica a los criterios de eficiencia entre los ciudadanos de Oceanía, Eurasia y Estasia (los tres territorios en los que se desarrolla el libro). La vida es producción. Y ciega felicidad. Orwell pertenece a la tradición de aquellos intelectuales vigorosos que se echaron a la vida convencidos de que la acción cívica era una de las formas de la decencia y escribió sin dios ni amo. Apartándose de las ortodoxias, del prieta las filas de las banderías políticas, de los rigores inquebrantables de las ideologías: "Para escribir en un lenguaje claro y vigoroso hay que pensar sin miedo. Y si se piensa sin miedo no se puede ser políticamente ortodoxo". Ahí está la raíz principal de '1984'. Razonar sin temor. Rechazar lo que de detestable tiene la ortodoxia cuando busca la planicie, lo homogéneo, el surco único por el que deslizarse. "Orwell anticipó no sólo la división del mundo en zonas de influencia con alianzas cambiantes según los casos, sino que vio lo que realmente está sucediendo hoy: que la guerra no es algo que estallará, sino algo que estalla todos los días, en áreas determinadas, sin que nadie piense en soluciones definitivas, de modo que los grandes grupos en conflicto puedan lanzarse advertencias, chantajes e invitaciones a la moderación", exlama Eco. Al final, para Orwell, lo que queda es siempre la estela de una derrota. Una derrota hacia la que los hombres viajamos furiosamente, desde cualquier lugar. Aceptando el mal y la opresión sin cuestionar lo irremediable. 1984 no es una fecha, sino una forma de entender el mundo. Un viejo conflicto consumado. Un hábitat donde el fracaso es ver, es oír, es hablar.
“El poder tiende a corromperse y el poder absoluto tiende a corromperse absolutame Lord Acton
En la novela Rebelión en la granja George Orwell presenta una crítica a la sociedad totalitaria, es una fábula de carácter alegórico donde se trata de “dar forma al desorden de la experiencia”, la trama se refiere en realidad a Stalin y a la instauración del comunismo en la Unión Soviética; de esta manera, la narrativa de Orwell cumple la función terapéutica de que habla Eco: “Leer relatos significa hacer un juego a través del cual se aprende a dar sentido a la inmensidad de las cosas que han sucedido y suceden y sucederán en el mundo real” . Incluso una lectura reciente, una interpretación actual del texto podría aplicarse exitosamente como el símbolo de todas las dictaduras como son la de Manuel Arturo Odriá o la de Alberto Fujimori en Perú, los setenta y un años del PRI en México, la de Fulgencio Batista en Cuba, la de Jorge Rafael Videla en Argentina, la de Augusto Pinochet en Chile, la de Anastasio Somoza en Nicaragua, hasta la de los mismísimos Adolfo Hitler y por supuesto, a Stalin. La novela consiste, básicamente, en una gran metáfora de la Revolución Rusa y su evolución hacia el estalinismo. Comienza con una reunión de todos los animales en torno al más venerable de todos los cerdos, Mayor, quien les anuncia el advenimiento de una Revolución que acabará con la tiranía del granjero (Mr. Jones), que hasta ese momento dominaba el entorno natural (la granja) con mano de hierro. Al día siguiente muere el Gran Cerdo Venerable, y poco después los animales, acaudillados por los cerdos, los más inteligentes de entre los mismo, expulsan en una Revolución al granjero Jones y a su esposa. El cuervo Moses, totalmente sumiso al poder fáctico del granjero, huye con él. Al principio, las decisiones en la granja se toman de forma mancomunada, pero bien pronto dos cerdos, Napoleón y Snowball, comienzan a crear partidos enfrentados. Napoleón no es un cerdo brillante, pero su voluntad es más fuerte que la de Snowball, de mente lúcida y grandes ideas, pero inseguro. Las disputas internas se inclinan a favor de Napoleón, quien se hace del poder y Snowball tiene que huir ignominiosamente de la granja. A partir de ese momento, los cerdos van imponiendo una dictadura cada vez más autoritaria. Los llamados heterodoxos van siendo silenciados o directamente eliminados, los cerdos van adoptando los modos de vida de los humanos y, en suma, el dicho “Todo el poder para los cerdos” acaba convirtiendo a los cerdos en hombres. Es curiosa la claridad con que nos muestra el autor en esta metáfora la degeneración de los procesos revolucionarios en dictaduras; resulta sugestiva la manera en que Orwell exhibe el proceso de cómo salvadores y
héroes se convierten al poco tiempo en dictadores, en tiranos.Rebelión en la granja ilustra en Napoleón la personalidad de los tiranos de la historia, su megalomanía, sus perversiones (Napoleón reafirma su virilidad fornicando con cerdas), sus delicadezas (Napoleón adorna su cola con moños de colores), sus villanías genocidas (las ejecuciones ocurridas en la granja por órdenes de Napoleón, por ejemplo la de las gallinas), sus instrumentos de dominación (Napoleón utilizaba de manera eficaz los discursos y la propaganda), y hasta qué punto pueden generar dolor, humillación y vejación (los animales de la granja recibían escasas raciones de comida por largas horas de trabajo). George Orwell en su fábula plantea que al acumular un poder vertiginoso, el dictador llega los extremos de una crueldad vertiginosa. Lo que le ocurrió al cerdo Napoleón ocurrió a todos los que han sido grandes dictadores; llegan a acumular tal poder que se convierten en monstruos (aunque en la novela irónicamente Napoleón se convierte en humano); este poder crece aún más porque hay una abdicación de los gobernados a la resistencia, a frenar los excesos del dictador. El presente ensayo tiene como objetivo demostrar que la lectura de Rebelión en la granja es ilustrativa en la cuestión política, pues analiza una multitud de fenómenos de esta especie y de ella pareciera desprenderse una cierta tendencia común en los personajes que poseen el poder en las sociedades. Con este propósito me centraré en el fenómeno del poder. El autor de Rebelión en la granja analiza la naturaleza del poder de manera sencilla, así por ejemplo indaga los hechos - fenómenos políticos cercanos al concepto de poder, como son fuerza, violencia, coerción, influencia, autoridad, manipulación, dominio, dominación, y consenso. Teoría General de Sistemas, enfoques behavioristas, análisis de fines y medios, estudios de los centros de decisión, teoría de los grupos, enfoques teleológicos, enfoques psicológicos y psicoanalíticos, están reflejados en múltiples pasajes de la obra. Es una fabulosa radiografía política de la corrupción y el horror que rodean al poder sin límites. Platón definió al poder como “el ejercicio del mando”. Desde entonces la idea que se tuvo del término fue muy cercana al concepto de mandar. Tenía poder el que podía mandar. Poder fue entonces capacidad de ordenar. Fue hasta el siglo XIX, con el positivismo, que se prestó atención a la relación política fundamental entre el mando y la obediencia; nociones correlativas que constituyen la esencia del poder. Cualesquiera que sean los problemas sociales, las técnicas políticas, las tendencias de las revoluciones, el ejercicio del poder – mando-obediencia – no variará ni en su esencia ni en
sus presupuestos. Rebelión en la granja nos enseña que el poder no sólo es la capacidad de dar órdenes, sino que exige, mediante muchos instrumentos, que esas órdenes sean obedecidas. No importa que se hable de un régimen autocrático o democrático, no importa que en nombre de la soberanía del pueblo o de la voluntad general se diga que cada uno y todos obedecen a todos, pero fundamentalmente a sí mismos: la relación mando-obediencia permanece. El poder, como nos los muestra el autor en su fábula, es una capacidad real –que puede ser legítima (Mr. Jones), autoritaria (la figura del cerdo Napoleón), legal (las asambleas y reuniones que se hacían en la granja los domingos por la mañana), violenta (los perros al servicio del tirano), manipuladora (Squealer)– de mandar de manera definitiva y eficaz de imponer obediencia. En términos más cortos, se puede comprender con la lectura que el poder es la capacidad de hacerse obedecer; Napoleón fue capaz por todos los medios, por todos los matices, de hacerse obedecer. El politólogo H. Lasswell admite que si una decisión no es obedecida no se ha ejercido el poder, no obstante, afirma, la relación mando-obediencia se produce en muchos matices, matices que son abordados por George Orwell de manera espectacular. Así, queriéndolo o no, George Orwell, nos revela que el poder puede ser ejercido por el ejercicio de la fuerza, por manipulación, por coacción, por influencia o bien por consenso. Orwell exterioriza en su fábula la manifestación más flagrante del poder: cuando la obediencia se produce mediante el ejercicio de la fuerza. Lo anterior se puede ver claramente en el capítulo VII del libro, cuando describe las purgas y el exterminio de la oposición interna dentro de la granja. Napoleón ordena a los perros que desgarraran a los cerdos que habían protestado cuando éste abolió las reuniones de los domingos; las gallinas que habían soñado con Snowball, el enemigo de Napoleón, fueron destrozadas de igual manera; el ganso que había ocultado algunas espigas de maíz durante la cosecha, la oveja que había hecho “aguas” en el bebedero y las dos ovejas que persiguieron a un carnero, (“muy adicto a Napoleón”) cuando tosía, también fueron ejecutados. Francisco Piñón G. afirma que “toda política es una lucha de poder... y el tipo extremo de la política es la violencia”. La relación de poder existía al obedecer los animales de la granja las órdenes de Napoleón. Si los animales no hubieran obedecido, se podría decir que Napoleón no poseía poder sobre los animales; pero lo que ocurrió en realidad es que Napoleón se hacía obedecer por la fuerza y la violencia, la relación mandato-obediencia se produjo, y nos deja observar al poder en su forma extrema: violencia. Siendo más específico, la situación presentada en la novela de Orwell
simboliza lo que en política se conoce como “fuerza desnuda”. “Disciplina férrea o la muerte camaradas”, frase del cerdo Squealer que simboliza fielmente a la fuerza desnuda. Se trata de un acto de fuerza, la obediencia debe darse de todos modos. Si la demanda de Squealer por la disciplina o la muerte, impulsa a algún animal a resistirse, los secuaces del régimen “napoleónico” matan a este animal y hace que sus disposiciones y deseos se cumplan. El régimen logra su objetivo, pero el animal no obedeció: lo que Orwell trata de señalar es que en realidad en las dictaduras no existe verdadero poder, se trata más bien de violencia en su forma más pura. De la misma manera, George Orwell, utilizando exquisitas metáforas, alecciona al lector que la manipulación es un aspecto de la fuerza, mas no del poder. Porque el poder, como señala Andrés Serrano Rojas es racional, implica que el que obedece está consciente de sus actos y por voluntad, aunque coaccionando, acata las órdenes. Al condicionar Squealer los actos de los animales mediante la deformación de la realidad (mentiras son transformadas en verdades y verdades se convierten en mentiras) por obra de la propaganda se puede hablar de manipulación, pero no de poder. Los animales carecen de conciencia y algunos incluso de inteligencia, son acríticos respecto a los actos políticos que ocurren en la granja. La forma más exacta para ejemplificar la manipulación es lo que ocurre con las ovejas, estúpidas, mayoritarias y acríticas, que se dejan seducir por los discursos de Squealer y apoyan al régimen y callan a la oposición a los gritos de “Cuatro patas sí, dos pies no” y posteriormente, gracias a la manipulación, “Cuatro patas sí, dos patas mejor”. El autor nos enseña que la manipulación no es relación entre orden y obediencia, es simplemente la sumisión del otro. La fuerza y la manipulación, como el poder, entrañan obediencia; pero no hay relación racional, consciente entre mandato y obediencia. Squealer no permitía a los animales la conciencia crítica, los seducía con sus excelsos discursos. Es interesante notar el temor que infligían los perros de Napoleón a los demás animales. La obediencia de los animales se producía en parte mediante la amenaza de sanciones o de intimidación: los animales sabían que de no acatar las órdenes de Napoleón o al cuestionar la efectividad del sistema serían ejecutados, su garganta sería desgarrada, serían destrozados por los perros. Cuando el poder se ejerce mediante amenaza o intimidación se habla de poder en su forma de coacción. Orwell muestra que una relación de poder puede existir si una de las partes –el que manda, Napoleón– puede hacerse obedecer invocando sanciones o amenazas; el poder sería así la capacidad de infligir sanciones a quienes no obedezcan. Para que el poder existiese en este sentido, los animales amenazados estaban conscientes de lo que se esperaba de ellos: trabajar, aumentar la producción y ser
disciplinados. En esta situación de poder, Rebelión en la granja muestra que debe haber una comunicación clara entre el líder, el que da las órdenes, y los que deben obedecer; en este sentido se puede deducir que el poder tiene un atributo racional: los animales (amenazados, atemorizados) comprendían las alternativas que crearía la elección entre el acatamiento y la desobediencia. Si los animales obedecían las órdenes de Napoleón, su estilo de vida mejoraría (solo en teoría), comerían mejor, si desobedecían al régimen “napoleónico” podían ser acusados de traición, su reputación podía ser destrozada (como ocurrió con la de Snowball) o en el peor (¿o en el mejor?) de los casos los hombres regresarían a reconquistar la granja. Las sanciones con que se amenazaba a los animales eran realmente consideradas como una privación para ellos: si no trabajaban lo suficiente comerían menos, si desobedecían o conspiraban serían ejecutados; los animales estaban persuadidos de que la amenaza contra ellos no era vana, que Napoleón no vacilaría en imponerla efectivamente. Con lo anterior, se puede comprender que una relación de poder existe cuando se accede a hacer lo que se manda, lo que se impone (aunque no se desee) porque se está temeroso de que el que manda le aplicará sanciones que considera más graves que el acto de la obediencia. El poder, en este sentido, se fundamenta en la capacidad de coerción, Orwell enseña al lector que miedo y sanción ocupan un papel en la obediencia al poder. Otra moraleja política que se desprende de esta fábula alegórica es la que se refiere a la influencia. La influencia es “la capacidad para hacerse obedecer, pero sin recurrir ni a la fuerza ni a la amenaza de sanción”. El autor demuestra que en el campo práctico de la política es complejo, tal y como se percibe en la obra, averiguar las razones que se tienen para obedecer, no se comprende obedecen a Squealer ni cuáles son los motores de los perros para obedecer y proteger a Napoleón, o mejor aún, por qué Boxer (el caballo) trabaja tan duro para Napoleón. Resulta complejo averiguar el porqué de esta obediencia ciega, férrea hacia el líder, creo que si el lector estuviera en la posibilidad de preguntar estos personajes el porqué de esta obediencia, los animales no serían capaces de responder si ésta se debe al temor a las sanciones, o por la estima que tienen a los influyentes (Napoleón y Squealer), o por ambas cosas. Orwell, de nuevo, ilustra otra capacidad política. Únicamente al principio de la fábula, cuando los animales se rebelan contra Mr. Jones y establecen una sociedad nueva (libre e igualitaria) regida según los principios del “animalismo” se puede percibir la forma más pura y ejemplar de ejercer el poder; los animales trabajaban para la colectividad y el bien común, en un mundo en el que no había privilegios y en el que todos compartían entrañablemente los bríos y bienes según sus capacidades . Cuando Napoleón ordena en el mismo sentido que actuarían los animales de
la granja, se produce verdadera autoridad. Cuando nace la “Granja Animal” existía un auténtico consenso entre mandato y obediencia, no había necesidad de invocar a la fuerza, ni a las sanciones ni a la influencia. Los animales de la granja obedecían porque consideraban que las órdenes de Napoleón eran razonables en términos de sus propios valores; los animales de la granja obedecían a Napoleón, no porque temían privaciones, sino porque su decisión puede ser racionalizada. No obstante, Orwell nos enseña que en el ejercicio del poder no es fundamental que la obediencia hacia la autoridad (hacia Napoleón) sea apoyada conscientemente por el razonamiento; es suficiente que la potencialidad de ese razonamiento esté presente y reconocida. Precisamente es en este sentido que Weber habla de dominación: “...entendemos por dominación un estado de cosas por el cual una voluntad manifiesta (mandato) del dominador o de los dominadores influye sobre los actos de otros (del dominado o de los dominados), de tal suerte que en un grado socialmente relevante estos actos tienen lugar como si los dominados hubieran adoptado por sí mismos y como máxima de su obra el contenido del mandato (obediencia)”. Al concluir la lectura, uno se pregunta si dominación, influencia, coacción, manipulación o fuerza sustentan verdaderamente la relación mandatoobediencia. Según diferentes autores (como los citados con anterioridad) estas nociones sí sustentan al poder. Sin embargo, al concluir la novela y el análisis de la misma, se puede percibir que donde el que obedece es considerado como cosa, en una relación más propia del amo con el esclavo, en donde el esclavo es una máquina de producción, sólo existe la posibilidad de obedecer o de ser desechado. Es quizá por eso que Mario Vargas Llosa afirma que “el poder hay que limitarlo, reducirlo al mínimo, porque cuando a un ser humano se le da todo el poder aparece la crueldad”. Rebelión en la granja es una novela que permite hacer análisis profundos sobre el modus operandi de la política. En este ensayo analicé la manera interesante del autor de presentar los tipos de poder existentes, sin embargo, es posible de igual manera explorar otros elementos, otras ideas, otros conceptos, otros problemas políticos presentes de manera ilustrativa en la obra como son: los procesos revolucionarios, las dictaduras, las expresiones en piedra de las tiranías, la propaganda, las clases parasitarias, las utopías (igualitarismo y colectivismo), entre otros. Quizá la intención de Orwell no haya sido en su momento el introducir un método de estudio light para la comprensión de los fenómenos políticos, sin embargo como propuesta pedagógica, didáctica y académica, creo yo, es exitosa. Es evidente que de la fábula de Orwell se pueden conjeturar, se pueden deducir, una multitud de moralejas, no obstante la moraleja universal de
este texto podría ser la referente al uso de la fuerza y dictadura, una lectura actual de la obra nos alecciona en el sentido de que la dictadura no es sólo la violencia que se ejerce contra una población inerme, no es tampoco la mentira, es, sobre todo, la corrupción generalizada, donde es imposible mantener una dignidad, una honra personal, porque uno está obligado a entrar en los mecanismos de impostura. Y ése es el legado peor para las futuras generaciones. Los dictadores mueren, pero la herencia sigue.
Notas: Eco, Umberto, Seis pasos por los bosques narrativos, Lumen, Barcelona, 1996, p. 97. Evidentemente se puede discutir quién tiene derecho a mandar y cuándo asiste el derecho a no obedecer; se pueden buscar las formas para que el mando sea más democrático; se puede negar el derecho a mandar a un grupo de personas, pero la esencia de la relación (mando-obediencia) permanece. Lasswell, H., Power and Society, Oxford University Press, Toronto, 1988. Me parece que aquí hay cierto paralelismo con el planteamiento de Kenneth E. Boulding en Las tres caras del poder, Paidos, Barcelona, 1993, p. 12, en el sentido de que se puede interpretar el poder en tres sentidos: poder amenazador, poder económico y poder integrador, es decir, el bastón, la zanahoria y el abrazo. Piñón G., Francisco, “Poder” en Baca Olamendi, Bokser-Liwerant, Castañeda, Cisneros, Fernández del Castillo (comps.), Léxico de la Política, Fondo de Cultura Económica, México, 2000, p. 541. Cfr. Martínez Silva, Mario y Roberto Salcedo Aquino, Diccionario Electoral 2000, Instituto Nacional de Estudios Políticos, A.C., México, 1999, p. 334. Cfr. Serrano Rojas Andrés, Diccionario de Ciencia Política, Fondo de Cultura Económica – Facultad de Derecho / UNAM, México, 1999, p. 883. Martínez Silva, Mario y Roberto Salcedo Aquino, Diccionario Electoral 2000, Instituto Nacional de Estudios Políticos, A.C., México, 1999,
Weber, Max, Economía y sociedad, Tecnos, Madrid, 1965, p. 67. Alameda, Sol, “No podemos renunciar a los instintos. La violencia es humanas”, en El País Digital, 8 de marzo de 2000, http://www.sololiteratura.com/entrevistapais1.htm (Entrevista de Sol Alameda a Mario Vargas Llosa).
Fuentes consultadas: Alameda, Sol, “No podemos renunciar a los instintos. La violencia es humanas”, en El País Digital, 8 de marzo de 2000, http://www.sololiteratura.com/entrevistapais1.htm (Entrevista de Sol Alameda a Mario Vargas Llosa). Boulding, Kenneth E. Las tres caras del poder, Paidos, Barcelona, 1993 Eco, Umberto, Seis pasos por los bosques narrativos, Lumen, Barcelona, 1996. Lasswell, H., Power and Society, Oxford University Press, Toronto, 1988. Martínez Silva, Mario y Roberto Salcedo Aquino, Diccionario Electoral 2000, Instituto Nacional de Estudios Políticos, A.C., México, 1999. Municio, J.M., “Rebelión en la granja. Revisión reaccionaria del clásico de Orwell”, en El Militante N° 133, 15 de septiembre – 16 de octubre 2000, en http://www.elmilitante.ogr/elmilt133/cin_133.htm Orwell, George, “Rebelión en la Granja”, en Pacheco, José Emilio (comp.), Gran Colección de la Literatura Universal. Literatura Inglesa, tomo II, Gallimard/Promexa, México, 1982. Piñón G., Francisco, “Poder” en Baca Olamendi, Bokser-Liwerant, Castañeda, Cisneros, Fernández del Castillo (comps.), Léxico de la Política, Fondo de Cultura Económica, México, 2000. Roig Guijarro, Ana, “Rebelión en la Granja. Análisis de la obra”, en El mural, Universitat de Valencia, 1999 en http://mural.uv.es/aroigui/AnimalFarmcas.htm Serrano Rojas Andrés, Diccionario de Ciencia Política, Fondo de Cultura
Económica – Facultad de Derecho / UNAM, México, 1999. Vargas Llosa, Mario, “Socialista, libertario y anticomunista”, en Letras Libres, México, diciembre de 2002, en http://www.sololiteratura.com/vargaartsocialista.htm Weber, Max, Economía y sociedad, Tecnos, Madrid, 1965 “Rebelión en la granja, como su autor escribió más tarde, ‘fue el primer libro en el que traté, con plena conciencia de lo que estaba haciendo, fundir el propósito político y el artístico en un todo’. Y de hecho, sus páginas contienen una síntesis de muchos de los temas que hemos llegado a considerar ‘orwellianos’. Entre ellos se encuentran su odio a la tiranía, su amor por los animales y la campiña inglesa, y una profunda admiración por las fábulas satíricas de Jonathan Swift. A esto se podría añadir el vivo deseo de Orwell de ver las cosas desde el punto de vista de la infancia y la inocencia: había deseado durante mucho tiempo la paternidad y, por temor a ser estéril, había adoptado un niño pequeño, no mucho antes de la muerte de su primera esposa. El subtítulo en parte irónico de la novela es ‘Un cuento de hadas’, y Orwell se alegró mucho cuando amigos como Malcolm Muggeridge y Sir Herbert Read le dijeron que sus hijos habían disfrutado con el libro. Al igual que gran parte de su obra posterior –y de forma más conspicua la novela mucho más sombría Mil novecientos ochenta y cuatro- Rebelión en la granja fue producto de la participación de Orwell en la guerra civil española. En el transcurso de ese conflicto, en el que había luchado en el bando antifascista y había resultado herido y luego expulsado de España por los partidarios de Stalin, sus experiencias le convencieron de que la mayoría de la opinión de ‘izquierda’ estaba equivocada, y de que la Unión Soviética era una nueva forma de infierno y no una utopía emergente. Describió la génesis de la idea en una de sus dos introducciones del libro: . . . en los últimos diez años he estado convencido de que la destrucción del mito soviético es esencial si queremos un renacimiento del movimiento socialista. A mi regreso de España, pensé en exponer el mito soviético en una historia que pudiera ser fácilmente entendida por casi todo el mundo. . . Sin embargo, los verdaderos detalles de la historia no se me ocurrieron hasta que un día (por entonces vivía en un pueblo pequeño) vi a un niño pequeño, de tal vez diez años de edad, conduciendo un enorme caballo de tiro a lo largo de un sendero angosto, azotándolo cada vez que intentaba girar. Se me ocurrió que si estos animales se dieran cuenta de su fuerza no tendríamos ningún poder sobre ellos, y que los hombres explotan a los animales de una forma bastante parecida a cómo el rico explota al proletariado. Me puse a analizar la teoría de Marx desde el punto de vista de los animales.
La simplicidad de este concepto es engañosa en muchos sentidos. Mediante la realización de tal tarea, Orwell decidía involucrarse en un debate complejo y amargo sobre la revolución bolchevique en Rusia: en la época una cuestión mucho más controvertida que hoy. Rebelión en la granja puede entenderse mejor si se aborda bajo tres apartados diferentes: su contexto histórico, la lucha en torno a su publicación y su posterior adopción como un arma cultural importante en la guerra fría, y su actualidad permanente. El libro fue escrito en el apogeo de la Segunda Guerra Mundial, y en un momento en el que el pacto entre Stalin y Hitler había sido reemplazado abruptamente por una alianza entre Stalin y el imperio británico. Londres sufría los bombardeos nazis, y el manuscrito de la novela tuvo que ser rescatado de los escombros de la casa destruida de Orwell en el norte de Londres. La forma cínica con que Stalin había cambiado de bando no había sorprendido en absoluto a Orwell, que para entonces estaba acostumbrado a la deshonestidad y la crueldad del régimen soviético. Esto lo colocó en una minoría muy pequeña, tanto en la Gran Bretaña oficial como entre la izquierda británica. Con algunos leves retoques en la secuencia de los acontecimientos, la acción se aproxima a la suerte de la generación 1917 en Rusia. Así, el gran esquema revolucionario del veterano cerdo Viejo Mayor (Karl Marx) es al principio adoptado con entusiasmo por casi todas las criaturas, lo que lleva al derrocamiento del granjero Jones (el zar), la derrota de los demás agricultores que vienen en su ayuda (las ahora olvidadas invasiones occidentales de Rusia en 1918-19) y la creación de nuevo estado modelo. En poco tiempo, las criaturas más despiadadas e inteligentes –naturalmente, los cerdos- tienen a los otros animales bajo su dictadura y viven como aristócratas. Inevitablemente, los cerdos discuten entre ellos. Las fuerzas sociales representadas por los diferentes animales son fácilmente reconocibles –Boxer, el caballo noble, como la encarnación de la clase obrera; el cuervo Moisés como la Iglesia Ortodoxa rusa- al igual que son identificables los animales que encarnan los diferentes cerdos. La rivalidad entre Napoleón (Stalin) y Bola de Nieve (Trotski) termina con el exilio de Bola de Nieve y el intento posterior de borrarlo de la memoria de la granja. Stalin había ordenado el asesinato de Trotski en el exilio menos de tres años antes de que Orwell comenzara a trabajar en el libro. Algunos de los detalles más pequeños son meticulosamente exactos. Debido a las exigencias de la guerra, Stalin había hecho varias concesiones oportunistas. Había puesto a la Iglesia Ortodoxa Rusa a su lado, para vestir mejor el traje patriótico, y abolió el viejo himno socialista ‘La Internacional’, por ser demasiado provocativo para sus nuevos aliados capitalistas en Londres y
Washington. En los animales de granja, se permite que Moisés el cuervo vuelva a cantar cuando la crisis se profundiza, y se dice a las pobres cabras y caballos y gallinas explotados que su amada canción ‘Bestias de Inglaterra’ ya no debe cantarse. Hay, sin embargo, una omisión muy importante. Hay un cerdo Stalin y un cerdo Trotski, pero ningún cerdo Lenin. Del mismo modo, en Mil novecientos ochenta y cuatro sólo encontramos un Gran Hermano Stalin y un Emmanuel Goldstein Trotski. Nadie parece haber señalado esto en su momento (y si se me permite decirlo, nadie más que yo lo ha hecho hasta ahora; me llevó años darme cuenta de lo que me estaba mirando a la cara). Es aleccionador considerar lo cerca que estuvo esta novela de permanecer inédita. Tras sobrevivir a los bombardeos de Hitler, el bastante maltratado manuscrito fue enviado a la oficina de TS Eliot, por entonces importante editor en Faber & Faber. Eliot, que tenía una amistosa relación superficial con Orwell, era un conservador político y cultural, por no decir reaccionario. Pero, tal vez influenciado por la alianza de Gran Bretaña con Moscú, rechazó el libro porque le parecía demasiado ‘trotskista’. También le dijo a Orwell que su elección de los cerdos como gobernantes era desafortunada, y que los lectores podrían sacar la conclusión de que lo que se necesitaba era ‘más cerdos con espíritu público’. La negativa no fue quizá tan fatua el rechazo que Orwell recibió de Dial Press de Nueva York, que solemnemente le informó de que las historias sobre animales no tenían mercado en Estados Unidos. Y esto en la tierra de Disney. . . La solidaridad en tiempos de guerra entre los conservadores británicos y los comunistas soviéticos encontró otro partícipe en la labor de Peter Smollett, un alto funcionario del Ministerio de Información que más tarde fue expuesto como agente soviético. Smollett se encargó de desaconsejar la publicación a ciertos editores, por lo que a Rebelión en la granja también se le negó un sitio en las reputadas empresas de Víctor Gollancz y Jonathan Cape. Durante un tiempo Orwell consideró publicar el libro en privado con la ayuda de su amigo y radical poeta canadiense Paul Potts, en lo que habría sido un ejemplo pionero de samizdat o autoedición antisoviética. Incluso llegó a escribir un airado ensayo, titulado ‘La libertad de prensa’, para incluirlo como introducción: un ensayo que no fue descubierto e impreso hasta 1972. Finalmente, el honor de la industria editorial fue salvado por la pequeña compañía Secker & Warburg, que en 1945 editó una versión con una tirada muy pequeña, por la que pagó 45 libras a Orwell. Podría haber sucedido que la historia terminase así, como un petardo mojado, pero dos acontecimientos posteriores dieron a la novela su lugar en la historia. Un grupo de socialistas ucranianos y polacos, que vivían en campamentos de refugiados en la Europa de posguerra, descubrió un ejemplar del libro en inglés
y la vio como una alegoría casi perfecta de su propia experiencia reciente. Su líder y traductor (que había aprendido el inglés por su cuenta) Ihor Sevcenko encontró una dirección de Orwell y le escribió para pedirle permiso para traducir Rebelión en la granja al ucraniano. Le dijo que muchas de las víctimas de Stalin se seguían considerando socialistas, y no confiaba en que un intelectual de derechas expresara sus sentimientos. ‘Les afectaron profundamente escenas como esa en la que los animales cantan ‘Bestias de Inglaterra’ en la colina... Reaccionaron vivamente a los valores ‘absolutos’ del libro’. Orwell aceptó conceder los derechos de publicación de forma gratuita (lo hizo para las ediciones posteriores en muchas otras lenguas de Europa del Este). Es emocionante imaginar a aguerridos ex soldados y prisioneros de guerra, que habían sobrevivido a todas las privaciones del frente oriental, conmovidos por la imagen de los animales de una granja británica que cantan su propia versión de la descartada ‘Internacional’, pero también es un temprano ejemplo del poder que el libro iba a tener en sus lectores. No fue tan fácil conmover a las autoridades militares estadounidenses en Europa: reunieron todos los ejemplares de Revolución en la granja que pudieron encontrar y se los entregaron al Ejército Rojo para que los quemaran. La alianza entre los granjeros y los cerdos, tan inolvidablemente descrita en las páginas finales de la novela, todavía estaba en vigor. Pero en la escena final parcialmente áspera, por lo general mejor recordada por la forma en que los hombres y los cerdos se han convertido en indistinguibles, Orwell predijo, como en otras ocasiones, que la amistad ostensible entre el este y el oeste no sobreviviría mucho tiempo la derrota del nazismo. La guerra fría, una expresión que Orwell fue el primero en emplear por escrito, pronto creó una atmósfera ideológica muy diferente. Esto a su vez condicionó la recepción de Rebelión en la granjaen EE.UU. En un primer momento rechazada en Random House por el simpatizante comunista Angus Cameron, fue rescatada del olvido por Frank Morley, de Harcourt, Brace, que durante su visita a Inglaterra había quedado impresionado por un encuentro fortuito con la novela en una librería en Cambridge. La publicación contó con dos golpes de suerte: Edmund Wilson escribió una reseña muy favorable en el New Yorker, comparando el talento satírico de Orwell con la obra de Swift y Voltaire, y el Club del Libro del Mes lo puso en una selección principal, lo que dio lugar a una tirada de casi medio millón de copias. Sin hacer caso a la estupidez de Dial Press, la compañía Walt Disney se acercó con una propuesta de una adaptación cinematográfica. No se hizo, aunque más tarde la CIA produjo y distribuyó una versión de Rebelión en la granja con fines propagandísticos. Cuando Orwell murió, en enero de 1950, poco después de terminar Mil novecientos ochenta y cuatro, al fin había logrado una reputación internacional y tenía que publicar reiteradas descargas de responsabilidad ante la utilización de su obra por parte de la derecha estadounidense.
Probablemente la frase más conocida de la novela es la negación por parte los cerdos de la consigna original que declara que ‘Todos los animales son iguales’, a través de la idea posterior de que ‘Algunos animales son más iguales que otros’. A medida que el comunismo en Rusia y Europa del Este tomaba cada vez más la apariencia de un nuevo sistema de clases, con privilegios grotescos para la élite gobernante y una mediocridad aplastante en la existencia de la mayoría, el efecto moral de la obra de Orwell -tan fácil de comprender y traducir, exactamente como él había esperado- se convirtió en una de las muchas fuerzas incalculables que minaron el comunismo como sistema y como ideología. Poco a poco, el mismo efecto se propagó en Asia. Recuerdo a un amigo comunista que me llamó por teléfono desde China, cuando Deng Xiaoping anunció las ‘reformas¡ que iban a inaugurar lo que hoy conocemos como el capitalismo chino. ‘Los campesinos deben hacerse ricos’, el líder del partido anunció, ‘y algunos se harán más ricos que otros’. Mi amigo llamaba para decir que tal vez Orwell tenía parte de razón, después de todo. Hasta ahora, Rebelión en la granja no ha sido publicada legalmente en China, Birmania o el desierto moral de Corea del Norte, pero un día aparecerá en esos tres lugares, donde sin duda será recibida con el shock de reconocimiento que todavía puede inspirar. En Zimbabwe, mientras el imperio de la camarilla cleptocrática de Robert Mugabe se volvía cada vez más exorbitante, un periódico de la oposición aprovechó la oportunidad para reproducir por entregasRebelión en la granja. Lo hizo sin comentarios, salvo que una de las ilustraciones mostraba al dictador Napoleón con las gafas de carey características del propio líder de Zimbabwe. Una bomba voló poco después la redacción del periódico, pero dentro de poco los niños de Zimbawe también podrán apreciar este libro. En el mundo islámico, muchos países siguen prohibiendo Rebelión en la granja, aparentemente a causa de su énfasis en los cerdos. Es evidente que esto no puede ser toda la razón -aunque sólo fuera porque la facción porcina no sale muy favorecida- y bajo el despotismo teocrático de Irán el libro está prohibido por razones que tienen que ver con su mensaje de ‘revolución traicionada’. Hay una cualidad intemporal, incluso trascendente, en este pequeño cuento. Se captura cuando el Viejo Mayor habla a su público de animales callados y tristes y agotados de un tiempo pasado, cuando las criaturas creían en un mundo sin amos, y cuando recuerda en sueños las palabras y la melodía de una semiolvidada canción libertaria. Orwell sentía un gran afecto por la tradición protestante inglesa, y tomó de John Milton su frase favorita para justificarse: ‘Por las reglas conocidas de la antigua libertad’. En todas las mentes -quizá especialmente en las de los niños- hay una sensación de que la vida no siempre tiene que ser de esta manera, y los sobrevivientes desnutridos de Ucrania, en respuesta a la autenticidad de los versos y a algo ‘absoluto’ en
la integridad del libro, estaban escuchando la poderosa frase de Milton, al margen de que la comprendieran completamente o no. George Orwell.
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