Rebecca's Cove - Lj Maas

February 17, 2018 | Author: Silvina | Category: Hair, Old Age, Translations, Coffee
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Descripción: BJ Warren originaría de Chicago, viaja a la isla de Ana Lia, en Florida, para cuidar la casa de su abuela d...

Description

REBECCA’S COVE de LJ MAAS

TRADUCTORA:

© 2017

REVISADA POR: charisen

SINOPSIS

BJ Warren originaría de Chicago, viaja a la isla de Ana Lia, en Florida, para cuidar la casa de su abuela después que ésta sufra un accidente y se rompa la cadera. Nada ni nadie en la isla está cerca de lo que BJ llamaría normal. Los habitantes de la isla existen en un mundo que se preocupa poco por lo que la gente hace en el continente. El centro de actividad de su sociedad gira en torno a un restaurante llamado Rebecca's Cove, donde la egoísta BJ aliena a casi todos los miembros de la pequeña comunidad. Pero, ella encuentra su fósforo en una mujer local, Hobie Lynn Allen. Esto no es una historia de amor a primera vista, ya que ambas mujeres se encuentran entre sí completamente molestas y egoístas. Sin embargo, la isla -y Rebecca’s Cove- tienen una manera extraña de cambiar la manera que la gente ve su mundo y la gente alrededor de ellos. A veces no es una cuestión de lo que estás viendo, sino más bien la posición desde la que lo ves.

Descargos de la traducción: Esta traducción es libre al español realizada para entretener a todas las personas que les gusta este tipo de lecturas. Es totalmente gratuita, por lo que no se puede comercializar. Esta traducción no se puede publicar en cualquier tipo de página de internet dedicada a la publicación de traducciones de fanfics o libros de temática lésbica, sin el permiso de la traductora. Pueden ponerse en contacto conmigo a través de este correo [email protected]

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también puede ser utilizado por las lectoras que quieran hacer cualquier comentario constructivo sobre la traducción.

Para C.B.

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CAPÍTULO 1

—¿Esa es la mejor línea que se te ocurre? —La rubia tocó sus uñas perfectamente cuidadas en la mesa cubierta de lino. —Bueno, con tan poco tiempo, —se burló la morena. Tomó un saludable trago del vodka con ginebra en su codo. Hobie Allen estaba empezando a disfrutar de esto. Pensaba que cenar en un restaurante sola sería terriblemente aburrido, pero las mujeres de la mesa junto a ella, sin saberlo, proporcionaban algo de entretenimiento de primera. Era difícil no escuchar a escondidas cuando su mesa estaba a sólo unos metros de distancia de la pareja discutiendo. —¿Eres una escritora y la mejor excusa que puedes imaginar es que esto no está funcionando? —Tienes que darme crédito. Estoy terriblemente borracha, —dijo la morena. Sonrió ante su propia ingenuidad. —Habría pensado que me clasificabas mejor. Después de todo, hemos estado saliendo durante dos semanas. —No, querida, hemos estado teniendo relaciones sexuales durante dos semanas. No hemos ido a ninguna parte... hecho nada. Sólo ha sido sexo en cada ascensor y motel en Chicago. Técnicamente, señaló a su alrededor con una mano, esta es nuestra primera cita. —Eres la más arrogante, superficial...

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—¿Me estás llamando superficial? Eres, con mucho, la persona más egocéntrica que he conocido y debo conocer. Hasta ahora, yo era la persona más egocéntrica que había conocido. —¡Disfruta tu cena, perra! —El siguiente acto fue de manual, y todos en el restaurante lo vieron venir, todo el mundo excepto la morena ebria. La rubia se levantó y con un rápido movimiento lanzó su bebida en la cara de la otra mujer. La beneficiaria del baño de vino blanco saltó para mantener el resto de la bebida fuera de su regazo. Agarró una servilleta y se secó la cara, aliviada que la mayor parte del líquido la hubiera eludido. Ahora de pie, la mujer se alzaba sobre los camareros que ansiosamente corrían a su alrededor. Hobie la observó por el rabillo del ojo. Obviamente, esta mujer era alguien. El personal cayó por todas partes tratando de ayudarla. Aunque Hobie era de una altura por encima de la media de 1,70 metros, esta mujer parecía tener más de 1,80 metros de alto. Tenía el cabello oscuro que caía justo en la parte superior de sus orejas y se separaba en un lado. Cuando miró hacia abajo para secarse sus pantalones, Hobie echó un vistazo. Las piernas largas, los hombros anchos y los ojos grises suaves llenaron el paquete. Cuando la mujer miró hacia atrás, miró directamente a la mirada de Hobie. La pausa embarazosa duró más de lo que las buenas costumbres pidieron, pero Hobie se

sintió

atrapada.

El

pelo

corto

de

la

desconocida

se

sumergió

seductoramente sobre un ojo de una manera que recordó a Hobie a un joven Elvis. De repente, le guiñó un ojo a Hobie y se encogió de hombros como si estuviera atrapada haciendo algo tonto. Hobie se sintió sonreír hasta que se dio cuenta que se sentía como un coqueteo. Al instante, sus defensas subieron y sintió el calor de un rubor subiendo por su cuello. Apartó la mirada de la mujer de pie y se concentró en el trabajo que había traído a la cena.

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A lo largo de su comida, Hobie no podía superar la sensación que alguien la estaba mirando. No se atrevió a mirar a la morena otra vez. Eso es todo lo que necesito. Recuerda, Hob, te vas a casa mañana. No te vuelvas loca en la gran ciudad. Hobie leyó el diario ante ella, haciendo una pausa ocasional para hacer una nota en su agenda electrónica. Los cinco días de conferencias habían sido maravillosos. No sólo había aprendido algunas técnicas interesantes para llevar a sus pacientes, una semana en Chicago había sido unas vacaciones muy necesarias. Un mensaje pasó por la PDA1 de Hobie. Dejó de masticar el extremo del lápiz óptico. Una frase apareció en la pequeña pantalla. Me gustaría saber lo que se siente al besarte. Inmediatamente, la cabeza de Hobie se sacudió. Esperando que se detuviera en la mirada de un empresario de Michigan Avenue, miró la habitación. Por supuesto, eso era probablemente lo que el acosador de la computadora quería, pero ella no podía evitarlo. Era como si alguien le dijera que no mirara a la persona sentada en la mesa de al lado. Su primer impulso siempre había sido mirar. Mucho más tarde, Hobie se dio cuenta que fue su siguiente acción lo que cambió su vida por completo. Ella no vio una mirada maliciosa, sino que encontró un par de deslumbrantes ojos grises que hicieron que sus pulmones olvidaran por qué estaban allí. Para cuando Hobie contuvo el aliento, se dio cuenta que estaba sonriendo de nuevo a la morena que había metido una delgada PDA en el bolsillo de su chaqueta. ¡No sonrías, Hobie Lynn! ¿Estás loca? Esto es una orden. ¡No sonrías! No la animes. La voz en la cabeza de Hobie le gritó. Esa voz le impedía hacer algo completamente estúpido en su vida, cuando la escuchaba. Le gustaba ignorar la voz. Cada vez que sus acciones producían consecuencias desastrosas, siempre juraba que la próxima vez, escucharía. Rara vez lo hacía. 1

Agenda electrónica

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Esta noche no fue diferente ya que Hobie sintió una tensión en su abdomen ante la hermosa mujer. Había pasado mucho tiempo desde que había sentido esa sensación. Hobie realmente no había dicho sí o no cuando encontró a la extraña sentada frente a ella y al camarero que les traía bebidas frescas. —No podría dejarte salir de este restaurante sin decirte que me gustaría hacer de esta noche la noche más emocionante de tu vida, —dijo la desconocida. —¿Me llevas a Disneyland? —Replicó Hobie. Ella habría reído en voz alta en la primera línea si alguien más lo hubiera formulado. La encantadora sonrisa de la morena nunca vaciló y parecía completamente confiada, como si ser rechazada fuera un concepto extraño. A pesar, que los ojos de la extraña no revelaron nada, Hobie pudo decir que había consumido una buena cantidad de alcohol. Había una insinuación definida en su discurso y una inestabilidad en la manera en que ella sostenía su cuerpo. Por desgracia, esos pequeños defectos la hicieron aún más atractiva. —Eso es bueno. Eres rápida. Me gusta eso. Sin embargo, estoy terriblemente atraída por ti. —También estás muy borracha, ¿verdad? —Oh, no, no de ninguna manera. No me permito emborracharme hasta después de la medianoche. Sólo estoy moderadamente borracha. Hobie no tenía control de la risa liviana que se le escapaba. Borracha o sobria, la mujer que estaba frente a ella era condenadamente encantadora. Hobie sospechaba que también lo sabía. La mujer tomó la reacción de Hobie como aquiescencia y deslizó su silla más cerca. Hobie notó la sutil maniobra. —Dime, ¿no acabaste con alguien en la mesa?

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—¿Quién, yo? No. Era mi secretaria. Tuve que despedirla. —Se inclinó y murmuró—: Ella roba. Es un caso triste. Me temo que es compulsivo. —Roba, ¿eh? —Hobie se inclinó hacia atrás y miró a la mujer—. ¿Qué robó? —¿Qué? —Robar. ¿Qué robó? —Um... Wite-Out2. —¡Oh, por favor! —Hobie se rio y cruzó los brazos sobre su pecho. —Bueno, no quería decir esto... también había Post-it de notas. Estarías sorprendida de cómo se puede sumar eso, puede llevar a una compañía de Fortune 500 por las tuberías. —¿Estás segura que no estás en una noche de liberación de algún centro de salud mental? —Está bien, sí. —La morena se rio y se sentó derecha—. No sobre la liberación, pero la estaba viendo. Ya no estoy. Sin embargo, odio morir en el dolor. Así que fuera lo viejo y bienvenido lo nuevo. —Sin duda no te tomó mucho tiempo para superar la angustia interminable. —Hobie no pudo evitar participar en la burla juguetona. —Sano muy rápido y, después de todo, —la frente de la mujer se arrugó—, fue hace bastante tiempo. —¿Bastante tiempo? ¿Llamas a esperar dos horas antes de buscar a otra mujer bastante tiempo? —Bueno, —replicó la desconocida a Hobie con la misma sonrisa burlona—, esperé una hora después de cenar antes de venir aquí. Una hora es

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Corrector

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la cantidad correcta de tiempo, ¿no? ¿O era nadar? Siempre me confunden las dos. Hobie rio tan fuerte que las lágrimas le llegaron a los ojos. Con una expresión de satisfacción, la morena se recostó en su silla. —Eres incorregible y estoy segura que ni siquiera debería estar hablando contigo. Diría que eres el tipo de mujer que mi madre me advirtió. La morena se inclinó de nuevo. —Diría que tu madre era una mujer muy inteligente. No, realmente, vamos. Al menos déjame llevarte por la ciudad. Es una noche hermosa. —Ni siquiera sé tu nombre. —BJ Warren. —Le tendió la mano. —Hobie Allen, —respondió la mujer de cabello pelirrojo. Sacudió la mano ofrecida. —Allí, ahora estamos debidamente presentadas. ¿Qué me dices? Hobie apenas podía oír hablar por encima de los gritos de la voz en el fondo de su mente. —Está bien, saldré contigo. —No lo lamentarás. —Sabes que no tengo intención de dormir contigo, —dijo Hobie. BJ sonrió. —Tengo que insistir en un reconocimiento verbal de ese hecho. BJ hizo una pausa. —Reconozco que en este momento, crees firmemente que es cierto. Hobie sacudió la cabeza. No podía entender por qué estaba de acuerdo con esto. Era completamente opuesto a cómo vivió su vida. —Realmente eres otra cosa.

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Las mujeres se levantaron y BJ tuvo que detenerse momentáneamente para sacudir las telarañas de su cerebro. —Dime que no estás conduciendo, —dijo Hobie. —Hay tres reglas a las que siempre me adhiero. —¿Y son? —Siempre pago mis impuestos para el 15 de abril, nunca tengo sexo desprotegido con alguien que no conozco, y nunca bebo y conduzco. —Eres una chica de póster para el estilo americano. —Una hace lo que se puede, —dijo BJ con una sonrisa. Salieron del restaurante y Hobie se sorprendió que BJ no estuviera tropezando con ella. O bien había tenido una gran experiencia funcionando mientras estaba ebria o el alcohol no la había afectado tanto como Hobie pensaba. El aire era mucho más frío de lo que había sido antes cuando Hobie caminó hacia el restaurante. Se frotó las manos a través de la piel de gallina en sus brazos. —¿Te importaría que volviera a mi habitación de hotel a buscar una chaqueta? —Preguntó Hobie. —En absoluto, lo siento. ¿Dónde te estás quedando? Hobie señaló el edificio al que estaban de pie. —Bueno, eso es conveniente, ¿no? —Déjame preguntarte algo, —comenzó Hobie mientras entraban en el vestíbulo—. Actúas como si supieras que no vivo aquí. BJ se encogió de hombros. —Tienes esa mirada turística en ti. Además, no muchos nativos de Chicago tienen ese buen bronceado en abril. —Oh. Um, ¿por qué no esperas aquí y vuelvo enseguida?

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—¿Por qué no te llevo? —Sólo un segundo. —Y tienes miedo que voy abordarte en el ascensor. —No, no dije eso. —Tal vez tengas miedo después de todo, que no puedas resistirme. —No veo que eso suceda. BJ soltó con su aliento unos cuantos ruidos bajos de cloqueo. Era la última gota proverbial. —¡No soy una gallina! Ah, vale. Venga. —Qué oferta encantadora. Hobie se volvió para mirar a BJ, que levantó rápidamente las manos. —Sólo bromeaba, —dijo. Para Hobie, el silencio en el ascensor era ensordecedor. Se aclaró nerviosamente la garganta mientras se preguntaba una vez más por qué estaba haciendo esto. —En el restaurante, ¿cómo supiste que era gay? —La pregunta la había fastidiado desde el principio. —No lo hice, —dijo BJ. Se apoyó contra la pared y fijó una mirada en Hobie que se sentía todo el camino hasta los dedos de los pies. O esta mujer tiene toda la confianza en el mundo o ella es realmente muy buena, pensó Hobie. Se dejó perder en la penetrante mirada de la otra mujer. Estaba hipnotizada, y Hobie se sentía como si haría cualquier cosa que la mujer le preguntara mientras la miraba así. —Oh, —dijo Hobie suavemente. Las puertas del ascensor se abrieron antes que ella pudiera seguir esa línea de pensamiento más lejos.

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Una vez dentro de la habitación, Hobie recuperó la chaqueta blanca de lino que iba con su falda. —Está bien, lista para salir. —¿Te importa si uso su baño? —BJ sonrió cansadamente a Hobie. —Por supuesto que no, está justo ahí. ¿Te sientes bien? —Claro, solo será un minuto. Hobie se paró ante la ventana mirando hacia el paisaje iluminado por la luna de Chicago. Oyó el agua corriendo en el baño y se preguntó de nuevo lo que estaba haciendo en su habitación de hotel con una extraña borracha. Sólo quiero compañía, eso es todo. Quiero decir, dejé claro que no voy más allá de tomar unas copas. Oh, buen Dios, Hobie, no mientas, especialmente a ti misma. Sabes muy bien que si te mira una vez más como lo hizo en ese ascensor, vas a olvidar tu resolución. Vas a olvidar quién eres y de dónde vienes, y vas a saltar a la cama con ella. Sólo hay una respuesta. Tengo que cancelar esto simple y llanamente y enviarla en su camino. —Vista impresionante. Hobie sintió un cálido aliento a lo largo del borde de su oreja derecha y esperó que el escalofrío que corría a través de su piel no se notara. —Um, sí. La ciudad es hermosa por la noche. —Esa no era la visión de la que estaba hablando. Las puntas de los dedos se deslizaron a lo largo de la piel de los brazos de Hobie. Cerró los ojos ante la agradable sensación y se dio cuenta de cuánto tiempo había pasado desde que alguien la había tocado de esa manera. Suaves labios en la parte posterior de su cuello volvieron su mente a la realidad. Se giró en los brazos de BJ y la detuvo mientras se inclinaba para reclamar los labios de Hobie en un beso. Hobie empujó contra su pecho con ambas manos.

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—Oh, no, no lo haces. Esto es exactamente lo que no necesito, —protestó Hobie. Se escapó al otro lado de la habitación. —¿Eso te suena tan poco convincente como a mí? —La voz de BJ fluyó a través de los sentidos de Hobie como una cálida miel. BJ lentamente hizo su camino a través de la habitación. Hobie levantó la vista con grandes ojos verdes que parecían hechizados—. Porque, Hobie, creo que en el fondo crees que esto es exactamente lo que necesitas. Hobie sospechaba que era la misma frase que usaba BJ todo el tiempo. Algunas de las palabras podrían cambiar de vez en cuando, pero ella tenía la sensación que el sentimiento siempre las atrajo. BJ sonrió de una manera que Hobie sospechaba que ninguna mujer había resistido mucho tiempo antes de inclinarse una vez más, pero esta vez Hobie no la detuvo. Hobie parecía un pequeño conejo asustado, demasiado asustado para correr y demasiado asustado para no hacerlo. BJ rozó sus labios contra los de Hobie, suavemente al principio. El gemido estrangulado que salía de la garganta de Hobie era un claro indicativo. Deslizó los brazos alrededor del cuello de BJ y compartieron un beso como ninguna de las dos había experimentado. Un sonido como puro deleite escapó de los labios de BJ mientras las dos se separaban para respirar. Segundos después, Hobie enredó sus dedos en el corto pelo oscuro de BJ y la atrajo hacia abajo para otro beso apasionado. BJ deslizó sus manos bajo la chaqueta de Hobie y la acercó. —Buen Dios, eso fue... quiero decir... ¿dónde aprendiste a besar así? —BJ tartamudeó sin aliento cuando se separaron para respirar. El sonido de la voz de BJ cortó directamente a través de la neblina libidinosa de Hobie. —¿Qué diablos estoy haciendo? —Trató de dar un paso atrás, pero BJ todavía la abrazaba fuertemente entre sus brazos.

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—Bueno, si no lo sabes, déjame ser la primera en decirte que eres natural, —dijo BJ mientras su cuerpo se balanceaba de un lado a otro. —Dios en el cielo, ¿qué estoy haciendo? —Oye, no es tan malo. —BJ estaba arrastrando sus palabras más que antes. —¿No es tan malo? —Hobie casi gritó—. ¡Estoy saliendo con una completa extraña que está tan borracha que apenas puede sostenerse! BJ confundida frunció el entrecejo. —¿Quieres decir que todavía estoy de pie? —¡Oh Dios! ¡No creo que esto esté pasando! —Hobie se liberó del abrazo de BJ y giró alrededor—. Yo no hago este tipo de cosas. Nunca dejo que mi cuerpo piense por mí. Quiero decir, no soy yo. Soy una romántica desesperada, no el tipo de mujer que se acuesta con cualquiera. Necesito tiempo para conocerte, romance... quizás algunas flores. Lo siento mucho, BJ. Pareces una mujer increíble, pero no puedo... Hobie se volvió y la vista la hizo congelar. Le tomó cinco segundos antes que su cerebro pudiera resbalar e impulsar su cuerpo hacia delante. —¡Oh, no! ¡No, no, no, no, no! Hobie corrió hacia la cama y BJ, que estaba tumbada sobre ella. —¡No te atrevas! BJ, despierta. ¡Despierta, maldita sea! —Hobie se sentó en la cama y golpeó ligeramente la mejilla de la mujer inconsciente—. Oh, Dios, por favor no me hagas esto. Lo juro, jamás haré esto de nuevo. Si me ayudas con esto, te prometo que iré más a misa y prometo que jamás volveré a actuar como una puta. Hobie miró a la mujer tumbada y se dio cuenta que la ayuda no vendría de arriba, al menos no pronto. —BJ, por favor, no puedes quedarte aquí. —Hobie sacudió los hombros de la mujer una vez más.

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BJ hizo un pequeño sonido y se volvió, abrazando la almohada a su lado. Llevaba una expresión agradable, con las comisuras de la boca en una leve sonrisa. Hobie se rindió con exasperación, sus brazos cayendo a sus lados y la derrota en sus ojos. —Es por eso que no hago cosas como estas, —dijo en voz baja a la mujer dormida—. Esto sólo podía sucederme a mí.

BJ no podía entender por qué había una camarera caminando en el techo hasta que se dio cuenta que su cabeza colgaba sobre el extremo de la cama. La delgada mujer de piel morena que se acercó a BJ lo hizo de cabeza. La vista hizo a BJ mareada, lo que causó que su estómago comenzara su protesta del consumo de alcohol de la noche anterior. —¿Puedo limpiar la habitación ya, señora? —Preguntó la camarera del hotel. BJ tragó y examinó cautelosamente el interior de su boca con su lengua. Había estado segura que encontraría allí algodón metido. Al no encontrar tal sustancia, tragó unas cuantas veces más. —¿Tiempo? —Finalmente raspó. —¿Disculpe? —¿Qué hora es? —Son las dos de la tarde, señora. La otra dijo que no la despertara hasta después del mediodía. Dijo que trajera una comida si no estaba despierta por ahora. ¿Tiene hambre? —Levantó la tapa de plata abovedada que cubría un plato de porcelana blanca. El aroma, que en circunstancias normales hubiera sido tentador, golpeó a BJ como un golpe invisible en el estómago. Podía sentir el pequeño retumbar. —Te daré cien dólares si llevas esa comida lo más lejos posible de esta habitación. —Sí, señora.

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Cuando la sirvienta hizo girar el carrito hasta el ascensor y mandó que un camarero lo devolviera a la cocina, BJ estaba sentada al lado de la cama. —Te bendigo, —murmuró—. Aquí tienes. —Le ofreció un billete de cien dólares. —Oh, no, señora, no tiene que hacer eso. Su amiga me dio una propina bastante grande para hacerme el día. —No tengo amigas, —dijo BJ instintivamente. Luchó por recordar quién era la mujer con la que había estado la noche anterior. “He estado con” tendría que ser utilizado vagamente, ya que BJ había despertado en la cama por sí misma y completamente vestida. ¿Quién diablos era ella? —Bueno, esta chica salió y me pagó para hacer lo que hice por usted hasta ahora. Incluso pagó por un día extra porque dijo que probablemente dormiría hasta tarde, —explicó la sirvienta. No es exactamente la primera vez que me desmayo, pero ni siquiera recuerdo qué diablos hice, eso es nuevo. BJ se pasó los dedos por el pelo y se masajeó el cuero cabelludo. Su cabeza se sentía tan pesada como una bola de boliche. No podía creer que una desconocida se hubiera preocupado tanto, sobre todo después que ella se hubiera desmayado. Tenía un extraño sentimiento acerca del encuentro. No podía recordar ningún detalle, pero había algo allí. Era algo distinto a lo que había conocido antes. Pensando de nuevo, hizo un espacio en blanco en la noche después de romper con... ¿cuál era el nombre de esa chica? —No creo esta mierda, —dijo en voz alta. Ni siquiera puedo recordar el nombre de la chica que he estado jodiendo durante las últimas dos semanas—. Eres un caso, Warren. Por eso no hago cosas como estas, —le dijo a la indiferente camarera—. Esto sólo podía suceder a mí.

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CAPÍTULO 2

—Mira, ¿por qué no golpeas un par de teclas y buscas el nombre de la mujer que se quedó en 8312 anoche? Estoy segura que incluso alguien mentalmente desafiado como tú debería ser capaz de hacer eso. BJ estaba en forma rara cuando debatía con el conserje. Tenía una resaca tan grande como Wyoming y la mitad de Montana. Quería conseguir un nombre y número, pero el personal del hotel no había sido nada cooperativo. —Como he dicho, señorita Warren, tenemos... —Y como he dicho, Sydney, no me importa el culo de una rata tus jodidas

reglas.

¿Cuántos

problemas

podría

haber

para

darme

esta

información? —Quizá si fuera familia... —Si ella fuera un maldito miembro de la familia, ¿necesitaría que me dieras su número de teléfono?, —BJ gritó. La inquebrantable actitud del secretario la enfureció aún más—. Está bien, aquí está el trato, Sydney. —Comenzó a contar billetes de la delgada cartera que sacó del bolsillo interior de la chaqueta. Dejó su billetera y luego se inclinó sobre el escritorio y metió el fajo de billetes en el bolsillo delantero del hombre—. Aquí hay quinientos dólares. Es todo tuyo. Todo lo que tienes que hacer, —añadió cada palabra lentamente—, ¡es empujar un pequeño botón en tu computadora y darme el nombre de la jodida mujer que se quedó en esa habitación! —Cuando terminó la frase, gritó de nuevo. El hombre suspiró y miró hacia arriba. Los oficinistas y los botones estaban seguros que estaba pidiendo al cielo alguna ayuda intercesora. Sacó

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el dinero de su bolsillo, lo colocó en el mostrador y se dirigió hacia su computadora. —Ahora estamos llegando a algún lugar, —dijo BJ con aire presumido. Sydney apagó la computadora. —Bueno, en realidad no era el botón correcto, ¿verdad Sydney? —BJ observó cómo el hombre se despidió y dejó el escritorio a través de una puerta trasera—. Rata bastarda, —murmuró a la figura en retirada.

BJ hizo que el portero le llamara un taxi. Una vez dentro, tragó la aspirina que había comprado en la tienda de regalos del hotel. Tomó todo lo que tenía para conseguir las píldoras en su garganta seca. —Lake Shore Towers, —le dijo al taxista y sacó su teléfono celular. Recorrió los números almacenados y seleccionó el que marcaba a Jules. Escuchó la serie de tonos que representaban el número de trabajo de su agente y esperó impaciente, mirando distraídamente por la ventana al lago Michigan. BJ había conocido a Juliana Ross casi toda su vida desde que estaban juntas en segundo grado en la escuela parroquial. La familia de Juliana se mudó a los Estados Unidos desde Londres, Inglaterra-Essex, para ser exactos. Juliana había pagado poderosamente por su lugar de nacimiento una vez que una BJ de trece años, que estaba de vacaciones en Inglaterra, descubrió lo que significaba ser una chica de Essex. Las chicas de Essex tenían una reputación de ser cabezas huecas y libres con sus afectos, al igual que los estereotipos de las rubias americanas. BJ hacía mucho tiempo llamaba a su amiga “chica de Essex,” a pesar de que Juliana no sólo era muy inteligente, si no que éticamente y moralmente tenía altos estándares como sabía BJ.

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Si Juliana no era la mejor amiga de BJ, probablemente habría sido la última persona a la que BJ llamaría. Sin embargo, BJ se encontró obsesionada con la extraña de la noche anterior, y estaba decidida a encontrarla, aunque todavía no estaba absolutamente segura de por qué. —Jules, necesito que me encuentres una chica, —dijo tan pronto como su amiga la atendió. —Te lo he dicho cien veces, no soy ese tipo de agente. Ve a Rush Street, es como una mezcla heterogénea allá abajo, —dijo Juliana. Su acento hizo que sus palabras salieran en un rápido revoltijo de sílabas caídas, pero BJ estaba acostumbrada. —Eso es muy lindo. No me refiero a esa clase de chica. Necesito encontrar a la chica con la que estuve anoche. —En la mente de BJ, podía ver la cabeza de su amiga temblando. —Sé que suena extraño. De hecho, suena un poco patético ahora que estoy diciendo las palabras en voz alta. —BJ rápidamente le contó el resto de la historia—. Mira, sé que esto suena loco, pero todo lo que sé es que tengo que encontrar a esta chica de nuevo. No entiendo por qué, pero es como si todo mi futuro dependiera de volver a verla. Juliana pensó en lo que BJ acababa de decirle. Esto se apartaba de la actitud arrogante habitual de BJ con respecto a mujeres. Con los años, BJ se había convertido en una belleza regular y la bestia se convirtió todo en uno. Era absolutamente linda y podía ser encantadora cuando quería algo, pero también tenía la más desagradable disposición de cualquier persona que Juliana hubiera conocido. Su amistad perduró porque BJ parecía capaz de derribar los muros y ser ella misma con Juliana, que, siendo agente literario, estaba acostumbrada a tratar con escritores temperamentales. Sus egos necesitaban acariciarse veinticuatro horas al día y BJ no era diferente. De hecho, su ego era más frágil

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que la mayoría. La ironía era que, aunque BJ probablemente necesitaba y quería el amor más que nadie, su actitud, ira y comportamiento egoísta nunca le permitían a nadie la oportunidad de acercarse. —Está bien, está bien, Señorita Melodramática. Tengo a alguien a quien puedo poner. Entonces, ¿dónde ocurrió toda esta magia? BJ le dio a Juliana toda la información que pudo sobre la noche anterior. —Oye, hablando de donde estabas anoche, compañera, tu abuela me llamó, —interrumpió Juliana. —¿Tanti? ¿Por qué te llamó? —Porque tu teléfono estaba apagado. ¿Nunca revisas tus mensajes? Dijo que no era de vida o muerte, pero sí dijo que tenía que hablar contigo hoy. ¿Necesitas que la llame por ti? —No, no. Estoy llegando ahora a casa. Planeo remojarme en un baño caliente y luego suicidarme si esta resaca no desaparece. La llamaré antes de eso. Juliana se rio entre dientes. —Todo bien. Sólo recuerda no sangrar demasiado en la alfombra. Nunca te devolverán el depósito si lo haces.

BJ gimió de placer ante la sensación del agua caliente del baño en su piel. Estiró el cuello y se estremeció. Desmayarse y dormir en una cama extraña le había torcido el cuello y los músculos de los hombros. Estaban gritando en represalia. Sorbió el vodka Chopin3 helado y sujetó el pesado vaso a un lado de su cabeza. El frio vaso detuvo el dolor en su sien por un breve instante, pero luego los latidos se reanudaron.

3

Marca de vodka

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BJ había telefoneado a la casa de su abuela seis veces durante las últimas horas sin respuesta y estaba empezando a preocuparse. Su abuela vivía en la costa de la Florida, en una isla llamada Ana Lia. BJ sólo había estado allí unas cuantas veces en su vida. Ni siquiera podía recordar su última visita. Pensó que debió haber sido después de su graduación universitaria cuando sus padres seguían vivos. Evelyn Warren era la madre de su padre. La anciana había adorado a BJ, pero tenía algún tipo de pelea con su hijo. Ninguno habló de ello, pero el padre de BJ nunca la había animado a visitar a su abuela. BJ siempre había encontrado el amor y la aceptación de la anciana, a pesar de que pensó que era rara la mayor parte del tiempo. Su Tanti, como BJ la llamó, había sido una renombrada fotoperiodista. El nombre de Evelyn Warren había estado en numerosas revistas Life desde 1940 a 1970. Un accidente de jeep durante una misión en Guatemala a principio de los años setenta la dejó herida, y ella y su mejor amiga Aimee se habían retirado después de eso a casa de la isla de Evelyn. Aimee era una enfermera, que funcionaba bien. Evelyn había sido una mujer obstinada en ese entonces, y el presionar y empujar de Aimee había sido la razón por la que Evelyn hizo su terapia física, lo que finalmente le permitió caminar de nuevo. BJ sonrió mientras recordaba cómo las dos ancianas solían gritar a través de la casa la una a la otra. Después de Aimee falleció, la abuela de BJ estuvo más solitaria, contenta de permanecer dentro de su casa en la isla, no importa cuántas veces BJ le animó a trasladarse a Chicago. BJ habló con ella dos veces por semana y atendió sus necesidades financieras, aunque todavía no había ido a la isla como tampoco lo había hecho cuando su padre estaba vivo. Su ausencia se debió en parte a la extrañeza de la isla. La gente de allí parecía descentrada, como si estuvieran al margen de los pensamientos modernos. La segunda razón era el miedo de BJ al agua. Tuvo que conducir sobre un puente terriblemente largo a través del Golfo o tomar un ferry a la isla. Ninguna de esas opciones había tenido mucho atractivo para ella.

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El teléfono celular de BJ sonó, aunque sonaba más como un grito en su dolorida cabeza. Extendió la mano y presionó el botón de hablar. —¿Sí? —¿Baylor? —¡Tanti! —BJ se sintió aliviada, pero inconscientemente se estremeció. Su abuela era la única familia viva que le quedaba y la única persona que todavía la llamaba por su nombre—. Tanti, ¿dónde has estado? Llevo horas llamándote. —Bueno, ahora, las cosas no están tan mal. —¿Qué quieres decir con tan mal? ¿Por qué debería ser malas? ¿Estás enferma? —No, querida, tuve un pequeño accidente. —¡Un accidente! —BJ se sentó en la bañera, ignorando el dolor en su espalda—. Tanti, ¿qué pasó? ¿Estás bien? —Tuve una pequeña caída, parece que me rompí la cadera y la muñeca. —Voy a buscarte. Necesitas estar en un hospital, no... —Baylor, querido corazón, cálmate. Estoy en un hospital. —¿Estás en el continente? —No, estoy aquí en Ana Lia. —¿Tienen un hospital en la isla? —Pues sí, querido corazón. Sólo tiene cinco camas, pero es como estar en un hotel. —Tanti, ¿cómo diablos...?

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—Baylor... Necesito tu ayuda. —La voz de la mujer mayor, que siempre había parecido tan fuerte y confiada, de repente fue suave y necesitada. Nunca antes había pedido ayuda a BJ. —Lo que sea que necesites. Solo pide. BJ recordó esa promesa durante bastante tiempo. Culpó mucho de lo que le sucedió en su futuro a ese voto. Si tuviera alguna habilidad clarividente o intuición femenina, nunca habría pronunciado sus siguientes palabras. —Tomaré un vuelo a primera hora de la mañana, Tanti. Puede contar conmigo.

—No lo entiendo, Tanti. ¿Te has caído? ¿Cómo estaban las condiciones? ¿Tengo que llamar a mi abogado? —Baylor, por favor siéntate. Me estás haciendo marear. BJ pasó de un extremo a otro la pequeña habitación del hospital. Al ver a su abuela en tracción la afectó, parecía pequeña y pálida. Su día no había ido bien y se sentía mareada por la combinación de cafeína y privación de sueño. Más temprano esa mañana, tomó tres tazas de café Starbucks mientras esperaba en O'Hare. En el vuelo a Florida, brevemente contempló la noción de una bebida, sin embargo no quiso aparecer en la cama de su abuela oliendo a alcohol. Ella se acomodó para más café en su lugar. La agencia de alquiler de coches en el aeropuerto de Tampa había sido una experiencia en sí misma. BJ no estaba segura de sí había sido la increíble ineptitud del empleado o la cafeína que había cambiado su cólera a un nivel superior. Sólo le tomó un año más o menos explicarle al empleado que había reservado un auto como el que tenía, un Jaguar XK8, y que un Toyota Corolla claramente no era lo mismo. Se retiró del aeropuerto llamando a todo el mundo, desde los mozos de equipaje hasta el empleado de alquiler de coches, ratas bastardas.

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La humillación de BJ para el día alcanzó su cenit cuando el anciano que manejaba el transbordador la recordó. Por supuesto, no se debía a su asombrosa capacidad de recordar. Habían pasado al menos quince años desde que había cruzado por última vez a la isla. BJ adivinó que era la única persona que había visto sentada en el coche mientras el ferry cruzaba el agua con los ojos bien cerrados y un agarre mortal en el volante, repitiéndose todo el tiempo: —No me hundiré. No me hundiré. —Baylor, estás en tensión como un reloj que está listo para romper un resorte. Respira hondo y ven a sentarte a mi lado. —Evelyn señaló la silla junto a la cama. BJ respiró hondo y se sentó junto a su abuela. —¿Has volado o conducido? —Volé, pero alquilé un coche en el aeropuerto. —Ah, ¿qué es lo que está conduciendo ahora? —Un Jaguar. —BJ se rio entre dientes. Nunca podía entender el interés de su abuela por sus coches. —Y apostaría que es rojo. —Me conoces demasiado bien. —BJ se rio rotundamente, luego se puso seria—. Tengo la sensación que estás posponiendo lo que realmente quieres preguntar. —No exactamente aplazando. Es más como... bueno... —Tanti, —advirtió BJ en un lento arrastre de la palabra. —Ah, vale. Necesito tu ayuda con algo. —Por supuesto. Sabes que todo lo que tienes que hacer es pedir. Cualquier cosa que necesites.

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—Necesito que te quedes en mi casa y te ocupes de las cosas hasta que yo sea capaz de hacerlo yo misma. —¿Qué? ¿Vivir aquí? —La voz de BJ se elevó como su cuerpo—. Oh, no, Tanti. No puedo vivir aquí. —Pero acabas de decir cualquier cosa. —¿Es eso lo que dije? Lo que quise decir era casi cualquier cosa. —Baylor... —Evelyn levantó la vista con una expresión patética—. Mi invernadero... pequeño Arturo. Alguien tiene que cuidar de ellos. BJ podía sentir que empujaba todos los botones correctos. —Sabes lo que siento por estar en la isla. Me asusta. —Es tu padre el que habla, Baylor Joan Warren, —replicó Evelyn. —No, esto es algo que descubrí por mi cuenta. La gente en esta ciudad está al límite de la cordura en el mejor de los casos. Me ponen incómoda. —Eso es porque caminas como si tuvieras un palo en tu trasero. —¡Tanti! —Sólo

toma

algún

tiempo

acostumbrarse

a

todo.

Iniciar

una

conversación en algún momento. Ser amable con la gente. —No hay suficiente conversación en el mundo entero para que estas personas parezcan normales. Y soy amable. —Por favor, Baylor. Eres la única familia que tengo. Evelyn había jugado su carta de triunfo y BJ lo sabía. —Está bien, —concedió a regañadientes. Señaló con el dedo a su abuela—. Pero sólo hasta que pueda contratar a alguien para que venga y se encargue de las cosas. —No quiero a extraños en mi casa.

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—¿Quién está cuidando ahora el lugar? —El sheriff dijo que llevó a Arturo en el consultorio del veterinario y la señora Wedington se ocupa del invernadero. Por favor, al menos piensa en ello, querido corazón. —El término cariñoso llegaba a BJ cada vez. Evelyn sacó una carpeta de debajo de la almohada y la tendió a BJ. —Escribí algunas instrucciones para que no te perdieras. Puedes encontrar la respuesta a cualquier pregunta que tengas aquí. —Buen Señor. —BJ levantó la carpeta en una mano—. He entregado manuscritos que pesaban menos. —Dime que cuidarás las cosas y que no volverás corriendo al continente en medio de la noche, al menos no antes de avisarme. —Bueno. Sin embargo, no hay promesas sobre quedarme. Voy a ir esta noche, pero si la casa resulta estar embrujada o algo extraño sucede. —Tienes que darle a tu imaginación un descanso. ¿Qué podría salir mal?

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CAPÍTULO 3

—De acuerdo, —comenzó su ayudante mientras cerraba la puerta de la oficina privada de Hobie—, cuéntame todo y no saltes los pedacitos jugosos. Hobie se echó a reír. Laura había hecho su misión personal en la vida ver a Hobie involucrada con alguien... Cuando Hobie le había confiado que tenía una experiencia romántica en Chicago, Laura estaba extasiada. Ella y Hobie habían sido amigas durante años. La joven no había nacido en la isla, pero cuando sus padres se retiraron, se habían mudado a Ana Lia. Tan pronto como Laura terminó la universidad, también hizo la isla su hogar permanente. Cuando Hobie comenzó su práctica, Laura apareció en la puerta esperando ser contratada. Desde entonces habían sido las mejores amigas. —Créeme. No es tan jugoso, —dijo Hobie antes de relacionar la historia. —No puedo creer que fueras a descartarla. Alta, oscura, y hermosa simplemente no viene a lo largo cada día. ¿Que estabas pensando? —No lo sé. —Hobie se quitó las gafas de montura metálica que siempre le caían por la nariz—. Supongo que todos esos años de escuela católica. Las palabras «puta de Babilonia» siguieron corriendo por mi mente. Laura rio tan fuerte que casi perdió su asiento. Finalmente, se enjugó las lágrimas de los ojos y miró a su amiga. —Hobie Lynn, tienes que relajarte, chica. —Lo sé. Estoy desesperada, ¿verdad? —Nah. Desesperada nunca la hubieras besado en primer lugar, —dijo Laura con un guiño—. ¿Dormiste en la misma cama con ella?

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—Bueno, a 250 dólares por noche, no estaba a punto de dormir en la bañera. Cuando me fui, ella todavía estaba roncando. Además, creo que estaba mintiendo sobre quién era ella. —¿Por qué dices eso? —Miré su nombre en cada base de datos de libros en línea que conozco. No hay no hay nadie que se llame BJ Warren. —Figura. Los bombones suelen ser idiotas. Hobie sonrió y miró la pelota de peluche acurrucada en una cesta de mimbre en la esquina de su escritorio. El único contraste con la piel blanca como la nieve era una nariz de carbón negro y dos ojos igualmente oscuros. Hobie rascó bajo la barbilla del perro. —No todos los bombones son malos, ¿verdad? Un golpe en la puerta principal de la oficina hizo que las mujeres miraran sus relojes. —¿Cheryl viene a trabajar hoy? —Preguntó Hobie. —Sí, pero no hasta las once. Debe ser un paciente. Hoy empiezan temprano. Ambas se levantaron y entraron en la gran sala de espera. Laura levantó la cortina que cubría la puerta de cristal para revelar a una anciana, con los brazos cargados de folletos. —Buenos días, queridas. La mujer se secó los ojos llorosos con un pañuelo precioso. —¿Se siente mal, señora Emberly? —Preguntó Hobie. —Sólo enferma de corazón, querida. Perdí a mi querido Petey. Laura y Hobie intercambiaron una mirada. Petey era el caniche Toy de la anciana y su único compañero desde que su marido había fallecido. Sin embargo, Petey había vivido mucho más allá de su apogeo. Tenía diecinueve

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años, ciego y sordo, había perdido una pierna por cáncer, y le faltaba la mayor parte de su cola debido a un Doberman del barrio que pensaba que el caniche haría un buen aperitivo. Petey no era muy juguetón, pero era un compañero de primera clase para la mujer mayor. Su único trabajo en la vida era acostarse sobre una almohada a su lado y agitar su cola casi inexistente cuando se le acariciaba. Puesto que nunca había aparecido con ningún dolor o angustia evidente, nadie había mencionado nunca que tal vez la Sra. Emberly podría querer considerar enviar a Petey a esa gran casita de perro en el cielo. No fue ninguna sorpresa para cualquiera de las mujeres más jóvenes que Petey finalmente había muerto. —Lo siento mucho, señora Emberly. Debería haberme llamado, —dijo

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Hobie. —Bueno, querida, ya tenía a algunos de los vecinos ayudando. Además, estoy segura que volverá. La señora Emberly se creía una médium aficionada. Juró que podía comunicarse con los muertos. Una vez, le dijo a Hobie que Winston Churchill estaba más loco que una gallina mojada porque FDR4 murió debiéndole a él diez libras. Aquellos eran los días en que Hobie asintió y rezó para que su propia muerte la llevara antes que la senilidad. Sin embargo, hubo momentos cuando la señora Emberly sabía cosas que hubieran sido casi imposibles de saber a menos que se hubiera comunicado con alguien que había pasado. Hobie, que había vivido en la isla el tiempo suficiente para saberlo mejor, nunca descartó las creencias de nadie. Era una isleña, y los isleños habían visto lo extraño y lo imposible en Ana Lia. Si la señora Emberly dijo que habló con los muertos, entonces por Dios, eso es lo que creían sus vecinos. Todo tenía sus límites, por supuesto, y eso incluía la ingenuidad de Hobie.

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Franklin D. Roosevelt, presidente de EE.UU de 1933-1945

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Laura y Hobie se miraron de reojo. Silenciosamente negociaron quién haría la inevitable pregunta. Hobie pudo ver que había perdido lanzando la moneda. —¿Volver? —Es lo que Hobie se arriesgó a preguntar. —Por supuesto. —La anciana parecía tan lamentable que Hobie y Laura se sintieron instantáneamente culpables por su deseo de llamar a la furgoneta o al comité de bienvenida conducido por los hombres de batas blancas. —Bueno... —Hobie sacó la palabra, rezando para que algunas palabras de consuelo y sabiduría vinieran a ella. —Oh, sé lo que los médicos están entrenados para decir, Hobie Lynn. Nunca dé una falsa esperanza. Entiendo cariño. Por eso pensé en preguntarte si le importaría poner uno de estos folletos en la ventana de tu consultorio. En caso de que alguien vea al pobrecito simplemente vagando por ahí. —¿Folletos? —Laura volvió a tomar el papel. Hobie pudo ver que su amiga iba a reírse en cualquier momento—. ¿En caso que Petey... regrese? —Preguntó Laura, incrédula. —Pues sí, querida. Así es como se hace, ¿no? De repente, Hobie tuvo una extraña sensación. Como si algo estuviera justo delante de ella, pero lo había estado perdiendo todo el tiempo. La golpeó entre los ojos justo cuando Laura abrió la boca. —En realidad, señora Emberly... —comenzó a decir Laura. —Señora. Emberly, cuando dice que perdió a Petey, ¿quiere decir que se alejó? —Por supuesto, cariño. ¿Qué crees que quise decir? —Bueno, pensamos... —comenzó Laura.

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—¡Exactamente

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lo

mismo!

—Interrumpió

Hobie—.

Estaríamos

encantadas de poner esto al frente y mantendré los ojos abiertos cuando salga a visitas a domicilio. La anciana cerró la puerta segundos antes que Hobie y Laura se pusieran a reír. —Oh, Dios mío, —dijo Laura a través de su risa—. Pensé que ella quería decir... —¡Yo también! —Hobie se rio—. Tengo un flash de Petey regresando de la muerte como en una mala película de terror. La vieja campana de la puerta sonó cuando el primer paciente del día entró en el consultorio. —Bastante diversión por una mañana, vamos a ello, —dijo Hobie. —Lo tienes, jefa. Oye, recuerda, es tu turno de ir a almorzar al Cove hoy. Hobie guiñó un ojo a su amiga y los dos comenzaron su jornada laboral.

BJ colocó la bolsa de papel en el asiento trasero del descapotable abierto. Se sentía como si estuviera en una deformación del tiempo. La estrecha calle principal, junto con el resto del centro de Ana Lia, era una réplica casi exacta de la ciudad ficticia de Mayberry5. Sin embargo, el único semáforo la frenó. Miró por la calle y vio a dos o tres coches a cierta distancia, caminando lentamente por el complejo y complicado dibujo de las calles. —Los padres fundadores obviamente no sabían cuál era el ángulo correcto, —BJ gruñó para sí misma. Un momento después, alzó la cabeza hacia un olor tentador en el aire. Vio la panadería al otro lado de la calle.

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Ciudad donde se desarrollaba la serie de televisión de los años 60 El Show de Andy Griffith.

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Preparándose para cruzar la calle, BJ miró hacia el letrero que la miraba acusadoramente. Estaba a unos cinco metros de la intersección y el cartel le recordaba que no debía cruzar por el medio de la calle ni contra la luz. —¿Están bromeando? —Miró por la calle desierta—. No he visto una señal como esa desde que estaba en el tercer grado. BJ sacudió la cabeza mientras salía de la acera. —Sí, claro, —le dijo a la señal.

Hobie empujó sus gafas por el puente de su nariz una vez más mientras conducía la vieja camioneta con su otra mano. Redujo la marcha cuando se acercó a la calle principal. Su mente vagó y se preguntó si le había dicho a JoJo del restaurante que duplicara su orden de papas fritas. Después de echar un rápido vistazo a la flecha verde de la derecha, Hobie giró el volante. Una vez más, empujó sus gafas por el puente de su nariz. La luz del sol la cegó por una fracción de segundo y parpadeó. Al ver a alguien en el medio de la calle, llevó los dos pies contra el freno. Hobie sintió que toda la acción cambió repentinamente en una extraña mezcla de tiempo real y cámara lenta, como el efecto especial de un cineasta. Oyó el chirrido de sus frenos mientras los neumáticos de la camioneta trabajaban duro para agarrar el pavimento seco. Pensando en ello más tarde, decidió que lo que veía en medio de esa calle era el producto de una libido demasiado tiempo negada. En un instante, Hobie sabía que cualquier cosa que sucediera después de ese momento daría el tono para el resto de su vida. No tenía idea de cómo o por qué lo sabía, sólo que era una certeza. Una cabeza oscura se abrió de repente y lanzó unos sorprendidos ojos grises hacia la camioneta que se aproximaba. El resplandor de la luz del sol se reflejaba perfectamente en las gafas de Hobie, casi cegando a BJ.

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La maltratada camioneta blanca chirrió unos pocos centímetros antes de entrar en contacto con BJ, lo cual no habría sido malo si Hobie hubiera puesto el pie en el embrague. Sin embargo, todavía tenía los dos pies en el freno, y cuando el camión se detuvo, se sacudió hacia adelante, golpeando a BJ en la cadera. —¡Oh, Dios mío! —Gritó Hobie mientras ponía el freno y saltaba del vehículo—. ¡Oh, Dios mío! —Repitió cuando miró al cuerpo inconsciente de BJ Warren. George y Maggie, los propietarios del supermercado local, fueron los primeros en escuchar la conmoción. Estaban de pie en la acera fuera de su tienda, sin saber qué hacer. —¡Llama a Mack! —Gritó Hobie a la pareja. George desapareció dentro de la tienda inmediatamente. —Dios, por favor, —le rogó Hobie—. Por favor, no me dejes matarla. —Se arrodilló junto a BJ y localizó un fuerte pulso en su arteria carótida. La pierna derecha de BJ estaba doblada debajo de su cuerpo. Hobie inmediatamente diagnosticó la rotura al echar un vistazo al ángulo extraño del tobillo. —¡No puedo creerlo!. ¡No puedo creerlo! ¿Hay alguien para mí en la vida? —Hobie gritó. Ya podía oír la sirena de Mack. Mientras tanto, Maggie se acercó y le acarició tranquilamente la espalda de Hobie. —Está bien, Hobie Lynn. No fue tu culpa. Estaba cruzando contra la luz. Los del continente... nunca aprenden. Hobie asintió ante las palabras compasivas. Maggie no tenía manera de saber que Hobie ya conocía a la desconocida. Tampoco el tendero tenía idea de lo que pasaba por la mente de Hobie en ese momento.

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Figúrense. La única mujer de la que me he sentido atraída en los últimos diez años y voy y la atropello. Dios, tengo la sensación que va a ser un día muy largo.

Hobie se frotó meticulosamente las manos. Se perdió en sus pensamientos mientras apretaba más jabón de Betadine en su palma. Añadió artículos a la lista de cosas por hacer en su cabeza. No quería llamar a su agente de seguros... de nuevo. Sus primas de seguro de automóvil habían aumentado tres veces en dos años, y agregar este incidente ciertamente no ayudaría. Sabía que tenía derecho de paso, pero teniendo en cuenta que ella y la mujer que yacía en la habitación de al lado tenían algún tipo de pasado, se ofrecía a pagar por cualquier gasto. Hobie odiaba entrar en el fondo fiduciario que su padre había creado para ella, pero no lo había tocado desde que pagó sus préstamos estudiantiles, así que pensó que tenía derecho. —Estamos listas para ti, doctora, —dijo Cheryl. Hobie saltó al sonido. Realmente tenía que calmarse. El doctor Elston no le habría pedido que entrara y pusiera la pierna de BJ si no hubiera sido una rotura limpia y se hubiera reducido fácilmente. Hobie sonrió, pensando que el doctor no quería cortar sus vacaciones. Era un procedimiento de libro de texto y había una parte de ella que siempre disfrutaba de este aspecto de la medicina, intervenir para ayudar a alguien. Su ceño frunció mientras se preguntaba cómo explicaría a BJ exactamente lo que pasó. Su estómago se retorció en un nudo aún más apretado mientras pensaba en quién era BJ. ¿Cómo podía ser la nieta de Evelyn? Dios, ¿cómo pudiste hacerme esto? Las mariposas comenzaron otro ataque aéreo en su estómago cuando Hobie entró en la pequeña área quirúrgica de su consultorio y vio la forma

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inconsciente de BJ acostada sobre una mesa. Le había dado una inyección y BJ se había dormido casi inmediatamente. Las manos de Hobie se estremecieron inusitadamente. Pensó de nuevo en lo que había sucedido en Chicago y en cómo se presentaría a BJ cuando despertara. Sacudió la cabeza para disipar la energía negativa. Eso fue todo lo que tomó para llevar su enfoque de nuevo a la situación antes de ella. Respiró hondo y empezó.

—Ya he terminado aquí... ¿Todavía está saliendo de eso? ...Está bien, no la apresures... Lor, déjame ver esa radiografía una vez más... ten cuidado con esa cadera... no, pero ella tiene un moretón bastante desagradable allí... BJ oyó la suave voz de la mujer del hotel. ¿Con quién está hablando y por qué hay otras personas en la habitación de hotel con nosotras? Recuerdo ese olor picante y sutil de su perfume... Dios, qué bueno se sentía en mis brazos. El perfume desapareció cuando un áspero olor antiséptico tomó su lugar. ¿Dónde diablos estoy? Una voz más vieja y femenina reemplazó a la gentil en la mente de BJ. —¿Baylor? Baylor? Despierta ahora para nosotros. —No me llames Baylor, —BJ gruño, luego tosió. —Aquí, cariño. Tómate un sorbo. —BJ sintió una paja entre los labios y bebió el líquido frío con avidez. —No demasiado, Cheryl. Asegurémonos que regresa de la tierra del nunca jamás primero, —Hobie susurró sobre el hombro de Cheryl—. Intenta llamarla BJ. —BJ, abre los ojos, —le ordenó Cheryl.

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BJ hizo lo que le dijeron, principalmente para averiguar qué tipo de sueño que estaba teniendo. Tan pronto como lo hizo, lo sentía. Era como si la luz

y

su

capacidad

para

sentir

dolor

estuvieran

conectados.

Los

acontecimientos del día llegaron corriendo a su mente consciente tan rápidamente como el dolor registró con su cerebro. —¡Oh, Dios! —Gruñó ella. —¿No debería tomar algo más para el dolor, doctora? —Preguntó Cheryl. —Aún no. El disparo va a tener que mantenerla un poco. Lor, llama a Mack y dile que está despierta. —Hobie se volvió hacia Cheryl—. No quiero drogarla más hasta que sepamos exactamente lo que vamos a hacer con ella. —¿Dónde diablos estoy? —Grito BJ. Cheryl fue la primera en responder. —Tuviste un accidente y te rompiste el tobillo. La doctora lo puso en su lugar. Aún estarás un poco aturdida por el anestésico. No te dimos más de lo que tendrías para una extracción dental, pero la doctora pensó que estarías más cómoda de esa manera. Ahora todo está bien. BJ se apoyó en un codo y miró hacia abajo la monstruosidad de yeso blanco unido a su pierna hasta la mitad del muslo. —Entonces, ¿quién es este Dr. Kildare6 y que puso en mi pierna? Hobie sabía que era ahora o nunca. Se adelantó hacia la línea de visión de BJ. —Um, esa sería yo. BJ frunció el ceño. La mujer le resultaba familiar. —¿Y tú eres? Hobie no estaba segura de lo que esperaba, pero ciertamente no era eso. La pregunta la tomó por sorpresa. En una epifanía apresurada, Hobie comprendió que le habían concedido un respiro. BJ no recordaba más a Hobie 6

Está haciendo referencia a serie de televisión estadounidense de los años 60 titulada Doctor Kildare

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de lo que recordaba cuántos vodka Gimlets bebió aquella noche en Chicago. Esa comprensión no hizo feliz a Hobie. Debería haberlo hecho, pero al mismo tiempo, estaba un poco molesta, vacilando entre la profunda gratitud por su anonimato continuo y su justa indignación por ser tan olvidadiza para BJ Warren. —Oh, lo siento, —dijo Hobie una vez que se dio cuenta que BJ estaba mirando sin que le hiciera gracias—. Hobie Allen. Mira, lo siento mucho... —Entonces, Doc, además de estar en completa agonía, ¿cuál es el daño aquí? —Gruño BJ, no habiendo captado lo que Hobie estaba tratando de decir. —Bueno, te rompiste el tobillo. Lo puse en su lugar. —Vaya, ¿puedes intentar no lanzarme tanta jerga técnica de una vez? Hobie arqueó una ceja. —Todo bien. Técnicamente, sufrió una fractura oblicua de su peroné con la dislocación del pie. Se llama comúnmente una fractura de Pott. Es una lesión común. De hecho, es una de las áreas más frecuentemente dañadas de la articulación del tobillo. Era más bien de libro de texto. A unas tres pulgadas del tobillo, tuviste una fractura con el peroné. Además, el maléolo medial se rompió, pero afortunadamente el extremo de la tibia no fue desplazado de la superficie correspondiente del astrágalo. Al mismo tiempo, el pie se revolvió y los músculos de la pantorrilla levantaron el talón. Reposicione el pie flexionando la pierna en ángulo recto con el muslo, que relaja todos los músculos opuestos, y haciendo la extensión del tobillo y contraextensión en la rodilla. BJ se apoyó en un codo y miró en silencio durante unos segundos. —Sabes, a nadie le gusta un espectáculo. —Lo siento. —Hobie trató de no sonreír. Intentó dar una explicación plausible de lo que había sucedido y de cómo había estado involucrada. Estaba enferma de su estómago de la preocupación y decidió decirle a BJ la verdad.

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Por desgracia, antes que pudiera llegar a una manera brillante e ingeniosa de decirlo, el asunto fue empujado a la luz por su paciente. —Pareces familiar. ¿Dónde te has graduado, de todos modos? —Gruño BJ. —¿Dónde lo hice? —La pregunta tomó Hobie por sorpresa. Había estado tan concentrada en explicar las circunstancias del accidente que no estaba segura de haber oído correctamente. —No vas a decir que no te graduaste, ¿verdad? —BJ logró una sonrisa, a pesar de que el dolor en su tobillo tenía la mayor parte de su atención. —Por supuesto no. Sucede que soy una médica con licencia completa. Pero… —No, no digas, pero. Mira, cada vez que hay un pero, hay malas noticias después. —Bueno, no es así, pero... —Mira, esa palabra de nuevo. —Bueno, déjame tomar otra ruta con esto. Hobie se frotó las sudorosas palmas de sus pantalones de algodón. Sabía exactamente por qué estaba tan nerviosa. Dar la noticia a esta mujer iba a causar fuegos artificiales. Hobie lo sabía. Le diría a BJ que había sido responsable de golpearla, entonces BJ le diría a su abuela, entonces la licencia médica de Hobie no valdría ni un centavo. —Eres una doctora, ¿verdad? —Sí, soy una buena doctora. —Hobie se preguntó si parecía tan defensiva para los demás como para sí misma.

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Cheryl y Laura intercambiaron miradas con Hobie. Laura se encogió de hombros como para decir que no podía entender por qué su paciente estaba tan obsesionada con las credenciales de Hobie. —Verás, en cierto modo, en realidad soy dos doctores. Hobie sonrió y estaba a punto de hacer la broma que utilizaba con todos sus pacientes. —¿En cierto sentido? Al igual que en la forma ¿“fui a la escuela de medicina y se graduó”? ¿O la forma de obtener mi grado de una caja de cereal? En ese momento, un chillido ensordecedor atravesó el aire. Era evidente que el aullido no era humano. El sonido provenía de la sala de espera exterior y dejó en silencio a las cuatro mujeres en el área quirúrgica. —¿Qué mierda fue eso? —BJ sacudió la cabeza como si la anestesia todavía la sujetara. El chirrido había sonado como un cerdo. —No te preocupes, ese es nuestro próximo paciente, —dijo Cheryl. No fue hasta ese momento que Hobie se dio cuenta que BJ no tenía idea de qué tipo de doctora era. Hobie daba por sentado que todo el mundo lo sabía. Cuando levantó la vista, BJ Warren la miraba como si le estuviera lanzando cuchillos. Hobie se encogió. Podía ver su vida desmoronándose frente a ella. BJ tomó su entorno como si fuera por primera vez. —¿Por qué no me dices qué está pasando aquí? —Sé que esto va a sonar un poco extraño. Soy una doctora. En realidad, soy un MD7 y... —¿Dónde está tu diploma? —Preguntó BJ con voz fría y plana.

7

Doctora en Medicina

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Hobie estaba orgullosa de ese diploma, pero en ese momento, las palabras le fallaron. Sólo podía levantar un dedo para señalar la pared detrás de la mujer expuesta. BJ estiró el cuello y leyó el documento enmarcado en voz alta. —Bla, bla... certifica que Hobie Lynn Allen... Medicina Veterinaria... Universidad de Flor… Hobie se congeló. Deseaba un terremoto, una marea o cualquier otro desastre natural. No quería nada más que la tierra la tragara entera y escupiera las partes malas. Cuando BJ se volvió para mirar a Hobie, Hobie juró que estaba mirando a una desconocida. La mirada enojada de esta mujer no se parecía en nada a los ojos grises brillantes del dormitorio donde Hobie había perdido en un día y medio antes. —¿Medicina veterinaria? —La voz de BJ sonaba tensa, pero controlada mientras decía las palabras. Hobie finalmente se impulsó a la acción. En realidad, era mucho más como retroceder y arrastrarse. —Está bien, mira, eso es lo que... —¿Eres veterinaria? Las mujeres del consultorio podían oír la voz contenida que empezaba a destrozar en los bordes. —Técnicamente, sí. Pero no sólo una veterinaria. Yo… —¿Una doctora para animales? —La voz de BJ se elevó en volumen y tono. Era evidente que el control estaba mostrando pequeñas rupturas. —Bueno, no lo haría... —¡Una

veterinaria!

—Gritó

BJ cuando cualquier semblante

autocontrol se abrió de par en par y desapareció por completo.

de

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Hobie había estado tratando de conseguir una palabra en el borde, pero BJ no le daría una oportunidad de explicar. La mayoría de la gente quedó impresionada una vez que les dijo que había ido a la escuela de medicina, años después, estudió medicina veterinaria. De alguna manera, Hobie no se imaginaba que BJ estuviera impresionada. —¿Dejarías de decir eso como si fuera algún tipo de crimen? —Hobie finalmente gritó de vuelta. —¿Crimen? ¡Vosotras no sabríais un crimen si saliera y les mordiera en el culo! ¡Una maldita veterinaria acaba de poner mi pierna! ¡Eso tiene que estar rompiendo por lo menos una docena de leyes! —Déjame explicar… —¡Puedes explicarle a mi abogado! —Exclamó BJ. Su pierna se deslizó de los sacos de arena que lo mantenían en su lugar y gimió de dolor. Hobie se apresuró a ayudar. —Aquí, déjame... —¡No me toques! ¡No te atrevas a tocarme! Fue alrededor de esta vez que Mack, el sheriff local, entró en la habitación. —¿Qué diablos está pasando aquí? Era un hombre alto, de hombros anchos, de cabello castaño claro, moteado de ojos plateados y azules. Su físico se tensó contra el uniforme a medida que usaba. Llevaba un bigote bien arreglado. A pesar de su buen aspecto, quizás fue el último en saberlo. Su sonrisa suave y su inagotable oferta de sabiduría le convenían bien para un trabajo en la aplicación de la ley. Sin embargo, su paciencia y sentido del humor lo convirtieron en el perfecto sheriff de la isla Ana Lia. —Oficial, arrestarlas. —BJ señaló a Hobie y a sus asistentes. —¿Todas ellas? —Preguntó Mack confundido. —Hasta la última de ellas. ¡Están todas en ello, pero especialmente ella! —BJ miró amenazadoramente a Hobie.

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—Ella, ¿eh? —El bigote de Mack cubrió la mayor parte de su divertida sonrisa—. ¿Hobie Lynn? —Miró hacia abajo a la mujer mucho más baja. —Mack, —dijo Hobie con desaliento. Su día había empezado tan bien. Se preguntó cómo había ido tan mal tan rápido. No sabía si debía preocuparse por sus tasas de seguro pronto a dispararse, llorar por el hecho que BJ la había encontrado completamente olvidable o gritar ante la actitud superior de la mujer enfurecida. —Bueno, ¿vas a arrestarla? —¿Por qué quieres que la detenga, señorita Warren? —¿Por qué? —Gritó BJ—. ¡Mira, Gomer, ella realizó un procedimiento médico sin mi consentimiento, y para colmo, ni siquiera es una doctora! ¿Qué diablos tengo que hacer, dibujar un mapa? Mack respiró hondo. Ya había hablado con Evelyn, y sabía todo sobre el carácter infame de Baylor y su actitud franca. Evelyn llamó a su nieta “fuerte”. Mack pensó que la anciana estaba siendo amable. Recordaba a BJ como una joven mimada y egocéntrica. —Primero, señorita Warren, no fue tratada sin consentimiento. Hablé personalmente con tu abuela. Evelyn firmó un formulario de consentimiento y Hobie incluso consiguió un consentimiento verbal de un... —Abrió una pequeña libreta negra—. ... una tal Juliana Ross. —¿Cómo has encontrado a Jules? —Su tarjeta estaba en tu cartera. Hobie se acercó a la camilla y tendió la billetera de la mujer furiosa. —¿Registraste mí cartera? —Preguntó BJ fríamente. Hobie se dio cuenta que probablemente no era el mejor momento para mencionar ese hecho. —Yo, um... supongo...

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Mack se acercó y puso una mano en los brazos de Hobie. Él suavemente empujó su espalda un paso para estar con los otras. —No ayudes más, ¿de acuerdo? —¡No es una auténtica doctora! —Exclamó BJ. —Al contrario, señorita Warren. Hobie es un médico con licencia en el estado de Florida. La voz baja rasposa de Mack tenía una manera de hacer que todo lo que dijera sonara como si estuviera hablando con alguien de una cornisa. —Pero ella... vi... —BJ señaló el diploma de la Universidad de Florida colgado en la pared. —Está bien. También es doctora en medicina veterinaria. Ella no trata regularmente a los pacientes, excepto para su práctica con animales. En una emergencia, sin embargo, ella se levanta y nos da una mano. Doc Elston, el médico regular de la ciudad, está de vacaciones. Fue por su recomendación que Hobie te restableció la pierna. Dijo algo sobre el tiempo y dolor de curación. Así que probablemente deberías estar agradecida a estas personas y no gritarles. La voz calmante de Mack tranquilizó a todo el mundo. Hobie lo había conocido toda su vida y no podía recordar nunca que él encadenara muchas palabras juntas a la vez. BJ, por otro lado, parecía como si la parte superior de su cabeza iba a explotar. Hobie podía oír las palabras “ella sopla” en el fondo de su mente. —Tú... —BJ levantó un dedo al sheriff y se encontró con su franca mirada—. Ella —BJ señaló a Hobie—. Ellas... —BJ no sabía por dónde comenzar con sus acusaciones.

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Hobie recuperó los anteojos de su bolsillo de camisa y los puso. Tan pronto como levantó la vista, el sol, que brillaba a través de una ventana orientada hacia el oeste, se reflejaba en las lentes y en los ojos de BJ. BJ recordó que había visto la misma imagen justo antes que la camioneta la hubiera golpeado en la intersección. Los ojos de Hobie se encontraron con los de BJ y BJ se congeló. —¡T-tú! Fuiste tú. ¡Ahora te recuerdo! Hobie se dio cuenta que el juego había terminado. BJ finalmente había recordado que era la mujer de la habitación del hotel. —Sí, fui yo, —admitió ella en la derrota. BJ gritó de nuevo. —No creo que puedan arrestar a la gente por eso, —dijo Hobie en una voz suave y confusa. —Haz tu trabajo, arréstala. —¿Por qué esta vez? —Mack parecía tan confundido como todos los demás. —¡Ella es la que me ha atropellado! Hobie no sabía si debía estar aliviada o asustada. BJ apareció tan llena de rabia justa que parecía que estaba teniendo un colapso. —Sí, señorita Warren, ella te golpeó con su camioneta, pero no hay nada por lo que pueda arrestarla. —¿Nada? ¿Qué clase de ciudad es ésta? Una multa. Al menos debería pagar una multa. —¿Qué clase de multa? —Mack se rio y Hobie lo miró furiosa por incitar a BJ. BJ estaba tan concentrada en el castigo de Hobie que no había notado que Mack la condescendía.

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—¡Cientos... miles de dólares! —Todos en la sala pudieron ver que BJ estaba perdiendo. —Espera un momento aquí... —Hobie se adelantó para defenderse. Su comprensión y compasión por su paciente se habían detenido abruptamente. —Echemos un vistazo a esto, señorita Warren. Primero, quieres que arreste a la mujer que, en su tiempo, arregló tu pierna para que se curara correctamente. La mujer que está pagando todas sus facturas médicas. ¿Quieres que la multe? BJ miró alrededor de la habitación y supo que estaba saliendo de control. Podía verse como si estuviera de pie en un rincón mirando todo el escenario. Podía verse actuando como un completo culo, pero era impotente para detener sus acciones. ¿Cómo podría tantas cosas malas suceder a una persona en tan poco tiempo? —Seguramente, la policía sabe cómo escribir una multa aquí en Mayberry. —Se burló BJ. En su defensa, su tobillo estaba realmente empezando a doler y sólo quería ir a casa y dormir—. Pones multas aquí, ¿no? Hobie se estremeció ante las mordaces observaciones y se preguntó cómo podría haber sido atraída por esta mujer arrogante. Encontró casi imposible creer que ésta era la nieta de Evelyn. Miró a Mack para ver cómo iba a manejar este ataque a su reputación. Como siempre, estaba imperturbable. —Bueno, señorita Warren, esa es la primera cosa sensata que has dicho hoy. Creo que una multa está definitivamente en orden. Puesto que no presencié el incidente, voy a ir en la evidencia que tengo. —Mack alcanzó la parte inferior de su espalda y sacó una carpeta pequeña y gruesa de donde la mantuvo metida en su cinturón de servicio. Se acercó a Hobie, abrió el libro y extrajo un multa que había escrito antes.

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—Hobie Lynn. —Le entregó la citación. Hobie abrió la boca por no estar de acuerdo, pero Mack la detuvo—. Y no trates de discutir. Tuviste el derecho de paso y no pudiste haber detenido el accidente, pero ella es una peatona y tú, por encima de todos los demás, conocen la ley. Hobie cerró la boca. Lo odiaba cuando Mack tenía razón, sobre todo porque lo hacía con tanta frecuencia. Metió la multa en el bolsillo y cruzó los brazos sobre el pecho. BJ Warren parecía el proverbial gato después de la desaparición prematura del canario. Hobie tenía un intenso deseo de irse y golpear la expresión satisfecha de su rostro. No tenía ni idea de dónde venía esa sensación. Ella era una persona pasiva y no violenta. Sin embargo, Hobie estaba a punto de tener la última risa. Mack regresó a la camilla de BJ y sacó otra multa. —Esta es para ti, señorita Warren. —¿Qué... —BJ miró con silencio mudo el papel que tenía en la mano. Todos en la habitación sabían que era la calma antes de la tormenta. —Creo que es mejor que vuelva a programar a algunos de esos pacientes, —dijo Laura mientras salía por la puerta. Hobie notó que Cheryl también se apresuró a salir. ¡Cobardes! pensó. —¿Estás loco? —La voz de BJ llevaba todo el camino hasta Main Street—. Ella trata de matarme... homicidio imprudente... ¿y me das una multa por conducta temeraria? Estaba cruzando la calle, por el amor de Dios, y ella vino disparada... —Tenía el derecho de paso —interrumpió Mack—. Sra. Warren, hay una razón por la que hay cruce imprudente, de la que eres culpable y porque hay un semáforo en esa intersección. Es un rincón ciego. La luz se vuelve roja para los coches en el carril izquierdo, pero los coches en el carril derecho tienen una flecha verde. Si hubieras estado en el cruce de peatones, cruzando con la luz en lugar de contra ella, no estarías acostada aquí ahora mismo. Déjame decirte

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algo más. Tal vez no me recuerdes, Baylor, pero te recuerdo. Unas palabras de consejo. Pierde la actitud y tratar de llevarte bien con la gente mientras estás en la isla. Si no, personalmente te escoltaré de Ana Lia. Después de un breve momento de silencio, BJ entrecerró los ojos a Mack. —¿Debería conocerte? —No necesariamente. Te golpeé cuando tenías ocho años. Hiciste llorar a mi hermana. Se miraron durante unos segundos más antes que BJ retrocediera de la mirada inquietante de Mack. —Todos hacemos cosas torpes cuando somos niños, —murmuró. Era evidente que BJ se había quedado sin vapor. —¿Por qué no vemos cómo llegar a casa? Hobie Lynn, ¿es seguro? —Preguntó Mack. —Por supuesto. Le daré algunas píldoras para el dolor y escribiré algunas instrucciones. —¿Dónde están mis ropas? —Baylor levantó la manta para revelar su atuendo, una bata de hospital. —Oh, lo siento muchísimo, pero tuvimos que quitarte los pantalones, —dijo Hobie. Antes de que BJ pudiera comenzar otro discurso, Mack intervino. —Tengo un par de pantalones de entrenamiento en el maletero. Puedes cortar una de las patas si quieres. No te preocupes, acabados de lavarlo, —añadió antes de que BJ pudiera responder. —Lor, —Hobie llamó a su asistente. Una cabeza se asomó a la habitación—. Corre a la tienda de regalos y consigue a la señorita Warren una camisa limpia que puede llevar a casa, ¿de acuerdo? Dile a Allison que me lo cargue. —Hobie se volvió hacia BJ— Está bien, ¿no?

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BJ arqueó una ceja. —¿Me compras una camiseta y se supone que lo hará mejor? Hobie suspiró. Vamos a prepararte unas muletas. Veinte minutos y cincuenta miligramos de Demerol más tarde, BJ estaba vestida con pantalones de chándal del Departamento del Sheriff de Ana Lia y una bata de hospital. Finalmente había dejado de luchar contra Hobie y le había permitido instruirla en el arte de caminar con muletas. Al principio, BJ no tuvo la idea que sólo porque tenía un yeso en su pierna no significaba que pudiera ponerle peso a su pie. Hobie se mordió el labio y tomó algunas respiraciones profundas para no atacar a los comentarios franco y frecuente de BJ. Había aprendido mucho acerca de su paciente en esos veinte minutos, concluyendo que Baylor Joan Warren no tenía idea que sus comentarios fueran otra cosa que la verdad. No los veía como hirientes o crueles. Era como si, en algún punto de la línea, BJ se hubiera convencido que era moral o intelectualmente superior a los que la rodeaban. Hobie se preguntó si BJ habría sido una niña mimada o si esta arrogancia había sido gradual. No podía entender cómo una mujer podía sentir que sus necesidades eran tan superiores a las de los demás. Laura apareció en la puerta, pero Hobie notó que ella vacilaba en acercarse mucho más. —Um... la tienda de regalos estaba cerrada, pero la panadería estaba abierta. —Jugueteó con la bolsa de papel en sus manos. BJ fijó una de sus patentadas miradas frías sobre Laura. —Creo que llevar pastelitos a casa puede provocar conversación. —Bueno, ellos tenían este trato. Si comprabas esto, —Laura sacó algunos dulces del paquete de papel, y a BJ se le hizo la boca agua ante la visión—, ¡entonces tú consigues esto! —Saco una camiseta musculosa rosa fuerte de la bosa.

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No había palabras necesarias cuando BJ sujetó la prenda hasta su pecho. Con el logo a través del frente en letras negras grandes era el lema turístico de la panadería, “Estoy confundida sobre la isla de Ana Lia”. —Qué apropiado, —objetó BJ en dirección de Hobie. Mack aceptó llevar a BJ a casa en su coche patrulla. Hobie dispensó suficiente medicación para llevarla hasta el día siguiente, luego le dio las pastillas a Mack y le susurró unas cuantas palabras a su oído. —Vendré a verte mañana, señorita Warren. Es decir, si puedes soportar verme durante unos días más hasta que el doctor vuelva, —dijo Hobie. —Voy a contar las horas. —BJ guiñó un ojo a Hobie mientras Mack la ayudaba al auto. Hobie sabía que el Demerol había entrado en el sistema de su paciente; el encanto de BJ Warren estaba de vuelta en toda su fuerza. —Chica, seguro que sabes cómo elegirlas, —dijo Laura—. Tienes razón sobre esa noche. Debió de haber estado muy destrozada para no recordarte. Es bueno que hayas descubierto lo que realmente es. —Supongo que esa voz mía estuvo bien esta vez. Dios mío, ella es como Jekyll y Hyde. —Hobie masajeó sus sienes para combatir el leve mareo que sentía. El estrés de la situación no había ayudado a su condición física—. ¿Qué te parece correr al Cove y recoger algo de cena? No puedo seguir hasta que ponga algo de comida en mí. —Claro, estaré de vuelta en un instante. Hobie comenzó a limpiar el área de la cirugía. No podía evitar pensar en las palabras de Laura. Era cierto, Hobie debería haber estado contenta que BJ no la recordara. También debió sentirse bien al ver los verdaderos colores de BJ. Sin embargo, no se sentía bien. No esperaba volver a ver a BJ Warren nunca más. Por supuesto, ahora no tenía ningún deseo de pasar más tiempo

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del absolutamente necesario con la mujer egocéntrica. Hobie no sabía por qué, pero ese pensamiento la puso triste.

—No estoy seguro de que me sienta demasiado cómodo en dejarte a ti misma por tu cuenta, —dijo Mack. Había llevado el coche a la entrada y lo más cerca posible del porche. Él y BJ se sentaron en silencio por un momento—. Sabes, si yo le preguntara, Hobie podría venir y quedarse… —No si estuviera sangrando a cubos, —dijo BJ—. Mira, —pasó sus dedos por su cabello corto y oscuro y lo sintió pegado en ángulos extraños—, sé que estoy siendo un poco extraña, pero si apilas cada mal día que he tenido, uno en la parte superior del otro, todavía no podían igualar lo que he pasado hoy. —Sí, lo entiendo. Está bien, vamos. Mack le ayudó a BJ a entrar en la casa y se sorprendió cuando no le dio pena por sentirse cómoda. Pensó que era el medicamento para el dolor lo que la hacía tan agradable. Hizo el sofá con una sábana y una manta e incluso arregló un sándwich y una taza caliente de té para ella. Antes de marcharse, colocó el sobre que contenía sus píldoras en la repisa de la chimenea. —Me dijeron que te hiciera saber que podría tomar uno de estos después de las diez, pero no debo dejarlo cerca de donde duermes. —¿Qué hacen... explotan? Mack sonrió. —Hobie dice que cuando los pacientes mantienen sus medicamentos para el dolor cerca de la cama, se despiertan en medio de la noche y se olvidan si toman uno o no, por lo que toman otro. Ya conoces el resto de la historia. —El que vaciara mi estómago haría mi día mejor. Me hago una idea. La linda pelirroja no quiere que me tire a la piscina, ¿verdad?

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—Sí, algo así. —Mack captó la referencia a Hobie pero la dejó ir. —Oye, Mack, —BJ gritó mientras se giraba para irse—. ¿Qué le dije a tu hermana para hacerla llorar? —Le dijiste que era fea. —Mierda. Los niños son tan jodidamente estúpidos a veces. Mack asintió y se volvió para irse. —Duerme un poco... Antes de que terminara, notó que BJ ya estaba tendida a lo largo del sofá y roncaba ligeramente.

—¿Alguna vez reduces la velocidad? —Preguntó Mack a Hobie, que estaba pasando la fregona en el piso de la cirugía. —¡No puedo creer que me hayas dado una multa! —Dijo sin levantar la vista. —Hey, es bueno ser rey. Hobie extendió la mano y se estabilizó con la mano contra la pared de azulejos. Su cuerpo se balanceó y sintió que el mango de la fregona se deslizaba entre sus dedos. Antes de que pudiera decir algo, los brazos fuertes la levantaron y la llevaron a la otra habitación. Mack la colocó suavemente en un sofá de cuero desgastado en la oficina. —Hobie, ¿cuándo fue la última vez que comiste? —Um... —Luchó por recordar—. Laura ha ido a buscar algo. Voy a estar bien, sólo dame un segundo. —Lentamente se sentó, luego se movió en su silla de escritorio, metió la mano en el cajón del escritorio y sacó una barra de chocolate.

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—¡Oye! —Gritó cuando Mack le arrancó el caramelo de sus dedos mientras estaba lista para dar un bocado. Lo tiró a la basura antes de sacar una botella de leche de plástico de la pequeña nevera que estaba en una esquina de la oficina. —Mamá te dijo mil veces que no comiera chocolate cuando tu nivel de azúcar en la sangre está tan bajo. Caramba, Hob, pensarías que un médico lo sabría mejor. Bebe esto. Hobie bebió la botella entera. Cinco minutos más tarde, se sentía más como su viejo yo. —Gracias, —dijo finalmente—. ¿Has conseguido que la señorita alta y poderosa se encuentre bien? —Sí. Ella te cree linda. —Oh, deja eso. —No estoy bromeando. Esas fueron sus palabras exactas. —Estaba en lo alto de Demerol, —dijo Hobie—. ¿Qué? —Añadió en respuesta a la mirada divertida de Mack. —¿Me vas a contar la historia entera de vosotras dos o qué? —Primero, no hay historia. En segundo lugar, ¡definitivamente no hay “nosotras dos”! Mack asintió y estiró las piernas, cruzándolas y apoyando sus botas en la esquina del escritorio de Hobie. —No te vas a ir hasta que te cuente, ¿verdad? Mack sonrió maliciosamente. —¿Por qué has pasado toda mi vida torturándome?

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—Porque eres mi hermana pequeña y eso es lo que hacen los hermanos mayores. —Mack rio mientras Hobie bajaba la cabeza hasta que su frente descansaba contra su escritorio. —Este ha sido el día más largo de mi vida. —Gimió.

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CAPÍTULO 4

Hobie miró a través de la ventana de la puerta principal, más allá de las cortinas de encaje y encontró una vista que la hizo sonreír a pesar de lo que había estado pensando acerca de BJ Warren. BJ yacía en el sofá. Su pierna lesionada ocupó más espacio que el viejo sofá tenía para ofrecer. Parecía que en algún momento, había movido la mesa de café más cerca y descansó su pierna enyesada encima de ella. Hobie no quería despertar a la mujer dormida, así que se deslizó de nuevo por el porche y caminó hacia la parte trasera de la casa. Sacó una llave dorada del bolsillo delantero de sus vaqueros y entró en la cocina. Colocó una cesta cubierta de tela sobre la mesa de la cocina y dijo: —Quédate aquí. Empezó a guardar los pocos víveres que había comprado en la tienda, sin saber por qué seguía haciendo lo posible por alguien que probablemente no lo apreciaría. Probablemente se despertará y me disparará por invasión. Fue después de ese pensamiento que Hobie oyó el grito. Lo que Hobie no notó mientras se paseaba por la cocina, fue que la pelota de nieve blanca se retorcía en la cesta libre de debajo de la tela. Evaluó su entorno mientras su cola se movía hacia adelante y hacia atrás al ver la chimenea y el hogar. Salió silenciosamente de la canasta y miró la inmensa distancia hasta el suelo. Él era pequeño, siendo el enano de la camada, y parecía un largo camino hacia abajo. El Bichon Frise8 puede no haber sido conocido por su capacidad atlética, pero tenía un cerebro de primera clase. La réplica de bola de algodón acolchada llegó al final de la mesa, saltó a la silla y se trasladó con seguridad al siguiente nivel. Una vez en el suelo, estaba fuera. 8

Raza de perro de pelaje blanco y esponjoso.

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Había cosas nuevas en el suelo de la sala. Le encantaban los nuevos olores. Después de inspeccionar el equipaje en el piso, se trasladó a su nueva compañera. Podía ver que era muy grande y sabía que tendría algunas partes agradables y blandas contra las que podría acurrucarse. De hecho, le gustaba dormir igual que a él. Se dio cuenta con aprecio de la manera en que la manta y la sábana estaban encogidas y enredadas alrededor de su cuerpo. Miró con nostalgia la mullida masa de las cubiertas. La forma en que se imaginaba, que era su sofá y que la manta era demasiado atractiva para resistir. Saltó con cuidado hacia la mesa de café y se dirigió hacia el sofá. A partir de ahí, era sólo cuestión de encontrar el punto más suave. Sabía que había tomado una buena decisión mientras se acomodaba en el vientre de la mujer.

BJ se había levantado en medio de la noche y se las arregló para encontrar el baño y las píldoras para el dolor sin suicidarse. Se topó con una de las puertas que había dejado entreabierta más temprano en el día, y luego se dirigió al sofá, convencida que en el proceso sólo se había roto tres o más costillas. Durmió profundamente durante el resto de la noche debido a las píldoras e hizo una nota mental para comprar, tan pronto como llegara a casa, acciones farmacéuticas adicionales. —Mejor vivir a través de la farmacología avanzada, —murmuró antes de quedarse dormida. BJ ahora despertó, su mente a un estado semiconsciente y se convenció de que estaba teniendo una reacción alérgica al medicamento para el dolor. Nunca había tenido una reacción alérgica a nada antes, pero la presión en su pecho estaba dificultándole mucho la respiración. En todas las historias que había escrito, ese fue el primer síntoma. Unos minutos más tarde, estaba completamente despierta y se preguntaba por qué el sofá temblaba. No era tanto el sofá como su cuerpo. Fue más que agitación. Era un movimiento rítmico, como si...

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BJ abrió un ojo y miró a lo largo de su cuerpo. No llegó lejos. A unos veinticinco centímetros de su rostro, se encontró con unos ojos negros, una nariz negra de medianoche y una diminuta lengua rosada. La lengua entró y salió de la boca igualmente pequeña, con el mismo ritmo que BJ sintió moviendo su cuerpo. Más tarde culpó a un efecto residual de la medicación para el dolor, pero eligió ese momento para gritar. Más que sólo gritar. BJ se oía gritar como una niña. —¡Aah! —Gritó de nuevo BJ cuando vio una figura entrar en la habitación. Se detuvo cuando se dio cuenta de que era Hobie—. ¿Qué demonios estás haciendo aquí? No, no contestes eso, ¡saca esta... cosa… fuera de mí! Hobie sacó rápidamente al perro del pecho de BJ. Ahora que sabía que no había ninguna emergencia real, estaba tratando desesperadamente de no reírse de la mujer tumbada. —Es sólo Arturo. ¿Te asustó? —Preguntó sonriendo divertida. BJ, al darse cuenta de que acababa de hacer un ridículo total con un perro, trató de cubrir su propio error al identificar al pequeño animal. —Pensé que era una rata. Esta vez, Hobie se rio; no podía evitarlo. —Tienes muchas ratas albinas de más de dos kilos en Chicago, ¿verdad? BJ fijó una mirada fría en la dirección de Hobie. Estaba convirtiéndose rápidamente en su expresión de marca registrada. —Estamos llenos de ellas, —dijo con calma—. Mira, ¿qué demonios haces tú... ¡Vaya! BJ se había vuelto para mirar a la mujer de pie y de repente sintió que la mesa de café se deslizaba lejos del sofá con la pierna herida todavía en ella. Trató de retroceder, pero la manta envuelta alrededor de sus piernas impidió el movimiento adecuado. Sólo le tomó cinco segundos para que terminara boca abajo en el suelo alfombrado.

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—¡Oh, Dios mío! Hobie soltó a Arturo y se inclinó para ayudar. —Mierda, eso dolió, —dijo BJ. Intentando levantarse, sintió que la coronilla de su cabeza se conectaba con la parte inferior de la mesa de café. Una vez más, se hundió en el suelo y gimió. —Vaya, te vas a matar a ti misma. Deja que te ayude. —¡No me toques! Por favor, no me toques. BJ se dio la vuelta y se quedó allí. Miró a Hobie con una expresión similar al asombro. —Te ves tan normal, pero eres realmente el presagio del desastre. ¿Eres una asesina? Quiero decir, ¿alguien me puso precio o algo? ¿Y tal vez pidieron que fuera una muerte lenta y tortuosa? —Realmente lo siento. —Hobie no estaba segura de por qué se estaba disculpando, pero parecía lo que debía hacer. —¿Por qué intentas matarme? —Preguntó BJ con una pequeña voz derrotada. —Realmente, no estoy haciendo tal cosa. No puedo explicarlo, —dijo Hobie con una sonrisa comprensiva—. Al menos déjame ayudarte. —¡No! No, por favor no me ayudes. —BJ empezó a levantarse por su cuenta—. Francamente, no creo que mi cuerpo pueda recibir más ayuda de ti. Hobie se sintió peor al ver a BJ luchando para sentarse en el sofá. Parecía como si el bienestar físico de BJ estuviera en peligro siempre que Hobie se acercara a ella. Salió de la habitación y regresó un momento después con una taza humeante. —¿Bebes café? —¡Gracias a Dios! —BJ lo aceptó ansiosamente. —Tomaré eso como un sí y gracias.

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BJ hizo una pausa antes de tomar un sorbo, la taza a centímetros de sus labios. —¿No tienes para ti? —Miró a Hobie sospechosamente. —Oh, por Dios. —Hobie agarró la taza. Se la llevó a la boca y tomó un buen trago—. Mira, no hay arsénico ni nada. —Devolvió la taza. BJ miró en silencio el líquido negro. Hobie pensó que la mujer estaba haciendo pucheros. —¿Ahora qué? —Ahora tiene tus gérmenes. —¿Quieres relajarte ? —Oye, todavía no he renunciado por completo a la teoría del asesinato. —Buen Señor, eres peor que mi... —Hobie se detuvo abruptamente. —¿Quién? ¿Peor que quién? Hobie salió de la habitación y regresó con una taza de café. BJ lo olisqueó cautelosamente antes de tomar un pequeño sorbo. —¿Siempre eres un paranoica? —Preguntó Hobie. —¿Tienes el valor de preguntarme eso después de lo que me has hecho pasar en las últimas veinticuatro horas? —¿Qué... tengo... Ok, ¡para! —Hobie pasó los dedos de ambas manos a través de su corto pelo pelirrojo. Luchó por controlar su temperamento. Siempre había pensado que era una mujer tranquila y razonable, pero la actitud de BJ parecía despertar cada hueso pendenciero en su cuerpo. —Podemos hacer esto, sé que podemos. —¿Qué? —Preguntó BJ confundida. —¡Ser amables la una con la otra! —Gritó Hobie casi exasperada.

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—Tal vez deberías empezar primero, teniendo en cuenta que eres tú quien me ha atropellado ayer. Hobie colocó una mano en su cadera y retuvo su dura respuesta. Respiró hondo y luego habló. —Está bien, tal vez amable es mucho esperar. ¿Qué tal si somos corteses. Seguramente, podemos manejar eso. BJ se sentó allí con los brazos cruzados sobre el pecho, aparentemente reflexionando sobre la petición, pero no del todo convencida de la sinceridad de la otra mujer. —Mira… —Lo intentaré, —dijo por fin BJ. —Oh. Muy bien entonces, —dijo Hobie—. Mira, esto no es tan malo. BJ arqueó una ceja. —Es un comienzo, de todos modos. ¿Por qué no me dejas mirar tu pierna? ¿Cómo se siente? —Duele como el infierno. —Necesita conseguir algo de alimento en tu estómago y puedes tomar una píldora del dolor. Recogí algunos alimentos básicos, todos sin veneno. —Hobie ignoró la sonrisa de BJ—. No conseguí mucho, pero si me das una lista, puedo recoger cualquier cosa que necesites. —Sin ofender, pero prefiero hacerlo yo misma. Oh, hombre, mi Jag. —Mack lo trajo esta mañana temprano. Está en el camino de entrada. Hobie examinó la pierna de BJ mientras hablaba, notando que la hinchazón había disminuido considerablemente. —¿Puedo hacer una pregunta? —¿Puedo detenerte? Está bien, está bien, no pierdas los nervios, —dijo BJ en respuesta a la mirada de exasperación de Hobie—. ¿Qué?

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—¿Cómo planeas conducir ese coche con esta cosa? Hobie le dio un golpe suave al yeso. BJ miró su pierna. —Mierda. —Estoy obligada a decirte que no sólo es peligroso intentarlo, también es ilegal. —Apuesto a que también te cepillas después de cada comida, ¿verdad? —Todo lo que estoy diciendo es... —Lo sé, lo sé. Maldición, tengo que andar por ahí. Voy a estar loca atrapada en este lugar. Tengo que ver a mi abuela, y necesito ropa. De preferencia, los que pueda cortar una pernera sin demasiados problemas. Me pregunto qué haría Jules. Lo sé. Llamaré a un taxi. Hobie sacudió la cabeza. —Déjame adivinar. No hay servicios de taxis en la isla. —Así es. —¿Bus, transbordador, carrito de golf? —No, ni uno. Supongo que soy un poco más indispensable de lo que pensabas, ¿eh? —Hobie bromeó mientras llevaba una sonrisa de una milla de ancho. —No empujes tu suerte. —La respuesta ácida de BJ borró la sonrisa del rostro de Hobie. —Lo siento, no quise regodearme. —Claro que sí, pero supongo que no puedo culparte. Es lo que yo hubiera hecho.

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—Eso es tranquilizador. Bueno, antes de que volvamos a entrar... —Hobie vio que BJ

se preparaba para otra respuesta agresiva y la

encabezó—. No abro el consultorio los martes hasta la una. ¿Por qué no te llevo a la ciudad? Puedo mostrarte dónde comprar para que los lugareños no piensen que eres una turista, pero la primera parada será Rebecca's Cove para conseguirte un poco de desayuno. BJ no respondió, pero sólo miró a Hobie. Finalmente, hizo una pregunta que Hobie no esperaba. —¿Estás haciendo todo esto por mí porque te sientes culpable o qué? —En realidad, me gustaría pensar que soy una persona así, pero reconozco que me siento un poco responsable de tu condición actual. BJ no sabía qué hacer con la mujer. Su primera reacción fue de escepticismo. Siempre había sido una consumada cínica, pero sabía que nadie podía ser tan dulce y modesta como Hobie. BJ decidió que Hobie era una mentirosa empedernida o estaba clínicamente loca. Se preguntó de estar sola con ella, pero no le quedaba otra opción. ¡Tengo que salir de esta isla... pronto! —Está bien, —dijo BJ. En el momento en que las dos comenzaron su camino, Hobie comenzó a pensar que su alianza incómoda podría funcionar. BJ había rechazado cualquier ayuda para conseguir asearse, aunque Hobie le enseñó el truco de atar una bolsa de basura alrededor de su molde para tomar una ducha rápida. BJ ahora llevaba una camiseta descolorida “No Lights in Wrigleyville” 9 y los pantalones de deportivos de Mack. —¿Eres fan de los Cubs10? —Preguntó BJ, sorprendida, mientras Hobie se colocaba la gorra azul con la C roja en la cabeza.

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No luces en Wrigleyville. Wrigleyville es un barrio de Chicago. Equipo de beisbol profesional de Chicago.

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Acababan de salir de la casa y Hobie sabía lo que vendría después. Había sentido dolor la mayor parte de su vida por su eterna lealtad a su equipo de béisbol favorito, aunque constantemente perdiera. —¿Es eso un problema? —Oye, no conmigo. Sólo pensé que los habitantes de Chicago eran los únicos interesados en las situaciones desagradables. —Supongo que vas a mostrar que sobre gustos no hay nada escrito y que el Medio Oeste no tiene la patente sobre el masoquismo. —Touché. —¿Tu auto o el mío? —Preguntó Hobie cuando llegaron a la entrada—. Sería feliz de conducir tu Jaguar. —Apuesto que lo haría. De ninguna manera. ¿Sabes cuánto me han cobrado por un seguro para alquilar esta cosa? Incluso los recargos tenían recargos. Además, he visto cómo conduces. De cerca, ¿recuerdas? —Muy divertido. Entonces es la camioneta. —Hobie trató de ocultar su decepción. —Ah, el automóvil de la muerte, —dijo BJ mientras se acercaban la camioneta Ford blanca—. Fingió no prestar atención a Hobie sacando la lengua por el comentario. Hobie abrió la puerta del conductor y empezó a recoger algo de basura y limpiar el asiento. —Está un poco desordenada, lo admito. Normalmente trato de limpiarla antes de que vaya a cualquier parte, pero la primavera es mi estación ocupada. BJ se quedó mirando la ventana abierta del lado del pasajero. El pelo de los animales, las hojas, las ramitas y la suciedad cubrían la cabina de la camioneta. Recogió algo que parecía un mechón de algodón del asiento. —¿Qué diablos hubo aquí la última vez?

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—Um... ovejas. BJ miró por la ventana a Hobie, que estaba de pie al otro lado de la camioneta. No hubo palabras necesarias durante los largos y dolorosos segundos que BJ miró furiosa a Hobie. —Vamos, doctora Doolittle11, estamos cogiendo el Jag.

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11

Doctor Doolittle, serie de libro infantiles escritos por Hugh Lofting sobre los que luego se hicieron varias películas en diferentes épocas.

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CAPÍTULO 5

—Eres el ángel de la muerte. Lo sabes, ¿no? Nunca he tenido tantas cosas terribles que me sucedan en tan corto espacio de tiempo. ¿Seguro que tu apellido no es Mengele12? BJ cruzó los brazos contra el pecho y se apoyó en el Jaguar rojo. Miró a Hobie, que estaba arrodillada en el suelo. —Oh, por el amor de Dios, es sólo un neumático, y no fue mi culpa, —replicó Hobie. Estaba con calor y tener que justificar sus habilidades de conducción ante BJ Warren era más de lo que podía soportar—. Fue un clavo. Lo siento, pero estos son sólo gafas normales. Me olvidé de usar mis increíbles gafas de visión para poder ver un clavo en el centro de la carretera. Hobie se quedó atónita que hubiera pasado treinta y ocho años sin desear un daño grave a nadie, pero una hora con BJ Warren y Hobie quería estrangular a la mujer. —No puedo creer que no sepas cómo cambiar un neumático. —No dije que no sabía cómo hacerlo. Simplemente dije que no cambio neumáticos. Hobie hizo una pausa lo suficiente para mirar a BJ. No entendió lo que pasó después. Ciertamente no sabía por qué. Todo parecía alcanzarla de inmediato. Trató de decirse a sí misma que estaba con calor y malhumorada por cambiar el neumático y que todavía no había comido el desayuno. Razonaba que las últimas veinticuatro horas y de nuevo encontrase con BJ, literalmente, había sido una mezcla caótica de deleite e irritación. No importaba 12

Josef Mengele, médico alemán conocido por el sobrenombre de Ángel de la Muerte por sus experimentos con prisioneros judíos en Auschwitz.

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cómo Hobie tratara de racionalizar su próxima acción, el simple hecho era que tiró el hierro del neumático al suelo y comenzó a llorar. Casi instantáneamente, BJ parecía como si la hubieran arrojado a un tanque lleno de tiburones. Una expresión como el pánico se posó en su rostro. —¿Qué... qué estás haciendo? —Estoy llorando, ¿de acuerdo? ¿Está bien contigo? —No, no está bien... detente, —dijo BJ suavemente—. Por favor. Vamos, detente, —suplicó ella. —¿Por qué demonios te importa si lloro? —Porque no me gusta cuando las mujeres lloran. —BJ avanzó hacia adelante, apoyándose en el coche, luego extendió la mano y apenas tocó el hombro de Hobie—. Sobre todo no me gusta cuando soy la responsable. Mira, sé que puedo ser... difícil. Esa declaración parecía hacer la diferencia para Hobie. Unas palabras tiernas y sus lágrimas se calmaron al instante. Pensó dos veces en lo que había oído, pensando que tal vez sus oídos habían estado jugando con ella. La BJ Warren que Hobie conocía no era el tipo de mujer para disculparse con nadie. Hobie se secó la mejilla con el dorso de una mano y levantó la vista. Nunca había visto una expresión más contrita. —Está bien, —dijo BJ—. Puedo ser más que difícil. Puedo ser una perra algunas veces. Sé eso. Sin embargo, realmente no quería hacerte llorar. Para Hobie, en ese instante, BJ Warren se hizo humana. Podía ser maleducada, molesta y egoísta, pero había mostrado su propia fragilidad humana. También era consciente de sus propias acciones. Por primera vez desde que conoció a BJ, Hobie se preguntó si el comportamiento de BJ no estaba enmascarando sus propias inseguridades. —Gracias. Eso ayuda más de lo que sabes.

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—¿Así que ya terminaste? Quiero decir, ¿estás bien? —Preguntó BJ, aunque no podía mirar a Hobie. —Sí. —Hobie se secó los ojos con un pañuelo del bolsillo—. Ya he terminado. —Recogió el hierro del neumático una vez más y apretó la última tuerca. Se puso de pie y colocó de nuevo las herramientas en el maletero del coche—. No te preocupes. Es probablemente sólo PMS13. Estoy a dos días de mi período. —De acuerdo, TMI, TMI. —¿Huh? —Demasiada información. Quiero decir, lo siento y todo, pero no quiero saber nada más. —Lo siento. No sabía que tenías una constitución tan débil. Hobie sonrió débilmente y BJ suspiró aliviada. —¿Entonces estamos listas? Hobie asintió con la cabeza. Estaba un poco más que avergonzada ante sus súbitas e inesperadas lágrimas, pero también quedó atónita ante la reacción de BJ. BJ había pasado de ser arrogante a arrastrarse en cuestión de segundos. Así que las lágrimas son tu kryptonita, ¿eh? Tienes tanta suerte de no sea manipuladora. Se sonrió para sí misma cuando se dio cuenta de que algún día, alguien llegaría y capitalizaría la debilidad secreta de BJ. —Ojalá me hubieras dejado llamar Ayuda en Carretera para cambiar eso, —dijo BJ al subir al automóvil. —¿Estás bromeando? ¿Y tener a Bubba del continente volviendo a decirles a todos sus amigos que tuvo que cambiar un neumático para una mujer indefensa en Ana Lia? Vamos, cuando estás sana, haces este tipo de cosas, ¿verdad? 13

Síndrome premestrual

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—¿Qué clase de cosas? —Esto... cambia un neumático, el aceite, un faro ocasional. —¿Estás loca? —Gracias. —Lo siento, —murmuró BJ—. Sólo quería decir que, bueno vivo en la ciudad, nacida y criada. La mayoría de las veces, ni siquiera conduzco mi coche. Tomo un taxi o el tren a menos que me vaya de la ciudad. —¿En serio? —La admisión sorprendió a Hobie. —Oye, sigo enojada porque acabaron con las gasolineras de servicio completo. Apenas sé cómo desbloquear la tapa para obtener gasolina en la cosa. Sin embargo, espero que esto siga siendo confidencial. —El hecho de que seas una cereza total cuando se trata de automóviles irá conmigo a la tumba. La amplia sonrisa de Hobie era la única señal que BJ necesitaba para ver que Hobie se sentía mejor. —Muy divertido. Sólo conduce, Doc. Estuvieron de acuerdo en que la comida debería ser su próxima prioridad. Tres minutos más tarde, Hobie tiró del Jag en el estacionamiento al lado del lugar de comidas. —No me di cuenta de que estaba tan cerca, —dijo BJ mientras extraía cuidadosamente sus largas extremidades del vehículo. —Sí, una vez que tengas tus piernas funcionando bajo tu mando, por así decirlo, probablemente podrías pasear por la ciudad. —Vaya, estoy contando los días.

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Hobie decidió ignorar las indirectas de BJ. Su filosofía era que tal vez, como un matón del patio de la escuela, BJ Warren eventualmente se cansaría de lanzar sus comentarios sordos si ya no recibían la respuesta deseada. BJ contempló el edificio de madera con su balcón blanco. Había esperado un neón barato con unas pocas secciones de de luces fundidas. En lugar de eso, un letrero de madera pintado en un poste junto a la calle declaró que la construcción era “Rebecca's Cove, la Llave Dorada del Golfo”. Había visto esos tipos de consignas en restaurantes en áreas turísticas alrededor de la Florida, pero nunca lo pensó dos veces en ellos, ya que por lo general sólo significaba algo para los propietarios o los fundadores de los establecimientos. Ella se preguntaba sobre éste. Palmeras de sagú y plantas de yuca perfectamente cuidadas, rodearon lo que parecía haber sido una vez una casa de dos pisos. Dos enormes palmeras sombreaban la acera hasta la puerta. Justo cuando estaban a punto de entrar en el restaurante, un hombre mayor se puso delante de BJ. —Oye, ¿podemos decir “espacio personal”, capullo? —Preguntó. —¿Viste el partido anoche? —Él preguntó. Parecía tener alrededor de setenta años. Tenía el pelo blanco bajo su gorra de béisbol azul y oro. Llevaba pantalones y un rompe vientos, lo que BJ pensaba extraño teniendo en cuenta el calor. —Qué diablos... —dijo ella sorprendida. —¿No has visto el partido? —Él repitió. —Sí, entrenador Cassidy, estábamos allí, —Intervino Hobie para decir. —Ah, bueno... bueno. —El viejo miró a BJ de arriba y abajo—. Se hirió durante el partido, ¿eh? —Le indicó la pierna.

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BJ miró a Hobie en busca de ayuda. —Sí, entrenador, —dijo Hobie—. En el partido de anoche. —Dio una mirada suplicante a BJ, esperando que su expresión transmitiera la idea de que BJ debería ir junto con su charada. —¿Qué posición? —Preguntó a BJ. —¿Huh? —¡Posición! ¡Fútbol14! ¿Qué eres, sorda? ¿Qué posición juegas? —Um... ¿defensa media? —Dijo débilmente BJ. —¡Aja! Tienes el físico adecuado para ello. El viejo golpeó el brazo de BJ y BJ arqueó una ceja indignada. Hobie tuvo que taparse la boca con una mano para ocultar su sonrisa. —Hobie Lynn, ¿verdad? —El anciano volvió su atención a la pelirroja. —Muy bien, entrenador. —¿Eres una animadora? —No, señor, banda de música. —Ah. Bien, bien. Seguiremos adelante. —Gracias, entrenador. —¿Qué diablos fue todo eso? —Preguntó BJ mientras veían cómo el hombre se alejaba. —Ese fue Walter Cassidy. Que fue perdiendo la cordura hace varios años después que su esposa murió. Era el entrenador de fútbol cuando yo estaba en la escuela secundaria. Su familia siempre ha sido importante en Ana Lia.

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Se refiere al Football, juego parecido al rugby inglés.

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—Una gran cosa como en los lugares que pasamos por aquí, como Cassidy High, Cassidy Football Field, Cassidy Library? —Exactamente. —El tipo es un loco. ¿Por qué no lo tienen encerrado en alguna parte? —Porque cuando eres rico, no eres un loco, eres excéntrico. En realidad, es bastante inofensivo, sólo un poco separado de la realidad, es todo. —¿Un poco separado? No puedo creer que la gente le deje caminar por las calles como si fuera... normal. Hobie hizo una pausa y miró a BJ con una sonrisa vigilada. —No lo sé. Estoy empezando a creer que “normal” es un término subjetivo. Antes de que BJ pudiera responder, Hobie mantuvo la puerta abierta para permitir que BJ entrara primero. —Después de ti, —dijo—. Una de esas mesas en la parte de atrás debería ser lo más fácil para que puedas sentarte. BJ se sentía como un pez de colores en un tazón de vidrio. Era como si toda la acción en el restaurante se hubiera detenido cuando entraron. BJ no pudo evitarlo. Dejó de andar a mitad del camino a su mesa y miró a los comensales. —¿Qué estás haciendo? —Preguntó Hobie. —Dejándoles tener una buena y larga mirada, —dijo BJ en voz alta para que los que estaban sentados a su alrededor lo oyeran. Decenas de rostros avergonzados volvieron a sus propios platos, y la conversación volvió a llenar el restaurante. —Te gusta hacer eso, ¿verdad? —Preguntó Hobie. —¿Hacer qué? —Llamarla atención sobre ti, —dijo Hobie mientras se sentaban.

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—Es la única manera de mantenerse por delante de la gente. Además, no me gusta que la gente me vea como si fuera una especie de fenómeno. Hobie notó que BJ dijo aquella última parte con un borde herido en su voz. —Suenas como una mujer que has tenido que pasarlo antes. BJ miró a Hobie, sin saber si quería revelar algo de su vida personal. Dio en un pequeño pedacito. —Una mujer que tiene 1,86 metros se acostumbra a ser mirada, pero sólo porque estoy acostumbrada a ello no significa que me guste. —Comprensible. No pretenden tratarte mal. Sólo son curiosos. Creo que toda la ciudad sabe quién eres ahora. La noticia viaja rápido en Ana Lia y no es porque crean que eres un monstruo. Son gente agradable, pero es una comunidad pequeña. Todo el mundo conoce los negocios de todo el mundo aquí. Si les dieras una oportunidad a algunos de ellos, podrías encontrar que tenéis mucho en común. —Me parece muy improbable, —dijo BJ con su típico estilo altivo. Apuesto a que eres una de las que prefiere pasar desapercibida, ¿no? Sólo haz lo que se espera. No hagas olas y nunca muevas el bote. —En su mayor parte... supongo que lo soy. ¿Hay algo malo con eso? —No si eres un lemming15. Una camarera dejó dos vasos de agua helada sobre la mesa, deteniendo abruptamente su conversación. —Buen día. Nos preguntamos cuando llegaste, Hobie Lynn. —Buenos días, JoJo, —dijo Hobie—. Esta es la nieta de Evelyn, BJ Warren. Sra. Warren, ésta es Joanne Hart, la propietaria del Cove. —Es muy agradable finalmente conocerte, Sra. Warren. Tu abuela habla de ti todo el tiempo. 15

Pequeño roedor

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—Gracias. Tienes... un lugar bonito aquí. —Gracias de vuelta. El restaurante ha estado en mi familia desde hace años. —Su abuela es Rebecca Ashby, la mujer que le dio el nombre al Cove, —explicó Hobie. —Ya veo. —Asintió BJ. Siempre la sorprendía, pero para una mujer que se ganaba la vida con las palabras, nunca era buena en la charla y se preguntaba qué debía decir a continuación. —Sí. Tendrá noventa y cinco años este verano. Ella se pone mucho más lenta en estos días, pero todavía lo tiene todo aquí arriba. —JoJo golpeó un dedo índice contra su sien—. Dile Hobie Lynn que te lleve a la casa algún día. —Uh, claro. Gracias, —dijo BJ. Ni BJ ni Hobie sabían decirle a JoJo que éste era el momento más civilizado que habían tenido desde su reunión accidental, pero brutal. Lo más lejano de la mente de cada mujer era convertirse en amigas y socializar. —Entonces, ¿qué va a ser para vosotras, señoras? —JoJo sostuvo una pluma y una libreta de recibos en una mano. —¿Qué tal una moca java con expreso doble y canela extra? —Preguntó BJ mientras contemplaba el menú. —Por supuesto. ¿Quieres leche descremada, dos por ciento o leche entera? Hobie se rio de la expresión aturdida en la cara de BJ. —Um... dos por ciento. —¿Un zumo de naranja, Hobie Lynn? —Sí por favor.

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—Déjame traer las bebidas y regresaré para vuestro pedido. —JoJo se dirigió a la cocina. En su camino, recogió platos sucios e intercambiaron algunos chistes con los clientes. —Y pensaste que la isla estaba atrasada. —Hobie sonrió—. ¿Estás un poco más feliz ahora que sabes que el Cove es la respuesta de Ana Lia a Starbucks? Puedo decir, como un profesional médico, que creo que has estado experimentando los comienzos de un síndrome de abstinencia del expreso. —Muy gracioso. —Vale, amigas. JoJo volvió a tomar su orden. —¿Qué puedo traeros? BJ ordenó huevos escalfados, tostadas de trigo integral y fruta fresca. Luego se sentó en un silencio aturdida mientras escuchaba a Hobie darle la orden a la camarera. —Tres huevos, jamón, tostadas, patatas fritas. Espera, suspende la tostada. Voy a tener panqueques a un lado en su lugar, y puedo tener otro jugo con mi comida? Oh, ¿y puedes añadir otro huevo a eso? JoJo se fue a hacer su pedido. BJ miró debajo de la mesa a los pies de Hobie. —¿Qué? —Preguntó Hobie. —Nada. Sólo quería ver si tenías huérfanos hambrientos allí debajo, que planeabas alimentar. —Muy divertido. Tengo un metabolismo extremadamente alto. Quemo todo demasiado rápido. Puedo estar de pie en una esquina de la calle y ¡ zas! Mi nivel de azúcar en la sangre se agota y estoy en problemas. —Hobie intentó detenerse. Sentía como si le diera demasiada información a BJ, pero parecía que no podía dejar de hablar. Finalmente, se aclaró la garganta nerviosamente y esperó el tono burlón que estaba seguro de que vendría.

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—Banda de música, ¿eh?

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—BJ sorprendió a Hobie cambiando el

tema—. ¿Era verdad, lo que le dijiste al viejo? —Oh eso. Sí. —Déjame adivinar. Flauta o clarinete. —Flauta, sabelotodo. ¿Cómo supiste? —Era obvio. Sabía que tenía que ser una tipo de instrumento femenino. —¿Femenino? ¿Estabas en la banda? —Clase de la escuela secundaria de 1977. En realidad, he tocado en bandas de la escuela durante ocho años. Sólo intenta marchar en Chicago. Me congelé el culo durante el invierno y prácticamente me derrumbe por agotamiento por calor cada verano. Tengo en serio una aversión que desarrollé a las celebraciones de temporada a causa de la banda de música. Es probablemente Halloween es mi fiesta favorita por qué... no hay desfiles. —¿Y cuál era ese instrumento masculino que tocabas... la tuba? —Oh, eres un comediante. No, era la trompeta. —Vaya, ¿qué tan difícil puede ser la trompeta? ¡Sólo tienes tres pistones en la cosa y puedes verlos! —Es mucho trabajo cuando lo odias. —¿Por qué lo hacías si lo odias? —Una pequeña rata bastarda me dijo que estar en la banda era una manera fácil de conseguir chicas. Esa teoría resultó ser una gran decepción. No puedo empezar a decirte lo miserable que hice a Joey Bruder durante el resto de la escuela secundaria. —¿Así que pasaste ocho años tocando un instrumento que odiaste? Qué miserable.

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—Tú me estás diciendo. En realidad, me gustó la cosa cuando la obtuve por primera vez. Tuve el típico encantamiento de “objeto brillante” pero eso duró unos dos meses. Una vez que me di cuenta de que querían que practicara treinta minutos al día, la fiesta había terminado. —Es curioso lo que los educadores aprendieron de nuestra generación, ¿no? Los niños que toman un instrumento ahora tienen práctica de banda u orquesta todos los días, al igual que las matemáticas o el inglés. De esa manera, no terminan obligados a practicar en casa. —¿De Verdad? Las pequeñas ratas bastardas no saben lo bien que lo tienen. ¿Cómo lo sabes? —Preguntó BJ. —Oh... um... Veo a muchos de los niños en mi consultorio con sus mascotas. Así que lo odiaste, pero seguiste con ello. BJ se encogió de hombros. —Mi madre me obligó. Me encerró en mi habitación media hora después de la escuela todos los días. A medida que crecía, pensé que se vería bien en la solicitud de la universidad. ¿Qué? —Preguntó cuándo Hobie negó con la cabeza. —Nunca he visto a nadie antes hacer algo en su beneficio por apatía. —BJ se rio de la observación, y Hobie soltó un suspiro de alivio. —Apática y orgullosa de ello. Había cuatro trompetas en la banda de la escuela media. Era la trompeta del cuarto asiento hasta la escuela secundaria. Siempre duran, pero el último es muy subestimado. Cuando estás en el peldaño inferior de la escalera, la gente no espera tanto de ti. Mi primer año, me cambie a la tercera silla. La única razón fue porque el chico delante de mí se mudó. —Habría pensado que eras el tipo de persona con más ambición que eso.

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—¿Por qué? —BJ se apresuró a explicar—: La ambición está decididamente sobrevalorada. Además, sólo sirve para decepcionar. —Suenas más como una mujer amargada que un filósofo. BJ sonrió brevemente. —Ninguna de las anteriores. Simplemente una realista. La conversación se detuvo repentinamente y ambas mujeres parecían revisar sus propios recuerdos de juventud. Los sonidos de JoJo entregando su desayuno las sacaron de sus pensamientos. Una vez que se había alejado de la mesa, BJ continuó. —He descubierto que tener poca o ninguna ambición permite una forma de vida más espontánea. No sé si siempre tendré éxito. No es que no me importe, es sólo que se necesita más energía de la que quiero gastar para asegurarme de que permaneceré en la cima. Tal vez es que no he encontrado la única cosa en la vida digna de todo ese trabajo. Por otro lado, tal vez es sólo que nunca he sido capaz de aplazar mis propias indulgencias. Hobie sólo se sorprendió un poco de la actitud hedonista con la que BJ vivió su vida. Tenía curiosidad de saber cuánto de la manera de pensar de BJ era verdad y cuánto era un encubrimiento para sus propias inseguridades. Ninguna de las dos mujeres parecía ansiosa por continuar la conversación. Se concentraron en su comida, pero en el fondo de sus mentes, tenían la sensación de que había más que decir. El estilo art deco del restaurante hizo que BJ se sienta como en casa. Le recordaba a todos los restaurantes a los que había ido, creciendo en el lado sur de Chicago, los lugares que servían el desayuno veinticuatro horas al día. La decoración incluyó un montón de acero inoxidable y plástico colorido. Ella había pasado muchas borracheras y una noche de juerga en esos establecimientos.

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Una vez que terminó su comida, BJ pasó la siguiente hora manteniendo el final de la conversación. Se aferraban a temas seguros como los deportes y las computadoras, dándose cuenta de que otros temas abordaban demasiados puntos polémicos. A BJ le pareció extraño que la única persona en la ciudad que se las arreglaba para ponerla nerviosa en un abrir y cerrar de ojos era la misma persona con la que de repente le resultaba fácil conversar. Se encontraba observando a la gente la mayor parte del tiempo. Rebecca's Cove sin duda parecía ser el centro de operaciones de la isla. La gente no sólo venía a comer, sino a encontrarse, a escuchar noticias y a coger un chisme jugoso o dos. Siempre parecía haber suficiente espacio, aunque el restaurante parecía completo. Hobie había tenido razón cuando dijo que todo el mundo conocía a todos los demás en Ana Lia. Casi todos los comensales se detuvieron para saludar e intercambiar bromas con Hobie. Ella tenía una sonrisa y una buena palabra para cada persona que conoció, lo que molestó a BJ. La gente que era demasiado amable siempre la había molestado. —Dije, ¿estás lista para ir? BJ se dio cuenta de que sus propios pensamientos habían capturado tan completamente su atención que no había oído una palabra que Hobie había dicho. —Oh, sí, lo siento. Voy a... —Buscó su cartera, que llevaba en el bolsillo trasero de sus vaqueros y rápidamente se dio cuenta de que su cartera no estaba allí porque sus vaqueros no estaban allí. Todavía llevaba los pantalones de Mack— ¡Mierda! —¿Qué? —Olvidé mi billetera. —Oh, ¿eso es todo? No te preocupes, lo tengo. Hobie tomó la cuenta que JoJo había puesto sobre la mesa.

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—Te pagaré de vuelta, —dijo BJ con vergüenza. —No estoy preocupada por eso. —Sí, pero la ropa que quería recoger. Simplemente no quiero... —¿Deberme? —Hobie terminó el pensamiento de BJ. —Nada personal. No me gusta estar en deuda con nadie. Me hace sentir... No sé, obligada. —Por favor, —dijo Hobie—. Mira, no hagamos un gran trato con eso. No es como si planeas comprar pantalones de Versace, ¿verdad? BJ

sonrió

a

pesar de



misma.

Entonces

recordó

que

tal

comportamiento complaciente y no pretencioso la molestaba. No podía dejarse enamorar de la sonrisa encantadora de Hobie. BJ intentó recordar la última vez que tuvo que guardarse contra tal cosa. ¿Cuándo había sido fácil que le gustara alguien, especialmente cuando ese alguien era una mujer? La cosa era que no podía recordar un momento.

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CAPÍTULO 6

—Pensé que estábamos comprando ropa. —BJ parecía confundida. —Estamos. BJ siguió la iniciativa de Hobie y se bajó del vehículo. Se pararon delante de una vieja casa victoriana. Tejas de cedro en el tejado, ventanales y pintura blanca brillante hacían que pareciera el lugar que BJ había soñado con convertir en una librería. Desafortunadamente, no había muchas de estas construcciones en el centro de Chicago. El gran ventanal presentaba una muestra de los libros más vendidos. BJ sonrió para sí misma cuando vio la última novela de Harriet Teasley en el frente. —Esto parece una librería. —Lo hace, ¿no? —Hobie sonrió y continuó—. Simplemente llamémosle una tienda privada de ropa. Las propietarias son las hermanas Dilby. —¿Qué, esos libros en la ventana son sólo falsificaciones y todo el frente de la tienda se abre como una puerta de garaje, ¿verdad? ¿Se abre en una especie de cueva de murciélagos? —¿Estás hablando en serio? —Preguntó Hobie. —Déjame pensar un minuto. Hmm, no. —Las hermanas Dilby tienen una pequeña librería, pero es una tienda dentro de una tienda. —Te refieres a un frente. —Una tienda privada. —Bien. Un frente.

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Hobie soltó un suspiro audible. —Haces que parezca que hacen libro sobre los caballos en un cuarto trasero. —Lo siento, —dijo BJ con una sonrisa tímida. No había expresado su pesar por sus acciones en años, pero era por lo menos la tercera vez ese día que se había disculpado con Hobie. —Déjame explicar. Si los lugareños compráramos nuestra ropa en los mismos lugares que los turistas, nos iríamos a la quiebra. Es eso o ir al continente. Nuestra respuesta es la tienda de hermanas Dilby. —Me siento como si estuviera en una novela de espionaje surrealista. —Vamos, —dijo Hobie mientras los dos subían las escaleras hacia el gran porche. —Esta casa es una obra de arte. Es magnífica. Hobie no esperaba un tono tan sincero de parte de BJ. Todo era normalmente una broma para ella. Se volvió para mirar la expresión de ensueño en el rostro de BJ. BJ se dio cuenta de repente que Hobie la miraba y bajó la cabeza. —Supongo que es sólo porque no ves casas como esta en la ciudad. —Supongo que es a lo que estás acostumbrada. Es probablemente lo mismo que sentí cuando visité Chicago. Bajé del tren en el Daley Center y me paré en la esquina de la calle como si fuera una palurda, estirando mi cuello para mirar hacia los edificios altos. —¿Has estado en Chicago? —Sí, sólo... Hobie cerró rápidamente la boca, habiendo olvidado a quién estaba hablando. —Voy allí de vez en cuando para seminarios y semejantes. El rostro de BJ tomó una extraña expresión. —Huh, —fue todo lo que dijo.

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Se pararon frente a la puerta con su ventana de vidrio grabada, y BJ no pudo evitarlo. —¿Hay un golpe secreto, tal vez una señal de código Morse que debo usar? ¿Tendré que conocer el apretón de manos? —Cállate, —dijo Hobie con una sonrisa. Abrió la puerta y entraron en la tienda climatizada. —¡Hobie Lynn! —Una mujer mayor, quizás de unos setenta años, se acercó a ella. Era baja y rechoncha. No es exactamente gorda, pero construida de una manera compacta. Tenía el pelo tan corto y tan negro que era evidente que se lo teñía. Llevaba una blusa y una falda que se clavaban alrededor de su cintura demasiado ajustada—. ¿Qué podemos hacer hoy por ti? —Hola, Helen. En realidad, estoy aquí con... Hobie no pudo terminar la frase. No tenía ni idea de cómo llamar a BJ Warren. ¿Qué era ella para Hobie? Apenas podía llamarla amiga. Afortunadamente, Helen Dilby la salvó de la vergüenza. —La nieta de Evelyn. Estuvimos viendo ayer a Evie y nos contó todo sobre ti, Srta. Warren. Es tan bueno finalmente conocerte. La anciana se volvió y gritó hacia el fondo de la tienda—. Katie, ven a ver quién está aquí. BJ se giró ante el sonido de una puerta chirriante. Otra mujer, aproximadamente la misma edad que Helen Dilby, caminó a través de un conjunto de estanterías que se separaron misteriosamente. BJ tuvo que hacer una doble toma para ver, que de donde la mujer mayor salió, en realidad era una extraña puerta corredera. El diseño trampantojo16 se parecía a una elegante biblioteca con una zona de estar. Fue increíble y BJ se dio cuenta de que debido a la calidad del trabajo, debe haber costado a las propietarias una buena cantidad de dinero. —Mira, te dije que había una cueva de murciélagos, —murmuró BJ a Hobie. 16

Ilusión óptica o trampa con que se engaña a una persona haciéndole creer que ve algo distinto a lo que en realidad ve.

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—Detente, —le susurró Hobie. —Katie, esta es la nieta de Evie, BJ, —dijo Helen. —Katherine Dilby, —dijo la otra mujer con voz grave. Agarró la mano de BJ y la sacudió bruscamente. Aunque las dos mujeres mayores parecían tener aproximadamente la misma edad, su aspecto físico era tan diferente como la noche y el día. Katherine era alta y delgada. Su cabello parecía rubio cuando era más joven. Estaba tan cerca de su cabeza que se elevaba incluso en picos. Llevaba una camiseta tipo polo y pantalones de algodón, pero su ropa parecía arrugada y desgastada en comparación con el traje fuertemente apretado de Helen. —BJ necesita conseguir algunas cosas, especialmente unos pantalones para cortar una pernera, —dijo Hobie, asintiendo con la cabeza hacia el yeso de BJ. —Oh vaya. Evie no dijo nada sobre eso, —dijo Helen. —Es un evento reciente. Mi abuela todavía no lo sabe. —Estoy segura de que podemos cuidar de todo lo que necesites, querida. ¿Por qué no sigues a Katie a la parte de atrás? Ella es la experta en ropa y puede mostrarte dónde está todo. Katherine abrió paso por la puerta corredera. BJ miró con asombro los bastidores de ropa a su alrededor, luego dejó escapar un silbido bajo mientras miraba a su alrededor, aceptando la selección. Pasó los siguientes treinta minutos recogiendo un surtido de ropa. La actitud sensata y en ocasiones brusca de Katherine atraía a BJ, y la mujer mayor fue servicial en la selección de las tallas correctas. Hobie caminó alrededor de los estantes de los libros. Vio la gran exhibición de novelas románticas y cogió una de ellas, examinando la sobrecubierta. Después de leer la sinopsis y una explicación sobre la autora del

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libro, Harriet Teasley, Hobie arrojó el libro sobre la mesa. —¿Quién compra estas cosas? ¿Llaman a esto escritura? —Oh, te sorprenderías, querida. No puedo mantener las novelas de Teasley en el estante. —Imagínate. Entonces, ¿cómo estaba Evelyn cuando la vio? —Preguntó Hobie—. Hace un par de días que no la veo. —Ya lo sabes. Todo lo que hace es hablar de su nieta. —Helen miró hacia el fondo y bajó la voz—. Escuché que... bueno, que BJ no es exactamente... um, ella es un poco diferente de la chica tranquila que Evie describió. Hobie se rio entre dientes ante la observación. —Ese es el eufemismo del año. No puedo creer que esa mujer esté relacionada con Evelyn. Helen sonrió, casi para sí misma. —Bueno, no conocías a Evie cuando tenía tu edad. Era muy diferente de lo que es ahora. —Posiblemente ella no podría haber sido nada como su nieta. En un minuto ella es tan arrogante que sólo quiero dejarla noqueada, entonces te da una de esas miradas encantadoras o va y dice algo agradable o dulce, y yo... yo. —Simplemente no puedo evitar sentirme atraída por ella, —concluyó Helen. —Sí, —dijo Hobie de manera distraída—. ¡No! —Gritó rápidamente—. No en un millón de años, Helen. Saca esa sonrisa de tu cara ahora mismo. Esa mujer es demasiado, bien, demasiado demasiado para mí. No puedo creer que Baylor Warren pudiera cambiar lo suficiente para que yo quiera pasar más que momentos pasajeros con ella. —Hmm, eso es comprensible. También está Noah. Sin embargo, es gracioso. Cuando veo la forma en que esa chica y tú se ponen, me recuerda a

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Katie y a mí. Como el fuego y el agua la mayor parte del tiempo, completamente opuestas. Pasamos más tiempo chocando una con la otra, pero en realidad es sólo juego. Es curioso como es la vida, ¿eh? Hobie sonrió a la mujer mayor. —Katherine parece ser capaz de lidiar con ella lo suficientemente bien. Debe estar comprando la tienda allá atrás. Oh, eso me recuerda, ¿me puedes cobrar por las cosas de BJ? —¿Oh? —Ella olvidó su cartera. No es más que eso. —Podemos facturarle directamente si eso ayuda. —Creo que a ella le gustaría mucho más. No es muy buena en hacer que otros lo hagan por ella. Me sorprendería que Katherine no se arrancara el pelo ahora mismo. —Hablando de eso, le dijiste a BJ sobre Katie antes de dejarlas solas, ¿verdad? —¿Qué hay de ella? —Me refiero a Albert. ¿Le contaste a BJ sobre Albert? —¡Oh, mierda! —Gritó Hobie. Corrió la librería y entró en la tienda de ropa. Esperaba que llegara a tiempo.

—¿De qué diablos estás hablando? No veo a nadie allí. —BJ estaba cerca del final de su paciencia cuando vio a Hobie corriendo hacia ellas. —¿Qué quieres decir con que no puedes verlo? ¡Está sentado tan claro como la nariz en tu cara! —No hay nadie ahí, estu...

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En el momento en que Hobie corrió hacia las dos mujeres, casi se abalanzaron sobre ella. —¡Hobie! —Exclamaron al unísono. Hobie miró de una mujer a la otra. Katherine y BJ tenían la cara roja. BJ llevaba una expresión que Hobie estaba aprendiendo a reconocer. La mirada significaba que en otros cinco segundos estaría cortando a alguien con esa lengua afilada suya. —¿Quiere decirle a esta mujer que me dé mi ropa para que podamos...? —¡Se sentó en Albert! —Katherine casi gritó. —¿Quién diablos es Albert? BJ gritó de vuelta. BJ sabía que probablemente no debería estar maldiciendo a una anciana, pero su paciencia había terminado. Katherine había estado poniendo la ropa nueva en bolsas cuando BJ decidió descansar su pierna y sentarse en la silla de aspecto cómodo al lado de la caja registradora. No tenía ni idea de lo que estaba mal cuando la anciana normalmente silenciosa había empezado a gritarle histéricamente. BJ se había levantado de un salto, sólo para estar envuelta en uno de los argumentos más intrépidos en los que había estado involucrada. Katherine insistió en que BJ se había sentado allí a propósito, diciéndole que incluso Albert tenía mejores modales. —Estoy segura de que no lo vio, Katherine, —dijo Hobie con dulzura. —¿Cómo no pudo verlo? —¿Ver a quién? —Gritó de nuevo BJ. El tenue agarre que tenía de su temperamento se desvaneció rápidamente. —¿Ves a lo que me refiero? Es como los doctores de Tampa. No sé si podemos hacer negocios con tu amiga, Hobie Lynn.

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—Hobie, —dijo BJ tranquilamente, tal vez con demasiada calma, según Hobie. Hobie prácticamente podía oír los dientes de BJ moliendo juntos—. ¿Ves a ese Albert en esa silla? Hobie se mordió el labio inferior mientras miraba en medio de las dos mujeres una vez más. Si le decía a BJ la verdad, se arriesgaba a perder la confianza de Katherine. —Um... ¿sí? BJ miró a Hobie mientras Katherine resoplaba en triunfo. BJ miró la silla una vez más, empezando a sentir como si fuera la loca. —¿Entonces realmente ves algo... aquí? —Agitó su mano delante de la silla aparentemente vacía. —¡Por supuesto que lo hace, y no es algo, es Albert! —Intervino Katherine—. Y deja de golpearlo en la nariz con tu mano, ¡imbécil! —Hablando de golpear a alguien en la nariz... —BJ dio un paso más cerca de la mujer enojada. Hobie se interpuso entre ellas. —¿Podemos hablar aquí por un segundo? —Susurró, tirando del codo de BJ. —No puede verlo. La gente como ella nunca lo hará, —dijo Katherine. —Apuesto a que era sólo la luz, Katherine. Mira lo oscuro que está aquí. —El tono convincente de la voz de Hobie hizo que Katherine hiciera una pausa para mirar a su alrededor. Durante esos momentos, Hobie logró maniobrar a BJ a pocos metros de distancia. —Si incluso piensas en decir que realmente viste algo por allá, te voy a tirar por la ventana y correr por mi vida, —BJ siseó entre dientes. Si la situación no hubiera sido tan grave, Hobie se habría reído en voz alta ante la confusión y la incertidumbre en el rostro de BJ. —Mira, ¿alguna vez has visto esa vieja película con Jimmy Stewart?

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—¡Querido Dios en el cielo! ¿No vas a decirme en serio que Albert es un conejo blanco de 1,80 metros? —Susurró BJ. —Por supuesto no. No seas ridícula. Tiene sólo 90 centímetros de altura y es un hámster. —¿Qué? BJ levantó su voz. —¿Qué es esta isla una central de lunáticos? —Shh. Por favor, acompáñame con esto y te lo explicaré más adelante, lo prometo. ¿Por favor? Hobie miró a BJ con una expresión tan suplicante que BJ se dio cuenta en ese momento que no podía haberle negado nada a Hobie. Grandes ojos verdes tiraron de las fibras sensibles de BJ. Esa visión hizo que BJ se sintiera incómoda. Nunca se había sentido así antes. —Me debes una grande, —fue su respuesta. Diez segundos después, BJ estaba de pie junto a la misma cómoda silla. Hizo un gesto con un brazo. —Por supuesto. ¡No puedo creer que no lo viera! —¡Patrañas! —Exclamó Katherine—. Ahora lo estás inventando. —De acuerdo, eso es todo. Voy a regresar a Chicago. —BJ se volvió para irse. —¿De qué color es? —Katherine habló de repente. BJ miró rápidamente a Hobie, que se tiró del cuello de su camiseta. —Marrón. —¿De qué color son sus ojos? —Katherine levantó una ceja sospechosamente.

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Hobie y BJ entraron en pánico, pero por diferentes razones. Una rápida mirada hacia Hobie mostró que parecía estar señalando su propio ojo. Al menos eso es lo que BJ esperaba que significara. —Verdes, —dijo BJ con una sonrisa de confianza. —Ahí tienes. —Katherine le dio una bofetada a BJ en el hombro con entusiasmo. BJ sabía que tendría un moretón allí antes de que terminara el día. Era como si Katherine hubiera olvidado que momentos antes había estado a gritos con BJ. —Supongo que estaba demasiado oscuro para que lo vieras. Tendré que hablar con Helen sobre más luces aquí. El hecho de que BJ conociera el color de sus ojos no se había perdido en Hobie. Era una cosa tan pequeña, pero se le metió en la mente de una manera que la preocupaba. Hasta ahora, encaja en la misma categoría que muchos de sus otros tratos con BJ Warren. No sabía si sentirse halagada o preocupada. —Gracias por el respaldo, —susurró sarcásticamente a Helen mientras ella y BJ salían de la tienda. —Creo que las dos lo hicisteis muy bien. Además, tengo que vivir con Katie. Siempre es mejor que me mantenga al margen del debate Albert, a menos que este demasiado fuera de control. —Adiós, a las dos, —gritó Katherine detrás de ellas—. Volver pronto. —No en esta vida, —murmuró BJ, de modo que sólo Hobie pudo oírlo. Mirando hacia atrás a las dos mujeres mayores, BJ arqueó una ceja en la forma en que Katherine había puesto su brazo alrededor de la cintura de Helen. A juicio de BJ, parecía haber algo más que una familiaridad fraternal en ello. Una vez que estaban en su camino al hospital, BJ se volvió a Hobie. —Me debes una historia muy grande sobre Albert el gigante, pero invisible, hámster. —Lo sé. Déjame explicarte.

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—Ah, y por cierto, —añadió BJ—, si esas dos diques son hermanas, entonces soy la Madre Teresa.

—Así que conociste a las hermanas Dilby, —dijo Evelyn Warren. Hobie y BJ se sentaron junto a su cama. La anciana había sentido un gran dolor al ver el yeso de su nieta. Cuando Hobie explicó lo que pasó, pero dejó de lado el hecho de que era la conductora del vehículo que golpeó a Baylor, Evelyn levantó una ceja hacia ella. La expresión de remordimiento de Hobie aparentemente transmitía más de lo que las palabras podían manejar porque Evelyn le dio una palmadita afectuosa en la mano. Pasó los siguientes veinte minutos tratando a BJ como una inválida indefensa, llegando a llamar a la enfermera para que se sintiera más cómoda. BJ, por supuesto, bebía la atención tan descaradamente sobre como Artur recibía un frotamiento del vientre. —Sí, conocí a las hermanas Dilby y utilizo la palabra “hermanas” a la ligera. —No nos corresponde juzgar, Baylor. —No estoy hablando de juzgar, Tanti, sólo pienso que es un crimen que tengan que esconder quiénes son. ¿Por qué no se mudan? Hay muchos lugares más progresistas en su forma de pensar. Key West no está tan lejos. —Eran mujeres jóvenes que vivían en otro tiempo, querido corazón. No tiene nada que ver con el lugar donde viven. Es algo que acostumbraban a hacer por necesidad. No es un reconocimiento de bien o mal. Algunas cosas en la vida, bueno, sigues haciéndolas porque te has puesto cómoda con las cosas de esa manera. El cambio puede ser duro para el alma. A veces, simplemente aceptas cosas y personas de la manera que son. Así que, —continuó con una mirada traviesa en el ojo—. ¿Conociste a Albert?

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Hobie se rio y BJ la miró. —Se sentó en él, —Hobie dejó escapar su risa. —Oh vaya. ¿Qué hizo Katherine? —Sus ojos casi se salieron, su cabeza giró alrededor y el humo salió por sus oídos, —dijo BJ—. Pensé que estaba teniendo algún tipo de ataque. Hobie no podía dejar de reír. —Y ésta, —BJ señaló a Hobie—. Se quedó allí y alentó a la mujer delirante. —Tenía que hacerlo, —dijo Hobie sobriamente. —Estoy de acuerdo, Baylor. A Katherine le llevó mucho tiempo llegar a donde está hoy. Hubiera hecho más daño que bien a Hobie Lynn negar la existencia de Albert, —dijo Evelyn. —Dijiste que me contarías toda la historia, —le dijo BJ a Hobie. —Supongo que puedo decírtelo mejor, teniendo en cuenta que estaba allí cuando ocurrió todo, —dijo Evelyn. Hobie asintió con la cabeza. —No es una gran historia como probablemente estás esperando. Katherine Dilby era una investigadora científica, una hazaña en la década de 1950. No había muchas mujeres haciendo ese tipo de trabajo en esos días. Supongo que nadie sabe lo que hace a la gente ponerse un poco chiflada. Creo que Katherine finalmente diseccionó demasiados animales de laboratorio. Tuvo una crisis y se negó a hablar o comer. La tuvieron en un hospital de Miami por varios años. Nunca le dijo una sola palabra a nadie. Ahí es donde conoció a Helen. —¿Por qué eso no me sorprende?, —BJ interrumpió para decir. —Helen no era una paciente del hospital, era una voluntaria. Ella empezó a venir todos los días a leer a Katherine. Igual de rápido cómo había

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comenzado, terminó. Un día, Katherine se despertó y era ella misma. Sólo hubo un pequeño cambio. —Déjame adivinar. Albert nació, —dijo BJ. —Correcto. Los médicos pensaron que la creación de Albert era la manera de Katherine de compensar los años de experimentos con los animales que amaba. La liberaron poco tiempo después y ella y Helen comenzaron su relación. —No puedo creerlo. Una mujer les dice a los médicos de un hospital psiquiátrico que ve un hámster de 90 centímetros por todas partes que va, ¿y la liberan? —Honestamente, Baylor, ¿de dónde vienes con toda esta falta de compasión? ¿No viste lo que tu padre te enseñó? Katherine no lastima a nadie. Es una pareja maravillosa y fiel a Helen y una amiga leal a aquellos que se toman el tiempo para conocerla. Aprende a aceptar, querido corazón. Acepta a la gente tal y como son, incluyendo todos sus defectos. —Lo siento. Intentaré, pero francamente, la gente en esta isla me está dando demasiado para pensar. —¿Qué piensas del resto de nuestra isla? —Creo que si lo que he visto de la gente hasta ahora es tan profundo como la herencia genética recibida, entonces alguien va a partirse la crisma por zambullirse. —Oh para. Me alegró ver que las dos se han hecho amigas, —dijo Evelyn con un movimiento de cabeza en la dirección de Hobie. —Sí, bueno. —BJ sonrió—. Tuvimos una especie de… nos topamos. Hobie devolvió la media sonrisa de BJ y exhaló un suspiro de alivio cuando ella no dio detalles. Sin embargo, Hobie pensó en otra cosa más. BJ

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parecía amar humillar a las personas. ¿Por qué no le había dicho a su abuela que Hobie era la culpable por el tobillo roto? Se sentaron y hablaron durante otra hora hasta que Evelyn se cansó. Hobie mencionó que deberían irse de todos modos ya que tenía que estar en su consultorio en un par de horas. Evelyn agradeció nuevamente a su nieta por cuidar de su querida casa. —Cuida bien de Arturo, —dijo justo antes de que las dos mujeres jóvenes se fueran—. Y cuídate mejor, Baylor. Suenas como si te estuvieras volviendo propensa a los accidentes. BJ apretó los dientes. Detestaba que su abuela pensara que el tobillo roto era su propia culpa, pero por alguna razón, no tenía el corazón para implicar a Hobie. Lo curioso era que no tenía ni idea de por qué. Besó la mejilla de su abuela y dijo que volvería tan pronto como pudiera.

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CAPÍTULO 7

—¿Y ahora dónde? —Preguntó BJ una vez que se acomodaron en el Jaguar rojo. —Después de que te llevara a casa, iba a dar un paseo al Cove y almorzar, entonces tengo que ir a la consulta. —Oh. —BJ parecía decepcionada. —Has comido allí hace unas horas. —Tengo que comer muchas veces. No son todas tan grandes como el desayuno, pero por lo general como cada tres horas. Eres bienvenida a unirte a mí. —No, todavía no tengo hambre. —Mira, si tu pierna lo permite, quizás quieras deambular por el centro, yo podría comer el almuerzo mientras echas un vistazo. Entonces puedo llevarte a casa y llevarme mi camioneta. —Hmm, estoy segura de que sería tan emocionante como ver crecer la hierba, pero supongo que es mejor que mirar esa pelota de algodón del chucho para el resto del día. —Eso me recuerda. Alimenté a Arturo mientras tomabas una ducha esta mañana. Su comida está en el armario sobre la nevera. Se alimenta por la mañana y a la hora de la cena. —Lo tengo. Entonces, ¿qué piensas sobre el Jag? —Creo que me estropeó después de una mañana de conducirlo.

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—Sí. Realmente obtienes lo que pagas con estas cosas. Se mueve como si estuvieras deslizando a lo largo de la seda. —Lo sé, se maneja muy bien. Esta mañana temprano, pensé que estaba en el cielo. —¿Qué quieres decir antes ? —¿Qué? Dijiste que lo manejaste antes. ¿Qué quieres decir? Más temprano ¿cuándo? —Um... BJ se enderezó en su asiento. —Mack no lo llevó a la casa de Tanti, ¿verdad? Hobie sacudió la cabeza. —¡Lo hiciste! Hobie asintió lentamente. —¡Mierda, mujer! ¿Qué te pasa? Cada vez que hablamos, te atrapo en una mentira. ¿Es un problema compulsivo? —¿Cuándo te he mentido? —¡Cada vez que hablamos! Comencemos con la conversación “Soy una doctora pero,” entonces esta ese entrenador que engañas, la mujer chiflada y su hámster. Y no le dijiste a mi abuela por qué mi pierna estaba realmente en el yeso. —Bueno, no le dijiste en un principio. —Seguro que no saltaste para hacer cualquier admisión.

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—Mira, no quise mentir sobre el automóvil. Es sólo que nunca había conducido un Jag antes, así que Mack tomó mi camioneta y... ¡mierda! Lo siento. —Sientes que lo hiciste, o ¿sientes que te atraparon? —Bueno, ambos, supongo, si lo vas a decir así. —¿Cómo obtuviste una licencia médica? —¡Soy una muy buena doctora! —Quién no puede decir la verdad. —Apuesto a que nadie dice la verdad cuando están cerca de ti. —¿Qué diablos se supone que significa eso? —¡Significa que no sabrías la verdad si estuviera justo delante de tu cara en un cartel escrito en letras de quince metros de alto! La verdad es que, Baylor Warren, eres la persona más obstinada, egocéntrica y más insensible que he conocido. —Detén el automóvil, —gritó BJ. —¿Qué? —¡Dije que pares el maldito automóvil! Hobie miró en su espejo retrovisor y se metió en un estacionamiento de arena desierto. —¿Estás bien? —Sal. —¿Qué? —¡Dije que salgas de mi automóvil ahora mismo! —¿Estás loca?

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—No voy a sentarme aquí y dejar que una doctora de los animales de una Ciudad de Mala Muerte de Estados Unidos me hable así... Hobie se quitó el cinturón de seguridad, abrió la puerta del coche y saltó. —¿Sabes qué? Tienes que escuchar porque no tiene otra opción. ¡Por una vez, alguien te va a decir lo que piensan de ti! —¡Cállate! —Gritó BJ. —¿Oh si? ¿Quién me obligará? —Te juro que te golpearé con esta muleta. —Pero no puedes alcanzarme, ¿verdad? —No me hagas tirarte esto. —¡Apuesto a que no puedes golpear el ancho de un granero con ella! —Hey, he jugado softball17. —¡Estoy sorprendida! ¡Dado que es un deporte tan femenino! —Hobie gritó a todo pulmón—. No voy a caminar más de tres kilómetros de regreso a la ciudad sólo por tu... egoísmo magullado! —¡Es mi automóvil! Seré yo la que decida quién conduce y quién camina. Déjame decirte otra cosa... —¡Olvídalo! ¡Me voy de aquí! Puedes tener tu coche de lujo y la actitud para ir con él. ¡Si nunca te vuelvo a ver, será demasiado pronto! —¡Bien, vete! —¡Bien! —¡Bien!

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Especie de béisbol

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Se miraron la una a la otra, sin querer ser la primera en admitir la derrota. Cada mujer había llegado a la conclusión de que estaba en un problema sin la otra. —Bueno, creo que vamos a tener que replantear esto, al menos temporalmente. Hobie se sentó en silencio y cerró de golpe la puerta del coche. —Muy bien, pero en cuanto regresemos a la ciudad, nunca volveré a hablar contigo. —Eso está bien para mí.

Momentos después de que estuvieran en marcha, ambas mujeres se sintieron estúpidas, no que la emoción hizo algo para apagar su ira, pero al menos sentían una pequeña cantidad de pesar. Por supuesto, siendo las mujeres racionales que eran, ninguna estaba dispuesta a admitirlo. Se miraron, pero rápidamente apartaron la mirada. Hobie respiró profundamente. Incluso cuando era una niña, le tocaba a ella jugar a pacificadora. Ella y Mack habían luchado incesantemente como niños. Por lo general, se inició debido a sus burlas despiadadas, pero la madre de Hobie le había enseñado que se necesitaba una persona mucho más fuerte para extender primero la rama de olivo. Otra respiración profunda y Hobie sabía lo que tenía que hacer. —Um... ¿todavía... sabes, quieres caminar por la ciudad? —No lo sé. ¿Estaré a salvo? ¿Planeas conducir mucho? —Respondió BJ sarcásticamente. Hobie cerró los ojos y agarró el volante con fuerza. —Bueno, Baylor, este es el trato. —¿Debes llamarme siempre así?

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—¿Qué, Baylor? Creí que ese era tu nombre. —Lo es, pero lo detesto. Tanti es la única persona de la que puedo tolerarlo. —Oh, lo siento. No me di cuenta. Bueno, Bay… um, BJ, lo que iba a decir es que parece bastante obvio, por la interacción que hemos tenido hasta ahora, que nos lastimamos la una a la otra. No sé por qué, pero supongo que sucede. Sin embargo, estamos en una situación en la que estamos unidas por el momento. Esta es una pequeña ciudad y no veo a ninguna de nosotras llegar lejos sin interactuar con la otra al menos de vez en cuando. —Hobie podía oír a BJ rechinar sus dientes, pero la otra mujer seguía sentada con los brazos cruzados sobre el pecho, Mirando hacia adelante. —Propongo que hagamos nuestro mejor esfuerzo para evitarnos la una a la otra. Una vez más, entiendo que es una ciudad pequeña y que eventualmente nos podremos encontrar con la otra. Puede ser más de lo que nos importa, pero te pido que cuando estamos en la misma compañía, nos tratemos con una pequeña cantidad de respeto y mantengamos un lenguaje civilizado. Incluso ignorarnos la una a la otra puede ser más fácil con los niveles de estrés que hemos estado experimentando. ¿Cómo suena eso? Quiero decir, ¿cómo te sientes acerca de mi oferta? —Como si estuviera haciendo un trato con Satanás. Hobie suspiró. —¿Entonces no estás de acuerdo? Hubo una larga pausa antes de que BJ contestara. —Yo... supongo que sí. —Está bien entonces. ¿Tenemos un trato? —Le tendió la mano. BJ contó hasta diez antes de responder. No era que todavía estuviera enojada con Hobie, pero algo dentro de ella nunca se soltaba de una discusión.

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Cuando BJ dio un paso atrás, dentro de su cabeza, y miró la situación, se dio cuenta de que realmente no quería pelear con Hobie. —De acuerdo, —dijo finalmente. Tal vez permanecer lejos de Hobie era lo mejor después de todo. —Está bien, —dijo Hobie—. ¿Todavía quieres mirar alrededor mientras yo como? —Si, Por qué no. Mejor que un mondadientes en el ojo Acordaron volver al coche una hora más tarde. Hobie se fue al Cove y BJ agarró sus muletas y decidió explorar la ciudad.

—Bueno, eso fue divertido. —BJ se apoyó en el coche y miró su reloj. Sacudió la muñeca para asegurarse de que estaba funcionando—. Ahora todo lo que tengo que hacer es pensar en algo que hacer durante cincuenta minutos más. BJ bostezó, se estiró y escuchó su estómago retumbar. ¡Maldita sea! Miró con anhelo la entrada del Cove. Detuvo a un transeúnte y le preguntó al hombre si había otro sitio para comer en la ciudad. —¿En cualquier otro lugar? —Sí, además de Rebecca's Cove, —dijo—. La conversación no tenía muchas promesas. —El Cove está abierto, —dijo confundido. —Lo sé, pero... es una larga historia. Sólo quiero saber si hay otro lugar para comer en la ciudad. —¿Por qué querrías comer en otro lugar cuando el Cove está ahí?

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BJ suspiró y pensó seriamente en preguntarle al hombre si era Rod Serling18, pero pensó que él no apreciaría la ironía. —Así es, —le dijo en voz alta—. ¿Qué podría haber estado pensando? Será el Cove. Entrar en Rebecca's Cove por segunda vez ese día fue una experiencia totalmente diferente. Nadie parecía notarla, excepto por el hombre que le abría la puerta. —¿Qué dice, entrenador? —El defensa medio. —Walter Cassidy le señaló con el dedo. —Correcto de nuevo. Una vez dentro, BJ vio que casi todas las personas en Ana Lia vinieron al Cove para el almuerzo. Dos camareras adicionales corrían alrededor de las mesas,

mientras

JoJo

se

ocupaba

del

mostrador.

Los

sonidos de

conversaciones ruidosas y platos que chocaban juntos llenaban el aire. Examinó el restaurante en busca de un asiento vacío, pero no había ninguno disponible. Un estrecho reservado estaba libre, pero sabía que nunca podría conseguir su pierna encajonada en el pequeño espacio. Estaba a punto de darse la vuelta y salir cuando vio un asiento vacío en el mostrador. Estaba a medio camino a través del restaurante cuando se dio cuenta quién estaba al lado del asiento vacío. Esta es la historia de mi vida. Hobie se volvió para sonreír a quien se sentaba a su lado. La sonrisa se congeló en su rostro. Arqueó una ceja. —Mira, no me gusta más que tú, —dijo BJ—. Sólo estoy sentada aquí porque es el único asiento disponible. Hobie se encogió de hombros y se dio la vuelta. —Realmente no importa.

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Guionista y productor de televisión norteamericano, cuya serie de ciencia ficción The Twilight Zone (1959-1964), era muy combativa contra la política, la sociedad y la moralidad de esa época.

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—Me sentaría en otro lugar si pudiera. —Está bien. —Es sólo que con este yeso, bueno, los reservados están un poco fuera, y… —¡Mira, realmente no me importa! —Bien, bien. Susceptible. ¿Qué hay de bueno para comer aquí para el almuerzo? —Preguntó BJ, mirando a su alrededor los platos de los clientes. —Las hamburguesas de aliento de pato. —Bueno, si no vas a ser seria... Hobie agarró el menú de la mano de BJ y señaló la sección de sándwich. —Oh... hamburguesa de aliento de pato. Bueno, ¿ahora qué es bueno comer que no estuviera graznando en el patio trasero ayer? Está bien, está bien... no me des esa mirada. ¿Qué diablos es eso, de todas formas? En ese momento, JoJo puso un plato en el mostrador frente a Hobie. Contenía una hamburguesa enorme y una generosa porción de patatas fritas de corte grueso. —Se ve bien, pero ¿por qué el nombre? Hobie levantó el plato y lo sostuvo bajo la nariz de BJ. —¡Vaya, mamá! —BJ declaró ante el olor abrumador de ajo—. Espero que a tus pacientes no les importe. —Soy veterinaria. Veo animales todo el día. Probablemente piensan que soy uno de ellos. Hobie volvió a ignorar a BJ, y BJ siguió examinando el menú. Los rasgos distintivos de la conversación se elevaron por encima de todos los ruidos de

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fondo y BJ miró por encima de la lista para ver una televisión montada en la pared. Sus cejas se juntaron después de haber escuchado por unos momentos. —¿Están todos viendo esa televisión? —Le preguntó a Hobie. —Sí. —¿Lo estás mirando? —Lo estoy intentando. —Muy divertido. ¿Cómo se llama este programa? —El lado oscuro del Amor. —¿El lado oscuro del amor? —Sonrio BJ. —¿Eso es lo que significa? —Sí. ¿Todos están viendo este espectáculo en particular? —Casi todo el mundo. —¿Cada día? —Por años ahora. —¿Y tú? —Desde que regresé a Ana Lia, —dijo Hobie—. Es una especie de tradición. —¿Sabes que es una telenovela española? ¿Que no hablan en inglés? —¡Por supuesto que sí! BJ hizo una pausa pero no pudo dejarlo pasar. —Hobie, ¿hablas español? —No.

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BJ esperó unos instantes antes de hacer su siguiente pregunta inevitable. Sin embargo, no estaba segura de querer oír la respuesta. —¿Hay alguien aquí que hable español? —Mmm, no que yo sepa. JoJo se acercó para tomar la orden de BJ. —¿Qué va a ser, señora Warren? —Preguntó, seguida de una sonrisa brillante. —Una saludable dosis de cordura, por favor. Oh, qué diablos, la hamburguesa de un pato, cargada de ajo.

—Buenos días, Dra. Allen. Buenos días, señorita Grant. Hobie y Laura gemían mentalmente. Lisa Carini era una niña precoz de diez años de edad que anhelaba ser una veterinaria. Tenía una pequeña casa de fieras en casa, y cada vez que traía una de sus mascotas al consultorio, se convirtió en una sesión de preguntas y respuestas durante todo el día. Ella era inteligente y conocedora pero la niña alrededor era irritante. Dentro de su carrito Red Ryder19 estaba Percival, su pitón de metro y medio. En su mayor parte de color verde con una franja de color azul-blanco en la espalda, yacía allí, inmóvil, un gran bulto en su mitad. —¿Qué tenemos aquí? —Hobie puso su voz de médico. —Lo que tenemos aquí es Percival. Tu memoria no es demasiado buena, ¿verdad? —¡Lisa!— La señora Carini reprendió a su hija. Hobie respiró profundamente y empezó de nuevo. No podía encontrar mucha culpa con Lisa. Ella había sido así de niña.

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Pequeños carritos de metal pintados en rojo de cuatro ruedas y un mango para tirar de ellos.

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—De acuerdo, ¿por qué no me dices por qué Percival está aquí? —Preguntó Hobie. —No se mueve. No lo entiendo. Lo tuve ayer en el patio trasero y fui a limpiar la piscina. Él estaba envuelto alrededor de su árbol cuando me fui, pero cuando volví, él estaba así. Leí que los machos pueden volverse letárgicos en ciertas épocas del año. Laura y Hobie se miraron y se prepararon para una de las tiradas zoológicas de Lisa. —Sin embargo, como no estoy criando a Percival, no lo entiendo. —Lisa se rascó el codo y continuó—. Entiendo que si una serpiente está sentada todo el día, puede crecer obesa y estreñirse, por eso estamos aquí hoy, doctora. Hobie hizo un examen superficial del reptil. Lo empujó, haciendo cosquillas en su vientre con la punta de un gancho romo hasta que se aflojó y sacó su cabeza de dentro de su enroscadura. Fácilmente vio el problema, pero Lisa y su familia probablemente nunca lo habían visto en esta forma porque no le dieron nada más grande que ratas pequeñas. —La buena noticia es que no hay nada malo en él que unos días no curen, —dijo Hobie. —No creo que esté estreñido. Rastreo todas las fechas de su defecación de heces para su horario de alimentación, —dijo Lisa de una manera autoimportante. Sólo espera hasta que crezca. Se va a divertir en las fiestas, pensó Hobie. —Lisa, creo que la razón por la que Percival está actuando perezoso es que ha comido una comida más grande que de costumbre. —Pero yo no le he dado nada diferente, —replicó Lisa. —No estoy seguro de cómo decir esto, pero ¿has perdido alguno de tus conejos, los grandes?

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—No, ni uno. Me habría dado cuenta, —dijo la señora Carini—. Además, no están en el patio donde Percival estuvo ayer. Tienen las conejeras o jaulas fuera de la verja. De repente, Hobie tenía una sensación horrible. Se dio cuenta exactamente de lo que Percival había comido. El bulto era del tamaño adecuado. No tenía el corazón para decirle a la niña o a su madre. —Parece como si se hubiera apoderado de un pequeño animal. No me preocuparía demasiado. Debería digerir dentro de los próximos tres a cinco días. Mientras tanto, mantenlo fuera de la luz del sol y déjalo descansar. Debería hacer todo el trabajo bien por sí mismo. El peor de los casos sería que tenemos que traerlo y empaparlo en agua caliente si se convierte en estreñimiento o que debido a la mayor cantidad de la comida, que podría sufrir un prolapso rectal. —Lo entiendo, doctora, —dijo Lisa—. Seguiremos sus instrucciones con precisión. —Lisa, señora Carini, ¿puedo ser franca? —Por supuesto, Hobie Lynn, —dijo la señora Carini. —Percival se ha convertido en un poco más grande que la mayoría de los machos de su especie. Sé que lo consideras una mascota, pero puede que sea hora de pensar en dárselo a alguien que tenga espacio para una serpiente de su tamaño. —Él es como uno de la familia. —Lisa parecía molesta. —Lo sé, cariño, pero esperaría que de todas las personas comprendan que lo que realmente cuenta es lo mejor para el animal. Lisa frunció el entrecejo y parecía pensar en lo que haría un veterinario de verdad.

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—Supongo que tienes razón, —dijo—. Pero ¿cómo puedo encontrar a alguien bueno para dárselo? —Sabes qué. Tengo un amigo con el que fui a la universidad que trabaja en Busch Gardens en Tampa. Apuesto a que sería capaz de encontrar un gran lugar para Percival. ¿Quieres que le pregunte? —Busch Gardens, sí, sí. Eso sería un lugar perfecto para Percival. Sería como una verdadera selva para él. —Muy bien. Lo contactaré el lunes. La señora Carini dio las gracias a Hobie y a Laura y siguió a su hija fuera del consultorio. —Si fuera mi hija... —Laura dejó escapar su pensamiento mientras negó con la cabeza. Hobie se rio, luego se puso seria. —Lo peor es que sé lo que Percival comió. —¿Qué? —Preguntó Laura. —¿Recuerdas cuando la señora Emberly estaba aquí buscando a Petey? —Sí. —Los Carinis viven justo detrás de la señora Emberly. —Hobie miró a su amiga, esperando a que la captara. —Oh, —respondió Laura distraídamente—. ¡Oh! —Exclamó al darse cuenta—. Oh hombre. No quieres decir... —Sí. Me temo que el pobre Petey jugó su parte en el círculo de la vida.

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BJ abrió la puerta principal de la casa de su abuela y entró en el interior fresco. Se sentó en el sofá familiar que se había convertido en su lugar de descanso y su cama. El mando a distancia para el televisor se situaba a la vista en la mesa de café y BJ lo tomó. Recorrió los canales, pero no tardó en darse cuenta que Evelyn no tenía cable ni antena parabólica. Pasó por tres grandes cadenas, una de las cuales era apenas visible a través de la nieve, un canal local y una estación de televisión pública. —La vida al límite, —dijo mientras veía a una mujer en la estación local explicar cómo plantar una palmera de sagú. Un sonido a la derecha de BJ capturó su atención. Miró contra la pared donde había dejado su maleta. Recordó dejar la parte superior abierta, pero ahora toda su ropa estaba dispuesta en una pila junto a ella. Se quedó mirando el suelo. Una pequeña bola de pelusa estaba en medio de la ropa. Arturo parecía tan feliz como un perro podría serlo. Su trasero se movía hacia adelante y hacia atrás hasta que se sentó de nuevo en su nido de prendas de vestir. —Pequeña rata bastarda. —BJ lo miró furiosa. Se inclinó y levantó fácilmente Arturo con una mano y lo llevó hasta el nivel de los ojos. Tú y yo tenemos que hablar, chucho. El trasero de Arturo continuó moviéndose hasta que parecía una bola de algodón vibrante. De repente, se acercó con una pequeña lengua rosada y lamió la nariz de BJ. —Oh, asqueroso. ¡Gérmenes de perro! —BJ se dejó caer en el sofá, dejando a Arturo en su regazo. Se pasó la mano por la nariz sólo para que el perro lamiera la parte superior de su mano libre—. Bueno, ahora deja eso. Deja eso, te he dicho. El pequeño perro corrió hacia adelante y hacia atrás a través del sofá, saltando sobre el regazo de BJ. Finalmente, se detuvo y bajó la nariz, con la

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parte trasera en alto, como si retara a BJ a ir tras él. Cuando ella lo alcanzó, se lanzó del sofá y corrió por el suelo. Cogió un pequeño juguete y se dirigió hacia el sofá. Se levantó de un salto, depositó el juguete en el regazo de BJ y luego rodó de inmediato sobre su dorso. BJ no pudo evitar reírse. Le rascó el estómago hasta que su lengua salió de su boca y parecía estar completamente relajado. —Si no fueras tan lindo, estarías en el horno ahora mismo. BJ se recostó en el sofá y se dio cuenta de lo cansada que estaba. Había tomado una pastilla para el dolor después del almuerzo y empezaba a sentir sus efectos. —Bueno, estoy muy bien, ¿y tú? —Arturo se subió al estómago de BJ y dio media vuelta antes de que cayera todo el cuerpo como señal de su acuerdo—. ¿Es necesario? Arturo cerró sus negros ojos de carbón y soltó un largo suspiro. —Oh, está bien, —dijo BJ con un bostezo—. Pero definitivamente no es un arreglo duradero. Estaba tan tranquilo y pacífico que inmediatamente se durmió. El barrio era prácticamente silencioso, un ambiente al que BJ no estaba acostumbrada. Viviendo en la ciudad toda su vida, nunca había sabido lo que era dormir sin los sonidos de los coches, de los trenes, y de la gente. Tal vez fue la profundidad de su sueño que causó su sobresalto cuando sonó el timbre de la puerta. —¡Vaya! —El sonido desapacible asustó a BJ en la medida en que se olvidó de su tobillo roto. Intentó alejarse del sofá, pero una pierna nunca siguió. Por segunda vez ese día, terminó boca abajo en el suelo junto al sofá. Gimió de dolor mientras buscaba sus muletas. Con algunos intensos gruñidos y refunfuños, Arturo tenía los dientes apretados en una de sus muletas y estaba tratando desesperadamente de arrastrarla más cerca de la mujer boca abajo.

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—Gracias, Lassie,20 —dijo BJ mientras sus dedos se envolvían alrededor de la muleta—. ¡Voy! —Gritó mientras el timbre seguía sonando. Lentamente cruzó la sala de estar y entró en el amplio pasillo que conducía a la puerta principal. —¿Sí? —Le preguntó a la anciana que estaba en el porche. —¿Baylor Warren? BJ hizo una mueca ante el sonido de su nombre. —¿Tengo elección? —¿Disculpa? ¿Eres la nieta de Evelyn? —Sí, señora. ¿Qué puedo hacer por usted? —Ida Wedington. —La mujer se presentó de la manera cortante que BJ había notado que utilizaban la mayoría de los isleños con los continentales—. Vi que Hobie Lynn te trajo de regreso a casa esta misma tarde. Quería darte un tiempo para arreglarte antes de que viniera y me presentara. —Oh, sí, es la vecina de Tanti. La recuerdo. Un placer verla de nuevo. —Veo que Hobie Lynn trajo a Arturo a casa. ¿Has tenido algún problema hasta ahora? —No. —BJ tenía la sensación de que si contaba todas las experiencias que había tenido en la isla hasta ese momento, la anciana huiría asustada. —Quería hacerte saber que puedo seguir cuidando los invernaderos y las tareas exteriores, especialmente porque parece que estás volando sobre un ala. La anciana rio entre dientes. BJ encontró la actitud de la mujer mayor un poco condescendiente. La sensación de que la gente podría haber estado riéndose de ella a menudo eliminó a BJ. A veces, como en este caso, se dio cuenta de que había

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Perra de raza collie, que comenzó siendo un personaje de ficción literaria para pasar después al cine y a la televisión convirtiéndose una perra muy famosa.

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construido los sentimientos en su propia mente, pero eso no le impidió hacer algo tonto en respuesta. —No hace falta que se moleste. Puedo manejarlo. Ida alzó una ceja en respuesta. —¿Estás segura de eso? Es un poco... complicado. BJ rio entre dientes. —Tengo un título universitario. Estoy segura de que seré capaz de hacerlo. —Bueno, —dijo Ida lentamente. Su expresión decía que tenía sus dudas—. ¿Quieres que te lo muestre por primera vez? —No, gracias. Tanti escribió algunas instrucciones muy detalladas. —De acuerdo, pero si encuentras que es demasiado, solo dame un grito. ¿ De acuerdo? —Por supuesto, —dijo BJ, preguntándose por qué la mujer estaba haciendo un gran alboroto de regar algunas plantas. —Aquí tienes, entonces. Ida sacó de su cartera de lona un enorme anillo de llaves. —¿Qué diablos es esto? —BJ aceptó el considerable juego de llaves—. Tiene que haber cincuenta. —Cincuenta y dos, para ser exactos. Están marcadas en la parte superior de cada llave. Los invernaderos, cobertizo, y todo el resto son para el sistema de riego. ¿Estás segura de que no quieres que te muestre todo esto solo una vez? —No, no, no es necesario en absoluto. —BJ se sentía como si estuviera por encima de sus posibilidades, metida hasta el cuello o sobrepasada, pero siendo la mujer que sabía que era, no estaba a punto de admitir ese hecho.

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Ida no estaba convencida, pero Evelyn había dicho que si Baylor quería manejar las cosas, Ida debería dejarla. BJ cerró la puerta después de dar las gracias a Ida, y una vez más probó el peso del llavero en la palma de su mano. Miró a Arturo antes de hablar. —Parece que somos el guardián de las llaves, amigo. —Arturo meneó la cola y bailó alrededor de sus pies. —Oye, es alrededor de la hora de la cena, —dijo BJ cuando el reloj de abuelo en la sala de estar sonaron las seis—. ¿Tienes hambre? Obviamente, Arturo conocía esa palabra. Se dio la vuelta en un círculo apretado unas cuantas veces, sus pies apenas tocaban el suelo, luego se apresuró hacia la cocina. —Voy a tomar eso como un sí, —dijo BJ con una risa divertida. Ser propietario de una mascota nunca había tenido ningún atractivo para BJ, pero Arturo parecía diferente. —Ni siquiera he estado en esta isla durante dos días y ya estoy hablando con animales. De acuerdo, dijo que tu comida estaba en este armario. BJ sacó una gran lata, la abrió y la miró confundida. —¿Cuánto de esto obtienes? —Preguntó BJ a su compañero canino. Arturo ladró una vez y bailó alrededor de un plato de comida de acero inoxidable en el piso de la cocina. —Hmm... Bueno, aquí tienes. —BJ vació la lata entera en el cuenco del perro—. ¿Y ahora qué hay de mí? BJ miró a través de los armarios. Sólo tenía hambre de un aperitivo y encontró una caja cerrada de Cheez-Its21 en la despensa. No le gustaba nada mejor que Cheez-Its y una buena cerveza fría. Estaba agradecida de haber

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Galletitas saladas

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hablado con Hobie para hacer una breve parada en el tendero antes de volver a casa. Brevemente BJ se detuvo en el refrigerador y se armó con una fría botella de Corona. Depositó sus tesoros encima de la mesa de café y encontró el sobre que contenía las instrucciones de su abuela para dirigir la casa. BJ tomó un largo trago de la botella y abrió el enorme manual. Miró a Arturo, que estaba acurrucado junto a ella. —Hola, podemos hacer esto, ¿eh? —Tomó otro trago—. No me digas que es demasiado complicado. ¿Qué aspecto tengo, alguien que voltea hamburguesas para ganarse la vida? Comenzó a leer y se concentró en las muchas pequeñas tareas necesarias para mantener funcionando los invernaderos. BJ miró con asombro los detallados dibujos que Evelyn había proporcionado. —Debe haber estado escribiendo esto durante un año. —Vaya. —“Alimenta a Arturo en el desayuno y la cena. Un cuarto de lata por cada comida”—. No es de extrañar que hayas actuado tan feliz, chucho, —dijo BJ a Arturo. El perro pequeño, al oír el nombre que se estaba convirtiendo rápidamente en familiar, se levantó y sacudió el sueño de su cuerpo. Miró a BJ, eructo, y se acurrucó contra los cojines del sofá. BJ pasó el resto de la noche leyendo la misiva de su abuela y hablando por teléfono con Juliana. Le explicó toda la historia a su agente, quien casi se reía sin sentido. —Sabes, —dijo Juliana—, si esa doctora no me hubiera llamado, juraría que estabas inventando todo esto.

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—Confía en mí, esto no es broma. Me siento como si estuviera viviendo en una mezcla surrealista de Mayberry se reúne con Twin Peaks22. Le prometí a Tanti, pero no voy a durar aquí, lo sé. —Quédate ahí, compañera. Estoy segura de que encontrarás unas cuantas señoras que pueden mantenerte ocupada durante el verano. —¿Estás bromeando? Jules, no sabes cómo es este lugar. —Sí, bueno, la voz de esa doctora sonaba muy sexy. Se extendió un poco, pero tenía la más linda risa. —¿Ella rio? ¿Cuándo? —BJ arqueó una ceja ante su amiga invisible. —No recuerdo lo que dije. Probablemente estaba afectada por mi malvado carisma y encanto. —Muérdeme. Juliana rio con ganas. —Oye, ¿tienes tu computadora portátil contigo? —Sí, ¿por qué? —Bueno. Puedes hacer algo de trabajo mientras estás allí. —¿Esperas que sea creativa y que escribas un best-seller aquí? Imposible, no puedo hacerlo. —Sí, puedes. Sólo tienes que relajarte, compañera. Pídele a esa doctora que te dé algo de Prozac si tienes que hacerlo, pero relájate, tómalo con calma y trabaja en ese maldito manuscrito. —¿Alguno de tus otros clientes saben que eres una esclavista despiadada, que eres promotora de drogas?

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Serie también norteamericana de misterio y thirller psicológico que se desarrolla en la ciudad ficticia de Twin Peaks

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—Sí, y me quieren. —Eso es lo que piensas, —murmuró BJ mientras colgaba.

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CAPÍTULO 8

El tercer día de BJ en la isla comenzó sin incidentes. Ella y su sombra, un cachorro Bichon, comenzaron el día con el desayuno. Arturo miró con nostalgia a su tazón después de que BJ pusiera la cantidad de comida prescrita en él. —Acostúmbrate a ello, Chorro. Me sorprende que no explotaras después de anoche. Café caliente y el periódico local suficiente como desayuno para BJ. Se enorgullecía de sus habilidades culinarias por encima de la media, pero encontró que tenía poco para trabajar en este momento. El sonido del teléfono rompió el silencio. —¿Baylor? BJ reconoció inmediatamente la voz de Hobie. Hizo una mueca ante el dolor imaginario que le causaba el nombre. —¿Por qué insistes en llamarme así? —Oh, lo siento, sigo olvidándolo. —Obviamente. —Hubo un silencio desde el otro extremo—. ¿Llamaste por una razón o estás probando la línea? —Oh sí. Um, me voy al Cove para el desayuno antes de ir al consultorio, oh, en aproximadamente una hora. Me preguntaba, bueno, supongo que me gustaría compensarte por haber perdido los nervios ayer. Puedo darte un paseo allí si todavía no has comido. No tenemos que sentarnos juntas, pero... bueno... pensé que iba a ofrecer. Mi invitación, ¿qué dices?

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BJ miró a Arturo, que estaba sentado a sus pies. Parecía estar escuchando atentamente. BJ puso una mano sobre el receptor. —Ella está tratando de adular. ¿Qué piensas? Está ofreciendo el desayuno. Arturo se levantó y meneó alegremente la cola. —¿Qué sabes? Sólo esperas una bolsa para perros. —Um, ¿Bay... BJ? ¿Estás ahí? —Claro, suena como un plan. —Estupendo. Estaré aproximadamente en una hora. Adiós. BJ colgó y miró a Arturo. —Sí, ella definitivamente sabía que estaba equivocada. —Sonrió al cachorro—. Pensé en darle una oportunidad a la pobre chica y decir que sí. Le eché un hueso. ¡Decir Ja! ¿Entiendes, lo coges, ya caes? Le eché un hueso. ¿Sabes un poco de humor para perros? Arturo ladeó la cabeza a un lado. —Tengo que conseguir un perro con un mejor sentido del humor, —murmuró BJ mientras salía en busca del manual de instrucciones de Evelyn. Ya era hora de regar las plantas. Nunca se había aventurado dentro de los invernaderos de su abuela. Evelyn Warren tenía dos hectáreas de tierra. Cuando BJ era una niña, la tierra consistía en matorrales y palmeras. Más tarde, cuando creció y sus visitas se hicieron menos frecuentes, Evelyn había creado su sueño. Algunos de los edificios eran como grandes garajes, y BJ supuso que tenían sus propias fuentes de luz independientes. Desde el exterior, parecía

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que sólo el techo largo del invernadero principal estaba hecho de vidrio. El resto del edificio se parecía a todos los demás: impecable metal corrugado23. BJ se preguntó por qué los edificios nunca habían tenido ningún interés para ella antes. Incluso más extraño era el hecho de que Evelyn nunca le había mostrado a BJ el interior de los edificios. Lo único que diría era que los invernaderos eran algo que le recordaba sus viajes alrededor del mundo con su amiga Aimee. Cuando entiendas la llave de la felicidad, Baylor, podrás apreciar mis invernaderos. BJ podía oír la voz de Evelyn como si estuviera a su lado. —Es curioso que no recordaba que me lo había dicho hasta ahora, —reflexionó en voz alta. —Bueno, ¿Chorro, tú conmigo? —BJ miró a Arturo. Mientras maniobraba sus muletas, al mismo tiempo tenía el manual de operaciones de Evelyn en una mano y las llaves en la otra, Atravesaron la puerta trasera de la casa, que condujo al invernadero principal. BJ se sorprendió al encontrar un pasillo de 1,20 metros y otra puerta. Un letrero en la puerta decía: “Entorno controlado por temperatura: Mantenga la puerta cerrada.” —Bueno, eso es diferente, —dijo BJ. Arturo ladró en aparente acuerdo. BJ abrió la puerta para entrar en el invernadero y se volvió para cerrarla sin mirar dentro. Apretó la puerta y de inmediato sintió que un calor húmedo la rodeaba. Volviéndose y levantando la vista, se tambaleó en consternación atónita. Qué diablos... quiero decir, ¿dónde demonios estoy? —El invernadero era un paraíso tropical—. Es una jungla.

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Planchas o paneles de metal con acanaladuras

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BJ dio algunos pasos cautelosos y observó cómo Arturo ladraba y se dirigía hacia una gran piscina, con una cascada de roca de cuatro metros y medio. El perro nunca se perdió un paso cuando se lanzó al agua. Recuperó un objeto flotante y saltó de la piscina. El pequeño cachorro parecía aún más pequeño goteando agua hasta que se sacudió con absoluto vigor, suavizando su piel de nuevo en forma. Corrió hacia BJ y dejó caer la pelota de tenis a sus pies. —Ah, eres un habitual aquí, ya veo, —dijo. Arturo meneó la cola en respuesta—. ¡Este lugar es increíble! —Con una sonrisa maravillada, se volvió en un círculo—. Es como tu propio pequeño Shangri-La24. ¡Mola mucho! Entonces, Tanti, ¿por qué me has estado ocultando esto todos estos años? Armada con las instrucciones de su abuela, BJ siguió un camino de piedra hacia el lado oeste del invernadero. Las plantas tropicales eran densas en esta parte del edificio, y estaba caliente y sudorosa cuando llegó a su destino. Sin los dibujos detallados de Evelyn, BJ nunca habría encontrado las cajas ocultas de plástico y metal que contenían los controles del sistema de riego. BJ miró la llave número dos. Estaba marcada en la parte superior como “principal: cajas de cierre 1-3.” Abrió fácilmente las tres tapas con bisagras y miró el contenido de las cajas. Cada uno contenía diez mandos que parecían ser válvulas de cierre de agua. Cada fila de mandos tenía un revestimiento de plástico con un color diferente. Las letras identificaban cada mando y cada mando tenía números alrededor de su base como un reloj del uno hasta el doce. —De acuerdo, —dijo BJ mientras se inclinaba para echar un vistazo. Entrecerró los ojos y estudió los mandos con intensa fascinación. —Ahí está, muy bien... un montón de mandos totalmente no identificables. ¡Dios! —Sacó sus dibujos y los estudió—. ¿Qué diablos es esto, Tanti? ¿Me veo como un ingeniero? ¿Cómo hacen esto estas ancianas? 24

Lugar ficticio descrito en la novela de James Hilton, Horizontes perdidos. Tierra de la felicidad permanente a modo de Paraíso Terrenal.

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BJ tuvo un rápido flashback justo en ese momento. Estaba en la casa y la anciana de la casa vecina acababa de entregarle el enorme juego de llaves. Muy bien, Beej. Nota personal. La próxima vez que alguien te pregunte si deseas que revise los pasos involucrados en cualquier cosa, sólo asiente con la cabeza educadamente y di que sí. —Podemos hacer esto, ¿eh, Chorro? —BJ habló con Arturo, quien había encontrado una percha alta en algunas raíces de árboles retorcidos que se asemejaban al fondo de un manglar—. Quiero decir, está aquí en blanco y negro. —Indicó el manual en su mano—. ¿Qué tan difícil puede ser? Arturo soltó un pequeño gemido, que no parecía un buen presagio para ella. Decidió pasar por alto la falta de confianza de su nuevo amigo. Por lo general, habría sido la primera en admitir sus propias limitaciones al trabajar con sus manos. Cuando lo pensó más tarde, se dio cuenta de que nunca había hecho algo así antes. Pagaba a la gente para hacer tareas físicas mundanas, aunque estuvieran en su ámbito de capacidad. Ella no recordaba haber intentado hacer algo como arreglar un fregadero con fugas o cambiar su propio neumático. —Bueno, vamos a darle a esta imbécil una oportunidad, ¿verdad? BJ levantó las instrucciones en una mano y empezó a girar los mandos con la otra. Finalmente leyendo todas las letras pequeñas que Evelyn había añadido a las instrucciones, BJ aprendió que el edificio herméticamente cerrado era una selva tropical, con sus propias tormentas. Cuando se ajusta a las especificaciones exactas a través de los mandos de color, el sistema controla cada aspecto del riego del invernadero principal. El sistema sabía exactamente cuánta lluvia agregar y cuándo agregarlo al ambiente cuidado cuidadosamente. La clave era establecer los controles de forma diferente cada día de la semana, y comenzar de nuevo el lunes.

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—Rojo H-4... Azul C-10... Verde F-1. Caramba, siento que estoy jugando a Twister25, o al menos llamando al bingo. Bueno, sólo quedan unos cuantos más. —BJ completó las últimas vueltas según indicaban las instrucciones—. ¡Ja! No me digas que no tengo habilidades. —Se retiró y cruzó los brazos sobre su pecho, una sonrisa satisfecha en su rostro. Echando un vistazo a las instrucciones de nuevo para revisar su trabajo, BJ miró con incredulidad el siguiente párrafo. “Bajo ninguna circunstancia debes ajustar el último mando de la serie antes de asegurarte que tiene un camino claro a la puerta exterior. El sistema comienza dos minutos y medio después del último ajuste del mando.” —¡Oh, Tanti! ¿Crees que podrías haber escrito esto antes de que me dijeras cómo mover el último mando? —BJ gritó con frustración. Un latido más tarde, una sirena sonó sobre la cabeza de BJ, causando que involuntariamente se agachara. —Oh, eso no puede ser bueno. Vamos, Chorro. Tenemos que salir o podríamos terminar en medio de un tifón. Ese era el punto donde las cosas comenzaron a desmoronarse para BJ. De repente se encontró con la tarea poco envidiable de agarrar el manual, las llaves, un pequeño perro ondulado y las muletas y salir de la densa maleza de plantas tropicales. También todo habría estado bien, si no hubiera sido por los tapones de goma en el extremo de sus muletas. BJ soltó un suspiro de alivio, haciendo malabares con sus objetos. La puerta que salía hacia el patio trasero estaba a la vista. Sin embargo, su progresión se detuvo bruscamente cuando su muleta se deslizó entre las rocas en el camino. Ella tiró una vez para liberarse, pero sobreestimó la fuerza de su tirón. Todos los objetos que había equilibrado precariamente entre sus manos salieron volando, incluyendo a Arturo. —¡Mierda! 25

En este juego el tablero consiste en 4 líneas de círculos, cada línea tiene un color diferente.

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El perro hizo un aterrizaje perfecto de cuatro patas y se quedó ladrando ante la puerta. —¡Oh, mierda con esto! —BJ arrojó la muleta atrapada al suelo. Saltó sobre un pie y abrió la puerta para que Arturo escapara. Un sonido parecido a un trueno lejano y veloz vino de lo alto—. Genial, efectos de sonido para arrancar. BJ se inclinó para recuperar el manual y lo lanzó a través de la puerta. Se dio la vuelta para agarrar las llaves y fue golpeada en la cara con un chorro de agua de un aspersor que estaba oculto entre las plantas. —Jesús Cri… No se necesitó un científico de cohetes para saber qué pasaría después. Mientras BJ estaba ocupada luchando contra el agua, perdió el equilibrio en las piedras, ahora resbaladizas. Sin embargo, su buena suerte siguió aguantando. Se cayó, pero en lugar de abrirse el cráneo en el camino pedregoso, aterrizó en un parche de plantas de oreja de elefante. La mala noticia era que para entonces, los vaporizadores y aspersores habían llegado con toda su fuerza. El parche de orejas de elefante era mucho más suave que las piedras, pero no había tardado mucho en que la tierra pasara a barro. —Hijo de pu… —BJ rodó hacia el sendero, cubierta de barro y empapada, justo cuando otro aspersor la golpeó en la cara con un repentino chorro de agua. Se arrastró, rodó y finalmente lanzó su cuerpo a través de la puerta del invernadero. Cayó al suelo y rodó sobre su espalda. Se quedó así bajo el calor del sol durante unos momentos, que se sentía mucho más de lo que realmente era. Abrió los ojos, los entrecerró y levantó una mano para protegerse de la brillante luz del sol. Una cabeza familiar apareció en la vista, elevándose sobre ella. —¿Por qué sabía que estabas en la zona? —Dijo BJ. —Dios mío, ¿qué te pasó? —Hobie miró a BJ, que parecía como si acabara de rodar a través de un charco de barro.

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Arturo eligió ese momento para subir al estómago de BJ para formar parte de las cosas. —¿Quién... nosotros? Oh, nada más, sólo haciendo un poco de jardinería. Hobie no quería sonreír ante su situación, pero la visión de Baylor Warren, la mujer normalmente guay, poseída por sí misma, tumbada en el suelo cubierta de barro y trozos de hojas con un pequeño perro unido a ella, era más de lo que podía ver. Sonrió, luego tuvo que mantener su mano sobre su boca para sofocar su risa. —Déjame echarte una mano. —No, no, estoy bien, gracias. —BJ rechazó la oferta con una ola. Limpió ocasionalmente un poco de barro de su mejilla y juntó sus manos ligeramente a través de su centro. Estaba allí como si fuera la cosa más natural del mundo. —¿Entonces cómo estás? Ahí es cuando Hobie se perdió. Quería parar, sobre todo cuando se dio cuenta de que cuanto más se reía, la expresión glacial de BJ crecía. —¿Está todo terminado? —Preguntó BJ cuando Hobie finalmente frenó a intermitentes risitas. —Lo siento, pero tienes que admitir... —Sí, sí... reírse de una mujer cuando se cae. Veo muy claro de qué vas. —Venga. Déjame ayudarte a limpiarte. —No, sigue. Llegarás tarde al trabajo. —Hey, soy la jefa. Tengo que hacer las reglas. Vamos. —Hobie le tendió la mano una vez más. —Caray, me estoy cayendo a pedazos, —dijo BJ. —Sí, es un infierno envejecer.

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—No, quiero decir que estoy realmente cayéndome a pedazos. —BJ sostuvo un pequeño trozo de yeso para la inspección de Hobie. —Vaya, eso no debería estar sucediendo. —Hobie se agachó para examinar la parte superior del yeso de BJ. —¿Tú crees? —Las palabras sarcásticas de BJ se perdieron en Hobie, que parecía más preocupada por el yeso de su paciente. —De acuerdo, Evel Knievel26 es hora de arreglarte.

—Será mejor que te quites esa ropa en la puerta o vas a tener barro en todos lados, —dijo Hobie. —Um, no, no lo haré. Todo irá bien. —¡Estás cubierta de pies a cabeza con barro que tiene tres centímetros de grosor! —No es tan malo, —replicó BJ. —Mira, soy una médica. Ni siquiera tienes que quitarte la ropa interior si tu sensibilidad es delicada. —Simplemente no puedo, ¿de acuerdo? —Dios mío. No seas tan tonta. —Hobie hizo un movimiento hacia la cintura de BJ y el cordón de sus pantalones. —Mira, dije que no necesito ayuda. —BJ dio una palmada en las manos de Hobie. —Estoy tratando de ayudarte... —No estoy usando ropa interior, —dijo BJ en voz alta.

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Motociclista acrobático de la época de los 60.

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—¿Qué? —¿Qué, no crees que los vecinos oyeron lo que dije la primera vez? —Oh, —dijo Hobie. De repente, tenía una visión de exactamente lo que Baylor Warren parecía sin la prenda mencionada cubriendo la parte más íntima de su cuerpo. Podía sentir el calor aumentando dentro de su propio cuerpo, subiendo por su cuello y acomodándose en su rostro. —¿Qué te sucede? —¿Huh? Oh, um... nada. —¿Te estás sonrojando? —¡No! Por supuesto que no. —Sí, lo estás. —BJ se rio y añadió una sonrisa por si acaso—. Estás pensando en cómo me veo ahí debajo, ¿verdad? —Se inclinó más cerca—. Debería darte vergüenza, Doc. —¡No lo estoy! Además, ¿por qué no llevas ropa interior? BJ arqueó una ceja. —Oh, Dios, olvídate que pregunté eso. No es asunto mío y realmente no quiero saberlo. BJ sonrió mientras el rubor de Hobie aumentaba. No tenía el corazón para seguir avergonzando a la mujer nerviosa. Se puso seria y bajó la voz, aunque no había nadie por allí. —No puedo conseguirlo. Mis brazos no son lo suficientemente largos con este yeso. Como es, tengo que usar una percha para levantar los pantalones de chándal. Entre tú y yo, nunca he pensado que vestirme podía ser un deporte de equipo. Lo prefiero sola, si no te importa. Una oleada de simpatía pasó por Hobie. Se dio cuenta de lo difícil que debió ser para BJ admitirlo. No es que ser atrapada sin ropa interior sacudiría algo la confianza sexual de BJ, pero Hobie comprendió lo difícil que era para

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BJ reconocer que no podía hacer todo por sí misma. Esa admisión la hizo parecer vulnerable y humana. —¿Tienes una bata? —Preguntó Hobie. —Sí, dentro del baño en este piso. Está colgada de un gancho detrás de la puerta. —Está bien, la tomaré, —dijo Hobie. BJ observó cómo Hobie salía de la habitación. Se apoyó fuertemente en ambas muletas, gracias a Hobie, que había esperado una pausa en la tormenta tropical del invernadero y se apresuró a recuperar la muleta perdida. BJ se desnudó, se duchó y se vistió con ropa limpia. Mantuvo su autoestima, sobre todo, debido al tacto y experto manejo de Hobie del incidente. Montando en el ahora sorprendentemente limpia camioneta de Hobie, BJ observaba a Hobie por el rabillo del ojo. Su salida a desayunar se había convertido en un viaje al consultorio de Hobie para reconstruir el yeso de la pierna de BJ. Anduvieron en silencio, pero la mente de BJ estaba cualquier cosa menos silenciosa. Sólo podía preguntarse por la tierna compasión que esta desconocida le mostro, pese a quien era BJ no había hecho otra cosa que pelear. Era cierto, parecían tener encontronazos, enfrentamientos más a menudo que no, pero esta mujer indujo a BJ a sentir algo distinto de lo que normalmente sentía por las mujeres. Definitivamente fue una sensación que hizo que BJ se sintiera bien, pero no estaba segura de por qué. No disfrutaba sintiendo cosas y no saber por qué. Y cuando se trataba de Hobie Lynn Allen, BJ constató que tenía un montón de sentimientos que ella no podía explicar.

—Gracias, Mack, —dijo BJ.

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—No hay problema. Gracias por esto. —Él palmeó la bolsa de papel en el asiento junto a él—. Hobie Lynn se olvida de comer cuando se pone ocupada, entonces ella golpea la alfombra. —Hey, ella me ayudó esta mañana. —BJ indicó al nuevo yeso con un movimiento de cabeza—. Su consultorio parecía bastante ocupado, así que vine al Cove, te di una llamada, y aquí estás. —Bueno, gracias de todos modos. A veces necesita un cuidador, ¿sabes a qué me refiero? —Déjame preguntarte algo. —BJ se inclinó y se apoyó en la ventanilla abierta del pasajero—. El primer día que llegué aquí, dijiste que me golpeaste cuando éramos niños. Dijiste algo de que fue porque le dije a tu hermana que era fea. Mack, ¿tienes más de una hermana? —Siempre pensé que una era más que suficiente, gracias. Además, Hobie Lynn me dio suficiente dolor por diez hermanas cuando estábamos creciendo, —dijo Mack con una sonrisa. —Mierda. BJ bajó la cabeza. —Tenía miedo de que dijeras eso. —Si te ayuda algo, Hobie ni siquiera lo recuerda. Tenía cuatro o cinco años, así que no me preocuparía mucho. ¿Por qué de repente te importa tanto, de todos modos? —Supongo que me sentía como si le debía algo. Quiero decir, ella me arregló la pierna y... ya sabes... —BJ terminó nerviosa. ¿Por qué de repente se sintió tan tímida hablando de Hobie? —Correcto, —Mack aparentemente estuvo de acuerdo con una pequeña sonrisa—. Será mejor que lleve a mi hermana su almuerzo. ¿Qué vas a hacer después de comer? ¿Necesitas que me pase y te lleve a casa? —No, sólo o pasear, luego intentaré caminar a casa. Puedo manejarlo.

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—Hago un paseo por Main Street nuevamente a las tres y media. Si encuentras que quieres que te lleve, solo sitúate en el banco afuera de la panadería a esa hora. —Muy bien. Gracias, Mack. —BJ se despidió y observó cómo el coche patrulla se alejaba de la acera.

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CAPÍTULO 9

Veinte minutos después, BJ se sentó en la barra del Cove. Había descubierto un aperitivo celestial cuando JoJo dejó un cuenco de lo que parecía patatas fritas junto con su hamburguesa con queso. Los bocaditos estaban hechos de patatas pero rellenas de queso y trozos de pimientos jalapeños. —¿Quieres más de esto, señorita Warren? ¿Otro té helado? —Preguntó JoJo. —Definitivamente, en ambos casos. Estos son geniales. ¿Qué son? —Se llaman munchers. Resultan de una receta que pertenece a Rebecca. De hecho, ella pidió esta mañana que le gustaría conocerte cuando vinieras la próxima vez, y mira por donde... que estás aquí. Es curioso, ¿no? —Sí... curioso, —dijo BJ lentamente—. Um, claro, estaría encantada de conocerla. Después de que BJ terminó su comida, JoJo la condujo a un apartamento aparte detrás del restaurante. —La abuela vive aquí sola. Por supuesto, alguien está al cuidado hasta que cerramos, pero ella pasa las noches por su cuenta. Me sentiría mejor la mayoría de los días si hubiera venido a vivir con uno de los nietos, pero dice que le gusta ser independiente y supongo que no puedo culparla por eso. BJ reconoció que la misma mano había decorado el restaurante y el apartamento. Ambos parecían lugares que recuerdan a otro tiempo, como si la edad no los hubiera alterado de sus estados originales.

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Entraron en el espacio que en la terminología moderna habría sido la sala de estar, pero BJ pensó que el término “salón” encajaba en esta habitación en particular. El papel pintado tenía finas rayas verticales verde cazador. Una gran alfombra persa se extendía en el suelo de madera pulida y un asiento de amor se encontraba junto a la pared norte bajo una gran ventana. Dos sillas mullidas con patas Reina Ana se disponían con una pequeña mesa entre ellas. —Abuela, ésta es la nieta de Evelyn Warren. Dijiste que querías conocerla. —En efecto. Gracias cariño. Por favor, siéntate, Baylor. BJ se sentó en una esquina junto a la chimenea, preguntándose cuándo Ana Lia se habría enfriado lo suficientemente para una chimenea. Sólo podía pensar en una palabra para describir a la mujer mayor, elegante. Recordó a JoJo diciendo que Rebecca Ashby tenía noventa y cinco años, pero BJ habría imaginado que la edad de la mujer estaría más cercana a los setenta. Tenía el cabello de plata que brillaba en la tenue iluminación de la habitación. Llevaba una falda de lino y una chaqueta de color champaña. Un elegante bastón tallado con una corona enjoyada se apoyaba en una pequeña mesa a su lado. Rebecca parecía muy diferente del resto de los residentes de la isla. BJ se sintió de repente fuera de lugar. Miro tímidamente hacia abajo a sus vaqueros recortados y Rebecca vio la expresión incómoda en sus ojos. —¿Te gusta una buena hoja de té, Baylor? —Preguntó Rebecca. —Um, supongo que sí. —Esta es una menta marroquí, que siempre he encontrado extraña teniendo en cuenta que la planta se cultiva en Malasia. —Estoy de acuerdo, —dijo BJ—. Uno pensaría que lo habrían llamado menta de Malasia o algo más de acuerdo con su lugar de origen.

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Ella aceptó una delicada taza de porcelana de la mujer mayor, y luego esperó educadamente hasta que Rebecca tomó un sorbo del té humeante antes de hacer lo mismo. El sabor de menta era maravillosamente sutil y refrescante. —Es absolutamente perfecto. ¿No es así? —Sí, lo es. —Verás, simplemente va a mostrarte lo poco o lo mucho que importa un nombre. Hay algunos que se niegan a probar esta infusión porque saben que la menta nunca se cultiva en Marruecos. Qué tonto estoy segura que se sienten, cuando descubren que un nombre es a veces nada más y nada menos que un nombre. No tiene por qué ser el todo y el final de todo o incluso tener algún significado oculto. Hay momentos en los que ponemos un apodo particular a algo sólo porque se siente bien. Después de todo, ¿Que importa el nombre, eh, Baylor? Incluso Freud dijo que “a veces, un puro es sólo un puro”. BJ se sentó con la boca un poco abierta, su taza de té todavía equilibrada en una mano. No lo pudo señalar, aunque alguien la hubiera presionado para que lo hiciera, pero tenía la extraña sensación que Rebecca no estaba hablando sólo de hojas de té del otro lado del mundo. Luego estaba la manera en que ella seguía usando el nombre de Baylor, un nombre que BJ había crecido detestando. ¿BJ realmente había odiado su nombre por cualquier otra razón que no fuera que había sido idea de su padre? ¿Fue porque había contado repetidamente la historia de cómo esperaba que su primogénito fuera un hijo y lo decepcionado que había estado cuando una hija fue colocada en sus brazos? Tal vez la extrema aversión de BJ por su nombre había llegado el día en que se enfrentó cara a cara con el hombre que había hecho su vida tan miserable para enfrentarlo por su abominable comportamiento. Su respuesta había sido alejarse de su única hija para declarar que lamentaba haberle dado a esa pervertida el nombre de su amado padre.

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—¿Te sientes mal, querida? —Preguntó Rebecca. BJ volvió al presente y sacudió la cabeza para borrar la vieja ira que sentía cada vez que pensaba en su padre. —Sí... sí, estoy bien. ¿Conoce bien a mi abuela, señora Ashby? —Oh, sí, sí. Conocí a Evie y a su amiga Aimee en Grecia en 1947. Tiempos muy turbulentos en ese entonces, pero por supuesto, donde quiera que se produjera un levantamiento político, allí encontrarías a Evie y a su cámara. De hecho, fue en La Habana, Cuba, donde volvimos a encontrarnos. Era 1953 y yo estaba en mi luna de miel. Recuerdo esas dos semanas como si fueran ayer, ya sabes. Mi marido, Charles, conocimos a un hombre que nos dijo sobre Ana Lia en ese viaje. Supongo que el resto es historia. —No tenía ni idea, —dijo BJ con asombro—. Quiero decir, no recuerdo que Tanti me haya contado cómo fue que ella vino a Ana Lia. —A veces la gente nos dice todo tipo de cosas, y no es que no estamos escuchando, sólo que no estamos listos para escuchar. BJ no sabía qué decir. ¿Era posible que Tanti le hubiera dicho a BJ todas estas cosas y que hubiera pagado egoístamente a su abuela sin prestar atención? Rebecca sacó una gruesa baraja de cartas de un pequeño cajón de la mesa entre sus sillas. BJ rio entre dientes. —¿Entonces es una adivina? —Cielos, no. Es un juego, simplemente algo para pasar el tiempo. En realidad, he oído que el tarot vino de un juego italiano llamado tarrochi27. Algunos dicen que fue utilizado como una forma de transmitir historias que la iglesia cristiana no quería que la gente supiera. Verás, en el siglo cuarto, una facción particular de la iglesia fue declarada “oficial”. Hasta ese momento, 27

Nombre del tarot en italiano. LJ Maas expone ideas sobre la teoría del origen cátaro del juego.

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había muchas manifestaciones del cristianismo. ¿Quién puede decir quién sabía la verdad y quién no? Bueno, el emperador romano Teodosio dijo de repente que ésta era real y todas las demás eran contrarias a la creencia aceptada. —Entonces, ¿dónde entra el juego de cartas? —BJ había estudiado mucha historia y literatura de culturas antiguas mientras trabajaba en su doctorado, pero nunca había escuchado esta historia antes. Tenía que admitir que estaba intrigada. —Algunas personas dicen que una de las facciones heréticas se hizo conocida como la “Iglesia Oculta”. Se cree que las cartas contaron la verdadera historia de la iglesia. El juego se convirtió en una manera de disfrazarlos, sin embargo, todavía sigue trasmitiendo la verdad. No tengo ni idea de si algo de lo que acabo de decirle es un hecho, pero explicaría por qué la iglesia cristiana se opone tan vehementemente al tarot, ¿eh? —Supongo que sí. Ya sabe, realmente no creo en cosas como cartas de tarot, tablas de güija o bolas de cristal, —dijo BJ mientras Rebecca barajaba las cartas de una manera extrañamente diferente. Los ancianos dedos parecían muy ágiles—. No es que crea que la gente que cree es tonta, es solo que no creo que la vida funcione de esa manera. No lo tomo en serio. —Bueno. Eso es un prerrequisito para mí, Baylor. Francamente, no confío en nadie que tome las cartas demasiado en serio. Eso es jugar un juego peligroso. —Rebecca ordenó las cartas boca abajo en tres montones en la mesa pequeña—. Lo peor que puedes hacer es tomar el tarot demasiado en serio o literalmente. Por otra parte, no estoy segura de confiar tampoco en alguien que se niegue a jugar el juego. BJ sintió que Rebecca la hubiera arrinconado con esa observación. —Está bien, supongo que estoy dispuesta.

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—Excelente. Vamos a empezar. La baraja que estoy usando es la baraja del Jinete. Me gusta la obra de arte. Los tres montones representan: tu pasado —indicó cada pila con una mano—, tu presente y tu futuro. El tarot no es una manera de predecir el futuro de uno. He visto las mismas cartas leídas de modo diferente a distintas personas. Por eso es bueno no tomar demasiado en serio lo que ves. —Si no predicen, ¿para qué se utilizan? —La mayoría de los creyentes sienten que son una herramienta para la adivinación, para la exploración espiritual. —¿Y usted? ¿Para qué los utiliza? —Examen. Examen de la gente, sobre todo, de la naturaleza humana. Me parece interesante, las cosas que las cartas nos hacen pensar. Dentro de esta primera sección, podemos ver tu pasado. Más específicamente, es una manera de comprender mejor los acontecimientos pasados. Tu presente te ayudará a ver lo que sucede ahora mismo, y por supuesto, hay lo que puedes esperar en el futuro. —Todas las cartas tienen lo que parece un bufón de la corte o un bromista pintado en el envés. ¿Qué se supone que significa eso? —Preguntó Baylor. —Muy observadora, amiga mía. Ese es el Tonto. Hay muchas formas y se extiende al tarot. Yo elijo una forma tradicional llamada El Viaje del Tonto. Es como una historia. —Y yo soy el tonto, ¿supongo? —BJ levantó una ceja burlonamente. —No te ofendas, querida Baylor. Todos somos tontos cuando empezamos un viaje. ¿Sabías que la palabra “tonto” solía ser usada como un término de honor?

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Baylor negó con la cabeza. Recordaba vagamente su latín de escuela secundaria y recordaba que el Tonto desempeñaba un papel importante en la literatura medieval. —Un tonto era alguien que era puro... protegido. ¿Recuerdas la historia de Parsifal? —Sí. Fue el caballero que encontró el Grial. —Exactamente. Parsifal era caballero de la Mesa Redonda. Encontró el Santo Grial, sin embargo, era conocido como Parsifal, el Santo Tonto. Su nombre en realidad significaba “Santo Ingenuo”. Verás, su madre lo mantuvo a salvo y protegido de las heridas del mundo. Rebecca volvió una carta de uno de los montones. —He seleccionado una manera muy simple de leer el tarot para tu primera experiencia. La próxima vez, intentaremos algo más complejo. BJ asintió, nunca cuestionando el hecho de que habría una próxima vez. Observó cómo Rebeca escogía una serie de cartas del montón que representaba el pasado. Ella los volteó con cuidado, antes de hablar. —El Emperador, la Torre, la Fuerza y la Muerte. Muestras elementos bastante fuertes en tu pasado. Algunos dirían que tu pasado ha sido un viaje intenso que ha dejado su marca en ti. El Emperador representa a tu padre terrenal. —Rebecca observó cómo el labio superior de BJ se contrajo en una mueca de desprecio—. A veces significa simplemente una persona con autoridad. Incluso puede significar un cierto control o estructura con la que has tenido que tratar. —Empujó la tarjeta a un lado. —Mi padre y yo teníamos una relación muy... tensa. —BJ no tenía ni idea de por qué lo dijo. Las palabras parecieron salir de su boca como si su voz tuviera una voluntad propia.

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—Que desafortunado. Padres e hijas... esos pueden ser vínculos tan complejos. Tu padre ha fallecido, ¿verdad? —Sí, —dijo BJ con un apretón de su mandíbula. —Vámonos. La siguiente carta es la Torre. Por lo general, esto representa una ruptura de la estructura en tu vida. Quizás algo traumático, algo que altere la vida. Esto parece indicar que el evento se centró en tu padre. —Deslizó la carta al lado de la primera. El silencio de BJ le dijo a Rebecca todo lo que necesitaba saber. Pasó a la siguiente carta. —La Fuerza. Significa exactamente lo que su nombre implica. Dadas las dos primeras cartas, no es de extrañar que tuvieras que desarrollar fuerzas para ayudarte a enfrentar las situaciones en las que te colocaron. —Ya que todavía estoy viva, supongo que la carta de la Muerte está mal, ¿eh? —Preguntó Baylor. —La muerte puede significar un final o un cambio. No se trata tanto de la muerte física como metafórica. Curiosamente, esta es una de las tres cartas más incomprendidas en los Arcanos Mayores del tarot. Muchas veces, la muerte puede ser una buena cosa, lo que significa que algo que ya no necesitas se ha ido de tu vida. Puede ser una forma de vida, un hábito, tal vez una relación, a veces la inocencia. Lo único que hay que recordar acerca de la muerte en relación con el cambio es que cuando se lucha, puede ser doloroso. Sin embargo, si lo aceptas puedes moverte hacia arriba y hacia adelante en la iluminación. —Sí, bueno, demasiado para el pasado, —dijo BJ inquieta. La lectura de Rebecca estaba haciendo exactamente lo que ella había predicho. Estaba haciendo pensar a BJ. Una vez había creído que había puesto todos esos viejos terrores a descansar, pero claramente que no era el caso—. ¿Qué hay del presente?

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Rebecca dio vuelta cuatro cartas del segundo montón. El Mago, el Carro, la Gran Sacerdotisa y la Templanza. —El Mago representa a un maestro que trata de ayudarte a ver tu potencial. Tienes todas las herramientas y habilidades para enfrentar la vida, Baylor. Aún no has aceptado ese hecho. Tu maestro te ayudará a ver el poder que se encuentra dentro de ti misma. BJ estaba sentada escuchando atentamente. No notó que Rebecca había comenzado a personalizar la información. —Supongo que no ves un nombre allí, ¿verdad? —Se inclinó para examinar la carta. —Lo siento, querida, pero no funciona de esa manera. Podría ser un amigo, un amante o un pariente. El patrón habitual es que es una persona que se ha ganado tu confianza, alguien que cree en ti. De repente, esta persona te aparecerá en una luz diferente. —Un poco vago, pero supongo que puedo vivir con ello. —BJ sonrió—. Bueno. ¿Siguiente? —El Carro de guerra representa conflictos, decisiones, posiblemente viajes. Los conflictos estarán dentro de ti, Baylor. El tarot no está tan preocupado con las batallas que peleas fuera de ti como las que hay dentro. —A continuación vemos a la Alta Sacerdotisa. Es tu madre espiritual, misterio que nunca podrás explicar. Es ella quien te llama en esos momentos de intuición cuando sigues tus instintos pero no sabes por qué. BJ se quedó mirando el espacio. Las palabras de Rebecca la habían atrapado. Podía verse a sí misma, no ver, pero podía sentir. Estaba dejando la cautela de lado y actuando por instinto. Por primera vez en su vida, no se preocupaba por las consecuencias. La voz de Rebecca atravesó la visión de BJ. —Finalmente, hay Templanza. Es indicativo del equilibrio entre nuestras decisiones internas. La lección mortal que nos hace saber que hay más en la justicia que en el bien y el mal, culpable e inocente.

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—Bueno, eso fue bastante indoloro, —dijo BJ. —Lo ves. Puede ser muy divertido, incluso digno de alguna introspección honesta cuando no lo tomamos muy en serio. —¿Y mi futuro? ¿Algo por lo que debería mirar? ¿Qué viajes largos debo posponer? ¿Además del que me trajo aquí en primer lugar? —Echemos un vistazo.

—Rebecca sacó cuatro cartas del montón

final—. El Sol, el Diablo, el Ermitaño y los Amantes. Qué interesante... todas las entidades. Qué lugar tan emocionante será tu vida. El entusiasmo de Rebecca por las cartas había infectado a BJ. —¿Y qué significa esto? —El Sol es la carta más favorable. Brilla sobre aquellos que han sufrido durante su viaje. El brillo del Sol indica la búsqueda de la alegría o la prosperidad última. Muestra que la felicidad te encontrará. —¿No quiere decir que la encontraré? —No, no esta vez. La felicidad es como la mariposa que elude constantemente tu alcance. Cuando finalmente te sientes, te relajes y abras la mano, se asienta cómodamente en la palma de tu mano. —Huh. —La siguiente, el Diablo. —Ahora eso suena más a mí. —BJ sonrió a Rebecca. —El Diablo no es tanto una persona a quien culpar, sino el infierno y el sufrimiento que creamos en nuestra vida. Hay un viejo refrán, “Creamos nuestros propios demonios”. La mayoría de las personas no quieren asumir la responsabilidad de su vida diciendo que están donde están a causa de sí mismos. Es más fácil decir “el diablo me obligó a hacerlo”. De esa manera, se liberan de cualquier responsabilidad.

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—Algunas de estas cartas representan al diablo con cuerdas o cadenas. Tú has señalado una tarjeta con una imagen que está libre de tales enlaces. Esto expresa una habilidad para escapar de tu infierno, para romper con la negatividad.

Hacemos

nuestros

propios

demonios.

También

podemos

destruirlos. BJ se encontró haciendo una pregunta cuya respuesta temía. —¿Señora Ashby, cree que pueden ser destruidos? ¿Puede ser así de simple? —No confundas simplicidad con facilidad. Sí, creo que es así de simple, y no, nunca es fácil. BJ y Rebecca se miraron la una a la otra. BJ pensó que había más preguntas que hacer, pero no podía pensar en ellas. —Vamos a ver qué sigue. El Ermitaño. Qué apropiado para una solitaria como tú, —replicó Rebecca. BJ no pensó en preguntar cómo Rebecca lo sabía. Ella había tratado de decirse a sí misma que vivía esa vida porque se estaba divirtiendo demasiado para comprometerse, pero además de algunas buenas relaciones sexuales y momentos divertidos, nunca se divirtió mucho. —Entonces, ¿por qué este tipo es tan apropiado para mí? —El Ermitaño representa dos factores: la soledad y la búsqueda de la verdad. Mira, Baylor, debes viajar sólo cuando buscas la verdad. Es una de esas tareas que solo tú puedes hacer. Ciertamente puedes rodearte de aquellos a quienes amas como apoyo, pero en última instancia, depende de ti encontrar la llave para desbloquear esa puerta. BJ levantó la cabeza bruscamente. Esta era la tercera vez desde su llegada a Ana Lia que había oído o leído sobre la llave de la felicidad. Miró hacia abajo la última carta en su futuro. —Los Amantes. Me gusta cómo suena eso.

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—Como con la mayoría de estas cartas, los Amantes no son literalmente una cadena de amantes que harán su camino a tu cama. En cambio, representan lecciones que aprenderás a través del amor, y eso incluye amarte a ti misma, que es la lección más importante que podemos aprender. Si podemos hacer eso, ¿cómo pueden los demás no amarnos también? BJ se calló, pensando en todo lo que Rebecca le había dicho. Miró al reloj que había encima de la chimenea. —No tenía ni idea de que era tan tarde. He estado aquí por horas. Lo siento. No quise monopolizar su tiempo. —No hay de qué. Disfruté mucho de conocerte y espero que no te importe la pequeña distracción. —Rebecca indicó las cartas. —En absoluto. No soy muy aficionada para ese tipo de cosas, pero esto fue interesante. —Espero que vuelvas y me veas de nuevo. No salgo mucho. Tengo una cadera que me molesta con esta humedad. Escuché que te has hecho amiga de nuestra Hobie Lynn. Tal vez la traigas al té una tarde. —Me encantaría hablar con usted de nuevo. —BJ sonrió—. Hobie y yo parecemos seguir huyendo la una a la otra. —No estaba segura de cuánto explicar—. Pero decir que somos amigas podría estar empujándolo un poco. —Bueno, las dos parece que os lleváis tan bien. Estoy segura de que cuanto más te quedes en Ana Lia, más os conoceréis. —Sí, bueno... No estoy segura que espero estar en la isla mucho más tiempo. El médico de Tanti dijo que estaba casi lista para volver a casa. Ya que no soy capaz de cuidarla con mi pierna de la manera en que está, solo pensé en contratar a alguien para cuidar el lugar y Tanti. —Déjame decir que te echaremos mucho de menos aquí, por más gente de la que tú te imaginas.

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Una vez BJ estaba a salvo en su camino, Rebecca se sentó en la mesa de la cocina y cogió el teléfono inalámbrico. Todavía miraba el objeto como si fuera algo extraño, pero tenía que admitir que algunos cambios en la vida eran buenos, no todos, sino algunos. Marcó y esperó. —Hola, Sarah Jane, ¿cómo está tu madre? Sí, me alegro de que sigas reconociendo esta vieja voz. ¿Evie está despierta esta tarde? Me pregunto si no te importaría revisar por mí, querida. —Rebecca esperó en la línea por unos momentos. —¿Ella está? Maravilloso... ¿No te importaría? Gracias, y asegúrate de decirle a tu madre que le mando saludos. —Escuchó la música grabada y empezó a tararear “La chica de Ipanema” mientras Evelyn Warren tomaba la línea. —¡Evie! ¿Cómo estás, chica? Nunca creerás con quién acabo de pasar la tarde con... Oh, bueno, piensas que eres tan inteligente. —Rebecca se rio entre dientes ante la risa de su amiga en el otro extremo de la línea—. Sí, querida, es precisamente lo que has dicho. Sin embargo, tenemos cosas más importantes que preocuparnos ahora. —Rebecca repitió las palabras de despedida de BJ. —Sí, lo sé. Todo se arruinará si ahora se va. Evie, tenemos que encontrar una manera de mantener a Baylor en esta isla un poco más.

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CAPÍTULO 10

La fatiga alcanzó a BJ, y con la suerte que tenía, estaba cerca de la panadería. Recordó la oferta de Mack del viaje y miró su reloj. Otros veinte minutos y pasaba por allí. Los olores tentadores de la panadería atrajeron a BJ al interior y compró un par de pedazos de dulce de azúcar. Una vez fuera, vio el banco y cruzó la calle. Nunca pensó dos veces en esperar la luz del semáforo aunque no había absolutamente ningún tráfico en la calle principal. Si era consciente de que esto era un cambio en su comportamiento normal, no dio ningún signo exterior. BJ llegó al banco para encontrar a un chico que ocupaba un extremo. —¿Te importa si tomo algo del asiento, chico? —El chico de pelo rubio parado levantó la mirada del libro de colorear. Llevaba unas gafas redondas de montura metálica, que con frecuencia empujaba con un dedo. Sosteniendo un pequeño lápiz en lo alto, él la miró de arriba a abajo con un ojo cauteloso. —Mi mamá dice que no debería hablar con extraños. BJ sonrió. El chico tenía un ceceo casi indiscernible que lo hacía adorable, no que a BJ le gustaran los niños de ninguna manera. —Me parece justo. Entonces no hablaré contigo, pero me sentaré aquí mismo. ¿Está bien, chico? —Mi mamá dice que aprender a compartir es bueno. Está bien. BJ estiró las piernas y apoyó los brazos en la parte posterior del banco. El joven volvió a colorear un mapa de los Estados Unidos. —¿Hace calor, eh, chico? —Mi mamá dice que no es amable llamar a alguien “chico”.

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BJ metió un trozo de dulce en la boca. El calor de Florida lo había convertido rápidamente en emplasto marrón caliente. Tendió la otra pieza en una mano. —¿Quieres? —Murmuró ella. —Mi mamá dice que no es educado hablar con la boca llena. BJ puso los ojos en blanco, pero continuó sosteniendo el convite en alto. Sabía que él lo quería. —Mamá dice que nunca debería tomar dulces de un extraño. —Tu madre tiene muchas reglas, ¿no? —Unas pocas. —Empujó sus gafas, luego sonrió a BJ. La sonrisa era del tipo que mostraba dos filas de dientes de leche perfectamente blancos. Su sonrisa brilló bastante y BJ supo que era uno de ellos, un chico realmente feliz. —¿Cuál es tu nombre? —Él preguntó. —¿Por qué te importa? —Respondió BJ con un guiño. El muchacho se encogió de hombros, volvió a sonreír y reanudó su coloración. Sus pies se balanceaban en el aire y él parecía perfectamente contento. —¿Cuál es tu nombre? —Preguntó BJ un momento después. —¿Por qué te importa? —Dijo sin perder un latido. —Oh, un chiste inteligente, ¿eh? El joven rio. BJ no entendía el vínculo que tenía con los niños. La última vez que Juliana la había arrastrado físicamente a su casa para el Día de Acción de Gracias, había recibido el impacto de su vida. Buscando a BJ por la casa, eventualmente la encontró en el sótano, rodeada por una media docena de niños, jugando a Candy Land. BJ no estaba más cómoda con los niños que con

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los adultos; Los niños simplemente aceptaron su mordaz honestidad y crítica abierta. —Mi nombre es BJ. —Noah. —El joven extendió su mano. BJ sonrió y lo sacudió. —Mira, ahora no somos extraños. —Extendió el dulce y el chico rápidamente metió el lío pegajoso en su boca. —¿Qué vas a hacer hasta esta tarde, Bubba28? —Mi nombre es Noah, —dijo y BJ se rio entre dientes—. Estoy esperando a mi mamá. Está en la farmacia. —Ah, mamá, la que tiene todas las reglas. ¿Qué tal ese dulce? —Muy bien, ¡gracias! Mamá dice que el azúcar no es malo, si no comes demasiado. Mamá dice… BJ levantó una mano. —¿Seguro que tu madre no es la gran y poderosa maga de Oz? —No. —Noah rio en reacción—. ¡Ahí está ella! Hola mamá. Noah se puso de pie en el banco y saltó arriba y abajo cuando su madre estaba a la vista. BJ sólo pudo mirar con asombro atónito mientras se acercaba y Noah finalmente le rodeó el cuello con los brazos. —Hola, cariño. —Hobie besó la mejilla de su hijo y devolvió su fuerte abrazo—. Veo que tienes una nueva amiga. —Dio una sonrisa en la dirección de BJ. —Debería haberlo sabido, —dijo BJ con una sonrisa torcida—. Así que esta es tu mamá, ¿eh? —Sí. 28

Apodo cariño dado a los niños y hombres en los estados del Sur de EE.UU.

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—Veo que ustedes dos han estado compartiendo un poco de chocolate, —dijo Hobie. —¿Cómo lo sabes? —Preguntó BJ—. Oh, —dijo al ver la barbilla de Noah cubierta de chocolate. Hobie limpió el rostro de su hijo con un Kleenex. —Bueno, él y luego hay... uh... —Entregó un pañuelo limpio a BJ. BJ frunció el ceño y se limpió la boca. —Gracias, —murmuró. De repente se dio cuenta de que el chico se parecía exactamente a Hobie cuando él arrugó su nariz respingona y empujó sus gafas hacia arriba. Hobie se sentó y Noah saltó en su regazo. La conexión era fácilmente legible. Hobie llevaba una sonrisa de un millón de dólares mientras lo escuchaba hablar de su día. BJ se sintió un poco decepcionada por este giro de los acontecimientos. Primero, por alguna razón, había asumido que Hobie estaba libre. Cuanto más tiempo pasaban juntas, más pensaba que Hobie era gay. Hobie no llevaba un anillo de bodas, pero eso no significaba nada, ¿verdad? La segunda razón era que BJ se sentía perdida. Observó, casi con envidia, mientras Hobie y Noah se reían y se abrazaban. Por primera vez, se dio cuenta de que algo faltaba en su vida, algo importante. —Nunca dijiste que tenías un hijo, —dijo. —Nunca has preguntado, —dijo Hobie—. Por cierto, gracias por el almuerzo. Eso fue terriblemente dulce de tu parte. —Noah se acomodó en su regazo y se apoyó contra su pecho. BJ arqueó una ceja. —De alguna manera pensé que serías la última persona en esta isla que me llamaría dulce. Hobie se rio entre dientes. —Muy bien, fue muy agradable. ¿Mejor así? —Mucho mejor, gracias. Tengo una reputación que defender, ¿sabes?

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—Oh, es cierto. La asociación podría pedir su escoba de vuelta. —Probablemente eres la que tiro la casa en mi hermana, ¿no? La cabeza de Noah se balanceaba de un lado a otro mientras las veía hablar por turnos. No creía que sonara a broma, pero se sintió mucho mejor cuando las dos mujeres se miraron y empezaron a reír. —¿Qué estás haciendo aquí afuera ? —Preguntó Hobie. —Estoy esperando a Mack. Mencionó que me daría un viaje si necesitaba uno. —Oh, nosotros también. —Hobie movió a Noah en su regazo—. Le presté la camioneta a mi amiga Laura. Ambas mujeres miraron hacia arriba mientras el coche patrulla de Mack frenaba bruscamente frente a ellas. La ventanilla lateral del pasajero se abrió y Mack apareció, inclinándose sobre el asiento. —Baylor, te he estado buscando. Necesito que entres al automóvil ahora mismo. Hobie supo que ese tono en la voz de su hermano nunca significó buenas noticias. —Mack, ¿está todo bien? —Lo siento, Hob, me olvidé de ti y de Noah. Vamos, todo el mundo, entren, —dijo Mack—. Baylor, tu abuela ha tenido problemas. —¿Qué está pasando? —Preguntó BJ una vez que estaban instalados. —Lo único que sé es lo que la enfermera me relató. Dijo algo sobre Evelyn desarrollando una fiebre alta. Supongo que llamaron a un médico del continente y él dijo que contactara a su familia. Eso es todo lo que sé. —¿Cristo, eso es todo lo que dijeron? —Mamá, dijo una mala palabra, —dijo Noah.

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—Shh, cariño. —Hobie tiró a Noah en su regazo y le besó la parte superior de su cabeza—. Está muy preocupada. BJ alargó la mano y le dio un vuelco al pelo de Noah. —Lo siento, Bubba, no me escuches, ¿de acuerdo? Puedo decir un poco más antes de que acabe el día. Noah se puso las manos por las orejas y BJ le sonrió. —Bueno. No puedo oírte. Hobie acercó a su hijo más fuerte a ella y miró a BJ, que masticaba su uña del pulgar mientras miraba por la ventana. Parecía preocupada y nerviosa, pero Hobie vio algo más. Hobie había visto esa expresión de angustia en numerosas ocasiones. La había visto cada vez que entraba en una sala de espera para hablar con un miembro de la familia. La familia que sentía la verdad mucho antes de que los médicos lo reconocieran. Esa expresión, una combinación de dolor y miedo, fue una de las razones por las que había dejado la medicina a tiempo completo. Estaba acostumbrada a esa mirada, pero descubrió que no le gustaba verla en la cara de BJ. Ella puso su mano en el antebrazo de BJ. BJ levantó la mirada alarmada, no acostumbrada quebrar esa barrera, el espacio personal que cuidadosamente mantenía. Hobie no tenía idea de qué decirle a la mujer que era aún más extraña que nada. Apretó el brazo fuerte y sonrió, encontrándose con los ansiosos ojos grises. Para su sorpresa, BJ no se apartó. Aún más sorprendente para Hobie fue que dejó su propia mano descansando allí durante el viaje. Ninguna de las dos mujeres parecía inclinada a alejarse.

—Mire, si no veo a este doctor muy pronto... —La voz de BJ se elevó con cada palabra mientras gritaba a la enfermera. Se calmó cuando vio a Noah poner sus manos sobre sus orejas.

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—Sra. Warren, —comenzó la enfermera—, sé exactamente cómo se siente, créame, pero si el doctor Trenton deja lo que está haciendo ahora para hablarle, entonces su abuela se queda sin su cuidado. Está a su lado mientras hablamos, y tan pronto como pueda, saldrá y hablará con usted. La mirada genuina de preocupación en la cara de la enfermera, junto con el tono tranquilizador de su voz, hizo que BJ diera un paso atrás. Respiró hondo, asintió a regañadientes y se sentó junto a Hobie y Noah. —Sarah, ¿es Steve Trenton quien está viendo a Evelyn? —Hobie le preguntó a la enfermera. —Sí lo es. —Oye, —dijo Hobie, volviéndose hacia BJ—. La buena noticia es que Steve Trenton es un completo alarmista. Si dice que lo está haciendo terrible, significa que no es tan malo. BJ le ofreció a Hobie una sonrisa poco entusiasta. —Parece que lo conoces. —Un poco. Hice mi residencia bajo sus órdenes en Tampa. BJ no podía creer que en un momento como este, en realidad sentía una pequeña punzada de dolor por la idea de que Hobie podría haber tenido un pasado antes de que se conocieran. —¿Tú…um, lo conocías bien? —Supongo que sí. Así como una puede llegar a conocer a un idiota sexista egocéntrico. —Hobie sonrió—. Por mucho que no me gusta su ego, sé que es bueno en lo que hace. —¿Sra. Warren? BJ y Hobie levantaron la vista para ver el tema de su conversación delante de ellos. Steve Trenton tenía probablemente cincuenta años, pero podría haber pasado por cuarenta. Era delgado y moreno, con una pequeña

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pizca de gris en las sienes. A BJ no le gustó de inmediato; le recordó al vendedor astuto que la había convencido en comprar su Jaguar. —¿Hobie? —Hola Steve. Qué bueno verte. —Uh, sí... lo mismo digo. ¿Eres un miembro de la familia? —No, estoy aquí con... —Hobie hizo una pausa. Nuevamente, fue el mismo aprieto. ¿Quién era Baylor Warren para Hobie?— Estoy con mí... amiga, —dijo por fin. Si las palabras de Hobie tuvieron algún impacto en BJ, no dio ninguna indicación. —Esa sería yo. —BJ sentía con ganas de agitar sus dedos delante de la cara del hombre—. ¿Cómo está mi abuela y qué diablos le ha pasado? —La versión corta es que desarrolló neumonía, —dijo el Dr. Trenton—. Neumonía por micoplasma, para ser específico. —Pero la vi ayer. Ella estaba bien. —Eso es lo que pasa con los mayores. Están tan acostumbrados a ser estoicos e ignorar dolores y molestias que cuando lo necesitan para decirte lo que está pasando, no lo hacen. —Todavía no entiendo cómo... —La neumonía puede aparecer rápidamente en pacientes de edad avanzada, especialmente en pacientes hospitalizados, —dijo—. El personal primero pensó en una infección, común. Los pacientes postoperatorios como la Sra. Warren reciben atención espirométrica para combatir los largos períodos de tiempo acostados a los que son propensos, pero a veces no hay nada que puedas hacer para detenerla. —¿Qué está haciendo ahora por ella?

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—Ella está en la medicación intravenosa y estamos trabajando para mantener su fiebre baja. La hemos recuperado a una temperatura más normal. Debería estar bien de aquí en adelante, pero creo que tal vez quisiéramos reconsiderar su salida del hospital. Hay un gran número de cosas que pueden salir mal con los pacientes de edad avanzada. Dudo que Medicare 29 o su seguro lo apruebe, pero si puede pagarlo, creo que el hospital aquí en Ana Lia es una manera de actuar más segura. —El dinero no es un problema, —dijo BJ—. Sólo quiero que mi abuela reciba el mejor cuidado posible. —Entiendo. —¿Hay un curso fijo de tratamiento? ¿La curará completamente? —Sí, es bastante estándar. Hay buenas y malas neumonías. Las posibilidades de

una

recuperación

rápida

son

mayores

bajo

ciertas

condiciones. En el caso de la señora Warren, tiene algunas cosas en su contra, pero eso no significa que no tendrá una recuperación del cien por ciento. Lo cogimos antes de que tuviera la oportunidad de llegar a la etapa de tos, que es aproximadamente lo mejor que hay. —¿Los antibióticos ayudarán? —Absolutamente. Ella necesita una dieta adecuada y acceso a O2 para aumentar el oxígeno en la sangre. Puede necesitar medicamentos para aliviar el dolor en el pecho y para aliviar una tos violenta si eso se convierte en un problema, lo cual dudo. Esas son las razones más importantes para asegurarse que tenga atención las 24 horas del día. —Basta de charla. ¿Puedo verla?

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Programa de asistencia sanitaria en EE.UU que cubre las necesidades médicas de personas mayores de 65 o más jóvenes discapacitadas debido a graves problemas de salud.

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—Si por supuesto. Está muy sociable ahora, pero eso es porque se siente mejor. Sin embargo, no mucho tiempo. El descanso es lo mejor para ella. —Entiendo. Oh, gracias, doctor. —Agregó en el último momento. Caminó por el pequeño pasillo hasta la habitación de su abuela. —Tanti. —BJ sonrió a los ojos que la encontraron tan pronto como entró en la habitación. —Baylor, —murmuró Evelyn con voz ronca. Parecía cansada pero en condiciones relativamente buenas. El tono rosado de sus mejillas era más de la fiebre que de una salud robusta—. Espero no arruinar tus planes, querido corazón. —Tanti, no seas ridícula. Ya sabes que siempre estoy aquí para cualquier cosa que necesites. —Pero sé que querías volver a tu casa y... —No le des ni un segundo pensamiento, ¿de acuerdo? Además, eres mi familia. Dondequiera que estés estoy en casa. Concentra todas tus fuerzas en ponerte bien. No estoy tan ocupada que no pueda pasar el verano en Ana Lia. —¿Estás segura? —Puedo escribir aquí tan bien como puedo en Chicago. —Gracias, querido corazón. ¿Qué haría yo sin ti? —Supongo que no voy a dejar que lo averigües. —BJ acarició la mano de su abuela—. Estoy realmente contenta de que vayas a quedar bien, Tanti. Estuve bastante preocupada por un momento. —Lo siento cariño. No era mi intención asustarte. Hubo un tímido golpe en la puerta y la cabeza de Hobie apareció a la vista.

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—Hola querida. Adelante, —dijo Evelyn. —No quiero entrometerme, pero quería asegurarme que estabas bien, Evelyn. La enfermera entró en la habitación justo después de Hobie. —Lo siento, señorita Warren, pero me pregunto si podría hacer que firmara documento para la estancia de su abuela. —Por supuesto. Tanti, ¿estarás bien? —Oh, sí, ve, vete. —Sólo estaré en recepción. —Hobie Lynn se quedará conmigo, ¿verdad, querida? —Por supuesto, —dijo Hobie. —Quiero darte las gracias, querida, por cuidar a Baylor, —dijo Evelyn una vez que su nieta había salido de la habitación. —Soy la última persona en el mundo a la cual deberías estar agradeciendo ahora mismo. Me siento responsable de todo esto. —¿Qué? Oh eso. No le des otro pensamiento. Me preocupa que Baylor esté muy deprimida esta noche. Pasa tanto tiempo sola. Cree que no lo sé, pero lo sé. Su vida consiste en su escritura, bebida y andar de juerga. Hobie trató de no sonreír, pero estaba segura de que fracasó. El retrato de Evelyn de su nieta era extrañamente exacto. —Estoy segura de que hay más que eso. Parece que tiene una vida muy plena. —Ella piensa que salir a una fiesta cada noche de la semana y dormir con una docena de mujeres al mes es socializar. No lo es, y tú lo sabes. La clase de gente con la que pasa su tiempo en Chicago... bueno, bien podría estar sola. Me preocupo por ella, Hobie Lynn.

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—Lo sé, Evelyn, lo sé. Se me ocurre una idea, ¿por qué no le pido que venga a la casa de mamá y que todos cenemos juntos? ¿Crees que estaría bien con eso? —Oh, gracias, querida. Saber que estás vigilando a Baylor me tranquiliza mucho. —No te emociones demasiado. No estoy segura de que esté de acuerdo. No sé si has estado al tanto de los acontecimientos actuales de la ciudad, pero Baylor y yo no nos llevamos bien exactamente el cien por ciento del tiempo. —Sé que Baylor puede ser... difícil. —Decir que Baylor es difícil es darle un nuevo significado a la palabra. —Hobie se rio entre dientes—. Simplemente no creo que ella quiera tenerme cerca. —Por qué, no seas tonta, querida. Mi nieta está completamente enamorada de ti. Hobie se rio. Entonces viendo que Evelyn estaba seria, se quedó inmóvil. —Estamos hablando de Baylor Warren, ¿correcto? Quiero decir, no tienes otras nietas, ¿verdad? —No. —Evelyn sonrió amablemente a la expresión aturdida de Hobie—. Sólo una, y Baylor lo es. Ella puede parecer llena de arrogancia en este momento, pero todavía no sabe cómo es la vida. No sabe cuál es la llave. —Evelyn susurró esta última parte y Hobie sonrió. —¿De qué están hablando? —Bromeó BJ mientras entraba por la puerta. Hobie y Evelyn llevaban expresiones culpables. Hobie se ruborizó y se volvió más rojo al examinar a BJ—. Oh, por favor, Tanti, no estás contando historias vergonzosas de cuando yo era un bebé, ¿verdad? —Ahora, Baylor, ¿haría yo algo así?

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—En un latido del corazón, —vino la respuesta seca de BJ. —De acuerdo, señoras, odio interrumpir, pero esta paciente necesita su descanso, —dijo el doctor Trenton mientras entraba en la habitación. —Tanti, tienes que llamarme por cualquier cosa que quieras o necesites, ¿entiendes? Cualquier cosa. —Lo entiendo y lo haré, querido corazón. Ahora, ¿dónde vas a cenar? BJ se rio. —¿Qué en el mundo tiene que ver con lo que nos ocupa? —Si sé que no estás comiendo bien, me sentaré aquí y me preocuparé. Estoy segura de que no puede ser bueno para mi salud. Creo que deberías cenar con Hobie Lynn. —¡Tanti! —Um, en realidad, —Hobie llevó sus dedos al codo de BJ—, le dije que podría preguntarte de todos modos. Quiero decir, sólo para que no tengas que estar sola esta noche, —tartamudeó—. Mi mamá está cocinando la cena para mí y Mack de todos modos. —Oh, lo aprecio, pero realmente... —Si tengo que preocuparme por ti, Baylor Joan, estaré despierta toda la noche, —interrumpió Evelyn. BJ arqueó una ceja. El comentario sonaba más como una amenaza que la preocupación de una anciana. Tenía un pensamiento fugaz de que tal vez su abuela estaba en algo, pero la expresión sincera en su rostro la convenció de lo contrario. —Por supuesto. Claro, eso sería genial. —BJ le ofreció a Hobie una sonrisa torcida—. Sin embargo, tengo que detenerme y alimentar a Arturo. —No hay problema, —dijo Hobie.

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—Ah, Hobie, me pregunto si podría hacerte una pregunta. El doctor Trenton se acercó a Hobie. Estaba tratando de ser discreto, pero no era lo suficientemente sutil para BJ. Trató de moverse entre las dos mujeres, pero Hobie se mantuvo firme junto a BJ. —Sí, ¿qué ocurre, Steve? —Bueno, yo... —Alzo la vista hacia la presencia algo intimidante de BJ—. Pensé, en realidad me preguntaba si tal vez querías... Sus ojos se encontraron una vez más con la fría mirada de BJ. Sus labios hacían una mueca de desprecio. El mensaje fue fuerte y claro para el aspirante a pretendiente. —Um... no importa. Qué gusto verte de nuevo. —A ti también, Steve, —dijo Hobie distraídamente. Salieron del hospital con Mack, que había sorprendido a BJ sentándose en la sala de espera todo el tiempo. Se apilaron en el coche patrulla una vez más y Noah se movió hacia BJ. Ella sonrió al joven. —Ella no está bien aún, pero lo estará pronto. —Bien, estoy contento. —Él asintió enfáticamente para puntualizar la observación. —Gracias, Bubba. El chico sorprendió a BJ moviéndose sobre su regazo y mirando por la ventana mientras conducían. —Aquí, déjame... Hobie cogió al muchacho, pero la mano de BJ la detuvo. —No, está bien. Viajaron en silencio hasta que BJ habló. —¿Tú y Noah... uh, viven solos? —No sabía de otra manera de hacer la inevitable pregunta.

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Hobie pareció perderse la intención de la pregunta. —Vivimos con mi mamá. En realidad, es un lugar bastante grande. Noah y yo vivimos en una casa de invitados en su propiedad. Tiene sus altibajos. Siempre hay una niñera para Noah y recibo comidas caseras cuando estoy demasiado cansada para hacerlas. —¿Y los bajos? —BJ pensó en lo que habría pasado si ella y su madre trataran de convivir como adultos. Habría sido la Tercera Guerra Mundial. —Bueno... es vivir con tu madre. ¿Necesito decir más? BJ se rio entre dientes y asintió con la cabeza. —Será mejor que le hables de mamá antes de que te sorprenda. —La voz de Mack sonó desde el frente del coche. —¿Sorprendida? —BJ tuvo una extraña sensación a lo largo de su espina dorsal—. No ve elefantes rosados ni nada, ¿verdad? Espera, ¿hay un hámster sobre el que deba saber? Hobie sonrió. —Muy divertida. No, sólo necesito darte una advertencia antes de conocer a mi madre. —Dios mío, ¿qué ve ella que no está ahí? —Mi padre. —Hobie continuó rápidamente cuando vio los ojos de BJ creciendo—. No, no es como si lo viera. Mi padre murió cuando yo era un adolescente. Mamá, bueno, —dijo Hobie con una sonrisa cansada—, actuará como si no supiera que mi padre está muerto. —¿No sabe que está muerto? —La voz de BJ se elevó una octava. —No es que ella no sepa... es sólo que ella... bueno, ella... BJ vio la tensión en la postura recta de Hobie y supo entonces lo que estaba tratando de decir. Lo sabía muy bien. —No quiere saberlo.

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Hobie miró a BJ con alivio escrito sobre sus rasgos. —Sí. Ella simplemente no lo aceptó al principio, así que todo el mundo se fue con su charada. Parecía bastante inofensivo. Ahora es duro. Se está haciendo más difícil explicar las cosas a Noah. —Alguien debería hablar con ella, —dijo BJ—. Tienes que ser honesta con ella. Hobie negó vigorosamente con la cabeza. —No. Perdí a mi padre, pero perdió a su marido. No sé cómo se siente perder la otra mitad de toda tu vida. No estoy capacitada para sentarme a juzgar y decirle que lo que está haciendo está mal. BJ se encogió de hombros. —Es tu decisión.

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CAPÍTULO 11

BJ inmediatamente se sintió cómoda en la gran casa Allen. Un largo pasillo conducía hacia el fondo de la casa; A la derecha había una entrada a la cocina y, a la izquierda, una abertura al salón, que se oscurecía a la sombra de las altas palmeras del patio delantero. —¡Abuela, abuela! —Grito Noah en cuanto entraron. —Ahí está mi calabaza, —dijo Theresa Allen. Se inclinó y levantó al muchacho. —Hola, mamá, —dijeron Hobie y Mack al unísono. Mack dio un abrazo a su madre y retrocedió al lado de BJ. —MacArthur, pareces cansado, —dijo Theresa. Él se limitó a encogerse de hombros y puso los ojos en blanco. BJ no pudo resistirse. Se acercó a Mack mientras Hobie saludaba a su madre. —¿MacArthur? —Susurró en voz baja—. De acuerdo, no tienes espacio para hablar de mi nombre. —Muy divertido. ¿Cómo te gustaría que duplicara la multa que te di por cruzar la calle imprudentemente? —Mamá. —Hobie le dio a su madre un beso en la mejilla y la condujo a donde estaba BJ. —Mamá, esta es... —Baylor Warren. Si, lo sé querida. ¿Cómo está Evelyn? BJ arqueó las cejas. Miró por encima del hombro de Theresa a Hobie, quien se encogió de hombros, ofreciendo una sonrisa culpable.

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—Las noticias viajan como un incendio forestal aquí en Ana Lia, —dijo Hobie. —Puedo ver eso, —dijo BJ sarcásticamente. —Mamá te conoce... obviamente. Baylor, esta es mi madre, Theresa Allen. BJ sonrió a la mujer mayor, y la sonrisa que adornaba sus rasgos era cálida y relajada. Era honesta. Tomó la mano de Teresa en la suya. —Es un placer conocerla, señora Allen. Le agradezco que me invitara aquí esta noche. —Ni siquiera lo pienses. Me alegro que mis hijos tuvieran los buenos modales para invitarte. Ahora, si mi marido acaba de llegar a casa, podríamos sentarnos a la mesa. Hobie y BJ intercambiaron miradas incómodas, pero BJ sonrió graciosamente. —Probablemente quieras subir ese tobillo, —dijo Hobie—. Mamá, ¿por qué no entras en el estudio y yo pongo la mesa? —Gracias cariño. Theresa abrió el camino en una habitación llena de todas las cosas que BJ había imaginado que podría tener una sala de estar familiar. Dos sofás acolchados y un gran sillón de cuero reclinable rodeaban una mesa de café de roble. Paneles de madera clara cubrían las paredes y un piano estaba en una esquina. BJ examinó las fotografías enmarcadas que se encontraban encima del piano, reconociendo a Hobie como la joven pelirroja con peca en muchas de las fotografías. Una serie de pequeñas ventanas ocupaba toda la longitud de la pared oeste y el sol que se ponía lentamente iluminaba la habitación con un cálido brillo. La habitación tenía un ambiente relajado que BJ podía sentir sumergiéndose en su cuerpo el momento en que se sentó cómodamente en el sofá suave.

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—Dime, Baylor, ¿cómo está Evelyn? —Preguntó Theresa. —Parece que va a estar bien. De todos modos, eso es lo que el doctor dijo. No se veía mal, pero el médico cree que sería mejor que se quede en el hospital en vez de ir a casa para recuperarse. —Sé que será duro para ella. Iré allí mañana y veré si necesita algo. —Gracias, sé que significaría mucho para ella. Mi abuela no es exactamente el tipo que disfruta estar encerrada en el hospital por más tiempo del que tiene que hacerlo. Hobie y Mack entraron en la habitación, seguidos rápidamente por Noah. El muchacho se lanzó hacia Mack, que lo levantó en alto. —¿Baylor, puedo ofrecerte algo de beber? —Preguntó Hobie. —No, estoy bien. —BJ, ¿por qué mamá te llama Baylor? —Preguntó Noah. —¿Hizo eso? —Baylor no se había dado cuenta. Tantas personas la habían llamado así en los últimos días que supuso que se había acostumbrado a ello. Pensó que era extraño que no le hubiera causado tanto dolor como solía hacerlo—. Baylor es mi verdadero nombre. BJ es sólo un apodo que proviene de las iniciales de mi primer y segundo nombre. —Ah bueno. —Noah se escapó, aparentemente satisfecho con su explicación. —Mamá, ¿crees que el asado está hecho? —Preguntó Hobie. —Sólo tengo que machacar las patatas, pero no quiero que todo se enfríe antes de que llegue aquí tu padre. Hobie miró a Mack, que alzó las cejas pero no dijo nada. —Um, mamá... Creo que papá dijo que llegaría tarde esta noche. Será mejor que sigamos adelante y comencemos.

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—Oh, bueno, no sé... tu padre todavía podría... BJ apoyó gentilmente su mano sobre la de la mujer mayor. —Señora. Allen, disculpe por decir esto, pero voy a hacerlo de todos modos. Realmente no cree que su marido regrese a casa, ¿verdad? —Pues, no sé a qué te refieres. —Baylor, —dijo Hobie con un tono de advertencia bajo. BJ ignoró a Hobie y continuó con un tono triste y relajante. —Mi padre murió cuando yo tenía diecinueve años, señora Allen. Mi madre nunca pudo aceptar su muerte. Durante mucho tiempo, actuó como si todavía estuviera vivo. Theresa parecía asustada pero no podía alejarse de BJ. —Realmente no veo cómo eso es lo mismo, querida. Mi esposo… —¿Era todo su mundo, verdad? Al menos así fue para mi madre. Lo despertó por la mañana, arregló sus comidas y limpió su ropa. Guardaba su casa y cuidaba de él día y noche durante veinticinco años. Nunca supo lo que era hacer algo por sí misma. No tenía ni idea de cuál era su propósito en la vida, si no estaba cuidando de él. Después de su muerte, supongo que pensó que no tenía ningún propósito. ¿Entiende lo que digo, señora Allen? BJ comprendió cómo sus preguntas invasivas harían sentir a la otra mujer. Se dio cuenta de que si Theresa reconocía sus preguntas, tendría que aceptar la verdad de todo. Después de varios momentos de silencio, Theresa asintió lentamente. Mack miró a Hobie, y ellos intercambiaron miradas preocupadas, pero ninguno de los dos parecía saber qué hacer. —Cuando su marido murió, quería acostarse y hacer lo mismo, ¿no? Eso fue lo que mi madre hizo finalmente .Se fue a la cama un día y nunca se levantó de nuevo. Eso es lo que probablemente también quería hacer. Sin

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embargo, no pudo, Tuvo hijos que dependían de usted. No hubo posibilidades acurrucarse en un ovillo y renunciar. Apuesto a que nunca tuvo tiempo de llorar. Sólo tenía que seguir hasta que parecía que ni siquiera sucedió. —Sí. Los ojos de Theresa se quebraron y asintió, luego bajó la cabeza. BJ apretó la mano de Theresa. —Señora Allen, creo que es hora que admita que tu marido ha muerto y que no volverá. —Vete, —siseó Hobie. Quiero que te vayas. Vete ahora mismo. BJ levantó la vista con una expresión triste y asintió. —Lo haré si eso es lo que quieres. —Se volvió hacia la mujer sentada a su lado—. Pero déjame preguntarle esto, señora Allen. ¿Es eso lo que quiere? ¿Quiere que me vaya? Theresa miró los suaves ojos grises llenos de compasión. BJ sabía lo que estaba pensando. Podía verlo en sus ojos. Theresa se dio cuenta que finalmente había alguien que sabía exactamente cómo se sentía. Por fin, alguien que entendió lo que había pasado y cómo había dejado que todo se multiplicase hasta este punto. BJ y Theresa miraron hacia donde estaban de pie Mack y Hobie. Hobie estaba indignada, eso era aparente. Mack movió su peso incómodamente de pie a pie. BJ volvió a mirar a Hobie. Los brazos de Hobie colgaban rígidamente a su lado, sus manos en puños cerrados. Si BJ hubiese adivinado los pensamientos de Hobie en ese momento, su propia muerte seguramente habría estado arriba en la lista. BJ vio algo que entonces pensaba que sólo existía en la prosa que escribió. Mientras miraba el rostro de Theresa, parecía como si un velo se levantara de sus ojos.

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Theresa miró a sus dos hijos, luego se volvió hacia BJ. —No, —dijo tan suavemente que apenas era un susurro. Su voz se hizo más fuerte—. No, no quiero que te vayas. Hobie Lynn, ¿dónde están tus modales? —Pero yo... yo... —balbuceó Hobie. —Creo que mi comportamiento ha durado bastante. Os lo agradezco hijos, pero nunca quise hacerles pasar por esto... —No, mamá, está bien. —Mack se movió rápidamente para arrodillarse ante su madre. —No lo está, pero eres dulce en decirlo. No puedo creer que haya continuado por tanto tiempo. Hobie... Hobie giró y salió corriendo de la habitación. Segundos después, la puerta de tela metálica del porche trasero se estrelló. —Voy a ir a buscarla, mamá, —Mack habló. —No, Mack. Creo que soy con la que está disgustada. Déjame ir, —dijo BJ. —Estoy seguro de que no voy a pelear contigo por ello. BJ se levantó sobre sus muletas, pero antes de que pudiera alejarse, Theresa se acercó a ella. —Gracias, Baylor. Tomó valor para que me revelaras ese pedazo de ti... a todos nosotros. Es increíble, realmente, después de todos estos años que tus palabras fueran las que necesitaba para hacerme ver. No entiendo eso. Tal vez si haces lo mismo con Hobie Lynn, estará perdonándote. Es una buena hija. BJ sonrió y asintió con la cabeza, dando un guiño a la mujer mayor antes de que ella se marcharse. —Lo sé, y trataré de seguir su consejo.

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Miró a través de la puerta mosquitera y vio a Hobie paseando por el patio mientras Noah corría tratando de atrapar luciérnagas. Él ignoraba la agitación emocional que lo rodeaba. Respirando hondo, BJ abrió la puerta y entró en el porche. La mirada de dolor y rabia en la cara de Hobie cuando miró a BJ tomó cualquier pensamiento de lucha de la mente de BJ. Simplemente se desinfló mientras se sentaba pesadamente en el columpio del porche. Hobie se volvió hacia el océano y se quedó en silencio antes de cruzar el césped. BJ se preparó para uno de sus ahora infames enfrentamientos. —¿Te das cuenta de lo que podrías haber hecho? —Preguntó Hobie con una voz fuertemente contenida. —Sí, y lo siento, pero sentí que tenía que hacerlo. —Te pedí que no dijeras nada. Te pedí específicamente que no interfieras. —Sí, lo sé. —¿Qué pasa contigo? ¿Siempre andas haciendo exactamente lo que quieres sin pensar en las consecuencias para los demás? —Sí, bastante. Hasta aquí, de todos modos. —¡Eso te hace increíblemente egoísta! —Lo sé. —¡Eres imposible! —También lo sé. Hobie interrumpió bruscamente su diatriba. Parecía cansada, como si hubiera sido un gran esfuerzo para aferrarse a su ira. Dio unos pasos más

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hacia BJ. —¿Cómo puedo gritarte si vas a estar de acuerdo con todas las malditas cosas que digo? —Cruzó los brazos sobre su pecho. BJ intentó parecer contrita. No estaba acostumbrada a responder por su comportamiento; Más bien, estaba acostumbrada a soltarse con su forma de honestidad brutal. Dispensar una verdad templada de compasión era algo nuevo para ella. —¿Te haría sentir mejor si pudieras golpearme? Adelante. Solo déjame que lo tenga. —BJ cerró los ojos, frunció el rostro y se preparó para un golpe. —Para con eso. —No realmente. Lo digo en serio. Clávame uno bueno. Te garantizo que te hará sentir mucho mejor. Hobie retiró su flequillo de sus ojos y se sentó junto a BJ. —Eres tan extraña, —dijo finalmente exasperada, a lo que BJ sonrió. Después de un momento de silencio cómodo, Hobie habló. —Lo siento, —dijo, luego dio un soplo de aire hacia arriba para empujar su flequillo de su frente—. No debería haberme enfadado tanto, especialmente contigo. Quiero decir, mira lo que has hecho por mi madre. En tan sólo unos minutos, has cambiado nuestras vidas. —Para mejor, espero. —Creo que sí. —¿Entonces por qué te enfadaste tanto? Las lágrimas llenaron los ojos de Hobie, y BJ no creyó que estuviera preparada para esto. Un mes antes, había arrojado a una novia y nunca había pensado dos veces sobre las lágrimas de la mujer. Sentada junto a la llorosa Hobie, tenía el inexplicable impulso de abrazarla. Por alguna razón, que no podía explicar, quería proteger a Hobie, quería evitar que algo malo le pasara. La enormidad de ese deseo golpeó a BJ como un puñetazo en el estómago.

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Era aún más fuerte que el día en que Hobie había empezado a llorar después de que el Jaguar había tenido la rueda pinchada. —Oye, no vale la pena llorar. Soy muy dura. Me costaría más que gritaras para herir mis sentimientos, —dijo BJ en un intento de consolar a Hobie. Hobie se secó los ojos. —Me enojé tanto porque supongo que quería a alguien para sacarlo adelante. —¿Sacar qué? —El hecho de que yo soy muy mala como hija. BJ se rio en voz alta antes de que pudiera detenerse. —¿Qué quieres decir? Hobie Lynn Allen, eres el sueño de una madre que se hace realidad. —No lo soy. —Hobie negó con la cabeza—. Estoy enojada conmigo misma, Baylor. ¿No lo ves? —Miró a los ojos de BJ hasta que BJ se preguntó si iba a continuar. —Debería haber sido yo. Debería haber sido tan honesta con mi madre. Debería haber tenido la fuerza para ser tan honesta con ella. Debería haberla amado lo suficiente como para decirle la verdad. —Debería, debería, debería... esa palabra puede meterte en tantos problemas. Tómalo de mí, crecí como la reina debería, —dijo BJ—. Hobie, si querías contarle a tu mamá, ¿por qué no lo hiciste? ¿Estabas simplemente asustada? —Continuó rápidamente—, porque entiendo perfectamente. Es mucho más difícil cuando se trata de tu propia familia. Hobie negó con la cabeza una vez más. —No, creo que casi podría perdonarme si era una cuestión de miedo. Lo que hice... —Volvió a mirar a BJ—. Creo que me mantuve callada por egoísmo. Soy egoísta, simple y llanamente.

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—Eres la persona menos egoísta que he conocido, —dijo BJ—. ¿Por qué piensas eso? —Porque es verdad. —Hobie tomó una respiración profunda y esperó en silencio por un momento—. Creo que una parte de mí disfrutó el hecho que mi madre vivía en ese pequeño mundo de fantasía donde papá todavía estaba vivo y nada de nuestras vidas había cambiado. Era como... —Bajó la cabeza y su voz se redujo a un susurro—. Casi como si estuviera todavía aquí, ¿sabes? Ahí estaba, al descubierto. BJ no podía simpatizar en absoluto con el amor de Hobie por su padre, pero estaba envidiosa. —Era casi fácil creer que no se había ido realmente cuando mamá mantendría un plato de comida calentándose en el horno para él o llevaría sus trajes a limpiar. Supongo que tampoco quería que se fuera, así que dejé que mamá continuara. Era egoísta. Debería haber sido más fuerte. —Ahí está de nuevo esa palabra “debería”. —BJ se acercó a Hobie. Se sentía incómoda. El afecto físico no era algo que BJ mostraba fácilmente. El sexo era una cosa, pero un toque compasivo y tierno que se ofrecía simplemente por amistad era algo completamente diferente. Puso la palma de su mano suavemente contra la espalda de Hobie. —Quizás también quieras cortarme un poco ¿Cuántos años dijiste que tenías cuando murió tu padre? —Trece. —Oye, Hobie, todavía eras una niña. Mira, puede que no te ayude, pero es natural que te sintieras como lo hiciste, así que deja de golpearte. —Gracias. —Hobie sonrió y pareció aliviada—. Ayuda mucho. ¿Por qué eres tan amable conmigo?

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—Podría discutir contigo si te hace sentir mejor. La verdad es que sabía lo enfadada que estarías si decía la verdad a tu mamá. Es sólo que... tenía que hacerlo. BJ se pasó los dedos por el pelo, dejando sus flequillos llenos de puntas. —¿Por qué crees que tienes que hacerlo? BJ hizo una pausa antes de hablar. Perdió momentáneamente el curso de su pensamiento mientras respiraba el perfume de Hobie. Era un perfume picante que no podía colocar, pero de alguna manera olía familiar. No estaba segura de lo que le recordaba, sólo que era un buen recuerdo. —Todo lo que le dije a tu madre era verdad. —La expresión de BJ se volvió sombría—. Mi madre pasó por lo mismo. Sólo desearía que alguien hubiera venido a hablar con ella, a decirle la verdad. No vi lo que le estaba pasando hasta que era demasiado tarde. Estaba tan atrapada en mis propios sentimientos por la muerte de mi padre que no podía ver que mi madre no estaba mejorando. Estaba tan enojada con mi padre por morir antes de que tuviera la oportunidad de realmente decirle lo que sentía por él. Supongo que la verdad es que estaba enojada con mi madre por pensar que él era todo su mundo. —¿Ella eventualmente llegó a enfrentarse a ello? BJ sacudió la cabeza y miró hacia el agua. —No, ella no... nunca. Un día, decidió tomar una botella de pastillas e irse a la cama. Nunca se despertó. —Oh, Baylor, lo siento mucho. Perder a tu madre y tu padre. Debe extrañarlos terriblemente. BJ se encogió de hombros. —Mi madre... casi siempre extraño la idea de mi madre. Sin embargo, hubo algunas veces... —Se giró para poder ver a Hobie y se reclinó contra el lado del columpio del porche—. No éramos una familia muy cercana. Cuando estaba disponible para mí, era buena, pero la

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mayoría de las veces, las necesidades de mi padre consumían toda su vida. Lo mejor que mi madre hizo fue convencer a mi papá de que estaba bien para mí pasar tiempo con Tanti. Sin embargo, mi viejo... Espero que ese hijo de puta esté ardiendo en el infierno. Hobie no respondió de inmediato. —Sé que no es asunto mío, pero eso parece un poco duro, incluso de ti. BJ le dio una sonrisa amarga. —Así podría parecer mirado desde fuera. —A veces ayuda a entender las cosas diciéndolas en voz alta. ¿Quieres hablar acerca de ello? BJ negó con la cabeza. Hizo una pausa y no pudo evitar las lágrimas que llenaban sus ojos. —Sí, —susurró. Había pasado mucho tiempo desde que BJ había llorado por su pasado. Había jurado nunca caer en la trampa de la autocompasión, por muy tentadora que fuera la perspectiva. Era imposible evitar las lágrimas esta vez, a pesar de que Hobie era la última persona que BJ quería frente a ella. Se secó los ojos y soltó una breve e irónica carcajada. —Cómo puedes ver no me siento bien con los sentimientos. —¿Estás bromeando? Eres una experta y debo saberlo. Me parece que has pasado la vida sosteniéndolos. —Tal vez, pero es lo que me hace seguir adelante. —Baylor... tu padre. ¿Te hizo algo? —Sí, lo hizo bien, pero no lo que estás pensando. —BJ se secó los ojos otra vez y se pasó la mano por el pelo. Apretó el puente de su nariz y se preguntó una vez más por qué estaba haciendo esto, por qué se estaba abriendo a esta mujer.

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—Puede que no haya sido sexual, pero todavía fue abuso. Mi padre era un desquiciado controlador y dominante, para decirlo sucintamente. Hizo un hábito de decirme, casi desde el día en que nací, qué decepción era. Creo que un día sólo decidí estar a la altura de sus deformadas expectativas de mí. Pensé que si pensaba que estaba bebiendo y jugando, eso es exactamente lo que haría. Cuando tenía catorce años, fui atrapada en la cama con una de nuestras criadas. —BJ alzó la cabeza y sonrió tímidamente—. De acuerdo, así que me he vuelto un poco salvaje, lo admito. Hobie sonrió y extendió la mano para apretarle la mano. BJ se preguntó si Hobie podría imaginarla como una adolescente revoltosa y rebelde. —¿Atrapada por tu padre, supongo? —Por supuesto, —dijo BJ—. ¿Hay alguna otra forma de que la mierda suceda aparte de grandes pilas? —Se aclaró la garganta y se puso seria. —Decir que mi padre se asustó sería una subestimación importante. Lo perdió. Completamente perdido. No era el único. Prácticamente, también enloquecí. Hasta el día de hoy, ni siquiera recuerdo lo que gritábamos el uno al otro. Me fui en su BMW. Me hizo arrestar y me acuso de robar su automóvil. —¿Tu padre te ha hecho arrestar? —BJ soltó una breve carcajada—. Esa no es la mitad. Cuando fui a la corte, nadie me escuchó acerca de mi viejo y querido papá. Era los años setenta. ¿Recuerdas? Los niños entonces no tenían cosas como los derechos. Mi padre usó a su abogado y los servicios de un juez que eligió su dinero. El viejo sacó a relucir todos los errores y estupideces que hice, como si los hubiera grabado en un cuaderno toda mi vida para ese propósito. Ellos me dieron dos opciones. Una, podría hacer de tres a cinco años en un cárcel juvenil por el robo calificado automóvil. Dos, podría pasar un corto período de tiempo en un centro de rehabilitación. —¿Por cuál te decidiste? —Preguntó Hobie cuando BJ hizo una pausa.

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—Pensé que el tiempo en rehabilitación no sería tan malo como la prisión. Quiero decir, escuché todas las historias de otros niños. La detención de menores era prisión, simple y llanamente. Todavía no podía creer que me estaba pasando, ¿sabes? Es como si no fuera real, como si le estuviera sucediendo a otra persona. Así que tomé rehabilitación. —Negó con la cabeza—. Resulta que mi viejo no me estaba enviando a un centro de rehabilitación tradicional para la desintoxicación de drogas o alcohol. Yo estaba allí para un ajuste de comportamiento. Terminé en un lugar que estaba decidido

a

curarme

de

todos

mis

males

sociales,

incluyendo

la

homosexualidad. —Oh Dios. —Dios definitivamente no estaba en este lugar. Era el Instituto GriffinWard30. BJ hizo una pausa y Hobie frunció el ceño. —¿En Wisconsin? —¿Has oído hablar de ello? Hobie asintió con la cabeza. En la escuela de medicina. Griffin-Ward era un caso de libro de texto del daño que el poder, el dinero y las nociones equivocadas de algunos terapeutas fanáticos podrían hacer a los adolescentes. Todo residente que hizo una rotación en psiquiatría oyó hablar del Instituto. —Lo que oíste o leíste no era la mitad de él. Me golpearon a diario como una forma de terapia de aversión. Había niños y niñas, que fueron violados, inyectados con drogas, incluso lobotomizados. Nombra cualquiera y probaron el tratamiento en nosotros. Los padres ricos recuperaron a sus hijos de la manera que ellos querían. Tenían miedo de sus propias sombras, pero bueno, al menos ya no hacían fiesta. El loco que dirigía el conjunto lo llamaba “tratamiento alternativo”. Cualquier prisionero te diría que era una tortura ordinaria. 30

Es un centro imaginario.

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Las lágrimas cayeron de los ojos de BJ, pero apenas se dio cuenta de ellas. Había aprendido a bloquear las emociones, a pensar en ese momento como si le hubiera pasado a uno de los personajes de sus novelas. Ella nunca más lo personalizó. Tenía miedo de lo que pasaría si lo hiciera. —Supongo que fui una de las afortunadas. Soborné a uno de los enfermeros y él envió una carta a mi abuela por mí. Nunca olvidaré el día en que Tanti irrumpió en el lugar. —Se rio, y esta vez, la risa fue más fácil, menos amarga—. Ella y Aimee trajeron a algunos reporteros, y hasta el día de hoy, no tengo ni idea de dónde consiguió a esos matones enormes con los palos de béisbol que entraron con ella. —¿Cuánto tiempo llevas allí cuando Evelyn llegó? —Seis meses. —Te aplaudo, Baylor. BJ miró sorprendida. —Realmente, —continuó Hobie—. No sé si podría incluso haberme mantenido cuerda y mucho menos convertirme en un miembro normal de la sociedad después de una experiencia como esa. Nadie antes le había dicho eso a BJ. Por otra parte, nunca le había dicho a nadie acerca de esta pequeña parte de lo que le había pasado. Juliana sabía lo básico, pero nunca había tenido conocimiento de los pensamientos de BJ sobre esos seis meses. —Habrías estado bien. —No. No, no lo haría, —dijo Hobie—. Somos quienes somos. Si hubiera sido una persona tan fuerte como tú, no habría abandonado la medicina como lo hice. —¿Qué sucedió para hacerte cambiar de dirección? Hobie dio la misma sonrisa que BJ llevaba antes, teñida de pesar y dolor. —Quizá en otra ocasión, ¿eh?

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—Por supuesto. Ha sido un día emotivo, ¿verdad? —Podría decirse que sí. —Personalmente, trato de no tener más de una crisis con el estómago vacío, —agregó BJ con una sonrisa—. ¿Me perdonas por hablar con tu madre de esa manera? —¿Cómo no iba a hacerlo? Seguiste tu corazón y no creo que eso sea algo malo. Además, tengo la extraña sensación de que nunca haces lo que te dicen. —Estás en mí. —BJ sonrió—. Hey, hablando de estómagos vacíos, ¿podría pedirte un gran favor? —Por supuesto. —¿Crees que podrías alimentarme? Estoy muy hambrienta. Hobie se rio en voz alta y BJ se dio cuenta de que iba a adorar ese sonido. —¡Oye, mamá, Baylor, mira lo que puedo hacer! —Noah se paró en el césped y dio la vuelta en un círculo. Después de girar como una peonza por lo menos diez veces, dio un paso adelante y rápidamente cayó al suelo. Las dos mujeres se sentaron y escucharon las risitas del joven. —Eso es genial, cariño, —dijo Hobie. Ocultó su rostro detrás de su mano y miró a BJ—. ¿Me creerías si te dijera que es realmente un prodigio disfrazado? BJ miró al chico que yacía en la hierba y se reía de su ingenuidad. —Qué orgullosa debe estar. Las dos mujeres continuaron riéndose al entrar en la casa.

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CAPÍTULO 12

—¡Ok, Chorro! —BJ abrió sus brazos y Arturo saltó a su alcance—. Siento que estoy actuando un episodio de Misión: Imposible31 cada vez que hacemos esto. —Volteó la caja cerrada de los controles del sistema de agua del invernadero, luego saltó a la puerta y se escapó al sol antes de que la primera gota de agua cayera. —¿Estamos mejorando en esto, o qué? —Le preguntó a su compañero canino. Habían pasado dos meses desde que BJ llegó a Ana Lia. Todavía tenía algunas cosas que aprender sobre la isla y sus habitantes excéntricos, pero cada día, se sentía más cómoda. Comió la mayoría de sus comidas en Rebecca's Cove, hablando de todo, desde libros a deportes con los otros clientes. El invernadero, Arturo y todas las demás tareas alrededor de la casa de su abuela se habían convertido en rutina. Incluso consiguió hacer algo mejor de su escritura mientras descansaba con su portátil en el porche durante las cálidas tardes. Una cierta veterinaria tomó una gran cantidad del tiempo libre de BJ. Le gustaba pasar tiempo con Hobie y Noah. El chico era tranquilo y tímido, pero tenía una manera increíblemente libre e interesante de ver la vida. Nada parecía desanimarlo; él tomaba todo con calma. La cuestión aún en la mente de BJ era el padre de Noah. Supuso que podía haber preguntado por él, pero eso podría haber sido forzado. No quería que Hobie pensara que estaba interesada en ella.

31

Serie de televisión norteamericana de espionaje. En cada episodio se resolvía un caso muy complicado, de ahí el título de la serie. Fue emitida desde 1966-73 en plena “guerra fría”.

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BJ podía ver donde Noah heredó su naturaleza reservada. Hobie era una persona tan tierna y amable como alguna vez, había conocido. Hobie tenía un temperamento chisporroteante cuando era provocada, pero en su mayor parte, era paciente, incluso ante mucho sufrimiento. Eso no quería decir que BJ y Hobie no siguieran teniendo días malos. Además de Laura, Hobie no estaba acostumbrada a tener a nadie más con quien hablar o confiar. Parecía como si Hobie hizo todo lo posible para mantener su espíritu de independencia. BJ también era nueva en el campo de la amistad. Hasta el momento, había hecho poco más que la ocasional ligero coqueteo con Hobie. No estaba segura de por qué, pero cada vez que pensaba en tener una relación más íntima con ella, se enfermaba del estómago. Debido a que tener una amiga era una experiencia bastante nueva, decidió dejarla las cosas como estaban. Aparte de Juliana, BJ no tenía otros amigos en los que pudiera confiar o compartir confidencias. Hobie cumplía los requisitos en ambos sentidos. BJ miró su reloj una vez más. Tenía que escribir algunos párrafos más mientras los personajes seguían gritando en su cabeza o perdería la escena. Debía encontrarse con Hobie, quien la estaba llevando al Doc Elston por primera vez. Ella rezó para que pudiera cambiar a una bota de yeso que Hobie había explicado que era una posibilidad si las radiografías parecían buenas. BJ empezó a escribir una vez más. Sabía que llegaría tarde, pero tenía una regla cuando escribía: nunca digas no a tu musa.

—No entiendo por qué no puedes poner el nuevo yeso, —dijo BJ. Ella y Hobie estaban sentadas en el Jaguar frente al consultorio del Dr. Elston. —En primer lugar, no sabemos con certeza si estas lo suficientemente bien en el proceso de curación para permitir un yeso corto, y mucho menos una bota de yeso. Es por eso que necesitas las radiografías. En segundo lugar, no soy el médico de la ciudad. Sólo te vi ese día porque Doc Elston estaba de vacaciones. Sería poco ético de mí tomar uno de sus pacientes.

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—Pero ¿y si te elijo como médico? No sería robar si me entregara a ti. —Ambas mujeres hicieron una pausa por un momento después de ese comentario. BJ se aclaró nerviosamente la garganta. —Um, dijiste que tenías una licencia. —¿Huh? —Preguntó Hobie. Su mente parecía estar todavía en la imagen visual del último pensamiento de BJ—. Sí, sí, así es, pero creo que debes darle una oportunidad primero al médico. Es lo que yo querría si yo fuera él. —Ah, vale. Vaya, ¿alguien te ha dicho alguna vez lo obstinada que eres? —Eso suena muy parecido a la olla terca diciendo hola a la tetera. —Touché. —Hay algo que debo advertirle acerca del doctor. —¡Oh no! ¿Qué ve o quién cree que no está muerto? —Eres poco graciosa. ¿Estás pensando en tomarte este acto serio? —Tomo nota, mamá. Entonces, ¿cuál es el cuelgue de este tipo? —Supongo que la manera más fácil de explicarlo es decir que él es un poco olvidadizo. No es un hombre estúpido. Es un médico muy bueno, pero puede que tengas que... mantenerlo encaminado. —Esto va a ser divertido, puedo verlo ahora. —BJ alcanzó el asiento trasero para sus muletas—. ¿Vienes conmigo? —Claro, tengo algo de tiempo para matar32.

32

La traducción más ajustada de time to kill sería tiempo libre. He preferido mantener la traducción literal para que en el siguiente diálogo una de las frases no pierda el sentido.

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—Voy a ver a un médico que admites que le faltan un par de tornillos. ¿Crees que podrías manejar no usar la palabra “matar”? —Oh, vamos, —dijo Hobie mientras salía del automóvil. —No seas tan asustadiza. —Qué comentario más maduro, —dijo BJ, sacando la lengua a Hobie. El consultorio del doctor era exactamente como BJ imaginaba el consultorio de un médico de una pequeña ciudad. Había cuatro salas de examen, pero por el silencio, adivinó que nunca había más de dos salas llenas de pacientes al mismo tiempo. Baldosas de cerámica verde pálido y blanco decoraron las paredes. El pesado olor de antiséptico colgaba en el aire, el olor distintivo que distinguía los consultorios médicos de otros lugares de trabajo. No pasó mucho tiempo antes de que BJ se sentara en una mesa de examen en una de las salas traseras. El médico entró inmediatamente. —Buenas tardes, señorita... um... —Se refirió a la gráfica en su mano—. Señorita Warren-Baylor, —sonrió y BJ respiró hondo. —Sólo Warren, —aclaró ella. —¿Señorita Solo Warren? El doctor se quedó mirando los papeles en la mano confundido, y BJ tomó otra respiración profunda. —Mi nombre es Baylor Joan Warren. —Ah. Tecnología, ¿eh? —Indicó la copia impresa de la computadora. —Es una cosa maravillosa. —¿Qué podemos hacer por usted hoy, señorita Warren? BJ miró al médico a los ojos, luego miró hacia abajo a su pierna derecha donde un yeso estaba desde el dedo del pie hasta la mitad del muslo.

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Esperaba a medias que el hombre se riera de sí mismo por no tener esa pista tan obvia. Cuando el silencio se hizo incómodo, ella habló. —¿Tengo un hueso roto? —Su propia incredulidad hizo que la declaración fuera más como una pregunta. —Ya veo. ¿Cuál? BJ sabía que salir de esto requeriría algunas medidas desesperadas. —Perdone doctor, pero ¿puedo confiar en usted? —Por supuesto, señorita Warren. Se sentó en un taburete acolchado de cromo y se acercó. Él le dio una palmadita en la mano y BJ supo que esto era en lo que él era bueno. Era un alma bondadosa que normalmente no veía nada más grave que resfriados, golpes y moretones durante su día. Debido a este discernimiento, no tenía el corazón para atacarlo. Decidió jugar el juego de Ana Lia. —Doctor, me pregunto... ya sabe, estoy más acostumbrada a las doctoras de dónde vengo. Sé que esto es una imposición enorme, pero... ¿Se sentiría muy ofendido si le pidiera una doctora? Estoy segura que he desarrollado algún tipo de fobia o algo así, pero soy muy sensible al respecto. El médico sonrió y palmeó la mano de BJ una vez más. —Comprendo perfectamente, querida. Ahora no te preocupes por esto en absoluto. Es curioso que preguntes porque hay una colega mía en la sala de espera ahora mismo. ¿Te gustaría conocerla? Es una buena doctora. —Gracias doctor. Eso es tan comprensivo de su parte. —BJ puso su sonrisa más entrañable. —En absoluto. Por qué, sólo espera aquí un momento. ¿De acuerdo? No más de cinco minutos más tarde, Hobie atravesó la puerta de la sala de examen. Ella negó con la cabeza. —No sé lo que le dijiste al hombre.

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Francamente, no creo que quiera saberlo, pero él piensa que eres la mujer más dulce y distinguida que jamás haya conocido. —Naturalmente. —Sonrió ampliamente BJ. —No tenía el corazón para decirle la verdad. —Oh, eso duele. Hobie se echó a reír y sacudió la cabeza otra vez mientras se ponía una bata de laboratorio. Llamó a la enfermera para algunos pedidos y se preparó para cuidar a su nueva paciente.

A la mañana siguiente, Hobie se sentó en su reservado favorito en el Cove. Miró su reloj mientras bebía su segunda taza de café. Ya había pedido su desayuno habitual, sabiendo que BJ llegaría tarde. BJ, se las arregló para retrasarse, no importaba cuán temprano empezara. Siempre tenía una oración más para escribir. Sostuvo su musa responsable. Le había explicado a Hobie que su musa le había dado los pensamientos y la inspiración para escribir. En agradecimiento y gratitud, ella nunca dijo no a su musa, alegando que era la razón por la que era una escritora tan prolífica. Mientras que la mitad de sus compañeros sufría de una forma u otra el bloqueo del escritor, ella sacaba una nueva novela cada año. Hobie sonrió para sí misma. Sabía que se había metido en lo más profundo de Baylor Warren cuando su perpetua tardanza se había vuelto entrañable. Luego estaba el comentario que Evelyn había hecho de que BJ sentía algo por Hobie. Hobie lo descartó como una fantasía de una anciana, pero se quedó en el fondo de su mente. Por supuesto, también estaba Chicago. Hobie debatió con sí misma sobre una base diaria si confesar a BJ sobre esa noche en el hotel. Sin embargo, cada día que pasaba hacía mucho más

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difícil confesarlo. Después de unas semanas, Hobie renunció a sus deliberaciones, dándose cuenta de que después de tanto tiempo, era probable que BJ se enojara por la verdad enterrada. Hobie tenía una sonrisa en su rostro antes de que BJ entrara en el restaurante luciendo como un millón de dólares. El tobillo roto de BJ parecía estar curándose muy bien, y estaba extasiada con la libertad del nuevo yeso. Ella fue capaz de maniobrar mucho más fácil con sólo un bastón para caminar. —¿Cómo me veo, JoJo? —Preguntó BJ cuando se sentó en el reservado. Sacó su pierna para la inspección. —Como si estuvieras lista para el maratón de Bostón. ¿Quieres lo de siempre? —Gracias y sí, por favor. —Buenos días, —dijo Hobie con una sonrisa alegre. —Igualmente. Hablaron mientras comían, luego continuaron su conversación con unas cuantas tazas de café. Hobie había aprendido más sobre la vida privada de BJ, especialmente su infancia. BJ fue sorprendentemente libre con información de esa área de su vida. Decirle a Hobie acerca del Instituto había abierto una presa. —¿Baylor, te molesta si hago una pregunta personal? —Depende. —¿Depende de qué? —Preguntó Hobie—. Espera. Déjame adivinar. Qué personal es la pregunta. ¿Cierto? BJ se inclinó hacia delante. —No. Depende de lo bien que lo preguntes. —Sonrió con altivez.

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—Ok. —Hobie ofreció su propia sonrisa edulcorada. —Evelyn siempre me ha dicho que eres una autora exitosa. Incluso has dicho que eres escritora, pero... —¿Pero? —Repitió BJ. —Supongo que me gustaría saber por qué no puedo encontrar tu nombre en ninguna parte. He mirado bajo cada género y cada grafía de tu nombre que puedo pensar, pero nada. La biblioteca no tiene un libro o algo de información sobre ti. ¿Eres escritora, o es una especie de encubrimiento para ocultar el hecho de que eres realmente un agente de la CIA33? BJ se rio. —Hmm, ¿CIA? Nunca he pensado en eso. —Estoy tratando de hablar en serio. —Yo también. Mira, no pierdas los estribos. —BJ vio los comienzos del temperamento de Hobie—. No estoy siendo irónica. Bueno, tal vez un poco, pero hay sólo dos personas en todo el mundo que saben lo que voy a decir. Te estoy confiando con mi mayor secreto, Hobie. —Tal vez no deberías. Quiero decir, odiaría ser la que... —No estoy preocupada. —BJ la agració con una sonrisa fácil—. Hobie, la razón por la que no puedes encontrar ninguna información sobre mí es que uso un seudónimo. Soy una escritora exitosa y conocida, pero cuando escribo, no uso a Baylor Warren. —¿Qué nombre usas? —Soy Harriet Teasley. BJ observó la reacción de Hobie, esperando ese momento de agradable sorpresa. Nunca llegó. De hecho, el rostro de Hobie mostraba poca emoción en

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Central Intelligente Agency, Agencia Central de Inteligencia. Agencia norteamericana, cuya actividad es el espionaje a nivel mundial de: países, instituciones e individuos, sobre la base de proteger al país.

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absoluto. Tomó una mirada inexpresiva. Solo se sentó allí y parpadeó los ojos unas cuantas veces, su cuerpo congelado. —¿Harriet Teasley, la reina del romance? —Preguntó Hobie. —La única e incomparable. —Oh, —fue todo lo que dijo Hobie antes de cerrar la boca. La respuesta mediocre de Hobie sí parecía afectar a BJ, mientras que Hobie parecía como si estuviera sufriendo. —¿Estás bien? —Preguntó BJ. —¿Quién, yo? Seguro, seguro. Sólo... ¡espera un minuto! Esto no es una broma o algo así, ¿verdad? —No. Harriet es mi alter ego. —¡Vaya! —Dijo Hobie, pero sus palabras no tenían entusiasmo—. No tenía ni idea. ¿Qué… um. ¿Puedo hacer una pregunta? —Por supuesto. —¿Por qué romances heteros? Quiero decir, escribir las escenas de amor debe ser difícil. —Hobie sabía que la pregunta era absurda, pero estaba tratando de obtener el concepto claro en su mente. ¿Cómo podía decir lo que realmente pensaba de las novelas de Harriet Teasley? —Confía en mí, no trabajo de memoria. —BJ bajó su voz a un susurro—. Nunca he sido capaz de hacer las cosas con chicos. No es que no haya conocido chicas que lo hicieron, —añadió rápidamente. —Pero eres gay. ¿Por qué no los romances lésbicos? —¿Cuándo fue la última vez que viste la ficción lesbiana en la lista de best-sellers del New York Times? Sin embargo, mi último libro estuvo allí durante dieciocho semanas.

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—Siento parecer tan densa, pero nunca en realidad... bueno, nunca he leído ninguno de ellos. —¿Qué? Oh vamos. Todos en el mundo leen al menos uno. Hay veintidós de ellos. Los he estado sacando desde que tenía veinte años. —Bueno... —Hobie pensó en mantener la boca cerrada. La voz en su cabeza estaba gritando para sonreír y asentir educadamente. Sin embargo, no podía hacerlo. No podía mentirle a BJ, no de nuevo. Se preguntó si podría llegar a ser lo suficientemente vaga como para apaciguar a su amiga. —Empecé uno, una vez. —¿Empezaste uno? —Preguntó BJ—. ¿Qué te pareció? Hobie se sintió entre la espada y la pared. —El libro que empezaste. ¿Qué piensas de él? —Bien... —¿Te gustó? Hobie se encogió. —Sabes, no puedo ser el mejor juez. El romance no es realmente mi género. Además, ni siquiera lo terminé. —Seguramente, tienes alguna opinión sobre lo que leíste. ¿Te gustó? —¿Huh? —Hobie parecía haber perdido la capacidad de articular mientras se apresuraba a salir de la inquisición de BJ. —Gustar. ¿Te gustó? —Realmente no creo que esté calificada para... —No tienes que ser un maldito crítico para el Times para saber si te ha gustado o no. ¿Te ha gustado? —Los dedos de BJ tamborileaban por el borde de la mesa.

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Hobie vio que BJ estaba empezando a perder la calma. —Bueno, no creo que me guste donde esto va. Alguien puede sentirse herida. —Mira. —BJ hizo una pausa y respiró hondo. Bajó la voz en lo que parecía ser un intento de moderación—. Eres mi amiga. Al menos lo más cercano a una amiga que tengo en esta isla. Yo no esperaría nada menos que honestidad de una amiga. BJ hizo una pausa y Hobie pensó que tal vez estaba hablando en serio. Tal vez los escritores estaban acostumbrados a este tipo de crítica de su trabajo. Hobie todavía estaba incierta, pero BJ parecía serio. —¿De verdad quieres mi opinión sincera? —Preguntó Hobie en tono tímido. —No, quiero que me mientas. ¡Sí! Quiero que seas honesta... brutalmente honesta. Ahora, —BJ se reclinó en su asiento—, has leído más que sólo un poco de uno de mis libros, ¿no? Hobie asintió vacilante. —Mi madre tiene todos tus libros. A veces cogía uno de la estantería... —Sus palabras se apagaron cuando sus dedos tiraron nerviosamente de la servilleta en su mano. BJ dio lo que parecía ser una sonrisa burlona.—¿Y? —Honesta, ¿verdad? —Brutalmente honesta. —Si realmente quieres saber, no leo las novelas por regla general porque encuentro a los personajes superficiales y no creíbles. Las tramas son débiles y predecibles, y todo el libro parece un manual de sexo barato velado como literatura. Francamente, siempre me he preguntado por qué la gente gasta un buen dinero en ellos. Hobie levantó la mirada y se encontró con la mirada de BJ. Una vez que vio su rostro, Hobie se dio cuenta de que había cometido un enorme error.

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Apenas antes de que empezara a hablar, la voz en su cabeza le recordó que cuando BJ pedía una opinión sincera, probablemente significaba que no quería oír la verdad. De nuevo, Hobie debería haber escuchado esa voz. —No puedo creer que hayas dicho eso. —Pero tú… —¿Quién crees que eres, un crítico del Times? —Pero tú dijiste… —No, ya veo cómo es ahora. Hobie había estado asustada, luego se puso nerviosa. Ahora estaba al límite de su paciencia. —¡Mira, fuiste tú quien dijo que querías una honestidad brutal! No puedo evitarlo si no puedes soportarlo. BJ se acercó más. —¡No tenía ni idea de que no sabías de qué hablabas! —De acuerdo, ya estoy harta. Esta conversación terminó. ¡No tengo intención de sentarme aquí y ser tratada de esta manera! —Hobie buscó su cartera y arrojó algunos billetes sobre la mesa. Recogió su cartera de cuero y se deslizó fuera del reservado. —¡No puedo creer que tengas el valor de actuar aquí como la victima! Hobie se levantó y se volvió exasperada. —Fuiste la que me pidió que fuese honesta. Intenté desviar el tema, pero no. Sólo tenías que hacerlo a tu manera. La gente sentada alrededor de ellas había detenido sus conversaciones y se centró en ellas. Incluso las camareras detuvieron su trabajo para escuchar. —¿Tenías que salirte con la tuya? Jesucristo, no podías esperar para emprenderla contra mí, ¿verdad?

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—¡Fuiste quien dijo que quería mi maldita opinión! —Gritó Hobie. Las palabras resonaron en las paredes del comedor, ahora silencioso. Fue en ese momento que se dio cuenta de que cada persona en el Cove la estaba mirando. Cerró los ojos y deseó que su presión arterial no volara lo alto de su cabeza a las nubes. —Estoy esperando una disculpa, —dijo BJ mientras cruzaba los brazos sobre su pecho. —Estás esper... —Hobie apretó el grito de su boca. El restaurante entero parecía aguantar sus respiraciones colectivas, esperando a que Hobie explotara. —Esto es lo que obtendrás de mí. No quiero que me hables, Baylor Warren. No quiero que me contactes de ninguna manera. Si me ves bajando por la calle, ¡quiero que cruce al otro lado! ¡Eres imposible! Eres totalmente egoísta y arrogante desde el primer momento que te conocí, y si es posible, ¡ahora eres aún más! —Se dirigió hacia las puertas dobles. BJ parecía aturdida, como si nadie hubiera hablado con ella de esa manera, especialmente con casi toda la ciudad viendo. Estaba tan enojada que no podía formar un pensamiento coherente. Se le puso la cara roja y chisporroteó mientras trataba de encontrar una respuesta. —¿Oh, sí? —Fue lo mejor que pudo hacer. Hobie se detuvo bajo la señal de salida con la mano en la puerta. Habló sin pensar. Cuando se le preguntó más tarde, admitió que nunca pensó en las consecuencias de sus próximas palabras. —¡Habría esperado algo más elocuente de la gran Harriet Teasley! Hobie miró fijamente a BJ. Los ojos grises de BJ se volvieron como platillos antes de estrecharse a ranuras.

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Hobie no podía creer que BJ acababa de ser expuesta, pero sobre todo, no podía creer que ella era la que lo había anunciado al mundo. Nunca había temido por su vida antes, pero por un breve momento, cuando la mirada de BJ se clavaba en la suya, Hobie sintió ese terror particular. —Mierda, —murmuró justo antes de abrir la puerta e irse. BJ cayó de nuevo en el reservado, sorprendida por lo que había ocurrido. Había una parte minúscula de ella que sabía que había traído toda la cosa sobre sí misma, pero siendo BJ, estaba lejos de estar lista para admitir tal cosa. Podía oír los susurros a su alrededor. Esperaba sin esperanza que los comensales de Rebecca's Cove no hubieran entendido el último comentario de Hobie. Sin embargo, su esperanza duró poco cuando levantó la vista y vio a JoJo de pie frente a ella. La propietaria del Cove tenía una copia de la última novela de Harriet Teasley de BJ. —¿Es cierto? —preguntó apretando el libro contra su pecho. BJ suspiró. Se preguntó cuánto tiempo tardaría en que Oprah se enterara de la noticia. Podría haber salido con algunas palabras mordaces. Al ver a JoJo sosteniendo el libro como si fuera su primer hijo, BJ no tenía el corazón. Más tarde recordó vagamente que no era su comportamiento habitual. —Sí, es verdad. —¿Te importaría mucho, señorita Warren? BJ suspiró profundamente una vez más. —Claro, dámelo34. —Sonrió ante su propio ingenio—. ¿Dámelo? ¿Tenedor? Ya sabes... un poco de humor de restaurante. —Firmó su nombre y murmuró para sí misma—. ¡Aja! Aún lo tengo. No me digas que no soy escritora.

34

En inglés dice fork it over que también se traduce como tenedor de ahí la broma

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—¡Todos, Tanti! Me senté allí y la escucho decir casi a todos en la isla que yo era Harriet Teasley! Dios mío, ¿Qué le pasa a esa mujer? ¿Está con daños cerebrales o algo así? Todo en mi vida se ha ido a la mierda desde el momento en que la conocí. —Está bien, Baylor, suficiente, —dijo Evelyn enérgicamente—. Siéntate, relájate e intenta restringir tu voz a un cuatro en la escala de Richter, especialmente si vas a usar malas palabras. BJ se desplomó en la silla de la cabecera y tiró de la parte superior de su corto cabello oscuro, lo que hizo ponerlo de punta en ángulos extraños. —Lo siento, Tanti. No quise avergonzarte con mi conducta. —Baylor Joan, nunca podrías avergonzarme. Pensé que te habrías dado cuenta de eso después de todos estos años. BJ miró con una débil sonrisa. —Gracias. ¿Por qué eres tan buena conmigo? —Supongo que eres muy dura contigo misma. Siempre lo has sido, querido corazón. Tu padre ha estado muerto por más de veinte años, pero tú lo mantienes vivo. —¿Qué quieres decir? —Quiero decir, querida, que el abuso de mi hijo no se detuvo con su muerte. Él sigue lastimándote hoy. BJ sabía que su abuela tenía razón. Por mucho que le hubiera gustado negarlo, no podía. Su padre había sido una persona arrogante y egocéntrica. Hasta que no había oído los comentarios cortantes de Hobie esa mañana, BJ nunca supo que su padre le había dejado su mayor legado. Jonathan Warren III había hecho en la muerte lo que no había podido hacer en la vida: había convertido a su hija en una copia de sí mismo.

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—Ese bastardo me hizo igual que él. —BJ se cubrió el rostro con las manos—. Nunca tuve una pista. ¿Lo sabías, Tanti? ¿Lo viste? —Creo que cualquiera que dejas cerca de ti podría verlo. El problema es que dejas tan pocas personas dentro de los límites de su corazón. No dejas que nadie se acerque a ti. —Lo sé. Me mantiene a salvo. Me impide terminar herida. —Mantenerte segura no es la forma en que la vida estaba destinada a ser vivida. Es sobrevivir, no vivir. Obtendrías mucha más satisfacción si tomas una oportunidad ocasional. Da a lo que temes una oportunidad, sólo una vez. —No quería ser así, ¿sabes? Nunca lo vi suceder. —No es raro que se pierda el bosque por los árboles. La verdadera pregunta es, ¿qué vas a hacer ahora que lo sabes? —Cambiar, —dijo BJ rápidamente—. No voy a dejar que ese hijo de puta haga esto. No le dejaré vencerme. —No será fácil, querido corazón. —Hey, soy una ex-fumadora. —BJ limpió las lágrimas de sus ojos—. No me hables de lo difícil, —le cogió la mano a su abuela—. Soy de quien estamos hablando. Quiero decir, ¿podré cambiar? —No vas a convertirte en una santa de la noche a la mañana. De hecho, parte de tu comportamiento arrogante te ha llevado donde estás hoy, así que no debes tener tanta prisa en dejarlo ir. Además, querida, sospecho que ya has empezado a cambiar más de lo que sabes. BJ pensó en las veces en las últimas semanas que había cuestionado su propio comportamiento. Había momentos en que se preguntaba por qué estaba haciendo algo tan extraño para ella. ¿Fue por eso? ¿Ya había empezado a cambiar?

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—Ahora que tienes toda esta nueva iluminación, —Evelyn le dio a BJ una sonrisa burlona—, ¿te gustaría reconsiderar tu confrontación de ayer con Hobie? ¿Era realmente el ogro que pintaste. Tal vez ambas debieran asumir un poco de culpa por las palabras de enojo que se dijeron. BJ

no

respondió.

Por

mucho

que

quisiera

negar

cualquier

responsabilidad por su pelea con Hobie, una voz en el fondo de su mente dijo que podría haber tenido una parte, aunque muy pequeña, en la pelea. —¿Por qué no lo piensas? Repasas las cosas varias veces en tu cabeza. Te sorprendería la magia que puede ocurrir aquí en Ana Lia, querido corazón. Estoy segura de que muy pronto, Hobie y tú tendrán la oportunidad de disculparse sin que ninguna de las dos sufra demasiada vergüenza o humillación. —¿Cómo lo sabes? Evelyn sonrió con una sonrisa de Mona Lisa. —Porque es Ana Lia.

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CAPÍTULO 13

Pasó otra semana en Ana Lia. Baylor y Hobie todavía estaban en pugna, a pesar de que era una pelea silenciosa. Se evitaban lo más posible. Hobie se mantenía ocupaba con el trabajo y pasaba tiempo con su hijo. Baylor odiaba admitir lo mucho que extrañaba a Noah. Se enfurruñó alrededor de la casa, y Arturo, que la siguió por todas partes, también se enfurruñó. Hobie y Baylor continuaron cenando en Rebecca's Cove, cada una negándose a hablar con la otra. La mayoría de las veces, miraban por encima de sus platos. Había momentos en que se sentían como si hubieran llevado todo el asunto el tiempo suficiente. Por supuesto, la terquedad parecía ser un rasgo del cual cada mujer tenía un montón, por lo que ninguna sería la primera en ceder y pedir disculpas. El estatus de Baylor había aumentado considerablemente en la isla desde que Hobie había transmitido involuntariamente que era Harriet Teasley. Baylor sabía que sus libros eran populares -puede decirlo por sus cheques de regalías pero parecía que casi todos en la isla poseían al menos un romance de Teasley. Baylor atribuyó esto al hecho de que era una isla y que era mortalmente caliente y húmeda en el verano, dejando a los habitantes con mucho tiempo libre. Cuando Katherine y Helen habían acorralado a Baylor en la calle una mañana, Baylor ganó puntos con Katherine preguntando sobre la salud de Albert. Las hermanas hicieron que BJ prometiera venir a firmar algunos libros, y cuando ella apareció, había una fila de gente alrededor de la tienda esperando su autógrafo.

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Era extraño en efecto, pero el hecho de que Baylor era una mujer hermosa y se había escondido como Harriet Teasley durante tantos años intrigó a sus fans. Para la gente de Ana Lia, se había convertido en una isleña. Muy lentamente, la impresión de Baylor de sí misma comenzó a cambiar. Había estado reflexionando sobre los comentarios de Hobie sobre las novelas de Teasley. Aunque Baylor sabía que Hobie no estaba en lo correcto al 100 por ciento, se dio cuenta de que Hobie no había estado totalmente equivocada. ¿Por qué estaría avergonzada de que alguien averiguara su seudónimo si estaba orgullosa de su trabajo? Había aprendido hace mucho tiempo que los seudónimos estaban destinados a esconderse detrás por una razón u otra. Baylor se escondió detrás del nombre de Harriet Teasley porque sabía que la escritura era deficiente. No era horrible, pero no era lo que había soñado con escribir cuando estaba en la universidad. Baylor se hizo la pregunta que no había pensado en años: ¿por qué continúo escribiéndolos? ¿Era sólo el dinero? Cuando era más joven, se hacía muchas preguntas. La respuesta siempre había sido la misma, pero quitaba el razonamiento de su mente cada vez .Sin embargo, esta vez se quedó en torno a su alrededor para fastidiarla. La respuesta siempre había sido una palabra: el miedo. Tenía miedo, simple y llanamente. En el fondo, tenía miedo de que si intentaba escribir algo más, algo que realmente quería escribir, el mundo descubriría que Baylor Warren era un fraude. Tenía miedo de ver que no tenía talento después de todo. Sobre todo, temía que su padre tuviera razón cuando le había dicho que nunca lograría nada. Las dudas parecían aparecer más a menudo por la noche cuando estaba sola, sin nadie con quien hablar. Se dio cuenta que era por eso que había empezado en primer lugar a beber y a ir de fiesta. Cuando se emborrachaba, se desmayaba cuando su cabeza golpeaba la almohada. Cuando recogía a una chica en un club o una fiesta, no tenía que dormir sola.

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Le sorprendió una mañana que, aparte de una cerveza ocasional, no había bebido mucho desde que había estado en la isla. Miró su reflejo en el espejo mientras se cepillaba los dientes. —Porque es Ana Lia, —dijo—. Las palabras de su abuela tenían una extraña sensación de confort para ella. Poco después, Baylor pasó por los seis canales de televisión que recibía Evelyn. Pasó por los canales varias veces durante veinte minutos. La falta de programación por cable o por satélite no hizo nada para mejorar su estado de ánimo. —Ya estoy harta de esto, Chorro. —Al oír su voz, Arturo se levantó de su sitio en el estómago de Baylor—. Necesitamos hacer algo desesperado para mantener nuestra cordura aquí. —Sacó la pequeña guía telefónica de Ana Lia de debajo de la mesa de café. Marcó cuidadosamente el número que quería y esperó. —¿Compañía telefónica? Pensé que era el número de la compañía de televisión por cable. Oh, también ustedes se ocupan del cable. Necesito instalar el cable. Es 912 la calle Oyster Bay. No, es mi abuela. Está bien, pagaré la factura. ¿Estoy qué? ¿A más de 4.500 metros del OC? ¿Qué diablos es el OC? Oh, oficina central. —Baylor se frotó una mano con la cara. No se había preparado bastante para pedir el cable al estilo de Ana Lia. —De acuerdo, ¿cómo podría saber cuán lejos estoy de la oficina central? Muy bien, ¿lo sabe? ¿El tipo que viene me puede decir? Muy bien, eso funciona. ¿Qué tal hoy? ¿Qué? En algún momento entre las ocho y el mediodía o una a cinco. Cariño, ¿cree que podría hacerlo un poco más vago? No importa. Entonces, ¿qué día? ¿Treinta días? —Gritó ella—. Si hay un Dios en el cielo, no estaré aquí en treinta días. Baylor sostuvo una mano sobre el auricular y negó con la cabeza hacia Arturo. —¡Esto no es la civilización!

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La voz en el otro extremo de la línea llamó la atención de Baylor hacia el teléfono. —¿Todavía quiero pedirlo? Le digo que, puede hacer que salgan si se sienten afortunados. Tal vez estaré aquí entre el mediodía y la una. —Cerró de golpe el receptor. Arturo gimió y ladró a Baylor. —Tienes razón. Se ha convertido en algo crítico. —Baylor alcanzó su PDA. Abrió la tapa y navegó su libreta de direcciones. Cogió el teléfono y sonrió a Arturo—. Ahora vamos a conseguir alguna acción, te lo garantizo. Una bonita voz respondió. —Sí, Anthony Falcone, por favor. Sí, dígale que es BJ Warren. —Baylor tarareó junto con la música grabada. ¿Todo el mundo usa “La chica de Ipanema”? pensó. —¡Tony, compare35! Anthony Falcone había sido el amigo y socio de Baylor en el crimen cuando estaban creciendo. Su familia tenía dinero, así que el padre de Baylor aceptó la amistad. Lo que no sabía era de dónde provenía todo ese dinero. El padre de Tony manejaba el tipo de negocio del que nadie hablaba, y probablemente era mejor para su salud si no lo hacían. Tony se hizo cargo del negocio familiar e invirtió en suficientes negocios legítimos para mantener a los federales y al IRS36 fuera de balance. Debido a que la madre de Baylor había nacido en Palermo, la familia Falcone dio la bienvenida a Baylor a su hogar como una de los suyos. —Estoy bien, ¿y tú? ¿Cómo están tus padres? —Baylor escuchó mientras le hablaba de su familia. En el pasado, ella abriría el correo o buscaría una revista cuando la gente hablara sobre sus hijos o cónyuges. Ahora se encontraba preguntando cómo iban los niños en la escuela y cuándo venia el nuevo bebé. También Tony parecía notar la diferencia en su comportamiento. 35

Amigo en italiano. Internal Revenue Service El Servicio de Impuestos Internos es la agencia federal del Gobierno de los Estados Unidos, encargada de la recaudación fiscal y de los cumplimientos de las leyes tributarias. 36

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—No realmente, estoy bien. Estoy en Florida. ¿Te acuerdas de Tanti? Bueno, ella se enfermó y yo vine a la isla Ana Lia, luego terminé rompiendo mi pierna. No, ella no es tan mala y estoy bien, pero tengo un pequeño problema que creo que podría arreglar para mí. Baylor se sentó y apoyó la pierna en la mesa de centro. —Bueno, aquí está la historia. Necesito una de esas antenas parabólicas instaladas aquí en la casa de mi abuela. Ya sabes, una de esas enormes cosas que va a captar un debate televisivo en Bangladesh. Además, lo quiero ahora, como hoy o mañana antes de que pierda mi cordura en esta isla. ¿Qué me dices? Cogió una pluma y un papel y anotó algunas cifras y nombres, dando su información personal cuando Tony la pidió. Finalmente, le dio su número de tarjeta de crédito. —¡Tony, eres el mejor! Buona salute e ricchezza37, amigo mío, —exclamó antes de colgar. —Hey, Chorro, —Baylor frotó la cabeza de Arturo—. Esta tarde, vemos la televisión como personas reales. Es bueno tener amigos en la mafia.

Era el desayuno en el Cove. Hobie y Laura estaban sentadas en la barra cuando Baylor entró y se sentó en un reservado. Sin saberlo Hobie y Baylor, la mayoría de los clientes regulares del Cove tenían apuestas con respecto a cuánto tiempo las dos mujeres podrían durar antes de que explotaran. Todos conocían a Hobie y habían llegado a conocer a Baylor. Esperaban todas las mañanas en el borde de sus asientos, preguntándose si ese sería el día. Para decepción de los clientes, la mañana terminó siendo sin incidentes. Hobie y Baylor se turnaban para mirarse mientras trataban de no aparecer como si se estuvieran viendo. Ambas estaban muy cerca de ceder.

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Buena salud y riqueza

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—Hobie Lynn, tu madre está en el teléfono. —JoJo puso el teléfono inalámbrico en la barra en frente de Hobie. —Gracias, JoJo, —le gritó Hobie a la ya retirada figura—. Mamá, ¿qué pasa? ¿Noah está bien? —Su frente se arrugó mientras escuchaba—. ¿Por qué lo enviaron a casa? ¿Qué quieres decir con el día de la conferencia del profesor? Nunca dijeron nada. La voz de Hobie se hizo más fuerte. —Mamá, ¿qué quieres decir con que no puedes cuidar a Noah? No, no puedo tenerlo conmigo todo el día. Tengo visitas que atender. No estaré en el consultorio todo el día. ¿Puede Mack cuidarlo? Bien, tráelo aquí al Cove y encontraré a alguien para vigilarlo. No, no estoy molesta contigo. Hobie apagó el teléfono y exhaló un suspiro exasperado. —¿Problemas? —Preguntó Laura. —Creo que me gustaba más cuando mi mamá pensaba que papá estaba vivo y que no tenía vida. —No quieres decir eso. —Oh, lo sé. Parece que tuvimos una mala comunicación hoy. Noah no tiene escuela y mamá tiene planes. No solía salir nunca de la casa. Ahora está en un club de lectura y la Hermandad de Damas, y pasa dos días a la semana jugando a las cartas en el hospital con Evelyn. —Uh oh. —Sí, uh-oh está bien. Todavía no tengo que entrar en pánico. Hey JoJo. —JoJo se volvió hacia Hobie—. ¿Hay alguna posibilidad de que puedas hacer de niñera hoy? —Oh, cariño, lo haría si pudiera. Vamos a tener la fiesta de aniversario de Sally Armistead esta noche, y voy a estar ocupada corriendo entre aquí y el continente para suministros de última hora. Lo siento.

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—Oh, una locura, me olvidé de lo de esta noche. De acuerdo, no te preocupes. Gracias. Hobie miró alrededor del restaurante y encontró la mirada de Baylor antes de que Baylor se apartara rápidamente. Ni en un millón de años dejaré a Noah solo con ella. —Señora. Emberly. Hobie saludó a la mujer mayor, que estaba sentada con otras cuatro mujeres. —¿Has oído algo de Petey? —No querida. Me temo que tendré que renunciar a la esperanza. —Lo siento. Me preguntaba si podría imponerle a una de ustedes damas el cuidar a Noah por mí hoy. Saben lo bueno que es y... —Oh, querida, sabes que lo haríamos, pero estamos celebrando hoy el cumpleaños de Hannah. Tenemos reservas en Tampa para el almuerzo. —Entiendo. Ustedes tengan un gran día y Hannah, feliz cumpleaños. Hobie se trasladó de un reservado a otro sin éxito. Por extraño que pareciera, casi todos los que conocía tenían un compromiso anterior. Después de quince minutos, Casi había agotado todas las opciones de niñeras en la ciudad. Cepillándose los flequillos de la frente, miró a Baylor sonriendo como loca, con los brazos apoyados en el respaldo del sillón. Hobie puso sus manos en sus caderas y miró hacia atrás. Estaba sin opciones cuando vio a Noah corriendo en el restaurante. —¡Hola mamá! —Hola cariño. ¿Ya has desayunado? Noah asintió con la cabeza. —Bueno. ¿Qué tal un vaso de leche? —¿Leche con chocolate? —Preguntó esperanzado.

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Hobie se rio entre dientes. —Ve a sentarte con Laura en la barra y dile JoJo dije que estaba bien. Voy en un momento. —Bien. Hola, Baylor. —El joven saludó al pasar junto a su reservado. —Hola, Bubba. Hobie se paró frente a Baylor y cruzó los brazos. Baylor parecía estar disfrutando mucho de la situación de Hobie. Su sonrisa alcanzó de oreja a oreja. —Supongo que me estoy viendo poco más indispensable de lo que pensabas, ¿eh? —Baylor utilizó la misma línea que Hobie había usado cuando Baylor se dio cuenta de que necesitaba a Hobie para llevarla por la ciudad. —¿Alguna vez en tu vida has cuidado antes a un niño? —Oye, soy una mujer responsable, ¿sabes? No le daré nada malo y no voy a dejarlo solo en ningún lado. ¿Qué tan difícil puede ser? —No tienes idea. Quiero que te quedes en casa, que no andes por ahí, y espero que esté ileso y que tenga todas sus extremidades cuando vaya a recogerlo a las cuatro. —Por supuesto. Lo puedo hacer. ¿Está... eh, ya sabes, entrenado? Hobie rodó los ojos y respiró profundamente. —¡Tiene seis años! —Se dio cuenta de que eso no significaba nada para una mujer que nunca había estado cerca de niños—. Sí, está entrenado para ir al retrete. Puede manejarlo todo por sí mismo. —Guay. ¿Alguna otra instrucción de última hora? —Sí. Cuando recoja a mi hijo esta tarde, me gustaría mucho si pudiera estar en la casa de Evelyn y no en la sala de emergencias. También me gusta el chico inocente que es ahora. No quiero que aprenda a escupir, jurar o imitar los ruidos de las funciones corporales. ¿Puedes manejar eso?

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—Bueno, ahora que has eliminado todas las cosas divertidas... —Baylor vio el fuego en los ojos de Hobie y se echó a reír—. Bromeando, bromeando. No te preocupes tanto. —Bien. Me siento mucho mejor. —Oye, Bubba, —llamó Baylor—. ¿Te gustaría pasar el día conmigo? —¡Muy bien! —Noah saltó arriba y abajo—. ¿Puedo, mamá? ¿Puedo? Hobie parecía preocupada pero sonrió. —Claro, cariño. —Se inclinó y susurró al oído de Baylor—. Si le sucede algo, te juro que voy a cazarte, Baylor Warren. Baylor se preguntó si era el suave aliento de Hobie en su oído o la promesa susurrada que causó un escalofrío por su espina dorsal.

Se pararon primero por la casa de Hobie para que Noah pudiera traer algunos juguetes. Las dos mujeres no dijeron nada sobre su pelea. De hecho, ninguna dijo una palabra hasta que llegaron a la entrada de Evelyn. —¿Tienes compañía? —Preguntó Hobie a Baylor. Dos camionetas blancas sin identificación estaban en la entrada. Así se hace, Tony, pensó Baylor. —Oh, sí. Sólo estoy haciendo un pequeño... trabajo de instalación. —Baylor estaba agradecida de que los buenos modales de Hobie no le permitían curiosear. —¡Arturo! —Gritó Noah cuando entraron en la casa. El cachorro ladró excitado, girando en círculos estrechos. Noah se arrodilló y Arturo se lamió la cara. —Déjame darte la geografía del lugar, Bubba, —dijo Baylor mientras tomaba la mochila de Noah y la tiraba en una silla. —¿Huh?

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—Donde está todo. —Oh, ya lo sé. El baño está allí, la cocina allá atrás, y no es educado ir arriba. —Noah sonrió y empujó sus gafas por la nariz. —¿Así que has estado aquí antes? —Sí, mucho. Mamá viene continuamente a ver a la señora Warren. —¿De Verdad? Que interesante. Creo que tú y yo nos vamos a llevar muy bien. —Baylor sonrió ante su pequeña fuente de información—. Oye, entra al patio trasero conmigo. Tengo que comprobar algo. —Bueno —Hey allí, —dijo Baylor a los dos hombres que trabajaban en el establecimiento de una antena parabólica de 1,20 metros. —¿Eres Warren? —Preguntó el más alto de los dos. —En carne y hueso. —Ella le estrechó la mano—. Ustedes son rápidos. Lo aprecio. —Soy Dave y este es Chuck. Recibí una llamada de Pete Giamatti en Orlando. Dice que es una buena amiga de Tony Falcone. Para un amigo de Tony, yo muevo el culo. Oh, lo siento, chico. —Miró hacia abajo a Noah, pero el niño estaba demasiado ocupado observando a Chuck ajustar la posición del plato con un dispositivo de control remoto para haberlo notado. —¿Chicos puedo traerles algo para beber, lo que sea? —Preguntó Baylor. —No, gracias. Sin embargo, tendremos que entrar en la casa para instalar todo allí. —Bien.

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Dos horas más tarde, Noah y Baylor sabían mucho sobre la instalación de cables, legales e ilegales, junto con los entresijos del negocio de antenas parabólicas. Dave estaba más que feliz de transmitir su experiencia. Baylor parecía tan intrigada por todo el proceso como Noah de seis años. —Ya está todo listo, señorita Warren, —dijo Chuck. —Gracias a ustedes chicos. Hicieron un trabajo de de primera. —Pasó un billete de cien dólares en la mano de Dave—. Vayan a almorzar por mi cuenta. —Está hecho. Si tiene algún problema, —le entregó a Baylor su tarjeta de visita—, solo llámeme. En el momento en que los dos hombres se habían ido, Baylor corrió hacia el control remoto, como un niño en una tienda de dulces. Volteando a través de los más de 250 canales, sacudió el cabello de Noah. —Bienvenido al cielo, Bubba. —Guau, —dijo Noah—. ¡Ooh, los Cubs! —Tienes razón. —Baylor se detuvo en la estación local de Chicago—. Estamos a tiempo, este es el espectáculo antes del partido. ¿Te gustan los Cubs? —Preguntó, pensando en la gorra de béisbol que Hobie nunca iba a ningún sitio sin ella. —Oh sí. —Tu madre te ha enseñado bien. Vamos a ponernos cómodos. ¿Ya tienes hambre? ¿Qué tal algunos bocadillos tipo béisbol? Noah asintió con entusiasmo y levantó las gafas. —¿Te gusta la cerveza de raíz? —Preguntó Baylor mientras miraba a través de la nevera. —Sip.

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—¿Qué hay de Cheez-Its38? —¿Qué es Cheez-Its? —Aquí. Baylor abrió la caja y le entregó al chico una de las galletas naranja. —Mmm, sí. —Noah asintió mientras hablaba. —De acuerdo, Bubba. Ve a sentarte en la sala de estar. Puedes pasar por los canales y yo prepararé nuestro aperitivo. —Bien Baylor tardó un poco más de cinco minutos en reunir todos sus aperitivos habituales. Cargó un tazón de Cheez-Its, un tazón más pequeño de gruesas rodajas de pepperoni39, un poco de pepperoncini40 y dos vasos de cerveza de raíz fría en una bandeja grande, que llevó a la otra habitación. —Guau. ¿Baylor, mira esto? Se volvió hacia el televisor y sus ojos se abrieron de par en par. —¡Vaya, sí! —Sonrió a la mujer desnuda en la pantalla. Rápidamente dándose cuenta de con quién estaba, se acercó y apartó el mando de la mano de Noah. —Oh hombre. ¿Estás intentando que me arresten? —Se sentó junto a Noah y se frotó la mano por su pelo de punta. ¿Qué te parece si vemos el juego en su lugar, eh? —Bueno, —dijo con una cara roja. —Ahora esto, amigo mío, es la forma que la televisión debía ser vista. —Baylor señaló el nuevo televisor de cincuenta y dos pulgadas que había pedido junto con la antena parabólica. Sabía que era una extravagancia, pero rara vez gastaba su dinero en tales placeres y se sentía bien hacerlo. 38

Galletas de queso saladas para aperitivo. El pepperoni en EE.UU es una salchicha picante. 40 El nombre exacto es pepperocino. Es chile, ají picante en Hispanoamérica. En España guindilla. 39

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—Es como estar en el juego, —dijo Noah. —Tú lo sabes. —Baylor tomó un gran trago de cerveza de raíz—. ¿Estás seguro de que no te gustaría leche en su lugar? —No, me gusta la gaseosa. —Sí, supongo que te hacen beber leche todos los días en el almuerzo, ¿eh? De todos modos, solían hacernos. —A veces tengo leche. —¿Por qué sólo una parte del tiempo? ¡Oh hombre! Sammy, ¿por qué te has metido en esa pelota? —A veces tengo dinero para la leche, pero a veces no. Baylor se asombró de eso. Seguramente a Hobie no le faltaba dinero, ¿o lo hacía? —¿Por qué no tienes dinero todo el tiempo? —A veces se lo doy a Billy Crenshaw. —¿Por qué? —Porque él dice que se lo dé o va a pegarme. —¿Toma el dinero de la leche? —Baylor se sentó más erguida. —No lo toma, se lo doy. —¿Pero por qué? —Porque no quiero ser golpeado. Podría doler. —¿Por qué no le cuentas a tu mamá o a uno de los maestros? Noah arrugo la cara. —Parecería un bebé. —Sí, entiendo tu punto. ¿Has pensado alguna vez en decir que no? —Entonces él me golpea.

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—Tal vez, pero también puedes golpearlo. A los abusadores les gustan los niños que no se defienden. Si Billy sabe que responderías, probablemente dejará de molestarte. —Pero ¿cómo lo golpeo? —¿No has golpeado a nadie antes? Noah sacudió la cabeza. —Vamos a trabajar en ello, ¿de acuerdo? Sin embargo, recuerda esto es sólo entre nosotros. Es posible que tu madre no lo entienda. —Bien. Gracias. —No hay de qué, Bubba. Ahora volvamos a este juego, ¿eh?

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CAPÍTULO 14

Hobie llamó a la puerta por tercera vez. —Eso es. Ha hecho algo horrible con él, lo sé. Escuchó música alta que venía desde el frente de la casa donde estaba el salón. Un rápido giro del pomo de la puerta mostró que estaba desbloqueada. Pensó dos veces antes de entrar, pero dejó de sentirse mal cuando pensó en lo que estaba pasando dentro. —¡Probablemente tiene el estéreo encendido y no tiene idea de donde está Noah! Al entrar en el salón, vio una vista increíble. Baylor y Noah estaban en medio de la habitación, Noah en la mesa de café y Baylor en el suelo a su lado. Llevaban gafas negras de sol RayBan y bailaban. Bueno, estaba muy cerca de bailar. Noah intentaba imitar los movimientos de Baylor. Baylor, aunque obstaculizada por su yeso, hacia un muy buen trabajo. Como si fuera una señal, cerca del final de la canción de Sam Cooke, Noah y Baylor entraron en una versión justa de hacer un balanceo. Los dos estaban riendo y cantando, dejando a una atónita Hobie que no podía dar crédito a sus ojos. Por supuesto, había algo en ver a Baylor balanceando sus caderas perfectamente al mismo tiempo de la canción que afectó a Hobie de una manera directa. La canción terminó y Hobie no pudo resistirse. Aplaudió. Baylor se volvió rápidamente y, aunque Hobie no podía ver sus ojos, podía ver sus mejillas enrojecidas de vergüenza. Hobie no podía quitarse la sonrisa de su rostro, lo que hizo que el rubor de Baylor se profundizara. —Los dos son buenos, pero Noah es hora de irse a casa. No más baile hoy.

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—¡Pero, mamá, es Motown41! —Noah miró a Hobie a través de sus gafas de sol prestadas, sus manos en sus caderas. Justo cuando Hobie arqueó una ceja, Baylor tomó a Noah de la mesa. Metió el niño riéndose bajo su brazo y él colgó allí como un saco de patatas. —No tengo ni idea de dónde aprendió eso, —dijo en un intento de parecer casual. —Estoy segura, —dijo Hobie—. ¿No crees que así podrías estar lastimándolo? —¿Te estoy lastimando, Bubba? Noah se rio y levantó la cabeza. —No. —Él balanceó sus piernas hacia adelante y hacia atrás. —¿De dónde sacaste “Bubba”? Ya sabes, podría preferir su nombre. —Hobie no entendía por qué estaba siendo tan mezquina, pero Baylor parecía sacar a relucir todo comentario mezquino que ella tenía. Baylor miró hacia abajo. —¿Noah, está bien si te llamo Bubba? Noah rio de nuevo como si estuviera teniendo el mejor momento de su vida. Empujó sus gafas y extendió el signo de pulgar hacia arriba. —Mira, está bien con eso. Así que la pregunta es, ¿qué te molesta en realidad, Hobie? —Déjalo ir, por favor. Baylor se encogió de hombros y liberó al joven. Noah corrió hacia su madre y ella lo abrazó con fuerza. Baylor observó cómo el comportamiento de Hobie cambió instantáneamente. Siempre parecía iluminarse cuando Noah estaba cerca.

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Motown Sound, es un estilo de música soul.

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—Cariño, ¿podrías por favor llevar a Arturo y jugar un rato en el patio trasero, así que puedo hablar con Baylor? —Bueno, —respondió Noah. En el último momento, se volvió hacia su madre y tiró de sus vaqueros—. No vas a gritarle, ¿verdad, mamá? Hobie cayó sobre una rodilla y sacó la gorra de los Cubs de su cabeza. La colocó suavemente sobre la cabeza de Noah, un regalo especial. —No, cariño, no voy a gritar. —Bueno, porque me lo he pasado tan bien con ella. —Me alegro. Sigue, tú, y no vayas fuera del patio trasero. Las dos mujeres se miraron la una a la otra cuando oyeron cerrar la puerta de la cocina. Escucharon los sonidos de la risa de Noah y los ladridos de Arturo. —¿Así que todavía quieres saber qué me está molestando? —Preguntó Hobie con una voz tranquila. Baylor sintió una creciente sensación de pánico, pero trató de parecer indiferente y asintió. Hobie bajó la cabeza y pasó una mano por su cabello. Hubo una larga pausa. —¡Lo siento mucho! ¡No tenía por qué decir esas cosas de ti o de tu escritura! —Exclamó—. Lo siento tanto. Por favor, siento... —Levantó su cabeza, lágrimas corriendo por su cara—. Lo lamento, —fue todo lo que pudo sacar. —No, —dijo Baylor mientras agitaba las manos—. No, no, no. Estuviste de acuerdo. Dijiste que ya no llorarías. —Mentí. —Hobie sollozó la palabra con exasperación.

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Se dejó caer en el sofá y buscó un pañuelo de papel en una caja cercana. Hobie observó como Baylor estaba enraizado en su lugar. Estaba confundida hasta que recordó: era la debilidad de Baylor. Hobie no quería que Baylor viera en sus lágrimas, pero el hecho de que no podía dejar de llorar la hizo llorar mucho más. —Soy una perra. Lo siento mucho, —lloró. —Está bien, de verdad. Creo que todo fue culpa mía. —Baylor finalmente se propulsó a la acción—. Venga, —prácticamente gimoteó. Se sentó en el sofá junto a Hobie—. No es tu culpa, no en absoluto. Soy una perra mucho más grande que tú, pregúntale a cualquiera. —¡Oh, para! —Hobie le dio una palmada en el brazo de Baylor. —¿Qué? —Solo te disculpas porque estoy llorando. —¿Cómo sabes eso? —Porque ocurrió la última vez. Te conviertes en una torre de gelatina temblorosa cuando las mujeres lloran, ¿no? —Hasta ahora nunca lo hice, muchas gracias. ¿Cómo lo haces y por qué me lo estás haciendo? —Porque yo... —Hobie tiró su pañuelo usado en el suelo en confusión y enojo—. Porque me gustas. Muy bien, ¿estás feliz ahora? Baylor sonrió sin saber por qué. Supuso que era por la ridiculez de toda la situación. Por alguna razón, su ansiedad desapareció y escuchó la voz de su abuela en su oído diciendo algo acerca de tomar riesgos. Baylor tragó saliva y se acercó a la llorosa Hobie. Se sentía incómoda e insegura de sí misma. Claro, había movilizado más mujeres de las que podía recordar, pero era diferente cuando importaba y esto importaba. Pasó un brazo

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por el hombro de Hobie, y la cabeza de Hobie parecía gravitar hacia el hombro de Baylor. —Shh, vamos ahora. No tienes que llorar. Está bien. Sabes, puede que no sea la chica más inteligente del mundo, pero no estoy segura de que así es como funciona. —¿Qué quieres decir? —La voz de Hobie sonó pequeña y frágil. Baylor notó que sus lágrimas habían disminuido. —Estoy pensando que tal vez sea mejor que empieces a gustarme un poco al menos, o bien una de nosotras va a tener ataque. Hobie se rio entre dientes y se limpió los ojos con un pañuelo limpio. Se reclinó y se sonó la nariz. Baylor entregó la caja de pañuelos, y cuando Hobie se secó los ojos un poco más, apartó el pelo de los ojos de Hobie.

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—Baylor, no quise traicionarte. Siento haberte dicho a todos sobre tus libros. No te culparía si nunca confiases en mí otra vez. No tengo excusa ni racionalización para defender lo que hice. Fue... maldita sea, esto es tan difícil de admitir, pero fue sólo porque estaba enojada y mi enojo me hizo, no sé, perder de vista todo. Perder el control. —Entiendo mejor de lo que piensas, y está bien. —Baylor le dio un pequeño apretón al hombro de Hobie. —No, no está bien. —Realmente, lo está. —Baylor trató de encontrar las palabras para explicar—. Hablé con mi abuela la semana pasada, justo después de nuestro pequeño jaleo. Admito que estaba muy cabreada, pero estar enojada no es tan inusual para mí. Esto no va a ser ningún gran choque para ti, estoy segura, pero una gran parte de mi ira es lo que me ha convertido en una persona bastante

desagradable

para

estar

alrededor

a

veces.

Es

como,

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subconscientemente, tengo que atacar y humillar a la gente antes de que me lo hagan. —¿Por qué? ¿Te importa si pregunto? —No, en realidad, tú eres la primera persona con la que he hablado, aparte de Tanti. No soy un psiquiatra, pero para mí, es miedo. —¿Miedo? ¿De qué tendría que tener miedo alguien como tú? —El hombre que está detrás de mí, —dijo Baylor. Hobie miró inmediatamente a Baylor y frunció el ceño. —¿Está allí ahora? —Preguntó con recelo. —Siempre parece estar allí. —¿Lo ves ahora? Baylor miró a Hobie extrañamente. —¿Lo veo... ¡Oh! No, no me refiero a eso. No es como ver hámsters de noventa centímetros ni nada. —Oh, bien. —Hobie soltó un suspiro de alivio—. Por un minuto, pensé... —Que Ana Lia finalmente había llegado a mí, ¿eh? —Baylor se rio en voz alta. —Lo siento, —dijo Hobie con una sonrisa tímida—. ¿A qué te refieres exactamente cuando dices que hay un hombre detrás de ti? —Ha estado allí toda mi vida adulta, susurrando en mi oído. Me dice cosas como que nunca seré suficientemente buena o talentosa. Cosas cómo qué sólo me lastimaré si lo intento, así que es mejor no intentarlo en absoluto. —Baylor fijó una sonrisa derrotada en su cara—. Es mi padre, y ha estado allí desde que lo recuerdo. —Oh Dios. Lo siento mucho. —Hobie se enderezó para mirar la cara de BJ.

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Baylor se encogió de hombros. —Lo curioso, hasta que hablé con Tanti el otro día, ni siquiera sabía que era él. Todo este tiempo y nunca supe que cuanto más me esforzaba en demostrar que mi padre estaba equivocado acerca de mí, más me convertí como él. —¿Entonces qué vas a hacer? —No sé si puedo deshacerme de él. Fue, una gran parte de mi vida, y aunque fue sobre todo malo, no creas que puedes simplemente librarte de algunos recuerdos. Ahora que reconozco quién es y qué está haciendo a mi vida, tengo una opción. Siempre puede estar allí, susurrando, pero eso no significa que tenga que escuchar. —Bueno, BJ… —Es Baylor, —dijo Baylor, suavizando su voz—. Mi nombre es Baylor. —Sonrió. —Creo que serás capaz hacerlo, Baylor. —Gracias. Espero que tengas razón. ¿Te sientes mejor? —No, pero al menos no estoy llorando como una loca. Empiezo y no puedo parar. Es muy embarazoso. Realmente lo siento mucho. —Cuidado, esas son las palabras que empezaron todo esto, ¿recuerdas? ¿Qué tal algo frío para beber, un vaso de agua o un té helado? —El agua estaría bien, gracias. Puedo ayudar, —dijo Hobie mientras veía a Baylor levantarse del sofá y dirigirse hacia la cocina. Baylor se volvió para responder y se detuvo abruptamente. Hobie yacía tirada como un papel en el suelo. —Oh, esto no puede ser bueno, —dijo Baylor más para sí misma que para la mujer inconsciente.

—Oye, bella durmiente, —dijo Baylor desde su posición en el sofá.

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Hobie trató de sentarse. —Oh, Dios, ¿todavía está Noah afuera? Baylor puso una mano contra el hombro de Hobie reteniéndola. —Está bien, está bien. Él entró y le dije que estabas tan cansada que tuviste que tomar una siesta rápida. Parece que se lo ha creído. —Gracias. —Hobie se recostó—. Todavía creo que es muy joven para entender por qué mamá se desmaya de vez en cuando. —Trató de levantarse una vez más. —Tómalo con calma. No quiero que te desmayes de nuevo. ¿Qué es lo que tu hermano te pregunta todo el tiempo, “¿Cuándo comiste por última vez?” —¡Maldición! —Hobie se frotó la cara—. ¿Podría ser más embarazoso este día? —Dime qué hacer. —¿Tienes algún queso o un vaso de leche? —Sí, tienes suerte. Tengo los dos, pero pensé que necesitarías azúcar para volver a empezar. —Eso es para un diabético. Contrariamente a los diabéticos que necesitan glucosa cuando su nivel de azúcar en la sangre es bajo, un hipoglucémico necesita proteínas, —dijo Hobie—. Si comiera algo dulce, mi azúcar en la sangre se elevaría, pero luego eso simplemente tocaría fondo de nuevo dentro de dos horas porque produzco demasiada insulina. Baylor se levantó del sofá y se dirigió a la cocina. Se volvió y señaló a Hobie. —Permanece ahí. Es una orden. —Sí, sargento, —dijo Hobie con una débil sonrisa. Un poco más tarde, Hobie se sentía como ella misma. Una versión humillada, completamente avergonzada de su viejo yo. Ella y Baylor tuvieron

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una ligera conversación, sobre todo acerca de cómo Baylor había pasado el día con Noah. —Um, ¿puedo hacer una pregunta sin que te pongas cómo loca? Hobie se rio entre dientes. —Lo dudo seriamente, pero haz tu mejor esfuerzo. —Ambas mujeres sonrieron. —Bueno, y no pretendo predicar ni nada, pero me parece extraño que, como médica, dejes que esto te suceda tanto. —Lo sé, y no suenas como un predicador. De hecho, suenas mucho a Mack y a mi madre. Lo gracioso es que tienes razón. Debería y no hay excusa para ello. Sólo tengo una personalidad muy torpe. —Hobie arqueó una ceja en Baylor—. Ni una palabra. Baylor sonrió y sostuvo sus manos en un gesto de burlona rendición. —Lo que quiero decir es que tengo una personalidad de todo o nada. Simplemente me concentro en cosas que no soy capaz de recordar de hacer tiempo para comer, incluso cuando sé que pagaré el precio. —¿No tienes miedo de que lo hagas cuando estés cerca de Noah? —Eso también es gracioso. Cuando estoy alrededor de Noah, nunca parezco tener ese problema. Es raro, lo sé. Es como si me mantuviera en tierra de alguna manera. Lo sé, es demasiado extraño, ¿no? —No. En realidad, tiene sentido, —dijo Baylor con una sonrisa comprensiva—. ¿Hay algún medicamento que puedas tomar? Supongo que es una bajada de azúcar en la sangre. —Sí, hipoglucemia. La pérdida del conocimiento se llama shock de insulina. Mi hipoglucemia ocurre como una condición idiopática... —Hobie se detuvo abruptamente después de ver la confusión de Baylor—. Lo siento, no quise hablar difícil. Eso significa que sucede sin una causa conocida. Una vez, cuando era adolescente, estuve inconsciente durante varias horas hasta que

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me dieron una inyección de glucosa. Sin embargo, eso nunca me ha pasado de nuevo. Por lo general, no tengo ningún problema cuando como y duermo bien. —Debe ser aterrador nunca saber cuándo podría aparecer. —Un poco. Estoy contenta de que Noah no haya heredado esos genes, —dijo Hobie—. Lo he pensado mucho últimamente y he decidido cuidarme mejor, al menos por Noah. No quiero que me pierda como yo perdí a papá. Bueno... ahora sé que Noah definitivamente no fue adoptado, pensó Baylor. Justo en ese momento, el objeto de su conversación entró corriendo en la habitación. —¿Mamá, has terminado con tu siesta? —Sí, cariño, gracias por dejarme dormir. —Está bien. Tengo hambre. —Mmm, yo también. Es mejor que nos vayamos a casa, ¿eh? —Um... si quieres... —La voz de Baylor llamó la atención de la madre y el hijo—. Iba a poner algunas cosas a la parrilla y, bueno, tengo mucho. Podrías quedarte a cenar. Es decir, si quieres. —Oh, gracias, pero ya hemos abusado suficiente de ti por hoy. —No sería una molestia en absoluto, —dijo Baylor rápidamente—. ¿Qué le dices a una barbacoa, Bubba? —¿Perritos calientes? —Preguntó Noah con una expresión emocionada. —Perritos calientes... salchicha. —Oh, salchicha —dijo Hobie—. No he tenido salchicha a la parrilla desde que estaba en la universidad.

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—Entonces es una cita, —dijo Baylor sin pensar—. De repente, al darse cuenta de lo que había dicho, miró a Hobie para ver si también lo había notado. Si Hobie lo hizo, no dio ninguna indicación. La tarde se convirtió en una noche tan agradable como Baylor y Hobie pudieron recordar el pasado. Eran las nueve antes de que Hobie pudiera irse. Noah durmió profundamente en el sofá con Arturo enrollado en una pequeña bola blanca a su lado. Nunca se despertó cuando Hobie lo llevó a su camioneta. —¿Estamos bien? —Preguntó Hobie, apoyándose en la puerta abierta del conductor. Baylor sonrió. —Sí, todo está bien. Muy bien, —no pudo evitar agregar. Aspiró el olor ahora familiar del perfume de Hobie, finalmente reconociéndolo como Opium. Las dos se acercaron. Parecía natural estar de pie en el mismo espacio. Había una fuerza entre ellas, algo que no podían ver, pero si pudieran, Baylor imaginó que habría parecido zarcillos. Los hilos tejidos alrededor y se entrelazaban entre ellas, acercándolas cada vez más. El silencio pesaba en el aire. Baylor esperó, demasiado asustada para asumir el último riesgo de llegar a iniciar el beso. Era tan difícil, tan incómodo. La realidad era que sería aceptada o negada. ¿Por qué era tan difícil de enfrentar? De repente, Baylor dejó de pensar. Si estaba pensando, su mente consciente ciertamente no era consciente de ello. Estaba tan perdida en los luminosos ojos verdes ante ella, como Hobie parecía estar a la deriva en el gris de los ojos de Baylor. —Supongo... Yo, um... debería ir, —dijo Hobie en una voz de ensueño. —¿Huh? Oh, sí... um, sí, probablemente debería, um... ya sabes, entrar. —¿Dentro?

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—Dentro... de la casa. —Baylor señaló sin apartar los ojos de Hobie. —Oh sí. La casa. —Hobie negó con la cabeza y el hechizo se rompió—. Realmente tengo que ir. Muchas gracias, Baylor. —Rápidamente besó a Baylor en la mejilla. Nunca en un millón de años Baylor habría pensado que un beso rápido en la mejilla podría afectarla así. Allí estaba de pie en medio de la calle mucho después de que Hobie se hubiera ido. Le costaba creer que su mejilla todavía pudiera hormiguear con calor después de un beso.

—¿La besaste? ¡Oh Dios mío! ¿Qué pasó? ¿Qué hizo? —Preguntó Laura, incrédula. Hobie y Laura estaban tomando café y donas en la pequeña cocina del consultorio, algo que hacían los viernes, cuando disfrutaban de su desayuno, pues abrían el consultorio más temprano. De esa manera, cerraban al mediodía. Laura estaba sorprendida por la noticia. —Detalles, mujer, detalles. —Oh por favor. No hay detalles que contar. Fue un beso amistoso en la mejilla “gracias y buenas noches”, —dijo Hobie. —Oh sí. Continuamente me das un beso de buenas noches. Puedo ver cómo pasaría eso. —Muy divertido. Mira... —La campana interrumpió su conversación. —No pienses que voy a dejar esto, —dijo Laura antes de volver a preparar la sala de exámenes para su próximo paciente—. Esta conversación continuará.

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CAPÍTULO 15

—¡Hola, mafiosa42! —Juliana Ross estaba en la puerta, con los brazos llenos de bolsas de papel. —¡Rata bastarda! —Baylor se acercó a la mujer y la abrazó. Juliana, de 1,78 centímetros, era casi tan alta como Baylor, pero más delgada y no tan musculosa. Era una mujer atractiva, con pelo corto y rubio, ojos azules y una sonrisa que fácilmente encantaba. Baylor había dicho una vez a su amiga si Brad Pitt hubiera sido una mujer, él habría sido Juliana. —Oye, compañera, estás aplastando mis galletas. Baylor se echó a reír y la soltó. Tomó una de las bolsas y le indicó hacia la cocina donde depositaron las bolsas sobre la mesa. —¿Qué diablos haces aquí? —Preguntó Baylor. —Considerando que todas las noches que he llamado en las últimas semanas, no he recibido respuesta y que he escrito alrededor de veinte correos electrónicos y deje ochocientos mensajes de voz en tu móvil, pensé que volaría, tomaría un poco de sol y averiguaría si estabas muerta o viva. —Oh, perdón por eso, compañera. —Baylor al menos tenía los buenos modales para verse arrepentida—. He estado un poco preocupada las últimas semanas. Juliana fue a la nevera y sacó una botella de cerveza. Se la mostró invitando. 42

La palabra es goombah es argot y suele utilizarse, generalmente, para mencionar a los italianos relacionados con acciones criminales. La madre de Baylor era italiana y también tiene amigos que se pueden considerar mafiosos, de ahí la traducción que se ha dado.

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—Absolutamente, —dijo Baylor. —Preocupada, ¿eh? ¿Cuál es su nombre? —Muy divertido. ¿Qué te hace pensar que es una chica? —Porque te conozco desde hace más de treinta y cinco años. Siempre es una chica contigo. ¿Cuál es su nombre? —Hobie Lynn Allen. —¿La loca que te ha atropellado? —Esa misma. Creo que puede que haya estado un poco, no sé, enojada en ese momento. Ella no es tan loca como pensé inicialmente. Es una buena chica y solo somos amigas. Baylor no estaba segura de por qué sentía la necesidad de añadir la parte de ser amigas. ¿Qué había en Juliana que la hizo sentir que tenía que minimizar sus sentimientos por Hobie? Supuso que era porque su amiga había sido una compañera de viaje mientras ella se había acostado con cualquiera por todo Chicago. ¿Se reiría ella? Juliana sonrió. Tenía una mirada en su rostro que decía que cada vez que alguien subrayaba el hecho de que eran “sólo amigos”, normalmente significaba exactamente lo contrario. —Entonces debería ser divertido conocerla. —¿Conocerla? —Baylor de repente se puso pálida—. Oh, no sé si es una buena idea. —Relájate, compañera. No es que vaya a intentar robar a tu novia. Sólo quiero conocerla. —Ella no es mi novia. Te lo dije…

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—Sé que lo dijiste. Sólo amigas, —Juliana interrumpió la objeción de Baylor—. Lo que digas. Oye, ¿no quieres abrir los regalos que traje? Supongo que ahora debes estar pasando por un retiro culinario. Deberías haber visto las miradas que recibí por llevar todo esto en el avión. —Me preguntaba qué había ahí. Pensé que sólo estabas haciendo economía cuando se trataba de equipaje. —Ja, ja, ja, ¡qué graciosa! ¿Cómo está esa pierna? —Estupenda. —Baylor abrió la primera bolsa—. De hecho, quizás me quiten el yeso esta semana—. ¡Oh, Dios mío! —Exclamó cuando vio el contenido—. La pasta de cabello de ángel de Cipriani43, los pimientos dulces asados... Ooh, también la salsa de Cipriani. Oh, Dios, pan de Marconi44, maná del cielo! ¡Eres maravillosa! —Sí, sí, como si nunca antes hubiera escuchado eso. Asegúrate de poner la última bolsa en el congelador. Al abrir el artículo en cuestión, Baylor encontró bolsas de hielo seco alrededor de los alimentos. —Aquí está. Ahora puedo morir como una mujer feliz. ¡La pizza de masa gruesa de Geno! Espera, ¿qué localización, Geno's East45? —Por supuesto, —dijo Juliana con una sonrisa de satisfacción. —Eres un regalo de Dios. —Baylor abrazó a su amiga. —Sí, las mujeres me dicen mucho. Es una maldición. —También eres egocéntrica46.

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Cipriani Spaghetti & Sauce Co, es un restaurante y tienda de alimentos en Chicago. Marconi Baking Company, es una empresa de Chicago dedicada a hornear pan tradicional italiano desde comienzos del siglo XX. 45 Aunque LJ pone Geno’s debe estar haciendo referencia a un restaurante de nombre similar en Chicago Gino’s East. La pregunta es porque en esa ciudad existe otro con el nombre de Gino’s East River North. 46 El término utilizado era egomaniac no se puede traducir como egomaníaca la RAE no recoge esa palabra en español, por eso se ha utilizado egocéntrica cuyo significado es muy similar, como ocurre con ególatra. 44

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—Aprendí de la mejor.

—¿Entonces qué hiciste anoche? Hobie no dijo nada, sólo miró los restos de su almuerzo. —¿Hola? —Laura agitó su mano delante de la cara de Hobie—. ¿Alguien en casa? —¿Uh? Para. —Hobie le dio una palmada en la mano de su amiga—. Te oí. —Uh-huh. ¿Qué dije? —Um... mierda. Laura se rio de ella. Hobie odiaba ser sorprendida haciendo algo torpe. —Estabas pensando en ella otra vez, ¿no? —¿Qué te hace decir eso? —Hobie trató de sonar indiferente. —Primero que nada, no me preguntaste a quién me refería cuando dije “ella”. En segundo lugar, tenías esos ojos seductores de ensueño que siempre pones cuando te atrapo pensando en Baylor. —Qué mala eres. —Hobie se rio—. Además, ¿cómo diablos sabrías cuál es el aspecto de mis ojos seductores? —No lo hago, pero si tuviera que imaginar cómo se verían, esos son. Lo que pregunté, originalmente, qué hiciste la última anoche. —Oh. No mucho. Vi una película con Noah. —¿Y Baylor? —Laura sonrió. —Sí, listilla, con Baylor. Sucede que a Noah le gusta.

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—Uh-huh. Y el hecho de que la dama sexy de cabello oscuro y bien construida mida más de 1,80 metros es una coincidencia. —Exactamente. Pero es una coincidencia por la que siempre estoy agradecida. —Hobie sonrió—. Oye, mejor nos vamos. Tenemos al menos un poco de trabajo que acabar antes de terminar el día. —Lo tienes, jefa. Aquí, yo me encargo. —Laura alcanzó la cuenta—. Con mucho gusto pagaré si mantienes la comida en el vientre y el cuerpo fuera del suelo. Las dos mujeres se rieron y estaban a punto de levantarse cuando Baylor y Juliana entraron en el restaurante. Baylor se detuvo frente a su reservado y, como de costumbre en la presencia de Hobie, encontró su lengua poco cooperativa. Sonrió, y habría sido necesario un tonto para no ver lo que había en el corazón de cada mujer. —Hola, —dijo Baylor. —Hola, —respondió Hobie. Juliana se aclaró la garganta con fuerza. —Oh. —Baylor se volvió hacia su amiga—. Esta es mi amiga y agente, Juliana Ross. Hobie, me has oído hablar de Jules. Uh, Jules esta es Hobie Allen y su amiga Laura. —Qué agradable conocerte finalmente. —Hobie le tendió la mano. Laura dio un pequeño saludo desde su lado de la mesa. —Esta vieja chica me dijo que había una veterinaria hermosa y su encantadora ayudante viviendo en la isla, pero no estaba preparada para esto. Baylor se ruborizó ligeramente y no supo si se debía al coqueteo de su amiga o que Hobie sabía que Baylor la había llamado hermosa.

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Hobie tuvo que retirar la mano, mientras Juliana seguía agarrándola. —Nos estábamos preparando para irnos, pero podemos quedarnos unos minutos si las dos queréis sentaros. ¿Verdad, Lor? —Eres la jefa, jefa, —dijo Laura con una sonrisa. —Oh, no creo... —comenzó Baylor. —Eso sería estupendo, —dijo Juliana. Baylor tenía una extraña sensación. Se estaba acostumbrando a sentimientos extraños. Parecía que Ana Lia la ponía más en sintonía con sus emociones, y lo que estaba sintiendo ahora se sentía mucho como celos. De repente, no quería que Juliana conociera a Hobie. Sabía en su corazón que si le decía algo, Juliana no pensaría en coquetear con Hobie. Ella tenía una gran integridad, pero ¿se reiría de Baylor? ¿Sé burlaría? Baylor cedió a la presión de las compañeras y no dijo nada. Sin ni siquiera una mirada a Hobie, se metió en el lado del reservado donde Laura se sentaba. Juliana parecía tan sorprendida como Hobie. —¿Qué te trae a Ana Lia? —Preguntó Hobie. Baylor estaba segura de que Hobie se preguntaba por qué se veía tan incómoda y por qué estaba actuando como si Hobie fuera una extraña. —Tenía un impulso increíble por ver lo que estaba manteniendo a mi mejor compañera tan lejos de la gran ciudad. —Juliana una vez más ofreció esa sonrisa encantadora—. Ya veo ahora qué la mantiene, —añadió, sin apartar los ojos del rostro de Hobie. —Así que, Jules... ¿te molesta que te llame así? —Preguntó Hobie. —En absoluto, amor. —¿De dónde eres originalmente? —Mi familia se mudó de Londres cuando yo era una niña.

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—Que interesante. Estuve allí para una conferencia hace unos ocho años. Me encantó. ¿De qué parte de Londres eres? La sonrisa de Juliana vaciló y echó una rápida mirada a Baylor, que ya mostraba el comienzo de una sonrisa. —Essex. Hobie sonrió. —Pelo rubio, ojos azules... así que, eres una chica de Essex, ¿verdad? Baylor resopló, intentando contener su risa. —Lo siento, no pude resistirme, —dijo Hobie con una sonrisa comprensiva. —No lo hagas. —Juliana señaló a Baylor con un movimiento de cabeza—. Sólo le encanta. —Bueno, es mejor que no te retengamos. —Baylor se levantó bruscamente y las otras tres la miraron. —Oh, eh, sí, —aceptó Hobie—. Realmente tenemos que ponernos en marcha. Jules, ¿te quedarás unos días? —Sí. —No. Juliana

y

Baylor

respondieron

simultáneamente.

Juliana

sonrió

amablemente a su amiga. —De hecho, acabo de decidir que un poco de tiempo en Ana Lia puede ser exactamente lo que necesito, —añadió Juliana. —Espero que nos veamos de nuevo, —dijo Hobie. —Creo que puedo garantizarlo, —dijo Juliana, apartándose para permitir que Hobie pasara.

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Baylor y Juliana observaron cómo las otras mujeres se iban. Baylor miró su reloj y rápidamente arrastró a su amiga a la barra. —Caray, compañera, ¿dónde está el fuego? —Hay algo en la televisión que no quiero perderme. Oh, ¿y qué diablos se supone que iba a estar ahí detrás? —preguntó Baylor mientras se sentaban. —¿Qué? —¿Qué? ¡Estabas prácticamente encima de ella, y dices qué! —Cuando dices “ella”, ¿entiendes que te refieres a Hobie? Baylor miró a su amiga con una expresión cínica. —Eh, tú eres la que dijo que sólo eráis amigas y ahora estás actuando como si te perteneciera. ¿Qué es, amiga mía? —Yo, uh, tú... oh, cállate y comamos. —Mira, Baylor... —Jules, ¿puedes esperar hasta el próximo anuncio? Baylor levantó una mano, sin apartar los ojos de la televisión. Juliana observó cómo casi toda la actividad en el restaurante se detuvo abruptamente. Tomó un momento o dos antes de darse cuenta de que todo el mundo estaba viendo la televisión. Le llevó unos segundos más en darse cuenta de que los actores no hablaban inglés. —Es en español, ¿verdad? —Sí. —¿Hablas español? —Tal vez un poco. Ya sabes, un par de clases en la escuela secundaria. —Parece un espectáculo muy popular.

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—Oh sí. Lo he visto desde que llegué a la isla. Es realmente adictivo, —dijo Baylor distraídamente. —¿Alguien aquí traduce para todos? —No. —Baylor se volvió y miró a Juliana como si hubiera crecido una cabeza adicional en los últimos momentos—. ¿Por qué lo harían? —Oh, lo entiendo, muy bien, muy divertido. No hablas en serio, ¿verdad? —Shh. —Baylor miró fijamente la televisión. Juliana observó la pantalla, tratando de descifrar lo que estaba sucediendo. —¿Qué están diciendo? —No estoy segura, pero creo que la morena ha hecho algo terrible a la rubia y creo que el viejo lo vio. O lo sabe de alguna manera. Juliana dejó que Baylor ordenara su almuerzo, aunque se sintió ligeramente preocupada por el sonido de las hamburguesas de aliento de pato y los munchers. Cuando llegó la comida, Juliana se había involucrado en el programa de televisión. —¿Quién es? —Preguntó ella, haciendo estallar otro muncher en su boca. —Es el amante de la rubia, pero creo que puede ser gay. —¿Cómo lo sabes? —Besó al marido de la morena. Por supuesto, eso podría no significar nada teniendo en cuenta que el marido de la morena terminó muerto al día siguiente. —Podría haber sido el beso de la muerte. —Exactamente lo que estaba pensando.

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Las dos mujeres almorzaron y vieron la televisión. Durante las pausas publicitarias, Juliana se encontró a la deriva en el pensamiento. Amaba a Baylor como a una hermana. A lo largo de los años, a menudo compitieron por las mismas mujeres, pero con una gran diferencia: Baylor estaba interesada en la conquista, el juego, pero tenía el mal hábito de no preocuparse por los sentimientos de las mujeres con las que se involucraba. La mayoría de la veces, Juliana voluntariamente renunciar a una apuesta con ella para salvar los sentimientos de la mujer involucrada. Había visto a su amiga crecer excesivamente celosa cuando se trataba de alguien que le interesaba, pero era una envidia nacida de la posesión y la propiedad, no verdadero amor. Juliana deseó que una sola vez su amiga pudiera experimentar el último. También se preguntó por su propio comportamiento. ¿Se había dejado llevar a este mundo de Baylor con tanta facilidad? Lo atribuyó a la capacidad de Baylor de atraerla hacia sus planes y sueños. Ese había sido un talento de Baylor desde que habían sido niñas. Qué diablos, pensó Juliana. Continuó viendo a los actores en la pantalla hablar en un idioma con el que ella no estaba familiarizada. Cuando estés en Roma...47

—Déjame preguntarte algo, Jules. Baylor y Juliana se sentaron al lado de la piscina en el patio trasero de Evelyn, bebiendo margaritas y hablando de nada y todo, el tipo de conversación de amigas que se sienten completamente cómodas la una con la otra. Juliana salpicó los pies en el agua, pero la aversión de Baylor al agua abierta incluyó la piscina. Ella estaba reclinada en una tumbona a la sombra. —¿Qué piensas de mí? —Preguntó Baylor. —Trato de no hacerlo. 47

El refrán completo es: Cuando estés en Roma, haz como los romanos.

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—Como escritora. —Absolutamente genial, compañera. —¿Y qué hay de mis libros? —¿Qué pasa con ellos? —No juegues conmigo. —De nuevo, has estado pensando, ¿verdad? Hace años te dije que no escucharas a tu viejo. —No es eso. —¿Entonces qué? —Juliana se levantó y se sentó en la tumbona junto a Baylor. Envolvió en una toalla seca las piernas y trató de fingir que no sabía lo que Baylor quería decir. —Cuando estábamos en la universidad, planeaba ser una escritora tan diferente de la que soy ahora. Quería escribir novelas que... no sé... hacer la diferencia o ayudar a la gente de alguna manera. En su lugar, escribo basura barata. Como mínimo, siento que estoy viviendo una mentira. No me importa escribir historias hetero, pero romance hetero? Está lejos de lo que conozco, eso es seguro. —Esa basura te convirtió en una mujer adinerada. Además, no hay credibilidad en la idea de que escribir lo que sabes producirá una novela mejor. —No pretendo ser desagradecida, contigo ni con nadie. Sólo soy yo, supongo. —Baylor pasó los dedos por su cabello y dejó caer su cabeza contra la parte trasera de la tumbona. —Déjame contarte una historia. ¿Recuerdas cuando estábamos juntas en la universidad? Quería ser una escritora como tú. —Pensé que también lo serías. Eras mejor que yo. ¿Qué pasó con eso?

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—Empecé a escribir la gran novela americana. Quería ser la Hemingway femenina. Sentí que estaba por encima de escribir romance o misterio. Rechacé una media docena de avances para escribir la novela. Tenía palabras con enjundia dentro de mí que quería que el mundo supiera. También sentí que lo había hecho. Finalmente intente vender mi perfecta obra maestra a todo editor que pudiera conocer. —¿Qué pasó? Juliana sonrió a su amiga. —Les gustó tanto que me convertí en un agente para poder decirles a mis autores que no se vuelvan locos por lo que no se les pagan por escribir y disfruten el viaje que están haciendo dinero por escribir. —Muy divertido. —Es cierto de una manera triste. —Juliana cerró los ojos, disfrutando del calor del sol en su rostro—. Mira, deja de hacerte la loca, compañera. Te lo digo por experiencia. Si quieres sentirte bien acerca de ti misma como escritora y escribir algo diferente, hazlo, y luego ve por ello. Estaré detrás de ti todo el camino. Simplemente no hagas lo que me hice a mí misma durante los primeros diez años después de que me convertí en agente. Odiaba que sentía que estaba traicionando mi escritura. Sin embargo, tuve mucho éxito como agente. Los autores como tu ayudaron. —Juliana guiñó un ojo—. Así que durante mucho tiempo, actué como ahora. Me culpé por el hecho de que no estar trabajando como escritora. El dinero era demasiado bueno para decir que no, así que me sentí culpable, convirtiéndome así en una persona muy miserable el noventa por ciento del tiempo. —Por eso siempre has sabido qué decirme, ¿no? Has estado allí, —dijo Baylor. —Vaya sí he estado allí. —Entonces, ¿cómo lo hiciste? ¿Cómo lo superaste?

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—Supongo que finalmente hice una elección. Eso suena simple, ¿no? En realidad, tenía treinta y cinco años y acababa de darme cuenta de que tomar una decisión personal, que afectó toda mi vida, fue lo más difícil que pude hacer. Ojalá hubiera visto la verdad de esto veinte años antes. —Te escucho. Juliana miró mientras Baylor asentía. Siempre se había prometido a sí misma que tendría esta conversación con Baylor algún día. Había reconocido a menudo el dilema de Baylor con respecto a sus novelas. Sin embargo, era extraño que aquí, en una isla frente a la costa de la Florida, Juliana encontrara tan fácil abrirse a ella. Un pensamiento nervioso pasó por su mente en ese momento. Se preguntó si debía decirle a Baylor que Evelyn le había dicho que viniera a la isla. Evelyn le había rogado que viniera a ver a Baylor, pero en ningún caso le diría quién había iniciado la visita. Aunque eran las mejores amigas, Juliana había dado su palabra. Ella eligió sonreír en silencio a su amiga.

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CAPÍTULO 16

—Si hubiera sabido que iba a haber una fiesta, habría traído ropa más bonita. —Juliana sujetó un delgado collar de oro, seguido de una pulsera a juego. Estaban preparándose para un acontecimiento social que Baylor deseaba asistir sola, o incluso con Hobie. Era una recaudación de fondos para la Biblioteca Pública de Ana Lia. Había donado todo un conjunto de novelas de Harriet Teasley, y la Hermandad de Damas insistió en que estuviera allí para el evento. —Sabes, esto no va a ser muy parecido a las fiestas en los rascacielos de la calle Lake Shore. No me imagino esto de tu agrado. Tal vez deberías quedarte. —Suena claramente como si no quisieras que fuera. Baylor miró la herida expresión de su amiga. —Lo siento. No quise decirlo de la manera en que sonaba, compañera. Por supuesto que eres bienvenida a venir. —Eso está mejor. —Juliana sonrió ampliamente. Baylor odiaba mentirle a Juliana, pero fue por su amistad y la expresión en su rostro que Baylor se rindió. La realidad era que quería mantener a Juliana lo más lejos posible de sus nuevos amigos. ¿Acabo de pensar en los locos de esta isla como mis amigos? Todavía no pudo evitar pensar que Juliana ridiculizaría sus nuevos sentimientos por este lugar, por su gente y, sobre todo, por Hobie. Jamás se le ocurrió que Juliana podría estar aceptando todo y todos en la isla. Por lo tanto,

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hizo lo que había sido bueno durante tantos años: cubrió sus verdaderos sentimientos. Tuvo un pensamiento fugaz. ¿Es que no quiero a Juliana cerca de alguna de estas personas, o simplemente Hobie? —¿Te importaría decirme qué hay exactamente entre tú y Hobie? —Te lo dije… —Sí, sí, lo de sólo amigas. Sé que eso es lo que dijiste, pero ¿era lo que querías decir? —¿A qué te refieres con lo que “quise decir”? —Vi cómo se miraban las dos. Había, no sé, como una especie de chispa o algo así. ¿Estás tratando de decirme que no hay nada ahí? Baylor vaciló durante una fracción de segundo y eso fue su perdición. Juliana leyó la vacilación perfectamente. —Me gusta, ¿de acuerdo? ¡Como amiga! —Sólo te gusta, —repitió Juliana. —Sí. No me gusta ella, gustarte de verdad. Sólo me gusta. ¿Qué? —Baylor miró indignada a Juliana. —No he oído a nadie usar esa expresión desde que estaba en el sexto grado, —dijo Juliana antes de que se echara a reír. —Eres la típica jodida comediante. —Baylor le dio la espalda y se puso una chaqueta de lino sobre su top. —Es que eres tan transparente como el cristal. ¿Por qué no le dices a esa chica que la quieres? —No es así entre nosotras. —Quieres decir que eres cobarde.

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—¡No soy cobarde! —Gritó Baylor—. ¡Solo somos amigas! —Entonces no te importará si la invito a salir. Si una declaración pudiera haber sido el equivalente de dejar caer una bomba en el centro de una habitación, esa era una. Todo lo que Baylor podía hacer era mirar a su amiga con incredulidad. —¿Qué demonios se supone que significa eso? —En primer lugar, no es de extrañar que no haya estado en una cita aquí si no entiende lo que significa pedir a una mujer. En segundo lugar, creo que es condenadamente atractiva y agradable. Si no la quieres así, bueno... —Creo que sería una mala idea. —Baylor encontró por fin su voz—. Una muy mala idea. —Empezó a andar, su yeso golpeando fuertemente en el piso de madera. —¿Y por qué? —Juliana cruzó los brazos sobre su pecho y miró a su amiga con una expresión divertida, que se perdió en Baylor. —Porque... porque... porque Hobie no necesita ningún problema en su vida en este momento. —Baylor señaló a Juliana. —No estaba planeando casarme con ella. Estaba pensando más en una cena, bebidas, tal vez un pequeño besuqueo. —Ella no es ese tipo de chica. —Dijiste que tenía un hijo. —¿Qué tiene eso que ver con esto? —Quiere decir que ella fue esa clase de chica por lo menos una vez. —Juliana movió sus cejas. —Estás enferma, ¿sabes eso? —Gritó Baylor a través de la habitación. Juliana se rio en voz alta. —Mira, Baylor...

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Baylor colocó firmemente las manos contra sus orejas. —No puedo oírte. La boca de la loca se está moviendo, pero no estoy escuchando. —Tarareaba en voz alta, pero no pudo ahogar la siguiente pregunta de Juliana. —Si quieres a esta chica, compañera, ¿por qué no me lo cuentas? —¿Qué? Sólo porque creo que tal vez no deberías bailar el vals en la ciudad y follarte a mi amiga, ¿eso significa que la quiero? —Bastante, sí. A menos que... —Juliana hizo una pausa como si recordara algo—. A menos que tengas miedo de admitir que te gusta esta chica. Incluso a mí. Baylor se puso pálida. —Yo... ya no quiero hablar más de eso, —le volvió a dar la espalda a Juliana, cogió su cartera y se la metió en el bolsillo de la chaqueta. —¡Oh, Dios mío! —Juliana observó a Baylor frenéticamente paseando por el comedor—. ¡Sally Ann Kapinski! Baylor se volvió para mirar a su amiga. —¡Estuviste de acuerdo en jamás volver a mencionarla! —Es eso, ¿verdad? —Juliana sacudió la cabeza con asombro—. Estabas enamorada de Sally, pero tenías miedo de admitirlo. Tenías miedo de que todos se rieran de ti. —Estás llena de mierda, —gruño Baylor. —Temerosa que todo el mundo se burlaría de ti, —continuó Juliana—. La lesbiana más elegible en Chicago finalmente teniendo sus alas cortadas y poniendo los grilletes. Es eso, ¿verdad? Sabías que tomarías mierda de todos nosotros, así que te acobardaste. Nunca le dijiste a Sally cómo te sentías y te dejó por eso. —¿Sabes qué? No me importa. Entonces no me importaba un comino Sally Kapinski y ahora no me importa un carajo Hobie Allen. Si quieres hacer el

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ridículo pidiéndole salir, ¡hazlo! —Baylor enderezó su chaqueta y luchó por controlar su temperamento—. Solo déjame fuera de tu pequeño plan. Ahora, ¿podemos irnos o quieres analizar mi puta vida un poco más, doctor? Juliana se quedó en silencio un momento más. —Estoy pensando que el manejo del estrés podría ser algo en lo que quieres mirar, compañera. Baylor lanzó un grito estrangulado de frustración, luego habló con voz lenta y tranquila. —Voy a matarte un día. Voy a hacerlo lento y doloroso, lo juro. No, aún mejor, voy a esperar mi tiempo hasta que un día, estén manteniendo una audiencia mental para ti. Entonces voy a explicar, con gran detalle, lo completamente loca que eres. Juliana sonrió y cogió las llaves del Jaguar de la mesa. —Promesas, promesas. La carcajada alegre de Juliana siguió a Baylor mientras salía por la puerta principal. Cerró los ojos y contó hasta diez, preguntándose cómo podría llegar a empeorar su noche.

—Luces como un millón de dólares, —dijo Baylor a Hobie, que llevaba un elegante vestido azul pálido que se aferraba a su cuerpo de una manera que hacía difícil que Baylor se concentrara en otra cosa. Ella había hecho el propósito de buscar a Hobie antes de que Juliana tuviera la oportunidad de hablar con ella. —Gracias. También te ves guapa, —dijo Hobie—. Sabes, me alegro de que tengamos unos minutos a solas. Hay algo de lo que necesito hablarte. Tiene que ver con Noah. Ya ves, él... —Hola, Baylor. —Noah tiró de la pernera del pantalón de Baylor para llamar su atención.

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—Hola, Bubba. ¿Qué pasa? —Baylor miró al joven e inmediatamente se preocupó—. ¿Qué diabl… te pasó? —Eso es lo que quería hablar contigo, —dijo Hobie. Baylor se agachó rápidamente y recogió a Noah en sus brazos. Llevaba una amplia sonrisa y un ojo morado. —Noah, ¿qué pasó? —Baylor estaba más que preocupada mientras examinaba su moretón. Su preocupación por el chico no se perdió para Hobie. —Bueno, —comentó Noah mientras gesticulaba salvajemente con las manos—, Billy Crenshaw se acercó a mí y me dijo: «Dame tu dinero para la leche o si no», y yo le dije: «¿O qué?», «O bien, te voy a pegar », dijo. Así que simplemente dije lo que me dijiste. Le dije: «¡Olvídalo, rata bastarda, mi dinero es para mi leche!» —Noah sonrió, Hobie arqueó una ceja y Baylor se encogió ante el lenguaje que la joven había recogido de ella. —¿Entonces qué pasó? —Baylor parecía casi asustada al oír la respuesta. —Entonces él me golpeó. Me caí, pero ¿sabes qué, Baylor? Baylor entendiendo meneó la cabeza. —Cuando me golpeó y me caí me dolió, pero no me dolió tanto como lo esperaba. Así que me levanté de un salto y levanté los puños como me lo mostraste, con los pulgares afuera, y le dije: «Todavía no estás recibiendo mi dinero, rata bastarda». «Te golpeó de nuevo», y le dije: «Sólo intenta». Cuando lo intentó, le pegué un puñetazo en la barriga, tal como me dijiste. Lloró como un bebé. Ahí es cuando la maestra llamó a mamá. —Noah soltó una risita y balanceó las piernas. —Guau, yo... um... —Baylor podía sentir los ojos de Hobie clavados en ella. No sabía qué decir. Había pensado que el matón retrocedería, dándole

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tiempo para explicarle la situación a Hobie. Sin embargo, todavía no había podido encontrar el coraje para abordar el tema, típico de Baylor. —Noah, cariño, ¿por qué no me dejas hablar con Baylor a solas? ¿Sí? —Bueno, —dijo mientras Baylor lo ponía en el suelo. —Está bien, estoy esperando. —Hobie miró a Baylor. —Está bien... um... —Dime que hay una buena explicación para esto. Dime que tuviste una buena y sólida razón para enseñar a mi hijo a golpear a alguien. Dime que sólo estoy imaginando que era una cosa estúpida, temeraria, peligrosa que hiciste. Por favor, Baylor, dame una respuesta inteligente a todo esto. Baylor parecía aterrada. No era exactamente así como había imaginado la noche. —¿Baylor? —Preguntó Hobie. —Yo... yo... oh, mierda. Estoy tratando de encontrar algo sólido para ti aquí, Hobie, pero hombre. La verdad es que le enseñé algunas cosas, pero sólo autodefensa, lo juro. Sinceramente, pensé que el matón retrocedería, ¿sabes? Oh, diablos, lo siento mucho. —Disculpa aceptada. Baylor levantó rápidamente la vista de sus zapatos. Con el fin de no satisfacer la intensa mirada de Hobie, había elegido ese momento para encontrar algo fascinante sobre ellos. —¿Acabas de aceptar mis disculpas? —Sí. —Bien. —Baylor miró a su alrededor—. Tu hermano está en algún lugar para echarme la mierda, ¿verdad?

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La risa de Hobie alivió algo las sospechas de Baylor. —¿Por qué siempre eres tan paranoica? —Normalmente tengo buenas razones. —Bueno, lo digo en serio cuando digo que entiendo por qué ayudaste a Noah como lo hiciste. Francamente, creo que debo darte las gracias. —¿Agradecerme? —Uh-huh. —Hobie asintió con la cabeza—. Lo admito, tuviste suerte que no me encontré contigo esta tarde. Mi presión arterial era bastante alta cuando estaba camino a casa de recoger a un niño con un ojo morado, especialmente cuando ese chico dijo que fuiste tú quien le enseñó a luchar. —Ahora, sobre eso... —comenzó a decir Baylor. —No he terminado, —interrumpió Hobie—. Me sentí muy molesta, como puedes imaginar. —Eso es comprensible, —dijo Baylor—. Sé cómo puedes ponerte. Su última respuesta fue un poco demasiado entusiasta. Hobie arqueó una ceja. —Lo siento, —dijo Baylor. —Como dije, estaba bastante molesta. Cuando Noah me contó toda la historia, le pregunté por qué te contó acerca de Billy Crenshaw en lugar de mí. Dijo que sabía que lo comprenderías. Tomé eso como que él pensó que entenderías lo que estaba pasando. Cuando lo pensé, me di cuenta que tenía razón. Cualquier consejo que le hubiera dado no habría ayudado a un niño de seis años contra un matón. Supongo que me preocupo tanto en asegurarme de que Noah crezca para ser respetuoso con los demás y un chico agradable que me olvidé del resto del mundo no siempre es tan agradable. —Hobie miró a Baylor con la expresión que hizo que sus rodillas fueran débiles.

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—Gracias por estar allí para él. —No hay problema. —Baylor le dio a Hobie una media sonrisa. —Te debo una. Baylor alzó una ceja y miró su pierna enyesada. —De acuerdo, te debo mucho más que una, —dijo Hobie—. Ahora a temas más agradables. ¿Cómo está Juliana disfrutando de la isla? La sonrisa de Baylor y su expresión amable se evaporaron. —Um, Jules... bueno... mira, Hobie... sobre ella... Baylor tuvo una idea. ¿Qué pasaría si enfrentara sus temores y admitiera a Hobie lo que sentía? ¿Hobie la rechazaría? Se preguntó si era capaz. Por mucho que odiara admitirlo, Juliana había tenido razón acerca de Sally. La pesadilla más grande en la vida de Baylor era el miedo a que se burlaran de ella. No importaba si era una broma afable de los amigos. Lo temía como si fuera su propio padre burlándose de ella. Sin embargo, si no le dijo algo a Hobie ahora, podría perder la oportunidad. —¿Qué pasa con ella? —Preguntó Hobie con una expresión confusa. —Bueno, en realidad, es menos sobre Jules y más sobre mí... tú y yo. —¿Tú y yo? —Tú y yo. Creo... en realidad, me pregunto... —Baylor hizo una pausa para lamer sus labios. De repente, su boca se había secado. Puedo hacer esto. Puedo hacer esto. Puedo decirle que la amo. ¿La amo? ¿De dónde diablos vino eso? ¿Qué pasó con “Quiero salir con ella”? ¿Ella me gusta? Vale, mierda, vuelve a eso más tarde. Haz que salga contigo primero, idiota. Concéntrate, Baylor, concéntrate. —Hobie Lynn, —Baylor respiró hondo—. Me pregunto... yo-yo... Hobie, ¿quieres...?

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—Bueno, si no es mi vieja amiga favorita y mi nueva amiga favorita. Para Baylor, la voz de Juliana parecía un cubo de agua helada que le caía sobre la cabeza. —¿Qué quieres? —Preguntó amargamente. —¿Interrumpí algo? —Sí, —dijo Baylor. —Bueno, puedo volver más tarde. —Por supuesto que no, —dijo Hobie, recordando sus modales—. Le estaba preguntando a Baylor sobre ti. —Bueno, entonces definitivamente es mi día de suerte. Baylor reconoció que Juliana tenía una sonrisa encantadora y parecía saber exactamente qué decir a las mujeres. Ella solía ser así. Es decir, hasta que Hobie apareció en su vida. Baylor miró a Hobie y notó su rostro enrojecido. ¡Genial, simplemente genial! —Disculpa, necesito un trago, —dijo antes de precipitarse hacia el bar. —Me pregunto qué le ha pasado, —dijo Juliana. —También me pregunto. —Hobie la miró con anhelo—. Supongo que ella estará de vuelta. —Volvió su atención a Juliana. —Supongo que me da la oportunidad de conocerle un poco mejor. —¿A mí? —Hobie se preguntó si los dientes blancos podían ser nada más que coronas cuando se quedó hipnotizada por la encantadora sonrisa de Juliana. —Siempre quiero conocer mejor a las mujeres hermosas. —Jules, ¿estás coqueteando conmigo? —Si tienes que preguntar, debo hacerlo mal.

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Hobie se rio de la respuesta honesta. —¿Tengo un cartel en la frente que me señala como la única lesbiana en la ciudad o qué? Juliana tuvo que reírse. —No, pensé que me arriesgaría y, con un poco de suerte, me sorprenderías gratamente. En realidad, esperaba poder llevarte a un pequeño paseo por la playa. —Mi respuesta puede sorprenderte, pero no estoy segura de lo agradable que será para ti. —¿Lo que significa? —Quiero decir que soy gay, pero no estoy en el mercado para una novia. —Ya veo. ¿Ya estás comprometida? —Um... en cierto sentido. —Hobie se estaba dando una patada a sí misma por no decirle a Baylor que se había enamorado de ella. ¿Enamorada? ¿De dónde diablos vino eso? Como ella... te gusta, eso es todo. ¿No es así? —Entonces debo haberme equivocado. Lo siento, Hobie. Es sólo que cuando Baylor me dijo que tú y ella no eran más que amigas, supongo que pensé que tenía una oportunidad. Juliana se odiaba en ese momento. Por supuesto, todavía no estaba segura acerca de Baylor y Hobie; había la posibilidad de que Baylor estuviera diciendo la verdad y que la amistad era lo único que existía entre las dos. Vio sus palabras estallar en los ojos verdes, que de repente se estrecharon. —¿Solo amigas? —Eso es lo que ella dijo. ¿Me equivoco? ¿Vosotras sois más qué amigas? —Juliana sabía cuál sería la respuesta. Si alguna vez había visto a una mujer sorprendida por la noción de que de repente estaba sola, era Hobie.

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Hobie respiró profundamente. —Si Baylor dice que somos sólo amigas, supongo que eso es lo que somos. ¿No dijiste algo sobre un paseo? Juliana colocó una mano en la parte baja de la espalda de Hobie y se volvió para acompañarla por los escalones de hormigón hacia la playa. Vio a Baylor viniendo y le guiñó un ojo. La expresión devastada de Baylor le arrastró dolorosamente el corazón. Querido Señor, por favor deja que Evelyn tenga razón, o una amistad de treinta y cinco años se fue por la borda.

Baylor tamborileó los dedos impacientemente en la mesa. Había elegido un lugar cerca del borde del patio para que pudiera saber cuándo Hobie y Juliana regresaron. Cuando lo hicieron, parecían demasiado felices para su gusto. —¿Dónde diablos has estado? —Baylor estaba en su tercer vodka gimlet, lo cual no hizo nada para suavizar su estado de ánimo. —¿Perdón? —Preguntó Hobie indignada. Juliana dio un paso hacia atrás mientras Hobie y Baylor se miraban lanzando dagas entre sí. —¿Normalmente te vas y dejas a tu hijo? —Baylor pudo ver que Hobie estaba tratando de controlar su temperamento. También sabía que su primer instinto sería dejar a Baylor atacar con todo lo que tenía, pero había demasiada gente alrededor. Hobie probablemente no tenía ganas de hacer una nueva escena delante de toda la ciudad. —Si te interesa, —dijo Hobie con voz controlada—, mi madre está cuidando a Noah. —Oh, —dijo Baylor, el viento aparentemente abandonó sus velas. —Discúlpame, creo que necesito una bebida. Jules, ¿puedo conseguirte algo? —Preguntó Hobie. —Uh, no, gracias de todos modos.

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Hobie empezó a marcharse, pero lo pensó mejor y se volvió hacia Baylor. Se puso detrás de ella y se agachó. Baylor se estremeció al sentir las manos de Hobie sobre sus hombros. Luego hubo una voz sexy susurrando en su oído. —Estoy un poco sorprendida de que te preocupes tanto por dónde voy y por quién decido ver. —Hobie se levantó y dio un empujón a los hombros de Baylor—. ¡Considerando el hecho de que somos sólo amigas! —Se volvió y se alejó. Baylor

miró

a

Juliana,

que

se

sentó

a

su

lado,

ignorando

deliberadamente su expresión. —Mierda, compañera, ella siempre está enojada contigo. ¿La viste? Creo que tenía pequeñas volutas de humo saliendo por sus oídos. —Se rio de la difícil situación de Baylor, luego se acercó y robó un sorbo de su bebida. —¡Dame eso! —Espetó Baylor—. Eres una rata bastarda. ¿Tenías que decirle que dije eso? Maldita sea, Jules, ¿no sabes que me gusta esa chica? —Oh, Dios mío, tiempo fuera. —Juliana agitó las manos—. ¡Hola! ¿Aún estabas en la misma habitación cuando tuve esa conversación contigo antes? ¿Con quién diablos estaba hablando? —¡Oh, no me jodas con esa mierda! —No, definitivamente eras tú con quien tuve esa conversación. Le dije: «¿Te gusta?», Y dijiste que te gustaba, pero no te gustaba, gustarte de verdad. ¿Te suena algo de esto? —¡Oh, cállate! —Baylor terminó el resto de su bebida de un trago—. Supongo que ya le pediste que se casara contigo. —Lo haría si pensara que tenía una oportunidad de ella diciendo que sí. —Parecía muy ansiosa por salir a la luz de la luna contigo. —Bueno, tal vez fue mi considerable encanto.

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Baylor resopló. —O tal vez fue el hecho de que ella estaba tan malditamente sorprendida al oír que la mujer por la que realmente está interesada dijo que eran “sólo amigas”. —Juliana utilizó sus dedos para hacer citas en el aire. —¿Ella dijo eso? —¿Qué?, ¿qué? —Que ella tenía interés... Quiero decir, que estaba interesada en mí. Ya sabes, de esa manera. —No, ella no fue directa y lo dijo. —Entonces, ¿cómo demonios sabes que eso era lo que estaba pensando? —He estado alrededor de suficientes mujeres en mi vida para poder decir cuándo me está usando porque está enojada con la mujer que realmente quiere. Sabes, ni siquiera creo que tengamos esta conversación. Tienes cuarenta y dos años, Baylor, y estamos hablando de tu vida amorosa como si todavía estuviéramos en la escuela primaria. Baylor comió un cubito de hielo y continuó mirando a Juliana. —Como si fueras una gran experta en mujeres. ¿Te recuerdo que tienes la misma edad y también soltera? —Sí, pero tengo una cita para mañana por la noche. —Perra. ¿Todavía vas a salir con ella, sabiendo cómo me siento? —Eh, ser una compañera comprensiva no va tan lejos, especialmente cuando una mujer hermosa está involucrada. —Supongo que sé dónde está nuestra amistad, —dijo Baylor, mirando a otro lado.

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—No vayas por ahí. Si no fuera tu amiga, no te diría que la única manera de conseguir a esta chica sería ser honesta con ella. —Jesús Cristo. —Baylor apoyó su cabeza en sus manos—. ¿Cómo dejé que esta situación se jodiera tanto? —Baylor, dijiste una mala palabra. —Noah causalmente estaba en camino hacia su mesa. Él se tapó con fuerza los oídos con las manos. Juliana sonrió ante sus payasadas. Su amistosa sonrisa y sus gafas le hicieron reconocer al instante como el hijo de Hobie. —Hola, Bubba. Me atrapaste. Lo siento. —Está bien. —Sólo hazme un favor. Asegúrate de no contarle eso a tu madre, ¿eh? —Baylor levantó a Noah en su regazo y Juliana miró, aparentemente fascinada por lo cómoda que apareció a su alrededor—.Tengo una especie de situación delicada con ella esta noche. —¿Por qué? —No le dije exactamente a tu mamá la verdad sobre algo. —Oh, —Noah sacó la voz—. Mamá dice que no uses malas palabras y siempre seas honesto. —Hasta ahora, vas súper bien, compañera. —Juliana se rio entre dientes. Baylor la fulminó con la mirada. —Noah, esta mujer con la boca muy grande, su nombre es Juliana. Puedes llamarla Jules. Es mi mejor amiga en todo el mundo. Aparte de ti, por supuesto. —Le hizo cosquillas a Noah, quien se rio. —Entonces, —continuó Baylor, mirando a Juliana—, ¿crees que debo empezar a ser honesta, eh?

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—Si. —Honestidad, ¿eh? Bien, ¿cómo es esto para empezar con honestidad? Bubba, ¿sabes quién es tu padre? Noah asintió con la cabeza. —Oh, Baylor, tengo que irme. Ahora están dando pastel y helado. —Se apartó para salir del regazo de Baylor. —Espera, un momento, Bubba. —Baylor cogió su brazo—. Noah, ¿quién es tu papá? —965-2338, —dijo el niño preocupado—. Tengo que irme ahora. Baylor soltó el brazo de Noah y lo miró mientras se dirigía a la mesa de postre. —¿Qué demonios haces con eso? —No lo sé. Oh, espera. —Juliana contó los dígitos con los dedos de una mano—. Apuesto a que es el número de teléfono del tío. —Mierda, nunca pensé en eso. Si no sabe el código de área, debe significar que es local. Me pregunto... —No me digas que estás pensando en hacer lo que creo que estas. —¿Qué? —Vas a llamar a ese número, ¿no? —Tal vez. —Baylor giró lo que quedaba del hielo en su vaso. —Déjalo ir. Si Hobie quiere decírtelo, lo hará. Una chica como Hobie no se presenta en tu vida todos los días. Si tienes sentimientos por ella, es mejor que te concentres en encontrar el coraje de decirle eso. —Encuentro sumamente interesante que digas eso, teniendo en cuenta que vas a tener una cita con ella mañana.

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—Como dije, compañera, la manera de evitar que eso suceda es decirle... esta noche. No es un caso de ti o de mí. Confía en mí esta vez. Sólo soy una suplente. Si supiera que estabas en el juego, ni siquiera estaría corriendo. —Así que todo lo que tengo que hacer es salir y decirle. —La primera cosa en la que trabajar sería tu forma de expresarlo. —Juliana intentó no reírse de su amiga—. Si no puedes decir las palabras a ti misma, ciertamente no vas a poder decirlas a ella. —Está bien, está bien, estoy trabajando en ello. Creo que primero necesito beber algo más. —Sin decir otra palabra, Baylor se levantó de un salto y se dirigió al bar.

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CAPÍTULO 17

—¿Hobie? —¿Qué pasa ahora? —Hobie se volvió hacia Baylor y dejó de respirar por un momento. El cabello corto de BJ se sumergió en su rostro, cubriendo un ojo. Se veía exactamente como en la noche en que las dos mujeres se conocieron. Cualquier palabra dura que Hobie pudiera haber estado preparada para decir sobre el comportamiento anterior de Baylor se desvaneció en su lengua. —¿Baylor? —Hobie sólo esperaba que el efecto en su voz no hubiera sido audible. —Sí. Um, tienes un segundo porque tengo algo... de-de la... de la... mayor importancia de hablar contigo. El cuerpo de Baylor se balanceaba ligeramente hacia adelante y hacia atrás. Hobie se dio cuenta de que el encanto libertino que poseía Baylor se debía a la misma influencia que su primera reunión. Baylor Warren estaba borracha perdida. —Algo importante, ¿eh? —Hobie se sintió deseosa de sonreír. Era tan difícil estar enfadada con una mujer que parecía tan adorable. —Sí, sí... importante, muy importante. De hecho, amenaza de vida, —dijo Baylor. Hobie finalmente sonrió, perturbada consigo misma por ello, pero sólo ligeramente. Baylor era preciosa y encantadora. Tenía un corazón, incluso cuando fingía no tenerlo, y había algo inocentemente infantil en su habilidad de no ver nada más allá de la tarea que tenía delante. A pesar de estar tan

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borracha que tuvo que aferrarse al respaldo de una silla para mantener su cuerpo erguido, Baylor todavía tenía la habilidad de encantar a Hobie. —Así que... —insistió Hobie. —¿Y qué? —Baylor frunció el entrecejo. —Según recuerdo, quieres decirme algo que amenaza la vida. —¿Huh? Oh, sí. No, cambia la vida, no amenaza. —Ya veo. —Hobie esperó de nuevo, pero Baylor la miró con una media sonrisa—. ¿Y sería? —preguntó finalmente. —¡Oh! Sí. Um, cariño... Hobie, ¡quiero decir, Hobie! —¿Sí, Baylor? —Dos horas antes, cuando Baylor se había acercado por última vez a ella, Hobie había querido coger un objeto pesado y plantarlo en el cráneo de Baylor; ahora no estaba segura de cómo describir lo que sentía. Era como si estar con Baylor de esta manera llevara a Hobie de nuevo a esa noche en Chicago. La noche en que cada parte de ella le gritaba que fuera sensata, pero en su lugar dijo “qué diablos” y permitió que Baylor la besara de todos modos… y ese beso era algo que Hobie no cambiaría ni aunque le regalaran el mundo. Baylor se quitó el pelo de los ojos e intentó concentrarse en lo que quería decir. —Hobie, yo... Hobie, ¿quieres...? —Hobie Lynn, ¿podemos tener un momento de tu tiempo? —Preguntó Peter Mason, el bibliotecario jefe. Agregó que quería la opinión de Hobie como miembro del consejo con respecto a algunos de los fondos que habían recogido esa noche. —Claro, Peter, solo dame un minuto, —dijo Hobie. Por desgracia, cuando se volvió para mirar a Baylor, estaba caída redonda en el suelo. —Oh, Baylor, —dijo Hobie a la mujer inconsciente.

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—Oye, compañera. Vamos, despierta. —Juliana le dio unas palmaditas en la cara de Baylor unas cuantas veces más hasta que vio que estaba despertando. —¡Para con eso! —Baylor apartó la mano de Juliana. —Está de vuelta a su personalidad irritable. —Juliana miró a Hobie. —Supongo que eso significa que está bien, —dijo Hobie—. Baylor, ¿puedes ponerte de pie? —Pensé que lo estaba, —dijo Baylor. —De acuerdo entonces. —Juliana sacudió la cabeza con una risita—. Hasta que reaccionas. Compañera. Hobie miró a Baylor y la miró a los ojos antes de declarar que, mientras estaba embriagada, no se había herido. —Dios mío, pesas mucho, —dijo Juliana a Baylor, que se inclinó pesadamente contra ella—. Mejor te llevo a casa. —Aquí, déjame darte una mano. Hobie se movió hacia el otro lado de Baylor y le pasó el brazo por la cintura. Salieron de la fiesta, Baylor en el medio con los brazos alrededor de los hombros de Juliana y Hobie. —Odio hacerte esto, —comenzó Juliana—, pero no estoy segura de poder manejar sola, aquí Miss Moderación. —No hay problema, —dijo Hobie—. Esa de ahí es mi camioneta. Todas podemos caber en el asiento delantero. Las piernas de Baylor tuvieron problemas para moverse a un ritmo constante. Sus rodillas parecían convertirse en líquido a cada pocos pasos y el yeso empeoró las cosas. Se balanceó entre sus dos copilotos hasta que se encontraba casi colgada de Hobie. —Hueles bien, —dijo con dificultad.

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—Gracias. —Quiero decir que hueles realmente bien. ¿No huele bien, Jules? —Baylor inclinó la cabeza hacia su vieja amiga. —Un verdadero jardín de flores, —dijo Juliana. —Hablo en serio. —Baylor miró a las dos mujeres con la expresión infantil que sólo alguien que está bastante borracho puede tener—. Siempre hueles tan bien. —Muy bien, suficiente olor. Agacha tu cabeza y entra allí, —Hobie ordenó con una sonrisa cuando llegaron a la camioneta. Condujeron en silencio hasta que Baylor comenzó a empujar el codo de Hobie. —¿Qué? —Finalmente Hobie soltó exasperada. —No me siento tan bien. —Oh, no, no lo sabes, Baylor Warren. Si me vomitas, te juro que te meteré en la caja de la camioneta. Juliana se rio de la expresión de Baylor. —Hobie, será mejor que te detengas. Tan pronto como la camioneta se detuvo, Baylor tardó cinco segundos en salir de la cabina y perder el contenido de su estómago. Una toallita húmeda envasada y unas cuantas mentas más tarde, Baylor se acomodó en la camioneta una vez más. —Me siento mucho mejor. ¿A dónde vamos ahora? —Baylor pudo haberse sentido mejor, pero siguió pronunciando mal sus palabras. —Tengo una idea, —dijo Hobie. —Guay.

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—¿Qué tal si os dejo en casa hasta que se te pase el efecto? Luego me voy a casa y me acuesto. —Eso no suena divertido en absoluto. La risa de Hobie fue una sorpresa inesperada. —Sí, es la maldición de ser buena. Sólo llámame Hobie “no divertida” Allen. Baylor se apoyó en Hobie. —Tal vez eso es porque nadie te dio una razón bastante buena para ser mala. Hobie sintió que se le hacía un nudo en el estómago. Estaba agradecida de que Juliana estuviera en el coche con ellas porque si hubieran estado solas, sabía que se habría detenido y habría violado a la mujer a su lado. En su lugar, respiró hondo y agarró el volante con más fuerza. Finalmente llegaron a la casa de Evelyn. Juliana y Hobie ayudaron a Baylor a entrar y la depositaron en el sofá. Hobie tendió dos aspirinas y un vaso de agua para Baylor. —Tómalas, pueden ayudar en la mañana. Baylor tragó las píldoras con obediencia. —No te vayas todavía, Hobie, —suplicó. —¿Qué pasa? —Hobie se sentó en el sofá junto a la mujer ahora boca abajo. —Yo... todo esto comenzó porque tenía algo que decirte... algo muy importante. —Recuerdo. “Cambia la vida”. Creo que es la forma en que lo pones. —Exacto, Exacto. Cambia la vida. —¿Y sería? Juliana se quedó en las sombras observándolas.

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—¿Huh? —Baylor parecía confundida. —¿Qué querías decirme, Baylor? —Hobie enunció cuidadosamente cada palabra. —Oh sí. Quería decirte... —Baylor entrecerró los ojos—. Um... quería decirte... Hobie tenía miedo de oír lo que era, pero estaba más aterrorizada de pensar que no sería lo que esperaba. No tenía el valor de salir y decirlo ella misma. —¿Querías decirme algo importante? —Sí. Hobie, yo... yo... maldita sea, no puedo recordar. —Baylor miró a su alrededor como si algo pudiera mover su memoria. Hobie se levantó. —Si te acuerdas, pega un grito, —añadió con una sonrisa amable. ¿Cómo podía encontrar fallos a la incapacidad de Baylor de hablar cuando ella misma no podía reunir el coraje para hablar abiertamente de sus sentimientos? ¿Cómo podría Hobie tomar la oportunidad de abrir su corazón cuando Baylor podría no tener eso en mente? Entonces, ¿qué tan tonta se vería? Agarró la manta del extremo del sofá. Baylor ya estaba dormida cuando Hobie la cubrió con ella. Hobie estaba casi agradecida por eso. Le dio la oportunidad de mirar a Baylor sin ser observada. —Es mejor que me vaya. —Hobie apartó la mirada de la figura dormida. —Déjame llevarte fuera, —dijo Juliana. El aire que los rodeaba todavía se sentía húmedo mientras se encontraban en el porche, acogiendo la ligera brisa que rozaba su piel. —Agradezco tu ayuda para que Baylor llegue a casa. —No pasa nada. —Hobie se volvió y sonrió—. No fue un gran problema.

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—Tenía una buena razón para emborracharse como lo hizo. ¿Quieres saber por qué? —Juliana inclinó la cabeza y miró a Hobie. —No. No, no me lo digas. —Hobie bajó la cabeza para ocultar un repentino rubor—. Me gustaría usar mi imaginación sobre qué iba a decirme. —Hobie, si quieres cambiar de opinión sobre mañana... —No, —dijo suavemente—. No lo haría. Sólo espero que no te decepciones demasiado. —¿En qué… es la segunda opción? No, he sido amiga de Baylor por tanto tiempo que estoy acostumbrada a perder con ella. —Mira, somos... —Querido Dios, si dices “sólo amigas” voy a gritar. —Juliana se sentó contra la barandilla del porche—. Hobie, no estoy buscando nada mágico que suceda entre nosotras. Hace mucho tiempo que no he estado con una mujer hermosa e inteligente... una mujer agradable. Simplemente estoy deseando ver esa maravillosa sonrisa al otro lado de la mesa frente a mí mañana, nada más, sin ataduras. Hobie negó con la cabeza. Hizo una pausa para empujar sus gafas. —Entre tú y Baylor, te juro que tenéis más encanto de lo que dos mujeres deberían tener. Creo que una velada contigo suena divertido, Jules. Gracias por preguntarme. ¿Crees que Baylor será capaz de manejar una cita mientras eres una invitada? Juliana rio como si esa pregunta fuera una broma interior. —No creo que le importara tanto sí fuera a salir con alguien que no fueras tú. No, confío plenamente que la parte superior de su cabeza se desvanezca. Sabes, hace mucho tiempo que a Baylor no le importaba nadie que la pusiera nerviosa. De hecho, nunca recuerdo que sea tan malo. —Le dio a Hobie una sonrisa diabólica—. Creo que será bueno para ella.

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—Nos vemos mañana entonces. —Hobie se giró para irse—. ¿Qué dicen de las seis? —Suena bien. Baylor todavía no lo sabe, pero planeo usar su Jag. —No quiero estar cerca en esa pelea, —dijo Hobie mientras se alejaba. Ella se despidió y se preguntó por la millonésima vez esa noche por qué estaba saliendo en una cita con la mejor amiga de la mujer con la que realmente quería salir. Mañana debería ser un día interesante, pensó Hobie.

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CAPÍTULO 18

—Hobie... Hobie, —Baylor murmuró en mitad de su sueño. Había estado soñando que ella y Hobie estaban compartiendo un beso. El beso le pareció familiar, pero incluso en su estado de sueño, Baylor sabía que nunca antes había besado a Hobie y no tenía ni idea de por qué lo recordaba. Se despertó de su sueño un poco más e inmediatamente sintió el dolor de la indulgencia de la tarde anterior. Apenas entrecerrando los ojos, encontró la fuente de los besos húmedos. —¡Arturo, déjame! —Baylor empujó la bola blanca de pelusa, pero lo tomó como una invitación para jugar—. Detente, Chorro. ¡Oye, deja de masticar mi oreja! Baylor necesitó algo de tiempo esa mañana para motivarse lo suficiente como para moverse. Llegó a la cocina, encendió la cafetera y se sentó a la mesa. Apoyó su cabeza en la madera lisa, que se sentía fresca contra su mejilla. Así fue como Juliana la encontró. —¡Buenos días, mañana de gloria! Oye, ¿vamos al Cove para el desayuno? Podría comerme unos huevos y un tocino grasiento. —Juliana echó dos tazas de café mientras hablaba. —Come mierda y muere. —Baylor gimió sin levantar la cabeza de la mesa. —Déjame arreglarte con mi patentada cura para la resaca. Tiene huevos crudos. —Tanti tiene una pistola y no tengo miedo de usarla.

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Juliana rio, pero mantuvo la voz baja. Extendió la mano y acarició la parte superior de la cabeza de su amiga. —Aquí, esto puede ayudar, compañera. —Puso la taza de café en la mesa delante de Baylor. Baylor tomó un sorbo del brebaje humeante y masajeó su sien con su mano libre. —¿Cuántos gimlets tuviste anoche? —Creo que perdí la cuenta en diez. ¿Cómo he llegado como una cuba? Dime que no hice nada para molestar a Hobie. —Um, bueno... —Oh no. ¿Qué hice? —Veamos. Acorralaste a Hobie y seguías diciéndole que tenías algo que decirle que cambiaría su vida. Entonces te desmayaste según ella. Me ayudó a traerte a casa. Vomitaste, no en ella, afortunadamente, coqueteaste descaradamente con ella en la camioneta, y eso es todo. —¿Qué le dije? —¿Que estás enamorada de ella? No, cuando llegamos a casa, no podías recordar qué era lo querías decirle. —Interpretó fácilmente la mirada asustada en la cara de Baylor—. Y, sí, me dijiste que te preocupabas por ella. —Bueno, debí de estar borracha. Dios, ella debe odiarme. —Por sorprendente que parezca, creo que ella todavía piensa que eres bastante linda. Maldita sea si sé por qué. La cabeza de Baylor surgió. —¿Linda? ¿Eran sus palabras exactas? Quiero decir ¿ella realmente dijo que yo era linda? —¿Podemos decir patética? —Juliana se rio entre dientes.

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—Cállate. Si no salió y te dijo que le gustaba, entonces ¿cómo lo sabes con seguridad? —Confía en mí. He perdido suficientes novias para que sepa lo que parece cuando he sido relegada a un estatus alternativo. —¿De verdad? —Preguntó Baylor con una pequeña sonrisa. Juliana fulminó con la mirada. —Apreciaría un poco menos entusiasmo en ese comentario. —Lo siento, —dijo Baylor—. ¿Quiero decir... de verdad? —Añadió con una expresión sombría y un tono bajo. —Eso está mejor. —Así que al menos no la avergoncé demasiado, ¿eh? —No he dicho eso. Dije que creo que le gustas y que no la molestaste. —¿Qué diablos se supone que significa eso? —Significa que te avergonzaste como el infierno frente a ella. ¿No recuerdas el baile? —¿Baile? ¿Baile? —Baylor murmuró las palabras en voz baja—. Oh, mierda. —Miró a Juliana, sus ojos se abrieron. —Veo que todo vuelve a ti. —No todo. Refresca mi memoria. —Está bien, vamos a ver. No es que quiera hacer una escucha a escondidas. —Oh, naturalmente. —Bueno, creo que empezó cuando te acercaste a la mesa en la que estaba sentada...

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—Hola. —Baylor se acercó a la mesa de Hobie. Estaba bien en su camino hacia la felicidad embriagada. —Hola, Baylor. —Oye, Bubba. Hola, —dijo Baylor lentamente mientras intentaba llamar la atención de Hobie. —Hola, Baylor, —dijo Hobie al fin. —¿Me concedes éste baile? —¿Estás loca? —¿Qué? ¿Qué dije? —Las mujeres no bailan juntas en Ana Lia, —dijo Hobie. —Las viejas lesbianas lo hacen. —Baylor señaló a Katherine y Helen mientras se movían juntas en la pista de baile. —Son hermanas. —No creo que alguien realmente crea eso, ¿verdad? Vamos, vamos a bailar. —Vete. —Vamos, podríamos ser también hermanas. —Baylor sonrió. Hobie sacudió la cabeza e intentó no sonreír. —De alguna manera, no creo que el parecido familiar esté ahí. —Claro que lo está. Somos gemelas prácticamente idénticas. —Baylor se dejó caer sobre una rodilla y rodeó el hombro de Hobie con un brazo—. Bubba, ¿qué te parece? Tu mamá y yo nos parecemos, ¿no? —Oh, para, —ordenó Hobie. —Um... —Noah empujó sus gafas hacia arriba.

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Baylor ofreció una amplia sonrisa burlona y asintió con la cabeza para que Noah lo viera. —Vamos, Bubba, ¿qué te parece? —De nuevo, ella asintió. —Sí, —respondió el joven y luego se echó a reír. —Mira, —dijo Baylor mientras se volvía hacia Hobie. —Mi propio hijo, muchas gracias. —Oye, mi hombre aquí sólo dice lo que ve. Así que vamos a bailar. Hobie observó cómo Baylor usaba su bastón para ponerse de pie. —Hay algo seriamente mal contigo. Lo sabes, ¿verdad? —¿Qué? Apuesto a que muchas chicas aquí bailarían conmigo si se lo pidiera. —Bueno, por supuesto. —Hobie sonrió y abrió los brazos—. No permitas que interrumpa a una maestra en el trabajo. —Muy bien, sabelotodo. —Baylor se volvió hacia las mesas que rodeaban el área de baile—. Ella piensa que no puedo conseguir una compañera de baile, —se dijo a sí misma mientras buscaba el área. Notó que allí no había muchas mujeres que no estaban cobrando la jubilación. Miró a Hobie, que estaba sentada allí con una sonrisa de satisfacción. —De acuerdo, así que las opciones son un poco escasas. Apuesto a que incluso las ancianas bailarán conmigo. —Vio una cara familiar—. Señora. Emberly... —Oh, Dios. —Hobie gimió. —Señora. Emberly, ¿le molestaría bailar conmigo? —Por qué no, querida. Aunque eres bastante alta y pareces un poco incapacitada con esa pierna. Baylor se volvió y se acercó a Hobie. —Ves, —dijo con aire de triunfo.

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—Eso es porque ella no sabe que eres gay. Baylor giró sobre un talón. —Señora. Emberly… —¡Ni siquiera lo pienses, Baylor Warren! —Señora. Emberly, soy gay. ¿Afectaría eso a su decisión de bailar conmigo? —Por qué no, querida. Me encanta ver a las mujeres jóvenes felices. —Um, no es realmente ese tipo de... no importa. —Baylor renunció cuando vio a Hobie riendo—. Muchas gracias de todas formas, señora Emberly. —Ten un poco de compasión y deja de reír tan fuerte. —Una Baylor desanimada se sentó junto a Hobie—. Un baile y te prometo que te dejaré sola durante el resto de la noche. —Sería muy afortunada. —Ay, eso duele. Bueno, supongo que tendré que contarle a unas cuantas más de las ancianas que soy gay e intentar conseguir un baile de ellas. —Baylor hizo como si se levantara, pero dudó lo suficiente para escuchar la respuesta apresurada de Hobie. —¡No te atrevas! —Hobie señaló con un dedo a Baylor—. Un baile, entonces te comportas. ¿Verdad? —Palabra de Scout. —Baylor dibujó una cruz contra su pecho. —¿Por qué dudo que hayas ido alguna vez a Girl Scouts? —Hobie inmediatamente se arrepintió de su elección de palabras. Esperaba con una mueca que Baylor comentara de alguna manera lasciva. —¿Qué estás mirando? —Preguntó Baylor. —Esperaba que respondieras con una especie de indecencia sobre lo que dije.

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Baylor sonrió. —Hmm. —¿Qué? Baylor se acercó a Hobie, que ahora estaba a su lado. —Oh, nada, sólo me preguntaba. —¿Preguntarte qué? —Me pregunto si es el sexo en lo que siempre estás pensando o si soy yo quién siempre estás en tu mente. —Baylor susurró las últimas palabras contra el oído de Hobie. Puso una sonrisa arrogante cuando vio que la piel de gallina se alzaba sobre la piel de Hobie. —Te sugiero que te preocupes un poco menos de lo que tengo en mi mente. —No seas así, —bromeó Baylor—. Aunque eres un poco linda cuando te enojas. Vamos, ¿qué hay de ese baile? —Tengo una idea. Baylor sabía que había cruzado una línea por el modo en que miraba Hobie. —¿Sí? —¿Por qué no vas a preguntar a una de tus amigas Girl Scouts? Mejor aún, ve a pedir a la señora Emberly que baile contigo. —Hobie se volvió, tomó la mano de Noah y se alejó, dejando a Baylor sin habla y sin necesidad de otra bebida.

—Oh Dios, —Baylor gimió—. ¿Por qué me vuelvo tan idiota cuando bebo? —¿Sólo cuando bebes? —Y se supone que eres mi mejor amiga.

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Juliana se rio entre dientes. —Compañera, la forma en que vas, soy tu única amiga. —Mi vida ha terminado. —Baylor dejó caer su cabeza contra la mesa una vez más. Juliana había estado pensando exactamente, pero en lo que respecta a sí misma. Sobre todo porque sabía que en muy poco tiempo, tendría que recordarle a Baylor que iba a salir con su chica.

—No hagas esto, Baylor. Dijiste esta mañana que podrías manejar esto. —¡Mentí! Tú, de todas las personas, debes saber lo que soy una mentirosa compulsiva. Juliana y Baylor se enfrentaron. Baylor era unos buenos ocho centímetros más alta, pero Juliana se mantuvo firme. Sabía que su mejor amiga nunca le haría realmente daño, aunque no habría podido decirlo ahora por la mirada ardiente dirigida a ella. —¿Quieres que me quede en casa? —Preguntó Juliana. —Sí. —Entonces dile. Pasó un momento de silencio mientras se miraban. —Sólo necesito un poco más de tiempo. —¿Para qué? ¿Así puedes volver a emborracharte y arrojarte encima esta vez? —El momento tiene que ser el adecuado. —A menos que el momento se convierta en adecuado en los próximos cinco minutos, dame las llaves porque voy a salir a cenar con ella.

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—Eres mala, ¿sabes eso? —¡Jesucristo, Baylor, me estás volviendo loca! Estoy cansada de consentirte a través de esto. O actúa como un adulto o apártate. —Bien, muy bien, pero voy a ir allá contigo. Trata de ir a una cita en ese zoo—móvil que ella conduce. —Puedes ser tan idiota a veces, —dijo Juliana exasperada—. Bien, vamos. Juliana se centró en el camino durante el corto viaje a la casa de Hobie. Las mujeres se decían poco y Juliana esperaba que todo valiera la pena. Antes había hecho una rápida llamada telefónica a Evelyn, mientras Baylor estaba en la ducha. Evelyn le había dicho a Juliana que aunque Baylor y su amistad parecían estar sufriendo mucho, Juliana debía hacer exactamente lo que había estado haciendo. Sin embargo, era difícil no le gustaba ver herida a su amiga. Aun así, había otra parte de ella que tenía que luchar para no patear a Baylor en la cabeza por su comportamiento infantil. Cuando se detuvieron frente a la casa, encontraron a Noah jugando en el jardín delantero. —¡Baylor! —Corrió hacia Baylor y se zambulló en sus brazos—. ¿También tú y yo vamos a salir en una cita? Baylor se rio a pesar de sí misma. Noah tenía una manera de sacarla de su desanimo con su entusiasmo contagioso por la vida. —No sé nada sobre eso, Bubba. ¿Dónde está tu mamá? —Se está vistiendo. Hola, Jules. —Hola, Noah. Noah le mostró a Juliana su nueva bicicleta y le explicó que planeaba retirar las ruedas de entrenamiento tan pronto como pudiera montarla en dos ruedas. Juliana prestó mucha atención mientras la llevaba por el patio. Explicó

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todos sus juguetes favoritos y lugares de juego. Ella sonrió mientras hablaba de Baylor y de lo buenas amigas que eran. Baylor, mientras tanto, aprovechó la oportunidad para deslizarse dentro de la casa. Lo único que quería era unos momentos a solas con Hobie. Tal vez en ese momento, podría encontrar una manera de abrirse a ella. No había nadie en la casa de invitados de tamaño mediano, pero Baylor oyó una voz familiar que provenía de la parte de atrás. Silenciosamente se dirigió hacia allí y escuchó afuera de la puerta. —Definitivamente no es este vestido. Parezco que estoy pidiendo algo, —Hobie dijo a su reflexión. Era el tercer traje que había probado en la última media hora. Parte de Hobie abordó la noche con inquietud, sobre todo porque deseaba que hubiera sido Baylor quien la había pedido salir. El hecho desalentador era que Hobie estaba enamorándose un poco más de Baylor cada día, y Baylor aún no había mostrado ningún interés real en Hobie. ¿Por qué no dice nada? Sí, claro, como si fueras mucho mejor. Pero, ¿y si ella no siente lo mismo? La única conclusión era que Baylor no estaba interesado en Hobie, por lo menos no cualquier cosa a largo plazo. La otra mitad de Hobie estaba realmente ansiosa por salir esta noche. Había pasado mucho tiempo desde que se había sentado frente a una mujer inteligente, especialmente una que se veía tan bien como Juliana Ross. Ella era todo lo que cualquier mujer podría desear en una compañera potencial. A juicio de Hobie, sólo había una cosa equivocada con Juliana. Ella no era Baylor. Hobie finalmente se decidió por una camiseta verde pálido y pantalones de color crema con una chaqueta para llevar dentro del restaurante. Casualmente tiró la chaqueta por encima de un hombro y abrió la puerta del

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dormitorio, casi gritando mientras Baylor caía por la puerta de su dormitorio. —¿Qué diablos? —Hola. —Baylor sacudió sus dedos de su posición boca abajo—. Apuesto a que te estás preguntando por qué estoy aquí. —¡Lo que me pregunto es cómo puedo dispararte por allanamiento y no ir a la cárcel! —Está bien, estás enojada, puedo entender cómo verme fuera de la puerta de tu dormitorio podría hacer eso. —Baylor parecía estar luchando por una forma de salir del desastre en el que se encontraba ahora. Hobie respiró hondo y cerró los ojos. ¿Cómo la mujer con la que tenía tantos sentimientos buenos siempre la hacía enojarse lo suficiente como para querer infligirle daño corporal? —Voy a fingir que hay una buena razón para esto. —Hobie tomó otra respiración y abrió sus ojos—. No puedo hablar contigo mientras estás ahí tirada. Levántate. Baylor levantó una mano y Hobie cruzó los brazos sobre el pecho. —De acuerdo, puedo ver que todavía estamos un poquito enojada, —dijo Baylor mientras se levantaba—. Mira, Hobie, esto va a necesitar un poco de fe de tu parte… —No quiero oírlo. —De acuerdo, sólo un poco más de fe que eso. —Dios Todopoderoso, Baylor, ya no sé qué hacer contigo. —Lo siento, y si me conocieras tan bien como Jules, sabrías que no me disculpo con nadie.

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El enojo de Hobie se desvaneció tan rápido como había aparecido. La expresión de la cara de Baylor era única. Hobie tenía miedo de que estuviera a punto de llorar. —Está bien, —dijo apresuradamente—. Quiero decir que no hay daño real hecho, ¿verdad? —Se sorprendió y de repente se preguntó por qué estaba siendo tan indulgente—. Mira, ¿qué estás haciendo aquí de todos modos? —Oh, um, es una noche tan agradable que pensé ir a dar un paseo, hacer algo de ejercicio. Jules me dio un paseo. Está en el patio con Noah. —Oh. —Hobie casi había esperado que fuera por una razón más personal—. ¿Te, um, has acordado de lo que querías decirme anoche? —Preguntó mientras movía los pies nerviosamente. —Yo... —Baylor tragó con tanta fuerza que emitió un sonido audible—. ¿Recuerdo? Uh, bueno, es como un... —Su boca parecía el Sahara, tenía dolores en el pecho, y tenía el deseo abrumador de vomitar. Levantó la mano para pasarse los dedos por el pelo, pero su mano temblaba tanto que se metió en el bolsillo. —¿Te acuerdas? —Preguntó Hobie. Baylor se concentró en respirar y respirar. Estaba absolutamente segura de que si no se concentraba en ese acto particular, se desmayaría. Podía sentir la habitación encogiéndose mientras Hobie esperaba una respuesta. Finalmente, miró los claros ojos verdes de Hobie y se dio cuenta de que si el resto de su vida debía tener algún sentido, tenía que hacer de tripas corazón, y decir las palabras. —Hobie, yo... yo no recuerdo. —Te ves bonita, mamá. —Noah entró corriendo en la casa, seguido por Juliana.

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—Secundo eso, —añadió Juliana—. Me preguntaba a dónde te habías metido, —susurró a Baylor. Podía decir por sus expresiones que Baylor no le había dicho a Hobie—. Supongo que será mejor que nos vayamos, ¿eh? —Supongo que sí. —Hobie dirigió una mirada anhelante a la de Baylor. Baylor, idiota desorientada, tú, Juliana pensó en silencio. Lo siento, compañera pero vas a pagar por tu silencio esta vez. —Vamos, podemos encaminar a Noah hasta la casa de mi mamá cuando salgamos, —dijo Hobie. Las tres mujeres tenían un paseo corto pero silencioso a la casa principal. Si hubieran estado al tanto de los pensamientos de cada una, habría sido bastante iluminador, considerando que todas pensaban lo mismo. —¿Qué demonios? —Hobie sacó una nota que parecía haber sido apresuradamente clavada en la puerta trasera—. ¡Genial! —Agitó la nota en Juliana—. Mamá tuvo que salir corriendo. Todo lo que dice es “vuelvo pronto”. —¡No te preocupes! —Dijo Noah—. ¿Significa eso que Baylor puede quedarse conmigo? Hobie y Juliana intercambiaron una mirada. Se volvieron lentamente para mirar a Baylor. Las uñas cortas de Baylor se clavaron en las palmas de las manos mientras cerraba sus puños dentro de sus bolsillos. —Sé que es una imposición enorme... —Hobie dejó la pregunta sin contestar. Baylor abrió la boca para volver con una respuesta inteligente cuando miró a Noah. El rostro del muchacho irradiaba emoción. Él empujó distraídamente sus gafas y saltó de pie a otro en anticipación. Baylor no veía cómo podía soportar poner una mirada de decepción allí. —Bueno, ¿qué dices, Bubba? Pizza de Mama Lia’s para la cena?

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—¡Vale! —Noah bombeó un puño en el aire. Después de instalar a Noah y Baylor en la casa de invitados, Hobie y Juliana se dispusieron a marcharse. Baylor continuó fingiendo que no importaba. Después de todo, era su culpa. La realidad de ello era que estaba enojada y abatida. Esbozó una falsa sonrisa en su rostro. —Sabes mi número de teléfono móvil. Mamá debe estar en casa en cualquier momento, así que no te sientas obligada a quedarte. Gracias, Baylor. —Hobie apretó suavemente su mano—. Es una buena cosa que estás haciendo. Baylor sonrió. No podía creer lo que iba a decir. —Espero que lo pasen bien. Juliana golpeó el hombro de su amiga y le estrechó la mano. —Gracias compañera. Te traeré una bolsita con las sobras. La sonrisa de Baylor se convirtió en una sonrisita. Bajó la voz para que sólo Juliana pudiera escuchar sus palabras. —Tú, por otra parte, espero que te ahogues con un pedazo muy grande de comida.

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CAPÍTULO 19

—Así que estuve en un esquí y cruzando la línea de meta. Fue un milagro que no rompiera todos los huesos de mi cuerpo. —Hobie no podía creer que estuviera contando la historia, pero Juliana tenía una manera tan fácil de

entender

que

las

palabras

parecían

derramarse—.

He

estado

monopolizando toda la conversación de la cena. Lo siento. Puedo hablar bastante, pero ha pasado mucho tiempo desde que alguien quería escuchar estas historias. Por lo general, tengo que conocer a alguien durante bastante tiempo antes de que oigan estas cosas. —Me has mantenido en el borde de mi asiento. —Juliana sonrió, sabiendo cómo afectaba a las mujeres. Dientes blancos perfectos fueron enmarcados por labios rosados impecables. Había soportado cinco años de servidumbre ortodóntica como un adolescente para obtener esa sonrisa excepcional. Lo curioso era que Hobie no parecía particularmente afectada por ella. Ella sonrió, rio, habló, y generalmente disfrutó, pero Juliana notó que no había tensión sexual entre ellas. Sentía que su gran noche tenía toda la atmósfera de una cita a ciegas con su hermana. La parte buena era que a Juliana le gustaba su hermana y siempre se lo pasaron muy bien cuando salían—. Vi la foto en tu chimenea, la que llevas sosteniendo ese trofeo. Me preguntaba cómo una adolescente que apenas podía soportar esos esquís acuáticos ganó el primer premio. —Bueno, ahora sabes que era un veinte por ciento de habilidad, un treinta por ciento de suerte y un cincuenta por ciento de absoluta determinación. —Hobie se rio. —Estoy apostando que la determinación es algo que siempre has tenido y que te sirve bien.

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Hobie se sonrojó y bajó la cabeza. No esperaba que Juliana pudiera leerla tan bien. —Eres una agente literaria, ¿verdad? —Sí. ¿Por qué preguntas? —Creo que te perdiste tu vocación como terapeuta. Normalmente no suelo conversar sobre mi pasado o sobre mí misma, sin embargo, me tienes hablando de cosas que no he contado nunca a nadie. Juliana sonrió con una sonrisa casi astuta. —Es por eso que soy una agente excepcional. En realidad, se necesita un cierto tipo de persona para manejar el gran ego de un escritor o cualquier persona que actúa, para el caso. Ellos ponen todo lo que tienen dentro de sí mismos ante el mundo. La mayoría de la gente no tiene idea de lo que sucede. Piensan que Grisham y King no pasan por eso ya cuando sacan un libro nuevo. La verdad es que reciben ataques de paranoia y dudas sobre su talento, o su último esfuerzo, aún más que un nuevo novelista. “¿Es tan bueno como el último? ¿Hará tanto dinero? ¿Todavía estaré en la cima?” La lista de sus temores sigue y sigue. Juliana hizo una pausa para tomar un sorbo de vino. —Los escritores tienen que hablar con alguien acerca de todo esto, y no mucha gente sabe qué decir para hablar. Los miembros de la familia lo intentan, pero a menos que sean escritores, no pueden empatizar. Un escritor, posiblemente no puede ir a amigos u otros autores, eso sería como admitir debilidad. Así que a las tres de la mañana cuando el resto del mundo está dormido, llaman a la persona que los entiende. La persona que puede acariciar su ego, les hace sentir como si pudieran caminar sobre el agua. Llaman a su agente. Juliana les sirvió otra copa de Tullio Zamo Pinot Bianco del 9548. —Así que ya ves, en cierto modo, creo que soy terapeuta. Mis autores me dicen las cosas que ni siquiera pueden decirle a sus psiquiatras.

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Vino blanco italiano de la región Friuli-Venecia Julia.

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—Eso es absolutamente increíble. No tenía ni idea. Cariño, deberías escribir un libro. Juliana abrió la boca para una réplica rápida, pero vio la sonrisa burlona de Hobie. —Muy gracioso... escribir un libro. —Gracias, pensé que a mí me pareció bastante bueno. Al menos ahora sé por qué me encuentro derramándote mis tripas. —Es mi maldición, supongo. Además, conozco tu tipo. —¿Mi tipo? ¿Que se supone que significa eso? —Sólo que entiendo un poco sobre la gente y la naturaleza humana. Sé cuando alguien no es el tipo de abrir por su propia iniciativa, por lo que suelo utilizar algunos trucos y técnicas para conseguir que empiecen a hablar. —¿Oh, en serio? ¿Y qué trucos jugaste conmigo? —No estás enfadada por eso, ¿verdad? —No lo sé. —Hobie se recostó en su silla—. ¿Por qué no me dices lo que hiciste primero y te lo haré saber? —No es un juego mental Jedi49 ni nada. —Juliana se rio—. No te gusta dar información personal sobre ti. En realidad, eres un libro de texto. Simplemente creé el tipo de ambiente en el que te sentías lo suficientemente segura para hablar. Nada extravagante. —Pero ¿cómo lo supiste? —A veces es sólo un presentimiento que tengo sobre la gente. Pensé que eras alguien que ama a la gente. Eres generosa y dadivosa. Ocho veces de cada diez es porque alejas la atención de ti. Te gusta ser perfil bajo. Prefieres ser un diente en la rueda que sobresalir. Nunca llenar cuestionarios o

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En la saga Star Wars, los Jedis controlaban la mente de las personas utilizando la Fuerza, una energía intangible que usaban para multitud de cosas.

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responder a los e-mails molestos donde los amigos quieren saber todas sus cosas favoritas, tus gustos y disgustos. Sientes que vas a regalar tu poder si la gente sabe demasiado sobre ti. Tal vez en algún momento, alguien cercano a ti podría haberte lastimado porque te abriste completamente. Estás decidida a no cometer el mismo error dos veces. Y por último. pero no menos importante, tus libros favoritos son 1984 de George Orwell, La Trilogía Cósmica de C.S. Lewis y Mujercitas de Alcott. —Has olvidado Matar a un ruiseñor, —añadió Hobie—. Señor, creo que será mejor que me des tu chaqueta. —¿Tienes frio? —Juliana empezó a levantarse de su asiento. —No, pero me siento claramente desnuda. Juliana se sentó de nuevo. —Touché. —¿A quién le cuentas tus secretos? ¿Quién escucha al oyente? —Hmm, buena pregunta. Baylor, supongo. Ella es la que escucha toda mi locura. Hobie vio la oportunidad y cuidadosamente lanzó el anzuelo. —¿Os conocéis Baylor y tú por mucho tiempo? —Nos conocimos de niñas. —La voz de Juliana parecía tensa, lo cual no pasó desapercibido para Hobie. —Lo siento, ¿te sientes incómoda hablando de esto? Juliana sonrió. —No hay disculpas necesarias. Lo siento si parecía abrupta. Supongo que me siento un poco extraña hablando contigo de Baylor. —¿Extraña... por mí? —Balbuceó Hobie—. Oh Dios. ¿Qué te dijo Baylor? Tal vez te advirtió acerca de darme información personal. ¿Y si Baylor puso a Jules para pedirme salir sólo para perderme de vista? ¿He sido una plaga? Espera un momento, Hob. Baylor es la que siempre está pisándote los

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talones cada vez que das la vuelta. Es como si estuviera siguiéndote. No te pongas paranoica aquí. —¿Hola? —Juliana trató de hacer contacto visual con Hobie. No quería admitir que estaba un poco preocupada por su expresión pétrea. —Caray, lo siento. Estaba en otro código postal por un minuto. —Más como en otra zona horaria es más claro. —Juliana se rio. —Lo siento. ¿Dónde estábamos? —Creo que me ibas a contar tu trabajo. Hobie levantó una ceja. Juliana sintió que su corazón se contraía ligeramente. Era una reproducción exacta del movimiento característico de Baylor, y cuando Baylor lo usó, nunca fue una buena cosa. —No, —dijo Hobie lentamente—. Estabas a punto de decirme por qué te sientes incómoda hablándome de Baylor. —No estaba segura de lo que estaba pasando, pero era evidente que había hecho algo para sacudir la actitud de Juliana, normalmente imperturbable. —¿Estaba? —Juliana se esforzó por recordar cómo la conversación había ido tan mal. Hace un momento, la había tenido muy bien controlada, y ahora Hobie se había hecho cargo. No le había dado suficiente crédito a Hobie. Evelyn había sido explícita en sus instrucciones, diciéndole a Juliana que no interfiriera directamente cuando se trataba de Hobie y Baylor. Juliana se acordaba de reír cuando había dicho que la manipulación estaba bien, pero en realidad hablar de la relación con cualquiera de las dos mujeres era algo malo. Juliana desabrochó el botón superior de su blusa. De repente tenía calor dentro del restaurante. —Bien... Hobie decidió poner fin a sus propias dudas. Lo que Baylor Warren sentía por ella, Juliana era una apuesta segura que sabía lo que era. Llegó al

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otro lado de la mesa y cubrió la mano de Juliana con la suya. —Jules, dime algo sobre Baylor. Algo que tal vez ella mantiene oculto. —Um... ¿no le gustan los guisantes? Tal vez fue la tensión nerviosa o tal vez Juliana pudo ser tan encantadora como Baylor alguna vez fue, pero Hobie sonrió. Luego rio y Juliana rio con ella. —Eres tan mala como ella, ¿sabes? —Oh, ahora, no hay necesidad de insultarme. —¿Juegas al golf? —Preguntó Hobie de repente. —¿Golf? Sí, trato de meterme unos cuantos hoyos cuando puedo. ¿Por qué? Hobie sonrió ante su expresión repentinamente desconfiada. —Vamos a divertirnos un poco. Ya sabes, olvídate de Baylor y de todos los que nos vuelven locos. ¿Qué dices? Juliana se dio cuenta de que Hobie era realmente como su hermana, que podía encontrar una manera de divertirse en medio de una tormenta de nieve. Juliana volvió a mostrar su perfecta sonrisa. —Estoy jugando si tú lo haces. —Estupendo. Vámonos. —Espera un minuto, —gritó Juliana mientras arrojaba algunos billetes sobre la mesa. —¿A dónde vamos? —Un lugar que conozco dónde de nuevo podemos ser niñas. Vamos. Hobie tomó la mano de Juliana y la llevó adelante.

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—¿Qué dices, Bubba? ¿Ya tienes espacio para una porción más? —Baylor y Noah se sentaron en el suelo rodeados de botellas de refresco vacías y un caja de cartón de pizza. —Creo que voy a explotar. Baylor rio entre dientes. —Estoy contigo. Apenas puedo moverme. —¿Oye, Baylor? —¿Qué pasa? —¿Te gusta mi mamá? —Por supuesto que me gusta. ¿Creías que no? —Baylor se estiró y se tumbó sobre su estómago, sosteniendo su barbilla en las palmas de sus manos. Noah imitó su postura. —Quiero decir, ¿te gusta ella o te gusta de verdad. Como para una novia. Vaya, los niños son mucho más avanzados hoy en día. Lo curioso de la pregunta de Noah era que Baylor no sentía el pánico que tenía cuando estaba de pie ante Hobie, frente a la misma pregunta. Era como si Noah fuera un camarada, como Juliana. No sentía que mentir al muchacho era incluso una opción. —Sí, —dijo Baylor—. Me gusta. —Guay. —¿Eso no te molesta ni nada? Noah sonrió, mostrando sus perfectos dientes de leche. —¡De ninguna manera! Eres tan genial, Baylor. Desearía que vivieras aquí todo el tiempo. De todos modos, creo que a mamá también le gustas.

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—¿De verdad? —Como de costumbre, las orejas de Baylor estaban atentas con esa declaración—. ¿De verdad dijo que le gustaba? —Soy tan patética. Sacando provecho de un niño de seis años para obtener información sobre su madre. —Ella realmente no lo dijo, pero actúa así. Puedes saber cuándo mamá ya no le gustas. Va por la casa gritando tu nombre. —¿Ha gritado mi nombre? —No. Deberías decírselo. —Sí, bueno, sobre eso... —¿Tienes miedo? —Sí. —Sé cómo te sientes. —¿Está seguro de que sólo tiene seis años? —Preguntó Baylor con una sonrisa divertida. —Uh-huh. —Entonces, ¿qué te hace estar tan bien informado? —¿Huh? —¿Cómo sabes cómo me siento? —Tradujo. —Madison Riley. Está conmigo en la clase de la Sra. London. Es súper bonita y también es agradable. Ella me saluda todos los días en los columpios. —¿Qué quieres hacer con la señorita Riley? —No lo sé. Pregúntale si se sentará conmigo a la hora del almuerzo. —Es un buen comienzo, Bubba. —Baylor se sintió aliviada al saber que a los seis, eso era todo lo que Noah sabía hacer con una chica.

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Constantemente se sorprendió al oír el lenguaje y las proposiciones sexuales de la boca de niños de diez años cuando caminaba por las calles de Chicago. Pensó en su propia juventud. Su carrera sexual había comenzado demasiado pronto según todos los indicios. —¿Por qué no le cuentas a esta chica? Ve hasta ella y pídele que coma el almuerzo contigo. —Baylor rodó sobre su espalda. Apoyó las manos sobre su estómago, y cuando se giró para mirar a Noah, vio que había imitado de nuevo su pose. Ambas cejas se alzaron sobre sus anteojos de metal ante la pregunta de Baylor. Ella rio. —Buen punto. ¿Estás seguro de que sólo tienes seis años? —Sí, —dijo Noah antes de estallar en un ataque de risitas. —Supongo que es porque tienes miedo, ¿eh? —Sí. ¿Y si piensa que soy un tonto? ¿Y si se ríe? —¿Y si no siente lo mismo? —Sí. —¿Qué crees que nosotros… quiero decir, tú deberías hacer? —Um... podría esperar. Tal vez si le gusto, dirá algo primero. —Nah. —Baylor negó con la cabeza abatida—. No puedes hacer eso, Bubba. Confía en mí esta vez. Tu chica terminará en una cita con tu mejor amigo. —¿Huh? —Me refiero al almuerzo. Ella terminará comiendo con otra persona. —Oh. ¿Qué debería hacer? —Vas a tener que decírselo. —Baylor se dio cuenta que hablaba consigo misma —. Si te gusta esta chica, quiero decir realmente te gusta de

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verdad, entonces tienes que hablar. Tal vez tengas miedo, incluso puedes sentir como que no puedes respirar o que vas a vomitar sobre ella, pero tienes que aguantarte y decirle. Mira, lo loco es que probablemente esté tan asustada como tú. Sí, apuesto que es eso. Tal vez tenga miedo de que no sientas lo mismo que ella. Sin embargo, uno de ustedes tiene que decir algo. Supongo que todo se reduce a lo mucho que la quieres. —Supongo que puedo intentarlo. Sin embargo, espero no vomitar en ella. —Sí, —se rio Baylor—.Te lo aseguro, no les gusta de cuando haces eso. Hey, Bubba, ¿puedo hacerte una pregunta? —Sí. —¿Qué más sabes de tu padre? —Él es 965-2338. —Sé que sabes su número, pero ¿qué más puede decirme acerca de él? —Nada. —¿Nada en absoluto? —Bien... —¿Qué es? ¿Qué sabes? —Sígueme. —Noah se levantó de un salto y corrió hacia el dormitorio de su madre. Baylor entró vacilante mientras Noah se esforzaba por empujar una silla de madera hasta el armario abierto. Sentía como si estuviera allí violando la privacidad de Hobie. Miro a su alrededor nerviosamente. —¿Qué diablos estás haciendo ahí?

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Noah puso un libro grande y grueso en la silla y empezó a escalar la montaña hecha por el mismo. Baylor se apresuró detrás de él para mantenerlo estable. —Gracias, —dijo Noah—. ¡Aquí está! —Se revolvió y colocó una carpeta marrón en el escritorio de su madre. Sacó un sobre y retiró su contenido, luego alisó el papel como si fuera un mapa de algún tesoro enterrado. —Mamá me lo mostró una vez y me dijo que era mi papá. Ella no sabe que descubrí dónde lo guarda. No lo dirás, ¿quieres? Baylor miró el papel y sonrió. De hecho, su sonrisa no podía ser mucho más grande o más brillante o más feliz. —Tu secreto está a salvo conmigo. Miraron hacia abajo la página desteñida. En el centro, alguien había grabado una tarjeta blanca de recordatorio de citas. En la tarjeta, dos fechas habían sido escritas a mano bajo los encabezamientos -primera inseminacióny -segunda inseminación-. Por último, había el número que Noah había memorizado tan obedientemente: Donante de esperma # 965-2338. Mientras guardaban el documento, Baylor empezó a pensar en Noah y cómo esto le afectó. ¿Entendía que su madre no sabía quién era su padre? —Oye, Bubba, no te importa, ¿verdad? Quiero decir, ¿realmente no tener un papá por aquí? —Nah. Mamá me dijo cuando era muy pequeño, como el año pasado. Dijo que era más especial porque ella salió a buscarme. Me deseaba tanto, pero dijo que algunas familias tienen dos mamás o dos papás en lugar de una mamá y papá. Leroy está en mi clase en la escuela y él sólo tiene un papá. Su mamá se fue cuando era un bebé. Una vez más, Baylor se sorprendió por la forma en que Noah parecía tomar todo con calma. Sabía que esa era la influencia de Hobie.

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Un golpe en la puerta los llevó a los dos al salón justo cuando Theresa abrió la puerta principal. —Cielos, Baylor. Siento llegar tarde. Muchas gracias por cuidar a Noah hasta que pudiera volver. Hobie no sabe lo afortunada que es de tenerte cerca. —Sí, pienso lo mismo algunos días, —bromeó Baylor—. Hey, Bubba, ¿te importa quedarte con tu abuela por el resto de la noche? Acabo de pensar en algo realmente importante que tengo que hacer. Te lo compensaré, ¿de acuerdo? —Bueno, Baylor. —El joven le tendió los brazos y Baylor lo levantó. Ella le dio un gran beso en la mejilla y le hizo cosquillas hasta que se retorció y se rio, luego lo depositó en el sofá. —Sabes, Baylor, —dijo Theresa Allen mientras Baylor se despedía—, es una lástima que Hobie no vea lo que tiene en ti. —Sonrió y Baylor respondió afable. —Voy a tratar de hacer algo al respecto, señora Allen. Deséeme suerte. —Buena suerte, Baylor, —gritó Theresa—. Con Hobie Lynn, lo necesitarás, —susurró en voz baja.

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CAPÍTULO 20

—Está bien, piensa las cosas. No te vayas de culo aquí. Baylor condujo en el Jag, hablando consigo misma todo el tiempo. No era fácil conducir con el yeso, pero con el yeso más ligero, al menos podía manejar los pedales. Baylor giró a la izquierda por Oceanside Road. El restaurante de mariscos era el mejor de la isla y Baylor, en un momento inusualmente benévolo, le había dado a Juliana esa información. —De acuerdo, cuando la vea, ¿qué digo? No, no te preocupes por las palabras. Sólo recuerda, no mientas, no te asustes, no te olvides de respirar, y hagas lo que hagas, no vomites en ella. Baylor vio la camioneta de Hobie a una cuadra de distancia. Estaba aparcada en la calle frente al restaurante. —Ya llegó la hora. Ni siquiera me importa si se ríe en mi cara, pero voy a decir mi parte y rezar. No hay nada que me detenga esta vez. Baylor se detuvo en las sombras a unos cinco coches de distancia detrás de la camioneta de Hobie. Miró cómo Hobie y Juliana salían del edificio riendo, bromeando y lo peor de todo, de la mano. El corazón de Baylor se hundió en el suelo del Jag. Pasó de la alegría a la angustia en cuestión de segundos. Juliana abrió la puerta del conductor para Hobie, se inclinó y le besó la mano. Los dos parecían tan... felices. Al contemplar la escena, el estado de ánimo de Baylor cambió. Tuvo la tentación de revolcarse en la autocompasión. Durante casi un minuto completo, se sentó allí sintiendo lástima de sí misma. Entonces, otras emociones hicieron

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efecto: primero celos, luego ira. La cólera era una sensación de que realmente podría envolver alrededor sus dientes. Esas perras. Están actuando como si ni siquiera estuviera viva. No creo que alguna vez haya pensado que Hobie era una chica tan dulce. Esa furcia dejó a Jules poner sus garras donde quiera. Increíble... y pensé que Jules era mi mejor amiga. ¡Mierda! Ella sabía cómo me sentía y todavía está encima de Hobie! ¡Algunas amigas... son dos putas! Un plan estaba elaborándose en la cabeza de Baylor en ese instante. Más tarde esa noche, miró hacia atrás y se dio cuenta de que tal vez el plan no había sido el mejor de las ideas. Sin embargo, sentada allí en su coche, sólo podía pensar en una cosa para apaciguar su naturaleza celosa. Seguiría a las dos mujeres. Escucharía sus conversaciones, observaría su conducta y las confrontaría. Se enfrentaría a las Jezabeles y lanzaría sus propias acciones en sus caras. Baylor veía que, como Hester Prynne50, ambas mujeres terminaban con un A escarlata en el pecho. —Me tratan como una maldita idiota. ¡Eso está por ver! —Baylor empujó bruscamente la palanca de cambio y siguió a la camioneta blanca—. Cuidado... no hay necesidad de apresurarse o perder el control, —dijo en voz alta. Si hubiera podido verse a sí misma, Baylor habría detenido el coche y se habría dado la vuelta o se habría reído histéricamente ante su propio comportamiento ridículo. En cambio, como un personaje de una novela de espionaje mal escrita, siguió detrás de la camioneta de Hobie a muy poca distancia, con la intención de atrapar a las dos mujeres en algo.

—De acuerdo, déjame entender esto, —dijo Juliana mientras enrollaba las mangas de su blusa—. Sube por la rampa, hacia la boca del payaso, ¿entonces se rodará por el cuello de la jirafa? 50

Protagonista del libro La letra escarlata de Nathaniel Hawthorne

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—¡Exactamente! —Hobie aplaudió—. Dale una oportunidad, vamos. —Oye, solo trata de seguirme, campeona. Hierro tres, —ordenó Juliana mientras le tendía una mano. —Hierro tres. —Hobie golpeó el mango de un palo de golf en la mano de la otra mujer. Juliana dobló las rodillas y probó el swing antes de golpear la bola de golf de color naranja brillante. —¿Qué demonios están haciendo aquí? —Preguntó Baylor mientras se deslizaba hacia el parque iluminado. Pasó por debajo de la señal que decía “La isla de fantasía de Ana Lia: Golf Putt-Putt”. O están tratando de hacer que esto parezca inocente, o ambas se han deslizados una o dos marchas. —Así, ¿verdad? —Preguntó Juliana. Hobie sonrió a la rubia. Alta y musculosa, Juliana tenía una mirada de concentración tan intensa como cualquier Nancy Lopez51 podría haber evocado. —Espera un minuto. Asegúrate de alinearlo con el globo ocular derecho del payaso. Aquí... —Hobie puso un brazo alrededor de la cintura de Juliana y pasó su mano derecha por el brazo de Juliana hasta su muñeca. Ni siquiera se dio cuenta de cuán estrechamente tenía su cuerpo presionado contra la espalda de Juliana—. Apunta bien por allí.

Oh sí. Furcias a la vista. Baylor se deslizó detrás de un cono de helado de tres metros y lo observó. ¡Una cita. Una puta cita y está sobre ella!

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Jugadora de golf estadounidense que a los 12 años ganó su primer campeonato.

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Juliana sintió el cuerpo de la otra mujer contra el suyo, pero incluso si hubiera querido que ocurriera algo entre ellas, aunque no hubiera pensado en Hobie como la chica de Baylor, se estaba divirtiendo demasiado para estropearlo con sexo o insinuaciones. Sin embargo, no pudo resistirse a una pequeña provocación. —Sabes, no recuerdo haberme divertido tanto con mi ropa puesta. La risa de Hobie resonó. —Absolutamente incorregible. Vamos, sexy, vamos a ver si eres todo aire caliente. —Golpeó a Juliana en todo el trasero y se alejó. —Oh, cariño, ahora me tienes motivada. —Juliana echó los brazos hacia atrás y balanceó el palo de golf con una fuerza suave. La pelota aceleró en la moqueta roja de la rampa y rebotó contra uno de los lados octogonales. La bola se disparó en la boca del payaso, y las mujeres vieron cómo descendía en espiral hasta que finalmente llegó al túnel de jirafas que era su destino. La pelota dio un rodeo con gracia y cayó con un resonante plunk en el recipiente de metal. —Oh sí. ¡Soy buena! Ambas mujeres se doblaron de risa. Juliana arrastró a Hobie en un abrazo y le dio un rápido beso en la mejilla. —Gracias a mi excelente caddie, —le dijo para más risas.

Baylor observó cómo las dos mujeres se alejaban, ahora cogidas del brazo y todavía riendo. Se volvió para seguir discretamente y tropezó con una pelota de golf que se aproximaba. —Oye, tío ¿estás jugando o espiando? —Tres jóvenes se pararon frente a ella.

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Baylor arqueó una ceja y puso su mirada más intimidante, lo cual no fue difícil teniendo en cuenta el estado de ánimo en el que estaba. —¿Me parezco a un tío? —Uh, de hecho, ¡sí! —Los tres chicos se rieron. Baylor dio un paso más cerca del joven que había hablado. Ella se elevaba por encima de él. —¿Cómo te gustaría tener un cono de helado de tres metros de altura, metido por el culo graciosillo? —Preguntó, mirando a la estatua a su lado. Él trago duro y retrocedió hasta que se quedó con sus amigos. Baylor se alejó tras Hobie y Juliana. —A veces es bueno ser rey, dijo con una sonrisa maligna.

285 —Bueno, todo lo que tengo que hacer es aceptar este hoyo y seré la campeona indiscutible del putt-putt del mundo. —Juliana saludó a una muchedumbre imaginaria. Hobie se rio. —El mundo entero puede estar impulsando. Digamos Ana Lia. Además, es más difícil de lo que parece. Diez minutos más tarde, Juliana seguía intentando el mismo hoyo, jurando profusamente. ¡Maldita sea! ¡Esta vez lo sentí! —Sabes que se supone que esto es divertido, ¿recuerdas? —Me estoy divirtiendo, —dijo Juliana mientras apretaba los dientes—. ¿No te das cuenta? —Finalmente alzó la vista con una sonrisa tímida—. Es ese estúpido hipopótamo. Cada vez que mi bola se acerca a entrar en su boca, esos estúpidos dientes salen y la sacan del camino. —De acuerdo, deja de hacer pucheros, te hace parecer a Noah. Hazte a un lado. —Hobie empujó con gracia a Juliana a un lado del green—. Todo está en tu sincronización y en las muñecas. ¿Estás mirando?

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—Oh, sí. —Juliana sonrió mientras se agachaba sobre una rodilla. Su postura no intencional le proporcionó una visión perfecta del trasero de Hobie.

—¡Imbécil! —Murmuró Baylor para sí misma—. Jules está haciendo exactamente... bien, lo que haría. De acuerdo, no puedo culparla por echar un vistazo, pero eso no me va a impedir que le pegue una paliza esta noche.

—Jules, te pregunte si estabas mirando mis muñecas, no mi culo. —No, como recuerdo, dijiste, “¿estás mirando?” No especificaste ninguna parte del cuerpo en particular. —Touché. ¿Cómo está la vista? —Le preguntó Hobie con una sonrisa maliciosa. —Muy buena, si puedo decirlo sin conseguir una bofetada. —¡Ciertamente no puedes! —Susurró Baylor en voz baja. —Ciertamente puedes. Decirlo, quiero decir, y no conseguir tu cara abofeteada. Como una madre de treinta y ocho años, estoy feliz de saber que alguien todavía me mira, —dijo Hobie—. Está bien, aquí va. —Balanceó el palo en un suave arco. La sincronización era perfecta cuando la bola rebotó en dos dientes de plástico masticando y rodó en la boca del hipopótamo. Hobie se llevó una mano hasta su boca y sopló en sus uñas, luego las pulió en su blusa. —¿Qué puedo decir? —Vamos, Tiger52, veamos cómo te va sobre el obstáculo de agua. Estoy tomando un par para este hoyo, —dijo Juliana. —Tramposa, —gritó Hobie mientras Juliana la arrastraba con un brazo.

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Creo que LJ debe estar haciendo referencia a Tiger Woods, el gran golfista estadounidense.

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—La tramposa tiene razón, —dijo Baylor. Se levantó de su lugar dentro de las sombras donde se había escondido detrás de una versión grande de pájaros que subían y bajaban para beber de un vaso de agua. Se alejó del pájaro de colores brillantes justo cuando un grupo de chicas con uniformes Scouts entraba en el green. Baylor pensó más tarde que debería haberse movido más rápido, pero en ese momento, estaba absorta viendo a Juliana y Hobie alejarse. No anticipó que una de las niñas de ocho años obtendría un hoyo en uno. —¡Oh! —Gritó Baylor mientras el pájaro se sumergía y su pico le golpeaba el hombro. Trató de alejarse, pero el pájaro se volvió como ella y la picoteó agudamente en la parte superior de la cabeza. —¡Jesucristo! —Gritó y golpeó al pájaro, que sólo provocó golpear el sombrero bombín rojo de su cabeza. El sombrero cayó al suelo con estrépito, pero el pájaro logró golpear a Baylor dos veces más antes de que pudiera prever en qué dirección se movería su cabeza a continuación. Baylor podía sentir algo -¿era sangre?- corriendo por el lado de su cara, pero no podía detener al ave atacante lo suficiente para comprobarlo. Por desgracia, en el preciso momento en que finalmente logró orientarse y pudo esquivar los avances del pájaro, su pie enyesado pisó directamente dentro del bombín. Incapaz de enderezarse, giraba mientras el sombrero se deslizaba contra el hormigón. —Hijo de p… —La última cosa que Baylor recordaba del campo de golf putt-putt era la forma en que su cuerpo se sentía cuando volteaba sobre el seto de casi un metro que rodeaba al green. Yacía en la tierra, y justo antes de desmayarse, vio el rostro del pájaro. Más tarde juraría que había estado sonriendo.

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—¿Qué fue eso? —preguntó Hobie a Juliana. Las dos mujeres miraron hacia atrás en la dirección de donde habían venido. —Debe de haber algún tipo haciendo el tonto, —dijo Juliana mientras caminaban hacia la salida.

—Me lo he pasado muy bien esta noche, Hobie. De hecho, ni siquiera puedo recordar la última vez que me divertí tanto, —dijo Juliana. Hobie pasó un brazo por la cintura de Juliana y caminó con ella de regreso a la casa de invitados. —También me lo pasé muy bien, y muchacho, lo necesitaba. Se detuvieron en el escalón inferior del porche de madera. —No te ofendas, pero no voy a tratar darte un beso de buenas noches, —dijo Juliana. Se separaron, pero mantuvo la mano de Hobie. —Bueno, no hay ninguna ofensa. —Hobie sonrió y frunció el ceño—. No obstante, podrías decirme ¿por qué no? —Por favor, no tomes esto por el camino equivocado porque lo digo como un gran cumplido, —comenzó Juliana—. Es que salir contigo ha sido increíblemente similar a salir con mi hermana. No me malinterpretes, amo a mi hermana. De hecho… —Jules —interrumpió Hobie—. Está bien. No tengo una hermana, pero creo que sé lo que quieres decir. Fue agradable salir con una amiga y divertirme. —Exactamente, —dijo Juliana en tono de alivio. —¿Entonces estamos en perfecto acuerdo? —Somos grandes amigas y nada más. —Ambas mujeres se rieron entre dientes.

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—¿Quieres sentarte un rato? —Preguntó Hobie, indicando el columpio del porche. —Si suena bien. —¿Puedo traerle algo para beber, tal vez una copa de vino? —Sólo si tienes algo. Hobie regresó rápidamente con dos vasos de pinot grigio 53 y encendió las antorchas de bambú. —Gracias. Es hermoso aquí. No me di cuenta de que este lugar estaba tan cerca del agua. —Son sólo unos doscientos metros. Cuando está tranquilo como ahora, me encanta sentarme aquí y escuchar. Tienes razón, es hermoso. Caliente, pero hermoso. Hablaron durante un rato de nada de gran importancia, simplemente relajándose y disfrutando de la noche. A Juliana le divirtió la frecuencia con qué Hobie trajo el nombre de Baylor a la conversación. Siempre había algo interesante o gracioso que Baylor había dicho o hecho. Lo que lo hizo tan divertido fue que Juliana estaba segura de que Hobie no tenía ni idea de que lo estaba haciendo. Ella vaciló con respecto a su siguiente movimiento, pero no pudo resistirse. |—Así que, —se volvió y puso su brazo en el respaldo de la silla—, cuéntame sobre Baylor. —Puso su barbilla en la palma de su otra mano. —¿B-Baylor? ¿Decirte qué de ella? —Hobie repentinamente sintió un calor que subía por su cuello y que tenía poco que ver con la tarde tropical. —Háblame de ti... y de ella.

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Es un vino blanco

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—Estoy segura de que no sé a qué te refieres. —Hobie se rio entre dientes para aclarar la pregunta que ya la había afectado profundamente. Juliana dirigió una mirada de complicidad hacia Hobie. Hobie intentó reírse de nuevo, pero ningún sonido salió. Puso los ojos en blanco y giró la cabeza como si pudiera interpretar toda la cuestión como una broma. La expresión perspicaz de Juliana detuvo su ardid. —¿Quieres que te cuente de mí y Baylor? —Hobie dejó su copa de vino en una pequeña mesa de mosaico. Se levantó y empezó a pasearse—. La mujer es certificable. Juliana bajó la cabeza para ocultar su sonrisa. —Me doy la vuelta y ella está allí. Es como un pequeño cachorro, pisándome los talones. Un minuto me odia, al minuto siguiente hace algo tan... tan, bueno, tan maravilloso y dulce que hace que sea casi imposible no... —se detuvo bruscamente, pero al parecer Juliana sabía cómo terminar la frase. —Amarla. Hobie parecía como si le hubieran dado una bofetada, entonces parecía que iba a llorar. Se sentó pesadamente en el columpio junto a Juliana. —Si piensas por un momento que estoy enamorado de Baylor Warren... ella está loca, ¿sabes eso? Juliana sonrió. —Es excéntrica. —Esa es solo la manera que una persona rica dice loco, —replicó Hobie—. Lo que da miedo es que ella piensa que el resto del mundo está loco. Ella... oh, Dios, ni siquiera sé por dónde empezar. —Veamos si puedo ayudar. Es inteligente, pero lo sabe. Es talentosa, que no lo sabe, no cuánto, por lo menos. Los niños y los animales la adoran, y aunque tiene la paciencia de un santo con ellos, no dará a la mayoría de los

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adultos la hora del día. Además, tiene un ego del tamaño de un pequeño país del tercer mundo y nunca ve sus propios defectos. —Pero ella es tan... tan... bueno, tan opuesta a todo eso algunos días. Cuando no está intentando... —Es hosca y melancólica, —dijo Juliana. —Hermosa. Compasiva, —añadió Hobie suavemente. —Sarcástica. Cáustica. —Sensible. Amable. —Y, por último, es el mayor dolor en el culo en el mundo entero—, dijo Juliana. Hobie miró a Juliana. Con expresión de afligida, se cubrió el rostro con las manos. —Oh, Dios, Jules. ¡Estoy enamorada del mayor dolor en el culo del mundo! ¿Cómo pasó esto? Parecía lista para llorar. Juliana envolvió un brazo alrededor de ella y la sostuvo por unos momentos. Ahí es cuando Baylor regresó. Baylor había sufrido lo que ella recordaría como una angustiosa y traumática experiencia. El punto más embarazoso había sido recuperar la conciencia rodeada por un grupo de jóvenes scouts de ocho años. Con demasiada vergüenza para explicar lo que pasó, Baylor había inventado una historia extraordinaria sobre cómo sufría de convulsiones, y las chicas estaban encantadas de recibir crédito por encontrarla y salvarle la vida. La mujer mayor con ellas parecía escéptica, pero la mentira servía a su propósito. Baylor dio a las chicas el dinero suficiente para un helado y cuidadosamente volvió a su coche.

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Se limpió lo mejor que pudo con un paquete de Kleenex y una botella de agua. Se preguntó si tenía una conmoción cerebral; el pájaro plástico le había golpeado lo suficientemente fuerte como para hacerla sangrar. Estaba sucia, sudorosa y ensangrentada, pero sólo había una cosa que hacer en ese momento. Decidió regresar a la casa de Hobie y esperar a sus dos amigas traidoras. Aparcó el Jaguar, esperando fervientemente que las otras mujeres no hubieran notado su ausencia. La casa de invitados no era visible desde la calle. Estaba situada detrás de la casa principal y rodeada por una alheña y buganvillas. Ahí es donde Baylor decidió montar guardia. Podía oír el sonido de voces, pero no lo que estaban diciendo. Se inclinó para ver mejor el frente de la casa de invitados. Lo que vio fue su mejor amiga con sus brazos alrededor de Hobie, que no parecía estar haciendo mucho para cambiar esa situación. —Hija de per… ¡ay! ¡Maldita sea! —Baylor no tenía ni idea de que las hermosas flores de buganvillas rojas, cuyos pétalos parecían papel de arroz, tenían espinas del tamaño de pequeñas vías férreas. Ella se había inclinado demasiado cerca y el hombro de su chaqueta se enganchaba en las puntiagudas espinas. Por desgracia, cuanto más luchaba, más enredada se quedó. —¿Has oído algo? —Hobie alzó la cabeza del hombro de Juliana. —No. ¿Quieres que eche un vistazo? —No, probablemente sea sólo un caimán. Los ojos de Juliana se abrieron de par en par y miró nerviosamente alrededor de la oscuridad que rodeaba el porche.

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—Es una broma. No he visto uno desde que era una niña. —La sonrisa de Hobie regresó—. Es probablemente sólo un mapache o algo igual de inofensivo. —Oh, amor, tienes un buen malvado sentido del humor. —Lo siento. Jules, no quiero que pienses que te estoy usando, pero ¿puedo preguntarte algo sobre Baylor? —Querida, soy la autoridad más importante del mundo en Baylor Warren. Pregunta lo que quieras. —¿Qué le pasa? ¿La dejaron caer de cabeza cuando era bebé o qué? La pregunta era tan seria y la expresión de Hobie tan seria que Juliana odiaba reír, pero no pudo evitarlo. Inclinó la cabeza hacia atrás y se rio a carcajadas. —Lo siento, —dijo ella—. No puedo detenerme. Eres la primera persona que alguna vez ha tenido el coraje de hacer una pregunta como esa sobre Baylor. —Hablo en serio, —replicó Hobie con una sonrisa y una risita—. Dios mío, no era lo suficientemente malo que Noah peleara en el patio de recreo y llamara a otro niño de 6 años rata bastarda. La semana pasada, ella le enseñó a escupir porque dijo que todos los grandes jugadores deben saber cómo hacerlo. La risa de Juliana aumentó. —Una vez, estaba en la casa de Evelyn para almorzar. Una alarma se disparó y ella corrió hacia el invernadero con Arturo justo detrás de ella. Juro que ha entrenado a ese perro a hacer las cosas más extrañas. Cogió un portapapeles, salió corriendo de la cocina y quince minutos después volvió como si nada hubiera pasado. Te hablé de Katherine y Helen, ¿verdad?

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Juliana dejó de reír el tiempo suficiente para murmurar, —Sí, las chicas con la rata grande. —Es un hámster, pero ese no es el punto. Cuando Baylor llegó por primera vez, tuve que rogarle que no ofendiera a esas mujeres. —¿Qué está haciendo… siendo mala con ellas? Eso no suena como Baylor, —preguntó Jules, limpiándose las lágrimas de los ojos. —¿Mala? Va por ahí actuando como si Albert fuera real. No sólo para ser cortés con Katherine. También, ¡habla de esa maldita rata a todos los que quieran escuchar! —Creí que habías dicho que era un hámster. —¡Lo que sea! ¡Sabes a lo que me refiero! El entrenador es otro ejemplo, —agregó Hobie—. Ella ve al entrenador cuando va al Cove. Él merodea por del restaurante. —Sí, me habló de él. El tipo del fútbol. —Bien. La encontré una tarde en un banco del parque con el hombre. Estaba preparando jugadas para el equipo. —Tal vez estaba solo tratando de ayudar al tipo. —¡No ha entrenado fútbol en veinte años! ¡No hay equipo! —Oh. —Ya no sé qué hacer con ella, —dijo Hobie mientras se desplomaba una vez más en el columpio del porche—. Jules, me temo que estoy enamorada de una loca. Juliana emitió un sonido que era mitad risa y mitad tos. —Es curioso, dice lo mismo de ti. —¿Baylor está enamorada de mí? —Preguntó Hobie.

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Juliana levantó la vista, con una expresión de miedo en su rostro. —No, no, no dije eso. —¡Si lo hiciste! Lo sabía. ¡Mira si lo sabía! Eso es lo que ella quería decirme ayer. —No, no vino de mí. No te atrevas a repetirlo. Algo malo pasará, lo sé. —Oh por favor. —Será. Evelyn dijo… —¿Evelyn? ¿Qué tiene que ver ella con esto? —¡Oh Dios mío! No dije eso. Cállate... no me hables más de ello. —¿Quieres parar? —No, —dijo Juliana tapándose los oídos con las manos—. No, no, no, no, no… —¡Puedes detenerte!

—Hobie golpeó bruscamente el brazo de

Juliana—. Dios mío, tú y Baylor sois exactamente iguales. ¿Dónde me estoy metiendo? Juliana miró a Hobie con expresión contrita. —Lo siento. Solo... finge como si no lo supieras. Le prometí a Evelyn... —¿Qué demonios tiene que ver Evelyn con todo esto? —Nada, nada en absoluto. —Dios, tal vez no es Baylor quien está loca. Quizás soy yo. Siento que la estoy enloqueciendo. |—Mira, Hobie, —comenzó Juliana con calma—, Baylor siempre ha sido un poco diferente. Lo interesante es que no lo ve así. Se ve a sí misma como perfectamente normal y todos los demás como un poco locos. Tal vez ella acaba de encontrar un lugar en Ana Lia donde está bien ser diferente. Tal vez

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tú y Evelyn son responsables de llevar a nuestra excéntrica y ligeramente adorable niña de cuarenta y dos años y hacerle ver que ser diferente es aceptable. —¿Entonces quieres decir que tengo la culpa? Juliana se rio entre dientes. —En cierto modo, supongo. Sólo trato de que veas el otro lado de esa moneda. Hobie le devolvió la sonrisa, una mirada que era parte de exasperación y parte de resignación. —No creo que pueda sacarla de mi corazón ahora ni con una palanca. Confía en mí, lo he intentado. Dios Todopoderoso, Jules, ¿quieres saber lo absolutamente más descabellado? —¿Y eso es? —Estoy enamorada de la mujer que, en este mismo momento, nos está espiando desde los arbustos. —Estás bromeando. —Sabría el sonido de ella maldiciendo en cualquier lugar, —dijo Hobie secamente—. Escucha. Juliana hizo una pausa para escuchar los sonidos de la noche a su alrededor. Débilmente, desde el lado del océano de la casa, oyó los murmullos de Baylor. —Maldita hija de p... —Entonces hubo un sonido de desgarramiento, seguido por más maldiciones murmuradas. —No lo creo, —dijo Juliana. |—Yo sí. Lo que me pregunto es qué demonios era lo que espera ver que estábamos haciendo. —Con Baylor, no hay forma de saber. —Juliana se esforzaba por no reírse, lo que la hacía parecer como si estuviera luchando por contener la

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respiración—. ¿Qué crees que está haciendo allí para maldecir tanto? —Se rindió y dejó escapar su risa. —No lo sé, pero sé lo que va a ver aquí. —¿Qué significa eso? —Sólo sigue mi ejemplo. ¿Bien? —Esto suena como un problema. Cuidado, Hobie. —Voy a darle lo que ella vino a ver aquí. —De acuerdo, jefa. —Entonces, ¿quieres entrar para tomar una última copa? —Preguntó Hobie en voz alta. Se levantó del columpio y extendió una mano—. Podemos estar mucho más cómodas adentro. —¿Qué hay de Noah? —Preguntó Juliana, siguiendo el juego. —No te preocupes, él se queda la noche con mi madre. En ese momento, Baylor se había enredado completamente entre las espinas puntiagudas de las buganvillas. Oyó lo que estaba sucediendo en el porche, lo que la hizo luchar con más fuerza para salir de su situación actual. Por supuesto, mientras más duro luchaba, más apretadas eran las largas ramas parecidas a la vid que la sostenían en sus manos. Juliana se levantó y tomó la mano de Hobie. Cuando llegaron a la puerta de la casa de invitados, Hobie se dio la vuelta. Su siguiente acción tomó a Juliana por sorpresa. Se acercó y la besó. No era un beso rápido en la mejilla y el cuerpo entero de Juliana se fundió en el beso. En cuestión de segundos, el beso había terminado y Hobie atrajo a Juliana por la puerta abierta. Ese fue el momento en que Baylor se volvió loca. Abandonó su chaqueta en las ramas sanguinarias y se lanzó con una velocidad increíble hacia la casa de invitados.

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Juliana seguía intentando recuperar el aliento cuando Hobie cerró la puerta. Se apoyó en una silla. —¿Sabes cuándo te dije que salir contigo era como salir con mi hermana? —Sí. —Cambié de opinión. No creo que mi hermana me besuquease así. —Tendrás que explicar eso. —¿Qué, besuquear? Oh, besar. Hobie golpeó el brazo de Juliana, lo que provocó una sonrisa. —¿Cuánto tiempo crees que le llevará? —Veinte, treinta segundos más, —dijo Juliana. —Y dices que conoces a la mujer. Cinco segundos más, lo máximo. Cinco... cuatro... tres... dos... Baylor golpeó la puerta. —¡Hobie Lynn, abre esta puerta ahora mismo! Juliana se volvió hacia Hobie. —Eres muy buena. —Lo soy, ¿verdad? —Hobie tiró el pelo a un lado mientras caminaba lentamente hacia la puerta. Se rio de su propio comportamiento antes de abrir la puerta para enfrentar a su pretendiente herida. —Baylor, Dios mío, ¿qué te pasó? —Preguntó Hobie. Suciedad y pedazos de hojas se aferraban a la ropa de Baylor, y sus manos estaban cubiertas de moretones y arañazos. Lo peor parecía ser una raya de sangre seca que salía de su cabello y bajaba por un lado de su rostro. —¡Me debes trescientos dólares! —Baylor se burló. —¿De qué estás hablando? —Preguntó Hobie. —Tus arbustos comieron mi chaqueta de lino Armani.

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Hobie cruzó los brazos. —Y puedo preguntar, ¿qué estabas haciendo en mis arbustos? Baylor abrió la boca para una respuesta enojada. Observó cómo una de las cejas de Hobie se arqueaba y desapareció bajo los cabellos pelirrojos. —Yo... ella... —No podía decidir a quién culpar primero. En su mente, ella no tenía la culpa de ninguno de los eventos de la noche. Era una espectadora inocente. —¡Me estás confundiendo! —Señaló a Hobie con un dedo acusador. —Buen señor. Siéntate antes de caer. —Hobie negó con la cabeza—. Déjame conseguir el botiquín de primeros auxilios. —Salió de la habitación. Baylor se sentó pesadamente en la silla de madera. —Ven aquí, —casi susurró. Juliana dio un paso más cerca. —¿Qué? —Ven aquí un minuto. Juliana cruzó la pequeña sala de estar pero se detuvo antes de llegar a su amiga. —¿Por qué? —Arrastró las palabras con desconfianza. —¡Porque te voy a pegar una paliza! —Gritó Baylor mientras se lanzaba hacia ella. Cuando Hobie volvió con el botiquín, Baylor y Juliana casi habían llegado a las manos. —Basta ya. —Hobie se movió entre las dos mujeres—. ¡Parar ya! —Gritó. ¿Qué diablos está pasando? —Ella… —Juliana y Baylor hablaron al mismo tiempo. Cada una tenía una mano levantada y un dedo apuntó a la otra. —Sólo dejarlo ya. Parar ahora, —ordenó Hobie. Se colocó entre ellas, un brazo contra el pecho de cada mujer, tratando de evitar que se atacaran—.

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¿Alguna vez alguien les dijo a las dos que son amigas muy energéticas para estar cerca? —Pensé que lo decían en el buen sentido, —dijo Baylor. —Confía en mí. —Hobie empujó a Baylor de vuelta a la silla—. No lo hicieron. Tomó un paño húmedo y cuidadosamente empezó a limpiar los cortes en las manos de Baylor. Luego se movió para limpiar la sangre seca de su cara y cuello. |—¿Quieres decir que mis arbustos te hicieron todo esto? —Preguntó—. ¿Qué diablos hiciste… te sumergiste en ellos? —No. Para que lo sepas, fui atacada por un pájaro muy grande. —Estás bromeando. Baylor, ¿por qué no lo dijiste? —Quizás el ataque había causado la aparente desorientación de Baylor. Tal vez por eso estaba en los arbustos en primer lugar—. ¿Era una gaviota o un pelícano? —Creo que fue un pollo, o tal vez un loro, no estoy segura. Sin embargo, estoy segura de que era amarillo. Hobie hizo una pausa, y ella y Juliana se miraron. —No sólo son pequeñas aves, sino que son muy diferentes en comparación, —dijo Juliana. —Esta cosa tenía mínimo casi tres metros de altura, —dijo Baylor. —¿Qué? —Hobie se echó a reír—. Creo que podría tener una conmoción cerebral—. Baylor, —continuó en voz alta—, ¿cuántos dedos tengo levantados? —No estoy mentalmente incapacitada y no me he quedado sorda, así que deja de gritarme.

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—Bueno, entonces estás muy loca. No hay pájaros de tres metros vagando por Ana Lia. Estoy segura de que algo así hubiera sido notica en los periódicos. Hubiera salido en todas las estaciones de noticias. Soy una veterinaria. Me habrían llamado. —Así que soy una mentirosa. Apuesto a que si lo decía ella, lo creerías. —Oh, por el amor de Dios, —dijo Hobie—. Mira lo que estás diciendo. Quiero decir, el único pollo de tres metros en Ana Lia es el que está en el minigolf… Baylor escogió ese momento para encontrar algo fascinante en el suelo. —Oh, no creo que hayas caído tan bajo, —dijo Hobie. Juliana, entretanto, finalmente se dio cuenta de lo que Hobie estaba hablando. —Baylor. —Ella respiró hondo—. Dime que no lo hiciste. Dime que no nos seguiste por aquí esta noche como una condenada loca. Dime que no me has avergonzado así. —¿Avergonzarte? —La voz de Baylor se alzó—. ¡Fui la que fue atacada por ese maldito periquito y tuve que ser sacada de una muerte segura por un grupo de Scouts! —Girl Scouts. —Hobie no pudo evitar corregir a Baylor. Había visto a la tropa de chicas detrás de ellas en el campo putt-putt. —Apártate del camino, Hobie, —ordenó Juliana. —¿Por qué? —¡Porque voy a darle una paliza! —Juliana corrió hacia Baylor y las dos estaban en ello otra vez. —¡No puedo creer que no confiases en mí! —Gritó mientras daba un golpe a Baylor.

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—¿Confianza? Después de ese beso que vi, ¿tienes el valor de hablarme de la confianza? —Baylor trató de poner una llave a su amiga. Mientras tanto, Hobie, que era más de diez centímetros más baja que cualquiera de las mujeres, se encontró atrapada en medio de sus desesperados intentos de alcanzarse la una a la otra. —¡Parar ya! —Prácticamente gritó. Se las arregló para apartarlas una vez más, pero para ese momento, estaba completamente agotada—. ¡He tenido suficiente! Jules, ha sido muy divertido, pero tal vez deberías irte a casa. —Pero… —Está bien, —le interrumpió Hobie—. Creo que Baylor y yo tenemos que hablar. Juliana aceptó con un breve movimiento de cabeza. El hecho de que entendiera no quería decir que tuviera que gustarle. —Dame las llaves, —le tendió la mano a Baylor. —Olvídalo, usa su cacharro. —Dale las malditas llaves, —siseó Hobie. Baylor inmediatamente cumplió. —¿Cómo se supone que debo llegar a casa? —Le salió como un gemido más de lo que ella había pretendido. —Tengo la maldita esperanza que te haga caminar, —dijo Juliana mientras Hobie la conducía hacia la puerta. Baylor dio un paso hacia su amiga. —¡Siéntate! —Hobie ladró. Los ojos de Baylor se abrieron de par en par ante la orden. Silenciosamente se sentó.

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—Intenta no matarla, —le susurró Juliana a Hobie—. Puede ser el mayor dolor en el culo en el mundo, pero es realmente difícil de encontrar una nueva mejor compañera. —Voy a ver qué puedo hacer, —dijo Hobie con una sonrisa—. Sin embargo, no hago promesas. Gracias, Jules. —Apretó suavemente la mano y cerró la puerta detrás de ella. —En cuanto a ti, —dijo Hobie mientras se volvía hacia Baylor que de repente estaba sin palabras—. Caray, estás hecha un desastre. —Lo sé, —dijo Baylor con un exasperado suspiro—. Sabes, realmente soy una persona normal. Trabajo, pago mis impuestos, millones de personas compran mis libros... —¿Baylor? —Gente como yo. De acuerdo, en realidad no me quieren, pero me respetan... —Baylor. —Normalmente no soy esto-esto... —¡Baylor! Baylor hizo una pausa y levantó la cabeza como si oyera a Hobie por primera vez. —Quería decir que eres un desastre. Inmunda. Necesitas una ducha. —Oh. —Baylor miró su ropa. Casualmente se quitó una ramita de sus pantalones y, con la misma indiferencia, levantó un pedazo de su blusa que le había roto el hombro. —Vamos, puedes tomar una ducha aquí. —Hobie arrastró a Baylor a su dormitorio—. Hay toallas limpias en el armario. Todo lo que necesitas está en el

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baño. Mi bata está en la parte posterior de la puerta, siéntete libre. Veré qué puedo hacer con algo de ropa limpia. ¿Necesita algo en particular? Silenciosamente, Baylor negó con la cabeza. Estaba acostumbrada a estar al mando, pero cuando Hobie estaba en la habitación, sintió como si su control desapareciera. —Estaré en la sala de estar entonces, —dijo Hobie mientras cerraba la puerta del dormitorio. Baylor miró la puerta cerrada por unos momentos más. Ok, hay algo mal aquí. ¿Por qué está siendo tan amable conmigo? ¿A una mujer a la que acabo de cabrear siendo demasiado amable conmigo? Eso no puede ser bueno. —Baylor, vieja, —murmuró para sí misma al girar el grifo—, estás en un gran problema.

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CAPÍTULO 21

Baylor pasó veinte minutos en el baño y se las arregló para ponerse en un estado de frenesí. Nunca había sabido que era posible reflexionar sobre tantos temas en tan corto lapso de tiempo. Mirando su reflejo en el espejo, pasó sus dedos por su cabello mojado y se preguntó una vez más cómo su vida había ido tan lejos de su rumbo desde que había llegado a Ana Lia. Salió cautelosamente del cuarto de baño al dormitorio de Hobie. Una pequeña pila de ropa estaba en el extremo de la cama de Hobie con una nota adjunta. “Mack debe comprar esas cosas por lo asqueroso, pero me asegura que están recién lavadas”. Baylor sonrió al desplegar el pantalón deportivo y la camiseta del Departamento del Sheriff de Ana Lia. Mientras se vestía, pensó qué, en todo caso, debía decirle a Hobie. Para empezar, ¿estarían todos mejor si regresara a casa y fingiera que nunca había estado atrapada en la isla? Baylor siempre había tenido problemas, especialmente con respecto a su vida amorosa. Años de terapia le habían mostrado la fuente de sus dificultades, pero ningún análisis había logrado exorcizar el recuerdo de la manera en que su padre la había tratado. Sabía que ella sola tenía el poder de cambiar su incapacidad para amar. La pregunta era, ¿tenía el valor de dar el primer paso? ¿Valdría la pena? Entró en el salón y encontró la respuesta a esa pregunta directamente ante ella. Hobie estaba sentada con las piernas cruzadas sobre el suelo alfombrado. Se había cambiado una blusa sin mangas azul real y un par de pantalones cortos de algodón hasta la mitad del muslo. Sus pies descalzos golpearon el suelo al ritmo de la música mientras hojeaba sus CDs. Su cabello pelijorro hasta los hombros adquirió un color profundo y rico que Baylor pensó

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que cualquier modelo de pasarela envidiaría. La vista de Hobie, tan relajada y hermosa, golpeó a Baylor como una flecha a través de su corazón. Hobie levantó la vista y miró a Baylor. —Oye, parece que te sientes mucho mejor. La brillante sonrisa desarmó a Baylor. Pensaba que Hobie se pondría más enojada, pero parecía casi tranquila. —En cualquier caso, me siento más limpia. —Bueno. ¿Cómo se siente tu pierna? —Genial, simplemente genial. —Deberíamos ser capaces de quitar ese yeso esta semana. —Fantástico. No hay quejas de mí. Baylor se preguntó cuánto tiempo podría o debería mantener la conversación informal. Tenía la sensación de que si Hobie empezaba, todavía estarían de pie en el centro de la sala de estar a la mañana siguiente. Desgraciadamente, Hobie leyó su mente. —Baylor, ¿por qué no te sientas? Aquí viene, pensó Baylor. —Si no le importa, creo que me reclinaré aquí. —Apoyó su trasero contra el borde de uno de los cuatro taburetes altos de la barra de desayunos. —Espero que aceptes que tenemos que hablar. —Um, sí. Supongo que pensé que estarías mucho más enojada conmigo de lo que estas. —¿Enojada? —Hobie se puso de pie.

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De acuerdo, tal vez le recuerde que se supone que estar enojada es una cosa mala. Mierda, parece que está perdiendo la cabeza ahora. En realidad, ella me recuerda... bueno, mierda... a mí. —No estoy segura de que puedas apreciar cuán enojada estoy por tus acciones esta noche, Baylor. Estoy segura que todavía ni siquiera sé toda la historia. No estoy segura de querer saberlo, pero lo que sé es suficiente para hacerme enojar desde ahora hasta el mismo momento en que el infierno se congele. Caminaba de un lado a otro por la pequeña sala de estar. —La falta de fe, de confianza que debiste haber tenido, por mí o por Jules, para seguirnos como... —Bien, ahora sobre eso… —Baylor intentó contar una pequeña parte de su lado de la historia. Hobie continuó como si no hubiera oído a Baylor. —¡…como una especie de acosadora desquiciada! Esto es loco. Ya sabes, me doy la vuelta y allí estás... —Bueno, en mi defensa... —No sé cuánto más pueda aguantar esto. Vienes a la ciudad y primero me odias, entonces te gusto. Yo solo… —De acuerdo, admito que he sido un poco incoherente, pero... —¿Incoherente? —Hobie actuó como si finalmente hubiera oído algo que Baylor dijo—. Me has convertido en una loca. No sé qué pensar cuando estoy cerca de ti. No sé cómo actuar ni qué decir. ¿Qué me pongo? ¿Me pongo el perfume, o eso es enviarte algún tipo de mensaje oculto? —Me gusta la forma en que hueles. Quiero decir, me gusta el perfume que usas. —Baylor ofreció una pequeña sonrisa.

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—¿Ves lo que quiero decir? Baylor, dices cosas así y eso me hace pensar... Dios, no sé si puedo hacer esto. Me siento tan… Los ojos de Hobie comenzaron a lagrimear y eso, como siempre, afectó a Baylor más que cualquier otra cosa. Abrió los oídos y empezó a escuchar lo que Hobie había estado diciendo. Cuando oyó las palabras, finalmente lo entendió. Todo el tiempo había estado preocupada por Hobie rechazándola y Hobie tenía miedo de lo mismo. —Sabes, mi vida tiene un cierto orden. Por lo general, tengo mucho control, —continuó Hobie—. Nunca pensé que me gustarías tanto, pero luego haces algo o dices algo y simplemente no sé cómo describir cómo me siento. Quiero decir, un minuto yo... Hobie siguió murmurando, incluso después de que Baylor estuviera de pie antes de que ella dijera su nombre. Baylor apoyó las manos en los hombros de Hobie. Baylor sabía entonces que sólo habría una forma de hacerlo, sólo una manera de convencer a Hobie, así como a sí misma. Por una vez en su vida, tuvo que vivir y no sólo sobrevivir. Baylor respiró hondo y besó a la chica. A Hobie le llevó unos segundos darse cuenta que estaba siendo besada. Tan pronto como había comenzado, todo había terminado. Baylor retrocedió un poco para mirar a los sorprendidos ojos verdes. Sin embargo, el shock de Hobie fue de corta duración. Sintió la atracción de la mirada cariñosa de Baylor y las esquinas de sus labios se elevaron en una sonrisa. En un movimiento sincronizado, las manos de Baylor se acercaron a la cintura de Hobie mientras Hobie deslizaba los brazos alrededor del cuello de Baylor. En puntillas, Hobie devolvió el beso de Baylor con más fervor. No fue apresurado, sino lento y persistente, poderoso en su intensidad. Parecía como si cada una de ellas hubiera esperado una vida por ese beso. Por extraño que parezca, Baylor sintió que todo eso había ocurrido antes. Un beso se convirtió en muchos hasta que la necesidad de aire separó a las dos mujeres.

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—Guau, —dijo Hobie con una sonrisa. —Sí, —dijo Baylor con una sonrisa. Inclinó la cabeza para eliminar la distancia entre ellas, y sus labios se encontraron una vez más. Un suave calor envolvió los sentidos de Baylor. Su cerebro nadó como si estuviera drogada. Los besos de Hobie la llevaron a un lugar que no había visitado en años. Era un lugar seguro, un lugar donde estaba bien sentirse vulnerable, sentirse bien, simplemente sentir. ¿Había estado alguna vez en los brazos de alguna mujer antes de Hobie? Hubo una vez. Debe haberlo habido. Besar a Hobie era tan familiar. Baylor estaba segura de que había sentido este beso antes. Su frente se arrugó mientras continuaba compartiendo caricias con Hobie. ¿Cuándo experimentó Baylor estos sentimientos? Las imágenes pasaron por su mente. Un vaso de vino arrojado a la cara... una extraña sonriente... una habitación de hotel... la habitación del hotel donde se despertó a la mañana siguiente... un rostro hermoso pero invisible... lentamente entrando enfocándose. Baylor abrió los ojos y repentinamente apartó a Hobie, sujetándola con el brazo extendido. —¡Tú! ¡Fuiste tú! No tenía que decir más que eso. Hobie sabía lo que quería decir Baylor. Había esperado que nunca tuviera que explicar la situación, pero claro, nunca había esperado saliendo por segunda vez con Baylor Warren. —Si estás hablando de Chicago, sí. Fui yo. —Yo-yo... no lo entiendo. ¡Te busque! —Oh, claro. —Hobie se rio. —De Verdad. Tenía a Jules tratando de encontrarte. —Guau, ella es buena.

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—¿Por qué no dijiste nada cuando llegué aquí? —Perdona, pero si piensas en ello, recordará que no estuviste nada contenta conmigo cuando llegaste a Ana Lia. —Muy bien, puedo ver eso, pero ¿no ha habido algún momento desde entonces que pudieras haber mencionado que pasaste la noche conmigo? —¿Cuándo se supone que debía decir eso? “Um, sí, creo que hoy vamos poner un yeso, y oh, por cierto, ¿mencioné que fui la mujer en la que te desmayaste en Chicago?” —Puedo ver donde el momento probablemente fue un problema. —Recuerdas que no pasó nada entre nosotros. Nada, ya sabes. —Me lo imaginé cuando desperté completamente vestida. —Supongo que debo admitir que no haberme reconocido cuando llegaste a la isla no era muy halagador ni bueno para mi autoestima, debo añadir. Parte de mí estaba decepcionada, pero la otra parte era feliz. —¿Feliz? —Preguntó Baylor confundida. —Creo que sabes que no hago cosas como llevar a las mujeres de vuelta a mi habitación de hotel. —Hobie sonrió—. Bueno, al menos no en una ciudad extraña. Supongo que estaba avergonzada. Me sentí como una gran puta. —Eso no es lo que aparece en mi mente cuando pienso en ti. —¿Qué piensas de... cuando piensas en mí? —Pienso en lo maravillosa que eres, en la mujer cariñosa y amorosa que eres. Lo especial que haces sentir a la gente, sin hacer nada fuera de lo común. Pienso en que eres una gran mamá y creo que todo el mundo en este mundo deberían sentirse afortunados de pasar tiempo contigo. Si lo hicieran, descubrirían lo que ya sé. Que nadie se cerca a la belleza absoluta como tú.

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—Chico, te he engañado, —dijo Hobie con aire consciente. Ella sacudió su cabeza—. No tienes ni idea de en qué te estás metiendo cuando me tengas. —¿Debo? —Baylor se estiró y dejó que sus dedos se deslizaran contra la mejilla bronceada de Hobie—. Quiero decir, conseguirte. Hobie sonrió ante otra respuesta perfectamente formulada de Baylor. —Estoy pensando que estás bastante atrapada conmigo. Te amo, Baylor. —El silencio flotaba en el aire después de la última declaración de Hobie—. Está bien si no sientes lo mismo. Yo… —No, pero yo sí. Siento lo mismo, —añadió Baylor apresuradamente. —Oh. —Hobie soltó un suspiro de alivio—.Vaya. —Indicó con sus ojos y una sutil inclinación de su cabeza que Baylor debería llevar ese reconocimiento un paso más allá. —Baylor, —dijo al fin—.¿Seguro que sientes lo mismo? Porque está bien si no lo haces. Sólo he tenido tanto miedo de ser la primera en decirlo que supongo que todo salió a la vez. Si necesitas tiempo para... —No realmente. Yo-yo... —Baylor tenía una expresión de dolor—. ¿Realmente tienes que escuchar las palabras? —Preguntó, ya sabiendo la respuesta. —Sí, realmente tengo que escuchar las palabras. Necesito las palabras. —Está bien... aquí va. Hobie, yo-yo... De repente, la cara de Baylor se volvió ceniza. Se sentía como si hubiera un tremendo peso en su pecho. Miró aterrorizada mientras sentía su brazo izquierdo entumecido. —Oh Dios mío. —¿Qué? —Preguntó Hobie con miedo. —Creo que estoy teniendo un ataque al corazón.

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Hobie había visto muchos infartos durante su residencia. Siempre era posible que Baylor estuviera teniendo uno, pero la expresión de Hobie decía que era dudosa. —No puedo sentir mi brazo. —Baylor miró hacia abajo a la extremidad en cuestión—. Mierda, voy a morir. Hobie puso los ojos en blanco, luego pellizco fuertemente el brazo de Baylor. —¡Ay! —¿Lo sentiste? —Sí, maldita sea. Eso duele. —Entonces tu brazo no está entumecido, no estás teniendo un ataque al corazón, ni estás a punto de morir. ¿Ves cómo todo funciona? No tienes que sentir realmente nada para decir que tu brazo está entumecido. —Puedo ver por qué saliste de la medicina con esa manera de tratar a los pacientes. —Baylor se frotó el lugar donde Hobie la había pellizcado. —Eso fue duro. —Su rostro formando un mohín infaltil. —Sin embargo, apuesto a que no te sientes como si estuvieras teniendo más un ataque al corazón. —Hobie preguntó con una sonrisa. —No eres una mujer agradable. —Una sonrisa diminuta se formó en la cara de Baylor—. Te amo, Hobie. —Justo así, dijo las palabras, antes de que tuviera la oportunidad de pensar en ellas por más tiempo. No quería esperar a ver lo que la memoria de su padre le susurraba al oído. Se encogió de hombros ante el fantasma por primera vez en su vida adulta y se sintió bien. Jodidamente bien.

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Sólo llevó esa simple admisión para abrir las compuertas de la emoción de Baylor. Tiró de Hobie en sus abrazos y la besó con una pasión que hizo que sus anteriores besos en comparación parecían ordinarios. —Quiero que te quedes aquí esta noche, —Hobie respiró contra su cuello. —Sí, oh, sí. —Baylor murmuró su asentimiento mientras ella y Hobie se dejaban caer sobre el sofá mullido. —Oh, sí. —Hobie gimió cuando el peso de Baylor se apretó encima de ella—. Ay, ay. —¿Qué? —Tu yeso. Ten cuidado con esa cosa. —¿Qué hay de ti en la parte superior? —Baylor no podía pensar en una manera delicada de decirlo. —Buena idea. —Hobie se retorció mientras Baylor se deslizaba de espaldas contra el sofá—. Hmm. —Hizo una pausa—. ¿Estás segura de que estás dispuesta a renunciar al poder y al control de la posición superior? Baylor sonrió. —Me arriesgaré. ¿Dónde estábamos ahora? —Aquí mismo. —Hobie cubrió la boca de Baylor con la suya. —Mmm. —Baylor gimió. De repente, los gemidos se hicieron cortos y agudos—. ¡Mmm-mmm! —¿Qué? —Hobie finalmente tradujo los sonidos para decir que Baylor estaba sufriendo. —No pongas tu mano ahí, duele.

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Hobie inmediatamente levantó su mano y empujó la camiseta de Baylor. Justo debajo de sus costillas era el comienzo de un moretón desagradable. —¿Cómo demonios ha sucedido esto? —En el campo de mini golf, —dijo Baylor mientras intentaba captar la atención de Hobie sobre otras cosas con sus caricias—. Creo que fueron los monos balanceándose. Uno de ellos me interceptó. —Dios, Baylor, —dijo Hobie, todavía examinando el gran moretón. La mano de Baylor se deslizó bajo la blusa de Hobie y serpenteó alrededor de su cintura, acariciando la suave piel—. ¡Oh, Dios, Baylor! —Exclamó Hobie de nuevo, con más entusiasmo esta vez. —¡Ay! No te inclines por ese lado, —insistió Baylor, sin querer terminar sus besos. —¡Oye! —Gritó Hobie—. Bueno, ahora estas tirando de mi pelo. —¡Ay, mierda! Lo siento, cariño, pero los cortes en mi mano pican. Intentemos esto... —Baylor trató de salir de debajo de Hobie para que pudieran al menos acostarse en el sofá, una frente a la otra. —¡Auh! —Exclamó Hobie mientras un mechón de cabello quedó atrapado en el anillo de Baylor. —Casi lo conseguí... sólo un segundo... allí, no fue demasiado difícil. ¡Whoa! —Baylor se había movido un poco demasiado hacia el extremo del sofá. Su peso la llevó hasta que estaba acostada de espaldas en el suelo. —¡Jesús! ¿Estás bien? —Dijo Hobie alarmada. Era evidente para Baylor que Hobie se esforzaba por no reírse de ella, sobre todo antes de descubrir si se había herido a sí misma. —¿Quién, yo? —Baylor trató de parecer casual—. Oh sí. Cómoda alfombra tienes en este lugar. En realidad, me estoy acostumbrando a caer. Creo que hay un arte.

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Hobie se cubrió la boca para ahogar su risa. —Siento que en este punto probablemente debería dejar algo muy claro, —dijo Baylor—. Normalmente no encuentro tantos problemas al hacer el amor. Por lo general va mucho más suave que esto. Hobie se echó a reír al fin. —Siempre eres esto... esto... —Buscó una palabra que no ofendiera a Baylor. —¿Patosa… una torpe? —Preguntó Baylor—. Esa es la parte divertida La mayoría de las personas me consideran francamente elegante. Esto pareció comenzar cuando llegué aquí en la isla. Por alguna razón, parece que se acentúa cuando estoy cerca de ti. Hobie se inclinó sobre el lado del sofá y alcanzó una mano para acariciar la mejilla de Baylor. —Lo siento, cariño. Baylor respondió con una sonrisa descuidada. El término de cariño hizo su camino directamente a su corazón. —Um, podrías venir aquí abajo. Es bastante cómodo. —Dio una palmada en el suelo alfombrado. —Tengo una idea, —comenzó Hobie—. ¿Qué pensarías si dijera que quería esperar? —Arrugó la nariz como si esperara un golpe. —¿No quieres? —¡No! No es eso en absoluto. —Apartó un mechón de pelo de los ojos de Baylor—. Quiero. Confía en mí, quiero. Sólo quiero que sea... no lo sé, no perfecto, pero muy cerca. Estaba pensando si esperábamos hasta que te quité ese yeso y cuando te curases un poco... —¿No mucho tiempo? —No, cariño, no mucho en absoluto. —Suena práctico, suena como tú. —Baylor sonrió—. Supongo que debería...

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—Sin embargo, No quiero que te vayas. ¿Te quedarías esta noche? —¿Crees que podremos arreglárnoslas sin matarnos una a otra? —Correré el riesgo. —Entonces sí, —dijo Baylor suavemente—. Quiero, aunque sólo sea para estar a tu lado. —Puedo arreglar eso. Vamos. —Hobie se bajó del sofá y ayudó a Baylor a ponerse en pie. Hobie llevó a Baylor hacia el ahora dormitorio familiar. —¿Quieres dormir en éstos? —Tiró suavemente del cordón de los pantalones de deporte prestados de Baylor. —Creo que si planeamos dormir, entonces mejor. Es esa cosa de no ropa interior otra vez. —Aguafiestas, —dijo Hobie con una sonrisa burlona—. Vuelvo enseguida. Hobie regresó un rato más tarde, su rostro recién lavado y su aliento olía a menta. Baylor se había sentado en el extremo de la cama, insegura de adónde ir desde allí. Hobie se paró delante de Baylor y parecía la cosa más natural del mundo para Baylor deslizar las manos alrededor de la delgada cintura de Hobie. —Esta es mi ropa de dormir habitual. —Hobie miró hacia abajo en la camiseta azul descolorida de los Cubs de Chicago—. ¿Te va a… molestar? Baylor tragó saliva por la visión de la bikini de encaje blanco que se asomaba por debajo de la camisa. Tiró a Hobie más cerca de ella. —Creo que si estuvieras usando franela de la cabeza a los pies, aún me excitarías. —Siempre sabes qué decirme. —Después de todo, soy escritora, —dijo Baylor con aire pretencioso.

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Hobie la recompensó con un lento beso. Una leve mueca de dolor y un gemido doloroso de Baylor le advirtieron a Hobie que se detuviera dónde estaba. —No hay actividad agotadora para ti esta noche, —dijo Hobie, ignorando el encantador puchero en la cara de Baylor—. Diría que pasará una semana antes de que todos esos moretones sanen. —¿Una semana? —Casi gritó Baylor—. ¿Cinco días? En realidad, me refería a siete. Todavía hay siete días en una semana, ¿verdad? —Hobie se rascó la cara y empezó a contar con los dedos. —Cuatro. —Dije siete. —Espera... cinco. —Siete. —¡Seis! —Imploró Baylor. —Tienes la impresión equivocada de que tomar el consejo de tu médico es como una velada en Sotheby's54. —Oh por favor. Vamos, nena... —Baylor terminó el pensamiento pasando sus manos a lo largo de los muslos de Hobie, acercándola más. —Oh, no, no lo hagas. —Hobie se echó a reír mientras salia del agarre del repentinamente pulpo Baylor. Había estado a pocos segundos de ceder a la negociación sensual de Baylor. —Una cosa que deberías aprender ahora mismo. —Hobie sostuvo la barbilla de Baylor entre los dedos—. Ya sé lo encantadora que eres y sé cuánto te gusta usar ese encanto, Baylor Warren. Ese muy sexy puchero y esas manos mágicas pueden haber trabajado con esas chicas con las que saliste antes... estamos hablando antes, ¿no? 54

Casa de subastas inglesa, hoy en día con sede en innumerables países

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Baylor levantó tres dedos en un saludo Scout. —Solo tengo ojos para ti. —Bueno, —dijo Hobie mientras sonreía astutamente—. Como estaba diciendo, esa rutina puede haber funcionado con las chicas, pero ahora estás tratando con una mujer. —Si lo sabré yo. —Baylor le devolvió la sonrisa y el leve beso que Hobie había puesto en sus labios. Se acomodó en la cama, apoyando una almohada bajo el yeso. Después de ponerse cómoda, abrió los brazos y asintió con la cabeza a Hobie, que se acurrucó contra ella como si lo estuvieran haciendolo durante años. —Buenas noches, —dijo Hobie mientras besaba el cuello de Baylor. —Buenas Noche, —respondió Baylor. Besó la parte superior de la cabeza de Hobie. Pensó que Hobie ya se había quedado dormida cuando oyó su risa cantarina—. ¿Estás bien? —Me preguntaba... —¿Sí? —Me pregunto si podría conseguir una copia de la cinta de seguridad de putt-putt. Ya sabes, para ver al pájaro cuando te... —Buenas noches, Hobie Lynn, —dijo Baylor con los dientes apretados. Hobie no dijo otra palabra, pero durante mucho tiempo en la noche, Baylor escuchó su risa ocasional.

—Mmm, ¿estás bien? —Preguntó Hobie al sentir que Baylor se deslizaba de nuevo en la cama.

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—Sólo tenía que hacer una parada en boxes antes del amanecer. —Cuidadosamente colocó su yeso para que pudiera rodar sobre su lado y acurrucarse detrás de Hobie. —Se siente bien, —Hobie murmuró soñoliento mientras sentía el cuerpo de Baylor contra el suyo—. Me olvidé de advertirte que tengo que levantarme más temprano y preparar el desayuno a Noah. —¿No le arreglará tu mamá el desayuno? —Es una tradición dominical. A Noah le gusta un agradable desayuno, su delicia favorita, la hago los domingos. —¿Cuál es la delicia? —Panqueques con trocitos de chocolate. —¿En serio? —Dijo Baylor excitadamente, levantando su cabeza de la almohada. Hobie se giró ligeramente para mirar la cara de Baylor. —Es chocolate. El chocolate siempre suena bien, —dijo Baylor defensivamente. Hobie retrocedió y murmuró en su almohada. —Noah y tú se llevarán bien. Le gusta el chocolate casi tanto como a ti. —Sintió un suave e inesperado beso en su cuello cuando Baylor se acomodó contra ella. Baylor estaba sorprendida de lo natural que sentía estar allí tumbada con Hobie. No había ninguna de las molestias habituales relacionadas con dormir en la misma cama con alguien por primera vez. Debemos estar destinadas a ser, pensó antes de volverse a dormir.

El amanecer llegó antes de lo que ella creía posible. —Arturo, sal de mi estómago, —ordenó con sueño.

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Una risita siguió el orden de Baylor. —No es Arturo, —susurró Noah—. Soy yo, Noah. Noah Allen. —Levantó el párpado de Baylor con un dedo índice diminuto—. ¿Estás ahí, Baylor? —No, no hay nadie en casa. Noah se echó a reír de nuevo. —Sí hay. Baylor luchó por abrir los ojos, con cierto éxito en el segundo intento. —Oye, Bubba. ¿Por qué estás tan despierto a estas horas? —Panqueques. —Dijo la palabra, luego sonrió su amplia sonrisa grande y dentosa antes de empujar sus gafas hacia arriba—. Mamá los hace. Escuchando el nombre de Hobie, Baylor miró al otro lado de la cama. Hobie dormía sobre su estómago, enterrada bajo un montículo de sábanas y mantas. —Te diré algo. —Baylor bajó la voz—. ¿Por qué no tú y yo empezamos hacer el desayuno y dejamos que tu mamá duerma unos minutos más? ¿Qué dices? —¿Sabes cuál es mi desayuno favorito en todo el mundo? —Por supuesto, paquenques con chispas de chocolate. Noah abrió mucho los ojos. —¿Cómo lo sabías? —Lo sé todo, —susurró Baylor y le guiñó un ojo—. Muy bien, dame unos minutos y te encontraré en la cocina. ¿Acuerdo? —Bueno. Baylor, ¿sabes cómo hacer panqueques? —En realidad nunca antes los he hecho con trocitos de chocolate, pero ¿qué tan difícil puede ser, verdad? —Bien. —El chico sonrió y salió de la cama.

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Tal como fue prometido, sólo le tomó a Baylor unos minutos lavarse el rostro y tratar de suavizar su cabello de dormir. Hobie le había dejado un cepillo de dientes, todavía en su envoltorio, en el lavabo del baño. Al salir de la habitación, Baylor no pudo resistirse a volver a la cama y mirar a la pelirroja dormida. En qué enamorado dique me he convertido, pensó Baylor justo antes de que se agachara para colocar un suave beso en la mejilla de Hobie. —¿Hmm? —Murmuró Hobie—. ¿Qué hora es? —Susurró con voz ronca. —Es muy temprano. Vuelve a dormir. —Baylor la besó de nuevo. —Bueno, —respondió Hobie y volvió a dormirse al instante. Baylor casi se echó a reír en voz alta por el parecido entre madre e hijo. Entró en la cocina y encontró a Noah posado en uno de los altos taburetes. —Mamá siempre me deja sentar aquí y mirar. Sin embargo, podría ayudar. —¿Alguna vez has ayudado antes? —Preguntó Baylor con esperanza. Noah negó con la cabeza. —Entonces creo que probablemente sea mejor tener en este momento sólo una persona en la cocina que no sepa dónde está todo. —Ve por ello, Baylor. —Noah tenía una sonrisa gigante, como si pensara que esta era la cosa más aventurera del mundo. Baylor extendió la mano y alboroto el cabello del muchacho. —Lo sabes, Bubba. Tardó unos cuantos minutos en darse cuenta que estaba sobrepasada. Ahora Baylor se enorgullecía de sus habilidades culinarias, pero la cocina de

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Hobie era una lección de inutilidad. Era bastante difícil encontrar todos los utensilios necesarios, y mucho menos los ingredientes. —¿Tu mamá no tiene mezcla de panqueque en alguna parte? ¿O tal vez harina? Noah se encogió de hombros. Baylor finalmente admitió la derrota cuando encontró botones en el recipiente de la harina y una lata de polvo de hornear que parecía que había sido utilizada por última vez durante la administración de Carter55. —¿Estás seguro de que tu mamá es la que hace estos panqueques que siempre tienes? —Baylor murmuró para sí misma—. Bueno, Bubba, tengo una idea. A tu madre le gusta tanto su café como a mí. Conozco una manera segura de despertarla. ¿Dónde guarda el café?

Hobie sonrió y se estiró cuando la luz del sol de la mañana recorrió la cama. Respiró y olía el rico olor del café recién hecho. Fue entonces cuando recordó quién más estaba en la casa con ella. Recordó un momento en que se habría metido en la ducha, se había cepillado los dientes y se había desmaquillado antes de dejar que su nueva pareja la viera. No podía entender por qué no sentía esa misma urgencia ahora. Todo se sentía tan natural con Baylor. Ella reemplazó su camisa de dormir por una más larga y fue en busca de la fuente del delicioso aroma. —Buenos días. —¡Mamá, mamá! —Noah abrazó a Hobie cuando se inclinó para besarle la mejilla. —Buenos días, mamá, —añadió Baylor, tendiéndole una humeante taza de café. 55

Presidente de EE.UU de 1977-1981.

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—Gracias. Bonito peinado que tienes allí. —Hobie señaló el remolino que Baylor no podía mantener aplastado. —Habla por ti misma, recién levantada. —Baylor sonrió y pasó los dedos a través de los mechones rebeldes de Hobie. Estaba sorprendida. Había esperado que Hobie saliera del dormitorio, pero no estaba segura de quién era esa mujer. Las confesiones de la tarde anterior le habían hecho parecer diferente hoy. Tan cursi como sonaba a los propios oídos de Baylor, pensó que Hobie parecía mucho más angelical. Ella se inclinó para un beso, sólo para que Hobie retrocediera un poco. —Yo, um... —comenzó Hobie. Baylor miró a Noah, que las observaba con calma. No había pensado que estuviera en la habitación, pero Hobie obviamente lo había hecho. —Oh, lo siento, yo... —¡No! No, no es eso en absoluto, —dijo Hobie con una sonrisa avergonzada. Dejó su taza de café y retrocedió hacia el dormitorio—. Todavía no me cepillo los dientes. Vuelvo en un segundo. Baylor rio entre dientes. Se apoyó contra el mostrador junto a Noah y tomó un sorbo de café. Se volvió hacia él. —Mujeres. Imagínate, —dijo y negó con la cabeza. —Sí, —Noah aceptó, sacudiendo la cabeza de la misma manera. Hobie volvió unos minutos más tarde con una expresión avergonzada. —¿Crees que es humanamente posible que me avergüence más esta mañana? —No si no cuentas el hecho de que la parte de atrás de tu camiseta está metida dentro de tu ropa interior, —dijo Baylor casualmente. —¡Oh, caramba! —Exclamó Hobie, su rostro se puso rojo. Rápidamente la alcanzó y la soltó—. Debo lucir…

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—Hermosa, —terminó Baylor—. ¿De acuerdo, Bubba? —¡Sí! Te ves hermosa, mamá, —agregó Noah. Hobie apoyó la frente en el pecho de Baylor mientras Baylor la rodeaba con los brazos. —Gracias chicos. Los dos son buenos para mi ego. —Tiró de la camiseta de Baylor para llamar su atención—. Eh, tú. Ven aquí abajo. Baylor se inclinó y Hobie besó dulcemente sus labios. Noah se rio y Baylor abrió un ojo, finalmente apartándose. —¿De qué te ríes, eh? Noah señaló a Baylor. —¡Te gusta mamá! —¡No lo hace! —Baylor le guiñó un ojo a Hobie y mostró una falsa expresión de disgusto. —Claro que sí. Baylor y mamá, sentadas en un árbol b-e-s-á-n-d-o-se...56 —Oh, ahora vas a conseguirlo. —Baylor se movió hacia el muchacho justo cuando saltó de la silla. Hobie observó cómo los dos corrieron gritando y riéndose por la casa. —Oye, ¿quién quiere panqueques con trocitos de chocolate? —Preguntó después de unos momentos. Toda la acción en la sala de estar se detuvo. Baylor había dejado a Noah clavarlo en el suelo, pero ambos dieron la vuelta y contestaron. —¡Yo, yo! No estoy segura de sí acabo de conseguir un amante u otro chico, pensó Hobie mientras se movía por la cocina. La idea la asustó, pero de nuevo, el futuro siempre asustaba a Hobie. Ella sonrió mientras escuchaba a Baylor y a Noah en la otra habitación. ¿Con qué frecuencia encontró una mujer, una pareja que amaba a su hijo y a

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Canción infantil burlona muy conocida en EE.UU. La canción se titula The K-i-s-s-i-n-g Song, Canción para b.e.s.a.r.s.e.

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quien su hijo amaba a cambio? Sin embargo, ¿algunos besos y una declaración de amor significan necesariamente un compromiso de por vida? ¿Se mudaría Baylor a Ana Lia? ¿Podría? Hobie pensó en Chicago. La ciudad era maravillosa, con oportunidades no disponibles en ningún otro lugar, pero ¿quería criar a Noah allí? Hobie suspiró profundamente. Ahora se preguntaba si enamorarse de Baylor era algo bueno.

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CAPÍTULO 22

—Hola. —Baylor se dejó caer en la reposera al lado de la piscina, Arturo en su regazo. Había estado feliz de verla, saltando en sus brazos desde el momento en que había entrado en la casa. —Oye. —Juliana levantó la vista del manuscrito que estaba leyendo. ¿Bien? —¿Bien qué? —Preguntó Baylor. —No me hagas hacerte daño. —¿Lastimarme? Oh sí. ¿Cómo trataste de hacer anoche? Golpeas como una chica. Las dos amigas se detuvieron para mirarse y se echaron a reír. Habían pasado por cosas mucho peores, durante los años, que el encuentro de la noche anterior. Siempre seguirían siendo amigas, sin importar qué cosas idiotas pudieran decir en el calor del momento. —Sobre la noche pasada, —comenzó a decir Baylor—, ya sabes... Bueno, lo siento, sólo... —No te preocupes, compañera. —Entonces, —dijo Juliana con una sonrisa lasciva—, ¿cómo fue anoche? Baylor sonrió sin darse cuenta de que lo había hecho. —Supongo que esa sonrisa lo dice todo. Ya era hora. —No, gracias a ti. —Baylor se rio.

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Juliana seguía sonriendo. Una cosa que nunca revelaría a Baylor fue que había jugado un papel, aunque la parte más pequeña, en el encuentro de las dos mujeres. A Baylor no le gustaba ser empujada. Si ella sentía que había sido manipulada de alguna manera, arruinaría su vida y lastimaría a Hobie sólo vengarse de todos. —Entonces dime las partes buenas, —dijo Juliana. —Todo fue bueno, pero no en la forma en que estás pensando. —¿Le dijiste? —Sí. —Esa es mi chica. —Pasamos la noche juntas, pero dormimos... eso es todo. —De acuerdo, —dijo Juliana con sarcasmo—. Apuesto a que hubo un gran besuqueo por allá. —No, ésa es la verdad sincera. —Baylor se aclaró la garganta conscientemente—. De algún modo acordamos esperar, ya sabes, tomarlo con calma. Hasta que el yeso sea sacado, entonces podemos… —Quieres decir que ella dijo que no. —Si, más o menos. Hice todo menos arrodillarme y suplicar. Juliana se echó a reír. —Será bueno para ti. Construye tu personalidad. Sabes, mujeres como esta no son sólo aventuras, compañera. Hobie es la importante. —Lo sé. —Baylor se estiró en la reposera—. Pensarías que tendría más, no sé, miedo de esto. ¿No es así? —Conociéndote, tendría que responder con un gran si. Normalmente, estarías corriendo por las colinas por algo así.

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—Lo sé. No puedo resolverlo. Sólo sé que no voy a dejar que ese hijo de puta me gane más. Juliana miró a su amiga. Sabía que Baylor se refería a su padre. Baylor estaba tendida, con los ojos cerrados y el cachorro blanco roncando en su regazo. Juliana no recordaba el momento en que Baylor se había visto tan cómoda en su propia piel. —Te mereces a esta chica, compañera, —dijo Juliana en voz baja. —No lo sé, pero tengo que intentarlo. Será mejor que me prepare. Hobie viene y vamos a ver a Tanti. ¿Quieres venir? —No. —Juliana no estaba segura de poder evitar derramar secretos en una habitación con Evelyn, Hobie y Baylor—. Voy a trabajar en mi bronceado. Esta tarde iré a visitarla. —Preguntaba. Gracias también por cuidar de Arturo mientras estoy fuera. —No hay problema. Es muy divertido cuando te acostumbras a ser su almohada de cachorro. Baylor rio entre dientes. —Sí, le metí algunos malos hábitos. Me voy a preparar. Te veo luego. —Hasta luego, —repitió Juliana.

—Gracias por acompañarme a ver a Tanti, —dijo Baylor. Por primera vez en su vida, estaba disfrutando de ser una pasajera en su propio coche. Le dio la oportunidad de ver a Hobie mientras conducía. —No tienes que darme las gracias. Llevo años siendo amiga de Evelyn. —Supongo que entonces es sólo una excusa para mí para pasar tiempo contigo. —Baylor estiró su brazo por el asiento y jugó con el pelo suelto en la

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nuca de Hobie. Hobie ofreció una sonrisa brillante antes de volver su atención al camino. Baylor sabía que su corazón estaba completo cuando su estómago dio un vuelco al ver esa sonrisa. —Sabes que Evelyn nos va a dar el tercer grado, ¿no? —No si no lo sabe, no lo hará. —¿Así que no decimos nada sobre nosotros? —A menos que quieras responder a muchas preguntas personales. No sé, ¿cómo es tu tolerancia a la vergüenza? —Baylor preguntó con una sonrisa. Hobie devolvió la risa. —Veo tu punto, pero nos van a preguntar. Ya sabes cómo es la gente de por aquí. —Supongo. —Baylor frunció el ceño. Por el rabillo del ojo, Hobie vio la expresión de Baylor. No parecía que estuviera totalmente satisfecha con la idea de que su relación se convirtiera en un conocimiento común. Inmediatamente, las defensas de Hobie subieron. —¿Es que no quieres que la gente sepa que estás en una relación o que no quieres que sepan que está conmigo? —¿Qué? —Baylor dejó de pensar—. No, no, cariño, no es nada de eso. No quise decirlo como sonaba. Supongo que soy pésima para ser el centro de atención. Esa es la parte que temía. —Oh, —dijo Hobie en voz baja—. Pensé que tal vez... —No pienses eso. Era lo más alejado de mi mente. —¿Así que crees que podemos tratarnos como si nada fuera diferente entre nosotras? —¿Quieres decir que te puedo mirar sin revelar lo absolutamente afortunada que me siento, sin mostrar a cada persona en la habitación cuánto te amo?

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Hobie sonrió y negó con la cabeza. —A veces tienes una manera de decir lo correcto. —Además, no sé cómo Tanti reaccionará ante nosotros, ya sabes, siendo pareja. —¿Crees que ella tendría un problema con eso? —Ella nunca dijo nada. En realidad ha aceptado bastante mi preferencia sexual, pero nunca realmente hemos hablado de cómo se siente porque yo sea gay. —Creo que Evelyn es probablemente la última persona en la isla que tiene un problema con eso. —Hobie se rio entre dientes. —Hay una primera vez para todo. —Sí, pero ¿algo así no sería como la paja en el ojo ajeno? —¿Huh? —Debido a ella y Aimee. —¿Qué hay de ella y Aimee? —¿Qué quieres decir, a qué me refiero? —Quiero decir, ¿qué tienen que ver Evelyn y Aimee con lo que nos ocupa? —Sólo quería decir que desde que Evelyn era gay, o al menos tenía una amante femenina en su vida, estoy segura de que ella no se sentiría decepcionada de ti. ¿De qué pensabas que estaba hablando? —¿Perdón? —La boca de Baylor se secó y su mente se cerró. —Dije, ¿qué tú…? —Escuché lo que dijiste, lo que no entiendo es por qué lo dijiste.

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Hobie llevó el coche hacia el estacionamiento del hospital. Apagó la ignición y se giró en el asiento para mirar a Baylor. —Estamos teniendo una enorme brecha en la comunicación aquí. ¿No es así? —Creo que sí. —Baylor rio nerviosamente—. ¿Por qué dices que Tanti es gay? —Um... porque es, —dijo Hobie lentamente. —¿Lo es? ¿Mi abuela? Estamos hablando de Evelyn Warren, ¿verdad? —Por supuesto. Baylor, ¿no lo sabías? —No. —Baylor se echó hacia atrás en su asiento—. No tenía ni idea. ¿Estás segura? —Ese no es el tipo de cosas en que te puedes confundir. Seguramente estuviste cerca de Evelyn y Aimee cuando eras más joven. —Sí, pero Tanti nunca dijo nada. Lo único que hacían era bromear y gritarse mucho. Actuaban como... bueno, no sé. ¡Discutían todo el tiempo! —Hizo una pausa y miró a un Hobie sonriente—. Eso suena a nosotros, ¿no? —Más o menos. —¡Mierda! ¿Cómo nadie me dijo? —Supongo que todos pensaron que lo sabías. ¿Tus padres alguna vez dijeron algo cuando eras una niña? Baylor se dio cuenta con asombrosa claridad de por qué su padre había repudiado a su madre. —Sí, eso suena exactamente como algo que haría —murmuró. —¿Qué?

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—Oh, lo siento. Sólo estaba recordando. Hasta donde me alcanza mi memoría, mi padre nunca habló con Tanti. Mamá dijo que tuvieron una pelea, pero te apuesto cualquier cosa que era más que eso. —Vaya hijo, —dijo Hobie—. Oh, cariño, lo siento. No debería haber dicho eso. —No lo hagas. Es justo lo que estaba pensando. No puedo creer que Tanti nunca saliera y me lo dijera. —Tal vez pensó que lo sabías. Tal vez sentía que no estabas lista para oír ese tipo de cosas acerca de tu padre. —Hobie puso una suave mano en el brazo de Baylor—. Sea lo que fuere, sabes que Evelyn debió de pensar en ti. —Si, tienes razón. Tanti siempre ha estado allí para mí. —¿Sólo hazme un favor? —Claro, cualquier cosa. —Asegúrate que no, bueno, saltar sobre Evelyn con esta noticia en cuanto llegamos allí. ¿Bien? —Dame un poco de crédito, cariño. Puedo ser el epítome del tacto cuando quiero ser.

—¡Bueno, si son mis dos chicas favoritas! —Exclamó Evelyn. Parecía positivamente sana y brillante. —¡No puedo creer que nunca me dijiste que eras gay! —Exclamó Baylor. Hobie dejó su cara descompuesta en su mano abierta. —Sutil, —dijo una vez que levantó la cabeza—. ¿Qué pasó con el tacto?

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—Oh, lo olvidé, —admitió Baylor—. Aun así, —replicó la atención de su abuela—, Tanti, ¿por qué nunca me dijiste que eras lesbiana? —Porque no lo soy, —dijo Evelyn. —Mira, —Baylor se volvió hacia Hobie sorprendida. —Te dije que era heterosexual. —Oh, pero tampoco soy eso. Baylor se quedó mirando a su abuela. De repente, sus ojos se iluminaron. —Oh. Lo entiendo. —Miró a Hobie y movió el dedo de un lado a otro—. Porque estuvo casada una vez... es bi. —Uh-uh. —Evelyn negó con la cabeza. Baylor permaneció en silencio. —Está bien, estoy confundida. —Baylor, sabes lo mucho que detesto las etiquetas. Me importó mucho tu abuelo mientras él estuvo vivo. Entonces conocí a Aimee y... bueno, me enamoré de ella. Si me llamo esto o aquello, parece que estoy poniendo límites al amor. Todos sabemos que a veces el amor simplemente sucede, queramos o no. Baylor y Hobie intercambiaron una mirada de culpabilidad. Evelyn observó a las dos mujeres atentamente. No habían dicho una palabra al respecto, pero podía leer todas las señales. No sólo estaban enamoradas, sino que también habían compartido finalmente sus sentimientos entre sí. Había cambios sutiles en su comportamiento: sus sillas estaban un poco más cerca que de costumbre, sus miradas de vez en cuando atrapadas. Evelyn casi saltó de alegría. No podía esperar a llamar a Rebecca.

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—Si hubiera pensado que no lo sabías, Baylor, seguramente te lo hubiera dicho. Algunas cosas de mí nunca parecieron interesarte. Por ejemplo, como que fuera una wiccana57. —¿Eres una bruja? La voz de Baylor se elevó considerablemente. —Creo que prefieren el término “wiccana”, —dijo Hobie. —¿Sabías de esto? ¿También lo eres tú? —Preguntó Baylor con una mirada sospechosa. —No seas tonta. Por supuesto que no lo sabía, —dijo Hobie—. Algunas de las... bueno, las mujeres mayores en la isla lo son. —Me temo que ya no somos más que mujeres ancianas, Hobie Lynn. Tu madre es probablemente el miembro más joven de la Hermandad de Damas. —¿Mi madre? —Hobie estaba junto a Baylor en este punto—. ¿Eso es lo que es la Hermandad de Damas, y mi madre es una... una… bruja? —Pensé que dijiste que les gustaba ser llamadas wiccanas, —dijo Baylor con aire de suficiencia. —Eso era antes que supiera que mi madre era una de ellas, —replicó Hobie—. Creo que necesito sentarme. —Una expresión de asombro se fijó en su rostro—. No entiendo. Quiero decir, he oído rumores, pero... —Hobie, estoy segura de que no es lo que piensas. Dile, Tanti. —Baylor buscó apoyo en su abuela—. Quiero decir, —miró a Hobie—, no es como si bailaran desnuda bajo la luna o cualquier otra cosa. —Rio. —En realidad, querida lo hacemos, —dijo Evelyn—. Pero sólo una vez al año. Es más tradición que cualquier otra cosa. —Creo que estoy perdiendo la cabeza, —dijo Hobie.

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La Wicca es una religión neopagana vinculada con la brujería y a otras religiones antiguas.

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—Bienvenida a mi mundo. —Baylor apoyó una mano tranquilizadora en el hombro de Hobie. —Vosotras chicas actúan como si hubiera perdido la cabeza. Hobie Lynn, estas prácticas han durado más años que esta isla. No hay nada que temer o preocuparse. La mayoría de las mujeres más jóvenes de la isla creen que somos sólo un puñado de ancianas locas, pero somos inofensivas. Nunca hacemos daño a nadie y no compartimos nuestros puntos de vista con nadie más que con los más abiertos de mente. Sólo el pensamiento de que una bruja que vive en el mismo bloque asusta a algunos. —Evelyn susurró la última frase. Hobie levantó la vista hacia la amable anciana y se sintió de inmediato culpable. Había hecho lo que la gente le había estado haciendo a lo largo de toda su vida: juzgar. —Lo siento, Evelyn. No debería haber sonado tan desaprobadora. No tenía derecho. Evelyn alargó la mano para apretar la mano de Hobie. —Ser diferente viene con un precio. Creo que todos sabemos eso. ¿Eh? —Miró a Baylor. —Supongo que deberíamos saber más sobre eso. —Admitió Baylor con una sonrisa irónica. —Baylor, me pregunto si podrías conseguirme un poco de agua, —dijo Evelyn. —Seguro, Tanti. —Baylor alcanzó la jarra en la mesilla de noche. —No, querida, esa agua no es buena. Baylor miró la jarra de plástico. —¿No es buena? —La mejor agua está en la máquina expendedora en el vestíbulo, cerca de la entrada. —¿Todo el camino hasta allí? —Baylor alzó la voz.

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—Supongo que podría llamar a una enfermera para que me la traiga… —No, no. Puedo hacerlo. ¿Algo más que quieras? ¿Cómo algunas nueces de Brasil sin sal que necesito ir a Brasil para conseguir? Hobie la golpeó juguetonamente en el muslo. Baylor le sonrió y Evelyn miró, segura de que nunca antes había visto a su nieta tan feliz. —Bueno. Hobie, ¿quieres algo? —No, estoy bien. —Supongo que no tienes una escoba que pueda usar para volar allí, ¿verdad? —Baylor sonrió a su abuela. Evelyn arqueó una ceja. —De acuerdo, de acuerdo, lo siento. Caray, ¿ya nadie puede bromear? Tan pronto como Baylor salió de la habitación, Evelyn rio y buscó la mano de Hobie. —Dímelo todo. —¿Qué? —Preguntó Hobie con una confusa risita. —Tú y Baylor. —No tengo ni idea de lo que quieres decir. —Hobie Lynn, sé que a Baylor le gusta esconder sus emociones, pero eso nunca ha sido así para ti. ¿Ahora tengo razón acerca de vosotras dos? —Sí, Evelyn, —dijo Hobie—. Tienes razón. —Bueno entonces, dime todos los detalles jugosos. Hobie se rio. —Todavía no hay detalles jugosos para contar e incluso si tuviera algunos, no creo que me sienta totalmente cómoda hablando con la abuela de Baylor sobre nuestra vida sexual. —Aguafiestas, —bromeó Evelyn—. No puedo decirte lo feliz que estoy por ambas. Te mereces esto, un amor que durará toda la vida.

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—Me gustaría pensar que durará toda la vida, Evelyn, pero en cuanto a merecerlo, eso es discutible. —Todavía estás preocupada por eso, ¿verdad? —Evelyn, no se lo he dicho a Baylor. Debí hacerlo antes porque ahora es demasiado tarde. Ella estará tan enojada. Simplemente no sé cómo manejarlo. —Honestamente, no es como si no fuera un accidente. —Sabes lo paranoica que es Baylor. Seguramente pensará lo peor, algo terrible, como si hubiera algún tipo de conspiración detrás de todo. —Sinceramente, no veo por qué estaría tan alterada, —protestó Evelyn—. Creo que deberías salir y decirle. Ella lo entenderá viniendo de ti. —Oh, piensas eso, ¿verdad? ¿Y cómo se supone que debo decirlo? “Oh, Baylor, ¿te ha contado tu abuela cómo acabó rompiéndose la cadera? ¿No? Bueno, déjame ser la primera en decir que la lleve por delante con mi camioneta en la misma intersección que ¡te golpeé! Pequeño mundo, ¿eh?” Hobie miró al rostro de Evelyn y notó su expresión atormentada. No comprendió hasta que se dio cuenta de que Evelyn estaba mirando más allá de ella. Se volvió, pero sabía lo que iba a ver. Baylor estaba de pie en la puerta abierta, mirando con la boca abierta hacia ellas. —Oh, Dios, —Hobie respiró. —¿Se supone que eso era una broma? —Baylor entró lentamente en la habitación y depositó dos botellas de agua sobre la mesita de noche. —Ahora, Baylor... —Evelyn hizo una pausa, sin saber qué decir a continuación. Quería hacer una broma, decir algo ligero para romper la expresión tormentosa que crecía en la cara de Baylor. Sin embargo, esa mirada la detuvo.

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—No lo creo. Dime que no es verdad. Hobie, no puedo creer que me escondieras algo así. —Ahora, Baylor... —comenzó Hobie. —¿Quieres dejar de decir, “ahora Baylor”? —Bueno, es sólo que podemos ver que te estás enfadando... —¡Entonces las dos sois unas malditas clarividentes! —Gritó Baylor—. Tienes razón, me estoy molestando. No puedo creer que me ocultaras esta información. —Baylor, para. Fui yo quien le dijo a Hobie que no dijera nada. —No, Tanti, no trates de cubrirla. —¿Cubrirme? —La voz de Hobie se elevó unas dos octavas—. Te haré saber que no necesito a tu abuela para tomar la responsabilidad por mí. —¿Oh si? ¿Quién lo hace habitualmente? —Replicó Baylor. Hubo un momento, un breve momento, cuando pensó que tal vez calmarse y escuchar la razón sería una cosa inteligente. Ese punto la había pasado unos veinte segundos antes. Ahora Baylor sólo tenía un pensamiento: Hobie Lynn la había engañado deliberadamente. Por supuesto, en la mente de Baylor, la infracción creció rápidamente de simple engaño a traición. Tal vez era su pasado, su desconfianza natural, o el hecho de que su genio podía golpear más rápido que el rayo. Sea cual fuere la razón, tomó unos segundos transformar a Hobie de amante en enemiga. En ese momento, la voz dentro de la cabeza de Hobie, la que le decía que había ido demasiado lejos, estaba teniendo ataques de apoplejía. Sabía que tenía una última oportunidad para pensar racionalmente. Respiró hondo, con las manos crispadas. —De acuerdo, puedo hacer esto. Puedo comportarme como un adulto inteligente. Ahora, Baylor... —Juro, voy a golpear a la próxima persona que dice eso.

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—Baylor, ¡debes parar! —Evelyn pudo ver todo su trabajo duro y planeando escabullirse debido a las dos mujeres obstinadas—. Piensa en lo que dices. Tú también, Hobie. —Ese es el problema, ella nunca piensa antes de hablar. ¡Deja caer sus pensamientos en su lengua y salen de su boca como un dispensador de caramelos! —Grito Hobie. —¿Oh, sí? —Baylor contestó, frustrada de que Hobie la hubiera cogido desprevenida. —¡Oh, qué replica brillante! —Baylor, por favor... —Las palabras de Evelyn sonaron fatigadas mientras hacía un último intento de calmar a las dos mujeres, que ahora se enfrentaban cara a cara—. Ciertamente no lo planifiqué de esta manera, —murmuró en voz baja. Desafortunadamente, Baylor escuchó el comentario. —¿Planificado? —Baylor miró entre Hobie y Evelyn—. ¡Mierda! No lo creo, pero todo tiene sentido. Me has metido en esta isla a propósito, —le dijo a su abuela—.Todo esto fue una... una... trampa. —¡Oh, por favor! —Hobie puso los ojos en blanco. —¡Y tú también estas en ello! —Baylor dio un paso atrás mientras señalaba a Hobie. Su paranoia se puso en marcha —. Eres una bruja, al igual que el resto de ellas, ¿no? —¡Oh, ya vas a ver qué bruja soy! —Hobie dio un paso más cerca de Baylor. —Has atropellado a Tanti para que viniera aquí, y entonces tú —Baylor señaló a su abuela—, me hiciste un hechizo. —¡Oh Dios mío! ¿Te escuchas? —Preguntó Hobie.

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—Suena razonable. —¡La idea de que la luna está hecha de queso verde probablemente te parezca razonable! —Volvió a gritar Hobie, como si nunca hubiera declarado su amor por Baylor, como si fueran extrañas. —¿Es eso una exclamación sobre mi inteligencia? Ya sabes, tengo un doctorado. ¡Deberías llamarme doctora! —¡Oh, por el amor de Dios! —Hobie se volvió para recoger su chaqueta—. No puedo creer que haya pensado seriamente la idea de una relación contigo. ¿Qué tan desesperada puede llegar a estar una mujer? No sé cómo caí en esto. ¡Estás loca! Hobie se dirigió hacia la puerta y había lágrimas en sus ojos cuando se volvió para mirar a las mujeres de la habitación. —No quiero que vuelvas a contactarme, Baylor y quiero que te mantengas tan lejos de mi hijo como sea posible. Noah no necesita esto. Lo siento, Evelyn, —dijo antes de salir por la puerta. Baylor miró a su abuela, contemplando lo extraño que era que a veces las cosas más pequeñas causaban el mayor impacto. La mención del nombre de Noah le había devuelto el cerebro a la realidad. Se dio cuenta de que los últimos momentos iban a cambiar su vida. Mientras observaba a Hobie desaparecer por el pasillo, también comprendió que el cambio no iba a ser para mejor. El rostro de Baylor pareció despejarse. Sentía una presión en su pecho, un viejo peso familiar que se sentaba pesadamente donde debería haber estado su corazón. La realidad de lo que dijo y a quien acababa de decírselo, se estrelló contra ella. —Oh Dios. Tanti, ¿qué he hecho? —Baylor se sentó con un fuerte suspiro. Bajó la cabeza entre las manos y murmuró—: Mierda, mierda, mierda.

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—No creo que el maldecir pueda ayudar a nadie, —dijo Evelyn suavemente. —¿Que pasa conmigo? ¿Cómo pude haber dicho esas cosas? Lo siento mucho, no quise decir... —¿Tienes la impresión de que eres la única culpable aquí? —Bueno, yo... ¿Qué quieres decir? Sí, por supuesto que fue culpa mía. —¿Por qué piensas eso, querido corazón? —Um, yo, uh... No lo sé. Supongo que cuando suceden cosas como estas, siempre es culpa mía. Yo y mi boca grande. —¿Eres tu hablando o tu padre? Baylor alzó la vista, sorprendida. —Desde mi punto de vista, —dijo Evelyn—, las tres tuvimos culpa en hacer un lío bastante cósmico de todo este día. No debería haberle pedido a Hobie que se quedara callada sobre el accidente. Me disculpo por ese engaño. —Tanti, no es necesario. Yo… —Creo que es necesario y soy una anciana. No debes discutir con ancianas. Baylor sonrió. —Ahí está mejor. Al menos todavía puedo hacerte sonreír. —Le tendió la mano y Baylor la tomó. —Hobie pudo haber estado haciendo lo que le pedí, pero fue tan culpable como tú en perpetuar esa discusión. A veces esa chica tiene el temperamento de una serpiente de cascabel en un día caluroso. —¿Estamos hablando de la misma persona? —Preguntó Baylor.

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La única respuesta de Evelyn fue una sonrisa críptica. —No sé cómo voy a hacer que esto esté bien, Tanti. Escucho lo que estás diciendo, pero no creo que Hobie esté mirando esto de la misma manera que tú. —¿Querida, de qué tienes más miedo? —Que no me perdone. Que la perderé, —añadió suavemente—. No sé cómo me encargaré de eso. —¿Tanto la amas? —Sí. No sé cómo voy a hacer esto. No sé cómo voy a seguir adelante sin ella. ¿Qué patético suena eso? —Baylor Warren, suenas como si hubiera dejado el país. Ni siquiera has intentado hablar con ella. —¿Viste la expresión de su rostro? ¿Viste esa cólera en sus ojos? Ella piensa que todo es culpa mía... y lo es. —Baylor tiró de su pelo—. No sé por qué soy así. —¿Cómo qué, querida? —Como... como yo. —Baylor se levantó y caminó alrededor de la pequeña habitación—. Hobie tiene razón. Soy egoísta y arrogante. Pienso que soy tan superior a todos los demás que conozco. Ni siquiera sé por qué actúo tan mal con la gente. Supongo que soy una causa perdida. —Baylor, querido corazón, muéstrate tanta compasión como estás aprendiendo a mostrar a otros. —¿Yo? ¡Soy la persona menos compasiva en esta tierra! —Eso no es lo que escucho. La gente me dice que te sientas durante horas en la librería tomando el té con Katherine y Albert.

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Baylor sintió que un espeso calor se acumulaba alrededor de su cuello. —Dicen que te sientas con el entrenador, sólo para mantenerlo acompañado, que cuidas al chico de Hobie, Noah. Theresa Allen dijo que en una noche pusiste a su familia más cerca de lo que han estado en veinte años. ¿Son las acciones de una mujer egoísta? Baylor se negó a levantar la vista de sus zapatos. —Hay muchas razones por las que la gente hace las cosas que hace. Mucho de ti tiene que ver con la manera en que tu padre te trató, la ira y los sentimientos de inadecuación que su tratamiento te inculcó. Lo siento mucho por eso. Hubiera hecho más si hubiera podido. —Nunca te he culpado... —Lo sé, pero no es por eso que lo menciono ahora. Te estoy diciendo estas cosas para hacerte ver que puedes haber sido de una manera durante mucho tiempo, pero la gente puede cambiar. Has cambiado, Baylor. Has cambiado para mejor y nunca he estado más orgullosa de ti. —¿Te olvidas de cómo acabo de actuar? —Todos tenemos nuestros momentos de debilidad, —comentó Evelyn. Baylor finalmente sonrió mientras se sentaba. —¿Eres feliz, Baylor? —No en este momento no lo soy. —Entonces necesitas trabajar en encontrar la llave. La llave de tu felicidad. —Eso es gracioso. Rebecca Ashby fue la última persona que me dijo eso. Parece que escucho mucho sobre la llave de la felicidad por aquí.

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—Encontraras que las personas que están más cómodas con ellos mismos han descubierto lo que es. Tal vez por eso tenemos tantas personas contentas en Ana Lia. —Entonces, ¿qué es, la llave de la felicidad? —En primer lugar, depende de ti descubrir eso. En segundo lugar, es diferente para cada uno. ¿Qué te hace feliz? —Hobie. Hey, tal vez ella es la llave de mi felicidad, ¿eh? —Tan hermoso como eso suena, déjame darte un pequeño consejo sobre tu felicidad. No tomes esto de tu abuela, tómalo de una anciana que ha vivido una gran cantidad de vida. Nunca dejes que tu felicidad dependa de otra persona, ni siquiera una tan hermosa como Hobie Lynn. —Supongo que eso tiene sentido. —¿Qué te hace feliz, querida? —Repitió Evelyn suavemente. —Sólo estaba tratando de pensar en eso. Tengo que decir que mirando mi vida, no recuerdo muchas veces cuando era realmente feliz. No diría que la escritura lo hace por mí. Quiero decir, me encanta, pero puede convertirse en trabajo, ¿ya sabes? Ahí está Hobie. Noah, —agregó Baylor con una sonrisa—. Pero si no puedo decir la gente, no lo sé. Siento como si estuviera aquí, ¿sabes? —Ella agarró el aire—. No puedo verbalizarlo. Como si fuera un sentimiento. Maldita sea, eso no tiene ningún sentido, ¿verdad? —Vendrá. Por lo general, cuando estás haciendo algo mundano o algo que has hecho mil veces antes, de repente, te darás cuenta de que esto es lo que verdaderamente te trae felicidad. —¿Conoces la tuya? ¿Lo averiguaste? —Preguntó Baylor. Evelyn asintió con la cabeza, esa misma sonrisa de Mona Lisa en su rostro.

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—¿Es un secreto? ¿Puedes decirme o es una cosa de bruja? —Estás un poco atascada en eso, ¿verdad? —Oh, no, en absoluto. Me conoces, la boca abierta, meto la pata. Lo siento. Vamos dime. —Me sorprende que no sepas qué es lo que me trae la mayor alegría de mi vida, aparte de mi nieta intrépida. —¿Aimee? No, dijiste que no dependieras de otras personas para tu felicidad. ¿Arturo? No, Acaba de conseguirlo. —Baylor frunció el ceño en concentración. —Has estado cuidándolos por mí desde el primer día que llegaste —sugirió Evelyn. Los ojos de Baylor se iluminaron cuando las piezas cayeron en su lugar. Las portadas enmarcadas de Life58 y las fotos de las aventuras de su abuela llenaban su casa. Camboya, Tailandia, Perú, Colombia, Brasil, Guatemala, México. —Has estado en todas las selvas de... —Baylor miró a los ojos de su abuela—. Tus invernaderos. Evelyn sonrió y se reclinó sobre sus almohadas. —Finalmente me di cuenta cuando ya no podía ir a trabajar. Las selvas y los bosques tropicales eran lo que extrañaba más que nada. A menos que hayas estado allí, no sabes cómo suena el rocío de la mañana, ya que gotea de hoja a hoja. Hay un olor... tierra húmeda y limosa está todo húmedo y apacible. —Sus ojos tomaron una expresión lejana—. Aimee y yo trabajamos para traer la selva tropical a Ana Lia.

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Revista estadounidense creada en 1883 y que perduró hasta el año 2000 con diversas etapas de desarrollo. En 1936 se inició su etapa más exitosa la del fotoperiodismo.

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La discusión con Hobie llegó precipitadamente hacia Baylor. —Nunca voy a ser así de feliz, no sin Hobie. Evelyn sacudió sus pensamientos soñadores. —No lo harás a menos que encuentres a esa chica y al menos intentes disculparte. —¿Yo? ¿No debería ella disculparse conmigo? Evelyn levantó una ceja, pareciendo notablemente a su nieta. —De acuerdo, eso fue una estupidez, ¿no? —Ves, estás aprendiendo a cambiar. En el comienzo de una relación, encontrarás que una persona puede tener que iniciar disculpas. No siempre es así, pero hay algunas personas que... bueno, tienen demasiado miedo de aparecer vulnerables. Con suficiente tiempo y amor, van a superar eso. Mientras tanto, es posible que necesites ser la primera en extender la rama de olivo, incluso cuando sepas que tienes razón. Después de todo, ¿realmente importa quién hizo qué a quién primero? ¿No es más importante tener a Hobie Lynn en tu vida? Baylor se dio cuenta de la verdad. Conseguir a Hobie de vuelta era lo más importante. —¿Hobie es una de esas personas de las que acabas de hablar, Tanti? ¿Tiene miedo? —Hobie Lynn tiene mucho miedo. ¿Recuerdas cuando te dije que nuestras experiencias pasadas forman quiénes somos? Baylor asintió. —La vida de Hobie también fue modelada por su padre. Cuando él murió, la dejó con la sensación que la gente no es permanente. Teme vivir sin amor, es muy fuerte su temor de amar a alguien que la dejará.

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—Tengo que encontrarla. —Baylor saltó de su asiento y cruzó la habitación hacia la ventana—. El coche todavía está aquí. Tal vez caminó. —¿Qué harías si dijera que sé dónde encontrarla? —Besarte. —Baylor sonrió antes de ponerse serio. Después, arrástrame, supongo. —Ayúdala a enfrentar sus temores. Ella es una maestra en arrinconar sus emociones. Si de verdad quieres a esta chica, tienes que hacer que lo admita. Al final, valdrá la pena. Una cosa más. Baylor se volvió. —No hagas esto a menos que realmente vayas en serio acerca de comprometerte con esta mujer y ayudar a criar a su hijo. Harás daño a todos y a ti misma, si aún no sabes si esto es lo que quieres. Baylor asintió lentamente, su cerebro trabajando sin parar. —Hobie es lo que quiero, ella y todo sobre ella. Noah, esta isla, estos locos... todo eso, y haré lo que sea necesario para conseguirla. La sonrisa de Evelyn iluminó la habitación. Su felicidad en ese momento no tenía nada que ver con sus esperanzas para el futuro de Baylor en Ana Lia. Más bien, venia de ver a su única nieta, finalmente convertirse en la mujer que siempre había esperado que algún día fuera. —Muy bien entonces. Creo que encontrarás a Hobie Lynn en el extremo oeste del edificio. Hay un pequeño atrio frente a terapia física. Ella ama las flores. También descubrirás que es tan miserable por sus acciones como tú. Baylor sonrió de oreja a oreja. —¡Gracias, Tanti! —Estaba casi fuera de la puerta antes de que la voz de Evelyn la detuviera. —¡Espera un minuto! —Evelyn señaló su propia mejilla—. ¿No te olvidas de lo que acabas de prometer?

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—Oh, sí. —Baylor se sonrojó y volvió a la cama de su abuela. Se inclinó y plantó un suave beso en la mejilla de la anciana—. Gracias, Tanti. Vuelvo enseguida. Eres la mejor. —Sí, eso no tiene sentido, —dijo Evelyn mientras Baylor salía corriendo por la puerta.

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CAPÍTULO 23

La entrada al atrio era a través de las puertas de vidrieras de colores, haciéndolo parecer más a una capilla. Cuando Baylor se acercó, vio una pequeña placa atornillada a la pared. Decía: “Muchas gracias a Evelyn Warren por el diseño y la financiación de esta parte especial de nuestro hospital”. Baylor sonrió para sí misma. Pensó que Evelyn era la responsable. Cómo sabía que Hobie estaría allí, Baylor no podía adivinarlo. Empujó silenciosamente la puerta. Sin duda, Hobie estaba sentada sola en un banco de piedra cerca de una fuente de agua burbujeante. Baylor miró boquiabierta los hermosos alrededores. Era una versión en miniatura de los invernaderos que Evelyn tenía en casa. Había incluso algunos pájaros pequeños revoloteando entre las ramas. El plan de Baylor era aproximarse silenciosamente a Hobie, que parecía perdida en sus propios pensamientos. Entró en la habitación y se sobresaltó por un fuerte graznido. —¡Jesucristo! —Gritó ella, golpeando un guacamayo de colores brillantes en su percha. El pájaro alzó las alas y volvió a gritar. Hobie se volvió rápidamente para ver el intercambio. —Lo imaginaba, —murmuró. Se dio la vuelta—. ¿Qué deseas? —Yo, um, supongo que vine a encontrarte... para disculparme. —¿Pedir disculpas? —De acuerdo, sí. —¿Por qué demonios te gustaría disculparte?

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Baylor parecía sorprendida. Esperaba que Hobie estuviera enojada, pero esto parecía algo más. —Um... porque me gustas, me preocupo por ti, —dijo insegura. —No debes. —¿Huh? —Preocuparte. No lo valgo. —Discrepo. Mira, Hob, estoy confundida, ¿por qué suenas tan rara? —Si me hubieras conocido lo suficiente, no te parecería extraña en absoluto. —Hobie llevaba una sonrisa agridulce. —No lo entiendo. —¡Estoy loca! —Hobie se levantó y cruzó hacia Baylor—. ¡Estoy loca! —¿Por mí? —No, por mí, —dijo Hobie—. Tú estás solo... en el camino. Baylor se concentró en no sonreír. Tenía la sensación de que sólo haría que Hobie se enojara más, pero era tan difícil mantener una actitud seria. Hobie parecía demasiado linda. Incluso si Baylor hubiera querido permanecer enojada, no pudo resistirse a esa cara. —¿Puedo hacer algo para ayudar en esta guerra que pareces tener contra ti misma? —Baylor no pudo evitarlo. Sonrió un poquito. Esa acción provocó un cambio en Hobie, cuyas facciones se relajaron por un momento hasta que su frente se frunció. De repente, se cubrió la cara con ambas manos. —Lo siento, Baylor, no me refería a esas cosas, no me refería a nada de eso, no lo decía en serio cuando te dije que no quería verte de nuevo, puedo ser tan perra. Yo…

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—Cariño, cariño. —Baylor se movió para envolver a Hobie en sus brazos—. De acuerdo, ya sabes, tuve una pequeña parte en todas esas tonterías. —No, no. —Hobie negó con la cabeza mientras enterraba su rostro contra el pecho de Baylor—. Así soy yo. Puedo ser un fracaso. —¿Un fracaso en qué? —No lo sé. La vida. Todo. Baylor se apartó para mirar a Hobie. Levantó el rostro de Hobie y le enjugó las lágrimas de las mejillas. —Bien, cálmate. ¿Todo bien? No entiendo. Probablemente eres la mujer más exitosa que he conocido. Eres una MD59 y una DVM60, por el amor de Dios. ¿Qué quieres decir con que eres un fracaso? Hobie respiró profundamente. —¿Podemos sentarnos? —Absolutamente. Una vez sentadas, Hobie no miró a Baylor. No se sentía capaz de admitir esa parte de su pasado con esos suaves ojos grises que la miraban. Le tocó el corazón cuando Baylor suavemente le agarraba las manos y esperaba silenciosamente que ella comenzara. —Era muy idealista cuando era una niña. Supongo que realmente se intensificó después de que papá murió. Pase un mal momento, pero lo escondí de todo el mundo. Sin embargo, por dentro me prometí a mí misma que nunca dejaría que otro niño pasara por lo que tuve que pasar. Como dije, bastante idealista. —No puedo imaginar eso, —dijo Baylor. Hobie sonrió. —Supongo que no soy muy diferente de esa niña pequeña para lo que todo fue tan fácil. Tal vez también era demasiado inteligente para 59 60

Médica Médica veterinaria

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mi propio bien. Supongo que pensé que podría hacer cualquier cosa que quisiera mi mente. Tal vez tampoco ayudó que me graduara de la escuela secundaria a dieciséis años y medio. —Realmente eras una niña prodigio, ¿eh? Hobie sonrió. —Sí, era una de esas niñas molestas que mencionaste Los estudios me fueron demasiado fáciles. Aceleré mi educación, y cuando llegó el momento de elegir mi carrera, fui con una rama de la medicina que se adapta a mi personalidad. Quería ser cirujana. No tenía ni idea de que me convertiría en un fracaso. Baylor sólo podía mirar a la mujer sentada a su lado. —¿Cómo lo hiciste? ¿Cómo pudiste cambiar tanto? Pareces tan feliz y segura de ti misma. Dice que fracasaste. ¿Te refieres a la medicina? Aquellas preguntas hicieron que Hobie se sintiera mejor. Baylor no la había juzgado ni la había rechazado, sino que simplemente aceptó lo que Hobie le había dicho como la verdad. Aceptando y deseando el mismo tipo de cambio en su propia vida. Para Hobie, esa fue la parte más hermosa. —Comenzó en mi tercer año de la escuela de medicina cuando estaba viendo a los pacientes. Comencé a darme cuenta de que no se trataba de mí. Se trataba de los pacientes y sus familias, y podía marcar la diferencia. Podría salvar a estas personas, evitar que se vayan... —Evitar que les pase lo que tú pasaste, —dijo Baylor, apretando las manos de Hobie—. Eso es un impulso noble. —Sí, lo fue, al principio. Pero después de mi rotación quirúrgica, cuando empecé a salvar vidas, me sentí como... como si fuera casi Dios. Tenía la vida de las personas en mis manos. Podría elegir si vivirían o morirían. Pensé que podría engañar a la muerte. —Rio amargamente—. ¿Puedes imaginar la arrogancia?

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—Estoy segura de que no es raro entre los cirujanos, —dijo Baylor. —No, no lo es. Pero luego me rendí. Llegué a casa. Acababa de terminar mi primer año de residencia cuando empecé a sentir... No sé exactamente. Creo que fue la época en que perdí a mi primer bebé. Hicimos todo por ella, pero era demasiado pequeña y débil. Tuvo una infección postoperatoria y murió en medio de la noche. Fallé en la única cosa en la que juré que sería buena. Finalmente tuve que aceptar que no importaba lo duro que trabajara, no podía salvar a todo el mundo. Comencé a ver las caras de los pacientes que perdí y oí a sus familias llorando en las salas de espera. —¿Entonces fue cuando renunciaste a la medicina y volviste a la isla? —Preguntó Baylor. —No. Cambié a un programa de residencia de práctica familiar. Pensé que sería mejor allí y me ayudó durante un tiempo, pero luego tuve un mes terrible, fui código tras código, y por desgracia, que es cuando empecé a beber. Al principio, era sólo un par de copas de vino cuando llegaba a casa por la noche, algo para relajarme. Se elevó hasta el punto en el que sólo podía mirarme en el espejo si estaba bebida, mirarme y no ver el completo fracaso en que me había convertido. Eso generalmente significaba hasta que me desmayara. No duró el tiempo suficiente para convertirse en un problema importante. Fue sólo un par de meses antes de que me diera cuenta de que no quería vivir de esa manera. Terminé mi residencia y luego volví a casa. Baylor sonrió comprendiendo, habiendo sufrido algunos cambios asombrosos desde que vivía en la isla. —Fue Ana Lia, ¿no? Eso te cambió. —Supongo que es una explicación tan buena como cualquier otra. Me sentí tan perdida cuando volví a casa. No tenía confianza ni ambición de ningún tipo. Estaba en el limbo. Creo que fue un proceso gradual. El tipo de cosa en la que realmente no se puede mirar hacia atrás e identificar el punto exacto donde todo cambió. Empecé a involucrarme en la vida de las personas, escuchando y aceptando. Pequeñas cosas tontas como comenzar un jardín de

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flores o ayudar en la escuela primaria. Un día, me desperté y me di cuenta de que me gustaba. También tuve algunas conversaciones con Rebecca Ashby. Baylor sonrió. —La llave de la felicidad. —Sí. ¿Cómo supiste? —Ya he hablado un poco de eso. No es que esté más cerca de averiguarlo, pero es un concepto interesante. —Me tomó unos años para ponerlo todo junto. Comencé a trabajar con Mary Thigpen, una veterinaria visitante. Una cosa llevó a otra y aquí estoy hoy. No puedo decir que era una cosa, era un centenar, pero sé que no habría pasado si no hubiera regresado a Ana Lia. La guinda de mi pastel era tener a Noah. Él era lo único que sentía que me faltaba en mi vida. —¿Cuál es tu llave? |—Casa. Quiero decir... Oh, esto suena tonto cuando lo digo en voz alta. —No, no lo hace. En serio, me gustaría saberlo. —No importa dónde. Es más la noción de hogar, lo que representa. Supongo que podría ser una choza en la playa, pero si lo que te gusta, lo que te importa más que nada está allí, entonces es mi casa. Para mí, eso se convirtió en la llave de mi felicidad. Me di cuenta de que mientras tuviera un lugar en el que pensar como en casa, nunca estaría sola y nunca sería un fracaso. Siempre tendría un lugar donde ir. Ahora mismo, ese lugar es Ana Lia. Porque aunque no tuviera familia aquí, todavía tendría gente que se preocupara. Siempre tendría un lugar en esta tierra para regresar y saber que soy amada, que no tengo que ser perfecta y que lo mejor que puedo dar siempre será suficientemente bueno. —Así que ahora tu vida es grandiosa, ¿eh? Hobie soltó una risa irónica. —Sí, excepto por los momentos en que exploto contra alguien que me importa.

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—Supongo que provoco eso, ¿eh? —No, Baylor, bueno, quiero decir... —Hobie, está bien. Puedes ser honesta conmigo. —Supongo que no ayudas todo el tiempo. —Hobie acarició la suave piel de la mejilla de Baylor—. Sin embargo, no te culpo porque no es culpa tuya. Soy responsable de mí y de mis acciones. No voy a culpar por mi comportamiento a otra persona. Lo estás intentando. Lo veo un poco más cada día. Veo lo mucho que estás trabajando para encajar aquí y estoy orgullosa de ti por eso. —Supongo que por eso encuentro tu historia, tu pasado, tan interesante. Realmente Hobie no lo intenté, no al principio. Es algo sobre esta isla y esta gente, algo... No sé qué, pero sé que este lugar me cambió. Por supuesto, ahora estoy intentando, pero al principio... —Acaba de suceder. Lo sé. Eso es exactamente lo que sentí. Baylor sonrió y se inclinó para colocar un suave beso en la mejilla de Hobie. —Eres una mujer maravillosa, Hobie. Realmente no quiero que conozcas a la persona que solía ser. Preferiría que sólo conocieras a la mujer que soy ahora y quiero que esa puerta se balancee en ambos sentidos. No tienes que tener miedo de la forma en que eras o de perderme. Me encanta lo que eres ahora y eso es todo lo que realmente me importa. Baylor respiró hondo. Se preguntó por qué no estaba experimentando la misma intensa ansiedad que tenía antes. En todo caso, este fue un momento aún más profundo. —Te amo con todo mi corazón, Hobie Lynn. De repente, la expresión de Hobie cambió. Sus manos se enfriaron. Soltó las manos de Baylor y se puso de pie, caminando rápidamente a pocos metros de distancia.

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—¿Qué está pasando? —Preguntó Baylor. —Yo... quizá deberíamos pensar en esto. —Creí que dijiste que también me amabas. —Sí. Lo hago. Es sólo… Baylor trató de mantener el dolor fuera de su voz. ¿De qué tiene miedo cuando se trata de mí? —Hobie, no voy a lastimarte, —dijo suavemente. —Está bien, no importa. —Hobie se volvió hacia Baylor, pero su rostro era una máscara sin emociones. —¡Dios, eres tan frustrante! ¿Por qué estás tan... tan...cerrada? —Baylor tuvo que luchar por la palabra correcta—. Es como si tuvieras todas estas paredes construidas a tu alrededor y no me dejas llegar más lejos. —Correcto. Creo que contarte la historia de mi vida, como solía ser, fue una invitación muy buena. —No. No, no es. Te estás guardando como Fort Knox61. Me dejas en el escalón delantero, o por la puerta, pero no más lejos. Estás actuando como si estuvieras asustada de algo, y por mi vida, no puedo entender lo que es. —No tengo miedo. —¡Si lo tienes! ¿De qué tienes miedo, Hobie? —Baylor puso una mano en el brazo de Hobie. Hobie se soltó y se alejó. Las lágrimas bajaron por sus mejillas. —No tengo miedo. ¡Nada me asusta! —¡Mentira! —Baylor alcanzó a Hobie en dos pasos—. Estás aterrorizada y quiero saber por qué. ¡Mírate! —Hizo un gesto hacia los nerviosos dedos entrelazados de Hobie—. ¿De qué tienes tanto miedo, Hobie Lynn? 61

Base militar de EE.UU que también sirve de almacén a parte de las reservas de oro del país, así como de otros países.

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—¡Tú! —Hobie rozó sus repentinas lágrimas—. ¿De acuerdo? ¡Tú me asustas! —¿De mí? —Preguntó Baylor con voz suave—. ¿Por qué te asusto? —Porque al principio no me gustaste. No importaba lo que hiciste o cómo actuaras porque no me importabas, entonces de repente te volviste... agradable, y... bueno, antes podías tratar a la gente como una mierda y caminar por todos ellos porque... ¡porque no me gustabas! —Hobie bajó la cabeza, así como su voz—. Y ahora, me gustas. Te quiero. Realmente te quiero. —¿Y eso te asusta? Hobie asintió con la cabeza. —¿Por qué te asusta que estés enamorada de mí? Quiero decir, aparte del hecho de que soy un personaje repugnante y generalmente detestable. —Baylor sonrió, pero no pudo conseguir que Hobie retribuyera. —Estoy pensando en Noah. —Hobie bajó la mirada de nuevo. —¿Noah? Pero yo amo a Noah, y pensé que estaba loco por mí, al menos... —No es eso. Es sólo que, bueno, él está loco por ti. —Entonces, ¿el problema sería? —Porque le gustas, él comenzará a confiar en ti. Confía en que no le mentirás ni lo tratarás mal. Entonces dependerá de ti. Depende que siempre estés ahí para él y que lo ames tanto como él te ama. Y luego un día... un día te irás. —Hobie, en realidad no estás hablando de Noah, ¿verdad? —Limpió suavemente una lágrima solitaria de la mejilla de Hobie—. Estás hablando de ti, ¿verdad?

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Hobie asintió y cayó en el abrazo que Baylor ofreció. Baylor siempre había pensado en Hobie como una mujer fuerte, capaz de cuidar de sí misma. En ese momento, sin embargo, Baylor sintió que quería, incluso necesitaba, proteger a Hobie. El padre de Hobie la había dejado con una impresión duradera: la había amado, luego se había ido. No importaba que fuera la muerte la que lo llevara. Para una niña, cosas así no importaban. Lo que Hobie siempre había recordado era que las cosas que amaba se habían ido. Baylor besó la frente de Hobie y se alisó el pelo. —Hobie, si tienes miedo de amarme, bueno... conociéndome como lo haces, tienes todo el derecho de tener miedo de eso. Puedo ser egoísta y controladora. Puedo actuar como un niño a veces, y amar a alguien que no sea Tanti y Jules es nuevo para mí. —Levantó la barbilla de Hobie—. Francamente, estaría más preocupada por tu cordura si no tuvieras miedo. Hobie devolvió la sonrisa de Baylor con una vacilante mirada. —Pero si tienes miedo de algo más, algo así como... como si me fuera, todo lo que puedo decir es que tengo algunos otros atributos que quizás aún no sepas. Por un lado, soy muy leal. Jules y yo hemos pasado por algunas peleas importantes, pero nunca he pensado dos veces antes de mirarla, incluso durante nuestras peores peleas. Soy fiel, Hobie, juro por dios que lo soy. No he podido pensar en nadie más desde que te conocí y no veo que cambie. Y sé que pensar en alguien que no sea yo mismo es nuevo para mí, pero te amo... y a Noah. Tengo una sensación de malestar en el estómago cuando pienso en que algo os pudiera suceder a cualquiera de vosotros. Os quiero a los dos, Hobie Lynn y no voy a ninguna parte. —Podría pasar, aunque no lo quisieras, —dijo Hobie con voz frágil. Baylor cerró los ojos y rezó para convencer a Hobie de lo contrario. —Sé que eso es lo que le pasó a tu papá, pero eso no significa que vuelva a

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suceder. Por favor, no vivas con miedo de eso. Si hay algo que he aprendido de estar aquí, de amarte, es que no puedo dejar que mi infelicidad pasada dicte mi futuro. Si lo hago, sigo cometiendo los mismos errores una y otra vez. Incluso los niños pequeños aprenden a no tocar una estufa caliente una vez que han sido quemados. Se preguntó si era sólo su imaginación, pero pensó que Hobie comenzó a mirarla de manera diferente. Ya no se aferraba a Baylor con tanta desesperación. Baylor no creía que una declaración de ella cambiara la vida de Hobie, pero esperaba que la mujer asustada pudiera tener una idea de lo que estaba en su corazón. —No puedo predecir el futuro, pero sí sé que te amo y que no tengo ninguna intención de dejarte. Quiero estar contigo, y no me refiero sólo mientras estoy en la isla o para cualquier tipo de asunto. Quiero que haya un compromiso entre nosotras. Puedo estar aquí, en la isla, o en la luna por lo que a mí respecta. Donde quiera que tu y Noah esten, es donde quiero que mi hogar sea. Mi pregunta es, ¿quieres lo mismo? —No soy fácil para convivir, Noah te lo dirá. —¿Y crees que lo soy? —Baylor soltó un suspiro de alivio. Hobie sonreía y se parecía más a la mujer encantadora que Baylor había llegado a conocer. —Sé que mis miedos no son razonables... —Oye, ¿no lo son todos? Si fueran razonables, los llamaríamos expectativas en lugar de temores. Cariño, ambas hemos tenido algunos problemas, pero la mejor manera de pensar en ellos es ser honestas y hablar una con la otra. —¿Baylor Warren es abierta y honesta?

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—No dije que sería fácil, pero estoy dispuesta a hacerlo si tú lo haces. —Baylor esperó pacientemente la respuesta que cambiaría su vida. Hobie se puso de puntillas para colocar un suave beso en los labios de Baylor, sonriendo mientras se alejaba. Hobie no tenía ni idea de cómo lo hizo, pero Baylor Warren se había convertido en un completo enigma para ella. No podía dejar de preguntarse si su reunión casual en Chicago había estado predestinada desde el principio. No tenía ni idea de cómo la mujer que detestaba no hacía mucho tiempo podía hacer ese cambio en ella. La idea fue una de las muchas ocurrencias extrañas en Ana Lia que Hobie se negó a cuestionar. —Sí. —Hobie asintió con la cabeza—. También estoy dispuesta.

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CAPÍTULO 24

Nadie sabía quién estaba más sorprendido cuando Baylor y Hobie caminaron de la mano en la habitación de Evelyn. Baylor y Hobie se miraron mientras Evelyn y su invitada, Rebecca Ashby, intercambiaban sus propias miradas. —Ves, Evie, te dije que volverían juntas, —dijo Rebecca—. Estáis juntas, ¿verdad, señoras? Baylor y Hobie asintieron con la cabeza. —Déjame adivinar, —dijo Baylor—. Es la bruja principal. Hobie le dio un codazo en las costillas. —Wiccana. Me refiero a wiccana, —añadió Baylor mientras se frotaba el costado y miraba Hobie. Rebecca se rio entre dientes. —Me gusta esta, —le dijo a Evelyn—. Por favor, Baylor, Hobie Lynn, venir y sentaros. Tengo información que creo que os interesará escuchar. Una vez que se sentaron, Rebecca comenzó. —Entiendo, Baylor, que tienes algunas preocupaciones sobre cómo has venido a visitar Ana Lia. Baylor sintió que los bordes de sus orejas empezaban a arder. —Lo solucionamos, —dijo Hobie. —Sí. —Baylor le guiñó un ojo a Hobie—. Prácticamente estuvimos de acuerdo en que reaccioné exageradamente y actué como una idiota.

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—Tal vez pueda ayudar a Evelyn a contestar algunas de tus preguntas de todos modos, —dijo Rebecca—. Tenía la sensación de que podría necesitarme. Hobie frunció el ceño. —Señora. Ashby, ¿cómo llego tan rápido? ¿Evelyn la llamó y le dijo que teníamos una discusión? —En cierto modo, supongo que sí. Como dije, sentí que me necesitabas, y aquí estoy. —Es una maldita bruja, lo siento, wiccana, —dijo Hobie. Miró a Baylor, que llevaba una sonrisa de satisfacción. —Comencemos por el principio, para que no nos confundamos. ¿Lo hacemos? —Preguntó Rebecca. —Creo que ya es demasiado tarde para eso, pero hazlo lo mejor que pueda, —dijo Baylor. —Creo que debería empezar diciendo que vosotras, damas, están en lo correcto. Soy la actual líder de nuestro aquelarre, y es verdad, preferimos “wiccanas”, principalmente debido a la connotación que otro nombre tiene. Puede ser de ayuda saber que no adoramos al diablo y no bebemos sangre. En realidad, la mayoría de nosotras somos vegetarianas. —Rebecca hizo una pausa. —Es perfectamente aceptable reírse, —dijo mientras Baylor trataba de tapar una risita al aclararse la garganta—. Deberíamos al menos reírnos de nosotras mismas. Podemos hablar más acerca de nuestras creencias más tarde, si estáis interesadas. Pensé que intentaría aliviar sus mentes. Ahora, Baylor, hay dos cosas importantes que debes saber. El accidente en el que Hobie Lynn y tu abuela estuvieron involucradas fue un accidente y nada más. ¿Ha quedado claro?

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—Um, sí. Gracias, —dijo Baylor—. Supongo que fue mi paranoia apareciendo. Cuando pienso con claridad, sé que no hay manera de que pueda reunir a dos personas. La risa de Baylor se congeló en su garganta con las siguientes palabras de Rebecca. —Sí, bueno, sobre eso... Baylor y Hobie levantaron una ceja cada una. —Por favor no me diga que estamos bajo algún tipo de hechizo, —dijo Hobie. —Cielos, no, querida. Incluso si pudiéramos hacer algo así, no jugamos con la vida de las personas de esa manera. Servimos a la naturaleza, no cosas que van contra la naturaleza. —Sin embargo, hay más, ¿no? —Baylor se puso suspicaz—. Lo veo en tus ojos, Tanti. —No ponemos hechizos sobre la gente, pero sí creemos en los Destinos. Somos estudiantes de la naturaleza humana. Simplemente... coordinamos. —¿Y qué significa exactamente eso con respecto a nosotras? —Preguntó Baylor. Rebecca respiró hondo. —Esa es la segunda cosa que te iba a decirte. Nunca manipulamos a ninguna de las dos de ninguna manera, pero hicimos arreglos para que estén, bueno, que se conozcan, que pasen tiempo juntas. —¿Y no llama a eso manipulación? —Preguntó Hobie—. ¿Desde cuándo? ¿Desde Chicago? —¿Qué? —Baylor intervino—. Cariño, eso es imposible.

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—No es tan imposible. Cheryl, mi asistente del consultorio, hace todos mis arreglos de viaje. Eso incluye reservar mis habitaciones de hotel y recomendar restaurantes para comer. —Eso podría ser sólo coinci… —Y Cheryl pertenece a la Hermandad de Damas, —dijo Hobie. Hobie y Baylor miraron a Rebecca para una respuesta. —Sí, todo desde Chicago, —admitió Rebecca—. Pero nunca hicimos otra cosa que arreglar para que las dos estuvierais en la misma área al mismo tiempo. Cualquier cosa más siempre ha sido responsabilidad de los Destinos, te lo prometo. Nunca habríamos podido hacer que las dos os améis, o incluso una si no hubiera sido parte de vuestros destinos. —No creo lo que estoy escuchando, —dijo Hobie enojada. —Espere un minuto. ¿Está tratando de decir que Hobie y yo estábamos destinadas a estar juntas? Eso suena como uno de los argumentos de Harriet Teasley, —añadió Baylor con una sonrisa. —¿Puedo preguntarle por qué hizo todo esto en primer lugar? —Para salvar nuestra isla. —Evelyn finalmente habló—. Para al menos, mantener su poder vivo. —Bueno, esto está empezando a ser un poco demasiado escalofriante para mí, —dijo Baylor. —Creo que tenemos que contarles todo desde el principio, —le dijo Evelyn a Rebecca. —Qué cambio tan refrescante, —dijo Baylor. —Somos todo oídos. —Hobie cruzó los brazos sobre el pecho.

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—Voy a pedir sólo una cosa, —dijo Rebecca. Rápidamente continuó cuando ninguna mujer respondió—. Voy a pedir que escuchéis esto con una mente completamente abierta, sin ideas preconcebidas acerca de brujas, hechizos o cualquier cosa de esa naturaleza. Cuando termine, simplemente preguntaos si lo que os he dicho se siente bien. ¿De acuerdo? Baylor se encogió de hombros, lo que sorprendió a Hobie. —Está bien, vayamos a ello. —Antes de nada, creo que sería más fácil contaros cómo llegó a ser Ana Lia esta isla. En 1702, España controlaba una gran parte del área que ahora conocemos como Florida. Ana Lia, que tenía otro nombre en aquel entonces, era una de las muchas pequeñas islas que existían en el Golfo. Los nativos americanos en su mayoría habitaban las islas en ese momento. Fue entonces cuando llegó el Conde Alejandro Santiago y su nueva esposa. El trabajo del conde era fácil: proteger los intereses de España en el Nuevo Mundo. España siempre buscó oro en estos nuevos territorios para financiar sus guerras. Rebecca hizo una pausa para tomar un sorbo de agua. —La nueva esposa del conde, la condesa Ana Santiago, tenía sólo diecisiete años, pero tenía una gracia y dignidad en ella que pocas mujeres de su edad conocían. No amaba al conde, que tampoco la amaba. Su matrimonio unió dos familias poderosas y eso es todo lo que era importante en esos días. A Ana no le gustaba el papel que la sociedad obligaba a las mujeres a jugar, pero lo aceptó como su madre antes de que ella lo había hecho. Lo peor para Ana era que el conde tenía tres veces su edad. Sin embargo, Ana hizo todo lo posible por ser una buena esposa. Ella era diferente de la mayoría de las mujeres de su tiempo. Le encantaba aprender, sobre todo escribir. Su soledad en la isla le proporcionaba al menos el tiempo para llevar a cabo tales estudios. —Fue durante su primer año en la isla que el conde se enfermó. La fiebre duró semanas, luego meses. Ana lo habría llevado de vuelta a España si hubiera pensado que podía soportar el largo viaje por el océano. Los médicos

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del conde estaban perplejos por la enfermedad. Les preocupaba que la fiebre que se desencadenaba finalmente fuera fatal. —Un día, una chica se acercó a Ana. Era una muchacha nativa, una india semínola62. Ella y su familia trabajaban para la casa del conde. Su nombre era Lia y le explicó que su gente la conocía como sanadora. Ana y Lia pasaron todo el día hablando y Lia finalmente, convenció a Ana de que le permitiera ver al conde. Rebecca se detuvo para tomar otro sorbo de agua. Las expresiones atentas de Baylor y Hobie la animaron a continuar. —Para hacer una larga historia un poco más corta, las hierbas y los tés de Lia funcionaron. Por desgracia,

la

fiebre

había

había

hecho

mella.

Nunca

se

recuperó

completamente, y día tras día, se quedó en su lecho de enfermo. Ahora se cree que la fiebre causó convulsiones o un derrame cerebral. Ahora, el otro lado de esta desafortunada circunstancia fue que la condesa y Lia se hicieron buenas amigas. Debido al estado de su marido, Ana pasó cada vez más tiempo con su nueva amiga y le enseñó español. Lia llevó a la condesa a la isla donde vivía su pueblo y le enseñó lo que sabía sobre la curación. Las sorprendió el día que descubrieron que estaban enamoradas. —Porque la condesa era una mujer honorable, le dijo a Lia que nunca podría estar con ella mientras estuviera casada con Alejandro. Lia comprendió, y aunque le rompió el corazón, no esperó nada menos de la mujer que había capturado su corazón. Su amor se hizo más fuerte a medida que pasaban los días y los años. —¿Y bien? —Preguntó Hobie cuando Rebecca dejó de hablar—. ¿Qué pasó? ¿El conde murió? ¿Ellas... —No sabía que fueras una romántica.

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Tribu indígena norteamericana que habitaba en origen en el norte de la Península de Florida.

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—Muy gracioso, —dijo Hobie—. Sólo quería saber si alguna vez se juntaron. —Cariño, la isla se llama Ana Lia. Creo que es una buena indicación. —Oh sí. —En realidad, —dijo Rebecca—, el conde murió, pero no por otros veinticuatro años. —¿Años? —Preguntó Hobie—. Buen señor. ¿Qué pasó con las dos mujeres? —Ellas se quedaron juntas y su amor se hizo más fuerte con cada día que pasaba. Ana le pidió a Lia que encontrara a alguien que fuera libre de comprometerse plenamente con ella, pero Lia no podía amar a nadie más. Así que vivieron los años en la isla, pasando sus días juntas, pero nunca sus noches. Hasta el día en que murió el conde Santiago. —Pasaron otros tres meses antes de que terminara el período de duelo de Ana por su esposo. Ana escribió una carta de explicación a su madre, luego abandonó la finca que había sido su casa durante veinticinco años. Se fue con Lia y juntas navegaron a la isla donde vivía la familia de Lia. Vivieron allí el resto de sus vidas. —En la noche que las dos mujeres se unieron para comprometer sus corazones y consumar su amor, un milagro ocurrió en los cielos sobre la isla. En esa primera noche, dos estrellas que se veían más brillantes que cualquier otra se unieron en alineación. Hasta que el sol se levantó en el cielo a la mañana siguiente, esas dos estrellas parecían ser una sola. Cincuenta años después, ambas mujeres murieron pacíficamente mientras dormían. A partir de entonces, la isla se conoció como Ana Lia. —Ahora en los años antes de su muerte, las dos mujeres vivieron vidas llenas de amor y felicidad. Su isla se convirtió en un lugar místico, un lugar de

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poder. En los años 150063, la gente buscaba allí la fuente de la juventud, en vano, por supuesto. En años posteriores, perdió algunas de sus propiedades mágicas, pero hasta el día de hoy, la gente experimenta una cierta... No sé cómo decirlo. —Creo que sabemos exactamente lo que está tratando de decir, —dijo Hobie. —De acuerdo, así que incluso si creyéramos la historia y la posibilidad de que Ana Lia tuviera algún tipo de... cosas extrañas sucediendo, ¿qué tiene esto que ver con conseguir que Hobie y yo estemos juntas? —Preguntó Baylor. —Eso nos lleva a nuestra última área de discusión, —dijo Rebecca—. La orden a la que pertenecemos, —dijo a Evelyn con un asentimiento—, la Hermandad de Damas, ha existido desde antes de las muertes de la condesa Ana Santiago y Lia. Somos responsables de mantener el poder inexplicable de la Isla Ana Lia. Desde la primera noche en que Ana y Lia se juntaron, las estrellas nos preparan para la recolección del evento. Sucede cada cincuenta años. Las miembros de la Hermandad de Damas reciben... visiones, por falta de un término mejor. Estas visiones hablan de dos mujeres con el potencial y la fuerza para tomar el lugar de las dos amantes, Ana y Lia. —Uh, oh. Creo que sé a dónde vamos ahora, —le susurró Baylor a Hobie. —¿Entonces nos ha visto? —Preguntó Hobie. —No estábamos seguras por... digamos, la animosidad que tenías inicialmente. Sin embargo, las señales son inconfundibles, —dijo Evelyn. —¿Señales? —Preguntaron Baylor y Hobie. —Sólo hay tres calificaciones, —dijo Evelyn—. Por supuesto, debes estar enamorada... 63

Posible errata, la historia de Ana y Lia se desarrolla en el siglo XVIII. La fecha del siglo XVI hace referencia a sucesos después de la muerte de ambas mujeres.

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—Comprobado. —Baylor sonrió y miró a Hobie. —Una de vosotras debe ser hábil en la curación y la otra debe abrirse camino en las artes... —Vale de nuevo, —dijo Baylor. —Finalmente, deben tener las edades que Ana y Lia tuvieron cuando se juntaron. Ana tenía cuarenta y dos años y Lia tenía treinta y ocho años. —Compro…oh, guau, —dijo Baylor—. Espera un minuto. ¿Qué es exactamente lo que está diciendo, que somos una especie de reencarnación de estas mujeres? —No, en absoluto. —Dijo Rebecca—. Lo diré de la manera más sencilla que pueda. Durante cientos de años, esta isla ha tenido algún tipo de poder asociado con ella. La Hermandad de Damas trasmite el conocimiento de que este poder proviene del amor. —¿Amor? —Hobie miró a Baylor y se sorprendió de su expresión—. No estás creyendo todo esto, ¿verdad? —Sé que suena loco, y me conoces. Por lo general, soy la primera en decirle a la gente que están locos, pero esto se siente... No sé cómo se siente, pero es un poco raro. Hobie puso los ojos en blanco. —Parte de mí quiere creer. Es una historia hermosa, pero las cosas no suceden así en la vida real. ¿Verdad? —Hobie, ¿puedes explicarlo? ¿Acaso no admitimos que algún tipo de poder nos cambió a los dos? Por alguna razón, no estoy convencida de que una emoción como el amor no tiene ese tipo de poder. Míranos. El amor casi destruyó nuestras vidas, la mía por la falta de él y la tuya por el temor de perderlo. No sé de ti, pero estabas hecha un desastre. Toda mi vida fue un completo y absoluto estallido hasta el momento en que te conocí. Ahora si el

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amor tiene tanto poder, ¿no podría suceder como dicen? ¿No podría tener un poder aún más fuerte cuando se usa positivamente? —Bueno, ahora no sé qué pensar, —dijo Hobie—. Supuse que serías más escéptica que yo. —Tal vez sea la isla. —Baylor rio mientras daba un codazo a Hobie. —Muy divertido. Cuando te oigo, tiene sentido, pero cuando empiezo a pensar en todo esto... —Ah, ahí está tu problema. La Sra. Ashby dijo que escucharas con tu corazón, no con tu cabeza. ¿Todo esto se siente bien contigo? Bueno, ¿verdad? —Supongo... —Entonces ahí está. No lo pienses, Hobie Lynn. Hobie sonrió de repente. —¿Qué, y pierdo mi membresía en Escépticos Anónimos? Oh, vale, tú ganas. Sí, se siente bien, y si pienso con mi corazón y no con mi cabeza, todo esto suena perfectamente plausible. ¿Qué es exactamente lo que quieren de nosotras? —Me alegra que hayas preguntado, —dijo Rebecca—. El poder de Ana Lia, que proviene de un amor a diferencia de muchos otros, cambia de manos cada cincuenta años. Cada cincuenta años desde la primera noche que Ana y Lia pasaron juntas, cuando las estrellas se convirtieron en una sola, las estrellas repiten ese milagro si las mujeres seleccionadas se comprometen en una ceremonia en esa noche. Sólo una vez la hermandad fue incapaz de encontrar la pareja adecuada. Durante ese ciclo, el poder de Ana Lia se redujo notablemente. —¿Tenemos que vivir aquí por cincuenta años? ¿Y si necesitamos...? —No. —Dijo Evelyn—. La hermandad descubrió que es la unión la que trae el poder a la isla.

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—¿De modo que todo lo que quieres que hagamos es tener, como una ceremonia de boda en una noche concreta? —Preguntó Baylor. —Correcto. Bueno, um... —Evelyn parecía incómoda. —Lo que Evie está tratando de decir es que la ceremonia va de la mano con la expresión física de vuestro amor. —Oh, —dijeron Baylor y Hobie al unísono, ambas sonrojándose. —¿No lo sé. Hobie? Quiero decir, ya estábamos de acuerdo... —Si lo sé. Supongo. Quiero decir, no es que tengamos que beber sangre o morder las cabezas de pollos o cualquier cosa. —Hobie le preguntó a Rebecca. —Tendemos a preferir el champagne y el paté en estas funciones, pero supongo que pueden hacerse concesiones si tenéis una preferencia. Baylor se rio en voz alta. —Creo que tiene sentido del humor, —le dijo a Hobie. Hobie no podía pensar en una respuesta ingeniosa, así que se conformó con sacar la lengua. —Oh, eso es atractivo. —De repente eres una cómica, —dijo Hobie, pero no pudo evitar sonreír—. Solo una pregunta más. ¿Y si de todos modos, no lo creemos, no completamente? ¿Eso afectará a este poder? —En absoluto, querida, —dijo Rebecca—. No necesariamente tienes que creer en la magia. Todo lo que tienes que hacer para que funcione es creer la una en la otra. Hobie sonrió. —Eso puedo hacerlo. Supongo que la siguiente pregunta lógica es: ¿cuándo tiene que suceder todo esto?

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—En tres días, —dijeron Rebecca y Evelyn. —¡Tres días! —Fue el turno de Baylor y Hobie de responder como una sola. La habitación permaneció en silencio unos instantes. Finalmente, Hobie miró a Baylor. —¿De verdad lo vamos a hacer? Baylor sonrió suavemente, luego se llevó la mano de Hobie a sus labios. Después de colocar un ligero beso en los dedos de Hobie, respondió. —Absolutamente, —dijo—. Absolutamente. —Hubo convicción en la palabra repetida. —Entonces creo que vamos a estar casadas, —dijo Hobie al fin. Rebecca y Evelyn comenzaron a discutir los planes para la ceremonia. A las otras mujeres no les importaba. En realidad, probablemente fue algo bueno porque Baylor y Hobie estaban en medio de un beso que parecía que iba a durar un rato.

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CAPÍTULO 25

Hobie puso la sierra para cortar el yeso en la bandeja de metal resistente y sacó el resto del yeso de la pierna de Baylor. —Voilà, —dijo con una floritura. —¡Oh, Dios mío! —Gritó Baylor. —¿Qué? ¿Qué es? —Preguntó Hobie. —Tengo un palillo por pierna. ¿Qué le paso? —Baylor, has tenido un yeso en ella durante más de diez semanas. Es sólo una pequeña atrofia muscular. Volverá tan pronto como empieces a usarla de nuevo. —Me gustaba la forma en que se veía antes, —dijo Baylor con una mueca. —Y estará igual en esta versión nueva y mejorada. Ahora, recuerda, quiero que te tomes las cosas con calma hoy y sigas usando tu bastón. Vamos, a dar un paseo de práctica. —Creo que sé caminar. —Baylor balanceó las piernas por el lado de la mesa de examen—. Lo he estado haciendo con bastante éxito durante varios años y me resulta sorprendentemente fácil. —Qué cómica estas hoy. —Gracias. ¡Oh! —La pierna de Baylor falló en el segundo paso—. Pensé que dijiste que ya no estaba roto. —No lo esta, pero tampoco la has usado en un par de meses, no sin apoyo de todos modos, Señorita He Estado Caminando Toda Mi Vida.

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Baylor miró a Hobie con lo que esperaba que fuera una expresión intimidante. Hobie continuó a regodearse. —Sabes, una sonrisa tan grande no es conveniente en una dama de tu posición. —Ya no lo hago muy a menudo. Hazme reír, —Hobie se acercó a la puerta—. Oye, Lor, dame una mano, ¿quieres? Una vez que Laura llegó, Hobie le dijo lo que quería que hiciera. —De acuerdo, —le explicó a Baylor—. Pon un brazo alrededor de mi hombro y el otro sobre el de Lor. —Esta posición tiene posibilidades. —¿Te gustaría? —Dijo Hobie. Baylor guiñó un ojo. Al principio, hizo una mueca a cada paso, pero después de que había aflojado algo de la rigidez, encontró que podría caminar bien usando su bastón. —Eres una mujer nueva, —declaró Hobie—. Está bien, vístete y sal de mi cuarto de examen. Tengo a una San Bernardo embarazada que necesita la cama. —Oh, veo donde están tus prioridades. —Baylor se vistió cuando Hobie guardó algunos de los instrumentos—. Hombre, tengo que ir a la farmacia. —¿Qué pasa? —Mi pierna parece que pertenece a un gorila. Tengo que conseguir algunas maquinillas de afeitar. —Se sentía bien para finalmente usar sus viejos jeans favoritos—. Está bien, estoy fuera de aquí. Gracias, querida. —Espera un momento, —dijo Hobie—. ¿Olvidas algo? —Agitó el bastón de Baylor.

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—Oh. —Baylor rio entre dientes nerviosamente—. Sí, ¿cómo podría olvidarlo? —Baylor, ¿recuerdas lo que te dije de tomarlo con calma al principio? —Claro, claro, —dijo Baylor distraídamente—. Has dicho que no ande demasiado hoy. —No, lo que dije fue ir a casa y poner el pie en alto por un par de horas, luego dar un corto paseo, tal vez cinco minutos. Después de eso, pon el pie de nuevo y repite el paseo cada tres o cuatro horas. —Seguro, seguro. Lo haré, —agregó Baylor defensivamente ante la exasperada mirada de Hobie. —Cariño, no quiero ser una gruñona. Recuerda que el dolor es la manera en que tu cuerpo te dice algo. —Lo sé, no lo olvidaré. —Baylor besó la frente de Hobie y se volvió para irse una vez más. —Baylor. —Hobie todavía sostenía el bastón. —¡Ay, mierda, me olvidé! Es porque me estás confundiendo. Hobie cerró los ojos y sacudió la cabeza. —Dime de nuevo, ¿qué te dice la pierna cuando te duele? Baylor se quedó atenta mientras repetía las instrucciones en un tono monótono. —Si mi pierna comienza a doler, me está diciendo, “Por el amor de Dios, Baylor, siéntate, ponte hielo y tómate otra margarita”. Hobie frunció el ceño y levantó las gafas. —No recuerdo haber dicho nada de margaritas. —No, lo añadí. —Respondió Baylor con una rápida sonrisa—. Sonaba muy medicinal.

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—Dios, me preocupo por ti. —¿Quién, yo? —Baylor puso una mano en su pecho—. Sólo piensa, cariño. Tienes que hacer esto por el resto de tu vida. —Para algunas personas, eso sería una amenaza. Vete. Fuera. —Hobie señaló. No pudo detener su risa. Baylor podría haber sido un dolor gigante en el culo en cierto momento, pero en la actualidad era francamente amable. Su encanto y su sentido del humor hicieron tambalearse a Hobie, tal como lo habían hecho en aquella primera noche en Chicago—. Te quiero, vete a casa. —También te amo. No olvides la barbacoa esta noche. Dile a Noah que traiga su traje de baño y él puede nadar antes de la cena. —De acuerdo. Le encantará jugar en la piscina contigo. —No le des esperanzas sobre ese punto. —¿Que significa eso? —Hablaremos de eso más tarde. Jules va a recoger a Tanti y llevarla a casa. Me parece extraño que se haya recuperado tan rápidamente después de oír que estábamos juntas. Es probable que mi paranoia vuelva a mostrarse, pero me pregunto si hubo alguna trampa involucrada en la enfermedad de Tanti. Es decir, aparte de su cadera rota. —No, no eres sólo tú. Tengo la sensación de que ni siquiera queremos pensar en lo que la Hermandad de Damas podría haber hecho para tener éxito con esto.

Baylor se frotó las manos una vez más. Finalmente la noche había llegado y sus palmas se pusieron más húmedas a medida que el momento de su ceremonia se acercaba.

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—Pareces un poco vacilante, compañera. —Juliana le dio una palmada cariñosa en la espalda. Baylor intentó con una sonrisa burlona. —Gran parte de mí piensa que este es el mejor día de mi vida, pero hay una pequeña parte de mí, Jules, que sólo se siente que quiere vomitar. —En realidad, eso suena bastante normal, teniendo en cuenta que este es el día de tu boda. O la noche, según sea el caso. Muy agradable de la Sra. Ashby para tener la ceremonia aquí en su casa. Es hermoso así junto al agua. —Sí, —dijo Baylor distraídamente. Miró por encima del hombro de Juliana hacia la mujer que acababa de salir. A los ojos de Baylor, Hobie lucía mejor de lo que cualquier mujer tenía derecho. —Eh, las dos están lindas. Lleva un vestido y tienes pantalones. ¿Las dos planean esta pequeña cosa del butch-femme? —Preguntó Juliana. Baylor la agració con una ceja arqueada y una expresión plana. —Con ese sentido del humor, no es de extrañar que sigas soltera, —dijo finalmente. Juliana se echó a reír y se alejó. Hobie la encontró a medio camino a través del gran césped, obviamente en su camino hacia donde estaba Baylor. Ella le dio un abrazo. —Te ves absolutamente perversa. Esta es tu última oportunidad, ¿sabes? Todavía puedes dejar a esa chica y tener una oportunidad conmigo. —La sonrisa de Juliana era contagiosa y Hobie se encontró riendo. —Por favor, Jules. ¿Estás intentando comenzar una pelea? Si Baylor oye eso, será la Tercera Guerra Mundial. —Pensé que te enviaría con Baylor para calmarla, pero por la sensación de estas manos heladas, parece que eres un manojo de nervios más que ella.

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—Oh, muy graciosa. Ni siquiera pienses en mentirme, Jules. La perspectiva de pasar el resto de tu vida con alguien también te haría un poco tonta. Admítelo. —¿Un poco? —Juliana le guiñó un ojo—. Estoy realmente celosa como el infierno. Lo sabes, ¿no? Bueno, celosa de Baylor, en todo caso. Tú, simplemente lo siento. —¿Está realmente tan nerviosa? —Preguntó Hobie, mirando a Baylor. Baylor que se mantuvo erguida y derecha, mirando hacia el océano, su postura casi regia cuando el crepúsculo descendía a su alrededor. —Nunca lo sabrías con solo mirarla, pero justo ahí se alza una temblorosa torre de jalea. Hobie se rio entre dientes y sacudió la cabeza. —Parece que está a miles de kilómetros de distancia. Creo que voy a aliviar sus miedos. Juliana pudo ver la emoción mezclada con temor en los ojos de Hobie.

Baylor observó cómo Juliana se encontraba con Hobie, riéndose y burlándose de ella al igual que Baylor. Tenía la sensación de que estaban hablando de ella. Se volvió y miró el agua. Tantos cambios, pensó Baylor. Se preguntó por el futuro y cómo su vida cambiaría con la ceremonia. Cualquiera le habría dicho que estaba loca por pensar que iba a durar. La mayoría de los conocidos que todavía la toleraban jugaban los mismos juegos que ella. Heterosexuales o homosexuales, pasaron de una relación a otra sin pensar que durarían. Baylor nunca había pensado a largo plazo antes de Hobie. Todo eso cambiaría. Baylor simplemente sabía, de la misma manera que sabía cuál de sus historias vendería, que si seguía con esta ceremonia, sería para siempre. Era una perspectiva escalofriante,

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aterradora, si se conociera la verdad. Así que la pregunta era, ¿quería ella echarse atrás? Ella sonrió para sí misma, feliz de que nadie pudiera ver su rostro. Todo el mundo pensaba que era lo bastante extraña como era. Por supuesto, para la mayoría de ellos, “extraña” era un término relativo. Los dos últimos días habían sido un torbellino de actividad, principalmente planeando para el futuro que ahora ponderaba. Su primera discusión seria había sido sobre dónde deberían vivir. Ana Lia había sido buena con Baylor y Hobie, y Baylor nunca había pensado en regresar a Chicago por más tiempo que las pocas semanas que tardaría en empacar sus cosas. No había escuela, por lo que decidieron llevar a Noah con ellas y hacer que fuera unas vacaciones. Aunque Hobie le había dicho que no era necesario, Baylor estaba deseando compartir con Noah algunos de los lugares que la habían impresionado cuando era niña. Wrigley Field64, el Lincoln Park Zoo65 y el Art Institute66 eran lugares que quería compartir con él, y sabía que tener un perro caliente y ver a los Cubs jugar en casa significaría el mundo para Noah. Baylor también quería a Hobie con ella. Tenía miedo de lo que podría pasarle una vez que saliera de la isla. ¿Volvería a sus viejas costumbres? Aunque Hobie le aseguró que no había funcionado de esa manera para ella, Baylor no quería arriesgarse. Decidieron que construirían una casa en Ana Lia y vivirían en la casa de invitados de Hobie mientras tanto. La familia de Hobie estaba contenta con el arreglo y también resultó beneficioso para Evelyn. Por mucho que adorara tener a su nieta, Hobie y Noah cerca, era una persona privada y disfrutaba viviendo rodeada por la tranquilidad de sus invernaderos. Baylor alzó la vista hacia el cielo nocturno. Las dos estrellas que su abuela había señalado la noche anterior ciertamente no parecían estar más 64

Estadio de béisbol donde juegan los Chicago Cubs. Es el más antiguo de los zoológico de Estados Unidos fue inaugurado en 1868. 66 Es un museo y escuela de arte. Es uno de los museos más importantes del mundo. 65

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cerca. Se preguntó qué pasaría durante la ceremonia y si había alguna verdad en la historia de Rebecca. Miró su reloj. No tardaría mucho en descubrirlo. —Hola, señora, ¿el autobús se detiene aquí? —Preguntó Hobie mientras se acercaba por detrás de Baylor y le pasó un brazo por la cintura. Baylor sonrió mientras colocaba su propio brazo alrededor del hombro de Hobie. —Si no lo hace, lo haré para ti. —Creo que lo harías. Entonces, ¿estás parada aquí pensando, preocupada o un poco de ambos? Baylor volvió a mirar el agua y respiró hondo. —Me preguntaba, —dijo por fin—. Pero no te preocupes, especialmente hoy. —Qué tramposa eres, Baylor Warren. ¿Quieres decirme que no estás un poco nerviosa? —No he dicho eso. Tengo un miedo de muerte, y admito que no hay un hueso en mi cuerpo que no esté gritando conmigo para dar la vuelta y correr tan rápido como pueda. —¿Oh? —¿Y quién está engañando a quien? ¿Quieres decir que no sientes lo mismo? Hobie se rio entre dientes y estudió el suelo por un momento. —Está bien, me doy por vencida. Pensé en interpretar la parte del hombre de pan de jengibre67, pero sólo fue temporal. —No te preocupes, nena, también la mía. Todavía estoy asustada… asustada como el infierno… pero hay una cosa que no me preocupa, y es la posibilidad de pasar mi vida contigo.

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Es un cuento de Navidad para niños muy conocido en es Estados Unidos. El hombre de pan de jengibre es una galleta que sale corriendo de la casa que ha sido horneada para no ser comida y al final cae en las fauces de un zorro.

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—Sólo espero que no te estés preparando para una caída. Ya sabes, una idea de mí como la mujer perfecta. —Creo que sé mucho más que eso. —¡Muchas gracias! —Hobie golpeó a Baylor ligeramente en el estómago. —Oye, te metiste en eso, —dijo Baylor—. No creo que tenga demasiadas ilusiones, cariño. Tú y yo somos como fuego y hielo. Estoy casi segura que, dado el tiempo suficiente, nos topamos con áreas en las que no estamos de acuerdo. Ahora bien, si conozco a las dos como creo, los desacuerdos probablemente van a conducirnos a unos buenos fuegos artificiales. Sin embargo, al igual que los verdaderos fuegos artificiales, explotarán y se quemarán rápidamente. —Cuando quieres, sí que puedes poner algunas palabras agradables juntas. ¿Sabes? —Ni siquiera tengo que trabajar duro cuando se trata de ti. Las dos mujeres se abrazaron. Nadie parecía estar prestando atención a ellas; era como si estuvieran solas. —Podemos hacer esto, ¿verdad, Baylor? —Sí, nena, podemos. —Baylor colocó un beso sobre la cabeza de Hobie. Levantó la vista hacia las dos estrellas brillantes—. Dime, ¿te parecen más cercanas? —Bueno, tal vez si lo intento con fuerza... —¿Crees en algo de esto? Quiero decir, sé que estas viejas chicas son bastante dignas de confianza, pero estoy teniendo un momento difícil con esto.

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—Creo que ellas creen. Estoy contigo. No estoy segura de poder ser todavía una firme partidaria. Pero como dijeron, no tenemos que creer para que funcione. Ya sea que todo se reúna o no, siento que hemos ayudado un poco. —Ídem. Bueno, ¿de acuerdo? —Estoy dispuesta si tú lo estás. Casi habían llegado el momento en que se llevaría a cabo la ceremonia. Noah se precipitó hacia ellas. —¡Baylor! —Gritó mientras saltaba a sus brazos. —Eh, Bubba, te ves bien en tu traje y corbata. —¿Os vais a casar? —Preguntó Noah. Baylor miró a Hobie, quien silenciosamente asintió. —Um, sí. —Bueno. Entonces puedo tener un papá. Baylor volvió a mirar a Hobie y juró que vio a Hobie sonriendo un poquito. —Bueno, Bubba, um... sabes que soy una chica, ¿verdad? —Sí. —Entonces estaría más en la línea de una mamá. —Pero ya tengo una mamá. —Supongo que veo tu punto, pero ¿qué tienes si vas a buscar un cono de helado y te dan dos conos de chocolate en lugar de uno? Noah se encogió de hombros. —Sería mejor, ¿no? —Dos conos de chocolate, ¿todo para mí? —Los ojos de Noah se abrieron y una sonrisa comenzó a tomar forma.

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—Todo para ti, Bubba. Genial, ¿eh? —¡Estupendo! —Ahora apuesto a que todos tus amigos solo tienen una mamá. ¿Cómo crees que sería tener dos mamás, en lugar de una sola? La sonrisa de Noah se ensanchó. —¡Estupendo! —Lo sabes, —asintió Baylor—. Bueno, ve y acompaña a Jules hasta que comencemos. Ella te dará los anillos. ¿Bien? —Bien, Baylor. —Hizo una pausa una vez que lo puso en el suelo. —Os veis hermosas, —añadió antes de huir. —Muchas gracias, —dijo Hobie. —Oh, sí, gracias por echar una mano. —Lo hiciste mejor de lo que podría haberlo hecho. Tienes talento natural como madre. —Eso espero. La crianza de los hijos no es exactamente el tipo de cosa en las que se tiene una segunda oportunidad. Baylor miró más allá de Hobie. Un arco de pequeñas flores rojas y blancas era el escenario principal para su ceremonia. Una larga mesa estaba situada frente al arco y varias mujeres de la hermandad estaban alrededor de la mesa, impidiendo a la pareja ver lo que había en ella. —¿Qué demonios están haciendo? —Preguntó Baylor. —Sólo Dios sabe. Tal vez sea el sacrificio, —dijo Hobie. —No me pongas más loca de lo que ya estoy sobre todo esto. —Lo siento, —dijo Hobie con su risa ligera—. Estás a punto de averiguarlo. La señora Ashby nos está saludando. ¿Lista?

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—Si tu lo estas. —¿Baylor? —Hobie buscó el brazo de Baylor mientras daba un paso. —¿Hmm? —Te amo y me hubiera casado de todos modos, ya sabes. Baylor sonrió, recordando a Hobie que había otra mujer detrás de ese caparazón espinoso. —También te amo. En realidad, probablemente fue algo bueno. Que la Hermandad de Damas me obligó a esperar un par de días. Baylor y Hobie llegaron cuando la madre de Hobie le dio a Noah y Juliana sus instrucciones de última hora. Noah estaba tomando su trabajo en serio, escuchando atentamente a su abuela. Hobie había querido que sus amigas del consultorio, Laura y Cheryl, estuvieran junto a ella. Eso dejó a Baylor a falta de una amiga, pero pensó en Noah inmediatamente. Estaba emocionado por la noticia. —Baylor, Hobie Lynn, ¿estáis listas para comenzar? Ambas mujeres asintieron. Los invitados se sentaron en las sillas blancas del jardín mientras los miembros de la fiesta de bodas se organizaban, dando a Hobie y Baylor su primera mirada a la mesa. —¿Qué diablos es esa cosa? —Hobie le gano de mano a Baylor preguntando. Se quedaron mirando una monstruosidad metálica que ocupaba la mayor parte de la mesa. Baylor tenía la extraña sensación de haber visto el objeto en algún lugar antes. —¿Es un planetario? El objeto de hecho parecía ser un modelo de latón del sistema solar. Cada planeta formado estaba montado sobre una varilla que se movía independientemente de las otras varillas, conectadas en el centro a lo que parecía ser el sol. Sin embargo, parecía haber más de unos cuantos planetas extras y simples anillos de latón redondos superaban dos de las varillas. El

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área central tenía una parte superior plana que soportaba dos copas de champán de cristal vacías. Hobie y Baylor se miraron de nuevo. —Supongo que te estás preguntando qué es esto, —dijo Rebecca. Estaba elegantemente vestida, como siempre y se apoyaba ligeramente en su bastón. —Puede que sea yo, pero siempre he pensado que las flores eran un buen centro de mesa, —dijo Baylor. Hobie empujó a Baylor con el codo. —Sé que debe parecerte terriblemente extraño, pero ambas tendréis que confiar en mí. El Pentasium es un mapa planetario tridimensional. Es esencial para la ceremonia y su uso se hará evidente en poco tiempo. Empecemos, ¿de acuerdo? —Probablemente sea una forma de comunicarse con la nave nodriza, —susurró Baylor a Hobie. La ceremonia se desarrolló con tanta suavidad como si todos la hubieran realizado todos los días de su vida. Rebecca, junto con dos mujeres de la Hermandad, encendieron la larga línea de velas sobre la mesa en orden, desde afuera hacía dentro. Rebecca leyó varios pasajes cortos, uno en un idioma que ni Baylor ni Hobie reconocieron. Finalmente, se puso de pie ante Hobie y Baylor. —Es hora de que digas unas palabras, Baylor. —¿Huh? —Baylor no recordaba que nadie le dijera que tenía que hablar. Miró a Hobie, quien se encogió de hombros—. ¿Decir algo? —Preguntó en voz baja. —Las estrellas piden una petición para demostrar que estáis listas. —¿Las estrellas?

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—Las estrellas sólo se unirán después de la confirmación de vuestro amor. Todo lo que tienes que hacer es hacer una declaración con respecto a tu amor, tu compromiso con Hobie Lynn. Dile lo que hace por tu vida y cuánto te afecta su amor. —Ustedes no dijeron nada acerca de hablar delante de todo el mundo, —dijo Baylor en voz baja. —No tiene que ser el discurso de Gettysburg68, Baylor. Simple está bien, —dijo Rebecca. Unos cuantos momentos pasaron en silencio—. ¿Baylor? —¡Estoy pensando! —Baylor sintió un tirón en sus pantalones. Miró hacia abajo para ver el rostro serio de Noah mirándola fijamente. —Puedes hacerlo, Baylor. Vamos. Sonrió. Baylor no pudo evitar sonreír. Amaba al joven que parecía tener mucho más valor que ella. Le guiñó un ojo y respiró hondo. No tenía idea de qué decir, pero en el momento en que se volvió y miró a los ojos de Hobie, las palabras estaban allí. —Probablemente voy a sonar como una verdadera idiota aquí. Hobie extendió la mano para agarrar rápidamente la mano de Baylor. Dio un apretón para volver a tierra a Baylor. Concentró su atención en su corazón y escuchó lo que tenía que decirle. —Hobie Lynn, lo mejor que puedo pensar de ti es que me haces querer ser una mejor persona. Supongo que lo curioso es... cuando estoy contigo, creo que lo soy. —Creo que esa es la cosa más dulce que alguien me ha dicho, —dijo Hobie. Rebecca asintió agradecida y Baylor respiró un pequeño suspiro de alivio. —¿Hobie Lynn? 68

Es el discurso más famoso del presidente Abraham Lincoln.

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Sonriendo nerviosamente, Hobie miró a Baylor. Amaba tantas cosas sobre la mujer obstinada, a veces excéntrica. Para elegir sólo una sería difícil, por lo que Hobie se concentró en la única cosa que le había causado el mayor impacto. —Baylor, sabes que te quiero. Me has hecho sentir bien en el corto tiempo que nos conocemos. Ya que decidimos estar juntas, ya no tengo miedo. Eso suena tonto, lo sé. Miró sus zapatos antes de devolver la mirada a Baylor. —Solía despertar por la mañana temerosa de lo que el día traería, aterrorizada de las cosas más pequeñas. No siento eso en absoluto, y es por ti y por el amor que me has mostrado. —Guau. Baylor no pudo decir más. Una declaración tan sencilla, pero las palabras tenían tal poder. —Ah, el momento no podría ser mejor, —dijo Rebecca. Sonrió alegremente y señaló hacia el Pentasium. —¿Viste eso? —Preguntó Baylor. —Tal vez, —dijo Hobie lentamente—. Dime lo que viste y te diré si es lo mismo. —Hobie, se está moviendo. —Sí, eso es lo que vi, muy bien. Observaron fascinadas cuando los brazos comenzaron a moverse, lentamente al principio, pero al final ganaron velocidad. Tardó unos momentos en que el artefacto parecía un paseo de carnaval salvaje. Mientras giraban alrededor del centro solar, los planetas giraban sobre sus varillas de latón. Baylor escogió ese momento para mirar hacia el cielo nocturno. —Oh Dios mío.

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Hobie siguió la línea de visión de Baylor. Respiró hondo mientras observaba las dos estrellas que eran el foco de la noche. —No lo creo, —susurró—. Están más cerca. —Realmente están muy cerca, —repitió Baylor. Las estrellas brillantes parecían estar en rumbo de colisión. Un fuerte estallido hizo que Hobie y Baylor se sobresaltaran, y Hobie se llevó la mano al pecho una vez que descubrió que Rebecca había abierto una botella de champán. Maniobrando cuidadosamente alrededor de las varillas, Rebecca vertió el champán en las dos copas. No tenía que mirar hacia arriba para ver lo cerca que estaban las estrellas. Recordó la ceremonia anterior como si acabara de suceder. Justo cuando las dos varillas que llevaban los anillos de latón estaban en perfecta alineación, Rebecca recogió un pequeño tazón que había sido tallado a mano de un sólido pedazo de jade. Levantó la tapa y la colocó a un lado. Dentro del cuenco verde pulido había un pequeño montón de estrellas cristalinas de azúcar blanca. —Por el amor, larga vida y Ana Lia. —Rebecca sostuvo el cuenco hasta el cielo en el momento en que las dos estrellas chocaron. El impacto causó que las dos estrellas explotaran en una. Su luz se disparó a la tierra en un solo rayo, pasando directamente a través de los anillos abiertos del Pentasium y culminando en una explosión brillante cuando Rebecca dejó caer dos de las estrellas de cristal en cada copa. Ya fuera por la luz o las estrellas azucaradas, el champán espumeaba y espumeaba por los lados de las copas. —Por Ana Lia. —Rebecca le ofreció una copa a Hobie, luego a Baylor. —Por Ana Lia, —repitieron las damas de la hermandad.

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Atónitas en el silencio, Hobie y Baylor brindaron. Sabían que iban a discutir el tema con gran detalle un día, pero en ese momento, todo lo que podían hacer era mirar el cielo y la una a la otra.

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CAPÍTULO 26

—¿Cuánto tiempo permanecerán así, Tanti? —Preguntó Baylor. —Hasta el amanecer, —dijo Evelyn—. Mañana por la noche, cuando las estrellas vuelvan a salir, sus dos estrellas aparecerán exactamente como lo hicieron antes. Las mujeres se sentaron en un par de cómodas sillas colocadas muy atrás en el extenso césped. El andador de Evelyn descansaba junto a su silla, pero juró que no lo necesitaría por demasiado tiempo. Al lado del andador yacía Arturo, dormido. Noah y sus amigos habían agotado al pobre cachorro, y yacía sobre su espalda con las cuatro patas en el aire, roncando plácidamente. Rebecca Ashby no había escatimado en gastos. El Cove había organizado un hermoso buffet que se extendía a través de tres mesas, y parecía como si todo el mundo en Ana Lia se detuvo a desear felicidades a Baylor y Hobie. Había incluso un pequeño cuarteto de cuerdas en el césped interpretando a Vivaldi. Baylor estudió el perfil de su abuela. Evelyn parecía casi triste mientras contemplaba el océano. —Aimee solía amar ese sonido, —dijo distraídamente—. El sonido de las olas rompiendo en la orilla. Baylor observó cómo su expresión se hacía más triste. —Debes extrañarla mucho. —No había consolado a su abuela mucho después de que Aimee murió, no que Evelyn fuera alguien para permitir que nadie la consolara. Baylor lamentó la profundidad de su egoísmo, lo que le había impedido ver lo que era evidente para todos los demás.

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Evelyn se volvió hacia Baylor. —Tuvimos muchos más años juntas de lo que nadie esperaba, querido corazón. Cuando los médicos diagnosticaron el cáncer de Aimee, nos dijeron que sólo tenía un año o dos para vivir. Vivió otros veinte después de eso. —Eso es increíble. No tenía ni idea. Baylor sonrió. —¿Más magia de Ana Lia? Evelyn se rio entre dientes y sostuvo sus manos en un gesto de “quién sabe”. Baylor no podía imaginar el dolor que sabía que seguiría si algo le pasara a Hobie. —¿No estabas enfadada por algo de eso? ¿Enojada por qué te fue arrebatada? —Esos veinte años siempre los hemos considerado un regalo de Ana Lia. ¿Cómo podría estar enojada cuando nos dieron mucho más tiempo de lo que esperábamos? —Eras tú, las dos, ¿no? —¿Hmm? —Evelyn se apartó de su introspección. —Tú y Aimee. Las estrellas se juntaron hace cincuenta años para vosotras dos, ¿no? —Sí, está bien, fuimos nosotras, Lo decía en serio cuando te dije que entendía lo que estabas pasando. Aimee prácticamente tuvo que arrastrarme pataleando y gritando a nuestra ceremonia. Soy más como tú de lo que crees, querido corazón. —Evelyn le guiñó un ojo. —Supongo que debería haberlo sabido. —Baylor negó con la cabeza y sonrió—. Sabes, voy a querer saberlo todo. En realidad, quiero oír hablar de gran parte de tu vida, Tanti. Es mi culpa, pero siento que he perdido la mayor parte de ella.

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—Convenido. Tendremos nuestro tiempo, pero tienes otras cosas que hacer esta noche. —Tienes razón. También se está haciendo tarde. ¿Quieres que te lleve a casa? —¿En tu noche de bodas? No, me quedo aquí con Rebecca. ¿Has preparado todo como querías para ti y Hobie? —Sí. —Baylor sonrió—. Me alegro de haber descubierto que le gusta mucho tu atrio tropical en el hospital. —Ella estará muy contenta. Lo sé. Baylor se levantó y estiró las piernas. —Mejor me mezclo o la gente van a pensar que soy antisocial. Además, vi a Hobie dándome esa mirada de “¿por qué te escondes en la esquina?”. —Creo que me sentaré aquí y escucharé las olas un poco más. —¿Estás segura? —Absolutamente. Sigue ahora. Baylor empezó a alejarse, luego se detuvo bruscamente. Se volvió hacia su abuela. —Me alegro de que finalmente pueda hacer algo para que estés orgullosa de mí, Tanti. Evelyn extendió la mano y apretó la mano de Baylor. —Baylor Joan, puede que no siempre he estado orgullosa de las cosas que hiciste, pero siempre he estado orgullosa de ti. Baylor, con los ojos llenos de lágrimas, se inclinó y besó suavemente la mejilla de Evelyn. No podía hablar por miedo a romperse completamente. —No fue mi intención ponerte triste, —dijo Evelyn—. No esta noche de todas las noches.

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—No estoy triste, Tanti. Entre tú y Hobie, me hacen sentir mejor que nunca. Toda mi vida, me habían dicho que era menos que nada y ahora descubro que era algo todo el tiempo. Baylor la besó de nuevo y rápidamente se alejó. Vio a Hobie de pie junto a una de las mesas de bebidas, sirviendo un vaso de té helado. Baylor se deslizó detrás de ella. —Hola, hermosa, —puso un brazo alrededor de la cintura de Hobie—. ¿Por qué no huyes conmigo? Hobie se apoyó contra el cuerpo alto y se rio entre dientes. Apoyó una mano en el brazo de Baylor. —Bueno, soy una mujer casada. —Apuesto a que ella no es la mitad de buena de lo que puedo ser, —le susurró Baylor al oído de Hobie. —¿Oh? Audaz conversación. —Confía en mí, puedo demostrarlo. Hubo un breve silencio, luego ambas mujeres se echaron a reír. —Te amo, Hobie. —También te amo. —Hobie se volvió para compartir un suave beso con su nueva compañera. —Lo decía medio en serio, o sea, sobre estar lista para salir, —dijo Baylor—. ¿Estás lista para irte a casa? —Más que lista. Espera un minuto. ¿A qué te refieres cuando dices “casa”? Baylor sonrió. —Me refiero a la de Tanti. Está pasando la noche aquí y Jules es la niñera de Noah en tu casa. Tengo algo especial dispuesto para nosotros en la de Tanti. —Bueno, pensaste en todo.

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—Alguien tenía que hacerlo. —Estaba ocupada, ¿sabes? —Hobie se defendió—. Tuve ayudar a nacer un potro de nalgas esta tarde. Estaba hasta mis axilas en lugares que no quieres saber. —Oh, encantador. Ahora, tengo una bonita visión romántica de ti el día de nuestra boda. —Baylor se rio de la expresión seria de Hobie—. Sólo te estoy bromeando, doctora. Sé que tenías que trabajar. Además, la señora Fazzini ya me contó cómo salvaste la vida de su yegua de 200.000 dólares, sin mencionar el caballo bebé. —Potro. —Sí lo que sea. Espera un minuto, pensé que los caballitos eran ponis. —Algo completamente diferente. No te preocupes, pronto aprenderás sobre los animales. —Sólo ten paciencia conmigo. No tenemos mucha vida silvestre en Lake Shore Drive. Quiero decir, además de las palomas. —Disfrutas haciéndome pasar un mal rato, ¿no? —La sonrisa de Baylor le recordó a Hobie la sonrisa calurosa e infantil de su hijo. —Sí, un poco sí. —Sólo ten cuidado, querida y recuerda lo que le pasó a la joven de Níger69. —Ooh, ¿eso es una amenaza? —Baylor agarró a Hobie más fuerte y se movió para hacerle cosquillas. —Esa es una promesa, chica dura. —Hobie se retorció para eludir las manos errantes de Baylor—. Está bien, está bien, —se rio—. ¡Chica me rindo!

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Poema anónimo sobre una joven que cabalgaba un tigre sonriendo, luego vuelve el tigre solo sonriendo

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Fue en ese momento que levantaron la vista para ver a Juliana llevando inerte a Noah en sus brazos. —¿Qué pasó? —Hobie se precipitó hacia ellos. De repente, Noah levantó la cabeza y abrió un ojo un poco. —Mamá, no lo hagas. Estoy muerto. Luego volvió a su posición de muerto en los brazos de Juliana. —Jules, ¿qué estás haciendo? —Preguntó Baylor en tono exasperado. —Estamos interpretando el papel donde la momia lleva a su víctima a la tumba, —dijo Juliana entusiasmada. Baylor y Hobie intercambiaron una mirada. —Y te pedí que cuidara de él, —dijo Baylor a su amiga. —Ay, Baylor, no necesito niñera. —Noah se levantó para quejarse. —¿He dicho niñera? Quise decir amiga. Noah sonrió y asintió con la cabeza. —Amiga. —Ven aquí, tú, muerto viviente. —Baylor levantó a Noah—. ¿Te importa pasar la noche con Jules mientras tu mamá y yo vamos a algún lugar especial? Noah sacudió la cabeza. —No, Jules dijo que la gente casada se va a algún sitio solo para que puedan besarse y esas cosas. —Sus mejillas se pusieron rosadas y enterró la cara contra el hombro de Baylor. Hobie ocultó su sonrisa, pero Baylor rio entre dientes ante la amable inocencia de Noah. Él aparentemente superó su vergüenza a toda prisa porque su mente ya estaba en un nuevo pensamiento. —¿Puedo quedarme hasta tarde esta noche? —Es tarde, —dijo Hobie.

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—¿Entonces más tarde? —Más tarde, ¿eh? —Hobie se rio entre dientes—. Bueno, es una especie de fiesta, así que está bien. —¡Sí! —Te vas a despedir de tu abuela y de Tanti. ¿Ok, Bubba? —Ordenó Baylor. —Bueno, —Noah dijo antes de acelerar en la otra dirección. —No te preocupes, Jules. Probablemente se quede dormido tan pronto como llegue a casa, —dijo Hobie. —No te preocupes, amor. No me importa. Después de todo, si puedo vivir con Baylor, un niño de seis años debería ser pan comido, ¿no? —Eso es muy divertido, —dijo Baylor—. ¿Cómo te gustaría dormir junto a la piscina para el resto de tu visita? —Supongo que esa es mi señal para ir a recoger mi encargo para la noche. Divertíos las dos. De hecho… —Di buenas noches, Jules, —ordenó Baylor. —Bien. Buenas noches, Jules, y felicitaciones, a las dos. Estoy muerta de contenta por todo esto. —Feliz, —tradujo Baylor. —Oh, —dijo Hobie. Jules le dio a cada una un abrazo antes de marcharse en busca de Noah. —Me preocupo tanto por tus amigas, —dijo Hobie.

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—Esto es muy bonito, —dijo Hobie mientras tomaba la botella de champán colocada en un cubo de hielo plateado—. ¿Es ésta la sorpresa que habías planeado? —No, esto es sólo el principio. —Guau, todavía está frío. ¿Cómo lo lograste? —Preguntó Hobie cuando apoyó la mano en la botella. —Esa fue la obra de Tanti. —¿Cómo lo hizo? —Lanzó un hechizo. —Baylor disfrutó de la expresión de ojos abiertos de Hobie—. Es una broma. Le pidió a una de sus amigas que se detuviera en su camino a casa y lo pusiera. —Un hechizo, ¿eh? —Lo siento. —Tampoco es cierto. —Lo siento, no te parece gracioso, —dijo Baylor con un puchero. —Mi pobre bebé. —Hobie se acercó y rodeó la cintura de Baylor con sus brazos—. Oye, el agua parece una especie de invitación, ¿eh? —¿Qué? —El agua de la piscina, —dijo Hobie—. Vamos a darnos un chapuzón. ¿Qué dices? Baylor miró la expresión atractiva de Hobie, luego bajó a la piscina. —Uh-uh. —Vamos, cariño. Prometo que voy a hacer que valga la pena, —dijo Hobie seductoramente. Besó el cuello de Baylor mientras desabrochaba el botón superior de la blusa de Baylor.

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—Oh.

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—Gimió Baylor. Una vez más miró de Hobie y a la piscina—.

Uh-uh. —Negó con la cabeza vigorosamente. —De acuerdo, —dijo Hobie, alejándose—. ¿Qué pasa contigo y esta piscina? Tampoco entraste con Noah el otro día, y todo lo que sigo recibiendo de ti es que lo discutiremos más tarde. Es más tarde. ¿Es algo sobre la piscina? ¿Viste un caimán en ella, o qué? Baylor negó con la cabeza. —No es sólo la piscina. Es el agua, en todas partes. Tomar un baño me da una sensación extraña. —¿Pasó algo? Quiero decir, ¿de qué tienes miedo? —Hundirme, sobre todo. El miedo a hundirme. Tuve una mala experiencia en el agua. —Cariño, la gente sólo se hunde cuando lucha. Si te relajas y... —No, casi siempre me hundo. Diablos, debería haberlo superado y haber tomado clases o algo hace mucho tiempo, pero nunca lo hice. Era una de esas ideas brillantes que mi padre tenía. Tírala al agua y seguro que quiere aprender a nadar o flotar el agua o algo así, ¿verdad? Incorrecto. Me hundí como una piedra y me desmayé. Casi me ahogo y ese bastardo todavía actuó como si hubiera una falla de mi parte. Baylor casi esperaba que Hobie riera. Por lo menos, esperaba que Hobie hablara tranquilamente con ella, intentara aplazar sus temores infantiles. Lo que Baylor no esperaba fue lo que hizo Hobie. —¡Ese maldito hijo de puta! —Hobie comenzó a caminar junto a la piscina—. ¡Ese bastardo lo arruinó! —¿Qué arruinó? —Preguntó Baylor, insegura. —¡Cosas! Él arruinó cosas en tu vida, cosas inocentes que se supone que deberían significar algo o ser divertidas. Ese bastardo enfermo, te echó a perder para todos los que vinieron después de él. Lo odio, y odio las cosas

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terribles que te hizo, la forma en que te trató. Soy la que nunca te va a tratar de esa manera, pero él ya ha jodido y arruinado todo. —Cariño, cariño… Baylor se acercó detrás de Hobie y la rodeó con sus brazos. Hobie estaba casi rígida de ira y todo su cuerpo temblaba. Baylor no estaba preparada para la respuesta apasionada de Hobie y la imagen la tocó en un lugar que pocos habían podido alcanzar. Con la excepción de su abuela, nadie había defendido a Baylor antes y nunca contra su padre. Estaba segura que si hubiera conocido a Hobie años antes, la pelirroja luchadora le habría hecho sudar tinta. Sólo saberlo ayudó a Baylor más de los diez años de terapia que tuvo. —Está bien, cariño. Ya no puede hacerme daño, a menos que lo deje y no voy a dejarlo. Hobie todavía estaba en silencio, pero Baylor podía sentir que su cuerpo empezaba a relajarse. Oyó un sonido apagado y pensó que Hobie estaba llorando. —Hobie, ¿estás bien? —Cuando Hobie se volvió, Baylor pudo ver que se reía. —Dios. —Hobie negó con la cabeza—. Creo que nuestra noche de bodas va bien hasta ahora, ¿qué hay de ti? —Estás loca, ¿lo sabes? —Lo sé. Te lo advertí, pero no me escuchaste. Lo siento por explotar de esa manera. —No lo sientas. Estaba bastante impresionada. —¿Impresionada de que pueda convertirme en una lunática delirante? —Estaba pensando más bien en el sentido de agradecer que tengo a alguien que me ama lo suficiente para convertirse en una lunática delirante en mi nombre.

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—Gracias. —Hobie frunció el ceño—. Creo. —Te amo, Hobie Lynn, tal como eres, todas tus debilidades y defectos incluidos. Siempre he creído que eran los defectos de una persona lo que los hace tan adorables. —¿De veras? En ese caso, debería ser prácticamente irresistible. —Lo eres, nena. Lo eres, —dijo Baylor, puntuando su respuesta con un beso apasionado. —Lo mismo va por ti. —Hobie le devolvió el beso con igual fervor. —Cuando dijiste que no ibas a dejar que tu padre te lastimara más, ¿eso significa? —Hobie suavemente colocó una línea de besos de la mandíbula de Baylor a su clavícula—, ¿darle a la piscina una oportunidad? —Um... —Baylor miró nerviosamente el agua. Pensó que podría ser valiente si tuviera que hacerlo, pero ¿era su noche de bodas la hora de cerrar las viejas heridas? Hobie continuó su seducción donde la había dejado antes de su explosión. Desabrochó dos botones más en la blusa de Baylor y la sorprendió masajeando suavemente el pecho. Hobie podía sentir que el pezón se endurecía inmediatamente bajo la delgada blusa de seda. —Oh, Dios. —Gimió Baylor. Quería hablar, pero su cuerpo disfrutaba demasiado de la experiencia. Estaba segura que su cerebro estaba haciendo un esfuerzo consciente para evitar que su voz enturbiara toda la experiencia. —Porque estaba pensando... —continuó Hobie. Había desabrochado completamente la blusa de Baylor. Sus dedos se deslizaron fácilmente dentro del sostén sedoso para burlarse aún más de Baylor—. Tienes esta experiencia negativa en tu mente, y tal vez... —Ligeramente pellizcó el pezón endurecido, haciendo que Baylor jadease de placer.

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—Tal vez sólo necesitas una experiencia positiva en el agua para empujar ese viejo recuerdo. —Hobie acarició la piel del cuello de Baylor y la chupó, suavemente al principio, luego aumentó gradualmente la intensidad de la sensación. —¡Dios mío! —Dijo Baylor. —¿Hmm? Baylor finalmente recibió el mensaje de su cuerpo que esto era algo bueno y que no debía arruinarlo. —Oh sí. El positivo es bueno. Podría hacer algo positivo. —Su cabeza se balanceaba de arriba abajo. —Me alegro de que te sientas así. Hobie se obligó a separarse de Baylor y se dirigió a la mesa. —¿Vas a abrir esto? —¿Ahora? Hobie asintió. Baylor hizo el trabajo rápido con el alambre y del corcho. Se volvió con una copa llena para agarrar a Hobie desabrochando el vestido. Hobie apartó el vestido de sus hombros y salió cuidadosamente de él, luego dobló la prenda sobre el respaldo de una silla cercana. —¿Qué estás haciendo? —Baylor hizo la pregunta que no necesitaba respuesta. —Oh, sé que eres más lista que eso, —dijo Hobie con una sonrisa diabólica. Se quitó el sujetador. Baylor había vuelto a perder su capacidad de hablar. Vació la copa de champán en su mano en tres tragos. Sus ojos se abrieron y sus cejas se perdieron en su cabello cuando Hobie arrojó la ropa interior a la silla con su vestido. —¡Mierda! —Me preguntaba qué dirías. —Con su dedo índice, Hobie tocó el diminuto aro de oro que colgaba de su pezón izquierdo.

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—Mierda. —¿Eso es todo lo que vas a decir? —Bueno, yo... quiero decir... no estaba realmente preparada. Dios, ¿no te dolió? —Baylor se acercó para inspeccionar el piercing, habiendo puesto temporalmente su pasión en espera. —En absoluto, —dijo Hobie secamente. Golpeó a Baylor en el brazo—. ¿Estás loca? Creo que tomé Vicodin70 durante una semana sólo para ponerme el sujetador. —¿Cómo te sientes ahora? —Bien, han pasado varios años. ¿Por qué no me lo dices? Baylor no perdió más tiempo. Deslizó un brazo alrededor de la cintura de Hobie, atrayéndola hacia un beso y su otra mano encontró su camino hasta el pecho de Hobie. Rozó el cálido metal con el pulgar y el índice, masajeando tiernamente el área. —Mmm. —Los ojos de Hobie se cerraron—. Diría que se siente muy bien. —Muy, muy bien, —dijo Baylor. Besó a Hobie hasta que ambas estaban sin aliento—. Dios, que gusto sentirte, —susurró mientras pasaba sus dedos por la piel de Hobie. Las manos de Hobie se movieron bajo la blusa abierta de Baylor, finalmente descansando sobre su fuerte espalda. Deslizó las manos hacia arriba y, con el habilidoso movimiento de dos dedos, rápidamente desenganchó el sostén de seda blanco. Hobie tuvo especial deleite en los sonidos procedentes de Baylor mientras gimió en sus besos. Presionando suavemente la palma de la mano 70

Analgésico opiáceo que se utiliza para tratar el dolor moderado o severo.

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contra el pecho de Baylor, sólo permitió el más mínimo contacto mientras le hacía cosquillas con la palma de la mano, frotándola contra el pezón duro. Repitió la acción en el otro seno. Las manos de Baylor estaban igualmente ocupadas, y Hobie pensó seriamente en soltarse y explotar en el orgasmo en ese momento. Nunca antes había experimentado emociones tan intensas. La emocionaron y la enervaron al mismo tiempo. —Tengo que decir que estás un poco demasiado vestida para la ocasión, —dijo Hobie. —Tus deseos son órdenes para mí, —dijo Baylor con una sonrisa. Dio un paso atrás y se quitó la chaqueta. El resto de su ropa rápidamente formó un montón en el suelo. Con una última sonrisa, se inclinó para quitarse las bragas. Hobie esperaba que el jadeo que escuchó no hubiera venido de ella, pero tenía una sensación de que era una ilusión. Todavía no podía creer que aquella mujer increíblemente hermosa le perteneciera y que también ella la quería. —¿Mejor? —Preguntó Baylor mientras volvía a envolver sus brazos alrededor de Hobie. —No tienes idea. —¿Ahora quién lleva demasiado? Baylor pasó la punta de su dedo por el borde superior de las bragas de Hobie. —Oh. —Hobie ofreció una sonrisa torcida. Hizo un movimiento para quitar la prenda en cuestión, pero Baylor la detuvo. —Me gustaría hacer eso, —dijo Baylor suavemente. No esperó una respuesta. Besó tiernamente los labios de Hobie, luego movió sus manos a los lados de las bragas, deslizando hacia abajo. Se dejó caer sobre una rodilla y esperó a que Hobie saliera de ellas.

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Baylor pasó las manos por la parte posterior de las piernas de Hobie, deteniéndose para descansar sobre su trasero. Tocó suavemente con sus labios el muslo de Hobie. El deseo de tocar sus rizos rojizos era casi demasiado grande para resistirse. El aroma de la excitación de Hobie tiró de las cuerdas sueltas del control de Baylor. Se obligó a ir despacio y colocó un suave beso en el vientre de Hobie, justo encima de la línea del vello. Luego, mientras se levantó, permitió que sus labios y lengua se deslizaran por la suave piel, hacia los labios ansiosos que se reunieron en un beso sin aliento. —Ven conmigo, —dijo Hobie con voz ronca—. Tomó la mano de Baylor y la dirigió hacia los escalones que conducían a la piscina. Baylor hizo una pausa tan pronto como su pie golpeó el agua. Su respiración se hizo superficial y tragó saliva. —Está bien, cariño. Vamos a sentarnos en los escalones. El agua no es profunda aquí. Baylor asintió pero no parecía convencida de que el agua y hacer el amor podían ser una buena combinación. —Está bien. Puedo hacer esto, y lo pasaremos bien, maldita sea. —Bien. Hobie sacó la voz. No pudo evitar divertirse ante el enfoque inusualmente vehemente de su amante para hacer el amor. —Tal vez tengamos que trabajar un poco en la actitud. Estaban en el escalón superior, en apenas diez centímetros de agua, cuando Hobie comenzó a susurrar en un tono bajo y seductor. Los ojos de Baylor se ensancharon ante el lenguaje que Hobie utilizaba para atraerla. Se sentía húmeda ante las imágenes que Hobie había creado en su mente, sus fantasías más salvajes y sus deseos secretos. Baylor contuvo la respiración en algunos de los escenarios, posiciones de color subido y los juguetes que Hobie prometió.

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Baylor acercó a Hobie y la besó con brusquedad. Sus manos tocaron y se burlaron a medida que declararon la posesión del cuerpo de Hobie. Antes de que lo supiera, estaba sentada en los escalones de la piscina. Hobie se sentó a horcajadas sobre ella y, al besarse, demostraron que la respiración era innecesaria durante el acto sexual. Momentos después, Hobie le acarició el rostro de Baylor con las yemas de los dedos. Encontró un leve brillo de sudor en la frente de su amante. —¿Estás bien? Baylor parecía preocupada mientras acariciaba el cuello de Hobie. —Mmm, sí... genial. —Baylor, estás sudando. —El agua está caliente. —No tan caliente. Cariño, no tenemos que hacer esto si te está asuntando tanto. —Hobie se movió como para alejarse, pero Baylor la detuvo con un brazo alrededor de su cintura. —Oh, no, no lo haces. Ahora que me tienes bien, definitivamente no nos detendremos por un poco de agua. —¿De veras? —Hobie sonrió cuando vio la pasión mezclada con determinación en la cara de Baylor. —Sí, eso es. —Entonces supongo que no quieres que detenga esto. —Hobie apretó lentamente sus labios hacia los de Baylor para un profundo beso—. O esto. —Movió sus besos al cuello de Baylor, mordisqueando levemente su carne. Baylor inclinó la cabeza hacia atrás y gimió, amando cada minuto. —Y supongo que en cualquier circunstancia no quieres que detenga esto. —Hobie se movió para sentarse en el muslo de Baylor, deslizándose por su pierna hasta que una vez más fueron presionadas juntas. La lengua de

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Hobie jugaba con el lóbulo de la oreja de Baylor con los mismos golpes suaves que sus dedos acariciaban el pezón de Baylor. La doble acción hizo que Baylor temblara de placer, seguido por otro gemido bajo. Baylor usualmente tomaba la delantera en el juego de amor, pero estaba disfrutando de los esfuerzos de su nueva esposa para seducirla. El agua llegó a su cintura, pero las acciones de su amante disiparon los temores restantes. Baylor no podía creer la sensación de que el líquido cálido, junto con el toque sensual de Hobie, causaron contra su piel. —Oh, sí... —Un gemido lento escapó de la garganta de Baylor. Miró hacia abajo para ver la boca de Hobie cubrir su pezón. La carne dura reaccionó inmediatamente, enviando corrientes de placer directamente al punto entre sus piernas. Levantó una mano y pasó sus dedos por el cabello de Hobie y la acercó, animándola. La lengua de Hobie trabajaba la carne rígida, sus caricias cada vez más ásperas. Finalmente, aparentemente alentada por la respuesta de Baylor, ella succionó con fuerza. Baylor se apoyó con una mano en el borde de la piscina. —¡Dios, mujer! —Exclamó—. Tan bueno. Hobie se acercó al otro pecho y repitió su asalto. Cuando se enderezó de nuevo, Baylor respiraba con rapidez. Baylor capturó la boca de Hobie en un beso que comunicaba una pasión desenfrenada y una cierta urgencia. Hobie no podía esperar más e interpretó que el beso de Baylor significaba lo mismo. Le pasó la mano por el vientre de Baylor y por los rizos oscuros. Baylor jadeó cuando sintió el contacto eléctrico entre sus piernas. —¿Justo aquí? —Susurró Hobie. —Sí... sí. —Baylor se esforzó por formar esa sola palabra. No solía tener tales reacciones al ser simplemente tocada. Era como si Hobie la dominara por completo. Baylor tenía la sensación que lo que había escrito en sus novelas

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todos esos años era verdad después de todo. Tal vez el amor hizo la diferencia. —No te detengas, —se las arregló para pronunciar—. Besó el hombro de Hobie, envolviéndola con los brazos. —Te sientes maravillosa. Tan húmeda. —Hobie acarició la longitud del sexo de Baylor. Hizo una pausa para rodear el sensible clítoris y Baylor gimió. —Más. Por favor cariño. Hobie se dio cuenta de que ambas habían esperado el tiempo suficiente. Fácilmente deslizó uno, luego dos dedos dentro de Baylor. Baylor involuntariamente abrió sus piernas y Hobie deslizó sus dedos más profundamente. Empezó un movimiento continuo, deslizándose dentro y fuera. Cuando presionó, Hobie se aseguró de frotar su pulgar en un movimiento circular contra el clítoris de Baylor. No tardó mucho en sentir el temblor en el cuerpo de Baylor. —Te amo, Hobie. Dios, te amo, —susurró Baylor jadeando contra el cuello de Hobie—. Se abrazó estrechamente a ella. Baylor sintió como si estuviera nadando contra la furiosa corriente de un remolino. Segura de que haría algo para estropearlo, retuvo su liberación por temor a que esto nunca volviera, que estos sentimientos nunca serían duplicados, y que sólo tendría esta vez dentro de los brazos de Hobie. —Te amo, Baylor. Siempre estarás a salvo conmigo, —susurró Hobie al oído de la mujer temblorosa. Eso fue todo lo que necesitó. Un gemido estrangulado escapó de la garganta de Baylor mientras inclinaba la cabeza hacia atrás. Podía verse renunciando a la fuerza de la corriente. Su cuerpo se relajó y comenzó a girar junto con el agua en una espiral descendente. Cuanto más se acercaba al centro del remolino, más ardiente el fuego ardía dentro de su propio cuerpo.

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De repente, Baylor vio estrellas. Eran las estrellas que se habían unido para ellas durante su ceremonia, pero esta vez, estaba volando con ellas. Rodeadas de estrellas fugaces y de la noche azul negruzca, las dos estrellas corrían una hacia la otra. En el momento más intenso de su placer, cuando su liberación se disparó a través de todo su ser, las dos estrellas chocaron. El resultado de la explosión provocó que volvieran a brotar anillos de color. Baylor jadeó mientras abría los ojos. La visión había desaparecido. Todavía sostenía firmemente a Hobie, su corazón palpitaba tan fuerte que apenas podía respirar. Fue entonces cuando empezaron sus lágrimas. Baylor no lo entendía; el sexo nunca antes había sido tan emocional. —Es oficial,

—susurró después de que trajo su respiración bajo

control—. Soy patética. Hobie sonrió comprensiva. —Está bien, cariño. Te tengo. —Entonces supongo que todo lo que puedo decir es gracias por tenerme. Ambas sonrieron al doble sentido. —No, no te muevas. —Baylor sostuvo la mano de Hobie donde estaba entre sus piernas—. Aún no. Se siente muy bien. —Me estás diciendo. Finalmente, se dieron cuenta de que tenían que salir del agua. —Quédate aquí, estaré de vuelta en un segundo con unas toallas, —dijo Baylor. Volvió momentos después con dos toallas de baño de gran tamaño. Las mujeres se envolvieron en la cálida felpa y se sentaron en el borde de la piscina. Se tomaron de la mano y colgaron sus piernas en el agua tibia, sintiéndose como adolescentes enamoradas.

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Después de un rato, Baylor se situó para que Hobie pudiera sentarse entre sus piernas y apoyarse contra su pecho. Se quedaron sentadas así en silencio con los brazos de Baylor alrededor de Hobie, escuchando la brisa mientras crujía contra las hojas de palma de arriba. —Eres increíble, quiero que sepas eso. Ciertamente he tenido mucha experiencia, pero nunca nadie me hizo sentir así. Sé que suena cursi y cliché, pero es la verdad. —Estoy contigo, cariño. Me siento como si tuviera dieciséis años y enamorada, y nunca antes me había sentido así con ninguna amante. Los brazos de Baylor se tensaron. —Um, ¿ha habido muchas... sabes, amantes? —No vayas, Baylor Joan. No esta noche. —Hobie dio vuelta en el abrazo y tocó sus yemas de los dedos al pliegue en la frente de Baylor—. No importa de todos modos, cualquier cosa que vino antes. Siento que he estado viviendo mi vida en una película en blanco y negro y ahora, aquí estamos en Technicolor. Baylor se iluminó al instante. —Gracias por el recordatorio y tienes razón. Suena como algo que Harriet Teasley escribiría, pero siento que he sido transparente todo este tiempo. Ahora puedo verte, y de repente, puedo verme, la gente puede verme. Estoy entera. —Creo que me gusta la forma en que Harriet piensa. —Hobie sonrió y las mujeres compartieron un beso tierno—. Gracias por esta noche, por hacerla especial. —Creo que, hasta ahora, por la noche debería agradecerte, —dijo Baylor, con una sonrisa tímida—. Sin embargo, tu sorpresa especial está esperando en ese edificio justo allí.

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—¿En el invernadero? —La voz de Hobie adquirió un emocionado timbre infantil—. Siempre he querido saber lo que Evelyn cultivó en ese grande de allí. Supongo que era demasiado educada para preguntar. Para decirte la verdad, pensé que podría ser marihuana. Baylor se echó a reír. —No es nada emocionante. Tengo un pequeño lugar preparado para nosotras. ¿Has estado comiendo bien hoy? —Salté un poco. Estaba un poco nerviosa y, bueno... Gracias por comprobarlo. Sabes que es lo primero que olvido. —Lo sé, cariño, pero no más. Ahora tienes a alguien que te insiste todos los días. Voy a hacer que tu mamá parezca que no se preocupaba. —Baylor rio entre dientes—. He investigado mucho en Internet sobre la hipoglucemia y estoy preparada para hacer de tu vida de casada un infierno. Hobie se echó a reír ante el vigor serio de Baylor, sintiéndose segura por el hecho de que alguien estaba cuidando de ella para variar. —Probablemente me harás bananas, pero me encantará cada minuto. —¿Así que estás hambrienta? —Mmm, ¿qué tienes en mente? —Hobie toqueteó el lugar entre los pechos de Baylor, donde tenía la toalla anudada. —Mucho. —Baylor dio una bofetada en la mano de Hobie y le besó la punta de la nariz—. Pero después. Primero, vas a cenar. Vamos a hacer un picnic. —¿Un picnic? ¿No es un poco tarde por la noche? —No. No dónde vamos, —dijo Baylor crípticamente—. Creo que te encantará. Además, quiero que comas mucha comida de alta energía. —¿Voy a necesitarlo? —Preguntó Hobie con una mirada sugestiva. —No tienes idea, mi amor. Tu noche acaba de empezar.

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CAPÍTULO 27

Hobie yacía de espaldas sobre las suaves mantas y levantaba los brazos por encima de su cabeza, estirándose como un gato contento. Sonrió tímidamente cuando capturó a Baylor sonriéndole. —Nunca en mis sueños más salvajes habría imaginado que todo esto estaba aquí, —dijo Hobie—. Es como un mundo diferente. —Deberías haber visto la expresión de mi cara cuando llegué aquí. Pensé que era el comienzo de un mal episodio de Twilight Zone71. Las mujeres, todavía en sus toallas, descansaban al lado de la cascada, rodeadas de hierbas orientales y plantas tropicales con hojas oscuras brillantes. —¿Comiste lo suficiente? —Preguntó Baylor mientras daba palmadas en el vientre de Hobie. —Absolutamente. ¿Cómo supiste que me encanta la comida griega? —Tu mamá. —Bueno, estos son los mejores dolmades72 que he comido en años, —dijo Hobie—. ¿Dónde los conseguiste? —Oh diablos. Los hice, —dijo Baylor con una sonrisa de satisfacción.

71

Conocida en España como Dimensión desconocida es una serie de televisión estadounidense especializada en el género de la ciencia ficción, la fantasía y el terror. (entre 1959 y 1964). 72 Consiste en hojas de parra o acelga rellenas de varios ingredientes, tales como arroz, carne, hierbas aromáticas y verduras.

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—¿Los hiciste? —Hobie se asomó a la cesta de mimbre, que todavía estaba medio llena de comida—. ¿Estabas planeando que aparecieran unas cuantas personas más? —Muy graciosa, y sí, hice todo. Es una de mis aficiones. —¿Te he dicho últimamente cuánto te amo? —Déjame adivinar. No sabes cómo cocinar. —¿Cuentan los sándwiches de mantequilla de maní y jalea? Baylor dejó caer la cabeza con falsa consternación. —¡Espera! También puedo hacer macarrones con queso, bueno, del tipo que viene en una caja… para que lo sepas. Y puedo hacer panqueques. Aunque, a partir de una mezcla. Baylor no pudo aguantar más su risa. Se inclinó sobre Hobie y la besó profundamente. —Eres tan imposible como eres hermosa, —dijo después de apartarse para mirar a los ojos de Hobie. —Lo intento. Baylor se inclinó para otro beso. Esta vez, Hobie sintió una extraña sensación. La única manera en que fue capaz de describirlo más tarde fue decir que sentía que su destino estaba en su lugar. El beso era suave y apasionado, tierno y a la vez hambriento. En el momento en que separó sus labios para permitir que la lengua inquisitiva de Baylor entrara en su boca, sus cuerpos estaban apretados firmemente. Hobie gimió ante la cálida suavidad de la lengua de Baylor. Lamentaba que tuvieran que parar para respirar. —Dios mío, Hobie Lynn. ¿Dónde aprendiste a besar así? —Preguntó Baylor sin aliento. No esperó una respuesta—. Eso es lo que recordaba, ¿sabes? Tan humillante y embarazoso como admitir que me olvidé de tu rostro, recordé ese beso.

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Tomó la cara de Hobie en sus manos y la besó de nuevo. Esta vez fue más lenta, pasando por todos los sutiles matices de la boca de Hobie. —Baylor, tócame. —No era una orden, más como una súplica susurrada. —¿Y dónde te gustaría que haga este toqueteo? —En cualquier parte. —Hobie capturó los labios de Baylor con los suyos—. Por todas partes. Se besaron durante mucho tiempo. Finalmente, Baylor permitió que sus manos vagaran, y cuando cubrió el pecho de Hobie con la toalla y acarició con su pulgar hacia adelante y hacia atrás a través del pezón, Hobie gimió. —¡Dios, Baylor! Eso se siente... Baylor pellizcó ligeramente el pezón endurecido a través del paño suave. —¡Dios, tan... tan bueno! Baylor se retiró ligeramente. Hobie tiró de ella de vuelta y acarició su cuello, besando la tersa piel allí. —Baylor. Por favor, no te detengas. Baylor miró a Hobie y tocó suavemente sus labios con besos más ligeros. Levantando su cuerpo por un momento, Baylor quitó su toalla, luego abrió reverentemente la toalla envuelta alrededor de Hobie. Puso su cuerpo encima de Hobie y ambas mujeres jadearon al sentir la piel sobre la piel. —Hobie, no puedo creer que una mujer tan hermosa como tú querría estar conmigo. ¿Tienes alguna idea, mi amor, lo hermosa que eres? Hobie podía sentir su piel ruborizada a un rosa intenso. —Es verdad. Eres tan hermosa, —continuó Baylor mientras dejaba que sus manos exploraran las suaves curvas que había debajo de ella—. Quiero hacerte el amor. Quiero ser la única persona que alguna vez te toque de esta manera. Quiero que el mío sea el nombre que grites cuando vengas.

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—Oh sí. Baylor movió sus manos sobre la piel de Hobie mientras presionaba su boca contra los labios de Hobie. Chupó la lengua de Hobie rítmicamente, igualándola al ritmo de sus movimientos contra el muslo de Hobie. Podía sentir su propia humedad mientras frotaba su clítoris más fuerte contra los músculos firmes. Hobie disfrutó de la sensación del cuerpo de Baylor sobre el suyo. Cuando los besos de Baylor se volvieron hambrientos, la pasión de Hobie aumentó hasta que gruñó con necesidad. Los besos de Baylor corrían a lo largo de la mandíbula de Hobie, y ella presionó su cabeza en la manta, dándole todo su ser a su amante, instintivamente sabiendo que estaría a salvo y amada dentro del abrazo de Baylor. Baylor pasó su lengua en un diseño al azar a lo largo de los hombros de Hobie y descendente hasta su pecho. Tomó mordiscos de piel, y Hobie jadeó de placer y sorpresa con cada pequeña mordedura. Cuando los labios de Baylor se envolvieron alrededor de un pezón perforado y excitado, Hobie sintió cada tirón directamente entre sus piernas. El primer toque fue exquisito, suficiente para mandar a ambas mujeres fuera de sí de deseo. Baylor usó sus labios, lengua y dientes para conducir a Hobie más y más alto. Se alternó entre los pechos, y cuando tenía la boca en uno, utilizó su mano para tocar y masajear al otro. Deslizando la punta de su lengua en el pequeño aro de oro, Baylor tiró suavemente, tirando más fuerte una vez que los gemidos jadeantes de Hobie la alentaron. El cuerpo de Hobie se estremecía constantemente. —Baylor... por favor. Por favor, no se detenga. Nunca te detengas. —No creo que debas temer eso, amor. —Baylor sonrió a su amante. Una vez que tocó cada centímetro de la piel de Hobie con sus labios, lengua o dedos, Baylor pasó la punta de su lengua por el vientre de Hobie. Se deslizó entre las piernas de Hobie, que se separaron al instante.

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El aroma dulce y almizclado de su amante despertó aún más a Baylor. —Perfecto, —susurró, besando la suave piel de cada muslo hasta que alcanzó sus rizos rojizos—. Depositó numerosos besos en el suave triángulo de bello. —¡Oh, Dios! —Gritó Hobie, empujando sus caderas hasta encontrar la boca que permanecía tan cerca de su centro—. Oh, Baylor, —gimió, extendiendo aún más las piernas. Hobie casi alcanzó el clímax en el momento en que sintió la lengua de Baylor presionar contra su carne necesitada. Levantó las caderas de nuevo para no romper el contacto. Su excitación aumentó mientras Baylor movía la lengua lentamente, pero implacablemente, a veces burlándose de los pliegues con la punta de su lengua, otras veces presionando contra la abertura resbaladiza. Hobie giró sus caderas en un contra del ritmo persistente de las caricias. Apretó su clítoris tan fuerte como pudo contra la lengua de Baylor mientras Baylor se aceleraba. Los gemidos de Baylor mientras hacía su placentera tarea no hacían nada para apagar el fuego en el vientre de Hobie. Sintiendo el aumento de humedad de su amante y los estremecimientos rápidos de sus músculos, Baylor metió un dedo dentro de ella, nunca ralentizando el movimiento de su lengua. —Sí. Justo como eso. —Hobie se relajó en el exquisito toque, dejando que las llamas de su pasión la llevaran a su destino. Después de un momento, agarrando los hombros de Baylor, luego su cabello, Hobie la obligó a aumentar la presión de su lengua—. Baylor... Oh, Baylor, sí... por favor... más. —Gimió. En un movimiento fluido, Baylor deslizó otro dedo adentro. Las caderas de Hobie se congelaron por algunos interminables segundos, y Hobie trató de recuperar el aliento ante la sensación de penetración mientras, al mismo tiempo, Baylor envolvió su boca alrededor del área sensible de nervios y la chupó suavemente.

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Las caderas de Hobie reanudaron su movimiento, ahora con una intensidad que la sorprendió. Baylor deslizó sus dedos casi hasta fuera y los movió dentro de nuevo. Repitió la acción mientras chupaba más fuerte la parte de carne entre sus labios. Por último, Hobie se estremeció y sus piernas se abrieron lo más que pudieron. Baylor chupó más fuerte y movió la lengua rápidamente a través de la pequeña área que traería a su amante el mayor placer. La espalda de Hobie se arqueó y respiró hondo. Un grito de placer escapó de sus labios. —¡Baylor! De repente, Hobie vio estrellas. Abrió los ojos y miró a través del techo del invernadero. Las estrellas la rodeaban. Las dos más brillantes eran las estrellas que se habían reunido durante su ceremonia, pero esta vez, estaba volando con ellas. Rodeadas de estrellas fugaces y de la noche azul negruzca, las dos estrellas corrían una hacia la otra. En el momento más intenso de su placer, cuando su liberación se disparó a través de todo su ser, las dos estrellas chocaron. La explosión resultante hizo estallar anillos de color. Ella jadeó. Cuando abrió los ojos, la visión se había ido. Gritó de nuevo cuando un orgasmo se mezcló en otro. Sintió que la lengua de Baylor reemplazar a sus dedos y deslizarse profundamente en ella. Justo cuando Hobie pensó que no podía tomar más, Baylor se apartó y una vez más entró en ella con dos dedos, causando más oleadas de placer. Lentamente, volvió a la realidad. Sintió los toques suaves de la lengua de Baylor mientras lamía los jugos que la excitación de Hobie había creado. Baylor apartó los dedos del calor satinado de su amante y sintió que Hobie estremecerse con réplicas de deseo. Lamió los jugos dulces de Hobie, teniendo cuidado de evitar el área demasiado sensible en la parte superior de su hendidura. Era suave y relajado, y Hobie no pudo evitar excitarse de nuevo. Casi inconscientemente, y con la visión de las estrellas todavía flotando ante ella,

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movió suavemente sus caderas en un ritmo fácil contra los golpes de la lengua de Baylor. —Oh, sí, —de pronto murmuró mientras Baylor se deleitaba de nuevo en su complaciente o dispuesta carne. Hobie sintió que los fuertes brazos de Baylor se envolvían alrededor de sus muslos entreabiertos, y la lengua de Baylor reemplazó sus dedos. Esta vez hubo menos prisa para Hobie; en lugar de correr hacia su clímax, esperó a que llegara hasta ella. Era lento, casi lujoso y gritó cuando otra liberación la envolvió. Baylor se movió hacia arriba y envolvió sus brazos alrededor de su amante todavía temblorosa. Susurró su amor mientras Hobie lloraba. Baylor comprendió las lágrimas, así como la incapacidad de Hobie para articular la razón detrás de ellas. No podía explicarlas mejor que Hobie. —De acuerdo. —Hobie se secó las lágrimas. —Es oficial. Ambas somos patéticas. Baylor rio y mantuvo a Hobie más apretada. —¿Estás bien? —No sabía cómo expresarlo. ¿Cómo se le pregunta a la pareja de uno si tuvo el sexo más abrumador de su vida o si era sólo un “eso estuvo muy bien” en el sexómetro? Como con la mayoría del lenguaje abreviado de Baylor, Hobie entendió exactamente lo que quería decir. —Eso y tú fueron y son increíbles. —¿De verdad? Baylor se iluminó considerablemente. —No hubiera pensado que tú, de toda la gente, tuvieras dudas sobre tus habilidades en esa área. —Bueno, —las mejillas de Baylor mostraron un inusitado rubor—, vamos a hacer esto durante los próximos cincuenta o sesenta años. Sería horrible si hubiéramos esperado hasta ahora para averiguar que no estamos bien juntas en la cama.

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Hobie se echó a reír y negó con la cabeza, luego se alejó de Baylor y se apoyó en un codo. —Las cosas de las que te preocupas me asustan. ¿Y qué quieres decir con cincuenta o sesenta años? Seguro que planeas ser una vieja activa ¿no? —Se echó a reír de nuevo—. Eso nos pondrá en cien. —Es curioso que digas eso, —dijo Baylor mientras se acomodaba cómodamente en su espalda. —¿Decir qué? —Hobie se incorporó y cogió la canasta de picnic. Sonrió avergonzada cuando vio que Baylor le sonreía. —¿Puedo traerte más? —No. —Hobie se metió un trozo de queso en la boca—. ¿Y qué fue tan gracioso? —En realidad, fue algo que Jules mencionó hoy. Entonces acabas de hacer el comentario acerca de cuántos años tendremos en cincuenta años. —¿Y? —¿Sabías que Tanti y Aimee fueron las últimas, bueno, no sé cómo llamarlo, sino las supuestas salvadoras de Ana Lia? Como hicimos esta noche. Tuvieron su ceremonia hace cincuenta años. —No tenía ni idea. ¿Es significativo de alguna manera? —Esa parte no lo es, pero lo supe antes de que saliéramos de lo de Rebecca y olvidé decírtelo. No, lo que Jules señaló fue la edad promedio de las miembros de la Hermandad de Damas. Sé que Tanti tiene noventa y dos, y creo que JoJo dijo que Rebecca tenía, ¿qué? ¿Un centenar? —Noventa y cinco. Juntas llegaron con media docena de nombres de mujeres en los noventa.

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—Ahora déjame hacerte la misma pregunta que Jules me hizo, —prosiguió Baylor—. ¿Alguna de estas chicas te parecen de más de setenta o incluso ochenta? —No estoy segura, pero una vez que tienes esa edad, supongo que se hace más difícil de contar, ¿verdad? —Eres la doctora. Dime tú. ¿Alguna de estas chicas se enferma mucho? Aparte de la cadera de Tanti, ¿ha tenido alguna vez algo malo? Hobie dejó de comer para pensar seriamente en la pregunta de Baylor. Con la posible excepción del parto, difícilmente podía recordar que ninguna de las mujeres locales estuviera enferma. Doc Elston había pasado más días en su barco de pesca que en su consultorio. Había cosas de niños y accidentes habituales, pero las mujeres de la isla eran un grupo sorprendentemente saludable. Hobie se puso seria hasta que se dio cuenta de que estaba actuando tan paranoica como Baylor. Se echó a reír y sacudió la cabeza para disipar las constantes dudas. —Oh por favor. Estoy segura de que hay alguna explicación racional para ello. —Cosas más extrañas han ocurrido. —Oh vamos. No piensas en serio que las mujeres de esta isla tienen algún poder especial que las mantiene jóvenes o se enferman, ¿verdad? —Todo lo que estoy haciendo es plantear la posibilidad de que haya, no sé, fuerzas en esta isla. Mírate a ti y a mí. Bebía como un pez antes de llegar aquí. Creo que he tenido unas cervezas y dos margaritas todo el verano. Eso sin contar el champán que tuve esta noche. ¿No tuviste el mismo problema antes de regresar a casa? Nunca he querido una bebida desde que estoy aquí. Bueno, estaba la fiesta en la biblioteca, pero considero que es un momento extremo. ¿Qué hay de ti?

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—Oh, Baylor, eso es solo... —Era un escenario demasiado loco como para considerarlo. ¿Verdad?— ¿Qué? ¿Crees que tenemos la fuente de la juventud en Ana Lia? ¿Qué Ponce de León tenía razón desde el principio? —Estaba pensando más en las líneas de, sabes... hechizos y… tal. —¿Perdón? —Preguntó Hobie con la risa en los ojos. —Oh, has oído lo que he dicho, señorita sabelotodo. —Lo escuché, simplemente no creo que lo hayas dicho. —Hobie se rio entre dientes—. Mira, lo que están haciendo, está funcionando, y yo, por mí parte, no voy a cuestionar cómo lo hacen. Además, ahora somos parte. Con nuestra ceremonia y las estrellas uniéndose, espero que si viven quinientos, también nosotras. —¡Oh, Dios mío! —Gritó Baylor. ¡También somos brujas! —¡Baylor! —Lo siento. Wiccanas. —Ser políticamente correcta no era por qué te estaba gritando. —Hobie se rio más fuerte. No quería restarles importancia a las preocupaciones de su amante, pero la paranoia de Baylor superaba cualquier cosa que Hobie hubiera conocido—. Te estoy gritando porque no funciona de esa manera. Es como cualquier otra religión, por así decirlo. Tienes que tomar una decisión consciente de seguirla. No puedes convertirte en una de ellas sin saberlo. Estoy bastante segura que no hay tales cosas como semillas wiccanas que se deslizan debajo tu cama por la noche. —Bien. Vale, lo sé. —Baylor hizo una mueca, avergonzada de tener la idea en primer lugar. —¿Podemos pasar a algo más que probablemente te asuste?

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—Me alegro que te diviertas tanto con tu ingenio. —Baylor robó un trozo de queso de Hobie. Se lo metió en la boca y se echó hacia atrás, comiendo contenta. —Lo estoy, gracias y… ¡oye, eso era mío! —Si te duermes, pierdes. —De acuerdo, ¿puedo hablar en serio un segundo? —No lo sé, ¿verdad? Hobie arqueó una ceja. —Lo siento. Adelante. Hobie apartó la canasta, se tendió junto a Baylor y apoyó la cabeza en la palma de una mano. —Algo... bueno, extraño me pasó mientras estábamos haciendo el amor. No tanto durante, pero justo cuando... ya sabes. El momento que... Baylor parecía divertida. —El orgasmo. —Sí. Cariño, hablar de ello y hacerlo es realmente diferente, ¿eh? Baylor rio entre dientes. —No lo sé. No parecías tener demasiados problemas verbalizando mientras lo estábamos haciendo. Hobie golpeó el estómago de Baylor. —¿Qué fue lo extraño que pasó? —De repente, Baylor pareció interesada. —Vale, ahora recuerda que tenía champagne, me encontraba en medio de un gran sexo, y estaba probablemente privada de oxígeno. ¿Bien? —Verificado. —Vi estrellas.

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—Todo es parte del servicio, mi amor, —dijo Baylor con presunción. Miró a Hobie y se dio cuenta de que estaba hablando en serio—. ¿Qué clase de estrellas? —Bueno, era como justo antes de que nuestras estrellas se unieran esta noche. Ellas… —Chocaron entre sí. —¡Sí! Pero… —Estabas justo ahí... —Rodeada por ellas, —Hobie terminó. Se miraron la una a la otra durante un largo y silencioso momento, sólo mirándose a los ojos. —¿Tú? —Preguntó Hobie. Baylor asintió. Hobie explicó más. —Cuando explotaron en una, había todos estos... —Colores, y se extendieron en grandes círculos. Se quedaron en silencio. —Está bien, estoy bastante asustada en este momento. ¿Qué hay de ti? —Hobie finalmente preguntó. —Oh sí. —¿Es eso posible? ¿Para que eso nos pase a los dos? —Puede que haya una de esas explicaciones racionales de las que te gusta tanto. —Muy divertida.

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Hobie se rio en voz alta, luego su risa se hizo más fuerte. —No me lo estoy perdiendo, ¿verdad? —Preguntó Baylor. —No, cariño. Bastante irónicamente, creo que lo estoy encontrando. Baylor rodó a su lado para mirar a Hobie. —Tengo miedo, pero tengo que preguntar. ¿De qué diablos estás hablando? —Es sólo algunos pensamientos que me impresionaron. Primero, qué cosas extrañas nos van a pasar ahora, y no estoy diciendo que alguna vez lo harán, pero ¿y si lo hicieran? ¿Qué pasa si sólo envejecemos cada dos años a partir de este momento? ¿Y si Rebecca Ashby tiene la fuente de la juventud enterrada en su patio trasero? ¿Y si las brujas de Ana Lia viven en la cuadra de nosotros, o si vemos visiones de estrellas cada vez que tenemos relaciones sexuales? ¿Algo de eso importa en realidad? —Por supuesto que importa, —dijo rápidamente Baylor. —¿Por qué? —Bueno, porque... para... quiero decir, ellas... —Baylor miró a Hobie en blanco. —¿Ves lo que quiero decir? Sabemos que nada de eso nos hará daño. Francamente, los beneficios nos han ayudado más que cualquier otra cosa. Me recuerda algo que Evelyn te dijo cuándo llegaste aquí. Fue justo después de conocer a Albert en la tienda de las hermanas Dilby. ¿Recuerdas? —No hay mucha posibilidad que olvide nunca ese día. Aunque no estoy segura de lo que dijo Tanti. —Dijo que continuamos con algunas cosas en la vida porque nos hemos sentido confortables con ellas de esa manera. Dijo que el cambio era duro para el alma y que a veces simplemente se aceptan las cosas y las personas como son. —¿Mi Tanti dijo eso?

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—Baylor Warren, estabas sentada a mi lado. —Estaba en mi fase egoísta previa Ana Lia. Lo siento. —No hay necesidad de que lo lamentes. Era igual de cabezota sobre todo eso, o egoísta, como quieras llamarlo. Ese es el segundo punto del que quería hablar. He vivido aquí toda mi vida y todas estas cosas sutiles fueron tan invisibles para mí. No sé cómo, pero lo fueron. Es casi como si no pudiera verlos porque no estaba lista. ¿Tiene sentido? —A veces la gente nos dice todo tipo de cosas, y no es que no estamos escuchando, sólo que no estamos listos para escuchar, —dijo Baylor, con una mirada lejana en sus ojos. —Vaya, eso es bastante profundo. —No te emociones demasiado. —Baylor sonrió afectuosamente—. Rebecca Ashby me lo dijo cuando estaba haciendo mi lectura del tarot. —Eso es lo que quiero decir. Si piensas en ello, ahora, podría estar llegando aquí, pero tengo la extraña sensación que estaban tratando de decirnos de todo esto por aquel entonces. Sé que a posteriori es evidente, pero pienso en las cosas que estas señoras nos dijeron y es como si supieran mucho más sobre la vida, y sobre nosotros, de lo que nos damos cuenta. —Sabes, —sonrió Baylor—, que todo esto suena como algo que Harriet Teasley diría. —Veo un libro fácil de esto. —Ahora que lo mencionas, ya empecé una nueva novela. De hecho, estoy a mitad del primer borrador. —Eso es maravilloso. Mi madre estará encantada a morir. Ya sabes cómo los ama...

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—No es una novela de Harriet Teasley, —dijo Baylor en voz baja, evitando los ojos de Hobie. —¿No de Harriet Teasley? ¿Entonces quién? —Um... Baylor Warren. Es un romance, pero decidí no esconderme detrás del seudónimo. También decidí no esconder detrás del romance hetero. Es la historia de dos mujeres. Hobie sonrió brillantemente. —Bien por ti. Sin embargo, sea lo que sea lo que decidas escribir, sabes que estoy contigo cien por cien. —Han pasado tantos años que estoy encariñado con la vieja Harriet. Puede que tenga que escribir uno de vez en cuando para hacer felices a los fans. —Mientras hagas lo que quieres hacer, Baylor. Creo que si haces eso, no te puedes equivocar. Entonces, ¿cuál es el nombre de esta nueva novela? Estaba pensando en Rebecca's Cove. Le pregunté a Rebecca Ashby y ella pensó que era fabuloso. Hobie se echó a reír y se recostó contra las mantas. —Imagínate. —Se acurrucó contra Baylor. Baylor puso una manta sobre ellas y se quedaron allí, mirando hacia el cielo. La oscuridad había cambiado al color pálido del previo amanecer que anunciaba salida del sol. —Hemos estado despiertas toda la noche y estoy cansada, pero no tan cansada, —dijo Hobie. —Probablemente la fuente de juventud de Ana Lia está trabajando. —Lo más probable es el hecho de que estoy más feliz de lo que he estado en toda mi vida. Te amo, Baylor y prometo pasar el resto de mi vida probándote eso.

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Baylor miró hacia abajo y acarició la mejilla de Hobie. —En toda mi vida, nunca pensé que sería capaz de hacer a alguien así de feliz. Lo que me sorprende aún más, —dijo suavemente—, es que tampoco nunca pensé que sería tan feliz. Sin embargo, lo soy, Hobie Lynn. Estoy enamorada por primera vez en mi vida y te prometo que nunca voy a tratar de hacer nada para estropearlo. Se acostaron juntas, decayendo y esperando que llegara el sueño. De repente, Baylor rio entre dientes. —¿Hmm? —Preguntó Hobie con sueño. —Sólo estaba pensando... —Mmm, siempre peligrosa. —Muy divertida. Estaba pensando en el Cove. Más exactamente, en el cartel fuera del restaurante. “Rebecca's Cove, la Llave de Oro del Golfo”. —Baylor bostezó y sus ojos se sentían demasiado pesados para mantenerlos abiertos—. ¿Quién hubiera pensado que un restaurante podría ser la llave de tanta felicidad? Escuchó la respiración profunda de Hobie y se dio cuenta de que ya estaba dormida. Con una sonrisa fácil en su cara, renunció a su propia lucha para permanecer despierta y deslizó en la tierra de sueños.

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EPÍLOGO

De: BJW Para: J Ross Exped: Miércoles 25 de Diciembre de 2002 17:33 Asunto: ¡Hola, mujer! Jules, Hey, mujer, ¡Feliz Navidad! Sé que estuviste aquí el fin de semana, pero sabes que no puedo dejar pasar las vacaciones sin acosarte. Primero, Hobie dice hola. Dijo que te dijera que las persianas verticales para tu sala de estar llegaron y las envió de vuelta. Algo sobre la longitud equivocada... bueno, no estaba escuchando muy bien, lo admito. Ella empieza a mostrarme muestras y mis ojos tienden a ponerse vidriosos. Recuerdo que murmuraba algo acerca de los continentales que no podían usar los cerebros que Dios les había dado. Ella espera que no te importe, pero canceló la orden, y las hermanas Dilby tienen unas en camino para ti. Conociendo a esas mujeres, estás consiguiendo probablemente un descuento del cincuenta por ciento. Me imagino que podrías vivir con eso. Lo último en la lista era el mobiliario para la oficina, y Theresa dijo que todo vino hace unos días. Hobie dijo que se ve muy bien. Theresa dice que la casa de invitados está lista para mudarte, así que trae tu trasero aquí abajo. Digo que no olvides traerme el pan de Marconi cuando vengas. Caramba, ¿qué diablos vamos a hacer una vez que te mudes permanentemente aquí?

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Tendremos que sobornar a tu secretaria para que nos envíe la comida de Chicago. Vamos a ver... oh, antes de que me olvide, Noah simplemente entro corriendo y dijo gracias por la serie de Harry Potter. El los ama. Hobie está un poco preocupada porque Noah quiere que le construyamos una habitación debajo de las escaleras. Además, pidió una lechuza para Navidad. ¡Dios, amo a ese chico! Hobie no entiende a los niños de la manera que lo hacemos. Mack me dice que ella era una de esas chicas que jugaban con muñecas en lugar de G.I. Joe73. Para gustos, los colores. Firmé los contratos para Rebecca's Cove. Están en el correo... Los dejé en el buzón antes de ayer. Dile a James que le agradezco que se arriesgue con esta. ¿Puedes creer lo rápido que terminé ese tercer borrador? Debe ser el aire del Golfo aquí. Sea lo que sea, me encanta. Oye, ¿te dije que tenemos un nuevo cachorro? Tanti cruzó a Arturo con la perra Bichon de una dama del continente. Arturo no se mostró muy emocionado... Creo que es gay. Hobie dice que estoy loca, pero sabes cuántas veces al día me dice eso. Pero cumplió con su deber y conseguimos a su bebé, Harley. Lo nombré en memoria de la moto que Hobie me hizo vender. Oh, sé que realmente no me hizo venderla, pero confía en mí... Ella me miró, cruzó los brazos, e hizo esa cosa arqueada y torcida que hace con su ceja. Incluso soy lo suficientemente inteligente como para saber lo que eso significa. Por supuesto, quería nombrarlo Bubba, pero Hobie dijo que no sabría si estaba hablando de Noah o el perro. Tengo que admitir, esta pequeña bola de algodón es un rompecorazones, aunque si lo repites a un alma, lo negaré por completo. Tengo una reputación de mantenerse al día y sigo amenazándolo con meterlo en la secadora con pelusa. Tanti envía su amor. Ahora está en la otra habitación con Hobie. Hob tomó las fotografías, por lo que está recibiendo algunos consejos de la experta. 73

Muñecos militares

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REBECCA'S COVE de LJ MAAS

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A Tanti le encanta hablar de los viejos tiempos y a Hobie le encanta oír hablar de las expediciones de la selva, así que están en el cielo. Tanti dijo que te pidiera disculpas. Dijo que nunca tuvo la oportunidad de agradecerte adecuadamente por todo lo que hiciste por Hobie y por mí al principio. ¿Qué quiere decir exactamente? Todo lo que tengo que decir es que cuando llegues aquí... vamos a tener una charla, ¡compañera! Bueno, Hobie… espera un segundo. hola tía Jules soy Noah estás bien

Bien, apuesto a que puedes adivinar quién era. El tipo más rápido que yo, siempre que no te importa hacer sin pequeñas cosas como la puntuación y las mayúsculas. Está en mi regazo y me recuerda que le prometí ayudarle a montar su nuevo telescopio una vez que oscureciera. ¡La vida de una mamá! Oh, ¿te dije que la Junta de Educación de Ana Lia me pidió que enseñara inglés en la escuela secundaria el próximo año? Yo, una profesora... salvaje, ¿eh? De acuerdo, llámame y déjame saber con certeza la fecha que planeas para el gran movimiento. Te quiero, compañera, y no puedo esperar hasta que vivas de nuevo en la misma calle. Tú y yo tendremos fútbol. No estoy de acuerdo con Tanti y Hobie... No veo que nos metamos en ningún problema aquí. Hasta luego, B.

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