Ramos, Ricardo - Temas para Conversar

December 23, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Introducción Los grandes novelistas del siglo XIX no empezaban la novela por el principio de la acción sino por la mitad, in medias res. Después, por medio de retrocesos ( flashbacks  flashbacks) y de anticipaciones aportaban la información que faltaba o relanzaban la acción (Genette, 1972). La intención, el motivo, era atrapar la atención del lector, cautivarlo. Pero esto no es una novela. Y estamos, encima, en el siglo XXI. Em pezaremos, pues,  por un final. final. O casi. casi. La intenci ntención, ón, los motivos, motivos, son los mismos.

 preci  pr eciada ada compañera:  El motivo moti vo de la presente presente es para hacerte partícipe de nuestra deci decisión sión de concluir conclui r la terapia familiar que estábamos realizando con tu paciente X. El paciente X es el benjamín de una familia compuesta por los padres y dos hermanos, y estaba siendo visitado por la compañera a la que se dirige este escrito, la cual, por otro lado, no era quien había derivado a una terapia familiar; consecuentemente, siguió interviniendo durante todo el cursoeldecaso la misma según su leal saber y entender.

 lo largo del tratamiento hemos realizado un total de N sesiones con la familia, en las que, pese a ausencias puntuales por motivos de estudio o trabajo, hemos podido ver  varias veces a todos sus miembros.  Nuestra impresión actual es que la actitud acti tud de los padres es, a la vez, más unánime unáni me  algo más conciliadora. El padre ha retomado su medicación... Fue el psiquiatra del padre quien, tras prescribirle una medicación antidepresiva, le recomendó una terapia familiar; el padre sí vino a esta terapia, pero nos informó de que, en cambio, no había estado siguiendo la prescripción farmacológica.

...y a la madre le hemos podido arrancar arrancar la prome sa de que no intentaría i ntentaría retener retener a X si este decidiera marcharse de casa y ella comprendiera que eso sería el mal menor.  Al hermano mayor Y no lo hemos podido volver a ver desde que asistió asi stió a una visita vi sita a la que tú lo convocaste, y en la que, al parecer, salió decididamente en defensa de su hermano. Por ello nos tememos que nuestro proyecto de afianzar el vínculo de  solidaridad  solidari dad entre los hermanos se ha quedado a medi medias. as.  Entrando a hablar más específicamente específi camente sobre X, tu paci paciente, ente, nos hemos encontrado con que, aunque a nivel cognitivo parecía comprender nuestra posición y parecía aceptar nuestros consejos (cuidarse de sí mismo, de su novia y de su futuro personal y «pasar» un poco más de sus diferencias con su padre), afectivamente nos topábamos con algo interior que se lo dificultaba.  Hemos tratado de incidi i ncidirr en este aspecto a nuestro nivel de terapeutas familiares: fami liares: 21

 

así, le hemos revelado a X la promesa que le arrancamos a su madre de no intentar  retenerlo si él decidía irse, y también le hemos advertido que no cayera en la tentación de hacer de «paladín vengador» de supuestas afrentas e insatisfacciones que no le competen. Pero nos hemos encontrado con la imposibilidad de quebrar esa resistencia afectiva que te comentábamos. Y nos hemos abstenido de echar el resto para lograr ese objetivo sabiendo que tú continúas tus visitas con él.  De manera que nos hemos encontrado en un dilema: di lema: o bien bi en intentábamos i ntentábamos forzar  una reconciliación que podía producirse en falso, o bien dábamos un margen de tiempo para ver si lo que necesitaban los discretos cambios que habíamos podido observar era tiempo para poder consolidarse. Finalmente hemos optado por esta  segunda alternativa.  Nos quedamos, por tanto, a la espera de nuevos acontecimientos aconteci mientos o de ver si es osible que X pueda, con tu ayuda, desenredar ese nudo afectivo que parece tenerlo atascado. Quedando a tu disposición etc., etc. Éste es, excepto algunos cambios de personajes y de expresiones para imposibilitar su identificación, un informe real con el que finalizamos, formalmente, nuestra intervención: un informe de cierre. Y es un informe delicado. Parecería que da cuenta de un fracaso terapéutico y se diría que propone una tarea terapéutica para paliarlo. Pero se trata de una tarea que tendría que ejecutar otro profesional, alguien que ni siquiera fue quien sugirió la terapia familiar y que, sin embargo, estaba por ahí durante el tiempo que nos encontrábamos. Alguien a quien le mostramos que sabemos cosas de las que él hacía, y a quien queremos  poner en conocimiento conocimiento de cosas que nosotros hacíamos. El objetivo de este informe apuntaría a intentar que ese alguien viera que debe hacer  suya y asumir la tarea terapéutica pendiente a la que se alude en el informe, y a eso responde su redacción. redacción.

 Estimada colega:  Hemos realizado una terapia terapi a familiar fami liar con la fami familia lia Z, que tú nos di dirigi rigiste ste y la resente es para comunicarte nuestras conclusiones. Se han efectuado N sesiones, en las que hemos visto a la madre, Encarna, en n ocasiones (una de ellas acompañada de una hermana, en una visita, a decir verdad, algo accidentada), y al hijo, Andrés, en n’ ocasiones, antes y después de las vacaciones estivales.  Nuestra impresión es que Andrés ha salido sali do bastante bien bi en parado de su traumática historia. Creemos que su mundo social interpersonal parece bastante sólidamente anclado, con amistades, aficiones e intereses adecuados a su edad.  La madre, Encarna, pareceen sufrir de serio. su pasado, pero no da para la  sensación de estar, estar , por ahora, un riesgo rimás esgolas psicológico psihuellas cológico Eso no es óbice que siga necesitando un apoyo socioeconómico hasta que se pueda ver el grado de 22

 

autosuficiencia que puede llegar a alcanzar.  Fuera de los aspectos cotidianos cotidi anos de la or organizaci ganización ón familiar fami liar,, el principal pri ncipal pr problema oblema madre-hijo se centra en los estudios.  La madre mantiene grandes esperanzas acerca acerca del futuro de Andrés y este, lógicamente, no lo tiene todavía decidido. Hoy por hoy está más interesado en actividades propias de su edad, como las amistades, los deportes... Ya le hemos insinuado a la madre esta discrepancia y hemos insistido en los eventuales riesgos que puede conllevar en el futuro para una relación satisfactoria madre-hijo. Pero creemos que esta advertencia puede adquirir más fuerza si viene respaldada por el contexto escolar (tutor, maestros).  Damos, pues, por finalizada fi nalizada la terapia y así se lo comunicamos comuni camos a la madre, madre, a quien qui en damos a conocer el contenido de este informe. Le sugerimos un seguimiento para dentro de N meses, a fin de ver si la evolución de la situación nos hace advertir que odemos y debemos actuar más eficazmente. Éste es un informe curioso. Hace referencia a una familia con una historia desgraciada, que Vds., lectores, tendrán que imaginar (la familia la vivió y el emisor y el destinatario de este informe conocen, al menos, algo de esta historia), y propone unos interlocutores naturales (en el ámbito escolar) cuya opinión es pertinente para uno de los problemas que tienen pendientes madre e hijo (si el hijo parece tener, o no, el futuro académico que su madre manifiesta desearle). Pero hace también una alusión a algo que si el receptor del informe, la colega que nos derivó el caso, quiere conocer no va a tener más remedio que preguntárselo a la madre: nos referimos al incidente citado a raíz de la presencia de una hermana de Encarna en una visita. Y para eso precisamente está mencionado, para intentar despertar la curiosidad de la derivante. Porque si lo llegara a preguntar, no va a tener casi más remedio que aceptar la versión que Encarna le dé. Si se decide a preguntarle de qué incidente se trata y a hablar  de éste con Encarna es para creerse la versión que ésta provea. Pedir a alguien una versión de algo es solicitarle su testimonio; y un testimonio evoca no sólo algo de lo que fui testigo, sino algo en lo que reparé precisamente porque, de alguna forma, me afectó. Lo que plantea un testigo de cualquier cosa es que él estaba allí y lo vio porque lo vivió y de alguna manera lo afectó. Soy testigo y me presto a testificar, pongamos por caso de un accidente, no sólo  porque estaba por all allí cuando se produjo y lo vi o creí verlo, sino sino porque me impresionó mpresionó  profundamente a causa de lo horroroso que fue o que podía haber sido. sido. Así, un testimonio transmite simultánea e indisociablemente la huella de algo que pasó y del afecto que produjo (Ricoeur, (Ricoeur, 1999). Y, de otro lado, dar testimonio de algo no es reproducir la verdad de lo que pasó, sino dar forma (una forma narrativa, un relato) a algo que pasó y se vivió, para de esa manera hacerlo argumentable y discutible (Pakman, 2004). De forma que, preguntando (con ánimo de creer) lo que pasó, avalamos (con el 23

 

compromiso de confirmar) lo que sintió esa persona. Si se cree su versión tácitamente, se coloca a Encarna en posición de ser fiable (al menos en algunos aspectos). Creer la versión de alguien acerca de algo conflictivo es otorgarle credibilidad en lo que dice y en lo que siente al decirlo. Para los que no pueden saberlo, se trató de la asistencia inesperada a una sesión de una hermana que, planteando planteando una preocupaci pre ocupación, ón, puede que legíti legítima, ma, por el estado de salud de Encarna, se prestaba a hacerse cargo de Andrés, llevándoselo consigo y asegurándole un futuro; ofrecimiento que Encarna experimentaba como una usurpación. Para quienes no pueden colegirlo, el problema de Encarna, separada, maltratada y encallada en su vida, radica en hasta qué punto no está ahora reaccionando a todo esto con un aislamiento algo paranoide. En este texto se va a tratar de informes; de los que mandamos y, también, de los que recibimos. Pero no los empleamos como instrumentos de hacer saber a alguien del contexto profesional de la familia que estamos tratando algo que, por alguna razón, estimamos que deben saber, sino que, antes bien, los usamos como medios de hacerles hacer algo: de dar lugar, de dar pie, a conversaciones; de hacerles hablar con nuestros (y también sus) clientes. (Igualmente, cuando somos nosotros los receptores de los informes, los interpretamos como indicaciones acerca de los temas que nuestros informantes nos tratan de inducir que hablemos con sus/nuestros pacientes.) Y eso porque de hecho ya están hablando, o lo pueden hacer por su cuenta y riesgo, sin que nosotros les digamos nada, y sin que tampoco tengamos manera humana de impedirlo. Así que se trata de intentar hacerles conversar de la manera que más nos interesa y sobre las cosas que más nos interesan. Se trataría de hacer que los informes funcionen como eco de las conversaciones  pasadas (las que los los consultantes han estado sosteni sosteniendo endo con nosotros durante el curso de la terapia) y que actúen como promotores de (algunas de) las conversaciones futuras (las que esos profesionales van a tener que seguir sosteniendo con esos mismos consultantes, mientras nosotros actuamos, o al final de que nosotros hayamos hecho, por  y con ellos, todo lo que supimos y creímos que podíamos hacer, habida cuenta de las circunstancias en que habían llegado a nuestra consulta). Se trata, a la postre, de hacer de la necesidad, virtud. De intentar transformar un engorro que a veces nos vemos obligados a hacer en un instrumento técnico que, en determinados momentos y para fines concretos, podemos tener a nuestro abasto. Pero, en el fondo, de lo que se va a tratar en este libro es de las conversaciones terapéuticas y de la terapia como conversación. Y los informes serían una modalidad más de resumir y promover conversaciones, que está actualmente infrautilizada. Y ello remite a una cuidadosa reconsideración del papel que hay que reconocerle a la conversación en la terapia: a las conversaciones que tenemos con nuestros clientes, y a las conversaciones que otros tienen tienen acerca de nuestras conversaciones conversaciones con nuestros clientes. Y también a nuestras conversaciones con nuestros clientes y con otras personas acerca de las conversaciones entre nuestros cli clientes y esos otros. Así que la dimensión conversacional de la terapia va a ser, en definitiva, el tema de 24

 

fondo de este libro.

o quiero acabar esta sesión sin hacerle un comentario a Vd., José. Como médico que soy, le tengo que decir que ojo con la bebida. Se lo digo yo, se lo diría su cardiólogo y se lo diría cualquier médico. Ojo con la bebida. Como persona, le tengo que decir que algo le entiendo. Es lo típico: «Con la edad  que tengo todavía, y el médico me prohíbe el tabaco, el alcohol y no me extrañaría que el sexo. Entonces, ¿qué demonios hago yo en esta vida?». Eso lo entiendo.  Peroo como el terapeuta de pareja de Vds., lo que le tengo que decir  Per deci r es que no haga el tonto. Ahora no; ni con la bebida ni con puñetas. Ahora no haga el tonto. Ésta fue la última parte de la devolución de una sesión con una pareja de clase obrera de unos cincuenta años. Se trataba de un caso en el que, a raíz de un infarto grave de él, la esposa se había puesto a trabajar y habían entrado en una cierta simetría en la que ugaba un papel el consumo de alcohol por parte de él y las recriminaciones de ella. En la sesión, de elevado clima emocional, se había estado trabajando con dos cartas que se les pidieron, una a cada uno. Las cartas eran presuntamente para los hijos, y en ellas se contemplaba el supuesto de que él hiciera una «barbaridad». Se les dio el texto, además de papel timbrado del hospital, y ellos tenían que traerlo a esta sesión, copiado de su puño y letra. El texto de él decía que si llegara a sucederle «lo peor» no querría que los hijos culparan a la madre. Quería hacerle saber a ellos que él se daba cuenta que hacía daño a su mujer y que todavía no sabía cómo evitarlo; y que eso le daba mucha pena porque en el fondo la quería mucho. Finalizaba pidiendo a los hijos que lo recordaran siempre con cariño. El texto de ella decía que si alguna vez llegara a sucederle a su marido «lo peor» los hijos no deberían culparla a ella porque habría sido una torpeza. Que ella no sabía cómo hacerle entender a su esposo que si ahora parecía que se preocupaba sólo por sus medicinas, por lo que bebía y por lo que comía, no era porque lo estuviera viendo como un desvalido. Insistía machaconamente lasmomento medicinas, lo que bebía y en lo queniño comía porque esa era latanmanera que tenía enenese deen asegurarse de que seguiría teniendo a su lado por mucho tiempo al hombre que siempre había sido su compañero, su amante, su marido. Pese al clima emocional que estas cartas promovieron en la sesión, en un momento de la misma volvió a surgir la disputa acerca de si lo que bebe es lo prudente o es demasiado. De ahí que el terapeuta, tras hablar en la devolución de la carta, decida, después de pensarlo concienzudamente, concluir con el comentario transcrito arriba. Y todo esto viene a cuento porque aquí, cuando hablamos de conversación, nos referimos a cosas como estas: a informes como los que anteceden, a cartas como las aludidas (papel timbrado incluido, si se precisa) y a sesiones y devoluciones como la  parciEn  parcial almente mente lo quetranscrita. aquí vamos a considerar conversaciones cabe perfectamente el que un 25

 

interlocutor diga algo «como médico», que a renglón seguido el mismo diga casi lo contrario «como persona», y que a continuación no diga ni lo uno ni lo otro «como  psicoterapeuta».  psi coterapeuta». Así que vamos a aceptar como c omo normal que un interlocutor interlocutor encarne, no una, sino varias voces.  Nuestra propuesta es que el posici posicionami onamiento ento (P (Potter otter,, 1996) o la distanci distanciaa enunciativa enunciativa (Abril, 1994), es decir, la apropiación o el extra-ñamiento que el hablante expresa, a través de su propio enunciado, acerca de lo que él mismo está diciendo, no son sino la consecuencia lógica de considerar «el habla (como) ante todo un sistema de inducciones y seducciones» (Marina, 1998: 13). «Los actos de habla son las unidades básicas de la comunicación humana» (BlumKulka, 2000: 72). Un acto de habla es preguntar (circularmente, si se puede); pero también lo son inquirir, requerir, emplazar, apelar, persuadir, engatusar, prometer, amenazar... Y el discurso, discurso, como apuntó Ci C icourel (1980), y la conversación, como se sostiene aquí, es fundamentalmente un intercambio de actos de habla. Y además, «todo enunciado es producido para alterar la posición interaccional del otro» (Lozano, Peña-Marín y Abril, 1993: 62); para afectarlo modalmente, como dicen los semióticos; para tratar de hacerle querer y/o saber y/o poder y/o deber algo.Y, en consecuencia, consecuenci a, hacerle hacerle hacer (o padecer) alg algo (Greimas, 1966; Greimas y Courtés, 1979). Así que la terapia conversacional que se va a propugnar y desarrollar aquí no es la misma que se reivindica en otros pagos. La tradición angloparlante de las terapias  posmodernas ha propugnado un tipo tipo de conversación terapéuti terapéutica ca desprejuiciada, desprejuiciada, espontánea, impredecible, en la que el sentido debe fluir y las historias (y con ellas las soluciones alternativas a los problemas que hacen sufrir a la gente que nos consulta) emergen a través de una búsqueda continuada del consenso cooperativo (Anderson y Goolishian, 1988). Pero no es la única. Ni la única tradición ni la única concepción posible (Viaro y Leonardi, 1990). Las conversaciones terapéuticas de las que nacen estas reflexiones, y que las propugnan, estas reflexiones, no pretenden ser conversaciones desprejuiciadas, sino apasionadas. Son conversaciones apasionadas porque nacen sobre el trasfondo de los conflictos y la polémica en que se encuentran sumergidos los miembros de las familias que nos consultan; conflictos y polémicas se producen entre ellos, y también con los operadores con los que han consultado antes éstos que a nosotros. Y tenemos que asumir, por tanto, que tienen que ser conversaciones conflictivas y polemizadas (por ellos y por los operadores que nos precedieron). Se trata de asumir (y operar) borrando las distinciones, o la dicotomía, entre consenso y conflicto, aceptando que el primero de los dos es, a veces, el resultado de una cierta presión (padecida y ejercida) y el producto de una postura compartida de «más nos vale», ante el cariz que parecen tomar las cosas (Ramos, 1994). Así que la terapia conversacional que se va a proponer aquí apela a una concepción «agonística» de la comunicación y, en general, de la semiótica. Una concepción en la que la «conflictividad textual» no sólo existe donde hay conflictos, sino que «también existen 26

 

en el lenguaje común, desde sus organizaciones más pequeñas» (Fabri, 1998: 106). Y una tradición en donde los afectos (para los semióticos, las pasiones, los «estados  pasional  pasi onales»), es»), indisol ndisolubl ublemente emente li liggados al confli conflicto, no son un añadido al estudio estudio del intercambio comunicacional (o de signos, en general), sino un capítulo fundamental e inexcusable del mismo.

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1 Más allá de la familia 1.1. La historia viene de lejos La terapia relacional sistémica amplió el foco de interés desde lo intrapsíquico a lo relacional, desde el individuo a la familia, pero ya casi desde los mismos comienzos posó su mirada más allá de las fronteras de la familia. Así, uno de los integrantes del que fue grupo pionero de Minuchin, Edgar Auerswald, dirigió su interés a la intersección de todos los sistemas que afectaban al individuo, planteando teóricamente de esa forma las bases del enfoque ecológico (Auerswald, 1968, 1971, 1988). A otro nivel, más centrado ya en la intervención clínica, también por esos años empiezan a desarrollarse en Estados Unidos las terapias de red (Attneave, 1969; Erickson, 1984; Halevi-Martini y cols., 1984; Speck 1967, 1985, 1987; Speck y Attneave, 1973; Speck y Rueveni; Rueveni; 1969), que posteriormente se aplicarán aplicarán a este lado del Atlántico de la mano de Mony Elkaïm (1985, 1987) para pasar a integrarse finalmente con toda naturalidad en el más amplio concepto de prácticas sistémicas (Sluzki, 1993, 1996; Cárdenas, 1999; Pakman, 1999). La perspectiva de la SMAF (Sistemas Más Amplios que la Familia), por apropiarnos de la expresión de Imber-Black, se ha usado tanto para la búsqueda de razones de la  producción  producci ón y el mantenimi mantenimiento ento de la dis disfunci función, ón, como en la búsqueda de recursos para luchar contra ella. Así por ejemplo, Haber, advirtiéndonos a dvirtiéndonos del peligro de sobrevalorar a la familia como palanca del cambio, ha preconizado el uso de amigos en la terapia (Haber, 1987); y no sólo de ellos, sino que también ha defendido el uso de consultores legos, incluso f oortuitos, rtuitos, que no tuvieran nada que ver con el caso (Haber, 1993). En el otro el otro sentido, centrándose más en la búsqueda de la disfunción, la aatención tención empezabaa a desplazarse desde las interacciones de los miembros de la familia empezab famili a entre ellos a las de estos con sus ayudadores (Imber Coppersmith, 1985); y, consecuentemente, se  pasó a prestar atenci atención ón a cómo la aparición aparición de un confli conflicto en la interfaz famili familia-servi a-servici cioo  podía acabar involucrando involucrando a otros servici servicios os en situaci situaciones ones de triangul triangulación ación de cada vez más difícil salida (Carl y Jurkovic, 1983). Esta ampliación de la mirada la hacían los autores, pertrechados con la lente de sus respectivos modelos familiares teóricos. Así, Imber-Black, basándose en un modelo estratégico-estructural, advertía de cómo la relación de las familias con múltiples sistemas de ayuda afectaba a las relaciones diádicas y triádicas que se establecían, las fronteras, los mitos... (Imber-Black, 1988, 1995). Y Jorge Colapinto, Colapinto, también basándose en un modelo estructural, hizo un brillante análisis de cómo la intromisión de los operadores sociales podía acabar por diluir el ya de por sí precario proceso interno de negociación de 28

 

las familias negligentes (Colapinto, 1996). Selvini-Palazzoli, por su parte, partiendo esta vez de su teoría de los juegos relacionales, publicó también un artículo clásico acerca de como puede llegar a incluirse el derivante en el juego relacional de la familia a la que estaba asistiendo (SelviniPalazzoli y cols., 1980). Pero es el otro grupo de Milán, el equipo liderado por Boscolo y Cecchin, el que se interesa en desarrollar en términos ya básicamente teóricos toda la problemática de los sistemas que van más allá de la familia (Boscolo, Cecchin, Hoffman y Penn, 1987). En pocas palabras, lo que vienen a postular es que el sistema que interesa al terapeuta es más un  sistema de sentido senti do que un sistema de relaciones. Y a este sistema de sentido  pertenecen no sólo los los miembros de la fami famillia, sino sino también todas las personas que han quedado adheridas al problema original (entre las que se debe incluir, lógicamente, al terapeuta). Llegan así al concepto de sistema significante signi ficante , que estaría constitui constituido do por todas aquellas unidades (tanto personas como instituciones) que se activan en el intento de aliviar los problemas para cuya solución se solicita ayuda a los profesionales. Y éstos concretan esa actividad a través de sus conversaciones, configurando lo que,  posteriormente  posteri ormente Carlos Sluzki Sluzki llllamaría el sistema conversante (Sluzki, 1997). El salto más allá de la frontera de la familia empezó a abrirse, así, a una nueva  perspectiva  perspecti va teórica.

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1.2 .2.. ¿Q ¿Quié uién n det deter ermin minaa qué? Es, sin embargo, con los trabajos del grupo del Galveston Family Institute con los que se  puede decir que esta perspectiva en torno al sistema sistema de sentido se perfila perfila y se radicali radicaliza (Anderson y Goolishian, 1988). Para Anderson y Goolishian, los jefes de filas reconocidos de este grupo, los sistemas sociales y humanos pasan de ser sistemas de individuos y sus relaciones a ser sistemas generadores de lenguaje y significado. Con ello, de una perspectiva familiar e interaccional se pasa a una perspectiva lingüística, semiótica y hermenéutica. «El Lenguaje es la realidad», acabará diciendo Anderson (1997: 269). Y añadirá también: «La familia no existe. Es una realidad basada en la comunicación» (Anderson, 1997: 122). Acorde con este planteamiento, un sistema no preexiste al problema, sino que es el  propioo problema el que lo  propi lo produce. Desde esta perspectiva, no es e s el sistema sistema social el que crea el problema, sino el problema el que crea al sistema social (Ludewig, 1993). O, dicho de otra manera, no es el sistema (la familia) el que, partiendo de su disfunción, determina el problema; es el problema el que, basándose en su difusión, determina el sistema. Un sistema no es otra cosa, en realidad, que una red conversacional erigida en torno a un problema. Los sistemas no serían, por lo tanto, grupos de relaciones con una historia, sino redes de conversación acerca de un tema: el problema. Un sistema, para Anderson, está constituido por redes de relaciones sociales que se construyen por la fuerza de la acción social, a través del lenguaje (Anderson, 1997). Los sistemas que aquí nos interesan se definen como redes conversacionales que se erigen en torno a una conducta calificada como problemática, e incluyen a todas las  personas que tengan una opinión opinión acerca del problema problema y traten de resolverlo; resolverlo; o más exactamente, a todas las personas que opinen de que algo es un problema y, en consecuencia, expresen la opinión de que alguien tendrá que hacer algo para resolverlo. Otro terapeuta teóricamente Tom Andersen, había subrayado las  personas con problemas atraen laafín, atenci atención ón de muchas ya otras, y cómo estas cómo personas atraídas crean un sistema de significados acerca de cómo pueden entenderse y resolverse esos problemas (Andersen, 1995). Así que, para que una conducta sea reputada como problemática bastaría, de hecho, que alguien la considerase así, hablase en términos de alarma con alguien más y esa conversación tuviera eco. Se generaría así un sistema determinado por el problema (Anderson, Goolishian y Winderman, 1986; Goolishian y Winderman, 1988), que se mantendría mientras, y en tanto que, esas conversaciones alarmistas, desencadenadas a raíz de una conducta en sus comienzos alarmante (para alguien), no se desactivasen. Correlativamente, los problemas no se resuelven sino que se disuelven, y con ellos deberían hacerlo los sistemas que les dieron origen. La gente sigue viviendo,  pero el problema probl ema también no. 30

 

Inversamente, un problema sigue existiendo, con independencia de la conducta de las  personas concernidas por él, él, mientras algui alguien en sufici suficientemente entemente autorizado para hacerlo siga sosteniendo que el problema existe, y mientras haya otras personas que, por alguna razón, no puedan sustraerse —o acabar de desmarcarse— de esa opinión. Acorde con esta concepción, el grupo de Galveston considera la conversación terapéutica como una más en el marco y el flujo de la red conversacional. La conversación conversaci ón terapéutica está conectada con otras fuera del consultori consultorio, o, además de informada por ellas. El punto de partida de su teorización tiene, pues, un tono distintivo y rupturista con toda la tradición sistémica y cibernética previa (Anderson, Goolishian y Winderman, 1986; Anderson y Goolishian, 1990). Pero el punto de llegada se queda en cómo entender y conducir una «entrevista terapéutica» que no se desdiga de esos  planteamient  pl anteamientos. os. Así que, tras un comienzo tan prometedor, acaban ocupándose en tratar  de definir las peculiaridades que, a su juicio, habría de tener la conversación con un ex experto perto para que pueda ser considerada como terapéutica. El estilo de la conversación, la posición del terapeuta acorde con éste y la temática de fondo que se busca en esas conversaciones acaban erigiéndose en sus principales  preocupaciones.  preocupaci ones. A pesar de que lleg llegan an a reconocer explíci explícitamente tamente que «.. « ...una .una conversación no es un hecho aislado. Está enraizada en y se convierte en parte de, influye y es influida por multitud de otras conversaciones pasadas, presentes y futuras» (Anderson, 1997: 157). Y a pesar de que tampoco tienen reparos en concebir la conversación terapéutica como una invitación a otros tipos de conversación fuera de la sesión (Kuenzli-Monard y Kuenzli, 2000), acaban pasando de lado acerca de la dependencia e incidencia (la reverberación) de la conversación reputada como terapéutica con el resto de las conversaciones precedentes, simultáneas y sucesivas de la red. Y al hacer eso, soslayan cómo se producen los fenómenos de estabilización del sentido. Pasan de lado acerca de la manera en que se acaba estabilizando el sentido de una conducta problemática y el sentido que tiene conversar y seguir hablando sobre esta conducta. Eluden, en mi opinión, tomar en consideración el tránsito del acontecimiento («nunca habría pensado que...») a la evidencia («¡pero si siempre...!»); de la caracterización («¡pero qué disgusto...!») a la fama («¡eres igual que tu...!»). No acotan cómo desestabiliza la conversación («¡cómo es posible que tú...!») y cómo homogeneiza el chismorreo («¿ya sabéis que él...?» (Tarde, 1922), cómo juega el sentido y cómo se uega con él, a favor o en contra de cada uno de los concernidos, en contra o a favor de los interesados.

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1. 1.3. 3. La con conve verrsa sació ción n terap terapéutic éuticaa La conversación terapéutica es definida como una conversación dialógica y respetuosa (versus monológica-autoritaria) que se puede caracterizar en pocas palabras como un «hablar con», antes que un «hablar a» (Goolishian y Anderson, 1992). Se trata de una conversación que debe proporcionar a los que toman parte en ella un sentimiento de  particip  parti cipació aciónn (Hoffman, 1991); y más incluso, ncluso, de pertenencia: pertenencia: la la sensación de considerar  que están en lo que se habla, que esto les pertenece y no simplemente les concierne (Anderson, (A nderson, 1997). Para ello preconizan para el terapeuta una postura de not knowing  (Anderson   (Anderson y Goolishian, 1988, 1992), de no saber o de heurística negativa (Villegas, 1993). El terapeuta no es un experto que sabe qué le ocurre al consultante y, consecuentemente, sabe lo que debe hacer: es un simple experto en conversar, un arquitecto del diálogo. Como tal, su tarea es saber quién tiene que estar en comunicación con quién en cada momento determinado. determinado. Esta postura de «no saber» conduce a dar aliento a todas las voces y todas las opiniones, por contradictorias que parezcan ser. De la neutralidad (el terapeuta no se casa con nadie) se pasa a la multiparcialidad (el terapeuta se casa con todos). Y ello basándose en la consideración de que un problema tiene tantas definiciones como miembros hay en el sistema envuelto en este problema. Así que el terapeuta no busca ni formar ni confirmar hipótesis (relacional) alguna; antes bien, lo que trata es de abrir un proceso para co-crear narrativas personales aún no contadas (Goolishian y Anderson, 1992). De manera que, aunque el terapeuta no establece el temario de la visita, ni trata de orientarlo hacia un contenido o resultado específico, sí que existe un tema diana: lo no dicho todavía. Lo «no dicho» y lo «todavía no dicho» aluden a pensamientos y conversaciones internas y privadas del cliente. Hay algo vivido que todavía no ha encontrado palabras o algo sabido que, por ahora, no ha encontrado hueco. autor, estadevez europeo, afín«no a esta línea de pensamiento, (1999), pasadas estipula que Otro hay dos tipos historias en lo dicho todavía»: unas seríanRober experiencias  para las cuales cuales los cli clientes no habrían encontrado palabras con las que expresarl expresarlas, as, ni al terapeuta ni a nadie significativo, mientras que otras serían historias ya conocidas por la familia, pero que todavía no habrían encontrado ocasión de expresarse en el actual contexto terapéutico (un ejemplo de estas últimas serían los secretos familiares, que tanto han dado de sí en la literatura sistémica: Ausloos, 1984; Imber-Black, 1993; Quiroz eira, 2000; Selvini, 1996). Así que, aunque las conversaciones terapéuticas, tal como las concibe este grupo, no deberían tener una temática preestablecida, sí que deberían reconocer una temática diana. Si se pudiese resumir el objetivo del grupo de Galveston en una palabra, en un eslogan, ser quedelaAnderson: terapia es la expresión y la expansión de aquello que no se ha dicho. O,podría en palabras «La psicoterapia, en tanto que información 32

 

compartida, es un proceso de formar, decir y expandir lo no dicho y lo todavía no dicho» (Anderson, 1997: 167).

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1.4 .4.. Los si sisste tema mass y lo loss tem temas as Para Anderson los sistemas se conciben como un grupo de individuos reunidos en torno a un tema importante: el problema. Y es en este punto donde se centra Kurt Ludewig, un autor chileno radicado en Alemania y profundo conocedor de la obra del biólogo chileno Humberto Maturana y de la del sociólogo germano Niklas Luhmann, de cuyas ideas se sirve para desarrollar y radicalizar las propuestas formuladas por el grupo de Galveston. Ya años atrás había planteado que no es la anormalidad, sino lo «llamativo» lo que conduce a alguien a una terapia. De lo contrastable (qué es y qué no es patológico o anormal) se pasa a lo opinable (qué es y qué no es llamativo y para quién). De ahí a la idea de Anderson y Goolishian de que un sistema es el resultado de la alarma de alguien ante algo; de la alerta a un eco, no hay más que un paso. Ludewig da ese paso en dos direcciones. Basándose en Maturana (Ludewig y Maturana, 1992; Maturana y Valera, 1990) trata de incluir las emociones en la teorización. Partiendo de Luhmann (AA.VV., 1981; Luhmann, 1990; Pintos, 1994) define al sistema no en relación con sus elementos (sus integrantes) sino en relación con sus comunicaciones (los temas de los que hablan esos integrantes). Empecemos por las ideas de Luhmann. Su punto de partida es que lo que caracteriza a los sistemas sociales (a diferencia de los sistemas biológicos o psíquicos) es la  preservación  preservaci ón del sentido. sentido. Y éste tiene que ver con la diferencia diferencia entre lo actual y lo lo  posibl  posi ble. e. «¿Qué « ¿Qué sentido ti tiene ene que te enfades ahora?» quiere quiere decir que, en tanto que  podrías perfectamente no haberte enfadado, ya que otras veces no lo has hecho por  cosas parecidas, tu enfado ha de tener algún propósito y alguna explicación. Esto tiene que ver con el axioma capital de la doble contingencia: los dos participantes de una interacción saben que cada uno de ellos podría perfectamente comportarse de manera diferente a como lo están haciendo, y saben que ambos conocen esto. Los sistemas sociales se basan, para Luhmann, en la comunicación. Si los sistemas  psíquicos  psíqui cos producen (y son producto de) la conciencia, conciencia, los sistemas sociales sociales producen (y son producto de) la comunicación. Un sistema social, por lo tanto, no vendría definido por las personas que lo integran y sus relaciones, sino por los temas que lo caracterizan, y las conversaciones en las que estos se expresan. Las personas serían (cuando lo son) meros vehículos de aportaciones a los temas, que son los auténticos constituyentes de un sistema social dado. Para Ludewig, de un sistema se es miembro, no parte, como de un club. Y se es miembro mientras se habla del tema que caracteriza a ese sistema. Una pareja que habla de una fiesta y que luego conversa sobre sus hijos formaría, para Luhmann, dos sistemas distintos. Para Anderson, una interacción social es considerada como problemática si se comunica básica y redundantemente acerca de un contenido inquietante (Anderson, 1997). Y Ludewig acota que las personas nosunos consultarían estarían enganchadas redundante y empobrecedoramente en unoque (o en pocos) temas. 34

 

1.5 1.5.. De las las per perso sonas nas a las las per persp spectiva ectivass La idea de personas que repiten temas que, a veces, nos parecen absurdos (o recrimin recri minacion aciones es que, con frecuencia, nos parecen vetustas) nos puede evocar imágenes imágenes  próxiimas a la clínica  próx clínica cotidiana cotidiana y podemos reconocerlas reconocerlas como una parte de nuestra experiencia clínica. Pero, a pesar de todo, sigue sin resultar fácil dar el salto en el vacío que nos llevaría desde una persona concreta con problemas (de los cuales, indudablemente, habla en cuanto se le presenta la ocasión y a quien se le pone a tiro y, muy probablemente, con  bastante poca objetividad) objetividad) hasta la abstracción que propone Ludewig de unos temas que absorben la atención y la comunicación de unas personas (que, aparte de ello, nos  pueden parecer excelentes excelentes o despreciables despreciables como indivi individuos, duos, como padres o como pareja, dado que eso no tendría ninguna relevancia sistémica). Y sin embargo, éste es un salto relevante para lo que nos proponemos postular en este libro. Así que permítaseme enfocarlo desde otro ángulo, basándose en algunas ideas de Gordon Pask, un autor  importante dentro del marco de la teoría formal de la conversación (Pask, 1994). Para Pask, las unidades participantes estables con las que se trabaja en la teoría de la conversación no son necesariamente personas; pueden ser también, perfectamente, facciones o puntos de vista. Un punto de vista, por una parte, es una unidad conversacional: es un principio generador de aportaciones en una conversación («Desde mi punto de vista —o desde tal punto de vista— debo decir que tal y que cual»). Y por  otra parte, un punto de vista nunca es banal, sino que siempre está al servicio de un  propósito  propósi to no trivial trivial.. El editorial de un periódico podría constituir un buen ejemplo para dar el salto de la  persona que habla de un tema al tema que se encarna en el habla habla de una persona. Un editorial suele estar escrito por personas distintas en diferentes ediciones; al glosar o criticar acontecimientos diversos, propios del día a día, se expresa una línea editorial que refleja, perfila y mantiene un punto de vista de un grupo editorial (y, probablemente, fáctico). La línea editorial, que se particulariza en los distintos editoriales diarios, se puede tomar como ejemplo de unidad participante estable de una conversación. Cada día la escribe una persona que puede compartir más o menos esa perspectiva y esa opinión,  pero que no se puede reducir a ellas. ellas. Trasladando esta idea al terreno clínico, un mismo profesional puede dar en una sola sesión una opinión desde diferentes puntos de vista; puede hablar, estratégicamente, en tanto que «médico», en tanto que «persona» y en tanto que «terapeuta», como en el ejemplo que incluimos en la introducción. Volviendo al ejemplo del editorial periodístico, lo que caracterizaría a esta unidad no es quién o qué la compone, sino el hecho de haber alcanzado una opinión sobre algo, que responde a un propósito no trivial, a un interés, manifiesta tanto en la elección de de los acontecimientos diarios que son pertinentes paraylasecolumna editorial, como en el tipo 35

 

comentarios que se expresan a través de la glosa de esos hechos. Lo que se perfila es una perspectiva mantenida, perdurable, desde la que se puede glosar y comentar (y por tanto, categorizar) acontecimientos efímeros, cambiantes. Y lo más interesante que plantea Pask es que, con la emergencia de la perspectiva, aparecen también la temporalidad y el proceso. La perspectiva, la opinión alcanzada, es la que  permite  permi te y faculta fijar cuándo empezó algo algo y cómo sig siguió, uió, y no al revés. Por P or ejemplo, la  perspectiva,  perspecti va, la opinión opinión alcanzada, en un claustro claustro acerca de un niño («ti (« tiene ene problemas en su casa; su padre es alcohólico») es la que establece el comienzo de los trastornos de comportamiento en la escuela («ahora entiendo por qué se portaba ya así en el  parvulario  parvul ario;; lo que pasa es que yo no insistí nsistí porque entonces no sabía lo que pasaba en su casa») y en su curso («y por eso le ha ido tan mal en matemáticas; claro, con esas carencias, cómo va a poder abstraer»). («Y esto no puede mejorar solo ni con nada que nosotros hagamos. Así que habrá que pedirles que hagan algo al respecto, como mandarles a terapia, pongamos por caso»). También la perspectiva alcanzada desde el momento en que se establece un  procedimient  procedi mientoo judici judicial al («Ha sido acusado de negli negligenci enciaa y/o maltrato», independientemente de que el caso sea, o no, sobreseído) es la que establece el comienzo del proceso («un progenitor maltratante es, ya se sabe, un antiguo hijo maltratado») y su curso («maltratador confeso, maltratador siempre, así que, por si las moscas, protejamos a los hijos»). O, en palabras de Nietzsche: «Es necesario siempre comenzar por introducir un sentido para que pueda haber un hecho» (citado en Lozano, 1994: 135).

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1.6 .6.. ¿Y si ponem ponemos os af afect ectos os?? El paso en dirección a Maturana lo da Ludewig con la intención de buscar cabida a las emociones, que no habían encontrado un sitio en la teorización del grupo de Galveston. Para ello comienza por distinguir entre problema y dificultad. Un problema es un tema de comunicación en que se considera algo como no deseado y modificable: por lo tanto, debería y podría cambiar. Una dificultad sería, en cambio, un tema de comunicación en el que se considera algo como no deseado e inmodificable. Así, ser  diabético sería un ejemplo de una dificultad, mientras que no querer inyectarse insulina siendo diabético sería el ejemplo de un problema: se puede y se debe cambiar. Si el comportamiento o la manera de ser de una persona son valorados negativamente (por ella misma o por otro), se desencadenan emociones negativas y sufrimiento. Las autovaloraciones o heterovaloraciones negativas conllevan una apelación implícita a cambiar algo («¿Cómo es que si tú eres el diabético tengo que ser yo quien esté  pendiente  pendi ente de tu insuli nsulina?», na?» , por segui seguirr con el mismo ejempl ejemplo). o). Cuando alguien considera esta apelación a cambiar como un ataque a su concepción de sí mismo o de su forma de vida, reacciona dominado por emociones negativas, las cuales cristalizan las posiciones y erigen el tema de «Tienes que cambiar tal cosa» como el eje básico de la interacción entre las personas involucradas. «Pero ¡cómo es que no cambias!» y «Pero ¡cómo puedes exigirme que cambie!», se transforman en las posiciones discursivas básicas que rigen la mayor parte del intercambio, aunque formalmente se expresen con expresiones y matices variados, dependiendo de las circunstancias y del contexto. Y «primero tú y después yo (sólo cuando tú revoques tu valoración, cambiaré yo mi actitud)» se transforma en la única expectativa. Si el contexto no permite abandonar el campo y/o no se pueden producir fases de ausencia de la interacción que hagan posible el «olvido», «olvi do», ya tenemos montado un sistema sistema problemático. problemático. Correlativamente, si se puede abandonar el campo («Para estar así, mejor nos separamos») o si se pueden producir cortes en la interacción («Mejor me voy unos días con mi familia para que reflexionemos», o «¡Gracias a Dios que nuestro hijo ha encontrado un trabajo y no nos veremos más que para darnos las buenas noches!»), se  puede lleg llegar ar a produci producirr la disol disoluci ución ón natural del sistema sistema problemático problemático (es decir decir, el cese de las disputas cargantes y redundantes para ver si, de una vez por todas, el otro cede). Porque lo que tiene que ocurrir en realidad en cualquier sistema problemático, para que alguna vez deje de serlo, es que las personas atrapadas opten por cambiar sus  preferencias;  preferenci as; con terapia o sin terapia. terapia. Un sistema problemático puede durar, porque tiene su lógica; el axioma de la doble contingencia otorga algo de razón a cada uno cuando piensa que «esto cambiaría si tú quisieras», pero también hace sufrir. Por ello, alguno de los miembros del sistema  probl  problemáti emático co transformándose puede cambi cam biar ar elen tema de sus conversaciones conversaci (y arrastrar a otros en este movimiento) un sistema solicitanteones de ayuda. 37

 

Ludewig, sin embargo, no especifica en qué debe cambiar la temática para que ese  paso se realice, realice, ni tampoco en qué deben cambiar y de qué manera las respuestas de los otros a ese cambio inicial (o cuales son las aportaciones pertinentes ahora) para que la  búsqueda de ayuda se perpetúe. En cualqui cualquier er caso, al final final,, la intervención intervención de los  profesional  profesi onales es acaba organi organizando zando disti distintos ntos sistemas sistemas clínicos clínicos (de orientación, orientación, de consulta, consulta, de acompañamiento o de terapia). terapia). Tampocode aclara quédeseesos deben diferenciar lo que serían ylos temas propios (apropiados) cadaenuno sistemas clínicos, ni cuáles cómo serían las aportaciones pertinentes una vez inmersos en ellos: de qué y cómo se hablaría en consulta y en terapia, por ejemplo, con un diabético que no se quiere cuidar de su insulina y las personas empeñadas en que tendría que hacerlo de todas todas. Lo que sí establece es que los sistemas de terapia tienen que definir claramente un encargo terapéutico, el cual debe delimitar rigurosamente las temáticas pertinentes. Pero esa noción, tan delimitada, de encargo terapéutico como precondición de una terapia conversacional efectiva es, precisamente, algo que queremos poner en entredicho en este libro. Nuestra intención es buscar los fundamentos y las maneras de diseñar  intervenciones lo más cercanas a las condiciones cotidianas en las que se producen las consultas, a las formas que, en la práctica, nos llegan nuestros clientes.

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2 Por un construccionismo más social 2.1. Los límites del modelo Para Anderson (1997: 113), lo que acaba llevando a las personas a una terapia es que han llegado a un punto de «quiebra conversacional». Las personas tienen que hablar  entre sí de aquello que las preocupa; pero la forma en que han tenido de hacerlo y el sesgo y el rumbo que han ido tomando sus conversaciones a lo largo del tiempo, ha desembocado en conversaciones estériles (porque no llevan a ninguna parte) e inmotivadas (porque, en realidad, no habría ninguna razón por la que tuviesen que ser  así). Sus conversaciones han acabado por hacerse monológicas, al restringir las opciones  posibl  posi bles es y funcionar como un diálog diálogoo de sordos que no deja espacio espacio a lo «no « no dicho». Peroteóricamente el modelo deneutros. Galveston descansacon sobre unadetalle. serie de presupuestos implícitos que no son Veámoslos cierto Las redes de cuya activación conversacional emerge el sistema determinado por el  problema  probl ema son redes ad hoc, que se organizan por casualidad, como quien dice. Alguien que pasaba por allí fue testigo (hay que suponer que imparcial o, al menos, no interesado) de algo que le alarmó y lo comentó con alguien, que en lugar de solucionar el  problema  probl ema o desactivar desactivar la alarma alarma (poniendo el problema problema en sus justos términos y haciéndose cargo de él), lo secundó. Y no contentos (o, más bien, no tranquilos) con ello, hablaron con otros otros que, inocentemente, pecaron pecaron de lo mismo. Parecería que hubiera  bastado con que la misma persona, con la misma misma inocencia, inocencia, hubiese topado con otra un  poco más hábil (o un poco menos impresionabl impresionable) e) para que allí allí no hubiese pasado nada. El segundo segundo presupuesto es que, una vez que se ponen en marcha las conversaciones con versaciones que secundan secundan la alarma, todas las que se producen en ese marco (y en ese flujo) flujo) son equivalentes equivale ntes y equipotentes. Serían equivalentes porque, se diga en ellas lo que se diga, a pesar de su secuencia y de su contundencia, lo que cuenta es que no consiguen frenar  la alarma. Y serían equipotentes porque, sean quienes sean los interlocutores, lo que cuenta es, igualmente, que no pueden frenar la alarma. Las conversaciones de la red, según este modelo, no están dotadas de ninguna especificidad. Ni suman ni restan nada; lo único que hacen es contribuir a propagar (o no conseguir desactivar) la alarma. A pesar de abjurar del modelo cibernético, la concepción de red conversacional que maneja el grupo de Galveston parece basarse en el modelo de la red telefónica, inspirador  de la cibernética de primer orden, en la que todos sus usuarios son iguales (SelviniPalazzoli y cols., 1988). Anderson y Goolishian infravaloran, o más exactamente ignoran, el «poder de nominación constituyente» (Bourdieu, 1987: 62), el poder simbólico, 39

 

diferentemente distribuido y especificado, necesario para ejecutar la magia social: la capacidad inherente al médico de diagnosticar, al juez de absolver o condenar, al docente de cali calificar ficar...... El tercer presupuesto es que el incidente que motivó la alarma es un hecho aislado, que podía no haberla motivado. A pesar de las repercusiones que el modelo otorga a la alarma original (hacer emerger de la nada, o del magma social igualitario, un sistema determinado por yelaproblema) se tratade deésta, una no alarma A la alarma, la comunicación se le estática reconoce. una dinámica propia. ¿Me alarmé por lo que vi o por el desenlace que atribuyo a lo que vi? («Borracho hoy, alcohólico mañana»; o «Se empieza por un porro y se acaba enganchado a las drogas duras»). ¿Cuándo es una mera constatación constatación la comunicación comunicación de mi alarma? alarma? Y ¿cuándo es el origen de un rumor que acaba, por medio de las conductas de respuesta de otra serie de personas, transformándose en una profecía autocumplidora? (Watzlawick, 1981). ¿Cuáles son las condiciones mínimas que se pueden estipular como necesarias  para que una al alarma arma se mantenga? mantenga? (Ramos, 2002). Los presupuestos del modelo de Galveston nos llevan, de lleno, a la doctrina del accidentalismo (Bogdan, 1986); las cosas suceden (y los síntomas se producen) por  simple accidente y mera casualidad. Aquel cuyo comportamiento alarmó a alguien es una víctima de las circunstancias (de la sensibilidad de los testigos que se va encontrando), y no un agente activo, un sujeto con alguna capacidad de modular su conducta, de responsabilizarse de algunas de las consecuencias de ésta o de seleccionar en alguna medida el público ante el que se despliega, preferentemente, tal conducta.

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2. 2.2. 2. ¿Y si añad añadimo imoss comp complejid lejidad ad?? Anderson y Goolishian (1988) reniegan abiertamente del estructurofuncionalismo de Talcot Parsons, y con él se llevan por delante una de las asunciones más clásicas de la terapia familiar: la función del síntoma. Para ellos no tiene por qué desempeñar ninguna función en la familia. Pero una cosa es un funcionalismo pensado para explicar la homeostasis y el equilibrio y otra cosa, el funcionalismo estructural de Luhmann. El funcionalismo  parsoniano  parsoni ano permitió permitió vincular vincular el síntoma indivi individual dual con la la famili familia, justifi justificando cando así la existencia misma de la terapia familiar (Bogdan, 1986). Pero la función, en Luhmann, no hace referencia al sistema, sino a la relación sistema-entorno (Gutiérrez y Delgado, 1994). Así que la familia no necesita el síntoma,  pero los clíni clínicos cos sí, ya que gracias gracias a él é l tienen tienen alg algoo de que hablar hablar con las famili familias. Las familias no tienen síntomas; tienen malestares, sinsabores, sufrimientos. Que sean síntomas o desgracias de la vida dependen del sesgo que vayan tomando las conversaciones con diversos profesionales que, convirtiéndolos en síntomas, dan a entender que pueden y deben corregirse, y que ellos saben «la manera» de hacerlo (y quién debe hacerlo). En realidad, el modelo de Galveston no es un modelo familiar, sino social; los que se alarman y conversan y tienen que desdecirse de su alarma no tienen por qué ser  miembros de la familia. Pero éste es un modelo social sin una noción de sociedad, donde los vínculos sociales  parecerían entenderse «como « como una transacción priv privada» ada» (Vázquez, (Vázquez, 2001: 82), desli desligada de cualquier compromiso social más allá de la propia interacción. Es una noción de sociedad en la que ésta se limita a una colección de individuos que conversan cuando les encarta hacerlo y sobre lo que les encarta hacerlo; y que, según como acierten a hacerlo, así les va. El hecho de que la realidad (social), tal como ya dijeron Berger y Luckmann (1966), se construye socialmente es la base de todo el pensamiento socioconstruccionista. Pero de ahí a que sea el producto directo, no mediatizado, de la actividad conversacional espontánea, libre y desinteresada de sujetos libres, espontáneos y desinteresados hay un trecho. Y el corolario de que si esa actividad se torciera se necesitaría la actividad de otros sujetos más libres, intencionalmente más espontáneos y, huelga decirlo, más desinteresados (los terapeutas) no es inocuo. La sociedad está articulada; esa articulación no responde sólo a las instituciones explícitas de la sociedad (no sigue sólo las líneas que marcan estas), y tampoco es externa ni se impone desde el exterior a los actores sociales. Los actores reifican y construyen la realidad social (cosas como, por ejemplo, qué es el delito, el maltrato, el  bienestar,  bi enestar, el fracaso escol escolar, ar, la salud, salud, la ciencia ciencia o la famili familia; y cosas como qué hacer para evitarlos, o mejorarlos). Estos actores hacen por medio de su actividad interacciónprocurarlos cotidiana (y extraordinaria) entre ellos:loconversando si se quiere, pero no dee 41

 

cualquier cosa, en cualquier momento o lugar, de cualquier manera y con cualquier   persona. La actividad constructiva de los actores sigue las líneas de fuerza de unos campos sociales, donde se disputan unos juegos sociales, en los que se ponen en juego unas cosas y no otras, y en los que son movimientos ganadores unas bazas y no otras. En ellos no caben posiciones desinteresadas, «objetivas»; hay que mojarse para participar en el juego. como Bourdieu, sólo se podría capaz de Tal morir por dice un teorema (Bourdieu, 1994).llamar geómetra a aquel que fuera La realidad social no se puede reducir a las representaciones que se hacen de ella los agentes sociales y acorde con las cuales dicen actuar, tal como se desprendería de la corriente etnometodológica (Garfinkel, 1967; Coulon, 1987) y las terapias conversacionalistas que se inspiran en ella (Kogan y Gale, 1997).  No todo puede hablarse y no todas las conversaci conversaciones ones producen el efecto pretendido. El consenso local, el acuerdo entre los participantes en una interacción, tiene un límite externo a ella; si mi abogado y yo nos ponemos de acuerdo en que mi conducta no ha sido delictiva, eso ni convence ni conmueve al juez. No tiene ningún valor probatorio; antes bien, es la jugada que se espera. Desde una concepción constructivista-estructuralista, como plantea Bourdieu (1987), hay que considerar también que en el mundo social existen, cuando menos prefiguradas, determinadas estructuras que están más allá del sujeto, de su conciencia y de su voluntad; pero que, pese a ello, son capaces de orientar o coaccionar lo que el sujeto hace, lo que piensa y lo que dice que hace y piensa. Así que, aunque la realidad social se construye, hay unos esbozos en la malla social que prefiguran los caminos más transitables e indican las actividades más promisorias  para su construcción; es decir, decir, las conversaciones que son más adecuadas, los interlocutores nterlocutores que resultan resultan más pertinentes pertinentes y los efectos que hay que esperar como más  probables.  probabl es. Porque no sólo la realidad social es construida; también son socialmente construidos los constructores sociales de esa realidad (Bourdieu, 2000). Así que al sistema determinado determi nado por el problema, problema, espontáneo y azaroso, habría que oponerle oponerle el sistema determinable por el problema, en cierto modo estructuralmente predeterminado (Ramos, 2006). Se tiene, pues, que matizar la idea de red conversacional ad hoc, constituida por un flujo de conversaciones equivalentes y equipotentes, consecuencias del eco de un hecho alarmante para alguien. Hay que buscar un concepto funcional alternativo y operativo, capaz de respetar, por una parte, el carácter policéntrico de la sociedad y de reconocer,  por otra, una organizació organizaciónn implíci implícita, ta, cambi cam biante, ante, dinámica, dinámica, viva, pero ex exiistente. Nosotros  proponemos el concepto de red conversacional virtual actualizada (RCVA).

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2.3 2.3.. La red conver conversa saciona cionall virtual virtual actualiz actualizad adaa La RCVA RCVA es un concepto conc epto que se s e plantea operativamente opera tivamente com comoo retrospectivo. retrosp ectivo. El terapeuta terapeut a  parte de la conversación que está sosteniendo sosteniendo y trata de diluci dilucidar dar (a través del examen examen de qué es lo que se dice, cómo se dice y quién lo dice) qué conversaciones han precedido a ésta para que se haya tenido que producir, y también qué conversaciones se han tenido que omitir para que la actual conversación transcurra en los términos (con estos  particip  parti cipantes antes y en este tono) en que se está produciendo. produciendo. Es decir, el terapeuta trata de deducir, a través de lo que le dicen en la visita, con quién se debería haber hablado, dada la naturaleza de la problemática que le exponen, en el contexto territorial en que ésta se ha desplegado (red virtual); además de constatar  quiénes, entre los que se deberían haber pronunciado, lo han hecho realmente, dado el cariz que ha ido tomando esa problemática (red actualizada). Eso, en el fondo, no sería otra cosa que el reconocimiento en lo concreto de la clínica, de que «cualquier encuentro terapéutico es un encuentro de red» (Broderick, 1988). Para que un terapeuta familiar hable, en tanto que terapeuta, con los padres de un adolescente que ha tenido en la escuela problemas disciplinarios, se ha debido producir, cuando menos, una conversación entre un docente y un miembro de la familia a  propósito  propósi to de una indisci ndiscipl plin inaa reciente del adol adolescente, escente, y en el curso de esta charla charla se hizo hizo la recomendación de una terapia familiar. Y para que esta sesión, en la que el terapeuta recoge información de todo ello, se desarrolle en los términos de todos conocidos en que la madre lleva la voz cantante, mientras que el padre se limita a ir contestando, educada pero escuetamente, a las  preguntas  preg untas que el terapeuta le dirig dirige, e, ha teni tenido do que faltar faltar,, cuando menos, una conversación. En ella, alguien (preferentemente la madre) tendría que haber puesto al  padre al corriente corriente de que algui alguien en (preferentemente el e l derivante) derivante) le había dado a entender  que para alguien (el terapeuta) la presencia y la opinión del padre sería particularmente ustipreciada. La socorrida idea de:

no explica la locuacidad de uno y la parquedad del otro, antes bien las concita y las  provoca. El mundo social cotidiano puede considerarse como dividido en ámbitos sociales en los cuales se despliega la actividad humana; en una primera aproximación, esos ámbitos serían el escolar, el sanitario, el judicial, el laboral, el político: es decir, las grandes  parcelas  parcel as de la actividad actividad social humana. Esos ámbitos pueden considerarse como campos, en el sentido de Bourdieu: microcosmos mi crocosmos social sociales es que constituyen constituyen espacios separados y autónomos, a utónomos, en donde se dirimen juegos y jugadas, apuestas y envites que sólo tienen sentido pleno para los 43

 

iniciados (Bourdieu, 1992, 2001; Bourdieu y Wacquant, 1992, Ramos y Borrego, 2006). Dejemos de lado momentáneamente la complejidad inherente a estos juegos sociales; vamos a considerar que, para lo que al clínico le atañe (es decir, los casos singulares), cada ámbito social se particulariza, se singulariza, en un escenario que se puede caracterizar, al menos parcialmente. Con ello, quiere decirse que podemos considerar que existen escenarios en el mundo social que determinan qué puede ser o no motivo de alarma.escolar Por ejemplo, un adolescente que estápero ingiriendo drogas unos en lospocos aledaños un centro puede ser motivo de alarma; un presidiario, añosdemayor, que está ingiriendo una cantidad mucho mayor de droga en una cárcel puede ser moneda corriente allí. allí. Esos escenarios son también los que determinan quién puede alarmarse y quién no (un docente que viera susodicho adolescente podría alarmarse; un compañero —o tal vez un bedel— quizá fuera mejor que mirara para otro lado). También son éstos los que marcan quién puede (y quién no) ratificar o rectificar la alarma (la alarma de un docente la debe ratificar el tutor —ofreciéndose tal vez a ser quien hable con la familia— y la  puede rectificar rectificar el claustro claustro —advirtiendo —advirtiendo de que esa familia familia ya está apercibida apercibida y que ya  procede, o que todavía no, tomar una decisión decisión disci discipl pliinaria). naria). Cada uno de estos escenarios puede ser conceptualizado conceptualizado como un Espacio Sociosemiótico Específico; es decir, «como un espacio social en el que los signos son  producidos,  produci dos, puestos en circul circulació aciónn y utilizado utilizadoss para producir producir sentido de una forma  particul  parti cular» ar» (Abril (Abril, 1997: 44). Proponemos que estos escenarios en los que emerge la alarma que acabará en nuestra consulta podrían ser caracteri car acterizados zados operativamente en función de, al menos, cuatro parámetros: a) la perspectiva temática  básica desde la que se abordan los acontecimientos;  b) el interlocutor interlocutor privilegiado privi legiado con quien se tratan esos acontecimientos (y sus consecuencias);  característica de cada escenario, escenario, que se propaga propaga más allá allá del c) la marca transcontextual  característica mismo cuando se produce el tránsito de un escenario a otro.   propia de cada escenario; d) la temporalidad  propia En cada escenario se plantean unas perspectivas temáticas preferenciales. A través de las jergas de los distintos campos sociales que se actualizan en ellos, en cada escenario se categorizan de forma distinta comportamientos semejantes y se jerarquizan de manera diferente detalles de esos comportamientos. Así, una serie de comportamientos que en un escenario docente pueden ser problemas de disciplina, pueden ser considerados como síntomas en un escenario de salud, mientras que pueden ser calificados como delito o falta en un escenario judicial (si se produce esa transición). Cada escenario delimita también sus interlocutores privilegiados. Para el escenario escolar, la madre puede ser el interlocutor privilegiado, mientras que para el escenario de salud puede ser la familia (o el sujeto, según el marco teórico) y para el judicial, el 44

 

abogado o el educador de libertad vigilada. El interlocutor privilegiado suele ser alguien al que se le supone (o se le trata de otorgar) una jerarquía mayor que la del protagonista del comportamiento que desencadenó la alarma en dicho escenario. Así, en el escenario escolar suele ser la madre, y no un hermano de edad semejante, aunque éste tenga un comportamiento ejemplar en el colegio; en el ámbito clínico, la familia tendría más jerarquía que el sujeto (o al yo  trata de procurársele másque jerarquía queinteresado. al ello); en el ámbito judicial, el abogado tiene más conocimientos legales el propio Cada escenario puede dejar una marca de su paso. El escenario escolar deja una huella de la conducta en el currículo (y una fama en el colegio, que se suele transmitir en cada cambio de ciclo o de colegio, como si fuera pegada al currículo); el sanitario, un diagnóstico en un historial clínico (y en los usos que se puedan hacer de él, como  peritajes,  peri tajes, informes...), informes... ), y el judici judicial al,, unos antecedentes procesales y unas consecuencias  penales,  penal es, por ejemplo. La huella del paso por un escenario puede pesar en el tránsito hacia otro: la fama de imposible de un adolescente en un colegio (y de su familia como problemática) gravita sobre el reconocimiento de los logros que puedan conseguirse en una terapia; el diagnóstico mental, marca prototípica del paso por un escenario de psicología o  psiqui  psi quiatría, atría, puede gravitar ravitar sobre la imputabil imputabilidad de un acto delicti delictivo, vo, la condena judicial judicial  puede gravitar gravitar sobre los objetivos objetivos de la terapia (por ejempl ejemplo, o, ayudar a un progenitor progenitor a aceptar la pérdida de la tutela de un hijo). Se podría decir que la marca transcontextual sería algo así como la huella que los uegos propios de un campo social dejan en los campos colindantes. Y cada escenario tiene, por último, una temporalidad propia. Una vez que un claustro ha tomado una decisión disciplinaria, no se vuelve a reunir ex profeso (aunque la familia haya decidido, por fin, acudir a una terapia) para revocarla. Las sesiones terapéuticas siguen su propio ritmo (el que recomiendan los distintos modelos teóricos, dentro de lo que permiten las urgencias y prioridades de cada dispositivo de salud) y las eventuales  petici  peti ciones ones de información información por parte de los docentes (o sus antenas, como los psicól psicólog ogos os escolares) acerca de cómo va el proceso terapéutico nos suelen coger por sorpresa (y solemos recibirlas con fastidio). La propia justicia va, también, a su ritmo; las sentencias de los juicios no buscan concordarse con los resultados de las terapias (aunque el condenado, ahora, ya no sea  psicol  psi cológ ógiicamente el mismo mismo que cometió aquello aquello entonces). Cuando se produce una transici transición ón de escenario, escenario, y por ejemplo, ejemplo, un comportamiento ocurrido en el ámbito escolar pasa al sanitario, la adecuación de estos parámetros no es automática. Si fuera necesaria, muchas veces va a tener que ser el terapeuta quien las tenga presentes y, si cabe, las procure. Con ello quiere decirse que un terapeuta no tiene  por qué ofenderse si, si, por ejemplo, ejemplo, una famili familia le soli solici cita ta con cierto apremio una visi visita antes del intervalo que había convenido con ella y, en un momento dado, ésta le deja caer que se le ha pedido un informe para el tribunal que valora una larga enfermedad. Tampoco tendría que sorprenderse si, después de una primera visita solicitada 45

 

imperiosamente, le ponen reparos a la próxima cita por algún examen del hijo  problemáti  probl emático. co. Lo que debe hacer el terapeuta es utilizarlo. Lo puede emplear, por ejemplo, adecuando el intervalo entre visitas (su ritmo, la temporalidad que él puede controlar —  Ramos, 1995—) al ritmo de los acontecimientos que le interesa resaltar. Y no sólo eso, sino también adaptando la perspectiva temática al sesgo que indiquen esos acontecimientos. Podría, por ejemplo, convocar la visita inmediatamente después de la evaluación de larga arga enfermedad para plantear cómo puede ayudar al interesado a recuperarse lo más  pronto posibl posiblee (si le le ha denegado denegado el reconocimi reconocimiento) ento) o a « resig resignarse» a ser un crónico crónico (si, por el contrario, se lo han concedido). Lo puede utilizar también, por ejemplo, adecuando el interlocutor privilegiado (el/los miembros de la familia convocados) al desenlace de los acontecimientos. Podría plantear, en un caso como el anterior, que hablará con el paciente si le deniegan el reconocimiento de larga enfermedad, por lo que habría que ayudarle a mejorar para buscar una alternativa, o con el familiar más allegado si se lo conceden, por lo que habría que  procurar que no se resignara resignara más de la cuenta ante esa al alternati ternativa. va. O asimismo puede emplearlo adecuando la perspectiva temática privilegiada al curso de los acontecimientos. Podría plantear, por ejemplo, que tras el examen del adolescente  problemáti  probl emático co que nos ha oblig obligado a aplazar la visi visita, ta, se hablará hablará con él él,, pero precisamente precisamente de los estudios, para tratar de convencerlo de que, si insiste en que ya no se puede entender con sus padres al menos tendría que alcanzar un mejor rendimiento escolar, ya que los necesita para que le avalen una residencia donde él pueda vivir.

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2.4 2.4.. Conver Conversa saciones ciones inter intersis sistémica témicas, s, conv conver ersa saciones ciones intrasistémicas Dado un escenario, es posible imaginar, en sus trazos generales, la conversación formal en la que se puede tratar una alarma producida dentro de su ámbito. Se pueden imaginar  los interlocutores debieron estar presentes (la madre la tutora,por acompañada no de la maestra, pero noque la abuela y la tutora acompañada, poryejemplo, el profesorode gimnasia, por muy mala fama que pueda tener la familia). Se puede colegir, también, a la luz de lo que nos relatan que se dijo, la perspectiva que debió de imperar (lo importante es que faltó a clase; que durante ese tiempo robara un coche o una bicicleta no cambia las cosas). Se puede suponer la temporalidad que rige (esto ocurrió tanto tiempo antes de la evaluación, lo que constituye el tiempo natural para evaluar los cambios y las medidas inmediatas). Se podría, incluso, sospechar con fundamento cuál será la marca transcontextual que se va a dejar (todavía estamos a tiempo, o ya es tarde para evitar tal medida disciplinaria). Pero para facilitar las transiciones de un escenario a otro, es necesaria una serie de conversaciones complementarias. Aun si un docente nos hiciera la mejor de las derivaciones imaginables (algo del tipo: «Si no se ofende, sra., permítame decirle que los problemas escolares de su hijo Fulanito me hacen pensar que pueda sufrir algún tipo de problema que a mí se me escapa y que cualquier profesional que yo pudiera recomendarle les agradecería mucho a vd. y a su esposo su colaboración»), es necesario que el interlocutor privilegiado (en este caso, la madre) pueda (y quiera) conversar con el padre para transmitirle este (modélico) mensaje. Ante una situación de alarma en un escenario específico (el cual, ya lo hemos dicho, determina la tipología de los comportamientos que pueden crear alarma, los sujetos susceptibles de alarmarse, la perspectiva temática con que se categoriza y se transmite el comportamiento,intersistémicas y la temporalidad con que circula) se generan una serie de conversaciones e intrasistémicas. Hemos de hipotetizar que, en primer lugar, se produjo una conversación intersistémica en un ámbito restringido; una profesora, por ejemplo, habla con el hermano mayor de un alumno para que diga a los padres que ha ocurrido tal y que ya se  pondrán en contacto con ell ellos os (o le mandan una nota por medio de este hermano). Alrededor de esto se deberá producir una serie de conversaciones intrasistémicas: la  profesora, por ejemplo, ejemplo, indag indagaa entre el resto de docentes acerca de otros acontecimientos acontecimientos alarmantes o sobre la fama de su familia; el hermano mayor debe comunicar algo a su madre, que, a su vez, tiene que decírselo (u ocultárselo) a alguien más de la familia. Ahora estaríamos en el terreno de las conversaciones de nivel 1, que, en el ámbito institucional, se pueden caracterizar como conversaciones informales, no ejecutivas y confirmadoras de prejuicios, guiadas por una preocupación personalizada (por el sujeto motivo de la alarma). Si ésta persiste, se producirán conversaciones intrasistémicas de

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nivel 2, las cuales, en el ámbito institucional, ya son consensuales, ejecutivas, cristalizadoras de la fama y guiadas por una responsabilidad institucionalizada. Después se producen unas conversaciones intersistémicas de nivel 2, en las que hay una ampliación de interlocutores, acontecimientos y/o perspectivas. Con ello quiere decirse que la profesora (y, según sean la fama de la familia y las posibilidades del centro, con la compañía del tutor o de algún otro cargo) habla con la madre (eventualmente acompañada alg gún refuerzo). Conversan temática sobre el acontecimi aconteci miento ento alarmante y otros antecedentes de delal caso, desde la perspectiva ya ampliada («esto ya se nos escapa; no se trata sólo de un problema de disciplina, sino de salud mental, o de denuncia en el juzgado»). Aquí se inicia una parte de la conversación (o una serie de conversaciones) conversaci ones) que empezaría a tratar ya la transici transición ón entre escenarios. escenarios. Y cuando en un escenarioo han empezado a producirse escenari producirse conversaciones sobre este tema, es difícil difícil que surjan nuevas informaciones capaces de cancelar por su propio peso esa transición. Si tenemos en cuenta, de acuerdo con los planteamientos de Pask que desarrollamos en el capítulo anterior, que la unidad estable de conversación no es una persona, sino una  perspectiva  perspecti va o un estado de opinión, opinión, cuando se han producido las las conversaciones intrasistémicas de nivel 2 ya no se trata de dos personas que están conversando, sino de dos estados de opinión vehiculizados por dos personas. Y en este momento, la transición de escenario no es cancelable ya por la simple decisión de uno de los interlocutores. La frase «Yo no sabía que Vd. y su cónyuge estuviesen separándose...» no sirve necesariamente de prólogo para continuar con «...por  lo que ahora volveré a hablar con el claustro que, al saberlo, retirará con toda seguridad la sanción». Con lo anterior quiere decirse que las conversaciones de transición entre los escenarios y las propias de los escenarios que nos precedieron pueden acompasar, hasta cierto punto, las diferencias de interlocutor, perspectiva temática y ritmo de los distintos escenarios involucrados. Si esto ha sido así y se han producido las conversaciones necesarias y las oportunas, y toda (o casi toda) la red virtual pertinente se ha actualizado, podemos esperar la máxima coherencia de temas y personajes en nuestra visita. Podríamos decir que vienen quienes tienen que hacerlo (o al menos son convocables  para próximas próximas visitas), visitas), dispuestos a hablar de lo que deben (o se les puede convencer de ello con un esfuerzo razonable) basándose en el tipo de problemas por el que nos consultan. Están todos los que están (en presencia o advertidos) y son todos los que son  para lo que nos atañe. Pero si no se han producido todas las conversaciones necesarias y oportunas (si una madre, por ejemplo, nos trae a un padre con cara de no saber qué hace aquí «porque en el colegio me dijeron que viniera con él»), o bien, se ha cortocircuitado algún escenario (si una sentencia judicial, por ejemplo, establece en qué plazos tenemos que mejorar a un sospechoso de malos tratos para que no pierda la tutela de sus hijos, pongamos por  caso), la coherencia mínima necesaria entre las perspectivas, los interlocutores y las temporali tempora lidades dades fall falla. a.

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Podríamos encontrarnos perfectamente, por ejemplo, con el caso de un padre amenazado con perder la tutela de sus hijos que, a través de sus declaraciones, sus  presencias  presenci as y sus ausencias ausencias nos da a entender al a lgo como: «Para «P ara mí, padre sospechoso de maltrato, lo más importante es trabajar, así que no sé cuándo podré venir a una visita; así que vaya Vd. hablando con la abuela del niño, que es quien más rato pasa con él. Si la asistenta social de protección a la infancia me amenaza con retirármelo, lo que tengo que hacer es buscarme un buen abogado, lo cual, obviamente, necesito más dinero, y la única úni ca manera que tengo de ganarlo ganarl o espara trabajando». Esto quiere decir que la red actualizada ha dejado huecos importantes sin activar de la red virtual, aquella que se podría o debería haber activado a fin de que nuestra conversación tuviera coherencia y consistencia con las que nos precedieron, y en virtud de las cuales nosotros hemos sido activados; faltan algunas de las conversaciones que tendrían que permitirnos entrar en escena con las mayores posibilidades de ser eficaces. Por tanto, una de las tareas del terapeuta es hacer saber a cualquiera que tendría que haberlo sabido y no lo sabe lo que está sucediendo; y ello para que tenga la oportunidad de decir lo que tenga que decir y hacer lo que deba hacer. En definitiva, todo ello porque, desde la perspectiva que se plantea, tratar de activar  las conversaciones pertinentes pertinentes y de atenuar las estridentes, no es preparar el terreno para que podamos hacer nuestra terapia: es hacerla. Es procurar el hueco y promover el eco  para que nuestras conversaciones conversaciones con la famili familia puedan fructifi fructificar. car.

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3 Cronología de una primera entrevista 3.1. Un buen comienzo  Padre: ¡Vaya!  Padre: ¡Vaya! Es curiosa curi osa esa entrada. Precisamente Precisamente ahora estamos en un impasse en la empresa, pero podría ser que se reiniciara una política de traslados de personal. (No es una entrada curiosa, sino sumamente laboriosa. Poco antes ha habido una indagación a la que él ha respondido escuetamente: Terapeuta: ¿Tiene trabajo? P.: Sí. T.: ¿Fijo? P.: Fijo. T.: ¿Hace mucho tiempo? P.: Veinte años. T.: ¿Una empresa local o multinacional? P.: Multinacional. T.: ¿Algún problema en la empresa? P.: ¡Vaya! Es curiosa esa entrada...)

adre: Algunos de sus compañeros ya están en Extremo Oriente. Si él tuviera que irse, uede ser que yo me quedara. T.: ¿Puede ser que se quedara?  M.: Mis Mi s hijos hi jos están estudiando. estudi ando. Sería romperles.  P  P.: .: Si me fuera, estaría un año como mínimo.  M.: Eso destruye a la familia. famili a. ¡Justo ahora que estamos viendo vi endo si Susana (nombre (nombre de la P. I.) puede salir del túnel! T.: Háblenme Háblenme de Susana. A esta conversación le han antecedido casi diez minutos en los que se ha estado hablando de casi todo todo menos de las musarañas; que si se graban las sesiones (ya lo sa bían), sa bían), que si  para qué, que qué,  que si yo soy de aquí y él es de allá y que Vd. de dónde es, pues ¡¡ay! ay! no tiene acento... Para calibrar el peso de esos diez minutos hay que saber lo que el tterapeuta erapeuta ya conocía al iniciarse la visita. En la Unidad de Psicoterapia del hospital de especialidades donde se realiza la consulta que aquí se transcribe (con los cambios oportunos para preservar el anonimato) usamos un protocolo previo a la realización de la primera sesión. Consiste en una ficha de solicitud que deben rellenar los demandantes, en la estela de la ficha telefónica  preconizada  preconi zada por otros autores del campo de la terapia famil familiar (Di Bl Blasi asio, o, Fi F ischer y Prata, 1987) 1987).. Esa ficha se acompaña por unos informes requeridos a todos los profesionales de la salud que estén tratando a cualquier miembro de la familia en el momento en que uno de ellos ha derivado a la familia a una terapia. Los informes operan como una especie de conformidad escrita a la terapia.

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Esa conformidad se solicita a la familia, que nos la debe hacer llegar como requisito  previoo a la programación  previ programación de la primera vi visi sita ta (con la flexi flexibil bilidad que el caso y las circunstancias aconsejen). Por lo tanto, aunque sólo uno sea el derivante identificado (D. I.), parafraseando la noción de Keeny de terapeuta identifi identificado cado (Keeny, 1983), todos los intervinientes han de mostrar su conformidad. Uno abre el juego pero se procura que todos cubran la apuesta. Así procedía que, tododelolaque el terapeuta sabía delque caso, antes de esospara casiconocimiento diez minutos del de charla, lectura de ese dossier, transcribiremos lector, si bien ordenado cronológicamente y resumido. El documento de fecha más antigua resulta ser uno de puño y letra del D. I. En él se nos dice que está tratando a Susana y nos manifiesta su acuerdo a que se dé apoyo  psicol  psi cológ ógiico a « sus padres» (ostensibl (ostensiblemente emente subrayado). El segundo documento es la ficha protocolaria de solicitud de terapia familiar. Este documento, fechado más de diez días después del anterior, está rellenado por el padre. Como «motivo de consulta en este momento» anota que su hija tiene problemas y que ellos piensan que la pueden ayudar a superarlos. Solicitan orientación profesional  para poder seguir seguir soportando determinadas si situaci tuaciones. ones. Especifi Especifican can posteriormente que la hija se está tratando, aportan el nombre del profesional y anuncian que la otra hija del matrimonio, que es unos seis años menor que Susana, quien tiene 15, comenzará a visitarse con un psicólogo infantil del mismo centro al que solicitan una terapia familiar. A la pregunta de la ficha de si hay «otros problemas que les preocupen», apuntan que la hija pequeña empieza a imitar a la P. I. A la pregunta de «¿quién les aconsejó la consulta a nuestro equipo de terapia familiar?», escriben: «Nadie. Salió de nosotros». En la ficha de solicitud hay una nota manuscrita al margen, fechada un mes después, en la que la secretaria del Servicio informa que la madre apareció por tercera vez, angusti ang ustiada ada y llorosa, para informar de las «barbari « barbaridades» dades» que hacía Susana; nos quería informar, también, de que había solicitado al D. I. que ingresara a su hija y que este les había pedido que tuvieran paciencia. Los restantes documentos fueron traídos conjuntamente por la madre un mes después de la nota manuscrita, aunque están datados en fechas diferentes. El primero es el informe de la hermana pequeña; en él se constata cierta inmadurez emocional, y se aconseja apoyo pedagógico y ayuda a la familia. Está fechado al día siguiente de la anterior nota al margen, en la que la secretaria dejaba constancia de la visita angustiada de la madre (la cual, tras concurrir angustiada a nuestro servicio, se demora prácticamente un mes en hacernos llegar este informe). El siguiente es la copia de un informe de ingreso de cuatro días de Susana en el hospital donde trabaja el D. I. (que es, precisamente, quien firma el informe), que se  produce a raíz de una tentativa autol autolíti ítica. ca. En el informe informe se nos hace saber que la tentativa se ha producido en el marco de una «conflictiva intrapsíquica» derivada de la adolescencia, y de una conflictiva familiar de años de evolución. También se hace constar que, a raíz de las entrevistas individuales y familiares realizadas durante el ingreso, se ha producido una evolución favorable respecto a la crisis intrapsíquica, una

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crítica respecto al gesto autolítico, que ha incidido sobre los aspectos más actuales del ámbito familiar. El informe está fechado dos semanas después del día en que la madre vino a ponernos al corriente de las barbaridades de Susana. En él se establece el diagnóstico de trastorno límite de la personalidad, y no se hace mención alguna de la solicitud que se nos cursó inicialmente de apoyo a los padres. El tercer documento es una nota manuscrita y no fechada de la madre en la que dice que respeta lo que ha escrito el padrepero en laque ficha solicitud (que, aunque por  el padre, estaba firmada por ambos), la de tentativa autolítica ha sidorellenada muy grave  para ella ella y que el padre no puede entender que su hija está enferma. También También nos pone al corriente de que el padre no sabe nada acerca de esta nota manuscrita. Una semana después, padres y terapeuta hablan durante casi diez largos minutos de todo menos de las musarañas, y, tras saber que puede que el padre esté fuera durante un año por motivos laborales y que la madre no piensa seguirle, el terapeuta solicita:

T.: Háblenme de Susana.  M.: Habla tú y después hablo yo. y o. T.: ¿Qué pasa? ¿Es que no opinan lo mismo?  M.: Aquí está; e stá; yo veo una cosa y él otra. T.: ¿Quién lo ve más negro?  M.: Mi marido. T.: Pues empiece Vd., Sr.  P  P.: .: No es que lo vea más negro, es que no le veo un avance. Aunque en la última  semana parece que vamos mejor y, después de los últimos últi mos acontecimientos, aconteci mientos, parece parece como si viéramos una luz.

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3.2 .2.. La en entr trev evis ista ta Con este comentario, el padre comienza, por fin, el relato de los problemas y, cuando expresa alguna duda en referencia con las fechas, se le une la madre sin contradecirlo mucho. La alarma se inició cuatro años antes en el colegio; les dijeron que la niña no avanzaba y que le hicieran algún test. Los padres la cambiaron de colegio y la llevaron a un centro clínico privado, donde un psicoterapeuta, «uno de esos que te hace hablar para cambiarte el carácter», dice la madre, la llevó durante un año. Susana mejoró pero, como se había desconectado de sus amigas, en este centro decidieron ponerla en dinámica de grupo; esta indicación se prolongó durante dos años, hasta que los padres, por motivos económicos, tuvieron que cambiarla a un centro  públiico.  públ Allí la empezó a asistir individualmente el derivante identificado. Este, en la primera reunión programada con los padres después de iniciar este nuevo tratamiento, les dice que parece que se va avanzando, aunque el tratamiento es largo; sin embargo, el padre empieza a plantear que Susana lo insulta gravemente («hijo de p...») por cualquier cosa. En ese punto de la sesión, el terapeuta le pide al padre que se imagine que viven en un pueblo donde no hay psicoterapeutas, ¿cómo afrontaría el problema? La madre responde por él, diciendo que su marido le habría dado un par de bofetadas; y éste dice que puede que sí. La madre dice que ella trataba de hacer reflexionar a Susana y de contener al padre, y que tal vez hubiese tenido que dejar que se las diera. El padre se anima y comienza a relatar un incidente: Susana quería comerse un pastel entero, sin darle nada a su hermana, y él se cuadró; la niña golpeó una puerta de cristal,  pero con tan mala suerte que se cortó. En este punto toma la palabra palabra la madre y dice que ella la quiso llevar al hospital, por miedo de que se hubiese dañado la mano, y que el  padre se negó, para examinar examinar primero llaa herida en casa. Susana tiene clavado, clavado, dice la madre, que su padre no quisiera llevarla al hospital. El padre dice que lo volvería a hacer, que alguien se tenía que quedar en casa con la hermana, y que además Susana no le habría dejado acercarse, por lo que habrían ido él  por una acera y ella, ella, sangrando, sangrando, por la otra. El terapeuta pregunta pregunta si Susana trata de este «trauma» con su doctor y el padre lo confirma y abunda en que, cuando el doctor le  pregunta  preg unta a su hija hija cómo ve ell ella a su padre, ésta contesta que lo ve como a un chico. Se le pregunta al padre si le ha dicho a Susana por qué lo volvería a hacer; dice que sí, que lo hizo aprovechando una sesión de los padres con ella. Se le pregunta qué dijo el doctor y el padre contesta que éste cortó la conversación y que, en todo caso, eso sucedió hace unos seis meses y que los problemas vienen de antes. Se les pregunta que en qué momento están ahora. La madre habla un ratito de la tentativa suicida, y acaba diciendo que ahora están mejor, que puede «machacar» a la hija. El padre le dice que no la machaca, y la madre se muestra de acuerdo y dice que ahora le puede reprender cuando lo cree oportuno, pero que Susana califica esto como

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«machacarla». Cuando se les pregunta a qué atribuyen el cambio, responden que al ingreso; añaden que no pueden descartar que tantos años de tratamiento no hayan hecho algún efecto,  pero creen que el iing ngreso reso le ha hecho reflexi reflexionar onar.. Comienzan Comienzan a hablar de este. La madre dice que, durante este tiempo, ella ha leído un diario de Susana en el que escribe que tiene que cambiar y estudiar, además de pedir perdón a las personas que la quieren; ella cree a su ahija, falta quey dé paso. dice queque su marido nervioso raízpero de laletentativa queelen unaAdemás, de las reuniones tuvieronestaba con elmuy D. I., durante el ingreso, este le tuvo que decir «¡No se ha dado cuenta que su hija ha intentando suicidarse!», para pararlo. El padre dice que quiere explicar esto. El día del ingreso, tras pasar la noche en vela, se tropezó en el bar del hospital con el D. I. y le informó de la tentativa de suicidio. Éste le dijo que ya iría a verla, pero siguió con su programa de trabajo cotidiano. El padre lo notó muy frío y perdió el control cuando les propusieron utilizar la hora que ya tenía concertada Susana dos días más tarde para hablar con ella y sus padres. Sigue diciendo que no pone en duda la profesionalidad del D. I., pero que iba muy lento; no hacía más que pedirles paciencia, no les daba ninguna pauta y Susana se les había subido a las  barbas, lo que se él ya se en ibatela temiendo alg algla unaprofesionalidad, cosa. Aquípor tampoco pone de juicio el tesón y la pericia del D. I. Se pretende utilizar este caso para ejemplificar, y también para profundizar, algunos conceptos del capítulo anterior.

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3.3 .3.. El pes pesoo de de un es escen cenaario Si de algo se habla en esta conversación es de otras conversaciones; y si algo se puede decir de ellas, a bote pronto, es que no son muy dialógicas. Aquí nadie parece «hablar  con», ni ganas. El D. I. solicita que alguien hable con los padres. Pero por la forma de hacerlo, subrayando ostensiblemente con quién hay que hablar (e indicando, por omisión, con quién no: con Susana), lo que parece dar a entender es que alguien, que no sea él, «hable a» los padres. Que una persona les convenza de una buena vez, de que deben tener   pacienci  paci encia, a, como c omo ya les ha dicho él por activa activa y por pasiva. pasiva. El padre, en la ficha de solicitud, se apropia de la interlocución (son ellos quienes solicitan la «terapia») y traza su contenido: que alguien les dé las orientaciones que otra  persona no les ha dado, las cuales mostrarán cómo pueden ayudar a su hija hija (con algo algo más que con paciencia). La madre, respetando lo que dice su marido (pero sin poder «hablar con» él de lo que a estas alturas le preocupa, es decir, la tentativa autolítica), va dejando caer, de  palabra  pal abra y por escrito, escrito, que ya no aguanta más y que su marido no puede aceptar la enfermedad de su hija (que si está enferma, lo que necesita es entenderse lo mejor   posibl  posi blee con su médico, médico, no con su padre; ya que, además, es posible posible que este se vaya, y su terapeuta, en principio, no). Así que aquí tiene toda la pinta de haber lo que Anderson llamaría una «quiebra conversacional» en una red, en principio, bastante reducida. En el trasfondo, en el origen de todo esto, hay un escenario; hubo una escuela en la que alguien se alarmó porque Susana no avanzaba. Pero no todas las conversaciones son equivalentes y equipotentes; así que ese escenario y las preocupaciones que, en él, fueron motivo de alarma han desaparecido y ahora domina en las conversaciones otro escenario, clínico. Los parámetros de éste se han enseñoreado del cuadro. La perspectiva temática, los comportamientos dignos de mención y los detalles de estos últimos son fuertemente individuales. Y esa perspectiva traspasa los límites de la teoría en que  pretende sustentarse, como com o cuando se afirma en el informe informe del ing ingreso reso de Susana, mediante jerga, que la tentativa autolítica se produce en el curso de una «conflictiva intrapsíquica» (cuando el acting out , a diferencia del sueño o del síntoma, revelaría en todo caso la incapacidad del sujeto de mantener sus conflictos en el nivel mental, y consecuentemente intrapsíquico). ntrapsíquico). El interlocutor privilegiado que busca este escenario es el sujeto en posición reflexiva; el sujeto, Susana, en posición, ahora, de observador de lo que ella misma, como actor, hizo entonces. Los padres son interlocutores que, aunque se hayan pasado la noche en vela, deben ser aplacados para poder trabajar con quien hay que hacerlo; con Susana ahora, para llevarla a hacer una crítica (como el mismo informe dice que se ha conseguido) del gesto autolítico que realizó Susana entonces. La temporalidad del escenario se mantiene pese a las circunstancias. Las horas de

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visita son las horas de visita; el acontecimiento, la tentativa autolítica, no debe romper, a  poco que sea posibl posible, e, la cadencia de las visi visitas; tas; antes bien, es esta últi última ma la que debe temporalizar el acontecimiento. No hay que correr; para pasar a la posición de observador de lo que uno mismo llegó a hacer se necesita dejar que el tiempo transcurra. Como máximo, ya que es inevitable conversar con los padres, se puede usar la hora ya reservada antes del acontecimiento, para hablar, con todos, del acontecimiento. Así que, pese a laoperó, temprana la quecalidez, el padredentro se encontró D. I., éste fue frío;en simplemente con hora más oenmenos de los con parámetros delno escenario el que se movía. Y ese escenario deja una marca transcontextual, el diagnóstico de trastorno límite de personalidad. El diagnóstico, serio, contradice el tono optimista del informe. Durante el ingreso se han producido entrevistas que han permitido una «correcta crítica respecto al gesto autolítico» e «incidir sobre los aspectos más actuales que tienen lugar en el ámbito familiar». ¿Qué más se puede pedir a un ingreso de unos pocos días y a unas cuantas entrevistas? Pero un trastorno límite es un trastorno límite, así que ya se verá si esto dura y cuánto tiempo lo hace. Y esa marca trasciende su escenario original. Así que cuando los padres, los cuales ya han dichodelque «cada eluno ve una cosa», coinciden ambos los dos vensólo unapudo luz después ingreso, terapeuta, que tomó buena nota de en esaque coincidencia, decir, en un tono de voz tan bajito que ni siquiera se atrevió a hacerlo constar en la trascripción, que «a veces no hay mal que por bien no venga»; y añadió después algo como «ojalá pueda ayudarles a seguir haciendo realidad esa esperanza». Y ello porque un trastorno límite es un trastorno límite, aun para quien tal diagnóstico no dice gran cosa; y a ver quién es el ingenuo que dice que un trastorno como éste puede mejorar también con sólo un susto morrocotudo (por más que se piense que el hecho de «tocar fondo» sea siempre algo algo muy subjetivo). subjetivo). La marca transcontextual tiende también a extender la temporalidad del escenario en el que se produjo (estos procesos han de ser «largos»; a lo más que se atreve el terapeuta es a preguntar si podría ser que todos esos años de tratamiento estén empezando a fructificar ahora), a mantener el campo de interlocución que ha privilegiado (a lo más que se decide el terapeuta es a pedirles que se imaginen qué habrían hecho de vivir en un  puebloo sin psicoterapeutas),  puebl psicoterapeutas), y a suscribir suscribir la perspectiva perspectiva temática orig original (a lloo más que se aventura el terapeuta, por más sistémico que se sienta, es a imaginar que Susana podría «curarse», de su mal intrapsíquico naturalmente, sin entrar decididamente en la sugerencia final del padre de que, sea por lo que sea, de lo que hay que ocuparse ahora es de evitar que se les siga subiendo a las barbas).

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3. 3.4. 4. ¿Q ¿Quién uién más más tiene alg algoo que que decir decir?? Pero ésta es una red conversacional muy limitada. Aquí han faltado otras conversaciones o no se les ha dado suficiente sitio. Susana, por su edad, tiene que seguir estando  presente en algún algún escenario escolar. escolar. Y al algu guna na expli explicación se les les debe de por qué Susana ha faltado varios días; y si se les da, a lo mejor se les puede proporcionar de una manera que haga factible que se pregunten y pregunten si ha servido para algo. Y si se les hace llegar que parece que se ha encendido una luz, a lo mejor hasta se lo creen, y lo pueden corroborar. Y si no, quizá pueden empezar a ver a la familia con otros ojos (como más necesitados de apoyo y de conmiseración que de reproches). Es decir, la red conversacional actualizada es inferior a la red virtual, la red posible en estas circunstancias. Hay gente que podría tener algo que decir y no está haciéndolo (tal vez ni están al tanto de cosas que están pasando y les pueden concernir de alguna forma). Y hay también gente que se ha hiperactivado, que está hablando demasiado y se está viendo empujada por los acontecimientos a hacer y decir cosas que, luego, tal vez no  puedan sostener: por ejemplo, ejemplo, un terapeuta que solicit solicitaa un «apoyo « apoyo psicológ psicológiico» pero «sólo para los padres» en su informe de derivación, y que no vuelve a hacer mención alguna de tal indicación después de que se produjera la complicada visita con estos durante la urgencia, aunque tampoco se siente en condiciones de revocarla, pese a los nuevos acontecimientos, una vez que la derivación se ha cursado y ha llegado a su destinatario. Las redes conversacionales no son espontáneas, no son ad hoc; tienen sus enlaces fuertes y sus enlaces débiles, sus amplificaciones y sus bloqueos. Hay enlaces que, cuando pasan al trasfondo, se desactivan y otros que, cuando se colocan en primer   plano,  pl ano, m monopol onopoliizan las conversaciones conversaciones y sus temas. Así que, para el terapeuta, no se trata de sentarse a esperar a ver si hay suerte y, por  ejemplo, los padres conmueven a los profesores con su esperanza. Activar los eslabones de la red conversacional que se podrían haber activado es tarea del terapeuta que tiene en cuenta estos aspectos. Y también forma parte de su tarea, y su recurso, tratar de conducir esa activación de la manera más promisoria para contribuir al desenlace más favorable de un acontecimiento (el gesto autolítico, en este caso) que, hasta ahora, sólo está apuntado, no apuntalado. Dado que el escenario escolar está mudo, en un caso como éste se podría solicitar a los padres, por ejemplo, que tuvieran una conversación con los profesores de Susana  para pedirles, pedirles, ante a nte todo, información: nformación: como, pongamos por caso, en qué medida todo esto está repercutiendo en el rendimiento escolar de Susana y en su reputación con sus compañeros. Y, ya puestos, podrían hablar sobre lo que cada uno (padres, Susana y  profesores) sería capaz de hacer para que las repercusiones fueran lo lo menos onerosas  posibles.  posibl es. Éste es un terreno en el que los profesores tienen, tienen, muy posibl posiblemente, emente, cosas que decir y gozan de perfecto derecho a ser oídos.

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Y ya con ello, tras haber conseguido su permiso (aunque sea de forma tácita a través de su colaboración), podría pararse a recabar su opinión acerca de algo de lo que ellos únicamente pueden opinar: si aciertan a ver algún fundamento a la luz que, a raíz de todo esto, quieren ver los padres. Y todo esto no tiene por qué ser el fruto espontáneo de una pregunta ingenua hecha  por un progenitor progenitor esperanzado o por un terapeuta particip participati ativo; vo; puede ser perfectamente el objetivo de una estrategia terapéutica. A los profesores, por ejemplo, se les puede hacer llegar por boca de los padres (haciendo que éstos pidan cita en el colegio y lo comuniquen) que el propio terapeuta tiene dudas y no se atreve a secundar la esperanza de los padres acerca de que se esté iniciando un cambio y una mejoría, dado que solo es un recién llegado al caso. Pero que,  por otra parte, el terapeuta lloo ve facti fa ctibl blee y nec necesi esitaría taría de una corroboración corroboración externa que lo confirmase (sembrar la expectativa de que algo, bueno o malo, va a suceder es recorrer ya un buen trecho en el camino de que suceda). Y, en el caso de que alguien corrobore esta esperanza, el terapeuta puede encargarse  personalmente  personal mente de hacer llegar al D D.. I. la buena nueva, tel telefóni efónicamente camente por ejemplo, acompañada de sus felicitaciones. Esta línea ya se había apuntado en la propia entrevista, al preguntar aa dar los sus padres si podía seryaque de tratamiento estar  ser  empezando frutos; ahora, conlosla años corroboración de lapudieran escuela, podría cuestión, también, de apuntalarlo. Así que el terapeuta puede esperar a la próxima evaluación escolar, con el oído  puesto en el eco de las conversaciones intrasi intrasistémi stémicas cas (aquell (aquellas as que se dan entre los  profesores acerca de una alumna de la que sus padres dicen que hay un terapeuta que espera corroborar o matizar las noticias que tuvo), y estar preparado, a su vez, para dar  lugar a una conversación intersistémica (de los padres con el D. I.) en la que se corroboren o maticen las noticias que ya se le habrían dado a este D. I. de parte, o por   boca, del propio terapeuta (a través de una ll llamada amada telefónica, telefónica, por ejemplo). De parte del terapeuta. Una cosa es que unos padres, en simetría con un profesional, se sientan respaldados para demostrarle que ellos tenían razón (cosa que el terapeuta no debería dar pie a que suceda) y otra distinta es que se sientan alentados a volver a ver al derivante para convenir con él que, después de todo, parece que no fue una mala idea (a estas alturas ya no importa tanto de quién) que ellos consultaran con otro profesional. Así que eso no es cuestión de que lo haga el terapeuta. Habrá casos en que tenga que hablar con unos y con otros (profesionales que atienden al caso y miembros de la familia) y habrá otros casos en los que debe procurar que hablen los unos con los otros, de lo que está sucediendo y de las posibles consecuencias futuras de lo que ahora está pasando. Así que, una de las cosas de las que el terapeuta puede ir hablando con los padres mientras espera recibir los ecos de las conversaciones intrasistémicas entre profesores, es de lo que estos padres podrían hacer por su hija, si se abriera un escenario que la nueva circunstancia (la tentativa autolítica) ha hecho ahora posible: el escenario judicial. Una tentativa autolítica tiene unas consecuencias jurídicas; es un hecho del que se debe dar parte. En algunos países obliga, incluso, a un internamiento; y eso empuja a los

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terapeutas familiares a incluir esa posibilidad en su diseño terapéutico. Ausloos (1995), por ejemplo, que trabaja en Canadá (en donde el internamiento tras una tentativa está obligado legalmente) pide al paciente que convoque a una visita en el hospital a las personas que él cree que habrían ido a su entierro. Una vez reunidos, el terapeuta les pide que le digan al paciente lo que habrían dicho de estar de cuerpo  presente. O, aun mejor, lo que creen que le pueden decir todavía para que no lleg llegue ue a estarSin dellegar cuerpotanpresente. lejos (si no es necesario), con unos padres como éstos se puede hablar  acerca de aquello de lo que se pueden responsabilizar para proteger a su hija ante el juez. Y, en realidad, lo importante no es lo que lleguen a hacer al respecto sino que se vean capaces de hacer algo; de lo que se trata es de ayudarles a pasar de la parálisis (indignada) por el miedo a la repetición de la tentativa autolítica, a algún tipo de actividad  plani  pl anificada ficada (y compartida) compartida) en contra de algunas algunas de sus repercusiones. repercusiones.

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3. 3.5. 5. El sistem sistemaa extend extendid idoo de de comunica comunicació ción n Los padres han de ser capaces de alguna actividad planeada, compartida y, si cabe, alardeada; deben sentirse capaces de hacer algo y que alguien más los sienta así. La comunicación nunca es solo dual; así que, al hablar con nosotros, ellos lo hacen, a través nuestro, a otros; y, de la misma manera, nosotros hablamos, a través de ellos, a otros. Ricci y Selvini-Palazzoli propusieron el concepto de sistema extendido de comunicación (Ricci, 1981; Ricci y Selvini-Palazzoli, 1984), que se puede considerar en cierto sentido como la otra cara del sistema determinado por el problema de Anderson y Goolishian. Lo que pretenden con este concepto es desarrollar alguno de los postulados fundacionales de Watzlawick, Beavin y Jackson (1967) acerca de la comunicación humana. Estos autores planteaban que la comunicación es un proceso continuo de definición recíproca de la relación entre los comunicantes. Lo que Ricci y SelviniPalazzoli defienden es que cualquier par de comunicantes forma siempre parte de un sistema de comunicación más vasto que interesa al mismo tiempo a otros sujetos. Todos los sujetos que puedan estar interesados en lo que se dicen otros dos integran el juego de N personas para quienes esa comunicación es relevante; y ésta lo es en tanto que pueda ser instrumentada por cualquiera de los integrantes como una baza en el juego que se traigan entre ellos. Así que al axioma de la comunicación que dice que «es imposible no comunicar», habría que añadir otro que dijera: «No se puede no jugar en el juego en curso de N  personas». E igual igualmente, mente, el esquema básico de la comunicació comunicaciónn propuesto por Haley Haley (1959) en la forma de:

1. Yo (emisor) → 2. estoy diciendo algo (mensaje) → 3. a ti (receptor) → 4. en esta situación (contexto) habría de ser completado de la siguiente forma:

1. Yo (emisor) → 2. estoy diciendo algo (mensaje) → 3. a ti (receptor aparente) e inevitable y concomitantemente → 4. a él/ellos (destinatarios) → 5. en esta situación (contexto). Un sistema extendido de comunicación es difícilmente acotable en su totalidad por un observador; pero se puede organizar en torno a tres parámetros: territorialidad, temporalidad y dualidad. La territorialidad se referiría a las personas que están aludidas o concernidas por lo

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que se puedan decir otras dos, aunque no se hallen físicamente presentes. La temporalidad se aplica a la vigencia (a corto, medio o largo plazo) de ese concernimiento. Por último, la dualidad se referiría al balance entre lo dicho y lo no dicho, a cómo ha de entrar en el análisis de la comunicación tanto lo que se habla como lo que, por hablar de lo que se habla, se omite (o lo que se enfatiza porque, al enfatizarlo, desinflamos alguna otra cosa). que con pedir a unos padres(que (quepodrían dicen que podrían empezare interesarse a estar esperanzados) que Así hablen unos maestros estar preocupados por ahorrar a Susana algunas de las consecuencias de sus provocaciones) para preguntarles si son capaces de apreciar (a medio o largo largo plazo) unas buenas consecuencias consecuencias futuras de un mal  paso y un mal roll rollo presentes (cosa que, probablemente, desean) no es perder el tiempo. tiempo. Y si, de paso, eso les da a los profesores una oportunidad más de convencerse de que aunque los psicólogos y los psiquiatras saben mucho, al final son los maestros los que tienen que sacar las castañas del fuego (por aludir a un juego genérico entre los  profesional  profesi onales es que se ocupan de menores) probabl probablemente emente no va a ser inútil inútil. Puede P uede que se apunten a esa jugada con una secreta satisfacción, y promover esto no significa ser  desconsiderado ni crear una estrategia; es hacer un sistema. Después,aquí, esto es tendrá resultado inapreciable o será de santo; tal que como se defiende hacerunterapia, porque cosas como ésasmano se basan en lapero, idea de la terapia consiste, en el fondo, en ir emplazando a unos y a otros, delicada pero insistentemente, a hablar entre ellos de cosas que tienen pendientes (y no necesariamente en la sesión), en lugar de permitir que nos digan a nosotros algo que tiene que ver con aquello que no encuentran la forma de decirse.  No se trataría tanto de que se pueda decir «l « lo no dicho todavía», sino sino que se pueda, a la vista de lo que va pasando, retirar (o matizar) lo que «se dijeron en mala hora», y que ahora los enemista y paraliza.

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4 ¿Lo «no dicho» o «lo ya dicho»? 4.1. Una visita truncada La familia, según la hoja de solicitud que firma la madre, se compone de ella y dos hijos: Montse, una chica de 20, y Daniel, un chico de 15 años. El problema por el que nos piden consulta en este momento es (transcripción literal): «Porque «P orque nos ha si sido do recomendado por la Dra. X (derivante identi identifi ficada), cada), según según “informe adjunto”, a la que se acude por los trastornos de conducta de Daniel, que llegan al punto de que no se puede hablar con él». A la pregunta de la ficha de solicitud: «¿Están realizando algún tratamiento en la actualidad? En caso afirmativo, especificar profesional responsable y centro asistencial», la madre responde escuetamente lo que Daniel está tomando (Fluoxetina), sin especificar  quien, cómo y cuándo se le prescribió. A la pregunta de si algún otro miembro de la familia se visita o ha visitado en el hospital, responde que Montse, para aclarar enseguida que acudió sólo para un control y que, en realidad, ya ha sido dada de alta (a través del informe que se nos adjunta, descubrimos que el especialista que la visitó era un psiquiatra cuyo nombre no coincide con el del D. I.; se trata, pues, de otro profesional con quien la familia entró en contacto con posterioridad a que nos fuera derivado). Y a la pregunta pregunta «¿Hay « ¿Hay alg algún ún otro probl otro  problema ema que preocupe a la famili familia? Específiquelo Específiquelo de manera detallada», responde: «Mi salud, debido a que estoy operada de un cáncer, y la parte económica, ya que, si no fuera por eso, ya habría solucionado el problema  psicológ  psicol de mi de hijo». A ógi la ipregunta pcoregunta si están de acuerdo los responsables de la familia en realizar realizar esta consulta, responde consulta,  responde que hasta cierto punto; y en la siguiente pregunta de la so solicitud, licitud, que se refiere a si hay algún miembro de la familia que no esté de acuerdo o no conozca la realización de esta consulta, aclara esta enigmática respuesta contestando que con el  padre tiene dudas. En el «informe adjunto» al que alude, centrado en Daniel, se habla de que el chico ha sido visitado y explorado en el centro de zona correspondiente; se resume la exploración  psicol  psi cológ ógiica del chico chico y, entre los antecedentes famili familiares, se al alude ude a una separación separación de los  padres hace unos diez diez años y se especifica especifica que la relación relación con el padre es escasa. El D. I. propone una terapia familiar; sugiere, también, que el psiquiatra que instauró la Fluoxetina la controle, y se ofrece a seguir visitándolos personalmente hasta que se  pueda inici iniciar ar la terapia terapia famili familiar. La visita se programa para dos semanas después de recibir la solicitud y se convoca a

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la madre a solas. Al informarle telefónicamente de la hora de visita, la madre declina venir. Supongamos que, de alguna manera, hubiéramos podido saber (o sospechar) la reticencia que albergaba la madre respecto a la visita; y supongamos que, a pesar de todo, hubiese venido. En realidad no sería una situación tan inverosímil; basta con imaginar una llamada del D. la que nosque dijera algo delllamado estilo de lo siguiente: de ver a la acerca Sra. Z,de quesi va meI.haencomentado la habéis para darle hora«Acabo y que tiene dudas a acudir o no. Yo me he esforzado en que me prometa que va a ir, y al final lo he conseguido; pero te llamo para advertirte y para que sepas a qué atenerte si, al final, acude». Seguro que el lector puede recordar derivantes que le han hecho favores como ése. ¿Qué podemos hacer para atenernos a eso? Yo no comenzaría la visita a la manera clásica, con preguntas acerca de cuál es el  problema  probl ema por el e l que nos consulta consulta y cuáles son las soluci soluciones ones que se han intentado hasta ahora. Tampoco, al conocer su reticencia, me animaría a fórmulas dulcificadas del tipo «de los problemas que tiene, ¿cuál espera que, contando ahora con nuestra ayuda, podrá solucionar?» (o «de las soluciones que se han intentado ¿cuáles, sin ser resolutivas, sí que han producido cierto alivio y por no posmoderna, empezamos por probar?»). Pero tampoco confiaría en las aperturas de qué estirpe estirpe delvolverlas tipo: tipo: ¿Deaqué creen que  podemos hablar para aprovechar la visi visita ta de hoy? (Andersen, (Andersen, 1995). Yo sería mucho más concreto. Empezaría diciendo que, antes que nada, ya que ella ha mencionado en la ficha que está operada de cáncer, me gustaría mucho saber cómo se encuentra en este momento y cómo está influyendo esto, todavía ahora, en su vida. Continuaría preguntando por la manera en que la situación económica le está haciendo la vida aún más difícil a ella y cómo, en su opinión, está perjudicando psicológicamente a su hijo. Y no me importaría hablar mucho rato de esto; toda la visita si hiciera falta. De cómo quedó su situación económica tras la separación; de si pudo recurrir a su ex marido, o  pensó en ello, ello, cuando sufrió sufrió el cáncer y cómo le respondió este, en lo material inclui ncluido; do; de cómo pudo arreglárselas con su hija mayor, a la que enseguida dieron de alta sin necesidad de terapia familiar alguna; de si en los peores momentos llegó a preguntarse cómo acogería su marido a Daniel, de haberle ocurrido a ella lo peor... Además, le daría la razón en todo lo que pudiera, y me limitaría a dejar caer, por aquí y por allá, cuantas cosas se me ocurrieran acerca de cómo, a pesar de lo complicado de la situación económica, tal y cual cosa que sí podría hacer, o al menos tomar en consideración, por su hijo o con su hijo. Y todo ello, no por acomodarme a la madre para poder pasar después a lo que cuenta, a la terapia, sino basándose en la hipótesis de que ella lo cuenta como lo hace (en la ficha escueta y desairadamente) como reflejo (o como residuo) de que, cuando ha hablado a otros de eso, no le han dado mucho crédito; y como anticipación de que, tampoco ahora, parece esperar que le vayan a dar mucho crédito. Así que, ¿para qué venir?

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De modo que haría algo así, sin pensar que de esa forma prepararía el terreno para llegar a hacer la terapia, sino creyendo que eso, en buena parte, ya era la terapia.  Nuestro propósito propósito para tratar a lo larg largoo de este texto texto es de cómo empezar las terapias, terapias, y de cómo procurar que las aperturas provechosas nos lleven lo más en volandas posible a los mejores finales que puedan conseguirse, dadas las circunstancias. Pero para hacerlo conviene profundizar algo en aquello de lo que trata una conversación y en los residuos que deja ésta.

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4.2 .2.. De la ma mano no de Bajt Bajtin in Mijaíl Bajtin (1895-1975) es un polifacético pensador ruso que tardó en ser conocido en Occidente. Empezó a publicar en la Rusia postrevolucionaria, y llegó a ser perseguido  políti  pol íticamente camente durante el e l estal estaliinismo. nismo. Eso, unido unido a que al alggunos de sus colaboradores colaboradores acabaran firmando textos que hoy se consideran consideran escritos, o al menos fuertemente inspirados, por él (como el conocido  El marxismo marxi smo y la filosofía del lenguaje, firmado  por Vol Voloshi oshinov nov,, al que repetidamente aludi aludiremos remos en estas pági páginas) hicieron hicieron que tardara mucho en ser conocido en nuestro ámbito cultural. Lo acabó siendo primero gracias a Julia Kristeva (1967), que se inspiró en él para elaborar el concepto de intertextualidad , y posteriormente gracias a Tzvetan Todorov (1981), que realizó una labor pionera de difusión de su obra. Hoy día Bajtin ha pasado a ser uno de los pensadores fundamentales del siglo XX y, en la actualidad, es un autor de gran predicamento entre los terapeutas individuales y familiares, muy particularmente entre los que se adscriben al pensamiento posmoderno (Andersen, (A ndersen, 1995; Anderson, 1997; Cogan y Gale, 1997; Epston, White y Murray, 1992; Lähteenmäki y Dufva, 1994; Lannaman, 1998; Leiman y Stiles, 2001; Mcnamae, 1992; Pacheco y Botella, 2000; Penn y Frankfurt, 1994; Ramos, 2001a y 2001b; Riikonen y Madam, 1997; Rober, 2005; Seikkula, 2002; Seikkula y cols., 1995; Seltzer y Seltzer, 2004; Stiles, 1999). Esto no puede extrañarnos demasiado porque el pensamiento de Bajtin es antisustancialista y radicalmente relacional. Sirva de lo anterior un botón de muestra: «No es la vivencia la que organiza la expresión; es la expresión la que organiza la vivencia, dándole por primera pr imera vez una forma y una ddeterminación eterminación de sentido» sent ido» (Voloshi (Voloshinov, nov, 1992: 120). Bajtin viene a decir que no expresamos lo que vivimos, sino que más bien vivimos lo que expresamos; no es nuestra vivencia (personal y subjetiva) la que se expresa, sino nuestra expresión (pública, intersubjetiva y relacional) la que se vive. «No es tanto que nuestra expresión se acomoda a nuestro mundo interior, cuanto que nuestro mundo interior busca adaptarse a las posibilidades de nuestra expresión y a sus posibles vías y direcciones», dice Voloshi Voloshinov nov (1992: 127). 127 ). Y en palabras de Gergen, el padre reconocido del construccionismo social, este  pensamiento  pensami ento suena así: «El « El llengu enguaje aje no es expresión expresión exterior exterior de un estado interior interior,, sino que es social en sus orígenes, sus usos y sus consecuencias» (Gergen y Semin, 1990: 14). El pensamiento de Bajtin entronca, pues, fácilmente con la perspectiva relacional. Lo que vamos a considerar aquí son algunas aplicaciones de lo que se pueden considerar  como dos de sus conceptos fundamentales: el enunciado y la voz.

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4. 4.3. 3. Est stoo es to tod do, por por aho ahorra Para Bajtin, la unidad de análisis en la comunicación no es ni la palabra, ni la frase, ni la idea, sino el enunciado. Y lo que se caracteriza son básicamente dos cosas. La primera es que siempre ha de tener un sujeto enunciador; alguien que, de palabra o por escrito, dice algo, y lo hace como respuesta a algo que dijo otra persona. Y la segunda es que el final del enunciado no viene dado por las expresión acabada del pensamiento que tiene en la cabeza (o del sentimiento que alberga en el corazón) el sujeto enunciador, sino por la  posibi  posi billidad de una respuesta. Lo que mueve a un hablante a finalizar el enunciado es el cálculo que hace de que ya es hora de escuchar lo que tiene que responderle el oyente, y de que ya ha influido  bastante en éste como para eexxponerse a su réplica. réplica. El enunciado (su contenido, su tamaño y su forma) no tiene que ver tanto con lo que he de decir como con lo que me temo que voy a tener que escuchar. Así que este no finaliza cuando creo haber expresado todo lo que tengo que decir al respecto de lo que se está hablando, sino cuando creo que he expresado lo que tengo que decir por el momento, hasta que oiga lo que me tienen que contestar. El enunciado es un eslabón en una cadena interconectada que no tiene principio ni tampoco tiene un final definitivo. Esto es válido también en los textos. «Cualquier texto es un eslabón en una cadena de textos; mantiene relaciones de reacción, incorporación y transformación con otros textos» (Fairclough y Wodak, 1997: 372). En cada enunciado está el recuerdo de enunciados pasados y la anticipación de otros futuros. «Un enunciado... tampoco pertenece únicamente al presente, sino también al futuro» (Riikonen (Riikonen y Madam, 1997: 55). Así que, más que con «lo no dicho todavía» proponemos, basándonos en Bajtin, que lo que se habla tiene más que ver con «lo ya dicho» y «lo ya oído», y con lo que, con la experiencia, colijo que «mucho me temo que todavía me queda por oír».

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4.4 .4.. El gas gasól óleo eo no va bien En el año 2000 hubo, en España, una fuerte subida del precio de los carburantes. Se  produjeron movil movilizaci izaciones ones de protesta de los afectados que exhibi exhibieron eron variopi variopintas ntas consignas y eslóganes. Uno de ellos fue: «El gasóleo no va bien». Como enunciado era relativamente claro. Dado el contexto (una manifestación), quien lo exhibía expresaba de forma bastante clara una opinión acerca del problema que lo movilizaba; era evidente que no se refería a las cualidades del gasóleo como carburante, sino a las inconveniencias de su precio. Y era perfectamente plausible que ese enunciado replicara a y contradijera al enunciado de otro sujeto enunciador (de aquellos contra los que iba la manifestación, es decir, el gobierno) que sostenía lo contrario. Pero como consigna parece bastante pobre;  puede que fuera cl clara, ara, pero era muy poco imagi imaginativa, nativa, a menos que reparemos en que la frase es una parodia de un eslogan del gobierno: «España va bien» es una frase que  popularizó  popul arizó el entonces presidente del gobi gobierno. erno. ««El El gasól gasóleo eo no va bien», bien», dicho dicho en España, es una apropiación, negación y aplicación local (para el gasóleo) de ese eslogan. De ahí saca su atractivo, su fuerza; deja de ser una frase anodina para pasar a convertirse en una sátira educada a la vez que mordaz. Esa sencilla expresión puesta en su contexto social y considerada en las circunstancias de su enunciación, ha dejado de ser tan simple; en ella está el eco de la expresión del  presidente  presi dente del gobi gobierno erno y la sátira que de ell ellaa hace un opositor. opositor. En terminología de Bajtin, en el enunciado de un sujeto discursivo hay, siempre, al menos dos voces; la del sujeto enunciante y la del enunciador pasado a quien el primero se opone (Wertsch, 1991). La significación sólo puede llegar a existir cuando dos o más voces se ponen en contacto, pero estas existen siempre en un ambiente social. Que la frase «El gasóleo no va bien» se refiere al precio es deducible del ambiente social (la manifestación) en que la voz del presidente del gobierno («España va bien») y la del opositor («Eso no lo dirá Vd. por el precio del gasóleo ¿verdad?») se ponen en contacto. El sig signifi nificado cado de un signo signo («España», (« España», « gasóleo» asóleo»,, «va bien» bien»,, desestimar desestimar una cita cita del terapeuta) no hay que buscarlo en éste, sino en al enunciado completo del que forma  parte. Y, Y, a su vez, todo enunciado es un eslabón en la cadena de comunicaci comunicación. ón. Pero los enunciados no se pueden considerar como autosuficientes; son conscientes unos de otros y se reflejan mutuamente. No sólo reflejan la voz que los produce, sino también la voz a la que se dirigen. Y no nos estamos refiriendo sólo a los interlocutores  presentes en la situaci situación ón de interl interlocuci ocución; ón; la voz o las voces a las que se dirig dirigee un enunciado (y que se reflejan en él) pueden ser temporal, espacial y socialmente distantes. Así que la palabra en el lenguaje (lo que alguien dice por su boca) es, en parte, de otro. Nuevamente, años después, por boca de otra autora posmoderna esto suena de la siguiente manera: «La palabra no pertenece; es, de hecho, un acto que tiene muchos matices; la determina igualmente quien la dice, como quien la recibe; y ambos forman

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 parte de una red social» social» (Fried Schnitman, Schnitman, 1992: 264). El hablante la «toma en préstamo», y solo se convierte en algo de uno cuando se  pueblaa de intención  puebl intención y acento, cuando nos apropiamos de la palabra palabra adaptándola a nuestra intención intenci ón expresiva. Y en cada enunciado expresado hay «una alusión a los diálogos de los que este enunciado querría ser el punto de partida, a las virtualidades del discurso abiertas por él» (Ducrot, le gustaría1973: abrir.257). Cada enunciado, de palabra o por escrito, anuncia los diálogos que Así que cuando alguien nos dice, de palabra o por escrito, algo del estilo de «Si no fuera por tal ya habría solucionado el problema psicológico de cual» (o cualquier cosa  parecida),  pareci da), yo haría lo posibl posiblee por no tomarlo tomarlo como una muestra de suficienci suficienciaa improcedente por parte de quien la emite. Y tampoco me lo tomaría como una descalificación que va personalmente dirigida a mí (por alguien que, todavía, ni me conoce personalmente). En el ambiente social en que se produce, en el marco y en el flujo de las conversaciones en curso, en una entrevista que sería consecuencia de otras anteriores que no han sido resolutivas, trataría de tomarlo como una muestra del residuo,  poco satisfactorio, satisfactorio, de lo que ya se ha dicho con respecto a lo que se supone que hemos de hablar.seYteme trataría verloque como anticipación, poco lo que el hablante quede tendrá oír una de nosotros cuando nosesperanzada, lo exponga.de Intentaría tomarlo como una «toma de posición» (Pecheux, 1969), que tiene unas raíces y unas razones que derivan del sesgo que han ido tomando las charlas en el flujo conversacional que ha llevado hasta nosotros el caso. Se trata de la toma de posición que ha alcanzado un miembro significativo de la familia (en nuestro caso, la madre que firma la solicitud, pero que acaba rechazando la visita) dentro del sistema determinado por el problema, a lo largo y a lo ancho de lo que se ha hablado de más, y de lo que se ha hablado de menos, en la red conversacional virtual actualizada. La toma de posición que esta madre ha alcanzado en razón de cómo le ha ido en ella.

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5 De voces y a voces 5.1. Las voces de Bajtin Para Iris M. Zavala, novelista, poeta y crítica cultural, ha habido una «apropiación neoconservadora del bajtinismo norteamericano» (Zavala, 1991: 11). Una pareja viene a terapia porque el marido no puede hacer el amor con su esposa y llora, noche tras noche,  por su s u fracas fr acaso. o. El terapeuta le le pregunta que de quién es la voz que le dice que ha frac asado; él contesta: c ontesta: «La voz de mi madre». El terapeuta le responde: «¿Puede Vd. encontrar una voz potente, una voz que pueda tanto acallar la voz de su madre cuanto amar a su esposa?» (Penn y Frankfurt, 1994). (Pero yo no acabo de entender qué pintaba la esposa en la visita. Y, aunque las autoras no dan ningún dato de la edad, el tiempo de casados ni el tiempo que duraba esto, a poco que durase puedo colegir, sin demasiado esfuerzo, que la esposa bien podía sentirse relegada a un segundo plano en la vida de su esposo por la madre de éste. O por su «voz». Y no sólo en la vida sino hasta en la mismísima consulta.)

Para Iris M. Zavala (ibíd.: 15), Bajtin nunca distinguió claramente entre «voces» textuales y voces con validez ontológica.

Terapeuta: Hubo un pequeño malentendido a la hora de convocarles. Primero pensé que viniera solo la Sra. a raíz de la composición de lugar que me hice basándome en la documentación que obraba en mi poder. En ella se hablaba, por una parte, de que la amilia no contaba contaba... (9ª pregunta de la ficha de solicitud: ¿Están de acuerdo los responsables de la familia en realizar esta consulta?  Respuesta: Sólo yo. La familia no cuenta). ...También ...Ta mbién decíandeque la pareja estaba de en forma una situación difícil  pal  en  en problema este momento ... (2ª me pregunta la ficha: Comenten detalladamuy el princi  pal or el que que piden consulta en este momento . Respuesta: Pido ayuda porque, tras porque, tras un largo tratamiento psiquiátrico, no sólo no ha mejorado sino que más bien ha empeorado. El momento actual de la pareja es insostenible). ...Los compañeros de urgencias comentaban en su informe que el Sr. parecía contemplar la posibilidad de venir aquí con cierta reticencia... (Del informe de urgencias, fechado tres días antes de la hoja de solicitud:  La paciente paci ente pide pi de ser remitida remiti da a nuestro centro de terapia familiar, pero su marido no parece querer colaborar). ... y, por último, comentaban también que la Sra. decía que no estaba muy  satisfecha del tratamiento que ella estaba siguiendo. si guiendo. Así que yo me preguntaba: si la  situación  situaci ón de la pareja pareja se agrava, ¿qué va a hacer la Sra.? Sra. ?  Después se aclaró que cuando decían que la familia fami lia no contaba, se referían al resto resto de la familia, no al Sr.

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 Por eso inici i nicialmente almente quería ver a la Sra.; para saber cómo podía valerse ella si las cosas iban mal dadas. (En un principio se convocó a la Sra. a solas, pero primero por las dificultades de comunicar telefónicamente con ellos y segundo por la reticencia que expresaron a esa convocatoria, una vez que se pudo contactar con ellos, se optó finalmente por citarlos a ambos.)  Peroo al no ser así, al acabar viniendo  Per vi niendo los dos, lo que quería preguntarles ahora es ¿qué sabeestá el resto de sólo la familia cómo están las cosas en este momento? (La hoja de solicitud firmada por el ymarido.)  Marido (M): Pues la situación si tuación es insostenible. i nsostenible. El contacto de la fami familia lia con su madre y conmigo se ha roto completamente.  Paciente identificador: identi ficador: Con él no, conmigo. Mis hijos no me hablan. T.: ¿Cuántos hijos tienen Vds.?  P  P.I.: .I.: Un chico chi co de 30 años y una chica chic a de 26 que se fue hace dos años de casa y a la cual no he vuelto a ver. T.: ¿No sabe nada de ella?  P  P.I.: .I.: No sé nada de ella. Pero Pero él sí. Donde viven, vi ven, el e l teléfono, todo. Sólo soy yo. T.: ¿Ella prohibió a la familia que se lo dijera?  P  P.I.: .I.: No Sí, es y laasí. familia fami lia  (señalando ostensiblemente hacia el esposo) le ha hecho caso.  M.:  P  P.I.: .I.: A ver, ver, entonces dilo di lo tú.  M.: La situación si tuación con nuestros hijos se hizo muy extrema, con muchos enfrentamientos...  P  P.I.: .I.:  (interrumpiéndolo). Los enfrentami enfrentami entos eran conmi conmigo go.  M.: Ella no entiende que... toda la situación si tuación es culpa mía.  P  P.I.: .I.: No, mía.  M.: (dirigiéndose a ella). Bueno, pero tú me reprochas reprochas constantemente que tu  situación  situaci ón que tú no tengas contacto con nuestros nuestros hijos, hi jos, es culpa mía…  P  P.I.: .I.:  (cortándole). ¿Has hecho algo?  M.: puedo (dirigiéndose hacer si tú noalestás en aquello condiciones, condi ciones, si no puedes relacionarte...? relacionarte.. .?  P  P.I.: .I.: ¿Qué Esto ahora T.).  De hace ya muchos años . T.: Pero en este momento, ¿qué pasa Sra.?  P  P.I.: .I.: Pues ahora pasa que cada vez me encuentro encuentro más sola, con más angustias, angusti as, tengo miedo, fobias. De una simple depresión, depresión, al irme i rme dejando dejando mi familia, fami lia, hemos llegado a esto. Mi hija dice que ya no tiene padres, que ahora tiene su vida. Y que nuestro problema, lo tenemos que resolver nosotros. T.: Pero, dígame Sra., según su hija, ¿qué problema tienen Vds.?  M.: (anticipándose). Bueno, eso es bastante largo y difícil di fícil de explicar expli car.. Son muchos años. Ella está siendo tratada por un psiquiatra, pero... se manifiesta de una manera... muy difícil... de convivir .  P  P.I.: .I.: Cada vez peor. peor.  M.: Siempr Si empree con repr reproches. oches. Y yo estoy llegando a una situación. si tuación.....  P  P.I.: .I.: Sí. Él no ha dicho di cho ni media durante veinte vei nte o treinta años.

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T.: ¿Y ahora?  P  P.I.: .I.:  (anticipándose a la respuesta del marido). Yo… verá vd. Dr., cuando llegué al  límite, pedí ayuda. Pero no lo hice como era debido, porque aguanté demasiado. En (gesticula cula con ambos vez de «Necesito ayuda» o «Ya no puedo más» comencé a... a... (gesti  brazos). Yo soy muy nerviosa... Soy muy inquieta, soy muy exigente, soy muy incrédula  muy... muy mentirosa. T.I.: .: (interrumpiéndola).  Pero  Per lo dice? diYce?  P  P.I.: ... ...Eh... Eh... Los demás... Yoo eso, nerviosa nervi¿quién osa lo soy. tengo unos sentimientos sentimi entos muy fuertes, me hacen las cosas mucho daño. Para Iris M. Zavala (ibíd.: 13), «la palabra siempre está orientada hacia un interlocutor». Según Seg ún esta autora, la palabra, más que pendiente del pasado, está orientada orientada hacia el  presente.

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5.2 5.2.. Discu Discurrso prop opio, io, discur discurso so ajeno Bajtin y su grupo sentaron las bases del estudio de las relaciones que se establecen entre el discurso propio y el discurso ajeno (Voloshinov, 1992). Ulteriormente estas ideas fueron retomadas tanto por analistas del discurso cuanto por críticos literarios (Abril, 1994, 1997; Bal, 1985; Casalmiglia y Tusón, 2001; Ducrot y cols., 1980; García Landa, 1988; Lozano, Peña-Marín y Abril, 1993; Reyes 1993, 1994). Cuando un enunciado ajeno aparece formando parte del enunciado de un sujeto, éste hace algo más que ponernos en antecedentes o recordarnos algo que dijo otro. Para Bajtin/Voloshinov, el discurso ajeno es «discurso en el discurso, enunciado dentro de otro enunciado», pero al mismo tiempo es «discurso sobre otro discurso, enunciado acerca de otro enunciado» (Voloshinov, 1992: 155). Las relaciones entre el enunciado propio y el ajeno abarcan un amplio abanico, y  pueden ir desde la la máxima máxima delimit delimitación ación hasta la la máxima máxima interpenetración interpenetración entre ambos. La máxima delimitación, como si se respetara un contrato de literalidad, se daría en la cita explícita o el discurso directo. Valga como ejemplo el siguiente: «Mi marido me dijo: “Tú dices que admites que eres nerviosa y hasta que eres inquieta. Pero yo lo que creo es que eres muy exigente, muy, pero que muy incrédula... ¡y hasta muy mentirosa!”». La máxima interpenetración y contaminación de voces se daría en el estilo indirecto libre (permítaseme como ejempl ejemplo: o: «Es muy nerviosa... Es muy inquieta, nquieta, es muy exig exigente, es muy incrédula y muy... muy mentirosa») y en la cita encubierta (como, por ejemplo, un titular de El Periódico Peri ódico  en el que un presidente del F. C. Barcelona decía: «Dejad que los socios se acerquen a mí»). Una posición intermedia la tiene el estilo indirecto en el que el discurso propio, a la vez que transmite el discurso ajeno, lo comenta y lo analiza. Un ejemplo de ello sería: «Mi marido me espetó, no sólo que era muy nerviosa, sino que era inquieta, exigente, incrédula, ¡y hasta llegó a llamarme mentirosa!». Lo que el hablante comenta y analiza básicamente del discurso ajeno y que nos transmite a través del estilo indirecto son, por una parte, los elementos emocionales y afectivos del discurso referido; y, por la otra, el tipo de acto de habla que constituyó el tal discurso en el momento en que se pronunció. Y con esos elementos se desenvuelve el hablante. Gran parte de los elementos afectivos del discurso no se transmiten por medio del contenido, sino a través de elementos formales del enunciado (intensidad de voz, énfasis, gesticulación...). Y aquí el hablantecomentador tiene donde elegir: así, del «hasta (tú eres) muy mentirosa» se puede pasar, por ejemplo, al «...(Él) llegó incluso a llamarme mentirosa ¡a mí! (¿a que esto es el colmo?)». Y la otra baza del hablante es la calificación que hace ahora del acontecimiento enunciativo que sucedió entonces, al calificarlo en tanto que acto de habla. Es muy distinto utilizar «Mi marido me espetó», que «me dijo», «me aclaró»... La presencia, por tanto, del discurso ajeno (de otras «voces») en el propio (en la

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«voz propia») no es algo literario ni propio de personas cultas, ni siquiera característico en forma alguna de personas traumatizadas por las voces pasadas de no se sabe muy  bien  bi en quién. Es alg algoo cotidiano cotidiano y conspicuo; es, como quien quien dice, el pan nuestro de cada día (ésta, por si no se han dado cuenta, es ya una cita encubierta). Así que, como diría Bajtin: «El discurso encuentra al discurso del otro en todos los caminos, y no puede dejar de entrar en interacción viva e intensa con él» (Bajtin, 19341935).

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5. 5.3. 3. ¿Q ¿Qué ué gr grito itoss ca callan llan las vo voces ces?? Entre todas las relaciones posibles entre discurso propio y ajeno, la señora de nuestro ejemplo escoge aquel en el que hay el menor comentario (explícito) y la mayor  interpenetración (formal) de ambos discursos. Es lo que, con Bajtin, podríamos llamar  ventrilocución: vozfrase de otro (delotra marido) se apropia de la florida suya. Pero lo que ella formulando conlaesta no es cosa que una versión y pintoresca deestá la  paradoja del mentiroso: mentiroso: «Y «Yoo soy una mentirosa. mentirosa. C Créame» réame».. Pero P ero eso, ¿cómo va a ser   posibl  posi ble? e? Era bastante difíci difícill que el terapeuta no se sintiera sintiera oblig obligado a decir decir algo. algo. Esa expresión, esa forma de transmitir la voz ajena en la propia, tiene tal fuerza que obliga al oyente (al oyente actual, al terapeuta en este caso) a hacer algo. Las expresiones, el lenguaje, transmiten un significado; pero, a la vez, el uso del lenguaje y los enunciados tienen, tienen, detentan, una fuerza. Austi ustinn (1962) fue el primer autor en estudiar estudiar «cómo « cómo hacer cosas con las palabras». Con éstas no sólo se dice, sino que también hace. Y Searle, su discípulo, desarrolló la llamada teoría de los actos de habla (Searle, 1969). Según esta teoría, cuando alguien dice algo, ese acontecimiento lingüístico se puede analizar, en realidad, a tres niveles. El primer nivel es el locutivo: tiene que ver con lo que se dice, con el contenido. El segundo nivel es el ilocutivo: está relacionado con lo que se hace al decir algo; el mismo contenido («abre la puerta») puede transmitirse como una petición o una orden, e incluso se puede hacer algo distinto diciendo lo mismo. Y el tercer nivel es el perlocutivo: tiene que ver con el efecto de lo que se dice, tal como se dice, es aquello que se hace hacer al decir algo. Una orden pone al destinatario en posición de obedecer o desobedecer; una amenaza lo pone en posición de rebelarse o someterse. Pero Searle llegó algo más allá, y llamó la atención sobre los actos de habla indirectos, los cuales, aunque parecen una cosa, en realidad son otra (Blum-Kulka, 1997). Algunos de ellos son banales y archisabidos; por ejemplo, las preguntas que son  petici  peti ciones. ones. Si algui alguien en nos pregunta si tenemos fuego fuego no se trata de una curiosi curiosidad, dad, sino de una petición. Existen otros que conviene conocer, como las invitaciones que son órdenes. Por ejemplo, si un policía te invita, amablemente, a disolverte no debe tomarse como una invitación: obedece o prepárate a correr. (Así que, dejémonos ya de historias; cuando «invitamos» a una sesión a algún familiar de nuestro paciente, que todo el mundo conozca su negativa a nuestra invitación lo dejará, a los ojos de todos los que se den por  enterado, a la altura de una zapatilla.) Los actos de habla indirectos tienen la fuerza de disimular su fuerza; son menos expuestos y, por ello, más eficaces. Tienen el valor perlocutivo de lo implícito (Kornblit, 1984). Así que nuestra señora, desde una posición débil (al dejarse «ventrilocuizar» por  su marido), tiene bastante fuerza, y hace saltar al terapeuta en su defensa. Alguna vez, posiblemente muchas, su marido la ha debido llamar mentirosa; esa es una voz de su pasado, y probablemente hasta pertenece a su pasado reciente (de cuando

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estaban preparándose para venir a la visita o cuando estaban disponiéndose a venir). Y al verlos como se les ve ahora, no me extrañaría mucho si me dijeran que en la ocasión que evocan (y en muchas otras) acabaron a gritos. Pero ahora, en el presente, con el terapeuta, las voces (en el discurso presente)  pueden más que los los gri gritos tos (en la interacci interacción ón pasada). El marido, marido, por lo que sabemos, toma la iniciativa (pasa de mostrarse reticente en urgencias ante la sugerencia de la terapia familiar a firmar, ylaenjugada. solitario, la solicitud de visita), pero la esposa, por lo que escuchamos, le devuelve La autoacusación («soy una mentirosa») ejerce indirectamente de acusación. Por un lado, las voces («soy esto y esto y esto») recuerdan (y denuncian) los gritos («bueno, ahora que Vd. lo pregunta, Dr., en realidad eso no lo digo yo, sino que lo dicen ellos»). Pero por otro lado, en el contexto concreto de la visita, en el momento oportuno de su  pugna,  pug na, centrada ce ntrada en quien va a eri eriggirs irsee finalmente finalmente en el protagoni protagonista sta del rel relato, ato, anulan esos gritos con su oportunidad estratégica, con su fuerza («Bueno, vamos a ver, si usted me pregunta a mí quien dice eso de que soy una mentirosa, Dr., luego me tendrá que seguir creyendo a mí, ¿no es verdad?»).

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6 Conv Co nver ersaciones saciones pasadas, conver conversaciones saciones pr presentes esentes 6.1. Componentes del lenguaje Los desarrollos de Bajtin y su grupo acerca del discurso ajeno nos permiten postular que en las conversaciones presentes se hallan con toda seguridad, y se pueden identificar con cierta verosimilitud, los ecos de las conversaciones pasadas. En cualquier conversación presente, actual, que constituya una situación de cierto compromiso para los hablantes (es decir, cualquier conversación en la que los interlocutores hayan puesto algo en juego y en la que, por lo tanto, sea político manejar  la distancia enunciativa, la posición en la que el hablante se coloca con respecto a lo que dice), cualquiera de los interlocutores puede invocar, es decir, traer a colación, directa o indirectamente, anteriores próximas. Cualquiera hablantes puedeconversaciones aludir, de una manera o deremotas otra, a oconversaciones pasadasde quelosguarden cierta relación de pertinencia con la que se está desarrollando en el presente. Y también  puede referirse a conversaciones que puedan estar en relació relaciónn con la probable  prolong  prol ongaci ación ón que quizá tengan llas as conversaciones presentes a corto y medio medio plazo. En  palabras  pal abras del propio propio Bajtín, se podrían tratar de «…oír « …oír también las las voces del futuro, queriendo adivinarlas según el lugar que se les asigna en el diálogo presente, tal como se  puede presentir la la répli réplica ca por venir pero aún no pronunciada de un diál diálog ogoo ya en curso» (Bajtin, (Bajti n, 1979). La evocación (o invocación) que cualquiera de los hablantes pueda hacer de estas conversaciones pasadas (y, eventualmente, futuras) no va a estar, sin embargo, al servicioganárselo. dnárselo. e una mejor y más objetiva ilustración del oyente; antes bien, tienen tiene n como objeto gade La teoría teoría de los actos de habla nos lleva a considerar que el lenguaje no sólo sirve  para transmitir transmitir unos contenidos, sino también también para manejar una fuerza fuerz a al hacérnoslo hacérnoslo llegar. Como ya dijera acertadamente Pierre Bourdieu: «En el mundo social, decir con autoridad es hacer» (Bourdieu, 1987: 61). Jesús Ibáñez (1990) ha formulado una interesante síntesis de todos estos aspectos. Plantea que un análisis del lenguaje permite separar el componente semiótico del simbólico. El primero, el semiótico, tiene que ver con lo que hay de fuerza en el habla, y estaría contemplado por la pragmática. El segundo, el simbólico, se referiría a lo que hay de significado en el habla y sería el objeto de la semántica. Por ejemplo,   es un esto  es tratado teórico en embargo, él se ponepor en más juegoque el componente  El que capieltal  capital  simbólico, mientras comparta  Manifiesto  Manifi comunista comuni sta,ysin ideas con el anterior, es un panfleto, y en él se pone en juego el componente semiótico.

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Algunas ideas básicas pueden ser las mismas en ambos textos, pero su desarrollo es desigual y la forma que toman para alcanzar el efecto pretendido es muy distinta. Dentro del componente simbólico (en el nivel, pues, del significado), Ibáñez distingue, aún, dos dimensiones: la referencial (o deíctica, o señaladora) y la estructural (o anafórica). En la dimensión referencial, el lenguaje apunta a la realidad translinguística, la cual se supone que está más allá del lenguaje. En la dimensión estructural o anafórica, el lenguaje se refiere propio«Madrid lenguaje.es la capital de España», la palabra  Madrid  hace Por ejemplo, en laalfrase:  hace referencia a una urbe ubicable en el espacio; estaría en juego la dimensión referencial o deíctica. Sin embargo, en la frase «Madrid es una palabra de seis letras», la palabra  no se refiere a un lugar, sino a  M-a-d-r-i-d  (tendría   (tendría exactamente el mismo adrid  no significado: «Letras es una palabra de seis letras»), por lo que estaría en juego la dimensión anafórica. Cuando se habla sobre hechos (aquello que pasó), se estaría poniendo en juego la dimensión referencial del componente simbólico del lenguaje, y cuando se está hablando de opiniones (de cosas ya dichas), se estaría poniendo en juego la dimensión estructural o anafórica. Pero cuando no se está hablando discutiendo, lo que se pone enlleva juegolaesdiscusión el componente semiótico, la fuerza: y ensino principio, tiene más fuerza el que al terreno de los hechos (Potter, 1996). «Ésa será tu opinión (o tu versión) pero, en realidad, las cosas fueron así», pone en juego la fuerza de la (pretendida) objetividad; a la opinión siempre se le puede imputar un interés que la guía, mientras que la objetividad se pretende impoluta.

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6. 6.2. 2. Exp xprres esione ioness y relac elacione ioness Cualquier conversación es, pues, algo más (mucho más) que un intercambio de mensajes (Linares, Pubill y Ramos, 2005): se trata de un intercambio de actos de habla que suponen un significado e implican una fuerza. Por lo tanto, las circunstancias de la enunciación (quién es quién decir qué, ydequé es lo que hace para conseguirlo) han de estar, pues, presentes en lapara comprensión cualquier conversación, de sus intenciones y de su desarrollo. Jakobson (1963), al hablar de las categorías verbales, plantea la conveniencia de distinguir entre el suceso relatado (o proceso del enunciado) y el acto de relatarlo (o  proceso de la enunciación). enunciación). Cada uno de ellos tendría, a su vez, un protagonista. Habría un protagonista del  proceso del enunciado enunciado (quien habla) habla) y un protagoni protagonista sta del proceso de la enunci enunciació aciónn (de quien se habla) que pueden, o no, coincidir. Cuando uno habla en primera persona de sí mismo (y acerca de algo bastante próximo al presente), la coincidencia es máxima; por  contra, cuando se habla de otro, es mínima. Ibáñez plantea que en cualquier situación de interacción verbal se conjugan, se dan cita, por decirlo así, un contexto situacional o existencial y un contexto convencional o lingüístico. Para lo que nos ataña a nosotros, esto es válido para cualquier entrevista terapéutica, pero también sirve para cualquier conversación que se produzca en cualquier  nodo de la red conversacional virtual actualizada (además de todas las formas en las que estas conversaciones se sedimentan, como podría ser, por ejemplo, un informe de derivación gestado en esa conversación). El primero, el contexto situacional, pertenece al plano de la enunciación; se refiere a quién es quién para decir (o haber dicho) qué: «¿quién se cree que es para decir tal cosa?» o, por el contrario, «si lo dijo fulanito, sea lo que sea, bien dicho está». El segundo, el contexto convencional, forma parte del plano del enunciado y se aplica a qué es lo que se ha dicho (qué y cómo ha dicho cada quién): «Pero fulanito, ¿qué fue exactamente lo que dijo?» o «Pero ¿en qué sentido se dijo eso?». A través del contexto situacional se pone en juego una compleja red de relaciones sociales y se produce lo que Ibáñez denomina un efecto de sociedad , que nosotros llamaríamos un efecto interpersonal . Se trataría de quién es cada uno para sostener lo que está diciendo, quiénes lo deben haber apoyado, lo hacen o lo apoyarán apenas lo sepan; quiénes lo han de haber rebatido, lo hacen o lo rebatirán en cuanto se enteren. Y cómo quedarán probablemente sus relaciones, sus alianzas y coaliciones, después de que finalice cada interacción (cada conversación en la red). A través del contexto convencional se pone en juego una compleja red de relaciones lingüísticas, y se produce un efecto de lenguaje, o lo que llamaríamos tematización. Asimilaríamos esto al «de qué se está hablando» (e, indisolublemente, a cómo eso se  podrá seguir seguir desarrollando desarrollando ulteriormente, ulteriormente, habida cuenta de lo que ya se ha dicho). Para poner estas ideas en continuidad con conceptos más cercanos a nuestro campo

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disciplinar, el contexto situacional podría asimilarse al concepto de  sistema extendido de comunicación, que esbozamos en el capítulo 3, y haría referencia al conjunto de  personas para las que es signi signifi ficati cativo vo el intercambio intercambio comuni comunicati cativo vo entre otras dos, por  hallarse inmersas (o poder verse implicadas) en el mismo juego relacional. Esas personas (y la autoridad con la que podrían llegar a hablar) se encuentran en el trasfondo de lo que se dicen los que están presentes, conversando. Condicionan lo decible (lo que se puede y lo que no se puede decir). podríamos asimilarlo al concepto de sistema determinado El contexto convencional

or el problema, en tanto que Anderson y Goolishian no parecen tener demasiado  presente el plano plano de la enunciación enunciación (en cali calidad dad de qué y con el respaldo de quién quién habla cada persona), sino que en sus desarrollos parecen mantenerse más próximos al plano del enunciado (si se habla de algo como problema o no). El contexto convencional, por su  parte, condicionaría condicionaría lo «ya dicho» dicho» (aquell (aquello que, entre todo lo que se podía haber dicho, se acabó diciendo). Ambos contextos no están cerrados, sino que se interpenetran el uno con el otro y también se prolongan desde una interacción (una conversación) a las siguientes. Lo que he dicho (y lo que no he objetado cuando alguien lo dijo: el que calla, otorga) no sólo me  puso a buenas o acon malas con unosque u otros de ldarse os presentes, sino sino que me predispondrá predispondrá (o me indispondrá) los ausentes puedan por aludidos. Pero de lo que dije que ahora juzgo que no debí pronunciar (es decir, de lo que hablé que ahora preferiría haberme callado o de lo que no objeté que ahora querría haber  rebatido) no puedo simplemente desdecirme, sino que esto forma el poso, el sedimento de lo que en adelante puedo seguir hablando; en el mundo de lo público, de lo social, ni es fácil ni resulta gratuito mantener aquello de «donde dije digo, digo Diego».

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6. 6.3. 3. ¿D ¿Dón ónd de esta estab ba lo «no dicho icho»? »? Sea cual sea el/los nodo/s en que las conversaciones precedentes se hubiesen producido, todo lo que cada uno ha tenido que decir (exponer) y oír (aguantar) hasta ahora, con referencia a una problemática cuyo estado actual ha llevado a la conversación presente, ha conducidoal arespecto. cada uno de los interlocutores que se han visto involucrados a una toma de posición Y de acuerdo con esa toma de posición, y basándose en ella, cada cual dirá lo que va a seguir (y acabará) diciendo y callará lo que va a seguir (y acabará) callando. Lo que cada conversador dice (y lo que calla) tiene que ver con su posición en una estructura social dada (habla «como padre», como tutor o como psicólogo), pero también con sus tomas de posición ante el estado actual de una problemática dada (padre «que ya no sabe que hacer»; tutor «que ya no puede seguir tolerando más  provocaciones»;  provocaci ones»; psicól psicólog ogoo «que « que no puede aceptar los derroteros que está tomando el caso»). Y no sólo tiene que ver con lo anterior, sino también con la situación en que la conversación conversaci ón se desarroll desarrolla: «padre desbordado» (muy probablemente periférico)» periférico)» que le está diciendo al «tutor indignado (muy posiblemente “progre”)» que el psicólogo (muy  probablemente  probabl emente sistémi sistémico) co) «ha « ha citado a toda la famil familia ia para conocer su historia historia como condición sine qua non para continuar el tratamiento, y que a ver a quién le toca convencer al adolescente para que acuda». Así que lo «no dicho todavía» no remite, pues, a lo que, estando en el corazón o en la memoria, no está en la Historia (en la que nos cuentan). «Lo pertinente no es tanto el contenido de la entrevista... cuanto la confrontación del discurso con relación a lo que (el mismo hablante) dijo o hizo en otras ocasiones» (Pecheux, 1969: 173). «Es imposible analizar un discurso como un texto, es decir, como una secuencia lingüística cerrada sobre sí misma, sino que es necesario referirlo al conjunto de los discursos posibles a partir de un estado definido de las condiciones de producción” (Pecheux, 1969: 44). Y lo mismo resulta válido para una conversación y para la historia que en ella puedan contarnos. Lo que está en juego no es la completitud y la veracidad (de la historia) ni la sinceridad (de la conversación), sino la oportunidad (de la historia y de la conversación). Lo «dicho» y lo «no dicho» remiten en realidad a lo que, estando en unas conversaciones que se sostuvieron, no se encuentra en otras que también se mantuvieron con respecto a, básicamente, la misma problemática. Y remite también a lo que, por estar  tan presente en las conversaciones que nos precedieron, ocupa tanto espacio en la conversación que no deja prácticamente sitio a la aparición de otras cosas que también se vivieron. Eso es algo que habremos de tener en cuenta a la hora de decidir de qué temas vamos a hablar y en qué términos vale la pena hacerlo en la conversación que estamos desarrollando. Tenemos que sopesar el qué y el cómo de la conversación terapéutica para darle las mayores oportunidades de que sea generadora de cambios.

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6.4 .4.. La comp comprrens ensió ión n activ activaa Si se tiene en cuenta el componente semiótico (la fuerza) del lenguaje del que habla Ibáñez, la comprensión adquiere otra dimensión. Entender algo no estaría en función tanto (o no sólo) de comprender lo más exactamente posible lo que alguien nos está diciendo. Lo que un interlocutor nos dice no cabe considerarlo como el reflejo más o menos exacto de lo que pudo sentir y pensar acerca de (o a vueltas con) lo que le ocurrió, y que usto ahora nos está, por fin, contando. Se trata, más bien, de conjeturar  para qué me lo cuenta, y para qué me lo cuenta a mí . Lo que estaría en juego sería la oportunidad de lo que alguien cuenta y la pertinencia del oyente. Me lo cuenta para ver si yo puedo hacer el qué; me lo pide a mí en lugar de atreverse a solicitarlo a quien debería. Desde una concepción bajtiniana, dialógica, de la comprensión, entender un enunciado es orientarse con respecto a él. «El sentido es, en su acepción primera, una orientación» (Abril, 1997: 312), porque, como dice Voloshinov, «Las palabras las oímos siempre como palabras que nos afectan» (Voloshinov, 1992: 101). Así que comprender  un enunciado no es una cuestión cognitivo-conceptual, sino activo-afectiva; entenderlo significa prepararse para responder a él (Riikonem y Madan, 1997). La comprensión activa implicaría, en definitiva, que entender algo acaba siendo saber qué respuesta debe darse. Y la respuesta, en la terapia, implicaría deducir quién más (o qué otra persona), aparte de (o mejor que) nosotros, debería escuchar lo que nosotros estamos oyendo, y averiguar (y procurar) qué podemos hacer para que eso suceda. Comprender un enunciado que nos están contando ahora es encontrar el lugar (y el momento) apropiado de éste en el contexto correspondiente. Y hacer terapia, en consonancia con esa concepción, es contribuir a la creación de esos contextos. Hacer terapia es crear (o restaurar) las condiciones para que la gente se diga lo que, a la postre, tendrán que acabar diciéndose (después de todo lo que ya se han dicho, se han dado a entender o han dejado que se diga de ellos, a cuentas de lo que les ha pasado). Y que se lo digan, no necesariamente en una sesión. Si tiene que ser en una de ellas, que sea así; pero si no es imprescindible, no. Hacer terapia es ayudarles a crear las condiciones para que se lo digan los unos a los otros a su aire y a su manera. Al fin y al cabo se trata de sus vidas.

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7 Problemas y recursos 7.1. El problema de hablar de los problemas La terapia sistémica ha hecho hincapié desde siempre en tener presente los recursos y las capacidades de los clientes y sus familias. Minuchin, uno de los pioneros, lo resaltó en sus comienzos (Minuchin y cols., 1967) y lo ha reafirmado posteriormente, al referirse en ambas ocasiones a una tipología de familias y de situaciones muy semejantes: familias suburbiales y pobres, que hoy llamaríamos multiproblemáticas. «Es especialmente importante escuchar todo lo que se refiera a los logros y a las áreas de fortaleza que quizás nunca hayan sido valoradas abiertamente», dicen en un libro posterior, al aludir a la conveniencia de escucharlas con un oído»resulta (Minuchin, Minuchin, 1988: 59). Porque, conlas sólo los otros dos,«tercer no siempre fácil. Colapinto Ni con las yfamilias multiproblemáticas ni con otras. Por un lado, los terapeutas estamos muy acostumbrados a centrarnos en los  problemas,  probl emas, a explorarl explorarlos os detallada detallada y exhaustivamente, exhaustivamente, a precavernos de que nada se nos escape, sin pararnos demasiado en mientes en las consecuencias que tales prácticas  puedan tener. Y ell ello pese a que ya Cancrini (1991: 54) nos advirtió advirtió de que: «Una « Una fase [de la entrevista] dedicada formalmente a la evaluación diagnóstica suele traducirse, sobre todo en los pacientes considerados graves, en un procedimiento de invalidación, que puede volver volver bastante difícil el trabajo ulterior». En el mismo sentido, Carlos Sluzki puntualizó todavía más: «Incluso un enfoque amplio de resolución del conflicto, del tipo de “exploremos qué problemas tienen como familia y elaborémoslos”, contiene el germen de una profecía autocumplidor a» a» (Sluzki, 1983). Situándose Situá ndose en un nivel más epistemológico, Gergen (1994: 192) ha caracterizado caracterizado esta querencia de los terapeutas como la tendencia a movernos dentro de lo que ha llamado el discurso del défici déficit t : «Una vez que las personas comprenden sus acciones en términos de déficit mental, están sensibilizadas en cuanto al potencial problemático de todas sus actividades y cómo están estas infectadas infectadas o disminuidas di sminuidas» (la cursiva es nuestra). Pero, por otro lado, los propios consultantes abonan esta postura. Las personas esperan hablar a los terapeutas de sus problemas: «El paciente y sus familiares hablan mucho, o exclusivamente, del síntoma; sobre todo si tienen la impresión de que es eso lo que espera el terapeuta» (Cancrini (Cancrini, 1991: 31). Además, si serespetuoso les acuciara, o no se ylesMadam, permitiera hablar ello, podrían sentirlo como algo poco (Riikonen 1997). La de imaginería popular acerca de los profesionales de la salud mental los percibe como los interlocutores naturales

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(culturales) de los problemas y dificultades, sin parar en mientes, tampoco, sobre las consecuencias consecuenci as de esta postura. Como White y Epston (1990) ya señalaron, los pacientes suelen venir decididos a contarnos unas historias saturadas de problemas que acaban apresándolos y también dejan sin cabida en sus relatos las experiencias no problemáticas. Se privan así, por lo tanto, de desarrollar las posibilidades que estas otras experiencias tienen de al«crear sentido» (es decir, por de orientar lo que están diciendo —y lo que están viviendo decirlo y por decirlo— otros derroteros). Los consultantes acaban dejando que su historia problemática los defina a sí mismos, a sus relaciones y a sus vidas, por lo que se pierden los elementos competenciales que también están en su experiencia y que podrían contribuir a definirlos de otra forma y a  permiti  permi tirr que se actuali actualizaran otras ex e xpectativas. pectativas. Y en toda esa trayectoria, los  profesional  profesi onales es no somos inocentes. El concepto, reseñado re señado en el capítulo capítulo 1, de sistema determinado por el problema es, ya, un reconocimiento de esa corresponsabilidad. Como Ausloos, otro fiador de las familias, había señalado gráficamente: «Cuando uno se fija en el síntoma, contribuye a fijar el síntoma» (Ausloos, 1995: 135). Con todo, fueron los terapeutas posmodernos, que ya en el último tercio del siglo  pasado habían definido defini la terapia terapi comoconstructivo el e l arte de laque conversación conversaci (Lowe, 1991), más contribuyeron a do subrayar elapapel tiene laón misma sobre los quienes  problemas;  probl emas; y a proponer, proponer, cconsecuentemente, onsecuentemente, la ruptura con la tradición tradición centrada en el  problema  probl ema (Hoffman, 1995).

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7. 7.2. 2. ¿C ¿Cóm ómoo se se hacen hacen los prob oblema lemas? s? Los problemas se construyen hablando y hablando de ellos. En la nueva tradición  posmoderna, los problemas problemas se consideran consideran como un producto de la conversación humana (Efran, Lukens y Lukens, 1990); y el proceso de establecerlos como «un proceso interactivo por el cual nombramosestamos las cosashablando a las quedeprestamos atención (tal cosa  y acotamos el es un roblema; por eso, lógicamente, ello, aquí) contexto dentro del cual le prestamos atención (y, lógicamente, donde mejor que tratarlos aquí, en la terapia) » (Schön, 1983: 140) [el añadido, en cursiva, es total e intencionalmente nuestro, como el lector comprenderá]. Así que, aunque los tópicos iniciales de la conversación en la sesión suelen ser ya definidos por los clientes (cuando no requeridos por los terapeutas) en términos de «¿cuál es el problema?», incluso esas quejas iniciales pueden (y tal vez deberían) ser  negociadas (Riikonem y Madan, 1997). En esa misma onda, Efran, Lukens y Lukens (1990: 121) plantean la conveniencia de que el terapeuta deje que las definiciones del problema fluyan sin acabar de fijarse, al menos durante cierto tiempo, porque, en la mejor tradición de la disolución del problema, afirman que «a veces nos esforzamos por resolver un problema que habría desaparecido, solo si la conversación hubiera tomado otro rumbo». Y ello no sólo en la primera sesión, sino durante toda la terapia. «Aperturas del tipo ¿cómo le van las cosas? o ¿cómo le fue durante la semana?... son una invitación implícita al cliente para que se queje». (Efran, Lukens y Lukens, 1990: 183).  No seré yo quien quien discuta que hay que m mantener antener un ojo en el presente y tener en la mira el día a día durante la terapia, pero eso no presupone que el tipo de preguntas contra el que nos previenen Efran y cols. sea la única manera de chequearlo. Aperturas parecidas a «¿qué fue, para Vd., lo mejor y lo peor de la semana?», o «de lo ocurrido en esta última semana, ¿de qué está más orgulloso y de qué más arrepentido (o complacido y contrariado, o aquello que la coyuntura y el momento de la terapia aconsejen)?», pueden generar, si se trata de ello, una información básicamente muy similar, pero también pueden mantener abiertos distintos focos para tratarla. En cualquier caso, todo ello implica considerar que el «problema» no es la representación lingüística, más o menos ajustada, de un patrón de conducta más o menos reiterativo, calamitoso e improductivo. Los problemas, como dice Hoffman (1990), son historias que la gente se ha puesto de acuerdo en contarse unos a otros; el «problema» sería, pues, considerado como un patrón de conversación dificultoso (Riikonen y Madam, 1997). Éste sería el patrón que, como veíamos que decía Ludewig en el capítulo 1, suelen  proponer los sistemas sistemas problemáticos problemáticos (aun en el momento de su transición transición a sistemas que solicitan ayuda), y que suelen recoger algunos de los profesionales que se adscriben a los enfoques dominados por el problema (para quienes los recursos y las competencias corren el riesgo de acabar siendo un formulismo retórico y/o un hallazgo imprevisto con

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el que, en el fondo, no saben demasiado bien qué hacer).

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7. 7.3. 3. ¿Q ¿Qué ué se co cons nsigue igue hab habland lando? o? Así que hacer terapia no tendría que ser siempre hablar con las personas de lo que ellas  podrían empezar (o acabar) llamando llamando «sus « sus problemas»; pero, por contra, sí debería ser  hablar de cosas que sean (o acaben siendo) interesantes y relevantes para ellas. «Por «P orpropio mediocontar» del leng lenguaje, uaje, podemos desplazarnos nuevastan “posi “posici ciones” ones” aprocurar través de nuestro (Shotter, 1993: 130); por ello aresulta importante que la conversación siga resultando relevante y convincente, apasionada y apasionante, pero también que siga otros rumbos y transcurra por otros derroteros. Eso tiene como  precondici  precondi ción ón priorizar priorizar la di dimensi mensión ón performativa del lleng enguaje: uaje: asumir asumir que cuando c uando se dice algo, se está haciendo algo. Y que esto se está realizando mediante o gracias a las  personas que tenemos delante de nosotros (al menos en parte), con las que, al fin fin y al cabo, estamos hablando. La función primordial del lenguaje no sería comunicar información proposicional o factual, sino que más bien, como dicen Pacheco y Botella (2000), sería permitir la coordinación de la acción conjunta. Así que el lenguaje no se usa para reflejar, más o menos exactamente, realidad, que esEso unaimplica parte deasumir ésta. Es una parte reflexiva, pero nuncalaaparte, de lasino realidad. también que,importante cuando el y lenguaje se usa al servicio de un relato, no sólo da cuenta de hechos sino que en sí mismo es un hecho (Ramos, 2001a). Puede que lo que alguien nos cuente no sea real,  pero es absolutamente real (nosotros mismos mismos somos testig testigos) os) que nos lo está contando. Y es real, e inevitable, que se está posicionando al contarlo. «En la vida real, nosotros amás pronunciamos ni oímos palabras, sino que oímos la verdad o la mentira, lo bueno o lo malo, lo importante o lo nimio, lo agradable o lo desagradable, etcétera.  La palabra  siempre aparece aparece llena de un contenido conteni do y de una signifi si gnificación cación i deológica o ragmática», dice Voloshinov (1992: 101; la cursiva es del original). Hablar (conversar) es adoptar una posición desde la que se traza (y se acentúa) una  perspectiva  perspecti va de unos temas y/o unos hechos, frente a otros puntos de vista que parten de otras posiciones (pero que versan acerca de los mismos, o parecidos, temas y hechos).

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7.4 7.4.. ¿De qué qué hablamo hablamoss si no hablamo hablamoss de de prob problemas lemas?? Asumamos que es bueno que, en una sesión, se hable desde otras posiciones distintas a las que se mantienen en torno a los problemas (y, de esta manera, se empiecen a ejercer  y experimentar éstos) y que se haga con aquellos, o acerca de aquellos, con los que se tienen problemas. ¿De qué entonces, nuestros pacientes?, ¿cuáleslos serían, por lo tanto, losdebemos temas dehablar, conversación quecon deberíamos promover? Pero no podemos quedarnos sólo en eso. Como muy bien plantea Caro (1995), la cuestión básica no es la negociación de un nuevo significado entre terapeuta y cliente, sino cómo éste tiene utilidad y es viable fuera de la sesión de terapia. Así que, a las preguntas anteriores habrá que añadir: ¿qué podemos hacer para que esta conversación no sólo sea significativa sino que también acabe teniendo efectos exportables y duraderos para nuestros consultantes?  Ning  Ni nguna una de estas preguntas preguntas es nueva en el campo de la terapia sistémi sistémica; ca; creemos que la respuesta que queremos aportar, al menos en parte, sí lo es. Veamos algunas respuestas anteriores. anteriores. La escuela  (De Shazer, 1982, 1985; O’Hanlon y Weiner  centrada 1995, en las 2006; soluciones Davis, 1989; Beyebach, Rodríguez Morejón y Beyebach, 1997) plantean que de lo que habría que hablar es de las excepciones (de cuando no ocurrió aquello que, según el paciente, sucede indefectiblemente): de qué circunstancias concurrieron en aquella o aquellas excepciones y de cuáles se podrían repetir voluntariamente. Y si no (o además), de las áreas en las que el cliente hizo en el pasado, o ya está haciendo en el  presente, cosas que son buenas para él, tengan o no que ver con el motivo motivo de su queja. Se trata de no reparar demasiado en las áreas en las que le está yendo mal. En el fondo se trata de constatar sus logros en lo que sea, pero no con la intención de explicitarlo (de «rescatarlo», se suele decir) para convencerlo, ni a él ni a nadie, de nada. Lo que debe hacer el terapeuta es esperar que al paciente le vaya bien en algo, estar ojo avizor y no permitir que se le escape. Después será su responsabilidad sacarle partido y  buscarlee utili  buscarl utilidad terapéutica. Eso no significa que en este formato terapéutico no se hable también de problemas; de hecho, en un estudio de la temática de las sesiones realizadas con este modelo (Burgaleta, 1998), se ha descubierto que el patrón de conversación que más tiempo ocupa, tanto al cliente como al terapeuta, es el que se centra en torno a la queja (y el siguiente, por cierto, en lo que se ha denominado conversación social). Pero sí quiere decir que no se habla de los susodichos problemas con el objetivo de conocerlos cuanto más, mejor. Los terapeutas no descubren los problemas, los coconstruyen. Por ello lo que tratan es de formularlos, en cuanto les sea posible, de tal manera que su definición implique ya una meta o visión de futuro. Y todo ello se procura ya desde la primera sesión; la tarea básica durante ésta se ha formulado como: «Llevar el foco del cliente desde acontecimientos del pasado a sucesos  presentes y futuros, promovi promoviendo endo explíci explícitamente tamente expectativas expectativas de cambio» (De Shazer,

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1985: 150). En este modelo se asume también que, si el cliente es incapaz de definir una meta de tal manera que permita el despliegue de una solución, esta tarea tendrá que recaer sobre el terapeuta. Ello se basa en que, una vez que una familia (un sistema pr problemático oblemático, en la terminología de Ludewig) ha recurrido a la ayuda ajena (se ha transformado en un sistema solicitante de ayuda, por seguir con la misma terminología), tanto la propia naturaleza del problema como sus recursos potenciales (es decir, todo el patrón conversacional en torno a éste) son susceptibles de redefinición (De Shazer, 1985). La manera de mantener los resultados es establecer continuamente una vinculación del presente con el futuro, ignorando todo lo posible el pasado. Ello es coherente con el carácter eminentemente prospectivo de este abordaje, que se basa en que el problema del cliente no es tener un síntoma, sino tener una meta (aunque sea implícita) que el síntoma no le deja conseguir. Por lo tanto, el objetivo de la terapia no sería eliminar el síntoma (por lo que deja de tener sentido explorarlo exhaustivamente), sino ayudar al cliente a establecer (algunas de) las condiciones que le permitirían alcanzar esa meta, cuyo propio logro y disfrute actuaría como factor de mantenimiento del resultado. Otraenrespuesta a la pregunta «¿de qué hablar con nuestros pacientes?» vamos a  buscar los abordajes  centrados en la  (Epston,la 1989; narrativos externalización Epston, White y Murray, 1992; Ochoa, 2000; White, 1989; White y Epston, 1990). Tras externalizar (hacer ajeno) el problema y darle toda la cancha necesaria (preguntas acerca de cómo influye el problema en la vida de las personas y cómo lo hacen éstas en la vida del problema), hay que localizar y amplificar un acontecimiento extraordinario que desmienta la historia saturada de problemas. Una vez realizado esto, hay que sacarle todo el partido posible; hablar de cómo se ven las personas a la luz de este nuevo hecho y de qué manera lo verían si consiguieran que este acontecimiento no fuera excepcional, sino cotidiano; que fuera el fruto de su lucha solidaria y victoriosa contra el problema. La manera de mantenerlo se basa enproducto dos pilares. un lado, en elcontra propioel enemigo incremento de autoestima y solidaridad de laPor lucha conjunta común (el síntoma), y en las victorias contra él. Y por otro, en procurar un nuevo  públiico, real  públ rea l o virtual virtual,, que avale avale esa nueva histori historiaa de éxitos. éxitos. Esto últi último mo se intenta, a su vez, de dos maneras: bien por medio de la confección, por parte de los terapeutas, de certificados de éxitos que el cliente pueda, eventualmente, esgrimir ante los incrédulos;  bien  bi en a través de la inclusi inclusión ón de ex pacientes en llaa nómina de ««exp expertos ertos en problemas», como los que tuvieron antaño y a los que se puede recurrir en nuevos casos en calidad de asesores de los terapeutas. Aún hay una tercera vía de respuesta a la pregunta que estamos considerando (de qué hablar con nuestros clientes y qué hacer para que el efecto perdure), basada en el trabajo de Eron Lund (1993, 1996), acerca cómo entre los problemas evolucionan y sey disuelven. Estosyautores pretenden lograr unade síntesis los desarrollos narrativos los estratégicos. Muchos autores narrativos propugnan que la actitud del terapeuta debe

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ser necesariamente libre, desprejuiciada e intuitiva. Eron y Lund, sin embargo (y nosotros les seguimos plenamente en ello), defienden que la creatividad y el respeto no tienen por qué estar reñidos con seguir una dirección, lo más clara, definida, rigurosa y, si es posible, protocolizable para promover el cambio. Así que recurren al más que  protocolizabl  protocol izablee (Rosenthal y Bergman, 1988) modelo estratégi estratégico de P Pal aloo Alto Alto (Watzlawick, Weekland y Fish, 1974)... para hacerlo más complejo. El modelo de Palo Alto se refiere al contexto interaccional inmediato que circunda el  problema, que es al que apunta la reformulación  problema, reformulación (Coyne, 1985); el modelo modelo de Eron y Lund, a través de la rehistorización, apunta a un contexto temporal más amplio que abarcaría dimensiones del pasado, del presente y del futuro. El punto de partida es que cada persona alcanza, como producto de su historia, una  de sí mismo, de acuerdo con la cual prefiere ser visto, en lo que dice visión preferencial  de y hace, por aquellos que son significativos para él. Incidentalmente, digamos que la visión preferencial no presupone proximidad a criterio moral general alguno; sírvanos como ejemplo de ello el delincuente que acepta la autoría de determinados delitos que se le imputan, pero no así de otros, porque «ésa no es mi manera de trabajar (sic)». Pero, sea moral o no, las personas alcanzan un punto de vista preferenteparticularmente acorde con el cual desean serde vistos, aunque, determinadas circunstancias, en momentos transición de en la persona y/o de la familia, pueden suceder acontecimientos que lo pongan a prueba. Si la persona cree que la contemplan de manera que se aleja de su visión preferencial («ya se ve que no es el que era») y no le tranquilizan los resultados de sus intentos compulsivos de corregir esa distancia, se abre una brecha, recíproca («ya no es el/la que era → pobrecito/a», o «ya no es el/la que era → ahora es la mía/nuestra») por la que se cuela y crece el problema. Así que, de la inquietud personal del «Tengo que hacer algo, pues, desde que pasó tal, creo que se están equivocando conmigo», se pasa a la convicción compartida de que «realmente algo tiene que haber cambiado, por lo que algo tiene, forzosamente, que ir  malEl ensupuesto mí → él/ella». de base del que parten los autores es que la persona (y la familia) no mantienen el problema, sino que... caen en él. La misma persona y la misma familia en iguales (o muy parecidas) circunstancias podrían perfectamente no haber desarrollado el  problema.  probl ema. Consecuentemente, no se trata tanto de saber cuál es el problema problema (y las pautas que lo mantienen), cuanto de conocer a la persona y a su familia (y la historia que los forjó). Ello se hace trayendo a colación, sacando a escena y centrando la entrevista en los escenarios no problemáticos; y una vez que se ha conseguido esto, compartiendo con la persona (y con la familia) una incógnita que se podría formular coloquialmente de esta manera: «¿Cómo es posible que unas personas como Vds. se hayan dejado atrapar   por un problema como éste, y todavía no consig consigan salir salir de él?». Los escenarios no yproblemáticos, y dificultades porsu lasvisión que ya ha transitado el paciente su familia, quelaslesvicisitudes han llevado a fundamentar  preferencial,  preferenci al, y que ahora son puestos en cuestión (« («ggeni enioo y figura» figura»), ), constituyen el

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vivero sobre el que desandar el camino del problema.  Nada más se dice dice de cómo mantenerlo expedi expedito. to. Estas tres perspectivas perspectivas terapéuticas, sucintamente sucintamente resumidas, tienen tienen evidentes puntos de confluencia; así que la síntesis era una tentación. Uno de los autores que ha caído en ella y ha salido airoso es Madsen (2007). Su propuesta tiene el doble mérito de estar muy  bien  bi en hil hilvanada vanada y de haberse adecuado al trabajo con fami famili lias as particul particularmente armente difícil difíciles: las las familias multiproblemático, con las que, de la mano de Minuchin, abrimos este capítulo. Pero nuestra propuesta, sin negar puntos de confluencia, va por otros derroteros.

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7. 7.5. 5. Una prop opues uesta ta per perso sonal nal La propuesta que aquí se plantea parte de la premisa de que hacer terapia consiste, dicho  brevemente, en mejorar continuamente lloo que nuestros consul consultantes tantes dicen de ellos ellos mismos (y lo que dicen que se dice de ellos), a fin de facultarlos a que hagan por sí solos algonosotros mejor para ellos mismos en que el futuro; esto, (mi además, lesdel pueda ser reconocido  por y por (parte) de los nos losy que enviaron (miembros embros sistema sistema determinado determi nado por el problema), problema), cosa que realizaron, realizaron, justamente, porque no los creían capaces de hacerlo. hacerlo. Se trata, pues, de una concepción activa de la terapia; el terapeuta tiene mucho que hacer y que decir. Para organizar la actividad terapéutica (de qué hablar y cómo extenderlo) se parte de una primera idea: que la terapia efectiva es temática, como  plantearon  pl antearon Gale y Newfiel Newfieldd (1992). Los temas del discurso serían, pues, relevantes en la interacción y para ella son éstos los que definen aquello hacia lo que «se orientan los hablantes... el elemento que mayor  impacto ejerce sobre los ulteriores discursos y acciones» (la cursiva es nuestra) (Van Dijk, 2001: 152). La organización por temas es, pues, una buena guía para diseñar la terapia. Organizar los temas de la sesión resulta más fácil si se puede echar mano de algún tipo de clasificación de los mismos, pero la que aquí vamos a plantear ha de guardar  coherencia con la función y el lugar que se le ha concedido en este texto a la entrevista (que puede acabar siendo) terapéutica. La entrevista (cada una de ellas) que nosotros realizamos es una conversación más de las que se produce en el marco y en el flujo de la red conversacional activada por la alarma que acabó determinando el problema; está informada por las conversaciones  precedentes y orientada hacia hacia las conversaciones conversaciones sucesivas. Por tanto, la clasificación que proponemos está basada en la manera en que las conversaciones conversaci ones precedentes informan, informan, determinan determinan y condici condicionan onan la que nosotros estamos realizando. Lo que nos interesa es la accesibilidad y transformabilidad con que los temas que se suscitan en la conversación pueden ser abordados por el terapeuta (incluidos los que éste mismo puede proponer). De acuerdo con ello se postula que la mayoría de temas que se pueden suscitar en una conversación terapéutica pueden ser intuitiva y rápidamente catalogados por el entrevistador como pertenecientes a una de las tres siguientes categorías: temas obligados, temas acotados y temas libres. El segundo pilar de la propuesta tiene que ver con la manera en que se articulan los temas de los que se va a hablar, de forma que, por una parte se hagan eco de la alarma que nos llega de las conversaciones pasadas, que nos precedieron y que nos dieron paso, y por la otra permitan reconducirla. Se trata de hacerlo de una manera que permita la reorientación más prometedora de la conversación presente, la que están sosteniendo con nosotros; y, a través de ella, que

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esta reorientación (de los temas ya tratados y de la alarma suscitada y mantenida por  ellos) se propague a las conversaciones subsiguientes (y, hasta donde resulte posible, a las que continúen en el futuro). Para ello propondremos el diseño de un plan temático de cada una de las sesiones, que opere como una especie de hilo conductor de sentido, que resulte capaz de absorber  y reorientar el mayor número de temas posibles aportados por los consultantes. Muchos de los temas aportados por los consultantes, probablemente los más  problemáticos,  problemáti cos, estarán relaci relacionados onados con las compli complicaci caciones ones y vicisi vicisitudes tudes que va sufriendo sufriendo el caso durante el tiempo que se está tratando con nosotros: cosas que ocurren entre sesión y sesión y están fuera de nuestro control, y con las que nos vamos a encontrar. Pero muchas de esas complicaciones tendrán que ver, a su vez, con cómo esas vicisitudes habrán sido abordadas y tratadas en otras conversaciones paralelas que se estén produciendo en la red conversacional virtual actualizada. Se relacionarán con conversaciones que esas propias vicisitudes han provocado o reactivado y con los pronunciamientos que otros miembros del sistema determinado por  el problema formulen ante esas complicaciones y vicisitudes, con cuyo eco vamos a tener  que vérnoslas sin permitir que esto nos paralice o nos abrume. dos elementos de nuestra propuesta, la clasificación deimos temas y el os. diseño del  plan  pl anEstos temático, van a ser los temas que abordaremos en los próximos próx capítulos. capítul

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8 Los temas obligados 8.1. Un caso trágico Empecemos por un caso que arrastra una tragedia. La respuesta a la primera pregunta de la ficha de solicitud («Describan a todos los miembros de la familia que convivan actualmente») nos pone al corriente de que los convivientes son una chica de 22 años y su hermano de 19. En la segunda pregunta, en la que se pide que se detalle «el principal  problema  probl ema por el e l que se nos consulta», se nos aclara enseguida enseguida el porqué: son huérfanos de ambos padres. La relación entre ellos está «muy deteriorada». Se aduce como motivo que los padres les daban el mismo trato a ambos a pesar de la diferencia de edad, y que el varón, ahora, no acepta ningún consejo ni ayuda en la casa. Se añade que cada uno tiene la solución  para entenderse y ayudarse, pero que en lugar lugar de unirse, cada uno tira hacia hacia su lado. Incluso ha llegado a haber algún conato de agresión por parte del varón. La solicitud viene firmada sólo por la hermana, que expresa sus dudas sobre si su hermano acepte venir. La hipótesis genérica que se establece es que se puede tratar de unos hermanos a los que la orfandad ha empujado a funcionar como una piña, y que están entrando en un momento evolutivo en el que está empezando a plantearse la individualización. Dado el fuerte vínculo de solidaridad promovido promovido por tan traumática circunstancia, los conatos de individuación de cada uno pueden ser vividos por el otro como una auténtica traición. Basándose en esta hipótesis, el supervisor plantea centrarse en el proceso antes que en estr arrastrando. uuctura: ctura: en elAprovechando camino que van mejor oentre peor,laantes que een lastre quelavan el recorriendo, tiempo transcurrido solicitud ynlaelprimera visita (casi (casi cuatro meses, con el período de vacaciones en medio), esto sugiere sugie re al terapeuta empezar preguntando por los cambios que hayan podido producirse en ese tiempo, con el objetivo de darlos por supuestos y, si se hubieran producido, de ampliarlos. Veamos lo que le responden:

Terapeuta: Conozco vuestros nombres, vuestras edades y lo que hacéis. ¿Ha cambiado algo desde que escribiste la ficha, Amalia?  Amalia: Pues un poco. Ahora estoy trabajando en dos sitios. siti os. Por la mañana trabajo de (tal), y por la tarde sigo con lo mismo que hacía. Porturístico. lo tanto, has cambiado de trabajo. ¿Y tú, Héctor? En la ficha decía que erasT.: guía  Héctor: Sí, pero pero aún no estoy trabajando. Terminé Terminé de estudiar estudi ar y ahora trabajo por 

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la tarde de monitor en un gimnasio. (Por lo tanto, nos responden que ha habido cambios.) T.: Bien. Como ha pasado un tiempo desde que escribiste la ficha, Amalia ¿hay algo importante que tú recuerdes que quieras decir?... O...  A.: ¿Cómo? ¿Algo que haya cambi cambiado? ado? (El terapeuta, tratando de todavía de seguir la consigna que le diopero el supervisor, reformula la pregunta una manera quecon la torna más ambigua... la hermana lo entiende.)

T.: Se rellena una ficha obligatoria de solicitud. En este caso fue tu hermana Amalia quien la rellenó, y lo que quiero que me digáis es: «Pues sí, las cosas siguen siendo así». Sé que sois huérfanos de ambos padres, que estáis viviendo en la misma casa y que os cuesta llegar a acuerdos. Veo, sin embargo, que al final sí que habéis sido capaces de poneros de acuerdo en venir aquí. ¿Cómo lo conseguisteis? (El terapeuta tiene dificultades para mantenerse trabajando en la consigna «...lo que quiero que me digáis es “Pues sí, las cosas siguen siendo así”», pese a que muestra ser   perfectamente capaz de trabajar con recursos: «Si os cuesta ll lleg egar ar a acuerdos, ¿cómo os las arreglasteis para, al final, poneros de acuerdo en venir?»)

 Responde Héctor, Héctor, precisando que le dijo di jo a su hermana que estaba dispuesto di spuesto a venir veni r si iba a ser para bien. Amalia dice que ella estaba acudiendo a un psicólogo, y Héctor  apunta que él también había ido, tiempo atrás, a raíz de la muerte de los padres.  provechando  pr ovechando la coyuntura, el terapeuta solici soli cita ta que le hablen de lo que les pasó a sus adres. Para asegurar el anonimato, no se darán detalles de la tragedia, que relatan a dúo, y que  pasa por la muerte de ambos padres, con un intervalo intervalo muy corto, cuando los hermanos apenas empezaban la adolescencia; y que continúa con el ulterior fracaso de la tutoría a cargo de unos familiares, la institucionalización y la rápida reclamación de parte de Héctor por parte de Amalia en cuanto la mayoría de edad lo hizo legalmente posible, y el consumo de drogas durante una temporada... afortunadamente ya concluido.

T.: Necesito deciros lo que me emociona oíros. Erais muy jóvenes cuando os quedasteis huérfanos y habéis pasado por muchos malos tragos. La verdad es que me emociona veros aquí a los dos juntos a pesar de los conflictos que parece que tenéis. (Llamada del supervisor.) El Dr. Dr. R. (el supervisor) siente algo parecido, per peroo quier qui eree haceros una pregunta. El hecho de encontraros en una situación tan dura pudo contribuir a uniros, a engancharos el uno con el otro, pero también podía haberse dado contrario: que, ala desaparecer los¿Cómo padresessintierais que laentonces, familia desaparecía  que lo cada uno tendiera ir por su lado. que vosotros, os apuntasteis a lo primero?

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Luigi Cancrini, inspirándose en la manera en que Marcel Proust analiza el funcionamiento de la memoria en su novela Por el camino cami no de Swann (perteneciente al ciclo En busca del tiempo perdido perdido ), plantea la existencia de «núcleos temáticos  personaliizados y complejos, inaccesibl  personal inaccesibles es a la atención consci consciente» ente» (Cancrini (Cancrini,, 1991: 67), dotados de una fuerte dinámica interna. Estos núcleos derivan de experiencias traumáticas pasadas de los miembros de la familia, son inconscientes y se transmiten de manera inconsciente. De alguna forma, los miembros de la familia transmiten indicios de esos núcleos temáticos. Si el terapeuta es capaz de reconocerlos, aunque falten abundantes detalles, esos indicios configuran una especie de «código de acceso» a esos núcleos temáticos, que así podrían acceder a la conciencia conciencia como «discursos complejos y formalmente organizados en tanto que tales dentro de la mente» (Cancrini, 1991: 70). En cualquier  caso, si no se abordan esos núcleos temáticos (en todo o en parte, eso no lo especifica Cancrini), difícilmente se puede considerar la terapia conclusa. En el caso de nuestro ejemplo, no es que el terapeuta no pudiese acabar la terapia sin tratar un tema de envergadura (la orfandad), es que ni siquiera podía empezarla. Y ello  pese a tener la consigna consigna expresa del supervi supervisor sor de que ese no fuera el tema de apertura de la sesión y apara disponer de la habilidad para detectar recursos excepciones, utillaje técnico focalizarlos. Pero, emocionalmente, estaba yenganchado al además drama. del Probablemente no solo él; cualquier persona sensible, tanto de su sistema natural como de su sistema técnico, se mostraría verdaderamente extrañada si supiera que la  primera  pri mera sesión (y no digamos digamos nada, la terapia) había concluido concluido sin que un tema de esa trascendencia se hubiera puesto, de una manera o de otra, sobre el tapete. La orfandad, en este caso, sería uno de esos sucesos de alto nivel dramático que, como dice Sluzki, tienden a funcionar como atractores poderosos que reducen la flexibilidad de la conversación (Sluzki, 1990). Es decir que una cosa así, por lejana que esté en el tiempo, debe ser un tema obligado en cualquier conversación que se precie de terapéutica. El matiz está, quizás, en como Entratarlo. la propuesta que aquí planteamos se trataría de, parafraseando a Vázquez recobrar el pasado «no como simple ejercicio de añoranza, sino como proyecto» (2001: 144); habría que tratar lo que sea inevitable del pasado, pero hacerlo en la medida en que se le pueda dar, todavía, un futuro.

 Devolución: Antes de comenzar la visita vi sita no sabíamos si ibais ibai s a venir veni r o quién qui én iba i ba a hacerlo. (En alusión a las dudas expresadas por Amalia acerca de si Héctor vendría y en previsión de que la asistencia o inasistencia a las visitas pasara a ser el baremo futuro de la lealtad entre los hermanos: el que no venga es un traidor al otro.)

hora que os hemos conocido a los dos hemos estado pensando en qué nos hubiéramos enganchado con cada uno, tanto de haber venido sólo Amalia, como incluso en el caso

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de que hubiera sido Héctor el que hubiera venido solo. (En alusión a que pudieran pedir ayuda separadamente, lo que, en este momento evolutivo, podría tener sus ventajas. Y en previsión de que lo hicieran para retrasar el  proceso de indivi individuaci duación.) ón.) (La idea de que el terapeuta se pudiera «enganchar» con cada uno de ellos alude al  posi  posibl blee tipocon de quien relación relación tieneny,entre ellos ellos y que podrían relaci onalmente mente cualquiera se que vinculen; simultáneamente, tiendeproponer un puenterelacional al episodio del a consumo de drogas para tratar de situarlo, cuando se pueda, como un antecedente, frustrado y frustrante, pero en todo caso superado por ellos solos, del camino aún  pendiente  pendi ente de su indivi ndividuaci duación.) ón.)

Contigo, Amalia, nos podíamos haber enganchado en la relación con tu ex-novio. En  si todavía estás atrapada o si ya has empezado a sacar algunas consecuencias. consecuenci as. (Amalia sigue sin poder liquidar totalmente una relación con un adicto comenzada cuando consumía drogas. Si continúa atrapada nos podríamos enganchar, pero si ya ha empezado a sacar consecuencias de ese epi episodi sodioo pasado para sus futuras relaciones, relaciones, bien bien  podríamos ayudarle... en e n lo que aún haga fal falta.) ta.)

Contigo, Héctor, nos podríamos enganchar en tus proyectos laborales. Si tus síntomas  serán algo que podrás superar y si serás capaz de alejarte de tu hermana para realizarlos. (Héctor padece síntomas claustrofóbicos, los cuales no le facilitan su deseo de ser guía turístico; si lo consiguiera, podría desempeñar un trabajo susceptible de aumentar la distanci distanciaa física con la hermana. Si nos enganchamos en sus síntomas, podemos dejar  más en el olvido sus proyectos, y viceversa.)

Como habéis venido nos habéis quitado de encima. Archivamos estas reocupaciones hastalos quedos, vosotros nos digáis queunespeso el momento de volver a sacarlas. (Abrimos la puerta a que, si algún día vienen a solas, bien porque ellos lo decidan, bien  porque nosotros los convoquemos, recuperemos a la más mínima mínima indi indicaci cación ón el «archivo», para tratar de hablar, ya con el permiso tácito del ausente de estos temas: de las enseñanzas que ha de sacar Amalia de su última relación para liquidarla y de las otras dificultades, más allá de los síntomas, que tiene que vencer Héctor para aproximarse a su  proyecto.)

Ciertamente sois una familia «especial». Y estáis en un momento de vuestra vida en que esta misma os empuja cada vez más a ser y trataros como hermanos, mientras que la historia os ha empujado hasta ahora a vivir unidos y no saber muy bien lo que tenéis que ser el uno para el otro.

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(Reconocimiento inevitable del tema obligado: la orfandad pasada y sus consecuencias evolutivas.)

 Pero nos parece prematur  Pero prematuroo preguntaro preguntaros: s: si vuestr vuestros os padres estuvieran aquí, ¿como creéis que les gustaría veros a cada uno de vosotros, ahora? A ti, Amalia. Y a ti,  Héctor..  Héctor (Intento de ubicar el duelo pasado en un futuro imaginariamente posible y terapéuticamente pendiente: algún día os preguntaremos, a uno y a otro, siendo como sois y lo que sois después de todo lo que os pasó, qué habrían querido vuestros padres tanto de —y para— uno, como de —y para— otro.)

 Pero para la próxima  Pero próxi ma sesi sesión ón queremos que nos traigáis trai gáis una relación de los conflictos conflic tos que surjan entre vosotros de aquí hasta entonces y de las opiniones de cada uno, acerca de cuáles de ellos han sido necesarios, y cuáles de ellos consideráis que colean de la confusión en que todavía estáis. (Porque tenemos que ayudarles a entender que hay conflictos necesarios entre hermanos, aun en las mejores y más completas familias. Y que hay otros problemas que todavía existen, pero sólo a la espera de que vayan clarificando su confusión; no ya que  persisten,  persi sten, sino que colean.)

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8.2 .2.. Un ca caso dr dramá máti tico co Este segundo caso es atendido en una situación dramática. A la entrevista, que es la  primera,  pri mera, se cita a la madre a solas. Tras eexxpli plicarle carle el setti setting ng se le le pregunta si hay alg algo sobre lo que quiera alguna aclaración.

adre.: Supongo que al ser una terapia familiar vendremos todos, ¿no? Terapeuta: Bueno, esa es precisamente una de las cosas que quería hablar con Vd. Cuando rellenaron la solicitud, su esposo estaba a punto de empezar una nueva tanda de quimioterapia. ¿Por qué ha empezado otra tanda? ¿Cómo está? (La ficha de solicitud la rellenaron dos semanas antes y la firmaron ambos padres. El esposo padece un cáncer desde hace tres años, ya intervenido quirúrgicamente, con una resección importante; unos cinco meses antes de la visita se le había administrado otra tanda de quimioterapia.)

.: En este momento le han hecho N sesiones más y no se encuentra muy bien; ha empeorado bastante. La otra tanda también le sentó muy mal, pero luego se recuperó. hora está mal; ni siquiera sale a causa de los dolores. T.: ¿Él sabía que Vd. venía hoy?  M.: Sí. T.: ¿Le ha pedido que me diga algo de su parte?  M.: No. T.: ¿Por alguna razón, o era por cómo se encontraba hoy?  M.: No, ya no está para nada. Esto lo hago por mi cuenta, porque yo lo estoy asando muy mal. Por el estrés, quiero decir. Soy la que necesita ayuda. Los niños no quieren venir. (En la dice fichanada se informa que la madre está realizando una terapia individual, de la que nunca en casa.)

T.: Al hilo de lo que dice, permítame que le pregunte otra cosa que quería saber. En la icha decía que alguien de la familia les había enviado a terapia familiar.  M.: Sí, una prima pri ma que es psicóloga. Como es de la familia, fami lia, ella no podía atenderme, pero nos conoce mucho a nosotros y a los niños. Veía cómo estábamos en casa y un día me dijo. «Estáis mal. Yo os recomendaría una terapia familiar». T.: Vd., Señora, escribió que ya estaba siendo atendida personalmente.  M.: Yo, Yo, personalmente... personalmente.. . Hace año y medio medi o que se murió mi madre, madre, justo unos meses antes de la recaída de mi marido, de que volviera a empezar con los dolores. T.: ¿Su vive?yo tenía 19 años. Cando se murió  M.: Muripadre Murió ó cuando muri ó mi madre, madre, empecé a ir i r al   sicólogo para hacer el duelo un poco más... más tranquilo. Y... .. . bueno... bueno. .. per perdí dí a mi

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hija primogénita al nacer, hace unos veinte años. Se lo digo para que conozca mi  situación;  situaci ón; la vi vida da no me ha resultado resultado fácil. fáci l. Prácticamente nada de lo que ha dicho esta mujer, en los pocos minutos que se llevan de visita, es intrascendente o superfluo. Ninguna persona de su entorno, familiar o  profesional  profesi onal,, que conociera conociera estos hechos y esta visi visita ta tampoco se sorprendería de que algo algo de loPero quepor lleva tema depuede conversación. la dicho mismahubiera razón, sido el terapeuta sorprenderse de que estos hechos no hayan sido ya hablados; ¿de qué, sino de esto, debe hablar esta mujer con su terapeuta en sus sesiones individuales, de cuyo contenido dice ser tan reservada en su casa? Y si ya ha hablado de esto, ¿de qué le ha servido hasta ahora? Y si el marido no está para que nadie le caliente demasiado la cabeza y los hijos anuncian que no quieren venir, ¿qué sentido tiene que, a partir de ahora, lo hable también con nosotros? Retengamos, sin embargo, lo último que nos dice; al responder a la pregunta de si el  padre vive añade, tras una corta vacilaci vacilación, ón, alg algoo que es indudablemente ndudablemente triste pero,  permítaseme, que resul resulta ta a la vez un tanto redundante: también también perdió una hij hija. a. Aunqueyno hubieseera sido así, no se de podría situación actual fuese dramática, tampoco el momento decirdecir nadaque quesusonara a reproche, en elmenos sentido de que, de no haberse producido la muerte de esa hija, la vida no le hubiese dado motivos de queja, dando a entender que su vida, hasta esos momentos, hubiera podido considerarse fácil. ¿Y entonces? Es un duelo más, pero está de más. Hablando de duelos, se trata de un tema obligado: «¿Qué hubiera pensado el entrevistador si acabara enterándose de la muerte de esta hija, pero no por una información espontánea de la paciente, sino después de haber tenido que ser él quien insistiera en preguntar si se habían producido otras muertes significativas en la familia?». Pero Lowenthal (1985) nos dice que la función primordial de la memoria no es  preservar Sabemos el pasado,que sinoesta adaptarl adaptarlo, traerl traeró,lodesgraci a cuentaadamente, para enriquecer y manipular manipul ar el  presente. mujero,sufrió, sufri desgraciadamente, un duelo más; pero la  pregunta  preg unta que se nos impone es ¿para qué nos lo di dice?, ce?, ¿para qué quiere que lo sepamos? A menos que tengamos presente lo que, hace ya muchos años, nos planteó Mead (1929) acerca de que toda concepción del pasado se construye siempre desde el punto de vista del nuevo problema actual que ha surgido.

 Devolución: Señora, creo que tenemos un pr problema. oblema. Lo que yo pienso pi enso que Vd. tendría que hacer, no sé si es capaz. Y lo que Vd. cree que yo tendría que hacer, no sé si es bueno. Yo creo que Vd. tendría que plantearse si ha llegado el momento de tomar el relevo. Creo que su preocupación debería ser el día de mañana, el día después. Y que podría  ser bueno para Vd. coger las riendas ri endas ahora, precisamente para que si se equivoca equi voca no  se encuentre todavía sola. Tendría Tendría que dar el paso. «Cojo las riendas ri endas porque es lo que

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me voy a encontrar. Aún no sé cuándo, pero sí sé que me lo voy a encontrar».  Lo que Vd. piensa que yo tendría que hacer hacer,, no sé si es posible. posi ble. Dejando aparte al  equeño, dado que podemos tranquilizarnos pensando que un psicólogo escolar ha empezado a tomar cartas en el asunto, y centrándonos en el mayor, va a ser muy difícil  convencer a un adolescente que ahora dice que no necesita ayuda, de que sí la precisa  de que debe venir.  Así que se lo voy a plantear al revés. Dígale a su hi hijo jo mayor que él no le ha podido podi do convencer a Vd., y que sigue preocupada; que hace unos meses que cree que está aislado, que se encierra en su habitación y llama poco a sus amigos, y que no le explica por qué. Así que le pide que venga a verme por si logra convencerme a mí. Si no lo consigue, ya seremos dos y Vd. estará en su derecho de seguir insistiéndole. Si me convence, entonces tendré que insistirle yo a Vd. de que puedo quitarle un peso de encima, que bastantes tiene ya.

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8.3 .3.. Un ca caso tó tóp pic icoo Esta vez se trata de una pareja que ya dejó atrás los 40, sin ninguna situación existencial de especial dramatismo. El principal problema por el que piden consulta viene expresado así: « Creo que

necesitamos que nos ayudeno porque nos es imposible hablar; sólo sabemos Yo  soy Ester, y estoy Ester, rellenando rellenand el cuesti cuestionario onario en compañía de Raúl. Estoy eenndiscutir. tratamiento en..., pero creo que Raúl está en desventaja. Ambos necesitamos una terapia conjunta; creo que, por separado, no podemos conseguir nada». Terapeuta: Hay un par de cosas que me gustaría precisar de la ficha. La Sra. había empezado un tratamiento personal que parecía haber dado un resultado notable en no mucho tiempo, por lo que nos decía la psicóloga que les mandó aquí . (Ester aclara que la mejoría comenzó unos seis meses después de iniciarse el tratamiento.)  Per  Peroo también tambi én  sugería que, tras su mejoría, ve veía ía que su esposo estaba en desventaja. Me ha llamado la atención que, si a Vd. le ha ido tan bien una terapia personal, no se le recomendara lo mismo a su esposo. Y, por otra parte, parece que ha habido algo que no ha mejorado de la misma manera, o hasta puede que haya empeorado, que son las peleas entre Vds.  Ester: Sí, nosotros nosotros no hablamos. Discutimos. Discuti mos. T.: También se menciona un problema de ludopatía (mencionado escueta e impersonalmente en el apartado de la ficha: «¿Hay algún otro problema que preocupe a la familia?»).  E.: Sí. Yo lo tengo. Todo lo tengo yo. T.: (En tono jocoso). Entonces ¿qué hace este Sr. aquí?  Raúl: Me han dicho di cho que tenía que venir veni r.  E: La ludopatía es mía, la depresión depresión es mía (En el informe del psiquiatra, que también la trata, se alude, además, a un trastorno de la conducta alimentaria al que la  paciente  paci ente no se ha referido). Per  Peroo yo creo que hay pr problemas oblemas que provienen de él. La depresión la sufro ahora, pero yo creo que la tengo desde hace ya veinte años. T.: ¿Y la ludopatía?  E.: De la ludopatía debe hacer unos ocho años. T.: ¿Es grave?  E.: Sí. No puedo entrar en un bingo, bi ngo, porque si me siento si ento ya no me levanto. He conseguido que me prohíban la entrada. T.: ¿Y eso le funciona?  E.: Sí, pero pero puedo colarme. T.: ¿Se ha colado?  E.: Sí, con el carné de una vecina. veci na. Pero es de vez en cuando, cuando tengo el  mono. Como una adicción. No gasté mucho. T.: A ver. ¿Es como el que da una calada y tira el cigarro?

 E.: Sí; es el mono de un día. Tiempo atrás habría hecho barbaridades. barbari dades. Ha sido 101

 

como una fiesta y ya le devolví el carné . T.: ¿En qué aprecia Vd. la mejoría de su esposa?  R.: ¿Sobre qué tema? ¿La depresión depresión o la ludopatía? T.: Sobre aquello en que la vea mejor .  R.: El juego viene vi ene de mucho más atrás de lo que ella dice. di ce. Ella di dice ce que yo estoy mal, pero he vivido una tensión que creo que habría afectado a cualquier persona . T.: Pero ¿le está ayudando el verla mejor a ella?  R.: ¿De qué hablamos? ¿De la depresión depresión o del juego? No tienen nada que ver . T.: ¿Quién les ha dicho eso?  R.: Lo digo por el momento en que cayó en la depresión, a raíz de unos problemas. problemas. Que a lo mejor venía arrastrándola, no digo que no. Ahora hay días en que está bien y otros, mal. Nosotros somos como dos círculos viciosos. Si el círculo es bueno, todo va bien; si es malo, cualquier cualquier comentario comentario es una discusión. T.: Pero podrían estar pasando dos cosas. Una, que ella se sintiera bien, pero que Vd. no la viera tan bien como ella se siente; la otra, que sí que Vd. la viera bien, pero que no se atreviera a confiarse todavía.  R.: Sí, eso podría ser. ser. Lo importante es la estabilidad. estabi lidad. Si llevara así uno o dos años, sería otra cosa. T.: Lo que dice su esposa, que no puede negar que fue al bingo, pero para ver que asaba, un poco como el que vuelve a fumar, pero un puro y en una boda, ¿es para Vd. una recaída?  R.: Hombre... ¡Me ha causado tantos problemas! Solo me decía algo cuando tenía roblemas económicos. Cuando bajas la guardia, te la pegas. Si hoy todavía tiene esa dependencia pues... no está curada. Pero el problema de la depresión... Yo no digo que ella haya tenido problemas desde hace muchos años, pero lo que desencadenó la depresión es de hace poco más de un año. T.: (Dirigiéndose a E.) ¿Qué pasó?  E.: Hay muchos temas . Llevamos veinte  R.:  E.: (Superponiéndose). Han sido laborales, Laborales de pareja... vei nte años casados. T.: ¿Tienen Vds. familia?  E.: Mi padre padre murió muri ó hace cuatro años. Mi madre madre se marchó marchó cuando yo era todavía una niña. Había habido malos tratos entre ellos y en casa. Yo vengo de una familia totalmente desestructurada.  R.: Lo que te pregunta es si tenemos hijos hi jos. T.: Sí, pero ya que estamos con esto, ¿su familia, Sr.?  R.: Yo Yo estoy solo aquí. Mi familia famili a si sigue gue en América Améri ca.  E.: Pues llevamos veinte vei nte años casados y desde los primer pri meros os días hemos tenido teni do roblemas. Quizá no nos hemos entendido. Él siempre ha tenido un carácter fuerte y

o, al unaeso familia la violencia continua T.:provenir Perdone,depero puededesestructurada,… llevarle a uno a tragarlo todo en o ami nocasa dejarera pasar ni . una. ¿Cuál fue su caso?

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Es un caso típico (lo que no quiere decir fácil): una estructura relacional complementaria rígida, ante la cual, la esposa se rebela de cuando en cuando a través de los síntomas (l (ludopatía), udopatía), y un tratamiento personal que le le permite situarse un poco m menos enos down, con lo que la paciente mejora pero la pareja se resiente (Linares y Campo, 2000). Pero al final del fragmento se produce un curioso malentendido; al preguntarle si tiene familia, empieza a hablar de su familia de origen y salen todos los demonios. Y cuando, tras la perspicaz advertencia del marido (ya que les preguntaba por su descendencia), tomar la palabra de nuevo, vuelve a reemprender el hilo por ahí.  Nada de eso es nuevo. Aquí no hay ning ninguna una revelación; revelación; todo parece hablado hablado y más que hablado. Y no sólo entre ellos, también ante otros. El marido, cuando está discutiendo con el terapeuta si la depresión y la ludopatía están relacionadas o no, dice: «Que, a lo mejor venía arrastrándola (la depresión). No digo que no». Esta expresión es una cita encubierta (Reyes, 1994); actualiza una conversación en la que todo esto (si la depresión viene de ahora, o si de todos esos traumas, ¿qué se piensa Vd.?) probablemente había sido ya objeto de debate. El argumento, ante el que el marido  parece que no pudo decir que no, evoca e voca una voz cargada cargada de autoridad, autoridad, probablemente la de un profesional. En todo caso, puede que lo callara, pero no parece que lo convenciera.  No es nuevo, pero está presente. Y tampoco es una maniobra evi evitati tativa; va; todo lo más, resulta dilatoria (poco después se trata en la visita, sin más problemas, el tema de la  parentaliidad de la pareja). ¿Será, acaso, uno de esos núcleos temáticos  parental temáticos compactos de los que habla Cancrini? ¿Qué llave de acceso hemos pulsado? Eso yo no lo sé, pero lo que sí parece claro es que Ester está intentando desde el  princi  pri ncipi pio, o, ya en la ficha, ficha, inclui ncluirr a R Raúl aúl en sus problemas, problemas, vengan de donde vengan. vengan. Y no tanto para hacerlo parte de sus causas, como para que le acompañe y participe en su solución. Quiere, al parecer, darle otra oportunidad y tener otra oportunidad con él. El presente no es independiente del pasado; pero los problemas del presente no son, tampoco, la simple e inevitable consecuencia del pasado. «El presente no arrastra tras de sí al pasado como a un fardo, sino que transita hacia otro presente con los resultados del  pasado su eltextura» texfuturo) tura» (Mead, 1929: 56). La cambiante relación relación dely presente el pasado (y tambiénencon es, afortunadamente, complejacon (Vázquez, 2001).

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8.4. 4. ¿Q ¿Qué ué son son los los tema temass ob obliga ligad dos os?? 8. Estos casos tan distintos tienen algo en común. En un momento relativamente temprano de la visita (y de la terapia) emergen, ya sean traídos por el terapeuta, ya por boca de los consultantes, hechos traumáticos de sus vidas. Estos ocupan el escenario, pese a que no estaban siendo tema de conversación No era la intención del ni terapeuta indagarlos entonces, aunque tampoco en es ese que momento. fueran disonantes con la consulta con lo que se estaba hablando. Y estos hechos, aunque no entraran en el foco del terapeuta, no se podían soslayar impune e indefinidamente. No lo entenderían los consultantes, y aún menos lo entenderían los profesionales con quienes aquellos temas ya habían aparecido. Porque además tenían otra cosa en común, y es que no eran ninguna revelación. No  pertenecían al reino reino ignoto ignoto de lo «no « no dicho todavía», sino sino al penoso recuerdo de lo «ya « ya dicho». Se trata de hechos pasados, normalmente hace tiempo, tratados ya con otras  personas y otros profesionales, profesionales, y que son traídos a colaci colación ón no por formar parte del trasfondo específico (explicativo) del tema que se está tratando, sino más bien por  integrarse el sus trasfondo genérico (justificativo)  posi  posici ciones onesen ante problemas problemas (Ramos, 2001a). de la historia de estas personas y de sus Estos hechos configuran el conjunto de lo que llamamos temas obligados. Se refieren a la historia de las personas y/o la historia de su enfermedad y de sus problemas; pero a la historia muerta, pasada: aquello que fue, que ya no sigue un hilo conductor hasta el  presente. Son cosas que ocurrieron, pero que han perdido su contexto como alg algoo vivo y, y,  por tanto, modifi modificabl cable: e: me pasó tal, que me hizo hizo así, y por eso hice hice cual; y ya no hay más vueltas que darle. Son temas, y hechos que deben aceptarse en la entrevista (y en la terapia), pero que no hay que esperar transformarlos demasiado a través de la misma. Conviene conocerlos (y conviene hablar de ellos) para que se sepa que son sabidos, pero sin volcar el esfuerzo terapéutico en ellos. y deben tener un tiempo y un hueco tanto en la entrevista como en la Están presentes terapia; pero, por humanos y dolorosos que puedan llegar a ser, la terapia no se hace con ellos: se suele hacer a pesar de ellos.

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9 Los temas acotados 9.1. Una opinión entre tantas Estamos ya en la sexta visita del caso que en el anterior capítulo bautizamos como «tópico»; las tres primeras entrevistas se han hecho con ambos, la cuarta con ella y a la quinta se le ha convocado sólo a él. A esta visita se la vuelve a citar a ella a solas. Han transcurrido ya varios meses desde que comenzó la terapia.

Terapeuta: Queremos explicarte (a estas alturas ya nos tuteamos) la visita que tuvimos con Raúl. Hablamos con él de algunas de las razones que nos permitían sentirnos un oco más optimistas, más allá de la sensación que compartíamos con vosotros de que estabais pasando un momento dulce (en alusión al buen clima y a la rápida búsqueda de reconciliación tras las discusiones, que, no obstante, persisten).  Acabe como acabe vuestra pareja, juntos o separados, este momento es bueno orque os ha permitido pasar por la experiencia de sentiros próximos, y así poder  reguntaros si sigue valiendo la pena. Una razón que es importante para él, aunque para nosotros lo es menos, es cómo va evolucionando el problema del juego. Para él, resulta clave porque ha estado implicado muy directamente, pero nosotros hemos percibido tu sorprendente capacidad  de escaparte d e los líos a los que te ha llevado llevado el juego. Y, por otro lado, si al final os acabarais separando, el hecho de no tener a nadie detrás que te permita respaldarte hasta podría ser un freno para ti en ese aspecto. Eso nos tranquiliza, tranq pero creemos que Raúl ha intentado ayudarte mucho respecto respe cto a esto y había queuiliza, que reconocérselo.  Al saber saber que has podido adelgazar sin esforzarte (el informe de deriva derivación ción del   siquiatra  siqui atra mencionaba menci onaba también un trastorno no específico específi co de la conducta alimentaria) ali mentaria) hemos pensado si sería posible que tu naturaleza estuviese dando un cambio. Y nos hemos preguntado si ese cambio podría afectar también a tu depresión recurrente y hacerla virar hacia una ciclotimia, es decir, a que fueras una persona con altibajos, pero sin más ni más.  Raúl decía que también tambi én la medicación medi cación podía estar haciendo haci endo efecto, y naturalmente, no podemos olvidarlo.  Peroo aún había otra razón para que fuéramos menos pesimistas,  Per pesi mistas, una razón que era más Podría oportuno contigo que no conbien ser hablarla que tu evolución personal, biél. en por la vida, bien por el tratamiento, tratami ento, bien por todo un poco, te vaya ayudando a madurar. Si eso fuera así, lo que nosotros

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tenemos que decirte es ¡que te lo creas!  Así que, más que encontrar la explicaci explicación ón de por qué has madurado, hoy nos interesa hablar contigo de lo que has conseguido ya, de lo que sientes que ya está  seguro,  segur o, y de lo que todavía hay que apuntalar apuntalar.. Tenemos que ocuparnos de esto porque el otro problema que se plantea es que, si tú estás mejor, no podemos pedirle a Raúl que se lo crea a pies juntillas; pero tampoco odemos pedirte a ti que le des pruebas indefinidamente de tu mejoría sin advertirte que puedes acabar por desfallecer.  E.: A ver, ver, yyoo he tenido teni do una evolución. evoluci ón. Y digo que «he teni tenido» do» porque ha habido un bajón estos días (entre ambas visitas ha transcurrido la Navidad y, más adelante en la visita, situará el bajón a partir del día de Reyes). He sentido que el cambio era físico y  síquico. Me he sentido senti do más segura desde el momento en que me he mirado al espejo y he visto el resultado de dominar mis impulsos de comer. Ha habido un cambio físico que a mí me ha dado seguridad. Pero es como si todos estos días hubiera esperado muchas cosas y de todo esto, pues... T.: Aparte de las causas del bajón, nos interesa también saber lo que has hecho. ¿Has llamado a tu psicóloga? (La psicóloga es quien realizó la derivación del caso, y avaló su evolución personal. No la ha llamado. En el curso de la visita vuelven a mencionarse aspectos de su difícil vida en su familia de origen.)

 Devolución: No nos preguntes si vuestr vuestroo momento mágico mági co habrá pasado, porque porque nos hemos dedicado a intentar comprender lo que ha sucedido esta Navidad; hemos barajado tres explicaciones distintas sin poder acabar de decidirnos por ninguna.  La primera pri mera es de manual de terapia terapi a familiar fami liar.. ¿Conoces el argumento de Pigmalión? (Lo conoce.) Es como si vosotros vosotros tuvierais tuvi erais un síndrome de Pigmalión: Pigmali ón: un miembr mi embroo de la pareja que es débil y otro que intenta ayudarle y que lo hace; pero llega un momento en que la persona débil elempieza a crecer y entonces cambian las tornas  Es muy di fícil para difícil que cr crece ece dar las gracias eseiindependizarse ndependizarse y para. el que ha ayudado al crecimiento, reconocer esto. Este no puede dejar de creer que «siempre me vas a necesitar», y aquel no acierta a decir que «te necesito, pero de otra manera». Lo que nosotros llamamos una pareja complementaria, que se ven con bastante frecuencia.  A veces ocurre que la persona que está creciendo se asusta y tiene una recaída, como para dar un frenazo. Así que no sería la primera vez que lo vemos, pero no estamos seguros, porque hay otras cosas que podrían explicarlo  (Ester ha ido asintiendo).  La otra explicaci expli cación ón es que hubieras pasado por un momento bajo en tu depresión. (Asiente de viva voz.) A nosotros nos resulta resulta difícil di fícil calibrar si es una recaída o un coletazo; en primer lugar, porque no es lo nuestro, y en segundo lugar porque, como no te conocemos de antes, nos es difícil comparar. Aunque, si tú te has hecho alguna vez una herida, sabrás que a veces duele porque está infectada y otras, porque está

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cicatrizando.  De todas formas, nosotr nosotros os creemos que, si la primera pri mera explicación expli cación es la buena, uede ser que la recaída o el coletazo desaparezcan.  La tercera explicación explicaci ón la hemos sacado de saber que la recaída empezó el día de  Reyes, que es el día de Navidad Navi dad más signifi si gnificativo cativo para un niño. ni ño. En esa fecha no debe extrañar que se reaviven ¿cómo decirlo? ... traumas pasados, deudas históricas que uno va olvidando más o menos, pero que hay momentos en que se reavivan. Como en el  día de Todos los Santos, cuando uno se acuerda siempre de sus duelos.  No sabemos con qué carta quedarnos, pero nuestra impr i mpresión esión general es que la terapia va avanzando.  Así que te pedimos que vayas a tu psiquiatra psi quiatra porque porque si la depresión desaparece o el  doctor no le da importancia, nos veríamos contigo y con Raúl para seguir con lo del   síndrome  síndr ome de Pigmalión Pi gmalión y con qué más necesita necesi ta él para poder creerte.  Peroo si no te desaparece o se le da importancia,  Per i mportancia, vuelve tú sola, que algo encontraremos encontrar emos para poder hablar, hablar, mientras estés así. os hemos detenido más en lo que decíamos los terapeutas que no la paciente porque lo que nos interesaba era ilustrar cómocómo procurar un contexto un sentido fenómeno: «recaída». «recaída» . Y, más particularmente, particul armente, buscar un huecodeal sentido contexto contextoa de senti do que la nosotros planteamos (el síndrome de «Pigmalión»), entre otros contextos de sentido  presentes o posibles. posibles. Lo primero para buscar un hueco al sentido que nosotros proponemos es dar (o, como mínimo, no negar) carta de naturaleza a los otros sentidos que están circulando (o  pueden hacerlo) por la red conversacional conversacional vi virtual rtual actual actualiizada. Y lo segundo segundo es tratar de conducir el estado de activación de la red lo más posible hacia donde nos interesa. Lo que nosotros podríamos creer, en la más pura óptica funcionalista, es que el bajón tiene la función de frenar el proceso de ella hasta que él esté en condiciones de acompañarla. Pero hay otras explicaciones posibles, y hasta más económicas: si hay algo que defina, más de coloquial virtuosismos clasificatorios, comoesendógena recurrencia; y la allá forma de este último término la recaída.a una depresión es la Por eso no podemos decir nuestra opinión y punto; hay que hacer un trabajo para darle posibilidades de que germine. El trabajo comienza ya con la apertura de la sesión. Se inicia aludiendo al «momento dulce» de la pareja, proyectándolo hacia su desenlace y mencionando de nuevo la  posibi  posi billidad de la separación, para no cerrar c errar en falso falso el di dillema existenci existencial al de la la pareja (Ramos, 1992): el momento dulce es valorado como bueno, acabe la pareja como acabe. Inmediatamente se prosigue con las razones que sustentan nuestro optimismo y que se refieren a nuestra apreciación actual (tras lo que hemos ido averiguando —y  procurando— en las sesiones) sesiones) acerca de preocupaciones heredadas de las conversaciones conversaciones  precedentes en lalared. De un lado, ludopatía y el trastorno de la conducta alimentaria, que menciona el  psiqui  psi quiatra atra en su informe; y de otro, la maduración personal que la psi psicól cólog ogaa que remi rem ite el

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caso avala en el suyo (y que nosotros, de rebote, también avalamos: «¡Que te lo creas!»). Y ante la primera objeción de la paciente (el bajón, a pesar de mantener que ha tenido una evolución «física y psíquica»), se invoca la posibilidad de provocar una conversación con quien más en condiciones parecía estar de ayudarnos a desactivarla (la  psicól  psi cólog ogaa que había avalado avalado su evolución evolución personal a pesar de los pesares... pesares.. . y de los diagnósticos). Esta filosofía se mantiene en la devolución, pero en ella se trata también, de incluir  un pronunciamiento del interlocutor de la red que más peso tiene en el mantenimiento o remoción de la marca transcontextual: el psiquiatra. El diagnóstico que este estableció (depresión mayor, ludopatía, trastorno de la conducta alimentaria) tiene las suficientes entradas como para permitir elegir el vértice desde el que tratar de minarlo. Dado que, psiqui psiquiátri átricamente camente hablando, el componente mas estructurado del diagnóstico es la depresión, este componente se enfatiza, por lo que el bajón pasa a denominarse denomi narse como « recaída», y ceder la última última palabra a él (simpl (simplemente emente se acota que  podría tratarse de una recaída o un coletazo, por si el psiqui psiquiatra atra puede apuntarse a eso). Acerca de los otros dos componentes diagnósticos mantenemos nuestra postura: la ludopatía y el trastorno alimentario han mejorado y pueden seguir haciéndolo... porque afirmamos (y creemos) que la terapia va globalmente bien. La tercera explicación, las reminiscencias, es una posibilidad de mantener un territorio de sentido por el que la psicóloga pueda deambular como por su casa.  Nosotros asumimos asumimos que puede haber «traumas» « traumas» y que éstos pueden reactualizarse reactualizarse  para compartir un terreno común con la psicólo psicólogga, que ha hecho una apuesta por la  paciente;  paci ente; para que nos vea alineados, alineados, en alg alguna medida, con ella ella y eso le ayude a mantener su apuesta. Pero, como tema obligado que es, proveniente del pasado de la paciente y tratado ya  presumibl  presumi blemente emente en la historia historia de su terapia terapia con su psicól psicólog oga, a, nos limi limitamos tamos a darle una salida acotarlo, sinsiembra emplazar esperardonde de la esperamos psicóloga ningún tipo deelreconsideración. Es sin dentro de esta denisentido que germine sentido que nosotros proponemos: el síndrome de Pigmalión, la primera explicación de la devolución. Esta se proporciona en dos lenguajes; uno de uso interno, para hablarlo con la paciente («Pigmalión») y otro externo, para que la paciente lo hable en las conversaciones con  profesional  profesi onales es que le estamos inci incitando tando a que procure: «pareja complementaria» complementaria»..  No nos parece probable probable que lo haga con estas palabras, ni falta falta que hace; basta que diga algo del estilo: «Usó unas palabras de esas tan difíciles que usan Vds. Lo que yo entendí es eso de Pigmalión, de una chica a la que su marido le ayuda a madurar, pero cuando lo hace no lo puede aceptar porque tiene miedo de que se le escape» (o cualquier  cosa semejante). Y también importa que lo haga en presencia y en persona. Es a ella a quien más puede interesar aceptarNosotros o rebatir sólo si espodemos (solo) unaalentarla. recaída, o puede ser  también unlePigmalión y un trauma. Así que, si consigue hacérselo creer, tenemos vía libre para seguir trabajando en

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ayudarle a conseguir que el marido acepte su mejoría (y eventualmente la acompañe en ella). Si no lo logra, ella (y nosotros) deberemos ingeniarnos para encontrar algo  pertinente  perti nente de lo que seguir seguir hablando... hasta que escampe.

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.2.. Los te tema mass aco acota tad dos 9.2 Quiere decirse que en el curso de la terapia surgen temas acerca de los cuales el terapeuta no debería exponerse a dar su opinión sin hacerse una idea de las polémicas a las que esta le puede llevar (o introducir). Y ello no por simple miedo a la polémica, sino por   precauci  precaución ón el lug lugar al que podrían sus pacientes y sus esfuerzos terapéuticos, terapéuti cos,acerca en caso dearproducirse. Son lverse os quearrastrados denominamos denominamos . temas acotados Se trata de temas pertinentes para el estado de activación de la red conversacional en la cual está trabajando. Es presumible que se haya hablado de ellos, lo esté haciendo o que éstos vayan a ser motivo de conversación con otros interlocutores de la red. Y éstos son también temas sobre los que existen, o pueden llegar a crearse previsiblemente, estados de opinión que pueden ser concordantes o contrapuestos con la opinión que sustenta el terapeuta. Considerando Consi derando su dimensi dimensión ón temporal, estos temas acotados se refieren a asuntos ubicados en el presente (o en el pasado-presente) de la vida de las personas que nos consultan y/o de la historia de los problemas por los que nos visitan. Se trata de temas de conversación actuales, candentes, bien seay por evolución del caso, bien sea por la confluencia entre los temas de actualidad los la estados de opinión vigentes en la sociedad, por un lado, y las vicisitudes actuales del caso, por el otro. Es decir, existirían unos temas acotados derivados directamente de la actividad conversacional de otros nodos de la red, y otros procedentes de los discursos sociales dominantes en un momento social dado que se infiltran en cualquier nodo de la red conversacional actualizada. Por ejemplo, cualquier alusión a temas de maltrato, ha de ser  tratada por el terapeuta en este momento teniendo en cuenta la sensibilidad social y  profesional  profesi onal que hay hacia esta temática temática en estos momentos. Si lo que pretende el terapeuta es formular una opinión sobre un tema del que piensa que puede sacar algún provecho terapéutico, no basta con que crea que hay o no maltrato para testimonial que lo manifieste así sinbien máscon ni más. Ahora bien, si sulimitarse intencióna es dar una mera opinión para quedar su conciencia, puede formularla y ahorrarse así todo el trabajo que estamos aquí desgranando. Los temas acotados suelen abarcar, con frecuencia, aquellos que han sido tratados recientemente o están siendo considerados por otros profesionales de la salud (diagnósticos, terapéuticas precedentes, simultáneas o en proyecto, medidas asistenciales recientes —como puede ser la oportunidad de un ingreso o las consecuencias previsibles de un alta—, etcétera). Pero no son exclusivos del ámbito de la salud; se refieren a cualquier tema que pueda estar siendo considerado en cualquier nodo de la red conversacional virtual actualizada, dado el estado de activación que en este momento se da en esa red. Un ejemplo referido a un sistema que no sea de salud es el sistema judicial. Cuando la problemática de una pareja y/o familia activa el (o procede del) sistema judicial (tanto en terapias forzadas, cuanto en parejas en conflicto que recurren a opiniones de

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abogados), las opiniones del terapeuta acerca de la diversidad de temas que pueden aparecer en la terapia, deben filtrarse en razón de las opiniones de profesionales de la usticia, con las que cree oportuno alinearse o contradecirla. En ocasiones, también la acotación de un tema puede provenir del propio sistema natural. El tratamiento de un tema en la terapia puede encontrarse que tropieza con estados de opinión de la familia extensa, que se sienten concernidos y se activan por el tratamiento que el terapeuta hace de ese tema, aun cuando esos elementos del sistema natural puedan no estar participando en la terapia. Un ejemplo de esto podría ser las  posibl  posi bles es reacciones al tratamiento tratamiento del tema de la separación en una pareja por parte de un  pariente  pari ente importante que esté adscrito a una discipl discipliina confesional (relig (religiiosa, pongamos  por caso).

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9.3.. Acota cotand ndoo par araa nos nosotr otros os 9.3 Los casos nos llegan gracias a que se ha activado una red conversacional, de forma que la trayectoria de las conversaciones que se han producido han acabado por incluirnos;  pero se mantienen sobre todo, como ya expusimos expusimos en otra parte, gracias gracias a que el sistema sistema familiar se encuentra inmerso(Ramos, en un acontecimiento abierto, cuya resolución nadie sabe a quien acabará favoreciendo 2001). Los pacientes, y sus familias, nos llegan arrastrando una leyenda, que se desgrana en los temas obligados, e inmersos en una polémica, que se desgrana en los temas acotados. Pero, en cualquier caso, no nos llegan parados, sino que siguen pasándoles cosas. Algunas de estas podemos tratar de introducirlas en la red, mientras intentamos dar el sesgo que nos interesa a las conversaciones que vamos a promover con otros nodos de la red. Es decir, nosotros también podemos acotar temas de cara a otros nodos de la red: hacer hablar de algo tratando que esté presente en la conversación la opinión —y la orientación temporal— que nosotros ya hemos dado de ese tema. Sirva de ejemplo el siguiente caso. Se trata de un adolescente recién dado de alta de una hospitalización diagnóstica. El  rofesional que los atiende lo remite, simultáneamente a un servicio especializado de terapia familiar y al servicio territorial de zona (CAPIP), donde el receptor es, casualmente, un profesional que había tenido, años atrás, contacto con el caso.  Por motivos moti vos de agenda, la vi visita sita en terapi terapiaa familiar fami liar se produce antes de que vaya al CAPIP, aún durante la hospitalización del paciente. Se convoca a los padres, que informan que el proyecto de alta, dentro del cual se incluía nuestra visita, ha empezado con mal pie.  En él se contemplaba la vuelta del paciente al ámbito ámbi to escolar, escolar, escenario escenari o de sus trastornos de conducta; pero, en el último momento, el paciente se ha negado en redondo. Cuando se le cita a él a la siguiente visita, el plan de alta se ha cambiado y se le ha orientado hacia un proyecto laboral. El paciente está a la espera de empezar un cursillo de capacitación.  La entrevista con el paciente se centra en desgranar las ventajas que pueda tener  ara él este nuevo proyecto (orientándolas hacia el futuro: se le pregunta, por ejemplo, a quiénes, entre sus amigos, quiere invitar primero con el primer sueldo que gane). El  terapeuta receptor del CAPIP tiene noticias de esta nueva orientación hacia el mundo laboral, pero todavía no ha podido hablar en persona con el paciente al respecto.  La entrevista se concluye entregando entregando un informe i nforme nuestro nuestro que el paciente debe hacer  llegar al receptor en la primera visita que tenga con él. El texto del informe es el   siguiente:  sigui ente:

 Estimado compañero: compañero:

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 Nos dirigimos a ti por dos razones. razones. La primera, primera, para ponerte al corriente de la v isita que ya hemos realizado con tu paciente Fulanito. La segunda, para ver si nos puedes despejar una duda que esta visita nos ha planteado.  Al saber por boca de sus padres, padres, en la l a anterior visita v isita que hicimos, hi cimos, que el intento de reintegración escolar   se había saldado con un f racaso, racaso, optamos por centrarnos centrarnos en el proyec proyecto to laboral para tratar t ratar por todos los medios que esta segunda alternativa no acabara también de la misma forma.  Nos encontramos encontramos con la agradable sorpresa sorpresa de que, en pocos meses, meses, podría ser que estuviera ya trabajando; así que le planteamos querría hacery,con su dinero, a quénos amigos le gustaría etcétera. Tratábamos de potenciar su redque natural de pares hablando de ello, encontramos coninvitar, otra sorpresa: nos dijo que tiene novia desde hace poco tiempo.  La duda provi proviene ene de la prisa que tenía en la visita. v isita. Nos dijo que esa misma tarde tenía un partido de baloncesto. Los padres, que lo acompañaron, lo confirmaron; pero no parecían muy complacidos por la explicación.  Así que, aunque lo del partido resultó resultó ser verdad, verdad, nos gustaría saber tu opinión de si puede tratarse de un mecanismo fóbico de tipo evitativo.  Nosotros,  Nosotr os, en principio, estamos satisf satisf echos de cómo se desarrolló desarrolló la l a visita v isita y del rumbo que, por fin, f in,  parece  par ece estar tomando el caso. Pero Pero te pedimos tu opinión porque porque no querríamos pecar de estarle estarle empujando demasiado fuerte.

Así que, cuando el nuevo facultativo reciba el caso, ya sabrá hacia dónde apuntamos. Le queda, si la cosa funciona, marcarnos el ritmo al que él nos puede acompañar.

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10 Los temas libres 10.1. Un caso que llega en marcha En este caso se nos describe así su problema principal:

«En la actualidad tenemos una situación de angustia e incomprensión familiar». «La madre está con depresión a causa del comportamiento y la situación del hijo mayor, que solo sale de un problema para meterse en otro. A éste no se sabe de dónde le vienen las preocupaciones, pero no encuentra nada por qué vivir». (Más adelante, en la ficha nos advierten que es minusválido; durante la entrevista nos explicarán que es a consecuencia de un accidente que sufrió en la infancia.) «También tenemos problemas de adaptación con el padre, que ha sido sometido a una operación de vida o muerte. Cada uno de nosotros ha creado su propia vida, pero no hemos encontrado la forma de vivir en familia». La ficha la rellenan la madre y el hijo pequeño, seis años menor, nacido antes del accidente del mayor; en ella se nos advierte que éste es bastante reticente a venir. Se les cita a los cuatr o pero se les dice que si no consig consiguen uen convencer al mayor mayor,, los padres deben venir solos. Entre la solicitud, fechada en el verano, y la visita han transcurrido algo más de dos meses. Se presentan los padres y el hijo pequeño. Al inquirir el motivo el padre (P.) contesta:

 P  P.: .: Ahora, en este momento, vivimos vivi mos los tres en casa, porque porque Anselmo, el mayor, mayor, se ha ido. Terapeuta: ¿Con quién se ha ido?  P  P.: .: Con una chica. chi ca.  Madre:  Madr e: Su novia. novi a.  P  P.: .: Se ha echado una novi noviaa y se han ido i do a vivir vi vir juntos. Se ha separado de nosotros. T.: ¿Hace mucho?  M.: Hace poquito.  P  P.: .: No llega, todavía, al mes. T.: ¿Tenían alguna idea de que esto estaba al caer?  P  P.: .: Sí. Nos dijer di jeron on que se irían para el puente de T Todos odos Los Santos, pero pero nosotros nosotros

edimos la visita antes. Estábamos todos. 114

 

 M.: Si, Si , estábamos todos. Él se fue para la Merced. Tenía Tenía novia novi a hace cuatro meses.  Es como un volcán.  P  P.: .: Hemos tenido muchos problemas problemas con él, porque porque bebe mucha cerveza y fuma mucho. T.: (Dirigiéndose al hermano): ¿Y tú qué, Damián? Creo que estás estudiando. ¿Cuántos años tienes?  Hermano: 19, y voy para 20.  P  P.: .: 19 tiene. T.: Ya. ¿Tienes chica?  H.: No. T.: De acuerdo. ¿Qué tal te van los estudios?  H.: Normal. T.: Normal. ¿Qué haces?  H.: Trabajo en el ramo de la madera. (A la M.) ¡Qué bien me ha salido! (Los  padres ríen.) T.: ¿Perdón?  M.: ¡Es que tiene ti ene cada salida! sali da! T.: ¡Ah! A ver, ¿qué tiene la madera? Dime, dime.  H.: No, que me ha quedado muy bien bi en la frase. T.: Es verdad. Pero ¿qué haces realmente?  H.: Tenemos Tenemos que hacer muebles. T.: Ya. Yo, en eso, soy un lego. Déjame que te pregunte: ¿qué puedes hacer de cara al futuro?  H.: De todo. Puedo hacer diseño. di seño. O trabajar en un taller. taller. T.: De las dos cosas, ¿hay alguna que te interese más?  P  P.: .: Este año va a terminar el último últi mo curso y será ebanista. ebani sta.  M.: Ebanista Ebani sta carpinter carpi ntero. o. T.: ¿Tiene mucho porvenir? No sé cómo va eso. ¿Te ofrece oportunidades rofesionales  H.: Sí. Porinteresantes? eso lo hago. En cualquier texto clásico de terapia familiar (Haley, 1976) se nos aconseja dedicar unos minutos al inicio de la visita a lo que se denomina la «charla social». Y, al parecer, se sigue haciendo; el ya citado trabajo de Burgaleta en el que se estudiaba de qué hablan clientes y terapeutas en la terapia daba como resultado que los temas más frecuentes, por igual, eran los referidos al problema y a la conversación social (Burgaleta, 1998). En todo caso, la finalidad pretendida con ello era tratar que los consultantes se sintieran cómodos antes de empezar el trabajo real. Como «acomodación», sin embargo, el anterior ejemplo es tan laborioso como defectuoso; no hace el mínimo esfuerzo por respetar la posición jerárquica de los  presentes. El padre lleva la voz cantante desde el principio, incorporando a su discurso, o

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apostillando, las breves intervenciones de la madre, ante el silencio continuado del hermano; pero, en un momento dado, justo cuando el padre comienza a caracterizar al hijo mayor ausente como problemático, el entrevistador se pone a hablar con el hermano  presente, y no ceja hasta que no deja esbozado un futuro posibl posiblee de este.  No se trata de un error de acomodación, sino de una maniobra estratég estratégiica. Si se  perpetúa la ausencia ausencia del mayor en las entrevistas y en su casa, eso deja al pequeño como el único hijo al que agarrarse. Y eso, en una familia que, por la invalidez del mayor, ha podido involucrarse en demasía con él («Se ha separado de nosotros», dice el padre cuando informa que se ha ido con su novia), puede suponer un riesgo evolutivo demasiado importante. Por eso, no se entra en los problemas que hayan tenido con el hijo mayor hasta que se ha dejado sentado el futuro del pequeño; y un futuro que esté trazado, ya, en el presente. Obviamente eso sólo no garantiza que se haya conjurado el riesgo, pero tampoco es  baladí.  bal adí. En un momento tan precoz de la construcción de la narración (y eso es, en el fondo, cada terapia), los personajes son uno de los puntos del relato que constituyen los anclajes iniciales de sentido; y, como tales, esas caracterizaciones iniciales son duraderas (Ramos, 2001). Así que este hermano pequeño, como personaje, no ha quedado nada malparado: con sentido del humor, cosa que celebran los padres, y con un horizonte personal, cosa en la que acaban conviniendo («Este año va a terminar el último curso y será ebanista», dice el padre; «Ebanista carpintero», aclara la madre). Y eso se ha pergeñado hablando de algo que resulta bastante simple: qué hace, qué quiere, qué espera.  Nadie,  Nadi e, ni del si sistema stema técnico ni del sistema sistema natural, puede tener demasiado demasiado que objetar a que se hable de esos temas; si al terapeuta le interesa, allá él. Él debe saber lo que persigue, si es que persigue algo hablando de ellos. Son los que llamamos temas libres. Y sí, perseguimos algo.

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10.2.En el lugar del hijo En realidad, todos los casos nos llegan en marcha. Ni las personas ni las familias paran sus vidas ni congelan sus problemas, a la espera de que nosotros los entendamos. Así que los tenemos que coger en marcha y acomodarnos a su ritmo. En este segundo caso ya vamos algo más acompasados. Se trata de la tercera sesión de una pareja bien entrada en los cuarenta, sin hijos, en la que ella es alcohólica. Que ella  beba de manera cl clandesti andestina na les ha ocasionado inqui inquietudes, etudes, falsedades y problemas. En la visita anterior se le ha pedido a él una lista de cosas que le gustaría que ella le aclarase, para que pueda ir borrándolas de su memoria; a ella se le ha pedido una lista de lo que él le podría preguntar ya. No las han hecho, así que tampoco vamos tan acompasados. Pero, avanzada la visita, se produce el siguiente diálogo.

Terapeuta: Si vosotros hubieseis metido vuestros datos personales en un ordenador de una agencia matrimonial, no se ha inventado todavía el programa que os emparejara. Yo me pregunto: llevando, como lleváis, tantos años casados y estando aquí porque queréis seguir juntos, ¿en qué coincidís? ¿Qué visteis que teníais en común cuando os conocisteis?  Marido: Hasta en las activi acti vidades, dades, ella es más sedentaria. sedentari a. T.: No, al revés. ¿Qué os hace estar bien juntos?  M.: Hay una cosa que tal vez es poco importante. i mportante. Los dos somos muy amantes de los animales. T.: ¿Tenéis alguno en casa?  Paciente identificada: identi ficada: Teníamos. Una gata.  M.: La tuve que sacrificar sacri ficar hace pocos meses. La veterinaria veteri naria me dijo di jo hace tiempo ti empo que si quería que le diera la inyección, por los achaques que tenía. La estuve aguantando un año más. T.: ¿La pudisteis sustituir por otro animal?  P  P.I.: .I.: No; la tratábamos como a un mi miembr embroo de la familia. famili a. Más que una gata era como una hija. Nos volcamos tanto que... T.: ¿Cómo se llamaba?  P  P.I.: .I.: Cicci. Cicci . Por Cicciolina. Cicci olina. T.: ¡Ah! Aquella artista política.  P  P.I.: .I.: Aquella artista porno. Cuando la llevábamos al campi camping ng todos los gatos le iban detrás. Supervisor Super visor (S.).: (Entrando en el despacho y sentándose).  Artista política no, artista arti sta orno.  M.: Es que nos vamos de una cosa a otra.  P  P.I.: .I.: Era una gata muy pendona. T.: Me pregunto que, cuando os poníais a discutir... S.: (superponiéndose). Eso, ¿dónde se escondía la gata?

 P  P.I.: .I.: Enseñaba los dientes. di entes. 117

 

 M.: No has pillado pi llado la pregunta. Que cuando nosotros discutíamos, ¿qué hacía la ata? S.: Bueno, que yo he entrado para aclarar si Cicciolina era política o actriz porno,  para avisar de que es tiempo de hacer la pausa.  Devolución: Está claro que las tareas no son lo vuestro. Habéi Habéiss estado funci funcionando onando algo mejor (en referencia a una mejoría que anuncian al comienzo de la visita), pero no sabéis cómo lo habéis conseguido y no habéis podido explicárnoslo. Por eso, nosotros no sabemos cómo aconsejaros que lo repitáis. Y vosotros no os lo podéis acabar de creer, por lo que nosotros tampoco podemos creérnoslo del todo.  Peroo en la visita  Per visi ta de hoy nos habéis habéi s despejado una incógnita i ncógnita y nos habéis habéi s dejado con otra. Perdonad que le busquemos tres pies al gato, y nunca mejor dicho; pero es que lo habéis dicho vosotros mismos: Cicci era como una hija. Y creemos que,  simbólicamente,  simbóli camente, lo ha sido. si do.  P  P.I.: .I.: ¡Ajá! T.: Habéis podido poner en ella durante todos estos años un caudal de cariño y afecto que habría podido ser a fondo perdido.  P  P.I.: .I.: Sí. T.: En eso habéis estado como muy de acuerdo, muy unidos. Habéis encontrado una forma de resolver ese vacío, de una pareja sin hijos que podría haber sido dramático.  Peroo nos dejas una incógnita:  Per incógni ta: ¿por qué narices bebes? Podemos entender que te  sientas agobiada, que quieras qui eras evadirte. evadi rte. Pero, sabiendo sabi endo el daño que eso le hace a él, no odemos entenderlo.  Por eso, a menos que, hasta entonces, alguno de los dos meta la pata y se líe, en la róxima visita queremos verte solo a ti  (a la P.I.),  para hablar contigo conti go a ver qué odemos empezar a hacer con el demonio del alcohol . Ésta es una de las cosas que se puede hacer con un tema libre: usarlo para aludir  metafóricamente unpodría tema obligado (laimpli gataicado comoenmetáfora de la falta hijospoder  de esta  pareja, factor quease considerar considerar impl sus desavenencias) desavenenci as)dey así cerrarlo. Porque ese asunto tiene ya muy pocas salidas. El tema de la gata es intrascendente, banal, pero lleno de implicaciones potenciales. Entre algunas de las más obvias señalaremos: a)  b) c) d)

es algo relativamente actual, presente; tiene que ver con competencias o, al menos, con áreas no problemáticas; surge, tímidamente, a partir de la pregunta «¿qué os hace estar bien juntos?»; es capaz de dar cobijo a dos líneas discursivas, una normativa de él («nos vamos de una cosa a otra», «no has cogido la pregunta») y otra transgresiva de ella («la gata era una pendona», «cuando nos enfadábamos enseñaba los dientes»).

Se trata de líneas discursivas que se pueden considerar como isomórficas con sus 118

 

 posiciones  posici ones relacional relacionales es (up él, down ella) y con su dinámica relacional actual (ella busca una mayor simetría, partiendo de su posición down). Así que el tema libre ha servido para tratar de cerrar un tema obligado, dándole la categoría de respuesta metafórica a una incógnita pasada («¿Qué huellas habrá dejado en esta pareja con problemas el no tener hijos?»), podemos plantear una incógnita presente («¿Por qué narices bebes?»), que permite relanzar la terapia hacia una narración abierta al futuro («Habrá que ver qué podemos hacer con el demonio del alcohol») (Ramos, 2001).

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10.3.El trabajo siempre es útil Estamos, en este otro caso, en una entrevista avanzada; la veintitantas. Se trata de una familia reconstituida a la que la madre, Aurora, aportó una hija de su matrimonio anterior, que ahora tiene 15 años. La pareja ha tenido gemelos que ahora tienen unos dos años. La relación entre la chica y el padrastro, siempre tensa, se ha hecho insostenible. Aurora reconoce que su pareja, Tomás, es muy buen padre, pero sólo para sus hijos  biol  bi ológ ógiicos. Así que, tras plantearse seriamente seriamente una separación, opta por continuar con él y anticipar la salida de su hija, para que pruebe fortuna con su padre biológico. Exige, no obstante, que se le deje pasar algún fin de semana a solas con su hija, en compensación del tiempo que va a dejar de disfrutar de su compañía. El terapeuta apoya la idea, y lo plantea como un ensayo anticipado de un posible modelo futuro de relaciones madre-hija (es previsible que cuando vaya a visitar a su madre, ambas mujeres quieran estar ratos a solas). Simultáneamente, advierte a la madre que no ponga demasiadas ilusiones en esa experiencia y le ofrece una visita a solas para hablar de cómo ha ido. Aurora acepta. fueron pueblo del cinturónmientras industrial todos eran ellasMadre fuerone ahija casa de losalabuelos maternos, quedel el que padrastro, con originarios; los gemelos, iban a casa de los otros abuelos. En la visita, Aurora tacha la experiencia de bastante desastrosa. Por una parte, la hija, con la que se fue a un gran centro comercial, se mostró infantil y caprichosa; cuando Aurora la llamó a capítulo, alegó que se sentía abandonada. Aurora añade, además, que está preocupada porque la chica había empezado a dormir mal, a raíz de algunos juegos paranormales que había realizado con algunas amigas del colegio. Por otro lado, Tomás se mostró celoso; cuando Aurora lo llamó para interesarse por  los gemelos, la instó a que saliera con él y, ante su negativa, la amenazó con no llevarla en adelante centrodice comercial. A raíz dea ningún ello, Aurora que ha empezado a preguntarse qué hace con un hombre así. El terapeuta le pregunta cómo siguieron las cosas. Aurora dice que Tomás llevaba un tiempo nervioso, dado que ha tenido que cuidar más de los gemelos, desde que ella ha comenzado un cursillo de inglés. El terapeuta se interesa por una vistosa carpeta que Aurora ha traído consigo y que resulta ser del susodicho cursillo. El terapeuta sigue interesándose por el tema y pregunta si el cursillo tiene algún futuro. Aurora se lo confirma; dice que le salió una buena oferta de trabajo por las mañanas, pero que pedían inglés comercial. Ella ha pensado que, en cuanto comience la escolarización de los gemelos, quiere volver a así. trabajar, y añade decidida que no está dispuesta a que se le vuelva a escapar otra ocasión

Concluye refiriéndose a las peloteras que tiene con Tomás cada vez que le compra 120

 

algo a la hija. Vuelve al tema de la salida a solas y dice que le compró algo en las rebajas en el centro comercial. Revela que primero pensó decirle a Tomás que había sido un regalo de los abuelos,  pero en el momento en que se produjo la pregunta, le sali salió de dentro decir decir que ella ella se lo había comprado a su hija y así lo hizo.  Devolución: Lo que has relatado me ha hecho revisar algunas cosas. Ya contaba con que la salida con tu hija te produjera alguna desilusión, y era de esperar que Tomás te recibiera un poco de uñas; pero creía que, a pesar de todo, era una buena experiencia ara que vivieses un poco cómo podrían ser tus futuras relaciones con tu hija.  Peroo tu lucidez  Per luci dez me ha impresionado; entiendo enti endo que, como mujer, mujer, te plantees lo que uedes o no aguantar a un hombre. También me parece lúcida la idea de ponerte a trabajar y procurarte tus propios medios de subsistencia. Eso le da más valor a otro momento anterior de lucidez, del  que hablamos en otra sesión, en presencia de Tomás.  Me refiero al momento en que dudabas entre entre seguir segui r con él o con tu hija, y fuiste fui ste capaz de darte cuenta de que, si te decidías por tu hija, tenías que hacerlo sabiendo que esa opción de seguir juntas tenía fecha de caducidad. La que pusiera tu hija cuando decidiera que se independizaba, por mucho que te hubieras sacrificado por  ella. Yo puedo ver a tu hija para tranquilizarte acerca de esos trastornos del sueño, pero el problema es que, tal como están las cosas, mientras más vea a tu hija más reacio  será Tomás Tomás a venir veni r aquí. Y creo que tengo que volveros a ver cuando hayáis pasado otras vacaciones juntos,  sin tu hija, hi ja, y hayáis podido comprobar comprobar si la pareja puede reencontrarse reencontrarse o estáis estái s en un roceso que os está distanciando cada vez más. Dice que prefiere dejar pasar un tiempo, porque cree que lo de la hija es transitorio y ella se encuentra mejor. Enjuventud), algún momento (tuvo de alcoholismo en su pero yasenotemió cree que que volvería le vuelvaa abeber dar por eso;unseproblema le sugiere, humorísticamente, que si le da por algo que sea por el cursillo. Este caso marchaba, pero lo hacía a bandazos: «que ahora te prometo», «que ahora me separo», «que ahora seguimos», seguimos», «que ahora te exijo». exijo». Resultaba Resultaba bastante imprevisi imprevisibl blee la sucesión de estados del sistema. Los sistemas complejos son difíciles de predecir (Le Moigne, 1984), pero, a veces, podemos intuir su trayectoria (Efran, Lukens y Lukens, 1990), y situarnos en ella para orientar nuestra intervención. El trabajo es casi un tema de repertorio; prácticamente si siempre empre se puede, y conviene, hablar de él. Pero además, sea porque se empiece, se mantenga o se acabe, es un tema que,Aquí, f ácillmente, fáci haci el futuro. además,puede tieneproyectarse un futuro. Sihacia seaacaban separando (vicisitud a la que la

trayectoria, aún a bandazos, parece apuntar), lo puede necesitar; y si acaban juntos, la 121

 

 puede hacer menos dependi dependiente. ente. Así que es un buen tema, que permite prolong prolongar ar la llínea ínea de la progresiva «lucidez» del pasado hacia el futuro.

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10.4.¿Qué hacer con un tema libre? De manera que lo que hay que hacer con un tema libre es, antes que nada, hablar de él. Darle sitio y tiempo (por eso el terapeuta, en el tercer caso, hasta se permite un detalle humorístico de cierre, al sugerir que, si vuelve a hacerse adicta a algo, que esta vez sea al cursillo). Además, debe dársele empaque, si se precisa (por eso, el supervisor, en el segundo caso, entra en el despacho y se queda allí; para subrayar el tema de la gata, aunque para eso haya que seguir hablando hasta de qué clase de artista era la tal Cicciolina). Para decidirse a hacerlo con tranquilidad, es preciso considerar que hablar de muchos temas aparentemente banales no es favorecer un desvío del auténtico tema de la terapia (conocer bien los problemas para resolverlos). Antes bien, lo que habría que considerar  es que esos temas pueden ser los senderos por alguno de los cuales encontremos el atajo que nos lleve al auténtico fin de la terapia, que no es otro que disolver los problemas (y con ello, desactivar el sistema que se activó en torno a ellos). Los problemas no sólo (y no siempre) se pueden resolver, por lo que no hay que explorarlos exhaustivamente, no estienen necesario hablar perentoriamente ellos. en Pero siempre se deben disolver; es ydecir, que disminuir el peso que handetenido la vida del paciente (para sobrellevarlos mejor) y cambiar la formulación que reciben por   parte de este (para afrontarlos mejor) (Sluzki, (Sluzki, 1992). Y, para ello, la mejor fórmula es dejar a los que tienen problemas (y a los que los sufren) lo mejor parados posibles en todo lo que nos cuentan. Así que, en definitiva, el que un tema sea banal o no, no depende del tema en sí, sino de lo que sea capaz de hacer con él el terapeuta. Al fin y al cabo, se supone que es a él a quien le corresponde hacer la Terapia.

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10.5.¿Cuáles son los temas libres? Los temas libres son aquellos de los que el terapeuta puede conversar sin preocuparse demasiado de lo que habrán dicho ya de ellos otros profesionales, y sin tener que obsesionarse mucho por lo que vayan a decir estos, si llegara a sus oídos que hablamos de esas cosas en las visitas. Todo el eco que debemos esperar en principio, si se llega a saber que tratamos esos temas, es un encogimiento de hombros... y tiempo. Tiempo para que los desarrollemos y les busquemos un anclaje. No sabemos, a priori  y a ciencia cierta, cuáles de los temas libres que seamos capaces de sacar a relucir van a echar raíces en cada caso, ni cuáles van a permitirles sostener una imagen de sí mismos fraguada en las competencias. Podemos considerar temas libres «cualquier aspecto que suene a recurso: cualidades  personales,  personal es, puntos de vista, sentimient sentimientos, os, relaci relaciones ones personales o ililusi usiones» ones» (Rodríguez (Rodríguez Morejón y Beyebach, 1997). También cualquier tema, que permita recorrer el camino inverso a aquel que ha ido alejando al paciente de su visión preferencial (Eron y Lund, 1993 y 1995); aquellos temas que vuelvan a aproximarlos a la visión preferencial que construyeron identificados. en los escenarios no problemáticos de su pasado, y con la que se sintieron Pero ni siquiera es necesario que suenen a recurso; pueden ser temas neutros, de los que no sabemos anticipadamente si van a sacar a flote algo. Pueden estar relacionados con el trabajo (¿qué saben hacer?), con las vacaciones (¿qué les gusta hacer?) o con el momento presente (¿cómo han organizado o piensan hacerlo el próximo puente, ubilación o búsqueda de trabajo?). Para ello no hace falta tener mucha proximidad con la familia o mucho conocimiento de ésta; solo hace falta destacar la pertinencia y la cercanía del que se propone: («Aunque sea la primera visita, dada la proximidad de la Navidad, que suele ser una fecha muy significativa para algunas familias, en algún momento les preguntaré que significa festividad han pensado vez,ponerme dado el al momentopara por Vds. el queesta están pasando,y cómo y del que, con todaorganizarla seguridad, esta querrán corriente»). Y tampoco es necesario remontarse al pasado, ni a los momentos satisfactorios de éste; más bien lo que resulta conveniente, hablemos de lo que hablemos, es buscarle alguna proyección hacia el futuro. Por seguir con el ejemplo de las Navidades, lo que puede hacer de ellas un tema libre no es solo, o no tanto, que hayan transcurrido mejor de lo que se hubiese esperado, cuanto que estén al caer pero que no hayan pasado todavía, por lo que se puede hablar  de ellas, de lo que se querría que sucediera o no. Y de lo que, todavía ahora, se podría hacer para procurarlo o evitarlo. En definitiva, temasde libres son aquellos deúnlos que podemos charlar  porque de eso se trata, conversar sin ning ningún miedo a que la visi vis ita se tranquilamente; transforme en

una «charla de café»; al fin y al cabo, es alrededor de un café donde se suelen hacer  124

 

algunos de los mejores negocios... y donde se pueden producir algunas de las más sentidas confidencias. Y, a la postre, ya hemos dicho que es el terapeuta quien tendrá la responsabilidad, una vez desarrollados, del uso que se vaya a hacer de todo ello. A este tema dedicaremos el próximo capítulo.

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11 Metáfora y metonimia 11.1. El efecto de los temas libres Una terapia que persigue (y que promueve) temas libres se puede desarrollar en un clima (o puede alcanzar unos momentos) de distensión, de cordialidad, de interés compartido (del cliente por explicar un habilidad, una afición; del terapeuta por comprender un interés, una capacidad), capacidad), propios propios de una conversación no centrada en cuáles son los  problemas  probl emas que hay que resolver y en cuáles son (a juicio juicio del terapeuta) las sol soluci uciones ones que hay que implementar. Para algunos autores (Reichelt y Sveass, 1994; Riikonen y Madam, 1997), un tipo de conversación así es la vía regia de la terapia. Lo que aquí sí que nos atrevemos a postular  es que una terapia eficaz no tiene por qué ser dramática.  No hay por qué bajar a los infiernos infiernos para renace renacerr ni apurar ning ningún ún cáliz cáliz para cambi c ambiar. ar. Sin reiterar el elogio de la charla de café, sí hay que decir que una conversación de carácter informal, (con sus turnos de palabra en perpetua negociación, con sus temas en continuo flujo) puede ser una vía tan eficaz como otra cualquiera para ayudar a la gente a vérselas con sus problemas y dificultades. Así que un clima (o unos momentos) de proximidad interpersonal y de distensión  pueden ser muy necesarios... necesarios... pero no está claro que sean suficientes. suficientes. Una terapia que, terapia que, a través de temas libres, persigue p ersigue y promueve poner sobre el tapete recursos y capacidades permite alumbrar unos personajes, unos sujetos de la trama que se está desarrollando, con más agencia: más idóneos para lidiar con los problemas con los que van a tener que enfrentarse y más confiables en referencia a sus posibilidades posibilidades de resolverlos resolverl os (o disolverlos). Lo que que aquí se quiere postular es que la terapia eficaz debe deslizarse de dell ámbito del «deber-hacer» («Vds. como padres, como pareja, como pacientes deben...») al ámbito del «poder-hacer» («Vds. con las capacidades, habilidades, intereses... que ahora nos constan no entiendo por qué no  podrían...»). Así que unos temas que nos proporcionan el retrato de unos sujetos con problemas, con dificultades... pero capaces pueden ser  muy necesarios. Pero por sí solo no es suficiente. Los temas libres aparecen, se suscitan, se desarrollan y se agotan. Pueden dejar el  poso de una conversación conversación entre personas que procuran ser y sentirse, cercanas y el rédi rédito to de unos sujetos que se ven, y son vistos, capaces. Pero eso no basta. Corresponde al terapeuta tratar de hacer algo más con ellos.

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casos y un terapeuta 11.2. Dos casos Un matrimonio acude a terapia por un conflicto respecto a sus relaciones sexuales, pero no parece muy dispuesto a discutirlo directamente. El terapeuta comienza a hablar con ellos de cuándo comen juntos y de sus preferencias al respecto. Conversa con ellos acerca de si la esposa prefiere un aperitivo antes de la comida, mientras que el marido prefiere zambullirse directamente en la carne y las patatas; o tal vez la mujer prefiera una comida lenta y en cambio su marido —rápido y directo— sólo quiere terminar lo antes posible. Y cada vez que la pareja empieza a conectar lo que están hablando con las relaciones sexuales, el terapeuta cambia de tema para sólo ulteriormente regresar a la analogía. Al finalizar la visita prescribe que la pareja organice una comida placentera, que satisfaga a ambos, para una noche particular (y espera que la pareja pase de esta comida a una relación sexual placentera sin acabar de percibir que la tarea establecía implícitamente impl ícitamente la conexi cone xión). ón). El terapeuta (¿cabía alguna duda?) era Milton Erickson; el caso fue recogido por Jay Haley (1973), como del(con uso algunas que hacíalicencias Erickson de la comunicación metafórica. Aquí estáilustración reproducido literarias) como ejemplo  paradiggmáti  paradi mático co de cómo tratar una problemática problemática (un cconfl onfliicto sexual de pareja) a través de un tema libre (cómo les gusta comer). El profesional que derivó la pareja no tendría gran cosa que decir acerca de si tiene sentido o deja de tenerlo que el terapeuta hable con el matrimonio de sus gustos con respecto a las comidas, y menos a la vista de los resultados. Sin embargo, es bastante  plausi  pl ausibl blee que no entendiera entendiera el moti motivo vo de tal conversación (ni tampoco de la prescripción). prescripción). Pero es que no resulta fácil entender a Erickson. El de Haley no es, ni mucho menos, el único intento de sistematizar sus intervenciones (para otra sistematización traducida al castellano, véase O’Hanlon, 1987). El problema es que, incluso con las sistematizaciones, resulta más queunimitarlo. Intentémoslo con otroaún caso. Sedifícil trata, entenderlo de nuevo, de caso de Erickson recogido por  Haley. Pero está extraído del libro de Hudson O’Hanlon citado en el párrafo anterior, el cual lo incluye en un capítulo dedicado a la comunicación paralela. En él se habla del uso de acertijos, juegos de palabras, chistes, relatos... y analogías. El caso es el siguiente: se trataba de un niño de 12 años con enuresis. Erickson despidió a los padres (el núcleo duro de su pensamiento no era el modelo relacional sistémico, aunque algunos de los desarrollos de este modelo son deudores, sin embargo, de su inspiración) y se puso a hablar con el chico de otros temas, evitando el de la enuresis (en la jerga que presentamos en este libro, evitando el tema obligado). Después de enterarse que el chaval jugaba al béisbol y su hermano al fútbol americano, empezó hablar,medida) largo y para tendido, de buen las habilidades se necesitan (y que el chaval ya poseía en aalguna ser un jugador deque béisbol, en comparación

con las más toscas que requiere el fútbol americano (puede que Erickson no fuera un 127

 

 pensador sistémico, sistémico, pero conocía perfectamente las rival rivaliidades entre hermanos herma nos y las  posibi  posi billidades de usarlas terapéuticamente). terapéuticamente). Le habló detallad detalladamente amente de la fina coordinación muscular que se necesita, de los precisos ajustes musculares requeridos  para que el jugador tome posici posición ón debajo de la pelota y así pueda atajarl a tajarla, a, de cómo el guante debe abrirse y cerrarse en el momento exacto para conseguirlo... Erickson continuó, pero yo me voy a detener aquí, no sin antes consignar que el chico escuchaba todo esto con la boca abierta. La creatividad del terapeuta es equiparable en ambos casos, pero la herramienta suena algo distinta. En el primer caso parecería que el salto que hay que dar entre la metáfora y su referente (entre la comida y la sexualidad) es mayor que en el segundo. Por el contrario, en el segundo parece como si los términos con los que jugamos estuvieran más próximos; estamos hablando de una coordinación muscular (eso sí, de la musculatura estriada, voluntaria, aunque se automatice con el entrenamiento) para aludir  a otra (en este caso musculatura lisa, involuntaria). Pero, en definitiva, estamos hablando de músculos para aludir a músculos.

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metáforaa y la metonimia metonimi a 11.3. La metáfor Metáfora, analogía, comunicación paralela... Nada de ello resulta desconocido para el terapeuta sistémico. Ya se ha hablado de la metáfora como intervención terapéutica (Combs y Freedman, 1990; Gil Ibáñez, 1997), de algunas algunas intervenciones intervenciones terapéuticas no verbales, tales como las esculturas, como intervenciones metafóricas (Onnis, 1992) e incluso del síntoma como metáfora relacional (Andolfi, y cols., 1982). Todo ello nos suena familiar, y no es de ahora; ya Wilden había definido comunicativamente el síntoma como una transforma, es decir, como la expresión transformada de otra comunicación comunicación (Wil (Wilden, 1972). Pero P ero aunque suene conocido, convendría precisar un poco. Empecemos desde el principio: ¿qué es una metáfora? La metáfora es un tropo, un uso figurado del lenguaje. La palabra tropo significa cambio, cambi o, giro, vuelta, vuelta, rodeo (Fernández, 1979). Y se puede considerar que los tropos  básicos  bási cos son dos: la la metáfora y la metonimi metonimia. a. Los tropos no son, sin embargo, patrimonio del lenguaje culto o literario, sino que están insertos en el lenguaje más coloquial y cotidiano. Así, «cabello de oro», «eres un ángel», «las de rosas de tus mejillas» «tengo quelacambiar el chip» elson ejemplos coloquiales metáforas, mientrasoque «corre voz», «ganarse pan de cadabastante día», «vamos a tomar unas copas» o «la Casa Blanca ha dicho...» lo serían de metonimias. La metáfora es un tropo por medio del cual se hace que una palabra tome un significado que no es propiamente el más preciso de esa palabra (Le Guern, 1973). Por  medio de ella se relaciona una cosa con otra gracias a algunas propiedades que tienen en común (Fabri, 1998). El significado propio de una palabra es, por así decirlo, transportado a otro significado que solo le conviene en virtud de una comparación mental. La metáfora es un tropo por semejanza que nace de ideas evocadas por analogía y que deriva de una comparación: «cabello de oro», por cabello rubio, nace de la comparación delpor color del oro conelelproceso del cabello. El principio el que se rige metafórico es el de la similaridad (Cohan y Shires, 1988). La metáfora privilegia la similaridad e ignora la diferencia; omite unas cosas (unas propiedades): por ejemplo, comparar la consistencia del oro y de los cabellos, pero también añade otras, como la connotación de valor: «cabello de oro» suele ser cuando se dice, en el acto concreto de enunciación, una expresión elogiosa, un  piropo.  pi ropo. La metáfora, pues, se basa en la comparación, pero tiene más fuerza que el símil. Es más audaz en la semejanza que propugna. «Tus ojos son como carbones encendidos» es un símil; «tus ojos, dos carbones encendidos» es una metáfora. La metáfora se apoya y es producida por la afectividad (Fernández, 1979). Pero aun dentro de la metáfora, audaciaeltiene grados. Así se podría distinguir entre metáforas puras, en donde solo está lapresente término metafórico, y metáforas impuras

o mitig mitigadas, donde están presentes ambos térmi términos nos de la comparación. Por P or ejemplo, «lo « loss 129

 

carbones encendidos de tu cara» sería una metáfora pura, mientras que «tus ojos, carbones encendidos» sería una metáfora mi m itigada. tigada. Y la ecuación «vida sexual = costumbres alimenticias» y la forma en que la maneja Erickson —desviando la conversación cada vez que la pareja empezaba a establecer  conexiones— sería un ejemplo del uso de metáforas «puras» en la terapia, a la manera intuitiva y audaz de este inimitable terapeuta. ¿Y la metonimia? La metonimia también es un tropo (un rodeo, un giro) en el que una palabra toma el lugar (que no el significado) de otra cuyo significado da, por otra  parte, a entender. entender. Y esto surge, surge, por así decirlo, decirlo, de entre las ideas ideas que conviven en un mismo espacio en el momento de adquirirse (Fernández, 1979). El principio del proceso metonímico es, pues, la contigüidad; se basa en relaciones de vecindad (Cohan y Shires, 1988), y se funda en la relación del todo con las partes: se menciona una parte para dar a entender el todo o viceversa; o en la relación del efecto con su causa, se alude a una causa para evocar un efecto, o viceversa. En «el pan de cada día», el pan que es uno de los alimentos cotidianos, se utiliza para evocar a todos los alimentos de cada día; en, por ejemplo «le hizo daño el sol», se menciona la causa («el sol») por el efecto («el calor»). Para los efectos de este texto no nos parece oportuno tomar en consideración las diferencias que algunos proponen entre la sinécdoque y la metonimia (Fernández, 1979) Y, entre tanto ejemplo coloquial, permítanme un licencia poética: «En la luna negra / de los bandoleros / cantan las espuelas», fragmento de García Lorca en el que espuelas son metonimia de jinete.

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11.4. La metáfora extendida Hasta ahora hemos considerado los los tropos (metáfora ( metáfora y metonimi metonimia) a) en una correspondencia término a término, aunque ésta se establezca a niveles distintos. En la metáfora, el proceso por el que se establece la correspondencia, afecta a la organización de los semas (Ducrot y Todorov, 1972), de las unidades de significado básicas de los vocablos. Algo cambia a la altura de las partículas básicas de la significación, aunque algo se mantenga. Los ojos de la amada y los carbones del hogar comparten la brillantez, la luminosidad, pero los unos implican el significado de «ser vivo» (los ojos son un órgano de los sentidos) y otro, los carbones, de elemento inanimado (el carbón es un mineral). Algo ha pasado en el recorrido de sentido (la isotopía) que propone el texto: hay un salto, una ruptura. Se empezó hablando de una cosa pero, en realidad, en el fondo nos referíamos y acabamos hablando de otra. El proceso metonímico, por su parte, concierne a la organización referencial. El significado elemental no cambia (tanto el pan como los alimentos cotidianos siguen siendo comestibles), peroestamos el vocablo no remite sólo pero a lo que parece, sino que, además, hace a alguna otra cosa; hablando del pan, en realidad nos referimos a loslo alimentos en general, de los que el pan no es sino un ejemplo. Hablábamos del pan, pero no sólo de él. Pero, en todo caso, las correspondencias se establecían término a término. Y, de cara a la terapia, nos vamos a interesar por correspondencias más amplias. El primer paso en este sentido nos lo facilita el concepto de alegoría. La alegoría es una imagen continuada a través de todo un poema que va traduciendo a un plano metafórico cada uno de los componentes de una esfera real (Bousoño, 1985). No estamos ya ante un término metafórico que se refiere a un término real ausente, sino ante una serie de metáforas consecutivas a través de las cuales se mantiene y desarrolla una misma Un evocación. ejemplo sería el poema de Lope de Vega del que se transcriben los versos iniciales (la cursiva es nuestra).  Pastor  que  que con tus silbos tus  silbos amorosos  amorosos me despertaste del profundo sueño profundo sueño;; tú que hiciste cayado cayado de  de este leño en que tiendes los brazos poderosos...

En este poema, partiendo de una metáfora pura «Cristo = Pastor», y al estar por tanto el término térmi no real («Cri (« Cristo») sto») ausente, se desarrollan desarrollan desde el plano plano metafórico, evocado, toda una serie de comparaciones: «silbos = llamadas de Cristo», «sueño = pecado», «cayado = cruz» (Fernández, 1979). El plano real, poéticamente desarrollado y reforzado por la alegoría, se podría parafrasear como: «Cristo, que con tus llamadas amorosas, me

redimiste redimi ste del pecado. pecado...) ..).. El primer ejemplo de Erickson referido en este capítulo podría ser visto así. Parte de 131

 

una metáfora pura («costumbres culinarias = vida sexual») y la desarrolla en este plano evocado (a la esposa le gusta comer despacio y al marido terminar cuanto antes, a ella le agrada el aperitivo y a él ir directo a la carne...). Excúsenme, por decoro, la paráfrasis en este caso. Un paso más lo constituyen las metáforas narrativas. Las parábolas, bíblicas y no  bíbliicas, constituyen un buen ejemplo.  bíbl Así, la historia de Moisés y la búsqueda de la tierra prometida es una metáfora de la historia de Cristo, la redención del pecado y el acceso al reino de los cielos. El personaje de Moisés no es una metáfora de Cristo, pero su historia sí que lo es de la historia; las metáforas narrativas sólo sólo son narraciones narraciones que remiten remiten a otras (Fabri, 1998). En el terreno clínico, un ejemplo del uso de historias metafóricas sería una de las técnicas de De Shazer en su intento de acomodarse al estilo cooperativo de los clientes. Cuando los consultantes reaccionan a la tarea prescrita en la sesión anterior con un incumplimiento (sencillamente, no la hacen), el terapeuta renuncia a prescribirles otra. En su lugar, les dice que su caso le recuerda a otro que tenía tales características (bastante similares a las del caso presente), que se les ocurrió probar tal cosa para solucionarlo y que les resultó de tal manera; y concluye la sesión sin ningún otro comentario, limitándose a concertar la próxima cita. Y lo más curioso es que (cuando la cosa funciona) los consultantes vuelven diciendo: «Dr., hicimos lo que Vd. nos dijo que hiciéramos hiciéramos y funcionó» (De Shazer, 1985). Fabri todavía extiende más el ámbito de la metáfora al hablar de metáforas pictóricas y musicales y al llegar a atribuirles un carácter narrativo en un sentido amplio. Pero nosotros vamos a hacer un alto aquí, al retornar del mundo de las bellas artes y de la historia sagrada a un terreno algo más prosaico: el de las canciones pícaras. Vamos a finalizar este apartado con un fragmento de la letra (la música, en cualquier  caso, se la pueden poner Vds.) de un punto cubano interpretado por el grupo canario Mestisay (1999) que, como Erickson, se inicia hablando de comida pero después la cosa... acaba como acaba. Él: En una gran reunión hubo una comida un día allí se partió el melón única fruta que había. Y yo saqué mi sandía y te la ofrecí, prenda amada; dijiste dijiste desconsolada: desc onsolada: «Muchas gracias, caballero que tengo luto y no puedo comer c osa col c olorada orada». ». Ella: Yo no pierdo la ocasión de probar buena comida  pero la fruta podrida me c ausa la indigestión. indigestión. Antonio, da la impresión

de una casa que por fuera  puede atraer a cualquiera cualquiera

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 pero yo que la he vivido vivido sé que por dentro ha cogido comején en la madera. Él: A mí nunca me ha caído comején en la madera no quieras de esa manera rebajar a tu marido. Mi madera siempre ha sido  buena para un horno hacer; hac er; sin embargo, esa mujer  dice lo que le conviene  porque hace hac e tiempo que tiene el horno echado a perder. Ella: Vd. una noche intentó avivarle el fuego al horno, y yo misma me abochorno contarles lo que pasó. Hacia el horno caminó y yo le miré risueña: que la echara, le hice seña,  pero la seña fue f ue en vano; él con la leña en la mano y el horno pidiendo leña.

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11.5. Un gato que que sí era era un gato En el capítulo anterior, en el caso presentado bajo el epígrafe «En el lugar del hijo» hablábamos de una gata a la que se le dio metafóricamente el papel simbólico del hijo que nunca tuvo aquella pareja. En el caso que vamos a presentar en extenso en este capítulo, ya resumido para otros menesteres en otro lugar (Ramos, 2003), también veremos aparecer un gato. Pero hay gatos y gatos. Vamos a presentar la primera entrevista con un cierto lujo de detalles y comentarios, a fin de que, dado que este libro va llegando a sus postrimerías, funcione un poco como recapitulación y ejemplo de lo que se ha ido desarrollando hasta ahora. A través de la ficha de solicitud sabemos que la familia está compuesta por dos  personas, la madre, de unos 45 años, y la hija, Andrea, de 15. La madre, que fue quien rellenó la ficha, añade que el padre vive en otra comunidad autónoma y que la familia no tiene ningún contacto con él. Como motivo de consulta en este momento, la madre esgrime en primer lugar que vienen por consejo de la psicóloga del instituto de la hija; especifica después que hay  problemas en la relación  problemas relación famili familiar entre ell ellas, y añade que es una relación relación muy agresiva agresiva y falta de comunicación y que Andrea no acata las normas. Concluye diciendo que Andrea está apática en los estudios. Igualmente, la madre hace constar que ella está siguiendo un tratamiento individual e indica claramente donde y con quién. El material documental fechado más tempranamente del que se compone el dossier  de solicitud procede de la psicóloga escolar, y en él se informa que «en el instituto están muy preocupados porque Andrea presenta desde hace unos meses una fuerte apatía y desinterés por los estudios». Añade que Andrea vive con su madre, dado que «sus padres se separaron cuando ella tenía dos años». Continúa diciendo que la relación entre madre e hija es muy conflictiva y que la psicóloga ha hablado con ambas y se muestran de acuerdo en solicitar  ayuda. Detengámonos un momento en este informe, que podemos considerar como fuente de la alarma y como primer indicio del estado de activación de la red conversacional. Acorde con la perspectiva temática propia del escenario psicosocial en el que la alarma se genera, el tema que encabeza el informe es la preocupación por los estudios. Se saben más cosas: que madre e hija conviven sin el padre desde hace unos trece años y que, desde hace un tiempo indeterminado, no paran de discutir. Pero la derivante no  puede codificar codificar este conocimiento conocimiento digi digitalmente talmente (porque no tiene tiene legi legitimidad timidad social social), ), así a sí que no puede darle una interpretación unívoca en un escrito. De forma que la psicóloga firmante vehiculiza su preocupación a través de la elección del protagonista de la trama que está(los planteando, con el escenario en que se mueve; y ésta todas luces, Andrea padres seacorde separaron «cuando Andrea tenía dos años», en es, vezade «hace trece

años», por ejemplo). 134

 

Y la psicóloga requiere a la madre, esté como esté, para erigirla en interlocutor   privi  pri villegi egiado ado en ese escenario, escenario, una vez que emprende las conversaciones conversaciones intersi intersistémi stémicas cas de nivel 2 que son previas a la transición de escenario. La psicóloga, que  presumibl  presumi blemente emente habría hablado a solas con la hija hija y puede que también con la madre (conversaciones intersistémicas de nivel 1) procede, no obstante, a una entrevista con ambas cuando va a plantear la derivación. Podemos suponer que previamente habría corroborado, hablando con los docentes, que la preocupación por la apatía de Andrea era compartida: lo que denominamos conversaciones intrasistémicas de nivel 1; un informe tan documentado y correcto no  parece obra de un profesional que va cortocircuitando cortocircuitando a sus compañeros, obrando según según su arbitrio y por su cuenta. Y podemos suponer también que esa preocupación compartida no llegaba al punto de haber dejado ya la huella de una marca transcontextual: no hay indicios de una medida que afecte al currículo escolar de Andrea; más bien, la derivación parece un intento de evitarlo, de intentar arreglar las cosas antes de tener que tomar alguna medida que tenga consecuencias curriculares. Esté la madre como esté, la repetición casi textual de las palabras del informe de la  psicól  psi cólog ogaa en la solici solicitud tud de terapia que escribe la la madre, nos hace pensar que se ha sentido emplazada, en la conversación que marcaba la transición entre escenarios, para que, como adulta, tome alguna medida: por ejemplo, acepte la responsabilidad de cursar  la petición de una terapia, esté siguiendo ella, o no, algún tratamiento. Y ello, esté la madre como esté, porque el segundo informe de que consta el dossier, obra del terapeuta de la madre, introduce un giro distinto. A través de él vamos a recibir indicios del sesgo que va tomando el flujo de las conversaciones en la red conversacional; es decir, de cómo se está orientando, una vez que se ha empezado a difundir la alarma, el estado de activación de la red conversacional. El terapeuta de la madre, al dar respuesta al requerimiento rutinario de un informe que deje constancia de su conocimiento de la demanda de terapia familiar, pone a la vez en nuestro conocimiento, a través de ese informe, que la terapia que él está haciendo con la madre hace ya un año y medio que comenzó. El motivo de consulta de la madre fue un cuadro distímico y, como desencadenantes, habían actuado problemas laborales y la muerte, un par de meses antes, de una prima hermana que fue un referente emocional para ella. Un año después de comenzar la terapia, su paciente (la madre de Andrea) pide la baja por problemas emocionales y no ha vuelto a tener un trabajo fijo, si bien tiene en la actualidad un proyecto de trabajo en marcha. Como datos históricos, nos pone al corriente de que su paciente se casó a los 18 años, tuvo un hijo a los pocos meses y adoptó a Andrea muy pequeñita, a los diez años de casarse. Y también que en una fecha que resulta ser seis años después de su boda y cuatro antes de la adopción, muere su padre, lo que le causa, en palabras del informante,

un fuerte shock. 135

 

En fecha X (hace trece años) se separa del marido, y en fecha Y (diez años después de la separación y justo el año que comienza la terapia), el hijo se va de casa con su  pareja, con lo que madre e hija se quedan solas y los problemas problemas van en e n aumento. El informe concluye diciendo: «Actualmente su demanda gira en torno a la dificultad de mantener una relación sana con su hija y expresa una gran dificultad para posicionarse como madre y ponerle límites, lo cual está relacionado con su propia historia, en la que subsisten subsi sten temas aún no resueltos». resueltos». Este informe adopta una perspectiva temática que gira en torno a la madre como  protagoni  protag onista: sta: es a ell ellaa a quien quien le suceden las cosas y es desde su perspectiva se seleccionan y se sitúan los temas y los acontecimientos (la juventud al casarse, la temprana maternidad, la adopción, la separación, los duelos). La temporalidad por la que se rige es interna: se trata del tiempo del proceso terapéutico. Así, el hecho de que nada menos que un año después de empezar la terapia deje el trabajo y todavía no lo haya recuperado, no merece ni una valoración ni un comentario; ya lo recuperará y si no, ya se verá cuando llegue el momento (por más que no deje constancia, en absoluto, de saber de qué demonios está viviendo esta familia). La marca transcontextual propia de un escenario de salud, el diagnóstico, es relativamente ligera (que menos que una distimia para una historia así), pero muestra su  peso: funciona funciona como justificación justificación,, difíci difícill de discuti discutirr desde otros escenarios, escenarios, de su dificultad de poner límites a su hija, y ello, pese a considerar en el propio informe que sería lo más sano. Y el interlocutor privilegiado es la propia paciente, pero situada a contrapié por el informante en una posición yoica; a pesar de las dificultades, de su historia y de los temas no resueltos «actualmente su demanda gira en torno a la dificultad de mantener  una relación sana con su hija». La demanda es, pues, a estas alturas (pero ¿cuántas demandas hay en el curso de un proceso terapéutico?; ¿por qué llamarle su demanda, y no su preocupación actual?) es decir, la que debiera ser. Pero Pe ro este informe nos advierte advierte de algo algo más. Colocado en secuencia, como posterior  al de Andrea, que, en alguna medida, es la causa de éste, nos permite ver que la red conversacional se está activando, pero también que no sólo están transmitiendo la alarma sino orientándola, porque las conversaciones de los distintos miembros de la familia en los diferentes nodos de la red a los que tienen acceso no son equivalentes y equipotentes. A estas alturas, ya no se puede negar, ni poner en sordina en esta red, que madre e hija tienen conflictos; en eso sí se podría decir que diferentes conversaciones, realizadas entre distintos interlocutores, son equivalentes, redundantes. Pero lo que se está jugando ahora es a quién le va a corresponder ponerles coto. Y en eso no son equipotentes; pese a que la psicóloga escolar consigue reunir a madre e hija y hacerles reconocer (con más o menos entusiasmo) que tendrán que hacer  algo para superar esta situación, el terapeuta de la madre insiste en sus propias  prioridades,  priori dades, como si no supiera supiera nada nuevo. Y mantiene, imperturbabl imperturbablee ante la nueva situación e inasequible al desaliento, que a él no le corresponde este papel; que, digan lo

que digan los psicólogos escolares y pase lo que pase en casa, él tiene que seguir con los 136

 

 problemas históricos  problemas históricos no resueltos y así piensa hacerlo. Y el elllo aunque la psicól psicólog ogaa de la hija esté dando a entender que a ella no le basta eso, que esto no se va a arreglar solo y que alguien tendrá que hacer algo, que ella ya ha reunido a madre e hija y ha conseguido que lo reconozcan. Así que se están prefigurando las bases para que se constituyan dos estados de opinión en la red conversacional polémicos y automantenidos, que pueden reclutar a miembros distintos de la familia: «los psicólogos escolares no entienden, ni entenderán, las necesidades de una psicoterapia (ni los adolescentes entienden las necesidades de un  progeni  prog enitor tor con carencias)»; «los terapeutas no entienden, ni entenderán, la importancia importancia de un buen desempeño escolar (ni las madres que se han quedado solas las necesidades de contención de sus hijos hijos adolescentes)». Así que, efectivamente, efectivamente, habrá que hacer algo. algo.

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11.6. Ahora ll llegamos egamos al gato Conocedor de los informes y barruntándose el proceso de derivación del que son indicios, el terapeuta familiar (que no sabe cómo conseguir que una madre tome las riendas si ésta le va a decir que su terapeuta opina que todavía no puede) opta por citar a la madre a solas y espetarle, apenas la ha saludado, el siguiente comentario:

 Preferí hacer esta primera visita  Preferí visi ta con Vd. porque, porque, a pesar de que la psicóloga psi cóloga de ndrea daba a entender que después de haber hablado con Vds. las dos parecían ver la conveniencia de pedir nuestra ayuda, su terapeuta, a su vez, daba a entender que él  ensaba que había problemas de su historia personal todavía no asimilados que odían dificultarle a Vd. colocarse con eficacia y con tranquilidad en el rol de madre. Y, sin embargo, también daba a entender que el tratamiento estaba empezando a dar resultados porque, a pesar de que está de baja hace casi un año, ya se estaba empezando a hablar de un proyecto de trabajo personal un poco más sólido, con más uturo. utur o. ¿Es así? El terapeuta, apoyándose en un tema acotado (¿marcha o no marcha ese inacabable tratamiento individual?) busca un tema libre (el trabajo) y le da una proyección de futuro (un proyecto); y la madre se acoge a él.  Nos informa que hace un par de meses que lo está considerando, considerando, que ya ha hecho alguna gestión, que tiene que ver con lo que había hecho antes, pero que lo considera como una transición hacia algo que la llene más, que es económicamente ventajoso... no sin declarar antes que tuvo una depresión muy fuerte (cosa que el terapeuta no tenía la menor intención de discutirle) y que, poco a poco, se estaba reincorporando a la vida cotidiana (cosa que el terapeuta sí que estaba muy interesado en escuchar), para tratar de aprovecharlo en el problema actual con Andrea:

Terapeuta: Permítame, Sra., para una primera orientación. Porque una de las consecuencias de los problemas que señalan en el colegio es el de la apatía y desinterés de Andrea en los estudios. El hecho de que Vd. diga que ese proyecto le da una estabilidad económica que antes no tenía ¿podría permitir dar clases particulares  si fueran necesarias? necesari as?  Madre:  Madr e: Bueno, en el colegio c olegio valoran fundamentalmente la parte académica. académi ca. Pero o creo que el rendimiento falla porque ella no está bien emocionalmente. Hace mucho tiempo que le vengo planteando ponerle un profesor. Ha pasado en poco tiempo de ser  una niña que iba del colegio a casa y de casa al colegio, a una situación en la que yo no tengo control sobre ella. Y yo, en cierta forma, estaba... bueno... jugando a ponerle un profesor particular, en casa, para ayudarle no solo a nivel académico, sino también a nivel personal. Pero ella no ha querido y yo no sé imponerle mi autoridad.

Ya estamos; ya se llegó. El tema libre se agotó, esta vez, pronto. La Sra. está mejor de lo 138

 

que parecía (el proyecto de trabajo ya está en marcha) y no parece tonta (al profesor   particul  parti cular ar le esperaba más trabajo del que él pudiera pudiera suponerse), pero no sabe imponer su autoridad. Así que, o empezamos a decirle, de aquí a nada, lo que debe hacer (esté como esté, que para eso es la madre), o empezamos a rodear el problema por otro lado para ver si pasa algo. Y sí, pasa algo.

.: En casa no hay lo que se puede llamar un ambiente familiar; no existe ningún tipo de comunicación entre ella y yo. T.: Porque con el hermano, ¿no hay mucho trato?  M.: Adoraba a su hermano hasta hace muy poco; sentía ver ve rdadera pasión por él.  Ella me acusa de que yo he acudido a él para que me ayude con ella y que lo he puesto en su contra. Ahora, por ejemplo, hay algo anecdótico... T.: Diga, Sra.  M.: Ha empezado a hablar con su padre, que estuvo aquí hace unos meses para la boda de nuestro hijo, por lo que se vieron en el banquete, aunque ella no quería saber  nada de él. Hablaron y ella se fue [en vacaciones escolares] a pasar unos días con él. Y en verano también se irá un tiempo con él. T.: Yo no sabía nada de eso.  M.: Es que es algo muy novedoso. ovedoso, pero no extraño. Uno de los motivos por los que la gente acepta acudir a una terapia, después de un tiempo más o menos largo de estar lidiando con los mismos (o  parecidos)  pareci dos) problemas, es por encontrarse inmersos en un acontecimiento acontecimiento abierto cuyo desenlace todavía nadie está seguro de cómo va a discurrir, y en qué posición va a dejarlos (Ramos, 2001).

T.: Bueno, pero perdone, Sra., volviendo a lo que estábamos hablando. Vd. decía que ella le acusaba deactitud haberse apoyado ende supoder hermano y haberlo conadella;  supongo que esta acti tud suya, ahora, reconocer queenemistado sí que es verdad verd que se ha apoyado en su otro hijo tiene que ver con el trabajo que está haciendo con su terapeuta sobre su dificultad para ejercer el rol de madre, en relación con su propia historia. Pero eso ya lo está trabajando. ¿Ve Vd. factible el empezar a sentirse más cómoda ejerciendo este rol?  M.: Estoy en e n ello. Estoy arrastrando toda una historia. hi storia. Quiero encontrar algo el  equilibrio que había perdido y estaba atormentada. Pero me cuesta, me cuesta. Ahora, or ejemplo, está ocurriendo algo por lo que estamos muy dolidas. Tal vez parezca algo anecdótico... T.: Dígame, Sra. El terapeuta empieza a pensar que si el haber retomado el contacto con el padre le fue

 presentado como «anecdóti « anecdótico», co», le toca estar ojo avizor porque, venga lo lo que venga ahora, no debe tomarlo como algo baladí. 139

 

.: Tenemos un gatito que significa mucho para nosotras, porque hace muchos años que está con nosotros. Y... hay que sacrificarlo. No hay otra solución, porque lo llevamos hace unos días al veterinario y nos lo dijo. Y yo sé que Andrea está sufriendo.  El veterinario veteri nario dice que no va a durar más de una semana. Yo Yo sé que el animal ani mal está  sufriendo y habría que sacrificarlo, sacri ficarlo, pero pero también tambi én veo que cada vez que toco el tema, ndrea se pone a llorar desesperadamente. Y yo no me sé imponer; no sé decir: «Me llevo al gato, porque lo tenemos que sacrificar». T.: Pero ¿es que Andrea prefiere que muera en casa o es que no se cree que vaya a morir?  M.: Bueno, ella dice di ce que hace poco el gatito gati to estaba bien, bi en, pero también tambi én ha oído que es incurable. T.: Ya. Quería preguntarle preguntarle otra cosa. Cuando hablaron hablaron con la psicóloga psi cóloga escolar  ara venir aquí, Andrea dijo estar dispuesta a ello; pero después apareció su padre. ¿Sigue estando igual de dispuesta?  M.: Bueno, también tengo que decirle deci rle una cosa. Hace unos días tuvimos una bronca muy fuerte y yo, en momentos de desesperación, soy humillante y digo cosas que no debo. No las debo decir, o tal vez es que están en mí; me desespero y no veo  solución. Le dije di je que no valía la pena hacer nada con ella, ni hacer la terapia. terapi a. Y  cuando le dije que nos habían llamado me contestó: «Bueno, tú no quieres ir ¿no?  Dijiste  Diji ste que no tenías ningún ni ngún interés». i nterés». Pero yo creo que ella sí que ha demostrado que quiere solucionarlo, aunque es muy difícil la comunicación entre las dos. Ella dice que no la entiendo. T.: Lo preguntaba por si la idea de «bueno, ya tengo un padre. Si no estoy bien contigo me podría ir con él» podría haber trastocado las cosas.  M.: No. Yo creo que no se marcharía marcharía con su padre. padre. No querría dejar su entorno. Lo tendría que dejar todo. Además, no me fío de él. No es una persona responsable. La entrevista prosigue algo más y se despliegan algunas razones de por qué la madre no se fía del padre y por qué Andrea, a pesar de los problemas con ella, no estaría muy interesada en irse; pero ya hemos llegado al gato, y quiero explicarles que hicimos con él.

 Devolución: Mi próximo paso tiene ti ene que ser, ser, lógicamente, lógi camente, ver ahora a Andrea. Pero vamos a intentar llegar a su aspecto emocional, al que Vd. ha aludido, para ver si odemos evitar quedarnos estancados en que más o que menos puede Vd. hacer ahora ara tomar las riendas de la situación. Así que le voy a pedir algo que me facilite una vía de entrada al mundo de los sentimientos de Andrea.  Dígale que, en la visita vi sita de hoy, ha sali salido do lo del gatito, que Vd. querría ahorrarle el  dolor de verlo morir en casa, y si lo que a ella le apena es pensar que el gatito puede morir solo, Vd. no le va a insistir en el tema hasta ver si en la próxima visita, en la que le va a tocar venir aquí, yo puedo entender el significado que tiene esto para ella.

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11.7. Por qué este gato sigue siendo un gato El gato, su enfermedad y su agonía es un tema libre. Para esta chica y su madre (como ésta misma dice), es una pena; para el psicólogo escolar o el terapeuta de la madre, de cara a los problemas de apatía de Andrea o los problemas históricos no resueltos de su madre, es bastante intrascendente lo que hagamos o digamos acerca de este pobre animal. Pero para la terapia, en este momento, es un hallazgo. Especulemos un poco acerca de su significado. Para Andrea puede evocar (significar) su soledad y su futuro solitario, en conflicto con su madre, al saberse adoptada y al sentirse alejada de su hermano (por su madre) y sin muchas esperanzas de encontrar  compañía en su padre, recién recuperado, pero lejano y poco de fiar. O puede, tal vez, evocar (significar) la soledad de ese padre recién descubierto, lejano y poco de fiar, en quien no quiere pensar como alguien que puede acabar triste y solo. Pero eso son especulaciones acerca de un posible significado metafórico, que no tienen ninguna base textual en la conversación concreta que hemos tenido con la madre y  para las que no se barruntan posibil posibiliidades de crear una base textual en futuras conversaciones a las que pudiéramos convocarla (una madre que lleva años sin ver a su marido y no se acaba de fiar de él, con el que no se decide a contar para compartir la responsabilidad de esta hija, no parece que deba estar excesivamente dispuesta a hablar  de lo solo que haya podido sentirse su marido durante todos estos años). Y la madre continúa diciendo, cada vez que puede, que ella no tiene autoridad (ni tan siquiera para ahorrar a su hija la agonía del gato). Y el animal no espera; se nos sigue muriendo. Así que no parece que vayamos a tener mucho tiempo para metáforas. Por eso este gato va a seguir siendo un gato, para, a través de él, podernos referir a algo más, al mundo de los sentimientos de Andrea. El gato no los evoca; lo que hace es  permiti  permi tirnos rnos acercarnos a él. De forma que empezaremos hablando del gato gato con ella ella y, a continuación, trataremos de hablar de (algunos) de sus sentimientos.  Nofiguradamente hablaremos dede la sus situación situaci ón de Andrea del gato como forma hablar sentimientos, sinoante quelaloagonía hablamos, en cuanto Andreadese siente en el despacho, de ella, de su gato, de cuándo se lo trajeron, de cuándo enfermó, de cómo está ahora... ahora.. . para así continuar continuar,, si podemos, hablando de los sentimient sentimientos os de Andrea, de su hipersensibilidad al sufrimiento, de su temor al abandono. Trataremos de usar este gato en una forma, dig digamos, metonímica. metonímica. Y ello, después de hacer que la madre se active, aunque sea mínimamente; tras haberle hecho decir a Andrea lo que querría para ella (ahorrarle el dolor de ver morir al gato en casa), y lo que le detiene antes de hacerlo (no tanto, o no sólo, su repetida falta de autoridad, sino el pensamiento de que a lo mejor Andrea prefiere verlo morir a que muera solo, cosa de la que, ni ella ni yo, entendemos todavía el porqué). Y ha de hacerlo de formasi mínimamente convincente si quiere se decida a venir ya esta una visita,  porque no va a tener que ser ell ellaa quien vuelva vuelque va aAndrea hablar hablar con el terapeuta, vez

acerca de qué más, o ¡qué menos!, puede hacer para tomar las riendas, esté como esté. 141

 

11.8. ¿De qué nos sirven los tropo tropos? s? Los tropos, la metáfora y la metonimia, son algo más que una manera elegante de cerrar  una digresión (un tema libre) para dedicarnos, algo más distendidos, a tratar sobre lo que nos interesa: los conflictos y los problemas. Los tropos «funci « funcionan onan como operadores que introducen transformaciones eficaces» eficaces» (D’Unrug, 1974, citado en Bardin, 1977: 132) y que permiten «retrasar el conflicto, dominarlo parcialmente o resolverlo por medios indirectos» (la cursiva es nuestra) (Bardin, 1977: 133). Anclar un tema libre en el discurso de una sesión, relacionarlo metafóricamente con un tema obligado (el gato que ocupaba el lugar del hijo) en un caso, o metonímicamente con un tema acotado (el gato que nos iba a traer una hija a una visita, cuya madre acababa de decirle que no valía la pena que viniera, dijera lo que dijera la psicóloga escolar) en el otro, son maneras indirectas, pero no por ello menos eficaces, de ayudar a la gente a dominar, parcialmente si se quiere, sus conflictos (o algunos de ellos) y de ayudarles, indirectamente si se quiere, a resolverlos (o a disolverlos). Pero los tropos son, todavía, algo más que una forma parcial e indirecta de encarar  los problemas (y la vida); son poderosos mecanismos de manejo del significado que nos ayudan a pensar, a expresarnos y a organizar nuestra experiencia. En cuanto a lo primero, ya Ortega y Gasset, sin ir más lejos, nos decía que la metáfora es un procedimiento intelectual por cuyo medio conseguimos aprehender lo que se haya más lejos de nuestra potencia conceptual. Es decir, que con lo que resulta más  próxiimo y lo que mejor domi  próx dominamos namos podemos alcanzar contacto mental con lo que  percibi  perci bimos mos como más remoto y má máss ajeno (Ortega y Gasset, 1961). En cuanto a la expresión, Roman Jakobson (1963) ya señalaba que la metafora y la metonimia no son simples tropos, sino que son operaciones binarias fundamentales del lenguaje, que corresponden, respectivamente, al eje paradigmático de la selección y al eje sintagmático de launcombinación. Veamos esto poco más profundamente. Una forma sencilla de entender  aproximadamente el papel de los ejes paradigmático y sintagmático en el funcionamiento del lenguaje es comparándola con la manera de escoger una comida a partir de un simple y llano menú turístico. En un menú hay una serie de primeros y segundos platos y de postres, entre los que se puede escoger para componer una comida formada por un primer plato, un segundo y un postre. El conjunto de alimentos entre los que se pueda escoger para elegir el primer plato, el segundo y el postre constituirían el eje paradigmático, que se basa en el principio de selección (éste entre todos los primeros que ofrece el menú, este otro entre los segundos, esteLa postre). serie de: primero un entrante, después un plato principal y al final un postre

constituiría el eje sintagmático, basado en el principio de combinación. Un buen menú se 142

 

construye mediante una combinación y una selección buenas. Pues bien, la metáfora es la operación que permite la comparabilidad y, por lo tanto, hace posible las operaciones de selección/sustitución en el eje paradigmático (entre todos los signos que son sustituibles; entre todos los primeros y segundos platos, y todos los  postres); y la metonimi metonimiaa rig rigee las relacio relaciones nes de contigüi contigüidad, dad, y hace posible posible la combinaci combinación ón en el eje sintagmático (entre todos los que son combinables; tal primer plato con este segundo seg undo y ese e se postre). Comparando, para seguir con nuestro ejemplo, la carne con el pescado del menú, nos decidimos por la una o por el otro; decidida la carne (o el pescado), nos decantamos por  la sopa antes que por la ensalada (o viceversa). En un caso, hemos compuesto un menú con sabor; en el otro, una expresión con significado. De manera que la metáfora y la metonimia son algo más que unas figuras del discurso que se limitan a disfrazar el significado; más bien, son los modos por los cuales se conceptualizan las relaciones entre el significante y el significado (Cohan y Shires, 1998). Permítannos hacer una extrapolación que nos proporcione alguna guía en el nivel que estamos desarrollando, el de los temas por los que nos deslizamos en una conversación (en nuestro caso, la conversación terapéutica, de cuyos vaivenes nos cabe la responsabilidad). Cualquier entrevista en un contexto clínico se centra espontáneamente, por su propia inercia, en temas acotados (que se discuten, en ese momento, en la red conversacional). Entre ellos se intercalan temas obligados, sobre los cuales los hablantes en conflicto (los miembros de la familia) apuntalan las posiciones que mantienen, y que están dispuestos a seguir manteniendo con respecto a los temas acotados («he aquí algunas razones por las que tengo que seguir haciendo lo que hago y diciendo lo que digo, se pongan como se  pongan  pong an los interl interlocutores ocutores de la famil familiia y de la red, que parecen eesperar sperar que sea yo quien tiene que empezar a cambiar»). En este contexto discursivo, aparece como de refilón un tema libre que, si el terapeuta aprovecha y desarrolla, lleva la conversación por otros derroteros. Estábamos hablando con una pareja que parece que nunca ha tenido nada en común (o con una madre que no parece haber tenido nunca confianza en su ex cónyuge) y de repente resulta que llevamos un rato, dale que te pego, charlando sobre trabajo, aficiones, habilidades, intereses... o gatos. Más tarde, o más temprano, al terapeuta le debe surgir una pregunta: «Todo esto está muy bien, bien, pero...». pero...» . Si la pregunta que se le impone es «¿De qué estamos hablando en el fondo?», la relación que vislumbra se basa en la comparabilidad, y los temas han establecido, para él, un vínculo metafórico. Quiere decirse que entre los temas (algunos de ellos) que se están tocando en la sesión, se puede establecer una relación relación de semejanza que el terapeuta tendrá que desarrollar; hablando del afecto al gato que tuvieron, estamos refiriéndonos,

en el fondo, al afecto al hijo que no tuvieron (y ése sí es un tema que tiene sentido en esa terapia). 143

 

Si la pregunta que se le impone es «¿A qué habrá venido este tema ahora?», la relación que vislumbra es de contigüidad, y los temas se pueden vincular  metonímicamente; un tema, aunque parezca conceptualmente apartado de otro, puede ser tomado como un ejemplo (o un caso) del otro tema. Hablar, por ejemplo, del gato que se está muriendo viene a cuento porque la madre cree (y nosotros también) que su hija no tiene un problema de C. I., sino de sentimientos, y los que tiene hacia su gato son un ejemplo (o un caso) de cómo éstos le obligan a hacer cosas que tal vez no querría (como prolongar la agonía de su gato), por lo que puede venir a cuento hablar de ello mientras la madre no se decida a ponerse en su sitio (y la hija no acepte).

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11.9. Los tr tropo oposs y la conciencia concienc ia Y aún hay otra razón para sostener la utilidad de anclar los temas libres en otros aparecidos durante la terapia, a través de buscarles una relación trópica. Esta razón nos lleva a la imaginación y a la historia. Hayden White es un filósofo de la historia, que ha introducido el «giro narrativo» en los estudios historiográficos (Ankersmit, 1994). Se ha preocupado básicamente por  intentar formalizar el proceso por el que los historiadores estudian la historia y el  producto en el que dan cuenta de ese proceso, es decir, decir, el texto históri histórico. co. Pero P ero lo que le ha interesado no son los componentes científicos de ese proceso, sino los poéticos (White, (Whi te, 1973). Este autor sostiene sostiene que cuando nos acercamos a una experienci experienciaa humana compleja, compleja, como son las vicisitudes dramáticas de una época (o de una vida), la aprehensión, fragmentaria, inicial y parcial de los hechos que se nos van revelando progresivamente se hace primero con la imaginación y, sólo más adelante, se organiza mediante la razón. Habría, primero, una especie de preconocimiento intuitivo, una prefiguración del campo de la experiencia con el que se está entrando en contacto, que constituye un acto  poético, precrítico pero constructivo (Tozzi,  poético, (Tozzi, 2003). Luego, en un segundo paso se produce una organización figurativa en forma de trama, y sólo al final se alcanza la organización lógica en forma de comprensión, capaz de verterse en un texto (más o menos) razonable y razonado. Pues bien, la primera aprehensión intuitiva se sirve de los tropos y tiene un carácter  intrínsecamente estético. Los tropos son las operaciones por las cuales los contenidos de la experiencia pueden ser aprehendidos conscientemente; son, pues, tanto modos de discurso como de conciencia (H. White, 2003). Así que hay que hablar de temas libres, dejar que se desarrollen, utilizar nuestra intuición y estar atentos a que surja la pregunta «¿De qué hablamos, en el fondo, al hacerlo de esto?» o «¿A quédebemos vendrá esto de lo que estamos hablando ahora?».resumir Y, si el encontramos una respuesta, animarnos a utilizarla porque podemos complejo pensamiento de Hayden White, a los efectos de este texto, en un mensaje muy sencillo: los tropos llegan, calan.

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12 El plan temático de la sesión 12.1. Aguanta, que llegan tarde El primer caso de este último capítulo tiene, según nos advierte la derivante, un problema de tiempo; por el tipo de trabajo del marido (es comercial) sólo puede venir, al parecer, a las visitas un determinado día de la semana. Pero se diría que vienen con el problema de tiempo ya incorporado, porque llegan bastante tarde a la visita.

Sra.: Disculpe que lleguemos un poco tarde, pero es que venimos desde X. Terapeuta: Bueno, en realidad llegan media hora tarde. Siéntense, siéntense. demás, creo que hay problemas con sus horarios, ya que sólo pueden venir un día concreto concr eto de la semana. Sr.: Sí, es que yo soy comercial. Los otros días estoy fuera. T.: Bueno, es que, por una parte, están los problemas de horario, pero por otro, M . (la derivante) daba a entender que, en su opinión, había entre Vds. una situación de deterioro bastante importante. Hablaba de algún momento de agresividad, que Vds. también mencionan en su ficha de solicitud, y aludía también a un incidente en que la Sra. explotó Sra.: Sí. T.: Disculpen Disculpen que vaya un poco rápido, per rápido,  peroo es que hay varias vari as cosas que me ustaría hablar con Vds. para ponerme al corriente. Por lo que yo sé, la Sra. acudió a . por un problema con su hija mayor, D., y creo que ya estaba también en tratamiento tratamie nto con un psiquiatra. Sra.: Sí, Sra.:  Sí, pero es que aplacé la visita porque… eh, me salió un trabajo. T.: ¡Ah! ¡Ah! Un trabajo. Y ¿de qué, Sra.? Sra.: Sí, pero no sé lo que me durará. La jefa me trata muy mal. T.: Ya, bueno. Pero ¿librará el mismo día que su marido? Lo digo por la visita. Sra.: Supongo que sí. Y, si no, lo dejo para venir. De todas formas no sé lo que duraré en el trabajo. T.: Bien. Todo esto venía a cuento para preguntarle al final qué había pasado con C. y qué opinaban de ella en el colegio. Y también para saber cómo se encontraba Vd., Sra., y qué pensaba su psiquiatra de la agresividad. ¿Para cuándo le han dado su nueva visita? (Todavía no la ha concertado). ¿Será la primera vez que se visite? Sra.: Bueno, ha habido varias, pero las he ido dejando porque pienso que tampoco

me van a ayudar mucho. Una vez fui a un psicólogo y... no sé, me sentí bastante mal.  Llevo viendo vi endo psicólogos psi cólogos desde hace bastante tiempo. 146

 

T.: Pero ¿ha mejorado? ¿Le ha servido de algo? Sra.: Bueno, yo creo que he mejorado, pero llevo demasiadas cosas. T.: ¿Demasiadas cosas de qué tipo? Sra.: No sé. De familia, de padres. T.: Bueno, justo ése era el último punto que yo había previsto hablar con Vds. En la icha, Vds. mencionaban factores externos o familiares, que incluso no eran tan externos porque, en realidad, los padres de la Sra. vivían en la casa de al lado. La regunta que quería hacerles es si Vds. pensaban que había algo que pudiéramos hacer desde aquí acerca de estos factores externos. (La Sra. mira al Sr. hasta que este arranca a hablar.) Sr.: Pues no sé. Lo que sé es que cuando empezamos a hablar de los padres es como una barrera entre nosotros. Ella lo ve todo negativo. T.: Bueno, eso es una cosa que no se si se solucionará. Pero Vds., por lo visto, tienen un problema, ya que llegan a unos momentos de agresividad, que no sé si se ueden controlar o no; acerca de C., todavía no sé cómo está y qué opinan de ella en el  colegio. Estos son los primeros minutos de la visita a la que se había convocado a la pareja. El terapeuta «va rápido» y se excusa por ello. Cualquiera, a la espera de una visita  problemáti  probl emática ca o que se retrasa, puede hacerse una especie especie de guión uión de las cosas  priori  pri oritari tarias as que debe tratar en el tiempo que, al final final,, pueda disponer disponer para la visita. visita. Pero lo que aquí vamos a plantear es hacerlo sistemáticamente, se retrasen o no, y con una cierta lógica, basada en lo que se ha ido exponiendo en este libro. Se trata de definir un útil, el plan temático de la sesión, para organizar la conversación terapéutica. Empezaremos por explicar cómo se elaboró el plan en este caso.

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12.2.Lo que sabíamos del caso Vamos a compartir con el lector los datos que obraban en poder del terapeuta cuando comenzó la visita. La información procede de la ficha de solicitud de terapia que rellena la familia, que en este caso escribe la Sra. «con el beneplácito del marido» (textual), y del informe de la derivante. Consideramos que esta información documental constituye un índice fiable, aunque pueda ser incompleto, del estado de activación de la red conversacional en el momento en que nos llega cualquier caso. La información irá precedida por un número al que se añadirá un «bis» en el caso que se considere que aparece reseñada también en el otro documento, aunque sea con una formulación algo diferente, a fin de indicar lo que llamamos redundancia familia-red (Ramos, Bohórquez y Borrego, 2004); esa numeración es, por tanto, un añadido nuestro con fines explicativos.

(1) La familia está compuesta por la pareja (él comercial, ella ama de casa, en la  segunda mitad mi tad de la treintena), treintena), una hija hi ja C., escolarizada (nueve ( nueve años) y un hijo hi jo de tres. Se añade que losdepadres (jubilados (Durante de más dela70entrevista años) residen habitualmente cerca ellos, de en ella la actualidad. precisarán que residen en el mismo rellano, que es la segunda residencia de los padres y que cada vez que surge un conflicto los «amenazan» con volver a su primera residencia, en otra localidad). (2) La familia acude por problemas de conducta de la pareja; en ocasiones se desencadenan discusiones que desembocan en agresividad por parte de la esposa. (3) Hay dificultades por factores externos, por motivo del entorno familiar, los  padres  padr es de ambos. (4) Los conflictos anteriores, vuelven a salir a relucir cuando hay una discusión, lo que empeora el problema y el diálogo. Parece ser que no llegamos a pasar página  sobr  sobre e acontecimientos aconteci mientos del pasado, refer ente, mayoritariamente, mayori al carácter, entorno familiar fami (5) Debido a sus diferentes visionesreferente, en la manera detariamente, actuar y a su la liar.. esposa se siente poco apoyada por su marido en los problemas que surgen actualmente. (6) Actualmente ella está atravesando una depresión, de la cual se está medicando en... (Al comienzo de la entrevista hemos visto que la Sra. no confirma inequívocamente esta información.) (7) (En respuesta a la pregunta de la ficha ¿Hay algún otro problema que preocupe a la familia?) Principalmente como padres, en la educación de nuestros hijos en la  sociedad que nos rodea, tan falta de valores. Ésta es la información aportada por la propia familia en su ficha de solicitud; en lo que respecta al informe de derivación, firmado por N., una trabajadora social del lugar donde

residen, se nos añade la información siguiente: 148

 

(8) La familia está en contacto con los servicios Sociales desde... (hace más de un año). (6 bis) Es S. (la madre) quien hace la demanda, ya que está pasando por un momento de depresión, siendo atendida en... (9) Y necesita cierta orientación por un problema en la escuela de su hija mayor. A  partir de aquí se vi vinculó nculó a nuestro servicio... servici o... (6 bis)... bi s)... donde se detectó que ti tiene ene una autoestima muy baja (1 y 3 bis) agravada por la difícil relación que mantiene con sus padres, que actualmente viven en el piso de enfrente. (6 bis) Durante este tiempo he podido observar períodos de gran euforia combinados con otros de depresión importante. (10) S. manifiesta unas expectativas de lo que ha de ser el matrimonio poco realistas, por lo que su nivel de exigencia parece ser bastante elevado. (2 bis) En tal fecha mantiene una discusión con su marido por sentirse poco apoyada por él en una discusión con unos vecinos, y acaba agrediéndole, tirándole un pesado objeto de cocina. (11) A partir de aquí, los dos creen que deben iniciar una terapia que les ayude a reconstruir su relación, ya que han llegado a un punto de deterioro importante. (12) Debido a la profesión del marido (comercial), sería importante que pudieran realizar la terapia tal día de la semana. Permítasenos un breve examen de esta información. Vamos a considerar que la información que sigue a cada número se puede englobar dentro de un tema. Por ejemplo, la información englobada en el tema (1) sería «¿quiénes son los componentes de esta familia?»; la del tema (2) sería «¿qué tipo de problemas tiene esta  pareja y hasta dónde pueden ll llegar?»; egar?»; la del tema (3) sería ««¿hay ¿hay otros factores que creen dificultades a esta pareja?», etc... La diferenciación entre los temas es aproximativa y hay, obviamente, temas más cercanos entre sí que otros. Es evidente que la distinción de las unidades temáticas es somera y poco rigurosa,  pero se corresponde con sus condici condiciones ones de util utiliización, zación, con el tiempo tiempo clíni clínico co en que deberá elaborarse el plan temático: unos pocos minutos antes de que llegue la visita (algunos más si se retrasa). Con todo, a vista de pájaro este material nos sugiere varias cosas. La primera sería que lo que nos revela la familia de sí misma y lo que nos dicen de ella está bastante proporcionado: la familia nos aporta siete núcleos temáticos y la derivante repite varios de ellos y añade cinco más.  No se trata, pues, ni de una famili familia que nos dice dice en su fi ficha cha (es decir, decir, a un receptor  desconocido y por escrito) un gran número de cosas que no sabemos si alguien más conoce (con la duda, por tanto, de qué habría opinado y/o hecho el derivante de haberlo sabido), ni se trata de un derivante que nos dice muchas cosas que no sabemos si la familia quiere compartir con nosotros.

La segunda cosa que nos sugiere sería que hay muchos temas de la ficha que se repiten en el informe (una alta redundancia familiared); la familia se muestra dispuesta a 149

 

hablar (o a seguir hablando) con nosotros de cosas que ya ha compartido, antes de venir  a vernos, con otros profesionales. profesionales. Dicho de una manera un poco más formal, la conversación (o conversaciones) que mantuvieron con el derivante y la que se propone entablar con nosotros se puede considerar que pertenecen al mismo estado de activación de la red conversacional. Pero si miramos esa información un poco más de cerca, podemos apreciar varias cosas: una es que los temas que se repiten no son tantos, lo que pasa es que uno se repite varias veces. Familia y derivante nos informan que los abuelos maternos se pueden considerar   parte de la famili familia, dado que viven muy cerca.  Nos informan también también de la depresión de la madre, pero de forma distinta. distinta. La famili familia alude a ello como para ponernos al corriente (6), pero la derivante lo formula tres veces, de diversas maneras («...está pasando por un momento de depresión, siendo atendida en tal sitio»; «...he podido detectar que tiene una autoestima muy baja»; «...he podido observar períodos de gran euforia combinados con otros de depresión depresión importante»). Y nos informan también de que en la pareja se produjo un incidente violento; la familia lo menciona en abstracto («...discusiones que desembocan en agresividad por   parte de la esposa»), esposa» ), m miientras que la derivant derivantee nos lo describe en concreto (en fe fecha cha tal  pasó tal). De estos dos últimos temas (la «depresión» y la «agresión») habría que añadir algo. En cuanto al reiterado tema de la depresión resulta que la derivante no es una voz autorizada para hablar con propiedad de este tema; dada su calificación profesional (trabajadora social), no entra dentro de su campo disciplinar. Está bien que lo mencione, que manifieste (una vez) su parecer o que transmita algo que le consta por boca de otro (de un psiquiatra o de un psicólogo; pero debería mencionar la fuente). ¿Por qué, entonces, una persona que hace un informe revelando tanto interés, trabajo y conocimiento de causa se atribuye esa competencia? Creemos que lo hace porque está funcionando como un nodo hiperactivado de la red. Está asumiendo demasiada responsabilidad... y empieza a pesarle. ¿Desde cuándo? Creemos que desde que se produjo el incidente que describe en su informe. El que lo incluya como el último punto de este informe, antes de las conclusiones (11) («A partir de aquí los dos creen que deben iniciar una terapia…») es lo que nos hace pensar que fue esta la alarma sobre la que se está edificando en este caso el sistema determinado por el problema.

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12.3 12.3.. El plan temático del del caso Basándose en esta información el terapeuta organiza la apertura de la sesión en torno a un plan temático cuyo diseño se expone a continuación. Los temas conservan la numeración que se les atribuyó en el análisis anterior.

T1: Sabemos que tienen (12) dificultades en el horario / PERO / N. nos habla de (11) deterioro importante: a) Vds. hablan (2) de agresividad; b) N. habla (2 bis) de un episodio en que la Sra. explotó. T2: / DE TODAS FORMAS / la Sra. (9) contactó con N. por un pro blema con su hija C. / Y ADEMÁS / (6) la Sra. está haciendo un tratamiento personal; así que querríamos preguntarles: a) cómo está C; a’) qué opinan en el colegio; b) cómo está la Sra. de la depresión; b’) qué opina su psiquiatra de la agresividad. T3: / Y TAMBIÉN / hablan (3) de problemas externos, familiares. ¿Cómo podemos ayudarles en eso? Éste es elante planlas quecontingencias se pensaba desarrollar; haretraso, sido presentado tal como desplegó concretas deal lalector visitale(el la aparición de se información nueva —el trabajo de la esposa—, la corrección de alguna información dada  —laa Sra. no está consultando en estos momentos con ning  —l ningún ún otro especiali especialista—). La trascripción de la visita se ha interrumpido justo cuando el plan temático ha sido desplegado en su totalidad, a fin de que el lector pueda juzgar los avatares que van desde la formulación del plan temático hasta su exposición en los vaivenes de la interacción. Vamos a esbozar algunos comentarios. En primer lugar, el plan temático no recoge todos los temas de lo que llamamos el conjunto temático (Ramos, 2003), el conjunto de temas de los que tenemos constancia que la familia ha hablado con otros y/o que  pretende hablar con nosotros. Consideramos Consi deramos esos temas deltemas conjunto temáti co son tiene una muestra representati va, aunque puede que que incompleta, de los quetemático esta familia sobre elrepresentativa, tapete, en un momento dado de su problemática y en un punto dado de su trayectoria asistencial. Constituyen el ámbito de «lo ya dicho» y «lo ya oído» desde que «estamos con esto». De ese conjunto temático, en este caso compuesto de doce temas, el plan escoge sólo seis; y los ordena de otra manera (12-11-2/2bis-9-6-3). De esos seis temas, la mitad (12-11-9) pertenece a la información que nos es  proporcionada  proporci onada por los profesi profesional onales es (en este caso, el informe de derivación); derivación); de otro tema nos informa la familia, pero es también reiterado por el derivante (2/2 bis). Sólo dos temas (6-3) nos han sido aportados por la familia, y uno de ellos (6) tiene que ver con su relación con servicios profesionales. ¿Cuál es la lógica en la que se basa esa selección?

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12.4.El ordenamiento de los temas Los dos primeros temas que pretende formular el terapeuta son los dos últimos que menciona el informe del derivante (12-11). El terapeuta pretende empezar su conversación con la familia justo donde acabó la conversación que le precedió. Se sobrentiende que nos referimos a donde acabó formalmente; es posible que el derivante y la familia se hayan visto y hayan hablado de si nuestra convocatoria tarda mucho o poco, y hayan comentado informalmente cómo van las cosas; pero a efectos transformativos, de esperar cambios en la situación a través de lo que hayan podido hablar, las cosas no deben de haberse modificado. Una vez que la derivación se ha formalizado (es decir, que un operador expresa formalmente, por escrito, su delegación del caso), su influencia sobre la situación queda como en suspenso, a la espera de nuestra intervención (o de otras intervenciones  posibl  posi bles, es, puesto que no hay que dar por sentado que, si nos envían un caso, lo hayan hecho en exclusiva; con frecuencia nos encontraremos, si la alarma es muy alta, que la derivación se hace, simultáneamente, a mas de un servicio). Así que el terapeuta pretende empezar sumergiéndose de lleno en el flujo conversacional en el que la conversación está inserta. La conversación que va a iniciarse no es un comienzo de nada en el seno del sistema determinado por el problema; simplemente continúa su flujo y va a su rebufo. El terapeuta se incorpora, por decirlo así, a un tren que ya está en marcha, así que no se trata de pararlo para ver qué hacer; más bien, es desde dentro desde donde se puede mirar hacia que dirección es factible, todavía, cambiar su trayectoria. Por eso, el tercer tema que pretende plantear (2/2 bis) es el que juzga que suscitó la alarma, y lo hace ligando la formulación de la Sra. («Vds. hablan de agresividad») con la del derivante, aunque ya da un paso hacia una reformulación («M. habla de un episodio en que la Sra. explotó»). Se trataría de empezar donde acabaron los que nos precedieron y de comenzar por lo que justifica nuestra entrada. A partir de aquí, el siguiente tema seleccionado (9) dentro del conjunto temático que nos brinda el caso y que procede también del informe de derivación, tiene que ver con cómo comenzaron las conversaciones con el miembro del sistema determinado por el  problema  probl ema que al a larmó (a la derivante); pero se trata de un tema de cuándo estas conversaciones versaban sobre temas que no la alarmaron («...y necesita cierta orientación por un problema en la escuela de su hija mayor»). El tema de la hija y de la escuela nos llega en el informe como algo ante lo que la derivante deri vante se podía sentir competente; nos remi re miten, ten, por tanto, a la urdimbre conversacional que precedió a la alarma, urdimbre que creó los vínculos entre derivante y familia que fueron los que permitieron que emergieran otros temas... que sí la alarmaron.

Por eso, el tema siguiente (6), seleccionado ya dentro de la información que nos  brinda  bri nda la propia propia famili familia en la ficha, tiene que ver con otros foros conversacionales: conversacionales: «La 152

 

Sra. está en tratamiento, así que queremos preguntarle...»: a) qué opinan los que pueden hablar con propiedad del problema escolar de la hija... acerca de la hija; b) qué opinan los que pueden hablar con propiedad de su depresión y su agresividad (su psiquiatra)... acerca de su depresión y de su agresividad.  No se trata de descalificar descalificar al derivan derivante; te; se trata de inclui incluirr sus opiniones opiniones en un círculo círculo conversacional pertinente y ampliado. Y ello existe el la riesgo de que la derivante se sienta sobrerresponsabilizada, por lo que tieneporque que compartir responsabilidad (y también el caudal de confianza que ha conseguido) con otros nodos de la red (no sólo con nosotros... al delegarnos el caso). Y el tema con que se cierra el plan temático es compartido por la familia y el derivante (3/3 bis), si bien su formulación se hace con las palabras que usa la familia («hablan de problemas externos, familiares»). ¿Dónde está la lógica de esta selección? Ya que con esa misma información de que disponemos podríamos hacer una hipótesis algo más clásica de lo que le pasa a esta familia. Es innegable que tienen una historia de problemas de pareja; ellos mismos nos lo dicen: (4) «Los conflictos anteriores, cuando hay una discusión vuelven a relucir, empeorando el problema y el diálogo...». Y también, que esa historia les hace más arduo lidiar con los problemas presentes: (5) «Debido a sus diferentes visiones en la manera de actuar y a su carácter, la esposa se siente poco apoyada por su marido en problemas que surgen surg en actual actualmente». mente». Así que es verosímil que la hija se sienta triangulada y tenga (o cause) problemas en la escuela, motivo por el cual se pusieron en contacto con quien acabó siendo la derivante. Y, además, hasta podemos sospechar una de las causas de todo esto: la proximidad de la familia materna y la dificultad de ésta para trazar una frontera menos permeable ante ella (que es, por cierto, el problema al que alude el tema que cierra el plan temático). El asunto que no contempla esta hipótesis es uno que puede, sin embargo, dar al traste con las posibilidades de hacerla operativa: que no tienen tiempo. Así que habrá que verlos el día que les viene bien (ya nos lo pide, encarecidamente, la derivante), y sin  poner muchos reparos a la hora que vengan (llaman (llaman «un « un poco tarde» a la mitad mitad del tiempo que el terapeuta dispone para visitarlos). De manera que uno puede concluir que quizá tampoco tengan tantas ganas de cambiar (a eso se le suele llamar «motivación»). Pero a lo mejor lo que no tienen es muchas esperanzas, porque lo que tampoco contempla esta hipótesis clásica es que también arrastran una historia asistencial.

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12.5 12.5.. ¿Q ¿Qué ué contempla el plan temático? El plan temático que elabora el terapeuta está constituido básicamente por un conjunto de temas; en este caso las dificultades de horarios, la situación de deterioro grave de la  pareja, la agresivi agresividad dad y el incidente incidente con los vecinos vecinos en que la Sra. explotó, explotó, el hecho de que la hija mayor fue el motivo de que empezaran las visitas, la depresión de la Sra. y los factores externos. Pero también lo está por un inventario de personas con las que se ha venido hablando de esos temas o que pueden llegar a hablar de ellos con propiedad: la derivante N., los profesores del colegio, el psiquiatra con quien han hablado o pueden llegar a hablar. Dicho en los términos que sugería Jesús Ibáñez (1990) y que desarrollamos en el capítulo 6, el plan temático trata de ser una representación concreta de los contextos situacional y convencional que se dan cita en la visita. El contexto situacional se refiere a los sujetos que sabemos que habrá que tener en cuenta, aparte de aquellos convocados en persona (la pareja), porque lo que se diga  podrá afectar a la manera en que ésta se va a segui seguirr relaci relacionando onando con ellos ellos (y ellos ellos con la  pareja). Se trataría de controlar, controlar, en lo posible, posible, el efecto interpersonal interpersonal que la la entrevista va a producir con estas personas... si pretende ser una intervenci intervención ón mínimamente transformativa. El contexto convencional se refiere a las cosas que se han dicho, a veces con esas  palabras  pal abras o con otras parecidas, por sujetos de los que tenemos la constancia (o la esperanza) que se han tenido que pronunciar. Se trataría de conducir, en lo posible, el efecto lingüístico: las cosas que se hablan (y cómo se puede seguir haciéndolo respecto a esas cosas) para que las transformaciones consegui conseguidas sean mínimamente mínimamente duraderas. Pero el plan temático, tal como se elaboró, contiene algo más. Está formado por  conectores entre los temas (que aparecen con mayúsculas): T1 (PERO); T2 (DE TODAS   FORMAS/ADEMÁS);  FORMAS/ADEMÁS ); T3 (Y TAMBIÉN). Detengámonos un poco en el efecto de estos conectores sobre los temas. El conector de T1 liga dos proposiciones sugiriendo sus contradicciones: tienen  problemas  probl emas para venir, venir, P PERO ERO tienen un problema problema serio. El siguiente conector (DE TODAS FORMAS) relativiza la contradicción al situarla,  por así decirlo, decirlo, en la historia historia de la demanda: ésta empezó con la hija, Y ADEMÁS, ADEMÁS, ella ella tenía depresión... con lo que podía haber empezado por ella; y, en todo caso, queremos saber las opiniones de los que podrían haberlas emitido. Se termina, precisamente, por  aquellos que pueden opinar, con propiedad, de lo que hace el problema eventualmente alarmante (la agresividad y el episodio concreto). Así que en T1, a través del conector que articula los temas, éstos se establecen como contradictorios, y en T2, mediante los otros conectores, se relativiza y contextualiza el tema que precipitó la alarma: la agresividad y su concreción en un episodio particular.

Es decir, se está buscando, en los ecos de las conversaciones precedentes, las vías  para preparar la disoluci disolución ón del problema, problema, y no en una hipotética hipotética actitud específica específica (not  154

 

knowing) pretendidamente igualitaria del terapeuta, que puede acabar resultando condescendiente y no implicada (Bourdieu, 1982; Linares, Pubill y Ramos, 2005). La historia resumida (y orientada) de los conflictos a que invitan estos dos primeros  bloques  bl oques del pl plan an temático son el camino camino para lleg llegar ar al tercer bloque, que en T3 es introducido por un conector (Y TAMBIÉN) que permite enunciarlos vagamente y como de pasada. Y que en de la son visita, cuando la por esposa se calla y(«Bueno, mira fijamente marido hasta ésteellocalor formula, postergados el terapeuta eso es al una cosa que no sé si se solucionará o no»). La intención es no abordar (o al menos no encerrarse en tratar) un tema, por  atrayente que sea para el terapeuta, que apenas ha sido abordado en las conversaciones  previas  previ as sin antes haber intentado reubicar reubicar ««llo ya dicho» y «l « lo ya oído». oído» . En el siguiente esquema se pretende mostrar, de una manera gráfica, la estructura que se dio al plan temático de este caso.

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12.6. La par pareja que sí nos n os dejó hablar El primer ejemplo de este capítulo ha tratado de mostrar cómo los temas que van a constituir el plan temático deben escogerse y articularse de tal forma que la conversación que va a proponer el terapeuta resulte sólidamente anclada en aquellas que le precedieron y que, a la postre, le dieron pie para intervenir. En cuanto al contenido, estos temas se seleccionan básicamente entre los temas acotados y obligados de los que el terapeuta tiene ya constancia por la información que obra en su poder antes de iniciar la visita. En nuestro contexto, esa información procede del dossier de solicitud que utilizamos; en otros, se obtendrá a partir de la información oral (telefónica) o escrita del caso con la que se cuente antes de proceder a citarlos. Pero, sea cual sea su procedencia, es harto improbable que la información que nos hagan llegar del caso que nos derivan se refiera a otra cosa que no sean sus problemas y sus conflictos. Eso no quiere decir que no podamos encontrarnos, desde buen principio, con el atisbo de algún tema libre. En el caso anterior nos encontramos con que la Sra. acababa de estrenar un trabajo; en el siguiente, con la sorpresa de una mejoría inesperada.

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Pero, normalmente, esos hallazgos aparecen en la sesión, no en la información  previa;  previ a; y, muchas veces, apenas hemos tenido ti tiempo empo de crearl crea rles es un nicho conversacional en el que esos temas puedan fructificar. Así que el plan temático tiene que contemplar problemas y conflictos, pero no necesariamente para reproducir su secuencia histórica ni para ponderar su gravedad clínica. Citando a Pierre Bourdieu, y como este primer ejemplo trató de mostrar, «...lo mejor  que se puede sacar de una historia de los conflictos, que es preciso tener en cuenta, tal vez sea una visión que desvanezca gran parte de ellos» (Bourdieu, 2001: 21).  No obstante, en e n algunos algunos casos y ocasiones, el terapeuta puede hacer algo algo más; puede, ya desde el comienzo, incluir en el plan temático algunos temas que, articulados con el conjunto, empiecen a apuntar a las competencias y al futuro; eso es lo que se pretende ilustrar a través del siguiente ejemplo. Se trata de una pareja ya entrada en la cuarentena, con una hija adolescente (15 años) y un hijo de 9. La madre, que es quien rellena la ficha (porque el padre «hasta ahora» no estaba de acuerdo con la visita) pone como motivo de consulta: Mantener ambiente adecuado poder educar a nuestros hijosepisodios es un motivo para dar este paso.un En estos momentosun vivimos separados delpara padre, ya que hemos pasado por desagradables. Él tiene carácter muy fuerte cuando llega la noche, supongo que debido a la suma de cervezas que lleva. Él se siente incomprendido y yo no sé ayudarle y cada día que pasa le tengo más desconfianza por su comportamiento. Mi hija B. tiene una enfermedad crónica desde (hace diez años), y necesita mucho apoyo y seguridad en su hogar.

Madre e hija están siendo visitadas por profesionales distintos, y la primera asigna a su  psicól  psi cólog ogoo la ini inici ciati ativa va de la derivación. derivación. En el informe remitido por este psicólogo se nos habla que empezó a atender a la madre «a raíz del fuerte impacto emocional que sufrió la familia debido a la enfermedad de la hija, que precisa de numerosos cuidados médicos y un intenso tratamiento rehabilitador que proporcionar la familia»; expectativas, desorientación de ha losdepadres y el importante estrés«...la que ruptura suponendelas necesidadesla específicas de B. afectan y alteran un equilibrio familiar precario». El profesional propone entrevistas a la pareja... que el esposo abandona a la tercera cita por dificultades de horario; durante varios años atiende a la madre, hasta que ésta vuelve a poner sobre la mesa los problemas en la relación familiar y de pareja, que mueven a este profesional a redactar el informe de derivación... el cual la madre tarda más de medio año en cursar. Hay otro informe en el dossier, que procede de la psicóloga escolar del centro de B. En él se nos dice que B., que se matriculó en el colegio poco después de ser  diagnosticada, «era una niña muy triste que sufría mucho debido a su enfermedad». Todo el profesorado se trazó unos objetivos: «Darle afectividad para que se

encontrase lo mejor posible en clase; que se encontrase como una más; que los compañeros/as conociesen su enfermedad y la ayudasen; que ella pidiese ayuda cuando la necesitara» necesitara».. 158

 

También se insistió en la colaboración con la familia, especialmente con la madre, que era quien solía acompañarla, para requerirle esfuerzos que se sabían penosos, pero que en el colegio valoraban como importantes para conseguir una buena adaptación de la  paciente.  paci ente. El informe concluye evaluando que esta situación ha comportado una dinámica que ha idosedeteriorando las relaciones en el matrimonio, consecuencia de quefamiliar  ambos hijos ven últimamente más angustiados; a pesar decon ello,lasolicitan una terapia  porque la enfermedad de la paciente hace imprescin imprescindi dibl blee que la famili familia la continúe continúe apoyando. Un último informe procede del psiquiatra que asiste a la paciente desde hace tres años, con motivo de sus dificultades emocionales con «sus compañeros de colegio y en relación con su enfermedad crónica... que comporta, tanto para ella como para la familia, vínculos víncul os de fuerte dependencia mutua y ansiedad ansiedad de separación». separación». A escala psicopatológica, el diagnóstico (la marca transcontextual) que realiza este  profesional  profesi onal es de bastante poco peso, y la recomendaci recomendación ón que propone es e s continuar con el seguimiento psicológico de B., así como «el apoyo psicológico a los padres y el tratamiento familiar». En este caso no hemos hecho una disección minuciosa de los temas porque no es lo que más nos interesa resaltar. Con todo hay una redundancia fuerte entre los informes (redundancia intrarred; los informes los consideramos como la cristalización de las conversaciones realizadas con distintos interlocutores profesionales en diferentes nodos de la red, y su alta redundancia nos permiten postular que estas diferentes conversaciones, aunque dilatadas en el tiempo, pertenecen al mismo estado de activación de la red). También se observa, a botepronto, una redundancia alta entre lo que nos dice la familia y los informes (lo que llamamos redundancia familia-red  Ramos,  Ramos, Bohórquez y Borrego, 2004); entendemos, pues, que los temas de conversación que nos propone la familia son bastante compartidos por la red. Muy someramente se podría decir que hay un tema central (la enfermedad de la hija) y otros temas conectados con él (el impacto de la enfermedad en ella y en sus padres, y la necesidad de que, pese a todo ello, los padres estén a la altura). Pero hay algo más; los informes nos sugieren un protagonista de esta historia: la hija. Los padres son eso... sus padres (y el hermano, un fantasma que parece no tener cabida en la preocupación de nadie). Así que el terapeuta comienza la entrevista de esta forma.

Terapeuta: Justamente estábamos pensando si llamarles o no, por el retraso (también éstos llegan tarde).  Padre.:  Padr e.: Ha sido si do culpa del tráfi tráfico. co.

 Madre: Salimos  Madre: Sali mos con ti tiempo. empo. T.: Es que, después de leer los datos de su dossier, no sabíamos si habrían tenido algún problema para dejar a B. en el colegio. 159

 

 M.: No, ha podido podi do ir i r.  P  P.: .: Está bastante mejor. mejor. T.: ¡Ah! ¿Está bastante mejor? Porque, después de leer los datos de la ficha y de su  solicitud...  solici tud... Si me permi permiten ten les hago un resumen de lo que habíamos pensado. Sabemos, a se habrán dado cuenta, que B. tiene una enfermedad crónica, pero no conocemos el  ronóstico; no sabemos si la sensación puedan tener Vds. es que los esfuerzos que están haciendo por ella verán algún díaque su fruto o no. También sabemos, por lo que escribió la Sra. en la ficha, que Vds. tienen un roblema de convivencia, pero no sabemos si fue primero el huevo o la gallina, si es el  roblema de B. el que les ha hecho difícil la relación, o por el contrario, el problema de convivencia es el que les ha hecho difícil lidiar con B. Sabemos, o más bien sospechamos, que el Sr. pueda tener un problema con el  alcohol, o al menos, que eso es lo que le preocupa a la Sra. También sabemos que, a pesar de todo esto, Vds. han pasado un tiempo separados, creemos que después de Navidad; pero no sabemos muy bien qué cambios esperaban ara decidirse a volver a intentar convivir. Y no sabemos, tampoco, por una parte, cómo se maneja el chico con todo esto y, or la otra, qué es lo que se espera que hagamos nosotros con B. Esto es lo que nos hubiera gustado poder hablar con Vds. en la visita de hoy. ¿Por dónde les parece que empecemos?  P  P.: .: Bueno, por lo que ha comentado de que estuvimos un tiempo ti empo separados. En el siguiente esquema se ofrece una representación gráfica del plan temático de este caso, que nos permite visualizarlo. PLAN TEMÁTICO

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El plan temático está organizado sobre una estructura de cosas que ya sabemos/Cosas que todavía no sabemos (y que, a la luz de lo que sabemos, sería  pertinente  perti nente hablar), la cual ha resultado resultado una estructura bastante común en los planes temáticos con los que abrimos las sesiones. La idea que subyace a esta estructura es plantear, desde el principio, una selección de «lo ya dicho» y «lo ya oído» para dar pie, bien sea para corregirlo, bien sea para matizarlo a través de lo que «todavía no sabemos». En este caso la estructura es simétrica (hay cinco temas que sabemos y otros cinco que no) pero no equilibrada: hay temas que no sabemos que se corresponden con otros que sí, pero no todos. Dejamos, por así decirlo, casillas vacías. Vamos a tratar de desarrollar con cierto detalle cuáles son las correspondencias, los vacíos y las aperturas del plan diseñado. El primer tema es el obvio en esta familia, el tema obligado por excelencia, considerado por todos los profesionales que han dejado huella escrita de su intervención en el caso: que tienen una hija con una enfermedad crónica. Pero en el tema que se le hace corresponder, el que se les invita a tratar, hay un doble  pequeño deslizamient deslizamiento; o; se les emplaza a hablar de ellos ellos (de sus esfuerzos) y se les empuja a hablar del futuro (que pueden esperar). Y es a partir de aquí que se introduce el segundo tema obligado: sabemos que tienen  problemas  probl emas de convi c onvivenci vencia; a; todo el mundo nos lo ha dicho y aquí no se va a negar negar,, pero se va a proponer enmarcarlo en un dilema un poco menos culpabilizador. Puede que el  problema  probl ema de la hija los los haya superado, o puede que sin sin la enfermedad hubiesen podido podido superar perfectamente sus problemas. A partir de aquí se introduce el primer tema sin correspondencia (sin contrapartida de «no sabemos») y es un tema claramente acotado; puede que el Sr. tenga un problema con la bebida (es perfectamente factible que alguien más, en la red, lo piense), puede que la Sra. tenga miedo a que beba (también podría creerlo alguien). Más tarde o más temprano habrá que hablarlo; hablarlo; pero no necesariamente para empezar em pezar sino, a ser posible, posible, cuando estemos mejor pertrechados para hacerle frente. Y ello porque no es un tema que nos lleve a competencias; o bien el Sr. se excede con la bebida, o bien la Sra. se pasa con sus miedos al respecto. Se mire por donde se mire, uno de los dos va a quedar mal. Pero no lo van a hacer con el siguiente tema, tal como se trata de plantear: «A PESAR DE TODO, han pasado un tiempo separados»; así que habrá que hablar de los cambios que esperan (y creen que serán capaces de hacer) para volver a convivir. Éste es, también, un tema acotado, dado que no parece que los interlocutores que han dejado su opinión en la red estén dispuestos a recibir de manera entusiasta la  posibi  posi billidad de que la separación se perpetúe o se consolide, consolide, salvo que el esposo acabe calificado como un alcohólico redomado... del que más vale librarse a tiempo.

Y el último tema, también sin correspondencia, tiene que ver con que se sepa que nos damos cuenta de que tienen un hijo, y que se nos autorice a tener un papel con la  protagoni  protag onista sta de la hist histori oria, a, la hija mayor. mayor. 162

 

La protagonista hasta ahora. El «A PESAR DE TODO» tiene que ver con el intento de empezar a procurar que la terapia sea la oportunidad de una historia nueva, con unos  protagoni  protag onistas stas nuevos: llaa pareja. Y para que la pareja empiece a poder tener una historia de pareja, a estas alturas, es necesario que se pueda hablar con ellos de problemas propios de pareja; como el hecho de queque hanhaya pasado un tiempo separados y deben esperar, quecapaces, han llegado a dar vistos ese  paso, cambios para seguir segui r viviendo viviendo juntos. Que ya sean y se vean vi stos como capaces, bien de cambiar sus conductas para modificar sus problemas, bien de cambiar sus vidas (seguir separados) si esto persisten. A pesar de todo. A pesar de la enfermedad de la hija... y de la ceguera del sistema determinado por el problema, que no ha sido capaz de tomar nota de lo que los padres han visto: que la hija ha mejorado. Y gracias a que ha mejorado, ha llegado el momento de plantearse que, si ya no es necesario que se espere tanto de ellos como padres, tal vez puedan empezar ellos a esperar algo más, el uno del otro, como pareja. Y aquí estamos nosotros para, a pesar de todo y de todos, ver si podemos hablar, y hacer que se hable, de todo eso. Así que el padre no podía escoger un tema mejor del plan temático que les hemos  planteado,  pl anteado, para proponernos que empecemos. Pero eso ya es otra historia.

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177

 

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Índice Prólogo Introducción 1. Más allá de la familia 1.1. La historia viene de lejos 1.2. ¿Quién determina qué? 1.3. La conversación terapéutica 1.4. Los sistemas y los temas 1.5. De las personas a las perspectivas 1.6. ¿Y si ponemos afectos?

2. Por un construccionismo más social 2.1. Los límites del modelo 2.2. ¿Y si añadimos complejidad? 2.3. La red conversacional virtual actualizada 2.4. Co Conversaciones in intersistémicas, co conversaciones iinntrasistémicas

12 21 28 28 30 32 34 35 37

39 39 41 43 47

3. Cronología de una primera entrevista

50

3.1. Un buen comienzo 3.2. La entrevista 3.3. El peso de un escenario 3.4. ¿Quién más tiene algo que decir? 3.5. El sistema extendido de comunicación

50 53 55 57 60

4. ¿Lo «no dicho» o lo «ya dicho»? 4.1. Una visita truncada 4.2. De la mano de Bajtin 4.3. Esto es todo, por ahora 4.4. El gasóleo no va bien

5. De voces y a voces 5.1. Las voces de Bajtin 5.2. Discurso propio, discurso ajeno 5.3. ¿Qué gritos callan las voces?

62 62 65 66 67

69 69 72 74

6. Conversaciones pasadas, conversaciones presentes 6.1. Componentes del lenguaje 6.2. Expresiones y relaciones

76 76 78

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6.3. ¿Dónde estaba lo « no dicho» ? 6.4. La comprensión activa

7. Problemas y recursos

80 81

82

7.1. El problema de hablar de los problemas

82

7.2. ¿Cómo se hacen los problemas? 7.3. ¿Qué se consigue hablando? 7.4. ¿De qué hablamos si no hablamos de problemas? 7.5. Una propuesta personal

84 86 87 91

8. Los temas obligados 8.1. Un caso trágico 8.2. Un caso dramático 8.3. Un caso tópico 8.4. ¿Qué son los temas obligados?

93 93 98 101 104

9.9L.1o. sUtneamoapisniaócnoetnatrdeotsantas

110055

9.2. Los temas acotados 9.3. Acotando para nosotros

110 112

10. Los temas libres

114

10.1. Un caso que llega en marcha 10.2. En el lugar del hijo 10.3. El trabajo siempre es útil 10.4. ¿Qué hacer con un tema libre?

114 117 120 123

10.5. ¿Cuáles son los temas libres?

126

11. Metáfora y metonimia

11.1. El efecto de los temas libres 11.2. Dos casos y un terapeuta 11.3. La metáfora y la metonimia 11.4. La metáfora extendida 11.5. Un gato que sí era un gato 11.6. Ahora llegamos al gato 11.7. P or qué este gato sigue siendo un gato 11.8. ¿De qué nos sirven los tropos?

124 126 127 129 131 134 138 141 142

11.9. Los tropos y la conciencia

145

12. El plan temático de la sesión

146 180

 

12.1. Aguanta, que llegan tarde 12.2. Lo que sabíamos del caso 12.3. El plan temático del caso 12.4. El ordenamiento de los temas

146 148 151 152

¿Q 1122..65.. L a upéarceojantqeumepslaí neol spldaenjótehmaábtliacro?

115546

Bibliografía

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