Ramayana

November 16, 2021 | Author: Anonymous | Category: N/A
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VALMIKI

EL RAMAYANA

Era una vasta y extensa comarca, alegre, abundante en trigo y rebaños, junto a la orilla del Sarayu, llamado también Kasala. Había allí una ciudad, célebre en todo el universo, fundada por Manú, el jefe del género humano. Se llamaba Ayodya. Ciudad bella y feliz, inexpugnable, provista de puertas bien distribuidas; con calles grandes, amplias, entre las cuales. se destacaba la calle Real, donde el rocío del agua destruía las volutas de polvo. Numerosos mercaderes frecuentaban sus bazares y numerosos joyeros adornaban los escaparates. Casas enormes cubrían su superficie, embellecida por sotos y jardines públicos. Fosos profundos e infranqueables la circundaban. Sus arsenales almacenaban grandes cantidades de armas de todas clases. Arcos ornamentales coronaban sus puertas, constantemente vigiladas por los arqueros. Un rey magnánimo, llamado Dasarata, que añadía victoria tras victoria al imperio, gobernaba en aquel tiempo la ciudad, como Amaravati la de los Inmortales. Este príncipe magnánimo, bien instruido en la justicia y para quien la justicia era el fin supremo, carecía de un hijo que prolongase su descendencia, y su corazón se consumía de dolor Un

día que pensaba en su desgracia, ocurriósele esta idea: "¿Quién me impide celebrar un asva-meda para impetrar un hijo?" Fuese el monarca a buscar a Vasista, y después de ofrecerle un homenaje de salutación, le dirigió estas respetuosas palabras: -Es preciso celebrar inmediatamente un sacrificio a manera de los que ordena el Sastra, tan cuidadosamente, que ninguno de los genios malos, destructores de ceremonias santas, pueda impedirlo. Exijo de ti, este sacrificio. -Haré -dijo el más virtuoso de los regenerados- cuanto Tu Majestad desea. Vasista hizo llamar a su vez a Sumatra, el ministro, y le dijo: -Invita a los reyes de la tierra, fieles a la justicia. Después de transcurridos algunos días y algunas noches, llegaron en gran número los reyes llamados por Dasarata, a los cuales éste había enviado un regio regalo. Entonces Vasista, con el alma henchida de satisfacción, se expresó así ante el monarca: -Han venido, ¡ oh rey ilustre entre los ilustres!, todos los reyes, conforme a tus deseos. Los he recibido y honrado a todos dignamente. El rey, encantado de estas palabras, dijo: -Que se celebre hoy mismo el sacrificio, íntegramente, en todas sus partes, con todos los ofrecimientos. En seguida los sacerdotes, consumados maestros en la ciencia de interpretar las Santas Escrituras, dieron principio a la primera de las ceremonias, la ascensión del fuego, según los ritos del sutra del Kalpa. Las reglas de la expiación fueron también observadas escrupulosamente, y se hicieron todas aquellas Iibaciones exigidas por las circunstancias. Kaosalya describió un pradaksina alrededor del caballo sacrificado, le adoró con unción, derramó sobre él perfumes, guirnaldas y flores. Después, la casta esposa, en compañía del advaryu, tocó a la víctima, y pasó la noche con ella, para obtener el hijo objeto de sus deseos.

Inmediatamente, el rituidje, desnués de degollar a la víctima y sacarle el tuétano de los huesos, con- forme a las reglas sagradas, lo esparció y derramó sobre el fuego, invitando al sacrificio a cada uno de los Inmortales, con la fórmula acostumbrada en las oraciones. Enton- ces, movido por el deseo inmenso de obtener progenie, el rey Dasarata, unido en ese acto a su fiel esposa, respiró el humo de los tuétanos quemados, que el brasero con- sumía sobre el altar. Los oficiantes cortaron en pedazos, además, los miembros del caballo, y ofrecieron en el mismo fuego a los habitantes de los cielos la parte que les asigna el ritual. He aquí que de pronto apareció a los ojos de todos, saliendo del fuego sagrado, un gran ser, de un esplendor refulgente, parecido al brasero. La tez morena, envuelto en una piel negra por vestido, la barba verde, los cabellos atados a la djata, oblicuo el rabillo o ángulo de sus ojos y enrojecidos éstos como el loto. Diríase que su voz era como el sonido de un tambor o el ruido de una nube tempestuosa. Poseyendo todos los atributos .de la felicidad, adornado de celestes prendas, alto como la cima de una montaña, tenía ojos y pecho de león. Apretaba entre sus brazos, lo mismo que se estrecha a una esposa querida, un vaso cerrado, de oro puro, que semejaba algo maravilloso, lleno de un licor celestial. La resplandeciente emanación del dueño soberano de las criaturas dijo al hijo de Iksvaku: -¡Gran rey, te doy en este vaso la felicidad, que es el caro objeto de tu piadoso sacrificio! Tómalo, pues, ¡hombre eminente entre los eminentes!, y haz beber a tus castas esposas este brebaje, que los dioses han compuesto. Que saboreen este néctar, ¡augusto monarca!, que pro- duce salud, riquezas e hijos a las irujeres qUe lo beben. Inmediatamente de haber entregado el brebaje al monarca, la maravillosa aparición se desvaneció en el aire, v Dasarata entró en su gineceo, y dijo a Kaosalya: -Reina, saborea esta bebida generatriz, cuya eficacia debe producir su bien en ti misma. Habiendo hablado así su esposo, que había distribuido aquella ambrosía en cuatro partes iguales, sirvió dos partes a Kaosalya, y dio a Kekeyi la mitad de la otra mitad. Dividió luego en dos

la cuarta porción, e hizo beber la mitad a Sumitra. Reflexionó un instante, y dio todavía a Sumitra la última porción del néctar compuesto por los dioses. Según el orden con que sus mujeres habían bebido la sin par ambrosía servida por el ley en el colmo de la dicha, las princesas concibieron frutos hermosos y resplandecientes, a semejanza del sol o del fuego sagrado. De estas mujeres nacieron cuatro hijos de belleza celeste y de esplendor infinito: Rama, Laksmana, Satruña y Barata. Kaosalva fue madre de Rama, el primogénito, y el más virtuoso y bello de los hermanos, de fuerzas hercúleas y rival de Vishnú por su valor. Sumitra fue madre de dos varones, Laksmana y Satruña, inconmovibles en su abnegación y grandes por su fuerza. Sin embargo, eran inferiores a Rama en sus cualidades. Vishnú había formado aquellos gemelos con una cuarta porción de sí mismo: el uno había nacido de una mitad, y el otro de otra mitad del cuarto. El hijo de Kekeyi se llamó Barata: era justo, magnánimo, respetado por su vigor y su fuerza, y tenía la energía de la verdad. Desde la infancia, Laksmana mantuvo estrecha y ardiente amistad con Rama, amor de tas criatu- ras: en cambio, éste, cuya ayuda sirvió poderosamente a st' hermano mayor, el justo, el virtuoso, el victorioso Laksmana era más caro que la vida misma a Rama, el destructor invencible de sus enemigos. Laksmana tenía un cariño tan grande por Rama, como Satruña por Barata. Éste era más caro a aquél, y aquél al otro, que el respiro a la vida. Alegría de su padre, objeto de las miradas de la gente como ejemplo entre sus hermanos, Rama era inmensamente amado de todos por sus cualidades naturales. Como sabía conciliar sus virtudes y el amor de los mortales, se le dio el nombre de Rama, es decir, hombre que place u hombre que se hace amar.

Un gran santo, llamado Visvamitra, llegó a la ciudad de Ayodya conducido por la necesidad de ver al soberano. Los raksasas, poseídos de su fuerza, de su valor, de su ciencia en la magia, interrumpían incesantemente el sacrificio de este hombre prudente y abnegado en el amor de sus deberes. Por eso, el anacoreta, que no podía sin obstáculo finalizar sus ccremonias, deseaba ver al monarca para pedirle protección contra los perturbadores de su piadoso sacrifi- cio. -Príncipe -le dijo-, si amas la gloria y áspiras a sostener la justicia, o si tienes fe en mis palabras, pruéhalo cediéndome un solo hombre: tu hijo Rama. La décima noche presenciará él mi sacrificio, en el cual serán vencidos los raksasas por una hazaña de tu hijo. Dasarata besó amorosamente a su hijo y lo entregó al santo ermitaño en compañía de su fiel compañero Laksmana. Cuando estuvieron a media yodjana de la ribera meridional del Sarayu: -Rama -dijo dulcemente Visvamitra-, es conveniente que arrojes agua sobre ti mismo, conforme a nuestros ritos. Vov a enseñarte nuestros saludos para no perder tiempo. Primero recibe estas dos ciencias maravillosas: LA POtENCIA y LA ULTRAPOTENCIA. Ellas impedirán que la fatiga, la vejez u otro mal invada nunca tus miembros. Pronunciado este discurso, Visvamitra, el hombre de las mortificaciones, inició en las dos ciencias a Rarna, ya purificado en las aguas del río, de pie, la cabeza inclinada y las manos juntas. Entonces el guerrero, cuya fuerza jamás le engañó, y que conocía la importancia del lugar, del tiempo y de los medios en la lucha, dijo con gran oportunidad a Visvamitra: -Anacoreta, deseo que me digas en qué momento debo destruir los demonios nocturnos que ponen obstáculos a tu sacrificio.

Llenos de alegria ante estas palabras de Rama, Visvamitra y los otros solitarios elogiaron su conducta, y le dijeron: -A nartir de este día es necesario, Rama, que durante seis noches veles continuamente, pues una vez en las ceremonias preliminares del sacrificio está prohibido al sotitario romper el silencio. Rama, oídas estas palabras de los cenobitas de alma contemplativa, estuvo seis noches de pie, velando con Laksmana el sacrificio del anaco reta, con el arco en la mano, sin dormir ni hacer movimiento, lo mismo que el tronco de un árbol, impaciente por ver a los raksasas abatir su vuelo sobre la ermita. Cuando el curso del tiempo trajo el sexto día, los fieles observadores de sus votos, los magnánimos anacoretas, afirmaron el altar por la base. El sacrificio rociado de manteca clarificada, había terminado, entre himnos, conforme a los ritos; la llama ardía en el altar, donde oraba el contemplativo de alma atenta, cuando oyóse de pronto un mido inmenso, como sombria nube en el seno de los cielos en tiempo de lluvias. Y he aquí que se precipitan en la ermita Mancha. Subau y los servidores de los dos raksasas, desplegando todo el poder de su magia. Rama los vio inmediatamente con sus ojos bellos como el loto, y tomando de su carcaj la flecha llamada Dardo del Hombre, sin dejarse dominar por la cólera, lo lanzó al pecho de Maricha. Conducido hasta la orilla del Océano por la impetuosidad de la flecha, Maricha cayó en él como una montaña, con los miembros agitados por un temblor de espanto. Después, el valeroso vástago de Ragú, cogió de su carcaj el dardo llamado flecha del Fuego, y lanz& selo al pecho a Subau, que cayó muerto en tierra. Y requiriendo la Flecha del Viento, colmando de alegría a los soliLarios, el ilustre descendiente de Ragú inmoló a todos los otros demonios.

Cumplida su misión, Rama y Laksmana pasaron todavía allí la noche, honrados por los anacoretas, de alma alegre. En el momento que las primeras luces del alba iluminaron el día, los dos héroes, sobrinos de Ragú, fueron a postrarse ante Visvamitra, a quien dirigieron este discurso: -Estos dos guerreros que se prosternan ante ti, ¡oh eminente entre los anacoretas eminentes!, son tus servidores; mándales: ¿qué quieres que hagamos aún? Visvamitra contestó: -Djanaka, el rey de Mitila, ha de celebrar dentro de poco un gran sacrificio, muy santo: es seguro que nosotros iremos. Tú mismo vendrás con nosotros: eres digno de ver allí el arco famoso, maravilla y perla de los arcos. En otro tiempo, Indra y los dioses dieron al rey Mitila ese arco gigantesco en depósito, al terminar la guerra con los demonios. Ni los dioses, ni los gandarvas, ni los yaksas, ni los nagas, ni los raksasas son capaces de armar ese arco: ¡con menos motivo nosotros. hombres, podemos hacerlo! Y Rama se puso en camino, en compañía de aquellos santos, a la cabeza de los cuales marchaba Visvamitra. Cuando estaban lejos de aquel camino, en las márgenes del Sona, en el momento en que el sol desaparecía en el horizonte, se detuvieron para acampar delante de sus riberas. Durmieron el resto de la noche en la orilla del Sona. Cuando el alba tomerzó a disipar las tinieblas, Visvamitra, dirigiéndose al joven Rama le dijo: -¡Levántate, hijo de Kaosalya, pues ya se disipa la noche! Después de largo camino se hizo completamente de día, y apareció a los eminentes risis el rey de los ríos, el Ganges. Ante sus límpidas aguas, surcadas por cisnes y por todo género de aves acuáticas, los anacoretas y el guerrero descendiente de Ragú sintieron viva alegría. Acamparon con sus familias en los orillas del río y se bañaron en sus ondas; saciaron de ofrendas a los dioses y a los manes de sus antepasados, quemaron en el fuego manteca Clarificada,

comieron, como ambrosía, el resto de las oblaciones y saborearon con alma gozosa e inefable el placer de habitar en la margen pura del río santo. En cuanto Djanaka supo que el santo ermitaño Visvamitra había llegado a su reino, escogió ocho partes de que se Compone el argya, y dando preferencia en el cortejo a Satananda, su puroita, y acompañado por los demás sacerdotes de su piadoso oratorio, acudió precipitadamente a saludar a Visvamitra, y ofrecióle la cesta santificada en las rogativas. El rey Djanaka. juntando entonces las manos, dijo a Visvamitra: -Es para mí una dicha, un favor del cielo, gran anacoreta, el que hayas venido acompañado del noble kakútsida para asistir a mi sacrificio. Tu sola presencia supone para mí un gran mérito. Y cuando el alba se hubo encendido con su luz más pura, el monarca fue en busca del magnánimo Visvamitra y del valeroso hijo de Ragú, y dijo: -¡Seas bienvenido! ¿Qué quieres que haga por ti, gran asceta? ¡Dígnese tu santidad de darme tus órdenes, pues soy tu servidor! Visvamitra contestó en estos términos a las palabras del magnánimo soberano: -Los hijos del rey Dasarata, dos ilustres guerreros en el mundo, desean ardientemente ver el arco divino que guardas con religioso respeto en tu casa. Muestra esa maravilla a estos jóvenes, hijos de rey, y en cuanta hayas satisfecho sus deseos, enseñándoles ese arco, hatán por ti aquello a que alcance su voluntad. El rey Djanaka, juntando las manos, contestó así a este discurso: -Oíd primero la verdad acerca de este arco y la razón por la cual fue depositado en mi casa. El arco fue confiado a un príncipe llamado Devarata, el sexto de mi estirpe después de Nimi. Antaño, durante la matanza que ensangrentó el sacrificio del viejo Daksa, con éste arco invencible mutiló Sankara a todos los dioses, haciéndoles al propio tiempo este merecido reproche: "¡Dioses, sahedlo bien, si he derribado con este arco vuestros miembros es porque vosotros me rehusástéis la parte del sacrificio debida!"

-Temblando de espanto, los dioses se inclinaron con respeto ante el invencible Rudra, y sé prometieron recuperar su benevolencia. Siva, satisfecho al fin de ellos, sonriendo, devolvió a aquellos dioses, de inmensa fuerza, los miembros derribados con su arco magnánimo. -Éste es, santo anacoreta, el arco celeste del sublime Dios de los Dioses, que se conserva en el seno dé nuestra familia, en medio dé los más religiosos honores. -Yo tengo una hija, bella como las diosas y dotada dé todas las virtudes. No ha sido engendrada en las entrañas de una mujer, sino que nació de un surco que abrí yo un día en la tierra. Se llama Sita, y la guardo como digna recompensa a la fuerza. Han venido a pedírmela en matrimonio varios reyes, a los cuales yo he contestado: "Su mano será el premio al más grande vigor." Ante esto, deseando todos los pretendientes de mi hija hacer un ensayo de su fuerza, vinieron a mi ciudad. Mostré él arco a todos ellos, con él deseo de conocer su vigor; pero ¡brama venerado!, ninguno pudo levantar siquiera este arma. -Ahora voy a mostrar al valeroso Rama y a su hermano Laksmana el celeste arco, en el limbo de su luz resplandeciente, y si acaso Rama llega a levantarlo, yo me comprometo a darle la mano dé Sita, con él fin de que la corté del rey Dasarata se embellezca con una nuera que no fue concebida en vientre de mujer. Y diciendo ésto el rey, que parecía un dios, se dirigió a los ministros en éstos términos: -¡Que traigan aquí el arco di- vino, para que lo vea el hijo de Kaosalya! Inmediatamente los consejeros entraron en la ciudad e hicieron. conducir el arco por vanos siervos. Ochocientos hombres de elevada estatura de gran vigor físico, condujeron 'con esfuerzo el pesado estuche arrastrado por ocho ruedas. R'ama se aproximó en seguida al estuche, dentro del cual, estaba encerrado el arco, y levantolo con una sola mano, como si fuera un juguete lo dobló sin gran esfuerzo y le pasó la cuerda riendo, a la vista de todos los concurrentes, esparcidos en rededor suyo. En cuanto hubo colocado la cuerda,

blandió el arco con mano robusta; pero la tensión del heroico esfuerzo fue tan grande que se rompió por la mitad. Y, al quebrarse el arma, produjo un ruido fragoroso, inmenso, como una mon- tafia que se hudiera, o como un traeno lanzado por Indra en persona sobré la cima dé un árbol. Aturdidos por él ruido, los hombres cayeron en tiérra, excepto Visvamitra, el rey de Mitila y los dos hijos de Ragú. Cuando la genté, lIena de pánico, volvió en sí, él monarca, poseído de admiración, juntando las manos, dirigió a Visvamitra el discurso siguienté: -¡Bienaventurado solitario, mucho había oído hablár dé Rama, el hijo del rey Dasarata; pero lo que él acaba de hacer es más prodigioso, más grande, que cuanto pude imaginar! ¡Sita, mi hija, al dar su mano a Rama, el dasaratida, honrará la familia de los djanákidas, y yo cumpío mi promesa al honrar con éste matrimonio la fuerza heroica dé Rama! ¡Casaré, pues, a Rama con mi hija Sita, que me es tan cara como la misma vida! Se le enviaron correos al rey dé Ayodya. Ileváronle la agradable nueva en un discurso concebido en es- tos términos: ¡ Poderoso monarca. el rey de Videa, Djanaka, te pregunta a ti, su amigo, si la prosperidad es contigo y si tu salud es perfecta! Y después te anuncia, por boca nuestra, esta nueva: -Sabes que yo tengo una hija que fue designada como recompensa, como premio, a la fuerza mayor; tú sabes que su mano fue pedida muchas veces por reyes, pero ninguno tenía bastante fuerza para ello. Pues bien, podé- roso monarca, esta mi noble hija, acaba de conquistarla tu hijo, al que los consejos de Visvamitra condujeron a esta ciudad. "En efecto, el manánimo Rama ha doblado el famoso arco de Shiva. y, desplegando su fuerza ante una gran asamblea, lo ha roto por la mitad. Es preciso, pues que otorgué la mano de Sita, noble premio de la fuerza, a tu hijo. Quiero, cumplir mi palabra: ¡dígnate acceder a mis deseos! ¡Dígnate también, augusto y santo rey, venir sin retraso a Mitila!" Oído el discurso de los mensajeros, el rey Dasarata, lleno de alegría, dijo a Vasista y a los demás sacerdotes:

-¡Brama venerado, si la alianza con el rey Djanaka obtiene primero tu sanción, tu beneplácito, vamos pronto a Mitila! -Bien -respondieron gozosos al rey los bramanes y Vasista, su jefe-. ¡Que la felicidad se digne descender sobre ti! ¡Iremos a Mitila! Apenas recibida la orden, el ejército emprendió inmediatamente el camino detrás del rey, que precedía a los cuatro cuerpos con los risis y los santos. Después dé cuatro días y cuatro noches llegó al país dé los videanos. Gozoso por la nueva de qué amado huésped se hallaba en sus do- minios, él soberano de Videa, acompañado de Satananda, salió a su encuentro y le saludó con estas palabras: -¡Bienvenido seas, gran rey' ¡Qué dicha! ¡Ya te encuentras en mi palacio! ¡Qué dicha para ti también, noble hijo de Ragú, pues vas a tener el placer de ver a tus dos hijos! Al aparecer la aurora, cuando hubo terminado las ceremonias dé la mañana, Djanaka pronunció éste dulce discurso a Satananda, su sa-cerdote privado: -Tengo un hermano menor, llamado Kusadvadja que, cumpliendo mis órdenes, habita en Sankasya, ciudad magnífica, que baña con sus ondas frescas el Ikskuvati. Deseo verle. Que vayan a buscarle los mensajeros y le traigan a mi casa lo más pronto posible. Obedeciendo la orden dé su hermano, Kusadvadja sé puso en camino, y una vez que se hubo inclinado delante de Satananda y de Djanaka, con el permiso del sacerdote y del monarca, aséntóse en una silla de mucha distinción, digna de un rey. Los dos hermanos, sentados uno junto al otro. mandaron llamar a Sudamana. primer ministro, y le ordenaron lo qué sigue: -Vé pronto, ¡ ministro eminéntc entre los eminentes!, hasta donde sc encuentra el rey Dasarata, acompá flalo aquí en unión de su consejo, de sus hijos y de su sacerdote privado. El enviado llegó al palacio, y dijo:

-Rey, Soberano de Ayodya, el monarca videano dé Mitila desea verte con urgencia, en compañía del sacerdote de tu casa y de tu bella familia. Oídas estas palabras, él rey Dasarata, sus parientes y multitud de risis, se trasladaron al sitio donde él rey de Mitila esperaba a su real huésped. -Rey poderoso -dijo el de Mi- tila-, té doy por nueras a mis dos hijas: Sita, a Rama, y Urmila, a Laskmana. Mi hija Sita, noble premio de la fuerza, se la doy a Rama: él la ha conquistado heroicamente por su fuerza y su vigor. Cuando terminó de hablar, el prudente Visvamitra, el gran anacoreta, díjole, al propio tiempo que el piadoso Vasista: -Vuestras familias son parecidas ambas al mar inmenso: se ensalza la estirpe de los Iksvaku y se alaba lo mismo a la de Djanaka. Tu hermano Kusadvadja, el heroico monarca, es igual a ti. Sabemos que tiene dos hijas jóvenes, de incomparable belleza, Te las pedimos, pues, a ti, que eres la justicia en persona, para dos príncipes déscendientes de Ragú: el justo Barata y e1 prudente Satruña. Únélos a las dos hermanas, si nuestra petición te es grata. El rey Djanaka, juntando las manos, contestó en estos términos a las nobles palabras de Visvamitra y de Vasista, los dos eminentes solitarios: -Vuestras reverencias nos demuestran qué las genealogías de ambas familias son iguales: ¡sea lo que deseáis! Doy una de las vírgenes a Barata y otra a Satruña. En aquel instante, propicio a los matrimonios, Dasarata, rodeado dé sus cuatro hijos. bendecidos ya con las preces que inauguran un día de himeneo, ornados con ricos aderezos y espléndidas vestiduras, fue en busca, según regias de urbanidad, del soberano de Videa. El rey de los videanos dijo a Rama, valeroso vástago del antiguo Ragú, cuyos ojos semejaban los pétalos del loto:

-Acércate al altar. ¡Que mi hija Sita sea tu legítima esposa! Toma su mano en la tuya, digno descendiente del noble Ragú. -¡Ven, Laksmana! Aproxímate, hijo mío, y recibe en tu mano la de Urmila, que yo mismo té presento, augusto hijo de Ragú. Una vez dicho esto, Djanaka, la justicia en persona, invitó al hijo de Kekeyi, Barata, a tomar la mano de Mandavi. Y él mismo Djanaka dirigió estas palabras a Satruña, que se hallaba al lado de su padre: -Te presento la mano de Srutakirti; toma su mano en la tuya. Vuestras esposas son iguales a vosotros por su cuna, héroes a quienes el deber guía imperiosamente. ¡Cumplid bien los nobles designios a que vuestro nombré os obliga, y que la prosperidad sea con vosotros! Los cuatro jóvenes guerreros tomaron la mano de las cuatro vírgenes, y Satananda mismo bendijo el himeneo. Después, las cuatro parejas, una tras otra, ejecutaron un pradaksina alrededor del fuego. Transcurrida la noche, Visvamitra, el gran anacoreta, se despidió de los dos poderosos monarcas y sé dirigió hacia la alta montaña del norte. Después de la partida de Visvamitra, el rey Dasarata dijo adiós al rey de Mitila y tomó el camino de su ciudad. El rey Dasarata, después de cierto lapso de tiempo, mandó llamar a su hijo Barata, nacido de la noble Kekeyi, y le dijo estas palabras: -El hijo del rey de Kekaya, que de un tiempo a esta parte habita el lugar, ése héroe, tu tío materno, ha venido, hijo mío, para llevarte a casa de tu abuelo. a preciso, pues, que vayas con él: observa bien, hijo mío, la ciudad de tu abuelo. El hijo de Kekeyi se dispuso a hacer el viaje acompañado de Satruña. Su padre lo besó en la frente, abrazó con efusión al joven guerréro, que semejaba al león por su noble apostura, y le dijo, con voz entrecortada por los sollozos:

-¡Vé, hijo mío! Éste saludó con un "adiós" a su padre, y lo mismo hizo con Rama. el vigor sin medida, y habiéndosé ya indinado ante las esposas del rey, madres suyas, partió, acompañado dé Satruña. Días después, el augusto viajero columbró la ciudad, y el hernioso nalacio del rey, su abuelo. Barata hizo alto cerca de él y envió un mensajero de su confianza para qué dijera al monarca: "He llegado". El monarca, en el colmo de la dicha, hizo entrar a su nieto, con todo género de honores, en los arrabales de su ciudad, empavesada para reci-birle. Los habitantes acudieron a las puertas de la ciudad a esperar a Barata, que entró, seguido de numerosas cortesanas, que cantaban y tañían instrumentos de música, y danzaban ante él. Ésta fue su entrada en la ciudad. En palacio, donde le esperaban numerosos oficiales en trajé de gala, fue obleto de todos los honores y agasajos. Y él hijo de Kekeyi habita la corté rodeado del bienestar, como el más dichoso mortal de los mortales dichosos. Rama no deseaba que el cetro recayera en sus manos, conforme al orden hereditario de la familia, sino que creía que llegar a la cumbre de la ciencia es preferible al honor de subir al trono. El rey Dasarata no podía desechar este pensamiento del fondo dé su alma y que le torturaba con insistencia: "Es preciso que consagré a mi hijo Rama como copartícipe de mi corona y príncipe de la juven tud." Esta idea agitaba incesantemente el corazón del prudente monarca: "¿Cuándo veré yo a Rama ungido rey? Cuando yo vea a este hijo, glo ria mía, elevado al trono por mí mismo, gobernando la vasta superficie de la tierra, iré dulcemente al cielo, adonde me llama mi avanzada edad." Cuando los hombres prudentes y de buen juicio, dados a inquirir en él fondo de las cosas, guías espirituales, consejeros de Estado, los ciudadanos, y hasta los lugareños conocieron las intenciones

del monarca, se reunieron, celebraron consejo y resolvieron unánimemente decir al viejo rey Dasarata: -Augusto monarca, hé aquí que eres varias veces centenario; hé aquí. pues, que eres digno de consagrar como a heredero de la corona a tu hijo Rama. Esté discurso, que estaba de acuerdo con sus deseos, disimulando su emoción, para conocer aún mejor él pensamiento de aquellos hombres. lo contestó así el rey: -¿Por qué quieren sus excelencias que eleve al trono a mi hijo cuando aún puedo gobernar el mundo conforme a los dictados de la justicia? Y los ciudadanos respondieron al magnánimo: -Numerosas e ilustres son, ¡oh rey!, las cualidades de tu hijo. Es dulce, de costuñibres honestas, de alma celeste. y de sus labios no salen sino cosas amables y nunca invectivas; gusta de hacer el bien, es él padre y la madre de tus va- salios. Dígnate, ¡oh, tú, que eres un dios entré los hombres, asociar a tu corona a ese hijo, Rama, digno dé ser rey. señor del mundo, dueño del alma y del amor de los hombres, de los cuales hace las delicias por sus virtudes! El rey Dasarata hizo llamar inmediatamente a Sumatra, y le dijo: -¡Trae en seguida a mi virtuoso Rama! Después, sentados allí todos los reyes de Occidente, del Norte, del Oriente, del Mediodía, los de los míechas, los de los javanas, hasta los de los sakas, habitantes de las montañas, lindes del mundo, se escalonaron bajo su augusto monarca feudal Dasarata, lo mismo qué los dioses l>ajo Jndra, hijo de Vasú. Sentado en su palacio, en medio dé ellos, como Indra entre los ma- rutas, el santo monarca vio avanzar en su carro, cual si fuera el rey dé los gandarvas, al valeroso hijo -cuyo valor era ya celebrado en todo él universo- de largos brazos, con él alma grande, él aire majestuoso, como el paso de un elefante embriagado dé amor.

Cuando Sumantra hubo ayudado a descender del carro magnífico al joven vástago del antiguo Ragú, le siguió con las manos juntas, en tanto qué el valeroso y denodado héroe avanzó hacia su padre. Juntando las manos, inclinando el cuerpo, sé aproximó al monarca, y honrándose a sí mismo, le dijo: -Yo soy Rama. Y acercó la frente a los pies de su padre. Pero éste, viendo a su bien amado hijo prosternado, Cogiólé las manos, íes atrajo a sí dulcemente, y le dio un beso. Después, el venturoso monarca ofrecióle con el gesto un asiento incomparable, deslumbrador, el más digno de todos, ornado de pedreria y oro. Y sonriendo, le dirigió la palabra, expresándose en éste lenguaje: -Rama, tú eres mi hijo bien amado, el más eminente por sus virtudes, y, como yo, hijo de una etposa sin igual y la primera de mis esposas. Ganados por tus buenas cualidades, estos pueblos te son adictos: recibe, pues, la consagración de copartícipe dé mi corona, en tiempo en que la luna va a hacer pronto Sil conjunción con el astérisnio Pusya, constelación propicia. Cuando se hubo inclinado delante del rey su padre, el ragüida, resplandeciente, rtilgurante de luces, subió a su carro, y, rodeado por las multitudes, regresó a su palacio. Después que hubieron partido los ciudadanos, el monarca, como hombre habituado a las resoluciones enérgicas, tomó una decisión: -¡'El asterismo Pusya debe aparecer mañana en él horizonte -di- jo-; quiero que mi hijo Rama, que tiene la niña del ojo dorada como la flor del loto, sea consagrado a la legitimidad presuntiva dé la herencia del reino! Así habló el poderoso monarca. La calle real de Ayodya estaba obstruida aquellos días por la multitud, cuya curiosidad había excitado aquel acontecimiento. Las alegres danzas producían un ruido que semejaba al del mar

cuando el viento encrespa las olas. La noble ciudad regó y barrió las principales calles, adornó la real y se empavesó con sus mejores estandartes. Rama se recogió en su alma pura v entró con su esposa, la bella videana, en el santuario doméstico, lo mismo que Narayana y Laksmi. Según la costumbre establecida, se puso en la cabeza una patera de manteca clarificada, y derramó en el fuego encendido la libación, en honor del dios grande. Cuando hubo comido el resto de la oblación, después de pedir a los mortales su favor y benevolencia, el hijo del mejor de los reyes entregóse al silencio y a la meditación a propósito del dios Narayana, y con santa continencia se acostó con la encantadora videana en una cama de verbena cuidadosamente tendida en la bri- llanté capilla consagrada a Vishnú. En las ultimas horas de la noche, sé despertó y oyó las voces sonoras de los bardos entonando palabras dé buen augurio, adoró el alba naciente, murmurando su oración con el alma recogida, vestido con hábito de lino inmaculado. Cuando los habitantes supieron que el noble hijo dé Ragú había celebrado con su esposa la ceremonia de nupcias del ayuno, se entregaron todos a la efusión de la dicha. En los templos de los Inmortales, cuyas techumbres semejaban un conjunto, en el fondo, de nubes blancas; en los cruces dé las calles; en las grandes vías públicas; en las cimas de los árboles sagrados; en él glacis de los palacios; en los bazares, donde se acumulaban infinitas mercaderías de todos géneros; en los suntuosos palacios de los jefes dé familia; encima de todas las casas destinadas a albergue de asambleas, y en las cúpulas de los más majestuosos árboles, ondeaban erttos de la belleza! ¡Déjame devorar a esa mujer sin atractivos ni virtud, y a tu hermano nacido después que tú, pero cuya vida ha terminado ya! ¡Uná vez realizado esto, serás libre y podrás pasearte conmigo por la region de Dandaka, contemplando las cimas de una montaña y los bosques encantadores! En cuanto el héroe de largos brazos oyó esse más que horroroso discurso, advirtió con una mirada a Sita a Laksmana e inmediatameny , te, para hurlarse, dijo estas palabras a Surpanaka: -Estoy unido por el himeneo,. Ya ves a mí esposa querida; una mujer de tu condición no puede compararse así con una rival. Pero ahí tienes a mi hermano segundo, llamado Laksmana, bello, de gentil presencia, de carácter amable, heroico y que está aún sin casar. S&á un esposo digno de tu beldad. Al ofr estas palabras, la raksasa, que cambiaba de forma según su voluntad, abandonó a Rama, volvióse a Laksmana, y le dirigió estas palabras: -¡Ámame, pues, tú que das honor; ámame a mí, que soy la esposa digna de tu hermosura, y sentiras el placer de pasear conmigo por la brillante selva de Dandaka! El hiio de Soniltra, hábfl en el arte de hablar, miró fijamente a la raksasa, y respondió en estos términos a sus palabras: -¿Es que pori'as servir a un servidor siendo mi esposa? Sabe, alta dama, que estoy sometido a la voluntad de mi hermano mayor. Tú necesitas, mujer de la más alta perfección, un hombre de mayor fortuna que yo. Sólo hay un sabio que sea digno de ti, que posee virtudes semejantes a las tuyas; sé unida a ese noble personaje, mujer de ]os grandes ojos, la más joeen y la segunda de sus esposas. La perversa hada creyó estúpidamente, verdaderas las palabras de Laksmana, que parecía adivinar, bajo la metamorfosis de aquella hembra, sus dientes puntiagudos y su vientre abultado,

cuando sólo se trataba de una burla. Mí, corrió por segunda vez hacia el dasarátida, que estaba sentado al lado de Sita, y pronunció estas palabras: -¡Estoy enamorada de ti; te quiero a ti mejor que a tu hermano; accede, pues, a ser mi esposo. ¿Qué te importa Sita? Y miró a la videana, que la contenaplaba dulcemente, con ojos Parecidos a dos brasas encendidas. Hubiérase dicho que era un gran rneteoro de fuego que rodaba por el cielo contra la bella estrella Roini. En el instante que Rama vio a la raksasa lanzada como el nudo corredizo de la muerte, detuvo men su curso a la furia, y dijo encolerizado a Laksama, el héroe de gran fuerza: -¡Hijo de Sumitra, es preciso no jugar con gentes tan íeroces y malas: mira, amigo mío, qué poco ha faltado para que mi cara videana no escapara a la muerte! Persigue al instante a esa raksasa disfume, de grueso vientre, de conducta in fame y loca hasta el paroxismo. Al oír Lalcsmana estas palabras, empuñó a la perversa hada ante los propios ojos de Rama, y, tirando de espada, le cortó la nariz y las orejas Mutilada, la feroz Suapanaka volvió a su estado natural y huyó al interior del bosque, con vuelo rápido lo .mismo que había venido. Desfigurada de aquella forma, fuese en busca de su hermano Kara, el de la fuerza terrible, el cual había invadido la Djanmastana, y cayo en medio de los raksasas, que le rodeaban en aquel momento, como el polvo cae de los cielos. Al ver a su herimana en el suelo, bañada en sangre con la nariz y las orejas cortada' 5, Kara, el raksasa, le preguntó con los ojos rojos de cólera: -¿Quién te ha puesto en ese estado a ti, dotada de fuerza y valor, y que paseas lo mismo que la muerte' Surpanaka respondió a las palabras de su hermano con voz que tartamudeaba por las lágriniis: -Me he encontrado dos jovenes dotados de gran hermosura, de miembros duros y recios, de fuerza hercúlea de ojos grandes como lo tos; dol'ados de todos los rasgos qu¿ se encuentran en los reyes. Vestidos con pieles negras y de corteza, semejaban a los reyes de los gandarvas y yo no sé si

son dioses o simplein' ente hombres. Con ellos había una dama joven, de talle gracio so: su belleza irradiaba como todas sus joyas. ¡Me disponía a devorar en la selva violentamente a esta mujer y a sus dos compañeros, pero me vi redúcida al estado en que rne ves, lo mismo aue una miserable sin apoyo... siendo tú mi protector! Aloír ¿atas palabras, Kara, furio so dio esta Orden a catorce raksasa¿ noctivagos, semejantes a la muerte: -Dos hombres armados de flechas vestidos de pieles negras y de cort¿ns han entrado con una mujer en la espantosa y terrible selva de Dandaka. ¡Marchad, y no volvals sin haber dado muerte a esos dos malvados y a la mujer, pues mi hermana quiere beber su sangre! Obedeciendo dócilmente el mandato, los demonios partieron en seguida furiosos, con una lanza em- puñada v rápidos como nubes per- seguidas por el viento. Tan pronto como Rama hubo, divisado a los crueles demonios y a la furia, dijo a Laksmana, su hermano, el valiente ragüida: -Hijo de Sumitra, quedate un instante cerca de mi cara videana, basta que yo derribe en combate a esos raksasas fereces. Rama, ya en el campo, con la cue'da de su arco inmenso dispuesta, dirigió a los demonios estas palabras: -¡Retiráos de aquí! ¡No os aproximéis si estimáis en algo vuestnL vida! ¡Retiráos, Demonios noc- turnos! Furiosos de rabia los catorce demonios, con lanza y los venablos en la mano, respondieron, los ojos ro- los de cólera: -¡Tú has provocado la cólera en el corazón de Kara, nuestro magnánimo señor, y vas a dejar aquí tu vida, inmolada en combate con nos- otros! Y furiosos los catorce raksasas cayeron sobre Rama, con las armas en alto y la cimitarra levantada. Pero de pronto, Rama, con catorce flechas, rompió las armas de los ca- torce raksasas, E,

inmediatamente, tomó sereno, otras catorce flechas afiladas: Empulgó diestramente los dardos en el arco, y tomando como blanco a los raksaaas, lanzó contra ellos las flechas con ruido parecido al trueno que lanza el rayo. Los dardos, montados de oro, hen- dían el aire, iluminándole con un resplandor igual a los meteoros de fuego: Aquellas flechas atravesaron de parte a parte a los demonios. Los dardos lucientes volvieron por sí mismos al carcaj, después que hubieron castigado a los demonios, Surpanaka, ante la presencia de aquellos vengadores, huyó rápidamente, temblorosa, lanzando gritos agudos, hacia la región donde habitaba su hermano, el de fuerzas poderosas, Al ver Kara por segunda vez a Surpanaka tendida a sus pies, con voz clara y colérica, dijo: -Una vez que por complacerte he enviado a mis raksasas, fieros héroes que comen cruda la carne, ¿por qué vienes todavía aquí a verter lágrimas? La mala mujer, postrada de dolor, enjugó sus ojos y respondióle en estos términos: -Los heroicos raksasas que tú enviaste, lanza en mano, los ha consumido Rama sólo con el fuego de s"s flechas: Arranca tú mismo, demonio nocturno, esta espina que ha surgido en la selva Dandaka para ruina de los raksasas. El furioso Kara, excitado en su audacia por su cruel hermana, respondió así: -Isse Rama, que no es más que un hombre, un ser sin fuerza, no tiene valor para mí, y bien pronto. derribado por mi brazo, entregará su vida en pago de sus malas acciones. ¡Seca tus lágrimas, pues! ¡Hoy mismo beberás la sangre caliente de Rama, derribado por esta maza, tendido sin vida sobre la haz de la tierra! La cruel oyó gozosa estas palabras, y nepuso: -¡Vé pronto a dar muerte a ese malvado! ¡Estoy sedienta de beber la sangre de Rama en el mismo campo de batalla!

En cuanto oyó estas palabras, dijo al general de sus ejércitos, que se llamaba D'usana, y que se encontraba a su lado: -Reúne catorce mil raksasas, héroes superiores, feroces, prácticos en crueldades, parecidos por, su color a lóbregas nubes, provistos de toda clase de armas y que consideren voluptuosidad el atormentar a la gente. Furioso de cólera, Kara montó en su carro, arrastrado por vigorosos corceles, pero de movimientos seguros, que tenía un timón cuajado de perlas y de lapislázuli, donde brillaba en oro el astro de la noche. De pronto, una nube densa hizo cieer al demonio, que avanzaba fogoso por el deseo de la victoria!, entre una lluvia siniestra de agua, piedras y sangre. Sombría nube envolvía su capa negra, ribeteada de rojo, o sea el color del astro del día, y que semeja por el matiz de su disco a tizón ardiendo. En el cielo brillaba un color de sangre antes de la hora que anuncia el crepúsculo. Soplaba un viento fuerte; la cíaridad del sol se olsscurecía, y viose brillar en medio del día la luna, rodeada de su ejército de estrellas. En aquel momento, deseosos de presenciar el gran combate, acudieron los risis, y los sidas, y los sioses, y los principales gandarvas, y los ce'lebres coros de apsaras. En cuanto el demonio de fogosa audacia, Kara, llegó cerca de la choza santa, Rama y su hermano vieron unas siniestras figuras, y el mayor de los ragüidas, dijo: -Tenemos en nuestra mano la victoria y el enemigo la derrota, pues mi semblante está sereno. ¡Mira cómo resplandece! Ármate de tu arco, y con las flechas en la mano, toma a Sita y llévala a una cueva de la montaña, rodeada de árbOm les, de difícil acceso, y que esté al cubierto del enemigo. Permanece allí, bien provisto de armas, con la princesa videana. Laksmana tomó el arco y las fle chas, y, acompañado de Sita, fuese a una cueva inaccesible. En cuanto Laksmana entró en la gruta con Sita, Rama, que ataba en aquel mo mento sólidamente su coraza, exclamó:

-¡Bien! Y mirando el kakútstida a todos lados, vio a los batallones de raksasas que venían a combatirle. Empuñó el arco, preparó aPrEestsespecatocomdbelatiter:rrible hijo de

las

flechas,

y

Ragú produjo estupor en los raksasas que se detuvieron un poco alterádos y quedaron inmo'viles como una montaña. Kara, poseído de impetuosa bravura se lanzó con su carro contra el v'alerc:so vástago de Kakutsta lo mismo que Rau hendió el astro que produce la laz. Al ver el ejército raksasa que Kara entraba en combate aguijoneado por el furor se lanzó tras él en compacta falanje, produciendo el ruido del trueno, propio de las borr'as:,as y del choque de los grandes ejercitos Y' encolerizados, los grandes demonios noctivagos arrojaron sobre Rama una lluvia de proyectiles, que iecibió él impasible, lonusmo que el océano reci e tributo de las flechas Y ya comenzado el combate e'nvió multitud de dardos de oro' indomables, irresistibles, seme janCes al lazo de la muerte. Las cahezas del enemigo partidas por los dardos en forma de garfio, caían por tierra a millares, agitando convulsamente labios y boca. Entonces, el resto del enemigo se nefugió junto al monarca y su hermano Dusana, rodeándole como un rebaño de elefantes Kara, al ver a sus batallo nes d'iezmados por las flechas de Rama dijo mal general de sus tropas, guerráo de espantoso vigor y de corazon ardiente Héroe reanima el valor de mi ejérci tto!, ¡Caz un nuevo esfuerzo! Dusana se precapito sobre el vas tago de Kakutsta con el mismo fu ror que lo hiciera en otro tiempo el demomo Naimichí Igualmente todos los malos genios viendo a Du sana junto a ellos, se lanzaron también sobre RaMa por segunda vez, provistos de toda suerte de proyectiles El héroe de largos brazos, lo mismo que si jugara, cortaba diestramente dentro del círculo de los malos ge'nios, cabezas y brazos.

De pronto, Dusana, el general del ejército, el del pavoroso vigor, tomó encoleriado una maza horrible, como la cima de una montaña de grande. Annado con esta gran ma- za' el vigoroso Dusana se lanzó, lo mismo que Trepas, sobre el valeroso Rama, coino antaño se lanzara el demonio Britra contra el pode- roso Indra. Al ver a Dusana, inflamado de cólera, avanzar impaciente para darle muerte, el rápido guerrero partió con dos flechas los brazos armados 'y condecorados del fiero demonio. La terrible maza cayó en el campo de batalla, al propio tiempo que el brazo mutilado, escapando de la cortada mano, como una bandera de Maendra cae del pináculo del templo. Y Dusana cayó, igualmente, moribundo, con ambos brazos tajados. El campo de batalla quedó limpio de combatientes, pues el fuego de las flechas de Rama los había devorado a todos. En aquella joricacla, Rama dio muerte a catorce mii raksasas, espantosos, audaces, valientes, y, sin embargo, él era un solo individuo a pie, un hombre solo. El raksasa Hamado Trisiras, o el damonio de las tres cabezas, habiendo sido autorizado el combate, alzó ruidosamente su arco y avanzó hacia Rama. En aquel momento se entabló entre el demonio de las tres cabezas y el valeroso ragüida una lucha encarnizada. Trasiras envió tres acerados dardos a Rama, el cual exclamó ira- cundo: -¡He recibido los dardos que me ha disparado el nervio de tu arco; pero ahora permanece firme delante de mí, site atreves! E irritado, lanzó al pecho de Trisiras catorce flechas, como serpientes. El guerrero derribó los corceles con cuatro flechas de lierro; rompió su carro con siete, y dio en tierra con el cochero, asestándole siete dardos, y despedazó y rasgó con uno solo su bandera enhiesta. El raksasa requirió rápidamente la espada, y lanzóse con impetuosidad sobre su enemigo; pero en cuanto Rama vio saltar cerca de su carro diestramente al genio malo, le atravesó el corazón, hundiéndole diez flechas. Y riendo de cólera el príncipe de los ojos de loto, cortó al monstruo las tres cabezas con seis acerados dardos.

Al ver Kara derribado en el campo de batalla al héroe Trisiras, su corazón se consumía de cólera y la fiebre de las batallas se apoderó de su alma. Armó su gran arco y envió a Rama veloces y rabiosas flechas, que éste rompía inmediata- mente con sus irresistibles dardos de hierro. La bóveda del cielo estaba inflamada por las agudas flechas que Rama y Kara se enviaran uno al otro, como cuando el rayo ilummina sus relámpagos. En aquel momento, con el cuerpo bañado en sangre por los numerosos dardos del raksasa, el kakútstida brillaba lo mismo que el resplandor de un brasero encendido. Bendiciendo entonces su gran arco, semejante al del propio Sakra, su excelente mano de arquero disparó veintiuna flechas. El dominador invencible de sus eneinigos atravesó el 'pecho al demonio con una flecha, y los brazos con dos, y con cuatro dardos de media luna derribó los cuatro caballos. Encolerizado, lanzó otros dos para mandar al cochero a la negra estancia de Yama, y empleó siete, el héroe de extraordinaria fuerza, para romper el arco y los agudos dardos que esgrimia Kara. El noble hijo de Ragú rompió el yugo con un solo dardo y cortóle en seco; rasgó con cinco dardos las cinco banderas cuya armadmura semejaba por su forma la oreja del jabalí. Kara, enardecido de cólera como un trueno horrísono, lanzó su maza repujada de oro, ardiente, horrible- mente pavorosa, envuelta en llamas, como un gran meteoro de fuego. Los arbolitos, y hasta los árboles por cuyo lado pasó esta arma, quedaron reducidos a cenizas. De súbito, el afortunado vas' tago de Ragu', para destruirla, colocó en su carcaj la flecha del fuego, semejante a una serpiente, y disparóla resplandeciente cocno la llama. El dardo de Agní, parecido M fuego, detuvo en su vuelo en los aires a la enorme maza y la hizo revolotear varias veces sobre sí misma. La maza raksasa se precipitó en tierra, consumida y destrozada con sus ornamentos y brazaletes, como un giobo de fuego encendido. El demonio noctivago miró en rededor buscando un arma, y, furioso, con el ceño fruncido, vio no lejos de sí un enorme árbol. El guerrero de inmensa fuerza arrancó aquel gran árbol; corrió; lanzó un grito, y, apuntando a Rama, lanzóle rápidamente su maza, gritando:

-¡Eres muerto! -Pero su augusto enemigo cortó con un torrente de flechas el frondoso proyectil en su vuelo. Al fin, bañado de sudor y exasperado de cólera, traspasó con un millar de flechas, en postrer combate, al demonio. Luego, mezclado con el canto de melodiosas voces, oyóse en el seno de la atmósfera un son de tambores celestes, al propio tiempo que estas exclamaciones: "¡Bien! ¡Bien!" Y una lluvia de flores cayó sobre el campo de batalla y sobre la frente de Rama. Poco tiempo después, Rama, alegre, al lado de Laksmana y su esposa, a la \cual había reconfortado; al lado de Sita, la de los ojos encantadores de gacela, vivía en la ermita feliz recibiendo los honores que le tributaban todos los otros ermitaños agrupados en rededor suyo. En cuanto Surpanaka vio a los catorce mil raksasas muertos, a Dusana, Trisiras y Kara tendidos en tierra, y que aquella hazaña habíala realizado Rama solo, a pie, con su varonil brazo, acudió, llena de pá nico a la ciudad de Lanka, fiel a las leyes de Ravana. Encontró a Ravana, azote del mundo, instalado en su trono de oro, rodeado de su admirable cortejo, con sus diez caras sus veinte brazos, sus ojos color' de cobre y su enorme pecho; con sus blancos dientes su dilatado semblante su boca siempre abierta, como la muerte surpanaka funosa pronuncio este discurso en presencia de los minis tros, y de Ravana, el azote del mun do -Entregado sin freno al goce de todos los placeres imaginables, ignoras que ha surgido para ti un horroroso peligro, en el cual es preciso pensar. Kara ha muerto, ¡Dusana también y tú lo ignoras! ¡Rama solo, a pie. con su varonil brazo, ha destruido catorce millares de raksasas de extraordinario vigor! Ravana, colérico, preguntó a Surpanaka:

¿Quién es ese Rama9 ¿De dónde procede Rama? ¿Cuál es su fuerza? ; Cuál es su valor? ¿Por qué ha penetrado en esta selva, casi inextricable? Después de estas palabras de Ravana la furia comenzó a contar, llena de co"lera, lo que realmente sabía de la vida de Rama: -Tiene un hermano -dijo- de vivo resplandor, vigoroso, virtuoso, sumiso devoto a su hermano mayor, señalaSo igualmente que él con signos afortunados: se llama Laksmana Una ilustre dama, de grandes oj¿5 de talle encantador, es la esposS legítima de Rama: se llama Stmita No he visto jamás sobre la faz de ja tierra mujer tan bella como - ¡ni las ninfas ni la misma Kiesta, ni Yaksi, ni' Gandarvi, ni las dios'as pueden comparárseles. Sería la esposa que tú te mereces, genio de gran esplendor, lo mismo que tú el esposo digno de Sita. El rey de los raksasas examinó minuciosamente el plan de su em presa, y dio esta orden a su cochero: -¡Que enganchen nu carro! Y se puso en marcha en seguida en dIrección al Océano, soherano y señor de los ríos. Pasó la ribera ulterior y en lugar solitario, puro, encantador, vio una ermita, en medio del bosque. Allí encontró un raksasa llamado Maricha, que llevaba los cabellos cortados en djata, una piel negra de gacela por vestido, y que vivía en la abstinencia, sin probar alimento. Aprozimóse al anacoreta y le dijo: -Maricha, escucha las palabras que van a salir de mi boca, pues estoy afligido y el supremo refugio de mi aflicción es tu santidad. Tú Conoces el Djanastana. Allí vivían catorce millares de raksasas, que realizaban espantosas proezas, que obedecían a la voluntad de Kara, que se habían distinguido multitud de veces por su destreza y acierto en la puntería con la flecha y el venablo. Pues bien, de pronto estos demonios de inmensa fuerza han venido a las manos con Rama, derrotándolos éste en toda regla. Si, Rama, ha dado muerte en combate a Kara, a Dusana y a Trisiras; ha devuelto la seguridad a los santos y la felicidad en todos los lugares de la selva Dandaka. Y este ser lleva, sin

embargo, un vestido de cortezas, y se dice penitente; pero tiene consigo una esposa célebre, denominada Sita, de grandes ojos, joven, bella y encantadora como Sri y como Apadma. Conviértete, por medio de una metamorfosis, en gacela de pelaje de oro y pintas de plata; vete a la ermita de Rama y muestrate a los ojos de Sita. Indudablemente que, en cuanto te oirga, saldrá de la choza, y al verte en forma de gacela, le dirá a su esposo y también e a Laksmana: "¡Coger vivo este animal encantador!" Entonces ellos sal- drán en persecución tuya, cía ermita quedará indefensa y yo me llevaré sin dificultad a la bella Sita. Y una vez que la pena debilite el vigor de Rama, mi alma, en el coirno de la dicha, gustará el placer con toda seguridad. Maricha, consternado, tembloroso, pálido, turbado por el miedo, al ver a Ravana decidido, exclamó: "¡Marchemos!", y suspiró multitud de ve ces. Llegaron a la selva Dandaka, y el rey de los raksasas y Maricha reconocieron bien pronto la ermita del piadoso ragüida. -¡He ahí la ermita de Rama, allá a lo lejos, rodeada de árboles. Ejecutemos sin tardanza nuestro plan. Al oír las palabras de Ravana, Maricha desplegó toda su rapidez, desposeyóse de la forma de raksasa, y convirtióse en el objeto encantador a todos los seres, en gacela de oro, con motas de plata, ornada de lotos brillantes como el sol, el lapislázuli y la esmeralda. Cuatro cuernos de oro, cuajados de perlas, ornaban su hermosa frente. El Demonio, metamorfoseado en gacela, iba y venía delante de la puerta de Rama. Sita quedó absorta de admiración en cuanto vio la gacela. La hija del Rey Djanaka, dijo estas palabras a su esposo: ¿Ves, kakútstida, esa gacela de oro, con los miembros cuajados de pedrería? ¡ Me gustaría, noble esposo mío, sentarme sobre la rica piel de OTO de esa gacela! Rama dijo entonces, radiante de alegría, al hijo de Sumitra:

-Ya oyes, Laksmana, el deseo que esa gacela ha hecho nacer en mi videana; es preciso que permanezcas atento al lado de esta hija de reyes hasta que yo haya derribado con una de mis flechas a la gacela. ¡No Cte muevas en tanto que yo no vuelva! Al ver Laksmana aquella gacela, igual en esplendor a la del antflo'pe celeste, sospechando algo, dijo a su hermano: -¡No hay ninguna gacela de oro! ¿De dónde procede, pues. esa asocia ción contra natura de oro y gacela? Reflexiónalo. A mi parecer esa gacela ha sido creada por magia: es un raksasa oculto bajo la forma de de gacela. Rama, fascinado por la maravillosa gacela, dirigió estas palabras a Laksmana: -¡Si la gacela que yo veo ahora, hijo de Sumitra, es creación de la magia, emplearé todos los medios para matarla, pues es el objeto de todos mis deseos. No te muevas de aquí, mientras yo no vuelva: los demonios se disfrazan en el bosque con mil ingeniosas formas! En cuanto el vástago y amor de Ragú hizo estas recomendaciones a Laksmana, corrió hacia la gacela, decidido a darle muerte. Con el arco ornado y curvado y con dos carcajes sobre las espaldas, con una espada de puño de oro ceñida al lado, lan- zóse en persecución de la gacela. Tan pronto ésta aparecía como se perdía o corría asustada; tan pronto se paraba, como desaparecía o volvía a mostrarse rápidamente. Con este juego alejó al ragüida a bastante distancia de su choza. Al fin el dasarátida, engañado a cada instante por la gacela, llegó bajo la bóveda umbría de un lugar tapizado de hierbas nuevas, y se detuvo allí. No lejos de él mostróse nuevamente la gacela. Decidido a darle muerte, el héroe de inmenso vigor armó su arco con la mejor de sus flechas. De pronto, Rama estiró la cuerda hasta cerca de la oreja, y apuntando a la gacela, abrió el puño y abandonó el acerado dardo, que, viejo en el hábito de dar muerte al enemigo, atravesó el corazón de Maricha. Herido en sus articulacio nes por la incomparable flecha, rebotó a la altura de una palmera y cayó moribundo. Pero, una vez roto el prestigio, apareció lo que era: un raksasa de largos dientes,

adornado cori todo género de joyas y una guirnalda de flores, con un collar dc tiro y tinos braceletes admirables. Maricha, nl caer derribado por el dardo, lanzó un grito espantoso, y pe9sando servir una vez más a su senor, con una inflexión de voz parecida a la de Rama, exclamó: -¡Ah, Laksmana! ¡Sálvame! Su pensamiento era éste: "¡Si al oír esta voz, Sita, angustiada por amor a su marido, puede enviar aquí a Laksmana le sería fácil a Ravana secuestrar a la princesa, abandonada por aquél! Inmediatamente que Rama vio al horrible raksasa, descubierto por la muerte, se apresuró a regresar, con el alma turbada, por el mismo camino que había venido. Apenas hubo oído Sita el grito de angustia proferido por aquella voz parecida a la de su esposo, dijo a Laksmana: -Vé y cerciórate de lo ocurrido al noble hijo de Ragú, pues el corazón y la vida parece que van a abandonarme después de ese lastimero grito de Rama, pidiendo socorre en medio del peligro. A pesar de esto, Laksmana, obediciendo las órdenes de su hermano, no salió. Entonces Sita, la hija del rey Djanaka, le dijo, encolerizada, estas palabras: - ¡Tú sólo eres amigo, Laksmana, en apariencia; no eres verdaderamente su amigo, ya que no corres a socorrer a tu hermano! Laksmana respondió en estos términos a la videana, que hablaba bañada en lágrimas y poseída de dolor: -¡Reina y mujer encantadora, es imposible que Rama perezca en un combate; por tanto, no puedo dejarte sola en este lugar solitario. Me has sido confiada por el magnánimo Rama, devoto de la verdad, como un precioso tesoro. No puedo, pues, abandonarte. Los gritos entrecortados que has oído no son de él... ¡Rama, en caso de peligro, no delaria nunca escapar una palabra indigna de su valor!

La videana, con los ojos hinchados de cólera, respondió a las razonables palabras de Laksmana en estos términos: -¡Ah, vil, crt£el, vergüenza dc tu estirpe, hombre de perversas intenciones, esperas, sin duda, al hablarme así, que yo seré tu amante! Laksmana replicó a estas amargas y terribles palabras: -¡Pues bien, voy a donde se encuentra el kakutstida; que la felicidad no se separe de ti, joven de rostro encantador! ¡Que las divinidades de este bosque te protejan, señora de ojos encantadores, pues los presagios que ante mi vista aparecen me inspiran espanto! ¡Que a mi regreso con Rama te encuentre aquí! El justo Laksmana, conmovido de espanto, miró por última vez a la mitilana, y, a pesar suyo, por decirlo así, partió. Entonces, viendo el monstruo de diez cabezas, el monarca de los raksasas, sola a esta beldad en el solitario lugar, comenzó a agitar su espíritu demente este pensamiento: "¡He aquí el momento oportuno para abordar a esta mujer de rostro encantador, ahora que ni su esposo ni Laksmana están cerca de ella!" Y el demonio de diez cabezas, aprovechando la excepcional ocasión, se presentó ante la videana, metamorfoseado de bramán mendigo. Se cubrió con una túnica fina y amarilla; se ató los cabellos en forma de cresta, cogió una sombrilla, cambió su calzado por unas sandalias, se echó un paquete sobre el lado derecho de la espalda, y completó el disfraz con un jarro de arcilla, que llevaba en la mano, y un palo. Atravesado de una flecha de amor, el demonio nocturno, de alma corrompida, recitando las oraciones del Veda, se dirigió hacia la mitilana, la de grandes ojos, y comenzó a adularla así: -¿Quién eres tú, mujer de sonrisa ingenua? ¿Hija de los rudras o de los marutas? ¿Naciste de un Vasu, pues semejas una divinidad, ¡oh, tú!, de talle encantador? ¿Quién

eres, joven beldad, entre las diosas? ¿Eres, eminente dama, una gandarva? ¿Eres una apsara, mujer de cintura esbelta? Mas aquí no vienen nunca ni los dioses, ni los gandarvas, ni los hombres; este lugar es el refugio de los raksasas: ¿cómo viniste aquí? Mientras que el malvado Ravana hablaba, la hija del rey Djanaka se alejaba de él con desconfianza y miedo. Al fin, la mujer de talle encantador, de formas elegantes, recobró su confianza, diciéndose: "¡Es un bramán!", y le ofreció los agasajos que merece todo huésped. Despues, acordándose de las preguntas que le formulara antes Ravana, respondióle en estos términos: -Yo soy la hija del magnánimo Djanaka, rey de Mitila: me llamo Sita, tu servidora; mi marido es el prudente Rama. Caminamos errantes por la selva. Mi esposo estará pronto aquí, trayéndome los frutos más hermosos de la selva... Ahora, dime, mientras esperas a mi esposo, cómo te llamas, de qué familia eres, y cuál es tu raza; pero sin disfrazar la verdad. Herido por una flecha del amor, el vigoroso demonio respondió a las palabras de Sita: -Escúchame, y sabrás cuál es mi origen, y quién soy, y en cuanto lo sepas, no te olvides de hacerme los honores debidos. Me he metamorfoseado así para venir a verte. Yo he derrotado a los hombres y a los Inmortales y al rey de los Inmortales. Yo soy ése a quien llaman Ravana, el azote de los mundos; bajo mis órdenes, Kara gobierna aquí el Dandaka. Sé la primera de mis esposas, augusta mitilana; la primera de todas esas numerosas mujeres; la de más alto rango por su belleza. La encantadora hija del rey Djanaka respondió indignada al demonio: -¡Soy fiel a Rama, mi esposo, hijo heroico de rey, de inmenso vigor, glorioso entre todos los hombres, que ha vencido en sí mismo los órganos de los sentidos, y cuyo semblante se parece al disco lleno de las noches! ¡Pretender quitar por fuerza su esposa a Rama, es como si quisieras arrancar de la boca de un león, enemigo y destructor de gacelas, la carne que devora furioso!

Así respondió esta mujer de alma pura al lenguaje impuro del demonio noctivago. Sita pronunció estas palabras vivamente emocionada y temblorosa, como árbol roto por un elefante. El monarca de los raksasas abandonó la forma de mendigo y recobró su forma natural. Era gran- de de cuerpo y brazos, de largo pecho, de dientes de león, de espaldas de toro, abigarrado y de ojos encendidos. El impuro vagabundo de las noches dijo estas palabras a Sita: -¡Mujer, si no me quieres por esposo en mi forma natural, emplearé la violencia para someterte a mi voluntad! ¡No olvides que soy dueño de ti, insensata, y que puedo transformarme a mi placer y proporcionar a aquel a quien yo quiero los bienes más deseados! E, impulsado por el amor, osó coger a Sita. Ésta, bañada de lágrimas, encolerizada, le dijo: -¡Malvado, morirás a manos del magnánimo Rama! ¡Insensato; eres el más vil de los raksasas, pronto exhalarás el último suspiro, lo mismo que tus parientes! Las palabras de la bella videana inflamaron de furor al cruel Demonio, y sus diez caras fulguraron exasperadas como nubes sombrías. Cogió por los cabellos con su mano izquierda a Sita, y con la derecha agarró por los dos muslos a la princesa de ojos de loto. En cuanto Sita se vio en brazos del vigoroso demonio, gritó: -¡Ah, mi amado esposo...! ¿Por qué no me defiendes, héroe? ¡Ah, mi Laksmana! El robusto demonio lanzóse con ella, a pesar de su resistencia, en dirección a los cielos, en vuelo rápido, como Garuda condujera a la esposa del rey de las serpientes. En aquel instante apareció, como por encanto, el carro de Ravana, y el raptor, amenazando a la videana con voz fuerte y palabras brutales, apretóla contra su seno y colocóla en el vehículo. En aquel momento dormía en la meseta de una montaña, en la selva, bajo el sol ardiente, el monarca de los pájaros, Djatayu, el esplendoroso, el valeroso, el de fuerza extraordinaria. El rey ede los pájaros oyó el ruido de un carro, que rodaba con estrépito de tempestad. Miró al cielo, observó todos los puntos car- dinales del espacio y vio a Sita, la djanákida, lanzando gritos. El rey de los

pájaros lanzóse a los aires con rápido vuelo. Una vez allí, el poderoso volátil, enardecido de c& lera, colocóse delante del raksasa, y contempló la ruta de su carro: -¡Demonio de diez cabezas -di jo- yo soy el rey de los buitres, y me llamo Djatayu! ¡Soy un pájaro viejo, endeble por la edad; pero vas a conocer pronto en combate el valor que aún queda en mí! ¡Vas a morir! ¡Abandona, ser vil, el pensamiento de ultrajar a la mujer de otro, si no quieres que te baje de tu magnífico carro, lo mismo que se sacude el fruto de la rama! Deja inmediatamente a la augusta videana o te anonadaré con mi espantosa mirada. Irritado el raksasa por las justas palabras del buitre Djatayu, sus ojos, lo mismo que fuego ardiente, miraron amenazadores a éste. El demonio envió sobre el rey de los buitres una lluvia de flechas. El monarca de los pájaros, inflamado de cólera, desplegó toda su envergadura, como una inmensa montaña, y cayó sobre el dorso de su enemigo y lo destro zó con sus fuertes garras. Después, el pájaro rey destrozó con sus patas el arco y la flecha de su rival, y retiróse con rápido vuelo. El monarca alado volvió otra vez y destrozó a golpes su diadema celesste, de oro puro y de piedra finas. El vigoroso pájaro, furioso, lanzó la corona y la tiara a las planicies del aire, que al caer se iluminaron como el disco del sol. Rompió el gran carro de alfajías de oro y piedras finas. Arrojó al cochero, y en cuanto hubo desgarrado su cuerpo con mi agudo gancho de los destinados a conducir elefantes, tiró su cadáver fuera del carro destrozado. Cuando Ravana vio su carro roto, su cochero muerto, sus corceles sin vida, tomó a la videana en los brazos, y de un salto se trasladó a la tierra. Después de este duro trabajo Djatayu, sobre el cual pesaba su vejez, se sintió fatigado. Ravana le observaba, y en cuanto vio al príncipe de los pájaros cansado, a causa de su edad avanzada, tomó nuevamente a la videana, y lanzóse otra vez go zoso a los aires. El monarca de los buitres, Djatayu, desplegó de nuevo el vuelo, y siguiendo al demonio que estrechaba a la videana contra su pecho, se lanzó impetuosamente detrás del raksasa. Atacándole por las espaldas, desgarró con sus afiladas uñas, semejante al aguijón dc un cornaca, el lomo del monstruo de las diez cabezas. El pájaro cubrió

de heridas con su pico y sus garras al noctivago, reduciéndole a pedazos. Al fin, el vigoroso dasagríva, furioso, abandonó a la videana, y valiéndose de sus pies y manos, hizo llover un chaparron de golpes sobre el rey de los buitres. Este nuevo combate sólo duró un instante. Ravana, desembarazado de Sita, levantó su espada y cortó las dos alas y los dos pies al pájaro que luchaba valerosamente por la causa de Rama. Al sentir cortadas sus alas, el buitre cayó a tierra, con un aliento de vida. Cuando la videana vio al pájaro tendido en le suelo, bañado en sangre, profundamente afligida, corrió hacia él como si se tratara de su esposo. -¡He aquí inanimado -dijo-, el que hubiera podido decir a Rama que yo vivo y que en esta desgracia soy aún virtuosa! ¡Ah, ésta es para mí la hora de la muerte! Una, dos veces llamó a Rama, a Kaosalya, su suegra, y a Laksmana; pero en vano. El monarca de los raksasas corrió entonces hacia su cautiva, pálida de terror, con las joyas y los ramos de flores en desorden. Ella se asía a las cimas de los arbustos, abrazaba desesperadamen te los grandes árboles, y gritaba con su dulce voz: "¡Salvadme, salvadme!" Pero él la asía por los cabellos, como la muerte, para tronchar la vida de aquella mujer indefensa, lejos de su esposo, en el bosque. Ella gritaba inútilmente: "¡Rama! ¡Rama...! ¡ Laksman a!"; pero el demonio proseguía su camino por los aires, arrastrando a la videana. Irritados los leones, los tigres, los elefantes, las gacelas, contra el raptor, corrieron detrás de Sita, y marchaban por la selva siguiendo su sombra. En cuanto el sol, consternado, vio el rapto de la augusta videana, su disco palideció y su brillo desapareci& "¡Ya no hay justicia! ¿Dónde está ahora la verdad? ¡Ya no existe la rectitud! ¡Ya no existe la bondad!" Así fue como el malvado raptó, a pesar de su resistencia, a esta infortunada. El diablo se dirigió hacia la ribera Pampa, con el espíritu agitado por la demencia. La princesa no encontró en parte alguna defensores, pero percibió sobre la cumbre de una montaña a cinco de los principales monos. La djanál:ida arrojó les sus aderezos de brillantes y su vestido confeccionado con tejidos de seda y

oro: "¡Si fueran a contarle a Rama lo sucedido!", pensaba ella con los ojos arrasados de lágrimas, mirarido a la tierra. A causa de su agitación, el monstruo de las diez cabezas no se percató de que Sita arrojó a los pies de los monos todas sus alliajas, ni que le faltaba su di- vino penacho de pedrerías. Los itfes de los monos volvieron curiosos sus ojos hacia la dama, y vieron que Sita maldecía a Ravana. Al llegar a su gran ciudad de largas calles, el monarca de las diez cabezas depositó a su víctima. Mandó llamar a los raksasas, de aspecto horrible, y le intimó que vigilaran a la cautiva: -¡Consagráos atentamente -dijo a aquellas furias- a vigilar estos lugares; que nadie, ni mujer ni hombre, hable sin mi permiso a la videana! En cuanto Rama hubo dado muerte al demonio, Maricha, el que iba delante de él por el bosque en forma de gacela, abandonó aquel lugar y volvió a su cabaña. En el camino encontró a Laksmana, que iba en busca suya, con apagado esplendor. M ver al héroe triste, abatido, cons ternado, Rama, más consternado que él, le dijo tristemente, abatido: -¡Ah, Laksmana, has cometido una mala aoción abandonando a Sita por venir aquí! ¡Ojalá la encontremos sana y salva a nuestro regreso! Después de registrar su choza, el ragüida, vivamente dolorido, interrogó así al hijo de Sumitra: -¿Cuando lleno de confianza te confié a la bella mitilana, la abandonas en medio de la selva desierta, infestada de raksasas? Laksmana, poseído por la pena y el dolor, contestó así al noble hijo de Ragú: -Si vine a buscarte, abandonando Sita, no fue por voluntad mía, sino de ella. Las palabras: "¡Laksmana, sálvarne!", pronunciadas por el noble demonio, llegaron a oídos de la mitilana. "¡Vé, corre!", me dijo palpitante de terror. Entonces yo, deseoso de cumplir tus órdenes, le dije:' "No hay nadie, Sita, que pueda vencer a tu esposo. Serénate, esa voz es un presagio y no una realidad." Al oír estas palabras, la videana, bañada en lágrimas y con el alma extraviada, me dijo estas

mordaces palabras: "¡ Eres de naturaleza depravada y perversa; pero si mi esposo muere, no creas que poseerás a su mujer!" Calumniado así por la videana, salí de la ermita con gran indignación, los ojos rojos y los labios trémulos. Rama turbado de inquietud res pondio al hi1o de Sumitra 'Has cometido amigo mio una falta al abandonar la ermita para venir a buscarme' 1No estoy con tento de ti desapruebo que hayas dejado sola a la videana! ¡Estas al hajas de oro esta guirnalda estas lentejuelas, pertenecen a su aderezo!. ¡ ¡Mira hijo de Sumitra: horribles gotas de sangre cubren la faz de la tierra! ¡Mira las huellas del combáte librado por mi videana, que dos raksasas impuros se disputan. ¿A quién pertenece ese gran arco, con ornamentos de oro, parecido al mismo de Indra, caído y roto en el suelo? ¿De quién es esa armadura que no lejos de aquí yace rota, revestida de oro, con ornamentos de pedrería y lapislázuli, y brillante como los matinales resplandores del sol? ¿Dóride ha ido mi soberana, después de abandonarme al peso de mi dolor, lo mismo que el esplendor abandona al astro del día a la hora del crepúsculo? Animados por el deseo de encontrar a Sita, los dos héroes visitaron las selvas, las montañas, los ríos,, los estanques. Por fin, hallaron caídas en el suelo, en un charco de sangre las alas cortadas del gigantesco pajaro Djatayu que semeraban las cimas de una montana Al ver este volatil Rama dijo a su hermano ¡Es indudable que mi videana ha sido devorada aquí mismo por ese monstruo' ¡Voy a atravesarle veloz con mis flechas de inflamada punta! Inmediatamente disparó una flecha sobre el buitre, y la tierra se conmovió al propio tiempo que el héroe. Pero el infortunado volátil, vomitando sangre, exclamó con voz lastimera: -¡Rama, la mujer que buscas y mi vida se las ha llevado Ravana, noble hijo del rey de los hombres! ¡Él ha robado ambas a la vez! Yo vi a Ravana secuestrar a la videana, abusando de su fuerza, en cuanto vosotros la abandonásteis. Acudí vo lando en auxilio de Sita, y arrojé al suelo en batalla a Ravana y a su carro, que rompí en pedazos. Ese arco que ves y esa sombrilla perteñeoen a

él; y ese es el carro que yo he roto. Pero, a causa de mis años, me cansé antes que él; me cortó las alas, y tomó en sus brazos a tu videana y emprend¡ó de nuevo la fuga por los aires. En cuanto Rama reconoció a Djatayu en el volátil que le acababa de contar aquella historia, abrazó al monarca de los buitres y lloró con el hijo de Sumitra. -Djatayu -dijo Rama- si tic- nes aún fuerza epara articular algunas palabras, dime, si quieres, en qué circunstancias fue secuestrada Sita y cómo se ha producido tu muerte. -Djatayu volvió sus ojos a Rama, el héroe invencible, y haciendo un supremo esfuerzo, dijo con voz clara: -El raptor es Ravana, el vigoroso monarca de los raksasas. Para realizar sus criminales propósitos recurrió a las artes de la gran magia, que obra durante las 'tempestades de viento. Ha robado a tu Sita en la hora del día que llamamos Vinda, es decir, en la cual el duesio del objeto perdido tarda poco en en- contrarío. Esta circunstancia ha pasado inadvertida para Ravana. Mientras hablaba, el pájaro se agitaba constantemente, saliéndole por la boca la sangre y la came. Por último, mirando a todos lados, en las convulsiones de la agonía, el pájaro-buitre dijo todavía estas palabras: -El reino de ese monarca esta en Lanka, isla del mar del ¡Mediodía, y es hijo, indudablemente, de Visravas y hermano de Kuvera. Y al terminar estas palabras, en una crisis de debilidad, el rey de los volátiles exhaló el último suspiro. Los dos héroes de extraordinaria fuerza abandonaron la djanastana y continuaron sus exploraciones en busca de Sita, hacia la playa occidental. Encontraron una inmensa selva, inextricable, erizada de altas montañas y cubierta de lianas, de enredaderas, de arbustos y árboles. Laksmana dijo a su hermano, que tenía el alma llena de tristeza: -¡Mi brazo tiembla fuertemente; la turbación agita mi corazón; veo, guerrero de los largos brazos, prodigios que nos son contrarios.

En aquel momento apareció ante sus ojos un torso enorme, del color de las nubes sombrías, horroroso, disforme, sin cuello, sin cabeza, cubierto de pelos punzantes, hirsutos, y con una boca que tenía¿ unos dientes largos hasta el vientre. Por su colosal altura, el tronco igualaba a una gran montaña y producía un ruido igual al del trueno. No tenía más que un ojo, largo, vasto, inmenso, en medio del pecho, y cuya vista alcanzaba distancias infinita& Lo destruía todo con su fuerza desmedida; devoraba los osos más feroces y los elefantes más enormes, y con sus dos horribles brazos, largos como un yodjana, estrechaba entre sus manos cuadrúpedos y volátiles. Apenas estuvieron cerca de él, este ser colosal asió con sus largos brazos a los dos héroes hermanos. A pesar suyo, los dos guerreros con sus arcos, sus espadas y sus flechas, fueron arrastrados por aquellos brazos, y apenas si pudieron detenerse cerca de su boca. Sin embargo, y a despecho de sus brazos, no pudo engullir a los dos heroicos herma- nos, que resistieron con todas sus fuerzas. Entonces el temible Danava dijo a los dos hermanos, Rama y Laksmana: sos, cambiaron de colon Laksmana, Sugriva y Angada, el hijo de Bali, se llenaron de

confusión, y abstraídos en sus pensamientos, parecían como muertos. Ante la indiferencia que demostraba por su esposa, y ante sus maneras terribles, Sita parecía un ramillete de flores marchitas abandonado por su dueño. Seguida por Vibisana, desfalleciendo su miembros pudorosamente, la mitilana avanzó hacia su esposo. Viósela aproximarse a él, tal como Sri, revestida con un cuerpo, o tal como la Diosa de Lanka,o tal, en fin, como Praba, la esposa del Sol. Al ver a Sita, todos los monos quedaron transportados a la más alta admiración por el poder de su gracia y de su belleza. La djanákida, turbada por las lágrimas y el pudor ante la asamblea de aquellos pueblos, acercóse a su esposo, como la encantadora Laksmi a Vishnú. El ragüida. al contemplar aquella mujer de belleza celeste, prorrumpió en llanto; pero no le dijo ni una sola palabra, pues la duda había surgido en su alma. Solicitado por la cólera y el amor, pálido, enrojecidos los ojos, se esforzaba por contener las lágrimas. Veía de pie delante de él, a aquella reina, con escalofríos de pudor, confundida por sus pensamientos, presa de la más viva aflicción y como viuda abandonada. Irreprochable, inocente, alma pura, no conseguía que su esposo le dirigiera la palabra. Y con los ojos bañados en pudorosas lágrimas, prorrumpió ante la asamblea de aquellos pueblos en un torrente de llantos, y acercóse a Rama diciendo: -¡Esposo mío! Estas palabras, que pronunciara sollozando y suspirando, conturbaron con una lágrima los ojos de los capitanes simios, que lloraron tristemente. El sumitrida sintió renacer su emoción; se cubrió el rostro con sus vestidos, e hizo un esfuerzo para contener sus lágrimas y permanecer impasible en su firmeza. Por fin. Sita, la del talle encantador, habiendo observado el cambio operado en su esposo, se despojó de su timidez y púsose ante él. En su mirad asomaba más de un sentimiento; la sorpresa, el amor, la dicha, la cólera y el dolor. Rama frunció sus negras cejas y lanzaba miradas oblicuas a Sita, y ante los monos y los raksasas le dirigió estas mordaces palabras;

-Lo que un hombre está obligado a hacer para lavar las ofensas, he hecho yo, y por esto te he re: conquistado; he salvado pues, ml honor. Pero no olvides una cosa; ¡los trabajos y las fatigas que en unión de mis enemigos he soportado en esta guerra, lo han sido por rencor, señora, y no por ti! Te he reconquistado entre las manos del enemigo, en mi cólera, para salvar mi honor y lavar la mancha vertida sobre mi ilustre familia. Tu presencia me es enojosa, como lámpara que se mostrara a intervalos ante %i5 ojos. Vete, pues ¡ Yo te autorizo para marcharte vete dlanakida, a donde te plazca! 1He aht los diez puntos del espacio escoge! No hay nada comun entre tu y yo 6Es digno de un hombre de corazon hijo de no ble familia el volver a tomar la es porosa despues de haber habitado esta bajo el techo de otro hombre y cuando la duda ha empañado su alma? Al oír por vez primera las horribles palabras de su esposo ante la asamblea de los pueblos, la mitilana doblegóse al peso del pudor. Luego, enjugando su rostro bañado en lágrimas, lentamente, con voz que tartamudeaba dijo estas pala bras a su esposo 9 6Por que me hablas heroe como a esposa vulgar en ese lengua le ofensivo y sin igual 1Nunca ni siquiera en idea, te he sido infiel' ¡Ojalá los Dioses nuestros duenos me dieran el testimonio de la certí dumbre de esta verdadera palabra! Si mi alma y mi naturaleza casta, si nuestra vida común no han podido arrancarme de ti, esta desdicha me producirá la muerte eterna. Y Sita, al hablar así, lloraba con voz balbuciente de lágrimas. Luego recogióse su espíritu y dijo con tristeza a Laksmana; -Hijo de Sumitra, levántame una pira. Ése será el remedio a mi infortunio. Combatida injustamente por tantas desgracias, carezco ya de fuerza para sor)0rtar la vida. Laksmana miró el rostro de su hermano, y como vio manifestarse su opinión en la expresión de sus rasgos, el robusto guerrero hizo una pira. Inmediatamente, la videana avanzó hacia el fuego encendido, y juntando sus manos y alzándolas a la altura de las sienes, dirigió esta oración al Dios Agni:

-Así como jamás he violado en público ni en privado, en acciones ni en palabras, en espíritu ni en cuerpo, mi fe dada al ragüida, así como mi corazón no se ha separado nunca del ragüida, protégeme, Fuego, testigo del mundo, protégeme. Y prosternándose ante su esposo, arrojóse con ánimo resuelto a las llamas. Una inmensa multitud de adultos, niños y viejos, reunida en aquel lugar, vio arrojarse a la pira a la mitilana. Luego acudieron a aquellos lugares, todos juntos, Ku- vera, el rey de las riquezas; Yama con los Manes, el Dios de las mil miradas, monarca de los Inmortales, y Varuna, el soberano de las aguas, el dichoso Shiva, el de los tres ojos, cuya bandera tenía un toro por emblema; el bienaventurado creador del mundo, Brahma, y el rey Dasarata, que fue conducido en medio del espacio por un carro de esplendor igual al del Rey de los Dioses. Todos llegaron apresuradamente, con sus carros parecidos al sol, ante los muros de Lanka. Después, el más eminente de los Inmortales, el santo creador de todo el universo, extendió un brazo, cuya mano le servía de adorno, y dijo al ragüida que se hallaba delante de él, con las manos en forma de copa; -¿Cómo puedes ver con idiferencia lanzarse al fuego de la pira a Sita? ¿Cómo es que no te reconoces a ti mismo? ¡oh, tú, el más grande de los Dioses mayores! ¿'Eres tú el que dudas de la videana, como un esposo vulgar? Rama respondió al rey de los Inmortales; -Yo soy simplemente un hijo de Manú, nacido del rey Dasarata. El ser de infinito esplendor que existía por sí mismo, replicó: -Escucha la verdad, kakútstida, ¡oh, tú, en quien la fuerza no ha sido jamás desmentida! Tu excelencia es Narayana, el Dios augusto y bienaventurado, cuya arma es la chakra. Tú eres la mansión de la verdad; tú has vivido en el comienzo y en el fin de los mundos; pero se desconoce tu principio y tu fin. Si has encarnado aquí abajo en un cuerpo, es para producir la muerte de Ravana.

Es, pues, gracias a nosotros por quienes has realizado esta hazaña, ¡ oh, tú, la columna más fuerte de las que sqstienen el deher! Ahora que el impío Ravana ha muerto, vuelve dichoso a tu ciudad. El ardiente fuego, exento de humo, respetó a la djanákida. De pronto, el fuego encarnó en un cuerpo, y apareció llevando a Sita en sus brazos. El Fuego trasladó de sus brazos a los brazos de Rama a la joven, a la hella, a la prudente videana, adornada con joyas de oro macizo, de cabellos negros y ensor tijados, vestida con ropas de color escarlata, realzada de frescas guirnaldas de flores y semejante al Sol niño. El testigo incorruptible del mundo, el Fuego, dijo a Rama: -He ahí tu esposa, Rama. Recí- bela pura, sin tacha y sin mancha. yo te lo aseguro. El Fuego ve todo lo que se manifiesta y todo lo que se oculta. El héroe de gran esplendor e inconmensurable energía, Rama, respondió al más excelente de los Dio- roseros. -Era absolutamente preciso que Sita fuera sometida ante los mundos a esta prueba purificadora, pues ha habitado largo tiempo ella, mujer encantadora. en el gineceo de Ravana. Sin embargo, yo ya sabía que la hija del rey Djanaka no había dejado de amarme y de serme fiel, y que su pensamiento se ocupaba incesantemente en mí. ¡No! ¡Sita no puede entregar su corazón a otro, lo mismo que el esplendor no puede divorciarse del sol! Después que hubo escuchado este discurso del magnánimo Rama, el viejo abuelo de las criaturas, el augusto Svayambu, habló así a su amado héroe: -¿Ves allí, en un carro, al rey Dasarata, aquel que fue tu ilustre padre y guru en el mundo de los hijos de Manú? Pues hoy, salvado por ti, es dichoso, y ha entrado en el mundo de Indra: inclínate delante de él con Laksmana, tu hermano. Y el kakútstida y Laksmana tocaron los pies de su padre, que estaba sentado en medio del carro. El rey Dasarata dijo a su hijo:

-Has visto transcurrir, héroe, catorce años en las selvas, por amor a mí, en compañía de tu videana y de Laksmana. Tu promesa, pues, está cumplida y tu estancia en el bosque es una deuda pagada. Tu piedad filial ha salvado, hijo mío, la verdad de mi palabra, y la muerte de Ravana, inmolado por tu mano, ha satisfecho a los Dioses. Ahora, goza tranquilo con tus hermanos, en tu reino. la felicidad de una larga vida. Después que hubo iluminado con sus consejos a la djanákida y a sus dos hijos, el monarca descendiente de Ragú, Dasarata, elevóse brillante hacia el mundo de Indra. Siguió el camino de los Dioses, y al alejar de la tierra sus miradas, sus ojos no se apartaban del rostro de su hijo, bello como el astro de la noche. Mientras que el kakútstida deificado se alejaba, Indra dijo a Rama: -Estamos contentos de ti, dime qué es lo que desea tu corazón. El ragüida. con alma serena, gozoso, respondió; -Si he logrado agradarte. sobera- no de los Inmortales, te voy a pedir una gracia que te ruego me concedas. Que los monos vencidos en los combates y que por causa mía han caído en el imperio de Yama, resuciten a una nueva vida. Que broten límpidos manantiales y nazcan raíces, flores y frutos, aunque no sean de la estación, en los lugares donde se encuentran los monos. El gran Indra respondió: -Hoy mismo se realizará lo que pides. Osos, golangulas, gentes del pueblo y jefes; todos los monos resucitarán, como salen del lecho los dormidos al final del sueno. Habra aquí árboles cargados de frutos y de flores en tiempo que no es la estación y ríos de ondas puras. En cuanto el ilustre monarca de los Dioses hubo articulado estas palabras Sakra hizo caer una lluvia entreriezcíada de ambrosía sobre el campo de batalla. En el momento en que el agua vivificante los tocaba, los magnánimos monos volvían a la vida Diríase que desper taban de un sueno

cuando el ene migo los habia derribado muertos con los miembros destrozados líe nos de heridas Todos se levantaron sanos abriendo sus grandes ojos con estupor Al final de estos sucesos Rama el kakútstida, dijo a Vibisana: -Procúrame el medio de volver pronto a mi ciudad, pues el camino que conduce a Ayodya es muy difícil de superar. Vibisana respondió; Hijo del monarca de la tierra, te haré conducir a tti ciudad en un carro celeste, refulgente, incomparable. llamado Puspaka. Y llamó apresuradamente al carro celeste. El ragüida se instaló en él acompañado de su hermano, y témó en su anka a la idustre videana, que enrojecía de pudor, y le dijo a Sugriva; Sube enseguida al carro con tus generales y sube tu tambien con tus ministros Raksasas, Vibí sana Sugriva y los reyes de los monos Vibisana y sus consejeros, subieron al instante en el carro Puspaka líe nos de felicidad. Cuando estuvieron instalalados, Rama ordenó que partiera al vehículo y el incomparable carro de Kuvera elevóse a los cielos. El carro voló a los cielos como nube movida por el viento. Desde allí, paseando sus ojos por todos lados, el guerrero descendiente de Ragú, dijo a Sita la mitilana, con semblante parecido al del astro de las noches; -Mira, columbro allí el palacio de mi padre. .. ¡Ayodya! ¡Inclinate ante ella, Sita! En cuanto las compactas muchedumbres los reconocieron, como nuevo sol en rápida marcha, un grito de júbilo proferido por la boca de los ancianos, de los niños y de las mujeres, repercutió en el cielo; " ¡ Rama!", gritaron todos. Barata paso- de la tristeza a la alegría, y acercóse con las manos juntas a Rama, honróle y saludóle así; -¡Bienvenido seas!

Rama hizo levantar a su hermano, y estrechóle en sus brazos contra su corazón. Luego se aproximó a su madre, que se hallaba entregada a la observancia de un voto, y, pálido, enjuto, apenado, prosternóse ante ella, tocóla los Pies, y su corazón alborozó- se al verla. Después de esta reverencia, inclinóse ante Sumitra y la ilustre Kekeyi, y avanzó hasta Vasista, que se hallaba rodeado de sus ministros, e inclinó su frente ante él, como si fuera Brama el eterno. Barata, que conocía su deber, cogió en aquel momento las dos sandalias y colocólas a los pies del monarca de los hombres, y con las ma- nos en la frente dijo a Rama: -Afortunadamente, señor. te acuerdas aún de nosotros, después de tanto tiempo sin jefe. Todo este imperio te pertenece; yo lo tenía en depósito, y te lo devuelvo. Hoy puedo ya considerar como cumplido satisfactoriamente el fin de mi vida y mis votos, puesto que vuelves a reinar en Ayodya. Inspeccione vuestra majestad los graneros. loros tesoros, los palacios, los ejércitos y la ciudad. Lo he decuplicado todo. gracias a la fuerza que me presté la ciudad. Que no sirva de ofensa para mi madre; pero este imperio que me fue dado, te lo devuelvo lo mismo que tu majestad me lo dio. Inmediatamente, bajo la dirección de Satruña el cochero, unció los corceles, y el carro fue adornado. Rama, el del valor infalible, subió a él, y viendo a Laksmana y a sus hermanos también en el carro, sentóse junto a ellos, y púsose en marcha, refulgente de esplendor. Rodeado de monos entraron en Ayodya, la ciudad encantadora, decorada de guirnaldas y empavesada de estandartes. Una vez llegado a la ciudad habitada por los vástagos de Iksvaku. el glorioso monarca de los hombres. trasladóse al palacio de sus padres. Entró, y él y Laksmana y Rama berosaron a Kaosalya, y ésta puso en su anka a Sita, mostrando gran alborozo. Rama fue consagrado en presencia de todas las divinidades, reunidas en los espacios, con el jugo de todas las hierbas medicinales, y en medio de los rituidjes, los bramas las jóvenes vírgenes, los principales oficiales del ejército, de los comerciantes notables, alborozados y colocados según su rango y calidad. Después de consagrado, refulgía con sin

igual resplandor. El propio Satruña llevaba consigo un magnífico narasol blanco, y Sugriva, el monarca de los monos, conducía un espantamoscas y un abanico blancos. Todos los días el augusto y virtuoso Rama estudiaba, acompañado de sus hermanos, los asuntos de su vasto imperio. Durante su reinado de plena justicia, toda la tierra, habitada por pueblos bien comidos y contentos, rebosaba de trigo y de riquezas. Nadie robaba; el pobre respetaba la propiedad, y nunca se vio a los ancianos hacer honores fúnebres a los niños. Todos vivían dichosos: la presencia de Rama incitaba al cumplimiento del deber. y los hombres no se hacían daño entre sí. Mientras Rama tuvo en sus manos las riendas del imperio, no hubo enfermedades ni penas; la vida duraba cien años, y cada padre tenía un millar de hijos. Los arbo les, refractarios a las estaciones y cubiertos sin cesar de flores, producían continuamente frutos. Dios arrojaba la lluvia en tiempo oportuno y el viento soplaba un hálito acariciador. Mientras Rama tuvo el cetro del imperio, la sociedad vivía reconfortada en el deber y entregada a sus múltiples ocupaciones, y las criaturas practicaban la virtud. Dotado de todos los signos felices, devoto en todos sus deberes, reuniendo todas las cualidades, así gobernaba Rama la monarquía del mundo. Este afortunado poema. que proporciona la gloria, que prolonga la vida, que da la victoria a los reyes, es la obra primordial que compuso antaño Valmiki. El hombre que en el mundo preste constantemente oídos al relato de esta admirable y variada historia del ragüida de infatigables trabajos, se verá libre de pecado. Tendrá hijos, si desea hijos; riquezas, si tiene sed de riquezas. La joven que desee un esposo, obtendrá esposo, para dicha de su alma. Si tiene parientes que viajen por países extranjeros, obtendrá que se incorporen pronto Los que reunidos oigan el poema que compuso el propio Valmiki, granjearán del cielo todas las gracias, objeto de sus deseos, tal como las pudieran desear.

VOCABULARIO

A Aditi: Diosa cuyo nombre significa "libre", o "sin límites". ¡Madre tradicional de ciertas deidades de origen iranio denominadas Ashuras. Representa el cielo y sus hijos son la tribu divina de los Aditias. Aditias o Adityas: Grupo de deidades celestiales de probable origen iranio al que se sumaron diversas divinidades de tradición aria hasta que se convirtieron en doce dioses menores que representaban al sol en sus diversas fases. El aditia más importante fue Pushan. Advaru: Sacerdote que tenía a su cargo algunos ritos sa crificial es. Agastia o Agastya: Sabio antepasado asceta que habitaba en la montaña Kunjara y poseía poder en contra de los demonios. Agni: Deidad de probable origen iranio. personifica el fuego y posee el aspecto de un hombre rojo con tres cabezas, tres piernas y siete brazos. Hijo de Pritiví y Dyaus; hermano de Indra. Nació maduro y devoró a sus progenitores. Po sela siete leguas y se alimentaba de mantequilla derretida. Concedía la chispa vital y consumia sólo para crear. Era mediador entre hombres y

dioses. Es el fuego solar, el relámpago y el fuego que encienden los sacerdotes para el sacrificio. Akampana: General de los demonios sureños denominados racshasas. ¡Murió a manos de Hanuman en Lanka. Amravati: ¡Mítica ciudad indostánica; capital del supuesto reino de Indra. Amrita: Ver Soma. Angada: Príncipe de los monos de Kiskindya. Se alió con Rama contra Ravana. Anka: Significa en hindú seno o regazo. Antílope celestial; Grupo estelar que forma parte de la constelación de Orión. Apadma: Es la diosa Sri. Apsaras: Bailarinas y hetairas celestiales. Eran deidades menores de la naturaleza y la fertilidad. Arista: Montaña de Ceilán. Aruna: Deidad menor conductora del vehículo solar. Asoka: Árbol que florece, según la tradición, cuando lo toca una mujer enamorada. Asuras o Ashuras: Espíritus proteicos de origen iranio, quienes con la supremacía de los dioses arios de la India quedaron relegados a la calidad de demonios y se les arrojó al inframundo, según unos, o al fondo del océano, según otros. Empero, dioses y ashuras quedaron con igual poder y están en

lucha constante. Los ashuras desean siempre apederarse del amrita o néctar divino, para lo cual efectúan serios ejercicios de austeridad. Se supone que generalmente no atacan a los seres humanos. Asvameda: Ritual de fertilidad que involucra la aparente co habitación de una reina con un caballo sagrado que después se soltaba para que merodeara li bremente por los terrenos del rey. Era un ritual que reafirmaba la realeza de los príncipes y les aseguraba progenie varonil. Avatar: Cambio; encarnación.

B Bagirati: Bali:

Un sinónimo del río Ganges. Hermano de Sugriva. Es rey maléfico de los monos. Murió a manos del divino Rama.

Baradvadja:

Anacoreta discípulo de Valmiki.

Baratavarsa:

Coincide básicamente con la zona del Penjab.

Bargava: Autor del siglo II d. de C. EBavabuti: Autor que vivió por el siglo VIII. Escrsabió dos obras basadas en el Ramayana.

Bosvelia: Árbol de la India. Brahma: Dios creador que forma parte de la tríada tradicional. Surgió del huevo cósmico o del loto que surgió del ombligo de Vishnú. Habita uno de los cielos más altos. Monta en un ganso y se le representa con cuatro cabezas, y cuatro brazos en los cuales porta los Vedas, su cetro, un rosario, un arco y una jarra. Su compañero se llama Savitri, Satarupa, Sarasvati o Brahmani. Shiva le cercenó una de las cabezas, y por ello aparece con tres, por lo general. Brahma es el progenitor de la raza humana.

C Cabeza de caballo:

Demonio femenino que adoptaba esa forma equina.

Cabeza de cabra: cabeza caprina.

Demonio femenino que adoptaba forma antropomorfa, pero que aparecía con

Cornacas: Los conductores de elefantes.

CH Chakra: Un arma de Narayana. Chandraketu: Uno de los dos hijos de Lakshmana. Chandravamsha: La dinastía lunar. Chanju Daro:

Las ruinas de una ciudad prearia del tercer milenio.

D Daksa o Daksha: Ver Prajapati. Danavas: Genios maléficos. Danu: ¡Monstruo también denominado Kabanda. Hijo de Lakshmi. Dasarata: Monarca solar de Ayodya. Padre de Rama. Desagriva: Epíteto de Ravana. Devarata: Antepasado real de la dinastía solar. Guardián del arco de Shiva. Devatas: Genios superiores que son la contrapartida de los Ashuras o seres demoníacos. Devi o Mahadevi: La gran Diosa ¡Madre prearia. Es el arquetipo consteladísimo del eterno femenino. Funge especialmente como deidad de fertilidad, pero posee innumerables variantes y nombres. Dicotomía:Corte que descubre las diversas capas que forman un material. Djambavat:

Rey de los osos que auxilió a Rama en el rescate de Sita.

Djanaka: Padre de Sita. ¡Monarca de Mitila. Djanastana: Djanavi:

Región cercana a Dandaka.

Sinónimo del río Ganges.

Djatá:

TocadoEespecial que portan los ascetas.

Djatayu:

Rey de las aves. Hijo de Garuda.

Djayanta: Consejero de Dasarata. Dumraksa: Noble Racshasa a quien Hanuman maté en Lanka. Dundubi: Asura hijo de ¡Maya y de Hema. Dusana

Hermano de Ravana.

o Ganadevatas: Ejército de espíritus servidores de Shiva. Viven en el monte Kailasa y los encabeza Ganesha. Comprenden a los Aditias, los Vashus, los Visvadevas, los Sidas, los Angirasas, y los Atarvanas. Gandamandana: Zona selvática donde se pensaba que estaba el monte ¡Meru, ombligo del mundo. Gandarvas: Espíritus del aire que son mitad hombres y mitad aves. Son amigos de los seres humanos y poseen virtudes curativas. Son, además, magníñcos músicos y su jefe es el guardián del soma. Son los máximos enemigos de las nagas o sierpes. Gandarví: Deidad femenina asociada con los equinos y los monos.

Garuda: Rey de las aves. Se dice que es brillante y por eso se le asocia con Agní. Es más veloz que el viento. Odia el mal y las serpientes. Golangulas: Gonds:

Peculiar especie de monos con cola de vaca.

Tribus actuales de la India.

Gua: Rey amigo de Rama. H Habitat: Zona en donde se desarrolla un grupo humano. Haha: Rey de los gandarvas. Hanuman o Hanumat General de los monos. Puede volar y su origen es divino. Famoso por su sapiencia y agilidad. Su padre fue Vayu, el viento. Poseyó propiedades curativas y quemó Lanka. Harapa: Ruinas de ciudad prearia del tercer milenio a. de C. Huhu: Rey gandarva. I Ikskuvati: Río de la India. Iksvaku: Rijo de Manú y nieto del sol. Fundador de la dinastía solar. Rey de Ayodya. Indra: Dios guerrero y atmosférico. Es rey de los tres mundos. Su arma y emblema es un disco al que

llaman Vajra, tal vez relacionada con el trueno y el relámpago. Su compañero es un perro de caza. Es hijo de Pritivi y Dyaus, de piel rojiza. Es buen bebedor de soma; monta un carro o, a veces, un caballo, Es el guerrero montado aristo crático por excelencia (maryanu). Lucha contra las aguas del caos personificadas en la sierpe Vritra y, como tal, es el "gran matador del dragón" en la mitología hindú. Indragit: Hijo de Ravana. Indumati: Princesa madre de Dasarata. J Jainitas: Prosélitos del Jainismo. ¡Modalidad religiosa que predica el quietismo, el no matar ningún tipo de vida, para obtener una paz interior y la liberación de la ronda de las reencarnaciones. Jamuna: Río que se consideraba sagrado. Javalí: Brahamán consejero de Dasarata. Javanas o Yavanas: jonios, griegos. K Kabanda: Ver Danu. Kaikeyi: Esposa de Dasarata.

Kakawir kama: Adaptación javanesa del Ramayana. Kakutska: Padre de Ragú. Kalpa: Día de Brahama formado por mil Mahayugas. Libro religioso, edad cosmológica y también un árbol que concedía determinados deseos. Kanda: Libro. Kaosalya: ¡Madre de Rama. Kara: Hermano de Ravana. Kartikeya, Kumara, Subramanya o Skanda: Dios de la batalla semejante a Indra. Es hijo de Agni. Monta un pavorreal llamado Paravan y posee seis brazos y seis cabezas. Kartiki:

Período anual que va de octubre a noviembre.

Kekaya:

Zona cercana a Cachemira.

Kelasa:

Montaña de plata situada supuestamente en los Himalayas.

Kinaras:

Espíritus que danzan y cantan. Poseen cabezas de caballo y son hermanos de los yacshas.

Kinari:

Esposa de Kuvera.

Kiskindya: Morada montañosa de los monos. Kokila: Kosala:

Ave semejante a las tórtolas. Río a cuyas márgenes estaba situada Ayodya.

Kotis:

Especie de batallones.

Kravíadas: Racshasas o demonios devoradores de carne a quienes Agní destruyó. Adoptaban el aspecto terrible de seres con gigantescos colmillos. Krishna:

Deidad que asumió aspecto humano. Fue el octavo avatar de Vishnú.

Krosa:

Medida de longitud incierta.

Kubera: Yacsha o demonio principal del panteón védico. Uno de los ocho guardianes del mundo. Logró la divinización mediante eones de austeridad. También se le conoce como dios de la riqueza, a semejanza de Kades, aunque se le representa como un enano deforme. Posee un carro mágico llamado Pushpaca. Es el guardián del norte y su reino está en los Himalayas. Kumara: Ver Kartikeya. Kumbakariaa: Gigante racshasa, hermano de Ravana. Duerme continuamente por un castigo de Brahma. Kunti: Hfla de una ninfa; tía del Krishna terrenal y made de Arjuna. Kusa: Planta sagrada. Kusadvadja: Tío de Sita, rey de Kekaya. Kusha: Hijo de Rama. Reinó en Ayodya. L

Lakshmana:

Hijo de Dasarata y fiel hermano de Rama.

Lakshmi: Diosa de la riqueza, esposa de Vishnú. Lava:

Hijo de Rama. Reinó sobre el norte de Kosala.

M Mahayuga:

Conjunto de las cuatro edades cósmicas fundamentales llamadas yugas.

Malaya: Montaña de la costa malabar. Mandakini: Río afluente del Ganges. Mandodari: Consorte de Ravana. Manú:

Uno de los catorce padres de la raza humana. Avatar de Brahma-Vishnú.

Maricha: Asceta racshasa. Marut:

Uno de varios dioses de los vientos y la tempestad.

Matali:

Boyero de Indra.

Mayavi:

Ashura, hijo de Maya.

Menaka: Monte mítico. Meru o Merú: Montaña de oro, centro del mundo y residencia de Shiva, dios onfálico. Mitra:

Deidad solar indoeuropea. Propicia la fertilidad y la creación de todo tipo.

Míechas: Pueblos no indogermanos; probablemente australonegritos . Mocsha o Moksha:

Liberación espiritual. Abandono del ciclo de reencarnaciones.

Mohenjo Daro: Ruinas de una ciudad prearia del tercer milenio a. de C. Mohini: Encarnación femenina de Vishnú. Mrigasiras: Es, básicamente, la constelación de Orión. Mundas: Tribus actuales del centro de la India. Munis:

Sabios anacoretas.

N Nagas: Serpientes que en ocasiones son semiantropo- morfas, como los gigantes de la mitologia griega. Habitaban bajo la tierra.

Nairritas: Especie de genios maléficos. Nala: Jefe de los monos. Vástago de Visvakarma. Namushi: Demonio que combatió contra los dioses. Nandana: Especie de jardín paradisíaco. Nandigrama: Naraka:

Ciudad que pertenecía a Dasarata.

Parte del inframundo hindú, el cual constaba de varios planos.

Nelumbos: Lotos. Niksha:

Unidad de valor.

Nila: Mono que formaba parte del ejército que comandaba Sugriva. Nimi:

Padre de Dasarata, fundador de la dinastía de Mitila.

Nisadas:

Pueblo semisalvaje de la zona del monte Vindya.

Núpura: P

Ajorca para el tobillo.

Pampa: Río y lago de la zona de Anagundi. Panchavati: Lugar cercano a las fuentes de Godavari. Panini: Autor de una gramática sánscrita. Parasu: Hacha de combate. Parasurama:

Rama, el del Hacha de Combate. Fue un guerrero de Gujarat.

Pisachas o Pisacas:

Genios antropófagos.

Pitris:

Manes o padres antepasados que conservan y transmiten lá tradición.

Praba:

Personifica la luz.

Pracrit o prakrit: Lengua de las clases sociales inferiores. Prachetas: Sinónimo de Varuna. Pradaksina:

Saludo ritual.

Prajapati: Señor de las Creaturas, personificación de algunos conceptos astronómicos. Prasta: Racshasa consejero de Ravana. Prita: Ver Kunti. Pulastya: Hijo de Brahma; fue el antepasado de tOdOs E los racshasas. Puranas: Colección de tradiciones escritas tardíamente

donde se elaboran filosóficamente ciertas ense ñanzas de origen védico y otras más de origen probablemente preario. Puroita: Consejero sacerdotal. Purusha: Gigante cósmico de cuyo cuerpo se formaron las castas. Puspaka: Maravilloso carro aéreo que perteneció primero a Brahma, luEego a Ravana, a Rama y por últi mo, a Vibisana. Pusya:

La octava casa lunar.

R Racshasas: Espíritus malignos que atacan a los hombres. Descienden del sabio Kasyapa. Son grotescos y su horrible apariencia es muy diversa, Existen muchas especies o variedades de racshasas; algunos son demonios necrófilos, como los darvas y butas. Ragú:

Fundó la dinastía ragüida. Hijo de Kakutska.

Rama: Rijo de Dasarata, rey de Ayodya. Encarnación de Brahma. Casó con Sita, a quien salvó de Ravana, y tuvo con ella dos hijos: Cusa y Lava.

Ramacartmanas: Versión del Ramayana que escribió Tulsidas en un dialecto moderno. Ramachandra: ESE el mismo Rama, séptimo avatar de BrahmaVishnú. Rau: Demonio que encarna el supuesto maleficio de los eclipses. Ravana: Llamado Sisupala y Hiranyakasipu. Le robó su palacio a su hermano Kubera, pero lo venció prímero el mono Bali. Robó a Sita, esposa de Rama. Hermano del gigante Kumbakarna. Ribus: Elfos artesanos hijos de Indra. Son los nietos del dios artesano Tvashtri. Poesían poderes rejuvenecedores. Crearon cuatro copas o recipientes de soma, que pueden representar las fases de la luna. Hacían germinar la vegetación y por esa actividad los dioses les confirieron la inmortalidad. Risaba:

Montaña de la cordillera del Himalaya.

Rishis o Saptarshis: Son siete sabios llamados Kasyapa, Atrí, Vasishta, Visvamitra, Gautama, Jamadagní y Baradwaja. Formaron, luego, la constelación de la Osa mayor. Se les supone casados con las pléyades (Kriticas). Ritiudje: Sacrificador ritual. Roini:

Consorte predilecta del dios lunar.

Romany: Dialecto sánscrito que hablan actualmente los gitanos.

Rudra: Deidad védica menor, originalmente asociada con la tempestad. Es padre de los Marutes, y es maligno y benigno a la vez, como el propio Shiva, dios que viene a ser una elaboración de Rudra mismo. Su teofonía es un jabalí y era el patrón de los ladrones. Su nombre significa "el aullador". Se asocia también con Agní y es rojo como él. Era arquero y enviaba las pestes, como el griego Apolo. Como él, fue también deidad curativa y apotropeica. Ruma:

Consorte de Sugriva, rey mono.

S Saba: Asamblea tribal de los arios primitivos. Sachí: Uno de los nombres de la esposa de Indra. Sagara: Rey solar de Ayod ya. Sambara: Genio maléfico a quien Indra venció. Personifica, tal vez, la sequía. Sambuca: Asceta de casta sudra. Samití:

Una de las dos asambleas tribales de los arios primitivos.

Samsara: La ronda de las reencarnaciones. Sancara; o Shankara: Sinónimo de Shiva. Santana:

Árbol del paraíso que regía Indra.

Sarabanga: Sabio anacoreta. Sarama:

Dama protectora de Sita.

Sargas: Capítulos. Satadratu: Sobrenombre de Indra. Satananda: Consejero sacerdotal del rey de Mitila. Satruña o Satrugna:

Rijo de Dasarata; gemelo de Lakshmana.

Savitrí:

Orgullosa princesa, esposa de Satiava.

Scylax:

Viajero cario del siglo VI a. de C.

Shiva: Dios destructor del mal, el cual quedó personificado por un enano. Representa al destructor en el ciclo perenne de creación, destrucción y renacimiento. Está casado con Devi o Parvati, cuyo símbolo es el yoni (sexo femenino), mientras que el símbolo de Shiva es el hingam, u órgano sexual masculino. Su origen probable se encuentra en un dios de la India prearia conocido como "El Señor de los Animales" y su teofanía, como la de Shiva, era un toro. Shiva era una deidad con advocaciones de longevidad. Poseía cuatro rostros, cinco brazos, tres ojos y su garganta era azul. Su arma predilecta era un tridente llamado Pinaca que pudiera simbolizar el rayo, como aconteció originalmente con el arma de Poseidón. Shiva también es dios de los espectros, y porta, por ello, un collar de cráneos. Es también

deidad de la danza, ya que ella simboliza el eterno cambio universal, y es, además, dios de los ascetas. Shlokas o síocas: Versos. Sidas: Ascetas sagrados. Sita: Hija del rey Djanaka o Janaca, monarca de Videa. Es una encarnación de Lakshmi, la esposa de Vishnú. Su nombre significa "surco", puesto que nació en un campo recién arado merced a su propia voluntad. Rama ganó su mano mediante un concurso en el cual tensó el arco de Shiva. Era bellísima y el demonio Ravana se la robó. Después de que Rama la rescató, se percató de que estaba encinta y la hizo pasar por una prueba de fuego, de la cual, naturalmente, salió triunfante. A pesar de ello, Rama la repudió y la joven dio a luz un par de infantes: Cusa y Lava, a quienes, más tarde, Rama aceptó como sus hijos. Empero, quiso que Sita volviera a pasar una nueva prueba, e indignada su madre, la Tierra, se la tragó. Skanda:

Ver Kartikeya.

Smiriti:

Tradición mítico-literaria que se recuerda.

Soma: Se le llama también amrita. Es un líquido lechoso y fermentado que se sacaba de una planta. Se ofrecía y bebía durante los sacrificios. Se personificó como deidad guerrera que se sincretizó con Indra. Es el agua de la vida o líquido de la inmortalidad que llena el cuenco de la luna. Es también una deidad medicinal. Sona:

Afluente del Ganges al norte de Magada.

Soré: Árbol gigantesco. Sri: Sinónimo de Lakshmi, esposa de Vishnú, en su advocación de diosa de la belleza. Como Afrodita, nació de las espumas del Océano. Sringavera: Antigua ciudad hindú. Srutakirti: Esposa de Satruña. Sruti: Tradiciones que supuestamente revelaron o inspiraron los númenes o dioses antiguos. Suarga o Swarga: Reino de Indra donde se reúnen los dioses. Como el Olimpo griego, está enclavado en una montaña inaccesible que, en este caso, es el monte Meru. Su capital es Amravati y se creía que allí residían las almas puras. Subau: Racshasa que fue monarca de Chede. Rama lo mató. Subramanya: Ver Kartikeya. Sudamana: Primer ministro del rey de Mitila. Sugriva: Rey de los Vanaras. Monarca de los monos a quien su hermano Bali destronó. Rama le ayudó a ganar nuevamente el trono. Sumatra: Ministro del rey Dasarata. Sumantra: Consejero de Dasarata. Sumitra:

Una de las consortes de Dasarata. Madre de los gemelos Lakshmana y Satruña.

Suparna: Sinónimo de Garuda. Surya: Hijo de Dyaus-Pitar. Personificación del sol que absorbió a muchas otras variantes. Dorado dios que va en carro tirado por siete yeguas. Es el ojo de Varuna, y regula las leyes de la vida. Formó parte de varias tríadas. Alimenta a la luna. Suryavamsha: La dinastía solar. Susena: Hijo de Varuna y médico del ejército de los monos. Svayambu: Sinónimo del dios creador. Swástíkas o Suásticas: Espíritus celestiales del paraíso de Brahma. Syeni: Madre de las aves y esposa de Garuda. T Tamil: Lengua de tipo dravídico. Tara: Esposa del rey mono, Bali, primero, y luego de su hermano Sugriva. Timí: Deidad pisciforme de las aguas. Trepas: Uno de tantos jefes de los racshasas. Tridjidata: Anciana que protegió a Sita en Lanka. Trisiras:

U

Guerrero suprahumano que poseía tres cabezas.

Uragos:

Sierpes del inframundo.

Urmila:

Princesa de Mitila, esposa de Lakshmana.

Utar Pradesh:

Zona del nororiente de la India.

V Vala: Espíritu maléfico que habitaba en grutas y cavernas. Valín:

Ver Bali.

Valkala:

Vestimenta tosca que los ermitaños elaboraban con cortezas vegetales.

Vamadeva: Vana:

Otro de los múltiples consejeros de Dasarata.

Especie de flauta.

Varuna: Deidad celestial protoindocuropea correlativa al griego Ouranos. Posee escasa himnología. Es soberano guardián del orden cósmico y de la noche, en especial. Podría decirse que es el Primer motor del Universo. El sol es su ojo y ejerce ciertas funciones morales y judiciales. Rige mediante leyes llamadas rta. Este dios uránico, como tal, terminó por alejarse del culto cotidiano, y delegó parcialmente sus funciones en otros dioses que, con él, formaron diversos sincretismos y tríadas, como fue el caso de Mitra, Indra y Aryaman.

Vasu:

Padre de Indra.

Vasista:

Consejero sacerdotal de Dasarata.

Vedjayanta:

Ciudad mitológica donde habitaba Indra.

Vibisana: Racshasa noble y bueno, hermano de Ravana. Videa: Mitila.

Región entre el Ganges medio y el macizo de los Himalayas. La capital de esta zona era

Vidyudjiva: Hechicero racshasa casado con Surpanaca, hermana de Ravana. Vientre de Trueno: Raeshasa femenina especialmente horrible y ma ligna. Vina: Especie de laúd. Vinda: Una hora del día. Vinata: Madre de Garuda. Homónimo de un general de los monos. Vishnú: Deidad menor de los Vedas. Adquirió importancia de manera tardía. Personificó la energía del universo, al cual puede abarcar con tres gigantescos pasos. Se relaciona con Agni y asiste a Indra en su batalla contra Vritra. En la triada hinduista es el conservador. Porta un caracol y un disco Vive en el monte Meru. Posee muchos avatares, de los cuales los principales son: Matsya, Kurma, Narasinia, Vamana, Parasurama, Rama y Krishna.

sna avas: Nieto de Brahma y padre, a su vez, de Ravana. svakarma: Es originalmente un título de varias deidades y quiere decir "omnipotente". Por fin quedó como nombre de la deidad demiurga por excelencia. El gran artífice creador del universo e iniciador de los sacrificios. En épocas tardías se asimiló parte de la iconografía y mitología de Tvashtri. Es un dios forjador, como el Kotar-u-Jasís de los mi tanios, otro pueblo protoindoeuropeo, así como también resulta semejante a Hefaistos. Además de ser el gran arquitecto universal tainhién cons truía los palacios de las demás divinidades. Visvamítra:

Eremita preceptor de Rama.

Vivasvat: Encarnación del sol naciente. El día de su matrimonio desapareció su esposa y tuvo que casarse con otra joven idéntica a la primera. De esta unión doble surgieron los gemelos Ashwins, así como Yama y Yami. Después, Surya usurpó sus funciones principales. Vrita o Vrtra: Sierpe o dragón de las aguas primordiales. Indra lo aniquiló. Resulta el motivo folelórico más antiguo dcl mundo. En la tipología de motivos de esta índole lleva el nombre simplemente de "El Matador dcl Dragón". Vyndya: Montaña al norte del Decán. Y

Yachshas o Yaksas: Espíritus que guardan los tesoros del Himalaya. Frecuentemente se alían con los hombres. Su rey era Kubera. Son enemigos de los Racshasas. Yadjnyadata: Yaksi:

Ermitaño a quien, por un error, Rama asesino.

Reina de los Yacshas. Su esposo era Kubera.

Yama: Déidad del inframundo. Preside sobre varios infiernos, pero tiene su palacio, llamado Kalichi, en las regiones sureñas inferiores. Ante su trono desfilan todas las almas, mientras que el escriba Chandragupta da lectura a los hechos del muerto. Según eso, el dios envía al alma a otro infierno, ya sea con 1Q5 Pitris o a otros mundos, siguiendo la ronda del samsara. Yama posee, además, el Gran Libro del Destino, donde se indica cuándo debe morir cada persona. Es un dios gemelo. Yatavas:

Espíritus maléficos.

Yatu: Viejo demonio que portaba un arma hecha de brillantes. Yavanas: Jonios, griegos. Yodjana: Medida de longitud que equivale, aproximadamente, a una legua. Yugas:

Edades cósmicas.

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