Rafael Aguirre, Así empezó el cristianismo

August 1, 2018 | Author: José Ernesto Vallejos Pereira | Category: Paul The Apostle, Barnabas, Jewish Christian, Jesus, Gospels
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ASÍ EMPEZÓ EL CRISTIANISMO

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Rafael Aguirre

Hay temas históricos que de pronto cobran gran actualidad. Se les trata –o maltrata- de formas muy variadas: en investigaciones eruditas, en síntesis interpretativas, sobre todo en ese maremagnum confuso y variado de las llamadas novelas históricas. Si entran en una gran librería encontrarán en las mesas de novedades un alud de novelas relacionadas con el cristianismo de los orígenes, sobre sus personajes –la palma se la lleva, sin duda, María Magdalena-, sobre supuestos descubrimientos revolucionarios de textos o arqueológicos, novelas de ficción,  pero que a menudo difuminan sus fronteras con la realidad desorientando a muchos lectores no avisados; encontramos también libros más técnicos, pero que siempre traslucen una cierta  pasión porque nuestro tema no es de los que se aborda con indiferencia y asepsia como veremos. El título de esta misma conferencia, “Así empezó el cristianismo”, corresponde al de un libro realizado en equipo, que aspira a ser riguroso y, a la vez, legible y relevante para entender el presente y poder intervenir en él. Pero esto se irá viendo a lo largo de mi exposición. 1.  El actual interés por los orígenes del cristianismo no solo como tema teológico, sino también cultural y social 

Son varios los factores que explican el auge actual de los estudios sobre los orígenes del cristianismo. 1.Desde hace dos siglos la investigación histórica sobre Jesús es abundante e ininterrumpida, pero estos últimos 25 años hemos asistido a una auténtica avalancha de publicaciones. Además es una investigación que ha trascendido, a veces deformada y de 1

Texto de la conferencia pronunciada el 16 de enero de 2011 en el Círculo de Lectores de Madrid y el 17 del mismo mes en el Paraninfo de la Universidad de Valladolid. En esta universidad se imparte un  postgrado sobre los orígenes orígenes del cristianismo.

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manera sensacionalista, a la opinión pública. Es inevitable que se  plantee la pregunta por lo que viene después de Jesús: la Iglesia y el cristianismo.¿Cómo cristianismo.¿Cómo surgen? ¿Es legítima legítima su reivindicación de Jesús? 2.El acceso a fuentes literarias nuevas, sobre todo los manuscritos del Mar Muerto, descubiertos en 1948 y cuya publicación ya ha culminado. Se han hecho interpretaciones fantasiosas y hasta se quisieron ver conspiraciones para encubrir el contenido de estos documentos por su carácter demoledor para la Iglesia. Todo esto no tiene fundamento. Pero los manuscritos del Mar Muerto son muy importantes para conocer el contexto en que nació el cristianismo. Concretamente el judaísmo del siglo I, antes de la destrucción de Jerusalén del año 70, era enormemente plural. Existía una gran diversidad de grupos con interpretaciones doctrinales distintas. Se puede afirmar que hay una gran diferencia entre el mensaje de Jesús y las doctrinas de los manuscritos, pero que hay concomitancias interesantes entre las comunidades esenias y algunas comunidades cristianas de los orígenes. 3.El conocimiento de los apócrifos cristianos que se ha desarrollado mucho estos años. Se han editado textos, cuya existencia se conocía, pero que hasta ahora resultaban casi inaccesibles y ha habido descubrimientos de nuevos textos; me refiero, sobre todo, a los 13 códices descubiertos en Egipto, en  Nag Hammadi, del siglo IV y escritos en copto. Muchas de estos textos son cristianos y son traducción de un original griego que  puede remontarse al siglo II. Es una biblioteca impresionante, que ha dormido durante siglos bajo las arenas del desierto y cuya mera existencia nos habla de la importancia del cristianismo en aquellas tierras desde las primeras horas. Apócrifo no es sinónimo de falso: se contrapone a canónico (lo normativo u oficial). En el NT tenemos 27 escritos a los que denominamos canónicos, pero no son los únicos escrito cristianos  primitivos. Son una selección de una literatura cristiana que fue muy amplia. La literatura apócrifa es muy diversa: hay textos narrativos del estilo de los evangelios; hay cartas: hay textos

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apocalípticos; hay discursos especulativos puestos en boca del Resucitado etc. El valor de esta literatura es desigual, pero es de gran importancia para conocer el cristianismo primitivo, sus creencias y la vida de sus comunidades. Es notable el gran interés que en nuestros días suscita esta literatura apócrifa en un amplio sector de la opinión pública. Dejando al margen otras consideraciones, este fenómeno pone de manifiesto, en mi opinión, la desconfianza respecto a la Iglesia institucional y a la enseñanza que transmite, y se piensa que en esta literatura apócrifa se puede encontrar datos y verdades que la Iglesia ha ocultado porque la cuestionan de raiz. 4.En los momentos de crisis se vuelven los ojos a los orígenes  buscando luz, orientación, qué es lo esencial, esperando quizá también encontrar nuevas posibilidades. En la Europa en trance de unificación de nuestros días se está planteando entre políticos e intelectuales el papel del cristianismo como factor cultural. J. Delors, cuando fue presidente de la Comisión Europea, formó una grupo para estudiar este tema. El filósofo alemán Gadamer  afirmaba que “solo podemos preguntarnos qué será Europa en el futuro, e incluso qué es Europa en la actualidad, preguntándonos antes cómo se ha convertido en lo que hoy es”. Es importante notar que el término Europa no desplazó al de Cristiandad en el mismo lenguaje político europeo hasta el siglo XVII. En el ámbito de esta conferencia la pregunta sería la siguiente: ¿cómo fue posible que el cristianismo originario en muy poco tiempo, desde luego antes de Constantino y del apoyo imperial, se convirtiese en la ideología con más capacidad de atracción en el imperio? Para el creyente, como veremos, reinterpretar sus orígenes es una tarea inexcusable, pero arriesgada, no es contemplar  simplemente la vitrina de un museo. En la reinterpretación del  pasado está en juego la forma de proyectar el futuro. 5.El estudio de los orígenes del cristianismo es hoy una tarea  profundamente interdisciplinar. Estos estudios antes se realizaban en Facultades de Teología, sobre todo en Alemania, es decir en un marco confesional, aunque ciertamente serio y crítico. En la

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actualidad estos estudios se realizan sobre todo en el mundo anglosajón y, con mucha frecuencia, en instituciones no confesionales. Se trabaja fundamentalmente sobre textos. El cristianismo de los orígenes era aún un fenómeno minoritario y no ha dejado  prácticamente restos materiales. El estudio de los textos requiere las numerosas ciencias del lenguaje (filología, análisis narrativo, exégesis…). Además, es imprescindible, por supuesto, la aportación de la historia y en nuestros días se ve que el recurso a la ciencias sociales es también necesario. A la antropología cultural para introducirnos en un mundo cultural muy diferente al nuestro y evitar así el etnocentrismo, Y el recurso a la sociología  porque del estudio de un proceso social se trata y hay que ver los factores que lo condicionan y las funciones sociales que ejerce. Al tratarse de un fenómeno religioso la intervención de la teología, que penetra en la cosmovisión y experiencia religiosa, es también imprescindible. Solo con una metodología interdisciplinar se  puede abordar adecuadamente el complejo proceso formativo del cristianismo. Es esto lo que hemos procurado realizar en el libro que está en el origen de esta conferencia y que lleva como título “Así empezó el cristianismo”. Es un trabajo realizado en equipo. Fíjense que no digo que sea un libro en colaboración. No se trata de que diversos autores hayan realizado una aportación sobre el tema de su especialidad. Hemos pretendido algo más. Trabajar en equipo es realizar una obra unitaria, coherente, según un plan al que todos seguimos, aceptando la crítica de los compañeros y con una metodología común. Este libro no recoge las aportaciones de diversos ponentes, sino que es la presentación del proceso formativo del cristianismo realizada por un equipo que trabaja con una metodología interdisciplinar, que es una novedad en la  producción en lengua española.

2. El mito de los orígenes y el estudio crítico

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Es muy normal que un grupo social tienda a idealizar sus orígenes. Hay pueblos que hablan de una “edad de oro” pasada, de paz y armonía, que fue destruida por el influjo de factores externos. Esta visión subyace a muchos nacionalismos que, por  eso, hablan de la “reconstrucción” de la nación o del pueblo. Las órdenes religiosas idealizan a su fundador, a sus  primeros compañeros y a la época inicial. Esta idealización de los orígenes –el mito de los orígenescumple una función social: afirmar la identidad del grupo en el  presente, proporciona unas referencias claras de lo que tiene que ser. Muy pronto en el cristianismo se dio una idealización de sus orígenes: la encontramos en el libro de los Hechos de los Apóstoles, que da una visión simplificada e idealizada de los inicios. Simplificada porque presente una línea, la que parte de Jerusalén (los primeros capítulos), se desarrolla por Asia Menor  (actual Turquía), Grecia y llega hasta Roma, capital del Imperio. El gran protagonista de esta expansión, una vez que se ha abandonado Jerusalén, es Pablo que, al final, logra predicar en Roma “el Reino de Dios y todo lo referente al Señor Jesucristo”. Esto evidentemente responde a un plan teológico. Los Hechos no dicen nada de la extensión del cristianismo por el oriente, más allá de las fronteras del Imperio, ni de su avance por el norte de África que debió ser notable. Es una visión también idealizada. El autor de Hechos da una visión armoniosa, irénica, idealizada, mitiga o simplemente suprime los conflictos, a veces graves, que por otras fuentes sabemos que existieron. Por ejemplo no dice nada del conflicto entre Pedro y Pablo en Antioquía, tan importante, y que este último describe con detalle como veremos. Tampoco dice nada de la colecta que Pablo iba haciendo por todas las iglesias de la gentilidad a favor de los santos de Jerusalén y a la que daba una extraordinaria importancia. ¿Por qué Hechos no la menciona? Cabe suponer que la colecta, como Pablo temía (Rom 15, 30-32), no fue bien acogida por la comunidad de Jerusalén. Otro detalle más. Según Hechos, el primer viaje misionero lo realizan Bernabé y Pablo acompañados por Juan Marcos, sobrino del primero, que les abandona en Chipre y vuelve a Jerusalén. Tras el Concilio de Jerusalén, Pablo y Bernabé piensan que es oportuno realizar un

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segundo viaje para visitar las comunidades que habían fundado. Pero discuten y se separan porque Bernabé quiere que les acompañe Marcos y Pablo no acepta la compañía de quien antes les abandonó muy pronto (Hch 15,36-40). ¿No es un motivo demasiado nimio para romper la estrecha relación que habían mantenido Bernabé y Pablo? Cabe sospechar que el motivo fue otro y que el autor de los Hechos se lo calla precisamente por su gravedad: en el conflicto de Antioquía, Bernabé se había puesto de parte de Pedro y Bernabé, y en contra de Pablo; la disensión afectaba al mismo modo de entender el papel de la ley y la apertura a los gentiles (Gal 2, 11-14). Los Hechos de los Apóstoles, escritos, en torno al 80 o 90, aúnan y reconcilian líneas cristianas que años antes, en la primera generación, habían estado seriamente enfrentadas. El mito de los orígenes cristianos encontró su gran  plasmación en la Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea, escrita en la primera mitad del siglo IV. La visión idealizada de los orígenes está al servicio del cristianismo constantiniano. “La Iglesia permanecía virgen, pura e incorrupta… Mas cuando el coro sagrado de los apóstoles alcanzó el final de la vida, y hubo desaparecido aquella generación de los que fueron dignos de escuchar con sus propios oídos a la divina Sabiduría, entonces tuvo  principio la confabulación del error impío por medio de maestros de falsas doctrinas, los cuales al no quedar  ya ningún apóstol, en adelante, a cabeza descubierta ya intentarán oponer a la predicación de la verdad la  predicación de la falsamente llamada gnosis” (HE III, 32,7-8). Es decir, según Eusebio al principio reinaba la claridad doctrinal, la fidelidad y la armonía cristiana perfecta. Después se introdujeron las herejías y desviaciones. Esta visión, lo que he llamado el “mito de los orígenes”, ha penetrado profundamente en la visión popular del cristianismo y, no raras veces, en visiones  pretendidamente serias.

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Pero, en realidad, las cosas no fueron así. Para este primer  momento es un anacronismo hablar de “ortodoxia” y “heterodoxia” o “herejía”. Ni doctrinal ni institucionalmente había una línea clara y configurada, que pudiera llamarse la “ortodoxia”. Lo que existían eran diversos grupos de seguidores de Jesús, en los cuales la vinculación con él era esencial, pero la entendían de diversas maneras; eran grupos en general proselitistas, que se extendieron con gran rapidez. Ciertamente había testigos cualificados de Jesús, que gozaban de autoridad moral y garantizaban, sobre todo la fidelidad de las tradiciones de Jesús,  pero el desarrollo del movimiento cristiano de los orígenes no se realizó con el control de una autoridad central que no existía Se dio un proceso complejo y conflictivo. Conflictivo con otras líneas judías. Conflictivo entre las diversas líneas cristianas. Conflictivo con el Imperio romano y por las diferentes formas de gestionar las relaciones con él que existían entre los diversos grupos de seguidores de Jesús. Hubo una línea –por cierto, compleja y plural, como veremos- que fue predominando, que se erigió en lo que después se reconoció como la ortodoxia, mientras que hubo otras líneas minoritarias, que fueron quedando al margen, algunas desechadas polémicamente como heréticas, y otras simplemente como no atendidas, aunque podían encontrar  un eco notable en la devoción popular. Es obvio que en una exposición de este estilo tengo que generalizar y no puedo entrar en distinciones y matizaciones que requerirían mucho más tiempo. En la visión de los orígenes del cristianismo hay dos posturas contrapuestas . La primera afirma que el cristianismo, más precisamente la Iglesia, significa la tergiversación radical del proyecto de Jesús. Jesús era un apocalíptico que esperaba la intervención escatológica inminente de Dios que supondría el fin de la dominación romana. Algunos añaden que se tenía por el Mesías que sería el brazo de Dios en esta batalla final. Nada de esto sucedió. La Iglesia posterior procede, según unos, de un fraude de sus discípulos inmediatos o, según otros, del genio organizativo

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de Paulo que transmutó de forma espiritual y universal el  proyecto terrestre fracasado de Jesús. La segunda y contrapuesta visión considera que la Iglesia responde a decretos fundacionales claros y explícitos de Jesús, que determinó, incluso, su configuración institucional. Por lo dicho hasta ahora se puede ya percibir que, en mi opinión, ambas posturas deben ser rechazadas. Conviene tener   presentes tres observaciones para situar la cuestión. a.El cristianismo es el resultado de un proceso complejo y conflictivo, que va desde el año 30 (ministerio de Jesús y acontecimientos pascuales) hasta la segunda parte del siglo II (con Irineo de Lyon) en que ya podemos hablar del cristianismo como una realidad sociológica y teológicamente diferenciada. En este momento nos encontramos, institucional y doctrinalmente, con lo que llamaría la proto-ortodoxia, porque en rigor la ortodoxia se configura más tarde con los primeros concilios y el apoyo imperial.  b.Este proceso tiene su punto de partida en Jesús de Nazaret, en su anuncio del Reino de Dios, en el grupo de seguidores que se reunió en torno a su persona, en la tradición de sus enseñanzas y de sus hechos que comenzó a formarse ya durante su vida. Sin el impacto provocado por la persona de Jesús es inexplicable el  proceso desencadenado en su nombre. Pero también es verdad que este proceso fue pronto más allá de lo que había sido el horizonte histórico de Jesús. c.Una institución que acepta el estudio crítico de sus orígenes asume un gran reto, porque se desvanece una visión ingenua e idealizada. Consecuentemente su identidad presente queda afectada. En el caso del cristianismo y de la Iglesia este estudio crítico es ineludible si se quiere entender la historia de occidente y si la fe quiere estar a la altura de la cultura de nuestro tiempo. Formulando la cuestión de manera positiva, el estudio crítico de los orígenes cristianos nos hace descubrir su historicidad, sus condicionamientos culturales; libera al

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cristianismo de nuestros días de lastres históricos y nos enseña a centrarnos en lo esencial; descubre en el pasado dimensiones inexploradas, que enriquecen las posibilidades a la hora de afrontar el futuro. 2.  Los grandes hitos del proceso formativo del cristianismo: la  primera generación

De una forma sumamente general voy a señalar los hitos  principales de ese proceso histórico a través del cual fue surgiendo el cristianismo. En la primera generación podemos distinguir lo que sucede en Palestina y lo que muy pronto comienza a extenderse hacia fuera. -Tras los acontecimientos pascuales encontramos seguidores de Jesús en Palestina, sobre todo en Galilea, la región en la que el Maestro había desarrollado casi toda su actividad. Pero también hay seguidores en Jerusalén, aglutinados en torno a los Doce, que  parece se asentaron en esta ciudad por dos razones principales:  porque en Jerusalén debían tener lugar los acontecimientos escatológicos, que esperaban cercanos; y porque esta ciudad era el lugar óptimo para anunciar a Jesús como Mesías a todo el  pueblo judío, ya que allí confluían judíos peregrinos de todo el mundo. Estos seguidores de Jesús en Palestino son judíos a todos los efectos y forman un grupo propio dentro del enorme pluralismo del judaísmo del tiempo. Su característica esencial es su vinculación con Jesús a quien proclaman Mesías y Resucitado. Conservan las tradiciones de Jesús, ante todo. Se detecta la existencia de una colección de dichos de Jesús (la fuente Q); los recuerdos de la pasión se veneraban de forma especial y dieron  pie a un relato muy primitivo; había tradiciones sobre los hechos de Jesús. Todo esto se transmitía oralmente, aunque pronto  pudieron ayudarse de fragmentos escritos. El personaje más importante fue Pedro, pero en torno al año 42 tuvo que abandonar la ciudad y pasó a ocupar la cabeza de la

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comunidad de Jerusalén Santiago, el hermano del Señor, un judío de estricta observancia. Un acontecimiento clave, que va a marcar un giro en la historia, fue la guerra contra los romanos del año 66 y que culminó con la destrucción de Jerusalén y el Templo el año 70. Destruido todo el sistema cultual y sacerdotal, que había constituido su columna vertebral, el judaísmo se vio en la tesitura de reformular su identidad y entonces se ofrecen dos alternativas: la línea farisea, hegemónica en las sinagogas, que se distingue por  su apego a la ley, que coloniza todas las dimensiones de la vida, y la línea judeocristiana, los judíos seguidores de Jesús que confiesan que ya ha llegado el Mesías. La disputa entre estas dos líneas judías, que ofrecían salidas diferentes para el judaísmo en ese momento de crisis radical, fue durísima y se refleja en varios textos del NT. Téngase en cuenta que se trata de una disputa intrajudía. No es cuestión de entrar en detalles, pero ya sabemos como desembocó el conflicto. El judaísmo se encarriló mayoritariamente por la línea farisea y los judíos seguidores de Jesús acabaron por desgajarse y constituirse en una religión diferente. Esta separación se realizó traumáticamente, de formas y en tiempos diferentes según zonas y comunidades. Sociológicamente se puede decir que el judeocristianismo  palestino es una secta, es decir un grupo que está en tensión con la institución de la que procede y que reivindica ser el verdadero  portador y heredero de su inspiración originaria. La secta tiende a acentuar la diferencia con la institución de procedencia. Por eso el evangelio más judío de todos, el de Mateo, es el que contiene una  polémica más dura con las autoridades de las sinagogas judías, con los fariseos (cfr. Mt 23). -Pronto el movimiento de Jesús empezó a extenderse fuera de Palestina. Por una serie de avatares, en los que no voy a entrar  ahora (Hch 6, 1-6; 7; 8, 1-4), hay unos judeohelenistas de Jerusalén, que tienen que huir de la ciudad y por el camino van anunciando el Reino de Dios y a Jesucristo. Atraviesan Samaria y llegan a Antioquía, capital de Siria y dan el paso clave y decisivo de admitir en la comunidad a gentiles sin someterles ni a la circuncisión ni a las normas de pureza del judaísmo. Es decir, les

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admiten en la comunidad de discípulos de Jesús sin que tengan que hacerse previamente judíos (Hch 11, 19-21). Vemos que pronto se fueron configurando dos tipos de comunidades muy diferentes: en Jerusalén una comunidad judía regida por Santiago, el hermano del Señor, un judío muy estricto, con un colegio de presbíteros; en Antioquía una comunidad abierta a los paganos, que no se regía por las normas judías y en la que destacaba la presencia de Bernabé y Pablo. -Pero ¿cómo pueden estar en comunión dos iglesias tan diferentes? Para dilucidar esta cuestión se reunió lo que se suele llamar anacrónicamente el Concilio de Jerusalén y que, en realidad fue una asamblea de las iglesias de Jerusalén y Antioquía. Se cuenta en el capítulo 15 de Hechos y en la Carta a los Gálatas 2, 1-10. Los problemas críticos son infinitos y no voy a entrar. Al final llegan a un acuerdo entrelazando las manos los representantes de Jerusalén –Santiago, Pedro y Juan- con los de Antioquía –Bernabé y Pablo. Los jerosolimitanos, que siguen apegados a las costumbres judías, admiten la legitimidad de esa forma de cristianismo, el paganocristianismo, que había surgido en Antioquía. Se suele decir, con razón, que ha sido la decisión más valiente y trascendental que ha tomado la Iglesia en su historia. Se jugaba el ser una secta judía o ser un movimiento universal. Si fue mérito de los antioquenos la apertura universalista, mérito no pequeño tuvieron los judeocristianos de Jerusalén al aceptar la pluralidad sin imponer su forma de ver las cosas. -Cuando se adoptan posturas innovadoras no es raro que se  planteen de inmediato problemas también nuevos. Nuestra generación lo ha experimentado tras el Concilio Vaticano II. No es solo la rebelión de las inercias del pasado, son también los riesgos inesperados de un camino inexplorado. Algo de esto sucedió en el cristianismo de los orígenes. ¿Qué pasa cuando en una misma comunidad coinciden  judeocristianos estrictos, tipo Jerusalén, con paganocristianos, que habían configurado la comunidad de Antioquía? El problema se  planteó bien pronto y dio lugar al famoso conflicto de Antioquía,

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que cuenta Pablo en la Carta a los Gálatas (2, 11-14). En aquella comunidad convivían y compartían la mesa judeocristianos y  paganocristianos sin atenerse a las normas de pureza alimentaria  judías. Pedro, que se había trasladado allí, aceptaba este uso y lo seguía. Pero llegaron a Antioquía unos de Jerusalén, del grupo de Santiago, judíos estrictos, y entonces Pedro se separó de los  paganocristianos y se plegó a los ritos de pureza judíos. Para Pablo esta actitud es intolerable: “me enfrenté con él cara a cara  porque era censurable”, dice en Gal. 2,11. En esta cuestión Pablo se la juega y no puede ceder. Está en juego la viabilidad misma del movimiento universal que él impulsa y que sería imposible si se imponen las normas judías a los paganos. Pero es que, además, hay un problema teológico de fondo: ¿la salvación viene por el cumplimiento de la ley o por la fe en la obra de Jesucristo? No sabemos como termino la disputa de Antioquía, pero todo da a entender que, al final, se impuso la actitud más contemporizadora de Pedro. En efecto, a partir de este momento Pablo se desvincula de Antioquía y comienza una labor misionera a título personal, como enviado directamente por el Señor (en el primer viaje con Bernabé había ido como enviado por la comunidad de Antioquía) -Es una exageración insostenible hacer de Pablo el fundador del cristianismo, pero su aportación fue decisiva para su surgimiento. Ante todo hay que decir que Pablo se inscribe en un movimiento iniciado por los judeohelenistas, que habían sido los primeros en  predicar a los paganos en Antioquia. Los judeohelenistas eran  judíos de habla griega y de cultura helenista, que estaban extendidos por toda la cuenca del Mediterráneo (se calcula que la diáspora judía podía ser de unos 6 millones de personas). Su apertura mental, el círculo de paganos que con ellos simpatizaban (“los temerosos de Dios”) y sus sinagogas, como primer lugar de  predicación, van a ser decisivos para la extensión del movimiento cristiano en la primera generación. La obra de Pablo la conocemos bien por sus cartas, que son los primeros escritos cristianos que poseemos. Su obra decisiva la resumo en unos pocos rasgos. En primer lugar, convierte lo que había comenzado como un movimiento rural en Galilea en un movimiento urbano. En efecto,

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su estrategia consiste en establecer iglesias en ciudades que son capital de provincia o nudo importante de comunicaciones. Las comunidades de Pablo se caracterizan por ser  socialmente heterogéneas (hay miembros de diferentes rangos sociales) y culturalmente mestizas (hay judíos y gentiles de diversa procedencia). Pablo va aclimatando lo que era un movimiento semítico a la cultura helenística. Su misma forma de confesar la fe en Cristo está influida por el helenismo. Usa la Biblia griega de los LXX, no el texto hebreo. Pablo impulsa un movimiento universal en el doble sentido de que quiere llegar hasta la capital del Imperio y desde allí ir a Hispania, el final del mundo conocido; y universal también  porque su proyecto abarca a las gentes de todos los pueblos. Jesús había limitado su ministerio al pueblo de Israel, pero a todo el  pueblo de Israel, no a una élite religiosa escogida, como hacían otros movimientos religiosos del tiempo. Más aún, Jesús busca con un empeño especial a los tenidos por impuros y pecadores, lo que provocaba gran escándalo. Pablo supera el horizonte del Jesús histórico, pero desarrollando su misma línea: va a los más impuros todavía, a los paganos. Los buenos y fieles discípulos van más allá de sus maestros y Pablo desarrolla el proyecto de Jesús más allá de su letra estricta. Como cabía esperar Pablo suscitó grandes conflictos. Me fijo solo en los que sostuvo con otros misioneros cristianos, que le niegan toda legitimidad y le quieren desprestigiar ante sus propias comunidades, porque les parece que va demasiado lejos, y esgrimen fundamentalmente tres razones: 1/ le acusan de que no es un verdadero judío. Las respuestas de Pablo son vibrantes y enérgicas. ¿Qué no soy judío? “Circuncidado el octavo día: del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo e hijo de hebreos, en cuanto a la ley fariseo…” (Fil 3,3-8). 2/le acusan de no ser  verdadero apóstol porque no ha convivido con Jesús. Pablo deja  bien claro que es “apóstol no de parte de los hombres, ni por  mediación de hombre alguno, sino por Jesucristo y Dios Padre” (Gal 2,1). Si los otros apóstoles han visto al Señor Resucitado, también él lo ha visto, aunque sea en el último lugar. Y, añade,

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“he trabajado más que todos ellos. Pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1Cor 15, 5-10). 3/La tercera acusación es que la comunidad no le sostiene como a otros misioneros, sino que trabaja manualmente. Pablo reacciona con inusitado vigor. Considera un honor, al que no está dispuesto a renunciar, vivir de su trabajo “para no poner obstáculos al Evangelio de Cristo” y deja así bien claro su desinterés. -Una ultima observación para terminar la presentación de la extensión del cristianismo por la diáspora. Hemos visto que el  judeocristianismo palestino tenía sociológicamente las características de una secta. El cristianismo que se extiende por la cuenca del Mediterráneo sociológicamente se puede decir que era, hablando técnicamente, un culto. Por culto se entiende un movimiento integrador, a menudo sincretista, que entra en un sistema cultural ajeno, que tiene otra religión, con el que trata de sintetizar su visión simbólica del mundo. Un culto tiende a amortiguar el conflicto con la cultura anfitriona, porque la diferencia ya de por sí es clara. 3.  Pluralidad de líneas cristianas a finales del siglo I y  principio del II 

Después del año 70, tras la destrucción de Jerusalén y la desaparición de la generación de los que habían conocido a los testigo se Jesús ¿qué situación existía? Finales del siglo I e inicios del siglo II es un momento clave. El esfuerzo de síntesis que estoy realizando tiene ahora que acentuarse. Podemos distinguir varias líneas cristianas. 1.La tradición paulina. Las comunidades de Pablo, tras su muerte, continúan y se desarrollan. Sus cartas forman un cuerpo que se lee en diversas iglesias. Existe una escuela paulina que escribe otras cartas, que legitima atribuyéndoselas a Pablo, Colosenses y Efesios en torno al año 80, las Cartas Pastorales (las dos a Timoteo y la de Tito) de finales del I, inicios del II. Estas cartas desarrollan aspectos teológicos de Pablo y acomodan su  pensamiento a la sociedad patriarcal. Probablemente esta

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interpretación del pensamiento paulino fue la que hizo posible la aceptación del Pablo original por la Iglesia posterior. Pero hubo otras interpretaciones de la tradición paulina muy diferentes, digamos que más críticas, que concedían un papel mucho mayor a la mujer, y que desarrollaban posibilidades que también se encontraban en el Apóstol. Estas tradiciones no entraron en el canon del NT y las encontramos, por ejemplo, en los Hechos de Pablo y Tecla (apócrifos). 2.Las tradiciones orales que se conservaban en el área palestina fraguaron en la segunda generación en unos textos narrativos, que  ponen de relieve la importancia creciente que la persona y la vida de Jesús iba adquiriendo para la fe cristiana. Surgen así los evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y Juan. Estas tradiciones sobre Jesús dieron pie a otras obras que no entraron en el NT y que probablemente son posteriores a los citados evangelios, La colección de dichos de Jesús dio pie al Evangelio de Tomás, una colección de 114 sentencias de Jesús sin contexto narrativo. Los diálogos de Jesús son desarrollados en obras como Diálogo del Salvador o el Apócrifo de Santiago. El relato de la pasión es desarrollado en el Evangelio de Pedro. Obras muy diversas van desarrollando las tradiciones de Jesús, a veces de forma fantasiosa. Pero, insisto, con toda probabilidad los cuatro evangelios canónicos son los más primitivos. 3.Una tradición muy especial es la joánica, notablemente cerrada sobre sí misma, sin la dinámica misionera de la tradición paulina. Esta tradición joánica conserva las palabras y obras de Jesús, pero las interpreta de una manera más espiritual y simbólica. Esta tradición experimenta toda una evolución, que se percibe en las redacciones sucesivas que experimenta su evangelio y en las cartas que intervienen en el proceso para salir al paso de interpretaciones que se daban del evangelio. Tengamos en cuenta que el primer comentario del Evangelio de Juan fue del gnóstico Valentín y que en muchos sectores de la Iglesia hubo grandes resistencias para admitir la canonicidad de este evangelio.

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4.Hay también toda una línea apocalíptica, tradición con mucho  peso en el judaísmo, que se encuentra en varios textos del NT (en los evangelios y en Pablo) y en un libro entero, el Apocalipsis de Juan. Esta línea se caracteriza por su radicalidad profética, por su enfrentamiento radical con el Imperio romano a diferencia de otras tradiciones cristianas que buscaban un cierto modus vivendi. Esta línea profética reaparecerá con gran fuerza a mediados del siglo II con Montano, Prisca y Maximila; esperaban ardientemente el descenso de la Jerusalén celeste en Pepuza, una ciudad de Frigia. 5.Perduraba el judeocristianismo, en el que hay que distinguir  diversas líneas. Hay un judeocristianismo moderado, representado  por Pedro y el Evangelio de Mt que confluyó en la gran Iglesia. Un judaísmo más estricto era el encabezado por Santiago. Está representado por la Carta atribuida a Santiago y también se integró en la gran Iglesia. Por último hubo un judeocristianismo radical, con una cristología menos desarrollada, apegado a las normas rituales del AT que se imponían a los gentiles. Este  judeocristianismo no se incorporó a la gran Iglesia, produjo una literatura abundante, pero mal conservada (por ejemplo, el Evangelio de los Hebreos, el Evangelio de los Ebionitas, los escritos Pseudoclementinos) y subsistió mucho tiempo. Mahoma estuvo en contacto con tribus judeocristianas de este estilo y su teología se refleja en el Corán. 6.La imagen de Jesús como sabio o maestro es clave y se encuentra incorporada en los evangelios. Pero hubo grupos que desarrollaron esta tradición de una forma exuberante y presentan al Resucitado enseñando una serie de doctrinas esotéricas, en las que solo introducía a un grupo de iniciados, porque el pueblo en general no podía comprenderlas. Esta tradición dará lugar al gnosticismo, que produjo una literatura abundantísima y cuya importancia en los orígenes del cristianismo fue enorme. En un afán máximo de esquematización, pero con fidelidad a la realidad, se puede decir, que en la segunda generación la identidad del cristianismo se fue definiendo en contraste, por la

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derecha, con el judeocristianismo, que se apegaba étnicamente al AT, y, por la izquierda, con el gnosticismo que derivaba en una serie de especulaciones despegadas totalmente de la tradición  judía y de la vida real de Jesús. 4.  El proceso que llevó a la plasmación de la proto-ortodoxia

En medio de este abanico tan amplio y complejo, ideológica y geográficamente, se va realizando un proceso de convergencia de varias de estas tradiciones, que se aceptan y reconocen en su  pluralidad, que establecen puntos en común, y esta línea central, con una gran capacidad de integración, es la que va a dar pie a la  proto-ortodoxia y desembocará en la gran Iglesia. Estamos hablando del siglo II que es decisivo en el proceso formativo del cristianismo. En este proceso podemos distinguir  cuatro aspectos fundamentales. 1.La aceptación de unas escrituras sagradas cristianas. En un primer momento, los cristianos aceptaban la Sagrada Escritura judía, lo que nosotros llamamos el Antiguo Testamento. Pero en sus celebraciones recordaban las palabras y la vida de Jesús, que se acogían con veneración y se reelaboraban y, eventualmente, leían cartas de los apóstoles, las de Pablo en  primer lugar. En la segunda parte del siglo II hay ya un conjunto de escritos cristianos (los cuatro evangelios; las cartas de Pablo; otras cartas atribuidas a las cuatro grandes figuras del cristianismo de los orígenes: dos del grupo de los Doce, Pedro y Juan, y otros dos tenidos por hermanos de Jesús, Santiago y Judas), que van siendo reconocidos por todas las iglesias y van adquiriendo el rango de Sagrada Escritura. Es prematuro hablar  de “canon” para este tiempo tan temprano. Pero la posesión de unas Escrituras propias es un indicio claro de que estas comunidades van adquiriendo una personalidad propia y se diferencian teológica y sociológicamente del judaísmo.

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2,Existen unos ritos propios aceptados por muy diversas líneas cristianas. Cuando hay ritos propios hay comunidad diferenciada. Fundamentalmente se trata de un rito de iniciación, el  bautismo; y de un rito de pertenencia, la eucaristía. Aparecen testimoniados por doquier y se desarrolla toda una literatura sobre las condiciones requeridas por ambos ritos, cómo hay que prepararse, quién puede realizarlos, cómo celebrarlos etc. (Puede verse, por ejemplo, la Didajé, un escrito probablemente de finales del siglo I). 3.Se va consolidando la institucionalización y, concretamente, la organización ministerial de las comunidades. Simplificando se puede decir que, al principio, tienen mucha importancia los  profetas itinerantes; encontramos muy pronto ministerios estables de dirección en las comunidades; por influjo de la organización sinagogal, se establece, en mucho lugares, a la cabeza de las iglesias un colegio de presbíteros; en Ignacio de Antioquía, a inicios del siglo II, vemos que en muchas iglesias hay ya un obispo monárquico, rodeado de presbíteros y diáconos. Y este tipo de organización se generalizó y se legitimó mediante la sucesión apostólica. 4.Un grupo religioso al principio muy entusiasta, a medida que se va institucionalizando se dota de unas formulaciones doctrinales que todos tienen que aceptar. Ya en el NT se constata la presencia de fórmulas fijas de fe siempre centradas en Jesucristo. Uno de los credo más antiguos es transmitido por  Pablo en 1Cor 15, 3-7 (“Os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí; que Cristo murió por nuestros pecados …”). Dice al final: “tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído”: 1Cor 15, 11. Está claro que es un credo, aún muy sencillo, que es confesado por líneas cristianas diferentes. Este aspecto doctrinal, como los anteriormente citados, se incrementa con rapidez, a la vez que perfila su identidad con más nitidez. Pero para la segunda parte del siglo II están ya suficientemente claros y se puede decir que ha culminado el

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 proceso formativo del cristianismo. Especial interés tiene Irineo de Lyon y su consideración de las Escrituras cristianas. Puede considerarse establecida la proto-ortodoxia, porque es mejor reservar el nombre de ortodoxia para la fijación que realizarán más tarde los primeros concilios ecuménicos. 5.  Reflexiones finales

Termino con algunas reflexiones y sugerencias, bien consciente de su carácter parcial 1.El cristianismo se originó a través de un complejo y conflictivo proceso histórico, que se puede considerar concluye en la segunda mitad del siglo II. Hasta ese momento conviene hablar del cristianismo de los orígenes o del surgimiento del cristianismo; a partir de ese momento es cuando se puede hablar de cristianismo primitivo. El cristianismo ni cayó del cielo como una realidad acabada ni se debe a decretos fundacionales claros y explícitos de Jesús. El cristianismo es inexplicable sin la personalidad de Jesús y sin considerar el impacto que produjo en sus discípulos. 2.Fue sociológicamente necesario y teológicamente legítimo que la Iglesia se diese una normatividad doctrinal e institucional. Pero el estudio de los orígenes nos descubre sus condicionamientos culturales, sociales e históricos. Esto conduce a una consideración más flexible de las estructuras institucionales y a estar abiertos a desarrollos ulteriores. El estudio del pasado nos descubre posibilidades perdidas o sofocadas, que pueden y deben ser recuperadas y desarrolladas. Para ello quizá hace falta que los tiempos maduren o que surja el vigor carismático que las promueva. Un caso claro es el del  protagonismo de la mujer que en los momentos más originarios, como consta en los evangelios y en las comunidades paulinas, era muy importante y con acceso a ministerios de suma responsabilidad. Otro caso bien candente:

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la formulación de la fe cristiana en categorías helenistas fue una empresa genial en su tiempo. Pero probablemente hoy no  podamos seguir con la mera repetición de esas formulaciones,  porque resultan ininteligibles, el paradigma cultural ha cambiado. Una cosa es la fe y otra las formulaciones con que se expresa. Es necesario reformular la fe en categorías no occidentales; y en categorías aptas para una cultura postindustrial, que es,  por cierto, una cultura crítica y democrática. 3.El tránsito de la primera a la segunda generación significó un momento decisivo: los testigos desaparecían, surgían grupos contradictorios porque mientras unos estaban llenos de un entusiasmo espiritualista, otros se acomodaban totalmente a la sociedad patriarcal. Entonces surgió una reivindicación enérgica y polémica de la vida y obra de Jesús. Así se explica el nacimiento de los evangelios, que no iban a ser unos libros más, sino la referencia clave de la Iglesia cristiana. Según los evangelios, textos narrativos no lo olvidemos, la identidad cristiana radica mucho más que en doctrinas sobre Jesús en un estilo de vida como el suyo. 4.El cristianismo de los orígenes fue enormemente plural. En el canon del NT nos encontramos desde la Carta a los Gálatas, la gran proclama de la libertad, a la Carta de Santiago, estrictamente judeocristiana. Muy probablemente en el Evangelio de Mateo hay una polémica con el cristianismo  paulino. Mateo y Lucas, cada uno por su cuentan, conocen a Marcos e integran toda su materia en sus obras con la intención, con toda probabilidad, de superarle y hacerle innecesario. Cada uno  pretende hacer “el evangelio” único. Taciano consideró que era necesario acabar con el pluralismo de evangelios y escribió el Diateseron, que integra en un solo relato la materia de los cuatro, evitando repeticiones; su obra tuvo una gran acogida en la Iglesia de Siria, donde durante mucho tiempo fue, incluso, texto litúrgico.

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Sin embargo, al final en la Iglesia se mantuvieron los cuatro evangelios. Se consideró que la pluralidad era una riqueza, que era mejor tener varias versiones diferentes de Jesús y de la vida cristiana. El canon del NT destaca por su amplitud y pluralidad. Las sectas siempre han tendido a hacerse un canon más reducido, quedarse con algún libro con el que resulta cómodo la identificación plena. Pero el cristianismo que prevaleció nos enseña que la unidad no es uniformidad. Esta capacidad de integración del cristianismo de los orígenes no es sino el reverso de su adaptación a diversas culturas y circunstancias, y es una de las razones de su extensión. El cristianismo de los orígenes era mucho más plural que el de nuestros días. A esta luz, se puede decir que el ecumenismo, sobre las  bases de unos acuerdos básicos, habrá de pensarse cada vez más como la aceptación y reconocimiento recíproco de tradiciones cristianas diferentes. 5.Decía Ortega y Gaset que esa preocupación nuestra por el  pasado, que es la historia, no tiene otro origen que “nuestra  preocupación por el futuro”. Pero no nos encontramos con el pasado en su pura facticidad, en su objetividad incontrovertible. En realidad lo que el historiador hace es una reconstrucción del pasado desde su propia perspectiva, desde sus intereses, en función de las  preguntas que formula, que son unas y no otras, naturalmente con respeto a los datos, pero que son siempre limitados. Consciente de lo dicho creo que la mejor visión del cristianismo de los orígenes tiene dos grandes valores con traducción al presente. -Desde un punto de vista puramente cultural y laico, el cristianismo de los orígenes fue un movimiento con una gran capacidad de acogida, de integración de lo diverso (naturalmente tuvo también que realizar descartes). Asimiló, hibridó como dicen algunos antropólogos, la tradición judía, el  pensamiento helenístico y la capacidad organizativa romana. El

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cristianismo en la Europa de hoy debe ser fermento de una cultura de la acogida de lo diverso, de respeto a la diferencia, de rechazo a la xenofobia. El universalismo cristiano implicaba valorar a cada ser humano por encima de toda vinculación étnica (y esto se encuentra en Pablo y en Jesús) -Desde un punto de vista religioso, el cristianismo de los orígenes –aquí lo propio sería hablar de la Iglesia de los orígenes- tuvo una gran capacidad de resistencia ante la ideología imperial y, a la vez, de encarnación ideológica e institucional. No se evadían de la historia, sino que pretendían transformarla, mientras esperaban la gran transformación que Dios realizaría. Los valores evangélicos fueron fermento de transformación social, crearon comunidades capaces de conferir identidad y prestar ayuda en una época de desorientación y decadencia de la ideología oficial y de enormes penurias materiales. No hay que recurrir a ningún milagro para explicar la rápida extensión del cristianismo, mucho antes de que contase con el apoyo imperial. Lo puede explicar el estudio histórico. Un estudio histórico que, ante todo, se encuentra con la personalidad genial de Jesús de  Nazaret y con unos discípulos que supieron prolongar el movimiento del Maestro, adaptándolo y resistiendo, en las condiciones propicias de la cultura helenística y de la globalización del Imperio romano.

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