"Y salimos a la calle..."

July 8, 2017 | Author: José-Christian Páez | Category: Augusto Pinochet, Chile, Carnival, Democracy, Politics (General)
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Descripción: CÁRCAMO, Rossana. "Y salimos a la calle...". Santiago de Chile, Ediciones Caballo de Mar, 2008 (1...

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“Y SALIMOS A LA CALLE…” Relatos

ROSSANA CARCAMO SEREI

Ediciones Caballo de Mar 2010

Segunda Edición Registro de Propiedad Intelectual N° 179.078 Editor: Luis Ulloa Vargas Textos y Diagramación: Carmen Obreque M. Impreso en los talleres gráficos de Ediciones Caballo de Mar Edición Octubre 2010. Santiago, Chile [email protected] 2

A Camilo, mi hijo Que es el motor de mi vida Y a los hijos de mi generación Que hoy llevan nuestras banderas

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PROLOGO El sencillo testimonio que arroja cada página del Diario de Vida de una muchacha que tenía seis años para el golpe de Estado de 1973, se transforma en una página de la historia vivida por millares de chilenos. A estas hojas del diario se suma el otro plano del acontecer cotidiano, que permite apreciar la intensidad del compromiso juvenil. Una simple constatación permite apreciar quién es la autora: “Me crié bajo la dictadura de las Fuerzas Armadas Chilenas y soy una más de esos miles de niños y niñas que aprendimos a cantar la Canción Nacional con una estrofa que hablaba de valientes soldados, ésos cuyo valor radicaba en atemorizar a la población civil, arrestándola, asesinándola y haciéndola desaparecer”. Hay significativas anotaciones que revelan las tristes experiencias vividas por la juventud de los años ochenta: la quema de libros y de discos a manos de los padres aterrados; los castigos y tremendas amenazas que infligían a sus hijos para que no participaran en las acciones de lucha contra la dictadura. Por sobre todo, resulta conmovedora la forma en que la joven le cuenta a su Diario las muertes atroces del 8 de septiembre de 1986. La cotidianeidad de la muerte, la rutina de la muerte son sombras inseparables de esa muchachada. Tampoco están ausentes los sueños de libertad y de justicia plasmados en un poema escrito después de una manifestación callejera, que interpreta a un vasto sector. Su ausencia de retórica y de todo calificativo refleja la intensidad de los sentimientos y la sensibilidad para interpretar intensos anhelos: 5

“Una lágrima de cera Por los Detenidos Desaparecidos, Una lágrima de sangre Por los asesinados, Una lágrima de dolor Por los torturados ...” ―Y salimos a la calle‖ un relato fresco que respira autenticidad. Un rescate de la memoria de Rossana Cárcamo, que deviene la metáfora más elocuente de un aspecto de la vida de los jóvenes de los años 80, comprometidos a fondo en la lucha contra la dictadura. Virginia Vidal. Escritora

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PALABRAS DEL EDITOR Los diarios de vida son parte de la niñez. Bitácora del inicio de un viaje impreso en letras que develó la tinta de nuestro corazón. Un amigo íntimo, secreto, cómplice querido que archiva el pan nuestro de los sinsabores y alegrías que nos constituyeron por aquellos días de sol y lluvias de mañanas sin sus tardes, ni sus noches. La madrugada de la vida. Rossana Cárcamo, confiesa ya mujer, cuando la magia abrió la ventana de sus ojos de hija amada: ―El día que cumplí 8 años recibí de regalo un librito de páginas blancas forrado en cuero rojo‖. Fue su rito de iniciación al mundo de las letras, observando con enormes ojos de niña primero, adolescente después, los acontecimientos sociales y políticos del Chile de los ochenta. Impresionada por los acontecimientos, sabiamente traza su misión: ―Me propuse entonces, ser más exhaustiva en los relatos con la esperanza de entregar este legado a mi descendencia, ya que estaba consciente de vivir un momento histórico‖. Una premonición en Séptimo Básico, recibe un premio, El Diario de Ana Frank. La niña mártir acompañó sus pasos como testigo de la historia de otra resistencia al crimen y al horror. Rossana es protagonista de los hechos que narra, joven estudiante, combatiente, comprometida y militante. Su amigo – diario – confidente fiel – resiste con ella los avatares de la dictadura de Pinochet. Transitan por sus páginas historias de lucha y muerte, de ejemplo y consecuencia, con frescura conmovedora. Nadie que lea estas páginas las sentirá lejanas, como historia ajena. La universalidad y originalidad de la pluma de la autora 7

no deja acontecimiento sin escudriñar. Los jóvenes de hoy encontrarán una cronología que otros intentan olvidar o sepultar. El ejemplo de estudiantes secundarios y universitarios de los 80 que vencieron el miedo y como dice Rossana en el acto bautismal del libro, ―Y salimos a la calle…‖, enfrentando la represión a riesgo de sus cortas vidas. Los que no éramos tan jóvenes, también agradecemos este trabajo de memoria, nos recuerda que los hechos del pasado son heridas abiertas, no cierran, ni con el olvido, ni con la impunidad. Otros jóvenes han irrumpido en el acontecer nacional, demostrando claridad, fuerza, organización, sin ser escuchados y los jóvenes de ayer ya no recuerdan, entonces Rossana Cárcamo precisa el sujeto social de su historia: ― A lo largo de los años he aprendido que el ejercicio de la memoria no es fácil, que muchos dolores tapizan algunas neuronas del recuerdo y nos obligan a olvidar para seguir viviendo, sin embargo, la tozudez que en muchos casos es un defecto, en mi caso ha sido una aliada y gracias a ella, hoy desempolvo esos negros años para los jóvenes que desean saber del pasado‖. ―Y SALIMOS A LA CALLE…‖, un testimonio del Chile de los 80, de las jornadas de protesta, de los degollados y quemados, de los apagones y las grandes movilizaciones intentando abrir las anchas alamedas y el comienzo de una transición que nunca termina. Lectura refrescante para una memoria viva que no olvida, ni perdona, que aun vive en los sueños de los hombres y mujeres de hoy, narrados por una adolescente ochentera que se entregó por entera a la causa de todos y que ha tenido, como muchos, que pagar los costos sociales de sus actos, sin abandonar las convicciones que la motivaron siendo niña, hoy tras un largo exilio en Bélgica, mujer, madre de un adolescente,

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no olvida y mantiene ese compromiso primigenio, esparcido como semilla en este libro. W. Luis Ulloa Vargas. Centro de Estudios Sociales ―Dagoberto Pérez Vargas‖.

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PALABRAS DE GREGORIO ANGELCOS La memoria histórica es un concepto historiográfico de desarrollo relativamente reciente, y que viene a designar el esfuerzo consciente de los grupos humanos por entroncar con su pasado, sea éste real o imaginado, valorándolo y tratándolo con especial respeto. En esta línea de elaboración se inscriben las crónicas personales del libro ―Y salimos a la calle‖, situadas en la década de los ochenta en un contexto de dictadura y por tanto de restricción de todas las libertades públicas. Nuestra autora va describiendo su proceso de comprensión de la realidad, desde su infancia más ingenua hasta su adolescencia consciente y rebelde, donde asume un rol protagónico desde su experiencia en la lucha por dar termino a la dictadura y recuperar la democracia para el país que ella nunca conoció con anterioridad. Se puede afirmar que por la generación a la que perteneció Rossana, fue hija como tantos otros jóvenes, de un régimen donde se educó y creció sin conocer la diversidad y las libertades individuales que todo ciudadano ejerce en tiempos de democracia. Sin embargo, estas limitaciones provocadas por el sistema represivo imperante, no fueron obstáculo para que trascendiera los miedos y se rebelará contra el régimen establecido. Gradualmente va asumiendo un compromiso político radical que narra en textos breves, existenciales, donde nos permite conocer a una familia chilena que vive los avatares y angustias propias del contexto perverso en la que vivíamos los chilenos. Cada frase va reconstruyendo el pasado y nos retrotrae a una época donde la realidad condiciona la experiencia, 11

la limita, y en muchas oportunidades la aniquila sin contemplación alguna. Rossana no mira la realidad desde la distancia, como un fenómeno ajeno a su integridad, habla y escribe desde su condición de luchadora social, y en este caminar polemiza con su padre de filiación demócrata cristiano, con sus tíos, militares de carrera a quienes interroga para que asuman que en los regimientos se tortura a los disidentes que reclaman por las libertades conculcadas. Y así se integra a la Juventud Rebelde Miguel Enríquez, emblemático dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionario, MIR, quien fuese abatido en enfrentamiento por los Servicios de Seguridad del régimen de Pinochet. Es importante consignar como la autora pasa de una reacción instintiva legítima contra la dictadura, a una acción política consciente, y asume roles como dirigente estudiantil creando a través de su experiencia de lucha un sólido liderazgo. Literalmente Rossana se enfrenta con la dictadura, desarmada, con el lenguaje de sus argumentos, con la voluntad que le imprimen la búsqueda de sus derechos. Es sin duda una lucha desigual, las voces libres con consignas que se mimetizan con el ambiente silencioso de las calles de Santiago invadido por el terror, frente a una represión premeditada, invasiva, que restringe y golpea en nombre de una mentira fuera de toda lógica civilizada. Pero Rossana y sus compañeros ya están en las calles y no retrocederán a pesar de las bajas entre sus filas, para imponer su verdad. Estas sensibles crónicas escritas cronológicamente son en esencia auténticas y por momentos conmovedoras, desde el punto de vista de su forma, del tratamiento que la autora le da sus textos, queda la pasión, la nostalgia 12

de un pasado heroico de numerosos jóvenes que debieron crecer desde la desesperanza a la esperanza, pero esta última no la recibieron como un beneficio inesperado y fortuito sino que la conquistaron poniendo en riesgo sus vidas. Hay belleza, hay dolor, muchos trastornos que las condiciones políticas de la época impusieron para preservar ese oscuro orden, Rossana los describe con precisión, cada registro reconstruye la microhistoria cotidiana, aquella que no está incorporada en los textos oficiales, pero que da cuenta de una realidad constituida por mínimos detalles, la muerte siempre está latente, en cada segundo que pasa un hombre puede morir, porque esa fue la lógica que instalaron para dominar, pero más allá de esta sórdida verdad, está el valor de una generación que nos legó con su esfuerzo, un país que abrió sus ventanas para que ingresará la vida con sus aromas, para que pudiésemos volver a respirar libres otra vez. Concluyo este comentario con un fragmento de una crónica de la autora: ―La dictadura nunca pudo con la creación. La música, la literatura y la radio fueron importantes aliados en la lucha contra el tirano. Balas y decretos silenciaron vidas, programas informativos o libros, pero siempre quedó una semilla que germinó al calor de una fogata, de un mimeógrafo o una guitarra”. Gregorio Angelcos Escritor

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“Y SALIMOS A LA CALLE…” Relatos

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MI PRIMER DIARIO DE VIDA El día que cumplí ocho años recibí de regalo un libro de páginas blancas forrado en cuero rojo. Tenía un candado pequeño de cobre y una llave que me abrió las puertas a un mundo mágico, desconocido y apasionante. Escribir lo cotidiano bajo la perspectiva de buscar alivio o soluciones a mis dificultades de niña y luego de adolescente, fue una experiencia fascinante. A partir de 1980, ese diario tomó un papel preponderante y se transformó en mi amigo, en mi confidente. En él plasmé mis sentimientos, mis emociones más profundas y sinceras, es decir, escribí con las vísceras y el alma. Se convirtió en el compañero que día y noche reposaba bajo la almohada de mi cama. No recriminaba, no contradecía, se limitaba a escucharme y yo le daba vida en las letras que formaban las palabras salidas del corazón. En él tejí, como las arañas, esa tela que cubrirá y protegerá mi existencia hasta el día anterior a mi muerte. Me crié bajo la dictadura de las Fuerzas Armadas Chilenas y soy una más de esos miles de niños y niñas que aprendimos a cantar la Canción Nacional con una estrofa que hablaba de valientes soldados, ésos cuyo valor radicaba en atemorizar a la población civil, arrestándola, asesinándola y haciéndola desaparecer. A medida que crecí, ahondé en la figura de Pinochet y lo que su régimen representaba para el país. Me propuse entonces, ser más exhaustiva en los relatos con la esperanza de entregar este legado a mi descendencia, ya que estaba consciente de vivir un momento histórico. Desde el Golpe de Estado la realidad no fue la misma para los chilenos y yo, de

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alguna manera, quería testimoniar lo que significó crecer bajo un gobierno militar. Probablemente me quedé en la época animista de los niños –según Piaget– e investí a mi diario con características humanas. Se volvió de carne y hueso y así lo traté. Lo saludaba al comenzar mi narración y me despedía con un ―chao‖, un ―te quiero‖ o un ―hasta mañana‖ al concluir el relato del día. Haciendo una evaluación a la distancia, el libro de Ana Frank -que gané en un concurso de historia en séptimo básico- desencadenó probablemente este afán de narrar, de decir lo que sentía al vivir la contingencia nacional. La velada de mi partida hacia Bélgica, redacté las últimas reflexiones en un acto simbólico de despedida. “Amigo, es 29 de mayo de 1991 y quizás mañana, si Dios así lo dispone, ya no estaré aquí junto a ti, iré rumbo a un futuro desconocido junto al hombre que amo y en otras latitudes empezaré una nueva vida, construiré una historia distinta a la que imaginé vivir en mi querido Chile, liberado al fin de Pinochet. Tú me conoces mejor que nadie en el mundo y sabes que cuando es preciso, asumo, pero te confieso que esta vez el costo de seguir mis ideas es demasiado alto, debo dejarte a ti, a mis padres, a la familia, a los amigos y a mi tierra; este Chile loco y maravilloso que es parte intrínseca de mí ser. No quiero estar triste, es una elección personal el seguir a quién escogí como pareja y si él no puede permanecer libremente en Chile, lo acompañaré donde sea necesario. Te extrañaré, sufriré a rabiar, mas sé que tú estarás presente en cualquier hoja de papel en blanco que mis manos tomen, y en otras tierras seguiremos este paréntesis de la Historia. 18

Recibe mi beso pintado de rojo y resguarda como un centauro nuestra vida en común. ¡Hasta la Victoria Siempre!” A lo largo de los años he aprendido que el ejercicio de la memoria no es fácil, que muchos dolores tapizan algunas neuronas del recuerdo, y nos obligan a olvidar para seguir viviendo sin embargo, la tozudez que en muchos es un defecto, en mi caso ha sido una aliada y gracias a ella, hoy desempolvo esos negros años para los jóvenes que desean saber del pasado.

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QUEMA DE LIBROS La Revolución Rusa se fue a la hoguera en un arranque de terror y miedo. Mi papá decidió quemar los libros de mi primo Lucho porque todo lo que fuera soviético o rojo era problema seguro. Lucho era militante de las Juventudes Socialistas y se salvó de las persecuciones de pura suerte. La humareda asustó a nuestra vecina, quién pensó que nos estábamos incendiando y quería llamar a los bomberos. —No se preocupe, estamos quemando basura— le contestó mi padre y todo acabó allí. El viento se llevó las ilusiones y los sueños de un pueblo creyente y luchador. Las llamas danzaron abrazadas a las hojas de los libros y los discos se derritieron silbando “Hasta Siempre Compañero”. Mi viejo era demócrata cristiano y se sentía orgulloso de su partido. Él había colaborado en la campaña de Radomiro Tomic en San Antonio y conservaba esos recuerdos y fotos como trofeos de guerra. Mi madre era allendista como mis abuelos, pero ninguno de ellos tenía ideas políticas, actuaban por sentimientos más que por convicción. Mi medio hermano -hijo de mi papá- vivía con nosotros en la época de la Unidad Popular, era estudiante de liceo y según comentaban simpatizante de Patria y Libertad. En los años ochenta, se volvió socialista y a través suyo, llegó a mis manos el primer libro que me enfrentó con los horrores de la dictadura. Era el libro, “Escribo sobre el dolor y la esperanza de mis 21

hermanos” que redactó el hijo de Luis Corvalán, Secretario General del Partido Comunista de Chile. Allí estaba toda la verdad del Estadio Nacional como campo de concentración, y las torturas a las que fueron expuestos miles de chilenos. Sufrí y me nutrí de la sangre de los muertos para fortalecer mi voz y gritar su verdad. Pinochet no podía ganar, teníamos que unirnos para vencerlo. Debíamos tomarnos las calles y salir a protestar, era urgente resurgir de las cenizas. Esos años leí hasta gastarme los ojos y escribí consumiendo mi puño en la denuncia por Justicia y Libertad. Cabe decir que no todo pereció en las llamas y hubo valientes que salvaron la cultura en sótanos y entretechos, o en hoyos en los patios traseros de sus viviendas. Con el tiempo, los libros volvieron a circular de mano en mano y la música popular fue ganando terreno en la radio; ya no necesitábamos escuchar a escondidas las emisoras de onda corta para saber lo que pasaba en el país. Mucho se ha publicado sobre este período pero quedan más verdades por contar, decir lo que fuimos y sentimos durante diecisiete años de dictadura y cómo sus secuelas nos alcanzan hasta hoy.

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UN ÁRBOL SIN REGALOS La Navidad de 1974 fue hasta las once de la noche la más triste y quizás, después de esa hora, la más maravillosa que he tenido. Veo a mi madre regando las plantas. Está pensativa y triste en su vestido de todos los días. No hay ambiente en la casa y ya comimos algo sencillo. En el árbol de Pascua no hay regalos, sólo lo adornan los farolitos de colores que se encienden y apagan. Tiene bolitas de plumavit que representan la nieve. El viejito pascuero no existe, lo sé desde el año pasado, cuando descubrí que eran mis padres quienes jugaban la comedia del hombrecillo vestido de rojo y de barba blanca. Mi padre está en su taller, una pieza al fondo de la casa donde cose y plancha. Es sastre y a mis ojos, es el hombre más culto y sabio del planeta. Lo observo cabizbajo, preocupado y no me atrevo a molestarlo. Intuyo que algo grave pasa. Mi mamá dejó de regar el patio y salió a la calle. Yo estoy viendo la tele y anuncian la transmisión de la Misa del Gallo. Nuestro televisor es grande, es un Westinghouse e imagino que debe ser algo especial porque cuando mi madre lo nombra lo dice con orgullo. Está puesto en una mesita de fierro con ruedas. Allí están también mis discos de cuentos que me sé de memoria. Bambi y la Cenicienta son los que más me gustan, Alicia en el país de las maravillas lo encuentro ridículo y Peter Pan me es indiferente. ¡Yupi!, llegó mi tía Eliana, y viene con unos paquetes. Estoy curiosa por saber qué son, ¿serán regalos para mí? — ¡Mami, mami!, estabas aquí al lado del arbolito. ¿Puedo abrir los regalos? ¡Dime que sí, no seas mala! ¡Que feliz soy, muchas gracias mamita, te quiero mucho!

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Esa noche, luego de abrir los presentes, visitamos a mi tía, cuya casa queda a diez calles de la nuestra. Ella me trajo una pelota gigante con puntitos de colores brillantes y un juego de tacitas. De mi viejo recibí una alcancía verde, del Banco del Estado, y mi vieja me obsequió una muñeca de trapo con cara de porcelana, para guardar mi piyama; fue mi primera ―Dormilona‖. Esos pequeños objetos iluminaron mi rostro nuevamente y me permitieron tener una hermosa Navidad. Siendo ya adolescente, le pregunté a mi mamá de dónde había sacado el dinero para comprarme la muñeca y me confesó que la pidió fiada en el bazar del barrio. Los años de las vacas gordas para mis padres habían terminado con el bombardeo a La Moneda.

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RADIO MOSCÚ Después del Pronunciamiento Militar de 1973, en mi casa comenzó un ritual que parecía un juego de secretos. Escuchábamos la radio por la noche, muy bajito para no ser descubiertos, pues mi papá decía que el chicharreo antes de sintonizar la emisora, nos podía costar caro. “Arriba los pobres del mundo, de pie los esclavos sin pan… Aquí Radio Moscú transmitiendo para Chile.” Al transcurrir los años dichas melodías y acordes se difuminaron en mi memoria al abandonar esta práctica clandestina, y solamente algunas estrofas fueron retenidas por los recuerdos: “ahí va la clase obrera, la mejor y querida compañera y en el día que me muera mi lugar lo ocupas tú....” A los quince años supe que ese era el himno de la CUT (Central Única de Trabajadores), y a través de amigos conseguí los discos prohibidos. Mi madre me llevaba a las marchas, a las manifestaciones de Allende, a los recitales de los grupos de moda, y a pesar de que tenía cinco años conservo claras imágenes de ese tiempo: Estoy haciendo pipí en una esquina del Ministerio de Defensa. El hilito de orina amarilla, humeante, casi moja mis zapatos de charol. La gente canta “Colo Colo, Colo Colo, el equipo que ha sabido ser campeón.......”. Mi tía Edith está con nosotras. Ella es una gorda linda que me quiere mucho y yo también la quiero un montón. Festejamos el triunfo de nuestro equipo de fútbol favorito. La semana pasada estuvimos en un concierto de Los Ángeles Negros. Al comprender qué sucedió con Salvador Allende, odié a Pinochet hasta la médula de mis huesos. Él había asesinado al hombre que se parecía a mi abuelo Carlos, y ante mis ojos era un ser oscuro y 25

siniestro. Lo relacionaba con la maldad, pero no podía decírselo a nadie. Él era el responsable de muchas privaciones en mi casa y del miedo que ciertos sonidos me ocasionaban, los cuales hasta el día de hoy, cuando me encuentran desprevenida me ponen la piel de gallina. Las hélices de los helicópteros zumban en mi cabeza, alumbran con un potente foco, y el ruido de las balas aumenta mi angustia. Estoy con mi mamá donde la vecina Elsa, tenemos que cruzar a nuestra casa -que está al frente de la suya- pero es de noche y no podemos circular libremente por las calles: hay toque de queda. Un milico está de punto fijo en Avenida Central. Mi papá hace juego de luces con la cortina del dormitorio, esa es la señal de que la puerta del antejardín se encuentra abierta. Debemos esperar el momento oportuno para atravesar. Ahora estoy despierta, pero en otras ocasiones me he quedado dormida, y entonces me llevan en brazos, envuelta en una frazada. Varias veces encontré en el jardín casquillos de balas con los cuales me entretenía jugando, únicamente cuando crecí supe de qué se trataba. Visto a la distancia parecía un pasatiempo, lo mismo que oír la radio a escondidas, sin embargo no lo era, y centenares de chilenos encontraron la muerte por proyectiles locos o por disparos que sí iban dirigidos a quemarropa. En julio de 1984 emprendí nuevamente el ritual de la Radio Moscú, pero en esta ocasión a solas. Todos los viernes salía de compras con mi madre; en uno de esos días, en la Zofri (zona franca) del centro de Santiago, me compró una radio reloj con AM, FM y onda corta. En cuanto llegué a casa, sintonicé la radio de mis recuerdos infantiles. Remembranzas adormecidas por el exilio económico, y que sólo entonces afloraron a mi memoria. No podía 26

creer lo que oía, la misma música, el mismo encabezado del noticiero. Me sentí feliz, estaba en las nubes. A partir de ese día ella fue una nueva compañera y durante muchos años fuimos inseparables al momento de acostarme. Sábado 14 de julio de 1984 Son las 20.10 de la noche y acabo de llegar, fui a ver la película “La Batalla de Chile”. Mi papá me fue a esperar al preuniversitario porque estaba lloviendo y no me encontró. Mi mamá me anda buscando donde Rosa, una amiga mía. Cuando regrese seguro me va a pegar, tengo miedo porque me descubrieron en una mentira. Hace diez minutos que volvió, no me pegó por suerte, pero me retó y me castigó. Tengo prohibido salir a la calle y juntarme con mis amigos, a los que mi madre tacha de comunistas. No puedo seguir yendo a la parroquia ni al preuniversitario; me van a controlar las horas de llegada del liceo. Amigo, ha empezado un nuevo calvario para mí pero debo resistir cueste lo que cueste. Yo andaba con mi primo Lucho, su novia y otros dos compañeros. La filmación comenzaba con la elección de Allende, mostraba su gobierno y terminaba con el Golpe de Estado. No me arrepiento de haber ido, lo que sí me duele es que mis viejos me dejen mal con mis amigos y que sepan que no es la primera vez que falto a clases; además lamento no poder recuperar de inmediato el borrador de mi “Relato NN” que tiene el profe de castellano. Mi mamá también me amenazó con quitarme todos los casetes con música artesanal, dijo que me los iba a romper y que no me dejaría escuchar más el programa musical “Hecho en Chile”. Esto me aflige porque mis casetes son como hijos y pienso defenderlos contra el gobierno militar, CNI, mamá o cualquier otra cosa. 27

Creo que mi pieza y yo, por un tiempo, vamos a sentirnos como perseguidas, incluso tú, amigo, ya que tienes varias cuestiones subversivas: mis antiguos poemas, mis nuevos escritos, mi relato y otras cosas más. Les haré creer que tienen razón y que cambiaré para ganar tiempo y recuperar mis espacios. Tu amiga Rossana. Los problemas con mis padres eran interminables. Cada vez que me salía de sus márgenes tenía que soportar su represión de una u otra forma. En más de alguna ocasión deseé desde el fondo de mi alma, que en el futuro ellos sufrieran como me hacían sufrir a mí con su sobreprotección. De haber sabido lo que me deparaba el destino y las penas que les iba a ocasionar, no habría albergado jamás tan bajos sentimientos. Por fortuna, las amenazas se quedaron en eso, mis escritos y la música se salvaron y pude escuchar la radio que quería, aunque hubo amistades que definitivamente tuve que borrar de mi vida. La escritura era mi válvula de escape, y mis sueños y metas eran el motor de resistencia. Esto me permitía aguantar tanta injusticia, principalmente de parte de mi madre, quien me dejaba realizar algunas actividades siempre y cuando lo hiciéramos juntas no obstante, si yo deseaba tomar la iniciativa… no podía.

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Cárcel de concreto material en la ciudad Quisiera poder ser libre en mi hogar y en mi país, mas soy prisionera de una cárcel de concreto material: mi casa. En ella tengo de todo, menos libertad de expresión y corporal. Mi condena es conseguir un título profesional, ese simple papel sin valor real para mí, que deberé entregar a mi carcelera materna para conseguir mi querida y ansiada liberación. Sin embargo, aún me quedan muchos años de condena y prisión familiar que acepto voluntariamente para evitar escuchar los consabidos sermones: “queremos lo mejor para ti y que seas mucho más que nosotros”. Ellos pretenden vivir sus vidas a través de la mía, pero yo también tengo deseos, aspiraciones y quiero salir adelante en las metas que me he trazado. Aspiro a ser una mujer íntegra, trabajadora, responsable y consecuente, pero si esta cárcel me vigila, me coarta lo que hago y me asfixia, jamás conseguiré mis sueños y al final diré que soy un fracaso de ser. Abril 14, 1984 ETY ETY fue un seudónimo que usé dos años para firmar lo que escribía. Durante el día, mi papá escuchaba Radio Cooperativa y su locutor estrella Sergio Campos. Lo mío era la canción protesta y los cantores populares como Víctor Jara, Violeta Parra, Quelentaro, Cristina González, Eduardo Peralta y otros más. A esta lista sumaba los extranjeros Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Viglietti, Piero. También entre los grupos musicales debo destacar a Inti Illimani, Illapu, Quilapayún, Sol y Lluvia y Transporte Urbano.

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A pesar del tiempo y el polvo acumulado, esos fieles casetes todavía suenan y en algunos casos, la tecnología los ha transformado en discos compactos. La dictadura nunca pudo con la creación: la música, la literatura y la radio fueron importantes aliados en nuestra lucha contra el tirano. Balas y decretos silenciaron vidas, programas informativos o libros, pero siempre quedó una semilla que germinó al calor de una fogata, de un mimeógrafo o de una guitarra.

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RITOQUE Y TEJAS VERDES Los amigos de mis padres que les brindaron trabajo en los años de las vacas flacas, nos invitaron el verano de 1975 a su cabaña en el balneario de Ritoque, en la quinta región. Era una casa de madera en la loma de un cerro y tenía vista al mar. A sus espaldas había un bosque de pinos y terrenos donde los animales pastaban. Abajo, un campo de concentración, pero yo no lo supe hasta mucho después. Mami, vamos a jugar con Carlos y Paola allá atrás. Tengo siete años, voy vestida con una falda roja y calzo sandalias. Mi amigo es el hijo de los dueños de casa y Paola es la hija del cuidador. Partimos de excursión, buscamos aventuras y queremos encontrar un tesoro. Hay muchas vacas. Pasamos por entre los cercos y espiamos los patios de los vecinos. Queremos entrar a mirar una casa a medio construir, pero hay un hombre dando vueltas por el lugar. Hacemos equilibrio entre los tubos del alcantarillado y salimos a campo abierto. Un toro nos persigue, echamos a correr. Nos subimos a un árbol. Pasa el tiempo y el animal no se va, sigue abajo esperándonos. Lo insultamos, le tiramos hojas, lo escupimos. Ya no es divertido este juego. _ ¡Papáááá!, ¡Don Jorgeeeee! ¡Ayúdenoooooos! El papá de Paola nos escuchó y vino en nuestro auxilio. Carlos y yo le pedimos que guardara el secreto por favor. Lo hizo, claro que antes nos dio un tremendo sermón de lo peligroso que era andar por allí haciendo travesuras. Cuando regresé con Carlos a la cabaña, nos cruzamos con un militar vestido de azul. Nos preguntó 31

si éramos nosotros los que habíamos gritado y le contestamos que si. No recuerdo qué nos dijo, aunque sé que él me intimidó mucho más que el toro, que finalmente resultó ser una vaca curiosa, como nosotros tres. Siete años más tarde empecé una aventura distinta, la búsqueda de la verdad: saber lo que había pasado en Chile después del Golpe de Estado. Recurrí a los libros que circulaban en forma clandestina, interrogué a mis tíos que eran militares, le pregunté a mi papá qué había en Ritoque, indagué con mis amigos y conseguí hacerme una imagen de lo ocurrido. Me juré no ir al Estadio Nacional, hasta que allí no hubiera una ceremonia de desagravio y homenaje, dedicado a quienes -en esos camerinos y canchas- sufrieron la tortura y la muerte. El gobierno de transición de Aylwin realizó el acto y estuve presente con mis amigos y compañeros. No puedo evitarlo, tengo un nudo en la garganta, mis ojos se humedecen y la primera lágrima cae. Con Carmen estamos tomadas de la mano, el nombre de su tía figura en la lista de los Detenidos Desaparecidos que va pasando en la pantalla gigante. Una señora está bailando la Cueca Sola en el medio de la cancha. Alguien grita en la tribuna: “Compañeros Detenidos Desaparecidos”, ¡Presente! respondemos las ochenta mil voces allí reunidas. Entre mis doce y catorce años iba a la piscina del regimiento de Tejas Verdes, donde dos tíos eran suboficiales mayores del ejército. Cuando me enteré que ahí también hubo un centro de detención y tortura, no fui nunca más, y a ellos, los acosé con preguntas. Uno calló, el otro me contó la verdad. Del regimiento salían los helicópteros mar adentro y desde el aire tiraban los cuerpos de los detenidos con el vientre rasgado para que no flotaran. 32

De esa forma no habría evidencias: sino no hay cuerpo, no hay crimen. El 5 de noviembre de 1985 en un momento de desesperación, de angustia y de cansancio escribí: “¿Hasta cuándo nos torturan? ¿Hasta cuándo nos humillan? ¿Hasta cuándo nos reprimen? ¿Hasta cuándo sufrimos por su culpa, dictador? Deje ya de reírse, déjenos en paz, váyase de una vez por todas para vivir con tranquilidad. Retire sus helicópteros, saque sus tanquetas, no gaste sus balas en matar a inocentes, gástelas en usted y su tropa de generales por maricones y cobardes. Entienda que nos cansó, comprenda que no lo soportamos. Ya no nos tragamos sus mentiras y mucho menos, sus autoatentados.” Pinochet con su dictadura me siguió amargando la vida. Le seguí escribiendo cartas, que nunca le envié; seguí rayando los muros de la ciudad; seguí tapizando las calles con panfletos; le deseé la muerte millones de veces y le pedí a los dioses del Olimpo que le hicieran lo mismo que él le hacía a mi pueblo. Me envenené de odio contra su persona y hasta el día de hoy no perdono ni olvido.

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TOQUE DE QUEDA El año 1976 subí por primera vez a una ambulancia. Tenía ocho años. Ese tiempo era aún de muchas carencias económicas en mi casa y por desgracia yo enfermé. Mi mamá me llevó entonces donde mi tía Eliana, para que ella me cuidara mientras mi vieja trabajaba. Tengo frío, estoy tiritando, doy saltos en la cama. Me toman la temperatura y tengo más de cuarenta de fiebre. Todos están preocupados, dicen que hay que hacer algo, tienen que llevarme al hospital, pero ya hay toque de queda. Mi primo Lucho sale a llamar la ambulancia. Se demora, estoy congelada, me retuerzo entera y no puedo dejar de agitarme, toso fuertemente y el pecho se me dispara en mil pedazos, me cuesta respirar, siento que me muero. Por fin llega la camioneta blanca. Tiene máquinas y tubos raros, no sé qué cosas son. Un hombre conversa con mi mamá, le hace preguntas sobre mí, no logro seguir la conversación… me duele todo el cuerpo. Mi primo me toma las manos. Hemos llegado, dice una voz ronca. Me bajan en una camilla y entro a una pieza con luces muy potentes, hay hileras de camas angostas pegadas al muro. Una enfermera me pone un termómetro en mi trasero, me duele, me molesta. Mi mamá trata de tranquilizarme, le dicen que tengo demasiada fiebre y que me van a envolver en sabanas húmedas, ella se niega y pide que me vea un doctor. Finalmente llega una mujer que me trata con dulzura y me examina, le dice a mi madre que tengo bronconeumonía, que estoy grave y tienen que ponerme penicilina. Agrega que debemos irnos a la casa, que lo siente mucho, pero no hay camas libres para dejarme en el hospital. Mi mamá asustada le pregunta ¿cómo vamos a volver a esta hora?, hay toque de queda. Ella con una mueca le ofrece un salvoconducto.

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Nuevamente Lucho sale en mi auxilio y consigue que un chofer de liebre -que también ha traído a alguien a la postanos lleve a la casa. Subimos, todo está oscuro y muy helado, es invierno. El trayecto lo hacemos en silencio. Mi madre me lleva en brazos, procura darme calor. Disimula, pero siento su angustia… En mi juventud entendí bien lo que significaba la frase ―el toque‖ pues con regularidad -en momentos de protestas- fue instaurado nuevamente, y con los famosos estados de excepción, era como volver a los primeros años del golpe militar. A pesar de ello, los años habían logrado vencer el miedo y muchas puertas se abrían para el que iba arrancado o necesitaba refugio. En una de las primeras jornadas de protesta nacional del año 1983, bajó por avenida Ovalle, una marcha con gente que iba a protestar a Santa Rosa. Yo estaba en la calle con mis amigas y mi hermano, que en ese tiempo había vuelto a vivir en casa. No lo pensamos dos veces y nos unimos al grupo. Íbamos entusiasmados cantando: “y va a caer, y va a caer.......” cuando de pronto alguien gritó: ¡los milicos! Echamos a correr por entre los pasajes y a nuestras espaldas oíamos los tiros de fusil. Ellos habían salido con tanquetas a la calle y nosotros…, sólo portábamos el arma de nuestras voces. Cuando logramos regresar a la casa, mis viejos y los padres de mis amigas estaban muertos de temor. Nos retaron y nos castigaron, pero igual seguimos por esa noche —en la esquina de nuestro pasaje— protestando a nuestra manera. Éramos unas niñas de quince años y no teníamos ningún interés en seguir creciendo bajo una dictadura. A mi hermano lo retaron más que a mí por ser mayor y no cuidarme, y a la vez por fomentarme el espíritu revolucionario.

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En 1987, con un grupo de amigos decidimos hacer una fogata, ellos colocarían los neumáticos y yo llevaría la molotov para encenderlos. Al aproximarme a la barricada, que ya estaban levantando, observé que unos hombres se acercaban también al grupo. Supuse entonces que nos venían a ayudar, sin embargo alguien me gritó: ―¡chica, arranca, son sapos!‖. Atravesé la cancha corriendo y escuché el ruido de un balazo. Mi corazón latía aceleradamente empujado por la adrenalina y la carrera. Gracias a mis amigos me salvé de una paliza, pero ellos quedaron con cortes en el cuero cabelludo y múltiples hematomas en el cuerpo, producto de los golpes de esos infiltrados. Muchas de esas jornadas se saldaron con varios muertos, heridos y detenidos y siempre fue peor cuando los milicos estaban en la calle. El toque de queda marcó la vida de miles de chilenos.

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VENEZUELA El año 1977 se inició para mi familia el despegue económico, gracias a un país que nos acogió y brindó trabajo a mi papá. Un día, un vecino contó que en la parroquia estaban inscribiendo para ir a trabajar al extranjero. Mi papá, que ayudaba a un amigo en una tienda de abarrotes, no lo pensó dos veces y se anotó como plomero. Era una firma alemana que construiría en Venezuela una siderúrgica. En mi casa la recesión había hecho mella, se habían vendido los electrodomésticos y mi mamá limpiaba la casa de una amiga por la comida para nosotras, y unas cuantas monedas. Al cabo de unas semanas mi padre fue contratado, le dieron dinero para que sacara el pasaporte y le entregaron un boleto de avión. El final del túnel se vislumbraba y una nueva vida comenzaría en Puerto Ordaz. Mi viejo fue elegido en el avión, delegado de los chilenos. Él siempre fue un hombre de hablar bonito y que inspiraba confianza. No obstante, como nunca falta el envidioso, en cuanto llegaron y se presentaron a los jefes alguien denunció que él no era plomero sino sastre, entonces los ingenieros de la obra lo mandaron a llamar. Mi papá lo confirmó, pero les dijo que tenía una mujer y una hija que alimentar en Chile y que contaba con dos manos para trabajar en lo que fuera. Cuál no sería la sorpresa del grupo cuando salió investido de esa oficina como Jefe de Mantenimiento del Personal. A los dos meses nos mandó a buscar y en nuestra casa se quedaron viviendo mis abuelos. 39

La firma le entregó una vivienda completamente amueblada y puso una camioneta a su disposición. Yo comencé a ir a un colegio privado chileno-argentino, y la vida nos dio un giro de 180 grados. Los domingos íbamos al río Orinoco, a las ruinas de los jesuitas, a Upata, a Castillito y otros lugares cuyos nombres he olvidado. Solíamos hacer asados y celebrábamos cuanto hubiera por festejar. El primer 18 de Septiembre se hizo una fonda en el campamento donde vivían los chilenos solteros. Los que habían logrado traer a sus familias arrendaban casas o departamentos en la ciudad. Las mujeres se encargaron de cocinar las empanadas y no faltó el vino chileno y el pisco que traían los recién llegados. Las banderas adornaban el lugar y hasta la prensa local llegó a tomar fotos del acontecimiento. A los niños nos hicieron volantines y también la rayuela y la brisca estuvieron presentes. El mes de diciembre cumplí diez años y lo celebré en una hermosa fiesta de disfraces, con mis amigos de la escuela que eran de distintas nacionalidades. En febrero de 1978, los amigos venezolanos de mis padres me invitaron a participar del carnaval de Puerto Ordaz. Era todo un acontecimiento en la ciudad, y la gente se volcaba durante un fin de semana a la calle a divertirse y a apoyar a sus comparsas favoritas. La nuestra estaba integrada únicamente por niños, éramos ―Los Diablitos de Puerto Ordaz‖, ya que nuestros disfraces eran de diablos y diablas. La combinación roja y negra me asentaba muy bien. En las manos portábamos un tridente, en la cabeza un gorro de fieltro con dos cachos negros y en los ojos un antifaz de raso rojo, como el resto del traje, adornado con lentejuelas. Durante dos semanas estuvimos 40

ensayando los pasos y coreografías, los gritos y las mejores sonrisas para la prensa. Éramos cerca de cincuenta integrantes. Nuestros padres nos acompañaron durante el trayecto largo y caluroso- de la avenida principal de la ciudad. Íbamos entre grupos de timbales y bailarinas con plumas, igual que en el Carnaval de Río de Janeiro. Obtuvimos el primer lugar en la categoría infantil, nuestras caritas de diablillos ocuparon la primera página de los diarios locales. La fiesta para celebrar el triunfo fue grandiosa y durante días fuimos reyes en nuestras casas y en las escuelas. En mi memoria conservaba este tipo de sucesos en Chile, pero no podía situarlos en el tiempo. Retornamos a Chile de vacaciones en diciembre de 1978, pero supongo que la nostalgia del país fue más fuerte que el bienestar económico, y con el dinero que mis padres ahorraron recomenzamos nuestra vida en Santiago y ya no regresamos a Venezuela. Mis abuelos se quedaron a vivir con nosotros y construyeron una casa prefabricada en el patio trasero de la nuestra, y fue así como disfruté de ellos hasta que murieron. Mi viejo rearmó su taller y se compró una citroneta, mi vieja recuperó sus artefactos eléctricos, y a mí me matricularon en sexto año básico. Los primeros días de clases fueron muy difíciles, por un lado porque yo traía una mezcla rara de acentos entre argentino, venezolano y chileno y por otro, porque el curso era demasiado grande: en Venezuela éramos sólo doce alumnos en el salón y aquí treinta y cinco.

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Sentí el vacío y el rechazo de mis compañeras. Ellas no me querían, ni yo deseaba estar ahí. Por suerte, las cosas se fueron suavizando y con el tiempo volví a mi realidad de niña de población.

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VISITA AL CIRCO En 1980, cuando estaba en séptimo año básico, fuimos con el curso al circo que llegó a nuestro barrio. Era una carpa chica, con un par de espectáculos de malabarismo y unos perros amaestrados. Detesto el circo y no entiendo cómo me dejé influenciar y vine, pero ya estoy aquí y tengo que asumir. Me aburro como una ostra. En la galería contigua hay un muchacho que me observa, yo también lo miro…, me pongo nerviosa. El día afuera está soleado, ya es primavera y presiento que me acaba de ocurrir lo que a Bambi. Es de mi escuela, lo sé por la insignia de su chaqueta, es la primera vez que lo veo, porque los hombres van en la mañana y las mujeres en la tarde. Tiene el pelo castaño claro y lo encuentro lindo. Por fin ha terminado el fastidio de los payasos. ¿Qué tiene de divertido darse patadas y cachetadas y hacerse los tontos? Estamos saliendo y mi corazón empieza a latir a mil por hora, el joven que me miraba camina hacia mí, ¿qué hago? —Hola, ¿cómo te llamas? — ¡Ah! Hola, me llamo Rossana ¿y tú? — Me llamo Marcelo ¿en qué curso estás? Y así tras una seguidilla de preguntas y respuestas, me acompañó a mi casa y se ofreció a ir a buscarme al colegio al día siguiente. Se despidió con un beso en la mejilla, y yo entré flotando a mi casa; todo era maravilloso. Él fue el primer muchacho que me pidió pololeo. Por supuesto no acepté, aunque me moría de ganas de hacerlo, pero en mi casa no me habrían dado permiso. Seguimos viéndonos unas cuantas veces e 43

incluso en la época del liceo nos encontramos en algunas ocasiones en la calle o en la micro, pero lo nuestro no pasó de ser un beso fugaz y primaveral. En ese entonces no sabía del Vía Crucis que habría de recorrer frente a mis padres, hasta conseguir el verdadero amor por el cual luché hasta vencer. Del mismo modo, mi pueblo tuvo que pelear contra la dictadura que ese año le impuso una nueva Constitución, que aseguraba a Pinochet en la Moneda hasta marzo de 1990 y le concedía el derecho de ser senador vitalicio.

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EDUARDO FREI MONTALVA El penúltimo presidente constitucional de Chile -antes del Golpe de Estado- fue Eduardo Frei, líder de la Democracia Cristiana. Gobernó de 1964 hasta 1970. Él fue opositor al gobierno de Salvador Allende y partidario del Pronunciamiento Militar, al cual criticó duramente a medida que pasaban los años. El 27 de agosto de 1980, en un acto en el teatro Caupolicán, dio un discurso en contra de la Constitución propuesta por Pinochet. En mi casa, mi papá conservaba la bandera de la DC, y tenía una insignia que usaba en la solapa de su chaqueta, en su época de militancia activa al interior del partido demócrata cristiano. Con los años yo también tuve una bandera de mi partido, que mi propia mamá hizo para mí. A veces, durante las marchas y concentraciones también lucí una chapita del MIR o de la Juventud Rebelde Miguel Enríquez. Estamos en Llo Lleo, el día se anuncia caluroso y tenemos proyectado ir a la playa. Antes de salir escuchamos las noticias. De pronto los planes cambian, acaban de anunciar que Eduardo Frei ha fallecido en el Hospital Militar. Mi papá está consternado y guarda silencio. Repentinamente dice: — Ya doña Rosa arregle las cosas que nos vamos a Santiago ahora mismo. Sé lo que Frei significa para él y quiero decirle una burrada pero me retengo, debo respetar su dolor. Lo veo triste y siento que ha perdido a un guía espiritual. Hemos llegado a la casa y en el trayecto lo único que escuché fue… “los milicos lo mataron”. 45

Mi papá me llevó a la Catedral a una misa que se ofició por el descanso eterno de Frei. En cambio, a mis compañeros siempre los fui a despedir sola. Mi viejo nunca me acompañó; decía que yo buscaba complicaciones arriesgándome innecesariamente. Imagino que el mejor regalo que yo hubiese podido hacerle, habría sido entrar a la Juventud Demócrata Cristiana, pero eso…, estaba muy lejos de mi forma de pensar, yo no iba a traicionar jamás mis ideales revolucionarios. Los años hicieron correr mucha agua bajo los molinos y luego de vivir decepciones y engaños por parte de bastante gente en Chile, hoy que soy madre, procuro encauzar el carácter de mi hijo para que no se deje llevar por sus arranques, y mantenga en todo momento, un espíritu critico y abierto. Intento además, no ser tan estricta con él, como lo fueron conmigo.

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PRIMERA PROTESTA Miércoles 11 de mayo de 1983 Hola, te escribo para contarte algo que nunca antes había visto en Chile: golpear las ollas. Mi papá dice que la derecha se lo hizo a Allende. La Confederación de Trabajadores y otros grupos opositores a Pinochet, llamaron a una Protesta Nacional para hoy día, por eso no fui a clases. A las ocho de la noche había que tocar las cacerolas, y con mi mamá, en el patio, me volví loca golpeando las tapas de las ollas y el lechero. Fui con mis vecinas a ver qué pasaba en Avenida Central. Al fondo de la calle, para el lado de la parroquia y la población Yungay, se veían unas fogatas. Se escuchaban balazos y el concierto de ollas sonando, parecía una filarmónica cocinera. Amigo, ha sido una noche fantástica, lo único que lamento es que al parecer hay gente detenida y herida según las noticias del “Diario de Cooperativa”. Ojala no pase nada malo. Ahora te dejo porque es súper tarde, son más de las doce. Besitos y hasta mañana. R.C.S. Efectivamente hubo cerca de trescientos cincuenta detenidos, muchos heridos y dos personas murieron. A los pocos días, la represión se hizo sentir con fuertes allanamientos en las poblaciones de Santiago. A la nuestra, también llegaron los militares y se llevaron a todos los hombres mayores de catorce años. Mi papá tuvo que ir con todo el grupo, sentí mucho miedo por él. Por suerte, regresó junto a nuestros vecinos sano y salvo. 47

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APAGONES Durante las primeras protestas nos vimos confrontados a los apagones en las poblaciones, producidos por una bomba en los postes de alumbrado público, o porque se lanzaban cadenas a los transformadores de la luz. Eran los llamados ―cadenazos‖. Ya desde finales de 1983, se empezó a hablar de apagón generalizado a nivel nacional. El Frente Patriótico Manuel Rodríguez empleó esta táctica de hacer volar las torres de alta tensión, dejando durante horas a oscuras, las ciudades más importantes del país. Para quienes salíamos a protestar, la oscuridad nos daba cierta protección, pero una vez en casa extrañábamos la electricidad. Yo estaba acostumbrada a escribir cada noche el resumen del día y más aún cuando era una jornada de paro o movilización. No obstante, anotaba lo que me venía al cuerpo en forma de prosa o versos a la luz de una vela. Horrible ¡Qué horrible suplicio de poeta!: se tiene una idea, se quiere escribir y ¿qué ocurre?, no hay luz para ver, únicamente la claridad de la radio a batería, la vela o los dígitos de la calculadora. La noche cayó hace mucho rato. La oscuridad me acaricia, su respirar negro me excita. La luz se extinguió por un bombazo al transformador y tardará algunas horas en llegar. Estoy sola. Oigo voces a través de la radio, no las entiendo, son en dialecto extraño, foráneo. Respiro profundo, siento que me miran, es mi amado imaginario y nocturno, que me protege y asusta. 49

La gota de esperma aumenta, a la vez que la vela se consume. La llama da un resplandor pasable, pero ¿qué haremos cuando se acabe? El olor se hace insoportable, la noche cae aplastante. Las calles toman claridad, las fogatas alumbran la ciudad, las marchas, las canciones y los gritos permiten liberar, las tensiones del hambre, de la cesantía y la crueldad de esta odiosa dictadura militar. Otro escrito en una de esas noches de protesta fue el siguiente: “Se tienen ideas, se quieren manifestar pero hay una traba, es de noche y no nos podemos levantar. Nos enseñaron que la noche es para dormir, pero me pregunto cómo hacerlo si se es rondín o si se está enamorada a punto de quedar embarazada. Además cuando la consciencia te estruja con desafíos: ¡actúa tienes hambre, tienes frío, estás cesante, estás en el exilio! Ya no acepto más que se me diga “apaga la luz y duerme”, me rebelo y arranco quebrando vidrios, lanzando silbidos y gritos: ¡despierten vecinos!, hay que trabajar, salvar, edificar; dejemos el sueño para el futuro, la aurora está a punto de llegar. ¡Salgan dormilones!, esta noche tenemos que avanzar, el triunfo está cercano porque hoy no vamos a claudicar y todos juntos recibiremos a la patria nueva, la que nos sacará del inmenso letargo nacional.” Esta fue una época de panfletos, de escritos directos, sin buscarle mucha armonía o poesía a lo que hacía; me interesaba decir lo que veía, lo que quería. Soñaba con que la dictadura terminara.

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MAURICIO MAIGRET Martes 27 de marzo de 1984 ¡Hola! Ayer decretaron toque de queda a las 22 horas. Hoy es a las 20.30 horas porque se convocó a una protesta para este día, para presionar al gobierno para que deje el mando, y así con esta disposición la gente no puede salir a la calle a hacer barricadas, fogatas y marchas -como el año pasado- porque al que pillen haciendo una manifestación le meten una bala o lo llevan preso. A mí no me dejaron ir al liceo. En la noche o mañana te cuento más. Son las 10.25 hrs. El jueves 29 de marzo de 1984, un grupo armado del MIR intentó asaltar una comisaría en Pudahuel y un furgón de carabineros. En la televisión mostraron el cuerpo de un hombre ensangrentado, tendido en el suelo, cubierto con una bandera roja y negra. Era Mauricio Maigret y tenía apenas dieciocho años. El viernes 30 hubo un atentado en contra de una micro de carabineros en el paso nivel de Carmen con la Alameda. Ahí murió un policía, otros diez resultaron heridos y seis transeúntes también. Por extraña razón, estos hechos me conmovieron más que otros asesinatos y el sábado 31 anoté todo eso en mi diario. El destino, a veces teje redes que son imperceptibles hasta que caemos en ellas y entonces descubrimos nuevos horizontes. Esto me sucedió en 1990, cuando le abrí algunas páginas de mis diarios de vida a mi compañero. Mauricio había sido un buen amigo suyo, y como escarbé sin querer en heridas pasadas, me propuse hacer algo para remediarlo. Una mañana fui al Cementerio General y en el servicio de informaciones obtuve el nombre del patio y número de sepultura de la familia Maigret. Un señor 51

vestido de chaqueta y pantalón azul desteñido me acompañó hasta la misma tumba. Para no despertar sospechas, dije que el joven que buscaba había sido un compañero de curso. Llevaba un ramo pequeño de claveles rojos para dejárselos a nombre de Carlos. En el lugar, su familia había plantado un olivo, lo supe por una inscripción escrita en un papel plastificado. Le conté a Mauricio que lo conocía desde hacía muchos años, cuando vi su cuerpo tendido en una vereda, a través de la pantalla del televisor. Le dije que ahora también seríamos amigos, y que siempre le llevaría un ramillete de flores rojas. En silencio, le hablé también de la fuga de Carlos y de los otros Presos Políticos, desde la Cárcel Pública de Santiago. Le pedí por nosotros, que nos ayudara en todo y que protegiera en especial y más que nunca a su amigo de juventud. Cuando llegué a ver a mi compañero le expliqué lo que había hecho y le sugerí que cuando quisiera podíamos ir a visitar a Mauricio. Esa misma semana fuimos a verlo. Una tarde les relaté esta historia a mis padres y ellos me entendieron, me dijeron que no me preocupara y que nunca le faltarían flores en su tumba. Un día dejamos una tarjeta de presentación de mi papá para la familia Maigret, pidiéndoles que tomaran contacto con nosotros. Lo hicieron, pero mucho tiempo después, cuando mi compañero y yo, ya habíamos salido del país. Nos llamaron a Bélgica y ellos y mis padres entablaron amistad. Cuando volví a Chile por primera vez en 1995, llevé a mi hijo al cementerio para presentárselo a Mauricio, y cada vez que vuelvo al país, lo primero que hago -al salir del aeropuerto- es visitar el cementerio. Descansa en paz AMIGO, nunca te hemos olvidado. 52

ENTRE CRISTIANDAD Y DETONACIONES Domingo 15 de abril de 1984 ¡Hola! Hoy fui a misa, es Domingo de Ramos. Estuve con Natán y me invitó a un retiro espiritual para el próximo sábado, desde las nueve de la mañana hasta la una de la tarde. A la hora de almuerzo tuve que aguantar un tremendo sermón de mis papás. Les pregunté si podía hacer la Confirmación y se pusieron a decirme que eso era de puros comunistas…, las mismas tonteras de siempre, y al igual que otras veces tuve que bajar el moño y decirles que sí a todo. Me dan ganas de llorar porque no me entienden, ni confían en mí porque dicen que soy muy manejable, que soy una “tonta útil”, amigo quiero ser LIBRE. Ayer vino mi primo Lucho, estuvimos conversando y viendo diapositivas. En la tardecita fui a la iglesia, después pasé por su casa porque me grabó unas canciones bien bonitas. Allá conocí a un amigo suyo que se llama Quilo, es alto, delgado, lo encontré muy atractivo pero me pareció un poco tímido. El miércoles detuvieron al director de la revista Análisis, Juan Pablo Cárdenas, y el sábado pasado expulsaron a Jaime Inzunza, secretario general del Movimiento Democrático Popular y a Leopoldo Ortega, integrante de la Comisión de Derechos Humanos de Chile. Fueron puestos en un avión con destino a Brasil. Esa misma mañana partieron a Ecuador cuatro personas que estuvieron asiladas en la Nunciatura Apostólica durante ochenta y tres días. Se refugiaron allí porque se les acusaba del asesinato del Intendente de Santiago, el general Carol Urzúa, ocurrido el 30 de agosto del año pasado. También ese día se fue la vicecónsul de Francia por ser declarada por el régimen “persona non grata” para nuestro país, ya que ella ayudó a un mirista a salir de Chile con rumbo a Francia.

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Como ves amigo ocurrieron muchas cosas de orden político y eso que no te cuento todas: se silencia a la prensa, todo está bajo censura y el que habla más de la cuenta, es detenido por comunista o por ser opositor al gobierno, por el simple hecho de decir la verdad. El jueves hubo paro de los universitarios y una protesta estudiantil en el liceo. El curso del lado de nuestra sala comenzó a golpear las barandas del segundo piso y a gritar “y va a caer, y va a caer”, el resto de las alumnas nos unimos al coro. En la tarde cerca de cien jóvenes del Barros Borgoño irrumpieron en el liceo gritando y haciendo escándalos. En la mañana también habían hecho manifestaciones. Las profes del liceo llamaron a los carabineros y ahora están todos citados con el apoderado a la comisaría. En la noche escuché un discurso del presidente de la Democracia Cristiana, Gabriel Valdés, pidiendo Democracia para Chile y la renuncia de Pinochet. ¡Ah! Ayer en la tarde vino Miguel Moreno, estuvimos intercambiando nuestros poemas. Te escribo esto para recordarlo y poder contárselo a mis hijos, si es que llego a tenerlos, cuando se vaya Pinochet. Chao, es muy tarde y tengo sueño. Ese sábado pude ir al retiro. Cuando entramos nos entregaron una cruz color púrpura y cuando confirmamos nuestra decisión de iniciar el retiro espiritual nos dieron un círculo que decía ―únete a Cristo solo, dio su vida por el pueblo‖. Cantamos, meditamos, reflexionamos y oramos, nos acercamos a Dios. Al correr de esas jornadas me fui haciendo amiga de Quilo, pues ambos estábamos inscritos en el preuniversitario de la parroquia.

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Jueves 17 de mayo de 1984 Hola, hoy fui al preuniversitario y Quilo vino a mi casa. Conversamos un ratito solamente porque mi mamá se puso pesada y me obligó a entrar a ver la tele con ella. Anda con la lesera porque me pilló un poema donde hablo de la represión, la dictadura y otras cosas de este gobierno. El martes supe que mi profesora de ciencias sociales, la señora Vilma Abarzúa, había sido detenida el viernes en su casa, y hasta ahora no sabemos claramente dónde está. Se dijo que la tenía la CNI (Central Nacional de Información), pero aún no hay nada sobre los cargos que se le imputan o por qué fue arrestada. En los recreos y a la salida de clases se realizaron manifestaciones. Hoy los muros alrededor del liceo amanecieron rayados con sprit verde, pidiendo su libertad, lo firmaba la Resistencia. También había panfletos botados en el suelo. Ese día martes en la noche cerca de las 22:30 y hasta las 23:30 más o menos, se oyeron cerca de 30 detonaciones de bombas colocadas en bancos, postes del alumbrado público y casetas de Chilectra (Compañía Chilena de Electricidad). Hoy comenzó a regir la ley antiterrorista - que ahora pienso leer y estudiar- también se instauró el toque de queda y restricción vehicular desde las 01:00 hasta las 05:00. Como podrás darte cuenta, las cosas en mi casa y el país no están muy bien. Chao En Santiago y las principales ciudades del país, las noches se cargaban de detonaciones, estallaban bombas en el metro, en centros telefónicos, en los postes del alumbrado público, en supermercados y otros puntos estratégicos de la ciudad. En una ocasión, desconocidos quemaron una capilla perteneciente a la 55

parroquia San Pedro y San Pablo, quizás con el objeto de amedrentar a la Iglesia y a sus seguidores. El 1° de mayo de ese año se celebró en el Parque O’Higgins, a la salida hubo disturbios y enfrentamientos con carabineros: treinta y tres personas resultaron heridas y detuvieron a cerca de cien manifestantes. La represión en incontables ocasiones dejó su huella en falsos enfrentamientos o explosiones, donde las personas asesinadas eran catalogadas de terroristas que morían al intentar colocar una bomba. Muchos de esos crímenes permanecen aún impunes. Mi profesora estuvo detenida algunas semanas, y luego de su liberación siguió trabajando en el liceo, dando siempre lo mejor de si misma. Ella es una mujer muy valiente, que con su ejemplo de coraje y perseverancia marcó a todas sus alumnas.

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CANTO POPULAR El domingo 26 de Febrero de 1984, fui a un acto cultural en homenaje a Violeta Parra. Ella fue una gran folklorista chilena que se suicidó en 1967 y su herencia musical es el mejor legado para nuestro pueblo. vida:

Meses más tarde yo escribía en mi diario de

Martes 7 de agosto de 1984 ¡Hola! Hoy fue un día de sol pero muy frío. Tuve prueba de química, me fue más o menos. En la clase de música, la profe nos hizo escribir y cantar la canción “Gracias a la Vida” de Violeta Parra, y esto con referencia a la jornada por el derecho a la vida, a la que convocan los curas para el jueves. Nos dijo que pedirá que ese día toquen la canción al mediodía en el liceo, ya que una de las peticiones que se hizo para la jornada era esa: escuchar a las 12 horas “Gracias a la Vida”. Nos contó que había conocido a Violeta en el año 64 en el programa radial Discomanía de Ricardo García cuando, mi profe, llevaba una cinta con una canción de un grupo llamado Los Montañeses, que ella misma dirigía. Violeta estaba en la radio porque llevaba una canción nueva que precisamente era Gracias a la Vida, que escribió después que salió de la Posta Central donde había estado por intentar suicidarse, cortándose las venas. Violeta se la habría dedicado a los doctores y enfermeras que la atendieron, porque ellos la trataron muy bien diciéndole que la vida había que vivirla y no quitársela por muy grandes que fueran los problemas. 57

Ensayamos también los “Soñadores” y la “Rueda de la Vida”, dos canciones escritas por mi profe. Son las 23.10 y estoy acostada. Ayer se cortó la luz y fue por diversos atentados explosivos contra torres de alta tensión y postes del alumbrado público. También pusieron bombas de amongelatina en una central de ITT, en el casino de suboficiales de carabineros en Viña del Mar y en otros lugares más. La luz se cortó antes de las 21.10 y llegó después de las 23.00 horas Otra cosa, hoy mi profe de música mencionó que ella también conocía y era amiga de René Largo Farías, que ahora está relegado en el sur de Chile, porque el gobierno lo considera un agente del comunismo soviético y perjudicial para el país… querrán decir para ellos, los tiranos y dictadores fascistas. René estuvo como animador en el homenaje a Violeta al que asistí en el verano. Él venía recién llegado del exilio, después de 10 años. Es un locutor y hace poco más de un mes volvió a revivir el espectáculo “Chile ríe y canta”, que se venía realizando desde la década del 60 y hasta el golpe de estado, sin falta, según lo que yo sé. Él también animó el homenaje de los 80 años del nacimiento de Pablo Neruda. Ahora te dejo, chao. Son las 23.24 hrs. Jueves 9 de agosto de 1984 Fue un día bien agitado. En la mañana hicimos un trabajo en grupo del libro “El Principito” en la clase de filosofía, con música de fondo del pianista Roberto Bravo y de Silvio Rodríguez. En la tarde fui con mis papás a comprar y de ahí pasamos a un acto en defensa de la vida en la Catedral de Santiago. Allí gritamos consignas como: “y va a caer” o “el que no salta es Pinochet”. Las tareas a realizar hoy día en la “Jornada Por el Derecho a la Vida” eran: 58

- 1° a las 12.00 hrs. se debía cantar la canción Gracias a la Vida, yo la canté en el liceo. - 2° a las 17.00 hrs. había que asistir a la Catedral con una vela encendida o una flor. Mi mamá me pasó una vela y yo me compré un clavel en 10 pesos. Al venirme dejé la vela en un muro del correo con otras que había encendidas. - 3° a las 21 horas había que apagar las luces y reflexionar sobre un mensaje que se iba a transmitir en algunas radioemisoras; eso no lo hice. Hubo incidentes entre fuerzas de carabineros y gente asistente al acto. Hubo un muerto, varios heridos y detenidos. Acabo de terminar de escuchar la radio Moscú con su programa la Voz de Chile, radio Magallanes. ¡Ah! Hoy dos profes leyeron mis poemas. Chao. El acto a Violeta del domingo 10 de febrero del 85 no se realizó como debía ser. La represión de carabineros en el Parque O’Higgins lo hizo casi imposible. Detuvieron gente y lanzaron bombas lacrimógenas. Cuando menos la radio Chilena y su programa 100% latinoamericano no fue censurada y le rindió un homenaje a Violeta con canciones interpretadas por ella y otros cantantes. En muchas ocasiones fui a peñas y actividades culturales, en las cuales el canto de Víctor Jara siempre estuvo presente. Los milicos pensaron que matándolo iban a destruir lo que él era y pensaba, pero estuvieron muy 59

equivocados. Sus canciones y su muerte fueron motores en las vidas de muchos jóvenes que -como yo en esa época- se inspiraron en su ejemplo. Cantarle al pueblo, a las cosas simples de la vida, a los trabajadores, a todo aquello que conforma una nación no puede ser delito, pero bajo el régimen de Pinochet, muchas cosas fueron censuradas y entraron a formar parte de listas negras. En aquellos años, la música popular era sinónimo de oposición al régimen y muchos actos culturales, artistas y escritores se vieron relegados y marginados en muchas partes. Sólo algunas radios se mantuvieron firmes, coma Radio Cooperativa, Radio Chilena, Radio Galaxia, Radio Umbral, que dieron paso a la cultura musical y fueron puerta y voz de escape para cientos de voces. También los diarios Fortín Mapocho y La Época, y las revistas Apsi, Análisis, Cauce y la Bicicleta, eran medios de expresión popular y de verdad. La iglesia ponía lo suyo con el boletín Solidaridad. Los partidos políticos, aunque proscritos, desde la clandestinidad difundían lo que en Chile pasaba. Era el caso de ―El Rebelde‖, del MIR y ―El Siglo‖ del Partido Comunista. El MDP (Movimiento Democrático Popular), creado para aglutinar las fuerzas opositoras a la dictadura y conducir la lucha por la democracia, tenía sus panfletos o boletines informativos. El que no quería ver la verdad, no era por falta de medios, sino por estar de acuerdo con un sistema dictatorial, que le era propicio y que justificaba con su miedo al ―monstruo del comunismo‖ o la vuelta a la época de Allende.

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LA JUVENTUD SOCIALISTA En 1984 decidí tomar un papel más protagónico en la conquista de la democracia en mi país: acepté la invitación de Quilo para formarme políticamente y asumir una militancia. Una compañera de curso y yo, nos apoyábamos mutuamente en las lecturas de documentos y comenzamos a participar en pequeñas actividades en el liceo, con un núcleo de estudiantes socialistas. Rayábamos los baños con consignas referentes al centro de alumnos, tirábamos panfletos para las protestas y en una ocasión planificamos sacar el escudo de la entrada del liceo y colocar un lienzo con el lema ―FUERA PINOCHET‖. Sin embargo, llegado el momento de nuestra acción debimos anularlo. Esa mañana me torcí el tobillo, se me hinchó el pie y me costaba caminar. Finalmente, abandonamos la idea. En el verano participé por un tiempo con los jóvenes socialistas de mi población en un centro juvenil. Una noche, les leí una reflexión que escribí pensando en torno a las distintas tendencias socialistas. Tener conciencia socialista, significa ser hombres justos, que respetan las diferencias, ser hombres que buscan el bien común. Vivir como socialista demanda practicar aquello que se predica, implica cosechar lo sembrado, ordena cuidar lo ganado. Ser socialista requiere dejar de lado el personalismo, implica aprender a vivir con el resto de la comunidad y por ende considerarla como pilar fundamental de nuestra nueva sociedad.

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Ser socialista requiere trabajar adecuadamente para lograr el pleno desarrollo del estado, precisa dar horas de sueño para conseguir una buena educación. Ser socialista obliga a tener clara conciencian de que únicamente triunfaremos si todos nos volvemos un solo cuerpo cobijado bajo una misma bandera. Ser socialista es poder amar y defender la vida, poder comprender a la pareja y ser sinceros en todas las expresiones de amor. En consecuencia ser socialista, es sentirse un ser humano dispuesto a recorrer caminos difíciles para conseguir el máximo bienestar económico, social y cultural para la comunidad. R.C.S. Mi paso por la JS fue corto –poco más de un año y medio- porque no respondía a lo que deseaba como método de lucha contra la dictadura. Preferí seguir libre y actuar a mi manera en lo que pudiera. Quilo siguió siendo mi amigo, continuamos hablando de política y en un momento determinado separamos aguas y caminos. Lo volví a ver en el primer viaje que hice a Chile, él estaba visitando a las presas políticas al igual que yo. Lo divisé al fondo de la cancha techada de la Cárcel de San Miguel, le hablé, nos reconocimos y nos dimos un fuerte abrazo. Me acompañó a la casa de mis viejos y conversamos hasta tarde, de tantos años y experiencias vividas.

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EL TATA ESTEBAN Y ANDRÉ JARLAN Me bauticé a los ocho años y tuve la suerte de elegir a mis padrinos. Mi padrino fue el marido de mi tía Eliana y mi madrina, su hija, María Eliana. Escogí el modelo de vestido: rosado, largo y de encajes, que mi mamá confeccionó para mí. El cura fue el Tata Esteban y la iglesia la Parroquia San Pedro y San Pablo. He entrado en la capilla y me siento como una novia chiquitita. Mis padres están a mi lado, se ven felices y juntos. El resto de la familia me acompaña. Hay más personas esperando como nosotros con sus bebés para ser bautizados. Somos un mismo pueblo y no hay distinciones, todos vamos juntos en el mismo barco y recibiremos a Dios en conjunto. El cura me dice que estoy muy grande para que me tomen en brazos, pero que todos los niños deberían tener la posibilidad que yo tengo de saber lo que hago y entender lo que voy a recibir; no como es la costumbre, de dejar a la guagua durmiendo y empezar la fiesta sin que el interesado tenga algo que decir, disfrutar o recordar. El tata Esteban es una cura a todo dar, muy humano y que comparte todo con los suyos. La ceremonia ha terminado y ahora vienen las fotos. Me pongo en distintas poses y doy mi mejor sonrisa al fotógrafo. Ya nos vamos a casa a celebrar mi bautizo y el cumpleaños de mi madrina, que celebra sus dieciocho años. Es una noche fría y ha llovido un poco. El Padre Esteban era lo que llamaban un ―cura obrero‖ y para la dictadura era el mismo demonio, porque decía la verdad. Él hablaba en misa de lo que nadie se atrevía a contar, pedía por los cesantes, por los presos, por los que sufrían apremios, por los muertos, por todo aquel que necesitaba ser escuchado por Dios. 63

Mantuvo siempre abiertas las puertas de la iglesia, y dio espacios preciosos para generar y desarrollar ideas en torno a nuestra situación como población y país. Con él me confesé por primera vez, luego de finalizar un ayuno que había pedido la Iglesia, por la paz y la reconciliación. Viernes 23 de noviembre de 1984 ¡Hola!, Hoy me confesé por primera vez ante un sacerdote, fue el padre Esteban Gumucio. Cuando fui a la iglesia cerca de las 18 horas a rezar el Rosario, por el día de ayuno, llegó el “Tata” y en mí nació el impulso de confesarme; le pregunté si era posible y me respondió que si. Le conté que no le decía toda la verdad a mi mamá y otras cosas más, me absolvió y como penitencia me dejó que rezara al Señor la oración que más me gustaba. Mientras lo hacía, llegó Jaime, quien me invitó a conversar a una casita muy linda y acogedora, que hay al fondo de la parroquia. Me propuso que firmara una petición para el retorno a Chile del Vicario de la Solidaridad Ignacio Gutiérrez, ya que la dictadura le tiene impedido el ingreso al país. El martes 4 de septiembre de 1984, se había iniciado una jornada de dos días de Protesta Nacional y esa noche, en la población La Victoria, una bala bien dirigida dio en el cuerpo del sacerdote francés André Jarlan.

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Sábado 8 de septiembre de 1984 ¡Hola! Hoy salí a andar en bicicleta con Luis Bastías y Miguel Mejías. Fuimos a la población Yungay. Mi papá le vendió una casaca a Luis. El padre Jarlan fue despedido ayer viernes en la Catedral de Santiago. Ésta se hizo pequeña para recibir a tanta gente. Mi mamá y yo fuimos también al centro, para participar de la misa, pero nos quedamos en la Plaza de Armas, había cualquier cantidad de gente. Las calles aledañas estaban igual colmadas de personas que venían a rendir un homenaje a un cura de verdad. Luego de la misa comenzaron los gritos y manifestaciones contra la dictadura y la policía que amedrentaba con sus micros, sus carros lanza agua y su vestimenta de guerra. Su odio actuó con la furia de costumbre. El miércoles en la noche, hubo más fogatas que el martes, apedrearon una micro de pacos y la luz estuvo cortada por un rato. El resultado de estos dos días de protesta fue: nueve personas muertas, alrededor de setenta heridos y más de doscientos detenidos. A los estudiantes universitarios les dieron vacaciones adelantadas Hoy vi un mono de trapo que simulaba a un paco, estaba colgado en un poste de la calle Linares con Serena. Mañana voy a misa. Chao.

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El mensaje de la misa del domingo 9 de septiembre de 1984 decía: “La verdadera paz se funda sobre cuatro pilares que son la justicia, la libertad, el amor y la verdad, y mientras no exista eso, no se podrá hablar de un ambiente de paz”. La pequeña capilla donde me bauticé, se convirtió en los años 80 en una biblioteca y los curas consecuentes con el mensaje cristiano, siguieron cada vez más comprometidos con la causa de la Democracia en Chile. También otros sacerdotes -durante esos años de locura- fueron flagelados, expulsados del país, relegados o simplemente asesinados o desaparecidos, por estar al lado del pueblo.

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MARZO HOMICIDA Domingo 31 de marzo de 1985 ¡Hola! Hoy es Domingo de Ramos y fui a misa. El viernes 29 de marzo secuestraron a un profesor del colegio Latinoamericano de Integración y a un apoderado. Balearon a otro profesor que intentó impedir la detención. El asunto concluyó el sábado cuando fueron encontrados degollados cerca del aeropuerto Pudahuel, junto a otro hombre desaparecido desde el jueves y que fue detenido en la calle; ellos eran Manuel Guerrero, José Manuel Parada y Santiago Nattino. Además de esto, arrestaron a cuatro profesores miembros de la AGECH (Asociación Gremial de Educadores de Chile), los que después fueron liberados. También el sábado se supo de la muerte de una presunta extremista en el Arrayán, a la que le encontraron un arsenal. Ese mismo día se notificó de un supuesto enfrentamiento, en las Rejas, entre dos muchachos con carabineros. Según la versión oficial, “los subversivos” no obedecieron la orden de ¡alto! y dispararon contra la policía. Ellos eran hermanos. Fueron seis muertes trágicas a manos de agentes del gobierno. Hoy en la Catedral hubo incidentes porque la gente salió a la calle a exigir justicia, por la muerte de las personas asesinadas. Hubo cinco heridos en las manifestaciones. Un grupo de la oposición había hecho un llamado a protesta para el miércoles, pero no resultó. Eso sí, la noche del martes pusieron dos autos-bomba en el diario La Nación y en otro edificio. Nueve personas resultaron heridas. Chao. 22:04 hrs. 67

Desde entonces, el 29 de marzo es considerado como el ―día del joven combatiente‖, en recuerdo de todos los jóvenes que fueron asesinados durante del dictadura. La muchacha asesinada esa noche era Paulina Aguirre Tobar y los jóvenes eran los hermanos Rafael y Eduardo Vergara Toledo, los tres militantes del MIR. En aquella época, todo el que manifestaba su oposición al dictador -mediante diversos métodos de lucha- era considerado como subversivo o terrorista. La otra gran matanza cerca de una fiesta religiosa fue la de Corpus Christi, conocida también como Operación Albania. Ocurrió en junio de 1987. La CNI asesinó a doce jóvenes militantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez en falsos enfrentamientos. Un año más tarde anoté en mi diario: He muerto para nacer ―Mi muerte ocurrió una noche de agosto bajo un cielo estrellado. La causa fueron dos balas en la espalda que perforaron mi pulmón izquierdo. Caí al suelo y me desangré. Es así como he muerto para nacer. Mi cuerpo lo han subido a un furgón del Instituto Médico Legal que ha dado veloz marcha a un frigorífico. Allí siguen unas fotografías más y luego de unas largas horas han identificado mi cadáver. Se llamaba, ha dicho un oficial de gris, Constancia Inocente de Terror y Muerte, sin domicilio preciso y sin familiares aparentes. Ficha enésima y a fosa común. Y así mi cuerpo se fue a un hoyo pero yo nací esta vez para vivir.”

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DECLARACIONES DE ANDRÉS VALENZUELA Lunes 17 de junio de 1985 Ahora en la noche leí las declaraciones de Andrés Antonio Valenzuela Morales, tarjeta de identificación militar N° 66.650 válida hasta el 3 de septiembre de 1986. Las había escuchado tiempo atrás en la radio Moscú. Hoy recibí la reproducción completa que se hizo en el diario de Caracas los días 6,7,8,9,10 de diciembre de 1984 sacada por la Comisión de Derechos Humanos Chilena. Hoy tengo la oportunidad y el valor de escribirte los nombres que este hombre confesó. Delatores y represores: Carol Flores: informante, detenido en agosto de1975, liberado después de unos meses y desaparecido desde mayo de 1976 Roberto Fuentes Morrison: represor, apodado “El Wally”. René Basoa: informante, fallecido. Miguel Estay: informante, apodado “El Fanta”. Que los juzgue Dios. Detenidos Desaparecidos y Ejecutados Políticos: Retamales: prisionero. Arturo Villavela Arauco: prisionero, caído en un tiroteo. Molina: mirista, murió en un tiroteo. Muchacha rubia, novia de un karateca del MIR, era de buena situación económica. Víctor Castillo Toro: karateca, prisionero.

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Camarada Díaz: 50 años, medio canoso, bajito, contextura regular, fallecido. Miguel Rodríguez Gallardo: Quila, de mucho valor y entereza, fallecido. Jury: joven, fallecido de una bronconeumonía fulminante sin atención médica. Ricardo Weibel: detenido el 26 de octubre de 1976, fallecido. José Weibel: miembro de la Comisión Política del PC, fallecido. Amigo, hay más nombres pero no puedo seguir, me siento mal, pienso que es morboso o de mal gusto lo que hago. Sé que te escribo todo para tener una memoria histórica, pero esto es por ahora demasiado para mi alma. Carlos Contreras Maluje es el último porque su caso me afectó mucho. No sé por qué te escribí todo esto si nadie lo va a leer aparte de nosotros dos y en el futuro mis hijos quizás. Aunque sepa quiénes fueron los Compañeros Detenidos Desaparecidos, no puedo hacer nada para encontrarlos y tampoco nada en contra de los represores o informantes. Espero obtener el perdón de Dios y que ellos descansen en paz, y aunque no lo creas, al leer su historia en la confesión de Andrés Valenzuela, siento que los conozco; me los imagino en los hombres de hoy. Ellos siguen viviendo en la mente de aquellos que los conocieron y ahora en la de quienes aprendimos sus nombres a través de este trágico relato. Hoy fue levantado el Estado de Sitio. Amigo, tengo miedo de dormirme, esta lectura me puso nerviosa y de por sí, ya lo estoy desde hace días, me asustan los ruidos extraños y de nada me sobresalto y grito. Hoy por ejemplo, en la mañana al prender la luz de mi pieza, el interruptor hizo un ruido y grité. La semana pasada hubo un temblor, se cortó la luz y enseguida salí a acostarme a la cama de mis papás. 70

Estoy mal de los nervios, mi estómago se está resintiendo, las comidas se demoran tanto en ser digeridas, que quedo con dolor por varias horas. El sueño es lo único que me calma. No sé qué sucede conmigo. Creo que estoy retrocediendo, volviendo a caer en miedos lesos. No hago nada para temer a la CNI o a otros organismos represores del gobierno, creo que temo a las cosas sobrenaturales. Las explosiones me desequilibran entera. Después de rendir mis pruebas quedo mal, hoy me sucedió en matemáticas. Espero superar esto, no quisiera volverme loca. Estoy escuchando un especial de “The Commodores”. Chao amigo y ojala vuelva a la normalidad pronto, un beso. Rossana. No recuerdo en que momento se terminó este miedo, pero volví a ser la de siempre. Pienso que me ayudó ir a una vigilia en la parroquia. Esa noche proyectaron el vídeo ―Andrés de la Victoria‖, basado en el asesinato del padre André Jarlan; mostraba la vida en la población La Victoria durante las protestas y en otros momentos.

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A propósito de todo lo que vivía, escribí lo siguiente, luego de una manifestación callejera. Una lágrima de cera Por los Detenidos Desaparecidos, Una lágrima de sangre Por los asesinados, Una lágrima de dolor Por los torturados, Una lágrima de espera Por los exiliados, Una lágrima de hambre Por los cesantes, Una lágrima de clamor Por la opresión, Mil lágrimas sinceras Por las familias chilenas, Mil lágrimas vertidas Por la nación entera, Por la patria nueva Es terrible tener miedo, pero más espantoso aún es no poder superarlo. Chile supo vencer el temor y luchar por su dignidad y la verdad.

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LA RENUNCIA DE MENDOZA Viernes 2 de agosto de 1985 ¡Hola! Hoy fue un día totalmente combativo y emocionante. En el centro hubo enfrentamientos entre carabineros y civiles. Yo grité contra ellos y arranqué varias veces del guanaco con mi mamá. Gritábamos: “asesinos, pacos fascistas son los terroristas; y va a caer etc.”. Algo importante, el General en jefe de Carabineros e integrante de la Junta presentó su renuncia, la qué fue aceptada. Hace pocos minutos, ahora son las 22:55, asumió Rodolfo Stange. Los jóvenes estudiantes se enfrentaron a los pacos y les pegaban. La Alameda fue cortada como cuatro veces con fogatas y barricadas. Tiraron una bomba lacrimógena cerca de mi y mi mamá, que nos hizo llorar y hasta casi vomitar. Pasadas las 21.30 nos vinimos a la casa. Fue una acción excelente, el pueblo y la juventud principalmente, se unió y se lanzó a la calle, a la Alameda del compañero Salvador Allende. Hasta pronto, amigo, y descuida: ¡Venceremos! Mendoza renunció como jefe de la Institución de Carabineros luego de que dos carabineros fueron declarados reos por falsificación y otros doce, fueron dados de baja con los anteriores. Dos generales renunciaron también.

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Viernes 9 de agosto de 1985 Hoy ocurrió lo siguiente: En la mañana cantamos “Gracias a la Vida” en el liceo en el acto por la vida. En la tarde, después del preuniversitario fui a encontrarme con mi mamá en el centro. En la noche, ya en casa, salí a la avenida Santa Rosa, con mi mamá y mi tío Gabriel. Allí había numerosas fogatas en el paradero 19 y 17. También se cortó la luz. Mientras mirábamos las barricadas, con otro grupo de personas, en un determinado momento se oyó gritar: —“¡los pacos!” — y todos salimos huyendo, pero fue falsa alarma. Había harta gente, más la que venía en una marcha. Pasado el peligro regresamos a Santa Rosa y nuevamente volvieron a gritar “los pacos”. Esa vez no corrí de inmediato pero ahora la micro sí se paró, y comenzaron a disparar justo por donde nosotras con mi mamá habíamos quedado. No apuntaban al aire sino al cuerpo, y prueba de ello es que hirieron a un muchacho que vi caer herido, al suelo; este suceso me impresionó mucho. Luego corrimos con mi vieja y mi tío, a refugiarnos en otro lugar más apartado. Los pacos siguieron disparando a diestra y siniestra, y entraron a pie, a los primeros pasajes de la población. Cuando llegamos a la casa, todos estaban preocupados porque habían escuchado los balazos. A los cinco minutos de estar a salvo en nuestra calle, vimos a unos jóvenes que venían arrancando. Mis papás espontáneamente les ofrecieron la casa diciéndole: —“entren rápido” —. Les dimos jugo y un rato de descanso. Fue algo que no voy a olvidar, me alegré de poder auxiliar a alguien en peligro, ya que antes, cuando había visto al joven que cayó herido, quise ayudarlo pero no pude. Allí me detuve a recoger una bufanda que se le cayó a otro niño para devolvérsela, pero él ya se había arrancado al igual que todos.

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Mi mamá dijo que nunca más íbamos a ir a una protesta, ni a mirar ni a manifestar. Ella se percató de que las balas iban dirigidas hacía el lugar donde nos escondimos; yo no me di cuenta, creo haber cerrado los ojos o haber visto hacía otro lado. El único miedo que tuve fue que los pacos entraran a la calle donde estábamos y nos sacaran y llevaran presas. Ese fue mi miedo y no a las balas en sí. Esta es la tercera vez en mi vida que arranco de las balas. La primera fue en 1983, el 9 de septiembre, en una marcha, luego el año pasado en noviembre y esta noche. Amigo, te escribo bien grande por si me llego a morir, y que sepan cuando te lean, porque hacia las cosas que hago y porque protestaba y para que sepan que los pacos, son una pura mierda, huevones desgraciados. Pero sé que VENCEREMOS Estoy cansada me voy a dormir, chao. Cuatro días más tarde en la parroquia Los Parrales, en Santa Rosa, fui a un ayuno solidario por el joven que fue herido y que acusaron de extremista. También ese día -13 de agosto de 1985declararon reos a cuatro carabineros que torturaron hasta la muerte a Carlos Godoy Echegoyen, estudiante y militante del Partido Socialista, que fue detenido con otros compañeros en Quintero, y a quiénes acusaron de formar una escuela de guerrillas. Falleció el 28 de febrero de ese año.

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Miércoles 4 de septiembre de 1985 ¡Hola! Hoy preparé y encendí una fogata. La protesta y paro de hoy resultó un éxito. La locomoción fue prácticamente nula funcionando sólo hasta el mediodía, en la tarde nada. En los colegios las ausencias fueron notorias. En el centro se registraron incidentes al mediodía en la recolección de firmas para el Acuerdo hacia la Democracia. En mi población saquearon una ferretería, y quebraron un poste de la luz donde estaba un transformador, por lo cual nos quedamos sin luz. Se derribaron murallas y los pacos vinieron muchas veces con micros y tanquetas. Se han sentido infinidad de balazos, bombazos y gritos. En una marcha que pasó por avenida Central, vi cuando un hombre sacó un revolver y disparó al aire. Bueno amigo, esto es todo, tengo sueño y es tarde. Te quiero y ¡VENCEREMOS! Jueves 5 de septiembre de 1985 23:50 hrs. La protesta ha continuado. La luz estuvo cortada como una hora y media. Ahora en la noche se han sentido enormes balaceras y bombazos a granel. Están allanando la población Lo Hermida. El resultado de la protesta es hasta el momento de: seis muertos, cuarenta heridos y más de trescientos detenidos. Hubo numerosos saqueos, marchas y manifestaciones populares. Hoy y ayer no fui a clases. Esto sería todo.

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Luego de esta protesta, el gobierno de Pinochet inventó a los pocos días la guerra sicológica del ―allá vienen‖ cuyo objetivo era enemistar a las poblaciones entre sí, haciéndoles creer a los pobladores que de otras lados vendrían a asaltarlos. Alguna gente se desveló cuidando a punta de machete y palos sus pertenencias sin embargo, nunca llegó alguien a atacarlos, a no ser por las redadas y allanamientos masivos de que fueron objeto muchas poblaciones en Santiago -catalogadas de rojas por su alto nivel de combatividad en las protestas nacionalesentre ellas La Bandera, La Victoria, La Legua, Yungay, José María Caro y las comunas de Cerro Navia y Pudahuel.

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OTRO 11 DE SEPTIEMBRE Y PABLO NERUDA Miércoles 11 de septiembre de 1985 23:35 hrs. Estamos sin luz, hubo un corte alrededor de las 20:30 más o menos. A partir del apagón se levantaron numerosas barricadas y fogatas. Es un espectáculo maravilloso. Con mis vecinos hicimos una fogata en la esquina del pasaje. Al atardecer, fuimos a dar una vuelta hacia Santa Rosa y a la Yungay, allá estaba todo súper tranquilo, no pasaba nada. Después de almuerzo fui donde mi tía Eliana, antes pasé donde Quilo y le entregué un cuaderno de matemáticas que me prestó. Vino Luis Bastías y estuvimos cantando y tocando guitarra. Se han sentido cualquier cantidad de bombazos. Uno dejó seis heridos en el paradero 9 de Santa Rosa. El día estuvo nublado y con un viento extraño. Me duele una muela. En la población La Victoria, atacaron al alcalde de San Miguel, le estropearon el auto con rayados y patadas. Amigo, son las 23:57 y por ahora te dejo. Hoy se cumplen doce años del nefasto golpe militar. Chao. R.C.S.

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Cada 11 de septiembre era muy triste, muchos recuerdos de mi niñez resurgían con fuerza y las imágenes del bombardeo a La Moneda se clavaban en mi retina. Lunes 23 de septiembre de 1985 Hoy decidí escribirte con color verde, el color de la esperanza. 23:30, ya terminó el programa “Escucha Chile” de la radio Moscú. Ahora va a empezar la Magallanes. Hoy hace doce años que nuestro poeta Pablo Neruda falleció, partió a las 22:30 según la Moscú. Hablaron de su agonía que comenzó a partir del 11 de septiembre. El doctor Vargas Salazar lo atendió. Pablo quería saber todo lo que estaba ocurriendo el día 11, escuchó el último discurso de Salvador Allende. Le allanaron la casa de Isla Negra. La ambulancia donde Matilde lo trasladó al hospital después del golpe, también fue allanada dos veces. El presidente de México le envió un avión para que saliera del país pero él no quiso, dos veces lo mando a buscar. Sus Memorias fueron sacadas de Chile por personalidades diplomáticas. Neruda en sus últimas noches deliraba diciendo: “los están fusilando, los están matando”, mientras escuchaba los helicópteros y los balazos en la calle. Mi mamá llegó a mi pieza. Chao. R.C.S. Desde que cumplí catorce años participé en actos o peñas recordando a Neruda y su legado literario. Bajo la dictadura se cometieron muchos crímenes, y uno de los más grandes fue cercenar la creación en todas sus expresiones, porque un pueblo al que se le impide reconocer su cultura en las obras de sus creadores, empobrece. 80

CAMINO DEL MIR Miércoles 25 de septiembre de 1985 Fui a la parroquia a buscar el folleto “Familia reconcilia a Chile”. Vi a algunos amigos y me entretuve conversando un rato hasta que llegó un hombre que ya había visto antes y me preguntó si quería firmar el acuerdo hacia la plena democracia. Le contesté que con firmar un papel nada se conseguiría, pero que igual lo iba a hacer para apoyar. Cuando le entregué la lista me dijo: “y ahora como firmaste, yo te entrego esto. Léelo y olvídate de la persona que te lo entregó, olvídate que fui yo.” Me dio un periódico doblado, era “El Rebelde” en la clandestinidad del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Hubo un intento de toma en el Liceo N° 4 de niñas, se produjeron varios disturbios y el carro lanza agua mojó a muchas alumnas. Fueron detenidas treinta y cuatro personas. También hoy falleció un niño de diez años de un impacto de bala que salió de un furgón utilitario blanco. Los dirigentes sindicales Seguel y Bustos fueron declarados reos y la policía los busca. El dirigente del petróleo José Ruiz Di Giorgio ya está detenido. Un beso, chao. A los días después de firmar el acuerdo, conversé con el hombre de ―El Rebelde‖. Me dijo que me iba apoyar con material y que aprovechara todo el tiempo libre leyendo, instruyéndome, educándome. Me confidenció que era del MIR, afirmando que confiaba en mí. Conversamos de la conciencia social que debería existir, porque sólo a través de ella adquirimos un compromiso de lucha por una sociedad mejor.

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A la semana siguiente me entregó un manifiesto del MIR, me habló de la Revolución Cubana, de Nicaragua, de la URSS, cosas de marxismo, cristianismo, etc. Me enseñaría a aplicar las técnicas de seguridad y AGP (agitación y propaganda). Quedamos de juntarnos por lo menos una hora por semana y nos prometimos no contarle a nadie de nuestro trato. De esta manera transcurrió el tiempo. Nos juntábamos una vez a la semana en el centro. Íbamos a una fuente de soda o a una plaza y conversábamos de todo lo que atravesaba mi espíritu e inquietaba mi conciencia. Aprendí a hacer las ―Siponas‖ (análisis de situación política nacional) y leí muchísimo, seguía los noticiarios más que de costumbre y leía el diario todos los días. Fue un período de enorme formación intelectual y personal. Maduré y estaba consiguiendo lo que quería: crecer interiormente fortaleciendo mis convicciones. En una ocasión me expresó su deseo de que yo llegara a ser un verdadero cuadro político, como los compañeros que donde los dejen son capaces de hacer partido, agregó que nunca me deshumanizara, que siguiera siendo regalona porque para él, así debían ser las mujeres y no ―caras de palo‖. Siempre me recalcó que un buen mirista era el mejor alumno, el mejor hijo, el mejor compañero, el que daba el ejemplo y procuré en la medida de mis posibilidades, cumplir con el espíritu de mi partido y de Miguel Enríquez. El mismo Miguel que llamó a los miristas a resistir la dictadura de Pinochet, y fue acribillado el 5 de octubre de 1974 por agentes de la DINA. Durante esos años muchos compañeros cayeron muertos en enfrentamientos, en sesiones de tortura o asesinados a sangre fría. 82

El MIR pagó un caro tributo por la reconquista de la libertad y la democracia. Nombres como el de Lumi Videla, Arturo Villavela, Víctor Zúñiga, Lucho Díaz, Mauricio Maigret, José Carrasco, los hermanos Vergara Toledo y tanto otros han quedado inscritos en la memoria del pueblo chileno.

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OTRA DISCUSIÓN Viernes 18 de octubre de 1985 ¡Hola amigo! Hoy en la mañana llovió pero al mediodía empezó abrirse el cielo. En el liceo me fue súper bien, en filosofía en el trabajo de solidaridad me saqué un siete y en biología, un seis. En el trayecto a casa, venía optimista, pensaba cómo le diría a mis viejos lo de mis buenas calificaciones y que no quería ir al preuniversitario. Cuando llegué, noté a mi mamá un poco tirante. Después de almuerzo vino a mi pieza a decirme que no me hiciera ilusiones de ir a la iglesia en la noche, porque ella y mi papá no me iban a dar permiso para entrar al coro, que eso era de puros cabezas de piedra. Comencé a defenderme y le pedí que por una vez me dejara actuar por mí misma, que confiara en mí, que eso era algo que yo quería y me gustaba. Le contesté además que ella y mi papá no entendían nada. Me trató de loca porque me puse a llorar, se preguntaba cómo podía ser tan grande mi fanatismo. Agregó que si quería libertinaje la puerta estaba abierta y me podía ir, pero que después no volviera con lamentaciones o con un bulto en las manos. Amigo, debo confesarte que en un momento iba a ceder y no ir a la iglesia, pero superé el miedo, me enfrenté a mis padres y me fui. Más tarde al regresar de la parroquia, continuó la discusión. Mi mamá no quiere nada conmigo, me va a sacar del preuniversitario. Me preguntó desafiante quién iba a perder más, si ella o yo, le contesté que yo, que perdería cosas materiales, pero no espirituales, entonces me amenazó con que la iba a perder como madre, si es que alguna vez me había importado. Como le repliqué que no creía en sus chantajes, me intimidó con denunciarme a la policía para que me peguen y apaleen, o que 85

hagan lo que quieran conmigo...“veremos ahí si los curas hacen algo por ti” me gritó con tono arrogante. Acotó que no me comprará nada y que cuando necesite ropa o plata se la pida a los curas. En la noche me vine a acostar con mi abuelita y pensé en pedirle a mis padres perdón, en darles la razón, en bajar el moño nuevamente, pero amigo si lo hago, estas discusiones se van a repetir en cualquier otro momento, de aquí hasta que logre irme de esta casa. Esta escena ya es como la sexta en mi vida. Debo cortar desde ahora con la represión en mi casa, sufriré, me golpearán, me aislarán y muchas cosas más pero seré libre. La libertad me costará cara pero con ella creceré en todo orden de cosas. Antes de hoy era feliz aunque a medias, tenía cosas materiales, sin embargo debía callar todo lo que sentía y sólo tú me escuchabas, pero ya no quiero eso. Le pido a Dios que no me abandone. Amigo deseo no equivocarme y saber afrontar con valentía mi soberbia. Me alientan las palabras de mis amigos que ya pasaron por lo mismo, ellos me dicen que luego mi familia recapacitará y aceptará lo que a mí me gusta. Ojala tengan razón. Chao. R.C.S. Las protestas del 5 y 6 de noviembre de ese año rompieron el hielo que se había instalado entre mis viejos y yo. La brutal golpiza que recibió mi tío Gabriel —por parte de los milicos— sirvió como catalizador, para hacerlos comprender que yo no iba a cambiar de manera de pensar. Hubo cuatro muertos, setenta y ocho heridos y más de quinientos detenidos, más incontables atentados, además estuvimos con cortes intermitentes de luz por varios días. Seguí yendo a la parroquia, participé del coro y además en un centro juvenil. 86

MI PRIMERA CONCENTRACIÓN El jueves 21 de noviembre del 85 fui con mi mamá, mi tío Gabriel y unos vecinos a una concentración en le Parque O’Higgins, convocada por la Alianza Democrática y cuyo orador fue Gabriel Valdés. Me ubiqué detrás de las banderas del MIR y la JRME. Grité, salté y me emocioné por ese momento de libertad, soñé estar algún día portando una bandera roja y negra. La felicidad nos duró hasta salir del parque, ya que la policía empezó a reprimir, a lanzar bombas lacrimógenas y a mojar con los carros lanza agua. En esa ocasión le escribí otra carta a Pinochet, que por supuesto no le envié: Invitación exigente ¿Quisiera ir usted a la concentración? Lo invitamos los opositores para que vea nuestra unión, habrá gente de izquierda y del centro y reclamaremos por la injusticia, la tortura y la represión. Si usted es sordo y sin cura, nosotros lo sanaremos y en sus oídos gritaremos: ¡pan, trabajo, justicia y libertad! Le pediremos a viva voz que renuncie de una vez y nos deje volver a sufragar. Señor Dictador, ¡venga a la concentración!, le gustará notar que ya somos uno, se lo aseguro. Hoy estamos reunidos para derrocarlo y posteriormente para enjuiciarlo. Ya ve usted cómo Chile se revela en contra de su sistema. 87

Al correr de los años, las concentraciones se fueron masificando, llegando a ser la más grande de todas en la historia de Chile, aquella de diciembre de 1989 que se organizó en la carretera Panamericana, con motivo del cierre de campaña de las elecciones presidenciales. Ese día estuve presente con mis enarbolé la bandera del MIR.

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padres y

CARMEN GLORIA Y RODRIGO ROJAS A medida que iban pasando los meses, las protestas fueron tomando distintos caracteres. Al principio tocábamos las ollas, encendíamos velas en las aceras o frente a nuestras puertas, pero poco a poco fuimos ganando terreno en las calles, el miedo fue desapareciendo y nos atrevimos a gritar la verdad. A los valientes combatientes de los primeros años se les fue uniendo gente en el camino y se reagruparon en dos movimientos: La Alianza Democrática creada el 22 de agosto de 1983 y que agrupaba a la Democracia Cristiana, a los Socialistas, a los Radicales, a la Unión Socialista Popular y a los Social Demócratas y el MDP (Movimiento Democrático Popular), que se creó el 10 de septiembre del mismo año y aglutinó a los marginados de la Alianza Democrática, como el Partido Comunista, la facción Almeyda del Partido Socialista, el MIR y el Mapu Obrero y Campesino. El 11 de noviembre de 1983 un padre de familia, Sebastián Acevedo, se quemó vivo frente a la Catedral de Concepción luego de buscar infructuosamente a su hijo e hija, que habían sido detenidos después de una protesta. A los dos meses el sacerdote José Aldunate figuraba a la cabeza del Movimiento contra la tortura ―Sebastián Acevedo‖, siendo un movimiento de protesta pacífico.

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Jueves 3 de julio de 1986 23:08. Hoy fue el segundo día de paralización nacional. No fue tan exitoso como ayer, pero resultó casi un ciento por ciento bueno, de no haber sido por los trabajadores del cobre que no pararon en su totalidad. Anoche hubo un apagón de más de una hora y media en todo Santiago. Se sintieron muchísimas detonaciones y disparos, ráfagas de metralletas, bombas, etc. Hoy bajó una marcha de la población Yungay y se notó gran participación de la gente, a la vez que se levantaron numerosas fogatas. Anoche también ocurrió lo mismo. En la tarde las radios Cooperativa, Carrera, Chilena y Santiago, fueron acalladas por el bando N° 46 que no les permite transmitir noticias, a no ser que sean las oficiales. Sólo pueden poner música y dar avisos comerciales. Ayer hubo tres muertos, un joven de veintiséis años, contador de La Victoria, otro joven de veintiún años de Pudahuel y una niña de trece años de La Florida. Los milicos les dispararon. Hace poco rato, falleció un muchacho de diecinueve años de la población La Legua. En la tarde vino mi amiga María Teresa y después que la fui a dejar a su casa, me di una vuelta por Santa Rosa, entre los paradero 17 y 19. Tuve que esconderme en una casa para evitar que me llegara un balazo. A mi mamá le mentí cuando me preguntó si había ido a para allá. El gobierno presentó ayer un requerimiento contra diecisiete integrantes de la Asamblea de la Civilidad, por haber llamado a este paro. También ayer un muchacho y una chiquilla fueron quemados vivos, están graves. Los sacaron de la parada de la micro y luego los soltaron en Quilicura. Chao amigo. Te quiero. R.C.S 23:26 hrs. 90

Rodrigo falleció el 6 de julio a causa de sus graves quemaduras y Carmen Gloria quedó con el sesenta por ciento de su cuerpo desfigurado, en especial su cara. Cuando la conocí en 1995 en la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, sentí nuevamente la bofetada de tantos años de dolor y de muerte en nuestro país. Desde el inicio de las protestas, los militares y los carabineros salieron sistemáticamente a reprimir en las poblaciones, haciendo allanamientos masivos, deteniendo a cientos de personas por horas, en canchas municipales o en los parques, sin hacer distinción entre jóvenes o viejos, tal como hoy día ocurre en Palestina. No faltaron tampoco sus supuestas obras de beneficencia con la población, los llamados operativos cívico-militar donde hacían de hermanitos de la caridad, desinfectando perros, lugares, cortando el pelo y dando atención médica gratuita a la gente, todo con el fin de cambiar de imagen y detectar focos de oposición o ubicar a los soplones en los barrios, para denunciar cualquier movimiento extraño. Otra artimaña de los servicios de inteligencia fueron las supuestas apariciones de la Virgen en Valparaíso, para tapar la represión en contra de los opositores al régimen de Pinochet. También en 1983 aparecieron los ―gurkas‖, en alusión a los soldados de la Reina Isabel que habían participado en la guerra de las Malvinas el año anterior. Dichos hombres actuaban de civil y se mezclaban entre la gente que se manifestaba en protestas callejeras o estudiantiles, distribuyendo golpes a diestra y siniestra. Durante esos años vivimos bajo distintos estados de excepción pasando del Estado de emergencia al Estado de sitio o perturbación de la paz interior del estado, sufriendo la aplicación de diversas 91

leyes que protegían al tirano, como la ley antiterrorista o el artículo 24 transitorio de la Constitución Política del Estado, redactada por Jaime Guzmán.

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ENFERMEDADES Sábado 6 de septiembre de 1986 01.05 horas. Amigo quiero comenzar de una manera distinta de como siempre lo hago. Hoy quiero contarte cosas, como que todavía continúo con tos, que pasó más de una semana antes de que pudiera lavarme el pelo, que una noche lloré entre los brazos de mi mamá porque no soporto estar enferma y en cama, porque en mi país no ocurre nada favorable para la mayoría de la población, porque Pinochet no se va y pretende continuar en el poder, y por muchas cosas más. Al oír las noticias de lo ocurrido los días 4 y 5 que hablaban de mujeres que participaron en actos de protestas, asaltos y cosas así, tuve miedo, recordé la frase: “si ahora te pillan, te matan”. Quizás por ello también lloré la noche del miércoles. No me lo saco de la cabeza, no creo que me vaya a enfermar de sicosis o algo por el estilo, pero es ese peso que se va formando en el pecho el que duele, porque quiero mucho a mi mamá, sin embargo ella es débil y mi papá está viejo. Los deseos que tengo de vivir sola crecen a cada momento. Amigo, de verdad quiero hacerlo y no es porque necesite libertad para mandarme sola, lo que ocurre es que necesito independencia y privacidad para no aburrirme en lo cotidiano, como en estos días inútiles e improductivos en que me obligan a permanecer en cama. No quiero la monotonía y lo impuesto, adoro la originalidad a mi manera, no quiero lo común y corriente en mi vida, quiero crear, tener cosas simples, una casa con muchas ventanas, siempre llena de luz, flores, que el piso brille y que sea de madera. Mi casa tiene que ser de madera y piedra. Allí viviré feliz con mis pequeños tesoros. Deseo cumplir este propósito. Viviré para realizar mis proyectos. Creo que jamás te había escrito cosas así, me siento bien y es mejor que narrarte: hoy hice esto, comí lo otro, fui a tal lugar o pasó tal cosa. Desde hoy evitaré esa rutina y te conversaré de

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mis cosas, de lo interesante que hice en el día y que dará pie a mí dialogo. Mi úlcera al duodeno me duele y tengo ganas de toser. ¡Ah! Anoche dormí con mis papás y tuve un sueño medio tierno. Soñaba con una guagua del porte de un feto y que estaba viva. Tenía los ojos celestes, su piel era rosadita y no tenía pelo. Se movía y me miraba con ternura. Lo que ocurre ahora es que en la mañana abrí el diario y vi la foto de mi guagua del sueño pero en tamaño normal, es la misma. Es un niño que dejaron abandonado en la calle. No lo olvidaré, estoy segura. Mientras te escribía lo anterior pensaba en lo mucho que deseo un hijo en el futuro y en el temor que tengo de no lograrlo nunca. Esta idea me ronda desde antes de mis problemas con los ovarios. Creo que sería capaz de superarlo, sin embargo lo sentiría por mi mamá que quiere un nieto de su propia sangre. Mi papá sufriría pero no lo demostraría para no mortificarme. Tengo lágrimas en los ojos. Siempre que pienso esto me da pena y ganas de llorar … ya veo que ocurre y que la ginecóloga me dice que no podré tener hijos por tal o cual problema en el funcionamiento de mi organismo. El martes tengo otra ecografía y el lunes los exámenes de sangre. El tiempo se me ha pasado volando. Chao querido. Te quiero. R.C.S. 01:30. Recuerdo que el hecho de caer en cama era el peor castigo, más que la enfermedad en sí misma. Me repuse de esa gripe –como de otros achaques- y logré ser madre a los 24 años no obstante, a lo largo de estos años fuera de mi querido Chile, he constatado que conservo heridas que no han sanado: el dolor por la muerte de algunos amigos, y la indiferencia de otros que olvidaron todo lo que vivimos.

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VENGANZA POR EL ATENTADO A PINOCHET Lunes 15 de septiembre de 1986 22:11 Amigo ¡hola! Qué tiempo sin escribirte y hay mucho, muchísimo que contar. Por ejemplo el domingo pasado 7 de septiembre, Pinochet y su comitiva sufrieron un atentado, que al parecer se lo adjudicó el FPMR. Hubo cinco muertos de la escolta y diez heridos. A Pinochet sólo le saltó una esquirla en la mano izquierda. Por dicho asunto decretaron esa misma noche estado de sitio y fueron a la casa de varios dirigentes opositores, especialmente del MDP y los detuvieron. Entre ellos están Rafael Maroto (vocero del MIR), Ricardo Lagos (presidente del Partido Socialista que lleva su nombre) y Germán Correa (presidente del MDP). En días posteriores detuvieron a alrededor de quince o más dirigentes sociales y políticos. Ahora, lo más triste amigo, ha sido el asesinato de algunas personas mediante numerosos disparos a sus cuerpos. Los sacaron de sus casas en la noche y al día siguiente fueron encontrados en sitios eriazos, sin su documentación. Ellos son José Carrasco, periodista de la revista Análisis, perteneciente al Colegio de Periodistas y militante del MIR. También otro mirista ejecutado es el profesor Gastón Vidaurrázaga. Los otros dos eran comunistas: Felipe Rivera y Abraham Muskablit. Se conoce que hay más gente detenida, pero no se ha confirmado por la prensa. Las revistas de oposición fueron clausuradas y sólo podrá salir (por no haber infringido las disposiciones del gobierno) la revista Hoy. Censuraron también tres agencias informativas. El día 10 de septiembre expulsaron a los sacerdotes Pierre Dubois, Daniel Carruette y Jaime Lancelot, que trabajaban en poblaciones populares de Santiago. 95

El lunes cuatro estudiantes a nombre de la CONFECH fueron a conversar con el representante asuntos económicos de la embajada de Holanda, por los problemas que enfrenta el movimiento estudiantil y cuando el diplomático los llevaba en su auto, éste fue interceptado por carabineros y luego por la CNI, quienes detuvieron a los jóvenes, que hasta la semana pasada aún permanecían en sus manos. El martes 9, el gobierno efectuó un desfile (aunque él lo llamó concentración) para apoyar a Pinochet. Fue realmente un circo. El día miércoles fui al funeral del periodista. Estuvo emotivo. Allí me encontré con mi madrina y una educadora popular. Había numerosos fotógrafos y camarógrafos. El día 11 de septiembre mi mamá me compró un casete de Víctor Jara. Ayer se cumplieron trece años de su asesinato y este jueves trece años también de esta dictadura militar, que por lo visto no se va a ir por su gusto y pretende perpetuarse con la imagen de Pinochet a la cabeza, más allá de 1989.

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LOS PRESOS POLÍTICOS El sábado 15 de mayo de 1987 acudí por primera vez una cárcel. Fui con un compañero de la universidad a visitar los presos políticos de la Penitenciaria de Santiago. Al entrar a la prisión se daba el nombre de la persona detenida, y para ello era necesario estar inscrito con anterioridad en una lista, luego le timbraban a uno la mano, y se dejaba el carnet de identidad a cambio de una ficha. De allí se pasaba a una pieza donde una mujer registraba que no se llevara nada oculto en el cuerpo o la ropa. A continuación se cruzaba un par de portones para ingresar a un gimnasio, en cuyas paredes se veían unas bancas colocadas en fila india. Había un quiosco y gendarmes vigilando. Yo fui a saludar y conocer al compañero por cuya lista entré. Le hice un montón de preguntas, que seguramente respondió otra infinidad de veces en visitas similares. Este fue mi primer contacto con la realidad de los presos políticos. Al año siguiente un amigo y compañero de partido cayó detenido y por segunda vez asistí a la cárcel, pero esta vez cada semana hasta que él salió en libertad. El día que lo detuvieron, él y yo habíamos acordado encontrarnos en el centro para discutir algo sobre el MIR. Lo esperé quince minutos y como no llegó supuse que tuvo algún problema, por ende me fui a su casa a averiguar qué pasaba. Yo conocía muy bien a toda su familia, y era amiga también de su hermana y de su mamá. Cuando crucé la puerta vi todo desordenado y muchas cosas rotas. La policía ya había 97

pasado por ahí. Se llevaron fotos y cuanto consideraron importante. De inmediato me fui a limpiar mi casa —después de chequear que no me seguían— porque no estaba segura si su detención tendría consecuencias para el resto de los compañeros. Por suerte para nosotros, no pasó nada y pudimos continuar con nuestro trabajo. En octubre de 1989, la dirección de la Juventud Rebelde Miguel Enríquez encomendó a sus estudiantes universitarios visitar a los presos políticos y empezar un trabajo conjunto entre ellos y nosotros. Fue allí que conocí a mi compañero. Con él me casé en Bélgica y en 2004 me divorcié. La noche del 29 de enero de 1990 se produjo la fuga de la Cárcel Pública., cuarenta y nueve presos políticos se escaparon y entre ellos iba el futuro padre de mi hijo. Ese día me fui a celebrar con mis amigas y los familiares de los compañeros, el magno acontecimiento. Marchamos por las calles de Santiago gritando: ―con cuchara y con cuchillo se arrancaron los chiquillos”. Fue un momento supremo y me sentí feliz por ellos.

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UN RECTOR DELEGADO PARA LA U En 1987, la dictadura nos impuso un rector delegado en la Universidad de Chile: José Luis Federici, quien entró por nuestra casa de estudios aplicando leyes y decretos mortíferos para la comunidad universitaria. Muchos académicos fueron exonerados sin embargo, lo más grave fue el cierre de la carrera de Licenciatura en Francés. Los alumnos que estábamos estudiando en ese momento seguimos adelante, pero ya no entró ningún mechón a nuestras aulas. Tanto estudiantes como funcionarios y académicos, demostramos una capacidad de movilización nunca antes vista e iniciamos un paro indefinido hasta la renuncia de Federeci. Casi dos meses estuvimos ausentes de las salas de clases, manifestándonos diariamente en las calles y en las facultades. Se creó también la Asociación de Padres y Amigos de Estudiantes Universitarios y las mujeres nos organizamos bajo la consigna ―Mujeres por la U‖. Vestíamos de negro y dimos grandes muestras de osadía y decisión como la toma de la Torre 15 -centro administrativo de la U- desde donde saludamos a la prensa y a los transeúntes, enarbolando nuestros sostenes a través de las ventanas. Creamos un sistema de autodefensa y no fuimos desalojadas. Estoy en la Facultad de Derecho, a mi lado están Carola, Paula, la flaca, Mirna y decenas de otras mujeres de otras facultades, esperamos a las que faltan. Los compañeros están afuera vigilando. Recibimos las últimas instrucciones, acomodamos nuestros lienzos y pancartas, definimos nuestras tareas y decidimos no aceptar provocaciones, esta es una marcha pacífica. Estamos de luto por la U.

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Salimos a la calle…, cruzamos el río Mapocho, vamos en una enorme fila escoltadas a la distancia por nuestros camaradas. En Plaza Italia giramos en dirección al centro, vamos por la vereda y pasaremos por el edificio Diego Portales. Los pacos ya se preparan, antes de llegar al lugar nos interceptan prohibiéndonos el paso por ahí, argumentamos que la calle es libre para circular por donde queramos, nos dejan seguir pero al llegar a la esquina del cerro Santa Lucía ya no contienen su furia y arremeten contra nosotras. El „Huáscar‟ y los zorrillos nos mojan y asfixian, empezamos a correr cerro arriba y nos dispersamos. Pasamos la voz y el próximo punto de encuentro es el paseo Ahumada. Voy empapada, mis zapatos hacen gluglú y mi ropa está para estrujarla, mi chaleco me cuelga hasta las rodillas y me lo saco. Por suerte el sol comienza a calentar pero falta aún para el mediodía, mi amigo Shaka me acompaña. Es la primera vez que me baña un carro lanza agua, siempre he logrado eludirlo, sin embargo ahora nos atacó a mansalva. Me cuesta respirar y apesto a humo lacrimógeno. Nos hemos reagrupado, conversamos entre nosotras y nos ponemos a marchar por entre los transeúntes, empezamos a aplaudir y ellos nos saludan con respeto, nos alientan. Gritamos consignas por la U y nuevamente los zorrillos y los pacos nos corretean, empezamos el juego del gato y el ratón. Hemos conseguido nuestro objetivo, la prensa y los santiaguinos han conocido que somos las Mujeres por la U. Me voy a mi casa, la gente en la micro me mira como bicho raro y una señora a mi lado comienza a estornudar, abro el diálogo y le comento lo ocurrido, me siento como una amazona y pienso que cueste lo que cueste Federici se tiene que ir de la Universidad. El día 24 de septiembre la FECH convocó a una gran movilización en defensa de la universidad. Fuimos al centro y desde diversos puntos de Santiago convergieron las otras facultades. Las Facultades de Filosofía, Arquitectura, Ciencias Sociales y Periodismo 100

nos reunimos en la casa Central de la Universidad Católica. Salimos marchando por la Alameda y llegamos al Teatro Municipal donde ocurrió una tragedia, Pachi, alumna del Departamento de Música de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, fue baleada en la cabeza por un carabinero. Poco antes del disparo, varios compañeros estuvimos con ella conversando y riéndonos, sin sospechar jamás que esa alegría se convertiría en un drama. La tensión aumentó y los ánimos se exacerbaron. Protestamos entonces con más fuerza durante toda la tarde. La represión policial era enorme y con mi amigo ―el viejo‖ buscamos refugio en la Catedral. Ese día había una misa oficiada por el cardenal Fresno. A la señora encargada de mantener todo limpio y en orden para los sacerdotes -y que me conocía muy bien porque mi tío trabajaba con ella- le conté lo ocurrido y le pedí el teléfono para avisar a mi casa que estaba bien. Terminada la misa, me dirigí a la sacristía e interpelé al cardenal. Me tomó las manos y me dijo que me calmara, pero yo se las arrebaté con premura y le reclamé hasta cuándo él -como jefe de la Iglesia chilena- iba a seguir tolerando este tipo de atropellos sin decir nada. Le pregunté qué pensaba hacer, le grité que se pusiera los pantalones de una vez y no recuerdo que otras cosas. Mi amigo y los otros curas deben haber visto en mí el engendro mismo de la rabia…, salí de allí con un sentimiento de impotencia y de asco porque Fresno me había tocado con sus manos timoratas. Antes de marcharme otro sacerdote se compadeció de mi dolor y me dijo que no me 101

preocupara, que él se encargaría de ver qué podían hacer. Ese día regresé a mi casa pasadas las once y media de la noche, agotada, derrotada y tuve que enfrentar los sermones de mis padres. A la mañana siguiente iba en un bus rumbo a la playa, como castigo a mi rebeldía y hambre de justicia. No obstante, conseguí convencer a mis viejos y retorné a Santiago a los dos días. Así concluí junto a mis compañeros un paro histórico para la Universidad de Chile. A pesar de todo lo malo habíamos ganado, y estuvimos hasta mediados de febrero del año 88 recuperando clases, pero no importaba porque la U bien valía el sacrificio.

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FIN DEL EXILIO El 25 de septiembre de 1988 fui con mi mamá al Parque La Bandera, al recital del grupo Illapu, que había sido exiliado, pero que pudo retornar al país luego que se dictó la ley que puso fin a este flagelo. Estamos eufóricos, la gente desborda de entusiasmo. Somos cientos de voces cantando y gritando de felicidad, porque en Chile la alegría llegará cuando triunfemos diciendo NO a Pinochet, en el plebiscito. Tomo fotos para guardarlas en mi álbum de recuerdos, así las podré ver en mi vejez y recordaré estos momentos tan bonitos y significativos. Siento que hay un futuro, que las cosas se pueden lograr y es posible vencer a la dictadura. Cinco años atrás había consignado en mi diario de vida: Camino de la luz Ella se despertó como siempre, pero su amanecer fue diferente, se quedó pensando y se preguntó: ¿será acaso este el día? Se levantó y vistió como pudo para salir corriendo a preguntarle a un amigo si ese era el día; él le respondió que sí. No dijo nada más, volvió a su hogar, abrió las ventanas y puertas que estuvieron cerradas durante años, bailó, cantó y dio gracias a Dios, llorando de rodillas, porque el día había llegado. Hoy la justicia, la democracia y la libertad volverían a reinar en su país. Aquí comenzaba el camino de la luz para ella y para tantos hombres y mujeres con sueños reprimidos, con gargantas amenazadas y la dignidad pisoteada. 103

La gente empezaría nuevamente a recordar a sus poetas, los aeropuertos se llenarían de besos y abrazos en el reencuentro de los exiliados con sus familiares y su patria al fin libre. La larga noche de oscurantismo había quedado atrás y comenzaba una nueva vida para todos. El tener que aprender otras costumbres, en muchos casos otro idioma, el dejar a los amigos, a las mascotas y sobre todo a la familia, es algo que no se olvida, sobre todo para los niños. En ese sentido mi experiencia en Venezuela me marcó muchísimo, porque durante demasiado tiempo viví –como niñaentre el allá del Caribe y el ahí de Santiago. Como ahora de adulta, conjuro mi existencia entre el allá de la Cordillera de Los Andes y el acá de la realidad belga. Jamás imaginé que el destino me tenía preparado este largo viaje que ya dura casi veinte años. En las tardes primaverales es cuando más siento la ausencia de Chile; los colores del atardecer me transportan a otros parajes y me veo en la cocina del Aquelarre, en el patio de la señora Nolfa, entre sus plantas, o en una tarde recreativa con los niños de alguna población en Santiago. Cierro mis ojos y me voy, me escapo con la imaginación tratando de agarrar un pedacito de eso que me falta, deseando construir en Chile lo que aquí he logrado. El dolor hace decir muchas verdades, y mi ser se comprime al ver lo que nos sucedió en diecisiete años de dictadura. Tantos muertos y desaparecidos, tanto sufrimiento y hambre de todo. Mientras logro alcanzar un nuevo sueño, sigo escribiendo, para aplacar la tristeza de la distancia y la querencia. 104

Hay días en que los recuerdos me bombardean el cerebro y no me dejan respirar. Hay días en que deseo suprimir la memoria y quedarme en blanco Hay días tristes como el de hoy, el de ayer y quizás el de mañana La culpa es de las luces, los aromas, los sonidos, la vista inquieta El culpable es el calendario que no da tregua, que se bebe los meses y los años La nostalgia entra invadiendo a cada neurona y Como un vagabundo deposita su saco de tesoros bajo mi cabeza. La querencia se aloja en la suite de la impaciencia y Se desviste de decretos y papeles La muerte se pasea por mis venas, pero no me lleva, me llama “afortunada” Se desliza en mi retina para que no olvide, para que no calle Hay días de pena, de añoranza, de derrota Hay días en que el sol se levanta en mi lecho Y la luna se acuesta con los que me hacen faltan Hay tantos días en un año y tantos más en un decenio ¿Habrán sobrevivido mis cactus los meses otoñales? ¿Seguirán floreciendo los suspiros en el muro del jardín? ¿Se habrán reencarnado las semillas de los mártires en otras conciencias juveniles?”

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Cuando apoyé el NO y voté por Patricio Aylwin nunca imaginé que él haría “justicia en la medida de lo posible”, y quienes le han sucedido seguirían manteniendo el amarre con la dictadura. Algún día podrán volver todos los Exiliados de la Concertación: los presos políticos con penas de extrañamiento y los fugados. Algún día se abrirán las Alamedas de Allende para todos.

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EL PATITO FEO Lunes 2 de enero de 1989 ¡Imagínate, ya estamos en el 89, estamos a once años del siglo XXI! Son las 14:52. Leí varias partes de este pedazo negro de mi vida, créeme que me dolió que te hubieran profanado, violado, fue lamentable. Las agendas y mi cuaderno cumplieron en cierta medida el nexo entre nosotros, amigo. Comencé a leerte porque este año pienso definitivamente comenzar tu trascripción al papel de máquina. Han pasado ya los cinco años que yo había proyectado en mi vida y mis metas se fueron cumpliendo una a una. ¡Llegué a los veintiún años, soy mayor de edad! Desde la última vez que te escribí, sigo sola pero no me siento mal, ya me acostumbré. Tengo muchos amigos, conocidos y un par de pretendientes que no correspondo. Sólo somos Dios, yo y tú, la trilogía perfecta para seguir adelante. En el plano político siento que estoy bien, mis ideas son fijas, tengo más confianza en mis capacidades, en mi misma, aunque eso siempre ha sido así. Creo sinceramente que voy camino de la integridad, es cierto que aún hay dificultades y encontraré muchísimas más en la ruta, pero ya llevo un buen trecho del camino recorrido, y por nada quiero retroceder o abandonar ese futuro que comencé a forjarme hace ya tanto tiempo atrás. Anoche conversaba de esto con un amigo, le contaba de ti y lo pajarona que antes era. Parece que el patito feo esta tomando la apariencia de un cisne. Caminaba, lloraba y reía, mas todo el mundo me parecía lejano, hostil. Ahora doy pasos firmes y mi frente alta va mirando la cordillera y ahora sin regreso me comprometo con el mañana subsiguiente, me comprometo contigo. 107

Camino, grito, pienso y amo; las pelusas, las vellosidades caen, las carnes sueltas se aprietan, la silueta se moldea. Sin el pánico de ayer sino con el empeño de hoy, caminaré, viviré y venceré. Amigo, estoy en la recta final de mi camino a la libertad verdadera, me queda este año para obtener mi título y así poder trabajar en lo que estoy estudiando. Sé que cuando tenga mi sueldo, ya mis padres no me podrán amenazar más con el cuento de que si no me gusta me vaya o denuncian a mis amigos. Nuevamente estamos juntos y el trayecto será más ameno a tu lado. Un fuerte abrazo, amigo, y hasta la Victoria Siempre. En 1988, mi madre leyó el diario de vida que yo llevaba en ese período, para indagar en qué cosas estaba comprometida. Por tal motivo, estuve muchos meses sin escribir y sólo me refugié en las agendas y en el cuaderno de mis poesías y relatos. Mi diario -amigo y confidente desde la infanciame hizo demasiada falta.

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CHICA PARA TODOS En 1989 mis compañeros de la JRME me propusieron como candidata a las elecciones del centro de alumnos de la facultad, lo que para mí representaba una enorme responsabilidad y de seguro un sinfín de problemas con mi familia, pues debería hacer pública mi condición de mirista. Días antes de las elecciones se había realizado un acto que se llamó ―Chile para todos‖, y mis compañeros decidieron cambiar las letras le de Chile, por ca quedando los afiches convertidos en ―Chica para todos‖. Por supuesto dicho slogan fue motivo de más de una broma. En la Plaza de Armas, me hice una caricatura, que se reprodujo en grande, con los puntos de nuestro programa como Juventud Rebelde. Ese fue el material propagandístico que utilizamos para convencer a los estudiantes. Conseguimos la vicepresidencia, la Juventud Demócrata Cristiana ganó la presidencia y las Juventudes Comunistas el tercer lugar. En el año 1987 me presenté a delegada de carrera pero perdí por un voto. Al año siguiente creamos el Centro de estudiantes de lingüística, que agrupaba francés, inglés y lingüística y salí elegida presidenta. Durante todo ese tiempo fui haciendo un trabajo de hormiguita, aplicando siempre lo que había aprendido de cómo ser una buena militante, lo que se vio recompensado en las votaciones. Recuerdo que hicimos una fiesta en casa de Kenya para celebrar nuestro triunfo; estar sobre las JJCC fue un éxito. Habíamos convencido a muchos estudiantes con nuestra propuesta. Los militantes rojinegros no éramos muchos en la facultad y teníamos 109

un gran desafío por delante, pero íbamos a luchar para hacer realidad nuestro programa. El trabajo con los otros miembros del centro de alumnos fue colegial y divertido. Hicimos muchas cosas y Lautaro Ferrada siempre aportaba ideas geniales, una de ellas fue el concurso del ―Hondero Entusiasta‖. Fabricábamos hondas y nos poníamos a hacer tiro al blanco. También aprendimos a hacer lienzos para lanzar a los cables de la luz en la calle. Era un sistema que parecía complicado, aunque luego de cogerle el truco, nos hicimos expertos. En aquella época habíamos organizado los CAR (comités antirrepresivos) que después se llamaron CAM (comités de autodefensa y masas). Esto me resultaba paradójico pues si juntábamos CAR + CAM y le agregábamos una O formábamos mi apellido: CARCAMO. La primera vez que hice un corte de calle fue en la esquina de Miraflores con la Alameda, el año 86. Éramos tres mujeres y en nuestras enormes carteras llevábamos unas mangas (bolsas de basura rellenas con papeles y plumavit), las desplegamos en el pavimento y un compañero lanzó una molotov. Con agilidad, desaparecimos entre la gente que recogía los panfletos que también habíamos tirado. Cada año tenía que comprarme una cartera nueva, pues la mía debía soportar de todo: panfletos, libros, documentos, hilo, agujas, parches adhesivos, espejo, fruta, etc. Cuando estábamos en paro en la U, solíamos subir a las micros a pedir dinero, para financiar la compra de lienzos, tinta, latas de pintura, comida y lo que hiciera falta. A su vez, con mi amiga Carola –estudiante de periodismo- nos hicimos expertas en rayados de 110

murallas; en cuanto encontrábamos una pared adecuada, dejábamos allí nuestro mensaje universitario. Asimismo desarrollé mi caja torácica con los gritos. Lograba sacar una potente voz y cuando veían que era yo la que gritaba, no faltaba el comentario: “tremendo vozarrón que se gasta la chica”. Soy baja de estatura, de ahí mi apodo. Mis años de universitaria han sido los más intensos, dormía muy poco, casi no comía, fumaba en exceso y hacía miles de cosas por día, pero era feliz de poder llevarlas a cabo. Logré terminar mis estudios en el tiempo previsto sin repetir ningún curso. De los ramos que podía me eximía de los exámenes, y los que tenía muy mal los dejaba para vuelta de vacaciones de verano, donde los porcentajes se invertían y la nota de la prueba valía más que las obtenidas durante el año o semestre. Destinaba el mes de enero para descansar y en febrero me ponía a estudiar. Así por ejemplo superé latín, después de tener en cuatro pruebas seguidas la nota mínima que era uno, porque no me podían poner cero. En el examen de repetición me saqué un 6,5 y dicha anécdota siempre se las contaba a mis alumnos para motivarlos. Les repetía que lo más importante no era la cifra, sino el querer saber y aprender.

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CHIGUAYANTE Y LA MUERTE DEL TURCO En 1989, aprovechando la coyuntura del encuentro de la CONFECH (Confederación de Estudiantes de Chile) que se realizaría en Concepción y donde acudirían todos los representantes de todas las universidades, la JRME decidió organizar un encuentro nacional luego de ese acontecimiento. Con otras dos compañeras asumimos la tarea de elaborar algunos esbozos de documentos de discusión y los compañeros de Concepción se encargaron de la logística. Partimos en la noche desde la Universidad de Santiago, mis papás me fueron a dejar, claro que ellos ignoraban lo de nuestro encuentro partidario. En el trayecto nos fuimos cantando y contando chistes. Llegamos a la Universidad de Concepción de amanecida y en el camino tuvimos dos controles policiales. Tanto universitario junto siempre fue sinónimo de disturbio. La universidad era muy grande y bonita, y éramos tantos jóvenes reunidos -de tantos lugares distintos de Chile- que yo sentía estar viviendo un hecho único. El encuentro de la CONFECH duró dos días. La primera noche nos albergamos en un sindicato y la segunda en una casa para retiros de los curas. Finalizada la reunión universitaria nos concentramos en nuestro trabajo partidario y nos fuimos a Chiguayante, a una casona de madera. Allí, en cierta medida me dejé llevar por un instinto maternal y me hice cargo de la cocina. Éramos como veinticinco militantes.

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Discutimos lo que teníamos que tratar, entablamos nuevas amistades y mis compañeros me reservaron una sorpresa para la noche final. Yo estaba muy cansada y quería acostarme, me despedí de todos y me fui a la pieza donde dormía con otras chiquillas. De pronto, Shaka entró corriendo, asustado y me dijo―¡chica levántate, hay un problema!”. Creí efectivamente que ocurría algo serio, me vestí y partí al salón, todo estaba oscuro, de pronto la luz que se encendió y me encontré con una pieza adornada con preservativos inflados. Siguió un “wuaaaaaaa, viva chica, te pasaste, fuiste una súper buena anfitriona” y que sé yo. Lo más cómico y embarazoso fue inflar un preservativo, que alguien registró en una foto. Luego comenzó la fiesta de despedida, pues al día siguiente partíamos a nuestras respectivas ciudades. El 4 de septiembre de 1989, mi mamá me despertó para contarme que habían asesinado a un dirigente del MIR: era el Turco, nuestro compañero Jécar Neghme, que fue acribillado por catorce balazos a manos de desconocidos. Después se sabría que fueron cinco oficiales de la Brigada Azul de la CNI. En el noticiario de cierre de la televisión habían dado la noticia. Me puse a llorar, no podía creerlo, tenía que ser un error; esa misma tarde, el Turco había estado conversando con nosotros, no había lógica. Me sentía destrozada. A la mañana siguiente, me fui muy temprano a ver al resto de los compañeros. Cuando entré a la casa Aquelarre todos estaban acongojados, era verdad y no podíamos hacer nada. Sentíamos impotencia absoluta. En los pasillos, comentaban que el Turco había sido objeto de seguimiento y hostigamiento por parte de desconocidos, y que los que éramos dirigentes públicos del partido o la juventud tendríamos que estar 114

alerta. En ese instante yo no pensaba en esas cosas, sólo quería justicia y que este trago amargo pasara lo más rápido posible. A medida que transcurrían las horas la casa se fue llenando de gente. Algunas compañeras comenzaron a confeccionar banderas del MIR y empezó a correr una lista para inscribirse a la guardia de honor. El velorio fue en la sede del PAIS (Partido Amplio de Izquierda Socialista), que se formó para agrupar a los partidos de izquierda que no estaban en la Concertación. El día del funeral, seis compañeros escoltamos la carroza hasta el cementerio, para mí fue un honor acompañar el cortejo de un hombre tan honesto y sencillo como era Jécar.

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LA PARTIDA En mayo de 1991 la abogada de mi compañero nos dijo que teníamos que salir de Chile lo más pronto posible. Carlos y yo nos habíamos fabricado nuestro propio mundo, yo había dejado toda actividad política y sin embargo, alguien lo había denunciado. Él -en su condición de fugado de la Cárcel Pública- no podía correr el riesgo de ser detenido otra vez, ya que después de un año de la llegada de la democracia, todavía seguían existiendo presos políticos. En tres semanas todo estuvo listo para salir, saqué pasaporte y seguimos haciendo una vida normal. Nadie podía saber nada, únicamente mis padres y mi cuñada. Teníamos que irnos a fines de mayo para aprovechar un día feriado. Mi compañero había conseguido un carnet de identidad legal con su propia foto, pero con otro nombre y otra huella digital, eso sería suficiente para cruzar la frontera terrestre. Comencé a vivir como una condenada a muerte descontando los días que me quedaban en mi amado país, por el que había luchado tanto y que ahora debía dejar. No podía llevarme nada porque supuestamente íbamos por un fin de semana de paseo; bastaba con un bolso pequeño y tres mudas de ropa. La última semana de ese triste mes, el clima empezó a cambiar y en la Cordillera se puso a nevar sin parar. El paso Los Libertadores fue cerrado y de ambos lados de Los Andes había gente esperando para cruzar. Esto les pareció muy bueno a los abogados que nos acompañarían en esta huída, porque habría probablemente menos control policial. Teníamos que estar listos para partir en cuanto sonara el teléfono. 117

A las seis de la mañana del 30 de mayo de 1991 el fatídico llamado llegó. Observo mi pieza y mis pequeños tesoros por última vez, le entrego a mi papá mis diarios, mis agendas y mi cuaderno, le digo que allí esta mi vida y que pase lo que pase los proteja. Miro la casa y le voy diciendo adiós a mi querido Santiago. Mi corazón va llorando por dentro, me siento desgarrada desde las entrañas, pero tengo que ser fuerte, no puedo quebrarme ahora, tengo que darles ánimo a mis viejos y mi compañero no me puede ver flaquear, es por él que dejo todo, por nuestro amor y nuestro futuro juntos. Hemos llegado al terminal de buses, mi papá se va a estacionar, voy con él, en la citroneta le doy un beso y le digo que no se preocupe, que lo mandaremos a buscar y que muy pronto volveremos a estar juntos, que tenga confianza en Dios y que todo saldrá bien. Un pitazo anuncia que vamos a partir, me despido de mi cuñada y de mi papá. Mi mamá nos acompaña en la primera etapa de este largo viaje. Me siento junto a ella al lado de la ventanilla, y en el andén mi viejito hermoso lucha como yo por retener las lágrimas. El bus va saliendo y ya no lo diviso, no hay vuelta atrás. La ciudad se aleja en el cuentakilómetros, comenzamos a subir la cuesta de Caracoles, cruzamos por entre murallas de nieve, llegamos a la frontera y el auxiliar del bus pide las cédulas de identidad y unos formularios. Bajamos a fumar para calmar los nervios, deseando que todo resulte como queremos, nos tomamos las últimas fotos, volvemos a sentarnos en el bus, y por fin atravesamos la línea fronteriza. Todo salió bien. Adiós Chile, adiós papá… El resto, ya es harina de otro costal.

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INDICE

Prólogo……………... ……………………………….5 Palabras del Editor…………………………………....7 Palabras de Gregorio Angelcos……………………...11 Mi Primer Diario de Vida…………………………....17 Quema de Libros…………………………………....21 Un Árbol sin Regalos……………………………….23 Radio Moscú………………………………………..25 Ritoque y Tejas Verdes……………………………...31 Toque de Queda…………………………………….35 Venezuela…………………………………………...39 Visita al Circo……………………………………….43 Eduardo Frei Montalvo……………………………..45 Primera Protesta…………………………………….47 Apagones…………………………………………....49 Mauricio Maigret……………………………………51 Entre Cristiandad y Detonaciones…………………..53 Canto Popular………………………………………57 La Juventud Socialista……………………………….61 El Tata Esteban y André Jarlan……………………...63 Marzo Homicida……………………………………67 Declaraciones de Andrés Valenzuela…………….......69 La Renuncia de Mendoza…………………………....73 Otro 11 de Septiembre y Pablo Neruda……………..79 119

Camino al MIR……………………………………..81 Otra Discusión……………………………………...85 Mi Primera Concentración…………………………..87 Carmen Gloria y Rodrigo Rojas……………………..89 Enfermedades………………………………………93 Venganza por el Atentado a Pinochet…………….....95 Los Presos Políticos………………………………....97 Un Rector Delegado para la U………………………99 Fin del Exilio………………………………………103 El Patito Feo………………………………………107 Chica para Todos…………………………………..109 Chiguayante y la Muerte del Turco………………....113 La Partida………………………………………….117

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Este libro se terminó de imprimir en los Talleres Gráficos de Ediciones Caballo de Mar. Lampa, Santiago, Chile Octubre del año 2010.

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Escribo para rescatar del olvido los años y los hechos que muchos quisieran anular. Se me aceleran los dedos en el teclado porque debo ganarle al tiempo, porque quiero correr más rápido de lo que él se instala en las butacas de la conformidad. Consumo las horas sacando desde páginas amarillentas, nombres y datos que ya casi nadie recuerda, pero que formaron parte de nuestra historia. No me parece justo dejar en el silencio la muerte de Mauricio, de Verena, del Choclón, o de la niña que jugaba en su casa y recibió un balazo anónimo desde una furgoneta. Unos cuantos desearían dar vuelta la hoja, otros simplemente ya lo hicieron sin embargo, para los porfiados como yo, no existe el borrón y cuenta nueva. Siempre escribí con la intención de mostrar a mi descendencia lo que fue vivir en una tiranía. Del miedo que nos paralizaba, pero que sabíamos destruir al calor de los gritos y las consignas; del amor fraterno, de ese…, que te hace ser capaz de dar aún más de lo que tus fuerzas pueden. De la solidaridad de compartir un pan o un cigarrillo, de dar la plata de la micro para hacer una ―vaca‖, y poder comprar un tarro de pintura. De aquellas pequeñas victorias y de esos dolores que arrastramos hasta la tumba. Los hijos de mi generación retoman nuestras batallas, y es por ellos, que debemos desempolvar las telas de arañas de nuestro pasado, para que éstas no les cubran el paso, y les impidan enfrentar la conquista de un futuro mejor y más digno. Rossana Cárcamo Sint Niklaas - Bélgica

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