Qué significa resistir en tiempos de globalización
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APROXIMACIONES A LA PREGUNTA ¿QUÉ SIGNIFICA RESISTIR EN TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN? César Andrés Ospina Mesa Especialización en Estudios Culturales Pontificia Universidad Javeriana
Esta exposición tiene dos objetivos principales: en primer lugar, poner en común una propuesta de investigación que realicé para participar en la convocatoria de becas para investigación de CLACSO 2006-2008, denominada “las deudas abiertas en América Latina y el Caribe”. En segundo lugar, es un intento de aproximación a la pregunta que guía dicho proyecto, a saber, ¿qué significa resistir en tiempos de globalización? y que es el resultado de la indagación previa realizada para construir la propuesta. De antemano debo decir, que la pregunta intenta ser un aporte a uno de los ejes en que fue planteada la convocatoria, esto es, el asunto sobre la identidad en América Latina y el Caribe. Desde esta perspectiva, entonces, esta exposición pretende ser un esbozo del contexto y las corrientes teóricas a partir de las cuales articulo la pregunta, con el fin de propiciar con ustedes un diálogo que permita enriquecerla. Para ello, dividido el texto en tres secciones: una primera parte, en donde realizo una apretada caracterización del denominado “nuevo orden mundial”, con la intención de trazar un mapa geopolítico desde el cual enuncio y construyo la pregunta por la resistencia. Una segunda parte, en la que pretendo hacer la pregunta desde tres ejes transversales a la misma: 1) la teoría poscolonial latinoamericana formulada por el proyecto modernidad/colonialidad; modernidad/colonialidad; 2) algunas de las reflexiones realizadas desde lo que llamaría la “crítica cultural latinoamericana”; y 3) el debate sobre las luchas de los movimientos sociales en Latinoamérica y sus transformaciones. Finalmente, una tercera parte en la que expongo algunas consideraciones pertinentes al tema. 1. APROXIMACIONES A LOS NUEVOS ÓRDENES MUNDIALES DE CONTROL El “nuevo orden mundial” liderado por la materialización del sistema-mundo a través del mercado, ha planteado la transformación de los problemas que por largo tiempo las ciencias sociales y humanas han abordado desde múltiples perspectivas. Problemas como el gobierno de los hombres que anteriormente eran enfocados desde las acciones políticas del Estado-nación, hoy se reformulan desde el punto de vista de los procesos
de globalización mediados por el sistema neo-liberal. Podemos decir, que el “capitalismo mundial integrado” como lo denomina el filósofo Félix Guattari (2004: 57), ha superado las dicotomías no sólo epistémicas sino también prácticas, a partir de las cuales se producía la subjetividad de los ciudadanos. Hoy en día, no es fácil hablar desde instrumentales teóricos dicotómicos: estructura-superestructura, alta cultura-baja cultura, centro-periferia, etc. Más allá de esto, las disciplinas de las ciencias sociales y humanas han de vérselas con la “dilatación” de las nuevas formas de poder, las cuales se hacen casi imperceptibles al “ojo” de la mente humana, ya que es allí mismo donde se instalan. Con los análisis de Michel Foucault a propósito de la gubernamentalidad (2006), entendíamos que el Estado era el ente que garantizaba el gobierno de los sujetos, a partir de prácticas paternalistas y de control policivo, que surgieron gracias a la pedagogía del buen gobierno de la casa (oikos), es decir, la economía. A propósito dice Foucault: Gobernar una familia, en el fondo, no es esencialmente tener como fin salvar las propiedades de la familia, es esencialmente tener como meta los individuos que componen la familia, su riqueza, su prosperidad; es tener en cuenta los acontecimientos que pueden ocurrir: las muertes, los nacimientos; es tener en cuenta las cosas que se pueden hacer; por ejemplo las alianzas con otras familias. Toda esta gestión general es lo que caracteriza al gobierno y, en relación con ella, el problema de la propiedad territorial para la familia o la adquisición de la soberanía sobre un territorio sólo son, al final, elementos relativamente secundarios para el príncipe. Lo esencial es, por tanto, ese compuesto de hombres y de cosas, el territorio, del que la propiedad, en cierto modo, no es sino una variable (Foucault, 2006).
La configuración de esta relación gobierno-economía, fue una forma de poder que alimentó, en cierta medida, el “proyecto de la modernidad”. Siguiendo a Santiago Castro-Gómez, cuando nos referimos a la modernidad como proyecto, hablamos principalmente de la existencia de una instancia central a partir de la cual se dispensan y coordinan los mecanismos de control sobre el mundo natural y social (2005a; 147). En efecto, es el Estado el garante de la administración de la vida de los hombres y de todas sus formas de relación. Esto se traduce en distintas políticas gubernamentales que tienen como objetivo la inoculación de ciertas normatividades capaces de regularizar a los individuos para fines propiamente estatales. En este sentido, se crean perfiles de subjetividad a partir de dispositivos disciplinarios como las constituciones, los manuales de urbanidad y las gramáticas de la lengua, los cuales generaron las condiciones de posibilidad de la “invención del otro” (2005a; 148). 2
Pero los tiempos han cambiado. Con la globalización el proyecto de la modernidad llega a su fin, o por lo menos sufre una gran transformación. Esto significó que el Estado nacional perdiera, en cierto sentido, la capacidad de organizar la vida social y material de los individuos. Así, las formas de poder se transforman, ya que el foco de atención se dirige a la acumulación de capital mediada por los procesos de mercado. Dice CastroGómez: Podríamos hablar incluso de una gubernamentabilidad sin gobierno para indicar el carácter espectral y nebuloso, a veces imperceptible, pero por ello mismo eficaz, que toma el poder en tiempos de globalización. La sujeción al sistema-mundo ya no se asegura mediante el control sobre el tiempo y sobre el cuerpo ejercido por instituciones como la fábrica o el colegio, sino por la producción de bienes simbólicos y por la seducción irresistible que éstos ejercen sobre el imaginario del consumidor. El poder libidinal de la posmodernidad pretende modelar la totalidad de la psicología de los individuos, de tal manera que cada cual pueda construir reflexivamente su propia subjetividad sin necesidad de oponerse al sistema. Por el contrario, son los recursos ofrecidos por el sistema mismo los que permiten la construcción diferencial del “Selbst”. Para cualquier estilo de vida que uno elija, para cualquier proyecto de autoinvención, para cualquier ejercicio de escribir la propia biografía, siempre hay una oferta en el mercado y un “sistema experto” que garantiza su confiabilidad. Antes que reprimir las diferencias, como hacía el poder disciplinar de la modernidad, el poder libidinal de la posmodernidad las estimula y las produce (2005a; 156. El subrayado es mío).
La oferta de subjetividades es mucho más amplia que su demanda. El sistema-mundo tiene la gran característica de autoregularse mediante la potenciación de las diferencias, sobre la base de una idea del respeto a la libertad del ser humano por su propia autoconstitución. De esta manera, las nuevas formas del poder contemporáneo se encuentran en constante vigilancia de los nuevos procesos que los individuos y las sociedades son capaces de generar, frente a su creencia en la libertad de desarrollo. Prueba de ello, son las nuevas prácticas económico-sociales que las grandes transnacionales han implementado en el laboratorio latinoamericano: proyectos piloto que bajo los estatutos contractuales de convenios, viene desarrollando el Banco Interamericano de Desarrollo con ONGs culturales que trabajan en sectores marginales, basados en la idea de potenciar en las personas el emprendimiento, la autogestión, la formación de líderes y nuevas formas de organización social. Capacitaciones empresariales que las multinacionales dan a sus empleados sobre temas como la economía solidaria, el trabajo en equipo o la superación personal, son síntomas de que la lógica del trabajo está 3
cambiando, ya que con el avance tecnológico cada vez se necesita menos fuerza laboral en un espacio determinado tipo fábrica. Con ello, se configuran nuevas formas de subjetivación y de creación de sujetos ahorradores, acumulativos de capital a futuro, que tengan la posibilidad de enfrentar las consecuencias de las nuevas tendencias laborales, sin dejar de seguir consumiendo. Esto demuestra que los poderes supranacionales trazan líneas de descentramiento constantes. La dicotomía alta y baja cultura, por ejemplo, es hoy casi imperceptible desde el punto de vista del acceso y el consumo de este tipo de prácticas. Las transnacionales inoculan relaciones desde la periferia atravesando los diferentes centros de poder, y el Estado es ahora un simple medio que debe mantener el orden y formular políticas que respondan a dichas entidades y a sus acuerdos contractuales de préstamo económico. Desde este contexto, los nuevos órdenes mundiales han capitalizado las prácticas cotidianas de vida, para sus fines comerciales. No es gratuito que se potencien las diferencias bajo programas de incentivación del turismo, de recuperación del patrimonio intangible, de demostrar quienes “somos”, de fomentar la lectura, etc. El capitalismo mundial integrado ha resingularizado las nociones modernas de cultura, bajo la forma de nuevas relaciones comerciales generadas por el libre mercado. A propósito dice Félix Guattari: “Los sectores de actividad más «atrasados» y los modos de producción marginales, las actividades domésticas, el deporte, la cultura, etc., que hasta ahora no incumbían al mercado mundial, están cayendo, uno tras otro, bajo su dependencia” (2004; 58). La sofisticación del sistema capital es tal, que adquiere la facilidad de reconfigurarse axiológicamente, es decir, de construir y sustraer valores dependiendo de las crisis o dificultades imprevistas en cualquier punto del planeta. Es en la cultura entendida como práctica de nuestra propia intimidad, donde propiamente dirige su accionar el sistema capitalista, produciendo “sistemas axiomáticos homogeneizantes de la diferencia”. Mientras tanto, el Estado-nación mantiene la ley y el orden, fomentando el conflicto y la tensión generada por las acciones terroristas. Muchas de las disciplinas de las ciencias sociales y humanas siguen reflexionando y haciendo crítica de las formas de gobierno estatal, y creo que es relevante no perder de vista los enunciados que dictaminan los Estados en pro del gobierno de los pueblos. Sin embargo, considero que la mirada debe dirigirse con mucho más énfasis crítico, hacia las prácticas gubernamentales sin gobierno, las cuales dirigen su accionar directamente a la mente de los sujetos, a través de las lógicas y tecnologías del mercado. Una crítica que plantee nuevas rutas de análisis social que no 4
sólo se queden en el aparato dialéctico en el que siempre han funcionado, sino planteando otras condiciones de posibilidad para nuevas auto-singularizaciones de los individuos. 2. LOS APORTES DE LAS CORRIENTES DEL PENSAMIENTO CRÍTICO LATINOAMERICANO La pregunta por la resistencia en tiempos de globalización, es posible articularla por lo menos desde tres corrientes del pensamiento latinoamericano mencionadas anteriormente, y que considero pertinentes para el tema que acucia la propuesta de investigación. Estas tres tendencias teóricas nos han brindado en los últimos años, nuevas herramientas conceptuales para pensar, entender y articular de otra manera, la pregunta por la resistencia. Básicamente, el aporte que considero importante de dichas corrientes, es el giro geopolítico que no solo se vislumbra desde las nuevas prácticas de control que ejerce el capitalismo, sino sobre todo el giro geopolítico que los actores sociales han debido adoptar en términos de su resistencia frente a dichas formas de control global. Con los primeros análisis realizados por la teoría poscolonial latinoamericana, en boca del proyecto modernidad/colonialidad, entendimos que la colonialidad es la cara oculta de la modernidad. Que la conquista de América no sólo significó la creación de una nueva “economía-mundo”, o el discurso de la limpieza de sangre, o el colonialismo en términos de exterminio y explotación de las riquezas y fuerza de trabajo de las comunidades que aquí habitaban, o que los aparatos disciplinarios no solo se objetivan en la leyes, manuales, instituciones o burocracias coloniales, sino sobre todo, que la efectividad de dichos dispositivos radicó en su traducción en formas concretas de subjetividad, es decir, en modos de vida, en estructuras de pensamiento y acción incorporados al habitus de los actores sociales, lo cual configuró la identidad étnica de los mismos (Castro-Gómez, 2005b; 57). En este sentido, el concepto de colonialidad del poder, propuesto por Aníbal Quijano, permitió avanzar en una analítica del poder en las sociedades modernas, que según Castro-Gómez, se desmarca de los parámetros de la obra de Foucault, en tres sentidos: 1) porque hace referencia a una estructura de control de la subjetividad que se consolidó desde el siglo XVI y no apenas en el siglo XVIII (la época clásica); 2) porque pone en el centro del análisis la dimensión racial de la biopolítica y no solamente la exclusión de ámbitos como la locura y la sexualidad; 3) 5
porque proyecta el conflicto colonial a una dimensión epistémica, mostrando que el dominio que garantiza la reproducción incesante de capital en las sociedades modernas pasa, necesariamente, por la occidentalización del imaginario (2005; 58). Con ello, Castro-Gómez identifica tres características principales de la colonialidad del poder, las cuales serán la base sobre la que se asienta, a mi modo de ver, el giro geopolítico desde el cual es posible articular la pregunta por lo que significa la resistencia en nuestros días. La primera característica de la colonialidad del poder es que ejerció dominación por medios no exclusivamente coercitivos, es decir, se naturalizó el imaginario cultural europeo como única relación con la naturaleza, el mundo social y la subjetividad. La segunda característica, es que dicho imaginario ejerció una continua fascinación sobre los deseos, las aspiraciones y la voluntad de los subalternos, esto es, la seducción por el acceso al poder. Finalmente, la tercera característica es que la colonialidad del poder inoculó un tipo hegemónico de conocimiento que elevó una pretensión de objetividad, cientificidad y universalidad, la “hybris del punto cero” en palabras de Castro-Gómez (2005b; 63). La tesis central de dicho giro geopolítico es que así como la colonialidad es la cara oculta de la modernidad y por tanto es constitutiva de la misma, la poscolonialidad es constitutiva de la “condición posmoderna”. Esto significa que se ha dado una “reorganización posmoderna de la colonialidad en el capitalismo posfordista”, la cual es el título de lo que Castro-Gómez llama el capítulo faltante del libro Imperio de Hardt y Negri. En efecto, Hardt y Negri plantean que las jerarquías moderno/coloniales han desaparecido, lo cual abre una posibilidad única para que la multitud genere una pluralidad de mundos posibles frente al mundo único del imperio (2005b; 65). Sin embargo, Castro-Gómez plantea que el imperio no suprime sino que reactualiza, bajo un formato posmoderno, las jerarquías epistémicas erigidas en la modernidad, lo cual hace difícil pensar en una democracia radical de la multitud (2005b; 66). En diálogo con Arturo Escobar, Castro-Gómez enuncia la tesis de que el “desarrollo sostenible” es la reconversión posmoderna del desarrollismo moderno. En este sentido, el desarrollo económico ya no se mide por los niveles materiales de industrialización, sino por la capacidad de una sociedad para generar o preservar capital humano (2005b; 80). Esto quiere decir, que la promoción de los conocimientos, aptitudes y experiencias convierten a un actor social en sujeto económicamente productivo; un nuevo “homos economicus”. “La nueva fuerza de trabajo en el capitalismo global se define por su ‘capacidad de manipular símbolos’ [lo cual hace] que el modelo de procesamiento de 6
símbolos, típico de las tecnologías de la comunicación, se esté convirtiendo en el modelo hegemónico de producción de capital” (2005b; 81) Este otro “rostro poscolonial del imperio”, entonces, plantea nuevas representaciones del desarrollo que refuerzan en clave posmoderna las jerarquías moderno/coloniales que establecían una diferencia entre el conocimiento válido de unos y el no conocimiento o doxa de
los otros (2005b; 85), lo que se denomina “violencia epistémica”. Prueba de
ello, es la cooptación de los conocimientos y prácticas tradicionales por parte de varias transnacionales, que se sustentan en políticas culturales promulgadas por organismos internacionales como la UNESCO. La “salvaguardia del patrimonio cultural intangible” no es gratuita: por un lado, se pone a disposición de las multinacionales especializadas en la investigación sobre recursos genéticos toda una serie de conocimientos milenarios construidos por cientos de comunidades en todo el mundo, con el fin de que sean susceptibles de patente. Por otro lado, las músicas tradicionales bajo el formato de “músicas del mundo” son comercializadas a nivel global por las majors que son las grandes disqueras internacionales; las prácticas culturales como la danza, los rituales chamánicos, los carnavales y demás, son utilizadas para el fomento del turismo en las regiones periféricas del tercer mundo, reactualizando constantemente eso que llaman exótico. Lo anterior, no plantea otra cosa que el cambio en las representaciones sobre el otro. Pero también, siguiendo a Ana María Ochoa y José Carvalho, transforma las representaciones propias de los miembros de las comunidades tanto rurales como urbanas. Las relaciones sujeto-campo-práctica se transforman con la intervención del capitalismo posmoderno, el cual es una máquina de inclusiones segmentarizadas, pero que no por ello suprime la exclusión. Cito a Carvalho a propósito de lo afro: “Lo afro sigue siendo el significante favorito del entretenimiento blanco (…) es ahora la contraparte necesaria del etnocentrismo occidental, el cual concibió a un extraño al que se le tiene aprecio, cuyo lugar ya se estableció como íntimo y seguro. Lo que la cultura afro trae de exótico no amenaza, sino que se suma al plan “racional” ya establecido; en fin lo complementa. Ya es posible para los blancos “africanizarse” sin dejar de ser occidentales, del mismo modo como no les interesa “islamizarse” u “orientalizarse” en general” (2005; 17). Es la bienvenida del capitalismo mundial integrado a los conocimientos y prácticas no occidentales, en donde la tolerancia a la diversidad cultural se ha convertido en un valor políticamente correcto en el imperio, siempre y cuando dicha diversidad sea útil para la reproducción de capital. Es entonces cuando el 7
indígena, por ejemplo, deja de ser el pasado de la humanidad para convertirse en “guardián de la biodiversidad” (Castro-Gómez 2005b: 86). La segunda tendencia que se refiere a la crítica cultural latinoamericana, agrupa distintas posturas frente a la transformación cultural en Latinoamérica y, que a mi modo de ver, nos deja entrever cómo los distintos “procesos de globalización” han transformado las prácticas cotidianas de vida (cultura) de múltiples actores sociales, haciendo circular nuevas producciones de sentido que reconfiguran las identidades, estéticas y valores en el laboratorio latinoamericano. La importancia de dichas posturas, es el llamado a re-pensar y re-configurar las condiciones de posibilidad en que ejercemos nuestras prácticas, teniendo presente, según Daniel Mato (2005), los procesos sociales de actores significativos y su articulación en la resistencia o reproducción de modelos globales y locales. En efecto, para Mato la globalización de la cultura se caracteriza por la transnacionalización en la producción de representaciones sociales dinámicas, donde se entrecruzan tanto actores locales como globales, y que modifica expresiones culturales como “identidad y sociedad civil” sobre las cuales se construye el orden político. La formulación de nuevas representaciones de raza, etnicidad, ambiente y desarrollo sustentable en nuevas redes globales, se ha desenvuelto a partir de nuevos códigos y categorías lingüísticas transnacionales como biosfera, biodiversidad, sociedad civil, entre otras. Ello apunta a la conformación de un discurso y sentido transnacional que orienta la acción de los actores alternativos tanto globales como locales, y sustenta una alianza de intereses orientada hacia un programa de acción transnacional alternativo a los discursos hegemónicos. Me interesa resaltar, sin embargo, de la postura de Daniel Mato su propuesta metodológica para interpretar los procesos de globalización. En efecto, el principal rasgo de los discursos sobre la globalización es que en ellos los actores sociales no se ven y muchas veces se ignoran las prácticas de los mismos. Si diferenciamos la globalización neoliberal de otras formas de globalización, tendremos que volcar la mirada hacia los procesos sociales. Desde una perspectiva general, hay que “ampliar el rango de nuestra mirada, analizar la complejidad, estudiar las prácticas de los actores sociales y cómo estas se relacionan con las de otros actores, y sobre todo estudiar las interrelaciones de tipo global-local” (2005: 149); enfatizando en matices individuales como el poner de relieve los aspectos culturales, es decir, simbólico sociales de dichas prácticas, partiendo de miradas transdisciplinares. Finalmente, “estudiar las interrelaciones de tipo global-local entre las prácticas de los actores (…) 8
observando especialmente cómo se produce el sentido común de esta época, y más específicamente ciertas representaciones de carácter hegemónico que orientan las transformaciones sociales en curso” (2005: 149). Para terminar, en la tercera tendencia que habla de los movimientos sociales y sus transformaciones, encontramos textos como el de Mónica Bruckmann y Theotonio Dos Santos (2005), denominado Los movimientos sociales en América Latina: un balance histórico,
en el cual los autores realizan un recorrido por las distintas prácticas e
influencias del ejercicio resistente de los movimientos sociales más importantes que se gestaron desde finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX. En este texto se resalta la transformación geopolítica y territorial de lucha que han sufrido los distintos movimientos, gracias a la influencia ejercida por la lógica neoliberal. Básicamente, la transformación consiste en que la resistencia ya no se ejerce del todo en la plaza pública o en la toma de las calles, aunque todavía persisten dichas prácticas con gran influencia, sino en la configuración de partidos políticos, ONGs, organizaciones locales y globales, entre otros, que generan nuevas posturas críticas frente a políticas de Estado y a modelos de desarrollo a escala global. Otro texto interesante es el de Julio Gambina, Mario Racket, Javier Echaide y Gabriela Roffinelli (2006), denominado Las resistencias latinoamericanas del siglo XXI: empresas recuperadas en Argentina. En
este texto, los autores muestran cómo a consecuencia de la crisis argentina del 2001, distintos sectores sociales han comenzado a desarrollar múltiples emprendimientos asociativos y cooperativos, con el fin de resolver sus problemas de subsistencia. Así, las llamadas empresas recuperadas son fenómenos sociales que han gestado los trabajadores que laboraban en diferentes fábricas en banca rota, con el propósito de proteger los medios de producción y mantener la fuente de trabajo. La característica principal de dichos actores, radica en que su actividad defensiva (ocupación de fábricas) tomó carácter ofensivo (la puesta a producir), interpelando distintos niveles en búsqueda de su identidad: el Estado, la sociedad y los mismos trabajadores, quienes asumen su papel productivo con autonomía del capitalista en la toma de decisiones.
3. ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES 9
¿En qué sentido podemos hablar de resistencia, cuando las nuevas prácticas supranacionales en el sistema-mundo capitalista se han insertado en nuestra intimidad? ¿América Latina y el Caribe pueden seguir hablando de procesos de integración regional que configuren identidad, desde Estados-nación garantes de procesos de homogeneización transnacionales de la diferencia? ¿Es posible detectar desde allí herramientas que nos permitan realizar articulaciones entre las prácticas cotidianas y las teorías planteadas desde la academia? ¿Desde dónde es posible ejercer la resistencia en el contexto del nuevo orden mundial? Uno de los propósitos de esta propuesta de investigación es conocer los procesos de subjetivación y por tanto, de construcción de identidad, de movimientos y actores sociales significativos, principalmente en Colombia, que configuran hoy en día sus prácticas cotidianas de resistencia y “transformación social” desde nuevos órdenes geopolíticos de acción. Esto con el fin de poder detectar herramientas importantes no sólo desde el punto de vista teórico-conceptual, sino ante todo práctico y configurador de nuevas posibilidades de vida, que quizá permitan abordar el problema de nuestra identidad desde otras perspectivas de pensamiento y acción. En este sentido, el gran reto de esta investigación es la necesidad de hablar desde los actores y no por los actores, con el fin de evitar cualquier tipo de violencia epistémica o representacional.
BIBLIOGRAFÍA CITADA BRUCKMANN, MÓNICA; DOS SANTOS, THEOTONIO. Los movimientos sociales en América Latina: un balance histórico. En: Seminario Internacional REGGEN: Alternativas á globalização: pôtencias emergentes e os novos caminhos da modernidade, Rio de Janeiro, Brasil, 8-13 octubre 2005. Disponible en la web: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/reggen/pp13.pdf CARVALHO, JOSÉ. 2005. Las culturas afroamericanas en Iberoamérica: lo negociable y lo no negociable. Bogotá. Universidad Nacional de Colombia. CASTRO-GÓMEZ, SANTIAGO. 2005a. Ciencias sociales, violencia epistémica y el problema de la “invención del otro”. En Edgardo Lander (compilador), La colonialidad 10
del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires, CLACSO, 2000. Pp 145-161. _________________. 2005b. La poscolonialidad explicada a los niños. Popayán. Universidad del Cauca e Instituto PENSAR. FOUCAULT, MICHEL. Seguridad, territorio y población: Curso en el Collège de France (1977-1978). Traducción de Horacio Pons. Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica. 2006 GAMBINA, JULIO; RACKET, MARIO; ECHAIDE, JAVIER; ROFFINELLI, GABRIELA. Las resistencias latinoamericanas del siglo XXI. Empresas recuperadas en Argentina. En publicacion: Los desafíos de las emancipaciones en un contexto militarizado. Ceceña, Ana Esther. CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. 2006. pp. 285-306. ISBN: 987-1183-34-8 Acceso al texto completo: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/cece/Gambina-Racket-EchaideRoffinelli.pdf GUATTARI, FÉLIX. Plan sobre el planeta: capitalismo mundial integrado y revoluciones moleculares, Madrid, Ed. Traficantes de sueños, 2004. Disponible en: http://www.traficantes.net MATO, DANIEL (Compilador). Cultura, política y sociedad: perspectivas latinoamericanas, 1ª ed. Buenos Aires: CLACSO, 2005.
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